Serie de Trabajos Varios 89
Estudios de arqueología ibérica y romana: homenaje a Enrique Pla Ballester
1992
, ISBN 84-7795-952-8
978-84-7795-952-6 , 700 p.
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
SERIE DP. 'TRAIIAJOS \'ARI(I
Nohn 89
ESTUDIOS DE
~
"'
ARQUEOLOGIA IBERICA Y ROMANA
HOMENAJE A ENRIQUE PLA BALLESTER
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENClA
1992
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 89
ESTUDIOS DE
,
,
ARQUEOLOGIA IBERICA Y ROMANA
HOMENAJE A ENRIQUE PLA BALLESTER
VALENCIA
1992
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ENR l QUE PLA BALLESTER
Ontinycnt, 1
922 - Valencia, 1988
ubdi rector del . l. P. 1950-1982
Director del S.J. P. 1
982·1987
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DIPUTACIÓN PROVINCTAL DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
SERIE
DE
TRABAJOS
Nám. 89
Coordinación: JOAQUIM JUAN CABANILLES
Portada: FRANC.ESC O HlNER VIVES
Depósito Legal: V-3036-1992
I .S.B.N.: 84-7795-952-8
Imprime: GRA FICUAT RE, S.L.
VARIOS
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~
ENRIQUE PLA BALLESTER Y LA ARQUEOLOGIA VALENCIANA
Quet.úmm recogidas en el volumen XX de nuestra revista Archivo de Prebi8toria Levantina las intenCÚJnes y los actos de homeMje a ENRIQUE PLA BALLESTER, organizados por el Servido de Irwesliga.cWn
Prehistórica de la Diputación de Valencia y su Museo de PrehisiiJria, con motivo de su nomhramienJ.o como Director
Honorario. Con breves líneas inúnlamos enJ.onces aproximamos a su rica personalidad y glosar la.s principales
aportaciones de sus estudios y trabajos, además de publicar su extensa bibliografía. Hemos de considerar manifiestas, pues, las razones y los sentimientos que impulsan la dedicatoria de esú libro de la serie de Trabajos Jf¡rios
en el que se recogen aquellos artlculos que se ocupan de los problemas de la Cultura Ibérica y de la !poca romaM,
y con el que concluyen las manifestaciones más externas de nuestro homeMje.
Rememorar la figura y la obra de ENRIQUE PLA BALLESTER con el fondo de los trabajos que aqul
se recogen es UM ocasi6n apropiada para la reflexión sobre la importancia y proyección de su labor en el desarrollo
de la arqueología va/enciaM, más allá del papel fundamental que k correspond.W en el seno de la institución
que enmarcó toda su actividad. Desde su úmpraM participaciln de adolescenú en las excursiones cientffrcas de
su tf.o, Isidro Ballesür 'JOrmo, de las que rws quedan los dibujos realizadbs en el Casúllet del Porquet antes de
1937y publicados en el primer número de esta misma serie de monografías que ahora acoge su homenaje, denominada por enkmces Serie de Treballs Solts, la relación de ENRIQUE PLA. BALLESTER y el S.l.P. será
cada vez más inúnsa. Con frecuencia los números posúriores de esta misma cokcción llevarán induidb su norn.bre
entre los autores, al igual que sucede en los índices de los volúmenes del anuario Archwo de PrehisiiJria Levantina~
asociado a un numeroso conjunto de yacimimWs arqueológicos que constituyen los peldañJJs sobre los que ha idtJ
ascendieruúJ el corwcimienJo de nuestro pasado. De modo que no hace falta insistir en el destacado papel de
VII
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ENRIQUE PLA BALLESTER en liJ actividad del S. l. P. ni, por lo misrTUJ, lltJmar la atención sobre la parte
de su contribución a la. institución que lo identificaba. Porque as{ fue realmente, y asífue serúidb por los propws
protagonistas y por quienes luego tuvirTUJs ocasión de participar con elLos en esa misma actividad.
PaultJtinarMnU nuestros estudies de Arqueología han alcanzadn una ftuct(jera diversidad institucional, de
la que ENRIQUE PLA BALLESTER fue esperanzado ústigo e impulsor, con enotahle crecimiento experimentado por los departam~rúos universitarics y por las institucwnes rrw.sefsticas relacionadas con la administración local.
Es momerúo, por tanto, para volver a examinar y valorar en su circunstancia contribucwnes personales corTUJ
la Sf91a1 que impregnan y se corifunden con la institución que durante una larga época aglutinó los esfuerzos
de un amplw equipo humaTUJ por saloaguardar y profundizar en el estudw del patrimonio arqueológico valenciano,
cual fue el caso del propw S. l. P. Ni aquella identificación, ni la tendencia actual a un conocimitnto más y
más segm~rúado, que conduce a descomponer y desconectar las distintas partes del trabajo de un autor, deben
impedirnos valorar la multiplicido.d de facetas, la erudición y la profundidad investigadtJra de ENRIQUE PLA
BALLESTER. CorTUJ herTUJs desll.lcadb en otras ocasiones, estarTUJs ante una aporll.lción decisiva a lo que es
el estado de la cuestión de nuestra Prehistoria reciente, la Cultura Ibérica y la romanización. TambiJn ante un
extraordinarw legado de documenll.lcwn arqueológica, de TUJticias precisas y descripcwnes de los trabqjos de campo,
de esjuerBJs encaminados a la conservación de un patrimonw crecienüm~nte amenazado, de atención constante
a su puesta en valor, de asesoramiento a los museos wcales. Desde aquel primer dibujo en el Castellet del Parquet,
los nombres de la Cova de les Meravelles, Cova de Ribera, Muntanyeta de Cabrera, Bastida. de les Alcuses,
Tossal de Sant Miquel, Ereta del Pedregal, Los Vil/ares, Punta de l'llla, etc. 1 se entrelazan profundamente
con su biografía. Y ahora, cuando es el recuerdo quien va seleccionando los rasgos, se perfila con nitidez el
hombre generoso que todiJ lo comparte1 el maestro cuya orienll.lción se busca, el espíritu abierto que comprende
y acepta, que nos permite avanzar a todos.
Bernat Martl Oliver
VIII
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,
INDICE
M. S. ~ Pt.lwl; J. A LóPE.Z MiRA: Bronce jiruú m d. 11Udib ViruJú¡pó. A propósiJtJ de ~s cotifuntqs cerámicos del Tahaitl (Aspe, Alicanú) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . •
A. GoNZÁI..E2 PRKrs; E. R Ulz SECU.RA: Un pohlo.do fortijicatfo dd. Bronce final m d. Bajo ViruJú¡pó . . . . . . . . . . . . . . .
A . Or.tvi!R Forx: .Aproximat:U1n al poblamiento dJ Hierro antigw en Caste/Mn . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
M. GrL-MAsCARnt; M. EtmiQ.UE T~rsoo: La m41alurgiJJ del Bro~e final.-Hierro antiguo del yacimúnto de la Mola
d'Agres (Agres, Alicanú) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
J. M .8 SoLER GARC!A: EL pobl.tuJo ihlrieo del PunJ4l de Salinos (Alicanle) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
M . ALFARa AAAEout; S. BRONOANO: El sistema defensivo de la jJu4rl4 de mtrad4 a la ciudad ibérica dtl CastelbJr de
Meca (.J!yora, Valnrcia) . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
E. Co.RTP.LL PtlU!z; J. J uAN Mor.:ró; E. A. L LOBllWAT ComsA; C. Re1c Swur; F. SALA S&U.és; J. M.a SEcu&A
MARTf: La necrópolis ibtrica de la Serreta: resumen de la campañn. dt 1987 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
C. MATA PARJWiro; H . BoNET RoSADO: La cerámica ibtrica: ensayo de tipologúJ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
R . RAMos F&RNÁNDE.Z: La crátera iberorromana dt la Al&udÚJ • • • • • • • • • • • . • • • . • • • . • • . • • • • • . • • • • • • • • • • • • • • • •
J. BAABI!RÁ FARRAs: El tráfico cumercÚJL de la vajilla fina de importación en la LayetaniJJ . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . • . . .
F. CrsNBROS FRAILE: Fíbulas anulares de la Casa del MonJe (Valdeganga, Albacete) . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . .
R . Pt~u~:t MINGUilz: A&icales ibtricos del Museo de i'Tehi.slbrÜl de Valencia • . . . . . . . • • . . . . • . . • . . . . . • . . • . . . . . . . . .
E. CuADRADO: Dos nu¿vos vasos riii.IIJla de bronce de EL Cigarralejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • . . . . . . . . . . . . . . .
L. ABAD CASAL: Terracotas ihlrieas del Castillo de Guarda'fTIIJr . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
F. G us1 1 j ENER: Nuevas perspectivas m J «mmcimúnto de los tnkrramientos irifantiks de época ihlriea . . . . . . . . . . . . .
J. V. MARTfNEz PERONA: El santuario ibtrico de la Cueva Merinel (Bu.garra). En lornJJ a la función del vaso
calicij0111U . . . . • . . • . . • . . • • • • . . • • • • • • • . • • • • • . • • • . . • • . • . • • • . . . . • . • • • . • • • . • . • • • • • • • . . • . • • . • . • • . • . .
F. BLAY GARCfA: Cueva MerinJ (Bu.garra) . Análisis de la fauna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
J. PtR.n BA W..SSTBR: El abrigo de Reiná (Alcalá del Júcar). Ensayo sobre un nu¿vo modelo de lugar de culto en época
ibérica . . . . • . . . . . . . . . • . . . . . . • • • • • • . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
D. FLETCHBR v.~u.s: Conrmtarios sobre escritura y lengua iblrieas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
H. G urTBR: lbere el mitwen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
C. A1lANEOur GASeó: Una fal.caJa decorad4 con inscripción ibérica. juegos glodiaJorios y venationes . . . . . . . . . . . . . . .
J. ul! Hoz: Estudib epigráfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
J. VB!.A2A: Sobre tl esgrajúufo ihirieo de Barclún del Hoyo . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . .
M .a A. Ms2Qt.rlRtt !.RUJO: lnscript:U1n ibérica m AndJos (Mendigorrla, Navarra) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
L . P~RBZ Vu.ATBLA: Ibérico ~
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17
29
39
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347
351
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F. MATKU Y LulPis: Toponimia iblrica m la. nomina civitatum ispanie sedes episcopalium. Comentario . . . . . . .
L . SILGO GAUClUt: Los l1nUJu ñrü&os de lJJ turdttania . • . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . .
C. ALrAAO G rNU.: Sagum Hispanum. MDTjologúz de una prenda ibíri&a . . . . . . • . . • . • . . . . . • . . . . . . . . . . . . • . . . .
F. J. FuNÁND!Z Nrrro: Una instiluaón juridiea del rrw.ntlo aJJiblrica . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . • . . . . . . . . . . . . . • • . •
C. G ó MilZ B Bu.AJlt>: lA isla. áe Ibiza m la. /poca de kt.s Guerras Púrü&as . . . • . • . . . . . • . • • . • . . . . . . . . . . . . . . . . . .
J. M.& Br...l.ZQu11z; M.& P. GAitc fA-GBI.AURl": StaJ.m&ia históri&a de Castulo (Linma, jaln) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
P. P. .RuooLt.ts: lAs balsas romanas de &mforait (Aiberi&, Valm&ia) . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
G. MART(N: MaJeriales romanes de kt.s colaciones del Museo de Prehistoria de Valencia. (Amiguos .frmdos, 1) . . . . . . . . . .
V. E scRIVÁ T o uas; C. MA1ÚN j ollDA; A. Rai&&A 1 LAooMBA: Unas produ.ceúmes minorilarias áe barniz negro m Wlknlia durante tl S. II a. J .C. . ...... . , .••.•....••.•. ... , •...........•. , . , • . . . . . • . . . . . . . . . . . • . . . . .
J. M oNTKSrNOS 1 M ARTiNa: 'nrra sigillall:l en ValenJia: pro~tos hispánieos . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . • . . . . . . . . . . . •
J. L. JrlldNa SALVADOR: El monummlo junerarÚJ romane situ.atlo m el centro aco/JJr "]osl RflrnnJ,. tÚ Sagumo . . . . . . •
J. J. SEOu1 MARCo: Paullb Amúlio RegiJJo, palronc de SagunJum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
F. ARASA: UNJ Officina kt.püibia m la. C07Mrca de l'All Pal4n&ia (Castelló) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
J. Couu: ln.scripcúma romanas de lniall:l y Sisante (C114nt:a) y la. IglesU4/JJ del Cü! (1btul) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
F. EsTKvB G.
V. M . R osssLLÓ 1 VBRCsR: Les ow romana al Pafs Valencid . fl./usWn.s i certesa • . . . • . . . . . • . • . . . . . . . . • • . • . . • .
l. GARCf.A Vn.LANUBVA; M . Rossl!LLó M.!sQ.UIDA: lAs át(oras wdorrornanas de PunJa de l'Il/4 de Cullua . . . . . . . . . .
E. A. L LOIRIICAT: lAs cruces de lJJ PunJa de l'fl/JJ (Cullua) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
J. M ATF.u: lA erosión: un debate mediJerráneo . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . .
X
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639
663
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M auro S.
fiERNÁNDEZ
P tREz* y J osé Antonio
LóPEZ
MIRA •
BRONCE FINAL EN EL MEDIO VINALOPÓ.
A PROPÓSITO DE DOS CONJUNTOS CERÁMICOS DEL TABAIA
(ASPE, ALICANTE)
Preocupación constante en el quehacer cientffico
de E. Pla Ballester era precisar los orígenes de la cultura ibérica y sus relaciones con las culturas precedentes.
Su comunicación al V Congreso Nacional de Arqueología incidfa por vez primera en el Pafs Valenciano
(Pu BALI..liST&R, 1959) sobre el vado cultural de un
medio milenio existente entre los momentos ·finales del
llamado Bronce Valenciano y la aparición de la Cultura ibérica, que le permitían sugerir la existencia de una
cultura preibérica en la que se podrían incluir las lla·
madas •cerámicas arcaizantes» (BALLJ!STER T oRMO,
1947), con paralelos en el Bajo Aragón y Pirineo catalán. Sobre estas cuestiones incidieron posteriormente
M. Tarradell (1962), E. Llobregat (1975), O. Arteaga
(1976), O. Arteaga y M . a R . Serna (1979/80) y
A. GonzáléZ Prats (1979). Estos siglos, realmente oscuros, de nuestra prehistoria reciente se.r lan periodizados
a inicios de la pasada década por M . Gil-Mascarell
(1981a). Las aportaciones posteriores de A. González
Prats, en base a sus excavaciones en la Sierra de Crevillente, y la publicaci.6n de diversos materiales, unos depositados en museos y otros de recientes excavaciones,
permiten paliar ccmuchas de las carencias» en la investi•
Univel"'lid.td de Alicante.
gación que el propio E. Pla señalara para estos momentos con ocasión las I.... J ornarlas de Arqueologfa
organizadas en Elche por la Universidad de Alicante
(PLA B~ot.U!STt!lt , 1985).
Parece lógico que nuestra contribución a este homenaje al maestro D. Enrique Pla tratara sobre una
problemática que tantas veces señalara y de un área
geográfica sobre la que tuvimos ocasión de intercarn·
biar opiniones desde el momento inicial de nuestros
contactos.
BRONCE FINAL EN EL MEDIO
VINALOPÓ
En la primera síntesis sobre el Bronce Final del
Pafs Valenciano que realizara hace una década M . GilMascarell sólo se señalan para el Medio Vinalopó algunos fragmentos cerámicos con decoración incisa del
poblado de El Monastil (Elda, Alicante) •que podrían
ser clasificados en el Bro~ce Final• (Ga-.MASCAuu.,
1981: 38), materiales •que hacen pensar (para este yacimiento) en una fase del Bronce Final que llegaría basta
el 650/600 a.C.>l (POVEDA, 1988: 40).
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VALENCIA
N
___
o
_,_
__...,.,.,_
lO Km.
1
1
Fig. l . - Y~~&ünúnlos t1J Vúw.Jqpd Mtt& ciwitJs. 1: El Monastil (Eld4). 2: La Esparraguna (Noutld4). 3: El Portixol (Mrntfor" dd Cid) .
4: Tahai.d (Aspe)
2
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BRONCE FfNAL EN BL MEDIO VfNALOPÓ
·=========--~======~~~=======~m.
Pig. 2
Por otro lado, e.o su estudio sobre la Edad del
Bronce en esta zona J. F. Navarro Mederos registra ce·
rámicas del Bronce Final en los poblados de El Portixol
(NAVARRO MsoBRos, 1982: 38-4-0) y Tabaia. En este últi·
mo yacimiento señala la presencia de materiales carac·
terfsticos del Bronce Final y de los Campos de U roas
(NAvARRo Msouos, 1982: 57-64). Recoge este mismo
autor la noticia acerca de dos construcciones tumula·
res, una de ellas violada, donde fueron hallados materiales del Bronce Final o de los inicios del Hierro (NA·
VARRO Mw.ERos, 1982: 57). Los estudios posteriores
incluyen al 'Thbaia como poblado de la Edad del Bron·
ce con una problemática similar a la Mola d'Agres
(Gn.·M...saAlUU.l., 1985: 149) y con la presenc~a de algunos materiales cerámicos del Horizonte Peña Negra [
(GoN'LÁUIZ PJVJS, 1983: 103).
En el Medio Vinalop6 el Bronce Final s6lo se ba
constatado (fig. 1) hasta estos momentos por la presencia de algunas cerámicas en los yacimientos de .El Monastil, El Portixo1 y Tabaia, a las que se une del poblado de La .Esparraguera, en Novelda, un pequeño vaso
(NAVARRO MwBROs, 1982: fig. 26) del Tipo B4 de Peña
Negra (GONZÁLBZ PRATS, 1985: 159).
CERÁMICAS DEL TABAIA
El yacimiento arqueológico del Thbaia (Aspe, Ali·
cante) se extiende por la parte superior de un elevado
cerro, de 250-300 m . de altitud sobre el nivel del mar
y 150 m. sobre el cauce de río que forma una cresta
alargada en el extremo de la Sierra del mismo nombre
que perpendicular a la margen izquierda del Vinalopó
separa sus cuencas media y baja. Coordenadas geográ·
ficas: 38° 19' 59" de lat. N y 0° 43' 20" de Long. W
del Meridiano de Greenwich.
En este yacimiento, conocido desde antiguo GJMt.
N:BZ DI! OtsNa
ntos, 1925: 72-73), hemos realizado cinco
campañas de excavaciones arqueológicas, c.onfirmando
una ocupación continua a lo largo del TI milenio a. C .
y una importante presencia argárica (finr.rÁND.&z Pé.
R.U, 1983 y 1990).
En la l. • Campaña de estas excavaciones, realiza·
da en el mes de Agosto de 1987, se descubrió un excepcional conjunto cerámico del Bronce Final, que presen·
ta notables diferencias con otro, también del Bronce
Final, recogido por D. Manuel Romero Iñesta, a quien
agradecemos la información y las facilidades dadas
3
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1
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Fig. 3
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BRONCE FI.NAL EN BL MEDIO VINALOPÓ
para el estudio de estos materiales, parte del cual fue
publicado por J.F. Navarro Mederos.
CONJUNTO 1
La ocupación prehistórica del Tabai~ se constata
en diversos puntos. Interesa destacar aquí la ladera superior ubicada entre Ja cota de 304 m. y las crestas más
agudas de la Sierra que caen prácticamente en vertical
sobre el rfo (fig. 2). En esta ladera, de acusada pendiente y desigual anchura, la ocupación prehistórica es
intensa, observándose la presencia de plataformas arti·
ficiales para la ubicación de las viviendas prehistóricas.
La máxima potencia se regi$tra en la plataforma inferior, donde be¡nos concentrado nuestras excavaciones
(lám. I).
En la Campaña de 1987, sin embargo, con objeto
de obtener una visión global de la ocupación de todo
el yacimiento se realizaron actuaciones arqueológicas
en diversos puntos de esta ladera. En la cresta superior
se ubicaron varios cortes, aprovechando los Jugares menos afectados por las actividades clandestinas. En ninguno de ellos se alcanzó Jos 0'40 m. de potencia. La
erosión, favorecida por la pendiente, habfa demudado
parte de este sector de la ladera, donde no se observa·
ron significativas estructuras de construcción.
En el ángulo SE del Corte 4 , cuya excavación corrió a cargo de Cristina H uesca, José Marra Ferrándiz
y Eulalia Garcfa, se localizó una alineación rectilmea
de cinco piedras de regulares dimensiones que pare·
cían proteger a cinco vasijas, fragmentadas por la presión de la tierra y de las rafees pero fácilmente reconstruibles (láms. II y III). Esta protección se ve
favorecida por la presencia de fragmentos de barro
con improntas d e ramajes colocadas sobre las vasijas.
Por desgracia, durante nuestras excavaciones este
Corte fue asaltado por Jos clandestinos, quienes levantaron Las piedras, dispersaron los fragmentos de una
vasija (lám. IV), haciendo imposible reconstruir su
fo rma, que se encontraba sobre un piso endurecido
de cenizas y tierras al mismo nivel que las cerámicas
antes citadas, y destrozaron el resto del Corte y de
sus perfl.les.
C uatro de las cerámicas se encontraban alineadas
bajo las piedras, que parecían protegerlas, mientras la
quinta se encontraba bajo una de ellas.
Deaeripci6n de lu cerámicaa
-Vasija de cuerpo de tendencia globular o elipsoide ver•
tical, cuello hiperbólico invertido y labio redondeado. No ha
sido posible rccorutruir en su totalidad la vasija, que por algunos fragmentos recuperados parece ser de base plana. Decoración en el cuello a base de siete acanaladuru horizonta-
les (fig. 3.1). Superficies externa e interna alisadas y
desgruantes pequeños.
- Vuija de cuerpo globular, base plana, cuello hiperbólico y labio curvo. Decoración en el hombro a base de cinco
acanaladuras horizontalea (fig. 3.2). Superficie externa bruñida, interna alisada y desgruantea pequeños.
-Vasija de cuerpo bitroncónico con cuello de tendencia
hiperbólico y labio plano. Dos engrosamientos a modo de
apéndices poco pronunciados se sitóan en la línea de carena.
Decoración en la parte superior del cuerpo a buc de tres
bandas horizontales, dclimitadu por acanaladuru horizon·
tales y rellenas de acanaladuras inclinadas en diversas posiciones. Bajo la óltima acanaladura horizontal, que coincide
con la línea de carena, ae realizan pequeños trazos acan.ala·
dos en posición inclinada (fig. 3.3). Supcrficiea externa e interna aliaada.s y desgra.santes pequeños.
-Vasija de cuerpo de tendencia elipsoide horizontal,
fondo plano, cuello troncoc6nico invenido y labio apuntado.
Decoración en el hombro a base de cuatro acanaladuras horizontales, colgando de la inferior triángulos rellenos de acanaladuras obl!cuas (fig. 3.+). Superficies externa e interna aliaadu y desgruantes pequeños.
-Vasija de cuerpo de tendencia elipsoide horizontal con
cuello troncocónico invertido, labio apuntado y base anular.
Asa de cinta vertical entre el hombro y el borde (fig. 4.1). Superficie~ externa e interna bruñidas y desgrasan te~ pequeños.
En este mismo Corte y nivel se recogió, entre otros fragmentos, los perteneciente.• a una vasija elipsoide horizontal
con carena marcada en la línea ideal de la acmielipsoide con
cuello troncocónico invertido y labio redondeado (fig. 4.2),
un fragmento decorado con acanaladuras (fig. 4.4) y otros
dos con decoración incisa (figs. 4.3 y 4.5).
En este mismo sector del yacimiento y en la limpieza superficial del Corte 5 se recogió un fragmento de una vasija
de cuerpo de tendencia bitroncocónico, cuello troncocónico
invertido y labio curvo. Destaca por su decoración incisa en
la parte superior del cuerpo, formada por tres incisiones borizontale~ que delimitan por su parte superior a dos campos
decorativos, uno con motivos en eapiga y el otro ajedrezado
(fig. +.6).
CONJUNTO II
El extremo S de la Sierra del Tabaia constituye
una cresta rocosa con laderas de acusadas pendientes
que desciende hacia el río Vinalopó. En la parte baja
de la ladera SE y en las proximidades del no D. Manuel Romero lñesta recogió, hace ya una veintena de
años, un excepcional conjunto de cerámicas. En la actualidad este lugar se encuentra muy demudado por la
erosión y cubierto por vegetación de carácter xerófilo,
no observándose restos de construcciones (fig. 2 y
lám. I).
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Fig. 5
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Fig. 6
8
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BRONCE FINAL EN EL MEDIO VINALOPÓ
Descripci6n de las cerámicas
-Vasija con la parte inferior del cuerpo en forma de eas·
quete esfüico, con ónfalo en la base, y la superior tron coc6nica, cuello troncoc6nico invertido y labio curvo. Presencia
en la lmea de carena c:;le aaa de cinta alargada con perforación
vertical. Decoración en la parte supedoJ," del cuerpo de triángulos rellenos de trazos obiCcuos realizados mediante incisión, rellena de pasta blanca en algunos puntos (fig. 4. 7). Su·
perficies externa e interna bruñidas y desgrasa.ntes pequeños.
-Vasija de te.nde.ncia elipsoide vertical con base umbilicada y labio plano inclinado hacia el interior. Decoración a
base de cuatro incisiones paralelas junto al borde que des·
ciende para. rodear los pequeños mamelones alargados. De
la incisión inferior cuelgan triángulos, más pequeños los que
rodean los a~ndices, rellenos de ]meas obUcuas, también
realizados mediante incisión. Restos de pasta blanca
(fig. +.8). Superficies externa e interna alisadas y desgrasantes pequeños.
-Fragmento de v<~J~ija de la que se conserva la parte superior del cuerpo y el cuello troncocónico in~ertido con el extremo plano horizontal Decoración en el hombro y en la
parte interior del cuello a base de incisiones no muy profundas. Motivo: e.n el interior del cuello, bandaa de zig-zaga for·
mados por conjuntos de .!1 a 6 lineas, y en el hombro bandaa
horizontales de lmeas paralelas -4 en la parte superior y 3
en la inferior- que delimitan otras dos, separadas por una
incisión horizontal, rellenas la superior por trazos inclinados
y la inferior de líneas en zig-zag, e.n ndmcro de cuatro
(fig. 5.1). Superficies externa e interna alisadas y desgrasantes pequeños.
-Vasija de cuerpo elipsoide horizontal, base plana, cuello troncocónico invertido y extremo plano horizontal. Resto
del arranque de un asa de cinta vertical a la altura del hombro. Decoración a la altura del hombro a ba.sc de incisiones
superficiales rellenas de pasta blanca. Motivos: banda hori·
zontal formada po~ trazos inclinados delimitados por una doble línea de incisiones paralelas (fig. 5.2). Super.ficie externa
bruñida, interna alisada y desgraaantes pequc;ños.
-Vasija de cuerpo de tendencia elipsoide horizontal con
el labio plano inclinado hacia el inte.rior. Decoración realizada .median.te incision_s superficiales rellenas de pasta blan.c a
e
a base de bandas horizontale.s, en las que alternan las formadas por trazos horizontales con los inclinados, separados es·
tos óltimos por zonas lisas (fig. 5.3). Superficies externa e in·
terna alisadas y desgrasantes llCqueños.
-Vasija con cuerpo elipsoide horizontal, base, incompleta, de tendencia cónica, posiblemente umbilicada, y extremo plano inclinado hacia el interior. Decoración a base de
incisiones poco profundas rellenas parcialmente de pasta
blanca. Motivos: dos bandas horizontales, la primera constiruida por cuatro !meas paralelas y la segunda por triángulos
rellenos de tra.zos inclinados. De la Unea que delimita por L
a
parte inferior esta segunda banda cuelgan de modo discontCnuo bandas verticalea de líneas incisas (fig. 6J). Superficiea
externa e interna alisadas y deagras.antes pequeños.
- Vasija con carena muy marcada con la parte inferior
de casquete esf~rico y la parte superior troncocónica invenida con la )mea de carena que separa ambas partes muy mar·
cada (f:ig. 6.5). Superficie externa bruñida, i.ntema alisada y
desgrasantes pequeños.
-Vaaija carenada con la parte superior troncocónica invertida y la infer.ior de casquete do elipsoide horizontal
(fig. 7.1). Superficie externa bruñida, interna alisada y desgrasantes pequeños.
- Vasija troncocónica invertida con fondo plano y pie in·
dicado. Impronta de esterilla de esparto entrelazada con l.a
t~cnica de cosido en espiral (fig. 7.2). Acabado grosero y desgrasantes medianos.
En este lugar se recogieron otros muchos fragmentos cerámicos, algunos de los cuales (fig. 6.2·4) se encuentran decorados con finaa incisiones repitiendo los motivos presentes
e.n las vasijas antes citadas -bandas horizontales de líneas
paralelas horizontales, inclinadas y triángulos-.
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE
EL BRONCE FINAL EN EL MEDIO
VINALOPÓ
Toda aproJtimaci6n al estudio del Bronce Finai
en el río Viru,Uop6 necesariamente debe tener p resente
el conjunto de la vajilla de oro y plata, Jos adornos
d e oro y l os objetos de hie rro y ámbar que constituyen
el Tesoro de Villena, localizado en el interior de una
vasija en la R ambla del Panadero, en el curso alto
de este do. Una y otra vez se insiste sobre la procedencia y origen de este excepcional conjunto de orfebrería prehistórica, basta e1 p unto de d isponer en la
actu alidad de una detallada información sobre los paralelos formales y decorativos de cada uno de los objetos (SoW!R GARCfA, 1965 y 1969; M ALuQ.UER or. MO'I'es,
1970; Al.w.cRO GORBIIA, 1974; ScHULB, 1976; R utzGAt.vu, 1989; P.&.REA, 1991). No es este el momento
de incidir sobre la pr ocedencia directa o indirecta de
este 'Thsoro, tema q ue necesariamente debe ser revisad o a la luz de los resultados de nuestras recientes excavacion es en el Cabezo Redondo y Laderas del Castillo de Sax, ante el hallazgo de cerámicas
formalmente próximas a los recipientes de o ro y plata
y de a dornos de oro semejantes a o tros del Tesorillo
del Cabezo Redondo, en este .m ismo yacimien to, aho·
ra perfectamente estratificados.
C uestiones de extraordinario interés y, sin embargo, apenas abordadas son todas aquellas relacionadas
con las implicaciones sociopolíricas de este hallazgo.
En efecto, desde el mismo momento del descubrimien·
to se insiste en su carácter de «tesoro real11 y e n su
•ocultación• ante un peligro, sin prestarse la debida
aten ción sobre el significado de ambos con ceptos. La
existen cia de un jefe con la capacidad de en cargar, ad quirir o recibir como presente este tesoro necesaria9
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o
Fig. 7
10
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BRONCE FINAL EN EL MEDIO VINALOPÓ
mente debe ir pareja a la presencia de grupos humanos
con una economía prospera. En el registro arqueológico actual el único yacimiento de Villena en el que se
ha señalado la presencia de cerámicas del Bronce Final
es el Cabezo Redondo. Estas se reducen a algunas de·
coraciones incisas y excisas, que por otro lado también
han sido consideradas del Bronce Thrdío (MoLINA y
AlrrEAcA, 1976: 189) y algunas formas cerámicas, en
un poblado que, tal como señalara en 1978 F. Molina
y confirman nuestras excavaciones, los niveles más im·
portantes corresponden al Bronce Medio y, en especial,
al Bronce Tardío.
El registro de yacimientos anteriores a la apari·
ción del mundo ibérico en el Alto Vinalopó se completa COJl la necrópolis de incineración del Peñón del Rey
(Villeoa), de la que no se conoce el poblado, fechada
entre finales del siglo vt y principios del v a.C. (IhR·
NÁNDI!Z ÁLcAJt.AZ 1 1990).
Para el Medio Vinalopó el registro se reduce a los
ya citados fragmentos de El Mooastil, de los que algunos de ellos, en especial los decorados con técnica de Bo·
quique, podrían encuadrarse en el Bronce 'Thrdío, al igual
que un fragmento decorado de El Portixol, y a los citados recipientes cerámicos, señalados por A. Gonzál.ez
Prats, de La Esparraguera (Novelda) y El Portixol (Mon·
forte del Cid), además de los procedentes del Tabaia.
En este yacimiento, además de los dos conjuntos
cerámicos que ahora presentamos, hemos inventariado
en colecciones municipales y privadas y en nuestra.s
propias excavaciones cerámicas con decoración incisa
correspondiente al Bronce Final, cuyo estudio se incluye en la Memoria de excavaciones correspondiente.
Estos dos conjuntos cerámicos del Tabaia nos permiten llamar la atención sobre una serie de cuestiones
de la Prehistoria reciente de las comarcas meridionales
valencianas y en especial en la cuenca del Vinalopó.
Sobre el eje de este río ha girado una vieja polémica
que ha ocupado a todos quienes se han dedicado al es·
tu dio del II milenio en el País Valenciano. En estos momentos carece de sentido planteane si este río es una
frontera entre los Bronces Argárico y Valenciano o es
un camino por donde las influencias del primero pene·
t:ran en el segundo. Lo prioritario es definir, tal como
uno de nosotros (M.S. Hernández Pérez) ha señalado
en ocasiones anteriores, la «Comarcalización• de la
Edad del Bronce para todo eJ País Valenciano, teniendo en cuenta en cada zona el desarrollo cultural anterior, sus recursos naturales y las relaciones externas.
Sólo de este modo podríamos explicar los diversos
•Bronces,. presentes en el País Valenciano.
En las comarcas meridionales valencianas hemos
podido delimitar varias de estas •facies- . La mejor conocida es, sin duda, la correspondiente al Alto y Medio
Vinalopo, en cuyas tierras se suceden varios valles a
.modo de cubetas, rodeadas de montañas y cruzadas
por el río, que en el llamado Bajo Vinalopó da lugar
a un paisaje muy diferente, de tierras llanas apenas separadas por pequeñas elevaciones de la Vega Baja del
Segura, delimitadas ambas por el mar y en el interior
por una serie de alineaciones montañosas entre las que
se encuentra la Sierra del Tabaia, que marca la línea
divisoria entre el Medio y Bajo Vinalop6.
De esta facies comarcal de la Edad del Bronce inte·
resa destacar aquí las modificaciones que se producen
en relación con los patrones de asentamiento en los momentos fmales del ll milenio. Se reestructura el espacio
habitado con una concentración en dos poblados ocupa·
dos con anterioridad -Cabezo Redondo y Tabaia-,
con al menos otro intermedio posiblemente de menores
dimensiones - Laderas del CastiJio de Sax-, al que se
debe unir una ocupación esporádica en El Monastil y El
Portixol. El Bronce Tardío se nos perflla así como un excepcional período, claramente diferenciado del Bronce
Antiguo y Medio, ahora ya no sólo por sus materiales,
como hasta ahora se hab(a supuesto.
Desde esta nueva perspectiva los hallazgos del Ta·
baiA adquieren una especial significación en el marco
de la sistematización del Bronce Final en el País Valenciano. Dos yacimientos alicantinos se utilizan como pa·
radigmas de este período. La Mola, en Agres, repre·
sentaría a los yacimientos con una ocupación anterior,
y Peña Negra, en Crevillente, los nuevos asentamientos. Sobre el primero de los yacimientos conviene recordar que La ocupación del Bronce Final se localiza
en pequeñas terrazas de las laderas, alejadas de la zona
alta del cerro donde se constata una ocupación del
Bronce Antiguo y Medio (GrL· MA.SOAULL, 198lb). En
esta terraza, los materiales aparecen revueltos, sin registrarse restos de ocupación permanente, éOn la excepción de una capa de adobes muy descompuestos a
unos 2m. de profundidad (GrL-MASCARELL y PEÑA S.
cH.liZ, 1989: 25). En Peña Negra, por el contrario, los
materiales se encuentran totalmente contextualizados
y se conocen perfectamente los lugares de habitación
y necrópolis (GoNZÁLEZ PRATS, 1985).
En este Conjunto ll de cerámicas del Tabaia, cvi·
dentemente selectivo como es habitual en este tipo de
recogida y colecciones, destaca el alto porcentaje de cerámicas decoradas o de superficie externa cuidada junto a un único recipiente de superficie y pasta grose.r a.
Este último, de forma troncocónica invertida y fondo
plano con pie indicado, se corresponde con el
Tipo AB2 de Peña Negra I (GONZÁI..EZ PRATS, 1983).
Nuestro ejemplar, al igual que ocurre con otros del yacimiento crevillentino (GoNZÁLliZ PRATS, 1981: 42) conserva en su base la impronta de esterilla de esparto,
presente tambi6n en muchos de los ejemplares del Puig
d'Alcoi (BA.RMCHINA l.aAAu, 1987: fig. 10).
Entre las cerámicas decoradas conviene señalar la
presencia, junto a las clásicas incisiones rmas y profun·
das del Bronce Final, otras mucho más finas y poco
profundas, repitiéndose, en cambio, algunos de los te·
u
[page-n-22]
M.S. HERNÁNDEZ PtREZ Y J.A. LÓPEZ MIRA
mas decorativos y la ubicación de éstos en la vasija. Los
paralelos más próximos para estas cerámicas se encuentran en la Mola d 'Agres (CBNTR.I! D'l!STUDis CoNTESTANS,
1978; GlL-MASCARELL y P EÑA SJ.Ncnu, 1989), donde hemos podido comprobar, entre los materiales recuperados por el Centre d'Estudis Contestans y nos ha corroborado M . Gil-Mascarell para los procedentes de sus
excavaciones, un mismo tipo de pasta y cocción, la presencia en algunos fragmentos del relleno de pasta blanca y la repetición de formas, técnicas, motivos y ubicación de la decoración. Sobre algunas decoraciones
incisas, que en Mola d'Agres han sido consideradas del
grupo más antiguo de las especies incisas valencianas y
fechadas en torno a los siglos vw-vu a.C. (Run ZAPAT&·
RO, 1985: 795), ha realizado A. González Prats un detenido análisis, señalando su distribución peninsular,
cronología y posibles orígenes. En la línea de su argumentación, basada en los ejemplares de Peña Negra y
de otros yacimientos alicantinos (GoNZÁLEZ P RATS, 1988
y 1991), destacaremos la presencia de muchos de estos
motivos en Cogotaa I y algunos de ellos -líneas paralelas, reúculas, triángulos rellenos de puntos ...- en los
niveles del Bronce Antiguo del Tabaia, anteriores a la
ocupación argárica del mismo yacimiento.
De este mismo conjunto forman parte dos recipientes de pasta de gran calidad y superficie bruñida.
Uno de ellos (fig. 6.5) se corresponde con el Tipo B7
de Peña Negra I, tal como ha sido señalado (GoNZÁIJ!Z
PRATS, 1991: 60), mientras para el otro (fig. 7.1) los paralelos más próximos se encuentran en Los Saladares,
en el grupo de fuentes carenadas de boca ancha y base
concoidal (ARTEAOA Y SERNA, 1979/80: fig. 23.4-), aunque nuestro ejemplar carece de apéndices, presentes en
el ejemplar oriolano publicado. En las vitrinas del Museo Municipal de Novelda esta última vasija del Tabaia
contiene cereales carbonizados (NAVARRO MEonos,
1982: 58) que, según indicación de D. Manuel Romero, se añadieron en el momento de su exposición, por
lo que no deben relacionarse con esta vasija, salvo por
. su procedencia del Thbai¡t
Estas cerámicas del Thbaia se recogieron en una
zona de fuerte pendiente, en la que no hemos observado la presencia de construcciones con la excepción de
restos de paredes que podrían pertenecer a los abancalamientos de antiguos cultivos, hoy totalmente abandonados, o a construcciones del Bronce Final para ubicar
en estas plataformas artificiales las casas, que en este
caso serían de pequeñas dimensiones, por lo reducido
del espacio disponible, y de estructura frágil a juzgar
por los restos de barro con improntas de ramajes recogidos en este lugar. Por el tipo de emplazamiento y la
ausencia de estructuras consistentes cabría pensar en
un tipo de hábitat diferente al existente en Peña Negra
y relacionable con las plataformas de las laderas de
Mola d'Agres, cuyo depósito arqueológico se creía
«producto de un desplazamiento, posiblemente caído
12
desde la parte superior del cerro» {GlL-'MASCARELL,
1981 b: 77) y que la presencia de adobes descompuestos
(GIL-M.A.SCARELL y PRFIA SANcKEZ, 1989: 125) y estos hallazgos del Tabaia permiten interpretarlos de otro
modo. Nos encontraríamos, pues, ante un nuevo tipo
de hábitat para el Bronce Final que por el momento
sólo conocemos por su ubicación en las partes bajas de
las laderas de cerros ocupados con anterioridad.
En el mismo Tabaia, sin embargo, nos encontramos con una ocupación del Bronce Final en la parte
superior del cerro, cuya extensión por el momento no
podemos precisar. A esta ocupación pertenece el Conjunto I de cerámicas que ahora damos a conocer, en el
que destacan los tres vasos con decoración acanalada
en el hombro e inicio del cuello, asociada en uno de
ellos con triángulos colgantes rellenos de trazos oblícuos. Al mismo conjunto, en este caso sin duda coetáneo, pertenece otra vasija decorada con incisiones y
una cazuela sin decorar con base anular, a la que se
debe asociar otro recipiente del mismo nivel del que no
se conserva el fondo.
En el marco de la discusión sobre el Bronce Final
del País Valenciano la presencia de estas vasijas aporta
novedosa y significativa información. Sobre unos relativamente escasos fragmentos cerámicos, pertenecientes
a cuellos u hombros de vasijas, decorados con acanaladuras paralelas, se han hecho llegar a las tierras alicantinas las influencias de los Campos de U mas. En Peña
Negra 1 se citan dos fragmentos (GoNZÁLEz PRATS,
1985 b: fig. 71: 2695; y 1991: 85), el primero de los cuales se relaciona con otros fragmentos de la Mola d'Agres
y Pie deis Corbs de Sagunto. El fragmento de este último yacimiento ha sido fechado (ALMAG.Ro GoRBEA, 1977:
127) en el siglo IX a .C. en la transición del Período m
al 1v en la sistematización propuesta por M. Almagro
Gorbea. En la Mola d'Agres estos fragmentos son abundantes y en ocasiones las acanaladuras se asocian, como
ocurre con uno de nuestros ejemplares, con los triángulos ~llenos de trazos oblfcuos, que son fechados sobre
los siglos X- IX a.C. Uno de los ejemplares de Peña Negra I, que en base a los ejemplares del Tabaia podríamos reconstruir de modo diferente al propuesto (GoN·
ZÁLEZ PRATS, 1983, cuadro tipológico) fue hallado en el
Estrato He del Corte C en el nivel más antiguo de este
yacimiento (GoNZÁLKZ P RATS, 1985: 81 y fig. 71: 2695).
Este conjunto del Tabaia nos permite disponer por
vez primera de formas completas, que no aparecen registradas en las tipologías de los Campos de Umaa
(Rutz ZAPATERO, 1985: 715-74-7).
En base a nuestros ejemplares podemos replantearnos desde nuevas perspectivas, tanto las reconstrucciones propuestas para algunos de los fragmentos
de Mola d 'Agres y Peña Negra, como la propia presencia de los Campos de Urnas en las tierras meridionales
valencianas, señalada en los yacimientos alicantinos de
Mola d'Agres, Puig d'Alcoi (BARRACIDNA, 1987: 138),
[page-n-23]
BRONCE FINAL EN EL MEDIO VINALOPÓ
Peña Negra 1 (GoNz..4uz PRAn, 1981: 85) y Los Saladares (AlrrEAoA y SERNA, 1979-80: 118). En los dos últimos yacimientos esta presencia se considera poco significativa, al tiempo que se insiste en los contactos
meridionales y en la pervivencia de los sustratos en la
formación del Bronce Final en esta zona. La Mola
d'Agres, en cambio, se utiliza como yacimiento paradigmático de los Campos de U rnas en Alicante, fechándose su presencia en base a cerámicas decoradas,
introducidas por pequeños grupos humanos, quizás familiares, procedentes del Centro y Sur de Cataluña,
que se infiltran hacia el Pafs Valenciano hacia el siglo x. a.C. dentro de la dinámica general de los desplazamientos de los Campos de Urnas del SW de Europa. Una segunda fase se detecta en este yacimiento
-Agres TI-, ahora con influencias de los Campos de
Urnas bajoaragooeses (Rm;z ZAPATRRO, 1985: 702).
Si bien parecen evidentes los paralelos cerámicos
aducidos, al igual que otros con posterior idad (ENRJ·
QUE, 1991), y a la espera de la publicación de los resultados de las excavaciones realizadas por M . GilMascarell en las laderas de la Mola d 'Agres, debemos
Llamar la atención sobre la posible coetaneidad de todas estas cerámicas, la no constatación, al menos por
el momento, de ihcineraciones y el hallazgo de una fi·
bula «ad occhio" que reflejan «relaciones comerciales
de las gentes que habitaron el yacimiento de la Mola
d'Agres con el mediterráneo anteriores a la colonjzación púnica» (Gn.-MASOAIW.I. y P&AA SJ.NcHllz, 1989:
142), relaciones con el Mediterráneo que podemos observar en otros elementos culturales del Bronce :Final
de estos lugares, incluso en el propio Tesoro de Villena
(Rmz-G.(lvn, 1989: 53-54).
En el Tabaia las cerámicas presentes en la Mola
d 'Agres se encuentran distribuidas en los dos conjuntos
aquf presentados, que en nuestro yacimiento se encuentran claramente diferenciados. Proceden, tal como
hemos aflrmado, de dos zonas del yacimiento con características diferentes, siendo imposible precisar si
ambas ocupaciones son coetáneas. Sin pod~r negar que
algunas de las decoraciones cerámicas de estos conjuntos del Tabaia recuerdan los motivos y las técnicas decorativas de las cerámjcas de los Campos de Urnas, no
así sus formas, d ebemos señalar que tampoco en el Tabaia se conoce el rito de la incinera.ción y que en el
Corte 5, contiguo al Corte 4 del que procede el Conjunto 1, se excavaron los restos de una inhumación infantil, apenas cubierta por la tierra vegetal y en parte
arrasada por la erosión, carente de ajuar y sin aparente
protección y que estratigráficamente parece ser contempodnea a las cerámicas del Conjunto 1 y la vasija
decorada con incisiones del mismo Corte 5 (fig. 4.6).
Sobre la base de este registro arqueológico resulta
aven turado señalar la presencia en las comarcas meridionales valencianas de los Campos de U mas y sobre
el propio origen del Bronce Final. Las recientes excava-
ciones en varios yacimientos del. Vinalop6, en. especial
en el Tabaia y C abezo Redondo,. ofrece11 una excepcional información sobre el Bronce 'Thrdío, en el que encontramos algunas de las formas cerámicas -cazuelas,
bases anulares ...- y técnicas y motivos decorativos
presentes en estas cerámicas del Bronce Final.
Sobre la ocupación del Tabaia durante el Bronce
Fin.al, que será analizada en extenso en la Memoria de
excavacion es que se ultima en estos momentos, debemos señalar que aparece dispersa por diversos puntos
del yacimiento. Frente a lo que ocurre en las etapas anteriores, .n o se ha constatado para este momento estructuras arquitectónicas sólidas, similares a las de
Peña Negra I o a los momentos más antiguos de Los
Saladares, pese a su proximidad, al menos con el primero de los yacimientos. Cabría pensar en dos tipos de
asentamientos para los momentos wcwes del Bronce
Final, uno de ellos representado por el Tabaia, al que
podríamos unir Mola d 'Agres, con las construcciones
de hábitat dispersas, y el otro por Peña Negra 1 y los
momentos más antiguos de Los Saladares, prolongándose en este segundo grupo la ocupación en el siguiente período, que por el momento no se encuentra presente en los yacimientos del primer grupo. Sin
embargo, no podríamos descartar que tanto Mola
d'Agres como Tabaia se correspondan con un momento
inicial del Bronce Final, previo a la ocupación de Peña
Negra 1. Las investigaciones actualmente en curso en
el Alto y Medio Vinalopó aportarán, sin duda, una información más precisa para resolver algunas de las
cuestiones aquí planteadas sobre la formación y desarrollo del Bronce Final, de las que depende la cronología y el propio significado del Thsoro de Villena.
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Alfredo GoNZÁLEZ P RATS • y Elisa R mz
S EGURA •
UN POBLADO FORTIFICADO DEL BRONCE FINAL
EN EL BAJO VINALOPÓ
En el mCJJ de Octubre de 1988 se llevaron a cabo
trabajos arqueológicos en el tramo de la Autovía
Alicante-Murcia situado a su paso por el río Vinalopó,
a unos 2 km. al norte de la ciudad de Elche.
La actuación arqueológica vino determinada por
la existencia de un poblado protohistórico en el lugar,
conocido como Caramoro n, en donde las máquinas
habían procedido a realizar las primeras tareas de explanación. Solicitada la correspondiente autorización,
se comenzó una campaña de urgencia en la fecha indicada, bajo la dirección de los doctores González Prats
y Ramos Fernández y actuando como técnica s
o•. Ana Ruiz y o•. Elisa Ruiz.
El yacimiento ocupa una lengua amesetada al norte del rfo Vinalopó cuyo lado occidental vierte de forma abrupta sobre el propio cauce, mientras los otros
lados lo hacen de forma más atenuada sobre dos ramblas que se dirigen al rfo.
Hemos denominado el yacimiento como Caramoro U para diferenciarlo del poblado prehistórico de
Caramoro, objeto de una campaña de urgencia anterior por el doctor Ramos Femández y en donde los
•
cante.
Dpto. de Prehistoria y Arqueologfa, Universidad de Ali·
autores efectuaron una nueva campaña de salvamento
ante el mismo peligro por las obras de la Autovía.
En la superficie del yacimiento pudimos recoger
diversos fragmentos de cerámica a torno entre los que
cabe destacar aquellos pertenecientes a vasijas fenicias
(ánforas Al), ibéricas, de barniz negro y medievales.
Su carácter rodado nos induce a pensar que, ya antes
de la explanación de las máquinas, los posibles niveles
más recientes al que es objeto de estas líneas estuvieran
desmantelados por la erosión, dado el afloramiento de
la roca en gran parte del yacimiento. En la actualidad,
el centro del poblado ha sido rebajado para facilitar el
tra2ado del puente sobre el río.
LOS TRABAJOS
Las áreas adecuadas para la realización de las excavaciones eran aquellas que se habfan conservado por
la existencia de la antigua línea de muralla, que en algún punto llegaba a aflorar y fue parcialmente afectada por las obras de la Autov{a.
Se planteó un total de seis cortes a lo largo del recinto defensivo de modo que obtuvi~ramos un muestreo significativo para su posterior reconstrucción.
17
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A. GONZÁLEZ PRATS Y E. RUTZ SEGURA
Fig. 1.-
Silut~Ción
del poblado de C4TtlfM1o O
El corte 1 ofreda unas dimensiones de 17'5 por
8 metros y en su interior aparecían, ya antes de excavar, los restos de la muralla que, en el lado norte,
fue parcialmente destruida por la maquinaria. Esta
línea defensiva se sitúa en tomo a la cota de 130 m.,
como ocurrirá oon el resto del encintado, iniciándose
aquí el incremento de la pendiente de la meseta. Pre·
senta una orientación nort~sur y se pierde en la zona
meridional del corte debido a la erosión, razón por
la que se conserva un tramo de unos 13 m. de longitud.
La solución técnica de esta obra se consigue mediante la construcción de un núcleo central de aproxi·
madamente 2 m. de ancho, realizado con dos líneas de
piedras, hincadas en su mayoría, dejando un espacio
central que se rellena de modo heterogéneo: con piedras de tamaño medio trabadas con barro oscuro en su
mitad septentrional y por acumulación de pequeños
guijarros amalgamados con tierra amarillenta. A este
cuerpo se añaden dos nuevas alineaciones de piedras
hincadas - una a cada lado- que proporcionan a la
muralla una anchura total de entre 3 y 4 m., rellenándose también con piedras los espacios surgidos de esta
anexión. Estas diferencias técnicas no conducen a establecer fases de construcción en el tiempo ya que los
18
materiales, localizados mayoritariamente en el interior
del recinto, presentan una homogeneidad cronológicocultural.
En el área intramuros no se han hallado restos claros de suelos u hogares, así como de estructura alguna,
excep ción hecha de algunos fragmentos de enlucido de
barro que aún conservan improntas de cañas y ramaje
provenientes de una gran bolsada de ceniza gris ubicada en la zona sur del corte y que con stituir[an el único
vestigio de viviendas recuperado.
El corte 2, de 17 por 4 m., se planteó al otro lado
de una pequeña vaguada situada al norte del corte 1,
presentando aqu( la muralla una dirección oeste-este.
Parte de los restos afloraban también en superficie,
aunque aquí conservamos tan sólo el cuerpo central,
compuesto por dos alineaciones de piedras hincadas
con su correspondiente relleno, y los restos de una ter-cera hilera exterior que conformarían un ancho de
1' 6 m. por 12'8 m. de longitud.
A diferencia del corte anterior, aquf s{ fue posible
recuperar los restos de una estructura en el interior del
recinto pertenecientes a un suelo de hogar, si bien son
inexistentes otros elementos de vivienda. M ención
aparte merece, por su abundancia, el material exhu·
mado en este corte.
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Caramt»T~ll
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UN POBLADO DEL BRONCE FlNAL EN EL BAJO VJNALOPÓ
El corte 3, de 5 por+ m., se estableció al sur del
corte 1 pero f"Ucra de la cota de 130 m. ya que la tierra
mostraba en ese lugar un fuerte espesor induciéndonos
a pensar en la existencia de relleno arqueológico. Sin
embargo, apenas proporcionó restos materiales ni se
detectó estructura alguna.
El cor te 4 se planteó por eUo retomando de nuevo
la cota de 130 m., al sur del anterior y con unas dimensiones de + por 5 m. Nuevamente apareció la línea defensiva que, muy deteriorada, alcanza 4'2 m. de longitud. Su construcción se realiza siguiendo un trazado
norte-sur, con un núcleo de 1'2 m. de ancho formado
por dos hileras de piedras hincadas y su corrcspondien·
te relleno al que se añaden desde fuera dos alineaciones
más, separadas entre sí y colmatadas con piedras para
formar una anchura total de 2'6 m. El material es muy
escaso y, aparte de la muralla, no encontramos estruc·
tura alguna.
A partir de aquí, la meseta hace una inflexión y
la dirección predominante pasa de ser norte-sur a
oeste-este, para luego volver a encaminarse ligeramente hacia el norte, yendo a morir en el cortado sobre el
río Vinalopó. Asentamos en esta zona dos cortes.
El corte 5, de 8 por 4 m. y dirección oeste-este, se
ubicó en base a una afloración de piedras que, tras su
excavación, mostraron un comportamiento algo alejado de los patrones constructivos anteriores, aunque
bien pudieran corresponder a uno de Jos rellenos realizados entre dos alineaciones de piedras hincadas, observándose en una cota más baja más restos siguiendo
Ja inclinación de la ladera.
El corte 6, de 4 por+ m., se abrió desde el llmite
de la meseta sobre el cortado, apareciendo restos de la
muralla que poco a poco descendía hacia la ladera y
que enlazaría con la alineación del corte anterior. Se
recuperaron aquí al menos dos cuerpos distintos de características similares a Jos descritos para el corte l.
El material en estos dos últimos cortes es muy escaso pero hemos de tener en cuenta, además de la erosión natural del cerro, la destrucción llevada a cabo por
las máquinas que construían la Autov{a.
El análisis de los restos constr"Uctivos permite la
reconstrucción del trazado hipotético de, al menos,
unos doscientos metros del perímetro amurallado, que
discurriría por eJ borde de Ja meseta, antes de iniciarse
las pendientes de ladera y aprovechándolas en algunas
ocasiones. La muralla tendría una anchura media de
3'8 m. y u n esquema constructivo de al menos cuatro
alineaciones de piedras generalmente hincadas que
marcarían distintos cuerpos rellenos por piedras o guijarros.
LOS MATERIALES
ARQUEOLÓGICOS
CERÁMICA
Los restos más abundantes recuperados en est os
trabajos corresponden a cerámicas, dentro de las cuales
se establecen dos grandes grupos que se diferencian
t~cnica y morfológicamente. Por un lado, una cerámica
de paredes gruesas que ofrece superficies generalmente
descuidadas y sin ningún tipo de acabado, traduciéndose en un tacto áspero. Su pasta, por lo común de co·
lores claros y medios (ocres, amarillentos, anaranjados
y gris claro), incluye numerosos dcsengrasantes mine·
rales de tamaño medio, presentando en muchos casos
un núcleo oscuro. Sus formas tienden a ofrecemos perfiles ovoides, globulares o subcilíndricos con cortos
cuellos diferenciados verticales o ligeramente exvasados, cuyos labios suelen decorarse con digitaciones o
trazos incisos y que finalizan en bases planas, algunas
con impresión de esterilla.
Por otro lado, existe una producción de cerámicas
más finas que se caracterizan por presentar unas pastas
más depuradas, con desengrasantcs finos y color generalmente gris, cuyas superficies se han bruñido con
mayor o menor esmero. Son recipientes de menor tamaño, insistiendo en cuencos y vasos carenados asr
como algunas vasijas de mayor porte. Entre los prime·
ros cabe destacar los cuencos que presentan una clara
y marcada inflexión por el interior deJ borde (fig. 5,
números l-4.-) y aqueJlos otros de carena alta sin ningún
tipo de inflexión por el interior (fig. 5, números 5 y 7).
Más significativos resultan, por un lado el pequeño vaso ovoide con hombro marcado y borde evertido
que presenta incrustación de botones de cobre o bronce
en el tercio inferior (fig. 5, n. 0 6) y por otro los fragmentos de vasos con decoración de acanalados y bordes
ligeramente convexos (fig. 5, números 8-10).
OBJETOS DE PIEDRA
No habiendo aparecido n ingún utensilio metálico,
los restos que completan el conjunto material recupera·
do se traducen en varios molinos de mano realizados
sobre piedras oscuras pórfido-gábricas y algunos dientes de hoz de sílex de considerables dimensiones.
CONSIDERACIONES GENERALES
Como veremos a continuación, la documentación
arqueológica obtenida en este poblado fortifica~o
apunta hacia un ambiente mixtificado de influenc1as
culturales fruto de la ubicación estratégica del yacimiento.
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Fig. 1.- &rdu m4l reprutfl141iiHJS de las e11ámúas gromas de OartlfMfo II
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UN POBLADO DEL BRONCE FINAL BN EL BAJO VINALOPÓ
La t~cnica constructiva del lienzo defensivo que
rodeó cl yacimiento se inscribe en la tónica de un determinado horizonte cronológico del Sudeste y Anda)ucfa o riental. La composición de muros, ya sea de viviendas o defensivos, a base de alineaciones de piedras
hincadas con los espacios resultantes rellenos de piedras menores y cascajo la encontramos en el poblado
del Bronce Final del Cerro de Cabezuelos en Úbeda
Oa~n), en donde tanto las espaciosas viviendas como
Jos tramos de muralla localizados son buenos representantes de semejante sistema (MouNA·DB LA ToRREN}VtR.A-AcuAvo-SAEZ, 1978 y 1979).
Igualmente, en Monachil (Granada) se ha señalado la existencia de una vivienda inédita procedente de
la meseta inferior del yacimiento con zócalos formados
por doble hilera de piedras hincadas (CoNTRERAS,
1982: 318).
Otro poblado característico dcl Bronce Final del
Sudeste como es el Peñón de la Reina en AJboloduy
(Almería), ha deparado varias viviendas con zócalos
formados por alineaciones de piedras hincadas al estilo
de la muralla de Úbeda y Caramoro 11 (MAiniNtzBOTIIu.A, 1980).
Las excavaciones de 1983-85 practicadas en eJ cercano poblado del Bronce Final de La Peña Negra (Orevillente, Alicante) proporcionaron una vivienda construida con 2ócalos de piedras hincadas (GoNzÁLI!.Z
Pun, 1990: 34- y 38), si bien se desconoce lienzo defensivo alguno correspondiente a este horizonte.
Por tanto, el sistema de construcción de las muraUas de Cararnoro Il encuentra absoluta correspondencia con un sistema ·qw: se utilizaba en el Sudeste en
un preciso momento del Bronce Final. Para su cronología, los datos de Úbeda y Alboloduy han llevado a sus
excavad ores a situar estas construcciones en el siglo vu1 a.C. Una fecha idéntica arroja la vivienda metalúrgica de Peña Negra que hemos datado hacia la segunda mitad del vm a.C.
Por lo que respecta a la cultura material, algunas
piezas cerámicas se adscriben igualmente a la misma
ftliación meridional del Bronce Final de Andalucía y
Sudeste. Se trata de los cuencos de carena alta de los
que se han seleccionado dos ejemplares en la fig. 5 (números 5 y 7), cuya forma podemos rastrear en estos
ambientes meridionales desde el Bronce Tardío o Argar e para alcanzar su máximo desarrollo durante
todo el Bronce Final, perdurando algunos ejemplares
en el Hierro Antiguo (ScKUMRT, 1971; LóPtz ROA,
1978; MOWIA, 1978; TJII&li.A, 1978; GoNz.hu:z PR.ATS,
1983 a y 1983 b). Su cronología dentro del mismo
Bronce Final es amplia y no disponemos para el Sudeste de indicadores morfológicos, dada su variabilidad,
que permitan precisar dataciones específicas.
El resto del material cerámico nos alena sobre
otras conexiones e inOuencias culturales que se dieron
cita en este poblado de estratégica posición en el Sudes-
te. Asf el vasito ovoide con hombrera carenada (fig. 5,
n.o 6) conlleva una d ecoración de botones metálicos
incrustados en la pasta que lo relacionan con otros hallazgos peninsulares los cuales, situados en ambientes
meridionales, se bao referido a procedencias de la Meseta y, en última instancia, del mundo centroeuropeo.
En tre los vasos con esta decoración se bailaría el ejemplar de Medell(n (AMo, 1973: 380, fig. 4, 1). El del
Cerro de la Encina (Monacbil, Granada), procedente
del estrato Ilb del cone 3, asociado a cerimica a mano
pintada bfcroma, que se data entre los siglos x y vm
a.C. (AluuaAs BT AL., 1974: 88, fig. 68). Las excavaciones practicadas en el Túmulo A de Setcr.Jla (Lora del
Río, Sevilla) proporcionaron el hallazgo de una uma
con decoración de remaches de bronce (Aus~rr, 1975:
121, fig. 48, 2).
Con posterioridad han aparecido cerámicas con
incrustación metálica en el Cerro de los I.nfantes (Pinos
Puente, Granada) en la fase datada entre 900 y 750
a.C. {PACHóN ET AL., 1979: 317, fig. 14; MouNA r:r AL.,
1983: fig. 2b); en la Colina de los Quemados (Córdoba) {PEL&.JCER, 1989: 177); y en el Cerro de la Miel
(Granada) (CAIUlASCO .t.n' 111.., 1987: 28, fig. 30).
Las dataciones que arrojan los contextos de estos
hallazgos sit6an este tipo de decoración entre los siglos x y vm a .C., utilizándolo Molina como uno de
los elementos caracterlsticos de la fase TI del Bronce
Final del Sudeste (MoUNA 1977: 219) aunque admite
su posible perduración -contemplando la datación
del ejemplar del Túmulo A de Seteftlla- en el s. VII
a.C.
La significación y procedencia de esta decoración
tan singular en nuestra protohistoria resulta controvertida pues si para Aubet y Pellicer habría que relacionarla con la Meseta y con centroeuropa (A011ET, 1975:
139; PRJ.LJOliR, 1989: 179), para Molina su origen debería buscarse en el Mediterráneo (MouNA, 1977:
219). Lo que parece evidente -dada la ausencia de
esta decorac.ión en ambientes contemporáneos del Sudeste con el Bronce Final de la Meseta- es que su área
de dispersión es básicamente meridional. Esto, como
ya señalaran los excavadores del Cerro de la Miel (G""
RRASOO BT 111.., 1978: 66), avalaría la hipótesis de una
procedencia desde las costas mediterráneas, aunque
quizás oriundo de culturas oorteitálicas del Bronce Final (Villanoviano).
Por otro lado dispondrfamos de claros elementos
conectados con los ambientes de Campos de Urnas de
la Península Ib~rica. Es el caso de los fragmentos representativos de vasos decorados con acanaladuras
que, por presentar el borde ligeramente convexo, se sitúan con facilidad en contextos correspondientes a los
Campos de Urnas Antiguos, si bien perduran en los
Recientes (At.MAGRo, 1977: 94 ss; R 111z ZMATJ!RO, 1985:
fig. 216), obteniéndose una cronología terminal en torno al tránsito del siglo IX al vm a.C.
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UN POBLADO DEL BRONCE FINAL EN EL BAJO VINALOJ'Ó
A su lado se sitúan otras formas de idéntica íiliación. Nos referimos a los vasitos carenados con inflexión interna marcada por el final del borde. Es una forma característica de ]os Campos de Urnas del Ebro,
originarios de tipos más anchos en los Campos de Urnas Antiguos (RotZ ZAPATERo, 1985: fig. 213, n. 0 6) y
que perduran hasta eJ siglo VUJ con estos ejemplares
de me.n or tamaño (Ibidnn, figs. 216, 9 y 222, 1). Estos
vasos se prodigan en eJ Alto y Medio Ebro, como lo
demuestran !.o s ejemplares de Sanso! (Muru Astrain)
(CAS1'1ELLA, 1977: fig. 16, 1) y, sobre todo, los numerosos del castro de Portelapeña (El Redal, Logroño) que
se presentan lisos, cordados, con acanalados o con los
característicos diseños excisos {BLASCO, 1974; CASTJRc.u., 1977: fig. 115 ss). En el trabajo de Castiella quedaron individualizados como su. Forma 1 de la cerámica cuidada.
Resulta ilustrativa la asociación de vasitos de este
tipo a urnas decoradas con acanalados y bordes ligeramente convexos en una de las más importantes y significativas necrópolis del Ebro medio: Los Castellets de
Mequinenza (Rovo-F'EltRBtt.uRLA, 1985: 400, fig. 6), con
una cronología que va del 1.000 al 700 a.C. Al ocuparse del vasito de ofrendas del túmulo ION, los excavadores advirtieron su semejanza con otros vasitos similares
del Cabezo de Monle6n en Caspe, para cuyos inicios
se dieron fechas entre los años 900 y 800 a.C. (.[büúm,
p. 407).
Finalmente, la presencia de elementos dentados de
sOex en Caramoto II obedece a lo que viene siendo
usual en poblados de Andalucía Oriental (Cerro de la
Mora, Cerro de la Encina) de este período, siendo una
clara herencia del ll milenio a.C. Ya indicamos que su
ausencia en la ce.r cana ciudad de Peña Negra se debió
sin duda a la utilización allf de hoces metálicas (GoNZÁ.Ll!Z PRATS, 1985: 177), extremo que ha venido confU'·
mado por el hallazgo de moldes para fundir tales
piezas.
CONCLUSIONES PRELIMINARES
Nos hallamos ante un_ poblado de dimensiones
respetables perteneciente al Bronce Final ll del Sudeste en el que destaca su sistema defensivo acorde
con unas técnicas constructivas propias de este cfrculo
cultural.
La doble ten den.cia de influencias que permite
deducir el análisis de Jos materiales cerámicos, es decir, formas tradicionales del ámbito meridional desde
el Bronce Tardío y otros tipos claramente vinculados
a los ámbitos peninsulares de Campos de Urnas
-concretamente del área del Valle del Ebro-, debe
tener una explicación. Sería tanto la situación estratégica del poblado sobre el antiguo eje de penetración
comercial y cultural que supuso el rfo Vinalop6 en
nuestra Pre y Protohistoria como el propio carácter
de frontera de esta cuenca fluvial, manifestado desde
la Edad del Cobre, como lo demostraría la presencia
de poblados con cultura propia del Cobre andaluz:
Figucra Reona en Elche, Les Moreres en Crevillente
(GoNzÁLEZ PRAn~, 1985b: 94- ss). Esta frontera vuelve
a manifestarse en época campaniforme, en donde el
importante yacimiento de El Promontori de l'Aigua
Dol~a i Salá (Elche) permite vincu.lar los. diseños ornamentales de sus cerámicas con el grupo de Andalucía oriental (Rmz SECUM, 1990). Para la Edad del
Bronce, la frontera del Argar que Tarradell estableció
en un principio en el río Segura (TA&RADEr.L, 1962)
fue subida al Vinalopó posteriormente (TAlUW)RLL,
1965), hipótesis a la que nos adherimos al publicar
el poblado del ~.ronce Antiguo del Pie de les Moreres
(GaNZÁLBZ PRAn, 1986: 200). Esta realidad fronteriza
será la que en el Bronce Pleno avanzado c.o nfiera esa
característica peculiaridad de los poblados situados en
el Valle del Vinalop6, que poseen una evidente semblanza con la facies argárica, característica que inicialmente fue utilizada para definir una facies comarcal aut6noma en la cuenca de este río (HEJtNÁNDEZ
PtREZ, 1986: 348), si bien en la actualidad ha sido
correctamente valorada (IiERflÁl'IDRZ PtRJ.r.t, 1990: 87
y 94).
El funcionamiento de dicha línea de frontera se·
guía en vigor en el I milenio a.C., tanto en el .Bronce
Final (GoN7.ÁLil.Z PRATS, 1985a: 153) como en el Hierro
Antiguo, lo que permitió la existencia al sur del Vina·
lopó de u.n floreciente período orientalizante dentro de
la 6rbita de Tartessos que no se produjo al norte del
río.
Por eso no resulta extraña la presencia, en un
poblado de tan favorecida situación y cuyo propio
carácter defensivo puede deberse a su actuación
como centro vigía en el Bronce Final en el inicio
de tan importante ruta de penetración, de elementos
de Campos de Umas que vienen a completar los
hallazgos similares realizados en el cercano poblado
del Tabaiá en Aspe (NAvARRo MwERos, 1982: 57 ss)
o en el más lejano de la Mola d'Agrcs (C.E.C.,
1978).
Resulta sintomática la relativa abundancia de estos elementos de Campos de Urnas siempre en yacimientos situados en el margen septentrional del Vinalopó o más al norte. Realidad que contrasta con los
escasísimos fragmentos propios de estos ámbitos indoeuropeos que hallamos al sur del do (Saladares,
Peña Negra), donde la fuerza de la dinámica cultural
de Tartessos fren6 o mediatizó las influencias septentrionales.
Los datos cronológicos que aportan tanto los sistemas de construcción de las mutallas como las cerámicas permiten situar eJ. de11arrollo de este nuevo poblado
del Bronce Final entre los siglos oc y vm a.C.
25
[page-n-36]
A. GONZÁLE.Z PRATS Y E. RUIZ SEGURA
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1,.):'. I'OIII.AUU OtL BRO~CI:; 1 1:->Al t .~ Ll. BAJO \ 1'\At.OPÓ
Ldm. 1- /Jos uJptciUI tlr lo mural/o qtu Clrrtmtlo ti pohlado
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DI Corlt 1
27
[page-n-38]
[page-n-39]
Arturo
ÜLIVER
Fmx •
,
APROXIMACION AL POBLAMIENTO
DEL HIERRO ANTIGUO EN CASTELLÓN
D. Enrique Pla Ballester fue de Jos primeros investigadores que se planteó la problemática de uno de los
períodos menos debatido, peor conocido, y sin embargo, clave de la historiograffa arqueológica valenciana,
per(odo que ha permanecido oscuro basta hace relativamente escasos años en lo que a Valencia se refiere;
~ste es el paso de la Edad del Bronce a la Ibérica, el
cual representa un contundente cambio e n la cultura
.material y t~cnica, motivado por una compleja interrelación cultural y evolución autóctona a )a vez. Ello lo
planteaba ya de forma concisa pero magistral en 1957,
cuando la investigación con respecto a este momento,
estaba completamente en mantillaa. E. Pla indicó la
importancia de los pueblos colonizadores para el futuro desarrollo de la cultura ibérica en un momento en
que estos planteamientos estaban lejos de realizarse
(Pu, 1959). Consideramos oportuno pues, unirnos al
merecido homenaje tributado al insigne arqueólogo valenciano, recordando precisamente esta interesante comunicación y plantear de nuevo el estado de la cuestión del tránsito de la Edad del Bronce a la del HieJTO
en tierras valencianas.
• Servei d'lnvcaligacioDJ Arqueolbgiquea i Prehistbriques.
Dlputació de Cutclló.
Este período cultural en Castellóo, siempre se ha
considerado dentro de los estudios generales de los
Campos de Urnas del noreste peninsular, relacionándolo con el área de Aragón y Cataluña (ALMAGRO,
1977; R vtz, 1985; PELLICER., 1984), ya que los datos
que teníamos de él se limitaban a hallazgos sueltos y
esporádicos fuera de todo contexto que nos pudiera
aportar una verdadera valoración sobre la auténtica
importancia del Bronce fmal- Hierro en la zona
(BOSCH, 1915-1920; CoJ..OMINAS, 1915-1920; Esnv11, 1944;
MARTfNn, 1942).
Debemos indicar primeramente que consideramos
oportuno denominar este período bajo el epígrafe de
Hierro antiguo, puesto que por primera vez en la historia, encontramos este material en la zona; como veremos posteriormente, hay explotaciones de yacimientos
de mineral férrico, también hallamos utensilios de este
metal, como el cuchillo de hierro exhumado en el estrato K del yacimiento de Vinaa:ragell de Burriana, sobre
el cual M . Pellicer Uam6la atención de su importanci.a,
ya que apenas se le había considerado (Pm.uon, 1982:
226). Sin embargo, indiquemos que el estado de la
cuestión en que se encuentra la investigación no nos
permite saber si estamos ante un predominio del instrumental férreo sobre el de bronce, lo que serfa nece-
29
[page-n-40]
A. OLIVER FOIX
Fig. 1.- Po/pis, San/4 Mada.úna. 1-2,
&rrfora Vuillnnot R .l .
&erámi&a no lof'fllaiÚJ.
3-4,
sario conocer según A. Snodgrass para encuadrar con
exactitud este período dentro de la Edad del Hierro
(8NODCIIASS 1 1980).
Consideramos oportuna esta denominación ya que
este período se diferencia del Bronce fmal al estar separado de él por un momento bistoriográficamente oscuro, pues, los yacimientos de la provincia no nos ofrecen
prácticamente datos desde las fechaciones del Bronce
medio avanzado de Orpesa la Vella en Oropesa del
Mar, una fase previa del Bronce tardío en el Torrelló
de Onda (ARTI!ACA, 1976: 194; G usr, 1974), la fase flnal
de la Cueva del Mas d'Abad de Cuevas de Vinromá
(Gus1, 1975), o la fechación del Abric de les C inc "
de
Almenara GuNYBNT et alii, 1982-1983). Es el período
oscuro que ya indicaba E. Pla en su comunicación de
1957 (PLA, 1959).
30
El periodo que continúa, el ibérico, no tiene prácticamente ninguna relación, ya que presenta un cam ·
bio total en su cultura material, patrón de asentamjen·
to, bases económicas, etc., por ello no consideramos
oportuno el empleo de la denominación de paleoibéri·
co aplicado también para este período (M ALuQuER,
1982), y los yacimientos pertenecientes a él (MALU·
QUF.R, 1987). Tampoco creemos oportuna la denominación de celta y ballstático empleada en la bibliografia
de hace unas décadas y actualmente y con buen crite·
rio, ya en desuso. Además como período düerenciado
podemos indicar que es la verdadera protohistoria de
la zona, ya que concurren en él culturas ágrafas, como
son las indígenas, con culturas que tienen sistemas escripturarios, como la fenicia.
El adjetivo de Antiguo nos lo diferencia de lo que
sería el pleno período del Hierro, que en nuestra zona
recibe el nombre de Cultura Ibérica, la cual representaría los posteriores estadios tecnológicos de A. Snodgrass (SNoOORASS, 1980). Este adjetivo sería equivalente a Primera Edad del Hierro, Hierro I o Hierro inicial
que usan algunos autores, para diferenciarlo del momento ibérico.
La nomenclatura de Edad del Hierro es empleada
por otros autores que tratan este período, como J .L.
Maya (MAYA, 1990), E. Pons (PoNs, 1984), M . Pellicer
(PBLLJOER, 1984), se ha usado incluso con cierta reivindicación (LuCAs, 1987). Otros autores como M . Almagro y G. Ruiz (Au..t...ow, 1977; Rurz, 1985), siguiendo
la nomenclatura de W. Kimmig (K..t.Mz..uo, 1954), utilizan el término de Campos d e Urnas, aunque esta ter·
minolog(a indudablemente puede ser apropiada para
otras áreas del noreste, preferimos no hacer uso de ella,
ya que hoy por hoy no tenemos muestras de necrópolis
de icineraci6n en Ja zona, y el sustrato indígena del
Bronce Valenciano tiene aún un fuerte arraigo.
Somos conscientes de la problemática que representa esta denominación de Edad del Hierro, la cu~
queda bien clara en los interrogantes de los títulos en
los trabajos de J. L. Maya y R . Lucas (MAvA, 1990; LoCAS, 1987).
En resumen, consideramos un período cultural
que por varios motivos podemos diferenciar del ante·
rior, el Bronce final y del posterior, el ibérico, y que
cronológicamente se correspondería con los Campos de
Urnas IV (KrMMlC, 1954), el Hallstatt D (MOLLRR·
IúRPE, 1959), el período m (Lools, TAYI'ANEL, 1960), el
Hallstatt medio (HATT, 1961), el período m-rv (V!LA.
SECA el alii, 1963), la primera fase de los Campos de
Urnas del Hjerro (ALMAO¡¡o, 1977), el Bronce fmal ll
(Gn.·MASCAIU!LL, 1981), la tercera etapa (PoNs, 1984),
los Campos de Urnas del Hierro (RUJz, 1985).
El siglo vn a. de J.C. había sido en las comarcas
castellonenses un segmento cronológico del que apenas
teníamos noticias, ya que los hallazgos arqueológicos
eran pocos, tan solo el caso de las urnas de Els Esple-
[page-n-41]
APROXIMACIÓN AL POBLAMIENTO DEL HIERRO ANTICUO EN CASTELLÓN
Fig. 2.- Els Cas/4/úts, La jatUJ. 1-2, mámüa rw tDrnw/a. 3-1,
drifora Vuilúrnol R .J.
ters de Salsadella (CoLOMINAS, 1915-1920), o las escasas
noticias de las urnas de Thrrc de la Sal de Gabanes
(BoscR, 1953), ello, juntamente con otros elementos
aislados de fechas anteriores, permitían hablar de una
penetración de las influencias de los Campos de Urnas
al sur de las bocas del río Ebro, aunque siempre con
poca entidad, y por tanto de un hábitat pobre en este
mome.nto preibérico.
En los últimos años y gracias al programa de investigación protohistórica desarrollado desde el
S.I.A.P. de Castellón, se han descubierto una serie de
yacimientos fechados en la segunda mitad del siglo VIl
a. de J.C., e inicios de la centuria siguiente, los cuales
se han identificado sobre todo en L comarca del Maesa
trazgo en donde se ha centrado más Ja prospección.
Estos yacimientos se caracterizan por ser asentamientos de una superficie reducida, ya que su extensión va desde los 300 m 2 del Polsegué de RoseU, a los
2.000 m 2 de la Mola Llarga de Chert. Debemos indi·
car no obtante, que en algunas ocasiones, los asenta·
mientos posteriores que se han superpuesto destruye·
ron los niveles de esta fase, por lo que no conoce. os
m
la totalidad de la superficie, esto es el caso del Puig de
la Nau de Benicarl6, el Puig de L Misericordia de Via
narós y el Solaig de Bechf (FLRTCIIBll, MP.s.wo, 1967).
En otros casos la destrucción del yacimiento por acción
antr6pica, como vemos en el Hostal Nou de Ares
(GoNzÁLr.z, 1974), el Coll del Moro de Rosell, les Ferreries de Fredes, o por acción natural como les Serre·
tes de Chert o la Ferrisa de Alcora, no nos permite muchas deducciones. Señalemos también la existe.n cia de
algunos hallazgos aislados que nos dan material de esta
época, pero pocos datos sobre el asentamiento, es el
caso de Mas Bosqueds, Mas Martí y Mas d 'eo Peraire
en Albocácer. Mención aparte merece el aú.n poco co·
nocido hábitat cavernícola situado en cl valle del río
Palancia y del Mijarcs, lo que vemos en la Cueva del
Murciélago de Altura (P ALOMAR, 1986), ]a Cueva
Honda de Cirat (GIL-MASCAllELL, ~981), en el Abric de
les Cinc de Almenara Q uNvXNT et alii, 1982-1983) y posiblemente en Cueva Cerdaña de Pina de Montalgrao
(PALOMAR, ÜUVER, 1986).
Dentro del conjunto de estos yacimientos el que
sobresale por su extensión y por sus características en
cuanto aJ material de importación, sobre lo que volveremos más adelante, es el de la Torrasa de la Vall de
Uxó (OuvaR et alii, 1984), posiblemente relacionado
con el de Vinarragell de Burriana.
Próximos geográficamente, podemos señalar los
yacimientos de la vecina provincia de Tarragona, como
es el caso de la Moleta del Remei de Alcanar (GRAClA,
M u!'lH.I.A, PAI..LAllb, 1986-1987), la Ferradura de Ulldecooa (MAI.UQ.UP.R, 1987), Ja Cogulla de Ulldecooa y
Sant ] aume de Alcanar.
A este poblamiento debemos unir los enterramientos de la Montalban.a de Ares (GoNZÁLI!Z, 1975), els
Cubs de Benasal (GoNZÁUZ, 1979), Torre de la Sal de
Gabanes (Boscu, 1953) y Els Espleters de SaJsadeUa
(CoLOMJNAS, 1915-1920), desgraciadamente todo hallazgos fortuitos y en su mayor parte destruidos por la
transformación de las fmeas de labor en donde se ubicaban.
La situación orográfica de estos asentamientos es
variada, ya que se asientan sobre colinas aisladas, en
el caso del Puig de la Nau y de la Misericordia, o e.n
cabezos de sierras que sobresalen hacia un llano o corredor, como Polpia en Santa Madalena, el Polsegué de
Rosell, les Carrasquetes en el mismo término municipal, els Castellets de La]ana, les Serretes de Chert, la
Torrasa de ValJ d'Ux6, les Ferreries de Fredes, se situan también en llano como VinarrageU de Burriana.,
el Torrell6 de Almazora, Mas de Vito de Rosell (R o.
SAS, 1980) o en muelas, la Mola Uarga de Chert (MESEGUER, GmBR, 1983).
La fortiftcación de estos asentamientos en ocasiones es una muralJ.a que se realiza con piedra en seco,
la cual puede circundar todo el hábitat, como es el caso
de les Carrasquetes de RoseU, Polpis de Santa Madalena, els CasteHets de La Jana, o proteger con un lienzo
31
[page-n-42]
A.. OLJVER FOJX
realizadas con un zócalo de piedra que puede ser hecho
de dos maneras diferentes, o bien con unas losas hincadas formando dos líneas paralelas, cuyo intersticio será
rellenado con piedras de pequeño tamaño y tierra; o
bien con sillarejos más o menos trabajados que forman
un zócalo macizo, sobre el cual se levantará una pared
de tapial o adobe. Hemos constatado la existencia de
enlucidos y pavimentos.
La cultura material de estos asentamientos está estrechamente relacionada con el sustrato ind(gena, ya
que presenta unas cerámicas hechas sin torno, con pasta grosera y decoradas con cordones digitados. Las formas más corrientes son las vasijas ovoides con base Uana o de talón, e incluso de pie cilíndrico. El cuello se
encuentra muy marcado y resaltado por un cordón
plástico digitado, el borde es recto, de forma troncocónica, con labio llano o redondeado. Por otra parte tene3
mos un componente de esta cultura material, que nos
relaciona esta alfarería con los Campos de Urnas del
noreste peninsular, es el caso de las decoraciones acanaladas y las incisiones, realizadas sobre vasijas de superficie bruñida y ejecutadas con pasta depurada, que
podríamos considerar como cerámica de lujo.
Lo más destacado del material cerámico que nos
ofrecen estos yacimientos es la presencia de las primeras importaciones provenientes del mundo colonial,
concretamente las ánforas Vuillemot R.l, que se dan
en todos ellos. En menor medida tenemos las vasijas
4
denominadas piPwi, caracterizadas por las cuatro asas
que surgen del borde, y también los platos trípodes. Señalemos que en el cercano yacimiento de la Moleta del
Remei de Alcanar, junto a este material indígena y de
Fig. 3.- El Col/ /Ul Moro, lbm/1. 1-3, tertlmiea no ttn-Mada. 4-~ . importación, se encuentra bud!ero nero etrusco, concreá'!fora Vuíllemot R .l.
tamente la forma del cántaro (GRACIA, M uNJu.... , PALLA·
RÉS, 1986-1987).
Este poblamiento es el primero que recibe las influencias coloniales y puede ser este factor el que dede muralla la parte más vulnerable, lo que vemos en
sencadena el surgimiento de poblados después de un
el Polsegué de Rosell. La construcción poliorcética está
pasaélo oscuro, del que como hemos indicado, no tenerealizada con piedra caliza del lugar, la cual tan sólo
mos prácticamente datos.
se ha trabajado en una cara, que es la que da a las suEl material de importación, será el que nos dará
perficies del muro.
la cronología inicial de los asentamientos, ya que las
El lienzo en cuestión puede cerrar el asentamiento
ánforas Vuillemot R .J, y el material fenicio en general,
formando ángulos, les Carrasquetes de Rosell y els
datan su momento de expansión por la costa oriental
Castellets de La Jana, o de forma redonda, lo que ende la Península Ibérica hacia mediados del siglo vu a.
contramos en Polpis de Santa Madalena.
de J.C. (ÁlrrEAoA, PADRó, SANMAJUÍ, 1986¡ Au:nT, 1987),
Este tipo de construcciones tienen su paralelo en
la fortificación del Alt de Benimaquia de Denia (Alicoincidiendo con la fundación de Ibiza, punto clave
cante) (ScFIUBAllT ~~ alii, 1963).
para la navegación a las costas levantinas desde el sur
peninsular y el norte de Africa. El momento ante qunn
La estructuración interna del asentamiento la desconocemos, ya que no se han excavado en extensión. Tan
nos lo indica la falta del material ibérico e.n los asentas6Jo podemos apreciar la de la Mola lJarga de Chert, la
mientos o en las fases correspondientes a este período,
cual es una manzana orientada al sur, por lo que tiene
material que en la zona está datado por las cerámicas
sus paralelos en les Escodines Baixes de Mazaleón (Tedel hioterland griego a partir del 575/550 a. de J.C. Asf
ruel) y en la Ferradura de Ulldecona (Tarragona).
pues, tendríamos un segmento temporal para este poLos escasos restos que conocemos nos indican la
blamiento que abarcaría desde el 650 al 575/550 a. de
existencia de unas plantas de vivienda rectangular,
J.C., momento a partir del cual vemos que cambia el
32
[page-n-43]
APROXIMACIÓN AL POBLAMlENro DEL UJERRO ANTlGUO EN CAST.ELLÓN
\
1
'
Fig. 1.-
El PolstguJ, /Wúl. J.ttjora
patrón de asentamiento y el material arqueológico, desarrollándose la C ultura IMrica.
El fmal de estos yacimientos, segundo cuarto
del siglo v1 a. de J.C., coincide con la denominada
«Crisis• fenicia de occidente, momento que parece
mostrane conflictivo para el pueblo semita tanto en
la zona oriental del Mediterráneo, por la caída de
la metrópoli, como e n la occidental (ARTBACA,
1976-1978; FKRNÁNDI!Z, 1987; R u•z MA"rA, 1987), ya
que según pa.-ece hay una tirantez entre las colonias
fenicias del sur y Tartesos. Ello indudablemente influiría en las relaciones económicas que mantenían
las colonias con los asentamientos indígenas que depend{an en gran parte de ella. As{ pues, en el segundo cuarto del siglo vt a. de J.C., asentamientos
como la Thrrasa, Vinarragell, el Solaig, les Carrasquetes, Coll del Moro, els Castellets, Polpis, els Espleters, Hostal Nou, M as Nou, M ola Uarga, les Serretes, la Ferrisa, son abandonados.
Los poblados de esta época económicamente se
basan por una parte en la explotación de los yacimientos de mineral de hierro, como vemos en los que
están situados en el término municipal de Rosell, junto a las explotaciones mineras férricas, lo mismo sucederá con los del término de Ulldecona (Thrragona),
Mas Bosqueds de Albocáoer, Les Ferreries de Fredes
y la Ferrisa de Alcora. La venta del mineral a los
fenicios, ya que hoy por hoy no tenemos constancia
~~R. l
.
de la functición de hierro en la wna, será el sustento
económico de esta parte de los poblados del siglo vn
a. de J.C.
El otro principal medio económico de subsistencia serfa el agropecuario, en especial el ganadero,
como vemos en el valle del r{o Palancia, cuyo poblamiento está relacionado con las vfas de trashumancia
(P ALOM
AR, 1986). Otros yacimientos se relacionarían
con el comercio, como es el caso de Vinarragell, junto
al mar y en una zona de desembarco, y la Torrasa,
que por su abundante cerámica de importación, la
situación geográfica, su extensión y el mineral de hierro que hay, ya apuntamos en su día, que podrfa ser
un asentamiento con función de distribución del material foráneo, el cual sería el principal bien de prestigio (Ouvu tt alii, 1986). Ello lo vemos en otro
a.s entamiento situado en el valle del río Ebro, que
presenta la misma cronología, es el caso de Aldovesta
en Benifallet ('Thrragona) (MASCOJtT, SANMAIO'f, SANTA·
CANA, 1986-1987).
La superficie que presentan yacimientos como el
Torrelló de A.lmazora o el Polsegué de RoselJ, prácticamente mfnima, asf como su ubicación geográfica, podría indicamos asentamientos con una función militar
o de vigilancia, ya sea sobre una vía de comunicación,
como es el caso del río M ijares en lo referente al Torre06 de AJmazora, o dedicados a la custodia de una población o de unas riquezas naturales, lo que ocurriría
33
[page-n-44]
A. OLIVBR FOlX
Falta constatar otros puntos en los que hoy por
hoy, tan sólo tenemos pequeños indicios para atribuirlos como asentamientos de esta cronología, asi como el
conocimiento de la estructuración y funcionamiento
intrínseco de los poblados.
4
Fig. 5.- ús CIJTf'asqJUtls, RoseJl. 1-3, eerámKa no 141"N41ÚJ. 4, eerámüa no torneada con daor~Uúin ~Uan.altula. 5-6, arámica no torneada.
en el Polsegué de Rosell en relación al asentamiento del
CoU del Moro y a las minas de hierro de su entorno.
El río Mijares es el paso hacia tierras tUEQlenses, y junto a él como hemos dicho, está el asentamiento del Torrelló de Almazora; a través del do Senia y Servo!, junto a los cuales está el Polsegué, se pasa al valle del rfo
Matarranya y Bajo Aragón.
Estos asentamientos nos denuncian un poblamiento relacionado con los Campos de Urnas recientes del noreste peninsular, que se encuentra perfectamente establecido en la zona y no son meras
penetraciones como se hab(a supuesto hasta ahora
a rafz del estado de la cuestión en que se encontraba
este período histórico. Por otra parte es un poblamiento perfectamente organizado en cuanto al control del territorio, de las fuentes de riqueza naturales
y sobre todo en relación al comercio con el mundo
fenicio, que será el factor que potencia esta explosión
de asentamientos a mediados del siglo vn a. de
J.C.
34
Fig. 6.- Distribucúin geográ.foo de los ya&imimlos ciliulos m tlllX/4.
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APROXIMACIÓN AL POBL AMIENTO DEL HIERRO ANTIGUO EN CASTELLÓN
Lám. 1.-
Santa Modalena tk Polp1's
37
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A. OLI\ t;R rOl X
Lám. 11. - ELr CoJIIIltt.r dt LA jann
38
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Milagro
GlL- M AsCARELL
* y M anu el
ENRIQUE
TEJEDO *
LA METALURGIA DEL BRONCE FINAL-HIERRO ANTIGUO
DEL YACIMIENTO DE LA MOLA D 'AGRES
(AGRES, ALICANTE)
Contamos con la perspectiva suficiente, después
de los estudios realizados de estratos y materiales de las
sucesivas campañas de excavaciones, para poder aftrmar que la Mola d'Agres tuvo un papel relevante durante el final de la Edad del Bronce en el País Valenciano. Ya en anteriores publicaciones se han descrito
materiales que por su carácter singular representaban
aportaciones de interrelaciones culturales o evidenciaban innovaciones tecnológicas (GrL-MASCARELL, 1981:
17; Gn.·MAScAR:nt, y PEÑA, 1989: 125).
Estos, hasta aho.r a, se concentran en pequeñas terrazas, siendo particularmente abundantes los encontrados en la terr aza sudoriental del cerro, qu e es la que
denominamos Sector V (lám. 1). Los estratos hallados
están formados por uno su perficial (Estrato 1) de gran
potencia que por sus características podría tratarse de
una especie de escombrera, llevados o caídos basta allí
y donde se acumula la mayor parte del material (Gu.M ASCAJU?.LL y PEÑA, 1989: 125) seguido por otros tres,
que podr{an estar «in situ», pero cuyos materiales son
de las mis,m as caracter$sticas que los encontrados en
superficie.
· • Opto. de Prehiatoria y Arqueologfa, Universitat de Va·
l~ncia.
Al Sur del Sector V, e.n otra pequeña terraza,
se realizaron dos sondeos en los que se encontraron
también materiales pertenecientes al Bronce FinalHierro Antiguo, muy similares a los hallados anteriormente, y todo ello en el contexto de una estratigrafia muy poco fiable. Esta zona es la que denominados Sector VII.
A estas alturas de la investigación, se nos manifies·
ta en Agres tres claras influencias culturales, alguna de
las cuales ha sido reseñada en publicaciones anteriores
(GrL·MASCARRLL, 1981).
Por su abundancia, riqueza y variedad destaca en
primer lugar, la de la Cultura de los Campos de Urnas
del NE, constituyéndose la Mola d 'Agres, al menos
hasta la fecha presente, en el yacimiento más rico y representantivo de esta cultura dentro de1 País Valen cia·
no. Resulta a este respecto mu y signiftcativa y evidencia la complejidad de este per íodo, la comparación con
otros situados más al Su r, como Peña Negra, que, con
una ubicación relativamente p róxima a la Mola, manifiesta, sin embargo, una dinámica cultural claramente
distinta, a pesar de la posible relación entre ambos.
Sin duda, es la influencia andaluza, el segundo
vector cultural que encontramos en Agres. Diversas
formas cerámicas y un fragmento decorado con incrus39
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Fig. 1
40
8
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METALURGIA DEL BRONCE FTNAL-HTRRRO ANTIGUO DE LA MOLA D'AGRES
LA METALURGIA
A. DESCRIPCIÓN•
l. Objetos de metal
•
Fig. 2
tación de metal, al parecer encontrado recientemente
asr lo atestigua.
'
Finalmente se han hallado formas y decoraciones
que relacionan la Mola con la Meseta, en particular
con los momentos finales de la cultura de Cogotaa l.
Estos tres vectores culturales que concurren en
Agrcs, tienen sin lugar a dudas, módulos muy diferentes, destacando por su intensidad el correspondiente a
los Campos de Urnas que es el que realmente caracteriza al yacimiento.
Aunque la esquematizaci6n es obligada para el
análisis singularizado de un yacimiento, la complejidad
de las relaciones culturales escapa siempre al mismo.
Y significativo a este respecto, resulta en Agres tanto
la fTbula ad ouhw {GIL-MASCAuu. y PIIÑA, 1989: 125)
como los objetos de marftl encontrados a los que tenemos que añadir el molde de fundición de un hacha de
talón de una anilla, que por su interis analizaremos
posteriormente.
Ha sido, y es, la ubicación geográfica uno de los
factores determinantes de la nuclearización de las influencias culturales, por ello no debe extrañarnos que
la Mola d'Agres desempeñase un papel relevante al estar situada entre dos comarcas de gran dinamismo durante la Prehistoria, pero particularmente en la Edad
del Bronce, como son la cuenca del Vinalopó y la comarca del Alooi~-Comtat.
Y es precisamente esta ubicación, la que puede explicar la presencia de los moldes de fundición y de algunos objetos de metal que a continuación vamos a
analizar.
MA 1975/C&C. Punta de bronce de pedúnculo y aletas,
cabeza triangular y larga espiga. Dimensiones: long. total
59 mm.¡ long. de la cabeza 22 mm.¡ long. pedúnculo
37 mm.¡ anchura de la cabeza 16 mm.; anchura del pedúncu-
lo 4 mm. y eapeaor del pedúnculo 2 mm. (C.E.C., 1978:
Fig. 8, núm. 14) (Fig. 1, n.0 1).
MA 1978/Sector V/Eatrt. l . Fragmento de barrita o varilla de accción circular fracturada por ambos extTCmos. Long.
conservada +2 mm. (Fig. 1, n.0 2).
MA 1978/Sector V/Estrt. J. Fragmento de barrita de
sección cuadrada fracturada en ambos extremos. Longitud
conservada 53 mm. (Fig. 1, n.0 3).
MA 1981/Sector V/Estn. l . Anillo de sección semicircular y en buen catado de conservación. Su diimetro externo
oscila entre 19 y 17 mm. y d interno entre 13 y 13'5 mm.
Anchura de la sección 4 mm. (Fig. 1, n.o 4-).
MA 1981/Sector V/Estrt. l. Fíbula de codo ad oedUo sobre
soporte de bronce y en perfecto estado de conservación.
Consta de un alfiler rectilíneo de 72 mm. de longitud, de sección circular con diámetro medio de 2 mm. El arco se divide
en dos brazos a trav& de una cabeza constituida por un bucle
de doble espiral, siendo la longitud del derecho de 42 mm.
y del izquierdo de H mm., la sección de ambos es circular
con un diámetro de 3 mm. La inserción del arco con el alfiler
se realiza mediante un muelle de cuatro espirales. La altura
de la fibula es de 28 mm. Ambos brazos es tan decorados con
incisiones que forman triángulos rellenos de lfneas paralelas.
(GIL-MAII
MA 1981/Sector V/&str. l. Pequeña y delgada lámina en
forma de hacha plana. Posee d talón cónico y la garganta es
de sección rectangular con tope de tendencia hemiesférica,
la hoja es también de sección rectangular. Sus superficies están muy alteradu. Dimensiones: longitud total 4-5 mm.¡ longitud del extremo proximal o garganta 22'5 mm.¡ longitud
del filo 2+ mm.¡ máxima anchura en el extremo proximal
5'5 mm. y 23'5 en d distal Anchura absoluta de la sección
6 mm. (Fig. 1, n.0 5).
MA 1981/Sector V/Estr. l. Punzón biapuntado y de sección circular. Longitud 53 mm. (Fig. 1, n .0 6).
MA 1982/Sector VIDCata B/Estr. II. Fragmento de fíbula de bronce, posiblemente de pie levantado. Sólo se conserva el arco de forma aproximadame.nte trapezoidal y sección rectangular. Longitud de 4-0 mm. (Fig. 1, n.0 7).
• La de.cripcióo de cada pieza va precedida por las aiglu co·
nespondienu:a al yacimiento (MA), aeguidu del año en que fueron
exbumadu y el Sector y Estrato. En el caso que tu halla.:go corres·
ponda al sondeo realiudo por el Centre d'E1tudis Conteatam se indica mediante la abreviatura CEC.
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METALURGlA DEL BRONCE FINAL-HIERRO ANTIGUO DE LA MOLA D'AGRES
2. Moldes
MA 1975/CEC. Fragmento de molde para fundir objetos
de tipología imprecisa que conserva ~ieamente uno de los
extremos de la valva. El soporte, de arenisca, es de secci6a
rectangular y los rebordes de la superficie superior muy irre·
guiares. (C.E.C., 1978: Fig. 8, núm. 8) (Fig. 1, n.O 8).
MA 1982/Sector V/Estr. U. Fragmento de ua molde de
fundición de hachas. El soporte es de caliza blanda de color
beige, sección de tendencia hemiesf~rica conseguida por vatios planos. Su altura máxima ea de 80 mm. y su anchura
de 61 mm. La parte superior, lisa, está ligeramente ennegrecida debido a su utilización.
La valva muestra únicamente la parte distal de la hoja.
Conserva 57 mm. delongitud y 33 mm. de anchura máxima
en su filo, estando ambos fragmentados. El máximo espesor
de la boja es de 4 mm. en su extremo proximal (Fig. 3. n.0 1).
MA 1982/Sector V/Estr. m. Fragmento de la parte pro·
ximal de un molde de fundición de posible hacha de talón.
El soporte es de caliza blanda, de tendencia hemiesf~rica,
conservándose aproximadamente 1/4 de circunferencia. Su
color es amuillo-beige, con tonalidades negruzcas por efec·
to de la cocción. Dimensiones: máxima altura del molde
44 mm.; anchura extremo proximal 33 mm.; anchura del
extremo distal 44 mm.; longitud conservada del molde 40
mm.
La valva posee un cono de deyección cónico, así como
la pa.r te más proximal del objeto a fundir, que si atendemos
a la reconstrucción propuesta, tendría una sección rectangu·
lar y maciza. Todo ello se encuentra ennegrecido por efecto
de la colada metálica. Dimensiones: longitud del cono de deyección 6 mm., anchura del mismo 6 mm. y dimensiones
de la valva de 21 por 21 mm. (Fig. 3, n. 0 3).
MA 1982/Sector V/Eatr. III. Fragmento de tapadera de
un molde de fundición de sección hemiesférica realizada so·
bre un soporte de caliza blanda. Su estado de conservación
es bueno pero fragmentado y su supe.rficic superior posee
una coloración negruzca debido a su utilización. Dimensiones: máxima altura coaservada 36 mm., anchura 60 mm. y
longitud 70 mm. (Fig. 4, n.0 J).
MA 1982/Sector V/Estr. IV. Fragmento de molde para
fundir posiblemente varillas. El soporte es de arenisca, de
sección rectangular y su estado de conservación es malo..Posee los rebordes irregulares y su superficie superior está en·
negrecida. La valva posee una sección bemiesférica. Dimen·
siones: longitud de la valva 69 mm.; anchura 10 mm. y altura
2'5 mm. (Fig. 3, n.0 2).
MA 1982/Sector VWSondeo B/Estr. ll. Fragmento de
ua molde de fundición de hachas de taló.n de una anilla. El
soporte es de caliza blanda, muy agrietada por efecto dé la
temperatura a que fue sometido. Posee una sección de ten·
dencia hemiesférica lograda por diversos planos, siendo el
de apoyo en h.orizontal el de mayor amplitud. En uno de
los laterales del molde, el opuesto a la anilla, tiene una amplia ranura que recorre longitudinalmente el molde y que
puede interpretarse como agarradera. La máxima altura con·
servada del mismo es de 75 mm. y su máxima anchura es
de 95 mm. en su parte p.roximal y de 100 mm. en la distal.
La valva corresponde a un hacha de talón con una ani·
lla, no pudiwdose indicar si sería uní o bjfacial, con un cor·
to nervio central de 29 mm., sin tope y garganta curva. Di·
menaiones: la máxima anchura de la parte proximal o
comienzo de la garganta es de 30 mm., la longitud del nervio
central de 29 mm.; la longitud conservada de la hoja es de
69 mm. la cual es de sección trapezoidal, más estrecha en
el fondo, 36 mm. que en la superficie superior horizontal,
47 mm. El asa es de sección hemiesférica (Fig. 4, n.0 2).
B. ESTUDIO COMPARATIVO
La fragmentación en que se encuentran las barTilas
tk stcción cuadrada y circular no nos permite determinar si
pertenecieron a vástagos de punzón o son simples objetos, más manejables a la hora de ser m odelados. En el
caso de encontramos ante esta segunda hipótesis, con·
viene señalar que «aunque poco o nada significativa,
cronológica y culturalmente» (Rmz ZAPATII!lO, 1985:
979), «constituyen un testimonio incuestionable de la
existencia de una metalurgia local... y L presencia de
a
artesanos con capacidad creativa para preparar peque·
ños objetos de ador.no, piezas sin importancia pero in·
dudablemente útiles» (RAuaET, 1976: 116). Y en este
sentido hay que resaltar la abudancia tanto de objetos
como de moldes para su fabricación que encontramos
en las comarcas del Alcoia-Comtat y en 1a del Vinalop6 en yacimientos del Bronce Antiguo y Medio.
Por el contrario, si consideramos estos fragmentos
encontrados en la Mola d'Agres como pertenecientes a
puRZQneS, también es el «Útil metálico más abudante en
las culturas prehistóricas del País Valenciano» (Hu.
NÁNO!Z, 1983: 35). En este ámbito geográfico están do·
cumentados desde el Eneolftico en enterramientos co·
lectivos (LY.RMA, 1981: 123), siendo mayoritarios los de
sección cuadrada y únicamente de sección circular se
han recuperado en Casa Colará (IimlNÁNDB.Z, 1983:
35-36). Para la Edad del Bronce, contamos con ejemplos cercanos de sección cuadrada en Tabaiá (Ibidem,
Fig. 7, 2, 3 y 4-), Cueva del Hacha (IItidem, Fig. 3, 5)
y Cabezo Redondo (Sot.E&, 1987: Fig. 50), y de sección circular en este último yacimiento (Ióidem ), Pont
de la Ja-ud (NAVARJlO M wBaos, 1982: 56), Puntal de
Bartolo (lóidem, p. 4-1) y la Pedrera (lbitkm, p. 38). El
único punzón claramente reconocible hallado en la
Mola d 'Agres es biapuntado y de sección circular.
La ptud4 tk focha encontrada en nuestro yacimiento
que Ruiz Zaparero señala como perteneciente al Bronce Valenciano y por tanto, intrusiva en el conjunto
(Rurz ZAPAn!!.o, 1985: 694-), creemos qu e podría relacionarse con las puntas de largo pedúncuJo localizadas
en contextos meridion.a les del Bronce Final como el
Cerr o de la Miel (Moraleda de Zafayona, Granada)
43
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1
o
S cm.
1
1
1
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-.
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\
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o
5cm.
Fig. 1
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METALURGIA DEL BRONCE FlNAL· HIERRO ANTIGUO DE LA MOLA D'AGRES
(CARRASCOET AL , 1985: Lám. 5, b ), depósito de la Ría
de Huelva (ALMAGRO BASCH, 1940 y 1958) o la Alcudia
de Elche (RAMos FoLQ.trt.s, 1989: 30, Lám. UI, 4) puntas que Coffyn incluye en su Bronce Atlántico UI
(900-700 a.C.) (Col'lYN, 1985: 208, Fig. 31, 7), aunque
no puede negarse cronologras anteriores si atendemos
a los hallazgos granadinos o la punta de los estratos inferiores del Cabezo Redondo (SoLIIR, 1987: Fig. 49,
12).
El anil/Q recuperado en el estrato Superficial o 1 del
Sector V encontrarla un paralelo exacto en el cercano
yacimiento de Tabaiá (Aspe), también de sección semicir cular e idéntico diámetro ( H uNANDEz, 1983:
Fig. 17, 1). En este sentido hay que recordar que este
óltimo se fecha entre el Bronce Final y el medievo (lbidem, p. 27 y 40). Anillos se b.an recuperado también en
el Cabezo Redondo de Villena, aunque aqu{ de sección
circular o eliptica (SoUA, 1987: 126, Fig. 50).
El hadla o Nulruela de reducidas dimensiones, puede
relacionarse con otras de similar tamaño recuperadas
en el Tabaiá, aquf fragmentada en el inicio de su hoja
(F&RNÁNnez, 1983: Fig. 7, 5) y en el yacimiento de
Lleus (Benissa) también fragmentada (RONUA, 1990:
Fig. 21, 1), corno éstas, la de la Mola puede incluirse
en principio en el tipo KI de B. Blance, aunque la pre·
sencia de la garganta tal vez nos indique un momento
evolucionado de la Edad del Bronce.
Sobre la ftbula tk eoáo tk tipo ad oeehw poco podemos añadir a lo d icho recientemente (G•L-MA.scAULL
y PtflA, 1989), tan sólo insistiremos en su inspiración
sfcula y en un periodo de d ifusión amplio que varia
según autores pero que abarca •grosso modo• el primer cu arto del último milenio precristiano. Tipológicamente se encontrarla entre las que poseen un codo
en una espiral (Casal do Mcio) y las ffbulas de doble
resorte (l bidem, p. 135). Por su composición del metal
(Rov•u, 1989: 14-3) se ha relacionado con la recuperada en Perales del Río (Getafe, Madrid) (BLASCO,
1987).
Especial atención merece el TTIIJidl tk jurtdiciQn tk haeJw tk 14/Qn tk una a.nilJiJ por ser basta el presente, el
hallazgo más meridional de este tipo de moldes en
la Península lbtrica. En el estudio de las hachas de
talón se hace de obligatoria referencia el reciente trabajo de D{az Andreu (1989). Según la clasificación de
esta autora, y si atendemos a que no es posible determinar si nuestro molde es univalvo o bivalvo, podría
quedar incluido bien en su tipo 1.3. o 1.6. Estos tipos
de Dfaz Andreu agrupan respectivamente los tipos
36B y 36C y SOA, 30F, 31A, 31B, 31C, 32A. 32B, 320,
34A, 37A y 37B de la clasificación de Monteagudo
(1977).
Respecto al tipo 1.3., su área de dispersión abarcaría el centro y norte de Portugal (Dt.u ANDuu, 1989:
mapa 4) y se apunta una funcionalidad muy concreta
con el trabajo de 1a madera (MoNTIWluoo, 1977: 21;
IV.t;a, 1980: 34). Aun asf, si buscamos dentro del gru·
po los paralelos más estrechos, podrfa quedar relacionada con el tipo 36C de Monteagudo (tipo Carracedo),
de dispersión más septentrional, por poseer una anilla
centrada en la intersección de garganta y hoja (l bidem ,
nW:n. 1353-1361, Fig. 140), lo que en cierto modo las
diferenciaría de su tipo 36B (tipo Beira Litoral), más
meridionales, con una anilla siempre si ruada en la garganta (lbidem, núm. 1342·1352). Coffyn (1985) fecha
este tipo d e hachas en el BFffi (900-700 a. de C.),
mientras que Ruiz Gálvez las sitúa con posterioridad
a la metalurgia tipo Rfa de Huelva.
En cuanto al tipo 1.6. de Dfaz Andreu, su dispersión es básicamente septentrional, M eseta Norte, Valle
del Ebro y NE peninsular. Visto el peso de los aportes
transpirenaicos en nuestro yacimiento, conviene señalar que el molde de Agres aún perteneciendo al mismo
tipo, difiere ligeramente de las hachas localizadas en
Cataluña y alto Ebro a las que hay que añadir el m olde
de Siriguarach (Alcañiz, 'Thruel) (R utz ZAPAT'E.RO, 1982:
Fig. 17, 2). Por el contrario, los paralelos más cercanos
para nuestro molde lo encontramos en el hacha de
Arroyo Molinos Oa~n), tipo 30A de M onteagudo
(1977: núm. 1134) que presenta diferencias morfológicas con las del resto de la península, por lo que posiblemente se trataría de una p roducción local. Este tipo de
hachas son de amplia cronología, ocupando los pr imeros siglos del último milenio pre·cristiano (HARRJSON Er
.u.. 1981: 144), pudiendo concretar que las halladas en
el NE no p ueden remontarse más allá del siglo IX a.
de C . (M.url J uswn, 1969-70: 150..151; Puucn, 1984:
325; RUIZ ZAPATUO, 1985: 912).
Junto a los moldes y objetos comentados, otro
molde de hacha de tipología imprecisa, una tapadera
y un molde posiblemente de varilla, completan el conjunto.
Comentario aparte merece el fragmento de ftbul4.
tk pú úvo.nltJI!o con posibú boiÓtl trtmin.al recuperado en el
Estrato U del Sector VIJ por cuanto debe interpretarse
como intrusiva si atendemos al contexto en que aparece. Efectivamente, teniendo en cuenta que este tipo de
fibulas se fecb.an en m omentos no anteriores a los ini·
cios del siglo VI a .C. (CUADRADO, 1963; NAVARRO, 1970;
A llGENT.E Ouvn, 1974-; Pom-V•LA, 1977; GoNzAtez
P RATS, 1983), posiblemente haya que relacionarla con
los escasos fragmentos a tomo de factura ibérica que
han aparecido en estos estratos. Ello podría significar
esporádicas ocupaciones de la Mola en momentos posteriores, máxime si tenemos en cuenta la proximidad
del poblado ibérico de Covalta.
Por su reducido tamaño podría relacionarse con
las denominad as por Cuadrado como •Golfo de León•
(CUADMOO, J963) y por su ancho arco redondeado con
la recuperada en el nivel II de la Cayla de Mailhac,
piezas que en estas regiones del sur de Francia se fechan entre el 550-475 a.C. (lbidma, p. 35, Fig. 8).
45
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M. GTL-MASCARELL Y M. ENRIQUE TEJEDO
C. CONSIDERACIONES FINALES
La presencia de la práctica de la metalurgia en la
Mola d'Agres, no debe extrañarnos, si tenemos en
C\lenta que, como dijimos, controla el paso entre las comarcas del Alcoia-Comtat y el Vinalopó, comarcas que
han sido consideradas durante el Bronce Antiguo y
Medio como importantes focos metalúrgicos.
Si analizamos un mapa de la distribución de los
objetos de metal en el País Valenciano, se observa claramente que es precisamente en estas comarcas donde
se concentran la mayor cantidad de hallazgos, los cualell van disminuyendo a medida que nos alejamos hacia
el norte (LuMA, 1981: mapa+). Pero también a nivel
cualitativo encontramos matices diferenciales. Es en
estas zonas donde se da una mayor variedad tipológica:
las alabardas, los puñales de remaches, las puntas de
flecha con aletaa y pedúnculo y las hachas planas, tienen en estu á.r eas, junto con la de la Vega Baja del Segura, su mayor y a veces exclusiva representación
{H!RHÁNDEZ, J983: 32).
Los escasos análisis metalográficos existentes hasta ahora, nos indican una gran variedad respecto a la
composición de las aleaciones, que van desde piezas
puras de cobre como el hacha plana y los puñales de
remaches de Mu de M enente, un hacha plana de Tabaiá, un cincel de Cabezo Redondo, a otras con una
baja proporción de estaño, algunas piezas de Mola Alta
de Serelles, Tabaiá y Cabezo Redondo, para fmalmenre encontrarnos excelentes bronces con más de un 10%
de estaño en la aleación (IURN.\NoBZ, 1983: 38; SoLEJt,
1987: 122).
Thmbién es en estas comarcas donde se concentran la mayor cantidad de restos que nos indican la
práctica de la metalurgia durante el Bronce Antiguo y
Medio. Sin pretender ser exhaustivos, en la comarca
del Alcoia-Comtat existen en el yacimiento de la Mola
Alta de SereUes nueve moldes de fundición realizados
en piedra arenisca, bivalvos y preparados para la fundición de varillas, hachas y puñales o alabardas (Tlll!us, 198+: +6). También conocemos la existencia de
moldes en UU del M oro, Mas c.Íel Corral (IbiJem) y Cabe~ de Mariola (ENcuvt, 1980: 165), yacimiento este
último de gran intert:~ para nosotros por encontrarse
muy próximo a la M ola d'Agres. En el Medio y Alto
Vinalopó, contamos con moldes para fundir varilla~ en
La Pedrera (NAVAUO M&ouos, 1982: Fig. lOe) y en el
Murón (Tuus, 1984: t7), un posible lingote de cobre
o bronce de forma almendrada en el Puntal de Bartolo
y escorias en el Th.baiá {NAVARRO MmEilos, 1982: +O y
57). Es, sin embargo, el yacimiento de Cabezo Redondo el que resulta para nosotros más significativo en relación con el desarrollo de la metalurgia e.n la Mola
d 'Agres por encontrarse a treinta kilómetros por carretera, mucha menor dilltancia por senda o camino de
herradura y contar con una metalurgia desarrollada.
46
En Cabezo Redondo se han encontrado ciento cincuenta piezas de metal, ocho moldes de arenisca, uno
de piedra pizarrosa, as{ como escorias y posibles crisoles (SoUUl, 1987: 122).
Independientemente de la posible reutilización de
las piezas metálicas ya existentes, el más probable
abastecimiento de materias primas, bien en lingotes o
en mineral puro, estaría localizado en la región murciana para el estaño y el cobre y en la de Crevillente
y Bajo Segura para este último ( fullHÁNDEz, 1983: 37).
Podemos pues afirmar que tanto en la cuenca del
Vinalopó como en la comarca del Alcoia-Comtat, la
práctica de la metalurgia era una actividad extendida
y generalizada, con industria de carácter local y dispersa.
Sin embargo, parece ser que hacia el Bronce Final
esta dispersión se reduce, lo que no obstante, dado los
escasos conocimientos que aún tenemos de esta etapa,
debe ser considerado con gran cautela, ya que el análisis de los nuevos materiales que van apareciendo pueden arrojamos nueva luz sobre este periodo. A nivel de
los conocimientos que actualmente poseemos, s[ podemos aftrmar que tan sólo existen en esta zona dos yacimientos con actividad metalúrgica, Peña Negra y la
Mola d'Agres.
Peña Negra, yacimiento muy importante por su
alta significación dentro del Bronce Final, está ubicado
en la cuenca baja del Vioalopó, con fácil comunicación
con la Mola d'Agres. En él se bao encontrado entre
otros objetos, dos fTbulas de codo (GoNZÁLr.z PR.ATS,
1989: +7) y Jo que es más importante, se ha exhumado
una zona de fundición de títiles y armas de cobre y
bronce con cerca de C\latrocientos moldes. De éstos, un
bajo porcentaje son de arenisca y la mayor(a están he·
chos de arciiJa, lo que implica una importante evolución tecnol6gica (GoN7.ÁLBZ PRAn y Ru1z G.\LvEz, 1989:
370). El análisis mctalográfico ha puesto de manifiesto
una gran hetorogeneidad en la composici6n d e las piezas que van desde el cobre puro a aleaciones de carácter binario y ternario (lbidem).
Las manufacturas metálicas elaboradas son principalmente, lanzas, agujas, hachas de apéndice y tal
vez espadas del Monte Sa Idda, piezas que por su tipología evidencian la existencia en el Sureste de un taller
metalúrgico que produce útiles del denominado Bronce Atlántico (/bit/nn).
La tradición metalúrgica existente tanto en el Vinalopó como en la comarca del Alcoia-Comtat, duran·
te el Bronce Antiguo y Medio, junto a la ubicación de
la Mola d 'Agres, impide que no resulte extraño la existencia de un centro de actividad metalúrgica en el
Bronce Final en la Mola. La tipología de las piezas haHadas: varillas, punzones, hachas, as{ como sus moldes
de arenisca enlazan directamente con la tradición metalúrgica de la comarca. Sin embargo, conviene resaltar que, en todos los casos, las piezas son de bronce t{-
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METALURGIA DEL BRONCE FINAL-HlERRO ANTIGUO DE LA MOLA D'AGRES
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pico, así como la singularidad de los moldes de caliza
blanda y en particular el correspondiente al hacha de
talon de una anilla.
Este tipo de hachas se encuadran claramente en
el conjunto de las pertenecientes al Bronce Atlántico
cuyo máximo desarrollo se e.n cuentra en el NO penin·
sular. Sin embargo, también las encontramos en otras
zonas peninsulares, aunque en todos los casos unidas
al comercio atllintico. Así, las halladas en el NE pe.n insular, según Ruiz Zapatero llegarían a esta zona vfa Pirineos occidentales o valle del Garona, donde confluyen con la cultura de los C.U. (Rop: Z,uwrr.RO, 1985:
912).
Considerando que el grueso de los materiales de
la Mola d 'Agres proceden del NE peninsular parece,
en principio, lo más lógico pensar que su origen iría
ligado a la llegada de la cultura de los C.U. al yacimiento. No obstante, existen otros elementos que co_nviene
valorar convenientemente. En primer lugar, que la tipología del hacha de nuestro molde, difiere morfol6gicamente, como ya apuntamos, de las halladas en el
NE, enc.o ntrando su más exacto paralelismo en la provincia de Jaén; en segundo lugar, la presencia de la fíbula a:d ocdUo y los objetos de marftl nos indican que
durante el Bronce Final-Hierro Antiguo, la Mola
d'Agres mantuvo otro úpo de relaciones orientadas
bien hacia el mar o hacia zonas meridionales de la pe·
ninsula; y fmalmente, en Peña Negra se pone de maní·
fiesta una intensa actividad comercial de carlicter marftimo, por el que penetraban numerosas piezas
relacionadas con el comercio atllintico y mediterráneo.
La singularidad de una piezas, nunca puede hacernos perder de vista los indicadores generales de un yacimiento. En la Mola d'Agres hemos encontrado elementos que evidencian un comercio singular como hemos
puesto de manifiesto anteriormente relacionado con el
mundo atlántico-mediterráneo, la JThula ad occhw y las
piezas de marfil son una prueba de ello. Estos objetos
pudieron llegar a la mola directamente desde el mar a
través de la Vall de la Gallinera, camino dificultoso pero
viable. Sin embargo, la inexistencia en esta ruta de elementos indicativos de estas relaciones la convierten, de
momento en problemlitiea. Por lo tanto, en buena 16gica, tenemos que relacionar estos hallazgos con el yacimiento de Peña Negra, vía Vinalop6. En este contexto
el hacha de tal6n y una anilla, que es basta ahora pieza
singular, deberemos relacionarla de igual manera. sien·
do esta hipótesis por la que nos inclinamos.
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MJ::TALURCi t\ DEL BRONC E FlNAL· HlERRO ANTICUO DE LA MOLA O'ACRES
Lám. 1 -
La Mola d'Agrts. Loca/izacidn del Stctor V
49
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José María
SoLER
GARcfA *
"
EL POBLADO IBERICO DEL PUNTAL DE SALINAS
(ALICANTE)
En julio de 1952, cuando nos hallábamos explorando la necrópolis preibérica del Peñón del Rey, en
los Picachos de Cabrera, un pastor, buen conocedor de
aquellos par ajes, nos informó de que, en la sierra llamada Altos de don Pedro, que desde allt se divisaba,
había verdade.ros montones de tiestos, muchos de ellos
pintados. El 3 de agosto visitamos por primera vez el
yacimiento, que ocupa la cima amesetada de aquella
sierra y se origina en los llanos de Pinoso, corre un trecho en dirección Sur-Norte, para torcer hacia Oriente
y terminar en punta frente al extremo meridional de
la Laguna de Salinas, de agua salada, que durante las
crecidas ocupa una extensión de m.ás de dos kilómetros
y medio de longitud Norte-Sur por uno de anchura
máxima, pero que reduce bastante sus lúnites y llega
a desecarse durante el estiaje.
Ocupa esta laguna una depresión rodeada al Norte por la Sierra de Salinas; al Nordeste, por los Picachos de Cabrera; al Sudeste, por la Sierra de la Umbrfa, y al Oeste, por los altos de don Pedro ya citados.
Entro las dos primeras, se abre el Collado de Villena,
paso natural sin carretera que lo atraviese, por cuya
circunstancia, la comunicación entre Villena y Salinas
• Museo Arqueológico de Villena.
ha de efectuarse a través de Sax, rodeando por completo el aislado macizo de los Picachos de Cabrera. Por
el Este, entre estos últimos y la Umbr(a, prolongada
hacia Oriente por la Sierra de Camara, (no ·Cámara..,
como algunos mapas consignan), unos terrenos ondulados conducen al Vinalop6, entre Sax y Elda, y por
el Sur, otro collado, entre la Umbría y los Altos de don
Pedro, nos llevan al llano de Pinoso, al que también se
accede rodeando estos últimos por el Norte, a través del
pequeño valle de Garrincho. El enlace de Salinas con
la red general de carreteras se efectúa por un ramal
que enlaza con la de Elda a Mon6var en el kilómetro 8,
aparte de la de Salinas a Sax ya mencionada.
Entre los kilómetros 6 y 7 de esta carretera local,
a 3'5 kilómetros de Salinas, se halla una finca emplazada al pie del Puntal, espolón desprendido de los Altos de don Pedro que avanza hasta la misma carretera
en dirección SE-NE. La finca era propiedad de don
Eduardo Pérez, de M onóvar, en cuyo encargado encontramos siempre una gran colaboración. Él fue
quien nos informó de que el Alcalde de Salinas, en
unión del maestro nacional de la población y de algunos otros colaboradores efectuaron numerosas rebuscas en el yacimiento y encontraron abundantes materiales que nunca nos fue dable contemplar.
51
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J.M. SOLER GARCfA
Son suficiente.s ocho o diez minutos de ascensión
por los primeros repechos de la sierra para alcanzar
una pequeña meseta de aproximadamente 15 metros
de longitud por 8 de anchura, meseta utllUada por los
habitantes del poblado para el emplazamie1.1to de su
necrópolis.
Prosiguiendo la ascensión por el contrafuerte
montañoso, a unos 50 metros de la necrópolis, aparecen los primeros vestigios de la muralla, que ya no dejan de observarse en una longitud de unos 140 metros,
siempre a lo largo de la arista septentrional del espolón. Thrmina éste en otro llano más amplio que el de
la necrópolis, cortado bruscamente al Oeste por una
vaguada y prolongado casi en ángulo recto hacia el Sur
unos 50 metros, basta terminar en un promontorio rocoso sobre un ancho barranco que se interna hacia el
corazón de la sierra.
Las viviendas del poblado se agrupan en el interior de este ángulo montañoso, adosadas muchas de
ellas a la m.u ralla exterior y construidas otras al amparo de las desigualdades del terreno. En lo que llamamos l.a acrópolis, al extremo occidental de la llanda superior y en el vértice del ángulo, subsisten los cimientos
de un posible torreón con más de 16 metros de longitud. La defensa natural que proporcionaban las rocas
del extremo Sur fue reforzada con espesos murallones,
según se observa a trechos, y el sistema defensivo se
completaba por medio de otros torreones cuadrados,
bien visibles a lo largo de la muralla Norte.
Ya percatados de la extraordinaria jmportancia de
aquel desconocido poblado ibérico, solicitamos del Alcalde de Salinas, don Joaquín Calatayud Sanjuán, nos
facilitase medios de locomoción para trasladarnos durante algún tiempo desde la estación de Sax hasta el
yacimiento, petición que fue denegada por dificultades
de orden económico. Y como la comunicación desde
Villena era excesivamente costosa para nuestras posibilidades, .hubimos de aplazar la exploración del yacimiento en espera de mejor coyuntura, la cual se presentó en febrero de 1955 con la renovación del
Ayuntamiento de Villena y el ingreso como Teniente
de Alcalde y Presidente de la Comisión de Hacienda
de nuestro buen amigo Alfonso Arenas García, a quien
ya hemos tenido ocasión de referirnos en diversas ocasiones y al q'Ue tanto debe la Arqueología villenense.
rrunecliatamente puso a nuestra disposició~ medios sobrados para efectuar la deseada exploración del Puntal
de Salinas.
Tan pronto tomó posesión de su cargo indagó
cuantos acuerdos había tomado el Ayuntamiento dimitido sobre el tema arqueológico, y se pudo comprobar
que el anterior Alcalde, don J osé Rocher Tallada, se
había mostrado siempre bien dispuesto para una entusiasta ayuda, que no fue, sin embargo, todo lo efectiva
que pudiera haber sido, porque se dio el caso insólito
de que en los presupuestos de los años 1953 y 1954 se
52
habían consignado cantidades importantecS para trabajos de excavación, que no pudieron utilizarse porque
nadie se tomó la molestia de comunjcarnos, en nuestra
calidad de Delegado Local del Servicio Nacional de
Excavaciones, aquellos acuerdos y aquellas consignaciones. Gracias a las gestiones de Arenas, pudo ya utilizarse la suma consignada para 1955, y así pudimos comenzar, con cierta holgura, las excavaciones en el
Puntal iniciadas en 1955 y proseguidas semanalmente
hasta el mes de julio de aquel mismo año.
EL POBLADO
Ofrecemos aq\Jí el croquis del poblado en toda su
extensión, con las 15 viviendas exploradas en aquella
ocasión. Son generalmente rectangulares, con muros
de piedra en seco y suelos de tierra apisonada, a veces
pavimentados con cantos rodados. No vamos a realizar
aquí el estudio detallado de cada vivienda ni de cada
sepultura, labor que habrá de ser realizada en otra oca sión. Nos limitaremos a señalar los aspectos más significativos del material recogido y de su encuadramiento
cultural, como ligera ampliación de la nota que dedicamos al yacimiento en nuestra «Guía de los yacimientos
y del Museo de Villena».
La cerámica es abundantfsima, con grandes ánforas de las llamadas de tipo púnico (lám. 6); ollas grises
y pardas sin decoración, si descartamos la gran vasija
gris del Departamento 12, con grafitos en el cuello
(lám. 8); vasijas pintadas con motivos geométricos y en
raros casos vegetales (láms. 10, 11 y 12). Es muy abundante la cerámica de importac~ón, entre la que hay que
señalar la ..campaniense• de las series A y B (lám. 13),
y la ática de figuras rojas. Según el dictamen del Dr.
Rouillard, hay fragmentos pintados por Fat Boy (lám.
14); por el «pintor Q», o «pintor de lena» (lám. 15), y
por el •pintor de Vienna 0/146,. (lám. 15), todos los
cuales florecieron en el último tercio del siglo rv a. de
J.C. E l yacimiento entra, pues, en los poblados ibéricos
de época antigua. Como piezas singulares habría que
señalar la cantimplora circular con dos departamentos
separados (lám. 9); la crátera del Depart. l (lám. 9) la
vasija con verteder o del Depart. 8 (lám. 10), y una numerosa colección de ánforas esparcidas por todo el yacimiento¡ abundan también los pequeños vasos bicónícos y las cop-as diminutas de pasta gris (lám. 7). Ni en
el poblado ni en la necrópolis se encontró un solo tiesto
de cerámica •sigillatta», que abunda por las villas romanas de los alrededores.
Como dato curiosos señalaremos que en el Depart. XV había un pequeño taller dedicado a la perforación de caracoles, que se encontraban en dos grupos
separados: uno con las cáscaras enteras y el otro con
numerosos ejemplares, todos con una perfecta perforación circular cerca del borde (lám. 20).
[page-n-63]
EL POBLADO IBÉRI CO DEL PUNTAL DE SALINAS
Abundan tambi~n las pesas de telar de barro,
troncopiramidales, con uno o dos orificios (lám. 7, C),
las fusayolas y los tejos circulares de cerámica, que
en una ocasión se presentaron en grupo de nueve
ejemplares colocados de mayor a menor. Aparecieron
tambi~n soportes circulares de vasijas con perforaciones triangulares o rectangulares en las paredes
(lám. 7, A).
No podemos omitir que sobre el empedrado del
Depart. 12 apareció una punta de bronce tipo «Palmella., que hemos de considerar como intrusión de alguno de los yacimientos eneoUticos de la comarca
(lám. 19, 17).
LA NECRÓPOLIS
Es, como ya dijimos, una pequeña meseta de
15 metros de longitud por 8 de anchura, que se alcanza
a poco de ascender desde la carretera de Pinoso. Se excavaron 37 sepulturas de incineración, en fosas rectangulares de unos 80 centímetros de longitud por 60 de
anchura y 30 de profundidad. Estaban cavadas en Ja
roca y, a veces, reforzadas con lechos y muretes de cantos rodados. Verdaderos t\Ílnulos eran las señaladas
con los n\Ílneros 21, 24, 29 y 30, algunas de cuyas piedras alcanzaban más de medio metro de longitud y
otro medio metro de anchura. Una fosa de
1x O' 70 >< 0'30 metros, cavada en la roca y remontada
con murete de pequeñas piedras era la señalada con el
n. 0 33 (lám. 5).
Entre las ofrendas metálicas cabe destacar una pequeña csferilla y dos pendientes de oro ccamorcillados»
(lám. 20, 1), de los que dimos cuenta detallada, con sus
correspondientes análisis, en nuestro trabajo sobre «El
oro de los tesoros de Villena» (Valencia, 1969). Como
objetos suntuarios podemos considerar tambi~n dos
chatones de sortijas de bronce, uno de ellos con figurilla humana muy estilizada (lám. 19, 15)¡ una manecilla
y un asa de un •braserillo,. (lám. 19, J4 y 19)¡ abundantes fibulas hispánicas (lám. 19, 1 a 9), y una, excepcional, de La Tene (lám. 19, 10). Se recogieron tambi~n
diversos ponderales con orificio central, anillas
(lám. 19, 11 y 13), roblones, placas (lám. 19, 12), brazaletes y unas pinzas de depilar (lám. 19, 17).
De hierro había falcat.as, enteras o fraccionadas;
manillas de escudos; espadas puntiagudas; regatones
de lanzas; soliferreum¡ cuchillos afalcatados (lám. 18),
placas con roblones; y de vidrio, frascos de pasta verde
o azulada. algunos con incrustaciones de Uneas amarinas (lám. 20, 16 a 24) y cuentas globulares o gallonadas
de vidrio azul (lám. 20, 3 a 15).
Todo ello, como se ve, normal en yacimientos ibé·
ricos del siglo •v a. de C.
ENVÍO
Este trabajo, que, como ya se dijo, no es más que
una ampliación de la nota que acerca del Puntal publicamos en la «Guía de los yacimientos y del Museo de
Villena», se escribe en memoria de Enrique Pla, antiguo amigo y compañero en las tareas de la Comisión
para la Defensa del Patrimonio Artístico y Cultural durante varios años. Los materiales aquí mencionados se
conservan en el Museo Arqueológico de Villena desde
su creación en 1957, pero Enrique Plano tuvo la oportunidad de contemplarlos directamente. Consid&ese,
pues, la publicación de estas notas como homenaje al
gran iberista que fue Pla, y también como un adelanto
más a la publicaci6n detallada de este importante yacimiento que está todavía por realizar.
53
[page-n-64]
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PUNTAL DE SALINAS
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EL POBLADO máRrCO DEL PUNTAL DE SALINAS
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Bo1 (37.5·3.50 a.C.)
[page-n-77]
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Um . 15.-
A Fragmento dt figuras rfJjas rkcoratÚ) por 41 pintor Q o pintor dt lena. n. Tra frogmt'ti(()S dl un ·kilix* cú figuras rojas dtcorados
por ti pintor de Vierma 146 (375-350 a.C.)
67
[page-n-78]
J .M. SOLER GARCÍA
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Lóm. 16.-
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Cmimtras dt fzlu ras rq_;as
[page-n-79]
Lám. 17.- Cmímicas dr figuras rojas
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[page-n-80]
Lom. 18.- Atmos tú hil'lrn
70
[page-n-81]
r;J'Ie,o
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l.dm 19. - Objtlos dr bronu 1 n Y, flbu(nJ rk arto, 10, Jlbula dt La 1'tnt; JI y /3, anillas, 12, piara; U .Y 19, manecilla y asa tú bras~ri/lo;
15, sortija con (hollfn l(rabodo; 16, /JIIIIIIrto, 17, pin~a tú depilar, 18, punta de .Po/mella,. aparwcia en rl Jttdo de 1111a oit•tenda
7J
[page-n-82]
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2
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Lóm. 20.- 1, pendienlts y esfirrl/a de oro; 2, IJueso labra®, 3 a IS, cuentas tk cidr10, 16 a 24, f ra.ementos de oulrio, algunos polinomodos,
25 a 30, caraeoús perforados
72
[page-n-83]
M ar ALFARO ARREGm* y Santiago BRONCANo*
EL SISTEMA DEFENSIVO DE LA PUERTA DE ENTRADA
"'
A LA CIUDAD IBERICA DE «EL CASTELLAR DE MECA))
(AYORA, VALENCIA)
En el año 1986 salla a la luz la primera publicación sobre el yacimiento arqueológico de M eca. En ella
nos centramos en hacer una descripción general del
mismo y, principalmente, una recopilación de todos los
textos conocidos que de él hicieran mención, realizándose un breve estudio sobre el posible nombre de la antigua ciudad y su cronología (BRONCANO, 1976).
Posteriotmente, nos hemos acercado a un tema
que, no por desconocido resulta menos importante, sobre todo, teniendo en cuenta que viene a ser uno de
los pilares de desarrollo de toda sociedad. Nos referimos a los caminos, vías o calzadas que se hicieron y
utilizaron en época prerromana para la eirculaci6o rodada, medio indispensable para establecer una relación comer cial con otros pueblos q ue, com o hemos podido comprobar, ya e.x isúa en M eca en época remota.
En nuestro último trabajo (BRONCANO y ALrARo, 1990)
hemos realizado un meticuloso y detallado estudio del
impresionante camino de ruedas o de carros que recorre la ciudad, al que nos remitimos para resolver cualquier cuestión que no quede suficientemente aclarada
• lnuituto de Conservación y Restauración de B.ienes Cuhur-.les, Mini11erio de Cultura. Madrid.
en el presente artículo, así como para obtener una visión general del recorrido del mismo.
No vamos pues a centramos en las características
de éste, sino en una serie de vestigios ar queológicos
que nos han permitido, por un lado, la datación del camino, y por otro, documentar un sistema defen sivo de
la ciudad realmente interesante, tanto por su complejidad, como por el hecho de no haber encontrado, basta
el momento, ningún otro paralelo de características similares. Nos referimos al sistema de defensa de la
puerta de entrada a la ciudad.
Para su reconstrucción nos hemos basado en gran
parte, en la interpretación de las señales rupestres que
se conservan en este tramo del camino (BP.oNCANO y
ALFARO, 1990: 170·186), prácticamente los únicos restos conservados de época ibérica.
Tras numerosos análisis hemos podido constatar la
existencia de una antigua puena de entrada situada en
el denominado Camino Hondo o Gran Corva (BRON·
CANO y Al.FARO, 1990: H0-151) que, posteriormente
debió trasladarse unos 200 m. más abajo, al lugar donde se encuentra la •actual•, debido seguramente al
aumento de población y por tanto, a la expansión de
la ciudad. Este traslado provocó un cambio del sistema
defensivo, ya que anteriormente se debió centrar en
73
[page-n-84]
M . ALFARO ARR.EGUJ Y S. BRONCANO
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base al camino, excavado en la roca hasta más de cuatro metros de profundidad en algunos tramos, lo que
facilitarla au probable uso como foso.
Con la nueva puerta, quedaba fácilmente accesible una zona comprendida entre ~sta y el espolón
oriental. Para resolverlo, se trazó una línea de muralla
realizada con sillares ciclópeos de gran tamaño entre
ambos puntos y se dotó al espolón de una torre de la
que tan a6lo se conserva un lienzo y, desde la que fácilmente ae do.oUnaba la zona de entrada (BRONOANO y
Au.-.Ro, 1990: 201-206).
74
Sin embargo, como es bien sabido, el punto de más
defensa en caso de ataque es siempre la puerta de
acceso. En el caso de Meca, ~sto se acentúa ya que el perímetro de la ciudad está, en general, rodeada de grandes cortados rocosos, excepto en el extremo oriental,
puerta peatonal fortificada con una impresionante torre
(BRO"Nc...No, 1986: 136-139) y en la zona de entrada del
tráfico rodado, la zona más accesible y vulnerable, donde lógicamente se centró el sistema defensivo.
La puerta de entrada estaba defendida por dos torres situadas a ambos lados de ella, as{ como otra, en
d~bil
[page-n-85]
SISTEMA DEFENSIVO DEL CASTELLAR DE MECA
SECCIOH A-A'
Fig. 2.- &aión
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la puerta
la cima del cerro situada en su vertical, sobre el camiNo ~e han encontrado restos «in situ» de las dos primeras, raz6n por la cual han sido las señales rupestres
las que nos han dado la pauta para su reconstrucción.
Estas señales consisten en las entalladuras realizadas
en la roca base para asentar los sillares, sistema conlltructivo de una gran seguridad y 1irmeza ya que impide el desplazamiento de éstos en caso de golpes con
máquinas de guerra y, al mismo tiempo, evita las obras
de zapadores en los cimientos al estar asentados directame.n te sobre la roca base. Este tipo de construcción
destinado en general para la realización de las cimentaciones de obras defensivas, fue recomendado siempre
que fuera posible, en tratados escritos en época posterior por expertos en poliorcética como Philón de Bizancio o Vitrubio.
De acuerdo con los restos hallados, la torre de
la izquierda, situándose de frente a la puerta, es de
planta en forma de trapecio rectángulo. Su lado oblicuo une el lado menor, que queda al borde del camino, con el lado paralelo mayor (fig. 1). A pesar de
la blandura de la roca, lo que hace que apenas se
aprecien señales, hemos establecido que el lado paralelo menor mediría 4 m., el mayor unos 5' 20 m., el
oblicuo unos 4'60 m. y el ancho 3m. Como podemos
apreciar en la figura 1, la disposición de esta torre
daba Jugar a una especie de embudo entre su lienzo
nQ.
tÚ
emrada a la &iud44
frontal y el cortado rocoso situado al otro Lado del
camino.
La otra torre, situada a la derecha de la puerta
(fig. 1) presenta una planta rectangular apoyándose directamente sobre el lateral rocoso, donde se conservan
las entalladuras para los sillares. Esto nos ha permitido
conocer aproximadamente la altura de esta torre y,
consecuentemente de la anterior, ya que La entalladura
más alta se halla a unos 4'30 m. por encima de la base
del camino y, por tanto ser ía ésta la altura mínima.
Considerando que, muy posiblemente los Lienzos de la
torre se elevarían un metro más a partir de ésta, estableceríamos en unos 5'30 m. la altura total de ambas
torres. Hemos realizado una reconstrucción ideal de lo
que seña la puerta de entrada vista desde el interior
con las dos torres que la flanquearían (fig. 3).
Pero, además de estas dos torres, se situ6 otra más
pequeña, ya que su situación impedía un ataque directo sobre ella, en la parte alta del cerro, a unos 26 m.
por delante de la puerta, de manera que se d ominaba
perfectamente ésta pudiendo atacarse al enemigo desde
su espalda al estar en la vertical del camino, a unos
8 m . de altura sobre él, en el cortado rocoso.
En la figura 4 podemos apreciar perfectamente el
sistema constructivo de esta torre, habiéndose realizado como en el reato de las defensas su cimentación a
base de entalladuras en la roca. Los liezos, de los que
75
[page-n-86]
M. ALFARO ARREGUI Y S. BRONCANO
se conservan los laterales, están construídos mediante
sillares de menor tamaño que los del resto de construcciones, bien escuadrados y tallados, trabados en seco
y con alguna que otra cuña de pequeñas piedras para
que asentaran perfectamente.
La combinación de esta torre con la situada a la
izquierda de la puerta que quedaba de forma oblicua
al camino, daba como resultado, un fácil ataque al enemigo ya que ~te no tenia posibilidad de resguardarse
de los proyectiles lanzados por detrás desde la primera.
Sin embargo, a pesar de la efectividad de este sistema, los habitantes de la ciudad no dudaron, ante un
enemigo de gran envergadura como era el romano, en
· acentuar las defensas hasta el pu.n to de llegar al •amu rallamiento» de la propia puerta.
La puerta de entrada para carros estaba situada
a unos 900 m. del inicio del camino en el interior
de la ciudad. En esta zona, en un tramo de unos
5 m. de largo, se encontraban tanto la puerta propiamente dicha como las torres que la defendian y que
anteriormente hemos descrito. Los laterales rocosos
fueron trabajados de manera escalonada para poder
a. entar las torres anteriormente descritas, única evis
dencia que conservamos de su presencia (figs. l y
2). Serán igualmente las señales rupestres, las únicas
que nos darán la pauta para poder reconstruir los
distintos componentes de dicha entrada ya que no
76
se ha conservado prácticamente ningún elemento de
la Puerta.
Como es natural, el camino presenta a lo largo de
todo su recorrido, profundas carriladas realizadas por
Las ruedas de los carros, quedando entre ambas un
realce central que, en esta ocasión, fue rebajado hasta
dejar el suelo horizontal para poder moverse en la zona
con facilidad, quedando un escalón transversal en el
punto en que se inici6 el rebaje. Este escalón, como podemos ver en la figura 1, se realizó a la misma altura
que otros rebajes laterales que, dan lugar a una entrada con planta rectangular y que, evidentemente sirvió
para encajar en ellos las puertas una vez que se encontraban abiertas y permitir el acceso del tráfico rodado.
Las dimensiones medias de sus lados son de 3'52 m.
y 1'80 m . Este hueco (fig. 1), cuyo fondo es horizontal
y las paredes sensiblemente verticales, está completamente excavado en La r oca, llegando los laterales a una
altura de 0'75 m. y 1'30 m. para el derecho e izquierdo
respectivamente (figs. 1 y 2). Thnto sobre estos laterales
como sobre los de los primeros metros del camino que
están por delante de donde se situaban las hojas de la
puerta, se instalaron las dos torres que la flanqueaban
(fig. 3).
La puerta utilizada para cerrar la entrada consistra en un portón de dos hojas o puerta carretera según
hemos podido comprobar por las señales rupestres.
[page-n-87]
SISTEMA DEFENSIVO DEL CASTELLAR DE MECA
Fig. 4. - LimM dt !.J
Como hemos d icho, estaba formada por dos hojas,
cada una de las cuales estaba fijada, formando un úni·
co cuerpo, a un fuerte pie derecho giratorio o quicionera que podía rotar dentro de los huecos circulares o bo·
toneras realizados tanto en la base rocosa como en el
correspondiente sillar opuesto en su vertical. Como hemos visto en la figura 1, se encontraron en la roca sen·
dos huecos circulares, tanto en la parte izquierda como
en la d erecha, a unos 0'80 m. y 0'50 m . de las rodadas
respectivamente que parecen corresponder a las boto·
neras en el interior de unas de las cuales pudimos aún
constatar la presencia de restos de hierro que facilita·
rían el giro de las hojas. Por otra parte, sobre la base
d el camino aparecieron varios grandes sillares caídos
que muy posiblemente formarían parte de la arquitec·
tura de la puerta. Uno de ellos, en forma de «L•, terúa
IMrt
siluoJa Jobrt tl camiM
tambi~n
un agujero circular que suponemos serviría
para encajar en él los goznes metálicos de una de las
puertas. Otro sil1ar (lám. 1) tambi~n presentaba una
oquedad circular en cuyo interior apareció un bloque
prismático cuadrangular bastante plano, de hierro, colocado para que el gozne apoyara en él. El ce.n tro de
este bloque metálico tenía un leve desgaste circular que
sin duda fue realizado por el giro del extremo apunta·
do de aqu~l que, seguramente remataría en un pivote
metálico.
Tambi~n poseemos datos para establecer tanto el
ancho como el grosor de las hojas de la puerta aunque
no su altura.
En la figura 1 podemos observar que en el lugar
donse se ubican ambas botoneras y horizontalmente al
camino, aparecen unas ranuras que, evidentemente,
77
[page-n-88]
M. ALFARO ARREOUI Y S. BRONCANO
sirvieron para encajar ambas hojas cuando la puerta
estuviera cerrada y que nos permiten conocer el grosor
máximo de ésta que, no sobrepasaba los 0'10 m. Igualmente podemos decir que, los anchos de las hojas no
eran exactamente iguales, ya que el derecho oscila alre·
dedor de los 1'50 m. y el izquierdo llegaba a 1'58 m.
Un detalle dificil de establecer es el relativo a la
forma de cierre de las puertas aunque se han conservado algunas huellas que nos permiten intuirlo. Es evidente que éste se realizaba mediante un pasador ya
que, en la figura 1 podemos observar el hueco realizado en la base rocosa para introducirlo pero, en contra
de lo normal, teóricamente éste quedaría en la parte
de fuera en lugar de en el interior.
Podemos observar en la misma figura que, si bien
tanto la oquedad del pasador como las de las botoneras
de las hojas se sitúan en linea recta, los rebajes realizados para que quedaran empotradas éstas en el suelo,
son ligeramente divergentes, de forma que, si prolongamos sus trayectorias, el extremo de la hoja derecha
llegaría justamente a dar en el hueco del pasador,
mientras que el extremo de la izquierda quedaría situado en el interior respecto al pasado.r.
De acuerdo con el hueco dejado en la roca, el pasador tendría en su extremo inferior una sección en
forma de «L» (fig. 1), y debió ser metálico. La barra o
eje debió tener un diámetro cercano a los 0'10 m., en
cl caso de que fuera circular. El gancho de su extremo
(si pensamos que su tipología debía ser similar a los ac·
tuales cierres por ejemplo, de nuestros balcones), pudo
variar entre los 0'13 m. y los 0'18 m.
Más adelante volveremos a tratar sobre el posible
sistema de cierre de la puerta y el funcionamiento de
dicho pasador ya que se encuentra en relación con
otros elementos que pasamos a describir.
Pero el detalle más interesante e importante aportado por la excavación fue el descubrimiento «in situ»
de dos grandes sillaJ:es colocados horizontalmente y
atravesando perpendicularmente el camino justo delante del punto donde se sitúa la puerta (fig. 1, lám. 2).
El sillar derecho tiene unas dimensiones de 1'14 m . de
largo, por 0'40 m. de ancho y 0'25 m. de alto. El izquierdo mide 1'25 m. de largo, 0'54 m. de ancho y
0'30 m. de alto.
Un dato curioso es el hecho de que en la parte central del primero ele ellos se practicó un hueco, de forma
que, al introducir en él un pequeño sillar, quedaran
ambos trabados por sus extremos adyacentes. Ambos
sillares apoyan directamente sobre la parte central y laterales del camino, quedando, obviamente, por encima
de la base de las carrlladas.
U no de los extremos del sillar derecho queda embutido en un hueco practicado en el lateral rocoso
(fig. 1). La totalidad del extremo izquierdo queda tam·
bién incrustado en su correspondiente lateral, penetrando 0' 16 m . dentro de él, para lo cual se practicó
78
un hueco en la roca que justamente coincidía con el
ancho y alto del sillar. La presión ejercida por las tierras ha provocado que los sillares se hallen desplazados
unos 0'08 m. en la parte central.
As{ mismo, se hallaron también colocados otros
dos sillares, dispuestos en !mea y en perpendicular a
los anteriores (fig. 1, lám. 2). El situado aliado de éstos
es de pequeño tamaño, el otro es plano y de dimensiones regulares.
Es evidente que, tanto unos sillares como otros, al
estar colocados intencionadamente, impedían el tráfico
rodado por el camino ya que es imposible salvar la altura de éstos en relación con las rodadas que, era de
casi un metro. Queda pues establecer qué función desarrollaban cuando, aparentemente, era una contradicción con el normal desarrollo de la circulación de la
cual dependía la vida en la ciudad.
La única explicación lógica y coherente es que nos
encontramos ante el amurallamiento de la propia entrada a la ciudad. Cerramiento que, como es lógico,
tan sólo debía realizarse ante un inminente ataque por
parte de un poderoso ejército como el romano, dificil
de vencer debido al desarrollo de sus técnicas y tácticas
bélicas. Aunque pudiera resultar incomprensible el
«autoconfmamiento» de los habitantes iberos en su
propia ciudad, sometiéndose así voluntariamente a un
asedio, hay que tener en cuenta que, la enorme cantidad de algibes y almacenes existentes en el interior de
la población permitirían mantener éste durante un
tiempo indefinido.
Según los datos obtenidos parece claro que se opt6
pues por «tapiar» la puerta, enlazando de esta manera
con el lienzo de muralla ya existente ( B RONCAN0 1
1986), protegiendo así junto con las diversas torres, el
punto más vulnerable a un ataque.
Se han encontrado dispersos los sillares que formarían la muralla de la puerta. Sin embargo, parece
ser que, según los entalles que podemos observar en los
laterales rocosos situados a 0 ' 80 m. por delante de los
sillares anteriormente descritos, existiría otra línea de
sillares que hemos reconstruído hipottticamente (fig. 1,
lám. 2), con lo cual el portón de madera quedó protegido con un doble muro de grandes sillares con un espacio interior posiblemente relleno de piedras. Restos de
eJlte .relleno pueden ser los citados sillares colocados en
el centro del camino perpendicularmente a los dos des·
critos en primer lugar, aunque nos inclinamos a pensar
que correspondorfan a la primera hilada de un muro
que uniera a los otros dos por su centro para dar a la
estructura mayor fortaleza.
Si seguimos observando los sillares atravesados en
la puerta, veremos que el izquierdo tiene en el peñtl
de su lateral interior dos rebajes consecutivos a modo
de escalones que se relacionan con el contorno del agujero realizado en la roca para introducir el pasador de
la puena (fig. 1). El contorno del agujero coincidiría
[page-n-89]
SISTEMA OEFElSSIVO DEL CASTELLAR DE MECA
perfectamente con lo11 rebajes del sillar ya que hay que
tener en cuenta que, debido a la presión ejercida por
las tierras, existe un ligero desplazamiento del muro en
su parte central como ya dijimos.
Volvic.ndo pues al sistema de cierre, era obvio pensar que el pasador debía qued ar al exterior, ya que no
hay espacio para las hojas de la puerta entre él y los
sillares. Además, como ya dijimos, las prolongaciones
de las ranuras practicadas en Ja roca pa.r a encajar las
hojas nos ofrecen la misma solución, especialmente la
boja izquieda.
Es posible que el pasador qued ara situado al interior de la puerta, pero, solamente cuando no se realizara el .. tapiado» de ella, es decir, en situa.ción normal.
El ángulo que presenta el lateral rocoso izquierdo p ermitiría el deslizamiento de la hoja de la puerta hasta
girar justo hasta el punto exacto situado delante del pasador.
Esto nos llevaría a que el pasador no sería t.al y
como los conocemos actualmente, fijo a una de las hojas, sino una gruesa barra, seguramente de hierro, que
desde la zona superior del dintel podría ser bajada hasta encajar en el h ueco cuando se cerrara. A esto hay
que añadir que, muy seguramente y utilizando el escalón realizado al allanar el realce central en la zona de
entrada que describimos con anterioridad así como las
diferentes alturas dejadas en una especie de •escalones»
que presenta el later al rocoso izquierdo así como la
parte baja del lateral derecho, se apoyarían una serie
de trancas de madera que sujetanan ambas hojas reforzando el cierre.
La documentación obtenida es pues realmente in·
teresantísima, ya que se constata la existencia de un
sistema defensivo muy complejo. El amurallamiento de
la puerta junto con las diversas torres daban lugar a una
defen sa prácticamente perfecta de la entrada de la ciudad, lo que unido al resto d e elementos como es la muralla semicircular, la hacían casi inexpugnable (lám. 3).
Pero, evidentemente, la inexpugnabilidad cedió
ante el empuje del impresionante ataque a que debió
ser sometida por el ejér cito romano, fmalizando de esta
manera el esplendor que durante siglos debió desarrollarse en la ciudad.
1bda actividad de la población q uedó mermada
posiblemente, debiendo quedar reducidos sus habitantes a una fuerte guarnición militar romana y a unas pocas familias iberas, al producirse el cierre del camino,
único medio de supervivencia de la ciudad. Como hemos podido ver, los sillares que quedaron «in situ» lo
clausuraron definitivamente. Este dato nos ha permitido confirmar su cronología, pudiendo establecerlo
como prácticamente la única vía prerromana conocida
hasta el momento, puesto que, tras el amurallamiento
de la puerta y, por tanto, destrucción de la ciudad, no
volvió a ser utilizado como vía de paso.
BIBLIOGRAFÍA
BaoNCANO, S. (1986): «El Castellar de Meca, Ayora (ValencÜI). TextoS». Excavaciones Arqueológicas en España,
147, Madrid.
BRONCANo, S. y At.PARO M. (1990): Los Caminos de RUldas
de l4 Ciudad Iblrica de ttEl Castellar de Meca» (Ayora, VaknCÜJ). Excavaciones Arqueológicas en España, 162,
Madrid.
79
[page-n-90]
M . ALfARO ARRECUI Y S. BRONCANO
Lám. l . - Sillar con orificio ClfculaT y bloque dt hierro. Posihli! demmw tk su;u del goz11t fk tma dt las hojas fk la puula
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80
[page-n-91]
Lóm. 3.-
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81
[page-n-92]
[page-n-93]
. Emilio CoRTELL P tREz*, Jordi J uAN MoLT6*,
Enrique A. LLOBREGAT CoNESA • •, C ristina R.mG SEaut•,
Feliciana SALA SELLts* y José M. a SEGURA MARTf*
LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SERRETA:
RESUMEN DE LA CAMPAÑA DE 1987
INTRODUCCIÓN
El yacimiento i b~rico de La Serreta viene apare·
ciendo en la bibliografía desde 1921 sin que baya sido
todavía objeto de un estudio de conjunto. El benemEri·
to Director del Museo de Alcoy, don Camilo Visedo
Moltó publicó tres campañas de excavaciones corres·
pondientes a los años 1921·1923 y proporcionó docu·
mentación adicional en un artículo, publicado en 1953,
añadiendo algunos datos en su libro A~. GtowgfiJy Pre·
historiiJ, aparecido en 1959. Posteriormente el nuevo Di·
rector, don Vicente Pascual Pérez, llevó a cabo, cuando
dispotúa de algunos fondos, diferentes campañas en la
Serreta, de las que se COllServan Jos diarios pero que
pennanecen, por el momento, inéditas. Lo mismo ocu·
rre con la campaña que se llevó a cabo bajo la dirección
del profesor M. Tarradell, a la sazón catedrático de Ar·
queología en la Universidad de Valencia, de las que lo
único publicado son los dos planos parciales de la exca·
vación, levantados por E. Uobregat. El truJado del
profe10r Ta.JTadell a ]a Universidad de Barcelona el fa·
Uecimiento de don V icente Pascual, y otros av~tares,
• Museu Arqucolbsic: d'AicoL
•• Museo Arqucol~sic Provitlcial d'Aiacant,
suspendieron los trabajos, aunque no impidieron inves·
ligaciones sobre el yacimiento. Por suerte el Centre Al·
coil d'Estudis Histories i Arqucologics propició la lim·
pieza y desescombro del yacimiento, asf como la
confección de un plano topográfico completo, el prime·
ro realizado de este yacimiento. Thnto la limpieza
como el plano fueron un motor para nuevas activida·
des, contando con el contigente de un grupo de arqueó·
lagos alcoyanos que se habían ido formando en la U ni·
versidad de Alicante. Todo esto, y la presunción de la
posible existencia de una necrópolis contigua al poblado, algo que siempre se habfa planteado pero nunca
prospectado, al menos en lo que se conoce del yaci·
m iento, condujo al acuerdo entre el Museo de AJcoy
y el director del Museo Provincial de Alicante, de solí·
citar a la Dirección General del Patrimonio, de la Con·
sellerla de Cultura, el reglamentario permiso de exca·
vaciones para intentar hallar la necrópolis. Esto
ocurría en 1987 y la cosecha fue lo suficientemente
atractiva como para seguir con la tarea a lo largo de
los siguientes años hasta 1990, inclusive, que ha traído
grandes novedades en lo que se refiere a arquitectura
militar y a la topograffa de las defensas del poblado.
En este estudio trataremos tan sólo de la primera cam·
paña de excavaciones (1987) y las demás campañas
83
[page-n-94]
E. CORTELL, J. JUAN, E.A. LLOBREGAT, C. R.EIC, F. SALA Y J .M. SECURA
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[page-n-95]
LA NECRÓPOLIS IBÉRlCA DE LA SERRETA
quedan a la espera de la reconstrucción total de los
ajuares y de todas las tareas propias del caso. La oportunidad del homenaje científico a don Enrique Pla Ballcster, Director que fuera del SIP y mentor de todos
nosotros, ha hecho surgir este trabajo. Vaya en honor
de él, que siempre fue devoto de la arqueología alcoyana.
Los materiales arqueológicos hallados en esta
campaña, así como los de las siguientes caJDpañas, han
sido despositados en el Museo de Alcoy, donde se ha
llevado a cabo la ímproba tarea de limpieza, lavado,
consolidación, dibujo y restauración de las piezas de
esta primer a campaña, y donde se trabaja en las siguientes de forma que en un prudencial plazo de tiempo se pueda poner en las manos del público interesado
la riqueza e interés de esta necrópolis. El yacimiento
de La Serreta conserva todavía una gran cantidad de
incógnitas que poco a poco van a ir siendo desveladas
en sucesivas campañas de excavaciones. Lo que por
hoy conocemos permite augurar unos resultados espléndidos que ayudarán en gra.n modo a conocer el
mundo ibérico en el área del gran macizo montañoso
que se extiende desde el Júcar al Vinalopó y desde el
corredor de Montesa al litoral entre Cullera y Guardamar. Un área que aún nos guarda infinitas novedades
que ni siquiera podemos sospechar.
CIRCUNSTANCIAS DEL HALLAZGO
Entre 1985 y 1986, el yacimiento de La Serreta fue
objeto de una limpieza en sus diferentes sectores excavados de 1917 a 1969, necesada para el levantamiento
topográfico de todo el poblado.
Dichos trabajos permitieron delimitar la muralla
de cierre det poblado por su parte .Este, el cual presenta
un mejor acceso al mismo, situándose en la cota 993
mts. s/n/m (la cumbre alcanza una altitud de 1.051
mts.).
.El conocimiento de la topografía del yacimiento,
con abruptos desniveles, as[ como la delimitación de su
extensión, hizo que nos llamara la atención una amplia
zona no excavada, extr amuros del poblado y de escaso
desnivel, que nos sugirió la posibiüdad de la ubicación
de una necrópolis.
A1 objeto de prospectar las áreas circundantes al
yacimiento, se proyectó realizar una serie de sondeos
cuyo inicio tuvo lugar en el mes de junio de 1987, escogiendo un pequeño sector de esta zona (situada próxima a la muralla, por la parte Este), que no tardó en
revelar la existencia de una sepultura (Lám. 1, 1).
Una ampliación del citado sondeo detectó la presencia de otras sepulturas, que reafirmaban la magnitud del hallazgo, y qu~ aconsejaron preparar una posterior campaña de excavaciones durante el mes de
Septiembre del mismo año (Lám. I, 2).
LAS SEPULTURAS: DISPERSIÓN Y
CARACTERÍSTICAS
Las diecisiete sepulturas exhumadas aparecen
próximas entre sí, como lo demuestra la densidad alcanzada en los 38 metros cuadrados excavados en la
campaña objeto de este avance (fig. 1).
Dada la escasa potencia del estrato (entre 20 y 40
cms.), por efecto de la erosión que ha afectado constantemente el área de la necrópolis por su proximidad a
la carena del monte, algunos hallazgos aparecen casi
superficialmente, así como parte de los restos de la cremación, que generalmente se depositan en contacto directo sobre la roca, siendo frencuente que ésta presente
de.slascados ·ntencionados pa.r a el acomodo de los
mtsmos.
.Esta circunstancia se da tanto en sepulturas que
tienen urna cineraria como en aquellos caso.s en que
no está presente. Hasta el momento no se han detectado superposiciones de sepulturas.
De lo excavado hasta la fecha, se desprende que
las cremaciones no se realizan en el mismo lugar en
que aparecen depositadas, desconociendo la ubicación
del ustrinum.
Hemos observado la existencia de cuatro posibles
estructuras, asociadas a las Sepulturas +·6, U, 1+ y 15,
formadas por piedras irregulares grandes y de mediano
tamaño, que en el caso de las Sepulturas 4-6 llegan a
rodear los dos ajuares. En las Sepulturas U y 15 prote·
gen los restos de la cremación, dado que las piedras los
limitan en parte (Lám. ll, 2). Las tres urnas cinerarias
de la Sepultura 14 aparecían cubiertas por un amontonamiento de piedras, que no llegaba a aflorar en superficie (Lám. lli).
Se observa una gran diversidad en cuanto al con·
tenido de las sepulturas, que inicialmente nos ha per·
mitido distinguir varias categorí'as de sepulturas_
:
-Con urna cineraria y ajuar cerámico (Sepulturas 5b, 9, 13 y 14).
-Con urna cineraria, ajuar cerámico y armamento (Sepulturas 1 y 6).
-Con restos óseos acompañados de ajuar ccrá.mi·
co (Sepultura 8).
-Con restos 6seos acompañados de armamento y
ajuar cerámico (Sepulturas 4 y 15).
- Con restos óseos acompañados de armas (Sepulturas 5a y 11).
Las Sepulturas 2, 3, 7, 10, 12 y 16 no pudieron excavarse en su totalidad, dado que la excavación en estas
áreas sufrió una incursión clandestina, con eJ consiguiente expolio de parte del contenido de los ajuares,
que imposibilita el estudio de su conjunto. No obstan·
te, y a j uzgar por lo conservado, la Sepultura 7 presentada armamento (.recuperamos restos de herrajes de
suspensión de la vaina de una falcata y dos pasadores
de bronce del tahall), y para eJ resto, su conte.n ido se
85
[page-n-96]
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3cm.
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guras ro;as. Sepultura 6
86
[page-n-97]
LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SERRETA
reduce a un escaso ajuar cerámico que acompaña los
restos óseos y cen1zas de la cremación.
REGISTRO DE MATERIALES
A. CERÁMICA DE IMPORTACIÓN
El registro formal que ofrece la campaña de 1987,
en cuanto a los vasos de importanción se refiere, es representativo de todo el conjunto exhumado durante los
trabajos de campo posteriores. Por lo tanto, el resultado de este estudio puede considerarse válido en líneas
generales, sj bien no descartamos que nuevos hallazgos
puedan completar la información que ahora adelanta·
mos. El conjunto se caracteriza por su homogeneidad,
por una repetición de formas que hallamos respresentadas en otros poblados y necrópolis de la misma época
como veremos más adelante. La necrópolis de La Serreta y su poblado se insertan así en la dinámica cultural y económica del momento Pleno de la Cultura
Ibérica.
Lo primero que destacamos de este conjunto es la
uniformidad en cuanto a la categorfa de los vasos. La
gran mayoría es de producción ática, aunque se aprecia en eUos una notable diferencia de calidades. En segundo lugar, documentamos otras producciones rep~e
sentadas por ejemplos únicos: una pequeña pátera de
la forma Lamb. 27 adscribible posiblemente a los talleres de Rosas, un cuenco de la forma Lamb. 27 perteneciente a las producciones púrucas de barniz negro, una
pátera de la forma Lamb. 26 que por sus rasgos forma·
les y técnicos podemos considerar un producto proto·
campaniense, un bolsa) de la forma Lamb. 4-2-C procedente de un «taller» no localizado, además de un
pequeño número de fragmentos no áticos de dificil clasificación.
Dentro de las áticas, que como vemos poseen una
mayor representación, encontramos algunos vasos de
estilo de figuras rojas, y, sobre todo, vasos de barniz
negro.
De figuras roj as existen un fragmento de bo.rde y
un fragmento sin forma y decorado, perteneciente a
una cráJera de campana, y tres lcyliJces de la forma Lamb.
42-A , más unos fragmentos que podrían corresponder
a un cuarto lcyli.x. Entre ellos destaca el ejemplar hallado en la sepultura 6 (fig. 2); este vaso presenta en el
medallón central un joven atleta envuelto en su himation, que Ueva en la mano derecha un disco, y se encuentra en actitud oferente frente a un altar. En el exterior, dos grupos de dos jóvenes, enfrentados, uno de
ellos con un disco y los dos restantes con un ertrygilos;
entre dos jóvenes se ha respresentado un aryóaios; unas
palmetas bajo las asas completan la decoración en el
exterior, mientras que en el interior, una orla de hojas
enmarca el medallón central. Estos rasgos decorativos
definen la variante 1 de los kyliks del Grupo del Pintor
de Viena 116, tan abundantes en Andalucía y Sureste
durante la primera mitad del s. IV a.C. (RoOII.L.A.Rn,
1975). Sin embargo, la excelente factura del ejemplar
de La Serreta lo aleja de la tosquedad de acabado que
caracteriza a este grupo, y en cambio lo reladona con
algunos kyliJ;es de factura algo más cuidada como el lote
del taller de jena aparecido en Archena (B&AZLEY,
1948: 4-7-48, fig. 2, n.0 6 y 7), los ejemplares de La Bastida y la propia Serreta (TRIAs, 1967/68: 329-330,
n.0 18, lám. CLX, 8; 350, n.0 2 y 3, Jám. CLXV, 3 y
4-), y otros de UUastret (PrGAZo, J977: 54-56, n .0 137,
14-2 bis y 145, lám. XIV, 2 y XV, 3).
Por lo que respecta a la cerámica ática de barniz
negro, las formas más abundantes son las páteras de
la forma Lamb. 21 y los pequeños cuencos de la forma
Lamb. 21/ 25 b.
Completan el registro tipológico dos fragmentos
de borde de la forma Lamb. 22, dos lr.tlrdhtuoi Lamb. 40
de borde no moldurado, y al menos, tres piezas de la
forma Lamb. 42-B, a las que hay que sumar una base
de esta forma que Sanmartí llama del octaller- de los
/cyliJres de la forma Lamb. 42-C de Covalta (fig. 3, 1)
(SANMAJtT!, 1979: 168-169), y que, seg\Ín afirma, debió
fabricarse en el área mastiena o contestana.
Nos encontramos cambién con una imitación de
barniz negro púnico de la forma Lamb. 27 (fig. 3, 2)
perteneciente a la producción de baja caJjdad By.rsa
401, con un barniz amarronado, ftno, mate y d~ tacto
rugoso (M olll!l., 1986: 29-30); un bol de la forma
Larnb. 27 decorado con una roseta central de siete pétalos con botón central y sendos pistilos entre ellos,
procedente quizá de los talleres de Rosas, aunque por
hallarse la pieza totalmente alterada por el fuego no
podemos afirmarlo con seguridad; y por último, una
pátera de la forma Lamb. 26 (fig. 3, 3), decorada con
cuatro palmetas radiales inscritas en cinco líneas de
ruedecilla, con uña en la superficie de apoyo, que encontramos en Ampurias defmida como un producto
protocampaniense de la primera mitad del S. m a.C.
o muy a finales del s. fV a.C. (SANMARI:I, 1979:
n.0 159, láms. 103 y 108).
El contexto que nos definen ellcyli.x de figuras rojas
y los demis vasos áticos de barniz negro permiten fechar la necrópolis de La Serreta en la primera mitad
del siglo IV a.C., exceptuando la Sepultura 2 (bolsal
Lamb. 42 C), la Sepultura 9 (pátera Lamb. 26 y bol
Lamb. 27), y la Sepultura 16 (imitación púnica Lamb.
27), que podemos encuadrar entre fines del s. IV a.C.
y la primera mitad del s. ITI a.C. La Sepultura 13, en
la que aparece un ktJntharos Lamb. 40 de borde no moldurado, se fecha.rfa en Ja segunda mitad del s. IV a.C.
por paralelos en la necrópolis de El Cjgarralejo (CUA·
OllADO, 1987: T. 45, T. 95, T . 331).
Por último, es conveniente destacar que la casi totalidad de los vasos se hallan muy alterados por el fue87
[page-n-98]
E. CORTELL, J. JUAN, E.A. LLOBREGAT, C. REIC, F. SALA Y J .M. SEGURA
3
Fig. 3.- 1, SepuJJura 2; 2, &pultura 16; 3, SepulJura 9
88
[page-n-99]
LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SERRETA
2
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Fig.
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3cm .
1, &pultur4 1; 2, &pu/Jur4 13
89
[page-n-100]
E. CORTBLL, J. JUAN, E.A. LLOBREGAT, C. REIG, F. SALA Y J.M. SEGURA
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Fig. 5.- 1, 4 y 5, &pu1Jur11 U ; 2, Sepullur11 6; 3, &pu1Jur11 9; 6, &pu1Jur11 5b
90
3cm.
1
[page-n-101]
LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SERRETA
go, factor que dificulta notablemente su identificación;
profundizar en este hecho, que se repite en todas las
necrópolis, resultaría de gran interés para establecer el
proceso ritual del enterramiento.
El tráfico y las rutas comerciales que se infieren
de la llegada de estos prod~ctos a los poblados ibéricos,
y entre ellos La Serreta, es un aspecto importante a
tratar que excede del marco de este trabajo. Sin embargo, podemos avanzar que la Serreta participa en la evolución de los contactos comerciales apuntados ya por
Garc(a Cano para el Sureste (G.uofA C.u.:o, 1985:
67-69), que curiosamente son las mismas fases que se
establecen para las importaciones áticas de Ibiza (SAN·
cmz Fl!.RNÁNDE?., 1981: 303-309): aumento de las importaciones a partir de la segunda mitad del s. V a.C.,
aunque es en la primera mitad del s. IV a.C. cuando
se alcanza el verdadero apogeo de dichos contactos. En
este sentido es obligado hacer referencia al pecio del
Sec, que naufragó en el segundo cuarto del s. IV a.C.
y cuyo cargamento de cerámicas áticas es el mismo que
Juego encontramos en los yacimientos ibéricos y en La
Serreta {ARRIBAS eT ALII, 1987).
B. CERÁMICA IBÉRICA
l. Cerámica Ibérica fina
La mayor parte de la cerámica procedente de esta
primera campaña de excavaciones de La Serreta es, sin
duda, la cerámica ibérica fina. Sw formas cerámicas
poseen en general, unas pastas bien depuradas, de tonos anaranjados o rojizos. La decoración es siempre de
estilo geométrico, sencillo en su mayor parte, a excepción de un recipiente con decoración al parecer ve·
getal.
Los motivos más frecuentes se reducen a bandas
y filetes bien aislados, o bien sirviendo de marco para
otros motivos tales como circunferencias, semicircunferencias o segmentos de circunferencias concéntricas, 1(neas onduladas (cabelleras) y rombos.
Atendiendo a las distintas formas de los vasos, pasaremos a continuación a describirlas.
1.1. Urrw.s (fig. 4 y 5)
La importancia de este tipo de vasos cerámicos
radica, efectivamente, en la función a la que han sido
destinados. Sirven, casi siempre como recipientes donde se contienen los huesos de la cremación y también,
en algunos casos, guardan parte de los ajuares. Sus
pastas se caracterizan por hallarse bien depuradas.
Presentan, a su vez, una tonalidad anaranjada o tenuamente rojiza. Algunas de ellas poseen restos de
~ engobe superficial claro sobre el que se aplica la
decoración pintada en color rojo vinoso o, en su caso,
marrón.
Por lo que se refiere a la decoración, ésta es casi
totalmente geométrica, y adopta los clásicos elementos
de bandas y metes, círculos, semicírculos y arcos de
círculos concéntricos y líneas onduladas. En un único
caso, como decíamos arriba, presenta un motivo vegetal.
Entre las formas má$ caracterí11ticas, predominan
las urnas bitroncocónicas, de borde exvasado -a veces
de hombro marcado-, y base cóncava. Este mismo
tipo se repite en las urnas de menos tamaño o en vasos
de ofrendas, que acompañan, en ocasiones en ciertas
sepulturas, a las anteriores de mayor tamaño.
Todas ellas aparecen ampliamente recogidas por
la bibliografia actual con la denominación pithislr.oi
(NoRDSTROM, 1973: 171·173) tinajillas, o vasos de perfil
quebrado (ARAN&om-PLA, 1980: 81) de cuerpos bitroncocónicos (o, en su caso, tritroncocónicos) con el borde
exvasado y la base cóncava con o sin umbo y, a veces,
con el pie indicado o anillado.
Este tipo de urna aquf descrito, es una forma que
aparece profusamente en el área levantina y sudeste
peninsular (forma 19a de Cuadrado) (1972: 131). Algunos de sus modelos más característicos aparecieron en
el mismo recinto habitado de La Serreta, cercano al lugar que ahora nos ocupa. Su cronología se enmarcaría
entrt los siglos V y IV a.C. (BRON
Un segundo tipo de urnas correspondería a la co·
múnmente conocida como urna de orejetas perforadas,
representada aquí por tan sólo un único ejemplar que
apareció en el entorno de la Sepultura 14-.
Presenta, en su aspecto exterior, un cuerpo esferoide y apareció desprovista de su tapadera característica. En su lugar, fue cubierta por un plato-tapadera,
que más adelante pasaremos a describir. Su altura es
de 16 cms. y el diámetro de su boca, de 12 cms. Según.
la tipología expuesta por J.J. J ully UuLLv-No~toSTROM,
1966: 99) debería ser adscrita a su tipo e, forma esta
similar a otras tantas urnas recogidas en necrópolis tales como La Solivella (Fum:HRR, 1985: tig. 13, 6),
Hoya de Santa Ana, El Molar y Altea la Vella U uu.vNoRDsTROM, 1966) con una cronología que empieza en
tomo al si~lo V (FLETCHER, 1985: 317).
Por último, en la Sepultura 5b, apareció un !r414tlws
de cuello estrangulado, que sirvió también como urna
cinel'aria.
!.2. Platos (fig. 6)
Es, sin duda, este grupo el que aparece con mayor
profusión alrededor y en el interior de las sepulturas
de esta necrópolis.
Para su estudio hemos tenido en cuenta el trabajo
y análisis efectuado por la Dra. Carmen Aranegui,
91
[page-n-102]
E. CORTELL, J . JUAN, E.A. LLOBR.EGAT, C. REIG, F. SALA Y J .M. SEGURA
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Fig. 6.- 1 J 8, &puhura 1; 2, &puhura 6; 3 J ~. $lpuhrJTa U ¡ 5, &puhura 13;
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[page-n-103]
LA NECRÓPOLIS IBWCA DE LA SERRETA
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Fit. 7.- 1, S.puJJwo 5b; 2, Stpu/Jwa 2; 3, S.pu/Juro 9; f, S.pu/Jwo 8; 5 y 9, Juna dt stpu/Jwo,· ~ S.puJJwo 11,· 7, S.pu/Jrua 12; 8,
Stpu/Jrua 5o
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[page-n-104]
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t:OliTELL, J. J UAN, B.A. LLOBREGAT, C. REIG, P. SALA Y J.M. SECURA
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Fig. 8.- 1, &puilr.ua 8; 2, &puJJr.ua 10
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2
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LA NECRÓPOUS IBWCA DE LA SERRETA
cuando en su dia estableció la tipologfa de los platos
del poblado de La Serreta (ARANECUl, 1970: 107-121).
Entre todos ellos predominan aquellas formas de
perfU curvo y borde reentrante. La deración en éstos,
o bien está ausente, o bien se limita a bandas y fJ..letes.
A un segundo tipo, le corresponden los platos de
borde exvasado y perfil curvo o carenado. Uno de los
ejemplares de este modelo fue utilizado como tapadera
de la urna cineraria de la Sepultura l . La decoración
geomttrica aqu( ya es más variada, abundando las bandas y fl.letes que, en ocasiones, sirven para encuadrar
otros motivos geométricos más complejos: círculos, semicfrculos o cuartos de círculos concéntricos, series de
rombos, líneas onduladas y verticales.
Una tercera variante parece destacarse en el total
de las piezas observadas, al contemplar el eje~plar
aparecido en la Sepultura 13. Al parecer se tratarla
más bien de una especie de cuenco que imita con seguridad a un vaso de importación itálica (forma Lamb.
22). Posee un borde recto con el labio saliente y un pie
destacado con estrías.
De igual modo resaltamos del conjunto un platotapadera, que por su forma externa y caracterfsticas de
la arcilla en la que se ha modelado -tosca y con
impurezas- deberla ser aceptada como de importación púnica. Lo inclufmos en este apartado por las circunstancias en que tste apareció. En efecto, colocado
inversamente a lo que su función injciaJ hubiera previsto, sirvió para cubrir la boca de la urna cineraria de
orejetas de la Sepultura 14. El borde de este plato es
saliente, ligeramente obHcuo, y su pomo es macizo.
Cercano de aquel borde, presenta dos orificios, posiblemente de suspensión.
En cuanto al aspecto cronológico, siempre impo~
tante en este tipo de yacimientos, es dillcil de determjnar con precisión. Esto es debido sobre todo, a la aparente homogeneidad de las formas observadas, por un
lado, y por otro, al tipo de deco,-ación, reducida aquí
a motivos ge.o métricos que perduran durante un gran
lapso de tiempo. Por lo que respecta al análisis de los
tipos aparecidos en La Serreta, cabe concluir que son
de sobra conocidos en casi toda el área levantina.
1.3. Otras ]ortn4S (fig. 7)
Además de los tipos cerámicos anteriormente descritos, han aparecido fragmentos de otras formas cerá·
mjcas que se reducen a los sigujentes: borde de un ungüentar io al parecer fusiforme; u.na pequeña botellita
piriforme completa de borde cxvasado y base cóncava;
un vasito de ofrendas de borde igualmente exvasado y
base con pie anular indicado; por último, un pequeño
vaso decorado, fragmentado en su base.
Constatamos además, la aparición de al menos
cinco fusayolas, en el contexto mismo del enterramjen-
to, o en ocasiones, fuera de él. Dos tipos de ellas de la
Sepultura 11, otra de la Sepultura 12, y la cuarta, de
la Sepultura 5b. La última, que apareció fuera del contexto, posee una forma esférica. Todas las demás presentan un cuerpo bitroncocónko regular. Una de ellas,
de pasta anaranjada, muestra una decoración incisa,
por su mitad superior, a base de líneas que conforman
triángulos rellenos a su vez de pun~os. Las otras fusayolas, de pasta clara gris, fueron hallada.s en un e.s tado
de conservación inferior.
ll. Cerámica
lb~rica
de cocina
A continuación pasamos a analizar un tipo de cerámica cuya principal característica reside en aglutinar
a unos recipientes de upecto exterior sencillo, de superficies rugosu y ásperas y de arcillas con tonalidades
oscuras, marrones o negras. Su pasta, poco depurada,
posee unos desgrasantes gruesos, de calcita o de cuarzo
y su función principal sería la de cocinar o ser expuestos al fuego.
Todos los restos conservados han aparecido fragmentados y no se conserva ninguna forma completa.
Así el ejemplar de la Sepultura 1, configura una base
cóncava indicada de una urna de cuerpo globul ar. El
fragmento de la Sepultura 6, corresponde al borde y
parte del cuerpo de una olla de borde exvasado. Por último, una serie de fragmentos ruslados de bordes exvasados completar{an la visión total de este conjunto de
cerámjca tosca de cocina .
111. Cerámica a man o (fig. 8)
I ncluimos en este apartado dos formas cerámicas que
aparecieron íntegras y que poseen la particularidad de
haber sido elaboradas mediante modelado manual.
El primer tipo, representa una pequeña olla de
cuerpo globular, borde reentrante y base plana con el
talón indicado. Cerca del borde posee aplicado un cordón decorado con digitaciones. Su pasta es parda oscura y su superficie rugosa.
La segunda pieza responde a una forma cerámjca
dificil de clasificar. Pertenece a una especie de recipiente hueco, de tendencia elipsoidal, que termina por sus
extremos en forma agallonada. Aparece compuesta por
dos mitades casi simttricas.
IV. Coroplastia (fig. 9)
El arte de modelar figuras de arcilla cocida también se encuentra representado e.n esta exposición de
materiales cerámjcos más intersantes exhumados en la
necrópolis de La Serreta.
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E. CORTELL, J. JUAN, B.A. LLOBREOAT, C. REIO, F. SALA Y J .M. SEGURA
~3 ~
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Fig. 9.- 1, 2 y 3, &pu./Jura 15
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LA NECRÓPOLIS IB!RICA DE LA SBRllETA
Resalta, entre los escaaos fragmentos de terracotas aparecidos, una figura femenina de pie, de cuerpo
en.tero, que lleva sobre su hombro izquierdo otra figurilla más pequeña de un niño, la cabeza del cual se
halla ataviada con un alto tocado en forma de lr.tUa.tos.
Ambas figuras present~ la cabeza y la espalda cubiertas por un velo que se despliega en forma de concha o alas.
Mide este ejemplar 16'5 c:ms. de altura. Está fabricada sobre UD molde, de peñu semicircular y su arcilla
tiene una coloración ocre-amarillenta. Su superficie,
en apariencia grosera, se encuentra bastante desgastada y no permite detallar con mayor profundidad los detalles de los rostros y de su conjunto en general. Por
su reverso, se abre un orificio vertical de forma len ticular.
El modelo iconográfico aquf observado parece
identificar la figura de mayor altura como la diosa Dem~ter portando, sobre su hombro izquierdo a su hija
Kore-Pers~fone, señora de los infiernos y del mundo de
ultratumba (A..i.MAow GoR.Ju., 1980: Lám. XIV). Este
tipo de imagen aparece bien representado en la cercana isla de Ibiza, a donde apuntan, de id~ntica forma
algunos de los materiales encontrados en La Serreta.
En otros casos aparecidos en la isla, dicha figura femenina se representa portando ofrendas u otros objetos
(lbid., 1980: 53 y ss.). La importancia de este ejemplar
resalta más aún, al no haber sido hallada ninguna otra
pieza similar dentro del conjunto votivo aparecido en
el entorno del Santuario de este yacimiento
MoLT6, 1987-88: 295-331).
Un segundo ejemplar de terracota fue localizado,
a escasos cendmetros del anterior, dentro del contexto
de la misma Sepultura 15. Se trata de un fragmento
de la parte inferior de un rostro, al parecer femenino,
cuya lfnea de fractura se localiza en la base de su nariz.
Sus labios son gruesos y las mejillas y el mentón se haJian bien defmidos. La longitud conservada es de 4'+
cms. x 4' 5 cms. La pasta es de tonalidad ocre y su superficie se observa oscurecida a causa de la acción posterior del fuego.
Por último, otros dos fragmentos muy pequeños de
diiTcil clasificación -posiblemente partes de otros tantos rostros- , completan este pequeño conjunto coroplástico.
aUAN
C. ARMAMENTO
De un total de diecisiete sepulturas excavadas durante la campaña, seis proporcionaron armas en su
ajuar (las Seps. 1, 4, 5a, 6, 11 y 15).
Analizados en conjunto, Jos lotes de armas varían
desde la completa panoplia que porporciona la Sepultura 1, hasta el más modesto que aparece en la Sepultura 5a.
El caso de la Sepultura 1 es único hasta la fecha
en la necrópolis por la cantidad de armas aportadas
(Lám. n, 1):
A. ofensiva corta ....... ... . . 1 falcata
2 soliferrea
A. ofensiva larga a.Irojadiza
1 pilum
empuñada .. 2 lanzas
.. 1 regatón
A. defensiva empuñada ....... 1 manilla de escudo
Elementos de jinete .......... 2 acicates
La falcata es la única con cabeza de caballo en esta
campaña, as{ como la de mayor longitud.
Acompaña a esta falcata, además de los herrajes
de suspensión al tahalí, una guarnición decorativa de
hierro, formada por una espiga central decorada en
sentido longitudinal por dos bandas paralelas de roleos
enlazados, de la que parten tres abrazaderas a diferente altura, decoradas con los mismos motivos, que rodean La vaina. La última de ellas, la que corresponde
a la zona de la punta, es de menor anchura que las dos
anteriores. La longitud total de esta guarnición decorativa es de unos 28 cms. aproximadamente (fig. ll, 2).
Sorprende la cantidad de armas ofensivas largas,
que en este caso quedan claramente diferenciadas:
-Las arrojadizas, con UD n.0 elevado, tres: dos de
ellas son solifmea, de 2 mts. aproximadamente, de longitud, que aparecen fragmentados, enrrollados sobre s(
mismos alrededor de la urna cineraria. Las puntas son
triangulares con aletas y los extremos inferiores apuntados. Aunque no se aprecia una zona defmida de posible empuñadura, s( se observa en los distintos fragmentos un aumento del diámetro que podría corresponder
a ésta¡ y un pihlm, de 36'5 cms. de longitud con la punta pequeña lanceolada y leve arista entre las mesas.
- Las supuestamente empuñadas: dos lanzas de
distinta longitud. Junto a ~stas se encuentra un regatón, que convierte a una de ellas en un arma posiblemente empuñada. No creemos que la ausencia de un
segundo regatón indique que la otra lanza tenga carácter arrojadizo, puesto que esta categorfa de armas está
suficientemente reprensentada en el ajuar.
La manilla de escudo, de 70 c. s. de lon gitud es
m
de aletas triangulares, con cuatro remaches de sujeción
al cuerpo en cada una de ellas, y con sistema de suspensión d e gusanillo.
Esta longitud nos proporciona el diámetro real del
escudo al que perteneció, pues los v~rtices de las aletas
están doblados hacia la cara exterior, pellizcando el
borde del cuerpo.
Los acicates, únicos hasta ahora por sus caracteñsticaa, son asimétricos, con el cuerpo rectangular de
bronoe, con los bordes engrosados y una anilla puente
rectangular en cada uno de los extremos por donde pasaría la correa de sujeción. La punta es de hierro, de
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E. CORTEI..L, J. JUAN, B.A. LLOBRBCAT, C. REIC, F. SALA Y J.M. SECURA
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Fil. JO.- 1, &pukurtJ 54; 2, &¡nJJura 1
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LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SER RETA
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Fit . 11.-
1, &pu/Jura ll,· 2, &pullura 1
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B. CORTELL, J . JUAN, E.A. LLOBREOAT, C. RBIO, P. SALA Y J .M. SEGURA
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Fit. 12. - 1, 2, 3 y 7, &pu/Jura 1,· 4 y 5, &pultu.ra 4,· 6, Slpu/Ju.ra 6
lOO
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LA NECRÓPOLIS IdRICA DE LA SERRETA
6'8 cms. de longitud, está moldurado, con sección circular (lig. 10, 2).
La Sepultura 5a proporciona únicamente dos armas: ~na lanza y un puñal.
Este último, por sus características, hace que esta
sepultura, si bien opobre.. en cantidad de armas, destaque por el interés que ofrece el ejemplar en esta zona
(fig. 10, 1): se trata de un p~ñal de hoja trianglliar estrecha, con un haz central de finas acanaladuras enmarcadas por otras más profundas, paralelas a los bordes del arma. Conserva adherida la embocadura de la
vaina, ligeramente desplazada de su correcta posición,
con un a~ndice convexo que encaja en la muesca en
arco practicada en la parte inferior de la base de la empuñadura.
La embocadura tiene un remache transversal en
cada extremo interior que ajusta la hoja.
Los gavilanes muestran una ligera muesca.
La empuñadura conserva tres remaches para la
sujeción de las cachas. El peñll de ésta se ensancha en
la zona central, donde se unen las dos mitades c6ncavas, para despu6a abrirse en dos antenas separadas por
una escotadura en V. Éstas se rematan en un tope
plano.
Reóne las características de los puñales del tipo
Alcacer do Sal, que Cabré (CAallt y MoRAN CAsú,
1979: 763-774) y c~adrado (1963: 17-27), describen
con paralelos en Almedinilla, La Osera y Cigarralejo,
respectivamente.
Nuestro puñal tiene el pomo y las antenas divergentes reducidas a un alma laminar, semejante a la cm·
puñadura de la pieza de Almedinilla perteneciente a
este tipo.
Se diferencia de la empuñadura del arma del Cigarralejo (aparecida en la T 20+ y cuya cronología,
según Cuadrado, se remonta a mediados del siglo IV
a.C.) y de La Osera, en que éstas son de sección hexagonal. Sin embargo creemos posible que el recubrimiento de la empuñadura de nuestro puñal pudiera
conferirle esta sección, sirviendo de remate los topes
que a tal efecto conseTVan las antenas, sin los dos
botones del pomo que presenta el arma del Cigarralejo.
Lo acompañan los dos herrajes de suspensión al
tahalí.
La longitud total es de 33'5 cm. de los cuales 24
cm. corresponden a la longitud de la boja y 9' 5 a la
longitud de la empuñadura.
Descripci6n de lu arma1
Fakatas.- Aparecen en cinco de las seis sepulturas
y sólo una falcata en cada ajuar. Unicamente en un
caso tenemos fragmentos de una posible 2.1 falcata en
el mismo ajuar (Sep. 15).
En la única sepultura en que no aparece la falcata
(Sep. 5a), queda sustituida esta categoría de armas por
el puñal ya descrito.
La mayoría de ellas, tres, son de cabeza de ave;
sólo en un caso es de c.a beza de caballo, y en otro es
indeterminada.
Las acanaladuras de las hojas son paralelas en los
cuatro casos en que es posible identificarlas.
La asociación de estas dos circunstancias parece
ser indicio de antigüedad dentro del armamento ibérico, pues no se conocen ejemplares que retlnan estas características en Baja Época (Qu!ISADA, 1988: 285).
Las longitudes varían desde los 64 cms. (Sep. 1),
a los 55 cms. (Sep. U) {fig. 11, 1).
Armas ofensivas /argo.s
Dentro de éstas podemos señalar como claramente
arrojadizas los dos so/jfoTTm y el piium ya descritos de la
Sepultura 1, y uoajabalina que aparecen en la Sepultura 6, que aunque se asocia a un regatón , creemos que
es un arma específicamente arrojadiza por su característica punta corta y maciza y su cubo relativamente
largo en relación a la boja.
En cuanto a las lanzas, no siempre es posible determinar su función.
Aparecen en cuatro sepulturas, en dos de las cuales (Seps. 1 y 4) hay 2 ejemplares, siempre una más larga que la otra y asociadas, en ambos casos, a un sólo
regatón, lo que parece indicar que una es empuñada
y otra arrojadiza.
En las otras sepulturas en cambio, aparece sólo
una lanza, en su caso sin regatón y en otro con dos regatones.
Las longitudes varían entre 45 cms. máximo
(Sep. 4), y 16 cms. mínimo (Sep. 11) (fig. 12).
Armas dejrn.siuas
Hemos comprobado que éstas siempre se asocian
a una faleata y su presencia en una sepultura siempre
es indicadora de la existencia de una falcata .
No sucede sin embargo la opción contraria: la presen cia de una falcata no siempre ea garanúa de que
haya un arma defensiva en el ajuar.
Esto revela la coherencia de los ajuares, que reflejan la realidad del armamento utilizado y reafirma el
protagonismo de la faleata como arma a la que se subordinan, en contextos funerarios, las defensivas.
EmpuMdas. - Las manillas de escudo aparecen en
cuatro sepulturas, y sus longitudes oscilan entre los 70
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E. CORT.ELL,
J. JUAN,
E.A. LLOBitEGAT, C. REIG, F. SAL.A Y J.M. SECURA
2
3
1
o
3cm.
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Fig. 13.-
102
1, &pu/Jura 1¡ 2, &pultura 11¡ 3, &puJJura 6
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LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SERRETA
cms. de la pieza descrita de la Sepultura 1, y los 31
cm_s. de la que aparece en la Sepultura 11 que está casi
completa (fig. 13).
Todas elJas presentan un peñll plano, salvo la de
la Sepultura 6 que es claramente cóncava.
En este apanado es necesario describir uno de
los halJazgos más espectaculares de los obtenidos hast
Es una pieza de bronce, con casquete central, el
cual presenta una perforación centrada en su pane superior.
La decoración está distribujda en franjas concéntricas que se disponen de dentro hacia fuera de la siguiente forma: dos series de aspas o equis incisas alter·
nao con una secuencia de parejas de triángulos incisos
urudos por sus v~rtices, dispuestos sin que lleguen a
ucirse, de mayor tamaño que los motivos exteriores,
dejando dos espacios sin decoración entre las tres franjas; la banda exterior, de 3 cms. de ancho, presenta un
calado con motivos de eses enfrentadas y ligadas entre
sí, silueteadas por una lfnea incisa. Alternan con motivos de flor de loto entre palmetas, que aparecen de tres
en tres (fig. H).
En la misma sepultura apareció una manilla de e$cudo, con los remaches de sujeción en posición original. Cabrla pensar que pertenece a la misma pieza que
el umbo de no ser porque ~ste no presenta perforación
alguna por la que pudieran pasar los remaches (que
quedarían a la altura de la franja sin decoración), ni
roturas que indicaran que la manilla y el umbo hab(an
sido separadas. De tratarse de dos panes de la pieza,
y puesto que los remaches aparecen en su lugar, ambas, umbo y manilla, hubieran aparecido unidas por
éstos. Creemos pues que se trata de dos piezas distintas.
No hemos podido observar huellas de golpes producidos por armas, nj cortantes ni aplastantes, y la
perforación cenital no presenta desgaste. (Conversación personal mantenida con Fernando Quesada.)
MEDIDAS
diámetro total: 2-4'5 cms.
diámetro casquete: 11 cms.
grosor lámina bronce: 0'1 cm.
altura casquete: ~ cms.
CoTporaks.- Sólo en un caso, Sepultura 4, aparece
este tipo de armas defensivas.
En esta sepultura se da la circunstancia de que a
una manilla de escudo se asocian 2 discos coraza (fig.
15).
Se trata de 2 discos de bronce, de 25 cms. de diámetro, con un reborde exterior de hierro. En cuatro
puntos de éste, el hierro conforma una abrazadera que
encierra una anilla, por las que pasaría el correaje de
suspensión.
No presenta decoración.
Uno de estos discos cubría los huesos de La cremación, y el otro se encontraba doblado sobre sf mismo
y retorcido.
En la sepultura 400 de la Necrópolis Ibérica de ocEI
Cabecieo del 'n:soro.. , Murcia, aparecen un par de discos coraza de hierro, con una cronología de la primera
mitad del siglo IV a.C., fecha que para Quesada (1989:
23) es algo más tardfa que la atribuible a la de Las piezas fabr icadas en bronce.
Complemen to6 del armam ento: cucbillos
afalu tados y correajes
Incluimos los cuchillos afalcatados dentro del
apa.rtado de complementos del armamento puesto que
creemos que ~sta es au función, sin las implicaciones
militares que tiene el resto de la panoplia, además de
su función como utensilio doméstico.
En la necrópolis aparecen en dos sepulturas:
mientras en la 5a se asocia a armamento (puñal y lanza), en la 13 no hay nada en el ajuar que indique que
se trata de una sepultura de guerrero, por lo que a pesa.r de la presencia del cuchillo no la hemos incluido
entre las sepulturas con armas (fig. 16).
Otro de los complementos seña el tahalí, o las piezas que quedan de ~1: los pasadores de bronce, que
siempre se hallan en las sepulturas en que las armas
están representadas. En unos casos aparece un sólo
ejemplar (Seps. 5a, 6, 11), mientras que en otros son
dos (Seps. 1 y 4).
Aunque no hemos incluído a la Sepultura 7 entre
las sepulturas con armas, puesto que apenas proporciona fragmentos de herraje de suspensión, ahora debemos mencionarla al aparecer en ella un pasador y un
fragmento de otro.
Los tipos más frecuentes son dos: de cabeza circular plana, o plano·eonvc:xa, en algunos casos con aplique central (Sep. 1), y de cabeza e.n forma de hoja de
hiedra (Sep. 4) (fig. 16).
Aunque las hebillas puedan ser incluidas en la categoría de adorno personal, preferimos mencionarlas
en este apartado pues todas ellas han aparecido en sepulturas con armas, Jo que nos lleva a plantear que podría tratarse de elementos de correajes de guerrero, por
lo menos en los casos que aquf exponemos.
Contamos con ejemplares, tanto en hierro como
en bronce, en las siguientes sepulturas:
-La Sepultura l proporciona tres de hierro, dos
de los cuales son rectangulares grandes y dos de bronce, una de ellas pequeñísima, que por su forma y dimensiones podría tratarse de la hebilla de sujeción de
una de las espueJas_
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E. CORTBLL, J. JUAN, E.A. LLOBREOAT, C. REIG, P. SALA Y J .M. SEGURA
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LA NEC RÓPOLIS ffiÉR1CA DE LA SERRETA
.......
Fit. 15. - Sepultura 1
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E. COR.TELL, J. JUAN, E.A. LLOBRE
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o
3cm.
Fig. 16. - 1, &puhuro 13¡ 2, Sepuhtno 5o¡ 9 y 11, &puhuro 4; 4, 6, 7, 8 y 9, &pulluro 1; 5, Sepultura 11; 10, Sepultura 15
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LA NECRÓPOUS mtluCA DB LA SERRETA
-Las Sepulturas 4 y 15 ofrecen una hebilla circular de bronce en cada caso (fig. 16).
D. ELEMENTOS DE ADORNO Y USO
PERSONAL
Ffbulas
Situaci6n de las armas en las sepulturas
En los casos en que existe urna cineraria, las armas se disponen rodeándola, como en la Sepultura L
o junto a ciJa, Sepultura 6.
Si no hay urna cineraria, a menudo una de las armas tiene una •posición destacada» respecto a las demás: en el caso de la Sepultura 4 el disco coraza cubre
los restos de la cremación, y en el caso de la Sepultura
11, el umbo cumple la misma función, estando el resto
de las armas algo separadas de la pieza destacada (fig.
1).
No hemos podido observar una orientación de las
armas que sirva de patrón en rodas las sepulturas. En
cada caso adoptan una orientación particular.
Sí se aprecia, en cambio, una intencionalidad en
la deposición de las armas en el espacio de la sepultura,
por ejemplo en la ll, en que la manilla del escudo está
perpendicular a la falcata, y paralela a ésta la lanza y
los regatones. El umbo estaba centrado en el área de
la sepultura. Es la única que presenta una clara orientación de sus elementos NE-SW (fig. 1) (Lám. U , 2).
Aparecen en siete sepulturas {3, 4, 5a, 6, 12, 14
y 15), que cuent.a n con un ejemplar, excepto en las Sepulturas 14 y 15 que registran dos. Todas las flbulas corresponden al tipo anular hispánico, con diferentes variantes de puente, y dominando el tipo rectangular con
extremos lobulados (en las Sepulturas 5a, 6, y una de
la 15). Las restantes presentan el puente de cazoleta y
romboidal.
Destaca por su gran tamaño la fibula de la Sepultura 6 (con 8 cms. de diámetro) y el fragmento de anilla de la localizada en la Sepultura 15 (con 12 cms.
aproximadamente de diámetro).
Dentro de este apartado haremos mención de las
fibulas sin contexto dentro de las sepulturas: dos flbulas del tipo La Tene y dos anulares hispánicas, una de
ellas con puente rectangular y extremos lobulados, y
otra con puente de timbal (fig. 17).
Salvo la trbula de la Sepultura 3, que es de hierro,
los restantes son de bronce.
Colgante•
Inutiliaación de armas
.En algunos casos resulta evidente la inutilización
de las armas, como por ejemplo en los dos soliftrrtJJ en rroiJados alrededor de la urna, algo que es habitual en
este tipo de armas.
Las Sepulturas 4 y 6 presentan sus correspondientes falcatas dobladas sobre sf mismas.
Entre las lanzas, sólo una (Sep. 4), aparece doblada, y es precisamente la más larga de las dos que aparecen en la sepultura.
Entre las manillas de escudo sólo la de la Sepultura 1 aparece retorcida en sentido longitudinal y doblad a junto a los solij tJJ.
m
Y por último, en La Sepultura 4, ya hemos mencionado que el disco coraza que no cubría los restos óseos,
estaba doblado sobre sf mismo.
Salvo en el caso de los soliftrrea, de gran longitud,
no creemos que el motivo de la inutilización sea el espacio disponible, sobre todo tratándose de piezas de
corta longitud, habiendo constatado que existía espacio suficiente para la deposición de las armas sin dobleces en el área de las distintas sepulturas.
Se incluyen en esta categoría de elementos de
adorno personal las cuentas de collar de pasta vftrea
y una serie de apliques, igualmente de pasta, de silueta
oval y sección plano-convexa (representados por un
sólo ejemplar en las Sepulturas 6, 9 y 10), que en algún
caso presentan un canal longitudinal q ue permitirfa la
suspensión (mediante hilos) del colgante, como ocurre
en cuatro ejemplares: uno de la Sepultura 9 y tres de
la JO, uno de los cuales conserva dos fm os hilillos de
plata (fig. 18).
Otro tipo de cuentas son las esféricas agaJJonadas,
de pasta azul y turquesa (tres de ellas en la Sepultura
JO y tres en la 15) (fig. 18).
Fuera de contexto de las sepulturas aparecen 3
ejemplares de este tipo.
Asimismo contamos con dos ejemplares de cuentas esféricas de las denominadas de ~
Una variante de este tipo de cuentas, en este caso
de silueta anular agalloJJada, pero que presentan mayor fragilidad, están presentes en las Sepulturas 9, 10
y 15, que registran un sólo ejemplar en cada ajuar (fig.
18).
Otro tipo de colgante que proporciona la necr6poLis son los amuletos ibicencos de tipo egipcio, hallados
en Las Sepulturas 9 y 10 (fig. 18).
El encontrado en la Sepultura 10 representa, posiblemente, un enano pateco panteo (FB"li.NÁHDJ!~·PAoltÓ,
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E. CORTELL, J . JUAN, E.A. LI..OBREGAT, C. REIG, F. SALA Y J .M. SEGURA
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Fig. 17.- 1, Slpu/Jura 5a; 2, &pubura 6; 3, Sqndtura 14; 4 J JO, &pullur11 11¡ 5, &puJJura 12;
&pu/Jura 15; 12, Stpullura 9,· 13, &pullura 1
108
6. 7.
8 J 9, Juna t11 s•pu/JurtJ; 11,
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LA NECRÓPOLIS IBIDCA DE LA SERRETA
1986: Fig. 1, 5¡ Láms. 1 y U). Conservado en su mitad
superior, se halla fragmentado a la altura del arranque
de ambas piernas.
Los detalles de su rostro y cuerpo, tanto en el anverso como en el reverso, se encuentran en muy malas
condiciones de conservación, no obstante, resalta de
entre éstos una cabeza enorme y desproporcionada, en
cuya base se abre un orificio de suspensión. Por su parte frontal, a la altura del vientre, convergen sus dos
brazos doblados. En el dorso aparece representada una
figura de perfil con ambos brazos también doblados,
que discurren en direcciones opuestas,
.El desgaste de la pieza y su fractura, no permiten
detallar otros rasgos complementarios. Su longitud
conservada es de 27 mm.xl9 mm.
El ejemplar que ofrece la Sepultura 9, del mismo
tipo que el anterior, de pasta vidriada verde, representa un enano pateco (!bid., 1986: 15; Fig. 1, 2; Lám I,
1). Conservado íntegro a excepción de la cabeza, presenta un desgaste superior al del ejemplar anterior.
Este tipo de amuletos son conocidos según Fernández y Padró no sólo en Egipto, sino que son muy numerosos en Cartago, as( como en Cerdeña. En la Península Ibérica, han aparecido ejemplares en Villaricos,
Gorham's Cave, Cádiz y Puente de Noy, Almuñecar,
con una cronología dentro de La primera .m itad del
s. IV a.C. (!bid., 1986: 17¡ notas 1-8).
Por último, un colgante de plata, hallado en la Sepultura 1, con silueta oval y una pequeña anilla de suspensión, presenta engarzada en su interior un aplique
d.e materia anacarada (fig. 18).
Pendientes
La orfebrería ibérica, en oro y plata, únicamente
aparece representada en las Sepulturas 1, 14: y 15.
Las arracadas de oro muestran diversa tipología;
-De aro torceado y tres granos dispuestos en
triángulo invertido (pieza de la Sepultura 1) que inclu~
ye una pequeiia cuenta de pasta - esférica achatadaatravesada por el aro.
-Arete amorcillado de cordones torceados (ejem·
plar del ajuar de la Sepultura 1).
-Arete amorcillado de sección hexagonal, con
hilo de oro en espiral en ambos lados (pertenece a la
Sepultura 14).
-Arete amorcillado de sección plana (proporcionado también en la Sepultura 14) (Lám. IV, 2).
En los dos primeros casos los extremos del aro se
presentan cerrados, e.nrrollado cada extremo sobre el
opuesto. Las dos arracadas de la Sepultura 14: mantienen sus extremos sobrepuestos sin arrollar.
Un pendiente de plata de sección circular y extremos apuntados, formaba parte del ajuar de la Sepultura 1 (fig. 17). La Sepultura 15 proporcionó una pareja
de pequeños pendientes, igualmente de plata, de forma
anular, pero que no conserva los extremos.
Sortijaa
Dentro del grupo de anillos de sección p lana o
plano-convexa, se constata la presencia de este tipo de
anillos de bronce en las Sepulturas 3, 6, 12 y 14.
Las sortijas con chatón forman parte de los ajuares de tres sepulturas: una de bronce, con chatón liso,
en la 9¡ una de plata con grabado en hueco de un ave,
en la Sepultura U (fig. 17); otra más de plata que presenta un motivo indeterminado igualmente grabado en
hueco, en la Sepultura 15.
Pulaera11
Un único tipo de pulsera, consistente en un delgado hilo de bronce de sección circular o cuadrada, y de
diámetro nunca super ior al milúnetro, se constata en
las Sepulturas, 1, 9, 11 y 13, y en todos los casos se reduce a pequeiios fragmentos que no permiten conocer
la longitud y características de las mismas.
Elem entos d e hueso
La urna cineraria de orejetas de la Sepultura 14:,
contenía en su interior, junto con los restos óseos de
la cremación, una placa de hueso decorada, de silueta
rectangular y sección plano-convexa, que reproduce un
motivo en bajorrelieve, en el que se aprecian ]as siluetas de dos bóvidos postrados sobre sus cuartos delanteros, de manera que uno de ellos se sobrepone al que
ocupa el extremo izquierdo de la placa (fig. 18).
El borde aparece liger amente engrosado, delimitado por una línea sobre la que se disponen unas perforaciones circulares que rodean el motivo, incompleto en
su extremo derecho.
La 1ongitud es de 52 mm., la anchura es de 17
mm. y el grosor de la placa de 2 mm.
Al respecto de esta placa., conocemos una pieza semejante del ajuar del riliurnium de la '1\.unba 25 de los
Villares (Albacete) fechada aproximadamente a mediados del s. V a.C. (BLÁNQ.UE~, 1990¡ fig. 68, n.0 6540-l).
La Sepultura 15 proporciona un agujón de hueso,
incompleto en su parte central, decorado en la zona superior con tres series de líneas incisas, que forman un
motivo de dientes de sierra, deliiP.Ítados por líneas incisas horizontales, que conforman dos bandas intermedias sin decorar (fig. 18).
La longitud conservada, en los dos fragmentos, es
de 10 cms. aproximadamente y la sección, circular,
máxima es de 6 mm.
109
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E. CORTELL, J..JUAN, E.A. LLOBREOAT, C. R.ElG, F. SALA Y J .M . SEGURA
1
2
~
5
3
•
7
6
10
o
.
8
o
11
@Q
12
14
Fig. 18.-
110
9
-==-
O
3cm.
o~
13
1, SeprJJura 1¡ 2 y 3, &prJJura 9¡ 1, 5, 6 y 7, &pu/Jwoa 10; 8, &puliura U; 9, 10, 11 y 13, &pulJJJ.Ta 15; 12, Sepultura
12; 14, fi-a di s1pu1Jura
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LA NECRÓPOLtS IBÉRICA 08 LA SERRETA
Entre el ajuar de la Sepultura 11 aparecen unas
pinzas de bronce con los brazos o palas rectangulares,
decoradas con motivos calados: círculos con cuatro radios curvados y perforación central, segmentos curvos
y dos hojas estilizadas. Estos motivos están silueteados
por un puntillado (fig. 17).
La cabeza o puente de unión, que conserva una
anilla estrangulada de suspensión, está decorada con
tres bandas que inscriben un aspa cada una.
La longitud total es de 11'3 cms. y la anchura de
2'2 cms.
CONCLUSIONES
Este estudio preliminar de la necrópolis confirma,
en principio, la cronología general inicialmente atribuida al poblado de La Serreta (Lt.O&UCAT, 1972: 56).
Dicha cronología y el registro documental coincide con
Los contextos que presentan Jos poblados de Covalta
(V AI.L o& PLA, 1971) y Bastida (LAM»ocLIA, 1954-), situados ambos en la misma área geográfica donde se ubica
La Serreta.
Viene configurado asf un horizonte cultural cuya
pauta nos la marca, en primer lugar, las ccr&micas áticas. Dichas importaciones podríamos encuadrarlas entre principios del s. IV a.C. y la primera mitad del
s. lll a.C.
ldéntico margen cronológico viene representado
también por la cerámica ibérica, tanto en sus formas
- urnas de orejetas, vasos bitroncoc6nicos-, como en
general por los motivos decorativos que se inscriben
dentro del estilo geométrico sencillo.
En cuanto al a rmamento, posiblemente el predominio de las falcatas con cabeza de ave y a canaladuras
paralelas, el puñal de antenas del tipo Alcacer do Sal,
los discos coraza de bronce y la aparición de fibulas del
tipo La Tene antiguas (CUADJW)(), 1987), nos remiten
igualmente a una datación antigua.
Es bastante representativo, sin duda, que en tan
sólo diecisiete sepulturas excavadas, los límites cronológicos sean más amplios de lo esperado en principio.
Seguramente nos encontremos -y futuras campañas
nos lo podrán confUJ'Ilar- ante un ejemplo más de es·
tratigrafía horizontal.
Por lo que respecta al tipo de sepulturas, pocas
variantes -cosa lógica por otra parte- hemos podido observar hasta el momento. Y más si tenemos
en cuenta la escasa potencia estratigráfica del terreno
excavado que nunca excede de los 50 ems. de profundidad . .En general. son frencuentes los depósitos cinerarios formados por pequeñas fosas que suelen guardar las cenizas y carbones con restos de los ajuares.
En tan sólo cuatro casos los enterramientos p resenta·
ban, al parecer, una especie de estructuras de
piedras.
En cuanto al rito fune rario, únicamente se halla
representado el de la cremación del cadáver. Hasta el
momento, las manchas de cenizas que se han encontrado no permiten considerarlas, en ning(m caso como ustrimun. Por otra parte, el lugar de las cremaciones no
debió, al parecer, estar muy alejado del sitio d onde se
depositaban los restos calcinados, si tenemos en cuenta
los restos de carbones aparecidos en más de un enterramiento.
La escasa extensión excavada de la necrópolis, asf
como el corto número de sepulturas exhu madas, no
nos permiten, por el momento, señalar otro tipo de
conclusiones que esperamos, con el tiempo y el rigor
necesario, ir progresivamente aumentando.
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LA KECRÓPOLIS IB I~RLCA DE I..A SERRETA
1
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Lóm. 1. - 1, vista dt la cara sur tk Lo Smeta: Situación tk lo ruerópolis; 2, Órta e.uouaci'ón /987
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Consuelo M ATA P ARREÑo * y Helena B oNET R oSADO* •
LA CERÁMICA IBÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
.
"
Desde que Bosch, en 1915, tratara por primera vez
de la cerámica ibérica desde un punto de vista cienúfico, los datos sobre ésta han aumentado considerablemente gracias a las imp ortantes excavaciones que se
han r ealizado desde entonces. En la actualidad, el conocimiento sobre este aspecto de la cultura material
ibérica es muy importante y se puede apreciar bastante
unanimidad a la hora de tratar temas que fueron polémicos en los inicios, tales como el origen, cronología
y evolución. A pesar de ello, son pocos los trabajos de
síntesis que se han dedicado a la cerámica, destacando
entre ellos el de Tarradell y Sanmartf d e 1980 por su
voluntad globalizadora y ser el más reciente dedicado
a este tema. Otro de los aspectos escasamente tratados
es la realización de una sistematización tipológica de
la cerámica ibérica en su conjunto, aunque no faltan
ensayos basados en un yacimiento (CuADJWX>, 1972;
GoN1.Ál.8Z PRATS 1983; PIUUIDlA SI1!.SO 1979; Ros SALA,
1989b; V AQUUJZo, 1988: 200-254-), región (.Ail.ANEOUI y
Pu, 1981; BEI.tN y PERI!IRA SIESO, 1985; NoRDST:ROM,
1969 y 1973; Plll.lci!R, 1962; PI!REIRA SIESo, 1988 y
• Dep. de Prehistbria i Arqueologia. Univenitat de Val~cia.
•• Servicio de Investigact6n Prehietórica. Diputación de Valencia.
1989), clases y calidades (AAANwuJ, 1969 y 1975; B....
I,.LI!STBR, 194-7; CoADRADO, 1952; GoNZÁLI!Z PRArs, 1981) o
formas cerámicas (ARANEOUJ, 1970; C oNOP. 1 Bl!JU)Ós,
1987 y 1990; FUITCKI!R, 1952-1953, 1953, 1957 y 1964-;
F LORIDO, 1984; j OLLV y NoRDSTROM, 1966 y 1972; Lru.o,
1979; PeiUilllA SIESO y Ronuo, 1983; R.mBRA, 1982).
Este ensayo de tipologfa se ha realizado con una
intención globalizadora que permita superar los particularismos d e una región o yacimiento y con un criterio abierto que facilite su ratificación, modificación o
ampliación a medida que el avance de la investigación
así lo requiera. Por otro lado, se ha pretendido hacer
un instrumento de trabajo que permita llegar a una
comprensión más completa de la Cultura Ibérica, al
considerar en las cerámicas, además de los criterios tipológico y cronológico, el funcional. Aunque conscientes de la dificultad que entraña la adopción de este último criterio, el estado actual de los estudios ibéricos
reclama avanzar y profundizar en aspectos económicos, politicos, sociales y culturales, a los cuales se pued en hacer aproximaciones tratando el registro arqueológico con criterios diferentes a los tradicionalmente
utilizados. En este sentido, este ensayo de tipología n.o
es sino el primer paso para realizar estudios integrales
sobre el Mundo Ibérico y acercarse a los usos cotidia-
117
[page-n-128]
C. MATA PARREÑO Y ft . .
BONET ROSADO
nos tal y como recientemente se ha hecho con la vajilla
de Olbia (BATS, 1988).
1. CRITERIOS UTILIZADOS
Los criterios utilizados en la elaboración de la tipologfa han sido los siguientes:
1.1. TECNOLOGÍA
En primer lugar, se ha tenido en cuenta la tecnología cerámica qu e, a grandes rasgos, va a determinar su
utilidad. Se han diferenciado dos grandes clases: la cerámica fina o clase A y la tosca o clase B.
1.2. MORFOLOGÍA
La morfología de los reetptentes se ha utilizado
tanto en base a criterios objetivos mensurables (altura,
diámetro boca e índices de profundidad y de abertura),
como a atributos morfológicos de carácter general (perfu simple o compuesto, presencia/ausencia de pie y elementos de prensi6n).
1.3. FUNCIONALIDAD
A los datos obtenidos anteriormente, se ha añadido un criterio de funcionalidad, criterio que puede
ser discutible, pero que a pesar de ello puede ayudar
a interpretar la Cultura fbérica más allá de u na mera
seriación y catalogación de los materiales hallados en
las excavaciones que, en el estado actual del conocimiento, están abocadas a un callejón sin salida. Este
criterio de funcionalidad debe tomarse como punto de
partida para avanzar en el conocimiento de las sociedades pre y protohistóricas, nunca como algo definitivamente establecido, excluyente o determinante y
constrastarlo siempre que ello sea posible, puesto que
el contexto en el que aparece la pieza proporcionará
datos de gran importancia en relación a la funcionalidad (Rurz RooJdGI1EZ, M ot.INos y H oJtNos, 1986: 58).
En este sentido, algu~ de las contrastaciones realizadas mediante comparación COJl el mundo clásico
(BATS, 1988; j oNES, GRARAM y SACu·rr, 1973) y el islámico (Rossu.t.ó BollDOY, 1991), el análisis microespacial (C ioLEX-ToltltELLO, 1984-; BEJtNABJm, BoNl!'I', G uútN
y M..m., 1986) y la comparación etnográfica (CARN&.
RO y RenoNOO, 1986; GRBGoJU, Cucó, LLOP y CABJU!.RA,
1985; JuAN DoMtmcH, 1990-1991, entre otros) han revelado la utilidad de la funcionalidad a la hora de
aproximarse al estudio de la vida cotidiana de Jas sociedades protohistóricas.
UB
1.4. TERMINOLOGÍA
Los problemas que se han planteado a la hora de
abordar el léxico utilizado en este ensayo de tipología
se han resuelto del siguiente modo:
-Por un lado, se ha evitado introducir términos
nuevos que complicasen más el panorama existente,
ma.Jltenjéndose vocablos ampliamente difundidos en la
bibliografía ibérica siempre y cuando no exista un
equivalente castellano adecuado. Así, se ha mantenido:
kalathos, urna de orejetas, vaso «a chardon .., etc.
-Se han evitado vocablos como vaso, vasija o
urna, que por demasiado genéricos, no sirven para describir tipos cerámicos, máxime si se tiene en cuenta
que, por ejemplo, la palabra urna se utiliza preferentemente en contextos funerarios pero no existe una forma exclusiva para tales fines (urna de orejetas, tinajillas, platos y tapaderas, ollas de cocina, etc.).
-Se utilizan, ante todo, términos de la alfarería
actu.al peninsular (tinaja, o11a, cuenco, jarro, etc.),
manteniéndose la transcripción griega sólo para aquellos casos que no tienen traducción al castellano o paralelos t:ipológicos evidentes, por tratarse de formas inexistentes en la actualidad o copiar vasijas griegas
(kantharos, krateriskos, skyphos, kylix, etc.). En este
sentido, se están haciendo esfuerzos por llegar a una
normalización terminológica bien mediante léxicos en
diferentes lenguas (.BAver, FAVVET y M oNzóN, 1988),
bien mediante la transcripción desde otras Lenguas
(BAoEN~ y ÚJ..">tos, 1988¡ R osse.LLÓ Boaoov, 1991).
- A pesar de todo, se ha tenido que introducir algún término nuevo preferenteme. te en castellano
n
(orza, cubilete, tarro, etc.), pero si.n descartar la utilización de palabras griegas que defman mucho mejor
algún recipiente (lebes, frente a copa de pie bajo, caldero, fuente, oUa o palangana, por sólo recoger alguno
de los mtíltiples calificativos utilizados para este tipo
tan frecuente en el repertorio ibérico).
-Finalmente, se utiliza una nomenclatura doble:
numérica y funcional, con el fm de facilitar su uso en
tablas de inventario, registro informático, etc. puesto
que son totalmente equivalentes.
1.5. CRONOLOGÍA
El aspecto cronológico no puede olvidarse si se
preten de llega:r a comprender el nacimiento y evolución de una cultura, y más contando con un conjunto
numeroso de yacimientos que cubre, con algunas lagunas, toda la secuencia evolutiva. De este modo la evolución cronológica de los diferentes tipos puede seguirse
con relativa facilidad a lo largo del Ibérico Pleno (ss.
V-III a .C.), aunque son escasos los yacimientos publicados con niveles del s. V a.C.; el Ibérico Antiguo
(s. VI a .C.) empieza a documentarse, sobre todo, en
[page-n-129]
LA CERÁMICA rliÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
Andalucía sin que falten yacimientos de esta cronologfa en otras áreas ibéricas; sin embargo, el Ibérico Final (ss. ll-1 a.C.) carece de una muestra lo suficientemente extendida como para poder contrastar los datos
ofrecidos por los pocos yacimientos conocidos de esta
época (R os SALA, l989a).
1.6. TIPOLOGÍA ABIERTA
Se ha querido elaborar una tipología abierta, en la
que quepan las posibles variantes locales y regionales y
que, por lo tanto, superara unos límites geográficos concretos. Para ello, se han tenido en cuenta la mayoría de
los repertorios publicados a la hora de contrastar si los
upos propuestos tenían su correspondencia en las distintas regiones ibéricas. Es evidente que una labor exhaustiva en este sentido es difrcil, sobre todo porque importantes conjuntos permanecen todavfa inéditos. Con el rm
de facilitar la contrastaci6n de los tipos propuestos aquf
y las diferentes tipologías realizadas basta el momento,
se señalarán también los tipos equivalentes de otros repertorios: ARANP..OUt-PLA, 1981; CUADilAOO, 1972; GoNZÁLU
PllA'rs, 1983; NoP.DSTRóM, 1973; .Pr.JU>.JilA SIE$0, 1988; Ros
SALA, 1989b y V AQ.U'BRJZO, 1988: 200-254-, independientemente, de las referencias que se baga a otras tipologías
más concretas.
1.7. DOCUMENTACIÓN GRÁFICA
A la hma de ilustrar los diferentes tipos se ha tra·
bajado, sobre todo, con materiales procedentes de yacimientos ibéricos valencianos. Sólo en los casos en que
determinados tipos o subtipos no están bien representados o no existen en esta zona, se ha recurrido a ejemplares de otras áreas geográficas.
Evidentemente, abordar una tipología de estas características no está exenta de problemas: funcionalidad real de los recipientes, información deaigual, variaciones regionales muchas veces supuestas pero sin
posibilidad de comprobación, etc.; a todos eUos, se han
intentado darles solución de la manera más razonable
y objetiva posible. La aceptación expUcita de la impor·
tancia de las lagunas y de unas conclusiones, perfectamente, discutibles, permite poner en manoJI de los iberistas una base sobre la que seguir trabajando para, en
el futuro, completarla, enmendarla o confirmarla.
2. ATRIBUTOS UTILIZADOS PARA
LA CLASIFICACIÓN TIPOLÓGICA
La clasificación tipológica propuesta se basa en
una jerarquización de atributos (tecnológicos, funcio-
nales, métricos y morfológicos), teniendo en cuenta las
categorías propuestas por C larke (1984-: 182 y ss.), que
se definen a continuación.
2.1. ATRIBUTOS TECNOLÓGICOS
La tecnología con que está elabor ada la cerámica,
y que a grandes rasgos va a determinar su funcionalidad, ba servido para defioir dos clases:
-Clase A o Cerámica Fina
Recoge todas aquellas cerámicas con una serie de
caracterlsticas bien definidas tanto a nivel visual como
ana.litico (ANT6N, 1973 y 1980; R rncóN, 1985). Se caracterizan por tener una pasta compacta, dura, de sorudo metálico, sin impurezas visibles y tener una sola
coloración en la pasta, aunque en ocasiones pueden tener dos o más, constituyendo lo que se ha venido llamando pasta de •sandwich- o de cocción alternante.
Son cerámicas cocidas, siempre, a altas temperaturas
y con las superficies tratadas con engobes, bruñidos o
alisados, que eliminan todas las impurezas. Dentro de
esta clase pueden diferenciarse diversas calidades o
producciones, aunque estas características se han atribuido tradicionalmente a las cerámicas con decoración
pintada (MxrA, 1991: cap. ID.1.3.). Estas calidades y
producciones presentan, en general, unos tipos totalmente asimilables entre a{ que impiden tratarlas de
manera diferenciada. Existen dos calidades básicas
dentro de la cerámica ibérica:
-Cocción oxidante, con decoración o sin ella.
-Cocción reductora, con decoración o sin eUa.
-Clase B o Cerámica Tosca
Se caracteriza por su terminación poco cuidada,
a pesar de estar hecha a tomo, por lo que se conoce
en la bibliografia como cerámica tosca o basta, recordando por su aspecto a la cerámica hecha a mano. Las
arcillas presentan gran cantidad de desgra.sante visible
tanto en la pasta como en las superficies, proporcionándole un aspecto poroso. Este grupo contrasta claramente con las cerámicas iMricas fmas. Pero, su calidad
tiene una explicación t~cnica en razón al uso habitual
que se daba a estas cerámicas. Análisis de tecnología
cerámica han venido a demostrar la existencia de dos
grandes clases (GALLA.RT, 1980a: 63-65; 1980b: 167-172;
MATA, MJ.LJ...(N, BoNST y ALONSO, 1990):
-Una con desgrasante visible que, en algunos casos, puede ser añadido voluntariamente, sin decorar y
sin tratamiento de las superficies, que la hace apta
para ser colocada directamente en el fuego.
119
[page-n-130]
C. MATA PARREÑO Y R. BONET :ROSADO
-Grupo I
-Y otra, con desgrasantc: poco visible, superficies
cuidadas y muchas veces decorada.
A nivel técnico, pues, las cerámicas incluidas aquf
corresponden a la primera clase diferenciada, es decir,
una serie de vasijas con unas características de fabricación que las bacen válidas, para ser puestas clirectamente en el fuego, algo imposible de hacer con las cerámicas finas (Clase A).
El resto de elementos peculiares de estas cerámicas no viene sino a confirmar la funcionalidad propuesta:
-Tratamiento simple de las superficies que no llega a impermeabilizarlas.
-Tonos oscuros dominantes (gris y negro).
-Tipos poco variados y con tendencia a la estandarización.
-Decoración escasa y simplificada: líneas incisas,
cordones aplicados decorados o lisos.
Ello no es óbice para que, como los demás recipientes, puedan utilizarse para usos diferentes a los
que inicialmente estarfan asignados. As{, por ejemplo,
se conocen ollas (tipo B l.), utilizadas como urnas para
enterramientos infantiles (GutluN y MARTfNBz VALLE,
1987-1988).
Estas cerámicas, aunque con un repertorio mucho
más reducido y con fuertes influencias formales de la
cerámica a mano, pueden encontrarse desde el lbérico
Antiguo conviviendo con la cerámica hecha a mano
(MATA, 1991: cap ID.2.) o sustituyéndola por completo
(R11rz Roollfc'Ol!Z, MouNos, LóP.sz ROZAS, OIU!sPO, Oso.
CLÁN y HoRNos, 1983: 266). Sin embargo, en otras zonas ibéricas la cerámica de cocina sigue elaborándose
a mano basta épocas muy avanzadas (RuutA, 1980).
Este conjunto de cerámicas ha sido, tradicionalmente, relegado de los estudios sobre cerámica ibérica,
a pesar de los tempranos trabajos realizados, sobre algunas de ellas, por Ballestcr (194 7) y Cuadrado (1952).
Recientemente, han sido objeto de un ensayo tipológico por parte de Goozález Prats (1981).
Este grupo de la tipolog{a incluye una serie de objetos hechos de cerámica, considerados o bien como
auxiliares de algunos recipientes o bien relacionados
directamente con tareas domésticas y artesanales bien
determinadas.
2.2. ATRIBUTOS FUNCIONALES
-Grupo VI
Una vez dtfinida la cerámica de Clase B como cerámica de cocina, los demás criterios funcionales van
a referirse a los recipientes de la Clase A. Cuando se
les supone una funcionalidad semejante en base a determinados atributos (métricos, morfológicos o de otro
tipo) se clasifican dentro del mi.smo Grupo. Se h a establecido una excepción con un conjunto de cerámicas
que se agrup arán como· imitaciones de cerámicas importadas. Se hao diferenciado los siguiente.s grupos:
Aquí se recogen piezas que imitan más o menos
fielmente otras procedentes de diferentes ámbitos extrapeninsulares. En este grupo no se siguen los criterios de clasificación por tipos y subtipos pues todas las
piezas se pueden identificar con las formas elaboradas
en sus respectivas tipologías.
Incluye Jos recipientes de mayor tamaño que se
pueden encontrar en los yacimientos ibéricos, estando
destinados al almacén o transporte.
- Grupo 11
Se han incluido dentro de este grupo una serie de
recipientes de diferente mo.rfolog{a, cuya funcionalidad
es dificil de determinar, pudiéndose tratar en la mayoría de los casos de vasijas multifuocionales, relacionadas con la despensa o diferentes actividades domésticas
y artesanales.
- Grupo 111
Constituido por todos aquellos recipientes que forman parte de un posible servicio o vajilla de mesa.
-Grupo IV
Recipientes caracterizados, básicamente, por su
pequeño tamaño, por lo que también se conocen con
el nombre de microvasos. Se trata de un conjunto, posiblemente, reJacionado con actividades de aseo personal, religiosas y funerarias, etc.
- Grupo V
2.3. ATRIBUTOS MÉTRICOS Y
MORFOLÓGICOS
Dentro de cada grupo, los recipientes se han clasificado teniendo en cuenta una serie de criterios métri-
120
[page-n-131]
LA CERÁMICA lBÉ.RJCA: ENSAYO DE TIPOLOGiA
cos (altura, índice de profundidad - I.P.-, diámetro
boca, índice de abertura -I.A.-) y morfológicos (per·
CiJ, base, labio), siguiendo el orden jerárquico indicado, dando lugar a diferentes tipos, subtipos y variantes.
En los atributos morfológicos no se ha con siderado la
multiplicidad de variables existentes pues ello hubiera
impedido llevar a cabo esta tipología. esta variabilidad
deberá tenerse en cuenta en el momento de realizar estudios parciales que o bien desarrollen los diferentes tipos, o bien se circunscriban a un ámbito regional concreto.
-Atributos mitricos
Se han considerado los siguientes, sin que el orden
de enumeración tenga carácter jerárquico:
- Para determinar el tamaño de los recipientes se
ha tenido en cuenta:
-la altura del recipiente:
Grandes . . . . . . . . . . . . > 40 cm.
Medianos .. . entre JO y 40 cm.
Pequeños .......... , . < 10 cm.
si se trata de recipientes profundos, y:
-el diaimetro de la boca:
Grandes . . . . . . . . . . . . > 25 cm.
Medianos ... entre 10 y 25 cm.
Pequeños . . . . . . . . . . . . < 10 cm.
si se trata de recipientes de profundidad media.
-El índice d e profundidad (I.P.) se ha determinado dividiendo la altura por el diámetro de la boca
y multiplicando el resultado por lOO:
Planos ...... ......... l. P. <50
Medios .... I.P. entre 50 y 100
Profundos ........ . . I.P. > 100
-El índice de abertura (I.A.) se ha determinado
dividiendo el diámetro del cuello por el diámetro máximo y multiplicando el resultado por 100:
Abiertos .......... I.A.- ó >80
Cerrados ... .. .... LA. < 80-50
Muy cerrados . . . . . . . I.A. <50
- diferenciado o con ruptura con respecto al
cuello o pcrfli.
- Cuello: zon.a de unión entre el cuerpo y el labio:
- sin diferenciar o sin presentar ruptura en
relación con el cuerpo;
- diferenciado o presentando ruptura con
respecto al galbo:
Indicado
Destacado
- Baae: zona de apoyo o sustentación de la vasija:
- sin pie o base que no representa una rup~
tura con el perfil del recipiente: Cóncava
Convexa
Indicada
Plana
- con pie o base que introduce una ruptura
con el perfil del recipiente: Anillado
Alto
Destacado
Pivote
- Cuerpo o galbo: parte intermedia de la vasija,
entre la base y el cuello:
- aimple o sin fuertes rupturas de perfll, ex·
cepto en el cuello y la base.
- compuesto o con fuertes rupturas: hombro,
carena, diámetro máximo fuertemente diferenciado.
-Aaa: parte saliente de la vasija, en algunos casos
arqueada, y que sirve como elemento de prensión o
suspensión; en algunos casos, esta función puede estar
representada por dos pequeños orificios, en el borde o
en el pie, hechos antes de la cocción¡ puede adoptar diferentes posiciones y secciones.
3. CLASIFICACIÓN TIPOLÓGICA
En base a los criterios y atributos ya explicados se
propone la siguiente clasificación tipológica:
CLASE A: CERÁMICA FINA
GRUPO I
-Atributos morfológicos
Estos han servido, en algunos casos, para la diferenciación de Subtipos y Variantes y sirven, en todos
los casos, para señalar las distintas variables que se
puedan encontrar en los Tipos documentados y a cuyo
nivel no se ha descendido por quedar fuera del objetivo
de esta tipología. Para la denominación utilizada en las
diferentes variantes se ha seguido, en parte, la clasificación de Nordstriim (1973: figs. 12 a y b, 13 y 14):
-Labio o borde: parte superior del recipiente:
-ain diferenciar o sin ruptura con el cuello
o perfil;
Tipo 1: Ánfora
Subtipo 1: Con hombro carenado
Subtipo 2: Con hombro redondeado
Variante 1: Sinuosa
Variante 2: Odrifonne
Variante 3: Fusiforme
Variante 4: Cilíndrica
Tipo 2: Tinaja
Subtipo 1: Con hombro
Variante 1: Bitroncoc6nica
Variante 2: C ilfndrica
Variante 3: G lobular u Ovoide
121
[page-n-132]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
Subtipo 2: Sin hombro
Variante 1: Con cuello indicado
Variante 2: Con cuello destacado
Tipo 3: Tinaja con pitorro vertedor
Subtipo 1: Con hombro
Subtipo 2: Sin hombro
Tipo 4: Tinaja o Urna de orejetas
Tipo 5: Orza
Tipo 8: Cantimplora
Subtipo 1: Lenticular
Subtipo 2: Thbular
Tipo 9: Tonel
Subtipo 1: Con boca central
Subtipo 2: Con boca descentrada
Tipo 10: Tarro
Subtipo 1: Cil{ndrico
Subtipo 2: 'froncoc6nico
Subtipo 3: Abombado
Tipo 11: Sftula o Cesto
GRUPOll
Tipo 1: Recipiente con resalte
Subtipo 1: Con resalte en el cuello
Subtipo 2: Con resalte en el galbo
Tipo 2: Tinajilla
Subtipo 1: Con hombro
Variante 1: Bitroncoc6nica
Variante 2: Cilíndrica
Variante 3: Globular u Ovoide
Subtipo 2: Sin hombro
Variante 1: Con cuello indicado
Variante 2: Con cuello destacado
Tipo 3: Tinajilla con pitorro vertedor
Subtipo 1: Con hombro
Subtipo 2: Sin h ombro
Tipo 4: Recipiente con cierre herm~tico
Subtipo 1: Urna de orejeta:s
Variante 1: Globular
Variante 2: Ovoide
Variante 3: Bitroncoc6nica o
Quebrada
Subtipo 2: Tinajilla o Pyxis de borde
dentado
Subtipo 3: Tinajilla de borde biselado
simple
Variante 1: Globular
Variante 2: Bitroncoc6nica o
Quebrada
Tipo 5: Orza pequeña
Tipo 6: Lebes
Subtipo 1: Con pie
Variante 1: Grande
Variante 2: Mediano
Subtipo 2: Sin pie
Variante 1: Grande
Variante 2: Mediano
Tipo 7: K.alathos
Subtipo 1: Cilíndrico
Variante 1: Grande
Variante 2: Mediano
Subtipo 2: 'froncoc6nico
Variante 1: Grande
Variante 2: Mediano
122
GRUPOIII
Tipo 1: Botella
Subtipo 1: Tendencia bitroncoc6nica, globular u ovoide
Subtipo 2: Tendencia troncocónica o cilíndrica
Tipo 2: Jarro
Subtipo 1: De boca trilobulada u
Oinochoe
Variante 1: Cilíndrico
Variante 2: 'Ironcoc6nico
Variante 3: Piriforme
Variante 4: Globular
Subtipo 2: De boca circular u 01pe
Variante 1: Con labio saliente
Variante 2: Con labio recto
Tipo 3: Jarra
Tipo 4: Caliciforme
Subtipo 1: Cuerpo globular
Variante 1: Grande
Variante 2: Pequeño
Subtipo 2: Perfil en S
Subtipo 3: Carenado
Tipo 5: Vaso •a Chardon»
Tipo 6: Copa
Tipo 7: Thza
Tipo 8: Plato
Subtipo 1: Con borde exvasado
Variante 1: Grande
Variante 2: Pequeño
Subtipo 2: Con borde reentrante o Pátera
Variante 1: Grande
Variante 2: Pequeño
Subtipo 3: Con borde sin diferenciar o Escudilla
Variante 1: En casquete
Variante 2: Carenado
Variante 3: 'Il-oncoc6nico
Tipo 9: Cuenco
[page-n-133]
LA CERÁ.MICA IBÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
GRUPO IV
T ipo 1: Botellita
Subtipo 1: Perfl.l de tendencia globular
Variante 1: Con cuello destacado
Variante 2: Con cuello indicado
Subtipo 2: Perfil quebrado
Variante 1: Con cuello destacado
Variante 2: Con cuello indicado
Tipo 2: Ungüentario
Subtipo J: Globular
Subtipo 2: Fusiforme
Tipo 3: Copita
Tipo 4: Cubilete
Tipo 5: Diversos
Subtipo 1: Vaso Geminado
Subtipo 2: Tarrito
Subtipo 3: Miniatura
GRUPO V
Tjpo 1: Tapadera
Subtipo 1: Con pomo discoidal
Subtipo 2: Con pomo anillado
Subtipo 3: Con pomo macizo
Subtipo 4: Con pomo cónico
Subtipo 5: Con asa en el pomo
Tipo 2: Soporte
Subtipo 1: Tubular
Variante J: Calado
Variante 2: CiUndrico
Subtipo 2: Moldurado
Subtipo 3: Anular
Subtipo 4: De carrete
Subtipo 5: Semilunar
Tipo 3: Colmena
Tipo 4: Mortero
Tipo 5: Mano de Mortero
Subtipo 1: Acodada
Subtipo 2: Con Dos Apéndices
Variante 1: Con Apéndices
Cortos
Variante 2: Con Apéndices
Largos
Variante 3: Con Apéndices Astíformes
Subtipo 3: De 'fres Apéndices Radiales
Tipo 6: Diversos
Subtipo 1: Embudo
Subtipo 2: Morillo
Subtipo 3: Tejuelo
Subtipo 4: Cazo
Subtipo 5: Caja
Subtipo 6: Colador
Subtipo 7: Lucerna
Subtipo 8: Biberón
Subtipo 9: Diábolo
Tipo 7: Pondus
Subtipo 1: 'froncopiramidal
Subtipo 2: Cuadrangular
Subtipo 3: Paralelepipédico
Subtipo 4: Discoidal
Subtipo 5: Piramidal o Cónico
Tipo 8: Fusayola
Subtipo 1: Acéfala
Variante 1: Esférica
Variante 2: Discoidal
Variante 3: Cilfndrica
Variante 4: 'froncocónica
Variante 5: :Bitroncocónica
Variante 6: Moldurada
Subtipo 2: Con Cabeza
Variante 1: HemicHala
Variante 2: 'froncocónica
Variante 3: :Bitroncocónica
Variante 4: Moldurada
GRUPO VI
Tipo
Tipo
Tipo
Tipo
Tipo
Tipo
Tipo
Tipo
1: Kyfuc
2: Kylix-Skyphos
3: Skyphos y Skyphoide
4: Kantharos y Kantharoide/Krateriskos
5: Crátera
6: Plato
7: Vaso plástico
8: Otras imitaciones
CLASE B: CERÁMICA TOSCA
Tipo 1: Olla
Subtipo 1: Grande
Subtipo 2: Mediana
Tipo 2: Cazuela
Tipo 3: Braserillo
Tipo 4: Jarra
Subtipo 1: De boca trilobulada
Subtipo 2: De boca circular
Tipo 5: Botella
Tipo 6: Tapadera
Subtipo 1: Con pomo discoidal
Subtipo 2: Con pomo anillado
Subtipo 3: Con pomo macizo
Tipo 7: Diversos
Subtipo 1: Cuenquecito/Escudilla
Subtipo 2: Taza
Subtipo 3: Plato/Tapadera
123
[page-n-134]
C. MATA PARREÑO Y H . BONET ROSADO
Subtipo
Subtipo
Subtipo
Subtipo
Subtipo
4: Tonel
5: Cubilete
6: Recipiente con resalte
7: Ánfora
8: Tobera
CLASE A: CERÁMICA FINA
GRUPO 1
Se incluyen en este grupo los recipientes de mayor
tamaño. Los atributos métricos indispensables que
debe r eunir una vasija para ser incluida en este Grupo I son:
- Altura > 40 cm.
- I.P. >100.
Por su gran tamaño, son recipientes que, o bien
permanecían inmóviles en algún lugar de la vivienda
o poblado, o bien se transportaban en contadas ocasiones. Servidan para eJ almacenamiento y transporte de
líquidos o sólidos. El contenido de ánforas (I.l.) y tinajas (1.2.) podía ser indistinto pues aunque, tradicionalmente, se consideran contenedores de aceite o vino, en
muchos lugares de habitación podrfan desempeñar la
función de silos, y por tanto, para el almacén de sólidos
(BERNABBU, BomT, Gut&rN y M.la:A, 1986: 330 y 332,
Cuadro 1; DuPllt y hNAUU'-MlsKovSKv, 1981: 184).
Los tipos identificados, hasta el momento, dentro
de este grupo son cinco.
un dato poco seguro a la hora de establecer líneas comerciales pues se desconoce si cada subtipo o variante
corresponde a un producto determinado, así como su
lugar de procedencia (no se pueden atribuir a alfares),
con pocas excepciones al respecto. Las recientes excavaciones que se están llevando a cabo en L'A lt de Benimaquia (Dénia, Alicante) (GóMEZ BRLLARD, Gu:tRJN y
DlBs, 1990; G óM..e.z BIILLARD y GutiuN, 1991) han aportado nuevos datos sobre este tema al asociar ánforas
con hombro carenado (!.1.1.) con la producción de
vino.
Subtipo 1: Con hombro carenado (FLORIDO r y IV; GoNZÁI..EZ PRATS A-1 y A-3; RrBBRA F-1 y F-2).
Su perfil puede ser odriforme y también ciHndrico
o globular, aunque existen pocos ejemplares completos
como para proponer una clasificación de variantes.
Son ánforas claramente derivadas de las feniciooccidentales, con las que, en algunos casos, se pueden
confundir. Sólo recientemente se ha hecho hincapié en
la diferenciación entre los tipos fenicios y locales
(GotJZÁLEZ PRA1:S, 1983: 155-156; GoNZÁI.E.Z PRATS y PINA,
1983: 1~1 y 124), habiéndose localizado hornos en asentamientos indígenas que producían ánforas de este
subtipo (CoNTRERAS, CARillÓN y jABALOY, 1983; Ros SALA
1989b: 362).
Su cronología oscila entre el s. VI hasta el IV a.C.,
siendo Andalucía la región donde más perdura (FL()IlJ.
oo, 1984: 424).
Tipo 1: Ánfora
Subtipo 2: Con lwmbro redoruleM.o
Las ánforas son recipientes profundos, cerrados,
sin pie -ni ningún otro tipo de base que permita su
estabilidad a no ser con la ayuda de soportes o hincadas en el suelo- y dos asas de sección circular.
La clasificación por subtipos y variantes se ha realizado de acuerdo con las sistematizaciones de Ribera
(1982), González Prats (1983) y Flor ido (1984), indicando al lado de los m ismos su correspondencia con dichas
clasificaciones. El problema fundamental para la cata1ogaci6n de las ánforas radica en que la parte más identificable y mejor d ocúmentada de las mismas es su
boca, pero dada la variedad de bordes es prácticamente
imposible atribuirlos, en el estado actual de la cuestión, a un subtipo y variante determinados (FL()RIDO,
1985: 490; Ra.BllA, 1982: 12).
Su función como recipiente de almacén y transpone permite suponer que llevasen tapaderas de piedra, cerámica (BolíllT y Mxl-A, 1981: 72, 109 y 136) o
de cualquier otro material perecedero (corcho, resina,
etc.).
Se trata además de un recipiente con algunas variantes de escasa significación cronol6gica, asf como de
124
Las ánforas de este subtipo son propias del Ibérico
Pleno, aunque también pueden encontrarse, tanto de
importación como de imitación, en niveles anteriores
(PELLIOtlt, 1978: 377, fig. 13, B y C).
r.&riante 1: Sinuosa (Ral!llA I -3). Su característico
perfil sinuoso viene dado por dos inflexione.s en el
galbo.
Se trata de ánforas propias de la p rimera fase del
Ibérico Pleno, siendo además la única variante de este
horizonte que se encuentra ampliamente en hallazgos
submarinos, lo que ha hecho dudar sobre su posible
origen ibérico (Rui!!RA, 1982: 105 y 122-123).
Vilriantt 2: Odrifomu ( RIBERA I·6A; VAQUElU20
2n .B). Se trata de una variante escasamente representada en el Ibérico Pleno (RaRJtA, 1982: figs. 7, 3; 9, 2,
3 y 5; 13, 4 y 14, 1), pero que hunde claramente sus
rafees en el horizonte anterior, pudiendo ser considerada como una derivación de tipos fenicios o del Subtipo 1 (PRJ.uceR, 1978: 377, fig. 13, B y C; ARTBAGA y
S ERNA, 1975: láms XXXVI, 265
271).
Cronología centrada en los ss. VI-V a.C.
y xxxvn.
[page-n-135]
LA CERÁMICA IBÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
~riante 3: Fusijorm4 {RIBBRA I-5; FLORIDO XI). Conocidas también con el nombre de «Ánforas de la costa
catalana.., aunque según Pellicer también es común en
Andalucía Occidental (P11wcu, 1982: 390-392, fig. 12
D-1).
Su cronología es amplia: del finales del s. V al IT
a .C.
lftriantt 4: CiUndtit:a {Rlllttv. 1-2, [-6, I-7 e I-8; VA·
QUI!JUZO 1.X.). Es el ánfora más extendida dentro de la
geografia ibérica. Su fondo es redondeado pero existen
ejemplares cuya base acaba en pivote (Rlllt!RA 1-8), característica que se ha considerado típica de una producción anfódca procedente de Sagunt, extremo éste
pendiente de coniumación arqueológica (Rta11tv.,
1982: 38-39 y 107). Dentro de esta variante se conocen,
excepcionalmente, piezas de pequeño tamaño (RmERA
I -7) que, por el momento, carecen de entidad suficiente
como para clasificarlas en otro grupo.
Su cronología abarca todo el per(odo ibérico llegando hasta época iberorromana.
ración pintada y asas que arrancan del hombro. Muchas de ellas se han conservado con su tapadera de
pomo discoidal y perfil troncocónico (Tipo A V.1.1. ).
Los paralelos conocidos apuntan hacia una cronología avanzada dentro del Ibérico Pleno (s. IU a.C. en
adelante).
T-&riantt 2: Ciilndri&a (PEIU!IRA SIESO 11). De caracte·
rfsticas y cronología semejantes a las bitroncocónicas,
siempre están decoradas y llevan asas.
Variante 3: Ovoide {Atv.NSCUL-PLA F. 1 d - Vasija con
dos asas-; BBLéN y PBRIIIR.A SLKSO, 1985: Tipo rr
2.C.b.l.; ÜUAORADO, F.la, l".2a y bl, F.4 y F.5; NoR!).
STROM FG. 4 -Pithos cilindroide o con estrangulamiento central-). El labio puede ser recto y engrosado
-como en la Variante 1- o saliente y ligeramente
moldurado; están decoradas y pueden llevar asas o no.
Los ejemplares más antiguos pueden tener un perftl
odriforme, imitando a las ánforas de la misma cronología.
La más antiguas se datan a lo largo del s. VI a.C.
y perdura durante el Ibérico Pleno.
Tipo 2: Tinaja
Subtipo 2: Sin lwmbro
Las tinajas son recipientes profundos y cerrados
aunque no tanto como las ánforas, con 'l a base cóncava
o indicada: suelen llevar dos asas compuestas (gemiDadas, trigeminadas, etc.) -sobre todo, los ejemplares
más evolucionados- y la mayoría llevan decoración
pintada.
Aunque la existencia de una base permite que se
mantengan en equilibrio sobre el suelo, su gran tamaño y el escaso diámetro de su base requieren, para ser
mucho más estables, el uso de soportes, as( como -por
razón de su contenido- tapaderas, al igual que sucedía con las ánforas ( Bt!RNABBU, BoN~rr, GutRIN y MATA,
1986: 329, cuadros 1 y 2).
Su amplia boca las hace más apropiadas para el
trasiego y almacenamiento de Hquidos o sólidos que
para el transporte.
Se han diferenciado los siguientes subtipos y va·
riantes:
Suhtipo 1: Con hombro (Ros SAv. F.-T.XV)
Se caracteriza por tener una inflexi6n más o menos marcada en el tercio superior del recipiente.
T-&riante 1: Bitroncocónica (ARAN.sout-PLA l". 25
-Urnas tritroncoc6nicas con tapadera-; CuADRADO
F. 6; NolU>mt.OM FF 2 B - Pithos bitroncocónico B- ).
Es la variante de perfll más clásico dentro del Ibérico
Pleno, conocida en la bibliografía con el genérico de
Pithos. El Jabio suele ser recto y ligeramente engrosado
por el interior, aunque caben otras muchas variables
sobre todo en los ejemplares más antiguos; llevan deco-
Suelen tener el perfil de tendencia globular u ovoide, y el labio puede ptesentar muchas variables según
la época y la variante de qu.e se trate. La decoración
y las asas son elementos bastante característicos, aunque no por ello deja de haber ejemplos sin uno de estos
dos atributos.
1/&riante 1: Con cueJJo indicado (ARANBOm-Pu. F. la
- Vasija de perfil ovoide- y F.23 -Gran vasija de
cuerpo globular con borde exvasado y dos asas-;
CuADRADO F.3. y F.7.; GomÁLEZ PRATS E-17; juu.Y y
NoRDSTROM, 1972: Tinaja Bitroncocónica; NoRDS1'ROM,
FF. 2.A -Pithos Bitroncocónico A-). Recipiente de
tendencia globular u ovoide con un ligero estrangulamiento que separa el borde del galbo; los labios son variados en el Ibérico Antiguo (salientes, subtriangularcs, moldurados), mientras que en el Ibérico Pleno se
hacen mayoritariamente moldurados; la decoración y
dos asas en el tercio superior suelen ser habituales,
aunque las hay documentadas sin uno o dos de estos
últimos elementos.
Aparecen en el Ibérico Antiguo y perdura hasta
el Horizonte Iberorromano.
~riantt 2: Con CULIJD dnttu:ado (.Atv.mom-Pu FF. 18
y 19 -Vasijas bitroncoc6nicas con cuello y dos asas-;
BBLtN" y PERBIRA StMO, 1985: Tipo II.2.B. b. 1 y 2;
GoNZÁLBZ PRATS E-11 y 13; NoJtDSTRóM FF. 12
-ánfora-). Esta Variante se caracteriza por tener un
cuello cillndrico o troncocónico, claramente diferenciado del cuerpo. Los labios suelen ser salientes y subtriangulares; la decoración pintada -monócroma o
polfcroma- también es habitual. Cuando llevan asas,
125
[page-n-136]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
éstas, geminadas o simples, parten del labio o de la
parte central del cueUo y se apoyan sobre el tercio superior de la panza.
Son recipientes que imitan, en sus tipos más antiguos, a las formas fenicias y, por lo tanto, son típicos
de niveles protoibérioos o ibéricos antiguos (ARANKOUJ,
1980; Auur, 1976-1978; BaúN y PsuiRA SII!So, 1985:
313-326; GONZÁLEZ PRATS, 1983; 218-224; J ut.Lv, 1975:
31-36; Souu, 1976-1978: 245). En cualquier caso, se
trata de una variante poco documentada dentro de este
Grupo I, mientras que es más abundante en e.l
Grupo TI.
Cronología centrada en el s. VI a.C., con escasas
perduraciones en época posterior.
Tipo 3: Tinaj a con pitorro vertedor (ARANr.ouJPu. F.2 - Vasijas con p itorro vertedor-)
El atributo indispensable de este tipo, y que le sirve de rasgo diferenciador con las demás tinajas, es la
existencia de un pitorro vertedor en el tercio inferior
de la vasija. Los perfiles pueden ser variados desde los
más o menos globulares hasta el bitroncoc6nico, pero
el gran tamaño de estas vasijas hace en muchos casos
dificil decantarse por una u otra variante; la ausencia
de asas y decoración -o una decoración muy
sencilla- también son atributos caracteristicos, aunque no indispensables.
Este tipo de recipiente llamó la atención, desde el
principio, por su característico pitorro, lo que propició
el estudio de su posible funcionalidad. La propuesta de
Giró (1958: 21, 22 y 24) como vaso decantador de cerveza ha sido ampliamente aceptado por la bibliograffa
posterior, pasando a convertirse en uno de los pocos recipientes con funcionalidad cspecrfica del Mundo Ibérico. Otras posibles aplicaciones fueron sugeridas en su
día por el mismo Giró (1958): decaotador de vino; o
más recientemente por Lillo (1981: 377): decantador de
agua con partículas en suspensión, blanqueado y desinfección de ropas GUAN DmdNF~H, 1990-1991); pero
siempre teniendo como punto en común la decantación
de tfquidoa (Cotma 1 BBRDÓs, 1987). Otros usos se do·
cumentao por ejemplo en Grecia, donde un recipiente
similar se utilizaba para emitir señales entre dos pun·
tos distantes (Oau, 1985: 7, 197-198); o en el norte de
África donde, en La actualidad, se utilizan para guardar cereal y el pitorro en la parte inferior permite con·
sumir el grano más viejo (CAST!!t., 1984-: 184-149).
Recientemente, han sido objeto de un estudio tipológico qu e, a grandes rasgos, se recoge aquf, añadiendo las variaciones que se han podido documentar
mediante un registro más amplio (CotmE 1 B!JlD6s,
1987).
126
Suhtipo 1: Con hombro
Sólo se conocen ejemplares en el Horizonte ~ri
co Pleno de Los Villares (MATA, 1991: fig. 29, 5).
Subtipo 2: Sin hombro
Son las más comunes. Se datan desde finales del
s. VI a.C. hasta el Horizonte Iberorromano (Cotm& 1
BBJU)ÓS,
1987: 37-38).
Tipo 4: Tinaja o Urn.a de oreje tas (GoNZÁt».
PRATS E-15; .Juu.Y, 1975: Grupo B-II -Megalopyxis con orejetas perforadas-, 56-61; So.
UER, 1976-1978: Grupo
24-0-2+4)
n.
Este recipiente profundo se caracteriza por tener
dos protuberancias perforadas -«orcjetas»- cerca del
labio, que es b iselado; este labio encaja perfectamente
con la tapadera, también provista de orejetas, pues ambas piezas han sido modeladas juntas y separadas cortando el barro antes de la cocción; las orejetas perforadas permiten cerrar el recipiente herméticamente,
pasando una cuerda o alambre a través de las perfora·
ciones (FLt'l'Cur.tt, 1964: 305). El perfil es ovoide o bitroncocónico.
El hallazgo frecuente de este recipiente en necrópolis ha hecho que se le identifique como urna cineraria, aunque se encuentra cada vez más en lugares de
habitación. Por otro lado, el gran tamaño de la tinaja
de este grupo no parece que apunte hacia una funcionalidad, estrictamente, cineraria.
Las de gran tamaño son escasas y los ejemplares
más completos se conocen en Penya Negra II (GoNz.(.
Ltz PRATS, 1983: tipo E-15).
Tipo 5: Onea (GoNZÁLEZ PRATS E-18; PBR&RA S1sso
5 A I)
Se trata de recipientes profundos y, a diferencia de
las tinajas, abiertos (I.A. igual o mayor de 80); cuello
indicado; peñu ovoide o bitroncocónico; pueden ir con
o sin decoración; labio saliente, engrosado o subtriangular; base c6ncava o indicada; algunos llevan asas verticales, desde el labio, u horizontales sobre el diámetro
máximo.
Tipo poco abundante, pero con los ejemplares más
característicos fechados en el IMrico Antiguo (s. VI
a.C.).
[page-n-137]
l.A CERÁMICA IBÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
GRUPO 11
Se incluyen en este grupo una serie de recipientes
de variada morfología, cuya funcionalidad es diffcil de
precisar, tratándose en la mayoría de los casos de vasijas
multifuncionales. De cualquier modo, tienen que estar
relacionados con actividades domésticas de despensa.
preparación de alimentos o, incluso, de caricter ritual o
funerario. Por su tamaño, son ficilmente transportables. Este grupo es el de mayor complejidad, por lo que,
en el futuro, puede resultar el que más cambios sufra
bien aumentando, bien disminu yendo los tipos .incluid os en él, a medida que se definan funcionalidades concretas que permitan su fusión o traslado a otros grupos.
La única característica común que presentan todos ellos es su tamaño:
-entre 40 y 10 cm. de altura para los recipientes
profundos y
-entre 4() y 10 cm. d e diámetro boca para los recipientes planos o de profundidad media.
Tipo 1: RecipieDte con res.Ute
Recipientes, generalmente profundos; mayores de
10 cm. de altura; de perfiles va.riados, cuya única característica común es p resentar un resalte pronunciado
en el cuerpo o cerca del borde, dejando un espacio estrecho pero profundo entre el resalte y cl recipiente.
La escasez de ejemplares impide cierta precisión
cronológica, ubicándose en el Ibérico Pleno en sentido
amplio, con algunos ejemplares fechados en el Ibérico
Antiguo.
Se d istinguen dos subtipos:
Subtipo 1: Con rtsaJ/8 en el cuello
( N oRDSTROM
cóncava o indicada, con o sin asas y decorados o no.
Aunque la altura máxima para este Grupo son los 40
cm., pocas tinajillas superan los 30 cm .
Dado que todos los subtipos y variantes del
tipo I.2. se encuentran representados aqur, se seguirá
una denominación igual a la utilizada en aquel caso
para facilitar su utilización.
Subtipo 1: Con lwmbro (Pu.EtRA SrESO 11 B)
Caracterizadas por una fuerte inflexión, situada
en el tercio superior que separa el cuerpo del borde.
J.&riante 1: Bitroncoeónica (ARAN!OUJ-PLA F. 6a
-Vasos de perfu quebrado con pie indicado- y F. 25
- Urnas tritroncocónicas con tapadera-; CuADRADO
F. lb, F. 2c y d y P. 31; j ULLv, 1975: Grupo A III
-Tinaja tritroncocónica de tipo púnico- , 47-48;
NollDSTROM FG. 3 -Pithiskos tritroncocónica con asas
verócales-; Ros SALA F.-T. XVI a; V AQ.UUtZo l.l.F,
J.V.A/2 y B/1 y 2.II.A. y C.). Se trata de una forma
tfpica del Ibérico Pleno con características semejantes
a las de su homónima en el Grupo l.
JfJnan/4 2: Cilíndrica (ARANBOuJ-Pl.A F.21 - Albarello
o Bote de farmacia-; NoRDSTROM FF. 30 -Vaso cilíndrico troncocónico de tipo bote de farmacia o
albarello-; Pe~tl!lRA Smso 10). Característica del Ibérico Pleno y con mis ejemplares conocidos que en el
Grupo I.
Varianü 3: Gú>bular u Ovoüú {BI!.LtN y Pl!lUUllA Suso,
1985: Tipo ll.2.C.b.l.; CUADRADO F.2 b 2 y 3; 0oNZÁU7.
Purs E-12; NoRD8TROM FG. 4 - Pithiskos eilindrobitroncoc6nico con a sas verticales; R os SA!.A F.-T. XVI
b). Suelen tener el labio recto o ligeramente saliente y
no son demasiado abundantes, aunque su cronologfa
es amplia.
FF. 21
-Vasos de doble borde-)
Su cercaofa al borde parece indicar que, en muchos casos, serviría de apoyo a una tapadera.
Subtipo 2: Con resaJ/8 en el galbo (ARANEGm-Pl.A F.3
- Vasijas con resalte e n el cuerpo-)
Este subtipo fue objeto de un estudio por parte de
Fletcher (1953: 191) en el cual se hipotetizaba sobre la
posible funcionalidad del resalte con fines aislantes o
refri gerantes.
Tipo 2: Tinajilla
Al igual que Jas tinajas del Grupo I (A 1.2.), son
recipientes p rofundos, más o menos cerrados, con base
Subtipo 2: Sin lwmhro
Al igual que en el caso anterior, siguen una evolución semejante a las tinajas sln hombro (A.l.2.2.).
J.fuiante 1: Con cudiJJ indictuJq ( AJw.rwur-PLA F.l b
- Vasos de perfil en S-; CuADRADO P. 8 b 1, F. + F.
7,
48 y F. 49; GoNZÁl.I!Z P RATS E-17; Jm.LY y NoRDSTROM
1972: -Tinaja Bitroncoc6nica-; NoRDSTRO FF. 2
M
-Tinaja pithoide- y FF.3 -Tinaja-; Ros SA!.A F..:r
XIX; V AQ.UEIUZO l.I.A.E., l.V.A/1 y B/2 y l .VII.). Recipiente de tendencia globular o suavemente bitroncoc6nico, cerrado; generalmente sin asas, aunque algunos ejemplares presentan unas asitas que parten del
labio; su pequeño tamaño permite suponer que se trate
más bien de elementos d e suspensión que de prensión.
Aparec.en desde el I bérico Antiguo y perduran
basta el Iberorromano.
Variante 2: Con eueJIIJ dtsta«JdJJ (ARANBOlTJ-P l.A FF. 18
127
[page-n-138]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
y 19 - Vasijas bitroncocónicas oon cuello y asas-; Be.
y Pe~WAA StESO, 1985: Tipo ll.2.B.b.l y 2.; GoNú.
LEZ PuTS E-U y 13; NoRDSTR.óM, FF. 12 -Ánfora-;
Ros SALA F..!f VI a; VAQUEJu:zo 1.U.A/1.2y B y l.V.O.).
Tinajillas oon asas que salen del labio o desde el cuello.
Se conocen más ejemplares de este grupo que del anterior.
Como ya se indicaba con anterioridad (Tipo
AI.2.2.2.), se trata de una forma típica del s. VI a.C.,
con prototipos fenicios.
ú .N
Tipo 3: Tinajilla con pitorro vertedor
(ARAN&GU1-PLA F.2 -Vasijas con pitorro
A I.4·.). Es precisamente d pequeño tamaño lo que
permite suponer una función más especlfi_camente cineraria para estos recipientes, aunque no son raros los
hallazgos en poblados.
Son más abundantes que las anteriores y, por lo
tanto, los perfiles documentados pertniten una subdivisión en Variantes. Esta clasificación no parece tener,
por el momento, una significación cronológica, pues
aparecen en yacimientos ibéricos antiguos y perduran
con escasos ejemplares hasta los ss. IV-ITI a.C.
Wzrümlll: Globuim-.
MlniznJe 2: Ovoide.
Vani:JnJe 3: BúroMocmúca o Q:]ubrada.
vertedor-)
De id~nticas características a las tinajas con pitorro vertedor (Tipo AI.3.), se han separado en razón
de su tamaño. La menor capacidad de ~stas hace pensar, si no en una funcionalidad distinta (decantación
de líquidos u otros), s{ en un uso más doméstico o
bien para la preparación de algún líquido de carácter
especial o de lujo (Gm.ó, 1958: 10)¡ mientras que,
las de mayor tamaño tendrían un uso más •industrial».
Como en el caso anterior los perfiles y subtipos siguen las pautas del Tipo Al.3.
Subtipo 1: Con lwmhro
Como en el Grupo 1, se conocen pocos ejemplares.
Subtipo 2: TinajilJa o Pyxis con borde dentado
(AllANBGm-PLA F.22 a -Píxides de borde
dentado-; N oRDSTitOM FF.18 - Pyxis con borde dentado-; PEllEOlA SrE.So 3 B)
Recipiente profundo que se caracteriza por su t{pico borde dentado, sobre el que se acopla, perfectamente, una tapadera troncocónica. No lleva asas y todos los ejemplares conocidos tienen decoración
pintada. Su perfil es de tendencia ovoide aunque no
faltan ejemplos bitroncocónicos o ciHndricos.
Su característico borde llamó la atención tempranamente, siendo objeto de un estudio monográfico por
parte de Fletcher (1952-1953), cuyas conclusiones sigQen siendo válidas en la actualidad.
En cuanto a $U cronología, como ya apuntó Fletcber (1952-1953: 8) y los últimos hallazgos confu-man,
parece ser de finales del s. 111 e inicios del S. 11 a.C.
Subtipo 2: Sin lwmhro
Son menos abundantes que las del Grupo I.
Tipo 4: Recipiente con cierre bermético (PERBI·
ItA StESO 3)
Vasijas profundas que se caracterizan por tener un
labio biselado que encaja herméticamente con su correspondiente tapadera. El recipiente y la tapadera se
modelan juntos y, antes de la cocción, se separan cortando la arcilla todavía blanda.
Subtipo 1: Urna o TiMjilla con orejetas perforadas (GoNZÁLEZ PP.ATS E-15; juLt.Y, 1975: Grupo B n,
56-61; Sowu, 1976-1978: Grupo II, 240-244;
PsuJRA Swo 3 A)
Ya se han señalado, con anterioridad, las características más importantes de este Subtipo (ver Tipo
128
Suhtipo 3: Tinajillas con laln"o biselado simple (BillXBÁN
L.oRJs, 1976: Vasos Cilíndricos)
Forma característica del valle medio del Ebxo. Por
su perft.l se pueden distinguir dos variantes de cronolo·
gía similar (s.s. 11-1 a.C.). Tipos semejantes se encuentran e.n otras zonas con una cronología anterior (V A·
QIJ1Ul1Z0 1 1988: 232, fig. 201).
lini:Jnte 1: Globular.
Wzni:Jnte 2: BiJron&Ocónica o Que/wada
Tipo 5: Orza pequeña
Q.UEJuzo I.Vl.A)
(PERRJM SIESO
S.A.!;
VA-
Son recipientes profu.ndos, muy abiertos (LA.- ó
con cuello ligeramente indicado; galbo de tendencia ovoide, aunque Jos escasos ejemplares conocidos
no pertniten mayores precisiones; base cóncava o indicada~ sin asas; pueden llevar decoración o no.
Se conocen ejemplares del Ibérico Pleno.
> 80),
[page-n-139]
LA CERÁMICA IBáRJCA: ENSAYO DE TIPOLOGíA
Tipo 6: Lebe6
T. lila)
(P~~~WAA
Sl!.SO 5.A.Il; Ros SALA F.-
El Jebes es un recipiente abierto; de profundidad
media (I.P. 30-90, con escasos ejemplares que sobrepasen los 90 y que desciendan de 40); perfJ..l de tendencia
globular, con labio diferenciado y, en general, sin asas;
puede estar decorado o no.
En razón de su tamaiio se pueden diferenciar dos
variantes en cada subtipo:
-Grande, 0 boca> 25 cm. y
- Mediano, 0boca entre 25 y 10 cm.
Los ejemplares con diámetro de boca superior a
40 cm. son excepcionales, por lo que no se ha conside·
rado oportuno clasificarlos en el Grupo 1 en base, ex·
clusivamente, a esa excepcionalidad.
Su amplia boca los hace apropiados para el trasiego de líquidos, incluso los de pequeño tamaño cuyo la·
bio impide su uso para beber.
Ha sido dificil la elección de esta denominación
para un recipiente de estas caracterfsticas; pero de entre todos los términos empleados para su descripción
(copas de pie bajo, cráteras, vasijas, calderos, cazuelas
o fuentes) es, hoy por hoy, la más adecuada. En el
mundo griego se utiliza la palabra Jebes para calderos
metálicos cuya descripción se adapta perfectamente a
estos recipientes (DMI'.MIIUO y SAOuo, 1900: T. m,
vol ll, 1000; Gllliló, OLMos y SANcH.U, 1984: 289). El
término Jebeta (de lebes,·etis) se utiliza para describir
el recipiente metálico que servía para recoger el agua
que se vertía en las ceremonias sagradas aunque tam·
bién puede tener otros usos, sobre todo cuando se trata
de vasijas cerimicas (AA.VV., 1990: 4-9; B.IANCRI BANDI·
Nuu, 1961: vol. IV, 519-521; R ossP.Lt.ó BoR.DOY, 1991:
198).
Subtipo 1: Cm pie (ARANBOUl-Pl-<' FA -Grandes vasijas de diámetro superior a la altura-¡ CUADRADO F.18; NouorROM FF. 13 IV -Crátera sin
cuello con o sin asas y base anular- y FF. 14
-Bol con reborde anguloso y base anular-)
Su característica fundamental es tener un pie diferenciado alto; el labio puede ser de ala plana o moldurado, siendo éste último mayoritario en los Jebes grandes; suelen estar decorados y no llevar asas.
Son propios del Ibérico Pleno, sobre todo a partir
del s. m a.C.
Subtipo 2: Sin pie (ARANEGut-PLA F. 4 -Ollas bajas
y anchas-; C uADRADO F.10 y F.14¡ GoNzALEz
PRATS B-7, B-8, E-7, E-8 y E-18; NoRDSTROM
FF.13 IV -Crátera sin cudlo, sin asas y con
base cóncava-; PUUUR.A Sll!SO 5.A.Il;
zo l .I.G. y H . y LlX).
VAQt1Elll·
Se diferencia del anterior por no tener pie diferenciado, siendo sustituido por una base cóncava o indicada; los labios son muy variados -salientes, en ala plana, subtriangulares y moldurados- aunque, en época
avanzada, acaban dominando los moldurados y en ala;
pueden llevar decoración o no, aunque abundan más
Jos que carecen de ella o llevan una sencilla decoración
de bandas y filete.s; los ejemplos más clásicos no suelen
llevar asas, aunque algunos ejemplares puedan llevar
asas de espuerta (GONZÁLBZ PkATS, 1983: Tipos B y
E-7, 196 y 215-216) o pegadas al galbo en posición horizontal.
Su difusión cronológica y geográfica es mucho
más amplia que la del Subtipo anterior, por lo que podrfa suponerse una producción más regional para los
lebes con pie (A ll.6.1.).
Tipo 7: Kalatbo1
Recipiente abierto; de profundidad media (I.P.
entre 60 y 100; escasos ejemplares superan apenas el
I.P. 100, siendo la mayoría de grandes dimensiones);
perfil simple; labio moldurado o en ala plana y, en
menor medida, saliente y triangular; base cóncava,
aunque se conocen algunos ejemplares con pie alto
(Puntal deis Llops, inédito, y El Amarejo) (BRONCA·
NO, 1989: fig. 146, 238, lám. CXll); llevan casi
siempre decoración pintada, sin asas, excepto una
producción especrfica procedente de Cataluña y algunos ejemplares de gran tamaño (CoLOMINAS y Ptno J
CADAYALCH, 1923: 605, fig. 385; Gutam, 1987; TARRA·
DELL y SAI'NARTÍ, 1980: 312).
Se pueden distinguir dos tamaños, constituyendo
sendas Variantes en los dos Subtipos diferenciados:
-Grande, 0boca>25 cm.;
- Mediano, 0boca<25 cm., siendo muy pocos
los menores de 10 cm.
Es uno de los pocos tipos ibéricos que se exporta
fuera del ámbito propio de la Cultura Ibérica y, también, uno de los que más perduró de,puú de la conquista romana, lo que ba permitido especular sobre su
posible contenido -miel, garum, p6rpura, etc.(Alwttcul y PLA, 1981: 78-79; GAJ.CfA v BIU.lJDO, 1957:
92; RtuRA, 1983: fig. 12, 1; SANTOS Vsl.Asco,
1982-1983: 147-148). En relación con su posible funcionalidad. existen en Grecia unos recipientes cerámicos
de igual forma que los kalathoi, pero sin decorar y con
la superficie interior estriada que se utilizaban en apicultura QoNJ.S, GRAHAM y SAcKm, 1973: 397-413, fig.
13); aunque lo más probable es que se trata de un recipiente multifuncional (DAJUIMBERG y SAOuo, 1900: t. I,
vol. 11, 812 y ss.).
129
[page-n-140]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
Suhtipo 1: Cil{ndrico (Aiv.Nscm-Pu F. 17 a y b
-Sombrero de copa típico de cuerpo cilíndrico, con borde pendiente o en ala plana-;
CuADllADO F. 13; NoRDSIROM FF. 6 -Kalathos
cilindroide-¡ PsREJRA SIESO 8 D; Ros SALA F.~.
1 a y e, I1 a y b)
Se trata del perfil más común entre los Kalathoi,
conociéndose con todas las modalidades de labios
apuntadas - moldurado, ala, saliente y triangular-, y
en los dos tamaños.
Se datan a partir del s. UI a.C.
Suhtipo 2: Troncocónico (AMNrom-Pu F. 17 e y d
-Sombrero de copa típico de cuerpo troncoc6nico y borde pendiente o de ala plana-; NoaosnOM FF. 6 -Kalathos 'froncoc6nico-¡ Ros
SALA F.-T. 1 b, d y e, II e y e)
Tjpo 9: 'lbnel (NoRosTROM FF.32 Toneletes)
Recipiente profundo de forma cilíndrica con el
eje de revoluci6n horizontal, cuello estrecho; boea
de forma similar a la de las cantimploras
(Tipo A TI.8.) pero situada en el eje de revolución;
algunos ejemplares tienen dos acanaladuras laterales
por las que sujetar unas cuerdas que permitirían
llevarlos colgando en los flancos de un animal de
carga o sobre la espalda. Puede llevar asas o no.
No suele estar decorado.
Su función podría ser la de transportar líquidos en
mayores cantidades que las cantimploras; aunque en el
none de Africa se utilizan recipientes similares para la
elaboración de mantequilla.
Son más abundantes que las cantimploras y tienen
una cronología y distríbución geográfica similares.
Los toneles han sido objeto de dos estudios que siguen totalmente vigentes y de los que hemos entresacado los subtipos diferenciados (Fun:ci:Olll, 1957; Lw.o,
1979 y 1981: 367-371):
Subtipo, al parecer, de cronología avanzada
-s. ll a.C.-, de labio moldurado o en ala.
Suhtipo 1: Con boca central (Fum::Hn, Tipos 1-5; Ltu.o, Tipos 1-4)
Tjpo 8: Cantimplora
Recipiente profundo, de forma esferoide o lenticular, con cuello estrecho en el eje mayor y boca algo más
amplia; puede llevar un par de asas a ambos lados de
la bocaJ así como una acanaladura alrededor del perímetro, para facilitar, mediante una cuerda su transporte y suspensión. No suele llevar decoración.
Se trata de un utensilio personal para el transporte
de pequeñas cantidades de lfquidos (LILLO, l979: 26;
1981: 363-365).
Tanto este Tipo eom.o el siguiente (A IT.9), tienen
una distribución geográfica concentrada en las provincias de Murcia, Albacete y Valencia.
Teniendo en cuenta la clasificación hecha por Lillo
(1981: 364), se han diferenciado los siguientes subtipos:
Suhtipo 1: Lenticular
Es la más com'lln, fechada en el Ibérico Pleno.
Suhtipo 2: Tuhuúu
Sólo se conoce un ejemplar procedente del Tossal
de Sant Miquel (Llfria). A modo de curiosidad, simplemente citar una cantimplora semejante procedente
de La Galia con una inscripción en la que se especifica
que su contenido era la cerveza (DAIU!MBUC y SAouo,
1900: t.I, vol. II, fig. 1138).
130
Cuando llevan elementos de prensi6n, éstos pueden ser asas o pestañas, situadas a ambos lados de la
boca.
Suhtipo 2: Con boca descentrada (FLETCHER, Tipo 6;
L tLLO, Tipo 5)
Los ejemplos conocidos llevan asas.
Tjpo 10: Th.rro (ARANEOUt-Pu F.16 -Kalathos de
cuello estrangulado-¡ CuAollADO F.12 a, b y e;
NoRDSTROM FF. 5 B -Sítula sin a sas-; P ERBJRA
Su~so 8 A , B y C; VhQ.omuzo 2.1.)
Recipiente profundo y, con escasas excepciones,
con un I.P. entre 70 y 100; peñu de tendencia cillndrica y cuello estrangulado, con labio saliente; a pesar del
estrangulamiento del cuello no llega a ser un ~cipiente
cerrado sino abierto; la base suele ser cóncava; sin
asas; puede llevar decoración impresa, pintada o engobe rojo (PilESllDO, 1982: 291 y 295).
'fradicionalmente, se le ha consjderado como un
kalathos (Tipo A IL7.) de cronología antigua (ARANE.
cut y PI.A, 1981: 77-78). Sin embargo, si bien puede
considerarse como precedente del kalathos, existen suficientes datos como para considerarlo un tipo distinto,
con u:na evolución cronológica y difusión geográfica diferentes a la del kalathos; por ejemplo:
[page-n-141]
LA CERÁM:ICA I:BÉJUCA; ENSAYO DE TIPOLOGÍA
-El perfu simple del kalathos sufre aqur una ruptura para convertirse en un perfil compuesto: galbo,
hombro, cuello, borde.
-Algunos tarros tienen un cuello bastante marca·
do y/o destacado, que hace que el recipiente no sea tan
abierto como un kalathos.
-El I.P. var{a sensiblemente, pues si pocos kalathoi sobrepasan el índice 100, en el caso de los tarros
la relación se invierte.
-Los tamaños oscilan entre 10 y 30 cm. de altura,
con un diámetro inferior a 25 cm. -sólo un tarro procedente de Toya (Peal de Becerro, Jaén) mide 53 cm.
de altura y 40 cm de 0 (FI!IlNÁND&Z MAnu, 1985:
382); mientras que los kalathoi muestran una gran variedad de tamaños.
- Al tratarse de un recipiente que aparece en un
primer momento del Ibérico Pleno, los ejemplares más
tardíos eran considerados como perduraciones; ahora
bien, la aparición de conjuntos importantes de tarros
conviviendo con los kalathoi (B~toNCANO y BwQ.tTBZ,
1985: 277-278; Ruato, 1986: figs. 11, NA-5823; 32,
NA-5806; 45, NA-5817; 50, NA-5820; 86: 90, NA-5826;
110, NA-5805¡ 117, NA-5718; 118, NA-5768 y 119,
Na-5785), hace imposible seguir manteniendo ese tipo
como una perduración.
-Por último, la distribución geográfica de este
tipo es bastante homogénea, pues de los tarros recogidos por Fernández Mateo en su estudio (1985:
309-310), cuarenta y tres proceden de Andalucía, catorce de Murcia, tres de Albacete (a los que habrla que
añadir los encontrados en El Amarejo), veinticuatro de
Alicante y cuatro de Valencia.
Aparecen desde mediados del s. VI hasta inicios
del S. n a.C.
De acuerdo con el perfü, se conocen los siguientes
subtipos:
Subtipo 1: Cillndrico
Subtipo 2: Tron&Ocónü:o
Subtipo 3: Abomhaác
Tipo 11t Sftala o Ce1to (AuNEOui·Pv. F.20 -Vasijas
con asa de cesto-; CuA.DIW)() F.lO y F.58; NoROSTROM
FF.S.A -Sítula con asa de cesto-; Pe~tl!lRA St!!SO 9 E)
Recipiente profundo que se caracteriza, esencialmente, por au asa horizontal que cruza, diametralmen.
te, la boca. Ésta suele ser circular y puede llevar un
pitorro vertedor junto a uno de los extremos del asa,
con lo que su funcionalidad relacionada con la contención de líquidos parece clara (PAGs, 1983: 95·100).
La variedad de perfiles que puede adoptar este recipiente, así como su amplia cronología (ss. V-II a.C.),
hace que no pueda incluirse con propiedad dentro del
grupo de las imitaciones (Grupo VI) (PAOs, 1984:
95-100).
GRUPO 111
A pesar de las dificultades que entraña, incluso en
el mundo griego y latino {DAIUIIRIIRO y SACuo, 1900:
t.V, 663-664), identificar la funcionalidad concreta de
los recipientes, sobre todo teniendo en cuenta su posible multifuncionalidad, se intenta reconstruir aquí un
hipotético servicio de mesa. Para ello, es evidente que
las referencias al mundo clásico hao sido casi obligadas, incluso con el peligro que supone hacer este tipo
de extrapolaciones culturales.
Para poder llegar a la identificación de las vasijas
que compondrlan la vajilla de mesa i~rica, se han tenido en cuenta, básicamente, cuatro criterios:
-Tamaño: dada su función debe tratane de recipientes de tamaño medio.
-Recipientes para contenido de líquidos y que, a
su vez, alguno de ellos sirva para verterlos sin esfuerzo.
- Recipientes aptos para beber.
- Y, recipientes útiles para servir alimentos líquidos o sólidos, así como para consumirlos.
Tipo 1: Botena (.AMmcUI-PLA F.l e -Vasija de
perfil bitroncoc6nico con boca de tro mpetay F.5 -Botellas-; CuADJW)() F.8 a y b 2, F.9,
F.53; GoNZÁLBZ PJVJS B-13, 14 y 15, y E-9;
NoR.DSTROM FF.16 -Aryballos- y FF.22
-Formas de cuello ccfongiforme»-; VAQ.UElll·
zo, l.II.A.).
Recipiente profundo y muy cerrado (LA.< 50);
con cuello más o menos destacado; boca, generalmente, más ancha que el cuello; sin asas; pueden llevar decoración o no; el tamaño oscila entre los 10 y 25 cm.
de altura. Sus peñues son muy variados, pero con tendencia bitroncocónica.
Su funcionalidad, teniendo en cuenta su cuello estrecho, está claramente relacionada con los lfquidos. Se
ha incluido dentro de un hipotético servicio de mesa
por las siguientes razones:
-Su tamaño medio las hace manejables y aptas
para el contenido de líquidos no de almacenaje sino
para consumir en breve tiempo.
-Su boca ancha impide que puedan tapane con
el rm de preservar el contenido.
-Su escasa estandarización las hace un recipiente
fuera de lo común y, por lo tanto, para no ser usado en
tareas dom~sticas cotidianas, aunque, como ya se ha indicado en repetidas ocasiones, no se puede excluir lamultifuncionalidad de ~ste ni de ningún otro recipiente.
131
[page-n-142]
C. ~ PARREÑO Y H. BONET ROSADO
-Finalmente señalar que vasijas semejantes con
el nombre de ,.J.agena~> eran utilizadas en el mundo antiguo para el seTVicio de mesa (DAREMBERC y SAOuo,
1900: t.III, vol.II, 907 -908).
La cronología es amplia pues aparecen desde el
Ibérico Antiguo y perdura.n basta el Horizonte Iberorromano.
Al tratarse de una producción poco estandarizada,
se hace muy dificil una clasificación. Se puede sugerir
la existencia do los siguientes subtipos de acuerdo con
el perm:
Subtipo 1: Ttnáenda bitroncocónica, giiJbular u ovoide
Subtipo 2: TendencitJ troncocónica o &ilindrica
Tipo 2: Jarra
Es un recipiente profundo y muy cerrado
(I.A. <50); con cuello más o menos destacado y un asa
desde la boca hasta el diámetro máximo; puede estar
decorado o no; la boca es amplia, trilobulada o circular. El tamaño oscila entre 30 y 9 cm. de altura, considerándose grandes aquéllos que tienen más de 15 cm.
y pequeños los restantes.
Su función está directamente relacionada con el
contenido y consumo de Hquidos -vino
preferentemente-. El hecho de que aparezcan jarros
con contenido diferente a )os líquidos (BuRtu..o y DE
Sus, 1986: 233) se debe a un uso ocasional de los mismos para otras actividades·, algo que es válido para
todo tipo de recipiente, incluso en la actualidad.
corados y su cronología es similar a la variante anterior.
J.&riantt 3: Pirif rme (AllANEOOI-PLA F.9 d
o
-Oinocboes de perfil piriforme con el diámetro máximo en el tercio inferior-; CUAO.RA.oo F. 28; NoRDSTROM
FF.ll -Oenochoe de perfil ovoide o piriforme-). Se
caracterizan por tener el diámetro máximo en el tercio
inferior. Se conocen ejemplares del Ibérico Pleno, con
o sin decoración, sobre todo de gran tamaño.
fánante 4:
Globular (ARANBGUI-PLA F.9 b
-Oinochoe de cuerpo globular-; CuADlV.DO F.29).
Este perfil es el que más se acerca al modelo ático. Variante poco documentada, se encuentra, sobre todo, en
yacimientos del s. IV a.C.
Subtipo 2: De boca circular u Olpe (AltAN.EGut-PLA F.9 e 1
y 9 d -Oinochoes de boca circular con cuerpo cilíndrico y con perfil piriforme-; NowSTROM
FF.23 -Oenochoe con boca circular)
Forma menos frecuente que el anterior subtipo, se
caracteriza por su amplia boca circular. Thdos los
ejemplares conocidos tienen perm de tendencia globular.
Las dos variantes diferenciadas son de cronología
similar: Ibérico Pleno con perduraciones en el Iberorromano.
J&riante 1: Con labio saliente (Ros SALA F.-T. VI b y
xm b).
fáriante 2: Con labio uclo.
Tipo 3: Jarra (CuADRADO F.30; NollDSTJlOM, FFJ
Subtipo 1: Con boca trilobultuúl u Oinochoe (Ros SALA
F.-T. XIII a; VAQ.UEIUZO, l..Xlli)
Cuando llevan decoración pintada, pueden presentar los llamados «ojos prortlácticos» (NoRDSTI\OM,
1973: 211), que aparecen también en el cerámica púnica (CJNTAS, !950: lám. Xill, 170 y 171). Teniendo en
cuenta el peñtl, se distinguen las siguientes variantes:
lizrianlt 1: Cilfndrico (ARANEGUI-Pt.A F.9 c2
-Oinochoc con boca trilobulada; CuADRADO F.27;
NoRDSTllOM FF. 11 - Oenochoe con boca trilobulada).
Abarca, básicamente, el Ibérico Pleno y es abundante,
sobre todo, en yacimientos de finales del s. III a.C.
Siempre están decorados.
VarúJnle 2: Trtmcotónicc (ARANEOUT-PLA F.9 a, e y r
-Oinochoes de cuerpo bitroncocónico, perfil quebrado de tendencia cillndrica y de tendencia romboidal-;
NoRnSTROM FF.ll -Oinochoe de perfil bitroncocóni·
co-). Esta variante puede tener el di.á metro máximo
en el tercio superior o en el inedio, pudiéndose considerar también como bitroncocónico. Siempre están de132
-Oinochoe de boca trilobulada, troncoc6nico
invertido)
Recipiente profundo con cuello indicado, no tan
cerrado como el jarro (I.A. 80-50)¡ boca trilobulada o
circular; con un asa, generalmente, sobreelevada y sin
decoración. Se trata de un tipo poco numeroso, de per·
ftles y tamaños lo suficientemente variados como para
impedir una clasificación por subtipos.
Los ejemplares con asa sobreelevada apuntan dos
posibilidades de uso: poderlo sumergir cómodamente
en un recipiente mayor y guardarlo colgado o relacionado con activjdades cultuales (Bo~ET, MATA y GutJUN..
1990: 191).
La cronología de los ejemplares conocidos abarca
todo el Ibérico Pleno.
Tipo 4: Callciforme
Recipiente abierto, de profundidad media (I.P. entre 50 y 100, con escasas excepciones sobrepasan el ín-
[page-n-143]
LA CERÁMICA mÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
dice 100); caracterizado por un cuello destacado separado del cuerpo, de tendencia globular; el labio más común es el saliente, aunque también se documentan
otras variantes (moldurado, triangular, ala plana); diámetro de boca igual o ligeramente superior al de la
panza; puede llevar pie diferenciado (anular o alto) o,
en contadas ocasiones, no llevar pie; no suele estar decorado, aunque se conocen algunos con decoración
pintada, e incluso, impresa y aplicada (BRONCANO y
BLÁNQ.OU, 1985: 279; MAn, 1991: fig. 15, 1, 4, 7-9, U,
16 y 17).
De acuerdo con el perfil del cuerpo, se pueden distinguir tres subtipos:
Subtipo 1: Cuerpo Globular ( ARAmoUJ-PLA F.8
-Caliciforme con pie anular-; CuADllADO F.
11; NoRDsnOM, FF.9 b - Krateriskos sin
asas- y FF. 10 -Bol con borde saliente-;
PEJWRA S1ESO 12 A; R os SALA F.-T. IV y V; V"·
Q.UUIZO
l.ill).
Se clasifican aquí los vasos conocidos, tradicionalmente, como caliciformes; se caracterizan por un cuello cilfndrico separado claramente del cuerpo por un
hombro redondeado, bien marcado. Los tamaños so.n
variados, desde 5 a casi 20 cms. de diámetro de boca.
En numerosas ocasiones, se ha venido considerando a
este Subtipo como una imitación de recipientes met.álicos (AV8Ll.Á y RooRlcuu R us, 1986: lám. II), de vajilla
de barniz negro ática (PAca, 1984: 142-lH} o, incluso,
de ..vasos 1 chardon•; pero, por su amplia representación en el repertorio ibérico se clasifica aquf y no en
el Grupo VI.
Aparecen en el Ibérico Antiguo y perduran hasta
época Lberorromana.
J.iarian/4 1: Grande. El diámetro de boca oscila entre
los 10 y 20 cms., sobrepasando los 20 cm. con escasas
excepciones; suelen estar decorados y llevar pie alto.
Son comunes en el s. DI a.C., aunque también existen
en otras épocas.
VariaiiU 2: Pequeño. Son los más abundantes. Su tamaño oscila entre 5 y 10 cm . de diámetro; pie anillado,
aunque no faltan con pie alto y base cóncava; cuando
llevan deco ración, ésta puede ser aplicada, impresa o
pintada, pero es bastante habitual encontrarlos sin ningún tipo de decoración, dominando los tonos de pasta
oscura, tal vez en relación con los modelos metálicos.
Se encuentran desde el s. VI a.O.
Subtipo 2: Perfil en S (CUADRADO F.11 e y F.22)
Se caracterizan por no tener el cuello tan desarrollado como en el subtipo anterior y su ruptura con el
~uerpo no es tan clara. Son escasos y de amplia crono-
logía. El actual registro no permite una división en variantes como en el Subtipo 1.
Suhtipo 3: Ca.refii:UÚJ (CvADRAOO F.23)
Cuello destacado, separado del cuerpo por una
fuerte inflexión en ángulo o carena. Como en el caso
anterior, el registro actual no permite una subdivisión
en variantes.
Conocidos en la bibliografia francesa como •Gobelets gris carénés» (Gut.Y, j uLLY, Souall, 1967), parecen propios de un Horizonte Ibérico Antiguo (MAATI
BoNAFt, 1990) aunque también, se conocen ejemplos
dentro del Ibérico Pleno.
Tipo 5:
~•o «a
cbardon» ( BBLtN y PEllEIRA SLE-
so, 1985: Tipo II.2.B.a.l.; jULLv, 1975: 31-36,
Grupo A II-1; SOUER, 1976-1978: 245, Grupo IV-1; PEUDlA SIESO 2A).
Vaso de tamaño mediano, profundo; diámetro de
la boca igual o mayor al de la panza; cuello destacado
de tendencia cilíndrica, con una altura mayor que la
del cuerpo; sin asas; ruelen estar decorados; pueden
llevar pie o tener la base cóncava.
Recipiente que imita formas fenicias y, por lo tanto, propio de un Horizonte Ibérico Antiguo, aunque
pueden existir formas evolucionadas durante el Ibérico
Pleno.
Tipo 6: Copa (CuADRADO F. 24 y 25; PE.B.ErRA SLEso 15)
Recipiente abierto de profundidad media, cuya ca racterística esencial es poseer un pie destacado. Peñlles
variados, con o sin decoración. No suelen llevar asas.
Pieza poco abundante en el repertorio ibérico,
pues su posible función era desempeñada por los caliciformes (T ipo A ill.-l.), copas de importación y sus
imitaciones (Grupo VI).
Se conocen ejemplares del lb~rico Pleno.
Tipo 7: la..ea (NoRDn-ROM FF.29 -Gran taza
tipo •pot de chambre»-; R os SALJ>. F.-T .XI y
XVIII)
Recipiente abierto, con una o dos asas, de profundidad media; con decoración o sin ella.
Tipo poco frecuente eo el repertorio ibúico, con
lo que es imposible intentar una clasificación más detallada por el momento, así como una aproximación cronológica fiable.
133
[page-n-144]
C. MATA PARR.EÑO Y R. llONET ROSADO
Tipo 8: Plato (Pt:RJURA SrESO 17)
Recipiente abierto y plano (l. P. entre 10 y 50); casi
siempre lleva decoración interior y/o exterior, &obre
todo, en el Ibérico Pleno¡ el pie puede ser indicado,
anillado o alto.
De acuerdo con el borde, se distinguen los &iguientes subtipos.
Subtipo 1: Con borde exvasado (AAANEGI.TJ·PLA F.lO e y
f -Platos de borde exvasado y hondos-; BsLtN y PERRJRA S1sso, 1985: Tipo I.1.A.1.1.; CoA·
oRA.Oo FF.Pl, P2, P4, Pll y Pl2; GomALBz PuTS
B-1 y 5, D-1 y 3 y E-1, 2 y 5; J uLLY, 1975:
29-31, F.A.1.2.; NoROSTR.OM FF.7 -Escudilla
con borde convexo- y FF.19 -Plato-; So.
uu., 1976-1978: 246, Grupo VI, F.l; VAQ.uuuzo
3.I.B/D, 3.VI. y 3.VII.
Su perftl puede variar de acuerdo con el borde,
que adoptará diversas formas: abombado, ala, pendiente, sin diferenciar.
Su cronología abarca toda la Cultura Ibérica y se
puede precisar combinando los siguientes atributos y
sus variables: borde/base/decoración. Una característica habitual, sobre todo en los platos grandes del Ibhico Pleno, es llevar en el borde, y mú raramente en el
pie, dos orificios hechos antes de la cocción, lo que pa·
rece indicar que se guardaban colgados.
Se pueden diferenciar varios tamaños:
W!n4nte 1:
cm.
W!rianú 2: PtqutfW. Diámetro de la boca entre 9 y
15 cm.
Subtipo 2: Con horde rtenl.f'ante o Pátna (ARAmcUI-PLA
F.lO.b - Platos de borde reentrante grandes-;
CuADRADO F.P.5.a, e y e, P7, P8 y PH; GoNZ.(.
LEZ
PMTS
Tipo D-2; NoRosTROM FF.7
-Escudilla- y FF 34 -Salero-; PsR&RA Sm.
so 16B; V AQI12RJZO 3.1V.)
Se han considerado imitaciones de la vajilla de
barniz negro (PAoB, 1984: 103-108 y 117-123), sin em·
bargo existen recipientes semejantes con decoración
pintada, barniz rojo o cerámica gris desde el 700 a.C.
o antes (Pswcu, 1969: 4 y 8, figs. 1, 869 y 2, 870¡
ScKVBART, NI..Bl\I..BYE.R y PBLUC!Jl, 1969: 95, 121, 122 y
1+6, láms. 1, 869, IV, 870 y Xlll), con lo que debe considerarse esta doble corriente de influencias a la hora
de valorar dicho tipo. En cualquier caso, son formas
muy imitadas desde antiguo y su asimilación al repertorio ibérico es completa. Pueden llevar decoración,
134
generalmente muy sencilla, o no llevarla. Aparecen
desde el Ibérico Antiguo hasta época lberorromana,
con pocas varjables.
Como en los platos de borde e.xvasado, se pueden
distinguir dos tamaños.
Variante 1: Grand8.
Varianle 2: PequtfW.
Subtipo 3: Con borde sin dijmn&iar o Escudilla
(ARANBcm-PLA F.lO a - Platos de borde
recto-; CUADRADO F.P.3 .; GoNZÁLEZ PRATS B-4,
C-4, D-1 y E-4).
Pueden llevar decoración o no. De acuerdo con el
registro arqueológico no se pueden hacer subdivisiones
en cuanto al tamaño, pues el diámetro de boca oscila
entre 12 y 20 cm., con escasos ejemplares mayores¡ en
cambio sí que existen variantes relacionadas con el
peñtl:
Mzn4nú 1: En ta.sqiUú (Ros SALA F.- .IX¡ V AQ.OI!lW.O
T
3.11. y 3.III.). Paredes ligeramente convexas. Es la variante con difusión cronológica más amplia.
W!rianú 2: Carmadc (Ros SALA F..!T.X; V AQ.UBRtzo
3.III.A.). Suave ruptura del perfll cerca del borde. Se
conocen pocos ejemplares y casi todos fechados en el
Ibérico Pleno.
Varianú 3: Trtmlo&ónico (VAQ.ITIIJUZO, 3.1.A. y 3.Ill.).
Paredes rectas, divergentes. Se conocen algunos ejemplares fechados en el Ibérico Antiguo, con escasas perduraciones.
Tipo 9: Cuenco (ARAN20Ut·Pt.A F.lO g - Boles o
cuencos-; CuADRAPO F.P.5 .d; PERBIRA StBSO
16.C.Ill.)
Recipiente de tamaño mediano cuyo l.P. es mayor
de 50 y ninguno de los conocidos hasta ahora sobrepa·
sa el Cndice 75; su borde suele ser sin diferenciar y el
perfil es de tendencia hemiesférica o troncocónica.
Existen pocos ejemplares y casi todos ellos de época Ibérica Plena avanzada o del Ibérico Final.
GRUPO IV
Recipientes de formas muy diversas caracterizados, básicamente, por su pequeño tamaño ( < 10 cm.),
por lo que también se conocen con el nombre de microvasos. De fonna excepcional, pueden incluirse vasijas
algo mayores que, por su forma y posible funcionalidad, se asimilen a este Grupo.
Funcionalmente, se trata de un conjunto relacionado con actividades de aseo personal, religiosas o funerarias (perfumes, ungüentos, colorantes, libaciones,
[page-n-145]
LA CERÁMICA lB~RICA: ENSAYO DE T IPOLOGÍA
etc.), servicio de mesa (pequeños recipientes para sal
u otras especias), juguetes o exvotos.
~rico
Tipo 1: Botellita (PER.E1RA Smso 13)
Subtipo 1: Globular (ALMAGRO
Recipiente profundo (l. P.> 100, y cerrado, sin
asas¡ pueden llevar decoraci6n o no. Como las botellas
(Tipo A ffi.l.), presentan formas poco estandarizadas.
Por el momento, no se conoce este tipo en el Ibérico Antiguo.
Se distinguen dos subtipos:
Subtipo 2: Fusi..frm'M (AL.'MGRO BASCH FF. 18· 35 y 35-4-0;
Suhtipo 1: Perfil d4
tt~ia
Los dos subtipos diferenciados son propios del
Pleno.
BASC H FF. 1-7;
ARANtGut-PLA F.26a -Ungüentarios bajos y
panzudos-; ÜUADRA.DO Grupo A).
AAAN.I!GUJ-PLA F.26b -Ungüentarios fusiformes-¡
Grupo B).
CUADRADO
Tipo 3: Copita (Alv.N.Eou•-Pv. F.7 e y d -Copas y
platos de pie alto-¡ CuAoRAOO FF. 36-38, 50-52 y
P 15¡ VAQ.uuno 3.V.)
giJJhui4T.
Se incluyen en este subtipo los peñl.les piriformes
y ovoides.
~nante I : Con (Ut/Jo óesta&alitJ (VAQ.I12~ t.VIII.B).
Se caracteriza por tener un cuello más o menos destacado, bien por ser alto y estrecho, bien por tener una
boca amplia.
~TÜJnú 2: Con «Ullo indicado (CuADRADO F.19.b,
F.20.a.3, b, el, c2, c3 y d, F.34; NotwSTROM FF.16
-Aryballos-). Se caracteriza por tener un cuello simplemente indicado y labio saliente.
Recipientes abiertos, con un diámetro de boca menor de 8 cm.¡ labio sin diferenciar o ligeramente saliente¡ su característica esencial es tener un pie alto o destacado; no suelen tener asas ni decoración.
Sus variados perfiles hacen difícil una clasificaci6n, aunque podr(an agruparse as(: hemiesféricos, en
casquete y carenados.
Los primeros ejemplares se fechan ya en el Ibérico
Antiguo.
Subtipo 2: Perfil quebrado (AAANEOUJ-PLA F.7
Tipo 4: Cubilete (CuAORADO FF.26, 4-1, 44 y 57;
V AQ.UERIZO l.IV.)
a y e
-Pequ eñas vasijas bitroncoc6nicas y pequeñas
botellas- y F.6 .b -Vasos de perftl quebrado
con pie anular-; C uADRADO F.12 . d, F.l9 a y e,
F.20 a 1, a 2 y C 4, F.21, F.32, F.33, F.42 y F.45;
NowSTRoM FF.16 -Aryballos-, FF.30 -Vaso
c ilíndrico troncoc6nico d el tipo bote de farmacia o albarello-).
Se incluyen en este Subtipo todas aquellas botellitas que tengan un hombro más o menos marcado y, por
lo tanto, el galbo es de tendencia cilíndrica o troncocónica. Pueden recogerse las mismas variantes que en el
Subtipo anterior.
Varüznte 1: Con eu.tllo ties14eado.
Ulriante 2: Con crullo
~.
Tipo 2: Ungüentario
Recipiente profundo y cerrado con cuello destacado y pie macizo, más o menos alto. Puede llevar una
sencilla decoración pintada.
En 1953, fueron objeto de una primera clasificaci6n
por parte de Almagro Basch (1953: 396-397), simplificada más adelante por Cuadrado (1977-1978: 38~4), y en
la cual se basa esta clasificación atendiendo a los tipo$ que
pueden ser considerados propiamente ib~ricos.
Recipientes profundos y abiertos, con labio salien·
te y cuello indicado¡ suelen tener base c6ncava o plana¡
pueden llevar decoración o no. No son muy abundantes y parecen propios del lb~rico Pleno.
Tipo 5: Diveno1
Se recogen aquí recipientes poco abundantes o de
difícil clasificación, como por ejemplo:
Suhtipo 1: Vaso Geminado (CoADRA.DO F.43).
Recipiente formado por dos pequeños vasitos de
tendencia globular y labio saliente, con un asa vertical
entre ambos.
Suhtipo 2: Tarriw (CuADRADO F.46)
Recipiente de profundidad media (I.P. 50-100); altura inferior a 4 cms.¡ abierto, labio saliente y cuello
indicado; base indicada o pie anillado¡ perfu de ten·
dencia globular o carenado¡ sin asas, y generalmente,
sin decoración.
135
[page-n-146]
C. MATA PARREÑO Y H. BONRT ROSADO
Suhtipo 3: Miniaturas
Subtipo 4: Con pQTTU) cónico
Se trata de piezas de pequeño tamaño que reproducen bastante fielmente un recipiente bien definido
en grupos anteriores: jarro de boca trilobulada
(Tipo A lll.2.1.), kalathos (Tipo A II.7.), ánfora
(Tipo A 1.1.2.), etc.
Este grupo de la tipología incluye una serie de piezas cerámicas consideradas o bien como auxiliares de
los recipientes vistos en los grupos anteriores, o bien
relacionadas directamente con tareas dom~sticas y artesanales d iversas.
Tapadera
Suhtipo 5: Con asa en el p01111J
Suelen pertenecer a grandes recipientes y su perfil
es troncoc6nico.
GRUPO V
Tipo 1:
Suelen corresponder a urnas de oz:ejetas (Tipo
A 11.4.1.).
(AB.AN&out-PL.-.
F.15
b
Tipo 2: Soporte
Se trata de objetos de tendencia cilíndrica, abiertos por los extremos; algunos pueden llevar una sencilla decoración a base de bandas y filetes pintados.
Su funci6n es la de dar estabilidad a recipientes
cuya base es muy estrecha o inexistente.
-Tapaderas diversas-)
Subtipo 1: Tubular
Piezas con perfil de tendencia hemie.sférica o troncoc6nica con un asidero o pomo en Ja parte superior,
que puede est.a r perforado. Pueden llevar decoración
pintada o no.
Están destinadas a cubrir algunos recipientes y
as(, preservar su contenido. Aunque todas ellas pueden
tapar cualquier vasija, incluso de cocina, hay algunas
realizadas expresamente: tapaderas para recipientes de
cierre hermético (Tipo A 1.4. 6 A 11.4.) o las de gran
tamaño y perfil bitroncoc6nico para las tinajas con
hombro (Tipo A 1.2.1.).
Su cronolog(a viene dada por el tipo de recipiente
que tapan. Se distinguen los siguientes subtipos:
Suelen ser de grandes dimensiones (altura > 20
cm.). Existen dos variantes básicas:
·
Wzrüznte 1: OúadJJ (ARANEOm-PLA FJ4a) -Soportes
de vasijas altos y calados- ). Los escasos ejemplares conocidos pertenecen al Ibérico Pleno.
Varüznte 2: Cilúulri&o (VAQUERJZO 4.1.0.). Son más
comunes que los anteriores y de cronología similar. En
esta variante se han incluido, tradicionalmente, las piezas que aquí se han clasificado como colmenas
(Tipo A V.3.).
Subtipo 1: Con pQTTU) discoúlaJ. (PeRRIRA SrESO 14 A.)
Subtipo 2: M oldurado (ARANBGm-PLA F.H b
-Soportes de vasijas bic6nicos-; V AQ.trEJUzo
4-.I.A. y B).
El pomo puede estar perforado o no. Cuando son
de gran tamaño pueden corresponder a tinajas con
hombro (Tipo A 1.2.1.).
Es· el subtipo más común, fechado en el Ibérico
Pleno.
Suhtípo 2: Con /JQTTU) anilltuk (CUADilAOO F.P 16)
Subtipo 3: Anular (GoNzALEz
el Ibérico Antiguo.
(PER.EIRA
Saso 14 B)
Puede estar perforado o no y, generalmente, no
llevan decoración.
136
B-18).
De perfil simple, macizo o h ueco, aparece ya en
Son las más comunes.
Suhtipo 3: Con pQTTU) macizo
P~TS
Suhtipo 4: De ctJTTete (GoNúuz PRATS B-17).
Formado por dos troncos de cono unidos por el
vértice. Propio del Ibérico Antiguo, pero se conoce algún ejemplar del Horizonte Pleno.
[page-n-147]
LA CERÁMICA IBÉRICA: ENSAYO DE TI POLOGÍA
Suhtipo 5: Semilunar.
Son piezas macizas de forma semilunar y sección
triangular, poco conocidos, y por lo tanto, de cronología imprecisa.
Tipo 3: Colmena
Son piezaa cilfndricaa de gran tamaño (altura
sin decoración y con la superficie interior
estriada.
Tradicionalmente se han identificado como soportes, pero el estriado interior les confiere una especificidad que hace pensar en un uso diferente. Piezas cerámicas similares se utilizaban y utilizan como colmenas
en el Ática OoNES, GRABAM y SACIU!TT, 1973: 397-4-13,
pi. 79 d, BOa y 85); también en Mallorca y Andalucía
existen ejemplos semejantes con la misma funcionalidad (MA!m11 MOAALES, 1981: 57, fig. 97; RosSIILLÓ Bot.DCN, 1966: 34 y 74-, sala VI). En el País Valenciano se
encuentran, con la misma forma, pero de corcho, esparto o madera (GRECORt, Cucó, Lr.oP y CAB
URA,
1985: 56-59). Las colmenas de cerámica, dispuestas horizontalmente sobre el suelo y apiladas, se tapaban con
tapones de corcho.
Es un tipo de amplia difusión en todos los yacimientos del Ib&ico Pleno e iberorromanos del Camp
de Túria (Valencia).
> 20 cms. ),
sos, pueden llevar decoración incisa o impresa. Los tamaños oscilan entre los 5 y 15 cm. de altura.
Ya en 19~5, BaJJester a puntó su posible uso ~mo
machacador para la molturación de alimentos y otros
productos artesanales e inició su estudio tipológico. Recientemente, Lillo (1981: 395-396) ha puesto en duda
su carácter funcional al relacionarlas con figurillas de
diosas. Sin pretender entrar en la polémica de la funcionalidad, creemos que no se puede negar el uso evidente como machacadores de alguna de estas piezas
q ue viene avalado tanto por la aparición de piedrecillas
en la base, como por señales de uso en la misma. Por
otro lado, sus formas son bastante homogéneas y suelen carecer de decoración, lo que parece apuntar hacia
un uso más cotidiano, algo que tambi6n se confirma
con al aplicación de técnicas microespaciales (BEMA·
uv, BoNET, GutRIN y MATA, 1986: 330, factor 3). Son
más abundantes que los morteros (Tipo A V.4.).
Subtipo 1: Atoda.da.
Se caracterizan por tener la parte superior acoda·
da y adelgazada. En ocasiones, la decoración de estas
piezas consiste en una corta incisión longitudinal en el
extremo que, junto al orificio de suspensión, le da un
aspecto zoomorfo.
Aparecen desde el Ibérico Antiguo.
Suhtipo 2: Con dos Apéndices.
Tipo 4: Mortero
Recipiente plano y abierto, labio diferenciado y
base, generalmente, anillada; Ueva el fondo interno re·
forzado con piedrecillas incrustadas y/o estrfas hechas
al torno. Tipo de gran amplitud cronológica, pero esca·
samente documentado en cerámica; aunque podrían
existir morteros de piedra (Puntal dels Llops, inédito)
o madera.
Su función como recipiente para moler está fuera
de toda duda, ya sean alimentos u otros productos destinados a actividades artesanales o rituales (pigmentos,
desgrasante, hierbas, etc.). La aparición de morteros
con pitorro vertedor los pone en relación con algún
tipo de preparado líquido o semiHquido.
Tipo 5: Mano de Mortero
Pieza maciza de arcilla; sección circular o poligonal, con la base má& amplia y achatada; cerca del extremo superior puede haber una perforación que permite tenerla colgada; en algunos casos, el vástago
central se divide en dos brazos; la base puede llevar
piedrecillas incrustadas o líneas incisas. En algunos ca-
Se caracterizan por los dos apéndices que se separan del vástago central en forma de cruz. Como en el
caso anterior, los apéndices pueden adoptar, en funci6n de su decoración, aspecto zoomorfo. Son abundantes, sobre todo, las variantes 1 y 2. Se distinguen
tres variantes.
Varianle 1: Con aphulias ccriiJs.
Varianle 2: Con aphulias largos.
Varianle 3: Con aphulias astfformes. Los apéndices,
originalmente largos, se enrollan en forma de asta. No
son muy abundantes.
Suhtipo 3: De tres Apéndices Rad.iaks.
Se caracterizan porque los tres apéndices adoptan
una posición radial; en este caao, el orificio de suspensión, cuando lo hay, está en el centro.
Son abundantes en el Ibérico Pleno, aunque apa·
recen ya en el Horizonte Antiguo.
137
[page-n-148]
C. MATA PARltEÑO Y H . BONET ROSADO
Tipo 6: Diversos
Suhtipo 6: Colt:uiDr.
Al igual que en el g,rupo funcional anterior, se in- .
cluyen en este Tipo una serie de objetos escasamente
documentados o de dificil clasificación. Tales como:
Objeto abierto por los dos extremos, uno de los
cuales ha sido totalmente perforado antes de la
cocción.
Suhtipo 1: EmhudtJ.
Suhti'po 7: Lut:fflUJ..
Objeto hueco de forma cónica y rematado por un
apéndice estrecho más o menos largo.
Su utilización más común es la de trasvasar líquidos, pero existen algunos relacionados con la apicultura (MoUNA G.ucfA, 1989).
Recipiente abierto y plano, con un pico vertedor.
Podrían ser lucernas debido a su pequeño tamaño
y presentar zonas quemadas.
Suhtipo 8: Br"berón.
Suhtipo 2: Morillb .
Pieza en forma de prisma triangular con el vértice,
e.n general, dentado; puede llevar decoración incisa o
impresa.
Se le supone una función relacionada con el hogar
(MAwo.uu, 1963: 29 y 32; 1983), aunque, r ecientemente, ha sido puesto en duda su cará.c ter utilitario
dada la escasez de su hallazgo en las viviendas (RUJz
ZAJ>A111RO, 1981: 61-62).
Se encuentran pocos en época ibérica.
Recipiente pequeño o mediano, con boca estrecha,
caracterizado por la presencia de un pitorro estrecho
y alargado. Semejante a la F.8131 bl de More] y a algunas formas del repertorio pú.nico (CrNTAs, 1950: lám.
LXIV, 40).
Suhtipo 9: Diábolo.
Pieza formada por dos conos o páteras unidos/as
por los vénices/bases, de utilidad desconocida.
Suhtípo 3: Tejuew.
Tipo 7: Pondos
Piezas diseoidales hechas con fragmentos de cerámica recortados intencionadamente, en algunos casos
perforadas. Se encue.n tran sueltas o formando series,
con el diámetro en disminución, en casi todos los yacimientos ibéricos desde época antigua.
Se les ha supuesto múltiples usos (CAST'RO CuiUIL1
1978).
Con ellas se podrlan relacionar algunas bases de
barniz negro o figuras rojas recortadas, también, intencionadamente.
Los pondera son objetos macizos de arcilla, más
raramente de piedra, con uno o dos orificios de suspensión, secados al sol, aunque también los hay cocidos;
algunos pueden llevar decoración impresa o incisa.
Considerados, tradicionalmente, cQmo pesas de
telar hasta que, recientemente, ha sido puesta en duda
dicha funcionalidad, pero sin que exista un alternativa
válida (CASTRO, CvuL, 1978: 188; 1983-1984: 96;
1985a: 138-140; 1985b¡ 1986: 184). En cualquier caso,
se tratar{a de contrapesos y no debe perderse de vista
la posibilidad de su cadcter m~tifuncional , dato que
parece eonfll'II)arse cuando se tiene la posibilidad de
analizar un asentamiento completamente excavado
(BER.NABEu, BoNn, Gvtlu:N y M.w., 1986: 331-332).
A grandes rasgos y siguiendo, en parte, la clasificación hecha por Fatás (1967), se pueden diferenciar
los siguientes subtipos.
Suhtipo 4: Cazo.
Recipiente hemiesférico con un mango largo.
Suhtipo 5: Caja.
Suhtipo 1: 1Joncopiramidal.
Conocida también como pyxis, tiene forma paralelepipédica y lleva tapadera; suele llevar cuatro pequeños pies en los extremos y estar decorada.
138
La cara superior es más pequeña que la inferior.
Puede llevar dos orificios en la cara mayor.
Son abundantes desde el Ibérico Antiguo.
[page-n-149]
LA CERÁMICA lBÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
Subtipo 2: Cuadrangular.
Las caru inferior y superior son cuadrados del
mismo tamaño. Son tambi~n abundantes.
VCU"Íaaúe 3: CilfndriuJ.
VCU"Íaaúe 4: TroncoeÓf'lw.
VCU"Íaaúe 5: Bilron&oc6nica. Es la que más variables
admite, pues los troncos de cono pueden unirse de diferentes formas y combinar tambi~n tamaños distintos.
VaritJnte 6: Motdl.lradtJ.
Subtipo 3: Paralelepipldico.
Las caras inferior y superior son rectángulos del
mismo tamaño. Puede presentar la perforación de suspensión tanto en el lateral ancho como en el estrecho,
aunque son más abundantes los primeros que Jos segundos.
Subtipo 4: Discoidal.
Parece estar relacionado con yacimientos de cronología antigua pero también aparecen algunos en el
Ibérico Pleno.
Subtipo 2: Fusayolo. con ca!Jeza.
Se caracteriza por tener una pequeña esfera en
uno de los extremos, protegi6ndolo de posibles golpes.
Wlriante 1: fWrúcljo.Ja.
VaritJnte 2: Tron&ocóni&a.
VdritJnte 3: Bitron&ocóni&a. Su variabilidad es grande
por lu mismas razones que las bitroncoc6nicas a~fa
las (A V.8.1.5.).
Variante 4: MDlduradtJ .
GRUPO VI
Subtipo 5: Piramidal o Cdnico.
De sección circular o cuadrangular, se caracteriza
por tener el extremo superior apuntado. No son muy
abundantes.
Tipo 8: Fusayola
Pequeños objetos de arcilla con perforación longitudinal utilizados para equilibrar el huso, función exclusiva que también empieza a ser puesta en duda
(BuRILLO y ot Sus, 1986: 232). Pueden adoptar multitud de formas y decoraciones, sin que tanta variedad
tenga, por el momento, significado cronológico.
Se recogen dentro de la C lase A, aunque recientemente se han encontrado algunu fusayolas hechas de
cerámica tosca, lo que a la larga provocará su inclusión
también en esta última clase cerámica.
Una primera clasificación de las fusayolas del Tossal de Sant Miquel fue hecha, en 1952, por Vidal y L6pez; tema que no fue retomado haata 1980 por Castro
Curel. Siguiendo a ambos autores, se han distinguido
los siguientes subtipos y variantes, independientemente de La multiplicidad de variables que cada uno puede
adoptar:
En este grupo se recogen piezas que imitan más
o menos fielmente otras procedentes de diferentes ámbitos extrapeninsulares. Aquí no se siguen los criterios
de clasificación por tipos y subtipos pues todas las piezas se pueden identificar con laa formas elaboradas en
sus respectivas tipologías. El número de imitaciones es
muy variado por lo que no se recogerán aquí todas las
posibilidades sino que se citarán algunas de las formas
más imitadas, remitiendo al lector a los repertorios publicados recientemente (PAOs, 1984; BoNllT y MATA,
1988).
Se trata de imitaciones relacionadas, ante todo,
con el servicio de mesa por lo que habrá que contar
con ellas a la hora de completar la vajilla ib~rica.
Se incluyen sólo las imitaciones de cerámicas de
barniz negro, ante la dificultad, en el estado actual de
la cuestión, para discernir con seguridad entre productos semitas importados, locales y sus imitaciones. Así,
dentro del mundo griego se imitan los Kylikes,
Skyphoi, Kantharoi, Phialai, Cráteras y platos de diversos tipos; del mundo itálico las cerámicas campanienses; y del ámbito púnico, los vasos plásticos y
kernoi.
Por razones prácticas y de homogeneidad, se ha
mantenido la denominación por tipos y subtipos, cuya
denominación corresponderá a los repertorios de las
piezas originales.
Subtipo 1: Acl.foia
Tipo 1: Kylú (ARANEGua-PLA F.llb -Copas de
Son las más extendidas en todas sus variantes desde el IMrico Antiguo.
VdritJnte 1: &flri&a.
pie bajo imitando el Kylix ático-)
Pieza bastante común, con y sin decoración.
VaritJnte 2: DiscoúW.
139
[page-n-150]
C. MATA P
ARREÑO Y H . BONET ROSADO
Tipo 2: Kyli:r-Slcyp.boa (AR.w.scor-P u F.11a
-Copas de pie bajo hondas-; C uADRADO
F.40)
glia, las formas 5, 6, 22, 23, 28, 36 y 63. Todos ellos
pu eden aparecer sin decoración o llevarla p intada o
impresa.
Copa abundante en el repertorio ibérko; con decoración o sin ella.
Tipo 7: l-áso plástico
Tipo 3: Skyp.boa y Slcyp.boide
Vasijas de pequeño tamaño relacionadas con las
producciones púnicas de barniz negro. Las imitaciones
más abundantes son los kemoi, gutti en forma de pie
y palomas.
El Skyphos no es una pieza muy imitada, pero en
cambio es más común la que se ha denominado
Skyphoide. Se trata de un recipiente abierto; de profundidad media (entre 70 y 100 de I.P., con raras excepciones); perfil en S, cuya característica indispensable es tener un asa horizontal ondulada, sobre el
hombro; siempre decorado; la base puede ser cóncava,
anillada o destacada; suele medir entre 7 y 12 cm. de
diámetro de boca, pero se conocen ejemplares algo mayores, pero siempre inferiores a los 20 cm. Parece tratarse de una imitación tardía de los Skyphoi, pues son
típicos de u na segunda fase del Ibérico Pleno.
Tipo 4: Kant.baroa y KrateriskosiKJUJ.tlaroide
(A RANEGl11-PLA F.13 -Cántaros-)
Forma poco imitada pero se puede encontrar tanto
en la variante con cuerpo gallonado como liso.
Se incluye aqu{ una forma de cronología tardía
m uy común en el valle del Ebro: cuello estrangulado
y dos asas que parten del labio.
Tipo 5: Crátera (A ilANEOuJ-PLA F.12 -Cráteras-; CUADRADO F.16, 17 y 55; PBRlltRA SrBSO 9A
y B; VAQ_t1&1UZO l.VI.B. y l.X.)
Las cráteras son formas imitadas, ante todo, en
Andalucía y Murcia. Casi siempre presentan decoración pintada. En mayor o menor medida, los iberos copian todos los subtipos de cráteras existe.otes: de cáliz,
campana, columnas y volutas. Las imitaciones p ueden
ser fieles o libres, manteniendo en éste último supuesto
los elementos más característicos del original (asas o
galbo).
Tipo 8: Otra!l imitacio.nes
Se clasifican aquí las piezas de pequeño tamaño
y formas diversas diffciles de agrupar bajo los ep(grafes
anteriores y que constituyen, en muchos casos, imitaciones casi únicas.
E ntre ellas podemos citar las formas de Lamboglia
1/8, 2, 3 y 45; la copa forma 68 de M orel, los gutti
(8180 More)) y las formas de More! 811~ b 1 y 9321 at
CLASE B: CERÁMICA TOSCA
Tipo 1: Olla (GoN7.ÁLl!Z PRATS T ipo I -Orza globular con cuello estrangulado y borde vuelto- y
tipo V -Escudilla-)
Recipientes con u.n LP. entr e 70 y 130; con cuello
indicado y labio saliente; sin asas y, generalmente, sin
pie diferenciado - plano, cóncavo o indicado-; peñl.l
de tendencia globular. Decoración escasa y estandarizada: Uneas incisas y baquetones en la base del cuéllo;
a veces, en los ejemplares más antiguos, cordones lisos,
incisos o impresos (B.ALLBSTER, 1947; CuADRADo, 1952).
Los primeros ejemplares aparecen en el s. VI a.C.,
conviviendo con la cerámica tosca hecha a mano, y
perduran hasta época Iberorromana. En algunas regiones (Cataluña y valle del Ebro), la cerámica tosca con~
tinuó haciéndose a mano !lasta su sustitución por la cerámica común romana.
De acu erdo con el tamaño, p odemos considerar
dos subtipos:
Subtipo 1: Grande.
Tipo 6: Plato (ARAmom-Pu F.lOa -Platos de
pescado-; CuADR
ADO F.P 3 y 6; V AQ.tJERrzo
3.I.E.)
Bajo este epígrafe gen~rico se recogen todos los
platos, tanto áticos como campanien.ses, imitados fielmente por los alfareros ibéricos. Entre los más frecuentes se encuentran, siguiendo la clasificación de Lambo140
Mayores de 20 cms. de altuTa.
Subtipo 2: Mediana.
Inferiores a 20 eros. de altura.
[page-n-151]
LA CERÁMICA ffi~R!CA: ENSAYO DB TIPOLOOÍA
ca~uela (GONZÁLEZ PRATS Tipo IV
-Cazuela de paredes simples rectas o
reentrantes-¡ VAQ.UEJUZO 3.VIII.)
Tipo 2:
ejemplares, por su pequeño tamaño, presentan un I.P.
inferior a 100.
Recipiente plano (I.P. menor de 25), generalmente, con labio sin diferenciar y paredes venicales; base
aplanada; puede llevar asas horizontales o cualquier
otro elemento de prensión, así como pitorro vertedor;
oscilan entre 20 y 30 cm. de diámetro de boca.
Los ejemplares conocidos pertenecen al Ibérico
Pleno, sobre todo a la primera fase.
Suhtipo 2: Con boca cireular.
Tipo 3: Bra1ermo
Recipiente con perfLI de tendencia globular, cuya
característica indispensable es tener, en el cuerpo, una
serie de perforaciones geom~tricas, hechas antes de la
cocción; es abierto, con labio saliente; profundidad media (I.P. entre 80 y 100): generalmente, oon un asa y
pie alto o destacado; los tamaños oscilan entre 10 y 15
cm. de diámetro de boca.
Su fun ción parece que están relacionada con el
manteninüento y transporte de brasas encendidas, sin
que se pueda olvidar la posibilidad de asar algún alimento (CARNW> y RmoHDO, 1986: 20, 21, 27 y 29) o
mantenerlos calientes durante algún tiempo, puesto
que su boca abierta permite el reposo en ella de las
ollas.
Aunque no son abundantes, se encuentran presentes en gran número de yacimientos ibéricos. La cronología abarca el Ibérico Pleno, sobre todo, la segunda
fase.
Tipo~:
Jarra
Se pueden encontrar tanto con cuello indicado,
como con cuello estrecho.
Tipo 5: Botella
Recipiente prof11ndo (I.P. > 100) y cerrado; con
cuello estrecho, más o menos diferenciado; puede tener
la boca ancha o no; sin asas.
Las pocas piezas que se conocen se fechan en el
Ib~rico Pleno.
Tipo 6: Tapadera
Objeto de forma aproximadamente troncocónica y
asociado, básicamente, al Tipo B l . Carece de decoración.
Los subtipos diferenciados son:
Suhtipo 1: Con pomq discoidal.
Subtipo 2:
Qm
pomo anilliulo.
Al igual que las de cerámica fLDa (Tipo A V.1.2.)
pueden estar perforadas o no. Son las más abundantes.
Subtipo 3: Con pomq macizo.
Tipo 7: Diver101
Recipiente profundo (I.P. mayor de 100); cuello
más o menos estrecho, pero con boca ancha; perfil de
tendencia globular; un asa desde el labio hasta la
panza.
Los pocos ejemplares que se conocen están. fechados en el Ibérico Pleno. Por este mismo motivo no se
puede hacer una diferencia de tipos en base al I.A.
como se ha hecho en al cerámica fma (A Ill.2. y
A III.3.).
.Los paralelos conocidos de ambos subtipos apuntan hacia una cronología del s. m a.C. en adelante.
Se pueden distinguir dos subtipos en relación con
la forma de la boca:
Pequeño recipiente plano, hecho a mano o a tomo,
con o sin pico vertedor. Algunos ejemplares con el pico
vertedor quemado podrían ser lucernas.
Suhtipo 1: De boca trilobulada..
Suhtipo 2: Tazo..
Semejante al tipo A l1.2.1. -Jarro de boca
trilobulada-; suele tener el cuello est.recho. Algunos
Recipiente abierto y de profundidad media (LP.
entre 50 y 100), con un asa; boca circular.
Incluimos en este Tipo todas aquellas cerámicas
de cocina de las que se conocen pocos ejemplares y, por
tanto, diffciles de definir tipológica y funcionalmente.
Como por ejemplo:
Suhtipo 1: Ouenqu«ikJ 1 Escud.iJI4.
141
[page-n-152]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
Suhtipo 3: PlaW 1 Tapadera .
Pieza muy plana, con el labio engrosado.
Su funcionaJidad es diffcil de determinar. Algunos
ejemplares con perforación centraJ debieron ser tapaderas, aunque no se descarta la posibilidad de su utilización como soportes.
Suhtipo
~:
Tonel.
Semejante a los de cerámica Ílna (Tipo A 11.9.).
Subtipo 5: Cuhilete.
De características morfométricas semejantes a los
de la cerámica fina (Tipo A IVA·.), aunque los tamaños
suelen ser mayores.
Subtipo 6: &cipienl.e con resalte cerca de kz boca.
Se conoce un sólo ejemplar de grandes dimensiones que, además, presenta unas orejetas. Atributos ambos poco frecuentes entre la cerámic~ tosca.
Suhtipo 7: cÍn.fora.
La única diferencia formaJ que presenta con las
ánforas de cerámica fma (Tipo A [.1.2.), es la presencia de un pie indicado.
SuhJipo 8: Tobera
Pieza formada por dos tubos cónicos cuyo vértice
es común. Se utilizaba para permitir la entrada de aire
en los hornos
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145
[page-n-156]
LA CERÁMICA IBéRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
GRUPO!
CLASE A
TIPO 1: ANFORA
Subtipo l. 1.: Con hombro carenado
Subtipo l. 2.: Con hombro redondeado
•
6
4
1. 2. l .
Fig. L- J. Pri4 Ntgra; 2. Carambolo¡ 3. &nim411uf4;
146
l. 2. 3.
l. 2. 2.
~.
l. 2. 4.
Bastida; 5. PunJ4J rú SaliM.s; 6. Ampu.ri¡J.s; l &rrtta.
[page-n-157]
GRUPO!
CLASE A
TIPO 2: TINAJA
Subtipo 2. 1.: Con hombro
2. l. l.
2. l. 2.
2. l. 3.
Subtipo 2. 2.: Sin hombro
2. 2. l.
2. 2. 2.
F1 2. - 1. El &laig; 2, 9 y 11.
'g.
~~·
3. Cánulo¡ 4. Cigarrllkjo; 5 . .hnM,_jc¡ 6. CaJtiUi&o rü las hiitls; 7. Pma Negra¡ 8. Solivelia¡ JO.
ús V'tllaru.
147
[page-n-158]
GRUPO 1
TIPO 3: TINAJA CON PITORRO VERTEDOR
CLASE A
Subtipo 3. 1.: Con hombro ·
...
o
2
Subtipo 3. 2.: Sin hombro
GRUPO!
TIPO 4: URNA DE ORFJETAS
. .
GRUPOI
TIPOS: ORZA
Fig. 3. - J. lAs VilJ4.Tes,· 2. Margaltj¡ 3. Bastida; l . Castillico tú /tu Ptñtu; 5. Pma Negra; 6. Cazalilla.
148
[page-n-159]
GRUPO TI
Subtipo l. 1.: Con resalte en el cuello
GRUPO JI
CLASE A
TIPO 1: RECIPIENTE CON RES ALTE
Subtipo . 1. 2.: Con resalte en el galbo
TIPO 2: TINAJILLA
Subtipo 2. 1.: Con hombro
.2. 1. l.
2. 1. 2.
2. 1. 3.
Fig.
~.-
J. SnYtla,· 2. &lbiVt,' 3 y 6. ToiSal de Sant Miq111l,· ~. .Aibtrftrtla; 5. &utida; 7 y 9. ToJNJ,' 8. CigtJrl~'o.
149
[page-n-160]
GRUPOll
TIPO 2: TINA.TILLA
CLASE A
Subtipo 2. 2.: Sin hombro
2. 2. 1.
3
2. 2. 2.
Fig. 5.- 1 y 11. Cirarro4fl; 2. 10ssal de Sanl Miquel; 3, 4 J 12. SoliD•II4; 5. Bastida; 6 y 10. L4s PeM.s; 7. 'IOrrt de FoiM; 8 y 9.
150
~a.
[page-n-161]
GRUPOll
TIPO 3: TJNAJTLLA CON PITORRO VERTEDOR
Subtipo 3. 1.: Con hombro
GRUPO II
CLASE A
Subtipo 3. 2.: Sin hombro
TIPO 4: RECIPIENTE CON CIERRE HERMETICO
Subtipo 4. 1.: Urna de orcjclas
4. l. t.
4. t. 2.
4. 1: 3.
Subtipo 4. 2.: Tinajilla con borde dentado
Subtipo 4. 3.: Tinajilla con borde biselado simple
4. 3. 1.
4. 3. 2.
Fig. 6.- 1. Mol/ d'Espigol¡ 2. BastiJa¡ 3. Vi/Jaru; l . Con Bas¡ 5. ScliDella¡ 6. El MDIM¡ 7. Mitnut,· 8. 'J#ssaJ de S4tl1 Miqwl¡ 9. Escuna;
10. CigatTaújo,· 11. baila.
151
[page-n-162]
GRUPO TI
GRUPOD
CLASE A
TIPO S: ORZA PEQUEÑA
TIPO 6: LEBES
Subtipo 6. 1.: Con pie
6. l. 2.
6. l. l.
Subtipo 6. 2.: Sin pie
7
Fig. 7.- 1. lAs Vi/Jaru; 2, 6 y 9. Amoujo; 3. 'IDyd,·
152
~.
Torsal tú SanJ MlqlUI,· 5. PunJo/ deis LIJ>ps; 7. Battida; 8 y 10. Albujm/4.
[page-n-163]
GRUPO II
Subtipo 7. 1.: Cilíndrico
7. 1. l.
GRUPO TI
Subtipo 7. 2.: Troncocónico
7. l. 2.
7. 2. 2.
Subtipo 8. 2.: Tubular
TIPO 9: TONEL
Subtipo 9. 1.: Con boca central
Fig. 8.-
7. 2. 1.
TIPO 8: CANTIMPLORA
Subtipo 8. l.: Lenticular
GRUPOII
CLASE A
TIPO 7: KALATHOS
Subtipo 9. 2.: Con boca descentrada
1. Pun/41 dtú LIJJps; 2. ~; 3. Ám/Jurias; 4. Tossd dt 14 Cola; 5. &stid4; 6. 1Jssal dt SanJ Mit¡rul; 7. Ca.sti/Jia> dt las
Pmas; 8. Coua Ft1Ta4DIJ4.
153
[page-n-164]
GRUPO TI
CLASE A
TIPO 10: TARRO
Subtipo 10. 1.: Cilíndrico
Subtipo 10. 2.: Troncocónico
)
~
, . , • •_!'
~} ··~·~t· 4 .
........ "'t'"'O
Subtipo 10. 3.: Abombado
GRUPO U
Fig. 9.-
154
TIPO 11: SITULA
l . /Jlbu.jmiiJ; 2. ~· 3. A.rnarljo; 4. BolbtJX," 5. Las Cabtzr~~las,· 6. &..u; l &rrti/J; 8. OigamJ!tjo.
[page-n-165]
GRUPOIII
TIPO 1: BOTELLA
CLASE A
Sobtipo l. 1.: Tendencia bitroncocónica, globular u ovoide
Subtipo l. 2.: Tendencia Lroncocónka o cilíndrica
Fig. 10.-
l . Los Tli/Jaru; 2, 1, 6, 7 y 8. Bastidtz; 3 y 9. Alhu.forda; 5. P¡¡nJiJl dlls LJJJps; 10.
EsCU~ra.
155
[page-n-166]
GRUPO
m
CLASE A
TIPO 2: JARRO
Subtipo 2. 1.: Boca
trilob~lada
u Oinochoc
2. l. 2.
2. J. l.
2. l. 3 . .
2. l. 4.
Subtipo 2. 2.: Boca circular u Olpc
2. 2. l.
GRUPO
11
m
2. 2. 2.
TIPO 3: JARRA
12
13
Fig. 11.- 1, 3, 7 y 8. &stidll; 2 y JI. Punl4l ikls LIJJps; 4 J 13. 10sstd ik &tu Miqull; 5. Aswy; 6. Casulut ik &niiJbl; 9:1 JO.
12. Alhufmta.
156
Es&~~Ma;
[page-n-167]
GRUPO m
CLASE A
TIPO 4: CALICIFORME
Subtipo 4. 1.: Cuerpo globular
4. l. 2.
4. l. l.
Subtipo 4. 2.: Perfil en S
Subtipo 4. 3.: Carenado
-~
Fig. 12. - 1 y 5. Tossal de San M il¡rul,· 2, 4 y 6. Los Vilúuu¡ 3. PunJa/ dJs LJqps; 7 y 8. Cigll1Ta/tjo¡ 9 y 10. Bastú/4; 11. Cartil/i.c"
di las Prio.s; 12. Albu.forna.
157
[page-n-168]
GRUPO
m
TIPO S: VASO A CHARDON
GRUPO
m
TIP06: COPA
GRUPO
m
TIP07: TAZA
CLASE A
Fig. 13.- J. 7aya; 2. PumJe dtl Obispo; 3. PUIIIal dtls LltJps; 4. Los rrúJa,-es; 5. Cigmalljo; 6. San ÁIIWtuO dt Calactile; 7 y 8 .Aui/4.
158
[page-n-169]
GRUPO ill
CLASE A
TIPO 8: PLATO
Subtipo 8.1.: Con borde exvasado
~,f;S\\
00 ·
~5
8. l. l.
7
e
~)
8. l. 2.
Subtipo 8. 2.: Con borde reentrante o Pátcra
8. 2. l.
8. 2. 2.
Fig. U .-
J. SoliDe/la; 2. C4sttlút tú &mabl; 3, 4, 9, 11, 14 y 15. PunJald& L/IJfJs,· 5. Azai1a; 6. Mortos; 7. Bastid4; 8 .J 16. V'úlara;
JO. 'llJssol d4 Salll MiqiUl; 12 .1 13. Albuftreta.
159
[page-n-170]
LA CERÁMICA ffiÉ.RICA: ENSAYO DE TlPOLOCfA
GRUPO
m
TIPO 8: PLATO
CLASE A
Subtipo 8. 3.: Con borde sin diferenciar o Escudilla
\~
8. 3. l.
'
8. 3. 2.
8. 3. 3.
GRUPO
m
Fig. 15.-
160
TIPO 9: CUENCO
1, 2 y 8. Los V'úlar11; 3. Amartrjo; #. PunkJJ tkls L/4ps; 5 y 6. Bostida; 7. Cdttu/o; 9. Baza.
[page-n-171]
GRUPO IV
CLASE A
T1PO 1: BOTELLITA
Subtipo l. 1.: Perfil de tendencia globular
~
m
1.1.1.
dS. m
l. l. 2.
Subtipo l. 2.: Perfil quebrado
l. 2. 1.
GRUPO IV
l. 2. 2.
TIPO 2: UNGÜENTARIO
Subtipo 2. 1.: Globular
Subtipo 2. 2 .: Fusiforme
Fif. 16. - 1, 2, 5, 7, 8 y 9. &stiJJz; 3. 7l>ssal rü Sant Mü¡utl; ~y 12. Cigtmaújo; 6 y 13. Alhujrrt14; 10 y 11. lAs ViiJ.tnu,· 14. PU1IJoJ
rüls Llops.
161
[page-n-172]
GRUPO IV
GRUPO IV
TIPO 4: CUBll..ETE
GRUPO IV
CLASE A
TIPO 3: COPITA
TIPO 5: DIVERSOS
Subtipo 5. 1.: Vaso gcminado
Subtipo ' S. 2.: Tarrito
Subtipo S. 3.: Miniatura
Fig. 17.-
162
1, 2, 9, JO J 12. Cigarra4}o; 3, 5 y 11. Bastida; 4, 7, 8, 13, U , 15 y 16. 'IOssa/ fk SanJ Mü¡tUI¡ 6. Los Víll4ru.
[page-n-173]
GRUPO V
CLASE A
TIPO 1: TAPADERA
Subtipo l. 1.: Con pomo discoidal
Subtipo l. 2.: Con pomo anillado
Subtipo l. 3.: Con pomo macizo
Subtipo l. 4.: Con pomo cónico
Subtipo l. 5.: Con asa en el pomo
GRUPO V
TIPO 2: SOPORTE
Subtipo 2. J.: Tubular
Subtipo 2. _ Moldurado
2.:
)
l
..
9
(
)
2. l. 2.
2. l. l.
Subtipo 2. 3.: Anular
1
Subtipo 2. 4.: De carrete
Subtipo 2. 5.: Semilunar
\
Fig. 18. - 1, 7, 8, 12 :J 13. Tossol tÚ San.t Mú¡u.el,· 2 :J 3. lAs Villmu; 4. Castúlet tÚ &rnDhl,· 5, JO y 11. Pwual úls Ll4ps; 6. El M olm;
9. Rtcu.ato dt CUiqill.
163
[page-n-174]
GRUPO V
CLASE A
TIPO 3: COLMENA
1
GRUPO V
TIPO 4: MORTERO
GRUPO V
TIPO 5: MANO DE MORTERO
Subtipo 5. 1.: Acodada
Subtipo 5. 2.: Con dos apéndices
5. 2. l.
5. 2. 2.
5. 2. 3.
Subtipo 5. 3.: De tres apéndices radiales
Fig. 19. - 1 y 2. PunJa/ dtls LIDps; 3 y 8. Los Villaru,· 4 aJ 7. 10sraJ dt SanJ Miqrul.
164
[page-n-175]
GRUPO V
CLASE A
TIPO 6: DIVERSOS
Subtipo 6. 1.: Embudo
Subtipo 6. 2.: Morillo
Subtipo 6. 3.: Tejuelo
Subtipo 6. 4.: Cazo
-r ==l
_
(-~
~
Subtipo 6. 6.: Colador
Subtipo 6. 5.: Caja
6
Subtipo 6. 8.: Biberón
Subtipo 6. 7.: Lucerna
Subtipo 6._ 9.: Diábolo
Fig. 20.-
1, 4, 5 y 7. Tossol
tÚ
Satrt Mü¡u.d; 2. &.stid4; 3 y 6. Amll'lljo; 8. Punllli tÚÚ Llops; 9.
~lbu.foreta.
165
[page-n-176]
GRUPO V
CLASE A
TIPO 7: PONDUS
Subtipo 7. 1.: Troncopiramidal
Subtipo 7. 2.: Cuadrangular
Subtipo 7. 4.: Discoidal
Subtipo 7. 5.:
GRUPO V
~iramidal
Subtipo 7. 3.: Paralclcpipédico
o Cónico
TIPO 8: FUSAYOLA
Subtipo 8. l.: Acéfala
ID
8. l. 1.
8. 1. 2.
.r7.1
.r&
8. 1. 3.
8. ·t. 4.
8. 2. .3.
8. 2. 4.
Subtipo 8. 2.: Con cabeza
8. 2. l.
8. 2. 2 ..
Fig. 21.
166
8. l. 5.
8. l. 6.
[page-n-177]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
CLASE A
GRUPO VI
TIPO 1: KYLIX
, ,~
i
TrPO 2: KYUX- SKYPHOS
TIPO 3: SKYPHOS Y SKYPHOIDE
Fig. 22.-
J.
Punlal d6ls lÁ/JS; 2 y #. &stúll.l; 3.
~IJJ~~. ~r~ta;
j
5. lAs Yill4ru; 6. CGttt!kt d6 BmuJJI.
167
[page-n-178]
GRUPO VI
TIPO 4: KANTHAROS Y CRATERISKOS
GRUPO VI
CLASE A
TIPO S: CRATERA
Fig. 23.- 1 y 5. A/Jm.foreiiJ; 2. San .4Nonio ¿, Caloaiú; 3. Auila¡ 1 y 7. CigOTroltjo,· 6.
168
Casti~ tJ, las
Ptii4s.
[page-n-179]
C. MATA PARREÑO Y H. BONBT ROSADO
GRUPO VI
TIPO 6: PLATO
CLASE A
L ..._... - __,......,
.....
,~· 7~~ ~
Fig. 24.-
1. 10ssal cü Sam Miq¡u/; 2, 5. Cigo.mll#Jo; 3. Bastida; 4 y 6. Snuta; 7. .4/npJio.; 8. Lor Villaru .
169
[page-n-180]
GRUPO VI
TIPO 7: VASO PLASTICO
GRUPO VI
CLASE A
TIPO 8: OTRAS JMITAClONES
-«#:a, qTU'(~~
,)
.......
>;si r
Fig. 25. - 1 y tÚ/ 7 al 10. Pun.tal tkls Llops¡ 2 :J 11. Amarejo¡ 3. Los Yillarts¡ 4 y 5. 10ssal tk S4rtt Mit¡JUI; 6. ~kudia .
170
[page-n-181]
TIPO 1: OLLA
CLASEB
Subtipo l. 1.: Grande
Subtipo l. 2.: Mediana
TIPO 2: CAZUELA .
Fig. 26. - 1, 2, 3, 5 y 1. &utida; 1, 8 y 9. Los JljiJa,u; 6. PU!114i dels Llbps; 10. 'nssal de San/ Miq!Ul.
171
[page-n-182]
CLASEB
TIPO 3: BRASERILLO
TIPO 4: JARRA
Subtipo 4. 1.: De boca trilobulada
Subtipo 4. 2.: DG . boca circular
TIPO 5: BOTELLA
TIPO 6: TAPADERA
Su.btipo 6. 1.: Con pomo discoidal Subtipo 6. 2.: Con pomo anillado Subtipo 6. 3.:Con pomo macizo
·~
Fig. 2l - 1 y .3. A.martjo; 2 y 1.3. 1lissal tÜ &mJ Mü¡wl; 5, 6 y 12. ÚJs JTdlarts,· 4 y del 7
172
tÚ
10. Pun141 deis Llops; 11. Bastida.
[page-n-183]
CLASEB
TIPO 7: DIVERSOS
Subtipo 7. 1.: Cucnquccito/ Escudilla
ill
1
Subtipo 7. 3.: Plato/ Tapadera
_..;;;.,.__"'\____
Subtipo 7. 2.: Taza
(
6
Subtipo 7. 4.: Tonel
¡ '
Subtipo 7. 5.: Cubilete
Subtipo 7. 6.: Recipiente con resalte
Subtipo 7. 1.: Anfóra
Subtipo 7. 8.: Tobera
Fig. 28.-
1, 3 y 5. 1bsal
~y
10. Los Vi/lares; 6 y 9. Casullet
173
[page-n-184]
[page-n-185]
R afael R AMos
FERNÁNUEZ •
LA CRÁTERA IBERORROMANA DE LA ALCUDIA
El hallazgo de la crátera estudiada en este trabajo,
que remito al recuerdo del amigo Enrique Pla, tuvo lugar durante el desarrollo de la LIV Campaña de Excavaciones en La Alcudia de Elche (RAMos, 1989a:
236-240), en el estrato iberorromano (R.wos, 1983:
147-172) de los sondeos 8.9-A.B del Sector 5-F del yacimiento, que se encontraba cubierto por un pavimento
de mortero de cal perteneciente a la «domus• romana
que lo cubre. La estancia en la que se localizó la pieza
tiene un pavimento de cal sobre adobes y una planta
de 4x2'25x3 mts. de superficie, con paredes de mamposterfa enlucidas de cal y pintadas de rojo.
Esta crátera parece responder al posible desarrollo
ansado de una forma de la cerámica ibérica arcaica con
perfil de pixis existente en La Alcudia (Ru.«os, 1941:
287-299; RAMos, 1987b: 43) y en otros yacimientos de
su área (RAMos, 1962: 90-95). Supone pues la recreación de un tipo antiguo al que se le incorporaron asas
verticales dobles al tiempo que se diferenció su base.
Su altura es de 17'5 cma. al igual que el diámetro de
su boca (Figuras 1 y 2).
Ofrece una decoración que, entre bandas de tres
Hneas y en función de sus dos asas dobles, se centra
•
Mu•eo Monográfico de la Alcudia, Elx.
en dos caras del vaso. La primera de ellas, que debe
considerarse como principal, contiene un rostro de mujer alado que se enmarca en los dos ángulos superiores
de su zona con dos aves que pican en su alas, en actitud
simétrica, simulando el gesto de libar, y que queda fijado a la línea de su base por una alusión vegetal de la
que brota ese rostro femenino como una flor de su cáliz. Es una representación más de las manifestaciones
divinas que caracterizan a la cerámica de Elche, tanto
en este período iherorromano como en el anterior iberohelenfstico, que se presentan siempre asociados a un
mundo vegetal y animal como referencia al sagrado dominio de la diosa (Láminas 1 y 11).
Esta representación hace referencia al nacimiento
del capullo floral que se metamorfosea en cabeza de
mujer. Es la germinación vegetal que se manifiesta en
un rostro divino, el rostro que nace pero que todavía
en su tallo es una flor (Ou.cos, 1987: 26), con lo que
se expone un pensamiento universal del munto antiguo
que expresa la idea de tránsito entre la muerte y la
vida. Esta cabeza supone la plasmación del momento
en que la divinidad, en su aparición frontal, brota de
la tierra para presentarse ante los hombres. Significa
por lo tanto una imagen de vida, de tránsito. Expresión
que indica la evidencia de que los iberos participaron
175
[page-n-186]
R. RAMOSFBRNÁNOEZ
Fifs. 1 y 2.- CrákTa de La A.ler.uiia.
176
[page-n-187]
LA CRÁTERA IBERORROMANA DE LA ALCUDIA
de la koiné ideológica griega, púnica y suritálica sobre
la muerte.
La representación frontal del rostro (VUNANT,
1986: 49 y 104) es índice de una iconogralra simbólica,
ya que su frontalidad logra que su mirada se enfrente
siempre a quien lo contempla y obliga a que sólo se
pueda visualizar de frente, en un careo directo que exige la entrada en el área de su atracción, aventurándose
a quedar atrapado en ella y a dejar de ser un ser vivo
para convertirse en una potencia de muerte. Es, pues,
la imagen que surge de los campos infernales, es una
manifestación de la divinidad plasmada como máscara
para expresar su personalidad de soberana del seno de
la tierra, de las sombras, y su condición de regreso a
la luz. Precisamente por ello ese rostro luce unos círculos en sus mejillas que tal vez sea exponente de «algo
demonfaco» (Ktr~KN, 1974: 113), de su ascenso
averna!.
La decoración de la cara principal de esta crátera
puede vincularse a la correspondiente al ánfora que,
p rocedente de La Alcudia (FaNÁNDt:Z Avu.ts, 1946;
GAllCIA Bw.roo, 1954: 623 y 633), se conserva en el
Museo Arqueológico Nacional. Se trata de una pieza
incompleta, de 46 cms. de altura y 21 cms. de diámetro
de boca, de dos asas verticales, pintada con una faja
de semicfrculos concéntricos en su zona baja, una banda de temática vegetal estilizada como elemento de separación y dos zonas centrales delimitadas por los espacios comprendidos entre las asas. En parte de una
de las zonas principales de su decoración, asociada a
representaciones animales y vegetales en cuanto a exposición del dominio espacial de la diosa, se muestra
una cabeza femenina alada, de rostro frontal, engalanada con pendientes en forma de granada com o alusión a la fecundidad que simbolizan, que se manifiesta
como el divino brotar a la vida. t1 na comparación entre los rasgos estilisticos del gran vaso del Museo Arqueológico de Madrid y los de la crátera ahora descubierta, ya expuesta en el Museo Mongráfico de La
Alcudia, indica que probablemente son obras de un
mismo taller y de una mano no muy diferente: la nariz
del ejemplar conservado en Madrid es muy similar a
la de la pieza aquf estudiada y debe reoonstruirse en
posición frontal y no de peñll como erróneamente figura en la fotograffa (Lámina III). Esta decoración, tanto
por la técnica pict6rica empleada como por la estilización de Jos motivos vegetales realizados y por el tipo
de la banda de separación de zonas, pertenece a una
obra de época iberorromana, sincrónica a la crátera
aquí descrita y similar al llamado «Vaso de la Bailarina.., tambiw de La Alcudia y de su ettrato D (RAMos,
1970: 25-27; RAMos, 1975: 167), en el q ue una figura
femenina en actitud de d anza parece ser el reflejo ibero
de las representaciones de las Ménades, pintadas en la
cerámica griega, que se muestran asociadas a rituales
dionia{acos.
La cara de esta crátera opuesta a la ya detallada
contiene la representación pintada de dos cabezas mas·
culinas barbadas, diferenciadas en el tocado de su ca·
bello, de perfil y con posición similar, que flanquean
el motivo subterráneo, ctonio, que supone la presencia
de dos serpientes. Estas imágenes antropomorfas podrían ser también cabezas que brotan de la tierra, que
florecen. Sin embargo hay una clara diferencia entre
el personaje de la izquierda y su compañero: en el primero tenemos un rostro descubierto en el que se indica
la oreja y los rizos del peinado; en el segundo, un trazo
grueso recoge el pelo, al modo de un gorro. Es significativo que en esta figura queda oculta la oreja. El primero de estos dos varones se vincula a un tallo vegetal
que brota de su cuello y este rasgo relaciona'estas cabezas a la frontal del anverso, la femenina . ¿Se trata de
dos personajes ctonios -de alú su asociación con las
serpientes- que contemplan el surgimiento de la diosa? Es arriesgado realizar un intento de interpretación
de esas cabezas ante la ausencia de documentación ibérica sobre el tema, pero lo sugestivo del asunto induce
a ciertas suposiciones: ¿Se trata de la representación de
dos personajes heroificados o responden tal vez a una
única divinidad masculina cuyos rostros reflejan la
vida y la muerte, puesto que el pintado en la parte izquierda de la escena surge jun to a un tallo vegetal, exponente de su nacimiento en el sentido preciso de vuelta a la vida, de su llegada a este mundo, de su regreso,
mientras que el de la parte derecha, separado del primero por las serpientes, carece de il? 'Th1 vez se trate
de la doble imagen del propietario de la crátera que se
hizo representar en ella para invocar en su ritos que,
igual que la diosa pintada en la cara princiapl del vaso
vuelve a la vida, él, tras su muerte, representada por
el personaje cubierto, retorne a la luz, a lo que aludirla
la cabeza descubierta y ligada a un tallo vegetal que
brota con ella, pues la cabeza cubierta, velada, puede
considerarse oomo la figuraci6n de un personaje iniciado en la liturgia de la divinidad y para la que realizó
un determinado ceremonial, puesto que el velo que le
cubre la cabeza es un atributo iniciático usual. As{, el
representado sería un penonaje iniciado en los cultos
mistéricos que, ayudado por la diosa, espera por sus
méritos, el renacer tras la muerte (Láminas IV y V).
Este rostro femenino y estas cabezas de varón son
ánodos, representaciones de subidas, instantáneas ascensionales del regreso a1 mundo de los vivos de divinidades
y personajes que proceden de los campos subterráneos.
El término ánodos, que fue empleado por los autores órficos en oposición a cátodos, ha sido utilizado en
arqueología para designar las escenas plásticas que representan personajes que emergen del suelo, de la tierra, y que responden a un tránsito ctonio, a un viaje
fúnebre, a un regreso tenebroso, a una ascensión de
tipo revivificador procedente del estadio infernal (BIIRARD, 1974: 22). Al cátodos, o descenso al interior de
177
[page-n-188]
R. RAMOS FERNÁNDEZ
la tierra, sigue el ánodos, o ascensión al reino de la luz
desde las tinieblas. Ambos viajes están documentados
literariamente en relación con ceremonias en los santuarios de la diosa (Pausanias, 1 XXVII 3), si bien el
uso convencional del término ánodos es utilizado aquí
exclusivamente para aludir a las representacione.s figu radas de los tránsitos fúnebres. Puede aplicarse tanto
a las divinidades y a los personajes heroificados como
a cualquier humano, en un orden de ritos de tránsito
por los que simulan retornar del espacio subterráneo,
del dominio de la sombra.
Sin embargo, para poder identificar un rostro, una
cabez-a o un busto con la idea del ánodos es necesario
que aquellos estén en contacto con la base de la zona
decorada, puesto que brotan precisamente del friso ornamental que limita la parte baja de la esoena, porque
vienen del exterior con relación a nuestro mundo.
Además el ánodos implica, por su sentido asce.nsional, una noción de verticalidad que se corresponde
con la plasmación que los pintores de los vasos chipriotas, griegos, suritálicos e iberos hicieron. de los tránsitos ctonios y que se vincula a la intuición de la existencia del universo en niveles relatado en las eosmografias
míticas, el universo de Homero (La níada, 8, 13 s.s.;
9, 568 s.s.; La Odisea, 11, 625) y de Hesíodo (La Teo·
gonía, 720 s.s.), constituido por tres países c6smicos superpttestos: infierno, tierra y cielo. Países que respon·
deo a pisos cerrados e infranqueables que no obstante,
ocasionalmente, pueden comunicarse gracias a un lugar sagrado en el que es posible la ruptura momentánea de los suelos ideales y, consecuentemente, allí y en
aquél trance es posible la manifestación. de la divinidad
a los humanos (VPJlNANT, 1965: 149) y el retomo de
los muertos.
Por ello estos rostros que se nos muestran pintados
en esta crátera no pueden considerarse y valorarse simplemente como tales, ya que sólo son la parte superior
de un cuerpo en movimiento vertical y constituyen una
representación simbólica en la que lo realmente importante es el significado y no la figuración en sí. En las
imágenes de la crátera que ahora estudiamos, las cabezas que se presentan simbólicamente cortadas del resto
de su cuerpo no lo estarían en el pensamiento ibero
más que temporalmente, dur~nte un instante, dw:ante
su tránsito. Pues las gentes conocedoras del ritual sabían que el personaje salía de la tierra, subía a la luz
y que inmediatamente se mostraría en su integridad
corporal (BERAR.D, 1974: 27). La característica de estos
rostros reside en su tránsito a un nivQ} superior gracias
a una subida vertical. Po.r ello el interpretarlos como
ánodos exige imaginar que el resto de su cuerpo está
a punto de aparecer.
Recordemos que Pausanias (1 XIX 2) describfa la
estatua de Afrodita como una cabeza femenina sobre
un pilar «que tiene forma cuadrada como los hermas•,
y, aunque también sería posible que las representado-
178
nes bermaicas en sí no estuvieran en relación con las
ideas de la imaginería del ánodos, parece evidente que
su concepción, al .menos inicialmente, corresponde plenamente a ellas. Asimismo, las abundantes terracotas
con representaciones de cabezas o bustos, estatuillas
truncadas en suma, de Deméter-Coré, Tanit o Mrodita
responden a formas simbólicas, imágenes de dioses,
que evocan su ascensión por medio de magias infernales, ya que p roceden de la esfera sepulcral.
La particularidad del tránsito en su plasmación
reside pues en la noción de verticalidad, por lo que en
las escenas con representaciones de ánodos el personaje
surge elevado por una fuerza misteriosa, porque esa
idea de verticalidad es consecuncia a su vez de la creencia en que el reino vegetal constituye el modelo de la
vida humana.
Parece posible que los iberos participaran de un
mundo religioso, de tipo mistérico, integrado en los
cultos agrarios y basado en los ciclos vegetativos de las
plantas, en el milagro de las cosechas, en la renovación
de la vida en general. Las doctrinas agrarias indican
que los sucesos y las actividades de la vida humana
coinciden con los ciclos de la vegetación y con los trabajos de los campos, e incluso con los grandes r itmos
del universo. Asf, el nacimiento y la muerte de los
hombres no es otra cosa que un reflejo de aquellos, un
reflejo de la periódica aparición y desaparición de las
plantas. El simbolismo vegetal, transmitido por los mitos y sus consecuentes Iitos, originó el dC~Jarrollo de los
llamados viajes fúnebres, de los tránsitos ctonios, de los
regre8os tenebrosos. Pues la flot, con relación a la semilla enterrada, representa un tránsito entre dos niveles
cósmicos. La tierra madre abriga en su seno y rige a
las geAeraciones humanas. por lo que los tránsitos ctonios tienen lugar en un tiempo sag,-ado renovado perpetuamente. D e ah{ el que la presencia de elementos
vegetales sea una característica fundamental que se
sume a las representaciones antropomorfas en este tipo
de cerámica ibérica.
La idea del ánodos y su plasmación figurativa por
los iberos implica también la existencia de una divinidad local autóctona, puesto que aquella brota precisamente de su tierra, del pafs en el que ellos habitan. Por
lo q\.le este tipo de representaciones es sintomático de
pueblos que vinculan sus orígenes a los lugares en que
viven, pueblos que expresan de ese modo su autoctonía, pues en este sistema religioso agrario cada divinidad encarna una hipóstasis de la tierra madre que se
origina en cada una de las culturas en que se la encuentra.
Así, como ejemplo, ese deseo de indigenismo se refleja en el mundo helénico relatado de esta forma: •Bello y puro es nuestro nacimiento puesto que de la tierra
salimos, la hemos ocupado sin interrupción, hijos del
suelo somos, podemos llamar a nuestra ciudad con los
mismos nombres que damos a los más próximos pa-
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LA CRÁTERA mERORROMANA DE LA ALCUDIA
rientes. A nosotros nos corresponde llamarla a la vez
nodriza, patria y madre.. (Isócrates, «Pane"gfrico,.,
24-29). Por ello «todo !nodos representa la realización
de una aspiración a la autoctonía; todo ánodos concretiza la idea fascinante y tranquilizante de una comunión entre la tierra y el pueblo que de ella ~cibe la
vida y abriga a sus difuntos» (BsR.ABD, 1974: 38).
La religiosidad de los iberos, su concepto de lo sagrado y lo sobrenatural, debió tener una destacada importancia en su vida social y, por ello, pudo suponer
una significativa expresipon en sus actividades plásticas. Para la comprensión de este fenómeno deben valorarse las manifiestas relaciones de sus gentes con griegos, suritálicos y púnicos, así como las connotaciones
que aquellas relaciones debieron motivar en los comportamientos referentes a los momentos cruciales de la
vida, considerada tanto individual como socialmente,
y en especial destacar las evidentes conductas cultuales
ofrecidas a los difuntos, conocidas por la información
que proporcionan los estudios de las necrópolis excavadas, que expresan la existencia de creencias religiosas
y que reflejan un afán por conseguir una situación privilegiada de cará.c ter ultraterreno. De ello podría dar
testimonio e) hecho de que realizaran representaciones
como la del rostro de la cara principal de esta crátera
que, caracterizado por una fuerte autonomía expresiva, alude al fundamento de una visión infernal, demoníaca, de la divinidad (Bomm, 1988: 55).
El desarrollo de un universo religioso genérico extendido por buena parte de los pueblos del Mediterráneo Occidental no pudo realizarse sobre culturas carentes de religiosidad propia, sino que incidió en ellas,
y se adoptó, especialmente gracias a su contenido
orientalizante, básicamente ya existente en todas, tamizado por la continuidad minoico-micénica como cimiento directo de los cultos, que en suma, aquí, no
ofrecen más que una renovación de las ideas originarias vivas desde los momentos iniciales de la cultura
ibérica, al igual que en las de los pueblos itálicos, lo
que podría explicar el carácter arcaico que caracteriza
a la imaginería de los dioses y a la concepción del mundo y de la vida terrena y ultraterrena de aquellas gentes (MADOOU, 1988: 116).
Tal vez por ello fue por lo que los iberos, ya en
un período avanzado del helenismo, pudieron contribuir a la religiosidad occidental mediterrá.nca con formalismos de símbolos y valores ampliamente reconocidos por la koiné ideológica a la que pertenecían.
Pues los griegos, que habían tomado del Próximo
Oriente a sus divinidades y que con ellas reelaboraron
su piedad, sin embargo habían transmitido a occidente, quizás por el condicionante del substrato receptivo,
)a forma originaria y la concepción arcaica de )a Gran
Diosa.
El motivo principal pintado en esta crátera expresa la plasmación del surgimiento de la vida asociado
a ]a representación de una divinidad femenina que se
muestra como rostro que brota de la tierra.
Esta representación puede aludir a una divinidad
local subterránea, ctonia, que si se la relaciona con
imágenes de diosaa del ámbito griego puede identificarse con .figuraciones del círculo de Deméter y a-i se
la vincula al mundo púnico, que pudo ser quien a través del comercio difundiera la iconograffa en sus áreas
de influencia, debería jdentificarse con Tanit; aunque
esas identificaciones no implican más que relaciones de
tipo formal que tal vez provocaran el revestimiento de
una idea preexitente asociada a un culto autóctono de
carácter ctonio, imbricado a las corrientes religiosas
imperantes en el Mediterrá.neo Occidental. DeméterKoré-Afrodita o Tanit, de cualquier forma una versión
local de una divinidad de origen oriental que debió
asumir la representación de G ran Diosa, de Señora de
los iberos.
Con relación a la iconograffa de esta diosa alada
parece claro que lo griego sólo matizó la expresión
plástica de su representación, puesto que esta divinidad está presente en Elche desde época arcaica (!U.
MOS, 1987a: 681-699; 1988a: 19-27; 1988b: 65-75;
1988c: 92·100; 1989b: 367·386; 1990: 26-34), por lo que
la innovación de las épocas helenística e iberorromana
consistió en aplicar a la cerámica una temática decorativa con imágenes que en el mundo ibérico, hasta entonces, sólo se habían plasmado en modelos escultóricos.
No obstante, en cualquier caso, no se trata de establecer un paralelo con las formas de mito y de rito griegas que esta cerámica sugiere en función de su temática, sino de precisar que los iberos pudieron dar un
mismo sentido a su expresión religiosa.
Con respecto a las representaciones figuradas de
cabezas, sin más relación que una posible unidad de
pensamiento, parece oportuno recordar que los prótomos femeninos fueron también un motivo frecuente en
las produccions plásticas de Etruria. Ejemplo de ello
pueden ser los tres rostros pintados sobre las dos puertas laterales del vestíbulo y sobre la central del tablino
en la llamada '1\Jmba Fran~ois (Catrn>l?At'lt, 1967: 194;
R oNCAu, 1987: 106), que se muestran integrados en
una decoración vegetal.
Esta íntima unión entre los prótomos antropomorfos y los temas vegetales encuentra igualmente su aplicación monumental en los capiteles figurados, en los
que la cabeza de la divinidad surge de un ramo de hojas de acanto, como en el caso suritálico concreto del
procedente del templo de Minerva en Canusium (Lám.
VI) que, al igual que los ejemplos etruscos, como el de
la. Tumba Campanari en Vulci, ofrecen una datación
que los sitúa en los siglos lll y U a ,J.C.; y que también,
arquitectónicamente, fue tema de frisos, como el que
procedente de Caere se conserva en el Museo Etrusco
Gregoriano del Vaticano, que, datado en el siglo IJ
.179
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R. RAMOS FERNÁNDEZ
a.J.C., es la última expresión de la corop1astia etrusca
(ToiUlBLU, 1985: 237). Si bien, el posible punto de difusión mediterránea de estas representaciones arquitectónicas pudo constituirlo el área chipriota de Kition
y Amatonte, yacimientos de los que proceden lo$ lla~dos capiteles hathóricos, de los que el último ejemplar fue localizado en las inmediaciones del Santuario
de Afrodita (HERMAv-Psm~SaHMm, 1987: 862 y 865)
en Amatonte (Lám. VIT). Capiteles sobre los que considero oportuno aclarar que si las figuraciones llamadas hathóricas, tá.Inbién asf designadas en las pinturas
cerámicas, reproducen la imagen ctonia de AfroditaAstarté, son realmente represent.aciones de la divinidad femenina de Chipre, cuyo modelo iconológico se
inspira, lógicamente dada su situación geográfica y sus
relaciones human·as, en el mundo egipcio pero que, en
suma, constituye una designación equívoca, debida al
empleo de un té.rmino que ha pasado a ser tradicional
en los estudios arqueológicos, pero que no por ello
debe ser utilizado sin determinar su origen.
Además, los prótomos también decoraron determinados tipos cerámicos de Volterra y de Chiusi en los
que se dibujó una cabeza de mujer, en la base del asa,
de la que brotaba un friso vegetal que se desarrollaba
en tomo a la escena figurada. Asimismo, fue tema ornamental de algunos vasos de bu.cchero, como el de la
copa conservada en el Museo de Chiusi que presenta
dos plaquetas con cabezas femenina.s encuadradas por
alas (Lav1, 1935: 109), o como la poode de Pienza,
conservada en su Museo, en la que, entre otros, contiene un prótomo femenino alado {DoNATt, 1968: 336), al
igual que el fragmento de asa que conserva un rostro
alado que, entre aves, brota en un elemento vegetal
(CR1STOPANJ-PB1LI..IPs, 1971: 413).
Este motivo también está presente en la ceramografía apulia, en la que cabezas femeninas, insertas en
una banda con representación de temas vegetales, decoran los cuellos de las grandes cráteras de volutas o
las zonas centrales de las ánforas¡ y también es el que
caracteriza a las cerámicas de Canosa, al mismo tiempo que se mantuvo tanto en la cerámica de VoJsinii
como en las terracotas arquitectónicas etruscas
(Ku.us, 1953: 26-34) y en las de la Campania (KocH,
1912: 85). Figuraciones todas (Lám. VIII) que pueden
relacionarse con la temática de las Jecitos áticas del siglo IV a.J.C. (OLMOS, 1987: 26) en las que se sustituyó
el motivo decorativo y simbólico de la palmeta frontal
por su expresión de teofanía antropomorfa: por un rostro de mujer con una flor (Lám. lX). Estas decoraciones griegas pudieron ser a su vez el eco de temas pintados en cerámicas chipriotas (KuKAHN, 1962: 83) con el
motivo del rostro de mujer que brota de un elemento
vegetal (Lám. Xa, by e), tema que, provisto de funcionalidad, pudo dar ori~en a los timiaterios de terracota
en forma de cabeza femenina, cabeza de una diosa de
la fecundidad coronada de espigas y frutos, extendidos
180
por las á.reas ibérica y púnica, y referentes a divinidades ctonias en ritos de tránsito. Y aunque creo que no
debemos pretender buscar el origen de estos temas a
lo largo del entorno mediterráneo porque en el trabajo
que nos ocupa sólo debe interes~os llegar a conocer
qué expresan estos motivos decorativos y cómo podemos interpretar la idea que subyace en ellos, sí parece
evidente que en el aspecto de las decoraciones cerámicas pudo ser el área del GoUo de Tarento, y especialmente el pensamiento funerario plasmado en la cerámica canosina, quien pudo hilvanar la idea ctonia
imperante en estas representaciones pintadas de La Alcudia de Elche.
Tal vez la pieza más significativa de la cerámica
canosina, en este caso, sea el llamado Askos CatarineUa (Lám. XI) que, procedente de la necrópolis de Lavello, se conserva en Reggio Calabria. Contiene una
decoración que representa un funeral, de forma realista, y en el que se pintaron, sobre sus asas, sendos
rostros femeninos que deben identificarse como imágenes de ultratumba encargadas de guiar al düunto
en so viaje al más allá. E.stos rostros se muestran unidos por cadenas a símbolos funerarios como el ciprés,
el gallo y la guirnalda, en una clara referencia al Hades ratificada con la plasmación de un cielo estrellado.
El conjunto de la escena pintada sobre estos askos
documenta la existencia de posibles vínculos con las
doctrinas mistéricas difundidas desde Tarento
(Barrmr-TAGUI!NTE, 1986: 74), relación probable expresada con representaciones que continuaron produciéndose durante el siglo TI a.J.C. y que se mantuvieron hasta el siglo I de nuestra Era, que reflejaban
todavfa un cierto ascendiente heleno.
La relación expresiva entre cie.n os tema. decoratis
vos de la cerámica canosina y la ilicitana se ve reforzada además por el hecho de la presencia relativamente
abundante de cerámica de Gnatia, localidad próxim_a
a Canosa, en La Alcudia de Elche, testimonio probable
de vínculos comerciale.s, que implican relaciones humanas, entre ambas áreas geográficas y culturales.
Además, también en un ambiente dcl que participó
Canosa, en el Golfo de Tarento, en Thurioi, fueron localizadas unas tablillas funerarias cuya contenido literario es rclacionable con los temas pintados en la cerámica aludida. Bn una de estas tablillas se escribió: «Yo
he descendido a la cámara de la diosa». Pero sólo los
iniciados tienen derecho a penetrar en la cámara de la
diosa (Apuleyo, «Metamorfosis», XI-17 y Pausanias,
«Piriegesis•, X-32, 13 y 17), por lo que aquél que ha
descendido a la cripta de la diosa se presenta, por ese
mismo hecho, como iniciado. Au.nque si ha descendido
al seno de la Soberana es porque está muerto y espera
su recompensa. Por ello, es en un rito en lo que el iniciado funda su seguro de inmortalidad, rito que debe
relacion.a rse con prácticas dedicadas a la diosa ctonia
(F,ESTI.JolU.I!, 1972: 51).
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LA CRÁTE.RA LBERORROMANA D.E LA ALCUDIA
La fórmula de Thurioi se refiere a un rito, por lo
que estas tablillas reflejan un probable culto a la divinidad de los muertos y es normal, en su ambiente, que
este rito haya tomado el sentido de un viaje infernal.
un descenso al país de las tinieblas y un retorno a la
luz. El cumplimiento de este rito garantiza al iniciado
su felicidad póstuma y su realización consiste en descender a un megarón, a una cámara, de la diosa. Ese
descenso simbolizó ~n viaje a los infiernos donde reina
la Soberana de los muertos y ese viaje lleva una enseñanza referente a las rutas que ae deben seguir en el
Tártaro, enseñanza que se encuentra mencionada tanto en estas tablillas como en las doctrinas pitagóricas.
As(, la atribución de los temas que decoran esta
crátera de La Alcudia, al igual que los del askos de Lavello, a un Culto local de la diosa ctonia parece evidente.
Estas imágenes pintadas en la crátera de La Alcudia, al igual que los rostros del aalcos Catarinella o los
de las cerámicas de Amatoote, pueden aludir tanto al
surgir de la divinidad como. consecuentemente, a su
inmersión previa en el Hades, pues e.s preciso descender al seno de la tierra, y celebrar con un ritual esa
bajada a los infiernos, para que ella recoja en su interor
a los muertos que, como la semilla enterrada, florecerán en su dfa para alcanzar el más allá, ya que la tierra
es el regazo materno en el que germina la fertilidad de
las plantas que permiten la vida en general.
Ese descenso a las entrañas de la tierra se relaciona
con evidencia con la ubicación de las cuevas sagradas
(Gn.-MASCAu:u., 1975: 282 y 303; LLOBJlEOAT, 1981: 16~)
en las que los iberos practicaron acciones cultuales de
carácter ctonio en los recintos más profundos de ellas, lo
que en cierta forma es relacionable con las cámaras subterráneas de la diosa que citan. textos relativos a este tipo
de ritos en áreas geográficas comunicadas con la ibérica, que además ofrecen representaciones plásticas que
enlazan con las ilicitanas.
La localización de criptas subterráneas en varios
santuarios de divinidades ctonias en Sicilia, consagrados a Deméter y Coré, que están precedidas de un vestfbulo alargado, abovedado, bajo el cual fue tallada la
cámara en la roca, manifiestan la existencia de estos
lugares sagrados. Los hipogeos recientemente localizados en el muoto itálico aportan documentación que
confirma la evidencja de los rituales de descenso dados
a la divinidad por su condición de Señora de Jo subterráneo. Thnto el existente en la zona del promontorio
Gargano, dedicado a Dem~ter, como el del monte Papalucio, consagrado a Cor~ dan testimonio de ello
(BarnNt, 1988: 56). Y tambi~n igual que en Chipre,
en Amatonte, en donde se ha localizado una gruta sagrada bajo el Santuario de Afrodita (H.mu.s.uY- PBTITScHMID, 1988: 85 7).
As{ pue.s, en el entoiJlo mediterráneo, los santuarios de las diosas contienen un megarón, una cripta
subterránea, morada original de la Reina de los muertos. As{ también, los testimonios literarios conocidos al
respecto muestran que no se puede ser admitido en estaa cámaras sagradas sin haber participado en una iniciación (FBSTUGJ.RRE, 1972: 53).
Si, como parece evidente, la temática decorativa
de la cerámica pintada canosina, reflejo de otros tipos
ya mencionados, se muestra como la representación
plástica de una idea, de un pensamiento religioso y funerario imperante en su ~poca en el área del Golfo de
Tarento, pensamiento posiblemente vinculado a las expresiones existentes en las tablillas de Thurioi, es verosímil sugerir la hipótesis alusiva a que los temas de iconograffa similar de la cerámica ib~rica de tipo Elche,
realizados con la espontaneidad y personalidad de unos
decoradores que relatan algo cotidiano o normalizado
en la vida espiritual de su sociedad, respondan a un
pensamiento indfgena que participó de unas creencias
propias y vinculables a la lcoiné mediterránea.
Por todo lo expuesto, parece posible que en esta
crátera de La Alcudia se encuentren representados el
rostro de la diosa que vela por los muertos y de un personaje iniciado en los ritos a ella debidos.
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J osé B ARBERA FARR.As*
EL TRÁFICO COMERCIAL DE LA VAJILLA FINA
DE IMPORTACIÓN EN LA LAYETANIA
La vajilla fma no es más que un complemento
dentro del conjunto de mercaderlas que son objeto del
tráfico comercial. Ocurre sin embargo que por la vistosidad y por la influencia deformadora de lo que se ha
venido en llamar la «Historia del Arte», se han recogido preferentemente los fragmentos de vajilla fina, despreciándose y tirando los pedazos de ánfora y de otros
vasos comunes.
En el conjunto sobre el cual se trabaja aquí, no hemos negligido la posibilidad de que una porción importante de fragmentos baya ido a parar a colecciones o
coleccionistas, gracias a la impunidad de que disfrutan
en nuestro país los excavadores clandestinos. Sin embargo, si se tiene e.n cuenta que lo mismo ocurre (y todavla en mayor proporción) con los hallazgos numismáticos, sin que tan lamentable servidumbre parezca
afectar al resultado de su estudio, suponemos que ello
no ha de perjudicar mayormente nuestros resultados.
Nos proponemos hacer el análisis de la vajilla fina
hallada y publicada (o estudiada aunque inédita), correspondiente a un conjunto de poblados ibéricos del
área layetana, agrupando los vasos según su cronología, talleres y perflles, con la finalidad de llegar a saber
• C/. CarloJ I, 198, 5.0 t.•. 080)3 Barcelona.
cuál fue la presencia de cada clase en cada yacimiento,
tanto en cuanto se refiere a la cantidad de piezas como
a la duración de la recepción de cada producto. Es posible que, además, se pueda configurar una eventual
red de distribución y quizá a lo largo de Ja in..-estigación, vayan apareciendo otros aspectos a tener en
cuenta.
Otro objetivo consiste en verificar si el reemplazo
de las cerámicas áticas (las •precampa.nienses" de N.
Larnboglia) por los productos de los talleres occidentales (las cerámicas ocprotocampanienses..) fue un fenómeno brusco o bien si se produjo paulatinamente,
comprobando en qué momento se inicia, su alcance
cuantitativo y su difusión, así como también cómo se
relacionó con la introducción de los artículos de algunos alfares itálicos que preceden a la llegada de la cerámica carnpaniense del tipo A.
METODOLOGÍA
Aun cuando para mayor claridad y comprensión
del texto, hayamos incluido un mapa esquemático indicando la situación de los yacimientos y consiguiente·
mente la extensión del territorio de la Layetania, consi191
[page-n-202]
J. 'BARBERA FARRAs
)
A. UOBREQAT
........ ... ....·'
.
30 101
Fi¡. 1.-
SitutUión dlllJ Laye14nia ibl ri&a.
deramos necesaria su descripción aunque de forma somera. La región consiste o se divi.de en tres zonas de
función divesa: una costa o fachada m.arítixna que se
extiende desde el macizo del Garraf al sur hasta el río
Tordera al none; una depresión prelitoral que transcure por el centro de una llanura ligeramente ondulada,
desde el Congosto de ManoreU basta las cercanías de
Hostalric, que se ha utilizado siempre como v{a de comunicación que evitaba las marismas costeras y, finalmente, el curso inferior del rlo Llobregat que hace fácilmente asequibles las tierras del interior y cuya
desembocadura (hoy ocupada por un delta), sirvió de
fondeadero desde el siglo IV a.C. basta el V d.C.
El presente estudio se basa principalmente en el
impresionante inventario de material arqueológico de
la Layetania contenido en la tesis doctoral de J. Sanmartí (SANMA&Tf, 1986) a quien agradecemos la autorización para utilizarla. Esta fuente se complementa con
datos extraídos de la obra de 'IHas (TRiAS, 1967), un
estudio bastante reciente de Rouillard (RoulLLAllD,
1981: 7-14) sobre los vasos áticos de Burriac, la revisión
de la cronolog(a de nuestra publicación de la necrópolis de Can Rodon (BARlla.l., 1970) que hemos realizado siguiendo la obra de More) (MouL, 1981) sobre las
formas de la cerámica campaniense, métod.o que también hemos aplicado al estudio de Granados (GR.ANAoos, 1977) sobre el Tur ó de la Rovira. Finalmente hemos añadido los hallazgos de la Penya del Moro de San
Just Desvern, tanto los publicados (BA.UIUV., 1979 y
1982) como los inéditos.
A pesar de reconocer que hay algún hueco importante, como son la ausencia de los resultados de excava192
Fig. 2.- Yll&imientos citados m el tex/4: J. Puig CasúlJ, Vallgorguina.
2. MMttpolau, PÍIUIÚJ dt.MaT. 3. &t tú/ Camp, Sant Vicmf d4 Mrm·
taU. l . 'lme deJs En&antats, Art'!}'S d4 Mar. 5. 1b.ró r/41 Vt!U, Llinars.
6. Ca.rl&lúJell, LliNUS. 7. 'ILrd Gros d4 Cilkes, omus. 8. Muntanyo
d4 Burria&, C4hrera d4 Mar. 9. Can Rot.lrm d4 I'Borl, C4hrera dt Mar.
10. Mulllat!ra d4 Sant Mf4rul, Vo.littmUJrriS·Mo'/IJ'Qrnh. 11. La Cadira
dtl Bislu, Sant Pere d4 PremiO.. 12. Cata Llinar, Akll.a. 13. 'ILrd de
Mqr¡tgal, MMttgal. JI. 'Iluó dt Mas &sea, B~. 15. Puig Castellar; Santa Colom4 dt GTatMnet. 16. LA Mirmu!a, .IJa¡J¡W,a. 17. .Ba·
dalrm.a. 18. 'Ib.rd d4 14 Rouira, Bareeúma. 19. Mimtjuü, Barceúma.
20. Turd dt Cata 0/iver, Certla.nyollJ. 21. Can MiaM, Sant Feliu de
Llobregat. 22. Pmya dtl Moro, Santjusl De$oem. 23. La 10m &ja,
CaMts dt Mtmlbui. 21. Twtl Gros dt Cata Camp, CaMts dt Mcntbui.
25. Pwg AlJ d't!t Vwer, Bigu.u. 26. FrmJ dt Bril, Santa Eu/4.lia dt
Rcn&ana. 27. Can Fatjd, Rubf.
ciones inéditas correspondientes a yacimientos situados
en la fachada litoral, hemos confeccionado unos gráficos relativos a la evolución del tráfico de la vajilla fina
de importación en la Layetania y dentro del período
comprendido entre el 500 y el 200 a.C.
En el primer gráfico hemos utilizado ónicamente
los yacimientos que aportan la suficiente información
como para conseguir una imagen aproximada de las
proporciones entre las diversas clases cerámicas y segón la época, mientras que en los gráfico segundo y
tercero, relativos a las formas de los vasos y a la cantidad en que se han encontrado, hemos añadido los sitios
que ofrecen pocos vasos (a veces t.an sólo uno), ya que
consideramos que la inclusión de esta información
puede facilitar la noción de la distribución.
Creemos que si la cantidad de vasos está en relación con la extensión excavada de un yacimiento, el
conjunto del total de los sitios excavados parcialmente
debiera reflejar un resultado parecido al de una excavación en extensión.
[page-n-203]
VAJ1LLA FINA DE IMPORTACIÓN EN LA LAYETANtA
Con el propósito de obtener una visión clara y rápida d e los grificos, hemos reunido en dos grupos, subdivididos a su vez en dos subgrupos, los siguientes talleres o producciones:
Cenmica ática, dentro de la cual se hace la distinción entre los vasos del estilo de figuras rojas y los
de barniz negro.
Cerámicu protocampanieruu, que dividimos
en:
Ta/Jnes oceidnúales, entendiendo por ello las producciones de Rosas (entre otras la de las tres palmetas radiales y la de las palmetas sobre faja de estrías) y el
taller de la estampilla crucüorme NilcUl.
'JlJlleres tiálicos, donde se recogen principalmente los
vasos del taller de las Pequeñas Estampillas y los primer os ejemplares llegados a nueatras costas de la cerámica campaniense A.
Para los nombres de los vasos áticos hemos utilizado la nomenclatura propuesta por Pedro Bádenas de
la Peña en una comunicación que lamentamos no se
recogiera en la publicación de la Mesa Redonda sobre
cerámicas griegas y helenísticas, que tuvo lugar en
Ampurias en el mes de marzo de 1983.
Hemos aceptado la cronología dada por los autores de los trabajos citados, con las excepciones ya señaJadas de la necrópolis de Can Rodon y el poblado del
Tur6 de la Rovira, cuyos materiales hemos fechado siguiendo el trabajo de More!, lo que ha proporcionado
una cronología más afinada, como es visible en el primer gráfico. Es evidente que para apurar una datación
se precisa contar con la pieza entera o con un fragmento lo suficientemente expUcito, lo que no ocurre muy
a menudo. Sin embargo, observamos que, aun contando con la pieza entera, se tiende hacia las fechas amplias, p.e. «siglo IV a.c....
VOLUMEN DE LAS
IMPORTACIONES Y SU
REPARTO EN EL TIEMPO
El gráfico primero se ha confeccionado para mos·
trar la cantidad de vasos (grueso vertical) pertenecie.n te a cad a grupo de talleres (blanco con los áticos, negro para los occidentales y punteado para los itálicos)
representados en los yacim ientos layetanos, haciéndolo
de manera que sea posible visualizar a la vez su extensión en el tiempo (longitud horizontal) que hemos
dividido en tramos de cuarto de siglo, desde 500 al
200 a.C.
Valga como ejemplo el poblado de la Cadira del
Bisbc de Sant Pere de PremiA, del cual se tienen:
2 vasos áticos fechables ... . ..... . 475-425 a.C.
2 vasos áticos fechables .... . .... . 375-350 a.C.
4 vasos áticos fechables .... . .... . 350-300 a.C.
. Pu• . c astell
.s
Vallgorguina
· Burríac
Cabre ra de Mar
rn r-
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.can Rodon
Cabrera d e Mar
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·To rre deis Encantacs
Arenys de Mar
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. Puig Caste llar
Sta. Coloma de
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4 vasos de talleres occidentales
fechables .... ... .. ... ..... . ... 300-250 a.C.
4 vasos de talleres itálicos
fechables . .... . .... . .... .. . . .. 300-275 a.C.
Como ya hemos apuntado anteriormente, las da·
tacionea amplias pueden proporcionar en este gráfico
una visión err6nea del volum en, lo que se hace evidente en el caso del Puig Castell de VaJlgorguina, donde
se cuenta con diecisiete vasos áticos que se sitúan en tre
el 400 y el 300 a.C. Para atenuar este defecto se ha el a·
borado el segundo gráfico, en el cual se hace figurar
el número exacto de piezas de cada taller y en cada uno
de los sitios.
De buen principio se observa que hay muy pocos
vasos en la primera mitad del siglo V a.C. (trece vasos
para el período 475-450 a.C.) y que en la segunda mitad de aquella centuria se nota u n aumento paulatino,
pasando a cuaren ta y cuatro vasos entre 425-400 a.C.
Alrededor del 400 a.C. se produce u n salto b rusco, alcanzándose los noventa y un vasos entre el 400 a.C. y
193
[page-n-204]
375 a.C., pasándose luego a un decrecimiento pausado
a medida que transcurre el siglo IV a.C., llegándose a
los setenta y seis vasos entre 325-300 a.C. Súbitamente,
alrededor del 300 a.C. las importaciones áticas se sustituyen por los productos de los talleres occidentales e
itálicos, llegando e incluso superando ligeramente el techo alcanzado por las producciones áticas (noventa y
cinco vasos para 300-275 a.C.), e igual que ocurrió con
éstas, al ápice le sucede un perfodo de suave descenso
(sesenta y ocho piezas para la etapa 250-225 a.C.), para
bajar luego hasta los dieciocho vasos del tramo 225-200
a .C.
Veamos ahora si puede haber una explicación para
estas fluctuaciones y cambios.
La falta de importaciones durante el siglo V a.C.,
en panicular en sus tres primeros cuartos, en los poblados ibéricos ya ha sido señalada por varios autores.
'!Has, por ejemplo (TRIAs, 1967: p. XXXVI), se extraña que este vacío no se refleje en Ampurias .....que ofrece una gran abundada de cerámica ática de figuras negras y de figuras rojas a partir del 480 a.C...», mientras
que Sanmartí (SANMARTf, 1986) comenta que si e8tO en
cierto, hay que concluir que la función económica de
Emporion en esta época no fue principalmente y a pesar del mismo nombre de la ciudad, la de intermediaria de un com ercio colonial en gran escala con el mundo indfgena.
Creemos que ya va siendo hora de contemplar el
fenómeno de Ampurias librándonos del cliché (por
otra parte tan comprensible) creado por el entorno cultural (no sólo el arqueológico) del momento en que se
empezaron las excavaciones. Hay que reconocer que
sabemos muy poco sobre la vida y actividad de los tres
primeros siglos del establecimiento foceo y que, por
consiguiente, cualquier hipótesis que se formule sobre
su posible influencia sobre el mundo ibérico puede pecar de arriesgada. No se puede negar la posibilidad de
que el tráfico comercial discurriera, además, por otras
v[as, y no se debe olvidar la existencia de otros centros
que -pudieron ser igualmente activos, unos poco conocidos, como Rosas, y otros poco valorados, como Ibiza.
Es muy sugerente lo que sobre este perfodo dice
Moscati (Mosc.m, 1983: 54-55): «El vado o enigma
del siglo V, de que se habla frecuentemente con respecto a Cartago, es más bien, en realidad, un periodo de
pausa en las guerras con los griegos en Sicilia, con la
consiguiente pausa en la documentación de las fuentes
clásicas que sobre ellas se centran. No se trata en realidad de un siglo, sino de los setenta años que transcurren del 480 al 409, cuando se reanudan. las hostilidades. Se trata de un conjunto de transformaciones cuyo
denominador común es el repliegue de la potencia africana en s( misma, como una reconquista de su propia
identidad. De esto tmemos adnnár una corifirmación extrln.suo.
pero no menos tfou: la drásti&a redue&Wn de las importtJ&ilmes
del ~ gmgo que alesligua pumualmenu la arqueolog/a».
194
El subrayado es nuestro y sirve para recalcar e] curioso paralelismo entre lo que se observa en los poblados ibéricos y lo que ocurre en Cartago. Si recordamos
que en dichos oppúla no se encuentran más que contadas ánforas masaliotas en contraste con la masa de
contenedores que venimos despachando con la fluctuante etiqueta de •paleo-ibéricas», uibero-púnicas» o
simplemente «púnicas.., y si convenimos en el hecho de
que el grueso de las mercancías consistió en el contenido de las ánforas, siendo la vajilla fma un mero com·
plemento del cargamento principal, hemos de llegar a
la conclusión de que hay que replantear la imagen vigente y rutinaria sobre las vfas por las que discurrfa
el comercio colonial.
Hay que tener en cuenta, además, que las manufacturas cerámicas atenienses no sufrieron ni un alza
de precios ni una recesión de la producción, sino muy
al contrario, como explica Villard (Vu.uRD, 1970:
230): «De hecho se constata una rápida cafda en su valor comercial: alguos vasos áticos que antes del 480
a .C. se vendían por muchas dracmas, no costaban en
el siglo V a.C., más que la cuarta o la quinta parte de
su precio anterior, ahora los vasos áticos no se exportan
para satisfacer la demanda de una rica clientela, sino
que constituyen una producción que mantiene un co·
mercio que satisface las necesidades materiales de una
población urbana en pleno crecimiento>~.
Resumiento lo que se ha dicho sobre este vacío en
las importaciones de vajilla fina, se confirma que existe
en Ja Layetania durante los tres primeros cuartos del
siglo V a.C., mientras que no ocurre lo mismo en Ampurias, siendo evidente por el contrario en Cartago. El
flujo comercial parece reanudarse a partir del 425 a.C.
y alcan2a su máximo a principios del siglo IV a.C. La
mayor parte de los poblados layetanos (veinte del total
de veintisiete sitios que se utilizan en este estudio) recibe productos áli.cos en cantidad constante y de manera
ininterrumpida en esta centuria.
Quizá lo más sorprendente del primer gráfico sea
la clara separación cronológica entre los bloques de la
cerámica álica y el r esto de talleres, a caballo del 300
a.C. Por una parte ello se puede atribuir a la cómoda
rutina con la que hemos aplicado la información facili·
tada por el trabajo de Sparkcs sobre la cerámica encon·
trada en los pozos del Agora ateniense (SPAilKl!s,
1970), sin tener en cuenta que hace ya algunos años,
Rayes (HA-as, 1984: 21) recomendó que se rebajara en
el espacio de una generación las fechas atribuidas por
aquel autor a la cerámica ática de barniz negro posterior al 350 a.C., ya que las formas clásicas tardías si·
guieron fabricándose hasta muy entrado el siglo m
a .C. Por otra parte, no hay que olvidar que la investiga·
ción de los alfares occidentales que tuvo su auge en los
años 60 y 70, se interrumpe al inicio de la década de
los 80, a causa de haber pasado de moda los temas ce·
ramológicos, arrin.c onados y postergados por otros de
[page-n-205]
VAJ I LLA FINA DE IMPORTACIÓN EN LA LAYRTANlA
denominación más trascendental, con lo cual el conocimiento de dichas producciones es somero y poco elaborado.
Como se entrc;vé por los materiales proporcionados por el poblado de Tur6 de la Rovira y la necrópolis
de Can Rodon, hay un período de transición que se insin\Ja hacia el 325 y que se prolonga hasta el 275 a.C.
De todas formas, el proceso de cambio au~ no
siendo brusco es innegable y debemos preguntarnos
cuáles pudieron ser sus causas.
Según Sanmartí (SANMAATf, 1986: 2493-2494) uno
de los motivos podría residir en el desarroJlo, hacia finales del siglo IV a.C., de los pequeños talleres situados
en la península itálica y otras zonas del mediterráneo
occidental. A ello, y según nuestro parecer, habría que
añadir otras circunstancias, tanto propias del foco productor como del territorio receptor, tales como la consoHdación de los alfares ~ricos (con la formación del
staJur del alfarero y la fijación de la distribución de los
vasos mediante la asistencia, directa o indirecta, a los
mercados). Estos talleres obraron piezas de calidad excelente, como la cerámica gris monocroma tan bien representada en la necrópolis de Can Rodon y en unos
silos de Bellaterra (GRANADOS, 1988). Además, no se
tiene en cuenta que es justamente en esta época en la
que el comercio griego se vuelca hacia Oriente como
consecuencia de las conquistas de Alejandro, giro que
se ha llegado a comparar con lo que significó el descubrimiento de América para algunos países europeos
(RoSl'OVTLUY, 1976: 133-135). Creemos que al producirce una contracción de las importaciones hubo una
reacción por parte de la población colonial que creó sus
alfares al mismo tiempo que los indígenas suplran ¡;>arte de la escasez con sus productos.
Hay que llamar la atención sobre el hecho de que
con posterioridad al per(odo 325-275 a.C., el catálogo
de perfiles de la vajilla fina se reduce, limitándose casi
exclusivamente a platos y copas, con Ja excepción de
algún cántaro pequeño y otros perfiles como la epfquisis (lwtur), el rit6n o el lagino, cuya atribución a los
talleres occidentales consideramos precipitada dado eJ
estado de la investigación. O sea que para ponderar el
volumen de las aportaciones de los talleres occidentales
e itálicos, habría que aplicar un coeficiente de reducción puesto que sus vasos se limitan a un n\Jmero inferior de oportunidades de demanda.
Además del aspecto puramente comercial, el cambio pudo tambi~n significar o imponer una evolución
de los hábitos. ¿Cuáles serán las muestras de prestigio
o de diferenciación social en el siglo ill a.C.?
Hay que señalar que la actividad de los tallere8 occidentales parece coincidir con la llegada a Iberia de
las primeras producciones itálicas y que su distribución es análoga a la de la cerámica ática tardía, con
las excepciones de los poblados de Puig Castell de Vallgorguina y de la Penya del Moro de SantJust Desvern,
en.
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precisamente dos de los yacimientos que tienen un inicio más antiguo de entre los que son objeto de este estudio. Por el contracio, el tur6 de la Rovira de Barcelona no ofrece productos áticos, si bien ello puede
deberse al pésimo estado en que han llegado los reftos
del poblado hasta nuestro tiempo.
Como se puede ver, la distribución abarca la faja
costera, el curso inferior del río Uobregat y su afluente
la Riera de Rub{. Hay un foco relativamente excéntrico alrededor de Caldes de Montbui que podría estar
relacionado con las aguas termales o con una vía hacia
las comarcas del interior.
Como observación fmal a estos comentarios sobre
la actividad de los talleres occidentales y la Llegada de
los primeros vasos itálicos de barniz negro, hemos de
citar a Morel (MoRP.L 1980: 75), el cual, refrriéndose
al taller de las Pequeñas Estampillas, dice que fuera de
la península itálica sólo exportó al Languedoc. RoseU6n, Cataluña, Córcega y Cartago y también a La Sicilia púnica, lo que posiblemente se relacione y sea consecuencia más de la distribución que de la fabricación.
La sóbita flexión 6nal que se constata en el primer
gráfico, hacia 225-200 a.C., debe atribuirse a la crisis
bélica de la Segunda Guerra PtJnica y a las rebeHones
que siguieron a la ocupación romana.
195
[page-n-206]
J. BARBERA FARRAs
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Hontpalau , Pineda de Mar
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To=e del s En c an t a ts , Arenys de Mar
Tur6 dol Vent, Llinar.s
Cas tellvell , Lli nars
1\lr6 Gros de ClH l ecs , Orrius
MUntanya de ~iac , Cabrera de Mar.
9 . Can RDdon de 1 ' Hor t Ca brera de Mar.
10 .Hu.nt anya de Sant Mi qu.cl, Vallromanes - Hon tornés
11 · La Cadir a del &1 sbe. San t Pere de Premi A
12.can LtinAs, Ale ll a
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14 .TUr6 de Mas Bosc A Badal ona
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21 .Can Hiano, Sant . Peli u de Llobregat
22. La P~ya del Moro , SaDt JUst Desvern
23. La Torre Roj a, Cald es de Hon tbui
24 • TUr6 Gros de Can Camp, Cal de s d e M tbu i
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25. 1'Uig Al t d ' en Vi ver, Bigues
26. Pont de Bril Santa Sul~lia de Roncana
27 .Can f'ati6 Rubi
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CANTIDAD DE VASOS DE CADA
GRUPO DE TALLERES, EN CADA
YACIMIENTO
Como ya se ha anunciado, el segundo gráfico complementa al anterior dando la cantidad de vasos cuyo
perfll se puede identificar con seguridad, que han servido para la ilustración cronológica.
A pesar de que el número total de piezas áticas sea
superior al de los talleres occidentales (más el añadido
de los itálicos), no debe olvidarse que las primeras
abarcan dos siglos (V y IV a.C.), mientras que las otras
corresponden grosso moáD al siglo lii a.C. tan s6Jo. Adem,s, como ya se ha hecho observar, la cantidad de perftles &ticos es superior al de las demás producciones
que casi se limitan a platos y copas. Por ejemplo, a partir del 300-275 a.C. desaparecen las grandes cráteras,
las lécanes y las enócoes, que hay que suponer que fueron reemplazadas por vasos a tomo de fabricación in196
dfgena que no imitaron los perflles sustituídos sino que
siguieron con su repertorio autóctono.
Hay un aspecto que llama la atención de inmediato y es el escaso número de vasos si se tiene en
cuenta el lapso de tiempo que cubren. Véase como
en un poblado como el de Puig Castellar de Santa
Coloma de Gramenet, sólo hay 36 vasos para una duración de tres siglos. A pesar de que multipliquemos
esta cifra por cien para corregir el efecto de ]a desaparición material, defectos de excavación y la parte que
se esconde en las coleccioncitas, tendríamos unas mil
doscientas piezas por siglo, aproximadamente cuatrocientas por cada generación lo que, suponiendo una
población de cien familias, nos daría cuatro vasos por
generación y familia, es decir, una presencia escasa
y casi testimonial.
Aqur cabe hacer constar que, según las excavaciones que conocemos directamente, los restos de la vajilla
fma se hallan en toda la extensión del poblado, sin. nin-
[page-n-207]
VAJILLA J"INA DE IMPORTAClÓN EN LA LAYETANIA
guna concentración significativa que permita sospechar qu~ su usd se limitó a unas pocas familias.
En la Penya del Moro de Sant Just Desvern, po·
blado que ha padecido de pocas excavaciones incontroladas si se compara con otros de la misma área, para
el período 4:25-300 a.C. se señala un porcentaje de 4,2
vasos importados, tomando como base de cálculo el to·
tal de fragmentos de vasos a tomo, con exclusión de las
ánforas y las grandes jarras.
A pesar que reconocemos la fragilidad de las deducciones ,levantadas sobre unos datos tan fragmentarios como son los que hemos podido reu.nir, opinamos
que dan una orientación útil, y nos lo confirma el hecho que, limitándonos a la cerámica ática, las conclu·
siones que avanzamos son muy parecidas a las que se
podían conseguir para el mismo período y aplicando
el mismo método, partiendo de la información proporcionada por la obra de 'frías (TR!As, 1967) publicada
hace más de veinte años.
PERFILES REPRESENTADOS EN
CADA YACIMIENTO
Para montar el tercer gráfico, hemos tenido que
afrontar, en primer lugar, el problema de la denominación de los vasos. En cuanto concierne a la cerámica
ática no habí¡¡ .mayores dificultades (salvo la cuestión
fllológica ya apuntada), pero para el resto de prod1,1<;tos
se nos planteaba el inconveniente de las múltiples va·
riantes de cuencos y platos (y de la frontera entre ambos), que hemos intentado soslayar siguiendo, en lo
que cabe, la pauta dada por Morel para clasificar la
cerámica campaniense.
Como hemos sugerido en la introducción, esperábamos que este gráfico nos sirviera para detectar una
posible incidencia de hábitos forasteros que distinguiera algunos poblados. Nuestra esperanza no se ha visto
totalmente confirmada puesto que, aparte del c.onjunto
de Can Rodon (que se puede explicar porque se trata
de una necrópolis), sólo se distingue la Penya del Moro
que contabiliza todo el catálogo de formas.
Lo que sí puede ser significativo es la presencia de
cráteras áticas en once de los veinte poblados con cerámicas griegas, y quizá ta.mbién valga la pena de anotar
que en sólo cuatro de los veintisiete yacimientos, haya,
después del 300 a.C., otros vasos que no sean cuencos
o platos, lo que puede indicar el pleno dominio de la
cerámica a torno indígena.
Como ya se dijo al empezar, no había un objetivo único para este trabajo sino el propósito de contemplar e intentar esclarecer algunas facetas de la
importación de la vajilla de lujo, a través del análisis
de un conjunto de materiales provenientes de una
serie de yacimientos situados dentro
con personalidad propia bien defil)ida durante el pe-
ríodo ibérico pleno como lo fue la Layetania. Sería
pues superfluo y repetitivo exponer de nuevo las conclusiones que ya han ido apareciendo a medida que
se iba discutiendo cada una de las facetas debatidas
en el estudio.
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197
[page-n-208]
[page-n-209]
Francisco CisNERos FRAILE*
FÍBULAS ANULARES DE LA CASA DEL MONTE
(VALDEGANGA, ALBACETE)
l. LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA
CASA DEL MONTE
Hace ya más de setenta años que D. Isidoro Ballester 'Thrmo, realizó los primeros reconocimientos del
terreno en que se ubicaban los restos del poblado y necrópofu i~rica de ocLa Casa del Monte», en el confin
meridional del término municipal de Valdeganga, Albacete. Precisamente en un paraje muy pr6rimo a la
confluencia de tres términos municipales: el ya citado
de Valdeganga y los de Albacete y Chinchilla.
El propio Ballester Tormo describió' minuciosamente la situación de Jos restos arqueológicos en una
publicación que años más tarde vio la luz y que pretendía ser un avance de un estudio posterior sobre la necrópolis de La Casa del Monte1 • Citamos aquf algunos párrafos de su descripción: ( ...) en un pequeño
altozano, en aquellos años •espacio yermo•, perteneciente a la aldea Casa del Monte se encontraban localizados el poblado ibérico, cuyos restos se esparcían •al
Sur y N.O. del yermo(...) casi tocando las sepulturap
y la necrópolis, en el «extremo norte del erial• y en el
-.-Servicio de lnveatigaei6a Prehiat6riea, Diputac:i6n de Valencia.
punto donde se iniciaba suavemente la pendiente ~el
cerrillo; muy cerca de la casa de labor, entre el cammo
de la Felipa y las eras y junto a la «profunda trinchera»
formada al cortar •por poniente el altozano el camino
de Valdeganga a la Carretera Albacete-Ayora...
En el mapa 1, reproducimos la situación del yacimiento en una extensa llanura bordeada por el río Jócar, al norte y contiguo a una posibl~ vía de comunicación prerromana, que enlazaría la dilatada área de_ los
llanos albaceteños, jalonada de restos arqueo16g¡cos
ibéricos en torno a la denominada vía Heracleia, con
.
zonas al norte del Júcar desde la actual provmCJa de
Cuenca hacia los te.r dtorios hoy dfa aragoneses de Albarrad o y hacia el rfo Ebro a través de los afluentes
de la derecha de su curso.
Además de la citada publicación que sobre el yacimiento realizó en 1930 D. Isidro Ballester Tormo, años
más tarde, D. Fletcher y E. Pla efectuaron una valiosa
descripción, igualmente minuciosa, de los ajuares de la
necrópolis agrupados por sepulturas' cuyo encabeza·
miento reproducimos: •(...) D. Isidro Ballester Thrmo
excavó a lgunas habitaciones del poblado y
38 sepulturas de incineración de diferentes tipos: de
fosa cubierta por túmulo de piedra y tierra, de fosa
simple y de urna ( ...)» 4 •
.
.
199
[page-n-210]
F. CISNEROS FRAILE
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Mapa 1. - Situacidn
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la MCr6polis
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[page-n-211]
FÍBULAS ANULARES DE LA CASA DEL MONTE
En el presente trabajo exponemos un estudio tipológico de las ffbulas anulares pertenecientes a la necrópolis de La Casa del Monte, inventariadas en el Museo
de Prehistoria de Valencia. Con él participamos en el
merecido homenaje a la memoria de E. Pla Ballester
que incluso tiempo atrás tenfa la intet;~..ci6n de abordar
el estudio de los materiales de este yacimiento. Nos
honra s-obremanera la invjtación que nos hizo D. Ber·
nardo Mart( Oliver, Director del Museo de Prehistoria
de Valencia para participar en este homenaje, reconociendo la ayuda no s6lo cientffica también humana q ue
D. Enrique, j unto con D. Domingo Fletcher, nos aportó en nuestros comienzos arqueológicos.
11. DESCRIPCIÓN DE LAS FÍBULAS
ANULARES DE LA CASA DEL
MONTE INVENTARIADAS EN EL
MUSEO DE PREHISTORIA DE
VALENCIA
T IPO 1: Ffbulas de tres piezu y resorte de charnela de
bisagra.
SUBTIPO 1 A: Puente de navecilla normal.
Varian/4 lA 1: Puente macizo, tamaño normal (Sepultura XIX) (Fig. J, ,o. 0 1).
Ffbula de bronce de tamaño m_ dio rea.l.izada en tres piee
zas. El puente es de navecilla maciza con peñLI próximo al
medio punto; el resorte es de charnela de bisagra con aguja
de .sección circular y recta, unida a ella; la charnela se a pro·
xima a la forma Vlll de A. Iniesta'. El pie es de forma rectangular y se curva ligeramente ensanchándose en su extremo para recibir el anillo, de sección circular. La mortaJa es
de media caña aunque por el deterioro de la pieza no se aprecia ni su forma ni su longitud.
Posee las medidas siguientes:
IAt!t·
máx.
38mm
Di4m. tllÜJJo
All.
18mm
3mm
Posee la3 medidas siguientes:
~·
llltÚ.
56 mm
Dilm. 52 mm
.4/t.
31mm
Grosvr ll1lill4 AMA. trú. p..
4mm
20 mm
(Pieza n. 0 29 del Inventario del M.P. de Valencia.)
SUBTIPO I B: Puente de navecilla aquillada.
Variante l B 2: Aquillada transversalmente con resaltes
(Sepultura IX) (Fig. 1, n. 0 3).
Fíbulá de brohce de tamaño medio formada por la agregación de tres piezas: el puente es macizo de forma de navecilla aquillada longitudinalmente co.n dos resaltes angulares en
sus extremos (los vértices miran hacia el interior). El pie es
rectangular de mortaja larga y profunda; la charnela es de
bisagra de un tipo aproximado a la forma VI de lniesta' y
a la forma I1 de Cuadrado'. Va unida a una aguj a de sec·
ción ci.rcular y ligeramente curvada en la un.ión con la charnela.; el anillo es de sección cir cular.
Posee las siguientes medidas:
Lon,. mJx.
34 mm
Di4m. d
31 mm
A/1.
21 mm
a-r tJ11i1JD
Ald. mú. flll.
2,5-3 mm
11 mm
(Pieza n.0 48 del Inventario del M .P. de Valencia.)
Varian/4 1 B 3: Aquillada longitudinalmente con resaltes
(Sepultura XXI U) (Fig. 1, n. • 4).
Gran fibula anular de bronce confeccionada en tres piezas. El puente es macizo y tiene forma de n.avecilla con sección aquillada y longitudinalmente está recorrido por una especie de arista donal con decoración cordiforme. Posee dos
resaltes foliáceos bilobulados en el extremos del puente. El
píe es rectangular con el ensanchamiento en su extremo para
recibir al anillo. La mortaja es larga y profunda. Aguja y resorte van wtidos. Aquélla es de trazado recto de sección circular y el resorte de charnela de bisagra se aproxima al
tipo V de lniesta. El anillo es de sección igualmente circular.
Posee las medidas siguientes:
9mm
Úftl·
(Pieza n.• 50 del Invenlario del Museo de Prehistoria
de Valencia.)
IIIIÚ.
53 mm
Di4m. 41liJ/4
52 mm
Ail.
27 mm
flll.
Grosor 411iJ14 ANA. mú.
3mm
Hmm
(Pieza n. 0 72 del Inventario del M.P. de Valencia.)
Varianle 1 .d 2: Puente buceo y ancho (Sepultura IX)
(Fíg. J, n.• 2).
Gran flbu!a anular hispánica de bronce .realizada en tres
piezaa; el puente tiene forma de navecilla hueca y se ensan·
cha considerablemente en el centro. El pie es de forma rectangular y lleva alojada una monaja larga de media caña. Se
corresponde a los ejemplares denominados por Cuadrado de
•navecilla de perftl normaL.', tipo 4- b; la charnela de bisagra ea muy semejante a la forma X de lniesta'; va unida a
la aguja y ésta, de sección circular, se curva ligeramente.
También el anillo es de sección circular.
Varíanle 1 B 4: Aquillada transvenalmente y chaflanada
en los extremos del puente (forma romboidal) (Sepultura X)
{Fig. 2, n.0 1).
Fragmento de gran ffbula anular hispánica realizada en
bronce. Consta de tres piezas. El puente, incompleto, seguramente estaría aquillado en su parte central (extraemos esta
deducción por el cotejo de fTbulas de caractcrísticaa semejantes), es de sección maciza aunque lleva una oquedad a modo
de cazoleta caai hemiesférica en su parte interior. El pie es
rectangular con mortaja de media caña larga y profunda. En
201
[page-n-212]
F. CISNEROS FRAILE
\
'
Fig. 1. -Flblllas d4 la
202
n~crdpolis
i'birúa d4 la Qua #1 M011U.
.
1
,.
[page-n-213]
FÍBULAS ANULARES DE LA CASA DEL MONTE
""----...... ....
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\
\
'
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'1
1
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{
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-.:
1
1
ft.Ja
3
4
Fig. 2. -Fihu/Ju
tÚ
la ~o/U ihlriea tÚ la Casa dll Monú
203
[page-n-214]
F. CISNE.ROS FRAILE
1
2
4
5
Fig. 3. -Fíbultu M la JUt:rdpoüs ihlriu. M la Casa tlll MMIIe
204
[page-n-215]
FÍBULAS ANULARES DE LA CASA DEL MONTE
den extremen, el puente está duúlanado y estos duúlanes
laterales acaban, en la anión con la parte central, en formas
redondeadas.
La aguja es de sección circular y va unida al resorte de
charnela de bisagra. Ésta se aproxima a la forma X de Iniesta. EJ anillo es tambi~n de sección circular y presenta adornos a modo de falsos resortes que diacontinuamente, en grupos de 2, 3, + ó 5 se extienden por todo ~1.
Posee las medidas siguientes:
(Pieza n.0 56 del Inventario del M .P. de Valencia.)
5\lS
Úlllf. • .
6lmm
Di4m. tmiJJo
57 mm
All.
35 mm
S mm
23mm
(Pieza n. 0 63 del Inventario del M.P. de Valencia.)
Varian/41 B 5: Aquillada con resaltes bífidos en los extremen del puente (Poblado Casa del M onte) (Fig. 2, n.0 2).
Fíbula anular hdpánica de tam.a ñ.o medio realizada en bron.ce. Consta de tres piezas y se halla actualmente en muy buen
estado de conservación. EJ puente, de sección maciza, es de
navecilla estrecha y está aquillado longitudinalmente. Tanto
la quilla como el cuerpo del puente se deforman describiendo
una incurvación. En Jos extremos aparecen. dos resalte• bífidos de Jorma angular con las aberturas hacia el interior.
La aguja, de sección circular, va unida a la charnela
y se curva ligeramente. La charnela de bisagra es del tipo l
de Inierta.
El pie es largo y rectangular, ensanchándose en el extremo para recibir al anillo. La mortaja es igualme. tc larga,
n
profunda y de media caña. El anillo es de sección circular.
Posee las medidas siguientes:
Úlll· • .
33mm
Di4m. tmiJJo
33mm
AJI.
17 mm
2,5mm
9mm
(Pieza n .0 46 del lnventario del M.P. de Valencia.)
SUBTIPO 1 C: Puente de navecilla con formas especiales.
r;&riantt 1
e 1: Ondulado (Sepultura XV) (Fig. 2, n.
3).
Puente de ffbula de bron ce de tamaño medio confeccionada en tres piezas. El puente tiene forma de navecilla de
tipo ondulado de sección hueca. Este tipo de perfiles se "quiebran- en seis lados aunque ajustándose, el conjunto del perro, a la forma aemi<:ircular. E. Cuadrad o'0 opina que este
tipo de puentes fibulares se l'elacionan con los de quilla quebrada, ..en realidad son produ ctos del mismo estilo•, dice textualmente este miamo autor. Aguja y resorte de charnela van
unidos y el pie es de forma trapezoidal con el lado exterior
recto, lleva el t.{pico abombamiento en su. extremo para la penetración del anillo. La mo~a es ancha, corta y profunda.
Posee laa medidas siguientes:
iMt· 111/Ú,
20mm
3·5mm
~Al·
mh.
37 mm
Di4m. ~
Allu111
33mm
20m.m
Grmr tmiiJo bd!. lllh. f*·
2-3 mm
9 mm
(Pieza n.0 53 del Inventario del M .P. de Valencia.)
SUBTIPO I D: Puente de Tú:nbal.
Varianle 1 D 1: Hemiesí~rico (Sepultura XV) (Fig. 3,
D. 0
1).
Fíbula anular hi.apánica de bronce de tamaño m.e dio
conJeccionada en tres piezas. El puente es hueco y tien e forma de timbal hemicsférico. L leva en los extremen resaltes foliáceos aunque geometrizados, rematados en ángulo apunt. a
do con Los v&ticcs dirigido, hacia el interior del puente. Los
resaltes montan sobre el timbal.
El pie es recto y de forma trapezoidal; acaba en su parte
exterior en ángulo disim~trico y lleva el típico agujero para
el paso del anillo de sección circular. Posee mortaja corta y
profunda. La aguja está incompleta y va unida al resorte que
es de charnela de bisagra, próximo al tipo X de A. Iniesta.
Posee las siguientes medidas:
0
.üara
42mm
~ 1 e 2: Con estrangulamiento longitudinal a ambos lados (Sepultura XXXI) (Fig. 2, n.0 4).
Fíbula anular hi.apánica de bronce muy semejante a la
pieza anterior; fue confeccionada igualmente en tres piezas:
el puente es de navecilla ondulada y hueca cuyo perfil se
adapta a un semidrculo pero quebrándose en seis lados.
Longitudinalmente, en su parte central, el puente se estrangula a ambos lados de forma curvilínea. El pie es posiblemente recto (no se aprecia por el deterioro actual de la pieza)
con un abombamiento en su extremo para la penetración del
anillo de sección circular. La mortaja es posiblemente corta
y de media caña.
EJ resorte es de charnela de bisagra del tipo IX de Inies·
ta y va unido a la aguja de aeccióD citeular.
Posee las siguientes medidas;
lO mm
L«og. l!IÚ.
!7 mm
DiJm. •rW/JJ
33 mm
AllatiJ
20mm
2-3 mm
16 mm
(Pieza n.0 55 del Inventario del M.P. de Valencia.)
Suhuarian/4 1 D 1 (1): Timbal bemiesfmco sin cazoleta
(Sepultura XXXI) (Fig. 3, n.0 2).
Pequeña fíbula anular de bronce muy deteriorada por
la cremación. El puente es de timbal hemiesf6rico de sección
maciza y está formado por la agregación de tres piezas: el
timbal propiamente dicho y las dos prolongaciones del puente unidas a a. En esta pieza, las prolongaciones del puente
no montan sobre el timbal; más bien, estas uniones son hendiduras, por ello diferenciamos esta pieza de la anterior. El
perfil, no es el típico de las fibulas de timbal hemiesfmco.
Lo normal es que a la «cazoleta» del timbal, vista lateralmen-
205
[page-n-216]
F. CISNEROS FRAILE
te, se le aprecie un perfil de medio punto en su parte superior
y otro recto en la inferior. En esta fibula, Las dos líneas son
de medio pwlto.
El pie ea rectangular, acabado en una forma triangular
de lados desiguales. Lleva mortaja de media caña y profunda. La aguja, de sección circular, va unida a la charnela de
bisagra; ~t.a se aproxima a la forma VI de Iniesta, aunque
con algunas diferencias en el arranque de la aguja, que en
el caso de la fibula de la Necrópolis de La Casa del Monte,
describe una suave incurvación y en el tipo VI de Iniesta,
la aguja arranca de forma recta. El anillo también es de sección circular.
Posee las medidas siguientes:
úmt,. lliiÚ.
26 mm
Di41a. -
22 mm
Altwtl
15 mm
El puente tiene forma de timbal elipsoidal hueco; la aguja es recta, de sección circular con la típica cabeza de forma
oscilante. El anillo es también de sección circular. El pie es
recto con el ensanchamiento para la penetración del anillo
y lleva un larga mortaja de media caiia.
Este tipo se correponde con los tipos 2a y 2b de Cuadrado y con los 2b y 2e, variante I, de lniesta.
Posee las medidas siguientes:
Ltmg. mh.
Di4nt. ll!lillo
3~mm
32 mm
TIPO IV: Fíbulas de dos piezas y .resorte de
muelle.
JO mm
(Pieza n. 0 54 del Inventario del M .P. de Valencia.)
TIPO ITI: Fíbula de tres piezaa y resorte de tope osculador (Sepultura XXXII) (Fig. 3, n.0 3).
Fíbula de tamaño medio, con la cabeza muy deteriorada
por la cremación. Pertenece a las del tipo de resorte de tope
osculador. El puente y el anillo forman una sola pieza y la
cabeza del puente tiene forma de horquilla entre la que se
sitúa la aguja. Ésta y las dos partes de la norquilla del puente
están taladradas por orificio• atraveaados por un pasador.
Gtosor aiJ/¡¡ AIIÚ!. mú. Jill.
2,5 mm
U mm
(Pieza n.0 51 del lnve.n tario del M.P. de Valencia.)
Gmor anJlo AIICI\. mú. f*.
2,5mm
All11ra
19 mm
SUBTIPO IV A: Puente de navecilla (Sepultura V)
(Fig. 3, n.0 4-).
Pequeña 6bula de dos piezas: puente-anillo unidos por
una parte y resane de muelle unido a la aguja, por otra.
El puente es macizo y tiene forma de navc:cilJa con tres
nervios que lo recorren longitudinalmente; de ellos el central
está decorado con incisiones. El pie se ensancha en su parte
externa y lleva mortaja de media caña.
El resonc de muelle se enrolla al anillo co.n tres vueltas
en cad a "Uno de los lados del arranque del puente. El Lipo de
TIPOS
SUBTIPOS
VARIANTES
N.• EJEMPLARES
N.• SEPULTURA
PORCEN'L\JE
I A 1
1
XIX
16,66% (Del subtipo 1 A)
.........l. ~.~ .... . ........ . ........l....... . ............... ~~....... . . ..... ... .... ..... . .... .. . ... . .
I B 2
IX
I B3
XXIII
33,33% (Del subtipo 1 B)
1B4X
. •.• • ••. } ~ .~ . ••. . • ••• •••••••• • ••• •1 . ... •• .... ••••.••• ~~~l.a.d.o). .... ...... ............ ...... ... ... .
..
I C 1
XV
16,66% (Del subtipo I C)
........•~~ . ~ ...•. . ....... .. . .••.•.1
..•.•.•....•...•..•.• ~ .................................... .
1D 1
1
XV
_____L!U__{!)_____________ _ _ __________________?Qgg______________
t
16,66%
(De~!I..~~J
D) ----
83,4Cfo (Del tipo I)
11
(no existen ejemplares)
m
XXXII
8,33% (Del tipo lli)
-------IV A__________________ _____ _ _______--ª'.33J!_~!_!uby_p_o_!Y_~-J
y
8,33% (Del tipo IV)
'IOTAL EJEMPLARES
INVENTARIADOS
U (necrópolis)
1 (poblado)
Cr.uuko 1. - Fibu/JJ.s anu14res de 14 necrópolis iblrica de 14 Casa fhl Monte,
d4 Valmcia.
206
irwentariada.r tn el Musto
fÚ
Prehistoria
[page-n-217]
PfBULAS ANULAR.ES DB LA CASA DEL MONTE
enrollamiento no se asemeja a los tipos deacritos por
E. Cuadrado" y A. Iniesta11 • La aguja a la que va unido,
tiene forma ligeramente curvada y es de sección circula¡-.
Posee las medidas siguientes:
LM¡. mú.
Di4m. lllfilil
27 mm
Álhlr4
15mm
GnS« ,.¡¡¡,
2 mm
ÁliCA. IIIÚ. fM.
JO mm
(Pitu n.• i5 dd Invenwio dd M.P. de Valencia.)
111. APORTACIÓN TIPOLÓGICA AL
ESTUDIO DE LAS FÍBULAS
ANULARES
Nuestra clasificación tipológica sobre la flbula
anular hispánica, eatá realizada atendiendo a su funcionamiento y composición esencial. En ella. también
hemos tenido en cuenta las variaciones morfológicas;
éstas nos han dado pie para establecer subtipos y variantes encuadrados dentro de los cuatro tipos fundamentales:
TlPO 1: Fíbulas de tres piezas y resorte de
charnela de bisagra.
TIPO II: Fíbulas de tres piezas y resorte de
muelle.
TIPO lli: Fíbulas de tres piezas y resorte de
tope oscilador.
TIPO IV: Fíbulas de dos piezas y resorte de
muelle.
E. Cuadrado en un importante trabajo estableció
por vez primera una clasificación tipológica sobre la ffbula anular bispánica13 • Señaló, además, la existencia
en la Península Ibérica de dos úeas en cuanto a la
aportación de ejemplares de la fíbula anular
hispánica••. En la primera de ellas se desarrolla fundamentalmente la ffbula anular de resorte de charnela
de bisagra. A la segunda corresponde esencialmente la
de resorte de muelle.
Según C uadrado, la zona I comprende territorios
de las actuales provincias de Valencia, Alicante, Murcia, Almerfa, Albacete y Baroelona. Dentro de la
zona I, este mismo autor integra, asimismo, la subzona la que se desarrolla, de sur a norte, por las provincias de Málaga, Granada, Córdoba y J aén, reconociendo, sin embargo, que en esta áltima existen ffbulas con
ambos tipos de resorte, aunque con un predominio mayor de las de charnela de bisagra.
Dentro de esta zona 1 existe un islote de fibulas
de tope osculador que abarca esencialmente yacimientos limítrofes a la vía de penetración de la costa valenciana hacia la submeseta sur: Serreta, Bastida, Covalta, Hoya de Santa Ana, etc., en las provincias de
Valencia, Alicante y Albacete.
La zona U, siguiendo con la opinión de E. Cuadrado, aporta fundamentalmente ejemplares de resorte
de muelle y se difunde por las submesetas norte y sur
(en esta 111tima excepto la provincia de Albacete) e
igualmente por las provincias de Sevilla, Huelva y
Cádiz.
El resto de la Pen(nsula !Mrica, o sea la zona norte el territorio de los •gallaeci», astures, cántabros, vascones e •illergetes», no aport.a tibulas.
C uadrado incluso ve en esta división un compo·
nente diferenciador de tipo étnico: a grosso modo, reseña que la zona I corresponderra a los pueblos iberos
propiamente dichos, j unto con los bastetanos, en la
subzona la, y la zona II a los celtíberos junto con los
pueblos tartésicos.
Pueden hacerse hoy ciertas puntualizaciones a esta
división. Por ejemplo, en Cataluña la dispersión de las
fTbulas anulares de charnela de bisagra tiene un ámbito
algo mayoru, incluso por la Cataluña interior y por la
provincia de Tarragona. Asimismo es necesario resaltar
más la existencia en Cataluña de ffbulas anulares hispánicas de resorte de muelle (algunas de pie con botón), tanto en la Provincia de Gerona, Ampurias y
Ullastret, como en la de Tarragona, en L'Oriola y Mas
de Mussols (La Palma), en el bajo curso del Ebro; tambi~n de aguja libre con tope de charnela, por ejemplo
las fibulas de Ca o'Olivé, Cerdanyola (Barcelona) y de
la Cova de la Font Major, Esplugues de Francolí, Vilavert (Thrragona), debido a que posiblemente todo este
conjunto de ffbulas anulares, con estas caracterfsticas,
representen los ejemplares más antiguos, entre los basta hoy hallados, de la fibula anular en la Península
Ibérica.
En relación con la zona ll, es necesario concretizar el área del resorte de muelle en la Meseta al territorio situado al norte del río Tajo, sobre todo en la franja
que de Este a Oeste ocupa las actuales provincias de
Guadalajara, Madrid y Ávila. Al sur de este rfo los yacimientos conquenses aportan mayoritariamente flbulas de resorte de charnela de bisagra••. Ello quiere decir que la provincia de Cuenca, basándonos en la
tipología de las fibulas anulares, se relaciona esencialmente con la que· hemos denominado zona I y no sólo
en lo concerniente a las ffbulas, también sus materiales
denotan una mayor relación e identidad cultural con
los deJ úea valenciana y con eJ S.E. de la Meseta.
M . Almagro señala esta correspondencia marcando las
relaciones e identidades que en cuanto a materiales se
producen entre estas últimas áreas citadas y Jas que el
mismo autor denomina «Área delj6car'lo, «Área de Carrascosa>t y «Área de la Serranía de Cuenca>t, todas en
la provincia de Cuenca, al delimitar los n6cleos de ibe-
207
[page-n-218]
P. CISNEROS FRAILE
'l'Il'O 1: .fíbulu de trca pic.aaa y reaortc de c:hunda de bingra: puente de fo.I'Ulll variable, aguja fundid a con la charnela d e bisagra
y anillo.
SUBTIPO 1 A: puente de navecilla normal.
Variantea:
l A 1: puente madzo, tamaño normal.
1 A 2: pue.nte hueco y ancho.
SUBTIPO I B: puente de navecilla aquillada.
Varia.otca:
I B 1: aquillada longitudinalmente, ain rc:.altes.
1 B 2: aquillada t.ran•versalmcnte c~n retaltes.
1 l! 3: aq1.1illada longitudinalmente: con resaltes (bilobwade»).
1 l! 4: aqumada transversalmente y chaflanada en los exuemos del puente (forma romboidal).
1 B 5: aqllillada transver.almente con resaltes b(fidos en los extremos del puente.
SUB'l'lPO I e: puente d e navecilla con formas especiales.
Varlantee:
1 e 1: ondulado.
1 e 2: estrangulado longitudinalm.e nte a ambos lados.
SUBTIPO 1 D : p1.1ente de timbal.
V
ari&n.tet~:
1 D 1: bemie•f~rico (incluye subvariedad 1 D 1 (1): sin cazoleta).
1 D 2: elipsoidal.
TIPO II: Fíbula• de trea piesa1 y reaortc de m uelle: puente, aguja unida al resone de mueUe y anillo.
TIPO liT: Fíbulas de trc:1 p ien • y r~rte de tope oeculador: puente (siempre de timbal clip10idal) unido al anillo, aguja unida
a la charnela de tope oscl.llador y paaador.
TIPO IV: l'íbulu de dos pieau y rc:eortc de muelle: puente y anillo unidos por una pane; aguja y resone de muelle, igualmente
unidos, por otra.
SUBTIPO IV A: ouente de navedtla.
Cumiro 2. - Ensa_Jo tÚ clasifoaaón tipológiea para las j(hu/4s anulares.
TIPOS DE C.
MONTE
TIPOS DE CUADRADO
INI.ESTA
1 A .............................................. 4b . .. ............. .. ........... .
lB 2
4b
4h ............................. .
(variante Il)
I B 3 ............................................ 4c ...... , ...............•.............. 4c
(variante la)
l B 4 .............. (encontramos n:laci6n con el tipo 5 de Cuadrado e Iniesta catalogados romboidales;
tambi~ con algún ejemplar de quilla quebrad a con chaflanes).
IB5 ................................ ............ 4c ..................................... 4c
(en Cuadrado este grupo es más amplio)
(variante lila)
1 e . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4d ................................... 4d-4h
(variante l)
1 D 1 ........................................... 2a-2b . ............................... 2a-2b
(sólo ejemplares de charnela de bisagra)
1 D 2 . ..... . ..................................... 2e ..................................... 2e
(variantes I y 11)
O .......................................... .fb-10 a-10 b ................... , ............ -'b
(variantes IIl y IV)
lli . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2a-2b • • • •• • • • •• • • • •• • .••• • . • •••....... 2b-2e
(sólo ejemplares de tope osculador)
(variante 1)
IV ..............................................
208
.. ................................. ..
[page-n-219]
FÍBULAS ANULARES DE I..A CASA DEL MONTE
rización de las zonas orientales de la Meseta•t.
Podrlan hacerse otras observaciones, aunque nos
desviaríamos de la fmalidad fundamental de este trabajo que trata sólo de exponer un nuevo camino tipológico basado en caracteres funcionales y de estructura
de las flbulas anulares hispánicas.
Como hemos reseñado anteriormente, la tipología
creada por E. Cuadrado" ha sido fundamental y ha
servido de base para trabajos posteriores sobre la ffbula
anular hispánica. Este mismo autor ha completado su
aportación sobre este tipo de ffbulas en otros estudios
de gran interés••; sin embargo, aunque, como antes
señalamos, a él también se debe la división de la Perun·
sula Ibérica en dos zonas según la dispersión de la fíbula anular basándose en el tipo de resorte, bien de .muelle o bien de charnela, lo que daría paso a la realización
de tipos basados en un principio en la funcionalidad
del resorte o en la estructura y composición fundamental de las flbulas, su tipología se apoya esencialmente
en los caracteres morfológicos del puente. A partir de
ellos establece subtipos y variaciones concretas que
también tienen en cuenta la forma de los pies, de las
charnelas de bisagra y del enrollamiento de los resortes. Entre otras aportaciones tipológicas sobre la ffbula
anular hispánica, es necesario citar la realizada por
R. Navarro" a propósito del estudio de las ffbulas
anulares catalanas de gran interés y basada fundamentalmente en la forma del puente (•de navecilla•, «de
cinta•, «de hoja de olivo•) con subdivisiones según la
forma del pie o del tipo de resorte y la tipología realizada por A. lniesta11 también de gran interés al añadir
nuevas variantes a los tipos iniciales de E. Cuadrado
a la vez que cataloga las ffbulas de los yacimientos ibéricos murcianos.
TIPO 1: Fíbulas de tres piezas y resorte de charnela de bisagra:
a) puente de formas variables con sendos agujeros
en el pie y en la cabeza para la penetración del anillo;
b) anillo de sección generalmente circular y e) resorte
de charnela de bisagra igualmente de formas variables.
Dentro de este grupo de llbulas en el SUBTIPO I
A encuadramos las de puente de navecilla normal, con
formas y tamaños variables; incluso los ejemplares de
la necrópolis de la Casa del Monte tienen caracteres
diferenciados. Los dos ejemplares hallados presentan
tamaños y formas del puente diversos: la fibula de la
sepultura XIX tiene el puente macizo y de tamaño memo (Variante 1 A 1) (Fig. 1, n.0 1); la hallada en la sepultura IX es de gran tamaño y lleva el puente hueco y
muy ancho (Varianú 1 .A 2) (Fig. l, n.o 2).
Este tipo de fibulas con puente de navecilla es muy
abundante en los yacimientos ibéricos peninsulares.
Aparece bien con resorte de muelle, bien con resorte
de charnela de bisagra. De entre sus numerosos ejem-
p iares citamos los hallados en la oecróplis de ..El Cigarralejo», Mula, Murcia22 ; el del poblado de ..Coimbra
del Barranco Ancho», Jumilla, Murcian; los ejemplares de la necrópolis de ..El Molar-, S. Fulgencio,
Alicante'+, excepto uno, todos con resorte de muelle;
los aparecidos en el poblado de cLa Bastida de les Aleuses,., Mogente, Valencia, de entre los que reseñamos
el hallado en el dpto. 57 22 •
Además de la necrópolis de cLa Casa del Monte•,
también aparece en otros yacimientos albacetenses
como ...El Cerro de los Santos»tt, «El Amarejon y
«Meca•.,. Asimismo en otros conquenses, como en la
necrópolis de «Las Madrigueras.., Carrascosa del
Campoilf e incluso en la necrópolis de «Aguilar de
Anguita», Guadalajaratt, con ambos tipos de resorte y
en la de «La Mercadera», Rioseco de Catalañazor,
Soriaso que aportó varios ejemplares de resorte de
muelle y uno de charnela de bisagra.
Dos ejemplares de este tipo de fibulas, ambos de
charnela de bisagra, se hallaron en la necrópolis de
«Cabrera de Mataró», provincia de Barcelona". También ha aparecido en la necrópolis de «Baños de la
Muela-n, y en la de •El Molino de Caldona.n, ambas próximas a Cástulo.
El SUBTIPO 1 B, con el puente de navecilla aquíDada transversal o longitudinalmente, es el más abundante en la necrópolis de la Casa del Monte (33,33%).
Dentro de este subtipo düerenciamos 5 variantes:
la 1 B 1, no hallada en esta necrópolis, carece de resaltes en los extremos del puente que está aquillado longitudinalmente. Ejemplares de esta forma se encuentran,
por ejemplo, en la sepultura o. 0 151 de la necrópolis
de •El Cigarralcjo•, Mula (Murcia)'•. La J B 2
(Fig. 1, n. 0 3), está aquillada transversalmente y lleva
~esaltes en los extremos del puente; son de un solo
cuerpo, angulosos y con el vértice mirando hacia el interior.
La Varianu 1 B 3 (Fig. 1, o.0 4), está aquillada longitudinalmente e igualmente lleva resaltes, aunque bilobulados y redondeados recordando motivos foliáceos.
Este tipo de resaltes suelen ir generalmente con ejemplares de navecilla longitudinalmente aquillada como
en la ffbula de la sepultura X.Xill de la Casa del Monte. Son frecuentes en algunas necrópolis murcianas
como las de ·El Cabecico del Tesoro• en Verdolay" o
de «El Cabecico del Tío Pfo•, en Archena,., entre
otras. También aparece en yacimientos valencianos,
por ejemplo en el poblado de "La Bastida de les Aleuses..", e incluso en necrópolis andaluzas como Tútugi
(Galera)".
La Varianú 1 B 1 (Fig. 2, n. 0 1), posee también el
puente aquillado en sentido transversal pero no lleva
resaltes. Los extremos del puente se cortan a bisel, cha·
flanáodose a ambos lados. Este tipo de fibulas ha sido
catalogado por E. Cuadrado como del tipo 4 h (•de navecilla con quilla quebrada")". Igualmente ciertas ff-
209
[page-n-220]
F. ClSNEROS FRAILE
TIPOS FIBULAS
N. o SEPULTURAS
RESORTE
CORRESPONDENCIA
INIESTA-CUADRADO
vm
Variante IA1
(Iniesta)
SEP. XIX
Variante IA2
X (Iniesta)
SEP. IX
Variante IB2
li (Cuadrado)
SEP. IX
VI (Iniesta)
Variante IB3
V 6 IX (Iniesta)
SEP. XXIll
Variante IB4
X (lniesta)
SEP. X
Variante IB5
1 (lniesta)
POBLADO
1 (Cuadrado)
Variante IC1
(sólo puente)
SEP. XV
Variante IC2
IX (Iniesta)
SEP. XXXI
X (Iniesta)
Variante IDl
SEP. XV
Variante IDl(l)
VI (lniesta)
SEP. XXXI
TIPO 111
(de tope osculador irreconocible)
SEP. XXXXll
SUBTIPO IV A
11 (Iniesta)
SEP. V
Cuadro 1.-
210
TiptJs ti4 resD1U. E. 111.
[page-n-221]
F.f»ULAS ANULARES DE LA CASA DEL MONTE
bulas que este mism.o autor cataloga, en el grupo 5,
como de puente romboidal, pensamos que también son
relacionables con nuestro tipo 1 B 4, en concreto, el
ejemplar de la sepultura 107 de ..El Cigarralejo»40 •
Se hallan ejemplares semejantes en •La Bastida..•1, en la necrópolis de «Las Peñas de Zarra»,
Valencia41 y también en tierras andaluzas: necrópoüs
de «La llora», (Granada)". Incluso pueden relacionarse con la variante 1 B 4, los ejemplares de los yacimientos valencianos «La Carencia» de Turís y •El Corral de Saus», Mogente. Iniesta cataloga a la fíbula de
La Carencia como del tipo 5.. y por lo que respecta
al ejemplar de El Corral de Saus, E. Pla lo catalogó,
igualmente como del tipo 5 de Cuadrado".
La Jí&rümte 1 B 5 (Fig. 2, n.0 2), se caracteriza por
estar aquillada longitudinalmente-y presentar montantes bffidos en los extrem.os del puente. En el. ejemplar
de la Casa del Monte su puente es estrecho y describe
una suave incurvación. Los terminales bffidos se abren
hacia el interior y la pieza puede relacionarse con los
ejemplares encuadrados en el tipo 4 e de E. Cuadrado,
aunque este grupo es mucho más genérico; igualmente
se relacionan con el tipo 4 e (variante m a) de
A. Iniesta.
La variante I B 5, es típica de la que hemos denominado Zona I, aunque también se da esporádicamente en enclaves meseteños, por ejemplo en la sepultura
n. 0 350 de la necrópolis de «La Osera» (Chama.r ttn de
la Sierra, Ávila)'6 o en la necrópolis de «La Olmeda»
(Guadalajara)<~ . También aparecen fThulas de este
tipo en la necrópolis de .Aguilar de Anguita». Un
ejemplar y un puente aislado de esta necrópolis guardan gran parecido con la J'Ibula de •La Casa del
Monte,.''·
El SUBTIPO I B, es típico de la Zona I, según
terminología de E. Cuadrado; aparece en yacimientos
donde también se halla la fíbula de timbal hemiesférico; por ejemplo en El Cigarralejo, Cabecico del Tesoro,
etc. Incluso también se halla en otros donde igualmente aparece la de tope osculador como La Bastida, Serreta, Covalta, Hoya de Santa Ana, etc.
En general los resaltes van sobre puentes de ffbulas de navecilla aquillada. Son muy escasos los ejemplares de navecilla normal que llevan resaltes. Entre éstos puede citarse el que procede del santuario de •La
Fuente del Recuesto•, Ceheg{nu, y el de la necrópolis
de «El Cabecico del Teso.ro» en Verdolay, éste con montantes casi rectos o ligeramente angulosos y el vértice
mirando hacia afuera sobre puente de forma casi
rectangulaf'O.
Las ffbulas que hemos catalogado como del SUBTIPO I B, llevan en general resorte de charnela de bisagra. Existen, sin embargo algunas excepciones con
resorte de muelle, por ejemplo una flbula de la necrópolis de •Aguilar de Anguita>t, semejante a las incluídas en nuestra variante I B 5"; también algunos
eje.m plares de la necrópolis de ocLa Olmeda», parecidos
a los incluídos e.n la variante citada52 •
Hemos individualizado el SUBTIPO I C con la
catalogación de ejemplares de «puente de navecilla con
formas especiale.s... En este su btipo introducimos dos
variantes: la 1 e 1 (Fig. 2, n.o 3), de puente ondulado,
y la 1 e 2 (Fig. 2, n.0 4), con el puente estrangulado
longitudinalmente a ambos lados. Algún ejemplar semejante se halla tanto en la que hemos denominado
Zona I (por ejemplo en la necr6polis de ceLa lllora»,
Granada~, en el poblado de ceLa Bastida de les Alcuses,., Valencias., etc.) como en la Zona 11 (necrópolis
de ..La Osera», ÁviJa!l, etc.).
Los ejemplares que aparecen en la necrópolis de
«La Casa del Monte.. , en las sepulturas XV y XXXI
respectivamente, van siempre asociados a fibulas de
timbal hemiesférico, con charnela de bisagra.
En nuestro SUBTIPO I D, encuadramos las ffbulas de tres piezas y resorte de charnela de bisagra cuyo
puente es de timbal hemiesférico, Varianu 1 D 1 (Fig. 3,
n. 0 l) o elipsoidal, Variante 1 D 2. Consideramos mucho
más frecuente la fibu la de timbal hemiesférico como
asociada al resorte de charnela de bisagra, pieza muy
frecuente en yacimientos de la que hemos denominado
Zona I, por ejemplo: en el santuario y en la necrópolis
de «El Cigarralejo»,., en la necrópolis de ..ru Cabecico del Tesoro>~ , en ..El Santuario de la Fuente del Recuesto,., etc., todos en la actual Comunidad Murciana;
también aparece en el poblado de «La Bastida de les
Alcuses,.n o en la necrópolis de ..La Albufereta..~, por
citar algunos yacimientos de la actual Comunidad Valenciana.
Incluso entre este tipo de fíbulas, de timbal hemiesférico, se encuentran los tres ejemplares hallados
en la necrópolis de «Las Madrigueras.., Carrascosa del
Campo, Cuenca".
En relación con estas fíbulas del SUBTIPO I D 1
que en la necrópolis de La Casa del Monte se hallan
(asociadas a los ejemplares del SUBTIPO l C, como
ya hemos señalado) en las sepulturas XV y XXXI, hemos realizado una matización basándonos en el hecho
de que el puente de los dos ejemplares no presenta la
misma morfología. En el caso de la ffbula de la sepultura XV, es de cazoleta y es resultado del procedimiento técnico de unir tres piezas: la cazoleta y los dos extremos laterales¡ éstos se sueldan a aquélla
Huperponiéndose (t~cnica de superposición) y resultando la ffbula de puente en cazoleta hemiesférica con
montantes angulares (con el vértice hacia dentro) a
ambos lados.
La trbula de la sepultura XXXI (Fig. 3, n. 0 2),
aunque es de timbal bemiesférico, no tiene cazoleta y
aunque está realizada con el mismo procedimiento que
la anterior, los dos extremos laterales del puente no
montan sobre él, más bien se un.e n (técnica de agrega·
ción) dejando una especie de hendiduras. Por otra par-
2ll
[page-n-222]
F. CiSN.EROS FRAILE
te, el puente es macizo y no hueco como es típico en
el timbal hemiesférico de cazoleta. Por todo ello, hemos
catalogado a ese ejemplar como perteneciente a la Suh-
varúdad 1 D 1 (1).
Ejemplares de la que hemos c~talogado com.o lfa.
rianl4 ID 2, de timbal elipsoidal, con charnela de bisagra no se hallan en Ja necrópolis de La Casa del Monte. Sin embargo, existen fibulas de este tipo en ambas
zonas: «El Cigarralejo», «Serreta de Alcoy», «Bastida»,
«Hoya de Santa Ana», «Vado de la Lámpara» (GuadaJajara), etc. De todas formas , el timbal elipsoidal, creemos que está más en relación con las ffbulas de tope
osculador.
TIPO Il: Ffbulas de tres piezas y resorte de
muelle:
a) puente con sendos agujeros e.n el pie y en la cabeza para la penetración del anillo, b) aguja unida al
resorte de muelle y e) anillo.
Del TIPO ll, no existen ejemplares en la nec.r ópolis de «La Casa del Monte". Como dijimos anteriormente, el área del resorte de muelle, esencialmente se
circunscribe al territorio situado al norte del rfo Thjo,
sobre todo al área ocupada por las provincias actuales
de Guadalajara, Madrid y Avila. También en Andalucía a las de Sevilla, Huelva y Cádiz.
TIPO ill: Fíbulas de tres piezas y resorte de tope
oscuJador:
a) puente, siempre de timbal elipsoidal, unido al
anillo y provisto de agujero para la penetración del pasador; b) aguja unida a la charnela de tope osculador,
provista igualmente de agujero para la penetración del
pasador y e) pasador.
En el TlPO UI (Fig. 3, n.o 3), catalogamos a las flbulas de tres piezas y resorte de tope osculador. El puente es siempre de timbal elipsoidal y va unido al anillo; la
aguja va unida a la charnela, de tope osculador. Un pequeño pasador realiza la unión de ambas piezas.
Los ejemplares que nosotros conocemos llevan
siempre timbal elipsoidal, sin embargo existen ffbulas
de timbal elipsoidal con otro tipo de resorte, el de charnela de bisagra. De ellas ya hablamos anteriormente.
Incluso otras ffbulas del mismo tipo de timbal constan
de dos piezas: aro y puente unidos y la aguja ligada
al resorte de muelle. Un ejemplar de estas características apareció en •El Castro de las Cogotas..60 , donde
estaba asociado a otro ejemplar de tope osculador.
Este tipo de fibula supu.so seguramente un perfeccionamiento de las de charnela de bisagra con intermediarios tipológicos inciertos, posiblemente a través de
la fibula de dos piezas (con puente y anillo unidos) y
resorte de muelle y que en algunas necrópolis meseteiias se presenta en fo.rma de bellos ejemplares.
Sin embargo la mayor abundancia de esta fíbula
en yacimientos alrededor del ramal de la denominada
212
vfa Heracleia que en territorios valencianos penetraría
hacia J átiva, enlazando por el curso del no Canyoles
con Mogente introduciéndose en la submeseta sur bien
por Fuente la Higuera o bien por Meca y a través de
los llanos albaceteños se dirigiría a Cástulo, parece indicarnos que este tipo de fibulas es originario de estos
yacimientos alrededor de la vía descrita. Entre estos
yacimientos pueden citarse el poblado de «La Bastida
de les Alcuses"", «El Puig»8' y ..La Serreta» de Alcoy,
la necrópolis de «La Hoya de Santa Ana»", ya en territorio de la provincia de Albacete, etc.
También aparece este tipo de flbulas en yacimientos próximos a ramales de la citada v(a Heracleia. Por
ejemplo en la necrópolis de Las Peñas, en Zarra, provincia de Valencia... De manera muchó más esporádica se halla en yacimientos junto a las posibles vfas de
comunicación prerromanas que enlazarían la meseta
albaceteña con territorios de la actual provincia de
Cuenca. Es el caso de algún ejemplar aparecido en la
Val ería prerromana".
Aparece, también muy esporádicamente, en enclaves de la actual zona de Madrid: poblado de •El Cerro Redondo», junto a Fuente el Sanz, provincia de
Madrid" e incluso más al norte, en el Castro de «Las
Cogotas.., Ávila, como hemos reseñado anteriormente.
También ha aparecido una fibula de estas características en el poblado prerromano de Ca n'Olive, Cerdanyola (Barcelona)67 •
TIPO IV: Fíbulas de dos piezas y resorte de
muelle:
a) puente de formas variables, generalmente bellamente decorado, unido al anillo; b) aguja unida al resorte de muelle que se enrolla. a la cabeza del puente
y al anillo.
La fibula de la necrópolis de «La Gasa del Monte,., la catalogamos como dcl SUBTIPO IV A (Fig. 3,
n. 0 4), con el puente de forma d e navecilla.
La gran mayoría de estas fibulas de dos piezas se
hallan en yacimientos de Ja submeseta norte, esto es
dentro de la que hemos denominado Zona II, sobre
todo en su parte oriental coincidiendo con la franja
norte de la provincia de Guadalajara, muy cerca del
límite con la provincia de Soria. B. Cabré y J. Morán
reconocen la correspondencia de éstas con la zona
citada".
Ejemplares pare.c idos han sido hallados en necrópolis meseteñas como las de Valdenovillos, Hijes y Carabias, todas en el norte de la provincia de Guadalajara, muy cerca ya del llinitc de la provincia de Soria.
El ejemplar de Valdenovillos es también de puente
de navecilla, aunque estrecha y lisa. El enrollamiento
del resorte es distinto al del ejemplar de la necr6polis
de la Casa del Monte".
La fibula de Hijes, es también de puente en navecilla aunque estrecha y como la anterior, lisa. Su resor-
[page-n-223]
FÍBULAS A.NUI..ARES DE LA CASA DEL MONTE
te es asimismo de muelle con un tipo de cnrollanUento
muy parecido a la de la C¡ua del Monte, e incluso con
el mismo o6mero de vueltas en tomo al anillo70 •
La de Carabias es muy semejante al ejemplar de
Hijes y por ello, con resorte parecido al ejemplar de la
Cua del Monte. Su originalidad reside en el anillo
adornado con dos pares de agujeros situados en dos zonas opuestas de aquéln.
En el Castro de las Cogotas, aparecieron varias fíbulas con el puente y anillo fundidos y resortes de muelle. Los puentes son de navecilla ancha, estrecha y de
forma de cinta, respectivamente".
NOTAS
1 Sus rcfen:Acias geogrUiua IC ajuna.o fielmente a Jo rdle·
jado en la hoja n. • 766 del M.T. del Instituto Ceogr!lico y Ca·
tutral.
t
l . B............. : ..Avance del eatudio de la n~rópolia ib&ica de
la Casa del M onte (Albaccte)-. Tirada Aparte de loa CWIIinwtls m ·IY
dtJ Oalftl di Cr.Jivrlt ~ Valencia, 1930.
J
o. FIATOHU.. y E. Pu:
di .a~ tltl S./. P.
(1927-1977). Trabajos Varios del S.LP., n.• 57, Valencia, 1977,
pág¡. 17J.175.
•
FLIO'I'éHU y Pt.A: Op.
nota 3, pág. 171.
, A. J,.,UTA! lAJ ftbr.itu di la Rlzidtt Mur&itwl. Murcia, 1983,
16m. Xlll-5.
• E. CUAoiWIO: •La Jlbula anular hisp6nica y sus problemas•.
2Apltpus, 8, Salama.oea, 1957, pág. 14.
' oocm: Op. ciJ. nota 5, lám. XJD -5.
• ¡,.,..,.: Op. áJ. nota 5, lim. XIJ1 ·5.
t
CUAniWIO: Op. cit. nota 6, pág. 1+.
• Cu.
u Cu.
nota 6, pág. 8, fig. 2.
1t lHtUTA: Op. di. nota 5, pág. 226, lám. XIV.
1>
CllloJIAADO: Op. m. nota 6, págs. 6· 76.
" CUA:OaADO: Op. cit. nota 6, págs. 27·30 y mapa pág. 62.
•• Noa basamos en la reseña de R . NAv..uo: lAJ j(/Jr.ltu n C414luM.. 1onituto de Arqueologia y Prchutoria, Universidad de Barcelona, Publicaciones Eventuales, 16, Barcelona, 1970, Fig. 18.
" 'Thmamoa laa referencias de: M . Au.cAOso CouBA: •La ne•
cr6polis de lar Madrigueras. Carrascosa del Campo, Cuenca.. &u·
~ Arqwollziuu m Espw, Madrid , 196:!, p,gs, 69-70. De 1aa siete Jlbulu anulares de esta necr6polia, ~eia son de rcso"e d e charnela
de bisagra. 'llunbitn de E . Lou.o.: lA ttmdpolis tú/ Hinro di B~
di Alart6rt, Cvnru. 'trabajos de PrchiJtoria del Seminario de H• Pri·
mitiva del Hombre, XX, Madrid, 1966, 71 pág¡. En cate yacimiento
todas las fTbuw mulares son de charnela de bisagra. Igualmente
de P. SUAY: •Los hallazgos arqueol6giCOOJ de Valeria, 1952·1957•.
V CMJtrm Nod#Ml di JJrt¡WD/Dz{«, Zaragoza, 19:!7, p'ga. 2H-2+6 y
láms. lln. Lu flbulas anulares de la Valeria prcrromana reseñadas
en esta publicación son todas de charnela de bisagra.
" M. AJ.....oao: •La iberi%aci6n de las zonaa orientales de la
Meseta.. Simpnri Jote.maciooal EJs orlglfiS tltl mili iblri&, Ba.r celooa.Bmpúriea, 1977, p,g¡. 138·1«·150. Tambi6o laa flbuw de la oecr6·
polia de cOimediUa de Alucón•, Cuenu, denotan semejanzas en
cuanto al típo de resorte y configuración de loa puentea con las de
la Zona J. Se renejan en la pig. 1+2, fig. 25, de esta publicación que
citamo1.
.. CUAD&ADO! Op.
nota 6.
" De entre ellos citamos: E. CUADIWIO: •Precedentes y prototipo• de la Jlbula anular hiapániea.o. Trdtljos di~. VD, M a·
drid, 1963; .B. CUAOIWIO: FflltJiu ~ M ~ oseui.JM. Publieaciones del Seminario de H• y Arqueologia de Albacete, Albacete,
1962, p,g¡. 15·89.
,. N.wAUO: Op. áJ. nota 15, p'g•. 98·101.
11 b•..,..: Op.
nota 5.
cw- _,
m.
m.
m.
m.
E. CJJADAAoo: .1..4 ,.,mp.lis iblriu di El CtiiJ1TII4jo, Mr./4, Mar·
Bibliotheca Prachiatorica Hispana, Madrid, 1987¡ por ej. el
ejemplar de la sep. 249, pág. 455, fig. 190·6.
" J . M01.11 jos Varios S.l.P., 52, Valencia, 1976, pág. 67, fig. +3-2H.
t• J. SlKJHT: •La necrópolis de El M olar, Allc:ante•. JuN4 Su·
pni.tw di ~ ~ Altl~, 107, Madrid, 1930, lún. Xl-3.
n 0 . F~tlll, E. PLA, E. At.o.~ou: Lo &stü/4 di Lu Alnt.su
(Moltú, ~). '11-abajos varios del S.I.P., 2+, Valencia, 1965,
dpto. 57. p,g. 28, lig. u.
• P. PAJU•: EssC svr L!4.rt d l'hflbutril di L'~ PrinUJirM. h·
rla, 1903, Vol. 1-11, pág. 266, fig. 4000.
" PA&II! Op.
nota 26, pág. 266.
1t ALwAOao: Op. 'it. nota 16, 1ep. XXXI, p'g•. 55·5+,
fig. 3+-+.
tt J .L . Aoo~HTC: •Lu Jlbuw de la necrópolis celtibhica de
Aguílar de Anguit..,.. Tftlhfljol di Prlllulllri4, 31, Madrid, 1974-,
P'S· 181, fig. 11, 3·7, para los doa ejemplos de charnela de biugra.
• D.B. TAJW:IJIA: •Excavaciones en la provincia de Soria. La
necrópolla de La Mercader&•. JIUÚ(j Supfflqt- J, E.xcuoeiDMS J AJIIifW.
tiM.Is, 119, Madrid, 1932, tep. 59, lám. Xl-~9.
n NAvAuo: Op. cit. nota 15, págs. 99 y lOO.
u J .M. B~: •Cútulo 1•. Ad4l Arr¡wt~IJ
gictJ H'~, 8,
Madrid, 1975, citamos el ej. de la aep. V, P'l'· 146·1+7, fig. 78-17.
u A. Ahii.AI y F. MOUAA: ..La n~polis ib~rica del Molino
de Caldolla.. Ort1411i4, 28·!13, Linares, 1969, aep. 1, pág. 168,
fig. XVID·J.
Jt
bnam.: Op. ti~. nota 5, pág. 136, l(m. XVIII, fig. 164.
U
lH1.un.: Op. cit. DOta 5, sep. 400, p,g. 149, lim. xxn,
fig. 196.
JO
lwovrA: Op. áJ. nota 5, sin sep. determinada, pág1. 154-155,
lám. XXV(, fig. 212.
JI
Fa.rn:HRa, PLA, Au:Acu.: Op. cit. nota 25, dpto. 53, pág. 20,
fig. 11.
u J . CAad y F. Moros: •La necr6pnlí1 ib6rica de Tútugi (Ga·
lera)•. Juld S~' di ~ilnvs J Alllifil~Jdd~s, Madrid, 1920,
aep. 11, pág. 25. (Situamos en esra sepultura la Jlbula, con muchas
dudu, bwndonoa en los datos de esta publicación.)
, CUADaADO: Op. ti~. nota 6, pág. 14.
.. CUADLU>O: Op. ti~. nota 6, pág. 13, lig. 5·3.
.. Fa.rn:H&a, Pt.., A.t.clcaa : Op.
nota 25, dpto. 36, pág. 179.
lig. 16.
" J .M. MMrt..n: •La necrópolis de lu Peñaa de Zana, Va·
lcncia.. A .P.L. , XIX, Valencia, 1989, sep. 2, pág. 8, fig¡. 12·13.
u CJJAoiWIO: Op. ti~. nota 6, pág. 29, fig. 18,6.
" IHo&rrA: Op. cit. nota 5, pág. 168.
" E. P ... : oLa necrópolis ib6rica de empedrado tumula:r de
Corral de Saus, Mogente, Valencia•. XfJI Congruo NII&ÜtMJ dt Arqv.tt~·
lotl4, Viloria, 1975, pig. 729.
.. CUADIWIO: Op. ti~. nota 6, pig. 33, fig. +2· 4.
" R. G.r.toetA: .La necrópolis de Olmeda, Guada.lajara-. m.J.
AI·HtJ)IU•, 7, Gu~jua, 1980, p,g. 23, fig. 4,6.
.. Aaoatn: Op. m. nota 29, pág. 189, íig. 12·4 y p'g. 191,
fig. 12·5.
.. IHWTA: Op. di. nota 5, pág1. 157-158, lim. XXlfl. fig. 220.
,. l1
fig. 225.
" Aaoawn: Op. m. nota 29, pág. 187, fig. 12·!1.
n 0Aoo.l•: Op. ciL nota +7, pág. 23, fig. +-+.
JJ
Cu.oMoo: Op. cil. nota 6, pág. 29, fig. 18,5 .
>< F...'I'CHM, Pr.A, Au:Acn: Op. di. nota 25, dpto. 14, pág. 84,
íig. 9.
» J . C..aú, E. C...u, A. M01.11
del hierro ctltico de Chamanín de la SicrrL Ávila.. Áa. JJrpM/Igied
HisptJM, 5, Madrid , 1950, pág. 148, Uro. XIX. (De esta Jlbula des·
conoeemoa el tipo de reaone, posiblemente IC& de chamcla de bisagra.)
.. CuADUDO! Op. m. nota 22, aep. 79, págs. 202·205,
fig. 9~7.
tf
FL~~"J~:~Ua, Pu, Al.c.
fig . • .
,. F• .R111oo: .La n~poliJ ib&ica de la AlbuCereta.. Arllll#mU. J, Cu/Jun ~. U, Valencia, 1986, aep. L-45, pág. 174,
fig. 173.
u
rÚI.
m.
m.
213
[page-n-224]
P. CISNEROS FRAILE
u At.w.AOao Gouu.: Op. eiJ. nota 16, sep. X, pig. 33·34,
fig. 19-10 y 11 (2 ejemploa)¡ sep. XXII, P'IP· +3-H, fig. 28-4
{1 ejemplo).
oo J. C ..ao.t: .Exea..,aciones de lu Cogotu, Cardeñoaa (Ávila).
I, ElCastro•.JW114SuptTiDrdtExetw~;¡~, UO, Madrid,
1930, lim. LVW.
., Ft.rrema, p._., ALC.
dpto. 3+, p,g. 172, fig. 8 y en el dpto. 100, pig. 332, figa. 305,
306, 307.
•• V. PAotCUAL: •El poblado i~rico de El Puig de Alcoy». b·
cllitxJ di Prtllistorüt LIDIPiliM, 01, Valencia, 1952, p,g. 9, fig. 7.
os Loi ejemplares de esta nec::r6polis proceden de las 1epultu·
ru O y 113: F. C~Jr
Tesis de Licenciatura in&lita, Valencia, 1973, p ág. 19, lám.. XXXV,
.1+ y pig. 51, lám. XXXVI I-O.
214
., M.um"a: 0/J. eil. nota 4-2; de esta nec::r6polis proceden dos
ejemplarea hallados en lu sepulturas 9 y 16: pág. 10, Ú81. 22-23 y
pá.g s. 12 y 13 figa. 32-33 reapectivamente.
., Su..Y: Op. eil. nota 16, IIbula no descrita en el texto aunque
aparece en lám. sin.
11
C. BLA100 y M .A. SAtocHn: •Informe preliminar sobre el ya·
cimiento de Cerro Redondo (Fuente el Sanz, Madrid)•. Noti&i4ritJ Ar·
qwoMti&o Hisp411i&o, 20, 1985, pág. 34, lám. 7-·U .
., N ..v..u o: Op. eil. nota 15, págs. 99·100.
.. E. CAao.t y J. Mow.: •Fíbulas en lu mú antiguu necrópolis de la Meseta Oriental Hispánica-. &oista dt 14 ~ Comp~a~ms,, ~" C..r&J &llitl4, nr, Madrid, 1977, P's· 1as.
" CA&d y M oM11: Op. cit. nota 68, pág. 135, fig. 11.8.
"' C..allt y MoJL111: Op. cit. nota 68, pág. 35, fig. 15.6.
" C"ad y MoMN: Op. eil. m~ta 68, pág. 135, fig. 16.9.U .
n c ...aa: Op. &il. nota 60, p6g. 90, húns. LXVII, LXVIU.
[page-n-225]
R afael PtREz M tNGuEz*
ACICATES IBÉRICOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA
DE VALENCIA
I. INTRODUCCIÓN
No se sabe a ciencia cierta el momento en que empieza a usarse la espuela., pero es presumible que ello
sucediera tan pronto como el hombre empleó el caballo
como montura. Conviene advertir que el caballo como
animal doméstico, se conoce desde periodos ant:riores,
cuando menos desde la Edad del Bronce, y algunos investigadores sospechan que se pudiera haber utilizado
como montura, tiro y arrastre, por lo que algún tipo
de acicate se pudo utilizar, aunque, por el momento,
no exista constancia documental. En este sentido sf
conviene destacar el reciente hallazgo de parte de un
freno de caballo hecho de asta en el poblado de Fuente
Álamo (ScHUIART y Alm!ACA, 1980: 273, fig. 12) o la interpretación dada a los Uamados silbatos celtibéricos
(EscuDuo y BA.LADO, 1990).
. El ~bjeto de la espuela es estimular al animal y al
m tsmo tJempo que las manos del jinete queden libres.
Es de suponer que antes de emplearse las espuelas de
metal, se fabricaran con materiales como la madera o
el hueso, pero hasta la fecha no se han encontrado res·
: Servicio de Inveatip ci6n Prehiat6rica, Diputaei6n de Va·
!enea.
tos. La espuela se ceñía al talón por medio de una co·
rrea que puaba por dos orificios situados en cada extremo de aquella.
Entre las modalidades de espuela, el acicate (espuela provista de una punta aguzada) es el que aparece
en los yacimientos ibéricos y el objeto de nuestro estudio.
Tanto los griegos como los romanos usaban única~ente la espuela en un pie, cosa que no ocurre, por
eJemplo, con el pueblo ibero, como lo demuestra la se·
rie de dibujos de jinetes procedentes del Tossal de Sant
Miquel de U(ria (BALLilSTER. et alii, 1954: 110, figs. 385
a 393).
Sabemos la gran estima del pueblo ibero por el caballo {FL!TCKn, 1968: 49) y por lo tanto es común en
excavaciones realizadas en poblados la aparición debo·
cados, acicates, etc. (GRANo!IL y ESTA
W., 1990: 219,
fig. 4 y ~. 1989, vol U, pág. 25 y 160). Nuestro
propósito es analizar algunos acicates procedentes de
los poblados de la Baatida de les Alcuses de Moixent,
del Thssal de Sant Miquel de LHria y del Puntal dels
U ops, as{ como los otros dos del yacimiento in~dito de
La Atalayuela de Chelva.
Los acicates de La Atalayuela se han estudiado
gracias a la colaboraci6n del arque6logo Jos~ Manuel
215
[page-n-226]
R. PtREz MÍNCUEZ
1
-~
-
..
.
2
3
4
Fig. 1
216
o
&iiiiiil~!!!!!!!!liiiii~3 cm.
[page-n-227]
ACICATES IBÉRICOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
Martínez Garda. Colaboración q ue también agradecemos a H elena Bonet Rosado por los del Tossal de Sant
Miquel de Llíria y los del Puntal dels Llops de OJocau,
estos 6ltimos procedentes de las excavaciones de H elena Bonet y Consuelo Mata (BoNET y MATA, 1981).
Las medidas son:
longitud:
anchura:
grosor:
5'8 CID
2'4cm
0'3 cm
dimeru. orificios:
abertura para el talón:
lontitud del espig6n:
1'1x0'4: cm
cm
••s
2' 3 cm
II. LOS ACICATES ESTUDIADOS
B. TOSSAL DE SANT MIQUEL (LLÍRIA,
VALENCIA)
A. BASTIDA DE LES ALCUSES
(MOIXENT, VALENCIA)
l .-Acicate de hierro procedente del Departamento 236 y aparecido en las excavaciones realizadas durante la 4.• campaña que tuvo su inicio el 26 de junio
de 1931 y que finalizó el 28 de julio del mismo año.
Está completo aunque bastante oxidado. Los orificios o varrileras son cuadrados. Cronologfa del siglo v-rv a. de C. Número de Catálogo: 1037.
Las medidas son:
longitud:
anchura:
grosor:
6'5 cm
2'5 cm
cm
o
••
dimensione. de los orificios:
0'8 cm
abertura para el talón:
longitud del espig6n:
2'2 cm
5' 0 cm
2.-Acícate de hierro aparecido en la Calle W durante las excavacion es realizadas entre 1928 y 1931. Las
planchas que rodean al talón casi han desaparecido y
están formadas por dos láminas unidas. El espigón está
completo y presenta la base moldurada. Crooologfa,
siglo v-w a. de C.
Las medidas son:
lo,ngitud:
3'5 cm
anchura: 0'8·1' 2 cm
grosor:
0' 7 cm
abertura para el talón:
longitud del apigón:
1'9 cm
2'6 cm
3.-Acicate de hierro aparecido en las excavaciones realizadas en 1931. Las planchas están en perfecto
estado¡ el espigón se encuentra bastante deteriorado
por oxidación e inclinado con respecto a la plancha.
Los orificios son circulares. Cronología siglo v.1v a. de
C. Número de Catálogo: 1558.
Las medidas 11on:
longitud:
anchura:
grosor:
4'0 cm
2' 3 cm
0'3 cm
5.-Acicate con ramas de bronce y esprgóo de hierro. Las ramas están en bastante buen estado, sien do
su sección semicircular. El espigón, aunque completo,
padece un grave proceso de oxidación y sufre un desplazamiento con respecto a la parte media de las ramas. Los orificios son circulares pero no perforan completamente a las ramas, sino que tienen comunicación
con otros orificios que están situados en la base del inicio de las ramas. N6mero de Catálogo: 2796.
Las medidas son:
diámetro de los orificios:
abertura para el tal6n:
longitud del espig6n:
0'4 cm
3'3 cm
1'6 cm
4.-Acica:te de hierro procedente de las excavaciones realizadas desde 1927 a 1931, encontrándose al
Oeste de los Departamentos 47, 48 y 58. La plancha
está fracturada a la altura del orificio. El espigón, aunque bastante deteriorado por oxidación, parece completo. Los orificios son rectangulares. Cronologta siglo v.rv a . de C. Número de Catálogo: 1570.
longitud:
anchura;
grosor:
10' 5 cm
0' 7 cm
0' 5 cm
diámetro de los orificios:
abertura para el tal6n:
longitud del espig6n:
0'4 cm
5'9 cm
2'5 cm
C. PUNTAL DELS LLOPS (OLOCAU,
VALENCIA)
6.-Acicate de bronce, procedente del Departamento 4, Capa 3. Está formado por una grue.s a y ancha plancha de bordes en resalte exterior, con un buen
estado de conservación y extremos provistos de dos re·
saltes a modo de asas rectangulares para el enganche
de la correa. En la parte cóncava intema existe un fragmento informe de hierro que se encuentra fuertemente
adherido a l a . isma. El espigón hoy suelto y anterior·
m
mente adherido, es grueso y robusto con molduras y
alma de hierro que posiblemente constituirla el extremo acuminado del mismo y que seguramente perforaba la plancha y lo fijaba a la misma. Cronología desde
finales del siglo rn a inicios del n a. de C.
Las medidas son:
longitud:
anchura:
grosor:
9'3 cm
3'0 tm
0'3 cm
dimcns. orificios:
abertura para el talón:
longitud del e.pigón:
0 ' 7 x0' 3 cm
4'8 cm
1'7 cm
7.-Acicate de bronce, que hace pareja con el anterior, procedente del mismo departame.n to y capa. El
espigón también está suelto, faltándole la parte fmal.
Las medidas son:
217
[page-n-228]
R. PÉRBZ MÍNGUEZ
6
3 e: m.
9
8
218
Fig. 2
[page-n-229]
ACICATES JBtRICOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
longitud:
anchura:
groaor:
9'2 cm
dimcna. orificios:
3'0cm
0'3 cm
abertura para el talón:
longitud del capigón:
0'7x0'3 cm
5'3 cm
2'1 cm
D. LA ATALAYUELA (CHELVA,
VALENCIA)
Los próximos acicatea provienen del yacmuento
de la Atalayuela, situado en el término municipal de Chelva (Valencia) y cu yaa coordenadas son:
39° 40' - 39° 41' lat. N.
2° 36' - 2° 37' long. E.
D e d ificil acceso, se ubica en la cima del monte
Ayalayuela. Visitado por clandestinos que han dejado
buellaa de excavaciones fraudulentas.
Es un asentamiento con evidencias cerámicas de
la Edad del Bronce, 1 Edad del Hierro, Época Ibérica
y Romana Republicana e Imperial.
Hay restos de muros y habitaciones; se ha hallado
cerámica estampillada, a torno, ibérica y romana.
También han aparecido ffbolas del tipo Aucissa.
Pudiera tratarse, en lo que a Época Romana se re·
fiere, de un asenta.m iento de tipo militar-defensivo,
que controlaba el paso de las tierras de Aragón a la
Plana de Utiel. De hecho, este yacimiento está muy
próximo al antiguo camino de Utiel a Cbelva.
Los dos acicates, objeto del estuclio, se encuentran
en colecciones particulares.
in~dito
8.-Este acicate tiene las ramas de bronce, bien
conservadas; el espigón está remachado y es de hierro,
habiéndose perdido pane de él por oxidación. Los orificios son circulares.
La parte próxima a los orificios sufre un ligero ensanchamiento.
Las medidas son:
longitud:
anchura:
grosor:
10'3 em diállletro de los orificios:
0'7 cm abertura para el talón:
0'3~'4 cm
longitud del espigón:
0'7-0'9 cm
10'8 cm
grosor:
0'3·0'+ cm
dimcns. orificiO$:
abertura para el talón:
longitud del espigón:
Del análisis del material estudiado se desprende l a
existencia, tipológicamente hablando, de tres tipos de
acicates:
Tipo 1: El de ancha plancha de bronce o hierro
con las variantes siguientes:
a: Con orificios en la propia plancha.
b: Con resaltes a modo de aaas.
Tipo D : El de ramas, también de hierro o de bronce, con orificios en los extremos de ambas.
Ambos corresponden al Tipo 1 de Cuadr ado
(CuAoRADO, 1979) desdobl1,1.do aquí por las particulares
y distintas características que obligan a su diferenciación.
Tipo Ill: Corresponde al 11 de Cuadrado, únicamente conocido en El Cigarralejo, hasta el momento.
IV. CONCLUSIONES
Nos encontramos ante un objeto singular que nos
proporciona inestimables datos para conocer la avanzada tecnología tanto en la factura del bronce como en
la del hierro y la introducción de un elemento como
es el arte del diseño y su evolución, que nos sugiere,
a través de la cronología ap licada a los acicates estudiados, una evolución desde los tipos más antiguos de La
Bastida, basta los más refinados del Tossal de Sant M.iquel o de La Atalayuela ya rozando la Romanización.
Al mismo tiempo nos hablan de un complemento
para una de las actividades más caras dentro del mundo ibérico, la hípica, de donde el gran aprecio al cabaUo, no como animal de carga sino como un animal de
lujo y de ostentación, tal como se representa en los va·
sos de Ll(ria.
0'3 cm
V. BIBLIOGRAFÍA
6'1 cm
0'3 cm
BALU!STEil
9.-Todo el acicate es de bronce. La rama está
fragmentada en la unión con el espigón; se ha perdido
parte de él, teniendo dos acanaladuras que lo rodean.
Los orificios son rectangulares.
Las medidas son:
longitud:
anchura:
III. TIPOLOGÍA
O'+x0'2 cm
6' 4 cm
0'5 cm
Cronológicamente los podríamos situar entre el si·
glo en y 11 a. de C.
ToRMO, l. et aJii (1954): Orrpus Vasorum HispafiiJrUm. Cmímúa tkJ Cerro d8 San Miguñ d8 Liritl.
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219
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R. PáREz MÍNGUEZ
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Hispti.tri&o, 9, Madrid.
Qu~
[page-n-231]
Emeterio CuADRADo•
DOS NUEVOS VASOS RITUALES DE BRONCE
DE «EL CIGARRALEJO,,
Una tumba de las excavaciones de 1983, la n.0 247,
aporta extraordinarios materiales metálicos que permiten ampliar el estudio de los vasos de bronce hasta ah.ora encontrados en esta necrópolis ibérica murciana.
Se trata de la tumba de un guerrero de categoría,
con armas de hierro de gran calidad, en tre las que destacan las armas corrientes (falcata, lanza, manilla de
escudo) y un casco especial de ceñir a la cabeza con
guardanuca, publicado en el Homenaje al Prof. Schule
de la Universidad de Friburgo.
Pero además también contenía dos vasos de bronce, destruidísimos, y una sftula del mismo metal (también a punto de publicarse en eJ Homenaje aJ P rof.
Maluquer de Motes).
Los citados vasos de br once son un cuenco y un
vaso ritual de los llamados •de asas de manos», de los
que publicamos un repertorio b astante completo en
1966'.
El cuenco es un recipiente poco p rofundo y circular, de fondo plano y borde regrosado con un cordón
fmo. El diámetro es de 24 cm. y la profundidad de 5'3
cm. (fig. 1, 3).
• Cl. Alcali, 108. 28009 Madrid.
El recipiente con asas de manos (fig. 1, 1) tiene
entre 26 y 27 cm. de diámetro: borde formado por
un doblez de chapa del cuerpo que forma una superficie plana de 2'6 cm. de anchura y 0'4 de grosor. El
doblez por el exterior tiene 1'4 cm. de ancho, de modo
que queda por dentro una pestaña de 0'4 cm. de saliente.
El soporte de las dos asas está formado por
un cuerpo macizo, plano por dentro y curvo por
el exterior terminado en sendas manos de cinco dedos de igual longitud a excepción del pulgar, que
es aguzado. La longitud de estas manos e11 de 8
cm. Entre mano y cuerpo un anillo con rebajes en
los extremos, junto a las manos, sirve para soportar
y permitir el giro de las asas. El soporte (dos opuestos) se une aJ cuerpo del vaso por tres remacheB:
uno en el centro y dos en los dorsos de las m.anos,
que sobresalen por dentro. El total de su longitud
es de 33' 8 cm.
Las asas son de varillas de sección circular o cuadrada, de 0'6 cm. de diámetro 6 0 ' 5 cm. de lado del
cuadrado. Son de las llamadas «de omega. con los extremos en forma de bellota, de 4'4 cm. de longitud. La
parte qu e gira dentro de las anillas es siempre de sección cir cular y el resto cuadrado o circular.
221
[page-n-232]
E. CUADRADO
-.
o
222
[page-n-233]
VASOS RITUALES DE BRONCE DEL CIGARRALEJO
El fondo plano del vaso se une al borde por una
zona curva de la chapa, y se obtiene una profundidad
aproximada de 4'7 ci;D.
E l cuenco no tiene nada de particular en la forma,
pero el vaso ritual es una pieza análoga a la de la tumba n.0 57, ya publicada'. Comparando ambas piezas
podemos considerarlas idénticas, y por tanto estimarla
como perteneciente al tipo 2 o ibérico de nuestra tipologra. Posiblemente ambas piezas son de la misma procedencia.
Como en otros muchos casos, la pieza de la T. 478,
se acompaña en el ajuar de la s{tula ya mencionada,
por lo que el destino de ambas piezas nos afll1Da en
el oficio de una ablución ritual, o de una Libación sagrada.
La datación de los vasos es la de la T. 57, puestodos los demás elementos del ajuar tiene la misma datación, es decir, fines del siglo V, o siglo IV antes de
Cristo.
Salvador Rovira ha realizado ensayos de espectrometl'{a por fluorescencia de rayos X de la superficie.
Los resultados para las tres piezas, expresados como
tanto por ciento de su peso, son los siguientes:
T.
87
m
Ft
0'1~8
0'671
+78 O'SlS
m o·2os
m 0'371
H8 0'370
m 0'229
t78 0'290
m 0'879
m 0'319
Ni
0'067
0'322
o·.a
0'139
0'271
o·1s9
0'077
O'l5i
0'154
Cu
81'65
83'20
57'08
91'75
89'71
89
88'~
Zn
-
87'75 S7'H 87'39 -
As Ag
0'218
0'053
0'04.1
0'100 9'00+
0'100 0'009
0'006
0'100 0
'00+
0'088
0'003
0'006
Su Sb
8'275 0'339
1~'84 0'281
12'85 0'248
7 0'015
'41
9'697 0'013
10'17 0'033
10'96 0'014
9'522 0'020
10'85 O'OH
10'63 0'0~3
Au
-
-
Pb
9'128 8
0'503 B
29'18 B
0'017 A
0'022 A
0'043 A
1'323 B
0'630 B
1'373 B
La cantidad de estaño tanto en el braserillo como
en el cuen co, es de alrededor de 10, mientras que de
plomo en el borde es de 0 16 a 1'37. En cuanto al arsénico, el cuenco tiene de 0'2 a 0'4. El cobre var{a de 87
a 89. El material ha perdido casi totalmente el metal
puro, y queda casi exclusivamente el óxido.
La fabricación de los objetos se ha hecho con una
chapa o palaatre, acabando las partes planas (laterales
y fondo) con un trabajo de martillo. Los bordes de
los braaerillos también se rematan con un doblado a
martillo, y las piezas de soporte de las asas son fundidas.
Hay que observar principalmente las cantidades
de plomo, estaño y antimonio para sacar conclusiones.
En nuestro caso, se acumula el plomo en los bordes y
piezas fundidas (asas y bordes) y lo mismo ocurre con
el estaño, en cambio el cobre sigue siendo el de mayor
porcentaje.
En cuanto a la semejanza de los dos braserillos, es
tal que pueden suponerse del mismo taller, y empieza
por sus dime.nsiones. El análisis da también caracterlsticas parecidas, por lo que la pieza hay que fecharla en
la misma e}Soca que la del braserillo de la tumba 57,
del 410 al 375 antes de Cristo.
Las razones que expusimos al describir la tumba
57 se repiten ahora. El ajuar va acompañado por una
sítula de bronce, para verter líquidos en algún ritual,
pero con un ajuar de guerrero importante. Pensamos
en un guerrero con elevada clase y un nivel, en la sociedad de su tiempo, de tipo sacerdotal.
NOTAS
• E. CuAOa..oo: •Repertorio de los recipiClltes rituales merá.licos con 'asas de manos' d e la Península Ibérica». 'na.h,Yos tk PrelústotÍ4, XXI, Madrid, 1966.
a E. CUAI>IWlO: •Una in teresaJlte tumba ibérica•. Ardtivq tk
Prthiswi4 LtoanJiNJ, . , Valencia, 1952, pág. tl7.
m
E. Cw.oat.oo: La n«rdpolis iblri«A tk El Ci¡arrakjo. Madrid, 1987.
223
[page-n-234]
[page-n-235]
Lorenzo ABAD
C ASAL*
,
TERRACOTAS IBERICAS DEL CASTILLO DE GUARDAMAR
1. DESCRIPCIÓN DE LA
EXCAVACIÓN
Entre los días 2 y 7 de septiembre de 1981, y al
tiempo que comellZaban las excavaciones en El Oral,
un equipo codirigido por Manuel Bendala y por quien
esto suscribe, y compuesto por Miguel Ángel Elvira y
Gloria Mora, de la Universidad Complutense, Socorro
Viada, María Luisa Ramos y José Ignacio Pellón, de
la Universidad Autónoma de Madrid, y M.• Dolores
Sánchez de Prado, de la de Alicante, llevó a cabo varios
sondeos arqueol6gicos en la parte suroccidental de la
meseta superior del Castillo de Guardamar (fi g. 1) y
una exploración de la ladera correspondiente; en esta
última intervinieron también otros alumnos de la Universidad de Alicante.
El planteamiento de la excavación estuvo motivado por el hallazgo en esta parte del caatillo de variaa
terracotas ibéricas en forma de cabeza femenina, que
pudimos conocer a través de Antonio Garda Menárguez y Manuel de Gea Calatayud, miembros del Gru• Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Univenidad de Ali·
cante.
po Arqueológico de Rojales y alumnos de Historia de
la Universjdad de Alicante. El estudio preliminar del
terreno nos proporcionó cerámica muy variada, desde
época ibérica hasta el siglo XIX, lo que parecía presagiar la existencia de njvelcs bastante revueltos. Sabíamos además por los planos antiguos, y en concreto por
uno de 1757 que nos proporcionó el vecino de Guardamar D. José Garda Amorós, que en esta zona se hab(a
ubicado llD cuartel de caballería destruído como el resto del pueblo tras el terremoto de 1829. Sin embargo,
la existencia en este área de llDa superficie bastante llana, y los muchos restos cerámicos visibles en superficie,
nos decidió a realizar unos sondeos arqueo16gicos con
la intención de reco11ocer el posible lugar de procedencia de las terracotas y comprobar si merecerla la pena
planear, con este objetivo, una campaña de excavación.
más larga y ambiciosa.
Para ello se despejó un sector de doce por ocho
metros j unto al borde suroccidental de la muralla, en
el que se trazaron seis cuadros de cuatro por cuatro
metros (Al, A2, Bl, B2, Cl y C2), ruspuestos dos a dos
y subdividido cada uno en dos sectores, identificados
con las letras a y b (fig. 2). Se comenzó a excavar en
Alb, A2b, B1a, B2a y C1b, y muy pronto quedó con.s ta·
tado en todos ellos un nivel superficial de reJJeno mo-
225
[page-n-236]
L. ABAD CASAL
~·
,.-·--~ !
!
1
226
•
- ·- --r
[page-n-237]
TERRACOTAS lBÉRlCAS DEL CASTILLO DE GUARDAMAR
derno, con numerosos fragmentos cerámicos antiguos
y modernos.
En Alb se detectó un muro de mampostería recibida con cal, que correspondía a un nivel 1 con una gran
mezcolanza cerámica, desde la helenística de barniz
negro hasta la del siglo xxx, junto con un sextercio de
Alejandro Severo datado entre los años 231 y 235 1•
Bajo este nivel apareció ya la roca.
A2b nos proporcionó por debajo del nivel superficial una amplia capa de cal que buzaba en dirección
oeste. Correspondía a la bóveda de una cisterna, parcialmente rota, que se continuaba en B2a. D. José Garda Amorós nos informó de que esta zona era conocida
años atrás como «campo de las cisternas», y que entonces aún era posible descender a ellas, que se encontraban parcialmente colmatadas, hasta que el propietario
del terreno decidió taparlas para evitar un accidente.
Por un resquicio abierto en la parte de ]a b6veda descubierta en este cuadro se pudo comprobar que aún hoy
la cisterna se encuentra colmatada sólo en parte.
B2a: por debajo del nivel superficial característico
apareció el nivel 1, con muchos restos de cal y piedra,
que cubría la bóveda de la cisterna observada en A2b.
Bla y Cla: niveles superficial y 1 y, por debajo, la
roca. En Bla, vestigios de un muro muy destruído.
Parece evidente, por tanto, que los estratos antiguos habían sido barridos muchos años atrás, ya que
sobre la roca virgen se asentaban niveles de relleno moderno con materiales muy revueltos. Donde no se encuentra la roca virgen tropezamos con la bóveda de los
aljibes, que deben estar reconados en la propia roca.
El resultado arqueológico fue, por tanto, completamente nulo.
Para completar la excavación, realizamos un pequeño sondeo de uno por dos metros en la ladera inmediata, de forma perpendicular a la muralla. El material
arqueológico aparece también revuelto, en una capa
superficial de unos 20-30 cm, y desaparece a medida
que se profundiza, hasta llegar a ser totalmente estéril.
Parece evidente, por tanto, que, al menos en este área,
el material arqueológico exist ente en ]a ladera (cerámica ibérica y un fragmento de pebetero) proviene de la
meseta superior y se ha depositado por encima de la
superficie antigua. De ello hay que deducir que su remoción se ha producido en una fecha no muy lejana,
probablemente en relación con la construcción de los
aljibes y del cuartel conocido en el siglo xvm.
Se prospectaron asimismo las laderas del castillo, recogiendo numerosos fragmentos de pebeteros y cerámica diversa, desde la época ibérica a la contemporánea.
2. MATERIALES
No es nuestra intención realizar aquf un estudio
exhaustivo de la cerámica, ya que se encuentra bastan-
te fragmentada y resulta muy poco significativa para
el objeto que pretendemos. Ademú, cualquier in tento
de estudio de conjunto del yacimiento quedarfa minusvalorado de inmediato por las nuevas excavaciones realizadas en los últimos años por la Escuela-Taller de
Guardamar. Por todo ello, nos limitaremos a proporcionar un registro esquemático y una tabla indicativa
de los tipos y del número de ejemplares encontrados en
cada uno de los cortes; para estos efectos sólo se han
contabiUzado los fragmentos que presentaban forma o
decoración; únicamente en el caso de los pebeteros se
han tenido en cuenta todos los fragmentos. Llama la
atención la ausencia de cerámicas altomedievales, ya ·
que, salvo alguna excepción, se pasa directa.m ente de
la tardorromana a la bajomedieval.
La cerámica encontrada en los distintos cortes y
niveles es la siguiente:
Alb: Superficial: romana, medieval lisa, medieval
pintada, verde-morado de Paterna, reflejo metálico y
azul. Nivel 1: ibérica común y geométrica; un fragmento de pebetero; romana de borde ahumado, com6n, lucerna de canal abieno; pintada de los ss. xn.
xm, verde morado de Paterna y otras del siglo xrv.
A2b: Superficial; Estampilladas de los siglos xnxw, pintadas del siglo xn1, verde-morado de Paterna,
vidriadas de los siglos xm.xrv; peinadas del siglo XIV,
azul de Paterna, reflejo metálico y azul, azul italiano.
Moderna: bacln siglo xv1 y varios, siglos xvm-XIX.
Bla: Superficial: asa de barniz negro, ibérica pintada y común, siglos xn-x:rv. Nivell: ibérica común y
pintada, romana.
B2a: ibéricas y romanas comunes, medievales árabes pintadas (ss. xn-xJV); fraglDento de una pulsera de
vidrio. Paterna de los siglos xu1 y x1v, marmitas, fondos y recipientes varios de los siglos x1v y xv; azul de
Paterna, reflejo metálico, azul italiano del siglo xvt,
esmaltadas del siglo xvm; Biar, siglo XIX.
Cla: Superficial: ibéricas pintadas, marmitu medievales, reflejo metálico del siglo xv; Biar, siglo XIX.
Clb: Superficial: ibérica pintada, peinadu, pintadu e
impresu de los siglos xu.xm; altomedievales, marmitas, arcaduces, candiles y lebrillos del siglo XIV. Azul de Paterna y
reflejo metálico de los siglos XIV, xv y XIXj comunes y esmaltadas de los siglos xv.xvm.
Zl (Zanja en la ladera): Fragmento de pebetero, cerámica ib~rica pintada.
Laderas: cerámicas de barniza negro, ib~ricas variadas:
comunes, pintadas, ánforu; romanu de paredes finas, borde
ahumado, sigillatas y lucernas; peinadas tardorromanas o altomedievales; comunes y pintadas de los siglos x.xm; azul
de Paterna y siglos XIv.xv; reflejo metálico, siglo xv y grandes recipientes siglos XIV·XVl .
Del cotejo de todos estos datos no son muchu las conclusiones que pueden obtenerse. En el nivel superficial apareció
cerámica de barniz negro, ibérica, romana, medieval y moderna, alcanzando hasta el siglo xrx, sin que pueda est:imar227
[page-n-238]
L . ABAD CASAL
Tipo
Ro m
6-U
o
2
1
8
o
o
o
o
o
o
o
o
o
o
13
1
2
0,93
15
o
42
6,98
o
19,53
o
19
o
o
o
o
o
1
1
lbcr
Terr
o
U-14
12-13
JH5
15-16
17-20
Total
1
18
Cort
A.2BS
o
o
o
BlAS
1
BlAt
o
o
o
o
A
lBS
AJBt
B2AS
ClAS
ClBS
19
o
8
6
3
5
1
Z1
o
8
Subtot
1
50
Sub%
0,~6
Z3,26
LD-B
LD-I
LD-C
LD-M
Subtot
Sub 1o
Total
Tot %
o
o
o
o
o
o
o
o
o
o
o
93
1
43
o
o
o
o
93
32,18
143
0,20
o
o
28,37
143
o
3
1
o
o
o
o
~9.~8
19
6,57
145
28,11
34
6,75
6
6
2
2
o
0,20
9
o
10
o
3
3
o
o
o
26
18
7
1
4
3
o
o
o
o
14
o
o
5
1
1
9
7
5
o
o
27
12,56
o
o
o
o
o
o
o
28
28
9,69
o
o
o
o
o
o
4
4
1,38
1
1
10
13,89
48
9,52
31
6,15
o
19
8,8~
0,35
20
3,97
8,37
18,60
12,10
8,38
3,25
20,46
3,72
20,94
40
o
o
48
22,32
se significativo, dada la pequeñez de los sondeo realizados y la proximidad de Jos mismos, el hecho de que en
uno de ellos sólo aparecieran materiales medievales y
modernos (A2b). La zanja de la ladera, asimismo de
pequeñas dimensiones, proporcionó cerámicas de barnjz negro, ibéricas -incluyendo un trozo de
pebetero- y romanas, entre ellas algunos fragmentos
de lucernas. Este hecho podrfa tomarse como indicio
de una mayor antigüedad de los depósitos de la ladera
con respecto al nivel superficial de la meseta del castillo, pero no es algo constatado, ya que por la superficie
de la ladera, en una prospección superficial, se t:ecogieron también numerosos fragmentos de cerámica ibérica, romana y medieval.
En cl cuadro 1 puede observarse cómo los porcentajes de cerámica varían entre lo encontrado en la parte superio.r y las laderas. En el primer caso, la i~rica
resulta la más abundante, seguida por la de los siglos xu-.xv, en tanto que en la ladera el dominio de la
cerámica ibérica se hace abrumador, seguida ya muy
de lejos por la de los siglos XU·Xlll y por la romana'.
De ello no pueden obtenerse conclusiones fll'IDe.s, pero
resulta significativo si tenemos en cuenta que la casi totalidad de los fragmentos de terracota -excepto uno
de los ejemplares en contrados durante las
excavaciones- aparecieron en la ladera, precisamente
donde el predominio de la cerámica ib~rica se hace
abrumador.
228
o
2
o
1
4
u
o
0,35
3
6
16
11
5,12
o
o
o
o
o
o
u
~4
8
45
~,18
9
215
100,00
100,00
6,57
81,67
0,00
11,76
100,00
100,00
19
236
o
34
289
504
2,18
100,00
168
118
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6-11 12-U ll-14 14- IS 15-H, 17-21
3. LAS TERRACOTAS
3.1. GENERALIDADES
En los sondeos se recuperaron sólo dos fragmentos
de pebeteros, uno en el corte Alb y otro en la zanja
de la ladera (Zl), mientras que en las prospecciones de
la propia ladera, tanto en las realizadas por nosotros
mismos como en las que llevó a cabo el Grupo Arqueológico de Rojales, se recogieron 145 fragmentos, un total algo superior al de las cerámicas ibéricas con forma
[page-n-239]
TEJUtACOTAS lBtRICAS DEL CASTILLO DE CUARDAMAR.
o decoración recuperadas durante nuestras excavacione. y prospecciones en las laderas (143).
Estas cantidades no son absolutamente parangonable&, porque incluyen todos los fragmentos de pebeteros y sólo los trozos cerámicos que presentan forma
o decoración, pero incluso si exluímos aquellos fragmentos de pebeteros que no tienen forma identificable
-16 ejemplares-, su número -129- resulta altamente ejemplificador; constituyen un 47,43% del conjunto de materiales ibéricos y un 26,43% del total de
los recuperados durante nuestros trabajos. Son cifras
que permiten atestiguar que la relación entre los pebeteros y el resto de las cerámicas resulta bastante favorable a los primeros, y constatar la ausencia casi absoluta
de otros materiales que podríamos considerar propios
de necrópolis: hierros, vasos de barniz negro, etc.; no
parece, por tanto, que los pebeteros procedan de un establecimiento de este tipo.
Durante nuestros trabajos no apareció ninguna
pieza completa; las dos que se reproducen (fig. 4 y
fig. 5, n.0 1) se encontraron en prospecciones anteriores realizadas por los miembros del Grupo Arqueológico de Rojales y se conservan actualmente, al igual que
la mayoría de las piezas, en el Museo Arqueológico de
Guardamar; las procedentes de nuestras excavaciones
están depositadas en el Museo Arqueológico Provincial
de Alicante.
El total de los fragmentos conocidos en el momento de realizar nuestro trabajo -1981- era, como ya se
ha indicado, de 145, número que se habrá incrementado con los trabajos de prospección y excavación realizados en los llltimos años, incluyendo una nueva pieza
casi completa. Los que entonces conocíamos se agrupaban de la siguiente manera:
1. Fragmentos no adscribibles a ningún tipo concreto (105 ejemplares):
16 sin decoración ni forma reconocibles.
36 con forma, pero irreconocibles.
10 de bordes superiores con parte del «platito quemadot».
39 de bordes superiores indeterminados.
4 de bordes inferiores.
2. Piezas completas y fragmentos adjudicables a
diversas formas y tipos (2 y 36 ejemplares, respectivamente):
1 al tipo A de A.M. Muñoz.
7 al tipo B de A.M. Muñoz.
30 a Jos tipos que podemos denominar propios de
Guardamar (cf. irifra).
3.2. LAS TERRACOTAS DE TIPO
«GUARDAMAR»
La publicación de la excavación se ha ido demorando por lo pobre de sus resultados -sólo dos de los
mis de cien pebeteros fueron encontrados en excavación, y en lugares de nula confianza estratigráfica-,
y en segundo lugar porque La reanudación de los trabajos, a cargo de la Escuela Taller de Guardamar y de
A. Garda Menárguez, hada prever la obtención de datos que permitieran explicar mejor el conjunto de terracotas y su entorno'. No obstante, las breves noticias que en au día dimos en algunos trabajos (Aa.u>,
1985; 1986: 152; 1987: 157 ss, espe.cialmente 163 ss)
han despertado la atención de varios estudiosos de estas representaciones y de la iconografla antigua, que
se han referido a eUas en diversas ocasiones, al tiempo
que nos solicitaban datos y precisiones en torno a su
lugar de aparición y contexto arqueológico.
Por todo ello, quiero aprovechar la ocasión que me
brinda el Homenaje a quien fue un maestro y amigo
entrañable como Enrique Pla para exponer con más
detalle los resultados principales de aquella breve campaña y arropar estas terracotas hasta ahora descontcxtualizadas, así como plasmar por escrito las observaciones que sobre estas figuras realizamos en su
momento•. No es ahora nuestra intención, sin embargo, ni realizar un estudio sobre las terracotas antiguas
ni publicar de forma exhaustiva el conjunto de terracotas de Guardamar.
Entre los 30 ejemplares atribuíbles al tipo •Guardamar» pueden individualizarse varios grupos:
1. Grupo al que corresponden varios fragmentos y
dos ejemplares casi completos. Poseen un rostro de forma aproximadamente circular, con rasgos en general
bastante difuminados; la nariz es triangular, prominente y recta; el mentón, corto y saliente; la boca está
formada por dos labios paralelos que no Uegan a unirse
en la comisura y los ojos por dos ligeros rebundimientos que apenas llegan a representarse plásticamente. El
rostro descansa sobre un fuerte cuello, cuyo Hrnite inferior viene determinado por el borde del vestido, en ocasiones recto y en ocasiones en forma de v. El pelo se
representa mediante una especie de casquete que cae
a los lados de la frente en dos aladares que cubrir{an
Jos parietales e irían a recogerse a la nuca; de ellos cuelgan sendos mechones torsos que delimitan el cuello y
Uegan basta el borde del vestido. Sobre el pelo, un pequeño disco central flanqueado por dos palomas muy
estilizadas. Una simple estría o un baquetón constituye
la solución de continuidad con un M.IIJtlw de forma cilíndrica.
De los dos pebeteros conservados casi completamente, uno es más alargado (fig. 3; lám. 1, A) con los
rasgos muy difuminados y un relieve poco acusado,
pero conserva completa la tapa superior -lo que tradicionalmente se ha venido considerando el •platillo• del
quemador-, sin que existan en a orificios ni restos de
combustión de ningún tipo. La otra figura, muy similar a ~sta (fig. 4; lám. l, B), es de menor altura y de
diámetro más alto, aunque dentro de las características
229
[page-n-240]
L. ABAD CASAL
O....___...__.. 3 cm
Fit. 3.- 1Jmuo/4 tÚ ID ltJámz. Grupo 1
O.__...___,.___, 3c m
230
[page-n-241]
TERRACOTAS IBÉRICAS DEL CASTILLO DE GUARDAMAR
generales propias del grupo (lám. II, A); conservaba
restos de pintura color castaño en el frontal del kálatlws.
Ambos pebeteros proceden de matrices diferentes,
pero responden al mismo tipo. En él se incluyen también Ull tercer pebetero, s61o parcialmente conservado,
de dimensiones más pequeñas, pasta grisácea muy basta y rasgos apenas indicados (lám. U, B), y un fragmento encontrado en el nivel l del sondeo Alb, muy
rodado y dificil de identificar (fig. 5, n. 0 1), aunque
los vestigios que se observan en la cavidad del ojo lo
relacionan también con algunas del grupo que estudiamos a continuaci6n.
Estructuralmente, estas terracotas son un cilindro
hueco, con la base superior complet.a mente cerrada y
un orificio triangular abierto en la parte opuesta al rostro. El proceso de fabricación es bastante simple; sobre
una matriz con la parte figurada en negativo se aplic6
una placa de arcilla cuyos laterales se curvaron hacia
el interior hasta obtener una forma aproximadamente
cillndrica. La pieza resultante se cerró en su parte superior por medio de una capa de arcilla, del mismo
grosor que las paredes del recipiente, que se presionó
con los dedos contra los bordes interiores de éste, dando como resultado una especie de tapadera con la zona
central a una altura algo inferior a la de los bordes. La
parte figurada aparece delimitada por una estrfa o un
baquetón, que reflejan los bordes superior e inferior de
la matriz original.
2. Grupo formado por piezas no muy diferentes de
las del anterior, pero que presentan como rasgo más
significativo unas lfneas generales mejor definidas y,
sobre todo, una representación más realista del ojo,
que muestra ahora el párpado superior en forma de un
reborde que se curva basta alcanzar el lacrimal (fig. 5,
n.o 2; láms. ll, C y III). El globo ocular queda bastante visible, y en so centro se abre un amplio rehuodimiento, totalmente descubierto, que conforma la pupila. La nariz es algo menos triangular que en las piezas
anteriores, los labios siguen siendo dos resaltes paralelos, que no se unen en las comisuras, y sobre la frente
se aprecia el grueso y característico reborde del pelo,
d~de cuyo punto central surgen sendas líneas oblicuas, en dirección a los ángulos exteriores de los ojos,
que deben corresponder a dos crcnchas que no existen
en el grupo anterior. Hay también algunos fragmentos
con ojos de otro tipo, con rebordes que indican los párpados superior e inferior y sin indicación rehundida
para la pupila (lám. ill)
3. Otros fragmentos de rostros se encuentran a
medio camino entre los de los grupos anteriores. Los
caracteres generales son los mismos del grupo 1 (.nariz
y boca), pero presentan las crenchas del grupo anterior, que llegan a cubrir la oreja y se encuentran ahora
delimitadas por un reborde a modo de cordón (fig. 5,
n.o 3; lám. IV, A); éste no es otra cosa que el resultado de las incisiones que en la matriz delimitaron las
distintas partes del rostro, con lo que quizás se intentó
suplir la flllta de modelado. El mismo reborde contornea la mata de pelo que alcanza el borde del vestido
y que está separada de la superior por un elemento intermedio, que en un caso arranca de un botón y en otro
termina en una especie de corazón; esta última podfa
interpretarse como un pendiente o adorno aunque,
examinado en su conjunto, parece que se trata de una
interpretación caligráfica y desprovista ya de sentido
de una forma real, la de la mata de pelo que cae a los
lados de la cabeza de los pebeteros que hemos denomi·
nado del grupo 1.
Varios fragmentos, entre ellos uno encontrado en
la zanja de la ladera (fig. 6; lám. IV, B), presentan aves
afrontadas bastante más realistas que las de las piezas
anteriores, aunque siempre dentro de un cierto esquematismo, y tres resaltes de forma aproximadamente semiesférica entre ellas. No pueden relacionarse con ninguno de los tipos anteriormente descritos, ya que, al
menos en los fragmentos que conocemos, no se COJlserva la unión con la parte principal de la figura.
3.3. LAS TERRACOTAS DE TIPO
ccGUARDAMAR»: ALGUNAS
OBSERVACIONES EN TORNO A SU
BIBLIOGRAFÍA Y PARALELOS
Cuando aparecieron las primeras ter.-racotas de
Guardam.ar, su tipo resultó bastante sorprendente, ya
que ni coincidfa con los identificados en su día por
A.M. Muñoz ni se asemejaba a los que exisúan en La
Albufereta y otros yacitnieotos conocidos. Tiempo después observamos que en el Museo de Alcoy se conservaban piezas similares a algunas de las de Guardamar,
por Jo que nos planteamos si no se trataría de un tipo
de figura de carácter «popular» correspondiente al
mundo ibérico y más extendida de lo que en un primer
momento habíamos supuesto. Sin embargo~ la contin.uación de los trabajos en el Castillo de Guardamar y
la previsible aparición de nuevas piezas completas nos
hizo desistir de nuestra primera intención de realizar
un estudio exhaustivo de estas piezas. A ello contribuyó también el conocimiento de que varios expertos en
terracotas y religiosidad ibéricas las tenían en estudio,
y que un alumno de la Universidad de Valencia, ].
Juan Molt6, preparab¡¡ 8U Memoria de Licenciatura
sobre las terracotas de Alcoy, incluyéndolas en un contexto más amplio que contemplaba también las de
Guardamar.
A los diez años de su descubrimiento, algunas de
las terracotas de Guardamar han sido incluidas ya en
los estudios de terracotas ibéricas y púnicas del Medí-
231
[page-n-242]
L. ABAD CASAL
,1
1
2
O.._____...____, 2 e m
3
O..____......___ _. 2 cm
Fig. 5.- N.•J: Fragmert/11 del sondto ,A.lh. Grupo l. N.• 2:
FragrMfllb de ÚJ ladera. Grupo 2. N. • 3: Fragmmms de ÚJ ladera. Grupo 3
232
[page-n-243]
TBRRACO'fAS IBÉRICAS DEL CASTILLO DE GUARDAMAR.
terráneo Occidental; los estudios de Marfa Jos6 Pena
y Marra Cruz Marfn, principalmente, han contribu!do
a su conocimiento y difusión. M.J. Pena las interpreta
como ~el Hmite de la imitación-degeneración del tipo
[pebeteros en forma de cabeza femen ina] en ambiente
indfgena; su característica má.s destacada es su sencillez y tosquedad... • (1988), en tanto que M.C. Marín
considera que •tuvo que haber un cierto número de talleres en la propia Península(...) y parece evidente que
hubo también talle.res indígenas de imitación•; hace
ver que estas imitacione.s locales aparecen con frecuencia en las laderas de pequeñas elevaciones, sin restos
constructivos aparentes, que debieron ser santuarios
(MAR!N, 1987: 52 y 73). J. Juan Moltó, por su parte,
y tras desarrollar algunos de los argumentos que en su
momento expusimos, relaciona las terracotas de Guardamar con los tipos I, ll y liT de su grupo Vm de La
Serreta de Alcoy (1987-88: 314 ss, lárns. Vll-Vm;
1990: 139 ss; cf. ABAD, 1987: 164). En efecto, entre
ellos existe una similitud bastante considerable, simili·
rud que se acrecienta por la aparición, tanto en Guardamar como en Alcoy, de algunos fragmentos con un
aire más «helenfstico• -grupo V de Alcoy- que los
demás, plasmados, por ejemplo, en la perforación de
los orificios nasales en el caso de Guardamar, aunque
lo conservado no sea suficiente como para poder estu·
diar el resto del rostro.
En los últimos años, figuras de este tipo se han encontrado también en otros lugares; as{ por ejemplo en
los niveles ibéricos bajo la basOica tardorromana de La
Alcudia de Elche, y en un ambiente de los siglos n-1
a.C., encontramos un fragmento de uno de estos pebeteros, correspondiente a un rostro de nuestro gru·
po 2'; resulta significativo que lo único conservado
sea precisamente el fragmento del ro11tro, que parece
haber sido recortado del conjunto de la figura, lo que
nos hace preguntarnos si estas caras no pudieron llegar
a tener en sí mismas, y en determinadas ocasiones, un
sentido religioso o votivo propio, similar al de la pieza
completa; no hay que olvidar que en este mismo momento los rostros femeninos de frente son bastante frecuentes en la cerámica de Elche; su propuesta asocia·
ción con Tanit permitirla validar la hipótesis de que
también. buena parte de estos pebeteros sean repr~sen
taciones de Tanit o, mejor dicho, de la diosa indígena
asimilada a ella.
Hace pocos años tuvo lugar el descubrimiento de
un nuevo santuario ibérico en las inmediaciones del
poblado de Coimbra del Barranco Ancho, en J umilla
(Murcia). Aquí se identificaron también un conjunto
de terracotas que incluye, junto a algunas de los ti·
pos A y B de A.M . Muñoz, otras similares a las de
Guardamar; concretamente el grupo I de García
Cano, Iniesta y Page (en prensa; cf. MowNA, 1991:
154 ss, fig. 59) recuerda a algunas de nuestras figuras
del grupo 2, como también la aparición de múcaras
OL - - L - - - ' 2 cm
Fig. 6. - Fragmenlll t:úl tontko ZJ (laáera)
de rasgos más helenfsticos; no obstante, la mayor parte
de las terracotas de Jumilla presentan un mejor acabado que las de Guardamar, con una mejor plasmaci6n
de los rasgos básicos del rostro (cejas, ojos, nariz, pelo,
ment6n), por lo que parece que nos encontramos ante
otra producción local, que abasteció casi exclusivamen·
te a este santuario en un momento que puede datarse
entre los siglos rv y u a.C.
4. CONCLUSIONES
El conjunto de terracotas del Castillo de Gua.r da·
mar se incluye en un grupo de monumentos similares
que abarca, en lo que sabemos, la antigua Contestanía, con una prolongación hacia eJ este Oumilla) en
una zona estrechamente relacionada con ella, como
hemos expuesto en otra ocasión (ABAD, 1988, en
prensa). Es propia de santuarios, como se atestigua
en Alcoy y Jumilla, y como muy posiblemente es también el caso de Guardamar. Ya en su momento indicamos que1 por la distribuci6n de las terracotas y
por los materiales a los que se encontraban asociadas,
el yacimiento de Guardamar parec{a corresponder a
un santuario más que a una necr6poJis, aunque podía
esperarse que, a la manera del de La Se.rreta de Al·
coy, existiera tambi6n un poblado en sus proximidades (Aw>, 1985; 1986: 152). Las recientes investigaciones, tanto en el propio yacimiento como en otros
similares (La Serreta, Coimbra) parecen confirmar
nuestra idea.
233
[page-n-244]
L. ABAD CASAL
. En cu~to a las terracotas, se trata de un tipo muy
sunple, atestiguado en varios yacimientos de la Contestania y en su prolongación occidental; en un mismo yacimiento se detecta la existencia de varias matrices,
que no se atestiguan en los demás, por lo que supone~os que deben tratarse de producciones locales; es poSJble que las matrices originales procedieran de un solo
lugar o, más bien. que la difusión se haya hecho a partir de los propios pebeteros, que se han transformado
en moldes para obtener a su vez nuevas matrices. De
todas formas, tan sólo un detenido estudio de todas las
~erracotas conocidas en los diferentes yacimientos, que
mcluya también análisis de pastas, podrá. darnos precisiones al respecto.
En cuanto a la cronología, resulta muy dificil proponer una datación concreta, ya que la mayor parte de
los testimonios corresponde a piezas descontextualizadas; no obstante, casi todas ellas encajan en ambientes
de los siglos m.n a.C.; es la fecha a la que apuntan la
mayor parte de la cerámica ibérica de Guardamar, los
materiales del edificio subyacente a la basflica de Dici,
los nuevos estudios de La Serreta de Alcoy y el santuario de Coimbra.
Resulta tentador, aunque problemático, intentar
establecer una evolución tipológica de nuestras terracotas. De existir, tendríamos que partir de los tipos
más desarrollados -nuestro grupo 2-, del que se derivarían aquellos mb simples -grupo 1-, con muchos de sus rasgos fisionómicos ya perdidos, y fmalmente el grupo 3, cuyos componentes faciales están al
menos tan difuminados como los del anterior, pero en
los que la disolución formal ha avanzado considerablemente; el pelo llega a invadir la zona donde debería estar representado el ojo, y el propio pelo ha perdido ya
su función, convirtiéndose en algo meramente decorativo y ornamental. No obstante, este criterio evolutivo
tipológico debería ser contrastado con materiales convenientemente estratificados, ya que Jos diferentes grupos podrían corresponder también a desarrollos paralelos. Y no hay que olvidar que la presencia de restos de
pintura en al menos una de las piezas puede hacemos
sospechar que algunos elementos faciales hoy inexistentes - pensamos sobre todo en los ojos del grupo ! pudieron estar pintados, con lo cual el grado de sencillez y .esquematismo que hoy presentan estas figuras se
reduc~r{a bastante en su estado original.
N OTAS
' Sexte.rcio de Alejandro Severo. Peso J7,U gr.; módulo,
31,10 gr. Anvcno: busto del emperador a derecha, con corona de
laurel y hombros cubienos; leyenda lMP ALBXANDER PIVS
AVG. Reveno: figura femenina hacia la ixquierda, que lleva flore~
Cll uru m11.11o y « recoge el vutido con la otna; leyenda SPES
PVBLICA S C. Fec:ha: ~31-23~. Cf. RJC, IV, 2, 121, nóm. 6+8.
t • En la utilización. de los porcentajes de dittribuci6.n de l.
a
cerimaca en las laderu del caatillo hay que tener en cuenta que ae
234
P.rospectarOn ~i exclusivamente lu laderu oriental y meridional,
atn que ae tuvaeran en cuenta los depósitos de La occidental precisamente donde estuvo situada la población de ~poca modero~· un rastre? por etUl zona habría arrojado un mayor número de ~tos mú
rec¡entct, lo que no era .n uestro objetivo en aquellos momentos.
' Algunaa de cttae auposicioncs ya ae han cumplido, como la
coDJIAtaci6o de la cxirtencia de niveles ib&icos <:orrectamcnte cstratigrafiados en alguna.a partea del CuriUo.
. • Algunu de las obaervacionca que realisa.remos a eootinuaca6n ~o producto ~el trabajo conjunto del equipo de excava<:i6o
mencaonado al comaen~ del artfculo, y deben muc:ho e.pc<:ialmcnte
a Manuel Bc:ndala, qwen ca autor uimiamo dd dibujo de laa piczu
n:prcaentadas en lu fig.. 3, 4 y S (o.• 2 y 3); la n.•t de la lig. S
y la fig. 6 lo son de M .D. SA.nchez de Prado.
' Agradecemoa a R. Ramos el habernos mostrado ctta pieza
acm in~dita.
•
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ABAn
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T ERRACO!i\S IIIÉ. R! Ct\ S DL l C;\ STI LLO DE GUARDAMAR
235
[page-n-246]
L. ABAD CASAL
A
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Lóm. 11.-
236
A y B: Gmpo l. Ladtra. C: Grupo 2. Latkra
[page-n-247]
T ERRACOT
AS IB ~ RI CAS DEL CASTI LLO DE GUARDAM A R
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237
[page-n-248]
L. ABAD CASAL
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Lám. IV.- A. Grupo 3.
238
úz~ra.
IJ: 1-ragmmws uarios.
l~adero.
[page-n-249]
Francesc Gust r
J ENER *
NUEVAS PERSPECTIVAS EN EL CONOCIMIENTO ,DE LOS
,
ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE EPOCA IBERICA
Según una leyenda nórdica marinera, cuando un
niño moría su alma se introducfa dentro de un árbol.
Po.r ello en los astilleros de Flandes al esculpir los mascarones de los barcos, la madera era cuidadosamente escogida y preparada, y la más apreciada para ello era la
de los árboles que tuvieran dentro el alma de un niño
muerto. 'Una vez colocado el mascarón de proa, el espíritu se convertía en protector del barco, prevenía los
naufragios, alejaba toda enfermedad y ayudaba a los
marineros.
(Leyenda del folklore flamenco)
PREÁMBULO
Al plantearnos la elaboración de este trabajo, lo
hemos realizado exactamente con el mismo espÚ'itu y
escrúpulos que nuestro buen amigo y colega,
J .L. Maya elaboró un tema semejante, y por tanto nos
• Se.rvci, d'fnvenigacio,N
Oiputació de CasteUó.
Arqueol~giqucs
i
Prchiet~riques,
hacemos partícipes de sus aseve.raciones y matizaciones
al respecto de la problemática que presentan los enterramientos infantiles (MAYA, 1986). Ello representa, a
su entender, y estamos totalme.n te de acuerdo, una labor arriesgada e ingrata a causa de la insuficiencia de
datos y a las bjpótesis y especulaciones acientfficas en
que uno se arriesga a caer, y también por la fácil d escalificación ajena y a la propia limitación de los resultados; pero a la vez es imprescindible penetrar en. tan peligroso terreno, si se pretende desde el punto de vista
del arqueólogo, dar consistencia y a la vez superar visiones superficiales a un marco histórico concreto.
El tema de por sf, presenta como ya hemos apuntado grandes lagunas de conocimiento y compre.n sión,
u.nas veces por causa de la metodología empleada, únicamente a nivel empmco-arqueol6gico, otras por falta
de documentación y a la marginación que han sufrido
a nivel bibliográfico los hallazgos referidos a los enterramientos infantiles; ausencia de publicaciones que
describan con el máximo de detalle las características
del descubrimiento funerario en vez de los hasta ahora
incompletos (en el mejor de los casos) informes explicativos paleoantropológicos y que por suerte en la actualidad empiezan a ser elaborados concienzudamente.
La segunda gran dificultad, estriba en la imposibilidad
239
[page-n-250]
F. GUSl 1 JENER
conceptual de abarcar en toda su complejidad una simbología religioso-funeraria, acompañada de una profunda ritualización de unos inaprensibles conceptos escatológicos basados en una visión de la muerte,
compleja y rica en mitogramas y sacralizaciones divinas. En una palabra, para el Hombre a lo largo de su
existencia, la vida, como diría M . Eliade, no ha dejado
nunca de ser una hierofanía histórica; de ahí la gran
dificultad de interpretar con nuestra moderna mentalidad, la dialéctica vida-muerte de unas sociedades desaparecidas, pero aún a pesar de todo ello, los intentos
prosiguen ...
INTRODUCCIÓN
No fue sino en el año 1965, cuando se dio la primera noticia de la presencia sistemática de enterramientos infantiles de inhumación en yacimientos de
época ibérica y cuya existencia presuponía un ritual establecido (TARRADBl.l., 1965). Ya anteriormente
en 1961, se publicaron los primeros datos de la presencia de inhumaciones de niños en unas viviendas de un
poblado laietano (BMllm, P ASCUAL, C Al!Aw, Rov(lt.A,
1961). Aun a pesar de que en yacimientos como La Serreta o El Thratrato, se babfa señalado con anterioridad la presencia de niños de corta edad enterrados en
viviendas, nadie les atribuyó importancia alguna como
rasgo distintivo funerario del mundo ibérico (T~
OELL, 1965: 175; PAAts, B.AaOAvru, 1926). También en
otro ambiente de tipo continental o indoeuropeo, en el
valle medio del Ebro, en el asentamiento «hallstáttico»
navarro de El Cerro de la Cruz, en Cortes, se habfa
constatado la presencia de inhumaciones semejantes
(MAt.UQtrt:R, I, 1954: 184; II, 1958: 79, 80, 143).
En r~alidad nadie había analizado en profundidad
y con detalle, las circunstancias de tales hallazgos, inclusive el significado último que pudieran representar
dichas inhumaciones.
Las campañas de excavaciones que se llevaron a
cabo en los años 1968 y 1969 en los yacimientos situados en el interior montañoso de Castellón, denominados La Escudilla y Los Cabañiles (GoSI, 1971), vinie-
ron a engrosar la escasa lista de yacimientos con
enterramientos infantiles pertenecientes al área de la
cultura ibérica, y a plantear las causas y orígenes probables de los mismos. U nos años más tarde, ya
en 1977, se ensayó un primer intento de sistematización, conjuntamente con una tipología de tales inhumaciones y su área geográfica de extensión en la Península (BP.I:I'RÁN, 1977).
A partir de este momento, los hallazgos han. ido
sucediéndose de manera paulatina en diversas regiones
del mundo ibérico, y como resultado de ello se ha podi·
do reunir en 1989 a un grupo de investigadores del
tema, a fin de que colaborasen conjuntamente en una
240
puesta al d(a en una importante recopilación de casi
toda la documentación existente sobre dicho tema, sistematizándose por vez primera en un trabajo monográfico colectivo, cuya virtud ha sido aglutinar a diversos
autores en un proyecto común de planteamientos diversos a n ivel metodológico y aunar los diferentes teóricos encaminados a plantear, siquiera parcialmente, la
compleja problemática que representa esta modalidad
funeraria-ritual entre los numerosos grupos sociales indfgenas ibéricos (GuSI m- AL, 1989).
La llegada de Las primeras influencias de la llamada «Nueva Arqueología~> a nuestro país durante los últimos años de la década de los 70, revitalizó el panora·
ma de la arqueología española, la cual se encontraba
anclada en unos presupuestos metodológicos teñidos de
un fuerte empirismo acrítico. La -renovación epistemo·
lógica originada, ha dado lugar a diversas controversias teóricas y ha abierto nuevas perspectivas en la investigación arqueológica en general.
En lo que respecta a nuestro tema, la aparición de
diversos estudios de investigación puntual referidos a
los rituales funerarios dentro de lo que ha venido a llamarse «Arqueología de la Muerte» y la emergencia de
la llamada Arqueología contextua!, cuyos presupuestos
se basan fundamentalmente en el significado y la función simbólica y sus causas ideológicas a la hora de establecer sus teorizaciones, han proporcionado nuevos
instrumentos de investigación que facilitan una aproximación a la comprensión de realidades sociales y religiosas hasta el momento no planteadas en la arqueología tradicional (CKAPMAN, KINNES, lV.:mSJIORc , 1981).
Sin embargo y en lo que a nuestro propósito concierne, el estado actu al de la investigación sobre los enterramientos infantiles dentro del contexto de la llamada Cultura ibérica, podemos aflOllar que inicia sus
primeros intentos a partir de la actual década. Todavía
falta por recopilar mayor información emp(rica y tambibl quizás, acumular ciertas experiencias metodol6gicas para poder interpretar los datos actualmente conocidos, a fin de intentar establecer unas bases
hipotéticas iniciales de trabajo, las cuales permitan formular las primeras teorizaciones respecto a los mecanismos que han dado lugar en una sociedad plural y
compleja como la ibérica, y a la vez establecer unos sistemas de enterramie.n tos diferenciadores según el status
de edad de los individuos, mediante ritos singulares y
en Jugares en un principio, no dedicados estrictamente
como. emplazamientos funerarios.
Sin duda alguna, la etnoarqueología y un profundo conocimiento de la dinámica religiosa de las sociedades p rimitivas, habrán de jugar un decisivo rol a la
hora de establecer una base de conocimiento y, desde
luego la etnograffa sacra! y tanática, podrá mostrar aspectos que muchas veces desde perspectivas únicamente arqueológicas se llegan a intuir muy vagamente. Por
supuesto que los arqueólogos escépticos negarán la po-
[page-n-251]
ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE ÉPOCA IBÉRICA
síbilidad de establecer un nexo de comprensión hacia
los componentes ideológicos y religiosos de cualquier
comunidad pre o proto-histórica, aducie.n do que, si dificil es comprender la cultura material de una •sociedad arqueol6gica¡o, todavía lo es más llegar a discernir
los presupuestos religioso-funerarios y sus p rácticas rituales. Ello no nos ha de importar bajo ningún aspecto,
la muerte se puede «socializar» y jerarquizar y ello no
es sino reflejo directo de la estructura misma de los vivos; la complejidad de conocimiento es la misma en
ambos casos; si alguien niega lo uno, deberá negar lo
opuesto y viceversa. Si el objetivo es conocer en lo posible el •mundo de los vivos» de una sociedad arqueológica, también podremos llegar a discernir su antítesis,
el «mundo de los muerto&».
Así pues, aunque por el momento existen escasos
datos cuantitativos y cualitativos referentes a la práctica de la inhumación infantil en el ámbito ibérico, no
s6lo en recintos (
recién nacidos en aquellas como costumbre funeraria
entre diversas poblaciones iberas (CUADRADO, 1987;
GRAciA, Murm.u, ~rr AL., 1989).
A nuestro modo de ver, el problema de la muerte
entre los seres humanos ha sido constante a lo largo de
cualquier cultura y periodo temporal. En el caso concreto del tratamiento funerario de los recién nacidos y
niños de corta edad, siempre se ha diferenciado con relación al sistema de enterramiento de los jóvenes y
adultos en general. Desde luego, no vamos a describir
en este trabajo todos los hallazgos, por otra parte numéricamente escasos, referidos a inhumaciones prehistóricas infantiles, ni a enumerar las distintas teorías
provenientes del campo de la Etnograffa, ni de la Antropología Cultural y ni mucho menos de la Ciencia de
las Religiones, sino únicamente pretendemos tratar el
tema de la constatación de la existencia de ciertos hallazgos funerarios de niños recién nacidos, fetos perinatales e incluso de criaturas de hasta medio año de vida,
enterrados de manera «singular» y pertenecientes a un
ámbito cultural determinado, el ibérico, y en una región geográficamente determinable, la franja oriental
mediterránea peninsular, bajo la perspectiva de una visión arqueológica.
El hecho diferencial del fallecimiento de un neonato o de una criatura en etapa lactante, y no digamos
de un recién nacido muerto o el nacimiento prematuro
de un feto perinatal, es de suponer causaría cierto impacto psicológico social y con ello se propiciaría la elaboración nútica de creencias y supersticiones alrededor
de las causas y motivos por las cuales un ser humano
no llegaba a acceder al grupo familiar y social. Nacer
muerto o vivir escasas semanas, induso días u horas,
da pie a especulaciones y a la creación de un cuerpo
de creencia!! religiosas y metaffsicas especiales. De ahí
quizás, el impulso de aislar a los individuos que no han
accedido al desarrollo fisiológico natural de La mayoría
de la población. La interrupción de la vida antes de su
plenitud en el ciclo normal vital, sería un hecho anómalo, al cual se le debe conjurar y en algunas circunstancias "sacarle provecho.. para el bien común o familiar. Incluso en la muerte intencional o preparada, caso
de los sacrificios rituales infantiles, presupone un hecho excepcional y por ello susceptible de un trato distintivo. El infanticidio sacral o ritual es un acto propiciatorio a ciertas divinidades por el valor intrínseco y
la propia excepcionalidad del sacrificado u ofrecido.
Por otra parte, la muerte natural, aun siendo un hecho
involuntario al grupo social, no por eUo deja do poseer
un valor excepcional, la existencia de una voluntad superior externa que frustra una vida y que es devuelta
a su lugar de origen, el más allá cosmogónico.
Ciertas teori2aciones sostienen que la criatura
muerta antes de su integración al ámbito familiar, y
por tanto a la sociedad, no posee derecho alguno a ser
enterrado según los cánones funerarios establecidos
por la comunidad de creyentes, y ello obligaría a un
sepelio al fallecido s.i n ningún ceremonial determinado,
bajo el piso de la vivienda. Si ello fuera cierto, se habrían descubierto innumerables enterramientos infantiles en los numerosos poblados ibéricos excavados basta el presente. Y esto no es asr, pues el número de
inhumaciones localizadas con ser cada voz más importante, no parece constituir un indicativo de la mortalidad natural infantil real, la cual hubo de ser porcentualmente alta, sino que en nuestra opinión, detrás de
la existencia de todos estos enterramientos constatados
arqueológicamente, parece existir la presencia de un
complejo ritual necrolátri.co, muy diversificado, altamente sistemati~ado y organizado, y que en algunos
casos es evidente y en otros presumible. La complejidad de la mayoría de hallazgos funerarios, no permite
sieJD.pre conocer con certe~a las causas de la presencia
de las inhumaciones infantiles con sus peculiares características, con o sin ajuar, en urnas o en fosas, bajo piso
del recinto, o en el interior de bancos corridos, escaleras, etc.
El hecho de que el margen de edad de las criaturas
inhumadas abarque desde fetos a término o perinatales, hasta los seis meses de vida, delimita el ámbito del
ritual. Por otro lado, en las necrópolis de incineración
al parecer son depositados los restos de niños mayores
de medio año (después de haber sufrido la cremación
correspondiente), aunque la falta de estudios antropológicos detallados al respecto, no permite por el momento conocer con certeza el margen de edad de las
criaturas fallecidas, así como las posibles causas de su
muerte, y con ello po!ibilitar el estudio de la correspondiente tasa de mortalidad infantil. Sin embargo, la
línea de investigación actual empieza a ser conocida
241
[page-n-252]
F. CUSI 1 JENER
mediante las publicaciones completas y detalladas desde unas perspectivas arqueológicas y anatómicoantropológicas, ensayan la manera de establecer el contexto, las causas y la edad de las criaturas fallecidas
(CuADRADO, 1987; SANTOP
Por su parte Cuadrado hace hincapie que en algunos casos, en la necrópolis de El Cigarralejo, algunos
lactantes no fueron incinerados, tal y como atestiguan
Jos enterramientos T-104, T-162, T-177 y T-201. En la
necrópolis de Pozo Moro, la mayor parte de la presencia infantil se atribuye a niños mayores de un año, ex·
cepto en la tumba PM 34: 8E-2, donde al parecer se
hallaron unos escasos restos incinerados de una criatura menor de un año de vida (Rilv&RTB, 1985: 270), lo
que vendría a corraborar nuestra creencia de que a
partir del medio año, los infantes eran en su mayor
parte incinerados. Thdo ello refuerza nuestra hipótesis
de que tanto los neonatos como Jos lactantes en determinados períodos anuales pudieron ser sacrificados ritualmente, y como consecuencia de ello eran enterrados de diversas maneras, tales como bajo el pavimento
en fosas, o en urnas en ciertas estancias •domésticas•
e incluso en edificios cultuales.
¿Entonces qu~ sucedía con los recién nacidos y
criatura5 cuya edad no sobrepasaba el medio año de
edad y que falledan de manera natural? Y ello ocurriría muy a menudo. Hasta el momento no lo sabemos
con certeza, algunos autores creen que eran enterrados en el interior de las viviendas, pero entonces habremos de pensar que dicha mortalidad e.r a escasa.
Quizás los neonatos muertos por cau sas naturales en
ciertas ~pocas del afio agrícola o durante algun acontecimiento religioso singular, también fueron ofrecidos
en sacrificio ritual (lo cual indicaría que no siempre
era forzoso una inmolación intencional) y fuesen
«aprovechados" para ser ofrecidos a ciertos cultos
agrarios estacionales, y luego inhumados con mayor
o menor prestancia, a modo de recuerdo y agradecimiento a la divinidad y de esta manera ser con ello
vehículo de propiación de unos bienes sociales o familiares; ello explicaría en parte, los enterramientos co·
lectivos de La Escudilla y Los Cabañiles, entre otros.
En algunos casos, la muerte del niño ser(a «utilizada.
para reestructurar viviendas o ámbitos de producción
económica artesanal doméstica, etc., y de esta manera
honrarían y protegerían con su presencia citualizada
y sacralizada, a modo de ofrendas votivas, las nuevas
actividades cotidianas. En el caso que la muerte sucediese en un per{odo no significativo dentro del ciclo
agrícola, o incluso que no fuese coincidente con una
reestructuración de la casa o de las actividades económicas, quizás entonces el niño fallecido no adquiriera
valor de espíritu lar y fuese expuesto al aire libre en
algún lugar sagrado, a modo de cementerio abierto,
y sus restos se convirtiesen en pasto de animales salvajes y a la acción climática, y por tanto fuesen devuel-
242
tos nuevamente a la Madre Naturaleza o al esp1ritu
del más allá.
ESTADO DE LA CUESTIÓN
A modo de premisa, hemos de advertir que no
pretendemos en este trabajo describir, siquiera parcialmente, la problemática de las prácticas funerarias infantiles mediterráneas n.i tampoco los rituale.s de sacrificios de primogénitos, ni en el mundo griego ni del
fenicio-pónico, cuya extensa bibJiografla hace innec,esario su planteamiento, sino (micamente centrar el
tema de manera periférica, circunscribiéndolo estricta·
mente a los límites del mundo ib~rico peninsular y
como extensión obligada a la región insular balear de
manera más sucinta.
Los grupos sociales ibéricos asentados a lo largo
de las tierr as costeras y su retropaís continental montañoso, asimilaron a lo largo del tiempo con mayor o menor fuerza, no sólo la convergencia de complejas influencias del expansivo mundo colonial mediterráneo
desde el siglo vm, sino también los procesos de romanización como colofón cultural en los albores del cam·
bio de Era, incorporándolos a su propio bagaje cultural, el cual no era sino producto reelaborado de dichos
fenómenos civilizadores. Sin embargo, no hemos de ol·
vidar su propio sustrato como un factor fundamental
más de sincretismo culturizador.
Actualmente, el panorama que se posee referido a
los enterramientos infantiles, no presenta unas mismas
caracterlsticas comunes en las distintas áreas o zonas
donde se ban localizado; por ejemplo el área meridional presenta por ahora un vacío de información; la
zona valenciano-catalana y región bajoaragonesa, así
como el valle medio del Ebro, van proporcionando
cada vez más mayor documentación arqueológica, e incluso se posee una inicial presencia de inhumaciones
infantiles en yacimientos claramente preibéricos, databies en su mayor parte en un momento deJ Bronce final
e incluso algunos adscribibles a una fase del Bronce
tardío, como por ejemplo La Pedrera de Vallíogona
(Lérida), fechable en un momento previo a la implantación de las gentes de los Campos de Urnas, a fines
del siglo XJD y comienzos del xu; la Peña de la Due.ña
(CasteUón), también adscribiblc al mismo período ero·
nológico que el anterior; el poblado de Carretelá (Lérida), datable a inicios de la aparición de los Campos de
U mas, a comienzos del siglo XJ; asentamiento del
Tossal de les Tenalles (Urida), encuadrable en un mo·
mento del Bronce final, siglos vm-vn, al igual que el
yacimiento de Los Azafranales (Huesca). Todos estos
yacimientos parecen indicarnos que en un momento
anterior a la aparición de los influjos coloniales medite·
rráneos, el mundo iod(gena del Bronce tardío y final
-éste ültimo ya dentro del periodo de los C. de U.-,
[page-n-253]
ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE .ÉPOCA Il3ÉRICA
inhumaba de manera diferenciada los cuerpos de niños
fallecidos temp.ranamente, lo cual añade mucha más
complejidad a esta modalidad de enterramiento, agudizando la problemática de su significación 11ltima. Vemos pues que e1 sustrato preibérico, también pudo influir en determinadas regiones respecto a la posterior
adopción de esa práctica funeraria infantil Los componentes del sistema pueden pues provenir del propio
mundo del bronce terminal local, arraigadas en costumbres funerarias propias y deJas gentes de los Campos de Urnas; a la vez la influencia del mundo griego
y la acción de la esfera fenicio-púnica. En qué medida
y de qué manera algunos de estos factores han origina·
do fenómenos religiosos y culturales, es por donde ha·
brá de encaminarse la investigación arqueológica en
este campo concreto de la práctica funeraria, en el
futuro.
Ahora bien, si centramos la problemática dentro
del amplio complejo geográfico del mundo cultural ple·
namente ibérico, vemos tres amplias zonas o áreas donde se detectan con mayor o menor precisión la práctica
de las inhumaciones infantiles: zona costera levantina
(Languedoc-Rosellón, comarcas litorales catalanas y
valencianas); zona continental (tierras interiores occi·
dentales catalanas, valle del Ebro, Bajo Aragón y zona
montañosa valenciana); y zona del sudeste y meridio·
nal (valle del Segura, región murciana, Albacete y re·
gión andaluza). El llamado mundo celtibérico y castre·
ño, en este caso queda fuera de nuestra revisi6n, dada
su complejidad y también por no formar parte del
tema inicial de este trabajo, referido exclusivamente al
mundo cultural propiamente ibérico.
Con respecto a los distintos sistemas de enterra·
miento infantil, fundamentalmente se inhuma median·
te la utilización de urnas o directamente en el suelo con
o sin fosa, y con enterramiento primario (restos esque·
!éticos completos) o secundario (restos anatómicos par·
ci.ales y/o dispersos). A su vez, pueden tambi.én adoptar
diversas variantes en ambas modalidades (primaria o
secundaria), como puede ser los enterramientos indivi·
duales, en pareja, colectivos, y con sepulturas no visibles bajo pavimentos, escal.e ras, bancos corridos, etc.,
o visibles mediante una señalización intencional <*ter·
n!l; todos ellos con o sin ajuar funerario, a veces con
la presencia de restos óseos de animales jóvenes, no
siempre directamente complementados o relacionados
directamente con los enterramientos infantiles. Los lu·
gares de uso necrolátrico son los ambientes aparentemente domésticos, recintos singulares y/o cultuales, e
incluso espacios de producción económica especia·
!izada.
Las causas de la singularización de dichos enterramientos en sus distintas variantes, sin estar claramente
establecidas o determ.iQadas, se las podría, en nuestra
opinión, relacionar con r itos del principio y el fin, fun·
dacionaJ, agrícolas estacionales de fertilidad, restitu-
ción, admisión/filiación (en caso de su presencia en necrópolis de incineración), e incluso de no identidad.
Otro sistema de enterramiento infantil utilizado,
quizás esporádicamente, y que debe corresponder quizás a otros presupuestos ideológicos y religiosos, o in·
cluso a planteamientos sociales, es el relacionado con
la incineración infantil perinatal o de recién nacidos
enterrados en necrópolis convencionales de adultos,
aunque como veremos más adelante, algunos investigadores presentan sus dudas y objeciones a la existencia
real de esta supuesta ]>ráctica funeraria.
Actualmente, la cuestión referida a la problemáti·
ca de los enterramientos infantiles, no presenta una
unanimidad de criterios en lo que respecta tanto a sus
odgenes, como a las causas y f'malidad de los mismos.
Algunos autores como Lillo Carpio, sostienen que al
igual que en Jos enterramientos aparecidos en el recin·
to del poblado murciano de Coimbra, no provienen de
la práctica de sacrificios rituales, y dan como única razón la alta mortalidad infantil de la época (LtLLO,
1981: 54; MALuQ.UER, 1958: 143; MfNGUEz, 1988). Para
el mencionado autor, la diferencia entre el uso de la in·
cineración y la inhumación radica únicamente en el
hecho de que el individuo fallecido posea el rango de
miembro de pleno derecho o de que no lo sea; por tan·
to, si es incinerado es un miembro social, por el contra·
rio la inhumación es una práctica privada doméstica o
familiar, sin ninguna relación con la comunidad (LtLLO, 1981: 54). Al respecto, hemos de subrayar que dicho investigador no da explicaci6n alguna referente al
hecho de la existencia de enterramientos cuidados con
ajuar funerario y de la presencia de otros efectuados
en fosas colectivas, sin ofrendas ni ajuares, ¿sería ello
debido de diferenciaciones sociales, o simples ausencias de afecto familiar, o a distintas prácticas rituales
y religiosas?
Para Guérin y colaboradores, el panorama es algo
más complejo, ya que según su opinión, existen tres
modalidades pt'incipales de enterramientos, aunque no
descarta la posible existencia de otras más: inhumaciones múltiples sistemáticas e.n vivienda; inhumaciones
excepcionales en edificios domésticos; e inhumaciones
en edificios no domésticos (templos). Por otro lado cree
que todos estos sistemas o modos de enterramientos
son variables en cada caso particular, como la utilización de urnas, aunque no siempre; la inhumación de
ciertas partes del cuerpo, etc.
Este investigador hace especial hincapié en la propia importancia que posee cada lugar en donde se na
realizado el enterramiento, ya que ello indicaría la
existencia de diversos ritos como por ejemplo, entre
otros, los de admisión o afiliación. También Guérin
apunta la posibilidad de que en algunos casos, los niños inhumados fuesen considerados como posibles di·
vinidades protectoras de las distintas actividades prac·
ticadas en las estancias donde se ubican los
243
[page-n-254]
F. GUSI J JEN.ER
enterramientos, coJ]lo sucede por ejemplo en la vivienda 7 del poblado valenciano del Castellet de Bernabé,
donde apareció un pebetero, as{ como otros dos recogidos en el departamento 1 del asentamiento del Puntal
dels Uops. A su ve~ no descarta, aunque según dicho
autor no existen pruebas fehacientes para afumarlo
con certeza, la posible práctica de sacrificios fundacionales y su commemoración periódica.
Respecto a dichas costumbres funerarias, encuentra paralelos, aunque parcialmente, con otras prácticas
mediterráneas similares, pero no llega a pronunciarse
respecto a la valoración de cuáles fueron los factores
principales de la posible aculturación ibérica, y si la
procedencia se transmite por la influencia del mundo
griego, o por el contrario proviene del área de influen·
cia sem{tica (Gutam, M.utiNu, 1987-1988: 231-265).
Posteriormente, a tenor de los numerosos hallazgos de
enterramientos infantiles localizados en el yacimiento
de El Castellet de Bemabé, cifrados en más de diez inhumaciones, rechaza la idea suya inicial referida a la
existencia de un culto funerario vinculado a cada inhumado. Tampoco sostiene ya la teoda de la homogeneidad de la edad natal de los enterrados, ni el concepto
preexistente de unidad de .. contenido», ya que fueron
hallados niños de mayor edad a la perinatal y también
una tumba de ovicaprido, por lo que establece la posibilidad de un trato funerario en función de la edad de
los fallecidos. Se manifie.s ta igualmente en contra de la
idea general de que el origen de las inhumaciones viene determinado por la alta mortalidad infantil de la
época, ya que el contexto de ciertos enterramientos
comporta la práctica de otros muy complejos ritos funerarios. A su vez, sostiene la hipótesis de la existencia
de un rito de paso. El niño al que se le proporcionaba
un nombre quedaba vinculado, aun después de muerto, a los vmculos de lazo familiar y como consecuencia
de ello, se le proporcionaba un ajuar funerario.
El autor establece, a p artir de los últimos hallazgos
en El Castellet de Bemabé, una ordenación. binaria
r~pecto a los modos de enterramiento infantil. A: enterramiento en urna, subdividido de la siguiente m.a nera, A 1: inhumación total o parcial de recién nacido,
sin ajuar; A 2: inhumación total o parcial de niño de
varios meses, con ajuar. B: inhumaciones directamente
en tierra, distribuido como sigue, B 1: recién nacidos
o fetos, enterrados sin ajuar; B 2: animales enterrados
en su totalidad o parcialmente, sin ajuar. Al parecer,
también existe una diferenciación cualitativa entre los
niños de varios meses de edad, enterrados con ajuar,
y los fetos a término o recién nacidos, inhumados en
tierra, los cuales a su ve.z, no tienen ningún trato dis·
tinto a los enterramientos de animales. Para Guérin es
imposible conocer con exactitud la c.ronolog{a puntual
de cada inhumación, ya que ésta pervive durante todo
el tiempo de ocupación del asentamiento. Deduce la
posibilidad de existencia de lugares preferentes desti-
244
nados a los enterramientos, como por ejemplo los muros orientados al este, bajo las escaleras, etc. Así pues,
pon.e en relación estrecha, el emplazamiento de las distintas inhumaciones con la construcción, o incluso la
destrucción de las estructuras arquitectónicas que albergan dichos enterramientos, y establece la hipótesis
de la existencia al respecto de los ritos de inicio y fmal
de las actividades ocupacionales de los recintos. Los ritos de iniciación obligarían a depósitos y sacrificios
fundacionales; por el contrario, el rito final o de abandono, señalaría el cambio en las actividades o la clausura del recinto (rito de cambio), tal y como parece suceder en los departamentos 1 y 6 de El Castellet de
Bemabé.
En opinión de Guérin, se practicaban en ciertas
ocasiones, ritos de sustitución d e animales jóvenes, eS'pecialmente ovicápridos, en lugar de niños, lo cual indicada el carácter sacrificial de las inhumaciones infantiles.
La presencia de enterramientos efectuados bajo
los pisos de los recintos y sin ninguna relación con el
resto de la construcción, muy posiblemente se la pueda
considerar como ejemplos de fallecimientos por muerte
natural; por el contrario, los enterramientos enmascarados por las estructuras de la propia construcción, se
han de relacionar con sacrificios cruentos, por tanto no
todas las inhumaciones, se efectuarían por motivos rituales (GutluN, CALVO, GRAu, Guu.t.1N, 1989).
Otro investigador que en su momento ensayó sistematizar el tema en cuestión, Beltrán Lloris, intentó
establecer mediante una tipología, las distintas modalidades de enterramientos que en el momento de su pu·
blicación, creía podían clasificarse, y que en su opinión
ser, en necrópolis, en recintos domésticos y sacrificios
de tipo ritual. No diferenciaba este autor, las distintas
prácticas del m undo fenicio-púnico, ibérico y campos
de urnas, aunque el origen de esta costumbre funeraria
infantil, habfa de considerársela como de inequívoca
inOuenCia semita, y hace constar también su presencia
en el mundo indoeuropeo peninsular.
Este autor cree a su vez que la mortalidad natural
infantil era la "causa inmediata», aunque también afirma que el sacrificio ritual, era una práctica a tener en
cuenta (BEcrRJ.N, 1977).
Por su parte, y en otro orden de cosas, Gracia
Alonso discrepa de la opinión de Cuadrado con respecto a la presencia o no de inhumaciones infantiles en necrópolis convencionales de incineración, puesto que
aquél cree que únicamente tienen d erecho a ser enterrados junto a los adultos, los niños de cierta edad, ya
integrados y aceptados dentro del seno del grupo social
y familiar que le corresponda por derecho paterno, y
por ello este autor niega rotundamente que las inhumaciones de recién nacidos se practiquen en cualquier
necrópolis cineraria. Para Gracia Alonso, los niños son
incinerados a partir de los siete meses de vida y sus res·
[page-n-255]
ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE ÉPOCA mÉRICA
tos se depositan en los cementerios de incineración o
campos de urnas, y la causa puede deberse por motivos
religiosos y cultuaJes distintos, una de las influencias
quizáJ pudiera provenir del área del mundo griego e
incluso de la esfera púnica. A su vez, sostiene, en contra de la mayorla de los investigadores, la ausencia de
pruebas de orden arqueológico y literario que demuestren que hubiesen existido en la Península, sacrificios
rituales infantiles de tipo semita, y por tanto, según su
opinión, no se puede llegar a verificar dicha influencia
en las prácticas religioso-funerarias ibéricas.
Gracia Alonso distingue las siguientes modalidades
de enterramientos infantiles: 1. Enterramientos en hoyo,
directamente en tierr a (Puntal deis Llops), y también
aprovechando los desniveles de la roca natural del asentamiento, acondionándolo con revoque (Thró de Can Olivé), cubriéndolo mediante losas (Moleta del Remei), o
incluso en tierra cribada (Penya del Moro). La ubicación
de estas tumbas se encuentra frecuentemente en los ángulos de las estancias, al pie de los muros, y/o bajo escaleras (TossaJ de Les Tenalles, El Taratrato, La Romana,
Coimbra del Barranco Ancho, La Serreta, La Cayla, Darró y El Puig de La Nau). 2. Enterramientos colectivos en
fosa, mediante acondicionamiento del terreno y delimitación con bloques pétreos (Moleta del Remei), o mediante zanjas incluso sin acondicionamiento previo (Coimbra del Barrancho Ancho). 3. Enterramientos en
urnalanfora, como influencia del endrJtrismo griego, y que
pueden ser individuales (ThssaJ de Les Forques, La Escucülla, Los Cabañiles, El Castellet de BernaM, Los Villares), o múltiples (Los Cabañiles, La Seña [2] y La Escudilla (5]).
También se encuentra, según Gracia Alonso, una
variedad de prácticas en distintas áreas geográficas, así
como la utilización de diversos tipos de contenedores
cerámicos funerarios . No existe, por otra parte, ninguna preparación espacial en la colocación de aquellos.
A su vez, no considera como enterramientos las cuarenta urnas asentadas en sus respectivos orificios, descubiertas en el departamento A del poblado de San
Antonio de CaJaceite.
Este investigador pretende establecer una distribución de todas estas prácticas funerarias, según el
tipo de construcción, ya que cree exista una relación
entre ambas: l. Construcciones tipo vivienda con un
número reducido de inhumaciones infantiles, y por
tanto se puede hallar una relación con una mortandad
natural dentro de unos grupos familiares .
2. Construcciones consideradas como lugares de claro
significado cultual; en este caso, un rasgo funerario a
tener en cuenta es la presencia de elementos que acompañan las inhumaciones infantiles (a modo de sencillos
ajuares), como por ejemplo muestras de cereales, huesos de animales jóvenes - ovejas, cabras, suidos y
conejos-, los cuaJes no guardan ninguna relación con
el banquete fúnebre.
Existen por otra parte, las prácticas de ofrendas
fundacionales, las cuaJes no tienen relación alguna con
las inhumaciones infantiles, tal y como sucede en los
yacimientos de La Penya del Moro y en el Turó de Can
Olivé. Por ello, Gracia Alonso no está de acuerdo con
la tesis, por la cual, se sostiene que ciertos enterra·
mientos tengan el carácter de rito fundacional. Para
este autor, los ritos fundacionales acompañados de sacrificios de ovicápridos u ofrendas de huevos, se han
de considerar aparte del ritual funerario, puesto que de
no ser así, no tendrían sentido los enterramientos múltiples acondicionados, y la inhumación de más de un
cadáver bajo el pavimento perteneciente al momento
ocupacional de la estancia.
Todas estas prácticas las sitúa cronológicamente,
según los enterramientos constat~dos hasta el momento, dentro del siglo IV con una perduración que llega
de manera ininterrumpida hasta ~poca romana tardía.
La influencia de todo este ritual funerario infantil
constatable en el mundo ibérico, se debe a dos coriien·
tes fundamentales, la de ascendencia griega y la de origen indoeuropeo, cuyas prácticas según dicho investigador, se diferencian sin lugar a dudas de los rituales
de sacrificios infantiles del mundo semítico feniciopúnico (GRACv., M uNit.LA, ~L, CA.MJ'ru.o, 1989).
Nuestra particular postura aJ respecto de la problemática en cuestión, ha sido hasta hace poco, hemos
de reconocerlo, dubitativa. En una primera etapa de
nuestros trabajos sobre el tema publicados entre 1970
y 1971, sosten{amos con cierta reserva que todas las inhumaciones infantiles constituían unos ritos funerarios
de tipo religioso de inmolación, cuyo origen provenfa
del mundo púnico, y practicados en viviendas, aunque
reelaborados y adaptados a las propias tradiciones cultuales ibéricas (influencias de los C. de U. en el uso de
las urnas como recipientes funerarios) . Tambi~n sosteníamos la opinión referida a la existencia de un alto
índice de mortalidad infantil entre la población indígena. En resumen, constatábamos un sincretismo de ritos
provenientes de las influencias púnicas y del mundo indoeuropeizante de los campos de ornas, aunque no en·
trábamos en valoraciones más puntuales (GvSJ, 1970;
Gus1, 1971).
Posterionnente, en unos artículos escritos en 1989,
seguíamos sosteniendo que las inhumaciones en vivien·
das, se efectuaron dentro de espacios dom~sticos pero
considerados también como lugares de culto ritual·
simbólico. Los recién nacidos, fallecidos de manera intencional o no, carece.r ían de un status social, por tanto
se lea entierra dentro de su propia área doméstica, a
fin de estar protegidos en su propio ámbito y a la vez
ejercer una acción propia benéfica y protectora en el
entorno del grupo familiar.
A pesar de que el uso funerario de las urnas como
depósitos de los restos infantiles pensábamos provenía
de una influencia fenicio-púnica, aceptábamos que su
24-5
[page-n-256]
F. GUSI I JBNER
introducción en el mundo ibérico se veía facilitada por
la existe.n cia previa de la costumbre funeraria de los
campos de urnas, aunque no llegamos a disociar en
profundidad la contradicción
inhumaci6nincine~ación. Por otra parte, manteníamos con dudas
y reservas, la idea del sacrificio intencional de criaturas
recién nacidas o de escasa edad como resultado de la
influencia exclusiva del mundo semítico. Por otro lado,
las inhumaciones infantiles sin urnas, bajo Jos pisos de
las estancias, podían provenir de la tradición cultual y
religiosa de la anterior etapa del Bronce local y rechazábamos las opiniones de quienes sostenían la preponderancia de una influencia funeraria procedente de la
esfera del mundo griego. A su vez, las inhumaciones
en urnas podían señalar la presencia de influjos púnicos y con mayores reservas, también las del mundo de
los campos de urnas. En realidad pensábamos que existían unas posibilidades lógicas de que se hubiese establecido un sincretismo o una confluencia de distintos
ritos funerarios convergentes, incluso en la propia for·
ma y manifestación externas en la inhumación de criaturas de corta edad, aunque sus orfgenes y cronología
fuesen distintos, y cuyo significado último se asemejase, todo lo cual permitió a los grupos indígenas reelaborar determinados ritos propios. Sin em bargo, sosteníamos un escepticismo relativo, ya que por otro lado
creíamos imposible llegar a conocer en profundidad el
origen de las ideas religiosas y simbolismo de este rito
de la inhumación infantil de recién nacidos.
Con respecto a Jos yacimiento¡¡ de Zucaina (OasteU6n), les atribuimos en razón de un nuevo análisis de
lo\! materjales arqueológicos, una mayor antigüedad,
situándolos en el cambio de los siglos v1-v. En cuanto
al recinto H-2 de La Escudilla, no estábamos de acuerdo con otros autores (Guérin y colaboradores) respecto
el que dicha estancia fuese una cccasa-templo .., aunque
tampoco rechazamos la idea de que en realidad fuese
un lugar necrolátrico, ya que constatábamos Ja existencia de enterramientos secundarios en dicho recinto,
tambié.n negábamos la posibilidad de que el recinto
H -3 fuese un templo (GuSJ, 1989a).
En otro trabajo elaborado posteriormente, pero publicado con mayor rapidez (Gus1, 1989b), sinteti2ábamos nuestro actual'IJlodo de entender el problema y sos·
tenfamos que todos estos supuestos ritos, sin descartar
las influencias mediterráneas -mundo fenicio-pú.nico
y con menor posibilidad del área griega-, p rovienen
fundamentalmente del arraigado tradicionalismo religioso autóctono del mundo preindoeuropeo y adscribible al Bronce fi.n al, aunque tampoco negamos que hubiera habido a su vez un aporte de las tradiciones
funerarias d e las gentes de los campos de urnas. Asf
pues, con todas estas convergencias se estableció a nues·
tro modo de ver un sincretismo religioso y funerario.
Con respecto al yacimiento de La Escudilla, el
conjunto constructivo constituía para nosotros un lu246
gar necrolátrico en donde se celebraron unos rituales
funerarios infantiles, y uno de los edificios, el H-3, lo
considerábamos como muy probablemente un "recinto
singular», quizás con ciertas funciones cultuales, a
modo de sencillo templo y con una finalidad a la de
los otros dos recintos. Como se verá m ás adelante en
este trabajo, esta indecisión permanente que ha presidido todas nuestras opiniones sobre el tema, la hemos
resuelto calificando la H-3 como un templo y los recintos H-1 y H-2 como dos áreas anexas con función ne·
crolátrica infantil.
En los tr abajos de 1989 calificábamos a la habitación A del yacimiento de Los Oabañiles como un espacio ccsingular.. de tipo funerario y descartábamos la
idea de un recinto o vivienda doméstica común. También considerábamos que la finalidad de tales rituales
sacrificantes, se encontraba orientada con los ciclos
agrícolas cerealfsticos y pastoriles, a modo de culto a
la fertilidad (presencia de cereales y de ofrendas de ani·
males jóvenes), creencia que seguimos actualmente
manteniendo. En cuanto a la cronología de los conjuntos constructivos, lo r ebajaríamos a una primera mitad
del siglo v, ya que creemos algo forzada nuestra datación de fines del vt-inicios del v a.E.
También seguimos de acuerdo con nuestra afirmación de que cada zona geográfica local o regional dentro del mundo ibérico, posee sus propios mecanismos
cultuales y rituales, siempre en función de sus necesidades socio~económicas y del aporte de las influencias
externas recibidas, según suceda en cada periodo temporal, dada la larga perduración de las inhumaciones
infantiles de neonatos y lactantes (entendiendo los pri·
meros como recién nacidos basta un mes de vida y los
segundos, hasta los seis meses de edad), aunque ello no
niegue que hubiese cierta estructuración global de
ideas y creencias comunes entre las distintas poblaciones del mundo ibérico, as( como quizás ciertas divinidades compartidas dentto de una misma cosmovisi6n
(Gost, 1989 a-b).
EL MODELO NECROLÁTRICO DE
LA ESCUDILLA-LOS CABAÑILES
La existencia de dos conjuntos arquitectónicos
próximos entre s{ y con una anormal presencia cuantitativa de enterramientos infantiles en urna, nos hace
pensar que sobrepasa su aparente fmalidad ccdoméstica», a modo de simples asentamientos poblacionales.
En especial destaca, el conjunto de La Escudilla, con
sus tres grandes estancias, cuyo ambiente formal e incluso el propio material recogido, nos indujo a creer en
un primer análisis (Gusr, 1970) que constituían unas
viviendas corrientes. Sin embargo, tanto la distribución de los propios enterramientos, como su excesiva
cantidad de inhumaciones, nos ha obligado posterior·
[page-n-257]
ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE ÉPOCA IBÉRICA
- .. -.. . -
- ........ ............. ........... _
--· - -- ----- .. ____ -- ---·-· ·· - .
...
..,
•
//
<;)
H-2
.
--
Fig. 1.- Planta dJ conjunlo di La Escudilla
mente a reconsiderar todas estas evidencias bajo un en·
foque teórico distinto. Efectivamente, si analizamos
cada uno de los tres espacios que constituyen todo el
conjunto de La Escudilla. y luego lo enfocamos de manera global, vemos que constituye un todo homogéneo
con unas peculiares caracterfsticas estructurales que
proporcionan una singular función funeraria y cultual.
En primer lugar, la propia ubicación topográfica de
ambos yacimientos, nos muestra una estrecha relación
complementaria entre ellos, máxime cuando los mate·
riales recogidos son semejantes y adscribibles a una
misma etapa crono-cultural; en segundo lugar, en Los
Cabañiles, la presencia del mismo ritual de inhuma·
ción infantil, aunque en menor cantidad y con una distribución distinta que en La Escudilla. con la salvedad
a mencionar de que únicamente se excavaron dos re·
cintos, lo cual nos impide por ahora poseer una visión
exacta de la funcionalidad del yacimiento. Finalmente,
y en tercer lugar, el yacimiento de La Escudilla consti·
tuye un singular emplazamiento, en campo abierto y
en pleno llano, a escasa distancia. medio kilómetro en
linea recta del cerrillo donde se ubica el yacimiento de
Los Cabañiles, formando un conjunto de tres unidades
constructivas independientes entre sí, pero relacionados espacialmente, dado que forman un mismo bloque
arquitectónico, al poseer muros medianeros comunes
cada uno de los recintos.
Si observamos la planta del conjunto (Fig. 1), vemos que las estancias H·l y H-2, constituyen dos ambientes semejantes; por el contrario, el recinto H-3,
además de poseer una planta totalmente distinta y
unas dimensiones poco corrientes, añade una orienta·
ción de la puerta de entrada .totalmente opuesta a las
otras dos. En un trabajo nuestro anterior, describimos
con detalle cada una de las principales características
diferenciadas de estas construcciones, por lo que no insistiremos en ello (Gus1, 1989a).
A continuación y muy brevemente, vamos a enumerar las principales particularidades funerarias de estos recintos nccrolátricos.
l. Presencia de un probable silicernio con restos
parciales de restos óseos animales entremezclados con
tierras carbonosas (H-1, La Escudilla).
2. Presencia en la cara superior del muro medianero de los recintos H-1 y H-3 de un fragmento de pata
de una oveja en conexión anatómica y de una bemimandfbula de cordero, embutida en una concavidad de
la pared interna del recinto H-1, cerca del suelo y del
ángulo de la puerta exterior del recinto (La Escudilla).
3. Todas las urnas se hallaban depositadas por debajo del piso de la estancia, excepto en el recinto H-3,
donde aparecieron situadas bajo el piso exterior de en·
trada (La Escudill a y LoB Cabañiles); las urnas se encontraban asentadas cada una en un lo&ulus excavado
en la roca natural, excepto dos de ellas superpuestas
(U-2bis y U-3bis de la estancia H-1 de La Escudilla).
4. Las bocas.de las urnas fueron cubiertas mediante
fosetas de piedra (La Escudilla y Los Cabañiles).
5. La disposición de las urnas se concentraban
siempre en dos gn1pos, distribuidos de manera diferen·
ciada (estancia H-1, La Escudilla y habitación H -A,
Los Cabañiles, véase Fig. 2).
6. De los tres recintos medianeros entre sí, el central (H-1) tenía mayor concentración de enterramientos
247
[page-n-258]
P. GUS1 J JENBR
en su interior, diez urnas con veintidós inhumaciones.
Aun a pesar de que el recinto H-2 estaba en parte desaparecido, únicamente apareció un sólo enterramiento;
el recinto H-3, no tenía ninguno en su interior, pero
sí dos enterramientos en el exterior del u.m bral de entrada (La Escudilla). En los recintos H -A y H-B, ambos adosados mediante una pared común (Los Cabañiles), únicamente en el primero de ellos aparecieron
cinco enterramientos.
7. La presencia de piedras Labradas hincadas~
ticalmente frente a la puerta de acceso a Jos recintos;
una de ellas de 0'70 m. de altura y 0'30 m. de anchura, situada entre la entrada y el hogar central (H-1, La
Escudilla); otra de situación parecida. aunque más pequeña y caída, de 0'40 m. de altura y 0'30 de anchura
(H-2, La Escudilla); y otras seis en el interior del recinto H -3, de dimensiones sensiblemente más reducidas,
entre 0'20 y 0'40 m . de alto y unos 0'25 m. de ancho,
alineadas unas detrás de otras, no parecen tener ninguna función constructiva.
8. Dos de los recintos tenían la puerta de acceso
orientada al oeste (H-1 y H-2, La Escudilla); el tercero
estaba abierto al este (H-3, La Escudilla). Los recintos
de Los Cabañiles no poseían acceso directo al exterior,
excepto el H-B que pose[a una pequeña puerta angular
de comunicación con otro recinto no excavado. Tanto
la estancia H-A como la H-B ten{an el muro este
arrasado.
9. Los recintos H-1 y H-2 de La Escudilla se encontraban enlosados con piedras planas de regular tamaño y trabadas e.n seco.
10. La funcionalidad de los t.res recintos de La Es·
cudilla, aunque hasta ahora ha quedado algo incierta,
creemos presenta unas características estructurales, así
como de contenido como para considerarlos •edificios
singulares», en especial el denominado edificio H-3, el
cual podrfamos calificarlo como un templo de tipo me·
diterráneo de planta tripartita rectangular alargada y
de tosca fábrica, con un eje longitudinal de 15 m. y una
anchura que no sobrepasa Jos 3 m. La puerta de entrada posee un umbral formado por una gran losa plana
y dos basamentos laterales también en piedra, cuya finalidad podría haber sido el sostener dos maderos a
modo de columnas. Así pues la disposición general de
este recinto permite pensar que se tratase de un templo
indígena, simple en su arquitectura, pero que aun asf
su disposición constructiva permite asimilarlo a un edificio cultual, a modo de adoratorio. Los recintos laterales H-1 y H -2, que en nuestra opinión quizás no estuviesen cubiertos, corresponderían a unos anexos al
templo y su misión estaría relacionada con una función
sacral necrolátrica infantil. Hemos de remarcar que la
e.n trada del supuesto templo se abrla a levante y los ·recintos funerarios anexos se orientaban a poniente.
También cabe señalar que el recinto próximo al templo
(H-1) albergaba mayor cantidad de inhumaciones, en
248
tanto que el segundo (H-2) todavía no alcanzaba el índice de enterramientos realizados en la estancia vecina.
El recinto H-A de Los Cabañiles queda por el momento fuera de toda interpretación, ya que la falta de
datos arqueológicos del resto del yacimiento invalida
toda consideración al respecto, aunque pensamos que
quizás fuera uno más de los espacios domésticos donde
se inhumaban recién nacidos en los poblados ind(genas.
Así pues, el yacimiento de La Escudilla Jo consideramos como un conjunto sacral funerario, compuesto
por un templo simple y dos recintos anexos, cuyos espacios ambientales falsamente •domésticos" estaban
relacionados con prácticas necrolátricas infantiles.
CONCLUSIONES
En defmitiva, y a modo de hipótesis muy plausible, consideramos a los yacimientos de La EscudillaLos Cabañiles, como un conjunto interrelacionado y
constituido, el primero de ellos por un templo (H -3)
con dos anexos cultualel! funerarios (H-1 y H -2), construido en un llano de fácil cultivo, y un asentamiento
poblacional en un pequeño cerro de escasa elevación
sobre las tierras circundantes, y en donde se detectó un
recinto neerolátrico (H -A). Vemos por tanto que el
conjunto de La Escudilla adquiere sentido frente a lo
que ha sido hasta ahora como un hallazgo extraño y
atípico.
Ahora bien, el hecho que en el recinto H-2, se hallase un molino completo (solera y volandera) a un lado
del hogar y cerca del silicernio y frente al ángulo sudeste de la habitación, en donde se detectó una mayor presencia de inhumaciones infantiles, nos hizo creer erróneamente desde un principio que se trataba de una
vivienda doméstica. Sin embargo, si consideramos estas estructuras como edificios cultuales necrolátricos,
hemos de interpretar la presencia de dicho molino
como un elemento simbólico relacionado con el ciclo
agrkola del grano. Hemos de mencionar que también
se han descubierto enterramientos infantiles en espacios dom~sticos, donde aparecen molinos, tal es el caso
por ejemplo del poblado de El Castellet de Bernabé
(Recinto ?) y en el yacimiento de San Antonio de Calaceite (Habitación 19 y Departamento «a»). Parece pues
que existiese una relación, en estos casos, con unos rituales funerarios infantiles destinados a propiciar la
fertilidad de campos con cultivos de explotación cerealfsti.ca, lo cual exige unos sacrificios anuales de siembra, destinados a propiciar el •espmtu del cereal» en
el inicio de su ciclo vegetal esta.cional (FRAZn, 1922).
Como ya anteriormente hemos descrito, esta valoración hipotética que explicarla la numerosa presencia
de niños recién nacidos inhumados, no siempre adquirirla un carácter sacrificial cruento, y muy bien po-
[page-n-259]
ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE ÉPOCA IBÉRICA
Fig. 2.-
P/4nJa del &onjun/4 de Los Cahaíiiw
dr(an ser sustituidos por animales jóvenes, no nos extenderemos en estos aspectos (GuSI, 1989a).
Otras explicaciones alternAtivas pueden darse, y
de hecho así ha sido, con referencia a otros yacimientos
con enterramientos infantiles. No podemos generalizar
ni trasponer a otros ambientes culturales los mismos
presupuestos simbólico-religiosos. La compleja trama
de la significación de la.s inhumaciones de niños de corta edad, ha de basarse en análisis puntuales de cada
lugar y según su época. La existencia de otros diversos
ritos de inhumación infantil, como por ejemplo bajo los
pisos de las casas e incluso en otros puntos de las mismas (escaleras, bancos, etc.), permiten diversas interpretaciones e. circunstancias análogas y que ya han
n
sido tra~adas por otros autores, como Guérin, Gracia
Alonso, L6pez Muller, etc., y exigen planteamientos
distintos a los nuestros. Muy poco sabemos por el momento respecto al culto funerario humano y animal
de.ntro del ámbito religioso ibérico, y sin lugar a dudas
para conocerlo con cierto detalle, se habrán de desarro-
llar y explicar diversas interpretaciones de las prácticas
simbólico-rituales que se utilizarían a lo largo de la etapa ibérica, tanto en sus orígenes ligados al mundo religioso del bronce final, como a sus distintas fases de
evolución crono-cultural plena, y sus pervivencias ya
dentro de la etapa de la romanización en los ámbitos
ibéricos tardíos e incluso postibéricos.
Por el momento parece pues.• que los enterramientos en recintos domésticos se pueden l'elacionar con actividades de tipo económico, agrfcolas, pastoriles (?),
metalúrgico, y otro grupo quizás esté más ligado a posibles ritos fundacionales, en tanto que se constata
también el ritual de protección de la casa, y enterramientos que por su especial atipismo resultan de difícil
interpretación,, tal es el caso del yacimiento de Coimbra del Barranco Ancho.
Por otro lado, no hemos relacionado en este trabajo, los distintos tipos de ajuares funerarios que acompañan a muchas de Jas inhumaciones infantilell, ya que
habría comportado un análisis detallado y puntual de
249
[page-n-260]
F. GUSI 1 JENER
cada uno de ellos. Sin embargo no nos resistimos a
mencionar la reiterada presencia de ofrendas consistentes en granos de cereales, cáscaras de huevos, restos
óseos parciales de ovicáprid os jóvenes e incluso piezas
dentarias sueltas, huesos de crías de ratones de campo
e incluso de musarañas, páj aros y restos esqueléticos
de peces, valvas de con chas diversas, asr como pequeños adornos personales, piezas cerámicas o elementos
de significado desconocido. La mayor parte de estas
ofrendas poseen un carácter aimb6lico -en muchos
casos se encuentran asociadas a hogares rituales-, dirigido a la fertilidad o fecundidad y que muy bien podría estar vincuJado a la Gran Madre o Diosa Tierra.
Pero todo ello es tema que aquf por razones obvias no
podemos desarrollar. Valgan pues estas líneas finales
como una apostilla para reafirmar nuestra convicción
que los enterramientos infantiles de inhumación, no
son sino ofrendas simbólicas a una divinidad ctónica
nutrida y protectora de personas y bienes.
ÁREAS GEOGRÁFICAS Y
EXTENSIÓN DE LOS
ENTERRAMIENTOS INFANTILES
A modo de breve resumen y sin pretensión alguna
de cxhausúvidad, indicaremos a continuación de manera sucinta, los principales yacimientos del Bronce final, etapa ibérica plena y período ibero-romano, en los
cuales se tiene la constancia de hallazgos de enterramientos de inhumación infantiles; para ello, hemos dividido convencionalmente la relación en seis áreas geográficas político-administrativas actuales, más como
recurso práctico que basado en complejas y discutibles
divisiones fisiográficas naturales. Respecto a las etapas
preibérica e ibero-romana, únicamente se mencionan
el nombre de los yacimientos y su principal referencia
bibliográfica, pues tan sólo referenciaremos con detalle
los enterramientos plenamente de época ibérica.
ÁREA DEL LE NGUADOC
Le Cay la (Mailbac, Audc)
-Una inhumación de un reci~n nacido con un collar
como ajuar, enterrado bajo el piso de la Casa D (Nivel ill).
-Una inhumación de un reci~n nacido baj o el piso de
la Habitación F.
La cronología de ambos enterramientos se situa entre loa
siglos IV y m. Ademá.s se recogieron numerosas inhumaciones de recibl nacidos en el interior de viviendas de las diferente. fuea de ocupación del yacimiento: Cayla ll (600-500);
Cayla m (500-250); Cayla IV (250-75); y Cayla V (75
a.E.-200 d.E.), sin má.s referencias (LoUis, TAFI'.um., 1955:
121-1 TAFF..uw., 1976: 228).
25;
250
H abitat de Marduel (Saint-Bonn.ct-du-Gard)
-Un reci~n nacido actfalo, inhumado en dec1lbito ventral y las piernas encogidas, bajo el piso 16 del Nivel 17 de
la Habitación 122 (Fase nA), fechable a inicios del siglo u.
-Un hemicránea de un recién nacido, inhumado entre
tierras carbonosas y con restos de hogares, en el Nivel 15. El
lugar del enterramiento al parecer fue utilizado para una actividad metaltí.rgica de tipo dom~tico. La cronología del mismo se fecha en el primer cuarto del siglo u. Ambos enterramientos se hallaban próximos a hogares en el centro de la
estancia (Pv, LuuuPlN, 1986: 19-21 y 71-75).
Oppidum du Plan de la Tour (Gailban, Gard)
- Un reci~n nacido de alrededor una semana de edad,
inhumado en un e.spacio doméstico (Espacio 15, Nivel 5). El
cuerpo estaba adosado contra una placa caliza, enterrado en
una fosa de pequeñas dimensiones y poco profunda; el crineo apareció fragmentado y el cuerpo depositado en dec1lbito
lateral, con las piernas encogidas y mirando al noreste. La
cronología corresponde a la segunda mitad del siglo v (Du.
DAY,
Own, 1985).
ÁREA CATALANA
Poblad o del M olf d 'E1p lgol ( Tornab ou1,
Llcida)
-Un recién nacido de una semana y media de edad, enterrado en el ángulo NE, bajo el pavimento.
-Un rec.ibl nacido de tn:s o cuatro semanas de edad,
enterrado bajo el piso, en una oquedad del suelo y en posic.ión fetal.
Los hallazgos aparecieron en el Recinto H-4c5, eo el interior del llamado •edilicio singular». Ambos enterramientos
carecían de ajuares funerarios. En el mirmo recinto y bajo
el pavimento, se encontraron restos óseos de caballo. La cronología de las inhumaciones se aitóa a finales de la primera
mitad del siglo m (CUilA, 1989; MI!IICAD.U, 1989).
Yacimiento de la Illa d 'en Beúac (Ullastret,
Giro na)
-Un feto a t~rmino o reci~n nacido. Apareció muy de·
gradado, recubierto por el piso y situado en el ángulo SO de
los muros M-6 y M-27 de la Habitación E-32 del Sector 1
de la Zona 7.
- Un niño menor de un año. Se hallaba colocado en el
interior de un rea::ptáculo formado por numerosos fragmentos cerimicoa del fondo de una gran vasija, situad.a en el ángulo SE de los muros M-5 y M-26 de la Habitación E-28 del
Sector 7 de la Zona 7.
[page-n-261]
ENTERRAMlENTOS INFANTILES DE ÉPOCA 111ÉRICA
-Un reci~n nacido o feto a túmino, enterrado junto al
muro medianero M-34 orientado al W, y perteneciente a la
Habitación E-81 del Sector 2 de la Zona 4.
-Un feto a t~rmino o recim nacido y restos del cráneo
de un niño menor de medio año de edad, ambos situados
en el ángulo formado por los muros M -U y M-12 de la HabitaCión E~55 del Sector 6 de la Zona 5. Fue depoaitado en ~
sicióo fetal, encarado al S, ain fosa ni ajuar alguno.
-Un reci~n n acido menor de un mes de vida, se encontraba colocado en postura decúbito supino, bajo el piso de
la Habitación E-77 del Sector 4 de la zona 5.
Las C)Ccavaciones que se Uevan a cabo en el yacimiento
desde 1987 bajo la dirección de M .• Au rora Martín, han
puesto al descubierto un coqjunto urbanístico formado por
varias agrupaciones de vivi endas y calles, todo ello fechado
en el siglo IV. Los enterramientos de laa Habitaciones ~55
y E-77 corresponden a diat.intos momentos cronológicos. 'lbdas las inhumaciones se descubrieron en el interior de recintos dom~ticos, dos de ellos se situaban junto a los mura.. y
los tres restantes en los ángulos de las estanciaa. En el Sector 6 de la Zona 5, junto al ángulo SW del área C)Ccavada,
apareció una fosa circular excavada en el suelo y que contenía los restos de un cordero. Posteriormente a la campana
de 1987, aparecieron tres enterramientos más, todavía in~di
tos (Aoum, LLoum, Lon.z, MARTtN, MAT.uo, Tor..mo, 1989).
Poblado de Sant Andreu (Ulla1trct1 Girona)
-Un nlño de escasos meses de edad, colocado en el inte·
rior d.c una cubeta.
-Un reci~n nacido de pocos días de vida, igualmente
inhumado en eJ interior de una cubeta.
Estos enterramientos se descubrieron en la zona SW del
yacimiento, formando parte de la cu arta ocupación; además
se hallar on otras tres cubctaa con restos de siete ovicápridos,
seis de ellos jóvenes. Thdos los enterramientos aparecieron en
los alrededores del basamento de un hogar ritual, en el interior de un espacio dividido en dos estancias y junto a la mu·
ralla meridional. El hecho d e encontrarse restos de cereales,
tipo cebada, avena y mijo, ademS.s de una urna a mano, en
cuyo interior se recogieron varios restos de placas de bronce,
y además quince guijarros de río en c1 interior de una casa
de planta rectangular, correspondiente a la segunda ocupación, se atribuyó a un acto ritual de tipo fundacional . La cronologfa de catos últ.imos hallazgos se sitúa en tomo a la primera mitad del siglo v, por lo menos. Respecto a los
enterramientos infantiles, se fechan entre la segunda mitad
del siglo IV y principios del m. El hecho que en las estancias
donde se colocaron las inhumaciones, estuvie.sen empedradas
y existiese un basamento de columna troncocónica (ocupa·
clon es quinta y sexta, fechadas en la primera mitad del si·
glo ru), hace creer que fuese cate lugar un área de utiliza·
ción ritual (MAAT!N, 1989).
Pobúado dd 1bró de Can Olivé (Cerdanyola,
Barcelona)
-Un feto inhumado bajo el pilo de la &tancia H -4, en
su ángulo NE.
-Un feto, quiús de siete mese., tambi~ inhumado en
las mismas condiciones y utancia que el anterior.
-Dos fetos inbumados en la Estancia H-7, al norte del
muro medianero, cerca del ángulo NE. Q.uid.a pudieran co·
rresponder, con reservas, a mellizos.
-Un feto inhumado en la Estancia H -8, al norte del
muro medianero, cerca del ángulo NE.
La cronología de todos catos enterramientos, se sitúa entre mediados del siglo JU y finales del u (B.uaw, PASCUAL,
ÜAliALLt, Rovm11, 1961; BAut.llA, CAMPTU..O, Mum, M ousr,
1989).
Poblado de La PeDya del Moro (Sant]ust DesverD, Barcelona)
-Un feto, enterrado bajo el pavimento del Ámbito B·E,
al pie del muro oeste.
-Un feto, inbumado bajo el suelo del Ámbito Y-UE 26.
-Un feto con una edad de gestación entre seis y siete
meses, enterrado bajo el piso del Ámbito L.
-Un feto, probablemente femenino, hallado en el inte·
rior de un hueco recortado en la roca del Ámbito X .
Thmbi~n hay que destacar la numerosa presencia de inhumaciones de ovicápridos bajo los pisos de las viviendas del
yacimiento, 1umando un total de veintidós enterramientos,
desgla..ados de la siguiente manera: once ovejas, seis cabras
y cinco ovicápridos. Estos enterramientos, aunque se hallan
en el interior de los recintos domt!sticos, no se distribuyen
significativamente, únicamente se ha determinado que en JC.
neas generales, se inhuman bajo el piso de la fase más moderna del poblado y se colocan cerca o incluso por debajo de
los muros. Hay que destacar el que los cuerpos de las cabraa
jóvenes poseen el esqueleto, excepto el cráneo y las patas; por
el contrario en laa oveju adultas, los rest os esqueléticos e.tán
representados por la presencia del cráneo y las patas. La cronología de todos los enterramientos se s.itáa en tom o al últi·
mo tercio del siglo v huta la primera mitad del siglo IV
(B...uw, C.u.cPn~..o, MIR6, Mourr, 1989).
Poblado de Darr6 (La Vüanova i )a Geltrú,
Barcdona)
-Una inhumación de feto terminal o neooato, bajo el
hogar, cerca del ángulo NE de la habitación H de la Vivienda 3 y perteneciente a la cuarta ocupación, cuando la estancia adquiere una función domhtica.
-Una inhumación de feto terminal o neonato, bajo el
bogar de la habitación H, durante la quinta fase de ocupa~
ción, cerca del ángulo SE. Esta habitación sigue siendo de
251
[page-n-262]
F. GUSI 1 JENEll
uso dom~ico y queda anexionada a otra estancia de la vi·
vienda 3.
Los excavadores no coruideran estos enterramientos como
sacrificios fundacionales, aunque sean consecuencia de un caro·
bio de compartimentación de la vivienda, puesto que son fe·
tos, y se inclinan por la teoría que dichaa inhumaciones esta·
ban rclacionadaa con prácticas rcligiosaa propiciatoriaa y
tendrían un carácter domtnico y arteaa.nal dom&tico. Crono·
lógicamente se siman entre el primer tercio del siglo u y la pri·
mera mitad del siglo 1 a. E. (Lorn M ul.I.U, Fli!.UO, 1988).
Poblado de Camp Maurf (La Valldan-Berga,
Barcelona)
- Un niño, sin más referencias, inhumado bajo el empe·
drado deJ piso de la Habitación 2, correspondiente al nivel IIU. Se recogió un cráneo fragmentado y un revoltijo de
huesos; como posible ajuar se encontró un diente de lobo con
una perforación central
- Un niño, ain mú referenciu, inhumado por debajo
del enterramiento anterior; ae recogió un cráneo seccionado
longitudinalmente junto con huesos revueltos (Nivel 111).
-Un niño, sin mú referenciaa, perteneciente al ni·
ve1
m.
La cronología aun siendo incierta, parece corresponder alrededor de finales del siglo m-inicios del n (CASmLO, Rro, 1962).
Poblado de La Molet11 del Remei (Alcanu, '111rragona)
-Un feto de ocho meses y una semana.
-Dos fetos de ocho meses y media semana.
- Un recién nacido de dos semanas de vida.
- Un recién nacido de dos semanas de vida.
- Un recién nacido de un mes de edad.
Estas cinco inhumaciones secundarias colectivas, sin
ajuar, se hallaron en una fosa común excavada bajo el piso
de la Vivienda H-1 7 en su ángulo NW, rodeada de piedras,
formando una especie de cista.
- Un recito nacido cuya edad se sitúa entre quince y treinta
días, sin ajuar, inhumado en una cubeta excavada en tierra.
Este enterramiento apareció en la zona denominada ZAP,
en su área exterior (GilAOIA, MuNi u.A, MuCADI\1., CAMPILLO,
1989).
ÁREA ARAGONESA
Pobl~do
del Cutillejo de
bla de Hijar, Terucl)
1~ Roman~
(La Pue-
-Un recito nacido de escasos meses de edad, inhumado
bajo el piso de la vivienda, j unto al muro norte. Los huesos
craneales estaban depositados encima de una capa de yeso.
252
Se ba de destacar que únicamente apareció el cráneo con la
parte occipital .hacia arriba, flanqueado por dos pequeñas la·
jas calizas, hincadas verticalmente. Bajo el parietal se halló
un canto de río, a modo de apoyo. El conjunto funerario se
hallaba encajado dentro de la primera hilada del muro, y
constituye el enterramiento l2H.
-Un niño de unos siete meses de edad del cual tambito
se recogió el cráneo, cuyo occipital se apoyaba sobre una piedra. Esta inhumación apareció en el exterior del recinto, en
una zona enlosada escalonada, y que formaba parte del acce·
so al mismo, estaba depoaitada encima de una gran piedra
caliza, a la cual se le superpuso una gruesa capa de yeso. El
enterramiento estaba recubierto por varias piedras colocadas
en desorden, y se le denomina 10j,50.
-Un niño de un año de edad, el cual conservaba todo
el esqueleto. Esuba situado por debajo de la losa caliza que
aervfa de uiento al anterramiento 10J,50. Poseía un ajuar fu·
nerario simple (una pulaerita de bronce). En la base de la
inhumación se recogieron pequeños carlxmes, la cual fue denominada 10],50.2.
- U n niño con el esqueleto incompleto y sólo una parte
del cráneo, cuya edad no fue determinada. La inhumación
se orientaba al oeste. La base de la misma habfa sido prepa·
rada. Y estaba rodeada por una capa de arcilla roja y en su
alrededor se hallaban colocadaa irrcgularmeiUe cuatro pe·
queñaa piedras que tapaban el hueco. Junto al enterramiento
aparecieron restos de ovicáprido y conejo, y fue denominado 2M.
Estas cuatro inhumaciones aparecieron en una vivienda
de planta rectangular, cuyo piso se encontraba empedrado
mediante losas calizas, y la cronología se fecha en un momento indeterminado entre el siglo w e inicios del t (BI!I;
TllÁN LLOII.IS , 1977).
Poblado de Los c~stellazos (Mediana de Arag6n, Zaragoz11)
-Un niño, sin más precisiones, inhumado en una fosa
que peñoraba un pavimento de yeso, el cual se hallaba en
posición fetal y la cabeza orientada al este, junto al muro oes·
te de la Caaa 2. Cronológicamente se (echa entre rt.nales del
siglo DI y siglo IJ {MINCUltZ1 1988).
Poblado de Piur6 del Buranco Fondo (Mazale6n, Te.ruel)
-Un feto, sin más datos, cubierto por un molino, en el
interior de una vivienda. La cronología según Boseh Gimpera puede situarse en la segunda mitad del siglo v, por el
contrario para Beltrán Ma.rtínex corresponde a nnes del si·
glo IV.
[page-n-263]
ENTERRAMlENTOS lNFANTILES DE tPOCA rBttiCA
Poblado de El Palomar (Oliete, Ttruel)
-Veinte inhumacione. infantiles, sin m6.a detalles, res
partidas en varias viviendas, de la siguiente manera: un a en
la Vivienda l, siete en la Vivienda 3, tres en La Vivienda 4,
cinco en La Vivienda 6, tres en la Vivienda 7, y una en la
Vivienda 11. Todos los enterramientos se encontraron bajo el
piso de ocupación, debajo de escaleras, o en pequeños pozos
en las esquinas de los muros, en espacios enmarcados por lajas; algunos contienen ajuares (cuencos cer6.micos, cuentas
de collar y pequeños animales). Algún autor menciona vein·
titr61 inhumaciones {BAUIAL, 1989). Thmbibl en las vivien·
das aparecieron enterramientos de animales, especialmente
cerdos y ovejas, h asta u n total de diecisiete inhumaciones:
uno en la Vivienda 1, d os en la Vivienda 3, dos en La Vivienda 4, dos en la vivien da 6, uno en el Almacén a3, cuatro en
la Vivienda 7, y cinco en la Vivienda 8. La cronología del
yac.i miento se sitóa desde el siglo m a la primera mitad del
siglo 1 a.E. (VIC~l'I'R, &Q.ODM, Eso.JOllll, 1990; VJcvrn:,
1981; V1cmn, 1982).
Poblado de El larratrato (Alcaiü%1 Teruel)
-Un n.i ño inhumado, sin más referencias, enterrado
dentro de una cubeta excavada en el suelo de la Vivienda 6,
detrú de un ~6calo de piedras, en un ángulo de la estancia.
Cerca del mismo, apareció una pequeña fosa en donde se depositaron los restos de diversos pájaros. La vivienda se fechó
en el siglo JV (P.ws, BAitA\Vru, 1926).
Poblado del Alto Cbac6n (Teruel)
-Una inhumación infantil, sin más referencias, única·
men te apareció el cráneo junto con otros restos óseos. El ya·
cimiento se fecha desde fines del siglo v hasta el siglo t d.E.,
aunque el momento álgido del poblado fueron los aiglos m
y 11 (An.IÁN, VIO&I'ITII, BucE, 1980: 132).
Poblado de San Antonio (Calaceite, Tcruel)
-Dos inhumaciones infantiles, sin mú referencias, una
de ellas ac encontró desordenada en el ángulo oeste de La estancia, dentro de un hoyo excavado en el suelo y por debajo
de una muela de mol.ino. A 1 m. de distancia y a lo largo del
muro norte, ae halló la segunda inhumación, tampoco sin referencias anatómicas. Estos hallazgos aparecieron en el interior de la Habitación 19.
-Una inhumación de un niño, ain mis referencias,
constituida por un cráneo, situado cer ca del ángulo NW del
Departamento ....,, entre la torre y la Habitación •O•; cerca
del enterramiento, en el ángulo opuesto NE del recinto, se
hallaba una muela de molino.
- Una inhumación de un niño, sin más referencias, cu-
yos restos se encontraban esparcidos en el ángulo NE del Departamento 81 (PALLAús, 1965).
ÁREA DEL PAiS VALENCIANO
Poblado dd Puig de la Nau (Benicar16, Ca.tcU6n)
-Un feto o reciál nacido prematuro; los huesos ae hallaron esparcidos por debajo del piao de ocupación de la Habitación 5.
-Un feto o reci~n nacido, hallado en iguales condiciones que el anterior; encontrado en la H abitación 3.
Ambos enten:amientos se pueden fechar como correa·
pondientes al aiglo v.
-Un reci~ nacido o feto a t~rmino, colocado en posición fetal y protegido por pequeñas piedras que rodeaban el
enterramiento, junto a &t e se recogió un hueso de cordero
de un año de edad, todo ello se halló en la Habitación 28.
Fechado en el siglo VI.
-Dos reci~n nacidos, cuyos huesos se hallaron entre·
m~clados; uno de ellos con una edad alrededor de las dos
o trea semanas, y el otro de un mes de vida aproximadamente. Los restos óseos estaban incompletos, y además faltaban
los huesos craneales y aparecieron todos amontonados. depositados j unto a un muro, bajo el piso de ocupación de la H abitación 33. La cronoJogfa se centra en la segunda mitad del
aiglo v (Ou~,., 1989).
Yácimiento del Puig de La Mi1ericordú (ViDarOl, Ca1tcll6n)
-Un feto, cuyos huesos se encontraron esparcidos por
debajo del piso (Nivel U) de la H abitación A. Fechablc dentro del primer tercio del siglo v1
.
-Dos reci~n nacidos cuya edad oscila entre varios meses
y medio año de vida. Los huesos se hallaron revueltos j unto
a la pared de la vivienda, bajo el piso de la aegunda ocupación. Junto a laa inhumaciones se recogieron restos óseos de
una cr(a de conejo. La cronología de los enterramientos se
sitúa en la segunda mitad del siglo v1 (Ouvu, 1989).
Poblado de Sant Josep (La Vall d'Uiz6, CasteU6n)
-Un recibl naddo o feto a t~rmino, inhumado en el interior de u na urna, colocada bajo el piso de ocupación de la
H abitación C-17.
-Una inhumación de edad no determinada, situada
bajo el pavimento y j unto a un muro de la Habitación C-13,
junto a la mial!la, se recogieron algunos restos de un oviáprido joven. Cronológicamente pueden corresponder a un
m omento del siglo v (Ouvu, 1989).
253
[page-n-264]
F. GUSI 1 JENER
Poblado de Les Forques (Borriol, Castellón)
-Una inhumación infantil, sin mayores precisiones, hallada en el interior de una urna globular. El hallazgo procede
de ulla remoción clandestina. La campaña de excavación reaLizada bajo la supervisión del Servicio de Investigaciones Arqueológicas y Prehistóricas de la Diputación de Castellón durante el año 1981, proporcionó una cronología del yacimiento
desde el siglo m hasta inicios del siglo 1 (OLTvllll, 1981; F AJ..O.
MIR, SALVADO!l, 1981).
Poblado de Montmira (VAJ.cora, Castellón)
-Un recién nacido de alrededor de un mes de edad, inhumado en el interior de una estructura constructiva de paredes no rectilíneas y que quizás constituya una estructura
defensiva (torre?). El esqueJeto apareció completo en posición fetal, con las piernas flexionadas y los brazos recogidos
sobre el tórax; el cuerpo se hallaba recostado en su lado derecho -decúbito lateral- y con la cabeza dislocada hacia
atrás, en gran parte desaparecida, mirando hacia el oeste, y
a la ve.z hacia el p equeño hogar subcircular que se encontraba a unos 0'40 m. del enterramiento. El cadáver se había depositado entre la pared rocosa de un afloramiento natural y
unos bloques pétreos, colocados intencionalmente en el lado
opue.s to del aflo¡-amiento, con el fin d e delimitar el cuerpo.
No se recogió ajuar funerario alguno, ni tampoco material
arqueológico en todo el nivel del hallazgo. Por el contrario
la cerámica aparecida en el nivel superior, correspondiente
a la base de un muro posterior adosado a la citada estructura,
se fecha hacia finales del ~iglo m y comienzos del 11. El hallazgo inédito procede de la campaña de excavaciones realizadas en el verano de 1990, dirigida por D. Eladio G¡;angel, a
qwén agradecemos la información facilitada.
Yacimiento de La Escudilla (Zucaina, Castellón)
-Dos lactantes y un feto, inhumados en la urna 1; en
su interior también se recogieron restos óseos de un bóvido
y un ovicáprido lechal y un vasito cerámico.
-Cuatro neonatos y un feto, inhumados en la urna 2;
én el interior se recogió un hueso de animal indeterminado.
-Un neonato y dos fetos, inhumados en la urna 2bis;
en el interiór se recogieron huesos de un ovicáprido lechal
y de crías de ratón de campo, ádem ás de un puñado de granos de cereal sin determinar.
- Tres lactantes, inhumados en la urna 3; en su interior
aparecieron huesos de ovicáprido, cerdo/jabalí y cría de ratón de campo.
-Un neonato, inhumado en la urna 3bis; sin ajuar
alguno.
-Un lactante, inhumado en la urna 4; en su interior se
recogieron h~:~esos de un ovicáprido lechal.
254
-Un lactante, inhumado en la urna 5; en su interior se
hallaron huesos de cría de ratón de campo y musaraña, además de una pieza troncocónica de arcilla.
-Un lactante, inhumado en la urna 6; en su interior se
recogieron restos óseos de conejo, ovicáprido lechal y de cría
de r atón de campo.
-Un neonato, inhumado en la urna 7; en su interior se
encontraron restos de ovicáprido lechal.
-Dos lactantes y un feto, inhumados en la urna 8; sin
ajuar.
En el Recinto H-1, la$ uma:s aparecidas bajo el pavimento y empotradas en u n agujero excavado en el sustrato, natu.r:al, se dividíah en dos subgrupos, en los cuales la primera
agrupación se situaba en el ángulo SE del recinto, y constituida por cinco urnas con quince inhumaciones infantiles
(urnas 1, 2 bis, 3, 3 bis); la segunda agrupación se situaba
a lo largo del muro N y la formaban otras cinco urnas con
siete inhumaciones (urnas 4, 5, 6, 7, 8), dentro de esta concentración, §e distinguió una subagrupación, situada entre el
muro N y el hogar central (urnas 4 y 7).
-'U-es neonatos, inhumados en la urna 9; en su i.n terior
se recogieron unos fragmentos indeterminables de bronce y
una cuenta de pasta vítrea.
Esta es la única urna aparecida en el interior del Recinto H"2, junto al umbral de la entrada, cerca de un pequeño
bloque de piedra caído de 0'40 m. de alto.
-Dos neonatos, inhumados en 1a urna 10; sin aju ar.
-Un neonato, inh1.JIJlado en la urna 1,1; sin ajuar.
En el exterior del umbral del Recinto H -3, se hallaron
estas dos urnas descritas. La cronología de estos recintos, la
situamos dentro de la pr imera mitad del siglo v (Gus1, 1971
y 1989a, b).
Poblado de Los Cabañiles (Zucaina, Castellón)
-Dos neonatos, inhumados en la urna 1; sin ajuar.
-Un _
neonato, inhumado en la urna 2; sin ajuar.
- Un neonato, inhumado en la urna 3; sin ajuar.
-Un neonato, inhumado en la urna 4; sin ajuar.
- Un neonato, inhumado en la urna 5; se recogió en su
interior una valva de un pequeño molusco competidor de la
os·tra.
En eJ Departamento H -A aparecieron cinco urnas con
se'is inhumaciones, formando dos agrupaciones. La primera
situada a todo lo largo del muro meridional, formada por
cuatro urnas (1, 2, 3, 4) con cinco inhumaciones, y dividida
en dos subagrupaciones, la primera en el ángulo SE, con d os
urnas (1, 2) y la segunda con otras dos umas (3, 4) en el ángulo SO. La segunda agrupacíón la formaba una única urna
(5) con una inhumación y se situaba cerca del muro septentrional del recinto.
La cronología de todos estos enterramientos es la misma
atribuida al yacimiento de La Escudilla, primera mitad del
siglo v (Gus1, 1971 y 1989 a, b).
Utilizamos el tér mino neonato como un r ecié.n nacido
[page-n-265]
ENTERRAMIENTOS lNPANTILES DE tPOCA IBéRICA
basta un mes de edad, y lactante como un niño mayor de
un mes y menor de medio año.
Poblado del Ca1tellet de Bemabl (Llfria, Valencia)
-Un reci~n nacido de algunos meaea de edad, depositado en una urna rota con escasos restos óseos muy removidos¡
ajuar compuesto de una pequeña pulsera de bronce.
-Un recim nacido, completo, depositado en una urna
colocada en un lowlus; cerca del enterramiento se hallaron
los reatos de un bogar y una balsa en cuyo interior apareció
una piedra utmuda como yunque. En el recinto se reali:taron actividades metalúrgicas.
Estos enterramientos aparecieron en el Depa.r ta.mento 1,
formado por tres estancias, el primero de ellos, cerca del
muro meridional y su ángulo SE, y el segundo bajo un banco
corrido adosado al muro meridional citado.
-Un lactante de sexo masculino, cuya edad oscila entre
los 5 y Los 7 meses de vida, inhumado en el interior de una
urna; contenía u.n ajuar funerario compuesto por un aro de
bronce (encima de la clavícula derecha), una tobillera de hierro (pie derecho), una pulsera de material perecedero, en la
cual babfa una concha de caracol marino, una campanita de
bronce y una herramienta tambitn en bronce de miniatura
y representando una alcotana (muñeca derecha), as( como un
objeto de broooe y madera indeterminable (b11mero izquierdo). Por encima del esqueleto y quizás proveniente de un
plato-t.a pade.r a, se recogieron restos carbonizados de huesos
de erra de ratón, cáscara de huevo, escamas de pescado y un
hueso de ratón bajo el omoplato izquierdo, y tambi~n de una
musaraña.
- Un recién nacido incompleto (un ilión, una costilla y
un hueso largo fragmentado), inhumado en el interior de una
vasija de cocina recortada en su base, y situada en la esquina
norte, colocada sobre un bloque calizo y en clara relación de
dependencia con la anterior inhumación.
Estos enterramientos aparecieron en el Departamento 3,
en el ángulo norte j unto a la muralla y la pared este, y cubiertos por dos bloques de piedra caliza que sobresalían del
piso de ocupación y que formaban un espacio delimitado por
el muro este de la casa y por tres parament03 formados por
bloques irregulares caliz03. El hallazgo se fecha en Ja primera
mitad del siglo IV.
-Cuatro inhumaciones infantiles, sin más datos.
Estos enterramientos aparecieron en el Departamento 6,
Bajo unas escalera., en el ángulo norte y bajo el empedrado,
cerca del muro oeste, dentro de una fosa rectangular con las
paredes enlucidas¡ una de las inhumaciones estaba constituída por una urna asentada por encima de la fosa, y correspondía a un nivel posterior de ocupación del recinto, en donde
se realizaron actividades de tipo metalúrgico.
- Un reci~n na.cido de uno o dos d(as de edad, inhumado en una urna con plato-tapadera; el esqueleto completo,
estaba en p03ición decúbito lateral izquierdo y con el cráneo
aplastado; en el interior apareció un ajuar compuesto por
una piedra pequeña y un incisivo de ovicáprido y un fragmento de h11mero de conejo. La uma ocupaba una oquedad
de la roca basal y estaba sellada mediante un adobe q ue sobresalía del piso de ocupación.
Esta inhumación se halló en el interior del Departamento 7, en el ángulo none, fechada en la primera mitad del siglo IV. Se recogieron tres molinos y restos de trigo y cebada. Hemos de señalar que en el momento de redactar nuestro
trabajo, ónicamente se han publicado cinco inhumaciones de
un total de m's de 10 enterramientos aparecid03 basta el momento en el yacimiento, seg1lo sus excavadores (GutlltN,
M ART1Nilz V ALLII, 1987-1988: 231-265; CuútN, CALVO, GRAu,
GuiLLtH, 1989).
Poblado de La Seña ( Villar del .Arzobispo, Vá lcncia.)
-Un nconato menor de dos mea:es de edad; sin ajuar
funerario. Aparecido en el Recinto 3, en el interior de una
urna situada en el ángulo sur de la habitación junto a la
puerta de entrada..
- Dos reci~n nacidos de uno o dos días de edad; se recogió un molar de conejo. Se recogió en el Recinto 4, en el interior de una urna adosada a la muralla y junto al muro divisorio del recinto y bajo el piso de ocupación. Fechado a inicios
del siglo IV (GutaJN, MARTfNU VAU.B, 1987-1988).
Poblado del Puntal de16 Llop1 (Olocau, Vá lcncia)
-Un reci~o nacido de unos quince días de edad, sus restos no tenían conexión anatómi ca, inhumado bajo el piso de
la Vivienda H-1. Cronología sin detallar, ya que \inicamcnte
se cita la fecha de ocupación del yacimiento, siglos v al u
(Go#.RIN, MART1Nr.z V ALI.M, 1987-1988).
Poblado de Los Vi11ares (Caudcte de las Fuente•, Valencia)
-Un feto a t~rm ino o neooato, inhumado en una urna
colocada bajo un banco corrido, en el ángulo este de la estancia H lb-83. La cronología se situa en la segunda mitad del
siglo v y finales del rv.
-Un recién nacido, sin más referencias, hallado en malas condiciones en el poblado (GutarN, M..Jn1h'l!Z V.u.u,
1987-1988).
Poblado de La Serreta (Alcoy, Alicante)
-Dos cráneos infantiles de con a edad, sin más referencias, hallados en loa ángulos del interior de dos habitaciones
255
[page-n-266]
F. CUSI 1 JBNER
y por debajo del piso; sin ajuar. La cronología quizás se pueda situar a lo largo d~ siglo 1 (TARRAD!LL, 1965: 175).
ÁREA ANDALUZA
Necr6poli.a de 'Ibtugi (Galera, Granada)
Poblado de La Alcudia (Elche, Alicante)
En el interior de divenas viviendas, aparecieron ocho
urnas, en cuyo interior se constató la presencia de inhumaciones infantiles. Una de las urnas se hall6 junto a un ara
de piedra con hornacina superior y flanqueada por dos ánforas. Sin más referencias (R.-.Mos, 1989).
ÁREA MURCIANA
Necr6polis de El Cigarralejo
-Un lactante menor de cinco meses, inhumado en
urna. Enterramiento 1.!162. Fechable en el siglo 1v.
-Un lactante cuya edad se sitúa entre Jos cinco y siete
meses, inhumado en urna y con ajuar funerario (anillo cobre,
cuenta pasta). Enterramiento 1.!201. Cronología, segunda
mitad del siglo v.
-Un recién nacido de pocos días, inhumado en urna;
ajuar funerario (cuentas coUar, colgante pasta, anillos). Enterramiento 1.!104. Fechable a fines del siglo v y primera mitad deltv.
-Un lactante, ain más datos, inhumado en urna; sin
.Yuar. Enterramiento T-17?. Cronología., sin especificar (¿siglos m-u?) (ClJA.OB.AOO, 1987: 323, 328, 334, 374; SANTONJA,
1985-1986: 29-30).
Pobhdo de Coimbra del Barranco .Ancho aumüla, Murcia)
-Cuatro niños de corta edad, inhumados en el interior
de una zanja paralela al muro este, bajo las losas de la escalera de la entrada, y depositados desordenadamente en posición fetal y sin ajuar alguno.
-Un niño de corta edad, orientado al oeste, inhumado
en una fosa excavada cerca del ángulo sudeste. Sin más referencias.
-Un niño, ain más referenciaa, inhumado en posición
fetal dentro de una pequeña fosa y orientado al este¡ sin
ajuar.
-Un niño, ain más Teferen cias, inhumado cerca del ángulo sudoeste, al lado de una muela de molino y orientado
al este.
Todos estos enterramientos aparecieron en el interior de
una de las viviendas, en el estrato 11, fechado. a fi.nes del siglo IV e inicios del ru (Ln.w , 1981).
- Un niño de varios meses de edad. sin más referencias, inhumado bajo una estancia, al pie del t<ímulo funerario 88.
- Un niño de corta edad, sin más referencias, inhumado en el interior de una vasija cilíndrica cortada, y decorada
con semicfrculos pintados. Esta inhumación apareció cerca
de una vivienda romana, la cual a su vez tenía un e.n terramiento bajo el 'Piso.
-Un niño de poca edad, sin más referencias, inhumado
en el interior de una urna globular, partida en dos, y con
plato-tapadera¡ apareció en la ladera este de la cañada de
los Metros (CAIIU, nr; MOTOs, 1918: 44, 45, 54, 55, 62).
OTROS ENTERRAMIENTOS
Como complemento a la recopilación de los yacimientos ibéricos, hemos recopilado una lista muy breve y forzosaroente incompleta de otros yacimientos de
distintas épocas, Bronce y etapa romana, así como del
periodo colonizador, e incluso de la cultura talay6tica
mallorquina, como una simple referencia de estas
prácticas funerarias infantiles en la región mediterránea de nuestro país durante la Antigüedad a lo largo
de más de un milenio.
Enterramientos infantiles dentro del área de la
posterior Cultura Ibérica, pertenecientes al periodo del
Bronce tmal.
ÁREA CATALANA
Poblado de La Pedrera (VallfogoDa de
Balaguer-TermeDB, Lleida)
-Cuatro inhumaciones en distintos estratos del yacimiento, fechados desde el 1200/UOO hasta el siglo vn (G ....
L LAlrr, }UNYI!NT,
1989).
Poblado del To11al de Les TeDalles (SidamoD,
Lleida)
-Una inhumación de recién oacido, fechable en tomo
al siglo vm (GARCás, MARI, Soa.IUIII!S).
Poblado de Carretelá (Lleida)
-Doa inhumaciones, una de recién nacido y otra de uo
256
[page-n-267]
ENTERRAMIENTOS INl'ANTJLES DE ÉPOCA IBÉRICA
año de edad, fec:hablea por C-14 entre 1090 y 1070 B.C.
(MAYA, 1986: 45).
Cova de Son Boronat (Calvii, Mallorca)
-Nueve inhumacione1 infantiles. Cronología, siglos
al o (Gunano, 1979).
IV
ÁREA DEL PAÍS VALENCIANO
Poblado de La Peña de la Dueña (Teresa, Castell6n)
Cova de Soo Maim6 (Petra, M.allorca)
-Una inhumación de niño, sin m.ás detalles. Fec:hable
presumiblemente en el Bronce tardío, quids entre los siglos xn y x (Ar..cAoi!R, 1945).
( AMORÓS,
- Posibles enterramientos infantiles, sin más referenci as
1974: 1
Cova Monja (SenceUe1, Mallorca)
ÁREA ARAGONESA
- Posibles enterramientos infantiles, sin más referencias
(Gtll!ltlll!RO, 1989).
Poblado de Los .tbafra.Dalu (Fraga, Hueaca)
-Una inhumación infantil, sin más referencias, enterrada en un boyo revestido parcialmente de piedras. La cronología se ait6a en un momento del Bronce final, sin más datos (MAYA, 1986: 45).
Dentro del área de influencia del mundo feniciopúnico, poseemos por el momento conocimiento de varios núcleos de enterramientos infantiles en la zona de
las Baleares (Cultura Talay6tica) y en la zona andaluza.
Necc6polis del Paig des Molins (Eivis•a)
-'D-es inhumaciones infantiles de 5/6 meses, 2/3 años y
5 años. Cronologra, siglos rv·m.
- Un niño, sin más referencias, con ajuar {Cilentas de
coUar), encontrado en el hipogeo 52.
- Dos niños inhumados en el interior de ánforas, sin
más referencias.
- Diversas inhumaciones infantiles dentro de ánforas,
sin más referencias (RoMÁN, 1924: 22; RoWÁH, 1927: 5; Gó.
M U, Gó&oti!Z, 1989).
ÁREA BALEAR
Necr6polia de Ca's Sant.amarier (Son Oma, Palma de M.allorca)
- I nhumaciones de niños de corta edad, aunque no apa·
rccicron recién nacidos, sin ajuares excepto en un sólo caso;
se hallaron enterrados en el interior de urnas cerámicas, de
arenisca y en cistas. C ronología, Talayótico final, primera
mitad del siglo n a mediados del siglo 1 (Ross!LL6, GOEllRJP..
.O, 1983).
Cala d'Hort (Eivi11a)
- Posibles enterramjentos infantiles, sin más referencias
(RoMÁN, 1918: 5).
Necr6polis de Ca n'Unul (Sant]o1ep, Eivissa)
- Una inhumación infantil en ánfora y con ajuar fune·
rario, sin más referencias ( Ro M.(.N, 1918: 5).
Necr6poli1 de Marina Gran (Se1 Saline1, Mallorca)
Necr6poli1 de Ca Na Joodala (Sant Josep,
Eivissa)
- Divena.s inhumaciones infantiles de neonatos y niños
de muy corta edad, enterrados en urnas de arenisca (RO$szu..ó, 1963).
- Diversos enterramientos infantiles en el interior de
ánforas y urnas, con ajuares funerarios, sin más referencias
(Row.
Santuario de Alm.alluti
(Esco~.a,
M.allorca)
-Una mandíbula infantil hallada en el interior de un
vaso y junto con dos inb.umacionea de adultos jóvenes
(PnwÁND.az-MJ:RANDA, ENSENAT, ENs!RAT, 1971: 13-14).
ÁREA ANDALUZA
Necrópoli1 de Baria (Villaricos, Almerfa)
- Once inhumaciones infantiles enterradas en fosas cu-
257
[page-n-268]
P. GUSJ J JENER.
biertu por media ánfora (n."" 226, 239, 314-, 316, 318, 338,
538, 5t2, 576, 612, 1108).
-Dieciocho inhumaciones infantiles en el inter ior de ánforu, sin más referencias (n. 00 8, 17, 19, 320, 323, 3+7, 365,
386, 401, 518, 883, 987, 996, 1016, 1028, 1063, 1106, 1698).
Algunas pose.e n ajuar funerario (SmE'r, 1908: 29; Asl:Ruo,
1951: 52-54).
ÁREA ARAGONESA
Colonia Victrix Iulia Lepida/Celsa (Velilla de
Ebro, Zaragoza)
-'D::einta y seis inhumaciones infantiles halladas en. el
interior de varias vivi.endaB, bien referenciadas. Cronologfa,
ÍlDeS del siglo 1 (M INOUIIZ, 1988).
En cuanto al área de influencia griega, única.m ente conocemos un sólo yacimiento claramente determinable.
Villa romana(?) (Torres de Albarracin, Terael)
ÁREA CATALANA
-Varias inhumaciones infantiles, sin más referencias,
fechadas en el siglo u d.E. (MtNc;ou, 1988).
Necrópolis de Empúries (L'Escala, Girona)
Zona Inhumación Muralla NE:
-Das enterramientos infantiles. Cronolog(a fines del siglo vr y siglo I V (n. 01 1, 2). Sin más referenciu.
Zona Inhumación Martí:
- Cuarenta y dos enterramientos infantiles, sin más referenciu. Cronología, siglo IV (n.01 9, 12, 13, 15, 18, 22, 23,
29, 35, 59, 56, 57, 66, 69-69bis, 74, 75, 77, 85, 88, 89, 93,
96, 100, 104, 106, 112, 113, 115, 116, 117, 118, 123, 124, 125,
130, 131, 134, 135, 136, 137, 138).
Zona Inhumación Bonjoan:
-Cinco enterramientos infantiles, sin más referencias
(n. 00 49, 68, 73, 7t, 80).
Zona Inhumación Granada:
-'fres enten:amientos infantiles, sin más rcferenc.ia4
(n."" 11, 13, 14-).
L as inhumaciones por lo general se entierran en fosas
o en ánforas, algunas con ajuares funerarios (A LMAGRO,
1953-1955: 47-113, 189-213, 242-245 (J); 398-399 (IJ)).
En lo q ue respecta al perfodo r omano, son escaso s
todavía los datos referidos a inhumacion es infantiles.
Hasta el momento se han registrado halJazgos en cuatro áreas.
ÁREA CATALANA
Edificio Imperial de Magdalena
- D iez inhumaciones infantiles, bien referenciadas.
Cronología, primera mitad del siglo t d.E. a mitad del siglo n d.E. (LoRIINCto, PuJO, Juul., 1987¡ VIVes, 1987).
ÁREA DEL PAÍS VALENCIANO
Edificios «Horreum» y «Occidental» de Dia niam (Dénia, Alicante)
-Seis inhumaciones infantiles con edades comprendidas desde 6/7 meses de gestación, fetos a término, hasta un
niño de 5/6 años. :Bien referenciado. Cronología, primera
mitad d el siglo r d.E. al primer tercio del siglo u d.E. (Gts.
aER.T, SeNTf, 1989).
ÁREA ANDALUZA
Necrópolis de Gades (Cádiz)
-Veintidós inhumacion.es infantiles de niños cuyas edades oscilan de los 2 a los 7 años. Todas tenían el cráneo fra.cturado. Cronología, mediados del siglo r d.E. (CoRzo,
1989).
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J osé Vicente
M ARTÍNBZ P ERONA •
,
EL SANTUARIO IBERICO DE LA CUEVA MERINEL
(BUGARRA). EN TORNO A LA FUNCIÓN
DEL VASO CALICIFORME
A Entit¡u¿ P/4 y a Domingo Flltchtr
SITUACIÓN Y DESCRIPCIÓN
La Cueva Mcrinel, según la nombran los vecinos
de Pedralba, o Miriguel, según la versión de los de Bugarra, se encuentra situada precisamente dentro del
término municipal de esta segunda población valenciana, en una bifu rcación de la derecha del barranco de
las Hoces en el macizo calcáreo del Jurásico denominado Loma Larga, escasamente a un kilómetro del río
Turia, en su margen derecha, a 300 metros de altitud.
Longitud: 2° 55' 22", latidud: 39° 35' 47" (lNSTITtJ·
ro, 1951).
Se trata de una gran cavidad a la que se p uede acceder por tres bocas a pie llano que forman un pequeño
circo que mira hacia el Nordeste. La de la derecha,
protegida del Norte por un abrico rocoso, da paso a
una sala de trazado tortuoso, bastante amplia, que desciende rápidamente hacia una pequeña salita de techo
baj o sin continuidad. Se halla comunicada, en su lado
izquierdo, con la sala que podemos llamar principal,
pO.f ser la de d imensiones más grandes, mediante una
oquedad que queda a gran desnivel por encima. La
boca siguiente, que ocupa una posición central con res•
Opto. de Historia Antigua, Unive111itat de
Val~ncia.
pecto a las otras dos, y a un nivel mucho más elevado
que la anterior, tiene forma cuadrangular y parece hecha o acondicionada por mano humana. Da acceso a
u n pequeño vestíbulo, separado de la gran sala por un
conjunto laberíntico de gruesas estalactitas. Finalmente, la tercera, muy próxima a la anterior, presenta un
aspecto triangular, con un gran bloque calizo delante
de ella que, aunq ue dificulta la entrada di recta a la
gran sala, no la impide.
Los tres accesos a la cueva descritos se encuentran
en una ladera de fuenes pendientes, sobre el cauce del
barranco que allí es muy angosto. A nivel de la boca
de la derecha, hay un rellano artificial, posible plataforma de una antigua carbonera, protegido por un
muro de contención de piedra en seco.
La sala principal, a la que se entra, como hemos
dicho, por las dos pu ertas de la izquierda, es de grandes proporciones y de aspecto majestuoso, con ligera
caída hacia la derecha, acen tuándose la pendiente conforme nos acercamos al boquete que la comunica con
la cavidad accesible por la boca de la derech a. El techo,
ennegrecido, está situado a gran altura, sobre todo en
el cen tro de la sala, tachonado de má.ltiples estalactitas.
Abundan en ella las formaciones cársticas que le d an
un impresionante aspecto, destacando varias grandes
261
[page-n-272]
3
<
1
Smts.
·~
C.
MERINEL-su~rr~
:·:-:-:-: S~ntu~rio 1beri~o
262
Fig. 1
[page-n-273]
SANTUARIO IBÉRICO DE LA CUEVA MERINEL
columnas que se levantan en el centro y hacia el interior. Una barrera calcárea dlvjde la sala en dos partes
bien diferenciadas. La primera, la correspondiente a la
entrada, con suelo de tierras pulverulentas oscuras que
denotan una gran potencia de sedimentos. La segunda,
hacia el interior, forma una complicada estructura por
la presencia de estalactitas y estalagmitas que constituyen verdaderos muros de separación que delimitan dos
salitas cuyas paredes y techos, estos bajos, se hallan decorados con coladas y formaciones grumosas calcáreas.
Justo en este lugar es donde se encuentran los sedimentos contenedores de los materiales arqueológicos calificados como ofrendas y exvotos. Esta zona, aunque con
exclusividad, se mantiene activa en cuanto a las formaciones cársticas, produciéndose un constante goteo del
techo y paredes, los cuales aparecen menos ahumados
que los de la sala principal (fig. J).
Hacia la izquierda y el fondo, el n ivel del suelo
desciende contra la pared, encontrándose allf una gatera que conduce a otra sala inferior de muy dificil acceso y sin resto arqueológico alguno (fig. 2; lám. 1, 1 y
2). (Para más información al respecto véase V AIUOs
AU'TQrw, 1982: 193-191; DoNAT, 1967: 40).
Los asentamientos ibéricos e iberorromanos que
pudieron caer dentro del radio de acción de la cueva
Merinel como santurario son varios. Entre los primeros, el más cercano e importante, es el de «La Loma
de la Tia Soldá.., próximo al que se encuentra el de la
..Balsa de Torralba.. y un poco más alejados los del
«Castillejo•, ..La Torzuela., todos en el término de Bugarra; el •Pico de los Serranos• y el •Corral de Ajau.»,
en el de C buJilla; ·El Remolino• y el ..cerro Partido,
en término de Pcdralba (MArriNu, 1975: 180-181), a
los que cabría añadir el del «Alto de la Presa Vieja»,
«Cerro del C uervo• y ..casa de la Andenia», situados
en la margen derecha del río Turia, dentro del término
municipal de Gestalgar (APARICIO I!T Al.ll, 1979:
246-259). De los segundos tenemos «El Hortct, y el
aCerrito Royo.., en Pedralba, y los de «El Quemado,.,
..Villaricos•, •La M ezqu_ita.. y el •Yesar de Masero», en
Bugarra, este a muy poca distancia de la Cueva M erinel (MARTINEZ, 1975: 182-186). No obstante, resulta
completamente imposible el dilucidar si la cueva fue
frecuentada por los habitantes de uno de estos poblados o por los de todos, e incluso por los asentados en
lugares más lejanos, del Camp de Tária y de Los Serranos.
INTERVENCIONES
ARQUEOLÓGICAS
La primera actuación en la Cueva Merinel que
iba a poner de manifiesto su carácter de yacimiento arqueológico y más concretamente de cueva-santuario,
fue protagonizada por una serie de miembros del Cen-
tro Excursionista de Valencia, el 28 de julio de 1953
(VARIOS AUTOJUS, 1982: 194), entre los que figuraba
Rafael Cebrián Gimeno y como gufa el vecino de Pedralba, Vicente Andrés Muedra que nos han informado verbalmente de aquella actuación, comentándonos
que en una salita situada al fondo de la principal, a
muy poca profundidad y entre tierras oscuras repletas
de carbones, cenizas y huesos de animales, extrajeron
entre quince y veinte vasitos grises y negros. Dos de
estos quedaron en propiedad de Vicente Andrés (fig.
2, 3 y 4), y el resto en poder de los otros miembros de
la expedición sin que hayamos podido localizar ninguno de ellos, salvo dos que se encuentran en el Museo
Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias, «González
Martf,. de Valencia (fig. 2, 1 y 2) que debieron ser donados por alguno de aquellos y que nosotros mismos
pudimos ver años atrás, cuando enaban expuestos en
una vitrina. En el interior de uno de ellos, una nota
decía: •Cueva Merinel. Pedralba•.
Posteriormente, la cueva es catalogada como sagrada de época ibérica, aunque con el nombre incorrecto de Meriñel, como aparece en el catálogo de Donat {DoNAT, 1967: 4-0), indicándose el hallazgo de
cerámicas ibéricas de pasta gris y forma caliciforme
(Gu.·MASOAREI.I.1 1975: 305).
Por entonces, era publicada nuestra Carta A~
qucol6gica de Pedralba y Bugarra y en ella incluíamos
la mencionada cueva, señalando la presencia de materiales del Bronce Valenciano y los ya mentados vasitos
caliciformes (MAATfmz, 1975: 177 y 181-182).
Sucesivamente, en 1981 y 1982, el Departamemo
de Historia Antigua de la Facultad de Geografia e Historia de la Uruversidad de Valencia, realizó sendas
prospecciones que, en relación con el santuario ibérico,
consistieron en localizar el lugar exacto donde se había
producido el hallazgo, encontrándonos con gran parte
de la sedimentación removida de la que se recogieron
algunos fragmentos pertenecientes a caliciformes de
pasta negra. Se tropezó con un pequeño espacio delimitado por formaciones cársticas que no presentaba remociones recientes, procediéndose a su excavación que
permitió localizar algunos vasos caliciformes (fig. 2, 5,
6, 7, 8, 9, 10 y ll) y un cuenco y parte de una tapadera,
ibéricos (fig. 3, 12 y 15) que, aunque fragmentados e
incompletos, se pudieron reconstruir en su mayor parte. Este material se encontraba entre tierras negruzcas
con carbones, coprolitos de ovicápridos y restos óseos,
en su inmensa mayoría, mandíbulas de cabras de corta
edad y algún lechón. Las cerámicas aparecían en un
completo desorden, de lado y boca abajo. Todo, en algunas partes, fuertemente concrecionado por la actividad cárstica del lugar, en muchas ocasiones por encima
de los restos arqueológicos. Thmbién se recogieron algunos fragmentos de cerámica a mano pertenecientes
a un cuenco pequeño y una cuenta de collar discoidal
( ArAAICIO liT ALll1 1983: 375-378).
263
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J.V. MARTÍNEZ PERONA
illllllt=::il•lt:= illllllt= ::il•t:::::J•.t=::ietnts.
9
Fig. 2
264
[page-n-275]
SANTUARIO rBÉ.RICO DE LA CUEVA MER.INEL
Finalmente, tras obtener el corresp ondiente permiso de salvamento y con el objeto de evitar q ue actuaciones clandestinas terminasen con los restos arqueol6gocos todavía existentes y estud iar posibles zonas sin
tocar, llevamos a cabo una intervención que nos ha
permitido recuperar muchos materiales y, especialmente, aclarar ciertos aspectos en cuanto a la formación del
depósito sagrado de la cueva Merinel. En efecto, nuestros trabajos se centraron en la limpieza de Jos sedimentos removidos y la recogida de los materiales que
contenfan, consistentes en su mayorfa en fragmentos
de caliciformes de pastas reductoras, algunos fragmentos de otr1>s vasos ibéricos y unos pocos de cerámica a
mano, asr como abundantes restos de fauna, etc. Además, se localizó una peq ueña superficie inalterada a1
estar sellada por capas calcáreaa y estalagmitas, formadas sobre el depósito de materiales arqueológicos del
santuario y que, en origen debieron cubrirlo por entero. Inmediatamente debajo, aparecían vetas negruzcas
conteniendo carbones, pero, sobre todo, coprolitos de
ovidpridos; a continuación los sedimentos con los
fragmentos de caliciformes y los restos de fauna., en su
mayoría mandrbulas de especímenes jóvenes de cabra
y cerdo; y finalmente, tierras más rojizas sin materiales.
INVENTARIO Y DESCRIPCIÓN
DE LOS MATERIALES
Una vez relatadas las actuaciones arqueológicas,
de l'.ndole divena, pasamos a dar relación de los materiales estudiados, señalando previamente que, los restos faunísticos aparecen inventariados, descritos y estudiados en trabajo adjun to a cargo de Francisco Blay.
En lo referente a las cerámicas a torno, tanto en los caliciformes como en e] r esto de los vasos, en sus pastas
se aprecia un desgrasante muy fino brillante de natur aleza no conocida, mientras que tambi~n , las superficies
externas de dichas cerámicas han sido cuidadosamente
espatuladas, apareciendo las mismas facetadas, con
surcos rmos a1 arrastrar partículas duras con la espátula, y bandas irregulares abrillantadas. Las medidas se
expresan en centímetros.
A) CERÁMICAS MODELADAS CON
TORNO
l. Vaso caliciforme de pasta negra. Cuello acampanado
y panza poco desarrollada. Pie anular bajo. Umbo externo
central. Doa agujeritos cercanos al borde. Diámetro boca:
8 '3, de la panza: 7, del pie: 4. Altura: 5'3. Se conserva en
el Muaeo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias, .-González Mai'tÍJo de Valencia. N° inventario general 3.l53. (Fig. 2;
Lám. I, 3).
2. Vaso caliciforme de pasta negra. Cuello corto y panza
muy de.aarroUada y alta. Pie anular bajo. Umbo i.nte.r no central. Diámetro boca: 9'6, de la panza: 8'9, del pie: 3'9. Altura: 6'3. Se conseNa en el Mweo Nacional de Cerámica y
Artes Suntuarias, ..Conzález Martí• de Valencia. N° inventario general: 3.156. (Fig. 2; Lám, I, 4).
3. Vaso caliciforme de pasta gris oscura. Cuello recto
con borde ligeramente acampanado. Pie anular delgado.
Umbo central interior. Diámetro boca: 8'7, de la panza: 8,
del pie: 4'3. Altura: 6. En posesión de don Vicente Andrés
Muedra de Pedralba. (Fig. 2; Lám. Il, J).
4. Vaso caliciforme de pasta negra. Cuello recto con borde con ala pequeña. Pie anular grande aristado. Umbo interior central poco marcado. Diámetro boca: 8'7, de la panza:
7'4, del pie anular: 4'9. Altura: 5'8. En posesión de don Vicente Andrés Muedra de Pedralba. (Fig. 2¡ Lám. II, 2).
5. Vaso caliciforme de pasta gris-negra. Reconstruido
parcialmente con cinco fragmentos. Cuello acampanado y
pan:ta b~a aquillada. Pie anular pequeño. Umbo central interior. Diámetro boca: 10'5, de la panza: 9'2, del pie: 4. Altura: 6' 7. (Fig. 2; Lám. n, 3).
6. Vaso caliciforme de pasta gris. Reconstruido parcialmente con doce fragmentos. Cuello corto y panza alta muy
desarrollada. Pie anular grande muy deteriorado. Umbo central interior. Diámetro boca: 9'1, de la panza: 9'1, del p ie:
••5. AJtura: 6'9. (Fig. 2; Lám. Il, 4).
7. Vaso caliciforme de puta negra. Reconstruido parcialmente con diez fragmentos. C uello y panza proporcionados con fuene aquillamiento. Pie anular muy pequeño. Diámetro boca: 8, de la panza: 7'5, del pie: 3'3. Altura: 5'3.
(Fig. 2; Um. m, 1).
8. Vaso caliciforme de pasta negra. Recorutruido parcialmente con catorce fragmentos. Cuello acampanado y
pan:~;a aquillada. Pie anular con aristas. Umbo cen~ral exterior. Diámetro boca: 8'3, de la panza: 7'4, del pie: 3'7. Altura: 6'4. (Fig. 2; Lám. m, 2).
9. Vaso caliciforme de past.a negra. Muy incompleto, le
falta la base y se ha reconstruido con seis fragmentos. Cudlo
cóncavo con borde hacia afuera; panza desarrollada. Diámetro boca: 8'5, de la panza: 8' 3. Altura de lo conservado: 6.
(Fig. 2; Lám. m, 3).
JO. Vasito en forma de tulipa de pasta gris y superficies
negras. Borde hacia afuera. Muy incompleto. Reconstruido con
siete fragmentos. Pie de anillo ancho. Di~metro boca: 6'5, de
la pan:~;a: 6' 7, del pie: 5. Altura: 6'5. (Fig. 2; Lám. III, 4).
11. Vaso caliciforme de pasta anaranjada veteada en gris.
Muy incompleto se ha reconstruido con nueve fragmentos,
conservándose otros once que no enclijan con lo montado.
Superficies del mismo color que la pasta. Cuello muy desarroUado acampanado, con un baquetón en au mitad con dos
series de incisiones oblícuas hacia la izquierda paralelas. Umbo
central interior pequeño. Pie anular muy pequeño y esbelto.
Diámetro boca: 9'4, de la panza: 7'8, del pie: 3'5. Altura:
8' 5. (Fig. 2; Um. IV, 1).
12. BoJ o cuenco pequeño de pasta gris en el interior
y beige en lu superficies. Reconstruido parcialmente con ocho
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J .V. M.ARTÍNE.Z PERONA
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Fig. 3
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SANTUARIO X:BÉRICO DE LA CUEVA MERJNEL
fragmentos. Superficies muy alteradas. Pie anular aristado
y umho central interior Diámetro boca: 12'2, del pie: i '8.
Altura: 5'2. (Fig. 3; Lám. IV, 2).
13. Fragmento de cuenco pequeño con ala horizontal en
el borde, de pasta gris~ .reconstruido con tres trozos. Va decorado con pintura roja oscura, en el interior con dos bandas
estrechas y el ala con dientes de sierra hacia el interior muy
irregulares. Posiblemente tuvo más decoración. Diámetro del
ala: 11'2, del interior de la boca: 8, de la paru:a: 9'1. Altura
de lo conservado: 2'5. (Fig. 3; Lám. IV, 3).
l i. Fragmento que coincide con la base de un plato
de pasta rojiza y superficies bciges, la interior con decoraci6n pintada en rojo muy perdida, alrededor del umho central, a base de los siguientes motivos: serie de 14 sectores
de dos círculos concéntricos pegados a una banda, alrededor
de la cual se desárrolla otra serie de cuatro drculos conc6ntricos completos, tangentes y secantes entre si y a su vez
secados por una banda exterior. La ~terior tambi6n decorada con pintura roja muy desvaída a base de bandas concéntricas muy irregulares que afectan al anillo del pie que,
en un m omento de su trayectoria, se desvían hacia el borde.
Se aprecia tambi6n una incisión muy fl1la que circun
todo el recipiente cerca de la base. Diámetro de )a base:
5'7. (Fig. 3; L.á m. [V, 4).
15. Fragmento de tapadera de cerámica de cocina, reconstruido con dos trozos, de pasta n.e gra con abundante desgrasan te grueso de calcita. Superficies negras bastas. Diámetro pomo: 5'5, máximo de lo conservado: 13. Altura de lo
conservado: 4'5. (Fig. 3).
16. Fragmento del borde y cuello de un vaso caliciforme
de pasta y superficies grises. Cuello corto ligeramente acam·
panado con borde un poco vuelto. Panza alta desarrollada
Diámetro boca: 9'2, de la panza: 9'2. Altura de ]o conservado: 3'5. (Fjg, 3).
17. Fragmento del borde y cuello de un vaso caliciforme
de pasta y superficies negras. Cuello acampanado con borde
ligeramente vuelto. Diámetro boca: 8. Altura de lo conservado: 3'6. (Fig. 3).
18. ldcm. Diámetro boca: 8'8. Altura de lo conservado:
3'4. (Fig. 3).
19. Idem. Diámetro boca: 7'6. Altura de lo conservado:
2'5. (Fig. 3).
20. ldern. Diámetro boca: 6. Altura de lo co.n servado:
2'09. (Fig. 3).
21. ldcm . Diámetro boca: 9'2. Altura de lo conservado:
3'5. (Fig. 3).
22. ldem. Diámetro boca: 8'4. Altura de lo consevado:
3. (Fig. 3).
23. ldem. Diámetro boca: 8. Altura de lo conscvado: 2'6
(Fig. 3).
24. ldem. Diámetro boca: 8'8. Altura de lo conservado:
2'6. (Fig. 3).
25. Idem. Diámetro boca: 6'8. Altura de lo conservado:
3'5. (Fig. 3).
26. Idem. Diámetro boca: 8; de la panza: 6' 7. Altura
de lo conservado: !'6. (Fig. 3).
27. ldem. Diámetro boca: 9. Altura de Jo conservado:
2'8 (Fig. 3).
28. Fragmento del borde, cuello y puta del cuerpo de
un vaso caliciforme de pasta anaranajada clara y superficies
del mismo color alteradas. Cuello acampanado y borde vuelto. Diámetro boca: 9 ' 6, de la panza: 8'3. Altura de lo conservado: 4. (Fig. 4).
29. Fragmento del borde de un bol o cuenco pequeño
de pasta rojjza. Superficie exterior decorada con pintura roja
con m.otivo de series de tres círculos conc6.ntricos, cercanos
al borde, tangentes entre si y secantes a una banda que se
ent.rev6 por debajo. ¡..a superficie interior apárece con un engobe anaranjado y sobre ¿ate una banda pintada en rojo muy
defectuosa. Bo.r de muy 6no vuelto. Diámetro boca: 10. Altura de lo conservado: 2. (Fig. 4).
30. Fragmento del borde de un p lato pequeño oe pasta
rojiza y superficies muy alteradas lo que impide conocer su
estado original Presenta restos de espatulado con trazos aristados. Diámetro boca: 10, máximo del cuerpo: 10'5. Altura
de lo conservado: l'9. (Fig. 4).
31. Fragmento del borde de un plato de eocina de pasta
negra con abundante desgrasante de calcita grueso y superficies también negras alisadas. Diámetro boca: 17. Altura de
lo conservado: 3'4. (Fig. 4).
32. Pie anulár y parte del cuerpo de un vaso caliciforme
de pasta y superficies grises. Umbo central interior. DiámetrO máximo panza: 9'5, del pie: ! '6. Altura de lo conserw.do:
4. (Fig. 4).
33. Pie anular pequeño y parte del cuerpo de un vaso
caliciforme de pasta y superficies negras. Umho central interior deteriorado. Diámetro de lo conservado: 7 '1, del pie: 3' 5.
Altura de lo conservado: 2. (Fig. 4).
- 116 fragm.entos del borde de caliciformes de pastas gri·
ses pero mayoritariamente negras.
-6 fragmentos del borde de caliciformes de pastas rojizas.
-122 fragmenros del cuerpo de caliciformes de pastas
negras y algunas grises.
-28 fragmentos del cuerpo de calciformes de pastas roj izas.
-24 fragmentos de bases de caliciformes de pastas negras.
-4 fragmentos de bases de caliciformes de pastas rojizas.
-1 fragm. nto de borde .reentrante de plato ibérico de
e
pasta rojiza.
-'1.7 fragmentos del cuerpo de cerámica de cocina ibérica, de past.a s negras con abundante desgrasante grueso de
calcita.
- 1 fragmento del cuerpo de posible caliciforme o cuenco ibúieo de pasta roja. La superficie exterior está espatulada con facetas, surcos de arrastr~ de partículas y, en Wla zona
cercana a la base se inicia Wl engobc rojo-anaraojado.
-1 fragmenrito del cuerpo de pasta roja con la superficie exterior afacctada y recu.bierta por un cngobc rojoanaranjado muy próximo, si es que no lo es, al de la «terra
sigillata.. Dicha superlicie presenta tambi6n las facetas y finos surcos del arrastre de partfeulas que el resto de las cerámicas a torno.
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SANTUARIO IBÉRICO DE LA CUEVA MEUNEL
B) CERÁMICAS MODELADAS A MANO
-1 fragmento del borde decorado con incisiones, de
pasta marrón con desgrasante grue&o de calcita.
-1 fragmento del borde decorado con serie de pequeños
mamelones a su alrededor, de pasta negra can desgrasante
grueso de calcita.
-1 un fragmento del cuerpo con un mame. ón en forma
l
de pomo, de pasta grisácea con desgrasan te grueso de calcita
y superficie exterior espatulada, marrón clara.
-6 fragmentos del borde de cuencos, con pastas iguales
a las anteriores.
-7 fragmentos del cuerpo de similares caracteristicu a
loa anteriores.
-4 fragmentos del borde y 3 del cuerpo de grandes recipientes de muy tosca hechura.
C) SÍLEX
-3 lascas de snex ro.elado.
D) OBJETOS METÁLICOS
-Una fina barrita de cobre de sección oval, enrollada,
formando a modo de un anillo o un pendiente. (Lám. IV, 5).
-Un resorte de !Tbula de forma no precisablo.
E) OTROS ADORNOS NO METÁLICOS
- Dos ejemplares de ~
-Una cuenta de collar discoidal deteriorad.a.
F) FAUNA
Véase el trabajo adjunto de
Fran~sco
Blay.
G) CARBONES
Se han recogido muchos de los aparecidos en las zonas
intactas.
H)
Muchos excrementas de ovicápridos.
VALORACIÓN
No cabe la menor duda que nos encontramos ante
un. santuario ibérico localizado en una cueva natural,
presentando todas las características señaladas en los
trabajos que definieron este tipo de lugar arqueológico
(TAJUtAD.B.LL, 1974; Gn.-MAsCAllKLL, 1975; APARICIO,
1975).
Las ofrendas y exvotos se localizan en unas intrincadas salitas del fondo de la gran sala, delimitadas por
infinidad de formaciones cársticas (fig. 1). El Lugar en
si no ofrece dificultades de acceso, pero no deja de ser
recóndito. Es posible que en su elección para lugar de
culto pesara el conjunto estalagmftico·estalactítico pre·
sente aqui con gran complejidad, por otra parte hecho
muy común en toda la cueva, o la presencia de cierta
humedad más intensa que en otras zonas, o se buscase
un lugar oscuro, {actores todos señalados en el caso de
las cuevas sagradas de Creta (FAURE, 1964: 187,
195-196; 1969: 204).
Cabría alguna posibilidad, además, de que, en
otras zonas de la cueva no prospectadas en este sentido,
se localizase la presencia de cultos antiguos, del mismo
periodo cultural que el que nos ocupa o de otras
épocas.
Mediante la prospección realizada en 1982, sabemos que la cueva fue utilizada, al menos desde el Eneo·
Htico y hasta la Edad Moderna, como lugar de refugio
para rebaños de ovicápridos, reflejado en la abundancia, constante en toda la potencia estudiada, de excrementos de cüchos animales domésticos (Ñ>ARIOJO ET
AWl, 1983: J78-180).
Del análisis de las escasas y reducidas zonas que
hemos encontrado no alteradas, podemos deducir que
los materiales originalmente depositados, han sufrido
la agresión de la continua utilización de la cavidad
para los fines antes incücados, lo que supondrfa la rup·
tura de gran parte de las cerámicas y osamentas y, posiblemente, la adición de restos carbonosos y, sin lugar
a dudas, de excrementos de ovicápridos. A ello hay que
añadir la acción debida a las fases de alta humedad,
posteriormente a la utilización del lugar como santuario que supondría aportes de agua considerables, incluso suficientes para arrastrar y depositar, en zonas so·
meras, el conjunto de materiales que después, incluso
quedaron sellados y atrapados por fuertes concreciones
calcáreas, lo cual también ha contribuido al deterioro
y exfoliación que muchos vasos cerámicos presentan,
asf como a la variación de las características primitivas
de las superficies cerámicas. Cabe preguntarse al respecto sobre la originalidad de los restos carbonosos allf
localizados; pero ante la falta de análisis de CH solamente es posible la conjetura.
Asimismo, conviene tener presente que la inmensa
mayoría de los restos de fauna localizados, no presentan signos de haber sido quemados. De todos modos,
hay algunos que sf que lo están, pudiéndose haber
dado dos modalidades de actuación, una con ofrendas
de animales domésticos sin quemar y otra en la que s{
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J.V. MARTÍNBZ P.ERONA
hubo cremación, de donde podían proceder parte de
los carbonos encontrados. Estos, sin embargo, también
pudieron ser el fruto de haber sido introducidos en algunos de los r ecipientes cerámicos utilizados como braseros para quemar perfumes (Musso, 1971: 97; FAuRE,
1964: 185) o finalmente, procedentes de una posible
iluminación cultual a base de antorchas o teas.
Del trabajo adjunto de Francisco Blay sobre los
restos faunísticos depositados en el santuario ibérico, se
desprende que hay una abrumadora preponderancia
de cráneos de cabritos o corderos cuya edad está en tor•
no al año, sin la presencia del resto del cuerpo y sin
huellas de manipulación de ningún tipo. Junto a éstos,
y también muy significativo, es la presencia de cráneos
de cerdos muy jóvenes, de tan sólo meses. La mención
de _restos óseos de animales en nuestras cuevassantuario es una constante, aunque todavía no han
sido objeto de análisis (Gn.-MASOAR.F.LL, 1975: 303-320;
~RICIO, 1975: 13-20). Depósitos similares de tipo cultual se han localizado en la región véneta (BATTAOWA,
1955: 30) y en muchas de las cuevas sagradas de Creta
(FAtJRE, 1964: 104, 109), lo que, unido a la presencia
de objetos que reproducen formas cie animales, ha conducido a que se considere que estos cultos fueron practicados por pastores y dirigidos a divinidades tales
como Pan, Hermes o las Ninfas, protectoras de los rebaños (FAilltE, 1964: 150).
Si relacionamos este tipo de evidencias con el hecho de que La cavidad ha sido utilizada intensamente
para guardar ganados, se podrfa argumentar que el
culto ibérico presente en esta cueva, era practicado por
pastores, posiblemente por los mismos que encerraban
allf sus rebaños.
La presencia de un resorte de fibula en el depósito
dt:l santuario, de tipo impreciso pero seguro perteneciente
a la Cultura Ibérica, puede llevarnos a pensar en la posibilidad de que se realizasen ofrendas de vestidos, hecho
que así interpreta Blázquez en otro santuario (BúzQ.U"EZ,
1983: 108), apoyándose en un texto clásico que menciona las ofrendas de mantos y vestidos en la religión grecolatina (AnüJ{()gfa Palo.tina VI, 200, 274, 286).
El anillo o barrita de cobre enrollada, puede ser
interpretada como un objeto propio deJ sexo femenino
y por lo tanto ofrecido como exvoto por una mujer. Su
tipo es poco significativo y solamente diremos al respecto que en el poblado de La Bastida apareció uno
similar (FuroHU, PLA, AI.ctou, 1969: 248).
Los dos ejemplares de acardiulll» con el natis per·
forado pueden corresponder a cualquiera de los pedo·
dos culturales presentes en la cueva Si los relacionamos con algunos fragmentos cerámicos que más
adelante comentaremos, podría sugerirnos que el santuario inició su actividad durante el Eneolítico o el
Bronce Valenciano, con continuidad o no en la Cultura
Ibérica; pero en La Bastida, la presencia de conchas
de esta especie marina es algo corriente, aunque sin el
270
natis horadado (Fwn'CHER, PLA, At.e.l.cu, 1965: 46, 121,
125, 131, 143, 148, 194, 214; 1969: 175 y 334).
Dentro del conjunto de las cerámicas a mano recogidas en los sedimentos del santuario, se pueden establecer dos grupos. Uno, compuesto por fragmentos
pertenecientes a un gran recipiente de factura descuidada, cuya fmalidad en este preciso lugar y dada la
mayor abundancia de agua, podrfa haber sido la de recogerla para satisfacción de los pastores o de otros frecuentadores de la cavidad. Otro, integrado por los
fragmentos de cerámicas de factura muchos más cuida·
da, incluso con algún atisbo de decoración, pertenecientes a cuencos pequeños, que pueden ser relacionados tanto con el gran recipiente, recogedor de agua,
como con la función cultual. Pero al respecto hay que
tener muy presente la cantidad pequeña de materiales
cerámicos anteriores a la Cultura Ibérica por lo que cabrfa mejor la primera interpretación.
La cerámica a torno es, sin lugar a dudas, junto
con los restos de fauna, el material más abundante; entre ésta, abrumadoramcnte, los caliciformes de pastas
negras-grises y tipología muy variada. Los hay también de pastas obtenidas en atmósferas oxidantes, pero
en un porcentaje ínfimo (dos o tres ejemplares), destacando el n° 11 de proporciones esbeltas y pasta beige
pero con mezcla de gris, decorado con un baquetón
con doble serie de cortecitos oblicuos. Uno de los caliciformes (n° 1), lleva dos agujeritos cerca del borde. Se
trata de un fenómeno couic:mes en la cerámica gris,
apareciendo en otros yacimientos (ARANEGUI, 1975:
354; Ai.."~UGRo, 1969: 81, lám. XXII, 6), siendo frecuentes en Ja cueva-santuario de Villargordo del Gabriel (GtL-MASCAuu., 1977: 711, 712), evidentemente
con la finalidad de poder suspenderlos de las paredes
o techos, lo cual puede ser puesto en relación con nuestra interpretación, analizada más adelante, de que los
caliciformes realizasen funciones de iluminación como
lámparas.
El resto de cerámicas queda constituido por platitos, boles, cuencos pequeños o pátcras, que no contradice lo que sabemos referente a otros santuarios similares (GIL-MASCARP.LL, 1975: 321, APARICIO, 1975). Al
respecto, se ha indicado una posible asociación entre
<;1 caliciforme y las páteras en contextos cultuales, entre
los siglos IV y II a.C., en el ámbito territorial ibérico,
afirmándose también, que el caliciferme no debe proceder de la forma 41 de Lamboglia (7.411 de Morel)
sino de la crátera o forma 40D de Lamboglia (3.521 de
More!), por simplificación de aquélla, desapareciendo
las asas y reduciéndose el pie (ABAD, 1983: 193-194).
Otra forma cerámica ibérica presente es la tapadera,
sin que podamos columbrar si se utilizaría en el santuario ibérico como tal, o como portadora de ofrendas.
La mayor parte de la cerámica a torno fina, muestra unas características de hechura uniformes, tanto se
trate de los caliciformes de pastas negras o rojizas
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SANTUARIO IBÉRICO DE LA CUEVA MERINEL
como de las otras formas. La superficie exterior ha sido
cu_idadosamente espatuJada, afaeetándola a bandas y
dejando surquitos por el arrastre de partículas duras
ante el movimiento giratorio del vaso, transmitido por
el torno. Unas pastas muy depuradas con un fmo desgrasante brillante. Thdo indica una producción homogénea que afectaría a toda la zona de acción del santuario o bien que todas las ofrendas cerámicas
proceden de un único poblado.
En dos diminutos fragmentos nos encontramos
con una especie de engobe, por no Damarlo de otra manera, anaranjado que, en un principio y en uno de
ellos, nos pareció reconocer Kterra sigillata..; pero un
examen m's detenido nos lo desminti6. Uno puede
pertenecer a la panza de un caliciforme y el otro al
arranque del cuerpo de una pátera. .Desgraciadamente
son tan pequeños que nos impide el hacer mayores precisiones.
También está presente la cerámica a tomo ibérica
llamada de cocina o basta, a la que pertenece la tapadera (n° 15), un plato (n° 31) y varios fragmentos informes más.
Dejando a un lado los materiales adscribibles a
momentos culturales anteriores, el resto no desdice en
nada dentro de la Cultura Ibérica. Otra cosa es precisar el momento concreto. No parece que el santuario
tuviese una larga pervivencia al echar en falta las cerámicas de barniz negro campaniense y las romanas, a
no ser que se continuara el culto en otras zonas de la
cueva no localizadas. La duda solamente se plantea
ante los dos fragmentos de <•engobe anaranjado» que,
en el caso de ser un error en la fabricación de campanienses, se podría llevar el fmal de la utilización del
santuario hasta el s. I a.C., aunque el conjunto puede
abarcar muy bien desde finales del s. V a.C. hasta bien
entr<;ldo el III a.C.
EN TORNO A LAS POSIBLES
FUNCIONES DE LOS
CALICIFORMES
La interpretación más difundida, en estos momentos sobro la funci6n de los caliciformes en contextos
cultuales, es la de que eran utilizados para realizar libaciones. Sin embargo, en los trabajos específicos sobre
el tema no encontramos una explicitación elaTa y contundente al respecto, sino más bien, evocaciones de lo
que sucede en otras culturas del momento y del Mediterráneo (GrL-MA.ScARY.LL, 1975: 321) o indicaciones a
la presencia de agua en los santuarios como condición
indispensable para su existencia (TARP.A.DELL , 1974) a
la que pronto se la hace responsable de ser objeto de
culto con fmes terapéuticos o salutíferos (APAlncto,
1975: 23-25). En un trabajo de divulgación, se da por
sentado que la presencia de vasos caliciformes en nues-
tras cuevas-santuario, obedece a su función como vasos
de libaciones (PL 1980: 270). Para Blázquez, los vaA,
sos caliciformes que se encuentran en las cuevassantuario ibéricas pudieron servir o bien para hacer li~
baciones o como portadores de frutos (BLÁZQUEZ, 1983:
206), diciéndose poco después que entre los ritos que
se llevar(an a cabo en las cuevas-santuario estaría el de
las libaciones (LuCAS, 1984-: 239). Para Marco Simón
(1984: 75-76) la presencia de caliciformes y páteras en
la Cueva del Coscojar de Mora de Rubielos, es signo
inequívoco de la realización de rituales de libación.
Esta idea tomó consistencia al considerar un trabajo (SH.EP1'0N, 1971: 109) en que se hace derivar cierta
forma de cuenco griego de cerámica de barniz negro,
muy similar a nuestros caliciformes, de unos vasos de
plata. utilizados entre los persas para las libaciones y
ofrendas, los cuales se generalizan a mediados del s. IV
a.C. (GtL-MAscARilLL, 1975: 321), indicándose también,
que estos vasitos griegos pudieron ser uno de los prototipos que dieron lugar a la aparición del caliciforme
ibérico (MANEGUJ 1 1975: 354 y AlwaGOI 1 Pr.A, 1984:
81-82). No obstante hay que tener presente que estos
prototipos griegos no aparecen en La Bastida, cuya
vida fmaliza en un mometo comprendido entre finales
del s. IV a.C. y los inicios de la siguiente centuria
(Fu:"I'CKER, PL.A, ALcAcER 1964-1969) y son muy excepcionales en el resto de la franja .mediterránea de la Península Ibérica, conociéndose tan sólo dos posibles
ejemplares procedentes de Ampurias (TRiAs, 1967: 56;
n° 83 y 84; lam. XVIII, 4 y 5) y otro encontrado en
el pecio de «El Sccn que responde a la forma 41 de
LambogHa que se explica como una evoluci6n de la
phiale griega, vaso propio para las libaciones (CaRoÁ,
1989: 54).
Creemos por nuestra parte que el origen de los caliciformes hay que buscarlo más en las formas cerámicas halstátticas y de los Campos de Urnas, muy arraigadas en Cataluña (AilANEGUT, 1975: 351, 356). Al
respecto, son muy sugerentes ciertas cerámicas grises
a torno de la necrópolis de Las Madrigueras de Carrascosa del Campo (ALMAGRO, 1969: 39, 50, 51, 62,
64, 81; lam. XXII, 4, 5, 6; lam. XXIV, 3), cuyas formas son equiparables a los caliciformes aunque un
poco mayores, empleándose como urnas cinerarias,
además de la presencia de un cuenco con cuatro agujeritos cercanos al borde, dispuestos dos a dos, para su
suspensión, algo frecuente en las cerámicas grises y en
nuestros caliciformes (Grt.-MAsCARBLL, 1977: 711-712; y
el n° l de este estudio).
También podría encontrarse un argumento a favor
de la función de los caliciformes de las cuevassantuario como vaso de libaciones, en la interpretación
que se nace de algunas representaciones escultóricas
ibéricas. Nos referimos, en un principio, a las damas
oferentes del Cerro de Los Santos (GARD1A v BRt.Lmo,
1954: 4-75, 480, 482, 485, 486, 487' 488, 490 y 4591),
271
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J .V. MARTÍNEZ PERONA
portadoras de vasos que, a pesar de la libertad artística
del escultor en su realización, pueden ser considerados
como caliciformes. El problema, sin embargo, queda
sin resolver mientras no sepamos ]o que Uevan dentro,
si es que llevaban algo. Para Blázquez, estas estatuas
prueban claramente la existencia del rito de Ja libación
en la religión ibérica, el cual sería de origen fenicio"
(Bwo;.ui!Z, 1983: 98, 111, 188 y 191). Estas libaciones
eran a base de vino, leche, hidromiel o agua (Bt.Az.
QUU, 1975: 148-149; 1977: 327 y ss.). Muy próxima a
esta interpretación está una más reciente que ve en estas representaciones, al ponerlas en relación con la presencia de aguas mineromedicinales próximas al santuario, una práctica purificadora consistente en la
ingestión o ablución de tales aguas, cuya cercanía determinaron la ubicación- del santuario del O erro de los
Santos (R uu, 1989: 195).
Asimismo, Blázquez interpreta como rito de libación lo representado en uno de los relieves de Osuna,
donde se ven dos damas: Una de ellas podando una
antorcha y un vaso, para él caliciforme (BLÁZQ.uEZ,
1983: 98) pero si el artista no nos miente, de tamaño
mucho mayor y de los de cuello alto, de cronología más
tardía (ARANwoJ, Pu, 1983: 81-82). La otra dama solamente se la ve llevando un gran vaso de características similares (GAACIA v Bat.t.IDO, 1954: 546-5+7; fig.
4 74). Según aquél, se trata de partes de un monumento
funerario, en el que se representaría los ritos funerarios
debidos a personajes importantes (BI.ÁzQou, 1983:
162). Es evidente que estamos ante un caso muy diferente al que nos encontramos en nuestras cuevassantuario, empleándose vasos que posiblemente nada
tengan que ver con nuestros caliciformes, al menos con
los de pastas negras y cuello poco desarrollado.
En las cuevas-santuario de la isla de Creta, entre
otros motivos, también se ha señalado el de la presencia de agua como motor del culto en algunas cuevas
(FAuu, 1964: 187, 195), y la atribución de la práctica
de libaciones a ciertos vasitos y copas encontrados en
las cuevas de S\otino y Kamarés (FAuRE, 1964: 172,
181) junto con la presencia inequívoca de sacrificios de
animale.s.
Los latinos entendían con los términos /ihare, lihamina y /ihatimu:r tttodas las ofrendas no sangrientas que
se derraman o en las que se derrama una parte en las
llamas ence.n didas sobre el altar, pudiendo ser este altar el hogar doméstico o un altar propiamente dicho,
colocado en un santuario consagrado» (TouTAJN, S/F,
IV, 2a, 973). Las ofrendas suceptibles de ser consideradas como lihamina o liha, eran de índole muy diversa:
Líquidos de u so corriente, hierbas y plantas odorantes,
perfumes orientales, productos agdcolas considerados
como primiciales, miel, alimentos corrientes, sal y ciertos pasteles especialmente preparados para las ceremonias religiosas (Tot:rrJJN, S/F, IV, 2-, 973).
Entre los griegos, las libaciones se designaban por
272
el término qwo'YO
·a los muertos y cie.r tas divinidades ctónicas y Aoilia(
con exclusividad para estas últimas. Acompañaban
normalmente a los sacrificas y ellas mismas constituían
un sacrificio. También se llevaban a cabo, en época clásica, al inicio de los banquetes. La bebida más frecuente era el vino mezclado con agua y a veces también
puro (LscRAND, SIF, IV, 2•, 963). El agua era empleada en el caso de que se desease purificar a una persona
o a un santuario. Pero la forma más exten dida era una
bebida denominada /o'fAÍXPWO'Y, consistente en una
mezcla de leche y miel que era empleada como alimento reconstituyente de niños y enfermos, de aquí que
también se le ofreciera a los muertos. Esta mezcla tenía
un papel importante en el culto a las divinidades infernale·s, ofreciéndoselas asimismo a las Ninfas y a las Divinidades del campo. El aceite, fmalmente, era empleado como libación tan sólo en el culto a los m uertos,
pues en Jos sacrificios sólo se utilizaba para reavivar la
llama que consumía las carnes de las víctimas (LJ!..
CRA.ND, S/F, IV, 2a, 964).
Respecto del rito de la libación en el mundo clásico, nos interesa destacar que el recipiente mayormente
utilizado entre los griegos es la Phia/4 o escudilla o copa
plana sin pie (Parnu, S/F, IV, la, 434-435), conocida
por los romanos que también la empleaban en los mismos ritos con el nombre de Patera (PO'M't8k, S/F, IV,
la, 341), forma, pues, muy düerente al calicüorme ibérico, pero que también está presente en los depósitos
cultuales de las cuevas-santurario ibéricas (TARAAOY.t.L,
1974:; ÜIL-MASCAREt.L, 1975; ArAAICto, 1975; y en este
mismo estudio). Se podría admitir, por lo tanto, que
las posibles libaciones efectuadas en las cuevassantuario ibéricas se realizarían con las páteras y no
con los caliciformes, cuyo destino pudo ser muy bien
otro.
Esta otra función del caliciforme en el culto en
cuevas ibéricas, podría se la de servir com.o recipientes
portadores de ofrendas sólidas, supuesto que ya hemos
visto se indicaba junto con el de las libaciones (BtJ.z.
Q.uez, 1983: 206). Desde luego, difícilmente podían h aber contenido como ofrendas las abundant{simas cabezas de cabrito y de lechones en la Cueva Merinel No
estará de más señalar la similitud de formas existente
entre Jos caliciformes ibéricos y los pequeños vasitos o
Kotylcsko{ de los lrernoi. AdeD1M, la presencia de un fragmento de Iremos en el santuario del Castellar de Santisteban, relaciona este tipo cerámico con un lugar de culto ibérico (LANTtER, 1917: 102; Jam. XXXIV, 3). En
las cuevas-santuario ibéricas, los caliciformes podrían
haber cumplido la misma función que los Kotylcskol del
Iremos, pero ya independientes entre si. Según el testimonio de Atheneo (IX, 476-478), basado en Ammonios y Polémon, el Kemos consiste en un vaso cerámico
sobre el que se colocan gran cantidad de pe,q ueños koryliskol, siendo un accesorio insustituible del culto practi·
[page-n-283]
SANTUARIO rBÉRICO DE LA CUEVA MERINEL
cado en la ciudad ática de Eleusis. En efecto, en determinadas ")'EAE')'CXÍ solemnes, estos kerrwí eran llevados en
procesión sobre la cabeza. Los /cotylislw{ se destinaban
a contener una pequeña cantidad de los principales
productos de la tierra, ofrenda sagrada de los fieles a
la divinidad. Consistían esencialmente en miel, aceite,
vino, leche, trigo, cebada, sangre, adormidera, guisantes, lentejas, ~\abas, espelta, avena, lana sin lavar y pastel de frutas. El recipiente iba provisto de ana tapadera
con agujeros que ha dado muchos quebraderos de cabeza en cuanto a su interpretación. En las fiestas de
Eleusis, el kerrws se utilizaba para transportar y ofrecer
solemnemente las primicias de los frutos de la tierra.
El nombre de kerrws solamente puede ser aplicado con
propiedad a estos recip ientes eleusinos (CouvE, 1900:
III, 1a, 822-825).
En Creta, en la cueva sagrada de Kamarés, se localizaron vasitos, tacitas, vasos de frutas, jarritas con
tapadera, todos con traza de haber contenido harina y
granos, siendo de época micéncia (FAuu, 1964: 179).
Sin embargo, el testimonio escrito indicado sobre
la funcionalidad del Kerrws, no es el único. También se
nos dice que «Se llama XEpooyop6pos a la sacerdotisa que
lleva la cráteras, XÉpuos es, en efecto, el nombre de las
cráteras místicas sobre o en las que se colocan las lámparas,. (SoRoL. NrOANDR. At.EXli'H. , 217). Además, en algunas representaciones en las que aparecen kerrwi, se
ven surgir del interior del vaso pequeños bastones que
no pueden ser otra cosa que bujías (Couve, 1900: m.
18 , 823). Así, pues, otra posible interpretación de la
función de los calicifol"mes en las cuevas-santuario ibéricas es la que se refiere a servir de portadores de luz,
es decir, de ser ofrendas lumínicas.
Partamos del hecho significativo en todas las
cuevas-santuario ibéricas, de la abrumadora abundancia sobre los demás tipos cerámicos de los caliciformes
y más concretamente de los de pastas grises o negras
(TARRADBLL, 1974¡ GrL-MAsoAREr..L, i975¡ Armero ,
1975). Esta característica solamente es parangonable
con la abundancia de lám.paras en los santuarios de influencia oriental, fenicio-púnicos, y en los de época helenística y romana. En efecto, encontramos muchas lucernas de tipo fenicio en el santuario c}l¡priota de
Limassol (IV.RAcEOROHis, 1977: 62 y ss.). En C reta, la
presencia de lucernas se documenta en muchas cuevas,
correspondiendo a los periodos Micénico, Arcaico,
Clásico, Helenístico, pero sobre todo al Romano (FAV·
RB, 1964-: 83, 93, 104, 135, 139, 140, 147, 164 y 177).
En el santuario galo de Chíltelud-des-Lardiers, aparecieron muchas lucernas de época romana (BENorT,
1969: 73). En tiempos más recientes, en la región argelina de la Gran Kabilia, la mayoría de L ofrendas deas
posjtadas en los santuarios son lámparas o cerámicas
destinadas a porta.r una ll_ama, bien de aceite o de cera
(Musso, 1971: 97). En el santuario del Collado de Los
Jardines, también se docu.m entan muchas lucernas ro-
manas como ofre.ndas u objetos de culto (CAt..VO, CA·
eú, 1918: 57¡ 1919: 25). En nuestras cuevas-santuario,
cuando se ha mantenido o iniciado el culto en momentos posteriores, lo normal es encontrar cerámicas destinadas a proporcionar una llama. Así tenemos la Sima
de l'Aigua en Carcaixent, en la que se han documentado varios fragmentos de lucernas romanas (ArARIClO,
1975: H )¡ la Cueva Santa de Enguera, con abundantes
lamparitas de aceite de tipos diversos, de época medieval, llegando hasta el momento de la expulsión de los
moriscos (ArARJmo, 1975: 18-19); pero sobre todo es la
Cova de Les Meravelles de Gand{a la que proporciona
un testimonio más directo, documentándose 6 lucernas
bastante completas y muchísimos fragmentos de otras,
fechables entre la 28 mitad del S. 11 y principios del ffi
(Pt.A, 194-6: 19?).
En los mundos clásico y semita antiguos, no se
comprendía ninguna ceremonia religiosa sin la presencia de la llama (SAGuo, 1918: {, 24 , 869) ya que los antiguos no utilizaban únicamente las lucernas para
alumbrarse sino que también les atribuían un papel re-ligioso o de ritual (TouTAIN, 1918: III, 28 , 1336). Los
griegos preferían para su amplísima gama de ceremonias religiosas la luz procedente de la madera, siendo
los términos más usuales para estos artefactos los de
oaí~ y och (PornER, 1918: ll, 2 8 , 1025). Utilizaban
preferentemente el pino resinoso o tea para confeccionar sus antorchas, pero también recurrían a los sarmientos, a la coscoja y al roble o encina. Su fuego era
considerado como el elemento purificador p or exc-elencia (POTTI.Ell, 1918: II, 24 , 1026, 1027). Etruscos y romanos, aunque también empl eaban antorchas en sus
ceremonias, de antiguo disponían asimismo, prefiriéndolas, velas de sebo o cera (Pornu, 1918: IT, 2•, 1028;
S...ouo, 1918: [, 2*, 1020). La lucerna, por su parte,
fue empleada fundamentalmente por las culturas del
Próximo Oriente (FoRBBS, 1966: VI, 142-151). Los fenicios se· servían de unas lucernas muy funcionales,
consistentes en simples platitos de borde vuelto hacia
adentro y pellizcado para formar el pico por donde
emergfa la mecha. Se documentan a fmales del mu
milenio en Palestina, todavía sin el borde indicado y
con un solo pico (At.cnv.N, 1969: lam. 14.24). Los primeros ejemplares con borde diferenciado aparecen en
Tiro hacia 1.400 a.C. (BIKAI, 1978: lam. 47A, 18). En
Occidente se Jes agrega otro pico, por lo que aparecen
con dos, aunque, en el s. VII a.C., sólo presentan uno
(hl.Mss-LnroEMANN 1 1986: 233).
E n ámbito griego, minoicos y micénicos emplearon lucernas de cuenco simple abierto. Posiblemente
eran de mecha flotante y procedJan de Egipto (Foa.
BBS, 1966: VI, 151-152). Con la desaparición de la cultura micénica dejan de verse las lucernas, reapareciendo en los templos griegos a partir del s. VIII a.C.
(Foui!S, 1966: VI, 158). En ámbito romano, empiezan
a utilizarse a partir del s. lll a.C. (FORBBS, 1966: 156),
273
[page-n-284]
J.V. MARTÍNEZ PERONA
por influjo indudable griego ya que se las denomina
J.;¡dtnus y lucerna, del griego >.úxvos (T oOTAIN, 1918:
111, 2•, 13 20). Sin embargo, no debernos olvidar que
la utilización de lámparas es muy antigua en :Europa,
remontándose al paleolítico, empleándose cazoletaa de
piedra que no se han identificado muchas veces como
tales, al ser interpretadas como morteros. La luz era
producida por una mecha alimentada por aceite o sebo
(FoJUIJ:S, 1966: Vl, 126·128).
No hace falta insistir mucho en el hecho de que
todos estos sistemas de producir luz, eran empleados
tambi~n para iluminar los bogares y las travesías por
las vías públicas por las noches, sin que fueran exclusi·
vos de los ritos religiosos y funerarios.
El combustible empleado en las lucernas era el
aceite de oliva al que se le añadfa sal para evitar, posiblemente el que se calentase en exceso (Four.s, 1966:
VI, 156; Tol.riAIN, 1918: m, 2•, 1322). Este sistema era
muy empleado en Egipto donde se u tilizaban lámparas
de mecha flotante (H noooro, n, 62; PUNTo, NDt. Hist.
XUI, 1.2).
La.s candelas romanas eran fabricadas con cera de
abeja, pez o sebo, empleando como mecha estopa, m~
dula de j unco, de papiro u otra fibra vegetal, simple·
mente retorcida y recubierta por capas de los materia·
les antes señalados (SACUO, 1918:
2 8 , 869; Fouss,
1966: VI, 134). Se preferfa la cera y entre ésta la d eno·
minada púnica, más blanca, que posiblemente proce·
d!a de Hispania donde los cartagineses habián perfec·
cionado su elaboración (SAcuo, 1918: I, 2•, 1019);
pero se emplean sobre todo las de sebo por res ultar
más económicas (FoRJSES, 1966: VI, 140).
Las astillas de pino o tea y las antorchas en gene·
~;al, empleadas preferentemente por los griegos, eran
objeto, en algunas ocasiones, de un tratamiento consis·
tente en impregnarlas con materiales altamente combustibles para acentuar su potencia luaúnica (FoRses,
1966: VI, 125). Pero como es obvio, la forma más anti·
gua de iluminarse era mediante la luz procedente del
fuego del bogar (FoRBr.s, 1966: VI, 131).
En definitiva, la C ultura fb~rica pudo conocer va·
rios de estos sistemas y entre ellos el de utilizar los va·
sos caliciformes como medio para sostener una mecha
flotante en aceite con o sin sal, al modo egipcio, o quizá
tam bién empleando la cera o el sebo.
Hemos visto la significativa abundancia de caliciformes en las cuevas-santuario ib~ricas y cómo, en ~po·
ca romana, esta preponderancia se trueca en favor de
las lucernas. De ahf el que hayamos propuesto la hipótesis de que el caliciforme fue utilizado como lámpara
portadora de luz sagrada. Para completar el panorama
al respecto, veamos lo que sucede en las n ecrópolis y
muy especialmente en los poblados.
En el caso de las necrópolis, el vaso caliciforme no
debió cumplir ese papel preponderante ni tampoco las
lucernas. Los calicifo~;mes, sin que estén totalmente
r.
274
ausentes, son, en general, raros, sino mejor excepcio·
nalca. En la necrópolis de La Solivclla no encontramos
ninguno (Furn:m11., 1965), ni tampoco en la de Orleyl
(lJ.?.ARo trr ALll, 1981), ni en la de la Mina (AMNrotn,
1979: 269-286). En general no se documentan en las
necrópolis castellonenses {ÜLIV.BR, 1981: 189-256).
Tampoco aparecen en la de Las Peñas de Zarra (MAll·
TiNBZ G...lldA, 1989). Sin embargo, sf que aparece algu·
no en las necrópolis alicantinas, albaceteñas y murcianu. En la necrópolis de Cabezo Lucero se indica su
presencia (Aa..+.mou1 liT ALll, 1982: 4-32), asf como en la
de •El 'Thsorico» de Hellfn, donde se inventarían dos
caliciformes de pastas grises pero con la salvedad de
haberse recogido fuera de cualquiera de las tumbas
( BRONCANO &T ALll, 1985: 140). En el Cigarralcjo, los ca·
Liciformes son escasos. Solamente contabilizamos 6
ejemplares (CUADRADO, 1987: 165, 313, 351, 379, 44-1 y
452). Uno de ellos parece haber sido utilizado corno
urna para contener los restos de un niño (CUADuoo,
1987: 313-314, tumba 154). De todos ellos, solamente
hay un o de pasta negra (tumba 204, p. 379). Nos parece tambi~ interesante un vaso descrito por Cuadrado
como •copa de pie calado», forma 24, decorada con fa·
jas, de la tumba 96 (CuADRADO, 1987: 227-228, n° 3)
cuya forma es plenamente caliciforme y creemos que
se trata de un brasero. Desde luego no hay ninguna lucerna de lo que se extraña Cuadrado y le da pie para
argumentar que, o bien estaban excluídas de los ritos
funerarios «O que se utilizaban para el alumbrado los
abundantfsimos platillos de pequeño tamaño que apa·
recen en gran número de tumbas• (CuADRADO, 1987:
63), argumento en total consonancia con el nuestro so·
b re los caliciformes de las cuevas-santuario ibéricas.
En la necrópolis de La Albufereta, están más presen·
tes. .En principio se puede decir que hay un total de
53; pero, de éstos, tan sóJo 18 se han localidzado en las
sepulturas y todos son de pastas rojas y decoración pin·
tada (R ua1o, 1986: 359-360, 362). Algo similar su cede
en Cataluñ a con los vasos bitroncocónicos de pasta gris
con pie anular y dos agujeritos en el reborde de la
boca, fechados en la primera mitad del s. V a.C., ya
que no son frecuentes en las necrópolis de Ampurias
y af en los poblados tales como la Muntanya de Sant
Miqucl, en Valromancs-Montomes y El Cogulló, en
Sallent (A.Jv.r.reGm, 1975: 354). Y también nos parece
significativo al respecto, el que en las necróp olis de incineración de O ccidente, estén ausentes las lucernas fcniciaa, señalándose tan sól o dos piezas en las 14 tumbu
de la de Almuñecar (M.wls-LnmEMANN, 1986: 233).
Para Abad, el caliciforme viene a su stituir las funciones rituales encomendadas en un primer momento al
olpe, en los contextos ibéricos avanzados ya que ambos
recipientes aparecen asociados a páteru (A.aAD, 1988:
341); pero, en todo caso, habría que restringir este su·
puesto al Sudeste peninsular ya que el olpe es un recipiente eminentemente necrológico, m ientras que el ca·
·r
[page-n-285]
SANTUARI O LBtR1CO DE LA CUEVA MERINEL
liciforme y sobre todo el tipo antiguo, es más propio
de los santuarios.
En cuanto a los lugares de hábitat, el caliciforme
es una forma cerámica bastante usual, aunque no tan
predominante como en las cuevas sagradas, si exceptuamos un caso que más adelante veremos. Por su parte, las lucernas son muy raras. En todos los poblados
ibéricos valencianos, el caliciforme es corriente. Los
encontramos en el poblado de Los Villares (Pu.,
1980). En Coimbra del Barranco Ancho se ban inventariado 16 de Jos que, 8 corresponden a pastas negras
o grises y 8 a pastas rojas y superficies decoradas
(MoUNA 8'T AUI, 1976: 40-43). En la Bastida de Les Alcoses, de lo publicado se contabilizan 22 caliciformes,
de Jos que 11 presentan pastas grises o negras, 9 rojas
·y 2 indeterminada (FLtreH.tx, Pu., Al.cJ.cBR, 1965: 35,
40, 67, 79, 91, 182, 219, 223, 242; 1969: 31, 92, 151, 170,
204, 239 y 307), reconociéndose tan sólo una lucerna
ática de barniz negro ( l büinn, 1969: 103). En Sant M ique) de Llíria, se localizaron 42 ejemplares, de los que
se describen solamente 20, de los que sólo 5 son de pasta gris/negra {BAL1.1!.S1'U BT AUI, 1954: 17-18, lam. X y
tabla IV) y un par de lucernas campanienses tardías,
al menos una (lbidem, 13-l+). En el Puntal dels Llops
se describen 8 en un primer trabajo, de los que 5 son
de pastas grises, a unque alguno tiene también mezcla
de marrón, y 7 rojaa (BoNBT1 MA». ET AUI, 1981: 28,
42, 43, 58, 63, 65, 74, 102 y 104), y dos lucernas de
Campaniense A (lbüinn, 78). Pero en un trabajo poster ior, en el que se hace un análisis m icroespacial del poblado, se enumeran nada menos que 157 caliciformes,
dándose una fortísima concentración en los depanamentos 4, 3 y 2, en este orden y ya menor en los 1,
8, 12 y 14 {BUNAJIMU MT A1Jl 1 1986: 326). El departa·
mento número 4 es considerado como ccmultifuncional»
y el 2 y 3 como de «actividades domésticas». En el n°
1 se localiza la mayor cantidad de objetos cultuales (Ibidnn , 332-333). Es una verdadera lástima que, en este
trabajo no se haga una distinción entre los de pastas
negras y los de rojas, lo que nos permitiría ver si la tal
es o no significativa. Lo que sf que parece evidente, a
no ser que se deba a diferencias de método, es que hay
una mayor concentración de caliciformes en el Puntal
deis U ops que en La Bastida e incluso Sant Miquel.
En estos dos últimos, además de su corto número como
hemos visto, nunca se registran concentraciones de
más de cuatro vasos por departamento.
Cabe, pues, la posibilidad de que los caliciformes
realizasen la función de lámparas con mecha flotante,
en los poblados, con fines de iluminación o de cultos
domésticos. Por extensión, este serla el vaso empleado
mayoritariamente con esta función, en las cuevassantuario. Puede tener relación con lo dicho, el hallazgo en la cueva de Skotino de Creta, de un fragmento
de un vaso gris con restos secos de aceite, datado en
el Minoico Medio (FAtiU, 1964: 164). El combustible
más idóneo para este tipo de lámparas sería el aceite,
funcionando al modo egipcio, muy presente en el mundo griego, como ya hemos visto; pero también podían
babene empleado el sebo o la cera, materiales de los
que tampoco carecían los iberos, bien llenando el vaso
con la mecha en el centro, bien sosteniendo alguna
candela al modo romano. Entre los hallazgos de la
Sima de l'Aigua, se habla de un caliciforme que contenía una substancia blancuzca cuyo análisis se anunciaba pero del que todavía nada sabemos (.APARJcto,
1975: 14). Ser(a muy esclarecedor para el tema que nos
ocupa no solamente el que se analizase este caso sino,
incluso, que se intentara reconocer la presencia de
substancias en las microgri.etas de los caliciformes y demás formas cerámicas halladas en las cuevas-santuario
ibéricas.
Es muy tentador, por todo lo expuesto, conti.nuar
investigando en la lfnea de que estas funciones de tipo
cultual estaban encomendadas con exclusividad a los
caliciformes de pastas grises/negras, como parece sugerirlo su abrumadora preponderancia en los depósitos
sagrados ibéricos valencianos y su posible vinculación
a un origen indoeuropeo a través de las cerámicas grises halstátticas.
Sin menoscabo de lo apuntado hasta ahora en
torno a las posibles funciones de los caliciformes, sobre todo en las cuevas-santuario ibéricas, cabe señalar
también y como última, la de que fueran simplemente objetos votivos. Asr sucedía con numerosas lucernas depositadas en muchos santuarios grecorromanos,
en las que se ha visto que el orificio de salida de
la mecha no presenta signos de que ésta haya ardido
jamás (ToUTAJN, 1918: III, 2a, 1337), fenómeno documentado también en los santuarios actuales con depósitos de cerámicas, sobre todo para producir llama,
en la región arge)jn.a de la Gran Kabilia (M usso,
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[page-n-292]
[page-n-293]
Francisco
BtAY GARcfA *
,
CUEVA MERINEL (BUGARRA). ANALISIS DE LA FAUNA
El presente trabajo es el resultado del estudio de
los materiales óseos procedentes de la excavación arqueológica de urgencia realizada en la Cueva Merinel
(Bugarra) en el año 1986. Los restos óseos aparecieron
asociados a fragmentos de vasos ibéricos de tipo caliciforme principalmente y a algunos otros materiales que
son objeto de estudio en esta misma publicación.
El estudio arqueológico de las llamadas •cuevas
santuario•, o utilizando la terminología acuñada por
Gil-Mascarell •cuevas rituales• (Gn.-MASCAJW.L, 1975),
se ha abordado siempre a partir de la descripción pormenorizada de los materiales cerámicos y ocasionalmente metalúrgicos presentes en el depósito, cuando
no se trata de la mera noticia del descubrimiento y una
somera descripción de lo más espectacular de los objetos recuperados. El intento de sistematización llevado
a cabo por Gil-Mascarell plantea muchos aspectos inéditos sobre la problemática de los depósitos ibéricos en
cuevas, entre otros sobre la posible presencia de restos
óseos (G•L- MASCAIU!LL, 1975: 330). Sin embargo, un repaso a la bibliografl'a publicada desde entonces, deja la
impresión de que nos encontramos en la misma situa• Servicio de Invenigaci6n Prehiat6rica, Diputación de Valencia.
ción que bace quince años, si exceptuamos algunos trabajos publicados por l. Sarrión.
Del amplio conjunto de cuevas en las que se documentan materiales arqueológicos ibéricos, son muy esporádicas las referencias a la presencia de restos faunísticos, y aó.n en estos casos es difl'cil decir si existe
una vinculación entre los restos óseos y el material ibérico, como ocurre con la Cova del Castell en Vallada
(LA LAao11. ... , 1972: 104), la Cova del Barranc Fondo
de Xitiva (Gu.-MAsc.um.t., 1975: 291) o la Cova del
VeU de Xeraco (GuRn.A y PwAL&A, 1952: 51), cuando
no se pone directamente en duda su relación, caso de
los comentarios de Blizquez en torno a la Cova de les
Dones, en Millares (BLÁZQ.Usz, 1962: 205), tanto más
cuando es muy frecuente q ue se trate de cuevas de habitación utilizadas a lo largo de diferentes períodos.
En contraste con este panorama, la literatura arqueológica referida a otros aspectos de la religiosidad
ibtrica -algunos ritos funerarios, representaciones
iconográficas y otros-, contienen a vecea referencias
a la presencia de restos animales bien documentados
formando parte del rito. Se cita la presencia de huesos
de cerdo, oveja, cabra y perro, en los enterramientos
infantiles estudiados por F. Gusi en la provincia de
Castel16n (Gus1, 1970: 68), y en el yacimiento barcelo283
[page-n-294]
F. BLAY GARCfA
nés de Penya del Moro se interpretan como ofrendas
fundacionales las formadas por el cráneo y las extremi·
dades anteriores de un cabrito (Mmó ErAL., 1982). Sin
embargo, los escasos restos animales asociados a las in·
humaciones infantiles estudiadas por P. Guérin y R.
Mart(nez tienen caráCter claramente intrusivo (GuhuN
y MARTINEZ, 1988: 258).
No es rara la p resencia de figuras animales en re·
presentaciones iconográficas interpretadas como escenas de carácter religioso o sobre objetos rituales. Es
clásica la descripción de la escena representada en la
pátera de Tivisa, interpretada como la representación
del sacrificio ritual de animales, o la de un bronce orctano que contiene el sacrificio de un cerdo o cordero
y que se interpreta como el mango de un puñal votivo
(BWQ.UU, 1983: 112).
La lista de referencias de este tipo puede ser muy
larga. 'S in embargo, utilizar estos datos para sacar consecuencias de carácter arqueozoológico nos parece
muy arriesgado: además del estado de conservación de
la pieza y de la habilidad o del estilo del artista, que
pueden dificultar la interpretación, estas representa·
ciones iconográficas distan muchos de tener la menor
pretensión de descripción taxonómica.
En cuanto a las fuentes documentales clásicas se
refiere, no conocemos referencias directas sobre estas
prácticas en relación con cl mundo ibérico, aunque podemos extrapolar los datos que conocemos para otros
pueblos mediterráneos, siempre muy generales. Así
por ejemplo, la voz «Sacrificium» del «Dictionnaire des
antiqu.ites grecques et romaines» (LEO.RANXl ET .u.., 1918:
956-973), hace referencia al cabrito, cerdo y oveja en
rclaci6n con las prácticas de sacrificio, en asociBción
con otros animales domésticos.
Ya en términos estrictamente arqueozoológicos,
d ebemos referirnos a los estudios realizados por I. Sarrión sobre materiales relacionados con depósitos de
carácter ritual, aunque corresponden a tres yacimien·
tos de caracterfsticas muy diferentes entre sí, como son
la necrópol is de El Molar en la que la presencia de fauna se interpreta como los restos de un banquete
(MoNRAVAL y LóPllz, 1984: 150) y ofrendas, o la Cueva
deJ Sapo, con un 60'91% de restos de Ciervo y 27'33%
de ovicaprinos, que cabe interpretar en conjunto como
restos de alimentación en una cueva de habitación
(PLA BALI. ESTER, 1985), si no fuera por la extraña topografla del yacimiento. Las mismas especies se citan en
el caso del Puntal del Horno Ciego, aunque con menor
importancia relativa, que comparten con especies que
el autor excluye del conjunto ritual (SARAJON, 1990:
180). Aun siendo éste el yacimiento a priori de características más parecidas al que estudiamos, el carácter de
la fauna identificada, en su mayoría correspondiente a
poblaciones naturales o, en el caso de las e¡¡pecies do·
mésticas o venatorias, la dificultad de asociarlas claramente al depósito ofrendatorio, hace que no podamos
284
extraer datos útiles para la interpretación del material
que nos ocupa.
LA FAUNA DE LA CUEVA
MERINEL
Los huesos estudiados corresponden sobre todo a
restos de cabras y cerdos, aunque también se recogie·
ron algunos de conejo, otros restos de microroedores y
quirópteros, parte del cráneo y del tibiotarso de un ave
-probablemente un córvido- y un fragmento del
dentario de un lagarto (Lacerta upida). Excluyendo a las
cabras y los cerdos, los 35 fragmentos que restan corresponden a animales cuya presencia en el conjunto
faunístico es una especiac de ruido de fondo en cual·
quier depósito procedente de una cueva, incorporados
al depósito por animales predadores, carroñeros o
muertos dentro de la cavidad.
La mayor parte d e los materiales aparecen incluidos en una tierra muy oscura, mezclados con los frag·
mentos cerámicos y a veces forman costras espesas e.n durecidas por un cemento calcáreo. La limpieza de
estas costras en el laboratorio dio como resultado la
aparición de numerosos fragment9s prácticamente re·
ducidos a polvo y de algunos fragmentos de huesos
quemados, todo ello de imposible cuantificación ni
mucho menos determinación específica.
No publicamos los escasos datos biométricos obte·
nidos por considerar que no aportan mayor informa·
ción al objeto de este trab:yo.
ESTUDIO DE LAS ESPECIES
Del Cerdo (Sus dinrusticus) se han identificado 219
r estos (14'2%) que representan un mínimo de 10 individuos (17%). La discriminación entre los h uesos pro·
cedentes de ganado porcino y los d el j abaU es un problema difícil en cualqu,ier conj11nto arqueozoológico,
pero si a la dificultad normal añadimos que en cl presente caso se trata exclusivamente de animales muy j6·
NR
¡¡
NMI
~
J7'9
1'8
8'6
76'7
10
1
21
57'~
24
42'9
63'7
S6
SOBRE NJU
Sus domerticus ..
Oviuriea . .....
C~pra hi.rcus ....
Ovis o Capn ...
NRl ....... ....
NRNI ..........
NR ............
219
4
131
1.168
1
.522
867
2.389
Fig. J.- NIÍ.m4TO y
14'4
()''
36'3
dislrih~
de los ratos u iUilUJdos.
[page-n-295]
FAUNA DE LA CUEVA MERINBL
venes, cualquier discriminación de orden biométrico
-casi la única aplicable al material de época pre y
protohistórica- resulta del todo improcedente. La decisión de agrupar el material bajo la especie doméstica
se debe al hecho de que en todos los ejemplares estudiados el estado de la dentición es prácticamente idéntico y corresponde a una edad inferior a seis meses
(Buu y PAY~"E, 1982), más un caso de un ejemplar
neonato (PRUNMJU., 1987 y 1987 bis), lo que denota
una pauta de selección de edades dificil de admitir
como práctica cinegética a no ser que estemos en presencia de individuos de la misma camada, extremo que
tampoco podemos descartar con los datos de que disponemos. El consumo de animales domésticos excesivamente jóvenes puede responder a condicionamientos
sociales, pero no es frecuente en términos de explotación ganadera, puesto que los animales no han alcanzado el óptimo de producción de carne en función de
su edad. El cerdo ha sido citado en poblados ibéricos
como Covalta (Albaida) donde parece constituir la
principal fuente alimentaria de orlgen animal (SAUJóN, 1979: 98-99), es relativamente abundante también en El Puntal deis Llops {St.tuuóN, 1981) y aparece
en fm representado en diversas proporciones en todos
los niveles de Los Villares y en el de El Castellet de
Bemabé (MARTfNzz, 1988), Peña Negra (Ptuz RlroLL,
1983) Vinarragell (ARTEAGA y MJSSAoo, 1971) y Los Saladares (DIUESCH, 1975), así como en La Muela {MoN&AvAL y l..oPilZ, 1984) y Horno Ciego (SARRJóN, 1990).
En cuanto a la edad a la que fueron sacrificados estos
animales, sólo podemos compararla con los datos publicados por R . Martínez en el artículo citado, con un
espectrO de edades ampüo en Jos diferentes niveles y
yacimientos que estudia, sin citar n ingún caso de individuos muertos antes de los seis meses, que como ya
hemos dicho son los únicos presentes aquí.
Cerdos y jabalíes aparecen con frecuencia citados
en relación a actividades de tipo ritual o religioso y en
representaciones del mismo signo, casi siempre asociado a la oveja y la cabra, y más ocasionalmente en compañía del perro, siendo siempre muy dificil afl.rma.r con
seguridad su pertenencia a la especie silvestre o al cCJ'"
do ibérico, y sin que nada impida descartar a priori la
participación de ambas.
La figura 2 representa la relación entre partes del
esqueleto; ha sido elaborada agrupando todos los fragmentos de cráneo, maxilares y mandíbulas y los del
resto del esqueleto -no se han tenido encuenta los
dientes aislados-. Comparados con los restos posteranealcs, los craneales dominan en una proporción de
casi 8 a 1; esta proporción se aleja de los resultados más
frecuentes en conjuntos procedentes de poblados, frecuentemente más equilibrada o de tendencia decididamente opuesta. Esto no es sorprendente si tenemos en
cuenta que, descontando los dientes y mandíbulas, el
resto del esqueleto craneal es muy vulnerable a la des·
9,02%
MANDIBULA
Fig. 2. - Sus,
distrib~
PIIT partu del esqutúlc.
trucción por fenómenos postdeposicionales, que de alguna manera promocionan la conservación de las piezas más densas y duras del esqueleto postcraneal frente
a los restos de origen craneal.
Sin embargo en los materiales estudiados procedentes de la Cueva MerineJ, la proporción de restos
craneales hace pen~ar que, por lo menos en el caso del
cerdo, se han depositado en la cavidad un cierto número de cráneos aislados, posiblemente enteros, y los esqueletos postcraoeales correspondientes bao recibido
un tratamiento distinto y seguramente han sido depositados en otro lugar.
Las cabras (C4pra lrircus) dominan en número de
restos y número mínimo de individuos el conjunto faunístico. La oveja está representada por 4 restos postcraneales, con señales de fuego y posiblemente del mismo
individuo. La figura 3 es elocuente en cuanto a las diferencias numéricas entre ambas e.species. Hemos identificado 131 restos, muchos de ellos dientes mandibulares. El resto, 1.168 restos (77% del NRI) han sido
indenúficados como correspondientes a Oois arier o C4-
pra lu'rcus.
Hay que hacer una acotación de orden metodológico: la distinción osteológica entre los restos de oveja
y cabra es siempre delicada, aunque hay métodos clásicos (Bor.ssNwK, 1969) que permiten la clasificación fiable de partes del esqueleto frecuentes en contexto arqueológico. Sin embargo, el material procedente de la
Cueva Mcrinel corresponde a individuos relativamente
jóvenes por un lado, y por otro predominan en él los
restos dentarios, aspectos ambos que no se adaptan
bien a los m~todos citados. La distinción la hemos basado en los criterios apuntados por Payne (1985), más
próximos a las condiciones que impone nuestro material y que se cumplen bien en nuestra colección de
referencia' . Los datos en cuanto a número de restos y
número mfnimo de individuos que se indican en el
cuadro, corresponden a la aplicación directa de los métodos referidos, mientras que aqueJJos en los que no
285
[page-n-296]
F. BLAY GARCfA
10
POSTCRANEAL
8
40,00%
CRANEO
6
4
2
MANDIBULA
Fig. 3.-
o
3-6
9
9-15 15-24
GRUPOS DE EDAD
<3
Ovis o Capra, dislrihtui6n por parlo del uqutlelo.
Fig. 4.-
cabe la atribución segura a ninguna de las dos especies,
han sido clasificados como "Ovejas o Cabras•, como es
habitual Puesto que el NMI para una especie en concreto se elabora a partir de la unidad anatómica más
frecuente, descontados los elementos pares y en función de las edades de muerte, en el caso de las cabras
el NMI se calcula sobre UD elemento identificado especrficamen.te, mientras que en. el caso del grupo "ovejas
o cabras» el NMI part.irá de otro elemento distinto, en
el que la identificación a n.ivel de especie no es posible.
En el caso que nos ocupa, los 24 individuos identificados como O·C podrían incluir a los 21 de cabra, al estar calculados uno y otro a partir de huesos diferentes.
Por otro lado, cl resultado de reelaborar el NMJ a par·
tir de todos los restos, tanto de 0 -C como de cabra,
refuerza la idea de que existe una alta probabilidad de
que se trate de un único conjunto formado por restos
de Capra hircut identificados como tales o o o por problemas de método o por su grado de fragmentación .
Las fuentes históricas se refieren a la oveja con
cierta frecuencia y más raramente a la cabra, también
existen algunas referencias iconográficas de las mismas
pero su interpretación taxonómica no es siempre clara.
La oveja y la cabra aparecen citadas en todos
los yacimiento de época ibérica que han sido objeto
do estudios zooarqueológicos, como la principal o una
de las más importantes fuentes de carne. Las proporciones relativas entre ambas especies se deben más
bien a factores de orden ambiental dominantes en el
á.rea de los yacimientos que a factores culturales, y
posiblemente así haya que entender el predominio absoluto de la cabra frente a la oveja en Cueva Merinel
y las diferencias entre los yacimientos estudiados por
I. Sarrión.
La edad de sacrificio de las cabras la hemos calculado siguiendo el método propuesto por J. Altuna
(1980). El resultado es la presencia de por lo menos UD
ejemplar por cada clase de edad, con una concentra-
286
O~is
o Capra, tdAd
t11 'I'IWU
>24
y NMI.
ci6n clara en los 9-15 meses y algunos animales sacrificados despu~s de los dos años de vida (Fig. 4-).
Los resultados obtenidos a partir del estudio de
la fauna del yacimiento ibérico de la Cueva Merinel
permiten afirmar que la presencia de restos óseos en
asoclaci6n con cerá.micas ibéricas de tipo caliciforme
en dicho yacimiento, podría estar en relaci6n con el
uso ritual que normalmente se atribuye a estos tipos
cerámicos, sobre todo a partir de la selección de la
parte craneal del e.squeleto, lo que parece exclu_ que
ir
el conjunto proceda de simples restos de com1da de
moradores de la cavidad, o del abandono de reses
muertas por causas naturales. Por los datos de que
disponemos sólo podemos apuntar la hipótesis de que
el rito comprendiera la decapitación de cerdos muy
jóvenes y de cabras, cuyos restos cefá.lieos e~an dep_ sio
tados en el mismo sitio que los vasos ccrá.micos, m1en·
tras que las demás panes del cuerpo eran objeto de
un tratamiento ditinto que implicaba su deposición
en otro lugar.
NOTAS
Hay que exceptuar cl primer molar inferior, ~· q~e apare1
cieron numeroaot casos dudo101 cuando no contradactonos en cl
material arqueológico. Los M 1 figuran por tanto c:n el grupo O·C
y su número no afecta al cJilculo del NMI.
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287
[page-n-298]
[page-n-299]
J osé P tREz B ALLESTER •
EL ABRIGO DE REINÁ (ALCALÁ DEL JÚCAR).
ENSAYO SOBRE UN NUEVO MODELO DE LUGAR DE CULTO
EN EPOCA IBERICA
;
Exponemos aquf los resultados de tipo teórico ob·
tenidos a partir del comienzo del estudio de un abrigo
con inscripciones ib~ricas situado en el t~nníno muni·
cipal de Alcalá del Júcar, y su comparación con otros
lugares similares, también con inscripciones rupestres
del mismo tipo. Expondremos primero las caracte.dsti·
cas del Abrigo de ReinA, a continuación los datos co·
rrespoodientes a Jos otros sitios estudiados, con los distintos atributos que nos han permitido diseñar el
modelo, que expondremos por último. No entraremos
en el estudio de las inscripciones en s!, trabajo que
abordaremos en otro lugar, aunque las transcribiremos
en su apartado, tal y como vienen en la bibliograffa
consultada.
EL ABRIGO DE REINÁ (Fig. 1, a)
Situado en la margen derecha del rfo Júcar, entre
Alcalá del Júcar y La Recueja, está a unos 40 mts. de
altura sobre el nivel del rfo y al pie de una cresta caliza
ubicada en la parte más alta y estrecha de una lengua
•
l~ncia .
Opto. de Prehistoria y Arqueología, Univcrailat de Va-
;
rocosa amesetada que penetra profundamente en la
hoz del ño, dando lugar a dos pronunciados meandros.
En e.l mismo entorno se encuentra el complejo de hornos ibéricos de La Casa Grande'; y en la estrecha
cima amesetada donde se encuentra el abrigo, y a unos
lOO mts. de éste, un asentamiento de la Edad del Bronce muy arrasado por la erosión, donde se reconocen al·
gunas alineaciones de muros y al menos un fondo de
cabaña, actualmente en estudio'.
El abrigo, orientado al norte, consta de una cova·
cha de 4 mts. de boca, otros tantos de profundidad y
una altura que oscila entre 2 y 1'40 mts. Está horadada arti.ficialmente por el fondo sur, a trav~s de una
abertura cuadrangular de 1'6 mts. de altura por
0'60 mts. de ancho, que se abre de nuevo al río por ese
lado, donde la roca aparece cortada casi a pico sobre
aquél (Fig. 1, e). El lado norte (Fig. 1, b) es más accesible, con una pendiente abrupta pero practicable repo·
blada de pinos; o más fácilmente aún, por la divisoria
del promontorio amesetado donde se asienta, cuyo extremo noroeste presenta una pendiente suave hasta el
ño. Es en este lado norte donde el abrigo se abre dando
lugar a una visera de unos 4 rota. de altura y entre 0'5
y 1' 5 mts. de saledizo, producida por la erosión de un
estrato de materiales margosos, entre otros calizos más
289
[page-n-300]
a
b
/
e
Ftg 1 -
290
RLiná a) eruta rocosa al p!t dt la cual st stlún ti ohngo, h) mrto ¿, lo covacha (al fondo)) lo usero (m pnmer tirrmno), t) la
cowcho, oista dude la tnlrnda Al foudn, lo abertura Sur
[page-n-301]
EL ABRIGO DE REINÁ
resistentes, y que se extiende unos 25 mts. hacia el noroeste. Delante de la visera existe una estrecha plataforma con una anchura que varía entre 2 y 1 m.
Es precisamente en esa capa más blanda, blanquecina, que hemos mencionado, donde se grabaron los
distintos signos figurados, geométricos o alfabéticos
que estamos ahora estudiando y que ocupan el interior
de la covacha y la pared resguardada por la visera
(Fig. 2, a y b). Estos se localizan a alturas muy variables, entre 3 mts. y 0'20 m. de altura con respecto al
suelo actual, y cronológicamente ocupan un arco tem·
poral muy amplio: desde una inscripción de cuatro lí·
neas fechada en 1880, al grupo de inscripciones con
signos ibéricos. El abrigo no era conocido más que por
pastores ocasionales, y los únjcos signos muy recientes
(dos grupos de tres iniciales) hallados en nuestra última visita -octubre de 1990- no existían seis meses
aotea.
Podemos resumir así los hallazgos de Reiná:
-1 cruz de Malta.
-1 cruz de Caravaca.
-1 inscripción en cuatro !meas, fechada en 1880.
Estos dueños, más algún signo geométrico o trazos sueltos no determinados, se encuentran al pctcrior
de la boca sur de la covacha, dando al cortado sobre
el r(o.
-18 cruciformes, a menudo en grupos de tres o
cuatro, a veces con los extremos de los brazos marcados
por puntos, y repartidos por el interior de la covacha
y los distintos paneles bajo la visera norte, más escasos
cuanto mayor es la distancia a la covacha.
- 4 antropomorfos esquemáticos, tres de ellos formados por una cruz de brazo horizontal corto y alto,
y un brazo vertical muy largo, del que nacen en su mitad inferior otros dos trazos obJfcuos, a modo de pier·
nas. El cuarto, de pequeño tamaño, con un arco que
sobre la cabeza une las extremidades superiores, re·
cuerda a un indalo. Se encuentran dispersos, en.tre la
covacha y los paneles de la visera.
-2 signos solares o estelares.
-2 signos rectangulares.
-2 signos circulares.
- 1 posible vulva.
-1 triángulo relleno de puntos.
-12 signos geom~tricos indeterminados.
Todos estos elementos se hallan repartidos igualmente por la covacha y los paneles de la visera.
- 1 posible arado, del tipo •de cama. o f
-6 letreros con signos ibéricos, agrupados en tres
paneles distintos, pero siempre fuera de la covacha,
bajo la visera. De éstos, dos constan de signos de mayor
tamaño, entre 12 y 14 cms. de largo cada uno, rastreándose además en éstos dos lfneas horizontales o
guías, que en el letrero B permiten adivinar una cane-
la rectangular. Los otros cuatro son de signos más pequeños, de entre 4- y 5 ems. de longitud. La transcripción provisional que ofrecemos como primjcia sería
como sigue, a la espera de los resultados de la documentación fotográfica realizada recientemente:
Letrero A :
-M 1 rl ~ !1 '1'< l_ M 1'Cl)
.útrno B: _ _ ~
.1.1 11J .LJ j_ .1 ~ 1_
Letrero C:~ N'Qlf'l__y_ _ ).
.útmo
D: ~
.útmo
E: ~ N A
.ÚlmoF:
_ti..fd V _ t_/\
f!. ~
/! .1\
4~
Además, y para terminar de situar el entorno inmediato del yacimiento, diremos que se conserva un
acceso por el lado norte, frontal al pasillo o estrecha
plataforma junto a la visera, formado por tres escalones t.allados en la roca; y por el noroeste, hemos identi·
6cado algunos tramos de un ancho sendero antiguo
que sube desde la margen derecha del rfo al extremo
más alejado pero también más accesible del farallón
amesetado que constituye el asiento del hábitat del
Bronce, y a sólo 100 mts. del abrigo de Reiná.
Paradójicamente, no está clara la relación de este
abrigo, que creemos poder identificar como lugar de
culto, con algúo asentamiento antiguo próximo o inmediato. Los propios excavadores del complejo de hornos de La Casa Grande, no lo encontraron tampoco al
prospectar el área en su momento. El más cercano se
encuentra a 7 kms. por la carretera que bordea el río,
en el lugar de Las Eras, sobre la propia villa de Alcalá
del Júcar. Se trata de un yacimiento de varias hectáreas, de época ibero-romana, con abundantes restos cerámicos en superficie, muchos de ellos con decoraciones pintadas con motivos fitomorfos, y restos de
estructuras a la vista. Las otras posibilidades que se
nos ofrecen son: el cerro al pie del cual está la ermita
de San Lorenzo, a 3 kms. de Reiná y a 4 kms. de Alcalá de la cual es patrón, donde por noticias recogidas
en el pueblo, sabemos que aparecieron algunas cerámicas pintadas ibéricas. Por último, mencionaremos la
posible existencia, ya desde ~poca i~rica, de un hábitat rupestre en la zona, que aún puede rastrearse en
la actualidad: varios centenares de cuevas artificiales
excavadas en las paredes del estrecho valle -luego
hoz- delJúcar, en las inmediaciones de Alc.alá. Al pie
del mismo promontorio rocoso de Reiná encontramos
4 de ellas en su lado Norte, y una veintena en el lado
sur, junto al r(o. No se conocen s.in embargo hasta el
momento, evidencias de restos materiales de esa época
en cueva alguna de la zona, quizás por falta de una
prospección adecuada, o por la constante reutilización
de las mismas a través del tiempo.
291
[page-n-302]
J
PÉREZ llALLESTER
b
Fig. 2.- Rtiná. a) inscriptiófl A y anlropomarjo, b) mscrÍ/JCIÓII 8 )' par/( tú ltz C.
292
[page-n-303]
EL ABRIGO DE REINÁ
Fíg. 3.- Abrigos con 1'nsmpdonet ibéricos.
En cuanto a la naturaleza del abrigo, estamos ante
un modelo de lugar habitado que no tiene nada que
ver con las cuevas refugio o las cuevas santuario que
nuestra colega Milagros Gil-Mascarell• estudió en el
País Valenciano. Frente al lugar abierto y destacado de
Reiná, aquellas son en su mayoría simas y cuevas propiamente dichas; frente a la ausencia de materiales cerámicos que contextualizasen a Reiná, encontramos
siempre ~stos en las del trabajo de Gil-Mascarell, y
siempre con ejemplares de factura ibérica y tipología
bien precisa y repetitiva en las distintas cuevas abrigo
o cuevas santuario, que demuestran su utilización en
esa ~poca. También, la inexistencia de inscripciones
ibéricas en esas simas y cuevas, contrasta con la presencia de ellas en Reiná, que igualmente nos hacen
vincular la utilización del abrigo a la misma época
ibérica.
LOS ABRIGOS CON INSCRIPCIONES IBÉRICAS (Fig. 3)
Hemos localizado en la bibliogralla una decena de
lugares de caracterfsticas semejantes a Reiná. Ocho de
ellos son propiamente abrigos; otros dos son prácticamente petroglifos grabados sobre piedras al aire libre.
Hemos inclufdo estos últimos (n. 0 9 y 10) a propósito,
porque sus diferencias con los anteriores facilitan la visión de homogeneidad de aquellos.
En cuanto a la situación geográfica, uno de ellos
está en la provincia de Albacete (n. 0 1} a unos
100 km.s. de Reiná; tres en el País Valenciano (o. 0 2,
3 y 4), uno en 'lerud (o. 0 5), dos en Cataluña (n. 0 6
y 7), otro en Extremadura (n. 0 8) y los dos últimos
(n. 0 9 y 10) en el sur de Francia.
Hemos aplicado una ficha tanto a estos yacimientos como a Reiná, contemplando básicamente tres
campos:
293
[page-n-304]
J. PWZ BALLESTER
A. Las características del Jugar y su entorno.
B. La existencia o no de contextO arqueológico en
el sitio o en los alrededores.
C. Las inscripciones propiamente dichas, desde
un doble enfoque: C6mo están hechas, dónde se en·
cuentran y con qué, y por otro lado datos relativos a
los signos, su número, disposición y transcripción.
N. o 1. LA CAMARETA (HELLÍN,
ALBACETE)'
D. L u inscripciones.
Car~cteres
epigráficos
0 .1. Disposición: Dos Uneas, quizás de un sólo vocablo. Según los autores, es posible que existan más
inscripciones.
0.2. Medidas: Panel de 31 cms. de longitud; letras
de 5 cms. de altura.
0.3 . Transcripción:
~c~LM
K
_ el))' fV
!1. 1. 0-t.l.
A. El lugar
A.l. T ipo: Abrigo agrandado.
A.2. Ubicación: Cortada o barranco sobre el anti·
guo nivel del río, hoy pantano de Camarillas.
A.3. Proximidad a: Río, río Camarillas.
A.4. Altura sobre nivel del mar: 500/600 mts.
aprox.
A.5. Altura sobre área circunstante: 60/70 mts.
sobre el antiguo nivel del rfo.
A.6. Accesibilidad: Casi inaccesible. Se necesita·
rfan cuerdas o una escalera.
A.7. Visibilidad: desde el lugar, de 1 a 5 kms.
A.8. Medidas: No se recogen.
N. 0 2. EL BURGAL (SIETE AGUAS,
VALENCIA)'
A. El lugar
A.l. Tipo: Abrigo visera.
A.2. Ubicación: Barranco.
A.3. Proximidad a: Rfo y camino antiguo.
A.+. Altura sobre nivel del mar: 930 mts.
A.5. Altura sobre área circunstante: No se recoge.
A.6. Accesibilidad: Oiffcil.
A.7. Visibilidad: Desde el lugar: aprox. 1 a 5 kms.
SemiocuJtO a la vista.
A.8. Medidas: No se recogen.
B. Contato arqueol6gico
B.l. En cllugar: Inscripciones posteriores, latinas,
árabes, castellan as y hasta del riglo xoc.
B.2. Inmediato: No existe.
B.3. Próximo: El poblado ibérico correspondiente
a la necrópolis de El 'Thsorico, en la parte superior del
cortado donde se abre el abrigo.
C. Las inscripciones. Caracteres .morfo16gicos
y topográficos
C.l. Tipo: Grafitada.s/grabadas.
C.2. Ubicación: Zona media (a 1'20 mts. de la pa·
red externa).
C.3. Situación relativa: Asociados a multitud de
grafitos y otras inscripciones, siempre posteriores: latinos, árabes, castellanos, basta del siglo XIX . Figuras
más frecuentes: cabalJos. En el mismo panel de los signos i~ricos: letreros árabes, cabalJos, cápridos y cánidos, todos posteriorea. También signos geométricos.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista, a unos
dos mts. de altura.
C.5. Conservación: Buena, pero delicada.
294
B. Conta to arqueo16gico
B.l. En el lugar: No.
B.2. I nmediato: útiles de silex, anteriores.
B.3. Próximo: No se recoge.
C. Laa in1cripciones. Caracteres morfo16gicos y
topográficos
C.l. Tipo: Grabados/grafitados.
C.2. Ubicación: Zona media, en un panel de
70 x 30 cms., a 1'50 mts. de altura sobre el suelo.
C.3. Situaci6n relativa: Aislados; no hay o no se
indica asociación con otras pinturas o grabados.
C.+. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.5. Conservación: Precaria.
D. Las inacripciones. Caracteres epigráfico1
D. l. Presentación: 1res Jfueas con 35 signos conservados, y otros desaparecidos.
0.2. Medidas: No se recogen.
D.3. 'fransccipci6n:
[page-n-305]
BL ABRIGO DE REINÁ
..L p ~ (.l..) .X 1' X. (l) (:.i) ~ .l..f
2.•: .ll E :t \fJ ..P ~ .1?.1. ~A ~_r
N. o 4. MAS DEL CINGLE (ARES DEL
MAESTRE, CASTELLÓN)'
3.•: ~
A. El lugar
l. •:
1'!. ~ p_.x__ ~c:L ....... t.JL/{_>_P__¿1
N. o 3. EL TARRAGÓN (VILLAR DEL
ARZOBISPO)'
A. El lugar
A.l. T ipo: Abrigo.
A.2. Ubicación: Barranco.
A.3. P roximidad a: No se recoge.
A.4. Altura sobre el nivel del mar: 500/600 mts.
aprox.
A.5. Altura sobre área circunstante: No se recoge.
A.6. Accesibilidad: No se recoge.
A.7. Visibilidad: No se recoge.
A.8. Medidas: No se recogen.
B. Contexto arqueo16gico
B.l . En el lugar: Otros grabados geométricos, jjgu·
rados, zoomorfos, y arcos con flechas. Coetáneos o anteriores.
B.2. fumediato: No se recoge.
B.3. Próximo: No se recoge.
C. La1 in1cripcione1. Caractere1 morfo16gico!l y
topográficos
C.l. Tipo: Grafitadas o grabadas.
C.2. Ubicación: No se recoge.
C.3. Situad6n relativa; Asociadas a grabados coetáneos o anteriores.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a simple vista.
C.5. Conservación: Aceptable.
D. La1 i.nscripcionea. Caractere1 epigráficos
D.l. Disposición: Varias Jfneas o frases repetidas,
hasta un total de 12; otras líneas o frases.
D.2. Medidas: No se recogen.
D.3. 'franscripción: No se recoge. Actualmente en
estudio por D. Fletcber y L. Silgo.
A.l. Tipo: Abrigo con poca visera.
A.2. Ubicación: Barranco.
A.3. Proximidad a: Arroyo (Rambla Carbonera).
A.4·. Altura sobre nivel del mar: 900/JOO mts.
A.5. Altura sobre área circunstante: No se recoge.
A.6. Accesibilidad; ¿Difícil?
A.7. Visibilidad: 1 a 5 kms. aprox.
A.8. Medidas: 70 mts. de largo.
B. Contexto arqueo16gico
B.l. En el lugar: Pinturas de estilo levantino y es·
quemático, anteriores y coetáneas.
B.2. Inmediato: No se recoge.
8.3. Próximo: No se recoge.
C. La!l inscripciones. Caracteres morfo16gico!l y
topográficos
C.l. Tipo: Pintadas, con pintura roja.
C.2. Ubicación: Zona media, dentro de una concavidad.
C.3. Situación relativa: Junto a una serie de figuras: cuadr6pedo, pequeño animal, figura humana esquemática, figura femenina y otros animales. También: un tectiforme, un ancoriforme, etc. Un jinete;
junto a la cabeza del caballo se aitóa la inscripción. En
general todas las figuras esquemáticas, salvo la dama
con faldas y el jinete.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.5. Conservación: Precaria.
D. La11 inscripciones. Caracteres epigráficos
D.l. Disposición: Letrero de cuatrO letr¡s.
D.2. Medidas: 2 cms. de longitud cada letra o signo, aproximadamente.
D.3. 'Jranscripci6n: (Dudosa).
1 (.sl:) ..t
295
[page-n-306]
J. P!REZ BALLF.STER
N. o 5. CANTERA PEÑALBA
(VILLASTAR, TERUEL)'
N. o 6. LES GRAUS (RODA DE TER,
PLANA DE VIC, GIRONA)10
A . El Jugar
A. El lugar
A.l.
A.2.
la cima.
A.3.
A.4.
A.5.
A.6.
A. 7.
A.8.
Tipo: Visera.
Ubicació.n: Cortada o barranco, pero cerca de
Proximidad a: Río 'furia.
Altura sobre nivel del mar: 700 mts. aprox.
Altura sobre área circunstante: No se recoge.
Accesibilidad: Diflcil.
Visibilidad: 1 a 5 kms.
M edidas: No se recoge.
A.J. Tipo: Abrigo.
A.2. Ubicación: Cortada o barranco.
A.3. Proximidad a: R fo 'Ier.
A.4. Altura sobre nivel del mar: 500/ 600 mts.
aprox.
A.5. Altura sobre área circunstante: 60/70 mts.
sobre el río.
A.6. Accesibilidad: Difl'cil.
A.?. Visibilidad: No se recoge.
A.8. M edidas: No se recogen.
B. Contexto arqueo16gico
B. Contezto arqueo16gico
B.l. En el lugar: Con seguridad, grafitos posteriores o coetáneos, latinos, chasta una veintena de textos-.
B.2. Inmediato: No.
B.3. Próximo: Yacimiento celtibérico.
B.l. En el lugar: No existe.
B.2. Inmediato: A unos 400 mts., un hábitat ibérico (siglos u y 1 a.C.), una iglesia románica y una necrópolis medieval.
B.3. Próximo: No se recoge.
C. Las :i.nscripc:iones. Caracteres morfo16gicos y
topográficos.
C.l. Tipo: Grafitadas/Grabadas.
C.2. Ubicación: Parte externa, ya que no hay
cueva.
C.3. Situación relativa: a.aociada a grafitos latinos
coetáneos o posteriores, y abundantes grabados geométricos, zoomorfos y figurados.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.S. Conservación: Precar~a.
D. L as ÚJScripc:iones. Carac:tercs epigráficos
0.1. Disposición: Variu líneas (al menos cuatro)
con un vocablo en cada una de ellas.
0.2. Medidu: No se recogen.
D.3. uanscripción:
1. •:
l. 2 _t. y 4- ...( .J. ~
2.•: ~~j_XY
3.•: ~
.!t X y
l.~i l .li..{
5.•: .& ~.m Ll
4.•:
C. La• inscripcione•. Caracterf•tica.s morfol6gical y topográfica•
C.l. Tipo: Grabadas/Grafitadas.
C.2. Ubicación: Zona Externa. Bn dos paneles, a
escasos metros uno de otro.
C.3. Situación relativa: En esa zona, aislados; posiblemente en otros paneles menos accesibles, inscripciones medievales, claramente posteriores.
C.+. Visibilidad: Un panel accesible a la vista; el
otro no.
0.5. Conservación: Precaria.
D. Lu Ílllcripc:ionel . Caracterílticu
epigráfica•
D.l. Disposición: Dos Hneas, con varios vocablos
en ca da una de ellas. En la primera, sólo 7 u 8 signos,
y otr os muy perdidos; en la segunda, 12 signos seguros.
D.2. M edidas: Altura de las letras de la primera
lfnea: entre + y 4'5 cms.
0.3. 1Ianscripci6n:
1.-: (.l...!..
y J.. .L)
! !e ~i' ~ i.
(..1 ..L ..l..)
2.•: j_ ~A.~ 1J .A~
296
~~
/"' !1! ~ j_ j_
[page-n-307]
EL ABRIGO DE REINÁ
N. o 7. ROCA DELS MOROS (COGUL,
LÉRIDA)11
A.
3.•: (X)
4-.-:
L1 :Y ..t ¿
~ ..C
..L ...( .t6. .J_ .ó
Ell~gar
A.L Tip o: Abrigo.
A.2. Ubicación: Barranco.
A.3. Proximidad a: Arroyo.
A.4. Altura sobre nivel de) mar: 300 mts. aprox.
A.5. Altura sobre el área circunstante: No se
recoge.
A.6. Accesibilidad: Fácil.
A. 7. Visibilidad: 1 a 5 kms.
A.8. Medidas: No se recogen.
B. Contato arqueol6gico
B.l. En el lugar: Pinturas post-paleoHticas, e inscripciones latinas.
B.2. Inmediato: L ascas y hojitas trabajadas de
sOex.
B.3. Próximo: No se recoge.
C. Las inscripciones. Caracteres morfol6gicos y
topográficos
0.1. Tipo: Grafitadas.
0.2. Ubicación: Zona media/interna.
0.3. Situación relativa. Asociadas a pinturas de
:
tipo levantino y esquemáticas, siendo las más próximas
fisicamente estas últimas. Las inscripciones no se superponen a las pinturas, sino que se graban al mar gen
de ellas. L as inscripciones latinas: con claro sentido de
ofrenda o voto.
0.4. Accesibilidad: Accesibles a simple vista.
0.5. Conservación: Aceptable.
D. Las inscripciones. Caracteres epigráficos
N.o 8. COVACHA DE MONTFRAGUE
(TORREJÓN EL RUBIO, CÁCERESY2
A. El lugar
AJ. Tipo: Abrigo.
A.2. U bicación: Ladera/solana.
A.3. Proximidad a: Río o arroyo, algo alejado.
A.4. Altura sobre nivel del mar: 400/500 mts.
aprox.
A.5. Altura sobr-e área circun stante: No se recoge.
A.6. Accesibilidad: Fácil.
A.7. Visibilidad: No se recoge.
A.8. Medidas: No se recogen.
B. Contexto arqueol6gico
B.l. En el lugar: Pinturas esquemáticas, anteriores
o coetáneas.
B.2. Inmed iato: Ermita de la Virgen de Montfrague.
B.3. P róximo: Poblado indígena, en la cima de la
ladera, al menos con niveles de las épocas del Bronce
y del Hierro ¿?
C. Las inscripcionea. Caracteres morfol6gicos y
topográficos
C.L Tipo: Pintada.
0.2. Ubicación: Zona exteriot:, al aire libre, en la
pared derecha de la covacha.
0 .3. Situación relativa: Asociada a una serie de figuritas en negro, que n o corta, anteriores o coetáneas.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.5. Conservación: Precaria.
D.l. Disposición: Sobre un panel de 2 mts. de lon-
gitud, dos líneas, algunos vocablos aislados y otros signos dudosos.
0.2. Medidas: Altura de las letras, 8/10 cms.; longitud de la línea más larga : 1'40 mts..
D.3. 'franscripci6n:
P:
~ }9 (.fL ~) fl.IP .i 1:! {))! 11 E_{ ~ ()
~ti K X~
2.•: c.t,)~ 1l ~.Ni <~ A~ a ID .ti .A 2 ~
~~b:._j¿~J?~J::IEP
D. Las inscripciones. Caracteres epigráficos
D.L Disposición: Una línea con varios vocablos
muy deterio.rados, y algunas letras sueltas.
D.2. Medidas: No se recogen.
0.3. Transcripción:
~ M .X ~_o _.D .1; o bien: ~ A
A :.i. LL.Jl
11~
C>diA~IQ~
297
[page-n-308]
J.
PÉREZ BALLESTER
N. o 9. REPLA DEL GINEBRf (OSSEJA,
ROUSSILLON)"
A. El lugar
A.t. Tipo: Rocas al aire libre, con inscripcionCJ en
su cara vertical.
A.2. Ubicación: Ladera suave.
A.3. Proximidad a: Ni a fuentes o CUI:liOS de agua
ni a caminos antiguos. Zona montañosa.
A.4. Altura sobr e nivel del mar: Más de
1.000 mts.
A.5. Altura sobre área circunstante: No se recoge.
A.6. Accesibilidad: Fácil.
A 7. Visibilidad: Posiblemente 1 a 5 kms, o má.s.
A.8. Medidas: No se recogen.
A.3. Proximidad a: Camino antiguo.
A.4. Alrura sobre nivel del mar: Más de
1.000 mts.
A.5. Altura sobre área circunstante: No se recoge.
A .6. Accesibilidad: Fácil.
A.7. Visibilidad: Se supone buena, como el anterior.
A.8. Medidas: No se recogen.
B. Contexto arqueo16gico
B.l. En el lugar: Inscripciones figuradas (cruces,
signos solares, cruz de Malta, restos de una escena de
caza) y un monograma jl-IS, posteriores o coetáneos;
quizás alguno anterior.
B.2. Inmediato: Lasca de sOex.
B.3. Próximo: No se recoge.
B. Contexto arqueo16gico
B.l. En el lugar: Grabados coetáneos o posteriores.
B.2. Inmediato: No se recoge.
B.3. Próximo: No se recoge.
C. Las inscripcione1. Caracteres morlo16gicos y
topográfico•
C.l. Tipo: Grafitadas/Grabadas. Trazos finos, sobre esquistos.
C.2. Ubicación: Zona externa, al aire libre.
C.3. Situación relativa: Asociadas a otros grabad os esquemáticos (ciervo, signos solares) coetáneos o
anteriores.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.S. Conservación: Buena.
D. Las inscripciones. Caractere1 epigráficos
C. Las inscripciones. Caracteres morfo16gicos
y topográficos
0 .1. Tipo: Grafitadas/G rabadas. Trazos finos, so·
bre esquistos.
C.2. Ubicación: Zona externa, al aire libre.
C.3. Situación relatjva: Asociados a otros grabados ya mencionados, anteriores, posteriores y/o coetáneos, entre ellos una inscripción latina.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.5. Conservación: Deficiente.
D. Las inscripciones. Caracteres epigráficos
D.l. Disposición: «Signos alfabetiformes, posiblemente ibéricos» en tres letreros mal conservados.
D.2. Medidas: No se recogen.
0 .3. 'franscripción:
~ A
0 .1. Disposición: Un solo vocablo.
0 .2. Medidas: No se recogen.
0 .3. lranscripción:
2.0 : (_l
~ .t f
N. 0 10. PLA DE VALLELLES (PRUNET,
ROUSSILLONr•
A. El lugar
AJ. Tipo: Rocas al aire libre; inscripciones en las
caras verticales de las mismas.
A.2. Ubicación: Ladera suave.
298
E_.& _.¿1 _g_ A1(11) __
3.0: ¿?
.t .M c ~ < Jt:>
A> ..M
1.0:
.l. L ) ~ l
_r (...L ..L ..L j_ _!_)
tJ
CONCLUSIONES
De la atenta lectura d e estas fichas, y a pesar de
lo fragme ntario de la información en algunos yacim ientos, podemos elaborar unas a modo de conclusiones que nos ayuden a esbozar el perfu de este tipo de
lugares asociados indudablemente al mundo ibérico.
Considerando los datos disponibles, estimamos
como elementos caracteñsticos aquellos que se repiten
[page-n-309]
EL ABRJGO DE REINÁ
en más de 6 lugares, sobre los 1J (incluída Reiná) estudiados. Por falta de datos, no consideraremos las entradas A.S. y A.8. (Altura sobre área circunstante y Medidas); y tomaremos con precaución la información
relativa a las entradas A.7. (Visibilidad) y en general
la correspondiente al campo B (Contexto Arqueológico), debido igualmente a la falta de precisión de muchos de los trabajos consultados en este sentido.
EL LUGAR
Viene definido como un abrigo, a veces agrandado
artificialmente, situado en una ladera abrupta o barranco, de acceso diffcil, siempre situado en tierras interiores de altura media-alta: siete de Jos yacimientos
por encima de los 500 mts., los otros cuatro entre 200
y 4{)0 mts., siendo estos últimos precisamente Jos más
alejados del área levantina. La relación de e!tos lugares
con el agua, se expresa por la inmediata proximidad
de cursos corrientes que discurren por el fondo de los
barrancos o laderas abruptas donde se sitúan los abrigos; en ningún caso se ha constatado relación con fuentes o manantiales. Sólo en dos casos se ba podido determinar una proximidad a camjno antiguo o vía de paso.
Allí donde se ha podido comprobar, los abrigos se
sitúan bastante por encima del nivel del río, entre 30
y 60 mts. Permiten una visibilidad desde el lugar y
tambi~n desde el entorno teóricamente aceptable, pero
ésta se ve a menudo modificada por lo accidentado del
pajsaje y la situación no preeminente del lugar, no excediendo en ningún caso los 5 kms.
Las dos únicas excepciones las constituyen los soportes de las inscripciones grabadas sobre roca localizadu en el RoussiUon, que como iremos viendo se desvfan claramente del modelo propuesto, siendo el único
lazo que las une a las dem ás precisamente el hecho de
tratarse de signos ibéricos sobre roca.
Todos se encuentran situados dentro de un marco
geográfico que podemos denominar •Ibérico peninsulan, con la excepción de los dos lugares franceses y el
de Montfrague en Cáceres.
EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
No se trata, al contrario de lo que ocurre en muchas cuevas refugio o cuevas santuario, de lugares de
habitat, ni coetáneos ni anteriore!; s( estamos sin embargo ante un lugar visitado, y a veces de antiguo,
como lo demuestran las pinturas y grabados anteriores
o coetineas que en algunas de ellas aparecen. Con la
cautela establecida al comienzo de estas conclusione!,
es posible decir que en las inmediaciones (en un radio
menor a 5 kms.) suelen encontrarse babit.ats de época
ib~rica o ibero-romana -se mencionan en cuatro de
ellos-, además de otros posteriore!. Estos últimos
también hay que ponerlos en relación con la utilización
tardía de los abrigos, como demuestran los grabado:s e
inscripciones dejadas en al menos cinco de los sitios.
Esta continuación de uso durante la dominación romana, especialmente claro en La Camareta, Roca deis
Moros de Cogul o Peñalba, y la muy probable cronología tardía de los epígrafes de al menos los abrigos catalanes y del Roussillon", donde se expresan fórmulas
de votos o similares, avalan el carácter cultural de los
abrigos que estudiamos, así como su vinculación a una
época avanzada dentro de la cultura ibérica, aunque
esto último debe ser confirmado con el estudio epigráfico que próximamente nos proponemos realizar.
LAS INSCRIPCIONES
Los signos Ibéricos que aparecen en estos lugares
estin en su mayoría grabados o grafitados, entendiendo por esto último cuando la incisión producida por un
objeto rlgido puntiagudo sobre una superficie más o
menos dura, deja un surco fino de anchura inferior a
3 mm. en superficie.
Se han realizado allí para ser leídos fácilmente, en
paneles accesibles a la vista, a una altura que oscila entre los 1 y 3 mts. sobre el suelo actual, pero al resguardo del abrigo; rara vez en el exterior del mismo, y nunca en zonas escondidas o rebuscadas. Son excepciones
de nuevo las dos inscripciones francesas, al ajre libre,
sobre rocas duras, aunque hechas con incisión fma,
junto a otros grabados que podrían clasificarse mejor
como petroglifos.
Aparecen prácticamente siempre asociados a otros
motivos, in cisos o pintados sobre la roca, de los que,
como siempre, ha sido más fácil distinguir aquellos
posteriores que los coetáneos o anteriores, aunque estos últimos existen con seguridad en 4 de ellos.
Esta asociación, en especial con pinturas rupestres
naturalistas •levantinas• o esquemáticas es interesante,
pues ha sido también constatada en otros lugares de
culto ib~ricos, aunque sin duda de otro carácter: los
santuarios de Collado de los Jardines, Castillar de Santisteban o el mis pr6xilno del Cerro de los Santos'', y
son ot.r o argumento a favor de una pervivencía del lugar de culto a través de) tiempo en una misma comarca.
No debemos sin embargo dejarnos llevar por esta
asociación: estamos ante lugares de pequeña entidad,
donde lo extraordinario es la presencia de más de cinco
letreros por abrigo -en Rciná creemos observar a pesar de ello dos estilos, ~pocas. o autores distintos-, y
que por tanto debieron tener una importancia muy local, debiendo ser apenas conocidos por los habitantes
del hábitat más pr6ximo solamente. En este sentido,
debemos decir que estamos seguros de que una pros-
299
[page-n-310]
J.
P~REZ BALLESTER
pección atenta y detallada nos ofrecería un número
mucho mayor de estos yacimientos, aunque la d~bil
marca de los grafitos, y su situación poco protegida y
accesible ha podido hacer desaparecer muchos de ellos.
El estudio coordinado de los epfgrafes aparecidos hasta
hoy en este tipo de abrigos que pensamos llevar a cabo
dentro del estudio del conjunto de ReinA. será el otro
camino que nos ayude a completar la visión de estos
lugares como posibles sitios de culto, un culto que estarfa relacionado con alguna divinidad asociada a la naturaleza, seguramente no colectivo, y al que de momento es arriesgado asociar imágenes de las aparecidas
pintadas o grafitadas en los mismos abrigos.
NOI'AS
1 8 JONc.o.JOO, S. y Cou., J.: •Horno de cerámica d. la Oasa
e
Crande (Alc.al' del Júcar, Albaccte)•. Not. Arq. ffisp. , 30, 1988,
pp. 187u.
t
En oetu bre del presente ailo 1990, y a raí:& de la intervención en el abrigo Uevada a cabo por nosotros con autorización de
la CoJUejería de Cultura de la Junta de Comunidades de CastillaLa M ancha, vimos necesaria la excavación urgente de al mcooa un
(ondo de cabaña en peligro de deuparicióo. Estos trabajos, en colaboración con Javier Lópe:& PreciO:&O y Joae Luis Serna, se llevan a
cabo al tiempo que se escriben estu lineas.
• CAllO BAfiCIA, J.: ~~r. Poptd4r EsptrM/4. Ed. Nacional,
Madrid, 1983, pp. 510·516.
• Gn.·MA~CAil&U., M.: •Sobre laa cucvu ibúicu del Paía Valenciano. MaterialCI y Problemas• . P.L.A .Y., U, Valencia 1975,
pp. 281 a 332.
s Go..u1.u 8t.AIOCO, A. 11 IÚii: •La cueva de " La Camareta",
refugio !~rico, eremitorio criitiano y rincón misterioso para áraba
y foráneoa baata el d(a de boy. Sus graffitia. XVI C.N.4 ., Zaragoza,
1983, pp. 1023 a 1040. Unemo1 noticia de la preparación de un e•tudio exbauativo tanto de la cueva como de todoa los grafitos, por
loa miamoa autores.
• Citado en AA.VV.: Lo W11r dd Slroido tÜ lnHStifodln flttllis14moysu Mus111, Memoria de 1981, Valencia. 1982, pág. 110: ·El Bur•
300
pi, Siete Aguas•, proapectado por J. Aparicio. Se ha con.Wt.ado
tambi6n la ficha correspondiente existente en el Fichero de Yacimiento. dd S.LP.
, Citado en AA.VV.: lA Wor túl ~... , Memoria
de 1978, Valencia, 1979, p,g. 66: •Comarca de Eh Scrrans. El Tarragón•, proapectado por J . Aparicio y otroa. Se ha coll.fultado la
ficha correspondiente cziatcnte en el Fichero de Yacimientos del
S.I.P.
, VaRAs, R. y SA&JUO, B.: .una i.oacripcióo i~rica en pintura
roja en el abrigo del Mas del Cioglc. Ana del Maestre, Castelló.o
de la Plan.... e-l. Prlla . Art. ~u. 5, 1978, Cutell6n, 1981,
pp. 375 a 383; Va
fl..a, R. y Comn, M.J .: •Elementos ib«icos en el
arte rupestre del M&Citra.zgo (Castellón)• XIX C. N.A . , Zarago•
2:a, 1989, pp. 285 a 295. No incluúnos en el presente trabajo los aignos procedente~ de la Covassa de C uUa recogida en Gom.
p.,..,.., A .: Qu/IJ mqiUOIJgiea tkJ Allil Mturtr"l"· nabajos Varios,
S.l.P., n.• 6!1, Valencia, 1969, pág. 18, Fig. 7. Tambi~n mencionada por loa autorct anteriormente citados como ib6rica, bip6tCiis que
juzgamos bastante dudoaa.
• Gów-.z MokMHD, M.: MúulárwtU. Húlilri4, Aru y Arv-f4gf4.
Madrid, 1949, p'g. 309. Ver también en SJU.S, J.: .lixi&o tÜ íump·
titJMr íblriau. Epigraffa Hispánica, 2, Ministerio de Cultura, Ma·
drid, 1985, pág.. 39, 41, 42, 102 y 159, laa inacripcione. propiamcn·
te dichas y una bibliograffa más completa. 'lambi~n M AIICO S1w011,
P.: •El dio• dltico Luq y elaantuario de Peñalba de Villastaro. Ettu~s tll Hommtljt IÚ Dr. ..411/on~ &llrb Mmlt~a . Univenidad de Zaragoza, 1986, pp. 731 ••·
• M.Al.uQUu. o• Mora, J.: •Nucvu inacri'PCione~~ i~ricaa en
Catalun,.... l'yrntM, 12, Barcelona, 1976, pp. 186 a 189.
u Aüu.oao B.«>c, M .: El "PGQ\o cM /iNIITOS ,..putru tÜ (Apl.
LJrilú . C.S.LC., Urida, 1952, pp. 43u. Y especialmente: •Sobre la•
inscripciones rupe~trCI dd ClOvacho con pinruras de Cogul (Urida)o. C..U11111MtiU14, 1·8, Zaragoza, 1957, pp. 67 ss.
n Ranao oc LA H10VDA, M .C.: o.La ioscripci6n iW.rica de
Mont(rague (1brrej6n el Rubio, Caccres)•. Xm C.N. A. , Zaragoza,
1975, PP• 687 a 692.
u ......_.J. Cnctu tÜ &urt¡w:s i d'Ettu·
diJ c.ul4u, 5, Perpioyl, 1990, pp. 139 aa.
" Aa~J.Ar
!anClo, pp. 162 1&. 1 fig. 135.
u M..wo.uPl o1 M oru : Op. til. nota 10, pág. 189.; Aai!LAI<~rr:
Op. cil. nota 13, •Les rochCI gray¿es du Capcir...•, pár. 81.
" LUCA& M.R .: .Santu arioa y Dioses en la Baja Époea lbúica•. Actaa de' la Meaa Redonda lA Baja Époco m 14 CulturtJ lblrial .
Asoc. Eap. Amigos de la Arqueología, Madrid, 1981, PP• 233 as.
[page-n-311]
D.
FLETCHER
VALLS *
,
COMENTARIOS SOBRE ESCRITURA Y LENGUA IBERICAS
Con estos Comentarios volvemos a fijar nuestra
atención sobre las escrituras y hablas ibéricas, comple·
tanda y ampliando algunos de los datos y observaciones que hiciéramos en anteri.ores ocasiones, con el propósito de dar una visión de conjunto actualizada.
En las lfneas que siguen exponemos la problemática de los alfabetos prerromanos hispánicos, su origen,
cronologfa, valoración de sus signos, área de expansión
de la lengua y teorías sobre su filiación, acompañando
amplia bibliogr affa incrementando con ella la que diéramos en nuestros trabajos de 1985'.
1. LOS ALFABETOS PRERROMANOS
HISPÁNICOS
Cinco son los alfabetos p rerromanos conocidos
basta la fecha en la península Ibérica.
a) A!foheto del S. O. , también llamado del Algarve y
tartésico, que se extiende por el Algarve, Alentejo hasta
la desembocadura del río Sado, en Portugal, y Extre• Sorvicio de loveatigaci6o PTebiat6rica, Diputación de Va·
leocia.
madura y Andalucla occidental, con las comarcas bajas
de los dos Guadiana y Guadalquivir, en territorio español.
b) A!fahero dJ S.E. o meridional, que ocupa Andalucía oriental, desde las proximidades de Córdoba, las
provincias de Murcia y Albacete hasta la altur a de
Abengibre, y tierras valencianas meridionales.
e) A{foheto ~. mal llamado del norte, que se extiende por el litor al mediterráneo, desde la cuenca del
Segura, hasta llegar, en tierras francesas, al no Herault; por el tierradentro, se halla en Aragón basta la
zona de H uesca-Navarra y alcanza, ya en tiempos romanos y con algunas pequeñas variaciones gráficas, la
Celtiberia.
d) A!fahero libiojmidtJ, de reducida difusión, limitándose a la zona gaditana.
e) A!fahellJ jónia o gr«o ihérieo, q ue se utilizó para
plasmar la lengua ibérica en las comarcas de Mula, Alcoy y parte de la costa alicantina.
En la presente ocasión, de estos alfabetos nos interesan los más ligados a las tierras valencianas, es decir,
el del S.E., el oriental y el jónico. En cuanto al del S.O.,
tanto por su alejamiento en el espacio como por las dudas que ofrece su lectura, que parece reflejar una lengua diferente a la hablada por los iberos2 , y el libio·
301
[page-n-312]
D. FLETCHE.R. VALLS
fenicio, por parecidas razones, quedan al margen de las
presente líneas, si bien a lo largo de estos comentarios
volveremos a referirnos al del 8.0. con la debida amplitud.
2. EL ORIGEN DE LOS ALFABETOS
IBÉRICOS
Resumimos las más importantes opiniones sobre
el origen de los alfabetos considerados como propiamente ibéricos.
En 1773, el valenciano Pérez Bayer, escribía al
también valenciano Gregorio Mayans que la lengua fenicia llegó por Andalucía hasta Alicante, mientras que
la griega lo hacía por Marsella, Rosas, Ampurias, Sagunto, Denia, llegando a su vez a Alicante donde «se
juntan ambas literaturas».
Otro valenciano, el marqués de Algorfa, a comicn·
zos del s. JOX, expresaba su creencia de que la clave
para la lectura de los epígrafes monetales era el alfabeto fenicio, criterio que aún sigue manteniéndose por algunos estucüosos del presente siglo, como veremos más
adelante.
Ya en el s. xx., Gómez-Morcno afirmaba que la
escritura del 8.0. o del Algarve, nace en el Mecütcrráneo oriental y llega a nuestra pen1nsula con anterioridad al alfabeto fenicio. De aquella primitiva escritura
se originarla Ja ibérica oriental que recibirla también
influencias arcaicas griegas. Para este autor «concierta
con formas egeas y con la primitiva chipriow, sin olvidar el influjo fenicio que tal vez saliera de un alfabeto
semítico del s. xv a.C. con 22 signos. Años más tarde,
opina que la escritura nos llegó organizada a fines del
II milenio A.C., trafda por gentes de la cultura del Ar·
gar; su apego al silabismo parece deberse al rechace de
sonidos oclusivos y continuos dentro de La misma sOaba, característica de nuestras lenguas primitivas «incluso el vascuence». Seis signos silábicos de este alfabe·
to se corresponden con signos fenicios y griegos; los
demás pueden venir del «silabario cretense». Sobre esta
cuestión, el profesor Guiter tiene pendiente de publicación un estucüo sobre el Lineal A, de cuya interpretaci6n espera interesantes resultados. También en esta
trayectoria, el profesor Zamanillo' sugiere que el feni·
cio es una variante del ugarft.ico, que se perpetúa en
las colonias; el alfabeto ibérico procede del micénico siLábico (Lineal B), traído por lo griegos después de entrar el alfabeto fenicio en Micenas y antes de que el
anterior silabario hubiera percüdo su vigencia.
Tovar' suponía relacionados parte de los signos
no silábicos del S.O. con signos fenicios y griegos,
mientras que los silábicos correponderian a una escritura tartesia primitiva, de carácter plenamente silábico. Este nuevo alfabeto serfa sistematizado en Andalucía hacia el 700 a.C. por alguien familiarizado con
302
ambas escrituras, la si:labica y la alfabética. El propio
Tovar, e.n 1958, apuntaba la posibilidad de que el alfabeto ibérico hubiera sido traído por un pueblo colonizador, opinión compartida, en parte, por el profe.sor
Untermann'.
Según Fevrier' el alfabeto del 8.0. fue creado de
una sola vez. Por su parte Lejeune' no acepta que el
silabario fuera importado por invasores procedentes
del Egeo en la Edad del Bronce1 siendo lo más posible
que los sistemas gráficos del 8.0. y S.E. se formaran
en nuestra península al entrar en contacto con Jas faetonas fenicias y griegas, no remontándose su cronología más allá del primer cuarto de primer milenio.
Para M_ luque.r, la escritura fue inventada en el
a
S.E. por un gramático que conocía los alfabetos fenicio
y griego y el silabario chipriota, aunque no descarta Ja
posibilidad de una importación por parte de los pueblos colonizadores.
Rechaza De Hoz la creación por alguien que co·
nociera el alfabeto y silabario chipriota. A partir del
1700 a .C. podrlamos considerar a los orientales como
importadores de este hipotético silabario, que luego se
convertiría en escritura ibérica, trafda ya conformada
en su carácter mixto por un grupo de emigrantes que
han debido preceder a los fenicios. Más tarde matiza
esta opinión, suponiendo que la escritura debió nacer
como adaptación local de los estfmulos aportados por
colonos y mercaderes del otro extremo del Mediterráneo. El semisilabismo no sería anterior al s. v o rv
a.C., y afirma en otra oportunidad que el silabismo
ibérico se creó en Hispania para expresar lenguas his·
pánicas, haciéndolo en el S.O. la primera escritura ba·
sada en la fenicia, atestiguada ya en el s. vn a.C. o
poco antes; algunos s~gnos quedarían sin sufrir cam·
bios ni en su forma ni en su valor; otros pasarían de
alfabéticos a silábicos y otros ser{an inventados para
completar la escritura hispánica, destinada a reproducir la lengua indígena caracterizándose esta adaptación
por la duplicidad de la vocal en las sflabas iniciadas
con oclusiva, vocal que posteriormente se elimina,
siendo esta variante La que conocemos en inscripciones
meridionales y sirvió de base a la ibérica oriental. En
un reciente trabajo, el profesor De Hoz, señala Andalucía como probable lugar de origen de la más antigua
escritura bipánica, creada por la influencia de una lengua no ibérica y considerada como posible origen de
la escritura ibérica de la Contestania1 •
En criterio del p.rofesor Pérez Rojas, los alfabetos
hispánicos responden a un sistema unitario de procedencia extra-peninsular formado con el chipriota como
simplifación del Lineal B, que llega a la Penfnsula antes del año 1000 a.C. y se reestructura entre los s. vm
y VI, formándose el silabario a la vista de los alfabetos
fenicio y griego arcaico. Es el alfabeto denominado
«Hispánico 1» o semi-silábico del sur; el «Hispánico ll»
correspondería al oriental que es una reelaboración a
[page-n-313]
COMENTARIOS SOBRE ESCRITURA Y LENGUA IBÉRICAS
La que se incorporan los signos numerales del alfabeto
greco-ib6rico de origen púnico. El ·Hispánico IU• o
libio-fenicio, conservó variantes arcaicas.
La escritura ibérica, en opinion del profesor Siles,
nace de un proceso de aculturación que se inicia con
la helenización de la franja costera y fmaliza al llegar
la latinización a su plenitud. Sería un desarrollo deJ alfabeto greco-ibérico, en el que se redactan los plomos
de La Serreta y El Cigarralejo, pero expuesto a UD proceso de desvirtuación que provoca la reducción del signario modelo, desembocando en lo que el autor llama
•escritura meridional» o •de transición», a la que correspondería el plomo de La Bastida, que califica como
el primer testimonio de escritura indígena; finalmente,
aparecería ol •alfabeto ibérico clásico~·. coetáneo con
los inicios de la romanización con la que ésta, al alcanzar su plenitud, elim.i na la escritura ibérica•.
El profesor Correa admite que la escritura hispánica procede de la fenicia destacando que en Ja piedra
de Castro Verde aparecen seguidos 13 signos del alfabeto fenicio, sigui6ndoles otros que serían ideados por
el adaptador (~,
.~) 10 •
Por nuestra parte, no creemos que los alfabetos indígenas llegaran a nuestras costas formados y con un
valor determinado para cada signo, puesto que aú.n no
se ha señalado en el Mediterráneo ningún alfabeto con
signos y valores fonéticos idénticos en su totalidad a los
hispánicos. Tampoco aceptamos la tesis de que fuera
un invento por en.cargo y que se nos importara en exclusiva, pues los testimonios conocidos no avalan tal hipótesis. Vemos como más lógico que nos llegaron los
signos a través de fenicios y griegos, aceptándose aquí
unos con su valor de origen, otros modificándose éste,
creándose nuevos signos a los que se les aplican valores
fonéticos con independencia, en la mayorfa de los casos, del que pudieran tener en otros lugares del Mediterráneo, todo ello de acuerdo con las características
lingüísticas de cada territorio hispánico. Ello explicada, posiblemente, las discrepancias que en la actualidad se nos presentan aJ atribuir un mismo valor a un
mismo signo en los alfabetos del S.O. y S.E., sin tener
en cuenta las posibles diferencias de lectura de una a
otra zona.
Con respecto aJ lugar en que pudo tener su nacimiento el signar.io ib~r.ico en tierras hispánicas, es de
difrcil determinación ya que la arqueologfa no nos ofrece tajante preferencia cronológica de ninguno de nue~
tros alfabetos prerromanos, como veremos a continuación.
1,, (]
3. CRONOLOGÍA DE LOS
ALFABETOS
La datación de los alfabetos hispánicos es del mayor interés para poder establecer un posible orden de
prelaci6n en la fecha de su formación, por lo que, aun
de forma resumida, reseñamos las cronologías que vienen atribuyéndose a cada uno de eJioa.
a) Alfabeto del S.O. Gómez-Moreno atribuye a este
alfabeto .da paternidad» de los otros dos, el del S.E. y
el oriental. Lo data en el segundo milenio a.C., pero
en la actualidad se le atribuyen fechas más bajas. Asf,
Tovar11 opina que la formaci6n del alfabeto del Algarve habría que llevarla hacia el 700 a .C; entre esta fecha
y el 350 a.C. lo encuadra Coelho, para quien, a partir
de esta fecha ya no hay actividad epigráfica y subdivide
este amplio período en tres etapas: ]a primera, hasta
el s. v a .C.; Ja segunda, se desarrollaría dentro de di·
cho siglo, y la tercera, desde fines del mismo al rv a.C.
EJ profesor Correa 11 considera la escritura del S.O.
como la más antigua de las hispánicas; el fragmento de
la estela de Villamanrique de la Condesa se dataría alrededor del 600 a.C. y, en general, en el S.O. se utiliza
la escr itura entre los siglos vu a.C. y v a.C., siendo de
fmes de ~ste, la inscripción de Neves; en cuanto al plomo de Mogente lo data de mediados de s. 1v a.C. y los
grafitos de Ullastret de fines del v a.C., datación que,
como veremos seguidamente, no es aceptada por todos
los autores. Incluye el profesor De Hoz en el s. VI a.C.
las lápidas d el Algarve, y considera que la escritura del
S.O. desaparece a partir del s. tv a.C. De una cronología cercana a mediados del primer milenio nos habla
Berrocal ~. pero aún encontramos m!s bajas fechas en
Biihr, qujen sitúa la escritura del S.O. en el s. 1v a.C.;
en Maluquer, quien no la hace anterior a este siglo, llevándola aJ w o acaso al n a.C. y Untermann" para
quien •las lápidas sepulcrales no pueden representar el
uso primitivo de esta escritura sino que pertenecen a
una fase tardía de la erudición literaria del S.O. hispánico.. , puesto que «el alfabeto tartésico no se form6
donde se encuentra la mayoría de sus monumentos» ya
que " su presencia en el sur de Portugal se debe motivar por una expansión secundaria, tal vez una retirada
a apartados territorios, causada por un cambio de poder en las ciudades que lo usaban desde sus orígenes¡
ello significaría que los epígrafes en el oeste no representan la cumbre o un estadio temprano sino que documentan una fecha decadente de una gran cultura.., no
siendo "fácil creer que entre las monedas (de SaJacia)
y los demás testimonios de la misma tradici6n epigráfica baya un vado de 600 a 400 años...
b) Aifaheto greeo-ihbúo. Para 61 propuso GómezMoreno el s. v a.C. Maluquer situó el plomo Serreta I alrededor del 450 a.C. , as{ como Untermann y Pérez Rojas. De Hoz, en el segundo cuarto del s. V a.C.
por el influjo de los focenses de Ampurias'). En realidad este alfabeto está determinado en su datación por
el plomo de El Cigarralejo, procedente del enterramiento 21 de dicha necrópolis, que fue datado por su
excavador, Emeterio Cuadrado, en la segunda mitad
del s. tv a.C; en posterior publicación••, sitú.a dicha
303
[page-n-314]
D. FLETCHER VALLS
sepultura entre el 375 y 350 a.C. También los grafitos
de El CampeUo nos Uevan al s. rv a.C., siendo posible
que se utilizara esta escritura hasta el s. n a.C., según
Llobregat11 •
e) A!fohe/JJ Jel S.E. Su inicio quedaría establecido
por la cronologra que se asigna al plomo de La Bastida
de les Alcuses (Mogente), es decir, primera mitad del
s. rv a .C. El fm de su utilización podrla situarse a comienzos del s. m a.C.
d) A{foht/JJ orimltJJ. Para Gómez-Moreno no era anterior al s. m a.C., y lo hacra finalizar en tiempos de
Augusto. Pero los plomos de Orleyl V, VI y Vll, hallados conjuntamente en una sepultura datable de fmes
del rv a comienzos deJ ru a .C., así como Jos grafitos
ibéricos sobre terra sigillata hispánica, no coinciden
con los trmites fijados por Gómez-Moreno. De acuerdo
con nuestros puntos de vista, también Maluquer aboga
por una mayor perduración de esta escritura, llevándola huta tiempos de Tiberio y, en cuanto a su inicio,
aunque no encuentra texto alguno datable antes del
s. 1v a.C., supone que habrla de admitirse su comienzo a partir de mediados del s. v a.C. Rechaza que sea
ibérico eJ grafito sobre lekythos de Ampurias, catalogándolo como griego y sobre el de Ullastret tiene fundadas dudas de que fuera ibérico, pero aun en supuesto
de que Jo fuera, no tendrra por qué ser contemporáneo
de la fabricación de la vasija sobre la que se grabó. Finalmente, considera los textos de Ense.rune, Ampurias,
Ullastret y La Bastida, del s. rv a.C., siendo este último el más antiguo texto en alfabeto deJ S. E. Llobregat,
de acuerdo con la cronología que puede atribulrse a los
citados plomos de O rleyl, es decir fmes del s. rv a.C.,
sit6a los comienzos de la escritura oriental a fines del
citado siglo y la hace terminar a mediados del • después de C. Supone De Hoz que los primeros escritos
de este alfabeto son los grafitos de UUastret sobre cerámica griega del s. v a.C., opinión no coincidente con
la de Maluquer, como acabamos de ver. Y volvemos
ahora a referirnos a las cronologías dadas por Siles, de
las que hemos hecho mención líneas más arriba, ampliándolas ahora para completar la panorámica de las
principales opiniones sobre la datación del alfabeto
oriental. Para este autor, los ind(genas conoclan el alfabeto jónico hacia fmes del s. v a.C. o comienzos del
IV, sirviendo el alfabeto meridional como transición al
oriental que se iniciarla con los comienzos de la romanización para terminar al desarrollarse ésta plenamente.
En cuanto a nuestro punto de vista, eJ alfabeto
greco-ibérico tiene clara datación para sus comienzos
en el plomo de El Cigarralejo y para su fin en los grafitos de El CampeUo, es decir que ocupa un periodo de
mediados del rv al ll a.C.
El alfabeto del S.E. queda fechado por el plomo
de La Bastida, en la primera mitad del s. rv a.C. y
deja de utilizarse en eJ s. m a.C.
30+
El oriental tiene la datación de su comienzo en los
plomos de Orleyl y su fmal con los grafitos sobre terra
sigiUata hispánica, abarcando de mediados del rv a.C.
al 1 después de C.
Con respecto al alfabeto del S.O., al que siempre
se le ha venido atribuyendo alta cronología, hemos visto cómo los mú recientes trabajos tienden a situarlo
entre los s. v y mm a.C.
Con todos estos datos, es muy dificil hablar de
ttpaternidades• y •descendencias• entre Jos alfabetos
prerromanos hispánicos.
4. IDENTIFICACIÓN DE LOS
SIGNOS
El interés por descifrar los letreros de las monedas
indígenas arranca, por lo menos del s. XV1 11, en el que
Nicolás MahndeJ comparó los signos ibéricos con los
del alfabeto griego, y de ese mismo siglo, de 1587, son
los estudios de D. Antonio Agustín.
En el x.vu tratan eJ tema algunos eruditos extranjeros, pero con escaso provecho.
Bn el xvm, Josep Luís de Velázquez identificaba algunos signos y clasifica los alfabetos en celtibérico, turdetano y libio-fenicio, com:spondiendo el primero de ellos
al que más tarde será denominado •alfabeto monetal» y
también •oriental... Todav(a en dicho siglo, Gregario Mayans, por carta del lJ de agosto de 1759, aconsejaba a su
discípulo Pérez Baycr que •no se canse de interpretar las
monedas antiguas españolas porque esa gloria la tiene
Dios reservada para mi quando quiera emplear en ese estudio tres o cuatro meses.., pero no debi6 disponer de esos
meses, puesto que dejó sin resolver el problema. Diez y
seis años más tarde Pérez Bayer informaba a su maestro
tambi6n por carta del 10 de marzo de 1775, que •habia
interpretado asta (sic) veinte moneda& celtibéricas como
de Empurias, Rosas, Osicerda, Bilbilis, llerda, Saetabi,
Ventino, Clunia, Sisapo y otros•.
En eJ s. xnc, Delgado, en 1871, logra un gran
avance, estableciendo tablas de equivalencias entre los
alfabetos ind(genas y el fenicio; a fines de siglo, Zóbel
de Zangroniz, notificaba a Fidel Fita" la identificación de las cin co vocales, de las consonantes L, M , N,
R, R, S y ~. de las oclusivas B y D y de las oclusivas
CA, CE, CO, TU, aquellos identificados por otros estudiosos y estas cuatro últimas por el propio Z6bel;
también de fines de siglo son los interesantes estudios
de Pujo! y Camps. En 1893 se publica la ingente obra
de Hübner, ..Monumenta Linguae Ibericae• en la que
se recoge todo lo escrito sobre el tema basta el momento de la edición del libro, con el que se inicia una nueva
etapa que fmalizará con la aparición de los trabajos de
Gómez-Moreno ya en el s. xx.
Este autor da a conocer en 1922 su alfabeto, ampliando la información en 1925 y mereciendo la acepta-
[page-n-315]
COMENTAJUOS SOBRE ESCRITURA Y LENGUA IBÉRICAS
ción de sus conclusiones por los estudiosos españoles,
siendo el catedrático Ferrandis Torres20 el primero en
utilizar el alfabeto Gómez-.Moreno en sus clases de numismática en la Universidad de Madrid, y sólo después
de reiteradas publicaciones de Tovar en defensa de este
alfabeto, fue aceptado por los especialistas extranjeros,
no sin que hayan sido mantenidas otras lecturas, tanto
por españoles2 ' como por extranjeros22 • No obstante
estas discrepancias es el llamado •alfabeto G6mezMoreno» el que goza de las preferencias de los estu·
diosos.
Pero si bien es cierto que Gómez-Moreno tiene el
indiscutible mérito de haber estructurado el alfabeto
ibérico oriental, haciendo posible la lectura de los textos, no todas las identificaciones se deben a él Como
hemos visto más arriba, con anterioridad a 1922 ya estaban identificadas las cinco vocales, las siete consonantes L , M, N, R, R., S, S, ocho silábicos: BA, BI,
CA, CE, CI, CO, TO, TU, y dos valores consonánti·
cos, todo lo cual unido a los signos identificados por
el propio Gómez-Moreno, nos permite establecer el siguiente cuadro resumen:
AUTOR
AÑO
SIGNOS IDENTIFICADOS
1587
Agwstí.o
f (S)
1752
Velizquez
J> CA)
1772
Pérez Bayer
M(S)
lV
(N)
~(E) / '(L) Q (R)
/(/(I)
~(U) Q (R) ../"(Kl)
1844
Grotefend
1870
Heiss
1871
Delgado
1880
Zóbel
,.<\(KA)
1890
Pujo! y Crunps
W C1U)
1922
Gómez-Moren o
J (BA) r (BI)
H
é (KE)
X
(TU)
~ (BE) ~(BO) fi<
BU) 0 (K U) X
A)
® (primero leído TÚ y rectificado
1935
Beltrán Villagrasa
TE)
Variante de T (M) y rectificación de ®
En estos últimos años hemos identificado dos nuevas variantes, una la del silábico .[(KE), aparecido por
primera vez en los letreros de Los Villares (Caudete de
las Fuentes) y el otro, ~(TA) conocido por vez primera
en el plomo de Palamós. Y queda pendjente de valoración defi.ntiva el signo
que, no obstante las múltiples
soluciones propuestas, la más reciente la de Valeri21 ,
sigue la duda en cuanto a su pronunciación ya que ninguna de las que se le atribuyen puede aplicarse a todas
las lecturas en que aparece.
Otra dificultad sin resolver a gusto de todos es la
distinción de las sfiabas oclusivas en sordas y sonoras.
Para algunos autores, los aditam.cntos que aparecen en
ocasiones en diversos signos, servirían para diferenciar
sordas y sonoras, pero como ejemplos contradictorios,
citamos la opinión de Maluquer ctla mayor riqueza del
signo indica la calidad de soJ"da>o, y la de Bergua ccun
tilde más sonoriza más». Siles y De Hoz han estudiado
con amplitud esta cuestión y encuentran la distinción
en los trazos adicionales «sonorizantes•. Independientemente de las discrepancias que podamos señalar, hacemos la observación de la imposibilidad de distinguir
si 1 {BA) es sorda o sonora. en primer lugar porque
este signo no lleva tildes adicionales y en segunda y
principal razón porque el sonido P no existe en ibérico
(no entramos en su posíble existencia en la lengua que
Y
et1
de TU a TE
refleja el alfabeto del S.O. y en celtibérico) según los
especialistas (Gómez-Moreno: ccla P se desvanece en
ibérico y vascuence» y Michelena: «la P es un rasgo
nada ibérico») y en cuanto a otras síJabas oclusivas
comprobamos como la misma palabra aparece unas ve·
ces con «adorno" y otras sin él".
Para resolver esta dificultad sugirió Tovar que la
matización pudo acomodarse a una fonética sintáctica
en la que la oclusiva sería sorda o sonora según su posición en la palabra, particularidad que se encuentra en
el llamado «fenómeno de permutación» vasco, por el
que la sorda puede convertirse en sonora y viceversa.
Pero, en defmitiva, no parece que hubo intención de
distingujr entre sordas y sonoras, máxime si nos encontramos con un mismo vocablo escrito con variantes
del mismo signo oclusivo.
Lo anteriormente expuesto se refiere al alfabeto
oriental, ya que el del S.E. presenta signos de dificil
identificación. En nuestro estudio sobre el plomo de La
Bastida, dimos un cuadro de equivalencias de este alfabeto, del que hay unanimidad en 18 signos:
X
TA,
LJ1
'l
81,
o
BU,
~
I,
A
110,
TI,
TU,
"L,
A
V\
N,
~
KA,
K.E,
R,
~.
305
[page-n-316]
D. FLETCHER. VALLS
y discrepancia en otros 9:
~ "" 1- '!<. Q (\) .Q ~ ~
a los que se les atribuye más de 30 soluciones distintas,
no sólo de uno a otro autor, sino también en un mismo
autor, como nos muestra Silgo en su mencionado estu·
dio donde se cotejan los alfabetos del S.O., S.E. y oriental, con resultados altamente interesantes para la identificación delsignario oriental y se señalan las discrepancias
de interpretación en diversos signos del meridional.
En cuanto a las dificultades de lectura del alfabeto
jónicQ son prácticamente nulas, habiéndole servido a
G6mez-Moreno para confirmar su valoración de signos del oriental.
En el Cuadro I exponemos las equivalencias de los
tres alfabetos preromanos utilizados en tierras valencianas.
5. ALGUNAS NOTAS SOBRE
FONOLOGIA IBERICA
~
~
Ya en líneas anteriores hemos hechos referencia a
algunas características fonológicas ibéricas. Destacamos a co{ltinuación otras varias que presentan claros
paralelismos con la fonolog(a del vascuence, tan estrechamente relacionadas que se llega a considerar el ~is
tema fonológico ibérico «muy similar al que puede -Te·
construirse para el vasco primitivo.. en opinión del
profesor De Hoz.
Del recuento que hemos llevado a cabo sobre un
total de 1.017. palabras pertenecientes a textos ibéricos
valencianos en alfabeto oriental, comprobamos que de
los 5.644 signos computados, es elf<,'(I) el más utilizado, con un total de 593 veces ( =10,50% ); le sigue el
_/v(N), con 472 ( =8,40% ), por lo que no es de extrañar
que pudieran producirse er rores por parte de los escri·
bas al utilizar estos dos signos, ya que por diferenciarse
solamente por un tilde, éste pudo ser omitido o equivocadamente puesto, o~:asionando confusiones de lectura
de N por 1 o de ésta por aquella (BAmEN/BANBEN,
BAINWBAR/BANIWBAR).
Entre lo~ signos silábicos, los más utilizados son
los de base T/D (726 veces= 12,80% ), le siguen K/G
(594- 10,50%) y fmalmcnte B (568 = 10% ), siendo el
menos utilizado cl BU (0,05% ).
Asimismo es de reducido uso y aparición tardía el
signo
'\t'(M) (0,17%).
Respecto a los signos silábicos, opina el profesor
De Hoz que el inventor de la escritura hispánica, ante
la ausencia de vocales en el alfabeto fenicio, se encontró con la necesidad de atribuir un valor diferenciado
a cada signo lacingal, utilizando un tipo de signo cuando la consonante iba seguida del sonido A, otro para
el E, etc., empleando todos los tipos fenicios que representaban oclusivas, completando la laguna del sistema
306
fenicio con signos inventados. Cuando se eH:min61a vocal se originan los signos silábicos, asf, una T ante A
pasaría a ser TA al desaparecer la vocal acompañante
y as{ sucesivamente con las demás oclusivas. Esta explicación la basa el profesor De Hoz exclusivamente en
el alfabeto fenicio, ya que excluye otras influencias en
la formación del alfabeto hispánico del S.O., en especial la griega.
Otro es el punto de vista del profesor Siles para
quien la escritura ibérica no es semisüábica ni una inteligente conjunción de silabario y alfabeto, sino un sis·
tema de escritura imponado, en cl qoe la serie oclusiva
funciona con el nombre que en signario reciben sus correspondientes letras y que los iberos pudieron modificar o alterar.
Para Tovar el elemento silábico no puede ser de
tipo secundario, formado sobre la base de letras alfabéticas; el silabismo se mantiene obedeciendo a conveniencias fonológicas de la lengua par a la que se inventó.
Pero con todo eUo, no queda clara. la existencia de
signos alfabéticos y silábicos en un mismo sistema que
llega hasta entrada la época romana, que es cuando estos últimos tienden a dejar su carácter silábico para
transformarse en alfabéticos, con pérdida de su vocal
quedando tan solo el valor consonántico como se comprueba en algunos textos ibéricos.
No se identifican en ibérico los signos que pudie·
ran haber correspondido a los sonidos OH, F, J, P, LL,
Ñ, V (labiodental), X y Z. ThJ vez algunos de estos dos
últimos cupiera ser identificado conM (S), pero desconocemos las normas de utilización y valor fonético de
~(S) y M (S), ya que en ocasiones se intercambian o
c4>arecen juntas en una misma palabra; parece, no obstante que hay una cierta tendencia a utilizar S tras L
y R (BELS) y S tras E (BELES), aunque en la lápida
romana de Tarrasa se transcribe el nombre indígena
NEITINBELES, con S y en otra ocasión, encontramos
BONBELEX con X, siendo as( que \UIO y otro nombre
se escribieron en ibérico con S. Los amplios estudios
de Tovar, Siles y Untcrmann sobre el p roblema no dejaron resuelta la cuestión, sobre la que vuelve, recientemente, Villar5 con un exhaustivo examen del uso
de S y S entre los celtíberos, considerando S como sorda y S como sonora.
Los sonidos F y P, son desconocidos en ibérico y
en vasco. Ninguna palabra comienza en ambas lenguas
por R. Este signo y el R se intercambian en ibérico,
aunque parece que existen ciertas preferencias en su
uso.
Escasean las palabras terminadas en -L; posiblemente, las que puedan señalarse, no sean propiamente
ibéricas.
No aparece ninguna palabra ibérica terminada en
·M; las que as( Jo hacen corresponden a voces celtibéricas en alfabeto ibérico. En ocasión hay vacilación entre
[page-n-317]
COMENTARIOS SOBRE ESCRITURA Y LENGUA IBÉRICAS
CUADRO 1
TABLA DE EQUIVALENCIAS DE LOS ALFABETOS IB~R ICOS
Jónico
Levantino
Andaluz onental
N.•
Sonido
1
2
3
.4
A
E
A
H
4
A
D l>
~
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~ ~
1
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w
.6 &
.
y
l
En este Cuadro quedan sin valorar, en el alfabeto meridional, los signos (BA):'f'
307
[page-n-318]
D. FLETCHBR VALLS
M y N dentro del mismo vocablo, llegándose, en ocasiones a suprimirse la nasal (lUMsTIRJIUNSTIIU
IUSTIR).
Es frecuente la alternancia vocálica (URKE/
ORKE), tema sobre el que ha fijado su atención
Quintanilla~•, aportando buen número de ejemplos
que amplían el de los que habíamos señalado en nues·
tros anteriores trabajos.
La secuencia .. muta cum liquida» (BR , BL, KR,
etc.) no se da en ibérico, y .cparece haber sido desconocida tanto en la lengua ibérica como en el vasco de la
misma época>•, según M ichelena.
Otros paralelos entre ibérico y vasco son la caída
de la D tras L (lLDUN/ ILUN); el cambio de N a R,
con la desaparición a veces de ésta (ILDUN/ILDUR/
ILDU); la alternancia UR (lLLIBERr/IRIBElÍ.I), altern.ancia que se da en el ámbito peninsular no céltico,
as{ como en todo el mundo mediterráneo preindoeuropco y continúa todavía en algunas partes de España
(ALMA/ARMA, BELTRAN/BERTRAN, etc.). Algunos de estos cambios podrían deberse, según el profesor Mariner al influjo romano.
Dos consonantes cuyo grado de cierre es el mismo,
no van juntas; ello nos ayuda en la lectura de palabras
dudosas, tales como sucede con el TURLBAl de Serreta I, en realidad TURABAI, o en el BURLTIR de La
Bastida, cuya lectura correcta es BURILTIR, de
acuerdo con De Hoz.
Hemos hecho mención de unos pocos aspectos fonológicos ibéricos y quedan todavía otros muchos, pero
nuestro propósito ha sido comentar aquellos que ofrecen paralelos con el vascuence, por «ser coincidencias
profundas y reveladoras» en palabras del profesor
Thvar.
6. LA LENGUA
Dispares son las opiniones sobre los orígenes de
la lengua ibérica, pero pocas son las que han merecido especial atención de los estudiosos. Comentar to·
das las tesis sobre el particular nos llevaría a una
extensión desmesurada del presente trabajo y, además, algunas de ellas carecen de toda posibilidad
científica. Nos referiremos, exclu~ivamcnte, a aqueJlas que má.s han interesado a los investigadores del
tema.
La solución semítica, ya mantenida de antiguo,
ha renovado su interés en estos últimos años gracias
a los estudios de Gorostiaga'l, Solá Solé,
Buchanan21 , López Serranott y Tou chet30, entre
otros. El arameo h a servido -a estos dos últimos investigadore~ para la interpretación de los textos ibéricos.
Sus meritorios trabajos, con interesantes sugerencias,
han restado credibilidad a esta solución. antes las dis·
crepancias de sus respectivas traducciones as{ como
308
el haber utilizado alfabetos de propia elaboración,
pero no podemos olvidar que el largo contacto con
fenicios y cartagineses pudo influir en el habla y escritura de los iberos'1 •
El origen caucásico para la lengua vasca y, correlativamente, para la ibérica, ha tenido destacados valedores. Ya en el siglo pasado se plantean las posibles relaciones de la lengua vasca con las uralianas,
turanienses, uralo-altaicas, siguiendo en este siglo estas
orientaciones con los estudios de Uhlenbeck3 \
Karst'', Bouda,. y Lafon, quien rechaza toda relación
del vasco con el camítico·semftico. Lahovary" destaca
que el dravídico, lengua originariamente del Mediterráneo oriental presenta fuertes relaciones con el
hamítico-semítico y ofrece má.s semejanzas que el caucásico, con el vasco. Apuntaba Tovar, en 1954, la posibilidad de relaciones con el georgiano y el avar, basándose en que uen las mal conocidas y variadfsimas
lenguas del Caúcaso se han encontrado coincidencias
lexicales, pero el parentesco, si existe, nos lleva a un
mundo preindoeur opeo anterior a las edades de los metales. Cabe pensar en el vascuence como un resto dejado por aquellos primitivos pobladores, que, siguiendo
al reno, se acusa en el Báltico y quizá perviva en los
pueblos paleosiberianos» y en 198-P' concreta •no nos
atrevemos a sacar consecuencias pero sf llamar la atención sobre la coherencia de los resultados»; a pesar de
ello, el profesor Michelena se mostr ó siempre excéptico
respecto a la tesis caucásica.
La ascendencia céltica (indoeuropea) ha tenido
siempre defensores. Ya a comienzos de siglo se sustentaba esta tesis que má.s tarde hicieron suya entre otros
Thayer Ojeda'7 , Castro Guisasola, Montenegro,., Almagro~ etc. Para este autor «Jos pueblos iberos de Levante y valle del Ebro hablaban dialectos célticos, es
decir, indoeur opeos••. .En esta misma linea están las
más recientes opiniones de Pericay, Coclho, Fruy"
(quien lo coteja con el umbrío), Pérez Rojas,
Buchanan40 (quien años antes traducía por el semítico
y con posterioridad por ellatfn primitivo) y las aportaciones del profesor Zamanillo 41 quien interpreta el
lenguaje ibérico por el griego arcaico. Las graves diferencias en las interpretaciones dadas por unos y otros
celtistas, han impedido llegar a conclusiones satisfacto·
rias lo que ha permitido a Tovar ser tajante en esta
cuestión al afumar que ..Ja lengua jbérica es prein·
doeuropea».
El problema del posible parentesco con el vascuence, que ha suscitado tanta polémica, ha sido ampliamente tratado por nosotros en los dos estudios mencio·
nados al comienzo de estos comentarios, razón por la
cual y por ser tema muy complejo, lo dejamos de lado
en esta ocasión para en ~a próxima oportunidad volver sobre el mismo con la atención debida, lo que no
podemos hacer aquí dada la extensión de este trabajo.
Y por la misma brevedad, omitimos otras hipóte-
[page-n-319]
COMENTARIOS SOBRE ESCRITORA Y LENGUA IBWCAS
CUADRO Il
CLASIFICACIÓN DE LOS SIGNOS UTILIZADOS EN LOS TEXTOS IBÉRICOS VALENCIANOS
YACIMIENIOS CONSULTADO S
56
VOCABLOS (o fragmentos) COMPUTADOS . . ...... 1.017
SIGNOS CLASIFICADOS ........................ 5.644
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Signos vocálicos .........
Signos aíli bicos ..........
Signos consonú ticoa .....
TOTALES ······ ········
1.753
1.888
2.003
5.64+
31,05%
33,40
35,55
100,00
309
[page-n-320]
D. FLETCHER VALLS
sis, finalizando este apartado destacando que aunque
puedan hallarse paralelos entre la lengua ibérica y
otras más o menos afmes, ello no nos resuelve el problema de su origen ya que «desde el punto de vista genético no puede compararse con ninguna ot.ra», en opinión del profesor Untermann, lo que confirma la
personalidad de la lengua ibérica que, en nuestro criterio, debe considerársela formando parte de una gran
unidad lingüística preindoeuropea mediterránea, unidad que se fraccionó a mediados del segundo milenio
a.C. con la aparición de los pueblos indoeurpeos en las
costas del Mediterráneo. Con la ruptura, cada región
adqujere su personalidad propia, sin perderse los parentescos lingüísticos de toda el área mediterránea, según opinión de destacados especialistas que han tratado la cuestión.
7. ÁREA DE LA LENGUA
El área de la lengua ibérica no se corresponde
exactamente con la del empleo de su graiia. AqueJla se
extiende, por e. litoral, desde el Segura al H érault, ya
l
en territorio francés, y por el interior hasta tierras de
Arag6n y Murcia, con variantes locales o comarcales,
siendo el territorio más típicamente ibérico el situado
entre los río~ Segura y Ebro, límites que persisten a través de los tiempos, como nos prueba el testimollio de
Al Razzi quien, en el año 955, extiende la Cora de Valencia desde las tierras de Tudmir, al sur, hasta Tortosa, al norte.
En cuanto a los hallazgos epigráficos ibéricos no
siempre se corresponden con el ámbito de la lengua,
ya que los celtiberos utilizan la grafia ibérica para plasmar su habla, y los testimonios procedentes de Andalucía oriental se justificarían, según De H oz, por expansión y no p or ser originariamente de habla ibérica.
Los anteriores comentarios, expuestos con la mayor brevedad posible, se prestan a más extensas consideraciones, algunas de las cuáles ya bicierámos en anteriores publicaciones y de las que las presentes líneas
deben entenderse como complemento. Quedan, pues,
muchas cosas por decir y problem as por resolver al
gusto de todos, pero ésta es tarea que debe quedar para
las nuevas gener aciones de iberistas quienes, con toda
certe.za, darán m ás cumplidas r espuestas que las alcanzadas hasta el presente. Con nuestra colaboración, que
hemos intentado actualizar, cumplimos con el deseo de
participar en cl homenaje que, con toda justicia, dedican al que fuera su Director, Enrique Pla, el S.I.P. y
cuantos tuvieron la suerte de gozar de su amistad y, en
mi caso particular, la de contar con su correspondido
afecto y de su colaboración sincera y eficiente en la.s
310
tareas que durante tantos años compartimos en nuestro querido S.I.P.
NOTAS
t La bibliografra que tiguc es complemento d e la mencionada en los siguientes trabajos:
D. FLI!TCtna v..,....: •Lengu:u y epigrafra ibéricas•. (Conferencia pronunciada en Elch.e el 15/X(/1983). Arg!W9/cgf4 dd PQfs J6/m(i4M, PaMrtlm4:J pmptclirxrs. Universidad de Alicante, 1985, p. 281/305.
D. FUTCHU VALU: •Estado actual d e la Epigraf'la y Lengua
l ~ricas». HmMMfo 4 D. Aújatrdro R4111Ds (Elche 26/UI985). (En
prens.a).
1 J.A . Coa&J:A: •Escritura y lenguas prerromanas en el sur de
la PenúuuLa Ibérica». Aetas VI ~rt
1983.
j .A. CoaUA: •Consideraciones sobre las inscripciones tartesias-. Actas m 061. LtngU4S ~ Culturas PauoA.isp6nt'e4S (Lisboa
5/8-XI-1980), Salamanca, 1985.
J.A Cou&A y M . G AttefA Pcw&A: •lnacripcioncs en eaeritura
tanesia (o del S.O.) hallada en Neves (CastrO Verde, Baixo Alemtej o) y su contexto arqueológico•. Húi.J, 16, Sevilla, 1985.
J.A. Co>.UA: •BI signario uméaico•. A.ctaJ JP 06f. ÚFtglltU J
Cúhuras Paüoltisptinüos (Vitoria 6/10-V-1985), Vitoria, 1987.
J.A. Couu: •Notas a las inscripciones en escritura tartésic;a
(o dc:l S.O. )•. V Col. LtntUIU J Cullunu P
25/29·fX-1989). (En prensa).
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ll1 Col. LmgiiiU y CuliW'a:s Pdkohispánius (L isboa 5/8·Xl-J980), Salamanca, 1985.
J. D &Hoz: •La escritura greco·i~ric:a.. Actas IV Col. ÚtfgUIU
J Cuiltn'ar Pdkohispáni&tJS (Vitoria 6/10-V-1985), Vitoria, 1987.
L. Su..co: •Sobre los valores fonfticos que anota la escritura
del Algarve•. Ardtivt~ 44 Prtlti:rtori4 ÚD4nliM, XTX (Homenaje a
D. Flelchcr, Vo.l. lll), Valenc.la, 1989.
, E. z..w..~tuo: LleiurtJ j lradU#i&n áe la úngua áe k>s ihms. Zaragoza, 1988.
• A. T ov.-•: •Sobre la supervivencia del sila bitmo minoíco en
ibérico y otros alrabet~•. Mitws, l, Salamanca, 1951.
' J. u .....,.....,.,.: ·Die silbc:nscbaftlich c Elem,cot in der lbcrischen Schrift,.. EmmtG, XXX, 2, Madrid, 1962.
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Rioista d4tli Stwdi Orimtaii, 32, Paria, 1975.
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J. DE Hoz: •Escrituras feniciaa y escritura~ bispll.nicas. Algu·
nos aspectos de su relación•. ÁJd4 Orim14Jis, •. Sabadell, 1986.
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guagcs of tbe l be:rians-. V Col. J..mcuas7 Cúhuras Paúohispdttitas (Colo·
nia 25/29-IX· 1989). (En prensa).
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Bisp4nie4 tk /#«~ ,__ repuJii«
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EstuJi.Js soJm Uno, Sevilla, 1.989.
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" Con..., Ops. eil. notas 2 y 10.
u L . Bu.ttOCAL: .una n ueva aportación al estudio de las estelu y escritura p~:erromana d el Suroeste peninsul ar•. &/. A.so~. &p.
bligos áe la Art¡utOk>g/4, 21, Madrid, 1985.
L . Buaocw.: •La l~a de Capote ( Higuera la Real, Badajoz)~.
A.E. A. , núm. 155/156, Madrid, 1985.
11 J. UKnutwANH : ..Lenguas y wúdadcs polrticas del suroeste
hispánico en época prerromana.o. !), 7Uti#M 4 ~. Viena,
~85.
D . .B. BuoHAMAN: 1M Dtcipllmnntl 11.1 Sowhwut lb"". Vi.c nna, Va.
[page-n-321]
COMENTARIOS SOBRE ESCRITURA Y LENGUA rBÉRlCAS
1991. Considera las inscripciones del S.O. ponugEs entre el 100 y
200 A.C .
Hoz: Op. r:it. nota 2.
E. CUAoiWlO: La rvcrdpolis iblriea d4 El CigamJija (Mul4, Murci4). Bibliotbeca Praehistori.ca Bispana XXIU, Madrid, 1987.
u
"
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nica de La UleUt dclJ Banyets, fll Campcllo (Alicante)•. ArclWJo d4
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no de Luup, partido judicial de Sigüenzao. B.R.A . Rír~Mi4, n, 35,
Madrid, 1882, donde transcribe la c:arta d o Zóbcl de Zangroniz con
la valoración de los signos ibéricos.
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que eLles languea caucuiqueso. Bu. but. Esl. Jfucor, XV, S&D Scbas·
ü!n, 192+ (versión francesa del original alem!n, editado en Amstcr·
dam en 1923).
nr.
D
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ct dravidiell. Substrat et langues classiquca•• .Jrtltioi. ptr l'llllo Adi·
1'• XLlll, Firen%e, 195+.
N. l.AttOYAII'I: ..Basque, dravidien et c:.auc:.uicn•. B.R. Soc. lús-mtta4a M Amips dli Ptlú, XJ, 2, San Sebanilin, 1955 .
N. LA-.,..,.: La tfijfasitm dtJ laJ!Irus GNinuw th Protltam Ori.ttc.l.
úvrs rt/41i411S tWtt ú basqtu, k dravúliDc tt lts parlts ittdopl.ncs primiJ.ifs. Berbe, 1957.
.. Ta.u: Op. cit. notas 4 y U .
,. L. THAYr.a OJ"""' &s90 M trad.-j¿" .úl p/4mo M AW,. Valpa·
ralao, 1926.
.. A. M oe.'"l'fJ'<'tCitO! .vsuco c.lcarri y derivados, prestamos celtas".
B. R. Sor. VastolflaM dt ..!m;,os dd Pals, 111, 3, San Scbastián, 19H.
,
I.W. Fauv: Tltt lb1Tit111 Languog1. Calgary, 1977.
.o D. B. B ueuANAJ<: ; .fbc Decipberroent of Late lbcric,.. 1M Epitroplsie Socúty, 13, núm. 328 y 14, o~m. 377. San Diego, 1985.
., E. z...w...,.nuo: lt~~cripciDMS ibtro-jl"itas tU /..11 Snrt14 (A~oy. Ali&t111U) J EJ Citarro4jo (M,/41 MMrcia) . Alfa.ro, 1988.
3U
[page-n-322]
[page-n-323]
H enri
G mTER
*
...
IBERE ET MINOEN
Depuis assez longtemps, nous avions préparé artisanalement un index alphabétique des formes qu'il
était possible d'cxtraire des inscriptions ibériques. Notre document de base avait été le lexique dressé par A.
Tovar, Jcxique que nous avions cu soin d'enrichir au
fur et a mesure des nouvelles découvertes d'inscriptions ibériques, dues particuüeremcnt a l'activité du
&ruido de lrwestigacüín Prelúst4ric4 de Valencia, dont les
trb nombreuses publidltions se succedent a un rytbme
rapide•.
Nous comptions utiliser cct indcx pour diverses
études, lorsque nous en aurions le loisir. Mais la publication d'un index du lin~aire A', concu de la meme
fa~on, bien que réalisé par ordinatcur, nous a donné
l'idée de confronter les deux listes.
Celte confrontation ne semble pas absurde, si l'on
se réfere au cootexte historique. Vcnant de la Méditerranée orientale, les Iberes ont atteint le sud de l'Espagne vers le xvc siec.le•. C'est aussi l'époque ou la
vague achéenne ateignait la Cr~te, et elle a pu provoquer un déplacement de population . .En ce qui concerne l'écriture, A. Tovar avait déja envisagé cette hypothese: .. Nous savons que les écritures appelées ibériques
• Univertit6 de Montpellier.
descendent du systeme syllabique qui se flXa en Crete
durant le [Jc milléoaire, mais nous savons aussi que
bonne part des signes ibériques, la m ajorité d'entre
eux, procMent de formes graphiqucs grccques et phéniciennes, telles qu'eUes s'employaient durant le vrr~
siecle au plus tard").
La comparaison des deux systcmcs graphiques pose
quelques problemes, qu'il faudra essayer de résoudre.
1.0 Le systeme ibériquc n'cst syllabique qu'en ce
qui concerne les occlusives. Mais il ne retient que l'opposition de point d'articulation des occlusives. et non
l'opposition de sonorité. Nous avons done 15 signes corrcspondant ~: ha, be, bi, bo, bu; la, te, ti, IIJ, tu; lal, kt,
ki, /ro, ku . On translittere généralement la labiale par
la graphie de la sonore; la dentale et la vélaire, par des
graphies de sourdes et de sonores, le plus souvent saos
motü particulier de choix.
En minoen, la labiale est seulement notée comme
sourde. La dentale distingue l'opposition de sonorité t
et d. la vélaire n'a pas de notation de sonore, mais dewc
notations de sourdes le et q.
La confrontation des deux syst~mes ne pourra évidemment se réaliser que par la seule distinction des
points d'articulation, c'est-a-dire en adaptant le systeme minoen au systeme ibere.
313
[page-n-324]
H. GUITER
Vocalisme
Consonantisme
a
e
i
m
o
289/160
243/ 86
108/226
126/148
58/126
2/ 98
28/120
217/ 18
83/ o
1021102
140/ 63
56/ 57
0/ 40
34/4-7
259/120
93/ 56
152/179
85/ 99
291114
3/ 81
39/ 60
Thtaux
854/964
632/327
32/ 38
25/ 13
0
occl. labiale
occl. dentale
occl. vélaire
spirantes
Pourcentages
u
Totaux
Pourcentages
87/16
441 8
23/37
42/14
26/ 7
0/ o
3J14.
1111 54
6/ 34
57/136
62/114
14/ 56
0/ 11
2/ 41
963/368
469/184
442/680
455/438
183/360
5/230
106/282
371
18/
17/
17/
7/
0/
4d
660/709
225/96
252/446
2.623/2.542
25/ 28
9/ 4
10/ 17
100/100
2.0 Les fricatives et sonantes, s, m, n, l, r, w ont
en ibere une graphie alphabétique ct non syllabique.
Elles pourront done se trouver en position implosive,
et nous aurons des syllabes fermées.
En minoen, au contr~, les fricatives et sonantes
n'ont qu' une graphie syllabique, si bien qu'una syllabe
ph.onétiquement fermée apparaitra ouvene, l'élément
implosif étant obligatoirement affecté d'une voyelle paragogique. La présence d'une telle voyelle ne doit done
pas emp~cher la comparaison.
3.0 On admct que le r ne peut jamais 8tre initial
de mot en ibere. D en est ainsi en basque, et, par
ailleurs, les phrases iberes ne commenceot jamais par
ce phoneme. Nous avons done évité toutes les coupures
de groupes, qui auraient abouti A un r en posidon initiale.
En revanche, le minoen ne possMe pas de l . D
se pourrait que ce ph.oneme eut fait l'objet de rllotacisme, colil.Jne cela s'est produit en hasque pour le
l intérieur (ili>ira) ou en roumain (gula>gura); mais
nous ne nous aventurerons pas dans ce type de reconstruction.
4.0 L'ibere note deux sortes des, no.n saos confusions fréquéntes6 • n semble qu' il s'agisse des deux sifflantes sourdes norées s et z par le basque, !'une apicoalvéolai.re (s de l'espagnol et du catalan), l'autre
dorsoal~olaire (s du francais).
Le minoen a deux sifflantes notées s et z. Nous
groupero.ns ensemble toutes les sifila.ntes, faute de conn:Utre exactement les caracteres de chacune.
5.0 On note souvent w le signe ibérique ayant la
forme d'un Y majuscule, mais sa val.eur est inconnue
et fon discutée'. Nous ne le ferons done pas intervenir; et nous ne ferons intervenir que les phonemes du
minoen ayant correspondance en ibere. Et, bien entendu, nous sommes amenés a laisser de caté les termes
minoens de phonétisme non identifié.
Ges réserves nous amenent a ne retenir que 2.542
entrées sur les 3.048 de la liste minoenne, et 2.623 entrée~ sur les 2.803 de la liste ibere. Les effectifs étudiés
sont sensiblement équivalents.
314
o
15
7
27
17
14
9
u
100/100
Nous pouvons rassembler en un tableau les effectifs correspondant aux diverses syllabes initiales. Nous
les indiquons daos l'ordre ibere 1 minoen.
Ce tableau appelle quelques observations.
D'abord au point de vue du consonantisme. La fréquence relative des occlusives vélaires est la meme daos
les deux langues.
Celle des occlusives labiales est beaucoup plus élevée en ibere qu'en minoen; mais nous constatons que
m est presque absent en iberc, tandis qu'il est assez
bien représeoté en minoen. Or les emprunts latins ou
romans du basque nous montrent une confusion fréquentc des occlusives labiales nasale et orale•: beaza
(minada), beduin (medicinu), bolu (1TWlinu), magiq. (uagiM),
mañu (baño), etc...
Si pour chacune des langues nous faisons la somme des fréquences relatives de p, b et m, oous tombons
sur des nombres, sinon égaux, du moins d'un ordre de
grandeur analogue.
Pour les occlusivcs dentales la fréquen..ce relative
du minoen présente une écrasante supériorité sur celle
de l'ibere. Ici, l'adjonction des éléments relatifs a la
nasale dentale, ou mbne aux spirantes alvéolaires,
n'apporte aucune correction, mais, au contraire, creuse encore le fossé: 52% des syllabes minoennes débutent par une dentale ou une alvéolaire, contre 28% des
syllabes iberes. Cette énorme différence est a peu pres
inversée si nous considérons le consonantisme 0, c'est
a dire la
présence d'une voyelle
a ]'initiale
absolue:
37% en ibere contre 15% en minoe.n. Elle pourrait
s'expliquer par un amuissement de dentales initiales en
ibere. Si nous comparons au consonantisme basque, «il
est notable, d'autre pan, que 1- et d- n'apparaissent
presque pas daos le lexique basque, si ce n'est daos des
emprunts, des termes expressifs, et des formes verbales
définies»'. Par ailleurs, le n intervocalique de.s emprunts latino-romans est caduc en basque, ce qui diminue sa fréquence initiale lorsqu'on pratique une segmentation.
Au point de vue du vocalisme, nous constatons
que e et o soot plus fréquents en ibere qu'en minoen;
[page-n-325]
I'BERE ET MJNOBN
au contraire, a, i, et, surtour, u sont beaucoup plus favoris~s par le minoen.
Si nous calculons pour les deux langues nos param~tres vocaliques•~, nous treuvons les valeurs:
60.r - 24) • IOz
2.S82
L818
l
'
-3
- 7
i!Xn:
minoen
19
21
Le paramhre x, relatif ~ J'avancement du point
moyen d'articulatioo (oous lui connaissoos des valeurs
dispers~es de - 28 A 60) est assez ~lev6 daos les deux
cas, mais surtout pour l'ib~re. Ce qui abaisse sa valeur
pour le minoen, c'est l'é16vation de la fr~quence relati·
ve de u. Or, il appara.lt que dans les termes qu'il a en
commun avec le 1in6aire B, le lin6aire A présente souveot u au lieu de o": diáeru/did4ro, Jw.sarulkasaro,
k4rulkzro, etc... Cette tendaoce ~ la fermeture de o, ou
peut-etre seulement ~ la notation par u d'un o saos
doute ferm6, peut expliquer la difl'érence.
Les parametres y et z, respectivement rclatifs ~
l'accumulation des réalisations vera le milieu de la bouche, et ~ la Jabialisation, différent trop peu pour etre
significatifs.
Les valeurs du trinome 60x - 24y - 10z, sur lcsquclles est basée la répartition des langues en trois groupes, placcnt l'ibere et le mínocn dans le groupe A (valeurs supérieures A 1.770), en compagnie des laogues
germaoiques et celtiques, du turc, du chinois, du frao~ais, etc. .. , alors que le basque et les langues romanes
méridionales se situeot daos le groupe B.
baitt(lo)
bulbw
bm
han
bari
bwr
bua
bui
-O(H)
lict
lip
lida
biro
bix
boa
bu ti
batJq¡Dt
püt
cea
linai
ijsa
pisa
láu
dua
púe
pa
1m
&m
taac
lae
111
qu
lela
ttti
adu
-¡j (12 L)
-di p()
daba
-!t(IH) -«<-It (l8 f.)
dDa
Ita
dutJ
~
du
~
le
-t1l (4 f.)
Cllt.l
pla
a
da
brui
-dal-ú(4H)
Usa
-1b (10 l)
dlla
bit
-hl-qt(!!f.
t.di
IJ¡ii
dJb
qcpi
daca
qcb
di«
daqtJtaktJtJqe
up
daki
qdu
dadaldatu
leda
dadu
die
hri/qdi
dae
•
pW
-PPl)
piki
pit1
pite
pitiat
piu
bite
bidia
&OC
OJia
le
~
-li (22 f.)
IW
kh
d&1
tuAu
-GIHI par.
.,.
tuldart
irt
izo
-is (H)
-ii ~f.)
-o&(H)
-ua (~t)
!Ji
cbiiUi
tl.uw\w
~
irt
izo
toqe
uha
duda
IICct
Dapa
aaqc
Dltt
Qllt
ll1li
ui
uaú
diiDi
dun
ltC1I
ltb
bite
dui
dmltura
dure
-«te
dai
clcch
dais
-id(
dm
lito
II.IILl
IW
llti
dw/buv
-te (lD L)
-ac (23 L)
m
dm
cpr
Um
m
m
Clt
t1C
utt
IC!t
teR
tao
do
ele
a
dilli
-i61-ti(6S(,)
jb¡
ipa
IÍ
ibi
ipi
dipJ!ipa
tQ
iU/iq1
tita
tice
dibhib
lih
diiltili
cfiliK
dilo
ilahita
dídtH!tAilt
lfiDchiu
il:c
in
i&i
"
idJ
ili
ib
ib
idafl!i
ilt
~
-nip l)
nia
Di6
ciJu
ain
-no pt)
l!lli
o
aai
ci
-DÍ (!ll)
bDa
Passons maintenant a l'énumération des coincidences lexicales coostatées entre les deux listes.
tdt
!di
b
-ri(IH)
• ••
tcgi
~
énltin
m
i1i
idoli!D
idl
ocle
ott
IÍ!o
diroltUo
tu
oti«
Olllt
tú
llki
llll
iu
ino
sene
tmi
ino
sene
tmi
m.
-i (l9l)
ia
sib
sidílili
-u~ f.)
SUDi
-ul-za ~H.)
mi
$1111
l1ll1
1tct
b~
apa
.n
aa
aar
¡pn
ab
abra
ad1
asibvr
ab
ada/11a
ll'lira
1111
U1l
m
-ba (18t)
Dláfol&i
lll
ICD
baliD
-pa(21l)
pW
pab
pada/pall
plk
pli
bai
pal
bai~
paili
biCI
bmlharh
blrt
2ft
llihtt
tip
tico
I!Í
llfihti
IÍlar
¡IÍJ
mh
tidc
tiDc
lira
•
-adin
1112
011
bUi
00
0011
aduht1
aduro
pili
pu
Pll1
-ap7l) -a/-qa(SH)
bla
bpa
acal
tpqW
bb
bta
btaDe
bri/qldi
biu
m
m
u:
1St
doi
&iri
bli
¡¡&i
ptl
&itu
cite
citctc
pi
pa
pe
p
gii
-a~ (H)
tCII
ÍQ)
io
kidalkill
ati
kidml
kideAitt
1itut
liil\ili
killl
swb
m
ai
-si(H)
kiDe
bu
kili
-lo (H
IU
sart
IIIÍ
•
-«(H.)
-.(ll l)
ICU
tuWmqa
ICtt
IWIÍ
ui
aiia
niri
DiDa
nirt
-coQt)
upi
o
OC1
ob
Gtl
011
ICt
uqe
UQII
mua
1111
•
.w.u
ltaro
acle
ut
ICii
•tia
adiluli
ICfimi
waia
un
- un
315
[page-n-326]
H. GOlTER
En conséquence, sur 2.623 formes de l'ibere et
2.542 formes du minoen que nous avons confrontées,
222 présentent d'étroites analogies, ou m~me sont
identiques. Le jeu du hasard suffit-il a expliquer ces
coincide.nces?
Pou.r essayer de répondre a cette question, nous
avons fait l 'expérience suivante. Dans les
diotionnaires12 de trois langues ad:ministratives dont
les juridictions confwent avec celle du francais, J'espagnol, l'italien et l'allemand, nous avons choisi des
pages au moyen d'une table de nombres a u basard, jusqu'a ce que le total des entrées rencontrées dépasse
deux mille pour chaque langue. Parmi ces entrées,
nous avons noté celles quí étaient homograpbes d ' un
mot francais; par cxemple, le substantif francais .. ver~t
est homograpbe de l 'inrmitif espagnol oer • voir»; l'infinitif francais francais «donner» est homograpbe du
substantif allemand Donner «tonnerre», etc...
Nous avons ainsi trouvé 34- homograpbes
espagnols11 sur 2.087 entúes; 37 italiens" sur 2.006;
28 allemands', sur 2.070.
Ces nombres d'homographes sont du mSme ordre
de grandeur; nous pouvons cependant vérifier par le
test de Pearson si leurs écarts sont significatifs ou ne
le sont pas.
&rtJgrapl¡ts
Ntm /mrqgapkr
2.053 (2.053)
1.969 Q.97-i)
2.0+2 (2.037)
6.064
2.087
2.006
2.070
6.163
Espagnol
Italien
Allemand
Totaux
2
X
-
fran~aise.
Si nous confrontons des homographes de l'anglais
aceux de l'espagnol, de l'italien et de l'allemand, nous
trouverons ccrtainement une incompatibilité totale des
mécanismes d'apparition.
r1.
Ta~~w
3+ (3+
)
37 (32)
28 (33)
99
Uhypothese nulle supposcrait un X 2 inférieur a
3,841 (1 degré de liberté). La tres grande valeur que
nous trouvons, signifie que le mécanisme d 'apparition
d 'homographes entre fran~ais, d 'une part, et espagnol,
italie.n ou allemand, d'autrc part, ne pcut en aucune
fayon servir de modele pour expliquer l'apparition des
h omographes beaucoup plus nombreux entre ibere et
minoen.
Dans les langues voisines confrontées avec le francais, nous n'avons pas envisagé l'anglais. Nous y venons maintenant . Toujours avec une table de nombres
au h asard, nous examinons des pages d'un dictionnaire
anglais 16 ; ici notte conecte d'homographes du francais
devient surabondante: 264- homographes sur 2.002 entrées. Nous en donnons une liste partielle11, mais suffisante pou.r manifester que les homographies dues aux
caprices du hasard, comme if, IU, etc ... , sont noyées
daos une masse de mots francais, imponés en Angleterre dans des circonstances historiques bien connues, en
m~me temps qu'une population normandc de langue
-jt + -H- +
*
+
2ir . o,78+0,76+0,0I+O,ot-1,56
11 suffirait que le X 2 rut inférieur a 5,991 (2 degrés
de liberté) pour que la distribution ne fllt pas significati·
ve. Done les nombres d 'homographes ont cet ordre de
grandeur moyen entre des langues géograpbiquement
voisines et de parentés plus ou moins lointaines.
On voit immédiatement que le nombre d'homographes est relativement beaucoup plus élevé entre ibere et
minoen. Comparons·le cependant par la méthode du X 2
aux homographes entre francais et langues voisines.
Anglais
Esp.ntal.IAilem.
Thtaux
xt
a
NM -
~
lrmi!Jgr~
Fran~s/voisÍJU
lbere/minoe:n
Totai!X'
x2 t5.B76
_
99 (225)
2.22 (96)
321
6.064 (5.938)
2.401 (2.527)
U65
15.876 15.876 15.976 ..
242
225 + 96 + 5.938 + 2.527
316
6.163
2.623
8.786
'JQ(Qu
2.002
6.163
8.165
30.m + 30.625 + 30.625 + 30.625 -m
sr 21r
lJif
mr
Cette valeur est encore beaucoup plus grande que
celle trouvée en confrontant les convergences ibérominoennes a celles du fran~ais et de ses voisms continentaux.
On peut avoir la curiosité de comparer les convergences ibéro-minoennes aux convergences anglofrancaises.
HDfMgrafil¡es
IhCre/Minoen
&rtrJgra#tes
264 (89)
99 (274)
363
Non ÑlrNJgap/la
1.738 (1.913)
6.064 (5.889)
7.802
Anglaia/Fran~ais
Totaux
222 (276)
26~ (2!0)
i86
&. lrnwJgr.plvs
2.401 (2.347)
1.738 (1.792)
U39
1b/4w:
2.623
2.002
U25
2.916
2.91
6 2.916
2.916
X2 a"110 + 2JO +"'f.ID" + T.'1gf • 28
Les deux d istributions sont assurément incompatibles. Mais la valeur 28 du X 2 est bien loin des va·
leurs 24-2 ou 477, que nous avons précédemment trou-
[page-n-327]
mERE ET MINOEN
vées. n ne faut pas perdre de vue que les inscriptions
ibériques ét(udiées sont postérieures de pr~s d'un mi·
llénaire a l'arrivée des Iberes en Occident, tandis que
le fran~ais a gardé en Angletcrre le caractcre de langue
officielle jusq' a la fin du xrv· siecle; «toute une littérature, dite anglo-normandc, done de langue fran~aise,
se développa sur le sol anglais. Elle atteignit son apogée a u X ni• siecle.".
Une possibilité d 'apprécier la valeur de cette derniere explication s'offre a nous. Le coefficient de conservation du vocabulaire fran~ais par l'anglais est proportionnel a 26412.002; le coefficient de conservation
du minoen par l'ibere sarait proportionnel a
222/2.623. Le rapport de ces deux coefficients est de
(264 X 2.623)/(2.002 X 222) -455.
Or nos recherches sur la glottochronologie19 nous
ont amené a faire correspondre a chaque date un coefficient K représentant le pourcentage de vocabulaire
conservé en commun par deux langues depuis cette
date jusqu'a 1900. Ce pourcentage ne s'applique qu'a
une liste de cent mots fondamentaux; aussi ne
rechercherons-nous que des rapports de coefficients.
Pour 1400 (Av. J.C.), K ... 0,38; pour 500 (Av. J.C.),
k-0,60. Entre ces deux dates, une langue conserve
done 0,38/0,6-0,633.
Pour 1400, K - 0,975; pour 1900, K - 1. Entre ces
deux dates, 0,975/1-0,975.
Or, le rapport des dcux cocfficients de conserva·
tion 0,975/0,633 =1,54. Malgré l'hétérogénéité des matériaux mis en jeu, la concordance est bonne; c'est
peut-~tre l'effet du hasard, m ais le résultat est tout de
m&e curieux.
Aussi bien l'ibere et le minoen que l'anglais et le
fran~ais, ont un. quantité d'homographes communs,
e
qui dépasse tres largement et de facon significative ceBe que l'on recontre entre des langues géographiquement voisines et de meme origine, mais ayant eu des
évolutions autonomes. Nous savons que le fran~is a
s
été introduit en Angleterre par une arrivée d'élémentfrancophones; il est tentant d'attribuer une action du
meme ordre A l'arrivéc des éléments iberes en
Espagne20 •
D nc s'agit la que d'une hypothcse que nous
n'aurions pas envisagée, sans la translittération du linéaire A par J. Raison et M . Pope; elle nous a fait apparaitre immédiatement trop d'analogies avec l'index
de l'ibere que nous avions dress-é, pour ne pas éveillcr
l'idée d' une comparaison des deux listes.
z Servicio de 1Dvntiguci6o PrehUt6rica, C/. Corona 36, Valencia +6003.
, J. ll..uao11 et M. P ots: •Lé vocabulaire du llnEaire A en
translittEratioruo. Etv4a mi~U~~~t~W, 1, Louvain, l978, p. 13J.
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tacts de langues: exemple des confina pyrEnEo-m&liteJTan«nso.
0Mmo (~u11al'lo) 1976 (XX), p. 106.
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' J. Sn.u: •Über die sibilanten in iberische.r scbrift•. Actu
dclll CA/oqujq sobrt ~1141 J evhu.rar fW11'1DmJt!Utu df 14 ht~I1LSIÚ4 lblri&a.
Salam.anc:a, 1979, p. 81.
, D. PLiilCIWl VALU: •. e . uevo sobre el signo ibErico Y•. D eD n
partamento de HiJtoria Antigua, Serie arqueológica, n.0 6, ~ria 1,
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' Mlcnu.m•: Op. dt. nota 8, p. 254.
10 H . GvtTn: •Q.uelqu~ paramhres caractEri.stiqu" s des
e
ayatme& vocaliques-. R . Lillg. R . , 1966 (30), p. 39.
u M. Pou et J. R#w~: •Linear A: Chan.g:ing penpecclves•.
EluJu MiM11111tS, 1, Louvain, 1978, p. 21.
•t M. oa Tor.o Y Gó~otu: N111"" t&eiLnuzri¡, CJpaMI-jrtmtú. París,
1939. P. RovtD& et A. l.Acolfn: N11VDt4u di&titmrunrt íJ4iint4'r~ou. Pa·
ria, 1936. A. Praouwu: Delllsch-FmmJsis~hu Mrlnbudt. Bordeawc,
s.d.
u Durable, duramen, puasol, cortical, anenal, arsenical,
amovible, mu, imaginable, iman, imberbe, imitable, impalpable,
grande, capital, caporal, capote, cendal, forcep11, forcir, fonnable,
formol, C
orte, palí, estoque, ventral, ver, canapE, ca.odi, candiotc,
contralto, m~dium, Sépttntrional, pectoral.
,. Tropicale, t:rust, tu, elle, natale, consolantc, consolc, consonante, arrogante, uipulante, cannibale, cale, calice, calmante,
conc.iliante, conclave, concomitante, ~odiacale, :r.ona, curule, cuspide, cu.rode, llominale, non, nord, noria, normale, longitudinale, loquacc, lord, loto, bava, vendetta, militante, imprudente, impudente, rude.
., Ersatz, di.k tat, dom, donncr, don, dose, bart, hase, halle,
ballast, bande, bar, base, je, pute, quartier, queDe, quitt.e, quotc,
friseur, stand, leitmotiv, loch, loa, lot, meue, met, mette.
" Tb. M.Act.AGAJ~: The Royal Englis/1 Diaünoary. London, s.d .
" Stagnant, stagnation, stalagtite, stalagmite, stancc, ir, ignition, ignoble, ignore, .ignoran!, ignorance, illative, harangue,
hare, harem, haricot, brunette, brute, brutal, budget, avcnue, averse, avenion, titan, titillation. tocain, ossifícation, ostensible, o!tentation, ottoman, oublierte, bey, hible, mastic, manication, mat, matador, match, mate, oí(ensive, ogre, Jibertine, licence, lichep, líe,
curable, cunive, journal, jovial, jubilant, jubilatian, j udicature,
portion, ponrait, pose, poser, position, positive, possesaioo, posses·
sivc, possible, injlln:, injustice, innavigable, innoccnt, innocencc,
innovation, tabernacle, table, tablature, tableau, tabouret, tact, tactile, crescendo, a:est, a:c:vasse, crime, crinoline, etc...
11
F. Moo!lt: Esguisst J'un~ loi.swir• df 14 1411g!U a11gltUst. Lyon,
1947, p. H .
" H. Gurru.: ·Glottochronologie et hngues occidentalea..
CoAins M l'lnsliJuJ ü Li11gvistigru df Lou1111ill, 1977, 2, p. l. •A propos
de glottochronologie•. CoAins df l'lnstillll M Lit~guiniqw M LoiUIIÚII,
¡977, 3-~, p. 3. •Encore la glottochronolo~e-. Ca/Uns M l'ltaStiJut ú
Linguutit¡IU tl4 r-~~~~;,. 1979, 5- ~. p. 3.
29 La comparaison de eéqucnce. de pbon~mes, qui ne sont
pas forcEment de• mota au tonomes, favoriserait l'ibere et le minoen;
maia le fait de comparer le. langues modernes A la totaJit¿ du voca·
bulairc: francais joue Evidemmcnt en sc:ns invene.
NOTES
1
A. Tov.... : •L6Uco de las inscripciones iMricas•. ln Es1u.c&s
d#di&IJIIM a Ml'tliruUz Pitlal. Madrid, 1951, li, p. 287.
317
[page-n-328]
[page-n-329]
Carmen
ARANEGUI
GAseó*
,
~
UNA FALCATA DECORADA CON INSCRIPCION IBERICA.
JUEGOS GLADIATORIOS Y VENATIONES1 •
Javier DE Hoz**
,
ESTUDIO EPIGRAFICO
En su investigación sobre la cultura ibérica Enrique Pla realizó una aportación fundamental al describir e interpretar el instrumental de trabajo (Pu,
1968: 143-190; 1969: 306-337) y tengo constancia de
que su intención fue la de abrir una Línea de estuclio
tendente a la valoración de la economía ibérica que
compensara la excesiva consideración de los iberos
como guerreros derivada del estudio de sus armas
(SANI>Atts, 1913: 27-54; CABRt, 1934a: 5-11, y J934b:
2-18; Coo~u..~~r..n, 1956-57: 167; GA.RcfA DE u CHtcA,
1957: 309-321). Las circunstancias han querido que
con ocasión del homcn.aje que le dispensa el S.LP. pre-
seme unas piezas de armamento sobre las que trataré
de incidir desde un punto de vista ajeno a la táctica bélica, en memoria de un gran maestro y buen amigo.
En 1986 la Dirección General del Patrimonio de
la Gcncr alitat Valenciana adquirjó a Diia. Amalia Giménez un lote de armamento ibérico compuesto por
una falcata doblada y por un mango de caetra, presentado como un hallazgo casual ocurrido en la vertiente
del Castcll de Sagunt, según el expediente. Averigua-
• Opto. de l'rehi1toria y Arqueología, Universitat de Val~ncia.
•• Opto. de Filología Cl¡úiea, Univel"'lidad Co..mplutense.
ciones realizadas en 1988 y 19891 plantean serias dudas acerca de la exactitud respecto al lugar de hallazgo
de estas armas cuya autenticidad, si,n embargo, no puede ponerse en C\lestión. Por ello el conjunto, ingresado
en un primer momento en el Museo Arqueológico de
Sagunt, ha pasado a ser depositado en el Museo de
Prehistoria de la Diputación de Valencia, contribuyendo a enriquecer sus valiosos fondos de arqueología
ibérica.
Previamente la falcata había sido objeto de limpieza y consolidación parcial por parte del restaurador M.
Peinado q1,1ien confli'llló verbalmente la dificultad de
estabilizar la falcata y la necesidad de ejercer un control constante para corregir cualquier proceso de oxidación que, con seguridad, iría presentándose dado el
estado en que Ja pieza había llegado a manos del especialista. En relación con el mango de escudo (1ám. I),
no fue posible realizar ningán trabajo de restauración.
La falcata es s.i n reservas un ejemplar excepcional
(lám. Il) que conviene documentar y exponer a la con·
sideraci6n científica.
Presenta una empuñadura cerrada de una altura
máxima de 11,5 cm. por una anchura máxima de
5,5 cm. en la que se observa un orificio para la sujeción
de las cachas, con el hueco central de unas dimensiones
319
[page-n-330]
C. ARAN EGUI GASCÓ
. ·
-------
~-
Fig. 1. - Fakala fÚCQrado.. S.l .P.
320
[page-n-331]
FALCA'tt\ DECORADA CON !NSCRIPCION mÉRICA
máximas de 6 por 3 cm.; la base de esta e!llpuñadura
está reforzada p or un pieza en ángulo recto que confiere resistencia al sector recayente hacia el contraf!lo
donde se apoyaba el pulgar. La hoja tiene una longitud
de 60 cm. con una anchura máxima de 6,8 cm. en su
inicio, de 3,5 cm. en el estrechamiento de la primera
c.urva, de 6 cm. en el ensanche de la segunda curva y
de 3 cm. por encima deJa punta, cortante por todo su
perímetro. El grosor del contrafilo oscila entre 1 cm en
la parte superior, 0,8 cm. en el punto de inicio de la
curva y 0,3 cm. en la parte central. La hoja muestra
acanaladuras del tipo 2 de Quesada (1988: 275-299),
de sección redondeada cuando son estrechas y cuadrangular cuando son más anchas, que arrancan de la
parte superior de la hoja con un diseño en V, recorren
toda la parte gnresa de la misma ensanchándo~e en el
tercer ~uarto donde la hoja es más amplia; el óltimo
cuarto de la hoja está libre de ellas. El contrafilo ostenta, asimismo, dos fmas acanaladuras en su mitad superior.
La hoja conserva su decoración (fig. 1), lograda
mediante troquel y embutido de plata (Nmro y EscAL&RA, 1970: 5-29) y dispuesta de manera idéntica en su s
caras anterior y posterior, si bien se aprecia mejor en
una de e1las dado que la falcata está doblada. En paralelo a la base de la empuñadura (lám. Ill) se ve una banda
decorada de 3x1,5 cm. compuesta por un tallo en zigzag con hojas de hiedra simples encontradas enmarcado
por un m ete limitado por trazos perpendiculares, una
banda y un segundo filete como el primero. Fuera de
este esquema, hacia el fJ.Jo, se observan restos de una
hoja de hiedra acorazonada y un tridente. En sentido
vertical (lám. IV), subrayando el diseño de las acanaladuras, aparece una banda de roleos simples seguida por
otra de triángulos encontrados a ambos lados de una línea en zig-zag, con los pequeñísimos trazos perpendiculares como lúnite. En el ensanche de la boja, una nueva
banda se sitúa del lado del dorso de la espada, consistente en u:n tallo en zig-zag con dos hojas de hiedra en posición divergente partiendo de los vértices, y las dos teorías se cierran mediante un trián.g ulo isósceles con hojas
de hiedra en su interior y tridentes divergentes hacia el
exterior (lám. V). El contraftlo, en su sector de perfil
plano, estuvo también decorado con una cenefa de roleos limitada por filete con trazos, que deja libre el tramo en donde se sitúa la inscripción ibérica que está grabada a buril (lám. VI).
·
El emblema decorativo principal se encuentra en
el inicio de la hoja y consiste en la representación de
un león en posición de ataque enfrentado a un jabalí
agazapado sobre los que se posan cuatro aves con la cabeza vuelta, una sobre la melena del león, dos contrapuestas entre ambos animales y la cuarta tras la grupa
del jabalí.
Este tipo de vtnlltw idealizada entre dos animales
salvajes, tiene un posible antecedente en las decoracio-
nes de peine.s de marfil y cajas de hueso hallados, por
ejemplo, en La Cruz del Negro o Acebuchal (BLANco,
1956: 3-51), aunque su estilo y composición sean, lógicamente, distintos. Un jabalí es devorado por un león
en una secuencia de la pátera más decorada de Tivissa
(GARofA y Bauoo, 1953: 229 y ss.), pero donde el enfrentamiento entre dos animales, tal vez león y ciertamente j abalí, queda más patente es en el bronce de
Máquiz (Menjíbar, Jaén) (AwAORO, 1979: 176-184-,
fig. 1, lám. IV). sobre las piezas que corresponden al
recubrimiento del extremo de las lanzas de un carro,
en actitud similar a la que se aprecia en la falcata. El
más fuerte de los carnfvoros y el herbívoro más fuerte,
súnbolos indiscutibles de invulnerabilidad en todo el
Mediterráneo', tuvieron, pues, una significación e.n el
mundo de las imágenes ibéricas. El enfrentamiento entre león y jabalí se utiliza, por otra parte, en la decoración de sarcófagos etruscos del taller de Tarquinia en
el período del siglo IV al 11 a.C. (BIANORI-BANDINllLLI y
ToRReLu, 1986: núm. 130), con un significado evidentemente agonístico. El motivo de la hoja de hiedra formando un tallo serpenteante está bien documentado en
las decoraciones cerámicas ibéricas a partir del si·
glo m a.C., as{ como el de Jos roleos; las aves sobrevolando el emblema, recuerdan las que se observan en un
kalatlws del Cabezo de Alcalá de Azaila (CABRa, 1944:
67-68, figs. 4-7 y 52, lám. 33), si bien, como los tridentes, constituyen un tema presente en una de las secuencias del monumento funerario de Pozo Moro, cuya decoración se interpreta como la plasmadón de escenas
de carácter mitológico (At.M.AC::RO GoR.BEA, 1978: 255 y
ss.).
Lcnerz de Wilde (1986: 273-280) considera la decoración de las falcatas ibéricas céltica en su estilo, si
bien sería preciso disponer de cronolog!as ajustadas
para poder determinar la prioridad cronológica de las
armas decoradas, y ampliar las nociones de los recursos ornamentales ibéricos y célticos, respectivamente,
para contrastar su opinión. En lo referente a la Península Ibérica, la falcata se presenla primero en ambientes ibéricos, aunque el caso de las piezas decoradas carezca, por el momento, de una estricta fechacióo . Para
eJ arma que e.s tudiamos, el complemento de la inscripción ibérica asegura que su artffice1 o bien su destinatario, fue un ibero.
La profusa decoración confiere a esta falcata un
valor por encima del estrictamente funcional que se
une al de ser un objeto de ajuar funerario, deducción
derivada del hecho de presentarse doblada, constatado
exclusivamente en necrópoHs (SANDARs, 1913: 4-8; SoHOLR, 1969: láms. 73 y 75; VAQ.VliRizo, 1989: 233-235;
QuESADA, 1989: sep. 27, sep. 260; LoLUNI 1 1979: 55-79
para la necrópolis de Camerano, en el Piceno, etc.,
etc.). A pesar de que la ornamentación de las falcatas
ha debido perderse en un alto porcentaje de casos por·
que salta al exfoliarse el hierro por corrosión, los datos
321
[page-n-332]
C . .ARAN.EGUl GASCÓ
Fig. 2.-
•l'&.so diiDs gunnros•, Lllria. S.I.P.
Fig. 3. - &mbrtro áe eopa dll CabUA áel Tlo No (Are/una), M .A.N.
322
[page-n-333]
FALCATA DECORADA CON INSCRJPClON mÉRJCA
disponibles apuntan hacia la ausencia de elementos de
adorno en las piezas procedentes de yacimientos ubicados en el área ibérica comprendida al N. del Júcar
(fig. 9).
Hasta el momento, falcatas con decoración de damasquinado de plata sólo han sido examinadas en La
Albufereta (LENE.Rz DE W n.oE, 1986; 276, fig. 3), El Cigarralejo (CuADROO, 1989: 21), El Cabecico del Tesoro
(Qul!SADA, 1989: seps. 260, 332, 350, 373 y 409), lllora
(L!!Nnz Dl! W ILDE, 1986: fig. 3) y Los Collados de Al- ·
medinilla (NtBm y ESCALEilA, 1970: fig. 3), en donde
los adornos se conservan, sobre todo, en las piezas de
las empuñaduras y afectan a un 15% de ]as falcatas.
Predominan los enmangues en forma de cabeza de caballo cerrada, con acanaladuras divergentes en el
arranque de la hoja. La similitud técnica y la identidad
de algunos elementos ornamentales, induce a plantear
la atribución de todas ellas a un mismo taller. Obsérvese, por ejemplo, la empuñadura 4- de las falcatas de la
serie B de Cabré (1934b: 8-12); la delimitación de trazos paralelos de la falcata de lllora (Qu~, 1988:
lám. 11); las falcatas de la.s tumbas 1, 98 ó 115 del Cigarralejo (CuADRADO, 1987: 106, 231 y 251) o el jabalf de
la empuñadura de la falcata de la sepultura 260 del
Cabccico (icl Tesoro (Qu!ISADA, 1989: 174, lám. X), en
apoyo de esta propuesta. La cronologfa se revela, sin
embargo, amplia, iniciándose entre el 375-340 a.C. (sepultura 409 del Cabecico del Tesoro), con proyección
hasta las inmediaciones del 100 a.C (sepulturas 332 y
373 del Cabecico del Tesoro), en contradicción con la
uniformidad técnica de las decoraciones, lo que hace
sospechar bien sea de la datación de alguno de los contextos o la perduración de las espadas durante varias
generaciones hasta ser depositadas en las tumbas. Lo
que no puede ponerse en duda es su existencia desde
el siglo 1v puesto que se presentan en conjuntos cerrados de esta ~poca, como bien se ve en EJ Cigarralejo.
Articulando resultados de hallazgos antiguos y de
investigaciones recientes, se puede establecer el uso de
la falcata entre los iberos a partir del fmal (¿mediados?) del siglo v a.C., con un buen exponente en la
costumbre de depositar la panoplia entre las ofrendas
funerarias (MALUQ.UE.P. o.B M arES, 1987: 33-110 y 115-170
con ejemplos de fecha alta, sin falcatas), ajena a los há·
bitos de las sociedades de colonizadores que influyeron
sobre aquéllos. El vestigio que, por su ambiente, sugiere una mayor antigüedad es el de La Solivella (FLET·
oHRR, 1965: lim. XVI), fragmentario, aislado y único
en el contexto de esta necrópolis del S. de la Contestanía, proveen buenos ejemplos dentro del marco cronológico del rv a.C. Asf, la comparación entre dos yacimientos distantes escasos kilómetros como son la
necrópolis de El Molar (LLOJR.ECAT, 1972: 88-92) y la
de Cabezo Lucero (RoUI!.LAR.O y otros, 1990: 538-55 7),
revelan ajuares sin y con falcatas en un periodo en parte coincidente, algo más antiguo en la primera que en
la segunda, lo que plantea la atribución inicial de este
arma de origen greco-itálico a determinados grupos de
iberos y esclarece la evidencia de la diferente frecuencia de falcatas en las necrópolis ibéricas. En Cabezo
Lucero son los ajuares del 400 en adelante los que contienen falcatas, estando presentes en los del siglo v los
cuchillo afalcatados, que perduran. La representación
escultórica de un guerrero con falcata en L'AJc6dia
d'EUC (G.ucfA Y Bau.mo, 1943: 65-66, lám. VIll) confiere soHdez a La propuesta de la importancia de este
arma en la sociedad ibérica del sur contestano, al tiempo que se representación en los relieves del Cerrillo
Blanco de Porcuna (BLANco, 1987: 405-455; 1988: 1-27
y 205-234) en algunas unidades atribufdas a la facción
de los vencedores (NwuBRU&LA, 1990), no se revela, a
nuestro juicio, como un hecho meramente casual.
La aplicación de decoración a Las falcatas atañe
exclusivamente a las de la Penfnsula Ibérica (ZEvt,
1990: 166-170, n. 0 139/12), sobre todo a partir de la
mitad del siglo rv, aunque escasean los contextos cronológicos realmente claros referidos a las centurias
posteriores.
Al llegar al siglo m son las necrópolis murcianas
del Cigarralejo y del Cabecico del Tesoro las que po·
drlan dar mayor información aunque el conjunto más
claro es el de la .tumba O• de La Hoya de Santa Ana,
con falcata y sombrero de copa (BúNQUEZ, 1990:
275-276) si bien, a partir de esta época, hay documentación plástica complementaria para evaluar el significado de la falcata entre los iberos.
Dentro de la cerámica con decoración figurada del
estilo narrativo de Llfria (B11u.uru y otros, 1954-;
ARANllCUI, 1986: 123-128, y 1987: ll7-122), dos son los
géneros de escenas en los que la falcata está representada: las que se refieren a enfrentamientos guerreros y
las relativas a juegos gladiatorios y venatorios. Entre
las primeras ocupa un lugar privilegiado la del friso decorado del ocvaso de los guerreros» (fig. 2) que, con su
doble formación de seis jinetes precedidos de dos infantes -con falcaia, lanza y cinturón- enfrentados a
cuatro infantes en retirada con scrdum y soliferreum, ofrece un esquema táctico bastante ajustado al que se desprende de la lectura de los autores clásicos'; en él el
personaje principal es el •hoplita» con caaco rematado
en cimera, cinturón, lanza y falcata.
El sombrero de copa de cuello estrangulado del
Cabezo del Tío Pío (Archena) (fig. 3), recientemente
interpretado por Olmos (1987: 21), tiene una ilustración más compleja que entendemos corresponde a lo
que hemos llamado juegos gladiatorios y venatorios; en
él se yuxtaponen un enfrentamiento entre guerreros a
pie con scutum,lanza y falcata; un jinete lancero precedido de dos jabalfes y una lucha entre infante y jinete,
ambos con lanzas, es decir, tres modalidades de combate tal vez celebradas con motivo de las exequias de un
difunto; es una decoración en parte coincidente con la
323
[page-n-334]
C. AR.ANEGUl GA.SCÓ
Fig. 4.-
Fig. 5.-
324-
•Vaso d.t los e4btzOIIJs-, Lllria. S.l .P.
• Vaso dll eombau riJU41-, LUria. S.f. P.
[page-n-335]
PALGATA DECORADA CON INSCR.IPClON lBÉRlCA
del •vaso de los cabezotas• de Llíria (fig. 4). Indeterminada es la composición a la que pertenece el j inete con
escudo y falcata (Jám. VTI) que aparece debajo del borde de una pieza crateriforme procedente del Castro de
La Coraja en la pl."ovincia de Cáceres (Rtvuu1.o, 1974:
358-359, fig. 1, lám. 2, 1), aunque su plasmación en un
lugar secundario del vaso no parece apropiada para la
representación de una composición amplia.
Cuando la escenificación se acompaña de la presencia de músicos, el argumento en favor de su lectura
como juego competitivo cobra fuerza. La urna de boca
ancha de Llíria que fue denominada •combate rituaL.
en el que dos personajes se baten -con scutum y solift"~ y con falcata, respectivamente- al son de la tuba
y la doble flauta (fig. 5), mientras un caballo atiende
al lancero y otros parten, constituye la obra maestra ele
este género. La repre.s entación parece similar a la de
uno de los monumentos funerarios parcialmente recuperados bajo la muralla de Osuna (lám. VIII) (LwN,
1981: 190-193; ATENciA y B ELTllÁN, 1989: 155-167). Estos
juegos tienen también una manifestación interesante
en otro lebes de Llíria llamada de la «danza de guerrero
con falcata.. (MAESTRo, 1989: ñg. 52) en atención al
personaje que encabeza un desfiJe de hombres y mujeres cogidos de la mano (fig. 6) que no es más que una
parte de una .representación más copiosa eo la que no
falta un tuhicen y un guerrero que pona u na sítula ante
un individuo que aparece sen tado.
Los juegos venatorios tienen un buen exponente
en un vaso de La Serreta (fig. 7) en el que se alternan
animales heridos y jinetes coo dos infantes que se enfrentan con escudos, falcata y jabalina, mien tras una
aulista tañe la doble Oauta.
Son testimonios puntuales que hacen lamentable
la pérdida de las pinturas que vio Cabré en Galera
(CABRt, 1920; ABAD, 1987: 213), con escenas cinegéticas.
llustrado el gusto por plasmar estos juegos sobre
vasos cerámicos de los siglos m y u y la dudosa calidad doméstica de muchos de ellos, de capacidad considerable, observamos varias modalidades de lucha: entre hombre con sculum y soliferreum contra hombre con
falcata; entre hombre y animales, o entre jinete lancero
e infante con lanza. En ninguno de estos casos se puede
asegurar que los combatientes lleven casco metálico.
La confrontación entre dos animales, al mod o en que
se presenta en la falcata, sólo puede aventurarse a partir de un fragmento cerámico de plato procedente de
Elx (fig. 8), con j abalf y ganso (¿ave?), aunque tiene
buenos ejemplos en piezas metálicas. La hipótesis de
queJas urnas y vasos que aluden a enfrentamientos hayan sido piezas encargadas• para premiar a los vencedores o para formar parte del ajuar funerario del personaje en cuyo honor se celebraron los juegos -que, en
la lfnea de Jo expuesto, debieron tener una sede importante en &lefa-, sugiere la idea de que las falcatas d e-
coradas de las que tenemos noticia, siempre frágiles,
entren en la categoría del trofeo conseguido tras la demostración de la maestría en su uso, no estrictamente
en el campo de batalla sino en la confrontación entre
individuos adiestrados en su manejo como im mérito
educativo, reconocido especialmente por algunos grupos de la sociedad ibérica de Andalucía y Levante. En
este sentido es indicativo apreciar la dualidad entre caballeros e infantes con falcata, deducible de las decoraciones cerámicas ibéricas y presumible a partir de los
ajuares funerarios, anteriores a éstas, y, por otra parte,
observar cómo la falcata pasa a ser un elemento de
prestigio en manos de personajes con indumentaria civil, como ocurre en el caso de algunos exvotos en bronce procedentes del Santuario do la Luz, en Murcia
{Ml!IIGet.rNA, 1926), en tanto que el caballo se convierte
en un símbolo prestigiado por los exvotos del Cigarraleja o llurco (CuAvRAOO, 1952: 430 y ss.; R oolÚomz
01..1vA y otros, 1983: 751-768), si bien, con e1 paso del
tiempo, esta antigua falcata, ya extendida ampliamente
entre los pueblos celtibéricos -cuyas cerámicas también revelan el tema de enfrentamiento entre guerreros
(AA.VV., 1988: 100)- acaba estando presente en el
campamento de Cácer es e.l Viejo (BBLTRÁN, 1973)
(lám. IX) y siendo un emblema de la pacificación de
Hispania en el reverso de la emisión de P. Carisio, del
25 a.C. (lám. X), aquí con un claro sentido militar.
La asociación de falcatas con sus contextos ergológicos y artísticos nos sitúa ante la evidencia de que es
uno de los elementos de la Cultura Ibérica de más prolongada utilización puesto que aparece en manos de los
iberos durante alrededor de cinco siglos. Atribuir un
significado particular a esta espada no parece que sea
pertinente sin tener en cuenta la evolución de la sociedad ibérica. En esta línea se puede esbozar, para la fase
inicial, el ambiente heróico de su presencia en grandes
frisos escultóricos como los de Obulco (GoNZÁl.eZ NAVA·
RR&Tll, 1987) o, probablemente, Elx; puede seguirse su
estudio en la fase posterior a la destrucción de las construcciones monumentales, pue.sto que abunda en los
ajuares funerarios de todo el siglo tv, en las mismas
necrópolis que sufrieron la eliminación de sus signos
escultóricos, como propios de una sociedad contraria
a aquellas ostentaciones (RoUILLARD, 1988: 331-350) y,
consecuentemente, poco inclinada a los monumentos
figurativos, y, rmalmente, reaparece en la decoración
de estilo narrativo, especialmente ilustrada en Edeta,
con un sentido referencial, por una parte, cuando se
trata de composiciones como la del ocvaso de los guerreros.. y novedoso, por otra, cuando forma parte de escenas de juegos, semejantes a las del monumento de Osuna. Parece que esta fase aglutina temas del antiguo
fondo her6ico y crea nuevas composiciones a la vez
que, en algún caso -Osuna-, recupera .la tradición
de los grandes mausoleo_s. No es sencillo calificar estos
tres estadios consecutivos en términos d e organización
325
[page-n-336]
C. ARANEOU1 OASCÓ
A
e
Fig. 6.-
•Ya.ro
tÚ la
danztl del guerrero 'on faltaJa,, L/lriJJ. S. l. P.
social, aunque es sugestivo pensar en el paso desde una
peculiar realeza con entronque mítico, al estilo de la
descrita para Tartessos (CARO BAROJA, 1971: 55-159),
hacia una hegemonía de castas guerreraa, bien representada en necrópolis como El Cigarralejo o Baza
(Pus1!oo, 1982), en las que las esculturas - muy
escasas- hao desaparecido del paisaje funerario para
refugiarse en el interior de las tumbas. Esta segunda
etapa podría coincidir con la preponderancia de las tribus, cuyos nombres conocemos por los textos clásicos,
(oretanos, bastetanos, contestanos ...), que traducen un
sistema de territorialización y jerarquías autónomo.
Hacia el siglo m se puede presumir que exista un sis·
tema de asambleas de principaúr, hasta cierto punto
acorde con los relatos de la Segunda Guerra Púnica
que hacen referencia al secuestro de rehenes de hijos
de familias notables como medio de presión (Polibio m , 97-99). Entre las fases. primera y segunda hay
una ruptura violenta (destrucción de las esculturas),
326
mientras que entre la segunda y la tercera se da una
evolución gradual.
A partir del segundo momento situamos el desa·
rroUo de j uegos gladiatorios y de M&ationes entre los iberos (VJLLE, 1981: 49·50), lo que supone proponer un
rasgo cultural equiparable al documentado e.n ambientes itálicos, singularmente entre los etruscos, samnitas
y oscos, y adentrarse en el conocimiento de una cultura
que desde el siglo v a.C. experimentó diversos cambios y alcanzó logros visibles en sus creaciones artísticas, sólo comparables a las ocurridas en escasos ámbitos influfdos por la civil.ización clásica. Supone,
asimismo, ampliar las bases de interpretación del ritual
funerario ibérico dejando entrever un nuevo sentido
para juzgar la duplicidad de juegos de armamento en
tumbas, con expresión plástica en ciertos temas figurativos del arte ibérico de baja época, distanciándolos de
la relación con los episodios de la conquista militar romana para interpretarlos como reflejo de acontcci-
[page-n-337]
FALCATA DECORADA CON INSCRIPCION IBÉRICA
Fig. 7.-
Vaso tú La Smt/4 (.4.koi). Museo C. Vistdi>, .4./coi.
Fig. 8. - Fragmnt.IIJ ihlrico tú Ebt (Un:ioersidad tú Burdeos)
327
[page-n-338]
C. ARANBGUI CASCÓ
• ta~
* má.rdl 5
1. - NUJ#olis di ~ Coru (Empúriu)
2.- N«r4polis di Cobma (M/Jlard)
3. - Pobl41k ;k La Prdrrra di Vall.fogoM (&J4cwr)
~.- Nw-4polis di La Sqliwlla (Aiaa/4 di Xiom)
5.- Nm4polis di ús Sitgu ('lbrn En I»miNc1l)
6.- N«rdpolis di OtkJI (La Viill tl'Uixb)
l - Poblado dll l'WII41 dds LJqps (Olocau)
8. - {?) FinuJ di La Jimnrll (SiMTt41')
9.- Neerdpolis di E1s Eboú (AÚIÚii4 di Oari4t)
JO. - Pobl41k di L4 CfiDa.IJ4 (A/haida)
11.- Nw4polis di EL G4Stdlar (Oii~Ja)
12.- Nmójlfilis di La HDJil di Stwa Au (CIIindliJJA)
13.- Pohl41k IÚ El A.mtu;fo (.&twl#)
U . - N«r4po/is de El~ (Hdlltt)
15.- Ntmpolis di CoimhrtJ dll .Ban~J~~UJ ..{1!Úll) (J11111iJIA)
16.- Ntetópolis di La SnTt/4 (11/&qi)
Tl- PoblaM di FJ. Xarpolar (Martarit/4)
18.- (?) NooJJa
19.- Nmdpolis dt La AIJJujm/4 (A/Í&I»JJl)
20.- Nterdjlfilis tÚ ~ LMuro (G114rtkzmar tÚi Stf•m)
21.- N~olis dt El Cigti1'1D4)'q (M111tia)
22.- N«r4poois tÚ El Csbtz0 tltJ. TitJ PitJ (Arehl114)
23. - Nmójlfilis di El Cab~ tltJ. 7botiJ (Muma)
2~.- NmófJD/is tÚ Los N idiJt {MJmia)
25. - Nmójlfilis de Vi!Jari&or (Alnurfl1)
26.- Neerdpolis di Cástula (LiMm)
2l- Nw4polis tÚ 73ya (Pral di Bamo)
28.- N«rdpolis di 7J¡gia (CaskiJ4tVS di CAtJ)
29.- Nmópolis di L4 GU4Ttli4 (Gtdlrd)
30. - Nmópqlis t1el Cmo dll &uúllfJrio (lJIJZfJ)
31.- Ntcrdpolis tltJ. MiraJM di Rrila'NÜJ (GraruJt!a)
32.- N«t6polis tú /1/Qra
33. - Ntetópolis di ws Co//4dt¡s (J.brutliniJIA)
31.- Ntetópfilis ú Cdrbula (AI&a/4 dll R/IJ)
35.- GmrtpfJ11IIIIJIJ di GJartt ti Vúio
36.- M 111m ProDiMi41 di Lu¡o
3l- l'obúJtiD dll Afio C/uJdft ('lirutl)
38. - N«rdpolis di Q,tillloNu di Go1'71l/U (Sori4)
39.- Nmdpolis di Tdl:.ar (J0114Dz)
~0.- N«rdpolis di A.l&dtn JtJ Sal (S.Iríbal)
~l.- N«rdpolis di FUIIIú Tqjar (C4rdoba)
~2.- Nurdpolis ú Al&a/4 la RttJ1 (JIJ/n)
~3.- Ntt,¿polis ú Tkar (Modln)
14. - Nempolis di A«i (Guo.!Jjx)
4.5.- Poblado t4 La B4Stitla t4 kt Aleusu (Moiunt)
!6.- (?) Bo/IJaik
n - (?) Buñd
18. - (?)Partida !U Eú 7hrm (44ddia tÚ CrupíttS)
19.- Nw4polis dtl CArral dt &111 (MDÜtnll)
50.- (?) Büorp
51.- Poblado di SaJt ÁIIIIJrrÍIJ di CU.V:tíU
.52.- Nmdpolis de J.scóbriga (Monual tÚ Atita)
.53.- Neerdpolis di Car®w (~a)
51.- N«rdpolis t4 Lix4mtJ ($Mj4)
5.5. - Nmdpolis !U La
(ÁDil4)
56. - J'ob/4dt¡ di llÁÚIÚii4 tl'Ebc
57.- Nttrdpoli.s dtJ hNal dt Salinas (Vilúna)
58.- Cmrtinr141 (7lruli)
o-a
Fig. 9.- Distrihudón tú Mllugos tú fokaiM m la Pminru.la l hirüo.
328
[page-n-339]
FALCATA DECORADA CON lNSCRlPClON IBtRICA
mientoa propios de la vida colectiva de las comunidades ibéricas. En esta fase helenística es casi inevitable
la alusión comparativa a las informaciones derivadas
de la literatura latina, o de las artes figurativas de los
pueblos itálicos, ya que son o bien las únicas o las más
abundantes de que disponemos. Al leer la descripción
del munus que Publio Escipión dispuso en Cartagena en
honor de su padre y de su tfo en el 206 (Liv. XXVITI,
21; Sil. Itálico, Pun XVI, 527-5+8; Zonaras IX, 1) en
el que dos hermanos se jugaron d4 jnin&ipaJu r:WilaJis,
como recoge Ville, o al conocer, por otra parte, la exis·
tencia de aqueUos ..hermanos Arvales» (Sc~am, 1975)
que, siendo también soldados, entonaban un himno indescifrable en las fiestas de Ceres, se encuentra un ambiente transponible a las composiciones figurativas de
la cerámica de LHria, aunque esa comparación deje espacio para una manera ibérica de hacer y representar,
original en el contexto mediterráneo.
ADDENDA
Finalizado este estudio, hemos tenido ocasión de
examinar las falcatas halladas en la necrópolis ibérica
de La Serreta (Alcoi), conservadas en el Museo Camilo
Visedo, apreciando el hallazgo de varios ejemplares
con decoración argéntea y, especialmente, una pieza
procedente de las excavaciones de 1990 cuya decoración, de nuevo, presenta rasgos idénticos a los de la pieza objeto de publicación. El contexto cronológico de
esta nueva falcata es del siglo rv a.C. Agradecemos a
los conservadores del Museo de Alcoi la gentileza de
habemos mostrado la pieza.
NOTAS
o
Estudio reali~do dentro del proyecto lmtJPII, M iltJ y &eü-
da,d m 14 Cubum 16/rW, subvencionado por la C lCYT.
• La vendedora uegura haber hallado ca..u&lmente estu arma.s en El Rabolero de 1brres-Thm:., pero la c:onlirmacióo por parte de: la directora del Museo de Teruc:l de ha~rsc:le ofert1ldo las mis·
mas pieua en 1985 atribuyendo entonces el ballugo ala provincia
de Soria, dc:sc:arta la posibilidad de confirmar su procedencia, 16lo
deducible de tu tipo.log{a y área de ditpenión general.
s Homero, llf4.tl4 V, 782-3: •Cuando llepron al sitio donde
estAba el fuerte Diomc:des, domador de caballos, c:on los mb y mejores de loa adaHdc:a, que: pareclan &4Ttl~ros ~MS ojG!Jtúit.s, cuya fuc:n:a
ea grande, se: deruvieroOJo.
• Esta pieza, hallada en 1899 en el sector en que se encontró
la Dama d'Elx dos añot antes, fue publicada por Sandan quien la
atribuye, err6neunc:nte, a Osuna. Se conserva en el M .A.N . desde
au regreso a España en 194t
• E1tr. 111, 4, 15: •.. .los íberos en 1u1 guerras, han combatido,
puditnmoa decir, como guerrilleros, porque, luchando al modo debandoleros, iban armados a la ligera y llevaban 16lo, c:omo hemos dicho
de: los lusitanos, jabalina, honda y capada. La iolantc:ría llevaba tambi~n meuladu fuerzas de caballerla.o. Eltr. IV, 4, 2: • .. .los fberm admininran y dctmc:nw:an la guerra, atacando unos por u o lado y OtrOs
por otro, a l.a DWlc:ra de bandoiCl'OI>I. (Venión de Garc:la y Bellido).
• .El hecho de que varias •c:opu grandes con pie: indicado•
de Lllria y algunos eombreros de c:opa airvan de soporte al arte
figurativo, con composiciones narrativu, confiere a la cerámica
la categoría de: vehículo de: un lenguaje: intencionado, c:ompn:naiblc:
en el contexto de la sociedad ib~ric:a que los real~ó. tal vez, como
elementos propios de laa celebra ciones a que aludimos.
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LA INSCRIPCIÓN DE LA FALCATA
Sobre el canto posterior de la hoja de la falcata,
a unos 7'5 cm. por debajo de la empuñadura, está grabada una inscripción ibérica, es decir en escritw;a ibérica del tipo levantino, de c. 6 cm. y formada por nueve
caracteres de 5 a 7 mm. de altura, el último de ellos
muy borroso (fig. 1, lám. VI)1• La lectura no presenta
excesivas dificultades, aunque sí un par de puntos dudosos. Los dos primeros slgnos podrían hipotéticamente ser dos parejas de signos solapados, lo que implicarla
una lectura kellu:l, o tal vez kenkel o keikel, pero me
parece más atendible la interpretación que voy a mantener. En principio propongo kekebeateekiarte, supo·
niendo que el tercer signo, para el que no existen paralelos realmente indiscutibles pero s{ aproximados, sea
330
el grafema bt, y admitiendo la lectura te para signo fi.
nal que parece segura aunque esté dañado, y suponiendo también, lo que no es en absoluto seguro ni siquiera
probable, que la inscripción legible hoy día sea la totalidad de lo en su día grabado por el escriba ibérico, y
que la degradación superficial del hierro no haya hecho
desaparecer por completo algunos signos. De hecho
desde el comienzo del canto de la hoja -el mango es
demasiado estrecho para haber estado inscrito- hasta
el comienzo de la inscripción hay c. 10'7 cm. en los que
se ha perdido el material superficial que sí pudo estar
inscrito, incluso puede considerane muy probable que
hayan existido al menos algunos signos previos a lo hoy
conservado, ya que se ve el final inferior de un trazo
[page-n-341]
FALCATA DECORADA CON INSCRIPCION ffiÉRlCA
vertical que precede inmediatamente al prime.r signo.
En cuanto a la parte final no ser(a imposible, aunque
tampoco se advierten restos, que hubiesen existido uno
o dos signos más. En cualquier caso la inscripción contaría con un sintagma nuclear que es el que se nos conserva, y que como veremos tiene abundantes paralelos
en la epigrafía ibérica. La única modificación de importancia que podría aportar al análisis propuesto una
mejor conservación del texto afectaría al N(ombre de)
P(ersona), que podría ser otro del aqu{ considerado.
Hay que subrayar en cualquier caso que desde el
punto de vista paleográfico se trata de una inscripción
bastante peculiar. Los paralelos que he podido recoger,
prescindiendo de los signos ki, a y r , cuyas formas son
demasiado banales y por lo tanto poco significativas,
son los siguientes:
ke: aparece dos veces en la falcata ambas con la
misma forma; de las distintas variantes en que está
atestiguado este signo en la escritura ibérica' hay una
muy próxima a la que encontramos en la falcata
-Epigrajfa 41, n.0 26.5, atestiguada en Ensérune
B.l.13', Liria, inscripciones cerámicas 7 y 70, y
plomos•, Orleyl 5', Enguera•, y tal vez Serreta 61- ;
en ella ambos extremos de un semicírculo se prolongan
más allá de la línea vertical que le cierra, mientras que
en la falcata el extremo inferior no traspasa la linea
vertical y el superior se dobla ligeramente hacia abajo,
pero la estrecha relación de ambos tipos es evidente.
be: se trata de un signo único, y su lectura no puede considerarse segura. Las variantes de ót
-Epigroj(a 37- que se le aproximan, y que me llevan
a adoptar esa interpretación son la n. 0 18.2 y 18.11, variantes respectivamente redondeada y angulosa de un
signo que aparece no sólo en diversas formas intermedias sino también en distintos grados de alargamiento,
de las cuales las más próximas al signo de La falcata se
encuentran en Pech-Maho -B.7.5' y el segundo de
los plomos'-, y Ruscino - B.8.20-. Una forma próxima, pero con sólo dos ap~dices superiores en vez de
tres, está atestiguada en la versión redondeada en la
inscripción cerámica Liria 62, y en dos variantes de la
angular, en el plomo de Las Corts10 -Epigrafta 37,
n .0 18.12-, y en la estela de Beoasaltt y dudosamente
en un grafito de Azaila 1~ -n.0 18.13-. Es curioso que
en Villares, inscripciones 4, 6 y 7°, está atestiguado
un extraño signo muy próximo al que ahora comentamos, pero como allí tiene claramente el valor h, que
en la falcata está con seguridad representado por otro
signo, hay que atribuir el parecido formal a simple
coincidencia.
1: este signo corresponde a una de las variantes
más comunes en ibérico -Epigrafta 36, n.0 14.1-3 y
10-, con la única salvedad de que normalmente aparece en realizaciones angulosas. El tipo eurvil.íneo que
encontramos aquí está también atestiguado en Liria,
inscripciones cerámicas 3, 18, 21, 52, 57, 75 y plomo,
en Villarea 6, en Pech-Maho, plomos 3a y 4 14, en
Ullastret -Epigrafo pp. 130-131, n. 0 226, plomo-, en
CasteU de Palamósl) y en El Solaig 1' .
te: un caso seguro y otro casi seguro. Pertenecen
a la variante menos común - Epigrafo H , n. 0 32.4 y
5-, en la ql.le el círculo o rombo está atravesado por
un solo trazo y vertical. Este signo está atestiguado en
el plomo 3b de Pecb-Maho, en donde sin embargo se
trata de un rombo a diferencia de la falcata, y en forma
plenamente coincidente con la que nos ocupa, es decir
círculo con trazo central vertical, en Liria, inscripciones cerámicas 53, 70 y 75, y Orleyl, plomo 8n.
e: los paralelos exactos habría que buscarlos fuera
del área propiamente ibérica, por ejemplo entre los celtíberos, pero ateniéndonos a ésta se pueden señalar formas cercanas a la de la falcata, aunque no idénticas.
Las variables del signo afee.t an al número de trazos horizontales, a su inclinación hacia arriba o hacia abajo,
y a la prolongación o no del trazo vertical más allá de
los horizontales superior y/o inferior. En la falcata tenemos cuatro trazos horizontales, con inclinación hacia abajo, y sin prolongación del tallo vertical; las formas ibéricas más próximas tienen tres trazos
horizontales sin prolongación del vertical e inclinados
hacia a.rriba -Epigrafw 28, n.0 2.2: Liria, inscripciones cerámicas 11, 40, 55, 75 y 90, plomos de Ullastret
(Epigrafo 28, n.0 225 y 226), Castell de Palamós y estela
de Caspe1' - , cinco trazos horizontales inclinados bada abajo y sin prolongación del vertical -vaso de
Ullastret, n.0 2576 del inventario del Museo-, y tres
trazos horizontales inclinados hacia abajo con prolongación inferior del vertical -grafito de la colección
Angosto Garda-Vaso en el Museo de Cartagena1• - .
Los resultados de la comparación paleográfica no
arrojan resul tados claros; no existe ninguna inscripción, y menos un grupo defmible y con unidad cronológica o de origen, que presente una combinación de
signos semejantes a los de la falcata, y los paralelos aislados de cada signo proceden de lugares diversos y tie~
neo fechas también variadas. En realidad esto no debe
sorprendemos porque cuando salimos de ciertos grupos relativamente coherentes, en especial las monedas,
la paleografla de las inscripciones ibéricas muestra tan-
ta diversidad como la de las meridionales. Debieron
existir variantes locales y cronológicas bien defmidas,
aparte de estilos puramente individuales, pero a falta
de información suficiente y de estudios de los textos
que poseemos desde este punto de vista, no podemos
sacar conclusiones significativas, y habitualmente no
estamos en condiciones de adscribir un texto a una
zona o a unas fechas partiendo del estudio paleográfico. Éste es desde luego el caso de la íalcata.
La interpretación del texto resulta por el contrario
menos desesperada de lo habitual en las inscripciones
ibéricas. Propongo una segmentación klktóts· ü-eldar-te,
basada sobre todo en el vocablo bie.n conocido tkiar, y
331
[page-n-342]
J. DE HOZ
que implicaría un N(ombre de) P(ersona) lukebes, seguido de un sufijo -le, del vocablo mencio.n ado y de un
nuevo sufijo.
La existencia de un NP ibérico keltebes no resulta
evidente; no est~ atestiguado en el repertorio de NNP
ibéricosto, y no es seguro que pueda ser descompuesto
en elementos aproximables a los que se combinan en
ese repertorio, pero a la vista de los contextos en que
aparece tkiM, y que veremos enseguida, y dada labrevedad del texto, me resulta dificil de aceptar cualquier
otra interpretación.
De tratarse efectivamente de un NP cabrfan d iversos análisis sin salirnos, por obvia cautela, del esquema
ibérico usual, es decir nombre comp uesto de dos ele·
mentas, habitualmente bisOabos. Podríamos pensar en
un primer elemento no atestiguado hasta la fecha, kelte,
seguido de un segundo, (i)bes, que serfa una variante
del n. 0 58 del repertorio de Untermann (ibti.r, ibef).
Una s.e gunda p osibiUdad algo más aventurada nos proporcionaría dos elementos ya atestiguados, el n.o 50
del citado repertorio, atestiguado exclusivamente a través de la latinización ENNEGES d el NP de un soldado
de la lurmiJ saliuiJGna, cuyo segundo elemento corresponderfa en escritura ibérica a •ekes o posiblemente •t~u, y
el n.o 74, atestiguado en escritura latina como GIBAS
y en ibérica como kibas y kiboJ. El problema de esta segunda interpretación es que debemos suponer una haplografia, o incluso una haplología, • -tlu-kihes > elrlsbes,
y que nos deja un residuo no analizable como parte del
NP, que tendríamos que interpretar como un p refijo
k(e)- de función absolutamente desconocida pero paralelizable al menos en casos como el k-bailes de
Yátova 12'.
Poco problemático es por el contrario el sufijo -tt,
que está bien atestiguado con NNP~, y que como veremos al hablar de los contextos de ekúJr es frecuente
en las cercanías de ese vocablo.
La clave de la interpretación reside precisamente
en tkiar". Se trata de una de las secu encias más repetidas e.n la epigrafia ibérica, y lo que es más significativo, de una secuencia atestiguada sobre documentos de muy diversa mdole, lo que multiplica las
posibilidades del análisis comparativo. Recientemente
Fletcher ha recogido los testimonios en un trabajo
muy cuidadoso'., en el que se contiene también la
historia de la ~terpretación del términou. De todas
formas, y para mayor seguridad en los resultad os, he
reunido mi propia colección de testimonios que contrastada con la de Fletcher ofrece muy pocas diferencias; de un lado añado la inscripción de
Caminreal", aún no publicada cuando Fletcher realizó su trabajo, y de otro suprimo algunos ejemplos
de Fletcher, en concreto las inscripciones de Sinarcas,
del rhyton de Ullastret, de Aubagnan, y los n. 01 56
y 90 de Liria, que no me parecen suficientemente
seguras, en la mayor parte de Jos casos por tratarse
332
de secuencias incompletas, en Sinarcas por dificultades de lectura, y en Ullastret porque en vez de r encontramos f.
Aun con esas supresiones contamos con dieciocho
ejemplos de textos en que figura tkiar, en algunos de
los cuales veremos que se repite el vocablo. En cuanto
a la inscripción n. 0 40 de Liria, que está evidentemente constituida por varios textos independientes, la incluyo tres veces en la cuenta.
Atendiendo a los soportes las incripciones se distribuyen de la forma siguiente: inscripción sobre falcata que aqu{ comentamos, inscripción sobre punzón de
hueso de Peña de las Majadas, es decir dos inscripciones sobre objetos de uso, inscripción sobre plomo de
El Solaig, leyenda monetal d e am, inscripción musivaria de Caminreal, y trece inscripciones cerámicas de
las que una procede de Los Villares y las restantes de
Liria, y que con la excepción del o. o 34 + 80 de Liria,
incisa, son inscripcione.s pintadas.
La carpeta de tkiar comprende, aparte la falcata
aqu{ presentada, los sigu ientes textos:
Punzón de hueso de la Peña de las Majadas con
inscripción incisa que podrfa no estar completa27:
nefsetikaotekiarYi [.
Moneda de arse (Sagunto), leyenda en reverso
A.33-2: corresponde a las series en plata más antiguas
de la ceca (Villaronga) o más probablemente a las que
siguen tras la primera acuñación (Un termann, y vid.
infra)8 :
arsakiskuekiar/arseetar.
Mosaico de opus signinum que cubre la totalidad
del suelo de una estancia, abierta al atrio, en una casa
d,e estilo helenístico del yacimiento celtibérico de Caminreal (Teruel), fechado por los excavadores entre la
segunda mitad del siglo n a.C. y el primer tercio del
siguiente, con inscripción tambi~n musivaria, situada
de forma que fuese legible desde la entrada de la estancia, y enmarcando por un lado el medallón central del
mosaico29:
.likinete:ekiar :uske.fteku.
Plomo procedente de El Solaig (vid. n_0 15), línea
2. • de la cara A:
iunstir:ekiartone:bele < s> tar:senYfun:etesilif.
Inscripciones sobre cerámicas de Liria, todas ellas
pintadas excepto un grafito que se señalará en su mo·
mento, y todas ellas sobre vasijas del llamado e.stilo de
LiriaJO:
Liria 1: sobre el ala de un kalathos:
]ban:unskeltekiar:ban:[.
Liria 8: sobre el borde de una copa de pie bajo:
[page-n-343]
FALCATA DECORADA CON INSCRlPClON mÉRICA
ebifkiáaleikukitekia[ r .]fkeiabaf : ketin(?)ofakafkuta.kefeki (?)ulkersibertekitete.
Liria 9: sobre el ala de un kalathos:
]bankufs:kafesbanite:ekiar:saltutibalte:iumstif:toli[ rbi ]tane:bassumitatinife.
Liria 16: en la parte superior de una tinaja, inscripción horizontal bajo decoración de dientes de lobo
y sobre escena figurada:
tuse[?]tia:ka(?)kuekiar[ Jkemiekiar.
9q.)lkarte: ekiar[ ..
Algunos de esos textos se prestan más que otros
a un primer análisis, pero en casi todos ellos se puede
llevar la segmentación un poco más lejos de lo que indica la mera ortografía ibérica, como se deduce de los
análisis que siguen:
falcata
Peña Majadas
arse
Liria 18: en la parte superior de una copa de pie
bajo, bajo bandas y sobre escena figurada:
]Ybankusekiar:biuftite[ ]besuminkuekiar motivo decorativo en forma de espiral- YbafkusbanYbafkuá.
Liria 24: en el borde de un kalathos:
~] ~ekon:ekiar(?)[ (realmente se lee ekiaku, pero dado
el parecido de ambos signos podría tratarse de ekiM).
Liria 34+80: grafito inciso en el borde de un kalathos que contiene otro grafito (Liria 79), más superficial y al parecer de otra mano, invertido con relación
al 34+80:
.. ]rbante[ "Q.-(-) ~]arbaniYbafe.
Cam.i nreal
El Solaig
Liria 1
Liria 8
ZM
Liria 9
Liria 16
Liria 18
Liria 40.1: en la parte superior de una tinaja, bajo
bandas y sobre escena figurada:
. ]baserte: bonan ti te:Ybafte:bortebara:kafesirteek:iar:banite:kaf[(?).
Liria 40.3: en la misma tinaja, con desarrollo perpendicular a partir de la base de 40.1, entre dos figuras
de jinete:
ebifteekiar.
Liria 40.9: en la misma tinaja, desarrollo vertical
entre las patas de un caballo, con ekiar escrito por falta
de espacio en lo que llamaríamos •sobre bilcin. si la inscripción fuese horizontal:
kafesbobikir/ekiar.
Liria 70: inscripción integrada en la decoración
fito y zoomorfa de un fragmento :
] yniske(? )ltekiar:kins_i[.
Liria 76: siguiendo el borde de la tapadera de una
tinajilla dentada:
](?)k i skef:e ~j~f: bankebefe j Yl.>~f [- ](?):
baltu§er:ban:
[nscripción pintada sobre el borde de una tinaja
pequeña de Los Villares (Caudete de las Fuentes, Valencia) (vid. n.0 12):
NP-te-ekiar-te
NP"-te-(e)kiar-Yi[
arsakisku -ekiar/N (ombre
de) L(ugar)-etar(arsakisku
es problemático; podría
tratarse del NL ars(e) seguido de sufijos diversos,
o de un NP solo o seguido del sufijo -.tun).
NP-te:ekiar:NL-ku"
X :iunstir:ekiartone:NP:Z '•
]han: NP-( e)kiar: han:['$
ebif-kisaleikuki -te-(e)kiar-
Liria 24
Liria 34+80
Liria 40.1
Liria 40.3
Liria 40.9
Liria 70
Liria 76
Villares 1
X:kafes-ban-ite:ekiar:NPite:Z37
X :kaku-ekiar-[ ]kemiekia.r"
)Yban-kus-ekiar:biuf-tite[
]besumin-ku-ekiar Ybafkuá-ban-Ybaf-kus"
e]kiekon:ekiar[..
X-[e]kiar-ban-i-Ybaf-e..
X :kafes-irteekiar:ban-ite:Z•1
ebif-te-ekiar"
kafes- NP-ekia~
]NP-(e)kiar:Z"
]kiskef:ekiar: Z 46
-ba]lkar-te:ekiar41
De los análisis que preceden se deducen ciertas
observaciones generales sobre el comportamiento de
ekiar. En primer lugar que la forma propia del vocablo
ibérico es ekiar, y que la variante úkíar resulta siempre
de la fusión gráfica de un elemento terminado en -14,
normalmente en el sufijo de esa forma, y ekiar; dado
lo poco que sabemos de las reglas que justificaban la
separación o contracción de elementos lingüísticos en
ibérico, y las incoherencias que en ese terreno parecen
observarse, no podemos sacar conclusiones de estos hechos, pero s{ conviene subrayar la coexistencia de casos
como unskeilekiar, ebifteelciar y Weshanile:ekiar.
En segundo lugar es significativa la frecuencia de
los casos en los que elciar se encuentra junto a un NP,
al que normalmente sigue.
333
[page-n-344]
J. DE HOZ
Hay ciertos sufijos que se añaden a palabras próximas a tlcw o al propio tkio.r. -Yi acompaña a tlcUJr en
Peña de las Majadas; -ku figura en Caminreal, posiblemente en la leyenda monetal, tal vez en Liria 18, y muy
improbablemente en Liria 1641 • Pero mucho más significativo es el caso de -u, que aparece en la falcata,
en Caminreal, en Peña de las Majadas, en Villares, y
en Liria 8, 9 (?, forma -iU?), 40.3 y tal vez 40.1 49 •
Tanto en la falcata como en Caminreal, Peña de las
Majadas, Villares, y quizá Liria 8 -te se une a un NP
que precede a ekiar, y en la falcata retorna una segunda
vez al parecer unido a ese vocablo. En los restantes casos observamos un cierto paralelismo con e1 esquema
NP-te tkUJr, y también entre sí; el tbif-u-tkiar de Liria 40.3 recuerda el tbif·kilaltikuki-te·(t)kiar de Liria 8,
en el que como vimos no hay seguridad de qut: kiJaltilcuki corresponda a un NP, y ko.fes-bo.n·iU:tkiar de Liria 9
recuerda a ko.fes-irte-ekio.r:ban~ite de Liria 40.1, aunque
no sabemos sí seda correcta una segmentación -ir-u.
Por último hay ciertas secue.ncias que pueden pertenecer al léxico o al repertorio de palabras gramaticales ibéricas, que aparecen también reiteradamente en
las proximidades de tkiar; es el caso de ebif y ko.fes ya
citados, y de han y hanite, el segunto tal vez ampliación
del primero. ehif es término sólo atestiguado en nuest ros ejemplares de Liria; respecto a ko.fes hay que añadir
de entre los materiales que aquí estudiamos el kafesbohikifekio.r de Liria 40.9, y además ko.festo.reai del plomo de
Orleyl ?AMJ, que se puede segmentu en kares-to.r-eo.r•.
El análisis combinatorio no permite avanzar gran
cosa en la interpretación de los textos tkiar, pero la variedad de los soportes sobre los que aparecen abre ciertas esperanzas de que el estudio comparativo de inscripciones comprensible.s de similares características
arqueológicas, a menudo denominado con excesivo optimismo método de los casibilingües, aporte algún progreso a la investigación.
Como ya he dicho contamos con textos sobre objetos de uso, sobre plomo, sobre mosatco, sobre cerámica,
y con una leyenda monetal. Podemos precisar un poco
más e indicar que los objetos de uso poseen ciertas pretensiones artísticas y pueden ser considerados suntuarios en el Cll$0 de la falcata o semisuntuarios en el del
punzón, y que con raras excepciones las inscripciones
cerámicas están pintadas en vasos decorados, y ocupan
una posición característica, bien sea en el borde o ala,
bien por encima de las escenas pintadas y bajo bandas
o dientes de lobo que decoran la parte Sl.\perior del vaso;
aun teniendo en cue.n ta el mayor número de inscripciones en esas posiciones mencionadas que intercaladas en
tas escenas, puede ser significativo el escasísimo número
de inscripciones tkiM de este último tipo.
Un primer paralelo que resulta evidente para un
tipo de inscripción que aparece a la vez sobre objetos
artesanales de valor, sobre mosaicos y sobre cerámica
decorada con pinturas son las fumas de artista de la
334
epigraffa clásica, y la habitual presencia de u,n NP junto a elciar hace particularmente tentadora esta
interpretación51• Es cierto que los paralelos corresponden a fechas diversas, y que una influencia directa del
uso clásico no parece probable más que en el caso del
mosaico, pero también lo es que se podrían citar para·
lelos de muchas otras culturas, y que más que pensar
en términos de imitación debemos hacerlo en términos
de respuestas similares a situaciones similares. Es significativo en ese sentido el que todo el complejo de las
cerámicas pintadas de Liria, con sus escenas y sus letreros, tenga su mejor paralelo en la cerámica griega
arcaica sin que exista por supuesto ninguna relación
directa.
De aceptar el paJ:alelo de las firmas de artista ten·
drúunos que atribuir a ekiar el sentido de «hizo» -o
«autor» o similar- o «hecho». En el primer caso sería
necesario que el vocablo fuese acompañado normalmente por un NP que expresase el agente de la acción;
en el segundo, según las marcas gramaticales que in·
terviniesen, un NP presente en el contexto podría indicar el agente -«hecho por»- o el beneficiario ••hecho para»-, no tratándose por lo tanto de una
auténtica fuma de artista si sólo apareda esta segunda
formulación. En ambos habría que suponer que en
aquellas inscripciones en las que no hemos podido
identificar un NP, éste debe figurar en el contexto t:n
forma pua nosotros irreconocible o se ha perdido por
desperfectos de la inscripción.
Hay sin embargo algunas objeciones que se pu.eden plantear a la hipótesis de la firma de artista. Como
he dicho tkUJr aparece en los vasos de Liria en inscripciones que ocupan una posición peculiar y en cierto
modo destacada, como referencia a la totalidad del recipiente, lo cual podría ser un indicio en favor de la
hipótesis que ahora consideramos, pero en la tinaja de
las inscripciones n. 0 40, además de la 40.1 que responde al tipo normal, apuecen otras dos inscripciones tkiar
(4-0.3 y 40.9) integradas en las escenas pintadas, y que
por lo tanto esperaríamos, a la vista de los mismos paralelos griegos, que correspondiesen a títulos aclaratorios de las ilustraciones. Además, aun suponiendo que
pucüésemos llegar a interpretar como NNP los segmentos que preceden a ek.W.r en esas inscripciones, nos encontr ariamos con tres artistas diferentes en un mismo
vaso, lo que sin ser imposible no parece nada probable,
o en el mejor de los casos con dos artistas y el beneficiario. Una objeción simiJar viene dada por la existencia
de inscripciones en las que en el mismo contexto se repite la palabra ekiar.
Una tercera objeción se deriva de la no repetición
de NP en ninguna de las inscripciones de Liria que nos
interesan,'. Se admite comúnmente que la cerámica
de Liria er a un producto especializado de algunos talleres, y que tenía una amplia comercialización; se admite también que su arco cronológico no abarca un
[page-n-345]
FALCATA DECORADA CON INSCRlPCION lBÉRICA
gran número de generaciones. Serfa de esperar por lo
tanto que el número de pintores y cerao:üstas ac~vos
no fuese muy alto, y q:ue el azar de la excavación nos
hubiese proporcionado alguna .,firma.. repetida. Naturalmente este argumento no es decisivo, entre otras cosas porque la variedad d e estilos paleográficos que encontramos en las inscripciones es considerable.
En cuanto a los soportes de las inscripciones, sólo
dos no apoyan directamente la hipótesis en consideración, el plomo de El Solaig y la moneda de Ane. En
cuanto al plomo, dado su carácter de mero soporte de
escritura, su contenido p uede ser de lo más variado desde el punto de vista tanto gramatical como léxico, y no
es en absoluto improbable que en él figu rase una expresión que significase tc1lecho11 o «hizo,. o algo similar.
El caso de la moneda parece más difícil a primera
vista, y sin embargo en él nos encontramos con un
inesperado apoyo a nuestra hipótesis. Partiendo de argumentos puramente numismáticos y con anterioridad
aJ conocimiento de la falcata, aunque tomando ya en
consideración el mosaico de C aminreal y la cerámica
de Liria, María Paz Garcfa-BeUido ha propuesto recientemente una interpretación de la leyenda monetal
arsalciskuúciar como «Obra de Arse,. o similar" , aunque
advirtiendo de nuestro desconocimiento del valor gramatical de los elementos intercalados entre la base -ars
y el vocablo ekiar que podría obligarnos a matizar ligeramente el senúdo. Los argumentos numismáticos son
· los siguientes. La serie en cuestión pertenece según la
autora citada al periodo de dominio p6nico en Sagunto, es pues una emisión en lengua indígena pero bajo
administración p6nica, lo que explicaría ciertas pecuUaridades como la existencia de divisores en bronce y
la metrología de éstos, y el que la escritura de la leyenda, a diferencia de las restantes saguntinrus, sea en ciertos casos levógira. Existen abundantes tesúmonios en
cecas p6nicas hispanas -Gadir, Sexi, Asido-, africanas y sicilianas de la leyenda p'l acompafiada por el
nombre de la ceca emisora, lo que se traduce por ..hecho/acción (acuñación) de (los ciudadanos de)...», y
que reaparece en Bailo en fecha posterior en escritura
laúna bajo la forma FAI..T. La ingerencia púnica en las
acuñaciones de Arse durante ese periodo implicar(a la
utilización de una fórmúla ajena a la tradición indígena y propia de la numismáúca púnica, pero traducida
al ib~ rico por medio de ekiar. Conviene subrayar que,
de ser cierta esta atracúva hipótesis, dificflmente podría ser analcis(ku) un NP de persona como he sugerido
antes, ya que no hay ningún paralelo de La fórmula púnica con un nombre de magistrado.
En todo caso la leyenda saguntina no constituye
ningún impedimento a la hipótesis sobre tkiar que venimos considerando, y que resulta en conjunto bastante
ve.rosfmil, aunque desde luego no demostrada. Sus dificultades mayores son las ya mencionadas a propósito
d e las vasos de Liria,
Esas o:üsmas dificultades se d arían, e incluso más
severamente, en el caso de dos hipótesis alternativas,
la traducción de tkiar como «dedicó, donó/dedicado, donado .. o como «propiedad de... Ambas impJicarfan además la dificultad adicional de que, tratándose de inscripciones cerámic.as pintadas y no de grafitos, habrla
que suponer que todos los casos tkiar impücan obras de
encargo previo a la fabricación del vaso, lo que no es
imposible pero sí muy poco verosímilu. Y en la primera alternaúva -«dedicó/dedicado•- esperaríamos
un cierto número de casos con dos NNP, el d el donante
y el del receptor, aunque por el lugar de los hallazgos
o por sus caracterfsticas se puede contar con inscripciones votivas, en las que n o es infrecuente la sola mención del dedicante cuando el contexto hace obvia la
idenúdad de la divinidad, o la sola mención de esta última. Por otro lado la leyenda saguoúna constituye un
obstáculo diffcilmente superable para cualquiera de estas dos hipótesis.
Hay sin embargo todavfa otra alternaüva contra
la que según creo no se puede plantear ninguna objeción insuperable; tkiaT p odría ser un título)', es decir
un nombre común que frecuentemente aparecería
acompañando a un NP pero que también podría ser
utilizado por sí solo. Esta hipótesis alternativa elimina
las dificultades planteadas por las inscripciones 40.3 y
40.9 de Liria que podrían ser puestas en relación con
las figuras de jinetes q ue ilustran el vaso, pero encaja
peor con las restantes inscripciones ceráo:ücas, ya que,
n o siendo esperable que el título en cuesú ón fuese
apropiado para humildes ceramistas o pintores, habrla
que pensar en NNP de propietarios, y por lo tanto una
vez más en encargos previos a la fabricación, a no ser
que se tratase de textos genéricos con menciones de
personajes legendarios.
Con las restantes inscripciones la hipótesis del ú tulo no plantea grave.s problemas. En el caso del punzón, de la falcata y del mosaico estar íamos ante inscripcion es de propiedad en las que el NP del
propietario irfa acompañado de su título; el hecho de
que en el punzón tfciar vaya seguido del morfema -Yi,
para cuya función existen indicios importantes de que
puede expresar la noción de propiedadn, serviría de
apoyo a esta última hipótesis. En contrapartida n o se
ve ninguna explicación por el momento para la presencia del sufijo -te en las tres inscripciones mencionadas,
ya que en niog6n caso con independencia de ellas o:üsmas se advierten indicios de que pueda tener un valor
posesivo.
En cuanto a la leyenda monetal, la única forma de
integrarla en la hipótesis que ahora consideramos pasa
por aceptar la interpretación de anakis(ku) como un
NP, un magistrado monetal lógicamente, responsable
de las emisiones en cuestión.
En con clusión no podemos llegar a una interpretación definitiva de las inscripciones ekiar. Los sufijos o
335
[page-n-346]
J. DB
HOZ
elementos gramaticales que aparecen en eUas son todavía demasiado oscuros como para que puedan ayudarnos a clarificar la cuestión -ya he mencionado el caso
más claro, es decir -Yi-, y lo mismo cabe decir de los
elementos posiblemente léxicos como ka/es. Pu.eden
descanarse algunas hipótesis, pero existen dos alternativas contra las que no se puede esgrimir u.na objeción
definitiva pero sí diñcu.ltades de cierto peso, que no
sólo son distintu en cada caso sino que pueden servir
de apoyo a una de las hipótesis a la vez que contradicen
la alternativa. Debemos por lo tanto esperar el hallazgo
de nuevos datos antes de decidir si ekiar se traduce
aproximadamente por •hizo/hecho• o por un título.
NOTAS
• Inicialmente conod esta irw:ripeión gracias a un dibujo
proporcionado por Carmen Aranegui, a la que ag,radezco cordialmente au amabilidad, y no en 6ltimo lugar porque ello me pe.r mite
contribuir a recordar a Enrique PI a; posteriormente, cll de octubre
de 1990, tuve ocasión de examinar con toda calma el original en
el MuiCO de Prehi1toria de Vale11cia gracia& a los buenos oficios de
Berna! Mart! Oliver, al que quedo igualme.n te agradecido.
' M..~~. 1968: ~1. Para comodidad del lector reenvlo a
esta obra, utilizando la abreviatura EpV,rlljúJ, como repertorio de variantes palcográlicaa, pero la bllsqueda de paralelos la be efectuado
directamente en las fotograllaa de iDKripciones ibtric:as de que puedo diaponer y que coiTCipondcn a la casi totalidad del material publicado.
• La.s reíerenciu de: este tipo reenvían a UHTuw•HN 1 1975
(inacripeiones monetales, nómcros precedidoa de A.), y 1980 (inlcripcione~ del Sur de Francia, níimeroJ precedidoa de B.).
• Para la• insctipc:iones de J~.iria aigo el texto de F&.rn:Jtu,
1985.
' Fum:RD, 1981¡ .
• Fum::....., 1984.
' Últim.a lectura con nuevo dibujo en u~ANN. 1985: 40-3.
• Pero en el cuadro de: formu de MLH Il ae atribuye a
B.7.31.
• S01n.a, 1979: 66 y 78.
,. 1968 n.• 223 y lAmina VI; Oó. n.• 118.
u Gówa Moanoo, 1949 1: n.• 41.
12
N. • 249 de C ..aa&, 1943, sin que se pueda preciaar a cuil
de lu iniCripc:ione,l con el miamo texto que cita el autor corrc:apondc:
su dibujo; tampoco se puede deducir de BI!I.TMH, 1976, que parece
rcferine a la miama inscripción en p. 303, n. 0 180. En todo caso es
p~ctic:amente aeguro que debemos leer bt c:n poaición invertida res·
pecto a loa ouw dos aignot del dibujo, con lo que se encuadrada
en la forma común e.n A%aila y perderla toda relación con la que
aqu! JIOS interesa.
u P~.m~uu, 1978: 191-206¡ 1979: 191-2M; 19812: 463-H .
,. Vid. n. 9, pp. 67, 69, 79 y 87.
.. Rwaó, 1982: 123-31.
,. F&.nCKP y Mu.no, 1967: 42-54.
11 Ouvu. el alii, 1982/83: 243·8.
.- M.u:rtN Bu1>10 y PI.WCl&ll, 1979·80: 403-5 y lim. 17; c:l paralelo c:s dudoso, pero a juzgar por la limina podría aer mú coherente
de lo que el dibujo aparen ta, porque los dos signo• ' prcJc:ntes en
la lápida correapoñderlan al tipo que aquJ nos interesa.
ct alii, 198../85: 91 y 100, n .• 33.
to El iJlventario mú completo es u...........,.,., MLH m, capítulo 7, en prcJlta¡ agradezco muy cordialmente aj. Uotermann el
envio de una copia de ese trabajo aán in6dito. Provisionalmente
puede vcne del mismo autor 1987.
11
Fum!Jfaa, 1980. Para b.ilu vid. UrtT......,.,., op. cit. en nota
siguiente. 47-8.
" ''"U'l'A
336
a U~rtVWAHN, 19872 : 39-40, aunque su interpretación del valor del aufijo me parece prematura.
u Prescindo en la diseu1ión de los intentos para interpretar
la palabra por medio del vasco, porque enoy totalmente de acuerdo
con el juicio negativo de Micbelena (1979: 36). La sugerencia partió, de fonna un tanto marginal, de Beltrán (19,.2: 51), y Gómez
Moreno insistió en la idea (19492: 279), aunque sugiriendo a la vez
contradictoriamente una relación con lat. qi -contradictoriamente
a no aer que con eUo propusiese una etimología para la palabra vas·
ca, pero en eae cuo no se ve la posición del iMrico en esas
relaciones-; varios autores mú ac han expresado en la mJtma J(nea
-vid. n. 55 10bre Pattiaon-; Caro Baroja (195~: 795) intentó por
primera ve% dar u_oa interpretación morfológica, aunque no satis·
faetona; la morfología es de hecho el mayor obstáculo para la aproximación de la forma ihtrica al euslten, como ya reconoci6 lbvar
(1959: 44). Por aupueato no tenemos ningún motivo para lec:r/egiar/
la forma 1btrlca, como pretenden los partidarioa del vaaco-ibcrimlo,
y no /elciar/, ya que no la tenemos atestiguada en escritura greco·
ib«ica o en transcripción a alguna de lu eacrituras cU.sicaa; ea cierto que Beltrán, loe. cit., pTopuao altel"nativamente a eti" una rcla·
ción con dtW.tJ, pero como en principio ambu relaciones se ex.duycn
esto no hace sino moatranma vc:c múJo ficil e inútil que es encontTliJ' aemejanau de sonido entre vuco e ibtr:ico.
,. Fl.ll1C1 u Op. cit., 535-8.
M
V~eiHnl et alii, 1986: 9-10.
u Vid. n. 3L
to MLB 1 22~232.
., Vid. n. 26.
• La numeración empleada ea la de Fa.rrouu, 1985.
ll
Formado por loa elementos n.• 91 y n. • 125 del repertorio
de Untermann citado en n. 20. La interpretación que propongo
coincide con la que &Cl deduc:c dc:l uso de la inscripción en ese rc:per·
torio, y parcialmente con la de Pletcber (op. cit. 539 y 543·5). No
con la de Sn.a, 1980: 171-89.
n El mejor testimonio de la elriatencia de un •ufijo -á en la
lengua ibtric:a lo proporciona la inac:ripclón de Caminrcal
u El NP es el latino Liciniua o Licinu1 en la forma likiu ea·
perable en una transcripción ib~rica, vid. UN'Tl!JlwAHI<, 1979: 109
ClOn n. 37. El NL cor:ruponde a Oaiccrda cuya forma ib«ica está
bien atestiguada en tu leyendu monctalea, A.26. En cuanto al sufijo -.bl, su cx.istcocia viene demostrada por la segmentación que im·
pone el NL, ya que tratindose de una inscripción claramente ihtric:a -adaptación de la declinación latina, uao de tkW- no cabe ver
en ella una forma abreviada del gen. de pi. ccltihtrico en -kum.
•• irnu1ir es un t~rmino ibtrico bien conocido -cf. Ur
"""'"· 19872: 45·7-. aunque atO que loa datos todav(a no pe.n niten preciaar no ya au valor sino ni su es!era de uso; personalmente
no excluyo la posibilidad de que se trate de un elemento sintáctico.
Sobre el 1egmento ~~~~ no puedo decir nada. Bl NP conti.,ne loa elementos n.• 31 y n.• 115 del repertorio de Untermann. Aqu! y en lo
que sigo utilizo loa signoa X y Z para indicar una secuencia lingüJstica de dimc:naioncs indc.finidu que, respectivamente, precede: o aiKUC al teJCto citado.
u b(JII parece: aer u.n elemento morfológico - MociiiU.&N•,
1976: 357-8·1985: 383; Tow.•, 1979: 479-82-. El NP est' formado por loa clc:mc:ntoa n. • 139 y n.• 71.
,. Sobre tbil ver mú abl\io. ~ podrfa ter NP •olo o
con su1ijo(s), pero no conozco paralelos que apoyen caa inteTJlretación.
n Sobre IHuJ ver n.. 3!1. ka/u reaparecc:ri m'• adelante. -iú es
aufijo atestiguado, quizli va.r iMte de · 16 -UwnJuUNN, 19872: 39-.
El NP eatá formado por los elementos n.• 98 y n.0 194.
,. J:tsJw podrá ser UJ1a forma simple de NP a juzgar por CACUSUSIN de la turma salluitana (elemento n.• 67 del repertorio
citado).
" bWI e• demento onomútico (n.0 +3) bien conocido, pero
no aa( tiú-. El mismo problema plantea Ybal (n.• 137) frente a /od.
Bn cuanto a 'YbWJú me incilino a pensar que es un aimple error
por Ybaf-. 1lulto bi:uflile· como Ykllod 10n probablemente NNP con
UJ1 elemento todavía en el repertorio, c:on lo cual tenddamoa Ucn NP
ante cada tkiar, aunque en el segundo c:uo ae intercalarla una secuencia de valor no prcciaable. 'll-at un clcmeJlto decorativo que sirve de aeparador se repite el primer NP seguido de bo11 y de una nueva mención de ese milmo NP, Jo que puede corresponder a una
[page-n-347]
FALCAL\ DECORADA CON TNSCRIPCION IBÉRICA
forma de fiJiació.o en la que el NP del padre y el del hijo coinciden
-vid. aupra l.a referencias a prop6ailo de bmt-.
.. La palabra que precede a tkiar podrla aer un NP; d'. el ele·
mento o.• 60, ikc11.
" b(UI y Ybaf ya ha.o aparecido. Otros ~emplos del sufijo -r.
UNTU.MANN, 19872: tl-2.
•J ka/u ha aparecido ya en Liria 9 y reaparecer! en +0.9.
•• #Ji/ figura ya en Liria 8.
•• lr4hs ya ba aido mencionado. El NP eat' formado posiblemente por el elemeoto n. • 38 precedido por uoa variante del n. • 46
-w- o 47 -bot-.
.. El NP lo bemOl eocontrado ya en forma algo llbrevijl(ja eo
Liria l.
.. La palabra que precede a tiOJv podr(a aer un NP con segu12·
do elemento -úúr (n. • 64).
' ' Sin duda un NP formado c:on el elemento n.• 25 y seguido
por ·k y '*iar.
..
PA
'r'NON,
1981: 4-97.
PA1'TI*>f<, op. cit. 499.
Editado por FurrcMU, 1981¡: 97ss, en particular 106-7.
Se pueden cnco.o!J'ar argumentOll para a.i1lar un forma.nte
·#tli
los materiales recogidos por F~Zm~tn en op. cit., 81-4.
>1
De hecho ca frccueotc que las inscripciones tkiar aean interpretadas de ese modo, o en la idea muy próxima de que tkitzr con
el lignificado de ..Jo hizo• puede tener por sujeto no al artffiee directo rino al responsable del eocargo, por ejemplo V ~CU
cit., 10.
>1 Er cierto que en Liria J y en Liria 70 aparece el mismo NP,
pero en dos variantes distintas. Al parecer el alálisis de la pintura
de loa vuos de Liria no ha progresado huta el punto de que se puc·
da.o reconocer distintos autores, pero el estilo del vaso que soporta
la inscripción Liria 70 es muy peculiar, como trombi~ lo es la posición de la inscripción, y no hay motivo para peoaa.r que su autor
coincida con el de Liria l. Por otro lado no ae puede establecer .oiJ2.
guna relación entre el lugar de balla>~go de ambo• fragmentos, ya
que ai Liria 70 apareció en el departamento 104, Liria 1 cr un ha·
lla:r;go tupcrficial¡ vid . ademh la n. 55.
l o Bn pre.ou.
,. Para la interpretación •propiedad dCJo podrfa aer decisiva la
aparición de mú de una inscripción con el milllJlo NP en un mismo
contc:xlco, pero no puede confiane gran cOta eo c:ireunStancia.o de
este tipo dado el deterioro del yacimiento y lo revuelto de sus materialo, lo que explica l• aparición de fragmentos de un miuno vaso
en lugares diatintos y a veces relativamente al~ados.
M P ..TI'tiOI<, 1981: 515, Uega a una bip6teais 1imilar probablemente a partir del an.ália.is combinatorio de las iosc.ripcioocs, pero
el peso de au hipótesis vasco-iberiata le lleva a justificar tu intcrpre·
tación a trav~s de la etimologfa ya mencionada en la n. 23, una ve"
máa sin juatificar los problemas morfológicoa.
,.
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FALCATA DECORADA CON INSC RIPCI O ' IBÉRICA
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339
[page-n-350]
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[page-n-351]
I'AL~i\ l i\ DcGORi\Di\ CON INSC RII'C ION IBÉRI CA
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[page-n-352]
C. ARAN EGU! GASCÓ
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[page-n-353]
~i\LCA"TA OECORAOA CON INSCRIPC ION IBF.RICA
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Monummto funuario de Osu11a
343
[page-n-354]
C. 1\RANEGUI GASCÓ
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IX -
FoltoUJ lkl campom~to dt Cáwtl ti Vr~o
Lám. X.- Mo11t!ÚJ. dt P. Carisio
344
[page-n-355]
J avier V ELAZA *
;
;
SOBRE EL ESGRAFIADO IBERICO DE BARCHIN DEL HOYO
En un artículo publicado en 1981 ', Marta Sierra
Dclage daba noticia del hallazgo de un plato o cuenco
con inscripción ibérica en las excavaciones que a la sazón se venían realizando en ..Fuente de la Mota», al
fmal de la Serranía de Cuenca, en el término municipal de Barchtn del Hoyo.
La pieza en cuestión, y por seguir la descripción
de la autora, es .. un plato de pasta beis-rojiza, con igual
cngobe y decoración geométrica de bandas desvaídas
en ambas caras en un color vinoso, de fondo anular de
4'8 eros. de diámetro, siendo las otras medidas 15 cms.
de anchura máxima de los bordes y 2 cms. el labio donde se encuentra el grafito,.t.
La leyenda se nos presenta como sigue:
"\ ~ IN
y ofrece en principio el pequeño problema epigráfico
de la identificación del signo 2; teniendo en cuenta lo
irregular de la superficie donde se lleva a cabo el esgrafiado, creemos verosúnil que se trate de • o de ki, cuyo
trazo superior pudiera haber sido realiz.a do defectuosamente al llegar al borde del plato.
• Dpl. de FUologia Classica, Univef1itat de Barcelona.
Desde luego, sea cual sea la lectura correcta, la interpretación más veros{mil consiste en considerarla
como una marca de alfarero o de propietario, de las
que el corpu.r de inscripiciones ibéricas sobre cerámica
nos ofrece ejemplos numerosísimos'.
La inscripción, entendida en los parámetros
mencionados, no merecería mayor comentario, a no
ser porque la autora de la publicación aventura a raíz
de al leyenda una hipótesis sobre la que creemos conveniente reflexionar. En opinión de M . Sierra, cla epsilon griega está invertida, y en el siglo l ll aparece
con rasgos hacia abajo y orientados tanto en un sentí·
do como en otro, luego pudo realizarse por comodidad en la escritura esta forma suprimiendo uno de
los rasgos, con lo que tendr(amos una e y leeríamos
lcban•. Y continúa¡ "Y dado que Lobetum es Lebeti6n y en griego, que viene de >.E/tflf >.E/tfi'TOf y que
antiguamente se empleaba la forma acusativa >.E/tflv,
traduci~ndose como caldera para calentar el agua o
cuenco, podríamos transcribir nuestro grafito en este
sentido, es decir, interpretarlo como •cuenco••.
Dejando de lado nuestro desacuerdo con la lectura
del signo 2, asr como nuestro desconocimiento de un
gentilicio lcb etanoa -s6lo tenemos documentado
Lobetaoi-, la hipótesis merece un comentario que
345
[page-n-356]
J. VELAZA
tiene que ver con ls ideas generales acerca del origen
y de la difusión del signario ibérico. Porque, de ser
cierta la propuesta de M. Sierra, nos hallaríamos ante
el primer ejemplo de un texto en que el signario ibérico
fuera utilizado para notar una palabra griega.
Desde luego, el estado actual de nuestros conocimientos acerca de la historia de los diferentes signarios
en uso en la Hispania prerromana comienza a ser un
poco más claro que hace unos años, fundamentalmente
a partir de los excelentes trabajos de Correa, De Hoz
y Untermann, aunque todavía sigue presentando puntos oscuros que son objeto de discrepancia entre tan
solventes autores'.
Las hipótesis generales acerca de l a cuestión, perfectamente delineadas en los estudios, y que no repetiremos aquf por ser suficientemente conocidas, no impiden, desde luego, que en algún caso excepcional el
al!abeto ibérico sirviera para notar alguna palabra
griega, pero la casuística del intercambio signario/lengua se reduce en el ya crecido eorpus con el que contamos a los siguientes ejemplos:
l. Notación de lengua ibérica en al!abeto griego'.
2. Notación de lengua ibérica en alfabeto latino'.
3. Notación de lengua latina en al!abeto ibérico'.
El caso que nos ocupa vendría, según la propuesta
de M . Sierra, a ilustrar un cuarto tipo, el de la notación de lengua griega en alfabeto ibérico.
En nuestra opinión, y teniendo en cuenta la datación de la pieza -s. lll-, y el desfase cronológico con
los plomos greco-ibéricos -caso 1- que conocemos,
nos inclina a descartar cualquier tipo de hipótesis por
el estilo. La adaptación a la lengua ibérica de una variedad del alfabeto jonio, llevada a cabo seguramente
por un •escriba gramático,., acabaría dotando a aquélla de un instrumento gráfico adecuado, que suprimió
la necesidad de utilizar para la notación del ibérico el
alfabeto griego estrictamente considerado.
Los intercambios alfabeto/lengua con el medio cultural romano serán posteriores, datables seguramente entre los siglos I a.C. y 1 d.C., y simultáneos a la interinfluencia epigráfica que es en deflilitiva un fenómeno más
dentro del complejo proceso de la aculturación'.
346
En conclusión, mientras un hallazgo bien perspicuo
no venga a demostramos lo contrario, la adopción del signario ibérico parece que eliminó radicalmente el procedimiento testimoniado en los plomos greco-ibéricos. Y,
en consecuencia, la probabilidad de que el procedimiento
contrario - esto es, el de notar lengua griega en signario
ibérico- fuera utilizado en no sabemos qué contextos sigue pareciéndonos prácticamente nula.
NOTA FINAL
En el tiempo que este trabajo estuvo en prensa ha
aparecido mi Uxico de inscripeúmes ibéricas (1976·1989),
Barcelona, 1991; la leyenda a la que aquí nos hemos referido aparece allf con el número 403.
NOTAS
a M. SaUM D......:a: •Grafito ib&ieo en uo poblado de la
Submeseta Su,.. En LA &9• t~" !k 14 Cu/Jura lblriu . Acw de 1&
M ua Redonda celebrada en conmemora.ci6n del d6c:imo anive.na·
rio de la AJociaci6n EJpañola de Amigos de l1. Arqueología (Ma·
drid, Mano 1979), Madrid, 1981, p'gs. 313-316.
• Sruu Du..ca: Op. di. nota 1, pág. 313.
1 V~anae loa múltiplea ejemplos que proporcionan loa Mtn~~~.•
""""' ~UIITIUII IJisptmWnim ; d . tambi~ J. SIW: LiriaJ tk l4s itu·
m¡.eiMw iblriuu. Madrid, 1985.
• Sruu Da..oa: Op. nt. nota 1, pág. 31+.
1 ce., entre otros importantea trab.ajos, l. s siguientes: J. oc
o
Heot: •Acerca de la biatoria de la eacritura prelatina en HUpania-.
Arc/li;,o EspiJÑJI tk Af9wo/Dlf4, +2 (1969), P'SS· IO+· U7¡ ídem: ·La eacritura greco·i~rica•. kw di/ IV Collx¡v.W 1/llmui&WM/ so¡,. Lmtu.u
7 Oul.turu P.úoltuf1411iul (ViiDrúa·Gtlllti.c, 6·10 !k Ma.JD 1985), 19üúa, 2-3
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el aur de la Pen(naula JbErica•. V1 CA~rcso Esp¡tñDI tÚ Estu4w 0/Jsüos,
1983, pig•. 397·41 1.
• Plomos de La Serreta (Aicoy), El Cigarralejo, y algunos esgrafiados •obre cerámica.
, ce. loa mllltlplea ejemplos en CIL U.
• Fundamentalmente antropónimo• en eagrafiadoa cerámico•. Cf. s. 011. en loa l.hcicoa de Siles y Velaza.
• Cf. M. MAYu:J. VtJ.UA: cEpigrafla i~rica aobre aoportes
tfpicamenle romanos•. .&IIJJ tMl V Ce/DquiD ~ solw1 ~
7 Ct.úlur111 Pmromtuw M 111 PrtúasuiiJ lblriaJ (CAIJmÍII, 1989), en prensa.
[page-n-357]
,
M. a Angeles
MEzQUÍRIZ !RUJO*
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INSCRIPCION IBERICA EN ANDELOS
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(MENDIGORRIA, NAVARRA)
Los restos de la ciudad romana de Andelos se en·
cuentran sobre una alta terraza cuaternaria en la margen derecha del r ío Arga, Fueron identificados por el
P. Moret con el desolado de Andión, donde todavia
pervive una ennita que conserva el nombre y en sus
paredes aparecen empotradas unas bellas inscripciones
funerarias romanas.
Plinio menciona a los andelonenses como pueblo
estipendiario del Convento Cesaraugustano• y Ptolomeo sitúa a la ciudad de Andelos en~ los vasconest.
Ha sido recuperad a una placa de bronce con el
nombre de dos ediles, que nos confirma la existencia
de una verdadera orga.nizaci6n municipal a fmes del siglo I d.C. Esta ciudad romana es continuación de un
oppidum anterior, con una cultura material propia de la
Edad del Hierro.
Su romanización fue temprana ya que encontra·
mos cerámicas de tipo campaniense~ itálicas y pavim entos de opus signinum fechables en el siglo 1 a . de
c.
En la C3lllpaña de 1990 se ha descubierto un p avi·
men to de estas caracteristicas, que presenta la singula·
ridad de ofrecemos una espléndida inscripción en ca• Museo de Navarra, Pamplo.na.
rácteres ibéricos: Mide 2'44 m d e longitud y las letras
tienen 19 cm d e altura.
Está formada por cuatro palabras separadas por
unas líneas verticales de cuatro puntos.
Sobre la argamasa rojiza se incrustan las teselas
blancas, colocadas sobre la punta formand o las letras,
perfectamente trazadas. La transcripción pued e ser:
LtKINE ABU LORAUNE EKIEN .BILBILIARS.
Es notable su semejanza con la inscripción ibéri·
ca, también sobre pavimento de .rigninum, descubierta
en el yacimiento de la Caridad de Caminreal (Teruel),
dentro del área celtibécica3 • La p rimera palabra U KINE es idéntica en los dos pavimentos, aunque le falta el sufijo TE. Esta coincidencia creemos que invalida
la interpretación que se ha hecho, como un nombre
propio (la casa de LIKINETE). También la tercera palabra del letrero de Andelos EKIEN tiene gran semejanza con la segunda de Caminreal que se ha lefdo
EGIAR; quizá se trata de una fórmula de saludo o
bie.nvenida a la casa como en los casos conocidos de letreros en latín con las palabras SALVE o SALUTE,
también en pavimentos de opus signinum de la zona de
Cartagonova•. La segunda palabra ABULORAUNE
pudiera ser un nombre familiar ya conocido dentro de
la onomástica celtibérica.
3+7
[page-n-358]
M•. A. MEZQUÍRIZ TRUJO
La última palabra en los dos letreros parecen te-ner un claro significado de procedencia, en el caso de
Teruel es USECERDEKU de Usecerde (Osicerda) y
en el de Andelos BILBILIARS parece referirse a Bilbil.is, aunque las tres últimas letras son las mismas que
las que aparecen en las monedas de ARSAOS.
Los motivos decorativos del pavimento se componen de una orla de dibujo geométrico de meandro de
esvásticas conbinadas en doble T, con teselas blancas
y a continuación una segunda orla compuesta por una
guirnalda de hojas de hiedra con teselas negras. En el
caso de Caminreal hay también una orla de esvásticas
y la guirnalda fonna un medallón redondo, en lugar
de una cenefa cuadrangular como en Andelos.
En cuanto al contexto arqueológico en que ha sido
hallado, podemos decir que, por los materiales recuperados sobre el pavimento, podría asegurarse que estaba
en uso en la primera mitad del siglo I d. de C.
Los restos arqueológicos encontrados son: Terra
Sigitlata Arctina y Sudgálica, una moneda ibérica ilegible, posiblemente de ARSAOS, una moneda
hispano-romana de TIBERIO de la ceca de CASCANTUM, cuencos de borde ahumado, cerámica celtibérica y cer ámica tosca, indígena, antigua.
La fecha de la ejecución de este pavimento nos la
dará con precisión los materiales que encontremos debajo o entre el rudus , cuando se proceda a su levantamiento. No parece aventurado precisar que dicha fecha
esté e. el siglo I a. de C., coincidiendo también en ello
n
con el de Caminreal.
348
Creemos que el hallazgo de Andelos tiene un interés general para el conocimiento de las lenguas ibéricas, su extensión y datación. Concretamente para el estudio de Andelos nos pone de manifiesto que esta
lengua prerromana se hablaba y escribía en la zona y
que pervive después de una evidente romanización de
la ciudad, ya que este tipo de pavimento es de clara influencia itálica así como la estructura de la casa y el
propio trazado urbano.
Por otra parte, puede decirse que los pueblos indígenas que ocupaban la zona de Andelos, llamados en
los textos clásicos MStotw, tienen asimilados, al menos
culturalmente, muchos elementos celtibéricos reflejados en la onomástica, monedas y cerámicas, torneadas
y pintadas.
Valga esta noticia como nuestra aportación al me·
reddo homenaje de amistad a Enrique Pla. Podría reflejar, cómo, desde la antigüedad, hay unos nexos culturales, tan importantes como la escritura, que, de
algún modo, relaciona los territorios levantinos ibéricos, con las alejadas tierras navarras.
NOTAS
, Plinio, Nat. Hisc ID, 2t.
• Ptolomeo II, 6, 67.
' J. Vtcurr& R WON: LA CariMd (CtmnnrttJ!., 1lnuf).
• S.F. RA>CAU.O A.u...sto: MorlliaJs Tt1mJIIIDS tÚ Ctu'f4lo Nova. Murcia, 1985, láminu Vrri y IX.
[page-n-359]
INSC RIPC JÓN lll ÉRL CA EN t\ NDELOS
Lóm. 1.-
lnseripcíón dt Andtlos.
349
[page-n-360]
[page-n-361]
Luciano
P ÉREZ VruTELA •
,
,
IBERICO <(EGIAR)) EN UN EPIGRAFE DE CAMINREAL
(TERUEL)
En un mosaico de inspiración helenística de opus
signinwn ha aparecido recientemte una inscripción en
caracteres ibéricos (VICENTE r:r Aw, 1986: 3) que dice
(fig. 1):
• L.i.ki.n.e.t.e • e.gi.a.r • U.s.e.ke.r.te.ku
Los descubridores proponen traducirlo as{: •Likinetc, de los usecerdenses lo hizo,. (V•ov.'TB ET At.n,
1986: 10). Lo curioso de esta traducción es que da
como supuesto por una parte eJ carácter verbal de
•egiar- evidentemente iMrico y por otra el carácter celtibérico, indoeuropeo, flexivo, de Usekertelcu.
Otras inscripciones del yacimiento tienen entre s{
cierto constraste: unas latinas, como FL.ATILI/US impreso in jJ/anJa pedis de un mortero de cerámica común
romana (VIO'-"'TB BT Aut, 1986: 10), otros en escritura
indfgena, como Bi.l.a.b.a. (i.u.)n.a. ti.(n)le. n.a.bi. n.e.r
(V1c ENTUT Aw, 1986: 10) que leo en un calco facilita·
do amablemente por el dr. Fletcher. BiúJh recoge posiblemente un onomástico Bilakos -cf. el BÜI.Jiu()i de
Sagunto- (WI!.lSGERBF.R, 1930: 195; T ovAR, 1951: 297)
de origen celta pero de nítida morfología ibérica (v. infra) aparte de que el onomástico ~iuNJtin -en, es perfec·
tamente ibérico.
El resto de los epígrafes es de morfología celtibéri·
ca, tanto en su flex,ión como en su radical, tales Ka.m.
ba.r.o.ku.m (cf. Ca.a.ba.r.i.u.o.l de Clunia, UuEUN1!1 1955:
106, P4, -este autor transcribe Y como fu/-) en genitivo plural de un tema indoeuropeo en -o, asf y cuyo radical debe derivarse del celta kamhos •curvo.. (PottOIU\'Y,
1947s.: 918) asf como &.1./cu.a.u.s.u.t.ti.ku.ho.J, éste en dativo/ablativo del pluraL Ambos calcos me han sido facilitados igualmente por la amabilidad del prof. Fletcher.
En este último caso, e] radical se relaciona manifiestamente con e.l onomástico celtibérico BtsSU&a (CfL II 3097) de
Cabeza del Griego) en Cuenca. Si el carácter celtibérico
de la mayorfa de estas inscripciones ea evidente, como ya
intuyó Tovar (1973: 367) para esa zona de Aragón, no lo
es menos la presencia del antecitado onomástico ibérico,
asf como de la palabra •egian., de este mismo origen, todo
ello en el mismo yacimiento, con la misma cronología o
inscrito con el mismo sigoario. Examinemos los vocablos
de la inscripción musivaria ornamentada:
• Servicio de Inve.tigaci6n Prehw6riea. Diputación de Valencia.
351
[page-n-362]
.
L. PÉRRZ VlLATRLA
.
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Fig. 1. Ep{graft musioario de ..La
CariJad;,
L.I.KI.N.E.TE
Es preciso separar el postfijo -u del onomástico Likine, que resulta ser la transcripción al ibérico de un
onomástico masculino indoeuropeo, bien el celta Lidnos, con variantes Li&nos y Lignos, bien dentro dellatfn,
Li&inius o Li&ütus (GARc1A v BELLIDO, 1990: 92) -éste
menos corriente-.
El radical indoeuropeo Li&- es bastante frecuente
en la península, as( como en países celtas o ilirios. En
este último dominio hallamos Li«<.ios, Li&caios, Liuauus
(K.R.AB!!, 1956: 58; Aua~rn>s, 1965: 132) como antropónimos, en tanto que la Galia Cisalpina, Li&a«~ (CIL V
8409) y Li&aus (CIL V 2177); en la 'Ihnsalpina, Li«<.s,
Li&~, Li&us, Liceo (Ho,LDER, 1846: II, 206 ss), acaso relacionados con el bretón lech, de Li&~, wpiedra», como
el irlandés lecc, li&c, .. Josa», etc. También figura en antropónimos compuestos como Moilieus, Mocolisu (CIL V,
450 y 587).
En Rispania tenemos LitamiJnda, esposa de Liesenus, en Orense (HAE n.0 289); Li&ina en llarduya, Álava (CIL 11 2940); Li&imi, genitivo en la tésera de Paredes de la Nava, Palencia (CIL II 5763) y Licinila en
Sevilla la Vieja (CIL II 5378) cuyo masculino aparece
en Brita.n ia (CJL VII 1336/561).
El consonantismo de Ligine lo hallamos en parte
en el etnónimo de los Ligyes o ligures y sobre todo en
el topónimo Lagni citado en las guerras celtibéricas
(Diod. XXXlll 17) y al q ue corresponden probablemente los numismas de L .a.gi.n.e. (U.NTERMANN, 1975:
210s., A.22). También participa de ese consonantismo
los Ligauni de la Narbonense (Plin. NH 111, 35).
Li&inius es enormemente corriente en el mundo romano e hipano-romano concretamente, basta recordar
a Licimus Sura el general de 'frajano. Li&ütus es menos
corriente. En la península hay un C. Pomponiu.s Li.cinius
(CIL II 2300) de Córdoba, G. Li&ini CapiJonis j
(AEArq. 33, 1960, 191 n. 0 29) ésta de individuos de
tradición indígena de Peñaflor, Sevilla, antigua Ce/Ji,
pues la hija se llama &mjmmia Supera/a, cognomen notoriamente celta. También L . Ctoni Licino (CIL II 4348)
de Tarragona. Toda esta epigraffa es de época imper ial.
Según Albertos (1965: 132) estos personajes no serían
hispanos, o sea que Licinus seria un o.nomástico ajeno
a lo hispánico, pero esta aflrmación resulta excesiva,
pues los hallazgos posteriores a la publicación de su repertorio pueden reafirmar lo hispano-romano de su
origen.
Respecto a la desinencia -e seg6:n Untermann
(1969: 11, n.o 37) «parece substituir la terminación -os
352
•
•'
t
t
o
•
•
•
• • • •" •' ••' • • •••O••• •• ·• •· •• • "'"•
de Cammr,al, según Jliunu et alii.
de los temas en -o indoeuropeos,. cuando son transcritos al ibérico. Veamos unas muestras:
GaiD en escriiura ihlri&a Go.itJ en escrilura úuino.
a.s.e.tiJ.e
Adsetilus
ca.f.a.te
Carantus
ca.s.i.ke
Cassicus
s.u.a.de
Suadus, Suadulius
te.s.i.l.e
Tessillus
u.a.s.i.l.e
Vasillus
e.S.Ici.n.ge
Excingus
(UiiiTB.RMANN 1 1969: 11)
o.s.i.o.ba.f.e
Osiomarus
(UI'tT I'.RMMIN, 1975: Bl-59)
Ka.tu.ba.f.e.
Catumarus
(SoLmR, BARBOTRAU, 1988: 8ls.)
Siles, aceptando la observación de Untermann, la
hace extensiva al etrusco, alegando que las «lenguas
mediterráneas~ no indoeuropeas tienden a substituir la
desinencia -os de los temas indoeuropeos en -o por la
desinencia -e. Propone como ejemplos serve/Servius;
14u!TiJius; tuWTuUr (Sll.ES, 1982: 107).
'us
En cambio los noJDbres en escritura ibérica y lengua latina (UN'rERMANN, 1975: 268, Bl) acabados en ,._
Í» como ti.bt.r.i. y l.u.ci de las monedas de Uruiilu:slrenEmporion. que parecen corresponder a magistrados monetales (SILI!S, 1982: 108s.) no responderían a patrones
ibér icos de transliteración, sino a una particularidad
de la propia flexión Latina, equivalentes a Tihtrius y
Luaus.
Respecto al onomástico que nos ocupa, no. podemos determinar sin embargo, si corresponde a un -us,
Licinus, o a un -ius, Licinius, ¿también -ius producirá -t
transcrito al ibérico? Hay otro L.i.ki.n.t ., según leemos
Silgo y yo, sobre campaniense B de Vaientia (BomT,
MATA, 1989: 142, fig. 3) (fig. 2), de lo que concluimos
que es latino, .n o celtibérico.
EJ postfijo -u es muy común en Jo que parecen ser
onomásticos:
A.tu.f.te (Villares VI B)
AJ.e.i.cu.ci.te (Liria Vffi)
Ba.ta.f.a.ti.te (OrJeyl VTI A)
Ba.s.e.r.te (Liria XL)
Be.tu.lci.ne.te (Villares VI B)
Bi.ta.r.s.te.ti (Pico de los Ajos III A)
[page-n-363]
lBÉRICO •EGIAR• EN UN EPÍGRAFE D E OAMINREAL
Cu.l.d.be.l.a.u.f.te (Pico de Jos Ajos 11 A y II B)
Du.n.cli.ba.f.te (Villares V B)
E.ta.u.te (Azaila: Sll.P.S, 1985: n. 0 196)
E.l.e.r.te (Villares V A)
I .l.di.f.te (Serreta IV)
L.a.u.f.be.r.to.n.te. Bi.ta.r.s.te (Pico de los Ajos II
B)
N.w.ba. f.te (Liria XL)
S.a.ka.f.a.ti.n.te. (Villares VI A)
S.a.lgi.te.i.te (Pech Mahó rrr A)
S.i.f. i.u.te (id)
U.i.ti.ba.s.te (Tivissa: STLBS, 1985: n.0 1418,
dudoso)
S.te.n.ti.s.te (?) (Villares V A)
Untermann (1987: 37) sepala que la -función del
postfijo · ú no excluida la de -kiz, acompañando ambos
a menudo a los antropónimos ibérkos, en tanto que
Fletcher (1985: 300) da como indivisible la secuencia
-gaJe de los mismos. En el plomo de Palamós es frecuen·
te (R NRó, 1982: 123s.; Ho-t, 1985: 443s.; Fum::.ae1t,
1985: 297s.; UNTERMANN, 1985: 435).
Bi.l.o.s.ba.§.ka.te
Be.l.d.bo.f.ka.te
Bo.l.s.ko.ka.te
Bo.n.ko.ka.[te]
Asf también en e1 plomo de Odeyl V, Val! de Uxó
(Furrct.tu, 1981: 63s.): L.a.u.r.i.s.ke.f.ka.te
Casi todos los vocablos listados son onomásticos.
A veces -te acompaña a voces que figuran a menudo en
la composición de onomásticos compuestos, tales
I.l.di.f. o Ba.l.ca.f. Otras voces como La.u.f.be.r.to.n tan·
to podrían ser antropónimos como títulos honoríficos
como también parece serlo &.l.ti.he.l.e.f que aparece
como la anterior en los plomos de Pico de los Ajos
(UNTBRMANN, 1987: 44, n.0 31). Fletcher (1980: 23) proponía relacionar Kd.ti.be.l.e.i con Ce/Jiber y otras indi·
caciones similares de origen étnico. Por nuestra parte
(Pé:REZ Vn.ATELA, 1988: 16, n. 17) hemos intentado conciliar ambas teor{as, dada la especialización militar de
los celtíberos, fuera y dentro de la propia Celtiberia.
l.Auf- tiene un elemento comparativo en el vas·
cuence laur •cuatro» (FLETCHBR, 1983: 19) y si se tratase de una magistralura, equivaldría entonces a •los
cuatro tales• - la segunda parte del vocablo aún es
obscura- como los quattuqroiri, 14trarclw, etc.
Respecto a -14, Untermann (1987: ~5) da como hipótesis •muy arriesgada y muy provisional», que este
afijo tendría un valor ..no 'lejos del que tiene el dativo
personal en las lenguas indoeuropeas... Pattison (1981:
44-9) piensa que -ú pueda se.r representación gráfica de]
sonido -t/-d en posición final, puesto que e1 ibérico no
dispone de un signo particular para las consonantes
oclusivas, sino, como se sabe, se hace representar gráfi-
camente por medio de signos silábicos con cada una de
las cinco vocales. Sin embargo, señala Untermann
(1987: 39, n. 0 14) esto no se corresponde con la lectUia
iridl en escritura jónica y lengua ib~rica del plomo de
Alcoy II (LLOBRE(}AT, 1973: 124). No está empero, muy
claro que nos hallemos ante un caso similar al de los
onomásticos antedichos, pero en caso de tratarse deJ
mismo sufijo, habdamos de leerlo con la dental sonora
·tk. Por su parte Fletcher (1980: 36) señala que e.n vascuence ·!4 es un sufijo de acción que se une al infinitivo
verbal y forma la 2. • y 3. • persona del plural. Pero eJ
asunto es que en ibéri_co suele aparecer unido más bien
a nombres personales. Silga en el léxic~ ibérico (consultable en el S.I.P. de Valencia) que prepara para su
doctorado, dirigido por el prof. Fletcher, opina que -te
suele marcar regularmente al sujeto de la frase, pero
que no se.óa un nominativo. Quedaría pues, como partícula reforzativa enclítica, al estilo del -8E griego con
el que no debe tener nada que ver. En vascuence, el
artículo se pospone al substantivo. Acaso en ibérico
ocurrió algo semejante, aunque lexicalmente el -u vas·
cueoce no parece tener nada que ver, pues sirve moñológicamente al verbo.
En el caso que nos ocupa, como en los expuestos,
un onomástico Lú:úws (-ius) latino, recibe un tratamiento similar.
E.GI.A.R
Se trata de una de las voces ibéricas más abundantes en los epígrafes, figurando sobre todo tipo de mate·
rial: cerámica, m oneda, hueso, pidra, plomo y mosaico. Fletcher (1986: ls.; 1989: 103s.) ha sistematizado las
menciones: observa que en algunos casos egiar funde su
e· con la 61tima sílaba-signo de la palabra anterior, a
veces -14-. Pero en otras ocasiones, como la que nos
ocupa, Jos vocabl os quedan nítidamente separados por
puntos, quedando otros -u junto a la palabra precedente, onomástico preferentemente. Entonces se produce
una secuencia de dos -t- como en otros casos que no
aparecen puntos. El trabajo de Fletcber nos aho~a
mucho esfuerzo. Su recopilación comprende los textos
completos, aqui sólo re~¡eñ amos la palabra anterior y,
si procede, la posterior:
Liria 1: u.n.s.c.e.l.ú.gi.a.r: ban
Liria Vlll: a.l.e.i.cu.gi.ú.gi.a.(r) ...
Liria IX: ca.f.e.s.ba.n.i.te: e.gi.a.r: s.a.l.du.ti.b.a.i.te:
Liria XVI: du.s.e.a.ti.a.: ca.cu.e.gi.a.r.... ke.m.i.e.gi.a.r
Liria XVIll: ...r.ba.n.cu.s e.gi.a.r : bi.u.f.ti.te
Liria XXIV: e.gi.e.co.n: e.gi.a.r
Liria XL,l: b.o.f.te.ba.r.a: Ca.f.e.s.i.f.te.e.gi.a.r.
:ba.n.i.te.
Liria XL,3: e:bi.f.te.e.gi.a.r
Liria XL,9: e.gi.a.r ca.f.e.s.bo.bi.gi.r
353
[page-n-364]
L. PÉREZ VILATELA
Fig. 2.-Jrucripci&n solmfondo d4 oaso ~ampanimse B, F.J Lamb.,
segÚit H . Bonet y C. Mato. (1989).
Liria LVI: e.n.e.gi.(o..r.)
Liria LXX: ...u.n.i.s. keJ.te.gi.o..r. gi.n.s.i.
Liria LXXVI: gi.s.ke.f: e.gi.a.r: ba.l.kc.be.f.c.w.ba.f
Liria LXXX: .., (e)gi.o..r. ba.n.i.w.ba.f.e...
Liria XC: n.i.e.gi.(o..r.)
Villares I: (ba)l.ca.r.te: e.gi.a.r.
Sinarcas (lfnea 4): be.r.be.i.n.a.r.i e.u.gi.o..r. w.i(?)
(línea 5): ...ta.l.o.i.te/ ca.f.i e.u.gi.o..r.(?)
Sagunto (monetal): a.f.s.a.gi.s.cu.e.gi.a.r.
El Solaig de Beclú (Cara A, linea 2): T.u.n.s.ti.r:
11.gi.a.r.to.n.e: be.l.e.á.ta.r.
Las Majadas de El Toro: n.e.f.s.e.ti.ca.n.lll.gi.a. r. w.i.
La Serreta de Alcoy VI, B: s.a.ca.l.a.cu.ca..e.gi.a.(r)
(Numerales)
UUasttet (línea 3): be.l.bi.ti.n.go e.n.e.gi.a.r a.f.bi.gi.r
Aubagnam: ...cu.ti.te. t.gi.(a.r.) o bien
...to.ti.te.e.gi. (a. r.)
Puerto de Sagunto (falcata ib~rica): (signos de dudosa interpretación, AltANeom, 1989) ...te.e.gi.a.r.
Pío Beltrán ViUagrasa (1942, 26 y 51) lo relacionó
con el vascuence egin, «hacer», de la misma forma que
Gómez Moreno (1949: 279), Caro Baroj a (1973: 795)
y Beltrán Martínez (1953: 501). Tovar (1959: 44) introducía sin embargo una novedad, proponjendo que pu·
diera sel' un substantivo, que podría significar «hacedor», •autor» o un participio equivalente a •hecho
por».
Más allá de esta última posibilidad apuntan también Pericay y Maluquer (1963: lOls.) al traducirlo
como preposición •de,. o •por.., lo que no nos parece
verosfmil pues en un mismo vaso de Liria aparece varias veces acompañando a distintas palabras que son
hoy casi unánimemente consideradas como antropónimos: no puede tratarse, pues, de distintos artesano.s fabricando un mismo vaso o decorándolo. Además y respecto a esto último, cada vaso está indudablemente
pintado por un mismo artista como evidencia el simple
contraste paleográfico y la concepción estilística de las
ruversas escenas.
354
Una traducción por el verbo «.hacer» en forma personal proponía Villaronga (1967: 61) al traducir el epígrafe monetal A .f.s.a.ki.s.ku.t.gi.a.r. de cierta emisión
saguntina como «los de Arse han hecho algo grande».
Tampoco egúJr parece un verbo, pues no aparece
flexionado y en frases cortfsimas como en la falcata o
el mosaico alurudos. Bien, si se tratase de un verbo, significando ..]o hizo» como han indicado recientem ente
Burillo (1989: 82) y De Hoz (apud GARCI6 v BeLLIDO,
1990: 73) se produciría una grave anomalía epigráfica,
pues estos dos objetos son emblemas indudables de categoría social. Marco (1989: 112) debe intuir la ende·
blez de la traducción ..to hizo», proponiendo «lo mandó
hace.r>• como alternativa, lo que semánticamente no tiene posibilidad, ni siquiera espacio epigráfico. Lo peor
es que todas estas traducciones se hipotecan al mósaico
en sf mismo, sin apreciar que es parte integrante de
una casa. No se trataría pues tanto de anotar el ~om
bre del artífice -ni siquiera del encargador del
mosaico- sino sencillamente del dueño de la casa.
Thnto la falcata como la mansion de Lilci.ne revelan gran
calidad. Tanto la lógica como la práctica epigráfica exigen que sean los propietarios de los objetos, no Jos artesanos fabricantes quienes ostenten orgullosamente sus
onomásticos sobre sus cualiftcadas posesiones muebles
e inmuebles. Egiar acompaña, pues al nombre personal
sobre ciertos objetos. De la misma forma , figura sobre
unos vasos que según su calidad y la estancia en la que
aparecieron (BA!.t.F.S'l'&R, 1946: 307s.) bien podría tratarse de un recinto sagrado.
Thmpoco creemos que ningún artesano ibérico tuvie.se el menor interés en .firmar un humilde punzón de
hueso que no requiere sapiencia alguna para su pulimento: nos referimos al punzón de Las Majadas de El
Toro: más bien se tratará de su puntilloso propietario.
Aunque muy poco sabemos sobre el status del artista
en la sociedad ibérica, lo que sí podemos constatar es
que las obras maestras como las Damas de Elche,
Baza, la escultura animalista, el monumento de Cor ral
de Saus, etc., no van firmados. En cambio sf resulta
habitual que objetos más relacionables con el ajuar
particular (punzones, vajilla metálica, ponderales, etc.)
nos ofl'Czcan un onomástico. Ello tiene que deberse
pues, a indicación de propiedad. En un sentido similar
deben entenderse los grafitos sobre exvotos: corresponderán al oferente, como sigue siendo norma entre los
devotos, no al artesano.
Por tanto, la traducción plausible de egiar viene
por el camino marcado por Thvar (supra) y Pattison
(1981: 487) un substantivo (o participio) en aposición
al onomástico, significando «jefe,. o algo similar. En
ello conviene Silgo (s.f., 104). Cf. el pranm saguntino
citado por Livio (XXI. 12).
Los primeros textos conocidos donde figuraba egiar
fueron las piezas cerámicas de Liria. La expresión queda escrita junto a escena, que en general son de guerre-
[page-n-365]
IBÉRICO aEGIAR• EN UN EPÍGRAFE DB CAMlNRBAL
ros en acción, pero no siempre. Uno de estos casos era
una escena de pesca junto a un ,a.~.t.gi.a . r, cuya primera tentativa de traducción fue «pescar con anzuelo».
El aumento del acervo epigráfico ha permitido que hoy
podamos aplicar una traducción mucho menos aventurada. Pero, por próximo que estuviese el letrero a los
pescadores en esa escena (Liria XVI), en la mayoría de
vasijas edetanas (Liria IX, XVI, XL 1,3 y 9) acompaña a guerreros que exhiben su panoplia, con ese •sentido caballeresco de la vida.oo que con todo acierto definió
Caro Baroja {1975: 145) que también figuran en la pieza de la barca de pesca en otras escenas. Sólo hay un
caso en que aparece una mujer con espejo (Liria I) en
un kalathos. Esta misma asociación con lo bélico es
manifiesta en la falcata del Puerto de Sagunto q ue
muestra un onomástico (?) y luego te.e.gi.a.r.
El propugnar que se trata de un verbo Ueva a otra
incongruencia epigráfica: entonces debería desconectarse de las escenas pintadas adjuntas de las cerámicas
de San Miguel de Liria. Y ciertamente, tanto los arqueólogot como los lingüistas que se han preocupado
de visionar las figuraciones anejas a los textos, no se
atreven a desconectar una.s y otros.
O tra anomalía para considerar verbo en forma
personal a e.gi.a.r sería el figurar en una serie numismática pues lo habitual en la antigua Numismática es
que aparezca el nombre d e la ceca y además, el del monarca magistrado monetal o el de la misma magistratura. o alguna otra titulación, a estilo de IMP(eraJm),
P(ater) P(atritu), P(trmissu), C(aesaris) etc. Todo ello conviene más a un significado de t .gi.a.r como magistratura que como predicado verbal.
Por fin, hay una paradoja en la tentativa de traducir e.gi.a.r por «lo hizo»: que quienes pergeñaron esta
línea de trabajo (supra) lo hicieran desde n{tidas posiciones vascoiberistas. En cambio no es éste el caso de
De Hoz (apud 0AR01A Y B EJ.Ltoo, 1990: 73).
Tenemos pues, en fin, que no puede tratarse de un
verbo, al estar aplicado a escenificaciones con alguna
pequeña variedad, a una falcata, un punzón, etc. Se da
además el caso de que si se insiste en una traducción
•lo hizo•, dan por supuesto que t iene que ir acompañado de onomásticos, en lo que convenimos plenamente
-pero sólo en esto úlúmo- por lo que estos individuos mencionados tienen que ser obligatoriamente los
diferentes artesanos. Resulta de esta manera que el
pueblo ibérico fue el que más dignificó esta profesión
de todos los de la Antigüedad y épocas premodemas
en general, lo que no es probable, pero tampoco posible, como acabamos de demostrar. Añadiremos un sencillo ejemplo ¿se le ha ocurrido a cualquier estudioso
que el famoso ForlunJJJus que conocemos exclusivamente
por un mosaico inscrito de la espl~ndida rJilla bajorromana de Fraga hubiese podido ser el artesano? Ni por
asomo. Thdos convienen (sin necesidad de explicaciones) en que se trata del dueño. Bueno ¿tan diferentes
habían de ser los hispanos prerromanos como Likiru?
Evidentemente no, pues todos aceptan que era el nombre del dueño. Entonces ¿por qué razón mantienen que
fue él quien oclo hizo•?
En realidad, la última llave para averiguar la función de tgiar es comprobar su posición en la frase,
acompañando en general a un onomástico, que no pudiendo ser indicación del artífice, debe referirse a una
categoría del propietario. Presentamos un listado de las
muestras que parecen más evidentes de onomá.sticos,
tambi~n reforzados en cada caso por un postfijo -te:
Li.ki.ne.te : e.gi.a.r (Caminreal)
Ca.f.e.s.ba.n.i.te: ~.gi.a.r (Liria IX)
Ca.f.e.s.i.r.te.e.gi.a. r (Liria XL,l)
E .bi.f.te.e.gi.a.r (Liria XL,3)
(ba)l.ca.r.te: e.gi.a.r (Los Villares I)
...cu.ti.te.e.gi.a.r (Aubagnan)
En cambio, en el caso siguiente parece formar parte de una palabra mayor:
...u.n.i.s ke.l.te.gi.a.r (Liria LXX)
Y en este caso, tanto podría tratarse d e un onomástico como más probablemente de un título compuesto- aplicado al onomástico precedente mutilado, al estilo de lr4.l.ti.be.I.e.J, ya visto.
A estos onomásticos, cabría añadir el aún obscuro
nombre personal que precede a e.gi.a.r en la falcata de
Puerto de Sagunto, también con un - ti tras el antropónimo.
E n algunos casos, da toda la impresión que e.gi.a. r
se incorpora al onomástico - que de por sí ya parece
compuesto- al quedar incluído en un mismo segmento escritu rario por delante de las interpunciones que en
algunos textos separan tramos de escritura: palabras,
sin duda, por ejemplo en Ca.f.e.s.i.r.te.e.gi.a. r (Liria XL,l) separado de la palabra anterior y posterior
por puntos. Observa Silgo (s.f. 104) que e.gi.a.r se incorpora fácilmente a la onomástica, seña pues éste uno
de los casos. Albertos (1965: 260) apuntaba que la onomástica ibérica se comportaba de forma similar a la de
los celtas, gennanos y griegos en el uso de nombres
compuestos, como el caso de rix ~< rey», de los galos
(SottMtDT, 1957: 75) particularmente entre los aristócratas - y varones-.
El hecho de aparecer en una falcata e.gi.a.r tras lo
que debe ser un onomástico nos recuerda aquellas noticias romanas acerca de la vinculación penonal de los
soldados hispanos con sus armas, tal como Tito Livio
(XXXIV, 17) dictaminaba: nuiJ4m vil4m ratisine annis
me, a propósito de los pueblos del Nordeste desarmados por Catón.
Por otra parte, a partir de esta traducción razonablemente •segura•, nos detendremos un instante en su
355
[page-n-366]
L. PÉREZ VlLATELA
etimología, intentada a menudo en los estudios ibéricos
sobre bases mucho más e11debles de las que nos sustentan ahora: debe considerarse seriamente la ra{z indoeuropea •a¡- que produce •agws, (PoKoRNY, 1947-59:
4s.) que da idea de «acción, movimiento• y que produce entre otras formas el latín agere y derivados, el irlandés aga, aige, «conductor», el galo agituu, que origina el
onomástico Ago-maros «belicoso» uel que actiía (belicamente) a lo grande» (SCHMID'I', 1957: 118s.) as( como
Comagius «el que mueve los cabcllos.. probablemente, tal
como procedfan nuestros lusitanos en el combate (Lucilio, &u. 228).
También encontramos esta raíz en antropónimos
ilirios, como Aáua-yos, KoQQa-yos, de Macedonia
(Klwm, 1929: 32 y 62) en otros helénicos como Aó :2
xa-yos, E7eará-yos (Klv.Hs, 1956; 58) que en el do.m inio de los substantivos comunes produce el conocidrsimo ureotTf]-yÓs derivado en su segundo término de a-yw
que tiene el interés de ser una titulación derivada en
defmitiva de la misma raíz léxica de acción que los vocablos ilírios y galos y el substantivo ibérico en cuestión. Este «préstamo" indoeuropeo al ibérico mantiene
la -i- de •agios y su solución a la desinencia es la misma
que la del galo, en -ar, pero aquf no hay una múnesis,
sino más sencillamente que ambas lenguas poseen esta
opción de sufijación nominal.
Por si acaso, conviene decir que el hecho de que
el ibérico presente radicales indoeuropeos -lo que no
rechaza prácticamente nadie hoy en dra- no quiere
decir que su gramática fuese el tipo del ladn o el celtibérico. Por otra parte, tal vez se ha abusado en la denominación de «indoeuropeo» referido prácticamente
sólo a lenguas de flexión verbal, declinación nominal,
distinción entre género, niímero y persona, etc. Resulta
que el primitivo indoeuropeo, según estiman los paleolingüistas (RooRtousz ADRADOS, 1988: 211s, 251s.) no
poseía estas categorlas y las fue adquiriendo con el
tiempo.
La comparación con el vascuence egin, acude p rácticamente por s( misma. Es un vocablo de indudable
origen indoeuropeo, como los posee esta lengua en
buena medida, pero que no han alterado su gramática
original que le da su propia esencia. Ambas lenguas,
ibérico y eusquera habrfan recibido es~ voz indoeuropea desde luego antes de la latinización.
U.S.E.KE.R.TE.KU
Es evidente la relación de esta palabra con un epígrafe monetal en semialfabeto ibérico con el rótulo
U.s.e.ú .r.tt en el reverso y datables en época de César,
acuñadas en 50-49 a.C., en cuyo anverso figura además
en letras latinas OSI u OS. Se trata de denarios y seoúses {HO:SN.ER, 1893: 42; Hn;~., 1931: 99; Bexn.
CRASA, 1964: 165s.; B sU'IlÁN MAR'I'fNez, 1952: 22; GRANT,
356
1946: 472; Gl!ADÁN, 1969: 148; MAATíN VALLS, 1967: 73;
UNTSAMANN, 1975: 216s.; Vn.LARONOA, 1979: 282).
Estas monedas son -aparte la novedad que supone este epígrafe- el más antiguo docum.e nto escrito
sobre esta ciudad, que perteneció al corwenJus Caaaraugustanus, pues Jos Ossigertlmst!;$ son citados all1 por Plinio
(NH Ill, 24) entre otros beneficiarios del ius LaJi oetus,
que son los Cascantenses, Ergauiunses, Grauurrilani y Letmi&mst!;$ en ese mismo convento jurldico (SANCHO, 1981:
130).
Claudia Ptolomeo (TI, 6, 63) sit6a ÜqtXCiQOO a los
H 0 , 15'/40°, 10' entre los llamados «edetanos» que resultan ser la suma de la Sedetaoia centroaragonesa y
la E detania valenciana enlazadas mutuamente a través
de las montañas y altiplanos turolenses con poblaciones de lengua y cultura celtibéricas (Peñalba de Villaslar), hacia el cambio de era .relacionados a lo b.rgo de
un par de v{as provinciales. Es decir, esta Edetania ptolemaica, que comprenderla el tracto territorial entre
Caaaraugusta y Sagurtlum e.n el sentido de los meridianos:
desde la costa valenciana hasta el corazón del valle del
Ebro, englobando territorios comprendidos en fechas
anteriores bajo distintas etnias. Ü0'4XÉQOa es una de las
ciudades citadas entre medio, después de LeOfli&a,
Ac;oPíxa y antes d e Etobesa, Hró{t.,ua . Beltrán Lloris
(1976: 398 y 417) sitúa Leoni&a en Mazaleón, propugnando una forma intermedia *Massa L«mica. Todavía
está algo obscura la atribución de las distintas comarcas turolenses a una etnia u otra, a lo largo de los siglos
prerromanos y romanos, pero puede afirmarse desde
luego que su adscripción étnica formal varió en este
largo período y particularmente, de Plinio a Clau,dio
Ptolomeo. Sobre la Sedetania hay varios trabajos (F....
TAS, 1973; BELTRÁN LLORIS, 1976: 395s.; SANcHo, 1981:
56s.) que aluden a estas comarcas turolenses donde debieron situarse varias de las localidades ptolemaicas,
pero hay escasa seguridad en su atribución: sólo sabemos que Jos «edetanos» ptolemaicos - obviamente una
reconstrucción que poco tendrfa de prerromanos- se
extendían en el s. n d.C. por la mayor parte de la provincia de Teruel, antaño celtibérica en lo étnico.
Estos itinerarios u tilizados por Ptolomeo eran de
uso provincial interno, no grandes vías imperiales
como las reseñadas en el itinerario de Antonino. Ya
Cuntz (1923: 109s.) advirtió que para la mayor parte
de Europa occidental, Ptolomeo utilizó itinerarios, no
mediciones astronómicas.
Una parte impo.rtante de los edetanos ptolemaicos
quedaría enhebrada en el trazado valenciano y aragonés de la actual carretera, Sagunto-Burgos, qu.e sigue
la depresión del Palancia y la bilbilitanoturolense hasta
Zaragoza, regada en parte por el Jiloca.
Osicerda fue municipo romano «lo más tarde bajo
Tiberio.., según Galsterer (1971: 71 n .0 56). La epigra:ffa latina documenta esta ciudad, pero se da la circunstancia de que todas las lápidas han aparecido fuera del
[page-n-367]
IBÉRICO .ROlAR• &N UN EPÍGRAFE DE CAMlNREAL
valle del Ebro, concretamente dos de ellas en la capital
provincial. Son los siguientes:
1) CORNELIO TI C.F. GAL/ROMANO/FLAMINI TI VIR OSICERD. ET/II VIR COLONIAE TARRACONENS./AEMILIA KARA VXOR (CIL JI,
4267: Memoria Mu.seos...Tarragona, 1940: 87).
2) PORCIAE M.F./ MATERNAE OSICERDESII(FLAM.) P.H.C ET POSTEA/ OSICE.R.D.
CAE.SA (RAVG.)f'n\RRAC. PE.RPE.TVA.E/L.NUMISIUS/MONTANUS/VXORI
(CIL Il, 4241; Au>OLDY, 1973: 52 y 96 n. 0 108).
AUOldy data esta segunda entre 120 y 140 d.C.
Existe ademáa otra inscripción, que se halló presuntamente en Barcelona, hoy desaparecida, pero en general
se ha tenido como apócrifa o inventada, como otras recOgidas por eJ conde de Guimerá (LoSTAJ.:, 1980: 116
n.0 326):
PORTIA.. ./MATERNA .. ./OCICERDESI/.. H C
ET POSTEA/OCICERD.CAESARVM/TARRAC
PERPETVAE/ L.NUMISIUS MONTANUSNXORJ
Pero el hallazgo del epfgrafe indígena en la Caridad afina la perspectiva sobre la localización de la ciudad de Osiarda: opinamos que ocLa Caridad» de Caminreal fue su solar.
Recapitulemos las condiciones de hallazgo: el epígrafe adorna el piso de una casa que constituye un verdadero palacete helenistico, de al menos 850m2 (Vr.
C&NTE ET Aw, 1986: 3s; VrceNTe, 1988: 50s.) en el que
aparece mejor barrio de una verdadera ciudad: el yacimiento abarca 12'5 Ha., extensión verdaderamente
considerable para el tamaño de los asentamientos contemporáneos de la zona. Pensar que se trata de un emigrante (VrceNn, 1988: 53; Bmm.LO, 1989: 83¡ MARco,
1989: 112) es una posición tan forzada que diffcilmente
resiste. E l resto de la epigraffa indígena procedente de
la misma casa es mayoritariamente celtibérica: la excepción (salvos marcas cerámicas) es el epígrafe y no
en todos su vocablos. Y se mantiene esta teoría para
no violentar el estado previo de conocimiento acerca de
las lenguas prerromanas: Likinl sería un ibero emigrado. Diifcil. Comenzando porque el nombre no tiene
nada de ibérico, como vimos y ¿cómo explicar que un
emigrante se quedase con la mansjón má.s Jujosa de la
ciudad y por otra parte que introdujese en el epfgr~e
"ibérico" una palabra declinada como Usekerdelcu?.
Cuanto sabemos sobre la celosa autónoma ciudad paJeobispánica no invita a conciliarse con este "emigrante... Por otra parte, se ha venido insistiendo que en este
periodo son los celtíberos quienes presionan sobre los
iberos del Este y otras etnias peninsulares (BLÁ2Q.UEZ,
1974: 94s.; lo., 1979: 42 ls.) no al revés. Su pertenencia al convento cesaraugustano y al grupo de cecas romanas de Celtiberia-Ebro, junto a Thriaso, Calagurrir,
Ca.scantum, Ercavita, ClutUa, Graccurrir, Ct/.sa y Cuarm,¡gurta, permiten un muy coherente acomodo en Caminreal, entre Ercavica por el Sur y las demás ciudades en
el Ebro (o reborde oriental de la Meseta en el caso de
Clunia).
Para solventar esta dificil papeleta de mixtificación e.n tre ibérico y celtibérico se h a acudido a dos hipótesis: una, la del emigrante, a la que ya hemos aludido y otra, ]a de que e) epígrafe esté completamente en
ibérico. En este caso el -cu del fmal serla un morfema
ibérico para indicar procedencia (lli Hoz en GARCfA v
Bsu.mo, 1990: 73; BuRILLO, 1989: 83) lo que se acompaña -en el primer ca.s o- de la afirmación de que la
lengua de la zona es el ibérico. Evidentemente por los
otros epígrafes consignados debemos negar semejante
manifestación: la epigraffa indígena de «La Caridad»
-aparte de este epígrafe- es manifiestamente celtibérica donde los haya, con destacada presencia de radicales y flexión celtas.
A la lingüística celtibérica pertenece además el sistema vocálico que denota el epígrafe, según la notación
de «li» con el signo ibérico en forma de la flechita punta
arriba f, que sin embargo da «O• en su transcripción
al latín. U.s.t.ke.r.te/Osicerda; 1U.r.i.a.s.u/Turias(s)o;
Bu.r.s.a.u/BurstWrlltiSes. No se trata, pues, de un mero
«
sino de una constante fonológica.
Por otra parte resulta que en lengua ibérica, el colectivo humano correspondiente a una ciudad se resuelve con el sufijo -sken (o -*en). Los ejemplos son
abundantes:
A.u.s.ke.s.ke.nl Ausetani
S.e.de.i.s.ke.n/ Sedetani
L.a.i.e.s.ke.n/ Laietani
I.l.ti.r.ke.s.ke.n/ ilergetes (los de la costa probablemente)
U.n.ti.ke.s.ke.n/ Indigetes, etc.
Hay bastantes alusiones pormenorizadas en la bibliograffa. Destaquemos el monográfico de Vallejo
(1950: 218s.; 1950: 215s.) y la recopilación de Untermann (1975: MLH I, 1, s, v.) por ser de conjunto.
Existe ademá.s otro sufijo -etar que se asocia en menor número de casos a ciudades, que no suelen corresponderse con etnias homónimas, a diferencia del anterior sufijo. Tales:
S.a. i.ta. bi.e. la.r
A.r.s.e.e.ta.r
Por otra parte, el paralelo aducido con las monedas saguntinas de rótulo A .l.s.a.ki.s.lru.e.gi.a.r (VILLA·
P.OI'IOA, 1975. 23s.; lo., 1967: 61) que propone García y
Bellido (1990: 72s.) es endeble, pues lo más seguro, por
los ejemplos aducidos antes, es que -ku no vaya con
A.f.s.a.ki.s, sin. con t.gi.a.r, como el cu.e.gi.a.r meno
cionado.
AJ aparecer U.s.e.ke.r.tle.ku. tras e.gi.a.r que ya hemos definido como titulo, tenemos la asociación de un
onomástico, más una aposición que denota su categoría y po.r fin un genitivo plural de un gentilicio correspondiente a una ciudad hispánica.
357
[page-n-368]
L. PÉREZ VILAT.ELA
Efectivamente, la elisión de la nasal final (n/m)
es corriente en el celtibérico escrito, particularmente
en caracteres indígenas, singularmente Co.l.o.u.n.i.o.cu
(Liu•mm, 1955: M 184) en una amonedación de la
ciudad de Clunia (no entraremos ahora en la problemática de las nasales en celtibérico). Beltrán Marúnez (1987: .f.8s.), que no acepta la reducción de Osi«rda a •La Caridad», acepta en cambio la adscripción
de Osiarda a los celtibéricos, al tomar en consideración la lengua celtibérica en que está la última palabra.
Otros epígrafes monetales celtibéricos presentan el
mismo caso, de eliminación de la nasal fmal: Be.l.i.gi.o
(LPJRUNB, 1955: M 50) que coexiste con &.l.i.gi.o.m en
otras emisiones; Da.m.a.n.i.u (LPJEUNs,1955: M 86);
Co.m.bo.u.to (LEJBUNB, 1955: M 93); O.i.l.a.u.n.u (LPJBU·
NB, 1955: M 75); S.e.ga.i.t.a.t:u (L!uEID-~s, 1955: M 101)
todas las cuales deben cumplimentarse con una nasal,
que fonéticamente corresponder(a a /m/ pero que se
anota raras veces en posición fmal y más bien en la última fase de este sistema escriturario con el signo tard(o (Srt.P.S, 1981: 75s.; D e Hoz, 1986: 53), como las del
bronce de Botorrita (s. t a.C.) cuyas •gentilidades..
aparecen as{ anotadas al fi.nal de palabra.
Esta tendencia a la elisión de nasales a fmal de palabra no es exclusiva del celtibérico escrito bajo signos
ibéricos, sino también latinos, como los numismas de
Clounioq (UNTUMANN, 1975; VILLMOI'OA, 1979: 183,
229, 241s.) donde también se elimina la vocal como
continuando la tendencia de la escritura en caracteres
ibéricos, donde estas oclusivas guturales /cul etc. tienen representación sólo silábica.
Pero no sólo se elimina la nasal final en los rótulos monetales sino también en otros epigrafes indígenas no numfsticos: L .u.a.u.üo Co.o.r.i.u.a.u (Lt>JEUNJ¡,
1955: TC 3) de Numancia; .A..r.e.ba.s.i.co.o (LeJEUNI!,
1955: TC 5) Na.u.ti.co (L~uNs, 1955: TC 6)
E .l.a.tu.u.a.co (LPJBUNB, 1955: TC 7) Ba.n(.. .)u.a.a. ( ...)
(LPJBU
NB, 1955: TC 8) poco seguro por sus damnifica ciones, que Lejeune completa Ba.n.du.n.a.co(n). Todos estos grafitos cerámicos proceden de Numancia,
pero Nu.r. u.«J.a.a.i.a.u (o N.u.t:u.«J.a.i.a.u.) procede de
Clunia (LPJ]¡UNz, 1955: 85); el epígrafe que reza
(. .. )m.u.UJ.ca.i.co(... ) (~tuNE, 1955: P5) en una planchuela de bronce de Numancia presenta mutilaciones,
por lo que no es seguro si acaba o no en una nasal.
También presentan deterioro al final otras inscripciones, éstas de Sagunto (Ft.r:TCBER, StLGO, 1987: n .0 4
y 27) ambas con lectura ka.u.K.o.ku( ... ) de la que también desconocemos si acababan o no en nasal.
En el bronce celtibérico de Botorrita, es bien conocido que los genitivos del plural acaban en -um, salvo
probablemente M .e.l.m.u.Ba.r.a.u.s.a.co.L.e.s.u.n.o.s.hi.n.
ti.s. (Botorrita, B2) en que la segunda palabra, por simetría con las demás construcciones del texto, debe ser
un genitivo plural.
358
Tenemos por otra parte un argumento lingüístico:
el celtiberismo del sufijo - t.C() evidente para todos los
lingüistas que se han acercado a este asunto sin prejuicios como Scbmoll (1959: 54s. como -ailco-) Lejeune
(1955: b2 y b53, 121) o Albertos (1975: 27). Esta última
señala que el sufijo éste es el tercero más abundante
en la formación de gentilicios celtibéricos, tras -~ y tKo-. Anota en su relación Boádegrm (2 veces), Cabw&On,
Caádecun, Mm/Duieq(um)1 Trid.oniau(m), ...pokcun, Canlabrequn. Varios de ellos se registran gráficamente en escritu ra latina con la misma elisión de la nasal final, o
sea en -ru, continuando la tendencia manifiesta en este
ep!grafe.
La secuencia -«U-, -ocu-, no existe en ibérico, salvo
en las zonas de contacto con el celtibérico como Sagunto con los casos aludidos, o San Mateo con un elegante
ep!grafc sobre piedra Ta.e.k.a .lce.f.a.K.o.ku.n (MP.sr.ouu,
FLETCKBR, 1981: 203s.).
Hay un inconveniente adicional a la hora de investigar morfemas paleohispánicos: identificar el signo
gráfico /cut en este caso con el morfema, cuando son
dos aspectos diferentes, el primero puramente epigráfico, el segundo lingüístico. Se trata del siempre subyacente problema de la adecuación del signo gráfico a
una lengua u otra. El sufijo es -«U-, el signo /cul. Sin
embargo, no cabe confundir una cosa con la otra.
El topónimo Otiurda es evidentemente celta. Los
Osi de Tácito (
en tanto que los Osimii/Ostimii (Str. ll, 104; IV. 159;
Tab. Peut. 2,2 - 138, Caes. CaiJ. ll, 34; ID, 9, etc.) habitaban la península de Armócica. Thp6nimos como
•Ossa.. y •Huesa. existen en la geograffa española, relacionados lingüísticamente con este antiguo. Onomásticos en osi· están bien documentados: Osidiut de Lyon
(GIL Xlll 1702) Osilliomut, Osso, Omnius, en distintos
países celtas e ilirios (HoLDER, 1896 s.: II 887-888). El
nombre de Ossofnobaj en el Algarve era casi seguramente celta, o al menos •indoeuropeo.., como sus vecinos
Conistorgis o Laaobriga.
En cuanto a ·cerda se trata de un étimo indoeuropeo, el celta cerda, que produce formas como el antiguo
irlandés cerd, •arte, artesano, poeta.., o el galés cerdd, lo
mismo. En griego está XlQ8os •ganancia, utilidad•, de
donde deriva el latín cerdo, "artesano•. El indoeuropeo
•~cerd es la base de todos ellos, raíz que también aparece
en germánico (PoKOANY, 19+7: s., 579; Homu, 1896
s.: 1, 991).
Repiten este radical, entre otros, el nombre del rey
bretón Cndi.c, el de los ligures Cerdici4tu, el de La ciudad
cel6bérica ulterior de Certima (Liv. XL, 47, 2) o del notable varón Cerdubeiut de Cástulo (Liv. XXVIII, 20, 11)
que sería celta, según Blú<¡uez (1974: 73, 1979, 431)
y Albertos (1965: 86) y el posible gentilicio Cntimüm de
Mecaur de Morga en Vizcaya (At.BEilTOS, 1975: 13,
n. 0 72; GóNZALU, 1986: 127, 142 n .0 92).
[page-n-369]
IB~R!CO •EGIAR• EN UN EPÍGRAFE DE CAMINR.EAL
TRADUCCIÓN DEL EPÍGRAFE
Es llamativa la omisión de referencias a la opinión de Thvar y Pa.ttison sobre el significado de egiar
y en general, la postergación del análisis epigráfico
de los soportes donde la palabra aparece mencionada, pese al corpus reunido por Fletcher, que permite
adelantar sobremanera la labor. En realidad, ni es
citado. Además se ha producido un fenómeno de
espejismo por sinécdoque. Los traductores de egiar
como verbo en forma personal están exclusivamente
centrados en el mosaico, sin apercibirse de que es
una gran, pero en défmitiva, tarjeta de identificación
del propietario, quien reside en una confortable residencia de lujo extraordinario para el pa(s, no como
iberófono emigrado, sino como gobernante celtibérico
de una ciudad celtibérica también, más «tradicionalista» que otros compatriotas suyos, prefiere inscribir
su nombre y rango, egürr, - magistratura común a
los iberófonos del Este y tomada sin duda de ellos
en su denominación- en los caracteres del signario
ibérico, quedando la impronta de esa lengua en la
misma morfología de su composición, sobre todo en
el onomástico.
Sobre tales presupuestos, nos quedaría la traducción del epígrafe. Aquí, las variantes vendrán del valor
que demos al posúijo -te. Si le damos un valor similar
al latino, como quiere Untermann, tendríamos: «Para
Licin(i)us, jefe de los osiccrdenses». Si seguimos el criterio de que -le es postftjo enfático o artículo sería: ..·L icin(i)us, jefe de los osicerdenses».
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[page-n-371]
Felipe MATEU
Y
L LoPrs*
,
TOPONIMIA IBERICA EN LA NOMINA CIVITATUM ISPANIE
SEDES EPISCOPALIUM. COMENTARIO
Releyendo la obra de W. Von Humboldt •Primitivos Pobladores de España y Lengua Vasca••, versión de
Francisco Echebarrfa, con prólogo de Arnald Steiger,
que salió en Madrid en 1929 y que exhumaba el viejo libro que se publicó en Berlín en 1821, y deseando no exceder el triángulo «Bronce-Cultura Ibérica-Época Romana••, fijado para el Homenaje al que fue querido
amigo Enrique Pla Ballester, me permito comentar un
texto básico que se halla en la conocida: «Paleografía española, precedida de una Introducci6n sobre la Paleografia Latina», publicada en 1923 por el Centro de Estudios Históricos, debida al que años después se~a el
llorado P. Zacarías Garda Villada, S. J. (Palencia,
1879-Madrid, 1936), quien dio en aquel álbum el folio
63 v. del códice escurialense R.Il.18 que contiene la lista
de las sedes episcopales con las notas de los eclipses de
los años 778-789, texto angular en la Historia de España.
Dividido el mismo en cuatro columnas, a , b, e y d,
es tentador considerar las profundas raíces de aquellos
topónimos, antiquísimos, que en letra de minúscula y
cursiva visigoda tiene un inmarcesible valor. Dice asf:
Prouintia carl4ginensisl spartariJJ/ Toielb: orei/J: biatia/
mmtesa: aai: bastil urci. begastro. iiiorcil ili&i: setabi. dUmio/
• C/. Calibria, 75, 5.0 -2.'". 08051 Barcelona.
r.u:úeruia. ualerjo. segobia/ segobrigo: arcahi&a. complutcl salo.mancol segonJitJ: oxuma pakntJol In prouinJitJ galgt/ narhonol hete"er/ magal.lonol neumasol carcassOTIIJ! lulebol elma.
Esta columna da las sedes de las dos provincias romanas antiguas, la Cartagenensis y la Galia, vivas en
la época visigoda y después de 711, como se ve por la
citada lámina 19, en página 154.
El orden de enumeración es partiendo de las metrópolis, en este caso Toleto, hacia el Sur y Este peninsular y luego volver hacia el centro, segonJitJ, oxuma paitntia; eran las cuenéas del Guadiana, Tajo y Duero; en
la provincia Galia el orden era el litoral comenzando
por Ja metrópoli, Narbona, tan ligada a la Historia de
Valencia en 1238.
En la columna b : betiav' Spaiil ltal.ieol asidJmo.l ellplal
maúJ.cal ililurril astigi/ cordtJbol egabrol tueci/ tingi, el gran
país del Guadalquivir y la costa mediterránea sin ol'lidar una sede de la orilla opuesta, tingi, de la región llamada por ella tingitana, Tanger. A seguida anotó in galkiiJ, que debió escribir como cabecera de la columna c.
La e dice: lusitanW emereta/ pa.al olisiporral oss(}fi(Jba/
egiJaniol wnimhtjol bereol ltzmuo/ C
t!borol caurjol Bro.carol dun:Uo/ portU&aleltudd auriensellueul
britiiJniol astu.ifcal lrjol betelra, todas ellas de la vertiente
atlántica o sea del Tajo y Duero, comenzando por la
361
[page-n-372]
F. MATEU Y LLOPIS
metrópoli Emerita y terminando por la Gallecia
propia.
La columna d va encabezada por Ce/Jilmia¡ dice
así: ce/Jióerial terra&bflll! harcinonal egarol gerundo.l empuriasl
ausOflll! urge{/o/ ilerdal derwsal cesaragusta.l osea/ pampilúmal
auca/ calagurrel tirasOflll! aiisancol amaW segia. Era el gran
pa{s del Ebro y la vertiente normediterránea, sedes
subsistentes después de 711. Unas notas dicen: La obscuratus est sol in era dccc: XVI: tntiiJ Kt.úmdas septemhres: ora
undedma diei luna X et in era dccc: XVII Kalnuias septnnbres
era secuntitJ diei luna: XXX.
Las eras OCCCXVI y DCCCVII correspondfan
a los años 778-779 como se ha indicado; entonces reinaba en Asturias el rey Silo (774-783) de quien trae el
mismo álbum de García Villada, lámina 46, el preceptum regis Silonis, de 775, y en la España ocupada, Emirato omeya independiente, Abuul Mutarrif Abdarrahman ibn Muawia (756-788).
En el códice R.I1.18, llerda está clara entre Urgello y Dcrtosa, en la llamada Celtiberia, nombre el más
antiguo dado a la regi6n del Ebro en recuerdo de la
Hispania romana.
W. Von Humboldt conoció las «Medallas de las
Colonias, Municipios y pueblos antiguos de España»
(Madrid, 1757) del P.M. Henrique Flórez (ll, 510; m,
104), citadas en la página 65 tratando de Corduba, Salduba y Onubay de la Turdetania; y la obra de Sestini:
..Descriz. delle Med. Isp. del Museo Herderv.... Su finalidad era la traducción de Jos topónimos ibéricos por
el vasco; la nuestra es considerar la base prerromana,
la ibérica, de la toponimia de época visigoda, viva en
los citados años 778-779 y cómo la Celtiberia expresaba la unidad del gran país del Ebro, desde Tortosa hasta sus cabeceras, remontándolo.
La última nota del libro de Humboldt trae las
•Medallas de las Colonias, Municipios y pueblos antiguos de España.. de D. Antonio Valcárcel Pío de Saboya y Spinola, que se imprimió en Valencia por José y
Tomás de Orga en 1773, autor también de •Inscripciones y antigüedades del Reino de Valencia., recogidas
y ordenadas por él mismo, que salió en el tomo VIII
d e las Memorias de la Real Academia de la Historia,
y de «Lucenrum, hoy la ciudad de Alicante del Reino
de Valencia. Relación de las Inscripciones, Estatuas,
Medallas, !dolos, lucernas, bar.ros y demás monumentos antiguos hallado en sus ruinas presentados en láminas y explicados•, impreso por José y 'Ibmás de Orga,
en 1780, de 67 páginas con grabados en 4.0 •
W. Von Humboldt decía: •Donde he aceptado etimologías de Astarloa, Erro u otros para nombres de lugar he citado expresamente sus obras. Donde no ha sido
a_si, proceden de mi. Lo hago constar no sólo para que
no se atribuya a dichos autores aquello de que yo fuera
responaable.., refiriéndose a D. Pablo Pedro de Astarloa
en su «Apología de la Lengua Bascongada» y a Juan
Bautista de Erro y Aspiroz en su ..Alfabeto de la lengua
362
primitiva de España•, sin olvidar a Hervás y Panduro
en su «Catálogo delle lingue conosciute» y las aportaciones de Larramendi en el Prólogo de su «Diccionario
vasco» y las polémicas sobre aquellas cuestiones, como
expone en sus Notas de las páginas 203 y siguientes.
La pe.rvivencia de lo hispano-godo en los primeros
siglos de lo que llamamos la Reconquista es evidente,
en cualquier aspecto. En los Annales Composte/Jani se parte de la Era constituida aCaMare A.ugu.rw, contando por
años y en eL XLll anno imperii, sub prima era XXXVOJ ]esus Christus in &tlúem natus est, que son los 38 que hay
que restar en la reducción al annu.r Natwilatis.
Cuando el Chronicon Albeldense describe la ExposiJio IIJtius muntii, en la Expositio Spanú recuerda que habel
proliÚ!cias VI, y a la primera de ellas Dama Carpelania,
cuya metrópoli es Toleto, que tiene 17 sedea: Orew, Biatia, Urci, Bigastre, fliee, &hahi, Dü:mitJ.m, Castalona, Wúentia, Valeria, Setogriga, Arcahiea, Compiv.UJ, Sigonza, Oxoma,
Setohia, PalenJia, según sus grafías.
A la Provintia Bad.ieo. asigna 9: Hispalim metrópoli,
llalie4, Assidonia, Arepla, Astigi, Cordoba, Egabro, .Md.tJ&a,
lliberi et A&ci¡ Arepla es llipla, la ceca 7 de A. Vives,
del grupo carmonense, básico en la economía triguera,
como se ve por sus espigas. En la mayorfa de las otras
acuñaron oro los visigodos, como ocurrió en casi todas
las sedes episcopales, según el status qutUStionis, hoy.
El cronista cerratense respeta intacto el nombre de
la Baetica romana, e igual hace con el de la Lusitania,
cuya metrópoli es Emerita, acreditada por sus múltiples acuñaciones romanas y godas, y antes suevas. Pero
a la Q}¡.arta Prouintia le da ya el gentilicio, femenino, Gallicensis, a la que asigna ocho sedes: Bro.&a.ra metrópoli,
Dumiu, Port~Uale -el doble nombre de las orillas del
Duero, .Portus y GaJe, base del futuro reino portugués.
También dio un gentilicio a la Quinta provincia por
no tenerlo propio, tomándolo de su capital, la antigua
Urhs 1Tiumphllliso Ttmaconensis, ciudad ibérica que pasó
a la primera declinación latina y dio 'larracona, que tuvo
cartorce sedes con aquella por metrópoli: BarcinoM,
Egara, Gerunda, Ampuríq.s -la grecorromana y antes ibérica, la de los untikenses-, A.usona -en cuyo Va&us ause/4norum ibérico nacerfa la futura AusaNicb-, Urige{/o
-que fonéticamente dio Urgelo con el tiempo-, 1/ert/4
-ibérica de raíz ll·ti-r -ta en cinco signos, de ellos dos
bilfteros, ti y ta, di y da respectivamente, por sonorización latinizada.
El Albeldense añade las otras dos •provincias» godas: Sex/4 PrOTWin&tia est ultra mare Tingilana. Caiia. non est
de provinciis Spanies et suh regimine gotorum; c.r a en ésta: Narbona metrópoli, &14rri, A.gale, Magallona, Neumase, Luieha,
Carcassona, Elma, que limitar{an con los territorios que
serian de la futura Oorona de Aragón, el R.osell6n, la
Cerdaña y demás condados y señoríos que fueron de
Jaime de Aragón (1213-1376).
Aquellos autores de los cronicones de la Reconquista tenían un claro concepto de la función de la an-
[page-n-373]
TOPONTMrrA TBÉRlCA
tigua Hispania, la península, en el Occidente cristiano
y la unidad del antiguo Imperio romano.
El Albeldense recuerda la Exquisuw MiliiarW.m: De
Gades usr¡ue ad CMtWham milliaria ce, de CMduba usque ad
Tokt.um, CCXX. De Tokto usr¡ue ad Caaareaugust.am, CCC,
y desciende por la costa De Avenwne ad Valenlim CII, y
vuelve de Valenlia ad Turrws (Tudn) CCL y de allí ad MediokJ.num (Milán), CLXX y ad Romam, CCCXVJ, y pasando por ThesaúJnic
A.D. de 138 a 161; en esta relación tras Sagunlum figuran Wduúia, Suero Sla.tuae, JOice, Cartht;go Sparla.ria, EÜ&M&a
(Lorca), Ba.rti, Acd, Menksa, Bastia y todo el país donde
florecieron los alfabetos ibérico y turdetano con espléndidas acuñaciones como las de Cástule, Osicerda, lpMa,
que son las cecas 93 a 98 que Vives agrupó bajo el epígrafe «Monedas ibero-romanas de tipos especiales».
Para los autores, anónimos o no, de aquellas llamadas Chronic
respecto de los reges gothorum era clara; el Chronicon llamado de Don Sebastián arranca a tempore regís mmhani
usque nunc in tempore gloriosi &gi Garseani jilii Adefimsi, o
sea, desde 672-680 de aquél hasta los años de Ordoño
I de Asturias-León, 850-866; los hispanogodos, Jos
christiani, sujetos al invasor de 711, sobrevivían pagando
tributos regí babylonico. El Chronicon cerretense recuerda
que mientras se redactaban la Nomina CivilaJum Ispanie
sedes episcopaJW.m, en 777, Era DCCCXV, foit prelium de
&uzs Valles, uhijuerunl mortui Pares; eran los doce de RoncesvaUes, los «pares de Francia».
Algunas de las sedes de 778-779 aparecen en el Seba.rtiani Chronicon, la de Amayam patriciam, cuando Ordoño I de Asturias-León (850-866) repoblada las deserla.s cioil.aJes de las cuales su padre Ramiro 1 (842-850)
Cluzldecs ejecerat, porque los primeros cristianos de la Reconquista luchaban contra los dw.ldaicos y también ad
versus sarracenos, precisando los textos, con el tiempo, las
diversas etnias de los invasores.
Notas sobre los topónimos de las Sedes episcopales
estudiados en diversos lugares, ordenadas alfabéticamente por los mismos topónimos:
l . ~os nombres hispanos de lugar en el numerario
visigodo. Notas para su estudio. (Narbonensi!, Thrraconensis, Ca'rthaginensis, Bactica)>). En Anakcla. Sacra
Ta"aconensia, vol. XIII (1936-1940), págs. 65-74.
2. «Tulgan en la Baetica y Carthaginensis». Gaceta
Numismática, núm. 48 (1978), págs. 27-30.
3...Aeminio-Iminio, ceca visigoda conimbrecense». Nummus, vol. I (1978), págs. 121-129.
4. «De Asturias a Astorga... Gacela. Mumismática,
núm. 53 (1979), págs. 29-33.
5. «Suinthila en Acci,.. Gacela. numismática, núm. 41
(1976), págs. 23-26.
6. «Alesanco, Amaia y Segia, cecas visigodas.... Caceta NumismáJica, núm. 39 (1975), págs. 33-36.
7. «Las sedes episcopales de Alesanco, Amaia y Segia y las cecas godas... Nummus 354-55 (1976), vol. X,
págs. 19-26.
8. «Barbi en la Bética, ceca y no sede visigoda".
Gacela. Numismática, núm. 58 (1980), págs. 23-29.
9. «La ceca visigoda de Barcelona. Notas paleográficas y numismáticas». Anakcla. Sacra Trmaconensia,
vol. XVI (1943), págs. 45-56 y lams.
10...ne Bracara Augusta a Guimaraes por los tremises godos. (Recordando un viaje de 1946)». Congresso
Hi.stdrico de Guirnarüs e sua (Akgiada, vol. II1 das Actas
(1981), págs. 237-24-5.
11. ocSuinthila en Cassavio (621-631) y una evocación de lo godo durante la reconquista peninsular en
los siglos X-XI». &vi.sla. da Universidade de CDimhra, vol.
30 (1983), págs. 395-404.
12. «Evora, ceca visigoda». Nummus, núm. 33
(1974), págs. 29-36.
13. «Urbs I spalis». Homenaje al ProjesM CarrÜWJ, t.
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H. «Las antiguas cecas visigodas en el Gronicon
Albeldense (711-883-976)... CtUela. Numismática, núm.
67, págs. 10-13.
15. ..De llcrda a Dertosa: entre suevos y godos
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17 ...Leovigildo y Recaredo en la Hispania Citerior. Las acuñaciones de Rodas de 585-60». Gactla. Numismática, núm. 51 (1978), págs. 25-28.
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La pugna de 574-585 testimoniada por los tremises godos ... Numisrna, núms. 186-191 (1984), (VI Congreso
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20. «Sobre el numerario visigodo de la Tarraconense. Las cecas de Sagunto y Valencia en el primer
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21. «Stationes itinerarias y cecas romanas y visigodas en Ja TarraconensiSII. Gacela. NumiJmdli&a, núm. 57
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22. «La ceca goda de: Salamanca... Cokcf4o de estud!Js
em honTa do Proj. Dr. Damiac Peres, Académia Portuguesa
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23. «Reccaredvs rex. Tomio Victoria». Numrnus,
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24. ocVandalorum, alanorum y gothorum reges de
476 a 586». Bokt(n de ÚJ. lnstiJucitfn Fernán Gonz4lez (Burgos, 1979), págs. 124-131.
25. &/idos•.. in aderato pretw. Nola.s sobrt 14 documenla.ciQn goda y condal (sigws VI-X). Public~óes da Sociedade
Portuguesa de Numismática (Porto, 1968), 7 págs.
363
[page-n-374]
[page-n-375]
Luis SILoo GAucHE*
;
;
LOS LIMITES ETNICOS DE LA TURDETANIA
Tuvimos la suerte de formar parte de los becarios
que cumplieron su tarea en el S.I.P. el último año en
que ejerció su dirección D. Enrique Pla. Tenía Pla la
costumbre de inspeccionar la buena marcha de los tra·
bajos apenas empezada la mañana, momento que
aprovechábamos para formular preguntas, bien fuera
porque, como inexpertos arqueólogos, nos hubiesen
surgido d udas en la catalogación, o simplemente por
el gusto de aprender de alguien que, como él, conocía
casi cada una de las piezas del museo, y a la perfección
las de La Bastida y Liria, fruto de tan largos años de
experiencia desde los lejanos tiempos del inicio de las
excavaciones en el Tossal de Sant Miqucl.
A lo largo de su carrera profesional se preocupó
Pla por ciertos aspectos deJa Cultura Ibérica, como la
cerámica bicroma o la de barniz rojo, cuyas relaciones
par~cfan apuntar a Andalucía. Estas relaciones no su·
ponen una identidad étnica entre las poblaciones ibéri·
cas valencianas y los andaluces turdetanos, y debe
abandonarse radicalmente la mención d e los pueblos
prerromanos del Bajo Guadalquivir como iberos, pues
no lo es su lengua ni ciertos asp ectos de su cultura material.
• C/. Linaru, 16, eac. B,
~-·
46018 Valencia.
Nos basamos par~ el presente trabajo en los datos
proporcionados por las fuentes clásicas, la epigrafía indígena, y los nombres de persona y lugar que aparecen
en la cpigrafia latina.
1. LOS TURDETANOS
1.1. FUENTES CLÁSICAS
Los autores de la Antigúcdad se ocupan en diversos Jugares de la identidad de los turdetanos como
distintos de los iberos, aunque al ampliarse el nom·
bre de Iberia a toda la península fueron denomina·
dos así todos sus habitantes, independientemente de
su etnia.
El Pseudo .Apolodoro (2, 5, 10) dice que Iberia se
encuentra entre los Tartessios y los Ligures.
Diodoro (XXV, 10) indica que Amílcar luchó contra iberos y tartesios.
Herodoros de Herakleia (Pseudo Skymmos de
Chios, 199) menciona que: «A orillas del M ar Sardo
habitan, en primer lugar, los lybifenicios, colonos car·
tagineses, después, según dicen, están los tartesios; a
su lado están Jos iberos• .
365
[page-n-376]
L. SILGO GAUCHE
Estrabón (ID, 4, 19) af'lrma que para los antiguos
Iberia se extendía desde el Ródano al Itsmo, dando a
entender que no se comprendían en Iberia las tierras
tartesias, al Occidente de Gibraltar.
Por último el mismo autor (lTI, 1, 6) hace referencia a la cultura de los turdetanos, que poseen una
«grammatiké», teniendo otras Jos demás iberos, pero
no la misma, pues sus lenguas son distintas.
1.2. LA TEORÍA DEL ORIGEN IBÉRICO
A pesar de lo que acabamos de ver se creyó durante mucho tiempo que turdetanos e iberos eran un mjsmo pueblo. Así lo creían todavfa a fines del siglo pasado Hübner y Schuchardt. En los años veinte y después
Bosch intentó demostrar arqueológicamente esta identidad, suponiendo que los tartesios era resultado de la
expansión de Jos iberos almerienses en época preargárica, y se pregunta si pueden verse elementos ibéricos
en los cinctes del Sur de Portugal y en los tartesios citados por fuentes tardías en el interior de Portugal
(BoscH, 1932: 185-86).
La iberidad de los turdetanos fue negada por Domingo Fletcher en su estudio de conjunto sobre la Cultura Ibérica; para este autor las fuentes clásicas son
ilustrativas a este respecto, y encuentra un matiz especial en la cultura turdetana: «explicable sin duda, no
sólo por el más persistente y prolongado influjo púnico,
sino también por los elementos básicos constitutivos de
su etnia desde el neolítico» (FLlmlUI.IR, 1960: 43 y 45).
El eminente profesor de Colonia, Dr. Jünger Untermann1 ha publicado diversos mapas lingüísticos que
d ividen la Península en tre una zona indoeuropea y
otra no indoeuropea o ibérica. El Algarbe, con sus topónimos en -b r iga , queda incluido en la zona indoeuropea. No obstante, opina Untermann, que hay que diferenciar las inscripcione.s «tartesias» de las ibéricas, y
que existe consenso en considerar que aquellas no reflejan una lengua indoeuropea (UN"rRRMANN, 1965: 18).
1.3. LA HIPÓTESIS COLONIZADORA
Esta hipótesis es muy antigua. Los exégetas de la
Biblia llegaron a la conclusión que Túbal, antepasado
de los tubelos, colonizó España procedente del Próximo Oriente. No hacían sino continuar en esto la saga
de H erakles, que para los antiguos había poblado la
península con medos, persas y armenios. En el siglo XIX y XX se contemplaba el Próximo Oriente
como inagotable fuente de pueblos y todo tipo de manüestaciones de la cultura material. No habfa trabajo
arqueológico que se preciase, que no acertara a resolver de una u otra manera el origen oriental del objeto
estudiado.
366
La hipótesis de una colonización oriental, formulada en d iversas maneras, ha sido un tópico de la erudición europea desde el Renacimiento. Pero para lo
que nos interesa, la h ipótesis del origen mediterráneo
de los turdetanos-tartesios, fue formulada por Gómez
Moreno (GóMEz MoRENO, 1905), basándose en la dispersión de la arquitectura megalítica. Los tartesios
procedían del Asia Menor, en La época de las invasiones de los Pueblos del Mar, siendo una rama de los tirsenos. Su imperio abarcaba no sólo el mediodía peninsular, sino que traspasaría el Tajo .i nf
utrándose en
Cantabria.
'Thl opinión se repite en dos trabajos posteriores
(GóMEZ MoRENo, 1949a y b). Sin embargo más tarde
parece inclinarse por un único substrato ibérico para
toda la Península, algo diferenciado ya en la parte meridional. J ugaba aquí, como en autores posteriores, la
mención del rCo Iberus hecha por Avieno, en un contexto en que se menciona La zona del Estrecho, lo que
ha b.echo creer a muchos investigadores que se refiere
a uno de los ríos que forman el estuario de la rfa de
Huelva (GóMEZ Moltl!NO, 1925).
.E n su discurso de entrada a la Academia de la
Historia el autor que comentamos restringe el ámbito
tartesio al Sur del Tajo y el Segura, asegurando que:
..lo decisivo serfa concretar la personalidad tartesia mediante asimilaciones con los cretenses o sus aledaños;
por ejemplo los filisteos» (Gó~t M oRilNO, 194-9e: 203).
Descürado ya el semisilabario ibérico, su experiencia le permite señalar diferencias perceptibles entre
el área ibérica y la turdetana, a la vez que concluye:
«es indudable que entre Andalucía y el Mediteuáneo
O r iental minoico hubo relaciones culturales, difíciles
de explicar sino por colonización remota; pero el argumento lingüístico aparece aún demasiado flojo para
apoyarla>~ (GóMI!Z M o RENO, 1949c: 204).
Recogiendo ideas ya añejas, Schulten desarrolló y
potenció la hipótesis de la fundación tirsena de Tartessos (SoHULTI!.N, 1922). Este autor concede una desmedida importancia a los mitos de la Antigüedad, a la confusa Ora MarlJimll y reconoce en las inscripciones del
Algarbe una escritura alfabética, •griega arcaica», donde lee la palabra «zaronabe», que relacionaba con el
«zarona.i» de la estela de Lemnos.
En La línea de Schulten, Antonio Tovar cree descubrir en las estelas del Algarbe un mundo distinto al resto de las inscripciones meridionales, una penetración
de elementos colonizadores. A su vez, pero contradictoriamente, el silabismo de la escritura del Suroeste no
puede proceder sino de la cultura egea del segundo milenio (TOVAR, 1952: 261).
Esta opinión es rectificada parcialmente en un importante trabajo, donde por primera vez se señala el alcance de las isoglosas ibéricas en Andalucía (TovAR,
1956: 81-83); separa allf las estelas del S.O. y la de Alcalá del Río del resto de las andaluzas y af1rma que están
[page-n-377]
LÍMITES ÉTNICOS DE LA TU1U)ETAN1A
redactadas en una lengua distinta del ibérico. Ellúnite
documentado de la lengua ibérica alcanzaría Obulco,
La Granjuela, Jódar y Granada, con la localización incierta de Ur ci.
Años después Tovar sigue pensando que la escritura del S.O. es alfabética, alaba la labor de Schulten y
afuma que la lengua de estas inscripciones «nos habla
de una colonización procedente del Mediterráneo
oriental, asiánica precisamente••. La lengua ibérica
empezaría a hablarse a partir del Guadalquivir Medio,
Sierra Morena, Almena y Sierra Nevada (TovAR,
1961: 5 y 9).
Todavía insistirá el mismo investigador en la dis·
tinción entre ibero y tartesio, y as( formula que los sufijos en -ipo1 en la desembocadura del Tajo y el Guadal·
quivir, probarían una colonización marítima (TovAR,
1964: 599). Poco más tarde señalaba ellfmite del domi·
nio ibérico en una línea oblicua desde La Granjuela a
Almcrfa, pasando por Granada, dejando abierta la posibilidad de la existencia de un substrato ibérico en te·
rritorio tartessio, a partir de la noticia de un rfo lberus
que Avjeno parece mencionar en esa zona (TovAR.,
1968: 491-97).
Tienen lugar por estos años dos contribuciones decisivas para clarificar el panorama de la escritura del
S.O., tartesia o turdetana. Gómez Moreno y Scbmoll
concuerdan en el sexnisilabisrno de la escritura meri·
dional y en su vinculación con la levantina. Aun con
lecturas dudosas SchmoU reconoce la inclasificabilidad
de la lengua estudiada (SOHMOLL, 1961). Gómez Moreno, si bien por una parte mantiene puntos de vista obsoletos (la escritura ••hubo de llegar aquí, ya organizada, desde el Mediterráneo Oriental hacia fines del
segundo milenio antes de Cristo, traída por aquellas
gentes que produjeron la cultura del Argar: mastienos,
bastetanos y bástulos, implantados sobre la primitiva
civilización tartesia en su territorio y quizá restringién·
dole poderlo»), por otra reconoce, con honestidad inte·
lectual que acredita su valía de científico, que la lengua
turdetana no encrontraba paralelos ni en el etrusco, e1
minoico ni en las lenguas orientales basta entonces co·
nocidas (GóMez M ORENO, 1961: 889).
Señalemos por último que en un trabaJo donde
mezcla inscripciones ibéricas y turdetanas, S. Wikan·
der creyó reconocer elementos indoeuropeos muy ar·
caicos: micénicos, h.ititas y licios (WIKANDER, 1966).
'Thvar se hizo eco de tales opiniones y anuncia que si
tales tesis se conflTlllasen, habría que pensar en una
lengua importada por colonizadores venidos del Mediterráneo oriental (TovAA, 1969: 34-2 y 345).
No habría confirmación a tal hipótesis, pero en los
últimos años una corriente de opinión, cuyo principal
representante es J.A. Correa, en base a algunas lecturas que no pueden considerarse defirutivas, cree descubrir en la epigraffa tartesia elementos indoeuropeos relacionados con el celta peninsular (Coa!UlA, 1983 y
1985). Esta hipótesis, lógica si consideramos los nombres indoeuropeos que aparecen en lápidas andaluzas
y del Alga:rbe en ~poca romana, nombres cuya indicación de origo se refiere varias veces a ellos como inmi·
grantes gallegos, es dificil de aceptar para el conjunto
de la epigrafia turdetana.
1.4. AUTOCTONÍA DE LOS TURDETANOS
Frente a estas hipótesis, Maluquer se adhiere a la
opinión de Fletcher, y a la vez que rechaza toda colonización, aun admitiendo la presencia de elementos in·
doeuropeos, aftrma que, en realidad: «e1 pueblo tartesio es el resultado de un proceso occidental milenario,
en el que cristalizan los elementos más diversos, continentales indígenas y mediterráneos» (MALUQ.lnR, 1975:
165-66).
No es dillcil demostrar que turdetano e ibérico son
dos idiomas distintos. Asf, en las inscripciones conocidas, la palabra ibérica seldar •«tumba», es sustituida
por otra que e.n nada se le parece: cabekecunii¡ ni aparecen los casos tipicos de la declinación ibérica: -wi,
-ar, -en, -te, -e. Tampoco han aparecido nombr:es ibéricos.
Respecto al indoeuropeo las inscripciones tartesias
no ofrecen los casos de la dcclinaci6n: -os/-us, -cum,
-oi, ·e, -ubos, -um, y están ausentes los nombres indoeuropeos peninsulares que aparecerán en ~pocas
posteriores.
No ha sido posible, y es previsible que no lo sea
en el futuro, r econocer una lengua semita, y, teniendo
en cuenta lo poco que conocemos del etrusco, minoico
y otras lenguas orientales, tampoco puede relacionarse
al tartesio con éstas.
En el estado actual de nuestros conocimientos la
lengua turdetana forma un grupo lingü[stico aparte,
uno más entre las lenguas no clasificables del Mediterráneo.
2. LÍMITES DEL DOMINIO
LINGÜÍSTICO TURDETANO
Para delimitar las fronteras de la Thrdetania etnográfica disponemos de las fuentes clásicas, las inscripciones en lengua indígena y la toponimia y antroponimia de época romana. Ahora bien, la vagedad de las
fuentes, la escasez de inscripciones, y la complej idad
de los movimientos de población en época romana, as{
como la temprana latinización de la zona, han impedido hasta el presente soluciones satisfactorias a este pro·
blema. Albertos, tras insistir en la intensa romanización que ha sumergido la onomástica indígena., afi.TIII.a
que es imposible (ALaRll10s, 1966: 277). De Hoz subraya la oscuridad que en el terreno de la lingiüstica
367
[page-n-378]
L. SILGO GAUCHE
ofrece Andaluda en los siglos V a Ill a.C., y que, en
época romana, es también, «extremadamente enigmática>•, si bien se pueden señalar algunos hechos, como
la fuerza de la colonización púnica, la presencia de elementos indoeuropeos dispersos, concentrados en alguna zona, como la Baeturia, y los elementos iberos en
Andalucfa Oriental: «Provisionalmente se podría hablar de una Andalucía ibérica y una Andalucía no ibérica o turdetana, poseedora de su propia lengua. sometidas ambas a fuertes penetraciones indoeuropeas, en
especial la turdetana- (Da Hoz, 1983: 369 y 374-).
2.1. LA TURDETANIA SEGÚN ESTRABÓN
Basándose seguramente en Poseidonios, describió
Estrabón la geograffa de la Thrdetania (GARO!A Y B'ELUDO, 1980). Para este autor: «Dicha región se llama
Baitiké, del nombre del río, y Thrdetania, del nombre
del pueblo que la habita; a estos habitantes llámaseles
turdetanos y t~rdulos ( ...) Dicha comarca, sita aliado
de acá del Anas, se extiende hacia el Estrecho hasta la
Oretania, y por el Sur basta la costa oomprendida entre las bocas del Anas y las columnas» (lll, 1, 6).
Amplía la descripción más adelante: ocLa Thrdetania, a la cual riega el río Baitis, extiéndege al interior
de esta costa por la parte de acá del Anas. Se halla limitada al Occidente y al Septemtrión por el curso del
Anas; al Oriente, por parte de los carpetanos y algunos
oretanos; hacia el Mediodía, por los bastetanos, que
habitaban la estrecha faja costera que se extiende de
Calpe a Gadeira y del Mar Exterior hasta el Anas.
También pueden adscribirse a ella los bastetanos, de
los cuales dije ya que habitaban en la Thrdetania, as(
como las gentes que ocupan el otro lado del Anas, y
gran parte de sus vecinos» (lU, 2, l).
La distinción entre turdetanos y túrdulos parece,
como se ha dicho en otras ocasiones, puramente semántica. En cambio Estrabón habla de unos bastetanos que habitan desde Calpe (Gibraltar) hasta el Mar
Exterior (Cádiz) y las bocas del Guadiana, comprendidos en la Turdetania, y de otros bastetanos que habitan
desde Calpe hacia Oriente: «el tramo de costa que va
de Calpe, cuyo monte está sobre las columnas, basta
Cartagonova, mide una longitud de dos mil doscientos
estadios, y en él viven la mayoría de los bastetanos a
1os que se suele llamar también bástulos y una parte
de los oretanos• (III, 4, 1).
Y poco después: .aras los celtíberos y en direcci6n
Sur, siguen los pueblos que habitan la Oróspeda y las
tierras que baña el Soukron. Estos pueblos son los edetanos, hasta Cartagena, y los bastetanos y oretanos
hasta cerca de Mala.ka».
Estas noticias, que como veremos en seguida son
bastante exactas, colocan a unos bastetanos desde el
Guadiana, o incluso desde la costa meridional atlántica
368
portuguesa, basta la zona de Gibraltar; y otros bastetanos cuyo territorio se prolonga desde cerca de Málaga
por J.a costa mediterránea hacia el Este. Estos segundos
son los auténticos bastetanos, de etnia ibérica, cuya capital epónima es Basti (Baza). Los primeros son Hastetanos, con capital en Hasta, herederos étnica y geográficamente de Jos tartesios.
La confusión entre Hastetanos y Bastetanos parece deberse a los copistas y exégetas, pues el erudito investigador Lucían o Pérez Vilatela ha tenido la amabilidad de hacernos observar que, efectivamente, en uno
de los códices aparece ocHastetanos».
El cuadro dibujado por Estrabón se ajusta al que
desarrollamos después conforme a los datos lingüísticos, pero aún hemos de hacer referencia a otro dato,
aportado esta vez por Plinio.
Cita este autor después de los Cellici de la Baeturia
otros Cellici que se extienden por las provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga. Esta noticia aparece solo en Plinio
(N.H. IU, 12) y es digna de ser comentada, pues ni la
toponimia ni la lógica pueden admitir tan profunda penetración céltica en una zona tartésica o turdetana por
excelencia. La clave parece estar en la ciudad de Celli,
citada también por Plinio en el convento Hispalense,
y que tal vez pudiera relacionarse con los cilbicenos
de Avieno (Or . Mar. v. 255, 4-42) o kelkianos de Herodoro (frag. 20).
Repitamos que la presencia de un núcleo celta de
cierta entidad en área tan meridional n o ha encontrado
hasta ahora confirmación por otras fuentes o la toponimia, aunque no sea ésta la opinión de Garcla Iglesias
(GARCfA I GLESIAS, 1971).
.2.2. EL LÍMITE IBERO-TURDETANO
En Ja actualidad conocemos, con relativa extensión, la antroponimia ibérica (UNTIIItMANN, 1987), y estamos en condiciones de establecer su alcance en Andalucla, con ayuda de datos toponímicos.
El nombre de lugar ibérico más occidental que seconoce es Duro (Alora), en la orilla derecha del río Guadalorce y poco al oeste de Málaga. Más a Occidente y al
Nonela toponimia no parece ibérica: Cartimo., Satpo, LacippoJ Singilia, biUispi. La existencia de un topónimo Calpe
en Gibraltar y en el Peñón de lfach no debe ser indígena, sino nombre dado por marinos griegos.
Por consiguiente ellfmite, que parli.da de la costa
mediterránea siguj.endo el curso aproximado del Guadalorce, tuerce al Este después de AJora, hasta llegar
al siguiente nombre típicamente ibérico: Durco (Pinos
Puente, Granada), e inmediatamente detrás Diberria
(Granada). Las leyendas monetales de lliberris: kntin
e ildurir, asf como el antropónimo Urcettar 'IUcaescenia (C.I.L. ll 2.067) confuman que nos hallamos en
territorio de lengua ibérica.
[page-n-379]
LOOTES ÉTN ICOS DE LA TURDETANIA
A partir de lluro el límite vuelve a subir hacia el
Norte, marcando una ligera curva que parte la provincia de Jaén, hasta encontrar el Guadiana en los alreded ores de Bailén. Al Este de dicha Unea encontramos
antropónimos ibéricos: Inailur (CIL U 5.923, Albánchez), Ciuu. (CIL 1'1 2.068, Albánchez), Galduriaunin (CIL II 5.922, J6dar), Unini... (CIL II 3.852, Ji·
mena), Lucretia Sergeton (CIL ll 2.114, Arjonilla), un
ilurconense de nombre Bodoo también en AijoniJJa,
en M ancha Real una Cornelia Silliboris debía tam·
bién ser ibera, y en Bailén Baritto (CIL ll 5.911) recuerda a Baretta de J átiva (CIL II 3.628).
Al Oeste los nombres indfgenas son turdetanos:
M . Semprooio Siaanoa y M . Sempronio Cantnec
(CIL ll 2.051, Antequera); M . Pompeiua !etnia, Fabia Aoirina, Pompeia Na110a, Q, Pompeiw Velauni1,
Ildrona Velauni1 f., lgalchia lldron1 f., Iunia Inaghana, Siaeanba Haononi• f. Velgana (CIL TI 1.585 a
1.595, Las Vfrgenes d e Baena), Anroa, Balienu•, Antiatia, Medianos (CIL 11 1619, Cabra), en Cádiz
Awetia, Haccunua, Summoi, Bannoi, Siaanna en
AguiJar, Sisen. uboreo.aia en Cañete la Real, Urcbail
Atitta f. (Alcalá del Río), Atitta (Carmona y La Maiena), Attariw (Arcos de la Frontera), Attiaow (Alcolea
del Rfo), Attiaaga (El Arahal), Attunna (Montoro),
Calua, Acclenut, Annia (Córdoba), Caccosa (CIL U
1.512, La Luisiana), Qacoaua ('frujillo), Dnbcrt.i g
(CIL ll 11.487, Ecija), Tarpulia Sauni f . Sunna. (CIL
ll 1.302, Cabezas de San Juan), Baxo (CIL 1I 2.060,
Loja) (At.aERTOS, 1.966: 277).
Parece haberse producido una mezcla de elementos ibérkos y turdetanos en el Alto Guadalquivir, pues
mientras que los topónimos lpoka (Obulco) y Castiú
(Castulo) no son ibéricos sabemos sin embargo que
eran ciudades de los iberos oretanos y sus magistrados
llevan nombres ibéricos, aunque se encuentre también
Siscia en Linares, Suiren en Porcuna y Fidentia Cosana en Jaén (CIL li 3.373), as{ como un ipolcobulense fallecido en Alcalá la Real llamado Praiu• (CIL II
1.643), nombres turdetanos. l . Beisacci (CIL II 3.380)
y C. Maolio lberaridi (CIL Add. 238) de Jaén debían
ser ibéricos.
Las inscripciones tartesias de Alcalá del Río, Villamanrique de la Condesa y Puente Genil probaban
la existencia de la lengua turdetana en el Bajo Guadalquivir. La antroponimia de época romana, aunque con
escasos datos, prueba que el dominio debe extenderse
a todo el valle medio de ese rfo, hasta Andújar y Montoro. La estela de Siruela, as{ como los nombres Ania
Sitania (CIL ll 2.368) y Sempronia Attina (CIL ll
2.369) de Belalcázar documentan su extensión hasta el
Guadiana.
Contrastando con lo que acabamos de ver se ha
situado en la ria de Huelva un rfo Ibero citado por
Avieno aproximadamente en esa zona. El pasaje dice
que de este ño Ibero ,.muchos sostienen que de él han
recibido su nombre los fberos y no del río que corre
entre los inquietos vascones. Y toda la tierra que está
situada en la parte oriental del dicho rfo es llamada Hiberia, en cambio, la parte occidental es la que contiene
a los tartesios y a los cilbicenos» (Or. Mar. 248-55).
Dado que la existencia de una Iberia en Huelva
se contradice con los datos epigráficos, toporúmicos y
con los de otras fuentes clásicas es obligado suponer
una mala interpretación por Avieno de su fuente, lo
cual no constituye ciertamente una excepción, y que
este rfo Iber es el Ebro o bien otro río del mismo nombre de la costa mediterránea.
2.3. EL PROBLEMA DE MASTIA
Las fuentes más antiguas referentes a la PeJÚDSula
(Hecateo, la Ora Marltima, Herodoro) hablan de los
mastienos o masienos como un pueblo ligado a los tar·
tesios.
Según H erodoro: •Este pueblo ibérico que habita
la costa del Estrecho recibe varios nombres, siendo uo
solo pueblo con distintas tribus. Primero, los que habitan la parte más occidental se llaman cine tes (después
de los cuales, yendo hacia el Norte, se encuentran los
gletes), después los tartesios, después los elbisinos, después los mastienos, desp ués los celcianos, y después se
encuentra ya el Estrecho...
Teopompo (en Estéfano de Bizancio) dice que «la
tierra de Mastia está sometida a los tartesios».
Polibio (lli, VI) habla de Mastia de los tartesios
como el punto occidental que no podían sobrepasar las
naves romanas en el tratado romano-cartaginés del 348
a.C.
Se supuso habitualmente que estaba en Andalucía
hasta que Schulten (ScHULTl!N, 1922), al que han seguido Bosch (BoscH 1932: 177, 265, 306, 307, etc.),
Antonio Beltrán (BJU.TAAN, 1946), Juan Álvarcz Delga. do (Á.LvARez DELOADO, 1953), Garcfa y Bellido (GARClA
v BELLIDO, 1980), Thvar, Almagro Basch y la casi totalidad de los autores, la situara hacia Cartagena o en
esta misma ciudad, siendo una de esas aflMXlaciones
con poco o ningún apoyo y q ue se repiten por inercia.
De acuerdo con el mapa que hemos trazado ante·
riormente no es posible que los tartesios hayan llegado
tan al Norte en época histórica y por consiguiente preferimos llevar M astia a algún punto del litoral entre
Cádiz y Málaga.
La obra de Festo Avieno no aporta, como siempre,
grandes precisiones: .A partir de alU el puerto Namnatio se curva cerca de la ciudad de los masienos desde
mar adentro, y en lo más profundo del golfo surge la
ciudad Masiena, de elevadas murallas. A continuación
sobresale el M onte 'Jrete, y al lado está la pequeña isJa
Strongile. Luego, en los confines de esta isla, extiende
su gran superficie la inmensa marisma. Allí llega arras369
·.
[page-n-380]
L. SILGO GAUCHE
trándose el río Teodoro (no te cause estupor que en este
lugar feroz y bárbaro percibas su n.ombre en voz griega). Los fenicios habitaron antiguamente estos lugares.
Desde aquí de nuevo se extienden las arenas del litoral
y esta costa la ciñen ampliamente tres islas. Aquí estuvo en otro tiempo el limite de los tartesios. Aquí estuvo
la ciudad de Rema. La tribu de los gimnetes estuvo
asentada en estos lugares".
Esta noticia puede ponerse en relación con el siguiente pasaje de Estrabón (ID, 17) que se refiere a
Carteya, ciudad perfectamente localizada en el fondo
de la baMa de Algeciras por Mela (11, 96), y que según
este autor y Plinio (III, 8, 17) la gente creía que era
Tartessos: «Entre la parte del litoral donde desembocan
el Baitis y el Anas, y el extremo de la Maurousia, una
invasión del Mar Atlántico ha formado el estrecho de
las Columnas, por el que hoy comunica el Mar Interior
con el Exterior. Aquí, entre los iberes que llaman bastetanoi, conocidos también por bastuloi, se levanta el
monte Kalpe. Al salir navegando de nuestro mar y entrar en el Exterior, se queda a la derecha. Más lejos,
a cuarenta estadios, se ve la ciudad de Karteia, ilustre
y antigua, antes estación naval de los iberes. Algunos
atribuyen su fundación a Herakles, y Timosthénes,
que es uno de ellos, dice que antiguamente se llamó
Herakleia, y aún eran visibles su gran recinto y sus arsenales».
El hecho de situarse la frontera bastetana en Gibraltar y situarse cerca de ellas una ciudad ya en la antigüedad reputada de ilustre y antigua, confundida con
Tartesos, hace probable que sea aqur donde deba situarse a Mastia, refiriéndose el tratado del 348 no a
Cartageoa, sino a la bahía de Algeciras, con el estratégico punto de Gibraltar. El hecho de que la «Ora" añrme que, aproximadamente en el litoral de Mastia, habitaron los fenicios, no tiene porqué referirse a la
fundación de Cartagena, pues lo mismo afirman las
fuentes clásicas sobre Carteya.
2.4. EL LÍMITE CELTA-TURDETANO
Las fuentes escritas nos hablan de túrdulos al Oeste y Norte del Guadiana. Ya hemos visto como para Es·
trabón (Ill, 2, 1) podían adscribirse a la Turdetania las
gentes que ocupaban el otro lado del Anas y gran parte
de sus vecinos. Ptolomeo considera túrdulo el Sux de
Portugal hasta Setúbal y desde el Anas, ocupando las
ciudades de Salada (Alcacer do Sal), Myrtilis y Pax
Iulia (Beja). Estrabón (ill, 2, 15) sitúa Emérita entre
lo.s túrdulos.
Mela (3, 8) y Plinio (4, 113) colocan unos turdulii Vlteri al Sur de la desembocadura del Duero, y Mela amplía la referencia a los oppidtz de los túrdulos al Norte del
'Thjo. Plinio (4, 112) hace referencia a los túrdulos, separados de los bracarenses por el Duero, y a unos turdulü bar·
370
di1i en la Lusitania (4, 118). Entre los oppida túrdulos hemos de incluir Olisippo (Lisboa) y Collippo (Leiria). La
epigraffa confirma la existencia de esta comunidad, qn
Lugariua, turdulua vetua, fue sepultado en Vila Nova
de Gaia (Douro Litoral) del mismo sitio de donde procede otro Uamado S~ptaniua; uno más, de nombre Mantaul, en Coria (Cáceres) (AuseJtros, 1985: 310).
El problema reside en aceptar que gentes de estirpe turdetana hayan ocupado una gran parte de la posterior provincia lusitana cuando de acuerdo a los estudios antroponímicos de Leite, Palomar, Albertos,
Blá.zquez y Untermann, entre otros, la región debe
considerarse celta y otras informaciones de las fuentes
clásicas confirman profundas penetraciones lusitanas
hasta más allá del Guadiana.
Sin embargo las estelas deJ Algarbe y las inscripcione- tartesias de Cañameros, Almo.roqui y Montfras
güe, en la Extremadura española, asf como algunos
grafitos (Msr..r..o B11LRAO y V AA.Bl.A GoMllS, 1985), entre
el Guadalquivir y el Tajo, confirman que en algón momento debi6 existir una unidad étnica no indoeuropea
en esa región.
El conjunto epigráfico turdetano puede fecharse, a
partir de las estelas de Neves (GARcfA PIUU!IP.A y CoRREA,
1985) y Villamanrique de la Condesa (CoRJU!A, 1978),
desde finales del siglo V a.C. En re esa fecha y las Guerras Lusitanas es cuando debe producir.se la expansión
celta en territorio túrdulo. La celtizaci6n no debi6 ser total, pues a mediados del siglo n a.C. todavía existían los
cuneos como etnia en el Sur de Portugal, según Apiano,
y la ceca atribuida a Salacia (Cetoipum) acuña con posterioridad al 133 a.C. Untermann (UNT&RMANN, 1963) y
Blá.zquez (BLJ.zQ.uEZ, 1961) se han referido a esta expansión tardía de los celtas hacia el Sur, que alcanzaron a
conocer, y combatir, Jos romanos, si bien Blázquez
(BLÁZQU8Z 1 1979) señala ya indoeuropeos en el siglo Vffi
en Huelva, a partir de los datos arqueológicos proporcionados por el depósito de la ría de Huel va y el poblado de
El Carambolo, lo cual e$ discutible.
Manuel Maia (M.u,., 1985 y 1987) expone la misma hipótesis de una expansión lusitana en el Centro
y Sur de Portugal, desde una época comprendida entre
el Periplo y Herodoto, de finales del siglo VI o inicios
del V a.C., hasta un momento en las postrimerías del
siglo Ill a.C. Pérez Vilatela ha estudiado detenidamente el problema de los lusitanos con exhaustiva documentación (P1REZ Vll.ATEt.b, 1987).
3. CONCLUSIONES
Resumiremos brevemente Jos principales puntos
dilucidados:
l. Los turdetanos, etnia heredera de la tartesia, no
son iberos ni indoeuropeos, sino que forman un grupo
lingüístico distinto.
[page-n-381]
LA TURDETANIA PRERROMANA
....., ..........
...
.......
............
.......
........
........
....
..........
Lfmiu probabu ibero-turtktano
Máxima txtensiln stptenlrional lurd4tana
2. Los bastetanos de que habla Estrabón, de Gibraltar al Guadiana, son bastetanos, cuya capital (Has·
ta), identificable con Tartessos, fue cabeza de un estado
poderoso.
3. Se establecen las fronteras lingüúticas con el
ibérico, que deben ser colocadas más al Este de lo que
hasta ahora se creía.
4. Debe abandonane la hipótesis que sitúa Mastia
en Cartagena, pues su localización corresponde al área
del Estrecho, tal ve2 en Carteya.
5. Las fronteras de los dominios lingüístico
céltico-turdetano aparecen confusas, debido al proceso
de penetración de estas lenguas en el área turdetana
al parecer desde finales del siglo V a.C. Pero no hay
+
Máxima expo.nsiln celta hada el Sur (s. O a.C.)
Inscripcilmes lurtklanas
hasta ahora evidencia de la existencia de un pueblo céltico entre las provincias de Málag8.t Cádiz y Sevilla.
NOTA
En prensa este artículo hemos leído el artículo de Luis
A. Garda Moreno (GAACIA M o!U!No, 1990). Coincide este
autor en situar Mastia en el Estrecho y más concretamente
en Carteya. Por otra parte lalectura de ediciones antigüas
de Estrabón nos ofrecen la forma Astitanos, y no Bastetanos, en las costas gaditanas, conforme habíamos deducido. El lfmite de los Tartesios del tratado romanocartaginés corresponde entonces a Gibraltar.
371
[page-n-382]
L. SILGO GAUCHB
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[page-n-383]
Carmen
A LFARO GINBR •
SAGUM HISPANUM. MORFOLOGÍA
,
DE UNA PRENDA IBERICA
El vestido antiguo fue, en general, de una gran
sencillez de realización, pero no tanta como vulgarmente se cree, sobre todo si pensamos en los mecanismos t~cnicos empleados para ello. Está muy lejos, no
sólo en el tiempo sino en la concepción básica, de nuestrOs indumentos, integrados por piezas pequeñas, cosidas basta constituir casi fundas del cuerpo, que mantienen la figura de éste aun cuando no lo est~n
cubriendo. Puede afirmarse que el vestido antiguo
(griego, romano, ib~rico, etc:.) no adquiere su aspecto
y funcionalidad hasta que no está sobre la persona que
lo porta. Es el cuerpo humano el que condiciona su
etc.) hay que concebir una manufactura de adición de
piezas de tela tal como salen del taller del tejedor o tejedora; para efectuar la unión entre ellas eran empleadas costuras verticales. De este modo se conseguían anchos más idóneos para la función que cada manto
recibiera; ffbulas y modos más o menos prácticos o elegantes de colocarlos (condicionados por la tradición de
las distintas áreas geográficas y culturas) bañan el resto, hasta surgir la diversidad de tipos que la iconograffa
nos transmite. Por consiguiente -en contra de la idea
muy repetida desde antiguo y que no ha tenido en
cuent.ra trabajos concretos, como el citado de Wilson-
forma•. Lo más corriente es que nos encontremos
vestimenta clásica no equivale a ausencia total de cos·
turas ni de cortes en las piezas de tela. No tendrían explicación, si no fuera as(, los apr:oxJmadamente seis
metros de anchura de la loga tardo-imperial (Wu.soN,
1924: 102, fig. 59), los tres del himaJion o los casi dos
metros del propio sagum hispánico. Ningún telar de la
época hubiera podido acometer obras de semejante envergadura. Pero es que, ademá!, existe una cuestión
técnica y de lógica que impide pensar que el ancho de
estas vestimentas correspondiera a la longitud de la
pieza elaborada en el telar y no a su anchura. Efectivamente, en el trabajo con el telar vertical de pesas la urdimbre condiciona la longitud fu tura de la tela; sus hi-
ante piezas de tela que una vez terminadas de tejer, no
eran cortadas, sino empleadas en su totalidad (himaJüm,
pepliJs, etc:.). En determinadas ocasiones, sin embargo,
éstas eran modificadas, o mejor, recortadas en sus esquinas o en áreas máa e.x tensas. El ejemplo más claro
en este sentido es el de la amplia wga romana, que siguió una compleja evolución formal desde la época republicana al Bajo Imperio (Wn.soN, 1924, pa.rsim).
En general, en todos los grandes mantos de carácter externo (himation , IIJga, sagum, lluM, /JfÚJIIiiJ.mmtum,
•
Opto. de Historia Anúgua, Univcnitat de
Val~ncia.
373
[page-n-384]
C. ALFARO OlN.I?.R
Fag. 2.-
los penden verticalmente y son inmovilizados por las
pesas, que las excavaciones nos proporcionan en cantidades ingentes para el mundo ibérico. La trama, en su
corto ir y venir, se dedica a fijar esa urdimbre y proporciona la futura anchura del paño. Los hilos de la urdimbre son los más duros y resistentes; colocar el tejido, por tanto, respetando el sentido vertical de la
urdimbre es algo com6n hoy (pieza que cae «al hiJo,.)
y lo fue entonces, pues evita que éste se descuelgue y
se deforme al cabo de un tiempo. Lo cual nos lleva necesariamente a postular la existencia de costuras verticales en todos los casos (toga, himaJion, sapm, etc.).
1bdo lo dicho no contradice en absoluto la extendida idea de que el vestido externo del período clásico
estuvo asociado a los drapeados, al movimiento armonioso de la tela y al modo de colocación de aquélla sobre el cuerpo. Ambos hechos son perfectamente compatibles. Dos anécdotas que nos transmite Eliano ( W2r.
Hist. VII 9 y JO) son muy significativas. Según una,
Foci6n y su mujer compartían un mismo manto; cuando lo llevaba él era un himaJüm masculino, pero cuando
se lo pusiera ella, se convertirla en una pieza femenina
(¿una especie de /JI/Jitn sujeto con ffbulas en Jos hombros, o un manto amplio?). Según la otra, Sócrates
propuso aJantipa que saliera con su himatüm en la pro·
cesi6n de Atenea, sugerencia que revela cómo la ambi-
37+
&,um Rispani&um.
valencia de cierto tipo de piezas de indumentaria debfa
ser frecuente; quizás el carácter más rudo del himatüm
masculino, que una vez adaptado a las formas femeninas seguiría delatando su origen, sería la causa de que
la presumida Janripa rehusara ponérselo.
Entre las diferentes piezas de carácter externo del
vestido ibérico, y contando con la influencia de las colonizaciones (sobro todo la romana), podemos distinguir unas plenamente propias y otras muchas adquiridas o asimiladas; pero dentro de este cuadro general
cabe señalar la existencia de fenómenos independientes
que, siguiendo una evolución paralela, produjeron resultados semejantes a los obtenidos en otras sociedades. Sin duda, ~se pudo ser el caso de la capa o abrigo
que denominamos sagum.
El término sagoslsagtm es para Holder (1904, ll: col.
1289, s.v.) voz dltica, que designaba una prenda de
vestir entre los galos. Sagum con el sentido de manta o
gualdrapa -valor que conserva en la lengua latinaposee también, para Emout-Meillet (1959: 589, s.v.),
claro origen c~lti co. En latín aparece la forma sapm ya
desde Ennio (Ann. 508 s.) y sagulum desde Varr6n (Men.
170 Büch.).
El problema de precisar los orígenes del sapm
como indumento y explicar su presencia entre diversos
pueblos es, en verdad, diffcil de resolver, ya que se tra-
[page-n-385]
SAGUM HISPANUM
Fig. 3. - Grupo &dntú di Osuna.
ta de una forma de abrigo que me atrevirla a calificar
de • natural,. y que, con variantes, debió de utilizarse
desde muy antiguo y, de manera independiente, en numerosos lugares. La repetida aseveración del origen
galo del sagum (el indumento y la voz para determinarlo) no se sostiene muy bien'. Porque el esgrimido
fragmento de Polibio en este sentido sólo dice que los
insubrcs y los boyos, dos tribus galas, en sus luchas con
los romanos llevaban las brtWU (pantalones largos) y el
sagum'; en el mismo plano podemos situar las noticias
de César (B.G. V 42) y de Estrabón (IV 4, 3 (C 196];
el nombre sdgos se usa con carácter general). Es más,
encontramos muchas otras citas que expresamente hablan del sagum ibérico, o mejor hispánico (Tito Livio
XXVII 19, 12; Diod. XXXill 16, l; Estrab. TII 3, 6
[C 154); Ap., lber. 42 s.) del ligur (Estrab. IV 6, 2 [C
202), aludiendo a los sagos ligustinos) o del africano
(Edia. Diodet. 19, 61). Da la sensación de que sagum
para los latinos fuera una palabra que designaba los
distintos tipos de mantos que la conquista y la romanización permitieron ir conociendo a lo largo y a lo ancho del M editerráneo, aunque siempre aplicada a un
determinado estilo de abrigo-capa.
La forma del sagum ltirpamnn era rectangular, según
la iconografla, sin que a ello obste - posteriormente lo
veremos- el que determinados autores antiguos califi-
qucn su configuración como «cuadrad&JO•. Apiano suministra el dato de que los tusones de la ciudad de
Complega usaban unos himatia dobles y grasientos,
puestos como una clámide, a los que se daba el nombre
de sdgoi. Sin duda se refería a un trozo de tela grande
más o menos cuadrado, como era el lrimalion, que una
vez d oblada adquiriría forma rectangular y sería colocada como una clámide (vid. fig. 1). N o obstante la clámide do los griegos, la l4urna de los romanos (Kot.~~,
1973: 116 ss.), no se colocaba doblada sobre sf misma
(vid . fig. 2); se trataba de una pieza mucho más liviana
y fácil de llevar, dado que, según parece despr~derse
de las representaciones artísticas, es relativamente corta y cubre j usto hasta las rodillas. Sea como fuere, ambas prendas - la clámide y el sagum, más pesado por
ser doble y porque generalmente llega basta casi los
tobillos- permitían una buena movilidad al portador;
una ffbula ayudaba a sostenerlas sobre el hombro derecho, quedando as{ abieno todo aquel flan co y facilitando la salida del correspondiente brazo. De manera que
el sagum hispánico se acerca al himalion por el tamaño
de la pieza extendida, y a la ligera clámide por la forma
de sujetarse en el h ombro derecho, aunque debemos tener en cuenta que la iconograffa muestra cómo la clámide cubre también a menudo el hombro izquierdo,
mientras que el sagum su ele ir como replegado b~o el
brazo de ese costado y, por tanto, lo deja en libertad;
de otro modo el peso del denso manto obstaculizada
totalmente la salida de aquella extremidad. No ocurre
as{ en la corta clámide. Un buen ejemplo puede ser el
de la figura 3, el bello y muy romanizado grupo de
Osuna; completamente levantado, el abrigo de suave
lana deja al aire el brazo izquierdo a la vez que genera
unos simétricos pliegues, que aumentan la plástica del
drapeado y el sentido frontal, casi egiptizante, del conj unto.
En el relieve escultórico de la Albufereta de Alicante (fig. +) es donde se aprecia mejor la forma de colocación y la sensación de pesantez de la tela del sago
hispánico. Pero la mejor manera de delimitar con cierta exactitud las características del mismo podría ser la
de confrontarlo sucintamente con algunos de los tipos
parejos. El sagum galo no era de un solo tono¡ parece
que, por regla genera, estaba decorado con fr anjas de
colores incorporadas en el mismo tej ido~. Diodo ro
deja incluso entrever que el dibujo a base de rayas se
alternaba con el de cuadros apretados, es d ecir, unos
junto a otros como un damero multicolor'. Esta visión de un sagum de colores se nos da repetidamente7 •
La lana del sagum galo era recia, pero suelta de mechón, o sea, algo peluda en ocasiones (Estrab. IV 4, 3
[C 196)), lo que traerla como resultado un manto de
gran abrigo. Pero, por otro lado, de un texto de Polibio
(ll 28, 7) podemos colegir que este sagum no era el único entre los celtas, ya que refiriéndose a los insubres
y a los boyos de la llanura del Po escribe que llevan de
375
[page-n-386]
C. ALFARO GlNER
1
1
1
1 1
1
1
1
1 1
1 1
1 1
1 ,
"
Fig.
~.-
&lierH de 14 Alhll:fore14 (Alieatúe),
piiT~
dnt&M..
entre los ságoi, los ligeros, es decir, como si los galos dispusieran de, al menos, dos tipos de sagos, unos finos
y otros de más abrigo. Lo mismo viene a ratificar Diodoro (V 30, 1) cuando nos asegura que los galos úenen
abrigos pesados para el invierno y simples para el
verano.
Thnemos, por tanto, dos primeras diferencia.s entre el sagum galo y el hispano: el primero reunía colorido (rayas o cuadros), así como esa duplicidad de grosores, mientras que el segundo, como más adelante
veremos, poseía eminentemente tonos oscuros y lisos,
y probablemente existía un único tipo del mismo. A su
vez el Edicto de Diocleciano (19, 72-73), aunque pertenece a una época más tardía, nos traduce una realidad
que debió de existir también en siglos anteriores. Nos
referimos a la calidad de Las manufacturas de las distintas áreas del Imperio R omano, que se refleja en sus
precios respectivos. Si el sagum africano valfa 500 denarios (era el más barato) y el galo costaba 8.000 denarios, quiere decir que habfa en el mercado una gradación que respondía sin duda a una mejor o peor
calidad de la lana, de la tela y del acabado en general,
as{ como tal vez a un encarecimiento de los costos por
la mano de obra empleada o por la fama en el mercado
de cada una de las piezas. Pero no conservamos noticias del precio con que se cotizaba en esta época el sa376
Fig. 5.- Ptq!Uño Bronu. A.O. XXXVII, n.• 22l
gum hispano, ni tan siquiera de si la confección se vendía, y en tal caso si era con su •nombre de origen•.
No lo hemos podido verificar en ninguna fuente,
pero según algunos autores (MARQ.UMM, 1882: 549¡
Sc Hui..T?.N, 1914: 188) el sagum galo llevaba a veces
mangas. Realmente esta suposjción no parece tener
muchos visos de verosimilitud, dado que para ello sería
neceario un corte especial y un cambio radical de la
prenda. Pensamos que el error se debe más bien a una
mala interpretación de los relieves estudiados, por haber tomado las mangas de la túnica que suele ir debajo
como pertenecientes al abrigo.
El sagum itálico, tal vez originario de La Liguria
(Estrab. IV 6, 2 [C 202] Jo da como vestimenta típica
de los Iigures), se representa en los relieves romanos
como una capa corta (algo más arriba de la rodilla),
recogida bajo el mentón por una f'fbula que dejaba ambos brazos libres. Su carácter acenruadamente militar
aparece bastante definido (TH&>ENAT, 1918?: 1008, nn.
37 ss.).
Interesa ahora delimitar el tipo de sagum hispano
a través de las características que las fuentes nos transmiten y observando atentamente los ejemplares que la
plástica nos depara. La documentación escrita nos comunica la existencia en la Península de lana negra, no
muy corriente por otra parte en el resto de las regiones
[page-n-387]
SAOUM I:USPANUM
mediterráneas (AU'.uo, 1984: 37). Coincidiendo plenamente con ello encontramos un elevado porcentaje
de citas en las que se nos habla del sagum ib~rico, celtib~rico o hispano, como de un abrigo n egro, oscuro, debido al color de la materia prima empleada en su manufacturación, sin m ás tintura posterior'. Sin
embargo también es lícito pensar en la existencia de un
sacum de color natural, sin que éste fuera necesariamente el negro. De un tipo o de otro la producción debió ser alta, y para ratificarlo basten las tantas veces
citadas noticias sobre los impuestos que muchas tribus
indígenas (o mejor sus ciudades) debían pagar a Roma
como gasto de gueua'.
Si de la forma del sagum ya hemos anticipado algo,
podemos analizar ahora sucintamente los datos que
nos proporciona la plástica, haciendo sobre todo hincapié en los pequeños bronces votivos de los santuarios
ibéricos. Desde luego hay que lamentar la falta de una
estatuaria similar entre el numeroso sector de los pueblos no ibéricos, pero la gran variedad de ejemplares
hallados en el Este y en el Sur de la Península es nuestra mejor ayuda en este punto (ÁLvAu:z·OsoRTo, 1941;
GARCIA BELLIDO, 1954; ARRfBAS, 1965; NICOLlNI, 1966:
116·155 y 1967: 60 ss.; TARRADI!LL, 1974). De la estatuaria de bronce resulta muy complejo, por no decir
imposible, establecer una clasificación cronológica o
una evolución de estilos; de ahí que la bibliograffa
agrupe estas piezas, normalmente, por tipos genéricos.
En todo caso se fechan, de forma global, en un período
de tiempo que iría de los siglos fV· IIT a.C. al U d.C.
(GuctA Bwmo, 1954: 466-474).
Con respecto al sagum representado a través de este
material creemos que hay que identificarlo en lo que,
para Nicolini (1967: 63), son los llamados mantos del
.. tipo o .. (mantos de doblez muy larga o mantos dobles). Incomprensiblemente este autor les atribuye, sin
ningún fundamento, una cronología elevadfsima («anteriores al s. IV a.C. y no posteriores a él»). Tanto
Apiano (lber, 42) como lsidoro (Orig. XIX 24, 13), las
dos fuentes que, como vimos, hablaban de los sagos dobles de los iberos, no permiten, desde luego, sacar conclusiones cronológicas de este tipo, y al mismo tiempo
todos estos bronces carecen de una estratigraffa clara
que los pueda fechar. Sin duda pudieron ser más t.ard1os, y el claro testimonio de Apiano, basado en .Posidonio, prueba la existencia de tales prendas con posterioridad a esta fecha.
Como podemos apreciar en las figuras 5-7 (el número inferior corresponde al del catálogo de ÁlvarezOsorio), se reproduce en ellas de una manera muy esquemática la forma de manto doble, cuadrado y de aspecto recio a que aludíamos antes. El pequeño tamaño
de estos bronces, como ya indicaba Nicolini (1967: 61),
hace diffcil calibrar la representación de las telas dobles, y si se arrugan o no bajo el brazo. Personalmente
creemos que el broncista que los hizo trató de esque·
matizar al máximo el efecto de este tipo de manto, más
homogéneo sin duda de lo que pretenden Nicolini y
otros analistas de la indumentaria antigua a partir del
arte. U na simple incisión puede querer encubrir una
fuerte cantidad de tela doblada o plegada: es la simpli·
cidad de lo •arcaico»; incluso, a veces, ese plegado del
sacum desde el hombro derecho huta pasar por debajo
del brazo izquierdo se mezcla y se confunde con éiertos
detalles en relieve, que pretenden sugerir algún tipo de
correajes del guerrero para sujetar a la espalda su eutra
(vid . fig. 8).
El relieve en piedra procedente de la Albufereta de
Alicante es sin duda el que parece más fiel a la realidad. En él distinguimos la tela doblada casi en dos so·
bre sf misma, pasando bajo el hombro izquierdo y suje·
ta con una ffbula (?) sobre el derecho. La tela que
sobra, una vez prendida la f!bula, cae paralela al cuer·
po, formando unos pequeños pliegues. Precisamente es
este detalle el que desaparece en las figurillas de bronce; tan sólo una raya incisa, paralela al borde abierto,
parece indicarlo a veces.
Al esquema del sagwn antes de ser puesto alrededor del cuerpo no creemos que fuera, sin embargo, un
cuadrado perfecto. Observando detenidamente nues·
tros ejemplos, podemos comprobar que al menos la tela
inferior debería tener una altura aproximada de 1'25
m. (desde el hombro al tobillo); añadámosle un metro
más para la teJa superior y obtendremos· una longitud
total de 2'25 m. R especto al ancho del manto parece
evidente que los 2'25 m. aproximados, calculados para
la longitud, rebasarían los límites de lo necesario, sobre
todo si adjudicamos una complexión media a los hombres de hace dos milenios. Una anchura cercana a los
1'80 m. parece máa acorde con la realidad escultórica.
Ello daría una tela que, recién salida del tela~. tendría
unos 90 cm de anchura; asf pues, para la confección
de la prenda se emplearían lo que podríamos llamar
(con la terminolog(a actual) dos «caldas.. de 90 cm,
unidas mediante una fuerte costura. Con tal anchura,
una vez doblada la tela y puesta alrededor del cuerpo,
se puede obtener perfectamente el efecto diseñado en
el relieve de la Alhufereta, en donde se aprecia con cla·
ridad el .replegado de la teJa doble bajo el hombro izquierdo.
Los bajos del sago, tal como se representan en la
estatuaria, dan siempre la sensación de seguir una lfnea horizon tal homogénea. Sobre un modelo viviente
ese bajo por completo horizontal se logra fácilme.n te
cuando se recortan las esquinas inferiores de la tela. La
figura 9 muestra la forma que proponemos para el sa·
gwn, ligeramente curva en el borde inferior, pero sin
modific.a r los ángulos rectos por la parte superior, de
suerte que éstos, aunque colgaran ligeramente bajo el
brazo derecho, no estorbarían la libertad de movimiento. Lejanos paralelos de este detalle pueden verse en la
pintura de algunos vasos griegos, en donde incluso se
377
[page-n-388]
C. ALFARO ClNER
Fif. 7. -
Fif. 6.- Plt{wM Brona. A .O. LXIII,
1t.•
458.
Fif. 8.-
378
PequñiD Brona. A.O. CXXll.
Pn¡wiW Brnu. lnsl.
Hallo di Dora ]UIIII.
11. •
53.
[page-n-389]
SACUM HlSPANUM
NOTAS
-------- -- -- - -- --- - -- --- - -
Fig. 9.- Forma dtl sagum uúndiM.
aprecian los pequeños glandes que, con su peso, remarcaban la verticalid ad de Los ampljos himaiia (K.EuLS,
1983: 225, fig. 14.34a y 1+.34b; 226, fig. 14.35). El relieve alicantino no Jlega a esa exactitud en la transmisión de la idea, pero se acerca a ella bastante, sobre
todo si se tienen en cuenta las diferentes posibilidades
plásticas que bay siempre entre pintura y escultura,
con ventaja para la primera.
Esta forma, que retoca levemente la figura del rectángulo, no impediría los otros usos del sagum que los
autores antiguos nos transmiten: cubrirse el cuerpo a
La hora de dormir (Estrab. ill 3, 7 (C 155)) -sus ilimeruiones son muy adecuadas para tal efecto-, servir
de improvisada vela (Tácito, Hist. V 23), acarrear tierra cuando se carecía de otro medio de transporte (C~
sar, B.G. V 42), etc. Sin embargo, desde el punto de
vista de su aspecto externo, colocado sobre el cuerpo,
esa modificación que proponemos no le privaría del carácter de prenda rectanguJar y «cuadrada.. (entendiendo el t6rmino latino quadratu.r no referido a la forma de
la pieza cuando está desplegada, sino al hecho de que
son cuatro Las superficies que lo constituyen, dos en la
parte delantera del cuerpo y dos cubriendo la espalda).
a La bibliografía aobre el particular ea abundante y el tema
ba aido tratado dcade antiguo: HauDY, 1922 y RuoNn, 1931, fueron
de loa primero•. Una esquem&tica pero certera puena al dfa puede
vene en. DUCA..n· Le<¡Uo.-, 1988: 91·98.
' T11ilw
d oro ( Ofit. XIX 24, 13): sapm 4ldiJn t.Oinm _,.m; au teoría se
afianu en un gloaario posterior [Glosa. Cod. Denin.g. 1, fr. ~col
2 (a Éxodo XXVI 4)).
• Poi. U 28, 7; 30, l. Aunque Schulten (191f: 188) recurn: a
Pol. Ul 62, 5 para a.linnar que Roma conocía ya el 1411""' entre los
celtas de la llanura del Po, en realidad ette pasaje alude al veatido
de las tropaa tra!daa por Anfbal, ea dc:cir, tal vu a loa hispanos.
• Vid. un pasaje de Apiano (/ 6". 42) para el S"fiUtl hirpmico
y otro de Jaido ro ( Or;,. XIX 24, 13) para el galo: Jiaum IJJJ.tm s"lum
quodru.m tO, qu.od 4pwl. 101 primMm t¡lllldriii&U 011 t¡lllldru.pú¡c usfl¡ cf. Aíranio
ap. Charia. , hui. C.om. 115 (1 p. 105 K.), en cuya obra perdida.Ddi·
1~ se re(c;rfa a loa u.ri quatlrllli.
• Diodoro (V 30,1) babia de sd¡oi rllhd#~f; Virgilio (En . VID
660) al deacdbir a loa galo• que sitian Roma loa preaen.ta luciendo
IIÍrplO S/IIIÚa· La expreai6n. de Sitio ltilico (Pwt. rv 15H56) ~
-w referida a los gal01 ea, aunque no emplee la palabra u.rum, muy
semc;jante. Tito Livio (VIT 10,7) babla de la -tis PmiuiDr delos galos; T6cito (Hisl. U 20 y V 23) menciona tambi61 el S"'IÚJuft NniuiDr
de 101 galoa.
• Diodoro (V 30, 1) señala q ue •u decoración coDJiatía en
plittJA(qj¡ p;kMis lral pol]aJJúti.
r Lucllio, lib. XI, fT. 410 a. (ed. Krenkel) alude al ce.ntellcante brillar del S cf. Varr6n, Mm. 170 Büeh.; Oie., Pro FMIJ. 15, 33; Virg., Ett. VIII
659 a.; Silio ltilico1 Pwt. IV 154-156), y n.o en laa de los celtiberos,
como quiere Schulten (1937: 94).
• Vid. Enn io, Alttt . 509 (JQlum eurr.oú11.t)¡ Diod. V 33, 2, men·
ciona los s4¡ai negrea de los celtfberos; Eatrab. 111 3, 7 (C 155): en
Butelaoia todoa, hombrea y mujera, van venidos de negro, en su
mayoría con aagos. Bn el cuo de los Cauit~ridea, a lu que considera hispa.n u, Eatrab6o (ITI 5, I1 [C 175)).oot deaeribe a au gente con
negroa mantos. Segiln PlutarOO (Mn. 201 C), Escipi6n revine el negro uso para expreur IU aflicci6.n por el lamentable eat. do en que
a
encuentra al ejErcito romano acampado en Numa.ncia (cf. Polie.no
vm 16, 2).
• En 205 a.C. los ilegenes contribuyeron. con una gran. cantidad de aagos que Livio n.o cuantifica (XXlX 3, 5); af lo hace sin
embargo D iodoro (XXXIll 16, 1) al hablar de los numantinos y termcsinos, los cuales debieron. bacer entrega a Pompcyo nada menos
que de nueve mil de estaa piezas. Dier. mil ea la cifra que se maneja
en el episodio d e Intercatia de 150 a.O. (Ap. lb". 5+).
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[page-n-391]
F.J. FERNÁNDEZ
,
,
Nmro•
,
UNA INSTITUCION JURIDICA DEL MUNDO CELTIBERICO
Después de la toma de Cástulo, en el año 206 a.C.,
Escipión Africano regresó a Carthago Nova para rendir tributo funerario a su padre y a su t{o mediante la
celebración, entre otras ceremonias y juegos, de un munus gladiatorio (SouLLAJto, 1970: 98 s.). La descripción
más detallada sobre el origen y condición de los combatientes en aquel espectáculo se encuentra en Tito Livio (XXVIII 21, 2 ss.), quien detuvo su atención única·
mente en el hecho de que el glorioso general romano
contara con la participación de luchadores, que, de
manera voluntaria y gratuita, contribuyeron a realzar
la excepcionalidad y lustre de la jornada. Habituado
ya a que, en. sus d(as, todos cuantos descendían a la
arena fueran siempre pupilos de Jos lanistas (ora escla·
vos comprados a tal efecto, ora hombre libres, que ven·
dían su cuerpo por una cifra de dinero
-aucfQramenlum-), Livio parece sorprendido de la ge·
nerosidad mostrada hacia Escipi6n por parte de los
protagonistas1 •
Probablemente por eso, el historiador romano
efectúa una relación de las distintas razones que movieron a las parejas gladiatorias a prestar su desinteresado concurso en los juegos fúnebres. Un grupo de per•
Opt~.
de Riatoria Antigua, Un:ivenitat de Valmcia.
sonas accedió a la exhibición con intenciones que, según figuran ordenadas en nuestra fuente (Livio
XXV1ll 21, 3-4), cabrfa calificar de efectistas: dar
muestra del congénito coraje de su pueblo1 ¡ el deseo
de complacer a su general¡ el ansia de rivalidad¡ el anhelo y la gloria de combatir.
Pero otra parte de los luchadores intervino en el
espectáculo por motivos absolutamente ajenos a la con·
memoración mortuoria, pues su propósito consistió en
aprovechar la circunstancia para dirimir litigios personales: quidam f}UIIS discepwndo &1J11h"oueTSÜJs finire nequinanl
aut TUJÚJ.tranl pacto inl8r se, ul uicfQrem res stqueTttur, ferro tkcreunun1 (Livio XXVill 21, 5). De ent.re quienes se en·
fren taron con este objeto -es lícito pensar que hubo
varias lides- Livio destaca a la pareja que, indiscuti'blemente, levantó mayor interés tanto por la naturaleza de la disputa como por la posición social de los inte~
resados: Corbis y Orsua, primos hermanos y ambos,
tal vez, hijos de reyes de la misma ciudad', resolvieron mediante lucha a muerte la sucesión al trono de
su tribu (Livio XXVIll 21, 6-10). Corbis, que superaba
en edad a su contrincante, impuso la experiencia y la
astucia frente a las ciegas acometidas de Orsua¡ di61e
muerte y se alzó con la corona. Es &te el único detalle
del munus gladiatorio festejado por Escipión en Carta381
[page-n-392]
F.J. FERNÁNDEZ NlETO
gena que recogieron Valerio Máximo (IX 11, ext. 1),
Silio Itálico (Pun. XVI 527-548) y Zonaras (IX 10, 3
(434] )~.
Esta noticia revela de inmediato la presencia de
una institución indígena autónoma que, por las incidencias de la campaña, halló justa ocasión de manifestarse durante el intervalo decretado por Escipión para
cumplir con los mandatos de su piedad. Se trata, en
efecto, del combate singular como duelo judicial, tradición proveniente del acervo indoeuropeo, que durante
toda la An6güedad -as{ como en la Edad Media- se
mantuvo latente, con diferentes contenidos y aplicaciones, entre muchas de las sociedades nacidas del tronco
ario. Hace ya algún tiempo realicé el estudio de esta
in.stitución en el mundo griego arcaico, en donde tuvo
asiento para regular los conflictos armados de la época
primitiva (FERN.4NDEZ NIETO, 1975: 37-69). En aquellas
páginas ofrecí otros ejemplos tomados de Oriente e Italia, a los que podrfa sumarse el del pacto establecido
entre el emperador bizantino lieraclio y el rey persa
Cosroes para contratar, mediante la lucha de dos campeones, la suerte de los ejércitos'.
Sin embargo, el recurso a una forma reglada del
combate singular en la Hispania antigua no se endereza al ámbito de la guerra, es decir, a1 sustanciamiento
de querellas externas entre colectividades, sino que se
reserva -y ahí reside su originalidad- como mecanismo extremo de justicia para asuntos civiles en el seno
de un mismo estado. La institución pudo haber reunido los siguientes rasgos:
1. Complejidad del supuesto planteado, lo que dificultaría su resolución a partir de una norma vigente.
En la causa que opone a Corbis y Orsua se aprecia que
o los principios convenidos para la sucesión real
(rey/hijo del rey con mayoría de edad/hermano del rey)
invaden los que rigen en el derecho familiar (muertos
los padres, prioridad para el hijo del hermano mayor)', o bien que ambos primos están igualmente legitimados por haber sido reyes sus padres (sin que quepa efectuar la prelación de edad, válida sólo entre
hermanos). En los restantes casos, Livio menciona expresamente cómo las otras parejas de combatientes no
habían logrado encontrar una fórmula dentro del sistema jurídico (disceptando clml~ fil!ire nequimnt) o no
habían aceptado someterse a preceptos discutibles (aut
Múurant).
2. :Búsqueda de una salida mediante conciliación
o arbitraje (!Wbis áiscepi/Jre, rurbis diiudi&are, syn¡J/áxq;J), y
quizá éste fue un papel que correspondiera previamente a Escipión en la disputa entre Corbis y Orsua. Mas,
a juzgar por dicho ejemplo, tal expediente podía ser recusado por una de las partes o, en su caso, el fallo arbitral no ser vinculante.
3. Fijación de los términos del acuerdo por el que
se determinaba que las armas otorgarían el veredicto
fmal (Livio XXVIII 21, 8: designar a Marte como
382
iudex). Este pacto tendría que estipularse ante un tribu~
nal o comisión, o ser ratificado por ciertas autoridades,
con el objeto de garantizar el cumplimiento de todas
sus condiciones. En el episodio de los combatientes por
el trono, Livio recoge la noticia de que existía un consejo, formado por parientes de ambos primos -cognati
comtTlJlnes-, que rechazó cualquier otro modo de zanjar
el conflicto sino mediante duelo, pues el acu.erdo solemnemente concertado resultaría ya inquebrantable.
Este duelo judicial no seda, al parecer, infrecuente, si reparamos en que el espectáculo preparado por
Escipión llegó a acumular varias decisiones. Puesto
que tanto la materia del litigio como las condiciones
pactadas debieron ser de distinta índole, cabe sospechar que no todos los encuentros terminaban con la
muerte de uno de los contendientes; bastaría el reconocerse inferior y admitir la superior entidad de los derechos del más diestro'.
Por fortuna, algunos otros episodios transmitidos
por las fuentes clásicas relativos a la conquista romana
de la Península permiten completar nuestro conocimiento de esta práctica. En el año 151 a.C., j unto a los
muros de lnterca6a, un hispano desafió reiteradamente a cualquiera de los soldados que militaba en el ejército de Lúculo a medirse con él de hombre a hombre;
como nadie respondía al reto, practicó una serie de gestos y ejecutó una danza, que sus enemigos tomaron por
mofa (Apiano, Iber. 53). Sólo el joven Escipión Emiliano acabó por aceptar la provocación e hizo pagar al
osado con su vida9 • Un interesante dato lo aporta Plinio (NH XXXVII 9), cuando señala qu.e había leído
en ciertos escritos que el hijo del intercatiense muerto
por Escipi6n utilizaba un sello inciso con una escena
del combate. En el143/2 a.C. Quinto Occio, legado de
Metelo, acabó con la vida de un ccltfbero que le había
lanzado un reto -lo dirigió, sin duda, al ejército-, lo
que le valió una ovación de sus soldados. Pero en un
segundo combate singular derrotó a otro enemigo, tal
vez un jefe de los celtiberos (Tiresio/ Pirreso ); reconociendo la superioridad del romano, Tiresio entregó su
espada y su capote, mientras que Occio le aseguró que,
después de la guerra, estaba dispuesto a cerrar un lwspilium con él (Val. Máx. Ul 2, 21; Livio, P. Oxiyrb. Per.
l64).
Aunque estos ejemplos difieren notoriamente del
combate singular como instrumento judicial, desde el
momento en que ni existe concierto previo ni se dirime
un bien concreto, no por eso dejan de arrojar alguna
luz por cuanto parecen seguir las pautas del modelo civil (que, conviene recordar, en la Península no se aplicaba entre distintas gentes). En particular, cabe conceder valor a las indicaciones sobre los efectos del
desenlace de la lucha: si la figura dellwspitium prome6do por Occio puede estar recubriendo la idea de que
el duelo judicial celtibérico cerraba defmitivamente la
querella, restaurando entre las cognaticna el trato no
[page-n-393]
UNA INSTITUCIÓN J URÍDICA DEL MUNDO CELTIBÉRICO
Fig. 1.-
Ikl<úk dtl dtsarrollo tÚ la tÚcQracüJn
pinkJda dt un vaso dt Lllria.
discrepante, la sorprendente noticia de Plinio sobre
el sello delatada una segunda consecuencia, a saber,
que el ganador del duelo vefa ligirimados sus derechos
sobre la ú'tis (Livio XXVUI 21, 5: ui&tmem res sequeretur)'0.
Así operaría este dirus TTIIJS, en palabras de Silio Itálico (Pt.m. XVf 537), el cual formaba parte de aquellas
tradiciones caracterizadas por los romanos, no sin desdén, como leges hostü.un11 • Si Escipi6n respetó esta costumbre y la integró en el munus de Carthago Nova, fue
porque se adaptaba satisfactoriamente al espectáculo
gladiatorio en honor de sus antepasados, pero también
para mantener la imagen de ecuanimidad y grandeza
de espíritu desplegada en su poHtica hacia los indígenas ( BAOlAN, 1958: ll7-ll9). Livio distingue bien,
como antes vimos, qué sección de los juegos perteneció
propiamente al ritual romano y qué otra convirtió a los
espectadores en improvisados jurados de los duelos
pendientes en diferentes comunidades'2 •
Hasta ahora sólo hemos considerado el origen indoeuropeo de la norma y su manüestación hispana en
el ámbito de los pueblos celtibéricos. Corbis y Orsua
son n. mbres célticos (Hoi..DER, 1896: 1ll7; 1904: 879
o
s.), como también lo seda el de la ciudad por cuyo trOno debaten°; no hay por consiguiente razón alguna
para incluir este ejemplo entre los que atañen a la realeza de los iberos". Sin embargo, parece conveniente
valorar la posibilidad de que, desde el tnunto de los celtíberos, la institución recalase eventualmente o se asimilara plenamente en la sociedad ibérica.
Fue Ville (1981: 49 s.) quien sostuvo que los juegos
tempranamente celebrados por Roma en la Península,
como éstos de Escipión, propiciarían la organización
de espectáculos gladiatorios entre los indígenas, y bue-
Museo tÚ Prehistoria dt Valnwia.
na muestra de ello serfa un conocido vaso ibérico de
Liria (fig. 1 ).
En el. centro de la escena, dos hombres se afrontan
para luchar; ambos portan escudo, pero mientra.s que
uno se encuentra armado con la espada, cuya funda
pende vacía del costado interno, el otro blande la lanza. Dos músicos flanquean a los combatientes: una mujer tañe la flauta doble y un var6n hace sonar una gran
bocina. Ville es partidario de tomar estas imágenes
como representación de dos gladiadores porque, en su
opinión, la escena carece de carácter militar y nada tiene que ver con un baile, puesto que el guerrero con la
lanza la tiene hincada en el escudo del adversario'~;
no obstante, Ieconoce que las diferentes armas de cada
individuo constituyen una anomalía en la práctica gladiatoria, bien que justificable -cree- por el deseo de
sfntesis del pintor para expresar una liza inaugurada
con lanzas y rematada con sables.
Pero esta escena, si admitimos que describe vivencias de los iberos1' , es mucbo más coherente interpretada como retrato de un duelo judicial: Apiano menciona (Jber. 53), al relatar el desairo del celtíbero ante
Intercatia, la ejecución de una danza (lratorc~ámmos),
quizá coreada por sus gentes y que, de haberse celebrado el combate en su función legal, podría haberse trazado al son de la música, desgranando una melodfa reservada al efecto ( ..cántico de duelo»). Thmpoco obsta
a nuestra sugerencia la cuestión del armamento: el
acuerdo que regía en Grecia el combate singular autorizaba el empleo del escudo, la espada y la jabalina, de
suerte que durante el encuentro ambos rivales podían
servirse indistintamente de cualquiera de ellas (FER·
NÁNDBZ Nurro, 1975: 47 s., 58). De hecho Polfnice hiere
a Eteocles primeto con la lanza, cae luego al suelo ir383
[page-n-394]
FJ. F.ERNÁNDEZ NIETO
remisiblemente herido, pero consigue aún asestar a su
hermano el golpe mortal con la espada cuando Eteocles
pretendía despojarlo. En el duelo entre Heraclio y el
campeón de Cosroes, antes citado, el pacto nombra las
espadas, pero el vencedor tumbó a su rival con la j abalina. Así pues, no sería extraño que para las lides de
esta clase también en la Península quedara consagrado
el uso de las dos armas, aunque tampoco es ilógico que
el acuerdo previo permitiera a los competidores elegir
su instrumento ofensivo predilecto.
¿Duelo judicial? Cabría entonces extraer una última consecuencia, a saber, que nueslro vaso ibérico desarrollaba ante el p6blico el cuadro de una famosa historia o leyenda, fácilmente identificable, que versaba
sobre el duelo legal entre dos conocidos personajes
(¿reyes, príncipes, renombrados guerreros?) e.o. pos de
una valiosa propiedad. En cualquier caso, como representación de un combate decisorio esta cerámica de
S. Miguel de Liria probaría el acomodo de una usanza
jurfdica céltica en el solar ibérico 17•
NOTAS
1 No re.ulta tan dar<\, com presume Ville (1981: 49), que todos los combatiente• fueran hiepanos y ningán romano empuñase
lu armas. Dejando apane a los auxiliares extta:peninsulare~, pudieron tambíl!.n intervenir romanos de origen etrusco, samnita o
campano.
1 Pero loa tales no se alistaron espontáneamente, sino que
fueron enviados por los reyezuelos hispanos para hacer valer el pr:ea·
tigio propio.
• Para Bayet (1971: 17+ -1951: 87-), los voluntarios animados por esta. tres ideas habr!an encarnado, como sacrificio de austi·
tuci6n, una tkuot.io a los Escipiones; aobre el caricter netamente romano de este proceder aduce algunos paralelos.
• El padre de Orsua habla auccclido como rey al hermano
mayor; Corbis era hijo bien de ese rey muerto (lo que resulta veros!·
mil, pues cuadra con au edad y justifica mejor sur pretensiones),
b(en de otro b.crmano del fallecido mon.arca y del padre de Onua.
• Todos ellos dependen de Livio, aunque Valerio y Sitio comenten el error de considerarlos hermanos e hijos del deaaparecído
rey. smo, además, a imitaci6n del famoso lance tebano entre Etcoclea y Polúücc, dibuja una patEtica escena que culmina con la muer·
te de ambos j6venea; pero estas licencias del poeta, cuya pluma recrea la aun6sfera y el colorido de.l circo romano en el aiglo 1 a.C.,
han sido señaladas por Lühr (1979: JOB s.).
• Vid. Crdttiea M11uralu u 751 (cd. L6pez Pereira) l 3
(-CDnJitauzlitJ Híspallll a. DCCL/Y, ed. Th. Mommsen, MGH, Auet.
Ant. X I, Chr. Mio. II, 335 s.); Fredcg. 4, 6+(ed. B. Krusch, MGH,
Script. rer: merov. II).
• La validez de ena hipótesis requiere que, a la muene del
rey su padre, Corbüs fuera menor de edad, mientras que Orsua habría alcanz.ado la mayorfa al expirar el suyo.
1 Aar sucedía en Grecia, pues el combate se tenía por decidido con el reconocimiento de la derrota por parte de uno de los ad~narios, cuando el rival rehusaba la lucha o cmprendra La huida
(l"U>Wa>rz Nr&TO, 1975: 58).
• Esta victoria de Bscipión en los albora de au ca.rrcra se re·
memora c.n numerosos textos antiguos, recopilados por Schultcn
(1937: 27·29).
10
Rl anillo-sello fue seguramente propiedad de bcipi6n que
lo regalaría al hijo de aquel guerrero de lntcrcatia despu& de la pacificación de Jos vacceos (Scmn:ru, 1937: 30).
u La denominación figura, a pro~ito de la guerra contra
Numancia, en el tratado de Ps. Aurelio Vfctor, Dt. ,.¡,_ i/J. 59, +, pero
remonta a la .!poca republicana (cuando menor, es contempod.ne,a
de Tiberio Graco).
384
12 Concluir del pataje de Livio (como hizo ScniiLTUt, 1935:
148) que estos comb¡¡.tes realizados por los íberos •para deleitar a
los extranjeros demue.tran, ademú de su placer por las batallas,
lo aalvaje del pueblo•, responde a un esquema de ingenuo y desbordante sim plismo.
u La ciudad ae llamaba lhu o lt!&. Los modernos editorcr de
Livio prefieren la lectura Ibes, que figu.r.a en una de las ram~ de
la tradición manuscrita, frente a la forma Idea, trant.mitida por el
CDdiJC ~ ( e.crito en la primera mitad del a. V d.C. ). Sin embargo, esta última posee una filiación cl!ltica más congruente con la naturaleza del caso (d. HOU>U, 1904: 25 n.).
,. Como hizo Étienne (1958: 51 sa.), probablemente por est1mat' que, al celebrarse loa juegos en Canagena, todos los combatientes debían de pro~nir de laJ ciudade• ib6ricas del litoral. Pero la
historia de las c4JQpaií.u de canagincses y romanos prueba que numeroso• pueblos no ib6ricos de Andalucía y de la Meseta acompaña·
ron, en virtud de alianzas u otros intereses, a los grandes ejl!rciros.
u Esta impresión no parece accnada. La lanza no ha sido
clavada, sino que pasa por delante del c.tcudo m.U alto; la pl!rdida
de la l!Qca cuando coincide con el trazo grueao de los bordes del
escudo induce a confusión aólo en apariencia (y una buena porción
de la lanza tendría que ha&:r atravesado el escudo, tarea nada fácil).
11 En ausencia de tcx.tos expJrcitos, nunca podrá aoslayarse el
recelo de que el artista ibl!rico hubiera adaptado imágenes trantmi ·
tidas por la cerámica griega, en donde abundan los episodios sacros
o legendarios de mD1tl1rrwldú4.
n De haber certificado Livio que alguna de las parejas que
aaldaroo en Cartagena rus diferencias procedía del territorio ib6r.íco, se confirmada erta aorpecba. Por lo demás, serta asfmismo importante poder establecer una cronología p.reciaa del vaso: si au datación u anterior al 20~, la hipótesis gladiatoria ae desmorona y
nuestra idea cobra mayores visos.
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Carlos
GóMEZ B ELLARD •
,
LA ISLA DE IBIZA EN LA EPOCA
,
DE LAS GUERRAS PUNICAS
/amqut EbUtuS Photrtiua mooet /amqiU Arba&u~ arma.
Silio Itálico, 3, V 362
Dentro de la secuencia cronológica que establecimos hace algunos años para la Ibiza fenicio-púnica, la
tercera fase, que se suele denominar tardo-púnica,
ocupa los siglos m y 11 a .J.C., y era sin duda una de
las peor conocidas (GóMII7. Bllt.t.ARD, 1984: 153-155). En
efecto, la historia isleña se articulaba, para la época
pre-romana, en torno a los datos arqueológicos proporcionados por la gran necrópolis urbana del Puig des
Molios, de la cual se ha estimado que tendría varios
millares de sepulturas, aunque sólo algunos centenares
nos son más o menos bien conocidos. Entre eUos destacan los ricos enterramientos de los s. v y IV a J.C., especialmente los hipogeos con un abundante ajuar, que
habían inducido a creer que esa ~poca, llamada clásica,
había sido )a dcl apogeo de [biza. El mundo funerario
no podía reflejar más que una situación general favorable, es decir una expansión económica y comercial
dentro y fuera de la iala. En esta óptica, el empobrecimiento patente a partir del s. m aJ.C ., tanto en los tipos de tumba como en cl ajuar, j unto con una notable
disminución del número de sepulturas conocidas, debían achacarse sin duda alguna a una evolución. negati•
l~ncia.
Opto. de Prchiatoria y Arqueología, Univereitat de Va-
va de la economía. Pese a que la argumentación puede
parecer hoy bastante simplista, hay que tener en cuenta que no existían muchos elementos para intentar profundizar en este problema, puesto que se carecía de
otros datos, tanto de fuentes escritas como
arqueológicas' .
Actualmente sabemos que esta visión es totalmente errónea. Las excavaciones del Puig des Molins,
reemprendidas en 1982, asf como la intensificación de
la investigación en Cataluña, el País Valenciano, las
Baleares y también en el mundo rural de la propia Ibiza, han cambiado sustancialmente este panorama. La
imagen que nos podemos formar hoy en día de la sociedad y de la cultura cbuaitana.s es muy diferente.
Dado que hemos empezado por el mundo funerario, debemos subrayar que los nuevos estudios llevados
a cabo sobre los resultados de las excavaciones antiguas, asr como toda una serie de trabajos recientes,
permiten comprobar la existencia de un gran número
de tumbas, tanto en el cementerio urbano como en las
pequeñas necrópolis rurales, que pueden fecharse entre los inicios del s. rn y el final del s. 1 a.J.C. Evidentemente los estudios de ámbito funerario se bab(an visto diiicultados hasta ahora por la existencia de una
serie de problemas no resueltos, el más importante de
385
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C. GÓMEZ BELLARD
los cuales es sin duda la simplificación de los rituales,
tanto por la generalización de la incineración y del enterramiento en fosa como por la disminución del número de elementos materiales que componen ahora el
ajuar. Este fenómeno, que tiene lugar a partir del s. m
a.J.C., se comprueba perfectamente en los conjuntos
funerarios de Ibiza, en los cuáles disminuye bruscamente el número de cerámicas importadas que se incluyen en los ajuares. Este hecho produjo lamentablemente errores o al menos imprecisiones en la
identificación y fechación de los enterramientos del penodo. Dicho de otro modo, la minuciosa revjsión de los
ajuares y de los conjuntos funerarios de época noclásica permite apreciar que eJ fuerte cambio que se
observa en la documentación arqueológica no debe entenderse como un síntoma indicativo de un empobrecimiento económico extendido, sino como una sustancial
evolución de las costumbres funerarias en Ibiza. Esta
evolución, por otra parte, no con:~tituye un fenómeno
aislado sino que corresponde a un movimiento generaLizado en el ámbito púnico (incluido Cartago en parte),
y cuya manifestación más -..isible, como hemos señ.alado, es la fuerte disminución del niÍmero de objetos depositados en las tumbas1 • De todas formas debemos
de ser muy conscientes de que los datos que se infieren
del mundo funerario son insuficientes a los efectos que
aquí nos interesan. S6Jo merece destacarse la certeza
que tenemos de que la ciudad mantiene sus niveles de
población y riqueza (o al menos las tumbas sencillas
no son indicativas de lo contrario) y de que existe una
continuidad en la ocupación del espacio rural, indicada por la distribución de las numerosas necrópolis rurales conocidas, como ya tuvimos ocasión de estudiar
en otro lugar (GóMEZ BsLt.ARD, 1986).
Es poca la documentación que podemos aportar
para el s. m a.J.C. en la propia isla. Unicamente merece valorá.rse la gran actividad que desarrollan las alfarerías ubicadas en lo que se viene llamando el barrio
«artesanal» o •industrial» de la ciudad. Una serie de
excavaciones, la mayoría de ellas intervenciones de urgencia llevadas a cabo entre 1974 y 1985 aproximadamente, y que en general permanecen inéditas, han permitido la identificación de varios talleres en los que se
produjeron todo tipo de objetos cerámicos, desde ánforas a vajilla de cocina. En algunos de estos centros de
fabricación -cuya importancia, una vez que sean publicados, es patente- se ha podido obtener buenas secuencias estratigráficas desde el s. V\ al 1 a.J.C., y en
ellas Jos niveles correspondientes al s. m aJ.C. muestran una clara continuidad con los de época anterior,
siendo notable la diversidad de productos
manufacturados'.
Finalmente la vitalidad del mercado interior parece demostrada por la emisión de las primeras series de
monedas, los pequeños bronces con Bes y Bes, Bes y
Toro, o Toro y 'Ibro, cuya acuñación se inicia tal vez
386
en e) s. IV pero que circula sobre todo en el s. m a.J.C.
Curiosamente esta circulación se limita prácticamente
a la propia isla, salvo contadas excepciones•.
Debemos por lo tanto girarnos hacia el exterior y
podremos comprobar asf que el desarrollo de la economía y del comercio ebusitanos queda patente en los hallazgos realizados en las regiones circundantes. En primer lugar tenemos las Baleares, Mallorca y Menorca.
TI:as un perfodo de frecuentación que tal vez pueda comenzar en el s. VI a.J.C. (si no antes), los colonos ebusitanos inician una instalación permanente desde fmes
del s. 1v a.J.C. en los islotes costeros de la isla mayor,
destacando entre ellos el de Na Guardis, cuya factoría
es un auténtico establecimiento colonial de primer or·
den, con sus casas, almacenes, taller metalúrgico, etc...
(GunR.SAO, 1984~ 1985, en prensa). El s. m a.J.C. será
el del afianzamiento de estas estructuras, que constituirán como veremos la base del extraordinario desarrollo
del siglo siguiente. A partir de este tipo de lugares no
sólo se produce una penetración de productos ebusita·
nos y de diversas procedencias, sino que también se
pone en marcha un auténtico proceso de de aculturaci6n en el mundo talayótico, cuyas múltiples manifestaciones, a veces no fáciles de valo.rar, sólo se están estu·
diando desde hace pocos aiioss.
Volviéndonos hacia el O, las costas ibéricas muestran en este siglo una considerable afluencia de mate·
riales, especialmente ánforas, testimonios últimos de
una corriente comercial de gran envergadura. Debe·
mos subrayar que carecemos todavía de estudios de
conjunto sobre estas aportaciones piÍnicas en el área
mediterránea española, y que ello se debe en parte a
un problema de investigación. Hasta fechas recientes
los materiales p6.nioos más frecuentes y representativos, como las ánforas, la cerámica común o la de cocina, las imitaciones de la cerámica de barniz negro,
etc... , eran poco menos que desconocidas para muchos
investigadores. Basta con revisar publicaciones antiguas (y otras que no lo son tanto... ) para comprobar
las imprecisiones u olvidos, cuando no los errores flagrantes, en los que se incurr(a a menudo a la hora de
clasificar estos objetos. .Bien es cierto que los estudios
sobre cerámica piÍnica llevan un enorme retraso respecto a los que se ocupan de materiales griegos o romanos: P. Cintas publicó su famoso corpus en 1950 y, a un
nivel diferente aunque para nosotros igualmente importante, la primera sistematización de la rica producción anfórica ebusitana, realizada por J. Ramón, apareció... en 1981.
Afortunadamente estamos viendo como en los últimos años La situación está cambiando muy rápidamente. Así por ejemplo los estudios realizados sobre el
poblamiento ibérico en la región de la Layetania han
permitido establecer que en Jos poblados ibéricos de la
zona las ánforas pú.n icas son extraordináriamente
abundantes. Concretamente en el yacimiento de Alor-
[page-n-397]
l:BIZA EN" LA bOCA DE LAS GUERRAS PÚNICAS
da Park (Calafell, Tarragona), donde las cerá.mjcas importadas representan el12% del material, el 89'09%
de estas importaciones es de origen púnico, y
el 49'23% es con toda seguridad ebusitano. La realización de prospecciones sistemáticas en otras áreas de
Cataluña, con excavaciones puntuales de importantes
poblados ind(genas, está demostrando paulatinamente
que lejos de constituir un caso único, ésta parece ser
una constante en la región (SANMARli-SANTACANA, 1987).
Si nos dirigimos ahora hacia el sur, en el País Valenciano la actual provincia de Alicante es una de las
más ricas en hallazgos púnicos en general y ebusitanos
en particular, hablando siempre de Jos ambientes indígenas. Desde Denia hasta Alicante, pasando por Altea,
Villajoyosa, etc. .. , son numerosos los testimonios que
tenemos ae e.stós tráficos comerciales...
En resumen lo que q ueremos destacar es que a lo
largo del s. m a.J.O. la isla de Ibiza mantiene un nivel
de producci6n económica muy alto, pero que ésta es
además la época en la que se inicia una proyecci6n exterior sin parangón en los siglos anteriores. Evidentemente el desarroUo de la I. • Guerra Púnica no parece
haberle afectado en absoluto.
Pero la ll. • Guerra Púnica es otra historia. En
esta ocasión el marco geográfico del enfrentamiento
entre Roma y Cartago se trasladó, al menos en parte,
a Occidente. Desde el desembarco de AmíJcar en Cádiz en el 237 a.J.C., la Península Ibérica se vi6 envuelta
en una serie de acontecimientos que no vamos ni a recordar aquí por ser sobradamente conocidos. Queremos deteroos sin embargo en dos breves referencias a
la isla que . ealiza Tito Livio, ya que constituyen prácr
ticamente el único testimonio que tenemos de la toma
de postura de Ibiza en el conflicto planteado. En el libro xxn, 20, el historiador nos cuenta que en el
217 aJ.C. Escipi6n pasó a la isla: Nec continentis TTWdo prakcta est ora, red in Ebusum insu/am brasmissum. Jbi urbe, quae
caput insulae est, biduum nequü¡uam summo labore oppugnata,
uhi in spem inrilam frustra úri tempus anirruuloersum est, ad popu/oJionem agri omi, direptis a/il¡uot inomsis vú:is maime quam
ex amtinenti praeda parta cum in 111UJts se ruepisstnJ, ex Baiiaribus insuiis legaJi pacem petenJe.s ad Scipionem venerutrt. Y más
adelante, en el libro XXVIII, 37, nos dice que Magóo
en el 206 a.J.C... intú naoibu.s ad Pilyusam Ífl.tt.Ú4m tttttum
millia jmne a continenJi -Poeni tum eam incokbanJ- traúciL.
ltaf¡u4 da.rsis bona cum pace auepta est, nec commeaeus TTWdo benigne praebiti, sed in supplernentum cla.rsis iuvtnJus OMf.l,(jlle
tima.
De todo ello se pueden deducir varios datos de
cierto interés para la situación interna de la isla.
a) Queda claro que Ibiza se mantuvo fiel a sus
compromisos con la causa de Cartago: aunque no sepamos nada de la exhtencia de éstos, el rechazo del virulento ataque de Escipión así lo indica. Esta _
actitud
explicable en una población totalmente púnica al inicio
de las hostilidades no fue sin embargo general, por
ejemplo en Andalucía (con notables excepciones: Astapa), y resulta mucho más destacable en el 206 a.J.C.,
cuando se ayuda con todos Jos medios a Magón. Por
entonces la situación en Ja Pen{nsula Ibérica ha empeorado sensiblemente para los púnicos, y la misma flota
de Magón que tan buena acogida tiene en la Pitiusa
acaba de ser rechazada por la propia Cádiz (donde dicho sea de paso el hermano de Aníbal se venga haciendo azotar y crucuficar a los sufetes).
b) La capacidad defensiva de la ciudad, con sus
excelentes murallas, nos habla de una comunidad próspera, con medios para invertir en una infraestructura
militar siempre muy costosa. La idea de riqueza se ve
aumentada por la referencia expl!cita de Tito Livio a
la cant idad de botín obtenido, superior al que se había
conseguido en la Penfnsula.. Este párrafo nos sugiere
otras dos breves reflexiones.
En primer lugar pensamos que el saqueo tan provechoso de la ciudad , que sin duda tuvo lugar al exterior de la ciudad amurall~da, debió de afectar especialmente al barrio artesanal del que ya hemos hablado,
donde parece ser que hay huellas de destrucción en los
niveles de [mes del s. m a.J.C.
En segundo lugar, nos llama la atención el término utilizado por el historiador latino al referirse a los
asentamientos agrícolas que son expoliados e incendiados: direptis a/iquot incttt.ris vi&is. La palabra vicus ha sido
traducida en la mayoría de las ocasiones por pueblo,
creando así la idea de que a finales del s. m a.J.C. el
poblamiento se repartfa entre la ciudad, caput in.sulae, y
una serie de pequeñas localidades disem.inadas tierra
adentro7 • Sin embargo hoy sabemos que no han existido nunca pueblos ni aldeas en la isla hasta el s. xvm
prácticamente, y el modelo que las prospecciones sistemáticas y las excavaciones puntuales en asentamientos
rurales nos van perftlando es el de un hábitat disperso,
semejante al que ha subsistido hasta nuestros días, con
granjas o pequeñas explotaciones de pocas personas
que trabajan una superficie de terreno relativamente
reducida. Se ha calculado, por ejemplo, de una manera
muy aproximada, que los hábitats concentrados en el
área de Cala J ondal, al sur de la isla, podían controlar
cada uno 20 o 25 hectáreas, sin contar las zonas boscosas de las colinas circundantes (RAMóN, 1984).
Muy rápidamente hemos podido ver pues que el
s. m a.J.C. es una época Ooreciente para la isla, que
conoce un período de expansión, y que durante la II.•
Guerra Púnk.a se alinea con Cartago de una manera
decidida y no teórica. ¿Qué suced e entonces después
de la derrota? Sorprendentemen te se va a iniciar una
de las épocas más prósperas de toda la historia de la
Ibiza púnica, que habrá de durar algo más de medio
siglo. Veamos más en detalle algunos aspectos q ue po·
drían explicar esta aparente paradoja.
Sabemos por Plinio que Ibiza fue una ciudad federada (civitas foeder4f!z), al igual que otros importantes
387
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C. GÓMEZ BELLARD
centros púnicos de la Península, como Málaga y
Cádiz'. La concesión de este estatuto privilegiado a
esta última ciudad no debe de sorprender, dado su rechazo a Magón en los últimos años de la gue·r.ra, como
ya señalamos, y su rendición total a Jos romanos que
nos menciona Tito Livio. ¿Pero qué pensar de Ibiza,
cuando por las mismas fechas en que Cádiz se entregaba (el 206 a.J.C., recordémoslo), todavía apoyaba la
causa de Cartago, y no precisamente con palabras? Se
ha pensado que la categoría de ciudad federada la alcanzaría Ibiza después de la lii. • Guerra Púnica, y
q ue asf no traicionada sus compromisos con la vieja
metrópoli. Pero a la vista de la evolución política del
Mediterráneo occidental y sobre todo del desarrollo
económico de la isla, parece que hay que pensar que
en algún momento en tomo al fmal de la II. • Guerra
Púnica o a lo sumo durante la •pacificacióm• de Catón
(195-193 a.J.C.) debió de producirse algún pacto entre
Roma e Ibiza'.
Es conocido que la condición de ciDitas foukrata representa grandes ventajas para quién queda acogida a
ella, al menos durante la República. La autonomía es
casi absoluta, con la excepción de lo que podemos llamar las relaciones internacionales. En el caso que nos
ocupa el registro arqueológico, única fuente a la que
podemos recurrir, parece confirmar tanto dentro como
fuera de la isla que se produce una clara continuidad
con la situación del s. m a.J.C., junto con una expansión económica todavía mayor.
En el orden interno diversos yacimientos dan
muestras de una gran actividad: el barrio artesanal de
la ciudad conoce reestructuraciones y ampliaciones, alcanzándose una enorme variedad de producciones y
aumentando el ntímero de talleres conocidos. Los centros rurales se muestran muy activos, como demuestran no s6lo las ya citadas necrópolis sino los propios
bábitats que ahora empezamos a conocer. El de Can
Sorá, único excavado en extensión basta hoy, tiene una
serie de reestructuraciones que unifican en un gran
edificio cuadrangular de cerca de 900 m. 2 con patio
central lo que eran edificaciones dispersas (R...MóN,
1984: .14 y 21). Algunos otros parece que se crean ahora
de nueva planta, como consecuencia de la intensificación en la explotación agrícola, e!pecialmente del vino
y del aceite (p.e. Can Corda, Can Fita, ...). A otro nivel,
que no deja de ser igualmente significativo, el famoso
santuario rupestre de Es Cuieram conoce una última
reestructuración que le dará su. configuración definitiva, siendo la primera mitad del s. o a.j.C. la época de
máxima frecuentación según demuestran las terracotas, las cerámicas comunes y las monedas {RAMóN,
1985). Finalmente parece que es en esta época también
cuando se intensifica el aprovechamiento de los recur·
sos de la Pitiusa menor, la isla de Formente.r a, según
se desprende de las prospecciones sistemáticas realizadas en fechas recientes (E. Dies Cusí, com. pers.).
388
Al igual que para el siglo anterior, es también fuera de la isla donde se puede valorar en ·t oda su extensi6n eata época florecjente de la Ibiza púnica.
En las Baleares la factoría de Na Guardia conoce
su período de máxima actividad, como sin duda los
otros enclaves costeros peor conocidos. Pero además se
produce una generalización de los productos púnicos
(y de los ebusitanos en particular) en todos los ambientes talayóticos, tanto en Mallorca como en Menorca.
En la costa sur de esta última isla, el fondeadero de Cales Coves, que está en funcionamiento sobre todo entre
los s. rv y 1 a.J.C., conoce también ahora su período
de máxima frecuentación {BEr."éN-FERNÁ}.'DBZ MlllAI'ffiA,
1979: 156-176).
En la Península el País Valenciano, y en especial
Alicante, muestra una concentración de hallazgos que
nos hablan de una relación privilegiada, 16gica por
otra parte dada la proximidad geográfica. En Cataluña
parece haber u.n a contradicción entre los hallazgos anfóricos, que se reducen drásticamente para dejar paso
a las producciones itálicas, y lo que nos indican las mo·
nedas, ya que aquf se localiza un grandísimo porcentaje de los hallazgos monetarios del período li de las
emisiones ebusitanas establecido por M. CAMPO, que
va del 214 al 150 a.J.C. No tenemos tiempo ni espacio
para entrar en la discusión de este problema, por otra
parte puntual.
Retomando el aspecto numismático debemos decir
que la circulación monetaria es otro de los claros indicadores de la situación económica de la isla. Los estudios ya citados de Campo han situado en esta primera
mitad del s. n a.J.C. la mayor circulación de las emisiones ebusitanas por todo el Mediterráneo occidental,
incluyendo la única emisión de monc;das de plata conocida, los hemidracmas del grupo XVIll. El significativo listado de las áreas de hallazgos incluye especialmente: Cataluña, la costa alicantina, las Baleares, el
Languedoc, la desembocadura del R6dano, la costa ar·
gelina, Cerdeña, Sicilia, la Campania y Cartago
(CAMJ'O, 1983). Las mayores concentraciones se dan,
como hemos dicho y como cabía esperar por los hallazgos cerámicos, en Cataluña y Alicante, pero también
y ello resulta más sorprendente, en la zona del R6dano
y en Campania. Para el caso del sur de Francia, nos
falta todavía un estudio valorativo de los materiales púnicos, que debería centrarse posiblemente en la consideraci6n de las relaciones privilegiadas que Ibiza mantuvo siempre con Ampurias, y en las de esta ciuda d con
Marsella. También podemos hacer extensible al Midi
Jos problemas de conocimiento e identificación de los
materiales cerámicos ebusitanos a los que nos hemos
referido anteriormente.
En el caso de la Campania, hace ya muchos años
que A. Stazio, en un conocido trabajo, llamó la atención sobre la inesperada presencia de gran cantidad de
monedas ebusitanas en Pompeya, para explicar lo cual
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IBIZA EN LA ÉPOCA DE LAS GUERRAS PÚNICAS
opinaba que Ibiza, inmediatamente después de la
II.a Guerra Púnica, debió de ser un lugar preferencial
de paso de los emigrantes de todo tipo que desde el
centro y el sur de Italia se dirigían a colonizar las •nuevas tierras» de Hispania10• La hipótesis es plausible, y
una ruta marítima que desde la Campania se dirigiese
al sur peninsular vía Cerdeña y las Baleares resulta no
sólo practicable sino cómoda, pues supone un ahorro
de tiempo considerable frente a la ruta del GoUo de
León.
Está. claro que en Baleares sólo fbiza contaba entonces (y desde had a siglos) con Jos puertos y la infraestructura necesaria para apoyar una navegación regul ar. La isla nos muestra aquf su papel de
redistribuidora no sólo de personas sino también de
mercancías itá.ücas, y en este sentido habría que valorar tal vez el inicio de la llegada de este tipo de productos a Mallorca y Menorca en fechas anteriores a la conquista romana de ambas islas, productos que se
documentan ahora por vez primera en Na Guardis,
por ejemplo, y muy especialmente en el pecio recuperado en el fondeadero de dicho islote, cargado con ánforas y vajilla ebusitanas pero también con ánforas itálicas Dr. l A, JC Y Benott 1 (GuERRI!RO, J985a).
No quisiera acabar sin referirme a un tema sólo
mencionado o valorado de pasada hasta ahora, el de
las relaciones de (biza con Cartago entre Zama y la
destrucción fmal dell46 a.j.C. Diversos indicios, además del hallazgo esporádico de monedas ebusitanas en
Cartago ya mencionado, parecen indicar que las relaciones, al menos al nivel de intercambio económico, se
m antuvieron con cierta intensidad. Las ánforas, los
morteros y la vajilla de cocina son algunos de los indicadores cerámicos más característicos del períod o, que
empiezan a ser bien conocidos especialmente a raíz de
los trabi\ios franceses en Byrsa. Las primeras corresponden al grupo llamado en general Mañá C, cuya tipología ha sido precisada en estudios recientes. Así las
producciones de Cartago constituyen los tipos C1b,
Cl/ 2 y C2a, siendo este último el que se fabrica en la
primera mitad del s. u a J .C., con una breve pero intensa exportación que alcanza sobre todo la costa mediterránea ib~rica (desde Ampurias hasta Málaga),
Ibiza y las Baleares, pero también Ccrdeña, Sicilia, e
incluso Albintimilium y Luni, en el norte de Italia
(GIIERRERO, 1986). Los morteros, ahora que empiezan
a ser mejor conocidos, aparecen con cierta regularidad
en Cataluña, País Valenciano y Baleares. Incluso la cerámica de cocina de Cartago, las ollas de paredes externas grises, se documentan ya en Cartagcna, Alicante,
Ibiza, Mallorca... (LANclll., 1987; MATAMORos, en prensa; GóME.Z BzLLAJU>-GUllllEA, 1985). En resumen, lo que
queremos resaltar es que contamos con indicios ciertos
en nuestra zona de un mantenimiento de las relaciones
tradicionales con una ciudad, Cartago, que recupera
su empuje y vitalidad con rapidez a pesar de las adver-
sas condiciones, como han señ alado diversos
autores 11 • Al nivel actual de nuestros conocimientos y
vista la dispersión de los materiales, resulta evidente
que Ibiza parece continuar jugando un papel de redistribuidora de productos púnicos en su á.rea más
cercana.
En conclusión este conjunto de apreciaciones aparentemente dispersas y necesariamente breves nos permite valorar como la ll.• Guerra Púnica y la dura derrota de Cartago no supusieron ni mucho menos el
final del mundo púnico en Occidente. Los restos materiales que nos aporta la Arqueología indican no que se
m antuvo un vago substrato cultural de larga pervivencía en la lengua y en las costumbres, atestiguado por
igual en Hispania que en el Norte de Africa, sino que
la metrópoli a.Cricana y algunas de las ciudades de mayor raigambre púnica como la propia Ibiza mantuvieron abiertos sus circuitos comerciales que en el caso de
la isla ]e permitieron entrar en la que es sin duda la
época de máxima prosperidad de su historia, j unto con
las primeras décadas del s. 1 d .J.C. Roma debió de tolerar durante algún tiempo esta situación por diversas
razones, entre las que destacaríamos, al menos en el
caso de la Península Ibérica, la necesidad de contar con
las infraestructuras existentes en el momento de la conquista, hasta poder llegar a controlar las rutas, los mercados, los resortes económicos en una p alabra, cosa
que tardaría varias décadas en poder hacer. Para Cartago, tal vez debamos pensar que los romanos habían
creído acabar con ella en el 202 a .J.C. y que fueron los
primeros sorprendidos por la extraordinaria recuperación de los púnicos.
Para termin ar queremos subrayar que la
ill .• G uerra Púnica es otra prueba m ás de la autonomía de la que venimos hablando en los cen tros púnicos
de occidente. La crisis final del146 a.J.C. no supuso
para Ibiza grandes cambios, ya que basta los años siguientes a la conquista de las Baleares por M etello en
e1 123 a.J.C. no se producirá el colapso d e la econ omía
y del comercio ebusitano que la Arqueología, una vez
más, nos documenta fielmente. Pero las Guerras Púnicas hab(an acabado ya, y con ellas el marco cronológico que nos habíamos marcado en este estudio12 •
NOTAS
a Una excelente síntesis que ilustra bien este pWllo de vista
puede verae en M. TAUADilLL-M . Fo,..,.: Ewisu tartllfilusa. Edit. Curial, Barcelona, 1975, pp. 69-72.
1 La bibüograffa aobre e.ta cuestión empieza a acr abundante. Para laa poe ralidades pued. con roltane con provecho: M. F..,..
e
ua: .&tlwl4lofu plthi.ñnntl •t ¡nmiqw. TUnea, 1970. Sobre lbiza:
C. Gtlonz BII.I..UD: lA ua6ptJU túl Pui¡ tils MoliiiS ~•). Cm.pw
tÚ 1946. B.A.E., n.• 132, Madrid, 1984; V. M..aJ Ca--E. H..caUZL:
•La necrópolis del Puig de~ M olim: propuesta metodológica para
el ettudio de 1~ encerramientos púnicos de inhumación en fosa
(campafiaa de 1949 y 1951)•. So¡ulllum, 23, 1990, pp. 183·212. Para
otros yacimiento. púnicos: P. B•aTOLOtn: •Contributto alla cronolo-
389
[page-n-400]
O. OÓMEZ BBLLARD
,·
gia delle necropoli fenicic e puniche di Sardegn.a.. Ri.uista di Studi
Ftttiti, 9, 1981, supl., pp. 13·29; H . Btl<•c~
tú~· ~grophi( sttva111u, wmptitms et rilafunlrai.ru. Pari!, 1982,
,
especialmente pp. 248 y 317·321.
• La bibliogralla sobre eatllll excavaciones ea todavfa muy ucasa. Se trata de breves referencias o de primeros estudios sobre aa·
pectos concretos: J.H . PuNAI'I».r z-0. Gówu BWJ~Ili-R. Gu!W!A: •Ex·
cavacions arqueologiques a la ciutat d'Eivissa•. EiDuS4, 14, 1983,
pp. 7-9; J . R..wóN: Els 1Mm111Urrú alllia., fu ilús PiJium. Ibiza, 1985,
pp. 71-73¡ C. MAT....olt.OII: •Las monedas procedentes de una alfarer(a púnica de lbizB». SagutJJum, 22, 1989, pp. 267·289.
• M . c .... JOO: lAs mÓtwdM tú Ebu.tW. Asociación Numismática
Española, Barcelona, 1976, pp. 37·41 y 93-95. En la necrópoli! de
Cabe<:o Lucero (Alicante) apareció una de estas monedas ebuaitanaa
en un conjunto funerario fecbablc en el último cuarto del s. IV a.J.C.
Debemos este dato a la amabilidad del Dr. Pie.r re Rouillard.
s Para la primera fase de contacto en laa Baleares, todavfa
muy mal conocida, véase la última apo.rtación en: V. Gvaau.o: «Algunas cuestiones sobre los Intercambios en la fase precolonial de Ma·
llorca (550-+50 a.J.O.)•. Riuista ái Sfudj Fmiei, XVU, 2, 1989,
pp. 213·238. Una breve síntesis de introducción se encontrará en:
O. Gó..r.z l!~U.AilD: -.Relaciones comerciales en las islas Baleares ent re loa s. vn y n aJ.O.•. N~tt, mMrm ' iltdustrid m 14 AtJJi¡üuldd
bllhar, Ministerio de Cultura, Madrid, e n prensa.
• Carecemos todav{a por desgracia de \lilA obra actualizada,
que presente el conjunto de atos materiale1. Sin embargo sigue siendo
muy útil: A. R1o111tA ~ ....-: lAs 4'1for1J1 fJm'tOM/JniJS ~ (fttlitú:s, iblrW1s j pú11ic1J1). T.V. del S.I.P., Valencia, 1982, que debe com·
pletane con los n11meros!simos hall;ugo• de la óluma d~cada, publicados de forma dispersa.
' Aunque cltémlino vicus tiene varias intcrpretaci.o ne• posi·
bies, la de •agrupación rural• ca la única aceptable agu(, dado el
contexto de la frase de Tito Livio (no puede ser un barrio urbano
y menos una calle). La traductión como aldea o cascrlo ca la mb
frecuente. De toda.s formas son varias las realidades que pueden esconderse detrás de la palabra. Véase una aproximación detallada
en J. F. Rootlctru N~D.A: •Consideradone, sobre el concepto de •vi·
cuh en la Hisp:mia romana. Los •vici• de Corduba•. Curáuhd, 2,
r, fase. 2, 1976, pp. 99-118.
• Pu:<•o, HN, m, 76. Si no sabemos gran cosa más de Málaga (véase J. MuRIJ: c~o: -Aspectos sociales y económicos de la
Málaga romaruu. 1ltJ!Jú, 6, 1975, esp. pp. 241-242), e.xUten datos mu cho mú numerosos para Clidiz: J.P. Rooaloua Nw...: EimtU~iápiD ro·
I7IIJJII) !U Gada. Instituto de Estudios Gaditanos, Cádiz, 1980, esp.
pp. 25-34.
• Sobre las ciudades con ..t'oedus• en Hispania, puede ve111e
la discusión más recie.n te en: M.A. M..ai'N DIA><: Emigtrui4n., ttJitmiueidrty trlll.tÜ&ifJaliudltl en 14 Hispa~~ia rtpub/Üiula. Universidad de Granada, 1988, pp. 27-3 2.
10 A. Sll
luce dei rinvenimenti monetali•. Anrtd/i Tstiluli1 JldliaM di NumismJJiea,
2, 1955, pp. 33·57. Para hacerse una idea del importante 1lujo de
personu, además de los propios soldados, que se trasladaron a la
Península Ibérica desde el inicio mismo de la JI. • Guerra Púnica,
v~ase M .A. M11tlH Dtu: Op. rit. en la nota anterior, pp. +7-59.
o M . Fulford ha sciialado el .notable volumen de las importaciones de vino ittlico en Cartago, especialmente entre el 200 y el
L+6 »J.O., pagadiU probablemente con cereales nonealricanos, s:i seguimos loa testimonios de Tito Livio. V~ase M. Fur.10ao: •Pottcry
and the Economy of Carthage and its Hinte.rland•. Opus, II, J, 1983,
pp. 5·· lt. Sobre la importancia de la exportación cartaginesa de grano, en ute r..uo h~a el Mediterr,neo oriental, en Ja.a mismas fechaa, vú.se G. MAa.uc:o: Eetn111mia1 amtMTri , poliJ.i«J. nd Meáikrratt10 jr<1
i/ m e il JT sewlo a.C. Florencia, 1988, especialmente pp. 183·198. En
otra parte de su obra el miamo autor señala la vitalidad de las actividades de los marineros y comerciantes cartagineses en la 1.• mitad
del s. o a.j.C., analizando el episodio de la huida de Demetrio, pretendiente al trono de Siria, qui~ estando en Roma en calidad de
reb6n, consiguió evadir&e en un barco cartagin~s anclado en Ostia
y que iba en dincci6n a T'1r0 (M.JWCO, Op. ril., pp. 178-181). El epi·
sodio tuvo lugar en el 162 aJ.C. y es narrado en detalle por Polibio
(XXXI, 12-15).
390
u Una primera versión, más corta, de este estudio {ue presen·
tada al Coloquio Puni& Wcm (Amberes, 1988) y ha sido publicada
en: Studia Pllo,nicio., X, ed. Pecters, Lovaina, 1989, pp. 85-97.
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[page-n-401]
J. M .
B LÁZQ.UEz*
y M . a Paz
GARofA-GELABERT*
,
SECUENCIA HISTORICA DE CASTULO, LINARES QAEN)
Con este trabajo queremos contribuir al justo homenaje que se le dedica a D. Enrique Pla Ballester por
su fecunda labor investigadora relacionada con la protohistoria y la historia antigua de la zona mediterránea.
EDAD DEL BRONCE
La historia conocida de la ciudad de Castulo se remonta a fines del siglo Vlll a .C ., en el Bronce Final,
de cuya fase se han encontrado y estudiado restos
materiales•.
Probablemente el asentamiento de Castulo date
de épocas más arcaicas. Mas no se ha excavado ningún
lugar anterior al siglo V1TI a.C., funerario, industrial
o de habitación. Únicamente se conocen cicrt.a s noticias de las prospecciones de superficie realizadas en las
terrazas del río Guadalimar por el abate Breuil, en las
cuales se descubrieron restos paleolfticos, lo que hemos
conflTOlado nosotros en prospecciones posteriores.
También, mediante el mismo sistema de prospección
de superficie, descubrimos dos nuevos sitios arqueolo•
Ceotl'o de Eatudios Biat6ricoa del C.S.I.O., Madrid.
gicos, situados al suroeste del nócleo principal de la ciudad ibero romana2 • En el primero de ellos se observa la
existencia de derrumbes, de muros, de amontonamientos de piedra de mediano tamaño, que fueron en su época trabadas con tierra batida. A estos afloramientos se
encuentra unido un conjunto cerámico, cuyas características más sobresalientes se refieren en términos generales a las siguientes: son vasijas de mediano tamaño,
cuencos, ollas y cazuelas, con grosor de paredes tendentes a la tosquedad. Vasijas firmes y sólidas, de pasta bien
cocida a fuego reductor u oxidante. En el capítulo de las
decoraciones de las mismas es comentable el ligero espatulado que muestran muchos de los fragmentos, en la
superficie exterior, mas carentes de cualquier esquema
decorativo. Un solo fragmento se halla decorado mediante la asociación de las técnicas de boquiquo y de excisión. En el segundo asentamiento descubierto se hallaron numerosos restos de muros, asociados a un amplio
conjunto cerámico. Entre las formas cerámicas que proporcionan los fragmentos recogidos figuran los platos
abiertos cónicos o de dos cuerpos y laa vasijaa de cuello
estrangulado. La pasta de estas cerámicas es de aceptable calidad, de cocción predominantemente reductora.
Como en el sitio primero se encuentran varios ejemplares de mamc:lones.
391
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j .M. BLÁZQ.UEZ Y M.• P. GARCÍA GELABERT
Admitiendo la provisionalidad de nuestra propuesta, puesto que se trata de materiales de superficie,
creemos que las cerámicas de estos dos yacimientos están denotando un horizonte cultural relacionado directamente con la cultura de Cogotas I. Estos asentamientos, pues, serían anteriores a los más antiguos datados
estratigráficamente, fechados a fmales del siglo vm
a.C., a los que nos referimos a continuación.
El núcleo habitacional prerromano más importante localizado en Castulo se halla al pie mismo del denominado ce.r ro de la Muela' al sur de la ciudad. Se
trata de un poblado de fmales de la edad del Bronce.
El más primitivo testimonio de arquitectura es de fmales de la edad del Bronce, y se halla en el nivel inferior,
en contacto con el suelo virgen. Se trata de un largo
muro fabricado con cantos rodados en la parte inferior
y cantos más pequeños en las hiladas superiores. Este.
muro pasa por debajo de otro edificado a nivel superior. El lugar fue inundado y se colmató de limo. Sobre
él se instaló un taller de fundidores. Se trata de un taller al aire libre con un pequeño hogar rodeado de piedras en semicirculo. A este taller pertenece una gran
tinaja empotrada en el suelo en la que se alma.c enaría
agua para enfriar los instrumentos de fundición.
A continuación cambia radicalmente el panorama. Puso al descubierto la excavación un complejo de
muros, que debió sufrir sucesivas destrucciones/reconstrucciones, que formaban una unidad. Un muro recorre toda la excavación en sentido este-oeste y se inserta
en otras edificaciones al este. Presenta la novedad de
incorporar losas delgadas de arenisca cada tres hiladas
para igualar y consolidar la obra. Las piedras están co·
gidas por un cemento muy duro de arcilla depurada,
seguramente se trata de limo del rfo, .mezclado con una
pequeña cantidad de cal. Este sistema de con strucción
se repite exactamente en un edificio paleopúnico de
Toscanos (Málaga), fechado hacia el año 700 a.C.
Todo el conjunto de edificaciones forma cinco habitaciones. La primera, de este a oeste, es de forma
triangular. Siguen dos dependencias rectangulares. El
centro del complejo lo ocupa una ancha habitación de
forma irregular que lleva una segunda alargada, adosada en la parte superior. Thdo ello formaba una unidad
y estaba cerrado por varios tramos de camino enlosado.
A la cuarta fase de edificación pertenece un pavimento de guijarros, que es uno de los mál! interesantes elementos científicos sacados a la luz•. En Castulo pavimentos de guijarros se han hallado en la
necrópolis de Baños de la Muela5 , en el túmulo de
los Higuerones' y en la necrópolis del Estacar de
R obarinas7, datados a fmes del siglo V y primera
mitad del siglo IV a.C., fase de esplendor oretano.
El pavimeoto del edificio de la Muela está fonnado
por cuadros blancos y negros de 0'42 a 0'44 m. de
lado que componen un ajedrezado. Este tipo de pavimento se ha hallado, asimismo, en la zona alta del
392
cerro de la Muela, durante una prospección de
superficie'.
Fuera de la Península estos pavimentos son bien
conocidos. En las antiguás memorias de excavación de
los palacios de Til Barsib' y Arslan Tash'0 • M osaicos
de guijarros se encuentran asimismo en Gordion. En
la Grecia arcaica abundan los mosaicos de guijarros,
generalmente en santuarios" .
La posibilidad de que los fenicios pudieran haber
fabricado o conocido .los pavimentos de Til Ba.rsib y
Arslan Tash nos la sugiere su evidente inserción en el
mundo asirio, tanto en el plano comercial como artesa·
nal. Ello hace pensar que la idea de los mosaicos de
guijarros, as{ como la forma de componerlos, llegó a
la Península portada por los fenicios o en última ins·
tanda por los griegos. Un cambio que sí creemos se
produce en la Península, quizás en Oretania, es la variación funcional del mosaico de guijarros: el paso del
santuario al monumento funerario y a la tumba modesta, en el siglo IV a.C.
Sobre .la utilización del mosaico de la Muela los
datos de la excavación descartan su asociación a una
tumba. Las sucesivas reconstrucciones de una de las estancia sugiere la idea de que es un recinto ritu~, hecho
que refuerza el haber hallado desechos de huesos, cerámicas rotas y cenizas abundantes. Se trataría de un
santuario integrado por varias dependen cias, de las
que han quedado al descubierto un patio, una fosa ritual, una rampa y la estancia a la que ésta daba acceso,
aislada, por razones rituales, del resto del conjunto. En
un ángulo había una cocina al aire libre.
Los hallazgos cerámicos corroboran esta interpretación, pues son en general grandes tinajas decoradas
con incisiones, recipientes de peanas cuadrangulares,
cazoletas, halladas en gran número en el patio, piezas
con bordes estriados, y restos de animales de terracota.
La estructura de un santuario como el de Castulo
implica su utilización con un significado y ritual que
le son propios. Al respecto podemos obtener cierta luz
a través del trabajo de G. Bunnens' 2 • Este autor, analizando los textos relativos a las fundaciones fenicias en
el Mediterráneo, ve que en un gran número de casos,
la fundación supuesta de un establecimiento está
acompafiada de la fundación de un templo. En algunos
casos sólo es mencionado el templo.
Bunnens, basándose en el análisis de Rebuffat" y
en la estructura comercial próximo-oriental, llega a
una conclusión verdaderamente sugerente para explicar el sentido último del santuario de Castulo. Para
Bunnens••, •cuando los fenicios abordaban cualquier
lugar hallaban hombres cuya lengua, costumbres y le·
yes eran diferente.$ a las suyas. Esta situación provocaba desconfianza. Un buen medio de remediar estos in·
convenientes, cuando un lugar debía ser freocuentado,
era colocar las transacciones que se cumplimentaban
bajo la protección de una divinidad instalada en un
[page-n-403]
SECUENCIA HlSTÓRICA DE CASTULO
templo. La presencia divina debfa garantizar la honestidad de las operaciones,..
Esta no debía ser la única función de los templos
situados en poblaciones indígenas, es posible que ostentasen un papel aglutinante de la actividad comerciaJ, muchas veces relacionado con otro santuario de
mayor importancia en un establecimiento fenicio. En
nuestro caso quizás con Cácüz, cuyo santuario, según
Bunnes" tenía, entre otras misiones, la de servir de
correa de transmisión entre el templo principal de T iro
y las factorías diseminadas por la costa.
Las costrucciones aisladas en la zona de la Muela
de Castulo forman parte de un complejo localizado en
un frente aproximado de 300 m. sobre la orilla derecha
del rfo Guadalimar y aún en más extensión en el cerro
de la Muela", lo que pudiera comportar un amplio
asentamiento indígena, a cuyo pie se ubicarla el santuario que ahora tratamos, al borde del río. Los restos
del puerto romano afloran algo más abajo cuando el
río disminuye su caudal en el estiaje, probablemente
bajo estos restos se encontrarían los del puerto indígena.
Todo ello nos habla de una presencia fenicia o tartesia en la Edad del Bronce en Castulo. Apoya este postulado el que la secuencia cultural en esta zona del yacimiento comience cuando ya se ha producido el
impacto de la colonización fenicia, y no tengamos una
que vaya desde la fase precolonial, como ocurre en yacimientos de la Baja Andalucfa. Desde luego la presencia de un edifi cio de estas características en el corazón
de la Alta Andalucía no es fruto de la asunción por
parte de los indígenas de unas influencias culturales,
sino de la presencia real de individuos p rovenientes del
sur.
FASE ORETANA
En Castulo y en la mayor parte de la Alta Andalucía no aparece cerámica griega con anterioridad a fmales del s. V a.C., siendo muy abundante La procedente
de talleres áticos de la primera mitad del s. IV a.C. Según el análisis efectuado por C. Sánchez" de las cerámicas áticas de la necrópolis castulonense del Estacar
de Robarinas, las piezas que se importaban en grupos,
procedían d e los mismos talleres, vasos hechos en serie,
de baja calidad, con decoraciones repetitivas, rápidas
y esquemáticas. Vasos baratos y mediocres, pero sólidos y robustos, especialmente pensados para su exportación a áreas lejanas, a mercados bárbaros. Si bien en
Oretania las cerámicas áticas del siglo IV a .C., son
abundantes, en cambio en el Bajo Guadalquivir, en
Huelva, son escasas,., lo que parece indicar que en el
siglo IV a.C., las minas de Castulo y alrededores, tenían más importancia que las de Huelva y, en cambio,
en el período orientalizante auced{a al contrario.
La cerámica griega del siglo IV a.C. fue traída
probablemente por los fenicios y cartagineses a España, según testimonio de Ps-Scylas (95 F 112 M), qui~n
af~rma que los mercaderes fenicios surtían de cerámica
ática a las poblaciones africanas de la costa atlántica.
La presencia fenicia, tartesia, cartaginesa, griega,
a través del comercio o de colonias de comerciantes en
función de las minas en todo el sur peninsular, y m ás
concretamente en Oretania y en su principal ciudad
Castulo, ocasionó importantes transformaciones económicas y sociales. El comercio benefició principalmente a las capas superiores de la sociedad, las cuales
controlaban los cotos mineros. El período orientalizante, pues, echó las bases de una sociedad urbana que se
daría plenamen te a partir del siglo V a.O. y con más
fuerza en el siglo siguiente. En esta ~poca se produce
un gran desarrollo demográfico, generado por el importante desarrollo económico, el cual, a su vez, lleva
implfcito un gran desarrollo político y cultural. Las
tumbas monumentales halladas en los recintos funerarios que circundan Castulo, la cüversificación social
que se aprecia en las necrópolis, está demostrando una
estratificación social muy marcada, que indica tal vez
una idea de jefatura, de Liderazgo''·
EJ desarrollo demográfico de Castulo en el si·
glo IV a.C., está plenamente demostrado. A fmes del
siglo V y hasta mediados del siglo IV a .C., al menos,
están en funcionamiento en los alrededores de la ciudad numerosas necrópolis, entre las que destacan, al
oeste las de los Pator", Molino de Caldona.. y Estacar de Robarinasu; al este las de Baños de la
Muela", Casablancau, Estacar de Lucianou y el gran
túmulo de los Higueronesu.
El ritual funerario, acorde con cl carácter de la religión ibérica u oretana es el de la cremación del cadáver en un pira en un lugar cercano a la necr6polist7 •
La cremación es la forma de enterramiento que domina en la ~poca en todas las tribus peninsulares. En la
mayorfa de los casos los huesos se depositaron, en
unión de sus ajuares personales, tambi~n calcinados, y
de las cenizas de la pira, en un ligero hoyo excavado
en la roca, previamente recubierto de arcilla. En otras
ocasiones los huesos se depositaron en u.n a urna. El enterramiento se recubría con una superestructura, que
en muchas ocasiones era tumular y en casos muy particulares grandes monumentos. Estos podían estar en las
mismas necrópolis o aislados, generalmente bien visibles, en cruces de caminos, en calzadas principales,
como ocurre con el monumento funerario del Cerrillo
de la necrópolis del Estacar de Robarinas11, ~ste en la
necr6pJis mas en lugar preeminente, o los de las necrópolis de los Patos y los Higuerones, ambos situados
previsiblemente en Las calzadas de acceso a Castulo,
por el oeste y este, respectivamente.
El cuerpo se vestía probablemente con un traje
preparado para la ocasión. Sólo nan llegado a nuestro
393
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J.M. BLÁZQ.UEZ Y M." 1'. GARCfA GELABERT
d{as, a trav& de las excavaciones, fíbulas, broches de
cintur6n, cueotecillas vítreas y metálicas. Por los restos
es evidente que las mujeres se enterraban con collares,
anillos, amuletos, broches, fíbulas, pomos, ungüentarios. Los hombres, los guerreros con sus armas. El resto, comerciantes, labradores, alfareros, metalúrgicos,
etc., con ajuares diversos en los que no faltan las vasijas, pero que no defmen su condición precisa en vida
en cuanto a oficio, pero s ( en cuanto al grado de riqueza.
De las ceremonias con que se acompañaba el cadáver a su sepultura, restan en las necr6plis castulonenses vasijas áticas o comunes, rotas en el lugar, las
cuales tal vez contenían alimentos sólidos o líquidos.
En el ritual funerario un cap{tuJo importante lo
componían las ofrendas de animales, cuyos restos se
han recogido en excavación, quemados o no. Son evidentemente la consecuencia de sacrificios, anteriores 'o
posteriores al enterramiento. Bailes, combates y cánticos pudieron ser frecuentes en los funerales, sobre todo
en los de los individuos mb destacados de la sociedad.
La excavación extensiva de las necrópolis podría
proporcionar numerosos datos sobre la población, su
econom{a, su sociedad, mas contamos con el veto de
la Junta de Andalucía en cuanto a excavación en necr6polis (y actualmente también en cualquier otro punto
de Castulo). EUo es incomprensible pues todo el yacimiento se está deteriorando progresivamente, no sólo
a causa de los agentes naturales, aino como consecuencia de los saqueadores, verdadera plaga en Andalucía,
que destroza sobre todo las necrópolis sustrayendo a la
historia los datos que encierran.
FASE PÚNICA
El oppidum oretano estaba en pleno desarrollo
cuando irrumpieron los bárquidas en la Península. Livio (24.41) lo describe en los siguientes términos refiriéndose a los sucesos de los años 214-212 a.C. cCastulo,
ur6s Hispanitu mLID.4 AC NOBILIS et tUÚD coniuneua sotitta14 pomis, Id IIX01' HIUitiÜJalis esstt ad romanos dtftaít». La ciudad de Castulo era adicta al partido cartaginés, hasta
el punto de que Anfbal casó con una mujer de la ciudad. 'Th1 inclinación de los púnicos fue consecuente con
las posibilidades de comercio basado en el trueque de
metales.
De la fue púnica huta el momento no se han hallado en Cutulo vestigios importantes. .Excavaciones
continuadas no cabe duda que los sacarlan a la luz.
FASE ROMANA
Castulo, a consecuencia de su riqueza en metales
fue pronto objetivo de Roma. Asf pues fue conquistada
394-
tempranamente. En el año 206 a.C. Escipión se apoderó de Castulo. Fue uediada por L. Marcio con una tercera parte de las tropas. El resto del ejército, al mando
de Escipión tomó lliturgi, donde realizó una atroz carnicería. De allí Escipi6n condujo el ejército a Cutulo,
que estaba defendida por los habitantes indígenas y
por los restos del ejército cartaginés procedente de la
desbandada, mandados por Himilcón. En la ciudad y
ante la noticia de lo sucedido en Diturgj.. que precedió
a la llegada de Escipión, surgió la división entre los defensores, pues los indígenas, aconsejados por uno do
sus jefes, Cerdubelo, eran partidarios de la rendición,
como fue realizada mediante un pacto secreto con los
romanos, entregándoles la ciudad y a los cartagineses.
Otro hecho bélico en el que se vio involucrada la
ciudad, y que nos es conocido fue durante el año 97
a.C., cuando el pretor Didio invernó en Castulo siguiendo la costumbre de los generales romanos, que
participaban en las guerras lusitanas y celtibéricas, de
invernar en Thrdetania y en Carpetania (Plut. Sert. 3).
Le acompañó Sertorio, que era por entonces tribuno
militar de Oídio. Durante la estancia en Castulo de
Sertorio con las tropas del pretor. ocurrió el sangriento
suceso de los castulonenses aliados de los girisenos y
gurisinos, que con tanto detalle describe Plutarco
(Sert. 3): •Sucedió que, indolentes los soldados con la
abundancia, y dados a la embriaguez, incurrieron en
el desprecio de los bárbaros, los cuales enviaron a llamar a sus vecinos de Orisia; éstos, yendo de casa en
casa, acabaron con ellos. Pudo sin embargo, Sertorio
evadirse con unos pocos, y recogiendo a otros que también bufan, dio la vuelta en derredor de la ciudad y
hallando abierta la puerta por donde los bárbaros habían entrado secretamente, no cayó en el error de éstos, sino que, poniendo guardias y tomando todas las
avenidas, dio muerte a todos los que estaban en edad
de tomar armas y vestidos y adornándose con los de
los bárbaros, le siguieron a la otra ciudad, de donde
salieron los que en la noche los habían sorprendido.
Con la vista de las armas logró que estos otros se engañaran, y hallando abierta la puerta, se le vinieron a las
manos gran nGmero de habitantes que creían salir a recibir a sus amigos y conciudadanos, que volvían después de conseguido su intento; asr fue que muchos recibieron la muerte en su misma puerta, y otros que se
entregaron fueron vendidos como esclavos».
De los hechos bélicos en relación con Castulo se
deduce que la ciudad no se vio esencialmente afectada,
ya que no fue sometida a largos cercos o cruentas batallas que arruinaran su caserlo. Y, el caserfo fue pronto
arruinado. La causa de su desaparici6n fue la intensa
explotación y colonización a que fue sometida la zona
por parte de los romanos.
En Castulo negociaba en la explotación de las minas la Soci#tas Castuilmmsis. En la explotación minera del
Centinillo -s.I a.O. en adelante-, se recobraron más
[page-n-405]
SECUENCIA HISTÓRICA DE CASTtTLO
de 100 sellos de plomo con la inscripción O.S. o S.O.,
que se interpreta como Soci4tas Oastultmensis. Esta debió
controlar y explotar todas las minas de la región, restos
de cuyas instalaciones se encuentran por doquier. Este
tipo de Sotittas estaba integrada por negotialmes procedentes de Italia según las afirmaciones de Polibio
(Diod. V.36.3) y de Posidonio (V.38-.9), que se aftncaban en Hispania, se enriquecían y empleaban parte de
sus ganancias en Italia y parte en terrenos agrícolas en
el solar hispano, posiblemente del área territorial en
que establecían su residencia.
Potenciada por la explotación minera y agrícola la
ciudad de Castulo debió tener un momento de gran
prosperidad económica y social en época republicana
a juzgar por la importancia de las monedas acuñadas
en la localida
hasta la época de los antoninos.
Castulo fue TTUJ.IIicipium desde antes de Augusto,
aunque no se sabe con seguridad el momento'0 •
A través de la epigraffa se pueden conocer algunos
nombres de las p rincipales familias de Castulo, que hicieron grandes favores a su ciudad. Tales son los Cornelü, los Valerii y los Iunii. Constituían la aristocracia
local en el siglo l.
CastoJo poseía en su época de esplendor grandes
edificios, ornarlos con estatuas de plata y bronce, costeadas por las familias aludidas. El benefactor m.ás importante de la ciudad fue Q 'lbrius Culleo, que desempeñó el cargo de procur
habitantes de Castulo le dedicaron una estatua por decreto de los decuriones, celebrándose dos días de juegos
circenses.
A partir de la crisis del siglo ID Castulo entra en
declive. Este se ve potenciado por la crisis de la minería. Aunque aún en el siglo
las minas hispana$ continuaban en explotación, en general el rendimiento era
mfnimo. Su ritmo de explotación muy bajo. El colapso
económico producido por la baja de las explotaciones
mineras, unido al impacto de las invasiones bárbaras,
y al vacío de poder, dieron como resultado que Castulo
no volviera a recuperarse. A partir de principios del siglo IV y según las prospecciones y excavaciones ar·
queológicas sistemáticas, había en Castulo grandes
edificios derruidos, testigos de la época anterior, que
servían de cantera para la construcción de otros edificios. Ello está patente en la villa del Olivar, situada en
el interior de la ciudad, y en las termas". Estas, excavadas en 1978 y 1979 en la zona alta de la ciudad, al
norte, cronológicamente se pueden situar con un fuerte
margen de evidencia en los últimos años del siglo lli
o primera mitad del rv, es decir cuando aún ]a institución ciudadana tenía fuerza suficiente para emprender
obras de envergadura'\ aonque la reutilización de
materiales procedentes de otros edificios está indicando
una economía precaria. La misma precariedad denota
una basa con inscripción dedicada a Valeriana, hallada
m
cerca del torreón árabe al sur de la ciudad". Esta
basa fue ejecutada entre los años 257 y 260. Es de piedra arenisca y h ay que suponer que la estatua sería de
igual material. Contrasta la pobreza del material con
otras seis que se hallan en el museo arqueológico de
Linares, de mármol, dedicadas a particulares de alto
rango, que probablemente de.s empeñaron magistraturas en la ciudad en época más rica". La explicación a
esta pobreza de materiales para honrar a un emperador en contraste con la riqueza de otros para honrar
a particulares se debe, sin duda, a que la basa dedicada
a Valeriano fue esculpida en plena decadencia de la
ciudad.
En la villa del Olivar, al SE de la ciudad, intramuros, .cuya excavación arqueológica se encuentra en curso -ahora colapsada por falta del permiso correspondiente por parte de la Junta de Andalucía- , pueden
observarse con claridad las visicitudes por las que pasó
la ciudad de Castulo, desde sus momentos de máximo
esplendor hasta los de pobreza. La edificación que ha
llegado a nuestros d ías pertenece a una época muy
avanzada del bajo Imperio, aún sin precisar con exactitud, tal vez siglo IV, rnas la misma se ha construido
sobre edificaciones anteriores de la que en varios lugares se conservan los cimientos, compuestos de fuertes
sillares bien tallados. La edificación moderna es de sillarejo y restos de otros edificios suntuosos.
CONCLUSIÓN
Durante el período visigodo, el traslado de la silla
episcopal de Castulo a Baeza (XI Concilio de Toledo},
está implicando la poca importancia de Castulo.
La invasión árabe con la primera batalla de Qastuluna y las sucesivas revueltas de los muladies; debieron quebrantar aún más a la ya arruinada ciudad.
Se nombra a Castulo en sucesivas ocasiones, ya
durante época de la Reconquista y posteriores:
Alfonso VI el Batallador conquista Baeza y Cazlona (Castulo) y al poco las pierde.
Fernando m reconquista Baeza y Cazlona y cede
ésta al Consejo de Baeza.
En el año 1350 Cazlona es motivo de cuestión jurídica entre Baeza y Linares. Esta última obtjene de Fernando IV que Cazlona le sea cedida, hecho que contináa hasta la fecha.
A partir de la Edad Media en que desaparece definitivamente como poblado, es sometido a una lenta devastación, la que sufre hasta nuestros días a costa de
las construcciones de los municipios y cortijadas vecinos, y en la actualidad porque se .halla en manos de
los saqueadores de yacimientos arqueológicos y abandonada por la autoridad autónoma.
395
[page-n-406]
J .M. BLÁZQUEZ Y M.• P. GARCÍA GELABERT
NOTAS
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Aueustus, Ablttrtul. Ahul. Wwnudt. Utt Lit#. M.ainz, Wiesbadcn, 1952,
c ....,....c .....
passim.
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villa de •El Oliva!'», Casculo (Ja6n)•. HotMII4jl a P. t:U Pakl, Barcelona (en prensa). Sobre las termas, M. A . .Et.vtu: •Catas 6, 7, 8•.
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En Bt..úQ.IIIZ, CO«TO.IIW y Uao.utu.A! Op. cil. nota 31, pág. 262.
.. e~: Op. ciJ. nota 33, pág. 262.
n•.
[page-n-407]
Pere P.
R IPOLLES •
LAS BALSAS ROMANAS DE BENIFARAIG
(ALBERIC, VALENCIA)
INTRODUCCIÓN
El desfonde de un campo situado en la partida de
Benifarrug' (término municipal de Alberic, Valencia),
mediante la utilización de un pala excavadora, puso al
descubierto en la primavera de 1983, parte de un pavimento romano de opu.s spi«uwn. El propietario del terreno, D. Antonio Torres, que en LOdo momento prestó
una valiosa y desinteresada colaboración, junto con
D. Ramón Arnau y Joaquín Briz pusieron el hecho en
conocimiento del Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, que vio la necesidad de realizar una excavación de urgencia con el fin de determinar la importa.n cia arqueológica del lugar desfondado y de los
restos aparecidos.
Una parte de esta parcela ya habfa sido desfondada con maquinaria pesada, en 1982, para instalar en
ella una fábrica de muebles. Esta operación proporcionó entonces abundantes restos cer!micos•, sin que se
pudiese identificar ninguna estructura, posiblemente
por razón del modo como este desfonde se llevó a cabo.
La ampliación de esta fábrica hacia el sector Este
de la parcela, para ubicar un depósito de maderas, pre•
Dpt. de Pn:hisroria i Arqueologia. Univen.itat de Valmcia.
cisó rebajar el nivel del suelo de la fmca hasta igualar
el que tenía la fábrica. En el transcurso de esta operación fue cuando se produjo el hallazgo del pavimento
de opus spicatum. Según el propietario del terreno, cuando eJ desfonde hab(a alcanzado casi el nivel del suelo
de la fábrica, la máquina excavadora comenzó a encontrar gran resistencia apareciendo una notable cantidad
de guijarros y restos de mortero de cal y arena. Cuando se hubo alcanzado un nivel similar al de la fábrica,
y ante la resistencia que oponía el subsuelo, se abandonó la labor de desfonde, quedando parcialmente al descubierto un pavimento de opu.s spie¡Jtum.
La excavación se llevó a cabo durante los quince prime.ros dfas del mes de Agost o de 1983, con la valiosa colaboración y asesoramiento del D r. Bernat M art( O liver,
investigador del Servicio de Investigación Prehistórica de
Valencia, y del Excmo. Ayuntamiento de Alberic.
ESTRUCTURAS
La excavación dio como resultado la aparición de,
al menos, 3 balsas de planta rectangular y de un pavimento de opu.s spi&atum tambi~n rectangular, alineado
todo ello a lo largo de un eje longitudinal (fig. la y lb).
397
[page-n-408]
P.l'. R.I I'OI.JJ:.s
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398
[page-n-409]
LAS BALSAS RO MANAS DE BENIPARAIG
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Fig. lb. - Alberie. &l.sas romanas de &nifaraig. Sec&Wnu
Siguiendo la dirección E-W nos encontramos en
primer lugar con un pavimento de opu.s tpicatum, cuya
parte conservada mide 3'10x l '70 m., construido con
ladrillos rectangulares de lO x 5 x 2' 5 cm. Este pavimento no puede atribuirse a ningún tipo de estructura
concreta ni definir su utilización como consecuencia
del arrasamiento que efectuó la máquina excavadora.
A pesar de encontrarse este pavimento alineado
con las tres balsas, es improbable que se trate del suelo
de otra', por cuanto que no se advierten restos de
muros en los dos lados mayores ni en el menor de su
parte Este. El pavimento en su lado W se adosa a los
restos de cimentación y de pared de una balsa (n.0 2).
A continuación nos encontramos con los restos de
una balsa (n. 0 2) q ue sitúa su fondo a UD nivel similar
al que tiene el pavimento de opu.s spi&aJum y, por consiguiente, se encuentra en gran medida arrasada, conservándose menos de la mitad de su suelo de mortero
de cal y arena. De las dimensiones de esta balsa únicamente es posible concretar su amplitud que es de
1'5 m. y en los lados N y W se advierte la existencia
de un rodapié en forma de cuarto de cfrculo.
El suelo de esta balsa posee una ligera inclinación
hacia Ja mitad de su lado Sur, en donde se encuentra
una pequeña concavidad en forma de pecten para recoger con facilidad el Uquido en ella contenido, cuando
se encuentra en sus niveles más bajos. La amplitud de
los muros de esta balsa únicamente es posible delimitarla en su lado Norte, donde tiene un ancho de
40 cm., mientras que el rodapié en cuarto de círculo
tiene un radio de 10 cm. Si este último mantiene su regularidad en el lado Sur, la amplitud de este muro seña algo mayor, ya que incluy6ldolo mide 66 cm., quedando por tanto su amplitud en 56 cm.
La escasa altura de lo conservado tan sólo permite
distinguir los restos de una capa de mortero fino que,
presumiblemente, recubrirla las paredes interiores de
la balsa.
El rodapié del lado Oeste de esta balsa (n.o 2) se
apoya sobre los restos de un murete de 56 cm. de amplitud, construfdo a base de UD doble paramento de
piedras irregulares, cuyo tamaño medio es de unos
20 cm., entre ellas, un relleno de piedras más pequeñas
y mortero. Por su lado Oeste se superpone al suelo de
una nueva balsa.
Sigue a continuación hacia el Oeste otra balsa
(n. 0 3), que tiene unas dimensiones de 2'96x 1' 38 m. ,
y por tres de sus lados {N., S. y W.), conserva un rodapié de 8-10 cm. de ancho, sin que existan restos que indiquen que éste también se hubiese colocado en Jos ángulos verticales. El suelo de esta balsa lo constituye un
pavimento de opu.s rtlieulaium de forma romboidal, cuyos
ladrillos miden 10'5x6 cm. Este pavimen to en el momento de la excavación lo re.c ubrfa totalmente una
capa de concreción caliza que dificultaba la identificación de este tipo de suelo. La amplitud de los muros
Norte y Sur es similar a los de la balsa inferior
(n.0 2), con la que se encuentra alineada, siendo de
42 cm. en el lado Norte y de 66 cm. en el lado Sur, incluyéndose en ambos casos el enlucido de mortero fino
(4 cm.) que recubría las paredes.
Esta balsa tiene un desnivel de 7 cm. hacia su Lado
Oeste, en donde un canalillo ligeramente desplazado
hacia el Sur de su parte media, atraviesa la pared Oeste de la balsa, con una anchura de H cm. y después
de recorrer el espacio comprendido entre &ta y la balsa
siguiente (68 cm.), penetra en la pared Este de esta última (n.0 4), que tiene un espesor de 40 cm.
La última balsa (n.0 4) es más larga y profunda
que las anteriores. Las paredes son de mortero y grava
399
[page-n-410]
P.P. RIPOLLEs
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...
[page-n-411]
LAS BALSAS ROMANAS DB B.ENIFARAIG
y tienen un grosor de 40 cm. en sus lados Norte, Sur
y Este y 55 cm. en su lado Oeste. El fondo presenta
una pronunciada inclinación hacia su mitad Este, en
cuyo centro, una concavidad ovalada recoge, al igual
que en la primera balsa (n. 0 2), los lilúmos restos del
líquido que contuviese. Toda ella se encuentra recubierta con un enlucido de mortero fmo y en el ángulo
que forman laa paredes con el suelo presenta un rodapié en fonna de cuarto de círculo de unos 14 cm. de
ancho.
En el centro de la pared Oeste d e esta última b alsa
parece alcanzarse la altura original que esta tenfa, por
ser el único lugar donde la misma capa de mortero fino
que recubre las paredes de la balsa alcanza y recubre
sin interrupción la cara superior del muro.
Entre las particularidades que de esta balsa
(n. 0 4) hay que destacar, se encuentra la inexistencia
de desagüe y, por tratarse de una balsa bastante bien
conservada, todo parece indicar que no lo tuvo. No men os sorprendente y enigmático es la existencia de un
estuco en la pared Sur, compuesto por tres tipos de preparaciones. La primera de ellaa y más interior está formada por mortero de tono gris muy fino y arenoso, con
restos de cenizaa, de unos 7 cm. de espesor¡ a continuación , se adosa otra capa con una tonalidad anaranjada
y textura similar a la anterior, de 4 cm. de espesor¡ y
fmalmente recubre las anteriores una capa de yeso de
unos 2 cm. de espesor, que por su parte exterior está
pintada con un tono rojo fuerte uniforme. En la zona
en que el estuco alcanza una mayor altura, no rebasa
los 40 cm. También tiene un recubrimiento de estuco
de tono anaranjado la pared exterior del muro Oeste,
sin restos aparentes de pintura.
En la mitad Norte de la zona excavada, a la altura
de la primera balsa (n.0 2), aparecieron restos de mortero, de cal y arena, y guijarros, asr como algunos la·
drillos rectangulares sueltos de 7'5x5x2 cm. El estado
de destrucción en que se encuentran estos restos única·
mente permite intuir la existencia de alguna estructu·
ra, sin que pueda concretarse de qué cipo.
Para terminar sólo nos queda reseñar que j unto al
ángulo NW. de la óltima balsa apareció un pequeño
pozo (silo ?) (cf.: corte A), cuyas paredes de tieua teman una superficie que mostraba síntomas de haber
estado expuestas al fuego, bien fuese intenciooadamen·
te para endurecer su superficie o accidentalmente. En
su interior apareció un fragmento de borde de forma
indeterminada de cerámica vidriada.
aparecieron dentro de las balsas más profundas (n.o 3
y +), que por estar su interior protegido por sus pare·
des, presumiblemente, no presentan intrusiones ni re·
mociones.
SUPERFICIE
Cerámicaa fina•
Frag. de borde de la forma Mayet XXXVII (fig. 2, 1}.
Frag. de cuerpo de la forma Mayet XXXN (fig. 2, 2).
Lucernaa
Frag. de ua de forma indeterminable (fig. 2, 3).
Terra aigi»ata
Sudgálica
Frag. de borde de la forma Drag. 29 (fig. 2, 4).
Frag. de borde de la forma Drag. 37 (fig. 2, 5).
Frag. de base de la forma Drag. 27 (fig. 2, 6).
Frag. de cuerpo de la forma Drag. 24/25 (fig. 2, 8).
Frag. de Borde de forma indeterminable (fig. 2, 7).
Hispánica
Frag. de base, con la marca EX 0[-]PAT. (Debe
corresponder a Valeriua Paternus, de Tricio. La marca
está fragmentada en au parte media y en el espacio que
queda ilegible caben dos letras.)
Frag. de borde de la forma Drag. 29 (fig. 2, 9).
Frag. de borde de la forma Drag. 37.
3 fraga. de base de la forma Drag. 37 (fig. 2, 10, 11
y 12).
Frag. de borde de la forma Drag. 27.
Frag. de borde de la forma Drag. 15-17
2 (ragt. de bue de la forma Drag. 15-17 (fig. 2, 13
y 14).
4 frags. de borde de forma indeterminable (fig. 2,
15 a 18).
Frag. de base de forma indeterminable, con decoración interior de roedecilla (fig. 3, 1).
Frag. de base de forma indeterminable (fig. 3, 2).
17 frags. de cuerpo de forma indeterminable
(fig. 3, 4 y 5).
INVENTARIO
La inexistencia de estratigra.fra nos ha llevado a
englobar dentro del apartado Superfl&ie todos los hallaz·
gos, incluídos los que se recogieron cuando la pala me·
cánica realizó el desfonde, con la excepción de los que
Clara A
3 frags. de borde de la forma Hayea 14 (fig. 3, 6,
7 y 8).
401
[page-n-412]
1
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3
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7
8
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......
......
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25
28
Fig. 3.402
Alheru. Balsas romaMS
IÚ
Bmifaraig. CerárnWJs
[page-n-413]
LAS BALSAS ROMANAS DE B.ENlFARAIG
Frag. de bue de la forma Haycs 14.
Frag. de borde de la forma Lamboglia 2, Hayes 9
(fig. 3, 9).
2 frags. de borde de la forma Hayes 23 (fig. 3, 10
y U).
Frag. de base de la forma Hayes 23 (fig. 3, 12).
Frag. de borde de forma indeterminada.
4 frags. de cuerpo de forma indeterminada.
Otras cerámicas
Frag. de borde de plato esmaltado, con decoración
i.n terior en azul. Manises, siglo xvu (fig. 4, 3).
Anforas
Frag. de borde de la forma DresseJ 2-4 (fig. 4, 2).
Asa de ánfora ibérica.
3 frags . de cuerpo de forma indeterminable.
Luante
Frag. de cuerpo de forma indeterminada.
Dolia
Frag. de borde (fig. 4, 9).
9 frags. de cuerpo.
3 fraga. de tapadera.
ClaraD
Frag. de borde de la forma Hayes 61 (fig. 3, 13).
10 frags. de cuerpo de forma indeterminada.
Materiales de construcci6n
Africana de Cocina
Frag. de borde de la forma Rayes 181, Lamboglia
9A (fig. 3, 14-).
Frag. de borde de cerámica de cocina africana, de
la forma Vegas 5 (ñ~. 3, 21).
Frag. de cuerpo de cerámica común africana, de
forma indeterminable.
2 frags. de borde de la forma Vegas 6, n.0 3
(fig. 3. 23 y 25).
Frag. de borde de la forma Vegas 16 (fig. 3, 26).
49 rrags. de tegulae.
107 frags. de imbrius.
25 ladrillos rectangulares (7' 5/7x5x2 cm.).
23 frags. de ladrillos rectangulares.
19 ladrillos romboidales (10x7x4 cm.).
34 frags. de revestimiento de pared, con la superficie pintada de rojo.
Vidrio
Frag. plano de vidrio de forma indeterminada.
Cerámica común
6 frags. de borde de la forma Vegas 1 (fig. 3, 15, 16,
17, 18, 19 y 20).
Frag. de borde de Ja forma Vegas 12 (fig. 3, 22).
Frag. de borde de la forma Vegu 14, n.
o
2 (fig. 3,
24).
2 frags. de borde de tapadera, de la forma Vegas 17
(fig. 3, 27 y 28).
Frag. de pie de incensario (?), de la forma Vegas 64
(?) (Jig. 4, 1).
Frag. de borde de pátera de tradición ibéñca (?)
(fig. 3, 32).
Frag. de borde que recuerda las forma& del ánfora
ibérica (fig. 3, 29).
Frag. de borde de forma indeterminada (fig. 3, 30).
Fz:ag. de base de forma indeterminada (fig. 3, 31) .
17 frags. de cuerpo de forma indeterminada.
Monedas
N. o 1. As de Caesaraugusta, de Augusto. 27
a.C.-1.4 d.C.
A. AVGVSTVS DM F
Cabeza laureada de Augusto a izq.
R. Yunta guiada por un sacerdote a izq.; arriba CAESARAVGVSTA; debajo L CASSI O C VALE FEN 1 n
VIR.
Vives 147-7 (lám.
m,
3).
N. 0 2. As de Roma, de Adriano. 134-138 d.C.
A. HADRIANVS AVG COS ill P P
Busto laureado y drapeado a der.
R. CAPPADOCIA S C
Capadocia, con túnica y manto, de pie, sosteniendo
con la mano derecha una miniatura del monte ÁrgtUus
y con la izquierda un estandarte.
RIC II, 848 (lám. IU, 4).
+03
[page-n-414]
P.P. RlPOLLts
2
1
L_
5
Fig. 1.-
40+
Állurie. Balsas
romaMS fÚ
&niforaig. Cmlntiuu
[page-n-415]
LAS BALSAS ROMANAS DE BBNIFARAIG
N.• 3. Antoniniano de Claudia ll. Acuñación pósDeapu~a del 270 d.C.
A. [...J VD[... ]
Cabeut radiada a der.
R . [CONSE} CRA (TIO}
Altar con guirnalda.
0'95 g.; 11 h. (lhn. UI, S).
Africa.n& de
N.0
A. CONSTAN-TJNVS AVG
Busto lauread o a der.
Cerámicas
COCÚJI&
tuma.
R. VIRTV[SJ EXERCIT A 1 S
(PLG]
Dos cautivos sentados al pie de un estandarte en el
que está inscrito VOT XX.
2'
Inscripci6n•
Ara funeraria de caliza gris (JH x
eon restos de base y cornisa adornada eon frontón y acr6teras (?). La cara po$terior carece de base y cornisa. La
inscripción cataba sin en.m arcar y de ella son clarame.nte
legibles las dos primeras letras de las dos primeru líneas,
por haber sido completamente picada (lá.m. ID).
D (--)
e [---1
Frag. de borde de la forma Vegas 16, n.• U. Co-
mó.D africana (fig. 4, 4).
Frag. de cuerpo de cerámica africana de cocina, de
la forma Vegas 5.
comUJJt:6
Frag. de borde de la forma Vegas 3, n. 0 1 (fig. 4,
7).
33 frags. de cuerpo de forma indeterminada.
Dolia
3 frags. de borde (fig. 4, 1
0).
18 frag¡. de cuerpo.
Materiale1 de con1trucci6n
1}pla entera (61x 46 cm.).
55 fraga. de l#fld4.
fm/Jyu entero,
13 frag¡. de imhru.
358ladrillos romboidales (10x7x4 cm.).
[--
INTERIOR POZO (SILO ?)
INTERIOR BALSA 3
Cerámica común
Frag. de asa de forma indetermin.ada.
3 fraga. de cuerpo de forma indeterminada.
Materiales de con&trucci6n
15 frags. de tegul¡.u.
4 frags. de imbrius.
2 ladrillos rectangulares (J0x7x4 cm.).
INTERIOR BALSA 4
Cerámicas finas
Frag. de borde de la forma H ayea 23 (Iig. 4, 6).
Frag. de base de la forma H ayes 23 (fig. 4, 5).
Cerámic& vidriada
Frag. de borde, con aupcrlicie interior y exterior vidriada, de tono verdoso, de forma indeterminada
(fig. 4, 8).
COMENTARIO
La valoración de las estructuras excavadas, en lo
que se refiere a su utilidad y función, es dificil de deter-
minar por cuanto que se desconoce todo lo que rodea
a la zona excavada y, por consiguiente, se ignora qu~
tipo de construccionea complementaban las balsas aparecidas o el conjunto dentro del cual éstas se insertan
y forman parte. Es evidente que ello resta elementos
de j uicio para poder dar una explicación satisfactoria
sobre su uso y utilidad.
A juzgar por todo lo que se ha podido observar,
se ha optado por descartar la posible utilidad ornamental para el conjunto de balsas, entre otras razones por
ser de grandes dimensiones y porque no van acompañadas de ningún tipo de construcción que de pie para
ello. A todo esto se debe añadir, q ue a pesar d e que
405
[page-n-416]
P.P. RrPOLLEs
las primeras balsas han sido construidas cuidadosa·
mente y son de buena calidad, la última de ellas
(n. 0 4-) no encaja est~ticamente dentro de unas cons·
trucciones de tipo de piscina con finalidad ornamental.
En consecuencia se ha preferido, a la vez que se
ha visto más factible, orientar nuestras hipótesis hacia
una utilización de las balsas para labores de índole
artc:llano-industrial. De entre las estructuras que poseen una mayor semejanza con las que son objeto de
estudio, hay que destacar las Jullonieae, las balsas para
la preparación de la fibra de lino y las balsas de decan·
tación de arcillas destinadas a la fabricación de cerámicas.
La fuiúmica es un taller para el tratamiento de los
tejidos de lana mediante el cual ~stos adquieren un aspecto tupido, haciéndolos a la vez muelles y suaves al
tacto,. Para el complejo proceso de la batanería se
precisan una serie de pilas/cubetas en las que la pieza
de lana se lava previamente con agua mezclada con
mordientes. Una vez lavados los tejidos en las pilas y
despu& de abatanarlos, volvfan a ser lavados en estanques/balsas con agua abundante. Los estanques requeridos para esta última operación suelen estar escalonados y comunicados entre sr; su número normalmente
no es inferior a tres, siendo en algunas .fullonicae bien
conservadas de cuatro•.
Sería con estos últimos estanques con los que tal
vez podrfan ponerse en relación las balsas de Alberic.
Sin embargo la ausencia de las pilas/cubetas para el lavado previo de las telas y la ubicación de las balsas en
un medio rural', son elementos que abogan en favor
de desestimar la idea de que estas formasen parte de
una .fullonw.
Una segunda hipótesis relacionaría las estructuras
de Alberic con balsas para enriar linos. Un conjunto
de balsas escalonadas y comunicadas entre sr, recientemente excavadas en El Cuatrón (Farasdués, Zaragoza),
han sido relacionadas con el proceso de extracción de
la fibra de lino'. Dentro del proceso de fabricación
del lino, Plinio' indica que los tallos de la planta se
colocaban e.n agua tibia al sol y debido a su ligereza
se mantenían en el fondo del agua mediante un peso.
No sería descabellado atribuir a las balsas de A1beric una finalidad semejante, a pesar de que la altura
conservada sea mínima y no permita reconstruir su modus operandi. En apoyo de la atribución de las balsas de
Alberic a la operación de enriado, dentro del proceso
de fabricación del lino, se puede aducir la proximidad
de la ciudad de &ulilhis, famosa en la antigüedad por
la confección de paños de lino de excelente calidad10•
Ante la inexistencia de a.r gumentos sólidos que
puedan inclinarnos de modo definitivo hacia una de las
dos opciones hasta ahora planteadas, y ante el desconocimiento total del resto del yacimiento, debemos presentar una tercera hipótesis sobre el posible oso de estas balsas. Según ésta, su función podría estar
406
relacionada con los alfares y se trataría de pilas/estanques para decantar la arcilla. En el proceso de la preparación de la arcilla, una vez que ésta ha sido extra{da
de la veta, se transporta al alfar donde se deja secar
y, posteriormente, se machaca pulverizándo1a. La tierra resultante se mezcla con agua en una balsa, batiéndola basta que se consigue un lfquido pastoso homogéneo, y entonces se trasvasa a otra balsa para que en ella
se asiente el barro y se evapore -o se extraiga
manualmente- el agua. Cuando la superlicie del barro asentado comienza a cuartearse, este se almacena
en el alfar 11 •
Esta podría ser, también, la función de las balsas
de Alberic, aunque en la zona que ha sido excavada y
en la superficie de su entorno no han aparecido restos
cerámicos que denoten la presencia de un alfar. Tan
sólo debemos destacar la existencia de un elevado número de ladrillos romboidales, de pequeño tamaño,
como relleno en el interior de la última balsa (n. 0 4),
que creemos proceden de un pavimento, que junto con
otros escombros, ha servido para nivelar el suelo.
Ninguna de las tres hipótesis presentadas puede
ser comprobada mientras no se posean más elementos
de juicio, puede incluso que las balsas tuviesen una finalidad distinta a las ya ennumeradas; sin embargo, de
entre todas ellas nos parece más verosímil la que las
relacionarla con el enriado del lino.
Por lo que respecta a la cronología, los materiales
recuperados son escasos, muy fragmentados y de la
mayor parte de ellos no se tiene la certeza de que no
hayan sido removidos. La cronología que de ellos se
desprende abarca un amplio margen que oscila desde
los inicios del siglo I d.C. hasta el IV d.C.
Dentro del siglo I d.O. se deben situar las cerámicas sudgálicas, las de paredes finas, un fragmento de
ánfora Dressel 2-4 y una moneda de Augusto del taller
de Caesaraugusta. El siglo II y la primera mitad
del III están bien representados con sigillatas hispánicas, claras A y un as de Adriano. En cambio, pertene·
cientes a la segunda mitad del siglo IIl y al IV existe
una menor cantidad de hallazgos¡ al primero única·
mente podemos atribuir un antoniniano de Claudia Il,
un fragmento de lucente y al segundo un 1IW7ti7UU de
Constantino y un fragmento de clara D, de la forma
Hayes 61. A los siglos Ill y IV también cabría atribuir
algunos fragmentos de cerámicas comunes de cocina,
ya que la larga perduración de algunos tipos no permite datadas con seguridad.
La mayor parte de los materiales recuperados no
pueden relacionarse directamente con las estructuras
excavadas, sin rie3go a incurrir en error, por encontrarse todo el terre.n o bastante removido y alterado y ser
mmimo el espesor de tierra que ha sido excavado. A
pesa.r de ello, y dentro de la más estricta especulación,
las construcciones de Alberic podfan haber estado en
uso basta la primera mitad ?el siglo m d.C.; período
[page-n-417]
LAS BALSAS ROMANAS DE BENTFARAIG
~ste
al que pertenece la mayor proporción de materia.les datables, sin perjuicio de que la zona haya mantenido una cierta población que, por los restos cerámicos
que aparecen en los campos circundantes, alcanzó plenamente el Medievo•:.
NOTAS
, Mapa Thpogrilico Nacional. Hoja 770, Alc:ira. 39° 7' 10"
de latitud Norte y 0° 30' 50" de longitud.
, Lu personas que e.tuvicron preacntcs en cata transforma·
ción recuerdan, porque les llamó la atención, la aparición de un
abundante n\imero de fragmentos de tȟ..
s No u inusual la utilización del tpWJ spiuúum para suelos de
balsas, ya que los encontramoa en laj~iu de la oi4 tÜJÜ A.~w141i,
de Oatja.
, La inscripción apareció cuando ac reali%6 el desfonde
de 1983, en una zona situada fuera del irca excavada.
, Un.a QPlic:ac:ión completa sobre e.te tipo de talleres se cncontrari en C . ALMAD: Ttjidtly mtMf4 ,. 14 I'Dritcnll.tJ lblriu. Madrid,
198,., p6gs. 225·232. En ~1 ac eatudn la batanerla en la Península
lWrica a trav& de la epignú(a, Wúca fuente y documento q~tc cvideneía au preacncia.
• W.O. Mou.u~~: 1'111 UIHIIft ÍNh.IIIJ lll hm~i. Univ. o( MaryJan, Ph.D. 1962. Ann Arbor, Mich.: Univ. MiCT. 1976.
r AU'AAO: 0,. ni. nota 5, pá3. 232, Indica q~tc cate tlpo de ta·
Ucrct debió ser relativamente numeroao en lu ciudades de !rcaa con
un elevado grado de romanización. Por lo que respecta a lu úeAs
rurales considera que ta.O sólo algunos ricos propietarios podfa.D po·
aeer uno de catoatallerea, careciendo de elloala mii)'Or parte de las Di~*.
a At.~Aao: 0,. eit. nota 5, pág. 56.
, Pwuo, N.B. XIX 3, 17.
,. P UJIIO, N.H . XIX. 9; Swo hwco Ul, 373·37+; CATUt.O,
Xll, H y XXV, 7.
11 O.P.S. P&ACOC&: l'olfi!J i1t IN RMMII H6rld, IUI ~~iuJ appr.Mil. New York., 1982, ~ga. 53·55 y fig•. 20 >': 65. .
1\mbi~o la etnogra.lla peru.oaular ooa ofrea máluples eJem·
plos de esta actividad y una amplia gama de conjunto• de balau
dilpueataa de diferc:.ntc modo. Conrúltcac:
A . C.U.arnao, M . FIWCÁ!Ioez y C. Om2: .Alfarería popular en
A.ndaluda Occidental: S~tr d.e Badajoz y HuelVb. Eltt~~vafú Espaiil>la, o.• 1, Madrid, 1980, p6gs. 99-265.
c. Onn, M . FuN!HDI:% y A. c ......IITIUIO: ·Alfarerla popular en
Andalucía Occidental, U: Sevilla y C~. EIMtrafi4 EspaiW4, n.0 2
Madrid, 1981, p6ga. 41·185.
A. CAAUrPO y C. O!ou: «Alfarerla popular en la provincia de
Córdoba•. Elul"/(4 EspdDI.a, 1l. 0 3, Madrid, 1983, pága. HH.
M . FaiUWmaz y M.A. M 0t0011.1.0: oAI:farerla popular ~JI la provincia de Ja~n• . Etnotr4fl4 Espaífllkt, o.• 3, Madnd, 1983,
p6ga. 145·26...
M.A. 1.4Aa.uu: oAlfareda popular e:n la provincia de Albace·
te: Estudio ctnogrific:o». F..ttetrtifú Es¡uitlkt, n. • 3, Madrid, 1983,
P'SS· 265-:IM.
at La ezúteocia de población en esta zona (partida de Be·
nilaraig) du_
rante la edad medn queda &le.tiguada por la .topon_i·
mía. En Benifaraig ac documenta, a partir de 1288, la ClllltenCla
de un• alquería árabe, véase: C. 8AIOOW): '11ptttúmi4 ardbie4 tÜl Pw
~- Alq!WfW i Cast.t/Js. Xltiva, 1982, p. 116.
407
[page-n-418]
P. P RIJ>O LLES
Lám 1 -
408
Panoramicn dtl vawmr11W dmh rl lado Eslr (supr111J1) ;- tlr:.dr ti Indo OtJII' (u![r11or)
[page-n-419]
t.AS BALSAS ROMANAS OE B.ENIFARAIG
Ltim. 1/. - Baúas n. • 3-4 (superior). Pm,immlo de opus .spit:alum dA primtr suelo (infiflor izqmtrda).
Pavimento dt opus retíeulatum dt lo bolsa n. • 3 (inftríor dertcha)
409
[page-n-420]
P.P. Rl POLLES
2
3
1
4
5
6
Lóm. 111. - 1y 2, ins"iptió1 rOma11a y detallt; 3, as tk Caesaraugwta; 4, as tk Adriano; 5, antoniniano de Claudia ll; 6, nummus de Constantino [
1
410
[page-n-421]
Gabriela
M ARTfN*
MATERIALES ROMANOS DE LAS COLECCIONES DEL MUSEO
DE PREHISTORIA DE VALENCIA (ANTIGUOS FONDOS, I)
Iniciamos el presente catálogo hace más de veinte
afios, precisamente por iniciativa de Enrique Pla que
nos aconsejó estudiar los viejos fondos de materiales romanos depositados en el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia, En aquella épo·
ca, trabajábamos Milagros Gil-MascareU y yo en los
sótanos del Palau de la Batlia, antigua sede del S.I.P.,
buscando entre montes de cajas de materiales arqueológicos las «sigillatas» y ucampanienses» procedentes de
antiguos depósitos y donaciones. Juntas, habíamos publicado bacía poco «La romanización en el campo de
Liria>t' en la serie de los Papeles del Laboratorio de
completas monografías, el S.I.P. ha aumentado considerablemente el número de sus investigadores. Pero
cuando iniciamos este catálogo todavía no se había excavado el trecho de la Vaúnti4 romana situado en la an·
tigua Plaza de la Reina y cuya m.onografla, infelizmente, aún no hemos podido ver publicada. No se hab(an
realizado tampoco excavaciones arqueológicas sistemáticas en Sagunto y los primeros trabajos sobre cerámicas romanas procedentes de esta ciudad fueron los
nuestros, asf como también nuestra Tesis de Licenciatura sobre la Terra Sigillata de Sagunto1 a pesar de lo
mucho que se babfa escrito, con erudición pero con
Arqueología de Valencia, utilizando, principalmente,
poco rigor científico, sobre los famosos ccbarros sagun-
los materiales romanos de la antigua Edet4, existentes
entre las colecciones arqueológicas del S.I.P. y Enrique
Pla nos sugirió que diésemos cootinuación a ese trabajo estudiando también otros mate.riales romanos inéditos.
La investigación arqueológica y las publicaciones
relativas a la romanización de la región valenciana se
han multiplicado en las últimas décadas, se han creado
nuevos museos monográficos y regionales, el Ayuntamiento de Valencia ha publicado también varias y muy
tinOS».
• Universidad Federal de l'emambuco, Recife (Brasil).
Cuando vemos hoy el dinámico Museo de Denia
y las numerosas publicadones que ha producido, nos
sentimos pioneras de la investigación romana de esa
hermosa ciudad, pues fueron nuestras
«La supuesta colonia griega de Hemeroskopeion»~, los
primeros trabajos que dieron inicio a la investigación
sistemática sobre la Arqueología romana de Denia,
pues pocas eran las publicaciones sobre ese tema desde
que Roque Chabás escribiera, en el siglo pasado, su
«Historia de Denia». La monografía sobre HemerosJ:opeion se la habíamos dedicado a Enrique Pla que tanto
Hl
[page-n-422]
G. MARTÍN
nos auxilió durante su elaboración y que, llevado por
el deseo de ayudarnos a encontrar la verdad arqueológica de la famosa colonia y por su propio interés científico, acah6 descubriendo la inexistencia de la ceca DINIU, que los historiadores de o tros tiempos
transformaran en una ciudad ibérica imaginaria'.
Mucho nos ayudó también Enrique Pla durante la elaboración de nuestra Thsis Doctoral sobre la Arqueología romana de Denia-Jávea, cuyo ponente fue Miguel
Tarradell, ambos grandes amigos y colaboradores durante los muchos años que el Profesor Tarradell pasó
en Valencia como Catedrático de Arqueología. L.a publicación de la monografla sobre J ávea, en la Serie de
Trabajos Varios del S.I.P., fue también iniciativa de
Domingo Fletcher y Enrique Pla1 •
!.a publicación de este pequeño catá:logo no tiene
hoy el valor que hubiera te.n ido hace prácticamente
veinticinco años, cuando lo iniciamos, pues los hallazgos se han multiplicado con el correspondiente aumento de los depósitos del S.LP. Diversas razones detuvieron su continuación, principalmente y de más peso, fue
el traslado del M useo de P rehistoria a la antigua Casa
de la Beneficencia. Pero nos parece que, denrro de su s
limitaciones, estamos retomando u n trabajo que puede
ser el principio de otras monografias sobre materiales
romanos del S.I .P., que al dar continuación a ésta , ayuden a comp letar el mapa arqueológico de época romana de la región valenciana. El momento nos parece
oportuno, tanto por el especial homenaje póstumo a
Enrique Pla como porque el S.I.P. y su Museo de P rehistoria están ya definitivamente, esperamos, instalados y aumentan su proyecció..o científica bajo la firme
dirección de Bernat M artf, recogiend o los frutos plantados p or su.s antecesores Domingo Fletcher y Enrique
Pla Ballester.
Hemos hecho hincapié en publicar esta muestra
de materiales r omanos del S.I.P. en homenaje al que
fuera nuestro gran amigo, pues como dijimos, lo empezamos por iniciativa suya, recién salida de las hornadas
de alumnos distinguidos que Nino Lamboglia lanzó al
mundo de las cerámicas romanas. L as clasificaciones
de «il Professore» Lamboglia eran indiscutibles e.n
aquella época, después vino el ·tiempo de la contestación y de los ataques virulentos, incluso d e algunos de
sus alumnos, después, como tantaS veces ocurre, todos
acaban volviendo a sus nomenclaturas a pesar de las
criticas, protagonismos y siempre «nuevas clasificaciones».
Podrá pensa.rse en la inu tilidad de p ublicar un catálogo incompleto despúés del trabajo de Tarradell ..La
romanización del 'País Valenciano»5 , que le valió eJ
premio Martorell y de otras monografias posteriores,
pero nos p arece que el libro de Tarradell no eliminó
las posibilidades de investigación sobre la época romana en el antiguo Reino de Val.e ncia. Todo lo contrario,
no cerró ninguna puerta sino que ab rió el camino para
412
posteriores trabajos. Nunca un «corpu.s» sobre un área
t.an amplia puede ser exhaustivo, pero es a partir de un
ensayo de ese tipo, que el investigador de un área pequeña puede iniciar un trabajo minucioso.
Al estudiar la romanización en el campo de Liria
a que nos hemos referido en las líneas anteriores, llegamos a la conclusión de que la mayoría de los yacimientos registrados, correspondía a p oblados ibéricos posteriormente romanjzados y cuya población había ido
ocupando pa-ulatinamente Jas tierras llanas. Este caso
se repite mucho en la región valen ciana y vimos que
en la serie de yacimientos que se citan en el presente
trabajo, aparecen repetidamente los términos tossa/et,
ere/4, puig, a/Jet, etc., todos con el significado de altura,
siempre refuiéndose a elevaciones o colinas de poca altitud. E n muchos de estos yacimientos aparece, junto
con la cerámica romana, cerámica ibérica, repitiéndose el caso de la zona de Liria, cu yo estudio nos permitió
algunas conclusiones bastante seguras, ya que se trataba de material arqueológico abundante de una pequeña área. Conclusiones semejantes no son posibles a través de este catálogo, pues se trata de materiales
colectados esporádicamente en sucesivas prospecciones
casuales o intencionadas y acumulados año tras año en
los fondos del Museo del S.I.P. Sin embargo, creemos
útil su publicación como complemento de trabajos anteriores de mayor envergadura y como inicio de posteriores y más comp letas investigaciones.
Con los años, nuevos materiales arqueológicos romanos han enriquecido cl acervo del S.I.P., por lo tanto
ésta es, sólo, la primera parte del catálogo de las colecciones romanas que, procedentes del antiguo Reino de
Valencia, se guard an en el Servicio de investigación
Prehistórica.
EL CATÁLOGO
Para la relación de los materiales romanos seguimos el orden por regiones naturales del Atlas Geográfico de España, de Ediciones Aguilar, de 1984.
Fue consultado el Archivo de Yacimientos Arqueológicos del S.I.P., para localizar el yacimiento a que
cada hallazgo correspondía, trabajo cuidadoso que debemos a Amparo Barrachina Ibáñez y a quien agradecemos desde estas líneas. Así fue posible iniciar la relación de cada conjunto con una b reve referencia
histórica de cada yacimiento y la bibliograffa del mismo cuand o ésta existía.
ALT MAESTRAT
Yacimimto: Caatell d 'Area.
TlrmitW Municipal: Benassal.
[page-n-423]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
Castillo con dos recintos, de fácil defensa y posición estratégica.
- Dos fragmentos de sigillala hispánica con decoración
de círculos sogueados (fig. 1, n.• 7, 8).
Bih/icgraflo.:
V. PoRCADA (1973): Gran En&i®pedia d4 la Regúfn Valenciana, Tomo l
Mal4ria./
arqueoMg~o:
Jun to al ba.Loerario se recolectaron diversos fragmentos
de cerámica ibérica pintada y un fragmento de
ELS PORTS
Yaeimimlo: La Moleta d ell Frarea.
Tlrmino Municipal: Forcall.
La Moleta es una estrecha formación tabular
orientada d e N. a S. y limitada por los barrancos de
la Medanella al E. y del Llop al W. Su altura es de
895 m. sobre el nivel del mar mjdjendo 520 por
170 metros. Forma un altiplano con una extensa terraza donde se han acumulado gran cantidad de materiales arqueológicos. Se accede por dos caminos, uno de
ellos parcialmente excavado en la roca. Jumo a la calzada de acceso debe haber existido una necrópolis. Obsérvanse todav{a muros de contención y antiguas noticias hacen referencia a un pequeño monumento
funerario y hallazgos de urnas. Existen numerosos restos de construcciones, algunas parcialmente excavadas
en la roca, así como fragmentos de estucos pintados.
Excavada en parte por Enrique Pla en 1960, la monografla posterior y más completa se debe a F. Arasa i
Gil que identifica el yacimiento con la antigua .úsera.
Entre los hallazgos arqueológicos de difer entes
épocas, es importante llamar la atención para la abundante cerámica sigillata aretina colectada y que se encontrab a en el S.I.P. El conjunto que aquf se presenta
procede de una prospección independiente de las excavaciones realizadas.
Bibliograjfo.:
E. Pu. BAI.Ul.STU (1961): Exc.twa&ionu m la «Moleftl dtls
Frares», tlrmino dt Farcali (CastdMn). Mmll11'ia dt la Primera Campaña (agosto 1960). Valencia (original mecanografiado).
E . p._,. BAt.LESTllR (1966): «Actividades del S.T.P.
(1961-65)». APL, XI, Valencia, pp. 275-328.
F. ~SA 1 GrL (1987): Lesera (lA Molefll deis Frares, El
Farcali). Monografies d e Prehist~ria y Arqueología
Castellonenqocs, 2, Castelló.
MaJeria/ arqueoMgüo:
-Cinco fragmentos de sigillat.a aretina lisa (fig. 1, n.• 1
a 5).
-Un fragmento de sigillata •ud-gálica. de forma
Drag. 37 en el que se aprecia decoración de ovas (fig. 1,
n. 0 6).
-11-es fragmentos de sigillata sud-gálica sin forma determ inable.
LA PLANA BAIXA
Ya.cimienlo: Les Alqueriea.
Término Municipal: Les Alqueries.
Necrópolis romana situada en unos campos cultivados en la finca de la familia Pucho!, con una superficie de 3.500 metros cuadrados aproximadamente. Fueron colectadas cerámicas sigillatas, t~gulas y monedas,
entre ellas un bronce de Faustina joven. Cronologfa de
fines del siglo n y primera mitad d el m d.C.
Ya&imiertlo: Finca de Manrique.
Término M~pal: Vila-real.
En la partida del Madrigal, cer ca de L ermita de
a
la Virgen de Gracia, .apareció, al trabajar el terreno,
el pavimento de una habitación y algunas monedas de
las que se conservan 17 en el Museo de Castell6n. C ronología aproximada de la segunda mitad del siglo 1 y
princjpios del n d .C.
Yacimimlo: La Torrassa.
TirrniM Municipal: Les Alqueries.
Villa romana situada en la línea divisoria entre los
términos de Betxí y Les Alqueries. Yacimiento de gran
importancia pero que se encuentra muy destruido por
el laboreo o una mala polftica de preservación de restos
antiguos. Durante los trabajos agrfcolas se encontraron
restos de construcciones, cilindros de prensas de aceite
y algunas monedas, además de abundantes cerámjcas
romanas. Su cronologfa se sitúa entre la segunda mitad
del siglo n y el m d.C., con algún material del siglo 1 d.C.
Bibliografo:
J.M. DoRAn SUASTIA (1972): Datos para la Histori4 d4 Villareal. Ayunta.miento de Villareal, pp. 62-70.
MaJeria/ arqueoMg~o:
El conjunto de cerámicas que a continuación relacionamos fueron depositad.u durante algún tiempo en d S.l.P.
para ser clasüicad.u. Realizamos la numeración y d.uifica-
ción pero no llegamos a dibujarlas. Con el tr!Uiado del S.I.P.,
ignoramos si continúan en Valencia o fueron devueltas al
Museo de C:meU6n. Por ese motivo no constan aquí los dibujos de lllll mismas.
Necrópolis romana de Les Alqueries:
- Fragmento de pie de sigiUata hiap!nica, fonna
Drag. 37, con de<:oración de círculos conc~ntcicos. El pie
muy bajo y poco marcado indica un tipo tardío.
-Fragmento de borde de aigillata hispánica., forma
D rag. 37, con decoración de puntas de flecha horizontales.
- Fragtnento de sigillata h ispánica, de forma D rag. 37,
de tamaño grande, decorado con motivos altern ados de gran-
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Fíg. 1.- 1 a 8: La M4111a dds Ftares (El Ftlreall). 9: Cerro Parlii.ÜJ (Prdralba) 10 a 15: &gls. 16: M4sfa tú los 7Dros (7Jrts4). 17 a
19: Pob/4do á4 A/Jomira (~1). 20 y 21: Casdla á4 PtOtt.S Caminns (Pohla tÚ Jlallh0114).
414
[page-n-425]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
des círculos con otrOs motivos vegetales. Decoración poco
cuidada.
-Fragmento de sigillata hispánica de forma Drag. 37,
con decoración de c(rculos condntricos cordados.
-Fragmento de aigillata clara A, forma Lamboglia 3.
- Fragmento de aigiUata clara A, forma Lamboglia 9.
-Fragmento de aigillata hispánica, de forma Drag. 37,
con decoración de clrculos conc~ntricos alternando con líneas
verticales.
isa.
- Fragmento de aigillata hispánica L
- Fragmento de s:igillata hispánica, de forma Drag. 37,
con decoración de círculos condnlricos.
- Varios fragmentos de vasijas comunes o de cocina y
de vidrio.
Finca de Manri que:
-Fragmento de sigillata hispánica de forma Drag. 30,
con decoración de grandes metopas encuadradas por puntas
de Oecha. Se aprecia parte de una metopa con la figura de
un ciervo acosado por d os perros. El motivo, aun que algo diferente, recuerda otrO procedente d e Almendralejo también
en forma Drag. 30 (M ezquiriz 11, lám. 30, 1 y lám. 59, 335,
336). P uede fecharae en la segunda m.i tad del siglo [ de la
Era.
- P ie de copa de forma indeterminable, de sigillata hispánica.
- FragmCJlto de aigillata hispánica de fonna Drag. 37,
con decoración de círculos con figura de animal muy borrosa
en el interior de Jos mismos. Puede ser un ciervo o caballo
corriendo.
- Fragmento de sigillat a hispánica, de forma
Drag. 15/17.
- Fragmento de sigillata hispánica en forma de botella,
con arranq ue del asa y sin barniz interior.
-Fragmento de sigillata hispánica, decorada con cfrculo y roseta en su interi or.
La 1brrassa:
- Fragmento de campaniense B, de forma Lamboglia 4-/36.
-Fragmento de gran fuente con ..barniz rojo interno
pompeyano•. Es un tipo de vasija fechable durante el siglo 1
a.C. y h asta la época de Auguato.
- Fragmento de aigillata hispánica, de forma Drag. 29
con cenefa de ovas por debajo del borde.
-Fra.gmCJlto de sigillata h ispáni ca, de forma Drag. 37,
con decoración d e círculos condntricos.
- Fragmento de sigillata hispAnica de forma Drag. 37,
con decoración de dos franjas de clrculos cordados alternados
con motivos verticales. En el interior del círculo, roseta de
siete p~talos. En la franja inferior, los círculos son concmtricos.
- Fragmento de sigillata hispAnica, de forma Drag. 37,
con paredes muy finas y decoración de círculos con céntricos
formando espiga.
- na fragmentos de sigillata hispánica de forma
Drag. 37.
-Fragmento de aígiUata hispánica con decoración de
col umnillas.
- Fragmento de aigillata hispánica con decoración de
roseta interior.
-Fragmento de sigillata hispánica con decoración de
puntas de flecha.
- Fragmento de aigillata hispánica con el barniz muy
perdido y decoración de líneas verticales y puntas de flecha
separando metopas.
- Fragmento de sigiUata bispinica con decoración de
drculos con roseta inte.r na de cuatro pétalos alternados con
motivo vertical.
- Fragmento de sigiJJata hispánica con decoración vegetal.
- Fragmento de sigiJiata hispánica con roseta de cinco
pétalos.
-Fragmento de sígillata hispAnica, de forma Drag. 37
tardfa.
-CuatrO fragmentos de sigillata hispánica, de forma
Drag. 15/17.
-'fres fragmentos de sigillata hispánica, de forma
Drag. 27.
-Seis fragmen tos de pies de sigillata hispánica lisa.
-Dos fragmentos de sigillata hispánica lisa; pies bajos
de tipo muy tardfo.
-Fondo de pátera de aigillata hispáni ca con marca incompleta. Se lee EX., seguramente EX. OF.
-Siete fragmentos de sigillata hispánic.a sin forma determinable.
- Fragmento d e gran plato de borde plano de sigillata
hispánica, de forma Mezquiriz 4/5.
- Fragmento de sigillata cla.ra A, forma Lamboglia l
- Fragmento de sigilla ta clara A, forma Lambogl.ia 2.
- Fragmento de sigillata clara A, forma Lamboglia 2C.
- Fragmento de sigillata clara A, forma Lambo·
glia lOA.
-Dos fragmen tos de sigiJJata clara A sin forma determinada.
- Fragmento de borde de sigillata clara B con decoración de ruedecilla.
- Fragmento de sigillat.a hispánica lisa, forma de paredes curvas no determinada, con la marca del alfarero AGILIA NI, que se encuentra también en M~rida (ver Mezqufri z, I , t5 y 16+, JI, 8), en la Serreta de Alcoy y en Sagunto.
Yadmienlo: 1'Alter.
Término Murúcipal: Xilxes.
ViUa romana situada en el Alte r, j unto al camino
viejo del Mas de Xilxes, al lado de El Sequer.
Durante los trabajos agrícolas apareci6 una esta·
tuilla en bronce de Mercurio, de cuerpo entero d esnudo con sandalias pero sin caduceo. En su lugar llev aba
una bolsa de cuero en la mano derecha. Mide
21,26 ero. de alto por 9,5 de ancho.
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Fig. 2.- 1 a 4: V"f~!YU (Ndt¡utra). 5: MWII4fr}'IZ RDdaM (Petris). 6 a 9 y 21: Caste// /Ú Sagum. JO a 13: Ertlo dJs M~os (~ldaia). U :
PltJv,J IÚ la &in4 (Valenda). 15 a 18: Castellar IÚ Mtca (A)'
-4-16
[page-n-427]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
BihlúJgrafta:
T . Unuu...A (1968): cEl m ercurio de C hilches. Bronce
romano de excepción•. Boútln di 14 Sociedad CasttJJonense di CuUrua, tomo XLIVm, cuaderno I, Castellón, pp. 20-36.
MaJeriiJJ art¡u.etJMgico:
- Un fragmento de lucerna romana de disco.
- Un fragmento de aigillata hiapinica de forma
Drag. 30, decorado con puntas de flecha.
-Un fragmento de aigillata biapinica de forma
Drag. 37 con decoración de gra11des círculos ondulados,
cuentas y pajaritos dentro de los círculos. La decoración parece del estilo del taller de Bronchales (Teruel).
- Un fragmento de sigillata hispinica de forma
Drag. 29 decorado con puntas de flecha y llneaa onduladaa
separando moti vos vegetales verticalca.
-Un fragmento de silgillata bispinica con decoración
floral.
- 'frc:s fragmentos de pica de copa~ de aigillata hispánica.
-Dos fragmentos de fondos de copa con grafitos.
-Un fragmento de aigillata hispánica de forma
Drag. 24-25.
-Cinco fragmentos de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 29.
-Un fragmento de sigillata sud-gálica con decoración
floral .
-Un fondo de copa de sigillata sud-gálica con marca
rota ilegible.
-Un fragmento de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 18.
-Un fragmento de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 24/25.
- Un fragmento de tapadera de sigillata clara A.
- Dos fragmentos de sigillata clara D.
- Dos fragmentos de vaaitos de paredes fmaa sin barniz,
decorados con ruedecilla.
-Un fondo de lucerna con marca OVN.BTI.
Yacimitnlo: Cim del Cap Blanc.
Término Muni&ipal: O nda.
Poblado ibérico-romano con cerámicas tcind[genas
tardías.. que aparecen junto a las cerámicaa sigillatas.
Com o la s igillata se encuentra solame nte en un área
reducida del poblado, podría tratarse de una guarnición militar romana. La c ronología aproximada está
entre 50 d.C . y 250 d.C.
Bihlicgrafta:
J.M.
Do~AT! (1972): .Dolos para 14 Historia di V'úlareal.
Ayuntamiento de Villareal, pp. 91-95.
Makrial aTqu.etJMgico:
- Frapento de aigillata hiapinica de forma Drag. 37
con decoración de círculos con figura animal muy borrosa en
su interior (caballo o ciervo ?) corriendo.
-Fragmento de aigillata hiapáJ:I ica de fo rma
Drag. 15/17.
- Fragmento de aigillata hispánica de forma indetermi·
nada, posiblemente un olpe o botella, con arranque del asa
y sin barniz interior.
- Fragmento de cuenco de aigillata hispinica con la
marca del alfarero OF.SENTI. El mismo aparece en La
Graufescnque fechado en ~poca de Tiberio. Sobre aigillata
hispánica se encuentra tambitn esta marca en Sagu.nto y en
Monaatil (Eida). Mezquíriz no lo cita. Tambitn hay estampiUu suyas en Banasa y Lixus (Mweos de Rabat y Tinger).
LOS SERRANOS
Yacimitnlo: Cerro Partido.
Tfrmino Municipal: Pe dralba.
El yaci.m ie nto se asienta en la cima de un cerro
que está dividido en dos cumbres. S e conse rvan restos
de la muralla y hay indicios de la existencia de una segunda lfnea de muralla exterior. Se conserva también
parte de una torre c uadrangular. En la superficie aparecen restos arqueológicos de la Edad del Bronce, ibéricos y otros, seguramente de época romana re publica·
na, con cerámica ibérica decorada y campaniense.
Bihlicgrojfa:
E. Pu (1972): .Actividades del S.I.P. y su Museo e nt re los años 1966-70». A.P.L. , Xlll.
M . Gu.-MASCAuu. (1971): YacimitnJcs ihéricQs de 14 región
vaJeneiaM: estudw de pob/anUenJo. Tesis doctoral, Uni-
J.V.
versidad de Valencia, p. 218.
MA!n1NP.z P eRoNA (1975): ..carta Arqueológi ca de
Pedralba y Bugar ra». A.. P. L . , XIV, Valencia,
p. 180.
Maúrial arqtuOMgico:
-Dos fragmentos de cerámica ib~rica pintada con decoración gcom~trica.
-Una vuija fragmentada, que se puede reconstruir, de
cerámica roj a muy fina y sin barniz (fig. 1, n.0 9; lám. 1, 2).
Presenta decoración estampada de palmetu y ruedecilla. La
decoración es semejante a la de un plato de sigillata gris encontrado en Sinarcas (fig. 2, n.0 19). El tipo de palmetu, flllo
y de pequeño tamaño parece imitar hu palmetaa de la campaniense A o de los tipos más antiguos de campaniense B.
Puede tratarse de una imitación local de la decoración campaniense, pero por el estampado en la parte externa del vaso
podrla tambito ser máJ tardía. De cualquier forma se trata
de un vaso adpico.
Yaciminrlo: Caaica del Ajo.
TlrmiM Municipal: Domeño.
Sin ficha ni bibliograffa.
MaJeriaJ arqu.etJ/Igico:
-18 fragmentos de cerámica romana común o de cocina
sin forma determinable.
-Una tfgula romana.
YtJ&imi4nJo: Vil.lupardo.
Tfrmino Municipal: Higueruelas.
4-17
[page-n-428]
C. MARTÍN
El yacimiento está situado en eJ Alto de Villarpardo, mide 100 m. de largo por 22 m. de ancho y se distinguen los muros de algunas habitaciones. En la superficie se encuentra abundante cerámica ibérica y
romana. A unos 500 m. del poblado, se identificó un
horno de cerámica de forma ovalada, formado por una
cámara central y diez laterales.
Bih/iograf/4:
V. LLATAS Bu&oos (1957): •Carta arqueológica de Villar
del Arzobispo y su comarca•. A . P. L., VI,
pp. 172-173.
MalMio.J arq~MoMgi&o:
- Un
-Un
-Un
- Un
fragmento de aigillata hispánica.
fragmento de sigillata estampada gris.
fragmen to de cerámica ibér ica pintada.
ladrillo romano romboi.dal para pavimento.
YtUimienlo : Cutillarejo.
Término Municipal: Villar del Arzobispo.
Situado a un kilómetro de Villar del Arzobispo, en
dirección W., exisúan restos de fortificaciones y muros
d e habitaciones con cerámicas ibéricas en la superficie.
Bihliografo:
V. LLATAS BuRGOS (1948): "Estaciones prehistóricas,
ibéricas, romanas y árabes del término murucipal
de Villar del Arzobispo y colindantes-. Sai11Jb1~ VI,
año VIII, Enero-Marzo, n.0 28, p. 148.
MalMio.J arqueoMgi&o:
-Un fragmento de campaniense B, sin forma determinable.
- Varios fragmentos de cerámi.ca ibérica sin decoración
geométrica.
YacimUn!o: Pozuelo.
Tlrmino Municipal: Chulílla.
Sin ficha ni bibüograffa.
MaJerial arqueoldgi.«J:
-Cuatro fragmentos de sigillata hispánica lisa sin forma determinable.
- Un •pondus• de cerámica.
ALTO PALANCIA
Ya&imienJ.o: Peña de lu Majada• o Paso del Toro.
Tlrmino Municipal: Beg{s.
Poblado ibérico situado en las inmediaciones del
caserío del Molinar, cercano al nacimiento del rfo Palancia. Se halla protegido por los barrancos d e Taconar
y Agualobos. Fueron encon tradas cerámicas de la
Edad del Bronce e i~ricas. En los alrededores se encontraron también lápidas romanas, fortificaciones y
reatos de un posible acueducto romano.
418
Bihli4grajla:
ALCÁCM (1947): ...Exploraciones arqueológicas en
Beg{s, Caatell6n•. Trabajos Ji2rios áeJ S. l. P., n. 0 10,
pp. 45-46.
l . SAurON (1978): ,.EJ poblado ibérico de la Peña de
las Majadas (El Toro, Caste116n de la Plana)•.
A.P. L., XV, pp. 177-190.
MatniaJ arqueoMgi&o:
J.
Las cerámicas que a continuación describimos fueron
colectadas en diferentes puntos de los alrededores de Begfs
y del yacimiento ibérico citado.
Paso del Toro:
-Un fragmento de sigillata sud-gálica, de forma
Drag. 29 con decoración de •lenguas• y perlitas (fig. 1,
n.0 13).
-Un fragmento de umita de paredes finas, tipo •cáscara de huevo•.
-Varios fragmentos de sigiUata clara A, sin forma d eterminable.
-Un fondo de ánfora romana.
Cerro de Alcaid6n:
-Un fragmento de cuenco de paredes fmas sin barniz
(fig. 1, n.0 10).
-Un fragmen to de cerámica gris con cstrlas.
- Un fragmento de sigiUata clara A, de forma Lamboglia 36, (fig. 1, n .o 11).
- Un fragmento de sigiUata clara D , de forma Lamboglia 35 con ruedecilla en el borde (fig. 1, n.0 12).
El Thrco, Los Pérez:
- Cuatro fragmentos de sigillata sud-gálica lisa, uno
con marca ilegible, pertenecientes a copas de pequeño tamaño, de forma Drag. 24/25 ó 27 (fig. t, n.0 14 y 15).
-Un fragmento de aigiUata hispánica sin forma detcrmi.nable.
-Un fragmento de aigillata clara C, sin forma determinable.
O livera! de la Iglesia, zona de sepulturas:
-Cerámica romana común o de cocina y escoria de fundición.
-Un fragmento de sigillata hiapánicaJisa, sin forma determinable.
YaeiminriD: Poblado de Altomira.
TlrrrUno municipal: Segorbe.
Sin ficha ni bibliografla.
MJJúrial arqueológico:
-Un fragmento de campaniense B.
-Varios fragm entos de cerámica i~rica pintada.
-Un •pondus,. de cermica.
-Un fragmento de vasija común enriado, de forma Vegas 7 (fig. 1, n.0 17).
[page-n-429]
MATERIALES ROMANOS DEL M USEO DE PRBHJSTORJA DE VALENCIA
- Un fragmento de vasija común de forma 24-/25 de la
sigillata clara D (fig. 1, n .0 18).
- Un fragmento de "doliuDl>t (fig. 1, n.o 19).
Yaciminlkl: M asía d e loe Toroa.
Tlrmino Mtmit:ipal: Teresa.
Sin ficha ni bibliografia.
Matlrial arqueoMgiaJ:
-Un fragmento de sigillata aretina, de fon:oa
Drag. 15/17 {fig. l, n.0 16).
-Fragmentos de t~gulas.
CAMP DE TÚRIA
Yacimienkl: Barranc: d e P orxioo1.
Tlrmino M.unüipal: Riba-roja de Túria.
Varios fragmentos de sigillata hispoinica sin fonna
determinada.
YacimünJ.o: Caadla d e Peons Caminen.
Tlrmino Municipal: Pobla de Vallbona.
Yacimiento romano situado en un campo de naranjos. Se observan restos de construcciones y muros
semienterrados. Las cerámicas aparecen muy dispersas
seguramente por las labores agrfcolas. Se trata de los
restos de una villa rústica altoimperial, reocupada en
época más tardía. Se fecha entre fmales del siglo J y
o d .C.
Bibliopajfa:
E. PlNCARRÓN (1981): Estnu:turas tÚ poblamien/Q rural romano ITIJrt 1M rf4s Magro y PIÚIJri&ÍIJ. Tesis de Licenciatura, U Diversidad de Valencia.
MmeriiJl arqueoMgi&o:
-Cuatro fragmentos del mi3mo vaso de aigillata hispánica de forma Drag. 29 en el que se aprecia una pequeña
parte de la decoración, formada por una cenefa horizontal
de ~talos o finas hojitas, Uneas onduladas y puntas de Oe·
cha, seguramente motivos de separación de metopas (fig. 1,
n.0 20).
- Un fragmento de sigilla.t a hiapánica sin forma determinable.
- Un fragmento de cerámica romana común, semejante
a la forma de Lamboglia 24/25 para la sigillau. clara D
(fig. 1, o .0 21).
- Un pondu3 de barro.
- Un ladrillo romboidal de pavimento.
.l&&imlenlo: C aatellct d e Bernab~
Tlrmino Municipal: Llíria.
Cerro situado al norte de Casinos sobre el que se
asienta un poblado ibérico de forma rectangular de pequeñas proporciones, construido a fmes del siglo v o
principios del vt a .C. En los campos de los alrededores
existen re3tos romanos de ~poca republicana como restos de muros y cerámicas.
Bibliograjfa:
(194-7): .c.Exploraciones arqueológicas en
CasinoSJt. T.V. del S. l . P., n. 0 10, Valencia, p. 65.
M . GrL
-MASCAJUU.. (1971): Yacimien/M ihlrim tk la regibn
oalm&i4no: estu.dUJ tk poblamien/Q. T.I-Il, Tesis Doctoral, Universidad de Valencia, p. 228.
H. BoNET (1978): !Ucinlcs y .fortif~ en la Edetama y
Contestania. Tesis de Licenciatura, Universidad de
Valencia, p. 43.
P. GutJUN (1987): •El poblado de Castillico de Bernabé. Informe preliminano. XIX C.N..d . de Castellón.
MaJerial arqiUOiógiaJ:
- Varios fragmentos de campaniense 8 :tin forma deterD.
FLBTCHI!R
minable.
-Varios fragmentos de cerámica ibbica pintada con
motivos geom~tricos.
Yacimlinlo: Cova del Cavall.
Tfrmino Mwridpal: Llúia.
Cueva situada eo el monte Buitreras, detrás del
Tossal de Sant Miquel de Ll{ria. Los restos arqueológicos colectados indicaron una ocupación del Bronce Final al Hierro Antiguo (s. vn a.C.).
Bibliopafta:
l. BAt.t.tlSTIIR (1949): lA laóor túl S.l .P. y su Museo en /Qs
años 1940-48. Valencia, p. 131.
J. DoNA.T y F. GASC6 (1963): • La Cova del CavaJl de
LHria (Valenda)•. A . P.L ., X , Valencia,
pp. 227-252.
C. MATA (1978): «La Cova del Cava!! y unos enterramientos en urna de Liria (Valencia)•. A.. P. L ., XV,
Valencia, pp. 113-136.
Mallrial arqutológi«J:
-Un fragmento de sigillata sud-gálica.
-Varios fragmentos de cerámica romana común.
- Varios fragmentos de ecrámka indígena.
Yacimúnto: Partida d eh C lob ( Ra•c:anya).
Tlrmino Municipal: Llúia.
Campo si tuado al E. de Llb-ia.
Bihliogrojfa:
G. MAxrfN y M . Gu.-MASOAJW.L (1969): ..La romanización en el campo de Liria.o.. Papeles dd LaboraJorio tú
A,.qiUOwgfa tk Valencia, n. 0 7, Universidad de Valencia, pp. 23-24.
MattriiJits arqueológicos:
-Varios fragmentos de campaniense A tardía.
- Varios fragmentos de cerámica i~rica pintada con
motivos geom~tricos.
-Un fondo de ánfora.
Yacimlenlo: Cova Forad ada.
TlrmiM MU11i&ipal: Uíria.
Poblado situado en la cumbre de un cerro alto y
abrupto, junto a la rambla Castellarda en su conflueo4-19
[page-n-430]
G. MART1N
cia con la rambla de Artaj, al SW de Monravana. Los
materiales colectados reflejan ocupación desde la Edad
del Bronce hasta el Bajo Imperio.
Bihliografo:
D. Furn:tu!R (1947): «Exploraciones arqueológicas en
Casinos». T.Y. tkJ S.I.P., n. 0 10, Valencia, p. 83.
M. G •t.-MASCARELL (1970): "El poblado ibérico de la
Cova Foradada». P. L. A. V., 10, Valencia, p. 91.
M . Gn.-MASCARELI. (1971): Yacimientos iblri&os d4 la regi4n
valnrcil:miJ: estuditJ d4 poblamiento. Tesis doctoral, Universidad de Vale,ncia, p. 237.
H. BoNBT (1978): &cintos y fortifuacümes en la Edetania y
C
Valencia, p. 43.
E. PJNc.t.uóN (1981): Estructuras de poblamimlo rural romano enlrt los dos Magro y PabJ.n&ia. Tesis _de Licenciatura, Universidad de Valencia.
Material arqutoMgico:
-28 fragmenten de campauiense B.
- Varios fragmentos de cerámica decorada y lisa.
Yacimiento: Monravana.
Término Muni&ipai: Llíria.
Poblado ibérico situado en el lado septentrional de
un cerro, ocupando un área de 7.000 a 9.000 m 2 • Se
conserva la muralla con dos entradas pero las estructuras internas y la superficie están mal conservadas por
la acción de los visitantes clandestinos. El material arqueológico recuperado presenta un horizonte similar al
P,Oblado de Sant Miquel de Llú:ia. El poblado fue destruido a principios del siglo u a.C. En los campos cultivados de los alrededores se encuentran cerámicas y
otros materiales romanos.
BihlitJgrafo:
D. Ft.t:TCFII!R (1940): «El poblado ibérico de la Mooravana (Uíria)». A.E.A. , 41, Madrid, p. 131.
D. FLBmHBR (1947): •Exploraciones arqueológicas en
Casinos». T.V. d4l S.l. P., 10, Valencia, p. 83.
E . PLA (1960): •Actividades del Servicio de Investigación Prehistórica (1956-1960)». A .P.L., IX, Valencia. p. 219.
M. Ga.-MAsCARY.I.t (1971): Yacimientos ihlri&os d4 la región
oalen&iana: estudio de poblamiento. Tesis doctoral, Universidad de Valencia, p. 230.
H. BoNET (1978): &cintos y fortifoacúmes en la Edetan.ia y
Contestania. 'll:sis de Licenciatura, Universidad de
Valencia.
J. ArAJUCJO, J. SAN V AWlO y J.V. MAKI'ÍNEZ PSRONA
(1983): «Actividades arqueológicas desde 1979 has·
ta 1982». ~ria I1, p. 289.
Materiales arqu.eoMgi&os:
-Varios fragmentos de campaniense B y gran cantidad
de fragmentos de cerámica ib6rica.
Yadmimlo: Vinye•.
Término Muni&ipaJ: Naquera.
420
Yacimiento situado sobre un montículo al norte de
la población, junto al camino del Salt. Además de las
cerámicas que a continuación relacionamos, consta, en
la ficha del S.I.P., que se colectaron ceramicas campanienses, cerámica ibérica, sigillata aretina lisa y dos
piezas de bronce, una de las cuales es una espátula.
BihlitJgrafía:
M . Ga.-MASCAJW.L (1971): Yacimüntos iblri&os d4 la región
valerJ.Ciallll: estuditJ de poblamimto. Tesis Doctoral, Universidad de Valencia. p. 327.
.MaJerial arqueol/gico:
- Un fragmento de campani:ense .B de forma indeterminable.
-Un fragmento de pátera de sigillata aretina, de forma
Drag. 17-A (fig. 2, n.O 1).
- Dos fragmentos del mismo vaso de sigillata aretina de
form.a Drag. 30 con decoraci6n vegetal. Debe tratarse de una
pieza ya tardla pues la forma Dragendorff 30 no aparece entre la aretina decorada antigua (fig. 2, n.0 2).
- Dos fragmentos do fondo de vaso de sigillata aretina,
forma tardía de la Drag. 15/17. Ob~rvese el cuarto d e circulo
poco marcado y el pie redondeado (fig. 2, n.0 3).
- Un fragmento de vasija de cerámica común romana
de • fondo est riado•.
- Un borde de ánfora romana (fig. 2, n.0 4).
- Varias asas de ánforas romanas.
-Varios fragmentos de cerámica ibérica sin decoración.
Ya&imimto: Valen cia la Vella.
TérminJJ Municipal: Riba-roja de Túria.
El yacimiento está situado en un montículo entre
el barranco del Pons y el río Turia. Quedan restos de
un edificio rectangular de época romana.
Biblicgrajía:
D. FLBTCm R (1953, 1979, 1980, 1982): La labor del S.l .P.
y su Museo en el paso.dc año 19521 1978, 19791 1980. Valencia.
Materiales arqueoMgi&os:
- Un fragmento de sigillata sud·gálica sin forma determinable.
-27 fragmentos de cerámica romana común.
-4 fragmentos de vidrio romano.
-4 fragmentos de cerámica morisca ind11a.
CAMP D E MORVEDRE
Yacimiento : M untanya Rodana.
Término Municipal: Petrés.
Al pie de la falda N. de la montaña, en un barranco del término de Petrés, se encontraron cerámicas ibé,ricas y siete pesas de telar de barro. Cerca de la «Sequia Major» se encuentran también fragmentos de
«doliae», tégulas, ánforas y sigillata.
Bibliografía:
E. LLOliRWAT (1972): «La colección Andrés Monzó No-
[page-n-431]
MATERIALES RO MANOS DEL M USEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
gués (materiales para el estudio del poblamiento
antiguo de la provincia d e Valencia)•.
A.P.L. Xlll, pp. 55-80.
A. M ONZÓ Noouts (1946): ocNotas arqueológicas prehistóricas del agro saguntino... An.a/a dtl (],nJro tú
Cu/Jura ValnJciaM, XIV, Valencia, pp. 58-81.
M . Gu.-M.uc.u.llu. y C. AR.ANr.cur (1977): •El poblamiento prehist6rico del bajo Palancia.. Saguntwn, XII, pp. 191-226.
MaJerW arqutológiaJ:
-Un monero romano con venedcro (fig. 2, n.0 5).
Yaeimienlo: lledona.
TlnrúM Muniápal: Albalat deis Tarongers.
Sin ficha ni bibliografia.
MatnWl art¡uPJlógiaJ:
-Uo fragmento de aigiUata bisp{nica sin forma deter-
minable.
Yaeinuenlo: Muntanya Rcdona.
TmnÚUJ Muni&ipal: Albalat deis Tarongers.
Poblado conocido también con el nombre de Montalt. Las prospecciones realizadas proporcionaron cerámica de la Edad del Bron ce, ibéricas sin decoración
y terras sigillatas varias. Afloraban algunos restos de
muros.
BihliDgrafla:
A. M oNzó N ocuAs (1946): •Notas arqueológicas prehistóricas del agro saguntino•. Anaits dtl Ccúro de
Cu/Jura ValnJciaM, XIV, Valencia, pp. 58-81.
E. L LOBRP.CAT (1972): • La colección Andrés M onzó Nogués (materiales para el estudio del poblamiento
anti guo de la provincia de Valencia),..
A .P.L., XIII, Valencia, pp. 55-80.
M . Gu.. -MA~RilLL y c. AAANP.CUI (1977): ocE) pob lamiento preh istórico del bajo Palancia.... Saguntum, xn, pp. 191-226.
YaeitrUenlo: Montfbcr.
Tirmirw MurridpaJ: Sagunt.
En el macizo montañoso demoninado M ontfber,
al N. del tramo fmal del Palancia, fueron encontrados
diez. hornos cerámicos, varios lugares con cerámica ibérica y restos romanos.
Bihliografta:
A. M oNzó NoouAs (1946): •Notas arqueológicas prehistóricas del agro sagunt ino ... An.a/a del CenJro de
Cu/Jura ValnJciana, XIV, Valencia, pp. 58-81.
M . GrL-MASC.\Jtm.L y C. AltANr.cur (1977): •El poblam iento prehistórico del bajo Palancia.... Saguntum, xn. pp. 191-226.
Matnial arqueológi&o:
-Un fragmento de sigiUata hispánica de forma Dragend orfT 1
8.
-1belas de mosaico de mármol blanco y de pasta vítrea
de color verde y azul.
Yacimimlo: El Cutell.
Tlnnino Muni&ipal: Sagunt.
El Castillo de Sagunto se asienta sobre un cerro
del macizo de la Calderona. Forma una meseta de un
km. de extensión defendida por fuertes escarpes. Sobre
la meseta y en las laderas existen restos de construcciones ibéricas, romanas y medievales. La muralla de origen ibérica ha sido muy reconstruida y reutilizada en
diversas épocas, as{ com o todo el paramento que rodea
la meseta. En la parte alta de la población, subiendo
hacia el Castillo, se encuentra el teatro romano, con
una cronología de 15 d .C. a fmales de la dina.s úa j ulioCiaudia. En las excavaciones realizadas entre 1984-89
se han exhumado los restos del foro romano y numerosos restos de edificios (templo, basOica y otros).
Bihlwgrafta:
G. MA RTfN (1961): ..Terra sigiJiata d e Sagunto ...
VII Congmo Naeilmal de Arqrut~IIJg{a, Barcelona.
G. MAmN (1961): TITTa sigülaJ4 hispánica de &gwrlo. Separatum r ei cretariae romanae favtorvm. Zuricb.
M . GrL-MASCARW. y C . AAAI'IEGUt (1977): •El poblamiento prehistórico del bajo Palancia... Saguntum, XTI, Valencia, pp. 191-226.
C. AltAHwur (1988): •Sagunt». Mnnbú.r Arqueo/Qgique¡ a
la C011Wnit.al Valenciana, 1981-85. Generalitat Valenciana, ConseUeria de Cultura, Educació i Ciencia
E. HtRNÁNl>EZ y C. ARAmcur (1989): •Estudio de las fases constructivas del foro d e Sagunto•. Horne111Uge
A. Chabrtt (1888-1988), Generalitat Valenciana,
Conselleria de C ultura, Educaci6 i Ciencia.
Maln-Wl arqrut~ló
giaJ:
-Dos fragmentoa de campanie.nse B sin forma determinable.
-Un fragmento de pie de pátera de sigillata arctina con
d ecoración de ruedecilla (fig. 2, n .o 6).
-Dos fragmentos de sigiUata aretina (Cig. 2, n.0 7).
-Dos fragmentos de aigillata sud-gálica sin forma determinable.
-Dos fragmentos de bordes de sigillata hispánica
(fig. 2, n.0 8, 9).
-Dos fragmentoa de sigillata hispánica sin forma determinable.
-Un fragmento d e sigilJata hi1pá.nica de forma
Drag. 37.
-Un fragmento de sigillata b isp{niea de forma
Drag. 37 tardía, con decoraci6n de ovas (fig. 2, n. 0 21).
-Siete fragmentos de cerámica ib~riea con decoración
geom~trica.
- Un fragmento de cerámica gris i~rica.
Lado Sur del C astillo:
-Un fragmento de borde de •igiUata aretina.
-Un fragmento de sigillata aud·g~ica de forma
Drag. 15/17.
-Varios fragmentos de sigillata sud-gálica e hispánica.
-Varios fragmentos de cerámica ibúica pintada.
421
[page-n-432]
G. MARTÍN
L'HORTA
YacimienJo: Enta dela Moros.
Tlrmino Municipal: Aldaia.
Villa romana totalmente destruida al realizarse
trabajos agrícolas con tractor asf como una pequeña
necrópolis también romana. Los materiales colectados
fueron fechados en el siglo m d.C.
Bwliografo.:
E. PLA (1966): •Actividades del S.I.P. (1961-65)...
~.P.L. , XI, pp. 275-328.
D. Fwrro.Hl!ll (1966): La labor del S.I.P. y su Muuo en el
pasado añlJ 1962. Valencia, p. 14.
Maürid arqueoMgi&o:
-Un fragmento de sigillata clara A de forma Lamboglia 10B.
-Dos fragmenJos de sigillata clara A de forma indeter·
minable.
-Un fragmento de cerámica común de •borde aplicado• (fig. 2, n .0 10).
-'fres fragmentos de cerámica común romana de tipo
•borde ahumado• (fig. 2, n.0 11 a 13).
-Un fragmento de estuco de color amarillo-ocre.
MaJeriaJ arqueológi&o:
-Un fragmento de sigillata hispánica decorada de forma Drag. 37.
- Dos fragmentos de sigillata hispánica de forma inde·
terminable.
- Un fragmento de sigillata clara A de forma Lambogüa 10 ..a strice•.
-Un fragmento de cerámica romana com.ó n tipo de
«borde aplicado •.
- Un fragmento de vasija grande de cerámica romana
común.
Yacimiento: Masía de Foreaoa.
Tbmitw Municipal: Pic.a ssent.
En la ficha del S.I.P. consta el hallazgo de un fr.ag·
mento de mosaico de 2 m 2 , formado por losetas de
barro cocido. U na de las losetas se guarda en el S.I.P.
Sin Bibliografía.
VALLE DE COFRENTES
YacimienJo: Castellar de Meca.
Tlrmirw Mu.ni&ipal: Ayora.
Mzmniento: Pla~a de la Reina
Término Municipal: Valencia.
Excavaciones realizadas en 1966-68, por el Departamento de Arqueología de la Universidad de Valen·
cia. Se excavó en la parte N. de la plaza, entre la puer·
ta barroca de la Catedral y la desaparecida ca11e de la
Puñalerfa. Las estructuras ro. anas estaban en gran
m
parte destruidas por las construcciones del periodo islámico. Se colectaron grandes cantidades de cerámica
romana e ibérica con cronologías a partir del siglo I1
a.C.
Bibli.ograftq.:
M. T ...suuollu, (1969): • Noticia de las recientes excavaciones del Laboratorio de Arqueolog(a de la Uni·
versidad de Valencia». X C.N .A. (MaMn, 1967),
Zaragoza, pp. 183-186.
G. MART1N (1974): •Cerámicas campaniemes de Va·
lencia, Pollentia y Albintimilium». VI Symposium tk
Prmi.rtoria Peninst.úar. PP· 321-358.
Malerial arqueoMgi&o:
Poblado fortificado y limitado por abruptos escar·
pes que impiden el acceso por todos sus lados menos
por el Norte, donde se localiza un gran lienzo de mura·
lla. Está situado en el Monte Mugrón, en el Hmite entre las provincias de Albacete y Valencia. De las tres
puertas de acceso, la NE da entrada al monumental camino excavado en la roca, en el que en algunos puntos,
se observan las marcas de las ruedas de carros. U na
parte del poblado está excavado en la roca. Los restos
arqueológicos corresponden desde la Edad del Bronce
a la medieval.
Bihliograftq.:
M. G JL·MAscwu:u (1971): Yacimunlbs ihbicos tk !IJ región
vaim&iaM: estudio tk pob!IJmunJo. Tesis Doctoral, Uoi·
versidad de Valencia, pp. 468-477 .
E. Pu (1972): «Actividades del S.I.P. (1966·1970)».
A.P.L., XIII, pp. 331-332.
S. B RoNo...No (1986): El Castdlar tk MeC4 (Ayora) . Exc.
Arq. en Esp., n.o 147, Madrid.
Maleriai arqueoMgico:
- Una lucerna de disco; pasta color ocre sin barniz
(fig. 2, n.0 14).
-Procedente de una p rospección realizada por Domingo Fletcher y Enrique: Pla:
-Un fragtX~eoto de caropaniense A sin forma determinable.
-Un fragmento de campanieoae B de forma Lam·
boglia 21.
- Un fragmento de campanierue B sin forma determinable.
-Dos fragmentos de sigillata hispánica de forma
D rag. 8 .
- Dos fragmentos de sigíllata hispánica de form.a
Drag. 15/17 .
Yaeimiento: Paretetes dels Moros.
Tlrmirw Muni&ipal: Monteada.
Restos de una gran villa romana.
Bihli.ografta:
D. FurrcHu (1956): «Monteada (Valencia). Barranc de
Carraixet». Noti&illritJ Arquu>lógico Hispá.ni&o, lll-IV,
1954-55, Madrid, pp. 259, Not. n. 0 849.
E. P L" (1957): «Actividades del S.I.P. (1946· 55)•.
A.P.L. , VI, Valencia, p. 187.
422
[page-n-433]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
-Cuatro fragmentos de sigillata hispánica sin forma determinable.
- Dos fragmentos de sigillata clara A sin forma determinable.
-Dos fragmentos de sigillata clara A de forma Lamboglia JO •a stricc> (fig. 2, n.o 15 y 16).
-Un fragmento de sigillata clara C de forma Lamboglia 40 (fig. 2, n.0 17).
- Varios fragmentos de sigillata clara C ain forma determinable.
-Un fragmento de sigillata clara D de forma Lambog.lia 24/25 (fig. 2, n. 0 18).
- Dos fragmen1os de sigillaia clara O ain forma determinable.
-Varios fragmentos de cerámjca ibérica pintada con motivos geom~tricos y vegetales.
ALTIPLANO DE REQUENA- UTIEL
Yadmiml.o: Casa Zapata.
Tlrmiw Municipal: V illargordo del Cabriel.
'Thrreno situado a unos 600 m. al S-SE de la finca
CaJ!a Zapata, con terrenos de cultivo. Se han encontrado cerámicas ibéricas tardías, restos de construcciones
y una lápida funeraria de caliza blanca. Cronología de
los siglos r.u d.C.
BiblüJgrajfa:
E. PLA (1967): ..Actividades del Servicio de Investigación Prehistórica (1956-1960)•. A.P.L., XI, Valencia, p. 299.
E. PaNCARRÓN (1981): Estructuras dl pobfl1.múnJo rural romano tnlrt ÚJr rior Magro y Palan&ia. Tesis de Licenciatura, Universidad de Valencia, pp. 349-354.
j .M . M ARTÍNIIZ GARCIA (1982): Carta arqueológica dl Utilly
ru como.rca. Tesis de Licenciatura, Universidad de
Valencia, pp. 215-217.
MaJerial arqutológico:
Colectado a la vez que la itucripci6n depositada en el
MUJeo del S.l.P a IVNIA ANTIQUA:
-Un fragmento de sigillata sud-gálica con marca ilegible.
-Un fragmento de sigillata sud-gálica «marmorata. de
forma Drag. 15/17.
-Un fragmento de sigillala hispánica con decoración de
clrculos condntricos.
-Cinco fragmentos de sigillata hispánica liaa sin forma
determinable.
- Un fragmento de cerámica vidriada verde romana.
- Un fragmento de sigillata clara A de tipo tardío.
-'Irea fragmentos de estuco rojo de revestimiento de paredes.
Yadmiml.o: Cerro de San Cristóbal.
Ttrmino Municipal: Sinarcas.
Poblado ibérico situado en un cerro de la planicie
de Sinarcas, a unos 2 Km. de la población. En la falda
del cerro se encuentran restos de construcciones romanas y fragmentos de mosaico. La cronología del peñodo ibérico no está fij ada. La romanización Uega hasta
el siglo v d.C.
BibüograjÚJ:
M . GLL-MASCA~u. (1971): Yadmien/M ibéricos dl fl1. regiQn
oalnu:iaM: estudiiJ dl poblamieniD. Teais Doctoral, Universidad de Valencia, p. 403.
E. PrNOAJtll.óN (1981): Estructuras dl poblamimkJ rural rumano entrt ÚJs rúJr Magro y Palanda. 'Thsis de Licenciatura, Universidad de Valencia, p. 283.
E. PALOMAIUIS (1981): SinarcJJS. Gto-hiswria, fo/J:/JJrt, ltnguaje y wprmlmia. Valencia, p. 19.
J. M. M AATfN!Z Guc{A (1982): Carta arqueológica dl Utitl y
su c1J1111lrca. Tesis de Licenciatura, Universidad de
Valencia.
MaUrial arqaudógico:
-Un fragmento de sigillata estampada gris con dibujo
geométrico (fig. 2, n.0 19).
- Un fragmento de cerámica ibérica con decoración de
círculos condntricos.
~ : Cerro de la Peladilla.
Tbmitw Municipal: Fuenterrobles.
Poblado ibérico situado en la sierra de la Bicuerca,
en un cerro alargado de 80 m. de altura sobre el llano.
Cronología de la Edad del Bronce e ibérica.
Bibliografía:
E. PLA (1966): ..Actividades del S.I.P. (1961-1965)•.
A.P.L., XI p. 293.
D. FL.Y.TCW:R (1966): La 14hor dtl S.J.P. J su Museo en el
pasatiJJ año 1962. Valencia, p. 16.
M . GlL-MASCAIU:LL (1971): Yaeimilnws ibéricos dl fl1. rtgión
valtn&iaM: estudw dl poblamilnw. Tesis Doctoral, Universidad de Valenci.a, p. 405.
J. M. MARTfNttz GARCIA (1982): Carta arqueológica dl Utitl y
su como.rca. Tesis de Licenciatura, Universidad de
Valencia, pp. 51-52 y 140-145.
MDJnial art¡UlOiógico:
-Un fragmento de campaniensc A de forma Lamboglia 36.
-Varios fragmentos de cerámica ibérica pintada y sin
pintar.
VINALOPÓ MITJA
Ya&imitnlo: Rambla del Vinalop6.
TirmUIJJ Munidpal: Montfort.
Restos arqueológicos hallados en la margen izquierda de la Rambla del Vinalop6, con construcciones
formadas por grandes Josas apoyadas en postes verticales. Podría tratarse de restos de unas termas.
423
[page-n-434]
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Fig. 3.- 1: Coua Negra 111 M~ra (Gandi4). 2 a 18: Rafolany (Daimú.s) . 19 a 21: Las CambriJ/as (Ciusú). 25: Beninwslem.
424
[page-n-435]
MATERIALES ROMANOS OEL MUSEO DE PIUlHISTORIA DE VALENCIA
Bihlibgrafo:
D.
una
(1952): ..
interesante construcción .a licantina». ll C.NA . (Madrid 1951), Zaragoza,
pp. 171.
E. PLA (1946): «Actividades del S.I.P. (1929-1945)».
A.P.L., II, Valencia, p. 361.
R. BRoroNs jov!R (1941): «Monumento Arqueológico
de Monforte del Cid». Sailt.zbi, o. o 13, Valencia,
FLETCHER
p. 31.
MaJ.erial arqueolQgU:o:
-Un fragroento de campanieme B sin forma determinable.
-Un fragmento de sigillata aretina lisa sin forma determinable.
-Un fragmento de sigillata hispánica con decoración de
drculos muy borrado11.
-Un fragmento de sigWata hispánica lisa sin forma determinable.
- Varios fragmentos de cerámica indfgena hecha a
mano.
- 'fres fragmentos de una misma lucerna romana tardfa.
-Un fragmento de fusayola de barro.
-Un pondos de baJTO.
-Varios fragmentos de sOex.
-Varios fragmentos de cerámica ibérica pintada con decoración geométrica.
LA SAFOR
Yacimiento: Cova de l'Aigua.
TlrminJJ Municipal: Gandia.
Al E. de la Cova del Parpall6, entre ésta y la Cova
del Llop, en una estribación que da al llano de Marxuquera se encuentra la Oova de I'Aigua, utilizada corno
cementerio colectivo en época Eneolítica.
Bihliografo:
J.
V. G mutu y S. Ü LlMI!N'r (1983): Carta aTqueoMgica tk 14 Safor. Instituto de Estudios Comarca-
APAJUCio,
les ..Duque Real Alonso el Viejo», Ayuntamiento
de Gandía, Arqueología, I, p. 191.
Mawial DrqueowgU;o:
-Un fragmento de sigillata hispánica co.n decoración típica de siglo IV, formada por gtandc:4 c(rc\llos (fig. 2,
n.0 20).
17uimimlb: Cova Negra de Marxuquera
Tlrmino Munidpal: Gandia.
Gruta de grandes proporciones (53 m . por 25 m.)
situada en la ladera de la Falconera recayendo hacia la
Marxuquera. Los sondeos realizados demostraron la
existencia de cuatro ocupaciones. Las dos primeras con
cerámicas campanienses sigillatas y l¡¡s inferiores con
materiales del Neolítico y Eneolítico.
J.
Biblibgrafta:
V. G11RJU!.A y S.
APAAIC!0 1
CUMENT
queowgica ik 14 Safor. Instituto de Estudios Comarcales ..Duque Real Aloruo el V iejo.. , Ayuntamiento
de Gandia, Arqueología, 1, p. 191.
Material arqueoMgU:o:
-Dos fragmentos de sigillata hispánica de forma
Drag. 37, con decoración en franjas de círculos cordados, dibujo tosco de molde muy gastado y barniz muy brillante que
salta con facilidad (fig. 3. n.o 1).
-Varios fragroentos de sigillata hispánica sin forma de·
terminable.
-Un fragrocnto de lucerna de voluw.
Yacimiento: Rafalany.
TlrmiTUJ Municipal: Daimús.
Sin ficha ni bibliografia.
MaleriaL arqueoMgU:o:
-Un fragmento de sigiUata hispánica de forma
Drag. 3 7 con decoración de círculos concéntricos de lrnea
cortada. Pie estrecho y bajo correspondiente a formas tudfas
(fíg. 3, n. 0 8).
-Un fragmento de: sigillata hispánica decorada con ruc:decilla, quizás imitación de la forma Lamboliga 23 de Ja sigillata clara A (fig. 3, n. 0 9).
-Un :fragmento de sigillata hispánica de forma
Drag. 37, en el que sólo se aprecia el principio de la decoración de línea vertical ondulada (fig. 3, n. 0 7).
-Cinco fragmentos de sigillata hispánica decorada con
los siguientes motivos: metopas separadas por líneas onduladas y puntas de flecha, dentro de la metopa motivo vegetal
(fig. 3, n. 0 2); metopas separadas por medias lunas y figuras
de animal en el interior (fig. 3, n.0 3); parte delantera de
una leona o un tigre (fig. 3, n. 0 4); líneas onduladas y puntas de flecha (fig. 3, n. 0 5); ovas, con el dibujo poco cuidado
(fig. 3, 0.0 6).
-Nueve fragmentos de sigillata hjspánica sin forma determinable.
-Dos fragmentos de sigillata clara A de forma Lamboglia 10 •a strice• (fig. 3, n.o JO y U).
-Dos fragmentos de sigillata clara A de forma RitterLing 8 (Iig. 3, n. 0 12 y 13).
-Dos fragmentos de sigillat.a clara D de forma Lamboglia 51 y 52 (fig. 3, n.o 14 y 15).
-Siete fragmentos de vasija romana común de fondo estriado.
-Un fragmento de vasija romana eomú.n de borde ahumado (fig. 3, n. 0 16).
-Un fragmento de olla ro.m.ana comein con borde aplicado (fig. 3, n. 0 17).
-Cuello de un ánfo.r a pequeña (fig. 3, n. 0 18).
-Numerosos fragmentos de cerámica romana común.
-Un aro de cerámica para apoyar vasijas para la cocción en el horno.
(1983): Carta ar4-25
[page-n-436]
G. MARTfN
HOYA DE BUÑOL
D.
Yaeiminúo: Lu Cambrillu .
TlrmiM Munit:ipal: Cheste.
Villa romana ubicada, en la actualidad, en unos
campos cultivados de viñedos, en el borde del vallecito
donde se asientan los edificios de la Universidad Laboral. En la superficie existen todavía restos de construcciones, muros de hormigón de un pequeño edificio rectangular, ugulat y cerámicas roma.nas (sigillata
hispánica y clara A y D, fragmentos de ánforas y dolia). U na moneda de Marco Antonio Gordiano P ío.
BibliograjftJ:
(1981): ,Estru&turas de pob14mimW rural romano entre ws rfos Magro y PaiiJru:ia. Tesis de Licenciatura, U n iversidad de Valencia, pp. 158-160.
M.A. V ALL (1966): «Poblamiento prehistórico de la comarca de Cheste~> . ktas del I Congreso de Historia del
Pais V~.
D. Fun:uaP. (1968): lA 14bor del S.I.P. y su Museo m ti
pastuio año 1966. Valencia, p. 75.
P.P. Ruot.ús (1980): lA circulación 11JD11.ttllTÍQ. m IIJs tinTas
valmci.anas duranJ.e 14 anJigiitdad. A.N.E., Barcelona.
MaJerial arqiU()Mpc:
-Un fragmento de sigillata hüpá.nica de forma
Drag. 37 con decoración de círculos cordados y de línea continua, alternados con motivo vertical (fig. 3, n. 0 19).
-Un fragmento de aigillata lúspánica de forma
Drag. 37, decorado con drculo de línea ondulada y figura de
o
una ave en el interior del mismo separado por m. tivo vertical
(fig. 3, n.o 22).
-Dos fragmentos de aigillata hispánica de forma
Drag. 37 (fig. 3, n.0 20 y 21).
-Dos fragmentos de sigíllata hispánica sin forma determinable.
-Un fragmento de sigillata clara ,.Juccntc• decorada
con ruedecilla.
-Un fragmento de cuenco de fondo estriado en cerámica romana común, de forma Vegas 7.
-Un fragmento de cerámica coún romana de «borde
aplicado• (fig. 3, n,0 23).
- Un fragmento de plato de sigillata clara D de forma
Lamboglia 52, con barniz: interior y exterior. Seguramente
se trata de una pieza estampada (fig. 3, n, 0 24).
-Un fondo de ánfora romana.
E.
PtNOAllRóN
CANAL DE NAVARRÉS
~: Lo• Pedreplea.
Tlrmirto Muni&i'Jxú: Navarrés.
El yacimiento está situado en las proximidades de
la Ereta del Pedregal y de las Fuentes, en la zona cen·
tral del canal de Navarres. Se encontraron restos romanos, sigillatas y fragmentos de dolitu. Dos ladrillos rom·
boidales de pavimento romano en el S.l.P.
+26
Bibliograj{a:
(1977): lA IJJhor del S.I.P. y su Mu.sttJ m tl
pastulo año 1976. Valencia, pp. 68-69.
F t..BTCtU!R
RIBERA ALTA
Ya&imimto: La Ca.ftncia.
Tbmirw Muni&ipal: Torta.
Poblado ibérico junto al río Magro al S. de Torís.
Su acceso es düicil con fuerte pendiente y en su interior se observan restos de viviendas, caminos con marcas de carriladas, murallas y una torre. Su cronología
se inicia en el siglo 1v a .C., se romaniza y llega hasta
la Edad Media.
BiblwgrajftJ:
M. Gn.-MASCAIU:U. (1971): YacimienJDs iblriccs de 14 región
O<Únl&iiJNJ: estudiD de poblamiento. Thsis Doctoral, Universidad de Valencia, p. 4-44.
M . Gn.-MASCIJUILL (1975): «Resumen de las excavaciones realizadas en el poblado ibérico de la Carencia
(Tons, Valencia)•. XI1l C.NA., Zaragoza, p. 693.
H. BoNBT (1978): Estudio de /Qs redn.tos y .fortlf~&acWr&es m 14
&úlluli4 y Cortlestonia. Thsis de Licenciatura, Universidad de Valencia, p. 59.
E. PrNOAllllóN (1981): Estructuras de poblamiento nual romano mJrt ltJs rúJs MJ:gro y Palancia. Tesis de Licenciatura, Universidad de Valencia, p. 163.
Material arq~Ut)/Qgieo:
- Dos fragmentos de campaniense B.
-Un fragmento de borde de vasija ibérica.
Yaeiminúo: Benimualem.
Término Munidpal: Benimuslem.
Sin ficha ni bibliograffa.
Material arqiU()Mgüo:
-Un fragmento de plato de 42 cm de diámetro, desigillata estampada gris. Borde plano saliente con decoración de
bastoncitos y cuentas (fig. 3, n.o 25).
RIBERA BAIXA
Yaeiminúo: Alteret d e la Viotivuitena.
TlrmiM MJJmapal: AJbalat de la Ribera.
El yacimiento se sitúa en el extremo N . de la población a ambos lados de la carretera de Sueca a Algemesf. Los restos de cerámica presentan una cronología
muy amplia. desde el ftnal del Bronce hasta época medieval, pasando por la cultura ibérica y la romanización.
Bibliografo:
D. FurrcHu (1964): •Memoria de las actividades de la
Delegación Provincial de excavaciones arqueológi·
cas en colaboración con el S.I.P. de la Excma. Di-
[page-n-437]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO OS PRSHl STORJA DE VALENCIA
putación Provincial durante e1 año 1962•. Not.
Arq. Hisp., V I, Madrid, pp. 381·385.
D . FwrrcHU (1965): L4 labor del S.l.P. y m Musn en el
posoJD año 1961. Valencia.
A. M.uT!NLz (1984): Carta aTqruol/giea dt la Ribera. C.P.
Uufs Vives, Alzira.
D. SaRANo V J.llu (1987): ·Yacimientos i~ricos y romanos de la Ribera (Valencia)•. ..4.C.V., secc. Ar·
queolog{a y P rehistoria, n .0 12, Valencia.
.MtJJniol arqwoUgiea:
-Un fragmento de campanienJe A, entre las formas de
Lamboglia 30·32 (fig. 4, n. 0 1}.
-Un fragmento de fondo con pie de campan.iense A,
con roseta central en relieve (fig. 4, n. 0 2). Ambos fragmen ·
tos de campanienae A son de tipo tard(o.
-Dos fragmentos de campan.iense 8 sin forma determi·
nable.
-Un fragmento de aigillata hispánica de forma
Drag. 29 con decoración de metopas separadu por Uneu on·
duladas y medias lunas. Se aprecia parte de una metopa con
la figura de un animal, seguramente un león (fig. 4, n. • 3).
-Dos pequeños fragmentos de aigillata hispánica decorada con cfrculos y motivos vegetalct (fig. t , n.• 4).
-Dos fragmentos de aigillata clara A, de forma Lam·
boglia l .
- Uo fragmento de aigillata cl&ra A •a atrice•.
-Varios fragmentos de •igillata clara A sin form.a determinable.
-Un fragmento de cerimica común romana de fondo
estriado, forma Vegas 7.
-Un fragmento de cerámiCA común romazta de borde
ahumado.
-Un fragmento de lucerna romana de volutas.
-Dos fragmen tos de cerámica grla i~rica de fonna 36.
-Varios fragmentos de cer,mica indfgena moldeada a
mano.
-Un fragmento de cedroica i~rica de forma semejante
a la 21 de Laroboglia para la campaniense A, con decoración
lineal interior y exterior.
-Oin fragmentos de cerámica i~rica pintada.
- Una pátera de cerámica gris i~rie& de forma 36, imi·
ta.ndo la misma forma de la campaniense A (fig. 4, n.• 5).
Un fragmento semejante a la p'tera anterior (fig. ol, n.• 6).
~: Punta
de l ' Dla.
TérmiNJ Mrurici¡xú: CuUera.
Yacimiento romano situado en el Cabo de Cullera
o Cap Blanc, a unos 7 km. de la población. Se colecta·
ron grandes cantidades de materiales cerámicos, monedu romanu y visigodas, eapátulaa y cruces de broDCJe
y una estatuilla de bronce representando a Baco. Exis·
tfan estructuras arquitectónicas hoy completamente
deatrufdas por las construcciones modernas. Su crono·
log{a ae sitúa entre el siglo m y el v d .C.
Bíb®grafta:
D. FUI'l'CffU (1956): cPunta de l'llla. Cullera (Valen·
cia)•. NotieiariD ..4rq!U()/óli&o Hisphli&o, III-IV,
1954-55, p. 288, noticia 970.
J. AP.uJCJO y A . H tS (1977): Los rtúus r:U CulúrtJ: Prtltisfo·
ria y ProiDiúsiQria.. El Multo ..4rqueollgiea. D.H .A. Universidad de Valencia, Serie arqueológica n .• 3,
Valencia.
A . MAmNu (1984): Carta arq~UJD!Jgiea tk la Ribera. C.P.
Uu(s Vives, Alzira.
F. MAnuv LLOPJs (1972): •Bronces romanos imperiales
y vándalos en l' Dla de C ullera•. ..4.P.L., XIII, Va·
leocia.
E. Pu (1957): •Actividades del Servivio de Investiga·
ción Prehistórica (1946·1955)•. A.. P.L., Vlll,
p. 207.
E. Pu (1960): •Actividades del Servicio de Investiga·
ci6n Prehistórica (1956·1960)•. A. P. L., IX, p. 10.
MtJUrial tJrqutoiDgUo:
El material que a continuación relacionamos procede c:n
su mayorra de 1u prospecciones rcaliu.dat por Enrique Pla
en la dtcada de los 60 y 1u rulizadas posteriormente por A .
Bis.
Pl'Oipección E. Pla:
-Un fragmento de campaniense 8 con decoración a
ruedecilla.
-Un fragmento de aigillata clara . lucenteoo con decora·
c.ión a ruedecilla.
- Dos fragmentos de aigillata clara O, formas Lamboglia 1 y 55 (fig. 4, n. • 10 y 11).
- Un fragmento de borde de Wora rom&na (fig. 4,
n." 12).
-Un borde de anforita romana (fig. ol, n. 0 lS).
-Un fragmento de sigillata clara O e.tampada con motivo vegetal (fig. 4, n. 0 14-).
- Un fragmento de sigillata clua D con decoración de
ruedecilla en el borde (fig. 4, n.0 15).
-Varios fragmentos ain forma de objetos de bronce y de
hierro.
Habitación 2:
- Fondo de ungüentario de vidrio (fig. 4, n. 0 17).
- Borde de un cuenco de vidrio (fig.4, n.0 16).
-Fragmentos de monedas de bronce muy deterioradas
e inclasificables de tipo c:onatantiniano.
- Un fragmento de placa de bronce.
- Fragmentos d.e un objeto inideoúficable de placa de
bronce muy f&.na.
Sector A:
-Dos fragmentos de campan.ienae B ain forma detcrmi·
nabJe.
-Un fragmento de caropanienae B, forma Lam·
boglia 5.
-Un fragmento de eigillata clua O de forma Lam·
boglia 24/25.
-Un fragmento de aigiUata clara D estampada con rucdec.iUa.
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[page-n-438]
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18: PrutJa de J'IIJ4 (Cu/4ra). 19 y 20: FonJ de la FigU4ra.
[page-n-439]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO -DE PREKISTORIA DE VALENCIA
-Un fragmento de lucerna tardo-romana.
-NumerosO$ fragmentO$ de vidrio, de bronce y de hierro.
aabitación la:
- UJla ~rtebra de pescado.
-Un fragmento de cerámica romana común sin forma
íden ti:ficable.
-Un fr.agmento de objeto de bronce.
-Cinco pequeños fragmentos de lámina de bronce.
-'ne.s tiras de plomo informes.
-Varios fragmentos de objeto inclasificable de hierro,
formado por un disco del que salen cuatro vánagos.
-Diez fragmentos de varillas planas.
-Fragmentos de placas de bronce.
Prospección de A. His:
-Dos Fragmentos de campaniense B sin forma identificable.
-Un fraginento de sigillata sud-gálica sin forma identificable.
-Un pasador o botón de bronce (fig. 4, n.• 8).
-Fragmentos informes de bronce.
-Clavos de hierro.
-Una vara perforada de plomo.
- Una espátula de bronce (fig. 4, n.• 9).
Yacimiento: Ladera de ..El Castell...
Thmitw Mwú&ipal: Cullera.
Poblado situado en la ladera S.W. de la montaña,
próximo al barrio de San Antonio. Cronologfa entre el
siglo r a.C. y m d.C.
Bibliografo.:
J. APAAicro y A. H:ts (1977): Las ralas de Culiera: PrehistiJriay ProtiJhistiJria. El MuseoA.rqu¿o/ógi.&o. D.H.A. Universidad de Valencia, Serie arqueológica n. • 3,
Valencia.
A. 'MAlrriNBZ (1984): Carta arqueológiea de la Rihera. C.P.
Lluís Vives, Alzira.
E. PLA (1966): -Actividades del Servicio de Investigación Prehistórica (1961-1965)». A .P.L, XI,
pp. 77-78.
E. Pu (1967): oclnvestigaci6n arqueo16gica en el Castell de Cullera». Programa de fiestas del Castillo de Cullna.
E. PLA (1972): -Actividades del Servicio de Investigación Prehistórica (1966-1970)». A.P.L., XIII,
pp. 282-284.
Maltrial argu¿o/óg~o:
- Un fragmento de cerámica ática.
-Un fragmento de campaniense sin forma determinable.
-Boca de jarrito oinochoe de cerámica común.
Yadmimlo: Cova del Bou Pintat.
Término Munidpal: Cullera.
Sin ficha ni bibliografia.
Material arqu¿o/ógieo:
- Dos fragmentos de ánfora romana.
-Varios fragmentos de cerámica romana co.mlin.
-Dos asas de ánfora roma.n a.
LA COSTERA
Yacimimlo: Alrededores de «El Puigoo.
Tbmirw Munúzpal: Xativa.
El Puig es un montículo de 307 m. sobre el nivel
del mar situado al N.E. de Xativa. En su parte más
alta se documenta la existencia de un poblado de la
Edad del Bronce. AJ pie del cerro pasa el río AJbaida.
En los campos de alrededor existen restos de materiales
ibero-romanos.
Bihliografo.:
D. FLBTCH&R (1971): La ltzlu, del S.I. P. en el pasado aiío de
1960. Valencia, p. 85.
Matmal arqueo/Jgi.&o:
-Fondo de un ánfora romana.
-Diversos fragmentos sin forma determinable de cerámica común romana e ibérica.
Yacimimlo: Cerrillo inmediato al «AngeL..
Término MunüipaJ: Font de la Figuera.
El Angel es un poblado ibérico con una necrópo·
lis. En e1 cerrillo próximo situado a Ja izquierda de la
carretera de Font de la Figuera a Caudete a la altura
del Km. 3, se han encontrado cerámicas romanas.
Bihliografía:
J. MoNTEstNos (1982): «Arqueologia iberica a la comar·
ca de la Costera». La &stida. 50 anwenari dedaradó
17IQ1IlD1Il1ll histOri&-arlíst~ TIIJ&ionaJ (1931-81), Diputaci6
de Valencia, Moixent.
M. Gu..-MASCAuu (1971): Yacimientos ihlrúos de 14 regitfn
~111.1: estudio de poblamiento. 'Ihis Doctoral, Universidad de Valencia.
Material arqulológieo:
- Dos fragmentos de campa:niense 'B, uno con decoración de palmet.as sueltas (fig. 4, n.0 19).
-Un fragmento de sigillata hispánica de forma
D.rag. 27 (Cig. 4, n, 0 20).
Yacimienlo: Casa Perot.
Término MunieipaJ: Barxeta.
Poblado situado en la ladera N. del monte Requena. Actualmente está plantado de naranjos y al realizarse trabajos agricolas se encontraron restos del poblado y un silo.
Bihliografo.:
D. Fu:rcHER (1951): La labor del S. J. P. y su Museo en el pa·
saátJ año 1950. Valencia, p. 29.
J. MoNTESINOS (1982): ocArqueologia iberica a la comarca de la CosteriD>. 50 anioersari declaració 11101%U11Unl
histOri&·artlst~ TUJ&ional (1931-81), Diputaci6 de Valencia. Moixent, p. 69.
429
[page-n-440]
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Fig. 5.- 1 y 2: ..4.ielo tÚ MaljrTil. 3 a 21: Xarllt (Cosúll6 de RugaJ). 22 a 28: .Aiút del Caml de JWgida (.AtuMia
430
d~lbaida).
[page-n-441]
MATERIALES ROMANOS OBL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
E. Lt.aauCAT (1967): La Conltttania ihlri&4. Tesis
D octoral, Universidad de Valencia. Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante, 1972.
Mal4rial arqueoMgico:
-Un ungüenti'rio de vidrio azul con decoración en
blanco del tipo ..millefiori• (lám. I, 1). En el mismo yacimiento fue colectada también cerámica ca.mpaniense y un
anillo de oro actualmente destruido.
YacimienJo: E rmita delJ Santa de la Pedra.
Thmino Municipal: Alcúdia de Crespins.
Ermita situada en una colina al W. de la población
y en la vertiente derecha del río Sants. En las laderas
aparecen cerámicas ibéricas, romanas y moriscas.
-Un fragmento de sigillata clara A de forma Lamboglia 10 •a strice•.
- Varios fragmentos de sigillata clara D ain forma determinable.
Yadmimlo: ~et.
Tlrmino Mwticipal: Castelló de Rugat.
En unos campos cultivados aparecieron restos de
una probable villa rústica romana, muy degradada por
las labores agrícolas.
Bih/iografo:
E.
lencia y Ayuntamiento de Castellón de Rugat,
p. 142.
Bióliografta:
M.
GtL-~ULL
(1971): YacimitnJM ihlricos de bJ región
04Ú1uiana: estudio de pohlt:uraienJo. Tesis Doctoral, Universidad de Valencia, p. 509.
MaJerial arqueoMgico:
-Varios fragmentos de sigillata hispánica sin forma determinable.
-Varios fragmentos de cerámica romana común.
LA VALL D 'ALBAIDA
Yacimimtc: Aielo de Malferit.
Thmino Municipal: Aielo de Malferit.
Campos situados en las proximidades de Albaida
donde se encuentran restos de una villa romana destruida por las labores agrícolas. En la superficie se encuentran sigillatas de diversos tipos.
MaJerial arq¡uoMgico:
-Un fragmento de sigillat.t biapánica de forma
Drag. 37 en el que se aprecia la figura de un guerrero o gladiador vestido con túnica corta y tr4bl4 o c/.4midt cruzándole
el pecho. En la mano i:tquierda lleva una ptÜ4 vist.t de peñu.
La figura aparece dentro de una metopa formada por tres
lfnea.s verticales onduladas (Jig. 5, n.o 3).
Sigillat.a hispánica:
-Dos fragmentos de forma Drag. 37 con decoración de
drculos de línea ondulada y lllotivo nora! en el interior
(fig. 5, n. 0 4: y 5).
-Dos fragmentos con motivos vegetales (fig. 5, n.o 6).
- Un fragmento de pie de forma Drag. lS/ 17 con grafito
PACA (fig. 5, n .o 7).
-Qcho fragmentos de forma Drag. 1S (fig. 5, n .0 8 y
9).
-Dos fragmentos de forma Drag. ~ (fig. 5, n. 0 10).
- Un fragmento de forma Drag. 2+/25 (fig. S, n. 0 U).
- Diez fragmentos de forma Drag. 27 (fig. S, n.0 12 a
Mat.ria/ arquecMgico:
- Un fTagmento de sigillata hispánica de forma
Drag. 27 (fig. 5, n. 0 1).
- Un fragmento de sigillata hispánica de forma
Drag. 37, con decoraci6.n de círculos cardados conc~ntrioos
alternados con motivos verticalca rematados por una flor de
cuatro pétalos. En la franja inferior palmeta (fig. 5, n. 0 2).
Yacimienlo: Alt d e la Perdiu.
Thmino Municipal: Castelló de Rugat.
Campos cultivados que se encuentran en el límite
del término mumcipal de Castclló de Rugat y en los
que existen restos de una villa romana muy destruida
por las labores agrícolas. Fueron colectadas cerámicas
s.igillatas hispánica y claras A y O y uoa moneda de
Constantino.
Bihliograjla:
E.
ALau.ou. (1973): Oute//Qn de Ru¡:aJ. Estwüo
Histórico-Geográ.fu:o. Diputación Provincial y Ayuntamiento de Castellón de Rugat, p. 142.
PMTOR
Material arqueoMgico:
-Un fragmento de sigillata hispánica de forma
Drag. 36 con barbotina en el borde.
At.auou. (1973): Caste/Mn de RugaJ. Estwüo
Hi.stbico-Geogrtifo:o. Diputación Provincial de Va-
PMTOR
15).
-Un fragmento de forma Drag. 18 (fig. 5, n.0 16).
- Pie de forma Ritt. 8 con marca ilegible (fig. 5,
n.0 17).
- Siete fragmentos de fonna no determinada.
-13 fragmentos de pies de vasos.
-41 fragmentos sin forma determinable.
-Un fragmento de sigiUata clara A de forma Lamboglia 2. Variante que tiende a la forma de cuenco perdiendo
la carena (fig. 5, n. o 20).
-Dos fragmentos de sigillata clara A de forma LambogUa 10 (fig. 5, n.o 18 y 19).
-Fragmento de copita de cerámica romana común de
forma semejante a la Drag. 24:/25.
- Fragmento de lucerna de volutas con pasta y barniz
rojo de fma calidad, tipo de ~poca Tiberio-Claudia (fig. S,
n. 0 21).
-Varios fragmentos de cerámica pintada con motivos
geom~tricos.
Yacimienlo : Partida de l'Ofra.
Tlrmino Municipal: Castelló de R ugat.
4-31
[page-n-442]
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Fig. 6. - J a 13: Caml dt 14 Pedrera dt '&ftjprl (Bilgiáa). 14 a 32: El 1bssaút (Carrfco/4).
432
[page-n-443]
MATERiALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCiA
A la izquierda de la carretera de Albaida a Gand{a
y a la altura del Km. 11 existen restos de una villa rústica romana destruida por los trabajos agrícolaa.
Bwlwgrafo:
E. p Mt'OR A t.UROU. (1973): Cask/Mn tÚ RugaJ. Estudio
Histórieo -Geogr~. Diputación Provincial y Ayuntamiento de Castell6n de Rugat, p. 138.
Maúri.ai arqueológico:
-Un fragmento de pie de copa de aigill&ta hiapruuca.
-Un fragmento de sigillata clara •lucentea.
-Un fragmento de sigillata clara A de forma Lambogüa 36.
-Varios fragmentos de sigillata clara A sin forma determinable.
- Varios fragmentos de sigillata clara D sin forma deter·
minable.
-Un fragmento de sigiUata clara O estampada.
Yadminuo: La Torre.
Tlrmino Murricipal: Castell6 de Rugat.
Campos situados en la fmca del mismo nombre en
el km. 10 de la carretera comarcal Gandfa-Almansa.
Cerámicas ibéricas, restos de un silo y sigillatas claras
en la superficie.
Ficha en el S.LP. sin bibliograffa.
Maúrial arqueoJógico:
-Un borde de sigillata hiap&nica de forma Drag. 27.
-Tru fragmentos de sigiUata clara A, forma Lamboglia 10.
-Un fragmento de cuenco de cerámica común romana.
Yadminuo: Altet del Camí de B~gida.
Tlrmw Municipal: Atzeneta d 'Albaida.
E l yacimiento se en cuentra en un pequeño altozano en el camino que une Belgida con Atzencta hasta
la senda que separa los términos de Atzeneta y Oarrfcola . En la superficie se recogen restos de piedras de
moler, cerámica ática, gris ampuritana, ibérica lisa y
decorada, sigillata hispánica y clara, fragmentos de dJJIüu y pfmdus.
BibliDgrafo:
l.
BA Lt.ESTIIJl
(19-l5): «Notas prebjstóficas varias•.
.d.P.L., ll, Valencia, p. 332.
(1966): «Yacimientos del Valle de
Albaida (Valencia)•. IX C.N.A. (Valladolid, 1965),
Zaragoza, p. 103.
M . G!t.-MASCARELt. (1971): Yadmienlos iblricos di la región
oaleneiana: estudio de poblamienJo. 'lesis Doctoral, Univeraidad de Valencia, pp. 567-568.
M . G •t.-MASCARELL
Maúri.ai att¡IUOúfgieo:
-Un fragmento de sigillata bisp&nica decorada con clrculoa condntricoa de línea conúnua y uno de pun1a de flecha
(fig. S, n .0 22).
-Un fragmento de sigillata hispánica decorada con cenefa vegetal (lig. S, n. 0 23).
-Un fragmento de sigillata hispá.niea de forma
Drag. 2-i/25 (fig. 5, n.• 24).
-Un fragmento de sigillata clara A de forma Lamboglia 2 (fig. S, n.• 25).
-Varios fragmentos sin forma determinable de sigillata
hispánica y de cla.r a A.
-Un fragmento de aigillata clara ..Jucente...
-Un fragmento de sigillata clara D estampada con m~
tivos geom~uicos de drculos y rombos (fig. 5, n.o 28).
-Dos fragmentos de cerámica romana comán de •borde aplicado• (fig. 5, n.• 26 y 27).
-Numerosos fragmentos de cerámica romana común.
-Varios fragmentos de cerámica i~rica pintada.
-Un pMIIhu de cerámica.
Yaúmienlo: Camí de la Pedrera (Benipri).
TlrminJJ MUIIi.cijNJl: B~gida.
Yacimiento situado al E. del Cami de la Pedrera,
entre Jos caminos que van a la partida de Alfogas y la
Pedrera. En la superficie restos
ib~ricos
y romanos.
.Bihliografo:
M . j ollNRT (1932): BilgidJJ y su lirmino rrumit:ipal. Valencia, p. 4-19.
M . JoRN!T (1945): «Prehistoria de B~lgida». A.P.L., n,
Valencia, p. 264.
M . GIL- MASCWW.t. {1966): «Yacimientos del Valle de
Albaida (Valencia)». IX C.N.A. ~~ 1965),
Zaragoza, p. 103.
M . joRNtrr (1973): Bllgiáa y m lirmino TTWnicipal. Valencia, p. 421.
M . GrL-MASCAJtBLL (1971): ~S wlri&os tÚ la rtgúfn
valeneiana: estudio di poblamünJ.o. Tesis Doctoral, Universidad de Valencia, pp. 567-568.
Maúri.ai arqueológico:
SigiUata hispánica:
-Un fragmento de forma Drag. 27.
-Un fragmento de forma Drag. 15/17.
-Un fragmento de forma Orag. 18.
-Un fragmento de forma Ritt. 8.
-SeiJ fragmentos de forma indeterminable. ·
Sigillat.a sud-gálica:
-Varios fragm.entos sin forma determinable.
Sigillata Clara A:
-Cuatro fragmentos d.e forma Lamboglia 2 (fig. 6,
n.• 1, 2, 3).
-Dos fragmentos de forma Lamboglia 3.
-Tres fragmentos de forma Lamboglia 23 (fig. 6, n.0 5
y 6).
-Un fragmento de una variante de la forma Lamboglia 23 (fig. 6, n.o 7).
-Cuatro fragmentos de forma Lamboglia 10 .a stricea
(fig. 6, n.0 4).
-Un fragmento de forma Lamboglia 24.
-Varios fragmentos sin forma determinable.
-'Ibda esta cerámica perteneciente a formas de sigillata
clara A, presentan un barniz rojo obscuro y puta porosa rojo
433
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G. MARTÍN
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Fig. 7.- 1 a 6: PaTtid4 tú Simtma ((buslrt1411114). 7: Fúw
B~Mrt~Joislil
(L'O/Jma.). 8 a 11: Sa1l1 .An~otti (Ptgo). 12 y 13: >lria (Bnúmm).
JI: Lloes dd SalDDilM (Stlúz).
ladrillo, o sea que ni por la pasta ni por el bami:~: corresponden al prototipo de la sigillata clara A, pero s( corresponden
las forynas. Debe tratarse de una fábrica local que imita las
formas de la clara A. La técnica de cocción y de aplicación
del barniz es cuidadosa.
-Un fragmento de sigiUata clara e de forma lamboglia
40 (fig. 6, n.0 8).
-Varios fragmentos de clara e de forma indeterminable.
- Un fragmento de sigillata clara e de forma Lambo·
glia 24/25 (fig. 6, n.0 9).
-Dos fragmemos de sigiUata clara D con barni% interior muy grueso, sin forma determinable.
- 16 fragmentos de cerámica i~rica pintada.
YadmienJo: Camí de la Pedrera (Benipd).
Lote de cerámicas procedentes de otra prospección en el mismo yacimiento:
-Un fragmento de borde de aigillata aretina de forma
Haltero 7 (fig. 6, n. 0 L
O).
- Dos fragmentos de sigillata arc:rina sin forma determi·
nable.
4-34
-'fres fragmentos de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 27 (fig. 6, n.0 U).
-Un fragmento de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 30.
-15 fragmentos de sigillata sud-gálica de forma indetel'minable.
-Un fondo de copita con marca ilegible, de sigiUata
sud-gálica.
-Un fragmento de sigillata hispánica de forma
Drag. 27 (fig. 6, n.0 12).
-Un fragmento de sigillata hispánica de forma
Orag. 18 (fig. 6, n. 0 L3).
-Varios fragmentos de sigillata hispánica de forma in·
determinable.
-Varios fragmentos de cerámica i~rica pintada.
-Var ios fragmentos de fondos de ánforaa.
l&eVnünlo: El Tosaalet (Carrlcola).
TlnnWJ Municipal: Belgida.
Yacimiento situado a 600 m. de altura sobre el nivel del mar al N. de B~lgida. En l 916 fueron localizadas
[page-n-445]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
const rucciones al parecer romanas, destruidas al roturar los campos. En 1928 aparecieron nuevos restos,
esta vez ibéricos, en la vertiente E. de la loma, frente
al antiguo corral de Aracil. En 1967 se visít6 el lugar
y fueron colectadas cerámicas en la superficie.
Bihtwgrafo:
M . J oamrr (1932): BlJgida y su tJmtino rrwni&apal. Valencia, p. 4-19.
M. J oamT ( 1945): •Prehistoria de Bélgida•. A.P.L., II,
Valencia, p. 261.
D. FuTCHBR (1957): •Toneles cerámicos ibéricos•.
A.P.L., VI, Valencia, p. 122.
M . GIL·MASCAJU!LL (1966): «Yacimientos del Valle de
Albaida (Valencia)... IX C.N. A. (ValJadqlitJ, 1965),
Zaragoza, p. 103.
M . j oRmT (1973): ~élgida y su término municipal.
Valencia, p. 417.
MateritJJ arqv.eoMgico:
-'Il-et fragmentos de sigillata sud-plica de forma
Drag. 24/ 25.
-'lh:s fragmentos de aigillata aud·pliea de forma
Drag. 27.
- Un fragmento de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 18.
-Un fragmen to de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 15/11 .
- Cinco fragmentos de sigillata hispánica decorada con
motivos de círculos concéntricos (fig. 6, n.0 14- a 17).
-Un fragmento de sigillata hispánica decorada con lí·
neas verticales onduladas (fig. 6, n.0 18).
- Dos fragmentos de sigillata clara ..Jucentc».
-Dos fragmentos de sigillata clara D estampada con
círculos y cenefa (fig. 6, n. 0 19 y 20).
-Un fragmento de sigillata hispánica con decoración de
grandes círculos úpiea del siglo 1v (fig. 6, o. 0 21).
- Cuello de ánfora de forma Dreasel 20 (fig. 6, n .o 22).
Otro conjunto del mismo yacimjento :
- Un fragmento de sigillata aretina de forma Ritt. 1 o
Drag. 15.
-Tres fragmentos de sigiData sud·pljca de forma
Drag. 27.
-Cinco fragmentos de sigillata aud·gálica de forma
Drag. 18.
-Un fragmento de sigillata sud-gálica de forma Ritt. 8.
- Cinco fragme.o tos de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 15/J 7.
-24 fragmentos de aigillata hispánica sin forma deter·
minable.
- Un fondo de plato de aigillata hispánica con grafito E.
-'!res fragmentos de sigillata clara A de forma Lamboglia 1 (fig. 6, n. 0 23).
-Un fragmento de sigillata clara A de forma Lam·
boglia 23.
- Un. fragmento de sigillata clara A de forma Lambo·
glia 35 sin barbotina (fig. 6, o.0 24).
-Dos fra.gmentos de sigillata clara de forma Lambo-
glia 10 ... strioe• (íig. 6, n. 0 25).
-Dos fragmentos de sigillat.a clara •lucente», uno de
ellos decorado con ruedecilla.
-Ocho fragmentos de sigillata clara D de forma Lam·
boglia +2 (fig. 6, o .0 27).
Dos fragmentos de aigillata clara D de forma Lamboglia
53 (fig. 6, n.0 31).
- 'Ites fragmentos de aigillata clara D de forma La.mboglia 54 (fig. 6, o.• 28 a 30).
-Dos fragmentos de sigillata clara D de forma Lamboglia 51, variantes.
-Varios fragmentos de sigillata clara D entre las formas
51·52.
- Varios fragmentos d.e sigillata clara D sin forma determinable.
- Dos fragmentos de sigillata clara O estampada.
-Gran cantidad de cerámica ib&ica pintada con deco·
ración geométrica.
-Un fragmento de cerámica morisca con decoración estampada.
- Numerosos fragmemos de cerámica común roman.a.
- Un fragmento de pasta vítrea.
Ya&imilnlo: Partida de Simona.
Tmruno Munüipal: Quatretonda.
Yacimiento situado cerca del término municipal
con Pobla del Duc donde se encontraron restos de ente·
rramjen tos y de silos.
Ficha del S.LP. sin bibliograffa.
MaJeriaJ arqueológico:
-Dos fragmentos de sigillata hispánica de forma
Drag. 37, con decoración de drculoa y cenefa vegetal (fig. 7,
n. 0 2 y 3).
-Un fragmento de aigillata hispánica de forma
Drag. 37, con decoración representando la figura de un animal (perro?) corriendo (fig. 7, n." 1).
- Un fragmento de sigillata clara A de forma Lambo·
glia 36 (fig. 7, n. 0 4).
-Un fragmento de sigillata hispánica de forma Lamboglia 35 con barbotina (fig. 7, o . 0 5).
- Un fragmento de vasija eomón romana (fig. 7,
n. 0 6).
-Varios fragmentos de ánforas y de vuijas romanas.
Ya&imienlo: Finca Bucnavista.
Tímúfl() Mu.nieipal: L'Olleria.
E n la carretera de Onrinyent a Valencia y frente
a la ftnca llamad a Buenavist a aparecieron cerámicas y
vidrios romanos.
Ficha del S.I.P. sm bibliografla.
MaJeriaJ arqutOMgico:
-Fragmentos de fondos y asas de inforu romanas.
-Un borde de ánfora (fig. 7, n.0 7).
435
[page-n-446]
G. MARTÍN
MARINA ALTA
Yacimiento: Cutell d'Ambra.
Tlrmüw munüipal: Pego.
Fortaleza construida en época árabe de la que
quedan restos de la muralla. Situada en ·u na colina
al S. de Pego, guardaba el acceso al Valle de Ebo.
En sus inmediaciones se encuentran re.s tos de cerámicas de la Edad deJ Bronce, ibéricas, romanas y medievales.
Bihliografo:
E . .BBÜ'r .BELENCUER (1973): Gran En&idoptdio. d4 la Regiln
Valenciana, T.I.
MaJ.erial art¡tUOiógico:
-Varios fragmentos de cerámica común romana y de ánfo·
ras romanaa.
Cueva situada en una de las estribaciones meridio·
nales del Montgó, próxima al Cap de Sant Antoni. For·
ma un gran vestíbulo de 100 por 65 metros seguida de
un pasillo que lleva al recinto interior . En 1964- fue ex·
cavada en parte por M . Tarradell con la colaboración
de M atilde Tarradell, Gabriela Martín y Ana Salvá. La
ocupación mayor es de la Edad del .Bronce, con un pe·
riodo Neolítico y enterramientos eneolfticos.
BihliograjftJ:
A. SALVÁ (1966): «Material cerámico de la Cueva del
Montgó Qávea) en la Provincia de Alicante». IX
C.N.A. (Va/ladQlid, 1965), Zaragoza, pp. 92-99.
E. PLA (1966): •Actividades del S.I.P. (1961-1965)».
A .P.L ., XI, pp. 275·328.
Material arqueológico:
- 16 fragmentos d. ca.mpaniense ~.
e
-Varios fragmentos de cerámica común romana.
JíJ&imimto: Sant Antoni.
Término Municipal: Pego.
Sin ficha ni bibliograffa.
Material arqueológico:
- Un fragmento de sigillata hispánica decorada con cír·
culos cordados separados por motivo vertical también corda·
do (fig. 7, n.o 8).
-Un fragmento de sigillat.a clara A de forma La.m·
boglia 2.
- Dos fragmentos de aigillata clara •lucente>t con decoración de ruedecilla, sin forma determinable.
-Dos fragmentos de sigillata clara D.
-Un fragmento de sigillata clara D estampada con pe·
queiios cín;ulos (fig. 7, n.o 9).
-Varios fra¡pnentos de cerámica romana com~.
- .Dos fragmentos de cerámica común de tipo de .. borde
ahumado• (fig. 7, o .0 10 y 11).
- Un aaa de lucerna de disco sin barniz.
Ytuimienlo: Segarla.
Tlrmirw 1111.l11Ú:l'pal: .Benimeli.
Sin ficha ni bibliograffa.
Materio.l arqueológico:
-Un fragmento de campaniense A sin forma determi·
nablo.
-'n-es fragmentos de campanien.se .B sin forma deterrni·
nable.
-Un fragmen to de campaniensc B de forma La.mboglia 5, con ruedecilla en el fondo (6g. 7, n." 12).
-Un fragmen1o de campaniense de tipo tardío con el
barniz rojo vino.
-Un borde de ánfora m mana de forma Dressel I · Il
(ñg. 7, n. 0 13).
-Varios fragmentos de cerámica ibérica pintada y de
ánforas ibEricaa.
-Cinco pondus de cerámica de U,2x9,8x2,5 cm.
Yacimienlo: Cova del Montg6.
Tlrmirw Municipal: Xabia.
436
MARINA BAIXA
YacimünJo: Penyal d ' Ifach.
Tlrmi1111 Municipal: Oalp.
Restos de un poblado del que se conservan estruc·
tu ras a media ladera. Existe un baluarte rom ano de
época bajo-imperial y trazado de la muralla musulma·
na. La cronolog(a abarca desde la Edad del Bronce,
ibé,rica, romana, medieval e islámica. La cronología
del poblado ibérico va desde el siglo v a.C. hasta el
1 a.C.
Bihliografia:
C. A.lv..N'IlCVI (1987): «Peñón de Ifach». ArqueologftJ en
Alicante 1976-1986. Instituto de Estudios Juan GilAlbert, Diputación Provincial de Alicante, p. 53.
Material arqueológico:
Existe en el S.LP. un lote de fragmentos de campaniense B, inforas romanas, cerámica com6n romana y cerámica
ibérica pintada.
Yacimientc: LJocs del Salva dor.
Tinnino Mwúcipal: Sella.
Sin ficha ni bibliografia.
En un lugar denominado Llocs del Salvador, a
unos 250 m. del mar, existen hoyos de 1,50 de profundidad, con b6vedas y estrechos pasillos de .hormigón.
Noticia proporcionada por D. CarmeJo Giner, de Pego.
Matmal arqueológico:
-Varios fragmentos de fondos y asas romanas.
-Varios fragmentos de vasos comunes romanos.
-Un cuello de olpe con arranque del aaa (fig. 7,
n. 0 14).
Ya&imimto: Cap de Moraira.
Término Mwúcipal: Teulada.
Poblado ibérico situado en el Cabo de M oraira al
N . d e la población. H oy totalmente desmantelado.
[page-n-447]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
MtJJerioJ
arq~WJ/ógi&o:
-Cuatro fragmentos de eampanienae B.
-Varios fragmentos de cerámica ibtrica.
Yadmiento: To11al de la Torre de la Creu.
TirmiM Municipal: la Vila joiosa.
Yacimiento situado en la partida de les Xanxclles,
al N. de la población, sobre e1 cerrillo llamado Torre
de Baix que dista 100 m. de la margen izquierda de]
barranco de Amadorio. Se conserva parte de la muralla
y se han encontrado restos púnicos, iMricos y romanos. Entre los romanos murallas, termas, estucos, mosaicos y cerámicas. La cronolbg(a es desde la época iMrica hasta la primera mitad del siglo tv d.C.
Bihlwgrafia:
J. BlU.llA DoMtNoou (1946): ..Museo Arqueológico Provincial de Alicante. Nuevos ingresos procedentes
del Castillo de Torre de la Cruz (Villajoyosa)•. MemoriiJ de los Mustot A.rqll6)/ógieos Prooinei4/es, n.0 VII,
Madrid.
J. BI!LDA DoM1NCtJBZ (1947): Jbid., n.0 VIII.
J.
(1948-49): !bid.,
Mal4ri41 arqueo/ógÍCQ:
BELDA DoMfNOUEZ
0. 0
IX-X, p. 167.
-Siete fragmentos de yeso moldeado (láms. U y ID).
-Un fragmento de moldura de mármol (lám. 11).
-Un fragmento de mosaico en el que se aprecia un di-
bujo formando guirnalda (lám. IV).
NOTAS
1 G. MA1<1111 y M. Gu.-~w.: •La romanización en el
campo de Liria•. Pojuús dM ~ tú -4rqwo/4If4 tú l6úMIJ, n.0 7,
Univenidad de Valencia, 196.9, pp. 1·32.
t
G. MAilTfN: DIANTVM. A.r~gfa 1'011141114 di /RniD. Inaútuto
de Eatudioa Romanoa, Inatitución Alfonso el Magninimo, Diputación Provincial de Valencia, 1970.
G. M..mN: lA ~>iJnu.ll4 aWftÜI f"ÍttG tú Hnnno~i.tnc.• Ert.u& ar·
qwDI4t~o di fa ZOM ~XrUa-J«-. Papeles del laboratorio de Arqueología de Valencia, n.0 3, Univenidad de Valencia, 1968.
J
E. Pu: ..DINJU: una ciudad ibtrica inexistente>. S4il4bi.
xrx. 1969, PP· u-21.
• G. M..a:r1N y M.D. Suaa: lA}KI#rla di hlll4 dM Ar6111Jl;~ otrDs
ral4l ttmtllltlut/4j~Nc. Trabajoa Varios del SIP, n.0 38, Valencia, 1970.
S M. TAUADW.: L41'01114Ai.uci4n di/ Paú~. (Cuto Arqluo¡¿p. ,¡,pimintt» ~:llllll9'0 ¿, ~ Aistlrial). Barcelona, 1967.
437
[page-n-448]
C. MARTÍN
1
2
Ldm 1.-
438
l . Caso Perol (Borxtlo). 2: Cerro Porlldo (Prdrnlha)
[page-n-449]
\IAILRI-\1 LS R0\1-\:\0S IJll \IL::.J.O
J.óm 11 -
Timol dt lo
·n,, dr
I)J
I'RI IIIS IORI \m; \-1\LFSCIA
In Cuu ( 1 n l 'rln .Jmosn)
439
[page-n-450]
G. MI\R"I"IN
Ltím. UJ- Tossal de lb '/Orr( fk la Cre11 (La Vi/a Joiosa)
440
[page-n-451]
:O.IAII::RIALI::~ ROMA;-;O~
Um . IV.- ToJSal de la Toru ik la
Cr~u
l>LI :-o t USJ:;O DL
PRI::!-II~lOR I
\ UE \"AtEXCIA
(La Vilo .fotosa)
441
[page-n-452]
[page-n-453]
Vicent E scRIVÁ ToRRES*, Carmen MARfN JoRDÁ * y
Albert RIBERA 1 L ACOMBA *
UNAS PRODUCCIONES MINORITARIAS DE BARNIZ NEGRO
EN VALENTIA DURANTE EL S. II a. JC.
Valentia se ha considerado como uno de los yacimientos claves para conocer el desarrollo de las cerámicas del período tardo-republicano en el Mediterráneo
Occidental, dado que se encuentra entre los lugares
que cuentan con una fecha de fundación conocida por
las fuen tes históricas (138 a. JC) (MoREL, 1981: 55).
Esta importancia cronológica se ha visto realzada en
los últimos años por los datos proporcionados por las
excavaciones arqueológicas, habiéndose comprobado
fehacientemente la inexistencia de cualquier asentamiento humano anterior a las fechas dadas por Tito
Livio, confirmándose, así, la total validez de la fecha
histórica, y evidenciando al mismo tiempo, que la cultura material de los niveles tardo-republicanos es mayoritariamente de procedencia itálica (TAAllADELL,
1962; RluAA, 1983¡ VV.AA., 1984; MM1N 1990). Además, se ha empezado a revalorizar, también de la mano
de la arqueología, otro hecho histórico del que nos hablan las fuentes: la destrucción de la ciudad hacia el
76 a. JC. a consecuencia de su participación en las
guerras sertorianas (MAilfN, MATAMoRos y RmJUtA, en
prensa¡ RlllU.A, 1989¡ ESCRtVA, P ASCUAL y RullllA., 1989).
•
Servicio de Iovcatipción Arqueológica Municipal, Ayunta·
miento de Valencia.
Como complemento de estas nuevas aportaciones hay
que añadir la posibilidad que tras la destrucción hubiera un largo período de abandono hasta bien entrada
la época augústea ( R IBP.RA, 1989).
Con estas premisas aumenta considerablemente el
intciés q ue, ya desde hace tiempo, había presentado el
estudio de los materiales tardo-republicanos de un yacimiento tan bien delimitado cronológicamente. A este
respecto, se deben mencionar los materiales publicados
en su dfa por G. Mart(n (1962 y 1974), los de las excavaciones de la calle 11-initarios (MATA et alü, 1980) o el
reciente y amplio trabajo, inédito, de uno de nosotros
(M.WN, 1990). Hay que indicar que en los 1Íltimos
die.z años la plasmación de un amplio programa de
protección del patrimonio arqueológico urbano ha supuesto un más que suatancial cambio en el panorama
de la investigación arqueológica de Valencia (RuJUtA a
alii, 1989a). Dentro de esta reciente dinámica, para el
período tardo-republicano han aumentado considerablemente los hallazgos de todo tipo, desde restos monumentales, de clara Íl.liaci6n romano-itálica (EsctUVÁ y
RnJUtA, en prensa), a un sinfin de estructuras (rellenos, vertederos, fosas, niveles de fundación y de destrucción) que han conllevado un más que considerable
aumento de la documentación arqueológia disponible.
4-4-3
[page-n-454]
V. ESCRlVÁ, C. MARÍN Y A. RmERA
f
lfO
Fig. l.- Casco antiguo de Jlalmda ctm los lucares de prouden&ia de
las etrámica.s. 1: A/moina (Al). 2: Pltwl de la Virgen (PJI). 3: Coru
Valen&ianes - C/ Unión (U). 4: Plaza de la &ina (PR).
5: Bar6n de Petris (.BP). 6: Hi4rba (H). 7: &rehilla (Bar). 8: Állt'"
llanas (Av). 9: Palau de la GnuraliJaJ (PG). 10: Mar (M).
Además, el estudio de la excavación dé la Plaza de la
Virgen (1959-60), de cuyos hallazgos «de visu» se sirvió
M. Tauadell (1962) para coofumar la fecha de Ja fundadón y la inexistencia de un núcleo indígena anterior,
ha permitido disponer de manera aceptable de una
gran cantidad de materiales procedentes de excavaciones antiguas (1\oLunR, 1984).
Es decir, que en la actualidad se dispone de un importante fondo de materiales, buena parte de ellos procedentes de contextos muy fiables proporcionados por
las excavaciones recientes y que, con los proyectos de
estudio actualmente en marcha, en un plazo de tiempo
no muy lejano van a permitir disponer de un repertorio
H4
documental especialmente interesante para conocer los
conjuntos cerámicos de una fundación romana y todas
las implicaciones económicas y culturales que conlleva.
En esta ocasión, y dentro de esta línea de trabajo, vamos a presentar u.n os grupos de cerámicas de barniz
negro que hemos seleccionado, no por ser los más re·
presentativos y abundantes, sino, más bien, por todo
lo contrario, ya que precisamente se trata de grupos
con escasa representación numérica y claramente mi·
noritarios dentro de contextos en los que normalmente
predomina de forma abrumadora la campanie.n se A.
Por el contrario, la proporción en que en los mismos
niveles se encuentra La llamada campaniense B de buena calidad, de probable procedencia etru.sca, es bastante semejante, cuando no inferior, a estos grupos minoritarios.
Con este estudio pretendemos llamar la atención
sobre la problemática de unas cerámicas de barniz negro que hasta hace poco normalmente no solían reconocerse o identificarse como un grupo aparte o se incluían dentro del impreciso término de producciones
regionales, locales o indeterminadas. En el caso de Valencia, la existencia, como acabamos de indicar, de una
gran cantidad de materiales, ha posibilitado poder disponer de un buen elepeo de estas piezas, que han sido
seleccionadas después de un riguroso examen de los
fondos de varias excavaciones, lo que nos permite, en
buena parte de los casos, conoce.r su contexto arqueológico. U na proporción considerable procede de la antigua excavación de la Plaza de la Virgen (1959-60), de
donde, debido al método usado en su día, con no poco
esfuerzo, se han podido aislar algunos contextos fiables, relacionables con el momento fundacional o con
un periodo inmediatamente posterior, dentro del último tercio del s. Il a. JC. (BoLUPER, 1984). Las excavaciones más recientes han proporcionado, comparativamente, menos material, pero con un indudable valor
crono·estratigráfico. Dentro de este grupo, destacan sobre las demás las de l'Almoina y mucho menos otras
de menor entidad, como las de las «Corts Valencianes»
y calle Hierba, que corresponden al antiguo núcleo urbano y la de la calle Barón de Petrés, donde se halló
un vertedero periurbano de probable datación fundacional. Se completa el Jote con piezas sueltas procedentes de otras excavaciones y de hallazgos antiguos sin
apenas referencias estratigráficas. El repertorio q ue hemos elaborado de estas producciones minoritarias no
debe entenderse como completo y exhaustivo, ya que
se han desechado los ejemplares fragmentados que no
aportaban datos relativos a la forma o decoraciones de
la pieza. Se .ha considerado más prioritario basarse en
las piezas mejor conservadas o de las que al menos se
puede aportar datos formales y cronológicos, para pro·
pone.r una definidón de las caractexísticas morfológicas, t ipológicas y cronológicas de estos grupos de cerámica de barniz negro.
[page-n-455]
Fig. 2.-
Ubi.ca&idn tú los ya&imünJos eilados 1n ti ÜJtio.
H
' \TIIlJ!
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Fil. 3.- La Campania y d Latium
H5
[page-n-456]
V. ESCRIVÁ, C. MARÍN Y A. JUBERA
o
,.,t;;?
~Y • U:I
4
2
3
Fig. 4. -
Orupo
•••
Para el estudio del conjunto cerámico presentado
en este trabajo hemos establecido tres grupos en base
a las características técnico-morfológicas de las piezas;
no obstante, estos grupos no se pueden cocsiderar
como cerrados ya que es habitual la presencia de ejemplares con caracterfsticas comunes a más de uno de
ellos. Al mismo tiempo, si tenemos en cuenta que cada
proceso de cocción está sujeto a una serie de variables
como pueden ser la temperatura del horno, los componentes orgánicos, la participación de diferentes alfareros en un centro productor... etc., la división establecida por nosotros responde en último término a la
posibilidad de establecer djferencias dentro de (!stas
producciones, sin que, como veremos más adelante,
dejen de existir indudables rasgos de afinidad entre todas ellas. Así, a pesar de no haber unas diferencias claras en .muchos casos, s [ se observa que determinadas
formas tienden a aparecer en un grupo y no en otros.
Los tres grupos definidos son:
l. E: 1/2.
La descripción de este grupo se correspondería
perfectamente con aquella que J.P. More! denominó
como Byrsa 401 y para la que propuso una fabricación
en la zona de Karthago (MoREI., 1986: 29-31). Estas
mismas características técnicas se observan también en
numerosas piezas procedentes de Cales (P EDRONI,
1986).
Tipológica.rnente, este grupo se acerca a los proto·
tipos difundidos por la campaniense A, teniendo escasa
vinculación con la producción de tradición etrusca
(MoNTAGNA P...sQurNuco•, 1972).
Se trata del grupo menos numeroso y las formas
que presenta son las siguientes;
Morel F-2821: AJ-2933-2 (Fig. 4.1)
Pátera profunda de paredes exvasadas con marca·
da inflexión en La unión del borde con el cuerpo.
La pieza de Vaún.ti4 procede de la excavación de
l'Almoina y apareció formando parte de un contexto
no muy alejado de la fundación de la ciudad, que se
podría situar a fmes del tercer cuarto del s. II a. JO.
GRUPO 1
Cerámica de pasta beige clara a beige verdosa, con
minúsculas inclusiones micáceas, por lo general dura
y compacta, aunque en algún caso más blanda y porosa. Barniz negro mate, caracterizado especialmente
por su escasa adherencia a la superficie de los vasos,
que suelen presentar una falta casi total de barniz.
446
Similar a Lamb. :U-Morel F-2955: SP-7 (Fig.
4.2), PV-446 (Fig. 4.3)
Cuenco o bol de paredes exvasadas y borde apuntado apenas sin diferenciar (SP-7), aunque en ocasiones presenta en la superficie externa, bajo el borde,
[page-n-457]
BARNIZ NECRO EN VALENTIA
una fma acanaladura (PV-446). Las piezas poseen diámetros en tomo a los 14-16 cms. Este bol desarrolla una
forma troncocónica similar a la Lamb. 31 en campaniense A, sin embargo presenta características evidentes de pasta y barniz que las diferencia del prototipo
de Lamboglia (1952: 180). La ausencia de pie en los
fragmentos conservados impide una atribución clara a
alguna de las series establecidas por Morel; no obstante, con la que más similitud tiene es con la serie 2955
de Morel, considerada como producción local o regional (Tipo IV de Cosa), frecuente en el Depósito C de
Cosa (TAYLOR, 1957) datado por Mo re) entre el
190-180/140 (MOREL, 1981: 238).
De los ejemplares de Valtntia, uno, procedente de
las excavaciones de la Plaza de la Virgen (PV-446) apareció en el nivel inferior, por lo que se le podría atribuir una datación centrada en el tercer cuarto del s.
li a. JC.
Lamb. 36-Morel F-1314-1315: SP-8
Pátera poco profunda de borde horizontal curvado. El fragmento conservado de esta forma presenta
parte de la pared y arranque del borde, sin embargo,
debido a su estado fragmentario no hemos crcfdo convcnjente representarlo gráficamente.
Bases: PV-633 (Fig. 4.4)
En cuanto a las bases este grupo aporta un único
fondo y pie de bol (PV-633). El pie serfa asimilable al
tipo 211b de M ore! (1981: 462), presentando sobre el
fondo interno una roseta central impresa, con siete pétalos separados por líneas. Este tipo de estampillas es
frecuente en producciones clásicas como el taller de las
pequeñas estampillas, el taller de las tres palmetas radiales de Rlwclt, la campaniense A y la producción definida por Morcl como .Byrsa 401, siendo tambi~ abundante en la cerámica de Cales (P m R
or-u, 1986: Tav.
52.258; Thv. 126.641).
Este ejemplar de Valencia, fue incluido por Morel
en la clase Byrsa 401 1 siendo, en aquel momento, una
de las pocas piezas conocidas de esta producción fuera
de Karthago (1986: 31).
GRUPO 2
Cerámica de pasta be~ge verdosa a beige rosada,
dura y compacta, con pequeñas inclusiones micáceas,
algunos puntos de cal y n6cleo interior generalmente
más anaranjado. El barniz negro es por lo general
mate, con irisaciones de color marrón·verdoso y de aspecto rugoso, con líneas de torno muy marcadas y nu-
merosas hueUu digitales. Estas piezas, aunque han
perdido parte del barniz, presentan una mayor adherencia que el grupo anterior, centrándose la falta de
barniz especialmente en la pared externa y en lo que
sería el disco de apilamiento.
Lu formas que hemos incluido dentro de este grupo son las siguientes:
Morel F-2821-2822: SP-15, PV-163, Al-2938-4,
SP-6 (Fig. 5.1 a 4-)
Pátera profunda de paredes exvasadas con inflexión más o menos marcada en la unión del borde con
las paredes. T ipol6gicamente está cerca de la forma
Lamb. 27 B grande y se corresponde con la especie
2820 de More!, más concretamente con las series
2821-2822, presentando diámetros entre 21 y 26 cms.
En una de las piezas se conserva parte de la decoración
a ruedecilla enmarcada por dos acanaladuras (SP-15).
Uno de los ejemplares (AI-2938-4) se encontró en
las excavaciones de I'Aimoina formando parte del relleno de una fosa que cortaba el nivel inicial, aunque su
contenido era prácticamente idéntico al de dicho estrato fundacional. En este caso, predominaba la campanicnse A (formas Lamb. 28, 36 y 55) con un fragmento
de campaniense B de buena calidad (etrusca) y dos de
la clase Byrsa 661 o grupo 3. Las ánforas pertenecen
a la forma greco-itálica evolucionada, Dr. 1, Mañá C-2
y una asa rodia con marca. Habría que datar este conj unto, tanto por los materiales como por su situación
estratigráfica, muy poco tiempo después de la fundación de la ciudad (138 a. J C.).
Similar a Lamb. 33b - Morel F-2110-2120:
Al-2910-1 (Fig. 5.5)
Bol profundo de paredes curvas y exvasadas, con
abundancia de lfneas o acanaladuras en su superficie
externa. En el fondo interno se distinguen tres círculos
condntricos de pintura blanca, poco cuidados. El pie,
bajo, separado de la pared por un pequeño rebaje, presenta la particularidad, respecto al prototipo de la
Lamb. 33b, de estar dotado de un umbo externo saliente, con lo que el pie no tendrfa una función de apoyo
directo sobre una superficie plana, hecho que nos hace
pensar que esta pieza estaría asociada a un soporte.
Por tanto pensamos que funcionalmente se podría relacionar con la serie 2110-2120 de Morel.
Lamb. 36, More! F-1314-1315: Al-2933-8,
PV-525 (Fig. 5.6-7)
Pátera poco profunda de borde horizontal curva-
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[page-n-458]
V. ESCRIVÁ, C. MAIÚN Y A. RIBERA
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Fif. 5. - Grupo 2. E. 112.
448
1
[page-n-459]
BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
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2
Fig. 6.-
Grupo 2. E. 112.
do, asimilable a la especie 1310 do More!, y más concretamente a las series F-131+-1315. Las piezas presentan diámetros entre 20-26 cma. Esta forma es típica de
la campaniense A, no obstante, y como indica More1,
aparece en otras producciones a las que atribuye un
origen local o regional (MOREL, 1981: 104). Con las
mismas calidades a las documentadas en Va/enJia, aparece en Cales, señalándose una posible producción en
esta ciudad (PBnRmn, 1986: 358).
De las dos piezaa presentadas, una se recuperó en
la Plaza de la Virgen (PV-525) en UD nivel bastante antiguo, fundacional o inmediatamente posterior. La
otra, procedente de l'Almoina (Al-2933-3), permite
realizar observaciones más amplias y fiables, pues procede de un contexto bien defmido en el que predomina
abrumadoramente la campaniense A (formas Lamb.
25, 28, 31 y 36) y en el que no está presente la campaniense del círculo de la B. Las otras producciones de
barniz negro representadas, minoritariamente, pertenecen a los grupos definidos, basta el momento, como
Byrsa 401 y 661 (grupos 1 y 3). Las ánforas que las
acompañan se incluyen en la forma Dr. lA. Estos datos
nos llevan a una fecha centrada en el tercer cuarto del
s. II a. JC., considerando que, estratigráficamente, es
UD poco posterior al nivel fundacional.
Bases: PV-75-5, PR-4, PV-449 (Fig. 6. 1-3)
Se documentan fondos tanto de pátcr
como de pequeños boles. Todos ellos presentan marcas
de hueUaa digitales en el arranque de la pared; el fondo
externo aparece reaervado en parte, con grandes manchas de barniz. Formalmente los pies presentan cierta
uniformidad, siendo generalmente de cara interna simple y oblicua, con la cara externa rectilínea con un pequeño rebaje en la unión del pie y cuerpo (PV-499),
asimilable al tipo 213a de Morel, o bien redondeada
(PV-4), o simplemente rectilínea (PV-75-5), asimilable
al tipo 211 de Morel.
4-49
[page-n-460]
V. ESCRIVÁ, C. MARÍN Y A. RIBERA
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Grv~
3. E. 112
[page-n-461]
BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
Los fondos correspondientes a las páteras profundas presentan en su interior decoración estampillada
enmarcada por un círculo decorado a ruedecilla. Las
estampillas son por lo general palmetas de grandes dimensiones, dispuestas de forma radial en n6mero de
tres (PV-4) o cuatro (PV-75-5). Estas estampillas son
frecuentes en la producción de campaniense A, asf
como en las piezas documentadas en Cales, que no se
corresponden con la producción anterior. Es precisamente en este yacimiento donde hemos encontrado los
paralelos más claros a las piezas de Valencia (Pm•om,
1986: Tav. 103.539).
Respecto al fondo de bol que presentamos en este
trabajo no podemos aportar ninguna información sobre si llevar(a o no una roseta central, ya que carecemos de la parte central (PV-499). Esta última pieza, de
las excavaciones de la Plaza deJa Virgen, se podría datar, por su contexto arqueológico y su situación estratigráfica, en el momento fundacional o un poco después
siempre dentro del tercer cuarto del s. U a. JC.
GRUPO 3
Cerámica de pasta beige clara a beige rosada, en
ocasiones con núcleo interior más anaranjado, dura,
compacta y muy depurada, con pequeñas inclusiones
micáceas. :Barniz negro cubriente de aspecto algo rugoso, presenta buena adherencia y divesos matices en su
coloración que va del negro mate a negro profundo satinado o negro metálico con numerosas irisaciones azuladas. Las bases presentan generalmente la cara externa en reserva, salvo raras excepciones con presencia
clara de huellas digitales debido a Ja aplicación del barniz por inmersión.
Gran parte de las piezas atribuidas a este grupo,
especialmente las páteras poco profundas con decoración estampillada, poseen características similares a la
producción defmida por Morel como :Byrsa 661, fabricada, según este autor, en Karthago (M ouL, 1986).
Tanto estas piezas como el restante material incluido
en nuestro grupo 3 son frecuentes en Cales, presentando algunas de ellas defectos de cocción evidentes por
lo que han sido consideradas por L. Pedroni (1986)
como producciones locales de esta ciudad campana.
Tipológicamente, aunque en buena parte contintía la tradición campana, común a los dos grupos anteriores, al mismo tiempo se observa la adopción de
modelos que parecen más propios del área etrusca
(MONTl\CNA PASQ.t.nNUCCt, 1972).
Este grupo es el más numeroso y las formas que
aporta son las siguientes:
Lamb. 6, More! 1441-1443: PV-1009, PV-508
(Fig. 7.1 y 2), PV-407
Pátera plana, con borde eo ala acabado en un pequeño engrosamiento. Asimilable a la e.specie 1440 de
Morel, concretamente al tipo 1441 y 1H3. Piezas con estas características técnicas están documentadas en Cales, siendo consideradas all{ como una producción local
datada en tomo al s. 11 a JC. {PIIDIU>Nl, 1986: 359).
De los tres fragmentos que presentamos, todos de
la Plaza de la Virgen, uno proviene del nivel inicial
(PV-407), otro del mismo momento o poco despuéa
(PV-508) y el último de una capa que se podría situar
en tomo al 100 a. JC. (PV-1009).
Morel 2110/2987c: PV-365, PV-208, PV-710,
PV-272, PV-690, PV-317 (Fig. 7.3 a 9), PR-5,
Al-2924-1, PR-16 (Fig. 8.1 a 3)
Bol profundo, de paredes exvasadas y borde saliente. Las piezas presentan un formato de 15, 16 y 17
cms. En cuanto al desarrollo del labio se han constata·
do diferentes variantes, pudiendo ser tanto de borde
triangular, similar a la Lamb. 33b (PV-365, 208, 710,
272) como de borde algo aplanado (PV-690). Estas piezas se caracterizan bien por poseer una acanaladura
(PV-272, 317, PR.S) o bien dos (PV-690) en la parte
interna, inmediatamente por debajo del borde, que
puede ser m!s o menos profunda, sin embargo se documenta una variante que, además de las internas, presentan dos acanaladuras externas (Al-2924-1, PR-16).
Por el desarrollo del pedil y la decoración acanalada estas piezas se corresponden con ciertos tipos repertoriados por Morel, no obstante, la ausencia de perfues
completos no permite asimilarlas definitivamente a
ninguna de las series establecidas, siendo tanto similar
al tipo 2987c de Morel, correspondiente a la forma
M .P. 116 (MoNTAONA PASQ.UJNuccl, 1972) y considerado
como tipo local D de Volterra (MouL, 1981: 51 245),
como a la serie 2UO de fondo ápodo apuntado, de la
que conocemos algún paralelo de Caldea de Montbui
(BAJt.Bw, 1970: ++),el cual sirvió de prototipo a Lamboglia para establecer su forma 9.
La mayorfa de las piezas proceden de la Plaza de
la Virgen, pero de eUas no se conocen referencias estratigráficas mínimamente fiables, contrariamente a un
fragmento de l'Almoina (Al-2924-1), procedente de los
niveles inmediatamente posteriores a la fundación en
donde aún no ba aparecido la cerámica del círculo de
la B y predomina la campaniense A (formas Lamb.
33b, 36 y 55).
+51
[page-n-462]
C7'
2
3
Pll- 11
AL- tlle- t
···-·
8
Fig. 8.- Grupo l . E. 112
Morel 2110, Lamb. 9: Al-2880-1 (Fig. 8.4)
Bol profundo de paredes exvasadas. Se asimila a los
vasos ápodos de fondo afuntado correspondientes a la especie 2UO de MoreL En el fondo interno se aprecia una
pequeña incisión o bien marca de disco de apilamiento.
Piezas con las mismas características t~cnicas y formales han sido abundantemente documentadas en la anti·
gua ciudad de Cales (PKDRONI, 1986: Tav. 65, 335 a 337).
.Este ejemplar fue hallado en l'Almoina formando
parte de un contexto en el que predominaba la campaniense A (formas Lamb. 6, 27, 31, 36 y More! F -2985c)
y en donde h abía también unos pocos fragmentos de
campaniense B etrusca y de Byrsa 661 o grupo 3. No
apareció ninguna cerámica del círculo de la B. Se podría datar en el úlúmo tercio del s. II a. JC.
Lamb. 25 - Pedroni, Tav. 82.432: PV-269, Bar-1
(Fig. 8.5·6)
Pequeño bol de paredes curvas, de diámetro no su+52
perior a 8.5 eros., que corresponde tipológicamente a
la Lamb. 25 en campaniense A. El ejemplar que pre·
sentamos, con calidad de pasta y barniz y con un tamaño semejante, se documenta en Cales (PrmR.oNI, 1986:
Tav. 82, 4-32), indicándose la posibilidad de una producción local datada en el s. III-II a. JC (PwR.om,
1986: 199).
Se documenta también un perl"tl completo de esta
serie, aunque de tamaño superior, 16 cms. de diámetro
(Bar. 1). La parte interna, a la altura del borde y mitad
superior de la pieza, presenta líneas en las que el barniz es mate, quizá por haber estado pintado o debido
a huellas de apilamiento. El interior conserva dos hojitas estampilladas enmarcadas por una acanaladura. EJ
pie es simple y oblicuo en su cara interna, siendo la
externa de desarrollo rectilíneo. Esta forma, habitual
en la producción de campaniense A, parece haber estado fabricada también en Cales, donde tenemos documentados paralelos tanto formales (PmR.ONl, 1986:
Thv. 437) como por la decoración estampillada (Tav.
83, 4-41; Tav. 174-, H1).
[page-n-463]
BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
AV- f . I
J
3
4
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Fig. 9.- Grupo 5. E. 1/2
Morel 2821-2822: AV-136, Al-2904-25, 2852-14,
PV-741, PV-660, PV-313 (Fig. 9.1 a 6)
Pátera profunda de paredes exvasadas, rectilfneas,
con inflexión mas o menos marcada en la unión del
borde con la pared. Esta forma es generalmente de
gran tamaño, su diámetro oscila entre Jos 25, 27 y 30
cms., aunque existen otra serie más pequeña, y de ángulo más marcado, cuyo diámetro no sobrepasa los
18-20 cm_ (PV-660, 313).
s.
Una de las piezas conserva el perfil completo
(AV-136) observándose marcadas llneas de to:rno al exterior. El fondo interno lleva decoración de doble roedecilla enmarcando tre.s estampillas cuoriformes dispuestas
de forma radial. Se observa disco de apilamiento. El pie,
simple y trapezoidal, presenta agujero de suspensión, estando el fondo externo en reserva. Esta forma, frecuente
en los tres grupos presentados, se corresponde con la serie 2820 de Morel, más cercana a la 2821-2822, si bien
tipol6gicamente desarrolla un perftl similar a la Lamb.
27 B grande, en campanierue A.
4-53
[page-n-464]
V. ESC RIVÁ, C.
MARfN Y A. R.IBERA
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Grupo 6. E. 112
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10
[page-n-465]
BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
El ejemplar c;asj entero procede de un hallazgo
efectuado sin garantías estratjgráficas en la calle Avellanas, sin embargo formaba parte de un. amplio conjunto de cerámicas de barniz negro al que básicamente
se le puede dar una datacjón bastante cercana al momento fundacional (RJatM, 1983: 26 y 27). Otras piezas de este conjunto también se presentan aquí (M.P.
147). De los dos fragmentos de l'Almoina, uno
(Al-2904-25) procede de un nivel del último cuarto del
s. ll a. JC. y otro debe considerarse como una pieza
residual, ya que se localizó en una capa augustea.
Morel 2153: PV-572 (Fig. 10.1)
Bol profundo de paredes exvasadas y borde sin diferenciar, prolongado en la misma línea de la pared,
en el que destacan dos acanaladuras en su parte superior. Tipo16gicamente se corresponde con la serie 2153
de Morel. Aunque no hemos recuperado ningún ejemplar completo pensamos, por el prototipo de Morel,
que estaría asociado a un base ápoda similar a la
Lamb. 33b (Fig. 10.2).
Lamb. 33b: PV-346 (Fig. 10.2)
Bol ápodo de paredes exvasadas, asimilable a los
vasos de la especie 2150 de Morcl. Por el desarrollo curvado de las paredes se cor-respondería con la serie 2153.
Esta forma genérica está asociada tradicionalmente a
la campaniense A, no obstante, también se documentan en otras producciones asociadas a la campaniensc
B, como sucede en Cales (PKDROm, 1986: Tav. 69.354
a 359; Tav. 70.360) o en Olbia (BATS, 1988: PL.
26.803-804). En Olbia se señala que en cuanto al barniz y la pasta no hay diferencia con el resto de las beoides (B...TS, 1988: 140), sin embargo su relación con las
formas de campaniense A podría indicar para estos vasos una datación alta (mitad del s.II a. JC.). A las producciones de Cales L. Pedroni les atribuye una producción local y un.a datación en el s. ill-U a. JC.
Morel 1313b: PV-757 (Fig. 10.3)
Pátcra de reduccido t.a maño, poco profunda, con
borde en ala, similar a la Lamb. 36 en miniaturas, ya
que su diámetro no sobrepasa los Jl cms. (Fig. 10.3),
y pie simpl.e de sección triangular. Se trata de una firma tfpica de la Campania, no obstante, el prototipo de
Morel (1981: 204) para esta serie procede de Tipasa y
está datado hacia el S. Ion a. JC. (1/2 de siglo) (l....o.N.
cu, 1968: U6, fig. 63). Piezas de caracter(sticas úcnieas similares se documentan en Cales (PeDAOifl, 1986:
384), donde son particularmente abundantes las piezas
en miniatura, como es el caso de esta serie, hecho que
ha sido igualmente constatado en KartMgo ~oUJ..,
1986: 47), donde se pensaba que eran propias de la
producción de barniz negro de Byrsa, siendo particularmente abundantes los «plats a poisson• de reducido
diámetro (Bv.Rs... I, 83, fig. 35, 106-4; 206, fig. 32; Mo.
Rea., 1986: Fig. 27-29). No obstante, en la producción
de cerámica local o regional de CaJes es frecuente la
fabricación de estos vasos miniaturizados, no sólo los
pequeños platos de pescado sino gran variedad de formas, entre ellas una similar al ejemplar recuperado en
Valentia (PBDRD!fl, 1986: Thv. 59-303; Tav. 63-326). En
la Pen1nsula Ibérica se encuentran tambi~n vasos de
reducido tamaño en Emporicn, en la Necrópolis de Les
Oorts (SANMARTf, 1978: 36, 468-469), y en Ullastret
(PmTA, 1983: 141).
Páteras ápodas: Unión-Cortes S.E. (Fig. 10.4)
Pátera de paredes exvasadas y largo borde ~ensi
blemente curvado. Aunque no se ha conservado la
base, por la trayectoria que sigue el borde y la delgadez
de la paredes, es posible que entrara en la categoría
formal de las páteras ápodas documentadas en Ktn1htzgo
y adscritas a la clase Byna 661 (MoRI!L, 1986: Fig. 2,
p. 31).
El fragmento recuperado pertenece a la excava·
ción de las Cortes Valencianas que aporta claros nivels
tardo-republicanos, no obstante, en esta ocasión, no ha
sido hallado en estratigraffa sino en un relleno de época IsUunica por lo que no podemos señalar datación
alguna.
Lamb. 55: PV-773 (Fig. 10.5), PV-12
Pátera poco profunda de borde ligeramente engrosado y reentrante, marcando una faceta plana en su
parte superior. Presenta generalmente un pequeño rebaje y acanaladura en la separación con la pared en la
cara interna. En ambas superficies, tanto interna como
externa, se observan algunas bandas en las que el barniz no conserva el brillo, pudiendo ser indicio de una
decoración pintada. Esta forma gen~rica es propia de
la Campania pero no exclusiva de la campaniense A,
ya que, con características t~cnicas distintas y bien defmidas, aparecen en otros yacimientos de la propia
Campania como en Cales (PwwNt, 1986) o Francolise
(ÜOTTON, 1979).
Morel 1640: Al-2958-3, PV-SP (Fig. 10.6-7)
Pátera poco profunda, de fmas paredes, la unión
de la pared con el borde viene marcada por un estran455
[page-n-466]
V. ESCRJVÁ, C. MA.RJN Y A. RlBE.RA
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Fig. 11.- Orupo 7. E. 112
[page-n-467]
M.RNlZ NEGRO EN VALENTIA
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4
Fig. 12.-
gulamiento tanto externo como interno, en ocasiones
acentuado por una acanaladura (PV-SP). Se corresponde con la especie 1640 de More!, definida por UD
borde prolongado en la misma linea de la pared y provista en esta zona de algún accidente como engrosamientos, acanaladuras, etc. Los ejemplares documentados se acercan más a las series 1646-1646b ó d, tanto
por la disposición rectilínea de sus p arede.s como por
el desarrollo del borde. J.P. Morel (1981: 128) atribuye
a los vasos de esta especie un origen en el área etrusca
bada 200::t:50.
El fragmento de l'Almoina apareció en un nivel
que puede situarse en el último cuarto del s. II a. JO.
y en el que no se constata la presencia de cerámicas
del círculo ' de la B, predominando la campaniense A
y estando presente la campaniense B de buena calidad
y la Byrsa 661 o grupo 3.
Morel F-2614: PV-108, PV-493, PV-108 bis (Fig.
10.8 a 10), PV-36, PV-189, PV-194
Bol profundo de perfil en ..s.., los diámetros oscilan entre los 14-16 cms. Se asimila a la serie 2614 de
Morel, estando más próxima a las variantes c/d, ésta
última, la F-2614 d de More!, es el prototipo de Lamb.
27 B pequeña en campaniense A procedente del pecio
de Giannutri (LA~BOCUA, 1964). No obstante, las piezas presentadas poseen características técnicas de pasta
y barniz que difieren de la campaniense A. Una de las
piezas conserva restos de una línea de pintura blanca
6
Grupo 8. E . 112
en el interior a la altura del borde (PV-108). De forma
opcional, tanto la superficie interna como externa, presentan algunas fmas ranuras.
Todos los ejemplares repertoriados aparecieron
hace 30 años en las excavacio.nes de la Plaza de la Virgen, dos de ellos en el nivel fundacional (PV-108,
PV-108 bis), un tercero se ttcuper6 en un estrato del
último cuarto del s. U a . JO. (PV-493) y los restantes
no presentaban contextos fiables.
Morel 2615: PV-357, PV-744 (Fig. 11.1-2),
PV-372, PV-589, PV-590
Bol profundo de paredes exvasadas, algo gruesas
y borde sin diferenciar. Presenta una concavidad poco
marcada en la parte superior de la pared externa. T ipol6gicamente es asimilable la serie 2615 de Morel,
tanto al tipo 2615c (PV-357) como 26J5b (PV-744).
Para Morel estas piezas son producción de Etruria o
de Italia del Norte.
Las cinco piezas proceden de contextos alterados
o mal excavados de la Plaza de la Virgen.
Sanmartí .F-166: H-1061-2, PV-729, PV-435,
PV-41, PV-171 (Fig. 11.3 a 7)
Bol profundo de petftl en .s.. , borde saliente proLongación de la misma pared. Generalmente está pro457
[page-n-468]
V. ESCR TVÁ, C. MARfN Y A. RIBERA
2
AL- IHI O
4
Fig. 13.- Grupo 9. E. 1/2
vista sobre su pared externa de dos acanaladuras paralelas que limitan y resaltan una franja de ruedecilla.
Tipológicamente se corresponde con la forma 166 definida por Saomartí (1978: Lam. 99.166) quien le atribuye una datación del último tercio del s. II o inicios del
s. I a. JC. en base a los hallazgos del Foro romano de
Ampurias (SANMARTf, 1978: 592). Formas similares a
estas se documentan igualmente en Cales (PtmRoN'I,
1986: ;Thv. 38.171).
Otro ejemplar documentado (PV-171), y que se podría incluir en esta serie, corresponde a un bol de paredes exvasadas y borde vuelto hacia afuera, cuya superficie externa se caracteriza por marcadas acanaladuras
en la parte central.
458
Pedroni, Tav. 12.50: PV.121 (Fig. 12.1),
AL-2960-11 (Fig. 12.2)
Bol profundo de labio engrosado y apuntado, paredes de perfll convexo-cóncavo (PV-121). .Piezas similares se documentan en Cales, siendo datadas, por la
zona en que fueron halladas, en torno al s. I a. JC.
(PRORONI, 1986: Tav. 12.50, p. 362).
Se considera una variante del tipo al ejemplar procedente de l'Almoina (Al-2960) cuyo borde marca UD
plano en su cara superior y la pared cierta concavidad
a la altura del borde. La pieza procede del nivel inferior de la excavación, situado por encima del estrato
natural y forma parte de un abundante contexto que
comentamos al hablar de las formas Morel 2170 y 3210.
[page-n-469]
BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
Morel2170: P.G., PV-1, Al-2960-10 (Fig. 12.3 a 5)
Pátera 4tumbilicata. de pequeño tamaño, de la que
se recuperaron, en las excavaciones de VaienJia, un total
de U'e$ ejemplares. Uno de ellos (PV-1) conserva el perfil casi completo, asimilable al tipo 2171-2172 por el desarrollo curvo de su pared y la presencia de un pequeño rebaje en el fondo externo a la altura del
•omphalo•.
La segunda pieza (P.G.) hab{a sido repertoriada
con anterioridad por G. Martín (1962: 93, Fig. 2.16) e
incl~da por J. More! como forma nueva, dando lugar
al t1po 2176a, para el que señalaba el autor una producción local o regional (MoA.&L, 1981: 145). Sin embargo, hemos observando que en el dibujo publicado
por estos autores, esta pieza se restituye como forma
completa, lo cual, después de una revisión del material, no responde a la realidad del fragmento, que carece de borde y cuya pared no presenta una trayectoria
tan rectilínea y con tantas acanaladuras respecto a las
representadas en el dibujo publicado por estos autores.
Por otra parte, las caractedsúcas técnicas de este 6ltimo ejemplar no presentan diferencias del resto de las
piezas que componen este grupo 3, tanto por la pasta
como por la calidad del barniz, que, en esta ocasión,
posee iridiscencias azuladas.
Se conserva un último fragmento de fondo de probable pátera ocumbilicata. (Al-2960-10) con decoración
vegetal enmarcada por dos acanaladuras, y situada alrededor de lo que serfa el •omphalo•. La decoración
en relieve alterna hojas con tallos ondulados y flores.
El perftl casi completo procede de la Plaza de la
Virgen. se halló en el nivel inferior, mientras el pequeño fragmento con restos de decoración en relieve al interior, apareció en l'Almoina también en el estrato más
hondo, directamente sobre la tierra natural y formaba
parte de un amplio conjunto de materiales entre los
que, centrándonos en el barniz negro, predomina
abrumadoramente la campaniense A (formas Lamb.
23, 25, 27, 28, 31, 33, 36, 55, y More! F-2974) junto
con unas pocas piezas de campaniense B de buena calidad (etrusca) (formas Lamb. 3, M orel F-2653) y del
grupo Byrsa 661 o grupo 3. Las ánforas perteneclan a
los tipos greco-itálico y Dr. lA, sin que faltaran las del
área púnica, como la Mañá C-2 P.E.l7 (RAMóN, 1981)
y otras de posible origen hispánico como las CC.NN.
(SANNARTf, 1985, 1989). No hay duda, pues, en asignar
una fecha muy cercana al 138 a. JC. para la datación
de este nivel.
Morel F-9132 • Lamb. 14: Al-1904-1 (Fig. 12.6)
Fragmento de borde de tapadera perteneciente a
la serie 9132 de More). El ejemplar que sirvió de prototipo a Lamboglia (1952: 151) es de la cercana ciudad
de Sagrnuom. Formas idénticas a Las anteriores fueron
documentadas en Emporiott (SAmWtñ, 1978: Lám. 82,
14-90; Mout., 1986: Fig. 6) y en KJzrtMgo (MoR.EL,
1983: Fig. 10 a; 1986: Fig. 4 y 5), siendo incluidas por
Morel dentro de la clase Byrsa 661.
Este mismo tipo de tapadera& han sido abundantemente documentadas en Cales, siendo consideradas
tambi~n como producciones locales (PsoRorn, 1984:
77. Tav. XVIII, 5). Tanto Morel como Pedroni ofrecen
dataciones del s. Ill y primera mitad s. II a. JC., no
obstante, la pieza de Valencia procede de un nivel del
último cuarto del s. I1 a. J C.
Morel 4753: PV-90, AL-2810-4, AL-1796-13,
Al-2833-2, AL-2880-4- (Fig. 13)
Crátera perteneciente al tipo F-4753a de Morel.
El cuerpo es de perfil redondeado. El borde forma un
alero saliente de perfll convexo, con labio triangular,
presentando normalmente acanaladuras en la parte interna; esa misma decoración se observa también en la
unión del cuerpo con el borde. La cara externa del labio presenta en todos los casos decoración de ovas alternando, en ocasiones, con metes o lengüetas. Su dispo~ci6n es bastante irregular. Posee una pseudo-asa,
aphcada sobre la pared situada apenas bajo el borde.
Los ejemplares documentados marcan tres módulos de
talla de 19, 23 y 26 cms. de diámetro externo.
Esta forma, en los úlúmos años ha sido objeto d e
especial atención en la costa oriental de la península
(SANMAA.Tf, 1981; D urRt y Fl!llNÁHDBZ, 1983-84), habiéndose supuesto un origen etrusco y una datación terminal en los inicios de la segunda mitad del s. ll a. J C.
en baac, precisamente, a su presencia en Valtnlia (SAN·
MARTI, 1981: 197). Se ha documentado en varios yacimientos catalanes, tanto romanos (Emp()Tüm, Ttmaco)
como indígenas (Sant Miquel de Sorba, Tut'Ó de Can
Tac6, Ruscino), siguiéndose su rastro más hacia el sur
en Thrre la Sal (Castellóo) (Fn~Wrou, 1987-88: Fig.
8) y Ko.rtM.go Nova (Ptuz BAt.L.IlS1U.) 1 •
Ha sido tradicionalmente asociada a producciones
etruscas por J .P. Morel (1981: 328-329); no obstante,
está documentada en Cales, siendo considerada por
Pedroni com o una producción local datada en el S. mIl a. JC. (PmRONI, 1986: 365). En cuanto a la cronología, More! le da una datación con anterioridad al 150
a: JC. (Mo-..u, 1978: 328-329), sin embargo, su vigenC a lo largo del a. 11 a. JC es manifiesta, como deJa
muestra la presencia de un ejemplar en el pecio de
Spargi (P.u.uús, 1979: Fig. 13), y al mismo tiempo
las piezas recuperadas en el nivel fundacional de Wzlntlia.
En perfil casi completo (PV-90) procede del nivel
fundacional de la Plaza de la Virgen, mientras el resto
de las pie:~.as han venido apareciendo en las excavacio459
[page-n-470]
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Fig. 14.-
Grupo JO. E. 112
nes de l 1Almoina. Una de ellas (PV-2880-4)1 es de un
nivel que se puede datar a fm ales del tercer cuarto del
s. ll a JC.1 con predominio de la campaniense A (formas Lamb. 6 1 27 1 311 36 y More! F-2965c)1 ausencia
de cerámicas del d rculo de la B y pr esencia muy minoritaria de campaniense B de buena calidad y del grupo
Byrsa 661 o grupo 3. Otro de los fragmentos
(AJ-1796-43) es de un nivel de fines del s. ll a. JC. en
un contexto con campaniense A y del círculo de la B.
460
M.P. 127, Morel F-3120: PV-504
PV-51 (Fig. 14.1-3}
1
Al-2823·2~
Copa profunda de paredes exvaaadas y borde sin
diferenciar perteneciente a la forma M .P. 127 1 que se
corresponde con la serie 3120 de Morel. Esta forma se
caracteriza por poseer dos asas laterales situadas a la
altura del borde, verticales y bífidas, que divergen hacia la parte superior y se repliegan hacia el interior formando un ocboucle» aplicado contra la superficie del
vaso. Pie anillado perteneciente al tipo P-15la de M o-
[page-n-471]
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Fig. 15.- Grupo 11. E. 112
rel, superficie interna simple y oblicua, sección de apoyo plana y fondo interno cóncavo con umbo eJCterno.
Se trata de una forma corriente en campaniense
B hacia la mitad del s. U a. J C. en Etruria septentrional y central. Exportada hacia España (SANMAini,
1978), aparece en los pecios de Filiculdi A datado hacia
el 150 a. JC. (Room, 1971; CAv.wn 1985), Isla Pedrosa {BAilBw, 1975) y Sant J ordi (CunA, 1980) hacia
120/100 a. JC. Los hallugos de Galia meridional son
más tardíos y pertenecen todos a un contexto del s. I.
a. JC., hacia mitad del siglo. Los análisis de pasta en
Olbia (Provenza) han mostrado la similitud entre los
boles M.P. 127 y el resto de la campaniense beoide de
la región del Norte de la Campania, más precisamente
de la región de Cales {BATS, 1988: 142).
La forma ha sido documentada en Cales, considerándola L. Pedroni una producción local datada en el
s. III. Los hallazgos recientes llevan ~ considerar su
perduración hasta el s. [ a. JC. (PwRONJ, 1986: 364).
En Volmtia, la pieza casi completa (PV-504) apareció en el nivel más profundo de la excavación de la Plaza de la Virgen.
Morel F-3210: Al-2935-4 (Fig. 14.5)
Fragmento de pared y asa de tres nervios formando dos acanaladuras, en su parte inferior destaca una
protuberancia en forma de cono. El fragmento parece
pertenecer a una copa de pared convexo-cóncava correspondiente a la serie 3210 de M orel, considerada
una producción de Sicilia y de la extremidad de Cala-
bria (MouL, 1981: 255). En Cales se documenta esta
forma, aunque es atribuida por Pedroni a los cubiletes
de la especie 3450 de M ore) o Lamb. 10 (PsoRONI,
1986: Thv. 13.55-57), considerándola como producción
local, datada durante un largo período de tiempo que
va desde el s. III a 1 a. JC.
Este fragmento se encontró en el nivel fundacional
de l'Almoina, inmediatamente por encima del estrato
natural y dentro de un numeroso contexto que ya hemos comentado al tratar la serie 2170 de Morel.
M.P. 152 - Morcl 5212: PV-184 (Fig. 14.6)
Fragmento de borde con arranque de asa de sección plana peneneciente a una jarrita de boca circular,
asimilable a la forma M.P. 152 (MoNTAONA P ASQunruc.
c1, 1972), se corresponde a la ser ie 5212 de Morel,
siendo considerada una producción local o regional
(tipo local D de Volterra) (MoRr.L, 1981: 339). En Cales se documenta esta forma y para L. Pedroni se trata
de una producción local, datada en el s. III-11 a. JC.
M.P. 147, Morcl 5740: M -83, PR-50, AV-51,
AV-52, P.G., Al-1959-3 (Fig. 15)
Jarrita de cuello largo y pico en canal. La panza,
de peñi.l ovoide, se alarga hacia la parte superior marcando, en ocasiones, una pequeña arista en la unión
del cuerpo con el cuello. Esta forma se asimila al tipo
M.P. J4.7, correspondiente a la especie de Morel 5740,
461
[page-n-472]
V. ESCRJVÁ, C. MARÍN Y A. RIBERA
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Fig. 16.-
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Grupo 12. E. 1/2
no obstante por el desarrollo del asa de sección aplanada
y algo rectilínea se acerca más a la serie 5741g ó 5743b
de More!. Ha sido tradicionalmente asociada a las producciones etruscu de donde proceden los prototipos formales, sin embargo las pieus que presentamos no poseen
la calidad ni la tonalidad de los barnices etruscos. El barniz de los ejemplares que presentamos es negro profundo, de satinado a brillante y, en algún caso, algo rugoso.
Piezas de similar calidad técnica se documentan en Cales (Pe.owm, 1986: Thv. 56. 283-284).
El ejemplar más completo, de la calle del Mar
(M-83), apareció directamente sobre el suelo natural,
por lo que su inclusión en el período fundacional es
bastante clara. El de l'Almoina (Al-1959-3) procede de
La preparación del pavimento de unas posibles -tabernae" (Eso•uv.4 y R1sJUlA, en prensa) que se deben datar
también en el ú ltimo tercio del s. II a. JC.
462
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3
Lucerna: Al-2935-14 (Fig. 14.4)
Un apartado especial lo constituye esta lucerna de
barniz negro técnicamente similar a los ejemplares presentados en este grupo 3. Tipol6gicamente por su cuerpo bitroncocónico, pje alto y asa distal de tres nervios
se corresponde con el tipo E de Ricci (1973: Fig. 27).
Ampliamente documentada en el M editerráneo Occidental, está pre.sente en los restos de la Madrague de
Mootredoy datado en el S. n a. JC., en La Chrétienne
A (100 a. JC), Necrópolis de St. Rémy, Pozo de Cavaillon, Alhintimilium (170-50 a. JC.) (Rtcot, 1973:
216-219).
Esta pieza, de J'Almoina, apareció en el nivel antr6pico mb antiguo, inmediatamente por encima del
estrato natural, y forma parte de un numeroso contexto al que se le debe atribuir una datación fundacional
[page-n-473]
BARNIZ NEGRO EJ.Il VALENTIA
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Fig. 17.-
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Grupo 13. E. 112
y que ya se ha comentado con todo detalle al tratar la
forma More! F-2170.
Bases: Av-5, SP-13, SP-12, H -1061, PV-1020,
Al-2873-2, PR-1 (Fig. 16. 1 a 7), NIM-135,
SP-491, Al-2733-6, PV-455, SP-26,
BP-1241, Al-2983-6, PV-22, PR-66 (Fig.
17.1 a 9)
Vamos a tratar fundamentalmente las bases de pátcras de forma indeteraúnadas que presentan decoración estampillada en el fondo interno, puesto que las
bases restantes ya han sido tratadas en sus apartados
formales correspondientes.
En su mayor parte presentan marcas de huellas digitales en el arranque de la pared, y al igual que los
grupos an teriores el fondo interno aparece r eservado.
Los pies son bastante uniformes y estilizados, de sección trapezoidal, asimilables a los tipos 211-212 de
More}.
Se aprecian dos tipos de páteras con diámetros variables en función de la trayectoria de su pared , según
sea curvada o rectilínea, sin embargo, el estado fragmentario del material impide, en ocasiones, incluirlas
con seguridad en uno u otro grupo.
En líneas generales estas piezas presentan motivos
estampillados, de pequeñas dimensiones, en número
que oscila d e tres a cinco, enmarcadas, en ocasiones,
por acanaladuras o por decoración a ruedecilla. Los tipos de estampillas predominantes son las hojas cuori4-63
[page-n-474]
V. ESCRIVÁ, C. MAJÚN Y A. RIBERA
formes (Fig. 16.2 a 4) y las pequeñas palmetas (Fig.
16.1, 9; Fig. 17.1, 3, 5 y 6), mostrando una clara diferencia con respecto a las estampillas de los grupos trarados con anteriorid ad. La decoración a ruedecilla es
variada, siendo simple, doble o formando pequeñas
plumas de ave. El tipo de ruedecilla que presentan en
general los grupos estudiados difiere de la campaniense
B de p roducción etrusca, ya que son lmeas cortas, uniformes y siguiendo la misma orientación, así mismo
son diferentes de las producciones de C ales más tardías, las llamadas Beoides. Estas imitan a las anterior es aunque es notable su orientación más oblicua, sin
embargo el tipo de ruedecilla que se aprecia en las piezas que presentamos se asemeja más a la de la campaniense A en cuanto que está formada por lmeas adyaJ.l
centes de perf sinuoso y poco definidas.
Estas estampillas, asociadas a una producción de
buena calidad, en un momento propiciaron que se le
d ieran dataciones altas, de finales del S. ffi O principios
del s. II a. J O., sin embargo la presencia en Kart!w.go
de bases de este tipo con estampillas cuoriformes, consideradas por More) como de producción Byrsa 661,
defmieron un marco cronológico que llegaba, al menos, hasta el 146 a. JC. Consider ando que este tipo de
estampillas cuor iform es se documentan en Cales en
piezas que poseen defectos de cocción, no creemos factible su producción en Karlhago, y en consecuencia el
año H6 a. JC. no marcaría una fecha lfntite para esta
producción, muestra de ello es la presencia de estas páteras en la ciudad de Valencia.
CONSIDERACIONES GENERALES
Sólo con u n rápido examen de los datos cronoestratigráficos proporcionados por los materiales aparecidos en contextos fiables, especialm ente los procedentes de 1'Almoina, se induce, por una parte, que estos tres grupos de barniz negro fueron coetáneos y, por
otra, que estaban vigentes, cuando menos, en el tercer
cuarto del s. l1 a. JC. (150-125 a. JO). La corriente presencia de buena parte de estos grupos cerámicos en
Karthago (M oRJ!L, 1983, 1986), destruida en el 146 a .
]0. 1 y en la coloni a de Luni, fundada en el 177 a. J C.
(CAvALtBIU, 1973), indica, además, que también deb{an
ser normales en el segundo cuarto del s. TI a. J O.
(175-150 a. JC.). Ante la rarificación de los hallazgos,
no parece probable que se puedan hacer llegar más allá
del 6.ltimo cuarto del s. II a. JC. (125-100 a. JO), por
lo menos en ValnúitJ, mientras parece bastante más probable su existencia, aunque seguramente con otras for·
mas, a principios del s. 11 a. JC. y su en tronque con
tradiciones cerámicas del s. III a . JC. Así, la escasez
de las piezas de los grupos 1 y 2 tal vez sea un indicio
de su datación anterior, mientras la relativa represen·
tación del grupo 3-Byrsa 661, tanto ea Karthago como
46+
en ValenJitJ, pueda deberse a que esta producción alcanzara su máximo desarrollo entre el segundo y el tercer
cuarto del s. 11 a. J C. En ambos casos, siempre en con textos en los que predomina la campaniense A. Mientras que puede ser significativo el hecho que en los DÍ·
veles más antiguos de WúemitJ, bien datados tras las
recientes excavaciones, y en donde no suele ~altar,
como hemos visto, estas producciones, no se constata
la preséncia de cerámicas que se puedan incluir dentro
de lo que se ha venido a llamar el círculo de la B
(MouL, 1981: 76; 1986a: 469-470). Por el contrario, sf
que aparecen unas pocas piezas del grupo de campaoien se B de muy buena calidad (tipo II de Cosa)
(TAYLOR, 1957) de probable origen etrusco (MoiUU.,
1978: 162).
En cuanto al estado de la investigación actual, a
propósito del p osible origen de estas producciones, has·
ta el momento, no se h abía dispuesto de datos claros
que indicaran su adscripción a un centro alfarero concreto. Es por ello que, fuera de Italia, cuando han sido
diferenciadas, se han considerado como locales o regionales, sin qu_e, salvo excepciones (MoRu., 1983 y 1986;
SANMARTf, 1978), se haya individualizado con claridad,
y en muchos casos, incluso aparecen incluidas dentro
de la campaniense A o B. En Italia, en algún yacimiento en que su presencia era frecu ente y presentaba,
como en Valencia, indudable homogeneidad, se incluyeron en grupos cerámicos aparte, como el tipo D de
Luni (OAVALI.ERJ, 1973) y, tal vez, el IV de Cosa (TAY·
Loa, 1957; ARClll.tN, 1981). Al mismo tiempo, algunas
de las formas p rop ias de nuestro grupo 3 (M ore! series
3120, 4753, 5212 y 5740), solfan atribui01e exclusivamente al área etrusca (MONTA(lNA-PASQUTNOCCI, 1972;
Mo.RsL, 1981; SANt.rARTf, 1981).
Esta p roblemática pareció dilucidarse tras la hipótesis de atribuir casi todas estas producciones (grupos
J y 3) a un centro alfarero que estada situado en Karthago o en sus pro){imidades (MouL, 1983 y 1986) lo
que conllevó que se le asignara una fecha final de fabricación en torno al 146 a. J C., momento d e la destrucción de La ciudad. No obstante, desde un principio, su
presencia en yacimientos datados con seguridad en una
fecha posterior al H6 a. J C., como es precisamente el
caso de Valencia. siempre dejó en el aire algunos interrogantes a los que p arece haber dado definitiva respuesta los nuevos datos que se han aportado sobre las
cerámicas de barniz negro de Cales (P mRONI, 1986).
Por otra parte, no hay que olvidar nunca que la
abundante presen cia d e un determinado tipo cerámico
en un núcleo urbano, y especialmente cuando se trata
de un gran centro consumidor y, además, de marcado
carácter comercial, no tiene, ni mucho menos, que ser
indicativo de que tales productos fuesen elaborados en
esa ciudad o en sus cercanías.
Por todo lo expuesto, pensamos que las produccio·
nes definidas como Byrsa 401 y 661 evidentemente for-
[page-n-475]
BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
man parte de un~U variedades cerámicas individualizadas y que hay que tener en cuenta en los contextos
tardo-republicanos, p ero que su adscripción a la zona
de Karthago carece de elementos concluyentes que permitan suponer la ubicación en esta ciudad de su centros de producción. Huta Ja fecha, aunque se conocen
otras alfarerías de barniz negro en el norte de Africa
(CAr.LBt, 1972; PONStCH, 1968) no se tiene constancia
fehaciente de hornos, elementos de alfar, p iezas con defectos de cocción, etc. .. asociados a estos grupos cerámicos en KartJ,ago. Por el contrario, la mayoría de las
formas cerámicas atribuidas a estas supuestas producciones cartaginesas, incluso varias, como los boles con
soportes figurados, anteriores a la fundación de Valencia, aparecen documentadas en bastante frecuencia en
los materiales de las prospecciones de C ales, muchos
de los cuales son desechos de cocción (P wB.oNt, 1986:
366). Sin salir de Hispania, podríamos mencionar los
problemas de atribución de talleres que planteó la sigi·
Uata h ispánica hasta que se descubrieron las alfarerías
de la Rioja (GARABITO, 1978) y de Andújar (Roe....,
1976).
D e la tradición alfarera calena ya se tenía constancia a través de las m.a rcas de ceramista documentadas
e n las páteras umbilicatas con decoración a relieve, en
las que aparecía la mención expresa del topónimo «Calena» (PAGBNST&CKKR , 1909). Además, ya a princjp ios
de siglo (WooLSY, 1911) y más recientemente QOHAN·
NOWSKY, 1961: 261; PIIDRONJ, 1984: 45) se bao recuperado abun dantes elementos de alfar, amén de los ya mencionad os desechos de cocción, pertenecientes a formas
muy variadas de barniz negro, muchas de las cuales se
corresponden tipológica y morfológicamente con las
clases Byrsa 401 y 661. La distribución de piezas de estas características es frecuente en otr os yacimientos del
Norte de Campania, como la villa de Francolise (Co.rroN, 1979) o la cercana ciudad de MinJurnoe, donde se
ha supuesto la existencia de otro centro alfarero (M 0 .
REL, 1981: 48) claramente relacionado por su tipología
y morfología con el de Cales.
La comercialización de la producción calena de
barniz ne~o en el Levante peninsular debe entenderse
íntimamente relacionada con el inicio de las exportaciones del vino procedente del Ager Falemu.r, territorio
en el q ue estaba ubicada la antigua colonia de Cales,
y que era envasado en las ánforas greco-itálicas de
transición y Dr. 1A, asímismo producidas en alfarerías
calena s (HesNAAD ~~ alii, 1989).
En un primer momento la exportación, ciertamente restringida, afectó fundamentalmente a las cer ámicas con decoraciones de relieves: páteras umbilicatas,
páteras con medallón central, guttus, etc., es decir, a
las que, de una manera abusiva, siempre se han cono·
ciclo como propias de Cales (MoRn, 1981: 46). Son
bastante escasos los ejemplares conocidos en la Península Ibérica, sin embargo tenemos constancia de páte-
ras umbilicatas en la Serreta de Alcoy (As...n, 1983:
186-191), en la mina Di6genes (Ciudad Real) (DoMERoue, 1969: 159), en el Cerro del Molinete (Cartagena)
(RMw..w, 1989: 33, Lám. I) y en el 'Ibssal de Manises (Alicante) {ABAD, 1983: 188). Páteras con medallón
cen tral se encuentran en SagvnJom (AllANIIOI11 y Gn.·
MAsCAULL, 1978: 13), Kartlw.go Nova (DoMERGue, 1969:
159 ), l'Albufereta (Alicante) (Alicante) (AliAD, 1983:
305), Castell de Almenara (GuSJ, 1974: 119). En el poblado ibérico del Puntal dels Llops (Olocau , Valencia)
apareció un guttus leoncéfalo con una fi~a femenina
en relieve (RoNliT, MATA tt alii, 1981: 120) y en Bagur,
Palafrugell (Gerona), se recuperó un fragmento de pátera umbilicata o de emblema de guttus (GARC1A. v BELLIDO, 1952: 389).
En una fase inmediatamente posterior comienzan
a comercializarse cerámicas lisas de proced.encia calena. Excepto en algún caso aislado, resulta claro que a
Valentía llegan exclusivamente aquellas cerámicas que
se están fabricando en el momento de su fundación ,
quizás esto explique la ausencia de formas tan características como el bol con tres soportes en r elieve, máscaras cerámicas o cardium (More] F-2132a), abundantemente difundido en la Campania: Cales (PBDRONJ.,
1984 y 1988: Tav. 66 y 67), Nola, MinJurnoe, Pompeya
(MoRBL, 1981: 139) y Francolise (CarroN, 1979: 96,
Fig. 22, n .0 8-10). También está presente en el área de
Túnez: Kartlw.go (M ouL, 1986: 46, Fig. 25-26), y en la
Penrnsula Ibérica: l'Albufereta (Alicante) (M oa:sL,
1986: 46, Fig. 23) y Emprrrilm (MoRBL, 1981: 468). Otra
de las piezas características, no presente en Valencia,
sería el pyxi.s de la esp ecie 7510 de M orel, documentado, además de en Karthago (MoRBL, 1986: 30, Fig. 3),
en Cales (PEoRom, 1984; 1986: Tav. 93), Emprrrilm (S'-*
MART1, 1978: 146, Lám. 26, 356), llaiüa y K.artlr4go Nova
(MoRm., 1986: 35).
En cuanto a las piezas halladas en Vakntia podemos establecer ciertos paralelos a lo largo de todo el litoral meridional y oriental de la Península Ibérica. No
obstante, esta producción resulta dificil de rastrear a
través del material publicado, debido, fundamentalmente, a los criterios utilizados en su clasificación1 intentando ajustarlos a los grupos clásicos de la cerámica
campaniense, e indicando sólo un probable origen local en el caso de que la pieza no pucüera encuadrarse
tipológicamente en ninguno de estos tres grupos.
Q uizás las piezas más conflictivas a la hora de establecer un p1ano de dispersi6n son aquellas que aparecen en las mismas formas que la campaniense A
(Lamb. 6, 27, 31, 33b, 36 y 55), contrariamente, las
que podríamos considerar como más raras facilitan su
identificación.
Aún teniend o en cuenta esta p roblemáúca, hemos
podido aislar algunas piezas de yacimientos peninsulares que, con bastantes garantfas, deberían pertenecer
a esta producción: en Sevilla, un fragmento de bol de
465
[page-n-476]
V. ESCRIVÁ, C. MARÍN Y A. RIBERA
roseta central, en Málaga, fondos estampillados de
palmetas simples (MoaBL, 1986: 32 y 35). En
Sagvnlum (MOREL, 1981: 434; l...uoocUA, 1952: 150) y
Empori¡m (St.NNARrl, 1978: Lám. 82, 1490) se documentan tapaderas de la serie 9132 de Morel, además,
en esta óltima ciudad, gracias a que ha sido una de
las más estudiadas, se han identificadó boles de la
forma Sanmartf-166 (SANMAilTf, 1978: Lám. 99, 166)
y fondos con decoraciones estampilladas tanto de palmetas simples (St.NMA~LTf, 1978: Lám. 13, 167 y Lám.
14. 170) como de bojas cordiformes (SANMAllTf, 1978:
Lám. 80, 1457). En Caldes de Montbui, en la provincia de Barcelona, tenemos constancia de un perfil
completo de bol ápodo de la serie 2110 de More!
(BAllBru, 1970: 4+) y otro probable en Numancia,
~te de base redondeada perteneciente a la serie 2122a
de Morel (1981: 138).
De igual modo, convendría hacer un repaso a las
piezas asociadas tradicionalmente a producciones del
área etrusca. La dispersión de los vasos de la especie
4753 de More! se centra en el l.itoral oriental deJa Península, en KartluJgo Noua, CasteU6n (FE:RNÁRDBZ,
1987-88), TarrQ&O (DurRt y F!llNANDEZ, 1983-84), Emporitm y otros yacimientos indígenas catalanes como Sant
M iquel de Sorba, Th.ró de Can 1ac6 y Ruscino entre
otros {St.muRTf, 1981). Asúnismo, la forma M.P. 127
se documenta en /Ja¿tuiiJ (GurrART, 1976: Fig. 51, 9, p.
225) y Emporitm (SANMAilTf, 1978: Lám. 37,482; Lám.
66, 1152; Lám. 69, 1268), además en esta última ciudad
está también presente la forma M.P. 147 (SANMAJtTf,
1978: Lám. 37, 180).
Ya fuera del ámbito peninsular se documenta en
Olbia de Provenza boles de la forma M.P. 127 (BATS,
1988: 142), y en Gabii (VIlOAS, 1968: Fig. 10) y Cosa
(TAYLoR, 1957: Lá,m. XXIX, B 52a) tapaderas de la
especie 9130 de Morel. Del mismo modo, la dispersión
de fondos estampillados de la llamada por Pedroni
«fabbrica degli stampilli a cuoricino.. , que atiende a un
origen caleno, nos Ueva a Enserune, Alba, Fw:ens, Francolise y Nápoles (PwRONI, 1986: 375-377).
No obstante, para establecer un buen plano de dispersión de esta producción calena sería necesario una
revisión de Ja cerámica de barniz negro, que proporcionaría, a buen seguro, más datos que completaran el
hasta ahora restringido panorama.
A nivel de repertorio formal, las piezas documentadas en Cales cubren una amplia variedad, debido
fundamentalmente a que su producción parece extenderse desde el S. m a. JC. a época de Tiberio ya que
no parece ser que tuvo problemas de aumentar su repertorio tipológico, adoptando tanto formas de talleres
cercanos, caso de los de la zona de Nápoles, como de
otros más alejados, concretamente del área etrusca.
Así, todas las piezas que en este sentido se han repertoriado en los grupos l y 2 están exclusivamente relacionadas con la campaniensc A (formas Lamb. 27B, 31,
466
33b y 36), mientras el grupo 3 aparece con un repertorio mú diversificado. A las reseñadas formas de la
campaniense A se le pueden añadir otras, típicas también de esta producción napolitana (Lamb. 25 y 55,
Mor. 2153 y 2614'<1). Aunque estas formas, que podríamos llamar de tradición campaniense, son las más
abundantes, también se han documentado otras de
probable raíz etrusca (Lamb. 6, M.PJ27, 117 y 152,
Mor. 2170 y 4753) e, incluso, parece que algunas formas (Mor. 1313b, 2110, 2615, 3210, 9132, Sanmartí 166,
Pedroni Tav. 12.50) pueden ser casi exclusivas de esta
producción calena.
La constatación de una abundante a ctividad alfarera en Cales, muchas de cuyas piezas llegaron a Valentia, fundada hacia el 138 a. JC., junto con el conocimiento directo, por parte de uno de nostros (V.E.T.) de
los materiales de la misma Cales', nos induce a descartar la hipótesis de un supuesto origen cartaginés
paca estos tres grupos, en favor de una procedencia calena, lo cual, por otra parte, se ajustaría mejor a la dinámica comercial y a la lógica del tráfico marítimo de
la época.
Con estas propuestas, basadas principalmente en
la constatación fehaciente que Cales fue un importante centro alfarero, en el conocimiento directo de sus
cerámicas y en las similitudes morfológicas (pasta,
barniz, formas) que presentan entre sí los tres grupos,
no se termina, ni mucho menos, la presencia de las
alfarerías calenas en Valmtia. Podr[amos seguir con las
llamadas campaniensc beoides, de reconocida adscripción calena (ARCEUN, 1981; Moa&~., 1978: 162). Pero,
a mayor abundamiento, también se configura que la
mayor parte de la cerámica campaniense B presente
en Valencia, excluida la etrusca de buena calidad, habría también que considerarla caleoa. Esto es así, que
en muchas ocasiones no es posible fijar un límite daro entre unas vaciantes y otras, algo comprensible si
aceptamos su común origen en un mismo centro alfarero.
Es decir, que práctjcamente se puede completar el
ciclo contfnuo de los talleres de Cales en Wlltntia, que
de esta manera, se configurarían, junto a los de la zona
de Nápoles-Ischla, como los más prolfficos y extendidos del Mediterráneo Occidental durante la época
tardo-republicana.
NOTAS
• Agradecemos a J. Nru Ballest:er la información proporcionada
aobre los vuot de la e.pecie Morelt750 hallados en Kanhago Nova,
aobn: los que., en la actualidad, e.ti realizando un e.tudio eaped.fico.
• Agradecc:mo• a L . Pedroni lu facilidades dadu para acceder a las QCrimicas de barnk negro de Cale., as! com.o toda
la información proporcionada aobrc uuu produccionea. Asimismo,
agradeumot a la Conaelleria de Cultura de la Generalit.a t Valencia.n a la concc:tión de una bol•a de viaje, entre cuyos objetivos
te incluía preciPJnenle el conocimiento directo de ena cerámica.
[page-n-477]
BARNlZ NECRO EN VAI..ENTIA
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J osep
M oNTESINos r M ARTÍNEZ •
TERRA SIGILLATA EN VALENTIA: PRODUCTOS HISPÁNICOS
La recomposición del acontecer de ciudades, que
como Valencia, han sufrido una sistemática destrucción de gran parte de su patrimonio, no sólo del más
reciente, sino también del de épocas pasadas, requiere
del estudio pormenorizado de cuantos hallazgos se realicen en su solar. Llevamos a estas páginas el estudio
de las cerámicas romanas denominadas Sigillatas Hispánicas aparecidas en la ciudad, con el fin de contribuir al análisis no sólo de aspectos comerciales de la
Colonia sino de aportar datos a la distribución y volumen de este tipo cerámico en el oriente peninsular.
Los productos hispánicos ocupan, en Valentía, el
57'16% de las cerámicas sigillatas; debemos indicar
que en estos porcentajes se incluyen los productos de
origen itálico, gálico e hispánico, no as( las denominadas sigillatas claras. La distribución de los productos
hispánicos se desarrolla con arreglo al siguiente esquema:
Formas
Formas
Formas
Marcas
•
Decoradas
Lisas . .. .. . .. .
Lisas Indeter. .
de alfarero ....
184
150
5
41
piezas
piezas
piezas
piezas
Dept. Hüt3ria de I'Antiguitat. Univeraitat de
/54'27%
/45 ' 72%
Val~ncia.
L a organización del inventario indica en primer
lugar el número del mismo, que coincide con el dibujo
de la figura y la fotograffa, a continuación indicamos
el solar ciudadano donde apareció, seguido del año y
el número de marcado de la pieza. Para fmalizar el lugar donde se encuentra actualmente (C.A.V.- Colección Ayuntamien to de Valencia, C.C.v... Colección
Catedral de Valencia).
FORMAS DECORADAS
El inventario de materiales no ha sido en ningún momento selectivo, por nuestra parte, y por lo tanto reproducimos el volumen real de las colecciones existentes; el
hecho de darse más productos decorados que lisos, cuando en buena lógica ser(a al revés, se debe exclusivamente a la forma de haber realizado las colecciones, en las
cuales ha primado la selección de piezas más espectaculares, como las decoradas, sobre aquellas que no tienen
ninguna decoración. Recordemos que los fondos cerámicos del Ayuntamiento de Valencia han sido recopilados
a lo largo de los años, y basta hace poco tiempo, con una
simple prospección sobre las obras que se iban realizando en los diferentes solares del cent:J:o de la urbe.
469
[page-n-480]
J. MONTESINOS 1 MARTÍNEZ
'---'----JI 50 Km
Los vasos forma Drag. 29, n° l a 23, son los segundos en número; presentan cierta variedad en sus
diámetros, dos son menores de 15 cms., una tercera
parte están entre los 15 y 17 cms. y el resto, la mayorfa,
entre los 17 y 20 cms. Todos son de buena calidad tanto
en pastas y barnices como en la impresión de los motivos. Los n° 12 y 13 llevan ruedeciUa externa en el borde, elemento éste no muy común en la producción his·
pánica y que aparece entre otros lugares en Juliobriga,
Numancia, Mérida. Abella y 1licio (MEZQ.ubuz, 1961
Il: Lám. 212 n° 10, Lám. 287 n° 27, Lám. 27 n° 147;
0ARAB1TO, 1978: Fig. 4-8 n° 22, .Fig. 83 n° 4:8).
La separación entre el borde y la pared decorada
viene dada por un friso de volutas, n° 5, de bifoliáceas,
n° 7, 27, 29 y 31, de círculos, n° 28, de puntas y hojas
n° 17; en el resto por un simple baquetón. La separación de los frisos a base de baquetones, hecho normal
en los hispánicos, pero en el n° 25 lo realiza con un
friso de perlitas y el n° 16 con bifoliáceas.
Tres estilos podemos distinguir en estos vasos de
470
Valentía: el primero de imitación de motivos gálicos,
n° 1 y 2; mucho más abundante es el de metopas ocu·
padas por figuras humanas, animales, vegetales y e.n
algunos casos aparecen motivos circulares, n° 3 y 26,
en otros un friso metopado convive con otro de círculos
alternando con motivo vertical, n° 33; el n° 30 ocupa
su friso superior con serie de círculos, pertenecería al
tercer estilo de Mezquíriz lo mismo que el n° 31.
Un vaso forma 29, no incluído en nuestra tesis y
publicado con posterioridad a la misma, ha sido adjudicado p or Pradales al artesano Segivs (MoN·I'BSJNos,
1988 a: n° 27; PIW).UE$, 1986-89: 83).
A la hora de buscar una cronolog[a exacta para la
forma 29 nos encontramos con una serie de lagunas,
pues no es aplicable la relación de cada estilo con un
momento cronológico; Mezqu[riz (1961 1: 93) da un com.ie.n zo para su fabricación hacia el año 50 d.C, según
excavaciones de Pompaelo, alcanzando su final alrededor del 70 d.C; Garabito (1978: 36) si bien carece de
datos estratigráficos, adelanta en algunos años el comienzo de su fabricación basándose en la aparición de
ciertos motivos como guirnaldas y gallones. La Valentia romana la recibe desde el primer momento de su
fabricación, a juzgar por los motivos de imitación, y se
mantendrá hasta el final de la misma
La forma Drag. 30, n° 34- a 47, es el tercer vaso
decorado; su pared es ligeramente abierta, excepción
del 36 que la tiene casi vertical; los bordes coinciden
con la tónica general de la fabricación hispánica y
muestran tendencia a abrirse. En el interior de la
unión de la pared con el fondo llevan la moldura en
relieve en forma cuarto de círculo muy característico
de la forma hispánica, pero nuestro n ° 46 carece de ella
además de tener un interesante y poco común esquema
decorativo.
Respecto a la decoración comienza en un friso de
separación borde-pared formado por pequeños drculos
en n° 34 y con hojas en el 36, esta banda corresponde
y realiza la misma función que las ovas en los va. os de
s
la Galia. La decoración de todos nuestros ejemplares
es metopada; no disponemos de ningún vaso del estilo
de guirnaldas contínuas y que correspondería a un primer momento de fabricació~ aunque el n° 35 con una
figura humana de respetable tamaño y el 46 con arqueda, nos hablan de su influencia gálica. Los motivos de
separación de metopas son los típicos de línea ondula·
da vertical alternando con puntas de flecha, sólo el n°
4-5 varía introduciendp bastoncitos angulares. Ocupan
las metopas figuras humanas, motivos vegetales y en
n° 4-3 motivo vegetal y pequeños círculos concéntricos;
a resaltar el n° 44 con un.a subdivisión de metopas; en
Valentía no aparece el denominado estilo de rombos.
La forma Drag. 37 es la mejor representada en Valencia, n° 48 a 156. A la variante hispánica .. b .. (MBz.
Quf.Rtz, 1983) hemos adjudicado l2 ejemplares correspondientes a vasos de gran diámetro, con incurvación
e
l
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TERRA SIG!LLATA BlSPÁNlCA EN VALENTIA
del perfil hacia el interior, a veces con ruedecilla y
siempre con buena pasta y barniz. La decoración de
estas piezas es metopada, desarrollándose la misma
bajo una línea de ovas n° 57, friso de círculos n° 53
y 55, friso de aves n° 49 o bajo un baquetón. En Pamplona tiene una cronología del último cuarto del siglo
I d.C. y primero del s.D, en Conimbriga ejemplares de
estas caracterfsticas aparecen en los niveles flavios del
foro y trajanos de las termas, lo que confirma la data·
ción anterior (D.ELCADO-MAvs-r-MouNTnmo, 1975: 185,
Lám. LIII).
La variante ..a., de borde simple es mucho más
abundante, 8 a 1 respecto a la anterior. Algunos vasos
imitan directamente los del sur de la Galia en motivos
como arquería, n° 74. Dentro de la composición deco·
rativa se observan dos apartados: el de metopas y el de
frisos; el primero constituye una transición del que
aparece en la for.ma 29, de la que repite incluso los motivos decorativos (GARABrro, 1978: 44 ss)¡ los motivos
que ocupan la.ll metopas son figuras humanas, animales y vegetales. Una variante podemos ver en los que
llevan círculos separados por elementos verticales, que
cumplen idéntica función que los de separación de metopas y d eben pertenecer a un momento de transición
o degeneración del estilo metopado al de friso. Otro
grupo, también de transición, lo forman Jos vasos me·
topados conteniendo círculos concéntricos n° 60; también hay ejemplares con un friso metopado y el otro
con círculos n° 61. La decoración en frisos contiene
animales, vegetales, círculos que a su vez encierran
animales, vegetales, o alternando círculos y vegetales;
el último sub grupo lo forman Jos frisos con círculos que
pueden ser concéntricos o entrelazados. Dos piezas tie·
nen friso estrecho en la separación borde-pared, n° 101
y 106.
La fabricación de la forma comienza hacia el año
60-70 d.C. No contamos con ningún dato estratigráfico
en Valentia que pueda aportar indicios para su cronología, pero comparando con otros yacimientos como
Pamplona y Conimbriga nos permitiremos situarla
desde el último cuarto deJ s.J. d.C. a la mitad del s.ll
en su mayorfa, prolongándose algo más los de círculos.
En la misma constatamos la i.mitación directa de elementos de la producción itálica como la hoja del vaso
n° 106.
Los n° 162 a 184 son frags. de piezas de forma indeterminada, pero pertenecientes con toda probabilidad a las formas 29 ó 37, uno de ellos con la caracterfs·
tica de tener un barniz lila oscuro, fenómeno que
también constatamos en la producción sudgálica que
llega a nici, forma decorada n ° 180 de este yacimiento
(M Ol'o'TUil'IOS, tesis).
Los productos decorados tardíos, n° 157 a 161,
también están presentes en Valentía; el n° 158 pertenece probablemente a la 37 tardía dentro del primer estilo de Mezqufriz (M.zzQ.u1RIZ, 1961 1: 116) y supone una
prolongación decorativa de elementos de la forma 3 7
antigua.; en Pamplona aparece junto a lucernas del
s.ill; estarfa relacionada con el primer estilo de Mayet
(M...nr, 1983-84: 258). Los n° 159 y 160 pertenecen a
la forma 37b tardía dentro de la decoración de grandes
círculos, cuarto estilo de Mezquiriz y segundo de Mayet, es el de mayor difusión de las cerámicas tardías del
siglo IV.
El es~udio de los diversos motivos decorativos nos
llevan a relacionar nuestros vasos con los talleres de
Thtivm Magallvm; los .n ° 3, 34 y 77, podemos incluirlos en la producción de Bronchales; quedando alguna
pieza, n° 110, relacionada con la producción de la
Bética?
INVENTARIO
DRAG. 29
1) Avellanas 1973. A-73-37. C.A.V.
Borde y pared, con 13 cms. en la boca. Pasta rosa asal·
monada; barniz rojo amarronado claro, excelente calidad.
Borde abierto con resaltes internos. Un baquetón lo se·
para de la banda superior¡ la decoración de este friso a base
de motivos de imitación como elementos crucirormes y roseta
de cuatro pétalos. El vaso es de una excelente calidad tanto
en pasta y barniz como en decoración; motivos semejantes
los encontramos en los talleres riojanos (GARABITO, 1978; Ta·
blas 28 y 29).
2) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de borde y cuerpo, con 20 cms. de diámetro. Pasta
rosa oscura; barniz marrón con brillo.
No tiene resaltes interiores. Bajo un baquetón se desa·
rrolla el friso superior decorado a base de fes tones con elementos Dorales; decocación semejante en frag. del Cerro de
Virgen de la Muela en Driebes-Guadalajara (SANclf!zLAPUP.m'E, 1982: Fig. 7 n° 48).
3) Mosén Mila 1970. 79-41-3. C.A.V.
Frag. de pared y base, con 6' 1 cms. en el pie. Pasta roja
clara¡ barniz rojo oscuro.
Decoración metopada, entre baquetones. El motivo de
separación formado por tres líneas verticales onduladas. La
metopa enmarcada, ·al menos en sus flancos y base, por líneas
de puntas de flecha; en el centro de la metopa cúculos con·
céntrico.s, el exterior de lfoea sogt:ada y el interior contínua,
éstos encierran dos figuraa humanas que levantan el brazo
hasta la cabeza, este extraño motivo es utilizado por el taller
de Bronchales, en ocasiones en lugar de repetir la wisma fi·
gura dentro de un eúculo la junta con otra quedando con
las manos entrelazadas (AnlÁN, 1958: Lám. IX n° 5, Fig.
58); no obstante tambUn es parecido al motivo de guerrero
sobre \1840 Dra.g. 30 de Thrragona atribuible a 'IHtivm Magallvm (M EzQubuz, 1961 ll: Lám. 272 n° 22; M.we-r,
471
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2
Fig. J. -
472
Fomw decoradas. Drag. 29
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TBRRA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
1983-8+: Ltm. CC n° 2+62). En la parte superior de la metopa círculos concéntricos más pequeños y de J(nea condnua.
.
+) Proc. desconocida. 8J-•H. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza: barniz rojo claro que
ha saltado en parte de la superficie.
Dos baquetones, no muy marcados, separan los frisos me·
topados, indicando una marcada carena. Del friso superior
se ve parte del motivo de separación, una Unea de puntas
de flecha verticalea. El centro de la metopa lo ocupa una figu·
ra humana de guerrero con lanza, semejante a un motivo en
forma 37 (MuQ.uwz, 1961 1: 368; 11: Lá.m, 57 n° 288 y
Lám. 252 n° 93) atribuible a 'fritivm MagaJJvm {MAYIIT,
1983-84: Lám. CXVIII).
5) PI. Reina. 79-151-7. c.A.V.
Frag. de borde y pared, con 16 cms. Pasta rosa rojiza
granulosa; barniz rojo claro.
El borde separado de la pared por dos nnos baquetones
y a continuación friso de vol utas muy poco marcadas. Decoración metopada, con motivo de separación formado por sie·
te líneu verticalea onduladas, debieron ser ocho, en el centro
Hnca de puntas de flecha y a la izq. línea de segmentos. La
metopa contiene elemen tos vegetales id~nticos a los del friso
superior de vaso Drag. 29 de Conimbriga (Da:l,CADO·MAv~rr·
Moutm~Ho, 1975: Lám. XXXV n° 29).
6) Proc. desconocida. C.A.V.
Dos frag. de la misma pieza. Pasta roja clara; barniz ama·
rronado. Frisoa metopados y seprados por banda de puntas de
flecha entre baquetones. Del friso supe. ior queda parte del mor
tivo venical de separación a base de líneas onduladas vertica·
les y puntas de Decba. En el friso inferior el motivo de separa·
ción lo forman seis líneas onduladas verticales que dejan en su
centro una de puntas de flecha; la metopa en su extremo der.
tiene 11na lfnea de p110tas de flecha lo mismo que en el centro,
pero aqur rematada por 110a figun de Victoria atribuible a 'frj.
tivm Magallvm (Mrlo.ulRIZ, 1961 ll: Lám. 53; M.wn, 1983-84:
Um. cxvm n° 2271 y 2272 de Nu mancia en forma 37); en
La otra metopa también fig11ta femenina, pero dado que está
muy mal impresa no podemos indentificarla.
Borde bastante abierto con resaltes interiores. La decora·
ción está dividida en dos zonas por baquetones horizontales; en
la unión del borde con la pared un surco. Las franjas divididas
en metopas y separadas entre sr por grupos de aeisiCneas onduladas verticales en el centro de las cuales va otra de puntas de
flecha. El moúvocentral de la metopa vaaltemandoen una ciervo
y en otra caballo en actitud de marcha, lo hemos identificado
con este animal y no con 110 burro por la longitud de sus extre·
midades y el tamaño de la cabeza en relación al resto del cuerpo. Ciervo en idéntica posición y con el miamo motivo de sepa·
rati6n de metopas aparece en •El convento• de MaJJen
(PAz·Rovo, 1980: Lám. V n° 20) sobre Drag. 30. Respecto al
caballo es prácticamente idéntico al punzón de Bezares sobre
fonna 29 {ÜAIWIITO, 1978: Tabla U n° 1+) a110que para este autor
se trata de 110 burro. El friso inferior se adorna con un motivo
de acparación igual al~uperior pero el animal que ocupa la metopa el! un ave de marcado pl11maje, semejante a otra sobre forma 29 de Urragona {MI;zQuf•Jz, 1961 n : Lám. 63 n° 391), solo
que el nuestro tiene la cabeza ligeramente más levantada.
9) Avellanas. A-75-1. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada.; barniz rojo vivo
que ha saltado en parte.
Un baquetón separa dos bandas; en la superior se aprecia motivo de separación formado por cuatro ICneas vcrtkales
odulada.s y en el centro una vertical de puntas de flecha. El
motivo de la metopa no se aprecia en su totalidad, sólo se
ven los cuartos traseros de 110 animal, con jinete?; el friso
inferior, también metopado y con el mismo motivo de separación y un animal, ciervo?.
10) Proc.. dese. C.A.V.
Pequeño frag. de pared del que ba desaparecido casi por
completo el barniz interior. Pasta roja clara con diminutos
puentoa blancos; barniz rojo.
Dos baquetones separan los fr isos, del superior se ven
las extremidades de 110 animal, probablemente ciervo, y del
inferior tres Uneas onduladas verticales pertenecientes al motivo de separación de metopas.
7) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared y borde con 24 cma. de diámetro. Pasta
rosa asalmonada con diminutos puntos blancos; barniz rojo.
Decoración metopada bajo 110 friso de puntaa de flecha
entre baquetones. Del motivo de separación se ve 11na ltnea
vertical y otra de p110tas de flecha. En la parte superjor de
las metopas dos círculos concrotricos de pequeño tamaño y
repetidos tres veces; a la der. una boja y en el centro parte
de lo que bien podrfa ser un animal. Ea el vaso de forma
29 con mayor diámetro en su boca.
U) Avcllanas 1973.A-73-6. C.A.V.
Ba.se y parte inferior de pared, con 7 CI:DI. en el pie. Pasta roja asalmonada; barniz rojo claro sin brillo que ha saltado
en algunos puntos.
De la sCntesis decorativa se observa el friso inferior metopado; la Aeparación viene marcada por seis líneas on(luJadas
verticales; en una de las metopas apreciamos parte de un m o·
tivo circular en el centro y bajo &te 110a l(nea ondulada a
la horizontal sobre seis peces en posición vertical con la cabeza bacía arriba; de la otra no se aprecia nada. Peces en posi·
ci6n semejante, y en nílmero de cuatro los encontramos en
JWiobriga en vaso 29 (MaQ.uhuz, 1961 ll: Lám. 211 n° 5).
8) Avellanas 1973. A-73·1. C.A.V.
'Ires Crag. que unen dando borde y pared, con 15'5 cma.
en la boca. Pasta rosa rojiza; barniz rojo claro con poco brillo.
12) M~n Mna 1970. 79·+1-1+. C.A.V.
Frag. de pared y borde, con 1+ cms. en la boca. Pasta
asalmonada; barniz rojo vivo buena calidad.
473
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11
'
15
Fig. 2.-
474
-'Formas ~(i()TQUUJ , Drag. 29
_ .~__
IIII=-=:JII Se m.
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TERRA SIGU.LATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Borde y pan:d oblkua en el mismo movimiento; al in re·
r ior d os resaltes; exterior decorado a ruedecilla. La decora·
ción es metopada con un motivo de separación formado por
tres líneas verticales onduladas centrales franqueadas por dos
de puntas de Oecha que a su vez lo están por cuatro ondula·
das. En una de la metopas línea de puntas de flecha en diagonal encerrando una cabra poco impresa semejante al motivo
que aobre Drag. 30 apan:ce en Olocau {Fum:H.U-~,
1961), cabra semejante pero mirando a der. en Pamplona sobre forma 37 {MttzQufltn:, 1961 Il: Lám. 37 n° 72+), otras representaciones de este animal en Duratón, Andújar y Ftea.
de Ropcl· Zamor a (Mow.no, 1971: Lám. 138 n° 222-2; So.
·row.vo~t, 19?7: Lám. XIV n° 5). La otra metopa ocupada
por dos liebres superpuestas en carrera de lu que quedan
los cuartos traseros.
13) Mosbl Mila 1970. 79-41-26. C.A.V.
Frag. de borde con 15 cm&. en la boca. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo mate buena calidad.
En borde exterior Ueva ruedeciUa y al interor dos reaal·
tes. Decoración metopada, bajo un baquetón que lo separa
del borde; el motivo de separación está compuesto por tres
l!neu onduladas, las metopas rodeadas por enmarque de pun·
tas d e Occha.
14) PI. Reina. 79-151-16. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rojo lad rillo; barniz rojo claro ha·
cia naranja. Dos baquetones separan los frisos; del superior
no se aprecia nada; del inferior metopado, un motivo de separación formado por seis líneas onduladas verticales y en
su centro una de puntas de flecha; la metopa contiene un
animal sentado, en este punto el frag. está roto pero por la
colocación de lu extrem.idades nos inclinamos a identiñcarlo
con un grifo (Muo.ufRJz, 1961 U: Lám. 69).
15) Ausias M arcb 1962. AM-62·12. C.A.V.
Frag. de carena. Puta rosa anar anjada; barniz ama·
rronado.
Decoración metopada en ambos frisos; el motivo de sepa·
ración d ebió ser idáltico en ambos y formado por seis líneas
onduladas verticales dejando en el centro una de pequeños cfr·
culos, este motivo pero con ocho lfneas se localiza en I tálica sobre forma 37 (Me.zQufRJZ, 1961 JI: Lám. U2 n° 2229). La metopa auperior contiene un águila de pequeño tam año mirando
al (rente, semejantes en Olocau·Valencia y en el Cerro Virgen
de la Muela en Driebes·Guadalajara, atribuibles a Tritivm Ma·
gallvm (M 117.Q..ulluz, 1961 ll: Lún. 68 n° 592; S4NO
HU-LAI'I}em;,
1982: Fig. 7 n° 56; MAYI!T, 1983-8+: Lám. C LXXIX).
16) Avellanas 1973. A-73·7. C.A.V.
Frag. pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo oscuro sin brillo.
Decoración en dos Criaos metopados; el motivo de sepa·
ración son seis líneas onduladas verticales y en el centro una
de puntas de flecha ; flanqueando las metopas se alza un estilizado motivo vegetal; en la metopa infe.-ior un p unzón muy
mal impreso asem eja un ciervo echado?
17) Proc. desconcida. 81-27. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo amarronado.
La separación del borde y pan:d viene dada por un doble friso, el superior más estrecho y formado por ltnea bod·
zontal de puntas de flecha entre baquetones; el inferior por
una rama de hojas acorazanadas, friso de aooruonadas en
idEntica posición en vaso Drag. 37 dejuliogriga; en la banda
decorada un motivo que asemeja un pez?, motivo semejante
loalizamos en Arcaya sobre forma 29 (MuQ.ufJUt, 1961 ll:
l.Am. 120 n° 2«9; Ctrllts, 1987: L~. 2 n° 17).
18) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared y borde, con unos 17 cms. de diámetro.
Pasta rosa rojiza; barniz rojo buena calidad.
El borde tiene resalte interno y se desarrolla en un mismo movimento con la pared. Decoración metopada; queda
parte del motivo de separación formado por cinco l!neas ver·
ticales onduladu; en la metopa motivos vegetales, el de la
der. muy parecido a un punzón de molde de Arenza.na (G;..
IWirro, 1978: Tabla 19 n° 2).
19) Avellanu. A-4-5. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 17 cms. en la boca. Pasta
rosa rojiza granulosa; barniz rojo amarronado buena calidad.
La decoración se desarolla baju baquetón y es metopa·
da, el motivo de sepru-ación se ve parcialmente; la parte superior de la metopa repite un motivo de hoja conocido ya en
la producción itálica por la oficina de Rasiniva (DilAoC&NOOV·
Wxr,¿n;ou, 1948: Lún. 29 n° 4-30).
20) M osén Mila 1970. 79·41·25. C .A.V.
Frag. de pan:d. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo mate.
Composición metopada; en el friso superior cuadro de
puntu de flecha, dej ando en el centro de la metopa un moti·
vo vegetal semejante a otro de Bezares sobre forma 29 (GA·
v.lltro, 1978: Tabla 16 n° 20). La carena está marcada por
dos baquetones. El friso inferior nos deja ver la parte dcJ mo·
tivo de separación de las metopas formado por tres líneas verticales onduladas, aquf se repite el enmarque de la metop a
por cuadro de puntas de flecha.
21) M osén M ila 1970. 79·4-1-18. C.A.V.
Frag. de pan:d. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo vivo
con brillo que ha salta do en parte de la superficie.
Composición mctopada con separación entre las dos bandas a base de una línea de perlitas colrc !Jaquetones, idéntioo
friso aparece en Pamplona y Conimbriga (M ~Q.ufarz, 1958:
2 y 3, Fig. 124; DJU.GADO·MArrr-M ouNTINHo, 1975: L~.
XXXV n° 1). De la banda superior se ve el motivo de separación de metopas formado por cuatro l!nea.s verticales onduladu acompañadas de una linea de puntas de flecha y otra de
medias lunas; el motivo de separación del friao inferior son
cuatro líneas verticales onduladas junto a una de puntas de
flecha; al centro de la metopa motivo vegetal.
22) Mos6n M ila 1970. 79-4-1·37. C.A .V.
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Fig. 3.-
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F~mTW
Scm.
t/fel)fadiu. Drag. 29
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TER.RA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Frag. de pared. Pasta rojiza terrosa; barniz mauonado.
Decoración metopada; motivo de sepa.nlción formado por
seis líne;IS verticales onduladas y una de pul\taa de flecha central. En la metopa S\lperior se aprecia un arco de puntas de
flecha; los frisos están separados por baqu.etone$.
23) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta salmón clara; barniz rojo amorranado.
Frisos metopados y separados por dos baquetones; en el
friso superior el motivo de separación son cinco líneas verticales onduladas junto a una de puntas de flecha; en el interior tres l!neM de puntas de flecha máa pequeñas q1.1e en el
de arriba y muy separadas.
24-) Barchilla. C.C.V.
Frag. de carena. Pasta rosa rojiza; barniz rojo claro con
mucho brillo. La separación de los dos frisos a base de dos
baquetones flanqueados por sendas lf'neas de puntas de flecha. De la decoración, metopada, se ve parte del motivo de
separación; de la metopa sólo se aprecia la repetición en su
parte inferior de los pequeños círculos concéntricos, composición semejante a. un vaso Drag. 29 de Arcnzana de Arriba
(GARABITO, 1978: Fig. 112 n° 4).
25) Mosén Mila 1958. MM-58-3. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo vivo
mate.
Perfil muy poco carenado. La decoración es metopada
con frisos separados por una línea de puntas de flecha entre
baquetones. En el friso superior el motivo de separación lo
forman cinco líneas onduladas verticales, las metopas están
rodeadas de puntas de flechas y en el centro una línea de
las mismas curvada. En el friso inferior son cuatro las líneas
onduladas y en el centro de la metopa parte de una !mea
de puntas y un motivo circular.
26) Proc. indeterminada. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz amarronada.
Bandaa separadas por dos baquetones. El friso superior
con metopas separadas J?Or llnea continua vertical; Jas meto·
pas encierran un circulo con motivo vegetal; el friso inferior,
también metopado y con el mismo motivo de separación, aqui
el moúvo que encierra la metopa se convierte en u n triple
circulo concéntrico de Unea sogueada.
27) Avellanas. A-34-. C.A.V.
Frag. de borde con unos 18 cms. de diámetro. Pasta roja
clara; barniz marrón anaranjado buena calidad.
Friso de puntas de flecha, entre baquetones, en la separaci6n borde pared.
28) Avellanas 1973. A-73·24:. C.A.V.
F:rag. de borde y pared, con 17 cm.s. pasta rosa rojiza;
barniz marr6n anaranjado.
Un friso de dos circulos entre baquetones separa el bor-
de de la pared decorada, frisos iguales en Numancia sobre
Drag. 37 en friso inferior y en superior de Drag. 30 de Bronchales {MizQofluz, 1961 n: L
ám. 127; A.nuAt~, 1958: Lám. f).
De la banda decorada se aprecia parte de un motivo circular
formado por dos cfrculos con~ntricos, exterior línea ondulada e interior continua, alternando con un circulo mú pequeño.
29) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. borde y cuerpo con 20 cms. de diámetro. Pasta rosa
amarillenta; barniz rojo claro compacto.
Borde muy abierto respecto de la pared, con dos resaltes
interiores. Un friso de grandes pun tas de flecba, bajo baquetón, ocupa la parte ruperior del friso; baj o éste dos círculos
de lfnea cortada conteniendo un motivo vegetal, semejantes
aparecen en Numancia sobre forma 29 y en Bezares (Ma(tUIJU2, 1961 U: Lám. 91; GAuarro, 1978: Tabla 33):30) P roc. desconocida. 81-20. C.A.V.
Frag. de borde y cuerpo con 19 cms. en la boca. Pasta
as.almonada; barniz rojo vivo.
Borde abierto con dos resaltes mterlores. La decoración
viene enmarcada en su parte superior por una L!nea de pequeñas rosetas de cuatro pétalos, bajo ello un friso compuesto de círculos concéntricos, uno exterior de J(nea ondulada
y dos interiores de lfnea sogueada, entre este motivo una roseta de tamaño medio con cuatro pétalos. El motivo cincular
es igual a uno sobre Drag. 37 de "fricio, sí bien aparece con
una :roseta, la cual si existió en nuestro frag. no se aprecia
por faltarle la parte central (GARABrro, 1978: Tabla 34 n° 12).
En una D rag. 29 estos motivos circulares no se suelen dar
en los dos frisos, a lo sumo se combinan junto al de metopas,
la decoración de clrculos será típica de la forma 37.
31) Avellanas 1973. A-73-40. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa roj iza; barniz rojo claro.
'Friso superior de puntas de flecha entre dos baquetones;
bajo éste se desarrolla una composición en que alternan dos
círculos concéntricos conteniendo un conejo mal impreso y
un motivo vertical; conejo semejante lo hay en '!ricio, si bien
en c(rculo de lf'nea ondulada (GARABITO, 1978: Thbla 35 n°
17)¡
32) I>roc. desconocida. C.A.V.
Pequeño frag. de pared. Pasta rosa rojiza granulosa; barniz r-ojo amarronado que ha saltado en parte.
Dos fri_Qll separados por baquc:tone#. La deco.raci6n des
bi.ó ser idéntica en ambos: un motivo de clrculos concéntricos
de los que sólo se ven dos, uno de línea continua y el otro
segmentada, alternan con un motivo vegetal vertical formado
por dos palmetas enfrentadas y un.idas por l!nea ondulada;
este motivo lo encontramos en molde Drag. 37 de Arenzana
y en vaso forma 29 de Nu mancia (GAAABrro, 1978: tabla 45
n° 24-; M!z(tuwz, 1961 II: Um. 109 n° 2067).
33) Avellanas 1973. A-73-38. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo chillón.
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-=-=-Se m.
Fig. J. - Formas á«mada.s. Drag. 30
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TERRA SICTLLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Perfil no excesivamente carenado. La separaci6n entre
los frisos viene dada por una línea de perlitas e. tre b aqueton
nes. El friso superior es metopado, siendo el motivo de separación tres líneas onduladas verticales, la metopa está enmarcada por lín.e a de puntas de flecha. El friso inferior d e circulas
concéntricos con punto central, siendo los tres primeros de
lfnea ondulada y el interior contfnua; el cfrculo alterna con
un motivo vertical formado por la unión, mediante línea ondulada, de dos motivos circulares.
DRAG. 30
34) E. Vich. 79-192-21. C.AY.
Frag. de borde y pared, con 12'5 cms. en la boca. Pasta
rojiza; barniz rojo anaranjado.
Borde abierto y pared ligeramente oblrcua. Separando
el borde de la pared un friso de dos cú-culos concéntricos entre baquetones idénticos a otro de Arcóbriga y Bronchales
(MaQ.ulJul, 1961 U: Lám. 222 n° 2499 y 2500; AntAN,
1958: Lám. I n° 2). La decoración de la pared es metop ada;
el motivo de separación formado por tres l fneas verticales onduladas. La parte superior de la metopa ocupada por repetición de círculos idénticos a los de arriba; el centro de la metopa se U a con motivo vegetal identificado al taller de
en
Bronchale., por Sánchez-Lafucnte (1985: Fig. 55 n° 15¡
ATJuAN, 1958: Lám. VI), aunque también se constatan semejantes atribujbles a 1Htiv m Magallvm (MAY11T1 1983-84:
Lám. IX n° 5).
35) P roc. desconocida. C .A.V.
Frag. de borde y pared. Pasta rosa rojiza con puntitos
blancos; barniz amarronado al exterior que se vuelve menos
compacto al interior.
C11arto de cír culo interior en relieve en~ la pared y el
fondo. D os baquetones cierran por debajo la decoración. La
banda es metopada con motivo de separación formado por
cuatro lfneas onduladas verticales y en el centro una de puntas de Oecha, ésto flanqueado por una lfnea de puntas d e flecha a la der, y otra de perlitas a la i~ . El centro de la metopa
ocupado por una figura humana con lanza que debe represenar a Baco o Apolo ( RoME& 1977) a la izq. parte de la fio,
gura de un animal.
36) Proc. desconocida. C .A .V.
Frag. de borde y pared, con 15 cms. Pasta .r oja clara con
diminutos puntos blancos; barniz rojo oscuro que h a saltado
algo en el interior.
Friso fonnado por la repetición de hojitas trifoliadas, separa el borde del cuerpo, semejantes en un vaso de Mérida
Drag. 37 (M!!ZQ.uhuz, 1961 II: Lá:m. 126 n° 2584), esta hoja
trifoliada aparece generalmente con pedúnculo encontrándola as( en m olde de Bezares Drag. 29, en Mérida s.o bre vaso
37 y en Bilbilis (GAIWIITO, 1978: Thbla 15 n° 2.9; MuQ.ofiuz,
1961 II: Lám. 85 D 0 1339, 1353 y 1356; MARTIN BuENO,
1976: Lám. 11 n° 18). De la pared queda parte del m otivo
vertical de se,Paraci6n dos líneas verticales onduladas, en la
metopa d os palmas con algo de tallo semejante a las de un
vaso 37 de M allé.n (MuQ.oúuz, 1961 ll: Lám. 82 n° 1146).
37) E. V ich. C.A.V.
Frag. de pared . Pasta rosa rojiza granulosa de fractllta
irregular; barniz rojo amarronado.
Decoración metopada con un motivo de separación a base
de líneas onduladas verticales, se ven tres. El centro de la metopa con dos figuras aladas de las que se aprecia la mitad inferior de) cuerpo; la metopa orlada de puntas de flecha, al menos en su parte inferior y lateral. Bajo las metopas un friso
de puntas de flecha entre baquetones; toda la decoración es
de muy clara impresión. El motivo figurado se trata de una
Victoria, motivo que encontramo.s en Liédana sobre forma 29,
en molde Bezares Drag. 30, en va.s o 29 de Arenzana de Arriba, en Uxama, y también en Broncbales (M EZQ.U!JUz, 19611I:
Lám, 53 n° 161 y Lám. 171 n° 5; GuAsn-o, 1978: Fig. 12 n°
81, Tabla 2 n° 7 y Thbla 5 n ° 19; G.ARoiA M uu:'lo, 1971: 99 n°
7; AnuAN, 1958: Lám. X n° 6). Para Garabito las reprcsentanciones con detalle deben ser atribWdas al t:aller de Bronchales y las esquemáticas a Bezares, nuestro caso esta m ás próximo a la producción de los centros riojanos.
38) Avellanas 1973. A-73-13. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo.
Motivo de separación formado por se is líneas verticales
onduladas y en el centro una de puntas de flecha. El centro
de la metopa es ocupado por u.n motivo vegetal muy bien
impreso, probablemente .se trata del mismo motivo vegetal
sobre forma 37 de Bilbilis atJ:ibllible a 'Iritivm Magallvm Magallvm (MAYET, 1983-84: Lám. CLIX n° 1037).
39) E. Vich. 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta r osa anaranjada; barniz rojo claro.
Qued a parte del motivo de sépat'ación de metopas a base
de cuatro lfneas onduladas verticales y en el centro tres de
líneas de puntas de flecha.
40) E. Vich. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz amarronado.
Se aprecia el m otivo de separación de metopas a base
de tres lfncas oodwadas vetical.es y a cnotinuación, muy separada, una lmea vertical de grandes puntas de flecha, otras
tres lfneas onduladas y una de puntas de Jlecha; m otivo semejante en lhcio y Tarr agona (GARARI70, 1978: Tabla 59;
MPaQ.UllltZ, 1961 ll: Lám. U3 n° 2242).
41) PI. Reina. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo vivo.
Pared ligeramente abierta y moldura interior en la unión
de la pared con el fondo. En la banda decorada las metopas
están separadas por cuatro líneas verticales onduladas teniendo
en su centro otra de puntas de flecha. bcl contenido de la
metopa sólo se aprecia un diminuta I"Oscta; todo sobre un
friso .inferior de puntas de flecha entre baquetones.
479
[page-n-490]
E
480
[page-n-491]
TBRRA SIGlLLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
42) Proc. indeterminada. C.V.A.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo a.marronado.
La decoración acaba en un Criao, entre baquetones, de
puntas de flecha. La pared metopada con motivo de separación a base de cuatro llnea• onduladas verticales y en su centro otra de puntu de flecha; la metopa tiene en el centro una
lfnea vertical de puntas y a der. e izq. dos pequeñas rosetas
de cuatro p6talos.
43) Proc. deaconocida. C.A.V.
Frag. de pared. puta rosa rojiza; barniz rojo rerroso.
Del motivo de aeparación de mctopu sólo se aprecia dos
líneas verticalee onduladas. En, la metopa serie de círculos
concéntricos, siendo el interior de lfnea cortada y el exterior
conúnua, ambos de tamaño pequeño, repetido tres veces bajo
lo que parecen acr motivos verticales, de dificil identificación.
44) Avellanas 1973. A-73-24. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo claro que
ha saltado en pane.
Decoración metopada muy recargada; el motivo de separación formado por dos ICneas de puntas de flecha teniendo
en el centro dos de línea ondulada; la metopa a su ve.z está
subdividida por pequeñitos cCrculos presentes en Tricio en fo~
ma 37 (GAAABrro, 1978: Fig. 81 o 0 76) en la parte inferior
dos cfrculos condntricos de línea sogueada, no apreciándose
la decoración de la zona superior.
45) Barchilla. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo amarronado.
El motivo de separación de metopas formado por tres
líneu onduladas entre dos columnas de bastoncillos angulares con lados de diferentes tamaño, todo bajo baquetón que
encerraba friso de puntas de flecha.
46) "Proc. desconocida. C.A.V.
Dos frag. que unen. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso
que salta con facilidad, habiéndolo en au totalidad por el interior.
Decoración metopada; del motivo de separación quedan
tree Uneas verticales onduladas; la metopa está ocupada por una
arquería de puntas de flecha sobre un motivo de celosía. La
unión de la pared Clon el fondo carece de la úpica moldura en
cuarto de cfrculo en relieve, típica de la producción hispánica.
47) Mos~o Mila. C.A.V.
Frag. de borde y P"-rtd.
Marca bajo el borde -OS.CA, acllo n° 41.
DRAG. 37, variante «b•
4:8) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de borde y pared. Pasta 1alm6n claro; barniz rojo
amarronado que ha saltado en parte.
Borde reentrante con perfil recto exteriormente, labio
marcado. Do• baquetones aeparan el borde de la pared. De
la decoración ac aprecia una figura humana con túnica y una
línea de puntas de flecha.
49) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de borde, con 22 cms. en la boca. Pasta roja sucia;
barniz a.marronado que ha aaltado en parte.
La separación del borde y pared viene dada por un friso
de aves con la cabeza vuelta, entre baquetones, motivo atribuible a 'llitivm Magallvm (MilQ.U(RtZ, 1961 II: Lám. 65 n°
458; MAv&T, 1983-84: Lám. OLXXV).
50) Proc. desconocida. 81-37. O.A.V.
Frag. de borde y pared con 28 cma. Futa rosa asalmonada; barniz rojo no muy brillante que ha saltado en parte de
la superficie.
Borde hacia dentro con labio de almendra. La decoración metopada se deearroUa bajo un grueso baquetón. El motivo de separación de metopas está formado por cuatro Hneas
onduladu verticales; las metopas encuadradas por punta de
11ecba y junto a &tas Hneas de perlitas; en una de las metopas
se aprecia parte de un ave.
51) PI. Reina. 79-151-2. C.A.V.
Frag. de borde con 23 eros. Pasta asalmonada clara
de buena cocción y corte vítreo; barniz rojo claro muy
brillante.
Labio de almendra. Decoración metopada desarrollada
bajo un baquetón; el motivo de separación son tres líneas
onduladas verticales; en la metopa un león hacia la izq., muy
poco marcado en la cabeza, no está centrado en la metopa
y monta el baquetón superior.
52) E. Vlcb 1958. C.A.V.
Frag. de borde y pared con 24 cms. de diámetro en su
boca. Pasta rojo ladrillo; barniz rojo oscuro.
Borde de almedra. El friso que separa el borde del
cuerpo está realizado a base de pequeños círculos muy
mal impresos. Síntesis decorativa mctopada; motivo de separación con cinco líneas onduladas verticales; la metopa
orlada de puntas de flecha; en el centro de la misma
cuatro espigas inclinadas, formadas por puntas de flecha
(MuQUl~z, 1961 ll: Lám. 84 n° 1213 y 1214, Lám. 161
0
D
SI).
53) Ermita Sant Jordi. C.A.V.
Frag. borde y pared. Pasta roja clara; barniz rojo ladrillo.
Labio muy desarrollado exteriormente; un grueso baquetón separa el borde de la pared, bajo &te un friso de
clrculos d.e llnea cootínua (M12Q.oú._tz, 1961 D: Lám. 122 D 0
24:8~); de la pared metopada sólo queda parte del motivo
de separación de metopu.
54) Proc. indeterminada. C.A.V.
Frag. de borde y pared. Pasta roja oscura; barniz rojo.
481
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55
1
59
Fig. 6.-
482
Fórmas d«wada.s. Drag. 37 "b"
-=-=-S
cm.
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TERRA SIGILIATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Un friso de circulitos con puntos separa el borde de la
pa.n:d (M EZQJJflUz, 1961 ll: Lám. 122 n° 2481); de la pared
queda parte de un friso en d que alternan motivos circulares
de línea ondulada con gallón, si bien desconocemos la composición del círculo, una decoración semejante en vaso 37 de
'IHcio (GAilAirr<>-Sot.OVUA, 1976: Fig. 10 n° 57).
55) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de borde con 26'5 cms. de diámetro. Barniz rojo
oscuro.
Borde de almendra. Friso de separación a base de círculos; la banda decorada es mctopada sin que se aprecien los
punzones que las ocupaban, lo único que queda es el motivo
de separación consutente en cuatro líneas onduladas venicales.
56) Serr anos 1972. S-72-2. C.A.V.
F rag. de borde. Pasta rosa fuerte; barniz rojo anaranjado, siendo una fina película al interior.
Borde casi vertical al exterior, con labio de almendr a;
decoración a ruedecilla entre el labio y el baquetón que da
comienzo a la pared.
57) P roc. desconocida. C.A.V.
Frag. de borde y pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo vivo.
Labio de almendra. Bajo cuatro baquetones una línea
de ovas dobles y bajo tata una línea horizontal de puntitos
y pcr ütas¡ en Sayona de Titulcia encontramos un vaso con
la línea de perlilas bajo friso de ovas, si bien &tas separadas
por motivo vertical (M~~Zqufluz, 1961 ll: Lám. 119 n° 2427),
friso d e ovas con estas ta.ractensticas se pueden obser var en
estos vasos 37 de borde de almedra (S~cRJ~Z· WfV!NTZ, 1985:
Fig. 34 n° J23).
58) Barchilla. C.C.V.
Borde Drag. 37. Pasta rosa fuerte¡ ba.r niz rojo anaranjado, siendo una fina pclfcula al interior.
De la decor ación se aprecia la parte superior de tres palos cortados.
59) MosEn Mila 1970. 79-41-11¡ 79-41-15. C.A.V.
Pieza fragmentada de la que se puede reconstruir su
parte inferior de 6'8 cma. Pasta rosa asalmonada¡ barniz
rojo vivo.
Decoración melopada. U o friso inferior de puntaa de flecha entre baquetones cierra la decoración; la pared con un
friso metopado, con motivo de separación a base de seiJ lfneas verticales onduJadu que dejan en el centro una de puntas de flecha¡ el motivo de la metopa es una gran Crw: de
San Andrés muy semejante a la de 11n vaso fonna 37 con
borde de almendra d e Palen cia (Ml!ZQ.otlll%, 1961 ll: Lám.
231); motivos cruciformes aparecen tambim en Arenzana, Bezares y 1\-icio, siendo más abu ndantes en eJ primero (GAJV..
erro, 1978: L!m. 28 y 29)¡ este motivo no es muy frecuente
en los yacimientos ya que se trata de una imitación temprana
d e los productos gálicos, su escasa difusión se explica porque
al ser los primeros productos fabricados en la península su
consumo no seña a gran esc.a la, por ello sólo los centros de
cierta importancia económica los poseen.
DRAG. 3 7. variante «a»
60) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de parte in ferior de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso que ha saltado en parte.
Composición metopada conteniendo círculos¡ el motivo
de separación son cuatro lfneaa verticales onduladas y en el
centro una de grandes puntas de flecha, idEntico a una molde
Drag. 29/37 de 'IHcio (GARABrro, 1978: Tabla 58 n° l). Debajo un friso de ovaa entre baquetón y un escalón, estas ovas
son semejantes a las de un vaso forma 37 de Fu.nes (MZZQ..ul.
Rn, 1961 Il: Lám. 118 n° 2399).
61) E . Vich 1958. C .A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada clara¡ barniz rojo
lad rillo.
Dos frisos separado• por baquetones, el inferior a base
de c(rculos concEntricoa, el superior metopado con un motivo
de separación del que quedan tres J(neas onduladaa verticales
y una línea tambim vertical de círculos con p unto, en el centro de la metopa un animal en carrera.
62) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 19 cms. en la boca. Pasta
rosa fuerte; barniz roj o-ladrillo mate que ha saltado en parte.
De la banda decor ada ae aprecia un motivo a modo de
festón que encierra un ave a la q11e le falta la cabeza por haber invadido el borde, este motivo de paloma alterna con una
línea ondulada vertical que acaba en circulo con ponto.
63) Avellanas. C.A.V.
Perfil completo de vas, con 12 cms. en la boca y una altura de 6' 3 cms. Barniz rojo con poco brillo, al interior de peor
calidad.
Decoración en dos friscos en los que se repite un d rculo
rodeando un ave, motivo atribuible a 'IHtivm M agallvm
(M wn, 1983-84: Lám. CLXXVIII n° 1768).
64) PI. Virgen. 79-F-23. C.A.V.
Dos frag. de borde y pared del mismo vaso. Pasta rosa
rojiza¡ barniz rojo.
Friso en el que se repite un círculo de l.Cnea cortada conteniendo un ave a der. ~ufan, 1961 U: Lám. 67 n° 567).
65) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo ladrillo
que salta con facilidad.
Decoración a base de frisos aeparados por baquetones;
en uno de ellos circulo encierra un cisne a izq., m otivo semejante en vaso 37 de 'Illrragona atribuible a 1\-itivm M agallvm
(MAvn, 1983·8+: Lám. C LX.XVI n.0 1685); alternando con
ello, dos rosetas de ocho pEtalos.
483
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60
62
64
63
\
66
Pig. 7.-
484
Pmrw de«JrtJdas. Drog. 37
•IP>
68
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T.ER.RA SlGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
66) Avellanas 1973. A-73-10. C.A.V.
Pequeño frag. de pared. Pasta rosa anaranjada¡ barniz
rojo terroso.
De la decoración queda un cír culo de Unea ondulada que
encierra un ciervo.
67) Ausias March 1962. AM-62-1. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta salmón oscura; barniz rojo.
Un circulo de línea ondulada contiene ave semejante a
un motivo de Mmda (Muqu!Atz, 1961 11: Um. 66 n° 521).
68) PI. Reina/79-151-3. C.A.V.
Pequeño Crag. de pared. Pasta r ojo ladrillo muy granulosa; barniz rojo anarnajado que ha saltado en parte.
De la decoración se aprecia dos c{rculos conc~ntricos de
lfnea cortada encerrando ave a der.
69) E. Vich 1958. C.A.V.
Pequeño frag. de pared. Barniz rojo ladrillo que ha saltado en parte.
Dos círculos conc~ntticos, de línea cortada y conlÚlua
respectivamente, encjerran un ciervo con la cabeza vuelta.
70) Proc. desconocida. 81-9. C.A.V.
Frag. de base con 4' 5 eros. en el pie. Pasta rosa rojiza
granulosa¡ barniz rojo terroso mala calidad.
Queda el friso inferior, entre baquetones, ocupado por
la repetición de una pantera (MuQuhuz, 1961 U: Lám. 70).
71) Barchilla. C.C.V.
Frag. de borde y pared. Pasta rosa rojiza granulosa; barniz rojo terroso con algo de brillo.
En el borde grafito. La banda decorada con circulo de
l(nca ondulada que encierra un animal.
72) E. V ich 1958. C .A.V.
Pequeño frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo ladrillo con poco brillo.
De la decoración se ve el motivo de separación de metopas formado por tres lfneas ondolada1 verticales; en el centro
de la metopa una figura humana que probablemente lleva
lanza; bajo &tos dos anchos baquetones que separan frisos
y del inferior una linea horizontal de puntas de flecha.
73) Auaias March. AM-02-5. C.A.V.
Cu atro frag. que dan perfil de vaso con 13 cms. en la
boca y 5' 5 cms de altura. Pasta rosa rojiza granulosa; bamiz
roj o claro con algo de brillo.
Decoración en d os frisos metopados; con motivo de separación id~ntico en ambos a base de tTeJ línes onduladas
verticales. El friso superior con motivo en la metopa de grifo
semejantes en 1licio, lrún, Conimbriga, Saint Bertrand de
Comminge1, Bilbilis, Lixus, Funes y Villalaú.n (MuQutuz,
1960: Fig. 3 n° U; M..urfN BtaNO, 1976: Lim. n n° 12;
D&OAoo-MAvcr-MoutmNHO, 1975: Lám. XX:XJX n° 67; GA
·
uam>, 1978: Tabla J2 n° 16; MAY&T, 1983·8~: Lám. CLXXX
n° 1851); una lfnea curva de puntas de flecha cruza la meto·
pa. El friso inferior acaba en una línea de puntas de flecha,
teniendo en el centro de la metopa una roseta poco marcada.
H ) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo amarronado
que ba saltado en parte.
Dos frisos metopados sepa.rados por dos baquetones. El
superior con motivo de separación de seis lfneas onduladas
verticales y en el centro una de punta.. de flecha; el friso inferior con una arquerla formada por doa columnas que sostienen un doble arco de línea sogueada, arquerCa en cierta forma semejante, pero de mayor tamafio, aparece en molde de
Bezares (G11RA111T0, 1978: Tabla 27 n° 1), este motivo es poco
coml1n y se asemeja a la producción gálica en la cual el arco
es una palma (Huwrr, 193-l: Lám. 86), otros arcos seme·
j antes pero con diferentes columnas en Bronchales (ATRlÁN,
1958: Um. V o 0 8 a 10); el motivo de lu columnas suele
aparecer de forma aislada.
75) Proc. desconocida. C.A.V.
Parte inferior de vaso. Pasta asalmonada clara con puntitos blancos; barniz rojo claro.
El friso inferior sobre banda de puntas de flecha, entre
baquetones. El fri.ao es metopado con motivo de separación
a base de cuatro líneas onduladu verticalea y en el centro
una de puntu de flecha. La metopa ea doble con subdivi.sión
limitada por dos Hnea.s onduladas verticales, una de &tas divisiones contiene ave sobre vegetal a la que falta la cabeza
pues monta el baquetón superior, semej antes en Arenzana
sobre formas 29/ 37 y 37 (GAAA. no, 1978: Fig. U4 n° 43 y
a
50); la segunda parte de la metopa contiene un caballo a izq.
sobre lfnea de puntas de flecha, semejante en vaso 29 de Mérida atribu ible a Tritivm Magallvm (MAvlrT, 1983-84; Lám.
CLXXIV n° 1942); aún se obs-erva parte de otra metopa con
el extremo de una lfnea oblicua de puntas de flecha.
76) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo terroso.
Decoración metopada, con motivo de separación formado por seis J(neas onduladas verticales con puntas de flecha
en el centro siendo éstas de gran tamaño (Mu<¡ufRtz, 1961
n: Lám. U3 n° 2245); en el centro de la metopa se ve un
animal del que le ba saltado la decoración de la cabeza a pesar de lo cual ae adivina que es un león.
77) Proc. desconocida. O.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo arnarronado que ha saltado en parte de la decoración.
Queda parte del friso inferior, ambos están separados por
baquetones; conforma la decoración un león y ave, de la que
se aprecia parte de la coJa, ute león lo encontramos en Ostia,
Bilbilis, Conimbriga y Juliobriga (PI\Ll..Mts, 1963: Fig. 13;
MAmN BIIIINO, 1976: Lám. XI n° 18 y Lám. XIII n° 19)¡
identificado con el taller de Bronchales donde aparece una
combina.ción de león y ave semejante al nuestro si bien en
485
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76
Scm.
80
Fig. 8. -
+86
Jtum141 d«uraátu.
Drag. 37
•fJJ#
[page-n-497]
82
Scm.
86'- VJi9!
88
89
Fíe. 9.- Formas tkeMadas. I>rag. 37
•/JJI
487
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J. MONTEmNOSIMARTÍNEZ
diferente posición (AntAN, 1958: Lám. VTII n° 9; SÁI'CHEZ·
LAI'UJSNTII, 1985: 173 nota 7).
78) Avc:Uanu. A-46. C.A.V.
Base con 6 CtnB. en el pie.
Decoración del friso inferior donde alternan un motivo
de separación formado por una línea vertical de grandes pun·
tas de flecha, con un animal del que se aprecian los cuartos
traseros; ese motivo de grandes flechas aparece en liicio (G,..
R.urro, 1978: Fig. 90 n° 138).
79) Balle.ttería 1969 BA-69-7. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 14 cms. en la boca. Pasta
grisácea; barniz rojo con brillo.
Se.p arando el borde de la pared, dos finos baquetones.
Decoración metopada, queda el motivo de separación con tres
Hneas onduladas verticales y una de perlas.
80) Ermita Sant jol'di. C.A.V.
Frag. de borde y pared. Pasta asalmonada¡ barniz rojo
con brillo.
Dos finos baquetones separan el borde de la pared, de
6sta queda parte del motivo de separación de metopas conformando por seis lineas onduladas verticales con otra de puntas de flecha en el centro.
81) Mosén M.ila. 79· 41· 23. C.A.V.
Dos f.r:ag. de la misma pieza que unen. Pasta rosa grisácea; barniz rojo achocolatado.
Decoración muy claramente impresa. Frisos separado.s
por baquetones. La banda superior me topada, con un motivo
de separación a base de tres líneas onduladas verticales que
invaden la zona de baquetonec; en el eentro de la metopa
un gran motivo circular con cuatro cfrculos conctntricos, de
perla, de linea corta, ondulada y cortada; ésto flanqueado por
dos motivos verticales; en la otra metopa el .motivo circular
es id6ntico no u( el verticaL El friso inferior también con
círculos conc6ntricos, de lín.e a ondulada, cortada, cortada y
ondulada respectivamente, separados por motivos verticales.
Al respecto del círculo hay uno semejante de '!licio (GAJV.liiTO, 1978: Tabla 34 n° 12), si bien el círculo ondulado inte·
rior es sustituido por una roseta de ocho p6talos, pero el ta·
maño y distribución de IOll círculos es igual al nuestro.
82) E. Vich. C.A':V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barni rojo hacia naranja.
La a!tneais decorativa formada por dos frisos separados
por baquetones; el superior un motivo circular y dos figuras
de conejo a der.; en el interior tres círculos conc6ntricos. El
motivo de conejo es id6ntico a uno de 'Iii.clo encerrado en
cCrcuJo de línea ondulada (GAMBrro, 1978: 'Ihbla 12 n° 9;
MAYET, 1983-84: Lám.. CLX.XXVIl).
83) PJ. Reina 1970. C.A.V.
:Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso que
salta en la superficie externa.
488
Dos frisos separados por baquetones; el superior con las
extre.midades de un animal; del inferior dos círculos conc6ntricos de línea cortada.
84) .E. Vich. C.A.V.
.Frag. de borde y pared con 12 cms. en su boca. Pasta
rosa rojiza granulosa; barniz rojo con poco brillo.
La decoración está compuesta por dos frisos en los que
se repite el mismo motivo vegetal, una roseta de ocho p~talos.
85) E. Vich 1958. C.A.V.
Parte inferior de vaso con 5'5 cms. en el pie, el cual es
muy
b~o.
Puta rosa rojiza; barniz rojo ladrillo sin brillo.
Dos frisos separados por baquetones repiten bandas de
rosetas de siete p6talos, con la única diferencia que las rose·
tas del inferior son de tamaño que las del superior; las rosetas
invaden los baquetones.
86) E. Vich 1958. 79-193. C.A.V.
Perf&l completo de vaso con 1J cms. en la boca. Pasta
rosa anar~ada¡ barniz rojo terrOllo mala calidad.
Decoración de dos frisos de rosetas, muy poco impresas,
entre baquetones.
87) Barchilla. C.AV.
Frag. de borde y pared con unos 15 cms. de la boca.
Pasta salmón clara con puntitos blancos en su masa; barniz
rojo terroso.
Paredes muy f'mas. De la banda decorativa se ve un cír·
culo de línea ondulada encerrando una hoja acorazonada; no
c
es muy frecuente este motivo, s61o lo hemos en_ontrado en
un vaao de Funes forma Drag. 37 en círculo de linea contínua
y en Bronchales a mayor tamaño (Mszo.ufluz, 1961 ll: Lám.
96 o 0 1637; AnrÁN, 1958: Lám. VI n° 13).
88) Ballesre.rfa 1969. BA-69-6. C.AY.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo mate
a.macronado. Dos früos separados por baquetones; el supe·
rior repite una roseta. de cuatro pétalos (MttO.Ul"kt7., 1961 TI:
Lám. 78 n° 887); en el inferior un círculo de línea contínua
encietTa una de seis p6talos (GARABITO, 1978: 'Illbla 21 n° 12).
89) Mosén Mila. 79-41-30. C.A.V.
Frag. de borde y pared con 16 cms. pasta rosa rojiza;
barniz rojo amarronado.
Dos baquetones separan los frisos, estando el superior
ocupado por la repetición de cfrculo de línea continua conteniendo roseta de seis p6talos.
90) Proc. descon.ocida. C.A.V.
Borde y cuerpo, con un diámetro de 18 cms. Pasta roja
rojiza; barniz rojo ladrlllo sin brillo.
Decoración en dos frisos separados por baquetones; el
motivo del friso superior compuesto po.r la repetición de un
círculo de línea ondulada en cuyo interior hay una roseta de
[page-n-499]
91
i]96
Scm.
100
Fig. JO.- F111771Q.S datJradas. Drag. 37 ..a..
489
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\
106
107
@@@
11 o
D~
112
Fig. U .-
490
Forrrw dlcoradas. Drag. 37
«llN
Scm.
~13
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TERRA SIGILLATA HlSPÁNICA EN VALENTIA
ocho ~talos; el inferior tiene la miamA roseta pe. o el círculo
r
es de Unea cortada. La roseta tiene la peculiaridad de que
existe un hueco entre dos ~talos, como si faltase uno; los
punzones están claramente impresos.
91) M osén Mila 1970. 79-+1-2. C.A.V.
Dos frag. que unen, con 21 cmt. en la boca. Pasta rosa
IOjiza¡ barni:t rojo chillón.
Doa frisos, aeparados por baquetooea, en los que se repite dos círculos conc~ntricos de !mea cortada y ondulada conteniendo una pequeña roseta de seis pétalos.
92) Barchilla. C.C.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso que
ha saltado en parte de la decoración.
Dos frisos idénticos, separados por baquetón; se repite
motivo de cfreulos con~ntricos, de lfnea cortada y conúnua
respectivamente, encerrando una roseta de cuatro ~taloa idén·
tiea a otra de Tricio en cfrculo de línea ondulada (GAJtAarro,
1978: Tabla 21 o 0 12).
93) E. Vich 1958. 79-192-25. C.A.V.
Frag. de borde y pared. Puta roja anaranjada; barniz
rojo claro mate.
Un surco separa el borde la pared, de ésta última queda
parte del friso superior en el que se repite círeulo sogueado
que encierra roseta de ocho ~talos.
94) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Decoración del friso inferior a base de
la repetición de dos drculos concéntricos que contienen una
roseta de trazos muy simples con siete ~talos.
95) Proc. desconocida. C.A.V.
Pequeño frag. Pasta rojiza; barniz rojo vivo.
Círculo de Hnea segmentada encierra motivo vegetal,
idéntico al de un vaso de Mallén con marca Ex. Of. Em
(MBZQUfP.17., 1961 U: Lárn. 83 n° U76).
96) E. Vich 1958. C.A.V.
Pequeño frag. Pasta rosa anaranjada; barniz marrón
rojizo.
Círculo sogueado contiene palmeta atribuible a lritivm
Magallvm (MuQu!Juz, 1961 U: Um. 91; MAYET, 1983-84:
Lám. CLIV n° 120+-1205).
97) E. Vich 1958. 79-192-4. C.A.V.
Frag. borde y pared, con 11 cms. en la boca. Pasta rosa
anaranjada; barniz marrón rojizo.
Decorac.i ón en dos frisos separados por baquetones; el
superior repite un drculo con roseta de cuatr o ~talos, muy
m.al impreso (M~ZQuhuz, 1961 ll: Lám. 78 n° 9+2); el friso
inferior tambi6n con motivos circulares.
98) MoaM Mila 1970. 79-41-
Base con 4'8 eros. en el pie. Pasta rosa rojiza; barniz
rojo vinoso. Friso inferior formado por círculos de Unea sogueada encerrando una ro~eta mal impresa.
99) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. borde y pared, con 13 cms. en la boca. Parta roja
clara; barniz rojo amarronado.
Friso superior que repite dos drculos concéntricos oodulad.os y en el interior motivo vegetal semejante a nuestro Drag.
30 n .0 36.
100) E. Vich 1958. C.A.V.
F~g. de pared. Pasta roaa rojiza; barniz rojo amarronado.
Frisos separados por baquetones, se repiten en ambos
dos círculos con~ntricos de línea cortada encerrando un vegetal.
101) Barchilla 1950. 8~50-1. C .A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo vinoso.
Friso de separación borde-pared a base de circuütos
(Mt::ZQ011ltz, 1961 11: Lám. 122 n° 2484)¡ la pared está ocupada por dos frisos separados por baquetones, queda parte
del friso superior en el cual alterna motivo de circulo condntrico, sogueado y contCnuo, encerrando roseta; el otro motivo
en alternancia es vertical y atribuible a lritivm Magallvm
(MAn-r, 1983-84: Lám. CX..XV n° 138).
102) E. Vich. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz amarronado que salta en el interioL
Del friso inferior cfrculo sogueado con rOlleta de seis ~
talos alternando con lfnea ondulada vertical, a modo de separación de metopas; del superior se aprecia parte de un motivo circular y otro elemento vertical de base triangular.
103) E. Vich 1958. C .A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza¡ barniz rojo amarronado oscuro que ha saltado en parte de la decoración.
Dos frisos separados por baquetones; el superior formado por motivos circulares; el inferior metopado conteniendo
cfrculo con vegetal, idéntico en molde forma 37 de Arenza.n.a
(GAM.srro, 1978: Tabla 19 n° 21), del .motivo de separación
queda una línea ondulada vertical.
104-) Almoina zanja. C .A.V.
Pequeño frag. de pared. Puta roja oscura; barniz rojo
con brillo.
Dos baquetones separan los frisos, en ambos cín:ulos de
línea cortada, en el superior alternando con línea acabada
en punto, y en el inferior conteniendo roseta.
105) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso que
ha saltado en algunos puntos.
Decoración que acaba en dos baquetones, ea metopada
con motivo vegetal separado por líneas de grandes puntas de
flecha (GAaAtmo-SoLOVERA, 1975: Fig. 4 n° 24).
4-91
[page-n-502]
115
'
117
Scm.
Fig. 12.-
492
Formas dt&orodlu. Drag. 37
"tJN
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TBRRA S IGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
106) E. Vich-S. Andru 1959. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rojo ladrillo¡ barniz amarronado.
Dos baquetones dividen laa bandaa, decoradas, friso estrecho conteniendo conchas u hojas (M tzQUU.rz, 1961 ll:
Lám. 121). Friso auperior formado por la alternancia de dos
motivos muy bien impresos, uno es una hoja acorazonada en
forma de lazo idtntica al motivo en círculo segmentado sobre
forma S7 de 'llicio (GAMBI'ID, 1978: Fig. 91 n° 152), en nuestro ejemplar se inscribe en un doble cú-culo de Unea cortada;
tato alterna con motivo de boja semejantes a otras de la producción itilica (STuuco, 1959: Tabla XVU n° 98)¡ del friso
inferior se ve parte de un circulo de Unea cortada.
107) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. pasta rosa rojiza granulosa; barniz marrón que ha saltado en parte.
Friso en el que alernan roseta de ocho pttalos y motivo
vertical.
108) E. Vich-S. Andr& 1959. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo terroso que salta con facilidad.
Síntesis decorativa a bue de dos frisos •eparados por baquetones; el inferior con dos clrculos conctntricos; en el superior alternan cfrculos conc€ntricoa, dos sogueados y el cen·
tral cont!nuo, con motivo vegetal, teniendo la banda por parte
superior e inferior un pequeño circulito con puntos.
109) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasa rosa rojiza; barniz rojo anaranjado
que ha saltado en parte.
Frisos separados por baquetones; sólo en uno se aprecia
su composición, en alternancia motivo de dos clrcuJos con·
céntricos con punto y elemento vertical de dos palmetas uni·
das por cortas líneas onduladas atribuible a Tritivm MagaJJvm
(MAYBT, 1983-84: Lám. CXXXIX n° 291).
UO) Ausias March 1962. AM-62-3. C.A.V.
Diez frag. que unen dando perftJ completo de vaso con
19 cms. en la boca, 6'5 cms. en el pie y una altura de 7'6
cms. Pasta rosa rojiza granulosa; barniz rojo claro.
Decoración en dos frisos separados por baquetones. La
banda superior repite dos cí.rculos conctntricos, de línea sogueada y contínua respectivmente. El friso inferior can motivo vegetal que alterna c~n dos círculos conctntricos, de línea sogueada y contfnua, contiene tres pequeños círculos; este
último motivo es bastante extraño y el único paralelismo encontrado es en vaso de Hornos de la Cartuja de Granada,
si bien con dos círculos (StaMNo, 1979: Fig. 16 n° 27).
Ul) E. Vich-S. Andrés 1958. C.A.V.
Frag de pared. Pasta rosa rojiza; el barniz ha aaltado casi
por completo.
Paredes muy fmu. Decoración en dos friaos; el superior
con doa clrculos conctntricos sogueados conteniendo vegetal,
alternando con un motivo vertical de base trianguJar; en el
friso inferior se aprecia tres drculos condntricos, los dos exteriores sogueados y el otro condnua.
112) María de Molina 1958. MM-2. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa roj i.z a granulosa; barniz amarronado que ha saltado en parte.
Friso donde alternan motivos verticales y circulares; loa
primeros de ba.se trianguJar semejante a otros de nicio (GARA&JTO, 1978: Thbla
113) Avcllanas 1973-74. 79-98-22. C.A.V.
Fng. de pared. Puta rosa rojiza granulosa; barniz rojo
vinoso. Bandas decorativas acpa.r adu por baquetones; la superior ea la tinica que se ve, formada por un círculo de línea
sogueada que encierra u:na roseta de aeia p6talos, &to alternando con motivo vertical de base triangular.
114) Mosto Mila 1970. 79-41-29. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 16 ems. en la boea. Puta
roja claro; barniz rojo anaranjado.
Dos baquetones separan el borde del cuerpo, del que queda parte del friso superior con un motivo vertical atribuible
a Tritivm M aga!Jvm (MJZ.Qufluz, 1961 Il: Lám. UO¡ MG~n,
1983-84: Lám. CXXXVll), alternando con dos clrculos conclntricos c.on punto, siendo el exterior de línea sogueada y
el interor continua; vaso idtntico al nuestro en la colección
de la Casa de la Condesa de Lebrija, tambitn en Con.imbriga
y el motivo vertical en el cdecvmanvs• de Ampurias con una
datación del 160 d .C. (L
115) Avellanas 1973-74. 79-98·22. C.A.V.
Base con un diámetro en el pie de 7 cma. Pasta rosa asalmonada algo granulosa; barniz rojo vinoso.
Parte del friso inferior en el que alternan círculos concéntricos de Hnea cortada y condnua, con motivo vertical.
116) Proc. desconocida. C.A.V.
Prag. de borde y pared. Pasta roja clara; barniz rojo.
Un baquetón separa el borde la pared; de la decoración
queda un motivo vertical atribuible a 'Iritivm Magallvm
{DILOADO-MAYBT·MOmmNHO, 1975: XXXV n° 58 en Drag.
37b; MAYn, 1983-84: Lám. CXXXVJ n° 193).
117) E. Vich-S. Andréa 1958. C.AY.
Pequeño frag. de pared. Pasta roaa rojiza; barniz achocolatado.
Parte del Criso inferior con decoración en la que alternan
dos clreulos condntricos con punto, como el de nuestra pieza
n° 120 y un motivo vertical atribuible a Tritivm Magallvm
(MAvET, 198S-84: Lám. cxxxvn n° 230).
U8) E. Vich 1958. C.A.V.
F-rag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo oscuro.
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123
124
-=-=:~~se m.
¡------c==----~
126
FÍff. 13.- FlmTW da(/l'adas. ""Ol· 37
n..
494
•11M
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TERRA SIGrLLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Decoración poco marcada de la que se conserva un friso
entre baquetones que contiene tres c(rc.ulos concéntricos con
línea ondulada el exterior y al parecer eontínua los dos interiores; c!ste alterna con dos perlas a la ve.r tical.
119) Proc. desconocida. C.A.V.
.Base. Pasta roja clara muy granulosa; barniz rojo terroso
poco consistente.
Sobre un profundo sur co se desarrolla el friso inferior
en el cual alternan motivos circulares y verticales; el primero
compuesto por tres cfrculos concéntricos, los dos interiores
de l!nea cortada y un punto central; el motivo vertical a base
de una línea ondulada que une dos form.as acorazonadas.
120) .E. Vich-S. Andrés 1958. C.A .V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada con lagunas; barniz rojo amarronado de mala calidad.
Friso entre baquetones compuestos por dos drculos cancéntricos con punto, separados por cuatro perlas formando
una línea vertical, motivo semejante en forma 37 de Palencia
(MEZQofRIZ, 1961 11: Lám. 105 n° 1941).
121) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso.
En la pared in terior tien e marcadas dos ranuras. La decoración sobre un friso de triángulos; en la banda tres cfrculos concéntricos, siendo el exterior sogueado y los otros contínuos, éste motivo alterna con una línea vertical de pequeños
círculos.
122) E. V ich-S. Andrés 1958. 79-193-27. C.A.V.
Base con 6 cms. en el pie, Pasta rosa rojiza; barniz rojo
terroso que ha saltado en parte.
Friso entre baquetones; alternan motivos de dos círculos
concc!ntricos con punto y motivo vcrrical de extremos trian.gulares.
123) Avellanas 1973. A-73-26. C.A.V.
Pared y pie con 6 cms. Pasta rosa rojiza; barniz rojo tierra oscuro, siendo al interior una fina pelfcula.
Frisos separados por baquetones. El superior con la repetición de dos d rculos concéntricos¡ e.n el inferior tres d rC\.1los concéntricos alterna.n con motivo vertical formando por
do.s c(rculo,s unidos por lfnea idéntico en Tricio sobre forma
37 (Gt.MBn'O, 1978: Tab. 44 n° 8).
124) Ermita Sant Jordi. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta amarillenta grisácea; barniz rojo
vinoso.
CCrculos concéntr_icos, tres de Unea cortada y el interior
mal impreso con punto, alterna con motivo vertical.
125) E. Vich-S. Andrés 1958. 79-193-8. C.A .V.
Borde y pared, con 16 m cms. en la boca. Dos frisos entre baquetones; el superior con dos c(rculos concéntricos¡ en
el inferior círculos semejantes alternando con motivo vertical
atribuible a Ttitivm MagalJvm (M t.'lET, 1983-84: Lám.
2301).
cxxxvn n°
126) Ausias March. AM-62-2. C.A.V.
Seis frag. que dan perfu de borbe y pared, con 17 cms.
en su boca. Pasta rosa rojiza¡ barnú: rojo oscuro.
Decoración en dos frisos separados por baquetones; el
superior repite tres círculos concéntricos, los dos exteriores
de línea cortada y el interior eont!nua ; la banda inferior no
se aprecia. Muy semejante a un vaso forma 37 de Itálica,
también en Bezares sobre Drag. 29 y Conimbriga {MllzQ.ut·
lUZ, 1961 11: Lám. 297 o 0 2; GAMBn'O, 1978: Tab. 41 n° 18¡
DI'.LC...oo-Mt.vtt-MouNTINRO, 1975: Lám. XL n° 95).
127) Ausias March 1962. C.A.V.
Seis frag. qu e dan perftl completo de vaso con 17 cms.
en la boca, una altura de 7 CIX1J5. y un diámetro en la base
de 6 cms. Pasta anaranjada; barniz rojo hacia naranj a.
Dos baquetones separan l.as bandas decoradas¡ la superior
formada por L repetición de tres cfrculos concéntricos, dos de
a
línea cortada y el central muy pequeño de contínua 1 están cortados en su parte superiorj unto al borde; la banda inferior tarnbioo
con elemenros circulares concéntricos cuatro y punto central,
ondulado, sogueado y conúnuo respectivamente.
128) Mosén Mila. 79-4-1-32. C.A.V.
Borde y pared con 17 cms. Pasta rosa rojiza; barniz rojo
terroso.
Friso superior con repetición de dos círculos concéntricos, el exterior de línea sogueada y cortada el interior.
129) Ermita Sant J ordi. C .A.V.
Frag. de pared. Pasta roja grisácea con diminutos puntos blancos; barniz rojo.
Frisos separados por dos baquetones, en ambas bandas
se repite el mismo motivo, doble drculo concéntrico con punto, la linea exterior cortada y la interior continua (M!7~Uf
IUZ, 196J U: Lám. 102 n ° 1778).
130) Proc. desconocida. C.A.V.
Pequeño f.rag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz
rojo amarronado.
Motivo compuesto por tres cCrculos concéntricos, los dos
ex1eriores de línea cortada y el interior contínua, idénticos
a nuestro n° 127.
131) Hierba 1973, H-73--4.
Frag. de pared. Pasta r osa rojiza; barniz rojo terroso.
F r isos entre baquetones, en ellos se repite un círculo de
línea sogueada
132) .Ermita Sant J ordi O.A.V.
Frag. d e pared. Pasta roja clara; barniz rojo ladrillo.
Pared muy gruesa, queda la parte inferior de la pared,
se repite el mismo motivo dos grandes círculos concéntricos
de Unea contínaa
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-==-=-Se m.
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Sem
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Fig. 15. - Ftrrnuu duuradas. Drat. 37
•tu
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Fig. 16.-
498
Form4S Ma!rodas. Drq. 37
•t~~~
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TER.RA SlGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
133) Hierba 1973. C.A.V.
Frag. de pared. Puta rosa rojiza granulosa; barniz rojo
claro. Friaos entre baquetones en los que se repite un círculo
único de línea sogueada.
134) PI. Virgen. 79-F-20. C.A.V.
Fra.g. de borde y pared con 17 cma. en la boca. Pasta
rosa ualmonada; barniz rojo terroso que ha saltado en parte.
Friso superior formado por la repetición de un motivo
circular a base de tres círculos con~ntricos, el exterior posiblemente de l!nea ondulada. el del centro cortada y el interior continua.
135) E. Vich-S. Andris 1959. 79-193-20. C.A.V.
Base con 8 cms. en el pie, que es muy b~o. Pasta rosa
anaranjada; barniz rojo tierra.
Queda parte del friso inferior entre baquetones y formado por la repetición de tres círculos con~tricos, dos sogueados y uno contínuo.
136) Ermita Sant Jordi. C.A.V.
Frag. de parte inférior de pared. Pasta amarillente rojiza
con puntos blancos; barniz rojo anaranjado.
Serie de círculos entreluados de línea cortada.
137) PI. Reina. C.A.V.
Frag. de pared. Paata fuerte granulosa; barniz amarronado.
Friao enmarcado por baquetón, ocupado por la repetición de un círculo de línea cortada cui id~nticos a un
molde forma 37 de lHcio (GAllAIJTO-Soa.ovUA, 1975: Fig.
8 n° 30).
138) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta salmón con puntos blancos; bar:n.iz
rojo amarronado.
Decoración de grandes círculos conc~ntricos, dos exteriores sogueados y lo& dos interiores mucho más pequeños
de línea contfnua.
139) E. Vicb 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo ama·
rronado.
Dos frisos entre baquetones, en ambos se repite el mis·
mo motivo, dos círculos condntricoa de línea cortada.
140) E. Vich-S. Ancl.ris. 79-192-50. C.A.V.
Borde y pared con 16 cms. Pasta rosa anaranjada; barniz
naranja que salta con facilidad.
Separando el borde del cuerpo dos baquetones y bajo
útos un friao de dos círculos con~ntricos sogueados (AntÁN,
1958: Um. m n° 3).
141) Avellanas 1973. A-73-26. C.A.V.
Frag. de borde y pa.red. Pasta roja claro con pequeños
puntos blancos; barniz rojo terroso mala calidad y que salta.
Friso decorativo superior formado por dos círculos consogueados y de ICnea cont(nua respectivamente.
c~ntricos,
142) Avellanas 1973. A-73-36. C.A.V.
Frag. de borde con 12 cms. de diámetro. Barniz rojo claro.
En friao superior repite dos círculos oonc~tricos cortados al contacto con el borde.
143) Barchilla. C.C.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo vivo.
Friso entre surco inferior y un baquetón superior, en~~
ae repiten dos círculos condntricos, de l(nea contfnua el interior y cortada al exterior.
144) E . Vich-S. Andrés 1958. 79-192-21. C.A.V.
Frag. de borde y cuerpo, con U cms. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo ladrillo, mate mala calida.d.
En el friso superior repite dos círculos conc~tricos algunos de los cuales están cortados en su contacto con el borde;
el inferior id~tico.
145) Barchilla. C.C.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza muy granulosa; rojo
anaranjado muy mala calidad y que ha saltado en parte.
Friso separados por baquetón; el superior con un círculo
repetido y muy mal impreso; el inferior tres círculos conc~n
tricos cont(nuos.
146) E. Vich·S. Andres 1958. 79-193-9. C.A.V.
Frag. de base, con 6 cms. en el pie muy bajo. Pasta rosa
rojiza¡ barniz rojo terroso oscura.
Frisos conte niendo, en ambos el mismo motivo a base
de dos círculos con~ntricos (MUQuhuz, 1961 TI: Lám. 105
n° 1945).
147) PI. Virgen. 79-F-5. C.A.V.
Frag. borde y pared, con 16 cma. en la boca.
Separando el borde de la pared un baquetón; el friso superior con una banda de círculos con grueso punto central
(MaQuf~, 1961 U : Um. 105 n° 1940).
148) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; bami.:t rojo teJTOSO.
Do• baquetones separan los frisos; del superior se ve parte
de un círculo ondulado que pertenecería a id~ntico motivo
que el del friso inferior, que es un eírculo ondulado encerrando una gruesa perla que a su vez se inte.rcala el exterior
(M u.Qu!IUZ, 1961 Jl: Lám. 104 n° 1863).
149) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz amarronado que
ha saltado totalmente al exterior.
Bajo dos baquetones un friso ocupado por una composición de círculos condntricos de gran tamaño, el exterior de Unea cortada y el interior continua, entre este motivo por arriba
y abajo se intercalan otros mb pequeños de línea continua.
+99
[page-n-510]
OO!i
ZiNJ.DIVW 1 SONlsa.LNOW
·r
[page-n-511]
TERRA SIGILLATA HISPÁNICA EN V!,.LENTJA
150) E. Vich. 79-193-21. C.A.V.
Base con 4'8 cms. Pasta rosa rojiza con muchas impurezas; barJliz terroso formando una fma pelfcula en parte desprendida.
Frisos separados por baquetones; en el inferior drculos
·sueltos y en el superior drculos entrelazados formando grupos.
151) E. Vich. 79-193-l . C.A.V.
Frag. de base con 6 cms. en el pie. Barniz anaranjado
sucio.
Queda parle del friso inferior a base de tres círculos concéntricos, motivo mal impreso.
152) E. Vich-S. And.rés 1958. C.A.V.
Frag. de pared i.n ferior. Pasta rosa anaranjada; bar.niz
rojo hacia naranja.
Parte del friso inferior compuesto por dos círculos concéntricos unidos a un grueso motivo vertical por bastoncitos.
153). ~- Vich-S. Andrés 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo terroso.
En la parte inferior un estrecho friso de drculos con linea ancha semejantes a otros de Bronchales (ATIUÁN, 1958:
Lám. 1 n° 4), sobre esta banda una composición de círculos
entrelazados.
154) Colegio Loreto. CL-4. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 19 cms. Barniz rojo terroso.
Decoración formada por cír culos entrelazados, de mala
impresión; este motivo aunque algo mayor lo encon tramos
en 'fricio (G... I!,AJIJTO, 1.978: 'Thb. 42 n° 1).
155) E. Vich-S. Andrés. 79-192-14. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 13'5 cms. Barniz arna.mmado.
Decoración en dos !'risos separados por baquetones¡ ambos frisos con serie de d reulos de línea cortada entrelazados,
que forman ondulación.
156) E. Vich-S. Andrés 1958. C.A.V.
'Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz achocolatado
que ha saltado en parte.
.Friso, entre baquetones y puntos, de círcul os de soga entrelazados.
SIGILLATA HISPÁNICA TARDÍA
157) Ballestería 1969. C.A.V.
Base de forma indeterminada. Pasta anaranjada; barniz
naranja.
Pie de galleta. Sobre un fino baquetón se desarrolla la
zona decorada de la que sólo conserva parte de J(nea on·
dulada.
158) Avellana 1973. A-73-12. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta anaranjada; ba.r niz naranja.
Banda decorativa en la que alternan gruesos círculos sogueados con motivo vegetal vertical, combinándose en la parte superior con pequeños círculos con punto.
159) Barchilla. C.C.V.
Frag. de l)ared. Pasta rosa naranja; engobc naranja.
Relieve muy _
poco marcado. Semicírculo de puntas de
flecha entre baquetones (Mu.QuiRu:, 1961 ll: Lám. 129 n°
2640) alternando con un círculo y punto, todo diapueato rodeando ot:ro3 motivos circulares o semicirculares.
160) PI. Virgen 1959. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta naranja clara; barniz naranja
mate.
Es la parte inferior de la pared decorada a base de grandes ruedas marcadas por baquetones y dejando entre ellos
puntas de flecha, en el centro se cruzan dos líneas de puntas
d e flecha; esquema semejante, aunque con otras líneas de
puntas de flecha entre las ruedas, en un vaso decorado de
Ga!Jur, pertenece al estilo 2°, de Mayet y 4° de Mezquiriz
(MAYET, 1983-84: Lám. CCL.Xlll n° 167; M&7.QU 1 1961
fRIZ
1: 117).
161) Proc. desconocida. C .AY.
Frag. de borde con unos 21 cms. Pasta anaranjada; barniz naranja.
Labio desarrollado hacia el exterior, escalón en la separación de la pared.
INDETERMINADA (29 y 37, con toda probabilidad)
162) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja claro; barniz rojo ladrillo
mate que ba saltado en casi toda la superficie.
Un figura humana bastante grande que nos recuerda las
grandes representaciones de Apolo del centro de Bezares
(GA.RMUTO, 1978: Fig. 33).
163) Ausias March 1962. AM-62-10. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo amarronado que ha saltado en parte.
Composición metopada en la que se ve parte del motivo
de .separación formado por líneas verticales onduladas, en el
centro de L metopa figura h umana caminando a izq., semea
jante pero hacia der. a otro sobre vaso 37 de Mérida (ME. .
z
Quí~tu, 1961 U: Lám. 61 n° 351).
164) Mosén Mila 1970. 79-4-1-35. C .A.V.
Frag. de pared. pasta rosa asalmonada; barniz rojo vivo.
Una línea vertical de puntas de flecha separa dos figuras
humanas de lu q ue sólo se aprecia la de la izq., se trata de
una representación de Mercurio el cual lleva en su mano izq.
alas y caduceo, este motivo guarda relación con el publicado
501
[page-n-512]
163
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174
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173
. 17.9
17 8
182
181
183
Sem.
Fig. 18.- Fragtn#niiJs .Drag. 29 y 37
502
[page-n-513]
T.BRRA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
por Mc:zquJriz en vaso 37 de Pamplona en un cont<:JttO entre
nn del e. 1 y mitad del S. II (MuQuhuz, 1961 II: Lám. 56 n°
254; ÍollM, 1958: 260 Fig. 117, 200 Fig. 95 n° 15), este mismo motjvo en '!ricio sobre forma 30 en decoración metopada
con .figura de Minerva ( GARAI!ITO, 1978: Tab. 4 o 0 13).
165) Moxa Míla 1970. 79-41-35. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada ligeramente granulosa; barniz amarronado.
Animal en carrera (Mu.QufJUZ, 1961 11: Uro. 76 n° 283)
y parte de un vegetal.
166) PI. Virgen. 79-F-31. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo terroso.
Jaba!( en carrera, n.o muy bien Impreso, motivo semejante en M6rida sobre vaso 37 (MnQuúuz, 1961 II: Lá.m. 72
n° 695); el jabalf como motivo decorativo no es muy abundante en la producción Hispánica pero sf lo es en la Gálica
(KNOU, 1919: Lá.m. 65 n° 3).
167) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada con puntitos blancos; barniz rojo amarronado.
Friso de cfrculo con puntos, entre baquetones; del resto
de la decoración quedan los cuartos traseros de un animal.
168) Proc. desconocida.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo anaranjado.
Queda parte del motivo de separación de metopas fo,..
mado por tres l{oeu onduladu verticales; la metopa ocupada
por animales.
169) PI. Virgen 79-F-4. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo terroso que
ha saltado en parte.
Decoración metopada, del motivo de separación queda
una Unea ondulada vertical¡ el centro de la metopa con motivo vegetal flanqueado por Uneu verticales de pcrlitu y e.n
su extremo inferior un horizonral de punw de flecha.
170) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Puta rosa asalmonada; barniz rojo ladrillo sin brillo.
Decoración me topada, con motivo de separación de cuatro ICoellll ouuulauu verticale~; el ~ntro de la metopa ocupado por motivo vegetal atribuible a lritivm Magallvm (Mk
Vll'l' , 1983-8~: Lám. CLX n° 1074).
171) Ermita Sant J ordi. C.A.V.
Frag. de pared. Puta roja clara; barnh: rojo.
Baquetón y sobre 8 un friso del que sólo queda un motivo vege tal atribuible a 'n-itvlll MagalJvm (MAYBT, 1983-84:
Lá.m. C LXV).
172) E. Vich-Vitoria l971. C.A.V.
Frag. de pared. Puta roja clara granulosa¡ barniz rojo
vivo.
Decoración metopada, bajo un friso de pequeños clrculoa entre baquetones; el motivo del separación a base de seis
líneas onduladas verti cales y en el centro una Unea de punta&
de flecha; en el de la metopa queda la extremidad de un
animal.
173) Ausias March 1962. AM-62-11. C.A.V.
Frag. de pared. Puta rosa rojiza; barniz. marrón que ha
saltado en parte de la superficie.
Entre gruesos baquetones un friso metopado, con motivo de separación del que se ve una línea ondulada venical;
la metopa ocupada por la triple repetición de motivo globular
con largo pie acabado en perla, atribuible 'fririvm Magallvm
(MAYBT, 1983-84: Lá.m. C LXVII n° 1373).
174) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz marrón rojizo.
Friso en el que se repite un motivo globular.
175) Avellanas 1973. A-73·9. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa amarillenta; barniz roj o vivo.
Sobre un friso de puntas de flecha entre baq ueton~ sed~sa.rroUa la decoración metopada; motivo de separación formado por cuatro líneas onduladas verticales y en el cen tro repetición de dos círculos concéntricos; en Andújar aparece un motivo
de separación id~ntico solo que un poco más grande, en molde, junto a un friso metopado con motivo de Unta de adormidera bacía abajo que bien pudiera ser parte del que aparece a
la izq. de nuestro fragmento {ROCA, 1976: Lá.m. 40 n° 123).
176) P roc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza¡ barniz rojo vivo.
Decoración metopada, queda parte del motivo de sepa·
ración formado por seis lineas onduladas verticales y en el
centro puntas de Oecha.
177) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa oscura; barniz amarronado
mate.
Padred muy gruesa; friso de puntu de Oecha entre baquetones; sobre 8 decoración metopada, con motivo de separación formado por cuatro líneas onduladu verticale:~ y una
de puntas de flecha; en la metopa una roseta, de otra . etopa
m
se ve parte de un pequeño círculo.
178) Proc. desconocida.
Frag. de pared. Puta rosa rojiza. Barniz amarrooado.
Roseta de múltiples pétalos rodeada de cfreulos de lfnea
contfnua, decoración con un marcado relieve; huellas dactilares del manipulador en la pared interior.
179) . .Proc. desconocida.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso sin
briUo que ha saltado en parte.
503
[page-n-514]
185
18 6
.
187
18 8
Sem.
~
\
\
192
Fig. 19.-
504
Fiwmas lisa.s. RiJl. 8
1
)
193
[page-n-515]
T&RRA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Círculos con~ntrioos que encierran algo parecido a una
copa (MEZQ.utRrz, 1961 ll: Lám. 162 n° ~1), en la parte inferior del friso un pequeño cfrculo con punto.
180) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Paata rosa asalmonada; barniz rojo mate.
Friso de festonea conteniendo vegetal y alternando con
líneas venicales de punta de flecha.
181) E. Vich 1958. O.A.V.
Frag. de pared. Puta rosa anaranjada; barniz marr6n
rojizo.
Dos baquetones dividen los íriaos¡ el superior metopado
con motivo de separaci6n a base de tres líneas onduladas verticales¡ el inferior es una banda en la que se repiten cuatro
círculos concéotricos con punto, dos exteriores sogueados y
dos interiores de línea contfnua, estos cfrculos montan el baquet6n que por debajo delimitan el friso.
gar la forma; el n ú mero corresponde al del inventario
general de la TSH en Valentía y se identifica con el dibujo de la figura; a continuación se indica el solar donde se halló la pieza y la colección dond e se encuentra
actualmente.
roaMA
COLECCIÓN
t85
Cl E. Vich·S. Andrtt
Cl Aa.slu Muda 1962
PlVirp
Cl B~tthilla
Casa lkalliurc
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Valelláa
Ay. de ValcDCia
Ay. de Valencia
A . de Valcacia
y
Ay. de Vabcia
Ay. de Valeacia
Catedral de Valencia
Ay. de Valencia
ladeterminado
Cl A111ÍIJ Marcb 1962
Cl Barchilla
Cl Barchilla
Cl AvdiiiW 1973-74
C/ Avdlanu 1.973·74
Ay. de Vale~~cia
Ay. de Valencia
Catedral de Valenci&
Catt4nl de Valencia
Ay. de VaiCDcia
Ay. de Valencia
IAdctUliiÚUido
Cl AvcllallU 1973
PI. Reina 1969
PI. Virp t97S
C/ Avdlalw
Ermita S. Jordi
Ermita S. Jordi
Cl Barcbi.Ja
CJ Emb.jador Vid>
P.rmha S. Jordi
Cl Au.sias Marcb 1962
Ermita S. jordi
Pl Reina
Ermita S. jonli
Ballutctfa 1969
Avellanu 1973·74
Avelluu 1
973·74
llldcL
lndcL
223
AIIJÍU Mutb ~
&. Vleh..S. Andrá
AvciWw 1.962
A de Val(D(ia
y.
Ay. de Valencia
Ay. de Vale~~cia
A de YaleAcia
y.
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Catedral de Valencia
Ay de Valmcia
.
Ay. de Valmcia
Ay. de Valmcia
Ay. de Valencia
A de Yllmóa
y.
A de Yllcocia
y.
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Valelláa
AJ. de Ya!CIICia
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
AJ. de Vakncia
Ay. de YlleDCia
Ay. de Valeocia
224
225
tndetenninado
Auñas Mutb 1962
Ay. de Yllcoc.i&
,.,.,. de Valencia
188
189
190
191
192
193
1.94
Cl &rmíta S. jordi
Cl &mita S.Jorcli
Cl Ermita S. Jordi
Cl Awiu Marda
PL
V'~tp
Dra¡. 241!5
195
196
1.91
198
199
200
183) E. Vich 1958. O.A.V.
Frag. de pared. Pasta amarillo-grisácea con diminuto dt·
grasante¡ barniz lila oscuro?
Decoraci6n en dos frisos separados por baquetones¡ mo·
tivos de cl'rculos conc~ntricos, en la banda inferior tres: sogueado, cont:fouo y sogueado.
LUGAI RALLAZCO
186
1
87
182) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Puta rosa anaranjada; barniz marr6n
rojizo.
Friso sobre surco¡ en él alternan dos cfrculos conoéotri·
cos de Jrnca contfnua con un motivo vertical (MzzQufttn , 1961
n: Um. uo).
NÚM.
&itt• •
Dn¡. 27
201
202
203
20i
184) Proc. desconocida. C.A.V.
20$
Frag. decorado, probablemente Drag. 37. Pasta rosa asal·
monada¡ barni.z rojo mate.
Dos baquetones separan los frisos; del superior quedan
reatos decorativos dificiles de identificar. El inferior está ocupado por una escena donde conviven dos figuras, una peque·
ña y otra mucho m ás grande que monta, en la cabeza, sobre
los baquetones de separaci6n¡ esta última represe nta a A polo
con lira en su mano izquierda, muy semejante al que aparece
en Bezares (GA.ttAJrro, 1978: Fig. 33 n° 138 y 139; MAnT,
1983-84: Lám. CXll n° 2245) si bien el nuestro parece lige·
ramente más pequeño. Otro elemento de esta banda inferior
es una pequeña roseta y dos motivos verticales con un extre·
mo en roseta y línea ondulada, seguramente en el otro extremo se cerrarla con la misma roseta (GAM!Ino, 1978: Tab. 43
n° 6).
206
207
208
209
vo
211
212
m
214
215
216
217
218
219
220
2V
222
FORMAS LISAS
Avellanas
Dnr. 35
Con el fm de no hacer excesivamente monóton o
el inventario de las piezas sin decorar las agrupamos
en una tabla general en la que indicamos en primer l u·
505
[page-n-516]
(
1
fo1mm'
19 5
196
197
1
~
200
\-~======(;
201
203
Scm.
~__,.)
\
Fig. 20. - FiJmw litas. Drag.
506
2~/25
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205
J
[page-n-517]
212
214
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217
~------------~----------~
)
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/ 218
c-~---~7
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-==-=-Scm.
Fig. 21.- Formas lisas.
Drac. 27
507
[page-n-518]
~
4;S
7
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226
1
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227
J
1
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l 230
cm.
236
235
237
Fig. 22.-
508
;;
FormtJJ lisar. Drag. 33, 35 y 36
)
[page-n-519]
TERRA SIGILLATA HISPÁNICA E.N VALENTlA
NÚM.
LOCAl HALLAZGO
COLECCJÓN
226
227
228
229
FORMA
Indet.
E. Vtth.S. Alldtá J9S8
Pl Vu¡e.a 1975
Avell:uw 1973
AvdlllW 1913-74
hldet.
Ay. lk
Ay. lk
Ay. !k
Ay. de
Ay. lk
Ay. de
Drac· 55
NÚM.
LOCAl HALLAZGO
268
PO.BMA
hldct Ay. dt Valencia
Dmc· 46
230
231
Valencia
Valencia
Vak11w
Vakneia
Vllencia
Valencia
Benoct U
26~
m
Auaiu Ma.rch 1962
2SS
A
.diaDas
234
m
B. Vicb.S. Andrá
Ermita S. jordi
236
237
238
Avdi&JW 1973·74
Balthilla
PI. Vir~n
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. lk
Ay. de
Ay. de
Valencia
Vale.ncia
Valencia
Valencia
Valencia
Valencia
Valencia
Colegio
Lor~lO
Ay. de Valencia
Hiep.!
m
A~ 1973·74
E. Vith·S. Andrés 58
R. Vith-S. Andrés 58
E. Vich·S. Andrá 58
E. Vich 1958
Ay. de Vakuia
Ay. dc Vakuia
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
m
Barclúlla
Catedral de Valencia
276
277
278
279
280
281
B. Vich-S. Andrá 58
Mom Míla 1970
270
Dra5."
COLECCIÓN
271
272
273
Hiep. 10
Hilp.7
Hiep. 4
239
2~
241
242
2H
2..
245
E. Vich.S. Andrá 1958
M• Malina 1958
M' Molina 19~8
.E. Vicb.S. Andrá
.E. Vich·S. Andrb
Avdlanu
Bardlilla
Ay. de Vakncia
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Y»encia
Ay. de Val.cncia
Ay. de Valencia
Catedral de Valencia
Buchilla
Balthilla
Catedral de Valencia
Catedral de Valencia
Indct
282
PI. RW!a
Pl Vi'F
gnnita S. Jordí
Ermita S. Jordí
283
Ermita S. Jordi
284
28S
Aodlanu
286
Pl
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Valencia
Vale.ncia
Valencia
Valencia
Val~ia
Valencia
Valencia
Valencia
Hiap.SO
Hitp. 6
H6
247
Bardlilla
Ay. de Valencia
C1!edral de Valencia
Plato mdet
DR1. UJJ7
248
249
250
251
252
m
m
m
256
257
258
259
260
261
262
E. Vich 1958
Pl. Ví'F 1975
lndct.
AvdJAJIU 1973-74
E. Vich.
E. Vith·M' MoliDa
E. V'Jch 1958
E. Vich 1958
B. Vich 1958
Avcllmu 1973-74
Pl Reina 1980
Ausiu Mmh 1962
Banhilla
MoKll Mila 1960
E. Vích 1958
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Ay. de
Valencia
v.lencia
Valencia
Valencia
Valenc:U.
Valencia
Valencia
Valencia
Vale11cia
263
294
Catedral de Valencia
Ay. de Vaklltia
Ay. de Valencia
E. Vich·S. Andtts 58
Ay. de Valencia
A de Valencia
y.
Ay. de Valencia
lnd.et.
lndet.
Mc*n Mila
lndet.
Auaiu March 1962
Auaiu March 1962
Mar 1971
A~UJnu 1973
E. Vid! 1958
Ay. de ValencU.
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Valenc:U.
Ay. ele Valencia
Ay. de V.alencU.
Ay. de Valen~
Pl Vlrp
llardúlla
lndet.
E. V'Jch 1958
E. Vich 1958
Ay. de Valencia
Catedral de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Vakncia
Ay. de Valeneia
A de Vakocia
y.
Iadctttm.
295
296
297
298
299
Ay. de v.lencia
n,... «
E. VJch-S. Andrés 58
289
290
291
292
m
Ar· de Valencia
267
287
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Ay. de Valencia
Ermita S. Jordi
Ermita S. Jordi
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266
Ay. de Valencia
Bltp. 20
Ar· de Valencia
Dns· 18
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Vir~
Las piezas lisas ocupan el 4-5'72% de los productos hispánicos (MoNTESlNOs, 1982). El cuenco Ritt. 8,
n° 185 a 194-, es la tercera forma lisa en importancia;
presenta variedad e.n sus diámetros de boca, así como
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[page-n-520]
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Fvrm4s lisas. Drat. 18, Hisp. 7.1 50
[page-n-523]
TERRA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
en la incurvación del perfil; para Mezqufriz esta curvatura tiene u.n valor cronológico pues los tipos más antiguos tienen la incurvación hacia el interior, como es el
caso de Jos n° 189 y 191, en tanto que los más abiertos
son más tardíos. Su frabricación comienza a mediados
del s. I d.C. no estando clara la finalización de su producción.
Los n° 195 a 200 corresponden a la forma 24/25;
los primeros ejemplares de la forma se sitúan en los estratos más antiguos de Pamplona, hacia el 50 d.C., con
decoración a ruedecilla (MJ!.ZQ.utRiz, 1961 1: 58), evolucionando hacia fines de siglo remarcando aún más la
moldura; desaparece antes del principio del s. n en
que es sustituida por la 44; esta cronología es apoyada
en Andújar (RoCA, 1976: 19, Lám. 163) si bien su
autora la lleva a principios de la segunda centuria; en
Conimbriga aparece en .niveles de 'll-ajano. Dos de
nuestros ejemplares, n° 195 y 196, disponen de ruedecilla en el borde, de ellos el primero es el que más cerca
está de los productos gálicos, los otros vasos se enmarcan en un momento más avanzado de la producción sin
decoración a ruedecilla.
Los n° 201 a 223 pertenecen a la forma Drag. 27;
es el tipo liso más numeroso y sobre el que aparecen
más sellos de alfar; en concreto los alfareros son: AemiLivs Matemvs de nitivm Magallvm, Ave, Firmvs Tritiensis, Lapillivs de 'll-itivm Magallvm, Q Lvc() Fla()
de 'IHtivm Magallvm, Lucivs Sempronivs, Valerivs Patemvs de Tritivm Magallvm y otras de dudosa adscripción. Podemos distinguir tres grupos: el primero formado por vasos de pequeño y medio tamaño con pastas
y barnices, en general, de buena calidad y labio marcado y redondeado al exterior, n° 201 y 202; un segundo
grupo en el que ha desaparecido el labio marcado y
suelen ser de mayor tamaño que el precedente, n° 212
a 222; u.n tercero de perfll semejante al anterior pero
de tamaño mucho mayor, n° 223. En Conimbriga vasos con labio marcado, a semejanza de nuestro grupo
primero, se encuentran en u.na estratigraffa claudiana,
el segundo grupo lo identificamos con los apartados 2,
3 y 4 de Conimbriga con una datación del final del s.I
y mitad del s.II d.C., también nuestro tercer apartado
aparece en Conimbriga con idénticas características en
el tamaño de los vasos.
Los n° 224 y 225 más dos frag. de base y u.n sello
de dificil identificación, que también podría pertenecer
a una forma 46, corresponden a la forma Drag. 33. En
Conimbriga los vasos de esta forma se datan en el reinado de Trajano (DeLGADO-MAYBT-MovNTINHo, 1975:
185, Lám. Llll); para Mayet su producción se sitúa entre la segunda mitad del s.I d.C. y principios del s. li
(MAYET, 1983-84: 73).
Al Servicio 35/36 pertenecen los n° 226 a 238; tanto la copa como el plato llevan decoración de hojas de
agua a la batbotina, aunque hay ejemplares que carecen de ella. La forma 35 dispone de varios tipos para
el borde desde el incurvado y alargado hasta el redondeado y pegado a la pared, n° 231. La 36 es más monótona en su perfil. En Conimbriga aparecen ambas formas con u.na cronología pareja en época flavia y
trajana, sin llegar en ningún momento a una cronología tan amplia y avanzada como plantea Mezqufriz.
La forma 44, está representada en los n° 265 a
267, con La pared curva y marcada moldura en mitad
de La pared externa; el borde en moldura cóncava al
interior. En Hispania comienza a fabricarse a partir
del s. II d.C. El centro de Andújar fabrica la forma en
un contexto que no sobrepasa el s. II; otro centro que
constata la forma es Bronchales, en cierta forma nuestro n° 265 se asemeja mucho al de este taller (ATRIÁN,
1958: 148); el otro centro donde se constata su fabricación es Bezares dentro del S. n (GARA81'l0, 1978: Fig.
48 n° 22).
La pieza n° 268 la hemos incluido en la forma 46,
a pesar de que puede confundirse con la 33; en Conimbriga se puede seguir en esta forma u.n proceso evolutivo claro: primero con borde oblicuo, a continuación incurvado y al final desaparece, que es la forma de
nuestro ejemplar. Mezqufriz coloca el momento de fabricación durante el s. ll y parte del s. III siguiendo
las excavaciones de Liédana y Pompaelo (MuQubuz,
1961 1: 64), en Andújar se sitúa entre la mitad y el fin
del s. Il (RocA, 1976: 44).
La cantimplora Hermet 13 está representada con
un único ejemplar, n° 269, el cual incluimos entre los
productos lisos por darle una ordenación concreta aunque somos conscientes que al disponer sólo de la boca
también podría pertenecer a una pieza decorada. La
cronología de la forma tiene un desarrollo paralelo a
la Drag. 29 en la producción gálica, con una perduración hasta avanzado el s. II; en Hispania se han hallado moldes para la forma decorada en un entorno cronológico de los s.I y II (GARABITO, 1978: 227). Nuestra
pieza por características de pasta y barniz la podemos
situar dentro de la segunda mitad del s. I d.C.
Cinco piezas tenemos inventariadas de la forma
Hispánica 2, n° 270 a 274. Imita los vasos de paredes
f10as de época Oavia; es un vaso globular de pie bajo
con borde vuelto hacia fuera; presenta decoración de
gotas de barbotina o bien de líneas horizontales en rehundido; el n° 270 coincide en perfil, labio y cuerpo
con la forma pero tiene un excesivo tamaño para la generalidad de estos vasos. La cronología probable adjudicada en Andújar dentro de la segunda mitad del s.I
alcanzando su apogeo en los primeros años del s.II, en
Bezares sucede algo similar, en Liédana aparece en la
villa del s.II y en Pamplona a mediados de la primera
centuria, siendo para Mezqufriz el s.II el de más apogeo y perdurará hasta el s.m.
La forma Hispánica 4 está representada en los n°
239 a 244. De ellos los n° 239 a 243 corresponden a
un tipo semejante con pared curva, borde más o menos
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[page-n-524]
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Fmnas lúas. Búp. 20 e idltermiruulas
515
[page-n-526]
J. MONTESINOS 1 MARTÍNEZ
horizontal ensanchándose hacia el exterior y decoración a ruedecilla; el n° 244 se diferencia de los anteriores y es muy parecido a un plato de Andíljar, si bien
el nuestro es de mayor tamaño (ROCA, 1976: Lám. 21
n° 71), en este centro su fabricación alcanza el punto
culminante a fines de la primera centuria y principios
de la segunda, aunque continúa su fabricación basta
final del centro a fmes del s.II.
El n° 245 entraña problemática en su adscripción,
o bien pertenece a los platos que Mayet inclu ye en la
forma Ludowici Tb o entraña dentro de la variante 4
sin ruedeciUa en el borde.
Los n° 246 y 2+7 los acljudicamos a la forma Hispánka 6, aunque observamos algunas diferencias respecto al tipo defmido por Mezquíriz (MsZQulluz, 1961
1: 137), en primer lugar el perfil de nuestros platos es
mucho más aplanado y el barniz tiene brillo, cosa que
no sucede en esta forma en otros yacimientos; Mezqufriz les da una cronología tardía en estratos de Pamplona de los siglos III y IV; en 'Iricio localizamos esta forma con un barniz mate, en este centro hay un platito
que tipológicamente está cerca de los nuestros aunque
es mucho más pequeño (GAAAarro, 1978: Fig. 105).
Los o 0 248 a 262 corresponden a platos de forma
15/17, ~ste imita el prototipo gálico. En un momento
hacia fmes del s.l d.C. el tipo hispánico está plenamente definido y es segíln Roca por imitación de la Drag.
31 (R OCA, 1976: 36). En Jos estratos de Pamplona aparece con una perfecta evolución desde la segunda mitad del s.l (M v.Qvfllct, 1961 1: 55). Es la segunda forma entre los productos lisos y tambi~n ocupa el mismo
lugar entre las que llevan sello. Entre las piezas de Valentía d istinguimos cinco grupos: el primero, n° 248,
con la pared a base de anchas y profundas acanaladuras imitando los prototipos gálicos, no obstante la pared está muy inclinada para ser de las primeras piezas
de la forma y el cuarto de círculo es muy alargado; un
segundo grupo viene dado por aquel1os platos con labio marcado y perfectamente desarrollado, no 249 a
251, es de señalar el pie rectangular y almohadillado
del D 0 252; el tercer grupo Jo forman aquellos que carecen de labio desarroUado, n° 257 a 260; el cuarto con
tendencia de Ja pared a curvarse hacia el exterior, n°
261; y el íllúmo, n° 262 pertenece al tipo de platos de
gran tamaño, pared muy abierta y cuarto de círculo
alargado. Cronológicamente los grupos 1 a 3 pertenecen a la segunda mitad del s.l d.C. y principios del s.II,
como los demuestra la aparición de piezas semejantes
en los niveles flavios y trajanos de Conimbriga
(01!J..CADO-M AYBT-MOUNTINHO, 1975: 183), el grupo 4dentro del s.II y el cinco en un momento avanzado de
~ste
o s.III?
Sólo tres ejemplares tenemos del plato Drag. 18,
n° 263 y 264-, más una marca de la oficina de Valcrivs
Paternvs de 'fritivm Magallvm; el primero de ellos cercano al prototipo gálico y el segundo con la pared más
516
rectiHnea. Todas las piezas tienen una excelente pasta
y barniz con cronología dentro de la segunda mitad del
siglo primero.
Los n° 276 a 283 pcrtencce.n a tapaderas, con variada tipología. Para Mezqufriz la mayorla de ellas se fechan
en el s.I aunque hay otras del s. II y en el s. m . Aparece
en diversos talleres como Bronchales, Andíljar, Bezares
y Tricio (ATmN, 1958: 153; R OCA, 1976: Lám. 21; GARABITO, 1978: 227, Fig. 50 y 105)¡ en Andújar aparecen casi
todas ellas en las capas intermedias e inferiores de los vertederos, asociados a la forma 15/17 de tipo antiguo, 2M25
y 29. Las características de pasta y barniz de nuestras piezas las sitúan en el s. I y s. II.
El n° 275 corresponde a una copa forma 10, con
pared oblicua y borde saliente redondeado¡ en Pamplona se encuentran datadas en la segunda mitad del s.
r y s. n (MszQulruz, 1961 r: 23, n Lám. 24A).
La forma 20 está representada en los n° 287 a 294-,
es una jarrita con asa y cuello estrecho; las cinco últimas piezas son bases¡ para Jo poco abundante que es
esta forma entre la Sigillata Hispánica su presencia en
Valentia es importante. Cronológicamente en Bronchales (AntAN, 1958: 150) se encuentra en un ambiente de fines del s. 1 y buena parte del s. II, la jarrita
de este taller, al igual que las nuestras, no tiene un barniz de gran calidad.
Los n° 284- y 285 los adjudicamos a la fonna 50.
Tienen un barniz anaranjado terroso propio de la producción tard(a¡ ésta también la tenemos constatada entre los productos decorados (MBZQVIJUZ, 1961 1: 241).
Es una forma bastante extraña y una distribución restringida al norte peninsular; en Pamplona se encuentra
en estratos del s. Ill y s. N .
El plato o 0 286 tiene un cierto paralelismo con
otros de Tricio, aunque no sean exactamente iguales,
el nuestro se caracteriza por su tamaño pequeño y ser
muy plano (GAIWino, 1978: Fig. 106 n° 42 y 43). Para
la pieza n° 295, con marcada carena, no hemos encontrado ningíln paralelismo; tampoco lo hemos hallado
para las piezas n° 297, 298 y 299, la primera de ellas
con una gruesa moldura interior, elemento que ya se
ha constatado en otras pie;,;as de sigillata hispánica,
como eoJuliobriga y Valeria, si bien sobre formas dife·
rentes a la nuestra (M IIl.QVfRtz, 1961 n: Lám. 22. o0
32; SANctu.z-LAPueHTt:, 1985: Fig. 41 n° 219).
El n° 296 guarda cierta semejanza con eJ tipo Hispánico 14 de M ezqu(riz que corresponde al 55 de la
nueva ordenación (M!zo_ufRIZ, 1961 II: Lám. 6), pero
se d iferencia de aqu~l en que el nuestro no tiene el fondo plano sino con tendencia a subir hacia el interior.
MARCAS DE ALFARERO
Los sellos de oficina sobre Sigillata Hispánica
de Valentia ya .han sido estudiados con anterioridad
[page-n-527]
TERRA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
(Rial.llA, 1982; MoN'J"ESJNos, tesina). Presentábamos un
total de 41 sellos sobre vasos y platos hispánicos, bastante menos que la producción gálica a pesar de ser la
primera casi el doble que la segunda en Valentía
(MoNTESINOS, 1989), ésto es lógico teniendo en cuenta
que los productos peninsulares llevan menos ftrmas
que sus homólogos de las Galias.
Todas las marcas se insertan en el fondo interno
del vaso, a excepción del vaso Drag. 30, piezas decoradas n° 47. Las formas sobre las que más veces aparecen
sellos son el cuenco tipo 27, con 19 ejemplares, y el plato 15/17 con 12 piezas; también lo hacen en una ocasión
en plato 18, en tipo 24/25, y otra sobre 33 o 46.
Las oficinas identificables hacen referencia a los
centros de Tritivm Magallvm, no apareciendo los sellos
de la Bética.
INVENTARIO:
1) Avellanu 1973. C.A.V.
Base de cuenco Drag. 27 con 3'5 cma. Pasta asalmonada
granulosa; barniz anaranjado que salta sobre todo en el interior.
Cartela oblonga: AEMMAT, Aemilivs Matemvs de Tritivm Magallvm (MAY&T, 1983-84: texto 117).
2) PI. Reina. C.A.V.
Pequeño frag. de fonna indet. Pasta roja clara; barniz
anaranjado.
Cartela fragamentada: -FAN-, Annivs Matemvs de
Tritivm Magallvm, Bezarca (M.wiT, 1983·84: U9).
3) Avellanas. C.A.V.
Basa con 5'5 cms. en el pie. Paata rosa salmón; barniz
rojo claro.
Cartela alargada con un extremo cóncavo: OF AT[.. JS,
la 111tima letra dudosa.
4) Proc. desconocida. C.A.V.
Base cuenco Drag. 27 con 3'5 cma. en el pie. Pasta rojiu
clara; barnh rojo amarronado que ha saltado en parte.
Cartela oblonga a la que falta el principio: - AVEO¡ en
los fndice de Balil existe un.a marca de Herram~lluri con lectura F. Ave (BAUr., 1965: 142).
5) E. Vich. O.A.V.
Base de plato Drg. 15/17 con 10 cms. en el pie. Pasta roja
clara; barniz rojo.
Cartela de extremos bffidos a la que falta el ftnal:
CAl-, la ain el trazo horizontal; Caivs Lvcretivs de Tritivm
Magallvm - Tricio, Mezquiriz duda entre leer Lvcretivs y
Lvcipiva; otru veces aparece asociado a Valerivs, siendo Calvo una de las vari.antea de la fJJ1Da para la cual Garabito da
cronología de Domiciano (MAvtrr, 1983-84: 126; MuQ.otruz,
1961 1: 46 y so, IT: Lám. 4-3; GARAIITO, 1978: 296).
6) Palacio de la Generalitat. Museo de Prehistoria.
Base de forma Drag. 24/25. Pasta rosa rojiza; barniz
rojo oscuro.
Cartela oblonga: OF CANT[.. ), una marca de Tarragona aparece con la marca C antva, Ribera lee una S final y
en consecuencia Mayet la adjudica a Canivs SO oficina con
muy pocos ejemplares conocidos (MAmw, 1962; BAUL,
1965: 153; RruJV., 1982; MART, 1983-84: 127).
7) E. Vich. C.A.V.
Base de cuenco, probablemente Drag. 27, con 5'7 cms.
en el pie. Pasta rosa anaranjada granulo!a; bami~ rojo na·
ranja.
Cartela oblonga: - RMITR, CJte TR fmal es caracterb·
tica y frecuente en 'Iricio asociado en Arenzana a Flaccvs y
Anivs¡ corresponde a la oficina de Firrnvs Tritienaia (GAJV.Il·
ro, 1978: 307¡ MART, 1983·84: 133). Grafito externo.
8) E. Vich. C.A.V.
Base forma Drag. 15/17 con 8'3 ems. en el pie. Pasta rosa
asalmonada; barniz rojo claro que salta con facilidad.
Cartela de CX'tremOS bífidos a la que falta la zona central: L-NI, podría tratarse de Lvpianvs de Thtivm Magallvm? o Lvcivs Annivs del mismo centro? (MAvzT,
1983-84: 145 y 147).
9) PI. Reina. C.A.V.
Cuenco Drag. 27 con 4 cms. en el pie. Pasta roja clara
granulosa; barniz marrón anaranjado.
Cartela alargada de extremos bffidos: LAPILL, la L con
caracteres arcaicos y sin trazo horizontal la A, se trata de L.
Apilliva o Lapillivs de Tritivm Magallvm-Tricio (MAYET,
1983·84: 141-143).
10) Avellanal! 1973. C.A.V.
Base probablemente de Drag. 27, con un dii mctro eo
el pie de 5'5 cma. Palita rosa rojiza; barniz rojo terroso.
Cartela oblonga a la que falta el principio: -VCFL, la
L con caracteres arcaicos; corresponde a la oficina de Q
LvcQ FlaO de 1litvm Mallvm·1ricio, la Fl puede ser abreviatura de Flaccvs como en Itüica y en Villafranca de los Barros
(MzzQuiJUZ, 1961 1: 49, n Lám. 9 n° 110; BAUl., l965: 1H)
o bien abreviatura de Flavianvs.
11) M<*n Mila-M• de Molina. C.A.V.
,Base de plato Drag. 15/17 con 7'5 cms. en el pie. Pasta
asalmonada con puntos blancos; barniz rojo vivo.
Cartela oblonga: OF. SEMP. oficina de Sempronivs de
1litivm Magallvm Thcio {MAYBT, 1983-84: l71·173).
12) E. Vich. C.AY.
Base Drag. 27 con 5'4 cms. en e.l pie. Pasta rosa rojiza;
barniz rQjo amarronado máa claro en la parte inferior.
Cartela oblonga: O.L.SEM, oficina de Lvcivs Scmpronivs (MAvn, 1983-84: 147·148).
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[page-n-529]
TERRA SlCILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
13). E. Vich 1958. C.A.V.
Base Drag. 15/17 con 7 cms. en el pie. Pasta rosa anaranjada ; barniz roj o terroso.
Cartela oblonga: O[F].SEM. VA LE, oficina de Semprouivs Valerivs de 'Ii:itivm Magallvm-'Iricio, para Garabito el
primero en fabricar será Sempro.niva luego se instalará L. Sem·
pronivs y más tarde se asocian (MAYtrr, 1963-84: 174; GMA·
HITO , 1978: 313).
14) E. Vicb 1958. C.A.V.
Base Drag. 15/17 con 7 cms. es el pie. Pasta rosa rojiza;
barniz rojo tierra que salta con facilidad .
Cartela alargada a la que faltan sus extre mos: EX . OF.
T L [S], oficina de 'Iritivm Magallvm-Bezarcs. tal vez Titvs
L vcivs (o Lvcretivs) Sempronivs (MAYH"r, 1983-84: 180).
15) D. Vich. C.A .V.
Base Drag. 18 con un diámetro de 8 cms. Pasta asalmo·
nada clara; barniz rojo vivo con excelente calidad.
Cartela oblonga con letras de excelente factura: EX . OF.
VAL. P, oficina de Valerivs Patcmvs de Tritivm Magallvm'Ii-icio (MAYtt, 1983-84: 181-185. Grafito X.
16) E. Vich. C.A.V.
Base Drag. 27 con 3'6 cms. en el pie. Pasta roja claro;
barniz rojo vinoso co.m pacto.
Cartela oblonga: OFVA. PAT, misma oficin a que la anterior, para Mayct este tipo pertenece al tercer grupo que son
los más frecuentes en Mérida (MAYET, 1970).
17) PI. Reina. C .A.V.
Cuenco Drag. 27, formas lisas n° 213.
Cartela oblonga: OFVAPA, Las a sin el trazo borizontal,
misma oficina; según Baubé (l965, 209) un sello de esta mar·
ca aparece en Stockstad fechado casi con toda probabilidad
en época de Domiciano.
18) P I. Virgen. C .A.V.
Base Drag. 27. Pasta rosa rojiza granulosa; barniz rojo
mate.
Final de cartela rectanguJar: - Kr, probablemente per·
teoéce a la misma oficina que las anteriores.
21) E . Vicb 1958. C.A.V.
Base Drag. 27 con 3'8 cms. en el pie. Pasta rosa asalmonada con puntos blancos; barniz roj o terroso.
Cartela oblonga a la que falta el principio: -TAl , la A
sin el trazo horizontal.
22) E. Vich-W de Molina. C.A .V.
Base Drag. 15/1? con 7' 6 cms. Pasta roja con puntos blancos; barniz rojo mate.
Cartela a la que falta el principio: - VRRI.
23) E. Vich. C.A.V.
Base Drag. 27 con 4 eros. en el pie. Pasta rosa salm ón;
barniz rojo amarronado que ha saltado.
Cartela de dificil lectura: OF [...]. EA, a pesar de que
no está bien impresa y que fía saltado el barniz se ve que
la cartela es •in p.p....
24) E. Vich 1958. C.A.V.
Base Drag. 15/17. Pasta rosa rojiza; barniz rojo vivo mate.
Principio de cartcla: C25) PI. Reina. C.A.V.
Base Drag. 15/17 con 8 cms. en el pie. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo vivo.
Final de cartela: -Cl ; alfareros hispánicos con esta terminación tenemos a Accvnicivs documentado en Tricio, Vilicvs que ftrma Vlici en Tar ragona, Lvcceivs, M iccio, Flaccvs
y Ofi.Ab.Ci (GARAIIITO, 1978: 201-202; BALIL, 1965: 145, 155,
159; M F.7.Q.UfRI7., 1961 1: 46, n Lám. IX n° 110; MAYET, 1973:
n° 1).
26) Libreros. C.A.V.
Base Drag. 15/17 con 6 cms. Pasta asalmonada granulosa; barniz rojo.
P rincipio de cartela rectangular: DI 27) E. Vich 1958. C.A.V.
Base, probablemente de Drag. 27, con 4 cms. en el pie.
Pasta r oja; barniz anaranjado.
Cartela fragmentada: - EAA- .
28) E. Vich. C.A.V.
19) Avellanas 1973. C.A.V.
BMc Drag. 27 con 3' 8 cms. en el pie. Pasta asalmonada
clara granulosa; b arniz rojo anaranjado.
Cartela de la que sólo resta el fmal: -VI.P, en Volubilis
encontramos el sello Vivi.Pat.O de la que la nuestra podrfa
ser una abreviación (Boust, 1965: n° 165).
20) M.a de Molina. C.A.V.
Base de plato Drag. 15/17 con 7' 5 cms. en el pie. Pasta
salmón clara granulosa; barniz roj o oscuro que salta.
Cartela oblonga fragmentada: -CO I, lo único parecido
es Ex O Cl que también firma Clof, Cloi o Gloi (Bouat,
1965: 237 ss).
Base Drag. 27 con 3'6 cms. en el pie. Pasta rosa anaranj ada; ba.m iz rojo naranja.
Cartela de difícil lectura: F[. ]NAP, la A sin el trazo hori·
zontal.
29) Libreros. C.A.V.
Frag. fondo. Pasta ana(anjada; barniz amaaonado al exterior y naranja al interior.
Cartela alargada fragmentada y de dlfrcil lectura:
-A-LACV?
30) PI. .Reina. C.A.V.
Frag. de fondo. Pa.,ta rosa amarillen~a¡ barniz rojo terroso.
519
[page-n-530]
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Fig. 29.-
520
&su ctm maTea de alfariTO
[page-n-531]
TERRA SIGILLATA HISPÁNlCA EN VALENTIA
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36
15
-=-=-5cm.
Fig. 30.-
Bases eon marco de alfarero
521
[page-n-532]
J. MONTESINOS I MAJUÍNEZ
o.~
DECORADAS
0 .30
Queda el final de la cartela: -N.
D.37a
D.37b
37 T.
31) PI. Reina.. O.A.V.
Base Drag. 27 con 5 cms. Pasta rosa anaranjada; barniz
rojo naranja.
El abombamiento del final imposibilita una lectura total
de la parte conservada: - NYISJ.
32) Avellanas. C.A.V.
Baae Drag. 27 con 5 cma. en el pie. Pasta rosa rojiza;
barniz marrón rojizo.
Cartela rectangular de la que se conserva un txtremo:
-[O].L, o bien la última letra es una F el .rev&.
33) PI. Re.i na. C.A.V.
Frag. fondo. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso claro.
Cartela rectangular de la que queda un extremo: -P.
34) Avellanas. C.A.V .
Base de froma Drag. 33 o 46. Pasta rojo ladrillo clara
granulosa; barniz amarronado que ba saltado en parte, sobre
todo al interior.
Cartela de muy dificil lectura: O[F)·AI.
35) E. Vich. C.A.V.
Base de forma indet. con 8 cms. en el pie. Pasta rosa
rojiza; barniz rojo claro.
Cartela rectangular con extremo rma.l: -[E)S.
36) E. Vich 1958. C.A.V.
Base Drag. 15/17 con 8 cms. en el pie. Pasta rosa clara
granulosa; barniz rojo terroso que salta con facilidad.
37) E. Vich 1958. C.A.V.
Base de forma Drag. 15/17. Pasta roja clara; barn iz rojo
amarronado. Cartela oblonga: OF C-
38) Avellanas. C.A.V.
Base Drag. 27 con ~'5 cma. en el pie. Pasta rosa rojiza;
barniz rojo terroso.
Cartela de la que se leee el rlllal: -OF.
39) Avellanas. C.A.V.
Base Drag. 27 con 3' 8 cms. Pasta roja clara; barniz rojo
terroso.
Principio de cartela: OF- .
40) PI. Reina. C.A.V.
Base Drag. 27 con 4 cms. en el pie. Pasta rosa anarajan·
da; barniz rojo oscuro.
Cartela rectangular: [0)-.
41) Masen Mila. C.A.V.
Frag. borde Drag. 30, formas decoradas n° 47.
En friso exterior incompleto letras a molde: -OS.CA.
522
H.2
H.4
H
.S
H.7
R.8
H.10
Ha.13
0.15117
0 .18
H.20
0.24/25
0.27
0 .33
0 .35
0 .38
0 .44
0 .48
LISAS
o.so
De ac..
o.
20
.-o
eo
so
100
Form.o.r túumuJ.a.s y /isa.s Hispánica.s en Vllkntia
120
CONCL USIONES
La importancia de los productos Hispánicos en la
costa Mediterránea ha quedado demostrada, pues lu·
gares como Tarraco, Sagvotvm y en especial Valentia
denotan unos porcentajes a tener en cue.n ta en la co·
mercialización de la producción peninsular (MoNTESI·
NOS, 1991) superando antiguas visiones que apuntaban
la poca presencia de estos productos en las menciona·
das costas. El estudio de las cerámicas Sigillatas en ya·
cimientos valencianos constata la presencia de la varie·
dad Hispánica con unos porcentajes que si bien son
inferiores a las otras producciones son dignos de tener
en cuenta. Pero es en la Colonia de Valentia donde la
Sigillata Hispánica adquiere un primer plano con un
porcentaje superior a las dem.U variedades: T.S.I .•
10'96%; T.S.G.- 31'87%¡ T.S.H.- 57'16% (MoNTESt•
NOs, tesina).
La presencia de los productos Hispánicos en la Va·
le.ntia romana se realiza desde el primer momento de
su fabricación, con la llegada de vasos decorados que
contienen elementos de directa imitación de los pro·
duetos gálicos, sobre todo en la forma Drag. 29. La for·
m a decorada más abundante es la Drag. 37, seguida
de la Drag. 29 y Drag. 30. La forma 29 constata los
estilos de imitación, metopas y motivos circulares; la
forma 30 es el tercer vaso decorado, todos nuestros
ejemplares con decoración metopada; la forma 37 es la
mejor representada en Valentia, localizándose vasos de
las dos variantes .. a» y «b», siendo la primera las más
numerosa con una proporción de 8 a l . Estas formas
llegan desde el principio de su fabricación y la forma
37 hace más potente su presencia en eJ s.II d.C, con
piezas que superan la mitad de la centuria. Las piezas
decoradas tardías responden al tipo 37; algunos ejem·
piares dentro del primer estilo decorativo de Mezqui·
riz, que imitan motivos de forma 37 antigua¡ otro estilo
presente es el de grandes círculos del siglo IV d.C.
Los motivos decorativos se relacionan con la pro·
ducci6o de la zona de 1\itivm Magallvm, La Rioja; y
en menor nómero con Bronchales, piezas n° 3, 34 y
[page-n-533]
TERRA SICILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
77; los talleres de la B~tica no están presentes y sólo
un vaso, por su decoración, podría tener este origen,
nuestro o 0 110.
Como hemos indicado se constata en los primeros
productos la directa imitación de elementos gálicos; al
mismo tiempo son visibles las influencias itálicas en algunos de los motivos decorativos que aparecen en Valentia, como vemos en las piezas n° 19 y 106.
El estado de la investigación nos permite indicar
el comienzo de fabricación de muchas de las formas lisas, pero no es tan clara su finalización; las últimas investigaciones demuestran que la larga perduración de
algunos tipos no son datos hoy por hoy demostrables.
Entre L formas con inicio dentro del s. 1 tenemos la
as
8, 13, 18, 24/25, 27, 33 y 35/36; otras comienzan su
producción dentro de) S. If COmO la 44 y la 46; OtraS
tienen su apogeo en esta centuria como la 2 y la 4; en
un momento más tard{o se sitúa la 6 y la 50. Entre las
fonnas de imitación la más numerosa es la Drag. 27,
seguida de la 15/17 y la R.itt. 8. Entre las formas hispánicas destacan la 7 y la 20, esta última con un volumen
importante dada la poca presencia, en general, de esta
forma en los yacimientos, asimismo tienen una cierta
entidad las formas 2 y 4.
El bloque de la producción Hispánica nos indica,
como hemos visto, la llegada de estos productos a partir de mediados del s. I d .C., en forma importante y
se mantendrán hasta mediados del siglo Il, comenzando su disminución a partir de aquf; algunas piezas alcanzan el fin del siglo y principios del siguiente. Por
lo que conocemos de Valentía es precisamente a partir
de mediados de la segunda centuria cuando aumenta
el volumen de Sigillata Clara con formas como la 23A
de Hayes junto a la 197 y diversas tapaderas, y las formas 69, 15, 27, y 26/21 (RsYNOI.OS, 1984). A partir de
aquí hay una laguna en la producción Hispánica, y no
será hasta el siglo IV cuando la Sigillata Hispánica
volverá a estar presente en Valentía, como lo demuestra la producción tard{a.
El estudio de las marcas de ofici.na nos pone en relación con los centros del n orte peninsular, Tritivm
MagalJvm, al igual que los motivos decorativos ya vistos. Estos sellos aparecen preferentemente sobre las
fonnas 27 y 15/17, contando también con un sello de
oficina piezas Drag. 30, 18, 33 o 4-6 y 24-/25.
La llegada de los p roductos de la Rioja podrfa haberse realizado a trav~s de alguna o algunas de estas
posibilidades: una vía fluvial con el descenso del Ebro
hasta su desembocadura, y a partir de aquf seguiría un
transporte marftimo y desembarco en los puertos valencianos, o bien utilizando la Vfa Avgvsta; la otra posibilidad seguirfa los valles del sur del Ebro enlazando
con la zona valenciana, entre ellos el del valle del Palancia como unión entre las tierras turolenses y la vega
valenciana. Valen tia es el punto donde la Sigillata Hispánica es no sólo más numerosa que en el resto de las
tierras valencianas, sino que presenta un porcentaje
superior a las demás sigillatas, lo que nos lleva a plantear la posibilidad de que la Colonia fuera un centro
de redistribución de Sigillata Hispánica para su entorno, vendrfa a realizar la función que, según Mayet,
tuvo Emerita Avgvsta para el territorio Lusitano.
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5
Lám. 1
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1 4
1 9
2 9
2 7
3 1
Lam. 11
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3 6
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o
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4 1
4 2
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Lam W
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Lóm. IV
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Llim. JI/
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I.Aim. V/11
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Lám. IX
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TERRA SICILLATA lliSPÁNICA EN VALENTIA
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Ltim. XIII
537
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[page-n-549]
J osé L.
J rMÉNEZ
SALvADoR*
EL MONUMENTO FUNERARIO ROMANO SITUADO EN EL
,
CENTRO ESCOLAR <~OSE ROMEU)) DE SAGUNTO
El conocimiento que en la actualidad poseemos sobre las manifestaciones de carácter funerario en Saguntum se reduce, fundamentalmente, a los datos recogidos
y publicados por Chabret (CKABR.ET, 1888: 88-106;
1897: 458·466) as{ como un número considerable de
inscripciones funerarias (BXL'l'RÁN LLoRts, 1980) y varios vestigios de índole monumental (At.MACRo-GoRBEA,
1980: 127-135), de los que alguno ya ba desaparecido
por completo, como es el caso del mausoleo de las familias Antonia y Sergia, situado en las cercanías del des a·
parecido Convento de la 'IHnidad y del que, a excep·
ción de algunas inscripciones pertenecientes a él y en.
la actualidad conservadas en el Museo Arqueológico
de Sagunto, no ha permanecido resto alguno de su ese·
tructura OtMANEZ, 1989: 207·220). El c. rácter disperso
a
de estos hallazgos es un claro ex;ponente de la gran extensión que debió alcanzar la necrópolis romana, lamentablemente hoy desaparecida, víctima del crecimiento inexorable de la ciudad moderna.
Es conocido que la mayor necrópolis de Saguntum
se situaba en la zona oriental y que ésta fue destru{da
con motivo de la construcción de la vfa férrea
Barcelona-Valencia y Sagunto-Teruel. Gracias a Cba• Dpto. de P(ebiatoria y Arqueología, Univcr•ital de ValM.cia.
bret se posee una información, aunque escueta, muy
valiosa sobre algunos de los vestigios descubiertos a
rafz de la instalación del ferrocarril (CHABRl!T, 1897:
462), pero no deja de ser un volumen de información
exiguo frente a los numerosos e importantes monumentos que debió albergar esta necrópolis. Esta cir·
cunstancia hace que cuestiones tan esenciales para el
conocimiento de la configuración topográfica de la ciudad romana, como por ejemplo, la relación de la necrópolis con el trazado de la Vía Heraklea, más tarde Vía
Augusta, que discurría por esta zona~ se quede en el
mero hecho de intuir esa relación sin poder añadir dato
alguno (AwACRO·GoR.Bu, 1980: 129-130). Por otra
parte, la cronología también se resiente ante esta situación y así, las informaciones recogidas apuntan hacia
una ocupación temporal muy dilatada que comprendería desde finales del siglo 1 a,C. basta época bajoimperial sin determinar, con lo que permanece sin resolverse la cuestión de la necrópolis anterior a las
postrimerías del siglo 1 a.C., aún no localizada.
La dispersión de hallazgos apunta hacia una extensión de la necrópolis al N .O. As(, la serie de restos
localizados en el Camí Real (CHAaRET, 1888: 92-93), el
monumento de las familias Antonia y Sergia, junto al
desaparecido Convento de la 'Ihnidad o la construc539
[page-n-550]
J.L. JrM~NBZ SALVADOR
Fig. 1. - Plmw de la ciudiJd de Sagunlll ~en la loeaiiza&i6n de algunas eonslr~eionu de ípoca romana. (1): mausolto de las familitJS Anlllnia
y &rgia. (2): circo. (3): posiblt mDflli.TTUnlll jUNrarúJ siJua4o m J patio del Grupo Escolar "}osl Romeu.o.
cióo situada en el Colegio Romeu , entre las calles Alorco y La Rosa, objeto del presente estudio, avalan este
hecho de gran interés para el conocimiento de la topografia de la ciudad romana, cuyo límite septentrional
coincidirla con esta zona, aprovechando el borde inferior de la lade.r a norte y el extremo de la terraza fluvial . La duda estriba ahora en determinar si esta serie
de restos funerarios localizados en el extremo norte corresponde a una ampliación de la necrópolis oriental
o ·si por el contrario, se inscribe en un contexto de viJku
suburbanas como se ha apuntado recientexnente (ARA·
NECut, en prensa).
Entre los contados vestigios monumentales de carácter funerario descubiertos hasta el presente en Sagunlum, se encuentra una construcción que todavía no
ba recibido el análisis y la documcntaci6n que requiere. Se trata del monumento que en la actualidad se halla dentro de las instalaciones del Grupo Escolar «José
Romeu .., situado entre las calles Alorco y La Rosa'
(Fig. 1), cuya existencia ya fue señalada por Chabret
(CHABRBT, 1888: 9+-95) y que fue objeto de una prospección con cata por parte de F. Roca del Centro Arqueológico Saguntino, a quien agradecemos la información proporcionada sobre el desarrollo de estos
trabajos que contituye una valiosa aportación para un
conocimiento más exhaustivo de este monumento
(ROCA, J96+: 1-5).
54-0
DESCRIPCIÓN (Fig. 2; Láms. I y II)
Los restos arquitectónicos subsistentes se encuentran en una de las esquinas del patio del colegio por
debajo del nivel de pavimento del mencionado patio,
donde se ha respetado un espacio muy reducido que
dificulta la visión general del monumento.
Lo conservado se reduce a un macizo construído en
opus ca.emenlicium que en planta adopta una forma a~roxi
madamente rectangular con los lados mayores onentados E-0 y de cuyo lado norte arranca una bóveda construfda con la misma técnica, conservada parcialmente
(Lám. UI). Esta estructura apoya sobre una cimentación
compuesta por bloques de caliza dolomítica gris que se
disponen sobre cada uno de los lados del edificio a excepción del norte y de la que se aprecia sólamente la parte
que está en contacto con la mole de opus CIU1'Mftlitium. No
obstante, gracias a la cata practicada en 1963 en el lado
norte, se sabe que los cimientos también se extienden por
este flanco, donde alcanzan una profundidad de. más de
2,50 m, aunque este último detalle en la actual1dad no
es apreciable, debido a que tras la realización de la cata,
ésta fue rellenada, sepultando Ja cimentación descubierta en este lado. Tampoco puede observarse hoy cómo la
cimentación se extiende tanto en dirección este como oeste, circunstancia tambi~n advertida al realizarse la campaña de 1963 (ROCA, 1964: 3-4).
Las dimensiones de la estructura conservada son
las siguientes, teniendo en cuenta que en los lados este,
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MONUMENTO FUNERARIO ROMANO DE SAGUNTO
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Fig. 2.-
Ccnstru&citfn situada en ti Grupo Escolar •Jos/ Romlwo. Planta d4 los restos visibles en la attu4fidad.
oeste y sur han desaparecido los paramentos exteriores,
constitufdos por sillares paralelepipédicos de caliza dolomítica gris formando un opus quadratum, de los que algunos fueron hallados in si!u en la campaña de 1963,
circunstancia que en la actualidad no se aprecia
(ROCA, 1964: 2).
La longitud máxima es de 4,72 m, mientras que
la anchura máxima es de 2;50 m incluída la cimentación, o si se prefiere, 2,28 m sin contar con los cimientos. Por lo que se refiere a la altura, ésta es de 3,20 m
en el lado sur, mientras que en el lado norte alcanza
los 4 m, correspondiendo a la cota máxima conservada
de la bóveda dispuesta en el lado norte de la construcción. Conviene insistir en que estas medicas corresponden a la parte conservada y no al total de la construcción pues, como ya se ha indicado, en el transcu.rso
de la campaña de 1963, pudo comprobarse cómo el
monumento se extiende en dirección .E-0 más de 2 m
por cada lado, mientras que en dirección N. se prolonga más de 3 m, por lo que la construcción llega a alcanzar 9 m de longitud por 6 m de anchura (RooA, 1964:
4).
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J.L. JIMÉNEZ SALVADOR
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La parte inferior del lado sur presenta una inte·
rrupción, que puede responder a un vano de acceso, se·
guramente una puerta, de 0,69 m de anchura por
0,98 m de profundidad y 1,52 m de altura, de la que
permanecen dos bloques de caliza dolomítica gris per·
tenecientes a la cimentación del edificio, sobre los que
apoyaban las jambas (Láms. IV y V). La distancia en·
trc estos dos bloques, 0,69 m, señala la anchura aproxi·
mada del vano que prácticamente, coincide con las di·
mensiones de un bloque, de 0,67 m de longitud por
0,50 m de anchura, recuperado fuera de su emplaza·
miento original en la campaña de 1963, hoy desapare·
cido, y que por sus características pudiera corrcspon·
der al umbral de esta puerta (Roc-.A, 1964: 2). El
descamamiento que presenta el opu.s caemenlidwn en esta
zona hace que no se hayan conservado las jambas, aun·
542
que en el bloque sobre el que apoyaba la jamba dere·
cba se conserva una huella en forma de lfnea donde se
observa basta donde llegaba el opus cannenlidwn. Por lo
que respecta a la zona superior del vano, se distinguen
las señales del encofrado en el opus cannenLicium (Fig. 3¡
Lám. V), destinadas a obtener una superficie horizontal con un pequeño escalonamiento en ambos márgenes de 0,10 m de altura por 0,035 m de anchura, que
se extiende a lo largo de los 0,98 m de profundidad que
tiene el hueco (Fig. 4). A simple vista se advierte cómo
la parte superior de este vano presenta una anchura diferente en sus dos extremos y asf en el limite exterior
es de 0,38 m, mientras que en el interior es de 0,57 m
(Fig. 1), medidas que en ninguno de los dos casos coinciden con la anchura de la parte inferior del vano,
0,69 m, por lo que en principio, este rebaje no puede
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MONUMENTO FUN:ERARIO ROMANO DE SAGUNTO
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Fig. ~. - Consl~~ión sit~Mlda m el Grupo Escolar "Josl lWTMU».
corresponder al dintel de la puerta. Por otra parte, en el
extremo interior, el vano queda enmarcado dentro de
un arco ciego que en la parte superior conserva dos orificios practicados en la masa de opu.r ctUmeniitium, uno a
cada lado del vano y con unas dimensiones muy parecidas entre sí, ya que el orificio del lado oeste mide 10 por
8 c.m por 7 cm de profundidad, mientras que el lado
este mide 10 por 8 cm por 8,5 cm de profundidad. Deba·
jo del orificio del lado oeste y a una distancia de 13 cm,
se balla otra pequeña cavidad circular de 5 cm de diámetro y 6 cm de profundidad (Fig. 3). 'fradicionalmen·
te, viene admitiéndose que estos orificios pertenecerían
a los goznes para el ajuste de la puerta y es difícil saber
hasta qué punto podrían estar relacionados con un blo-
que de umbral de caliza gris, recuperado en la campaña
de 1963 y en la actualidad desaparecido. Esta pieza formaba parte de una acumulación de sillares y elementos,
entre ellos un capitel de ba.c;e cuadrada, casi tronco·
piramidal, también hoy perdido, caídos dentro de una
grieta producida en la cimentación y localizado a unos
0,50 m por debajo del piso firme (ROCA, 1964: 2-3). La
posible relación entre esta pieza y los orificios citados
vendría dada por la igualdad en l as medidas, 1,34 m
para la distancia entre orificios, así como para la longitud del umbral. Sin embargo, el hecho de que este elemento apareciese incompleto en uno de sus extremos,
hace que esta coincidencia sea fruto de la casualidad y
no pueda utilizarse como argumento válido.
543
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J .L. JJMtNEZ SALVADOR
A rrav~s de este vano se accede a un pequeño espacio interior de dimensiones reducidas, 1,27 m de longitud por 2,10 m de anchura, cubierto por una bóveda
de arco ligeramente rebajado conservada en su totalidad (Lám. VI). Las paredes de esta pequeña habitación, así como la bóveda, muestran un revoque realizado con arena sin tamizar y cal que cubre el opus
cumentit:ium, no existiendo restos de pintura mural.
Precisamente, en ambos lados el arranque de la bóveda
está señalado con una línea horizontal trazada sobre el
revoque.
En el ángulo suroeste de esta habitación se conserva parte del pavimento, consistente e. una capa de pien
dra, arena y cal con la superiicie exterior alisada y que
descansa directamente sobre el opus uumentit:ium de la
cimentación del edificio (Lám. VII). La altura total de
esta dependencia tomada desde la cota de este pavimento es de 1,88 m.
Sin solución de continuidad, este habitáculo comunica con el espacio cubierto con la bóveda de mayor
altura, cuyo eje longitudinal es perpendicular a la bóveda de la estancia anterior. Esta bóveda se conserva
de forma parcial, alcanzando su altura máxima, 4 m
en el extremo septentrional que aproximadamente,
coincide con la mitad de au trazado, mientras que su
longitud, 4:,77 m equivale a la del lado norte de la construcción. Cabe imaginar que la bóveda continuaría
tanto en dirección este como oeste, pues, de hecho, la
cimentación rebasa en ambos sentidos los limites de la
estructura conocida en más de dos metros por cada
lado, tal y como pudo apreciarse en la campaña de
1963 (ROCA, 1964: 3·4).
Así mismo, en la campaña de 1963 se descubrió
la existencia de un canalillo practicado en la cimentación de opus cannenti&ium, de 0,30 m de ancho y 0,30 m
de profundidad, orientado E-0 y situado a la entrada
del espacio cubierto con la bóveda de mayores dimensiones, ignorándose su fmalidad (ROCA, 1964: 2-4-). A
continuación, pudo observarse un fallo en la cimentación, concretamente, una grieta que se extiende en dirección E-0, ocupando toda la longitud del monumento, donde se profundizó unos 2,50 m recuperándose los
sillares y elementos de umbral ya citados. Por debajo
de esta acumulación de bloques apareció un lecho de
gravas de rfo mezclada con fragmentos de cerámica, algunos de sigillata, sin especificar más detalles, trozos
de mármol y restos de hierros. A unos 2,50 m del lado
norte volvió a aparecer la cimentación de opus eumclh·cium sobre la que se apoyaba la parte desaparecida del
e.s pacio cubierto con la bóveda más alta y que según
todos los indicios debe estar cafda frente a la parte visible del edificio, sepultada bajo el patio del colegio. A
juicio de sus descubridores, la circunstancia de que
esta grieta se extienda por toda la longitud del edificio,
unida a otra serie de consideraciones, permite identificarla con un fallo en la cimentación motivado, posible-
SH
mente, por una avenida del río situado en las proximidades del monumento, por lo que quedaría descartada
la posibilidad de que este espacio subterráneo correspondiese al corufjJqrium del monumento funerario
(ROCA, 1964:: 4-).
TÉCNICA CONSTRUCTIVA
Como ya se ha adelantado, el monumento estA
constitu{do por un núcleo fabricado en opus cannmtit:ium
que exteriormente debfa estar revestido con un paramento en opus ql.ltJdtaJum, a juzgar por los sillares recuperados en las inmediaciones y que en la actualidad ha
desaparecido por completo, aunque se distingue en el
lado sur las improntas de alguno de los sillares, marcadas en el opu.s catmtnlit:ium (Lám. Vill). De acuerdo con
la información recogida tras la campaña de 1963, la cimentación también estaba realizada en opus uumenticium, extremo que no hemos podido comprobar. En
cambio, sí ha podido apreciarse Ja presencia de unos
bloques de caliza dolomftica gris, especialmente en los
lados sur y norte, sobre los que apoya el opu.s etzementicU,m (Lám. IV).
Se advierten señales del encofrado en diferentes
puntos del monumento, destacando las huellas de las
tablas utilizadas para elaborar la cimbra de la bóveda
mayor, donde en una de las zonas en las que ha desaparecido el revoque se djstinguen varias líneas horizontales separadas entre sr unos 0,25 m (Lám. IX). También
se diferencian con bastante claridad las diversas tongadas en las que fue disponiéndose el opus caernmJit:ium,
pudiendo medirse su altura. Así, hay una primera tongada de 1,05 m de altun, mientra que las restantes se
hallan entre 0,60 y O, 70 m de altura. En general, la primera tongada está más erosionada que las situadas en
la parte central de la construcción, por lo que a la hora
de tomar las medidas, éstas difieren, según se tomen
a distintas alturas.
En la composición de los &aementa, se aprecia cómo
los integrantes de la primera tongada son de mayor tamaño que los de las siguientes. En algunas partes, se
ha advertido la presencia de fragmentos de cerámica
formando parte de la mezcla, tratándose siempre de cerámica común con algún fragmento que por el grosor
de su galbo, 1,5 cm, debe corresponder a un ánfora.
Los dos espacios cubiertos con bóveda muestran
sus paredes, ineluídas las bóvedas, revestidas con un
revoque bastante tosco, cuyo grosor varía según las zonas, oscilando entre 1,5 y 3,5 cm, hecho con una mezcla de cal y arena poco tamizada que deja ver piedrecillas y otras impurezas (Lám. IX).
Dentro del conjunto de las técnicas constructivas
atestiguadas en SagunJum, los datos proporcionados por
el mausoleo del Colegio Romeu suponen una confirmación más de la hegemon[a detentada por el opu.s CQI·
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MONUMENTO Fl.JNERARI O ROMANO DE SAGUNTO
menti&ium, la técnica más difundida sobre todo en época
imperial a juzgar por los ejemplos documentados. Así,
está presente en el puente romano, situado en el cauce
del r!o Palancia, fechado en tiempo de Augusto, donde
el opus caemenli&ium constituye el núcleo revestido por un
paramento de sillares (ÜLCINA, 1987: 13). En el teatro,
de época tiberiana, de nuevo encontramos un núcleo
de opus caemtn~i&ium forrado por un paramento de opus
v~lalúm (HeluiÁNt>ez, 1988: 124). La composición del
opus C~JnMnti&ium ofrece algunos puntos de comparación
con el sepulcro del Colegio Romeu, ya que en ambos
casos aparecen, de forma muy esporádica, algunos
fragmentos cerámicos de dimensiones muy reducidas,
la arena de grano grueso parece proceder del no Palancia, as{, como seguramente, los cantos rodados presentes en ambas construcciones. Asimismo, el empleo del
opus C~JnMnti&ium está documentado en algunos edificios
del foro como la basílica, de fecha tardoaugústea
{ARANoout ET AIJt, 1987: 18-19) y finalmente, en el circo
romano, datado en el siglo u, donde el núcleo de la
construcción estaba realizado con dicha técnica, revestido con paramentos de sillares de caliza dolom{tica
(ÜLCJNA 1 1987: 16).
PROBLEMAS DE INTERPRETACIÓN
El carácter fragmentario de los vestigios conservados de esta construcción, tradicionalmente considerada
funeraria, desde la época de Chabrct, dificulta sobremanera cualquier intento de clasificación tipológica,
desde el momento en que alguno de sus componentes
plantea problemas de lectura e interpretación, ocasionados, precisamente, por su deficiente estado de conservación.
Este es el caso del lado meridional del edificio,
desprovisto de su paramento exterior y d onde todo parece indicar que aquí se encontraba la entrada al sepul·
ero (Lám. X). Este acceso se caracteriza por su estrechez, 0,69 m y profundidad, 0,98 m , medidas que
pueden ser deducidas de los restos conservados. Los
problemas surgen a la hora de interpretar el remate de
la parte superior del vano de la puerta, donde se observa que la anchura del hueco es diferente, según se tome
en el extremo exterior, 0,38 m o en el interior, 0,59 m.
Ya al realizar la desu-ipción del monumeJlto se ha
apuntado la dificultad para relacionar este rebaje con
la zona del dintel de la puerta, desde el momento en
que las dimensiones de la parte inferior y superior del
vano son desiguales, por lo que debe buscarse otra interpretación.
Atendiendo al detalle de la diferencia de anchura
en dicho rebaje superior, C!ta característica desde el
punto de vista fo.rmal podría corresponder a una ventana abocinada. Ventanas que presenten esta particularid ad suelen aparecer en monumentos funerarios como
puede apreciarse en los ejemplos de Vildé (Soria)
(GARCIA MERmo, 1977: 45, fig. 4), Sádaba (Zaragoza)
(GARCIA Y BIU.LIDO, 1963) o la llamada Cripta deis Ares
en la necrópolis paleocristiana de Tarragona (miL
AMo, 1981). Sin embargo, en ninguno de los tres
ejemplos citados la ve.n tana se localiza en la fachada
del edificio, si bien, tampoco faltan edificios funerarios
dotados de ventanas en la fachada principal como en
la necrópolis situada bajo San Pedro del Vaticano e.n
Roma (voN HEsa!RO, 1987: 44, fig. 4) o la necrópolis
de la Isola Sacra en Ostia (BALDASSARIU!, 1987: 136, fig.
30). Ahora bien, consideramos que este último argumento no es válido para el caso que nos ocupa, ya que
en el mausoleo saguntino, la posible ventana estaría situada encima de la puerta, lugar que de forma preferente, suele estar reservado para la colocación de un
epígrafe funerario. Esta particularidad aparece ampliamente documentada en las dos necrópolis citadas de
Roma y Ostia, donde en efecto, el espacio localizado
encima de la puerta es ocupado por una inscripción,
flanqueada por dos ventanas. Este detalle permitirla
imaginar que el mencionado rebaje situado en la parte
superior, correspondería al hueco practicado para colocar una inscripción.
A6n reconociendo que esta hipótesis resulta más
verosfmi1 por la mayor abundancia de paralelos, no
deja de resultar extraño que para instalar una lápida
que en el mejor de los casos, tendr{a unos 0,38 m de
anchura, se haya practicado un hueco de 0,98 m, de
igual profundidad que el correpondiente a la puerta y
que adem~s, su extremo interior presente una anchura
de 0,59 m, rebasando en 0,21 m la anchura del límite
exterior. En ningún caso puede esgrimirse que estas dimensiones correspondan a las peculiaridades de la inscripción. Espacio correspondiente a una ventana o
hueco practicado para la colocación de un epígrafe, a
la vista del estado de conservación del monumento, es
muy difícil decantarse por una de las dos propuestas.
En cualquier caso, queda demostrado que dicho rebaje
no puede responder al dintel de la puerta y que por lo
tanto ésta no alcanzaba la altura de 1,52 m de la altura
total del vano habrfa que restar la correspondiente a
la posible ventana o .i nscripción, más el dintel de la
puerta, de lo que resultaría una entrada de escasa altu·
ra y bastante angosta, pues la anchura máxima del
vano es de 0,69 m. Esta circunstancia no representa un
grave problema pues, no faltan ejemplos de puertas de
dimensiones especialmente reducidas como e.n algunos
sepulcros de la necrópolis de Porta Nocera en Pompeya, donde las puertas poseen 1,03 m por 0,58 m y
1,06 m por 0,70 m por citar los casos más extremos
(D'AMliR0$10, DE CARO, 1983).
Otro problema que plantea la puerta es el de la
relación entre la anchura del vano, 0,69 m con los orificios practicados en la parte superior del arco, interpre·
tados generalmente, como goznes para ajustar una
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J.L . JIMWEz SALVADOR
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MONUMENTO FUNERARIO ROMANO DE SAGUNTO
puerta de dos hojas. Estos orificios se hallan a una distancia de 1,34 m, por lo que resulta muy dificil imaginar su relación cob un vano que no llega a los O, 70 m
de anchura y cuya altura, 1,52 m, queda por debajo de
la altura de estos agujerqs.
A la vista de estas circunstacias, pres.entamos una
perspectiva axonométrica (Fig. 5) en la que se ha pretendido señalar el efecto producido por la presencia de
un hueco practicado encima de la puerta y cuya finalidad resulta particularmente problemática.
En un intento de apurar todas las posibilidades
podría pensarse que este vano no correspondiese a una
puerta, de hecho, el &pus CIUtTIMÚiáum se encuentra muy
descarnado, tratándose, por tanto, de una ventana. Sin
embargo, hay dos datos que invalidan esta interpretación, el primero, Ja huella dejada por el opus cannenlicium
en el arranque de La jamba derecha, prueba evidente
d e que el vano existía desde la base y segundo, la aparición de un umbral de puerta cuyas dimensiones coinciden con la anchura del vano.
Otro de los problemas que plantea el precario es·
tado de conservación que ofrece el monumento funera·
rio situado en el Colegio Romeu es el de su encuadre
dentro de un adecuado marco tipológico. Con los datos
de que disponemos nos encontramos ante una cons·
trucción dotada de una nave supuestamente central,
cubierta con bóveda de cañón a la que se accede por
medio de una pequeña estancia, también abovedada,
en la que se baila la puerta de ingreso al interior del
monumento. De la dependencia menor se conservan
sus d imensiones, mientras que la de la mayor se sabe
que se prolongaba, tanto en su longitud como en su anchura. Según las comprobaciones efectuadas en la
campaña de 1963 la parte descubierta tenía 9 m de largo por 6 .m de ancho, si bien en dicha campaña noJlegó
a descubrirse la estructura total d el edificio, por lo que
dichas medidas, aun superando las de la parte visible
en la actualidad, no dejan de ser parciales. A pesar de
este inconveniente, es seguro que la estancia cubierta
coD la bóveda mayor rebasa los límites de la otra dependencia menor, determinándose, por consiguiente,
la presencia de dos ejes, uno que señalaría la entrada
del monumento y otro, perpendicular al anterior que
discurrir(a paralelamente a la longitud de la habitación
mayor. Este detalle es muy importante, ya que permite
distanciar el edificio saguntino del grupo de los sepulcros naomorfos, en los que predomina un único eje determinado por la entrad a al monumento.
En relación con los sepulcros en forma de templo,
recientemente (AaAmeuJ, en prensa), se ha querido
relacionar el edificio del Colegio Romeu, con el mauso·
leo de Corbins, dotado de cuatro condiiDria dispuestos en
dos naves paralelas cubiertas con bóveda de cañón y separadas por un muro (Pu10 1 CADAPALCB, ns FALCUERA,
GoDAY, 1908: 64-6; Pmo r CADAYALCH, 1934:: 126-7; SAN·
MAR'l'f, 1984:: 105-6), mediante la interpretación de la
estructura conservada del mausoleo saguntino con el
muro de separación y el arranque de una de las dos
naves abovedades, tal y como aparece en el monumento de Corbins. Sin embargo, consideramos que esta interpretación, no exenta de lógica, cuenta con el inconveniente de que en el otro extremo de ese muro central'
del que partiría la otra nave, a pesar de presentar signos de desgaste, se aprecia cómo a la altura a la que
debfa iniciar se la curva de la bóveda, la pared sigue
vertical. A ello hay que añadir la serie de sillares encontrados in siJu en este lado, el sur, en la campaña de
1963 (ROCA, 1964: 2), en la actualidad desaparecidos,
aunque se conservan algunas improntas de ellos y que
constituían el paramento exterior del edificio por este
lado.
La misma razón esgrimida para el conjunto de los
naomorfos, sirve para alejar el edificio del Colegio Romeu del grupo de los sepulcros turriformes en Los que
predomina de forma muy acusada una tendencia hacia
plantas cuadrangulares.
La presencia de u na nave cen tral flanqueada por
uno o varios arcosolia, característica que reuniría el
mausoleo saguntino, de identificarse la menor de las
estancias abovedadas con un arcosolium, aparece presente en una serie de tumbas de la necrópolis de la !sola
Sacra en Ostia (BAI.DASAAAE, 1987: 125-138) y en la Pen(nsula Ibérica en varias sepulturas de Emerila Augusta,
conocidas como los •bodegones» o las «cuevas», de las
que en Ja actualidad se conservan dos ejemplares
( B I!NOALA , 1976: 14:3-4). Sin embargo, en estos ejemplos apuntados la planta adopta una forma rectangular
con la entrada situada en uno de los lados cortos, extremo que no se cumple en el sepulcro saguntino y por
otra parte, los arcosoli4 nunca están asociados con una
entrada, aparte de ofrecer, generalmente, unas dimensiones inferiores a las que posee la citada dependencia
del mausoleo del Colegio Romeu; de ah{ que su interpretación como arcosoüum resulte muy p roblemática.
En un intento de agotar todas las posibilidades, el
croquis de la planta del edificio realizado tras la campaña de 1963 (Roe..., 1964:: 4), en el que se representa
la prolongación de los cimientos que en la actualidad
no son visibles, podría suger ir una construcción de
planta cruciforme, posiblemente, de cruz griega, recor·
dando a otros edificios como el mausoleo de El Daimun (El Ejido, Almerfa), (Fig. 6) (CAA..., R oDilicuJ!Z,
1987: Fig. 2), sin duda, con el que ofrece un mayor parecido, el mausoleo número 6 de la necrópolis paleocristiana de Tarraco (DEL AMo, 1979) o la denominada
..Sinagoga» de Sádaba (GARciA Y BELUDO, 1963), fechados en la mitad deJ siglo rv. En este caso, se conservarla un bra2o constitufdo por el espacio de entrada y el
arranque de otros dos, faltando el cuarto que debería
1oc.ali.zarse en los restos caídos al otro lado de la grieta.
Sin embargo, esta interpretación no deja de ser una
mera hipótesis, inverificable por el momento, ya que
547
[page-n-558]
J.L. J!M!NEz SALVADOR
\.
parte norte de la ciudad y no muy distantes de la situación del monumento del Colegio Romeu. No obstante,
dada la fragilidad de los argumentos, sólo puede manejarse como hipótesis, a confumar en futuras investigaciones, la relación entre este edificio y el fenómeno de
expansión urbana sugerido en la ~poca apunt.a da en
este sector de la ciudad.
NOTAS
--==--·
1'11
t Agradecemos a la Dirección del Grupo Escolar •Jost Romeu• y en particular a au conserje D. Jos6 Garn~s Zapata lu faeiJidadcs y colaboración prC8tadu en todo momento para la elabora·
ción de la parte grAfica de este trabajo. Las figutu han sido
realizadaa por .Elvira Gondlcz de Durana, mientras que laa foto·
graflaa aon del autor.
BIBLIOGRAFfA
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AllANrom, C. (En prensa): •Datos para el conocimiento de Sagunto en el siglo n•. La cili et la commuMuJi
Fiz. 6.- PlanJa y f.ll.uM dd mawolto romano de El D
los vestigios citados quedaron sepultados por el relleno
sobre el que se construyó el patio del colegio, perdiéndose la posibilidad de haber comprobado tal extremo.
En consecuencia, deber ser manejada con la precaución que aconsejan las circunstancias apuntadas, máxime si se tiene en cuenta que se ignora la cronología del
edificio, dada la ausencia de indicios; lo que constituye
otro serio inconveniente al impedir su relación con
otros exponentes conocidos y fechados.
Si los intentos por situar esta construcción dentro
de un marco tipológico plantean los pr:oblemas ya reseñados, no menos complicado resulta el establecimiento
de su cronología. Los escasos matcdales recogidos en
la campaña de 1963 no pertenecen a un contexto claro,
ya que aparecieron revueltos por lo que pocas conclusiones pueden extraerse de ellos. Por otra parte, el análisis de la t~cnica constructiva tampoco aporta detalles
que permitan precisar la fecha del monumento, poT
tratarse de un tipo de aparejo ampliamente difundido
en la arquitectura de SagunJum a lo largo de varios
siglos.
A falta de otros datos, conviene tener presente que
la zona donde se emplaza este sepulcro recibió un notable impulso constructivo a partir de final.e s del siglo t
y a lo largo del siglo u (ARANEOUJ, e. prensa), como lo
n
prueban algunos edificios como el mausoleo de las familias Antonia y Sergia o el circo, localizados en la
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[page-n-565]
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PAULLO AEMILIO REGILLO, PATRONO DE SAGUNTUM
Uno de los aspectos más relevantes en las relaciones
de las comunidades urbanas. provinciales con los órganos de gobierno de la administración central romana
fue, sin lugar a dudas, eJ que se estableció a través de los
patrocinios municipales (D'ORS, 1957: 367-380; ENoESSBR, 1957, passim; fuJt.MANo, 1957, passim; Seout, 1988,
passim). El origen de la institución se localiza en la época
republicana, cuando Roma traslada aJ ámbito público
marcos de vinculación originariamente privados
-como la amiciJia, eJ hDspiJium y la dienJda.-, incorporando de este modo a los asuntos internacionales un componente caracterfst ico de las relaciones personaJes. Asimilación inevitable, si tenemos en cuenta, tanto el carácter
a rcaizante del derecho internacional romano, como el
papel activo que asumió la r¡qbiJilas durante el proceso de
expansión y conquista militar mediterránea. Esta actitud aristocratizante y personalista en la orientación de
los asuntos internacionales, m uchas veces en conflicto
con eJ Senado, alcanzará su punto culminante en el último siglo de la República, cuando la búsqueda de amplias clientelas provinciales sea la divisa de los líderes
más ambiciosos (lhLL2CoUAllC'H, 1963: 42-170; SALLER,
1982, passim; HAu.1s, 1989, passim).
• Dpto. de Hittoria Antigua, Univertitat de
Val~cia.
Este fenómeno tendrá, a su vez, un factor de convergencia en e1 comportamiento que caracterizó a las
comunidades de Italia y, no mucho después, a los territorios con una crecie.n te asimilación ~e la cultura romana, como vendrá a ser el caso de extensas zonas de
Hispania desde el siglo I a.C. Las ciudades en esta tesitura aspirarán, o bien a la modificación de unos estatu·
tos jurídicos nada o escasamente favorables -nos referimos, naturalmente a las CÜJilaJa stiptnlbarilu, lihtrae y
fotdnaw, como úpos más corrientes-, o bien, para el
reducido grupo de Jas privilegiadM -munia'pia y
coúmiae-, se abrirá la posibilidad de conseguir funciones y honores que afiancen su posición relevante dentro del conjunto metropolitano provincial. En resumidas cuentas, para unas y para otras la obtención de un
estatuto privilegiado va a ser la ónica vía posible capaz
de facilitar al grueso de las aristocracias locales, Ja ansiada incorporación a los O'Tdinu de la sociedad romana,
primero a los inferiores, pero con la vista puesta en metas más elevadas (SHUwm WnrrE, 1973: 360-444; Al,
fOLDY, 1987; 167-181).
El procedimiento de inserción de estos personajes
influyentes al alhum municipal es bien conocido: aceptación del candidato, presentación ante la curia de la
propuesta y elección (cooptaJia). Una vez formalizada la
555
[page-n-566]
J.J. SEGOf MARCO
designación se emit(a el correspondiente decreto decurional y se grababa en bronce un documento doble
acreditativo de la relación patronal establecida (tahula
patrorudis), enviándose un ejemplar al nuevo patrono a
través de unos embajadores nombrados al efecto por la
ciudad (legalt). Esta, por su parte, se encargaba de insertar al nuevo patrono en el lugar que le correspondiera del alhum, lo que dependía necesariamente de su categoría (N1coLS, 1980: 535-561; Sootñ, 1988; 80-119).
A la búsqueda de estos pairocini4 las ciudades desplegarán una intensa actividad, conscientes de la trascendencia que los mismos iban a tener en su promoción. El objetivo más ambicionado era, como bien
puede suponerse, la cooptación del mayor número de
patronos posible y naturalmente, si se presentaba la
oportunidad, de aquellos encuadrados dentro de las familias senatoriales. Esto llevaría inevitablemente a una
disociación entre los patrocinios más corrientes
-reservados a las figuras locales y orientados, de una
parte, a premiar los años de servicio a la comunidad
y, de otra, a estimular, aún si cabra más, la munificencia de los así alagados- y los que se conseguía recayeran sobre individuos de los ordirw superiores, y que por
su propia naturaleza tendían a satisfacer necesidades
intrínsecamente diferentes orientadas, sobre todo, hacia la defensa política y jurídica de la ciudad ante las
altas instancias del Estado, cuando eventualmente las
circunstancias lo hicieran aconsejable'.
Hasta el momento, el único patrocinio municipal
conocido sobre SagunJum nos consta gracias a la epigraffa. La inscripción se encuentra en la actualidad desgraciadamente desaparecida, pero el texto no nos ofrece ninguna duda al haber sido recogido por el conde
de Lumiares (1852: 59-60) y adecuadamente fijado en
el GIL I1 3837 por E. Hübner2:
[Pjaul[l]o Aemilio/Paulli j(üio) Pal(atina tribu)/Reg[ijlllJ
XV oir(o)/racris jaciendfüJipraefecto urb(i.)liuri dicr.md[ojlquaestori/Til(berii) C4esaris Au{g(usti)j/paJrono3 •
Como se desprende del mismo, se hace mención
al pairocinium de Paullus Annilius Pf. hgillus. En el momento de la publicación del GIL 11 el personaje no estaba identificado {H011NBR, 1869: 516), pero gracias al
descubrimjento de diversas inscripciones serviles pertenecientes al mausoleo de la familia Marcella (M011U111entwn Marcdlae)' Th. Mommsen estuvo en codiciones de
proponer su parentesco. Para el investigador alemán,
nuestro senador serfa hijo del matrimonio formado por
Claudia Morcella minor, la hijastra de Augusto, y L. Aemilius Paullu.r, cónsul del año 34 a.C., viudo de un primer
enlace con Come/U!, con quien había engendrado a L .
Aemih'us P~ -que sería cónsul el 1 d.C.- y a M .
Atmilius Paullus -el futuro c6nsul del 6 d.C.-, y de los
que, en consecuencia, el futuro patrono saguntino 1ba
a ser su hermanastro (MoMMSBN, 1876: 909).
556
No obstante. esta ubicación genealógica de Aemiliur
que habfa venido siendo admitida
unánime.m ente1, presentaba un aspecto poco convincente, a saber, la falta de adecuación entre el crnsus lwnorum y su cronología. En efecto, P. Aemiliw' Regiilus no
podía haber nacido con posterioridad al año 12 a.C.,
pues sabemos que entonces moriría el segundo marido
de su madre, M . 'J1aieriw' Messala BarbaJus'. Puesto que
se conocía que fue f{UiltStor Ti(btrii) Caesaris Aug(usti) era
de todo punto anómalo la edad -superior a los treinta
años- que presentaba para el ejercicio de esa magistratura. Esto llevó a E. Bayer (1968: l18ss.) a revisar
todo el stemma de la familia, proponiendo dejar a L.
Aemiliu.s Paullu.r, el cónsul del 34 a.C., con un sólo matrimonio, el de Corn4i4, mientras que marcello. minor habr(a
sido la esposa del cónsul del 1 d.C., L . .Aemilius Paullus,
de cuya unión habría nacido nuestro Paullus AemilWs Re·
gillus. Obviamente esta corrección obligaba a modificar
el matrimonio de Maree/la mitwr con Vakrius Messata, que
ahora pasada a ser de primeras nupcias, y a proponer
un segundo enlace de ésta a partir del 12 a.C., ahora
con L . .ÁemiJius Paullus. Necesariamente esta uni6n no
podía haber perdurado más allá del 2 a.C., puC's sabemos que en esta fecha éste casó con Julia, la nieta de
Augusto1 •
Como cualquier joven patricio romano, Paullus
Aem.ilius RegiO~ se habría incorporado a la edad reglamentaria -entre los veinte y .veinticinco años- a uno
de los puestos reservados al cursus senatorio dentro del
vigintivirato, para después ingresar en. el servicio mili·
tar como tribuno laticlave, aspectos que no se reflejan
en la inscripción'. Posteriormente ejerció como prtUjtetus urb(i) i'ure dicundo (sic)'0 , una función prestigiosa
para un joven del orden senatorial, encargado como estaba de suplir a los magistrados supremos durante la
celebración de las jmae Latinae (CACNAT, s.o. pttUje&turapttUjectus; in DARP.MBP.RG-SAm.. JO, IV, 612; ENsst..m, RE
XXII 2 (1954), s.v. pttUjectus, 1304-1306). Su carrera se
interrumpe a comienzos del reinado de Tiberio, tras
haber sido desjgnado quautor Ti(berü) Caesaris Aug(usti),
en una de las cuesturas cuyo nombramiento se reservaba el emperador para ejercer en la capital", y haberse
incorporado como XVVir sat:risjat:iendi.r (sic) a uno de los
colegios religiosos más importantes de Roma u. Las
razones del radical hiato que posteriormente se produce son desconocidas y pueden ser de variada índole: la
insuficiencia de nuestras fuentes, su caída en desgracia, o su muerte. Es, sin embargo, este último el motivo, hasta el momento unánimemente admitido (BAYBil,
1968; 120 y 122; CtBEJLt..Ac, 1972: 31; BnnJ.N, 1980:
364)oJ.
La cronología de este patrocinio no ofrece demasiados problemas, y ha de situarse en el arco temporal
que va desde los años de la legación de M . .Áemi.IWs Lepidus, es decir, entre el 10/12 y el 14/17 1\ hasta los años
inmediatamente posteriores a su nombramiento como
Regillu.s,
[page-n-567]
PAULLO AEMTLIO REGILLO
Cébeillac (1972: 31) ha propuesto para este último empleo el 21 d.C., una fecha muy alta si tenemos
en cuenta que este autor considera a Aemilius RegilJus
hijo del cónsul del 34 a.C. -habría ejercido la qutWtura
como muy pronto a los 33 años-, pero válida si aceptamos el stnnma de Bayer, pues por entonces podría estar en tomo a los 25 años 3 •
Resta, no obstante, determinar la dificil cuestión
de las ruanes que empujaron a los sagunJini a ofrecer
a nuestro personaje un puesto entre los patroni de la ciudad, así como las motivaciones que condujeron a éste
a aceptarlo.
Sobre estos aspectos se hao barajado dos tipos de
explicaciones. E. Bayer ha sugerido que la presencia de
A.emilius Regilúu en Sagwúum podría responder a motivos
políticos. De este modo, cuando su padre fue condenado por su participación en una conjura contra
Augusto", RegiJlus habría sido desterrado discretamente a esta ciudad", padeciendo un castigo similar al
que sufrió su primo L. Antoniu.s -hijo de Cl. .Marceil4
Maior y luDus Antonius- enviado a Marsella tras la condena a muerte de su padre por adulterio con Julia, la
hija de Augusto, el 2 a.C.". Rehabilitado posteriormente, pudo iniciar su cursus horwrum, que se malograrla por una muerte temprana (BAYRil, 1968: 122 n 26).
Sin embargo, la communis opinio creada en torno a
su presencia en la ciudad saguntina reviste tintes meramente coyunturales. Durante la estancia de su tío, M.
AemiJWs Lepidus, como gobernador de la Hispanio. Ciúrior
entre el 14 y 17/18 d.C., &miJius Regillus le babrfa acompañado, aunque sin ninguna función específica (Ar.t'OLDY, 1969: 12 D 52; BoNNI!VfLL!, 1985: 272 n 56)19
formando parte de su cohors anú&orum (BI\I.TRÁN, 1980:
364).
Así pues, Saguntum, que se encontraba en los comienzos de su andadura municipal, ávida de conllgurar su a/bum patronal con figuras egregias, no habría
desaprovechado la ocasión de engrosar la nómina de
sus patronos ante la presencia flsica de Rtgillus en la Citnior y su paso por la ciudad. Hay que resaltar en este
sentido que su condición de joven senador desprovisto
de empleo administrativo, allanaba las dificultades que
el poder cent,ral siempre creaba a las cqoptationes. En
efecto, la fiscalización a la que se iban a ver sometidos
los individuos cum imptfioto en este caso no se daba, al
contrario de lo que ocurría con su hermanastro, L.
kmilius Lepidus, el gobernador provincial -y, por tanto, el mejor candidato-, que, por demás, iba ya a cont.r aer el patrocinio sobre UXIJTII4 ( CIL 11 2820). Así las
cosas, Aemilius RegilJus se incluirla dentro del grupo de
los jóvenes senadores a los que las ciudades procuraban
cooptar al comienzo de su carrera, cuando los expresados inconvenientes legales aún no existían, mientras
por el contrario, resultaba evidente que a pluo no muy
lejano estaban predestinados a ocupar puestos muy relevantes. Para estos jóvenes candidatos la coop14tio les faqlJ(JQitJr.
cilitaba una plataforma de relaciones y honores que
contribuían, ante la opinión pública, los patres y el Emperador, a resaltar su importancia y prestigio personaJes, aún escasos lógicamente en los comienzos del
currust'.
No obstante, la posible estancia personal de Annilius RegilJus en Hipania y sus ambiciones personales, así
como la oportunidad que el azar brindaba a la ciudad,
no bastan. en nuestra opinión, para explicar su elección por los .ragwrtini. Un planteamiento tan coyuntural
distorsiona las causas reales de los patrocinios y las relaciones sincrónicas y diacrónicas que generan.
Los reglamentados requisitos que envuelven la
elección por la Curia'l, extremadamente puntillosos,
como ya vimos, con los senadores, son una prueba indiscutible de la importancia que rcvestfan estos nombramientos. Y ello era asf porque en la coop14tio senatorial -la menos frecuente, como apuntamos
anteriormente- ambos sujetos jurfdicos debían sopesar muy cuidadosamente las consecuencias de sus actos, puesto que sus repercusiones no se sustanciaban
sólo en los propios contrayentes -curia y patr(111US-,
sino que trascendfan temporalmente a su formalización, implicando en el mismo tanto a la comunidad
como a la gen.s del patrono, como claramente se expecificaba en los formularios de las ta.bu1ae conservadas: in
fo1.em dünulamt¡ru .ruam liherorum posterorumqtu ruorum
rtcepiJU.
Al mismo tiempo, era un acto polftico, que situaba
a quienes cstableclan los pactos en un horizonte en el
que una decisión oportuna podía comportar grandes
beneficios, pero que de ser equivocada, los arrastrarla
-espcdalmcnte a la ciudad- a situaciones muy delicadas.
Consecuentemente, la coopl4tio no podfa entrar jamás en contradicción ni con los intereses de la ciudad,
ni con los del patrono y su gens -puesto que unos y
otros rebasaban la actualidad del momento, condicionados como estaban por su propia tradición
histórica-, ni tampoco ser ajena a1 contexto sociopolftico contemporáneo, donde necesariamente estaba
obligada a erunarcarse.
Si analizamos la historia de Saguntum desde la IT
Guerra Púnica hasta el decljnar de Ja República, advertimos el temprano reconocimiento que Roma le dispensa, acogiéndola bajo su protección (/ides) ya desde
los albores del conflicto (BADv.N, 1972: 50-51 y 293)'\
y que son el orige.n dellliterior disfrute de la condición
de ~itas .fo~der414 cuando la ocupación romana se haga
efectiva, no más allá del 206 a.C. (BADJAN, 1972:
116-120; M.ufN, 1988: 31Y11 •
En el establecimiento delfoeáus jugará un papel decisivo Escipi6n. Su padre y su do, durante el curso de
las operaciones, hab{an recuperado la ciudad a los cartagineses en el 212 a.C.16 tras un primer intento fallido el 217 a.c.n, creando con el restablecimiento de la
557
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J.J.
SEGUÍ MARCO
población expulsada, una situación potencial de clientela que, si bien pudo no formalizarse en aquel momento, lo haría necesariamente sobre el futuro Africano. La embajada que la ciudad envió a Roma el 205
a.C. durante el consulado de Cn. Escipión, el papel ac·
tivo que éste asumió presentándola ante el Senado y
el tono empleado por sus delegados, traslucen la existencia de lazos clientelares entre Escipión y los saguntinos (KNAPP, 1975: 54)21 , quienes alrededor de esas fechas ya habr(an formalizado su condición federativa,
ratificada cuando Roma estableció la primera división
provincial el 197 a.C. 19 • El mutismo de las fuentes sobre Sagumum -mejor quizás para entonces, la denominación ibérica de Arse- a lo largo del siglo I1 a.C. es
una prueba del discurrir tranquilo de la ciudad, segura
tras los acuerdos con Roma y confiada en su correcta
aplicación por la salvaguardia que le deparaba el influyente clan de los Scipümts, asociados desde los lejanos
tiempos de la 11 Guerra Púnica con los Aemilii, con
quienes formaba un poderoso grupo de presión en el
Senado. Esta alianza partía de la unión matrimonial de
la hija de L . .Aemüius Pau/Ju.s (cos. 219 a.C.), Amrilitl Tertia.,
con P. Cornelius Scipio A.früanus (cos. 205 a.C.), y agrupaba a otras familias -Livios, Servilios, Minucios-,
hasta el punto de convertirse en una fuerza decisiva en
la dirección del Estado hasta los primeros años del siglo II a.C. (Scllr..t.ARo, 1981: 39-152). La alianza política y la influencia del grupo se reforzarían a partir de
Pyd.na, consolidándose con la a.dbptw del hijo de L .
Aemiliu.r Paullu.r Macaed.tmüu.r (cos. 182 y 168) por cl clan
de los Escipiones, en la figura de P. Co~mlius &ipio kmilia.rw.s, el futuro conquistador de Numancia (ScolJ..AllD,
1981: 211-248).
Esta pacifica situación se verá alterada durante las
guerras sertorianas. La ciudad, en contra de la postura
mayoritaria de toda la provincia a favor de Sertorio'0 ,
se inclinará por el partido senatorial prosilano que
ahora dominaba la República3'. Las ra.zones no sólo
hay que buscarlas en que para Sagumum el gobierno de
la metrópoli podta ser siempre el legal, sino, lo que es
aún más importante, en que los Cornclil Scipiones, de
quien la ciudad era tributaria, estaban enfrentados a
los populares de Mario, y ahora a sus epígonos aglutinados en torno a Sertorio,a. Arse iba a sufrir, aislada
en un territorio hostil, las penalidades de la guerra'-',
pese a que la definitiva victoria senatorial la compensará crecidamcnte de todos los sinsabores padecidos. La
feliz coincidencia de que por aquellos años Q, Ctuciliu.r
Metdlus Pius, quien junto a Cn. Pompeius había conducido la guerra contra Sertorio, asumiera directamente las
clientelas de los Escipiones -habfa adoptado al hijo de
P. Cornelius Scipio Nasica, desde ese instante Q, Catciliu.r
Mtte!Jus Pius Scipio"- depararfa a Sagumum una doble
ventaja, al converger la alianza con los poderes públicos de la República, con el sometimiento a los deberes
de la clientela. Su condi ción de federada se mantenía,
558
en consecuencia, incóliuñe y su prestigio -un tanto
apagado en los últimos cien años- recuperaba las eo·
tas de la II Guerra Púnica. Metelo daba un paso decisivo al conceder al saguntino Q, Fabius - destacado en
el último conflicto- la ciudadanía romana15 , decisión
que Pompeyo ampliaba a todos los Fabü (B.wiAN, 1972:
257 y 304)'". Estas medidas excepcionales, aunque
cautelosas, hadan abrigar sin duda a la población sagunúna esperanzas de que a corto plazo el status federado de la ciudad pudiera ser revisado, y la ciudadanía
romana se acabaría generalizando a todos sus
habitantes". La aparición de monedas primero bilingües y después latinas, asf como la progresiva eliminación del nombre fuero de Arse como denominación de
la ciudad por el de Sagumum, y el fm de la cooficialidad
del ibérico con el latín (BEt:rRÁN, 1950: 318), son pruebas evidentes de las contribuciones que la población estaba dispuesta a hacer en este proceso de uauto.rromanjzación,. (SH&RwrN Wmn:, 1973: 223-224).
Desgraciadamente la marcha ascendente hacia la
municipalización se vería truncada por su alineamiento pro pompeyano durante las guerras del 49 y 45 a.C.,
en las que, nuevamente, tomó un papel activo". Esta
actitud que estaba, por demás, en completa coherencia
con su pasado y su clientela, retrasará imprevistamente su constitución como municipium CÚiium Rorn.aruJrunY9,
a diferencia de lo que ocurra con Gatús -con la que
tanta,s semejanzas guarda- que verá por entonces satisfechas estas mismas aspiraciones (BauNT, 1971: 262,
238, 587 y 602¡ G.u.srBR.&R, 1971: 17-19 y 76). César,
autor del primer impulso amplio a las fundaciones privilegiadas, no pudo, dado el comportamiento de la ciudad durante el conflicto, autorizar la transformación
de SagurtLum, teniendo en cuenta además, el carácter
sectario que el dictador dio a este tipo de
concesiones•0 •
La trascendental modificación de las estructuras
internas de Sagumum ha de arrancar, en consecuencia,
del 44 a.C. -año de la muerte de César- y cerrarse
necesariamente antes del 4/3 a.C. -fecha atestiguada
epigráficamente de la existencia ya de los munidp(es)
.ragumini". La historiografía a la hora de precisar cronológicamente este acontecimiento se ha inclinado por
la época augústea. Aunque se aventuró la fecha del 29
a.C. y a CaúJi.sius Sabinus como su constituiJJr, como consecuencia de incorporar a las series monetales deJa ciudad un conjunto de piezas que se atribuían a Carthago
Nova (GaANT, 1946: 155s.), la propuesta ha sido tan
contundentemente rechaza que ya no puede ser mantenida en la actualidad (BKLTRÁN, 1950, passim; VJLJ...ARON·
e~ , 1967: 37-38 y 82-83 y Bllt:rRÁN, 1980: 382 y n° 15).
Mucho más recientemente, el último de los autores reseñados ha presentado como más favorable para la municipalización el decenio de los años treinta (BBU'aAN,
1980: 386). Esta deducción se ha hecho en base a la lectura de la leyenda M.SAG. como m(unicipium) sag(umi-
[page-n-569]
PAULLO AEMILJO REGILLO
nwn), en una de las monedas que clasificara L. Villaranga con posterioridad al 85-83 a.C. (VrLLAilONGA,
1967: 112-113). .La lectura rebaJa inevitablemente su
cronología más allá del 56 a.C. -momento en que Cicerón pronuncia su Pro Balho, y en el que la ciudad aún
es federada- como fecha post quem de la municipalización. Por otra parte -según el indicado autor-, ya
que por su metrolog{a e iconograffa se adecuarla al período 29-23/20 a.C., dispondríamos por otra parte del
término ante qunn para las series inaugurales del municipW.m, Jo q ue nos facilitaría· unas fechas acotadas para
la transformación municipal: los años 56-30/27 a.C.
IlÁN, 1980: 384). Thniendo en cuenta -siempre
(BEU"
siguiendo a F. Beltrán- que Pompeyo no constituyó
ninguna colonia o municipio romano, y que César o
cualquiera de sus legados no podían promocionar a
11na ciudad simpatizante con el partido pompeyano, Saguntum sería una fundación augústea, que por las razones polrticas y monetales indicadas, debe atribuirse a
los años que median entre el 40 y el 30 a.C. (BBI.J"IlÁN,
1980: 385-386).
Asf pues, Saguntum había logrado, cuanto menos
desde los albores del gobierno de Octavio, la ansiada
ciudadanía romana para sus habitantes, aunque su inmediato pasado comprometía ostensiblemente sus rdacions con el hijo adoptivo de César. Restllta obvio que
la ciudad necesitaba imperiosamente un ne.x:o con la
nueva dinastía si sus habitantes querían ocupar un
puesto relevante en el nuevo orden augústeo. La oportunidad estaba en los Aemilii upidi.
La clientela saguntina con los Metelo-Escipiones
habría sufrido un serio embate con la muerte el 46 a.C.
de Q Meullus &ipio (cos. 52) en Hippo Regiu.s (M~.
RE Ill l (1897), 1228). Sin embargo, para fortuna de
Saguntum si la ciudad deseaba mantener -como as{ nos
consta•' - sus vínculos cliente]ares con esa familia,
aún quedaba una rama de los Cornelü &ipiones que no
se había asimilado a los Qucilii Meuli, y que había permanecido fiel a la causa cesariana. Era esta línea sobre
la que precisamente ahora podía recaer la dependencia
de la ciudad y la que posibilitaba la inserción de la
clientela saguntina en el tronco imperial. El fenómeno
se producía además, por partida doble. De una parte,
porque Publiw Ccrr!lliu.s SdpW (~M. 38/35 (?) a.C.), el rcpresenta.n te de la familia desde aquel momento, casó
con Serihonia, después de que ésta se hubiera divorciado
Octavio, con quien había tenido una hija, IulitJ 0 • Este
vínculo con la familia del Emperador, liviano sin duda,
se reforzaba por otra parte, y de forma extraordinaria,
gracias a la clientela que la ciudad lograra de los Áemilii
úpidi. Y ello resultaba así porque, por un lado, la hija
de Escipión y Escribonla, Ctmvlia.. , iba a casar con
Álmiliu.s Pmd/u.s (&OS. 34 a.C.), padre de L. ÁnTtÍlÚLs Pau/Ju.s
(cos. 1 d.C.), el marido de ClauáitJ MarctJJa y, por tanto,
el progenitor de nuestro Aem.iJiu.s &gillw (ver infta
stmlm4).
El patrocinium de los kmilii úpidj era una jugada
maestra de la curia saguntina, que con ellos conseguía
enlazar su ancestral clientela bajo los Escipiooes
-asociada, según vim.os, en el siglo II a.C. con una
rama de los Paullikmilii- con la familia Julio-Claudia,
pues .Atmiliu.s Paullus (cos. 34- a.C.)u, íntimo amigo de
Augusto (SYME, 1989: 529), tenia a su primogénito
-L. Atmiliu.s Paulhu (cos. 1 d.C.)06- , casado con Julia,
la nieta de Augusto", una vez que éste se había divorciado de Claudia Marulla. De otra parte, su segundo
hijo, M. Anni/ius Lepidus (cos. 6 d.C.), más afortunado
que su hermano, era para Augusto candidato a alcanzar la dignidad imperial.. , mientras sus hijos contraerían matrimonio con dos príncipes imperiales, hijos de
Germánico".
Establecidas pues ]as motivaciones que, sin duda,
más debieron pesar e.n la cooptatio de Aemüius JletiiJur,
queda por abordar el dificil problema de si fue el primer patrono de los Aemilii úpidi con que contó la ciudad, o si por d contrario, hubo otros miembros contemporáneos o anteriores, que ya disfrutaron de esa
condición. La cuestión es actualmente insoluble, al carecer de fuentes claras en tal sentido, pues los indicios,
en una u otra dirección existen. Condiciones personales, según vimos, reunía suficientes para que los saguntinos hubiesen materializado en su persona los deseos
de asociarse a la dinastía Julio-Claudia. Pero también
es muy cierto que no puede descartarse, a priori y sin
más, el que otros individuos de su entorno familiar fuesen el arranque de esta clientela. Una serie de aspectos
meramente circunstanciales, empero que significativos, podrían avalar esta hipótesis.
Si retomamos por v(a ascendente la genealogía de
Aemiliu.s &gillu.s advertimos que su tío, d cos. del 6 d.C.
fue propretor en la CiJerWr (AuOt.OY, 1969: 12-13;
SzRAMKUlwtcz, 1975, passim), y, a su vez, patrono de
Uxama'!!O, mientras su abuelo, L.kmilius Paulhu (cos. 34
a.C.) había sido, quizás, legado en la misma provincia
el 24- a.C.)1 • Su tfo-abuelo era M . kmilius úpidus, uno
de los trW.moiri res publúlu constitunultu a la muerte de César y con potestad sobre las dos Hispanias entre el
43-4-2 a.C., aunque ya había tenido competencias directas sobre la Cilerior, en la que ejerció como legado
en dos ocasiones, durante el 48 y el 4-4- a.C. (RoRDEN,
RE I 1 (1893), n° 73, 556; Gli.OAO, PlR 2 A, o 0 367,
59-60; GAINR, 1974: 5-20). Cualquiera de ellos pudo,
durante la segunda mitad dd siglo 1 a.C., establecer el
patronato sobre Saguntum, en base a sus condicones
personales y a Jos antecedentes familiares con Hispania
que también se podían haber derivado de la presencia
de M . AnniJiu.s úpidus Porcina (&OS. 137 a.C.) como prooónsu1 de la CiJeriqr d 136 a.C. (K.u!Bs, RE, I 1 (1863),
n° 83, 566-567).
En el caso de que la ciudad hubiese constituído la
clientela con los .kmiJii úpidi a tra~s del do o del abuelo de RegiJJu.s no se nos ofrecen problemas iu de coyun559
[page-n-570]
JJ.
SEGUÍ MARCO
tura -presencia como gobernadores- ni de cronología -24/22 a.C. ó 10/17 d.C.-, muy al contrario de lo
que ocurre con el triunviro M . kmi/J'us úpúk.s, cuya actuación en la CiJerjq, tiene una trascendencia muy superior. Su c:ficaclsimo gobierno de la provincia el 48 a.C.
como hombre de César -que contrasta fuertemente
con el desarrollado por su colega en la Ullnior, Q; Co.ssius Longinus- contribuirá a que una provincia fUepompeyana se incline radicalmente -y salvo raras
excepciones- por César (G'-'M, 1970: 1#-146; fu-.
MAHX), 1970: 196-197; GALVE, 1974: 17-18). La desaparición del áütator el 44 a.C. -precisamente cuando Lépido estaba nuevamente de gobernador en la Citerior- y
su integración en el 'Iriunvirato con la adscripción a
su mando directo de Hispania y la Narbonense le permitirán, durante el breve tiempo en que, bien como gobernador, bien como triunviro, pudo controlar estas
zonas -del 44 al 42 a.C.-, el despliegue de importantes medidas. Por una parte, negociaciones de paz con
Sexto Pompeyo, que fueron coronadas por el éxito y supusieron la pacificación de la Península Ibérica (GALVE, 197+: 19-20; G'-I.BA, 1970: J54)n, con ]a inevitable
rentabilidad polftica para Lépido, que así se constituía
en el arquitecto de una salida negociada a un conflicto
que, reavivado peligrosamente tras el asesinato de César, él clausuraba. Por otro lado, una acción directa sobre los núcleos urbanos, favoreciendo los asentamientos de veteranos en comunidades coloniales ex nooo
- como es el caso de la Colonia. Julia Victrix Lepida(GALSTIIABJl, 1971: 25; GALVII, 197+: 30-48; MARlN 1988:
222), y probablemente, interviniendo en la organización jurídica interna de algunas ciudades peninsulares,
como pudo ser el caso de Carthago Nooa (BEJ.:l"RÁN, 1952,
passim) e flici (Lt.ORENS, 1987: 8-9).
La cuestión se vuelve a6n más interesante si tenemos en cuenta que los años de gobierno de Lépido
coinciden precisamente con un período muy oscuro de
la historia saguntina, aunque trascendental, pues la
ciudad sale del mismo en puertas de ser dotada de la
categoría municipal. Ciertamente no existe: explicaci6n
para que Octaviano otorgara en fecha tan temprana
-la que abarca los años entre 40/30 a.C., como vimos
que se ha defendido- a una comunidad que había inclinado sus preferencw por el partido pompeyano, la
categoría de municipium cioium Romanorum, teniendo en
cuenta que durante estos años no parece que se registrara en H'espania actividad colonizadora y municipalizadora significativas (GARCIA Y BELLIDO, 1959: 4 70ss.;
BRUN'T , 1971: 234-239, 584-588, 590-593, 602-604;
GAI..S'nUJl, 1971: 17~30 y 65-72).
Es más, las únicas modificaciones de súUus que conocemos en el período que media entre la muerte de
César y el control exclusivo del poder por Oetaviano
(31 a.C.), se aplican sobre ciudades que ya contaban
con una andadura experimental previa, que por razones diversas, no había sido posible consolidar. Esa pri560
mera fase fundacional englobará aparentemente aquellos asentamientos perfllados por César, en unos casos
como colonias -así la Co/cnia Norbensis Caerarinll-, en
otros como municipios -como Nassüa Calagurris Iu/i4-,
y las creaciones de Lépido. A este último tipo corresponderla la co11ocida Col(onia) V'ae(trix) lul(i4) úp(ida),
de cuya deáuetw sería responsable el triunviro entre los
años 48/47 (GALS'l'llllP., 1971: 24) ó 44/42 a.C. (GMHT,
1978: 2ll; GALVE, 1974: 4-5), y que pasó a configurarse
defrnitivamente a partir de la pérdida de los poderes
triunvirales por Lépido (36 a.C.), cuando ostentó la denominación frnal de Col(onia) Vic(trix) Iul(ia) Ctlsa
(GAllcfA Y Bet.uno, 1959: 472-474; GALVII, 1974: 45-46;
MARI~. 1988: 222).
Tampoco el panorama numismático, con eJ que se
ha pretendido establecer orden e.n los orígenes munici~
paJes de Sagwúum, clarifica la situación. Como el propio F. Beltrán ha puesto de relieve (1980: 383 n 23),
su rectificación de la lectura monetaria anteriormente
reseñada, altera la ordenación de las series saguntinas
que estableciera L. Villaronga, pues obliga a situar
acuñaciones que éste entend{a como posteriores a la indicada, y que ten{an caracteres ibero-latinos, por delante de otras que L. Villaronga estimaba como más
antiguas (VtLLARONCA, 1967: 112-113 y 163-164). Pero
como Beltrán señala, las correcciones indicadas afectan
también a las dataciones de todas las series que corresponden al mismo contexto numismático en donde se
ubicaba aquellau, lo que provoca irremediablemente
una baja cronológica muy importante del numerario
puramente latino del Saguntum republicano, que ahora
debe situarse entre el 56/27 a.C. (B!U'JlÁl'I-BEJ.XJlJ.N,
1980: 66).
Este hecho tiene indudable importancia para el
tema que nos ocupa pues el conjunto monetario ahora
coetáneo, a grosso rrwdtJ, con el tránsito de SagunJum de
ciudad federada a municipio romano, evidencia que los
magistrados monetales de 110171171 Mar&i Aemilii son, pese
a que alguno pueda encontrarse repetido, los mayoritarios -M.Al(miiius) {VILLAJlONOA, 1967: n° 93, U3 y
163), M.Aemi/i(as) {VtLLARoNoA, 1967: n° 98, 113 y
165), (M.) km(ilius) y (M .) Aem(ilius) Erco/(atrUS ?) (V1.
LLAJlONOA, 1967: o 0 110, 113 y 168), además del indicio
de algón otro Atmilius más (Vn.LAAONCA, 1967: o 0 96,
113 y 164)-, seguidos a gran distancia de otros 111Jmina
como los Co.Jpurnü, Baehii -ambas familias en esta mis~
ma época con sólo dos magistrados-, Sempronii, Fahii,
Aeilü, Popi'lii y Valnü - que no tendrán sino un 6nico
representante respectivamente (VtLLAJlONOA, 1967: 80 y
113; Auowv, J981a, passim y 1984-: 214).
De igual manera, la documentación epigráfica y
numismática con.fmna la presencia de AmUlü en las
magistraturas urbanas saguntinas durante los sigJos 1II d.C.: G. kmüWs Gj Gal. Nepos, aeJ(ilis) y Dw (Ho..
NU, CIL n 6025-B!LTJlÁN, 1980: n° 299, 247- Al,
I'OLDV, '1984: n° 10, 236 - LLORBN'S-RlPoLL!.s, 1989: 159,
[page-n-571]
PAULLO ABMILIO REGILLO
n 23); L. AemilW.s LJ. Cal. Callus, fajtd(ílis), fom(m) JI,
fsajlümun ni/Jg(isúr), quautor, pontij(ex) (.AE, 1957:
314•BEtn.ÁN, 1980: n° 49, 65-66- Au-oLDY, 1984:: n°
15, 65-66, entre los años 70-150-LwRKNs-Ruouis,
1989: 159, n 23); L . .AnniJWs Lj. Cal. Veranus, tUd(ílis),
IloiT, fomen, quaator {---} (Bm::nt.(N, 1980: n° 50, 66 y
419•ÁE, 1955: 163-AJ..FOLDY, J981b: 127ss.•loEM,
1984: n° 16, 65-66- L wRENs-R ll'Ou..!s, 1989: 159, n
23)¡ L. Almilius Ca{---}, tmml"bus k{onoribus S] agwrLirú
jun{clus} (BnTRÁN, 1980: n° 307 bis, 254-255-ALFO.LDY,
1981: 132 • ALrOLDY, 1984: n° 21· Lwuws-Ru>out.s,
1989: 159, n 23). La documentación numismática también nos aporta, para la secuencia del 14 al 20 d.C.
(VtLLARONOA, 1967: 133ss.) un aed(ilis) de nombre
L.Aimi(lius) MtJXu(-mus) (VtLLARONCA, 1967: 134 y 168;
Lt.OR.ENS-RtPOLU.S, 1989: 159-160).
A su vez, el Mmtn Atmilñ" se extiende por todos los
niveles urbanos de Saguntum, hasta el punto de constituir una de las g111Us más numerosas después de Ja Bubia -que la duplica en número-, y con un contingente muy aproximado de representantes con la CAJmdio,
ValtTia y Fahia (BEt:rllÁN, 1980: 418-427). Prueba de ello
son los numerosos ejemplos con que contamos, tanto
entre la población urbana libre<, como entre la de
origen servilu.
Pero llama aún más poderosamente la atención la
existencia del significativo y poco usual cognomen
Ltpid-us/a en Sagumum y sus alrededores. Así [--}la Ltpidfa ?r; &tbia Lj. Ltpi¡./4, esposa de M. Ttttienus Mj.
Cal. Pollio!'; Anlonia MJ. Lepida..; y fmalmente, Silanus
{---jflustus An{---j/C. Ltpidij {---¡, habiéndose propuesto la reconstrucción (Cn(uus) Batbius? -- j/Sila!UJS {j/Iustus An[/Qnius? ---j/Cn. Ltpidus j(iüus) {--} (At.J'OLDY,
1977: 21-23 y 86)~0 • Los tres primeros testimonios corresponderían a individuos del rango decurional {At.I'Owv: 1977: n° 58, 22 y 35; PERBIRA, 1979: 5~). mientras el último pertenecería al ordo senatorius, siendo
quizás de origen saguntino y de nomm Batbius. Se ha indicado (Al.YOt.nY, 1977: 22; L.E Rovx, 1982: 458) que el
nombre de su padre habría sido Cn. (&uhius) Ltpidusy, por tanto rdacionable con la citada Batbia LJ.
úpida-, mientraa en su poliónimo se encontrar{an
gentilicios como Silatw.s o Án{/Qniusj que también se hallan en cl nombre de un senador, de igual modo supuestamente saguntino, y en otros &u/Ju'fll. Sorprende,
no obstante -pese a las explicaciones localistas de
AlfOidy-, que e.n el poliónimo de Cn. Ltpidus aparezcan los gentilicios Silanus y An(lorUusj que atañen al tronco familiar de los Aemüü Ltpidi. El primero de ellos se
incorpora a esta gms con M .IUIIWs Siianus (cos. 19 d.C.),
marido de la hermanastra de Almilius Regillus, Atmiüa Lepida, mientras el segundo está presente en los cognamina
de las hermanastras de C/4u.dia MaretlúJ minor -las dos
Antonilu- y en el segundo marido de Clmulia Mareella
maior, lullus AntorUu.s (ver irifra stmnma). La cuestión se torna aún más inquietante si tenemos en cuenta que entre
el 40/41 d.C. ocupó en la Citerior el puesto de gobernador C.Appius Iunius Cj. Silatw.s, cos. 28 d.C. (AuóLDY,
1969, 15-16), casado con Domilia Ltpida, hija de Ánkm.ia
fTIIJWr y L.Dtmütius Aktnobardus (ver infra sttmma). Esta circunstancia hace sospechar si no jug6 un papel destacado en la promoción del senador de la inscripción saguntina su adopción por algún .miembro tardío de los
Aemilii Ltpidi y de los !UIU·; Silani, teniendo en cuenta la
numerosa descendencia del matrimonio de M .lUIIWs Silanus (cos. 19 d.C.) con Atmilia Lepida (ver Ufra slemm4).
Un fenómeno muy similar explicarla el ascenso de Jos
otros dos senadores supuestamente saguntinos, puesto
que también ostentan linajudos poliónimos, aunque de
otras gmfes41 •
Si tomamos en consideración todas Jas evidencias
anteriores, y el marco cronológico en que la ciudad recibió la categoría municipal -el 44/30 a.C.-, no debe
descartarse que Lépido hubiese sido el artífice de los
comienzos de su municipalización. Como ocurrió con
Ctlsa -más hipotéticamente con Carthago N()l)Q e llit:i-,
la ciudad mediterránea habría podido conseguir primeramente, y por obra de Lépido, la autorización para
constituirse en mumcipium, dentro de una secuencia cronológica que abarcaría los años H /42 a.C., ampliable
en todo caso, hasta el 36 a.C. Upido, ansioso de extender sus clientelas por Hispania, no habría puesto inconvenientes a esta concesión, a la par que Saguntum habría
encontrado eJ resquicio pol!tico por donde incorporarse aJ orden postcesariano. Posteriormente, en una segunda y definitiva fase, entre eJ 36/29 a.C., Octavio,
ante los hechos consumados, se habría limitado a consagrar el reciente régimen urbano, aunque capitalizándolo en su propio beneficio, lo que explicaría la asunc ión de la tribu Caleria por Saguntum, en
correspondencia con la mayoría de las ciudades de extracción augústea (WtwEJ.s, 1985: 130-133). Por otra
parte, la concesión municipal en dos etapas asimilada
su situación, una vez más, a la de Gatkr que pudo también pasar por varios estadios jurídicos intermedios ~
tes de consolidarse como municipium (GoNZÁLI!Z, 198~:
95).
Ni que decir tiene que el patrocmium de los .An:ni/ii
Ltpidi sobre SagunJum actuaría en buena medida como
elemento normalizador de la:s relaciones politicas de la
ciudad con la Roma Imperial. De entre la importante
concentración de inscripciones dedicadas por los saguntinos a los Julio-Claudios llama.n la atención tres
erigidas en honor de Jos príncipes Druso ll, Germánico
y Druso m, emparentados por lfnea directa con los
Almilii úpidt,.', y que, a nuestro entender, no han de
verse solamente como una prueba de la adhesión a
Augusto y a su régimen (BoNNBVILLB, 1985: 272)
-como podría ser el caso de Jos frecuentes testimonios
que aparecen en la mayoría de ciudades deJ Orbis
R.omanus-, sino también como eJ reconocimiento comunitario a una dinastía con la que, por medio de los
561
[page-n-572]
JJ. SEGUÍ
MARCO
STEHHA
LEPIOORUH
H . Aem . Lep l dus
(COS.78 a.)
P.Cornelius
====rScr lbonla
Sclp lo
(COS.38-36?)
H.A~m.lepldus
L.A~m.Lel)idln
(cos.A6_.é! a)
PaollU!S (cos.50 a.)
1
L.Aem.Paunus
c.Cieud.Harcenus
(COS.50 a.)
===-==
Cornella
(CO!I.34 a .)
==
1 Octavla mn. 2
= H.Antonius
H. Aem .Lepl du&
(cos .6
d.)
?
IUun.=::.= Aemllia
Sllan.
Leplda
(COS .t5 d.)
Aem\1~~ --
--:--~~r~-~~~~
mal =
mio. =
Nero Cl.
L-Oorn.
Anenob
1
CLMrcella
!Mi.
=
1 H.
Lepida
=
oru s ua
C aeaar
.
OrUIIUS
H . Aem . Lep l dus
-Drual lla ·
Oonlltla
= 2 C .AppJun.SRan.
Lepida =
Ant.
Agr~
~
(COS.28 d .)
LAnto.lua
······~·"·=r c~••m••
Hessana
(cos.lé! a.)
Puldra
PautlUs
Aemlllus
Regr11U5
(H.) al.
Claudia
=
P.Qulnc.
vrus
2 -l=====
~
Hessalll
= Oonllt.
Lepjda
L .Aemllius
(cos.1 d .)
Aug .
Paullu& --==lulla
neptls
T
1
Lep l da
=
L . Aelll .
Paullua
H.Cun.
Sllanua
( CO S.19d . )
1
(cos.t3 a.)
Valerla Hessalina
=
CIMidiUs Imp.
H. lun.S lanus
(COS.46 d.)
D. lun . S lanus
Torquatus
( cos.!53d.)
Amúlii Ltpidi, se sentfa vinculada, tanto por considerar-
la legítima heredera de una tradición histórica colectiva -que la comunidad mimaba y actualizaba
continuamente"- , como por la actitud respetuosa
que la casa imperial mostró con la fuertemente conservadora estructura social interna de la ciudad (AJ..
I'Ot.OV, 1984: 212-228). Todo esto alentaba, sin duda, a
la aristocracia urbana -en la que figurarfan, según vimos, numeroso privati cli.enJes de los Aemilii Lepidi"- a
estas pruebas de gratitud, las cuales no debieron ser
ajenas a la esperanza de los saguntuu por conseguir el
· patrocinio imperial para su ciudad -alcanzado ya por
ciudades de un pasado, en cierta medida, coincidente
con el suyo, como seria el caso de GtJda y CariNJgo NoM
(Sr.out, 1988: 50-69)-, aspiración que pese al presumible ahínco puesto en su consecución, no parece q ue
rebasase los terrenos de la mera virtualidad.
562
L.lun. llanua
Torquatus
CONCLUSIONES
Desde mediados del siglo I a.C. Sagunium contó con
un grupo aristocrático imponante, los Aemilii, cuyo acceso a la ciudadanía presenta evidencias de que se remonta a los tiempos de Lépido. A su vez, la ciudad
pudo también experimentar por aquel entonces, su
transformación hacia T~Wni&ipium apoyándose en el triunviro. En tiempos de Augusto los saguntinos vedan
consolidada esta condición, asr como el patrocinium cwitaJis de los AemiJii Lepidi, entre los que Ptwllv.s AemiJiu.s &giJJus serfa un predaro exponente, satisfaciendo de este
mod o su"' aspiraciones de incorpo rarse - aunque fuera
por vía indirecta- a la red urbana de clientelas impe·
riales0 .
[page-n-573]
PAULLO AEMIL10 REGILLO
ABREVIATU RAS
AE {1889 y ss-.): Dtnnie lpigraphiq!M. Rmu des publicatüms
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NOTAS
' Al primer tipo corresponderran, p.e., las menciones ob I'Mri·
14 yal.Jmus14missimus o mumT-.-.Jissimw ñois reflejadas en CIL n 1054,
13'1,7, J348, J597; mientras al segundo individuo• como, p.c., M .
Camiius NDODtiJiianw (CTL ll 4U3), áuid(icw) HispMt(iM) CiJ(triori.r);
alutinmlissimus, iu.stissinuu y áistrtissimw con TMr.uo¡ C. Julius Asp~r
(CIL XIV 2516), kga1us (?); oraú11 prMSiatctissinw y dl.fmsor dinalillmfulllis.timus, para co.n biapanot y mauritanos; o {Q, AttJiu.s CAamiu
CM[~}titUU (CJL U 1972), fprwes prooilld.u &al~aej. Este sentido fo·
renae de la acción patronal ~e pate.n tiza claramente en Cic., Pro Balbo, 41; y Plin., Episto!M DI 4, 2-8; 9, J-36.
t
Cf. RoRDD<, RE 1 (1893) 130, col. 582-ILS 949-Auot.tw,
1979, n° +01, 266·267-Bll.n4111 1980, n° 38, 51.
s La inscripción C!L U 6020 que Húbner puso en relación
con la de P. AemiliJu JYti11us, no pertenece al mismo personaje, aunque hay una discrepancia en la lectura. Ad Beltrán (1980: n° 75,
93-94) Jee --) Aimilfi4 ···J1Fah(i4 tribu l) l'tJuf--, mientras AlfOldy
(1981b: 128-129) rccorutruye dimililfia -·/ Fah(i4) Pml{-).
• cr. CIL VI .U22, 44-47, HSO y *688.
S
Ronotu< , RE 1 (1893), 130, 582¡ a~. PJR t A, n° 396,
68; g,.,,., PIR t C, .n° 1103, 265-266; S
ma i,Yra.
' Cf. HA:.su~~., RE A 1 (1955), n° 259, 129-131, con sllmma Jlt.
úrii Messtú/M, 143-146.
' V~aae slmtm4 i'!fra, basado en la propuesta de Bayer.
• Su nombre completo habr(a sido L . .dlmilius Ltpidus PaJJJw
lUtiDus. El último cognomen Jo ostentaron individuos de la familia
a finales del S.
principios del S.
a.C. Cf. Kt.w, RE 1 1
(1.983), n° 127, 128 y 129, 582.
• Habría nacido entre el 12/10·2 a.C., en coniC:C\Ie.nci.a, su
carrera habría empezado entre el 8/13-13/18 d .C.
10 La utilización de prtK.foclus urbi iurt dia"'t/¡¡ en lugar de praeftelus iure áiauu/4 no es normal, y ya llamó la atención de Mommsen
(CIL n, p. 516), especialmente por el pan:cido que presenta con el
puesto de pruftctus urbi, y con el que, ain embargo, no guarda ninguna relación.. En este sentido P. 8eltrán (1980: 364) loa confunde,
adem$.s de equ.ivocar el orden d eJ cunus. Por su parte, y errónea•
mente, Bayer (1969: 120 n 12) cree que d cargo lo ejerció en Sa·
gunto.
u Su ejercicio exim1a de la edilidad o d tribunado de la plebe. Cf. Li!CaiV.\Ilf, itt: D...uwniG·S...Ouo, IV, 800, s.o. lf1144IM¡ Kuarrs.
c~tn, RE llJ (1899), s.o. ~IM, 818; Ce....:u...c, 1972: Sts.
11 Reservado para cx-cónsu.Jea y ex-pretores, podfa no obs·
tantc admitir jóvenea senadores de la familia imperial, como era el
ce.
my
n
12.,++. eaJO de JYtilhu-. Cf. BLO<:H, Ílr: DAIW•u•a.c·S..ouo, U 1, 432 n
60 y 80' s.o. !hum~~iri.
u La tentación, en la que, sin CDJbargo Bayer (1968: 122) no
confii"'Illl, de cstablece.r una relación entre la desaparición de RqiJ/us
y la conden.a a muerte que Tiberio decretó sobre $U henb.anastra
CltwJiD Pul&ha, tras la conjura del 26 d.C. ("The. Ami. IV 52) es digna
de ser tenida en cuenta.
" Cf, ALJ0u:71', 1969: 12-13, 201¡ S7.1WoWl1Wlaz, 1976: 1 59, 83,
11 372; Goo.o.o, PIR 1 A 369, 60-61; RoiiDJN RE 1 1 (1893), col. 563.
u Por tanto la fecha del pedestal 1aguntino no puede ser
muy posterior al 21 d.C., al no figurar ningún otro empleo. La data·
ción II1IÚ 1f1U11t que da Alfoldy (J979: 267) hasta el 37 d.C. resulta,
en nueura opinión, exce&.iva.
" la cronología no es clara y fluctúa desde el 1 basta d 8
d.C. Cf. Sv~
11
BAvn, 1968: 120, n 12, y 122, n 26, donde cataloga la es·
tancia de un aparente viaje de Clludios ( •Studienaufenthalt>t).
,. Tac. .4mt. , IV H , 3.
tt La opinión de SOAWJttiiWlCZ, 1975: 373, de un papel más
oficial como •Mgat de aon fRre le c:ontul de 6 ap. J .C.• , no puede
ser demoStrada y entra en contradicción con la propia inscripción,
que no lo indica.
ro Asf loe caps. 130-131 de Urso para la designación de Ull se·
nador o su hijo como pGiroiWS u lwpu, con la condición expresa de
que •Üt ilaliam situ imptrium priiiGius trila. Desde cl 11 d .C . todo gober·
nador debra dejar tnuuerurrir 60 dru desde el cese de su puesto
para poder aceptar el patrocinio. Dio. LVI 25, 6. Cf. N1oo..a, 1978:
432-479; E4x, 1979: 489-494.
11
Sobre este modelo de pa1ro11i cf. Ear11<01.< 1 1983, passim.
n Cf. caps. 97, 130, 131 de Uno, y 61 de Maiaea e ]mi.
u Para las diversas variantes en la fórmula transitiva de las
t&bu.laa patron.ales biapinicaa cf.: AE, 1942-43: 23¡ 1969-70: 746.;
1972: 282; 1984: 553¡ CIL 11, 1343, 2958, 2960; HAEpifr. 4·5,
1953·54: 11-12; 12-16, 1961-1965: 1922; 1LS 6102. Cf. HAJMAND,
1957: 339-344.
•• Polib. ID 15, 1 u.¡ Liv. XXI 2, 7; 18, 9; Apian. lbtr. 7.
t;
Vid. Ci c., Pro &Jho 23: I{UIU est isl4 soril14s, q~UU llmidli4,
I{UDá.fot/hs, uJ IIW '11/JStta nDi/4s t4mU Vt JIIÍS /HrinJÍS AúsJüint.ri PfoPUINJÚI·
r~, umat Gadilmw, «JUGG $acvlllmo...
u Liv. XXIV ~2. XVlll 39; Zonar.. IX 3, 8.
n Pol. IU 97, 2; Liv. XXll 22; Zonar. lX l.
tt
Liv. XXIX 38. Vid. i'!fra n 62.
" Liv. XXXII 27.
,. Saluat., Hist., l, 85- 2, 98; P lut..• &rt. 16.
" Plut., &rt. 21; Apian., b.e. t, JlO.
11 Plut., &rt. 7.
n Salust., Hist. 2, 64¡ PluL, Sert. 21.
u Cf. M1lmu, RE Ill 1 (1897), n° 99, 1224·1228, con .rtmtma
Cuei-lii MoJJü, 1229-1230.
u Cic., Pro 8aJJ¡¡ 50: . ..mitaü dottooit... ...oir sanaissinws a
IWIIII'Itl rtb"¡ünu ac tMMslia. (¿ Mellllsu Pius (¿ Fahium stttll1lli11J1111.
u Cic., Pro &Jho 51: .. .11 ltllUilliMS FabitJs mi/a# dlmtzoiJ.
" El paralelo más claro de eruanc:bamieto de la ciudadanra
a tra~s de figuras aisladas se establece claramente con GaMs y los
Balboa. Sobre el miamo d. L. R uaoo (194:9): ..Los Baldos y el lmpe·
rio Romano•. df'IIIÜs tú Hislllri4 411lit114J MIIÍi4, Buenos Aires, 67-U9;
1950: 14:2-199¡ y J.F. Rooaroou Nau: Los &úhos tk C4diz. Sevilla.
,. Caes., b.e. X l.
,. En Plin. N.R. m 4, 20, oppidum dcium R.tmtaMrwn.
.. Dio. XLm 39.
u GIL U 3827 - Bun.4t~, 1980: n° 10, 24-26.
n Ver ürfra n 62.
., Cf. para Corn.elio Eacipión, Cho.o, RE lV 1 (1900), n°
332, 1+38¡ WlfM, PTR 1 e, n° 1437, 35!; para Eacribonia, RoHDII4•
Dus..o, PJR 1 m, n° 220, 186-187¡ Gao.o PIR 2 c. n° 1395,
342-343, y eapecialme:nte para el problema de cate matrimon.io vid.
Fwaa, RE li A .1 (192J), n° 32, 891-892, y SYI<&, 1989: n 15, 29+,
y .n •• 311.
•• cr. GIIIWI, RE IV 1 (1900), n° 419, 1597.
u Cf. ROHDllll, RE I 1 (1983), n° 82, 565-566; Gao.c, PIR 1
A, n° 37ll, 62-63.
10 Cf. Rmma.11, RE 1 1 (1893), ll0 U5, 580; Goo.o.o, PJR t A, n°
391, 66-67.
563
[page-n-574]
JJ.
SEGUf MARCO
n Como ya índicamoa, seguimos el sllmm4 de Bayer, aullque
tampoco altera c.tos en.laec.t entre Julios y Emiliosla genealogfa tra·
dicioJlll.l q ue hacfa al eos. del H a.C. el marido de Claudia Marcclla.
•• Cf. Roowm, RE I 1 (1893), n° 75, 561-563; C&OAO, PIR t A,
n° 369, 60-61; ver SvHc (1955): cMarcua Lepidua, capax imperii•.
Joumal 6.1 RMMJt Stu4ús, 45, 22-33.
t9
Se trata de M.Anniliu.s LepitbJ.s marido de Drusila (cf. Ron.
DI!H, RE [ 1 (1893), n° 76, 563; C&OAO, PIR 2 A, nO 371, 61·62) y de
1Úmili4 LApida., casada con Dru.so C&ar Oc rmwco (cf. Ro-, RE
I 1 (1893), n° 167, 591; G&OAO, PJR t A, n° 421, 71.
oo CI1.. n 2820.
so La atribución depende de la valoración que se haga de dos
textos contradictorio. de Dión Ca.ssio y Casiodo.ro. Cf. Au&.rrt,
s
1969: 5.
•t Dio. XLm 29, 1-XLV, 10; Caes. b.h.. 1,1; Cíe. M Att. 16,
+. 2.
» La que Villaronga (1967: l12·113 y 163-164) llama clase X ,
y • ... de esu! modo quedarían primero la1 serie. upedficame:nte i~
ric:as (VIO 1-2), laa bilíngücs a continuación (JX,.XI), y por áltimo
las latinas, primero con SAGU. y dcspu& con M.SA.G.», según
BnnA!f-81ll.n).)'l, 1980: U-12.
s. Entre los hombres: {-· áfmiüu.s f·--1--jlu (.Bnn.úo, 1980: n°
87, 102·103 y 418; Au&m, 1981a: n° 9, 231-232); M . .4mu7iw MJ.
Gai. F®Mius (BIIInÁN, 1980: n° 72, 91 y il8¡ f&Jmiliu.s LJ. {G
F}ÍT'TN~t~Us (Bu:r&ÁH, 1980: n° 73, 92 y 418; Auotm, 1981a: n° 7, 231);
{h}t1111iw {--} (BIIl..TW<, 1980: n" I V, 290 y H8); L .bmili111 MDw
(BP.~.nAH, 1980: n° 76, 94-95 y 418); {·-) .Annililll G4t. Maumfwj (.Ba..
n.U., 1980: n° H , 92-93 y 418; Al.IOWt, 1891a: n° 8, 231); C.
&mil{iu.sj N'!flr (Bm:raAN, 1980: o 0 271, 219 y +18); [-·} Aimüfiu.s ?J
Fdb. &u{llw ?] (.B.u:rr..út, 1980! n° 75, 93-94 y 418), vid. supra n 3;
[hjmili[IU -- P•Jrf'trillfus} (Ba.:taA!<, 1980: n ° 87, 102·103 y i18; Av
..Ouw, 1981.a: n° 9, 232-232); Q, Gtmill{iu.sj Atmfijlio{mJ.S ?) (Bat:ra..lf,
1980: n° 161, H?-148 y 428); y entre las mujeres: hmi/ia (Ba..TIÚN 1
1980: n° 76, 9+-95 y 418); Airm1fill --} (ALJOLDY, 1981a.: n• 6,
230-231); AtmfmiiÚJ ···/ N{-·) (BarxRAN, 1980: n° 91, 1056 y 418;
{Ajmúlio Nigra (B~H, 1980: n° 298, 246 y il8); bmjJjq, LJ. Stwra
(Jhrlrú~< , 1980: n° 49, 65·66 y 419; lul(ia) Amrili4 (Bu.:raJ.11, 1980: n°
XXI, S.ll y 428).
u (M. .AmúJiu.s M .l.) hlmN:úu, y •1u hijos (M. Atmiliw MJ.)
Ju¿ruuJJ.¡ y (M . Mmilúu M J.) l'UIÚns (Bou.TIÚN, 1980: n° 72, 91 y 4-18);
Mmiliu{sj Pfurmimar (.BI'.l.1'Wr, 1980 : n• V, 291 y 418); L.MmilifusJ TIITtigarf-·1 (.Br.t.nA~<, 1980; n" 88, 103 y 419; A...oww, 1981a: n° U, 233);
y entre las Ubc:nas: {A}tmilia {P)#Tpmis (BnnAx, 1980: n° 89, lO+
y 418; AL16UJ1', 198la: n° 10, 232); Amtilia M. l. Ph.iltunis (B.Il.TÚt<,
1980: n° 90, 10* y 418); {lf/mrili4, Pwif-·J (Btt.raJ.H, 1980: n° 13+,
132 y 418; AnnilúJ SútJ]W (BILTaAN, 1980: n° 213, 180-181 y 419).
,. La itucripciór;a utá corrupta; M.V~{111)IMJ. Jrreisii{--?)1 w
Stppi{--?}/ll úpit/fa ?-} (CJL li 39i0• Jb.t:niÁN, 1980: n° 209, 177·178
y 430).
~· M.1Jitietul.s M J. Gai. Pollioltwl(ilis) lluir.flt¡rMn .4ug(wti)lt¡UDiit·
tM/BtuiJia LJ. Ltpida. u:tllr (CIL II 4028 - Bu.raJ..oc, 1980: n° XV,
301-.RtPOLLb, 1977: n • 9~. 258·259). En Maacarell.
.. Sc-r~tniM!Q,J./MaximaVAniM!wMJ. LtjliiWtNJJri (CIL II 3752);
~MJ.IúpidM/If~ib. (CIL U 3753). Ambas de J6/tnti4 (Pl!.
rwRA, 1979: 53-54 y 56, n° 33 y 36).
» Sigue miro «¡uil{um .Romiulor(um) t¡UWIMi}/uriJGIID tri/J{uM pleiJ
(is) prut(tJri) proco(n)s(uli)}lsllftito p(rouiMiu) H{ujJ(Iltlitu) ult(trútris) Buti«uf/St)gu{utrlimj (0/L 0 3839·BI!U'1<.1.~<, 1980: n.• 39, 52·53; ALIOI.DY,
1981b: 127).
w Se trata de {L.&Ibi ?jus LJ. Gol. Hispmtw {-·/.FinnJniu.s MMu/1{··· A}tllomus SiltJ, quids el aurigo de PJinjo el joven, y que por
su nombre ha sjdo empuentado con el eaballe:ro tarraconense L . .d11.·
tonw T.f. Gai. Si/¡¡, con &ubia LJ. MIITuila, con el pro~urador ducenano y lllil#tw úrur pra.IMÍJJs, L ..&uhiw AviJu.s - que pod.rfahaber sido
1u padr.e-, y con fL.&ubiwj y {B}tUhia Fuloia, acaso sus hijoJ (At..ouw, 1977: 18-19; u Roux, 1982: 458).
fl • Sobre el primero de elloa ver supra n 57. El segundo es co·
nocido al ostentarlo ru berm,ana: [B}ruhi4 L(!Aei) f(ilia) Fuloia ~
PGJJiM Crottia Maximilla (Al.IOWt, 1977: 18-2.1).
•• {DnutJ u.ulll'i/Cifmlllliá/Cus4ris fil(itJ)j/Tih(eriJ) Augfwt(i) ,.,.
pol(iY, dioi AMg111ti pfnm(tpoli)/pvt~Jifld so[dali]l~u.st[ah'j (B.~W"RA~<,
1980; n° 12, 27·28); Gnmmril:{oj!Cacmi Tib(nii)/A.f41(US1i) f(ilitJ)úioi
Aug(wti) Mpolilwi luli(i)/prototpotilf~J{tt)s(uli) ll•'mp(#rotori) JI (Bm:rW<,
1980: n° 12 bia, 28-29); {Drju.s11 Cacta[rij/ Ti(Hrii) Aug(usti) J (ili4)
álitJ{I)IA"l(U.Sti) Npqtii.Wi lrJi(i)lprototpotilttJ(n)s(tJi) (BI!U'&Á><, 1980: .n°
&rowv, 198lb: 126). Las otras impe14, 31-32;
564
rialcs son: AugustQ/ptmt#foi mDJt(ITM) imp(eratori)IXIm c11(n)s(uli) XII
trib(~)lpotQktü X 11Wt1i&ip(u)lsagutr1ini (.Bou.n.I.N, 1980: n° 10,
2+-26); C(aiQ) Coes4ri Augustij(ili4)/pvt~Jif(i&i) eo(n)s(uli) duign(tllo)/pritt·
eipi ru< o>mu.tis (B.unM<, 1980: n° 11, 26); {Ti(b,U,)f Cusori{iA)ug{wti f(iJitJ)Iftjul4m4tri{ID} Cn(tui)l&uhi(i) {Gt}mfin}i (BIU'ÚH,
1980: .n° 13 , 30-31). Además ex:Uten ot.ros fragmentos (Ba.TIÚH,
1980: 4.1-.46).
u Recut.rdesc: en talsentidolas arcaW1ntcsínscripcionc:sdcdicadas
todavíaene1s.Rd.C.a&cipi6neJAfricano:Jf
,.¡,&,)~
tJb rutiJulll:m &zewúumltx s(ttllllusc(I1MUIID) belJD Pwti&DSuundtJ. Cf. Cll. U
3836; Autóur~, 1979: n° 399, 266; Bm:rW<, 1980:n° 36, 47-49¡ y Auoun,
1979: D0 400, 266-267; Bnn.4H, 1980: o 0 37, 49·50.
.. Alioldy (1984: 214) liga, incomprensiblemente, a los .4múlii
y a los Fdbii de Sagunto en una mutua clientela de Metelo.
" Querc:nlos agradecer al profesor M . Garcfa Quintcla y J .M .
Moralea BlatiCO su amistosa ayu.d a en la revisión del presente trabajo.
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565
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[page-n-577]
Ferran
A RASA •
...
UNA OFFICINA LAPIDARIA EN LA COMARCA
DE L'ALT PALANCIA (CASTELLÓ)
La comarca de l'Alt PalAncia s'articula al voltant
de l'alt curs del riu epbnim, a la vora del qual i prop
de la seua desembocadura es troba l'antiga ciutat de
Saguntum. L'escassa altitud i !'abundAncia d'aigua fan
d'aquesta val! un llocespecialment apte pera )'agricultura. La capital comarcal, Sogorb (364 m. d'altitud),
esta situada a 26 km. en Jrnia recta al NW de SagunJum.
L'atenció deis cronistes i historiadors en aquesta comarca s'ha centrat tradicionalment en la pol~mica sobre la reducció de l'antiga ciutat de Stgobriga a Sogorb,
població que no presenta vestigis notables d '~poca
romana'. Des de principia del segle xv1 es coneixen en
la comarca abundants troballes epigrafiques que es
concentren particularment en dues localitats, X~rica i
Viver, separarles tan sols per 2 km. i situarles a uns
36 km. de SagunJum i 32 d 'Etil14. En l'actualitat es coneixen en la comarca un total de 61 inscripcions, de les
quals es conserven 37, distribuirles de la següent manera: Xerica (27), Viver (13), Begís (7), Caudiel (5), Sogorb (4), Algúnia d'Almonessir (2), Assu~bar (1), La
Vilanova de Viver (l) i Pina de Montalgrao (1). El nucli format per les localitats de X~rica i Viver en reu-
• Dpt. de Preb.ietbria i Arqueolofia. Univenitat de
Val~ocia.
neix un total de 40, dues terceres parts del conjunt comarcal. Aquesta densitat de troballes epigr3.fiques no
es correspon amb la presencia d'un nucli municipal,
puix cap de les inscripcions estudiarles conté referencies a carrecs o organismes d 'aquesta mena•. En consonancia amb aquest fet, tampoc es coneix cap jaciment arqueolbgic de caractedstiques urbanes, cosa que
impedeix de plantejar !'existencia d 'un municipi en
aquesta comarca. .Es tracta, dones, d'un conjunt epigrafic de ca.racter rural i funerari.
L'estudi d'aquest conjunt epigra.ñc' ha permes
identificar, entre les inscripcions trobades a Xmca i
Viver, alguns trets que permetcn confirmar !'existencia
d'una ojft&iM lapidUia de cad.cter local, com s6n el tipus de material i la forma del supon. Altees aspectes
com la motluraci6.. la decoracie i la paleografta no
aporten dades significatives en la defmici6 de la producció epigrafiea d'aquesta comarca. Es tracta, dones,
d'una primera aproximació a l'estudi deJ que pot
caracteritzar-se coro un taller lapidari de caracter
rural', J' únic d'aquestes caracter{stiques identificat en
terres valencianes. El primer tret defmidor d 'aqoest taller el constitueix eJ material': bona part de les inscripcions conservarles otilitzen coro a suport una calcaría fosca de procedencia local molt car acterfstica•. El
567
[page-n-578]
F. ARASA
segon tret és la forma del suport': algunes de les inscripcions fetes sobre aquest material corresponen a un
tipus que tampoc apareix en els conjunta epigrafics
deis municipi veins. Hem seleccionat així un grup de
21 inscripcions distribuides entre aquestes dues localitats: 14 de Xerica i 7 de Viver, de les quals es conserven 18, totes les de Xerica i només 4 de Viver.
El material utilitzat com a suport de les
18 inscripcions conse.rvades és una calcaria compacta
vetejada de blanc, amb tonalitats que en la majoria de
casos osciHen entre el gris fose (núms. 4 , 8 , 9 , 10, H ,
12, 15) i el negre (núms. 13, 14, 16, 17, 18, 19, 20,
21 ), pero que també s'utilitza en ocasions en la seua varietat més comuna de tonalitat gris-blavenca (núm. 3).
En altres dos casos !'altura a que es conserven les inscripcions, així coro la patina que les recobreix, impedeixen una atribuci6 més exacta (núms. 5, 6). La varietat
negra d'aquesta calcarla adopta una aparen~a marmoria, la qual cosa ha fet que alguns autors parlen de «marbre negre». L'existencia de pedreres modernes d'aquest
tipus de pedra, com ara les de Navarza a Xerica18, confarma el seu caracter local. El primer autor en parlar de
l'aprofitament de pedra a la comarca és F. Diago, qui
en 1613 assenyala que ••cerca de Segorbe se sacavan y
cortaban mármoles de tanta estima, que como lo advierte Antonio Nebrissense, de allí los llevavan a Roma"".
Posteriorment, B. Mundina, en 1873, assenyala !'existencia de pedreres de «marbre negre" en el «Monte Segarra» de Sogorb12 • Thmbé a Caudiel aquest autor cita
1'existencia d'aquest tipus de pedra: «en la parte septentrional de la villa se halla una cordillera de montes, en
la que se encuentran algunas canteras de mármol negruzco, y en uno de estos, inmediato al collado de las
Arenillas, se halla abierta una cantera de mármoles melado claro y blanco oscuro»''.
Pel que fa a la forma del suport, en el grup de
21 inscripcions atribwdes inicialment al que anomenarem taller de Xerica, per la localitzaci6 majoritaria de
la seua produeci6~ hi ha 9 lloses, 3 esteles, 2 blocs i altres 7 d'atribuci6 insegura. Alguns d'aquests monuments s6n de gran tamany (núms. S, 4, 5, 14, 19),
cosa que confirma la seua procedencia local. Entre les
esteles hi ha tres amb l 'extrem superior arrodonit
(núms. 9, 11 , 15), mentre que de la resta del conjunt
com arcal només una el té en forma de timpa i pulvinus
(ELC 70, Viver). En el conjunt epigrafic comarcal hi
ha nou esteles", la qual cosa situa aquesta forma com
la segona més característica - després de la llosa- de
l'epigrafia de l'Alt Palancia; quatre d'aquestes esteles
tenen el camp epigrafic envoltat per una motlura i,
d'aqueste.s, només una té l 'extrem superior arrodonit
(núm. 9). D'altra banda, aquesta forma és coneguda
en l'epigrafia saguntina, on trobem almenys dos exemplars (ELST 200, 293).
El segon tipus individualitzat en la producci6 del
taller de Xerica, i el més caracter{stic, el formen un
568
grup de cinc inscripcions (núms. 1, 2, 5, 12, 19) i una
d'atribuci6 insegura per la seua deficient conservaci6
(núm. 7), amb una representaci6 arquitectonica figurada: la cara inscrita del monument presenta dues pilastres coronades per capitells corintis, sobre els quals
figura una mena d 'arquitrau coronat per timpa i acroteres en un cas (núm. 5). El camp epigrafic esta delimitat per les dues pilastres i - en els monuments millor
conservats- per una línia incisa en el costat inferior,
ocupant la part superior de l'intercolumni. Deis tres
conservats, un és una llosa (nt1m. 12) i un altre un bloc
(núm. 19), mentre que l'altre -el millor conservates troba encastat en una paret i resulta impossible de
precisar el seu tipus (núm. 5). Només dos d'aquests
monuments tenen el camp epigrafic envoltat per una
motlura (nú.m s; 1, 19-). Es tracta d'un tipus de monument que, tot i no ser especialment estrany, no apareix
en els conjunts epigrafics de SagunJum i .&Jeta; només coneixem un cas dubt6s a Riba-roja, entre .&Jeta i ValenJia
(IARV 100), cosa que confu-ma l'originalitat de la producci6 d'aquest taller'$· Només en altres conjunts més
allunyats coro Tarraco trobem esteles amb una decoració
semblant (RIT 335), pero de característiques darament diferenciades16 • Les «Stele a edicula», amb representaci6 d'una estructura arquitectonica i, sovint,
deis bustos deis difunts a }'interior d'un nínxol, conformen un tipus de monument prou difOs a Italia en epoca Júlio-Claudia11 •
Pel que fa a la resta d'inscripcions, es tracta de set
lloses i d'altres dues de dubtosa elassificaci6 entre bloc
o llosa, dues amb el camp epigrafic llis (núms. 16, 21)
i set amb el text envoltat per una motlura (núms. 3,
8 , 13, 14, 17, 18, 20). La seua tipología no presenta
cap particularitat i, coro la resta d 'epígrafs d'aquest
grup, no tenen motius decoratius o trets paleografics
notables que els distingeixen.
Possiblement també altres de les inscripcions d'aquestes dues localitats - i d'altres proximes com
Caudiel- degueren ser producci6 local. És el cas, entre les no conservades, d'almenys una estela de Xerica
(ELC 83), de semblants característiques formals a les
descrites; mentre que entre les conservades, altres dues
de Viver (ELC 65) i Xeríca (ELC 84), de diferent tipus de pedra, podrien tenir la mateixa procedencia.
Quant a la resta de les no conservades, és possible que
moltes siguen també de producci6 local, pero no hi ha
trets formals o d'altre tipus que permeten la seua atribuci6 segura.
Pel que fa a la cronología d'aquest conjunt epigrafic, dues poden datar·se en el segle 1 (núms. 15, 21),
sis entre la segona meitat del segle 1 i la primera del n
(núms. 5, 7, 10, 11 , 12, 16) i tretze en el segle u
(núms. 1, 2 , 3, 4 , 6, 8 , 9, 13, 14, 17, 18, 19, 20).
La majoria, dones, es data en epoca flavioantoniniana, entre la segona meitat del segle 1 i el u.
En conclusi6, 1'o.fficina degué comencar la seu a produc-
[page-n-579]
UNA OFFICINA LAPIDARIA EN L'ALT PALANCIA
ció possiblement en epoca flavia, per a arribar al seu
auge en epoca antoniniana, en la primera meitat del
segle u, i desaparéixer en la segona meitat d'aquest
segle.
Dues d'aquestes inscripcions devien formar part
de sengles monuments.., segons indiquen les referencies a un are coronat per estatues que va costar
40.000 sestercis (núm. 13) i a un altre monument també decorat amb estatues (núm. 3). Es tracta de dues referencies singulars en !'epigrafía llatina valenciana,
obres de notable qualitat que destaquen en el conjunt
comarcal. La seua presencia indica l'existencia en la
comarca d'almenys dues poderoses famflie,s: la formada per M. Porcius Rufinus i Qpintia Proba, que apareixen
en un total de tres inscripcions de Xerica i Viver
(núms. 6, 13, 14), a més d'una altra de Viver (núm. 5)
amb familiars directes", i la formada per P. Domitius
Sabinus i Fabia Attica, que apareix almenys en una inscripció de Vi ver (núm. 3)tO. Es tracta en tots els casos
de gentilicis coneguts en la comarca: P()Tcius, que apareix en 11 ocasions, Fabius en 5, QuinJiu.s en 4 i DomiJius
en 2. Diverses inscripcions de se,rfs d'aquestes dues localitats deuen estar relacionades amb aquestes
famllies~ i deuen tenir, per tant, un origen local.
La individualització d'aquesta ojficiM afegeix una
nova particularitat de gran interés al conjunt epigrafic
de l'Alt Palancia, pero no fa m6s que refor~ar-ne la
seua personalitat, sense afegir noves dades que pcrmeten dilucidar la qüesti6 de la seua pertinen~a a un territori municipal dctermioat. Aquest aspecte ha estat
abordat per F. aeltrán, qui va assenyalar alguns trets
que permeten excloure la zona de Xerica del te,r ritori
de &guntum i }'aproximen a Eddan. Posteriorment,
G. A.lfOldy, despiéS d'acarar els llistats onomastics de
la comarca amb els d'aquestes dues ciutats, conclou
que no hi ha raons suficients per plantejar la seua inclusi6 en el territori d'una d'ellesu . Finalment, nasaltres hem tra.c tat de nou el problema, arreplegant
aquests arguments que no permeten, ara per ara, una
soluci6 definitiva2+. Per les característiques del conjunt epigrafic i la inexistencia d 'un nucli urba documentat arqueologicament, deu tractar-se d'un oicu.s depenent de Saguntum, Edda o d'alguna altra ciutat encara
dcsconeguda, amb algunes families d'elevada posici6
economica, cap membre de les quals, pero, sembla haver seguit la carrera municipal en la seua ciutat.
En síntesi, de l'estudi de !'epigrafía d'aquesta comarca hom pot extreure algunes conclusions d'interés:
1) existencia d'un important conjunt epigrafic propi
d'un nucli urba, inferior als de Sagunlum i Valentía pero
superior als d' Edno., Saltahis i Dianiumu; 2) més d ' un
ter~ d'aquestes inscripcions són producte d 'una ojficiM
local situada entre Xerica i Viver, individualitzada
mitjan~t l'estudi del tipus de pedra utilitzat com a
suport i la forma d'alguos monuments; 3) aparició de
dues inscripcions amb la menci6 d 'un are i estatues,
tipus d 'epígrafs que apareixen hahitualment en nuclis
urbans i que indiquen la presencia de (amflies d'un
elevat nivell socio-economic; 4) aparici6 de diverses dedicatories a serfs que adopten una fórmula desconeguda a Sagwuum pero documentada a Edt14 (CIL n 3802);
5) finalment, en l'aspecte onomastic, en aquesta zona
apareixen alguns gentilicis desconeguts a Saguntum i
Edt/4, com ara~jidius. Aurtlius, Cassius, Herennius, Petronia, QpinJia, *ttia i Vi&cius, la presencia deis quals no
resulta determinant per la seua escassa importancia
quantitativa.
RELACIÓ DE LES INSCRIPCIONS
ATRIBUIDES A L'OFFICINA
Per raons d'espai presentero de manera extractada
la relaci6 de les inscripcions, amb els llocs de procedencia i conservaci6, descripci6, mides, principals referencies bibüografiques i cronología. Una informació ex.baustiva sobre aquests epígrafs pot consultar-se en el
nostrc corpus (ELG).
VI VER
1. Segons G. Escolano es trobava «a la puerta de
la casa que llaman del Bayle de Teruel>o. A. Valcárcel
la va veure «á la izquierda de la puerta de la casa de
la señoría». Actualment desapareguda.
Segons A. Valcárcel era ocde mármol negro». El
seu dibuix representa una inscripci6 cnvoltada per una
motlura, amb sengles pilastres als dos costats i un element motlurat en la part superior.
Esoou.No, 16ll, col. 784; V AI.CÁRCEL, 1852, p. 105,
núm. 357, lam. 66; GIL li 4015; Ft.BTCHIIR i At.oAcu.,
1955, p. 354, núm. CVIII; RrPOu.l.s, 1976, p. 267,
núm. 126¡ ILAP 37; ELG 61.
L(i&inio ?) Agrüoltu.
L(i&iniu.r ?) Exorienis
jraJri.
Per les característiques del suport i el formulari
pot datar-se en el segle u.
2. Segons F. Diago es trobava "e.n la puerta del Parrocho, calle del Empedrado... A . Valcárcella va veure
«á la puerta de la casa de la Abadía... E. Albertini la
va veure en el «muntant esquerre de la porta del presbiterj». La Casa Abadía, on es conservava, fou destrui·
da durant la guerra civil. Actualment desapareguda.
Segons A. Valcárcel era «de mármol negro».
F. Diago diu d'ella que era una «muy grande i labrada
piedra con muchas molduras», pero estava «tompida
de medio abaxo». Segon.s E. Albertini es tractava de
569
[page-n-580]
F. A.RASA
1
pedra comuna de color fose. Devia tractar-se d'un bloc
o llosa. Segons la fotografia de E. Albertini, el camp
epigr?lfic estava flanquejat per dues pilastres estriadea
figurades amb dues acanaladures, coronades per sengles capitells corintia amb tres fulles apuntades en la
ima folia i dues més en la stCIUIIill folio.
DrAGo, 1613 a, p. 83; DtAco, 1613 b, pp. 54-55,
núm. 1; V ALCÁRCU., 1852, p. 104, núm. 353, lam. 6+;
CIL 11 4008; AusrriNI, 1913, p. 356, núm. 46,
fig. 60; FLI!'I'CIIU i A LCÁCEil, 1955, p. 353, núm. CI; RJ.
POu..ts, 1976, p. 268, núm. 128; ILAP 28; ELC 63.
motlura de 4- cm. d'ampJaria en forma de ltJbuJa ansa/a .
La fórmula DM es troba fora del camp epigrafic.
DimensioM: 105 x65x46 cm.
Camp epigrAfic: 30x38 cm.
Al~aria de les lletres: 8-2'5 cm.
MA!OimZ ALOY, 1912, p. 219: F LETCHER i At.c:ÁCER,
1955, p. 354, núm. CX; HAE 967; Rn>ou.ts, 1976,
p. 269, núm. 133; A UOLDY, 1984, pp. 235-237; AE,
1984, 603; ILAP 31; ELC 66.
M(arCIJ) CcrneJUJ
&¡UIJli a(1111b1U1n) XX
ti Ccmt/io
5
Carpq a(IIIIOI"'Im) XXX.
Armonía
f- .
Per la forma del suport i el formulari pot datar-se
en el segle u.
3. J.L. Villanueva la cita «en la plaza en la pared
de la casa del ayuntamiento». A. Valcárcella va veure
•debajo de la reja de la cárcel». Es conserva encastada
en la paret lateral de l'Ajuntament.
Sembla tractar-se d'una llosa o bloc paraHeHpede.
El camp epigrafic esta envoltat per una modura. La
part esquerra desapareix davall l'emblanquinat de la
paret, afectant la primera lletra de r. 3. Una fractura
en l'angle superior dret afecta }' última lletra de r. l. En
el gravat de A. Val cárcel ea veu la S inicial de slaluas .
Per les caracter{stiques del auport i l'al~aria de les Uetrea es tracta a 'una inscripci6 de caracter monumental.
Dimensiona: 61 x UO cm.
Al~lria del camp epigrllic: ~3 cm.
Al~Aria de les lletres: 11'5x7'7 cm.
VtLLANUEVA, 1804, pp. 136-137; V ALCÁRCEL, 1852, p.
103, lam. 63, núm. 348; CIL n 4009; Fum:HER i ALCÁ·
1955, p. 353, núm. CII; RIPoLLts, 1976,
pp. 268-269, núm. 131; HE 238; ILAP 29; ELC 64.
cu.,
- - } P(ublio) Domilio Sa.binD
{ - - - eJI Fabiae Atlie
{ - - - s}tt.aU4S posu.it.
Per les caracter{stiques del suport pot datar-se en
el segle o.
• · Segons M . Mardnez Aloy fou trabada l'any
1911 a la vora del canú, prop del riu Pa1ancia. Es troba
dipositada en l'eaglésia de Sant Francesc.
Bloc de calcaría fosca trencat per la part superior
dreta. afectant la segona lletra de r. l. En la zona central hi ha una zona mig es borrada, afectant a1gunes lletres de r. 5-7. El camp epigrMic esta envoltat per una
570
5
D(is) {M( aniJJus)/
Otaeii(iae) Seran e
a1111(orum) XVl/1.
Oladl(iu.s) &r41111.S
ji/iae Mtu.ra/i
11 OIIJ&(ilia) Clu]so·
polis fiÜtu
pimU.s.timae
ll(i&) s(iúu).
Per la forma i caracterlstiques del suport i e1 formulari pot datar-se en el segle u.
5 . F. Diago la va veure «a la puerta de la casa vieja
de la señoría... Posteriorment aquest la va fer col·locar
••en la torre de las campanas de la iglesia mayor, a
treinta palmos de altura», uns 6'50 m., on actualment
es conserva.
Bloc o Uosa amb el camp epigrafic aituat en la meitat superior de l'espai qui hi ha entre dues pilastres estriades figurades amb dues acanaladures i contraestries
(rodmlurae) en la seua meitat inferior, amb una ünia incisa en la base, coronarles per sengles capitells corintis,
molt erosionat el de }'esquerra, amb tres fulles en la ima
folio i ducs en la securulo. folio. Sobre aquests hi ha una
mena d'arquitrau coronat per dues acrllteres i un petit
timp~ en el centre, tot de factura molt grollera. El
camp epigrafic estA allisat, mentre que la resta de l'espai que bi ha entre les dues pilastres es troba simplement desbastat, amb una Unía incisa en l'estrem inferior delinútant el camp epigrafic. Una fractura
irregular en sentit boritzontal talla el monument i la
inscripci6 perla meitat. Un fort colp causat per !'impacte d'un projectil en la darrera guerra civil afecta les
Hnies 2-5 en la zona centre-dreta. En la fotografia de
E. Albcrtini (1913) el tcxt es vcu scncer.
Dimensiona: 180x90 cm . aprox.
Al~lria de les llet:res: 5-4 cm. aprox.
DJAGO, 1613 a, p. 95; D rAGO, 1613 b, p. 57,
núm. 8¡ V ALCÁRCEL, 1852, p. 104, níím. 356, Jam. 65;
CIL 11 ~010: Aummm, 1913, p. 356, núm. 47, fig. 61;
FurrcKU i At.ekn, 1955, p. 353, núm. cm; RIPOu.ts,
1976, p. 270, núm. 134; AuOLDY, 1984, pp. 228-230;
AE, 1984, 600; ILAP 32; ELC 67.
[page-n-581]
UNA O
FFICINA LAPIDÁRIA BN L'ALT PALANCIA
5
Ludus pq,.,.
ius reprfoh) u·
1 ara(MrUm) ~I' h(ie) s(itus) ~(st).
Lu[,ius Por}·
~ [,Aurej·
us an(11011Am) fXVJ Jr(ie) s(iJus) t(st).
Valftr}i4,. ( i )a CrassiJJa h(ie) s(iJa) t(st).
p. 354, núm. CV; Rn>ou.ts, 1976, pp.
123; ILAP 34; ELC 69.
266~267,
núm.
L(ueius) 7irmtius Iu~~mis a(nnorum) XXV
J.(ie) s(itus) t(st)
paln { - - - .
Per les característiques del auport i el formulari
pot datar-se en la segona meitat del aegle 1 o la primePe r les caracter(stiques del suport i el formulari
pot datar-se en la segona meitat del segle 1 o la primer a del u.
ra del u.
XERICA
6. F. Diago diu que •está colocada en la torre•, on
actualment es conserva encastada a una altura aproximada de 5 m.
Pragment de llosa o bloc de calcaria ocre-rogenca,
trencada per dalt i perla dreta afectant tan sois d fmal
de totes les lfnies del text.
Dimensiona: 20x50 cm. aprox.
Alearía de les lletres: 5 cm. aprox.
Dv.co, 1613 a, p. 95~ Dv.oo, 1613 b, p. 57; V A.tclR·
1852, p. 104, lam. 64, núm. 355; CIL n 4011;
FLETOHER i ALC.(cu., 1955, p. 354, núm. CIV; Ru>Ol.W,
1976, p. 267, núm. 125; ALPOLDY, 1984, pp. 225-226;
HE 237; ILAP 33; ELC 68.
CEI.,
M(arn~~)
5
P!w{cúuj M(ard) lf(iüus)J
Gal(tri4 tribu) Ru.fotu[s lDI(MrUm) --J.
M(ar&us) P!w&ius M(Df&i) U(iJius) Gal(eria tribu}
Rujus 411(norum) LXX. [Qpinf·
ti4 M(arci) f(ili4) Pr[Dha an(norum) ---].
La inscripci6 e$ troba massa mutilada per poder
datar-la. Tanmatei:x, deu ser pr~xima cronol~gicament
a les altres dues d'aquesta familia (núms. 13, 14), datades en el segle u; també el formulari permct aproximar una dataci6 en aquest segJe.
7 . Segons G. Escolano estava situada «a la puerta
de la casa que llaman del Bayle de Thruel». F. Diago
la situa .ca la puerta de la casa de su señoria... A . VaJcá.rcel encara la va veure •a la derecha de la casa de
la Señoría... Actualmenl desapareguda.
A. VaJcárcd diu que era de •mármol negro». En
el seu dibuix es veu un bloc o llosa amb la part superior
motlurada i el camp epigrMic cenyit per dues franges
en relleu, de les quals la de la dreta podría figurar una
pilastra estriada amb capitel] eorinti, perO tot molt erosionat. Una fractura per la part inferior afecta part de
r. 4-.
EscoLANO, 1611, col 783; DtAOO, 1613 a, p. 131;
DtACo, 1613 b, p. 55; VALCÁR.CflL, 1852, p. 103, núm.
349, lrun. 63; CIL II 4012; F Ltrclli!A i ALOÁCER, 1955,
8. A. Valcárcella va veure «en la calle del Ballao,
en casa de Crisóstomo Campo•. N. Ferrer assenyala la
possibilitat que estigués encara en el mateix lloc; on
fou descoberta de nou l'any 1983. Es conserva en un
corral de la localitat.
Llosa de calcaría blau fose. El camp epigrMic esta
envoltat per una motlura de 3 cm. d 'amplaria. Tant d s
scus costats com la part posterior estan simplement
desbastats. Presenta una fractura a l'angle superior es·
querre que no afecta el camp epigrMic.
Dimeruions: 52 x 57 x 15 cm.
Camp epigrific: 35x38 cm.
Al~lria de les lletres: 5'5-3'5 cm.
VAt..cÁacBL, 1852, pp. 44-45, núm. 365, lam. 68;
CIL II 3392; FI!UU JoLVE, 1899, p. 48; FLtl"CH.Eil i AL.
c.ou.ts,
1976, p. 252, núm. 74; CoJW.L, 1989, pp. 280-281, fig.
7; ILAP 1; ELC 72.
5
L(u&Ü!) Atmilio
L(ud) f(iliD) Gal(tri4 tribu)
Aemiliano
f(ilio) piisrimD
Dll(norum) xxxn.
Pcr les caracterlstiques del supon i el fonnulari
pot datar-se en el segle n, possiblement en la seua primera meitat.
9. Es trobava encastada a la Torre de los Hordaces. Es conserva en el Museu Municipal d'aquesta localitat.
Estela amb la part superior arrodonida i la base
trencada. .El camp epigrMic estA envoltat pcr una motlura de 3'5 cm. d'amplaria. La inscripci6 es troba en
un pla rebaixat.
Dimcn1iom: 93x45><26 cm.
Camp epigrMlc: 19'5x23'5 cm.
AI~Aria de les Uetres: 4'5-3 cm.
R.uou.t.s, 1976, p. 253, núm. 80; HE 230; ILAP
22; ELC 73.
571
[page-n-582]
F. ARASA
L(u&ius) Atilius /'hikros
an(M1W71) LV.
Per les caracterfstiques del suport pot datar•se en
el segle 11.
10. 'frobada a la partida del Partidor. Es conserva
en el Museu Municipal.
Pouiblernent es tracta de la part superior d'una
estela amb l'extrem a.r:roclonit escap~at, sense afectar el
text. El camp epigd.fic ~s llis.
Dimensiona: 47x44x20 cm.
Al~ria de les lletrea: 5'5·5 cm.
Ru>ot.Lts, 1976, p. 253, núm. 81, lam. lli; HE
231; ILAP 23; ELC 74-.
Campos (á) Pudieron. Es conserva en el Museu Municipal.
Fragment superior dret d' una llosa amb el camp
epigrafic en un p la rebaixat. A la banda dreta es conserva part d 'una pilastra estriada figurada amb dues
acanaladores coronada per un capitell corinti incomplet, del qual es distingeix l'arrancament de les fulles.
La inscripci6 devia esta:r flanquejada per sengles pilastres semblants, mentre que la part superior conserva
part d' una motlura, pertanyent possiblement a la corn isa figurada.
Dimensiona: 37x5+x18 cm.
Al~aria de les Uetrea: 4'3·4 cm.
MSAV, 1881, p. 9; FBRRER Juw.E, 1899, p. 51; CIL
II 6066; FLETCifllR i At.cÁcBR, 1955, p. 344, núm. LXV;
ILER 2587; R:u>ou.ts, 1976, p. 249, núm. 62; I LAP
17; ELC 76.
D(is) M(1111ihus)
D(omitüu ?) 1Jr.
Herenni·
a L(uei) f(iJiiJ) Vil·
tulúu
ltwz an(fiDf'Uf1l) L
Jll(ie) s(il4)] e(st).
1111(M1W71) LV.
Pel formulari pot datar-se en la segona meitat del
segle 1 o primera del u.
11. Segons G. Escolano es va trobar .. ~un quarto
de legua de Xerica, en la tone de Jos Hordaces (. ..).
Que después fue traspuesta a la villa, y assentada en
casa de m~ossén Vayo... A. Valc.á rcella va veure ccen el
arrabal a la puerta de la casa de José Campos,. N. Fe·
rrer la dóna per desapareguda. Es conserva en el Museu Municipal.
Estela amb l'extrem superior arrodonit. Esta un
p oc esvorelJada en la vora de la seua part superior i
trencada per la seua meitat, encara que reconstruida.
El camp epigrafi.c és !lis.
Dimensiona: 70x44x23 cm.
d e les Uetres: 5'2·+'8 cm.
EscoLANO, 1611, col. 761; DIAGo, 1613 a, p. 111;
V ALCÁRCE.L, 1852, p. 44, núm. 361, lam. 67; CIL II
3989; FERRER J ULVIl, 1899, p. -i9; FLBTC.IfllR i At.CÁCilR,
1955, p. 341, núm. XLIX; Rn>ot.Lts, 1976, p. 255,
núm. 85; ILAP 24; ELC 75.
Al~Aria
C(aius) Fahius C(a1) f(iJW.S)
~lrus
Per les característiques del suport i el formulari
pot d atar-se en la . egona meitat del segle r o la primes
ra del n.
13. Segons G. Escolano es trobava •en casa del
M ossen Yayo». A. Valcárcel la va veure «en la calle del
arrabal a la puerta de la casa de J osé Campos... J. Ceá.n
i B. Rullla donen coma procedent d ' Onda. G. Alloldy
i J. Corell26 creuen que aquesta inscripci6 apareix citada en diverses publicacions amb diferents p rocedencíes: fli&i (CIL n 3558) i Petrer'. Es conserva en el
M useu Municipal.
Llosa amb el camp epigrafic envoltat per una motlura de 4'5 cm. d'amplaria. En l'actualitat esta trencada en diversos fragments pero reconstruida.
Dimensions: 62x88x18 cm.
Camp epigrañc: 57'5x83'5 cm.
Alearía lletres: 6·+'2 cm.
EscoLANO, 1611, col. 762; DrAGO, 1613 a, p. 284;
VALCÁRcl!t., 1852, p. 43, núm. 359, lam. 66; CIL ll
3997;
FEit.R.U.
Jm.vt, 1899, p. 49;
FLETCBBR.
i A.t.clco,
1955, pp. 342-343, núm. LVTI; ILER 2064; RlroLLÉII,
1976, p. 254, núm. 82, lam. 111; A t.POJ..DY, 1984,
pp. 224-225 i 227; ILAP 13; ELC 77.
Cal(eria tribu) edtta(nus)
5
an(tr.Df'Um) LXXV
h(ic) s(itus) t(st).
Per la forma del suport i el formul ari pot datar-se
en la segona meitat del segle 1 o principis del n.
12. N. Fe.r:rer la va trobar «en la partida de la To·
ne, junto al camino lindante con el predio de Manuel
572
5
Quinlia Proba
sibi 11 Por&W
R1ifo f l pq,,ÚJ
RujiM, tueum
fo:iJ et staJuas
superimpos(uil) s(estertium) n(ummwn) XL (milibus) 6(:t)
t(u14rt11111o) ¡.¡.
[page-n-583]
UNA OFFICIN..f LAPIDARIA EN L'ALT PALANCIA
Per lea característiquea del suport i el formulari
pot datar-se en el segle u, possiblement en la seua primera meitat.
1 f . Segons N. Ferrer es va trabar •en la partida
del Cascajar, propiedad de Jaime Marqués y Angel, formando un sillar en la pared del campo». Es conserva
en el Museu Municipal.
Es tracta de dos fragmenta corrcaponents a la meitat inferior d'una llosa de car?tcter monumental. El
camp epigrafic esta envoltat per una motlura de 4'5
d'amplaria. la fractura afecta algunes lletres de la zona
central.
D imeosioOJI del fragment esquerrc: 44x49x30 cm.
Dimensiona del fragmcnt dret: 74-x 47x30 cm.
AI~Aria de les lletres: 6-5 cm.
FEUU J uLVE, 1899, p . 51; F urrcHu i A.t.clcn,
1955, p. 345, núms. LXVI-LXVII; HAE 953-954-; R.rPOu.ts, 1976, pp. 252-253, ntím. 78-79; ALFOLDY, 1984,
pp. 222-223; AE, 1984, 599; ILAP 21; .ELC 78.
M(Mnml) XXXX h(u:) s(ita) t(st).
Per la forma del suport i el formulari pot datar-se
en el segle t.
16. Segoos G. Escolano es trobava •en la casa de
Mossen Vayo... Segons A. Valcárcel es trobava •en el
arrabal á la puerta de la casa de José Campos•. Es conserva en el Museu Municipal.
Llosa en forma de paral~elípede amb el text situat
en la seua meitat esquerra. El camp epigrafic ~s llis.
Dimenaions: 32x90x25 cm.
Alc;lria de les lletrcs: 5'5 cm.
Escot.ANO, 1611, col. 762; V AI.CÁROEL, 1852, pp.
43-44, núm. 360, l?t.m. 66; CIL 11 3993; FttRER J uLve,
1899, p. 46; Furros:ER. i A.r.o.W.R, 1955, p. 342, núm.
UII; Rn>ou.t.s, 1976, p. 254, núm. 83; lLAP 2; ELC
82.
Auj(idius ?)
SaJumiJa.
5
{M(areo) Prweiof M(arci) f(•1io)
{Gjal(tria tn"bu) {Ruf}o.
(bint(iaj M(arci) f(ilia)
Proba fmjariJq
poruit.
Per les característiques del suport i el formulan
pot datr-se en el segle n, possiblement en la seua primera mcitat.
15. Segons G. Escolano es trobava •en la casa de
Mosseo Yayo». F. Diago la va veure •a la puerta del
Racionero Jayme del Vayo, en la calle mayor». A. Valcárcella va vcure «en la misma casa de José Campos».
Es conserva en el Museu Municipal.
Estela trencada en el seu extrem superior esquerre, afectant les primeres lletres de r. l. L'extrem supe·
rior podría haver estat arrodonit, com apareix en el dibuix de A . Valcárcel. En l'actualitat la part superior
dreta apareix repicada amb buixarda en forma d'un
petit puloúws. El camp epigrafic és llis.
us M(MrUm) LXV
h(i&) s(itus) t(st).
Per la forma del suport i el formulari pot datar-se
en la segona meitat del segle 1 o la primera del u.
17. A. Valcárcella localitza •en la calle del Arrabal, en casa de José Marcilla... Es conserva en el M u·
seu Municipal.
Llosa trencada en la part superior dreta, afectant
només la motlura, i en l'angle inferior esquerre, afectant les línies 4-6. El camp epigrafic esta envoltat per
una motlura de 3'5 cm. d'amplana.
Dimensiona: 52'5x41'5xJO cm .
Camp epigrafic: 32'5x30 cm.
AI~Aria de les lletres: 4'5·5 cm.
VALCÁRCIU., 1852, p. 45, núm. 366, lam. 68; CIL
II 4-000; FnJlP.R Jut.va, 1899, p. 50; F r..&TCHU i At.oACB.R,
1955, p. 343, núm. LX; Rnou.ts, 1976, p. 249, núm.
61; HE 233; ILAP 8; ELC 89.
M (amu) Vaúrius MmtÚJ·
lis M(Mnml) LX h(i&) s(itus) t(st).
{Tjermlill
Dimensiona: 85x50x18 cm.
Alclria de les lletres: 5'8·5 cm.
EscoLANO, 16U, col. 762; DtAoo, 1613 a, p. 83;
V ALCÁRCEt., 1852, p. 44, núm 362, 1~. 67; CIL Il
4001; FKRR&R JuLv&, 1899, p. 46; Ft.rre:HJ\R i At.cAcaR,
1955, p. 344, núm. LXI; HAE 1455; Rrrot.Lás, 1976,
p. 256, ntím. 88; ILAP 9; ELC 81.
Val(tria) 1JJrpia 1111(non.m) L.
M(arms)
ArrtiW/ur
tm(Mnml) L h(ie) s(itus) t(st).
5
Silfuma wcsor
5
[ - --JafJDfin
(an(Mrum) ¿X)IL h(ie) s(ila) t(st).
Per les caracteristiques del suport i el formulari
pot datar-se en el segle u.
18. Un dels dos fragments conservats fou trobat
per N. Ferrer Julve en la partida de Navarza; de l'altre
desconeixem el Uoc on es va trobar. Ambd6s fragments
es conserven en eJ Museu Municipal.
573
[page-n-584]
F. ARASA
Llosa de la qua! es conserven dos fragments corresponents a la meitat inferior. El camp epigráfic esta
envoltat per una motlura de 6 cm. d'ampUtria; al costat
dret es conserva l'extrem inferior d'una voluta.
Dimensiona del fragment esquerre: 42 x 36 x 11 cm.
Dimensiona del fragment dret: 50x34x11 cm.
Alearía de les lletres: 3'8-4'2 cm.
MSAV, 1881, p. 9; FERRER jw..VE, 1899, p. 52; FLJITi ALCÁCER, 1955, p. 345, núms. LXIX-LXXI;
HAE 958; Rll'oL!h, 1976, pp. 251 i 255, núms. 71 i
87; ALFóLDY, 1984, pp. 232-233, lam. XI, b-e; AE,
1984, 601; ILAP 18; ELC 90.
CHER
!---]
optifn4 fdft St
meritis [e]t sibi
M(arcus) Clodü.t[s] M(arci) f(ilius) Gal(eria tribu)
Fabian[us] v(wus) v(ivis) f(ecit).
Per les caracterfstiques del suport i el formulari
pot datar-se en el segle u.
19. Segons F. Diago es trobava «en la esquina de
la casa de don Roque Valero Cerverio». A. Valcárcel
la va veure ••en la plaza de Jérica á raiz del piso de la
casa del Gonde de Cirat». Es conserva en el Museu
Municipal
Bloc amb el camp epigrafic situat en la part sup erior de l'espai existent entre dues pilastres estriarles figurarles de 23 cm. d 'amplaria, amb dues acanaladures
i contraestries (rudnuurae) en la seua meitat inferior,
amb bases i capitells molt desgastats i trencats. La fractura superior afecta el text possiblement en les dues
primeres línies. El camp epigrafic esta envoltat per una
motlura de 4'5 cm. d'amplaria perla part inferior i 3'5
cm. pels costats. Una profunda mossa en la cara superior indica que el bloc degué ser reutilitzat. El text, tot
i que esta prou desgastat, pot llegir-se amb seguretat.
Dimensiona: 120x74x44 cm .
Distancia entre pilastres: 27 cm.
Amplaria del camp epigrafic: 20 cm.
Alcaria de les lletres: 4'5-4 cm.
D IAGO, 1613 a, p. 113; V ALCÁRCBL, 1852, p. 45,
núm. 370, lam. 69; CIL II 3996; FEIUU:R J uLvE, 1899,
p. 49; ALIIERTINI, 1913, p. 355, núm. 44, fig. 58; FLE·r.
OHER i ALCÁCER, 1955, p. 342, núm. LVI; Ru>oLLÉS,
1976, p. 255, núm. 86; ILAP 5; ELC 93.
---]
{---]
¡m(norum) !XX sibi
et J;'ostumiae Cu-
piúu
5
574
wcó-
ri an(norum) IXY.
Per les característiques del suport i el formulari
pot datar-se en el segle n.
20. Desconeixem la seua procedencia. Es conserva
en el Museu Municipal.
Fragment superior dret d'una llosa trencada per
les parts superior, esquerra i inferior, afectant el text
per tota la banda esquerra. El camp epigrafic esta envoltat per una motlura de 5 cm. d'amplaria. El text
esta molt desgastat i resulta de difícil lectura.
Dimensions: 42x24x11 cm.
Alc~ria de les lletres: 4 cm.
LLOPJS, 1948, pp. 196 i 198, núm. 10; FLETCHER i
ALCÁCER, 1955, p. 328, núm. 4; HAE 959; RlroLLt.s,
1976, p. 250, núm. 66; ILAP 15¡ ELC 95.
5
[- - - ¿&] J11ilius
[---an(norum)] LXX.
[- - - / {ianus
[---an(norum) ---JI h(ic) s(iti) s(unt).
[ - - - .aJejrna
[ - - - an(norum) ---]V.
Per les característiques del suport i el formulari
pot datar-se en el segle u.
21. Prqcedencia desconeguda. Es conserva en el
Museu Municipal.
Fragment inferior esquerre d'una llosa lllsa. Només el costat esquerre és originaL
Dimensions: 34x15x12'5 cm.
Alcaria de les lletres: 5 cm.
RrPoLLÉS, 1976, p. 252, núm. 77; ILAP 20; ELC
98.
[---¡
ve[- - ]
rin{---]
Per les caracterfstiques del suport pot datar-se en
el segle t.
NOTES
, Sobre aquest tema vegeu treballs esdaridors com els de P.
V ILI.Wl.WIA: •Segobriga•. Archivo de Prehistoria Ltoalllina, IV,
Valencia, 1953, pp. 231-253; J. BI.AliCo Acun..a: Hittoriay demlw m la
«JJedraJ d4 &górbe. Valencia, 1973; M. ALMAoao B.scH: &gohrigá l. Los
textos d4 la antigüedllti sobre Sq:ohriga y las discusiones ~~~:erca de la sÍJUIUÍÓn
geográfiq. d4 aquátá ciudiu/. ~cavaciones Arqueológicas en Españ¡,.,
123, Madrid, 1983.
• Vegeu una referencia a aquesta qüesti6 en F. Bll.TIÁ.to LwJUS: Epigra.f/4 lAtino d4 Saguntum y su Territorium (Cro111Jiogúz. Territorium.
NOIIJs prosQpográ.f~~:ass. Cuutiones municipales). Serie de 'frabajos Varios
del Sil', 67, Valencia, 1980, pp. 355-356.
> F. Al.WIA: Epigrajia /úuina d4 Castel/ó, en premsa.
• Sobre aquesta qüestió resulta de gran utilitat el treball de
J.N. BoNN•vu.u: .Le inonument épigraphique et se.t moulurations-. FaDmtÜJ, li, 2, Barcelona; 1980, pp. 75•98.
B r.t:l'lWI
[page-n-585]
UNA OFFICINA LAPIDARIA EN L'ALT PALANC[A
t
La pobreta decorativa de les insaipcions de la coman:& (tan
aoh l'ep{graf BLC 80, de Xhica, deuparegut, presenta u.ua t...n..),
sense motius que facililen la seua atribuci6 a un mateix taller, impossibilita la utilituci6 d'aquest criteri metodolbgic tan 6til en altres ca.soa; vegeu, per exemplc: D. ~: Cftt~ ~ $'llil4
DÍII A/JIM. Roma, 1980.
• L'cstudi deJa centn:a de producci6 epi&ñfic:a a Hilpbúa 11..0
cstl molt desenvolupat, particulannent pel que fa al m6n ruraL Sobre t.quena qüesti61 vegeu, en general: G. SUSU
lmrodluitltw oll'tpi¡rflfo WiNI. Bologna, 1966, pp. 18-26.
' L'esrudi deJa materiab resulta de gran importlncia per idcntific:ar centres de producci6 epigrlfica; vcgeu alguna casos en: A.
Át.vAuz: -Enudi delt materiah de lea inaeripc:ioru romane• de Terraasa.. E;itrif14 rvmozM dt 7irr4W4, 1l:rrassa, 1981, pp. 87-112¡ A. ÁJ,
vun, M . MMu: •Aproximnci6 a l'earudi del material de Rub{ i la
aeva uca.o. Bullkl( tkl Crup dt C,lklh~tu/4rs dtl Mw•u t/4 Ruhl, 4, Rubf,
1982, pp. 15-20.
• La idcntificací6 del tiput de pcdra a'ha realiu:at de manera
visual. Una anllhi m6• acurada permetrl sense dubtc prcciaar lea
atribueiona - i potaer corregir-lea- amb major propietat, ai)t{ com
determinar el tipus i caractcrfttiques de la pcdra.
o Aquella qüeati6 ha ettat tractada per: J.N. Bo:
aupport monumental des insoriptiona: tcrminologic ct analyse•. EpigrapAi4 Hisp,.,.W¡w, Paria, 1984, pp. 117-152.
" Una de lea inaerlpcioncs eatudiadea (n6m. 18) fou U'Obada
precitament e11 aquesta partida, aituada a vora riu, comen gtneral
totes les altru proced~c:ic:a concretc:a d 'altrcs inacripcioiU de X~dca
que ca conei.Rn: la Torre (núm. 9, 11, 12), el Partidor (núm. 10) i
el Caseajar (núm. 14); com tam b6 pa.na a.mb lea de Vi ver (n6m. 4).
u F. Du.oo: AMI4 MI /Uytw dt 16lmtiG. Valenci_a, J613, p. 13. Pot·
ser t. una ~fc~ncia al ~ spmd4ris citat per Plini (XXXVl, 160)
pela voltanll de &fohYi¡G, jaque aquest autor reduia aquc:ata ciutat
a ('actual Sogorb, com era prou corn:nt en la acua ~poca.
12 B. MUH1)111A Mu..o.u ..
wz: Histlwi4, liOf"f(IJ :1 ISIMittiu dt la pm·
oiw ú Ctukll&a . Cutell6n, 1873, p. 503.
" MuiiDINA Mn..w ..wa: Op. til. nota 12, p. 245.
" Almenys dues de Begfa (ELC 47, 48) devien figurar encaatadc:a en una estructura arquitectbnic:a monumental, probablemcnt
un mawoleu funcrari.
" Sobre lea eateles, vegeu l'ettudi de: G.A. MAI'\Wl'. w: ú sUlt
""""* tkl ~ rGwltii4J6 • tkl &uso PO. /N¡uiiiJrartVItl# ~o • u1414zo.
Ravenne, 1967, qui distingcilt entre •c:atcles arquitectbniqueao i •estclea anarquitec:Lllniquc:ao, corrcsponent aquestes segooes a represen·
tacion.s eaculpides aobre fona pla. En el grup ad catudiat, nom6J UJ1
deis monuments - que nosaltrea anomenem de m41lera gcn~ric:a .!loses• o •bloca•- corcapondria amb aeguretat ala tipología d'aqucstes
eneJes.
•• Un repb no ex.haustiu deJa priocipals conjunta epigrafia
de tola Hiaplnia, en cdkions modernca amb apareU grMic, no ha
permb trobar paral• Cltactea d'aquut ti pus de representac:ions arlcla
quitectbniquca.
" V. TOClCH&Tn Pou.u<1: SIÑ FunmJÑ mMM e1m rilraJJi t/4 tml1Ú·
ci¡Ji4dl Mttlidmulm t Omwm. Corpus Signorum lmperii Romani, ItaliaRegio XI, Mcdiolanum -Comum, Fa!IC. n, Milano, 1990, p. 344 as.,
n6m.7, tav. vn.
,. En el Muaeu Municipal de xeric:a es coruerven diversos elemalla arquitectbnies i eacultbrica, actualment en estudi, corresponenta a alguna d'aquesta monumenu.
" L'- " ' - d'aquesta famnia ha catat estudiat per G. Auourr:
-.Epigrapbic:a Riapanic:a V. lnachriften auaj~ric:a und Umgebung•.
ZeiJsduift fo PIJ/I.TrOlotw lUid E¡!igraplrik, 54, Bonn, 1984, p. 230.
,. En uoa ioacripei6 de Xbica ( ELC 96) aparei.x una dedic:at~ria que podria correapoodre a aquc:ata matcixa d oll&: /é Fáj biM 1
fAI/I{irM ? - -J.
., Bt el cu de CIL ll 4013•ELC 70 i CIL ll4014•ELC 71,
de Viver, i CIL Il 4003-ELC 83, de X~rica, ja citada.
u Bn.rMI< Ll.oaq; Op. ril. nota 2, p. 356.
., AuoOtrt: Op. ril. nota 19, pp. 238· 245.
,. A.......: Op. cit. nota 3.
.. ~urfllllfl tE m& de 300 inacripciona, Júlmli4 m& de 90, Etk14
m6a de 50, Stulllbis une• 50, Dí4ni~Urt 40, Dn11Ua 25 i Lurr• 5.
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UNA OFFTCINA LAPIDARIA EN L'AJ:I' PALANCIA
1
2
7
Ldm. 1.-
l11sctipríons dr Vtver
577
[page-n-588]
3
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UNA OFFICJN!l LAPlD;\JUJ\ RN L'ALT l'Al.ÁNCI A
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[page-n-590]
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[page-n-592]
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J.
CoRELL *
INSCRIPCIONES ROMANAS DE INIESTA Y SISANTE (CUENCA)
Y LA IGLESUELA DEL CID (TERUEL)
En este artículo estudio una inscripción de Iniesta,
dos de Sisante y cinco de la lglesuela del Cid. El presentar conjuntamente estas inscripciones se debe a lo
siguiente. La inscripción de Iniesta y las dos de Sisante, poblaciones de la provincia de Cuenca, se conservan en Valencia y son poco conocidas. En cuanto a las
cinco inscripciones de la Iglesuela, aunque conocidas
ya desde hace tiempo y estudiadas últimamente por varios autores, creo que vale la pena dar a conocer tres
testigos hasta ahora ignorados, que he encontrado en
archivos de Valencia.
El primer testigo es un autor anónimo que envió
a Agustín Sales una nota juntamente con Jos dibujos
de las lápidas'. En la nota se mencionan entre otros
restos, una inscripción ibérica y tres romanas (núm. 4,
5, 6y.
El segundo testigo es un religioso que se firma
Francisco Ferrer, el cual remitió, igualmente a A. Sales, la copia de una inscripción (núm. 7), acompañada
de una nota sobre las circunstancias del hallazgo~.
Finalmente, el tercer testigo es Nicolás l"errer Julve, quien en unos papeles que se consel'Van en el archivo municipal de Valencia, presenta una inscripción
• Dpto. d e Filologl'a Clásica, Univenitat de
Val~ncla.
ibérica, cuatro romanas (núm. 4, 5, 6, 7) y otros restos arqueológicos de la emúta de N.a s.a del Cid (lám. VIll)•.
1. INIESTA (Lám. I)s
.Estela funeraria de caliza clara, rota por abajo.
Ambos lados y la parte posterior están trabajados. La
parte de arriba es cóncava y está provista de dos volu·
tas adornadas con sendas rosetas bexapétalas. U na
moldura de gola reversa en forma de tahuia ansata enmarca el campo epigráfico, que está ligeramente rebajado (45x 46). Fue hallada el año 1980 en una rambla
cercana a la población j untamente con otros restos ar·
qucológicos. La conserva en su casa Magín Ruiz Albornoz, C/ Agermanats, núm. 13, Valencia.
Dimensiones: (l38)x64x38 cm.
Letras: l. 1-5: 5; l. 6: 4 cm .
Inédita?
EVODVS•MARCELLI
PARTHENIS• MARC.ELU
RVSTICA•MARCELLI
H (ic)• S(iti)• S(unt )• S(it)• V( obis )• T(erra)• L( evis)
583
[page-n-594]
J. COR.ELL
5
EVODVS•SIBI• VXORI•
SOCRAE• C( uravit ).
Evodo, de Marcelo; Partenis, de Marcelo; Rústica,
de Marcelo; aquJ están sepultados. Que la tierra os sea
leve. Evodo ha hecho (este monumento) para sí, para
su mujer y para su suegra.
La interpunción consiste en puntos triangulares.
La escritura es estrecha y alargada. La ordinatio del texto, bastante cuidada, sigue un eje de simetría.
Se trata, al parecer, de personas de condición servil.
El nombre griego EVODUS era muy corriente (cf. CIL
U, p. 1082; PAPe-BENSl!ID, 1884, p. 416; SoLIN, 1982, p.
852-854). Por el contrario, PARTHENIS, también griego, era muy raro en general (SoUN, 1982, p. 274-}. En la
Península, sólo aparece en otra inscripción de Tarragona (CIL JI 4167)'. RVSTICA y MARCELLVS son m11y
corrientes en todas partes (CIL n, p. 1091 y 1086 respectivamente). La forma vulgar socra, en lugar de la clásica
socrus, aparece también en otras inscripciones hispanas
(CIL ll, 530,695, 2936)7. Las fórmulas H.S.S. y S.V.T.L.
s.o n muy frecuentes en la zona de procedencia.
Por la paleograffa, el tipo de monumento y el formulario, puede datarse en el siglo II d.C.
núm. 752; HAE 1047); 1. 4 XXI (NAH, núm. 752;
RAE 1047).
Puntos redondos. La escritura es superficial y tor-
pe. La estela presenta un aspecto tosco. Los nombres
no están documentados en ninguna otra parte (cf. AL.
1\&RTOS, 1966, p. 166, 168, 129 y 224).
Por la paleografía y el formulario puede datarse en
el siglo 1 d.O.
3. SISANTE (Lám. III)
Bloque de caliza gris clara, roto por abajo y por
ambos lados. La parte de arriba se conserva original
y está ligeramente trabajada; la posterior es tosca. Las
circunstancias del hallazgo son las mismas que en la
anterior. Se conserva en el depósito del S.I.A.M. en la
plaza de Maguncia (Valencia).
Dimensiones: (35) x (35) x 21 cm.
Letras: l. 1: 5 cm.; l. 2: 4 cm.
NAH lf, p. 237 , núm. 752; RAE 1046; PeRJ>IRA,
1979, núm. 79, lám. XLVI.
(-:'J ALERIVS
2. SISANTE (Lám. II)
Estela de caliza gris oscura, redondeada por arriba. Todos los lados y la parte po.sterior están trabajados. El campo epigráfico (40~24 cm.) está rebajado y
provisto de !meas auxiliares para los renglones. Fue baUada en 1941, al arrancar olivos en un bancal de la partida Cerro del Tesoro, a 1'5 Km. aJ NO de Sisante.
Apareció a 50 cm. de profundidad juntamente con
otras inscripciones y restos arqueológicos (NAH II,
1953, p. 227, núm. 713 y p. 237, núm. 752). La estela
f11e trasladada a Játiva y, posteriormente, a Valencia.
Se conserva, partida en dos fragmentos, en el depósito
del S.I.A.M. en la plaza de Maguncia (Valencia).
Dimensiones: 98x31x25 cm.
Letras: 5' S cm.
NAH II, 1953, p. 227, núm 752; RAE 1034 y
104-7; cf. A.Laa:ros, 1966, p. 166 y 1681 •
NEIVCEN
VS• TELASS
ICVS•H(ic)•S(itus)• E(st).
Neiuceno Telásico está aquí sepwtado.
Variantes: N.A.V.C.B.V.S.L.A.S.S.C.V.S.H.S.E.
(NAH, núm. 713; RAE 1034); NENCENNS (NAH,
584
[!:·- -] f ANUS
(FrtJtn077fm) VaJerio... pano.
Variantes: l. 1: ALARIVS (NAH, HAE); l. 2:
PAN ... (NAH, RAE); [--J RANVS (P2unv.).
En contra de lo que supone Pereira, no parece faltar
texto ni aJ principio ni al fmal. La escritura es prof11nda.
Las V están inclinadas hacia la izquierda. Los VALERII
eran muy corrientes en toda la Península (cf. ClL TI, p.
1074-1075). El cogMmen podría ser CAMPANVS o HISPANVS, ambos bien documentados en la Península Ibérica (cf. CIL 11, p. 1080 y 1084-1085, respectivamente).
Por la palcograffa, el tipo de monumento y el formulario puede datarse en el siglo I d.C.
4. LA IGLESUELA (Lám. IV) ( =CIL II
6068)
Bloque de caliza gris, cortado verticalmente por la
izquierda y roto por la derecha, pero con el texto completo. Una moldura enmarca el campo epigráfico
[36x(59) cm.]. A la derecha del campo epigráfico fig11ran unas volutas estilizadas y yuxtapuestas. Es conocida desde mediados del siglo XVIII. La inscripción se
conserva empotrada en la pared NO de la ermita a un
metro sobre el nivel del suelo.
[page-n-595]
fNSCRIPCIONES ROMANAS
Dimensiones: 60x(98)x 42 cm.
Letras: 4-4-, 5 cm.; la 1 ltmg<2 5'5 cm., la O final
de la l. 5 mide 2'5 cm.
ma. 17, p. 69-70 y ms. 83, p. 246;
MSAV., 1973 ( · 1876), p. 15 y lig. U; F!1UU!R, 1876,
núm. 5¡ SALvADOR, 1890, fig. núm. 3; VWTUu, 1975,
p. 231-232, núm. 13 y Jám. 7; FA'W, 1977, p. 29, núm.
8; ATRlÁN, 1980, p. 168, núm. 4¡ .A.II.AsA, 1983, p. 74.
núm. 5 y lám. V2.
R.Jnt.t.BS,
Dimensiones: 51 x (70) cm . (grosor desconocido).
Letras: a) 6 cm.; b) 4'5 cm.
Ra&.LES, ms. 17, p. 71 y ms. 83, p. 246; Fl!&uR,
1876, núm. 4; So\LVAOOR, 1890, fig. 4; ILER, 3808a y
4155; V8J'oiTUJtA, 1975, p. 233, núm. 14 y lám. 9; F"w,
1977, p. 29, núm. 9¡ ATRIÁN, 1980, p. 168, núm. 5¡
Lom.t., 1980, p. 221; ARASA., 1983, p. 73 s., núm. 3-4
y Lám. IV-V.
a) HAVE
(Hedna) Dis• M(anibus)• S(acrum) (kdera)
M(arcus)• D(omitius)• PROCVLVS (kdera)
5
AN(noruro)• XVII (SeplemiJ¿cim) H(ic)• S(itus)• E
(st)•
M(arcus)• D(omitius)• SERANVS• PA
TER• FILIO• PIISSIMO
(kdera) FECIT• ET• SIBI (kdera)
Consagrado a los dioses Manes. Marco Domicio
Pr6culo, de 17 años, aquf está sepultado. Marco Domi·
cio Serano, su padre, ha hecho (este monumento) para
su afectuosísimo hijo y para sí.
La interpunción consiste en puntos triangulares. La
hoja de hiedra aparece como motivo ornamental en las
l. 1, 2 y 6. El texto ha sido ordenado según un eje de simetría. Las M presentan las astas externas inclinadas hacia fuera. Las A carecen de asta horizontal. En l.a l. 5 la
segunda I es ltmga; y la O rmal, más pequeña que las demás. Los DOMITII, relativamente frecuentes en Hispa·
nia (cf. CIL II, p. 1061), aparecen en cuatro de las cinco
inscripciones de La Iglesuela (núm. 4, 5, 7 y 8). Están
también atestiguados en Almenara (CoRJU.J.., 1989, p.
180-181, núm. 6) y J érica (Rtrou.M, 1976, núm. 76 y 81).
El cognomm PROCVLVS, bastante corriente en la Península (cf. CIL II, p. 1090), figura en otras inscripciones
de La Iglesuela (núm . 5 y 7). El cog1111mn1 SERANVS domina en la parte oriental y en el centro de la Península
(UNT&RMANH, 1965, p. 161-162, mapa 69).
Por la paleogra.tla, la tipología y el fo:nnulario,
puede datarse en el siglo 11 d.C.
5. LA IGLESUELA (Lám. V) ( = CIL II
3177 y 3178)
PROCLE
b) D(is) (kdera) [M(anibus) (hldera) S(acrum)]
(kdera) M(arcus)• D(omitius)• P R [OCVLVS]
AN(NORUM)• XVI [l(septmdecim)•
H(ic)• S(itus)• E(st)]
(hedera) M(arcus)• D(omitius)• SE[RANVS PA]
TER• FlLIO fPIISSIMO] FECIT • E [T• Smi
(lidera) (?)]
a) Adiós Próculo.
b) Consagrado a los dioses Manes. Marco Domi·
cío Pr6cuJo, de 17 años, aquf está sepultado. Marco
Domicio Serano, su padre, ha hecho (este monumento)
para su afectuosfsimo hijo y para sJ.
Variantes: epígrafe a) omitido (la fuente de Ribelles); Hübner, siguiendo a Velázquez y Campillo, con·
sidera a) y b) como dos inscripciones diferentes; l. 3
XV (Il) (todos, menos la fuente de Ribelles).
Como signos de interpunción se usan puntos
triangulares y la hoja de hiedra, la cual. figura a veces
como simple ornamento. El texto del epfgrafe b) está
ordenado segón un eje de simetrfa. Esta inscripción
es un duplicado de la núm. 4, de la que se diferencia
tan sólo por la salutación" . Ambas inscripciones
parecen haber salido de la misma mano. La forma
sincopada PROCLE, en lugar de la plena PROCVLE, fue corriente en todas las épocas {K..tvANro,
1965, p. 176).
Puede datarse como la anterior en el siglo Il d.C.
6. LA IGLESUELA (Lám. VI) ( =CIL II
3175)
Bloque de caliza gris, roto en el ángulo superior
izquierdo y en todo el lado derecho'. Una moldura
enmarca el campo epigráfico [37x(25) cm.]. A la iz·
quierda del campo epigráfico figuran dos volutas estili·
zadas y yuxtapuestas. A la izquierda de las volutas y
en la parte superior hay una salutación al difunto (epf·
grafe a) . Es conocida desde mediados del si·
glo XVII 10• Se conserva empotrada en la pared SO
de la ermita a metro y medio sob re el nivel del suelo.
Bloque de caliza gris roto por arriba y por el lado
derecho. El lado izquierdo y la parte inferior, toscos.
La superficie epigráfica se halla tan erosionada que la
lectura resulta insegura. El campo epigráfico en forma
de labuJa ansata está enmarcado por unas ranuras todavía visibles en la parte izquierda y abajo [(44)x(44)
cm.]. Es conocida desde mediados del siglo XVIII. Se
conserva en el vestíbulo de la ermita.
585
[page-n-596]
J. CORELL
Dimensiones: 54x(76)x25 cm.
Letru: 4-'5 cm.
RD.l!I.I.U, m.s. 17, p. 72; m s. 83, p. 246; FUJtn,
1876, núm. 6; SALvADOR, 1890, p. H y ñg. 10; VSNTU·
llA, 1975, p. 230, núm. 11; FA1:M, 1977, p. 28, núm. 6;
ATlllÁH, 1980, p. 169, núm. 2; Losv..t., 1980, p. 220¡
AllASA, 1983, p. 73, núm. l.
C(aio)• CAEClLIO PA[TERNO)
AN(norum) XXXXI [---?) (quadraginto
et unius?) [--]
L l~•[P)ATE[RNA) (?)
fl'\.(io)• fU SSlMO
A Gayo Cecilia Paterno de 41 (?) años, ...lia Paterna (?), a su hijo afectuosísimo.
Variantes: l. s lA[---] (RruLL.tS)¡ I {CAIIll'tLLO, VBN·
Tu&A, ATRWI, LosrAL); omitido (AilAsA); l. 2 [--] AN
XXX[--] (todos)¡ l. 3 [---] ATE[-] (todos); l. 4 [---]
IENTISSI [---] (RauLS.S)¡ PIETISSI [---) (ATlUÁH)¡
PIENTISSI [MO--] (AilAliA).
Puntos triangulares. El texto estaba ordenado, al
parecer, según un eje de simetría.
Los CAECILfi, frecuentes en toda Hispania (cf.
CIL ll, p. 1057), aparecen también en Dertosa (CIL 11
4-065 y 4067) y, sobre todo, en &gwuum (cf. ELST, p.
421). El Cog1111f1Vn del difunto era, con toda probabilidad, PATERNVS, lo mismo que el de su madre'~. La
restitución de la J. 3 parece bastante probable, ya que
- ATE-, para que la ordinaJio fuese correcta, no puede
corresponder a mattr, sino a UD cognomm como PATERNA, MATERNA, FRATERNA, tan frecuentes en Hispania {.AIIAScAL, 1984, p. 219-259).
El gentilicio de la madre podía ser [CAECI)/LIA
o [AE)/LIA, que encontramos el primero en esta inscripción, el segundo en la núm. 7. En el primer caso,
tal vez se tratase de un hijo natural.
Por el tipo de monumento, el formulario y la epigrafia, puede datarse en el siglo 11 d.C.
7. LA IGLESUELA (Lám. VII)
Placa de mármol rojizo veteado. Los cuadros, lados y la cara posterior están trabajados. El campo epigráfico no lleva moldura. La encontró hacia mediados
del siglo XVIII un labrador trabaj ando el campo. Fue
truladada a la ermita y empotrada en UD pilar del pórtico. Actualmente ae conserva exenta en el vestíbulo de
la ermita.
Dimensiones: 4-6x51xl9 cm.
Letras: l. 1: 5; l. 2 y 4--7: 4; l. 3: 3; l. 8: 3,8 cm.
586
RallLL.tS, ms. 17, p. 76 y ms. 83, p. 247; Fs1876, núm. 3¡ SALVADOR, 1810, p. 44 y fig.
9; V&NT~TilA, 1975, p. 234--236, núm. 15 y lám. 12;
AuóLDY, 1977, p. 17, 35, nota 41¡ FATÁS, 1977, p.
30-32; AT'RlÁN, 1980, p. 168, núm. 7¡ AJu.st.., 1983,
p. 75s., núm. 6.
IULU,
5
G(aiuJt) DOMITIVS G(ai) F(ilius)
GAL(eria tribu)• PROCVLVS• ÁN(norum)• XX
(viginti)
H (ic)•S(itus)• EST
G(aius) DOfodl'hVS GAL(eria tribu)PROCVLVS
AELIA• L(uci)• F(ilia)• SVPESTA
L(ucius)• AELIVS• ASIATICUS
VALERIA• NYSA
V(ivi)• F(ecerunt)
Gayo Domicio próculo, hijo de Gayo, de la tribu
Galeria, de 20 años, aqur está sepultado. Gayo Domi·
cio Próculo, de la tribu Galeria; Ella Supersta, hija de
Lucio; Lucio Elio Asiático; Valeria Nisa hicieron en
vida (este monumento).
Variantes: l. 5 SVPE. STA[T] {VsNTVR.A).
Como signos de interpUDción se usan puntos lanceolados. Nexos: AN (1. 2), MI y TI (l. 4). Inclusiones:
CV y LV (l. 4-). Las M t ienen las astu extem u inclinadas hacia fuera. Las dos últimas A de la l. 4 carecen
del asta transversal. La ordinaJio del texto sigue un eje
de simetrfa, pero con cierto desplazamiento hacia la izquierda, sobre todo en la l. 8. La escritura es un tanto
torpe. El aspecto general de la inscripción es tosco. La
graffa SVPESTA, por upecto general de la inscripción
es tosco. La graffa SVPESTA, por SVPERSTA, es debida a la caída de la R ante S, fenómeno bastante
frecuente1' . Lo que llama la atención es la división
del COg1111f1Vn en dos elementos entre los cuales hay UD
espacio en blanco.
Sobre los DOMITII y el cognomm PROCVLVS,
v~anse los comentarios a la inscripción núm. 3. Los
AELII, bien representados en Hispania (ClL 11, p.
1053; CAAwAÑo-GI!STO, 1972, p. 133-163), tan sólo aparecen aqur en la cpigrafla de Teruel y están ausentes
en toda la provincia de Castellón. Pero los encontramos en SagunJum (ELST, 85, 86), Ribarroja (CoR~tu.,
1985, pp. 293-295, núm. 10) y Requena (CIL 11 5292).
Los VALERII, muy corr ientes en toda la Península (cf.
CIL II, p. 1074-1075), aparecen en otras inscripciones
de Teruel (CIL II 3172, 3174 y VBNTUu, 1975, p.
237-238, núm. 16). ASIATICVS era un cognomm poco
frecuente, pero con ocido más o menos en todas partes
(cf. CIL 11, p. 1078; PAPE-BBNSI!J..BR, 1884, p. 156; SoUN, 1982, p. 600). Finalmente, NYSA, de origen griego como el anterior, tan sólo está documentado una vez
más en Hispania (CIL ll 596); pero era relativamente
[page-n-597]
INSC1UPC10NES ROMANAS
conocido en otras partes (P.u>a-BENSliLIIR., 1884, p.
1022-1023; SouN, 1982, p. 629-630).
Por la paleograffa, el tipo de monumento y el formulario, puede datarse entre finales del s. 1 y principios del U.
NAH. NoticUuio .Arqueológico Hispánieo .
STV. Serie de Trabqjos Va:ribs del &rvi&io de ltWtStigación he-
histórica. Valencia.
ThLL Thesaurus Linguu Latinae. Leipzig, 1900...
NOTAS
8. LA IGLESUELA (Sin ilustración)
(CIL II 3176)
Fragmento izquierdo de una inscripci6n funeraria
desaparecida. El único testigo es Campillo, quien la vio
el año 1819 «a la puerta de la ermita de N.a s.a del
Cid».
Dimen~iones:
desconocidas.
VaNTORA, 1975, p. 230-231; F ...w, 1977, p. 28-29,
núm. 7; A TillÁN, 1980, p. 168, núm. 3; Los'l'AL, 1980,
p. 221; ARASA, 1983, p. 73, núm. 2.
L(ucio) DOMI(TIO]
CRESCE. [NTI]
A Lucio Domicio Crescente...
Variantes: l. 1 DOM (VsNTtiRA, LoSTAL); l. 2
CRESO (V&NTURA, LoS1:.u., ARAsA).
El nombre podfa encontrarse también en nominativo.
Sobre los DOMITII, veáse el comentario a la inscripci6n núm. 4. El cogrwmen CRESOENS estaba muy
extendido en todas partes (cf. ClL 11, p. 1081; KNANro, 1965, p. 234).
Puede datarse en el siglo I 6 ll d.C.
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MF. M.t:uJrid4r Forschungen . Berlín.
MSAV. MemorÜJs de la SocWiJui Arqueológica Valmciana . Valencia.
a La nota original se encontraba en SAL&t, ala., t. r, p. 78; de
aqu( la copió Rruu.u, ma. 17. Dado el intcr6s de esta nota manuscrita. la tra:Dteribo casi completa a continuación• ..En el extremo del
reyuo de Aragón por la parte que tonfina con el de Valencia por
Villafranca•.., e&tá situada la villa de La Iglesuela, mM conocida
por el santuario d e N.• S.• de el Cid, que dista media hora de dicha
villa, que por lo numerosa de vecinos. Su segunda fundación al
puesto q;ue hoy está, es del año 1200, como con.a de carta de funda·
ción1 que se guarda en su archivo. Antiguamente es tubo en el extremo de un montecillo, que remata en punta, circuido de peñas de
forma que no puede subinc a llsino por la parte de poniente, que
es su entrada Uma. Esta la cortaron con una. muralla fuerte, de.xando dentro entre las peñas bastante capacidad para una población
corta, como se ven los vestigios, y se conoce a.irvió de caatillo o fortalel
antiguo. Dentro de este distrito se ven dos cisternas cavadas en la
peñ& y a cUas llevaban el agua de tres arcaduces, pero no corre el
agua por ellos por la incuria de los pai1anos, u{ presente. como pa·
aadoa, babiendose perdido m11chos de ellos. Dentro de el fuerte que,
d.cspu6s de denruido, y mudada .l a población, airvi6 de campos para
la labranza, labrada un hombre, y con la reja sa.có la imagen de N.•
S.• del Cid, que cataba enterrada dentro de este fuerte. Aqur se le
labró uoa iglesia , y tomó el nombre el lugar que allí se mantubo
huta el referido año 1200, que por haberse mudado y ser pequeño,
se le di6 el diminutivo de Iglesuela. Años despu61 se le hizo igluia
fuera del recinto dicho en el llano. Con eso quedó abandonado el
primitivo pue~to, y hoy airve de campo para t. labranza. De aquf
sacaron toda la piedra para la fábrica de la iglesia nueva de la Virgen; pero los fabricantes no cuidaron de recoger l:u much:u piedras
esc:r:itu que se Jlallaron, y así unu las part:iex.on, otras las pu1ieron
dentro de la fábrica, y otras las dexaron descubiertas, y son las q ue
van aqllf puestas• (ms. 17, p. 69·70).
• Véase la abundante bibliograffa citada por ARAJ~A, 1983, p.
69, nota 16, sobre la irucripd6n iWrica. A dicha bibliografTa hay
que añadir todavCa la siguiente: a) La fuente anóoima de la que depende Ruw.u, ma. 17, p. 74 y ms. 83, p. 246; b) Dw•l>.U , :ms. I,
p. 10; e) F~··~•. 1876.
• Esta nota se encontraba igualmente en SAus, s/a., t. 1, p.
79; de aqu.fla copió Ribelles. La nota dice: .... territorio de la Iglesuela. Labrando uno sacó con la reja del arado una piedra con esa
inscripción, la que m.e remiten para que la mueJ~tre a los aficiooados
de semejantes anriguedades, y yo paso a mano de V.m. En este mis·
mo puesto han salido diferentes picdrai acmejant~ a esta de las que
tengo copias...
Ai vá, V.m. se divierta, pues yo nada de ella entiendo• {Rta~o
'·"'-"• ms. 17, p. 76; ms. 83, p. 247).
, AMV, sig. 7291-81, núm. 1 y 2.
$
La noticia sobre la aituaci6n de esta inscripción se la debo
a G. Alioldy.
, En CIL I1 4152, en vez de PARTHENIS, hay que leer PA·
RALLIENIS , según Au&rtr, 1975, núm. 190.
1
Esta forma, de la que derivan la caatcllana •Suegra• y la
catalana •sogt"~P, era frec)lente en latín vulgar (cf. VllNAI'
padgr. 229).
o Hablan erróneamente de dos inscripciones, refsri~ndose a
una sola, leída de diferentes tnaneraa.
, El fragmento que falta en la pane derecha " encuentra
empoaado cara auiba en la ba.ae del tnismo ángulo; pero lu piedras
que deacansan encima impiden su lectura.
,. Para la bíbliograffa anterior a Ribclles, vfase el comentario a CIL n 3177 y 3178.
u La aclamación AVE o H.AVE, seguida del nombre del difunto, que aparece en algunas inscripciones, era una invitación a
los tranaeu.ntea a saludar a los muertos por sus nombres; cf. CIL
U, p. lJ91; ThLL ll 1301, 60sa; 1032, 53ss.
587
[page-n-598]
J.
CORELL
,. El u~ empezab&, ca.ri con toda seguridad, por PA-.
Ahora bien, de todos los et~g1111miltil que empieZ&D uf, PATERNVS
ea con mucho d máJ frecuente; cf. C rL U, p. 1088.
o Sobre la caída de R delante de S, vtuc CIL U, p. 1190;
CuNOV, 1906, p. 160.
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INSC R I PC IONES ROMANAS
Lám , 1.-
Ara tk hu'eskl. (FOto J. Coral)
589
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J COREI.I
Lom JI.- Esula tk Stsonlr (Foto R Sthu·arz)
590
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1~!;GI( II'CIOX i:;S ROM Al" AS
Lom 111- Bloquf' de Suontt. (Foto R Sthworz)
591
[page-n-602]
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COREI.L
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592
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Ribdlts, ms 17, p. 69
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INSCR IPC IONES ROMANAS
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Lám. V. -
lt~scripción dt
Lo lglr.rutla. (Foto R . Schworz). Ribellts, ms. 17, p. 71
593
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CORF.I.L.
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Lam 1'1- lnsmp(I(JII tú l..o l glnutlo (Foto R. SchUHJTz) Rihrlk•, ms 17. p 7'1
594
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INSC KIPCJONI~S ROMANAS
Ldm. VJI.- !nJtn/Jt16n tú la Jglmula ( Foto R Schwarz)
595
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J CORRLC
,
J
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Lnm. V/11.- Dihtyos y commlonos dt ,
596
Ftrrtr jult•t
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F. EsTEVE
GÁLVEZ
*
...
LA VIA ROMANA PER LES COVES DE VINROMA 1
VILANOVA D'ALCOLEA (CASTELLÓ)
A la Salzedella la Via Romana anava pel Camí
Vell, seguiot el marge esquerre del riu de Sant Matcu,
quasi paraHela a la carretera, i coincidia amb ella poc
abans d'arribar al cap de tcrme.
1 a !'entrar en el de les Coves passa al marge de
la dreta i voreja la Venta i les cases que hi ha davant
la font de la Figuera. 1 tot seguit !'Hostal, a la sortida
del camí del Mas d'En Rieres, que té a la vora un poblat ibcric' . Per tant el camf ja seria d 'aquell temps i
enllacaria el poblat amb la gran ruta indígena, que
després Roma va cal~ar i amollonar. A l'altra banda,
marge dret del riu, la font del Molinet d'En Rieres
dóna la millar aigua que es pot trobar pcr aquell indret
i sempre ha tingut accés des del cam!.
Segueix:en les revoltes d ' una curta costera, amb al- ·
gun tros marginat de la Vía Romana, que quan arriba
a dalt va seguint la vall; ruta natural, sempre transitada, que va per bona terra i té a prop l'aigua. Pero el
poc espai que resta entre les muntanyes escatima el poblament i la deix:A quasi orfena de troballes arqueologiques, sense cap despulla iberica o romana que valga la
pena esmentar. Els poblats apareixen en arribar a les
• Avda. Vila·teal, U. 12006 Cutell6 de la Plana.
Coves de Vinroma, on la vall s'eixampla i el conreu
s'estén.
LES COVES, LLOC IBERIC
De segur que el més importaot estava en l'aspre
roquer de la part vella del poble, que cobrira les romaoalles antigues que de segur resten en el subsoJ. Ho podem afirmar perque a 1'obrir els fonaments per renovar
la fa~rana de la casa n. 0 11 del carrer de l'Hospital sortiren prou testos iberics, alguns amb la tfpica decoraci6
lineal pintada en roig.
1 sabem també que la necropolis estava al peu del
penyal, ja en el pla i a l'altra banda del camí. Al fer
obres en el jardf de la casa de Tomas Folch, que és la
n. 0 9 de la pla~a Cervantes, es trobaren sepuJture.s,
que varen malmetre, i tan sois van recollir una urna
cineraria i restes deis aixovars funeraris.
El vas segueix el conegut perfil globular aplanat,
i la tapadora conica acaba en cassoleta i botó. Porta
dues anses horitzontals en doble cord6 i en e1s espais
intermedis les orelletes per ajustar-li la tapadora al vas.
Tota ella esta decorada yer l!nies paral·leles de diferent
amplada en roig viu. Es un tipus poc freqüent en les
597
[page-n-608]
F. ESTEv:E GÁLVBZ
gg
feia la Via Romana a la Paloma, pcr baix de )'actual
carretera, poc abans d'arribar al poble.
1 també a la Paloma afloren molts trossos de tegules i ter:rissa romana, i n'hi b.a de terra sigiHata, que
deu ser hispanica. Alguna vegada es tr:obaren menuts
objectcs de bronze, com un didal, l'anella d'una ansa
decorada amb un rostre jovenfvol i un ctisquet d'aplicació amb el cap molt expressiu d'un faune (lam. ID A).
EL POBLAT IBERIC DE LA COMA
Fig. 1.- La Coma (Coves de JTmromtl). Obj«i
necropolis iberiques, que té el seu millor paraHel en la
Solivella d 'Aicala, p roduint la impressi6 que la de les
Coves degué sortir del mateix obrador.
De l'aixovar funerari sois es recolliren fragments
d 'una fma Ja.mina de bronze repujada i una bella tanca
de cintur6 de tres ganxos, que sortl sencera i inconscientment la varen malmetre (taro. 1 i ll).
Com que les despulles ibenques es trabaren en espai reduit, a uns 60 cm. de fondaria, és de creure que
encara en restaran al matei.x lloc o als patis de les cases
veincs.
Pero el penyal en que esta la part vella de les Covcs, dominant la foia, a la vora del riu i que talla el
pas al cauú que va resseguint la val! i al que ve de través cap a la mar, ja tindria un lloc fortificat en l 'Edat
del 'Bronze i seguiría en la del Ferro.
Uavors hi bagué scpultures a l'altra banda del riu,
dalt del Molí Consell, en un cspai rciteradament ocupat i remogut, aflor ant encara en les llastres testos de
ceramica primitiva, iberica i romana.
1 és ad on es troba, al rompre terra, el concgut
i discutit case de plata, que p rimer es digué que era
de Caudete de las Fuentes i després de les Coves de
Vinroma. Sortí sota una lloseta que cobria com un menut clot reblit de cendres, potser una sepultura d 'incineraci6 sense urna.
RESTES ROM. NES A LA PALOMA
A
(Mas de les Monges)
I:ocupació del marge esquerre del riu, que s6n
terres que poc valen, sois s'entén per estar a la vora del
cauú que ve de la muntanya i passant per les Coves
arriba al pla d'AicalA.
A l'enlla~ dels dos camins es deuria la ínflexi6 que
598
A l'altra banda de la vall, cap a ponent, en la més
alta de 1c.s Comes, que s'aixeca dominant la foia de
Canyemares, bi bagué un altre poblat iberic, que per
estar en lloc solitari encara es manterúa prou sencer
quan el vérem per primera vegada en setembre de
1966.
Els habitatges s'estengucren pel vessant de migdia
i al cim, on una vall prou ampla separava el poblat de
la coma de darrcre. Encara hi havia un bon espai sense
rebassar i en l'espessa malesa afloraven parets de pedres prou me.nudes, pero ben entrecallades. r al tal! del
caixer es veía el nivcll arqueologic amb pocs testos i ossos d'animaJs. Pel SE el poblament va ser deos i sovint
es troben en els bancals menuts fragments de cerAmica
iberica o romana corrcnt, hel·len{stica i terra sigiHata.
De metall hi ha algun indici de fundició de coure
i de plom, trossos d'una cinteta de bronze amb forats
pel mig, fragments d 'un probable bra~alet que té l'extrcm doble conic, una plomada amb botó a l'apex, tres
anelles de diferent tamany amb penjoll es.!Cric i dues
monedes de SAI GISA que repeteixen el mateix model
variant l'encuny' (fig. 1).
Del poblat de la Coma procedeix la lapida iberica
que ara es guarda a l'Ajuntament de les Coves de
Vinroma,.
RESTES ROMANES A LES FONTANELLES
Al peu de la Coma, contra el marge esquerre del
barranquet de les Fontanelles, falta la ceramica ibhica
i es veuen trossos d 'amfores, dalia, tegules i ceramica
·fina del temps de l' Imperi, en formes per ara indefinides, tret d'alguns testos de terra s:igiJ.lata fma i de plats
amb les vores fumades.
Quan varem trabar aquesta estaci6 arqueologica
en setembre de 1966, hi havia al parat del tercer bancal
pujant des del barranquet, una bella pedra C$Culpida
fent com. un frontis, que porta al mig el bust d'un jove
amb el cabell rebolicat en blens voltat d'una corona
feta per dues branques de llorer, enlla~ades per llarga
cinta ondulant. A la dreta el cap d 'una .matrona codolada, pel ve) que la cobreix i sois deixa veure el rastre.
[page-n-609]
LA VlA ROMANA
Falta l'altre cantó, que t.a mbé deuria portar una testa,
potse.r viril, representant aixf els pares del jove difunt.
El relleu, pel remat del f.rontó, deu ser d'un temps
avan~t, pero prou correcte, sortit d'un taller indígena
perque estA esculpit en la dura calcaría grisenca de
vora la Plana, treta probablement de l'Abeller. Després
a les Coves ens digueren que no feia molts anys l'amo
d'aquells bancals els rebassa de nou per plantar ceps
i troba moltes romanalles d'obra antiga; una amfon
sencera, que va rompre, i la pedra esculpida, que va
escantellar pera posar-la al parat del marge deJa Uastra. Tenia, en efecte, al cantó perdut un altre cap. Malgrat les gestions que férem per salvar-la a poc d' haverla vist, encara estigué uns anys abandonada en el bancal, fins que l'Ajuntament s'interessa per ella i la varen
posar en la font del poble, que no és precisament el lloc
més adieot per conservar-la~ (lam. IV).
La pedra era el cimaci d'un monument funerari,
que degueren saquejar, portant-se'n lapida i carreus
per aprofitar-los en obres, pero com ac{ hi ha bona molla de terra, potser al fons resten romanalles dels fonaments i la sepultura.
Els objectes de metal} mostren una llarga pel'Illanencia, intensiñcant-se més cap al seg1e ill. Són pocs:
una destral de ferro, que per la forma i el treball degué
ser ritual¡ un botó de bronze decorat amb incisions radiants; un altre més menut amb dos cercles concentrics
de punts en aresta; i un amulet amb el fal·lus i els testicles a una banda i a l'altra la maneta fent la «figa».
Malgrat les seues dimensions reduides és d'execució
acurada (lam. V, A).
Més expressives són les mon.edes. Sabem de grans
bronzes imperials, que no hem pogut veure. Les que
coneixem són menudes i tardanes, de Licinius, Claudius el Gotic, Constantinus, Constantius i
Gratianust.
EL POBLAT IBERIC DE LA
CORONETA DEL MAS VELL
Més enlla de les Comes en la mateixa seguida de
muntanyes que tanquen la foia perla banda de poneot,
ja en la partida del Mas Vell, s'enlaira la Coroneta. Un
cim redó, que estigué envoltat de murs i a dintre les
ruü1es són un pedreguer que cobrcix les romanalles
iberiques.
Es veu ad ceramica feta a ma i arcaica, pero és
molt més abundosa la tomejada de fang fi amb decoració geometrica pintada en roig viu, sent de notar la tapadoreta d'una urna cineraria infantil i pondos amb
senyals incises.
I és interessant constatar la presencia d'un fonedor de bronze. Apart les escories de fundici6 ja vistes
en la Coma, Paco Caresmar, descobridor i actual propietari del poblat, ja fa molts anys traba casualment el
conegut motlle per fondre anells i disquets prou semblants als del motlle de la Balaguera, i darrerament un
altre sense acabar per a fondre grans tanques de cinturó de tres ganxos, que ara veiem que es feien per pareUes (lam. Ili, B).
Al Baix Ebre la necropolis ib~rica de Mianes dona
un pareD de graos tanques de cintur6 de quatre ganxos, fetes enllacant al fondre en una sola placa, dues
tanques de dos ganxos; pero no creiem que el motlle
de la Coroneta fóra per una sola tanca. En serien dues
juxtaposades, que després es separarien pera treballarles apart i acabar-les segons convinguera.
Al peu de la Coroneta, ja en el pla, a prop del
camf del Mal Pas, afloren despulles arqueologiques
que, perla poca cerbnica que es veu, deuen ser d'epoca romana.
LES COVES, UN ENLLA<; DE VELLS
CAMINS SOLITARIS
Les aigües que baixen convergents des de la SalzedeUa pel riu de Sant Mateu i des de la Vilanova pel
riu de les Roques o de l'Assut vénen a juntar-se al mig
de la vall vora les Coves de Vinroma i s'obren pas cap
a la mar entre els aspres penyals de la Solana i la Moreria. Un camf travesser que es creuria tacil i no ho és.
La mateixa fila d'aigua que en altre temps movía els
molins de l'Om, de la 'froneta, de 11-aver i d'En Sevic
va resseguint el marge, de vegades en cornisa o foradant la roca. i també el solc del riu, pedregós coro un
barranc, és insegur i penós de cam.inar. I així, l'enllac
de la ruta interior amb la de la costa e..s fa pujant al
coll de la Creu cap al pla d'Alcala.
Deu ser la ra6 que als voltants de les Coves no trobem el deos poblament que una visi6 molt superficial
de la seua estructura física faria su posar. Sols a les Fontanelles h.i ha restes d'una bona vil·la que es beneficiaria de les millors terres de la foia, substituint els poblats indígenes, per~ apartada del trafec. Coro si la
cal~ada haguera restat solitaria, enlloc es veuen al seu
marge romanalles d'aqueU temps. I aixo que a les Coves s'enJlacen·veUs camins, que s'adintren en la muntanya. tiren cap a la mar o van pel fons de la dota. A
més ad l'estreta vall s'eixampla en un espai molt
adient pera que els romans establireo el lloc d'atur per
a les legions. Pero el dlcul de distancies el reCusa: estaria massa a prop d'Intibili i molt lluny de Sebelaci.
Al sortir de les Coves, passat IJAbeurador i la Venta d' Oro, ja es pot seguir la Vía Romana. que a p oc
es separa de la carretera, tirant al dret cap al coU de
Torre En Dumenge, on tornen a coincidir.
En aquest trajecte Cavanilles veié dos miliaris. El
primer no tenia inscripció i estava a prop de la baixada
del camí de Serra En Garceran al Camf Reial'. Un
enllac que no és facil de localitzar, perque a les Coves
599
[page-n-610]
F. ESTEVB GÁLVEZ
de la pedra Llarga, pero com esta prou separat de la
Via Romana, o siga l'anúc Camí Reial on Cavanilles
la va veure, devem pensar que la confusi6 vindra de
que la Pedra donava nom a un indret del tenne i per
a~o quan feren el pont l 'anomenaren de la Pedra Llarga, sense que la tinguera al seu costat.
r així resulta que bavent desaparegut els dos miliaris i no sabent exactament on estaven, no podem
aprofitar-los per a establir la Uargada de la milla que
hi havia entre ells.
Segons Cavanilles la Pedra Llarga portava inscripci6 prou borrosa, que va transcriure:
V.C.
M.L.XX
no estant segur que f6ra L la segona lletra de la lí.nia
de baix1•
1 de Cavanilles la prengué Hubnerl. Blá.zquez
cregué que el segon signe de la segona línia era C, i
per tant la lectura seria MCXX, o siga la distAncia que
hi ha des de Tarragona' .
1 a~o s'acorda amb la lectura que fa de les milles
en la columna de Sant Vicent de Borriol, rectificant
també a Hubner, que va llegir:
C X l X
A . Udvm. 1, CÚJI4l ibirica. 2, Via Augusta. 3, 14 Mlmrió. J, Para·
dor? .5, CaupOM de Va/bia Mb.rul-14. 6, htusa.
ningú el recorda i sols els masovers de per allí ens donaren el tra~;at i el puguérem resseguir. El cami va de
Serra En Garceran al Bancal Roig i segueix per la
Manselleta i la Mansella a la Creu; travessa la carretera de la Serratella i va pels Terrera Rojos al Mas
Nou; d'ací al Mas de Boira i baixa a la Venta d'Oro,
on enlla~a amb la carretera. La posició de la venta es
justifica per la confluencia dels dos camins, i a prop
d'ella estigué el m:iliari.
L'altrc era la Pedra Llarga, que Cavanilles diu "de
piedra de amolan, l>araules que repetira referint-se al
miliari de la Pobla, i per tant seria de rodeno, duta,
probablemcnt, de la Serra de la Masmudella. I, segons
diuen, com per ací sols es troba pedra calcaría, algú
de les Coves trosseja la columna per a fer moles per
moldre y per esmolar eines.
És corrent creure que el miliari estava en el Pont
600
10
i segons Blázquez la tercera Uetra és una X i es deu
Uegir CXXX; que és la distancia que hi ha de Th.rragona a l'ermita de Sant Vicent de Borriol.
La qüesú6 es resol observant detingudament el
darrer miliari, que per sort subsisteix, i dar es veu en
ell que les milles no poden ser CXXX. i en opinió nostra en senyala CXIX (lam. V, :B). ~o resta credit a
la lectura que Blá.zquez proposava per a la jnscripci6
de la Pcdra Llarga.
Per a Morote la lectura del discutit miliari de les
Coves seria:
LVia] (A) V [O]
(P] M (C) XX M
1 és que eU llig en el miliari de Bocriol CIIX, portant la numeració en se.n tit contrari i parúnt de la
mansi6 ad fures, on la cal~ada es bifurcava en un ra·
mal per !'interior i l'altre cap a la costa".
RUiNES ROMANES A LA VINYA DE
JOSEP GARCIA
Marginada pel transit, enterament abandonada, la
Via Romana és de mal caminar, sense que enlloc es vegen rastres d 'enllosatnid'obra antigafms arribara unes
parceHes d'borta que rega la bassa del Parat't, obra vella, originariament romana, que reculll'aiguad 'un ullal.
[page-n-611]
LA VlA ROMANA
Hi ha a dalt una casa enruinada que va ser rajolar,
sense que es vegen en ella pedrea antigues aprofitades.
És més avant, al comen~ar la costera i a !'esquerra, en la vinya de Josep Garcia, on trobarem prou
trossos de dolía, testos de va.ixella fina, com la sigiHata
i la de vores fumarles, alguns ferros informes i dos me·
nuts bronzes: la cabota d'un clau i una plaqueta, que
foren objectes decoratius (Iam. XIll), idos grans bron·
zes imperials, d'Hadrianus i Antoninus Pius1' .
Quan en 1954- rebassaren el bancal per a plantar
ceps, descobriren restes de parets, pedres treballades com
pilons, que serien pujadors (lam. VI A), i una la~;>ida fu·
nerana. Els pujadors i altres pedres es posaren als marges; la lapida la varen recollir, pero no cregueren que tin·
guera algun interés i apenes parlaren d' ella. D 'ad que
al poble pocs la coneixien i la troballa no va trascendir.
És de treball acurat i feta en la dura i blavosa cal·
caria ja vista en el relleu de les Fontanelles, i podem
creure que va sortir d'algun taller de vora la Plana.
Diu aixf (lám. VIl):
L VAL LVCA
NO ANXXX
Vill VALE
MAR.CEL
LA MAT
FU.IO PIIS
trador de la Vilanova, on tornen a florejar ruines romanes en un espai erm a !'esquerra.
Hi ha també restes d'obra ja tardana, que els de
la Vilanova en diuen l'Hostalot i els de Torre En Dumenge I'Hostalet, i a~o permet creure en un alberg a
la vora del Camí Reial. 1 és segur que n'hl havia UD
altre a dalt del coll, on es veuen una sitja i parets enrunades de la que fou Venta de la Thrre. Pero abans els
de la Vilanova tingueren "el seu, perqu~ entre les ruines
de l'Hostalot es troben pedres ben treballades a tres
galtes i xamfranades, coro carreus de pilars o dovelles
d'arcs.
Les ruines romanes de l'Hostalot s6n ronegues.
Sobre un menut alter hi ha trossos de gruixudes parets
de formig6 endurit com una roca, que s'acoblen per
deíxar al mig un espai quadrangular obert al oord,
amb probable fornfcula exterior ál costat de llevant
(Uun. VI B); seguint cap al mlgdia un mur fet en el
mateix estil i a la vora dues basses separarles per paret
mitgera, amb apedac;aments i arrebossats, senyals
d'haver·se aprolitat pera fer-Ies com habitacions o altres dependencies d 'obra antiga. Pel sol es veuen trossos de teules ja tardanes i algun test vidriat decorat en
blau que sembla de] segle XVI; de restes romanes pocs
fragments de tegules i mcnuts bronzes imperials, que
mantenint-se millor solen passar inadvertits. En coneixem de Galienus, Claudius li el Gotic i Con stand".
SfMO F
L (ucio) VAL (erio) LVCANO
AN (norum) XXXVill
VALE (ria) MARCELLA MAT (er)
FILIO PUSSIMO F
(~cit)
Com siga que seguint la Via Romana pel Maestrat
l'epigrafia és bcn curta i sois un record, aquesta senzilla inscripci6 funeraria té el se u atractiu i mereix algunes reflexiona. Per la tr~a de les lletres i la redacci6
del text cal situar-la entre mitjans dels segles n i m,
i per la qualitat deJ treball degué ser encarrec d'una
familia benestant. r d'immediat es pensa en una vil·la
que aprofitara la bona terra de la clota, secans i horta
de la bassa. Pero la seua posici6 intencionada al marg-e
matei.x de la gran calcada i els pujadors pera genets,
proveo que el millor benefici estava de cara al transit
i més que vil·la seria una occaupona».
Si per les romanallcs arqucologiques volem reviure el passat és lkit creure que acf, on ara és la vinya
de Josep Garcia, fa mil set-cents anys estigué la venta
de Valeria MarceHa.
L'HOSTALOT
Segueix la Vía Romana costera amunt fms al coll,
que baixa després en pendent curta i suau cap a !'en-
RUINES ROMANES A DALT DE
L'HOSTALOT
En canvi poc més amunt en UD espai de terra que
estigué enna fins que en J956 la rebassaren per a plantar ametllers, tot el que es veu són despulles romanes.
Abans florejaven cossols de parets de pedra i morter.
Després, al rebassar en sortiren altres d'argila
compressa i el paviment d ' una habitaci6 fet de terra
amb un llit de cale i arena. Encastats als fonaments hí
havia també un pareU de pilons o pujadors.
Ad la ceramica és romana i n'hi ha molts trossos
de tegules, algun tovot, testos de terrissa ordinaria l de
vegades especies fines, com la sigil·lata, sovint llisa o
amb cercolets i fulles de bon estil, en pocs fragments
i menuts, que no permeten identificar els perfils dels
vasos.
L'interés que tenen aquestes r:uines és que estan a
la vora de la Via Romana i a una distancia equilibrada
de Tortosa i Sagunt, que ve a coincidir amh la que J' Itinerari d'Antoninus situa Ddum. Ra6 de que Senent la
posara ad, «a prop dels Llavadors de la Vilanova d'Alcolea.., i es referei:x a les de dalt perque parla de columnes, que sois poden ser els pilons, que fa uns anys encara es mantenien ferms al se u Uoc".
Amb el dlcul de distancies cal considerar també
les condicions topografiques del Uoc. Al coll de la To·
601
[page-n-612]
F. ESTEVB GÁLVEZ
---- ~
602
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LA VlA ROMANA
Fig. J.- Olil14T d'O/dM. Ob;'mes de br011.U
3cm.
~\- o
1
1
1
1
1
o
1
Fig. 2.- La Jlila flílla ( Jiilanooa d~l.colta). PunJa de 1/an;a de.forro
rre, com a les Caves, hi ha un enlla~ de rutes ancestrals
que s'orienten per la Serratella a1 pla d'Albocasser i
també una sortida a la mar per la Vilanova a Torreblanca.
M~ inter~ úndria la pres~cia permanent de
l'aigua en els rius de les Roques i de la Carrasqueta,
que s'unei.xeo bai.x de l'Hostalot. 1 no ca1 dir com deleraven l'aigua els romana. La parada més a1 S ja seria
per terres sedegades on no brolla una font.
LA INFRASTRUCTURA IBERICA
1 el que és més important: !'arqueología revela a
l'entorn de la veina dota el poblament ind{gena més
dens q ue hem vist seguint la Via Romana des que deixarem la ribera de l'Ebre.
Les despulles més aotigues sortiren a1s afores de
la Vilaoova per la banda NE, i es redueixen a testos
de vasos fets a ma, amb la vora obcrta repujada per
impressions d igitals, que deuen correspondre a un Uogaret de la Primera Edat del Ferro, siruat a la vora
d'una bassa, que encara avui fa com un clot en l'argila.
Segueix a prop en el puig fronter a1 poble i marge
dret del riu, el poblat de la Vila Vella, amb restes de
viveodes que donen cerUnica, sovint feta a m~ i poques
vegades tornejada, d ' un iberisme arcaic. Apart la ce~
mica l'únic objecte que coneixem és una punta de llanca de fe.r ro (fig. 2).
Al ple de !'epoca iberica el poblat del Puig Pedr6
centrava un grup de llogarets estesos per la vall. Cap
a1 N quasi a la vora del camí indfgcna que passara a
ser la Vía Augusta, a1 cormet dels Tornen hi ha rest es
d 'obra iberica en un espai reduit. 1 a prop pel NO el
poblat deis Racons, que senyaJa Senent i encara manté
el toponim. En caovi el de les Sitges s'ha perdut, i prou
ens costa localiuar- lo per referencies de !'actual propietari. És molt a prop de la Thrre En Dumenge, da1t
del pla de CJeria. Al SO, cap al mig de la vall el poblat,
molt millor, de !'Olivar d ' Olcina; a1 S la Coroneta i
més a Uevaot el Carrascal.
Cert que soleo ser llocs arqueologics probrissollS
i remeoats pe1 conreu. Al tur6 deis Thrnen encara és
factible fer l'excavaci6 i l'estudi de les despulle.s, que
resten fondes, intactes. Acf la ceramica d6na la senzilla
decoraci6 geom~trica i amb ella hi havia una grao laduna discoidal de bronze repujada (lam. VUI). Dels
Racons aols coneixem la Jlbula de peu alt que publica
Senent. Ell tamb~ dona a conéixer les armes de ferro
603
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F. ESTEVE GÁLVEZ
3cm.
8
A
9
3cm.
o
Fig.
~.-
Puig Puiró. Obj«tu de lmm.u (A) i plmn (B).
que es trobaren en la sepultura de les Sitges. Avui, en
aquest lloc les despulles manifesten restes d 'obra iberica
amb un parell de molins barquiformes. El poblat de
l'Oiivar d'Oicina, molt millor, encara mostra íntegra la
seua topografía, empla~at al forcall de dos barrancs en
un planell oval.at, tenia l'accés per un ca:mí al NO (l~m.
IX), sense ra.stres visibles deis habitatges que foren remenats quan el varen rebassar 1'any 198L Ho va saber
Caries Borras Saura i amb uns joves vilanovans interessats pel seu poble, recolliren el que es veía i estimaren
que meTeixia guardar-se. I així sabem de l'Olivar d '01cina molt més que deis altres Uocs iberics de la vall. La
ceramica és a tom i amb ppca decoracl6 pintada; hi ha
un pondus i fusaioles; molins redons i al tres pedres per
a moldre, ovalades amb sengles bonys als extrems per
agafar-les, d'un tipus que hem vist a les Sitges de Torre
En Dumenge. El metall escasseja: ferros informes i alguns menuts objectes de bronze, com dues fíbules anulars de xamera, que sortiren enllacades; un penjoll de
tres anelletes, la de baix amb apendix esferoidal; una
plaqueta decorativa i una sonalla (:fig. 3).
A la Coroneta una modesta masada acaba amb les
despulles iberiques, esbrinant•se apenes pel NE el tra~at del mur i al SO encara es veo algun test amb la
típica decoraci6 geometrica pintada en roig viu. Del
Carrascal sois sabem que es troba una urna, que contenía ossos cremats, una punta de llan~a de ferro i un
probable torques de bronze.
604
Fig. 5.-
El Puntanó. Cla_s de forro.
u
Com veiem l'arqucologia és molt escanyida, pero té
el merit de donar unes localitzacions precises en poc espai i mercés a elles podem coneixer !'estructura del poblament de la vallen !'epoca iberica. Una concentrad6
de llogarets que centrava el poblat del Puig Pedr6, gran
i ben situat en aspre roquer, on eneas de perill cercaría
aixopJuc la població dispersa. Malauradament avui apenes resten uns pocs senyals de parets perla banda N. Ja
Senent el troba rabassat de veU, sense coneixer troballes,
i en les nostres prospeccions sols recollirem: de plom restes informes de fundici6, una aneUa i un rebló; i de bronze fragmenta d'objectes indefmits, un penjoll globular
amb anella i una curiosa miniatura de picola a dos talls,
probablement un arnulet, perque en coneixem un altre
igual de plom procedent dcltossal de Gaidó (Gabanes)
(fig. 4). Pero tenim noúcia que en 1935 es troba al Puig
Pedr6 • un cavallet de bronze», que no arribarem a veure; i en 1963 una moneda cartaginesa de plata, que entd. en el come re numism~tic i roda per coHeccion.s particulars.
Uns fets que Roma tindria present quan va establir la mansi6, atenent a raons militan i polítiques.
L'ILDUM DE L'EPOCA ROMANA
Pero pera posar Ildum a I'Hostalot, coro suposava
Senent, trobem una dificultat arqueologica inqüestio
[page-n-615]
LA VlA ROMANA
nable: ad les ruines romanes ocupen tan poc espai que
no poden ser les d'una ciutat o d'un Uoc d'atur per a
les legions.
I és que la mansi6 no estigué exactament a l'Hostalot, sin6 a l'altra banda de la Via Romana, en el Puntarr6.
EL PUNTARRÓ
El topbnim fa referencia a una llarga •punta" o
forcall, comprés entre el riu de la Carrasqueta i la séquía del Puntarr6 (lam. X A). U n espai ben conreat,
en el qual ja no es veuen ruines, que foren saquejades,
desfetes per alear els parats deis marges i deaempedregar el 501, reduides ara les despuUes romanes a trossos
de tegules i testos de terrissa ordinaria, que !'arada va
rosegant i acabara per empassar-se'ls. És tradici6 entre
persones velles de Torre En Dumenge que •quan varen
fer l'esgl&ia del poble portan:n moltes pedres de la Carrasquetlllt (Lám. X B).
1 aUd va ser perque en la facana es veuen molts
carreus desiguals i com repicats de nou per aJust~los
en l'obra.
La Carrasqueta és l'extrem del Puntarr6, on sembla que sempre n'hi hagué alguna, i al peu d'ella brolla
la font ja d intre del riu. En altre temps els baocals de
dalt eren un eapés olivar, que sois es llaurava aprofitant
les saons, veient-se per terra molts testos i trossos de
tegules, i era de creure que en el subsol restarien ruines
susceptibles de poder-se estudiar. Pero en 1952 rabassarco el Puntarr6 per a plantar ceps i les varen destruir
i van trobar fonaments de parets i una cripta sepulcral,
•com un aljup•, amb quatre esquelets, que pjetosament es recolliren i portaren al cementeri de Torre En
Dumengc. Entre les ruines hi bavia moltes tegules
trencades i testos de terrissa ordin~ria , ferros (fig. 5) i
algunes monedes de bronze, que s'han seguit trobant
de tard en tard. En podem esmentar dues de Claudius,
una de Vitelius i una altra de Domitianus,..
Com al rabassar i nivellar el sol traien !'enruna i
apartan:n les pedres per a fer els marges, als parats encara se'n veuen moltes desbastades o picarles per
e.n castar-]es millor en l'obra, alguna carreus i e]s matei·
xos pujadors que hi ha a l'Hostalot i a la vinya de j osep
Garcia (1~. XI).
Les romanalles arqueologiques del Puntarr6 no teneo el carActer propi d'uoa vil·la romana i, per la seua
posici6, molt adient per a establir un campament a red6s deis valls del riu i la séquia, creiem que corresponen a la man_si6 que esmenta l'ltinerari entre lntibilis i Sebelaci.
6
O
~ Vll.anova d'AicoiN
07
D. La vía romana a Torre En Dumenge i Vilaoova d'AJcolea.
O Lloes i/Hfies: 1, Els ~rr. 2, Els Ra.coru. 3, IA Silgu.
4, Puig P«Jrd. 5, OIWIZT d'Okin4. 6, la Vi/4 rula. 7, IA
CorotU/4.
O Lli>es romt111S: 1, J7'
11!10 114 jostp Gtudll.. ll, Cotg'ulú 114
14 Cmosqut/4. m, Pla 114 Ctmd. IV, Mas d'&.smyM.
~ Edat tJJ Ferro.
EL MARGE DRET DE LA
CARRASQUETA
Encara bi ha un altre espai arqueologic més confús, que poc es nota. És el marge dret del riu de
la Carrasqueta fronter al Puntarr6, arribant per baix
a la Via Romana. Acl, com per damunt hi ha terra
solta i fonda, podem creure que les romanalles antigues es mantindran intactes. Clar que al seu temps
ja foren espoliades, pero sembla que es tractava d'un
lloc lluit i encara es podrA fcr alguna troballa interessant. 'Thnim refer~ncies prou fiables que un veí de
Thrre En Dumenge treient arena en el riu de la Carruqueta, descobd una figura de bronze, que a poc
vengu~ a un ferraller al preu del pes del met.alL No
sabem que representava, pero s{ que tindria com uns
vuitanta centúnetres d'al~ada. ~ degué succeir
en 1965 i apenes es va saber.
Molt més tard s'han fet al marge dret de la Carrasqueta altres troballes, que també eoneixem per referencies, pero molt segures. 1 aixf podem dir que
en 1988 aparegu~ per acl un estranger que, provist de
605
[page-n-616]
F. ESTEVE GÁLVEZ
E. La via romana a Covea de Vinroma.
O LIJJc.r iblrie.t: 1, Mas d'En Rinu. 2, ús Cooes (pohú).
3, La Coma. 4, lA Cororuta.
O Lw's T01111Jns: l, lA Palinna. Il, Les Fontanelks. m, Caml del
MtJJ Pas.
l:J. Eda1 del Ftrro.
detector, troba tres objectes de bronze: un faHus de
bona mida amb anella de suspensió, un menut amulet
fal:lic i una bella fíbula, que mostra sense cap reserva
als seus coneguts del poble. Pero coro a lloc arqueologic el marge dret de la Carrasqueta ja el conei.xíem
molt abans que es trabara aquella gran figura de
bronze.
Hi ha al mateix marge un camí, que des de la carretera baixa al riu i el travessa pera pujar al Puntarró;
que degué ser eJ que accedia a la mansió des de la cal~ada (lam. Xll A). 1 és ad, al camí i en els clars de
l'espés biossall, on es veuen florejar testos, de vegades
de terra sigiHata, millors que els de l'Hosta.lot,
destacant-se una vora de platera fonda amb rica decoració floral estilitzada entre quadres que porten en reUeu dues cabretes enfrontades, de probable manufactura hispanka (lam. Xll B).
Els objectes de metall són pocs, pero selectes: d'or
un anell o aret que seria per a mans infantívoles o femenines; i de b ronze una punta de llan~a decorativa,
potser el remat d'una insignia; un menut objecte semillunar indefmit; i un amulet fiillic, amb la particularitat que a baix es representa el membre viril de front
606
i té el faHus a una banda i a l'altra la maneta fent «la
figa. (Jaro. XI1I).
Molt sovin t es trobaren monedes. J a les várem constatar als comen~os de les nostres investigacions. Aviat en
veierem també, recollides per curiosos vilanovans, i més
endavant per prospeccions propies i d'estranys que amablement les wostrareo. L'encu.ny més antic que coneixem
és un as de la República, segueix una moneda hisparuca
de C~sar August i graos bronzes imperials, prou gastats,
pero podent-se identificar d'Antoninus Pius, Faustina i
Gordianus. Molt millors les monedes tardanes, que no
circularen tant, de Galienus, Gratianus, Valerianus, Valentinianus i Constantí'7•
És de creure que les romanalles arqueologiques seguiran darrere del talús per sota la terra conreada.
Quan es coneguen les ruines, que probablement hi
haura, potser es puga identificar el lloc. Sois la seua
posici6 peonet fer algun cowentari.
Estava a la vora de la V ia Augusta i tenia al
costal el camí que anava a la mansi6. I afcgim que
la séquia del moU del Notari, que prcn.ia l'aigua
del riu de la Carrasqueta, es degué fer aprofitant
la mateixa que els romans establiren per a dur-la
a L'Hostalot i al pas trabaría !'obra del marge drct
del riu. I cal notar el fct curiós que entre els pocs
objectes coneguts d 'acf, per tres vegades apareix
l'amulet fa.Hic. Resta el camp lliure per pensar el
que es vulga. De segur que no seria una «Caupona»
coro la de Valeria MarceHa.
Respecte a l'Hostalot i les ru1nes de dalt, pagué
ser un parador per acollir vianants, que es trobarien
més segurs si tenien a prop la mansió. I també gent que
negociava al recer de l'exercit'1 •
1 coro era nor:matiu en tals casos la mansió prengué el nom de la ciutat indígena immediata, que era
el poblat del Puig Pedró; i acf estigué Ildum.
AqueUa estructura del poblament indígena que
precedí la romanització s'acorda amb el prefvc ..n..,
que molts creuen equivaJ a «p oble encastellat».
No creiem, coro suposava Schulten, que fóra l' Iliturgi de la Segona Guerra P6nica, ni tinga que veure
amb l'Dduro de les monedes" . I pensem que amb la
romanització tots els llocs iberics de la val! van desapa-
reixer, sense que hl haguera una continuitat en e1 poblament, perque sois a la Carrasqueta es troben despulles romanes relativamenl denses i le:~ cstimem
vincularles a la mansi6. Fora d'ací hem Jocalitzat fragments de ceramica molt úpica, com Ja sigil·lata a prop
de Thrre En Dumenge (Pla de Olerla) i a baix de l'Olivar d'Olcina (Mas d'Eosenyor), que estant a Ja vora
de llocs ib~rics farien pensar en uoa mateixa gent, ara
romanitzada, pero es tracta de senzilles vivendes
rurals.
I és que a la vall de Vilanova no hi ha espai ample
i obert, com és la foia de les Covcs, per a que s'establira
alguna rica vi11a i també en aquell temps els marges
[page-n-617]
LA VIA ROMANA
del riu serien un aiguamoll. Com ho eren encara quan
escrivia Cavanilles10•
[ un Cet arriba a manifestar-se en una arqueologia
tan curta: eren gent que havien assumit de ple la romanitzaci6. En els pocs Uocs que conei.xem mai falta la ceramica fma de bona manufactuJ"a i els noms que ens
d6na la l~pida de la vinya de Josep Garcia. sense cap
record indígena, tamb~ tenen un cert aire de distinció
social.
Des de I'Hostalot la Via Romana ve a coincidir
amb !'actual carretera, separant-se molt poc un pareJI
de vegades i va sempre al dret; primer pel pla de la Rosa
i segueix després pels Domenyons de sol més alterós.
Deixa a baix, quasi a la vora,la Cont Roja i puja en cuna
costera el coll de Benlloc, on es separa de la carretera i
baixa per l 'esquerra a !'entrar en el pla de ¡•Are.
NOTA FINAL
El prese.nt treball sobre la via romana a les Coves
i la Vilanova va ser rcdactat l' hivem de 1988 i donat
al S.I.P. l'esúu següent. Després es feren noves recerques a l'Hostalet i el seu entom amb resultats que poc
alteraven la nostra visió d'Ddum i no els vuem incloure. Pero la darrera troballa 6s importantíssima i anem
a registrar-la. quao el nostre escrit ja esta en la impremta.
El dia 3 de mar~ de 1992, fent obres per eixamplar
la carretera, en arribar a la Carrasqueta }'excavadora
descobrf cnfonsat en l'a.iguamoll del marge dret un
llarg pedrot, que de moment no es pogué identificar
per estar cobert de fang. Per sort el vcié el jutge de la
Vilanova Manuel Ferreres, que digué era un m.iliari i
passaria avrs a !'Alcalde J oaquim Centelles per gestio·
nar el dugueren al poble on estaría més segur. I aixr
es va fer, mercés a 1'efica~ coHaboració del contratista
de l'obra, deixant-lo al jard{ de les escoles.
Hi ha a la ViJanova un grup de geot sensible i en·
tesa que vetlla pel seu patrimoni cultural. El que inicia
!'interés per l'Arqucologia va ser Carles Borras i Saura, i a poc se !'incorporA el jove Vicent Calduch. Ara
en son més comptant·se també les autoritats locals. I
l'amic Borras eos comunicA la troballa del miliari; que
per motius professionals devfem veurc un dia de Cesta.
Que va ser el diumenge scgücnt.
La superba columna és igual a les que hi havia
en 1924 a la serra de la Marmedclla a prop de Ja Pobla
Tornesa i degué sortir de la mateixa pedrera, perque
és tamb6 de rodeno dur sense arribar a ser quarsit6s.
EJ dau, que anava enfonsat 51 cms. en el sol, és
prou irregular, i el fust que té 2'70 m. de llarg i un
gruix mhim de 0'62 m. en la base i 0'51 m. a dalt,
acaba pJa, pero amb l'aresta arredonida.
La inscripció ocupa a una gaita quasi dos ter~os,
resta encara per netejar i es veu prou gastada i malme-
sa. El refer-la i llegir-la sera cosa entretinguda. D'im·
mediat el que més intercssa per al nostre estudi és la
milla que assenyala i la varem transcriure: C C L X
X X l 1L
Per ella es veu que el miliari de la Carrasqueta invalida les opostes lectures que s'han fet de la Pedra
Llarga.
I coneixent ara la milla d'Ddum podem seguir la
via romana cap al N. con ho Can els Vasos de Vicarello,
sumant milJes de mansió a mansió fins atan~ar les 283
on trobarem l'inici de la numeraci6.
Aixf, en el Vas l en arribar a I NPYRANEU hem
sumat 282 milles.
En el Vas 11 lNPYRENEO esta 279 milles.
En el Vas III INPYRANEO es troba a 281 milles.
1 el Vas IV situa SUMMOPYRENAE a
277 milles.
Com en els quatre vasos IUNCARIA esta
16 milles abans d'arribar a INPYRANEO i RUSTICIONE, ja en la GaJia a 25 milles, bem de posar el co·
men~ament deis miliaris d ' Hispania amb una nova numeraci6 en SUMMOPYRENAE. 1 el que no
coincidcixca exactament amb les C C L X X X 1 I 1
milles es deu a Ueugeres errades deis que gravaren eJs
vasos, perque ja s'ha vist com discrepen entre dls.
Per tant el comen~ament de la numcraci6 miliaria
en la via romana que anem seguint no estava a Tarraguna con deixava entreveure Dassau i afirmava Blázquez; ni venia numerant·se en sentit contrari des de
AD TURRES com crcu Morote.
NOTES
J.J.
•Estaciona lb~riques entre el riu C~nia i
Anwri dll'lnstitul d'Estudis Catal41U (1915-1920), Cr~n)ea
de la Sccció Arqueolbgica, pp. 619-621, Barcelona, 1923.
• Al Cap varonil rasura! i cabell en blens, a la dreta; davant
1
el
S&~~lti'T IAAAu:
~iUan•.
dos doíins.
R/ Cenet amb una palma al muscle galopant a la dreta; a baix
subratllada la llegcnda M"AI"? P
Variant de la mateixa.
,
D. Fo.sn:11u. V,.u_a; •Nuevu inacripciones ibúiau en la re--
gión Valenciana.. Ardai!>f di Prdlislm4 úDaJttiM, T. Xnt, Valencia,
1978, pp. 103-126, en la p. 107.
A. Ouvu F001: •Epigralra ibtriea de la provin.cia de Caate116n•. C...Mntos IÚ PrJJisfMi¡, .J Ar~tl4 C.S~. 5, Castell6n,
1978, pp. 265-291, en la p. 278.
• AcJ la veiercn 1 eo donaren noticia:
L. Auo CAS.\1.: •La arqueología romana en el País Valenciano:
panorama y perspec:t.ivUtt. 1Jtmr«l41dl A~¡ú tl.t 14 UmDmÍIIIlliiÚ
AÚ&41111, Elche, 1983, p. 39.
P. A&ASA 1 Gu.: •El relleu biJpano-roml dels lbssale~. BIIJilnl
úJ
E. A. Lt.oum.T i J .F. lv
-.u: Hislllrilf IÚ l:.frt ol Ptsú V~. Vol.
l, p. 65. Per eonfusi6 posa el reUeu de les Coves en la font de Ca·
banes.
> Al IMP. LICINIVS AVC.
B1 seu buat amb caac i culrana, a la dreta.
R/ VTRTUS BXBRCIT.
TroJe u miljtar i al pcu, aueS'It•, doe captius amb les maJll nu·
gades al dora.
Seria una variant de Cou!IH 1 T. Vll, P• 207, n.• 183.
Trencada, no ~~ 1egura la intcrpretació.
607
[page-n-618]
P. ESTEVE GÁLVEZ
Al DIVO CLAVDlO.
La tclta ndiada, a la drcta.
Rl CONSAGRATIO.
altar?
Al DIVO CLAVDIO.
La teata radiada, a la drcta.
Rl CONSAGRATIO.
Figura CIVaida, idcntiliuda.
Al CONSTANTINVS MAX. AVG.
El 1cu bwt amb diadema i VCIÚt, a la drcta..
Rl Oeu 1cr (GLORIA) .EXERClTVS.
El .tabaru~» entre do• 10ldau?
Al D.N. CONSTANTIVS P.P. AVG.
El leU buat. diademat i veaút, a la drcta..
RJ PEL. TEMP. REPARATIO.
Soldat de peu a la dreta amb un eacut en la m Aesquerra, clava
la llan~a en un enem.ic c:aigut del cavall, que aubjecta per la crinera.
COMI!H, T. vn. p. H7, otlm. 45.
Al D.N. CONSTANTIVS P.P. AVG.
El aeu bu1t diadcmat i veatit, a la drcta..
Rl FEL. T.EMP. REPAR.ATIO
Soldat de peu a la drcta amb un eiCUt en la ml esquerra, clava
la Uan~ en un cnem.ic: cmgut que aguanta el C&'lall pru pcr la crincra.
Coowo, T. Vll, p. H7, otlm. 45.
Altr-ct d01 mcnuu broDZCI igual•.
Al OOMINVS AVGG. AVG.
El aeu bull diademat i vcllit, a la drcta.
Rl GLORIA NOVI SAECULJ
Gratianus de peu a la drcta porta un •labarum. i es recolza en
un
eiCUI.
Co"'"'· T. VUl, p. 127, núm. 13.
Él menuda amb el marge retallat, havent perdut la Uegenda,
que aeria:
Al F.L . CONSTANS. NOS. CAES.
El seu bU5t Dorejat i drapat, a la drcta.
RJ GLORJAE EXERCITVS.
DOI10Idau amb case, de peu, porten c:aduc:tl una Dan~ i ea
rccolzen cn un CKUt¡ entre cU1, una ina!gnia amb penó.
Cotc1H, T. vn, p. lli. otlm. 46
Una altra igual, mE1 menuda.
v..mu.u, p. 68.
'
CI\VAIUU.U, p. 68.
o C. I.L . n. • 4981. Amb !'errada, compreruible, de: eituar la Pedra Uarga a Cabanee.
t
A. 8~Jt~uu v DJU.OAOO Aouu.aii.A 1 A. B~Jt~n Gtwti
ña, Valencia.. M~ tk 14JW114 Supffl4r 1M LuaiHUWMs)' ~llli¡ÜMIIMJn,
Memoria ntlmcro general 69, Madrid, 1925. p. 14.
,. C.I. L. 11.0 4949.
u J .G. Moaon: •El trazado de la Vra Augulla de Tarracone
a Canhagine Spanaria. Una aproximación a au estudi01t. S.,..11111771,
n.• 14, Valencia, 1979, pp. 139·150. En la pAgina 148.
•• Ara c.n diue:n tamW deb Gatella, que aón els noua propietaria de la finca on e~tl la busa.
" A/ HADRlANVS AVC. COS. 1T1 P.P.
Buar de !'emperador llorejat, a la drcta.
RJ FORTVNA AYO. S.C.
La Fol'luna dreta a !'esquerra porta un governall i el com de
' c..
l 'abund~cia.
COHIIII. T . II, p. 171, n.• 763.
,
Al La llegc.nda, quui perduda, degu6 ser ANTONINVS AVG.
PIVS P.P. TR.P.
El aeu bust Uorejat, a la drcta.
RJ &vaida la Uegenda.
Roma U6Cguda al'csqucrra porta UJl8 Uao~ amb el eo1ze csquc:rrc 10bre un cscut, damuo1 la proa d'un vaixell.
,, Al GALIENVS AVG.
El aeu bust radiat a la drcta.
Rl VICTORJA AYO.
La Victl>ria de peu a !'esquerra porta una corona i un colom.
608
CooUH, T.V., p. 446, n.• 1075.
A/ DIVO CLAVDIO.
La testa radiada, a la dreta.
R1 CONSAGRATIO.
Ahar enc:Ea.
COKIH, T. VI, p. 135, n.• 50.
Menut bronzc: molt curit de margea, 1c:01e que Cl puga llcgir
la Llegeoda, que degu~ gr.
Al CONSTAl'ITINVS AVG.
El aeu bust diadema!, a la dreta.
R1 GLORlA EX.ERCITVS
Dos10ldats de peu amb c:uc i llan~, rccolza.nt-ae en un eaeut,
tenen al mig una .inl!g¡lla miHtar amb penó.
" JJ. g.,.IINT loAAn: •E1tacion1 ibUiquce entre el riu C~nia i
el Millars•.
,, A/ TI. CLAVDIVS CAESA.R. AVG. P.M.TR.P. IM:P.
La !esta nua, a la dreta.
R1 CONSTANTIA AVG. S.C.
Pal-las amb una llanca de peu a l'eaquerra.
CottiM, T. 1, p. 251, n.• 14.
Al TI. CLAVDJVS CAESAJl AYO. P.M7I'R..P. IMP. P.P.
La tCila nua, a l'eaquc:rra.
RJ
s.c.
Pa.J.Iu de peu a la drcta Uan~t una javdina i portant Clc:ut.
CoH~:~<, T. 1, p. 25!1, n• 84.
Al VITELlVS IMP. GERMANJCVS.
La teata llorejada, a l'e~querra.
R/ LffiERTAS RESTITVTA S.C.
La Llibertat de peu a la dreta, amb un bonet i un ceptre.
Co11ouo, T. I, p. !162, n• 75.
Al TMP. CAES. VESPASIAN, AYO. COSill P.P.
La tena llorejada, a la drcta.
Rl VICTORIA AVGVSTI S.C.
La Vic:tl>ria c:am.inant a la drcta porta un ()()1om i una corona.
COHa, T. J, p. 415, n• 610.
" A/ Janus bifront.
Rl Proa de nau. A baix ROMA.
Prou gastada acnae que ea pugucn Uegir le~ Uegendes. Com tam·
bE el rcven on s'e•brina eljou de bou1 i el 1acerdot que eb guia. Per
tant aerA de C~ar Augu~t. 1 pel bult de J'anverJ, que e1 maotE W i
éa de: modclatfi, c:al atribuir· la a la primeruerie d'emiaJions. corrCI·
ponent a M . Lutatio i M . Fabio, tal com el dóna ViVCJ (T. IV. p. 731
n• 2,
CXLV1, 2) variant la Ucgenda do l'anvera, que en la d'acr
comc:nca CAESAll DIVI. í al centre cap llorejat d'Augull a la dreta.
".m.
Moli gastada, pero es pot identificar.
Al CAESAR AVG. F. DOMlTI...
Bl aeu bull Uorcjat, a la drcta.
RJ Perduda la Uegenda. Al mig S.C.
PaJ.Iaa? A l'esqucr:ra Cl rccoba en una llan~ i en l'altra ml aixc·
ca una Victl>ri.a?
¿Antoninus Piu1?
Al CORDIANVS PIVS FEL. AYO.
El sou bust Uorc:jat, a la dreta.
R/ LAETITIA AVG. N. S.C.
L'J\Jc:gria de pou a l'eaquc:ra porta uua .:uruoa i una ancora.
COiliH, T. V. p . 33, 0 ° 122.
Al GALIENVS AVG.
La ICita radiada, a la dreta.
RJ DIANAE CONS. AVC.
C~rvol c:am.inant a !'esquerra. En l'exe.rg X.
Cott-, T. V, p. 362, n• 158.
Al D.N . GR.ATIANVS P.P. AVG.
El seu buat llorcjat i drapat a la drcta.
Rl REPAllATIO DBIPVB.
L'cmperador amb diadema i roba militar a !'esquerra aixcca una
dona agenollada i ambla ml dreta porta un globus ambla Victl>ria.
Bron•e míg.
[page-n-619]
LA VlA ROMANA
eo...... T. vm,
p. 120. o• 30.
Al Falten lea primeres Uecres de la llegenda, que deu ser IMP.
VAL. MAXIMIANVS AVC.
El scu bull radial i drapat a la dreta.
RJ VCIT' XX VF dintre d'una corona de Uorer.
Al D.M. VALENTINIANVS P.F. AVC.
Buat de !'emperador amb diadema i roba imperial, a la dreta.
RJ RBPARATIO RBIPUB.
Valentinianua amb roba militar de peu amb la Vict~ria en la
ml, a l'eaquerra aixeca una dona postrada. B. mig. COJUD<, T. vm,
p. 142, n• 26.
Al CONSTANTI VS P.F. AYO.
El aeu buet amb diadema i roba militar, a la dreta.
R1 FBLIX TEMP. RBPARATIO.
CODatantiua de peu a l'eaquerra amb la ~ alea, una llanca, i
amen~& un enemi.:.
Deu aer una variant de Coum, T.V. p. i+Ci.
• Exc:avació d 'Arua, poc expreuivea rujnea.
a A. Sa.uuv: ANts Hispaitll lllfliqwM. n. lAs Gwnar di 237-154
ca. di J.C Edición y comentarioa por Adolfo Schulten, Barcdona,
..
1935, pp. 80-81.
a •Lu vertientea de loa montea han depoaitado aquf úerra r~r
til, que te mantiene f.uu por laa mucbu aguas que acuden por
filtros 1Ubterr6neoa; aon tan abundantea, que en qualquie.r a parte
ae hallan a pocoa pica de excavación, y algunu vecea inutil.i.An cJ
aucJo y la aemilla. Para evitar aemejantea efectos hao bech. loa de
o
Villanueva profuodat y angottaa nnju, que cubren con loau en
arcos apuntadoa, tobrc 101 qualea ponen tierra que úembran de trigo..
C.wAIIUJ.U, T. 1, p. 65.
609
[page-n-620]
F ESTEVE CÁINEZ
1
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Unta
Cllltrtíria
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r //lfll//1{1
nccr6polls ihtflco dr Covu de Vinrom6
[page-n-621]
A
U m 1!l. - A. La Palom4 (ColJlS de Vinroma). Obj(eta de hronu. B. La Corondtt del Mas
Alt. 193 mm
~/1 (Co~~e~ de
Vinromi.t). Mol/k p" afondr~ la11qUlS de ~infurtÍ
Lám. I V.- La pedra esculpukJ de les Fontanelks (Coues de Vinromti). Dibuixfit a la mateixo lúutra, tal eom e.staua el dia 30 de s~ltmbre de 1966
6JJ
[page-n-622]
F ESTEVF. GÁI.VEZ
612
[page-n-623]
LA VJA
ROMA~A
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LA olruro tÚ CA/lota, r. In parlrda tÚ 1'0/icar d'Olrrna ( Vilanora ti'AILolra)
A L'txtrmr tkl forca/1, amb ÚJ scndJz d 'acciJ al pobÚJI rbiru pn la bandJz tÚ lln:ant .
8. Camr' d'att(c al poblaJ ptr lo bantÚJ dr pon•ttJI,
JiÍJIOJ jrtrJ ;n D,IJOS/ dt /982
~·b~
·.
~~·.~·'· .....
A
Um IX -
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r-· ~Á '
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Lam A'- A . El Puntarró (Vr/aJrova d'lllcoúo.).
Camr' d'o.tds tús tÚ la Vra Romana
8 FD(DM tÚ l(s_(lisrD dr 7ilru En DumLng'
Entre ciJ tnrm
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[page-n-625]
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[page-n-626]
F ESTEVE CÁI.VEZ
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[page-n-627]
LA V IA ROMANA
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U.m . X I V.- Montcús lrobodb a la vora de la Vra Romana pa Covts dt flinromd
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Vila11ova d'Alcolta
617
[page-n-628]
F. ESTEVE CÁLVEZ
I.Am. XV.- Monetks lrobades a la coro
618
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la Vio Roma11a ptr Coces tÚ Vimom4 i Viltznova ti'Akoúa
[page-n-629]
V icen~ M. R ossELLó 1 V ERGER •
LES VIES ROMANES AL PAÍS VALENCIA.
IL·L USIONS 1 CERTESES • •
Els camins, llun.y de ser un fet geografic «d'ocupació improductiva••, com de vegades hom ha ax:ribat a
dir, tenen una enorme transcendencia per al desenvolupament geopolític, estrategic, cconomic i cultural. I
els camins romans -que més d'una vegada discutlrem
amicalment amb l'enyorat Enrie Pla- han pesat molt
a la historia valenciana. L'espinada del Regne de
croats, del País modern, ha estat i és un caro{ o millor,
el carnl més o menys litoral (Alv.CIL, 1971). Per aquest
cami-sería neci i nefast amargar-ho- ens ha vingut
la llengua, l'art, la tecnica, tantes conquestes culturals,
de latituds més altes.
La cintura de muntanyes que separa el País Valencils de la Meseta i la vall de l'Ebre és mala de travessar,
llcvat d'alguns comptats portclls. Només pcr la costa
i alllarg deis corredors pre-litorals és relativament fluida la possibilitat de comun.icaci6: allí hi trobarem l'empremta deis itineraris romans, no massa diversos de les
«rutes naturals...
Departanlent de Geografia, Universitat de Val~ncia.
Aquut asaaig de s!ntui s'ha enriquit amb la generosa informaci6 i amical crítica del ptofeuor Ferran Araaa., que vull regrac~ar sinceramcut. El!, dav&Dt ela meu.s dubtu sobre la utilitat de la
mcua contribuci6, m'ba em~s a acabar- la i pubticar·la.
•
••
Molta gent - fins i tot il·lustre- bajugat a l'endevinalla sobre mapes d 'escala irrisoria respecte al tra~at
de les vies romanes. ..& lv:Jn didw bdilsirrws desatinos
histórico-geográficoS» en relació al tema; el mateix Ghabret
(1977), que a la cruilla deis segles va formular la frase,
no sé si eixí del tot immune de les altes dosis de xovinisme que foren inocularles a la geografia antiga.
Abans que valer-se de la racionalitat, els vells cronistes
s'afanyaren en cercar la més antiga prosapia per a la
propia ciutat. Així bom va identificar Hemnoskopeion
amb Dénia (ho combaté E. Pla); hom inventa Bigastro
i reduí, sense trellat, Oreelis amb Qriola; ll.lbme obtingué
tants de significats com escriptors en tractaren; Segobriga arriba a servir per a desmembrar i crear una diocesis
que res no hi tenia a vcurc...
De la toponímia, hom en pot pouar conftrmacions, poques vegades arguments, i és un camp on ..qui
manco en sap, més hi diw., confirmant un vell aforisme. "L''Ús de les fOrmules tradicionals de la semblanca
fonetica ha dut a una cadena de barbaritats interminable, les quals dissortadament, tenen una acceptació popular» (Lt.aBUOAT, 1983 a: 100).
Entre les iHusions o incerteses també cal posar la
mania que tots els monuments romans o poblats iberics estigueren enfllats per una via romana de primer
619
[page-n-630]
V.M. ROSSELLÓ 1 VERCER
ordre. O que les centuriacions hlspanes -la majoria
ben pobretes- hague.ren de fer costat a trajectes
axials. La mateixa persistencia dels camins, ben mals
d'esvair abans de !'arribada deis buildiJzns, cal tractar·la
amb parsimonia, si la manegem com a argument. ¿Tots
els assagadors o camins ramaders són medievals o an·
teriors? c:Tots els tr~ats medievals, dignes del nom de
camí. són romans? Que de recerca faria falta per a po·
der contestar. Coses, totes, que cal provar, no intuir.
Demanem, donca, exigim, almenys, logica i, si pot ser,
demostració. Allo cert com a cert, els dubtes com a
dubtes; ja vindra temps que les hipotesis esdevingu.en
tesis. Hipotesi no és fantasía: no es tracta de fer volar
coloms, sinó de recollir com més proves millor i
contrastar-les.
1. ELS ITINERARIS COM A FONTS
Al món roma, militan i funcionacis comptaven
amb els itineraria aárwlala i pida. Entre els primen, el do·
cument fonamental és l'I tinerari Antoní (d'Antoni o
d 'Antoní), el qual es complementa amb un elcnc de
procedencia mestallada, anomenat l'Anonim de Ravenna, i un centó, encara més modern, els Guidonis Geographica. Categoría interm.e dia, podríem assignar als
Vasos ApoHinars i a la humil tegula de Valencia, mentre
l'únic itinerariwn pictum que pod.ria haver-nos servit, el
de Peutinger, perdé el fragment iberic.
Dels primers itineraris escrits d~ntonius (millor
que An/Qninus), hom en concix vint manusc.rits «esmenats i ampliats• des del segle uon al rv1 • L'edició basica
és la de P. Wesseling ( f&tera Rtmlllrwrum ItinerarÜJ, Amsterdam, 1735), tot i que hi ha una edici6 posterior més
completa de M. Parthey-Pinter i O. Cuntz (1848: Leip·
zig, Teubner, 1926-27). Es tracta, més d'un elenc d'estacions i ciutatS, que d'una guia practica, on el trajccte
que més ens afecta és l'ltin.e rari XIU (segons la numeraci6 de Kubitschek, 1916) «ah ArelaJo Narb~m~, inde Tarractm4, iruJe Carlhagine Sparlaria, iruJe Ca.stu/one>• que totalitzava 732 milles romanes (MP). La distancia entre
mansionu és anotada en MP (1.481 m) que, malgrat els
problemes de transmissi6, de.m ostra un grau acceptable d'exactesa i ajuda a les verificiacions geograíiques.
Les estacions -hostals, lloca, viles o ciutats- hi venen
expressades en ablatiu o locatiu, generalment en resposta a la qüestió u.bi?, pero de vegades compareixen
en acusatiu ronec, responent a qU(I? Serien aquests casos, segons G. Arias (1963), les mansiones que se separen
de la vía. Uacusatiu amb la preposici6 ad (•al costat
de» noms inteHigibles) suposaria una fita natural o antrbpica que no cal que fóra una entitat de poblament.
Per al País Valencia la relaci6 és la següent:
Dertosa-XXVII-Iotibili -XXIIII-Ildum-XXIIIISebel aci-XXI I -Sagu nt um -XVI-Valen tia-XXSucronem·XXXII-Ad Statuas-VIUI-Ad 1\ures620
XXIUI-Adello-XXII1I-Aspis-XXIIII-llici-XXVIIThiar, etc. (W1!SSR!JNG 1 J735: 399-401).
L'Anonim de R avenna, datat pels seus analistes
més solids en el segle vn6 pC, té com a edici6 fonamental la de M . Pidney et C. Parthey: Arw~imi Ravennatir Coi'!TII)graphia tt Guüitmir Geographica. Berlín, 1860.
Tal vegada traduida del grec, la Coi'!TII)graphia sembla
confegida a partir d 'un mapa germa o cosí de la Tabula
Peutingeriana. Nogensmenys, E. Llobregat (1983 a i b)
ha gosat suggerir -amb prou versemblanca- que
1' itinerari pel territori valencia ha estat passat per un
sedas arab, cosa que su posaría una data més recent . La
seua argumentació la funda en la divisió «provincial»
que fa de ]a península, tot incloent la provimia Aurariola
o k~ra de Thdmir.
El tracat axial presenta una doble versi6 als llibres
IV i V, la segona de les quals sembla més correcta. Vetles ad:
IV
V
30+,2 Oa1uA
S+~90crl01J
lf~dllm
.l..ahtic.atwD
lldtlm
larllili
Sl¡witlllll
IV
Slplii111D
Ruhria!tilD
Valuti&
f'wUuD,Suauac
V
Astavm
Akcmum
Seuhi
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s-
(Funvm Suaouc)
Dio
Lcooet
Tams
PAdle
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Luan!a
Ad laoa
ADoa
Hilicc
SDS,l
~
1~
Pwri.t 3H,8 Ch1Juco Spartaña
Uanonim de Ravenna con té també al llibre IV
(310, 3-14) itineraris que poden afectar coHateralment
el País Valencia:
«lterum iuxta ciuiJalnn super scriptam Cesaraugustam p()fliqr.u di&iiur
Contrebia
lur tÜliJJJs
Auci
Leonica.
Gtrgwm
Arlicabe
Precorium
lterum iuxta ciuitaltrn super scriptam Trtbiam tst ciuilas
qr.u dicitur
Les Gtograph.ica de Guiu de Pisa s6n una compilació tardana que, pcl que fa a les nostres terres, consisteixe.n en la !lista plagiada l'any 1119 delllibre v~ de
la Coi'!TII)graphia de Ravenna. Per aixi> no els cal més comentari.
U n espai intermedi entre els itineraris escrits i els
grafics, !'ocupen els quatre vasos auris de Vicarello,
trobats a les .At¡utu Apo/Jinares o Bagni di Vicarello, l'any
[page-n-631]
LES VlES ROMANES AL PAÍS VALENCIA
1852. Es u-acta de les preseotalles d'un gadita -o diversos pelegrins procedents de Gades- al déu ApoHo
al comencament de !' Era. Donem la relaci6 de T1lll1lSiones
amb les respectives distancies en milles i les variaots
que presenten (Ro!J).(N, 1975):
2t
Libi.aa
LibiJOWD(I)
(LcxvuJ
Saltigim (1)
(ChillchiU.)
Ad Paleo (TI)
Ad Palc (UI)
At 'IUrm (lll)
Ad 'llma Saetab. (IV)
22
ParieÚIIÍI
16
Sahigi
32
Ad Palcm
Ad Palee (IV)
Finalment, )' única possibilitat de disposar d 'un
vertader ilin.trarium fñdum ens l'arrabassa l'atzar.
L'anomeoada Tabu/4 PeuJingtriana va perdre el primer
tros, el corre.s ponent al firús temu occidental, precisament per estar enrotllada en aquest sentit. Si fou
una guia practica -una mena de Firestooe o Michelín de carreteres- composta originariament entre els
segles u"" i rv 1 pC, res no en sabem de l'autor, un
tal Castorius. La copia 6nica i esmotxada que figura
a I'Ósterreichlsche Nationalbibliothek deu ser del segle xu o xm. La restituci6 del fragment hispanic
i nord-africa que en va fer K . Miller (1916) a base
de la Cosmographia de Ravenna (que no expressa les
d istancies entre mtJtt.rúmes) és una pura curiositat
erudita.
22
Ad Aru (I i 11)
28
Saeubim (l)
16
[XllivaJ
2.1. LES CENTURIACIONS ROMANES
15 (ll)
Sucroocm (1
)
20
Valtatia
Valc.DI Í&lll (1)
(Yalalci&J
SacYMo (D)
s.rtatum (1)
16
24 (1, ll i IV)
22
Ad N
oul.u (1)
Ad Noua (IV)
22 (1, U i IV)
(Saswu)
SeIKiaá (1II)
24
Ddu (IV)
Ddum
24
lntibilim (U?)
Imibíli
1ntibili (erral IU)
Dcnown (1
)
(ib"otal
27
Dtrtosa
Les poblacions recognoscibles a primera vista deixen veure el camf per on anaren vers Roma els viatgers
gaditana, travessant la meitat septentrional del territori
valencia per la Via Augusta.
A la mateixa agrupaci6 que els vasos podría entrar
un testimooi prou menys significant, la ttgu/a de Valencia, de la qua! sabem ben poc. És una inscripci6 trobada el 1727 prop de la Porta de Xarea, al solar de !'actual esglhia de Sant Tomas, abana, de la Congregaci6
de l' O ratori. Malgrat que fou destruida, Hübner reeull
la inscripci6 (CIL, ll, Suppl. 6239), basant-se en Agustí
Sales (1766). És clac que es refereix al trajecte septentrional de la Via Augusta:
AB
AB
AB
AB
2. CADASTRES I MONUMENTS
25
VALENTIA SAGVNT
SAGVNTO DERTOS
DERTOSA TARRACONA
TARRACONA...
L' baver dirigit i «editat>t un llibre sobre cadastres
romans a Espanya (1974) i publicat papees sobre la
qüesti6 (ROS$!.LLÓ, 1980) m'obliga a ser caute en una
correlaci6 que sovint s'insinua entre els autors: via romana/centuriaci6. És ver que les ceoturiacions italiques de grao estil eren articuJades per calcades importants, pero no sempre podrfem aplicar cl raooament
invers a les nostres centuriacions, comuoament de poca
volada. Maldaré pcr a aclarir-bo en l'estat actual de
llur coneixement.
La prospecci6 sobre cadastres romans comenca al
terme de Castell6 de la Plana, entre la Rambla de la
Viuda i els cstreps del Desert de les Palmes (LóPsz
Gómz, 1974); deis Camiru tilla Quadra, documentats el
segle XJV, que marquen una ret(cula que podria ser
centuria!, cap ni un coincideix de manera terminant
amb un possible vial. En tot cas hom apeHaria al Camf
Vell de Borriol, pero no res té a veure amb les parcel·les
geometriques. A la mateixa Plana Bazzana (1978) ha
reconsiderat la qüesti6 d'un eadastre roma d 'estructura no gaire ortodoxa atribuint al Caminas, al N i S del
riu Millars, el signüicat d ' un itinerari pre-roma, tal
volta reutilitzat.
Entre Saguot i Valencia la geometría cadastral esdevé evident (CANO, 1974) al regadiu de la Séquia de
Monteada al N del Carraixet. No és massa arriscat ací
manejar l'equaei6 kmdo -Vía Augusta-carretera nacional 340, almenys en el tram rectilini que va de Rafelbunyol a Meliana, tot i que Vicent Sales (comunicació personal), que ha investigat meticulosament la
xarxa de regadiu, troba diffcil fer coincidir la trama
amb la carretera amb la qua! forma un mOdic angle.
Més al oord de Rafelbunyol la ruta es desvía lleugerament i recupera l'orientaci6 a Pu~ol; serien en el millor
deis casos 14 km de tirada coincident.
621
[page-n-632]
V.M. ROSSELLÓ I VERGER
A migjom de Val~ncia, bom no sol discutir que
l'eixida pel carrer de Sant Vicent era la mateixa Via
Augusta. Per aixo Pingarrón (1981) l'ha poguda seguir
per la carretera N-340, que és ensems el ktJrdiJ maximus,
entre Benetússer i Silla (7 o 8 km), de la centuriaci6
de l'oest de !'Albufera. Aquest modest cadastre conté
devera 75 quadrats de mitja bectarea i mostra el tercer
ktJrdiJ de ponent molt ben conservat entre Paipona i AJcaaser, tot passant per !'Ermita de Santa Anna.
Hem d'arribar a lli&i o Elx per a trobar la ctnturialio
m~s gran i ben conservada sobre 225 moduls, relacionable amb l'erecci6 de la colonia (42 o 43 aC), maxima
categoría jurfdica assolida al País Valencia. Ellw.rdiJ maxirrws d'aquesta parcel-laci6 (GoúLvez, 197+) corre
exactament N-S entre el Vinalopó i la lloma de I'AJcúdia pel Filet de Fora, que d6na a la carretera de Dolores pel migjom i al Camf del Pantano per tramuntana,
on forcn trobades urnes ciner?tries. 'Ibt i amb aixo, els
autors tradicionals soleo fer passar la via romana pel
Camf de Matola i vereda d' Orihuela, ·Camf dels Romans,. dels erudits locals.
A banda de referencies esporAdiques als cadastres
possiblement romana de Sant Mateu i Dénia, sabem
alguna cosa dels compresos entre Caudete i Villena,
poblacions situades en un dels lfmits més bellugadissos
del país: el primer fou valencia i ara no ho és, a l'inrevés de la segona (Rosssu.ó, 1980). El Camino Viéjo
de Villcna a Caudete, que és l'cix WNW-ESE de la que
hem anomenat •centuriaci6 A•, podría ser via romana
vera CartuJo. Un tram de la •centuriació D• NW-SE
dios el terme de Villeoa per El Puntal i cncontoms
s'arrenglera perfectament amb la probable davallada
de la Vía Augusta.
2.2. PONTS 1 ALTRES
CONSTRUCCIONS
Les restes antigucs poden contribuir, tant com
les inscripcions, les monedes i la connexió topon.íullca, a refor!;ar determinarles reduccioos, pero poca
cosa més, com veurem. Pel que fa als ponts, manejats
a tort i a dret coro a prova de romanitat, hi ha ben
poc. Una resta verisfmil a la riba drcta de la Rambla
de la Pobla Thmesa, on la travessa el «Camí o Senda
deis Romans» (MoROTll, 1979 b). Dos pilars o estrcps
d'un altre pont, prop del circ al Riu de Morvcdre,
que coiocidieo amb )'estructura preservada de la via
(Bll\J, 1958: 167); les reUquies de les J ovades, riu
amunt, entre Estivella i Torres-Torres, ja s6n prou
més ambigües. Altrament, el •pont romh de Cantavieja és gotic (AusA, 1987); del de les l'res Viles sobre el Millars, disposem d ' un document de 1278 que
en ftxa la construcci6. El pont de la Rambla d'AJgonder és medieval, segons Viciana, i el de Santa Quitería, invocat per Chabret (1977), amb un tros del Camf
622
de la Carretera pavimcntat, ~s del segle Xlil (ARAsA,
1990 b). La Rambla de Cervera (entre la Jana i Sant
Mateu) així com el Barranc de Tormes, els travessava
la cal~ada romana mitjan~ant rampes i guals (ARA.
SA,
1990 b).
S6n molt migrades les referencies a trams de via
conservats, quant al paviment, de m~s a més dels es·
mentats. Morote (1979 t?: lam. Ill, 5) en cita un a la
Jana, amb dos estrats i cuneta, i un altre (lam. ID, 6
i 7) a la Senda deis romans de la partió Pobla Tomesa/Vilafamés, amb tres tongadcs de reble. Una al·lusi6
més antiga (BLÁZQ.l111z, 1923) parla del Camí de la Filada -a l'altre cap del país- entre Santa Pola i Carta·
gena, on hi havia al pas de la Gola de ]'Albufera d'Elx
un mur o terraplé, descobert en construir la carretera
que segueix una restinga f'Ossil.
L'Arc de Gabanes ~s el monument més conspicu,
prop del canú de la Vall d'Alba (o d'Alber) a Cabanes:
no estA a l'eix de la probable vía, sin6 disposat perpendicularment per a donar camf a una viHa (AllAM i
ABAD, 1989). L'altrc are -conservat només un
fragmcnt- que d6na nom al Pla de !'Are de Ufria, devía fitar el Camí d' Oiocau, de poca categoria.
Diverses creus, que no s6n nj de molt romanes,
poden ocupar 1'indret de llocs sagrats romans de valor
viari. Hom podría suggerir la Creu del Puig (la Pobla
de Farnals) i la Creu Coberta que roman a dues millcs
exactes del centre de Benet(isser, on comenca una ccnturiaci6, i a altres ducs del nucli roma de Valencia
(PmGAuóN, 1981). Enca.r a caldria fer esment d'algunes
ermites (Borriol, el Ued6?) amb un significat comparable. Contrariament, adduir l'cxistencia de Dilitu rustiques no sol servir gaire pcr a provar altra cosa que un
poblament dispers on és logic que mai no pot arribar
una xarxa viaria basica.
2 ..3. ELS MIL·LIARIS
Ai)(o ja és una altra qüestió, prou més substanciosa i agudament tractada per F. Arasa, els treballs del
qual (1988, 1989, 1990 i 1991 en premsa) m'alleugen
d 'aprofundir·hi més. Si tots els miHiaris estiguessen o
baguessen estat trobats al seu lloc i més •ben repartits»,
la fa.xaci6 de la via romana seria més facil. Pero, vciem
que hi ha de segur d'aquestes tites numerades per miHes de 1.480 o 1.481 m. El car~cter propagandístic deis
mollons -com ara el dcls retols de les carreteres projeetades o enllestides- aixf com la damnaJw mnnoriae
d'alguns emperadors, justifiquen la duplicitat o multiplicitat de troballcs en alguna indrets. Deis 18 moUonJ
fina ara coneguts, 15 es concentren entre 'Iraiguera i
Xilxes i sobretot al terme de la Pobla Tornesa; prop
d 'alH abundava la primera materia, el gres triasic.
F. Esteve (1987) troba a la M asmudella a peu de pedrera, devers els anys 1920, dos mil·Uaris, un encara sense
[page-n-633]
:LBS VIES ROMANES AL PAÍS VALENCIA
acabar (AJwv., 1990 b). Comptat i debatut, la via ha
estat fucada entre els rius de la Sénia j Millars.
El mol16 més septentrional -esmentat ja per
Escolano- era al canú de 'fraiguera a la Galera (que
travessa el Riu de la Sénia pel Pas, per dos Mpassos..,
justament), a la vora dreta del Cervol, partida del Collet Roig, on fou redescobert per J.J. Senent el 1919.
Era un monolit de calcari de 0'9 m d'alt i secci6 eHfptica de 0'65><0'48 m, amb una inscripci6 iJ.legible del
temps probable de '!raja (S.BNBN'I', 1923). Amb trop dl
z:JJe fou traslladat a la nova escoJa de Traiguera, on
morf de mala mort, incorporal com a pedreny en una
obra m.o derna (ARAsA, 1990 b). El següent miHiari,
sencer, torna a ser un monolit calcari de 1'8 m d'al~ada
i 0' 8 de cliametre en secció, amb un tex:t mal de llegir,
tal vegada del segle IV1 pC. Es trobava a 1'5 km de la
Jana (la Bassa Llaurans) i ara dins la població (AllASA, 1990 b i 1991), des de 1979, a una raconada vora
1'església.
Un doble esment de Cabanilles (1975: 68-69) ens
coHoca a les Coves de Vinroma i immediacions. «En
.frenJe dl las Cuevas» situa una pedra mil·liar amb la ins·
cripció VC/ MLXX que era de gres i fou destruida per
a t.raure'n esmoladores. Sembla que és la mateixa que
anys abans (1766) descriu Agusú Sales en. un manuscrit, com una columna redona derrocada i destrossada
amb la inscripció VIA AUGVSTA. CCLXXVUI i
que, segons Aras a (1990 b ), seria del temps de Tiberi.
La ubicació vora el Pont de la Pedrallarga (o la Penyallarga), prop de 3 km al S del poble, no és gaire segura,
pero ens n'han msotrat el punt a 50 m a ponent de la
carretera (km 43) i vora dreta del barranc, on serviría
per a fit~U el camf, quasi paral·lel a la carretera moderna. Arasa (1991) la düerencia de la sego.oa cita de Cabanilles (1795: 69), a .!'esquerra del Camí de Sant Mateu, prop de L travessa de la senda que davalla de La
a
Serra d ' En Garceran. Ha dcsaparegut. Podria haver
estat a la partida deis Albellons de Vilanova d'Alcolea,
prop del Camf de les Bassetes.
Arasa (1990 b: 157) ens parla d'un fragment de
miHiari trobat a la partida de Benixi6 del terme de
Bell-lloc. Fet de gres, té unes mides de 40 x 20 cm, es
conserva a un domicili particular i seria el cinqué dels
mollons valencians. Després, a la Vall d'Alba, el mateix
autor localitza al costat oest del camí, prop del Mas de
les Obreres i a 1.150 m de l'Arc de Cabane$, un fragment de columna de gres, eneastat al marge, in situ. Els
llauradors locals diuen que fou destnüt en l' ampliaeió
del camí, ara carretera rural, pero sembla que en resta
alguna cosa al margc ponent{, sota una tongada de formigó. Segons Esteve, deu ser el molió de Galeri citat
per Beuter el segle xv1, pero una lectura acurada deis
textos al·lusius, ens cl fa situar més al sud. He vist atribuida al mateix autor (BroTJut, 1538) -pero no l'be
poguda verificar- una Turris dl ÚliJri&aJo amb miHiari,
que també planteja problemes de localitzaci6.
Els miHiaris trobats dins el terme municipal de la
Pobla Tornesa són sis i es distribueixen en quatre localitzacions. Aquesta superabundancia de miHiaris con·obora la idea de F. Esteve que va localitzar a la immediata MasmudeUa una pedrera i obrador de mollons
que empraven el gres triasic rogenc que alH aflora. El
primer era prop del Mas de Sopes, al costat E d e la
Senda dels Romans i a 750 m al N del Riu de la Pobla;
fet de gres, només guaitava 35 cm, tot i que Morote
(1979 a) el va de.scal~ar. Deu haver desaparegut amb
cls important.s moviments d'arenes que per allí s'ban
provocat. Tanmateix:, hem localitzat més enlla una possible base (fig. 1, a) i en un camf travesser, tot marcant
un revolt, un gran fragment calcari cilíndric tombat,
que bauria estat desplacat uns 200 m de La vía (fig 1,
7 bis).
Més enlla ve un molló anepfgraf que Cabanilles
(1795: 55) havia alludit ..no lejos de ltJ PobltJ, y casi a 1tJ
extremidad de los cerros en que se tmninan los montes luJcia el
norte». Una curiosa controversia el fa desaparéixer el
1867 (BALBAll, 1892) i reapareixer el 1985, segons
. F. Esteve. En realit.at es tracta de I'imponent Piló dlls
Aiguamolls, de gres, amb restes epigrafi.ques irrecognosciblcs, que subsisteix encastat al can.teli d'un bancal de
la vora W de la Senda deis R.omans. Fa parella, encara,
amb un tros de la base d'un altre miHiari, clavat a la
mateixa paret.
Una troballa ca.sual de 1985 a la Font Seca descobr( dos miHiaris més, que eix:iren trencats per la mateixa excavadora que els tragué de la vora occidental de
la via, només a 25 m al N del miJ.Iiari següent. S6n fets
de gres local i un deis dos conserva algunes lletres
d 'aire altoimperial que diuen VIA A[ugusta] (ARASA,
1990 b i 1991). El podem veure al jardinet posterior de
la Casa de Cultura de la Pobla Tornesa. Finalment, a
la vora orient.a l del canú, en el collet al N de Ja Pobla,
vessant SW del tossal 417 n, es conserva un altre molió
roma de gres, sense inscripci6.
La referencia de P.A. Beuter (1538: f. xxxix) que
«entre Borriol i la Pobleta esta UDa columna gran derrocada en lo camL ..., sovint ha estat llegida precipitadament i atribuida a Cabanes. Si hom la interpreta bé
i no estalvia l'esment de ocia vall de la Pobleta», s'adonara que parla de les Costes, devers el km 17 de l'actual
carretera. El mil·liari, perdut, és atribuit a Galeri, emperador del segle rv1 • U na base de gres de devers
70 cm de diametre, que roman allímit de termes entre
la Pobla i Borriol, vora el mateix terrabuit de la carretera, en podría ser un indici
El més important dels mil-liaris, perque e&menta
la Vía Augusta, és el que estigué davan.t I'~rmita de
Sant Vicent de Borriol, i fou referit per primera vegada
perA. Sales (1753). Segons A. Valcárcel (1790), cls tres
fragments qu.e podrieo p ertanyer a diverses fites es
trobaren a una llegua de Borriol, camí de la Pobla.
Ara es poden veure al jard! d'u.n carrer de Borriol
623
[page-n-634]
V.M. ROSSELLÓ I VERGER
(MoRan, 1979 a). Chabret (1977) h.i llegia VIA.AVGCXIX, pero sembla més probable la lectura CIIX o
CLIX; hom l'atribueix a l'any 250, sota Deci.
La resta de miHiaris són d.ificils de connectar. Devcrs l'any 1931 fou trobat al'Alter de Xilxes, a les ruines d'una vil·la, un cxemplar calcari, fragmentat i que
ha desaparegut (TARRADl\t.L, 1965; 1973: 90). Hom Pha
assignat a l'any 252 pC (As..w. 1990 b) per 'frebonia.
De poc ens serveix l'al-lusi6 d'A. Sales (1766), referida
per Fita (1883: 59) d'un molló descobert a l'heretat de
Salvador Martí Uop i Borrull, al C amí Reial de Valencia a Xativa, i després desaparegut, mentre no coneguem l'indret de la troballa. Sembla que portava una
inscripció d'Hadria (117-138) i algú el col·loca a la rodalía de Valencia. Finalment i segons relació d'Escolano
(1611, Vf: 13-14), el bisbejosep Estevan troba al Camino de San Ginés, devers las Zahurdas (S de !'actual poble de San Miguel de Salinas), un miHiari que seria
l'únic indici meridional de via romana al Pafs Valencia. Ningú no sap on ana a raure, a banda que l'argumentació del cronista amb la reivindicació de Bigastrum
no n'augmenta el credit. Probablement pertany al dom ini de Maximí el Traci.
3. TOPONÍMIA 1 REDUCCIONS
3.1. ELS TOPONIMS CAMINERS, UNA
BASE FEBLE, PERO SUGGESTIVA
Fig. 1.- El acgme.nt méa be.n fixat.
oalm&úl tk 14 Vü: Áugusla ls rt&olliJ al rroquis tk 14 .,SnuJa
tÜÚ RmMM• "' tixit tÚ liS muntanyu dt 14 Poh/4, per 14 &pres.sió
artiiOSa dll S1ld tú/ P/4 tÚ l~rc. S'hi t:tmstrOm ®s miUiarit incdlurna,
un d'impMIIII (d 8), unes resta di pOIIl o daotguua (b) i diversos
lrossos tk pauimnrt al N dtJ Barran& tk la Pob/4.
1. MiJ.lian" in situ,· 2. miJ.liari remoguJ; 3. /loe tÚ miUiari arraneal¡
4. altrrs restes romantS. 7. bast tk molld dallpartguda,· 7 bis. jragrMnl
d4 milliari lriiiC
imtNJitll; JO i 11. troba/4J tú mo/Jons #ntÚrrouw tk 14 Font &ca¡ ll
bis. rm1-liari tras/Jadat a 14 Casa di Cullu.ra; 12. molld ertck t:tmSeroat;
fl: bast possible de molld,· h: CÚU!tgUtrtl nmraM, i e: ruines- d'UNI oil-14.
L'iJi~ari
624-
Primer de tot, cal considerar els camins i senda deis Romans, que trobem amb alguna insistencia. Gosaria avan~ar que la majoria, si no tots, tene,n un origen erudit, si
més no, comp arable als pseudoclassics retols fluvials com
Palancia, 1\íria o Serpis. El Catnf Roma d'En Thlles, que
travessa la marjal i segueix per la Senda de la Palla fms
a 1'Ermita de Borriol, el degué batejar el mate.ix Porcar
(1931). N'bi ha d'altres que semblen més antics, pero el
més septentrional, el Camí deis Romans o Roma d'AIbocasser, queda fora del context. Per probable influencia de l'Arc, compareix una Senda deis Romans
-transversal- a Gabanes i una Senda o Camf deis Romans de Bell-Uoc a Borriol per Gabanes i la Pobla Tornesa (BAt.aAS, 1892: 39), que coincideix arnb un tra.m
molt probable de la Via Augusta.
'
El Camí Roma de Llíria a Begís senyalat per Alcacer (1946) él! una carrerada ramadera i no n'he verificat el nom. Prop de la VeUa flid un Camí deis Romans
sembla correspondre al Camf de la Casa del U eó, vora
Algorós on bi ha un enDosat i, a part, en rom.andria
un altre que ve a ser la carretera de Matola a la Vereda
de Orihuela (Goti.L
vr.z, 1976). No seria de més esmentar la Romana Alta i la Romana Baixa, entitats de poblaci6 del Vinalop6 Mitja.
La interpretaci6 etimo1ogica de Quart de Poblet i
Quart de les Valls com a concidents amb el molló de
[page-n-635]
LES VIBS R.OMANES AL PAfS VALENCIA
les quatre milles a partir de Valencia i Sagunt, respectivam.e nt, en vies de segona categoría, no és forassenyada ja que les distancies s'hi aproximen prou (ESTJIVE,
1987).
Un altre toponim repetit - i sospit6s- és CtJJ;ada.
Hem sentit o llegit Camí de les Cal~ades a Vilaíranca,
la Cal~ada al S d 'AJbocls.ser (ARAs.>. i VICENT1 1981).
Trobem una partida de la Cal~ada al S de Cogullada
(Carcaixent) i una altra partida, masada, barranc i
camí del mateix nom a Llaud i immediacions, a la dreta del Xúquer. Gómz SERRANO (1927) ho relaciona
amb el camí roma que «de Cullera anava a L'Ello i Vilelléi~t . Resta encara el Cam{ d e la Cal~ada que coincideix, prop de la Font d 'En Carros, amb el Camf Vell
de Xativa (MoRon:, 1979 a). Tht plegat, poca cosa
aprofitable, especialment si atenem a la significaci6 ordinaria del mot: 'marge fet de pedres compostes'
(cf. ~xa/4).
Hom ha lligat també amb les vies romanes, com
a punts d'aturada, comer~ o refrigeri, les tabemtJ4. En
tenim dos exemples que han assolit categoria municipal: Thvemes Blanques i Tavernes de la Valldigna, pero
cap dels casos figura a la docurnentaci6 gaire abans del
segle xrv. Ens hem d 'inclinar perla prosaica significació actual, tot i que la situació del primer cas és favorable. I Pu~ol: la derivaci6 romanica i el significat
'pouet' no semblen discutibles, pero anar més enlli'l seria temerari; Meliana, amb arrel llatina, seria el mateix cas.
De la massa de toponims arabics, els més suggeridors són els alhali.Jt (al-balát, 'el camf'). El més septentrional correspon al Castell d 'Albalat, rUines que es
troben al terme de Gabanes, dorninant el Prat i els pas
de les comunicacions: Escolano hi atribueix restes
d'una calcada d'enlJac i altres autors hi han apuntat
l'Ildum deis itineraris. Gairebé a la roateixa latitud,
pero roés a !'interior, al terme de la Vall d'Alba i en
una poski6 més versemblant per a la via romana axial,
tenim el Mas d 'Albalat (del congnom?) i la partida,
1 km a I'W de !'Are de Gabanes¡ Chabret (1977) la
posa a V ilafamés. El mateix autor atribueix a un Albalat de la Serra d 'En Galceran un ramal de la via. Molt
més a migjorn, el poble d'Albalat (doc. 1238) dels Tarongers esta a la vora del Riu de M orvedre: en tot cas
correspondria a1 cam{ de penetraci6 des de Sagunt a
!'interior. Albalat dels Sorells o de Codinats és documentat al Repartiment com a al-Bala~ al-fawq iya ('de
dalt'): és el que té més probabilitats d 'entroncar amb
la Vía Augu!ta. AJbalat de la Ribera, documentat també el 1238, romat;l al sud de la marjal periRrica de }'Albufera, a 1'esquerra del Xúquer en un indret mal d 'e. n
fllar amb una traject~ria ll>gica, en no ser secundaria.
Vers el NE d ' Algemes{ G6mez Serrano va anotar un toponim d'Albalat de Pardines, on la segona part té resssonancies arqueol3giques, pero el primer element podría venir del poble veí; un Camf Vell o Caminás no
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Fig. 2.- El diaac:ny p~-1itoral de la Vía Augutta.
30 km dt recmtguJ prou .foble grdda a 14 profu.rió dt TMikms i d'alJru
testimonis. L'tspai lwstil dtls arnuds -dunes i tot- i aigUllTTIIJIJ.s dt
14 ctm&a deL Barrtz'M de 14 Pob/4 és tnwusal en linio recto referida ai
pie de 14 Balogaura. Eltros meridúmal ha d'aprofitar 14 oaiúi/J deL Riu
Sec per Bomcl naire serretes tú mis de 600 m. Subaix 14 Ma.mwdel/4
hnrt localitzat 14 pedrera de gTU d'MI eixirtn manis mil·limis.
acaben de fer el pes. Morote (1979 a) esmenta una partida d'Albalat travessada peJ camí d'Oliva a Ondara i
finalment Rubiera {1985) unes Casas de Albalat, prop
de la Venta de la Encina, que deuen aprofitar un cognom. Tot i d significat de 'cal~ada' o 'llosa d e paviment', el mot Albalat acaba donant ben poc.
La familia de mJJnziJ ('hostal') ha produit nombrosos toponims itineraris a la part central del país. Massamagrell, que té un segon element Magra! o magrell,
que podria ser romaruc, es troba sobre la Via Augusta,
mentre se n'aparta un poc Massalfassar (doc. 1238), interpretat com a 'hostal d 'Hassan o Hassar'. Més lluny
encara de qualsevol trajecte remarcable, resta Massar~
rojos (doc. 1239), que té més aparenca catalana. Mas625
[page-n-636]
V.M. R.OSSELLÓ 1 VERGER
samarda (Aibo.raia) amb nom arab de familia, queda
igualment a esquerra ma des del punt de vista itinerari. Mislata, documentat fins i tot com a Manzil 'Ata
(SA
NCms, 1951), fitaria una ruta occidental que, despr~s. passa per Quart de Poblet. Massanassa (doc.
1238), com a hostal de N a ~r o Na ~{lar, toma a coincidir amb el m~s probable can de la via romana. Tampoc seria impossible que en f6ra estaci6 Massala~s
(doc. 1237) que Ribera i Asín atribueixen a Haw izin.
Massasseti (Alzira) vindria de Salim i Massalali (doc.
1236, Tavernes de la Valldigna) de Kh alim (Bt..RCEL6,
1982). Ambd6s indrets s6n lluny del pas de la vi a axial.
Rubiera (1985) senyala les Cases de Ma~anet a Bocairent (Camf Vell de Banyeres), interpretant-ho com a
'hostal de la costera'; tanmatei.x, sembla més raonable
pensar en un cognom catala prou corrent.
Barcel6 i Rubiera convenen a explicar Almussafes
com 'la m eitat del camí' o ' mitjan camí' (tú-Man'$ a/) i
efectivament hi est~ com Almansa, a una via col·late·
ral. Hom ha assenyalat d 'altres toponims árabs caminers, pero llur implicaci6 amb el nostre afer és escassa.
Per altra banda, han estat esmentats sovin t Camins
Vells i Caminas (p.e. BAZZANA, 1978: des del N del Millars a Almassora), un Camf de la Filada, cap a Carta·
gena sobre la gola de )'Albufera de Santa Pola (BúZQt12Z, 1923), la Losifla (RuureRA, 1985), entre Villena i
Biar; la Uosa entre Xilxes i Almenara, el Portell, i, en·
cara, la Jana (CRA&RET, 1977) com si f6ra un Uatinis·
me (!).
3.2. LA REDUCCIÓ DE LES
MANSIONES
Sobre la base de Roldán (1975) reportaré ací la informaci6 disponible de les dues dotzenes de ciutats, viles o estacions documentades al territori valencia. No
pot sobtar que les sis ciutats que apareixen als diversos
elencs siguen justament les reduccions més segures.
Vet-les ací, per ordre alfabetic.
Dionio: Rao. [V 42 (304:, 13) i V 3 (342, 16); Dio :
Guidonis 82 (515, 6). No hi ha dubte que corres pon a Dénia, en llatf classic, Dianium, ciutat documentada pels historiadors arran de les guen-es sertorianes. Ciceró l'esmenta (Verrit!M 1 87), aixf com Sal;Justi (Hist. ill 6). Encara
que fou una ciutat romanad' importancia certa i que 'ha
deixat restes conspkues, era situada en una ruta secundaria, no al1ud ida per les fonts més antigues.
nici: It. Ant. 401, 3; Rao. lV 42 (304, 17); Hilice:
Rao. V 3 (343, 7); Guidimis, 82 (515, 13). La primera
font la coHoca entre Aspis (24 mp) i Thiar (27 mp) i
tots els autors s6n d 'acord en identificar-la amb l'Alcúdia d'Elx, on la via romana serveix de directriu per a
una centuriaci6 ben coneguda (GozALv.ez, 1974: 101).
Lucentea: Rav. IV 42 (304, 14) i V 3 (343, 5). N'és
segura la reducci6 a la ciutat de dret Uatí referida per
626
Plini (liT 20) amb el nom de Lu.urdum i que els arqueolegs han trobat i confirmat als Antigons de Benalua,
a l'eixample modern d 'Alacant. Només figura en una
font itineraria.
Saetabi: ApoO. 1; Rao. IV 42 (304, 9); Saetabim :
ApoO. II, ill i IV; Guidtmi.s, 82 (515, 8); Setavum: Rao.
V 3 (343, 1). Plini (ITI 25) parla de la ciutat de Sattahis
i Estrab6 (lli 4, 9) hi fa passar la via «exterior». Aquesta ciutat de gran executoria ibérica, ajudicar perla numismatica, manca a 1'Itinerari Antonf. El de Ravenna
i Guiu interposen Alúrum entre Su&rone i Saetabi. Segons
Ventura (1975: 21} la via entrava a Xativa -la vella
&ÍJI:JJÍ indiscurida- per la Porta de )'Aljama i n'eixia
per la de l'Ametla, tot seguint el Cauú de la Bola.
Saguntwn: lt. AlU. 400, 2; Rao. IV 42 (303, 14)
per errad a; Guidonis, 82 (515, 3); Sagyntum: Apoa. l;
Sagynto: ApoO., ll; Sagunto: Apoll. ID i IV. Les cites
historiques s6n molt nombroses i mai no hi ha hagut
dubte quant a la Jocalitzaci6 a Morvedre, ciutat que t~
une.s grans afmitats amb X ativa.
Valentia: It. AlU. 400, 3; Rtw. IV 42 (304, 6), i V
3 (342, 14); Guidonis 82 (515, 4); Apoa. I; Valentiam:
Apoll. U, ID i IV. A part dels esments historiografics,
tampoc no pot dubtar-se de la identificaci6. Tanmateix, no és tan evident el trajecte de la Vía Augusta en
passar per la ciutat, on tal volta arribava pel cam:ícarrer d'Aiboraia i Pont de la 'frinita t, seguint pel ktmJo
del carrcr del Salvador i eixint per la Porta Sucronensis
(?) al carrcr de Sant Vicent vers &elllhis, que estava a
36 mp.
Tota la resta de la nomina és de reducd6 incerta,
encara que els graus de probabilitat de les hipotesis si·
guen diversos. Les revisarem també per ordre alfabetic, a manca d'altre millor.
Allon : Rav. IV 42 (304, 16); cf. Ptolemeu IT 6, 14
('Allonai ')¡ és una localitat que ha tingut molts pretendents al migjorn valencia, pero les autoritats més as·
senyades la fan caure entre Benidorm i la Vila J oiosa,
sense poder concloure.
Alternum: Rav. V 3 (342, 17); Aaterum: Rav. IV
42 (304, 8); Alterum: Guidonis, 82. La tercera grafía és
la més versemblant i el seu significat més probable implica un trüiium o camf altcmatiu que se'n desprenia
-amb tMnsio o sense-. Roldán (1975) diu que no l'ha
localitzada, pero podría ser el ramal que des del pas
del Xúquer o abans es dirigia a Portum Su&rone i Dimúum
(LLOBRECAT, 1983 b). En canvi, no té cap fonament la
suggereocia d'Albalat de la Ribera o Pardines, deduida
del topanim Al#ró de la Vint-i-huitena, tot i tenir jaciment ibero-roma (Mo&OtB, 1979 a).
AdAras: ApoO. 1 i ll, entre Ad Paúm i &utahi, mentre que en els altres vasos hi figura Ad Tu"ts. Saavedra
(1862: 87) localitzá l 'estaci6 a la Venta de la Balsa (entre Almansa i M oixent). Les 28 milles que la separen
de Saetabis (41'4 km) ens duen al camf d e la Font de la
[page-n-637]
LES VIES ROMANES AL PAÍS VALENCIA
:figuera a Caudete (So.~, 1977; Rosser..t..ó, 1980),
pero no podem precisar-ne l' indret.
Aspia: lt. Ant. 401, 2. La semblan~a fonetica ha fet
evocar més d'UDa vegada Aspe el Viejo; hi ha autors
que han optat per Monastil. Tanmateix les 24 mp (35'5
km) d'Ad Ello no quadre¡:~ a M.onastil ni a Aspe i la rustanda identica d' llici, tampoc. Per aixo romanem en
el dubte.
Cele.tet: Rav. rv 42 (304, 12) i V 3 (343, 4); Cderi : Cuúkmis 82 (515, 11). Entre E/4e (Edtlk) i Lucentes,
aquesta estranya mutatio és de les més problematiques
i no té cap soluci6 mínimament fonamentada.
Adello: lt . .4nt. 401, 1; Eloe: & v. rv 42 (304, 11);
Edelle: .&v. V 4 (343, 3). És versemblant que el nom
genuí siga M El/4, pero la transcripci6 de diversos fonewes [1], [!] i (iota] ba conduit a reduccions contradictories. Escolano (1610) escolli Elda; Saaved.ra (1862: 85)
propugnava Villena; Fernández Guerra (1879) Elo o
Eio, prop de Yecla, seo episcopal medieval; Blázquez
(1925), Santa Eulalia. Segons Llobregat (1983 a) Edtlle
i Eloe van millor amb Elda i més encara amb el gentilici
elotanu.s deis concilis visigotics. En el camf de Cartagena, la mansi6 es troba a 24 mp d'Ad 1Urrts, cosa que
podria fer·se caure a Monastil, prop d'Elda, poblat encara el segle ~ pC (MoROTE, 1979 a).
lldum: It. Ant. 399, 6; Apoa. I, II i III; Rao. rv
42 (304, 4); Ildu: A.poa. IV; Hildum: &v. V 3 (342,
11); Guidtmis 82 (515, 1). Saavedra (1862, 97) situa
aquesta aturada, que distava 24 mp de SebeJIJ&i, a prop
de Gabanes, com repeteix Blázquez (1892). El mateix:
autor {1898) després la trasllada a Albalat i Blázquez
jr. (1925) a la Torre d'En Domene.c. Poc abans J. Senent (1923) es pronunciava per l'Hostalot, jaciment
roma proper a Vilanova d'Alcolea, que també defensen
Arasa (1989) i Esteve (1991). Jo votaría per les Coves
de Vinroma. Res de segur.
lntibili: It. Ant. 399, 5; Rtw. V 3 (342, 12); GuUknis 515, 2; A.polJ. 1; Intibilim : .4poll. II (?). Situat al
camí de Valentía a Derwsa, segons els Vasos i Anton(, romanía a 27 milles de la darrera i a 24 d'/ldum.. L'anonim de Ravenna hi insinua l'arrancada d'una vía vers
CAtsara"!Jusla. Hom l'ha situada a la Jana (BwQmz,
1892); a Sant Mateu, entre Sant Mateu i 'lraigue.r a
(BiliQ.UEZ, 1925); entre 1raiguera i la Jana (SsNENT1
1923). Thnt a la Jana com a '!higuera hi ha restes romanes i iberiques (M oRan, 1979 a): inclosa la vil·la de
les Carrasques, el cercle és gairebé segur, l'ind.ret exacte, dubt6s, pero '!higuera té més opcions.
Ad Leones: Rao. V 3 (343, 6); Leones: .&v. IV
42 (304, 15); Ad Lennea: Guidonis 82 (515, 12). Tot i figurar en unes fonts entre LueenJM i 1/iu, elllibre IV de
Ravenna la interposa entre Afllm i Lut:en/M. És mala de
reduir.
Lubricatum: & v. V 3 (342, 10); Rnbricatum:
&v. IV 42 (304, 3). Les majors possibilitats ens encaminen al toponim del riu Llobregat, pero el problema
rau, segons Llobregat (1983 a) en l'ordre trabucat. Si
estigués entre Intibili i Ildum, podría ser 'lbrreblanca.
Un document de 1225 al·ludeix la 'Iilrris de Luprú(JÚ) al
límit entre els castells de Miravet i Sufera (Gabanes).
Per altra banda, A. Poveda (1980) situa un Ro.hal AIWrecati del Repartiment de Mallorca, entre Borriana i Alcala de Xivert. Aixf i tot, Llobregat posa la mansio al
S d'IIdwn. No sempre més documents esclareixen les
qüestions.
Ad Noulaa: Apoa. 1 i II; Ad Novolaa (Ad Nova?):
Apoa. IV. No figura a altra font i d'entrada podría ser
Nules. Si resta a 24 mp de Saguntum i 22 d'Ildum, s'.ba
de trobar 2 mp abans de Sthelad, cosa que és un embo·
lic. Roldán (1975) apUDta Onda. D'altres recorden la
centuriaci6 proposada per L6pez G6mez (1974: 129),
on 1IIJVOÚ ('roturaci6') bi podria jugar com a toponim
(MoROTE, 1979 a). Arasa (1979) proposa un indret
proper a la Quadra Na Tora, dios el terme de Castel16
de la Plana, tot argumentant amb les distancies.
Ad Palem: Apoa. I i ll; Ad Palen: Apoll. ID; Ad
Palae: Apoll. IV. Tot i trobar-se aquesta estaci6 fora del
País ValenciA, a l'W d'Almansa (possiblement al Cerro
de los Santos), ens interessa com a referencia metrica
immediata d'..4d Aras, d'on la separaven 22 mp (32'6
km).
Pinos: Rav. rv 42 (303, 15); Pinon: &v. V 3
(342, 7); Pinum: Guidtmis 81 (514, 22). Algú !'ha situat
prop de Sagunt, fiant-se de l'ordre trabucat de la primera aparici6, pero sembla un toponim de della de
J>Ebre.
Portum Sucrone: Rav. V 3 (342, 15); Portum Sucrune: Rav. IV 42 (304, 7). No cal dir que, sent un
port, bavia d'estar a la vía litoral i no lluny de la gola
del Suero. Estrab6 (lii 4, 6) parla del du Soúkron i
d'una ciutat del mateix nom, que el text. de Plini (ill
20) perwetria situar vora mar. Llobregat (1983 a),
estalon.ant-se a les troballes iberiques i romanes del
castcll, s'inclina per Cullera. És possible i fms i tot
plausible.
Sebelaci: !t. Ant. 400, 1; Apo/1. m. Mansio entre Ildum i Saguntum segons les dues fonts: la distancia del
primer nucli s6n 24 mp i 22 des de Saguntum. Totes les
atribucions s6n dubtoses: Saavedra (1862: 105) parla de
Betxf, al peu del Solaig; J . Senent (1923) de Santa Quiteria a l'interfluvi on hi ha rastres centurials i la vella
S~quia del Diable. Blázquez (1925) pren partit per
Vila-real,
Ad Statuas: h. Ant. 400, 5. L'estructura del toponim apunta un indret prop d'on hi hauria estatues o
quelcom de semblant {ARlAS, 1963: 33). Saavedra
(1862, 106) ho situa a Thy (el Toll?) •entre la Torreta
i Montesa••, pero el ciücul de distancies (Saitahi 16 mp,
Ad 1Urres 9 mp) coincideixen a Moixent on no manquen
restes romanes i el mateix nom municipal té ressonan·
cies Uatines (MoRDrS, 1979 b). Blázquez (1925) i SiHieres (1977) ja s'havien prooUDciat igual.
627
[page-n-638]
V.M. ROSSELLÓ l VERGER
Sucronem: It. Ant. 400, 4; Apoll. 1, U i III; Sucrooe: Apoll. I V; Gu.idtmis 82 (515, 5). Plini (liT 20), ja esmentat, di u; «Suero jltUJiu.s et qUIII'IIio.m oppídum ConlesltJTÜIJe
fines•. El text, a part de recalcar la duplicitat del nom,
sembla que dóna per desapareguda (el segle ~· aC) la
p oblaci6. Estrabó (fll 4, 6) parla d'un riu Soúkron que
desemboca a mitjan golf i d'una ciutat d'igual nom.
Descartem·ne elltntu.s SU&TOnmSis -ja vist- i ens podem p reguntar si la 1TIIUISW correspon al riu o a una ciutat; encara m~s. l'acusatiu suggereix una estaci6 que
es deviava del camí axial... Escolano (1610) s'inclinava
per Cullera; Cortés (1836, ill: 400) per Alzira, atribució que ha repetit Llobregat (1983 a). Blázquez (1925)
parlava d'Algemesf, pero Morote (1979 a) es decanta
per Pardines, a fi de donar la possibilitat al camf litoral
alternatiu: efectivament a Pardines hi ha un emb rancament de rutes que duu la direcci6 de Cullera, passant
per Albalat.
T biar: It. Ant. 401, 4. Estació ubicada entre llici
i CarthagoNova, és la més meridional del país. J. Albacete (1855: 225), citat per Hübner (1860: 67), la col·loca
al castell de Tiar, cinc llegües al S d'Orihuela, a l'ac·
tual Dehesa de Campoamor, on hi h a algunes restes romanes. Les 25 mp de Cartagena s'hi avenen més o
menys. L'assignació d'Escolano (1610) ésa Las Zahurdas, vora San Miguel de Salinas.
Ad 1\u:res: lt. Ant. 400, 6; Rao. IV 42 (304, 10)
i V 3 (343, 2); Ad Thrrea: Apon. III; 1\u:res: GJJidtmis
82 (515, 9); Thrres Saetab.: Apoll. IV. Aquesta darrera
designació ens confirma la proximitat de Xativa, per
altra banda donada per !'última font (25 mp- 37 km).
Saavedra (1862: 108) va votar per Moixent; BlázHuez
(1923: 13), en canvi, s'inclina més raonablement perla
Font de la Figuera, tot i que son pare (BwQ.uu,
1892) havia esmentat Venta de la Encina. Sillieres
(1977) coincideix amb la Font de la Figuera i jo no
me'n separarla gaire (RoSSEu.ó, 1980). La identificació amb Villena ibérica d'ltum (RuBI~UU, 1985), que
també signficaria ' font' o... seria un resultat del llatí
Velius o •velianus, no ajuda gens a la solució itineraria. Hom diu q ue ad Turres -'prop de les torres'- confhüen la V ia Augusta i la que venia de Karthagine. ¿Hi
havia a la Font de la Figuera unes talaies o torres de
guaita, vigilant el port? Morote (1979 a) ho dóna per
escala 1150.000 o 1125.000 algun sector ben concret que
té fonaments solids. Per tal d'arribar-hi caldr~ descompondre la via en trams curts basats sobre 1
'ltinerarí
Antonf i les fonts complementaries. Fet i fet, els mapes
que en circulen (R oLDÁN, 1975; Lr..osRECAT, 1983 a,
p.e.) són a escales inconsistents. Només en algun cas
els autors (FurrcHEJt-ALoi.CEll, 1955-56¡ BRu, 1958¡ S1·
i.W.RIIS, 1977; Esr.evz, 1987; ARASA, 1991, p.e.) gosaren
precisar més amb una cartografia de detall: SÓll l'ex·
cepció.
La Via Heralclea, esmentada per Polibi (III 39),
a la segona meitat del segle rr00 aC estava senyada de
milla en milla. El tta~at definitiu correspon a l 'empera·
dor August -del qual pren gué el nom de Via
Augusta- i l'obra va culminar entre els anys 8 i 2 aC.
Pensar que el procés implicava el perfeccionament o la
persistencia d ' un carní iberic, sobretot con tinu , sembla
una suposició poc fundada que han manejat diversos
autors (MOR01'8, 1979 b); potser seria més realista deCensar un aprofitament de trams parcials.
Estrab6 (III 4, 9), el segle 1 pC, diu que la via
mestra «De Tarraco va al pas de l 'Iber, a la ciutat de
Dertosa; d'ací perla ciutat de Saguntum a la de Saita·
bis, es departeix poc a poc de la costa per a arribar a
l'anomenat Camp Espartari (Spartarion Péditm)». És probable - i en part provada- la persistencia del tra~at
en ! 'epoca musulmana, demostrada entre altres coses
pels mtJn.zils, posades o hostals, que han arrelat a la toponúnia. Tant a la part septentrional del país, com a
la meridional, hi ha hagut discussions entre els partidaris del tra~at interior (Beuter, Cortés, Balbas)> fundats en els miHiaris, en la oia mtJior deis documenta medievals pel que fa al sector nord, i els defensora de la
ruta litoral (Escolano, Per.is, Chabret, en part), que
s'estalonaven en restes diverses i dubtoses com els
ponts. Al sud de Valentia hi bavia una bifurcació després
de Suero, des d'on un camílitoral anava a parar a Dénia
i J>altre seguía a Xativa i en una mansi6 dita Ad Turres
es tomava a subdividir en dues branques: la principal
buscava la ruta de la Mancha pcr Saltigi (Chinchilla)
i la secundaria - més important per a nosaltres- seguia vers Cartagena per lllici. Cal remarcar que aques·
ta ruta, la més antiga per a car ros j carruatges, fou
oblidada en la reorganitzaci6 de carreteres del se-
segur.
gle xx, pero curiosament la redescobriren els camioners deis 1960, tot obligant-ne de jacw al replanteja·
meot, a part de categories adminislralives.
3. LA RUTA MERIDIANA O VIA
AUGUSTA
3.2. DE TORTOSA AL XÚ Q,UER
3 .1. ELS METODES
No vull caure al parany on h an ensopegat la majoria: traure d 'allf on no hi ha. No és possible fer un
mapa en detall de la via romana meridiana -ni de la
interior- amb la informació disponible. Podrem fer a
628
a) Via principal.- Les 143 milles (212 km) que
assenyala 1'Itiner ari Anton f, tenen un primer tram de
27 mp (40 km) entre Dertosa i brJibili. Un camf, indiscu·
tíblemente medieval, amb una orientaci6 claríssima i
constant al llarg de més de 25 km és el de 'Iraiguera
[page-n-639]
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Fig. 3.- Mapa general de lu viee rom1.11e1 dd Paíe Valencil.
1. Mansitnu bm itlmtifoaáes. 2. RIJu&cj¿ o /oea/~ probabk. 3. Ciulat Í1llfJ01tatú a&tual. 4. 1Jams dl uiQ probablls o ptvuatt. 5. Tram.s
dl vÍQ possi'hlls. 6. Trams tÚ vÍQ suposDiia.
629
[page-n-640]
V.M. ROSSELLÓ 1 VER.GER
a la Galera pel ponent del Godall i Ulldecona, que tra·
vessava a gual el Riu de la S~nia per Sant J oan del Pas
i el Cervol, altre cop a gual, vora un assut i a 600 m
d'un m ol16 mil·liari de Traja de l'Assagador del Boveral
o Collet Roig. Aquest fet augmenta molt les probabilitats que lntibili siga 'fraiguera (a 4-0 km de lkrt4sa) i en
tot cas, seria la Jana (a 44- km). Des del Cervol fms a
la primera poblaci6 se'n conserva un enllosat que refor~a la versemblan~a del recorregut. Entre Traiguera
i la Jana coincidiría amb 1'actual carretera, pero el
grau de certesa és un poc inferior.
D 'lntibili a lldum calia rec6rrer 24 mp (35'5 km) i
aquesta distancia ens porta gairebé inexcusablement a
les Caves de Vinroma, pero vegem-ne el trajecte més
acceptable. De la Jana, deixant ama dreta la vil·la de
les Carrasques, el Camf Vell de Sant Mateu travessa
a gualla Rambla de Cervera pera mantenir la direcci6
fins al poble on gira al sud per a enfilar la depressi6
longitudinal. Si hi ha centuriaci6 (Quatremitjana,
MoROTE, 1979 a), no sembla tenir res a veure amb el
camí que correm. A partir de la Salzedella el relleu fa
quasi inevitable el pas entre la Solana i la Serra d'En
Canes pel «Camí de Valencia» que juga a entravessar·
se amb la carretera asfaltada o s'hi idenúfica. Baixa
des de la Venta de la Figuera paral·lel al Barranc de
Sant Mateu, deixant a la dreta la vil·la deis Tossalets
(ARASA, 1990 b). El poblc de les Coves roman della del
riu de Sant Miquel.
Tot mantenint la nostra hipotesi, continua el tram
Ildum-Sebelad altre cop amb un interval de 24 mp (35'5
km) que ens porta amb prou aproximació a Borriol, reducci6 que ningú no ha reivindicat mai. Si prenem el
compte invers, des de Saguntum , la distancia en milles
ens situa a Vila-real, amb la qual cosa portem un «deficit» d'una quinzena de quilbmetres. Com que la soluci6, per avui, no és possible, arribarem ara fins aquesta
darrera població. No és massa arriscat emparar-se de
la carretera moderna des de les Coves, fins a la Vinaixa, sobretot tenint en compte el mill iari (esmentat per
Cabanilles) del Barranc de la Pedrallarga. Després la
ruta segueix recta fin s a la Venta de la Torre d' En Domenee, tot coincidint amb la partió de la Vilanova
d'Alcolea. La direcció és mantinguda (a l'esquerra resta la vil·la deis Gatells), en dei:xar a l'est la partida de
Benixió (prop de Bell-Uoc) on fou trobat un tros de
mil·liari (ARASA, 1990 b) i enfilar un «Camí deis Romans», de nom sospitós, pero de tra~a molt ortodoxa,
que ens duu prop de l'Arc de Cabanes, fent limit entre
aquest terme i el de la Vall d'Alba. Entremig hi deu
haver l'Hostalot (IIdum per a alguns, coincidint amb
una vil·la; AtuSA, 1989) o al Puntarr6 de la Carrasqueta o al Puigpedr6s (ESTEVE, 1991). Buscant com a
fita la Balaguera (499 m) (ARASA i AsAn, 1989) al peu
de la qual hi ha una altre m.iHiari, torna a constituir
Umit municipal entre Vilafamés i la Pobla Tornesa. La
pedrera de la Masmudella no ens ha de fer desviar a
630
la carretera de Cahanes. Cal seguir pel coll de trescents metres i escaig d'altitud, al S de la Pobla, que ens
encarrila perla capc;alera del Riu de Borriol, riba dreta
(Camí Vell), amb un molió Roma prop del km 15 que
fou traslladat a l'Ermita de Sant Vicent. Morote
(1979 a) fa constar la presencia de segments enllosats,
especialment prop del Barranc de Codina. L'arribada
a Borriol no té gaire alternatives: ¿tenia pont .al Barranc de Oominells? N'bi ha un de molt antic, una
mica amunt de la carretera.
Entre aquest punt i V ila-real Fletcher i Alcacer
(1955-56) plantegen una hipotesi prou coherent des del
punt de vista topografic, encara que siga mancada de
proves, perque les restes de ponts no tenen res de roma.
Per ara, tanmateix, no bi ha una teoría millor. A partir
de la Venta del Molió o del Pigós (límit Borriol·
Castelló de la Plana) la via es desprén de la carretera,
empra el Camf Reial i travessa el Riu Sec de Borriol
prop de la Venta Nova. En direcció gairebé meridiana
aprofita el Camf-Quadra de la Cova del Colom -antic
Camf Reial- que porta directe a Vila-real travessant
la Rambla de la Viuda i el Riu Millars mig quilometre
abans de l'entreforc. Prop de !'Ermita de Santa Quitena -al mateix pas i vora esquerra del Millars- hi ha
hagut troballes romanes, com també a la partida de
Ramonet (Almasso.ra).
Tant si Vila-real és Sebelaci (cosa poc probable),
com no, ens trobem a 22 mp de Sagumum . Tot i que la
majoria ho afirme, no veig gens clar que la cal~ada romana bagués d'anar a Borriana, sin6 més directa a Nules (Ad Noulc.s?), probablement per la carretera actual
que s'avé més amb les ccnturiadons detectades per
Bazzana (1978). Si la ruta f6ra Borriana-Camf Vell de
Valencia-Assagador del Bellcaire, potser anirlem a parar alla mateix, prop de l'estaci6 de Moncofa, i arríbaríem a Xilxes per la carretera de Barcelona o millar pel
C am( de la Punta: no oblidem el miHiari de !'Alter. La
Llosa és un. toponim itinerari que tant pot al-ludir a un
pontarr6 com un empedrat. El pas del collet d'Almena·
ra és obligatori, tant si el trajecte era el de la carretera,
com el m~s versemblant Camí Vell, gairebé coincident
amb el ferrocarril Valencia:.I'arragona. Bru (1958) prefereix fer passar la via per l'oest del Castell d'Almenara
(la Rodana), per baix del Cabe~olet (60 m) 'i per Oliva
fins a travessar el Riu de Morvedre pel pont del Circ,
les restes del qual són acceptablement romanes. De totes maneres el Camí de la Palmosa i dels Omets, també
hi desemboca. Les guerres sertorianes produiren batalles remarcables al creuer de Sagunt.
De SagunJum a Valmti4 mediaven 16 mp (23'5 km)
que, obviamen t, des d'aleshores no s'ban mogut.
L'eixida meridional de Morvedre, l'assenyala Bru
(1958) pel Camf Assagador de Uíria a Pu~ol on practicament la via es confondra amb la carretera de Barcelona, com a lcardtJ maximus de la centuriació (CANo,
1974), bé que V. Sales (inedit) hi baja vist algunes par-
[page-n-641]
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Croquis basal
2 km
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Fit. 1. - La Via Augwta al paa del Riu ~e de Botriol i del Milbn.
Flltdln-.Aie&w (1955-56). a: probahle ~1111J{ rD1114,· 6: traj«tt suposat pw /'ataor pw o un possiblt
Els lrtJf/lls rtailitús sdtl tÚ les quadres o pare~ anJigues.
ticulars distorsions que podrien suggerir un pas més
oriental. La ruta circula dins el tlomini del regadiu de
la Séquia de Monteada i a una respectuosa distancia
de l'aiguamoU; si el toponim arabic Albalat es refereix
al camf -almenys pre-musulmA-, el de Thvernes
Blanques, potser seria for~ar massa, retrotraure'l a un
hostal roma. No estem en condicions d'assegurar quin
pont i quin camf fornien l'entrada a la ciutat: el Camí
de M orvedre-Pont deis Serrans o el Camí d'AlboraiaPont de la 1Hnitat. Les darreres troballes romanes de
Valentia e.ns fan inclinar perla segona solució. La traves-
~
lrtl1tfllmol.
sa de la petita ciutat duia a la Porta Sunonmris o una
eixida anAloga.
Valentia restava a 20 milles (30 km) de Sunone que
dificilment pot ser altra cosa que el pas del Xúquer
-amb ciutat o scnse-, pero que, per ara, no identifiquem. La distAncia de l'ltinerari Anton{ i deis Vasos
ApoJ.Iinars, no arriba a la real que en Unia recta excedeix els 35 km si pensem en Alzira; altra cosa seria
triar entre Algemes~ Albalat i Sueca. Pero, anem per
parts. El carrer de Sant V icent pona, després d'una
lleu inflexió a la Creu Coberta, al Camf Reial de Ma631
[page-n-642]
V.M. ROSSELLÓ 1 VEROER
drid per Benetússer i Catarroja, que manlleva un kardo
(el máxim sembla anar de Paiporta a Aldsser) de la
centuriació estudiada per Pingarrón (1981). Als H.mits
sudoccidentals de la marjal -cosa no estranya- ens
perdem. Els argumenta pera Pardines en que tant va
irulistir Gómez Serrano i al tres no passen de plausibles.
Sense allunyar-nos gaire d 'Algemes(, el pas del Xúquer
seria verscmblant per les Cases de Monteada (MoROn, 1979 a) a 500 m de l'aiguabarreig del Magre.
b) Vie• •ecundirie•.- Si pronunciar-se sobre el
tracat axial esdevé arriscat , m~s encara ho ~s concretar
itineraria secundaria o alternatius que, tanmateix, és
segur que exiatien entre les latituds de Derlosa i S~o.
Des de Chabret, almenys, a fmals del se,gle passat quasibé tots els autors valenciana septentrionals parlen
d 'una ..via de la costa" que, venint d'Ulldecona, podría
passar entre els Puigs de Vinaros i Benicar16, assumint
el Cam( de Xivert o deis Moliners (una ruta ara emprada per !'autopista), que empalmava amb la N -340
entre el Castellet i la Rambla d'Alcal?l pera desembocar a Santa Magdalena de Polpís i Alcal?l de Xivert.
D'allf hom !'ha feta anar pel Ca.mf de Sant Miquel, ponent del Tormassal per a entrar a Torreblanca per la
Carrerassa o Senda deis Romans (ROCA, 1988); m~s al
sud aniria pel C amr de les Torres (les Torrocades o Torres Derrocades), el Brosseral, la M ollonada i Orpesa.
Tant aquest trajecte, com el senyalat per Morote
(1979 a) - més litoral- pei Ca:mí de l'Atall i el Camr
VeJI, tenen executbria medjeval, perb pocs arguments
per a fer-los romana; si arribava a Benidssim, seria pel
Camí de la Renegada i d 'allí, eludint l'aiguamoll, desembocaría en el Uedó i pel Camin?ls aniria a travessar
el Millars i acabarla pel Camf de Santa Pau a Borriana. A part d'un possiblc eix centuria! (BAZZANA, 1978),
poca cosa, llcvat de conjectures. Si Luhritatum f6ra Torreblanca, seria un estal6 seriós.
Sovint s'ba invocat també un enllac a Borr iol per
la Senda de la Palla i l 'humil Coll de la Garrofera
(Po R AR, 1931; FutTCKER-AtclOER, 1955-56). Encara
C
han estat evocades connexions entre Onda i Vila-:real,
Arta na i Almenara, sense gaire fonamcn t.
3 .3. DEL XÚQ.UER ALS TERMES DE
PONENT 1 MIGJORN
E ncara q ue tot el curs no siga estrictament Via
Augusta, emprendrem primer J'itinerari més o menys
meridia de s~one a Carthago SpaTtllria (162 o 165 mp) i,
després, els ramals documentats.
a) Del Xúquer a Cartagena.- ...Fwoium non op¡n:dum [S~onem] • es pronunciava Zurita (1600: 549), tot
descanant poblacions concretes i donant, a diferencia
deis autora moderes, 22 milles entre aquesta estació i
Ad Staluas. De qualsevol manera, el pas per Alzira (després de la Creu Coberta) i les terres toponúnicament
632
•romanes• de Carcaixent i la Pobla Llarga coincidiria,
si fa no fa, amb )'actual carretera o •camins vells• altematius, fms a Manuel, posici6 forta que guarda el
pas del Riu d 'Albaida. La distancia de 15 o 16 mp deis
Vasos ApoJ.linars entre SolltJhi.r i Sr.u:rone ens porta quasi
indefectiblement a Algemes{ (23 km), tot refermant la
ruta per la vora dreta del Riu Xúquer i esquerra del
d'Albaida.
Si restem de les 32 milles que separen Sucronem
d 'Ad Slaluas, les 15 o 16 de Soltabi.r (que no figura a l'Itinerari Antonf), ens en dóna 16 o 17 fins a Ad Statuas,
dist?lncia que lliga perfectament amb els 26 km de trajecte de Xativa a Moixent, travessant el C?lnyoles pel
Pulido i la Volta, pero mantenint-se'n, quasi sempre a
la dreta, passant per Vallada i Bellús. La distwcia de
6 o 7 rnp de la lectura esquifida de Zurita no porta a
cap indret (el Toll).
Les ma.nsions Ad Statuas i M 1úrres distaven 9 mp
(13 km) una de l'altra. Donant per bona l'estació de
Moixent, el trajecte - dcsprés de j ugar amb les sinuositats del C?lnyoles- ens deixa al Camí Vell de Valencia
entre les partides del Ramblar i el Juncar, 2 km al
NNE de la Font de la Figuera, ben a la vista del moU6
visual que constitueix al Capurutxo (901 m). Tanmateix, les Turres Soltabilatroe no han deixat, que sapiguem,
cap testimoni arqueolbgic.
A partir d 'acf caldria buscar l'entroncament de la
Via Augusta, que pren la direcci6 occiden tal, i la •valenciana.., que segueix vers mjgjorn. D'M TUTTes a Ad
Aras - fent diferencies entre els Vasos ApoH.inars 1 i
IV- només hi havia 3 milles (4'5 km) que ens col·loquen a la mateixa Casa Reial on es cobrava el portatge,
prop del Caic6n i els Alts de Mariaga, si no es feia a
la Loma del Portazgo (des de Castella, 7 km al S).
Des d 'Ad 7imes a M Ello hi havia 24 mp, cosa que
d6na 21 mp (31 km), dist?lncia que, presa des de la
Casa Reial i la Venta del Gitano ens pot dur per Villena a Saj o, millor, al Restallador, un poc abans. No hi
ha camí gaire més dret, pero la temptaci6 d ' Elda (fone tica, toponímica, hlstbrica, geografica) és massa suggerent, si no fóra que topetem amb l'interval següent de
23 o 24 milles (35 km) fm s a As¡M que, si es tracta
d'Aspe el Viejo (castell a la vora esquerra deJ Vinalop6), només és a 19 km d'Elda, en no ser que fem una
gran marrada gratuita (com MoaOI'E, 1979 a) per M on6ver, el CamJ de la Romana i el seu Co/úulg, C amf
d 'Alcan~ i Aspe: 35 km. No cree que els romans foren
tan ximples, quan Jes .. rescloseS» del Vinalopó s6n tan
clarea.
El millatge d'Aspis a Ili&i - altre cop 24 mp o siga
35 '5 km- tampoc no ens ajuda ja que d es del castell
a Elx, passant fms i tot per la Cañada, Tabaia i Vallllongues, amb prou feines es recorren 15 km fins a l'Alcúdia. El ca.mf dret encara ser ia prou més curt,
apropant-se al curs del Vinalop6. La gran voltera que
proposa Morote (1979 a) des d'Aspe al Boquerot per a
[page-n-643]
LES VIES ROMANES AL PAÍS VALENCIA
0.5
1,5
Fig. 5.- Bi.p?lteti aobre l'extrem meridional de la
2
cal~;ada
ro~nuua.
Els 8l.nnents f>rOllalius són btn migrats: ILII mif.liari perdJil, a las Zahurdiz.r, una tradició erudiJa de la /iJcalituuiJ de Thiar i un mfiJall de
camitas uells amh wl4 bast fqf/Qgr4foa.
girar 180° pe) Portitxol i Jubalcoi 1ins a l'Alcúdia, si
compleix el millatge, manca de suports documentals i
fms i tot logics.
Enganxant-nos a Ili&i (l'Alcúdia), que és una de les
poques fites segures que tenim, la següent etapa Iins
a Tiliar era de 27 milles, és a dir 40 km. Aquesta distancia pot avenir-se relativament bé amb un itinerari versemblant per Rojales que n'estaria a mitjan camí. Ara
bé, el camJ a.c tual d'Elx a Rojales va dret per terrenys
de saladar i mareny que en temps romans no sabem
si eren practicables, i s'acosta als 20 km de cursa. L'altra mcitat abasta 21 km i escaig fins al Convento de
San Ginés o Campoamor -on seria Thiar-, deixant
a llevant les salines i passant per San Miquel i, cosa
més substanciosa, per Las Zahurdas on esmentavem
testimonia d ' un miHiari. El recorregut per rutes rama deres i carreteres locals arriba al Río Nacimiento pel
Barranco del Lobo, afluent. De Tlúar a Cartagena ja
no és el nostre afer.
b) ¿Una via litoral a Din.ia?.- Si no coneguéssem la topografia, la solució més logica de l'embolic
que presenten els capítol s IV (304, 7-16) i V (342,
J5-25) de l'Anonim de Ravenna, seria de pensar en la
mescla de dues vies, una interior -ja coneguda- i
una litoral que des de Su&rrme anirien a reunir-se a lli&i:
A/Jmun o Altmwm, indiscutiblement ens e.n d6na l'opci6. G airebé és impossible una ruta per a vehicles de
roda que traves¡¡as les muntanyes pre-betiques i subbetiques al sud de Dénia (L LOBJU\OA.T, 1983 b), pe ro la intrincada soluci6 que propasa l'autor deu ser encar a
m és diffcil, en voler coordinar mullúiona o posades que
semblen inconnexés. Per aixo m'inclinaria per un ramal, tal volta creat tardanament, del Xúque.r a Dénia,
i un altre apeudix d' &Ullc a Celeret (?), LuctnúS i .Aikm
i embraneament a Jli&i, amb moltíss.imes reserves.
Deixarem Su&rtmnn a les rodalies d'Algemesí; si
hem d 'anar a Cullera (.Portum Sucrrme?) no caldria passar
el Xúquer i ens en mant indrlem a la dreta - encara
que Morote (1979 a) s'estima més anar des d'Alzira a
Llaurí. Tavernes de la Valldigna potser que estiga massa endiru per a controlar el camí litoral, malgrat les
suggerencies del seu nom romAnic i arabic (Alfandec).
Dins el terme de Xeraco hi ha la Cal;ada que perimetra
la marjal amb un cam.í que podria seguir sota el Castell
de Bairén i arribar a Oliva perla partida d'Alhaiat i pel
Camf Vell (empedrats) fins a Dénia, Dio o Dümio de la
font tardana (M oRare, 1979 a). A la ciutat enttaria
pe1 tkcumarws maximus de la seua ceuturiaci6, un camí
antic encara con servat a les Marines, que va d 'E a W
(LLOlllU!GAT 1983 a). Una altra Cal;ada -si no és la
Cansalada- que trobem e ntre Xabia i el Poblenou de
Benitatxell no és prou per a un suport mínim al seguiment de la ruta.
e) Le1 e~taciona de l'entorn de Luet:Dte•.- Eloe
(Eiklk)-Ce/eret (Ce/m)-LucenJes-Ad Lmw-Al/one-llice és l'ordre en que apareixen a l'Anonim de Ravenna aquestes
633
[page-n-644]
V.M. ROSSELLÓ I VE.RGER
-~--- 1
"-·-- 2
....
Fig. 6.- La vía romana al aeu paa per la Coatera.
La rfforln&W delr iJimraris i dels Vasos ApoUiNm, juntammt amb U1UI estrútM coortlnut.der ftsi¡¡ues, no dewn gairt marge al ITtJf
pot rMtrljar m oells eamin.s i petiJes obra. 1: itinerarit mis probo.bla; 2: trt1111 possibú.
mansions secundaries, intercalades entre Ad Ello -més
o menys ben localitzada- i flici. que no té volta de full.
Si Lucnaús és absolutament establert com a Alacant (Benalua), Celeret és un misteri (Agost?), d'Ad Ú()'MS no en
sabem res i Allim ha tingut tants pretendents, de Benidorm a Guardamar, que l'assignaci6 a Santa Pola és
una r~nega conjectura. El Cam( de la Casa del Ueó,
prop d 'Algorós a J'horta d'Elx, és enllosat... Amb
aquest bagatge tan esqui.fit, més val deixar les solucions
per al dia de dema.
d) La colU1ai6 occidental.- Estrab6 (III 4, 9) al·ludeix a una desviaci6 de la via axial a través del Campus Sportarius, des de Saetahis a Castulo, que passava per Libisosa (Lezuza). L'englobem o no dins la Via Augusta, és més
important i ben documentada de vell gracie.s als Vasos
ApoHinars aquesta secció del•Camf d' Hannfual» que enlla~a la submeseta meridional amb la Costera o Vall de
Montesa. Sillieres (1977) en féu un bon seguiment que en
lfnies generala hem confumat (RossEu.ó, 1980).
Entre Saetahis i Ad Staluas (q ue no figura als Vasos,
per{) si a l'Itinerari Antoní) mediaven 16 milles; entre
634
I{UI
Juma
aquesta localitat i Ad 'lilrres, 9 milles. D e l'esmentada
estaci6 a la d'Ad Aras (Vasos ApoHinars I i U) només
hi havia 3 m.illes i la mansw següent era la d'Ad Palem
que als Vasos figura a 22 milles (33 km) d'Ad Aras. Més
enlla hi havia &lligi (Chinchilla). El trajecte, per tant,
d'Ad Palem -ident.ificat com al Cerro de los Santosa Saetahis totalitzava 50 milles. El triDium o connexi6 de
l'itinerari mesetari-andalús amb el d' /lici-Carthago
Spartaria-Basti pot situar-se e.n M 'limes (RUBmRA, 1985)
o en Ad .Aras (fig. 7), tot en un cercle d'uns 5 km de
radi on coincideix l'entroncament del ferrocarril a
Venta de la Encina, les actuals cruilles de la carretera
N-330 al vertex de Los Mateas (693 m) i a la Venta
del Gitano, ambdós immediats a la historica Loma del
Portazgo (626 m) que recorda una vena frontera. Tant
si posem la connexió de les vies romanes prop de la
Font de la Figuera, com a El Caicón o Los Altos de
Mariaga, com a Los Mateos o al mateix Caudete
-suara valencia- , roman ben provada la persistencia
deis fets de camí i frontera, tan transcendentals a la
geopoUtica.
[page-n-645]
LBS VIBS ROMANES AL PAÍS VALENCIA
Fig. l - La cruilla itined.ria de Caudete, Villena i la Font de la Figuera.
CompaTtuió de la xarxa tUitUÚ i ús hipotitú¡uu oiu rom.an.es. a: DÚJ rommu~ amb mansio o
mutatio. (El punújrU mis dens correspDn a les tlrees per d.atrrunt dels 800 m s. n.m.; el punújaJ IDx, entre 800 i 100 m; en blane, /e$ úrrcs a ~ de 400 m tl.'aliiJud).
.El Camf Vell de la Font de la Figuera a Caudete
passa per la Casa Reial, enfila la deprcssió NE-SW pcl
Caicón i travessa la carretera M adrid-Aiacant que fa
ara de frontera; després voreja una ~a centuriada
{RoSSELLó, 1980) i entra a Caudete. Les argumentacions de Rubiera (1985) per a fer caure M Turres en Villena, Ad Aras en Caudete i Ad Po.lnn en Almansa, no
semblen gaire provades. Tanmateix hi ha elemcnts toponúnics ben suggeridors.
i les persistencies historiques, és plausible un itinerari des
de Traiguera (lntibil1) o la Jana que emprendria més o
meoys pel tracat de la carretera de Morella oberta el1860
remuntant la Rambla de Cervera; passaria perla Vallivana, (MuNCYL, 1972: 155 ss), per baix de Morella, el Forcall -que algú identifica amb Bisgargir-, Todolella, La
Mata. Abans d 'eixir del Pafs Valencia feia cap a laMoleta dels Frares, lAera, població documentada epigraiicameat, que apareix alllibre II de la Geographia d e Ptolemeu (.AJv.s..., 1987). L'eixida hagués estat per la Roca
Tallada.
4. NOTES SOBRE RUTES TRANSVERSALS O AFLUENTS
Les de migjom, no les he separarles perque la documentació ens les dóna en bloc amb l' itinerari axial.
Quant al nord del país, en canvi, h.i ha ben pocs doctJments i moltes conjectures.
4.1. EL CAMÍ DE CAESARAUGUSTA A
INTIBILI
El tarda Anoni.m de Ravenna, alllibre IV (310, 11-14)
consigna una vía secu.ndaria Trthia-lolbgum-Liluibilin, que
ha estat interpretada per diversos autors com una con nexió valenciana a partir d'lntibili. Chabret, (1977) va ser
el primer que s'hi fixa a final de segle, anomenant~la «Via
aragonesa d'Aicañiz>t. Miller (1916) no gosa atribu~hi,
ni reduccions, ni tracat, mentre Fletcher-Ald.cer
(1955-56), Muñoz (1972) i Arasa (1987 i 1990 b) insisteixen en el curs de Chabret. Per allo deis ucamins naturaiS»
4.2. EL CAMÍ DE CAESARAUGUSTA A
SAGUNTUM
La matei.xa font adduida abans (Rilo. IV 310, 3-10)
d6na una relació de cinc estacions entre Caesarau.gusta
i Pr«orium, molt males d'indentificar en majoria. Tanmateix, els autors no tremolen i s'han llan~at des de
Chabret (1977) a M orote (1979 a) a la conjectura del
camí que done a tftol d ' invcntari, tot i que és ciar que
l'aprofitament de la vall del Riu de Morvedre, mal batejat ..Palancia.., és indiscutible a judicar per la documeotació musulmana i medieval, i les guies de Villuga
i Escrivano (ARASA, 1987).
S. Bru (1958) en dóna un croquis a escala prou detallada amb eixida des de Sagunt perla Porta i Camí Vell
de Throl vers Sabató, sense passar per Petrés ni Albalat,
toponims que ginyen Chabret (1977) i Morote (1979 a)
afer-h.i man:ada. Els tres autors conflueixen al Pont de
les Jovades per a travessar el riu en dir:ecció a Thrres635
[page-n-646]
V.M. ROSSELLÓ I VERGER
Torres, Arguines, Segorbe, Jérica, Viver... Caldria remontar El Herragudo i internar-se al párarrw. Potser seguir no és honest, encara que siga versemblant.
4.3. EL CAMf VALENOIA-LLÍRIABEGÍS
No manca gent que baja postulat un enlla~ament
ibéric o roma entre Valencia i Ademuz, passant per
LJíria i Chelva. Morote (1979 a) d6na per descomptat
que exist( un camf roma que des de Valencia per LJíria
(.Edeta), las Alcublas i Begb (Al.cAct:R, 1946), connectava amb la via Sagunlum-Caesarauguslll per Barracas (o
Sant Pere de Bellmunt). No veu ciar per on ei.x.ia de
Valentia ; suggereix un camí assagador que es dirigei.x directament a Llíria, tal vegada aprofitant un camf i~ric
que connectava nombrosos nuclis d'aquell temps. L'itinerarí seria Valencia-Benimamet-la Pobla de VallbonaBenissan6-Uíria, on passaria entre el Tossal de Rascanya i el Cabe~ol, que, tots dos, conserven restes ibeciques. Passada iliria, segueix vers las Alcublas paral·lela a la Rambla de Montdragó i aprofita un cami
ramader passant prop dels jaciments iberics de la
Mont-rabana, el Castillico .Bernabé i els Tres Pies.
Prop de las Alcublas s'hi podrien atribuir roderes que
probablement són medievals, si no modernes.
La confluencia amb la vía del Palancia, també podría haver-se fet a Segorbe des de las Alcublas o a través d 'Olocau i Gatova. Massa hipotesis pera tan poc
suport. Aix6 sí, .la batalla de Lauro, finalment, esdcvinguda durant les guerres sertorianes, posa en una categoría semblant Valenlia i Lauro, el oucli precursor de
LJiria. El paper caminer de la poblaci6, per tant, sembla haver estat decisiu.
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I sabel GARCÍA V ILLANUEVA * y M iquel R ossELLó M ESQUIDA *
,
LAS ANFORAS TARDORROMANAS DE PUNTA DE L' ILLA
DE CULLERA1
INTRODUCCIÓN
En los últimos años el conocimiento de los aspectos económicos y comerciales en la Antigüedad tardía
ha experimentado un gran avance gracias a las publicaciones de diferentes yacimientos del Mediterr áneo
Occidental (Ostia. Cartago, Porto Torres, Marsella.
Tarraco, etc.), así como la esencial aportaci6n de la tipología anfórica de S. J. Keay (1984), realizada a p artir
del estudio de las ánforas tardías encontrad as en el
nordesde de la Tarraconense, cambiando de manera
significativa el panorama que se tenra de este perlodo.
El estudio de materiales cerámicos y en especial de
las ánforas, ha podido determinar la complejidad de las
relaciones comerciales durante los siglos V-Vil, arrinconando la tesis de la decadencia del comercio mediter ráneo, sob reve.n id a al fin del Imperio Romano de Occiden te y la instalación de los nuevos reinos bárbaros.
Sin embargo, las publicaciones de materiales tardíos de
yacimientos valencianos son escasos, por lo que el conocimiento que tenemos de esta época es bastante parco e incompleto.
• Servicio de l~veatipc.i6n Arqueológica Municipal, Ayuota·
miento de Valencia.
Esperamos, con el presente trabajo dedicado al estudio de las ánforas del yacimiento de Punta de l'Illa
de C ullera, aportar nuevos datos al conocimiento de la
Antigüedad tard[a en el Para Valenciano.
ANTECEDENTES
El yacimiento costero de Punta de I'Dia de Cullera
estaba situado al sur del Cap de Cullera, concretamente en la Punta de l'illa del Pottitxol, también llamada
Isla de los Pensamientos. Actualmente ya no existe tal
isla y el yacimien to que en ella se ubicaba se halla sepultado bajo un gran edificio, construido e.n décadas
pasadas. El yacimiento se situaba en lo que fue uo pequeño islote calizo unido a la costa por un franja de
arena o t6mbolo.
La existencia del yacimiento fue conocida debido
a la extracción de tierras efectuadas en el año 1953 con
el fin de apr ovecharlas en unas edificaciones que· estaban levantando en la zona Con anterioridad a la extracción de tierras, q ue pusieron al descubierto parte
de las estructuras d el yacimiento, ya se tenían noticias
sobre la presencia de restos arqueológicos en el
istmo\
639
[page-n-650]
l. GARCfA VILI..ANUEVA Y M. ROSSELLÓ MESQ.UIDA
El yacimiento fue objeto de tres campañas de excavación a cargo del Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, llevadas a cabo por el Dr. Don Enrique Pla en colaboración con el Dr. Don Miguel
Tarradell.
En la primera campaña (junio de 1955) se documentaron diversas estructuras, concretamente cinco
habitaciones y diversos muros diferenciados en tres
sondeos. La segunda campaña se realizó en octubre de
1957, dando como resultado la identificación de cinco
nuevos recintos. La tercera y 61tima campaña de excavación se efectuó en mayo de 1966 y se procedió a excavar uno de los recintos ya documentados anteriormente.
En el proceso de la excavación no se difere.nciaron
niveles, ya que toda la tierra aparecía revuelta y no
presentaba una e.s tratigraffa clara, optándose por la excavación en capas artificiales.
Los materiales exhumados en las distintas campañas de excavación fueron depositados, en su mayor
parte, en el Servicio de Investigación Prehistórica de
Valencia, quedando el resto en el Museo de Cullera.
Como hemos visto, aparece un importante conjunto de edificaciones a las que hay que añadir un volumen considerable de material arqueológico, a pesar de
que se halla en un contexto mayoritariamente falto de
secuencia estratigráfica. Sin embargo, y a pesar de las
limitaciones apuntadas, creemos que el estudio de los
materiales, de los cuales aquí presentamos una parte,
puede ayudar a conocer aspectos interesantes sobre el
panorama económico y comercial de la zona valenciana durante este período.
ESTUDIO DEL MATERIAL
Este trabajo debe considerarse como el avance de
un estudio más amplio que sobre este yacimiento está
realizando uno de los autores. Por ello, se ha optado
por presentar aquellos materiales más significativos de
cada tipo, agrupándolos por áreas de producción y
analizando las características principales de los tipos
identificados con una breve descripción general, morfológica y técnica, completando el estudio con datos sobre el origen, el contenido, la cronología y otros apuntes de inter& específico (marcas, grafitos, etc.).
Para la clasificación tipológica de los ejemplares se
ha seguido básicamente el trabajo de Keay (1984), por
lo que nos remitimos a este autor para las descripciones
más detalladas sobre aspectos moñol6gicos y de pastas.
Mención especial merecen una serie de ánforas de
caracter(aticas muy similares entre sí y que tipológicamente no nos ha sido posible identificar. El intetts de
estas piezas viene aumentado por el hecho de que contamos con ejemplares completos, lo que nos ha llevado
a realizar un estudio más detallado, no sólo en el aspec-
640
to tipológico, sino también en el técnico, ya que no presentaban las pastas típicas de las producciones africanas, a pesar del parecido formal con las series ani6ricas
africanas tardías. ~te estudio técnico ha con.sistido en
la observación microscópica de las pastas mediante las
técnka de láminas delgadas y el análisis por difracción
de rayos X.
LAS PRODUCCIONES AFRICANAS
El conjunto de las producciones africanas representa el porcentaJe más elevado del total de ánforas
aparecidas en el yacimiento de Punta de l'llia de Cullera.
Son contenedores de gran tamaño y se caracterizan por tener el cuerpo cilíndrico, cuello normalmente
cónico y por la gran variedad que presentan los bordes,
aunque con un predominio de los exvasados.
Dentro del grupo de las ánforas africanas son mayoritarias las producciones de origen tunecino, contando tan sólo con un ejemplar de ánfora de procedencia
mauritana.
En este grupo de producciones africanas han quedado incluidos los ejemplares no identificados tipológicamente y reconocidos por primera vez en el yacimiento de Punta de l'lUa (Tipos, 1, ll y III), ya que los
análisis técnicos realizados sugieren su pertenencia a
esta zona geográfica.
Tipo1
- Ktay 1/Maurilo.na Dressei 30/0stia .{rmnll V. (Fig. 1, 1)
Keay distingue dos variantes en este tipo según sus
caracter(sticas morfológicas. Se trata de un ánfora de
cuerpo piriforme rematado por un pivote hueco, cuello
muy estrecho y asas que se unen al cuello y hombros.
El borde es exvasado y de sección triangular.
Presenta una pasta de color rosa o anaranjada y
se aprecian inclusiones de cal, cuarzo y finas partículas
negras.
Los datos sobre su origen son claros, ya que se han
hallado asas de la variante A con estampillas referidas
a la Mau.retani4 Ctusarimsis y más concretamente a 71.JJuS1UN (K.v.Y 1984: 96).
Aunque no disponemos de evidencias direct.as
para el contenido, es muy posible que se tratara de
aceite de oliva.
Respecto a su fechación, en la Terme del Nuotato~
re en Ostia, aparece en contextos del 140-180/190 d.C.;
pero en los yacimientos catalanes la variante A no aparece hasta después del segundo cuarto del siglo ill,
mientras que la B se da en contextos del siglo IV y V,
pero considerándose residual.
[page-n-651]
LAS ÁNFORAS TARDORROMANAS
2
4
3
15
e
E. 1 : 2
7
Fig. l.-Á'!fortJJajrietJNJS. l : &ayl B, 2: lúay m , 3: JWyXXVK, ~: &ay XXV P, 5: K.tayXXV V, 6: KtajXXXV d , 7: Xtay.XXXV B.
Otra fecha del siglo Ill la aporta el pecio de Punta
Alta ('Thscana), donde se data en la segunda mitad del
siglo ffi (T oRTOR&.LA, 1981: 378).
- KuJy III/Dressd 27/«Ajri&aM Piuola»/Afrieana 1/<rán .57Mgas .58. (Fig. 1, 2)
En este tipo Ill, Keay agrupa las ánforas ya defmidas por Zevi y Tcbemia como «Africana PiccoJa» dife-
renciándola as{ del grupo de la •Africana Grande». Panella distingue dos variantes, Africana I A y 1 B que
parecían producirse sucesivamente, basándose en los
datos extraídos de la Terme del Nuotatore en Ostia. Según Panella (1983: 173·114, 192, fig. 3}, la producción
de estas ánforas acabarla en el siglo IV.
Sin embargo, Keay demuestra que ambas variantes
siguen apareciendo en contextos del siglo IV y V, estableciendo dos variantes,
A lll B as{ como otras dos
varian tes más tardías (Sim. a III A y Sim. a Ul B).
m y
641
[page-n-652]
L. GARCÍA VTLLANUBVA Y M . ROSSELLÓ MESQ.UIDA
Se trata de ánforas de cuello bajo, troncocónico,
cuerpo cilíndrico de reducidas dimensiones, asas pequeñas que se aplican bajo el borde y llegan basta el
hombro que está poco marcado. El borde es exvasado
y el fondo presenta un pivote corto.
La coloración de la pasta varía del rojo intenso al
naranja claro, siendo común la presencia de cuarzo,
mica y partfculas de cal.
Las evidencias para su origen son claras, ya que
se han hallado sellos referidos a ciudades costeras del
Afrw Byzae11111: HadrumenJum, úptis Mmor y &llectum.
También parece que se producían en la zona septentrional de Túnez, puesto que se han hallado ejemplares
de Africana 1 B en los hornos de Ariana, junto a Cartago (PAN81.LA, 1983: 174).
En cuanto al contenido parece que transportaba
aceite de la Byzae11111 .
Los elementos para su datación son abundantes.
En la 'll:rme del Nuotatore se hallan en contextos de
imales del siglo ll, pero es a partir del siglo m cuando
empiezan a ser relevantes y hasta el siglo IV avanzado
(PARELLA, 1983: 17+). También aparecen ejemplares en
el pecio de Ognina (Siracusa), datados en el 210-215
d.C. o poco tiempo después (ToRroRJU.LA, 1981:
262-363, 373-374). En la Schola Praeconum, en Roma,
aparecen en contextos del segundo cuarto del siglo V
(WHJTJtHousuTAUJ , 1982: 76). Finalmente, en los yacimientos catalanes se datan desde principios del siglo
IV hasta la primera mitad del siglo V.
En Punta de l'Illa contamos con tan s6lo un fragmento de borde de este tipo, concretamente de la variante B de Keay.
- Keay XXV. (Fig. 1, 3-4 y 5)
En este tipo se recogen los contenedore.s cilíndricos de época tardo-romana defmidos en las excavaciones de la Terme del Nuotatore en Ostia, donde se distinguen diecinueve variantes. Por su parte, Keay
diferencia treinta variantes. Se considera que suceden
al grupo de la Africana Grande y que evolucionan tipológicamente hacia el tipo Keay XXVI.
Son ánforas de cuello cillndrico o troncocónico, y
cuerpo cilfndri co de dimensiones variables. Las asas
son de sección oval y se unen al cuello; los bordes, aunque generalmente son exvasados, presentan bastante
diversidad, asf como la forma de los pivotes.
Presentan unas arcillas de coloración rojizoanaranjada, con partículas de cal, cuarzo y mica. En
la superficie exterior es frecuente que lleven engobes de
tonos amarillentos o blanquecinos.
Su origen parece que se sitó.a en el Ajri&a Byzauna
y su contenido sería preferentemente el aceite de oliva,
aunque hay evidencias de otros contenidos. En el pecio
de Pointe de la Luque, B (Marsella), se hallaron restos
64-2
de crustáceos en un ejemplar de la variante B (TottroR.BJ.LA, 1981: 363-377), así como en el pecio Dramont
F donde se encontró un ejemplar con recubrimiento interior de resina, lo que invalida la posibilidad del transporte de aceite en las ánforas con este recubrimiento.
Tambi~n en el pecio de La Pampelonne aparece un
ejemplar con restos de pescado (PA!'IELLA, 1983: l77).
Los datos cronológicos recogidos en los yacimientos catalanes por Keay (198+: 193-194), apuntan a que
la producción se iniciaría a fmales del siglo III/principios del IV y as! vemos como los ejemplares de La Luque B están datados a partir de fmales del siglo ill. El
momento de máxima producción de este tipo se situar(a hacia fmales del siglo IV y acabarla a mediados del
V, siendo reemplazado por otros tipos. En Ostia aparecen con cronologías de los primeros decenios del siglo
IV-primeros decenios del V (PANsLLA, 1983: 178), y en
la Schola Praeconum nos encontramos con ejemplares
de la variante K con una datación del 4-30-HO.
En Punta de I'Wa contamos con cinco ejemplos de
bordes, uno de ellos perteneciente a la variante K , dos
a la variante P y uno a la variante V; todos ellos con
pastas y tratamientos externos úpicos de las producciones tunecinas.
- Keay XXXV. (Fig. 1, 6-7)
Están incluidos en la serie de los contenedores cilindricos tardo-romanos de grandes dimensiones.
Keay distingue tres variantes atendiendo a las diferencias de los bordes. Son ánforas de cuello corto,
cuerpo ciUndrico apuntado hacia la base y asas de sección oval. Tiene el borde exvasado, más desarrollado
en la variante B, y el pivote macizo.
Por el aspecto de la pasta y sus características
morfológicas parecen tener un origen tunecino y, aunque no tengamos evidencias de su contenido, parece
bastante probable que fuera el aceite de oliva.
En Jos yacimientos catalanes queda reflejado que
su producción se inicia a mediados del siglo V, llegando hasta la mitad del siglo VI. En el vertedero de Vilaroma puede observarse la llegada de grandes cantidades de esta producción en un momento algo más temprano (primera mitad del siglo V), lo que sugiere que
ya era un producto consolidado en estas fechas (Tw•A,
1989: 261).
Fuera de la Penfnsula, aparecen ánforas de este
tipo en Cartago en contextos del 530 y del 600 pero que
son claramente residuales (Fuuow/Pucocx, 1984:
1361137, fi~. U61117). En la Schola Praeconum, en O stia, están datados en el 430-440 {WHIT8Housx 1rr AUJ,
1982: 76).
En Punta de J'llia están representadas las variantes A y B, con cinco y once fragmentos respectivamente. Presentan pastas típicas africanas de coloración que
[page-n-653]
8
•
1
1
(1
10
E. 1 : 1
E . 1 : 10
Fig. 2. - Á~ras ajri&aNIS. 8: Kuzy XXXVI B, 9: MJ L~ 10: Keay LXI C.
oscila entre el rojizo y el naranja, siendo habituales las
inclusiones de cal, mica y cuano y en a1gún caso partí·
culas oscuras indeterminadas. En la superficie externa
presentan engobes de coloración amarillenta.
-Keay XXXVI/Beltrán 63. (Fig. 2, 8)
Forman parte de la serie de los contenedores cilin·
dricos tardo-romanos de grandes dimensiones.
Son ánforas de cuello troncocónico y corto, cuerpo
cilíndrico de dimensiones grandes acabado en pivote
macizo, asas de sección oval que arrancan del borde,
que está poco destacado y engrosado al exterior.
Sus características morfológicas y el tipo de pasta
sugieren un origen tunecino, apuntándose el aceite de
oliva como producto que transportaban.
Esta producción se inicia hacia principios o mitad
del siglo V, en Oartago no aparecen antes del 450-4-75
(FoLFORDIPBACocK1 1984: 131, fig. 15) y en la Scbola
643
[page-n-654]
I . GARCÍA VILLANUEV.A Y M. ROSSELLÓ MESQUJDA
13
11
•
'
'
14
12
1tJ
E .1:2
Fig. 3. - Jn.forar ajri&4ftiM tipo K.«Jy LXO. 11: Var. A, 12: Var. B, 13:
Praeconum lo encontramos en contextos del 430-440
1982: fig. 10). En los yacimientos
catalanes aparecen en contextos de entre principios y
mediados del siglo V y m.e diados del VI (KEAY, 1984:
245). En el vertedero de Vila-roma se datan en el segundo cuarto del siglo V (Tm·... , 1989: 263).
En Punta de l'Illa está representada la variante B
con sei3 ejemplares. En todos ellos se reflejan las caracterrsticas de las pastas tunecinas, de arcillas duras y
bien cocidas, coloraci6n que varía del rojizo al anaran-
{WKJ:TWO\Js:s ET IILII,
644
f{¡r.
C, U : Var. G; 15: VaT. N, 16: l'ár. M .
jado, con inclusiones de cuarzo, cal y mica y con las
s-uperficies engobadas en tonalidades ocres y grisáceas.
-Keay LV/Almagro 52/<rán 53/Scorpan l1. (Fig. 2,
9)
Son ánforas de cuello y cuerpo cill'ndricos, de
apreciables proporciones, acabando en un pivote desta-
[page-n-655]
LAS ÁNFORAS TARDORROMANAS
cado y macizo. Las asas son de sección elíptica y el borde, una continuación vertical del cuello con un característico engrosamiento en la cara interna.
Las características de la pasta hacen pensar en un
origen tunecino, apuntándose la posibilidad de que
transportaran aceite de oliva.
Hay pocos elementos para su fcchación, en Cartago bay ejemplos de la variante A en contextos del 600
(FUJ.
.rolUliPBACOOK, 1984-: 216, figs. 66-67). De esta misma variante hay una pieza datada en el siglo VI en Tomis (ScoRPAN, 1977: 271).
,En la Pen!.m uJa, su ausencia en el vertedero de
Vila-roma, datado entre el 440-4-50, hace pensar en fechas más tardías. Según las observaciones de Keay
(1984-: 293), en Cataluña se constata que este tipo no
aparece en la Península hasta finales del siglo V, perdurando hasta fmales del VI.
El yacimiento de Punta de l'llia ha proporcionado
tan sólo un ejemplar de este tipo, cuyas características
técnicas son las típicas de las producciones norteafricanas: arcilJa dura de coloración rojiza, inclusiones
de cal, cuarzo transparente y mica. En la superficie externa p resenta un eogobe amarillento.
- &ay LXJ/Bellran 60. (Fig. 2, 10) (Lám. I, 1)
Este tipo anfórico fue individualizado por Beltrán
en su tipología sobre las ánforas de la Penmsula Ibérica. Keay establece cinco variantes según la moñología
del borde.
Son ánforas de cuello ancho y cuerpo cilfndrico acabado en un pivote macizo y asas de sección elfptica unidas al cuello. Tienen el borde engrosado, de sección rectangular y con la cara externa generalmente vertical. Sus
características técnicas hacen pensar en un origen tunecino y se sospecha que pudieron transportar aceite. Son
piezas de cronología tardía que tienen su aparición en el
Mediterráneo en la primera mitad del siglo V, perdurando basta mediados o fmales del siglo VI. En Cataluña suelen aparecer generalmente en niveles de abandono del siglo VI (Ke,..v, 1984: 305-309), pero en el vertedero de
Vila-roma ya están presentes en la primera mitad del siglo V (Tso·A, 1989: 266-267). En el pecio de Yassi Ada,
datado en el siglo VIl, aparece un pivote que podría corresponder a este tipo de producciones (RASSIV AN OooR.
NTNCK , 1982: 185, figs. 8-20 P.76).
En el yacimiento de Punta de l'llla aparece un
ejemplar completo de la variante e, as{ como tres fragmentos de borde de la variante A. Todos ellos presentan características técnicas homogéneas, con arcillas
duras de tonalidad~ rojizas o anaranjadas, con inclusiones de cal, mica plateada, cuarzo transparente y
blanco y partículas oscuraa indeterminadas. En la superficie es habitual la presencia de engobes de tonalidades ocres o blanquecinas.
Es de destacar la presencia en el ánfora completa,
variante C, de dos grafitos. Uno de ellos realizado antes de la cocción de la pieza y situado en la zona de
la panza, se trata de dos Uneaa rectas verticales y paralelas. El otro grafito se sitúa en los hombros, a la altura
de la unión de las asas con el cuerpo, apreciándose las
letras ~
-&ay LXIII&lJrán 59/Mid Roman Amplwra 17 A .
(Fig. 3) (Lám. 1, 2)
Keay, partiendo de la diversidad morfológica de
estos contenedores, establece veinte variantes de bordes y quince de pivot~.
Sus características formales vienen defmjdas por
un cuello troncocónico de peñtl convexo que se invierte
al unirse con el borde, cuerpo cilíndrico que acaba en
un pivote corto y macizo que presenta un engrosamiento en la parte inferior. Las asas, de secci6n oval,
arrancan del cuello. Los bordes son ligeramente e.xvasados y de sección triangular.
Por sus características tipológias y su similitud con
los tipos LX y LXI, es probable un origen tunecino,
as( como el que transportara aceite.
Según se desprende de los estudios realizados por
Keay en yacimientos catalanes, este tipo anfórico tendría una primera fase inicial de su producción en el segundo cuarto del siglo V, introduciéndose el tipo ya
clásico en el tercer cuarto del mismo siglo y perdurando su producci6n hasta mediados del siglo VI. Sin embargo, en el yacimiento de Vila-roma aparece este tipo
totalmente desarrollado en un contexto entre el
440-450 (Tso·A, 1989: 267).
En otros sitios como Cartago dan unas fechas del
450-4-75 en adelante, apareciendo ejemplares de la variedad B en contatos de mediados del siglo VI (FU'LPOR.D!Pu.cocx, 1984-: 131-133, figs. 68-70). Las piezas
aparecidas en la Scbola Praeconum se datan entre el
430-440 y en el pecio de Fos-Sur-Mer tienen cronologías de fmales del siglo VI, momento en que se inicia·
ría el declive de este tipo (TOR.l'OIUIJ..A, 1981: 375). Así
pues, apareciendo a partir del segundo cuarto del siglo
V, su mayor difusi6n se dará en la segunda mitad del
mismo y en el siglo VI, en que su exportación va a ser
ma11iva.
Las variantes aparecidas en Punta de !'Tila son la
A, B (ejemplar completo), C , G, N y M. La variante
B, muy similar a la A, se caracteriza por un borde en
forma de copa y la variante viene defmida por bord~ de peñu más exvaaado.
Concretamente, se hallaron doce fragmentos de
borde de la variante A, la más numerosa; y un fragmento de cada una de las variantes mencionadas.
Las características t~cnicas de estos ejemplares se
corresponen con las típicas ánforas norte-africanas, te-
e
645
[page-n-656]
L GARCÚ VILLANUEVA Y M. ROSSELLÓ MESQ.UIDA
18
17
Fig. 4.- Ánjor4S ajrietJMS tipo Punl4
IÚ
niendo unas arcillas duras, de coloración que va del
rojo intenso al anaranjado claro, con inclusiones de cal,
cuarzo traruparente, blanco y anaranjado, chamota y,
en algunos casos, mica y partículas negras y grises. Las
superficies exteriores presentan engobe de tonalidad
blanquecina o amarillenta.
NUEVAS FORMAS
Bajo este ep{grafe quedan recogidas una serie de
ánforas que no han podido ser clasificadas siguiendo
la tipología de S. J. Keay y de las cuales no hemos en·
contrado paralelos en la bíbliograffa consultada, pero
que tanto por sua características morfológicas como
por los análisis t6cnicos efectuados hacen presumir
como de origen africano.
646
21
/'lila.. 17: Tipo 1, 18 Tipo U, 21: Tipo lll.
A partir de ejemplares completos restaurados nos
ha sido posible diferenciar tres tipos en estas producciones, cuyas caracter{sticas morfológicas y técnicas
son muy similares.
Se caracterizan pri.n cipalmente por sus grandes
dimensiones, con una altura que varia entre 102 y
113'5 cm. y una anchura máxima que oscila entre los
43 y los 50 cm. Presentan un cuerpo ciHndrico, cuello
cónico y bordes variados. Tienen un pivote corto y macizo, las asas son de sección elíptica, robustas y abier·
taJ en hombrera, muy caracter{sticas.
Este estudio ha quedado dividido en tres partes:
A) Un análisis tipológico con la descripción morfológica de las piezas y descripción de las arcillas a nivel ma·
croscópico. B) Un estudio técnico de las pastas median·
te la técnica de lámina delgada y difracción de rayos
X. C) Conclusiones.
[page-n-657]
LAS ÁNFORAS TARDORROMANAS
-Tipo 11 (Fig. 4, 18) (Lám. 11, 2)
••
Fig. 5. - 19: Graf!Jo
nt U/1
. . , :1
Muy similar al anterior. Cuerpo ci){ndrico de dimensiones ligeramente más reducidas que el tipo l .
Tiene el cuello cónico, borde convexo al exterior y cóncavo en el interior, pivote corto, macizo y ligeramente
apuntado. Asas de sección eHptica, robustas y abiertas
en hombrera.
Dimensiones:
• Altura: 102 cm.
• Anchura máxima: 43 cm.
• Diámetro de la boca: U cm.
El ejemplar presenta una pasta de color beige claro con zonas de tonalidad más grisácea, núcleo gris oscuro y superficie interior rosa pálido. Otros ejemplares
presentan arcillaa de- tonalidades mú oscuras dentro
de la gama del beige y del gris. Se aprecian puntos de
cal, mica y cuarzo.
El ejemplar completo presenta dos grafitos realizados después de la cocción. Ambos se sitúan e.n los hombros, en la zona donde las asas se unen con el cuerpo
(Fig. 6).
Se han podido individualizar dieci!iete bordes y
un ánfora complet.a restaurada.
átrfora tipo I dt Puttltl dt l'Ill4.
-Tipo 111 (Fig. 4, 21) (Lám. Il, 3)
A continuación pasamos a describir cada uno de
los tipos a partir de los ejemplares completos.
A) E1tudio tipol6gico
-Tipo 1 (Fig. 4-, 17) (U.m. II, 1)
Anfora de cuerpo cilíndrico de grandes dimensio·
nes, cuello ligeramente cónico, borde pequeño exvasa·
do al exterior y de sección triangular, pivote corto y
macizo de base plana. Las asas son robustas, abiertas
en hombrera y de sección elíptica.
Sus dimensiones son:
• Altura: 113'5 cm.
• Anchura máxima: 50 cm.
• Diámetro de la boca: 13'5 cm.
La pasta varía entre una tonalidad rosa pálido y
anaranjado. Otros ejemplares del mismo tipo presen·
tan unas pastas de tono beige oscuro. Se d istinguen inclusiones de cal, mica y cuarzo. De este tipo 1 se han
contabilizado dos bordes y un ánfora completa res·
taurada.
El ejemplar completo presenta tres grafitos realizados después de la cocción de la pieza, dos de ellos
situados en la zona de unión del cuello con el cuerpo
y un tercero sobre el hombro, un poco más abajo de
la unión del asa con el cuerpo (Fig. 5).
Muy similar a los tipos anteriores en su aspecto
general. Sólo contamos con un ejemplar de este tipo
m, completo restaurado. Tiene el cuerpo cilfndrico y
de dimensiones parecidas a los tipos 1 y 11. Fondo alargado con pivote semicircular, corto y macizo. Cuello
cónico y borde poco diferenciado, ligeramente engrosado al exterior y labio moldurado. Asas robustas de sección eHptica y abiertas en hombrera.
·~· : 1
Fig. 6.-
2o: Grafilo dt
1111
dtJ.fortJ
ti/Jo
n dt Puttltl d. I'Ill4.
647
[page-n-658]
I. GARCÍA VILLANUEVA Y M. ROSSELLÓ MESQ.UIDA
Dimensiones:
•Altura: 112 cm.
• Anchura máxima: 44 cm.
• Diámetro de la boca: 12 cm.
Pasta de color rosa pálido apreciándose puntos de
cal, mica y puntos de color marrón indeterminados.
B) Estudio Técnico'
Este estudio se ha realizado mediante la observación de láminas delgadas de las muestras y difracción
de rayos X , para una correcta apreciación de las inclu·
siones minerales caracterfstícas dentro de la matriz de
la arc.illa, esencial para la caracterización de loa tipos
y tratar de averiguar sus posibles áreas de producción.
Tanto en los fragmentos clasificados tipológicamente
como pertenecien tes al tipo I como al tipo TI, se pudieron distinguir a simple vista dos coloraciones diferentes
de la pasta, por Jo que se analizaron dos fragmentos de
distinta coloración de cada uno de los tipos:
• Tipo l : Muestras M-1 y M-4.
• Tipo 11: Muestras M -2 y M -3.
No se pudieron preparar muestras de arcilla deJ
tipo lli, al contar tan sólo con un ejemplar restaurado
y no disponer de fragmentos asimilables a este tipo. Sin
embargo, tanto tipo16gicamente como por el examen
macroscópico de Ja arcilla¡ puede incluirse den tro del
mismo grupo de procedencia que los tipos I y ll.
l . Composicián mineraMgica de la pasta
l.J. Análisis por difracción de rayos X
El material molido a tamaño pasante por tamiz de
50 micras, se ha examinado mediante un difractómetro
de polvo de dos círculos (Siemens D-500), obteniéndose los siguientes difractogramas de polvo.
En los difractogramas de polvo se h an identificado
las fases que se señalan:
Cuarzo Calcita Mica
M-1
M-2
M -3
M-4
•••
•••
•••
•••
••
••
••
••
••
••
••
••
Feldesp. Hematites
•
•
•
•
••
••
' • • Muy abu.ndantc
•• Abundante
• Eaauo
-
Autoente
1.2. Estudio textura! de las secciones de los tiestos
M -1: El color de la pasta es rojizo con 1a parte eón-
648
cava oxidada (rojiza) y parte convexa no oxidada (grisácea) y núcleo especialmente no oxidado (coraz6n negro). Porosidad macroscóp ica apreciable.
M -2: Similar a M-1.
M-!J: Partes externas del tiesto eventualmente olridadas y de tono rojizo, eJ interior del tiesto se presenta
n o oxidado y de tono grisáceo. Menos apreciable la porosidad macroscópica.
M-1: Tonos gris-beige, aparien cia no oxidada.
Existencia de zonas de tono más oscuro (grisáceo),
aparentemente no oxidadas. Porosidad apreciable y
fuerte laminación.
1.3. Estudio de las láminas delgadas por microscopio petrográfico
Se han reconocido las fases caracterizadas previa·
m ente por difra.cción de rayos X.
Los tamaños de partículas son fmos y el aspecto
anguloso y subrcdondeado (Lám. IV).
Destacar en las muestras analizadas la presencia,
relativamente abundante, de mica (moscovita) de for·
ma laminar (Lám. V, 1).
Son frecuentes asimismo las partículas de mineraJes opacos que deben corresponder, según los análisis
de difracción, a granos de hematites o de otros minerales ferruginizados, en las mues~as M-1 y M -2.
La calcita es componente abundante en todas las
muestras, destacando la presencia de granos no reaccionados y de residuos de granos que ban reaccionado
produciendo un vado en el centro del grano (L ám. V,
2); y en el caso de la muestra M -3, por presentarse la
calcita como restos fósiles atribuibles a fragmentos de
equfnidos (Lám. V, 3). El tamaño de partícula en la
m uestra M-3 es algo mayoz y se caracteriza asimismo
por presentar mayor frecuencia de cristales angulosos,
existiendo predominio de Jos subangulosos.
E l feldespato está presente en todas las muestras,
a unque es escaso, presentando formas angulosas (Lám.
V, 4).
C) Conclusiones
EJ análisis de las pastas no debe plantearse como
un fin en s{ mismo, sino que debe considerarse como
un medio complementario, junto con el análisis tipológico, para sacar la máxima información de los restos
cerámicos y contribuir a un mejor conocimiento histórico.
Lo primero que se destaca es que nos encontramos
ante un conjunto homogéneo tanto a nivel tipológico
com o a nivel técnico.
Por lo que se refiere a las pastas, la M -1 y M -4
aparecen en el tipo I de Punta de l'llla y las pastas M -2
[page-n-659]
LAS ÁNFORAS TAR.DORROMANAS
23
24
E. 1 : 2
22
Fig. 7.- Jnjoras tú protfueei411 iNinmnin44a. 22: Lay LXXll, 23: Lay LXXII, 21: Km, LXXIX.
y M-3 en el tipo ll. En todos los casos analizados se
puede establecer que el tiempo de cocción no ha sido
superior a los 900° C. Hay una mala oxidación de la
materia orgánica (corazón negro) en los tiestos, lo que
indica que la coccióo ha sido de corta duración.
El tamafio de las partkulas es fino y los tiestos presentan una abundante porosidad.
El análisis de láminas delgadas al microscopio petrográfico ha revelado que las muestras presentan unas
inclusiones minerales básicamente similares, destacando tan sólo la ausencia de hematites en las muestras
M-3 y M-4-. En todas las muestras están presentes el
cuarzo, la calcita, la mica y el feldespato, destacando
los tres primeros.
En cuanto a la posible zona de origen de estas producciones, desde un punto de vista t ipológico queda
patente su similitud con los contenedores cilíndricos de
grandes dimensiones de época tardo-romana y de origen africano, con los que pueden incluirse.
Sin embargo, y desde un punto de vista t~cnico,
resulta muy complejo precisar las zonas de producción
de estos tipos. Las ánforas aqu{ analizadas no presentan las típicas pastas norteafricanas, duras, de tipo ladrillo y de coloraciones rojo pórpura o anaranjadas
(«African red ware"), típicas de las producciones del
norte de Túnez (grupo ..carthage-Nabeul•), identificadas por D.S.P. Peacock (FULJIORDIPJ!ACOOK, 1984-: 6-28).
Sin embargo, las inclusiones minerales y la fábrica de
las ánforas parecen apuntar hacia un origen africano
{probablemente Túnez o proximidades).
PRODUCCIONES INDETERMINADAS
En este apartado presentamos dos tipos de ánforas
de reducidas dimensiones, tipos Keay LXXII y
LXXIX, de las cuales se desconoce La zona de origen.
Tipoa
-Keay LXXD. (Fjg. 7, 22-23)
Ánfora de pequeñas dimensiones, de cuello cilfndrico, cuerpo globular y asas unidas a la parte inferior
del cuello. El borde está moldurado y presenta un reborde pronunciado. Suelen presentar decoración incisa
en el cuello y en los hombros.
Es un tipo poco conocido, del que no hay evidencias concretas en cuanto a su origen y contenido. Así
649
[page-n-660]
l . OAROÍA vrL.LANUEVA Y M . ROSSELLÓ MESQ.UIDA
1
~
1
2S
E. 1: 2
Fit. 8. - 25: &ay LXXIX B.
mismo, los elementos que disponemos para su datación
son escasos. 'Thn a6lo un ejemplo aparecido en Cartago,
en un contexto del 500 d.C. (FuuoRDIPBACocK, 198+:
221, fig. 109) y otros ejemplos en Cataluña, en la Torre
de la Audiencia que proporciona un límite cronológico
superior de mediados a finales del siglo VI (Ku.v,
198+: 374).
El yacimiento de Punta de l'llia ha proporcionado
ocho bordea y dos fragme~tos de cuerpo con asas, decorados con bandas de líneas incisas en la zona de
arranque de las asas y a la altura en que éstas se unen
al hombro. Presentan putaa homog&leas todas ellas,
duras, de coloración anaranjada, con inclusiones de
cal, mica plateada y cuarzo transparente. La superficie
externa presenta en casi todos los fragmentos un ligero
recubrimiento blanquecino.
650
-Keay LXXIX/ Vegas 42. (Fig. 7, 24-; Fig. 8 y Fig.
9, 26)
Keay distingue dos variantes según lleven una o
dos asas, variante A y B re4pectivamente.
Son recipientes de reducidas dimensiones, de cueUo cilíndrico alto, cuerpo globular con hombros ligeramente carenados, base convexa o con pie en anillo y
asas de sección elíptica. Suelen presentar decoración
peinada en el cuello y zona de los hombros.
No hay evidencias ni para su origen ni para su
contenido. Respecto a su fechación los datos son tambiút escasos, aunque parecen tener un Umite cronol6gico inferior de la segunda mitad del siglo V, perdurando hasta rwales del siglo VI o principios del VII.
En Punta de l'llia aparece un fragmento de borde,
imposible de adscribir a alguna de las variantes de
Keay, ya que no sabemos el nómero de asas que podría
Uevar. Presenta decoración peinada en dos bandas en
el cuello. Por otra parte, hay dos grandes fragmentos
[page-n-661]
LAS ÁNFORAS TARDORROMANAS
27
28
E .1 : 2
2
Fig. 9. - Áwforos
fÚ
e ..
produeeiótt WúltrmÍMlio y tipos sudlúspáAieos. 26: &ay LXXIX B, 27: Ku.y XIll, 28: Kuy XIX.
de cuello y cuerpo de la variante 8. Uno de ellos presenta decoración a base de bandas de Uneas incisas paralelas y Hneas onduladas en cueUo y hombros; el otro fragmento presenta decoración impresa a modo de pétalos en
el cuello, y en los hombros, de líneas incisas paralelas separando dos bandas con decoración de pétalos.
Los tres ejemplares tienen pastas de las mismas
características, son duras de color rosado o anaranjado
claro con inclusiones de cal, mica y cuarzo. En la superficie externa presentan restos de recubrimiento de
coloración blanquecina.
LAS PRODUCCIONES HISPÁNICAS
Las producciones hispánicas en el yacimiento de
Punta de l'llia de Cullera ettán representados por un
ejemplar de ánfora tipo .Keay xm y otro del tipo Keay
XIX, ambos de la B~úca.
Como vemos, su presencia es muy minoritaria con
respecto a las otras dos grandes áreas de producción,
Africa y el Mediterráneo oriental.
Morfológicamente presentan un cuerpo ovoide, en
el caso de tipo Keay XIII, y un cuerpo piriforme e.n
el tipo Keay XIX.
Fueron tradicionalmente empleados para la exportación de los excedentes de aceite ~tico (Keay
XIII) y salazones (Keay XJX).
Tipos
-!Wy Xlll/DresseJ 23. (Fig. 9, 27)
Keay establece cinco variantes para este tipo atendiendo a las caracter{sticas de los bordes y a las pastas.
Son ánforas de cuello corto, cuerpo ovoide sin pivote diferenciado, aau de sección circular u oval unidas al cueUo bajo el borde que es de sección triangular.
Su origen se sitúa en el sur de la Península Ibérica, concretamente en la zona del valle del Guadalquivir y su contenido ser{a el aceite ~tico.
La cronología de esta producción se sitúa entre
pricipios del siglo IV y mediados del siglo V, atendiendo a las cronologías obtenidas en Vila-roma (Tw·A,
1989: 291). En la Schola Praeconum estos ejemplares
están datados en el ~30-HO d.C. (WRrrwouss n ALD,
1982: 76, fig. 12).
En Punta de I'Illa tan sólo se cuenta con un fragmento de borde de la variante C. Esta variante se ca651
[page-n-662]
l . GARCÍA VILLANUBVA Y M . ROSSBLLÓ MESQUIDA
racteriza por presentar una acanaladura en la parte intema del borde, por tener el cuello prácticamente inexistente y asas de sección circular. Su pasta es la tfpica
de estas producciones, con una tonalidad beige blanquecina, con cuarzo, mica plateada y partículas férricas de color negro. En superficie presenta restos de engobe beige-amarillento.
-Ktay XIX/Almagro 51 .A.-BI&/Jrán 52. (Fig. 9, 28)
Son ánforas de cuerpo piriforme y fondo apuntado
que acaba en un pivote cilln.drico y macizo. Las asas
son de sección ovoide, aplicadas al cuello, el borde es
en forma de ..s,. invertida.
Keay estable~ tres variantes, la A, de boca estrecha; la B, de boca ancha y la C, que presenta caracteñsticas morfológicas diferenciadas en el borde.
Atendiendo a sus características morfológicas y
técnicas se le puede atribuir un origen sud-hispánico,
puesto que tiene pasta similar a la variante e del tipo
XIII de Keay.
En cuanto al contenido no hay muchas evidencias,
aunque en e) vertedero de Vila·roma apareció un ejem·
plar con recubrimiento interior alquitranoso, sustancia
ya detectada en ánforas de Marsella (Tw•A, 1989:
294), lo que invalida el transporte de aceite, al menos
para estos ejemplares.
La cronología que proporcionan los yacimientos
catalanes estudiados por Keay, as{ como el vertedero de
Vila-roma, vienen a dar unas fechas amplias, de los siglos IV al V.
En Roma se hallan presentes en la Schola Praeco·
num, dat.ados en el 430-440 (WHITBHOUSB ETALU, 1982:
fig. 166) y en Cartago en contextos de después del año
500 d.C., aunque estos últimos deben considerarse
como residuales.
En Punta de l'llla apareció un único fragmento
perteneciente a la variante A . Presenta la pasta dura,
de coloración beige, con inclusiones de cuarzo transparente. cuarcita, partfculas negras y puntos de cal
LAS PRODUCCIONES ORIENTALES
Están presentes los tipos más comunes de recipientes de transporte de la Antigüedad tardía produci·
dos en el Mediterráneo oriental, aunque con unos valores minoritarios respecto a las ánforas de procedencia
africana. Se han podido identificar cuatro diferentes tipos de ánforas de pr~dencia oriental producidu en
dos principales áreas geográficas: zonas del Mar Negro
y Egeo septentrional (tipo LXV) y área sirio-palestina
(tipos Ull, LIV y LXVI).
Estas ánforas se caracterizan por un cuerpo generalmente ovoide o globular, con la base sin diferenciar
652
y por presentar unas superficies acanaladas o con es·
trías, muy caracteñstico de estas producciones.
Tipo•
-Keay Llll/BriJish Biill.Ak &mara Dm/JMrll JIKIJ.Z'fNJMD
Xllll&orpll1l vm .8/&llrán 82/Yassi .Ada 1. (Fig. 10,
29-30)
Ánfora de cuerpo ovoide, cuello cilíndrico, borde
vertical o ligeramente exvasado, asas de secci6n circular provistas de una o dos acanaladuras más o menos
profundas que recorren la cara externa de las mismas
y que le dan un aspecto muy característico, fondo sin
diferenciar y superficie acanalada.
Keay (1984: 268-278) distingue cuatro variantes
en este tipo a partir de las diferencias que presentan
Los bordes. En Punta de l'llla de Cullera están representadas las dos primeras variantes, la A y la B, con
un borde respectivamente.
La pasta tiene una coloración entro beigeanaranjada y marrón anaranjada, presentando inclu·
siones de pequeño tamaño destacando los puntos negros de naturaleza ferro-magnésica, puntos de cal y
cristales opacos de cuarzo.
Es frecuente en este tipo la presencia de tituli piai
en la zona del cuello o de los hombros, realizados con
pigmento rojo y en caracteres cursivos griegos, haciendo referencia a la capacidad, anotaciones comerciales
(LANc, 1976: PI. H, 1 14) y f6rmulas religiosas (Pe.NSA·
aBNa, 1981: 189-213). Estas ánforas nunca van estampilladas ni suelen llevar grafitos, sin embargo uno de los
ejemplares que aquí presentamos (variante A), lleva un
grafito en la ZOJla baja del cuello realizado después de
la cocción de la pieza y donde aparecen incisas las letras F P.
La zona de origen de estas ánforas parece que se
centra en la región de Antioqufa (Rn.n, 1981: 120,
fig. 14), pues a ello apuntan tanto lu evidencias históricas como los análisis petrológicos.
En cuanto al contenido de estos recipientes, Keay
(1984: 271) apunta la posibilidad de que transportaran
aceite basándose en el área de origen, principalmente
dedicada a la producción de vino y aceite durante los
siglos IV-VI d.C. en un momento de gran prosperidad
agrícola (R.n.lrt, 1981: 120), aunque el hecho de que en
un ejemplar de la Torre de la Audiencia de Tarragona
apareciera recubierto interiormente con resina hace
pensar que pudieran transportar alg6n otro producto
{K.EAY, 1984: 271). De e11ta última opini6n participa
Bonifay (1987: 300-301) que tambi~o hace mención de
la materia resinosa que recubre el interior de los ejemplares aparecidos en La Bourse, Marsella.
Por lo que se refiere a la cronología, la exportación
de este tipo hacia el Mediterráneo occidental se inicia
[page-n-663]
LAS ÁNFORAS TARDORROMANAS
a principios del siglo V. Keay (1984: 271-278) propone
una cronología de finales del siglo V para la llegada de
estas ánforas a la Penfnsula Ibérica basándose en su
ausencia en el Cementerio Paleocristiano de Tarrago·
na, datado entre el siglo IV y mediados del siglo V y
su presencia en el Claustro de la Catedral de Tarragona, en un contexto de finales del siglo V. Sin embargo,
hay que tener presente la diferente naturaleza de los
distintos yacimientos, ya que en las necrópolis se produce una discriminación a favor de los envases de mayor tamaño, más acordes para el fm destinado.
Las más recientes evidencias cronológicas para
este tipo de ánforas, vienen proporcionadas por los da·
tos obtenidos en el vertedero de Vila-roma, en el Foro
Provincial de 'Thrragona, cuyo material ha sido datado
por los autores entre Jos años 4-40-450 (Tw•A, 1989:
280-284).
-Keay LIVIA.lmagro 51/Kuzmanov XIV/Scorpan
XIV!Btltrán 54/Late Reman amphora -1/Caesarto. 2.
(Fig. 10, 31-32) (Lám. III, 1)
Ánfora de perftl elíptico, sin cuello, borde reentrante poco marcado, asas pequeñas y redondeadas de
sección oval o elfptica, superfice acanalada y fondo no
diferenciado, redondeado o cónico. Uno de los aspectos
más característicos de estas ánforas es el tratamiento
que presentan, realizado mediante pegotes de arcilla
alisados burdamente con los dedos y dispuestos alrededor del borde, dándoles una apariencia tosca y descuidada. Keay (1984: 278-279) subdivide el tipo en seis variantes, de las cuales están representadas en Punta de
l'llia de Cullera la variante B, con un fragmento de
borde, y un ejemplar completo de la variante D.
La pasta presenta un tono entre marrón-ocre y
marrón-rojizo, distinguiéndose inclusiones minerales
de cuarzo, puntos de cal, mica, feldespato y fin.as partfculas negras indeterminadas.
El origen de este tipo se ha situado en Palestina,
concretamente en la región de Gaza, a partir de los estudios pettológicos efectuados por Riley (1975: 27-31).
En cuanto al producto que comercializaba este
tipo de Wora, se ha sugerido el vino como lo más probable, tanto por las evidencias literarias como por el
hecho de que en muchos de los ejemplares hallados se
ha podido apreciar un recubrimiento interno a base de
brea {KEAY, 1984: 280). Los ejemplares hallados en
Punta de l'llia de Cullera presentan un recubrimiento
interno de color oscuro que asociamos con esta
práctica.
La llegada de estas ánforas al Mediterráneo occidental parece que se produce en un momento temprano, que estar{a situado alrededor de fmales del siglo IV, siendo común durante los siglos V y VI
(KaAY' 1984: 280-281).
-Keay LXV/British Bi/Agora M -272/Scorpan VII
iVKuzmafUJo XIX/Late Rornan amphora 2/Beltrán
71/77. (.Fig. 10, 33)
Este tipo de ánfora presenta un cuerpo globular y
superficie minuciosamente estriada, m uy caracterlstica; cuello en forma de cono invertido, borde pronun·
ciado, asas inclinadas de sección elfptica y base no diferenciada acabada en un pequeño resalte a modo de
botón.
La coloración de la pasta presenta un tono beigerosado y se aprecian abundantes puntos de cal, claramente visibles en la superficie de la pieza¡ mica, cuarzo
y pequeños puntos negros.
Aunque su origen no esta muy claro, tanto el área
de distribución (ScORPAN, 1977: 274-277) como los
análisis técnicos, permiten situar el origen en una zona
en tomo al Mar Negro. El origen orient.al de estas ánforas viene reforzado por la presencia de tiluli picti en
caracteres griegos que hacen referencia a la capacidad
del envase (TUDOR, 1968: 397).
Aunque estamos lejos todavía de poder determinar
con exactitud el tipo de producto envasado en estas ánforas, Jo más probable es que transportaran vino
(SCORPAN, 1977: 276).
Su exportación hacia el Mediterráneo occidental
parece que se inicia en el segundo cuarto del siglo V,
pues están presentes en el vertedero de Vila-roma
(TBD'A, 1989: 279), siendo su difusión bastante limitada. En Punta de l'llla de Cullera este tipo está representado por un solo ejemplar.
-Keay LXVI/Agora M .329-330/Kuzmanou Vll&orpan
VI/Caesareo. 1 B/Laú Roman amphora 5. (Fig. 10,
34-35) (Lám. ITI, 2)
Ánforas en forma de saco, sin cuello, con borde
vertical redondeado, no diferenciado. Ti.e ne dos pequeñas asas en forma de orejetas sobre los hombros, de
sección oval o elíptica, presentando acanaladuras finas
y bien marcadas en toda su superficie a partir de Jos
hombros.
La arcilla tiene una coloración entre rosada y anaranjada, con inclusiones de cuarzo, mica y calcita.
Parece que no hay dudas sobre el origen palestino
de este tipo, muy común en aquella zona, sugiriéndose
la posibilidad de los alrededores de Caesarea como lu·
gar concreto de producción de este envase (RJLEy,
1975: 26).
Porlo que se ref
rere al contenido de estos recipientes no contamos con ninguna evidencia segura, pero
muy probablemente transportaron vino o aceite, productos tfpicos de la zona sirio-palestina y tradicionalmente exportados hacia occidente durante la Antigüedad tardía.
653
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I . GARCÍA VILLANUEVA Y M. ROSSELLÓ MESQ.UIDA
30
.·
3 1
--.-l·
~-g
33
E .1 : 2
32
35
34
Fí¡. 10.- Árifqr41 tiJ M~ t1rintltú. 29: Kay Lm A, 30: &ay Lm B, 31: &4:J LIV B, 32: Klay LJV D, 33: lWy LXv,
34: K1i1.J LXVI, 35: Ku.y LXVI.
Laa recientes investigaciones parecen apuntar que
el inicio de la producci6n de estas ánforas puede establecerse a mediados del siglo V (Rluv, 1975: 55), alcanzando au máxima producci6n entre principios y finales del siglo VI (Ru.av, 1975: 60-61). La exportación
hacia occidente es tempr ana, apareciendo en uJl con·
texto de entre mediados y finales del siglo V CJl Cartago (R.n.:av, 1981: 90), estando presente durante todo el
siglo VI. En la Península lb6rica este tipo se ha docu65-l
mentado escasamente. No está presente en el vertedero
de Vila-roma, datado entre los años 440-450, aunque
ú aparece en contextos similares CJl RDma, Cartago y
Marsella (Tm·A, 1989: 289). El único ejemplar documentado por Keay (Ku.v, 198+: 356, fig. 166, 14) proviene de la Thrre de la Audiencia en Thrragona, con
una cronología de mediados a finales del siglo VI. En
Punta de l'llla de Cullera han aparecido d os ejemplares de este tipo de ánfora, uno de ellos bastante com-
[page-n-665]
LAS ÁNFORAS TA'RDORROMANAS
pleto, similar al publicado por Scorpan (ScouAN,
1977: 273, fig. 9.4), nallado en Hist.ria y con una cronología del s!glo VI.
CONCLUSIONES
El estudio de las ánforas no puede plantearse
del mismo modo que el estudio de las cerámicas 1inas, de cron.ología mucho más afinada. La datación
de las ánforu es mucho más amplia, por esta causa,
querer separar el estudio del material anfórico del
resto de las producciones cerámicas implica ofrecer
una visión pardal de las relaciones comerciales en
esta época.
Creemos que la importancia de las ánforas reside
principalmente en la información que nos proporciona
en cuanto al contenido y origen de los productos que
transportaron y uí poder ampliar el panorama de las
relaciones comerciales y económicas de Valencia durante la Antigüedad tard(a.
Desde un punto de vista cronológico las ánfora.s
de Punta de l'Illa de Cullera, consideradas en su conjunto, ofrecen una datación amplia que abarca del siglo IV al VI.
El conjunto más numeroso de ánforas son las de
origen africano, estando especialmente bien representados los contenedores cilfndricos de grandes dimensiones de época vándala (tipos Keay XXXV, XXXVI,
LXI y LXIl), asf como los tipos I, II y ID de Punta
de l'IDa, los cuales tendrían un mismo origen y similar
cronología. El hecho de que el tipo Keay LXll, considerado como el más característico de la producción de
época vándala, esté bien representado en Punta de
l'llia, nos hace pensar en que nos encontramos en un
momento avanzado de la segunda .mitad del siglo V o
principios del VI.
Hacia esta última fecha parece apuntar la presencia del tipo Keay LV, ánfora que no llega a la Península
hasta finales del siglo V o principios del VI, lo mismo
que la forma Keay XXXVI B. Por último, las ánforas
de origen indeterminado tipo Keay LXXII, vienen a
apoyar unas fecllas avanzadas, pues en todos los casos
documentados aparecen en contextos del siglo VI; y
además está bien representado en el yacimiento de
Punta de !'IDa de Cullera.
Las escasas ánforas de origen hispánico aparecidas, tipos Keay XIII y XIX, con un ejemplar de cada
tipo y consideradas como residuales, refuerzan la cronología propuesta, ya que en el caso del tipo
Keay XIX deja de producirse a fmales del siglo V.
Las producciones orientales son el segundo grupo
mejor representado en nuestro yacimiento y cronológicamente se centran en los siglos V y VI. Hay que destacar la prese.n cia del tipo Keay LXVI. originaria de
Palestina, de la que contamos con dos ejemplares, uno
de ellos completo, y cuyas únicas evidenciu cronológi·
cas para la Península vienen proporcionadas por el
ejemplar de la Torre de la Audiencia de Tarragona, datado entre mediados y finales del siglo VI.
Los productos transportados en las ánforas documentadu en Punta de l'Illa de Cullera son básicamente aceite y vino.
El aceite se importará principalmente del norte de
Africa (tipos Keay XXXV, XXXVI, LV, LXI y LXII)
aunque también está presente el aceite de Siria (tipo
Lill).
El vino, por lo que !lasta hoy conocemos, vendría
principalmente de Jos mercados orientales, Palestina
(tipos LIV y LXVI) y zona del Mar Negro (tipo
LXV).
De todo lo expuesto podemos concluir que nos encontramos ante un conjunto anfórico cuya datación, y
a falta del estudio de otros materiales, se establece en
torno al siglo VI avanzado. Que se evidencian contact.os comerciales muy activos con los centros productores del norte de Africa y Mediterráneo oriental, principalmente los primeros, que demuestran la continuidad
de las exportaciones de los excedentes agrícolas durante el establecimiento del reino vándalo en el norte de
Africa .
NOTAS
o Queremos dedicar este trabajo a la memoria de Don Enrique Pla, antiguo director del SlP de Valencia, a cuyo cargo cnuvieroll las campañas de excavación realizadas en Punt a de l'IUa de CuUera. En vida de D. Enrique y siendo director dd SJP, siempre
contamos con •u apoyo y con todo lipo de atenciones hacia C{)D no*<)tros en la realización de llUCStro utudio.
, L. a prim.eru noúcia.a de reata~ arqueológicos en Punta de
a
l'Dla de CuUcra se deben a Ma teu y Uopis (1949). La bibliogra!Ia
es escasa, v6ue Fletcber (1956), Pla (1957), Pla (1960), Pla (1972)
y Mateu y Uopi• (1972).
• Q¡..eremos agradecer muy especialmente a Don Joaquln
Butida y a Don Javier Serrano su desinteresada colaboración en
la realización de los anilisia pet.r ogr¡ficos y de difraec:ión de
rayos X.
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L LOBREGAT*
LAS CRUCES DE LA PUNTA DE L' ILLA (CULLERA)
En 1972 y de cara a un estudio que preparaba a
Ja sazón 1 solicit~ de D. Domingo Fletcher examinar
]as piezas de carácter litúrgico halladas en las excavaciones de la llleta de CuJlera 1, a lo que accedió de
muy buen grado. En esta nota pretendo enmarcar las
cruces en su contexto histórico-arqueológico, dado lo
infrecuente que es el hallazgo de piezas de este tipo.
NoriCIA DEL YACIMIENTO
Una prospección llevada a cabo en 1953 en la que
fuera llla de Cullera, lastimosamente arrasada por la
especulación de solares, dio pie a que en el verano de
1955 se llevara a cabo una primera campaña de excavaciones, subvencionada por la Bryan Poundation, con
sede en Alcúdia (Mallorca) que codirigieron el Prof.
Thrradell por parte de la fundación y D. Enrique Pla,
Subdirector del S.I.P. Los resultados de la excavación
fueron exitosos: en la Memoria del S.l.P. de 1946-1955
se señala que •habla dos grandes habitacione! rectangulares, encontrándose en ellas y en sus alrededores
restos de ánforas, lucernas, t~gulas, ampollas, una es• Mu1eu Arqueolbgic d'Ala.caot.
tatuflla de bronce,
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de bron&e, espátulas, monedas,
etc.~.
En 1957 se hizo una segunda campaña dirigida
por los Sres. Fletcher, Pla y Tarradell, en la que intervino como t~cnico de las excavaciones el conservador
del Museo de Alcoy D. V icente Pascual. Los resultados
fueron abundancia de cerámicas de ~poca avanzada de
la Baja Romanidad, varias cámaras, etc. En 1966 el Sr.
Pla Ballester excavó algunos de los recintos detectados
y se pudo alcanzar una datación del conjunto de cámaras entre fmales del siglo ru d.C. y comienzos del siglo v d.C. notbdoae tambi~n una reutilización de
época medieval avanzada. Vale la pena citar la coda
que el Sr. Pla Ballester puso a su informe de 1972: • Las
gestiones encaminadas a la salvación del grupo más
importante de construcciones, de alto interés por ser
únicas de esta ~poca en la costa valenciana, no dieron
resultado alguno y deapu& de ser derrufdas se ocupó
la zona en la que se levantaban y sus alrededores por
una gran explanada de cemento.•. Por mi parte he de
añadir que esta salvajada contra el patrimonio arqueológico nos ha privado de un conjunto muy singular deJ
que sólo nos quedan unos planos y los diarios de excavaciones, as{ 'como los materiales hallados. La fc.chación fue ayudada por la aparición de un conjunto de
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[page-n-674]
B.A. LLOBREGAT
monedas que catalogó y estudió el Dr. F. Mateu y
LLopis'. El mismo autor, en otro trabajo•, además de
defender que la actual Cullera es la heredera de la Suero de las Fuentes, señala que la IDa fue unida a la tierra firme en el siglo xvm mediante un dique que levantó el Marqués de la Romana. En mi opinión habría
que reservar el topónimo Suero para la ciudad romana
de Alzira que recientemente ha comenzado a mostrar
en algunas excavaciones restos cerámicos de época imperial, en tanto que conviene a Cullera el topónimo de
época romana, Portum Sru;rone, tan importante que desde el Bajo Imperio basta bien entrada la Edad Media
fue uno de los principales fondeaderos de la costa valenciana.
LAS CRUCES
En la excavación de 1956, se dio el nombre de
Zona I a un edificio rectangular con unas dime.r uiones
en tomo a 14,75 m. de longitud por 8,30 m. de anchura, acumulando medidas parciales por lo que cabe que
haya algún pequeño error de medición. El edificio está
orientado en sentido norte-rur por loa lados conos y
tiene dos cbnaras en el mismo sentido separadas por
un tabique central en el que no hay ningún paso. La
cbnara este muestra en el ingulo S.E. una rotura, posible puerta. La cámara oeste tiene en su zona norte
una alcoba rectangular de 2,25 m. de longitud por
2,35 m. de anchura (medidos en el interior). Esta alcoba tampoco muestra ningún acceso, aunque en uno y
otro caso hay que señalar que los muros perimetrales
se encontraron muy arrasados mientras que el muro
divisorio central conservaba mayor altura. En la cbnara oeste, junto a la pared oeste, se hallaron las dos cruces de que se hará mérito y un lámpara romana de barro fechable en el siglo 1v d.C. Más al norte y en el
centro de la cámara se halló parte de una estatuilla romana de bronce. La mezcolanza de objetos invita a suponer que el yacimiento fue removido ya en ~poca antigua, e incluso con posterioridad. En otro lugar be
supuesto que en la IDa de C ullera pudo haber una comunidad monástica, en base a la presencia de estas
cruces~ ya que los textos de época permiten suponerlo, y tenemos ejemplos de comunidades monásticas en
islas cercanas a la costa.
De las dos cruces hay en primer lugar una cruz
griega -de brazos de igual dimensión-, ancorada en
los extremos, con una perforación de la extremidad de
cada uno de ellos (lám. 1). La forman dos planchas de
bronce de un milf.metro de grosor, superpuestas y unidas por un remache en el centro del cruce. Se conver·
van tres brazos completos y al restante le falta el remate y está doblado. De los brazos completos hay uno
suelto que encaja en el área del remache. Las dimensiones máximas, en el momento que estaba completa
664
son 22,5 cm. por 22,5 cm. La presencia de las perforaciones en los extremos de los brazos permite fácilmente
reconstruir su aspecto prístino: una anilla la sujetaría
al baldaquino sobre el altar, y una anilla colgaría del
brazo inferior, mientras que en los laterales habría colgadas un alfo y una omega, de plancha metálica recortada, según un esquema que llega hasta la Alta Edad
Media.
Recientemente han sido limpiadas las dos piezas,
con el resultado de que la cruz griega presenta una decoración troquelada en los cuatro brazos (lám. I). El
troquel es una pequeña crucecita y el motivo decorativo es el árbol de la vida, que se representa por una línea horizontal de la que nace en el centro una vertical.
A medio espacio nacen hacia los lados dos ramas oblícuas, motivo que se repite en la superior, en cuyo ápice
hay más crucecitas como remate. Aún siendo un motivo muy sencillo (lo más parecido al llamado •punto de
cruz,. de las labores de bordado) y bastante ingenuo,
resulta muy decorativo, dentro de la pobreza relativa
del material, una plancha de bronce, que en sus tiempos debió de brillar pulida, sin las concreciones verdosas de la oxidación.
La otra cruz corresponde a un esquema diferente
y le falta el conjunto inferior, ai mi hipótesis de que se
trata de un incensario ea válida (lám. II) . Se conserva
una crucecita, formada por dos planchas unidas por un
remache. Del agujero inferior nacen tres planchuelas
que rematan en ganchos de alambre. Falta la copa del
incensario. Todo el conjunto que se conserva está fabri cado con plancha de bronce de 1 mm. de espesor. Los
vást14gos que penden de la cruz miden 9 cm. de longitud, en su parte inferior tienen una perforación, y en
la superior se ha conformado un ojete circular por el
que pasan los restos de las cadenas de sustentación.
Los tres vástagos quedan colgando.
La cruz tiene una perforación en cada uno de los
brazos, de los que debieron colgar letras u otras simbologías, como se da en la cruz anter iormente descrita,
as( como la anilla que la uniría a la cadena para poder
utilizar el turíbulo. Su tipo es de cruz griega con un
ligero ensanchamiento en la parte externa de cada uno
de los brazos. Sus dimensiones son 4 cm. en ambos
brazos, vertical y horizontal.
PARALELOS Y DATACIÓN
La existencia de cruces metálicas durante las etapas bizantina y visigoda es conocida y la proliferación
en épocas tard(as, siglo vu fundamentalmente, y sus
epigonismos en el mundo prerrománico es sobradamente conocida. En esta etapa última de la Antigüedad
Tardía y en los albores del medievo la cruz se diseña
ya d efinitivamente en forma patada. Pero en tiempos
inmediatamente anteriores a la aparición del reino vi-
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LAS C RUCES DE LA PUNTA DE L'ILLA
sigodo de Toledo, las formaa de la cruces no estaban
tan uniformizadaa. Un primer criterio de análisis y datación de laa d.os piezas de que se hace mérito e.n este
estudio es precisamente el que su forma responde a
modelos anteriores a las cruces visigóticas, tomando
como ejemplo las que aparecen en los tesoros de Gua·
rrazar y de Torre Donjimeno, todas ellas de oro y en·
joyadas con cabujones, así como con pendientes que
cuelgan de los brazos y de la base'. Según se advierte
por un autor' la cruz oon crismón o con la letra rlw,
más arcaica y cercana al modelo de lábaro constantiniano, desaparece a fmales del siglo v, mientras que
en el siglo VI aparece un nuevo modelo, la cruz radial
de brazos sensiblemente iguales, de Jos que cuelgan las
letras ..4./pha y Omega, indicadoras del principio y del fin,
referido a jesucristo. De hecho se podía ver en esta
cruz de brazos iguales la letra griega khi inicial de
Klais/Qs. En el Museo lapidario de Narbona hay una
placa ornamental en relieve decorada con una c:rtU
como motivo principal. Por encima de la parte superior .
hay dos aves que picotean en una píxide. Sobre los bra·
zoa laterales hay dos rosetas, la cruz es de tipo patado
con dos bucles en las extremidades de todos loa brazos
y va decorada internamente con roelea en doble fila.
De loa brazos penden el aJpM. y la Omlga, de plancha
recortada. En la parte inferior hay dos personajes, uno
a la izquierda, cm pie lleva una palma en la mano derecha. Frente a 61 y sentado en un trono con los laterales
en forma de animales, hay un personaje que sostiene
la baae de la cruz, que está provista de un asidero verti·
caJ. Por encima de su cabeza y a su espalda hay rosetas
y otros elementos decorativos. Este modelo de cruz va
a ser el que dominará a lo largo del siglo VI a Jo que
parece por las muestras•. La lápida trilingüe de Tortosa tiene en su reverso un crismón compuesto por una
cruz de brazos ligeramente más altos en el brazo vertical con Jos extremos ampliamente ensanchados, inscrira dentro de un círculo, con las letras de rigor bajo el
brazo horizontal y además con una rhD en la parte alta
del brazo vertical, que responde a modelos más viejos,
a pesar de su fechación dentro del siglo vt. La cruz de
Iscar, en forma de crismón, tien.e dos anillos, que for·
man parte del cuerpo de la cruz, en los extremos del
brazo verti.cal. En el ápice superior hay una rilo en tan.·
to que en la parte inferior hay una cruceta por encima
del aro que remata por abajo la pieza. Es de bronce
fundido y lisa. Bajo el brazo horizontal aparecen las
consabidas alpha y omega. Más cercana a nuestras piezas
es la cruz de Burguillos (Badajoz)9 , que es de tipo
griego -brazos iguales- con un ensanchamiento gra·
dual en curva ligerísima hacia los extremos que se dibujan con una curva cóncava como remate. Va decorada en los tres brazos que le quedan por grupos de
cuatro clrculos en los que se ve un punto central rodeado por dos circunferencias. La parte central queda li·
bre y tiene una inscripción abreviada que puede desa-
rrollarse del siguiente modo en la lectura que da
BalceUs: +OFFSITEFANN/SECLISIE/SE CINI/·
ANISI [ +O.FFeret STEFANVS ECLISIE S(ancta)E
C(rucis) IN INANISII(s)J. En los ápices del brazo ver·
tical hay dos orificios por los que pasa una anilla en
cada extremo. En la parte inferior de las extremidades
del brazo horizontal, hay dos perforaciones, segura·
mente para colgar de ellas las letras de rigor. Esta cruz
tiene un sensible parecido con la cruz grande de Culle·
ra, y los brazos responden a un modelo de cruz ligera·
mente ancorada o en cola de golondrina.
Nos quedan por ver otros ejemplares relacionables
con el mundo anterior al pleno visigotismo del si·
glo vn. Una se emparenta con la de Iscar de Baena.
Apareció en Cehegín, donde estuvo la sede espiscopal
de Begastrum, y es de una pieza, fundida. Se considera
como seguro que se hall6 en el Cabezo de las Roenas,
donde se emplaza la situación de este obispado10• Tie·
ne incorporadas las letras rho, aJpha y (1fTI#g4 en sus Jugares ordinarios, mide 39,5 cm. el brazo vertical y
31,8 cm. el brazo horizontal. El ancho de los brazos es
de 3 cm. y el pie mide 5 cm. El grosor de la pieza ea
de 9 a 10 mm. En la parte superior tiene una argolla
de la que nace una cadena que remata a su vez en otra
argolla, y a mitad de la cadena hay una piéza circular,
calada en forma de cruz. la Dra. Muñoz, que la
public611 señala que •el tipo de cruz monogamitica,
sin duda de carácter latino, lo tenemos documentado
en occide~te desde finales del siglo rv y, sobre todo,
en el w. Supone que esta pieza puede situarse en el
siglo v1, como pieza de un taller hlspano·romano. Asimismo considera que puede pertenecer a una lámpara
más bien que ño a un incensario.
Más cercana, aunque creo que posterior en el
tiempo, es la cruz encontrada en la.s excavaciones de la
basílica de Fornells, o d'ls cap d'es Port, en Menorca11 •
Apareció junto a la tumba del ángulo N.E. de la cáma·
ra 5. Está formada por dos placas metálicas que forman los brazos unidas en el centro por un clavo. Los
brazos son de tipo patado: el brazo vertical mide
15 cm. y el horizontal 12 cm. lo que, en opinión del
autor del estudio la acerca más al tipo de cruz latina
que a la griega. En su parte superior hay una anilla,
resto de una cadena más larga. En la parte inferior hay
otro orificio semejante, y en la parte inferior del brazo
horizontal hay dos orificios, seguramente para colgar
de ellos las letras tantas veces mencionadas. La basílica
se fecha hacia el fmal del siglo VJ, y hay paralelos africanos que ayudan a pronunciarse por una fecha del siglo v1 más que del siglo v. El autor, a la vista de la
pieza, considera que se trata de un elemento de suspensión de un lampadario. La cruz va deco,rada por
clrculos conc6ntricos, como ya se ha visto en otros
ejemplares.
Más cercana a las cruces de Cullera es la encontrada en las excavaciones de la basílica de Bobalá (si&
665
[page-n-676]
E.A. LLOBREGAT
por Bovalar)". La descripción de los autores es del siguiente tenor: «la cruz está formada por una plancha
de bronce. Tiene los brazos ligeramente desiguales,
siendo más largos los verticales. También son más anchos del extremo y sus lados un poco arqueados, terminando con dos bolas (si&) o drculos con agujero central
los que corresponden a Jos brazos horizontales,.. Mide
26,9 cm. de altura y 23 cm. de longitud máxima. Los
brazos miden 2,5 cm. en la parte central de la cruz y
6,8 cm. en los extremos. La basílica tiene tres fases: la
primera en el paso del siglo tv al siglo v. La segunda
es en el siglo VI , con grandes reformas y los bronces
litúrgicos se datan en este mismo siglo. En la segunda
mitad del siglo vn se instala un. cimborrio o baldaquino sobre el baptisterio, y la destrucción del edificio es
en terno a la mitad del siglo Vlrr, quizá por una l'azzia
islámica.
Probablemente el mejor paralelo que encuentro
entre los posibles es una. cruz que se expone en el Museo Bizantino de Atenas, en una sala de la planta alta,
dedicada a los bronces, donde hay una cruz muy semejante a la de Oullera, aunque con los brazos ligeramente patados pero con los extremos de la cruz en forma,
muy liviana, de cola de golondrina apenas insinuada.
Mide alrededor de 15-17 cm. en las dos dimensiones,
es una cruz griega, y en la extremidad superior hay un
agujero para colgarla de una anilla y lleva el n. 0 79.
Por desgracia los tejuelos del museo no indicaban ninguna cronología, lo que no me impide aducirla aquf ya
que responde a los prototipos de las cruces que comentamos. Este tipo de cruz aparece con frecuencia en los
siglos v¡.yu en Hispania y se puede ciertamente sospechar que las cruces patadas o ancoradas ( - cola de golondrina) respondan a prototil>os trafdos a la península
por los bizantinos, así como la influencia de los Patres
Emn'Íimstt1• entre los que se cuentan algunos obispos
de nación helénica. .En lo que se refiere al episcopologio arranca en el 252, con el obispo Marcial y acaba
el 790 con el obispo Ariulfo, contemporáneo de Eulogio de Córdobau .
Esta influencia no sería extraña y un ligero rastreo
de material de algunos museos del mundo oriental
europeo y de Grecia ayuda sensiblemente. Dalton da
una serie de muestras" tanto en metal como en relieve. En esta última técnica tenemos un capitel del siglo v d.C. en la basnica de San Apolinar in clam, con
una cruz griega con brazos ligeramente patados. Otro
ejemplar, del siglo VI, centrando una láurea, procede
de Ravenna y hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional de París: los brazos son algo más anchos en la extremidad que en el ejemplo anterior, más antiguo. Del
siglo VI tenemos la cruz ligeramente patada con los
remates de los brazos cóncavos, y decorada con esmaltes, atribufda al papa Sergio (687-701), o la cruz de
Justino 11, con las mismas características, que se conserva en Roma. Por otra parte en las colecciones del
666
Museo del Ermitage encontramos piezas que vienen al
pelo como garantes de las dataciones que he
propuesto17 • Un sepulcro del tipo cuppa tiene en las
dos caras cortas ·y en eJ centro de los lados largos, sendas cruces patadas y con el remate de los braz.os en ligera cola de golondrina, y está fechada la pieza en el
entorno del 550 d.C. Hay una patena del siglo vi, de
18 cm. de diámetro, con una cruz flanqueada por dos
ángeles, del mismo diseño, con discos en los extremos
de los brazos, un disco en cada ángulo, y repujada con
dise.ños de cabujones, acabada en la base por un orbe.
En fm, un collar, fechado e.n el siglo VI , lleva como
colgantes tres pmámtifr con cruces semejantes a las que
vengo analizando.
En épocas posteriores las cruces patadas serán legión, baste con examinar las de los tesoros de Guarrazar y Thrredonjimeno, ya mencionadas. En épocas
avanzadas se encuentran cruces lisas, en Córdoba o
Barcelona, sin inscripción, recortadas directamente de
una plancha metálica, como las que aparecieron en ViUafáfua (Zamora) •de fina chapa recortada, que debieron de ir cosidas al vestido para conseguir la salud de
sus propietarios»se.
A rafz de la publicación de un incensario, procedente al parecer de la provincia de Almeda19, se planteó el uso de estas cruces ya que en la larga cadena de
que colgaba eJ turíbulo habla una cruz patada con los
brazos verticales muchó más largos que los transversales. El profesor de Palol ya había puesto de relieve la
influencia de paralelos africanos, sobre todo de la basíJica de la Sakhira en Túnez, y tam.bi6n de la rica basílica de Sbeitla, que se fechan en el siglo vt mejor que
en el v, siendo el incensario del tipo Lladó20 datable
en el siglo VI incluso en época tardfa. Ahora con la
aparición del turíbulo al que se aludía en el artículo
de Almagro-Gorbea, parece que se resolvían las dudas
como lo pone de manifiesto el estudio de Ana M .•
Muñoz. Oreo que n~o hay que echar tanto las campanas
al vuelo. Los paralelos africanos que propone el Prof.
Palo! son sólidos y no hace excesiva falta buscar en del
mundo copto -bastante alejado de lo peninsularsino más bien acudir a dos vías más sencillas, la norteafricana y la de Grecia y Constantinopla, en las que
se movieron con facilidad algunos eclesiásticos hispánicos de alto rango, bien por deseo de conocimiento del
mundo oriental bizantino, bien obligados por la necesidad de huir de las persecuciones que hizo Leovigildo
y otros reyes antes de la palinodia de Recaredo en el
sínodo m de Toledo. Valga como ejemplo Juan de Bíclaro, que se educó en Constantinopla en la erudición
grecolatina y alH permaneció durante diecisiete años,
y al retornar a Hispania fue perseguido por Leovigildo
y padeció sus iru durante diez años. Al fin fundó el
monasterio de Bfclaro, y posteriormente fue elevado a
la dignidad episcopal en 590 o 591, a los cincuenta y
un años de edad. Pastoreó la grey gerundense basta el
[page-n-677]
LAS C RUCES DB LA PUNTA DE L'ILLA
614 en que firma las actas del concilio de Égara, y ya
no hay otras noticias posteriores de él21 •
De otra parte, y aun reconociendo que las atribuciones de colocación de los diferentes elementos de un
turíbulo puedan responder al esquema que figura en
la lámina 1 del estudio de Almagro-Gorbea, también
resulta un tanto dificil de aceptar la gran longitud de
La cadena que habría de colgar de alguna altura ya que
de otro modo difTcilmente podr(a cumplir su función.
Dado el conservadurismo de las confesiones cristianas
orientales, bien sean greco-ortodoxos, armenios, coptos, etíopes, sirios, etc. siempre los he visto utilizar incensarios cortos, que se manejan con una sola mano y
por cierto con mucha habilidad. No recuerdo en ninguna de las celebraciones a que pude asistir en Palestina, Siria, Jordania y Egipto incensarios colgados del
techo, lo que de haberse dado me habría llamado mucho la atención, y tal caso no se dio. Sin invalidar la
hipótesis del incensario colgado de una larga cadena,
lo que lo hace bastante dificil de manejar y hay peligro
de quemaduras, pienso que también es posible que las
cruces de la llia de Cullera, por lo menos, sirvieron en
un altar, la de forma griega y brazos en cola de golondrina muy contenida, en tanto que la pequeña cruz
que cuelga de tres vástagos hay que imaginarla colgante de algo, en principio circular, como puede ser una
de esas coronas que posteriormente proliferaron en el
siglo vn, o colgante de algún otro elemento que no
encuentro cual pudiera ser, salvo que la invirtamos y
entonces sería posible que rematase un incensario, que
son generalmente de pequeñas dimensiones y en el final de las varillas 11e engancha un alambre en cada una
de ellas, roto, pero que podría ser el enlace con el cuerpo del incensario. El agujero superior de la cruz daría,
mediante una argolla, paso a La cadena de la que quedaría pendiente el incensario, siendo imposible de determinar si la cruz era parte de ese conjunto o un elemento independiente, a lo que yo me inclino más por
las razones anteriormente expuestas. En cualquier caso
se puede postular que en la IDa de Cullera hubo una
instalación monásticau conmemorativa de la arribada
del cuerpo de San Vicente Mártir al litoral cullerense,
como se expresa en la Pas:ric del mártir y luego se amplifica en el Itrisup114.nott d e Prudencia. En Cullera hay
tradición vieja de ese episodio, anterior al siglo xvm,
pero, además, el epitafio del obispo Justiniano de Valencia indica que •noua templa construens, vetustate
re•taurans•, también añade cuirgines instituens, monacosque gubernans• y fmalmente indica que fortificó
una isla de la costa, en la que halló un manantial y sigue dli& (o sea en la isla) VU!U11tium gloriosum martyrtm
Cllristi, sat piD q~Um eoluit moderamine !Úllms, ltwlc deuotus morims rtliquiJ hn-ttlem». La basflica vicentina que construyera el obispojustiniano, que murió hacia la mitad del
siglo vt, ba sido hallada en la ciudad de Valencia y
responde a los modelos de ese momento, con el ábside
cuadrangular y la planta cruciforme, de cruz latina.
Poco a poco los fragmentos de una historia se van apoyando unos en otros, y aún nos quedan sorpresas por
descubrir.
En esa comunidad monástica, cuyas excavaciones
serán publicadas en su día por quien corresponda, se
puede defender que hubo un templo, seguramente dedicado al culto del santo mártir. Por lo que hace a la
fechación de estos elementos, ya se ha podido ver por
el análisis de las diferentes cruces analizadas, que la
cruz patada abunda mucho más en el siglo vn. En
cambio entre el siglo v, fuera de esta área, y el siglo v1 encontramos ejemplos más arcaicos como son
los que la isla de Cullera ha tributado, y que por tipologfa y por la cronologfa del episcopado de Justiniano de
Valencia hay que colocarlos en el comedio del siglo Vl,
sin que se pueda precisar más y sin que tengamos idea
de cuando se llevó a cabo la destrucción del cenobio
o capilla. La cronolog(a numismática de las monedas
halladas en el yacimiento y analizadas por el Prof. Mateu y Uopis encaja bastante bien: entre 506-507 se da
la batalla de Vosgladum en que Clodoveo derrota a los
visigodos que han de abandonar la Septimania. Entre
527 y 565 gobierna el emperador Justiniano. En la Isla
de Cullera hay dos pequeños bronces de este emperador de Oriente (acuñación de 533-34). Una moneda de
Geilamir, último rey vándalo, ha aparecido tambi~n,
de fecha entre 530 y 533. La siguiente moneda, cronológicamente, es ya del siglo vn, del reinado de Wamba. Todos los datos coinciden desde sus diferentes perspectivas, para encajar estu cruces dentro del siglo VI.
Confiemos en que algún dfa se estudien Las excavaciones en su totalidad, y asf se pueda llegar a conclusiones
más sólidas en el campo histórico, que encuadre.n aún
mejor lo que por ahora se puede decir. Que la sombra
del obispo J ustiniano de Valencia se cierna sobre esos
lugares y fomente un definitivo estudio del conjunto,
único y casi excepcional en todo el Pa(s Valenci.ano.
• • •
No quisiera dejar sin mención, acabado ya el estudio de las cruces del monasterio de la que fuera IDa de
Cullera, la razón de dedicar el estudio a la memoria.
para nú muy dulce y muy grata, de Enrique Pla Bailester, tercer Director del S.I.P. después de su tío, D. Isidro Ballester, y de D. Domingo Fletcher. Pronto acudí
al S.I.P. a instancias del Dr. D. Julio Martínez Santaolalla y de D. Antonio Ubieto. Me encontri con un lugar grato y apacible, donde el estudio se hacia inmensamente grato. Enrique Pla, entre exabruptos
cariñosos y excelentes lecciones - tenía una vocación
pedagógica poco común- me guió por los caminos de
la prehistoria y La arqueolog{a. El tiempo fue cimentando nuestra amistad y mutuo afecto, y su temprana
muerte aún me acongoja, porque s~ muy bien lo que
667
[page-n-678]
E.A. LLOBREGAT
su p6rdida representa para mí. En lugar de haber re·
dactado un estudio del mundo ibérico, e.n el que coinci·
d(amos, he preferido el análisis de estas piezas paleo·
cristiahas, que él excavó, Ugando así mi gusto por esta
etapa histórica con su obra arqueológica.
·
En la semana de Pascua de 1991.
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ScHLU~nt
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LAS CRUCES DE LA PUNTA DE L' ILLA
Lám. 1
669
[page-n-680]
E.A. L.LOBREGAT
Um. ll
670
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J.
F.
M ATEU B ELLÉS*
MORFOGÉNESIS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS:
LIMITACIONES DE UN DEBATE GEOARQ,UEOLÓGICO
ola tierra ~«te p~ssuperaba en fertilidad a todas las dem{s, de manera que entoncula región era capaz de alimentar
un gran ej~rcito, exento de trabajos agrícolas. Y he aquf un testimonio de su bondad: aquello que at1n se co~:~serva hoy d{a
ea sin igual por la variedad y la calidad de los frutos, y por la excelencia de los pastos para todo tipo de ganado. Pero c:ntoncea,
ademáa de calidad, produda frutos en enorme! cantidades. ¿Cómo creerlo y sobre qué vestigios? Separada (la región) del
.r esto del continente, anora se prolonga en el mar, como el extremo del mundo...
En el transcurso de los áltimos nueve mil años (tal ea el intervalo de tiempo que separa nuestros dfas de aquellos
tiempos), ha .habido numerosos y terribles diluvios. Durante este período tan largo y con estos accidentes, la tierra
que se erosionaba desde los lugares elevados no se depositaba como en otras partea (form.a ndo) potencias notables, sino
que acababa por desaparecer en el abismo.
Y uf como se puede observar en las pequeñas islas, nuestro pais se ha convertido, a diferencia de otros, en esqueleto
de un cuerpo descarnado por la enfermedad.
Pero en aquel tiempo, (el pais) at:ín intacto tenla como monrañu alw ondulaciones de tierra; lu llanuras, que
ahora se llaman campos de piedra, estaban cubiertaa por suelo gruo; en las montañas habfa extensos bosques de los
que ahora quedan (sólo) retazoa. Pues, entre estas montañas que ahora no pueden alimentar más que abejas, hace
poco aún había grandes árboles, útiles para montar las m46 vastas construcciones.
Habfa tambim muchos árboles cultivados, y la tierra daba a los ganados pastos.in.agot.ables. El agua fecundan te de Zeus
no corrfa en vano como ahora para ir a perderse de la tierra est~ril al mar; la tierra la almacenaba en reserva en aquellas
capas que la arcilla hada impermeables... Asf, en todas partes, corrfan generosos raudales de fuentes y nos. Y por todos estos
hechos, los santuarios que aún subsisten en honor de las antiguas fuentes, testimonian que el presente relato es verídico...,.
Platón, Criti.tu
1. INTRODUCCIÓN
El análisis de los paisajes de la regiól\ mediterrá-nea evidencia importantes cambios ambientales ocurridos durante los últimos milenios. Las sociedades bumanas, directa o indirectamente, han sido destacados
agentes de alteración del medio fisico y de Jos procesos
naturales. Las prácticas agrarias y La manipulación de
las plantas por parte de las primitivas sociedades agrícolas marcaron su impacto sobre los ecosistemas agrf·
colas al incidir sobre el equilibrio de la cubierta
vegetal-manto edáfico-escorrentía. Desde entonces, la
erosión acelerada del suelo ha sido un problema medioambiental -no inédito, pero sí crónico- que se ha
agravado con el uso de te·cnologías más contundentes.
En consecuencia, la región .mediterránea -de marcada estacionalidad de precipitaciones y radiación solar
ademá.s de gran variabilidad interanual de las lluviasofrece un marco idóneo para la interpretación de los
impactos humanos sobre los principales controles de la
erosión y de la morfogénesis histór ica. ocRepetir que las
antiguas tierras del mundo mediterráneo han estado
sometidas a una explotación milenaria no pasa de ser
•
Oniversitat de
Val~ncia.
una obviedad si no añadimos que su equilibrio es más
frágil por ser transicionales bioclimática y geomorfológicamcnte. Pero igualmente cabe recordar que en ninguna otra área mundial se ha luchado tanto -con éxito o sin éJ- contra Ja erosión» (RossBu.ó, 1987).
Parte de nuestros conocimientos sobre los mecanismos de erosión se fundamentan en la labor realizada por el Servicio de Conservación de Suelos de Estados Unidos, establecido en 1935, en el Piedemonte del
SE y en las Grandes Llanuras (Kta.Bv, 1980). El enfoque agronómico favoreció tanto el reconocimiento de
Jos procesos corno la experimentación y las recomendaciones sobre conservación. Desde 1960, el estudio de la
erosión se ha erigido en tema convergente para las
ciencias deJa tierra al ampliarse el enfoque inicial del
problema. Cada vez más, se evalúa la compleja ecología de 1a erosión (THoRNES, 1985), esto es, la interacción de los procesos geomorfológicos, hidrológicos y
biológicos y sus variaciones espacio-temporales. La
instrumentación y la modelización han afianzado una
línea de investigación que, en última instancia, evalóa
la cantidad y la calidad del suelo que se desplaza en
determinado espacio durante un tiempo especffico. No
obstante, el registro sincrónico-dinámico en parcelas
experimentales no conside.ra los cambios temporales
671
[page-n-682]
J .F. MATEU BBLÚS
m!s alU del per{odo de observación o infiere un actualiamo no demostrado.
O tra componente de nuestro conocimiento sobre
la erosión deriva de la geomorfología estratigrifica y
de la tradición geoarqueol6gica que contemplan el fenómeno con dimensiones temporales de 102 a 104
años. Se trata de una perspectiva basada en estimaciones volum~tricas de depósitos correlativos {D.1 PtonG.uJUEU, 1980), con especial atención a los fenómenos
causales de la variabilidad de los procesos ffsicos. En
este contexto, se habla de erosión acelerada del suelo
{BITI"ZU., 1974) como fenómeno cultural vinculado a la
deforestación y a la destrucción de loa horizontes edáficoa por el cultivo o por un abuso del pastoreo intensivo
e inseparablemente unido al cambio de los procesos hidrológicos (BUTZn, 1982). La geomorfología estratigráfica y la geoarqueología señalan que la erosión ha
podido ser en el pasado mú rápida o más frecuente
que en la actualidad de modo que los horizontes edáficos removidos - y ahora reconocibles en el fondo de
los valles, en loa Uanos litorales o en los lagos- encierran una valiosa información sobre la variabilidad de
la erosión del suelo durante los últimos milenios.
Durante d~cadaa, el análisis de la erosión en registros volum~tricos post fot;tum o en registros sincrónicodinámicos han sido campos cientfficos distantes y distintos. En efecto, los arqueólogos y geomorf6logos
-que conocían los tii/Jputs erosivos en los registros
sedimentarios- han dedicado grandes eafuerzos a inferir los inpuJs de la erosión mientras los ingenieros civiles y agr6nomos intentaban estimar los tii/Jputs a partir
de inpuJs experimentales. En consecuencia, ha habido
un notorio aislamiento y retraimiento cuando cada una
de ambas aproximaciones aporta un diagnóstico limitado {THORNI!S, 1987) dadas la amplia gama de •'n/Juls y
tii/Jpt¡ts concurrentes.
En este trabajo - homenaje al arqueólogo y amigo
E. Pla- tra~ de reconstruir el debate que sobre la
morfo~nesis histórica mediterránea se ha escrito desde el campo de la geoarqueologfa. Quienes han participado en ~1 han cubierto una página apasionante que
merece proseguirse atendiendo a la complejidad
espado-temporal de las respuestas erosivas y deposicionales en la región mediterránea•.
2.LOSINVESTIGADORES
En las últimas d~cadaa, la región mediterránea ha
sido esoenario de un apasionante conflicto científico
puesto que investigadores americanos, británicos o
franceses han tratado de sustanciar en ella hipótesis so• En cata c:olaborac:ión - de forma c:ontelen - apenu " citan
autorea c:apa.ilolea o invatipdorea extranjero• que han trabajado en
Blpaiia. En la actualidad e.toy rcaliu.ndo una puesta al d!a 10bre
esta cueati6n.
672
bre la estabilidad o inestabilidad ambiental durante los
tiempos históricos y aus causas. Han sido muchos los
protagonistu y abundantes los escenarios de un debate
geoarqueológico en el que han participado arqueólogos, geógrafos, geólogos, etc.
En un intento de sistematización, se distinguirán
tres etapas en la investigación reciente de la morfo~
nesis histórica mediterránea: la correspondiente a la
eclosión del ambientalismo cientffico, la d~cada de los
años sesenta, altamente fructffera, que centro los términos del debate y finalmente el tiempo de contraste
de hipótesis y búsqueda de nueva información en el
que nos encontramos.
2.1. LA ECLOSIÓN DEL
AMBIENTALISMO CIENTÍFICO
'Iras la n Guerra Mundial, el determinismo geográfico había entrado en aguda crisis, pero sus enunciados se manten{an en disciplinas afines y en libros de
texto. Las teoñas de Gordon Childe a propósito del nacimiento de la agricultura o las manidas hipótesis sobre caldas de imperios a causa del deterioro climático
ejemplifican dicha peraiatencia.
As{ Shaw (1981) ha rastreado la g~nesis del mito
popular y acad~ico del •granero de Roma>o aplicado
al norte de África y su desarticulación a causa de un
cambio clim!tico acaecido en el Magreb a fines del Imperio Romano (M uuREY, 1951). En efecto, en el siglo xrx, los arqueólogos e historiadores de las metr6polis europeas al estudiar el pasado romano de sus
colonias norafricanas elaboraron dos mitos etiológicos
sobre la destrucción de los logros romanos: la i.nvasión
de los bárbaros y el deterioro climático. Tales argumentos gozaron de gran predicamento y alimentaron algunas investigaciones referidas al cambio climático en la
región mediterránea. Sbaw demuestra que el supuesto
cambio climático surge de factores ajenos al análisis
científico (parcialidad colonial, errores historiográficos
sobre el Imperio Romano, ideas falsas sobre: la productividad agrícola, etc.). La crisis climática postromana,
concluye, debe ser revisada libre de estos prejuicios.
Parecidos mitos e hipótesis se esgrimían para la
crisis general del Imperio Romano, de los hititas o del
Valle del Indo. Dichos enfoques exigían una revisión
profunda paca la que se precisaba la colaboración interdisciplinar de historiadores, arqueólogos y eapeciaüatas en ciencias de la tierra provistos de t~cas adecuadas. Poco a poco comienzan a organizarse equipos
amplios, plurales y con recW'SOI suficientes en el contexto de los m~todos renovados del ambientalismo
cientffico.
El ambientaliamo científico - naciente en los años
cincuenta- se consolidó fuera del campo de la geogralla, entonces en aguda crisia de identidad. El ambien-
[page-n-683]
MORFOGÉNESIS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
talismo, entre otros aspectos, trataba de evaluar el impacto humano sobre el marco fisico. Por ello, el análisis
de las sociedades históricas constituía una excelente referencia para el desarrollo argumental de los enfoques
ambientalistas. La eclosión del ~ientalismo coincidía igualmente con una crisis de Ja arqueología que desembocaría en un replanteamiento de la disciplina deftoido como la •nueva arqueología•.
Durante la década de los años cincuenta, se realizaron prospecciones arqueológicas con carácter pluridisciplinar en diversos lugares del Próximo Oriente,
Egipto, Grecia e Italia. Simultáneamente se revitalizaban instituciones científicas americanas, británicas,
alemanas o francesas en las grandes ciudades mediterráneas (JJriJish &hool aJ &me, JJriJish &hool al A.Jhens,
Casa de Velázquez en Madrid, etc.). Dichos centros canalizarían el apoyo a los equipos de trabajo llegados de
las respectivas metrópolis y sus instalaciones se convertirían en auténticos foros pluridisciplinares capaces de
alentar discusiones e hipótesis muy novedosas.
La región mediterránea se convirtió en un paraíso
para los estudiosos del Cuaternario. A medida que las
investigaciones cuaternarias en el Reino Unido, Francia o Estados Unidos establecían cuadros medioambientales satisfactorios, los noveles investigadores norteamericanos o del noroeste de Europa eran enviados
al Mediterráneo para elaborar sus tesis doctorales y
ampüar y contrastar hipótesis. Desde fines de los años
cincuenta y durante la década de los años sesenta, el
Mediterráneo estuvo de moda en Cambridge, en Chicago o en París.
2.2. UNA DÉCADA FRUCTÍFERA
La década de los años sesenta constituye un período extremadamente fructífero para los enunciados básicos del debate de la moño~nesis histórica mediterránea. En Roma, el veterano geógrafo Ward-Perkins era
director de la Brilish &Mol al Rllme y por allí pasaron
en algúnmomentoJudson (1963 a y b), Vita-Finzi, Delana Smi.th, etc. Por Mallorca recalaban Fairbridge,
Butzer, Rohdenburg. Todavía existían restos coloniales
en el norte de África en los que investigaban VitaFinzi, Capot-Rey, Souville, Goodchild, etc. Grecia se
convertía en campo de trabajo para Loy, Paepe,
Wright, Harria, Vita-Finzi, Higgs, Fagg, Hutchinson
(1969). En Turquía, Erin9 y Eisma consolidaban su tra·
yectoria investigadora, mientras Butzer realizaba una
primera toma de contacto con Egipto. Por su parte
Flemming (1968) procedía a un reconocimiento de yacimientos arqueológicos costeros para establecer los
cambios eustáticos del nivel del Mediterráneo en los últimos 2.000 años. Todo este cuadro de autores pertenecfan a los claustros universitarios más prestigiosos del
momento.
Aún cuando podrían aportarse otros datos biográficos, sirvan éstos como reveladores de Ja entidad de los
investigadores citados. El geólogo Claudio Vita-Finzi,
de origen australiano, se había educado en Argentina
y Reino Unido. Su excelente formación cuatemarista
la adquirió en el St. John's College de Cambridge, alcanzando el grado de doctor en 1961 con sus tesis sobre
cambios geológicos recientes en Libia. Los años siguientes amplió estudios en otras áreas mediterráneas
Oordania, Italia, Argelia, Grecia) entrando en contacto con arqueólogos, palinólogos y geógrafos. En 1969
publicaba una obra básica ( Tht Meditmat11411. Va/Jeyl.
Geo/ogiaú Changes in Historiaú Times). El libro -ahora un
clásico- proponía una interpretación coherente de la
información hasta entonces disponible. Además de numerosos artículos, es autor de -Reunt &rth Ristory
(1973), Arrhaeo/ogi&al Siles in tl!eir Setting (1978), etc.
K.arl W. Butzer cursó sus estudios de licenciatura
en la Me Gill University de Montreal y presentó su tesis doctoral en la Universidad de Bonn dirigida por
Carl 'froll. Desde 1959 a 1966 trabajó en la Universidad de Wisconsin (USA) y luego en la de Chicago. Su
participación e.n. cuatro simposios de Burg-Wartenstein
organizados por la Wenner-Grm FoundaJionfor Amhropo/ogical Rest4Tch sena decisiva en la orientación de sus futuras investigaciones geoarqucológicas. Entre sus libros
pueden señalarse EMironmmt and .Arcluuo/ogy (1964 y
1971), Ge111'111Jrphology from tM .&rtll (1976) y ArclltutJ/ogy /JS
human eeology: melMd and 1/wry for 4 c()11J¿xtuaJ apprOQCh
(1982).
D e alguna manera, Vita-Finzi y Butzer representaron dos posturas argumentales a la hora de valorar
la moñogénesis histózica mediterránea. Como sucede
a menudo, otros autores agudizaron los términos del
debate.
Antes de finalizar esta presentación de los prindpales protagonistas de la década de los sesenta, parece
oportuno referirse a un elemento que explica el trasfondo de la polémica. Creo que los investigadores extramediterráneos durante la década de los sesenta no
siempre fueron capaces de acomodar la estrategia investigadora a una realidad científica diferente a la de
sus lugares de origen:
a) Mientras el clima en tiempos históricos era una
variable relativamente bien conocida en la Europa norocddental gracias al impulso de Lamb (J977) y otros
investigadores de Cambridge, en el Mediterráneo era
todav{a una incógnita. 'Irasladar laa tendencias, oscilaciones o fluctuaciones climáticas históricas reconocidas
en la Europa no.roccidental a la región mediterránea
era un inferencia arriesgada.
b) La moño~nesis pleiatocena e histórica en la
Europa noroccidental contaba con regUtros m.uy completos gracias a una prolongada tradición investigadora
en ambientes de turberas, morrenas, etc. No era el
caso en gran parte del Mediterráneo a comienzos de
673
[page-n-684]
j.F. MATEU BELÚS
la década de los sesenta.. Las investigaciones sobre la
morfogéne.sis histórica en la Europa noroccidental se
asentaba preferentemente en la malacofauna y la palinolog{a, mientras en la región mediterránea se optó
por secuencias aluviales. La precisión de ambos tipos
de registros no es comparable.
e) Durantes estos años, la Universidad de Cambridge singularmente y otras universidades angloamericanas suscitaron un debate sobre la morfogénesis histórica mediterránea que las honra por las energías y
por la renovación metodológica que aportaron al reconocimiento del entorno mediterráneo en tiempos históricos.
pretar la complejidad morfogenética de la región mediterránea en tiempos históricos.
3. LOS DATOS
A lo largo de estas décadas, investigadores individuales y grupos pluridisciplinares han aportado gran
cantidad de información sobre la morfogénesis mediterránea en los tiempos históricos que han sustentado interpretaciones contrapuestas. El enunciar todos Jos datos sería excesivamente prolijo y el repaso nunca sería
exhaustivo, por lo cual parece aconsejable un tratamiento selectivo de algunas de las cuestiones analizadas.
2.3. TIEMPO DE CONTRASTES
'Iras la síntesis de Vita-Finzi (1969), siguen dos
décadas de estudios monográficos que vienen a suscribir o cuestionar el modelo explicativo propuesto por el
autor del The MedilerTanean Val/4ys. Muchos de los autores citados en la década precedente siguen investigando
sobre la morfogénesis histórica mediterránea.
Al mismo tiempo proseguía la investigación desplegada por autores de procedencia y formación muy
diversas. Así algunos discípulos de Pierre Birot culminan, entrados los años setenta, sus tesis doctorales
sobre el sur de Italia (Neboit), Peloponeso (Dufaure)
o la Grecia occidental (Bousquet). Igualmente salen
a la luz las aportaciones de Van Zuidam (Valle del
Ebro), Van Andel (región de Argos), Eisma (costa
turca del Egeo ), Botema, Raphael. Brückner, Rohdenburg y Sabelberg. A Grecia llegan el arqueólogo
Bintli.ff, el geógrafo Davidson, el palinólogo 'fumer
o el geógrafo Wagstaff entre otros. En Italia sigue
la geógrafa Delano Smith y se incorpora el arqueólogo Potter.
Cabe des~acar el creciente protagonismo de los
equipos multidisciplinares. Sirva de ejemplo el proyecto de exploración de la Argólida iniciado a fines de los
setenta codirigido por Van Andel y Jameson, en el que
colaboran J acobsen, profesor de Est11dios Clásicos en
Indiana University, JoUy, de una empTesa americana
de investigación oceanográfica, Lianos, del Servicio
Arqueológico de Grecia y Pope, profesor del Departamento de Geología de la Standfor University.
A medida que transcurren los años setenta y
ochenta, las posiciones del debate aparecen cada vez
más decantadas. Mientras unos autores reconocen la
sincroneidad de los sucesos de inestabilidad en todos
los valles de la región mediterránea desencadenados
por factores climatogenéticos, otros advierten diferencia$ cronológicas en los aluvionamientos de los valles
de lo que infieren desencadenantes antropogenéticos.
Al mismo tiempo se va abriendo paso las dificultades
que encierra la rigidez de un modelo único para in ter-
674
3.1. PROGRADACIÓN HISTÓRICA DE
LOS DELTAS MEDITERRÁNEOS
El litoral mediterráneo es e.s pecialmente favorable
a la formación de deltas a causa de la carga s6üda de
los nos. Cabe recordar la carga media de algunos rfos
atlánticos en su desembocadura (0'07 Kg de sedimentos por m 3 en el Rhin) y de los mediterráneos (0'37 en
el Po, 0'41 en el Danubio, 0'77 en el Nilo) (BE'J'RE.
MONT, 1987: 18). También favorece el crecimiento de
los deltas la escasa carrera de marea en este mar interior, el frecuente hundimiento tectónico de golfos y bahías, etc.
Un delta se forma cuando los aportes continentales superan a los redistribuidos por las corrientes litorales. La progradaci6n de un delta evidencia un desequilibrio sedimentario favorable a la dinámica fluvial.
Muchos deltas mediterráneos han registrado un rápido
crecimiento de sus lóbulos durante los tiempos históricos, que ba sido interpretado como testimonio de la
morfogénesis acelerada en los dominios perimediterráoeos. En este sentido, hay una línea. argumental que relaciona ei crecimiento de los deltas con las deforestaciones y puesta en cultivo de superficies agrícolas, así
como con el sobrepastoreo, los incendios, etc. Se trata
de una interpretación coherente, aún cuando otros
autores advierten que «UD a de las pocas cosas que pueden decirse con convicción acerca de los cambios costeros postneolfticos es que la suerte de un tramo de costa
no significa una guía segura acerca de la suerte de otro
tramo» (DBLANO SMl'l'H, 1979: 338).
Sensu conJrario, la construcción de embalses y la regularización de los débitos ha reducido la carga sólida
en las desembocaduras de los nos y de ahí una tendencia general al retroceso de los deltas. A título de referencia, la carga sólida en suspensión cerca del Cairo
antes de la construcción de la presa de Assuan era de
57 M .0 /tlaño y aho.ra sólo es de 2'1. Igualmente, la
carga del Rhane era de 40 M. 0 /t/año en el siglo XLX y
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MORFOGÉNESlS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
ahora se cifra entre 4-5 M. 0 /t/año {Bl!TlmMONT, 1987:
21). La inestabilidad actual de los deltas por causa antr6pica queda demostrada, si bie.n parece simultánea
con un ligero ascenso del nivel del mar.
Dos temas básicos son debatidos a propósito de los
crecimientos históricos de los deltas mediterráneos:
i) Si la progradación deltaica fuera simultánea en
todos los deltas mediterráneos, ello sería un argumento
favorable a un desencadenante común en toda la región mediterránea. En este sentido se infiere una progradación climatogenética.
ii) Si cronológicamente la progradaci6n en los deltas mediterráneos no es coincidente cabe inferir la responsabilidad de combinaciones específicas de factores
en cada sistema fluvial. A menudo, las etapas de colonización humana de cada cuenca ofrecen una coherente interpretación de los hechos.
Aún cuando estos argumentos (dimatogenéticos,
antropogenéticos) serán los m ás usuales, el crecimiento
de los deltas mediterráneos en tiempos históricos exigida no olvidar otros factores concurrentes y no conocidos suficientemente.
i) Uno de los factores es el viento, por cuanto hay
una clara relación entre velocidad y dirección del viento con la dirección del oleaje y las corrientes. E.x isten
todavía pocos estudios sobre cambios históricos del régimen de los vientos en la región mediterránea.
ii) Otro factor es la posición relativa de tierra y
mar. Los trabajos de Fleming (1968) señalan la dificultad de establecer tal posición relativa y, sobre todo, la
escasa validez de extrapolaciones, incluso en tramos
costeros cercanos. Morner (1976) introduce mayor
complejidad en dicha cuestión al considerar los desplazamientos del geoide.
ili) Los deltas mediterráneos suelen coincidir con
sectores de inestabilidad tectónica. En cualquier caso,
conviene evaluar tanto la influencia de efectos tectónicos de larga duración como la sismicidad catastrófica.
La neotectónica mediterránea constituye uno de los
procesos situado en la base de la fragilidad de la región
mediterránea ( 8ouSQU!!T-PBc.Houx, 1977).
Aparte de estas consideraciones, la progradación
de los deltas mediterráneos en tieml'os históricos ha
' ido una refere.ncia obligada en los estudios de la morfogénesis histórica. Existen muchos estudios específicos. La documentación escrita y la arqueologfa han
evidenciado cómo antiguos puertos durante las cruzadas, o en tiempos romanos o de la Grecia clásica han
quedado retranqueados incluso varios kilómetros tierra
adentro. Sin ánimo de ser exhaustivo, se presentan algunas referencias y una muestra de los argumentos explicativos más repetidos.
El delta del Ebro sucede a una probable bahía de
época romana: el testimonio documental aboga por un
crecimiento moderado del delta hacia el siglo XJt y de
un crecimiento intenso a partir de los siglos XVI y XVIJ.
La tala de los bosques para la construcción de barcos,
los incendios forestales y los aprovechamientos agrícolas y ganaderos provocaron un retroceso considerable
de La vegetación en la cuenca de drenaje, la desprotección de los suelos y una mayor productividad sedimentaría con el resultado final de un gradual crecimiento
del delta, que se puede suponer empezó a dejarse sentir
en época árabe y se ha acelerado en los últimos cuatro
siglos.
Maldonado (1972) explica que la evolución y distribución de los sedimentos ha sido regida por tres lóbulos (septentrional, central y meridional). A la actividad de este último lóbulo, cuyo desarrollo duró desde
hace unos 4.000 años hasta el siglo xvt, se debe la formación de la primera generación de barras de arena
litorales que originaron la anexión a la llanura deltaica
de aguas someras, el último vestigio de las cuales serían las lagunas de la Encanyissada y de la Tancada.
El lóbulo central, iniciado en el siglo xvm, se desarrolló, en parte, simultáneamente con el septentrional
(principios de siglo xvn-fmales de siglo xvm), y originó unas barras septentrionales y meridionales. Estas
últimas, al anexionarse a la antigua línea de costa de
la llanura deltaica y formar barras alunadas, delimitaron las dos pa.rtes de la laguna de la isla de Buda, que
en gran parte han debido ser formadas por el distributario de la gola de TI-amuntana. La evolución reciente
de la llanura deltaica está regida por la apertura de un
nuevo cauce, a la altura de la isla de Buda y al norte
del anterior, durante una crecida en octubre de 1937.
Arredondo (1984) desde u:na perspectiva oceanográfica y a partir de la cartograffa histórica, establece
diversas etapas en la formación del delta. En una etapa
inicial, su crecimiento estaría controlado por la dinámica fluvial. El río depositaría los sedim.e ntos en dirección SSE y las olas se encargarían de redistribuirlos,
originando una especie de cono de deyección sumergido a escasa profundidad. Este proceso, junto al aumento de sedimentos y la eleva ción del nivel del mar, darla
lugar a la isla de los Alfaques -si no existía ya
anteriormente- . En la etapa siguiente se formaría una
barra que convertir(a esta isla en una península, y con
el abrigo que proporcionarla de cara al oleaje de com·
ponente S, el delta crecería más rápidamente hacia el
N sobre la plataforma formada en etapas anteriores. A
medida que se destruye la vegetación, aumenta l a de·
sestabilización de los suelos y la cuenca fluvial va per diendo su capacidad de retención de las aguas d.e lluvia, la erosión aumenta y las crecidas se hacen más
numerosas (aunque no parece que hayan adquirido
proporciones catastróficas hasta la época moderna).
Con motivo de las grandes avenidas, y al ser tan reducida la pendiente topográfica, podr!a haberse inundado la llanura delta.ica facilitando cambios de localización d e la desembocadura (difluencias). Una vez Jos
hemideltas llegaron a un cierto grado de desarrollo, el
675
[page-n-686]
J .F. MATEU BELLÉS
río volvió al cauce fluvial central (siglo XVUl) y el frente deltaico avanzó con mayor rapidez a partir de ese
momento. La isla de la de!embocadura (Buda) dio lugar a la formación de las golas de Migjorn y de 'D:amuntana, ya bien desarrolladas a fmales del siglo anteriormente citado. Las barras que formaban esta última
gola se adentraron progresivamente en el mar hasta
que, como consecuencia de la construcción de los embalses del último tramo del rfo hacia la mitad del siglo
actual, la aportación de sedimentos se interrumpió y
el delta en lugar de avanzar empezó a retroceder.
Franceac &teve y Jesús Massip (1982) han indicado diversos detalles sobre la evolución del delta. Según
Esteve, las arenas y limos aportados por la corriente
del rlo formaron estrechas fajas de arena (trahu«uibrs)
que pronto rodearon extensas lagunas (CIÚaÍJros), las
cuales, se convirtieron en terrenos pant.anosos. Estos
avances se producirlan en tiempos relativamente modernos. Así consta que en 1176 entre Amposta y Sant
Caries de la Rapita había una gran laguna. En 1344
se documenta una isla denominada lo Baladre, más
allá de Amposta. No muy lejos de alli se encontraba
el antiguo puerto de Tortosa, Port Fang6s, que fue cegado por un brazo del Ebro que en los documentos del
siglo XIV se denomina la boca de l'Alfac. En el siglo
siguiente, el viejo Port Fang6s fue sustituido por el
nuevo puerto de los Alfaques. Aparte de estas albuferas
aprovechadas como embarcaderos y puertos de refugio,
en el delta hab[a lagunas menores como ya consta en
la documentación del siglo xn. De estas numerosas lagunas que se fueron formando a lo largo de la costa,
quedan escasos vestigios; solamente el enanque de la
Encanyissada persiste en proporciones considerables,
aunque cada vez más reducidas. De las modificaciones
que ha sufrido el delta también queda un recuerdo en
muchos topónimos de lugares que antiguamente fueron pantanosos, como les Basses, Xiribecs, la Bassa
Fonda, IJEstany, y que hoy, ganados para la agricultura, son arrozales espléndidos. Otros como e1s Muntells
o Já MuntadeUa se aplican a monúculos y suaves ondulaciones que, antiguas dunas, s~ñalan las sucesivas lineas de costa.
Massip ha puesto de relieve la existencia, en el siglo xm, de tres puertos en la de!embocadura: el de
Mar (en la costa), el Grau (en Amposta) y el de la Riba
de Rec (en Tortosa). El conjunto de leyes que regulaban la vida y funcionamiento de esta compleja realidad
porturia, hace suponer que dichos puertos existfan con
anterioridad a la conquista cristiana (siglo xu) y .prueban que el crecimiento del delta se inició en períodos
anteriores.
Los textos que documentan el crecimiento del delta a partir del siglo XD son escasos, imprecisos y a menudo contradictorios. Así, si partimos del geógrafo árabe Edrisí, (1152), podemos situar el frente deltaico,
poco m.á s o menos, en (a isla de Gracia, con un curso
676
seguramente hacia la laguna de les Olles y, al menos,
otro hacia Port Fangós (aproximadamente donde hoy
está la laguna de la Platjola), que correría a lo largo
de la actual linea divisoria entre las comarcas del Baix
Ebre y el Montsia; la distancia de Tortosa al mar, la
establece Edrisi en unos 19 km. Otro geógrafo árabe,
Al-Himyari, la establecerá en Jos siglos XIV-xv en unos
28 km. Despwg, a mediados del siglo XVl no la cifra
en más de 25 km. El mencionado Port Fang6s se col matará y lo mismo sucederá con otros estanques del
frente deltaico, con lo que el delta crecerá hasta un
punto situado inmediatamente antes de La Cava en el
siglo xv, y un poco más abajo en el siglo siguiente, según Despuig. Pero sólo con la seguridad que propor·
cion6 ]a construcción, durante el siglo XVI, de numero!as torres de defensa a lo largo de la costa estas
tierras pudieron ser habitadas aunque seguramente no
fueron cultivadas, dado que posiblemente la sal y el
pescado eran las únicas riquezas susceptibles de ser explotadas (MAsan>, 1982).
El de~ta del Mejerda (PASJtoFP, 1987) constituye
otro buen ejemplo de crecimiento histórico en el Mediterráneo, cuya evolución se ha reconstruido con bastante precisión gracias a las abundantes fuentes escritas y a una rica documentación ar~ueológica. Con
una cuenca de drenaje de 23.700 Km y un r6gimen
hidrológico muy contrastado, el delta se instala en un
dominio sub$idente. La construcción deltaica se explica, ante todo, por la gran carga aluvial del rlo ahora
disminuida por diversos embalses. En un dominio topográfico accidentado, la existencia de fuertes pendientes favorece la denudación de laderas especialmente si predominan materiales poco resistentes y con
una cubierta vegetal muy degradada.. El delta se sitúa
al fondo del golfo de Túnez, coincidente con la antigua bahía de Utica, en una zona de abrigo del oleaje
del NW, NE y SE. La plataforma continental es alli
muy tendida.
La bahía de Utica se debi6 configurar al ftnal de
la transgresión flandriense (alrededor de 5.000-6.000
años), comenzando a actuar un activo aluvionamiento.
Cuando se funda la ciudad de Utica (1101 antes de
Cristo), ya se h.abía producido la colmataci6n de la
parte suroeste de la bahía. Durante el siglo m antes
de Cristo el cauce del Mejerda había avanzado hasta
una desembocadura situada al noroeste del emplazamiento actual de la Sebka Ariana. El 240 Amflcar lo
atravesó éon sus elefantes para conquistar un campo de
mercenari9s instalados en la orilla izquierda. Todavía
en el siglo n a. de Cristo la Sebka Ariana estaba
abierta al~ puesto que en 1+8-147, durante la tercera guerra púnica la utilizó la flota de Manilio -con
calados de más de dos metros-. El cierre debió ser tardfo, puew, ep .la Edad Media, los árabes la denominaron Bahi el'Azrag. La antigua isla, hoy conocida como
Galaat el Andless, donde se instalaron los Castra Cor-
[page-n-687]
MORPOGÉNESlS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
neliana -utilizados por Escipión el Africano- se unió
a tierra mediante un tómbola.
Mientras tanto hay importantes difluencias, con
una constante tendencia a desplazarse hacia el norte.
Tal cambio condujo a la inutilización del puente de
Utica (fechado en el siglo 11 después de Cristo) y amenazaba también Jos Castra Corneliana. Durante el siglo 1v después de Cristo, Jos aluviooamientos afectan
a los alrededores de Utica, rodeada de marjales y pantanos. La decadencia de la ciudad es patente en el siglo VI y su abandono se produce en el lÜglo vu.
Ningún documento conocido basta ahora permite
datar las divagaciones deltaicas del Mejerda en los tiempos medievales y modernos. Durante este largo período
continuó el relleno de la parte septentrional de la antigua bahía de Utica y la laguna de Ghar el Melh habría
desaparecido si, a fines del siglo xvm o comienzos del siglo XIX, el Mejerda no hubiera regresado hacia el sur
creando un nuevo canal funcional hasta la gran crecida
de 1973 en que de nuevo ha mudado su curso.
•El avance rápido del delta durante la Antigüedad
se relaciona sin duda con las amplías roturaciones efectuadas en el norte de Tánez en tiempo de los cartagineses y de los romanos, puesto que ai loa primeros fueron
los iniciadores, loa segundos fueron los propagadores
de la agricultura en el país. Se desencadenó una erosión de los suelos que incrementó la carga aluvial del
río y sus afluentes... Es lógico pensar que la progradación costera disminuyó durante la Edad Media. .. La situación permaneció así hasta finales del siglo XIX •••»
(PASXolll', .987: 371).
A principjos del siglo xx se construyen diques.
«Al mismo tiempo, el caudal sólido del Mejerda se incrementó en relación con una nueva ola erosiva de los
suelos desencadenada por la introducción de una agricultura de tipo europeo. ..... La llegada de mayor cantidad de limos hasta la desembocadura favoreció la aparición, en los años 30, de una flecha orientada hacia el
Suroeste de rápido crecimiento. En 1948, la flecha ya
superaba los dos kilómetros de longitud.
En marzo de 1973 el Mejerda mudó de cauce. En
la antigua desembocadura -ahora desprovista de
aportes- la flecha evolucionó rápidamente por la acción de la deriva y el oleaje y posiblemente tenn.inará
por delimitar una laguna. En la nueva desembocadura
ha comenzado a crec-.er un saliente de forma acelerada.
La entrada en funcionamiento del embalse de Sidi Salero en 1982 ha d isminuido la rapidez evolutiva de la
desembocadura (PASXOI'l', 1987).
Eisma (1978) en un modélico trabajo acerca de la
erosión y deposición en la costa este del Egeo se refiere
a la morfogénesis histórica en los valles principales de
la Thrquía occidental (coincidentes con los nombres
clásicos de Maiandros, Hermos, .Kaystros y Kaikos).
Los datos arqueológicos e históricos del K.aystros
(actualmente Kücük Meoderes) evidencian que entre
750 y 300 a. de Cristo, ]a progradación avanzó lentamente alrededor de un kilómetro; entre el 300-100 a.
de Cristo fue muy rápida (unos 5 km) para disminuir
en tiempos .romanos (en torno a 2 Km entre 100 a. de
Cristo y 200 d. de Cristo) y algo más a principios de
los «tiempos oscuros.. (alrededor de 1'5 Km entre 200
y 700 d. de Cristo). Desde entonces la costa ha permanecido estabilizada.
·
Los datos para el delta de Maindros (Büjük Menderes) son menos completos, pero sugieren una historia
similar. La ciudad de Priano fue fundada junto al mar
a comienzos de los tiempos clásicos, pero no se conoce
su localización exacta. La nueva ciudad de Priano -de
la que se conocen sus ruinas- fue fundada en el siglo rv antes de Cristo, con su puerto Naulochos, distante 5 Km. Al sur de la llanura, M yus fue un puerto
abierto unos 500 años antes de Cristo, la costa estaba
en Sarikemer, cerca de la antigua Pyrrha; 100 años después de Cristo el nivel del pavimento en las calles de
la parte baja de M.ileto debió ser cubierto por los aportes fluviales. Los datos arqueológicos sugieren que el
antiguo golfo de Latmia había sido cerrado defmitivamente en el siglo IV de nuestra e.r a y que durante el
siglo VI el irea alrededor de Mileto hab{a sido enterrada. El curso del antiguo Meandros fue funcional
hasta inicioa de la Edad Media en que fue sustituido
por el nuevo situado al sur. Una descripción griega de
1650 sitúa a Mileto a ocho milJas de la costa que es
aproximadamente la misma que en la actualidad. A
partir de estos datos, se deduce que el crecimiento del
delta fue muy acelerado en los tiempos clásicos y helenísticos hasta el año 100 de nuestra era y después más
lento. 'Iras la Edad Media, el crecimiento del delta se
ha restringido a la parte sur.
Menos información de Jos tiempos antiguos se dispone acerca de los deltas de Gediz y Bakir Cay. No obstante, la comparación de un mapa de 1887 con otro de
1944, demuestra que el delta de Gediz ha avanzado
unos 5 Km. Por su parte, el delta de Kaikos ha avanzado 5 Km desde el año 100 de nuestra era.
También Vita-Finzi (1972: 4-5) se refiere al crecimiento histórico de los deltas mediterráneos en un esquema que pretende combinar los movimientos eustáticos, la cronologfa de los rellenos en los valles
mediterráneos y los aportes de carga en suspensión al
mar Mediterráneo. Todo ello lo sintetiza en el siguiente
cuadro que señala las alternancias en los aportes fluviales al mar:
20.000-10.000 BP: escaso aporte de sedimentos.
10.000-5.000 BP: grandes aportes de sedimentos.
5.000-2.000 BP: se incumenta la proporción de
sedimentos retenidos en los deltas.
2.000-300 BP: escaso aporte de sedimentos, especialmente limos y arcillas.
300-0 BP: gran aporte de sedimentos, la mayor
parte de material queda atrapado en Jos deltas.
677
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J.F. MATEU BELLÉS
Otros muchos crecimientos deltaicos podrían aducirse, pero los ejemplos comentados pueden servir de
muestra. Obviamente las interpretaciones son dispares, pero antes de discutirlas será oportuno aducir
otros datos referidos a los aluvionamientos de los
valles.
3.2. ALUVIONAMIENTO DE LOS
VALLES
Vita-Finzi (1969) estableció que el último aluvionamiento de los valles mediterráneos estaba integrado
por dos formaciones: 0/Jer FiJJ (algunas veces también
denominada Red Btds) y el lWnger FiJJ (tambien conocida como Second Deposilion o Kutor~ FiJJ).
El 0/Jer FiJJ consiste en una amplia formación aluvial/coluvial, generalmente rojiza, integrada por limos,
arcillas y gravas poco clasificados. A ambas márgenes
de los rfos, forma una terraza bien definida, mientras
que en los llanos costeros cubre topogra!Tas más antiguas. Varias evidencias permiten deducir su forma de
deposición: las grandes masas de cantos angulosos sugieren la acción de la crioclastia y la escasa clasificación indica precipitaciones cortas e intensas. La coloración rojiza es un problema; si la textura de los
depósitos es un indicio de un perfodo cálido, la alta oxida. ión excluye las condiciones muy áridas. La colora•
c
ción del Okkr FiJJ puede proceder de la erosión de paleosuelos del último interglaciar. El aluvionamiento
coincidió con un nivel del mar más bajo que el actual
(glaciación Wünn) y contiene industrias m usterienses
y del Paleolftico superior. Vita-Finzi se indina por una
edad absoluta del 0/Jer FiJJ comprendida entre 50.000
y 10.000 BC.
El Younger FiJJ es una formación distinta por cuanto
está. reducida a las márgenes adyacentes de los dos y sólo
se amplfa en las inmediaciones de la costa. Tal restricción
se debe a su carácter aluvial y su textura se compone de
limos y gravas. El color más frecuente es el pardo o gris
y su potencia es reducida en comparación a la del 0/.der
FiJJ, a excepción de los llanos litorales. El Klunger FiiJ, depositado con un nivel del mar parecido al actual, está actualmente incidido por barrancos y ríos lo cual testifica
que el aluvionamiento finalizó en época reciente. La arqueología ofrece abundante material para la datación de
la terraza correspondiente al Xlunger FiJJ. Si inicialmente
expresa sus dudas acerca de la causa desencadenan te de
la deposición del Youngtr Fíll, fmalmente se inclina por un
cambio climático (Vm.-FINzt, 1973: 87) y en una cronología absoluta entre el 600 y el 1800 después de Cristo,
tal como sugieren los datos paleoclimáticos del norte de
Europa (LAMa, 1966) referidos a la pequeña Edad del
Hielo.
Diversas conclusiones se extraen del trabajo de
Vita-Finzi (1969):
678
a) Los valles mediterráneos han experimentado
cambios muy notables durante los tiempos geológicos
más recientes.
b) Tales cambios fueron en parte, y posiblemente
en todo, desencadenados por los cambios climáticos
asociados al ciclo glaciar-interglaciar-gla.ciar.
e) La influencia humana pudo tener alguna responsabilidad en el Younger FiJJ.
d) El 0/der FiJJ supone e.n los valles .mediterráneos
una amplia acumulación aprovechable para los cultivos; la erosión de esta formación es la principal fuente
de suministro del Younger FiJJ.
Vita-Finzi (1972, 1975) posteriormente caracterizó
ambas formaciones desde el punto de vista sedimento~
lógico: la comparación del tamaño de grano muestra
que el Younger FiJJ -procedente mayoritariamente de la
erosión del 0/ód FiJJ- está formado por tamaños de
panículas más fmas. Ello es asf porque los ríos han
transportado estas fracciones hacia las partes bajas de
la cuenca. Puesto que las parúculas más finas transpor~
tan también la coloración rojiza del 0/der FiJJ, la coloración marrón corresponde a condiciones reductoras y a
la disponibilidad local de materia orgánica.
Butzer (1964, 1971, 1975 y 1978) discrepa de la generalización de Vita-Finzi acerca del 0/Jer Fi/1. En efec~
to, Jas formaciones würmienses mediterráneas dificilmente pueden interpretarse con los esquemas propios
de la Europa noroccidental y registran ciclos y hemiciclos específicos.
No obstante, para no dispersar más la atención, a
partir de ahora los datos se referirán exclusivamente a
los aluvionamientos holocenos e históricos que, grosso
modo, corresponden a la formación Younger FiO descrita
por Vita-Finzi.
En 1962, se publica un trabajo del entonces director de la Brilish &hool qf Ar&ÑuoliJf:1 aJ !Wrn4, WardPerkins, referente la paisaje del sur de Etruria desde
la perspectiva de la geogra!Ta histórica. En él señala
considerables acumulaciones de aluviones recientes en
las márgenes fluviales 1as cuales son interpretadas
como testimonio de la intensa colonización de etruscos
y romanos.
El norteamericano Judson (1963) señala en el valle
siciliano de Comalunga, unos 60 Km aguas arriba de Catania, dos aluvionamientos históricos: el primero comenzó el siglo 'liil antes de Cristo fmalizando antes del 325
de nuestra era que se corresponde a la terraza 8-10 m, y
el segundo aluvionamiento 'es medieval y forma la terraza 4-5 m. Este segundo aluvionamiento histórico siciliano tiene su equivalente en el sur de Etruria, inmediatamente al norte de Roma, donde depósitos .fluviales de
3·8 m de potencia correspondientes al final del Imperio
o a la Edad Media han enterrado estructuras de habita~
ción romanas. Judson no llega a una conclusión excluyente acerca de las causas que provocaron los periodos
de aluvionamiento y de encajamiento .fluvial.
[page-n-689]
MORFOGtNBSIS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
4. LA CRONOLOGÍA DEL
ccYOUNGER FILL,,
Nadie discute la importancia de la morfogénesis
ocurrida en la región mediterránea en tiempos históricos. Las discrepancias surgen a propósito de la cronología de los sucesos de inestabilidad ambiental.
Vita-Finzi (1969: 103) argumenta sobre el carácter
aparentemente sincrónico y generalizado del Youngtr
Fill en la cuenca mediterránea. El argumento de VitaFinzi es impecable: si eJ YDUngtr FiJJ es general y sincr6·
nico en toda la cuenca mediterránea, la causa desencadenante ha de ser universal y sincrónica para toda la
región de lo cual deduce una variación climática. El
Younger Fiii no pudo ser desencadenado por el impacto
de la sociedad humana ya que la acción antrópica sobre el medio se inició antes del episodio del Yormger Fill
y ha proseguido después que fmaliz6 dicho episodio
{VtTA-FINzt, 1969: 105-llJ).
Vita·Finzi interpretó los registros aluviales como
indicativos que el ~er FiO fue sincrónico y que, en
general, la agradación comenzó en los ámbitos perimediterráneos hacia el 400 a. de Cristo y continuó hasta
el 1500, 1800 d. de Cristo o incluso más tarde (VrTAFtNZt, 1969: 101). En publicaciones posteriores, VitaFinzi (1973: 80-87) revisa en parte sus posiciones ya
que las dataciones de e lt sugieren que no todo el
YDUnget FiJJ tiene la misma cronologfa. El autor ajusta
los datos mostrando que podrían indicar como un desplazamiento progresivo de la circulación general hacia
el sur (1973: 87 y fig. 16 C)
Bintliff (1975, 1976, 1977, 1982) es el investigador
más próximo a la propuesta de Vita-Finzi. Aunque
Bintliff aftrma, directa o indirectamente, que sus pruebas dan soporte a la cronología de Vita-Finzi, no siempre sus escritos son interpretados de forma coincidente
(W¡;¡;;:ro.,.,, 1981). En efecto, las cerámicas conservadas
en una terraza aluvial cerca de Fychtia en Argolla
•pueden ser de principio o mitad de los tiempos helénicos• pero pueden proceder de un yacimiento premicénico (Bri'ITLIP1, 1977: 239). Un pequeño registro de sedimentos en una terraza junto a los lechos del valle de
Sulima en Mesina que engJoba cerámicas de dificil
diagnóstico sugieren su deposición •durante o despu~s
de mitad de la Edad de Bronce• (BrNTW't', 1977: 506).
Seg6n Wagstaff (1981), Bintli.ff no ofrece ninguna cronología para el aluvionamiento de los valles de MaguJa
y Dalanamara en Argolia aunque la ocupación se extiende desde el NeoHtioo basta el per1odo grecoromano (BrNTLrYF, 1977: 326). Los aluviones del bajo
Tirius contienen cerámicas arcaicas y clásicas, e incluso material prehistórico y sepultan tumbas de edad
geométrica y griega (Bm11.11'P, 1977).
En todos los casos citados y en otros más de cronología problemática, el argumento de Bintliff para datar
el YO&IIIget Fiii es la analogía con otros y la continua ape-
)ación a la hipótesis de la sincroneidad (WN:lSTAI?,
1981). Vita-Finzi y Bintliff postulan la sincronía del
Younger Fi/1 en toda la cuenca mediterránea como una
única fase de aluvionamiento a lo largo de unos 1000
años.
Davidson (1980) se.ñ ala que un intenso aluvionamiento de los canales fluviales tuvo lugar en Grecia al
menos desde el inicio de los tiempos clásicos y se ha
prolongado hasta casi nuestros días. En los flancos del
te1l de Sitagroi hay constancia de una primera acumulación aluvial hacia el 1000 a. de Cristo y suelos degradados en Santorini desde 1470 a . de Cristo. Se trata,
por tanto, de una cronología más compleja de la estabilidad e inestabilidad geomorfológíca.
Greig·Thrner (1974) investigaron el registro palinológico del antiguo lago de 'lenaghl-Philipon al NE
de Grecia que comienza con el Neolftico y el Bronce
inicial. Ambos autores sugieren que, entre 6500 y
2500 a. de Cruto, aquella región estaba cubierta por
un bosque mixto, con robles en los suelos más profundos, olmos y tilos en los sectores más húmedos, y algunos avellanos y fresnos en los espacios mb abiertos.
El registro polínico correspondiente a la Edad del
Bronce (1900·1360 a. de Cristo) muestra u.n incremento de la maquia, el bosque de roble~ sigue siendo do·
minante y el posible cultivo del olivo. En el periodo
siguiente (1360-1000 a. de Cristo), se constata un des·
censo del polen de olivo, pero se incrementa seguidamente (1000-500 a. de Cristo). La vegetación entre
500·0 a. de Cristo parece muy similar a la de los períodos 2500-1900 y 1360-1000 a . de Cristo. La cronolo·
gía de La desforestación establecida en Greig y Turner
(1974) difiere bastante de la investigada en el lago Kopais (Grecia central) y en eJ Peloponeso por Wright
(1968) donde la cubiena vegetal experimenta una
drástica reducción durante la Edad del Bronce. 'Thles
diferencias espaciales pueden explicarse según los
autores citados por el tipo de evolución del poblamiento y la agricultura. En efecto, el poblamiento en
Grecia durante la Edad del Bronce comenz6 desde
el sur. Las diferencias climáticas no parecen aplicar
las düerencias advertidas en los diversos registros pol!nicos.
Van Zuidam (1975) en su reconocimiento del sector central del Valle del Ebro admite como hipótesis de
partida el modelo cronológico propuesto por VitaFinzi y reconoce la existencia del 0/der Fü/ y del YDUngtr
Fiii. Respecto del segundo indica que tal acumulaci6n
se produjo entre el 700 a. de Cristo y el 100 d. de Cristo con un máximo deposicional comprendiddo entre el
500 y 100 a. de Cruto •y no en tiempos medievales
como sugiere el diagrama de Vita-Finzi. (p. 328).
Los discípulos de Pierre Birot (Neboit, Bousquet,
Dufaure, etc.) aportan numerosos datos cronológicos
sobre las formaciones aluviales en el extremo meridional de la Penmsula Itálica y en numerosas regiones de
679
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J .F. MATEU BELLÉS
Grecia. Como denominador com~n muestran un.a s no·
tablea matizaciones al e.a quema cronológico de VitaFinzi.
A modo de ejemplo Neboit (1977, 1980, 1983) analiza lu terrazas históricas de los ríos de Lucania (Italia
del SE). Una formación hiat6rica con cerámip recubre
una formación bolocena datada entre 7250 y 3760 BP.
A lo largo del Cavona, se reconoce un estrato, situado
a 12 metro• de la superficie actual, con materiales arqueológicos correspondientes al siglo IV antes de nues·
tra era.
Bruckner (1986), en la misma región que Neboit,
ha distinguido episodios de intensa denudación y períodos de estabilidad que favorecieron la pedo~nesis.
Esquematizando, ~ate sería el cuadro cronológico:
-etapa de acumulació.n fluvial desde fmes del
Würm huta el Holoceno medio (potencia 8 m).
-etapa de estabilidad (4150-1400 BC): formación
de un suelo.
-etapa de acumulación fluvial (900 a. de
Cristo-200 d. de Cristo).
-etapa de ettabilidad (siglo m ·IV de nuestra era):
formación de un suelo.
-etapa de acumulación fluvial (siglo vn-xv) (en·
tre 1'50·3'50 m de potencia).
- etapa de incisión fluvial .
-etapa de acumulación (siglo XIX y comienzos
del xx).
En síntesis, el carácter sincrónico del Younger Fi/J
postulado por Vita-Finzi no parece tan sólido ni de·
mostrado. Las discrepancias cronológicas en la deposi·
ción del Younger Fi/J permiten constatar fases sucesivas
y discontinuas cuya cronología varía de una región a
otra.
5. LAS CAUSAS
EJ eje del debate sobre la moño~nesis histórica
en la región mediterránea gira sobre las causas desencadenantes de la inestabilidad ambiental. En este sentí·
do, introduce una penpectiva temporal a nuestros actual~s problemas medioambientales. Si la degradación
mediterránea está ligada a la fatalidad o al azar de inJnds externos, resultaría desalentador para el éxito de
ciertas políticas conservacionistas. Por contra. si deriva
primordialmente de factores culturales, ea preciso primarlaa decididamente.
5.1. LA EXPLICACIÓN CLIMÁTICA
DEL •YOUNGER FILL,.
Cuando se afiJ'Jlle o se niegue la validez de la hipó·
tesis climática en la ~neais del YOIUII" FiiJ, no se están
cuestionando los cambios climáticos durante los últi·
680
mos milenios en las regiones mediterráneaa. Son dos
cuestiones diferentes: sobre el segundo aspecto existe
abundante bibliograffa (Wtouv-INoli.AW-FA!UWl, 1981;
L.uo, 1977; Lz R ov, 1967; Kovnouu., 1986). Aqui se
debate si los cambios climáticos han sido la cau.s a que
ha desencadenado y paralizado el Younger Fi/J.
Una acumulación en un lugar del lecho fluvial
cabe relacionarla con el ~gimen fluvial. Su presencia
indica que el flujo fluvial fue insuficiente en un mo·
mento dado para transportarlo, aunque fue suficiente
para transportarlo hasta alll. La cantidad de energía
potencial disponible depende de la pendiente de las laderaa y del cauce, del tamaño del Jecho, del tipo de vegetación, de la capacidad de in.llitración, de la mua de
agua disponible y su distribución en el tiempo o de la
cantidad de precipitación. El potencial máximo s6lo se
alcanza en raras ocasiones y niveles de energía subóptimos no se mantienen a lo largo del tiempo. sino que
fluctúan entre la máxima crecida y el nivel cero. Las
acumulaciones del Younger FilJ sugieren tanto una onda
de energía sostenida durante mú de 1000 años como
una sucesión de ondu durante el peñodo considerado.
Laa fluctuaciones en la cantidad de energía de una
cuenca pueden depender de sucesos locales. Si la ubi·
cuidad del Y~ FilJ representa algo mú que la suma
de eventos sucesivos en lugares concretos, entonces
debe invocane un agente univenal. Es así como se
plantea la hipótesia climática del lóunger Fill.
'Iras examinar varias hipótesis Vita-Finzi se inclina por un desencadenante climático y ello por tres razones. En primer lugar, el carácter aparentemente sincrónico y generalizado del lówrger Fill en la cuenca
mediterránea corrobora la actuación de un agente unívenal. La segunda razón deriva de las variaciones climáticas simultáneas en el norte de Europa y América
del Norte que hacen del cambio climático una explicación plausible. La tercera es la aparente inadecuación
de lu explicaciones alternativas, incluyendo las de origen antr6pico (VrTA-Fri'IZt, 1969: 103-105).
Bintliff (1977: 13 7) afuma que la o
diferentes a lu que prevalecen actualmente o en cualquier momento del Holoceno anterior al +00 a . de
Cristo.
Los cambios climáticos bruscos durante el Holoccno capaces de alterar el equilibrio biorexistático no pa·
recen suficientemente atestiguados por los estudios palinológicos, esto es, las fluctuaciones de las
temperaturas y precipitaciones no han alcanzado niveles critico• para que tales cambios hayan sido registrados por e]' análisis polfnico. Ello invita a la prudencia
a la hora de adoptar esquemas favorables o contrarios
a loa cambios climáticos con el s6lo argumento de los
análisis polínicos. Por esta razón, Bintliff (1977: 51) relativiza l os registros poUnicoa porque s6lo .registran
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MORFOCÉNESIS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
fluctuaciones climáticas de gran escala y larga duración . Por contra, valora fenómenos climáticos de cona
duración (CARl't!N'I'Ell, 1966; W.RioHT, 1968) no detectados por indicadores poco sensibles.
La línea argumental de Jos defensores de la explicación climática ha variado a lo largo de estas d~cadas:
el mayor número de valles y yacimientos estudiados ha
obligado a considerar mayor número de pulsaciones
climáticas en tiempos históricos. En cualquier caso, el
argumento sigue siendo el mismo: una vez detectada
la acumulación, se invoca una flu ctua~ión climática, a
menudo referida a la Europa noroccidental.
5.2. LA HIPÓTESIS
ANTROPOGENÉTICA DEL
«YOUNGER FILL»
La hipótesis antropogenética ha sido altemativa a
los argumentos climatogenéticos. Consiste en una línea
sugerente, aunque con riesgos de simplificación y rigidez causal que puede convertirse en un argumento circular. En efecto, para probar el origen antrópico de la
inestabilidad ambiental los diferentes autores invocan
que la actividad humana ha sido notable durante el per{odo en que se acumuló el Youngtr FilJ o que los pedodos exacerbados de actividad humana local se relacionan con cambios en las facies sedimentarias del Yilunger
Fill.
Se exponen seguidamente algunos de los argumentos más frecuentes en la explicación antropogenéti.ca:
a) La remoción del bosque y ruptura de los horizontes edáficos para la puesta en cultivo han provocado, en regiones semiáridas como las tierras mediterráneas, una aceleración de los procesos de erosjón y una
acumulación de sedimentos en el fondo de los valles
(BuTZBR, 1974; SCHUMM, 1977). Aunque sea dülcil su
evaluación cuantitativa, la cantidad de sedimentos disponible en la cuenca se incrementa si suponemos constantes el resto de variables relevantes (ángulo de la vertiente, cantidad de suelo, régimen de precipitaciones,
etc.).
b) La eliminación del bosque a causa de la p\lesta
en cultivo (mediante la roturación e incendios controlados) o del pastoreo ha sido detectada por numerosos
diagramas polfnicos analizados. 1hl destrucción no fue
sincrónica ni generalizada, y en ocasiones fue seguida
de la regeneración de la cubierta vegetal, aunque po·
tenciándose determinadas especies pirófitas.
e) Fuentes escritas de ~poca clásica suelen referirse
directa o tangencialmente al impacto antrópico en la
degradación medioambiental.
Los análisis poHnicos constituyen un argumento
muy esgrimido para las interpretaciones antropogenéticas. En efecto, cada vez se dispone de mayor número
de registros e.studiados en la periferia mediterránea
(DuPu, 1988). A menudo se detecta en ellos la impronta humana sobre la cubierta vegetal durante los
tiempos históricos.
La argumentación antropogenética del Younger Fill
-tras constatar los impactos antrópicos sobre la vegetación mediante análisis polínicos- invoca la aceleración de los procesos de erosión del suelo de modo que
equipara los ciclos de agradación-incisión fluviales con
las fluctuaciones de población y alternancias en las estrategias de utilización del suelo. En otras palabras, se
toma en consideración la historia cultural de una región para contextualizar la historia del aluvionamiento
y de la cubierta vegetal. Se supone que el incremento
o retroceso del nómero de yacimientos arqueológicos se
corresponde con la intensificación o retraimiento en la
utilización del suelo y con la ampliación o reducción
de la cubierta vegetal (WAOnAn, 1981; PoPB-VAN ANDli.L,
1984).
Veamos la argumentación de Eisma (1978) a propósito de los deltas turcos del Egeo. En 'furqu.ía, las
prácticas agrícolas y ganaderas se rem.o ntan al menos
aJos últimos 8.000 años. La roza de Jos bosques, el uso
del fuego, el pastoreo y la agricultura, la utilización de
la madera para el fuego y las construcciones han causa·
do la destrucción y la alteración de la cubierta vegetal
en grandes extensiones. La destrucción de la cubierta
vegetal desencadenó Ja degradación y, a menudo, la
erosión del suelo. Si el suelo era poco potente, este proceso es irreversible.
La vegetación natural del oeste de Th.rqu{a a comienzos del Neolítico consistía en un bosque subtropical en las áreas costeras (especialinente pinos y ma' quia) y bosque mixto de pinos, encinas y enebros en
las montañas altas. Es también el tipo de vegetación
actual, apSrte de la interferencia antrópica. Ha habido
pocos cambios climáticos a la luz de los datos palinol6gicos. No obstante, el bosque originario de las zonas
altas sólo se conserva en los lugares más remotos y de
dificil acceso. El antiguo bosque litoral ha sido sustituido por la maquia muy degradada.
La deforestación en Grecia e Italia avanzó notablemente en los tiempos clásicos y tambi~n en la Thrquía del Egeo: los efectos son evidentes en la forma de
las calizas denudadas, badlands reactivados y en los
restos aislados del bosque original.
Es problable que la rápida aceleración de la pro·
pagación deltaica del Kü~ü.k Menderes entre el 300-100
antes de Cristo fuera debida a la erosión del suelo,
como corresponde con un período de colonización y
devastación. de las guerras del período helenístico
cuando, tras la conquista de Alejandro el Grande:, los
griegos penetran decisivamente en eÍ Asia Menor.
Igualmente el avañce del Büjük Menderes puede relacionarse con las prácticas agrícolas intensivas en dicha
cuenca, como ya señaló Pausanias. La ralenti.zación del
681
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J.P. MATEU BELLÉS
crecimiento deltaico puede ser un efecto posterior de
la erosión acelerada: cuando la mayor parte del suelo
disponible ha sido removido; hay poco excedente para
ser transportado.
El geógrafo norteamericano Raphael (1978) ha estudiado la morfogénesis holocena e histórica en el llano
litoral de Elis e.n el Peloponeso. Los llanos litorales son
los ámbitos geomórficos más atrayentes por la variedad
de factores y activa dinámica de los procesos concurrentes. La llanura de Elis presenta una gran variedad
de unidades geomorfol6gicas (campos de dunas, albufera, llanos de inundación con levées, etc.) de gran dinamismo a la que se asocia una gran densidad de yacimientos arqueológicos. El conjunto -afectado por
neotect6nica- registra una subsidencia detectable en
tiempos históricos. En dicho contexto, analiza la asociación entre arqueología y geomorfolog{a en la llanura, la discute en relación a tantos trabajos de áreas
griegas adyacentes para concluir que «sólo en los últimos años, los geógrafos fTsicos han evidenciado que el
hombre es un agente relevante en Ja modificación del
rpodelado. Parece que, en las regiones costeras mediterráneas, la difusión humana y el tip9 de poblamiento
puede asociarse con cambios en el uso del suelo con la
consiguiente erosión y deposi.ción• (1978: 65).
Los geólogos Pope y Van Andel (1984) en su análisis del sur de Argólida encuentran que los ciclos aluviales refuerzan el argumento antropogenético más que el
climático. Si este último ha desempeñado algún papel,
fue secundario. No hay duda que la in.fluencia del hombre es antigua y predominante en dicha región griega.
En efec.to, durante el Neolftico, la acción hu.ma.na
fue poco relevante. Los rlos iban profundamente encajados y, en ausencia de posibilidades para la agricultura en Jos llanos de inundación, el poblamiento se limitó
a los alrededores de fuentes para :regar Jos campos. La
situación se alteró a principios de la Edad del Bronce
a causa de la intensa erosión en las montañas del i.nte·
rior que redujo el área de suelo cultivable. Th1 pérdida
de suelo pudo haber contribuido a la drástica reducción de yacimientos a comienzos del período heládico III. Es un período de declive en la mayo.r parte del
Egeo lo cual sugiere una contribución de factores económicos o poUticos.
El largo período siguiente de estabilidad del modelado, durante la época clásica, es u n enigma. Algún
tipo de prácticas conservacionistas, probablemente te·
rrazas, debió de ponerse en práctica. La evidencia de
u.n incremento de la escorrent!a y de aportes sedimentarios, desde fines de la época clásica hasta los tiempos
helenísticos, debe de estar en relación con el desmoronamiento de las terrazas a causa del declive económico,
aunque no está probada la presencia de un amplio y
extenso complejo de terrazas en esta época.
El tipo de poblamiento a fines de los tiempos romanos estuvo mareado por la expansión hacia espacios
682
marginales muy vulnerables a la erosión. Ni la expansión ni el total abandono de comienzo de los tiempos
de Bizancio desencadenó un ola erosiva lo cual puede
explicarse bien por el empleo de terrazas. Alrededor
del año 1000 de nuestra era se produce una nueva colonización de laderas y de instalción de nuevos asentamientos. Desde entonces, la historia del modelado ha
sido muy compleja y varfa de una cuenca fluvial a otra
en la región griega de Argólida.
Cuanto má.s se aleja en el pasado, más delicada es
la operación. Parece, en efecto, que los aluvionamientos del Holoceno antiguo no se explican por el solo impacto antr6pico. Sin embargo, no se puede excluir que
por discreto que haya sido el impacto de las sociedades
humanas mediterráneas desde el Neolítico no hayan
ampliado las repercusiones climáticas menores.
En el caso del geógrafo británico Davidson (1971,
1980) se puede señalar un cambio en el énfasis de sus
hipótesis explicativas. En su trabajo de 1971, analiza
los mantos aluviales de la llanura de Drama, situada
al NE de Grecia, que le permiten reconstruir las etapas
de la morfogénesis histórjca. Reconoce en la llanura las
dos formaciones coluviales/aluviales descritas por VitaFinzi para la región medite.r ránea: el 0/der FiJJ. en su típica disposición de oonos coalescentes mientras el Younger Fill se ciñe a las márgenes fluviales. No obstante,
señala que entre ambas formaciones hay fases intermedias de agradaci6n/incisi6n, reconociendo implícitamente que la morfogénesis histórica es bastante más
compleja que el modelo propuesto por Vita-Finzi
(1969).
Este mismo autor (DAvlDSON, 1980) matiza sus posiciones iniciales a propósito de las etapas erosivas en
Grecia durante el segundo y primer milenio antes de
Cristo: Sus datos de base - fundamentados en precisas estratigrafías de yacimientos, registros palino16gicos y secuencias sedimentológicas- le permiten detenerse en una amplia discusión. En efecto, todos los
trabajos de investigación disponibles a escala medite·
n :ánea evidencian la extensión y la variación espacial
de la erosión. El conflicto planteado acerca de la génesis merece el siguiente posicionamiento del autor: el
inicio de la agradación en Grecia no fue un episodio
sincrónico. Aunque ello pudiera ser un ~g\UDento favorable a la hipótesis antropogenética del Younger FiJJ,
sin embargo es necesarl. trabajar con hipótesis múlo
tiples.
En general, al modelo interpretativo antropogenético del l&unger FiJJ se bao objetado dos cuestiones:
· a) ¿Pueden extrapolarse a las grandes cuencas fluviales observaciones cercanas a los yacimientos donde
la ocupación ha podido ser puntual? Nuestra ignorancia al respecto plantea un problema de cambio de escala análogo o más diffcil que el que plantea el paso de
una «parcela experimental• a una gran cuenca de
drenaje.
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MORFOCÉNESIS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
b) ¿Cuü es el agente que, al t~rmino de un período de incisión y encajamiento, ha relanzado el proceso
de agndación y lo ha alimen tado durante algunos siglos a un ritmo sin precedente? La pzuión de las sociedades humanas no lo explica todo. Se le escapa en particular el cambio de tendencia entre aluvionamiento y
encajamiento.
5.3. EXPLICACIONES COMPLEJAS
Ante la d ificultad de interpretar los aluvionamientos históricos a la luz de una ~ n ica causa (sea antrópica, sea climática) progresivamente se ha abierto camino la necesidad de romper la rigidez de los modelos
empleados. Cada vez se enfatiza más la conveniencia
de investigar posibles convergencias y divergencias a
escala regional.
Loa discípulos de Birot (Nuorr; BuODn, 1962,
196i; Dur.wu, 1976, a y b; etc.) en una monograffa
titulada lA mobiliú dls ~ nváikrralt/ms (1984) sintetizan su posición en los siguientes t~rminos: cEstas terrazas fluviales que se construyen y se destruyen a lo
largo d e los siglos y milenios no permiten considerar
la morfo~nesia histórica (e incluso proto y prehistórica) sin dar cabida a las sociedades humanas como
agentes del sistema morfogen~tico, pero este reconocimiento del factor antr6pico no debe encerrar las explicaciones en la argoUa de un modelo mecanicista de correlación de morfo~esia -cuyas terrazas serfan los
archivos- al grado de desarrollo de las sociedades. La
relación morfo~nesis-ocu pación del suelo no es una
función lineal de la densidad de población y existen al
menos dos tipos opuestos de crisis, unas desencadenadas por la ruptura brutal de los equilibrios naturales
y otras por la ruptura -no menos brutal- de los equilibrios que las sociedades han podido o sabido engendrar.
Las formas expreaan un balance, o una sucesión
de balances tanto de la acumulación como del encajamiento, cuyas componentes sometidas al azar climático
y a las contingencias históricas, ae combinan o se oponen se~n los lugares o las ~pocas. La complejidad de
eata xulidad condena al fracaso las explicaciones unilaterales que olviden uno u otro de estos dos términos,
pero nuestra ignorancia de las fluctuaciones climáticas
y de las modalidades concretas de la u tilización del espacio, no permiten desentrañar el entramado de influencias.
Si hubiera primacía, no seria inconcebible atribufrsela al clima: la concordancia de testimonios de un
reinicio de erosión lineal casi generalizada hacia el siglo XVI (con ocasión de la Pequeña Edad del Hielo)
apona un argumento sólido para un cambio de tendencia debido al clima. Pero este ligero incremento de humedad ¿habrfa bastado para incrementar la capacidad
Ouvial de transporte y eocajamiento, si mil.la.res de explotaciones agrarias no hubiesen favorecido la escorrentia? Se puede dudar y encontrarse embarazado
para decidir qu~ ha pesado mú. Por contra, hay regiones y cuencas de drenaje donde la erosión antr6pica ha
provocado una grave ruptura del equilibrio morlodinámico.
Thda la ambigüedad de estas formas deriva de que
el elemento humano, en elaeno del sistema morfogeo~
tico, no obedece a una misma y única lógica, según
haya o no una situación de crisis. No existe una Uave
para todo, sino tantas combinaciones complejas como
situaciones particulares. Actualmente, las evidencias
son fragmentarias y es necesario aum entar el número
de datos de forma extensiva y en detalle•.
Por su parte Delano Smith (1982) aboga por elaborar modelos alternativos al usualmente aceptado de
desforeatación/erosión del suelo/escorrentía aceleradalaluvionamiento, donde no hay cabida para el factor
climático. Habida cuenta que puede haber al~ tipo
de coincidencia entre aluvionamiento y algún tipo de
fluctuación climática la autora se inclina por postular
otro modelo. En ese sentido, distingue las constantes ffsicaa (tipo de roca, características del relieve y tambi~
la vegetación que no habrfa cambiado significativamente desde el Neolrtico a no ser por acción antr6pica), las variables fbicas (clima) y las variables humanas
(población, poblamiento, uso del suelo, etc.). Las constantes fbicas de un región pueden clasificarse en t~rmi
nos de alto riesgo de erosión potencial o de bajo riesgo.
Las variables ffsicas y humanas pueden evaluarse como
positivas, negativas o indiferentes desde el punto de
vista de la erosión. El umbral de aceleración erosiva
del suelo se alcanza cuando coincide (1) un empeoramiento del clima en (2) un área desforestada de (3) alto
riesgo de erosión potencial.
Un enfoque renovador lo han aportado CookeReeves (1976) cuando explican los cambios ocurridos
en los arroyos americanos durante los últimos cien
años. 'Iras proponer un modelo sobre la génesis de los
arroyos, lo contrastan en dos áreas de los USA: el gran
número de interrelaciones entre variables y la formación resultante del arroyo demuestra la debilidad de
cualquier hipótesis que sólo invoque un factor como
causante de la morfo~nesia histórica en la región mediterránea.
6. CONCLUSIONES
La erosión de laderas, el aluvionamiento de los valles o la progradación deltaica en tiempos históricos
han sido objeto de un debate geoarqueológico apasionante durante las últimaa d6cadas. Vita-Finz.i (1969) lo
formul6 a escala mediterránea y a esa escala deben ser
evaluados cada uno de Jos datos, las cronologías y las
683
[page-n-694]
J.P. MATEU BELLÉS
explicaciones. Aunque el debate no se ba cérrado, el
balance es muy positivo por la calidad de las aportaciones, por Jos argumentos invocados y por las implicaciones teóricas y prácticas que sé derivan en relación a los
problemas medioambientales actuales.
La revisión bibliográfica ba puesto de manifiesto
que detectar cambios morfogenéticos en tiempos históricos es relativamente fácil mientras explicarlos es significativamente máa dificil. El enfoque geoarqueológico tiene limitaciones a causa de la opacidad de los
registros del pasado inmediato. De otra parte es necesario precisar el valor epistemológico de la inferencia
para avanzar en este debate geoarqueológico.
Finalmente, la morfogénesis histórica mediterránea sigue abierta a nuevas aportaciones que vayan matizando las explicaciones excesivamente rlgidas de los
años sesenta. En este sentido es necesario incorporar
los ajustes dinámicos de los sistemas fluviales, las experiencias adquiridas en •parcelas experimentales» y en
la dinámica de los procesos actuales.
Valencia, septiembre 1990.
AGRADECIMIENTOS: Este trabajo se ha beneficiado de horas de discusión con el profesor Butzer de
la Unwmuy of Austin aJ 1JXIIS, con el profesor Rosselló de
la Universidad de Valencia y con el Dr. Martf, director
del Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputa·
ción de Valencia.
Para la realización de esta investigación se ha con·
tado con una ayuda de la ln.rtuu&i4 Valendana d'Estudis i
l~WU~igadó
(IVEI).
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
SERIE DP. 'TRAIIAJOS \'ARI(I
Nohn 89
ESTUDIOS DE
~
"'
ARQUEOLOGIA IBERICA Y ROMANA
HOMENAJE A ENRIQUE PLA BALLESTER
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENClA
1992
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 89
ESTUDIOS DE
,
,
ARQUEOLOGIA IBERICA Y ROMANA
HOMENAJE A ENRIQUE PLA BALLESTER
VALENCIA
1992
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ENR l QUE PLA BALLESTER
Ontinycnt, 1
922 - Valencia, 1988
ubdi rector del . l. P. 1950-1982
Director del S.J. P. 1
982·1987
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DIPUTACIÓN PROVINCTAL DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
SERIE
DE
TRABAJOS
Nám. 89
Coordinación: JOAQUIM JUAN CABANILLES
Portada: FRANC.ESC O HlNER VIVES
Depósito Legal: V-3036-1992
I .S.B.N.: 84-7795-952-8
Imprime: GRA FICUAT RE, S.L.
VARIOS
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~
ENRIQUE PLA BALLESTER Y LA ARQUEOLOGIA VALENCIANA
Quet.úmm recogidas en el volumen XX de nuestra revista Archivo de Prebi8toria Levantina las intenCÚJnes y los actos de homeMje a ENRIQUE PLA BALLESTER, organizados por el Servido de Irwesliga.cWn
Prehistórica de la Diputación de Valencia y su Museo de PrehisiiJria, con motivo de su nomhramienJ.o como Director
Honorario. Con breves líneas inúnlamos enJ.onces aproximamos a su rica personalidad y glosar la.s principales
aportaciones de sus estudios y trabajos, además de publicar su extensa bibliografía. Hemos de considerar manifiestas, pues, las razones y los sentimientos que impulsan la dedicatoria de esú libro de la serie de Trabajos Jf¡rios
en el que se recogen aquellos artlculos que se ocupan de los problemas de la Cultura Ibérica y de la !poca romaM,
y con el que concluyen las manifestaciones más externas de nuestro homeMje.
Rememorar la figura y la obra de ENRIQUE PLA BALLESTER con el fondo de los trabajos que aqul
se recogen es UM ocasi6n apropiada para la reflexión sobre la importancia y proyección de su labor en el desarrollo
de la arqueología va/enciaM, más allá del papel fundamental que k correspond.W en el seno de la institución
que enmarcó toda su actividad. Desde su úmpraM participaciln de adolescenú en las excursiones cientffrcas de
su tf.o, Isidro Ballesür 'JOrmo, de las que rws quedan los dibujos realizadbs en el Casúllet del Porquet antes de
1937y publicados en el primer número de esta misma serie de monografías que ahora acoge su homenaje, denominada por enkmces Serie de Treballs Solts, la relación de ENRIQUE PLA. BALLESTER y el S.l.P. será
cada vez más inúnsa. Con frecuencia los números posúriores de esta misma cokcción llevarán induidb su norn.bre
entre los autores, al igual que sucede en los índices de los volúmenes del anuario Archwo de PrehisiiJria Levantina~
asociado a un numeroso conjunto de yacimimWs arqueológicos que constituyen los peldañJJs sobre los que ha idtJ
ascendieruúJ el corwcimienJo de nuestro pasado. De modo que no hace falta insistir en el destacado papel de
VII
[page-n-8]
ENRIQUE PLA BALLESTER en liJ actividad del S. l. P. ni, por lo misrTUJ, lltJmar la atención sobre la parte
de su contribución a la. institución que lo identificaba. Porque as{ fue realmente, y asífue serúidb por los propws
protagonistas y por quienes luego tuvirTUJs ocasión de participar con elLos en esa misma actividad.
PaultJtinarMnU nuestros estudies de Arqueología han alcanzadn una ftuct(jera diversidad institucional, de
la que ENRIQUE PLA BALLESTER fue esperanzado ústigo e impulsor, con enotahle crecimiento experimentado por los departam~rúos universitarics y por las institucwnes rrw.sefsticas relacionadas con la administración local.
Es momerúo, por tanto, para volver a examinar y valorar en su circunstancia contribucwnes personales corTUJ
la Sf91a1 que impregnan y se corifunden con la institución que durante una larga época aglutinó los esfuerzos
de un amplw equipo humaTUJ por saloaguardar y profundizar en el estudw del patrimonio arqueológico valenciano,
cual fue el caso del propw S. l. P. Ni aquella identificación, ni la tendencia actual a un conocimitnto más y
más segm~rúado, que conduce a descomponer y desconectar las distintas partes del trabajo de un autor, deben
impedirnos valorar la multiplicido.d de facetas, la erudición y la profundidad investigadtJra de ENRIQUE PLA
BALLESTER. CorTUJ herTUJs desll.lcadb en otras ocasiones, estarTUJs ante una aporll.lción decisiva a lo que es
el estado de la cuestión de nuestra Prehistoria reciente, la Cultura Ibérica y la romanización. TambiJn ante un
extraordinarw legado de documenll.lcwn arqueológica, de TUJticias precisas y descripcwnes de los trabqjos de campo,
de esjuerBJs encaminados a la conservación de un patrimonw crecienüm~nte amenazado, de atención constante
a su puesta en valor, de asesoramiento a los museos wcales. Desde aquel primer dibujo en el Castellet del Parquet,
los nombres de la Cova de les Meravelles, Cova de Ribera, Muntanyeta de Cabrera, Bastida. de les Alcuses,
Tossal de Sant Miquel, Ereta del Pedregal, Los Vil/ares, Punta de l'llla, etc. 1 se entrelazan profundamente
con su biografía. Y ahora, cuando es el recuerdo quien va seleccionando los rasgos, se perfila con nitidez el
hombre generoso que todiJ lo comparte1 el maestro cuya orienll.lción se busca, el espíritu abierto que comprende
y acepta, que nos permite avanzar a todos.
Bernat Martl Oliver
VIII
[page-n-9]
,
INDICE
M. S. ~ Pt.lwl; J. A LóPE.Z MiRA: Bronce jiruú m d. 11Udib ViruJú¡pó. A propósiJtJ de ~s cotifuntqs cerámicos del Tahaitl (Aspe, Alicanú) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . •
A. GoNZÁI..E2 PRKrs; E. R Ulz SECU.RA: Un pohlo.do fortijicatfo dd. Bronce final m d. Bajo ViruJú¡pó . . . . . . . . . . . . . . .
A . Or.tvi!R Forx: .Aproximat:U1n al poblamiento dJ Hierro antigw en Caste/Mn . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
M. GrL-MAsCARnt; M. EtmiQ.UE T~rsoo: La m41alurgiJJ del Bro~e final.-Hierro antiguo del yacimúnto de la Mola
d'Agres (Agres, Alicanú) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
J. M .8 SoLER GARC!A: EL pobl.tuJo ihlrieo del PunJ4l de Salinos (Alicanle) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
M . ALFARa AAAEout; S. BRONOANO: El sistema defensivo de la jJu4rl4 de mtrad4 a la ciudad ibérica dtl CastelbJr de
Meca (.J!yora, Valnrcia) . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
E. Co.RTP.LL PtlU!z; J. J uAN Mor.:ró; E. A. L LOBllWAT ComsA; C. Re1c Swur; F. SALA S&U.és; J. M.a SEcu&A
MARTf: La necrópolis ibtrica de la Serreta: resumen de la campañn. dt 1987 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
C. MATA PARJWiro; H . BoNET RoSADO: La cerámica ibtrica: ensayo de tipologúJ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
R . RAMos F&RNÁNDE.Z: La crátera iberorromana dt la Al&udÚJ • • • • • • • • • • • . • • • . • • • . • • . • • • • • . • • • • • • • • • • • • • • • •
J. BAABI!RÁ FARRAs: El tráfico cumercÚJL de la vajilla fina de importación en la LayetaniJJ . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . • . . .
F. CrsNBROS FRAILE: Fíbulas anulares de la Casa del MonJe (Valdeganga, Albacete) . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . .
R . Pt~u~:t MINGUilz: A&icales ibtricos del Museo de i'Tehi.slbrÜl de Valencia • . . . . . . . • • . . . . • . . • . . . . . • . . • . . . . . . . . .
E. CuADRADO: Dos nu¿vos vasos riii.IIJla de bronce de EL Cigarralejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • . . . . . . . . . . . . . . .
L. ABAD CASAL: Terracotas ihlrieas del Castillo de Guarda'fTIIJr . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
F. G us1 1 j ENER: Nuevas perspectivas m J «mmcimúnto de los tnkrramientos irifantiks de época ihlriea . . . . . . . . . . . . .
J. V. MARTfNEz PERONA: El santuario ibtrico de la Cueva Merinel (Bu.garra). En lornJJ a la función del vaso
calicij0111U . . . . • . . • . . • . . • • • • . . • • • • • • • . • • • • • . • • • . . • • . • . • • • . . . . • . • • • . • • • . • . • • • • • • • . . • . • • . • . • • . • . .
F. BLAY GARCfA: Cueva MerinJ (Bu.garra) . Análisis de la fauna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
J. PtR.n BA W..SSTBR: El abrigo de Reiná (Alcalá del Júcar). Ensayo sobre un nu¿vo modelo de lugar de culto en época
ibérica . . . . • . . . . . . . . . • . . . . . . • • • • • • . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
D. FLETCHBR v.~u.s: Conrmtarios sobre escritura y lengua iblrieas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
H. G urTBR: lbere el mitwen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
C. A1lANEOur GASeó: Una fal.caJa decorad4 con inscripción ibérica. juegos glodiaJorios y venationes . . . . . . . . . . . . . . .
J. ul! Hoz: Estudib epigráfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
J. VB!.A2A: Sobre tl esgrajúufo ihirieo de Barclún del Hoyo . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . .
M .a A. Ms2Qt.rlRtt !.RUJO: lnscript:U1n ibérica m AndJos (Mendigorrla, Navarra) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
L . P~RBZ Vu.ATBLA: Ibérico ~
1
17
29
39
51
73
83
117
175
191
199
215
221
225
239
261
283
289
301
313
319
330
34-5
347
351
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F. MATKU Y LulPis: Toponimia iblrica m la. nomina civitatum ispanie sedes episcopalium. Comentario . . . . . . .
L . SILGO GAUClUt: Los l1nUJu ñrü&os de lJJ turdttania . • . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . .
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M auro S.
fiERNÁNDEZ
P tREz* y J osé Antonio
LóPEZ
MIRA •
BRONCE FINAL EN EL MEDIO VINALOPÓ.
A PROPÓSITO DE DOS CONJUNTOS CERÁMICOS DEL TABAIA
(ASPE, ALICANTE)
Preocupación constante en el quehacer cientffico
de E. Pla Ballester era precisar los orígenes de la cultura ibérica y sus relaciones con las culturas precedentes.
Su comunicación al V Congreso Nacional de Arqueología incidfa por vez primera en el Pafs Valenciano
(Pu BALI..liST&R, 1959) sobre el vado cultural de un
medio milenio existente entre los momentos ·finales del
llamado Bronce Valenciano y la aparición de la Cultura ibérica, que le permitían sugerir la existencia de una
cultura preibérica en la que se podrían incluir las lla·
madas •cerámicas arcaizantes» (BALLJ!STER T oRMO,
1947), con paralelos en el Bajo Aragón y Pirineo catalán. Sobre estas cuestiones incidieron posteriormente
M. Tarradell (1962), E. Llobregat (1975), O. Arteaga
(1976), O. Arteaga y M . a R . Serna (1979/80) y
A. GonzáléZ Prats (1979). Estos siglos, realmente oscuros, de nuestra prehistoria reciente se.r lan periodizados
a inicios de la pasada década por M . Gil-Mascarell
(1981a). Las aportaciones posteriores de A. González
Prats, en base a sus excavaciones en la Sierra de Crevillente, y la publicaci.6n de diversos materiales, unos depositados en museos y otros de recientes excavaciones,
permiten paliar ccmuchas de las carencias» en la investi•
Univel"'lid.td de Alicante.
gación que el propio E. Pla señalara para estos momentos con ocasión las I.... J ornarlas de Arqueologfa
organizadas en Elche por la Universidad de Alicante
(PLA B~ot.U!STt!lt , 1985).
Parece lógico que nuestra contribución a este homenaje al maestro D. Enrique Pla tratara sobre una
problemática que tantas veces señalara y de un área
geográfica sobre la que tuvimos ocasión de intercarn·
biar opiniones desde el momento inicial de nuestros
contactos.
BRONCE FINAL EN EL MEDIO
VINALOPÓ
En la primera síntesis sobre el Bronce Final del
Pafs Valenciano que realizara hace una década M . GilMascarell sólo se señalan para el Medio Vinalopó algunos fragmentos cerámicos con decoración incisa del
poblado de El Monastil (Elda, Alicante) •que podrían
ser clasificados en el Bro~ce Final• (Ga-.MASCAuu.,
1981: 38), materiales •que hacen pensar (para este yacimiento) en una fase del Bronce Final que llegaría basta
el 650/600 a.C.>l (POVEDA, 1988: 40).
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VALENCIA
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Fig. l . - Y~~&ünúnlos t1J Vúw.Jqpd Mtt& ciwitJs. 1: El Monastil (Eld4). 2: La Esparraguna (Noutld4). 3: El Portixol (Mrntfor" dd Cid) .
4: Tahai.d (Aspe)
2
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BRONCE FfNAL EN BL MEDIO VfNALOPÓ
·=========--~======~~~=======~m.
Pig. 2
Por otro lado, e.o su estudio sobre la Edad del
Bronce en esta zona J. F. Navarro Mederos registra ce·
rámicas del Bronce Final en los poblados de El Portixol
(NAVARRO MsoBRos, 1982: 38-4-0) y Tabaia. En este últi·
mo yacimiento señala la presencia de materiales carac·
terfsticos del Bronce Final y de los Campos de U roas
(NAvARRo Msouos, 1982: 57-64). Recoge este mismo
autor la noticia acerca de dos construcciones tumula·
res, una de ellas violada, donde fueron hallados materiales del Bronce Final o de los inicios del Hierro (NA·
VARRO Mw.ERos, 1982: 57). Los estudios posteriores
incluyen al 'Thbaia como poblado de la Edad del Bron·
ce con una problemática similar a la Mola d'Agres
(Gn.·M...saAlUU.l., 1985: 149) y con la presenc~a de algunos materiales cerámicos del Horizonte Peña Negra [
(GoN'LÁUIZ PJVJS, 1983: 103).
En el Medio Vinalop6 el Bronce Final s6lo se ba
constatado (fig. 1) hasta estos momentos por la presencia de algunas cerámicas en los yacimientos de .El Monastil, El Portixo1 y Tabaia, a las que se une del poblado de La .Esparraguera, en Novelda, un pequeño vaso
(NAVARRO MwBROs, 1982: fig. 26) del Tipo B4 de Peña
Negra (GONZÁLBZ PRATS, 1985: 159).
CERÁMICAS DEL TABAIA
El yacimiento arqueológico del Thbaia (Aspe, Ali·
cante) se extiende por la parte superior de un elevado
cerro, de 250-300 m . de altitud sobre el nivel del mar
y 150 m. sobre el cauce de río que forma una cresta
alargada en el extremo de la Sierra del mismo nombre
que perpendicular a la margen izquierda del Vinalopó
separa sus cuencas media y baja. Coordenadas geográ·
ficas: 38° 19' 59" de lat. N y 0° 43' 20" de Long. W
del Meridiano de Greenwich.
En este yacimiento, conocido desde antiguo GJMt.
N:BZ DI! OtsNa
ntos, 1925: 72-73), hemos realizado cinco
campañas de excavaciones arqueológicas, c.onfirmando
una ocupación continua a lo largo del TI milenio a. C .
y una importante presencia argárica (finr.rÁND.&z Pé.
R.U, 1983 y 1990).
En la l. • Campaña de estas excavaciones, realiza·
da en el mes de Agosto de 1987, se descubrió un excepcional conjunto cerámico del Bronce Final, que presen·
ta notables diferencias con otro, también del Bronce
Final, recogido por D. Manuel Romero Iñesta, a quien
agradecemos la información y las facilidades dadas
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Fig. 3
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BRONCE FI.NAL EN BL MEDIO VINALOPÓ
para el estudio de estos materiales, parte del cual fue
publicado por J.F. Navarro Mederos.
CONJUNTO 1
La ocupación prehistórica del Tabai~ se constata
en diversos puntos. Interesa destacar aquí la ladera superior ubicada entre Ja cota de 304 m. y las crestas más
agudas de la Sierra que caen prácticamente en vertical
sobre el rfo (fig. 2). En esta ladera, de acusada pendiente y desigual anchura, la ocupación prehistórica es
intensa, observándose la presencia de plataformas arti·
ficiales para la ubicación de las viviendas prehistóricas.
La máxima potencia se regi$tra en la plataforma inferior, donde be¡nos concentrado nuestras excavaciones
(lám. I).
En la Campaña de 1987, sin embargo, con objeto
de obtener una visión global de la ocupación de todo
el yacimiento se realizaron actuaciones arqueológicas
en diversos puntos de esta ladera. En la cresta superior
se ubicaron varios cortes, aprovechando los Jugares menos afectados por las actividades clandestinas. En ninguno de ellos se alcanzó Jos 0'40 m. de potencia. La
erosión, favorecida por la pendiente, habfa demudado
parte de este sector de la ladera, donde no se observa·
ron significativas estructuras de construcción.
En el ángulo SE del Corte 4 , cuya excavación corrió a cargo de Cristina H uesca, José Marra Ferrándiz
y Eulalia Garcfa, se localizó una alineación rectilmea
de cinco piedras de regulares dimensiones que pare·
cían proteger a cinco vasijas, fragmentadas por la presión de la tierra y de las rafees pero fácilmente reconstruibles (láms. II y III). Esta protección se ve
favorecida por la presencia de fragmentos de barro
con improntas d e ramajes colocadas sobre las vasijas.
Por desgracia, durante nuestras excavaciones este
Corte fue asaltado por Jos clandestinos, quienes levantaron Las piedras, dispersaron los fragmentos de una
vasija (lám. IV), haciendo imposible reconstruir su
fo rma, que se encontraba sobre un piso endurecido
de cenizas y tierras al mismo nivel que las cerámicas
antes citadas, y destrozaron el resto del Corte y de
sus perfl.les.
C uatro de las cerámicas se encontraban alineadas
bajo las piedras, que parecían protegerlas, mientras la
quinta se encontraba bajo una de ellas.
Deaeripci6n de lu cerámicaa
-Vasija de cuerpo de tendencia globular o elipsoide ver•
tical, cuello hiperbólico invertido y labio redondeado. No ha
sido posible rccorutruir en su totalidad la vasija, que por algunos fragmentos recuperados parece ser de base plana. Decoración en el cuello a base de siete acanaladuru horizonta-
les (fig. 3.1). Superficies externa e interna alisadas y
desgruantes pequeños.
- Vuija de cuerpo globular, base plana, cuello hiperbólico y labio curvo. Decoración en el hombro a base de cinco
acanaladuras horizontalea (fig. 3.2). Superficie externa bruñida, interna alisada y desgruantea pequeños.
-Vasija de cuerpo bitroncónico con cuello de tendencia
hiperbólico y labio plano. Dos engrosamientos a modo de
apéndices poco pronunciados se sitóan en la línea de carena.
Decoración en la parte superior del cuerpo a buc de tres
bandas horizontales, dclimitadu por acanaladuru horizon·
tales y rellenas de acanaladuras inclinadas en diversas posiciones. Bajo la óltima acanaladura horizontal, que coincide
con la línea de carena, ae realizan pequeños trazos acan.ala·
dos en posición inclinada (fig. 3.3). Supcrficiea externa e interna aliaada.s y desgra.santes pequeños.
-Vasija de cuerpo de tendencia elipsoide horizontal,
fondo plano, cuello troncoc6nico invenido y labio apuntado.
Decoración en el hombro a base de cuatro acanaladuras horizontales, colgando de la inferior triángulos rellenos de acanaladuras obl!cuas (fig. 3.+). Superficies externa e interna aliaadu y desgruantes pequeños.
-Vasija de cuerpo de tendencia elipsoide horizontal con
cuello troncocónico invertido, labio apuntado y base anular.
Asa de cinta vertical entre el hombro y el borde (fig. 4.1). Superficie~ externa e interna bruñidas y desgrasan te~ pequeños.
En este mismo Corte y nivel se recogió, entre otros fragmentos, los perteneciente.• a una vasija elipsoide horizontal
con carena marcada en la línea ideal de la acmielipsoide con
cuello troncocónico invertido y labio redondeado (fig. 4.2),
un fragmento decorado con acanaladuras (fig. 4.4) y otros
dos con decoración incisa (figs. 4.3 y 4.5).
En este mismo sector del yacimiento y en la limpieza superficial del Corte 5 se recogió un fragmento de una vasija
de cuerpo de tendencia bitroncocónico, cuello troncocónico
invertido y labio curvo. Destaca por su decoración incisa en
la parte superior del cuerpo, formada por tres incisiones borizontale~ que delimitan por su parte superior a dos campos
decorativos, uno con motivos en eapiga y el otro ajedrezado
(fig. +.6).
CONJUNTO II
El extremo S de la Sierra del Tabaia constituye
una cresta rocosa con laderas de acusadas pendientes
que desciende hacia el río Vinalopó. En la parte baja
de la ladera SE y en las proximidades del no D. Manuel Romero lñesta recogió, hace ya una veintena de
años, un excepcional conjunto de cerámicas. En la actualidad este lugar se encuentra muy demudado por la
erosión y cubierto por vegetación de carácter xerófilo,
no observándose restos de construcciones (fig. 2 y
lám. I).
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Fig. 5
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Fig. 6
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BRONCE FINAL EN EL MEDIO VINALOPÓ
Descripci6n de las cerámicas
-Vasija con la parte inferior del cuerpo en forma de eas·
quete esfüico, con ónfalo en la base, y la superior tron coc6nica, cuello troncoc6nico invertido y labio curvo. Presencia
en la lmea de carena c:;le aaa de cinta alargada con perforación
vertical. Decoración en la parte supedoJ," del cuerpo de triángulos rellenos de trazos obiCcuos realizados mediante incisión, rellena de pasta blanca en algunos puntos (fig. 4. 7). Su·
perficies externa e interna bruñidas y desgrasa.ntes pequeños.
-Vasija de te.nde.ncia elipsoide vertical con base umbilicada y labio plano inclinado hacia el interior. Decoración a
base de cuatro incisiones paralelas junto al borde que des·
ciende para. rodear los pequeños mamelones alargados. De
la incisión inferior cuelgan triángulos, más pequeños los que
rodean los a~ndices, rellenos de ]meas obUcuas, también
realizados mediante incisión. Restos de pasta blanca
(fig. +.8). Superficies externa e interna alisadas y desgrasantes pequeños.
-Fragmento de v<~J~ija de la que se conserva la parte superior del cuerpo y el cuello troncocónico in~ertido con el extremo plano horizontal Decoración en el hombro y en la
parte interior del cuello a base de incisiones no muy profundas. Motivo: e.n el interior del cuello, bandaa de zig-zaga for·
mados por conjuntos de .!1 a 6 lineas, y en el hombro bandaa
horizontales de lmeas paralelas -4 en la parte superior y 3
en la inferior- que delimitan otras dos, separadas por una
incisión horizontal, rellenas la superior por trazos inclinados
y la inferior de líneas en zig-zag, e.n ndmcro de cuatro
(fig. 5.1). Superficies externa e interna alisadas y desgrasantes pequeños.
-Vasija de cuerpo elipsoide horizontal, base plana, cuello troncocónico invertido y extremo plano horizontal. Resto
del arranque de un asa de cinta vertical a la altura del hombro. Decoración a la altura del hombro a ba.sc de incisiones
superficiales rellenas de pasta blanca. Motivos: banda hori·
zontal formada po~ trazos inclinados delimitados por una doble línea de incisiones paralelas (fig. 5.2). Super.ficie externa
bruñida, interna alisada y desgraaantes pequc;ños.
-Vasija de cuerpo de tendencia elipsoide horizontal con
el labio plano inclinado hacia el inte.rior. Decoración realizada .median.te incision_s superficiales rellenas de pasta blan.c a
e
a base de bandas horizontale.s, en las que alternan las formadas por trazos horizontales con los inclinados, separados es·
tos óltimos por zonas lisas (fig. 5.3). Superficies externa e in·
terna alisadas y desgrasantes llCqueños.
-Vasija con cuerpo elipsoide horizontal, base, incompleta, de tendencia cónica, posiblemente umbilicada, y extremo plano inclinado hacia el interior. Decoración a base de
incisiones poco profundas rellenas parcialmente de pasta
blanca. Motivos: dos bandas horizontales, la primera constiruida por cuatro !meas paralelas y la segunda por triángulos
rellenos de tra.zos inclinados. De la Unea que delimita por L
a
parte inferior esta segunda banda cuelgan de modo discontCnuo bandas verticalea de líneas incisas (fig. 6J). Superficiea
externa e interna alisadas y deagras.antes pequeños.
- Vasija con carena muy marcada con la parte inferior
de casquete esf~rico y la parte superior troncocónica invenida con la )mea de carena que separa ambas partes muy mar·
cada (f:ig. 6.5). Superficie externa bruñida, i.ntema alisada y
desgrasantes pequeños.
-Vaaija carenada con la parte superior troncocónica invertida y la infer.ior de casquete do elipsoide horizontal
(fig. 7.1). Superficie externa bruñida, interna alisada y desgrasantes pequeños.
- Vasija troncocónica invertida con fondo plano y pie in·
dicado. Impronta de esterilla de esparto entrelazada con l.a
t~cnica de cosido en espiral (fig. 7.2). Acabado grosero y desgrasantes medianos.
En este lugar se recogieron otros muchos fragmentos cerámicos, algunos de los cuales (fig. 6.2·4) se encuentran decorados con finaa incisiones repitiendo los motivos presentes
e.n las vasijas antes citadas -bandas horizontales de líneas
paralelas horizontales, inclinadas y triángulos-.
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE
EL BRONCE FINAL EN EL MEDIO
VINALOPÓ
Toda aproJtimaci6n al estudio del Bronce Finai
en el río Viru,Uop6 necesariamente debe tener p resente
el conjunto de la vajilla de oro y plata, Jos adornos
d e oro y l os objetos de hie rro y ámbar que constituyen
el Tesoro de Villena, localizado en el interior de una
vasija en la R ambla del Panadero, en el curso alto
de este do. Una y otra vez se insiste sobre la procedencia y origen de este excepcional conjunto de orfebrería prehistórica, basta e1 p unto de d isponer en la
actu alidad de una detallada información sobre los paralelos formales y decorativos de cada uno de los objetos (SoW!R GARCfA, 1965 y 1969; M ALuQ.UER or. MO'I'es,
1970; Al.w.cRO GORBIIA, 1974; ScHULB, 1976; R utzGAt.vu, 1989; P.&.REA, 1991). No es este el momento
de incidir sobre la pr ocedencia directa o indirecta de
este 'Thsoro, tema q ue necesariamente debe ser revisad o a la luz de los resultados de nuestras recientes excavacion es en el Cabezo Redondo y Laderas del Castillo de Sax, ante el hallazgo de cerámicas
formalmente próximas a los recipientes de o ro y plata
y de a dornos de oro semejantes a o tros del Tesorillo
del Cabezo Redondo, en este .m ismo yacimien to, aho·
ra perfectamente estratificados.
C uestiones de extraordinario interés y, sin embargo, apenas abordadas son todas aquellas relacionadas
con las implicaciones sociopolíricas de este hallazgo.
En efecto, desde el mismo momento del descubrimien·
to se insiste en su carácter de «tesoro real11 y e n su
•ocultación• ante un peligro, sin prestarse la debida
aten ción sobre el significado de ambos con ceptos. La
existen cia de un jefe con la capacidad de en cargar, ad quirir o recibir como presente este tesoro necesaria9
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o
Fig. 7
10
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BRONCE FINAL EN EL MEDIO VINALOPÓ
mente debe ir pareja a la presencia de grupos humanos
con una economía prospera. En el registro arqueológico actual el único yacimiento de Villena en el que se
ha señalado la presencia de cerámicas del Bronce Final
es el Cabezo Redondo. Estas se reducen a algunas de·
coraciones incisas y excisas, que por otro lado también
han sido consideradas del Bronce Thrdío (MoLINA y
AlrrEAcA, 1976: 189) y algunas formas cerámicas, en
un poblado que, tal como señalara en 1978 F. Molina
y confirman nuestras excavaciones, los niveles más im·
portantes corresponden al Bronce Medio y, en especial,
al Bronce Tardío.
El registro de yacimientos anteriores a la apari·
ción del mundo ibérico en el Alto Vinalopó se completa COJl la necrópolis de incineración del Peñón del Rey
(Villeoa), de la que no se conoce el poblado, fechada
entre finales del siglo vt y principios del v a.C. (IhR·
NÁNDI!Z ÁLcAJt.AZ 1 1990).
Para el Medio Vinalopó el registro se reduce a los
ya citados fragmentos de El Mooastil, de los que algunos de ellos, en especial los decorados con técnica de Bo·
quique, podrían encuadrarse en el Bronce 'Thrdío, al igual
que un fragmento decorado de El Portixol, y a los citados recipientes cerámicos, señalados por A. Gonzál.ez
Prats, de La Esparraguera (Novelda) y El Portixol (Mon·
forte del Cid), además de los procedentes del Tabaia.
En este yacimiento, además de los dos conjuntos
cerámicos que ahora presentamos, hemos inventariado
en colecciones municipales y privadas y en nuestra.s
propias excavaciones cerámicas con decoración incisa
correspondiente al Bronce Final, cuyo estudio se incluye en la Memoria de excavaciones correspondiente.
Estos dos conjuntos cerámicos del Tabaia nos permiten llamar la atención sobre una serie de cuestiones
de la Prehistoria reciente de las comarcas meridionales
valencianas y en especial en la cuenca del Vinalopó.
Sobre el eje de este río ha girado una vieja polémica
que ha ocupado a todos quienes se han dedicado al es·
tu dio del II milenio en el País Valenciano. En estos momentos carece de sentido planteane si este río es una
frontera entre los Bronces Argárico y Valenciano o es
un camino por donde las influencias del primero pene·
t:ran en el segundo. Lo prioritario es definir, tal como
uno de nosotros (M.S. Hernández Pérez) ha señalado
en ocasiones anteriores, la «Comarcalización• de la
Edad del Bronce para todo eJ País Valenciano, teniendo en cuenta en cada zona el desarrollo cultural anterior, sus recursos naturales y las relaciones externas.
Sólo de este modo podríamos explicar los diversos
•Bronces,. presentes en el País Valenciano.
En las comarcas meridionales valencianas hemos
podido delimitar varias de estas •facies- . La mejor conocida es, sin duda, la correspondiente al Alto y Medio
Vinalopo, en cuyas tierras se suceden varios valles a
.modo de cubetas, rodeadas de montañas y cruzadas
por el río, que en el llamado Bajo Vinalopó da lugar
a un paisaje muy diferente, de tierras llanas apenas separadas por pequeñas elevaciones de la Vega Baja del
Segura, delimitadas ambas por el mar y en el interior
por una serie de alineaciones montañosas entre las que
se encuentra la Sierra del Tabaia, que marca la línea
divisoria entre el Medio y Bajo Vinalop6.
De esta facies comarcal de la Edad del Bronce inte·
resa destacar aquí las modificaciones que se producen
en relación con los patrones de asentamiento en los momentos fmales del ll milenio. Se reestructura el espacio
habitado con una concentración en dos poblados ocupa·
dos con anterioridad -Cabezo Redondo y Tabaia-,
con al menos otro intermedio posiblemente de menores
dimensiones - Laderas del CastiJio de Sax-, al que se
debe unir una ocupación esporádica en El Monastil y El
Portixol. El Bronce Tardío se nos perflla así como un excepcional período, claramente diferenciado del Bronce
Antiguo y Medio, ahora ya no sólo por sus materiales,
como hasta ahora se hab(a supuesto.
Desde esta nueva perspectiva los hallazgos del Ta·
baiA adquieren una especial significación en el marco
de la sistematización del Bronce Final en el País Valenciano. Dos yacimientos alicantinos se utilizan como pa·
radigmas de este período. La Mola, en Agres, repre·
sentaría a los yacimientos con una ocupación anterior,
y Peña Negra, en Crevillente, los nuevos asentamientos. Sobre el primero de los yacimientos conviene recordar que La ocupación del Bronce Final se localiza
en pequeñas terrazas de las laderas, alejadas de la zona
alta del cerro donde se constata una ocupación del
Bronce Antiguo y Medio (GrL· MA.SOAULL, 198lb). En
esta terraza, los materiales aparecen revueltos, sin registrarse restos de ocupación permanente, éOn la excepción de una capa de adobes muy descompuestos a
unos 2m. de profundidad (GrL-MASCARELL y PEÑA S.
materiales se encuentran totalmente contextualizados
y se conocen perfectamente los lugares de habitación
y necrópolis (GoNZÁLEZ PRATS, 1985).
En este Conjunto ll de cerámicas del Tabaia, cvi·
dentemente selectivo como es habitual en este tipo de
recogida y colecciones, destaca el alto porcentaje de cerámicas decoradas o de superficie externa cuidada junto a un único recipiente de superficie y pasta grose.r a.
Este último, de forma troncocónica invertida y fondo
plano con pie indicado, se corresponde con el
Tipo AB2 de Peña Negra I (GONZÁI..EZ PRATS, 1983).
Nuestro ejemplar, al igual que ocurre con otros del yacimiento crevillentino (GoNZÁLliZ PRATS, 1981: 42) conserva en su base la impronta de esterilla de esparto,
presente tambi6n en muchos de los ejemplares del Puig
d'Alcoi (BA.RMCHINA l.aAAu, 1987: fig. 10).
Entre las cerámicas decoradas conviene señalar la
presencia, junto a las clásicas incisiones rmas y profun·
das del Bronce Final, otras mucho más finas y poco
profundas, repitiéndose, en cambio, algunos de los te·
u
[page-n-22]
M.S. HERNÁNDEZ PtREZ Y J.A. LÓPEZ MIRA
mas decorativos y la ubicación de éstos en la vasija. Los
paralelos más próximos para estas cerámicas se encuentran en la Mola d 'Agres (CBNTR.I! D'l!STUDis CoNTESTANS,
1978; GlL-MASCARELL y P EÑA SJ.Ncnu, 1989), donde hemos podido comprobar, entre los materiales recuperados por el Centre d'Estudis Contestans y nos ha corroborado M . Gil-Mascarell para los procedentes de sus
excavaciones, un mismo tipo de pasta y cocción, la presencia en algunos fragmentos del relleno de pasta blanca y la repetición de formas, técnicas, motivos y ubicación de la decoración. Sobre algunas decoraciones
incisas, que en Mola d'Agres han sido consideradas del
grupo más antiguo de las especies incisas valencianas y
fechadas en torno a los siglos vw-vu a.C. (Run ZAPAT&·
RO, 1985: 795), ha realizado A. González Prats un detenido análisis, señalando su distribución peninsular,
cronología y posibles orígenes. En la línea de su argumentación, basada en los ejemplares de Peña Negra y
de otros yacimientos alicantinos (GoNZÁLEZ P RATS, 1988
y 1991), destacaremos la presencia de muchos de estos
motivos en Cogotaa I y algunos de ellos -líneas paralelas, reúculas, triángulos rellenos de puntos ...- en los
niveles del Bronce Antiguo del Tabaia, anteriores a la
ocupación argárica del mismo yacimiento.
De este mismo conjunto forman parte dos recipientes de pasta de gran calidad y superficie bruñida.
Uno de ellos (fig. 6.5) se corresponde con el Tipo B7
de Peña Negra I, tal como ha sido señalado (GoNZÁIJ!Z
PRATS, 1991: 60), mientras para el otro (fig. 7.1) los paralelos más próximos se encuentran en Los Saladares,
en el grupo de fuentes carenadas de boca ancha y base
concoidal (ARTEAOA Y SERNA, 1979/80: fig. 23.4-), aunque nuestro ejemplar carece de apéndices, presentes en
el ejemplar oriolano publicado. En las vitrinas del Museo Municipal de Novelda esta última vasija del Tabaia
contiene cereales carbonizados (NAVARRO MEonos,
1982: 58) que, según indicación de D. Manuel Romero, se añadieron en el momento de su exposición, por
lo que no deben relacionarse con esta vasija, salvo por
. su procedencia del Thbai¡t
Estas cerámicas del Thbaia se recogieron en una
zona de fuerte pendiente, en la que no hemos observado la presencia de construcciones con la excepción de
restos de paredes que podrían pertenecer a los abancalamientos de antiguos cultivos, hoy totalmente abandonados, o a construcciones del Bronce Final para ubicar
en estas plataformas artificiales las casas, que en este
caso serían de pequeñas dimensiones, por lo reducido
del espacio disponible, y de estructura frágil a juzgar
por los restos de barro con improntas de ramajes recogidos en este lugar. Por el tipo de emplazamiento y la
ausencia de estructuras consistentes cabría pensar en
un tipo de hábitat diferente al existente en Peña Negra
y relacionable con las plataformas de las laderas de
Mola d'Agres, cuyo depósito arqueológico se creía
«producto de un desplazamiento, posiblemente caído
12
desde la parte superior del cerro» {GlL-'MASCARELL,
1981 b: 77) y que la presencia de adobes descompuestos
(GIL-M.A.SCARELL y PRFIA SANcKEZ, 1989: 125) y estos hallazgos del Tabaia permiten interpretarlos de otro
modo. Nos encontraríamos, pues, ante un nuevo tipo
de hábitat para el Bronce Final que por el momento
sólo conocemos por su ubicación en las partes bajas de
las laderas de cerros ocupados con anterioridad.
En el mismo Tabaia, sin embargo, nos encontramos con una ocupación del Bronce Final en la parte
superior del cerro, cuya extensión por el momento no
podemos precisar. A esta ocupación pertenece el Conjunto I de cerámicas que ahora damos a conocer, en el
que destacan los tres vasos con decoración acanalada
en el hombro e inicio del cuello, asociada en uno de
ellos con triángulos colgantes rellenos de trazos oblícuos. Al mismo conjunto, en este caso sin duda coetáneo, pertenece otra vasija decorada con incisiones y
una cazuela sin decorar con base anular, a la que se
debe asociar otro recipiente del mismo nivel del que no
se conserva el fondo.
En el marco de la discusión sobre el Bronce Final
del País Valenciano la presencia de estas vasijas aporta
novedosa y significativa información. Sobre unos relativamente escasos fragmentos cerámicos, pertenecientes
a cuellos u hombros de vasijas, decorados con acanaladuras paralelas, se han hecho llegar a las tierras alicantinas las influencias de los Campos de U mas. En Peña
Negra 1 se citan dos fragmentos (GoNZÁLEz PRATS,
1985 b: fig. 71: 2695; y 1991: 85), el primero de los cuales se relaciona con otros fragmentos de la Mola d'Agres
y Pie deis Corbs de Sagunto. El fragmento de este último yacimiento ha sido fechado (ALMAG.Ro GoRBEA, 1977:
127) en el siglo IX a .C. en la transición del Período m
al 1v en la sistematización propuesta por M. Almagro
Gorbea. En la Mola d'Agres estos fragmentos son abundantes y en ocasiones las acanaladuras se asocian, como
ocurre con uno de nuestros ejemplares, con los triángulos ~llenos de trazos oblfcuos, que son fechados sobre
los siglos X- IX a.C. Uno de los ejemplares de Peña Negra I, que en base a los ejemplares del Tabaia podríamos reconstruir de modo diferente al propuesto (GoN·
ZÁLEZ PRATS, 1983, cuadro tipológico) fue hallado en el
Estrato He del Corte C en el nivel más antiguo de este
yacimiento (GoNZÁLKZ P RATS, 1985: 81 y fig. 71: 2695).
Este conjunto del Tabaia nos permite disponer por
vez primera de formas completas, que no aparecen registradas en las tipologías de los Campos de Umaa
(Rutz ZAPATERO, 1985: 715-74-7).
En base a nuestros ejemplares podemos replantearnos desde nuevas perspectivas, tanto las reconstrucciones propuestas para algunos de los fragmentos
de Mola d 'Agres y Peña Negra, como la propia presencia de los Campos de Urnas en las tierras meridionales
valencianas, señalada en los yacimientos alicantinos de
Mola d'Agres, Puig d'Alcoi (BARRACIDNA, 1987: 138),
[page-n-23]
BRONCE FINAL EN EL MEDIO VINALOPÓ
Peña Negra 1 (GoNz..4uz PRAn, 1981: 85) y Los Saladares (AlrrEAoA y SERNA, 1979-80: 118). En los dos últimos yacimientos esta presencia se considera poco significativa, al tiempo que se insiste en los contactos
meridionales y en la pervivencia de los sustratos en la
formación del Bronce Final en esta zona. La Mola
d'Agres, en cambio, se utiliza como yacimiento paradigmático de los Campos de U rnas en Alicante, fechándose su presencia en base a cerámicas decoradas,
introducidas por pequeños grupos humanos, quizás familiares, procedentes del Centro y Sur de Cataluña,
que se infiltran hacia el Pafs Valenciano hacia el siglo x. a.C. dentro de la dinámica general de los desplazamientos de los Campos de Urnas del SW de Europa. Una segunda fase se detecta en este yacimiento
-Agres TI-, ahora con influencias de los Campos de
Urnas bajoaragooeses (Rm;z ZAPATRRO, 1985: 702).
Si bien parecen evidentes los paralelos cerámicos
aducidos, al igual que otros con posterior idad (ENRJ·
QUE, 1991), y a la espera de la publicación de los resultados de las excavaciones realizadas por M . GilMascarell en las laderas de la Mola d 'Agres, debemos
Llamar la atención sobre la posible coetaneidad de todas estas cerámicas, la no constatación, al menos por
el momento, de ihcineraciones y el hallazgo de una fi·
bula «ad occhio" que reflejan «relaciones comerciales
de las gentes que habitaron el yacimiento de la Mola
d'Agres con el mediterráneo anteriores a la colonjzación púnica» (Gn.-MASOAIW.I. y P&AA SJ.NcHllz, 1989:
142), relaciones con el Mediterráneo que podemos observar en otros elementos culturales del Bronce :Final
de estos lugares, incluso en el propio Tesoro de Villena
(Rmz-G.(lvn, 1989: 53-54).
En el Tabaia las cerámicas presentes en la Mola
d 'Agres se encuentran distribuidas en los dos conjuntos
aquf presentados, que en nuestro yacimiento se encuentran claramente diferenciados. Proceden, tal como
hemos aflrmado, de dos zonas del yacimiento con características diferentes, siendo imposible precisar si
ambas ocupaciones son coetáneas. Sin pod~r negar que
algunas de las decoraciones cerámicas de estos conjuntos del Tabaia recuerdan los motivos y las técnicas decorativas de las cerámjcas de los Campos de Urnas, no
así sus formas, d ebemos señalar que tampoco en el Tabaia se conoce el rito de la incinera.ción y que en el
Corte 5, contiguo al Corte 4 del que procede el Conjunto 1, se excavaron los restos de una inhumación infantil, apenas cubierta por la tierra vegetal y en parte
arrasada por la erosión, carente de ajuar y sin aparente
protección y que estratigráficamente parece ser contempodnea a las cerámicas del Conjunto 1 y la vasija
decorada con incisiones del mismo Corte 5 (fig. 4.6).
Sobre la base de este registro arqueológico resulta
aven turado señalar la presencia en las comarcas meridionales valencianas de los Campos de U mas y sobre
el propio origen del Bronce Final. Las recientes excava-
ciones en varios yacimientos del. Vinalop6, en. especial
en el Tabaia y C abezo Redondo,. ofrece11 una excepcional información sobre el Bronce 'Thrdío, en el que encontramos algunas de las formas cerámicas -cazuelas,
bases anulares ...- y técnicas y motivos decorativos
presentes en estas cerámicas del Bronce Final.
Sobre la ocupación del Tabaia durante el Bronce
Fin.al, que será analizada en extenso en la Memoria de
excavacion es que se ultima en estos momentos, debemos señalar que aparece dispersa por diversos puntos
del yacimiento. Frente a lo que ocurre en las etapas anteriores, .n o se ha constatado para este momento estructuras arquitectónicas sólidas, similares a las de
Peña Negra I o a los momentos más antiguos de Los
Saladares, pese a su proximidad, al menos con el primero de los yacimientos. Cabría pensar en dos tipos de
asentamientos para los momentos wcwes del Bronce
Final, uno de ellos representado por el Tabaia, al que
podríamos unir Mola d 'Agres, con las construcciones
de hábitat dispersas, y el otro por Peña Negra 1 y los
momentos más antiguos de Los Saladares, prolongándose en este segundo grupo la ocupación en el siguiente período, que por el momento no se encuentra presente en los yacimientos del primer grupo. Sin
embargo, no podríamos descartar que tanto Mola
d'Agres como Tabaia se correspondan con un momento
inicial del Bronce Final, previo a la ocupación de Peña
Negra 1. Las investigaciones actualmente en curso en
el Alto y Medio Vinalopó aportarán, sin duda, una información más precisa para resolver algunas de las
cuestiones aquí planteadas sobre la formación y desarrollo del Bronce Final, de las que depende la cronología y el propio significado del Thsoro de Villena.
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BRONCF. Fl 'Al. F.N El. \H: DIO VlNA I.OPÓ
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Alfredo GoNZÁLEZ P RATS • y Elisa R mz
S EGURA •
UN POBLADO FORTIFICADO DEL BRONCE FINAL
EN EL BAJO VINALOPÓ
En el mCJJ de Octubre de 1988 se llevaron a cabo
trabajos arqueológicos en el tramo de la Autovía
Alicante-Murcia situado a su paso por el río Vinalopó,
a unos 2 km. al norte de la ciudad de Elche.
La actuación arqueológica vino determinada por
la existencia de un poblado protohistórico en el lugar,
conocido como Caramoro n, en donde las máquinas
habían procedido a realizar las primeras tareas de explanación. Solicitada la correspondiente autorización,
se comenzó una campaña de urgencia en la fecha indicada, bajo la dirección de los doctores González Prats
y Ramos Fernández y actuando como técnica s
o•. Ana Ruiz y o•. Elisa Ruiz.
El yacimiento ocupa una lengua amesetada al norte del rfo Vinalopó cuyo lado occidental vierte de forma abrupta sobre el propio cauce, mientras los otros
lados lo hacen de forma más atenuada sobre dos ramblas que se dirigen al rfo.
Hemos denominado el yacimiento como Caramoro U para diferenciarlo del poblado prehistórico de
Caramoro, objeto de una campaña de urgencia anterior por el doctor Ramos Femández y en donde los
•
cante.
Dpto. de Prehistoria y Arqueologfa, Universidad de Ali·
autores efectuaron una nueva campaña de salvamento
ante el mismo peligro por las obras de la Autovía.
En la superficie del yacimiento pudimos recoger
diversos fragmentos de cerámica a torno entre los que
cabe destacar aquellos pertenecientes a vasijas fenicias
(ánforas Al), ibéricas, de barniz negro y medievales.
Su carácter rodado nos induce a pensar que, ya antes
de la explanación de las máquinas, los posibles niveles
más recientes al que es objeto de estas líneas estuvieran
desmantelados por la erosión, dado el afloramiento de
la roca en gran parte del yacimiento. En la actualidad,
el centro del poblado ha sido rebajado para facilitar el
tra2ado del puente sobre el río.
LOS TRABAJOS
Las áreas adecuadas para la realización de las excavaciones eran aquellas que se habfan conservado por
la existencia de la antigua línea de muralla, que en algún punto llegaba a aflorar y fue parcialmente afectada por las obras de la Autov{a.
Se planteó un total de seis cortes a lo largo del recinto defensivo de modo que obtuvi~ramos un muestreo significativo para su posterior reconstrucción.
17
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A. GONZÁLEZ PRATS Y E. RUTZ SEGURA
Fig. 1.-
Silut~Ción
del poblado de C4TtlfM1o O
El corte 1 ofreda unas dimensiones de 17'5 por
8 metros y en su interior aparecían, ya antes de excavar, los restos de la muralla que, en el lado norte,
fue parcialmente destruida por la maquinaria. Esta
línea defensiva se sitúa en tomo a la cota de 130 m.,
como ocurrirá oon el resto del encintado, iniciándose
aquí el incremento de la pendiente de la meseta. Pre·
senta una orientación nort~sur y se pierde en la zona
meridional del corte debido a la erosión, razón por
la que se conserva un tramo de unos 13 m. de longitud.
La solución técnica de esta obra se consigue mediante la construcción de un núcleo central de aproxi·
madamente 2 m. de ancho, realizado con dos líneas de
piedras, hincadas en su mayoría, dejando un espacio
central que se rellena de modo heterogéneo: con piedras de tamaño medio trabadas con barro oscuro en su
mitad septentrional y por acumulación de pequeños
guijarros amalgamados con tierra amarillenta. A este
cuerpo se añaden dos nuevas alineaciones de piedras
hincadas - una a cada lado- que proporcionan a la
muralla una anchura total de entre 3 y 4 m., rellenándose también con piedras los espacios surgidos de esta
anexión. Estas diferencias técnicas no conducen a establecer fases de construcción en el tiempo ya que los
18
materiales, localizados mayoritariamente en el interior
del recinto, presentan una homogeneidad cronológicocultural.
En el área intramuros no se han hallado restos claros de suelos u hogares, así como de estructura alguna,
excep ción hecha de algunos fragmentos de enlucido de
barro que aún conservan improntas de cañas y ramaje
provenientes de una gran bolsada de ceniza gris ubicada en la zona sur del corte y que con stituir[an el único
vestigio de viviendas recuperado.
El corte 2, de 17 por 4 m., se planteó al otro lado
de una pequeña vaguada situada al norte del corte 1,
presentando aqu( la muralla una dirección oeste-este.
Parte de los restos afloraban también en superficie,
aunque aquí conservamos tan sólo el cuerpo central,
compuesto por dos alineaciones de piedras hincadas
con su correspondiente relleno, y los restos de una ter-cera hilera exterior que conformarían un ancho de
1' 6 m. por 12'8 m. de longitud.
A diferencia del corte anterior, aquf s{ fue posible
recuperar los restos de una estructura en el interior del
recinto pertenecientes a un suelo de hogar, si bien son
inexistentes otros elementos de vivienda. M ención
aparte merece, por su abundancia, el material exhu·
mado en este corte.
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Fig. 3.- Formas i:ú enámie4s groseras 44
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Caramt»T~ll
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UN POBLADO DEL BRONCE FlNAL EN EL BAJO VJNALOPÓ
El corte 3, de 5 por+ m., se estableció al sur del
corte 1 pero f"Ucra de la cota de 130 m. ya que la tierra
mostraba en ese lugar un fuerte espesor induciéndonos
a pensar en la existencia de relleno arqueológico. Sin
embargo, apenas proporcionó restos materiales ni se
detectó estructura alguna.
El cor te 4 se planteó por eUo retomando de nuevo
la cota de 130 m., al sur del anterior y con unas dimensiones de + por 5 m. Nuevamente apareció la línea defensiva que, muy deteriorada, alcanza 4'2 m. de longitud. Su construcción se realiza siguiendo un trazado
norte-sur, con un núcleo de 1'2 m. de ancho formado
por dos hileras de piedras hincadas y su corrcspondien·
te relleno al que se añaden desde fuera dos alineaciones
más, separadas entre sí y colmatadas con piedras para
formar una anchura total de 2'6 m. El material es muy
escaso y, aparte de la muralla, no encontramos estruc·
tura alguna.
A partir de aquí, la meseta hace una inflexión y
la dirección predominante pasa de ser norte-sur a
oeste-este, para luego volver a encaminarse ligeramente hacia el norte, yendo a morir en el cortado sobre el
río Vinalopó. Asentamos en esta zona dos cortes.
El corte 5, de 8 por 4 m. y dirección oeste-este, se
ubicó en base a una afloración de piedras que, tras su
excavación, mostraron un comportamiento algo alejado de los patrones constructivos anteriores, aunque
bien pudieran corresponder a uno de Jos rellenos realizados entre dos alineaciones de piedras hincadas, observándose en una cota más baja más restos siguiendo
Ja inclinación de la ladera.
El corte 6, de 4 por+ m., se abrió desde el llmite
de la meseta sobre el cortado, apareciendo restos de la
muralla que poco a poco descendía hacia la ladera y
que enlazaría con la alineación del corte anterior. Se
recuperaron aquí al menos dos cuerpos distintos de características similares a Jos descritos para el corte l.
El material en estos dos últimos cortes es muy escaso pero hemos de tener en cuenta, además de la erosión natural del cerro, la destrucción llevada a cabo por
las máquinas que construían la Autov{a.
El análisis de los restos constr"Uctivos permite la
reconstrucción del trazado hipotético de, al menos,
unos doscientos metros del perímetro amurallado, que
discurriría por eJ borde de Ja meseta, antes de iniciarse
las pendientes de ladera y aprovechándolas en algunas
ocasiones. La muralla tendría una anchura media de
3'8 m. y u n esquema constructivo de al menos cuatro
alineaciones de piedras generalmente hincadas que
marcarían distintos cuerpos rellenos por piedras o guijarros.
LOS MATERIALES
ARQUEOLÓGICOS
CERÁMICA
Los restos más abundantes recuperados en est os
trabajos corresponden a cerámicas, dentro de las cuales
se establecen dos grandes grupos que se diferencian
t~cnica y morfológicamente. Por un lado, una cerámica
de paredes gruesas que ofrece superficies generalmente
descuidadas y sin ningún tipo de acabado, traduciéndose en un tacto áspero. Su pasta, por lo común de co·
lores claros y medios (ocres, amarillentos, anaranjados
y gris claro), incluye numerosos dcsengrasantes mine·
rales de tamaño medio, presentando en muchos casos
un núcleo oscuro. Sus formas tienden a ofrecemos perfiles ovoides, globulares o subcilíndricos con cortos
cuellos diferenciados verticales o ligeramente exvasados, cuyos labios suelen decorarse con digitaciones o
trazos incisos y que finalizan en bases planas, algunas
con impresión de esterilla.
Por otro lado, existe una producción de cerámicas
más finas que se caracterizan por presentar unas pastas
más depuradas, con desengrasantcs finos y color generalmente gris, cuyas superficies se han bruñido con
mayor o menor esmero. Son recipientes de menor tamaño, insistiendo en cuencos y vasos carenados asr
como algunas vasijas de mayor porte. Entre los prime·
ros cabe destacar los cuencos que presentan una clara
y marcada inflexión por el interior deJ borde (fig. 5,
números l-4.-) y aqueJlos otros de carena alta sin ningún
tipo de inflexión por el interior (fig. 5, números 5 y 7).
Más significativos resultan, por un lado el pequeño vaso ovoide con hombro marcado y borde evertido
que presenta incrustación de botones de cobre o bronce
en el tercio inferior (fig. 5, n. 0 6) y por otro los fragmentos de vasos con decoración de acanalados y bordes
ligeramente convexos (fig. 5, números 8-10).
OBJETOS DE PIEDRA
No habiendo aparecido n ingún utensilio metálico,
los restos que completan el conjunto material recupera·
do se traducen en varios molinos de mano realizados
sobre piedras oscuras pórfido-gábricas y algunos dientes de hoz de sílex de considerables dimensiones.
CONSIDERACIONES GENERALES
Como veremos a continuación, la documentación
arqueológica obtenida en este poblado fortifica~o
apunta hacia un ambiente mixtificado de influenc1as
culturales fruto de la ubicación estratégica del yacimiento.
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Fig. 1.- &rdu m4l reprutfl141iiHJS de las e11ámúas gromas de OartlfMfo II
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UN POBLADO DEL BRONCE FINAL BN EL BAJO VINALOPÓ
La t~cnica constructiva del lienzo defensivo que
rodeó cl yacimiento se inscribe en la tónica de un determinado horizonte cronológico del Sudeste y Anda)ucfa o riental. La composición de muros, ya sea de viviendas o defensivos, a base de alineaciones de piedras
hincadas con los espacios resultantes rellenos de piedras menores y cascajo la encontramos en el poblado
del Bronce Final del Cerro de Cabezuelos en Úbeda
Oa~n), en donde tanto las espaciosas viviendas como
Jos tramos de muralla localizados son buenos representantes de semejante sistema (MouNA·DB LA ToRREN}VtR.A-AcuAvo-SAEZ, 1978 y 1979).
Igualmente, en Monachil (Granada) se ha señalado la existencia de una vivienda inédita procedente de
la meseta inferior del yacimiento con zócalos formados
por doble hilera de piedras hincadas (CoNTRERAS,
1982: 318).
Otro poblado característico dcl Bronce Final del
Sudeste como es el Peñón de la Reina en AJboloduy
(Almería), ha deparado varias viviendas con zócalos
formados por alineaciones de piedras hincadas al estilo
de la muralla de Úbeda y Caramoro 11 (MAiniNtzBOTIIu.A, 1980).
Las excavaciones de 1983-85 practicadas en eJ cercano poblado del Bronce Final de La Peña Negra (Orevillente, Alicante) proporcionaron una vivienda construida con 2ócalos de piedras hincadas (GoNzÁLI!.Z
Pun, 1990: 34- y 38), si bien se desconoce lienzo defensivo alguno correspondiente a este horizonte.
Por tanto, el sistema de construcción de las muraUas de Cararnoro Il encuentra absoluta correspondencia con un sistema ·qw: se utilizaba en el Sudeste en
un preciso momento del Bronce Final. Para su cronología, los datos de Úbeda y Alboloduy han llevado a sus
excavad ores a situar estas construcciones en el siglo vu1 a.C. Una fecha idéntica arroja la vivienda metalúrgica de Peña Negra que hemos datado hacia la segunda mitad del vm a.C.
Por lo que respecta a la cultura material, algunas
piezas cerámicas se adscriben igualmente a la misma
ftliación meridional del Bronce Final de Andalucía y
Sudeste. Se trata de los cuencos de carena alta de los
que se han seleccionado dos ejemplares en la fig. 5 (números 5 y 7), cuya forma podemos rastrear en estos
ambientes meridionales desde el Bronce Tardío o Argar e para alcanzar su máximo desarrollo durante
todo el Bronce Final, perdurando algunos ejemplares
en el Hierro Antiguo (ScKUMRT, 1971; LóPtz ROA,
1978; MOWIA, 1978; TJII&li.A, 1978; GoNz.hu:z PR.ATS,
1983 a y 1983 b). Su cronología dentro del mismo
Bronce Final es amplia y no disponemos para el Sudeste de indicadores morfológicos, dada su variabilidad,
que permitan precisar dataciones específicas.
El resto del material cerámico nos alena sobre
otras conexiones e inOuencias culturales que se dieron
cita en este poblado de estratégica posición en el Sudes-
te. Asf el vasito ovoide con hombrera carenada (fig. 5,
n.o 6) conlleva una d ecoración de botones metálicos
incrustados en la pasta que lo relacionan con otros hallazgos peninsulares los cuales, situados en ambientes
meridionales, se bao referido a procedencias de la Meseta y, en última instancia, del mundo centroeuropeo.
En tre los vasos con esta decoración se bailaría el ejemplar de Medell(n (AMo, 1973: 380, fig. 4, 1). El del
Cerro de la Encina (Monacbil, Granada), procedente
del estrato Ilb del cone 3, asociado a cerimica a mano
pintada bfcroma, que se data entre los siglos x y vm
a.C. (AluuaAs BT AL., 1974: 88, fig. 68). Las excavaciones practicadas en el Túmulo A de Setcr.Jla (Lora del
Río, Sevilla) proporcionaron el hallazgo de una uma
con decoración de remaches de bronce (Aus~rr, 1975:
121, fig. 48, 2).
Con posterioridad han aparecido cerámicas con
incrustación metálica en el Cerro de los I.nfantes (Pinos
Puente, Granada) en la fase datada entre 900 y 750
a.C. {PACHóN ET AL., 1979: 317, fig. 14; MouNA r:r AL.,
1983: fig. 2b); en la Colina de los Quemados (Córdoba) {PEL&.JCER, 1989: 177); y en el Cerro de la Miel
(Granada) (CAIUlASCO .t.n' 111.., 1987: 28, fig. 30).
Las dataciones que arrojan los contextos de estos
hallazgos sit6an este tipo de decoración entre los siglos x y vm a .C., utilizándolo Molina como uno de
los elementos caracterlsticos de la fase TI del Bronce
Final del Sudeste (MoUNA 1977: 219) aunque admite
su posible perduración -contemplando la datación
del ejemplar del Túmulo A de Seteftlla- en el s. VII
a.C.
La significación y procedencia de esta decoración
tan singular en nuestra protohistoria resulta controvertida pues si para Aubet y Pellicer habría que relacionarla con la Meseta y con centroeuropa (A011ET, 1975:
139; PRJ.LJOliR, 1989: 179), para Molina su origen debería buscarse en el Mediterráneo (MouNA, 1977:
219). Lo que parece evidente -dada la ausencia de
esta decorac.ión en ambientes contemporáneos del Sudeste con el Bronce Final de la Meseta- es que su área
de dispersión es básicamente meridional. Esto, como
ya señalaran los excavadores del Cerro de la Miel (G""
RRASOO BT 111.., 1978: 66), avalaría la hipótesis de una
procedencia desde las costas mediterráneas, aunque
quizás oriundo de culturas oorteitálicas del Bronce Final (Villanoviano).
Por otro lado dispondrfamos de claros elementos
conectados con los ambientes de Campos de Urnas de
la Península Ib~rica. Es el caso de los fragmentos representativos de vasos decorados con acanaladuras
que, por presentar el borde ligeramente convexo, se sitúan con facilidad en contextos correspondientes a los
Campos de Urnas Antiguos, si bien perduran en los
Recientes (At.MAGRo, 1977: 94 ss; R 111z ZMATJ!RO, 1985:
fig. 216), obteniéndose una cronología terminal en torno al tránsito del siglo IX al vm a.C.
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UN POBLADO DEL BRONCE FINAL EN EL BAJO VINALOJ'Ó
A su lado se sitúan otras formas de idéntica íiliación. Nos referimos a los vasitos carenados con inflexión interna marcada por el final del borde. Es una forma característica de ]os Campos de Urnas del Ebro,
originarios de tipos más anchos en los Campos de Urnas Antiguos (RotZ ZAPATERo, 1985: fig. 213, n. 0 6) y
que perduran hasta eJ siglo VUJ con estos ejemplares
de me.n or tamaño (Ibidnn, figs. 216, 9 y 222, 1). Estos
vasos se prodigan en eJ Alto y Medio Ebro, como lo
demuestran !.o s ejemplares de Sanso! (Muru Astrain)
(CAS1'1ELLA, 1977: fig. 16, 1) y, sobre todo, los numerosos del castro de Portelapeña (El Redal, Logroño) que
se presentan lisos, cordados, con acanalados o con los
característicos diseños excisos {BLASCO, 1974; CASTJRc.u., 1977: fig. 115 ss). En el trabajo de Castiella quedaron individualizados como su. Forma 1 de la cerámica cuidada.
Resulta ilustrativa la asociación de vasitos de este
tipo a urnas decoradas con acanalados y bordes ligeramente convexos en una de las más importantes y significativas necrópolis del Ebro medio: Los Castellets de
Mequinenza (Rovo-F'EltRBtt.uRLA, 1985: 400, fig. 6), con
una cronología que va del 1.000 al 700 a.C. Al ocuparse del vasito de ofrendas del túmulo ION, los excavadores advirtieron su semejanza con otros vasitos similares
del Cabezo de Monle6n en Caspe, para cuyos inicios
se dieron fechas entre los años 900 y 800 a.C. (.[büúm,
p. 407).
Finalmente, la presencia de elementos dentados de
sOex en Caramoto II obedece a lo que viene siendo
usual en poblados de Andalucía Oriental (Cerro de la
Mora, Cerro de la Encina) de este período, siendo una
clara herencia del ll milenio a.C. Ya indicamos que su
ausencia en la ce.r cana ciudad de Peña Negra se debió
sin duda a la utilización allf de hoces metálicas (GoNZÁ.Ll!Z PRATS, 1985: 177), extremo que ha venido confU'·
mado por el hallazgo de moldes para fundir tales
piezas.
CONCLUSIONES PRELIMINARES
Nos hallamos ante un_ poblado de dimensiones
respetables perteneciente al Bronce Final ll del Sudeste en el que destaca su sistema defensivo acorde
con unas técnicas constructivas propias de este cfrculo
cultural.
La doble ten den.cia de influencias que permite
deducir el análisis de Jos materiales cerámicos, es decir, formas tradicionales del ámbito meridional desde
el Bronce Tardío y otros tipos claramente vinculados
a los ámbitos peninsulares de Campos de Urnas
-concretamente del área del Valle del Ebro-, debe
tener una explicación. Sería tanto la situación estratégica del poblado sobre el antiguo eje de penetración
comercial y cultural que supuso el rfo Vinalop6 en
nuestra Pre y Protohistoria como el propio carácter
de frontera de esta cuenca fluvial, manifestado desde
la Edad del Cobre, como lo demostraría la presencia
de poblados con cultura propia del Cobre andaluz:
Figucra Reona en Elche, Les Moreres en Crevillente
(GoNzÁLEZ PRAn~, 1985b: 94- ss). Esta frontera vuelve
a manifestarse en época campaniforme, en donde el
importante yacimiento de El Promontori de l'Aigua
Dol~a i Salá (Elche) permite vincu.lar los. diseños ornamentales de sus cerámicas con el grupo de Andalucía oriental (Rmz SECUM, 1990). Para la Edad del
Bronce, la frontera del Argar que Tarradell estableció
en un principio en el río Segura (TA&RADEr.L, 1962)
fue subida al Vinalopó posteriormente (TAlUW)RLL,
1965), hipótesis a la que nos adherimos al publicar
el poblado del ~.ronce Antiguo del Pie de les Moreres
(GaNZÁLBZ PRAn, 1986: 200). Esta realidad fronteriza
será la que en el Bronce Pleno avanzado c.o nfiera esa
característica peculiaridad de los poblados situados en
el Valle del Vinalop6, que poseen una evidente semblanza con la facies argárica, característica que inicialmente fue utilizada para definir una facies comarcal aut6noma en la cuenca de este río (HEJtNÁNDEZ
PtREZ, 1986: 348), si bien en la actualidad ha sido
correctamente valorada (IiERflÁl'IDRZ PtRJ.r.t, 1990: 87
y 94).
El funcionamiento de dicha línea de frontera se·
guía en vigor en el I milenio a.C., tanto en el .Bronce
Final (GoN7.ÁLil.Z PRATS, 1985a: 153) como en el Hierro
Antiguo, lo que permitió la existencia al sur del Vina·
lopó de u.n floreciente período orientalizante dentro de
la 6rbita de Tartessos que no se produjo al norte del
río.
Por eso no resulta extraña la presencia, en un
poblado de tan favorecida situación y cuyo propio
carácter defensivo puede deberse a su actuación
como centro vigía en el Bronce Final en el inicio
de tan importante ruta de penetración, de elementos
de Campos de Umas que vienen a completar los
hallazgos similares realizados en el cercano poblado
del Tabaiá en Aspe (NAvARRo MwERos, 1982: 57 ss)
o en el más lejano de la Mola d'Agrcs (C.E.C.,
1978).
Resulta sintomática la relativa abundancia de estos elementos de Campos de Urnas siempre en yacimientos situados en el margen septentrional del Vinalopó o más al norte. Realidad que contrasta con los
escasísimos fragmentos propios de estos ámbitos indoeuropeos que hallamos al sur del do (Saladares,
Peña Negra), donde la fuerza de la dinámica cultural
de Tartessos fren6 o mediatizó las influencias septentrionales.
Los datos cronológicos que aportan tanto los sistemas de construcción de las mutallas como las cerámicas permiten situar eJ. de11arrollo de este nuevo poblado
del Bronce Final entre los siglos oc y vm a.C.
25
[page-n-36]
A. GONZÁLE.Z PRATS Y E. RUIZ SEGURA
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Ldm. 1- /Jos uJptciUI tlr lo mural/o qtu Clrrtmtlo ti pohlado
pullnmenl~
DI Corlt 1
27
[page-n-38]
[page-n-39]
Arturo
ÜLIVER
Fmx •
,
APROXIMACION AL POBLAMIENTO
DEL HIERRO ANTIGUO EN CASTELLÓN
D. Enrique Pla Ballester fue de Jos primeros investigadores que se planteó la problemática de uno de los
períodos menos debatido, peor conocido, y sin embargo, clave de la historiograffa arqueológica valenciana,
per(odo que ha permanecido oscuro basta hace relativamente escasos años en lo que a Valencia se refiere;
~ste es el paso de la Edad del Bronce a la Ibérica, el
cual representa un contundente cambio e n la cultura
.material y t~cnica, motivado por una compleja interrelación cultural y evolución autóctona a )a vez. Ello lo
planteaba ya de forma concisa pero magistral en 1957,
cuando la investigación con respecto a este momento,
estaba completamente en mantillaa. E. Pla indicó la
importancia de los pueblos colonizadores para el futuro desarrollo de la cultura ibérica en un momento en
que estos planteamientos estaban lejos de realizarse
(Pu, 1959). Consideramos oportuno pues, unirnos al
merecido homenaje tributado al insigne arqueólogo valenciano, recordando precisamente esta interesante comunicación y plantear de nuevo el estado de la cuestión del tránsito de la Edad del Bronce a la del HieJTO
en tierras valencianas.
• Servei d'lnvcaligacioDJ Arqueolbgiquea i Prehistbriques.
Dlputació de Cutclló.
Este período cultural en Castellóo, siempre se ha
considerado dentro de los estudios generales de los
Campos de Urnas del noreste peninsular, relacionándolo con el área de Aragón y Cataluña (ALMAGRO,
1977; R vtz, 1985; PELLICER., 1984), ya que los datos
que teníamos de él se limitaban a hallazgos sueltos y
esporádicos fuera de todo contexto que nos pudiera
aportar una verdadera valoración sobre la auténtica
importancia del Bronce fmal- Hierro en la zona
(BOSCH, 1915-1920; CoJ..OMINAS, 1915-1920; Esnv11, 1944;
MARTfNn, 1942).
Debemos indicar primeramente que consideramos
oportuno denominar este período bajo el epígrafe de
Hierro antiguo, puesto que por primera vez en la historia, encontramos este material en la zona; como veremos posteriormente, hay explotaciones de yacimientos
de mineral férrico, también hallamos utensilios de este
metal, como el cuchillo de hierro exhumado en el estrato K del yacimiento de Vinaa:ragell de Burriana, sobre
el cual M . Pellicer Uam6la atención de su importanci.a,
ya que apenas se le había considerado (Pm.uon, 1982:
226). Sin embargo, indiquemos que el estado de la
cuestión en que se encuentra la investigación no nos
permite saber si estamos ante un predominio del instrumental férreo sobre el de bronce, lo que serfa nece-
29
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A. OLIVER FOIX
Fig. 1.- Po/pis, San/4 Mada.úna. 1-2,
&rrfora Vuillnnot R .l .
&erámi&a no lof'fllaiÚJ.
3-4,
sario conocer según A. Snodgrass para encuadrar con
exactitud este período dentro de la Edad del Hierro
(8NODCIIASS 1 1980).
Consideramos oportuna esta denominación ya que
este período se diferencia del Bronce fmal al estar separado de él por un momento bistoriográficamente oscuro, pues, los yacimientos de la provincia no nos ofrecen
prácticamente datos desde las fechaciones del Bronce
medio avanzado de Orpesa la Vella en Oropesa del
Mar, una fase previa del Bronce tardío en el Torrelló
de Onda (ARTI!ACA, 1976: 194; G usr, 1974), la fase flnal
de la Cueva del Mas d'Abad de Cuevas de Vinromá
(Gus1, 1975), o la fechación del Abric de les C inc "
de
Almenara GuNYBNT et alii, 1982-1983). Es el período
oscuro que ya indicaba E. Pla en su comunicación de
1957 (PLA, 1959).
30
El periodo que continúa, el ibérico, no tiene prácticamente ninguna relación, ya que presenta un cam ·
bio total en su cultura material, patrón de asentamjen·
to, bases económicas, etc., por ello no consideramos
oportuno el empleo de la denominación de paleoibéri·
co aplicado también para este período (M ALuQuER,
1982), y los yacimientos pertenecientes a él (MALU·
QUF.R, 1987). Tampoco creemos oportuna la denominación de celta y ballstático empleada en la bibliografia
de hace unas décadas y actualmente y con buen crite·
rio, ya en desuso. Además como período düerenciado
podemos indicar que es la verdadera protohistoria de
la zona, ya que concurren en él culturas ágrafas, como
son las indígenas, con culturas que tienen sistemas escripturarios, como la fenicia.
El adjetivo de Antiguo nos lo diferencia de lo que
sería el pleno período del Hierro, que en nuestra zona
recibe el nombre de Cultura Ibérica, la cual representaría los posteriores estadios tecnológicos de A. Snodgrass (SNoOORASS, 1980). Este adjetivo sería equivalente a Primera Edad del Hierro, Hierro I o Hierro inicial
que usan algunos autores, para diferenciarlo del momento ibérico.
La nomenclatura de Edad del Hierro es empleada
por otros autores que tratan este período, como J .L.
Maya (MAYA, 1990), E. Pons (PoNs, 1984), M . Pellicer
(PBLLJOER, 1984), se ha usado incluso con cierta reivindicación (LuCAs, 1987). Otros autores como M . Almagro y G. Ruiz (Au..t...ow, 1977; Rurz, 1985), siguiendo
la nomenclatura de W. Kimmig (K..t.Mz..uo, 1954), utilizan el término de Campos d e Urnas, aunque esta ter·
minolog(a indudablemente puede ser apropiada para
otras áreas del noreste, preferimos no hacer uso de ella,
ya que hoy por hoy no tenemos muestras de necrópolis
de icineraci6n en Ja zona, y el sustrato indígena del
Bronce Valenciano tiene aún un fuerte arraigo.
Somos conscientes de la problemática que representa esta denominación de Edad del Hierro, la cu~
queda bien clara en los interrogantes de los títulos en
los trabajos de J. L. Maya y R . Lucas (MAvA, 1990; LoCAS, 1987).
En resumen, consideramos un período cultural
que por varios motivos podemos diferenciar del ante·
rior, el Bronce final y del posterior, el ibérico, y que
cronológicamente se correspondería con los Campos de
Urnas IV (KrMMlC, 1954), el Hallstatt D (MOLLRR·
IúRPE, 1959), el período m (Lools, TAYI'ANEL, 1960), el
Hallstatt medio (HATT, 1961), el período m-rv (V!LA.
SECA el alii, 1963), la primera fase de los Campos de
Urnas del Hjerro (ALMAO¡¡o, 1977), el Bronce fmal ll
(Gn.·MASCAIU!LL, 1981), la tercera etapa (PoNs, 1984),
los Campos de Urnas del Hierro (RUJz, 1985).
El siglo vn a. de J.C. había sido en las comarcas
castellonenses un segmento cronológico del que apenas
teníamos noticias, ya que los hallazgos arqueológicos
eran pocos, tan solo el caso de las urnas de Els Esple-
[page-n-41]
APROXIMACIÓN AL POBLAMIENTO DEL HIERRO ANTICUO EN CASTELLÓN
Fig. 2.- Els Cas/4/úts, La jatUJ. 1-2, mámüa rw tDrnw/a. 3-1,
drifora Vuilúrnol R .J.
ters de Salsadella (CoLOMINAS, 1915-1920), o las escasas
noticias de las urnas de Thrrc de la Sal de Gabanes
(BoscR, 1953), ello, juntamente con otros elementos
aislados de fechas anteriores, permitían hablar de una
penetración de las influencias de los Campos de Urnas
al sur de las bocas del río Ebro, aunque siempre con
poca entidad, y por tanto de un hábitat pobre en este
mome.nto preibérico.
En los últimos años y gracias al programa de investigación protohistórica desarrollado desde el
S.I.A.P. de Castellón, se han descubierto una serie de
yacimientos fechados en la segunda mitad del siglo VIl
a. de J.C., e inicios de la centuria siguiente, los cuales
se han identificado sobre todo en L comarca del Maesa
trazgo en donde se ha centrado más Ja prospección.
Estos yacimientos se caracterizan por ser asentamientos de una superficie reducida, ya que su extensión va desde los 300 m 2 del Polsegué de RoseU, a los
2.000 m 2 de la Mola Llarga de Chert. Debemos indi·
car no obtante, que en algunas ocasiones, los asenta·
mientos posteriores que se han superpuesto destruye·
ron los niveles de esta fase, por lo que no conoce. os
m
la totalidad de la superficie, esto es el caso del Puig de
la Nau de Benicarl6, el Puig de L Misericordia de Via
narós y el Solaig de Bechf (FLRTCIIBll, MP.s.wo, 1967).
En otros casos la destrucción del yacimiento por acción
antr6pica, como vemos en el Hostal Nou de Ares
(GoNzÁLr.z, 1974), el Coll del Moro de Rosell, les Ferreries de Fredes, o por acción natural como les Serre·
tes de Chert o la Ferrisa de Alcora, no nos permite muchas deducciones. Señalemos también la existe.n cia de
algunos hallazgos aislados que nos dan material de esta
época, pero pocos datos sobre el asentamiento, es el
caso de Mas Bosqueds, Mas Martí y Mas d 'eo Peraire
en Albocácer. Mención aparte merece el aú.n poco co·
nocido hábitat cavernícola situado en cl valle del río
Palancia y del Mijarcs, lo que vemos en la Cueva del
Murciélago de Altura (P ALOMAR, 1986), ]a Cueva
Honda de Cirat (GIL-MASCAllELL, ~981), en el Abric de
les Cinc de Almenara Q uNvXNT et alii, 1982-1983) y posiblemente en Cueva Cerdaña de Pina de Montalgrao
(PALOMAR, ÜUVER, 1986).
Dentro del conjunto de estos yacimientos el que
sobresale por su extensión y por sus características en
cuanto aJ material de importación, sobre lo que volveremos más adelante, es el de la Torrasa de la Vall de
Uxó (OuvaR et alii, 1984), posiblemente relacionado
con el de Vinarragell de Burriana.
Próximos geográficamente, podemos señalar los
yacimientos de la vecina provincia de Tarragona, como
es el caso de la Moleta del Remei de Alcanar (GRAClA,
M u!'lH.I.A, PAI..LAllb, 1986-1987), la Ferradura de Ulldecooa (MAI.UQ.UP.R, 1987), Ja Cogulla de Ulldecooa y
Sant ] aume de Alcanar.
A este poblamiento debemos unir los enterramientos de la Montalban.a de Ares (GoNZÁLI!Z, 1975), els
Cubs de Benasal (GoNZÁUZ, 1979), Torre de la Sal de
Gabanes (Boscu, 1953) y Els Espleters de SaJsadeUa
(CoLOMJNAS, 1915-1920), desgraciadamente todo hallazgos fortuitos y en su mayor parte destruidos por la
transformación de las fmeas de labor en donde se ubicaban.
La situación orográfica de estos asentamientos es
variada, ya que se asientan sobre colinas aisladas, en
el caso del Puig de la Nau y de la Misericordia, o e.n
cabezos de sierras que sobresalen hacia un llano o corredor, como Polpia en Santa Madalena, el Polsegué de
Rosell, les Carrasquetes en el mismo término municipal, els Castellets de La]ana, les Serretes de Chert, la
Torrasa de ValJ d'Ux6, les Ferreries de Fredes, se situan también en llano como VinarrageU de Burriana.,
el Torrell6 de Almazora, Mas de Vito de Rosell (R o.
SAS, 1980) o en muelas, la Mola Uarga de Chert (MESEGUER, GmBR, 1983).
La fortiftcación de estos asentamientos en ocasiones es una muralJ.a que se realiza con piedra en seco,
la cual puede circundar todo el hábitat, como es el caso
de les Carrasquetes de RoseU, Polpis de Santa Madalena, els CasteHets de La Jana, o proteger con un lienzo
31
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A.. OLJVER FOJX
realizadas con un zócalo de piedra que puede ser hecho
de dos maneras diferentes, o bien con unas losas hincadas formando dos líneas paralelas, cuyo intersticio será
rellenado con piedras de pequeño tamaño y tierra; o
bien con sillarejos más o menos trabajados que forman
un zócalo macizo, sobre el cual se levantará una pared
de tapial o adobe. Hemos constatado la existencia de
enlucidos y pavimentos.
La cultura material de estos asentamientos está estrechamente relacionada con el sustrato ind(gena, ya
que presenta unas cerámicas hechas sin torno, con pasta grosera y decoradas con cordones digitados. Las formas más corrientes son las vasijas ovoides con base Uana o de talón, e incluso de pie cilíndrico. El cuello se
encuentra muy marcado y resaltado por un cordón
plástico digitado, el borde es recto, de forma troncocónica, con labio llano o redondeado. Por otra parte tene3
mos un componente de esta cultura material, que nos
relaciona esta alfarería con los Campos de Urnas del
noreste peninsular, es el caso de las decoraciones acanaladas y las incisiones, realizadas sobre vasijas de superficie bruñida y ejecutadas con pasta depurada, que
podríamos considerar como cerámica de lujo.
Lo más destacado del material cerámico que nos
ofrecen estos yacimientos es la presencia de las primeras importaciones provenientes del mundo colonial,
concretamente las ánforas Vuillemot R.l, que se dan
en todos ellos. En menor medida tenemos las vasijas
4
denominadas piPwi, caracterizadas por las cuatro asas
que surgen del borde, y también los platos trípodes. Señalemos que en el cercano yacimiento de la Moleta del
Remei de Alcanar, junto a este material indígena y de
Fig. 3.- El Col/ /Ul Moro, lbm/1. 1-3, tertlmiea no ttn-Mada. 4-~ . importación, se encuentra bud!ero nero etrusco, concreá'!fora Vuíllemot R .l.
tamente la forma del cántaro (GRACIA, M uNJu.... , PALLA·
RÉS, 1986-1987).
Este poblamiento es el primero que recibe las influencias coloniales y puede ser este factor el que dede muralla la parte más vulnerable, lo que vemos en
sencadena el surgimiento de poblados después de un
el Polsegué de Rosell. La construcción poliorcética está
pasaélo oscuro, del que como hemos indicado, no tenerealizada con piedra caliza del lugar, la cual tan sólo
mos prácticamente datos.
se ha trabajado en una cara, que es la que da a las suEl material de importación, será el que nos dará
perficies del muro.
la cronología inicial de los asentamientos, ya que las
El lienzo en cuestión puede cerrar el asentamiento
ánforas Vuillemot R .J, y el material fenicio en general,
formando ángulos, les Carrasquetes de Rosell y els
datan su momento de expansión por la costa oriental
Castellets de La Jana, o de forma redonda, lo que ende la Península Ibérica hacia mediados del siglo vu a.
contramos en Polpis de Santa Madalena.
de J.C. (ÁlrrEAoA, PADRó, SANMAJUÍ, 1986¡ Au:nT, 1987),
Este tipo de construcciones tienen su paralelo en
la fortificación del Alt de Benimaquia de Denia (Alicoincidiendo con la fundación de Ibiza, punto clave
cante) (ScFIUBAllT ~~ alii, 1963).
para la navegación a las costas levantinas desde el sur
peninsular y el norte de Africa. El momento ante qunn
La estructuración interna del asentamiento la desconocemos, ya que no se han excavado en extensión. Tan
nos lo indica la falta del material ibérico e.n los asentas6Jo podemos apreciar la de la Mola lJarga de Chert, la
mientos o en las fases correspondientes a este período,
cual es una manzana orientada al sur, por lo que tiene
material que en la zona está datado por las cerámicas
sus paralelos en les Escodines Baixes de Mazaleón (Tedel hioterland griego a partir del 575/550 a. de J.C. Asf
ruel) y en la Ferradura de Ulldecona (Tarragona).
pues, tendríamos un segmento temporal para este poLos escasos restos que conocemos nos indican la
blamiento que abarcaría desde el 650 al 575/550 a. de
existencia de unas plantas de vivienda rectangular,
J.C., momento a partir del cual vemos que cambia el
32
[page-n-43]
APROXIMACIÓN AL POBLAMlENro DEL UJERRO ANTlGUO EN CAST.ELLÓN
\
1
'
Fig. 1.-
El PolstguJ, /Wúl. J.ttjora
patrón de asentamiento y el material arqueológico, desarrollándose la C ultura IMrica.
El fmal de estos yacimientos, segundo cuarto
del siglo v1 a. de J.C., coincide con la denominada
«Crisis• fenicia de occidente, momento que parece
mostrane conflictivo para el pueblo semita tanto en
la zona oriental del Mediterráneo, por la caída de
la metrópoli, como e n la occidental (ARTBACA,
1976-1978; FKRNÁNDI!Z, 1987; R u•z MA"rA, 1987), ya
que según pa.-ece hay una tirantez entre las colonias
fenicias del sur y Tartesos. Ello indudablemente influiría en las relaciones económicas que mantenían
las colonias con los asentamientos indígenas que depend{an en gran parte de ella. As{ pues, en el segundo cuarto del siglo vt a. de J.C., asentamientos
como la Thrrasa, Vinarragell, el Solaig, les Carrasquetes, Coll del Moro, els Castellets, Polpis, els Espleters, Hostal Nou, M as Nou, M ola Uarga, les Serretes, la Ferrisa, son abandonados.
Los poblados de esta época económicamente se
basan por una parte en la explotación de los yacimientos de mineral de hierro, como vemos en los que
están situados en el término municipal de Rosell, junto a las explotaciones mineras férricas, lo mismo sucederá con los del término de Ulldecona (Thrragona),
Mas Bosqueds de Albocáoer, Les Ferreries de Fredes
y la Ferrisa de Alcora. La venta del mineral a los
fenicios, ya que hoy por hoy no tenemos constancia
~~R. l
.
de la functición de hierro en la wna, será el sustento
económico de esta parte de los poblados del siglo vn
a. de J.C.
El otro principal medio económico de subsistencia serfa el agropecuario, en especial el ganadero,
como vemos en el valle del r{o Palancia, cuyo poblamiento está relacionado con las vfas de trashumancia
(P ALOM
AR, 1986). Otros yacimientos se relacionarían
con el comercio, como es el caso de Vinarragell, junto
al mar y en una zona de desembarco, y la Torrasa,
que por su abundante cerámica de importación, la
situación geográfica, su extensión y el mineral de hierro que hay, ya apuntamos en su día, que podrfa ser
un asentamiento con función de distribución del material foráneo, el cual sería el principal bien de prestigio (Ouvu tt alii, 1986). Ello lo vemos en otro
a.s entamiento situado en el valle del río Ebro, que
presenta la misma cronología, es el caso de Aldovesta
en Benifallet ('Thrragona) (MASCOJtT, SANMAIO'f, SANTA·
CANA, 1986-1987).
La superficie que presentan yacimientos como el
Torrelló de A.lmazora o el Polsegué de RoselJ, prácticamente mfnima, asf como su ubicación geográfica, podría indicamos asentamientos con una función militar
o de vigilancia, ya sea sobre una vía de comunicación,
como es el caso del río M ijares en lo referente al Torre06 de AJmazora, o dedicados a la custodia de una población o de unas riquezas naturales, lo que ocurriría
33
[page-n-44]
A. OLIVBR FOlX
Falta constatar otros puntos en los que hoy por
hoy, tan sólo tenemos pequeños indicios para atribuirlos como asentamientos de esta cronología, asi como el
conocimiento de la estructuración y funcionamiento
intrínseco de los poblados.
4
Fig. 5.- ús CIJTf'asqJUtls, RoseJl. 1-3, eerámKa no 141"N41ÚJ. 4, eerámüa no torneada con daor~Uúin ~Uan.altula. 5-6, arámica no torneada.
en el Polsegué de Rosell en relación al asentamiento del
CoU del Moro y a las minas de hierro de su entorno.
El río Mijares es el paso hacia tierras tUEQlenses, y junto a él como hemos dicho, está el asentamiento del Torrelló de Almazora; a través del do Senia y Servo!, junto a los cuales está el Polsegué, se pasa al valle del rfo
Matarranya y Bajo Aragón.
Estos asentamientos nos denuncian un poblamiento relacionado con los Campos de Urnas recientes del noreste peninsular, que se encuentra perfectamente establecido en la zona y no son meras
penetraciones como se hab(a supuesto hasta ahora
a rafz del estado de la cuestión en que se encontraba
este período histórico. Por otra parte es un poblamiento perfectamente organizado en cuanto al control del territorio, de las fuentes de riqueza naturales
y sobre todo en relación al comercio con el mundo
fenicio, que será el factor que potencia esta explosión
de asentamientos a mediados del siglo vn a. de
J.C.
34
Fig. 6.- Distribucúin geográ.foo de los ya&imimlos ciliulos m tlllX/4.
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Santa Modalena tk Polp1's
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A. OLI\ t;R rOl X
Lám. 11. - ELr CoJIIIltt.r dt LA jann
38
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Milagro
GlL- M AsCARELL
* y M anu el
ENRIQUE
TEJEDO *
LA METALURGIA DEL BRONCE FINAL-HIERRO ANTIGUO
DEL YACIMIENTO DE LA MOLA D 'AGRES
(AGRES, ALICANTE)
Contamos con la perspectiva suficiente, después
de los estudios realizados de estratos y materiales de las
sucesivas campañas de excavaciones, para poder aftrmar que la Mola d'Agres tuvo un papel relevante durante el final de la Edad del Bronce en el País Valenciano. Ya en anteriores publicaciones se han descrito
materiales que por su carácter singular representaban
aportaciones de interrelaciones culturales o evidenciaban innovaciones tecnológicas (GrL-MASCARELL, 1981:
17; Gn.·MAScAR:nt, y PEÑA, 1989: 125).
Estos, hasta aho.r a, se concentran en pequeñas terrazas, siendo particularmente abundantes los encontrados en la terr aza sudoriental del cerro, qu e es la que
denominamos Sector V (lám. 1). Los estratos hallados
están formados por uno su perficial (Estrato 1) de gran
potencia que por sus características podría tratarse de
una especie de escombrera, llevados o caídos basta allí
y donde se acumula la mayor parte del material (Gu.M ASCAJU?.LL y PEÑA, 1989: 125) seguido por otros tres,
que podr{an estar «in situ», pero cuyos materiales son
de las mis,m as caracter$sticas que los encontrados en
superficie.
· • Opto. de Prehiatoria y Arqueologfa, Universitat de Va·
l~ncia.
Al Sur del Sector V, e.n otra pequeña terraza,
se realizaron dos sondeos en los que se encontraron
también materiales pertenecientes al Bronce FinalHierro Antiguo, muy similares a los hallados anteriormente, y todo ello en el contexto de una estratigrafia muy poco fiable. Esta zona es la que denominados Sector VII.
A estas alturas de la investigación, se nos manifies·
ta en Agres tres claras influencias culturales, alguna de
las cuales ha sido reseñada en publicaciones anteriores
(GrL·MASCARRLL, 1981).
Por su abundancia, riqueza y variedad destaca en
primer lugar, la de la Cultura de los Campos de Urnas
del NE, constituyéndose la Mola d 'Agres, al menos
hasta la fecha presente, en el yacimiento más rico y representantivo de esta cultura dentro de1 País Valen cia·
no. Resulta a este respecto mu y signiftcativa y evidencia la complejidad de este per íodo, la comparación con
otros situados más al Su r, como Peña Negra, que, con
una ubicación relativamente p róxima a la Mola, manifiesta, sin embargo, una dinámica cultural claramente
distinta, a pesar de la posible relación entre ambos.
Sin duda, es la influencia andaluza, el segundo
vector cultural que encontramos en Agres. Diversas
formas cerámicas y un fragmento decorado con incrus39
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Fig. 1
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METALURGIA DEL BRONCE FTNAL-HTRRRO ANTIGUO DE LA MOLA D'AGRES
LA METALURGIA
A. DESCRIPCIÓN•
l. Objetos de metal
•
Fig. 2
tación de metal, al parecer encontrado recientemente
asr lo atestigua.
'
Finalmente se han hallado formas y decoraciones
que relacionan la Mola con la Meseta, en particular
con los momentos finales de la cultura de Cogotaa l.
Estos tres vectores culturales que concurren en
Agrcs, tienen sin lugar a dudas, módulos muy diferentes, destacando por su intensidad el correspondiente a
los Campos de Urnas que es el que realmente caracteriza al yacimiento.
Aunque la esquematizaci6n es obligada para el
análisis singularizado de un yacimiento, la complejidad
de las relaciones culturales escapa siempre al mismo.
Y significativo a este respecto, resulta en Agres tanto
la fTbula ad ouhw {GIL-MASCAuu. y PIIÑA, 1989: 125)
como los objetos de marftl encontrados a los que tenemos que añadir el molde de fundición de un hacha de
talón de una anilla, que por su interis analizaremos
posteriormente.
Ha sido, y es, la ubicación geográfica uno de los
factores determinantes de la nuclearización de las influencias culturales, por ello no debe extrañarnos que
la Mola d'Agres desempeñase un papel relevante al estar situada entre dos comarcas de gran dinamismo durante la Prehistoria, pero particularmente en la Edad
del Bronce, como son la cuenca del Vinalopó y la comarca del Alooi~-Comtat.
Y es precisamente esta ubicación, la que puede explicar la presencia de los moldes de fundición y de algunos objetos de metal que a continuación vamos a
analizar.
MA 1975/C&C. Punta de bronce de pedúnculo y aletas,
cabeza triangular y larga espiga. Dimensiones: long. total
59 mm.¡ long. de la cabeza 22 mm.¡ long. pedúnculo
37 mm.¡ anchura de la cabeza 16 mm.; anchura del pedúncu-
lo 4 mm. y eapeaor del pedúnculo 2 mm. (C.E.C., 1978:
Fig. 8, núm. 14) (Fig. 1, n.0 1).
MA 1978/Sector V/Eatrt. l . Fragmento de barrita o varilla de accción circular fracturada por ambos extTCmos. Long.
conservada +2 mm. (Fig. 1, n.0 2).
MA 1978/Sector V/Estrt. J. Fragmento de barrita de
sección cuadrada fracturada en ambos extremos. Longitud
conservada 53 mm. (Fig. 1, n.0 3).
MA 1981/Sector V/Estn. l . Anillo de sección semicircular y en buen catado de conservación. Su diimetro externo
oscila entre 19 y 17 mm. y d interno entre 13 y 13'5 mm.
Anchura de la sección 4 mm. (Fig. 1, n.o 4-).
MA 1981/Sector V/Estrt. l. Fíbula de codo ad oedUo sobre
soporte de bronce y en perfecto estado de conservación.
Consta de un alfiler rectilíneo de 72 mm. de longitud, de sección circular con diámetro medio de 2 mm. El arco se divide
en dos brazos a trav& de una cabeza constituida por un bucle
de doble espiral, siendo la longitud del derecho de 42 mm.
y del izquierdo de H mm., la sección de ambos es circular
con un diámetro de 3 mm. La inserción del arco con el alfiler
se realiza mediante un muelle de cuatro espirales. La altura
de la fibula es de 28 mm. Ambos brazos es tan decorados con
incisiones que forman triángulos rellenos de lfneas paralelas.
(GIL-MAII
forma de hacha plana. Posee d talón cónico y la garganta es
de sección rectangular con tope de tendencia hemiesférica,
la hoja es también de sección rectangular. Sus superficies están muy alteradu. Dimensiones: longitud total 4-5 mm.¡ longitud del extremo proximal o garganta 22'5 mm.¡ longitud
del filo 2+ mm.¡ máxima anchura en el extremo proximal
5'5 mm. y 23'5 en d distal Anchura absoluta de la sección
6 mm. (Fig. 1, n.0 5).
MA 1981/Sector V/Estr. l. Punzón biapuntado y de sección circular. Longitud 53 mm. (Fig. 1, n .0 6).
MA 1982/Sector VIDCata B/Estr. II. Fragmento de fíbula de bronce, posiblemente de pie levantado. Sólo se conserva el arco de forma aproximadame.nte trapezoidal y sección rectangular. Longitud de 4-0 mm. (Fig. 1, n.0 7).
• La de.cripcióo de cada pieza va precedida por las aiglu co·
nespondienu:a al yacimiento (MA), aeguidu del año en que fueron
exbumadu y el Sector y Estrato. En el caso que tu halla.:go corres·
ponda al sondeo realiudo por el Centre d'E1tudis Conteatam se indica mediante la abreviatura CEC.
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METALURGlA DEL BRONCE FINAL-HIERRO ANTIGUO DE LA MOLA D'AGRES
2. Moldes
MA 1975/CEC. Fragmento de molde para fundir objetos
de tipología imprecisa que conserva ~ieamente uno de los
extremos de la valva. El soporte, de arenisca, es de secci6a
rectangular y los rebordes de la superficie superior muy irre·
guiares. (C.E.C., 1978: Fig. 8, núm. 8) (Fig. 1, n.O 8).
MA 1982/Sector V/Estr. U. Fragmento de ua molde de
fundición de hachas. El soporte es de caliza blanda de color
beige, sección de tendencia hemiesf~rica conseguida por vatios planos. Su altura máxima ea de 80 mm. y su anchura
de 61 mm. La parte superior, lisa, está ligeramente ennegrecida debido a su utilización.
La valva muestra únicamente la parte distal de la hoja.
Conserva 57 mm. delongitud y 33 mm. de anchura máxima
en su filo, estando ambos fragmentados. El máximo espesor
de la boja es de 4 mm. en su extremo proximal (Fig. 3. n.0 1).
MA 1982/Sector V/Estr. m. Fragmento de la parte pro·
ximal de un molde de fundición de posible hacha de talón.
El soporte es de caliza blanda, de tendencia hemiesf~rica,
conservándose aproximadamente 1/4 de circunferencia. Su
color es amuillo-beige, con tonalidades negruzcas por efec·
to de la cocción. Dimensiones: máxima altura del molde
44 mm.; anchura extremo proximal 33 mm.; anchura del
extremo distal 44 mm.; longitud conservada del molde 40
mm.
La valva posee un cono de deyección cónico, así como
la pa.r te más proximal del objeto a fundir, que si atendemos
a la reconstrucción propuesta, tendría una sección rectangu·
lar y maciza. Todo ello se encuentra ennegrecido por efecto
de la colada metálica. Dimensiones: longitud del cono de deyección 6 mm., anchura del mismo 6 mm. y dimensiones
de la valva de 21 por 21 mm. (Fig. 3, n. 0 3).
MA 1982/Sector V/Eatr. III. Fragmento de tapadera de
un molde de fundición de sección hemiesférica realizada so·
bre un soporte de caliza blanda. Su estado de conservación
es bueno pero fragmentado y su supe.rficic superior posee
una coloración negruzca debido a su utilización. Dimensiones: máxima altura coaservada 36 mm., anchura 60 mm. y
longitud 70 mm. (Fig. 4, n.0 J).
MA 1982/Sector V/Estr. IV. Fragmento de molde para
fundir posiblemente varillas. El soporte es de arenisca, de
sección rectangular y su estado de conservación es malo..Posee los rebordes irregulares y su superficie superior está en·
negrecida. La valva posee una sección bemiesférica. Dimen·
siones: longitud de la valva 69 mm.; anchura 10 mm. y altura
2'5 mm. (Fig. 3, n.0 2).
MA 1982/Sector VWSondeo B/Estr. ll. Fragmento de
ua molde de fundición de hachas de taló.n de una anilla. El
soporte es de caliza blanda, muy agrietada por efecto dé la
temperatura a que fue sometido. Posee una sección de ten·
dencia hemiesférica lograda por diversos planos, siendo el
de apoyo en h.orizontal el de mayor amplitud. En uno de
los laterales del molde, el opuesto a la anilla, tiene una amplia ranura que recorre longitudinalmente el molde y que
puede interpretarse como agarradera. La máxima altura con·
servada del mismo es de 75 mm. y su máxima anchura es
de 95 mm. en su parte p.roximal y de 100 mm. en la distal.
La valva corresponde a un hacha de talón con una ani·
lla, no pudiwdose indicar si sería uní o bjfacial, con un cor·
to nervio central de 29 mm., sin tope y garganta curva. Di·
menaiones: la máxima anchura de la parte proximal o
comienzo de la garganta es de 30 mm., la longitud del nervio
central de 29 mm.; la longitud conservada de la hoja es de
69 mm. la cual es de sección trapezoidal, más estrecha en
el fondo, 36 mm. que en la superficie superior horizontal,
47 mm. El asa es de sección hemiesférica (Fig. 4, n.0 2).
B. ESTUDIO COMPARATIVO
La fragmentación en que se encuentran las barTilas
tk stcción cuadrada y circular no nos permite determinar si
pertenecieron a vástagos de punzón o son simples objetos, más manejables a la hora de ser m odelados. En el
caso de encontramos ante esta segunda hipótesis, con·
viene señalar que «aunque poco o nada significativa,
cronológica y culturalmente» (Rmz ZAPATII!lO, 1985:
979), «constituyen un testimonio incuestionable de la
existencia de una metalurgia local... y L presencia de
a
artesanos con capacidad creativa para preparar peque·
ños objetos de ador.no, piezas sin importancia pero in·
dudablemente útiles» (RAuaET, 1976: 116). Y en este
sentido hay que resaltar la abudancia tanto de objetos
como de moldes para su fabricación que encontramos
en las comarcas del Alcoia-Comtat y en 1a del Vinalop6 en yacimientos del Bronce Antiguo y Medio.
Por el contrario, si consideramos estos fragmentos
encontrados en la Mola d'Agres como pertenecientes a
puRZQneS, también es el «Útil metálico más abudante en
las culturas prehistóricas del País Valenciano» (Hu.
NÁNO!Z, 1983: 35). En este ámbito geográfico están do·
cumentados desde el Eneolftico en enterramientos co·
lectivos (LY.RMA, 1981: 123), siendo mayoritarios los de
sección cuadrada y únicamente de sección circular se
han recuperado en Casa Colará (IimlNÁNDB.Z, 1983:
35-36). Para la Edad del Bronce, contamos con ejemplos cercanos de sección cuadrada en Tabaiá (Ibidem,
Fig. 7, 2, 3 y 4-), Cueva del Hacha (IItidem, Fig. 3, 5)
y Cabezo Redondo (Sot.E&, 1987: Fig. 50), y de sección circular en este último yacimiento (Ióidem ), Pont
de la Ja-ud (NAVARJlO M wBaos, 1982: 56), Puntal de
Bartolo (lóidem, p. 4-1) y la Pedrera (lbitkm, p. 38). El
único punzón claramente reconocible hallado en la
Mola d 'Agres es biapuntado y de sección circular.
La ptud4 tk focha encontrada en nuestro yacimiento
que Ruiz Zaparero señala como perteneciente al Bronce Valenciano y por tanto, intrusiva en el conjunto
(Rurz ZAPAn!!.o, 1985: 694-), creemos qu e podría relacionarse con las puntas de largo pedúncuJo localizadas
en contextos meridion.a les del Bronce Final como el
Cerr o de la Miel (Moraleda de Zafayona, Granada)
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Fig. 1
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METALURGIA DEL BRONCE FlNAL· HIERRO ANTIGUO DE LA MOLA D'AGRES
(CARRASCOET AL , 1985: Lám. 5, b ), depósito de la Ría
de Huelva (ALMAGRO BASCH, 1940 y 1958) o la Alcudia
de Elche (RAMos FoLQ.trt.s, 1989: 30, Lám. UI, 4) puntas que Coffyn incluye en su Bronce Atlántico UI
(900-700 a.C.) (Col'lYN, 1985: 208, Fig. 31, 7), aunque
no puede negarse cronologras anteriores si atendemos
a los hallazgos granadinos o la punta de los estratos inferiores del Cabezo Redondo (SoLIIR, 1987: Fig. 49,
12).
El anil/Q recuperado en el estrato Superficial o 1 del
Sector V encontrarla un paralelo exacto en el cercano
yacimiento de Tabaiá (Aspe), también de sección semicir cular e idéntico diámetro ( H uNANDEz, 1983:
Fig. 17, 1). En este sentido hay que recordar que este
óltimo se fecha entre el Bronce Final y el medievo (lbidem, p. 27 y 40). Anillos se b.an recuperado también en
el Cabezo Redondo de Villena, aunque aqu{ de sección
circular o eliptica (SoUA, 1987: 126, Fig. 50).
El hadla o Nulruela de reducidas dimensiones, puede
relacionarse con otras de similar tamaño recuperadas
en el Tabaiá, aquf fragmentada en el inicio de su hoja
(F&RNÁNnez, 1983: Fig. 7, 5) y en el yacimiento de
Lleus (Benissa) también fragmentada (RONUA, 1990:
Fig. 21, 1), corno éstas, la de la Mola puede incluirse
en principio en el tipo KI de B. Blance, aunque la pre·
sencia de la garganta tal vez nos indique un momento
evolucionado de la Edad del Bronce.
Sobre la ftbula tk eoáo tk tipo ad oeehw poco podemos añadir a lo d icho recientemente (G•L-MA.scAULL
y PtflA, 1989), tan sólo insistiremos en su inspiración
sfcula y en un periodo de d ifusión amplio que varia
según autores pero que abarca •grosso modo• el primer cu arto del último milenio precristiano. Tipológicamente se encontrarla entre las que poseen un codo
en una espiral (Casal do Mcio) y las ffbulas de doble
resorte (l bidem, p. 135). Por su composición del metal
(Rov•u, 1989: 14-3) se ha relacionado con la recuperada en Perales del Río (Getafe, Madrid) (BLASCO,
1987).
Especial atención merece el TTIIJidl tk jurtdiciQn tk haeJw tk 14/Qn tk una a.nilJiJ por ser basta el presente, el
hallazgo más meridional de este tipo de moldes en
la Península lbtrica. En el estudio de las hachas de
talón se hace de obligatoria referencia el reciente trabajo de D{az Andreu (1989). Según la clasificación de
esta autora, y si atendemos a que no es posible determinar si nuestro molde es univalvo o bivalvo, podría
quedar incluido bien en su tipo 1.3. o 1.6. Estos tipos
de Dfaz Andreu agrupan respectivamente los tipos
36B y 36C y SOA, 30F, 31A, 31B, 31C, 32A. 32B, 320,
34A, 37A y 37B de la clasificación de Monteagudo
(1977).
Respecto al tipo 1.3., su área de dispersión abarcaría el centro y norte de Portugal (Dt.u ANDuu, 1989:
mapa 4) y se apunta una funcionalidad muy concreta
con el trabajo de 1a madera (MoNTIWluoo, 1977: 21;
IV.t;a, 1980: 34). Aun asf, si buscamos dentro del gru·
po los paralelos más estrechos, podrfa quedar relacionada con el tipo 36C de Monteagudo (tipo Carracedo),
de dispersión más septentrional, por poseer una anilla
centrada en la intersección de garganta y hoja (l bidem ,
nW:n. 1353-1361, Fig. 140), lo que en cierto modo las
diferenciaría de su tipo 36B (tipo Beira Litoral), más
meridionales, con una anilla siempre si ruada en la garganta (lbidem, núm. 1342·1352). Coffyn (1985) fecha
este tipo d e hachas en el BFffi (900-700 a. de C.),
mientras que Ruiz Gálvez las sitúa con posterioridad
a la metalurgia tipo Rfa de Huelva.
En cuanto al tipo 1.6. de Dfaz Andreu, su dispersión es básicamente septentrional, M eseta Norte, Valle
del Ebro y NE peninsular. Visto el peso de los aportes
transpirenaicos en nuestro yacimiento, conviene señalar que el molde de Agres aún perteneciendo al mismo
tipo, difiere ligeramente de las hachas localizadas en
Cataluña y alto Ebro a las que hay que añadir el m olde
de Siriguarach (Alcañiz, 'Thruel) (R utz ZAPAT'E.RO, 1982:
Fig. 17, 2). Por el contrario, los paralelos más cercanos
para nuestro molde lo encontramos en el hacha de
Arroyo Molinos Oa~n), tipo 30A de M onteagudo
(1977: núm. 1134) que presenta diferencias morfológicas con las del resto de la península, por lo que posiblemente se trataría de una p roducción local. Este tipo de
hachas son de amplia cronología, ocupando los pr imeros siglos del último milenio pre·cristiano (HARRJSON Er
.u.. 1981: 144), pudiendo concretar que las halladas en
el NE no p ueden remontarse más allá del siglo IX a.
de C . (M.url J uswn, 1969-70: 150..151; Puucn, 1984:
325; RUIZ ZAPATUO, 1985: 912).
Junto a los moldes y objetos comentados, otro
molde de hacha de tipología imprecisa, una tapadera
y un molde posiblemente de varilla, completan el conjunto.
Comentario aparte merece el fragmento de ftbul4.
tk pú úvo.nltJI!o con posibú boiÓtl trtmin.al recuperado en el
Estrato U del Sector VIJ por cuanto debe interpretarse
como intrusiva si atendemos al contexto en que aparece. Efectivamente, teniendo en cuenta que este tipo de
fibulas se fecb.an en m omentos no anteriores a los ini·
cios del siglo VI a .C. (CUADRADO, 1963; NAVARRO, 1970;
A llGENT.E Ouvn, 1974-; Pom-V•LA, 1977; GoNzAtez
P RATS, 1983), posiblemente haya que relacionarla con
los escasos fragmentos a tomo de factura ibérica que
han aparecido en estos estratos. Ello podría significar
esporádicas ocupaciones de la Mola en momentos posteriores, máxime si tenemos en cuenta la proximidad
del poblado ibérico de Covalta.
Por su reducido tamaño podría relacionarse con
las denominad as por Cuadrado como •Golfo de León•
(CUADMOO, J963) y por su ancho arco redondeado con
la recuperada en el nivel II de la Cayla de Mailhac,
piezas que en estas regiones del sur de Francia se fechan entre el 550-475 a.C. (lbidma, p. 35, Fig. 8).
45
[page-n-56]
M. GTL-MASCARELL Y M. ENRIQUE TEJEDO
C. CONSIDERACIONES FINALES
La presencia de la práctica de la metalurgia en la
Mola d'Agres, no debe extrañarnos, si tenemos en
C\lenta que, como dijimos, controla el paso entre las comarcas del Alcoia-Comtat y el Vinalopó, comarcas que
han sido consideradas durante el Bronce Antiguo y
Medio como importantes focos metalúrgicos.
Si analizamos un mapa de la distribución de los
objetos de metal en el País Valenciano, se observa claramente que es precisamente en estas comarcas donde
se concentran la mayor cantidad de hallazgos, los cualell van disminuyendo a medida que nos alejamos hacia
el norte (LuMA, 1981: mapa+). Pero también a nivel
cualitativo encontramos matices diferenciales. Es en
estas zonas donde se da una mayor variedad tipológica:
las alabardas, los puñales de remaches, las puntas de
flecha con aletaa y pedúnculo y las hachas planas, tienen en estu á.r eas, junto con la de la Vega Baja del Segura, su mayor y a veces exclusiva representación
{H!RHÁNDEZ, J983: 32).
Los escasos análisis metalográficos existentes hasta ahora, nos indican una gran variedad respecto a la
composición de las aleaciones, que van desde piezas
puras de cobre como el hacha plana y los puñales de
remaches de Mu de M enente, un hacha plana de Tabaiá, un cincel de Cabezo Redondo, a otras con una
baja proporción de estaño, algunas piezas de Mola Alta
de Serelles, Tabaiá y Cabezo Redondo, para fmalmenre encontrarnos excelentes bronces con más de un 10%
de estaño en la aleación (IURN.\NoBZ, 1983: 38; SoLEJt,
1987: 122).
Thmbién es en estas comarcas donde se concentran la mayor cantidad de restos que nos indican la
práctica de la metalurgia durante el Bronce Antiguo y
Medio. Sin pretender ser exhaustivos, en la comarca
del Alcoia-Comtat existen en el yacimiento de la Mola
Alta de SereUes nueve moldes de fundición realizados
en piedra arenisca, bivalvos y preparados para la fundición de varillas, hachas y puñales o alabardas (Tlll!us, 198+: +6). También conocemos la existencia de
moldes en UU del M oro, Mas c.Íel Corral (IbiJem) y Cabe~ de Mariola (ENcuvt, 1980: 165), yacimiento este
último de gran intert:~ para nosotros por encontrarse
muy próximo a la M ola d'Agres. En el Medio y Alto
Vinalopó, contamos con moldes para fundir varilla~ en
La Pedrera (NAVAUO M&ouos, 1982: Fig. lOe) y en el
Murón (Tuus, 1984: t7), un posible lingote de cobre
o bronce de forma almendrada en el Puntal de Bartolo
y escorias en el Th.baiá {NAVARRO MmEilos, 1982: +O y
57). Es, sin embargo, el yacimiento de Cabezo Redondo el que resulta para nosotros más significativo en relación con el desarrollo de la metalurgia e.n la Mola
d 'Agres por encontrarse a treinta kilómetros por carretera, mucha menor dilltancia por senda o camino de
herradura y contar con una metalurgia desarrollada.
46
En Cabezo Redondo se han encontrado ciento cincuenta piezas de metal, ocho moldes de arenisca, uno
de piedra pizarrosa, as{ como escorias y posibles crisoles (SoUUl, 1987: 122).
Independientemente de la posible reutilización de
las piezas metálicas ya existentes, el más probable
abastecimiento de materias primas, bien en lingotes o
en mineral puro, estaría localizado en la región murciana para el estaño y el cobre y en la de Crevillente
y Bajo Segura para este último ( fullHÁNDEz, 1983: 37).
Podemos pues afirmar que tanto en la cuenca del
Vinalopó como en la comarca del Alcoia-Comtat, la
práctica de la metalurgia era una actividad extendida
y generalizada, con industria de carácter local y dispersa.
Sin embargo, parece ser que hacia el Bronce Final
esta dispersión se reduce, lo que no obstante, dado los
escasos conocimientos que aún tenemos de esta etapa,
debe ser considerado con gran cautela, ya que el análisis de los nuevos materiales que van apareciendo pueden arrojamos nueva luz sobre este periodo. A nivel de
los conocimientos que actualmente poseemos, s[ podemos aftrmar que tan sólo existen en esta zona dos yacimientos con actividad metalúrgica, Peña Negra y la
Mola d'Agres.
Peña Negra, yacimiento muy importante por su
alta significación dentro del Bronce Final, está ubicado
en la cuenca baja del Vioalopó, con fácil comunicación
con la Mola d'Agres. En él se bao encontrado entre
otros objetos, dos fTbulas de codo (GoNZÁLr.z PR.ATS,
1989: +7) y Jo que es más importante, se ha exhumado
una zona de fundición de títiles y armas de cobre y
bronce con cerca de C\latrocientos moldes. De éstos, un
bajo porcentaje son de arenisca y la mayor(a están he·
chos de arciiJa, lo que implica una importante evolución tecnol6gica (GoN7.ÁLBZ PRAn y Ru1z G.\LvEz, 1989:
370). El análisis mctalográfico ha puesto de manifiesto
una gran hetorogeneidad en la composici6n d e las piezas que van desde el cobre puro a aleaciones de carácter binario y ternario (lbidem).
Las manufacturas metálicas elaboradas son principalmente, lanzas, agujas, hachas de apéndice y tal
vez espadas del Monte Sa Idda, piezas que por su tipología evidencian la existencia en el Sureste de un taller
metalúrgico que produce útiles del denominado Bronce Atlántico (/bit/nn).
La tradición metalúrgica existente tanto en el Vinalopó como en la comarca del Alcoia-Comtat, duran·
te el Bronce Antiguo y Medio, junto a la ubicación de
la Mola d 'Agres, impide que no resulte extraño la existencia de un centro de actividad metalúrgica en el
Bronce Final en la Mola. La tipología de las piezas haHadas: varillas, punzones, hachas, as{ como sus moldes
de arenisca enlazan directamente con la tradición metalúrgica de la comarca. Sin embargo, conviene resaltar que, en todos los casos, las piezas son de bronce t{-
[page-n-57]
METALURGIA DEL BRONCE FINAL-HlERRO ANTIGUO DE LA MOLA D'AGRES
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pico, así como la singularidad de los moldes de caliza
blanda y en particular el correspondiente al hacha de
talon de una anilla.
Este tipo de hachas se encuadran claramente en
el conjunto de las pertenecientes al Bronce Atlántico
cuyo máximo desarrollo se e.n cuentra en el NO penin·
sular. Sin embargo, también las encontramos en otras
zonas peninsulares, aunque en todos los casos unidas
al comercio atllintico. Así, las halladas en el NE pe.n insular, según Ruiz Zapatero llegarían a esta zona vfa Pirineos occidentales o valle del Garona, donde confluyen con la cultura de los C.U. (Rop: Z,uwrr.RO, 1985:
912).
Considerando que el grueso de los materiales de
la Mola d 'Agres proceden del NE peninsular parece,
en principio, lo más lógico pensar que su origen iría
ligado a la llegada de la cultura de los C.U. al yacimiento. No obstante, existen otros elementos que co_nviene
valorar convenientemente. En primer lugar, que la tipología del hacha de nuestro molde, difiere morfol6gicamente, como ya apuntamos, de las halladas en el
NE, enc.o ntrando su más exacto paralelismo en la provincia de Jaén; en segundo lugar, la presencia de la fíbula a:d ocdUo y los objetos de marftl nos indican que
durante el Bronce Final-Hierro Antiguo, la Mola
d'Agres mantuvo otro úpo de relaciones orientadas
bien hacia el mar o hacia zonas meridionales de la pe·
ninsula; y fmalmente, en Peña Negra se pone de maní·
fiesta una intensa actividad comercial de carlicter marftimo, por el que penetraban numerosas piezas
relacionadas con el comercio atllintico y mediterráneo.
La singularidad de una piezas, nunca puede hacernos perder de vista los indicadores generales de un yacimiento. En la Mola d'Agres hemos encontrado elementos que evidencian un comercio singular como hemos
puesto de manifiesto anteriormente relacionado con el
mundo atlántico-mediterráneo, la JThula ad occhw y las
piezas de marfil son una prueba de ello. Estos objetos
pudieron llegar a la mola directamente desde el mar a
través de la Vall de la Gallinera, camino dificultoso pero
viable. Sin embargo, la inexistencia en esta ruta de elementos indicativos de estas relaciones la convierten, de
momento en problemlitiea. Por lo tanto, en buena 16gica, tenemos que relacionar estos hallazgos con el yacimiento de Peña Negra, vía Vinalop6. En este contexto
el hacha de tal6n y una anilla, que es basta ahora pieza
singular, deberemos relacionarla de igual manera. sien·
do esta hipótesis por la que nos inclinamos.
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MJ::TALURCi t\ DEL BRONC E FlNAL· HlERRO ANTICUO DE LA MOLA O'ACRES
Lám. 1 -
La Mola d'Agrts. Loca/izacidn del Stctor V
49
[page-n-60]
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José María
SoLER
GARcfA *
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EL POBLADO IBERICO DEL PUNTAL DE SALINAS
(ALICANTE)
En julio de 1952, cuando nos hallábamos explorando la necrópolis preibérica del Peñón del Rey, en
los Picachos de Cabrera, un pastor, buen conocedor de
aquellos par ajes, nos informó de que, en la sierra llamada Altos de don Pedro, que desde allt se divisaba,
había verdade.ros montones de tiestos, muchos de ellos
pintados. El 3 de agosto visitamos por primera vez el
yacimiento, que ocupa la cima amesetada de aquella
sierra y se origina en los llanos de Pinoso, corre un trecho en dirección Sur-Norte, para torcer hacia Oriente
y terminar en punta frente al extremo meridional de
la Laguna de Salinas, de agua salada, que durante las
crecidas ocupa una extensión de m.ás de dos kilómetros
y medio de longitud Norte-Sur por uno de anchura
máxima, pero que reduce bastante sus lúnites y llega
a desecarse durante el estiaje.
Ocupa esta laguna una depresión rodeada al Norte por la Sierra de Salinas; al Nordeste, por los Picachos de Cabrera; al Sudeste, por la Sierra de la Umbrfa, y al Oeste, por los altos de don Pedro ya citados.
Entro las dos primeras, se abre el Collado de Villena,
paso natural sin carretera que lo atraviese, por cuya
circunstancia, la comunicación entre Villena y Salinas
• Museo Arqueológico de Villena.
ha de efectuarse a través de Sax, rodeando por completo el aislado macizo de los Picachos de Cabrera. Por
el Este, entre estos últimos y la Umbr(a, prolongada
hacia Oriente por la Sierra de Camara, (no ·Cámara..,
como algunos mapas consignan), unos terrenos ondulados conducen al Vinalop6, entre Sax y Elda, y por
el Sur, otro collado, entre la Umbría y los Altos de don
Pedro, nos llevan al llano de Pinoso, al que también se
accede rodeando estos últimos por el Norte, a través del
pequeño valle de Garrincho. El enlace de Salinas con
la red general de carreteras se efectúa por un ramal
que enlaza con la de Elda a Mon6var en el kilómetro 8,
aparte de la de Salinas a Sax ya mencionada.
Entre los kilómetros 6 y 7 de esta carretera local,
a 3'5 kilómetros de Salinas, se halla una finca emplazada al pie del Puntal, espolón desprendido de los Altos de don Pedro que avanza hasta la misma carretera
en dirección SE-NE. La finca era propiedad de don
Eduardo Pérez, de M onóvar, en cuyo encargado encontramos siempre una gran colaboración. Él fue
quien nos informó de que el Alcalde de Salinas, en
unión del maestro nacional de la población y de algunos otros colaboradores efectuaron numerosas rebuscas en el yacimiento y encontraron abundantes materiales que nunca nos fue dable contemplar.
51
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J.M. SOLER GARCfA
Son suficiente.s ocho o diez minutos de ascensión
por los primeros repechos de la sierra para alcanzar
una pequeña meseta de aproximadamente 15 metros
de longitud por 8 de anchura, meseta utllUada por los
habitantes del poblado para el emplazamie1.1to de su
necrópolis.
Prosiguiendo la ascensión por el contrafuerte
montañoso, a unos 50 metros de la necrópolis, aparecen los primeros vestigios de la muralla, que ya no dejan de observarse en una longitud de unos 140 metros,
siempre a lo largo de la arista septentrional del espolón. Thrmina éste en otro llano más amplio que el de
la necrópolis, cortado bruscamente al Oeste por una
vaguada y prolongado casi en ángulo recto hacia el Sur
unos 50 metros, basta terminar en un promontorio rocoso sobre un ancho barranco que se interna hacia el
corazón de la sierra.
Las viviendas del poblado se agrupan en el interior de este ángulo montañoso, adosadas muchas de
ellas a la m.u ralla exterior y construidas otras al amparo de las desigualdades del terreno. En lo que llamamos l.a acrópolis, al extremo occidental de la llanda superior y en el vértice del ángulo, subsisten los cimientos
de un posible torreón con más de 16 metros de longitud. La defensa natural que proporcionaban las rocas
del extremo Sur fue reforzada con espesos murallones,
según se observa a trechos, y el sistema defensivo se
completaba por medio de otros torreones cuadrados,
bien visibles a lo largo de la muralla Norte.
Ya percatados de la extraordinaria jmportancia de
aquel desconocido poblado ibérico, solicitamos del Alcalde de Salinas, don Joaquín Calatayud Sanjuán, nos
facilitase medios de locomoción para trasladarnos durante algún tiempo desde la estación de Sax hasta el
yacimiento, petición que fue denegada por dificultades
de orden económico. Y como la comunicación desde
Villena era excesivamente costosa para nuestras posibilidades, .hubimos de aplazar la exploración del yacimiento en espera de mejor coyuntura, la cual se presentó en febrero de 1955 con la renovación del
Ayuntamiento de Villena y el ingreso como Teniente
de Alcalde y Presidente de la Comisión de Hacienda
de nuestro buen amigo Alfonso Arenas García, a quien
ya hemos tenido ocasión de referirnos en diversas ocasiones y al q'Ue tanto debe la Arqueología villenense.
rrunecliatamente puso a nuestra disposició~ medios sobrados para efectuar la deseada exploración del Puntal
de Salinas.
Tan pronto tomó posesión de su cargo indagó
cuantos acuerdos había tomado el Ayuntamiento dimitido sobre el tema arqueológico, y se pudo comprobar
que el anterior Alcalde, don J osé Rocher Tallada, se
había mostrado siempre bien dispuesto para una entusiasta ayuda, que no fue, sin embargo, todo lo efectiva
que pudiera haber sido, porque se dio el caso insólito
de que en los presupuestos de los años 1953 y 1954 se
52
habían consignado cantidades importantecS para trabajos de excavación, que no pudieron utilizarse porque
nadie se tomó la molestia de comunjcarnos, en nuestra
calidad de Delegado Local del Servicio Nacional de
Excavaciones, aquellos acuerdos y aquellas consignaciones. Gracias a las gestiones de Arenas, pudo ya utilizarse la suma consignada para 1955, y así pudimos comenzar, con cierta holgura, las excavaciones en el
Puntal iniciadas en 1955 y proseguidas semanalmente
hasta el mes de julio de aquel mismo año.
EL POBLADO
Ofrecemos aq\Jí el croquis del poblado en toda su
extensión, con las 15 viviendas exploradas en aquella
ocasión. Son generalmente rectangulares, con muros
de piedra en seco y suelos de tierra apisonada, a veces
pavimentados con cantos rodados. No vamos a realizar
aquí el estudio detallado de cada vivienda ni de cada
sepultura, labor que habrá de ser realizada en otra oca sión. Nos limitaremos a señalar los aspectos más significativos del material recogido y de su encuadramiento
cultural, como ligera ampliación de la nota que dedicamos al yacimiento en nuestra «Guía de los yacimientos
y del Museo de Villena».
La cerámica es abundantfsima, con grandes ánforas de las llamadas de tipo púnico (lám. 6); ollas grises
y pardas sin decoración, si descartamos la gran vasija
gris del Departamento 12, con grafitos en el cuello
(lám. 8); vasijas pintadas con motivos geométricos y en
raros casos vegetales (láms. 10, 11 y 12). Es muy abundante la cerámica de importac~ón, entre la que hay que
señalar la ..campaniense• de las series A y B (lám. 13),
y la ática de figuras rojas. Según el dictamen del Dr.
Rouillard, hay fragmentos pintados por Fat Boy (lám.
14); por el «pintor Q», o «pintor de lena» (lám. 15), y
por el •pintor de Vienna 0/146,. (lám. 15), todos los
cuales florecieron en el último tercio del siglo rv a. de
J.C. E l yacimiento entra, pues, en los poblados ibéricos
de época antigua. Como piezas singulares habría que
señalar la cantimplora circular con dos departamentos
separados (lám. 9); la crátera del Depart. l (lám. 9) la
vasija con verteder o del Depart. 8 (lám. 10), y una numerosa colección de ánforas esparcidas por todo el yacimiento¡ abundan también los pequeños vasos bicónícos y las cop-as diminutas de pasta gris (lám. 7). Ni en
el poblado ni en la necrópolis se encontró un solo tiesto
de cerámica •sigillatta», que abunda por las villas romanas de los alrededores.
Como dato curiosos señalaremos que en el Depart. XV había un pequeño taller dedicado a la perforación de caracoles, que se encontraban en dos grupos
separados: uno con las cáscaras enteras y el otro con
numerosos ejemplares, todos con una perfecta perforación circular cerca del borde (lám. 20).
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EL POBLADO IBÉRI CO DEL PUNTAL DE SALINAS
Abundan tambi~n las pesas de telar de barro,
troncopiramidales, con uno o dos orificios (lám. 7, C),
las fusayolas y los tejos circulares de cerámica, que
en una ocasión se presentaron en grupo de nueve
ejemplares colocados de mayor a menor. Aparecieron
tambi~n soportes circulares de vasijas con perforaciones triangulares o rectangulares en las paredes
(lám. 7, A).
No podemos omitir que sobre el empedrado del
Depart. 12 apareció una punta de bronce tipo «Palmella., que hemos de considerar como intrusión de alguno de los yacimientos eneoUticos de la comarca
(lám. 19, 17).
LA NECRÓPOLIS
Es, como ya dijimos, una pequeña meseta de
15 metros de longitud por 8 de anchura, que se alcanza
a poco de ascender desde la carretera de Pinoso. Se excavaron 37 sepulturas de incineración, en fosas rectangulares de unos 80 centímetros de longitud por 60 de
anchura y 30 de profundidad. Estaban cavadas en Ja
roca y, a veces, reforzadas con lechos y muretes de cantos rodados. Verdaderos t\Ílnulos eran las señaladas
con los n\Ílneros 21, 24, 29 y 30, algunas de cuyas piedras alcanzaban más de medio metro de longitud y
otro medio metro de anchura. Una fosa de
1x O' 70 >< 0'30 metros, cavada en la roca y remontada
con murete de pequeñas piedras era la señalada con el
n. 0 33 (lám. 5).
Entre las ofrendas metálicas cabe destacar una pequeña csferilla y dos pendientes de oro ccamorcillados»
(lám. 20, 1), de los que dimos cuenta detallada, con sus
correspondientes análisis, en nuestro trabajo sobre «El
oro de los tesoros de Villena» (Valencia, 1969). Como
objetos suntuarios podemos considerar tambi~n dos
chatones de sortijas de bronce, uno de ellos con figurilla humana muy estilizada (lám. 19, 15)¡ una manecilla
y un asa de un •braserillo,. (lám. 19, J4 y 19)¡ abundantes fibulas hispánicas (lám. 19, 1 a 9), y una, excepcional, de La Tene (lám. 19, 10). Se recogieron tambi~n
diversos ponderales con orificio central, anillas
(lám. 19, 11 y 13), roblones, placas (lám. 19, 12), brazaletes y unas pinzas de depilar (lám. 19, 17).
De hierro había falcat.as, enteras o fraccionadas;
manillas de escudos; espadas puntiagudas; regatones
de lanzas; soliferreum¡ cuchillos afalcatados (lám. 18),
placas con roblones; y de vidrio, frascos de pasta verde
o azulada. algunos con incrustaciones de Uneas amarinas (lám. 20, 16 a 24) y cuentas globulares o gallonadas
de vidrio azul (lám. 20, 3 a 15).
Todo ello, como se ve, normal en yacimientos ibé·
ricos del siglo •v a. de C.
ENVÍO
Este trabajo, que, como ya se dijo, no es más que
una ampliación de la nota que acerca del Puntal publicamos en la «Guía de los yacimientos y del Museo de
Villena», se escribe en memoria de Enrique Pla, antiguo amigo y compañero en las tareas de la Comisión
para la Defensa del Patrimonio Artístico y Cultural durante varios años. Los materiales aquí mencionados se
conservan en el Museo Arqueológico de Villena desde
su creación en 1957, pero Enrique Plano tuvo la oportunidad de contemplarlos directamente. Consid&ese,
pues, la publicación de estas notas como homenaje al
gran iberista que fue Pla, y también como un adelanto
más a la publicaci6n detallada de este importante yacimiento que está todavía por realizar.
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15, sortija con (hollfn l(rabodo; 16, /JIIIIIIrto, 17, pin~a tú depilar, 18, punta de .Po/mella,. aparwcia en rl Jttdo de 1111a oit•tenda
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[page-n-82]
15
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Lóm. 20.- 1, pendienlts y esfirrl/a de oro; 2, IJueso labra®, 3 a IS, cuentas tk cidr10, 16 a 24, f ra.ementos de oulrio, algunos polinomodos,
25 a 30, caraeoús perforados
72
[page-n-83]
M ar ALFARO ARREGm* y Santiago BRONCANo*
EL SISTEMA DEFENSIVO DE LA PUERTA DE ENTRADA
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A LA CIUDAD IBERICA DE «EL CASTELLAR DE MECA))
(AYORA, VALENCIA)
En el año 1986 salla a la luz la primera publicación sobre el yacimiento arqueológico de M eca. En ella
nos centramos en hacer una descripción general del
mismo y, principalmente, una recopilación de todos los
textos conocidos que de él hicieran mención, realizándose un breve estudio sobre el posible nombre de la antigua ciudad y su cronología (BRONCANO, 1976).
Posteriotmente, nos hemos acercado a un tema
que, no por desconocido resulta menos importante, sobre todo, teniendo en cuenta que viene a ser uno de
los pilares de desarrollo de toda sociedad. Nos referimos a los caminos, vías o calzadas que se hicieron y
utilizaron en época prerromana para la eirculaci6o rodada, medio indispensable para establecer una relación comer cial con otros pueblos q ue, com o hemos podido comprobar, ya e.x isúa en M eca en época remota.
En nuestro último trabajo (BRONCANO y ALrARo, 1990)
hemos realizado un meticuloso y detallado estudio del
impresionante camino de ruedas o de carros que recorre la ciudad, al que nos remitimos para resolver cualquier cuestión que no quede suficientemente aclarada
• lnuituto de Conservación y Restauración de B.ienes Cuhur-.les, Mini11erio de Cultura. Madrid.
en el presente artículo, así como para obtener una visión general del recorrido del mismo.
No vamos pues a centramos en las características
de éste, sino en una serie de vestigios ar queológicos
que nos han permitido, por un lado, la datación del camino, y por otro, documentar un sistema defen sivo de
la ciudad realmente interesante, tanto por su complejidad, como por el hecho de no haber encontrado, basta
el momento, ningún otro paralelo de características similares. Nos referimos al sistema de defensa de la
puerta de entrada a la ciudad.
Para su reconstrucción nos hemos basado en gran
parte, en la interpretación de las señales rupestres que
se conservan en este tramo del camino (BP.oNCANO y
ALFARO, 1990: 170·186), prácticamente los únicos restos conservados de época ibérica.
Tras numerosos análisis hemos podido constatar la
existencia de una antigua puena de entrada situada en
el denominado Camino Hondo o Gran Corva (BRON·
CANO y Al.FARO, 1990: H0-151) que, posteriormente
debió trasladarse unos 200 m. más abajo, al lugar donde se encuentra la •actual•, debido seguramente al
aumento de población y por tanto, a la expansión de
la ciudad. Este traslado provocó un cambio del sistema
defensivo, ya que anteriormente se debió centrar en
73
[page-n-84]
M . ALFARO ARR.EGUJ Y S. BRONCANO
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base al camino, excavado en la roca hasta más de cuatro metros de profundidad en algunos tramos, lo que
facilitarla au probable uso como foso.
Con la nueva puerta, quedaba fácilmente accesible una zona comprendida entre ~sta y el espolón
oriental. Para resolverlo, se trazó una línea de muralla
realizada con sillares ciclópeos de gran tamaño entre
ambos puntos y se dotó al espolón de una torre de la
que tan a6lo se conserva un lienzo y, desde la que fácilmente ae do.oUnaba la zona de entrada (BRONOANO y
Au.-.Ro, 1990: 201-206).
74
Sin embargo, como es bien sabido, el punto de más
defensa en caso de ataque es siempre la puerta de
acceso. En el caso de Meca, ~sto se acentúa ya que el perímetro de la ciudad está, en general, rodeada de grandes cortados rocosos, excepto en el extremo oriental,
puerta peatonal fortificada con una impresionante torre
(BRO"Nc...No, 1986: 136-139) y en la zona de entrada del
tráfico rodado, la zona más accesible y vulnerable, donde lógicamente se centró el sistema defensivo.
La puerta de entrada estaba defendida por dos torres situadas a ambos lados de ella, as{ como otra, en
d~bil
[page-n-85]
SISTEMA DEFENSIVO DEL CASTELLAR DE MECA
SECCIOH A-A'
Fig. 2.- &aión
tÚ
la puerta
la cima del cerro situada en su vertical, sobre el camiNo ~e han encontrado restos «in situ» de las dos primeras, raz6n por la cual han sido las señales rupestres
las que nos han dado la pauta para su reconstrucción.
Estas señales consisten en las entalladuras realizadas
en la roca base para asentar los sillares, sistema conlltructivo de una gran seguridad y 1irmeza ya que impide el desplazamiento de éstos en caso de golpes con
máquinas de guerra y, al mismo tiempo, evita las obras
de zapadores en los cimientos al estar asentados directame.n te sobre la roca base. Este tipo de construcción
destinado en general para la realización de las cimentaciones de obras defensivas, fue recomendado siempre
que fuera posible, en tratados escritos en época posterior por expertos en poliorcética como Philón de Bizancio o Vitrubio.
De acuerdo con los restos hallados, la torre de
la izquierda, situándose de frente a la puerta, es de
planta en forma de trapecio rectángulo. Su lado oblicuo une el lado menor, que queda al borde del camino, con el lado paralelo mayor (fig. 1). A pesar de
la blandura de la roca, lo que hace que apenas se
aprecien señales, hemos establecido que el lado paralelo menor mediría 4 m., el mayor unos 5' 20 m., el
oblicuo unos 4'60 m. y el ancho 3m. Como podemos
apreciar en la figura 1, la disposición de esta torre
daba Jugar a una especie de embudo entre su lienzo
nQ.
tÚ
emrada a la &iud44
frontal y el cortado rocoso situado al otro Lado del
camino.
La otra torre, situada a la derecha de la puerta
(fig. 1) presenta una planta rectangular apoyándose directamente sobre el lateral rocoso, donde se conservan
las entalladuras para los sillares. Esto nos ha permitido
conocer aproximadamente la altura de esta torre y,
consecuentemente de la anterior, ya que La entalladura
más alta se halla a unos 4'30 m. por encima de la base
del camino y, por tanto ser ía ésta la altura mínima.
Considerando que, muy posiblemente los Lienzos de la
torre se elevarían un metro más a partir de ésta, estableceríamos en unos 5'30 m. la altura total de ambas
torres. Hemos realizado una reconstrucción ideal de lo
que seña la puerta de entrada vista desde el interior
con las dos torres que la flanquearían (fig. 3).
Pero, además de estas dos torres, se situ6 otra más
pequeña, ya que su situación impedía un ataque directo sobre ella, en la parte alta del cerro, a unos 26 m.
por delante de la puerta, de manera que se d ominaba
perfectamente ésta pudiendo atacarse al enemigo desde
su espalda al estar en la vertical del camino, a unos
8 m . de altura sobre él, en el cortado rocoso.
En la figura 4 podemos apreciar perfectamente el
sistema constructivo de esta torre, habiéndose realizado como en el reato de las defensas su cimentación a
base de entalladuras en la roca. Los liezos, de los que
75
[page-n-86]
M. ALFARO ARREGUI Y S. BRONCANO
se conservan los laterales, están construídos mediante
sillares de menor tamaño que los del resto de construcciones, bien escuadrados y tallados, trabados en seco
y con alguna que otra cuña de pequeñas piedras para
que asentaran perfectamente.
La combinación de esta torre con la situada a la
izquierda de la puerta que quedaba de forma oblicua
al camino, daba como resultado, un fácil ataque al enemigo ya que ~te no tenia posibilidad de resguardarse
de los proyectiles lanzados por detrás desde la primera.
Sin embargo, a pesar de la efectividad de este sistema, los habitantes de la ciudad no dudaron, ante un
enemigo de gran envergadura como era el romano, en
· acentuar las defensas hasta el pu.n to de llegar al •amu rallamiento» de la propia puerta.
La puerta de entrada para carros estaba situada
a unos 900 m. del inicio del camino en el interior
de la ciudad. En esta zona, en un tramo de unos
5 m. de largo, se encontraban tanto la puerta propiamente dicha como las torres que la defendian y que
anteriormente hemos descrito. Los laterales rocosos
fueron trabajados de manera escalonada para poder
a. entar las torres anteriormente descritas, única evis
dencia que conservamos de su presencia (figs. l y
2). Serán igualmente las señales rupestres, las únicas
que nos darán la pauta para poder reconstruir los
distintos componentes de dicha entrada ya que no
76
se ha conservado prácticamente ningún elemento de
la Puerta.
Como es natural, el camino presenta a lo largo de
todo su recorrido, profundas carriladas realizadas por
Las ruedas de los carros, quedando entre ambas un
realce central que, en esta ocasión, fue rebajado hasta
dejar el suelo horizontal para poder moverse en la zona
con facilidad, quedando un escalón transversal en el
punto en que se inici6 el rebaje. Este escalón, como podemos ver en la figura 1, se realizó a la misma altura
que otros rebajes laterales que, dan lugar a una entrada con planta rectangular y que, evidentemente sirvió
para encajar en ellos las puertas una vez que se encontraban abiertas y permitir el acceso del tráfico rodado.
Las dimensiones medias de sus lados son de 3'52 m.
y 1'80 m . Este hueco (fig. 1), cuyo fondo es horizontal
y las paredes sensiblemente verticales, está completamente excavado en La r oca, llegando los laterales a una
altura de 0'75 m. y 1'30 m. para el derecho e izquierdo
respectivamente (figs. 1 y 2). Thnto sobre estos laterales
como sobre los de los primeros metros del camino que
están por delante de donde se situaban las hojas de la
puerta, se instalaron las dos torres que la flanqueaban
(fig. 3).
La puerta utilizada para cerrar la entrada consistra en un portón de dos hojas o puerta carretera según
hemos podido comprobar por las señales rupestres.
[page-n-87]
SISTEMA DEFENSIVO DEL CASTELLAR DE MECA
Fig. 4. - LimM dt !.J
Como hemos d icho, estaba formada por dos hojas,
cada una de las cuales estaba fijada, formando un úni·
co cuerpo, a un fuerte pie derecho giratorio o quicionera que podía rotar dentro de los huecos circulares o bo·
toneras realizados tanto en la base rocosa como en el
correspondiente sillar opuesto en su vertical. Como hemos visto en la figura 1, se encontraron en la roca sen·
dos huecos circulares, tanto en la parte izquierda como
en la d erecha, a unos 0'80 m. y 0'50 m . de las rodadas
respectivamente que parecen corresponder a las boto·
neras en el interior de unas de las cuales pudimos aún
constatar la presencia de restos de hierro que facilita·
rían el giro de las hojas. Por otra parte, sobre la base
d el camino aparecieron varios grandes sillares caídos
que muy posiblemente formarían parte de la arquitec·
tura de la puerta. Uno de ellos, en forma de «L•, terúa
IMrt
siluoJa Jobrt tl camiM
tambi~n
un agujero circular que suponemos serviría
para encajar en él los goznes metálicos de una de las
puertas. Otro sil1ar (lám. 1) tambi~n presentaba una
oquedad circular en cuyo interior apareció un bloque
prismático cuadrangular bastante plano, de hierro, colocado para que el gozne apoyara en él. El ce.n tro de
este bloque metálico tenía un leve desgaste circular que
sin duda fue realizado por el giro del extremo apunta·
do de aqu~l que, seguramente remataría en un pivote
metálico.
Tambi~n poseemos datos para establecer tanto el
ancho como el grosor de las hojas de la puerta aunque
no su altura.
En la figura 1 podemos observar que en el lugar
donse se ubican ambas botoneras y horizontalmente al
camino, aparecen unas ranuras que, evidentemente,
77
[page-n-88]
M. ALFARO ARREOUI Y S. BRONCANO
sirvieron para encajar ambas hojas cuando la puerta
estuviera cerrada y que nos permiten conocer el grosor
máximo de ésta que, no sobrepasaba los 0'10 m. Igualmente podemos decir que, los anchos de las hojas no
eran exactamente iguales, ya que el derecho oscila alre·
dedor de los 1'50 m. y el izquierdo llegaba a 1'58 m.
Un detalle dificil de establecer es el relativo a la
forma de cierre de las puertas aunque se han conservado algunas huellas que nos permiten intuirlo. Es evidente que éste se realizaba mediante un pasador ya
que, en la figura 1 podemos observar el hueco realizado en la base rocosa para introducirlo pero, en contra
de lo normal, teóricamente éste quedaría en la parte
de fuera en lugar de en el interior.
Podemos observar en la misma figura que, si bien
tanto la oquedad del pasador como las de las botoneras
de las hojas se sitúan en linea recta, los rebajes realizados para que quedaran empotradas éstas en el suelo,
son ligeramente divergentes, de forma que, si prolongamos sus trayectorias, el extremo de la hoja derecha
llegaría justamente a dar en el hueco del pasador,
mientras que el extremo de la izquierda quedaría situado en el interior respecto al pasado.r.
De acuerdo con el hueco dejado en la roca, el pasador tendría en su extremo inferior una sección en
forma de «L» (fig. 1), y debió ser metálico. La barra o
eje debió tener un diámetro cercano a los 0'10 m., en
cl caso de que fuera circular. El gancho de su extremo
(si pensamos que su tipología debía ser similar a los ac·
tuales cierres por ejemplo, de nuestros balcones), pudo
variar entre los 0'13 m. y los 0'18 m.
Más adelante volveremos a tratar sobre el posible
sistema de cierre de la puerta y el funcionamiento de
dicho pasador ya que se encuentra en relación con
otros elementos que pasamos a describir.
Pero el detalle más interesante e importante aportado por la excavación fue el descubrimiento «in situ»
de dos grandes sillaJ:es colocados horizontalmente y
atravesando perpendicularmente el camino justo delante del punto donde se sitúa la puerta (fig. 1, lám. 2).
El sillar derecho tiene unas dimensiones de 1'14 m . de
largo, por 0'40 m. de ancho y 0'25 m. de alto. El izquierdo mide 1'25 m. de largo, 0'54 m. de ancho y
0'30 m. de alto.
Un dato curioso es el hecho de que en la parte central del primero ele ellos se practicó un hueco, de forma
que, al introducir en él un pequeño sillar, quedaran
ambos trabados por sus extremos adyacentes. Ambos
sillares apoyan directamente sobre la parte central y laterales del camino, quedando, obviamente, por encima
de la base de las carrlladas.
U no de los extremos del sillar derecho queda embutido en un hueco practicado en el lateral rocoso
(fig. 1). La totalidad del extremo izquierdo queda tam·
bién incrustado en su correspondiente lateral, penetrando 0' 16 m . dentro de él, para lo cual se practicó
78
un hueco en la roca que justamente coincidía con el
ancho y alto del sillar. La presión ejercida por las tierras ha provocado que los sillares se hallen desplazados
unos 0'08 m. en la parte central.
As{ mismo, se hallaron también colocados otros
dos sillares, dispuestos en !mea y en perpendicular a
los anteriores (fig. 1, lám. 2). El situado aliado de éstos
es de pequeño tamaño, el otro es plano y de dimensiones regulares.
Es evidente que, tanto unos sillares como otros, al
estar colocados intencionadamente, impedían el tráfico
rodado por el camino ya que es imposible salvar la altura de éstos en relación con las rodadas que, era de
casi un metro. Queda pues establecer qué función desarrollaban cuando, aparentemente, era una contradicción con el normal desarrollo de la circulación de la
cual dependía la vida en la ciudad.
La única explicación lógica y coherente es que nos
encontramos ante el amurallamiento de la propia entrada a la ciudad. Cerramiento que, como es lógico,
tan sólo debía realizarse ante un inminente ataque por
parte de un poderoso ejército como el romano, dificil
de vencer debido al desarrollo de sus técnicas y tácticas
bélicas. Aunque pudiera resultar incomprensible el
«autoconfmamiento» de los habitantes iberos en su
propia ciudad, sometiéndose así voluntariamente a un
asedio, hay que tener en cuenta que, la enorme cantidad de algibes y almacenes existentes en el interior de
la población permitirían mantener éste durante un
tiempo indefinido.
Según los datos obtenidos parece claro que se opt6
pues por «tapiar» la puerta, enlazando de esta manera
con el lienzo de muralla ya existente ( B RONCAN0 1
1986), protegiendo así junto con las diversas torres, el
punto más vulnerable a un ataque.
Se han encontrado dispersos los sillares que formarían la muralla de la puerta. Sin embargo, parece
ser que, según los entalles que podemos observar en los
laterales rocosos situados a 0 ' 80 m. por delante de los
sillares anteriormente descritos, existiría otra línea de
sillares que hemos reconstruído hipottticamente (fig. 1,
lám. 2), con lo cual el portón de madera quedó protegido con un doble muro de grandes sillares con un espacio interior posiblemente relleno de piedras. Restos de
eJlte .relleno pueden ser los citados sillares colocados en
el centro del camino perpendicularmente a los dos des·
critos en primer lugar, aunque nos inclinamos a pensar
que correspondorfan a la primera hilada de un muro
que uniera a los otros dos por su centro para dar a la
estructura mayor fortaleza.
Si seguimos observando los sillares atravesados en
la puerta, veremos que el izquierdo tiene en el peñtl
de su lateral interior dos rebajes consecutivos a modo
de escalones que se relacionan con el contorno del agujero realizado en la roca para introducir el pasador de
la puena (fig. 1). El contorno del agujero coincidiría
[page-n-89]
SISTEMA OEFElSSIVO DEL CASTELLAR DE MECA
perfectamente con lo11 rebajes del sillar ya que hay que
tener en cuenta que, debido a la presión ejercida por
las tierras, existe un ligero desplazamiento del muro en
su parte central como ya dijimos.
Volvic.ndo pues al sistema de cierre, era obvio pensar que el pasador debía qued ar al exterior, ya que no
hay espacio para las hojas de la puerta entre él y los
sillares. Además, como ya dijimos, las prolongaciones
de las ranuras practicadas en Ja roca pa.r a encajar las
hojas nos ofrecen la misma solución, especialmente la
boja izquieda.
Es posible que el pasador qued ara situado al interior de la puerta, pero, solamente cuando no se realizara el .. tapiado» de ella, es decir, en situa.ción normal.
El ángulo que presenta el lateral rocoso izquierdo p ermitiría el deslizamiento de la hoja de la puerta hasta
girar justo hasta el punto exacto situado delante del pasador.
Esto nos llevaría a que el pasador no sería t.al y
como los conocemos actualmente, fijo a una de las hojas, sino una gruesa barra, seguramente de hierro, que
desde la zona superior del dintel podría ser bajada hasta encajar en el h ueco cuando se cerrara. A esto hay
que añadir que, muy seguramente y utilizando el escalón realizado al allanar el realce central en la zona de
entrada que describimos con anterioridad así como las
diferentes alturas dejadas en una especie de •escalones»
que presenta el later al rocoso izquierdo así como la
parte baja del lateral derecho, se apoyarían una serie
de trancas de madera que sujetanan ambas hojas reforzando el cierre.
La documentación obtenida es pues realmente in·
teresantísima, ya que se constata la existencia de un
sistema defensivo muy complejo. El amurallamiento de
la puerta junto con las diversas torres daban lugar a una
defen sa prácticamente perfecta de la entrada de la ciudad, lo que unido al resto d e elementos como es la muralla semicircular, la hacían casi inexpugnable (lám. 3).
Pero, evidentemente, la inexpugnabilidad cedió
ante el empuje del impresionante ataque a que debió
ser sometida por el ejér cito romano, fmalizando de esta
manera el esplendor que durante siglos debió desarrollarse en la ciudad.
1bda actividad de la población q uedó mermada
posiblemente, debiendo quedar reducidos sus habitantes a una fuerte guarnición militar romana y a unas pocas familias iberas, al producirse el cierre del camino,
único medio de supervivencia de la ciudad. Como hemos podido ver, los sillares que quedaron «in situ» lo
clausuraron definitivamente. Este dato nos ha permitido confirmar su cronología, pudiendo establecerlo
como prácticamente la única vía prerromana conocida
hasta el momento, puesto que, tras el amurallamiento
de la puerta y, por tanto, destrucción de la ciudad, no
volvió a ser utilizado como vía de paso.
BIBLIOGRAFÍA
BaoNCANO, S. (1986): «El Castellar de Meca, Ayora (ValencÜI). TextoS». Excavaciones Arqueológicas en España,
147, Madrid.
BRONCANo, S. y At.PARO M. (1990): Los Caminos de RUldas
de l4 Ciudad Iblrica de ttEl Castellar de Meca» (Ayora, VaknCÜJ). Excavaciones Arqueológicas en España, 162,
Madrid.
79
[page-n-90]
M . ALfARO ARRECUI Y S. BRONCANO
Lám. l . - Sillar con orificio ClfculaT y bloque dt hierro. Posihli! demmw tk su;u del goz11t fk tma dt las hojas fk la puula
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80
[page-n-91]
Lóm. 3.-
Visto gmrml dt lo puerta dt tntrodn y tkfollsas rlt la riudad
81
[page-n-92]
[page-n-93]
. Emilio CoRTELL P tREz*, Jordi J uAN MoLT6*,
Enrique A. LLOBREGAT CoNESA • •, C ristina R.mG SEaut•,
Feliciana SALA SELLts* y José M. a SEGURA MARTf*
LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SERRETA:
RESUMEN DE LA CAMPAÑA DE 1987
INTRODUCCIÓN
El yacimiento i b~rico de La Serreta viene apare·
ciendo en la bibliografía desde 1921 sin que baya sido
todavía objeto de un estudio de conjunto. El benemEri·
to Director del Museo de Alcoy, don Camilo Visedo
Moltó publicó tres campañas de excavaciones corres·
pondientes a los años 1921·1923 y proporcionó docu·
mentación adicional en un artículo, publicado en 1953,
añadiendo algunos datos en su libro A~. GtowgfiJy Pre·
historiiJ, aparecido en 1959. Posteriormente el nuevo Di·
rector, don Vicente Pascual Pérez, llevó a cabo, cuando
dispotúa de algunos fondos, diferentes campañas en la
Serreta, de las que se COllServan Jos diarios pero que
pennanecen, por el momento, inéditas. Lo mismo ocu·
rre con la campaña que se llevó a cabo bajo la dirección
del profesor M. Tarradell, a la sazón catedrático de Ar·
queología en la Universidad de Valencia, de las que lo
único publicado son los dos planos parciales de la exca·
vación, levantados por E. Uobregat. El truJado del
profe10r Ta.JTadell a ]a Universidad de Barcelona el fa·
Uecimiento de don V icente Pascual, y otros av~tares,
• Museu Arqucolbsic: d'AicoL
•• Museo Arqucol~sic Provitlcial d'Aiacant,
suspendieron los trabajos, aunque no impidieron inves·
ligaciones sobre el yacimiento. Por suerte el Centre Al·
coil d'Estudis Histories i Arqucologics propició la lim·
pieza y desescombro del yacimiento, asf como la
confección de un plano topográfico completo, el prime·
ro realizado de este yacimiento. Thnto la limpieza
como el plano fueron un motor para nuevas activida·
des, contando con el contigente de un grupo de arqueó·
lagos alcoyanos que se habían ido formando en la U ni·
versidad de Alicante. Todo esto, y la presunción de la
posible existencia de una necrópolis contigua al poblado, algo que siempre se habfa planteado pero nunca
prospectado, al menos en lo que se conoce del yaci·
m iento, condujo al acuerdo entre el Museo de AJcoy
y el director del Museo Provincial de Alicante, de solí·
citar a la Dirección General del Patrimonio, de la Con·
sellerla de Cultura, el reglamentario permiso de exca·
vaciones para intentar hallar la necrópolis. Esto
ocurría en 1987 y la cosecha fue lo suficientemente
atractiva como para seguir con la tarea a lo largo de
los siguientes años hasta 1990, inclusive, que ha traído
grandes novedades en lo que se refiere a arquitectura
militar y a la topograffa de las defensas del poblado.
En este estudio trataremos tan sólo de la primera cam·
paña de excavaciones (1987) y las demás campañas
83
[page-n-94]
E. CORTELL, J. JUAN, E.A. LLOBREGAT, C. R.EIC, F. SALA Y J .M. SECURA
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[page-n-95]
LA NECRÓPOLIS IBÉRlCA DE LA SERRETA
quedan a la espera de la reconstrucción total de los
ajuares y de todas las tareas propias del caso. La oportunidad del homenaje científico a don Enrique Pla Ballcster, Director que fuera del SIP y mentor de todos
nosotros, ha hecho surgir este trabajo. Vaya en honor
de él, que siempre fue devoto de la arqueología alcoyana.
Los materiales arqueológicos hallados en esta
campaña, así como los de las siguientes caJDpañas, han
sido despositados en el Museo de Alcoy, donde se ha
llevado a cabo la ímproba tarea de limpieza, lavado,
consolidación, dibujo y restauración de las piezas de
esta primer a campaña, y donde se trabaja en las siguientes de forma que en un prudencial plazo de tiempo se pueda poner en las manos del público interesado
la riqueza e interés de esta necrópolis. El yacimiento
de La Serreta conserva todavía una gran cantidad de
incógnitas que poco a poco van a ir siendo desveladas
en sucesivas campañas de excavaciones. Lo que por
hoy conocemos permite augurar unos resultados espléndidos que ayudarán en gra.n modo a conocer el
mundo ibérico en el área del gran macizo montañoso
que se extiende desde el Júcar al Vinalopó y desde el
corredor de Montesa al litoral entre Cullera y Guardamar. Un área que aún nos guarda infinitas novedades
que ni siquiera podemos sospechar.
CIRCUNSTANCIAS DEL HALLAZGO
Entre 1985 y 1986, el yacimiento de La Serreta fue
objeto de una limpieza en sus diferentes sectores excavados de 1917 a 1969, necesada para el levantamiento
topográfico de todo el poblado.
Dichos trabajos permitieron delimitar la muralla
de cierre det poblado por su parte .Este, el cual presenta
un mejor acceso al mismo, situándose en la cota 993
mts. s/n/m (la cumbre alcanza una altitud de 1.051
mts.).
.El conocimiento de la topografía del yacimiento,
con abruptos desniveles, as[ como la delimitación de su
extensión, hizo que nos llamara la atención una amplia
zona no excavada, extr amuros del poblado y de escaso
desnivel, que nos sugirió la posibiüdad de la ubicación
de una necrópolis.
A1 objeto de prospectar las áreas circundantes al
yacimiento, se proyectó realizar una serie de sondeos
cuyo inicio tuvo lugar en el mes de junio de 1987, escogiendo un pequeño sector de esta zona (situada próxima a la muralla, por la parte Este), que no tardó en
revelar la existencia de una sepultura (Lám. 1, 1).
Una ampliación del citado sondeo detectó la presencia de otras sepulturas, que reafirmaban la magnitud del hallazgo, y qu~ aconsejaron preparar una posterior campaña de excavaciones durante el mes de
Septiembre del mismo año (Lám. I, 2).
LAS SEPULTURAS: DISPERSIÓN Y
CARACTERÍSTICAS
Las diecisiete sepulturas exhumadas aparecen
próximas entre sí, como lo demuestra la densidad alcanzada en los 38 metros cuadrados excavados en la
campaña objeto de este avance (fig. 1).
Dada la escasa potencia del estrato (entre 20 y 40
cms.), por efecto de la erosión que ha afectado constantemente el área de la necrópolis por su proximidad a
la carena del monte, algunos hallazgos aparecen casi
superficialmente, así como parte de los restos de la cremación, que generalmente se depositan en contacto directo sobre la roca, siendo frencuente que ésta presente
de.slascados ·ntencionados pa.r a el acomodo de los
mtsmos.
.Esta circunstancia se da tanto en sepulturas que
tienen urna cineraria como en aquellos caso.s en que
no está presente. Hasta el momento no se han detectado superposiciones de sepulturas.
De lo excavado hasta la fecha, se desprende que
las cremaciones no se realizan en el mismo lugar en
que aparecen depositadas, desconociendo la ubicación
del ustrinum.
Hemos observado la existencia de cuatro posibles
estructuras, asociadas a las Sepulturas +·6, U, 1+ y 15,
formadas por piedras irregulares grandes y de mediano
tamaño, que en el caso de las Sepulturas 4-6 llegan a
rodear los dos ajuares. En las Sepulturas U y 15 prote·
gen los restos de la cremación, dado que las piedras los
limitan en parte (Lám. ll, 2). Las tres urnas cinerarias
de la Sepultura 14 aparecían cubiertas por un amontonamiento de piedras, que no llegaba a aflorar en superficie (Lám. lli).
Se observa una gran diversidad en cuanto al con·
tenido de las sepulturas, que inicialmente nos ha per·
mitido distinguir varias categorí'as de sepulturas_
:
-Con urna cineraria y ajuar cerámico (Sepulturas 5b, 9, 13 y 14).
-Con urna cineraria, ajuar cerámico y armamento (Sepulturas 1 y 6).
-Con restos óseos acompañados de ajuar ccrá.mi·
co (Sepultura 8).
-Con restos 6seos acompañados de armamento y
ajuar cerámico (Sepulturas 4 y 15).
- Con restos óseos acompañados de armas (Sepulturas 5a y 11).
Las Sepulturas 2, 3, 7, 10, 12 y 16 no pudieron excavarse en su totalidad, dado que la excavación en estas
áreas sufrió una incursión clandestina, con eJ consiguiente expolio de parte del contenido de los ajuares,
que imposibilita el estudio de su conjunto. No obstan·
te, y a j uzgar por lo conservado, la Sepultura 7 presentada armamento (.recuperamos restos de herrajes de
suspensión de la vaina de una falcata y dos pasadores
de bronce del tahall), y para eJ resto, su conte.n ido se
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[page-n-96]
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Fig. 2. - Kylú dr f r
guras ro;as. Sepultura 6
86
[page-n-97]
LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SERRETA
reduce a un escaso ajuar cerámico que acompaña los
restos óseos y cen1zas de la cremación.
REGISTRO DE MATERIALES
A. CERÁMICA DE IMPORTACIÓN
El registro formal que ofrece la campaña de 1987,
en cuanto a los vasos de importanción se refiere, es representativo de todo el conjunto exhumado durante los
trabajos de campo posteriores. Por lo tanto, el resultado de este estudio puede considerarse válido en líneas
generales, sj bien no descartamos que nuevos hallazgos
puedan completar la información que ahora adelanta·
mos. El conjunto se caracteriza por su homogeneidad,
por una repetición de formas que hallamos respresentadas en otros poblados y necrópolis de la misma época
como veremos más adelante. La necrópolis de La Serreta y su poblado se insertan así en la dinámica cultural y económica del momento Pleno de la Cultura
Ibérica.
Lo primero que destacamos de este conjunto es la
uniformidad en cuanto a la categorfa de los vasos. La
gran mayoría es de producción ática, aunque se aprecia en eUos una notable diferencia de calidades. En segundo lugar, documentamos otras producciones rep~e
sentadas por ejemplos únicos: una pequeña pátera de
la forma Lamb. 27 adscribible posiblemente a los talleres de Rosas, un cuenco de la forma Lamb. 27 perteneciente a las producciones púrucas de barniz negro, una
pátera de la forma Lamb. 26 que por sus rasgos forma·
les y técnicos podemos considerar un producto proto·
campaniense, un bolsa) de la forma Lamb. 4-2-C procedente de un «taller» no localizado, además de un
pequeño número de fragmentos no áticos de dificil clasificación.
Dentro de las áticas, que como vemos poseen una
mayor representación, encontramos algunos vasos de
estilo de figuras rojas, y, sobre todo, vasos de barniz
negro.
De figuras roj as existen un fragmento de bo.rde y
un fragmento sin forma y decorado, perteneciente a
una cráJera de campana, y tres lcyliJces de la forma Lamb.
42-A , más unos fragmentos que podrían corresponder
a un cuarto lcyli.x. Entre ellos destaca el ejemplar hallado en la sepultura 6 (fig. 2); este vaso presenta en el
medallón central un joven atleta envuelto en su himation, que Ueva en la mano derecha un disco, y se encuentra en actitud oferente frente a un altar. En el exterior, dos grupos de dos jóvenes, enfrentados, uno de
ellos con un disco y los dos restantes con un ertrygilos;
entre dos jóvenes se ha respresentado un aryóaios; unas
palmetas bajo las asas completan la decoración en el
exterior, mientras que en el interior, una orla de hojas
enmarca el medallón central. Estos rasgos decorativos
definen la variante 1 de los kyliks del Grupo del Pintor
de Viena 116, tan abundantes en Andalucía y Sureste
durante la primera mitad del s. IV a.C. (RoOII.L.A.Rn,
1975). Sin embargo, la excelente factura del ejemplar
de La Serreta lo aleja de la tosquedad de acabado que
caracteriza a este grupo, y en cambio lo reladona con
algunos kyliJ;es de factura algo más cuidada como el lote
del taller de jena aparecido en Archena (B&AZLEY,
1948: 4-7-48, fig. 2, n.0 6 y 7), los ejemplares de La Bastida y la propia Serreta (TRIAs, 1967/68: 329-330,
n.0 18, lám. CLX, 8; 350, n.0 2 y 3, Jám. CLXV, 3 y
4-), y otros de UUastret (PrGAZo, J977: 54-56, n .0 137,
14-2 bis y 145, lám. XIV, 2 y XV, 3).
Por lo que respecta a la cerámica ática de barniz
negro, las formas más abundantes son las páteras de
la forma Lamb. 21 y los pequeños cuencos de la forma
Lamb. 21/ 25 b.
Completan el registro tipológico dos fragmentos
de borde de la forma Lamb. 22, dos lr.tlrdhtuoi Lamb. 40
de borde no moldurado, y al menos, tres piezas de la
forma Lamb. 42-B, a las que hay que sumar una base
de esta forma que Sanmartí llama del octaller- de los
/cyliJres de la forma Lamb. 42-C de Covalta (fig. 3, 1)
(SANMAJtT!, 1979: 168-169), y que, seg\Ín afirma, debió
fabricarse en el área mastiena o contestana.
Nos encontramos cambién con una imitación de
barniz negro púnico de la forma Lamb. 27 (fig. 3, 2)
perteneciente a la producción de baja caJjdad By.rsa
401, con un barniz amarronado, ftno, mate y d~ tacto
rugoso (M olll!l., 1986: 29-30); un bol de la forma
Larnb. 27 decorado con una roseta central de siete pétalos con botón central y sendos pistilos entre ellos,
procedente quizá de los talleres de Rosas, aunque por
hallarse la pieza totalmente alterada por el fuego no
podemos afirmarlo con seguridad; y por último, una
pátera de la forma Lamb. 26 (fig. 3, 3), decorada con
cuatro palmetas radiales inscritas en cinco líneas de
ruedecilla, con uña en la superficie de apoyo, que encontramos en Ampurias defmida como un producto
protocampaniense de la primera mitad del S. m a.C.
o muy a finales del s. fV a.C. (SANMARI:I, 1979:
n.0 159, láms. 103 y 108).
El contexto que nos definen ellcyli.x de figuras rojas
y los demis vasos áticos de barniz negro permiten fechar la necrópolis de La Serreta en la primera mitad
del siglo IV a.C., exceptuando la Sepultura 2 (bolsal
Lamb. 42 C), la Sepultura 9 (pátera Lamb. 26 y bol
Lamb. 27), y la Sepultura 16 (imitación púnica Lamb.
27), que podemos encuadrar entre fines del s. IV a.C.
y la primera mitad del s. ITI a.C. La Sepultura 13, en
la que aparece un ktJntharos Lamb. 40 de borde no moldurado, se fecha.rfa en Ja segunda mitad del s. IV a.C.
por paralelos en la necrópolis de El Cjgarralejo (CUA·
OllADO, 1987: T. 45, T. 95, T . 331).
Por último, es conveniente destacar que la casi totalidad de los vasos se hallan muy alterados por el fue87
[page-n-98]
E. CORTELL, J. JUAN, E.A. LLOBREGAT, C. REIC, F. SALA Y J .M. SEGURA
3
Fig. 3.- 1, SepuJJura 2; 2, &pultura 16; 3, SepulJura 9
88
[page-n-99]
LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SERRETA
2
.....
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Fig.
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3cm .
1, &pultur4 1; 2, &pu/Jur4 13
89
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E. CORTBLL, J. JUAN, E.A. LLOBREGAT, C. REIG, F. SALA Y J.M. SEGURA
6
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Fig. 5.- 1, 4 y 5, &pu1Jur11 U ; 2, Sepullur11 6; 3, &pu1Jur11 9; 6, &pu1Jur11 5b
90
3cm.
1
[page-n-101]
LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SERRETA
go, factor que dificulta notablemente su identificación;
profundizar en este hecho, que se repite en todas las
necrópolis, resultaría de gran interés para establecer el
proceso ritual del enterramiento.
El tráfico y las rutas comerciales que se infieren
de la llegada de estos prod~ctos a los poblados ibéricos,
y entre ellos La Serreta, es un aspecto importante a
tratar que excede del marco de este trabajo. Sin embargo, podemos avanzar que la Serreta participa en la evolución de los contactos comerciales apuntados ya por
Garc(a Cano para el Sureste (G.uofA C.u.:o, 1985:
67-69), que curiosamente son las mismas fases que se
establecen para las importaciones áticas de Ibiza (SAN·
cmz Fl!.RNÁNDE?., 1981: 303-309): aumento de las importaciones a partir de la segunda mitad del s. V a.C.,
aunque es en la primera mitad del s. IV a.C. cuando
se alcanza el verdadero apogeo de dichos contactos. En
este sentido es obligado hacer referencia al pecio del
Sec, que naufragó en el segundo cuarto del s. IV a.C.
y cuyo cargamento de cerámicas áticas es el mismo que
Juego encontramos en los yacimientos ibéricos y en La
Serreta {ARRIBAS eT ALII, 1987).
B. CERÁMICA IBÉRICA
l. Cerámica Ibérica fina
La mayor parte de la cerámica procedente de esta
primera campaña de excavaciones de La Serreta es, sin
duda, la cerámica ibérica fina. Sw formas cerámicas
poseen en general, unas pastas bien depuradas, de tonos anaranjados o rojizos. La decoración es siempre de
estilo geométrico, sencillo en su mayor parte, a excepción de un recipiente con decoración al parecer ve·
getal.
Los motivos más frecuentes se reducen a bandas
y filetes bien aislados, o bien sirviendo de marco para
otros motivos tales como circunferencias, semicircunferencias o segmentos de circunferencias concéntricas, 1(neas onduladas (cabelleras) y rombos.
Atendiendo a las distintas formas de los vasos, pasaremos a continuación a describirlas.
1.1. Urrw.s (fig. 4 y 5)
La importancia de este tipo de vasos cerámicos
radica, efectivamente, en la función a la que han sido
destinados. Sirven, casi siempre como recipientes donde se contienen los huesos de la cremación y también,
en algunos casos, guardan parte de los ajuares. Sus
pastas se caracterizan por hallarse bien depuradas.
Presentan, a su vez, una tonalidad anaranjada o tenuamente rojiza. Algunas de ellas poseen restos de
~ engobe superficial claro sobre el que se aplica la
decoración pintada en color rojo vinoso o, en su caso,
marrón.
Por lo que se refiere a la decoración, ésta es casi
totalmente geométrica, y adopta los clásicos elementos
de bandas y metes, círculos, semicírculos y arcos de
círculos concéntricos y líneas onduladas. En un único
caso, como decíamos arriba, presenta un motivo vegetal.
Entre las formas má$ caracterí11ticas, predominan
las urnas bitroncocónicas, de borde exvasado -a veces
de hombro marcado-, y base cóncava. Este mismo
tipo se repite en las urnas de menos tamaño o en vasos
de ofrendas, que acompañan, en ocasiones en ciertas
sepulturas, a las anteriores de mayor tamaño.
Todas ellas aparecen ampliamente recogidas por
la bibliografia actual con la denominación pithislr.oi
(NoRDSTROM, 1973: 171·173) tinajillas, o vasos de perfil
quebrado (ARAN&om-PLA, 1980: 81) de cuerpos bitroncocónicos (o, en su caso, tritroncocónicos) con el borde
exvasado y la base cóncava con o sin umbo y, a veces,
con el pie indicado o anillado.
Este tipo de urna aquf descrito, es una forma que
aparece profusamente en el área levantina y sudeste
peninsular (forma 19a de Cuadrado) (1972: 131). Algunos de sus modelos más característicos aparecieron en
el mismo recinto habitado de La Serreta, cercano al lugar que ahora nos ocupa. Su cronología se enmarcaría
entrt los siglos V y IV a.C. (BRON
múnmente conocida como urna de orejetas perforadas,
representada aquí por tan sólo un único ejemplar que
apareció en el entorno de la Sepultura 14-.
Presenta, en su aspecto exterior, un cuerpo esferoide y apareció desprovista de su tapadera característica. En su lugar, fue cubierta por un plato-tapadera,
que más adelante pasaremos a describir. Su altura es
de 16 cms. y el diámetro de su boca, de 12 cms. Según.
la tipología expuesta por J.J. J ully UuLLv-No~toSTROM,
1966: 99) debería ser adscrita a su tipo e, forma esta
similar a otras tantas urnas recogidas en necrópolis tales como La Solivella (Fum:HRR, 1985: tig. 13, 6),
Hoya de Santa Ana, El Molar y Altea la Vella U uu.vNoRDsTROM, 1966) con una cronología que empieza en
tomo al si~lo V (FLETCHER, 1985: 317).
Por último, en la Sepultura 5b, apareció un !r414tlws
de cuello estrangulado, que sirvió también como urna
cinel'aria.
!.2. Platos (fig. 6)
Es, sin duda, este grupo el que aparece con mayor
profusión alrededor y en el interior de las sepulturas
de esta necrópolis.
Para su estudio hemos tenido en cuenta el trabajo
y análisis efectuado por la Dra. Carmen Aranegui,
91
[page-n-102]
E. CORTELL, J . JUAN, E.A. LLOBR.EGAT, C. REIG, F. SALA Y J .M. SEGURA
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Fig. 6.- 1 J 8, &puhura 1; 2, &puhura 6; 3 J ~. $lpuhrJTa U ¡ 5, &puhura 13;
92
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&puhura 15¡ 7, Sepuhura 9
[page-n-103]
LA NECRÓPOLIS IBWCA DE LA SERRETA
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3cm.
9
Fit. 7.- 1, S.puJJwo 5b; 2, Stpu/Jwa 2; 3, S.pu/Juro 9; f, S.pu/Jwo 8; 5 y 9, Juna dt stpu/Jwo,· ~ S.puJJwo 11,· 7, S.pu/Jrua 12; 8,
Stpu/Jrua 5o
93
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t:OliTELL, J. J UAN, B.A. LLOBREGAT, C. REIG, P. SALA Y J.M. SECURA
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3cm .
Fig. 8.- 1, &puilr.ua 8; 2, &puJJr.ua 10
94
2
[page-n-105]
LA NECRÓPOUS IBWCA DE LA SERRETA
cuando en su dia estableció la tipologfa de los platos
del poblado de La Serreta (ARANECUl, 1970: 107-121).
Entre todos ellos predominan aquellas formas de
perfU curvo y borde reentrante. La deración en éstos,
o bien está ausente, o bien se limita a bandas y fJ..letes.
A un segundo tipo, le corresponden los platos de
borde exvasado y perfil curvo o carenado. Uno de los
ejemplares de este modelo fue utilizado como tapadera
de la urna cineraria de la Sepultura l . La decoración
geomttrica aqu( ya es más variada, abundando las bandas y fl.letes que, en ocasiones, sirven para encuadrar
otros motivos geométricos más complejos: círculos, semicfrculos o cuartos de círculos concéntricos, series de
rombos, líneas onduladas y verticales.
Una tercera variante parece destacarse en el total
de las piezas observadas, al contemplar el eje~plar
aparecido en la Sepultura 13. Al parecer se tratarla
más bien de una especie de cuenco que imita con seguridad a un vaso de importación itálica (forma Lamb.
22). Posee un borde recto con el labio saliente y un pie
destacado con estrías.
De igual modo resaltamos del conjunto un platotapadera, que por su forma externa y caracterfsticas de
la arcilla en la que se ha modelado -tosca y con
impurezas- deberla ser aceptada como de importación púnica. Lo inclufmos en este apartado por las circunstancias en que tste apareció. En efecto, colocado
inversamente a lo que su función injciaJ hubiera previsto, sirvió para cubrir la boca de la urna cineraria de
orejetas de la Sepultura 14. El borde de este plato es
saliente, ligeramente obHcuo, y su pomo es macizo.
Cercano de aquel borde, presenta dos orificios, posiblemente de suspensión.
En cuanto al aspecto cronológico, siempre impo~
tante en este tipo de yacimientos, es dillcil de determjnar con precisión. Esto es debido sobre todo, a la aparente homogeneidad de las formas observadas, por un
lado, y por otro, al tipo de deco,-ación, reducida aquí
a motivos ge.o métricos que perduran durante un gran
lapso de tiempo. Por lo que respecta al análisis de los
tipos aparecidos en La Serreta, cabe concluir que son
de sobra conocidos en casi toda el área levantina.
1.3. Otras ]ortn4S (fig. 7)
Además de los tipos cerámicos anteriormente descritos, han aparecido fragmentos de otras formas cerá·
mjcas que se reducen a los sigujentes: borde de un ungüentar io al parecer fusiforme; u.na pequeña botellita
piriforme completa de borde cxvasado y base cóncava;
un vasito de ofrendas de borde igualmente exvasado y
base con pie anular indicado; por último, un pequeño
vaso decorado, fragmentado en su base.
Constatamos además, la aparición de al menos
cinco fusayolas, en el contexto mismo del enterramjen-
to, o en ocasiones, fuera de él. Dos tipos de ellas de la
Sepultura 11, otra de la Sepultura 12, y la cuarta, de
la Sepultura 5b. La última, que apareció fuera del contexto, posee una forma esférica. Todas las demás presentan un cuerpo bitroncocónko regular. Una de ellas,
de pasta anaranjada, muestra una decoración incisa,
por su mitad superior, a base de líneas que conforman
triángulos rellenos a su vez de pun~os. Las otras fusayolas, de pasta clara gris, fueron hallada.s en un e.s tado
de conservación inferior.
ll. Cerámica
lb~rica
de cocina
A continuación pasamos a analizar un tipo de cerámica cuya principal característica reside en aglutinar
a unos recipientes de upecto exterior sencillo, de superficies rugosu y ásperas y de arcillas con tonalidades
oscuras, marrones o negras. Su pasta, poco depurada,
posee unos desgrasantes gruesos, de calcita o de cuarzo
y su función principal sería la de cocinar o ser expuestos al fuego.
Todos los restos conservados han aparecido fragmentados y no se conserva ninguna forma completa.
Así el ejemplar de la Sepultura 1, configura una base
cóncava indicada de una urna de cuerpo globul ar. El
fragmento de la Sepultura 6, corresponde al borde y
parte del cuerpo de una olla de borde exvasado. Por último, una serie de fragmentos ruslados de bordes exvasados completar{an la visión total de este conjunto de
cerámjca tosca de cocina .
111. Cerámica a man o (fig. 8)
I ncluimos en este apartado dos formas cerámicas que
aparecieron íntegras y que poseen la particularidad de
haber sido elaboradas mediante modelado manual.
El primer tipo, representa una pequeña olla de
cuerpo globular, borde reentrante y base plana con el
talón indicado. Cerca del borde posee aplicado un cordón decorado con digitaciones. Su pasta es parda oscura y su superficie rugosa.
La segunda pieza responde a una forma cerámjca
dificil de clasificar. Pertenece a una especie de recipiente hueco, de tendencia elipsoidal, que termina por sus
extremos en forma agallonada. Aparece compuesta por
dos mitades casi simttricas.
IV. Coroplastia (fig. 9)
El arte de modelar figuras de arcilla cocida también se encuentra representado e.n esta exposición de
materiales cerámjcos más intersantes exhumados en la
necrópolis de La Serreta.
95
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E. CORTELL, J. JUAN, B.A. LLOBREOAT, C. REIO, F. SALA Y J .M. SEGURA
~3 ~
2
Fig. 9.- 1, 2 y 3, &pu./Jura 15
96
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LA NECRÓPOLIS IB!RICA DE LA SBRllETA
Resalta, entre los escaaos fragmentos de terracotas aparecidos, una figura femenina de pie, de cuerpo
en.tero, que lleva sobre su hombro izquierdo otra figurilla más pequeña de un niño, la cabeza del cual se
halla ataviada con un alto tocado en forma de lr.tUa.tos.
Ambas figuras present~ la cabeza y la espalda cubiertas por un velo que se despliega en forma de concha o alas.
Mide este ejemplar 16'5 c:ms. de altura. Está fabricada sobre UD molde, de peñu semicircular y su arcilla
tiene una coloración ocre-amarillenta. Su superficie,
en apariencia grosera, se encuentra bastante desgastada y no permite detallar con mayor profundidad los detalles de los rostros y de su conjunto en general. Por
su reverso, se abre un orificio vertical de forma len ticular.
El modelo iconográfico aquf observado parece
identificar la figura de mayor altura como la diosa Dem~ter portando, sobre su hombro izquierdo a su hija
Kore-Pers~fone, señora de los infiernos y del mundo de
ultratumba (A..i.MAow GoR.Ju., 1980: Lám. XIV). Este
tipo de imagen aparece bien representado en la cercana isla de Ibiza, a donde apuntan, de id~ntica forma
algunos de los materiales encontrados en La Serreta.
En otros casos aparecidos en la isla, dicha figura femenina se representa portando ofrendas u otros objetos
(lbid., 1980: 53 y ss.). La importancia de este ejemplar
resalta más aún, al no haber sido hallada ninguna otra
pieza similar dentro del conjunto votivo aparecido en
el entorno del Santuario de este yacimiento
MoLT6, 1987-88: 295-331).
Un segundo ejemplar de terracota fue localizado,
a escasos cendmetros del anterior, dentro del contexto
de la misma Sepultura 15. Se trata de un fragmento
de la parte inferior de un rostro, al parecer femenino,
cuya lfnea de fractura se localiza en la base de su nariz.
Sus labios son gruesos y las mejillas y el mentón se haJian bien defmidos. La longitud conservada es de 4'+
cms. x 4' 5 cms. La pasta es de tonalidad ocre y su superficie se observa oscurecida a causa de la acción posterior del fuego.
Por último, otros dos fragmentos muy pequeños de
diiTcil clasificación -posiblemente partes de otros tantos rostros- , completan este pequeño conjunto coroplástico.
aUAN
C. ARMAMENTO
De un total de diecisiete sepulturas excavadas durante la campaña, seis proporcionaron armas en su
ajuar (las Seps. 1, 4, 5a, 6, 11 y 15).
Analizados en conjunto, Jos lotes de armas varían
desde la completa panoplia que porporciona la Sepultura 1, hasta el más modesto que aparece en la Sepultura 5a.
El caso de la Sepultura 1 es único hasta la fecha
en la necrópolis por la cantidad de armas aportadas
(Lám. n, 1):
A. ofensiva corta ....... ... . . 1 falcata
2 soliferrea
A. ofensiva larga a.Irojadiza
1 pilum
empuñada .. 2 lanzas
.. 1 regatón
A. defensiva empuñada ....... 1 manilla de escudo
Elementos de jinete .......... 2 acicates
La falcata es la única con cabeza de caballo en esta
campaña, as{ como la de mayor longitud.
Acompaña a esta falcata, además de los herrajes
de suspensión al tahalí, una guarnición decorativa de
hierro, formada por una espiga central decorada en
sentido longitudinal por dos bandas paralelas de roleos
enlazados, de la que parten tres abrazaderas a diferente altura, decoradas con los mismos motivos, que rodean La vaina. La última de ellas, la que corresponde
a la zona de la punta, es de menor anchura que las dos
anteriores. La longitud total de esta guarnición decorativa es de unos 28 cms. aproximadamente (fig. ll, 2).
Sorprende la cantidad de armas ofensivas largas,
que en este caso quedan claramente diferenciadas:
-Las arrojadizas, con UD n.0 elevado, tres: dos de
ellas son solifmea, de 2 mts. aproximadamente, de longitud, que aparecen fragmentados, enrrollados sobre s(
mismos alrededor de la urna cineraria. Las puntas son
triangulares con aletas y los extremos inferiores apuntados. Aunque no se aprecia una zona defmida de posible empuñadura, s( se observa en los distintos fragmentos un aumento del diámetro que podría corresponder
a ésta¡ y un pihlm, de 36'5 cms. de longitud con la punta pequeña lanceolada y leve arista entre las mesas.
- Las supuestamente empuñadas: dos lanzas de
distinta longitud. Junto a ~stas se encuentra un regatón, que convierte a una de ellas en un arma posiblemente empuñada. No creemos que la ausencia de un
segundo regatón indique que la otra lanza tenga carácter arrojadizo, puesto que esta categorfa de armas está
suficientemente reprensentada en el ajuar.
La manilla de escudo, de 70 c. s. de lon gitud es
m
de aletas triangulares, con cuatro remaches de sujeción
al cuerpo en cada una de ellas, y con sistema de suspensión d e gusanillo.
Esta longitud nos proporciona el diámetro real del
escudo al que perteneció, pues los v~rtices de las aletas
están doblados hacia la cara exterior, pellizcando el
borde del cuerpo.
Los acicates, únicos hasta ahora por sus caracteñsticaa, son asimétricos, con el cuerpo rectangular de
bronoe, con los bordes engrosados y una anilla puente
rectangular en cada uno de los extremos por donde pasaría la correa de sujeción. La punta es de hierro, de
97
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E. CORTEI..L, J. JUAN, B.A. LLOBRBCAT, C. REIC, F. SALA Y J.M. SECURA
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LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SER RETA
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Fit . 11.-
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B. CORTELL, J . JUAN, E.A. LLOBREOAT, C. RBIO, P. SALA Y J .M. SEGURA
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Fit. 12. - 1, 2, 3 y 7, &pu/Jura 1,· 4 y 5, &pultu.ra 4,· 6, Slpu/Ju.ra 6
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LA NECRÓPOLIS IdRICA DE LA SERRETA
6'8 cms. de longitud, está moldurado, con sección circular (lig. 10, 2).
La Sepultura 5a proporciona únicamente dos armas: ~na lanza y un puñal.
Este último, por sus características, hace que esta
sepultura, si bien opobre.. en cantidad de armas, destaque por el interés que ofrece el ejemplar en esta zona
(fig. 10, 1): se trata de un p~ñal de hoja trianglliar estrecha, con un haz central de finas acanaladuras enmarcadas por otras más profundas, paralelas a los bordes del arma. Conserva adherida la embocadura de la
vaina, ligeramente desplazada de su correcta posición,
con un a~ndice convexo que encaja en la muesca en
arco practicada en la parte inferior de la base de la empuñadura.
La embocadura tiene un remache transversal en
cada extremo interior que ajusta la hoja.
Los gavilanes muestran una ligera muesca.
La empuñadura conserva tres remaches para la
sujeción de las cachas. El peñll de ésta se ensancha en
la zona central, donde se unen las dos mitades c6ncavas, para despu6a abrirse en dos antenas separadas por
una escotadura en V. Éstas se rematan en un tope
plano.
Reóne las características de los puñales del tipo
Alcacer do Sal, que Cabré (CAallt y MoRAN CAsú,
1979: 763-774) y c~adrado (1963: 17-27), describen
con paralelos en Almedinilla, La Osera y Cigarralejo,
respectivamente.
Nuestro puñal tiene el pomo y las antenas divergentes reducidas a un alma laminar, semejante a la cm·
puñadura de la pieza de Almedinilla perteneciente a
este tipo.
Se diferencia de la empuñadura del arma del Cigarralejo (aparecida en la T 20+ y cuya cronología,
según Cuadrado, se remonta a mediados del siglo IV
a.C.) y de La Osera, en que éstas son de sección hexagonal. Sin embargo creemos posible que el recubrimiento de la empuñadura de nuestro puñal pudiera
conferirle esta sección, sirviendo de remate los topes
que a tal efecto conseTVan las antenas, sin los dos
botones del pomo que presenta el arma del Cigarralejo.
Lo acompañan los dos herrajes de suspensión al
tahalí.
La longitud total es de 33'5 cm. de los cuales 24
cm. corresponden a la longitud de la boja y 9' 5 a la
longitud de la empuñadura.
Descripci6n de lu arma1
Fakatas.- Aparecen en cinco de las seis sepulturas
y sólo una falcata en cada ajuar. Unicamente en un
caso tenemos fragmentos de una posible 2.1 falcata en
el mismo ajuar (Sep. 15).
En la única sepultura en que no aparece la falcata
(Sep. 5a), queda sustituida esta categoría de armas por
el puñal ya descrito.
La mayoría de ellas, tres, son de cabeza de ave;
sólo en un caso es de c.a beza de caballo, y en otro es
indeterminada.
Las acanaladuras de las hojas son paralelas en los
cuatro casos en que es posible identificarlas.
La asociación de estas dos circunstancias parece
ser indicio de antigüedad dentro del armamento ibérico, pues no se conocen ejemplares que retlnan estas características en Baja Época (Qu!ISADA, 1988: 285).
Las longitudes varían desde los 64 cms. (Sep. 1),
a los 55 cms. (Sep. U) {fig. 11, 1).
Armas ofensivas /argo.s
Dentro de éstas podemos señalar como claramente
arrojadizas los dos so/jfoTTm y el piium ya descritos de la
Sepultura 1, y uoajabalina que aparecen en la Sepultura 6, que aunque se asocia a un regatón , creemos que
es un arma específicamente arrojadiza por su característica punta corta y maciza y su cubo relativamente
largo en relación a la boja.
En cuanto a las lanzas, no siempre es posible determinar su función.
Aparecen en cuatro sepulturas, en dos de las cuales (Seps. 1 y 4) hay 2 ejemplares, siempre una más larga que la otra y asociadas, en ambos casos, a un sólo
regatón, lo que parece indicar que una es empuñada
y otra arrojadiza.
En las otras sepulturas en cambio, aparece sólo
una lanza, en su caso sin regatón y en otro con dos regatones.
Las longitudes varían entre 45 cms. máximo
(Sep. 4), y 16 cms. mínimo (Sep. 11) (fig. 12).
Armas dejrn.siuas
Hemos comprobado que éstas siempre se asocian
a una faleata y su presencia en una sepultura siempre
es indicadora de la existencia de una falcata .
No sucede sin embargo la opción contraria: la presen cia de una falcata no siempre ea garanúa de que
haya un arma defensiva en el ajuar.
Esto revela la coherencia de los ajuares, que reflejan la realidad del armamento utilizado y reafirma el
protagonismo de la faleata como arma a la que se subordinan, en contextos funerarios, las defensivas.
EmpuMdas. - Las manillas de escudo aparecen en
cuatro sepulturas, y sus longitudes oscilan entre los 70
101
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E. CORT.ELL,
J. JUAN,
E.A. LLOBitEGAT, C. REIG, F. SAL.A Y J.M. SECURA
2
3
1
o
3cm.
-=-
Fig. 13.-
102
1, &pu/Jura 1¡ 2, &pultura 11¡ 3, &puJJura 6
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LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA SERRETA
cms. de la pieza descrita de la Sepultura 1, y los 31
cm_s. de la que aparece en la Sepultura 11 que está casi
completa (fig. 13).
Todas elJas presentan un peñll plano, salvo la de
la Sepultura 6 que es claramente cóncava.
En este apanado es necesario describir uno de
los halJazgos más espectaculares de los obtenidos hast
cual presenta una perforación centrada en su pane superior.
La decoración está distribujda en franjas concéntricas que se disponen de dentro hacia fuera de la siguiente forma: dos series de aspas o equis incisas alter·
nao con una secuencia de parejas de triángulos incisos
urudos por sus v~rtices, dispuestos sin que lleguen a
ucirse, de mayor tamaño que los motivos exteriores,
dejando dos espacios sin decoración entre las tres franjas; la banda exterior, de 3 cms. de ancho, presenta un
calado con motivos de eses enfrentadas y ligadas entre
sí, silueteadas por una lfnea incisa. Alternan con motivos de flor de loto entre palmetas, que aparecen de tres
en tres (fig. H).
En la misma sepultura apareció una manilla de e$cudo, con los remaches de sujeción en posición original. Cabrla pensar que pertenece a la misma pieza que
el umbo de no ser porque ~ste no presenta perforación
alguna por la que pudieran pasar los remaches (que
quedarían a la altura de la franja sin decoración), ni
roturas que indicaran que la manilla y el umbo hab(an
sido separadas. De tratarse de dos panes de la pieza,
y puesto que los remaches aparecen en su lugar, ambas, umbo y manilla, hubieran aparecido unidas por
éstos. Creemos pues que se trata de dos piezas distintas.
No hemos podido observar huellas de golpes producidos por armas, nj cortantes ni aplastantes, y la
perforación cenital no presenta desgaste. (Conversación personal mantenida con Fernando Quesada.)
MEDIDAS
diámetro total: 2-4'5 cms.
diámetro casquete: 11 cms.
grosor lámina bronce: 0'1 cm.
altura casquete: ~ cms.
CoTporaks.- Sólo en un caso, Sepultura 4, aparece
este tipo de armas defensivas.
En esta sepultura se da la circunstancia de que a
una manilla de escudo se asocian 2 discos coraza (fig.
15).
Se trata de 2 discos de bronce, de 25 cms. de diámetro, con un reborde exterior de hierro. En cuatro
puntos de éste, el hierro conforma una abrazadera que
encierra una anilla, por las que pasaría el correaje de
suspensión.
No presenta decoración.
Uno de estos discos cubría los huesos de La cremación, y el otro se encontraba doblado sobre sf mismo
y retorcido.
En la sepultura 400 de la Necrópolis Ibérica de ocEI
Cabecieo del 'n:soro.. , Murcia, aparecen un par de discos coraza de hierro, con una cronología de la primera
mitad del siglo IV a.C., fecha que para Quesada (1989:
23) es algo más tardfa que la atribuible a la de Las piezas fabr icadas en bronce.
Complemen to6 del armam ento: cucbillos
afalu tados y correajes
Incluimos los cuchillos afalcatados dentro del
apa.rtado de complementos del armamento puesto que
creemos que ~sta es au función, sin las implicaciones
militares que tiene el resto de la panoplia, además de
su función como utensilio doméstico.
En la necrópolis aparecen en dos sepulturas:
mientras en la 5a se asocia a armamento (puñal y lanza), en la 13 no hay nada en el ajuar que indique que
se trata de una sepultura de guerrero, por lo que a pesa.r de la presencia del cuchillo no la hemos incluido
entre las sepulturas con armas (fig. 16).
Otro de los complementos seña el tahalí, o las piezas que quedan de ~1: los pasadores de bronce, que
siempre se hallan en las sepulturas en que las armas
están representadas. En unos casos aparece un sólo
ejemplar (Seps. 5a, 6, 11), mientras que en otros son
dos (Seps. 1 y 4).
Aunque no hemos incluído a la Sepultura 7 entre
las sepulturas con armas, puesto que apenas proporciona fragmentos de herraje de suspensión, ahora debemos mencionarla al aparecer en ella un pasador y un
fragmento de otro.
Los tipos más frecuentes son dos: de cabeza circular plana, o plano·eonvc:xa, en algunos casos con aplique central (Sep. 1), y de cabeza e.n forma de hoja de
hiedra (Sep. 4) (fig. 16).
Aunque las hebillas puedan ser incluidas en la categoría de adorno personal, preferimos mencionarlas
en este apartado pues todas ellas han aparecido en sepulturas con armas, Jo que nos lleva a plantear que podría tratarse de elementos de correajes de guerrero, por
lo menos en los casos que aquf exponemos.
Contamos con ejemplares, tanto en hierro como
en bronce, en las siguientes sepulturas:
-La Sepultura l proporciona tres de hierro, dos
de los cuales son rectangulares grandes y dos de bronce, una de ellas pequeñísima, que por su forma y dimensiones podría tratarse de la hebilla de sujeción de
una de las espueJas_
103
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E. CORTBLL, J. JUAN, E.A. LLOBREOAT, C. REIG, P. SALA Y J .M. SEGURA
104
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LA NEC RÓPOLIS ffiÉR1CA DE LA SERRETA
.......
Fit. 15. - Sepultura 1
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E. COR.TELL, J. JUAN, E.A. LLOBRE
9
o
3cm.
Fig. 16. - 1, &puhuro 13¡ 2, Sepuhtno 5o¡ 9 y 11, &puhuro 4; 4, 6, 7, 8 y 9, &pulluro 1; 5, Sepultura 11; 10, Sepultura 15
106
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LA NECRÓPOUS mtluCA DB LA SERRETA
-Las Sepulturas 4 y 15 ofrecen una hebilla circular de bronce en cada caso (fig. 16).
D. ELEMENTOS DE ADORNO Y USO
PERSONAL
Ffbulas
Situaci6n de las armas en las sepulturas
En los casos en que existe urna cineraria, las armas se disponen rodeándola, como en la Sepultura L
o junto a ciJa, Sepultura 6.
Si no hay urna cineraria, a menudo una de las armas tiene una •posición destacada» respecto a las demás: en el caso de la Sepultura 4 el disco coraza cubre
los restos de la cremación, y en el caso de la Sepultura
11, el umbo cumple la misma función, estando el resto
de las armas algo separadas de la pieza destacada (fig.
1).
No hemos podido observar una orientación de las
armas que sirva de patrón en rodas las sepulturas. En
cada caso adoptan una orientación particular.
Sí se aprecia, en cambio, una intencionalidad en
la deposición de las armas en el espacio de la sepultura,
por ejemplo en la ll, en que la manilla del escudo está
perpendicular a la falcata, y paralela a ésta la lanza y
los regatones. El umbo estaba centrado en el área de
la sepultura. Es la única que presenta una clara orientación de sus elementos NE-SW (fig. 1) (Lám. U , 2).
Aparecen en siete sepulturas {3, 4, 5a, 6, 12, 14
y 15), que cuent.a n con un ejemplar, excepto en las Sepulturas 14 y 15 que registran dos. Todas las flbulas corresponden al tipo anular hispánico, con diferentes variantes de puente, y dominando el tipo rectangular con
extremos lobulados (en las Sepulturas 5a, 6, y una de
la 15). Las restantes presentan el puente de cazoleta y
romboidal.
Destaca por su gran tamaño la fibula de la Sepultura 6 (con 8 cms. de diámetro) y el fragmento de anilla de la localizada en la Sepultura 15 (con 12 cms.
aproximadamente de diámetro).
Dentro de este apartado haremos mención de las
fibulas sin contexto dentro de las sepulturas: dos flbulas del tipo La Tene y dos anulares hispánicas, una de
ellas con puente rectangular y extremos lobulados, y
otra con puente de timbal (fig. 17).
Salvo la trbula de la Sepultura 3, que es de hierro,
los restantes son de bronce.
Colgante•
Inutiliaación de armas
.En algunos casos resulta evidente la inutilización
de las armas, como por ejemplo en los dos soliftrrtJJ en rroiJados alrededor de la urna, algo que es habitual en
este tipo de armas.
Las Sepulturas 4 y 6 presentan sus correspondientes falcatas dobladas sobre sf mismas.
Entre las lanzas, sólo una (Sep. 4), aparece doblada, y es precisamente la más larga de las dos que aparecen en la sepultura.
Entre las manillas de escudo sólo la de la Sepultura 1 aparece retorcida en sentido longitudinal y doblad a junto a los solij tJJ.
m
Y por último, en La Sepultura 4, ya hemos mencionado que el disco coraza que no cubría los restos óseos,
estaba doblado sobre sf mismo.
Salvo en el caso de los soliftrrea, de gran longitud,
no creemos que el motivo de la inutilización sea el espacio disponible, sobre todo tratándose de piezas de
corta longitud, habiendo constatado que existía espacio suficiente para la deposición de las armas sin dobleces en el área de las distintas sepulturas.
Se incluyen en esta categoría de elementos de
adorno personal las cuentas de collar de pasta vftrea
y una serie de apliques, igualmente de pasta, de silueta
oval y sección plano-convexa (representados por un
sólo ejemplar en las Sepulturas 6, 9 y 10), que en algún
caso presentan un canal longitudinal q ue permitirfa la
suspensión (mediante hilos) del colgante, como ocurre
en cuatro ejemplares: uno de la Sepultura 9 y tres de
la JO, uno de los cuales conserva dos fm os hilillos de
plata (fig. 18).
Otro tipo de cuentas son las esféricas agaJJonadas,
de pasta azul y turquesa (tres de ellas en la Sepultura
JO y tres en la 15) (fig. 18).
Fuera de contexto de las sepulturas aparecen 3
ejemplares de este tipo.
Asimismo contamos con dos ejemplares de cuentas esféricas de las denominadas de ~
de silueta anular agalloJJada, pero que presentan mayor fragilidad, están presentes en las Sepulturas 9, 10
y 15, que registran un sólo ejemplar en cada ajuar (fig.
18).
Otro tipo de colgante que proporciona la necr6poLis son los amuletos ibicencos de tipo egipcio, hallados
en Las Sepulturas 9 y 10 (fig. 18).
El encontrado en la Sepultura 10 representa, posiblemente, un enano pateco panteo (FB"li.NÁHDJ!~·PAoltÓ,
107
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E. CORTELL, J . JUAN, E.A. LI..OBREGAT, C. REIG, F. SALA Y J .M. SEGURA
2
8
..
~·
l O Ol
4
10
11
O
3cm .
Fig. 17.- 1, Slpu/Jura 5a; 2, &pubura 6; 3, Sqndtura 14; 4 J JO, &pullur11 11¡ 5, &puJJura 12;
&pu/Jura 15; 12, Stpullura 9,· 13, &pullura 1
108
6. 7.
8 J 9, Juna t11 s•pu/JurtJ; 11,
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LA NECRÓPOLIS IBIDCA DE LA SERRETA
1986: Fig. 1, 5¡ Láms. 1 y U). Conservado en su mitad
superior, se halla fragmentado a la altura del arranque
de ambas piernas.
Los detalles de su rostro y cuerpo, tanto en el anverso como en el reverso, se encuentran en muy malas
condiciones de conservación, no obstante, resalta de
entre éstos una cabeza enorme y desproporcionada, en
cuya base se abre un orificio de suspensión. Por su parte frontal, a la altura del vientre, convergen sus dos
brazos doblados. En el dorso aparece representada una
figura de perfil con ambos brazos también doblados,
que discurren en direcciones opuestas,
.El desgaste de la pieza y su fractura, no permiten
detallar otros rasgos complementarios. Su longitud
conservada es de 27 mm.xl9 mm.
El ejemplar que ofrece la Sepultura 9, del mismo
tipo que el anterior, de pasta vidriada verde, representa un enano pateco (!bid., 1986: 15; Fig. 1, 2; Lám I,
1). Conservado íntegro a excepción de la cabeza, presenta un desgaste superior al del ejemplar anterior.
Este tipo de amuletos son conocidos según Fernández y Padró no sólo en Egipto, sino que son muy numerosos en Cartago, as( como en Cerdeña. En la Península Ibérica, han aparecido ejemplares en Villaricos,
Gorham's Cave, Cádiz y Puente de Noy, Almuñecar,
con una cronología dentro de La primera .m itad del
s. IV a.C. (!bid., 1986: 17¡ notas 1-8).
Por último, un colgante de plata, hallado en la Sepultura 1, con silueta oval y una pequeña anilla de suspensión, presenta engarzada en su interior un aplique
d.e materia anacarada (fig. 18).
Pendientes
La orfebrería ibérica, en oro y plata, únicamente
aparece representada en las Sepulturas 1, 14: y 15.
Las arracadas de oro muestran diversa tipología;
-De aro torceado y tres granos dispuestos en
triángulo invertido (pieza de la Sepultura 1) que inclu~
ye una pequeiia cuenta de pasta - esférica achatadaatravesada por el aro.
-Arete amorcillado de cordones torceados (ejem·
plar del ajuar de la Sepultura 1).
-Arete amorcillado de sección hexagonal, con
hilo de oro en espiral en ambos lados (pertenece a la
Sepultura 14).
-Arete amorcillado de sección plana (proporcionado también en la Sepultura 14) (Lám. IV, 2).
En los dos primeros casos los extremos del aro se
presentan cerrados, e.nrrollado cada extremo sobre el
opuesto. Las dos arracadas de la Sepultura 14: mantienen sus extremos sobrepuestos sin arrollar.
Un pendiente de plata de sección circular y extremos apuntados, formaba parte del ajuar de la Sepultura 1 (fig. 17). La Sepultura 15 proporcionó una pareja
de pequeños pendientes, igualmente de plata, de forma
anular, pero que no conserva los extremos.
Sortijaa
Dentro del grupo de anillos de sección p lana o
plano-convexa, se constata la presencia de este tipo de
anillos de bronce en las Sepulturas 3, 6, 12 y 14.
Las sortijas con chatón forman parte de los ajuares de tres sepulturas: una de bronce, con chatón liso,
en la 9¡ una de plata con grabado en hueco de un ave,
en la Sepultura U (fig. 17); otra más de plata que presenta un motivo indeterminado igualmente grabado en
hueco, en la Sepultura 15.
Pulaera11
Un único tipo de pulsera, consistente en un delgado hilo de bronce de sección circular o cuadrada, y de
diámetro nunca super ior al milúnetro, se constata en
las Sepulturas, 1, 9, 11 y 13, y en todos los casos se reduce a pequeiios fragmentos que no permiten conocer
la longitud y características de las mismas.
Elem entos d e hueso
La urna cineraria de orejetas de la Sepultura 14:,
contenía en su interior, junto con los restos óseos de
la cremación, una placa de hueso decorada, de silueta
rectangular y sección plano-convexa, que reproduce un
motivo en bajorrelieve, en el que se aprecian ]as siluetas de dos bóvidos postrados sobre sus cuartos delanteros, de manera que uno de ellos se sobrepone al que
ocupa el extremo izquierdo de la placa (fig. 18).
El borde aparece liger amente engrosado, delimitado por una línea sobre la que se disponen unas perforaciones circulares que rodean el motivo, incompleto en
su extremo derecho.
La 1ongitud es de 52 mm., la anchura es de 17
mm. y el grosor de la placa de 2 mm.
Al respecto de esta placa., conocemos una pieza semejante del ajuar del riliurnium de la '1\.unba 25 de los
Villares (Albacete) fechada aproximadamente a mediados del s. V a.C. (BLÁNQ.UE~, 1990¡ fig. 68, n.0 6540-l).
La Sepultura 15 proporciona un agujón de hueso,
incompleto en su parte central, decorado en la zona superior con tres series de líneas incisas, que forman un
motivo de dientes de sierra, deliiP.Ítados por líneas incisas horizontales, que conforman dos bandas intermedias sin decorar (fig. 18).
La longitud conservada, en los dos fragmentos, es
de 10 cms. aproximadamente y la sección, circular,
máxima es de 6 mm.
109
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E. CORTELL, J..JUAN, E.A. LLOBREOAT, C. R.ElG, F. SALA Y J .M . SEGURA
1
2
~
5
3
•
7
6
10
o
.
8
o
11
@Q
12
14
Fig. 18.-
110
9
-==-
O
3cm.
o~
13
1, SeprJJura 1¡ 2 y 3, &prJJura 9¡ 1, 5, 6 y 7, &pu/Jwoa 10; 8, &puliura U; 9, 10, 11 y 13, &pulJJJ.Ta 15; 12, Sepultura
12; 14, fi-a di s1pu1Jura
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LA NECRÓPOLtS IBÉRICA 08 LA SERRETA
Entre el ajuar de la Sepultura 11 aparecen unas
pinzas de bronce con los brazos o palas rectangulares,
decoradas con motivos calados: círculos con cuatro radios curvados y perforación central, segmentos curvos
y dos hojas estilizadas. Estos motivos están silueteados
por un puntillado (fig. 17).
La cabeza o puente de unión, que conserva una
anilla estrangulada de suspensión, está decorada con
tres bandas que inscriben un aspa cada una.
La longitud total es de 11'3 cms. y la anchura de
2'2 cms.
CONCLUSIONES
Este estudio preliminar de la necrópolis confirma,
en principio, la cronología general inicialmente atribuida al poblado de La Serreta (Lt.O&UCAT, 1972: 56).
Dicha cronología y el registro documental coincide con
Los contextos que presentan Jos poblados de Covalta
(V AI.L o& PLA, 1971) y Bastida (LAM»ocLIA, 1954-), situados ambos en la misma área geográfica donde se ubica
La Serreta.
Viene configurado asf un horizonte cultural cuya
pauta nos la marca, en primer lugar, las ccr&micas áticas. Dichas importaciones podríamos encuadrarlas entre principios del s. IV a.C. y la primera mitad del
s. lll a.C.
ldéntico margen cronológico viene representado
también por la cerámica ibérica, tanto en sus formas
- urnas de orejetas, vasos bitroncoc6nicos-, como en
general por los motivos decorativos que se inscriben
dentro del estilo geométrico sencillo.
En cuanto al a rmamento, posiblemente el predominio de las falcatas con cabeza de ave y a canaladuras
paralelas, el puñal de antenas del tipo Alcacer do Sal,
los discos coraza de bronce y la aparición de fibulas del
tipo La Tene antiguas (CUADJW)(), 1987), nos remiten
igualmente a una datación antigua.
Es bastante representativo, sin duda, que en tan
sólo diecisiete sepulturas excavadas, los límites cronológicos sean más amplios de lo esperado en principio.
Seguramente nos encontremos -y futuras campañas
nos lo podrán confUJ'Ilar- ante un ejemplo más de es·
tratigrafía horizontal.
Por lo que respecta al tipo de sepulturas, pocas
variantes -cosa lógica por otra parte- hemos podido observar hasta el momento. Y más si tenemos
en cuenta la escasa potencia estratigráfica del terreno
excavado que nunca excede de los 50 ems. de profundidad . .En general. son frencuentes los depósitos cinerarios formados por pequeñas fosas que suelen guardar las cenizas y carbones con restos de los ajuares.
En tan sólo cuatro casos los enterramientos p resenta·
ban, al parecer, una especie de estructuras de
piedras.
En cuanto al rito fune rario, únicamente se halla
representado el de la cremación del cadáver. Hasta el
momento, las manchas de cenizas que se han encontrado no permiten considerarlas, en ning(m caso como ustrimun. Por otra parte, el lugar de las cremaciones no
debió, al parecer, estar muy alejado del sitio d onde se
depositaban los restos calcinados, si tenemos en cuenta
los restos de carbones aparecidos en más de un enterramiento.
La escasa extensión excavada de la necrópolis, asf
como el corto número de sepulturas exhu madas, no
nos permiten, por el momento, señalar otro tipo de
conclusiones que esperamos, con el tiempo y el rigor
necesario, ir progresivamente aumentando.
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Al coy.
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LA KECRÓPOLIS IB I~RLCA DE I..A SERRETA
1
2
Lóm. 1. - 1, vista dt la cara sur tk Lo Smeta: Situación tk lo ruerópolis; 2, Órta e.uouaci'ón /987
113
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[page-n-125]
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115
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[page-n-127]
Consuelo M ATA P ARREÑo * y Helena B oNET R oSADO* •
LA CERÁMICA IBÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
.
"
Desde que Bosch, en 1915, tratara por primera vez
de la cerámica ibérica desde un punto de vista cienúfico, los datos sobre ésta han aumentado considerablemente gracias a las imp ortantes excavaciones que se
han r ealizado desde entonces. En la actualidad, el conocimiento sobre este aspecto de la cultura material
ibérica es muy importante y se puede apreciar bastante
unanimidad a la hora de tratar temas que fueron polémicos en los inicios, tales como el origen, cronología
y evolución. A pesar de ello, son pocos los trabajos de
síntesis que se han dedicado a la cerámica, destacando
entre ellos el de Tarradell y Sanmartf d e 1980 por su
voluntad globalizadora y ser el más reciente dedicado
a este tema. Otro de los aspectos escasamente tratados
es la realización de una sistematización tipológica de
la cerámica ibérica en su conjunto, aunque no faltan
ensayos basados en un yacimiento (CuADJWX>, 1972;
GoN1.Ál.8Z PRATS 1983; PIUUIDlA SI1!.SO 1979; Ros SALA,
1989b; V AQUUJZo, 1988: 200-254-), región (.Ail.ANEOUI y
Pu, 1981; BEI.tN y PERI!IRA SIESO, 1985; NoRDST:ROM,
1969 y 1973; Plll.lci!R, 1962; PI!REIRA SIESo, 1988 y
• Dep. de Prehistbria i Arqueologia. Univenitat de Val~cia.
•• Servicio de Investigact6n Prehietórica. Diputación de Valencia.
1989), clases y calidades (AAANwuJ, 1969 y 1975; B....
I,.LI!STBR, 194-7; CoADRADO, 1952; GoNZÁLI!Z PRArs, 1981) o
formas cerámicas (ARANEOUJ, 1970; C oNOP. 1 Bl!JU)Ós,
1987 y 1990; FUITCKI!R, 1952-1953, 1953, 1957 y 1964-;
F LORIDO, 1984; j OLLV y NoRDSTROM, 1966 y 1972; Lru.o,
1979; PeiUilllA SIESO y Ronuo, 1983; R.mBRA, 1982).
Este ensayo de tipologfa se ha realizado con una
intención globalizadora que permita superar los particularismos d e una región o yacimiento y con un criterio abierto que facilite su ratificación, modificación o
ampliación a medida que el avance de la investigación
así lo requiera. Por otro lado, se ha pretendido hacer
un instrumento de trabajo que permita llegar a una
comprensión más completa de la Cultura Ibérica, al
considerar en las cerámicas, además de los criterios tipológico y cronológico, el funcional. Aunque conscientes de la dificultad que entraña la adopción de este último criterio, el estado actual de los estudios ibéricos
reclama avanzar y profundizar en aspectos económicos, politicos, sociales y culturales, a los cuales se pued en hacer aproximaciones tratando el registro arqueológico con criterios diferentes a los tradicionalmente
utilizados. En este sentido, este ensayo de tipología n.o
es sino el primer paso para realizar estudios integrales
sobre el Mundo Ibérico y acercarse a los usos cotidia-
117
[page-n-128]
C. MATA PARREÑO Y ft . .
BONET ROSADO
nos tal y como recientemente se ha hecho con la vajilla
de Olbia (BATS, 1988).
1. CRITERIOS UTILIZADOS
Los criterios utilizados en la elaboración de la tipologfa han sido los siguientes:
1.1. TECNOLOGÍA
En primer lugar, se ha tenido en cuenta la tecnología cerámica qu e, a grandes rasgos, va a determinar su
utilidad. Se han diferenciado dos grandes clases: la cerámica fina o clase A y la tosca o clase B.
1.2. MORFOLOGÍA
La morfología de los reetptentes se ha utilizado
tanto en base a criterios objetivos mensurables (altura,
diámetro boca e índices de profundidad y de abertura),
como a atributos morfológicos de carácter general (perfu simple o compuesto, presencia/ausencia de pie y elementos de prensi6n).
1.3. FUNCIONALIDAD
A los datos obtenidos anteriormente, se ha añadido un criterio de funcionalidad, criterio que puede
ser discutible, pero que a pesar de ello puede ayudar
a interpretar la Cultura fbérica más allá de u na mera
seriación y catalogación de los materiales hallados en
las excavaciones que, en el estado actual del conocimiento, están abocadas a un callejón sin salida. Este
criterio de funcionalidad debe tomarse como punto de
partida para avanzar en el conocimiento de las sociedades pre y protohistóricas, nunca como algo definitivamente establecido, excluyente o determinante y
constrastarlo siempre que ello sea posible, puesto que
el contexto en el que aparece la pieza proporcionará
datos de gran importancia en relación a la funcionalidad (Rurz RooJdGI1EZ, M ot.INos y H oJtNos, 1986: 58).
En este sentido, algu~ de las contrastaciones realizadas mediante comparación COJl el mundo clásico
(BATS, 1988; j oNES, GRARAM y SACu·rr, 1973) y el islámico (Rossu.t.ó BollDOY, 1991), el análisis microespacial (C ioLEX-ToltltELLO, 1984-; BEJtNABJm, BoNl!'I', G uútN
y M..m., 1986) y la comparación etnográfica (CARN&.
RO y RenoNOO, 1986; GRBGoJU, Cucó, LLOP y CABJU!.RA,
1985; JuAN DoMtmcH, 1990-1991, entre otros) han revelado la utilidad de la funcionalidad a la hora de
aproximarse al estudio de la vida cotidiana de Jas sociedades protohistóricas.
UB
1.4. TERMINOLOGÍA
Los problemas que se han planteado a la hora de
abordar el léxico utilizado en este ensayo de tipología
se han resuelto del siguiente modo:
-Por un lado, se ha evitado introducir términos
nuevos que complicasen más el panorama existente,
ma.Jltenjéndose vocablos ampliamente difundidos en la
bibliografía ibérica siempre y cuando no exista un
equivalente castellano adecuado. Así, se ha mantenido:
kalathos, urna de orejetas, vaso «a chardon .., etc.
-Se han evitado vocablos como vaso, vasija o
urna, que por demasiado genéricos, no sirven para describir tipos cerámicos, máxime si se tiene en cuenta
que, por ejemplo, la palabra urna se utiliza preferentemente en contextos funerarios pero no existe una forma exclusiva para tales fines (urna de orejetas, tinajillas, platos y tapaderas, ollas de cocina, etc.).
-Se utilizan, ante todo, términos de la alfarería
actu.al peninsular (tinaja, o11a, cuenco, jarro, etc.),
manteniéndose la transcripción griega sólo para aquellos casos que no tienen traducción al castellano o paralelos t:ipológicos evidentes, por tratarse de formas inexistentes en la actualidad o copiar vasijas griegas
(kantharos, krateriskos, skyphos, kylix, etc.). En este
sentido, se están haciendo esfuerzos por llegar a una
normalización terminológica bien mediante léxicos en
diferentes lenguas (.BAver, FAVVET y M oNzóN, 1988),
bien mediante la transcripción desde otras Lenguas
(BAoEN~ y ÚJ..">tos, 1988¡ R osse.LLÓ Boaoov, 1991).
- A pesar de todo, se ha tenido que introducir algún término nuevo preferenteme. te en castellano
n
(orza, cubilete, tarro, etc.), pero si.n descartar la utilización de palabras griegas que defman mucho mejor
algún recipiente (lebes, frente a copa de pie bajo, caldero, fuente, oUa o palangana, por sólo recoger alguno
de los mtíltiples calificativos utilizados para este tipo
tan frecuente en el repertorio ibérico).
-Finalmente, se utiliza una nomenclatura doble:
numérica y funcional, con el fm de facilitar su uso en
tablas de inventario, registro informático, etc. puesto
que son totalmente equivalentes.
1.5. CRONOLOGÍA
El aspecto cronológico no puede olvidarse si se
preten de llega:r a comprender el nacimiento y evolución de una cultura, y más contando con un conjunto
numeroso de yacimientos que cubre, con algunas lagunas, toda la secuencia evolutiva. De este modo la evolución cronológica de los diferentes tipos puede seguirse
con relativa facilidad a lo largo del Ibérico Pleno (ss.
V-III a .C.), aunque son escasos los yacimientos publicados con niveles del s. V a.C.; el Ibérico Antiguo
(s. VI a .C.) empieza a documentarse, sobre todo, en
[page-n-129]
LA CERÁMICA rliÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
Andalucía sin que falten yacimientos de esta cronologfa en otras áreas ibéricas; sin embargo, el Ibérico Final (ss. ll-1 a.C.) carece de una muestra lo suficientemente extendida como para poder contrastar los datos
ofrecidos por los pocos yacimientos conocidos de esta
época (R os SALA, l989a).
1.6. TIPOLOGÍA ABIERTA
Se ha querido elaborar una tipología abierta, en la
que quepan las posibles variantes locales y regionales y
que, por lo tanto, superara unos límites geográficos concretos. Para ello, se han tenido en cuenta la mayoría de
los repertorios publicados a la hora de contrastar si los
upos propuestos tenían su correspondencia en las distintas regiones ibéricas. Es evidente que una labor exhaustiva en este sentido es difrcil, sobre todo porque importantes conjuntos permanecen todavfa inéditos. Con el rm
de facilitar la contrastaci6n de los tipos propuestos aquf
y las diferentes tipologías realizadas basta el momento,
se señalarán también los tipos equivalentes de otros repertorios: ARANP..OUt-PLA, 1981; CUADilAOO, 1972; GoNZÁLU
PllA'rs, 1983; NoP.DSTRóM, 1973; .Pr.JU>.JilA SIE$0, 1988; Ros
SALA, 1989b y V AQ.U'BRJZO, 1988: 200-254-, independientemente, de las referencias que se baga a otras tipologías
más concretas.
1.7. DOCUMENTACIÓN GRÁFICA
A la hma de ilustrar los diferentes tipos se ha tra·
bajado, sobre todo, con materiales procedentes de yacimientos ibéricos valencianos. Sólo en los casos en que
determinados tipos o subtipos no están bien representados o no existen en esta zona, se ha recurrido a ejemplares de otras áreas geográficas.
Evidentemente, abordar una tipología de estas características no está exenta de problemas: funcionalidad real de los recipientes, información deaigual, variaciones regionales muchas veces supuestas pero sin
posibilidad de comprobación, etc.; a todos eUos, se han
intentado darles solución de la manera más razonable
y objetiva posible. La aceptación expUcita de la impor·
tancia de las lagunas y de unas conclusiones, perfectamente, discutibles, permite poner en manoJI de los iberistas una base sobre la que seguir trabajando para, en
el futuro, completarla, enmendarla o confirmarla.
2. ATRIBUTOS UTILIZADOS PARA
LA CLASIFICACIÓN TIPOLÓGICA
La clasificación tipológica propuesta se basa en
una jerarquización de atributos (tecnológicos, funcio-
nales, métricos y morfológicos), teniendo en cuenta las
categorías propuestas por C larke (1984-: 182 y ss.), que
se definen a continuación.
2.1. ATRIBUTOS TECNOLÓGICOS
La tecnología con que está elabor ada la cerámica,
y que a grandes rasgos va a determinar su funcionalidad, ba servido para defioir dos clases:
-Clase A o Cerámica Fina
Recoge todas aquellas cerámicas con una serie de
caracterlsticas bien definidas tanto a nivel visual como
ana.litico (ANT6N, 1973 y 1980; R rncóN, 1985). Se caracterizan por tener una pasta compacta, dura, de sorudo metálico, sin impurezas visibles y tener una sola
coloración en la pasta, aunque en ocasiones pueden tener dos o más, constituyendo lo que se ha venido llamando pasta de •sandwich- o de cocción alternante.
Son cerámicas cocidas, siempre, a altas temperaturas
y con las superficies tratadas con engobes, bruñidos o
alisados, que eliminan todas las impurezas. Dentro de
esta clase pueden diferenciarse diversas calidades o
producciones, aunque estas características se han atribuido tradicionalmente a las cerámicas con decoración
pintada (MxrA, 1991: cap. ID.1.3.). Estas calidades y
producciones presentan, en general, unos tipos totalmente asimilables entre a{ que impiden tratarlas de
manera diferenciada. Existen dos calidades básicas
dentro de la cerámica ibérica:
-Cocción oxidante, con decoración o sin ella.
-Cocción reductora, con decoración o sin eUa.
-Clase B o Cerámica Tosca
Se caracteriza por su terminación poco cuidada,
a pesar de estar hecha a tomo, por lo que se conoce
en la bibliografia como cerámica tosca o basta, recordando por su aspecto a la cerámica hecha a mano. Las
arcillas presentan gran cantidad de desgra.sante visible
tanto en la pasta como en las superficies, proporcionándole un aspecto poroso. Este grupo contrasta claramente con las cerámicas iMricas fmas. Pero, su calidad
tiene una explicación t~cnica en razón al uso habitual
que se daba a estas cerámicas. Análisis de tecnología
cerámica han venido a demostrar la existencia de dos
grandes clases (GALLA.RT, 1980a: 63-65; 1980b: 167-172;
MATA, MJ.LJ...(N, BoNST y ALONSO, 1990):
-Una con desgrasante visible que, en algunos casos, puede ser añadido voluntariamente, sin decorar y
sin tratamiento de las superficies, que la hace apta
para ser colocada directamente en el fuego.
119
[page-n-130]
C. MATA PARREÑO Y R. BONET :ROSADO
-Grupo I
-Y otra, con desgrasantc: poco visible, superficies
cuidadas y muchas veces decorada.
A nivel técnico, pues, las cerámicas incluidas aquf
corresponden a la primera clase diferenciada, es decir,
una serie de vasijas con unas características de fabricación que las bacen válidas, para ser puestas clirectamente en el fuego, algo imposible de hacer con las cerámicas finas (Clase A).
El resto de elementos peculiares de estas cerámicas no viene sino a confirmar la funcionalidad propuesta:
-Tratamiento simple de las superficies que no llega a impermeabilizarlas.
-Tonos oscuros dominantes (gris y negro).
-Tipos poco variados y con tendencia a la estandarización.
-Decoración escasa y simplificada: líneas incisas,
cordones aplicados decorados o lisos.
Ello no es óbice para que, como los demás recipientes, puedan utilizarse para usos diferentes a los
que inicialmente estarfan asignados. As{, por ejemplo,
se conocen ollas (tipo B l.), utilizadas como urnas para
enterramientos infantiles (GutluN y MARTfNBz VALLE,
1987-1988).
Estas cerámicas, aunque con un repertorio mucho
más reducido y con fuertes influencias formales de la
cerámica a mano, pueden encontrarse desde el lbérico
Antiguo conviviendo con la cerámica hecha a mano
(MATA, 1991: cap ID.2.) o sustituyéndola por completo
(R11rz Roollfc'Ol!Z, MouNos, LóP.sz ROZAS, OIU!sPO, Oso.
CLÁN y HoRNos, 1983: 266). Sin embargo, en otras zonas ibéricas la cerámica de cocina sigue elaborándose
a mano basta épocas muy avanzadas (RuutA, 1980).
Este conjunto de cerámicas ha sido, tradicionalmente, relegado de los estudios sobre cerámica ibérica,
a pesar de los tempranos trabajos realizados, sobre algunas de ellas, por Ballestcr (194 7) y Cuadrado (1952).
Recientemente, han sido objeto de un ensayo tipológico por parte de Goozález Prats (1981).
Este grupo de la tipolog{a incluye una serie de objetos hechos de cerámica, considerados o bien como
auxiliares de algunos recipientes o bien relacionados
directamente con tareas domésticas y artesanales bien
determinadas.
2.2. ATRIBUTOS FUNCIONALES
-Grupo VI
Una vez dtfinida la cerámica de Clase B como cerámica de cocina, los demás criterios funcionales van
a referirse a los recipientes de la Clase A. Cuando se
les supone una funcionalidad semejante en base a determinados atributos (métricos, morfológicos o de otro
tipo) se clasifican dentro del mi.smo Grupo. Se h a establecido una excepción con un conjunto de cerámicas
que se agrup arán como· imitaciones de cerámicas importadas. Se hao diferenciado los siguiente.s grupos:
Aquí se recogen piezas que imitan más o menos
fielmente otras procedentes de diferentes ámbitos extrapeninsulares. En este grupo no se siguen los criterios de clasificación por tipos y subtipos pues todas las
piezas se pueden identificar con las formas elaboradas
en sus respectivas tipologías.
Incluye Jos recipientes de mayor tamaño que se
pueden encontrar en los yacimientos ibéricos, estando
destinados al almacén o transporte.
- Grupo 11
Se han incluido dentro de este grupo una serie de
recipientes de diferente mo.rfolog{a, cuya funcionalidad
es dificil de determinar, pudiéndose tratar en la mayoría de los casos de vasijas multifuocionales, relacionadas con la despensa o diferentes actividades domésticas
y artesanales.
- Grupo 111
Constituido por todos aquellos recipientes que forman parte de un posible servicio o vajilla de mesa.
-Grupo IV
Recipientes caracterizados, básicamente, por su
pequeño tamaño, por lo que también se conocen con
el nombre de microvasos. Se trata de un conjunto, posiblemente, reJacionado con actividades de aseo personal, religiosas y funerarias, etc.
- Grupo V
2.3. ATRIBUTOS MÉTRICOS Y
MORFOLÓGICOS
Dentro de cada grupo, los recipientes se han clasificado teniendo en cuenta una serie de criterios métri-
120
[page-n-131]
LA CERÁMICA lBÉ.RJCA: ENSAYO DE TIPOLOGiA
cos (altura, índice de profundidad - I.P.-, diámetro
boca, índice de abertura -I.A.-) y morfológicos (per·
CiJ, base, labio), siguiendo el orden jerárquico indicado, dando lugar a diferentes tipos, subtipos y variantes.
En los atributos morfológicos no se ha con siderado la
multiplicidad de variables existentes pues ello hubiera
impedido llevar a cabo esta tipología. esta variabilidad
deberá tenerse en cuenta en el momento de realizar estudios parciales que o bien desarrollen los diferentes tipos, o bien se circunscriban a un ámbito regional concreto.
-Atributos mitricos
Se han considerado los siguientes, sin que el orden
de enumeración tenga carácter jerárquico:
- Para determinar el tamaño de los recipientes se
ha tenido en cuenta:
-la altura del recipiente:
Grandes . . . . . . . . . . . . > 40 cm.
Medianos .. . entre JO y 40 cm.
Pequeños .......... , . < 10 cm.
si se trata de recipientes profundos, y:
-el diaimetro de la boca:
Grandes . . . . . . . . . . . . > 25 cm.
Medianos ... entre 10 y 25 cm.
Pequeños . . . . . . . . . . . . < 10 cm.
si se trata de recipientes de profundidad media.
-El índice d e profundidad (I.P.) se ha determinado dividiendo la altura por el diámetro de la boca
y multiplicando el resultado por lOO:
Planos ...... ......... l. P. <50
Medios .... I.P. entre 50 y 100
Profundos ........ . . I.P. > 100
-El índice de abertura (I.A.) se ha determinado
dividiendo el diámetro del cuello por el diámetro máximo y multiplicando el resultado por 100:
Abiertos .......... I.A.- ó >80
Cerrados ... .. .... LA. < 80-50
Muy cerrados . . . . . . . I.A. <50
- diferenciado o con ruptura con respecto al
cuello o pcrfli.
- Cuello: zon.a de unión entre el cuerpo y el labio:
- sin diferenciar o sin presentar ruptura en
relación con el cuerpo;
- diferenciado o presentando ruptura con
respecto al galbo:
Indicado
Destacado
- Baae: zona de apoyo o sustentación de la vasija:
- sin pie o base que no representa una rup~
tura con el perfil del recipiente: Cóncava
Convexa
Indicada
Plana
- con pie o base que introduce una ruptura
con el perfil del recipiente: Anillado
Alto
Destacado
Pivote
- Cuerpo o galbo: parte intermedia de la vasija,
entre la base y el cuello:
- aimple o sin fuertes rupturas de perfll, ex·
cepto en el cuello y la base.
- compuesto o con fuertes rupturas: hombro,
carena, diámetro máximo fuertemente diferenciado.
-Aaa: parte saliente de la vasija, en algunos casos
arqueada, y que sirve como elemento de prensión o
suspensión; en algunos casos, esta función puede estar
representada por dos pequeños orificios, en el borde o
en el pie, hechos antes de la cocción¡ puede adoptar diferentes posiciones y secciones.
3. CLASIFICACIÓN TIPOLÓGICA
En base a los criterios y atributos ya explicados se
propone la siguiente clasificación tipológica:
CLASE A: CERÁMICA FINA
GRUPO I
-Atributos morfológicos
Estos han servido, en algunos casos, para la diferenciación de Subtipos y Variantes y sirven, en todos
los casos, para señalar las distintas variables que se
puedan encontrar en los Tipos documentados y a cuyo
nivel no se ha descendido por quedar fuera del objetivo
de esta tipología. Para la denominación utilizada en las
diferentes variantes se ha seguido, en parte, la clasificación de Nordstriim (1973: figs. 12 a y b, 13 y 14):
-Labio o borde: parte superior del recipiente:
-ain diferenciar o sin ruptura con el cuello
o perfil;
Tipo 1: Ánfora
Subtipo 1: Con hombro carenado
Subtipo 2: Con hombro redondeado
Variante 1: Sinuosa
Variante 2: Odrifonne
Variante 3: Fusiforme
Variante 4: Cilíndrica
Tipo 2: Tinaja
Subtipo 1: Con hombro
Variante 1: Bitroncoc6nica
Variante 2: C ilfndrica
Variante 3: G lobular u Ovoide
121
[page-n-132]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
Subtipo 2: Sin hombro
Variante 1: Con cuello indicado
Variante 2: Con cuello destacado
Tipo 3: Tinaja con pitorro vertedor
Subtipo 1: Con hombro
Subtipo 2: Sin hombro
Tipo 4: Tinaja o Urna de orejetas
Tipo 5: Orza
Tipo 8: Cantimplora
Subtipo 1: Lenticular
Subtipo 2: Thbular
Tipo 9: Tonel
Subtipo 1: Con boca central
Subtipo 2: Con boca descentrada
Tipo 10: Tarro
Subtipo 1: Cil{ndrico
Subtipo 2: 'froncoc6nico
Subtipo 3: Abombado
Tipo 11: Sftula o Cesto
GRUPOll
Tipo 1: Recipiente con resalte
Subtipo 1: Con resalte en el cuello
Subtipo 2: Con resalte en el galbo
Tipo 2: Tinajilla
Subtipo 1: Con hombro
Variante 1: Bitroncoc6nica
Variante 2: Cilíndrica
Variante 3: Globular u Ovoide
Subtipo 2: Sin hombro
Variante 1: Con cuello indicado
Variante 2: Con cuello destacado
Tipo 3: Tinajilla con pitorro vertedor
Subtipo 1: Con hombro
Subtipo 2: Sin h ombro
Tipo 4: Recipiente con cierre herm~tico
Subtipo 1: Urna de orejeta:s
Variante 1: Globular
Variante 2: Ovoide
Variante 3: Bitroncoc6nica o
Quebrada
Subtipo 2: Tinajilla o Pyxis de borde
dentado
Subtipo 3: Tinajilla de borde biselado
simple
Variante 1: Globular
Variante 2: Bitroncoc6nica o
Quebrada
Tipo 5: Orza pequeña
Tipo 6: Lebes
Subtipo 1: Con pie
Variante 1: Grande
Variante 2: Mediano
Subtipo 2: Sin pie
Variante 1: Grande
Variante 2: Mediano
Tipo 7: K.alathos
Subtipo 1: Cilíndrico
Variante 1: Grande
Variante 2: Mediano
Subtipo 2: 'froncoc6nico
Variante 1: Grande
Variante 2: Mediano
122
GRUPOIII
Tipo 1: Botella
Subtipo 1: Tendencia bitroncoc6nica, globular u ovoide
Subtipo 2: Tendencia troncocónica o cilíndrica
Tipo 2: Jarro
Subtipo 1: De boca trilobulada u
Oinochoe
Variante 1: Cilíndrico
Variante 2: 'Ironcoc6nico
Variante 3: Piriforme
Variante 4: Globular
Subtipo 2: De boca circular u 01pe
Variante 1: Con labio saliente
Variante 2: Con labio recto
Tipo 3: Jarra
Tipo 4: Caliciforme
Subtipo 1: Cuerpo globular
Variante 1: Grande
Variante 2: Pequeño
Subtipo 2: Perfil en S
Subtipo 3: Carenado
Tipo 5: Vaso •a Chardon»
Tipo 6: Copa
Tipo 7: Thza
Tipo 8: Plato
Subtipo 1: Con borde exvasado
Variante 1: Grande
Variante 2: Pequeño
Subtipo 2: Con borde reentrante o Pátera
Variante 1: Grande
Variante 2: Pequeño
Subtipo 3: Con borde sin diferenciar o Escudilla
Variante 1: En casquete
Variante 2: Carenado
Variante 3: 'Il-oncoc6nico
Tipo 9: Cuenco
[page-n-133]
LA CERÁ.MICA IBÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
GRUPO IV
T ipo 1: Botellita
Subtipo 1: Perfl.l de tendencia globular
Variante 1: Con cuello destacado
Variante 2: Con cuello indicado
Subtipo 2: Perfil quebrado
Variante 1: Con cuello destacado
Variante 2: Con cuello indicado
Tipo 2: Ungüentario
Subtipo J: Globular
Subtipo 2: Fusiforme
Tipo 3: Copita
Tipo 4: Cubilete
Tipo 5: Diversos
Subtipo 1: Vaso Geminado
Subtipo 2: Tarrito
Subtipo 3: Miniatura
GRUPO V
Tjpo 1: Tapadera
Subtipo 1: Con pomo discoidal
Subtipo 2: Con pomo anillado
Subtipo 3: Con pomo macizo
Subtipo 4: Con pomo cónico
Subtipo 5: Con asa en el pomo
Tipo 2: Soporte
Subtipo 1: Tubular
Variante J: Calado
Variante 2: CiUndrico
Subtipo 2: Moldurado
Subtipo 3: Anular
Subtipo 4: De carrete
Subtipo 5: Semilunar
Tipo 3: Colmena
Tipo 4: Mortero
Tipo 5: Mano de Mortero
Subtipo 1: Acodada
Subtipo 2: Con Dos Apéndices
Variante 1: Con Apéndices
Cortos
Variante 2: Con Apéndices
Largos
Variante 3: Con Apéndices Astíformes
Subtipo 3: De 'fres Apéndices Radiales
Tipo 6: Diversos
Subtipo 1: Embudo
Subtipo 2: Morillo
Subtipo 3: Tejuelo
Subtipo 4: Cazo
Subtipo 5: Caja
Subtipo 6: Colador
Subtipo 7: Lucerna
Subtipo 8: Biberón
Subtipo 9: Diábolo
Tipo 7: Pondus
Subtipo 1: 'froncopiramidal
Subtipo 2: Cuadrangular
Subtipo 3: Paralelepipédico
Subtipo 4: Discoidal
Subtipo 5: Piramidal o Cónico
Tipo 8: Fusayola
Subtipo 1: Acéfala
Variante 1: Esférica
Variante 2: Discoidal
Variante 3: Cilfndrica
Variante 4: 'froncocónica
Variante 5: :Bitroncocónica
Variante 6: Moldurada
Subtipo 2: Con Cabeza
Variante 1: HemicHala
Variante 2: 'froncocónica
Variante 3: :Bitroncocónica
Variante 4: Moldurada
GRUPO VI
Tipo
Tipo
Tipo
Tipo
Tipo
Tipo
Tipo
Tipo
1: Kyfuc
2: Kylix-Skyphos
3: Skyphos y Skyphoide
4: Kantharos y Kantharoide/Krateriskos
5: Crátera
6: Plato
7: Vaso plástico
8: Otras imitaciones
CLASE B: CERÁMICA TOSCA
Tipo 1: Olla
Subtipo 1: Grande
Subtipo 2: Mediana
Tipo 2: Cazuela
Tipo 3: Braserillo
Tipo 4: Jarra
Subtipo 1: De boca trilobulada
Subtipo 2: De boca circular
Tipo 5: Botella
Tipo 6: Tapadera
Subtipo 1: Con pomo discoidal
Subtipo 2: Con pomo anillado
Subtipo 3: Con pomo macizo
Tipo 7: Diversos
Subtipo 1: Cuenquecito/Escudilla
Subtipo 2: Taza
Subtipo 3: Plato/Tapadera
123
[page-n-134]
C. MATA PARREÑO Y H . BONET ROSADO
Subtipo
Subtipo
Subtipo
Subtipo
Subtipo
4: Tonel
5: Cubilete
6: Recipiente con resalte
7: Ánfora
8: Tobera
CLASE A: CERÁMICA FINA
GRUPO 1
Se incluyen en este grupo los recipientes de mayor
tamaño. Los atributos métricos indispensables que
debe r eunir una vasija para ser incluida en este Grupo I son:
- Altura > 40 cm.
- I.P. >100.
Por su gran tamaño, son recipientes que, o bien
permanecían inmóviles en algún lugar de la vivienda
o poblado, o bien se transportaban en contadas ocasiones. Servidan para eJ almacenamiento y transporte de
líquidos o sólidos. El contenido de ánforas (I.l.) y tinajas (1.2.) podía ser indistinto pues aunque, tradicionalmente, se consideran contenedores de aceite o vino, en
muchos lugares de habitación podrfan desempeñar la
función de silos, y por tanto, para el almacén de sólidos
(BERNABBU, BomT, Gut&rN y M.la:A, 1986: 330 y 332,
Cuadro 1; DuPllt y hNAUU'-MlsKovSKv, 1981: 184).
Los tipos identificados, hasta el momento, dentro
de este grupo son cinco.
un dato poco seguro a la hora de establecer líneas comerciales pues se desconoce si cada subtipo o variante
corresponde a un producto determinado, así como su
lugar de procedencia (no se pueden atribuir a alfares),
con pocas excepciones al respecto. Las recientes excavaciones que se están llevando a cabo en L'A lt de Benimaquia (Dénia, Alicante) (GóMEZ BRLLARD, Gu:tRJN y
DlBs, 1990; G óM..e.z BIILLARD y GutiuN, 1991) han aportado nuevos datos sobre este tema al asociar ánforas
con hombro carenado (!.1.1.) con la producción de
vino.
Subtipo 1: Con hombro carenado (FLORIDO r y IV; GoNZÁI..EZ PRATS A-1 y A-3; RrBBRA F-1 y F-2).
Su perfil puede ser odriforme y también ciHndrico
o globular, aunque existen pocos ejemplares completos
como para proponer una clasificación de variantes.
Son ánforas claramente derivadas de las feniciooccidentales, con las que, en algunos casos, se pueden
confundir. Sólo recientemente se ha hecho hincapié en
la diferenciación entre los tipos fenicios y locales
(GotJZÁLEZ PRA1:S, 1983: 155-156; GoNZÁI.E.Z PRATS y PINA,
1983: 1~1 y 124), habiéndose localizado hornos en asentamientos indígenas que producían ánforas de este
subtipo (CoNTRERAS, CARillÓN y jABALOY, 1983; Ros SALA
1989b: 362).
Su cronología oscila entre el s. VI hasta el IV a.C.,
siendo Andalucía la región donde más perdura (FL()IlJ.
oo, 1984: 424).
Tipo 1: Ánfora
Subtipo 2: Con lwmbro redoruleM.o
Las ánforas son recipientes profundos, cerrados,
sin pie -ni ningún otro tipo de base que permita su
estabilidad a no ser con la ayuda de soportes o hincadas en el suelo- y dos asas de sección circular.
La clasificación por subtipos y variantes se ha realizado de acuerdo con las sistematizaciones de Ribera
(1982), González Prats (1983) y Flor ido (1984), indicando al lado de los m ismos su correspondencia con dichas
clasificaciones. El problema fundamental para la cata1ogaci6n de las ánforas radica en que la parte más identificable y mejor d ocúmentada de las mismas es su
boca, pero dada la variedad de bordes es prácticamente
imposible atribuirlos, en el estado actual de la cuestión, a un subtipo y variante determinados (FL()RIDO,
1985: 490; Ra.BllA, 1982: 12).
Su función como recipiente de almacén y transpone permite suponer que llevasen tapaderas de piedra, cerámica (BolíllT y Mxl-A, 1981: 72, 109 y 136) o
de cualquier otro material perecedero (corcho, resina,
etc.).
Se trata además de un recipiente con algunas variantes de escasa significación cronol6gica, asf como de
124
Las ánforas de este subtipo son propias del Ibérico
Pleno, aunque también pueden encontrarse, tanto de
importación como de imitación, en niveles anteriores
(PELLIOtlt, 1978: 377, fig. 13, B y C).
r.&riante 1: Sinuosa (Ral!llA I -3). Su característico
perfil sinuoso viene dado por dos inflexione.s en el
galbo.
Se trata de ánforas propias de la p rimera fase del
Ibérico Pleno, siendo además la única variante de este
horizonte que se encuentra ampliamente en hallazgos
submarinos, lo que ha hecho dudar sobre su posible
origen ibérico (Rui!!RA, 1982: 105 y 122-123).
Vilriantt 2: Odrifomu ( RIBERA I·6A; VAQUElU20
2n .B). Se trata de una variante escasamente representada en el Ibérico Pleno (RaRJtA, 1982: figs. 7, 3; 9, 2,
3 y 5; 13, 4 y 14, 1), pero que hunde claramente sus
rafees en el horizonte anterior, pudiendo ser considerada como una derivación de tipos fenicios o del Subtipo 1 (PRJ.uceR, 1978: 377, fig. 13, B y C; ARTBAGA y
S ERNA, 1975: láms XXXVI, 265
271).
Cronología centrada en los ss. VI-V a.C.
y xxxvn.
[page-n-135]
LA CERÁMICA IBÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
~riante 3: Fusijorm4 {RIBBRA I-5; FLORIDO XI). Conocidas también con el nombre de «Ánforas de la costa
catalana.., aunque según Pellicer también es común en
Andalucía Occidental (P11wcu, 1982: 390-392, fig. 12
D-1).
Su cronología es amplia: del finales del s. V al IT
a .C.
lftriantt 4: CiUndtit:a {Rlllttv. 1-2, [-6, I-7 e I-8; VA·
QUI!JUZO 1.X.). Es el ánfora más extendida dentro de la
geografia ibérica. Su fondo es redondeado pero existen
ejemplares cuya base acaba en pivote (Rlllt!RA 1-8), característica que se ha considerado típica de una producción anfódca procedente de Sagunt, extremo éste
pendiente de coniumación arqueológica (Rta11tv.,
1982: 38-39 y 107). Dentro de esta variante se conocen,
excepcionalmente, piezas de pequeño tamaño (RmERA
I -7) que, por el momento, carecen de entidad suficiente
como para clasificarlas en otro grupo.
Su cronología abarca todo el per(odo ibérico llegando hasta época iberorromana.
ración pintada y asas que arrancan del hombro. Muchas de ellas se han conservado con su tapadera de
pomo discoidal y perfil troncocónico (Tipo A V.1.1. ).
Los paralelos conocidos apuntan hacia una cronología avanzada dentro del Ibérico Pleno (s. IU a.C. en
adelante).
T-&riantt 2: Ciilndri&a (PEIU!IRA SIESO 11). De caracte·
rfsticas y cronología semejantes a las bitroncocónicas,
siempre están decoradas y llevan asas.
Variante 3: Ovoide {Atv.NSCUL-PLA F. 1 d - Vasija con
dos asas-; BBLéN y PBRIIIR.A SLKSO, 1985: Tipo rr
2.C.b.l.; ÜUAORADO, F.la, l".2a y bl, F.4 y F.5; NoR!).
STROM FG. 4 -Pithos cilindroide o con estrangulamiento central-). El labio puede ser recto y engrosado
-como en la Variante 1- o saliente y ligeramente
moldurado; están decoradas y pueden llevar asas o no.
Los ejemplares más antiguos pueden tener un perftl
odriforme, imitando a las ánforas de la misma cronología.
La más antiguas se datan a lo largo del s. VI a.C.
y perdura durante el Ibérico Pleno.
Tipo 2: Tinaja
Subtipo 2: Sin lwmbro
Las tinajas son recipientes profundos y cerrados
aunque no tanto como las ánforas, con 'l a base cóncava
o indicada: suelen llevar dos asas compuestas (gemiDadas, trigeminadas, etc.) -sobre todo, los ejemplares
más evolucionados- y la mayoría llevan decoración
pintada.
Aunque la existencia de una base permite que se
mantengan en equilibrio sobre el suelo, su gran tamaño y el escaso diámetro de su base requieren, para ser
mucho más estables, el uso de soportes, as( como -por
razón de su contenido- tapaderas, al igual que sucedía con las ánforas ( Bt!RNABBU, BoN~rr, GutRIN y MATA,
1986: 329, cuadros 1 y 2).
Su amplia boca las hace más apropiadas para el
trasiego y almacenamiento de Hquidos o sólidos que
para el transporte.
Se han diferenciado los siguientes subtipos y va·
riantes:
Suhtipo 1: Con hombro (Ros SAv. F.-T.XV)
Se caracteriza por tener una inflexi6n más o menos marcada en el tercio superior del recipiente.
T-&riante 1: Bitroncocónica (ARAN.sout-PLA l". 25
-Urnas tritroncoc6nicas con tapadera-; CuADRADO
F. 6; NolU>mt.OM FF 2 B - Pithos bitroncocónico B- ).
Es la variante de perfll más clásico dentro del Ibérico
Pleno, conocida en la bibliografía con el genérico de
Pithos. El Jabio suele ser recto y ligeramente engrosado
por el interior, aunque caben otras muchas variables
sobre todo en los ejemplares más antiguos; llevan deco-
Suelen tener el perfil de tendencia globular u ovoide, y el labio puede ptesentar muchas variables según
la época y la variante de qu.e se trate. La decoración
y las asas son elementos bastante característicos, aunque no por ello deja de haber ejemplos sin uno de estos
dos atributos.
1/&riante 1: Con cueJJo indicado (ARANBOm-Pu. F. la
- Vasija de perfil ovoide- y F.23 -Gran vasija de
cuerpo globular con borde exvasado y dos asas-;
CuADRADO F.3. y F.7.; GomÁLEZ PRATS E-17; juu.Y y
NoRDSTROM, 1972: Tinaja Bitroncocónica; NoRDS1'ROM,
FF. 2.A -Pithos Bitroncocónico A-). Recipiente de
tendencia globular u ovoide con un ligero estrangulamiento que separa el borde del galbo; los labios son variados en el Ibérico Antiguo (salientes, subtriangularcs, moldurados), mientras que en el Ibérico Pleno se
hacen mayoritariamente moldurados; la decoración y
dos asas en el tercio superior suelen ser habituales,
aunque las hay documentadas sin uno o dos de estos
últimos elementos.
Aparecen en el Ibérico Antiguo y perdura hasta
el Horizonte Iberorromano.
~riantt 2: Con CULIJD dnttu:ado (.Atv.mom-Pu FF. 18
y 19 -Vasijas bitroncoc6nicas con cuello y dos asas-;
BBLtN" y PERBIRA StMO, 1985: Tipo II.2.B. b. 1 y 2;
GoNZÁLBZ PRATS E-11 y 13; NoJtDSTRóM FF. 12
-ánfora-). Esta Variante se caracteriza por tener un
cuello cillndrico o troncocónico, claramente diferenciado del cuerpo. Los labios suelen ser salientes y subtriangulares; la decoración pintada -monócroma o
polfcroma- también es habitual. Cuando llevan asas,
125
[page-n-136]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
éstas, geminadas o simples, parten del labio o de la
parte central del cueUo y se apoyan sobre el tercio superior de la panza.
Son recipientes que imitan, en sus tipos más antiguos, a las formas fenicias y, por lo tanto, son típicos
de niveles protoibérioos o ibéricos antiguos (ARANKOUJ,
1980; Auur, 1976-1978; BaúN y PsuiRA SII!So, 1985:
313-326; GONZÁLEZ PRATS, 1983; 218-224; J ut.Lv, 1975:
31-36; Souu, 1976-1978: 245). En cualquier caso, se
trata de una variante poco documentada dentro de este
Grupo I, mientras que es más abundante en e.l
Grupo TI.
Cronología centrada en el s. VI a.C., con escasas
perduraciones en época posterior.
Tipo 3: Tinaj a con pitorro vertedor (ARANr.ouJPu. F.2 - Vasijas con p itorro vertedor-)
El atributo indispensable de este tipo, y que le sirve de rasgo diferenciador con las demás tinajas, es la
existencia de un pitorro vertedor en el tercio inferior
de la vasija. Los perfiles pueden ser variados desde los
más o menos globulares hasta el bitroncoc6nico, pero
el gran tamaño de estas vasijas hace en muchos casos
dificil decantarse por una u otra variante; la ausencia
de asas y decoración -o una decoración muy
sencilla- también son atributos caracteristicos, aunque no indispensables.
Este tipo de recipiente llamó la atención, desde el
principio, por su característico pitorro, lo que propició
el estudio de su posible funcionalidad. La propuesta de
Giró (1958: 21, 22 y 24) como vaso decantador de cerveza ha sido ampliamente aceptado por la bibliograffa
posterior, pasando a convertirse en uno de los pocos recipientes con funcionalidad cspecrfica del Mundo Ibérico. Otras posibles aplicaciones fueron sugeridas en su
día por el mismo Giró (1958): decaotador de vino; o
más recientemente por Lillo (1981: 377): decantador de
agua con partículas en suspensión, blanqueado y desinfección de ropas GUAN DmdNF~H, 1990-1991); pero
siempre teniendo como punto en común la decantación
de tfquidoa (Cotma 1 BBRDÓs, 1987). Otros usos se do·
cumentao por ejemplo en Grecia, donde un recipiente
similar se utilizaba para emitir señales entre dos pun·
tos distantes (Oau, 1985: 7, 197-198); o en el norte de
África donde, en La actualidad, se utilizan para guardar cereal y el pitorro en la parte inferior permite con·
sumir el grano más viejo (CAST!!t., 1984-: 184-149).
Recientemente, han sido objeto de un estudio tipológico qu e, a grandes rasgos, se recoge aquf, añadiendo las variaciones que se han podido documentar
mediante un registro más amplio (CotmE 1 B!JlD6s,
1987).
126
Suhtipo 1: Con hombro
Sólo se conocen ejemplares en el Horizonte ~ri
co Pleno de Los Villares (MATA, 1991: fig. 29, 5).
Subtipo 2: Sin hombro
Son las más comunes. Se datan desde finales del
s. VI a.C. hasta el Horizonte Iberorromano (Cotm& 1
BBJU)ÓS,
1987: 37-38).
Tipo 4: Tinaja o Urn.a de oreje tas (GoNZÁt».
PRATS E-15; .Juu.Y, 1975: Grupo B-II -Megalopyxis con orejetas perforadas-, 56-61; So.
UER, 1976-1978: Grupo
24-0-2+4)
n.
Este recipiente profundo se caracteriza por tener
dos protuberancias perforadas -«orcjetas»- cerca del
labio, que es b iselado; este labio encaja perfectamente
con la tapadera, también provista de orejetas, pues ambas piezas han sido modeladas juntas y separadas cortando el barro antes de la cocción; las orejetas perforadas permiten cerrar el recipiente herméticamente,
pasando una cuerda o alambre a través de las perfora·
ciones (FLt'l'Cur.tt, 1964: 305). El perfil es ovoide o bitroncocónico.
El hallazgo frecuente de este recipiente en necrópolis ha hecho que se le identifique como urna cineraria, aunque se encuentra cada vez más en lugares de
habitación. Por otro lado, el gran tamaño de la tinaja
de este grupo no parece que apunte hacia una funcionalidad, estrictamente, cineraria.
Las de gran tamaño son escasas y los ejemplares
más completos se conocen en Penya Negra II (GoNz.(.
Ltz PRATS, 1983: tipo E-15).
Tipo 5: Onea (GoNZÁLEZ PRATS E-18; PBR&RA S1sso
5 A I)
Se trata de recipientes profundos y, a diferencia de
las tinajas, abiertos (I.A. igual o mayor de 80); cuello
indicado; peñu ovoide o bitroncocónico; pueden ir con
o sin decoración; labio saliente, engrosado o subtriangular; base c6ncava o indicada; algunos llevan asas verticales, desde el labio, u horizontales sobre el diámetro
máximo.
Tipo poco abundante, pero con los ejemplares más
característicos fechados en el IMrico Antiguo (s. VI
a.C.).
[page-n-137]
l.A CERÁMICA IBÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
GRUPO 11
Se incluyen en este grupo una serie de recipientes
de variada morfología, cuya funcionalidad es diffcil de
precisar, tratándose en la mayoría de los casos de vasijas
multifuncionales. De cualquier modo, tienen que estar
relacionados con actividades domésticas de despensa.
preparación de alimentos o, incluso, de caricter ritual o
funerario. Por su tamaño, son ficilmente transportables. Este grupo es el de mayor complejidad, por lo que,
en el futuro, puede resultar el que más cambios sufra
bien aumentando, bien disminu yendo los tipos .incluid os en él, a medida que se definan funcionalidades concretas que permitan su fusión o traslado a otros grupos.
La única característica común que presentan todos ellos es su tamaño:
-entre 40 y 10 cm. de altura para los recipientes
profundos y
-entre 4() y 10 cm. d e diámetro boca para los recipientes planos o de profundidad media.
Tipo 1: RecipieDte con res.Ute
Recipientes, generalmente profundos; mayores de
10 cm. de altura; de perfiles va.riados, cuya única característica común es p resentar un resalte pronunciado
en el cuerpo o cerca del borde, dejando un espacio estrecho pero profundo entre el resalte y cl recipiente.
La escasez de ejemplares impide cierta precisión
cronológica, ubicándose en el Ibérico Pleno en sentido
amplio, con algunos ejemplares fechados en el Ibérico
Antiguo.
Se d istinguen dos subtipos:
Subtipo 1: Con rtsaJ/8 en el cuello
( N oRDSTROM
cóncava o indicada, con o sin asas y decorados o no.
Aunque la altura máxima para este Grupo son los 40
cm., pocas tinajillas superan los 30 cm .
Dado que todos los subtipos y variantes del
tipo I.2. se encuentran representados aqur, se seguirá
una denominación igual a la utilizada en aquel caso
para facilitar su utilización.
Subtipo 1: Con lwmbro (Pu.EtRA SrESO 11 B)
Caracterizadas por una fuerte inflexión, situada
en el tercio superior que separa el cuerpo del borde.
J.&riante 1: Bitroncoeónica (ARAN!OUJ-PLA F. 6a
-Vasos de perfu quebrado con pie indicado- y F. 25
- Urnas tritroncocónicas con tapadera-; CuADRADO
F. lb, F. 2c y d y P. 31; j ULLv, 1975: Grupo A III
-Tinaja tritroncocónica de tipo púnico- , 47-48;
NollDSTROM FG. 3 -Pithiskos tritroncocónica con asas
verócales-; Ros SALA F.-T. XVI a; V AQ.UUtZo l.l.F,
J.V.A/2 y B/1 y 2.II.A. y C.). Se trata de una forma
tfpica del Ibérico Pleno con características semejantes
a las de su homónima en el Grupo l.
JfJnan/4 2: Cilíndrica (ARANBOuJ-Pl.A F.21 - Albarello
o Bote de farmacia-; NoRDSTROM FF. 30 -Vaso cilíndrico troncocónico de tipo bote de farmacia o
albarello-; Pe~tl!lRA Smso 10). Característica del Ibérico Pleno y con mis ejemplares conocidos que en el
Grupo I.
Varianü 3: Gú>bular u Ovoüú {BI!.LtN y Pl!lUUllA Suso,
1985: Tipo ll.2.C.b.l.; CUADRADO F.2 b 2 y 3; 0oNZÁU7.
Purs E-12; NoRD8TROM FG. 4 - Pithiskos eilindrobitroncoc6nico con a sas verticales; R os SA!.A F.-T. XVI
b). Suelen tener el labio recto o ligeramente saliente y
no son demasiado abundantes, aunque su cronologfa
es amplia.
FF. 21
-Vasos de doble borde-)
Su cercaofa al borde parece indicar que, en muchos casos, serviría de apoyo a una tapadera.
Subtipo 2: Con resaJ/8 en el galbo (ARANEGm-Pl.A F.3
- Vasijas con resalte e n el cuerpo-)
Este subtipo fue objeto de un estudio por parte de
Fletcher (1953: 191) en el cual se hipotetizaba sobre la
posible funcionalidad del resalte con fines aislantes o
refri gerantes.
Tipo 2: Tinajilla
Al igual que Jas tinajas del Grupo I (A 1.2.), son
recipientes p rofundos, más o menos cerrados, con base
Subtipo 2: Sin lwmhro
Al igual que en el caso anterior, siguen una evolución semejante a las tinajas sln hombro (A.l.2.2.).
J.fuiante 1: Con cudiJJ indictuJq ( AJw.rwur-PLA F.l b
- Vasos de perfil en S-; CuADRADO P. 8 b 1, F. + F.
7,
48 y F. 49; GoNZÁl.I!Z P RATS E-17; Jm.LY y NoRDSTROM
1972: -Tinaja Bitroncoc6nica-; NoRDSTRO FF. 2
M
-Tinaja pithoide- y FF.3 -Tinaja-; Ros SA!.A F..:r
XIX; V AQ.UEIUZO l.I.A.E., l.V.A/1 y B/2 y l .VII.). Recipiente de tendencia globular o suavemente bitroncoc6nico, cerrado; generalmente sin asas, aunque algunos ejemplares presentan unas asitas que parten del
labio; su pequeño tamaño permite suponer que se trate
más bien de elementos d e suspensión que de prensión.
Aparec.en desde el I bérico Antiguo y perduran
basta el Iberorromano.
Variante 2: Con eueJIIJ dtsta«JdJJ (ARANBOlTJ-P l.A FF. 18
127
[page-n-138]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
y 19 - Vasijas bitroncocónicas oon cuello y asas-; Be.
y Pe~WAA StESO, 1985: Tipo ll.2.B.b.l y 2.; GoNú.
LEZ PuTS E-U y 13; NoRDSTR.óM, FF. 12 -Ánfora-;
Ros SALA F..!f VI a; VAQUEJu:zo 1.U.A/1.2y B y l.V.O.).
Tinajillas oon asas que salen del labio o desde el cuello.
Se conocen más ejemplares de este grupo que del anterior.
Como ya se indicaba con anterioridad (Tipo
AI.2.2.2.), se trata de una forma típica del s. VI a.C.,
con prototipos fenicios.
ú .N
Tipo 3: Tinajilla con pitorro vertedor
(ARAN&GU1-PLA F.2 -Vasijas con pitorro
A I.4·.). Es precisamente d pequeño tamaño lo que
permite suponer una función más especlfi_camente cineraria para estos recipientes, aunque no son raros los
hallazgos en poblados.
Son más abundantes que las anteriores y, por lo
tanto, los perfiles documentados pertniten una subdivisión en Variantes. Esta clasificación no parece tener,
por el momento, una significación cronológica, pues
aparecen en yacimientos ibéricos antiguos y perduran
con escasos ejemplares hasta los ss. IV-ITI a.C.
Wzrümlll: Globuim-.
MlniznJe 2: Ovoide.
Vani:JnJe 3: BúroMocmúca o Q:]ubrada.
vertedor-)
De id~nticas características a las tinajas con pitorro vertedor (Tipo AI.3.), se han separado en razón
de su tamaño. La menor capacidad de ~stas hace pensar, si no en una funcionalidad distinta (decantación
de líquidos u otros), s{ en un uso más doméstico o
bien para la preparación de algún líquido de carácter
especial o de lujo (Gm.ó, 1958: 10)¡ mientras que,
las de mayor tamaño tendrían un uso más •industrial».
Como en el caso anterior los perfiles y subtipos siguen las pautas del Tipo Al.3.
Subtipo 1: Con lwmhro
Como en el Grupo 1, se conocen pocos ejemplares.
Subtipo 2: TinajilJa o Pyxis con borde dentado
(AllANBGm-PLA F.22 a -Píxides de borde
dentado-; N oRDSTitOM FF.18 - Pyxis con borde dentado-; PEllEOlA SrE.So 3 B)
Recipiente profundo que se caracteriza por su t{pico borde dentado, sobre el que se acopla, perfectamente, una tapadera troncocónica. No lleva asas y todos los ejemplares conocidos tienen decoración
pintada. Su perfil es de tendencia ovoide aunque no
faltan ejemplos bitroncocónicos o ciHndricos.
Su característico borde llamó la atención tempranamente, siendo objeto de un estudio monográfico por
parte de Fletcher (1952-1953), cuyas conclusiones sigQen siendo válidas en la actualidad.
En cuanto a $U cronología, como ya apuntó Fletcber (1952-1953: 8) y los últimos hallazgos confu-man,
parece ser de finales del s. 111 e inicios del S. 11 a.C.
Subtipo 2: Sin lwmhro
Son menos abundantes que las del Grupo I.
Tipo 4: Recipiente con cierre bermético (PERBI·
ItA StESO 3)
Vasijas profundas que se caracterizan por tener un
labio biselado que encaja herméticamente con su correspondiente tapadera. El recipiente y la tapadera se
modelan juntos y, antes de la cocción, se separan cortando la arcilla todavía blanda.
Subtipo 1: Urna o TiMjilla con orejetas perforadas (GoNZÁLEZ PP.ATS E-15; juLt.Y, 1975: Grupo B n,
56-61; Sowu, 1976-1978: Grupo II, 240-244;
PsuJRA Swo 3 A)
Ya se han señalado, con anterioridad, las características más importantes de este Subtipo (ver Tipo
128
Suhtipo 3: Tinajillas con laln"o biselado simple (BillXBÁN
L.oRJs, 1976: Vasos Cilíndricos)
Forma característica del valle medio del Ebxo. Por
su perft.l se pueden distinguir dos variantes de cronolo·
gía similar (s.s. 11-1 a.C.). Tipos semejantes se encuentran e.n otras zonas con una cronología anterior (V A·
QIJ1Ul1Z0 1 1988: 232, fig. 201).
lini:Jnte 1: Globular.
Wzni:Jnte 2: BiJron&Ocónica o Que/wada
Tipo 5: Orza pequeña
Q.UEJuzo I.Vl.A)
(PERRJM SIESO
S.A.!;
VA-
Son recipientes profu.ndos, muy abiertos (LA.- ó
con cuello ligeramente indicado; galbo de tendencia ovoide, aunque Jos escasos ejemplares conocidos
no pertniten mayores precisiones; base cóncava o indicada~ sin asas; pueden llevar decoración o no.
Se conocen ejemplares del Ibérico Pleno.
> 80),
[page-n-139]
LA CERÁMICA IBáRJCA: ENSAYO DE TIPOLOGíA
Tipo 6: Lebe6
T. lila)
(P~~~WAA
Sl!.SO 5.A.Il; Ros SALA F.-
El Jebes es un recipiente abierto; de profundidad
media (I.P. 30-90, con escasos ejemplares que sobrepasen los 90 y que desciendan de 40); perfJ..l de tendencia
globular, con labio diferenciado y, en general, sin asas;
puede estar decorado o no.
En razón de su tamaiio se pueden diferenciar dos
variantes en cada subtipo:
-Grande, 0 boca> 25 cm. y
- Mediano, 0boca entre 25 y 10 cm.
Los ejemplares con diámetro de boca superior a
40 cm. son excepcionales, por lo que no se ha conside·
rado oportuno clasificarlos en el Grupo 1 en base, ex·
clusivamente, a esa excepcionalidad.
Su amplia boca los hace apropiados para el trasiego de líquidos, incluso los de pequeño tamaño cuyo la·
bio impide su uso para beber.
Ha sido dificil la elección de esta denominación
para un recipiente de estas caracterfsticas; pero de entre todos los términos empleados para su descripción
(copas de pie bajo, cráteras, vasijas, calderos, cazuelas
o fuentes) es, hoy por hoy, la más adecuada. En el
mundo griego se utiliza la palabra Jebes para calderos
metálicos cuya descripción se adapta perfectamente a
estos recipientes (DMI'.MIIUO y SAOuo, 1900: T. m,
vol ll, 1000; Gllliló, OLMos y SANcH.U, 1984: 289). El
término Jebeta (de lebes,·etis) se utiliza para describir
el recipiente metálico que servía para recoger el agua
que se vertía en las ceremonias sagradas aunque tam·
bién puede tener otros usos, sobre todo cuando se trata
de vasijas cerimicas (AA.VV., 1990: 4-9; B.IANCRI BANDI·
Nuu, 1961: vol. IV, 519-521; R ossP.Lt.ó BoR.DOY, 1991:
198).
Subtipo 1: Cm pie (ARANBOUl-Pl-<' FA -Grandes vasijas de diámetro superior a la altura-¡ CUADRADO F.18; NouorROM FF. 13 IV -Crátera sin
cuello con o sin asas y base anular- y FF. 14
-Bol con reborde anguloso y base anular-)
Su característica fundamental es tener un pie diferenciado alto; el labio puede ser de ala plana o moldurado, siendo éste último mayoritario en los Jebes grandes; suelen estar decorados y no llevar asas.
Son propios del Ibérico Pleno, sobre todo a partir
del s. m a.C.
Subtipo 2: Sin pie (ARANEGut-PLA F. 4 -Ollas bajas
y anchas-; C uADRADO F.10 y F.14¡ GoNzALEz
PRATS B-7, B-8, E-7, E-8 y E-18; NoRDSTROM
FF.13 IV -Crátera sin cudlo, sin asas y con
base cóncava-; PUUUR.A Sll!SO 5.A.Il;
zo l .I.G. y H . y LlX).
VAQt1Elll·
Se diferencia del anterior por no tener pie diferenciado, siendo sustituido por una base cóncava o indicada; los labios son muy variados -salientes, en ala plana, subtriangulares y moldurados- aunque, en época
avanzada, acaban dominando los moldurados y en ala;
pueden llevar decoración o no, aunque abundan más
Jos que carecen de ella o llevan una sencilla decoración
de bandas y filete.s; los ejemplos más clásicos no suelen
llevar asas, aunque algunos ejemplares puedan llevar
asas de espuerta (GONZÁLBZ PkATS, 1983: Tipos B y
E-7, 196 y 215-216) o pegadas al galbo en posición horizontal.
Su difusión cronológica y geográfica es mucho
más amplia que la del Subtipo anterior, por lo que podrfa suponerse una producción más regional para los
lebes con pie (A ll.6.1.).
Tipo 7: Kalatbo1
Recipiente abierto; de profundidad media (I.P.
entre 60 y 100; escasos ejemplares superan apenas el
I.P. 100, siendo la mayoría de grandes dimensiones);
perfil simple; labio moldurado o en ala plana y, en
menor medida, saliente y triangular; base cóncava,
aunque se conocen algunos ejemplares con pie alto
(Puntal deis Llops, inédito, y El Amarejo) (BRONCA·
NO, 1989: fig. 146, 238, lám. CXll); llevan casi
siempre decoración pintada, sin asas, excepto una
producción especrfica procedente de Cataluña y algunos ejemplares de gran tamaño (CoLOMINAS y Ptno J
CADAYALCH, 1923: 605, fig. 385; Gutam, 1987; TARRA·
DELL y SAI'NARTÍ, 1980: 312).
Se pueden distinguir dos tamaños, constituyendo
sendas Variantes en los dos Subtipos diferenciados:
-Grande, 0boca>25 cm.;
- Mediano, 0boca<25 cm., siendo muy pocos
los menores de 10 cm.
Es uno de los pocos tipos ibéricos que se exporta
fuera del ámbito propio de la Cultura Ibérica y, también, uno de los que más perduró de,puú de la conquista romana, lo que ba permitido especular sobre su
posible contenido -miel, garum, p6rpura, etc.(Alwttcul y PLA, 1981: 78-79; GAJ.CfA v BIU.lJDO, 1957:
92; RtuRA, 1983: fig. 12, 1; SANTOS Vsl.Asco,
1982-1983: 147-148). En relación con su posible funcionalidad. existen en Grecia unos recipientes cerámicos
de igual forma que los kalathoi, pero sin decorar y con
la superficie interior estriada que se utilizaban en apicultura QoNJ.S, GRAHAM y SAcKm, 1973: 397-413, fig.
13); aunque lo más probable es que se trata de un recipiente multifuncional (DAJUIMBERG y SAOuo, 1900: t. I,
vol. 11, 812 y ss.).
129
[page-n-140]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
Suhtipo 1: Cil{ndrico (Aiv.Nscm-Pu F. 17 a y b
-Sombrero de copa típico de cuerpo cilíndrico, con borde pendiente o en ala plana-;
CuADllADO F. 13; NoRDSIROM FF. 6 -Kalathos
cilindroide-¡ PsREJRA SIESO 8 D; Ros SALA F.~.
1 a y e, I1 a y b)
Se trata del perfil más común entre los Kalathoi,
conociéndose con todas las modalidades de labios
apuntadas - moldurado, ala, saliente y triangular-, y
en los dos tamaños.
Se datan a partir del s. UI a.C.
Suhtipo 2: Troncocónico (AMNrom-Pu F. 17 e y d
-Sombrero de copa típico de cuerpo troncoc6nico y borde pendiente o de ala plana-; NoaosnOM FF. 6 -Kalathos 'froncoc6nico-¡ Ros
SALA F.-T. 1 b, d y e, II e y e)
Tjpo 9: 'lbnel (NoRosTROM FF.32 Toneletes)
Recipiente profundo de forma cilíndrica con el
eje de revoluci6n horizontal, cuello estrecho; boea
de forma similar a la de las cantimploras
(Tipo A TI.8.) pero situada en el eje de revolución;
algunos ejemplares tienen dos acanaladuras laterales
por las que sujetar unas cuerdas que permitirían
llevarlos colgando en los flancos de un animal de
carga o sobre la espalda. Puede llevar asas o no.
No suele estar decorado.
Su función podría ser la de transportar líquidos en
mayores cantidades que las cantimploras; aunque en el
none de Africa se utilizan recipientes similares para la
elaboración de mantequilla.
Son más abundantes que las cantimploras y tienen
una cronología y distríbución geográfica similares.
Los toneles han sido objeto de dos estudios que siguen totalmente vigentes y de los que hemos entresacado los subtipos diferenciados (Fun:ci:Olll, 1957; Lw.o,
1979 y 1981: 367-371):
Subtipo, al parecer, de cronología avanzada
-s. ll a.C.-, de labio moldurado o en ala.
Suhtipo 1: Con boca central (Fum::Hn, Tipos 1-5; Ltu.o, Tipos 1-4)
Tjpo 8: Cantimplora
Recipiente profundo, de forma esferoide o lenticular, con cuello estrecho en el eje mayor y boca algo más
amplia; puede llevar un par de asas a ambos lados de
la bocaJ así como una acanaladura alrededor del perímetro, para facilitar, mediante una cuerda su transporte y suspensión. No suele llevar decoración.
Se trata de un utensilio personal para el transporte
de pequeñas cantidades de lfquidos (LILLO, l979: 26;
1981: 363-365).
Tanto este Tipo eom.o el siguiente (A IT.9), tienen
una distribución geográfica concentrada en las provincias de Murcia, Albacete y Valencia.
Teniendo en cuenta la clasificación hecha por Lillo
(1981: 364), se han diferenciado los siguientes subtipos:
Suhtipo 1: Lenticular
Es la más com'lln, fechada en el Ibérico Pleno.
Suhtipo 2: Tuhuúu
Sólo se conoce un ejemplar procedente del Tossal
de Sant Miquel (Llfria). A modo de curiosidad, simplemente citar una cantimplora semejante procedente
de La Galia con una inscripción en la que se especifica
que su contenido era la cerveza (DAIU!MBUC y SAouo,
1900: t.I, vol. II, fig. 1138).
130
Cuando llevan elementos de prensi6n, éstos pueden ser asas o pestañas, situadas a ambos lados de la
boca.
Suhtipo 2: Con boca descentrada (FLETCHER, Tipo 6;
L tLLO, Tipo 5)
Los ejemplos conocidos llevan asas.
Tjpo 10: Th.rro (ARANEOUt-Pu F.16 -Kalathos de
cuello estrangulado-¡ CuAollADO F.12 a, b y e;
NoRDSTROM FF. 5 B -Sítula sin a sas-; P ERBJRA
Su~so 8 A , B y C; VhQ.omuzo 2.1.)
Recipiente profundo y, con escasas excepciones,
con un I.P. entre 70 y 100; peñu de tendencia cillndrica y cuello estrangulado, con labio saliente; a pesar del
estrangulamiento del cuello no llega a ser un ~cipiente
cerrado sino abierto; la base suele ser cóncava; sin
asas; puede llevar decoración impresa, pintada o engobe rojo (PilESllDO, 1982: 291 y 295).
'fradicionalmente, se le ha consjderado como un
kalathos (Tipo A IL7.) de cronología antigua (ARANE.
cut y PI.A, 1981: 77-78). Sin embargo, si bien puede
considerarse como precedente del kalathos, existen suficientes datos como para considerarlo un tipo distinto,
con u:na evolución cronológica y difusión geográfica diferentes a la del kalathos; por ejemplo:
[page-n-141]
LA CERÁM:ICA I:BÉJUCA; ENSAYO DE TIPOLOGÍA
-El perfu simple del kalathos sufre aqur una ruptura para convertirse en un perfil compuesto: galbo,
hombro, cuello, borde.
-Algunos tarros tienen un cuello bastante marca·
do y/o destacado, que hace que el recipiente no sea tan
abierto como un kalathos.
-El I.P. var{a sensiblemente, pues si pocos kalathoi sobrepasan el índice 100, en el caso de los tarros
la relación se invierte.
-Los tamaños oscilan entre 10 y 30 cm. de altura,
con un diámetro inferior a 25 cm. -sólo un tarro procedente de Toya (Peal de Becerro, Jaén) mide 53 cm.
de altura y 40 cm de 0 (FI!IlNÁND&Z MAnu, 1985:
382); mientras que los kalathoi muestran una gran variedad de tamaños.
- Al tratarse de un recipiente que aparece en un
primer momento del Ibérico Pleno, los ejemplares más
tardíos eran considerados como perduraciones; ahora
bien, la aparición de conjuntos importantes de tarros
conviviendo con los kalathoi (B~toNCANO y BwQ.tTBZ,
1985: 277-278; Ruato, 1986: figs. 11, NA-5823; 32,
NA-5806; 45, NA-5817; 50, NA-5820; 86: 90, NA-5826;
110, NA-5805¡ 117, NA-5718; 118, NA-5768 y 119,
Na-5785), hace imposible seguir manteniendo ese tipo
como una perduración.
-Por último, la distribución geográfica de este
tipo es bastante homogénea, pues de los tarros recogidos por Fernández Mateo en su estudio (1985:
309-310), cuarenta y tres proceden de Andalucía, catorce de Murcia, tres de Albacete (a los que habrla que
añadir los encontrados en El Amarejo), veinticuatro de
Alicante y cuatro de Valencia.
Aparecen desde mediados del s. VI hasta inicios
del S. n a.C.
De acuerdo con el perfü, se conocen los siguientes
subtipos:
Subtipo 1: Cillndrico
Subtipo 2: Tron&Ocónü:o
Subtipo 3: Abomhaác
Tipo 11t Sftala o Ce1to (AuNEOui·Pv. F.20 -Vasijas
con asa de cesto-; CuA.DIW)() F.lO y F.58; NoROSTROM
FF.S.A -Sítula con asa de cesto-; Pe~tl!lRA St!!SO 9 E)
Recipiente profundo que se caracteriza, esencialmente, por au asa horizontal que cruza, diametralmen.
te, la boca. Ésta suele ser circular y puede llevar un
pitorro vertedor junto a uno de los extremos del asa,
con lo que su funcionalidad relacionada con la contención de líquidos parece clara (PAGs, 1983: 95·100).
La variedad de perfiles que puede adoptar este recipiente, así como su amplia cronología (ss. V-II a.C.),
hace que no pueda incluirse con propiedad dentro del
grupo de las imitaciones (Grupo VI) (PAOs, 1984:
95-100).
GRUPO 111
A pesar de las dificultades que entraña, incluso en
el mundo griego y latino {DAIUIIRIIRO y SACuo, 1900:
t.V, 663-664), identificar la funcionalidad concreta de
los recipientes, sobre todo teniendo en cuenta su posible multifuncionalidad, se intenta reconstruir aquí un
hipotético servicio de mesa. Para ello, es evidente que
las referencias al mundo clásico hao sido casi obligadas, incluso con el peligro que supone hacer este tipo
de extrapolaciones culturales.
Para poder llegar a la identificación de las vasijas
que compondrlan la vajilla de mesa i~rica, se han tenido en cuenta, básicamente, cuatro criterios:
-Tamaño: dada su función debe tratane de recipientes de tamaño medio.
-Recipientes para contenido de líquidos y que, a
su vez, alguno de ellos sirva para verterlos sin esfuerzo.
- Recipientes aptos para beber.
- Y, recipientes útiles para servir alimentos líquidos o sólidos, así como para consumirlos.
Tipo 1: Botena (.AMmcUI-PLA F.l e -Vasija de
perfil bitroncoc6nico con boca de tro mpetay F.5 -Botellas-; CuADJW)() F.8 a y b 2, F.9,
F.53; GoNZÁLBZ PJVJS B-13, 14 y 15, y E-9;
NoR.DSTROM FF.16 -Aryballos- y FF.22
-Formas de cuello ccfongiforme»-; VAQ.UElll·
zo, l.II.A.).
Recipiente profundo y muy cerrado (LA.< 50);
con cuello más o menos destacado; boca, generalmente, más ancha que el cuello; sin asas; pueden llevar decoración o no; el tamaño oscila entre los 10 y 25 cm.
de altura. Sus peñues son muy variados, pero con tendencia bitroncocónica.
Su funcionalidad, teniendo en cuenta su cuello estrecho, está claramente relacionada con los lfquidos. Se
ha incluido dentro de un hipotético servicio de mesa
por las siguientes razones:
-Su tamaño medio las hace manejables y aptas
para el contenido de líquidos no de almacenaje sino
para consumir en breve tiempo.
-Su boca ancha impide que puedan tapane con
el rm de preservar el contenido.
-Su escasa estandarización las hace un recipiente
fuera de lo común y, por lo tanto, para no ser usado en
tareas dom~sticas cotidianas, aunque, como ya se ha indicado en repetidas ocasiones, no se puede excluir lamultifuncionalidad de ~ste ni de ningún otro recipiente.
131
[page-n-142]
C. ~ PARREÑO Y H. BONET ROSADO
-Finalmente señalar que vasijas semejantes con
el nombre de ,.J.agena~> eran utilizadas en el mundo antiguo para el seTVicio de mesa (DAREMBERC y SAOuo,
1900: t.III, vol.II, 907 -908).
La cronología es amplia pues aparecen desde el
Ibérico Antiguo y perdura.n basta el Horizonte Iberorromano.
Al tratarse de una producción poco estandarizada,
se hace muy dificil una clasificación. Se puede sugerir
la existencia do los siguientes subtipos de acuerdo con
el perm:
Subtipo 1: Ttnáenda bitroncocónica, giiJbular u ovoide
Subtipo 2: TendencitJ troncocónica o &ilindrica
Tipo 2: Jarra
Es un recipiente profundo y muy cerrado
(I.A. <50); con cuello más o menos destacado y un asa
desde la boca hasta el diámetro máximo; puede estar
decorado o no; la boca es amplia, trilobulada o circular. El tamaño oscila entre 30 y 9 cm. de altura, considerándose grandes aquéllos que tienen más de 15 cm.
y pequeños los restantes.
Su función está directamente relacionada con el
contenido y consumo de Hquidos -vino
preferentemente-. El hecho de que aparezcan jarros
con contenido diferente a )os líquidos (BuRtu..o y DE
Sus, 1986: 233) se debe a un uso ocasional de los mismos para otras actividades·, algo que es válido para
todo tipo de recipiente, incluso en la actualidad.
corados y su cronología es similar a la variante anterior.
J.&riantt 3: Pirif rme (AllANEOOI-PLA F.9 d
o
-Oinocboes de perfil piriforme con el diámetro máximo en el tercio inferior-; CUAO.RA.oo F. 28; NoRDSTROM
FF.ll -Oenochoe de perfil ovoide o piriforme-). Se
caracterizan por tener el diámetro máximo en el tercio
inferior. Se conocen ejemplares del Ibérico Pleno, con
o sin decoración, sobre todo de gran tamaño.
fánante 4:
Globular (ARANBGUI-PLA F.9 b
-Oinochoe de cuerpo globular-; CuADlV.DO F.29).
Este perfil es el que más se acerca al modelo ático. Variante poco documentada, se encuentra, sobre todo, en
yacimientos del s. IV a.C.
Subtipo 2: De boca circular u Olpe (AltAN.EGut-PLA F.9 e 1
y 9 d -Oinochoes de boca circular con cuerpo cilíndrico y con perfil piriforme-; NowSTROM
FF.23 -Oenochoe con boca circular)
Forma menos frecuente que el anterior subtipo, se
caracteriza por su amplia boca circular. Thdos los
ejemplares conocidos tienen perm de tendencia globular.
Las dos variantes diferenciadas son de cronología
similar: Ibérico Pleno con perduraciones en el Iberorromano.
J&riante 1: Con labio saliente (Ros SALA F.-T. VI b y
xm b).
fáriante 2: Con labio uclo.
Tipo 3: Jarra (CuADRADO F.30; NollDSTJlOM, FFJ
Subtipo 1: Con boca trilobultuúl u Oinochoe (Ros SALA
F.-T. XIII a; VAQ.UEIUZO, l..Xlli)
Cuando llevan decoración pintada, pueden presentar los llamados «ojos prortlácticos» (NoRDSTI\OM,
1973: 211), que aparecen también en el cerámica púnica (CJNTAS, !950: lám. Xill, 170 y 171). Teniendo en
cuenta el peñtl, se distinguen las siguientes variantes:
lizrianlt 1: Cilfndrico (ARANEGUI-Pt.A F.9 c2
-Oinochoc con boca trilobulada; CuADRADO F.27;
NoRDSTllOM FF. 11 - Oenochoe con boca trilobulada).
Abarca, básicamente, el Ibérico Pleno y es abundante,
sobre todo, en yacimientos de finales del s. III a.C.
Siempre están decorados.
VarúJnle 2: Trtmcotónicc (ARANEOUT-PLA F.9 a, e y r
-Oinochoes de cuerpo bitroncocónico, perfil quebrado de tendencia cillndrica y de tendencia romboidal-;
NoRnSTROM FF.ll -Oinochoe de perfil bitroncocóni·
co-). Esta variante puede tener el di.á metro máximo
en el tercio superior o en el inedio, pudiéndose considerar también como bitroncocónico. Siempre están de132
-Oinochoe de boca trilobulada, troncoc6nico
invertido)
Recipiente profundo con cuello indicado, no tan
cerrado como el jarro (I.A. 80-50)¡ boca trilobulada o
circular; con un asa, generalmente, sobreelevada y sin
decoración. Se trata de un tipo poco numeroso, de per·
ftles y tamaños lo suficientemente variados como para
impedir una clasificación por subtipos.
Los ejemplares con asa sobreelevada apuntan dos
posibilidades de uso: poderlo sumergir cómodamente
en un recipiente mayor y guardarlo colgado o relacionado con activjdades cultuales (Bo~ET, MATA y GutJUN..
1990: 191).
La cronología de los ejemplares conocidos abarca
todo el Ibérico Pleno.
Tipo 4: Callciforme
Recipiente abierto, de profundidad media (I.P. entre 50 y 100, con escasas excepciones sobrepasan el ín-
[page-n-143]
LA CERÁMICA mÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
dice 100); caracterizado por un cuello destacado separado del cuerpo, de tendencia globular; el labio más común es el saliente, aunque también se documentan
otras variantes (moldurado, triangular, ala plana); diámetro de boca igual o ligeramente superior al de la
panza; puede llevar pie diferenciado (anular o alto) o,
en contadas ocasiones, no llevar pie; no suele estar decorado, aunque se conocen algunos con decoración
pintada, e incluso, impresa y aplicada (BRONCANO y
BLÁNQ.OU, 1985: 279; MAn, 1991: fig. 15, 1, 4, 7-9, U,
16 y 17).
De acuerdo con el perfil del cuerpo, se pueden distinguir tres subtipos:
Subtipo 1: Cuerpo Globular ( ARAmoUJ-PLA F.8
-Caliciforme con pie anular-; CuADllADO F.
11; NoRDsnOM, FF.9 b - Krateriskos sin
asas- y FF. 10 -Bol con borde saliente-;
PEJWRA S1ESO 12 A; R os SALA F.-T. IV y V; V"·
Q.UUIZO
l.ill).
Se clasifican aquí los vasos conocidos, tradicionalmente, como caliciformes; se caracterizan por un cuello cilfndrico separado claramente del cuerpo por un
hombro redondeado, bien marcado. Los tamaños so.n
variados, desde 5 a casi 20 cms. de diámetro de boca.
En numerosas ocasiones, se ha venido considerando a
este Subtipo como una imitación de recipientes met.álicos (AV8Ll.Á y RooRlcuu R us, 1986: lám. II), de vajilla
de barniz negro ática (PAca, 1984: 142-lH} o, incluso,
de ..vasos 1 chardon•; pero, por su amplia representación en el repertorio ibérico se clasifica aquf y no en
el Grupo VI.
Aparecen en el Ibérico Antiguo y perduran hasta
época Lberorromana.
J.iarian/4 1: Grande. El diámetro de boca oscila entre
los 10 y 20 cms., sobrepasando los 20 cm. con escasas
excepciones; suelen estar decorados y llevar pie alto.
Son comunes en el s. DI a.C., aunque también existen
en otras épocas.
VariaiiU 2: Pequeño. Son los más abundantes. Su tamaño oscila entre 5 y 10 cm . de diámetro; pie anillado,
aunque no faltan con pie alto y base cóncava; cuando
llevan deco ración, ésta puede ser aplicada, impresa o
pintada, pero es bastante habitual encontrarlos sin ningún tipo de decoración, dominando los tonos de pasta
oscura, tal vez en relación con los modelos metálicos.
Se encuentran desde el s. VI a.O.
Subtipo 2: Perfil en S (CUADRADO F.11 e y F.22)
Se caracterizan por no tener el cuello tan desarrollado como en el subtipo anterior y su ruptura con el
~uerpo no es tan clara. Son escasos y de amplia crono-
logía. El actual registro no permite una división en variantes como en el Subtipo 1.
Suhtipo 3: Ca.refii:UÚJ (CvADRAOO F.23)
Cuello destacado, separado del cuerpo por una
fuerte inflexión en ángulo o carena. Como en el caso
anterior, el registro actual no permite una subdivisión
en variantes.
Conocidos en la bibliografia francesa como •Gobelets gris carénés» (Gut.Y, j uLLY, Souall, 1967), parecen propios de un Horizonte Ibérico Antiguo (MAATI
BoNAFt, 1990) aunque también, se conocen ejemplos
dentro del Ibérico Pleno.
Tipo 5:
~•o «a
cbardon» ( BBLtN y PEllEIRA SLE-
so, 1985: Tipo II.2.B.a.l.; jULLv, 1975: 31-36,
Grupo A II-1; SOUER, 1976-1978: 245, Grupo IV-1; PEUDlA SIESO 2A).
Vaso de tamaño mediano, profundo; diámetro de
la boca igual o mayor al de la panza; cuello destacado
de tendencia cilíndrica, con una altura mayor que la
del cuerpo; sin asas; ruelen estar decorados; pueden
llevar pie o tener la base cóncava.
Recipiente que imita formas fenicias y, por lo tanto, propio de un Horizonte Ibérico Antiguo, aunque
pueden existir formas evolucionadas durante el Ibérico
Pleno.
Tipo 6: Copa (CuADRADO F. 24 y 25; PE.B.ErRA SLEso 15)
Recipiente abierto de profundidad media, cuya ca racterística esencial es poseer un pie destacado. Peñlles
variados, con o sin decoración. No suelen llevar asas.
Pieza poco abundante en el repertorio ibérico,
pues su posible función era desempeñada por los caliciformes (T ipo A ill.-l.), copas de importación y sus
imitaciones (Grupo VI).
Se conocen ejemplares del lb~rico Pleno.
Tipo 7: la..ea (NoRDn-ROM FF.29 -Gran taza
tipo •pot de chambre»-; R os SALJ>. F.-T .XI y
XVIII)
Recipiente abierto, con una o dos asas, de profundidad media; con decoración o sin ella.
Tipo poco frecuente eo el repertorio ibúico, con
lo que es imposible intentar una clasificación más detallada por el momento, así como una aproximación cronológica fiable.
133
[page-n-144]
C. MATA PARR.EÑO Y R. llONET ROSADO
Tipo 8: Plato (Pt:RJURA SrESO 17)
Recipiente abierto y plano (l. P. entre 10 y 50); casi
siempre lleva decoración interior y/o exterior, &obre
todo, en el Ibérico Pleno¡ el pie puede ser indicado,
anillado o alto.
De acuerdo con el borde, se distinguen los &iguientes subtipos.
Subtipo 1: Con borde exvasado (AAANEGI.TJ·PLA F.lO e y
f -Platos de borde exvasado y hondos-; BsLtN y PERRJRA S1sso, 1985: Tipo I.1.A.1.1.; CoA·
oRA.Oo FF.Pl, P2, P4, Pll y Pl2; GomALBz PuTS
B-1 y 5, D-1 y 3 y E-1, 2 y 5; J uLLY, 1975:
29-31, F.A.1.2.; NoROSTR.OM FF.7 -Escudilla
con borde convexo- y FF.19 -Plato-; So.
uu., 1976-1978: 246, Grupo VI, F.l; VAQ.uuuzo
3.I.B/D, 3.VI. y 3.VII.
Su perftl puede variar de acuerdo con el borde,
que adoptará diversas formas: abombado, ala, pendiente, sin diferenciar.
Su cronología abarca toda la Cultura Ibérica y se
puede precisar combinando los siguientes atributos y
sus variables: borde/base/decoración. Una característica habitual, sobre todo en los platos grandes del Ibhico Pleno, es llevar en el borde, y mú raramente en el
pie, dos orificios hechos antes de la cocción, lo que pa·
rece indicar que se guardaban colgados.
Se pueden diferenciar varios tamaños:
W!n4nte 1:
W!rianú 2: PtqutfW. Diámetro de la boca entre 9 y
15 cm.
Subtipo 2: Con horde rtenl.f'ante o Pátna (ARAmcUI-PLA
F.lO.b - Platos de borde reentrante grandes-;
CuADRADO F.P.5.a, e y e, P7, P8 y PH; GoNZ.(.
LEZ
PMTS
Tipo D-2; NoRosTROM FF.7
-Escudilla- y FF 34 -Salero-; PsR&RA Sm.
so 16B; V AQI12RJZO 3.1V.)
Se han considerado imitaciones de la vajilla de
barniz negro (PAoB, 1984: 103-108 y 117-123), sin em·
bargo existen recipientes semejantes con decoración
pintada, barniz rojo o cerámica gris desde el 700 a.C.
o antes (Pswcu, 1969: 4 y 8, figs. 1, 869 y 2, 870¡
ScKVBART, NI..Bl\I..BYE.R y PBLUC!Jl, 1969: 95, 121, 122 y
1+6, láms. 1, 869, IV, 870 y Xlll), con lo que debe considerarse esta doble corriente de influencias a la hora
de valorar dicho tipo. En cualquier caso, son formas
muy imitadas desde antiguo y su asimilación al repertorio ibérico es completa. Pueden llevar decoración,
134
generalmente muy sencilla, o no llevarla. Aparecen
desde el Ibérico Antiguo hasta época lberorromana,
con pocas varjables.
Como en los platos de borde e.xvasado, se pueden
distinguir dos tamaños.
Variante 1: Grand8.
Varianle 2: PequtfW.
Subtipo 3: Con borde sin dijmn&iar o Escudilla
(ARANBcm-PLA F.lO a - Platos de borde
recto-; CUADRADO F.P.3 .; GoNZÁLEZ PRATS B-4,
C-4, D-1 y E-4).
Pueden llevar decoración o no. De acuerdo con el
registro arqueológico no se pueden hacer subdivisiones
en cuanto al tamaño, pues el diámetro de boca oscila
entre 12 y 20 cm., con escasos ejemplares mayores¡ en
cambio sí que existen variantes relacionadas con el
peñtl:
Mzn4nú 1: En ta.sqiUú (Ros SALA F.- .IX¡ V AQ.OI!lW.O
T
3.11. y 3.III.). Paredes ligeramente convexas. Es la variante con difusión cronológica más amplia.
W!rianú 2: Carmadc (Ros SALA F..!T.X; V AQ.UBRtzo
3.III.A.). Suave ruptura del perfll cerca del borde. Se
conocen pocos ejemplares y casi todos fechados en el
Ibérico Pleno.
Varianú 3: Trtmlo&ónico (VAQ.ITIIJUZO, 3.1.A. y 3.Ill.).
Paredes rectas, divergentes. Se conocen algunos ejemplares fechados en el Ibérico Antiguo, con escasas perduraciones.
Tipo 9: Cuenco (ARAN20Ut·Pt.A F.lO g - Boles o
cuencos-; CuADRAPO F.P.5 .d; PERBIRA StBSO
16.C.Ill.)
Recipiente de tamaño mediano cuyo l.P. es mayor
de 50 y ninguno de los conocidos hasta ahora sobrepa·
sa el Cndice 75; su borde suele ser sin diferenciar y el
perfil es de tendencia hemiesférica o troncocónica.
Existen pocos ejemplares y casi todos ellos de época Ibérica Plena avanzada o del Ibérico Final.
GRUPO IV
Recipientes de formas muy diversas caracterizados, básicamente, por su pequeño tamaño ( < 10 cm.),
por lo que también se conocen con el nombre de microvasos. De fonna excepcional, pueden incluirse vasijas
algo mayores que, por su forma y posible funcionalidad, se asimilen a este Grupo.
Funcionalmente, se trata de un conjunto relacionado con actividades de aseo personal, religiosas o funerarias (perfumes, ungüentos, colorantes, libaciones,
[page-n-145]
LA CERÁMICA lB~RICA: ENSAYO DE T IPOLOGÍA
etc.), servicio de mesa (pequeños recipientes para sal
u otras especias), juguetes o exvotos.
~rico
Tipo 1: Botellita (PER.E1RA Smso 13)
Subtipo 1: Globular (ALMAGRO
Recipiente profundo (l. P.> 100, y cerrado, sin
asas¡ pueden llevar decoraci6n o no. Como las botellas
(Tipo A ffi.l.), presentan formas poco estandarizadas.
Por el momento, no se conoce este tipo en el Ibérico Antiguo.
Se distinguen dos subtipos:
Subtipo 2: Fusi..frm'M (AL.'MGRO BASCH FF. 18· 35 y 35-4-0;
Suhtipo 1: Perfil d4
tt~ia
Los dos subtipos diferenciados son propios del
Pleno.
BASC H FF. 1-7;
ARANtGut-PLA F.26a -Ungüentarios bajos y
panzudos-; ÜUADRA.DO Grupo A).
AAAN.I!GUJ-PLA F.26b -Ungüentarios fusiformes-¡
Grupo B).
CUADRADO
Tipo 3: Copita (Alv.N.Eou•-Pv. F.7 e y d -Copas y
platos de pie alto-¡ CuAoRAOO FF. 36-38, 50-52 y
P 15¡ VAQ.uuno 3.V.)
giJJhui4T.
Se incluyen en este subtipo los peñl.les piriformes
y ovoides.
~nante I : Con (Ut/Jo óesta&alitJ (VAQ.I12~ t.VIII.B).
Se caracteriza por tener un cuello más o menos destacado, bien por ser alto y estrecho, bien por tener una
boca amplia.
~TÜJnú 2: Con «Ullo indicado (CuADRADO F.19.b,
F.20.a.3, b, el, c2, c3 y d, F.34; NotwSTROM FF.16
-Aryballos-). Se caracteriza por tener un cuello simplemente indicado y labio saliente.
Recipientes abiertos, con un diámetro de boca menor de 8 cm.¡ labio sin diferenciar o ligeramente saliente¡ su característica esencial es tener un pie alto o destacado; no suelen tener asas ni decoración.
Sus variados perfiles hacen difícil una clasificaci6n, aunque podr(an agruparse as(: hemiesféricos, en
casquete y carenados.
Los primeros ejemplares se fechan ya en el Ibérico
Antiguo.
Subtipo 2: Perfil quebrado (AAANEOUJ-PLA F.7
Tipo 4: Cubilete (CuAORADO FF.26, 4-1, 44 y 57;
V AQ.UERIZO l.IV.)
a y e
-Pequ eñas vasijas bitroncoc6nicas y pequeñas
botellas- y F.6 .b -Vasos de perftl quebrado
con pie anular-; C uADRADO F.12 . d, F.l9 a y e,
F.20 a 1, a 2 y C 4, F.21, F.32, F.33, F.42 y F.45;
NowSTRoM FF.16 -Aryballos-, FF.30 -Vaso
c ilíndrico troncoc6nico d el tipo bote de farmacia o albarello-).
Se incluyen en este Subtipo todas aquellas botellitas que tengan un hombro más o menos marcado y, por
lo tanto, el galbo es de tendencia cilíndrica o troncocónica. Pueden recogerse las mismas variantes que en el
Subtipo anterior.
Varüznte 1: Con eu.tllo ties14eado.
Ulriante 2: Con crullo
~.
Tipo 2: Ungüentario
Recipiente profundo y cerrado con cuello destacado y pie macizo, más o menos alto. Puede llevar una
sencilla decoración pintada.
En 1953, fueron objeto de una primera clasificaci6n
por parte de Almagro Basch (1953: 396-397), simplificada más adelante por Cuadrado (1977-1978: 38~4), y en
la cual se basa esta clasificación atendiendo a los tipo$ que
pueden ser considerados propiamente ib~ricos.
Recipientes profundos y abiertos, con labio salien·
te y cuello indicado¡ suelen tener base c6ncava o plana¡
pueden llevar decoración o no. No son muy abundantes y parecen propios del lb~rico Pleno.
Tipo 5: Diveno1
Se recogen aquí recipientes poco abundantes o de
difícil clasificación, como por ejemplo:
Suhtipo 1: Vaso Geminado (CoADRA.DO F.43).
Recipiente formado por dos pequeños vasitos de
tendencia globular y labio saliente, con un asa vertical
entre ambos.
Suhtipo 2: Tarriw (CuADRADO F.46)
Recipiente de profundidad media (I.P. 50-100); altura inferior a 4 cms.¡ abierto, labio saliente y cuello
indicado; base indicada o pie anillado¡ perfu de ten·
dencia globular o carenado¡ sin asas, y generalmente,
sin decoración.
135
[page-n-146]
C. MATA PARREÑO Y H. BONRT ROSADO
Suhtipo 3: Miniaturas
Subtipo 4: Con pQTTU) cónico
Se trata de piezas de pequeño tamaño que reproducen bastante fielmente un recipiente bien definido
en grupos anteriores: jarro de boca trilobulada
(Tipo A lll.2.1.), kalathos (Tipo A II.7.), ánfora
(Tipo A 1.1.2.), etc.
Este grupo de la tipología incluye una serie de piezas cerámicas consideradas o bien como auxiliares de
los recipientes vistos en los grupos anteriores, o bien
relacionadas directamente con tareas dom~sticas y artesanales d iversas.
Tapadera
Suhtipo 5: Con asa en el p01111J
Suelen pertenecer a grandes recipientes y su perfil
es troncoc6nico.
GRUPO V
Tipo 1:
Suelen corresponder a urnas de oz:ejetas (Tipo
A 11.4.1.).
(AB.AN&out-PL.-.
F.15
b
Tipo 2: Soporte
Se trata de objetos de tendencia cilíndrica, abiertos por los extremos; algunos pueden llevar una sencilla decoración a base de bandas y filetes pintados.
Su funci6n es la de dar estabilidad a recipientes
cuya base es muy estrecha o inexistente.
-Tapaderas diversas-)
Subtipo 1: Tubular
Piezas con perfil de tendencia hemie.sférica o troncoc6nica con un asidero o pomo en Ja parte superior,
que puede est.a r perforado. Pueden llevar decoración
pintada o no.
Están destinadas a cubrir algunos recipientes y
as(, preservar su contenido. Aunque todas ellas pueden
tapar cualquier vasija, incluso de cocina, hay algunas
realizadas expresamente: tapaderas para recipientes de
cierre hermético (Tipo A 1.4. 6 A 11.4.) o las de gran
tamaño y perfil bitroncoc6nico para las tinajas con
hombro (Tipo A 1.2.1.).
Su cronolog(a viene dada por el tipo de recipiente
que tapan. Se distinguen los siguientes subtipos:
Suelen ser de grandes dimensiones (altura > 20
cm.). Existen dos variantes básicas:
·
Wzrüznte 1: OúadJJ (ARANEOm-PLA FJ4a) -Soportes
de vasijas altos y calados- ). Los escasos ejemplares conocidos pertenecen al Ibérico Pleno.
Varüznte 2: Cilúulri&o (VAQUERJZO 4.1.0.). Son más
comunes que los anteriores y de cronología similar. En
esta variante se han incluido, tradicionalmente, las piezas que aquí se han clasificado como colmenas
(Tipo A V.3.).
Subtipo 1: Con pQTTU) discoúlaJ. (PeRRIRA SrESO 14 A.)
Subtipo 2: M oldurado (ARANBGm-PLA F.H b
-Soportes de vasijas bic6nicos-; V AQ.trEJUzo
4-.I.A. y B).
El pomo puede estar perforado o no. Cuando son
de gran tamaño pueden corresponder a tinajas con
hombro (Tipo A 1.2.1.).
Es· el subtipo más común, fechado en el Ibérico
Pleno.
Suhtípo 2: Con /JQTTU) anilltuk (CUADilAOO F.P 16)
Subtipo 3: Anular (GoNzALEz
el Ibérico Antiguo.
(PER.EIRA
Saso 14 B)
Puede estar perforado o no y, generalmente, no
llevan decoración.
136
B-18).
De perfil simple, macizo o h ueco, aparece ya en
Son las más comunes.
Suhtipo 3: Con pQTTU) macizo
P~TS
Suhtipo 4: De ctJTTete (GoNúuz PRATS B-17).
Formado por dos troncos de cono unidos por el
vértice. Propio del Ibérico Antiguo, pero se conoce algún ejemplar del Horizonte Pleno.
[page-n-147]
LA CERÁMICA IBÉRICA: ENSAYO DE TI POLOGÍA
Suhtipo 5: Semilunar.
Son piezas macizas de forma semilunar y sección
triangular, poco conocidos, y por lo tanto, de cronología imprecisa.
Tipo 3: Colmena
Son piezaa cilfndricaa de gran tamaño (altura
sin decoración y con la superficie interior
estriada.
Tradicionalmente se han identificado como soportes, pero el estriado interior les confiere una especificidad que hace pensar en un uso diferente. Piezas cerámicas similares se utilizaban y utilizan como colmenas
en el Ática OoNES, GRABAM y SACIU!TT, 1973: 397-4-13,
pi. 79 d, BOa y 85); también en Mallorca y Andalucía
existen ejemplos semejantes con la misma funcionalidad (MA!m11 MOAALES, 1981: 57, fig. 97; RosSIILLÓ Bot.DCN, 1966: 34 y 74-, sala VI). En el País Valenciano se
encuentran, con la misma forma, pero de corcho, esparto o madera (GRECORt, Cucó, Lr.oP y CAB
URA,
1985: 56-59). Las colmenas de cerámica, dispuestas horizontalmente sobre el suelo y apiladas, se tapaban con
tapones de corcho.
Es un tipo de amplia difusión en todos los yacimientos del Ib&ico Pleno e iberorromanos del Camp
de Túria (Valencia).
> 20 cms. ),
sos, pueden llevar decoración incisa o impresa. Los tamaños oscilan entre los 5 y 15 cm. de altura.
Ya en 19~5, BaJJester a puntó su posible uso ~mo
machacador para la molturación de alimentos y otros
productos artesanales e inició su estudio tipológico. Recientemente, Lillo (1981: 395-396) ha puesto en duda
su carácter funcional al relacionarlas con figurillas de
diosas. Sin pretender entrar en la polémica de la funcionalidad, creemos que no se puede negar el uso evidente como machacadores de alguna de estas piezas
q ue viene avalado tanto por la aparición de piedrecillas
en la base, como por señales de uso en la misma. Por
otro lado, sus formas son bastante homogéneas y suelen carecer de decoración, lo que parece apuntar hacia
un uso más cotidiano, algo que tambi6n se confirma
con al aplicación de técnicas microespaciales (BEMA·
uv, BoNET, GutRIN y MATA, 1986: 330, factor 3). Son
más abundantes que los morteros (Tipo A V.4.).
Subtipo 1: Atoda.da.
Se caracterizan por tener la parte superior acoda·
da y adelgazada. En ocasiones, la decoración de estas
piezas consiste en una corta incisión longitudinal en el
extremo que, junto al orificio de suspensión, le da un
aspecto zoomorfo.
Aparecen desde el Ibérico Antiguo.
Suhtipo 2: Con dos Apéndices.
Tipo 4: Mortero
Recipiente plano y abierto, labio diferenciado y
base, generalmente, anillada; Ueva el fondo interno re·
forzado con piedrecillas incrustadas y/o estrfas hechas
al torno. Tipo de gran amplitud cronológica, pero esca·
samente documentado en cerámica; aunque podrían
existir morteros de piedra (Puntal dels Llops, inédito)
o madera.
Su función como recipiente para moler está fuera
de toda duda, ya sean alimentos u otros productos destinados a actividades artesanales o rituales (pigmentos,
desgrasante, hierbas, etc.). La aparición de morteros
con pitorro vertedor los pone en relación con algún
tipo de preparado líquido o semiHquido.
Tipo 5: Mano de Mortero
Pieza maciza de arcilla; sección circular o poligonal, con la base má& amplia y achatada; cerca del extremo superior puede haber una perforación que permite tenerla colgada; en algunos casos, el vástago
central se divide en dos brazos; la base puede llevar
piedrecillas incrustadas o líneas incisas. En algunos ca-
Se caracterizan por los dos apéndices que se separan del vástago central en forma de cruz. Como en el
caso anterior, los apéndices pueden adoptar, en funci6n de su decoración, aspecto zoomorfo. Son abundantes, sobre todo, las variantes 1 y 2. Se distinguen
tres variantes.
Varianle 1: Con aphulias ccriiJs.
Varianle 2: Con aphulias largos.
Varianle 3: Con aphulias astfformes. Los apéndices,
originalmente largos, se enrollan en forma de asta. No
son muy abundantes.
Suhtipo 3: De tres Apéndices Rad.iaks.
Se caracterizan porque los tres apéndices adoptan
una posición radial; en este caao, el orificio de suspensión, cuando lo hay, está en el centro.
Son abundantes en el Ibérico Pleno, aunque apa·
recen ya en el Horizonte Antiguo.
137
[page-n-148]
C. MATA PARltEÑO Y H . BONET ROSADO
Tipo 6: Diversos
Suhtipo 6: Colt:uiDr.
Al igual que en el g,rupo funcional anterior, se in- .
cluyen en este Tipo una serie de objetos escasamente
documentados o de dificil clasificación. Tales como:
Objeto abierto por los dos extremos, uno de los
cuales ha sido totalmente perforado antes de la
cocción.
Suhtipo 1: EmhudtJ.
Suhti'po 7: Lut:fflUJ..
Objeto hueco de forma cónica y rematado por un
apéndice estrecho más o menos largo.
Su utilización más común es la de trasvasar líquidos, pero existen algunos relacionados con la apicultura (MoUNA G.ucfA, 1989).
Recipiente abierto y plano, con un pico vertedor.
Podrían ser lucernas debido a su pequeño tamaño
y presentar zonas quemadas.
Suhtipo 8: Br"berón.
Suhtipo 2: Morillb .
Pieza en forma de prisma triangular con el vértice,
e.n general, dentado; puede llevar decoración incisa o
impresa.
Se le supone una función relacionada con el hogar
(MAwo.uu, 1963: 29 y 32; 1983), aunque, r ecientemente, ha sido puesto en duda su cará.c ter utilitario
dada la escasez de su hallazgo en las viviendas (RUJz
ZAJ>A111RO, 1981: 61-62).
Se encuentran pocos en época ibérica.
Recipiente pequeño o mediano, con boca estrecha,
caracterizado por la presencia de un pitorro estrecho
y alargado. Semejante a la F.8131 bl de More] y a algunas formas del repertorio pú.nico (CrNTAs, 1950: lám.
LXIV, 40).
Suhtipo 9: Diábolo.
Pieza formada por dos conos o páteras unidos/as
por los vénices/bases, de utilidad desconocida.
Suhtípo 3: Tejuew.
Tipo 7: Pondos
Piezas diseoidales hechas con fragmentos de cerámica recortados intencionadamente, en algunos casos
perforadas. Se encue.n tran sueltas o formando series,
con el diámetro en disminución, en casi todos los yacimientos ibéricos desde época antigua.
Se les ha supuesto múltiples usos (CAST'RO CuiUIL1
1978).
Con ellas se podrlan relacionar algunas bases de
barniz negro o figuras rojas recortadas, también, intencionadamente.
Los pondera son objetos macizos de arcilla, más
raramente de piedra, con uno o dos orificios de suspensión, secados al sol, aunque también los hay cocidos;
algunos pueden llevar decoración impresa o incisa.
Considerados, tradicionalmente, cQmo pesas de
telar hasta que, recientemente, ha sido puesta en duda
dicha funcionalidad, pero sin que exista un alternativa
válida (CASTRO, CvuL, 1978: 188; 1983-1984: 96;
1985a: 138-140; 1985b¡ 1986: 184). En cualquier caso,
se tratar{a de contrapesos y no debe perderse de vista
la posibilidad de su cadcter m~tifuncional , dato que
parece eonfll'II)arse cuando se tiene la posibilidad de
analizar un asentamiento completamente excavado
(BER.NABEu, BoNn, Gvtlu:N y M.w., 1986: 331-332).
A grandes rasgos y siguiendo, en parte, la clasificación hecha por Fatás (1967), se pueden diferenciar
los siguientes subtipos.
Suhtipo 4: Cazo.
Recipiente hemiesférico con un mango largo.
Suhtipo 5: Caja.
Suhtipo 1: 1Joncopiramidal.
Conocida también como pyxis, tiene forma paralelepipédica y lleva tapadera; suele llevar cuatro pequeños pies en los extremos y estar decorada.
138
La cara superior es más pequeña que la inferior.
Puede llevar dos orificios en la cara mayor.
Son abundantes desde el Ibérico Antiguo.
[page-n-149]
LA CERÁMICA lBÉRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
Subtipo 2: Cuadrangular.
Las caru inferior y superior son cuadrados del
mismo tamaño. Son tambi~n abundantes.
VCU"Íaaúe 3: CilfndriuJ.
VCU"Íaaúe 4: TroncoeÓf'lw.
VCU"Íaaúe 5: Bilron&oc6nica. Es la que más variables
admite, pues los troncos de cono pueden unirse de diferentes formas y combinar tambi~n tamaños distintos.
VaritJnte 6: Motdl.lradtJ.
Subtipo 3: Paralelepipldico.
Las caras inferior y superior son rectángulos del
mismo tamaño. Puede presentar la perforación de suspensión tanto en el lateral ancho como en el estrecho,
aunque son más abundantes los primeros que Jos segundos.
Subtipo 4: Discoidal.
Parece estar relacionado con yacimientos de cronología antigua pero también aparecen algunos en el
Ibérico Pleno.
Subtipo 2: Fusayolo. con ca!Jeza.
Se caracteriza por tener una pequeña esfera en
uno de los extremos, protegi6ndolo de posibles golpes.
Wlriante 1: fWrúcljo.Ja.
VaritJnte 2: Tron&ocóni&a.
VdritJnte 3: Bitron&ocóni&a. Su variabilidad es grande
por lu mismas razones que las bitroncoc6nicas a~fa
las (A V.8.1.5.).
Variante 4: MDlduradtJ .
GRUPO VI
Subtipo 5: Piramidal o Cdnico.
De sección circular o cuadrangular, se caracteriza
por tener el extremo superior apuntado. No son muy
abundantes.
Tipo 8: Fusayola
Pequeños objetos de arcilla con perforación longitudinal utilizados para equilibrar el huso, función exclusiva que también empieza a ser puesta en duda
(BuRILLO y ot Sus, 1986: 232). Pueden adoptar multitud de formas y decoraciones, sin que tanta variedad
tenga, por el momento, significado cronológico.
Se recogen dentro de la C lase A, aunque recientemente se han encontrado algunu fusayolas hechas de
cerámica tosca, lo que a la larga provocará su inclusión
también en esta última clase cerámica.
Una primera clasificación de las fusayolas del Tossal de Sant Miquel fue hecha, en 1952, por Vidal y L6pez; tema que no fue retomado haata 1980 por Castro
Curel. Siguiendo a ambos autores, se han distinguido
los siguientes subtipos y variantes, independientemente de La multiplicidad de variables que cada uno puede
adoptar:
En este grupo se recogen piezas que imitan más
o menos fielmente otras procedentes de diferentes ámbitos extrapeninsulares. Aquí no se siguen los criterios
de clasificación por tipos y subtipos pues todas las piezas se pueden identificar con laa formas elaboradas en
sus respectivas tipologías. El número de imitaciones es
muy variado por lo que no se recogerán aquí todas las
posibilidades sino que se citarán algunas de las formas
más imitadas, remitiendo al lector a los repertorios publicados recientemente (PAOs, 1984; BoNllT y MATA,
1988).
Se trata de imitaciones relacionadas, ante todo,
con el servicio de mesa por lo que habrá que contar
con ellas a la hora de completar la vajilla ib~rica.
Se incluyen sólo las imitaciones de cerámicas de
barniz negro, ante la dificultad, en el estado actual de
la cuestión, para discernir con seguridad entre productos semitas importados, locales y sus imitaciones. Así,
dentro del mundo griego se imitan los Kylikes,
Skyphoi, Kantharoi, Phialai, Cráteras y platos de diversos tipos; del mundo itálico las cerámicas campanienses; y del ámbito púnico, los vasos plásticos y
kernoi.
Por razones prácticas y de homogeneidad, se ha
mantenido la denominación por tipos y subtipos, cuya
denominación corresponderá a los repertorios de las
piezas originales.
Subtipo 1: Acl.foia
Tipo 1: Kylú (ARANEGua-PLA F.llb -Copas de
Son las más extendidas en todas sus variantes desde el IMrico Antiguo.
VdritJnte 1: &flri&a.
pie bajo imitando el Kylix ático-)
Pieza bastante común, con y sin decoración.
VaritJnte 2: DiscoúW.
139
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C. MATA P
ARREÑO Y H . BONET ROSADO
Tipo 2: Kyli:r-Slcyp.boa (AR.w.scor-P u F.11a
-Copas de pie bajo hondas-; C uADRADO
F.40)
glia, las formas 5, 6, 22, 23, 28, 36 y 63. Todos ellos
pu eden aparecer sin decoración o llevarla p intada o
impresa.
Copa abundante en el repertorio ibérko; con decoración o sin ella.
Tipo 7: l-áso plástico
Tipo 3: Skyp.boa y Slcyp.boide
Vasijas de pequeño tamaño relacionadas con las
producciones púnicas de barniz negro. Las imitaciones
más abundantes son los kemoi, gutti en forma de pie
y palomas.
El Skyphos no es una pieza muy imitada, pero en
cambio es más común la que se ha denominado
Skyphoide. Se trata de un recipiente abierto; de profundidad media (entre 70 y 100 de I.P., con raras excepciones); perfil en S, cuya característica indispensable es tener un asa horizontal ondulada, sobre el
hombro; siempre decorado; la base puede ser cóncava,
anillada o destacada; suele medir entre 7 y 12 cm. de
diámetro de boca, pero se conocen ejemplares algo mayores, pero siempre inferiores a los 20 cm. Parece tratarse de una imitación tardía de los Skyphoi, pues son
típicos de u na segunda fase del Ibérico Pleno.
Tipo 4: Kant.baroa y KrateriskosiKJUJ.tlaroide
(A RANEGl11-PLA F.13 -Cántaros-)
Forma poco imitada pero se puede encontrar tanto
en la variante con cuerpo gallonado como liso.
Se incluye aqu{ una forma de cronología tardía
m uy común en el valle del Ebro: cuello estrangulado
y dos asas que parten del labio.
Tipo 5: Crátera (A ilANEOuJ-PLA F.12 -Cráteras-; CUADRADO F.16, 17 y 55; PBRlltRA SrBSO 9A
y B; VAQ_t1&1UZO l.VI.B. y l.X.)
Las cráteras son formas imitadas, ante todo, en
Andalucía y Murcia. Casi siempre presentan decoración pintada. En mayor o menor medida, los iberos copian todos los subtipos de cráteras existe.otes: de cáliz,
campana, columnas y volutas. Las imitaciones p ueden
ser fieles o libres, manteniendo en éste último supuesto
los elementos más característicos del original (asas o
galbo).
Tipo 8: Otra!l imitacio.nes
Se clasifican aquí las piezas de pequeño tamaño
y formas diversas diffciles de agrupar bajo los ep(grafes
anteriores y que constituyen, en muchos casos, imitaciones casi únicas.
E ntre ellas podemos citar las formas de Lamboglia
1/8, 2, 3 y 45; la copa forma 68 de M orel, los gutti
(8180 More)) y las formas de More! 811~ b 1 y 9321 at
CLASE B: CERÁMICA TOSCA
Tipo 1: Olla (GoN7.ÁLl!Z PRATS T ipo I -Orza globular con cuello estrangulado y borde vuelto- y
tipo V -Escudilla-)
Recipientes con u.n LP. entr e 70 y 130; con cuello
indicado y labio saliente; sin asas y, generalmente, sin
pie diferenciado - plano, cóncavo o indicado-; peñl.l
de tendencia globular. Decoración escasa y estandarizada: Uneas incisas y baquetones en la base del cuéllo;
a veces, en los ejemplares más antiguos, cordones lisos,
incisos o impresos (B.ALLBSTER, 1947; CuADRADo, 1952).
Los primeros ejemplares aparecen en el s. VI a.C.,
conviviendo con la cerámica tosca hecha a mano, y
perduran hasta época Iberorromana. En algunas regiones (Cataluña y valle del Ebro), la cerámica tosca con~
tinuó haciéndose a mano !lasta su sustitución por la cerámica común romana.
De acu erdo con el tamaño, p odemos considerar
dos subtipos:
Subtipo 1: Grande.
Tipo 6: Plato (ARAmom-Pu F.lOa -Platos de
pescado-; CuADR
ADO F.P 3 y 6; V AQ.tJERrzo
3.I.E.)
Bajo este epígrafe gen~rico se recogen todos los
platos, tanto áticos como campanien.ses, imitados fielmente por los alfareros ibéricos. Entre los más frecuentes se encuentran, siguiendo la clasificación de Lambo140
Mayores de 20 cms. de altuTa.
Subtipo 2: Mediana.
Inferiores a 20 eros. de altura.
[page-n-151]
LA CERÁMICA ffi~R!CA: ENSAYO DB TIPOLOOÍA
ca~uela (GONZÁLEZ PRATS Tipo IV
-Cazuela de paredes simples rectas o
reentrantes-¡ VAQ.UEJUZO 3.VIII.)
Tipo 2:
ejemplares, por su pequeño tamaño, presentan un I.P.
inferior a 100.
Recipiente plano (I.P. menor de 25), generalmente, con labio sin diferenciar y paredes venicales; base
aplanada; puede llevar asas horizontales o cualquier
otro elemento de prensión, así como pitorro vertedor;
oscilan entre 20 y 30 cm. de diámetro de boca.
Los ejemplares conocidos pertenecen al Ibérico
Pleno, sobre todo a la primera fase.
Suhtipo 2: Con boca cireular.
Tipo 3: Bra1ermo
Recipiente con perfLI de tendencia globular, cuya
característica indispensable es tener, en el cuerpo, una
serie de perforaciones geom~tricas, hechas antes de la
cocción; es abierto, con labio saliente; profundidad media (I.P. entre 80 y 100): generalmente, oon un asa y
pie alto o destacado; los tamaños oscilan entre 10 y 15
cm. de diámetro de boca.
Su fun ción parece que están relacionada con el
manteninüento y transporte de brasas encendidas, sin
que se pueda olvidar la posibilidad de asar algún alimento (CARNW> y RmoHDO, 1986: 20, 21, 27 y 29) o
mantenerlos calientes durante algún tiempo, puesto
que su boca abierta permite el reposo en ella de las
ollas.
Aunque no son abundantes, se encuentran presentes en gran número de yacimientos ibéricos. La cronología abarca el Ibérico Pleno, sobre todo, la segunda
fase.
Tipo~:
Jarra
Se pueden encontrar tanto con cuello indicado,
como con cuello estrecho.
Tipo 5: Botella
Recipiente prof11ndo (I.P. > 100) y cerrado; con
cuello estrecho, más o menos diferenciado; puede tener
la boca ancha o no; sin asas.
Las pocas piezas que se conocen se fechan en el
Ib~rico Pleno.
Tipo 6: Tapadera
Objeto de forma aproximadamente troncocónica y
asociado, básicamente, al Tipo B l . Carece de decoración.
Los subtipos diferenciados son:
Suhtipo 1: Con pomq discoidal.
Subtipo 2:
Qm
pomo anilliulo.
Al igual que las de cerámica fLDa (Tipo A V.1.2.)
pueden estar perforadas o no. Son las más abundantes.
Subtipo 3: Con pomq macizo.
Tipo 7: Diver101
Recipiente profundo (I.P. mayor de 100); cuello
más o menos estrecho, pero con boca ancha; perfil de
tendencia globular; un asa desde el labio hasta la
panza.
Los pocos ejemplares que se conocen están. fechados en el Ibérico Pleno. Por este mismo motivo no se
puede hacer una diferencia de tipos en base al I.A.
como se ha hecho en al cerámica fma (A Ill.2. y
A III.3.).
.Los paralelos conocidos de ambos subtipos apuntan hacia una cronología del s. m a.C. en adelante.
Se pueden distinguir dos subtipos en relación con
la forma de la boca:
Pequeño recipiente plano, hecho a mano o a tomo,
con o sin pico vertedor. Algunos ejemplares con el pico
vertedor quemado podrían ser lucernas.
Suhtipo 1: De boca trilobulada..
Suhtipo 2: Tazo..
Semejante al tipo A l1.2.1. -Jarro de boca
trilobulada-; suele tener el cuello est.recho. Algunos
Recipiente abierto y de profundidad media (LP.
entre 50 y 100), con un asa; boca circular.
Incluimos en este Tipo todas aquellas cerámicas
de cocina de las que se conocen pocos ejemplares y, por
tanto, diffciles de definir tipológica y funcionalmente.
Como por ejemplo:
Suhtipo 1: Ouenqu«ikJ 1 Escud.iJI4.
141
[page-n-152]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
Suhtipo 3: PlaW 1 Tapadera .
Pieza muy plana, con el labio engrosado.
Su funcionaJidad es diffcil de determinar. Algunos
ejemplares con perforación centraJ debieron ser tapaderas, aunque no se descarta la posibilidad de su utilización como soportes.
Suhtipo
~:
Tonel.
Semejante a los de cerámica Ílna (Tipo A 11.9.).
Subtipo 5: Cuhilete.
De características morfométricas semejantes a los
de la cerámica fina (Tipo A IVA·.), aunque los tamaños
suelen ser mayores.
Subtipo 6: &cipienl.e con resalte cerca de kz boca.
Se conoce un sólo ejemplar de grandes dimensiones que, además, presenta unas orejetas. Atributos ambos poco frecuentes entre la cerámic~ tosca.
Suhtipo 7: cÍn.fora.
La única diferencia formaJ que presenta con las
ánforas de cerámica fma (Tipo A [.1.2.), es la presencia de un pie indicado.
SuhJipo 8: Tobera
Pieza formada por dos tubos cónicos cuyo vértice
es común. Se utilizaba para permitir la entrada de aire
en los hornos
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145
[page-n-156]
LA CERÁMICA IBéRICA: ENSAYO DE TIPOLOGÍA
GRUPO!
CLASE A
TIPO 1: ANFORA
Subtipo l. 1.: Con hombro carenado
Subtipo l. 2.: Con hombro redondeado
•
6
4
1. 2. l .
Fig. L- J. Pri4 Ntgra; 2. Carambolo¡ 3. &nim411uf4;
146
l. 2. 3.
l. 2. 2.
~.
l. 2. 4.
Bastida; 5. PunJ4J rú SaliM.s; 6. Ampu.ri¡J.s; l &rrtta.
[page-n-157]
GRUPO!
CLASE A
TIPO 2: TINAJA
Subtipo 2. 1.: Con hombro
2. l. l.
2. l. 2.
2. l. 3.
Subtipo 2. 2.: Sin hombro
2. 2. l.
2. 2. 2.
F1 2. - 1. El &laig; 2, 9 y 11.
'g.
~~·
3. Cánulo¡ 4. Cigarrllkjo; 5 . .hnM,_jc¡ 6. CaJtiUi&o rü las hiitls; 7. Pma Negra¡ 8. Solivelia¡ JO.
ús V'tllaru.
147
[page-n-158]
GRUPO 1
TIPO 3: TINAJA CON PITORRO VERTEDOR
CLASE A
Subtipo 3. 1.: Con hombro ·
...
o
2
Subtipo 3. 2.: Sin hombro
GRUPO!
TIPO 4: URNA DE ORFJETAS
. .
GRUPOI
TIPOS: ORZA
Fig. 3. - J. lAs VilJ4.Tes,· 2. Margaltj¡ 3. Bastida; l . Castillico tú /tu Ptñtu; 5. Pma Negra; 6. Cazalilla.
148
[page-n-159]
GRUPO TI
Subtipo l. 1.: Con resalte en el cuello
GRUPO JI
CLASE A
TIPO 1: RECIPIENTE CON RES ALTE
Subtipo . 1. 2.: Con resalte en el galbo
TIPO 2: TINAJILLA
Subtipo 2. 1.: Con hombro
.2. 1. l.
2. 1. 2.
2. 1. 3.
Fig.
~.-
J. SnYtla,· 2. &lbiVt,' 3 y 6. ToiSal de Sant Miq111l,· ~. .Aibtrftrtla; 5. &utida; 7 y 9. ToJNJ,' 8. CigtJrl~'o.
149
[page-n-160]
GRUPOll
TIPO 2: TINA.TILLA
CLASE A
Subtipo 2. 2.: Sin hombro
2. 2. 1.
3
2. 2. 2.
Fig. 5.- 1 y 11. Cirarro4fl; 2. 10ssal de Sanl Miquel; 3, 4 J 12. SoliD•II4; 5. Bastida; 6 y 10. L4s PeM.s; 7. 'IOrrt de FoiM; 8 y 9.
150
~a.
[page-n-161]
GRUPOll
TIPO 3: TJNAJTLLA CON PITORRO VERTEDOR
Subtipo 3. 1.: Con hombro
GRUPO II
CLASE A
Subtipo 3. 2.: Sin hombro
TIPO 4: RECIPIENTE CON CIERRE HERMETICO
Subtipo 4. 1.: Urna de orcjclas
4. l. t.
4. t. 2.
4. 1: 3.
Subtipo 4. 2.: Tinajilla con borde dentado
Subtipo 4. 3.: Tinajilla con borde biselado simple
4. 3. 1.
4. 3. 2.
Fig. 6.- 1. Mol/ d'Espigol¡ 2. BastiJa¡ 3. Vi/Jaru; l . Con Bas¡ 5. ScliDella¡ 6. El MDIM¡ 7. Mitnut,· 8. 'J#ssaJ de S4tl1 Miqwl¡ 9. Escuna;
10. CigatTaújo,· 11. baila.
151
[page-n-162]
GRUPO TI
GRUPOD
CLASE A
TIPO S: ORZA PEQUEÑA
TIPO 6: LEBES
Subtipo 6. 1.: Con pie
6. l. 2.
6. l. l.
Subtipo 6. 2.: Sin pie
7
Fig. 7.- 1. lAs Vi/Jaru; 2, 6 y 9. Amoujo; 3. 'IDyd,·
152
~.
Torsal tú SanJ MlqlUI,· 5. PunJo/ deis LIJ>ps; 7. Battida; 8 y 10. Albujm/4.
[page-n-163]
GRUPO II
Subtipo 7. 1.: Cilíndrico
7. 1. l.
GRUPO TI
Subtipo 7. 2.: Troncocónico
7. l. 2.
7. 2. 2.
Subtipo 8. 2.: Tubular
TIPO 9: TONEL
Subtipo 9. 1.: Con boca central
Fig. 8.-
7. 2. 1.
TIPO 8: CANTIMPLORA
Subtipo 8. l.: Lenticular
GRUPOII
CLASE A
TIPO 7: KALATHOS
Subtipo 9. 2.: Con boca descentrada
1. Pun/41 dtú LIJJps; 2. ~; 3. Ám/Jurias; 4. Tossd dt 14 Cola; 5. &stid4; 6. 1Jssal dt SanJ Mit¡rul; 7. Ca.sti/Jia> dt las
Pmas; 8. Coua Ft1Ta4DIJ4.
153
[page-n-164]
GRUPO TI
CLASE A
TIPO 10: TARRO
Subtipo 10. 1.: Cilíndrico
Subtipo 10. 2.: Troncocónico
)
~
, . , • •_!'
~} ··~·~t· 4 .
........ "'t'"'O
Subtipo 10. 3.: Abombado
GRUPO U
Fig. 9.-
154
TIPO 11: SITULA
l . /Jlbu.jmiiJ; 2. ~· 3. A.rnarljo; 4. BolbtJX," 5. Las Cabtzr~~las,· 6. &..u; l &rrti/J; 8. OigamJ!tjo.
[page-n-165]
GRUPOIII
TIPO 1: BOTELLA
CLASE A
Sobtipo l. 1.: Tendencia bitroncocónica, globular u ovoide
Subtipo l. 2.: Tendencia Lroncocónka o cilíndrica
Fig. 10.-
l . Los Tli/Jaru; 2, 1, 6, 7 y 8. Bastidtz; 3 y 9. Alhu.forda; 5. P¡¡nJiJl dlls LJJJps; 10.
EsCU~ra.
155
[page-n-166]
GRUPO
m
CLASE A
TIPO 2: JARRO
Subtipo 2. 1.: Boca
trilob~lada
u Oinochoc
2. l. 2.
2. J. l.
2. l. 3 . .
2. l. 4.
Subtipo 2. 2.: Boca circular u Olpc
2. 2. l.
GRUPO
11
m
2. 2. 2.
TIPO 3: JARRA
12
13
Fig. 11.- 1, 3, 7 y 8. &stidll; 2 y JI. Punl4l ikls LIJJps; 4 J 13. 10sstd ik &tu Miqull; 5. Aswy; 6. Casulut ik &niiJbl; 9:1 JO.
12. Alhufmta.
156
Es&~~Ma;
[page-n-167]
GRUPO m
CLASE A
TIPO 4: CALICIFORME
Subtipo 4. 1.: Cuerpo globular
4. l. 2.
4. l. l.
Subtipo 4. 2.: Perfil en S
Subtipo 4. 3.: Carenado
-~
Fig. 12. - 1 y 5. Tossal de San M il¡rul,· 2, 4 y 6. Los Vilúuu¡ 3. PunJa/ dJs LJqps; 7 y 8. Cigll1Ta/tjo¡ 9 y 10. Bastú/4; 11. Cartil/i.c"
di las Prio.s; 12. Albu.forna.
157
[page-n-168]
GRUPO
m
TIPO S: VASO A CHARDON
GRUPO
m
TIP06: COPA
GRUPO
m
TIP07: TAZA
CLASE A
Fig. 13.- J. 7aya; 2. PumJe dtl Obispo; 3. PUIIIal dtls LltJps; 4. Los rrúJa,-es; 5. Cigmalljo; 6. San ÁIIWtuO dt Calactile; 7 y 8 .Aui/4.
158
[page-n-169]
GRUPO ill
CLASE A
TIPO 8: PLATO
Subtipo 8.1.: Con borde exvasado
~,f;S\\
00 ·
~5
8. l. l.
7
e
~)
8. l. 2.
Subtipo 8. 2.: Con borde reentrante o Pátcra
8. 2. l.
8. 2. 2.
Fig. U .-
J. SoliDe/la; 2. C4sttlút tú &mabl; 3, 4, 9, 11, 14 y 15. PunJald& L/IJfJs,· 5. Azai1a; 6. Mortos; 7. Bastid4; 8 .J 16. V'úlara;
JO. 'llJssol d4 Salll MiqiUl; 12 .1 13. Albuftreta.
159
[page-n-170]
LA CERÁMICA ffiÉ.RICA: ENSAYO DE TlPOLOCfA
GRUPO
m
TIPO 8: PLATO
CLASE A
Subtipo 8. 3.: Con borde sin diferenciar o Escudilla
\~
8. 3. l.
'
8. 3. 2.
8. 3. 3.
GRUPO
m
Fig. 15.-
160
TIPO 9: CUENCO
1, 2 y 8. Los V'úlar11; 3. Amartrjo; #. PunkJJ tkls L/4ps; 5 y 6. Bostida; 7. Cdttu/o; 9. Baza.
[page-n-171]
GRUPO IV
CLASE A
T1PO 1: BOTELLITA
Subtipo l. 1.: Perfil de tendencia globular
~
m
1.1.1.
dS. m
l. l. 2.
Subtipo l. 2.: Perfil quebrado
l. 2. 1.
GRUPO IV
l. 2. 2.
TIPO 2: UNGÜENTARIO
Subtipo 2. 1.: Globular
Subtipo 2. 2 .: Fusiforme
Fif. 16. - 1, 2, 5, 7, 8 y 9. &stiJJz; 3. 7l>ssal rü Sant Mü¡utl; ~y 12. Cigtmaújo; 6 y 13. Alhujrrt14; 10 y 11. lAs ViiJ.tnu,· 14. PU1IJoJ
rüls Llops.
161
[page-n-172]
GRUPO IV
GRUPO IV
TIPO 4: CUBll..ETE
GRUPO IV
CLASE A
TIPO 3: COPITA
TIPO 5: DIVERSOS
Subtipo 5. 1.: Vaso gcminado
Subtipo ' S. 2.: Tarrito
Subtipo S. 3.: Miniatura
Fig. 17.-
162
1, 2, 9, JO J 12. Cigarra4}o; 3, 5 y 11. Bastida; 4, 7, 8, 13, U , 15 y 16. 'IOssa/ fk SanJ Mü¡tUI¡ 6. Los Víll4ru.
[page-n-173]
GRUPO V
CLASE A
TIPO 1: TAPADERA
Subtipo l. 1.: Con pomo discoidal
Subtipo l. 2.: Con pomo anillado
Subtipo l. 3.: Con pomo macizo
Subtipo l. 4.: Con pomo cónico
Subtipo l. 5.: Con asa en el pomo
GRUPO V
TIPO 2: SOPORTE
Subtipo 2. J.: Tubular
Subtipo 2. _ Moldurado
2.:
)
l
..
9
(
)
2. l. 2.
2. l. l.
Subtipo 2. 3.: Anular
1
Subtipo 2. 4.: De carrete
Subtipo 2. 5.: Semilunar
\
Fig. 18. - 1, 7, 8, 12 :J 13. Tossol tÚ San.t Mú¡u.el,· 2 :J 3. lAs Villmu; 4. Castúlet tÚ &rnDhl,· 5, JO y 11. Pwual úls Ll4ps; 6. El M olm;
9. Rtcu.ato dt CUiqill.
163
[page-n-174]
GRUPO V
CLASE A
TIPO 3: COLMENA
1
GRUPO V
TIPO 4: MORTERO
GRUPO V
TIPO 5: MANO DE MORTERO
Subtipo 5. 1.: Acodada
Subtipo 5. 2.: Con dos apéndices
5. 2. l.
5. 2. 2.
5. 2. 3.
Subtipo 5. 3.: De tres apéndices radiales
Fig. 19. - 1 y 2. PunJa/ dtls LIDps; 3 y 8. Los Villaru,· 4 aJ 7. 10sraJ dt SanJ Miqrul.
164
[page-n-175]
GRUPO V
CLASE A
TIPO 6: DIVERSOS
Subtipo 6. 1.: Embudo
Subtipo 6. 2.: Morillo
Subtipo 6. 3.: Tejuelo
Subtipo 6. 4.: Cazo
-r ==l
_
(-~
~
Subtipo 6. 6.: Colador
Subtipo 6. 5.: Caja
6
Subtipo 6. 8.: Biberón
Subtipo 6. 7.: Lucerna
Subtipo 6._ 9.: Diábolo
Fig. 20.-
1, 4, 5 y 7. Tossol
tÚ
Satrt Mü¡u.d; 2. &.stid4; 3 y 6. Amll'lljo; 8. Punllli tÚÚ Llops; 9.
~lbu.foreta.
165
[page-n-176]
GRUPO V
CLASE A
TIPO 7: PONDUS
Subtipo 7. 1.: Troncopiramidal
Subtipo 7. 2.: Cuadrangular
Subtipo 7. 4.: Discoidal
Subtipo 7. 5.:
GRUPO V
~iramidal
Subtipo 7. 3.: Paralclcpipédico
o Cónico
TIPO 8: FUSAYOLA
Subtipo 8. l.: Acéfala
ID
8. l. 1.
8. 1. 2.
.r7.1
.r&
8. 1. 3.
8. ·t. 4.
8. 2. .3.
8. 2. 4.
Subtipo 8. 2.: Con cabeza
8. 2. l.
8. 2. 2 ..
Fig. 21.
166
8. l. 5.
8. l. 6.
[page-n-177]
C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO
CLASE A
GRUPO VI
TIPO 1: KYLIX
, ,~
i
TrPO 2: KYUX- SKYPHOS
TIPO 3: SKYPHOS Y SKYPHOIDE
Fig. 22.-
J.
Punlal d6ls lÁ/JS; 2 y #. &stúll.l; 3.
~IJJ~~. ~r~ta;
j
5. lAs Yill4ru; 6. CGttt!kt d6 BmuJJI.
167
[page-n-178]
GRUPO VI
TIPO 4: KANTHAROS Y CRATERISKOS
GRUPO VI
CLASE A
TIPO S: CRATERA
Fig. 23.- 1 y 5. A/Jm.foreiiJ; 2. San .4Nonio ¿, Caloaiú; 3. Auila¡ 1 y 7. CigOTroltjo,· 6.
168
Casti~ tJ, las
Ptii4s.
[page-n-179]
C. MATA PARREÑO Y H. BONBT ROSADO
GRUPO VI
TIPO 6: PLATO
CLASE A
L ..._... - __,......,
.....
,~· 7~~ ~
Fig. 24.-
1. 10ssal cü Sam Miq¡u/; 2, 5. Cigo.mll#Jo; 3. Bastida; 4 y 6. Snuta; 7. .4/npJio.; 8. Lor Villaru .
169
[page-n-180]
GRUPO VI
TIPO 7: VASO PLASTICO
GRUPO VI
CLASE A
TIPO 8: OTRAS JMITAClONES
-«#:a, qTU'(~~
,)
.......
>;si r
Fig. 25. - 1 y tÚ/ 7 al 10. Pun.tal tkls Llops¡ 2 :J 11. Amarejo¡ 3. Los Yillarts¡ 4 y 5. 10ssal tk S4rtt Mit¡JUI; 6. ~kudia .
170
[page-n-181]
TIPO 1: OLLA
CLASEB
Subtipo l. 1.: Grande
Subtipo l. 2.: Mediana
TIPO 2: CAZUELA .
Fig. 26. - 1, 2, 3, 5 y 1. &utida; 1, 8 y 9. Los JljiJa,u; 6. PU!114i dels Llbps; 10. 'nssal de San/ Miq!Ul.
171
[page-n-182]
CLASEB
TIPO 3: BRASERILLO
TIPO 4: JARRA
Subtipo 4. 1.: De boca trilobulada
Subtipo 4. 2.: DG . boca circular
TIPO 5: BOTELLA
TIPO 6: TAPADERA
Su.btipo 6. 1.: Con pomo discoidal Subtipo 6. 2.: Con pomo anillado Subtipo 6. 3.:Con pomo macizo
·~
Fig. 2l - 1 y .3. A.martjo; 2 y 1.3. 1lissal tÜ &mJ Mü¡wl; 5, 6 y 12. ÚJs JTdlarts,· 4 y del 7
172
tÚ
10. Pun141 deis Llops; 11. Bastida.
[page-n-183]
CLASEB
TIPO 7: DIVERSOS
Subtipo 7. 1.: Cucnquccito/ Escudilla
ill
1
Subtipo 7. 3.: Plato/ Tapadera
_..;;;.,.__"'\____
Subtipo 7. 2.: Taza
(
6
Subtipo 7. 4.: Tonel
¡ '
Subtipo 7. 5.: Cubilete
Subtipo 7. 6.: Recipiente con resalte
Subtipo 7. 1.: Anfóra
Subtipo 7. 8.: Tobera
Fig. 28.-
1, 3 y 5. 1bsal
~y
10. Los Vi/lares; 6 y 9. Casullet
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R afael R AMos
FERNÁNUEZ •
LA CRÁTERA IBERORROMANA DE LA ALCUDIA
El hallazgo de la crátera estudiada en este trabajo,
que remito al recuerdo del amigo Enrique Pla, tuvo lugar durante el desarrollo de la LIV Campaña de Excavaciones en La Alcudia de Elche (RAMos, 1989a:
236-240), en el estrato iberorromano (R.wos, 1983:
147-172) de los sondeos 8.9-A.B del Sector 5-F del yacimiento, que se encontraba cubierto por un pavimento
de mortero de cal perteneciente a la «domus• romana
que lo cubre. La estancia en la que se localizó la pieza
tiene un pavimento de cal sobre adobes y una planta
de 4x2'25x3 mts. de superficie, con paredes de mamposterfa enlucidas de cal y pintadas de rojo.
Esta crátera parece responder al posible desarrollo
ansado de una forma de la cerámica ibérica arcaica con
perfil de pixis existente en La Alcudia (Ru.«os, 1941:
287-299; RAMos, 1987b: 43) y en otros yacimientos de
su área (RAMos, 1962: 90-95). Supone pues la recreación de un tipo antiguo al que se le incorporaron asas
verticales dobles al tiempo que se diferenció su base.
Su altura es de 17'5 cma. al igual que el diámetro de
su boca (Figuras 1 y 2).
Ofrece una decoración que, entre bandas de tres
Hneas y en función de sus dos asas dobles, se centra
•
Mu•eo Monográfico de la Alcudia, Elx.
en dos caras del vaso. La primera de ellas, que debe
considerarse como principal, contiene un rostro de mujer alado que se enmarca en los dos ángulos superiores
de su zona con dos aves que pican en su alas, en actitud
simétrica, simulando el gesto de libar, y que queda fijado a la línea de su base por una alusión vegetal de la
que brota ese rostro femenino como una flor de su cáliz. Es una representación más de las manifestaciones
divinas que caracterizan a la cerámica de Elche, tanto
en este período iherorromano como en el anterior iberohelenfstico, que se presentan siempre asociados a un
mundo vegetal y animal como referencia al sagrado dominio de la diosa (Láminas 1 y 11).
Esta representación hace referencia al nacimiento
del capullo floral que se metamorfosea en cabeza de
mujer. Es la germinación vegetal que se manifiesta en
un rostro divino, el rostro que nace pero que todavía
en su tallo es una flor (Ou.cos, 1987: 26), con lo que
se expone un pensamiento universal del munto antiguo
que expresa la idea de tránsito entre la muerte y la
vida. Esta cabeza supone la plasmación del momento
en que la divinidad, en su aparición frontal, brota de
la tierra para presentarse ante los hombres. Significa
por lo tanto una imagen de vida, de tránsito. Expresión
que indica la evidencia de que los iberos participaron
175
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R. RAMOSFBRNÁNOEZ
Fifs. 1 y 2.- CrákTa de La A.ler.uiia.
176
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LA CRÁTERA IBERORROMANA DE LA ALCUDIA
de la koiné ideológica griega, púnica y suritálica sobre
la muerte.
La representación frontal del rostro (VUNANT,
1986: 49 y 104) es índice de una iconogralra simbólica,
ya que su frontalidad logra que su mirada se enfrente
siempre a quien lo contempla y obliga a que sólo se
pueda visualizar de frente, en un careo directo que exige la entrada en el área de su atracción, aventurándose
a quedar atrapado en ella y a dejar de ser un ser vivo
para convertirse en una potencia de muerte. Es, pues,
la imagen que surge de los campos infernales, es una
manifestación de la divinidad plasmada como máscara
para expresar su personalidad de soberana del seno de
la tierra, de las sombras, y su condición de regreso a
la luz. Precisamente por ello ese rostro luce unos círculos en sus mejillas que tal vez sea exponente de «algo
demonfaco» (Ktr~KN, 1974: 113), de su ascenso
averna!.
La decoración de la cara principal de esta crátera
puede vincularse a la correspondiente al ánfora que,
p rocedente de La Alcudia (FaNÁNDt:Z Avu.ts, 1946;
GAllCIA Bw.roo, 1954: 623 y 633), se conserva en el
Museo Arqueológico Nacional. Se trata de una pieza
incompleta, de 46 cms. de altura y 21 cms. de diámetro
de boca, de dos asas verticales, pintada con una faja
de semicfrculos concéntricos en su zona baja, una banda de temática vegetal estilizada como elemento de separación y dos zonas centrales delimitadas por los espacios comprendidos entre las asas. En parte de una
de las zonas principales de su decoración, asociada a
representaciones animales y vegetales en cuanto a exposición del dominio espacial de la diosa, se muestra
una cabeza femenina alada, de rostro frontal, engalanada con pendientes en forma de granada com o alusión a la fecundidad que simbolizan, que se manifiesta
como el divino brotar a la vida. t1 na comparación entre los rasgos estilisticos del gran vaso del Museo Arqueológico de Madrid y los de la crátera ahora descubierta, ya expuesta en el Museo Mongráfico de La
Alcudia, indica que probablemente son obras de un
mismo taller y de una mano no muy diferente: la nariz
del ejemplar conservado en Madrid es muy similar a
la de la pieza aquf estudiada y debe reoonstruirse en
posición frontal y no de peñll como erróneamente figura en la fotograffa (Lámina III). Esta decoración, tanto
por la técnica pict6rica empleada como por la estilización de Jos motivos vegetales realizados y por el tipo
de la banda de separación de zonas, pertenece a una
obra de época iberorromana, sincrónica a la crátera
aquí descrita y similar al llamado «Vaso de la Bailarina.., tambiw de La Alcudia y de su ettrato D (RAMos,
1970: 25-27; RAMos, 1975: 167), en el q ue una figura
femenina en actitud de d anza parece ser el reflejo ibero
de las representaciones de las Ménades, pintadas en la
cerámica griega, que se muestran asociadas a rituales
dionia{acos.
La cara de esta crátera opuesta a la ya detallada
contiene la representación pintada de dos cabezas mas·
culinas barbadas, diferenciadas en el tocado de su ca·
bello, de perfil y con posición similar, que flanquean
el motivo subterráneo, ctonio, que supone la presencia
de dos serpientes. Estas imágenes antropomorfas podrían ser también cabezas que brotan de la tierra, que
florecen. Sin embargo hay una clara diferencia entre
el personaje de la izquierda y su compañero: en el primero tenemos un rostro descubierto en el que se indica
la oreja y los rizos del peinado; en el segundo, un trazo
grueso recoge el pelo, al modo de un gorro. Es significativo que en esta figura queda oculta la oreja. El primero de estos dos varones se vincula a un tallo vegetal
que brota de su cuello y este rasgo relaciona'estas cabezas a la frontal del anverso, la femenina . ¿Se trata de
dos personajes ctonios -de alú su asociación con las
serpientes- que contemplan el surgimiento de la diosa? Es arriesgado realizar un intento de interpretación
de esas cabezas ante la ausencia de documentación ibérica sobre el tema, pero lo sugestivo del asunto induce
a ciertas suposiciones: ¿Se trata de la representación de
dos personajes heroificados o responden tal vez a una
única divinidad masculina cuyos rostros reflejan la
vida y la muerte, puesto que el pintado en la parte izquierda de la escena surge jun to a un tallo vegetal, exponente de su nacimiento en el sentido preciso de vuelta a la vida, de su llegada a este mundo, de su regreso,
mientras que el de la parte derecha, separado del primero por las serpientes, carece de il? 'Th1 vez se trate
de la doble imagen del propietario de la crátera que se
hizo representar en ella para invocar en su ritos que,
igual que la diosa pintada en la cara princiapl del vaso
vuelve a la vida, él, tras su muerte, representada por
el personaje cubierto, retorne a la luz, a lo que aludirla
la cabeza descubierta y ligada a un tallo vegetal que
brota con ella, pues la cabeza cubierta, velada, puede
considerarse oomo la figuraci6n de un personaje iniciado en la liturgia de la divinidad y para la que realizó
un determinado ceremonial, puesto que el velo que le
cubre la cabeza es un atributo iniciático usual. As{, el
representado sería un penonaje iniciado en los cultos
mistéricos que, ayudado por la diosa, espera por sus
méritos, el renacer tras la muerte (Láminas IV y V).
Este rostro femenino y estas cabezas de varón son
ánodos, representaciones de subidas, instantáneas ascensionales del regreso a1 mundo de los vivos de divinidades
y personajes que proceden de los campos subterráneos.
El término ánodos, que fue empleado por los autores órficos en oposición a cátodos, ha sido utilizado en
arqueología para designar las escenas plásticas que representan personajes que emergen del suelo, de la tierra, y que responden a un tránsito ctonio, a un viaje
fúnebre, a un regreso tenebroso, a una ascensión de
tipo revivificador procedente del estadio infernal (BIIRARD, 1974: 22). Al cátodos, o descenso al interior de
177
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R. RAMOS FERNÁNDEZ
la tierra, sigue el ánodos, o ascensión al reino de la luz
desde las tinieblas. Ambos viajes están documentados
literariamente en relación con ceremonias en los santuarios de la diosa (Pausanias, 1 XXVII 3), si bien el
uso convencional del término ánodos es utilizado aquí
exclusivamente para aludir a las representacione.s figu radas de los tránsitos fúnebres. Puede aplicarse tanto
a las divinidades y a los personajes heroificados como
a cualquier humano, en un orden de ritos de tránsito
por los que simulan retornar del espacio subterráneo,
del dominio de la sombra.
Sin embargo, para poder identificar un rostro, una
cabez-a o un busto con la idea del ánodos es necesario
que aquellos estén en contacto con la base de la zona
decorada, puesto que brotan precisamente del friso ornamental que limita la parte baja de la esoena, porque
vienen del exterior con relación a nuestro mundo.
Además el ánodos implica, por su sentido asce.nsional, una noción de verticalidad que se corresponde
con la plasmación que los pintores de los vasos chipriotas, griegos, suritálicos e iberos hicieron. de los tránsitos ctonios y que se vincula a la intuición de la existencia del universo en niveles relatado en las eosmografias
míticas, el universo de Homero (La níada, 8, 13 s.s.;
9, 568 s.s.; La Odisea, 11, 625) y de Hesíodo (La Teo·
gonía, 720 s.s.), constituido por tres países c6smicos superpttestos: infierno, tierra y cielo. Países que respon·
deo a pisos cerrados e infranqueables que no obstante,
ocasionalmente, pueden comunicarse gracias a un lugar sagrado en el que es posible la ruptura momentánea de los suelos ideales y, consecuentemente, allí y en
aquél trance es posible la manifestación. de la divinidad
a los humanos (VPJlNANT, 1965: 149) y el retomo de
los muertos.
Por ello estos rostros que se nos muestran pintados
en esta crátera no pueden considerarse y valorarse simplemente como tales, ya que sólo son la parte superior
de un cuerpo en movimiento vertical y constituyen una
representación simbólica en la que lo realmente importante es el significado y no la figuración en sí. En las
imágenes de la crátera que ahora estudiamos, las cabezas que se presentan simbólicamente cortadas del resto
de su cuerpo no lo estarían en el pensamiento ibero
más que temporalmente, dur~nte un instante, dw:ante
su tránsito. Pues las gentes conocedoras del ritual sabían que el personaje salía de la tierra, subía a la luz
y que inmediatamente se mostraría en su integridad
corporal (BERAR.D, 1974: 27). La característica de estos
rostros reside en su tránsito a un nivQ} superior gracias
a una subida vertical. Po.r ello el interpretarlos como
ánodos exige imaginar que el resto de su cuerpo está
a punto de aparecer.
Recordemos que Pausanias (1 XIX 2) describfa la
estatua de Afrodita como una cabeza femenina sobre
un pilar «que tiene forma cuadrada como los hermas•,
y, aunque también sería posible que las representado-
178
nes bermaicas en sí no estuvieran en relación con las
ideas de la imaginería del ánodos, parece evidente que
su concepción, al .menos inicialmente, corresponde plenamente a ellas. Asimismo, las abundantes terracotas
con representaciones de cabezas o bustos, estatuillas
truncadas en suma, de Deméter-Coré, Tanit o Mrodita
responden a formas simbólicas, imágenes de dioses,
que evocan su ascensión por medio de magias infernales, ya que p roceden de la esfera sepulcral.
La particularidad del tránsito en su plasmación
reside pues en la noción de verticalidad, por lo que en
las escenas con representaciones de ánodos el personaje
surge elevado por una fuerza misteriosa, porque esa
idea de verticalidad es consecuncia a su vez de la creencia en que el reino vegetal constituye el modelo de la
vida humana.
Parece posible que los iberos participaran de un
mundo religioso, de tipo mistérico, integrado en los
cultos agrarios y basado en los ciclos vegetativos de las
plantas, en el milagro de las cosechas, en la renovación
de la vida en general. Las doctrinas agrarias indican
que los sucesos y las actividades de la vida humana
coinciden con los ciclos de la vegetación y con los trabajos de los campos, e incluso con los grandes r itmos
del universo. Asf, el nacimiento y la muerte de los
hombres no es otra cosa que un reflejo de aquellos, un
reflejo de la periódica aparición y desaparición de las
plantas. El simbolismo vegetal, transmitido por los mitos y sus consecuentes Iitos, originó el dC~Jarrollo de los
llamados viajes fúnebres, de los tránsitos ctonios, de los
regre8os tenebrosos. Pues la flot, con relación a la semilla enterrada, representa un tránsito entre dos niveles
cósmicos. La tierra madre abriga en su seno y rige a
las geAeraciones humanas. por lo que los tránsitos ctonios tienen lugar en un tiempo sag,-ado renovado perpetuamente. D e ah{ el que la presencia de elementos
vegetales sea una característica fundamental que se
sume a las representaciones antropomorfas en este tipo
de cerámica ibérica.
La idea del ánodos y su plasmación figurativa por
los iberos implica también la existencia de una divinidad local autóctona, puesto que aquella brota precisamente de su tierra, del pafs en el que ellos habitan. Por
lo q\.le este tipo de representaciones es sintomático de
pueblos que vinculan sus orígenes a los lugares en que
viven, pueblos que expresan de ese modo su autoctonía, pues en este sistema religioso agrario cada divinidad encarna una hipóstasis de la tierra madre que se
origina en cada una de las culturas en que se la encuentra.
Así, como ejemplo, ese deseo de indigenismo se refleja en el mundo helénico relatado de esta forma: •Bello y puro es nuestro nacimiento puesto que de la tierra
salimos, la hemos ocupado sin interrupción, hijos del
suelo somos, podemos llamar a nuestra ciudad con los
mismos nombres que damos a los más próximos pa-
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LA CRÁTERA mERORROMANA DE LA ALCUDIA
rientes. A nosotros nos corresponde llamarla a la vez
nodriza, patria y madre.. (Isócrates, «Pane"gfrico,.,
24-29). Por ello «todo !nodos representa la realización
de una aspiración a la autoctonía; todo ánodos concretiza la idea fascinante y tranquilizante de una comunión entre la tierra y el pueblo que de ella ~cibe la
vida y abriga a sus difuntos» (BsR.ABD, 1974: 38).
La religiosidad de los iberos, su concepto de lo sagrado y lo sobrenatural, debió tener una destacada importancia en su vida social y, por ello, pudo suponer
una significativa expresipon en sus actividades plásticas. Para la comprensión de este fenómeno deben valorarse las manifiestas relaciones de sus gentes con griegos, suritálicos y púnicos, así como las connotaciones
que aquellas relaciones debieron motivar en los comportamientos referentes a los momentos cruciales de la
vida, considerada tanto individual como socialmente,
y en especial destacar las evidentes conductas cultuales
ofrecidas a los difuntos, conocidas por la información
que proporcionan los estudios de las necrópolis excavadas, que expresan la existencia de creencias religiosas
y que reflejan un afán por conseguir una situación privilegiada de cará.c ter ultraterreno. De ello podría dar
testimonio e) hecho de que realizaran representaciones
como la del rostro de la cara principal de esta crátera
que, caracterizado por una fuerte autonomía expresiva, alude al fundamento de una visión infernal, demoníaca, de la divinidad (Bomm, 1988: 55).
El desarrollo de un universo religioso genérico extendido por buena parte de los pueblos del Mediterráneo Occidental no pudo realizarse sobre culturas carentes de religiosidad propia, sino que incidió en ellas,
y se adoptó, especialmente gracias a su contenido
orientalizante, básicamente ya existente en todas, tamizado por la continuidad minoico-micénica como cimiento directo de los cultos, que en suma, aquí, no
ofrecen más que una renovación de las ideas originarias vivas desde los momentos iniciales de la cultura
ibérica, al igual que en las de los pueblos itálicos, lo
que podría explicar el carácter arcaico que caracteriza
a la imaginería de los dioses y a la concepción del mundo y de la vida terrena y ultraterrena de aquellas gentes (MADOOU, 1988: 116).
Tal vez por ello fue por lo que los iberos, ya en
un período avanzado del helenismo, pudieron contribuir a la religiosidad occidental mediterrá.nca con formalismos de símbolos y valores ampliamente reconocidos por la koiné ideológica a la que pertenecían.
Pues los griegos, que habían tomado del Próximo
Oriente a sus divinidades y que con ellas reelaboraron
su piedad, sin embargo habían transmitido a occidente, quizás por el condicionante del substrato receptivo,
)a forma originaria y la concepción arcaica de )a Gran
Diosa.
El motivo principal pintado en esta crátera expresa la plasmación del surgimiento de la vida asociado
a ]a representación de una divinidad femenina que se
muestra como rostro que brota de la tierra.
Esta representación puede aludir a una divinidad
local subterránea, ctonia, que si se la relaciona con
imágenes de diosaa del ámbito griego puede identificarse con .figuraciones del círculo de Deméter y a-i se
la vincula al mundo púnico, que pudo ser quien a través del comercio difundiera la iconograffa en sus áreas
de influencia, debería jdentificarse con Tanit; aunque
esas identificaciones no implican más que relaciones de
tipo formal que tal vez provocaran el revestimiento de
una idea preexitente asociada a un culto autóctono de
carácter ctonio, imbricado a las corrientes religiosas
imperantes en el Mediterrá.neo Occidental. DeméterKoré-Afrodita o Tanit, de cualquier forma una versión
local de una divinidad de origen oriental que debió
asumir la representación de G ran Diosa, de Señora de
los iberos.
Con relación a la iconograffa de esta diosa alada
parece claro que lo griego sólo matizó la expresión
plástica de su representación, puesto que esta divinidad está presente en Elche desde época arcaica (!U.
MOS, 1987a: 681-699; 1988a: 19-27; 1988b: 65-75;
1988c: 92·100; 1989b: 367·386; 1990: 26-34), por lo que
la innovación de las épocas helenística e iberorromana
consistió en aplicar a la cerámica una temática decorativa con imágenes que en el mundo ibérico, hasta entonces, sólo se habían plasmado en modelos escultóricos.
No obstante, en cualquier caso, no se trata de establecer un paralelo con las formas de mito y de rito griegas que esta cerámica sugiere en función de su temática, sino de precisar que los iberos pudieron dar un
mismo sentido a su expresión religiosa.
Con respecto a las representaciones figuradas de
cabezas, sin más relación que una posible unidad de
pensamiento, parece oportuno recordar que los prótomos femeninos fueron también un motivo frecuente en
las produccions plásticas de Etruria. Ejemplo de ello
pueden ser los tres rostros pintados sobre las dos puertas laterales del vestíbulo y sobre la central del tablino
en la llamada '1\Jmba Fran~ois (Catrn>l?At'lt, 1967: 194;
R oNCAu, 1987: 106), que se muestran integrados en
una decoración vegetal.
Esta íntima unión entre los prótomos antropomorfos y los temas vegetales encuentra igualmente su aplicación monumental en los capiteles figurados, en los
que la cabeza de la divinidad surge de un ramo de hojas de acanto, como en el caso suritálico concreto del
procedente del templo de Minerva en Canusium (Lám.
VI) que, al igual que los ejemplos etruscos, como el de
la. Tumba Campanari en Vulci, ofrecen una datación
que los sitúa en los siglos lll y U a ,J.C.; y que también,
arquitectónicamente, fue tema de frisos, como el que
procedente de Caere se conserva en el Museo Etrusco
Gregoriano del Vaticano, que, datado en el siglo IJ
.179
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R. RAMOS FERNÁNDEZ
a.J.C., es la última expresión de la corop1astia etrusca
(ToiUlBLU, 1985: 237). Si bien, el posible punto de difusión mediterránea de estas representaciones arquitectónicas pudo constituirlo el área chipriota de Kition
y Amatonte, yacimientos de los que proceden lo$ lla~dos capiteles hathóricos, de los que el último ejemplar fue localizado en las inmediaciones del Santuario
de Afrodita (HERMAv-Psm~SaHMm, 1987: 862 y 865)
en Amatonte (Lám. VIT). Capiteles sobre los que considero oportuno aclarar que si las figuraciones llamadas hathóricas, tá.Inbién asf designadas en las pinturas
cerámicas, reproducen la imagen ctonia de AfroditaAstarté, son realmente represent.aciones de la divinidad femenina de Chipre, cuyo modelo iconológico se
inspira, lógicamente dada su situación geográfica y sus
relaciones human·as, en el mundo egipcio pero que, en
suma, constituye una designación equívoca, debida al
empleo de un té.rmino que ha pasado a ser tradicional
en los estudios arqueológicos, pero que no por ello
debe ser utilizado sin determinar su origen.
Además, los prótomos también decoraron determinados tipos cerámicos de Volterra y de Chiusi en los
que se dibujó una cabeza de mujer, en la base del asa,
de la que brotaba un friso vegetal que se desarrollaba
en tomo a la escena figurada. Asimismo, fue tema ornamental de algunos vasos de bu.cchero, como el de la
copa conservada en el Museo de Chiusi que presenta
dos plaquetas con cabezas femenina.s encuadradas por
alas (Lav1, 1935: 109), o como la poode de Pienza,
conservada en su Museo, en la que, entre otros, contiene un prótomo femenino alado {DoNATt, 1968: 336), al
igual que el fragmento de asa que conserva un rostro
alado que, entre aves, brota en un elemento vegetal
(CR1STOPANJ-PB1LI..IPs, 1971: 413).
Este motivo también está presente en la ceramografía apulia, en la que cabezas femeninas, insertas en
una banda con representación de temas vegetales, decoran los cuellos de las grandes cráteras de volutas o
las zonas centrales de las ánforas¡ y también es el que
caracteriza a las cerámicas de Canosa, al mismo tiempo que se mantuvo tanto en la cerámica de VoJsinii
como en las terracotas arquitectónicas etruscas
(Ku.us, 1953: 26-34) y en las de la Campania (KocH,
1912: 85). Figuraciones todas (Lám. VIII) que pueden
relacionarse con la temática de las Jecitos áticas del siglo IV a.J.C. (OLMOS, 1987: 26) en las que se sustituyó
el motivo decorativo y simbólico de la palmeta frontal
por su expresión de teofanía antropomorfa: por un rostro de mujer con una flor (Lám. lX). Estas decoraciones griegas pudieron ser a su vez el eco de temas pintados en cerámicas chipriotas (KuKAHN, 1962: 83) con el
motivo del rostro de mujer que brota de un elemento
vegetal (Lám. Xa, by e), tema que, provisto de funcionalidad, pudo dar ori~en a los timiaterios de terracota
en forma de cabeza femenina, cabeza de una diosa de
la fecundidad coronada de espigas y frutos, extendidos
180
por las á.reas ibérica y púnica, y referentes a divinidades ctonias en ritos de tránsito. Y aunque creo que no
debemos pretender buscar el origen de estos temas a
lo largo del entorno mediterráneo porque en el trabajo
que nos ocupa sólo debe interes~os llegar a conocer
qué expresan estos motivos decorativos y cómo podemos interpretar la idea que subyace en ellos, sí parece
evidente que en el aspecto de las decoraciones cerámicas pudo ser el área del GoUo de Tarento, y especialmente el pensamiento funerario plasmado en la cerámica canosina, quien pudo hilvanar la idea ctonia
imperante en estas representaciones pintadas de La Alcudia de Elche.
Tal vez la pieza más significativa de la cerámica
canosina, en este caso, sea el llamado Askos CatarineUa (Lám. XI) que, procedente de la necrópolis de Lavello, se conserva en Reggio Calabria. Contiene una
decoración que representa un funeral, de forma realista, y en el que se pintaron, sobre sus asas, sendos
rostros femeninos que deben identificarse como imágenes de ultratumba encargadas de guiar al düunto
en so viaje al más allá. E.stos rostros se muestran unidos por cadenas a símbolos funerarios como el ciprés,
el gallo y la guirnalda, en una clara referencia al Hades ratificada con la plasmación de un cielo estrellado.
El conjunto de la escena pintada sobre estos askos
documenta la existencia de posibles vínculos con las
doctrinas mistéricas difundidas desde Tarento
(Barrmr-TAGUI!NTE, 1986: 74), relación probable expresada con representaciones que continuaron produciéndose durante el siglo TI a.J.C. y que se mantuvieron hasta el siglo I de nuestra Era, que reflejaban
todavfa un cierto ascendiente heleno.
La relación expresiva entre cie.n os tema. decoratis
vos de la cerámica canosina y la ilicitana se ve reforzada además por el hecho de la presencia relativamente
abundante de cerámica de Gnatia, localidad próxim_a
a Canosa, en La Alcudia de Elche, testimonio probable
de vínculos comerciale.s, que implican relaciones humanas, entre ambas áreas geográficas y culturales.
Además, también en un ambiente dcl que participó
Canosa, en el Golfo de Tarento, en Thurioi, fueron localizadas unas tablillas funerarias cuya contenido literario es rclacionable con los temas pintados en la cerámica aludida. Bn una de estas tablillas se escribió: «Yo
he descendido a la cámara de la diosa». Pero sólo los
iniciados tienen derecho a penetrar en la cámara de la
diosa (Apuleyo, «Metamorfosis», XI-17 y Pausanias,
«Piriegesis•, X-32, 13 y 17), por lo que aquél que ha
descendido a la cripta de la diosa se presenta, por ese
mismo hecho, como iniciado. Au.nque si ha descendido
al seno de la Soberana es porque está muerto y espera
su recompensa. Por ello, es en un rito en lo que el iniciado funda su seguro de inmortalidad, rito que debe
relacion.a rse con prácticas dedicadas a la diosa ctonia
(F,ESTI.JolU.I!, 1972: 51).
[page-n-191]
LA CRÁTE.RA LBERORROMANA D.E LA ALCUDIA
La fórmula de Thurioi se refiere a un rito, por lo
que estas tablillas reflejan un probable culto a la divinidad de los muertos y es normal, en su ambiente, que
este rito haya tomado el sentido de un viaje infernal.
un descenso al país de las tinieblas y un retorno a la
luz. El cumplimiento de este rito garantiza al iniciado
su felicidad póstuma y su realización consiste en descender a un megarón, a una cámara, de la diosa. Ese
descenso simbolizó ~n viaje a los infiernos donde reina
la Soberana de los muertos y ese viaje lleva una enseñanza referente a las rutas que ae deben seguir en el
Tártaro, enseñanza que se encuentra mencionada tanto en estas tablillas como en las doctrinas pitagóricas.
As(, la atribución de los temas que decoran esta
crátera de La Alcudia, al igual que los del askos de Lavello, a un Culto local de la diosa ctonia parece evidente.
Estas imágenes pintadas en la crátera de La Alcudia, al igual que los rostros del aalcos Catarinella o los
de las cerámicas de Amatoote, pueden aludir tanto al
surgir de la divinidad como. consecuentemente, a su
inmersión previa en el Hades, pues e.s preciso descender al seno de la tierra, y celebrar con un ritual esa
bajada a los infiernos, para que ella recoja en su interor
a los muertos que, como la semilla enterrada, florecerán en su dfa para alcanzar el más allá, ya que la tierra
es el regazo materno en el que germina la fertilidad de
las plantas que permiten la vida en general.
Ese descenso a las entrañas de la tierra se relaciona
con evidencia con la ubicación de las cuevas sagradas
(Gn.-MASCAu:u., 1975: 282 y 303; LLOBJlEOAT, 1981: 16~)
en las que los iberos practicaron acciones cultuales de
carácter ctonio en los recintos más profundos de ellas, lo
que en cierta forma es relacionable con las cámaras subterráneas de la diosa que citan. textos relativos a este tipo
de ritos en áreas geográficas comunicadas con la ibérica, que además ofrecen representaciones plásticas que
enlazan con las ilicitanas.
La localización de criptas subterráneas en varios
santuarios de divinidades ctonias en Sicilia, consagrados a Deméter y Coré, que están precedidas de un vestfbulo alargado, abovedado, bajo el cual fue tallada la
cámara en la roca, manifiestan la existencia de estos
lugares sagrados. Los hipogeos recientemente localizados en el muoto itálico aportan documentación que
confirma la evidencja de los rituales de descenso dados
a la divinidad por su condición de Señora de Jo subterráneo. Thnto el existente en la zona del promontorio
Gargano, dedicado a Dem~ter, como el del monte Papalucio, consagrado a Cor~ dan testimonio de ello
(BarnNt, 1988: 56). Y tambi~n igual que en Chipre,
en Amatonte, en donde se ha localizado una gruta sagrada bajo el Santuario de Afrodita (H.mu.s.uY- PBTITScHMID, 1988: 85 7).
As{ pue.s, en el entoiJlo mediterráneo, los santuarios de las diosas contienen un megarón, una cripta
subterránea, morada original de la Reina de los muertos. As{ también, los testimonios literarios conocidos al
respecto muestran que no se puede ser admitido en estaa cámaras sagradas sin haber participado en una iniciación (FBSTUGJ.RRE, 1972: 53).
Si, como parece evidente, la temática decorativa
de la cerámica pintada canosina, reflejo de otros tipos
ya mencionados, se muestra como la representación
plástica de una idea, de un pensamiento religioso y funerario imperante en su ~poca en el área del Golfo de
Tarento, pensamiento posiblemente vinculado a las expresiones existentes en las tablillas de Thurioi, es verosímil sugerir la hipótesis alusiva a que los temas de iconograffa similar de la cerámica ib~rica de tipo Elche,
realizados con la espontaneidad y personalidad de unos
decoradores que relatan algo cotidiano o normalizado
en la vida espiritual de su sociedad, respondan a un
pensamiento indfgena que participó de unas creencias
propias y vinculables a la lcoiné mediterránea.
Por todo lo expuesto, parece posible que en esta
crátera de La Alcudia se encuentren representados el
rostro de la diosa que vela por los muertos y de un personaje iniciado en los ritos a ella debidos.
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LA CRÁTERA IS.ERORROMANA DE LA ALCUDIA
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189
[page-n-200]
[page-n-201]
J osé B ARBERA FARR.As*
EL TRÁFICO COMERCIAL DE LA VAJILLA FINA
DE IMPORTACIÓN EN LA LAYETANIA
La vajilla fma no es más que un complemento
dentro del conjunto de mercaderlas que son objeto del
tráfico comercial. Ocurre sin embargo que por la vistosidad y por la influencia deformadora de lo que se ha
venido en llamar la «Historia del Arte», se han recogido preferentemente los fragmentos de vajilla fina, despreciándose y tirando los pedazos de ánfora y de otros
vasos comunes.
En el conjunto sobre el cual se trabaja aquí, no hemos negligido la posibilidad de que una porción importante de fragmentos baya ido a parar a colecciones o
coleccionistas, gracias a la impunidad de que disfrutan
en nuestro país los excavadores clandestinos. Sin embargo, si se tiene e.n cuenta que lo mismo ocurre (y todavla en mayor proporción) con los hallazgos numismáticos, sin que tan lamentable servidumbre parezca
afectar al resultado de su estudio, suponemos que ello
no ha de perjudicar mayormente nuestros resultados.
Nos proponemos hacer el análisis de la vajilla fina
hallada y publicada (o estudiada aunque inédita), correspondiente a un conjunto de poblados ibéricos del
área layetana, agrupando los vasos según su cronología, talleres y perflles, con la finalidad de llegar a saber
• C/. CarloJ I, 198, 5.0 t.•. 080)3 Barcelona.
cuál fue la presencia de cada clase en cada yacimiento,
tanto en cuanto se refiere a la cantidad de piezas como
a la duración de la recepción de cada producto. Es posible que, además, se pueda configurar una eventual
red de distribución y quizá a lo largo de Ja in..-estigación, vayan apareciendo otros aspectos a tener en
cuenta.
Otro objetivo consiste en verificar si el reemplazo
de las cerámicas áticas (las •precampa.nienses" de N.
Larnboglia) por los productos de los talleres occidentales (las cerámicas ocprotocampanienses..) fue un fenómeno brusco o bien si se produjo paulatinamente,
comprobando en qué momento se inicia, su alcance
cuantitativo y su difusión, así como también cómo se
relacionó con la introducción de los artículos de algunos alfares itálicos que preceden a la llegada de la cerámica carnpaniense del tipo A.
METODOLOGÍA
Aun cuando para mayor claridad y comprensión
del texto, hayamos incluido un mapa esquemático indicando la situación de los yacimientos y consiguiente·
mente la extensión del territorio de la Layetania, consi191
[page-n-202]
J. 'BARBERA FARRAs
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A. UOBREQAT
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30 101
Fi¡. 1.-
SitutUión dlllJ Laye14nia ibl ri&a.
deramos necesaria su descripción aunque de forma somera. La región consiste o se divi.de en tres zonas de
función divesa: una costa o fachada m.arítixna que se
extiende desde el macizo del Garraf al sur hasta el río
Tordera al none; una depresión prelitoral que transcure por el centro de una llanura ligeramente ondulada,
desde el Congosto de ManoreU basta las cercanías de
Hostalric, que se ha utilizado siempre como v{a de comunicación que evitaba las marismas costeras y, finalmente, el curso inferior del rlo Llobregat que hace fácilmente asequibles las tierras del interior y cuya
desembocadura (hoy ocupada por un delta), sirvió de
fondeadero desde el siglo IV a.C. basta el V d.C.
El presente estudio se basa principalmente en el
impresionante inventario de material arqueológico de
la Layetania contenido en la tesis doctoral de J. Sanmartí (SANMA&Tf, 1986) a quien agradecemos la autorización para utilizarla. Esta fuente se complementa con
datos extraídos de la obra de 'IHas (TRiAS, 1967), un
estudio bastante reciente de Rouillard (RoulLLAllD,
1981: 7-14) sobre los vasos áticos de Burriac, la revisión
de la cronolog(a de nuestra publicación de la necrópolis de Can Rodon (BARlla.l., 1970) que hemos realizado siguiendo la obra de More) (MouL, 1981) sobre las
formas de la cerámica campaniense, métod.o que también hemos aplicado al estudio de Granados (GR.ANAoos, 1977) sobre el Tur ó de la Rovira. Finalmente hemos añadido los hallazgos de la Penya del Moro de San
Just Desvern, tanto los publicados (BA.UIUV., 1979 y
1982) como los inéditos.
A pesar de reconocer que hay algún hueco importante, como son la ausencia de los resultados de excava192
Fig. 2.- Yll&imientos citados m el tex/4: J. Puig CasúlJ, Vallgorguina.
2. MMttpolau, PÍIUIÚJ dt.MaT. 3. &t tú/ Camp, Sant Vicmf d4 Mrm·
taU. l . 'lme deJs En&antats, Art'!}'S d4 Mar. 5. 1b.ró r/41 Vt!U, Llinars.
6. Ca.rl&lúJell, LliNUS. 7. 'ILrd Gros d4 Cilkes, omus. 8. Muntanyo
d4 Burria&, C4hrera d4 Mar. 9. Can Rot.lrm d4 I'Borl, C4hrera dt Mar.
10. Mulllat!ra d4 Sant Mf4rul, Vo.littmUJrriS·Mo'/IJ'Qrnh. 11. La Cadira
dtl Bislu, Sant Pere d4 PremiO.. 12. Cata Llinar, Akll.a. 13. 'ILrd de
Mqr¡tgal, MMttgal. JI. 'Iluó dt Mas &sea, B~. 15. Puig Castellar; Santa Colom4 dt GTatMnet. 16. LA Mirmu!a, .IJa¡J¡W,a. 17. .Ba·
dalrm.a. 18. 'Ib.rd d4 14 Rouira, Bareeúma. 19. Mimtjuü, Barceúma.
20. Turd dt Cata 0/iver, Certla.nyollJ. 21. Can MiaM, Sant Feliu de
Llobregat. 22. Pmya dtl Moro, Santjusl De$oem. 23. La 10m &ja,
CaMts dt Mtmlbui. 21. Twtl Gros dt Cata Camp, CaMts dt Mcntbui.
25. Pwg AlJ d't!t Vwer, Bigu.u. 26. FrmJ dt Bril, Santa Eu/4.lia dt
Rcn&ana. 27. Can Fatjd, Rubf.
ciones inéditas correspondientes a yacimientos situados
en la fachada litoral, hemos confeccionado unos gráficos relativos a la evolución del tráfico de la vajilla fina
de importación en la Layetania y dentro del período
comprendido entre el 500 y el 200 a.C.
En el primer gráfico hemos utilizado ónicamente
los yacimientos que aportan la suficiente información
como para conseguir una imagen aproximada de las
proporciones entre las diversas clases cerámicas y segón la época, mientras que en los gráfico segundo y
tercero, relativos a las formas de los vasos y a la cantidad en que se han encontrado, hemos añadido los sitios
que ofrecen pocos vasos (a veces t.an sólo uno), ya que
consideramos que la inclusión de esta información
puede facilitar la noción de la distribución.
Creemos que si la cantidad de vasos está en relación con la extensión excavada de un yacimiento, el
conjunto del total de los sitios excavados parcialmente
debiera reflejar un resultado parecido al de una excavación en extensión.
[page-n-203]
VAJ1LLA FINA DE IMPORTACIÓN EN LA LAYETANtA
Con el propósito de obtener una visión clara y rápida d e los grificos, hemos reunido en dos grupos, subdivididos a su vez en dos subgrupos, los siguientes talleres o producciones:
Cenmica ática, dentro de la cual se hace la distinción entre los vasos del estilo de figuras rojas y los
de barniz negro.
Cerámicu protocampanieruu, que dividimos
en:
Ta/Jnes oceidnúales, entendiendo por ello las producciones de Rosas (entre otras la de las tres palmetas radiales y la de las palmetas sobre faja de estrías) y el
taller de la estampilla crucüorme NilcUl.
'JlJlleres tiálicos, donde se recogen principalmente los
vasos del taller de las Pequeñas Estampillas y los primer os ejemplares llegados a nueatras costas de la cerámica campaniense A.
Para los nombres de los vasos áticos hemos utilizado la nomenclatura propuesta por Pedro Bádenas de
la Peña en una comunicación que lamentamos no se
recogiera en la publicación de la Mesa Redonda sobre
cerámicas griegas y helenísticas, que tuvo lugar en
Ampurias en el mes de marzo de 1983.
Hemos aceptado la cronología dada por los autores de los trabajos citados, con las excepciones ya señaJadas de la necrópolis de Can Rodon y el poblado del
Tur6 de la Rovira, cuyos materiales hemos fechado siguiendo el trabajo de More!, lo que ha proporcionado
una cronología más afinada, como es visible en el primer gráfico. Es evidente que para apurar una datación
se precisa contar con la pieza entera o con un fragmento lo suficientemente expUcito, lo que no ocurre muy
a menudo. Sin embargo, observamos que, aun contando con la pieza entera, se tiende hacia las fechas amplias, p.e. «siglo IV a.c....
VOLUMEN DE LAS
IMPORTACIONES Y SU
REPARTO EN EL TIEMPO
El gráfico primero se ha confeccionado para mos·
trar la cantidad de vasos (grueso vertical) pertenecie.n te a cad a grupo de talleres (blanco con los áticos, negro para los occidentales y punteado para los itálicos)
representados en los yacim ientos layetanos, haciéndolo
de manera que sea posible visualizar a la vez su extensión en el tiempo (longitud horizontal) que hemos
dividido en tramos de cuarto de siglo, desde 500 al
200 a.C.
Valga como ejemplo el poblado de la Cadira del
Bisbc de Sant Pere de PremiA, del cual se tienen:
2 vasos áticos fechables ... . ..... . 475-425 a.C.
2 vasos áticos fechables .... . .... . 375-350 a.C.
4 vasos áticos fechables .... . .... . 350-300 a.C.
. Pu• . c astell
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Vallgorguina
· Burríac
Cabre ra de Mar
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·To rre deis Encantacs
Arenys de Mar
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Sta. Coloma de
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Cráfw l .
4 vasos de talleres occidentales
fechables .... ... .. ... ..... . ... 300-250 a.C.
4 vasos de talleres itálicos
fechables . .... . .... . .... .. . . .. 300-275 a.C.
Como ya hemos apuntado anteriormente, las da·
tacionea amplias pueden proporcionar en este gráfico
una visión err6nea del volum en, lo que se hace evidente en el caso del Puig Castell de VaJlgorguina, donde
se cuenta con diecisiete vasos áticos que se sitúan en tre
el 400 y el 300 a.C. Para atenuar este defecto se ha el a·
borado el segundo gráfico, en el cual se hace figurar
el número exacto de piezas de cada taller y en cada uno
de los sitios.
De buen principio se observa que hay muy pocos
vasos en la primera mitad del siglo V a.C. (trece vasos
para el período 475-450 a.C.) y que en la segunda mitad de aquella centuria se nota u n aumento paulatino,
pasando a cuaren ta y cuatro vasos entre 425-400 a.C.
Alrededor del 400 a.C. se produce u n salto b rusco, alcanzándose los noventa y un vasos entre el 400 a.C. y
193
[page-n-204]
375 a.C., pasándose luego a un decrecimiento pausado
a medida que transcurre el siglo IV a.C., llegándose a
los setenta y seis vasos entre 325-300 a.C. Súbitamente,
alrededor del 300 a.C. las importaciones áticas se sustituyen por los productos de los talleres occidentales e
itálicos, llegando e incluso superando ligeramente el techo alcanzado por las producciones áticas (noventa y
cinco vasos para 300-275 a.C.), e igual que ocurrió con
éstas, al ápice le sucede un perfodo de suave descenso
(sesenta y ocho piezas para la etapa 250-225 a.C.), para
bajar luego hasta los dieciocho vasos del tramo 225-200
a .C.
Veamos ahora si puede haber una explicación para
estas fluctuaciones y cambios.
La falta de importaciones durante el siglo V a.C.,
en panicular en sus tres primeros cuartos, en los poblados ibéricos ya ha sido señalada por varios autores.
'!Has, por ejemplo (TRIAs, 1967: p. XXXVI), se extraña que este vacío no se refleje en Ampurias .....que ofrece una gran abundada de cerámica ática de figuras negras y de figuras rojas a partir del 480 a.C...», mientras
que Sanmartí (SANMARTf, 1986) comenta que si e8tO en
cierto, hay que concluir que la función económica de
Emporion en esta época no fue principalmente y a pesar del mismo nombre de la ciudad, la de intermediaria de un com ercio colonial en gran escala con el mundo indfgena.
Creemos que ya va siendo hora de contemplar el
fenómeno de Ampurias librándonos del cliché (por
otra parte tan comprensible) creado por el entorno cultural (no sólo el arqueológico) del momento en que se
empezaron las excavaciones. Hay que reconocer que
sabemos muy poco sobre la vida y actividad de los tres
primeros siglos del establecimiento foceo y que, por
consiguiente, cualquier hipótesis que se formule sobre
su posible influencia sobre el mundo ibérico puede pecar de arriesgada. No se puede negar la posibilidad de
que el tráfico comercial discurriera, además, por otras
v[as, y no se debe olvidar la existencia de otros centros
que -pudieron ser igualmente activos, unos poco conocidos, como Rosas, y otros poco valorados, como Ibiza.
Es muy sugerente lo que sobre este perfodo dice
Moscati (Mosc.m, 1983: 54-55): «El vado o enigma
del siglo V, de que se habla frecuentemente con respecto a Cartago, es más bien, en realidad, un periodo de
pausa en las guerras con los griegos en Sicilia, con la
consiguiente pausa en la documentación de las fuentes
clásicas que sobre ellas se centran. No se trata en realidad de un siglo, sino de los setenta años que transcurren del 480 al 409, cuando se reanudan. las hostilidades. Se trata de un conjunto de transformaciones cuyo
denominador común es el repliegue de la potencia africana en s( misma, como una reconquista de su propia
identidad. De esto tmemos adnnár una corifirmación extrln.suo.
pero no menos tfou: la drásti&a redue&Wn de las importtJ&ilmes
del ~ gmgo que alesligua pumualmenu la arqueolog/a».
194
El subrayado es nuestro y sirve para recalcar e] curioso paralelismo entre lo que se observa en los poblados ibéricos y lo que ocurre en Cartago. Si recordamos
que en dichos oppúla no se encuentran más que contadas ánforas masaliotas en contraste con la masa de
contenedores que venimos despachando con la fluctuante etiqueta de •paleo-ibéricas», uibero-púnicas» o
simplemente «púnicas.., y si convenimos en el hecho de
que el grueso de las mercancías consistió en el contenido de las ánforas, siendo la vajilla fma un mero com·
plemento del cargamento principal, hemos de llegar a
la conclusión de que hay que replantear la imagen vigente y rutinaria sobre las vfas por las que discurrfa
el comercio colonial.
Hay que tener en cuenta, además, que las manufacturas cerámicas atenienses no sufrieron ni un alza
de precios ni una recesión de la producción, sino muy
al contrario, como explica Villard (Vu.uRD, 1970:
230): «De hecho se constata una rápida cafda en su valor comercial: alguos vasos áticos que antes del 480
a .C. se vendían por muchas dracmas, no costaban en
el siglo V a.C., más que la cuarta o la quinta parte de
su precio anterior, ahora los vasos áticos no se exportan
para satisfacer la demanda de una rica clientela, sino
que constituyen una producción que mantiene un co·
mercio que satisface las necesidades materiales de una
población urbana en pleno crecimiento>~.
Resumiento lo que se ha dicho sobre este vacío en
las importaciones de vajilla fina, se confirma que existe
en Ja Layetania durante los tres primeros cuartos del
siglo V a.C., mientras que no ocurre lo mismo en Ampurias, siendo evidente por el contrario en Cartago. El
flujo comercial parece reanudarse a partir del 425 a.C.
y alcan2a su máximo a principios del siglo IV a.C. La
mayor parte de los poblados layetanos (veinte del total
de veintisiete sitios que se utilizan en este estudio) recibe productos áli.cos en cantidad constante y de manera
ininterrumpida en esta centuria.
Quizá lo más sorprendente del primer gráfico sea
la clara separación cronológica entre los bloques de la
cerámica álica y el r esto de talleres, a caballo del 300
a.C. Por una parte ello se puede atribuir a la cómoda
rutina con la que hemos aplicado la información facili·
tada por el trabajo de Sparkcs sobre la cerámica encon·
trada en los pozos del Agora ateniense (SPAilKl!s,
1970), sin tener en cuenta que hace ya algunos años,
Rayes (HA-as, 1984: 21) recomendó que se rebajara en
el espacio de una generación las fechas atribuidas por
aquel autor a la cerámica ática de barniz negro posterior al 350 a.C., ya que las formas clásicas tardías si·
guieron fabricándose hasta muy entrado el siglo m
a .C. Por otra parte, no hay que olvidar que la investiga·
ción de los alfares occidentales que tuvo su auge en los
años 60 y 70, se interrumpe al inicio de la década de
los 80, a causa de haber pasado de moda los temas ce·
ramológicos, arrin.c onados y postergados por otros de
[page-n-205]
VAJ I LLA FINA DE IMPORTACIÓN EN LA LAYRTANlA
denominación más trascendental, con lo cual el conocimiento de dichas producciones es somero y poco elaborado.
Como se entrc;vé por los materiales proporcionados por el poblado de Tur6 de la Rovira y la necrópolis
de Can Rodon, hay un período de transición que se insin\Ja hacia el 325 y que se prolonga hasta el 275 a.C.
De todas formas, el proceso de cambio au~ no
siendo brusco es innegable y debemos preguntarnos
cuáles pudieron ser sus causas.
Según Sanmartí (SANMAATf, 1986: 2493-2494) uno
de los motivos podría residir en el desarroJlo, hacia finales del siglo IV a.C., de los pequeños talleres situados
en la península itálica y otras zonas del mediterráneo
occidental. A ello, y según nuestro parecer, habría que
añadir otras circunstancias, tanto propias del foco productor como del territorio receptor, tales como la consoHdación de los alfares ~ricos (con la formación del
staJur del alfarero y la fijación de la distribución de los
vasos mediante la asistencia, directa o indirecta, a los
mercados). Estos talleres obraron piezas de calidad excelente, como la cerámica gris monocroma tan bien representada en la necrópolis de Can Rodon y en unos
silos de Bellaterra (GRANADOS, 1988). Además, no se
tiene en cuenta que es justamente en esta época en la
que el comercio griego se vuelca hacia Oriente como
consecuencia de las conquistas de Alejandro, giro que
se ha llegado a comparar con lo que significó el descubrimiento de América para algunos países europeos
(RoSl'OVTLUY, 1976: 133-135). Creemos que al producirce una contracción de las importaciones hubo una
reacción por parte de la población colonial que creó sus
alfares al mismo tiempo que los indígenas suplran ¡;>arte de la escasez con sus productos.
Hay que llamar la atención sobre el hecho de que
con posterioridad al per(odo 325-275 a.C., el catálogo
de perfiles de la vajilla fina se reduce, limitándose casi
exclusivamente a platos y copas, con Ja excepción de
algún cántaro pequeño y otros perfiles como la epfquisis (lwtur), el rit6n o el lagino, cuya atribución a los
talleres occidentales consideramos precipitada dado eJ
estado de la investigación. O sea que para ponderar el
volumen de las aportaciones de los talleres occidentales
e itálicos, habría que aplicar un coeficiente de reducción puesto que sus vasos se limitan a un n\Jmero inferior de oportunidades de demanda.
Además del aspecto puramente comercial, el cambio pudo tambi~n significar o imponer una evolución
de los hábitos. ¿Cuáles serán las muestras de prestigio
o de diferenciación social en el siglo ill a.C.?
Hay que señalar que la actividad de los tallere8 occidentales parece coincidir con la llegada a Iberia de
las primeras producciones itálicas y que su distribución es análoga a la de la cerámica ática tardía, con
las excepciones de los poblados de Puig Castell de Vallgorguina y de la Penya del Moro de SantJust Desvern,
en.
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precisamente dos de los yacimientos que tienen un inicio más antiguo de entre los que son objeto de este estudio. Por el contracio, el tur6 de la Rovira de Barcelona no ofrece productos áticos, si bien ello puede
deberse al pésimo estado en que han llegado los reftos
del poblado hasta nuestro tiempo.
Como se puede ver, la distribución abarca la faja
costera, el curso inferior del río Uobregat y su afluente
la Riera de Rub{. Hay un foco relativamente excéntrico alrededor de Caldes de Montbui que podría estar
relacionado con las aguas termales o con una vía hacia
las comarcas del interior.
Como observación fmal a estos comentarios sobre
la actividad de los talleres occidentales y la Llegada de
los primeros vasos itálicos de barniz negro, hemos de
citar a Morel (MoRP.L 1980: 75), el cual, refrriéndose
al taller de las Pequeñas Estampillas, dice que fuera de
la península itálica sólo exportó al Languedoc. RoseU6n, Cataluña, Córcega y Cartago y también a La Sicilia púnica, lo que posiblemente se relacione y sea consecuencia más de la distribución que de la fabricación.
La sóbita flexión 6nal que se constata en el primer
gráfico, hacia 225-200 a.C., debe atribuirse a la crisis
bélica de la Segunda Guerra PtJnica y a las rebeHones
que siguieron a la ocupación romana.
195
[page-n-206]
J. BARBERA FARRAs
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Hontpalau , Pineda de Mar
Sot del C.Wjl , San t Vicenc de Hon tal t
To=e del s En c an t a ts , Arenys de Mar
Tur6 dol Vent, Llinar.s
Cas tellvell , Lli nars
1\lr6 Gros de ClH l ecs , Orrius
MUntanya de ~iac , Cabrera de Mar.
9 . Can RDdon de 1 ' Hor t Ca brera de Mar.
10 .Hu.nt anya de Sant Mi qu.cl, Vallromanes - Hon tornés
11 · La Cadir a del &1 sbe. San t Pere de Premi A
12.can LtinAs, Ale ll a
13 .TUr6 de Montgat Mont!lat
14 .TUr6 de Mas Bosc A Badal ona
1 5 .Puig Cas t ellar, San ta COl oma de Gramene t
16.La Miranda, Badalo na
17. Badalona
'1 8. TarO de l a llxlvira, .Barcelona
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1 9 .Montjutc, ~arcelona
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22. La P~ya del Moro , SaDt JUst Desvern
23. La Torre Roj a, Cald es de Hon tbui
24 • TUr6 Gros de Can Camp, Cal de s d e M tbu i
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25. 1'Uig Al t d ' en Vi ver, Bigues
26. Pont de Bril Santa Sul~lia de Roncana
27 .Can f'ati6 Rubi
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Grájüo 1/J.
CANTIDAD DE VASOS DE CADA
GRUPO DE TALLERES, EN CADA
YACIMIENTO
Como ya se ha anunciado, el segundo gráfico complementa al anterior dando la cantidad de vasos cuyo
perfll se puede identificar con seguridad, que han servido para la ilustración cronológica.
A pesar de que el número total de piezas áticas sea
superior al de los talleres occidentales (más el añadido
de los itálicos), no debe olvidarse que las primeras
abarcan dos siglos (V y IV a.C.), mientras que las otras
corresponden grosso moáD al siglo lii a.C. tan s6Jo. Adem,s, como ya se ha hecho observar, la cantidad de perftles &ticos es superior al de las demás producciones
que casi se limitan a platos y copas. Por ejemplo, a partir del 300-275 a.C. desaparecen las grandes cráteras,
las lécanes y las enócoes, que hay que suponer que fueron reemplazadas por vasos a tomo de fabricación in196
dfgena que no imitaron los perflles sustituídos sino que
siguieron con su repertorio autóctono.
Hay un aspecto que llama la atención de inmediato y es el escaso número de vasos si se tiene en
cuenta el lapso de tiempo que cubren. Véase como
en un poblado como el de Puig Castellar de Santa
Coloma de Gramenet, sólo hay 36 vasos para una duración de tres siglos. A pesar de que multipliquemos
esta cifra por cien para corregir el efecto de ]a desaparición material, defectos de excavación y la parte que
se esconde en las coleccioncitas, tendríamos unas mil
doscientas piezas por siglo, aproximadamente cuatrocientas por cada generación lo que, suponiendo una
población de cien familias, nos daría cuatro vasos por
generación y familia, es decir, una presencia escasa
y casi testimonial.
Aqur cabe hacer constar que, según las excavaciones que conocemos directamente, los restos de la vajilla
fma se hallan en toda la extensión del poblado, sin. nin-
[page-n-207]
VAJILLA J"INA DE IMPORTAClÓN EN LA LAYETANIA
guna concentración significativa que permita sospechar qu~ su usd se limitó a unas pocas familias.
En la Penya del Moro de Sant Just Desvern, po·
blado que ha padecido de pocas excavaciones incontroladas si se compara con otros de la misma área, para
el período 4:25-300 a.C. se señala un porcentaje de 4,2
vasos importados, tomando como base de cálculo el to·
tal de fragmentos de vasos a tomo, con exclusión de las
ánforas y las grandes jarras.
A pesar que reconocemos la fragilidad de las deducciones ,levantadas sobre unos datos tan fragmentarios como son los que hemos podido reu.nir, opinamos
que dan una orientación útil, y nos lo confirma el hecho que, limitándonos a la cerámica ática, las conclu·
siones que avanzamos son muy parecidas a las que se
podían conseguir para el mismo período y aplicando
el mismo método, partiendo de la información proporcionada por la obra de 'frías (TR!As, 1967) publicada
hace más de veinte años.
PERFILES REPRESENTADOS EN
CADA YACIMIENTO
Para montar el tercer gráfico, hemos tenido que
afrontar, en primer lugar, el problema de la denominación de los vasos. En cuanto concierne a la cerámica
ática no habí¡¡ .mayores dificultades (salvo la cuestión
fllológica ya apuntada), pero para el resto de prod1,1<;tos
se nos planteaba el inconveniente de las múltiples va·
riantes de cuencos y platos (y de la frontera entre ambos), que hemos intentado soslayar siguiendo, en lo
que cabe, la pauta dada por Morel para clasificar la
cerámica campaniense.
Como hemos sugerido en la introducción, esperábamos que este gráfico nos sirviera para detectar una
posible incidencia de hábitos forasteros que distinguiera algunos poblados. Nuestra esperanza no se ha visto
totalmente confirmada puesto que, aparte del c.onjunto
de Can Rodon (que se puede explicar porque se trata
de una necrópolis), sólo se distingue la Penya del Moro
que contabiliza todo el catálogo de formas.
Lo que sí puede ser significativo es la presencia de
cráteras áticas en once de los veinte poblados con cerámicas griegas, y quizá ta.mbién valga la pena de anotar
que en sólo cuatro de los veintisiete yacimientos, haya,
después del 300 a.C., otros vasos que no sean cuencos
o platos, lo que puede indicar el pleno dominio de la
cerámica a torno indígena.
Como ya se dijo al empezar, no había un objetivo único para este trabajo sino el propósito de contemplar e intentar esclarecer algunas facetas de la
importación de la vajilla de lujo, a través del análisis
de un conjunto de materiales provenientes de una
serie de yacimientos situados dentro
ríodo ibérico pleno como lo fue la Layetania. Sería
pues superfluo y repetitivo exponer de nuevo las conclusiones que ya han ido apareciendo a medida que
se iba discutiendo cada una de las facetas debatidas
en el estudio.
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197
[page-n-208]
[page-n-209]
Francisco CisNERos FRAILE*
FÍBULAS ANULARES DE LA CASA DEL MONTE
(VALDEGANGA, ALBACETE)
l. LA NECRÓPOLIS IBÉRICA DE LA
CASA DEL MONTE
Hace ya más de setenta años que D. Isidoro Ballester 'Thrmo, realizó los primeros reconocimientos del
terreno en que se ubicaban los restos del poblado y necrópofu i~rica de ocLa Casa del Monte», en el confin
meridional del término municipal de Valdeganga, Albacete. Precisamente en un paraje muy pr6rimo a la
confluencia de tres términos municipales: el ya citado
de Valdeganga y los de Albacete y Chinchilla.
El propio Ballester Tormo describió' minuciosamente la situación de Jos restos arqueológicos en una
publicación que años más tarde vio la luz y que pretendía ser un avance de un estudio posterior sobre la necrópolis de La Casa del Monte1 • Citamos aquf algunos párrafos de su descripción: ( ...) en un pequeño
altozano, en aquellos años •espacio yermo•, perteneciente a la aldea Casa del Monte se encontraban localizados el poblado ibérico, cuyos restos se esparcían •al
Sur y N.O. del yermo(...) casi tocando las sepulturap
y la necrópolis, en el «extremo norte del erial• y en el
-.-Servicio de lnveatigaei6a Prehiat6riea, Diputac:i6n de Valencia.
punto donde se iniciaba suavemente la pendiente ~el
cerrillo; muy cerca de la casa de labor, entre el cammo
de la Felipa y las eras y junto a la «profunda trinchera»
formada al cortar •por poniente el altozano el camino
de Valdeganga a la Carretera Albacete-Ayora...
En el mapa 1, reproducimos la situación del yacimiento en una extensa llanura bordeada por el río Jócar, al norte y contiguo a una posibl~ vía de comunicación prerromana, que enlazaría la dilatada área de_ los
llanos albaceteños, jalonada de restos arqueo16g¡cos
ibéricos en torno a la denominada vía Heracleia, con
.
zonas al norte del Júcar desde la actual provmCJa de
Cuenca hacia los te.r dtorios hoy dfa aragoneses de Albarrad o y hacia el rfo Ebro a través de los afluentes
de la derecha de su curso.
Además de la citada publicación que sobre el yacimiento realizó en 1930 D. Isidro Ballester Tormo, años
más tarde, D. Fletcher y E. Pla efectuaron una valiosa
descripción, igualmente minuciosa, de los ajuares de la
necrópolis agrupados por sepulturas' cuyo encabeza·
miento reproducimos: •(...) D. Isidro Ballester Thrmo
excavó a lgunas habitaciones del poblado y
38 sepulturas de incineración de diferentes tipos: de
fosa cubierta por túmulo de piedra y tierra, de fosa
simple y de urna ( ...)» 4 •
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[page-n-210]
F. CISNEROS FRAILE
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[page-n-211]
FÍBULAS ANULARES DE LA CASA DEL MONTE
En el presente trabajo exponemos un estudio tipológico de las ffbulas anulares pertenecientes a la necrópolis de La Casa del Monte, inventariadas en el Museo
de Prehistoria de Valencia. Con él participamos en el
merecido homenaje a la memoria de E. Pla Ballester
que incluso tiempo atrás tenfa la intet;~..ci6n de abordar
el estudio de los materiales de este yacimiento. Nos
honra s-obremanera la invjtación que nos hizo D. Ber·
nardo Mart( Oliver, Director del Museo de Prehistoria
de Valencia para participar en este homenaje, reconociendo la ayuda no s6lo cientffica también humana q ue
D. Enrique, j unto con D. Domingo Fletcher, nos aportó en nuestros comienzos arqueológicos.
11. DESCRIPCIÓN DE LAS FÍBULAS
ANULARES DE LA CASA DEL
MONTE INVENTARIADAS EN EL
MUSEO DE PREHISTORIA DE
VALENCIA
T IPO 1: Ffbulas de tres piezu y resorte de charnela de
bisagra.
SUBTIPO 1 A: Puente de navecilla normal.
Varian/4 lA 1: Puente macizo, tamaño normal (Sepultura XIX) (Fig. J, ,o. 0 1).
Ffbula de bronce de tamaño m_ dio rea.l.izada en tres piee
zas. El puente es de navecilla maciza con peñLI próximo al
medio punto; el resorte es de charnela de bisagra con aguja
de .sección circular y recta, unida a ella; la charnela se a pro·
xima a la forma Vlll de A. Iniesta'. El pie es de forma rectangular y se curva ligeramente ensanchándose en su extremo para recibir el anillo, de sección circular. La mortaJa es
de media caña aunque por el deterioro de la pieza no se aprecia ni su forma ni su longitud.
Posee las medidas siguientes:
IAt!t·
máx.
38mm
Di4m. tllÜJJo
All.
18mm
3mm
Posee la3 medidas siguientes:
~·
llltÚ.
56 mm
Dilm. 52 mm
.4/t.
31mm
Grosvr ll1lill4 AMA. trú. p..
4mm
20 mm
(Pieza n. 0 29 del Inventario del M.P. de Valencia.)
SUBTIPO I B: Puente de navecilla aquillada.
Variante l B 2: Aquillada transversalmente con resaltes
(Sepultura IX) (Fig. 1, n. 0 3).
Fíbulá de brohce de tamaño medio formada por la agregación de tres piezas: el puente es macizo de forma de navecilla aquillada longitudinalmente co.n dos resaltes angulares en
sus extremos (los vértices miran hacia el interior). El pie es
rectangular de mortaja larga y profunda; la charnela es de
bisagra de un tipo aproximado a la forma VI de lniesta' y
a la forma I1 de Cuadrado'. Va unida a una aguj a de sec·
ción ci.rcular y ligeramente curvada en la un.ión con la charnela.; el anillo es de sección cir cular.
Posee las siguientes medidas:
Lon,. mJx.
34 mm
Di4m. d
31 mm
A/1.
21 mm
a-r tJ11i1JD
Ald. mú. flll.
2,5-3 mm
11 mm
(Pieza n.0 48 del Inventario del M .P. de Valencia.)
Varian/4 1 B 3: Aquillada longitudinalmente con resaltes
(Sepultura XXI U) (Fig. 1, n. • 4).
Gran fibula anular de bronce confeccionada en tres piezas. El puente es macizo y tiene forma de n.avecilla con sección aquillada y longitudinalmente está recorrido por una especie de arista donal con decoración cordiforme. Posee dos
resaltes foliáceos bilobulados en el extremos del puente. El
píe es rectangular con el ensanchamiento en su extremo para
recibir al anillo. La mortaja es larga y profunda. Aguja y resorte van wtidos. Aquélla es de trazado recto de sección circular y el resorte de charnela de bisagra se aproxima al
tipo V de lniesta. El anillo es de sección igualmente circular.
Posee las medidas siguientes:
9mm
Úftl·
(Pieza n.• 50 del Invenlario del Museo de Prehistoria
de Valencia.)
IIIIÚ.
53 mm
Di4m. 41liJ/4
52 mm
Ail.
27 mm
flll.
Grosor 411iJ14 ANA. mú.
3mm
Hmm
(Pieza n. 0 72 del Inventario del M.P. de Valencia.)
Varianle 1 .d 2: Puente buceo y ancho (Sepultura IX)
(Fíg. J, n.• 2).
Gran flbu!a anular hispánica de bronce .realizada en tres
piezaa; el puente tiene forma de navecilla hueca y se ensan·
cha considerablemente en el centro. El pie es de forma rectangular y lleva alojada una monaja larga de media caña. Se
corresponde a los ejemplares denominados por Cuadrado de
•navecilla de perftl normaL.', tipo 4- b; la charnela de bisagra ea muy semejante a la forma X de lniesta'; va unida a
la aguja y ésta, de sección circular, se curva ligeramente.
También el anillo es de sección circular.
Varíanle 1 B 4: Aquillada transvenalmente y chaflanada
en los extremos del puente (forma romboidal) (Sepultura X)
{Fig. 2, n.0 1).
Fragmento de gran ffbula anular hispánica realizada en
bronce. Consta de tres piezas. El puente, incompleto, seguramente estaría aquillado en su parte central (extraemos esta
deducción por el cotejo de fTbulas de caractcrísticaa semejantes), es de sección maciza aunque lleva una oquedad a modo
de cazoleta caai hemiesférica en su parte interior. El pie es
rectangular con mortaja de media caña larga y profunda. En
201
[page-n-212]
F. CISNEROS FRAILE
\
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Fig. 1. -Flblllas d4 la
202
n~crdpolis
i'birúa d4 la Qua #1 M011U.
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1
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[page-n-213]
FÍBULAS ANULARES DE LA CASA DEL MONTE
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1
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ft.Ja
3
4
Fig. 2. -Fihu/Ju
tÚ
la ~o/U ihlriea tÚ la Casa dll Monú
203
[page-n-214]
F. CISNE.ROS FRAILE
1
2
4
5
Fig. 3. -Fíbultu M la JUt:rdpoüs ihlriu. M la Casa tlll MMIIe
204
[page-n-215]
FÍBULAS ANULARES DE LA CASA DEL MONTE
den extremen, el puente está duúlanado y estos duúlanes
laterales acaban, en la anión con la parte central, en formas
redondeadas.
La aguja es de sección circular y va unida al resorte de
charnela de bisagra. Ésta se aproxima a la forma X de Iniesta. EJ anillo es tambi~n de sección circular y presenta adornos a modo de falsos resortes que diacontinuamente, en grupos de 2, 3, + ó 5 se extienden por todo ~1.
Posee las medidas siguientes:
(Pieza n.0 56 del Inventario del M .P. de Valencia.)
5\lS
Úlllf. • .
6lmm
Di4m. tmiJJo
57 mm
All.
35 mm
S mm
23mm
(Pieza n. 0 63 del Inventario del M.P. de Valencia.)
Varian/41 B 5: Aquillada con resaltes bífidos en los extremen del puente (Poblado Casa del M onte) (Fig. 2, n.0 2).
Fíbula anular hdpánica de tam.a ñ.o medio realizada en bron.ce. Consta de tres piezas y se halla actualmente en muy buen
estado de conservación. EJ puente, de sección maciza, es de
navecilla estrecha y está aquillado longitudinalmente. Tanto
la quilla como el cuerpo del puente se deforman describiendo
una incurvación. En Jos extremos aparecen. dos resalte• bífidos de Jorma angular con las aberturas hacia el interior.
La aguja, de sección circular, va unida a la charnela
y se curva ligeramente. La charnela de bisagra es del tipo l
de Inierta.
El pie es largo y rectangular, ensanchándose en el extremo para recibir al anillo. La mortaja es igualme. tc larga,
n
profunda y de media caña. El anillo es de sección circular.
Posee las medidas siguientes:
Úlll· • .
33mm
Di4m. tmiJJo
33mm
AJI.
17 mm
2,5mm
9mm
(Pieza n .0 46 del lnventario del M.P. de Valencia.)
SUBTIPO 1 C: Puente de navecilla con formas especiales.
r;&riantt 1
e 1: Ondulado (Sepultura XV) (Fig. 2, n.
3).
Puente de ffbula de bron ce de tamaño medio confeccionada en tres piezas. El puente tiene forma de navecilla de
tipo ondulado de sección hueca. Este tipo de perfiles se "quiebran- en seis lados aunque ajustándose, el conjunto del perro, a la forma aemi<:ircular. E. Cuadrad o'0 opina que este
tipo de puentes fibulares se l'elacionan con los de quilla quebrada, ..en realidad son produ ctos del mismo estilo•, dice textualmente este miamo autor. Aguja y resorte de charnela van
unidos y el pie es de forma trapezoidal con el lado exterior
recto, lleva el t.{pico abombamiento en su. extremo para la penetración del anillo. La mo~a es ancha, corta y profunda.
Posee laa medidas siguientes:
iMt· 111/Ú,
20mm
3·5mm
~Al·
mh.
37 mm
Di4m. ~
Allu111
33mm
20m.m
Grmr tmiiJo bd!. lllh. f*·
2-3 mm
9 mm
(Pieza n.0 53 del Inventario del M .P. de Valencia.)
SUBTIPO I D: Puente de Tú:nbal.
Varianle 1 D 1: Hemiesí~rico (Sepultura XV) (Fig. 3,
D. 0
1).
Fíbula anular hi.apánica de bronce de tamaño m.e dio
conJeccionada en tres piezas. El puente es hueco y tien e forma de timbal hemicsférico. L leva en los extremen resaltes foliáceos aunque geometrizados, rematados en ángulo apunt. a
do con Los v&ticcs dirigido, hacia el interior del puente. Los
resaltes montan sobre el timbal.
El pie es recto y de forma trapezoidal; acaba en su parte
exterior en ángulo disim~trico y lleva el típico agujero para
el paso del anillo de sección circular. Posee mortaja corta y
profunda. La aguja está incompleta y va unida al resorte que
es de charnela de bisagra, próximo al tipo X de A. Iniesta.
Posee las siguientes medidas:
0
.üara
42mm
~ 1 e 2: Con estrangulamiento longitudinal a ambos lados (Sepultura XXXI) (Fig. 2, n.0 4).
Fíbula anular hi.apánica de bronce muy semejante a la
pieza anterior; fue confeccionada igualmente en tres piezas:
el puente es de navecilla ondulada y hueca cuyo perfil se
adapta a un semidrculo pero quebrándose en seis lados.
Longitudinalmente, en su parte central, el puente se estrangula a ambos lados de forma curvilínea. El pie es posiblemente recto (no se aprecia por el deterioro actual de la pieza)
con un abombamiento en su extremo para la penetración del
anillo de sección circular. La mortaja es posiblemente corta
y de media caña.
EJ resorte es de charnela de bisagra del tipo IX de Inies·
ta y va unido a la aguja de aeccióD citeular.
Posee las siguientes medidas;
lO mm
L«og. l!IÚ.
!7 mm
DiJm. •rW/JJ
33 mm
AllatiJ
20mm
2-3 mm
16 mm
(Pieza n.0 55 del Inventario del M.P. de Valencia.)
Suhuarian/4 1 D 1 (1): Timbal bemiesfmco sin cazoleta
(Sepultura XXXI) (Fig. 3, n.0 2).
Pequeña fíbula anular de bronce muy deteriorada por
la cremación. El puente es de timbal hemiesf6rico de sección
maciza y está formado por la agregación de tres piezas: el
timbal propiamente dicho y las dos prolongaciones del puente unidas a a. En esta pieza, las prolongaciones del puente
no montan sobre el timbal; más bien, estas uniones son hendiduras, por ello diferenciamos esta pieza de la anterior. El
perfil, no es el típico de las fibulas de timbal hemiesfmco.
Lo normal es que a la «cazoleta» del timbal, vista lateralmen-
205
[page-n-216]
F. CISNEROS FRAILE
te, se le aprecie un perfil de medio punto en su parte superior
y otro recto en la inferior. En esta fibula, Las dos líneas son
de medio pwlto.
El pie ea rectangular, acabado en una forma triangular
de lados desiguales. Lleva mortaja de media caña y profunda. La aguja, de sección circular, va unida a la charnela de
bisagra; ~t.a se aproxima a la forma VI de Iniesta, aunque
con algunas diferencias en el arranque de la aguja, que en
el caso de la fibula de la Necrópolis de La Casa del Monte,
describe una suave incurvación y en el tipo VI de Iniesta,
la aguja arranca de forma recta. El anillo también es de sección circular.
Posee las medidas siguientes:
úmt,. lliiÚ.
26 mm
Di41a. -
22 mm
Altwtl
15 mm
El puente tiene forma de timbal elipsoidal hueco; la aguja es recta, de sección circular con la típica cabeza de forma
oscilante. El anillo es también de sección circular. El pie es
recto con el ensanchamiento para la penetración del anillo
y lleva un larga mortaja de media caiia.
Este tipo se correponde con los tipos 2a y 2b de Cuadrado y con los 2b y 2e, variante I, de lniesta.
Posee las medidas siguientes:
Ltmg. mh.
Di4nt. ll!lillo
3~mm
32 mm
TIPO IV: Fíbulas de dos piezas y .resorte de
muelle.
JO mm
(Pieza n. 0 54 del Inventario del M .P. de Valencia.)
TIPO ITI: Fíbula de tres piezaa y resorte de tope osculador (Sepultura XXXII) (Fig. 3, n.0 3).
Fíbula de tamaño medio, con la cabeza muy deteriorada
por la cremación. Pertenece a las del tipo de resorte de tope
osculador. El puente y el anillo forman una sola pieza y la
cabeza del puente tiene forma de horquilla entre la que se
sitúa la aguja. Ésta y las dos partes de la norquilla del puente
están taladradas por orificio• atraveaados por un pasador.
Gtosor aiJ/¡¡ AIIÚ!. mú. Jill.
2,5 mm
U mm
(Pieza n.0 51 del lnve.n tario del M.P. de Valencia.)
Gmor anJlo AIICI\. mú. f*.
2,5mm
All11ra
19 mm
SUBTIPO IV A: Puente de navecilla (Sepultura V)
(Fig. 3, n.0 4-).
Pequeña 6bula de dos piezas: puente-anillo unidos por
una parte y resane de muelle unido a la aguja, por otra.
El puente es macizo y tiene forma de navc:cilJa con tres
nervios que lo recorren longitudinalmente; de ellos el central
está decorado con incisiones. El pie se ensancha en su parte
externa y lleva mortaja de media caña.
El resonc de muelle se enrolla al anillo co.n tres vueltas
en cad a "Uno de los lados del arranque del puente. El Lipo de
TIPOS
SUBTIPOS
VARIANTES
N.• EJEMPLARES
N.• SEPULTURA
PORCEN'L\JE
I A 1
1
XIX
16,66% (Del subtipo 1 A)
.........l. ~.~ .... . ........ . ........l....... . ............... ~~....... . . ..... ... .... ..... . .... .. . ... . .
I B 2
IX
I B3
XXIII
33,33% (Del subtipo 1 B)
1B4X
. •.• • ••. } ~ .~ . ••. . • ••• •••••••• • ••• •1 . ... •• .... ••••.••• ~~~l.a.d.o). .... ...... ............ ...... ... ... .
..
I C 1
XV
16,66% (Del subtipo I C)
........•~~ . ~ ...•. . ....... .. . .••.•.1
..•.•.•....•...•..•.• ~ .................................... .
1D 1
1
XV
_____L!U__{!)_____________ _ _ __________________?Qgg______________
t
16,66%
(De~!I..~~J
D) ----
83,4Cfo (Del tipo I)
11
(no existen ejemplares)
m
XXXII
8,33% (Del tipo lli)
-------IV A__________________ _____ _ _______--ª'.33J!_~!_!uby_p_o_!Y_~-J
y
8,33% (Del tipo IV)
'IOTAL EJEMPLARES
INVENTARIADOS
U (necrópolis)
1 (poblado)
Cr.uuko 1. - Fibu/JJ.s anu14res de 14 necrópolis iblrica de 14 Casa fhl Monte,
d4 Valmcia.
206
irwentariada.r tn el Musto
fÚ
Prehistoria
[page-n-217]
PfBULAS ANULAR.ES DB LA CASA DEL MONTE
enrollamiento no se asemeja a los tipos deacritos por
E. Cuadrado" y A. Iniesta11 • La aguja a la que va unido,
tiene forma ligeramente curvada y es de sección circula¡-.
Posee las medidas siguientes:
LM¡. mú.
Di4m. lllfilil
27 mm
Álhlr4
15mm
GnS« ,.¡¡¡,
2 mm
ÁliCA. IIIÚ. fM.
JO mm
(Pitu n.• i5 dd Invenwio dd M.P. de Valencia.)
111. APORTACIÓN TIPOLÓGICA AL
ESTUDIO DE LAS FÍBULAS
ANULARES
Nuestra clasificación tipológica sobre la flbula
anular hispánica, eatá realizada atendiendo a su funcionamiento y composición esencial. En ella. también
hemos tenido en cuenta las variaciones morfológicas;
éstas nos han dado pie para establecer subtipos y variantes encuadrados dentro de los cuatro tipos fundamentales:
TlPO 1: Fíbulas de tres piezas y resorte de
charnela de bisagra.
TIPO II: Fíbulas de tres piezas y resorte de
muelle.
TIPO lli: Fíbulas de tres piezas y resorte de
tope oscilador.
TIPO IV: Fíbulas de dos piezas y resorte de
muelle.
E. Cuadrado en un importante trabajo estableció
por vez primera una clasificación tipológica sobre la ffbula anular bispánica13 • Señaló, además, la existencia
en la Península Ibérica de dos úeas en cuanto a la
aportación de ejemplares de la fíbula anular
hispánica••. En la primera de ellas se desarrolla fundamentalmente la ffbula anular de resorte de charnela
de bisagra. A la segunda corresponde esencialmente la
de resorte de muelle.
Según C uadrado, la zona I comprende territorios
de las actuales provincias de Valencia, Alicante, Murcia, Almerfa, Albacete y Baroelona. Dentro de la
zona I, este mismo autor integra, asimismo, la subzona la que se desarrolla, de sur a norte, por las provincias de Málaga, Granada, Córdoba y J aén, reconociendo, sin embargo, que en esta áltima existen ffbulas con
ambos tipos de resorte, aunque con un predominio mayor de las de charnela de bisagra.
Dentro de esta zona 1 existe un islote de fibulas
de tope osculador que abarca esencialmente yacimientos limítrofes a la vía de penetración de la costa valenciana hacia la submeseta sur: Serreta, Bastida, Covalta, Hoya de Santa Ana, etc., en las provincias de
Valencia, Alicante y Albacete.
La zona U, siguiendo con la opinión de E. Cuadrado, aporta fundamentalmente ejemplares de resorte
de muelle y se difunde por las submesetas norte y sur
(en esta 111tima excepto la provincia de Albacete) e
igualmente por las provincias de Sevilla, Huelva y
Cádiz.
El resto de la Pen(nsula !Mrica, o sea la zona norte el territorio de los •gallaeci», astures, cántabros, vascones e •illergetes», no aport.a tibulas.
C uadrado incluso ve en esta división un compo·
nente diferenciador de tipo étnico: a grosso modo, reseña que la zona I corresponderra a los pueblos iberos
propiamente dichos, j unto con los bastetanos, en la
subzona la, y la zona II a los celtíberos junto con los
pueblos tartésicos.
Pueden hacerse hoy ciertas puntualizaciones a esta
división. Por ejemplo, en Cataluña la dispersión de las
fTbulas anulares de charnela de bisagra tiene un ámbito
algo mayoru, incluso por la Cataluña interior y por la
provincia de Tarragona. Asimismo es necesario resaltar
más la existencia en Cataluña de ffbulas anulares hispánicas de resorte de muelle (algunas de pie con botón), tanto en la Provincia de Gerona, Ampurias y
Ullastret, como en la de Tarragona, en L'Oriola y Mas
de Mussols (La Palma), en el bajo curso del Ebro; tambi~n de aguja libre con tope de charnela, por ejemplo
las fibulas de Ca o'Olivé, Cerdanyola (Barcelona) y de
la Cova de la Font Major, Esplugues de Francolí, Vilavert (Thrragona), debido a que posiblemente todo este
conjunto de ffbulas anulares, con estas caracterfsticas,
representen los ejemplares más antiguos, entre los basta hoy hallados, de la fibula anular en la Península
Ibérica.
En relación con la zona ll, es necesario concretizar el área del resorte de muelle en la Meseta al territorio situado al norte del río Tajo, sobre todo en la franja
que de Este a Oeste ocupa las actuales provincias de
Guadalajara, Madrid y Ávila. Al sur de este rfo los yacimientos conquenses aportan mayoritariamente flbulas de resorte de charnela de bisagra••. Ello quiere decir que la provincia de Cuenca, basándonos en la
tipología de las fibulas anulares, se relaciona esencialmente con la que· hemos denominado zona I y no sólo
en lo concerniente a las ffbulas, también sus materiales
denotan una mayor relación e identidad cultural con
los deJ úea valenciana y con eJ S.E. de la Meseta.
M . Almagro señala esta correspondencia marcando las
relaciones e identidades que en cuanto a materiales se
producen entre estas últimas áreas citadas y Jas que el
mismo autor denomina «Área delj6car'lo, «Área de Carrascosa>t y «Área de la Serranía de Cuenca>t, todas en
la provincia de Cuenca, al delimitar los n6cleos de ibe-
207
[page-n-218]
P. CISNEROS FRAILE
'l'Il'O 1: .fíbulu de trca pic.aaa y reaortc de c:hunda de bingra: puente de fo.I'Ulll variable, aguja fundid a con la charnela d e bisagra
y anillo.
SUBTIPO 1 A: puente de navecilla normal.
Variantea:
l A 1: puente madzo, tamaño normal.
1 A 2: pue.nte hueco y ancho.
SUBTIPO I B: puente de navecilla aquillada.
Varia.otca:
I B 1: aquillada longitudinalmente, ain rc:.altes.
1 B 2: aquillada t.ran•versalmcnte c~n retaltes.
1 l! 3: aq1.1illada longitudinalmente: con resaltes (bilobwade»).
1 l! 4: aqumada transversalmente y chaflanada en los exuemos del puente (forma romboidal).
1 B 5: aqllillada transver.almente con resaltes b(fidos en los extremos del puente.
SUB'l'lPO I e: puente d e navecilla con formas especiales.
Varlantee:
1 e 1: ondulado.
1 e 2: estrangulado longitudinalm.e nte a ambos lados.
SUBTIPO 1 D : p1.1ente de timbal.
V
ari&n.tet~:
1 D 1: bemie•f~rico (incluye subvariedad 1 D 1 (1): sin cazoleta).
1 D 2: elipsoidal.
TIPO II: Fíbula• de trea piesa1 y reaortc de m uelle: puente, aguja unida al resone de mueUe y anillo.
TIPO liT: Fíbulas de trc:1 p ien • y r~rte de tope oeculador: puente (siempre de timbal clip10idal) unido al anillo, aguja unida
a la charnela de tope oscl.llador y paaador.
TIPO IV: l'íbulu de dos pieau y rc:eortc de muelle: puente y anillo unidos por una pane; aguja y resone de muelle, igualmente
unidos, por otra.
SUBTIPO IV A: ouente de navedtla.
Cumiro 2. - Ensa_Jo tÚ clasifoaaón tipológiea para las j(hu/4s anulares.
TIPOS DE C.
MONTE
TIPOS DE CUADRADO
INI.ESTA
1 A .............................................. 4b . .. ............. .. ........... .
lB 2
4b
4h ............................. .
(variante Il)
I B 3 ............................................ 4c ...... , ...............•.............. 4c
(variante la)
l B 4 .............. (encontramos n:laci6n con el tipo 5 de Cuadrado e Iniesta catalogados romboidales;
tambi~ con algún ejemplar de quilla quebrad a con chaflanes).
IB5 ................................ ............ 4c ..................................... 4c
(en Cuadrado este grupo es más amplio)
(variante lila)
1 e . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4d ................................... 4d-4h
(variante l)
1 D 1 ........................................... 2a-2b . ............................... 2a-2b
(sólo ejemplares de charnela de bisagra)
1 D 2 . ..... . ..................................... 2e ..................................... 2e
(variantes I y 11)
O .......................................... .fb-10 a-10 b ................... , ............ -'b
(variantes IIl y IV)
lli . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2a-2b • • • •• • • • •• • • • •• • .••• • . • •••....... 2b-2e
(sólo ejemplares de tope osculador)
(variante 1)
IV ..............................................
208
.. ................................. ..
[page-n-219]
FÍBULAS ANULARES DE I..A CASA DEL MONTE
rización de las zonas orientales de la Meseta•t.
Podrlan hacerse otras observaciones, aunque nos
desviaríamos de la fmalidad fundamental de este trabajo que trata sólo de exponer un nuevo camino tipológico basado en caracteres funcionales y de estructura
de las flbulas anulares hispánicas.
Como hemos reseñado anteriormente, la tipología
creada por E. Cuadrado" ha sido fundamental y ha
servido de base para trabajos posteriores sobre la ffbula
anular hispánica. Este mismo autor ha completado su
aportación sobre este tipo de ffbulas en otros estudios
de gran interés••; sin embargo, aunque, como antes
señalamos, a él también se debe la división de la Perun·
sula Ibérica en dos zonas según la dispersión de la fíbula anular basándose en el tipo de resorte, bien de .muelle o bien de charnela, lo que daría paso a la realización
de tipos basados en un principio en la funcionalidad
del resorte o en la estructura y composición fundamental de las flbulas, su tipología se apoya esencialmente
en los caracteres morfológicos del puente. A partir de
ellos establece subtipos y variaciones concretas que
también tienen en cuenta la forma de los pies, de las
charnelas de bisagra y del enrollamiento de los resortes. Entre otras aportaciones tipológicas sobre la ffbula
anular hispánica, es necesario citar la realizada por
R. Navarro" a propósito del estudio de las ffbulas
anulares catalanas de gran interés y basada fundamentalmente en la forma del puente (•de navecilla•, «de
cinta•, «de hoja de olivo•) con subdivisiones según la
forma del pie o del tipo de resorte y la tipología realizada por A. lniesta11 también de gran interés al añadir
nuevas variantes a los tipos iniciales de E. Cuadrado
a la vez que cataloga las ffbulas de los yacimientos ibéricos murcianos.
TIPO 1: Fíbulas de tres piezas y resorte de charnela de bisagra:
a) puente de formas variables con sendos agujeros
en el pie y en la cabeza para la penetración del anillo;
b) anillo de sección generalmente circular y e) resorte
de charnela de bisagra igualmente de formas variables.
Dentro de este grupo de llbulas en el SUBTIPO I
A encuadramos las de puente de navecilla normal, con
formas y tamaños variables; incluso los ejemplares de
la necrópolis de la Casa del Monte tienen caracteres
diferenciados. Los dos ejemplares hallados presentan
tamaños y formas del puente diversos: la fibula de la
sepultura XIX tiene el puente macizo y de tamaño memo (Variante 1 A 1) (Fig. 1, n.0 1); la hallada en la sepultura IX es de gran tamaño y lleva el puente hueco y
muy ancho (Varianú 1 .A 2) (Fig. l, n.o 2).
Este tipo de fibulas con puente de navecilla es muy
abundante en los yacimientos ibéricos peninsulares.
Aparece bien con resorte de muelle, bien con resorte
de charnela de bisagra. De entre sus numerosos ejem-
p iares citamos los hallados en la oecróplis de ..El Cigarralejo», Mula, Murcia22 ; el del poblado de ..Coimbra
del Barranco Ancho», Jumilla, Murcian; los ejemplares de la necrópolis de ..El Molar-, S. Fulgencio,
Alicante'+, excepto uno, todos con resorte de muelle;
los aparecidos en el poblado de cLa Bastida de les Aleuses,., Mogente, Valencia, de entre los que reseñamos
el hallado en el dpto. 57 22 •
Además de la necrópolis de cLa Casa del Monte•,
también aparece en otros yacimientos albacetenses
como ...El Cerro de los Santos»tt, «El Amarejon y
«Meca•.,. Asimismo en otros conquenses, como en la
necrópolis de «Las Madrigueras.., Carrascosa del
Campoilf e incluso en la necrópolis de «Aguilar de
Anguita», Guadalajaratt, con ambos tipos de resorte y
en la de «La Mercadera», Rioseco de Catalañazor,
Soriaso que aportó varios ejemplares de resorte de
muelle y uno de charnela de bisagra.
Dos ejemplares de este tipo de fibulas, ambos de
charnela de bisagra, se hallaron en la necrópolis de
«Cabrera de Mataró», provincia de Barcelona". También ha aparecido en la necrópolis de «Baños de la
Muela-n, y en la de •El Molino de Caldona.n, ambas próximas a Cástulo.
El SUBTIPO 1 B, con el puente de navecilla aquíDada transversal o longitudinalmente, es el más abundante en la necrópolis de la Casa del Monte (33,33%).
Dentro de este subtipo düerenciamos 5 variantes:
la 1 B 1, no hallada en esta necrópolis, carece de resaltes en los extremos del puente que está aquillado longitudinalmente. Ejemplares de esta forma se encuentran,
por ejemplo, en la sepultura o. 0 151 de la necrópolis
de •El Cigarralcjo•, Mula (Murcia)'•. La J B 2
(Fig. 1, n. 0 3), está aquillada transversalmente y lleva
~esaltes en los extremos del puente; son de un solo
cuerpo, angulosos y con el vértice mirando hacia el interior.
La Varianu 1 B 3 (Fig. 1, o.0 4), está aquillada longitudinalmente e igualmente lleva resaltes, aunque bilobulados y redondeados recordando motivos foliáceos.
Este tipo de resaltes suelen ir generalmente con ejemplares de navecilla longitudinalmente aquillada como
en la ffbula de la sepultura X.Xill de la Casa del Monte. Son frecuentes en algunas necrópolis murcianas
como las de ·El Cabecico del Tesoro• en Verdolay" o
de «El Cabecico del Tío Pfo•, en Archena,., entre
otras. También aparece en yacimientos valencianos,
por ejemplo en el poblado de "La Bastida de les Aleuses..", e incluso en necrópolis andaluzas como Tútugi
(Galera)".
La Varianú 1 B 1 (Fig. 2, n. 0 1), posee también el
puente aquillado en sentido transversal pero no lleva
resaltes. Los extremos del puente se cortan a bisel, cha·
flanáodose a ambos lados. Este tipo de fibulas ha sido
catalogado por E. Cuadrado como del tipo 4 h (•de navecilla con quilla quebrada")". Igualmente ciertas ff-
209
[page-n-220]
F. ClSNEROS FRAILE
TIPOS FIBULAS
N. o SEPULTURAS
RESORTE
CORRESPONDENCIA
INIESTA-CUADRADO
vm
Variante IA1
(Iniesta)
SEP. XIX
Variante IA2
X (Iniesta)
SEP. IX
Variante IB2
li (Cuadrado)
SEP. IX
VI (Iniesta)
Variante IB3
V 6 IX (Iniesta)
SEP. XXIll
Variante IB4
X (lniesta)
SEP. X
Variante IB5
1 (lniesta)
POBLADO
1 (Cuadrado)
Variante IC1
(sólo puente)
SEP. XV
Variante IC2
IX (Iniesta)
SEP. XXXI
X (Iniesta)
Variante IDl
SEP. XV
Variante IDl(l)
VI (lniesta)
SEP. XXXI
TIPO 111
(de tope osculador irreconocible)
SEP. XXXXll
SUBTIPO IV A
11 (Iniesta)
SEP. V
Cuadro 1.-
210
TiptJs ti4 resD1U. E. 111.
[page-n-221]
F.f»ULAS ANULARES DE LA CASA DEL MONTE
bulas que este mism.o autor cataloga, en el grupo 5,
como de puente romboidal, pensamos que también son
relacionables con nuestro tipo 1 B 4, en concreto, el
ejemplar de la sepultura 107 de ..El Cigarralejo»40 •
Se hallan ejemplares semejantes en •La Bastida..•1, en la necrópolis de «Las Peñas de Zarra»,
Valencia41 y también en tierras andaluzas: necrópoüs
de «La llora», (Granada)". Incluso pueden relacionarse con la variante 1 B 4, los ejemplares de los yacimientos valencianos «La Carencia» de Turís y •El Corral de Saus», Mogente. Iniesta cataloga a la fíbula de
La Carencia como del tipo 5.. y por lo que respecta
al ejemplar de El Corral de Saus, E. Pla lo catalogó,
igualmente como del tipo 5 de Cuadrado".
La Jí&rümte 1 B 5 (Fig. 2, n.0 2), se caracteriza por
estar aquillada longitudinalmente-y presentar montantes bffidos en los extrem.os del puente. En el. ejemplar
de la Casa del Monte su puente es estrecho y describe
una suave incurvación. Los terminales bffidos se abren
hacia el interior y la pieza puede relacionarse con los
ejemplares encuadrados en el tipo 4 e de E. Cuadrado,
aunque este grupo es mucho más genérico; igualmente
se relacionan con el tipo 4 e (variante m a) de
A. Iniesta.
La variante I B 5, es típica de la que hemos denominado Zona I, aunque también se da esporádicamente en enclaves meseteños, por ejemplo en la sepultura
n. 0 350 de la necrópolis de «La Osera» (Chama.r ttn de
la Sierra, Ávila)'6 o en la necrópolis de «La Olmeda»
(Guadalajara)<~ . También aparecen fThulas de este
tipo en la necrópolis de .Aguilar de Anguita». Un
ejemplar y un puente aislado de esta necrópolis guardan gran parecido con la J'Ibula de •La Casa del
Monte,.''·
El SUBTIPO I B, es típico de la Zona I, según
terminología de E. Cuadrado; aparece en yacimientos
donde también se halla la fíbula de timbal hemiesférico; por ejemplo en El Cigarralejo, Cabecico del Tesoro,
etc. Incluso también se halla en otros donde igualmente aparece la de tope osculador como La Bastida, Serreta, Covalta, Hoya de Santa Ana, etc.
En general los resaltes van sobre puentes de ffbulas de navecilla aquillada. Son muy escasos los ejemplares de navecilla normal que llevan resaltes. Entre éstos puede citarse el que procede del santuario de •La
Fuente del Recuesto•, Ceheg{nu, y el de la necrópolis
de «El Cabecico del Teso.ro» en Verdolay, éste con montantes casi rectos o ligeramente angulosos y el vértice
mirando hacia afuera sobre puente de forma casi
rectangulaf'O.
Las ffbulas que hemos catalogado como del SUBTIPO I B, llevan en general resorte de charnela de bisagra. Existen, sin embargo algunas excepciones con
resorte de muelle, por ejemplo una flbula de la necrópolis de •Aguilar de Anguita>t, semejante a las incluídas en nuestra variante I B 5"; también algunos
eje.m plares de la necrópolis de ocLa Olmeda», parecidos
a los incluídos e.n la variante citada52 •
Hemos individualizado el SUBTIPO I C con la
catalogación de ejemplares de «puente de navecilla con
formas especiale.s... En este su btipo introducimos dos
variantes: la 1 e 1 (Fig. 2, n.o 3), de puente ondulado,
y la 1 e 2 (Fig. 2, n.0 4), con el puente estrangulado
longitudinalmente a ambos lados. Algún ejemplar semejante se halla tanto en la que hemos denominado
Zona I (por ejemplo en la necr6polis de ceLa lllora»,
Granada~, en el poblado de ceLa Bastida de les Alcuses,., Valencias., etc.) como en la Zona 11 (necrópolis
de ..La Osera», ÁviJa!l, etc.).
Los ejemplares que aparecen en la necrópolis de
«La Casa del Monte.. , en las sepulturas XV y XXXI
respectivamente, van siempre asociados a fibulas de
timbal hemiesférico, con charnela de bisagra.
En nuestro SUBTIPO I D, encuadramos las ffbulas de tres piezas y resorte de charnela de bisagra cuyo
puente es de timbal hemiesférico, Varianu 1 D 1 (Fig. 3,
n. 0 l) o elipsoidal, Variante 1 D 2. Consideramos mucho
más frecuente la fibu la de timbal hemiesférico como
asociada al resorte de charnela de bisagra, pieza muy
frecuente en yacimientos de la que hemos denominado
Zona I, por ejemplo: en el santuario y en la necrópolis
de «El Cigarralejo»,., en la necrópolis de ..ru Cabecico del Tesoro>~ , en ..El Santuario de la Fuente del Recuesto,., etc., todos en la actual Comunidad Murciana;
también aparece en el poblado de «La Bastida de les
Alcuses,.n o en la necrópolis de ..La Albufereta..~, por
citar algunos yacimientos de la actual Comunidad Valenciana.
Incluso entre este tipo de fíbulas, de timbal hemiesférico, se encuentran los tres ejemplares hallados
en la necrópolis de «Las Madrigueras.., Carrascosa del
Campo, Cuenca".
En relación con estas fíbulas del SUBTIPO I D 1
que en la necrópolis de La Casa del Monte se hallan
(asociadas a los ejemplares del SUBTIPO l C, como
ya hemos señalado) en las sepulturas XV y XXXI, hemos realizado una matización basándonos en el hecho
de que el puente de los dos ejemplares no presenta la
misma morfología. En el caso de la ffbula de la sepultura XV, es de cazoleta y es resultado del procedimiento técnico de unir tres piezas: la cazoleta y los dos extremos laterales¡ éstos se sueldan a aquélla
Huperponiéndose (t~cnica de superposición) y resultando la ffbula de puente en cazoleta hemiesférica con
montantes angulares (con el vértice hacia dentro) a
ambos lados.
La trbula de la sepultura XXXI (Fig. 3, n. 0 2),
aunque es de timbal bemiesférico, no tiene cazoleta y
aunque está realizada con el mismo procedimiento que
la anterior, los dos extremos laterales del puente no
montan sobre él, más bien se un.e n (técnica de agrega·
ción) dejando una especie de hendiduras. Por otra par-
2ll
[page-n-222]
F. CiSN.EROS FRAILE
te, el puente es macizo y no hueco como es típico en
el timbal hemiesférico de cazoleta. Por todo ello, hemos
catalogado a ese ejemplar como perteneciente a la Suh-
varúdad 1 D 1 (1).
Ejemplares de la que hemos c~talogado com.o lfa.
rianl4 ID 2, de timbal elipsoidal, con charnela de bisagra no se hallan en Ja necrópolis de La Casa del Monte. Sin embargo, existen fibulas de este tipo en ambas
zonas: «El Cigarralejo», «Serreta de Alcoy», «Bastida»,
«Hoya de Santa Ana», «Vado de la Lámpara» (GuadaJajara), etc. De todas formas , el timbal elipsoidal, creemos que está más en relación con las ffbulas de tope
osculador.
TIPO Il: Ffbulas de tres piezas y resorte de
muelle:
a) puente con sendos agujeros e.n el pie y en la cabeza para la penetración del anillo, b) aguja unida al
resorte de muelle y e) anillo.
Del TIPO ll, no existen ejemplares en la nec.r ópolis de «La Casa del Monte". Como dijimos anteriormente, el área del resorte de muelle, esencialmente se
circunscribe al territorio situado al norte del rfo Thjo,
sobre todo al área ocupada por las provincias actuales
de Guadalajara, Madrid y Avila. También en Andalucía a las de Sevilla, Huelva y Cádiz.
TIPO ill: Fíbulas de tres piezas y resorte de tope
oscuJador:
a) puente, siempre de timbal elipsoidal, unido al
anillo y provisto de agujero para la penetración del pasador; b) aguja unida a la charnela de tope osculador,
provista igualmente de agujero para la penetración del
pasador y e) pasador.
En el TlPO UI (Fig. 3, n.o 3), catalogamos a las flbulas de tres piezas y resorte de tope osculador. El puente es siempre de timbal elipsoidal y va unido al anillo; la
aguja va unida a la charnela, de tope osculador. Un pequeño pasador realiza la unión de ambas piezas.
Los ejemplares que nosotros conocemos llevan
siempre timbal elipsoidal, sin embargo existen ffbulas
de timbal elipsoidal con otro tipo de resorte, el de charnela de bisagra. De ellas ya hablamos anteriormente.
Incluso otras ffbulas del mismo tipo de timbal constan
de dos piezas: aro y puente unidos y la aguja ligada
al resorte de muelle. Un ejemplar de estas características apareció en •El Castro de las Cogotas..60 , donde
estaba asociado a otro ejemplar de tope osculador.
Este tipo de fibula supu.so seguramente un perfeccionamiento de las de charnela de bisagra con intermediarios tipológicos inciertos, posiblemente a través de
la fibula de dos piezas (con puente y anillo unidos) y
resorte de muelle y que en algunas necrópolis meseteiias se presenta en fo.rma de bellos ejemplares.
Sin embargo la mayor abundancia de esta fíbula
en yacimientos alrededor del ramal de la denominada
212
vfa Heracleia que en territorios valencianos penetraría
hacia J átiva, enlazando por el curso del no Canyoles
con Mogente introduciéndose en la submeseta sur bien
por Fuente la Higuera o bien por Meca y a través de
los llanos albaceteños se dirigiría a Cástulo, parece indicarnos que este tipo de fibulas es originario de estos
yacimientos alrededor de la vía descrita. Entre estos
yacimientos pueden citarse el poblado de «La Bastida
de les Alcuses"", «El Puig»8' y ..La Serreta» de Alcoy,
la necrópolis de «La Hoya de Santa Ana»", ya en territorio de la provincia de Albacete, etc.
También aparece este tipo de flbulas en yacimientos próximos a ramales de la citada v(a Heracleia. Por
ejemplo en la necrópolis de Las Peñas, en Zarra, provincia de Valencia... De manera muchó más esporádica se halla en yacimientos junto a las posibles vfas de
comunicación prerromanas que enlazarían la meseta
albaceteña con territorios de la actual provincia de
Cuenca. Es el caso de algún ejemplar aparecido en la
Val ería prerromana".
Aparece, también muy esporádicamente, en enclaves de la actual zona de Madrid: poblado de •El Cerro Redondo», junto a Fuente el Sanz, provincia de
Madrid" e incluso más al norte, en el Castro de «Las
Cogotas.., Ávila, como hemos reseñado anteriormente.
También ha aparecido una fibula de estas características en el poblado prerromano de Ca n'Olive, Cerdanyola (Barcelona)67 •
TIPO IV: Fíbulas de dos piezas y resorte de
muelle:
a) puente de formas variables, generalmente bellamente decorado, unido al anillo; b) aguja unida al resorte de muelle que se enrolla. a la cabeza del puente
y al anillo.
La fibula de la necrópolis de «La Gasa del Monte,., la catalogamos como dcl SUBTIPO IV A (Fig. 3,
n. 0 4), con el puente de forma d e navecilla.
La gran mayoría de estas fibulas de dos piezas se
hallan en yacimientos de Ja submeseta norte, esto es
dentro de la que hemos denominado Zona II, sobre
todo en su parte oriental coincidiendo con la franja
norte de la provincia de Guadalajara, muy cerca del
límite con la provincia de Soria. B. Cabré y J. Morán
reconocen la correspondencia de éstas con la zona
citada".
Ejemplares pare.c idos han sido hallados en necrópolis meseteñas como las de Valdenovillos, Hijes y Carabias, todas en el norte de la provincia de Guadalajara, muy cerca ya del llinitc de la provincia de Soria.
El ejemplar de Valdenovillos es también de puente
de navecilla, aunque estrecha y lisa. El enrollamiento
del resorte es distinto al del ejemplar de la necr6polis
de la Casa del Monte".
La fibula de Hijes, es también de puente en navecilla aunque estrecha y como la anterior, lisa. Su resor-
[page-n-223]
FÍBULAS A.NUI..ARES DE LA CASA DEL MONTE
te es asimismo de muelle con un tipo de cnrollanUento
muy parecido a la de la C¡ua del Monte, e incluso con
el mismo o6mero de vueltas en tomo al anillo70 •
La de Carabias es muy semejante al ejemplar de
Hijes y por ello, con resorte parecido al ejemplar de la
Cua del Monte. Su originalidad reside en el anillo
adornado con dos pares de agujeros situados en dos zonas opuestas de aquéln.
En el Castro de las Cogotas, aparecieron varias fíbulas con el puente y anillo fundidos y resortes de muelle. Los puentes son de navecilla ancha, estrecha y de
forma de cinta, respectivamente".
NOTAS
1 Sus rcfen:Acias geogrUiua IC ajuna.o fielmente a Jo rdle·
jado en la hoja n. • 766 del M.T. del Instituto Ceogr!lico y Ca·
tutral.
t
l . B............. : ..Avance del eatudio de la n~rópolia ib&ica de
la Casa del M onte (Albaccte)-. Tirada Aparte de loa CWIIinwtls m ·IY
dtJ Oalftl di Cr.Jivrlt ~ Valencia, 1930.
J
o. FIATOHU.. y E. Pu:
di .a~ tltl S./. P.
(1927-1977). Trabajos Varios del S.LP., n.• 57, Valencia, 1977,
pág¡. 17J.175.
•
FLIO'I'éHU y Pt.A: Op.
nota 3, pág. 171.
, A. J,.,UTA! lAJ ftbr.itu di la Rlzidtt Mur&itwl. Murcia, 1983,
16m. Xlll-5.
• E. CUAoiWIO: •La Jlbula anular hisp6nica y sus problemas•.
2Apltpus, 8, Salama.oea, 1957, pág. 14.
' oocm: Op. ciJ. nota 5, lám. XJD -5.
• ¡,.,..,.: Op. áJ. nota 5, lim. XIJ1 ·5.
t
CUAniWIO: Op. cit. nota 6, pág. 1+.
• Cu.
1t lHtUTA: Op. di. nota 5, pág. 226, lám. XIV.
1>
CllloJIAADO: Op. m. nota 6, págs. 6· 76.
" CUA:OaADO: Op. cit. nota 6, págs. 27·30 y mapa pág. 62.
•• Noa basamos en la reseña de R . NAv..uo: lAJ j(/Jr.ltu n C414luM.. 1onituto de Arqueologia y Prchutoria, Universidad de Barcelona, Publicaciones Eventuales, 16, Barcelona, 1970, Fig. 18.
" 'Thmamoa laa referencias de: M . Au.cAOso CouBA: •La ne•
cr6polis de lar Madrigueras. Carrascosa del Campo, Cuenca.. &u·
~ Arqwollziuu m Espw, Madrid , 196:!, p,gs, 69-70. De 1aa siete Jlbulu anulares de esta necr6polia, ~eia son de rcso"e d e charnela
de bisagra. 'llunbitn de E . Lou.o.: lA ttmdpolis tú/ Hinro di B~
di Alart6rt, Cvnru. 'trabajos de PrchiJtoria del Seminario de H• Pri·
mitiva del Hombre, XX, Madrid, 1966, 71 pág¡. En cate yacimiento
todas las fTbuw mulares son de charnela de bisagra. Igualmente
de P. SUAY: •Los hallazgos arqueol6giCOOJ de Valeria, 1952·1957•.
V CMJtrm Nod#Ml di JJrt¡WD/Dz{«, Zaragoza, 19:!7, p'ga. 2H-2+6 y
láms. lln. Lu flbulas anulares de la Valeria prcrromana reseñadas
en esta publicación son todas de charnela de bisagra.
" M. AJ.....oao: •La iberi%aci6n de las zonaa orientales de la
Meseta.. Simpnri Jote.maciooal EJs orlglfiS tltl mili iblri&, Ba.r celooa.Bmpúriea, 1977, p,g¡. 138·1«·150. Tambi6o laa flbuw de la oecr6·
polia de cOimediUa de Alucón•, Cuenu, denotan semejanzas en
cuanto al típo de resorte y configuración de loa puentea con las de
la Zona J. Se renejan en la pig. 1+2, fig. 25, de esta publicación que
citamo1.
.. CUAD&ADO! Op.
nota 6.
" De entre ellos citamos: E. CUADIWIO: •Precedentes y prototipo• de la Jlbula anular hiapániea.o. Trdtljos di~. VD, M a·
drid, 1963; .B. CUAOIWIO: FflltJiu ~ M ~ oseui.JM. Publieaciones del Seminario de H• y Arqueologia de Albacete, Albacete,
1962, p,g¡. 15·89.
,. N.wAUO: Op. áJ. nota 15, p'g•. 98·101.
11 b•..,..: Op.
nota 5.
cw- _,
m.
m.
m.
m.
E. CJJADAAoo: .1..4 ,.,mp.lis iblriu di El CtiiJ1TII4jo, Mr./4, Mar·
Bibliotheca Prachiatorica Hispana, Madrid, 1987¡ por ej. el
ejemplar de la sep. 249, pág. 455, fig. 190·6.
" J . M01.11 jos Varios S.l.P., 52, Valencia, 1976, pág. 67, fig. +3-2H.
t• J. SlKJHT: •La necrópolis de El M olar, Allc:ante•. JuN4 Su·
pni.tw di ~ ~ Altl~, 107, Madrid, 1930, lún. Xl-3.
n 0 . F~tlll, E. PLA, E. At.o.~ou: Lo &stü/4 di Lu Alnt.su
(Moltú, ~). '11-abajos varios del S.I.P., 2+, Valencia, 1965,
dpto. 57. p,g. 28, lig. u.
• P. PAJU•: EssC svr L!4.rt d l'hflbutril di L'~ PrinUJirM. h·
rla, 1903, Vol. 1-11, pág. 266, fig. 4000.
" PA&II! Op.
nota 26, pág. 266.
1t ALwAOao: Op. 'it. nota 16, 1ep. XXXI, p'g•. 55·5+,
fig. 3+-+.
tt J .L . Aoo~HTC: •Lu Jlbuw de la necrópolis celtibhica de
Aguílar de Anguit..,.. Tftlhfljol di Prlllulllri4, 31, Madrid, 1974-,
P'S· 181, fig. 11, 3·7, para los doa ejemplos de charnela de biugra.
• D.B. TAJW:IJIA: •Excavaciones en la provincia de Soria. La
necrópolla de La Mercader&•. JIUÚ(j Supfflqt- J, E.xcuoeiDMS J AJIIifW.
tiM.Is, 119, Madrid, 1932, tep. 59, lám. Xl-~9.
n NAvAuo: Op. cit. nota 15, págs. 99 y lOO.
u J .M. B~: •Cútulo 1•. Ad4l Arr¡wt~IJ
gictJ H'~, 8,
Madrid, 1975, citamos el ej. de la aep. V, P'l'· 146·1+7, fig. 78-17.
u A. Ahii.AI y F. MOUAA: ..La n~polis ib~rica del Molino
de Caldolla.. Ort1411i4, 28·!13, Linares, 1969, aep. 1, pág. 168,
fig. XVID·J.
Jt
bnam.: Op. ti~. nota 5, pág. 136, l(m. XVIII, fig. 164.
U
lH1.un.: Op. cit. DOta 5, sep. 400, p,g. 149, lim. xxn,
fig. 196.
JO
lwovrA: Op. áJ. nota 5, sin sep. determinada, pág1. 154-155,
lám. XXV(, fig. 212.
JI
Fa.rn:HRa, PLA, Au:Acu.: Op. cit. nota 25, dpto. 53, pág. 20,
fig. 11.
u J . CAad y F. Moros: •La necr6pnlí1 ib6rica de Tútugi (Ga·
lera)•. Juld S~' di ~ilnvs J Alllifil~Jdd~s, Madrid, 1920,
aep. 11, pág. 25. (Situamos en esra sepultura la Jlbula, con muchas
dudu, bwndonoa en los datos de esta publicación.)
, CUADaADO: Op. ti~. nota 6, pág. 14.
.. CUADLU>O: Op. ti~. nota 6, pág. 13, lig. 5·3.
.. Fa.rn:H&a, Pt.., A.t.clcaa : Op.
nota 25, dpto. 36, pág. 179.
lig. 16.
" J .M. MMrt..n: •La necrópolis de lu Peñaa de Zana, Va·
lcncia.. A .P.L. , XIX, Valencia, 1989, sep. 2, pág. 8, fig¡. 12·13.
u CJJAoiWIO: Op. ti~. nota 6, pág. 29, fig. 18,6.
" IHo&rrA: Op. cit. nota 5, pág. 168.
" E. P ... : oLa necrópolis ib6rica de empedrado tumula:r de
Corral de Saus, Mogente, Valencia•. XfJI Congruo NII&ÜtMJ dt Arqv.tt~·
lotl4, Viloria, 1975, pig. 729.
.. CUADIWIO: Op. ti~. nota 6, pig. 33, fig. +2· 4.
" R. G.r.toetA: .La necrópolis de Olmeda, Guada.lajara-. m.J.
AI·HtJ)IU•, 7, Gu~jua, 1980, p,g. 23, fig. 4,6.
.. Aaoatn: Op. m. nota 29, pág. 189, íig. 12·4 y p'g. 191,
fig. 12·5.
.. IHWTA: Op. di. nota 5, pág1. 157-158, lim. XXlfl. fig. 220.
,. l1
" Aaoawn: Op. m. nota 29, pág. 187, fig. 12·!1.
n 0Aoo.l•: Op. ciL nota +7, pág. 23, fig. +-+.
JJ
Cu.oMoo: Op. cil. nota 6, pág. 29, fig. 18,5 .
>< F...'I'CHM, Pr.A, Au:Acn: Op. di. nota 25, dpto. 14, pág. 84,
íig. 9.
» J . C..aú, E. C...u, A. M01.11
HisptJM, 5, Madrid , 1950, pág. 148, Uro. XIX. (De esta Jlbula des·
conoeemoa el tipo de reaone, posiblemente IC& de chamcla de bisagra.)
.. CuADUDO! Op. m. nota 22, aep. 79, págs. 202·205,
fig. 9~7.
tf
FL~~"J~:~Ua, Pu, Al.c.
,. F• .R111oo: .La n~poliJ ib&ica de la AlbuCereta.. Arllll#mU. J, Cu/Jun ~. U, Valencia, 1986, aep. L-45, pág. 174,
fig. 173.
u
rÚI.
m.
m.
213
[page-n-224]
P. CISNEROS FRAILE
u At.w.AOao Gouu.: Op. eiJ. nota 16, sep. X, pig. 33·34,
fig. 19-10 y 11 (2 ejemploa)¡ sep. XXII, P'IP· +3-H, fig. 28-4
{1 ejemplo).
oo J. C ..ao.t: .Exea..,aciones de lu Cogotu, Cardeñoaa (Ávila).
I, ElCastro•.JW114SuptTiDrdtExetw~;¡~, UO, Madrid,
1930, lim. LVW.
., Ft.rrema, p._., ALC.
306, 307.
•• V. PAotCUAL: •El poblado i~rico de El Puig de Alcoy». b·
cllitxJ di Prtllistorüt LIDIPiliM, 01, Valencia, 1952, p,g. 9, fig. 7.
os Loi ejemplares de esta nec::r6polis proceden de las 1epultu·
ru O y 113: F. C~Jr
.1+ y pig. 51, lám. XXXVI I-O.
214
., M.um"a: 0/J. eil. nota 4-2; de esta nec::r6polis proceden dos
ejemplarea hallados en lu sepulturas 9 y 16: pág. 10, Ú81. 22-23 y
pá.g s. 12 y 13 figa. 32-33 reapectivamente.
., Su..Y: Op. eil. nota 16, IIbula no descrita en el texto aunque
aparece en lám. sin.
11
C. BLA100 y M .A. SAtocHn: •Informe preliminar sobre el ya·
cimiento de Cerro Redondo (Fuente el Sanz, Madrid)•. Noti&i4ritJ Ar·
qwoMti&o Hisp411i&o, 20, 1985, pág. 34, lám. 7-·U .
., N ..v..u o: Op. eil. nota 15, págs. 99·100.
.. E. CAao.t y J. Mow.: •Fíbulas en lu mú antiguu necrópolis de la Meseta Oriental Hispánica-. &oista dt 14 ~ Comp~a~ms,, ~" C..r&J &llitl4, nr, Madrid, 1977, P's· 1as.
" CA&d y M oM11: Op. cit. nota 68, pág. 135, fig. 11.8.
"' C..allt y MoJL111: Op. cit. nota 68, pág. 35, fig. 15.6.
" C"ad y MoMN: Op. eil. m~ta 68, pág. 135, fig. 16.9.U .
n c ...aa: Op. &il. nota 60, p6g. 90, húns. LXVII, LXVIU.
[page-n-225]
R afael PtREz M tNGuEz*
ACICATES IBÉRICOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA
DE VALENCIA
I. INTRODUCCIÓN
No se sabe a ciencia cierta el momento en que empieza a usarse la espuela., pero es presumible que ello
sucediera tan pronto como el hombre empleó el caballo
como montura. Conviene advertir que el caballo como
animal doméstico, se conoce desde periodos ant:riores,
cuando menos desde la Edad del Bronce, y algunos investigadores sospechan que se pudiera haber utilizado
como montura, tiro y arrastre, por lo que algún tipo
de acicate se pudo utilizar, aunque, por el momento,
no exista constancia documental. En este sentido sf
conviene destacar el reciente hallazgo de parte de un
freno de caballo hecho de asta en el poblado de Fuente
Álamo (ScHUIART y Alm!ACA, 1980: 273, fig. 12) o la interpretación dada a los Uamados silbatos celtibéricos
(EscuDuo y BA.LADO, 1990).
. El ~bjeto de la espuela es estimular al animal y al
m tsmo tJempo que las manos del jinete queden libres.
Es de suponer que antes de emplearse las espuelas de
metal, se fabricaran con materiales como la madera o
el hueso, pero hasta la fecha no se han encontrado res·
: Servicio de Inveatip ci6n Prehiat6rica, Diputaei6n de Va·
!enea.
tos. La espuela se ceñía al talón por medio de una co·
rrea que puaba por dos orificios situados en cada extremo de aquella.
Entre las modalidades de espuela, el acicate (espuela provista de una punta aguzada) es el que aparece
en los yacimientos ibéricos y el objeto de nuestro estudio.
Tanto los griegos como los romanos usaban única~ente la espuela en un pie, cosa que no ocurre, por
eJemplo, con el pueblo ibero, como lo demuestra la se·
rie de dibujos de jinetes procedentes del Tossal de Sant
Miquel de U(ria (BALLilSTER. et alii, 1954: 110, figs. 385
a 393).
Sabemos la gran estima del pueblo ibero por el caballo {FL!TCKn, 1968: 49) y por lo tanto es común en
excavaciones realizadas en poblados la aparición debo·
cados, acicates, etc. (GRANo!IL y ESTA
W., 1990: 219,
fig. 4 y ~. 1989, vol U, pág. 25 y 160). Nuestro
propósito es analizar algunos acicates procedentes de
los poblados de la Baatida de les Alcuses de Moixent,
del Thssal de Sant Miquel de LHria y del Puntal dels
U ops, as{ como los otros dos del yacimiento in~dito de
La Atalayuela de Chelva.
Los acicates de La Atalayuela se han estudiado
gracias a la colaboraci6n del arque6logo Jos~ Manuel
215
[page-n-226]
R. PtREz MÍNCUEZ
1
-~
-
..
.
2
3
4
Fig. 1
216
o
&iiiiiil~!!!!!!!!liiiii~3 cm.
[page-n-227]
ACICATES IBÉRICOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
Martínez Garda. Colaboración q ue también agradecemos a H elena Bonet Rosado por los del Tossal de Sant
Miquel de Llíria y los del Puntal dels Llops de OJocau,
estos 6ltimos procedentes de las excavaciones de H elena Bonet y Consuelo Mata (BoNET y MATA, 1981).
Las medidas son:
longitud:
anchura:
grosor:
5'8 CID
2'4cm
0'3 cm
dimeru. orificios:
abertura para el talón:
lontitud del espig6n:
1'1x0'4: cm
cm
••s
2' 3 cm
II. LOS ACICATES ESTUDIADOS
B. TOSSAL DE SANT MIQUEL (LLÍRIA,
VALENCIA)
A. BASTIDA DE LES ALCUSES
(MOIXENT, VALENCIA)
l .-Acicate de hierro procedente del Departamento 236 y aparecido en las excavaciones realizadas durante la 4.• campaña que tuvo su inicio el 26 de junio
de 1931 y que finalizó el 28 de julio del mismo año.
Está completo aunque bastante oxidado. Los orificios o varrileras son cuadrados. Cronologfa del siglo v-rv a. de C. Número de Catálogo: 1037.
Las medidas son:
longitud:
anchura:
grosor:
6'5 cm
2'5 cm
cm
o
••
dimensione. de los orificios:
0'8 cm
abertura para el talón:
longitud del espig6n:
2'2 cm
5' 0 cm
2.-Acícate de hierro aparecido en la Calle W durante las excavacion es realizadas entre 1928 y 1931. Las
planchas que rodean al talón casi han desaparecido y
están formadas por dos láminas unidas. El espigón está
completo y presenta la base moldurada. Crooologfa,
siglo v-w a. de C.
Las medidas son:
lo,ngitud:
3'5 cm
anchura: 0'8·1' 2 cm
grosor:
0' 7 cm
abertura para el talón:
longitud del apigón:
1'9 cm
2'6 cm
3.-Acicate de hierro aparecido en las excavaciones realizadas en 1931. Las planchas están en perfecto
estado¡ el espigón se encuentra bastante deteriorado
por oxidación e inclinado con respecto a la plancha.
Los orificios son circulares. Cronología siglo v.1v a. de
C. Número de Catálogo: 1558.
Las medidas 11on:
longitud:
anchura:
grosor:
4'0 cm
2' 3 cm
0'3 cm
5.-Acicate con ramas de bronce y esprgóo de hierro. Las ramas están en bastante buen estado, sien do
su sección semicircular. El espigón, aunque completo,
padece un grave proceso de oxidación y sufre un desplazamiento con respecto a la parte media de las ramas. Los orificios son circulares pero no perforan completamente a las ramas, sino que tienen comunicación
con otros orificios que están situados en la base del inicio de las ramas. N6mero de Catálogo: 2796.
Las medidas son:
diámetro de los orificios:
abertura para el tal6n:
longitud del espig6n:
0'4 cm
3'3 cm
1'6 cm
4.-Acica:te de hierro procedente de las excavaciones realizadas desde 1927 a 1931, encontrándose al
Oeste de los Departamentos 47, 48 y 58. La plancha
está fracturada a la altura del orificio. El espigón, aunque bastante deteriorado por oxidación, parece completo. Los orificios son rectangulares. Cronologta siglo v.rv a . de C. Número de Catálogo: 1570.
longitud:
anchura;
grosor:
10' 5 cm
0' 7 cm
0' 5 cm
diámetro de los orificios:
abertura para el tal6n:
longitud del espig6n:
0'4 cm
5'9 cm
2'5 cm
C. PUNTAL DELS LLOPS (OLOCAU,
VALENCIA)
6.-Acicate de bronce, procedente del Departamento 4, Capa 3. Está formado por una grue.s a y ancha plancha de bordes en resalte exterior, con un buen
estado de conservación y extremos provistos de dos re·
saltes a modo de asas rectangulares para el enganche
de la correa. En la parte cóncava intema existe un fragmento informe de hierro que se encuentra fuertemente
adherido a l a . isma. El espigón hoy suelto y anterior·
m
mente adherido, es grueso y robusto con molduras y
alma de hierro que posiblemente constituirla el extremo acuminado del mismo y que seguramente perforaba la plancha y lo fijaba a la misma. Cronología desde
finales del siglo rn a inicios del n a. de C.
Las medidas son:
longitud:
anchura:
grosor:
9'3 cm
3'0 tm
0'3 cm
dimcns. orificios:
abertura para el talón:
longitud del e.pigón:
0 ' 7 x0' 3 cm
4'8 cm
1'7 cm
7.-Acicate de bronce, que hace pareja con el anterior, procedente del mismo departame.n to y capa. El
espigón también está suelto, faltándole la parte fmal.
Las medidas son:
217
[page-n-228]
R. PÉRBZ MÍNGUEZ
6
3 e: m.
9
8
218
Fig. 2
[page-n-229]
ACICATES JBtRICOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
longitud:
anchura:
groaor:
9'2 cm
dimcna. orificios:
3'0cm
0'3 cm
abertura para el talón:
longitud del capigón:
0'7x0'3 cm
5'3 cm
2'1 cm
D. LA ATALAYUELA (CHELVA,
VALENCIA)
Los próximos acicatea provienen del yacmuento
de la Atalayuela, situado en el término municipal de Chelva (Valencia) y cu yaa coordenadas son:
39° 40' - 39° 41' lat. N.
2° 36' - 2° 37' long. E.
D e d ificil acceso, se ubica en la cima del monte
Ayalayuela. Visitado por clandestinos que han dejado
buellaa de excavaciones fraudulentas.
Es un asentamiento con evidencias cerámicas de
la Edad del Bronce, 1 Edad del Hierro, Época Ibérica
y Romana Republicana e Imperial.
Hay restos de muros y habitaciones; se ha hallado
cerámica estampillada, a torno, ibérica y romana.
También han aparecido ffbolas del tipo Aucissa.
Pudiera tratarse, en lo que a Época Romana se re·
fiere, de un asenta.m iento de tipo militar-defensivo,
que controlaba el paso de las tierras de Aragón a la
Plana de Utiel. De hecho, este yacimiento está muy
próximo al antiguo camino de Utiel a Cbelva.
Los dos acicates, objeto del estuclio, se encuentran
en colecciones particulares.
in~dito
8.-Este acicate tiene las ramas de bronce, bien
conservadas; el espigón está remachado y es de hierro,
habiéndose perdido pane de él por oxidación. Los orificios son circulares.
La parte próxima a los orificios sufre un ligero ensanchamiento.
Las medidas son:
longitud:
anchura:
grosor:
10'3 em diállletro de los orificios:
0'7 cm abertura para el talón:
0'3~'4 cm
longitud del espigón:
0'7-0'9 cm
10'8 cm
grosor:
0'3·0'+ cm
dimcns. orificiO$:
abertura para el talón:
longitud del espigón:
Del análisis del material estudiado se desprende l a
existencia, tipológicamente hablando, de tres tipos de
acicates:
Tipo 1: El de ancha plancha de bronce o hierro
con las variantes siguientes:
a: Con orificios en la propia plancha.
b: Con resaltes a modo de aaas.
Tipo D : El de ramas, también de hierro o de bronce, con orificios en los extremos de ambas.
Ambos corresponden al Tipo 1 de Cuadr ado
(CuAoRADO, 1979) desdobl1,1.do aquí por las particulares
y distintas características que obligan a su diferenciación.
Tipo Ill: Corresponde al 11 de Cuadrado, únicamente conocido en El Cigarralejo, hasta el momento.
IV. CONCLUSIONES
Nos encontramos ante un objeto singular que nos
proporciona inestimables datos para conocer la avanzada tecnología tanto en la factura del bronce como en
la del hierro y la introducción de un elemento como
es el arte del diseño y su evolución, que nos sugiere,
a través de la cronología ap licada a los acicates estudiados, una evolución desde los tipos más antiguos de La
Bastida, basta los más refinados del Tossal de Sant M.iquel o de La Atalayuela ya rozando la Romanización.
Al mismo tiempo nos hablan de un complemento
para una de las actividades más caras dentro del mundo ibérico, la hípica, de donde el gran aprecio al cabaUo, no como animal de carga sino como un animal de
lujo y de ostentación, tal como se representa en los va·
sos de Ll(ria.
0'3 cm
V. BIBLIOGRAFÍA
6'1 cm
0'3 cm
BALU!STEil
9.-Todo el acicate es de bronce. La rama está
fragmentada en la unión con el espigón; se ha perdido
parte de él, teniendo dos acanaladuras que lo rodean.
Los orificios son rectangulares.
Las medidas son:
longitud:
anchura:
III. TIPOLOGÍA
O'+x0'2 cm
6' 4 cm
0'5 cm
Cronológicamente los podríamos situar entre el si·
glo en y 11 a. de C.
ToRMO, l. et aJii (1954): Orrpus Vasorum HispafiiJrUm. Cmímúa tkJ Cerro d8 San Miguñ d8 Liritl.
C.S.I.C.-Diputaci6n de Valencia, Madrid.
BoNl!'l', H. y MATA, C. (1981): Poblado ibbiaJ dLJ Putrlal
d8ls Llops (El Colmenar), (Olocau-Valm&ia). Serie de 'Irabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica, n. 0 71, Valencia.
C uADRADO, E. (1979): •Espuelas ibéricas•. XV Congrt.SO
ArqueoMgi&o NtJ&ÍimoJ, Zaragoza, págs. 735-740.
Esc\TOIIRO NAVAUO, z. y BALA.I)() PACHÓN , A. (1990):
• Sobre los llamados silbatos celtiMricos. Una propuesta de interpretacióllJO. Trabajos d8 PrJU.sttJri4, 47,
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FurrcHu, D. et alii (1965): La &stida d8 les Ál&user (MDgmle, Vakn&i4), l. Serie de "frabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica, n. 0 24, Valencia.
219
[page-n-230]
R. PáREz MÍNGUEZ
Fun'CHJ!R, D. et alii (1969): La Bastida de lis Alcu.ru (Mo-
g111Ü, Vaiencia), /1. Serie de 'lrabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica, n. 0 25, Valencia.
NliBOT, E. y Es'I'Aut PoL.P.S, V. (1990): ..Armamento ibérico de la necr6po1is de Orleyl (La Vall
d'Uix6, Castell6n)•. Cu.tJJkrtw de Pr~ J Arqu4oiog(a Ca.stlllon.en.su, 13, 1987-1988, CasteD6n.
GRAN"OBL
220
SAHz, F. (1989): Armamento, Guerra y &cialt.ul
en la Ntcrópolis lbbica de «El Cahecüo del ']}s(l'(o» (Murcia, España). BAR International Sedes 502,
Oxford.
ScHUBART, H. y AxniAcA MATvrz, O. (1980): «Fuente
Álamo• .Excavaciones de 1977 ... Noti&iario ArqwokJ~o
Hispti.tri&o, 9, Madrid.
Qu~
[page-n-231]
Emeterio CuADRADo•
DOS NUEVOS VASOS RITUALES DE BRONCE
DE «EL CIGARRALEJO,,
Una tumba de las excavaciones de 1983, la n.0 247,
aporta extraordinarios materiales metálicos que permiten ampliar el estudio de los vasos de bronce hasta ah.ora encontrados en esta necrópolis ibérica murciana.
Se trata de la tumba de un guerrero de categoría,
con armas de hierro de gran calidad, en tre las que destacan las armas corrientes (falcata, lanza, manilla de
escudo) y un casco especial de ceñir a la cabeza con
guardanuca, publicado en el Homenaje al Prof. Schule
de la Universidad de Friburgo.
Pero además también contenía dos vasos de bronce, destruidísimos, y una sftula del mismo metal (también a punto de publicarse en eJ Homenaje aJ P rof.
Maluquer de Motes).
Los citados vasos de br once son un cuenco y un
vaso ritual de los llamados •de asas de manos», de los
que publicamos un repertorio b astante completo en
1966'.
El cuenco es un recipiente poco p rofundo y circular, de fondo plano y borde regrosado con un cordón
fmo. El diámetro es de 24 cm. y la profundidad de 5'3
cm. (fig. 1, 3).
• Cl. Alcali, 108. 28009 Madrid.
El recipiente con asas de manos (fig. 1, 1) tiene
entre 26 y 27 cm. de diámetro: borde formado por
un doblez de chapa del cuerpo que forma una superficie plana de 2'6 cm. de anchura y 0'4 de grosor. El
doblez por el exterior tiene 1'4 cm. de ancho, de modo
que queda por dentro una pestaña de 0'4 cm. de saliente.
El soporte de las dos asas está formado por
un cuerpo macizo, plano por dentro y curvo por
el exterior terminado en sendas manos de cinco dedos de igual longitud a excepción del pulgar, que
es aguzado. La longitud de estas manos e11 de 8
cm. Entre mano y cuerpo un anillo con rebajes en
los extremos, junto a las manos, sirve para soportar
y permitir el giro de las asas. El soporte (dos opuestos) se une aJ cuerpo del vaso por tres remacheB:
uno en el centro y dos en los dorsos de las m.anos,
que sobresalen por dentro. El total de su longitud
es de 33' 8 cm.
Las asas son de varillas de sección circular o cuadrada, de 0'6 cm. de diámetro 6 0 ' 5 cm. de lado del
cuadrado. Son de las llamadas «de omega. con los extremos en forma de bellota, de 4'4 cm. de longitud. La
parte qu e gira dentro de las anillas es siempre de sección cir cular y el resto cuadrado o circular.
221
[page-n-232]
E. CUADRADO
-.
o
222
[page-n-233]
VASOS RITUALES DE BRONCE DEL CIGARRALEJO
El fondo plano del vaso se une al borde por una
zona curva de la chapa, y se obtiene una profundidad
aproximada de 4'7 ci;D.
E l cuenco no tiene nada de particular en la forma,
pero el vaso ritual es una pieza análoga a la de la tumba n.0 57, ya publicada'. Comparando ambas piezas
podemos considerarlas idénticas, y por tanto estimarla
como perteneciente al tipo 2 o ibérico de nuestra tipologra. Posiblemente ambas piezas son de la misma procedencia.
Como en otros muchos casos, la pieza de la T. 478,
se acompaña en el ajuar de la s{tula ya mencionada,
por lo que el destino de ambas piezas nos afll1Da en
el oficio de una ablución ritual, o de una Libación sagrada.
La datación de los vasos es la de la T. 57, puestodos los demás elementos del ajuar tiene la misma datación, es decir, fines del siglo V, o siglo IV antes de
Cristo.
Salvador Rovira ha realizado ensayos de espectrometl'{a por fluorescencia de rayos X de la superficie.
Los resultados para las tres piezas, expresados como
tanto por ciento de su peso, son los siguientes:
T.
87
m
Ft
0'1~8
0'671
+78 O'SlS
m o·2os
m 0'371
H8 0'370
m 0'229
t78 0'290
m 0'879
m 0'319
Ni
0'067
0'322
o·.a
0'139
0'271
o·1s9
0'077
O'l5i
0'154
Cu
81'65
83'20
57'08
91'75
89'71
89
88'~
Zn
-
87'75 S7'H 87'39 -
As Ag
0'218
0'053
0'04.1
0'100 9'00+
0'100 0'009
0'006
0'100 0
'00+
0'088
0'003
0'006
Su Sb
8'275 0'339
1~'84 0'281
12'85 0'248
7 0'015
'41
9'697 0'013
10'17 0'033
10'96 0'014
9'522 0'020
10'85 O'OH
10'63 0'0~3
Au
-
-
Pb
9'128 8
0'503 B
29'18 B
0'017 A
0'022 A
0'043 A
1'323 B
0'630 B
1'373 B
La cantidad de estaño tanto en el braserillo como
en el cuen co, es de alrededor de 10, mientras que de
plomo en el borde es de 0 16 a 1'37. En cuanto al arsénico, el cuenco tiene de 0'2 a 0'4. El cobre var{a de 87
a 89. El material ha perdido casi totalmente el metal
puro, y queda casi exclusivamente el óxido.
La fabricación de los objetos se ha hecho con una
chapa o palaatre, acabando las partes planas (laterales
y fondo) con un trabajo de martillo. Los bordes de
los braaerillos también se rematan con un doblado a
martillo, y las piezas de soporte de las asas son fundidas.
Hay que observar principalmente las cantidades
de plomo, estaño y antimonio para sacar conclusiones.
En nuestro caso, se acumula el plomo en los bordes y
piezas fundidas (asas y bordes) y lo mismo ocurre con
el estaño, en cambio el cobre sigue siendo el de mayor
porcentaje.
En cuanto a la semejanza de los dos braserillos, es
tal que pueden suponerse del mismo taller, y empieza
por sus dime.nsiones. El análisis da también caracterlsticas parecidas, por lo que la pieza hay que fecharla en
la misma e}Soca que la del braserillo de la tumba 57,
del 410 al 375 antes de Cristo.
Las razones que expusimos al describir la tumba
57 se repiten ahora. El ajuar va acompañado por una
sítula de bronce, para verter líquidos en algún ritual,
pero con un ajuar de guerrero importante. Pensamos
en un guerrero con elevada clase y un nivel, en la sociedad de su tiempo, de tipo sacerdotal.
NOTAS
• E. CuAOa..oo: •Repertorio de los recipiClltes rituales merá.licos con 'asas de manos' d e la Península Ibérica». 'na.h,Yos tk PrelústotÍ4, XXI, Madrid, 1966.
a E. CUAI>IWlO: •Una in teresaJlte tumba ibérica•. Ardtivq tk
Prthiswi4 LtoanJiNJ, . , Valencia, 1952, pág. tl7.
m
E. Cw.oat.oo: La n«rdpolis iblri«A tk El Ci¡arrakjo. Madrid, 1987.
223
[page-n-234]
[page-n-235]
Lorenzo ABAD
C ASAL*
,
TERRACOTAS IBERICAS DEL CASTILLO DE GUARDAMAR
1. DESCRIPCIÓN DE LA
EXCAVACIÓN
Entre los días 2 y 7 de septiembre de 1981, y al
tiempo que comellZaban las excavaciones en El Oral,
un equipo codirigido por Manuel Bendala y por quien
esto suscribe, y compuesto por Miguel Ángel Elvira y
Gloria Mora, de la Universidad Complutense, Socorro
Viada, María Luisa Ramos y José Ignacio Pellón, de
la Universidad Autónoma de Madrid, y M.• Dolores
Sánchez de Prado, de la de Alicante, llevó a cabo varios
sondeos arqueol6gicos en la parte suroccidental de la
meseta superior del Castillo de Guardamar (fi g. 1) y
una exploración de la ladera correspondiente; en esta
última intervinieron también otros alumnos de la Universidad de Alicante.
El planteamiento de la excavación estuvo motivado por el hallazgo en esta parte del caatillo de variaa
terracotas ibéricas en forma de cabeza femenina, que
pudimos conocer a través de Antonio Garda Menárguez y Manuel de Gea Calatayud, miembros del Gru• Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Univenidad de Ali·
cante.
po Arqueológico de Rojales y alumnos de Historia de
la Universjdad de Alicante. El estudio preliminar del
terreno nos proporcionó cerámica muy variada, desde
época ibérica hasta el siglo XIX, lo que parecía presagiar la existencia de njvelcs bastante revueltos. Sabíamos además por los planos antiguos, y en concreto por
uno de 1757 que nos proporcionó el vecino de Guardamar D. José Garda Amorós, que en esta zona se hab(a
ubicado llD cuartel de caballería destruído como el resto del pueblo tras el terremoto de 1829. Sin embargo,
la existencia en este área de llDa superficie bastante llana, y los muchos restos cerámicos visibles en superficie,
nos decidió a realizar unos sondeos arqueo16gicos con
la intención de reco11ocer el posible lugar de procedencia de las terracotas y comprobar si merecerla la pena
planear, con este objetivo, una campaña de excavación.
más larga y ambiciosa.
Para ello se despejó un sector de doce por ocho
metros j unto al borde suroccidental de la muralla, en
el que se trazaron seis cuadros de cuatro por cuatro
metros (Al, A2, Bl, B2, Cl y C2), ruspuestos dos a dos
y subdividido cada uno en dos sectores, identificados
con las letras a y b (fig. 2). Se comenzó a excavar en
Alb, A2b, B1a, B2a y C1b, y muy pronto quedó con.s ta·
tado en todos ellos un nivel superficial de reJJeno mo-
225
[page-n-236]
L. ABAD CASAL
~·
,.-·--~ !
!
1
226
•
- ·- --r
[page-n-237]
TERRACOTAS lBÉRlCAS DEL CASTILLO DE GUARDAMAR
derno, con numerosos fragmentos cerámicos antiguos
y modernos.
En Alb se detectó un muro de mampostería recibida con cal, que correspondía a un nivel 1 con una gran
mezcolanza cerámica, desde la helenística de barniz
negro hasta la del siglo xxx, junto con un sextercio de
Alejandro Severo datado entre los años 231 y 235 1•
Bajo este nivel apareció ya la roca.
A2b nos proporcionó por debajo del nivel superficial una amplia capa de cal que buzaba en dirección
oeste. Correspondía a la bóveda de una cisterna, parcialmente rota, que se continuaba en B2a. D. José Garda Amorós nos informó de que esta zona era conocida
años atrás como «campo de las cisternas», y que entonces aún era posible descender a ellas, que se encontraban parcialmente colmatadas, hasta que el propietario
del terreno decidió taparlas para evitar un accidente.
Por un resquicio abierto en la parte de ]a b6veda descubierta en este cuadro se pudo comprobar que aún hoy
la cisterna se encuentra colmatada sólo en parte.
B2a: por debajo del nivel superficial característico
apareció el nivel 1, con muchos restos de cal y piedra,
que cubría la bóveda de la cisterna observada en A2b.
Bla y Cla: niveles superficial y 1 y, por debajo, la
roca. En Bla, vestigios de un muro muy destruído.
Parece evidente, por tanto, que los estratos antiguos habían sido barridos muchos años atrás, ya que
sobre la roca virgen se asentaban niveles de relleno moderno con materiales muy revueltos. Donde no se encuentra la roca virgen tropezamos con la bóveda de los
aljibes, que deben estar reconados en la propia roca.
El resultado arqueológico fue, por tanto, completamente nulo.
Para completar la excavación, realizamos un pequeño sondeo de uno por dos metros en la ladera inmediata, de forma perpendicular a la muralla. El material
arqueológico aparece también revuelto, en una capa
superficial de unos 20-30 cm, y desaparece a medida
que se profundiza, hasta llegar a ser totalmente estéril.
Parece evidente, por tanto, que, al menos en este área,
el material arqueológico exist ente en ]a ladera (cerámica ibérica y un fragmento de pebetero) proviene de la
meseta superior y se ha depositado por encima de la
superficie antigua. De ello hay que deducir que su remoción se ha producido en una fecha no muy lejana,
probablemente en relación con la construcción de los
aljibes y del cuartel conocido en el siglo xvm.
Se prospectaron asimismo las laderas del castillo, recogiendo numerosos fragmentos de pebeteros y cerámica diversa, desde la época ibérica a la contemporánea.
2. MATERIALES
No es nuestra intención realizar aquf un estudio
exhaustivo de la cerámica, ya que se encuentra bastan-
te fragmentada y resulta muy poco significativa para
el objeto que pretendemos. Ademú, cualquier in tento
de estudio de conjunto del yacimiento quedarfa minusvalorado de inmediato por las nuevas excavaciones realizadas en los últimos años por la Escuela-Taller de
Guardamar. Por todo ello, nos limitaremos a proporcionar un registro esquemático y una tabla indicativa
de los tipos y del número de ejemplares encontrados en
cada uno de los cortes; para estos efectos sólo se han
contabiUzado los fragmentos que presentaban forma o
decoración; únicamente en el caso de los pebeteros se
han tenido en cuenta todos los fragmentos. Llama la
atención la ausencia de cerámicas altomedievales, ya ·
que, salvo alguna excepción, se pasa directa.m ente de
la tardorromana a la bajomedieval.
La cerámica encontrada en los distintos cortes y
niveles es la siguiente:
Alb: Superficial: romana, medieval lisa, medieval
pintada, verde-morado de Paterna, reflejo metálico y
azul. Nivel 1: ibérica común y geométrica; un fragmento de pebetero; romana de borde ahumado, com6n, lucerna de canal abieno; pintada de los ss. xn.
xm, verde morado de Paterna y otras del siglo xrv.
A2b: Superficial; Estampilladas de los siglos xnxw, pintadas del siglo xn1, verde-morado de Paterna,
vidriadas de los siglos xm.xrv; peinadas del siglo XIV,
azul de Paterna, reflejo metálico y azul, azul italiano.
Moderna: bacln siglo xv1 y varios, siglos xvm-XIX.
Bla: Superficial: asa de barniz negro, ibérica pintada y común, siglos xn-x:rv. Nivell: ibérica común y
pintada, romana.
B2a: ibéricas y romanas comunes, medievales árabes pintadas (ss. xn-xJV); fraglDento de una pulsera de
vidrio. Paterna de los siglos xu1 y x1v, marmitas, fondos y recipientes varios de los siglos x1v y xv; azul de
Paterna, reflejo metálico, azul italiano del siglo xvt,
esmaltadas del siglo xvm; Biar, siglo XIX.
Cla: Superficial: ibéricas pintadas, marmitu medievales, reflejo metálico del siglo xv; Biar, siglo XIX.
Clb: Superficial: ibérica pintada, peinadu, pintadu e
impresu de los siglos xu.xm; altomedievales, marmitas, arcaduces, candiles y lebrillos del siglo XIV. Azul de Paterna y
reflejo metálico de los siglos XIV, xv y XIXj comunes y esmaltadas de los siglos xv.xvm.
Zl (Zanja en la ladera): Fragmento de pebetero, cerámica ib~rica pintada.
Laderas: cerámicas de barniza negro, ib~ricas variadas:
comunes, pintadas, ánforu; romanu de paredes finas, borde
ahumado, sigillatas y lucernas; peinadas tardorromanas o altomedievales; comunes y pintadas de los siglos x.xm; azul
de Paterna y siglos XIv.xv; reflejo metálico, siglo xv y grandes recipientes siglos XIV·XVl .
Del cotejo de todos estos datos no son muchu las conclusiones que pueden obtenerse. En el nivel superficial apareció
cerámica de barniz negro, ibérica, romana, medieval y moderna, alcanzando hasta el siglo xrx, sin que pueda est:imar227
[page-n-238]
L . ABAD CASAL
Tipo
Ro m
6-U
o
2
1
8
o
o
o
o
o
o
o
o
o
o
13
1
2
0,93
15
o
42
6,98
o
19,53
o
19
o
o
o
o
o
1
1
lbcr
Terr
o
U-14
12-13
JH5
15-16
17-20
Total
1
18
Cort
A.2BS
o
o
o
BlAS
1
BlAt
o
o
o
o
A
lBS
AJBt
B2AS
ClAS
ClBS
19
o
8
6
3
5
1
Z1
o
8
Subtot
1
50
Sub%
0,~6
Z3,26
LD-B
LD-I
LD-C
LD-M
Subtot
Sub 1o
Total
Tot %
o
o
o
o
o
o
o
o
o
o
o
93
1
43
o
o
o
o
93
32,18
143
0,20
o
o
28,37
143
o
3
1
o
o
o
o
~9.~8
19
6,57
145
28,11
34
6,75
6
6
2
2
o
0,20
9
o
10
o
3
3
o
o
o
26
18
7
1
4
3
o
o
o
o
14
o
o
5
1
1
9
7
5
o
o
27
12,56
o
o
o
o
o
o
o
28
28
9,69
o
o
o
o
o
o
4
4
1,38
1
1
10
13,89
48
9,52
31
6,15
o
19
8,8~
0,35
20
3,97
8,37
18,60
12,10
8,38
3,25
20,46
3,72
20,94
40
o
o
48
22,32
se significativo, dada la pequeñez de los sondeo realizados y la proximidad de Jos mismos, el hecho de que en
uno de ellos sólo aparecieran materiales medievales y
modernos (A2b). La zanja de la ladera, asimismo de
pequeñas dimensiones, proporcionó cerámicas de barnjz negro, ibéricas -incluyendo un trozo de
pebetero- y romanas, entre ellas algunos fragmentos
de lucernas. Este hecho podrfa tomarse como indicio
de una mayor antigüedad de los depósitos de la ladera
con respecto al nivel superficial de la meseta del castillo, pero no es algo constatado, ya que por la superficie
de la ladera, en una prospección superficial, se t:ecogieron también numerosos fragmentos de cerámica ibérica, romana y medieval.
En cl cuadro 1 puede observarse cómo los porcentajes de cerámica varían entre lo encontrado en la parte superio.r y las laderas. En el primer caso, la i~rica
resulta la más abundante, seguida por la de los siglos xu-.xv, en tanto que en la ladera el dominio de la
cerámica ibérica se hace abrumador, seguida ya muy
de lejos por la de los siglos XU·Xlll y por la romana'.
De ello no pueden obtenerse conclusiones fll'IDe.s, pero
resulta significativo si tenemos en cuenta que la casi totalidad de los fragmentos de terracota -excepto uno
de los ejemplares en contrados durante las
excavaciones- aparecieron en la ladera, precisamente
donde el predominio de la cerámica ib~rica se hace
abrumador.
228
o
2
o
1
4
u
o
0,35
3
6
16
11
5,12
o
o
o
o
o
o
u
~4
8
45
~,18
9
215
100,00
100,00
6,57
81,67
0,00
11,76
100,00
100,00
19
236
o
34
289
504
2,18
100,00
168
118
1
128
i
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118
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6-11 12-U ll-14 14- IS 15-H, 17-21
3. LAS TERRACOTAS
3.1. GENERALIDADES
En los sondeos se recuperaron sólo dos fragmentos
de pebeteros, uno en el corte Alb y otro en la zanja
de la ladera (Zl), mientras que en las prospecciones de
la propia ladera, tanto en las realizadas por nosotros
mismos como en las que llevó a cabo el Grupo Arqueológico de Rojales, se recogieron 145 fragmentos, un total algo superior al de las cerámicas ibéricas con forma
[page-n-239]
TEJUtACOTAS lBtRICAS DEL CASTILLO DE CUARDAMAR.
o decoración recuperadas durante nuestras excavacione. y prospecciones en las laderas (143).
Estas cantidades no son absolutamente parangonable&, porque incluyen todos los fragmentos de pebeteros y sólo los trozos cerámicos que presentan forma
o decoración, pero incluso si exluímos aquellos fragmentos de pebeteros que no tienen forma identificable
-16 ejemplares-, su número -129- resulta altamente ejemplificador; constituyen un 47,43% del conjunto de materiales ibéricos y un 26,43% del total de
los recuperados durante nuestros trabajos. Son cifras
que permiten atestiguar que la relación entre los pebeteros y el resto de las cerámicas resulta bastante favorable a los primeros, y constatar la ausencia casi absoluta
de otros materiales que podríamos considerar propios
de necrópolis: hierros, vasos de barniz negro, etc.; no
parece, por tanto, que los pebeteros procedan de un establecimiento de este tipo.
Durante nuestros trabajos no apareció ninguna
pieza completa; las dos que se reproducen (fig. 4 y
fig. 5, n.0 1) se encontraron en prospecciones anteriores realizadas por los miembros del Grupo Arqueológico de Rojales y se conservan actualmente, al igual que
la mayoría de las piezas, en el Museo Arqueológico de
Guardamar; las procedentes de nuestras excavaciones
están depositadas en el Museo Arqueológico Provincial
de Alicante.
El total de los fragmentos conocidos en el momento de realizar nuestro trabajo -1981- era, como ya se
ha indicado, de 145, número que se habrá incrementado con los trabajos de prospección y excavación realizados en los llltimos años, incluyendo una nueva pieza
casi completa. Los que entonces conocíamos se agrupaban de la siguiente manera:
1. Fragmentos no adscribibles a ningún tipo concreto (105 ejemplares):
16 sin decoración ni forma reconocibles.
36 con forma, pero irreconocibles.
10 de bordes superiores con parte del «platito quemadot».
39 de bordes superiores indeterminados.
4 de bordes inferiores.
2. Piezas completas y fragmentos adjudicables a
diversas formas y tipos (2 y 36 ejemplares, respectivamente):
1 al tipo A de A.M. Muñoz.
7 al tipo B de A.M. Muñoz.
30 a Jos tipos que podemos denominar propios de
Guardamar (cf. irifra).
3.2. LAS TERRACOTAS DE TIPO
«GUARDAMAR»
La publicación de la excavación se ha ido demorando por lo pobre de sus resultados -sólo dos de los
mis de cien pebeteros fueron encontrados en excavación, y en lugares de nula confianza estratigráfica-,
y en segundo lugar porque La reanudación de los trabajos, a cargo de la Escuela Taller de Guardamar y de
A. Garda Menárguez, hada prever la obtención de datos que permitieran explicar mejor el conjunto de terracotas y su entorno'. No obstante, las breves noticias que en au día dimos en algunos trabajos (Aa.u>,
1985; 1986: 152; 1987: 157 ss, espe.cialmente 163 ss)
han despertado la atención de varios estudiosos de estas representaciones y de la iconografla antigua, que
se han referido a eUas en diversas ocasiones, al tiempo
que nos solicitaban datos y precisiones en torno a su
lugar de aparición y contexto arqueológico.
Por todo ello, quiero aprovechar la ocasión que me
brinda el Homenaje a quien fue un maestro y amigo
entrañable como Enrique Pla para exponer con más
detalle los resultados principales de aquella breve campaña y arropar estas terracotas hasta ahora descontcxtualizadas, así como plasmar por escrito las observaciones que sobre estas figuras realizamos en su
momento•. No es ahora nuestra intención, sin embargo, ni realizar un estudio sobre las terracotas antiguas
ni publicar de forma exhaustiva el conjunto de terracotas de Guardamar.
Entre los 30 ejemplares atribuíbles al tipo •Guardamar» pueden individualizarse varios grupos:
1. Grupo al que corresponden varios fragmentos y
dos ejemplares casi completos. Poseen un rostro de forma aproximadamente circular, con rasgos en general
bastante difuminados; la nariz es triangular, prominente y recta; el mentón, corto y saliente; la boca está
formada por dos labios paralelos que no Uegan a unirse
en la comisura y los ojos por dos ligeros rebundimientos que apenas llegan a representarse plásticamente. El
rostro descansa sobre un fuerte cuello, cuyo Hrnite inferior viene determinado por el borde del vestido, en ocasiones recto y en ocasiones en forma de v. El pelo se
representa mediante una especie de casquete que cae
a los lados de la frente en dos aladares que cubrir{an
Jos parietales e irían a recogerse a la nuca; de ellos cuelgan sendos mechones torsos que delimitan el cuello y
Uegan basta el borde del vestido. Sobre el pelo, un pequeño disco central flanqueado por dos palomas muy
estilizadas. Una simple estría o un baquetón constituye
la solución de continuidad con un M.IIJtlw de forma cilíndrica.
De los dos pebeteros conservados casi completamente, uno es más alargado (fig. 3; lám. 1, A) con los
rasgos muy difuminados y un relieve poco acusado,
pero conserva completa la tapa superior -lo que tradicionalmente se ha venido considerando el •platillo• del
quemador-, sin que existan en a orificios ni restos de
combustión de ningún tipo. La otra figura, muy similar a ~sta (fig. 4; lám. l, B), es de menor altura y de
diámetro más alto, aunque dentro de las características
229
[page-n-240]
L. ABAD CASAL
O....___...__.. 3 cm
Fit. 3.- 1Jmuo/4 tÚ ID ltJámz. Grupo 1
O.__...___,.___, 3c m
230
[page-n-241]
TERRACOTAS IBÉRICAS DEL CASTILLO DE GUARDAMAR
generales propias del grupo (lám. II, A); conservaba
restos de pintura color castaño en el frontal del kálatlws.
Ambos pebeteros proceden de matrices diferentes,
pero responden al mismo tipo. En él se incluyen también Ull tercer pebetero, s61o parcialmente conservado,
de dimensiones más pequeñas, pasta grisácea muy basta y rasgos apenas indicados (lám. U, B), y un fragmento encontrado en el nivel l del sondeo Alb, muy
rodado y dificil de identificar (fig. 5, n. 0 1), aunque
los vestigios que se observan en la cavidad del ojo lo
relacionan también con algunas del grupo que estudiamos a continuaci6n.
Estructuralmente, estas terracotas son un cilindro
hueco, con la base superior complet.a mente cerrada y
un orificio triangular abierto en la parte opuesta al rostro. El proceso de fabricación es bastante simple; sobre
una matriz con la parte figurada en negativo se aplic6
una placa de arcilla cuyos laterales se curvaron hacia
el interior hasta obtener una forma aproximadamente
cillndrica. La pieza resultante se cerró en su parte superior por medio de una capa de arcilla, del mismo
grosor que las paredes del recipiente, que se presionó
con los dedos contra los bordes interiores de éste, dando como resultado una especie de tapadera con la zona
central a una altura algo inferior a la de los bordes. La
parte figurada aparece delimitada por una estrfa o un
baquetón, que reflejan los bordes superior e inferior de
la matriz original.
2. Grupo formado por piezas no muy diferentes de
las del anterior, pero que presentan como rasgo más
significativo unas lfneas generales mejor definidas y,
sobre todo, una representación más realista del ojo,
que muestra ahora el párpado superior en forma de un
reborde que se curva basta alcanzar el lacrimal (fig. 5,
n.o 2; láms. ll, C y III). El globo ocular queda bastante visible, y en so centro se abre un amplio rehuodimiento, totalmente descubierto, que conforma la pupila. La nariz es algo menos triangular que en las piezas
anteriores, los labios siguen siendo dos resaltes paralelos, que no se unen en las comisuras, y sobre la frente
se aprecia el grueso y característico reborde del pelo,
d~de cuyo punto central surgen sendas líneas oblicuas, en dirección a los ángulos exteriores de los ojos,
que deben corresponder a dos crcnchas que no existen
en el grupo anterior. Hay también algunos fragmentos
con ojos de otro tipo, con rebordes que indican los párpados superior e inferior y sin indicación rehundida
para la pupila (lám. ill)
3. Otros fragmentos de rostros se encuentran a
medio camino entre los de los grupos anteriores. Los
caracteres generales son los mismos del grupo 1 (.nariz
y boca), pero presentan las crenchas del grupo anterior, que llegan a cubrir la oreja y se encuentran ahora
delimitadas por un reborde a modo de cordón (fig. 5,
n.o 3; lám. IV, A); éste no es otra cosa que el resultado de las incisiones que en la matriz delimitaron las
distintas partes del rostro, con lo que quizás se intentó
suplir la flllta de modelado. El mismo reborde contornea la mata de pelo que alcanza el borde del vestido
y que está separada de la superior por un elemento intermedio, que en un caso arranca de un botón y en otro
termina en una especie de corazón; esta última podfa
interpretarse como un pendiente o adorno aunque,
examinado en su conjunto, parece que se trata de una
interpretación caligráfica y desprovista ya de sentido
de una forma real, la de la mata de pelo que cae a los
lados de la cabeza de los pebeteros que hemos denomi·
nado del grupo 1.
Varios fragmentos, entre ellos uno encontrado en
la zanja de la ladera (fig. 6; lám. IV, B), presentan aves
afrontadas bastante más realistas que las de las piezas
anteriores, aunque siempre dentro de un cierto esquematismo, y tres resaltes de forma aproximadamente semiesférica entre ellas. No pueden relacionarse con ninguno de los tipos anteriormente descritos, ya que, al
menos en los fragmentos que conocemos, no se COJlserva la unión con la parte principal de la figura.
3.3. LAS TERRACOTAS DE TIPO
ccGUARDAMAR»: ALGUNAS
OBSERVACIONES EN TORNO A SU
BIBLIOGRAFÍA Y PARALELOS
Cuando aparecieron las primeras ter.-racotas de
Guardam.ar, su tipo resultó bastante sorprendente, ya
que ni coincidfa con los identificados en su día por
A.M. Muñoz ni se asemejaba a los que exisúan en La
Albufereta y otros yacitnieotos conocidos. Tiempo después observamos que en el Museo de Alcoy se conservaban piezas similares a algunas de las de Guardamar,
por Jo que nos planteamos si no se trataría de un tipo
de figura de carácter «popular» correspondiente al
mundo ibérico y más extendida de lo que en un primer
momento habíamos supuesto. Sin embargo~ la contin.uación de los trabajos en el Castillo de Guardamar y
la previsible aparición de nuevas piezas completas nos
hizo desistir de nuestra primera intención de realizar
un estudio exhaustivo de estas piezas. A ello contribuyó también el conocimiento de que varios expertos en
terracotas y religiosidad ibéricas las tenían en estudio,
y que un alumno de la Universidad de Valencia, ].
Juan Molt6, preparab¡¡ 8U Memoria de Licenciatura
sobre las terracotas de Alcoy, incluyéndolas en un contexto más amplio que contemplaba también las de
Guardamar.
A los diez años de su descubrimiento, algunas de
las terracotas de Guardamar han sido incluidas ya en
los estudios de terracotas ibéricas y púnicas del Medí-
231
[page-n-242]
L. ABAD CASAL
,1
1
2
O.._____...____, 2 e m
3
O..____......___ _. 2 cm
Fig. 5.- N.•J: Fragmert/11 del sondto ,A.lh. Grupo l. N.• 2:
FragrMfllb de ÚJ ladera. Grupo 2. N. • 3: Fragmmms de ÚJ ladera. Grupo 3
232
[page-n-243]
TBRRACO'fAS IBÉRICAS DEL CASTILLO DE GUARDAMAR.
terráneo Occidental; los estudios de Marfa Jos6 Pena
y Marra Cruz Marfn, principalmente, han contribu!do
a su conocimiento y difusión. M.J. Pena las interpreta
como ~el Hmite de la imitación-degeneración del tipo
[pebeteros en forma de cabeza femen ina] en ambiente
indfgena; su característica má.s destacada es su sencillez y tosquedad... • (1988), en tanto que M.C. Marín
considera que •tuvo que haber un cierto número de talleres en la propia Península(...) y parece evidente que
hubo también talle.res indígenas de imitación•; hace
ver que estas imitacione.s locales aparecen con frecuencia en las laderas de pequeñas elevaciones, sin restos
constructivos aparentes, que debieron ser santuarios
(MAR!N, 1987: 52 y 73). J. Juan Moltó, por su parte,
y tras desarrollar algunos de los argumentos que en su
momento expusimos, relaciona las terracotas de Guardamar con los tipos I, ll y liT de su grupo Vm de La
Serreta de Alcoy (1987-88: 314 ss, lárns. Vll-Vm;
1990: 139 ss; cf. ABAD, 1987: 164). En efecto, entre
ellos existe una similitud bastante considerable, simili·
rud que se acrecienta por la aparición, tanto en Guardamar como en Alcoy, de algunos fragmentos con un
aire más «helenfstico• -grupo V de Alcoy- que los
demás, plasmados, por ejemplo, en la perforación de
los orificios nasales en el caso de Guardamar, aunque
lo conservado no sea suficiente como para poder estu·
diar el resto del rostro.
En los últimos años, figuras de este tipo se han encontrado también en otros lugares; as{ por ejemplo en
los niveles ibéricos bajo la basOica tardorromana de La
Alcudia de Elche, y en un ambiente de los siglos n-1
a.C., encontramos un fragmento de uno de estos pebeteros, correspondiente a un rostro de nuestro gru·
po 2'; resulta significativo que lo único conservado
sea precisamente el fragmento del ro11tro, que parece
haber sido recortado del conjunto de la figura, lo que
nos hace preguntarnos si estas caras no pudieron llegar
a tener en sí mismas, y en determinadas ocasiones, un
sentido religioso o votivo propio, similar al de la pieza
completa; no hay que olvidar que en este mismo momento los rostros femeninos de frente son bastante frecuentes en la cerámica de Elche; su propuesta asocia·
ción con Tanit permitirla validar la hipótesis de que
también. buena parte de estos pebeteros sean repr~sen
taciones de Tanit o, mejor dicho, de la diosa indígena
asimilada a ella.
Hace pocos años tuvo lugar el descubrimiento de
un nuevo santuario ibérico en las inmediaciones del
poblado de Coimbra del Barranco Ancho, en J umilla
(Murcia). Aquí se identificaron también un conjunto
de terracotas que incluye, junto a algunas de los ti·
pos A y B de A.M . Muñoz, otras similares a las de
Guardamar; concretamente el grupo I de García
Cano, Iniesta y Page (en prensa; cf. MowNA, 1991:
154 ss, fig. 59) recuerda a algunas de nuestras figuras
del grupo 2, como también la aparición de múcaras
OL - - L - - - ' 2 cm
Fig. 6. - Fragmenlll t:úl tontko ZJ (laáera)
de rasgos más helenfsticos; no obstante, la mayor parte
de las terracotas de Jumilla presentan un mejor acabado que las de Guardamar, con una mejor plasmaci6n
de los rasgos básicos del rostro (cejas, ojos, nariz, pelo,
ment6n), por lo que parece que nos encontramos ante
otra producción local, que abasteció casi exclusivamen·
te a este santuario en un momento que puede datarse
entre los siglos rv y u a.C.
4. CONCLUSIONES
El conjunto de terracotas del Castillo de Gua.r da·
mar se incluye en un grupo de monumentos similares
que abarca, en lo que sabemos, la antigua Contestanía, con una prolongación hacia eJ este Oumilla) en
una zona estrechamente relacionada con ella, como
hemos expuesto en otra ocasión (ABAD, 1988, en
prensa). Es propia de santuarios, como se atestigua
en Alcoy y Jumilla, y como muy posiblemente es también el caso de Guardamar. Ya en su momento indicamos que1 por la distribuci6n de las terracotas y
por los materiales a los que se encontraban asociadas,
el yacimiento de Guardamar parec{a corresponder a
un santuario más que a una necr6poJis, aunque podía
esperarse que, a la manera del de La Se.rreta de Al·
coy, existiera tambi6n un poblado en sus proximidades (Aw>, 1985; 1986: 152). Las recientes investigaciones, tanto en el propio yacimiento como en otros
similares (La Serreta, Coimbra) parecen confirmar
nuestra idea.
233
[page-n-244]
L. ABAD CASAL
. En cu~to a las terracotas, se trata de un tipo muy
sunple, atestiguado en varios yacimientos de la Contestania y en su prolongación occidental; en un mismo yacimiento se detecta la existencia de varias matrices,
que no se atestiguan en los demás, por lo que supone~os que deben tratarse de producciones locales; es poSJble que las matrices originales procedieran de un solo
lugar o, más bien. que la difusión se haya hecho a partir de los propios pebeteros, que se han transformado
en moldes para obtener a su vez nuevas matrices. De
todas formas, tan sólo un detenido estudio de todas las
~erracotas conocidas en los diferentes yacimientos, que
mcluya también análisis de pastas, podrá. darnos precisiones al respecto.
En cuanto a la cronología, resulta muy dificil proponer una datación concreta, ya que la mayor parte de
los testimonios corresponde a piezas descontextualizadas; no obstante, casi todas ellas encajan en ambientes
de los siglos m.n a.C.; es la fecha a la que apuntan la
mayor parte de la cerámica ibérica de Guardamar, los
materiales del edificio subyacente a la basflica de Dici,
los nuevos estudios de La Serreta de Alcoy y el santuario de Coimbra.
Resulta tentador, aunque problemático, intentar
establecer una evolución tipológica de nuestras terracotas. De existir, tendríamos que partir de los tipos
más desarrollados -nuestro grupo 2-, del que se derivarían aquellos mb simples -grupo 1-, con muchos de sus rasgos fisionómicos ya perdidos, y fmalmente el grupo 3, cuyos componentes faciales están al
menos tan difuminados como los del anterior, pero en
los que la disolución formal ha avanzado considerablemente; el pelo llega a invadir la zona donde debería estar representado el ojo, y el propio pelo ha perdido ya
su función, convirtiéndose en algo meramente decorativo y ornamental. No obstante, este criterio evolutivo
tipológico debería ser contrastado con materiales convenientemente estratificados, ya que Jos diferentes grupos podrían corresponder también a desarrollos paralelos. Y no hay que olvidar que la presencia de restos de
pintura en al menos una de las piezas puede hacemos
sospechar que algunos elementos faciales hoy inexistentes - pensamos sobre todo en los ojos del grupo ! pudieron estar pintados, con lo cual el grado de sencillez y .esquematismo que hoy presentan estas figuras se
reduc~r{a bastante en su estado original.
N OTAS
' Sexte.rcio de Alejandro Severo. Peso J7,U gr.; módulo,
31,10 gr. Anvcno: busto del emperador a derecha, con corona de
laurel y hombros cubienos; leyenda lMP ALBXANDER PIVS
AVG. Reveno: figura femenina hacia la ixquierda, que lleva flore~
Cll uru m11.11o y « recoge el vutido con la otna; leyenda SPES
PVBLICA S C. Fec:ha: ~31-23~. Cf. RJC, IV, 2, 121, nóm. 6+8.
t • En la utilización. de los porcentajes de dittribuci6.n de l.
a
cerimaca en las laderu del caatillo hay que tener en cuenta que ae
234
P.rospectarOn ~i exclusivamente lu laderu oriental y meridional,
atn que ae tuvaeran en cuenta los depósitos de La occidental precisamente donde estuvo situada la población de ~poca modero~· un rastre? por etUl zona habría arrojado un mayor número de ~tos mú
rec¡entct, lo que no era .n uestro objetivo en aquellos momentos.
' Algunaa de cttae auposicioncs ya ae han cumplido, como la
coDJIAtaci6o de la cxirtencia de niveles ib&icos <:orrectamcnte cstratigrafiados en alguna.a partea del CuriUo.
. • Algunu de las obaervacionca que realisa.remos a eootinuaca6n ~o producto ~el trabajo conjunto del equipo de excava<:i6o
mencaonado al comaen~ del artfculo, y deben muc:ho e.pc<:ialmcnte
a Manuel Bc:ndala, qwen ca autor uimiamo dd dibujo de laa piczu
n:prcaentadas en lu fig.. 3, 4 y S (o.• 2 y 3); la n.•t de la lig. S
y la fig. 6 lo son de M .D. SA.nchez de Prado.
' Agradecemoa a R. Ramos el habernos mostrado ctta pieza
acm in~dita.
•
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ABAn
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T ERRACO!i\S IIIÉ. R! Ct\ S DL l C;\ STI LLO DE GUARDAMAR
235
[page-n-246]
L. ABAD CASAL
A
e
8
Lóm. 11.-
236
A y B: Gmpo l. Ladtra. C: Grupo 2. Latkra
[page-n-247]
T ERRACOT
AS IB ~ RI CAS DEL CASTI LLO DE GUARDAM A R
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• •• •
•
-
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237
[page-n-248]
L. ABAD CASAL
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8
Lám. IV.- A. Grupo 3.
238
úz~ra.
IJ: 1-ragmmws uarios.
l~adero.
[page-n-249]
Francesc Gust r
J ENER *
NUEVAS PERSPECTIVAS EN EL CONOCIMIENTO ,DE LOS
,
ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE EPOCA IBERICA
Según una leyenda nórdica marinera, cuando un
niño moría su alma se introducfa dentro de un árbol.
Po.r ello en los astilleros de Flandes al esculpir los mascarones de los barcos, la madera era cuidadosamente escogida y preparada, y la más apreciada para ello era la
de los árboles que tuvieran dentro el alma de un niño
muerto. 'Una vez colocado el mascarón de proa, el espíritu se convertía en protector del barco, prevenía los
naufragios, alejaba toda enfermedad y ayudaba a los
marineros.
(Leyenda del folklore flamenco)
PREÁMBULO
Al plantearnos la elaboración de este trabajo, lo
hemos realizado exactamente con el mismo espÚ'itu y
escrúpulos que nuestro buen amigo y colega,
J .L. Maya elaboró un tema semejante, y por tanto nos
• Se.rvci, d'fnvenigacio,N
Oiputació de CasteUó.
Arqueol~giqucs
i
Prchiet~riques,
hacemos partícipes de sus aseve.raciones y matizaciones
al respecto de la problemática que presentan los enterramientos infantiles (MAYA, 1986). Ello representa, a
su entender, y estamos totalme.n te de acuerdo, una labor arriesgada e ingrata a causa de la insuficiencia de
datos y a las bjpótesis y especulaciones acientfficas en
que uno se arriesga a caer, y también por la fácil d escalificación ajena y a la propia limitación de los resultados; pero a la vez es imprescindible penetrar en. tan peligroso terreno, si se pretende desde el punto de vista
del arqueólogo, dar consistencia y a la vez superar visiones superficiales a un marco histórico concreto.
El tema de por sf, presenta como ya hemos apuntado grandes lagunas de conocimiento y compre.n sión,
u.nas veces por causa de la metodología empleada, únicamente a nivel empmco-arqueol6gico, otras por falta
de documentación y a la marginación que han sufrido
a nivel bibliográfico los hallazgos referidos a los enterramientos infantiles; ausencia de publicaciones que
describan con el máximo de detalle las características
del descubrimiento funerario en vez de los hasta ahora
incompletos (en el mejor de los casos) informes explicativos paleoantropológicos y que por suerte en la actualidad empiezan a ser elaborados concienzudamente.
La segunda gran dificultad, estriba en la imposibilidad
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F. GUSl 1 JENER
conceptual de abarcar en toda su complejidad una simbología religioso-funeraria, acompañada de una profunda ritualización de unos inaprensibles conceptos escatológicos basados en una visión de la muerte,
compleja y rica en mitogramas y sacralizaciones divinas. En una palabra, para el Hombre a lo largo de su
existencia, la vida, como diría M . Eliade, no ha dejado
nunca de ser una hierofanía histórica; de ahí la gran
dificultad de interpretar con nuestra moderna mentalidad, la dialéctica vida-muerte de unas sociedades desaparecidas, pero aún a pesar de todo ello, los intentos
prosiguen ...
INTRODUCCIÓN
No fue sino en el año 1965, cuando se dio la primera noticia de la presencia sistemática de enterramientos infantiles de inhumación en yacimientos de
época ibérica y cuya existencia presuponía un ritual establecido (TARRADBl.l., 1965). Ya anteriormente
en 1961, se publicaron los primeros datos de la presencia de inhumaciones de niños en unas viviendas de un
poblado laietano (BMllm, P ASCUAL, C Al!Aw, Rov(lt.A,
1961). Aun a pesar de que en yacimientos como La Serreta o El Thratrato, se babfa señalado con anterioridad la presencia de niños de corta edad enterrados en
viviendas, nadie les atribuyó importancia alguna como
rasgo distintivo funerario del mundo ibérico (T~
otro ambiente de tipo continental o indoeuropeo, en el
valle medio del Ebro, en el asentamiento «hallstáttico»
navarro de El Cerro de la Cruz, en Cortes, se habfa
constatado la presencia de inhumaciones semejantes
(MAt.UQtrt:R, I, 1954: 184; II, 1958: 79, 80, 143).
En r~alidad nadie había analizado en profundidad
y con detalle, las circunstancias de tales hallazgos, inclusive el significado último que pudieran representar
dichas inhumaciones.
Las campañas de excavaciones que se llevaron a
cabo en los años 1968 y 1969 en los yacimientos situados en el interior montañoso de Castellón, denominados La Escudilla y Los Cabañiles (GoSI, 1971), vinie-
ron a engrosar la escasa lista de yacimientos con
enterramientos infantiles pertenecientes al área de la
cultura ibérica, y a plantear las causas y orígenes probables de los mismos. U nos años más tarde, ya
en 1977, se ensayó un primer intento de sistematización, conjuntamente con una tipología de tales inhumaciones y su área geográfica de extensión en la Península (BP.I:I'RÁN, 1977).
A partir de este momento, los hallazgos han. ido
sucediéndose de manera paulatina en diversas regiones
del mundo ibérico, y como resultado de ello se ha podi·
do reunir en 1989 a un grupo de investigadores del
tema, a fin de que colaborasen conjuntamente en una
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puesta al d(a en una importante recopilación de casi
toda la documentación existente sobre dicho tema, sistematizándose por vez primera en un trabajo monográfico colectivo, cuya virtud ha sido aglutinar a diversos
autores en un proyecto común de planteamientos diversos a n ivel metodológico y aunar los diferentes teóricos encaminados a plantear, siquiera parcialmente, la
compleja problemática que representa esta modalidad
funeraria-ritual entre los numerosos grupos sociales indfgenas ibéricos (GuSI m- AL, 1989).
La llegada de Las primeras influencias de la llamada «Nueva Arqueología~> a nuestro país durante los últimos años de la década de los 70, revitalizó el panora·
ma de la arqueología española, la cual se encontraba
anclada en unos presupuestos metodológicos teñidos de
un fuerte empirismo acrítico. La -renovación epistemo·
lógica originada, ha dado lugar a diversas controversias teóricas y ha abierto nuevas perspectivas en la investigación arqueológica en general.
En lo que respecta a nuestro tema, la aparición de
diversos estudios de investigación puntual referidos a
los rituales funerarios dentro de lo que ha venido a llamarse «Arqueología de la Muerte» y la emergencia de
la llamada Arqueología contextua!, cuyos presupuestos
se basan fundamentalmente en el significado y la función simbólica y sus causas ideológicas a la hora de establecer sus teorizaciones, han proporcionado nuevos
instrumentos de investigación que facilitan una aproximación a la comprensión de realidades sociales y religiosas hasta el momento no planteadas en la arqueología tradicional (CKAPMAN, KINNES, lV.:mSJIORc , 1981).
Sin embargo y en lo que a nuestro propósito concierne, el estado actu al de la investigación sobre los enterramientos infantiles dentro del contexto de la llamada Cultura ibérica, podemos aflOllar que inicia sus
primeros intentos a partir de la actual década. Todavía
falta por recopilar mayor información emp(rica y tambibl quizás, acumular ciertas experiencias metodol6gicas para poder interpretar los datos actualmente conocidos, a fin de intentar establecer unas bases
hipotéticas iniciales de trabajo, las cuales permitan formular las primeras teorizaciones respecto a los mecanismos que han dado lugar en una sociedad plural y
compleja como la ibérica, y a la vez establecer unos sistemas de enterramie.n tos diferenciadores según el status
de edad de los individuos, mediante ritos singulares y
en Jugares en un principio, no dedicados estrictamente
como. emplazamientos funerarios.
Sin duda alguna, la etnoarqueología y un profundo conocimiento de la dinámica religiosa de las sociedades p rimitivas, habrán de jugar un decisivo rol a la
hora de establecer una base de conocimiento y, desde
luego la etnograffa sacra! y tanática, podrá mostrar aspectos que muchas veces desde perspectivas únicamente arqueológicas se llegan a intuir muy vagamente. Por
supuesto que los arqueólogos escépticos negarán la po-
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ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE ÉPOCA IBÉRICA
síbilidad de establecer un nexo de comprensión hacia
los componentes ideológicos y religiosos de cualquier
comunidad pre o proto-histórica, aducie.n do que, si dificil es comprender la cultura material de una •sociedad arqueol6gica¡o, todavía lo es más llegar a discernir
los presupuestos religioso-funerarios y sus p rácticas rituales. Ello no nos ha de importar bajo ningún aspecto,
la muerte se puede «socializar» y jerarquizar y ello no
es sino reflejo directo de la estructura misma de los vivos; la complejidad de conocimiento es la misma en
ambos casos; si alguien niega lo uno, deberá negar lo
opuesto y viceversa. Si el objetivo es conocer en lo posible el •mundo de los vivos» de una sociedad arqueológica, también podremos llegar a discernir su antítesis,
el «mundo de los muerto&».
Así pues, aunque por el momento existen escasos
datos cuantitativos y cualitativos referentes a la práctica de la inhumación infantil en el ámbito ibérico, no
s6lo en recintos (
entre diversas poblaciones iberas (CUADRADO, 1987;
GRAciA, Murm.u, ~rr AL., 1989).
A nuestro modo de ver, el problema de la muerte
entre los seres humanos ha sido constante a lo largo de
cualquier cultura y periodo temporal. En el caso concreto del tratamiento funerario de los recién nacidos y
niños de corta edad, siempre se ha diferenciado con relación al sistema de enterramiento de los jóvenes y
adultos en general. Desde luego, no vamos a describir
en este trabajo todos los hallazgos, por otra parte numéricamente escasos, referidos a inhumaciones prehistóricas infantiles, ni a enumerar las distintas teorías
provenientes del campo de la Etnograffa, ni de la Antropología Cultural y ni mucho menos de la Ciencia de
las Religiones, sino únicamente pretendemos tratar el
tema de la constatación de la existencia de ciertos hallazgos funerarios de niños recién nacidos, fetos perinatales e incluso de criaturas de hasta medio año de vida,
enterrados de manera «singular» y pertenecientes a un
ámbito cultural determinado, el ibérico, y en una región geográficamente determinable, la franja oriental
mediterránea peninsular, bajo la perspectiva de una visión arqueológica.
El hecho diferencial del fallecimiento de un neonato o de una criatura en etapa lactante, y no digamos
de un recién nacido muerto o el nacimiento prematuro
de un feto perinatal, es de suponer causaría cierto impacto psicológico social y con ello se propiciaría la elaboración nútica de creencias y supersticiones alrededor
de las causas y motivos por las cuales un ser humano
no llegaba a acceder al grupo familiar y social. Nacer
muerto o vivir escasas semanas, induso días u horas,
da pie a especulaciones y a la creación de un cuerpo
de creencia!! religiosas y metaffsicas especiales. De ahí
quizás, el impulso de aislar a los individuos que no han
accedido al desarrollo fisiológico natural de La mayoría
de la población. La interrupción de la vida antes de su
plenitud en el ciclo normal vital, sería un hecho anómalo, al cual se le debe conjurar y en algunas circunstancias "sacarle provecho.. para el bien común o familiar. Incluso en la muerte intencional o preparada, caso
de los sacrificios rituales infantiles, presupone un hecho excepcional y por ello susceptible de un trato distintivo. El infanticidio sacral o ritual es un acto propiciatorio a ciertas divinidades por el valor intrínseco y
la propia excepcionalidad del sacrificado u ofrecido.
Por otra parte, la muerte natural, aun siendo un hecho
involuntario al grupo social, no por eUo deja do poseer
un valor excepcional, la existencia de una voluntad superior externa que frustra una vida y que es devuelta
a su lugar de origen, el más allá cosmogónico.
Ciertas teori2aciones sostienen que la criatura
muerta antes de su integración al ámbito familiar, y
por tanto a la sociedad, no posee derecho alguno a ser
enterrado según los cánones funerarios establecidos
por la comunidad de creyentes, y ello obligaría a un
sepelio al fallecido s.i n ningún ceremonial determinado,
bajo el piso de la vivienda. Si ello fuera cierto, se habrían descubierto innumerables enterramientos infantiles en los numerosos poblados ibéricos excavados basta el presente. Y esto no es asr, pues el número de
inhumaciones localizadas con ser cada voz más importante, no parece constituir un indicativo de la mortalidad natural infantil real, la cual hubo de ser porcentualmente alta, sino que en nuestra opinión, detrás de
la existencia de todos estos enterramientos constatados
arqueológicamente, parece existir la presencia de un
complejo ritual necrolátri.co, muy diversificado, altamente sistemati~ado y organizado, y que en algunos
casos es evidente y en otros presumible. La complejidad de la mayoría de hallazgos funerarios, no permite
sieJD.pre conocer con certe~a las causas de la presencia
de las inhumaciones infantiles con sus peculiares características, con o sin ajuar, en urnas o en fosas, bajo piso
del recinto, o en el interior de bancos corridos, escaleras, etc.
El hecho de que el margen de edad de las criaturas
inhumadas abarque desde fetos a término o perinatales, hasta los seis meses de vida, delimita el ámbito del
ritual. Por otro lado, en las necrópolis de incineración
al parecer son depositados los restos de niños mayores
de medio año (después de haber sufrido la cremación
correspondiente), aunque la falta de estudios antropológicos detallados al respecto, no permite por el momento conocer con certeza el margen de edad de las
criaturas fallecidas, así como las posibles causas de su
muerte, y con ello po!ibilitar el estudio de la correspondiente tasa de mortalidad infantil. Sin embargo, la
línea de investigación actual empieza a ser conocida
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F. CUSI 1 JENER
mediante las publicaciones completas y detalladas desde unas perspectivas arqueológicas y anatómicoantropológicas, ensayan la manera de establecer el contexto, las causas y la edad de las criaturas fallecidas
(CuADRADO, 1987; SANTOP
lactantes no fueron incinerados, tal y como atestiguan
Jos enterramientos T-104, T-162, T-177 y T-201. En la
necrópolis de Pozo Moro, la mayor parte de la presencia infantil se atribuye a niños mayores de un año, ex·
cepto en la tumba PM 34: 8E-2, donde al parecer se
hallaron unos escasos restos incinerados de una criatura menor de un año de vida (Rilv&RTB, 1985: 270), lo
que vendría a corraborar nuestra creencia de que a
partir del medio año, los infantes eran en su mayor
parte incinerados. Thdo ello refuerza nuestra hipótesis
de que tanto los neonatos como Jos lactantes en determinados períodos anuales pudieron ser sacrificados ritualmente, y como consecuencia de ello eran enterrados de diversas maneras, tales como bajo el pavimento
en fosas, o en urnas en ciertas estancias •domésticas•
e incluso en edificios cultuales.
¿Entonces qu~ sucedía con los recién nacidos y
criatura5 cuya edad no sobrepasaba el medio año de
edad y que falledan de manera natural? Y ello ocurriría muy a menudo. Hasta el momento no lo sabemos
con certeza, algunos autores creen que eran enterrados en el interior de las viviendas, pero entonces habremos de pensar que dicha mortalidad e.r a escasa.
Quizás los neonatos muertos por cau sas naturales en
ciertas ~pocas del afio agrícola o durante algun acontecimiento religioso singular, también fueron ofrecidos
en sacrificio ritual (lo cual indicaría que no siempre
era forzoso una inmolación intencional) y fuesen
«aprovechados" para ser ofrecidos a ciertos cultos
agrarios estacionales, y luego inhumados con mayor
o menor prestancia, a modo de recuerdo y agradecimiento a la divinidad y de esta manera ser con ello
vehículo de propiación de unos bienes sociales o familiares; ello explicaría en parte, los enterramientos co·
lectivos de La Escudilla y Los Cabañiles, entre otros.
En algunos casos, la muerte del niño ser(a «utilizada.
para reestructurar viviendas o ámbitos de producción
económica artesanal doméstica, etc., y de esta manera
honrarían y protegerían con su presencia citualizada
y sacralizada, a modo de ofrendas votivas, las nuevas
actividades cotidianas. En el caso que la muerte sucediese en un per{odo no significativo dentro del ciclo
agrícola, o incluso que no fuese coincidente con una
reestructuración de la casa o de las actividades económicas, quizás entonces el niño fallecido no adquiriera
valor de espíritu lar y fuese expuesto al aire libre en
algún lugar sagrado, a modo de cementerio abierto,
y sus restos se convirtiesen en pasto de animales salvajes y a la acción climática, y por tanto fuesen devuel-
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tos nuevamente a la Madre Naturaleza o al esp1ritu
del más allá.
ESTADO DE LA CUESTIÓN
A modo de premisa, hemos de advertir que no
pretendemos en este trabajo describir, siquiera parcialmente, la problemática de las prácticas funerarias infantiles mediterráneas n.i tampoco los rituale.s de sacrificios de primogénitos, ni en el mundo griego ni del
fenicio-pónico, cuya extensa bibJiografla hace innec,esario su planteamiento, sino (micamente centrar el
tema de manera periférica, circunscribiéndolo estricta·
mente a los límites del mundo ib~rico peninsular y
como extensión obligada a la región insular balear de
manera más sucinta.
Los grupos sociales ibéricos asentados a lo largo
de las tierr as costeras y su retropaís continental montañoso, asimilaron a lo largo del tiempo con mayor o menor fuerza, no sólo la convergencia de complejas influencias del expansivo mundo colonial mediterráneo
desde el siglo vm, sino también los procesos de romanización como colofón cultural en los albores del cam·
bio de Era, incorporándolos a su propio bagaje cultural, el cual no era sino producto reelaborado de dichos
fenómenos civilizadores. Sin embargo, no hemos de ol·
vidar su propio sustrato como un factor fundamental
más de sincretismo culturizador.
Actualmente, el panorama que se posee referido a
los enterramientos infantiles, no presenta unas mismas
caracterlsticas comunes en las distintas áreas o zonas
donde se ban localizado; por ejemplo el área meridional presenta por ahora un vacío de información; la
zona valenciano-catalana y región bajoaragonesa, así
como el valle medio del Ebro, van proporcionando
cada vez más mayor documentación arqueológica, e incluso se posee una inicial presencia de inhumaciones
infantiles en yacimientos claramente preibéricos, databies en su mayor parte en un momento deJ Bronce final
e incluso algunos adscribibles a una fase del Bronce
tardío, como por ejemplo La Pedrera de Vallíogona
(Lérida), fechable en un momento previo a la implantación de las gentes de los Campos de Urnas, a fines
del siglo XJD y comienzos del xu; la Peña de la Due.ña
(CasteUón), también adscribiblc al mismo período ero·
nológico que el anterior; el poblado de Carretelá (Lérida), datable a inicios de la aparición de los Campos de
U mas, a comienzos del siglo XJ; asentamiento del
Tossal de les Tenalles (Urida), encuadrable en un mo·
mento del Bronce final, siglos vm-vn, al igual que el
yacimiento de Los Azafranales (Huesca). Todos estos
yacimientos parecen indicarnos que en un momento
anterior a la aparición de los influjos coloniales medite·
rráneos, el mundo iod(gena del Bronce tardío y final
-éste ültimo ya dentro del periodo de los C. de U.-,
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ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE .ÉPOCA Il3ÉRICA
inhumaba de manera diferenciada los cuerpos de niños
fallecidos temp.ranamente, lo cual añade mucha más
complejidad a esta modalidad de enterramiento, agudizando la problemática de su significación 11ltima. Vemos pues que e1 sustrato preibérico, también pudo influir en determinadas regiones respecto a la posterior
adopción de esa práctica funeraria infantil Los componentes del sistema pueden pues provenir del propio
mundo del bronce terminal local, arraigadas en costumbres funerarias propias y deJas gentes de los Campos de Urnas; a la vez la influencia del mundo griego
y la acción de la esfera fenicio-púnica. En qué medida
y de qué manera algunos de estos factores han origina·
do fenómenos religiosos y culturales, es por donde ha·
brá de encaminarse la investigación arqueológica en
este campo concreto de la práctica funeraria, en el
futuro.
Ahora bien, si centramos la problemática dentro
del amplio complejo geográfico del mundo cultural ple·
namente ibérico, vemos tres amplias zonas o áreas donde se detectan con mayor o menor precisión la práctica
de las inhumaciones infantiles: zona costera levantina
(Languedoc-Rosellón, comarcas litorales catalanas y
valencianas); zona continental (tierras interiores occi·
dentales catalanas, valle del Ebro, Bajo Aragón y zona
montañosa valenciana); y zona del sudeste y meridio·
nal (valle del Segura, región murciana, Albacete y re·
gión andaluza). El llamado mundo celtibérico y castre·
ño, en este caso queda fuera de nuestra revisi6n, dada
su complejidad y también por no formar parte del
tema inicial de este trabajo, referido exclusivamente al
mundo cultural propiamente ibérico.
Con respecto a los distintos sistemas de enterra·
miento infantil, fundamentalmente se inhuma median·
te la utilización de urnas o directamente en el suelo con
o sin fosa, y con enterramiento primario (restos esque·
!éticos completos) o secundario (restos anatómicos par·
ci.ales y/o dispersos). A su vez, pueden tambi.én adoptar
diversas variantes en ambas modalidades (primaria o
secundaria), como puede ser los enterramientos indivi·
duales, en pareja, colectivos, y con sepulturas no visibles bajo pavimentos, escal.e ras, bancos corridos, etc.,
o visibles mediante una señalización intencional <*ter·
n!l; todos ellos con o sin ajuar funerario, a veces con
la presencia de restos óseos de animales jóvenes, no
siempre directamente complementados o relacionados
directamente con los enterramientos infantiles. Los lu·
gares de uso necrolátrico son los ambientes aparentemente domésticos, recintos singulares y/o cultuales, e
incluso espacios de producción económica especia·
!izada.
Las causas de la singularización de dichos enterramientos en sus distintas variantes, sin estar claramente
establecidas o determ.iQadas, se las podría, en nuestra
opinión, relacionar con r itos del principio y el fin, fun·
dacionaJ, agrícolas estacionales de fertilidad, restitu-
ción, admisión/filiación (en caso de su presencia en necrópolis de incineración), e incluso de no identidad.
Otro sistema de enterramiento infantil utilizado,
quizás esporádicamente, y que debe corresponder quizás a otros presupuestos ideológicos y religiosos, o in·
cluso a planteamientos sociales, es el relacionado con
la incineración infantil perinatal o de recién nacidos
enterrados en necrópolis convencionales de adultos,
aunque como veremos más adelante, algunos investigadores presentan sus dudas y objeciones a la existencia
real de esta supuesta ]>ráctica funeraria.
Actualmente, la cuestión referida a la problemáti·
ca de los enterramientos infantiles, no presenta una
unanimidad de criterios en lo que respecta tanto a sus
odgenes, como a las causas y f'malidad de los mismos.
Algunos autores como Lillo Carpio, sostienen que al
igual que en Jos enterramientos aparecidos en el recin·
to del poblado murciano de Coimbra, no provienen de
la práctica de sacrificios rituales, y dan como única razón la alta mortalidad infantil de la época (LtLLO,
1981: 54; MALuQ.UER, 1958: 143; MfNGUEz, 1988). Para
el mencionado autor, la diferencia entre el uso de la in·
cineración y la inhumación radica únicamente en el
hecho de que el individuo fallecido posea el rango de
miembro de pleno derecho o de que no lo sea; por tan·
to, si es incinerado es un miembro social, por el contra·
rio la inhumación es una práctica privada doméstica o
familiar, sin ninguna relación con la comunidad (LtLLO, 1981: 54). Al respecto, hemos de subrayar que dicho investigador no da explicaci6n alguna referente al
hecho de la existencia de enterramientos cuidados con
ajuar funerario y de la presencia de otros efectuados
en fosas colectivas, sin ofrendas ni ajuares, ¿sería ello
debido de diferenciaciones sociales, o simples ausencias de afecto familiar, o a distintas prácticas rituales
y religiosas?
Para Guérin y colaboradores, el panorama es algo
más complejo, ya que según su opinión, existen tres
modalidades pt'incipales de enterramientos, aunque no
descarta la posible existencia de otras más: inhumaciones múltiples sistemáticas e.n vivienda; inhumaciones
excepcionales en edificios domésticos; e inhumaciones
en edificios no domésticos (templos). Por otro lado cree
que todos estos sistemas o modos de enterramientos
son variables en cada caso particular, como la utilización de urnas, aunque no siempre; la inhumación de
ciertas partes del cuerpo, etc.
Este investigador hace especial hincapié en la propia importancia que posee cada lugar en donde se na
realizado el enterramiento, ya que ello indicaría la
existencia de diversos ritos como por ejemplo, entre
otros, los de admisión o afiliación. También Guérin
apunta la posibilidad de que en algunos casos, los niños inhumados fuesen considerados como posibles di·
vinidades protectoras de las distintas actividades prac·
ticadas en las estancias donde se ubican los
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F. GUSI J JEN.ER
enterramientos, coJ]lo sucede por ejemplo en la vivienda 7 del poblado valenciano del Castellet de Bernabé,
donde apareció un pebetero, as{ como otros dos recogidos en el departamento 1 del asentamiento del Puntal
dels Uops. A su ve~ no descarta, aunque según dicho
autor no existen pruebas fehacientes para afumarlo
con certeza, la posible práctica de sacrificios fundacionales y su commemoración periódica.
Respecto a dichas costumbres funerarias, encuentra paralelos, aunque parcialmente, con otras prácticas
mediterráneas similares, pero no llega a pronunciarse
respecto a la valoración de cuáles fueron los factores
principales de la posible aculturación ibérica, y si la
procedencia se transmite por la influencia del mundo
griego, o por el contrario proviene del área de influen·
cia sem{tica (Gutam, M.utiNu, 1987-1988: 231-265).
Posteriormente, a tenor de los numerosos hallazgos de
enterramientos infantiles localizados en el yacimiento
de El Castellet de Bemabé, cifrados en más de diez inhumaciones, rechaza la idea suya inicial referida a la
existencia de un culto funerario vinculado a cada inhumado. Tampoco sostiene ya la teoda de la homogeneidad de la edad natal de los enterrados, ni el concepto
preexistente de unidad de .. contenido», ya que fueron
hallados niños de mayor edad a la perinatal y también
una tumba de ovicaprido, por lo que establece la posibilidad de un trato funerario en función de la edad de
los fallecidos. Se manifie.s ta igualmente en contra de la
idea general de que el origen de las inhumaciones viene determinado por la alta mortalidad infantil de la
época, ya que el contexto de ciertos enterramientos
comporta la práctica de otros muy complejos ritos funerarios. A su vez, sostiene la hipótesis de la existencia
de un rito de paso. El niño al que se le proporcionaba
un nombre quedaba vinculado, aun después de muerto, a los vmculos de lazo familiar y como consecuencia
de ello, se le proporcionaba un ajuar funerario.
El autor establece, a p artir de los últimos hallazgos
en El Castellet de Bemabé, una ordenación. binaria
r~pecto a los modos de enterramiento infantil. A: enterramiento en urna, subdividido de la siguiente m.a nera, A 1: inhumación total o parcial de recién nacido,
sin ajuar; A 2: inhumación total o parcial de niño de
varios meses, con ajuar. B: inhumaciones directamente
en tierra, distribuido como sigue, B 1: recién nacidos
o fetos, enterrados sin ajuar; B 2: animales enterrados
en su totalidad o parcialmente, sin ajuar. Al parecer,
también existe una diferenciación cualitativa entre los
niños de varios meses de edad, enterrados con ajuar,
y los fetos a término o recién nacidos, inhumados en
tierra, los cuales a su ve.z, no tienen ningún trato dis·
tinto a los enterramientos de animales. Para Guérin es
imposible conocer con exactitud la c.ronolog{a puntual
de cada inhumación, ya que ésta pervive durante todo
el tiempo de ocupación del asentamiento. Deduce la
posibilidad de existencia de lugares preferentes desti-
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nados a los enterramientos, como por ejemplo los muros orientados al este, bajo las escaleras, etc. Así pues,
pon.e en relación estrecha, el emplazamiento de las distintas inhumaciones con la construcción, o incluso la
destrucción de las estructuras arquitectónicas que albergan dichos enterramientos, y establece la hipótesis
de la existencia al respecto de los ritos de inicio y fmal
de las actividades ocupacionales de los recintos. Los ritos de iniciación obligarían a depósitos y sacrificios
fundacionales; por el contrario, el rito final o de abandono, señalaría el cambio en las actividades o la clausura del recinto (rito de cambio), tal y como parece suceder en los departamentos 1 y 6 de El Castellet de
Bemabé.
En opinión de Guérin, se practicaban en ciertas
ocasiones, ritos de sustitución d e animales jóvenes, eS'pecialmente ovicápridos, en lugar de niños, lo cual indicada el carácter sacrificial de las inhumaciones infantiles.
La presencia de enterramientos efectuados bajo
los pisos de los recintos y sin ninguna relación con el
resto de la construcción, muy posiblemente se la pueda
considerar como ejemplos de fallecimientos por muerte
natural; por el contrario, los enterramientos enmascarados por las estructuras de la propia construcción, se
han de relacionar con sacrificios cruentos, por tanto no
todas las inhumaciones, se efectuarían por motivos rituales (GutluN, CALVO, GRAu, Guu.t.1N, 1989).
Otro investigador que en su momento ensayó sistematizar el tema en cuestión, Beltrán Lloris, intentó
establecer mediante una tipología, las distintas modalidades de enterramientos que en el momento de su pu·
blicación, creía podían clasificarse, y que en su opinión
ser, en necrópolis, en recintos domésticos y sacrificios
de tipo ritual. No diferenciaba este autor, las distintas
prácticas del m undo fenicio-púnico, ibérico y campos
de urnas, aunque el origen de esta costumbre funeraria
infantil, habfa de considerársela como de inequívoca
inOuenCia semita, y hace constar también su presencia
en el mundo indoeuropeo peninsular.
Este autor cree a su vez que la mortalidad natural
infantil era la "causa inmediata», aunque también afirma que el sacrificio ritual, era una práctica a tener en
cuenta (BEcrRJ.N, 1977).
Por su parte, y en otro orden de cosas, Gracia
Alonso discrepa de la opinión de Cuadrado con respecto a la presencia o no de inhumaciones infantiles en necrópolis convencionales de incineración, puesto que
aquél cree que únicamente tienen d erecho a ser enterrados junto a los adultos, los niños de cierta edad, ya
integrados y aceptados dentro del seno del grupo social
y familiar que le corresponda por derecho paterno, y
por ello este autor niega rotundamente que las inhumaciones de recién nacidos se practiquen en cualquier
necrópolis cineraria. Para Gracia Alonso, los niños son
incinerados a partir de los siete meses de vida y sus res·
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ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE ÉPOCA mÉRICA
tos se depositan en los cementerios de incineración o
campos de urnas, y la causa puede deberse por motivos
religiosos y cultuaJes distintos, una de las influencias
quizáJ pudiera provenir del área del mundo griego e
incluso de la esfera púnica. A su vez, sostiene, en contra de la mayorla de los investigadores, la ausencia de
pruebas de orden arqueológico y literario que demuestren que hubiesen existido en la Península, sacrificios
rituales infantiles de tipo semita, y por tanto, según su
opinión, no se puede llegar a verificar dicha influencia
en las prácticas religioso-funerarias ibéricas.
Gracia Alonso distingue las siguientes modalidades
de enterramientos infantiles: 1. Enterramientos en hoyo,
directamente en tierr a (Puntal deis Llops), y también
aprovechando los desniveles de la roca natural del asentamiento, acondionándolo con revoque (Thró de Can Olivé), cubriéndolo mediante losas (Moleta del Remei), o
incluso en tierra cribada (Penya del Moro). La ubicación
de estas tumbas se encuentra frecuentemente en los ángulos de las estancias, al pie de los muros, y/o bajo escaleras (TossaJ de Les Tenalles, El Taratrato, La Romana,
Coimbra del Barranco Ancho, La Serreta, La Cayla, Darró y El Puig de La Nau). 2. Enterramientos colectivos en
fosa, mediante acondicionamiento del terreno y delimitación con bloques pétreos (Moleta del Remei), o mediante zanjas incluso sin acondicionamiento previo (Coimbra del Barrancho Ancho). 3. Enterramientos en
urnalanfora, como influencia del endrJtrismo griego, y que
pueden ser individuales (ThssaJ de Les Forques, La Escucülla, Los Cabañiles, El Castellet de BernaM, Los Villares), o múltiples (Los Cabañiles, La Seña [2] y La Escudilla (5]).
También se encuentra, según Gracia Alonso, una
variedad de prácticas en distintas áreas geográficas, así
como la utilización de diversos tipos de contenedores
cerámicos funerarios . No existe, por otra parte, ninguna preparación espacial en la colocación de aquellos.
A su vez, no considera como enterramientos las cuarenta urnas asentadas en sus respectivos orificios, descubiertas en el departamento A del poblado de San
Antonio de CaJaceite.
Este investigador pretende establecer una distribución de todas estas prácticas funerarias, según el
tipo de construcción, ya que cree exista una relación
entre ambas: l. Construcciones tipo vivienda con un
número reducido de inhumaciones infantiles, y por
tanto se puede hallar una relación con una mortandad
natural dentro de unos grupos familiares .
2. Construcciones consideradas como lugares de claro
significado cultual; en este caso, un rasgo funerario a
tener en cuenta es la presencia de elementos que acompañan las inhumaciones infantiles (a modo de sencillos
ajuares), como por ejemplo muestras de cereales, huesos de animales jóvenes - ovejas, cabras, suidos y
conejos-, los cuaJes no guardan ninguna relación con
el banquete fúnebre.
Existen por otra parte, las prácticas de ofrendas
fundacionales, las cuaJes no tienen relación alguna con
las inhumaciones infantiles, tal y como sucede en los
yacimientos de La Penya del Moro y en el Turó de Can
Olivé. Por ello, Gracia Alonso no está de acuerdo con
la tesis, por la cual, se sostiene que ciertos enterra·
mientos tengan el carácter de rito fundacional. Para
este autor, los ritos fundacionales acompañados de sacrificios de ovicápridos u ofrendas de huevos, se han
de considerar aparte del ritual funerario, puesto que de
no ser así, no tendrían sentido los enterramientos múltiples acondicionados, y la inhumación de más de un
cadáver bajo el pavimento perteneciente al momento
ocupacional de la estancia.
Todas estas prácticas las sitúa cronológicamente,
según los enterramientos constat~dos hasta el momento, dentro del siglo IV con una perduración que llega
de manera ininterrumpida hasta ~poca romana tardía.
La influencia de todo este ritual funerario infantil
constatable en el mundo ibérico, se debe a dos coriien·
tes fundamentales, la de ascendencia griega y la de origen indoeuropeo, cuyas prácticas según dicho investigador, se diferencian sin lugar a dudas de los rituales
de sacrificios infantiles del mundo semítico feniciopúnico (GRACv., M uNit.LA, ~L, CA.MJ'ru.o, 1989).
Nuestra particular postura aJ respecto de la problemática en cuestión, ha sido hasta hace poco, hemos
de reconocerlo, dubitativa. En una primera etapa de
nuestros trabajos sobre el tema publicados entre 1970
y 1971, sosten{amos con cierta reserva que todas las inhumaciones infantiles constituían unos ritos funerarios
de tipo religioso de inmolación, cuyo origen provenfa
del mundo púnico, y practicados en viviendas, aunque
reelaborados y adaptados a las propias tradiciones cultuales ibéricas (influencias de los C. de U. en el uso de
las urnas como recipientes funerarios) . Tambi~n sosteníamos la opinión referida a la existencia de un alto
índice de mortalidad infantil entre la población indígena. En resumen, constatábamos un sincretismo de ritos
provenientes de las influencias púnicas y del mundo indoeuropeizante de los campos de ornas, aunque no en·
trábamos en valoraciones más puntuales (GvSJ, 1970;
Gus1, 1971).
Posterionnente, en unos artículos escritos en 1989,
seguíamos sosteniendo que las inhumaciones en vivien·
das, se efectuaron dentro de espacios dom~sticos pero
considerados también como lugares de culto ritual·
simbólico. Los recién nacidos, fallecidos de manera intencional o no, carece.r ían de un status social, por tanto
se lea entierra dentro de su propia área doméstica, a
fin de estar protegidos en su propio ámbito y a la vez
ejercer una acción propia benéfica y protectora en el
entorno del grupo familiar.
A pesar de que el uso funerario de las urnas como
depósitos de los restos infantiles pensábamos provenía
de una influencia fenicio-púnica, aceptábamos que su
24-5
[page-n-256]
F. GUSI I JBNER
introducción en el mundo ibérico se veía facilitada por
la existe.n cia previa de la costumbre funeraria de los
campos de urnas, aunque no llegamos a disociar en
profundidad la contradicción
inhumaci6nincine~ación. Por otra parte, manteníamos con dudas
y reservas, la idea del sacrificio intencional de criaturas
recién nacidas o de escasa edad como resultado de la
influencia exclusiva del mundo semítico. Por otro lado,
las inhumaciones infantiles sin urnas, bajo Jos pisos de
las estancias, podían provenir de la tradición cultual y
religiosa de la anterior etapa del Bronce local y rechazábamos las opiniones de quienes sostenían la preponderancia de una influencia funeraria procedente de la
esfera del mundo griego. A su vez, las inhumaciones
en urnas podían señalar la presencia de influjos púnicos y con mayores reservas, también las del mundo de
los campos de urnas. En realidad pensábamos que existían unas posibilidades lógicas de que se hubiese establecido un sincretismo o una confluencia de distintos
ritos funerarios convergentes, incluso en la propia for·
ma y manifestación externas en la inhumación de criaturas de corta edad, aunque sus orfgenes y cronología
fuesen distintos, y cuyo significado último se asemejase, todo lo cual permitió a los grupos indígenas reelaborar determinados ritos propios. Sin em bargo, sosteníamos un escepticismo relativo, ya que por otro lado
creíamos imposible llegar a conocer en profundidad el
origen de las ideas religiosas y simbolismo de este rito
de la inhumación infantil de recién nacidos.
Con respecto a Jos yacimiento¡¡ de Zucaina (OasteU6n), les atribuimos en razón de un nuevo análisis de
lo\! materjales arqueológicos, una mayor antigüedad,
situándolos en el cambio de los siglos v1-v. En cuanto
al recinto H-2 de La Escudilla, no estábamos de acuerdo con otros autores (Guérin y colaboradores) respecto
el que dicha estancia fuese una cccasa-templo .., aunque
tampoco rechazamos la idea de que en realidad fuese
un lugar necrolátrico, ya que constatábamos Ja existencia de enterramientos secundarios en dicho recinto,
tambié.n negábamos la posibilidad de que el recinto
H -3 fuese un templo (GuSJ, 1989a).
En otro trabajo elaborado posteriormente, pero publicado con mayor rapidez (Gus1, 1989b), sinteti2ábamos nuestro actual'IJlodo de entender el problema y sos·
tenfamos que todos estos supuestos ritos, sin descartar
las influencias mediterráneas -mundo fenicio-pú.nico
y con menor posibilidad del área griega-, p rovienen
fundamentalmente del arraigado tradicionalismo religioso autóctono del mundo preindoeuropeo y adscribible al Bronce fi.n al, aunque tampoco negamos que hubiera habido a su vez un aporte de las tradiciones
funerarias d e las gentes de los campos de urnas. Asf
pues, con todas estas convergencias se estableció a nues·
tro modo de ver un sincretismo religioso y funerario.
Con respecto al yacimiento de La Escudilla, el
conjunto constructivo constituía para nosotros un lu246
gar necrolátrico en donde se celebraron unos rituales
funerarios infantiles, y uno de los edificios, el H-3, lo
considerábamos como muy probablemente un "recinto
singular», quizás con ciertas funciones cultuales, a
modo de sencillo templo y con una finalidad a la de
los otros dos recintos. Como se verá m ás adelante en
este trabajo, esta indecisión permanente que ha presidido todas nuestras opiniones sobre el tema, la hemos
resuelto calificando la H-3 como un templo y los recintos H-1 y H-2 como dos áreas anexas con función ne·
crolátrica infantil.
En los tr abajos de 1989 calificábamos a la habitación A del yacimiento de Los Oabañiles como un espacio ccsingular.. de tipo funerario y descartábamos la
idea de un recinto o vivienda doméstica común. También considerábamos que la finalidad de tales rituales
sacrificantes, se encontraba orientada con los ciclos
agrícolas cerealfsticos y pastoriles, a modo de culto a
la fertilidad (presencia de cereales y de ofrendas de ani·
males jóvenes), creencia que seguimos actualmente
manteniendo. En cuanto a la cronología de los conjuntos constructivos, lo r ebajaríamos a una primera mitad
del siglo v, ya que creemos algo forzada nuestra datación de fines del vt-inicios del v a.E.
También seguimos de acuerdo con nuestra afirmación de que cada zona geográfica local o regional dentro del mundo ibérico, posee sus propios mecanismos
cultuales y rituales, siempre en función de sus necesidades socio~económicas y del aporte de las influencias
externas recibidas, según suceda en cada periodo temporal, dada la larga perduración de las inhumaciones
infantiles de neonatos y lactantes (entendiendo los pri·
meros como recién nacidos basta un mes de vida y los
segundos, hasta los seis meses de edad), aunque ello no
niegue que hubiese cierta estructuración global de
ideas y creencias comunes entre las distintas poblaciones del mundo ibérico, as( como quizás ciertas divinidades compartidas dentto de una misma cosmovisi6n
(Gost, 1989 a-b).
EL MODELO NECROLÁTRICO DE
LA ESCUDILLA-LOS CABAÑILES
La existencia de dos conjuntos arquitectónicos
próximos entre s{ y con una anormal presencia cuantitativa de enterramientos infantiles en urna, nos hace
pensar que sobrepasa su aparente fmalidad ccdoméstica», a modo de simples asentamientos poblacionales.
En especial destaca, el conjunto de La Escudilla, con
sus tres grandes estancias, cuyo ambiente formal e incluso el propio material recogido, nos indujo a creer en
un primer análisis (Gusr, 1970) que constituían unas
viviendas corrientes. Sin embargo, tanto la distribución de los propios enterramientos, como su excesiva
cantidad de inhumaciones, nos ha obligado posterior·
[page-n-257]
ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE ÉPOCA IBÉRICA
- .. -.. . -
- ........ ............. ........... _
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H-2
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--
Fig. 1.- Planta dJ conjunlo di La Escudilla
mente a reconsiderar todas estas evidencias bajo un en·
foque teórico distinto. Efectivamente, si analizamos
cada uno de los tres espacios que constituyen todo el
conjunto de La Escudilla. y luego lo enfocamos de manera global, vemos que constituye un todo homogéneo
con unas peculiares caracterfsticas estructurales que
proporcionan una singular función funeraria y cultual.
En primer lugar, la propia ubicación topográfica de
ambos yacimientos, nos muestra una estrecha relación
complementaria entre ellos, máxime cuando los mate·
riales recogidos son semejantes y adscribibles a una
misma etapa crono-cultural; en segundo lugar, en Los
Cabañiles, la presencia del mismo ritual de inhuma·
ción infantil, aunque en menor cantidad y con una distribución distinta que en La Escudilla. con la salvedad
a mencionar de que únicamente se excavaron dos re·
cintos, lo cual nos impide por ahora poseer una visión
exacta de la funcionalidad del yacimiento. Finalmente,
y en tercer lugar, el yacimiento de La Escudilla consti·
tuye un singular emplazamiento, en campo abierto y
en pleno llano, a escasa distancia. medio kilómetro en
linea recta del cerrillo donde se ubica el yacimiento de
Los Cabañiles, formando un conjunto de tres unidades
constructivas independientes entre sí, pero relacionados espacialmente, dado que forman un mismo bloque
arquitectónico, al poseer muros medianeros comunes
cada uno de los recintos.
Si observamos la planta del conjunto (Fig. 1), vemos que las estancias H·l y H-2, constituyen dos ambientes semejantes; por el contrario, el recinto H-3,
además de poseer una planta totalmente distinta y
unas dimensiones poco corrientes, añade una orienta·
ción de la puerta de entrada .totalmente opuesta a las
otras dos. En un trabajo nuestro anterior, describimos
con detalle cada una de las principales características
diferenciadas de estas construcciones, por lo que no insistiremos en ello (Gus1, 1989a).
A continuación y muy brevemente, vamos a enumerar las principales particularidades funerarias de estos recintos nccrolátricos.
l. Presencia de un probable silicernio con restos
parciales de restos óseos animales entremezclados con
tierras carbonosas (H-1, La Escudilla).
2. Presencia en la cara superior del muro medianero de los recintos H-1 y H-3 de un fragmento de pata
de una oveja en conexión anatómica y de una bemimandfbula de cordero, embutida en una concavidad de
la pared interna del recinto H-1, cerca del suelo y del
ángulo de la puerta exterior del recinto (La Escudilla).
3. Todas las urnas se hallaban depositadas por debajo del piso de la estancia, excepto en el recinto H-3,
donde aparecieron situadas bajo el piso exterior de en·
trada (La Escudill a y LoB Cabañiles); las urnas se encontraban asentadas cada una en un lo&ulus excavado
en la roca natural, excepto dos de ellas superpuestas
(U-2bis y U-3bis de la estancia H-1 de La Escudilla).
4. Las bocas.de las urnas fueron cubiertas mediante
fosetas de piedra (La Escudilla y Los Cabañiles).
5. La disposición de las urnas se concentraban
siempre en dos gn1pos, distribuidos de manera diferen·
ciada (estancia H-1, La Escudilla y habitación H -A,
Los Cabañiles, véase Fig. 2).
6. De los tres recintos medianeros entre sí, el central (H-1) tenía mayor concentración de enterramientos
247
[page-n-258]
P. GUS1 J JENBR
en su interior, diez urnas con veintidós inhumaciones.
Aun a pesar de que el recinto H-2 estaba en parte desaparecido, únicamente apareció un sólo enterramiento;
el recinto H-3, no tenía ninguno en su interior, pero
sí dos enterramientos en el exterior del u.m bral de entrada (La Escudilla). En los recintos H -A y H-B, ambos adosados mediante una pared común (Los Cabañiles), únicamente en el primero de ellos aparecieron
cinco enterramientos.
7. La presencia de piedras Labradas hincadas~
ticalmente frente a la puerta de acceso a Jos recintos;
una de ellas de 0'70 m. de altura y 0'30 m. de anchura, situada entre la entrada y el hogar central (H-1, La
Escudilla); otra de situación parecida. aunque más pequeña y caída, de 0'40 m. de altura y 0'30 de anchura
(H-2, La Escudilla); y otras seis en el interior del recinto H -3, de dimensiones sensiblemente más reducidas,
entre 0'20 y 0'40 m . de alto y unos 0'25 m. de ancho,
alineadas unas detrás de otras, no parecen tener ninguna función constructiva.
8. Dos de los recintos tenían la puerta de acceso
orientada al oeste (H-1 y H-2, La Escudilla); el tercero
estaba abierto al este (H-3, La Escudilla). Los recintos
de Los Cabañiles no poseían acceso directo al exterior,
excepto el H-B que pose[a una pequeña puerta angular
de comunicación con otro recinto no excavado. Tanto
la estancia H-A como la H-B ten{an el muro este
arrasado.
9. Los recintos H-1 y H-2 de La Escudilla se encontraban enlosados con piedras planas de regular tamaño y trabadas e.n seco.
10. La funcionalidad de los t.res recintos de La Es·
cudilla, aunque hasta ahora ha quedado algo incierta,
creemos presenta unas características estructurales, así
como de contenido como para considerarlos •edificios
singulares», en especial el denominado edificio H-3, el
cual podrfamos calificarlo como un templo de tipo me·
diterráneo de planta tripartita rectangular alargada y
de tosca fábrica, con un eje longitudinal de 15 m. y una
anchura que no sobrepasa Jos 3 m. La puerta de entrada posee un umbral formado por una gran losa plana
y dos basamentos laterales también en piedra, cuya finalidad podría haber sido el sostener dos maderos a
modo de columnas. Así pues la disposición general de
este recinto permite pensar que se tratase de un templo
indígena, simple en su arquitectura, pero que aun asf
su disposición constructiva permite asimilarlo a un edificio cultual, a modo de adoratorio. Los recintos laterales H-1 y H -2, que en nuestra opinión quizás no estuviesen cubiertos, corresponderían a unos anexos al
templo y su misión estaría relacionada con una función
sacral necrolátrica infantil. Hemos de remarcar que la
e.n trada del supuesto templo se abrla a levante y los ·recintos funerarios anexos se orientaban a poniente.
También cabe señalar que el recinto próximo al templo
(H-1) albergaba mayor cantidad de inhumaciones, en
248
tanto que el segundo (H-2) todavía no alcanzaba el índice de enterramientos realizados en la estancia vecina.
El recinto H-A de Los Cabañiles queda por el momento fuera de toda interpretación, ya que la falta de
datos arqueológicos del resto del yacimiento invalida
toda consideración al respecto, aunque pensamos que
quizás fuera uno más de los espacios domésticos donde
se inhumaban recién nacidos en los poblados ind(genas.
Así pues, el yacimiento de La Escudilla Jo consideramos como un conjunto sacral funerario, compuesto
por un templo simple y dos recintos anexos, cuyos espacios ambientales falsamente •domésticos" estaban
relacionados con prácticas necrolátricas infantiles.
CONCLUSIONES
En defmitiva, y a modo de hipótesis muy plausible, consideramos a los yacimientos de La EscudillaLos Cabañiles, como un conjunto interrelacionado y
constituido, el primero de ellos por un templo (H -3)
con dos anexos cultualel! funerarios (H-1 y H -2), construido en un llano de fácil cultivo, y un asentamiento
poblacional en un pequeño cerro de escasa elevación
sobre las tierras circundantes, y en donde se detectó un
recinto neerolátrico (H -A). Vemos por tanto que el
conjunto de La Escudilla adquiere sentido frente a lo
que ha sido hasta ahora como un hallazgo extraño y
atípico.
Ahora bien, el hecho que en el recinto H-2, se hallase un molino completo (solera y volandera) a un lado
del hogar y cerca del silicernio y frente al ángulo sudeste de la habitación, en donde se detectó una mayor presencia de inhumaciones infantiles, nos hizo creer erróneamente desde un principio que se trataba de una
vivienda doméstica. Sin embargo, si consideramos estas estructuras como edificios cultuales necrolátricos,
hemos de interpretar la presencia de dicho molino
como un elemento simbólico relacionado con el ciclo
agrkola del grano. Hemos de mencionar que también
se han descubierto enterramientos infantiles en espacios dom~sticos, donde aparecen molinos, tal es el caso
por ejemplo del poblado de El Castellet de Bernabé
(Recinto ?) y en el yacimiento de San Antonio de Calaceite (Habitación 19 y Departamento «a»). Parece pues
que existiese una relación, en estos casos, con unos rituales funerarios infantiles destinados a propiciar la
fertilidad de campos con cultivos de explotación cerealfsti.ca, lo cual exige unos sacrificios anuales de siembra, destinados a propiciar el •espmtu del cereal» en
el inicio de su ciclo vegetal esta.cional (FRAZn, 1922).
Como ya anteriormente hemos descrito, esta valoración hipotética que explicarla la numerosa presencia
de niños recién nacidos inhumados, no siempre adquirirla un carácter sacrificial cruento, y muy bien po-
[page-n-259]
ENTERRAMIENTOS INFANTILES DE ÉPOCA IBÉRICA
Fig. 2.-
P/4nJa del &onjun/4 de Los Cahaíiiw
dr(an ser sustituidos por animales jóvenes, no nos extenderemos en estos aspectos (GuSI, 1989a).
Otras explicaciones alternAtivas pueden darse, y
de hecho así ha sido, con referencia a otros yacimientos
con enterramientos infantiles. No podemos generalizar
ni trasponer a otros ambientes culturales los mismos
presupuestos simbólico-religiosos. La compleja trama
de la significación de la.s inhumaciones de niños de corta edad, ha de basarse en análisis puntuales de cada
lugar y según su época. La existencia de otros diversos
ritos de inhumación infantil, como por ejemplo bajo los
pisos de las casas e incluso en otros puntos de las mismas (escaleras, bancos, etc.), permiten diversas interpretaciones e. circunstancias análogas y que ya han
n
sido tra~adas por otros autores, como Guérin, Gracia
Alonso, L6pez Muller, etc., y exigen planteamientos
distintos a los nuestros. Muy poco sabemos por el momento respecto al culto funerario humano y animal
de.ntro del ámbito religioso ibérico, y sin lugar a dudas
para conocerlo con cierto detalle, se habrán de desarro-
llar y explicar diversas interpretaciones de las prácticas
simbólico-rituales que se utilizarían a lo largo de la etapa ibérica, tanto en sus orígenes ligados al mundo religioso del bronce final, como a sus distintas fases de
evolución crono-cultural plena, y sus pervivencias ya
dentro de la etapa de la romanización en los ámbitos
ibéricos tardíos e incluso postibéricos.
Por el momento parece pues.• que los enterramientos en recintos domésticos se pueden l'elacionar con actividades de tipo económico, agrfcolas, pastoriles (?),
metalúrgico, y otro grupo quizás esté más ligado a posibles ritos fundacionales, en tanto que se constata
también el ritual de protección de la casa, y enterramientos que por su especial atipismo resultan de difícil
interpretación,, tal es el caso del yacimiento de Coimbra del Barranco Ancho.
Por otro lado, no hemos relacionado en este trabajo, los distintos tipos de ajuares funerarios que acompañan a muchas de Jas inhumaciones infantilell, ya que
habría comportado un análisis detallado y puntual de
249
[page-n-260]
F. GUSI 1 JENER
cada uno de ellos. Sin embargo no nos resistimos a
mencionar la reiterada presencia de ofrendas consistentes en granos de cereales, cáscaras de huevos, restos
óseos parciales de ovicáprid os jóvenes e incluso piezas
dentarias sueltas, huesos de crías de ratones de campo
e incluso de musarañas, páj aros y restos esqueléticos
de peces, valvas de con chas diversas, asr como pequeños adornos personales, piezas cerámicas o elementos
de significado desconocido. La mayor parte de estas
ofrendas poseen un carácter aimb6lico -en muchos
casos se encuentran asociadas a hogares rituales-, dirigido a la fertilidad o fecundidad y que muy bien podría estar vincuJado a la Gran Madre o Diosa Tierra.
Pero todo ello es tema que aquf por razones obvias no
podemos desarrollar. Valgan pues estas líneas finales
como una apostilla para reafirmar nuestra convicción
que los enterramientos infantiles de inhumación, no
son sino ofrendas simbólicas a una divinidad ctónica
nutrida y protectora de personas y bienes.
ÁREAS GEOGRÁFICAS Y
EXTENSIÓN DE LOS
ENTERRAMIENTOS INFANTILES
A modo de breve resumen y sin pretensión alguna
de cxhausúvidad, indicaremos a continuación de manera sucinta, los principales yacimientos del Bronce final, etapa ibérica plena y período ibero-romano, en los
cuales se tiene la constancia de hallazgos de enterramientos de inhumación infantiles; para ello, hemos dividido convencionalmente la relación en seis áreas geográficas político-administrativas actuales, más como
recurso práctico que basado en complejas y discutibles
divisiones fisiográficas naturales. Respecto a las etapas
preibérica e ibero-romana, únicamente se mencionan
el nombre de los yacimientos y su principal referencia
bibliográfica, pues tan sólo referenciaremos con detalle
los enterramientos plenamente de época ibérica.
ÁREA DEL LE NGUADOC
Le Cay la (Mailbac, Audc)
-Una inhumación de un reci~n nacido con un collar
como ajuar, enterrado bajo el piso de la Casa D (Nivel ill).
-Una inhumación de un reci~n nacido baj o el piso de
la Habitación F.
La cronología de ambos enterramientos se situa entre loa
siglos IV y m. Ademá.s se recogieron numerosas inhumaciones de recibl nacidos en el interior de viviendas de las diferente. fuea de ocupación del yacimiento: Cayla ll (600-500);
Cayla m (500-250); Cayla IV (250-75); y Cayla V (75
a.E.-200 d.E.), sin má.s referencias (LoUis, TAFI'.um., 1955:
121-1 TAFF..uw., 1976: 228).
25;
250
H abitat de Marduel (Saint-Bonn.ct-du-Gard)
-Un reci~n nacido actfalo, inhumado en dec1lbito ventral y las piernas encogidas, bajo el piso 16 del Nivel 17 de
la Habitación 122 (Fase nA), fechable a inicios del siglo u.
-Un hemicránea de un recién nacido, inhumado entre
tierras carbonosas y con restos de hogares, en el Nivel 15. El
lugar del enterramiento al parecer fue utilizado para una actividad metaltí.rgica de tipo dom~tico. La cronología del mismo se fecha en el primer cuarto del siglo u. Ambos enterramientos se hallaban próximos a hogares en el centro de la
estancia (Pv, LuuuPlN, 1986: 19-21 y 71-75).
Oppidum du Plan de la Tour (Gailban, Gard)
- Un reci~n nacido de alrededor una semana de edad,
inhumado en un e.spacio doméstico (Espacio 15, Nivel 5). El
cuerpo estaba adosado contra una placa caliza, enterrado en
una fosa de pequeñas dimensiones y poco profunda; el crineo apareció fragmentado y el cuerpo depositado en dec1lbito
lateral, con las piernas encogidas y mirando al noreste. La
cronología corresponde a la segunda mitad del siglo v (Du.
DAY,
Own, 1985).
ÁREA CATALANA
Poblad o del M olf d 'E1p lgol ( Tornab ou1,
Llcida)
-Un recién nacido de una semana y media de edad, enterrado en el ángulo NE, bajo el pavimento.
-Un rec.ibl nacido de tn:s o cuatro semanas de edad,
enterrado bajo el piso, en una oquedad del suelo y en posic.ión fetal.
Los hallazgos aparecieron en el Recinto H-4c5, eo el interior del llamado •edilicio singular». Ambos enterramientos
carecían de ajuares funerarios. En el mirmo recinto y bajo
el pavimento, se encontraron restos óseos de caballo. La cronología de las inhumaciones se aitóa a finales de la primera
mitad del siglo m (CUilA, 1989; MI!IICAD.U, 1989).
Yacimiento de la Illa d 'en Beúac (Ullastret,
Giro na)
-Un feto a t~rmino o reci~n nacido. Apareció muy de·
gradado, recubierto por el piso y situado en el ángulo SO de
los muros M-6 y M-27 de la Habitación E-32 del Sector 1
de la Zona 7.
- Un niño menor de un año. Se hallaba colocado en el
interior de un rea::ptáculo formado por numerosos fragmentos cerimicoa del fondo de una gran vasija, situad.a en el ángulo SE de los muros M-5 y M-26 de la Habitación E-28 del
Sector 7 de la Zona 7.
[page-n-261]
ENTERRAMlENTOS INFANTILES DE ÉPOCA 111ÉRICA
-Un reci~n nacido o feto a túmino, enterrado junto al
muro medianero M-34 orientado al W, y perteneciente a la
Habitación E-81 del Sector 2 de la Zona 4.
-Un feto a t~rmino o recim nacido y restos del cráneo
de un niño menor de medio año de edad, ambos situados
en el ángulo formado por los muros M -U y M-12 de la HabitaCión E~55 del Sector 6 de la Zona 5. Fue depoaitado en ~
sicióo fetal, encarado al S, ain fosa ni ajuar alguno.
-Un reci~n n acido menor de un mes de vida, se encontraba colocado en postura decúbito supino, bajo el piso de
la Habitación E-77 del Sector 4 de la zona 5.
Las C)Ccavaciones que se Uevan a cabo en el yacimiento
desde 1987 bajo la dirección de M .• Au rora Martín, han
puesto al descubierto un coqjunto urbanístico formado por
varias agrupaciones de vivi endas y calles, todo ello fechado
en el siglo IV. Los enterramientos de laa Habitaciones ~55
y E-77 corresponden a diat.intos momentos cronológicos. 'lbdas las inhumaciones se descubrieron en el interior de recintos dom~ticos, dos de ellos se situaban junto a los mura.. y
los tres restantes en los ángulos de las estanciaa. En el Sector 6 de la Zona 5, junto al ángulo SW del área C)Ccavada,
apareció una fosa circular excavada en el suelo y que contenía los restos de un cordero. Posteriormente a la campana
de 1987, aparecieron tres enterramientos más, todavía in~di
tos (Aoum, LLoum, Lon.z, MARTtN, MAT.uo, Tor..mo, 1989).
Poblado de Sant Andreu (Ulla1trct1 Girona)
-Un nlño de escasos meses de edad, colocado en el inte·
rior d.c una cubeta.
-Un reci~n nacido de pocos días de vida, igualmente
inhumado en eJ interior de una cubeta.
Estos enterramientos se descubrieron en la zona SW del
yacimiento, formando parte de la cu arta ocupación; además
se hallar on otras tres cubctaa con restos de siete ovicápridos,
seis de ellos jóvenes. Thdos los enterramientos aparecieron en
los alrededores del basamento de un hogar ritual, en el interior de un espacio dividido en dos estancias y junto a la mu·
ralla meridional. El hecho d e encontrarse restos de cereales,
tipo cebada, avena y mijo, ademS.s de una urna a mano, en
cuyo interior se recogieron varios restos de placas de bronce,
y además quince guijarros de río en c1 interior de una casa
de planta rectangular, correspondiente a la segunda ocupación, se atribuyó a un acto ritual de tipo fundacional . La cronologfa de catos últ.imos hallazgos se sitúa en tomo a la primera mitad del siglo v, por lo menos. Respecto a los
enterramientos infantiles, se fechan entre la segunda mitad
del siglo IV y principios del m. El hecho que en las estancias
donde se colocaron las inhumaciones, estuvie.sen empedradas
y existiese un basamento de columna troncocónica (ocupa·
clon es quinta y sexta, fechadas en la primera mitad del si·
glo ru), hace creer que fuese cate lugar un área de utiliza·
ción ritual (MAAT!N, 1989).
Pobúado dd 1bró de Can Olivé (Cerdanyola,
Barcelona)
-Un feto inhumado bajo el pilo de la &tancia H -4, en
su ángulo NE.
-Un feto, quiús de siete mese., tambi~ inhumado en
las mismas condiciones y utancia que el anterior.
-Dos fetos inbumados en la Estancia H-7, al norte del
muro medianero, cerca del ángulo NE. Q.uid.a pudieran co·
rresponder, con reservas, a mellizos.
-Un feto inhumado en la Estancia H -8, al norte del
muro medianero, cerca del ángulo NE.
La cronología de todos catos enterramientos, se sitúa entre mediados del siglo JU y finales del u (B.uaw, PASCUAL,
ÜAliALLt, Rovm11, 1961; BAut.llA, CAMPTU..O, Mum, M ousr,
1989).
Poblado de La PeDya del Moro (Sant]ust DesverD, Barcelona)
-Un feto, enterrado bajo el pavimento del Ámbito B·E,
al pie del muro oeste.
-Un feto, inbumado bajo el suelo del Ámbito Y-UE 26.
-Un feto con una edad de gestación entre seis y siete
meses, enterrado bajo el piso del Ámbito L.
-Un feto, probablemente femenino, hallado en el inte·
rior de un hueco recortado en la roca del Ámbito X .
Thmbi~n hay que destacar la numerosa presencia de inhumaciones de ovicápridos bajo los pisos de las viviendas del
yacimiento, 1umando un total de veintidós enterramientos,
desgla..ados de la siguiente manera: once ovejas, seis cabras
y cinco ovicápridos. Estos enterramientos, aunque se hallan
en el interior de los recintos domt!sticos, no se distribuyen
significativamente, únicamente se ha determinado que en JC.
neas generales, se inhuman bajo el piso de la fase más moderna del poblado y se colocan cerca o incluso por debajo de
los muros. Hay que destacar el que los cuerpos de las cabraa
jóvenes poseen el esqueleto, excepto el cráneo y las patas; por
el contrario en laa oveju adultas, los rest os esqueléticos e.tán
representados por la presencia del cráneo y las patas. La cronología de todos los enterramientos se s.itáa en tom o al últi·
mo tercio del siglo v huta la primera mitad del siglo IV
(B...uw, C.u.cPn~..o, MIR6, Mourr, 1989).
Poblado de Darr6 (La Vüanova i )a Geltrú,
Barcdona)
-Una inhumación de feto terminal o neooato, bajo el
hogar, cerca del ángulo NE de la habitación H de la Vivienda 3 y perteneciente a la cuarta ocupación, cuando la estancia adquiere una función domhtica.
-Una inhumación de feto terminal o neonato, bajo el
bogar de la habitación H, durante la quinta fase de ocupa~
ción, cerca del ángulo SE. Esta habitación sigue siendo de
251
[page-n-262]
F. GUSI 1 JENEll
uso dom~ico y queda anexionada a otra estancia de la vi·
vienda 3.
Los excavadores no coruideran estos enterramientos como
sacrificios fundacionales, aunque sean consecuencia de un caro·
bio de compartimentación de la vivienda, puesto que son fe·
tos, y se inclinan por la teoría que dichaa inhumaciones esta·
ban rclacionadaa con prácticas rcligiosaa propiciatoriaa y
tendrían un carácter domtnico y arteaa.nal dom&tico. Crono·
lógicamente se siman entre el primer tercio del siglo u y la pri·
mera mitad del siglo 1 a. E. (Lorn M ul.I.U, Fli!.UO, 1988).
Poblado de Camp Maurf (La Valldan-Berga,
Barcelona)
- Un niño, sin más referencias, inhumado bajo el empe·
drado deJ piso de la Habitación 2, correspondiente al nivel IIU. Se recogió un cráneo fragmentado y un revoltijo de
huesos; como posible ajuar se encontró un diente de lobo con
una perforación central
- Un niño, ain mú referenciu, inhumado por debajo
del enterramiento anterior; ae recogió un cráneo seccionado
longitudinalmente junto con huesos revueltos (Nivel 111).
-Un niño, sin mú referenciaa, perteneciente al ni·
ve1
m.
La cronología aun siendo incierta, parece corresponder alrededor de finales del siglo m-inicios del n (CASmLO, Rro, 1962).
Poblado de La Molet11 del Remei (Alcanu, '111rragona)
-Un feto de ocho meses y una semana.
-Dos fetos de ocho meses y media semana.
- Un recién nacido de dos semanas de vida.
- Un recién nacido de dos semanas de vida.
- Un recién nacido de un mes de edad.
Estas cinco inhumaciones secundarias colectivas, sin
ajuar, se hallaron en una fosa común excavada bajo el piso
de la Vivienda H-1 7 en su ángulo NW, rodeada de piedras,
formando una especie de cista.
- Un recito nacido cuya edad se sitúa entre quince y treinta
días, sin ajuar, inhumado en una cubeta excavada en tierra.
Este enterramiento apareció en la zona denominada ZAP,
en su área exterior (GilAOIA, MuNi u.A, MuCADI\1., CAMPILLO,
1989).
ÁREA ARAGONESA
Pobl~do
del Cutillejo de
bla de Hijar, Terucl)
1~ Roman~
(La Pue-
-Un recito nacido de escasos meses de edad, inhumado
bajo el piso de la vivienda, j unto al muro norte. Los huesos
craneales estaban depositados encima de una capa de yeso.
252
Se ba de destacar que únicamente apareció el cráneo con la
parte occipital .hacia arriba, flanqueado por dos pequeñas la·
jas calizas, hincadas verticalmente. Bajo el parietal se halló
un canto de río, a modo de apoyo. El conjunto funerario se
hallaba encajado dentro de la primera hilada del muro, y
constituye el enterramiento l2H.
-Un niño de unos siete meses de edad del cual tambito
se recogió el cráneo, cuyo occipital se apoyaba sobre una piedra. Esta inhumación apareció en el exterior del recinto, en
una zona enlosada escalonada, y que formaba parte del acce·
so al mismo, estaba depoaitada encima de una gran piedra
caliza, a la cual se le superpuso una gruesa capa de yeso. El
enterramiento estaba recubierto por varias piedras colocadas
en desorden, y se le denomina 10j,50.
-Un niño de un año de edad, el cual conservaba todo
el esqueleto. Esuba situado por debajo de la losa caliza que
aervfa de uiento al anterramiento 10J,50. Poseía un ajuar fu·
nerario simple (una pulaerita de bronce). En la base de la
inhumación se recogieron pequeños carlxmes, la cual fue denominada 10],50.2.
- U n niño con el esqueleto incompleto y sólo una parte
del cráneo, cuya edad no fue determinada. La inhumación
se orientaba al oeste. La base de la misma habfa sido prepa·
rada. Y estaba rodeada por una capa de arcilla roja y en su
alrededor se hallaban colocadaa irrcgularmeiUe cuatro pe·
queñaa piedras que tapaban el hueco. Junto al enterramiento
aparecieron restos de ovicáprido y conejo, y fue denominado 2M.
Estas cuatro inhumaciones aparecieron en una vivienda
de planta rectangular, cuyo piso se encontraba empedrado
mediante losas calizas, y la cronología se fecha en un momento indeterminado entre el siglo w e inicios del t (BI!I;
TllÁN LLOII.IS , 1977).
Poblado de Los c~stellazos (Mediana de Arag6n, Zaragoz11)
-Un niño, sin más precisiones, inhumado en una fosa
que peñoraba un pavimento de yeso, el cual se hallaba en
posición fetal y la cabeza orientada al este, junto al muro oes·
te de la Caaa 2. Cronológicamente se (echa entre rt.nales del
siglo DI y siglo IJ {MINCUltZ1 1988).
Poblado de Piur6 del Buranco Fondo (Mazale6n, Te.ruel)
-Un feto, sin más datos, cubierto por un molino, en el
interior de una vivienda. La cronología según Boseh Gimpera puede situarse en la segunda mitad del siglo v, por el
contrario para Beltrán Ma.rtínex corresponde a nnes del si·
glo IV.
[page-n-263]
ENTERRAMlENTOS lNFANTILES DE tPOCA rBttiCA
Poblado de El Palomar (Oliete, Ttruel)
-Veinte inhumacione. infantiles, sin m6.a detalles, res
partidas en varias viviendas, de la siguiente manera: un a en
la Vivienda l, siete en la Vivienda 3, tres en La Vivienda 4,
cinco en La Vivienda 6, tres en la Vivienda 7, y una en la
Vivienda 11. Todos los enterramientos se encontraron bajo el
piso de ocupación, debajo de escaleras, o en pequeños pozos
en las esquinas de los muros, en espacios enmarcados por lajas; algunos contienen ajuares (cuencos cer6.micos, cuentas
de collar y pequeños animales). Algún autor menciona vein·
titr61 inhumaciones {BAUIAL, 1989). Thmbibl en las vivien·
das aparecieron enterramientos de animales, especialmente
cerdos y ovejas, h asta u n total de diecisiete inhumaciones:
uno en la Vivienda 1, d os en la Vivienda 3, dos en La Vivienda 4, dos en la vivien da 6, uno en el Almacén a3, cuatro en
la Vivienda 7, y cinco en la Vivienda 8. La cronología del
yac.i miento se sitóa desde el siglo m a la primera mitad del
siglo 1 a.E. (VIC~l'I'R, &Q.ODM, Eso.JOllll, 1990; VJcvrn:,
1981; V1cmn, 1982).
Poblado de El larratrato (Alcaiü%1 Teruel)
-Un n.i ño inhumado, sin más referencias, enterrado
dentro de una cubeta excavada en el suelo de la Vivienda 6,
detrú de un ~6calo de piedras, en un ángulo de la estancia.
Cerca del mismo, apareció una pequeña fosa en donde se depositaron los restos de diversos pájaros. La vivienda se fechó
en el siglo JV (P.ws, BAitA\Vru, 1926).
Poblado del Alto Cbac6n (Teruel)
-Una inhumación infantil, sin más referencias, única·
men te apareció el cráneo junto con otros restos óseos. El ya·
cimiento se fecha desde fines del siglo v hasta el siglo t d.E.,
aunque el momento álgido del poblado fueron los aiglos m
y 11 (An.IÁN, VIO&I'ITII, BucE, 1980: 132).
Poblado de San Antonio (Calaceite, Tcruel)
-Dos inhumaciones infantiles, sin mú referencias, una
de ellas ac encontró desordenada en el ángulo oeste de La estancia, dentro de un hoyo excavado en el suelo y por debajo
de una muela de mol.ino. A 1 m. de distancia y a lo largo del
muro norte, ae halló la segunda inhumación, tampoco sin referencias anatómicas. Estos hallazgos aparecieron en el interior de la Habitación 19.
-Una inhumación de un niño, ain mis referencias,
constituida por un cráneo, situado cer ca del ángulo NW del
Departamento ....,, entre la torre y la Habitación •O•; cerca
del enterramiento, en el ángulo opuesto NE del recinto, se
hallaba una muela de molino.
- Una inhumación de un niño, sin más referencias, cu-
yos restos se encontraban esparcidos en el ángulo NE del Departamento 81 (PALLAús, 1965).
ÁREA DEL PAiS VALENCIANO
Poblado dd Puig de la Nau (Benicar16, Ca.tcU6n)
-Un feto o reciál nacido prematuro; los huesos ae hallaron esparcidos por debajo del piao de ocupación de la Habitación 5.
-Un feto o reci~n nacido, hallado en iguales condiciones que el anterior; encontrado en la H abitación 3.
Ambos enten:amientos se pueden fechar como correa·
pondientes al aiglo v.
-Un reci~ nacido o feto a t~rmino, colocado en posición fetal y protegido por pequeñas piedras que rodeaban el
enterramiento, junto a &t e se recogió un hueso de cordero
de un año de edad, todo ello se halló en la Habitación 28.
Fechado en el siglo VI.
-Dos reci~n nacidos, cuyos huesos se hallaron entre·
m~clados; uno de ellos con una edad alrededor de las dos
o trea semanas, y el otro de un mes de vida aproximadamente. Los restos óseos estaban incompletos, y además faltaban
los huesos craneales y aparecieron todos amontonados. depositados j unto a un muro, bajo el piso de ocupación de la H abitación 33. La cronoJogfa se centra en la segunda mitad del
aiglo v (Ou~,., 1989).
Yácimiento del Puig de La Mi1ericordú (ViDarOl, Ca1tcll6n)
-Un feto, cuyos huesos se encontraron esparcidos por
debajo del piso (Nivel U) de la H abitación A. Fechablc dentro del primer tercio del siglo v1
.
-Dos reci~n nacidos cuya edad oscila entre varios meses
y medio año de vida. Los huesos se hallaron revueltos j unto
a la pared de la vivienda, bajo el piso de la aegunda ocupación. Junto a laa inhumaciones se recogieron restos óseos de
una cr(a de conejo. La cronología de los enterramientos se
sitúa en la segunda mitad del siglo v1 (Ouvu, 1989).
Poblado de Sant Josep (La Vall d'Uiz6, CasteU6n)
-Un recibl naddo o feto a t~rmino, inhumado en el interior de u na urna, colocada bajo el piso de ocupación de la
H abitación C-17.
-Una inhumación de edad no determinada, situada
bajo el pavimento y j unto a un muro de la Habitación C-13,
junto a la mial!la, se recogieron algunos restos de un oviáprido joven. Cronológicamente pueden corresponder a un
m omento del siglo v (Ouvu, 1989).
253
[page-n-264]
F. GUSI 1 JENER
Poblado de Les Forques (Borriol, Castellón)
-Una inhumación infantil, sin mayores precisiones, hallada en el interior de una urna globular. El hallazgo procede
de ulla remoción clandestina. La campaña de excavación reaLizada bajo la supervisión del Servicio de Investigaciones Arqueológicas y Prehistóricas de la Diputación de Castellón durante el año 1981, proporcionó una cronología del yacimiento
desde el siglo m hasta inicios del siglo 1 (OLTvllll, 1981; F AJ..O.
MIR, SALVADO!l, 1981).
Poblado de Montmira (VAJ.cora, Castellón)
-Un recién nacido de alrededor de un mes de edad, inhumado en el interior de una estructura constructiva de paredes no rectilíneas y que quizás constituya una estructura
defensiva (torre?). El esqueJeto apareció completo en posición fetal, con las piernas flexionadas y los brazos recogidos
sobre el tórax; el cuerpo se hallaba recostado en su lado derecho -decúbito lateral- y con la cabeza dislocada hacia
atrás, en gran parte desaparecida, mirando hacia el oeste, y
a la ve.z hacia el p equeño hogar subcircular que se encontraba a unos 0'40 m. del enterramiento. El cadáver se había depositado entre la pared rocosa de un afloramiento natural y
unos bloques pétreos, colocados intencionalmente en el lado
opue.s to del aflo¡-amiento, con el fin d e delimitar el cuerpo.
No se recogió ajuar funerario alguno, ni tampoco material
arqueológico en todo el nivel del hallazgo. Por el contrario
la cerámica aparecida en el nivel superior, correspondiente
a la base de un muro posterior adosado a la citada estructura,
se fecha hacia finales del ~iglo m y comienzos del 11. El hallazgo inédito procede de la campaña de excavaciones realizadas en el verano de 1990, dirigida por D. Eladio G¡;angel, a
qwén agradecemos la información facilitada.
Yacimiento de La Escudilla (Zucaina, Castellón)
-Dos lactantes y un feto, inhumados en la urna 1; en
su interior también se recogieron restos óseos de un bóvido
y un ovicáprido lechal y un vasito cerámico.
-Cuatro neonatos y un feto, inhumados en la urna 2;
én el interior se recogió un hueso de animal indeterminado.
-Un neonato y dos fetos, inhumados en la urna 2bis;
en el interiór se recogieron huesos de un ovicáprido lechal
y de crías de ratón de campo, ádem ás de un puñado de granos de cereal sin determinar.
- Tres lactantes, inhumados en la urna 3; en su interior
aparecieron huesos de ovicáprido, cerdo/jabalí y cría de ratón de campo.
-Un neonato, inhumado en la urna 3bis; sin ajuar
alguno.
-Un lactante, inhumado en la urna 4; en su interior se
recogieron h~:~esos de un ovicáprido lechal.
254
-Un lactante, inhumado en la urna 5; en su interior se
hallaron huesos de cría de ratón de campo y musaraña, además de una pieza troncocónica de arcilla.
-Un lactante, inhumado en la urna 6; en su interior se
recogieron restos óseos de conejo, ovicáprido lechal y de cría
de r atón de campo.
-Un neonato, inhumado en la urna 7; en su interior se
encontraron restos de ovicáprido lechal.
-Dos lactantes y un feto, inhumados en la urna 8; sin
ajuar.
En el Recinto H-1, la$ uma:s aparecidas bajo el pavimento y empotradas en u n agujero excavado en el sustrato, natu.r:al, se dividíah en dos subgrupos, en los cuales la primera
agrupación se situaba en el ángulo SE del recinto, y constituida por cinco urnas con quince inhumaciones infantiles
(urnas 1, 2 bis, 3, 3 bis); la segunda agrupación se situaba
a lo largo del muro N y la formaban otras cinco urnas con
siete inhumaciones (urnas 4, 5, 6, 7, 8), dentro de esta concentración, §e distinguió una subagrupación, situada entre el
muro N y el hogar central (urnas 4 y 7).
-'U-es neonatos, inhumados en la urna 9; en su i.n terior
se recogieron unos fragmentos indeterminables de bronce y
una cuenta de pasta vítrea.
Esta es la única urna aparecida en el interior del Recinto H"2, junto al umbral de la entrada, cerca de un pequeño
bloque de piedra caído de 0'40 m. de alto.
-Dos neonatos, inhumados en 1a urna 10; sin aju ar.
-Un neonato, inh1.JIJlado en la urna 1,1; sin ajuar.
En el exterior del umbral del Recinto H -3, se hallaron
estas dos urnas descritas. La cronología de estos recintos, la
situamos dentro de la pr imera mitad del siglo v (Gus1, 1971
y 1989a, b).
Poblado de Los Cabañiles (Zucaina, Castellón)
-Dos neonatos, inhumados en la urna 1; sin ajuar.
-Un _
neonato, inhumado en la urna 2; sin ajuar.
- Un neonato, inhumado en la urna 3; sin ajuar.
-Un neonato, inhumado en la urna 4; sin ajuar.
- Un neonato, inhumado en la urna 5; se recogió en su
interior una valva de un pequeño molusco competidor de la
os·tra.
En eJ Departamento H -A aparecieron cinco urnas con
se'is inhumaciones, formando dos agrupaciones. La primera
situada a todo lo largo del muro meridional, formada por
cuatro urnas (1, 2, 3, 4) con cinco inhumaciones, y dividida
en dos subagrupaciones, la primera en el ángulo SE, con d os
urnas (1, 2) y la segunda con otras dos umas (3, 4) en el ángulo SO. La segunda agrupacíón la formaba una única urna
(5) con una inhumación y se situaba cerca del muro septentrional del recinto.
La cronología de todos estos enterramientos es la misma
atribuida al yacimiento de La Escudilla, primera mitad del
siglo v (Gus1, 1971 y 1989 a, b).
Utilizamos el tér mino neonato como un r ecié.n nacido
[page-n-265]
ENTERRAMIENTOS lNPANTILES DE tPOCA IBéRICA
basta un mes de edad, y lactante como un niño mayor de
un mes y menor de medio año.
Poblado del Ca1tellet de Bemabl (Llfria, Valencia)
-Un reci~n nacido de algunos meaea de edad, depositado en una urna rota con escasos restos óseos muy removidos¡
ajuar compuesto de una pequeña pulsera de bronce.
-Un recim nacido, completo, depositado en una urna
colocada en un lowlus; cerca del enterramiento se hallaron
los reatos de un bogar y una balsa en cuyo interior apareció
una piedra utmuda como yunque. En el recinto se reali:taron actividades metalúrgicas.
Estos enterramientos aparecieron en el Depa.r ta.mento 1,
formado por tres estancias, el primero de ellos, cerca del
muro meridional y su ángulo SE, y el segundo bajo un banco
corrido adosado al muro meridional citado.
-Un lactante de sexo masculino, cuya edad oscila entre
los 5 y Los 7 meses de vida, inhumado en el interior de una
urna; contenía u.n ajuar funerario compuesto por un aro de
bronce (encima de la clavícula derecha), una tobillera de hierro (pie derecho), una pulsera de material perecedero, en la
cual babfa una concha de caracol marino, una campanita de
bronce y una herramienta tambitn en bronce de miniatura
y representando una alcotana (muñeca derecha), as( como un
objeto de broooe y madera indeterminable (b11mero izquierdo). Por encima del esqueleto y quizás proveniente de un
plato-t.a pade.r a, se recogieron restos carbonizados de huesos
de erra de ratón, cáscara de huevo, escamas de pescado y un
hueso de ratón bajo el omoplato izquierdo, y tambi~n de una
musaraña.
- Un recién nacido incompleto (un ilión, una costilla y
un hueso largo fragmentado), inhumado en el interior de una
vasija de cocina recortada en su base, y situada en la esquina
norte, colocada sobre un bloque calizo y en clara relación de
dependencia con la anterior inhumación.
Estos enterramientos aparecieron en el Departamento 3,
en el ángulo norte j unto a la muralla y la pared este, y cubiertos por dos bloques de piedra caliza que sobresalían del
piso de ocupación y que formaban un espacio delimitado por
el muro este de la casa y por tres parament03 formados por
bloques irregulares caliz03. El hallazgo se fecha en Ja primera
mitad del siglo IV.
-Cuatro inhumaciones infantiles, sin más datos.
Estos enterramientos aparecieron en el Departamento 6,
Bajo unas escalera., en el ángulo norte y bajo el empedrado,
cerca del muro oeste, dentro de una fosa rectangular con las
paredes enlucidas¡ una de las inhumaciones estaba constituída por una urna asentada por encima de la fosa, y correspondía a un nivel posterior de ocupación del recinto, en donde
se realizaron actividades de tipo metalúrgico.
- Un reci~n na.cido de uno o dos d(as de edad, inhumado en una urna con plato-tapadera; el esqueleto completo,
estaba en p03ición decúbito lateral izquierdo y con el cráneo
aplastado; en el interior apareció un ajuar compuesto por
una piedra pequeña y un incisivo de ovicáprido y un fragmento de h11mero de conejo. La uma ocupaba una oquedad
de la roca basal y estaba sellada mediante un adobe q ue sobresalía del piso de ocupación.
Esta inhumación se halló en el interior del Departamento 7, en el ángulo none, fechada en la primera mitad del siglo IV. Se recogieron tres molinos y restos de trigo y cebada. Hemos de señalar que en el momento de redactar nuestro
trabajo, ónicamente se han publicado cinco inhumaciones de
un total de m's de 10 enterramientos aparecid03 basta el momento en el yacimiento, seg1lo sus excavadores (GutlltN,
M ART1Nilz V ALLII, 1987-1988: 231-265; CuútN, CALVO, GRAu,
GuiLLtH, 1989).
Poblado de La Seña ( Villar del .Arzobispo, Vá lcncia.)
-Un nconato menor de dos mea:es de edad; sin ajuar
funerario. Aparecido en el Recinto 3, en el interior de una
urna situada en el ángulo sur de la habitación junto a la
puerta de entrada..
- Dos reci~n nacidos de uno o dos días de edad; se recogió un molar de conejo. Se recogió en el Recinto 4, en el interior de una urna adosada a la muralla y junto al muro divisorio del recinto y bajo el piso de ocupación. Fechado a inicios
del siglo IV (GutaJN, MARTfNU VAU.B, 1987-1988).
Poblado del Puntal de16 Llop1 (Olocau, Vá lcncia)
-Un reci~o nacido de unos quince días de edad, sus restos no tenían conexión anatómi ca, inhumado bajo el piso de
la Vivienda H-1. Cronología sin detallar, ya que \inicamcnte
se cita la fecha de ocupación del yacimiento, siglos v al u
(Go#.RIN, MART1Nr.z V ALI.M, 1987-1988).
Poblado de Los Vi11ares (Caudcte de las Fuente•, Valencia)
-Un feto a t~rm ino o neooato, inhumado en una urna
colocada bajo un banco corrido, en el ángulo este de la estancia H lb-83. La cronología se situa en la segunda mitad del
siglo v y finales del rv.
-Un recién nacido, sin más referencias, hallado en malas condiciones en el poblado (GutarN, M..Jn1h'l!Z V.u.u,
1987-1988).
Poblado de La Serreta (Alcoy, Alicante)
-Dos cráneos infantiles de con a edad, sin más referencias, hallados en loa ángulos del interior de dos habitaciones
255
[page-n-266]
F. CUSI 1 JBNER
y por debajo del piso; sin ajuar. La cronología quizás se pueda situar a lo largo d~ siglo 1 (TARRAD!LL, 1965: 175).
ÁREA ANDALUZA
Necr6poli.a de 'Ibtugi (Galera, Granada)
Poblado de La Alcudia (Elche, Alicante)
En el interior de divenas viviendas, aparecieron ocho
urnas, en cuyo interior se constató la presencia de inhumaciones infantiles. Una de las urnas se hall6 junto a un ara
de piedra con hornacina superior y flanqueada por dos ánforas. Sin más referencias (R.-.Mos, 1989).
ÁREA MURCIANA
Necr6polis de El Cigarralejo
-Un lactante menor de cinco meses, inhumado en
urna. Enterramiento 1.!162. Fechable en el siglo 1v.
-Un lactante cuya edad se sitúa entre Jos cinco y siete
meses, inhumado en urna y con ajuar funerario (anillo cobre,
cuenta pasta). Enterramiento 1.!201. Cronología, segunda
mitad del siglo v.
-Un recién nacido de pocos días, inhumado en urna;
ajuar funerario (cuentas coUar, colgante pasta, anillos). Enterramiento 1.!104. Fechable a fines del siglo v y primera mitad deltv.
-Un lactante, ain más datos, inhumado en urna; sin
.Yuar. Enterramiento T-17?. Cronología., sin especificar (¿siglos m-u?) (ClJA.OB.AOO, 1987: 323, 328, 334, 374; SANTONJA,
1985-1986: 29-30).
Pobhdo de Coimbra del Barranco .Ancho aumüla, Murcia)
-Cuatro niños de corta edad, inhumados en el interior
de una zanja paralela al muro este, bajo las losas de la escalera de la entrada, y depositados desordenadamente en posición fetal y sin ajuar alguno.
-Un niño de corta edad, orientado al oeste, inhumado
en una fosa excavada cerca del ángulo sudeste. Sin más referencias.
-Un niño, ain más referenciaa, inhumado en posición
fetal dentro de una pequeña fosa y orientado al este¡ sin
ajuar.
-Un niño, ain más Teferen cias, inhumado cerca del ángulo sudoeste, al lado de una muela de molino y orientado
al este.
Todos estos enterramientos aparecieron en el interior de
una de las viviendas, en el estrato 11, fechado. a fi.nes del siglo IV e inicios del ru (Ln.w , 1981).
- Un niño de varios meses de edad. sin más referencias, inhumado bajo una estancia, al pie del t<ímulo funerario 88.
- Un niño de corta edad, sin más referencias, inhumado en el interior de una vasija cilíndrica cortada, y decorada
con semicfrculos pintados. Esta inhumación apareció cerca
de una vivienda romana, la cual a su vez tenía un e.n terramiento bajo el 'Piso.
-Un niño de poca edad, sin más referencias, inhumado
en el interior de una urna globular, partida en dos, y con
plato-tapadera¡ apareció en la ladera este de la cañada de
los Metros (CAIIU, nr; MOTOs, 1918: 44, 45, 54, 55, 62).
OTROS ENTERRAMIENTOS
Como complemento a la recopilación de los yacimientos ibéricos, hemos recopilado una lista muy breve y forzosaroente incompleta de otros yacimientos de
distintas épocas, Bronce y etapa romana, así como del
periodo colonizador, e incluso de la cultura talay6tica
mallorquina, como una simple referencia de estas
prácticas funerarias infantiles en la región mediterránea de nuestro país durante la Antigüedad a lo largo
de más de un milenio.
Enterramientos infantiles dentro del área de la
posterior Cultura Ibérica, pertenecientes al periodo del
Bronce tmal.
ÁREA CATALANA
Poblado de La Pedrera (VallfogoDa de
Balaguer-TermeDB, Lleida)
-Cuatro inhumaciones en distintos estratos del yacimiento, fechados desde el 1200/UOO hasta el siglo vn (G ....
L LAlrr, }UNYI!NT,
1989).
Poblado del To11al de Les TeDalles (SidamoD,
Lleida)
-Una inhumación de recién oacido, fechable en tomo
al siglo vm (GARCás, MARI, Soa.IUIII!S).
Poblado de Carretelá (Lleida)
-Doa inhumaciones, una de recién nacido y otra de uo
256
[page-n-267]
ENTERRAMIENTOS INl'ANTJLES DE ÉPOCA IBÉRICA
año de edad, fec:hablea por C-14 entre 1090 y 1070 B.C.
(MAYA, 1986: 45).
Cova de Son Boronat (Calvii, Mallorca)
-Nueve inhumacione1 infantiles. Cronología, siglos
al o (Gunano, 1979).
IV
ÁREA DEL PAÍS VALENCIANO
Poblado de La Peña de la Dueña (Teresa, Castell6n)
Cova de Soo Maim6 (Petra, M.allorca)
-Una inhumación de niño, sin m.ás detalles. Fec:hable
presumiblemente en el Bronce tardío, quids entre los siglos xn y x (Ar..cAoi!R, 1945).
( AMORÓS,
- Posibles enterramientos infantiles, sin más referenci as
1974: 1
Cova Monja (SenceUe1, Mallorca)
ÁREA ARAGONESA
- Posibles enterramientos infantiles, sin más referencias
(Gtll!ltlll!RO, 1989).
Poblado de Los .tbafra.Dalu (Fraga, Hueaca)
-Una inhumación infantil, sin más referencias, enterrada en un boyo revestido parcialmente de piedras. La cronología se ait6a en un momento del Bronce final, sin más datos (MAYA, 1986: 45).
Dentro del área de influencia del mundo feniciopúnico, poseemos por el momento conocimiento de varios núcleos de enterramientos infantiles en la zona de
las Baleares (Cultura Talay6tica) y en la zona andaluza.
Necc6polis del Paig des Molins (Eivis•a)
-'D-es inhumaciones infantiles de 5/6 meses, 2/3 años y
5 años. Cronologra, siglos rv·m.
- Un niño, sin más referencias, con ajuar {Cilentas de
coUar), encontrado en el hipogeo 52.
- Dos niños inhumados en el interior de ánforas, sin
más referencias.
- Diversas inhumaciones infantiles dentro de ánforas,
sin más referencias (RoMÁN, 1924: 22; RoWÁH, 1927: 5; Gó.
M U, Gó&oti!Z, 1989).
ÁREA BALEAR
Necr6polia de Ca's Sant.amarier (Son Oma, Palma de M.allorca)
- I nhumaciones de niños de corta edad, aunque no apa·
rccicron recién nacidos, sin ajuares excepto en un sólo caso;
se hallaron enterrados en el interior de urnas cerámicas, de
arenisca y en cistas. C ronología, Talayótico final, primera
mitad del siglo n a mediados del siglo 1 (Ross!LL6, GOEllRJP..
.O, 1983).
Cala d'Hort (Eivi11a)
- Posibles enterramjentos infantiles, sin más referencias
(RoMÁN, 1918: 5).
Necr6polis de Ca n'Unul (Sant]o1ep, Eivissa)
- Una inhumación infantil en ánfora y con ajuar fune·
rario, sin más referencias ( Ro M.(.N, 1918: 5).
Necr6poli1 de Marina Gran (Se1 Saline1, Mallorca)
Necr6poli1 de Ca Na Joodala (Sant Josep,
Eivissa)
- Divena.s inhumaciones infantiles de neonatos y niños
de muy corta edad, enterrados en urnas de arenisca (RO$szu..ó, 1963).
- Diversos enterramientos infantiles en el interior de
ánforas y urnas, con ajuares funerarios, sin más referencias
(Row.
Santuario de Alm.alluti
(Esco~.a,
M.allorca)
-Una mandíbula infantil hallada en el interior de un
vaso y junto con dos inb.umacionea de adultos jóvenes
(PnwÁND.az-MJ:RANDA, ENSENAT, ENs!RAT, 1971: 13-14).
ÁREA ANDALUZA
Necrópoli1 de Baria (Villaricos, Almerfa)
- Once inhumaciones infantiles enterradas en fosas cu-
257
[page-n-268]
P. GUSJ J JENER.
biertu por media ánfora (n."" 226, 239, 314-, 316, 318, 338,
538, 5t2, 576, 612, 1108).
-Dieciocho inhumaciones infantiles en el inter ior de ánforu, sin más referencias (n. 00 8, 17, 19, 320, 323, 3+7, 365,
386, 401, 518, 883, 987, 996, 1016, 1028, 1063, 1106, 1698).
Algunas pose.e n ajuar funerario (SmE'r, 1908: 29; Asl:Ruo,
1951: 52-54).
ÁREA ARAGONESA
Colonia Victrix Iulia Lepida/Celsa (Velilla de
Ebro, Zaragoza)
-'D::einta y seis inhumaciones infantiles halladas en. el
interior de varias vivi.endaB, bien referenciadas. Cronologfa,
ÍlDeS del siglo 1 (M INOUIIZ, 1988).
En cuanto al área de influencia griega, única.m ente conocemos un sólo yacimiento claramente determinable.
Villa romana(?) (Torres de Albarracin, Terael)
ÁREA CATALANA
-Varias inhumaciones infantiles, sin más referencias,
fechadas en el siglo u d.E. (MtNc;ou, 1988).
Necrópolis de Empúries (L'Escala, Girona)
Zona Inhumación Muralla NE:
-Das enterramientos infantiles. Cronolog(a fines del siglo vr y siglo I V (n. 01 1, 2). Sin más referenciu.
Zona Inhumación Martí:
- Cuarenta y dos enterramientos infantiles, sin más referenciu. Cronología, siglo IV (n.01 9, 12, 13, 15, 18, 22, 23,
29, 35, 59, 56, 57, 66, 69-69bis, 74, 75, 77, 85, 88, 89, 93,
96, 100, 104, 106, 112, 113, 115, 116, 117, 118, 123, 124, 125,
130, 131, 134, 135, 136, 137, 138).
Zona Inhumación Bonjoan:
-Cinco enterramientos infantiles, sin más referencias
(n. 00 49, 68, 73, 7t, 80).
Zona Inhumación Granada:
-'fres enten:amientos infantiles, sin más rcferenc.ia4
(n."" 11, 13, 14-).
L as inhumaciones por lo general se entierran en fosas
o en ánforas, algunas con ajuares funerarios (A LMAGRO,
1953-1955: 47-113, 189-213, 242-245 (J); 398-399 (IJ)).
En lo q ue respecta al perfodo r omano, son escaso s
todavía los datos referidos a inhumacion es infantiles.
Hasta el momento se han registrado halJazgos en cuatro áreas.
ÁREA CATALANA
Edificio Imperial de Magdalena
- D iez inhumaciones infantiles, bien referenciadas.
Cronología, primera mitad del siglo t d.E. a mitad del siglo n d.E. (LoRIINCto, PuJO, Juul., 1987¡ VIVes, 1987).
ÁREA DEL PAÍS VALENCIANO
Edificios «Horreum» y «Occidental» de Dia niam (Dénia, Alicante)
-Seis inhumaciones infantiles con edades comprendidas desde 6/7 meses de gestación, fetos a término, hasta un
niño de 5/6 años. :Bien referenciado. Cronología, primera
mitad d el siglo r d.E. al primer tercio del siglo u d.E. (Gts.
aER.T, SeNTf, 1989).
ÁREA ANDALUZA
Necrópolis de Gades (Cádiz)
-Veintidós inhumacion.es infantiles de niños cuyas edades oscilan de los 2 a los 7 años. Todas tenían el cráneo fra.cturado. Cronología, mediados del siglo r d.E. (CoRzo,
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J osé Vicente
M ARTÍNBZ P ERONA •
,
EL SANTUARIO IBERICO DE LA CUEVA MERINEL
(BUGARRA). EN TORNO A LA FUNCIÓN
DEL VASO CALICIFORME
A Entit¡u¿ P/4 y a Domingo Flltchtr
SITUACIÓN Y DESCRIPCIÓN
La Cueva Mcrinel, según la nombran los vecinos
de Pedralba, o Miriguel, según la versión de los de Bugarra, se encuentra situada precisamente dentro del
término municipal de esta segunda población valenciana, en una bifu rcación de la derecha del barranco de
las Hoces en el macizo calcáreo del Jurásico denominado Loma Larga, escasamente a un kilómetro del río
Turia, en su margen derecha, a 300 metros de altitud.
Longitud: 2° 55' 22", latidud: 39° 35' 47" (lNSTITtJ·
ro, 1951).
Se trata de una gran cavidad a la que se p uede acceder por tres bocas a pie llano que forman un pequeño
circo que mira hacia el Nordeste. La de la derecha,
protegida del Norte por un abrico rocoso, da paso a
una sala de trazado tortuoso, bastante amplia, que desciende rápidamente hacia una pequeña salita de techo
baj o sin continuidad. Se halla comunicada, en su lado
izquierdo, con la sala que podemos llamar principal,
pO.f ser la de d imensiones más grandes, mediante una
oquedad que queda a gran desnivel por encima. La
boca siguiente, que ocupa una posición central con res•
Opto. de Historia Antigua, Unive111itat de
Val~ncia.
pecto a las otras dos, y a un nivel mucho más elevado
que la anterior, tiene forma cuadrangular y parece hecha o acondicionada por mano humana. Da acceso a
u n pequeño vestíbulo, separado de la gran sala por un
conjunto laberíntico de gruesas estalactitas. Finalmente, la tercera, muy próxima a la anterior, presenta un
aspecto triangular, con un gran bloque calizo delante
de ella que, aunq ue dificulta la entrada di recta a la
gran sala, no la impide.
Los tres accesos a la cueva descritos se encuentran
en una ladera de fuenes pendientes, sobre el cauce del
barranco que allí es muy angosto. A nivel de la boca
de la derecha, hay un rellano artificial, posible plataforma de una antigua carbonera, protegido por un
muro de contención de piedra en seco.
La sala principal, a la que se entra, como hemos
dicho, por las dos pu ertas de la izquierda, es de grandes proporciones y de aspecto majestuoso, con ligera
caída hacia la derecha, acen tuándose la pendiente conforme nos acercamos al boquete que la comunica con
la cavidad accesible por la boca de la derech a. El techo,
ennegrecido, está situado a gran altura, sobre todo en
el cen tro de la sala, tachonado de má.ltiples estalactitas.
Abundan en ella las formaciones cársticas que le d an
un impresionante aspecto, destacando varias grandes
261
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3
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Smts.
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C.
MERINEL-su~rr~
:·:-:-:-: S~ntu~rio 1beri~o
262
Fig. 1
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SANTUARIO IBÉRICO DE LA CUEVA MERINEL
columnas que se levantan en el centro y hacia el interior. Una barrera calcárea dlvjde la sala en dos partes
bien diferenciadas. La primera, la correspondiente a la
entrada, con suelo de tierras pulverulentas oscuras que
denotan una gran potencia de sedimentos. La segunda,
hacia el interior, forma una complicada estructura por
la presencia de estalactitas y estalagmitas que constituyen verdaderos muros de separación que delimitan dos
salitas cuyas paredes y techos, estos bajos, se hallan decorados con coladas y formaciones grumosas calcáreas.
Justo en este lugar es donde se encuentran los sedimentos contenedores de los materiales arqueológicos calificados como ofrendas y exvotos. Esta zona, aunque con
exclusividad, se mantiene activa en cuanto a las formaciones cársticas, produciéndose un constante goteo del
techo y paredes, los cuales aparecen menos ahumados
que los de la sala principal (fig. J).
Hacia la izquierda y el fondo, el n ivel del suelo
desciende contra la pared, encontrándose allf una gatera que conduce a otra sala inferior de muy dificil acceso y sin resto arqueológico alguno (fig. 2; lám. 1, 1 y
2). (Para más información al respecto véase V AIUOs
AU'TQrw, 1982: 193-191; DoNAT, 1967: 40).
Los asentamientos ibéricos e iberorromanos que
pudieron caer dentro del radio de acción de la cueva
Merinel como santurario son varios. Entre los primeros, el más cercano e importante, es el de «La Loma
de la Tia Soldá.., próximo al que se encuentra el de la
..Balsa de Torralba.. y un poco más alejados los del
«Castillejo•, ..La Torzuela., todos en el término de Bugarra; el •Pico de los Serranos• y el •Corral de Ajau.»,
en el de C buJilla; ·El Remolino• y el ..cerro Partido,
en término de Pcdralba (MArriNu, 1975: 180-181), a
los que cabría añadir el del «Alto de la Presa Vieja»,
«Cerro del C uervo• y ..casa de la Andenia», situados
en la margen derecha del río Turia, dentro del término
municipal de Gestalgar (APARICIO I!T Al.ll, 1979:
246-259). De los segundos tenemos «El Hortct, y el
aCerrito Royo.., en Pedralba, y los de «El Quemado,.,
..Villaricos•, •La M ezqu_ita.. y el •Yesar de Masero», en
Bugarra, este a muy poca distancia de la Cueva M erinel (MARTINEZ, 1975: 182-186). No obstante, resulta
completamente imposible el dilucidar si la cueva fue
frecuentada por los habitantes de uno de estos poblados o por los de todos, e incluso por los asentados en
lugares más lejanos, del Camp de Tária y de Los Serranos.
INTERVENCIONES
ARQUEOLÓGICAS
La primera actuación en la Cueva Merinel que
iba a poner de manifiesto su carácter de yacimiento arqueológico y más concretamente de cueva-santuario,
fue protagonizada por una serie de miembros del Cen-
tro Excursionista de Valencia, el 28 de julio de 1953
(VARIOS AUTOJUS, 1982: 194), entre los que figuraba
Rafael Cebrián Gimeno y como gufa el vecino de Pedralba, Vicente Andrés Muedra que nos han informado verbalmente de aquella actuación, comentándonos
que en una salita situada al fondo de la principal, a
muy poca profundidad y entre tierras oscuras repletas
de carbones, cenizas y huesos de animales, extrajeron
entre quince y veinte vasitos grises y negros. Dos de
estos quedaron en propiedad de Vicente Andrés (fig.
2, 3 y 4), y el resto en poder de los otros miembros de
la expedición sin que hayamos podido localizar ninguno de ellos, salvo dos que se encuentran en el Museo
Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias, «González
Martf,. de Valencia (fig. 2, 1 y 2) que debieron ser donados por alguno de aquellos y que nosotros mismos
pudimos ver años atrás, cuando enaban expuestos en
una vitrina. En el interior de uno de ellos, una nota
decía: •Cueva Merinel. Pedralba•.
Posteriormente, la cueva es catalogada como sagrada de época ibérica, aunque con el nombre incorrecto de Meriñel, como aparece en el catálogo de Donat {DoNAT, 1967: 4-0), indicándose el hallazgo de
cerámicas ibéricas de pasta gris y forma caliciforme
(Gu.·MASOAREI.I.1 1975: 305).
Por entonces, era publicada nuestra Carta A~
qucol6gica de Pedralba y Bugarra y en ella incluíamos
la mencionada cueva, señalando la presencia de materiales del Bronce Valenciano y los ya mentados vasitos
caliciformes (MAATfmz, 1975: 177 y 181-182).
Sucesivamente, en 1981 y 1982, el Departamemo
de Historia Antigua de la Facultad de Geografia e Historia de la Uruversidad de Valencia, realizó sendas
prospecciones que, en relación con el santuario ibérico,
consistieron en localizar el lugar exacto donde se había
producido el hallazgo, encontrándonos con gran parte
de la sedimentación removida de la que se recogieron
algunos fragmentos pertenecientes a caliciformes de
pasta negra. Se tropezó con un pequeño espacio delimitado por formaciones cársticas que no presentaba remociones recientes, procediéndose a su excavación que
permitió localizar algunos vasos caliciformes (fig. 2, 5,
6, 7, 8, 9, 10 y ll) y un cuenco y parte de una tapadera,
ibéricos (fig. 3, 12 y 15) que, aunque fragmentados e
incompletos, se pudieron reconstruir en su mayor parte. Este material se encontraba entre tierras negruzcas
con carbones, coprolitos de ovicápridos y restos óseos,
en su inmensa mayoría, mandíbulas de cabras de corta
edad y algún lechón. Las cerámicas aparecían en un
completo desorden, de lado y boca abajo. Todo, en algunas partes, fuertemente concrecionado por la actividad cárstica del lugar, en muchas ocasiones por encima
de los restos arqueológicos. Thmbién se recogieron algunos fragmentos de cerámica a mano pertenecientes
a un cuenco pequeño y una cuenta de collar discoidal
( ArAAICIO liT ALll1 1983: 375-378).
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J.V. MARTÍNEZ PERONA
illllllt=::il•lt:= illllllt= ::il•t:::::J•.t=::ietnts.
9
Fig. 2
264
[page-n-275]
SANTUARIO rBÉ.RICO DE LA CUEVA MER.INEL
Finalmente, tras obtener el corresp ondiente permiso de salvamento y con el objeto de evitar q ue actuaciones clandestinas terminasen con los restos arqueol6gocos todavía existentes y estud iar posibles zonas sin
tocar, llevamos a cabo una intervención que nos ha
permitido recuperar muchos materiales y, especialmente, aclarar ciertos aspectos en cuanto a la formación del
depósito sagrado de la cueva Merinel. En efecto, nuestros trabajos se centraron en la limpieza de Jos sedimentos removidos y la recogida de los materiales que
contenfan, consistentes en su mayorfa en fragmentos
de caliciformes de pastas reductoras, algunos fragmentos de otr1>s vasos ibéricos y unos pocos de cerámica a
mano, asr como abundantes restos de fauna, etc. Además, se localizó una peq ueña superficie inalterada a1
estar sellada por capas calcáreaa y estalagmitas, formadas sobre el depósito de materiales arqueológicos del
santuario y que, en origen debieron cubrirlo por entero. Inmediatamente debajo, aparecían vetas negruzcas
conteniendo carbones, pero, sobre todo, coprolitos de
ovidpridos; a continuación los sedimentos con los
fragmentos de caliciformes y los restos de fauna., en su
mayoría mandrbulas de especímenes jóvenes de cabra
y cerdo; y finalmente, tierras más rojizas sin materiales.
INVENTARIO Y DESCRIPCIÓN
DE LOS MATERIALES
Una vez relatadas las actuaciones arqueológicas,
de l'.ndole divena, pasamos a dar relación de los materiales estudiados, señalando previamente que, los restos faunísticos aparecen inventariados, descritos y estudiados en trabajo adjun to a cargo de Francisco Blay.
En lo referente a las cerámicas a torno, tanto en los caliciformes como en e] r esto de los vasos, en sus pastas
se aprecia un desgrasante muy fino brillante de natur aleza no conocida, mientras que tambi~n , las superficies
externas de dichas cerámicas han sido cuidadosamente
espatuladas, apareciendo las mismas facetadas, con
surcos rmos a1 arrastrar partículas duras con la espátula, y bandas irregulares abrillantadas. Las medidas se
expresan en centímetros.
A) CERÁMICAS MODELADAS CON
TORNO
l. Vaso caliciforme de pasta negra. Cuello acampanado
y panza poco desarrollada. Pie anular bajo. Umbo externo
central. Doa agujeritos cercanos al borde. Diámetro boca:
8 '3, de la panza: 7, del pie: 4. Altura: 5'3. Se conserva en
el Muaeo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias, .-González Mai'tÍJo de Valencia. N° inventario general 3.l53. (Fig. 2;
Lám. I, 3).
2. Vaso caliciforme de pasta negra. Cuello corto y panza
muy de.aarroUada y alta. Pie anular bajo. Umbo i.nte.r no central. Diámetro boca: 9'6, de la panza: 8'9, del pie: 3'9. Altura: 6'3. Se conseNa en el Mweo Nacional de Cerámica y
Artes Suntuarias, ..Conzález Martí• de Valencia. N° inventario general: 3.156. (Fig. 2; Lám, I, 4).
3. Vaso caliciforme de pasta gris oscura. Cuello recto
con borde ligeramente acampanado. Pie anular delgado.
Umbo central interior. Diámetro boca: 8'7, de la panza: 8,
del pie: 4'3. Altura: 6. En posesión de don Vicente Andrés
Muedra de Pedralba. (Fig. 2; Lám. Il, J).
4. Vaso caliciforme de pasta negra. Cuello recto con borde con ala pequeña. Pie anular grande aristado. Umbo interior central poco marcado. Diámetro boca: 8'7, de la panza:
7'4, del pie anular: 4'9. Altura: 5'8. En posesión de don Vicente Andrés Muedra de Pedralba. (Fig. 2¡ Lám. II, 2).
5. Vaso caliciforme de pasta gris-negra. Reconstruido
parcialmente con cinco fragmentos. Cuello acampanado y
pan:ta b~a aquillada. Pie anular pequeño. Umbo central interior. Diámetro boca: 10'5, de la panza: 9'2, del pie: 4. Altura: 6' 7. (Fig. 2; Lám. n, 3).
6. Vaso caliciforme de pasta gris. Reconstruido parcialmente con doce fragmentos. Cuello corto y panza alta muy
desarrollada. Pie anular grande muy deteriorado. Umbo central interior. Diámetro boca: 9'1, de la panza: 9'1, del p ie:
••5. AJtura: 6'9. (Fig. 2; Lám. Il, 4).
7. Vaso caliciforme de puta negra. Reconstruido parcialmente con diez fragmentos. C uello y panza proporcionados con fuene aquillamiento. Pie anular muy pequeño. Diámetro boca: 8, de la panza: 7'5, del pie: 3'3. Altura: 5'3.
(Fig. 2; Um. m, 1).
8. Vaso caliciforme de pasta negra. Recorutruido parcialmente con catorce fragmentos. Cuello acampanado y
pan:~;a aquillada. Pie anular con aristas. Umbo cen~ral exterior. Diámetro boca: 8'3, de la panza: 7'4, del pie: 3'7. Altura: 6'4. (Fig. 2; Lám. m, 2).
9. Vaso caliciforme de past.a negra. Muy incompleto, le
falta la base y se ha reconstruido con seis fragmentos. Cudlo
cóncavo con borde hacia afuera; panza desarrollada. Diámetro boca: 8'5, de la panza: 8' 3. Altura de lo conservado: 6.
(Fig. 2; Lám. m, 3).
JO. Vasito en forma de tulipa de pasta gris y superficies
negras. Borde hacia afuera. Muy incompleto. Reconstruido con
siete fragmentos. Pie de anillo ancho. Di~metro boca: 6'5, de
la pan:~;a: 6' 7, del pie: 5. Altura: 6'5. (Fig. 2; Lám. III, 4).
11. Vaso caliciforme de pasta anaranjada veteada en gris.
Muy incompleto se ha reconstruido con nueve fragmentos,
conservándose otros once que no enclijan con lo montado.
Superficies del mismo color que la pasta. Cuello muy desarroUado acampanado, con un baquetón en au mitad con dos
series de incisiones oblícuas hacia la izquierda paralelas. Umbo
central interior pequeño. Pie anular muy pequeño y esbelto.
Diámetro boca: 9'4, de la panza: 7'8, del pie: 3'5. Altura:
8' 5. (Fig. 2; Um. IV, 1).
12. BoJ o cuenco pequeño de pasta gris en el interior
y beige en lu superficies. Reconstruido parcialmente con ocho
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J .V. M.ARTÍNE.Z PERONA
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Fig. 3
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SANTUARIO X:BÉRICO DE LA CUEVA MERJNEL
fragmentos. Superficies muy alteradas. Pie anular aristado
y umho central interior Diámetro boca: 12'2, del pie: i '8.
Altura: 5'2. (Fig. 3; Lám. IV, 2).
13. Fragmento de cuenco pequeño con ala horizontal en
el borde, de pasta gris~ .reconstruido con tres trozos. Va decorado con pintura roja oscura, en el interior con dos bandas
estrechas y el ala con dientes de sierra hacia el interior muy
irregulares. Posiblemente tuvo más decoración. Diámetro del
ala: 11'2, del interior de la boca: 8, de la paru:a: 9'1. Altura
de lo conservado: 2'5. (Fig. 3; Lám. IV, 3).
l i. Fragmento que coincide con la base de un plato
de pasta rojiza y superficies bciges, la interior con decoraci6n pintada en rojo muy perdida, alrededor del umho central, a base de los siguientes motivos: serie de 14 sectores
de dos círculos concéntricos pegados a una banda, alrededor
de la cual se desárrolla otra serie de cuatro drculos conc6ntricos completos, tangentes y secantes entre si y a su vez
secados por una banda exterior. La ~terior tambi6n decorada con pintura roja muy desvaída a base de bandas concéntricas muy irregulares que afectan al anillo del pie que,
en un m omento de su trayectoria, se desvían hacia el borde.
Se aprecia tambi6n una incisión muy fl1la que circun
5'7. (Fig. 3; L.á m. [V, 4).
15. Fragmento de tapadera de cerámica de cocina, reconstruido con dos trozos, de pasta n.e gra con abundante desgrasan te grueso de calcita. Superficies negras bastas. Diámetro pomo: 5'5, máximo de lo conservado: 13. Altura de lo
conservado: 4'5. (Fig. 3).
16. Fragmento del borde y cuello de un vaso caliciforme
de pasta y superficies grises. Cuello corto ligeramente acam·
panado con borde un poco vuelto. Panza alta desarrollada
Diámetro boca: 9'2, de la panza: 9'2. Altura de ]o conservado: 3'5. (Fjg, 3).
17. Fragmento del borde y cuello de un vaso caliciforme
de pasta y superficies negras. Cuello acampanado con borde
ligeramente vuelto. Diámetro boca: 8. Altura de lo conservado: 3'6. (Fig. 3).
18. ldcm. Diámetro boca: 8'8. Altura de lo conservado:
3'4. (Fig. 3).
19. Idem. Diámetro boca: 7'6. Altura de lo conservado:
2'5. (Fig. 3).
20. ldern. Diámetro boca: 6. Altura de lo co.n servado:
2'09. (Fig. 3).
21. ldcm . Diámetro boca: 9'2. Altura de lo conservado:
3'5. (Fig. 3).
22. ldem. Diámetro boca: 8'4. Altura de lo consevado:
3. (Fig. 3).
23. ldem. Diámetro boca: 8. Altura de lo conscvado: 2'6
(Fig. 3).
24. ldem. Diámetro boca: 8'8. Altura de lo conservado:
2'6. (Fig. 3).
25. Idem. Diámetro boca: 6'8. Altura de lo conservado:
3'5. (Fig. 3).
26. Idem. Diámetro boca: 8; de la panza: 6' 7. Altura
de lo conservado: !'6. (Fig. 3).
27. ldem. Diámetro boca: 9. Altura de Jo conservado:
2'8 (Fig. 3).
28. Fragmento del borde, cuello y puta del cuerpo de
un vaso caliciforme de pasta anaranajada clara y superficies
del mismo color alteradas. Cuello acampanado y borde vuelto. Diámetro boca: 9 ' 6, de la panza: 8'3. Altura de lo conservado: 4. (Fig. 4).
29. Fragmento del borde de un bol o cuenco pequeño
de pasta rojjza. Superficie exterior decorada con pintura roja
con m.otivo de series de tres círculos conc6.ntricos, cercanos
al borde, tangentes entre si y secantes a una banda que se
ent.rev6 por debajo. ¡..a superficie interior apárece con un engobe anaranjado y sobre ¿ate una banda pintada en rojo muy
defectuosa. Bo.r de muy 6no vuelto. Diámetro boca: 10. Altura de lo conservado: 2. (Fig. 4).
30. Fragmento del borde de un p lato pequeño oe pasta
rojiza y superficies muy alteradas lo que impide conocer su
estado original Presenta restos de espatulado con trazos aristados. Diámetro boca: 10, máximo del cuerpo: 10'5. Altura
de lo conservado: l'9. (Fig. 4).
31. Fragmento del borde de un plato de eocina de pasta
negra con abundante desgrasante de calcita grueso y superficies también negras alisadas. Diámetro boca: 17. Altura de
lo conservado: 3'4. (Fig. 4).
32. Pie anulár y parte del cuerpo de un vaso caliciforme
de pasta y superficies grises. Umbo central interior. DiámetrO máximo panza: 9'5, del pie: ! '6. Altura de lo conserw.do:
4. (Fig. 4).
33. Pie anular pequeño y parte del cuerpo de un vaso
caliciforme de pasta y superficies negras. Umho central interior deteriorado. Diámetro de lo conservado: 7 '1, del pie: 3' 5.
Altura de lo conservado: 2. (Fig. 4).
- 116 fragm.entos del borde de caliciformes de pastas gri·
ses pero mayoritariamente negras.
-6 fragmentos del borde de caliciformes de pastas rojizas.
-122 fragmenros del cuerpo de caliciformes de pastas
negras y algunas grises.
-28 fragmentos del cuerpo de calciformes de pastas roj izas.
-24 fragmentos de bases de caliciformes de pastas negras.
-4 fragmentos de bases de caliciformes de pastas rojizas.
-1 fragm. nto de borde .reentrante de plato ibérico de
e
pasta rojiza.
-'1.7 fragmentos del cuerpo de cerámica de cocina ibérica, de past.a s negras con abundante desgrasante grueso de
calcita.
- 1 fragmento del cuerpo de posible caliciforme o cuenco ibúieo de pasta roja. La superficie exterior está espatulada con facetas, surcos de arrastr~ de partículas y, en Wla zona
cercana a la base se inicia Wl engobc rojo-anaraojado.
-1 fragmenrito del cuerpo de pasta roja con la superficie exterior afacctada y recu.bierta por un cngobc rojoanaranjado muy próximo, si es que no lo es, al de la «terra
sigillata.. Dicha superlicie presenta tambi6n las facetas y finos surcos del arrastre de partfeulas que el resto de las cerámicas a torno.
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CID
N
268
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SANTUARIO IBÉRICO DE LA CUEVA MEUNEL
B) CERÁMICAS MODELADAS A MANO
-1 fragmento del borde decorado con incisiones, de
pasta marrón con desgrasante grue&o de calcita.
-1 fragmento del borde decorado con serie de pequeños
mamelones a su alrededor, de pasta negra can desgrasante
grueso de calcita.
-1 un fragmento del cuerpo con un mame. ón en forma
l
de pomo, de pasta grisácea con desgrasan te grueso de calcita
y superficie exterior espatulada, marrón clara.
-6 fragmentos del borde de cuencos, con pastas iguales
a las anteriores.
-7 fragmentos del cuerpo de similares caracteristicu a
loa anteriores.
-4 fragmentos del borde y 3 del cuerpo de grandes recipientes de muy tosca hechura.
C) SÍLEX
-3 lascas de snex ro.elado.
D) OBJETOS METÁLICOS
-Una fina barrita de cobre de sección oval, enrollada,
formando a modo de un anillo o un pendiente. (Lám. IV, 5).
-Un resorte de !Tbula de forma no precisablo.
E) OTROS ADORNOS NO METÁLICOS
- Dos ejemplares de ~
F) FAUNA
Véase el trabajo adjunto de
Fran~sco
Blay.
G) CARBONES
Se han recogido muchos de los aparecidos en las zonas
intactas.
H)
Muchos excrementas de ovicápridos.
VALORACIÓN
No cabe la menor duda que nos encontramos ante
un. santuario ibérico localizado en una cueva natural,
presentando todas las características señaladas en los
trabajos que definieron este tipo de lugar arqueológico
(TAJUtAD.B.LL, 1974; Gn.-MAsCAllKLL, 1975; APARICIO,
1975).
Las ofrendas y exvotos se localizan en unas intrincadas salitas del fondo de la gran sala, delimitadas por
infinidad de formaciones cársticas (fig. 1). El Lugar en
si no ofrece dificultades de acceso, pero no deja de ser
recóndito. Es posible que en su elección para lugar de
culto pesara el conjunto estalagmftico·estalactítico pre·
sente aqui con gran complejidad, por otra parte hecho
muy común en toda la cueva, o la presencia de cierta
humedad más intensa que en otras zonas, o se buscase
un lugar oscuro, {actores todos señalados en el caso de
las cuevas sagradas de Creta (FAURE, 1964: 187,
195-196; 1969: 204).
Cabría alguna posibilidad, además, de que, en
otras zonas de la cueva no prospectadas en este sentido,
se localizase la presencia de cultos antiguos, del mismo
periodo cultural que el que nos ocupa o de otras
épocas.
Mediante la prospección realizada en 1982, sabemos que la cueva fue utilizada, al menos desde el Eneo·
Htico y hasta la Edad Moderna, como lugar de refugio
para rebaños de ovicápridos, reflejado en la abundancia, constante en toda la potencia estudiada, de excrementos de cüchos animales domésticos (Ñ>ARIOJO ET
AWl, 1983: J78-180).
Del análisis de las escasas y reducidas zonas que
hemos encontrado no alteradas, podemos deducir que
los materiales originalmente depositados, han sufrido
la agresión de la continua utilización de la cavidad
para los fines antes incücados, lo que supondrfa la rup·
tura de gran parte de las cerámicas y osamentas y, posiblemente, la adición de restos carbonosos y, sin lugar
a dudas, de excrementos de ovicápridos. A ello hay que
añadir la acción debida a las fases de alta humedad,
posteriormente a la utilización del lugar como santuario que supondría aportes de agua considerables, incluso suficientes para arrastrar y depositar, en zonas so·
meras, el conjunto de materiales que después, incluso
quedaron sellados y atrapados por fuertes concreciones
calcáreas, lo cual también ha contribuido al deterioro
y exfoliación que muchos vasos cerámicos presentan,
asf como a la variación de las características primitivas
de las superficies cerámicas. Cabe preguntarse al respecto sobre la originalidad de los restos carbonosos allf
localizados; pero ante la falta de análisis de CH solamente es posible la conjetura.
Asimismo, conviene tener presente que la inmensa
mayoría de los restos de fauna localizados, no presentan signos de haber sido quemados. De todos modos,
hay algunos que sf que lo están, pudiéndose haber
dado dos modalidades de actuación, una con ofrendas
de animales domésticos sin quemar y otra en la que s{
269
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J.V. MARTÍNBZ P.ERONA
hubo cremación, de donde podían proceder parte de
los carbonos encontrados. Estos, sin embargo, también
pudieron ser el fruto de haber sido introducidos en algunos de los r ecipientes cerámicos utilizados como braseros para quemar perfumes (Musso, 1971: 97; FAuRE,
1964: 185) o finalmente, procedentes de una posible
iluminación cultual a base de antorchas o teas.
Del trabajo adjunto de Francisco Blay sobre los
restos faunísticos depositados en el santuario ibérico, se
desprende que hay una abrumadora preponderancia
de cráneos de cabritos o corderos cuya edad está en tor•
no al año, sin la presencia del resto del cuerpo y sin
huellas de manipulación de ningún tipo. Junto a éstos,
y también muy significativo, es la presencia de cráneos
de cerdos muy jóvenes, de tan sólo meses. La mención
de _restos óseos de animales en nuestras cuevassantuario es una constante, aunque todavía no han
sido objeto de análisis (Gn.-MASOAR.F.LL, 1975: 303-320;
~RICIO, 1975: 13-20). Depósitos similares de tipo cultual se han localizado en la región véneta (BATTAOWA,
1955: 30) y en muchas de las cuevas sagradas de Creta
(FAtJRE, 1964: 104, 109), lo que, unido a la presencia
de objetos que reproducen formas cie animales, ha conducido a que se considere que estos cultos fueron practicados por pastores y dirigidos a divinidades tales
como Pan, Hermes o las Ninfas, protectoras de los rebaños (FAilltE, 1964: 150).
Si relacionamos este tipo de evidencias con el hecho de que La cavidad ha sido utilizada intensamente
para guardar ganados, se podrfa argumentar que el
culto ibérico presente en esta cueva, era practicado por
pastores, posiblemente por los mismos que encerraban
allf sus rebaños.
La presencia de un resorte de fibula en el depósito
dt:l santuario, de tipo impreciso pero seguro perteneciente
a la Cultura Ibérica, puede llevarnos a pensar en la posibilidad de que se realizasen ofrendas de vestidos, hecho
que así interpreta Blázquez en otro santuario (BúzQ.U"EZ,
1983: 108), apoyándose en un texto clásico que menciona las ofrendas de mantos y vestidos en la religión grecolatina (AnüJ{()gfa Palo.tina VI, 200, 274, 286).
El anillo o barrita de cobre enrollada, puede ser
interpretada como un objeto propio deJ sexo femenino
y por lo tanto ofrecido como exvoto por una mujer. Su
tipo es poco significativo y solamente diremos al respecto que en el poblado de La Bastida apareció uno
similar (FuroHU, PLA, AI.ctou, 1969: 248).
Los dos ejemplares de acardiulll» con el natis per·
forado pueden corresponder a cualquiera de los pedo·
dos culturales presentes en la cueva Si los relacionamos con algunos fragmentos cerámicos que más
adelante comentaremos, podría sugerirnos que el santuario inició su actividad durante el Eneolítico o el
Bronce Valenciano, con continuidad o no en la Cultura
Ibérica; pero en La Bastida, la presencia de conchas
de esta especie marina es algo corriente, aunque sin el
270
natis horadado (Fwn'CHER, PLA, At.e.l.cu, 1965: 46, 121,
125, 131, 143, 148, 194, 214; 1969: 175 y 334).
Dentro del conjunto de las cerámicas a mano recogidas en los sedimentos del santuario, se pueden establecer dos grupos. Uno, compuesto por fragmentos
pertenecientes a un gran recipiente de factura descuidada, cuya fmalidad en este preciso lugar y dada la
mayor abundancia de agua, podrfa haber sido la de recogerla para satisfacción de los pastores o de otros frecuentadores de la cavidad. Otro, integrado por los
fragmentos de cerámicas de factura muchos más cuida·
da, incluso con algún atisbo de decoración, pertenecientes a cuencos pequeños, que pueden ser relacionados tanto con el gran recipiente, recogedor de agua,
como con la función cultual. Pero al respecto hay que
tener muy presente la cantidad pequeña de materiales
cerámicos anteriores a la Cultura Ibérica por lo que cabrfa mejor la primera interpretación.
La cerámica a torno es, sin lugar a dudas, junto
con los restos de fauna, el material más abundante; entre ésta, abrumadoramcnte, los caliciformes de pastas
negras-grises y tipología muy variada. Los hay también de pastas obtenidas en atmósferas oxidantes, pero
en un porcentaje ínfimo (dos o tres ejemplares), destacando el n° 11 de proporciones esbeltas y pasta beige
pero con mezcla de gris, decorado con un baquetón
con doble serie de cortecitos oblicuos. Uno de los caliciformes (n° 1), lleva dos agujeritos cerca del borde. Se
trata de un fenómeno couic:mes en la cerámica gris,
apareciendo en otros yacimientos (ARANEGUI, 1975:
354; Ai.."~UGRo, 1969: 81, lám. XXII, 6), siendo frecuentes en Ja cueva-santuario de Villargordo del Gabriel (GtL-MASCAuu., 1977: 711, 712), evidentemente
con la finalidad de poder suspenderlos de las paredes
o techos, lo cual puede ser puesto en relación con nuestra interpretación, analizada más adelante, de que los
caliciformes realizasen funciones de iluminación como
lámparas.
El resto de cerámicas queda constituido por platitos, boles, cuencos pequeños o pátcras, que no contradice lo que sabemos referente a otros santuarios similares (GIL-MASCARP.LL, 1975: 321, APARICIO, 1975). Al
respecto, se ha indicado una posible asociación entre
<;1 caliciforme y las páteras en contextos cultuales, entre
los siglos IV y II a.C., en el ámbito territorial ibérico,
afirmándose también, que el caliciferme no debe proceder de la forma 41 de Lamboglia (7.411 de Morel)
sino de la crátera o forma 40D de Lamboglia (3.521 de
More!), por simplificación de aquélla, desapareciendo
las asas y reduciéndose el pie (ABAD, 1983: 193-194).
Otra forma cerámica ibérica presente es la tapadera,
sin que podamos columbrar si se utilizaría en el santuario ibérico como tal, o como portadora de ofrendas.
La mayor parte de la cerámica a torno fina, muestra unas características de hechura uniformes, tanto se
trate de los caliciformes de pastas negras o rojizas
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SANTUARIO IBÉRICO DE LA CUEVA MERINEL
como de las otras formas. La superficie exterior ha sido
cu_idadosamente espatuJada, afaeetándola a bandas y
dejando surquitos por el arrastre de partículas duras
ante el movimiento giratorio del vaso, transmitido por
el torno. Unas pastas muy depuradas con un fmo desgrasante brillante. Thdo indica una producción homogénea que afectaría a toda la zona de acción del santuario o bien que todas las ofrendas cerámicas
proceden de un único poblado.
En dos diminutos fragmentos nos encontramos
con una especie de engobe, por no Damarlo de otra manera, anaranjado que, en un principio y en uno de
ellos, nos pareció reconocer Kterra sigillata..; pero un
examen m's detenido nos lo desminti6. Uno puede
pertenecer a la panza de un caliciforme y el otro al
arranque del cuerpo de una pátera. .Desgraciadamente
son tan pequeños que nos impide el hacer mayores precisiones.
También está presente la cerámica a tomo ibérica
llamada de cocina o basta, a la que pertenece la tapadera (n° 15), un plato (n° 31) y varios fragmentos informes más.
Dejando a un lado los materiales adscribibles a
momentos culturales anteriores, el resto no desdice en
nada dentro de la Cultura Ibérica. Otra cosa es precisar el momento concreto. No parece que el santuario
tuviese una larga pervivencia al echar en falta las cerámicas de barniz negro campaniense y las romanas, a
no ser que se continuara el culto en otras zonas de la
cueva no localizadas. La duda solamente se plantea
ante los dos fragmentos de <•engobe anaranjado» que,
en el caso de ser un error en la fabricación de campanienses, se podría llevar el fmal de la utilización del
santuario hasta el s. I a.C., aunque el conjunto puede
abarcar muy bien desde finales del s. V a.C. hasta bien
entr<;ldo el III a.C.
EN TORNO A LAS POSIBLES
FUNCIONES DE LOS
CALICIFORMES
La interpretación más difundida, en estos momentos sobro la funci6n de los caliciformes en contextos
cultuales, es la de que eran utilizados para realizar libaciones. Sin embargo, en los trabajos específicos sobre
el tema no encontramos una explicitación elaTa y contundente al respecto, sino más bien, evocaciones de lo
que sucede en otras culturas del momento y del Mediterráneo (GrL-MA.ScARY.LL, 1975: 321) o indicaciones a
la presencia de agua en los santuarios como condición
indispensable para su existencia (TARP.A.DELL , 1974) a
la que pronto se la hace responsable de ser objeto de
culto con fmes terapéuticos o salutíferos (APAlncto,
1975: 23-25). En un trabajo de divulgación, se da por
sentado que la presencia de vasos caliciformes en nues-
tras cuevas-santuario, obedece a su función como vasos
de libaciones (PL 1980: 270). Para Blázquez, los vaA,
sos caliciformes que se encuentran en las cuevassantuario ibéricas pudieron servir o bien para hacer li~
baciones o como portadores de frutos (BLÁZQUEZ, 1983:
206), diciéndose poco después que entre los ritos que
se llevar(an a cabo en las cuevas-santuario estaría el de
las libaciones (LuCAS, 1984-: 239). Para Marco Simón
(1984: 75-76) la presencia de caliciformes y páteras en
la Cueva del Coscojar de Mora de Rubielos, es signo
inequívoco de la realización de rituales de libación.
Esta idea tomó consistencia al considerar un trabajo (SH.EP1'0N, 1971: 109) en que se hace derivar cierta
forma de cuenco griego de cerámica de barniz negro,
muy similar a nuestros caliciformes, de unos vasos de
plata. utilizados entre los persas para las libaciones y
ofrendas, los cuales se generalizan a mediados del s. IV
a.C. (GtL-MAscARilLL, 1975: 321), indicándose también,
que estos vasitos griegos pudieron ser uno de los prototipos que dieron lugar a la aparición del caliciforme
ibérico (MANEGUJ 1 1975: 354 y AlwaGOI 1 Pr.A, 1984:
81-82). No obstante hay que tener presente que estos
prototipos griegos no aparecen en La Bastida, cuya
vida fmaliza en un mometo comprendido entre finales
del s. IV a.C. y los inicios de la siguiente centuria
(Fu:"I'CKER, PL.A, ALcAcER 1964-1969) y son muy excepcionales en el resto de la franja .mediterránea de la Península Ibérica, conociéndose tan sólo dos posibles
ejemplares procedentes de Ampurias (TRiAs, 1967: 56;
n° 83 y 84; lam. XVIII, 4 y 5) y otro encontrado en
el pecio de «El Sccn que responde a la forma 41 de
LambogHa que se explica como una evoluci6n de la
phiale griega, vaso propio para las libaciones (CaRoÁ,
1989: 54).
Creemos por nuestra parte que el origen de los caliciformes hay que buscarlo más en las formas cerámicas halstátticas y de los Campos de Urnas, muy arraigadas en Cataluña (AilANEGUT, 1975: 351, 356). Al
respecto, son muy sugerentes ciertas cerámicas grises
a torno de la necrópolis de Las Madrigueras de Carrascosa del Campo (ALMAGRO, 1969: 39, 50, 51, 62,
64, 81; lam. XXII, 4, 5, 6; lam. XXIV, 3), cuyas formas son equiparables a los caliciformes aunque un
poco mayores, empleándose como urnas cinerarias,
además de la presencia de un cuenco con cuatro agujeritos cercanos al borde, dispuestos dos a dos, para su
suspensión, algo frecuente en las cerámicas grises y en
nuestros caliciformes (Grt.-MAsCARBLL, 1977: 711-712; y
el n° l de este estudio).
También podría encontrarse un argumento a favor
de la función de los caliciformes de las cuevassantuario como vaso de libaciones, en la interpretación
que se nace de algunas representaciones escultóricas
ibéricas. Nos referimos, en un principio, a las damas
oferentes del Cerro de Los Santos (GARD1A v BRt.Lmo,
1954: 4-75, 480, 482, 485, 486, 487' 488, 490 y 4591),
271
[page-n-282]
J .V. MARTÍNEZ PERONA
portadoras de vasos que, a pesar de la libertad artística
del escultor en su realización, pueden ser considerados
como caliciformes. El problema, sin embargo, queda
sin resolver mientras no sepamos ]o que Uevan dentro,
si es que llevaban algo. Para Blázquez, estas estatuas
prueban claramente la existencia del rito de Ja libación
en la religión ibérica, el cual sería de origen fenicio"
(Bwo;.ui!Z, 1983: 98, 111, 188 y 191). Estas libaciones
eran a base de vino, leche, hidromiel o agua (Bt.Az.
QUU, 1975: 148-149; 1977: 327 y ss.). Muy próxima a
esta interpretación está una más reciente que ve en estas representaciones, al ponerlas en relación con la presencia de aguas mineromedicinales próximas al santuario, una práctica purificadora consistente en la
ingestión o ablución de tales aguas, cuya cercanía determinaron la ubicación- del santuario del O erro de los
Santos (R uu, 1989: 195).
Asimismo, Blázquez interpreta como rito de libación lo representado en uno de los relieves de Osuna,
donde se ven dos damas: Una de ellas podando una
antorcha y un vaso, para él caliciforme (BLÁZQ.uEZ,
1983: 98) pero si el artista no nos miente, de tamaño
mucho mayor y de los de cuello alto, de cronología más
tardía (ARANwoJ, Pu, 1983: 81-82). La otra dama solamente se la ve llevando un gran vaso de características similares (GAACIA v Bat.t.IDO, 1954: 546-5+7; fig.
4 74). Según aquél, se trata de partes de un monumento
funerario, en el que se representaría los ritos funerarios
debidos a personajes importantes (BI.ÁzQou, 1983:
162). Es evidente que estamos ante un caso muy diferente al que nos encontramos en nuestras cuevassantuario, empleándose vasos que posiblemente nada
tengan que ver con nuestros caliciformes, al menos con
los de pastas negras y cuello poco desarrollado.
En las cuevas-santuario de la isla de Creta, entre
otros motivos, también se ha señalado el de la presencia de agua como motor del culto en algunas cuevas
(FAuu, 1964: 187, 195), y la atribución de la práctica
de libaciones a ciertos vasitos y copas encontrados en
las cuevas de S\otino y Kamarés (FAuRE, 1964: 172,
181) junto con la presencia inequívoca de sacrificios de
animale.s.
Los latinos entendían con los términos /ihare, lihamina y /ihatimu:r tttodas las ofrendas no sangrientas que
se derraman o en las que se derrama una parte en las
llamas ence.n didas sobre el altar, pudiendo ser este altar el hogar doméstico o un altar propiamente dicho,
colocado en un santuario consagrado» (TouTAJN, S/F,
IV, 2a, 973). Las ofrendas suceptibles de ser consideradas como lihamina o liha, eran de índole muy diversa:
Líquidos de u so corriente, hierbas y plantas odorantes,
perfumes orientales, productos agdcolas considerados
como primiciales, miel, alimentos corrientes, sal y ciertos pasteles especialmente preparados para las ceremonias religiosas (Tot:rrJJN, S/F, IV, 2-, 973).
Entre los griegos, las libaciones se designaban por
272
el término qwo'YO
con exclusividad para estas últimas. Acompañaban
normalmente a los sacrificas y ellas mismas constituían
un sacrificio. También se llevaban a cabo, en época clásica, al inicio de los banquetes. La bebida más frecuente era el vino mezclado con agua y a veces también
puro (LscRAND, SIF, IV, 2•, 963). El agua era empleada en el caso de que se desease purificar a una persona
o a un santuario. Pero la forma más exten dida era una
bebida denominada /o'fAÍXPWO'Y, consistente en una
mezcla de leche y miel que era empleada como alimento reconstituyente de niños y enfermos, de aquí que
también se le ofreciera a los muertos. Esta mezcla tenía
un papel importante en el culto a las divinidades infernale·s, ofreciéndoselas asimismo a las Ninfas y a las Divinidades del campo. El aceite, fmalmente, era empleado como libación tan sólo en el culto a los m uertos,
pues en Jos sacrificios sólo se utilizaba para reavivar la
llama que consumía las carnes de las víctimas (LJ!..
CRA.ND, S/F, IV, 2a, 964).
Respecto del rito de la libación en el mundo clásico, nos interesa destacar que el recipiente mayormente
utilizado entre los griegos es la Phia/4 o escudilla o copa
plana sin pie (Parnu, S/F, IV, la, 434-435), conocida
por los romanos que también la empleaban en los mismos ritos con el nombre de Patera (PO'M't8k, S/F, IV,
la, 341), forma, pues, muy düerente al calicüorme ibérico, pero que también está presente en los depósitos
cultuales de las cuevas-santurario ibéricas (TARAAOY.t.L,
1974:; ÜIL-MASCAREt.L, 1975; ArAAICto, 1975; y en este
mismo estudio). Se podría admitir, por lo tanto, que
las posibles libaciones efectuadas en las cuevassantuario ibéricas se realizarían con las páteras y no
con los caliciformes, cuyo destino pudo ser muy bien
otro.
Esta otra función del caliciforme en el culto en
cuevas ibéricas, podría se la de servir com.o recipientes
portadores de ofrendas sólidas, supuesto que ya hemos
visto se indicaba junto con el de las libaciones (BtJ.z.
Q.uez, 1983: 206). Desde luego, difícilmente podían h aber contenido como ofrendas las abundant{simas cabezas de cabrito y de lechones en la Cueva Merinel No
estará de más señalar la similitud de formas existente
entre Jos caliciformes ibéricos y los pequeños vasitos o
Kotylcsko{ de los lrernoi. AdeD1M, la presencia de un fragmento de Iremos en el santuario del Castellar de Santisteban, relaciona este tipo cerámico con un lugar de culto ibérico (LANTtER, 1917: 102; Jam. XXXIV, 3). En
las cuevas-santuario ibéricas, los caliciformes podrían
haber cumplido la misma función que los Kotylcskol del
Iremos, pero ya independientes entre si. Según el testimonio de Atheneo (IX, 476-478), basado en Ammonios y Polémon, el Kemos consiste en un vaso cerámico
sobre el que se colocan gran cantidad de pe,q ueños koryliskol, siendo un accesorio insustituible del culto practi·
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SANTUARIO rBÉRICO DE LA CUEVA MERINEL
cado en la ciudad ática de Eleusis. En efecto, en determinadas ")'EAE')'CXÍ solemnes, estos kerrwí eran llevados en
procesión sobre la cabeza. Los /cotylislw{ se destinaban
a contener una pequeña cantidad de los principales
productos de la tierra, ofrenda sagrada de los fieles a
la divinidad. Consistían esencialmente en miel, aceite,
vino, leche, trigo, cebada, sangre, adormidera, guisantes, lentejas, ~\abas, espelta, avena, lana sin lavar y pastel de frutas. El recipiente iba provisto de ana tapadera
con agujeros que ha dado muchos quebraderos de cabeza en cuanto a su interpretación. En las fiestas de
Eleusis, el kerrws se utilizaba para transportar y ofrecer
solemnemente las primicias de los frutos de la tierra.
El nombre de kerrws solamente puede ser aplicado con
propiedad a estos recip ientes eleusinos (CouvE, 1900:
III, 1a, 822-825).
En Creta, en la cueva sagrada de Kamarés, se localizaron vasitos, tacitas, vasos de frutas, jarritas con
tapadera, todos con traza de haber contenido harina y
granos, siendo de época micéncia (FAuu, 1964: 179).
Sin embargo, el testimonio escrito indicado sobre
la funcionalidad del Kerrws, no es el único. También se
nos dice que «Se llama XEpooyop6pos a la sacerdotisa que
lleva la cráteras, XÉpuos es, en efecto, el nombre de las
cráteras místicas sobre o en las que se colocan las lámparas,. (SoRoL. NrOANDR. At.EXli'H. , 217). Además, en algunas representaciones en las que aparecen kerrwi, se
ven surgir del interior del vaso pequeños bastones que
no pueden ser otra cosa que bujías (Couve, 1900: m.
18 , 823). Así, pues, otra posible interpretación de la
función de los calicifol"mes en las cuevas-santuario ibéricas es la que se refiere a servir de portadores de luz,
es decir, de ser ofrendas lumínicas.
Partamos del hecho significativo en todas las
cuevas-santuario ibéricas, de la abrumadora abundancia sobre los demás tipos cerámicos de los caliciformes
y más concretamente de los de pastas grises o negras
(TARRADBLL, 1974¡ GrL-MAsoAREr..L, i975¡ Armero ,
1975). Esta característica solamente es parangonable
con la abundancia de lám.paras en los santuarios de influencia oriental, fenicio-púnicos, y en los de época helenística y romana. En efecto, encontramos muchas lucernas de tipo fenicio en el santuario c}l¡priota de
Limassol (IV.RAcEOROHis, 1977: 62 y ss.). En C reta, la
presencia de lucernas se documenta en muchas cuevas,
correspondiendo a los periodos Micénico, Arcaico,
Clásico, Helenístico, pero sobre todo al Romano (FAV·
RB, 1964-: 83, 93, 104, 135, 139, 140, 147, 164 y 177).
En el santuario galo de Chíltelud-des-Lardiers, aparecieron muchas lucernas de época romana (BENorT,
1969: 73). En tiempos más recientes, en la región argelina de la Gran Kabilia, la mayoría de L ofrendas deas
posjtadas en los santuarios son lámparas o cerámicas
destinadas a porta.r una ll_ama, bien de aceite o de cera
(Musso, 1971: 97). En el santuario del Collado de Los
Jardines, también se docu.m entan muchas lucernas ro-
manas como ofre.ndas u objetos de culto (CAt..VO, CA·
eú, 1918: 57¡ 1919: 25). En nuestras cuevas-santuario,
cuando se ha mantenido o iniciado el culto en momentos posteriores, lo normal es encontrar cerámicas destinadas a proporcionar una llama. Así tenemos la Sima
de l'Aigua en Carcaixent, en la que se han documentado varios fragmentos de lucernas romanas (ArARIClO,
1975: H )¡ la Cueva Santa de Enguera, con abundantes
lamparitas de aceite de tipos diversos, de época medieval, llegando hasta el momento de la expulsión de los
moriscos (ArARJmo, 1975: 18-19); pero sobre todo es la
Cova de Les Meravelles de Gand{a la que proporciona
un testimonio más directo, documentándose 6 lucernas
bastante completas y muchísimos fragmentos de otras,
fechables entre la 28 mitad del S. 11 y principios del ffi
(Pt.A, 194-6: 19?).
En los mundos clásico y semita antiguos, no se
comprendía ninguna ceremonia religiosa sin la presencia de la llama (SAGuo, 1918: {, 24 , 869) ya que los antiguos no utilizaban únicamente las lucernas para
alumbrarse sino que también les atribuían un papel re-ligioso o de ritual (TouTAIN, 1918: III, 28 , 1336). Los
griegos preferían para su amplísima gama de ceremonias religiosas la luz procedente de la madera, siendo
los términos más usuales para estos artefactos los de
oaí~ y och (PornER, 1918: ll, 2 8 , 1025). Utilizaban
preferentemente el pino resinoso o tea para confeccionar sus antorchas, pero también recurrían a los sarmientos, a la coscoja y al roble o encina. Su fuego era
considerado como el elemento purificador p or exc-elencia (POTTI.Ell, 1918: II, 24 , 1026, 1027). Etruscos y romanos, aunque también empl eaban antorchas en sus
ceremonias, de antiguo disponían asimismo, prefiriéndolas, velas de sebo o cera (Pornu, 1918: IT, 2•, 1028;
S...ouo, 1918: [, 2*, 1020). La lucerna, por su parte,
fue empleada fundamentalmente por las culturas del
Próximo Oriente (FoRBBS, 1966: VI, 142-151). Los fenicios se· servían de unas lucernas muy funcionales,
consistentes en simples platitos de borde vuelto hacia
adentro y pellizcado para formar el pico por donde
emergfa la mecha. Se documentan a fmales del mu
milenio en Palestina, todavía sin el borde indicado y
con un solo pico (At.cnv.N, 1969: lam. 14.24). Los primeros ejemplares con borde diferenciado aparecen en
Tiro hacia 1.400 a.C. (BIKAI, 1978: lam. 47A, 18). En
Occidente se Jes agrega otro pico, por lo que aparecen
con dos, aunque, en el s. VII a.C., sólo presentan uno
(hl.Mss-LnroEMANN 1 1986: 233).
E n ámbito griego, minoicos y micénicos emplearon lucernas de cuenco simple abierto. Posiblemente
eran de mecha flotante y procedJan de Egipto (Foa.
BBS, 1966: VI, 151-152). Con la desaparición de la cultura micénica dejan de verse las lucernas, reapareciendo en los templos griegos a partir del s. VIII a.C.
(Foui!S, 1966: VI, 158). En ámbito romano, empiezan
a utilizarse a partir del s. lll a.C. (FORBBS, 1966: 156),
273
[page-n-284]
J.V. MARTÍNEZ PERONA
por influjo indudable griego ya que se las denomina
J.;¡dtnus y lucerna, del griego >.úxvos (T oOTAIN, 1918:
111, 2•, 13 20). Sin embargo, no debernos olvidar que
la utilización de lámparas es muy antigua en :Europa,
remontándose al paleolítico, empleándose cazoletaa de
piedra que no se han identificado muchas veces como
tales, al ser interpretadas como morteros. La luz era
producida por una mecha alimentada por aceite o sebo
(FoJUIJ:S, 1966: Vl, 126·128).
No hace falta insistir mucho en el hecho de que
todos estos sistemas de producir luz, eran empleados
tambi~n para iluminar los bogares y las travesías por
las vías públicas por las noches, sin que fueran exclusi·
vos de los ritos religiosos y funerarios.
El combustible empleado en las lucernas era el
aceite de oliva al que se le añadfa sal para evitar, posiblemente el que se calentase en exceso (Four.s, 1966:
VI, 156; Tol.riAIN, 1918: m, 2•, 1322). Este sistema era
muy empleado en Egipto donde se u tilizaban lámparas
de mecha flotante (H noooro, n, 62; PUNTo, NDt. Hist.
XUI, 1.2).
La.s candelas romanas eran fabricadas con cera de
abeja, pez o sebo, empleando como mecha estopa, m~
dula de j unco, de papiro u otra fibra vegetal, simple·
mente retorcida y recubierta por capas de los materia·
les antes señalados (SACUO, 1918:
2 8 , 869; Fouss,
1966: VI, 134). Se preferfa la cera y entre ésta la d eno·
minada púnica, más blanca, que posiblemente proce·
d!a de Hispania donde los cartagineses habián perfec·
cionado su elaboración (SAcuo, 1918: I, 2•, 1019);
pero se emplean sobre todo las de sebo por res ultar
más económicas (FoRJSES, 1966: VI, 140).
Las astillas de pino o tea y las antorchas en gene·
~;al, empleadas preferentemente por los griegos, eran
objeto, en algunas ocasiones, de un tratamiento consis·
tente en impregnarlas con materiales altamente combustibles para acentuar su potencia luaúnica (FoRses,
1966: VI, 125). Pero como es obvio, la forma más anti·
gua de iluminarse era mediante la luz procedente del
fuego del bogar (FoRBr.s, 1966: VI, 131).
En definitiva, la C ultura fb~rica pudo conocer va·
rios de estos sistemas y entre ellos el de utilizar los va·
sos caliciformes como medio para sostener una mecha
flotante en aceite con o sin sal, al modo egipcio, o quizá
tam bién empleando la cera o el sebo.
Hemos visto la significativa abundancia de caliciformes en las cuevas-santuario ib~ricas y cómo, en ~po·
ca romana, esta preponderancia se trueca en favor de
las lucernas. De ahf el que hayamos propuesto la hipótesis de que el caliciforme fue utilizado como lámpara
portadora de luz sagrada. Para completar el panorama
al respecto, veamos lo que sucede en las n ecrópolis y
muy especialmente en los poblados.
En el caso de las necrópolis, el vaso caliciforme no
debió cumplir ese papel preponderante ni tampoco las
lucernas. Los calicifo~;mes, sin que estén totalmente
r.
274
ausentes, son, en general, raros, sino mejor excepcio·
nalca. En la necrópolis de La Solivclla no encontramos
ninguno (Furn:m11., 1965), ni tampoco en la de Orleyl
(lJ.?.ARo trr ALll, 1981), ni en la de la Mina (AMNrotn,
1979: 269-286). En general no se documentan en las
necrópolis castellonenses {ÜLIV.BR, 1981: 189-256).
Tampoco aparecen en la de Las Peñas de Zarra (MAll·
TiNBZ G...lldA, 1989). Sin embargo, sf que aparece algu·
no en las necrópolis alicantinas, albaceteñas y murcianu. En la necrópolis de Cabezo Lucero se indica su
presencia (Aa..+.mou1 liT ALll, 1982: 4-32), asf como en la
de •El 'Thsorico» de Hellfn, donde se inventarían dos
caliciformes de pastas grises pero con la salvedad de
haberse recogido fuera de cualquiera de las tumbas
( BRONCANO &T ALll, 1985: 140). En el Cigarralcjo, los ca·
Liciformes son escasos. Solamente contabilizamos 6
ejemplares (CUADRADO, 1987: 165, 313, 351, 379, 44-1 y
452). Uno de ellos parece haber sido utilizado corno
urna para contener los restos de un niño (CUADuoo,
1987: 313-314, tumba 154). De todos ellos, solamente
hay un o de pasta negra (tumba 204, p. 379). Nos parece tambi~ interesante un vaso descrito por Cuadrado
como •copa de pie calado», forma 24, decorada con fa·
jas, de la tumba 96 (CuADRADO, 1987: 227-228, n° 3)
cuya forma es plenamente caliciforme y creemos que
se trata de un brasero. Desde luego no hay ninguna lucerna de lo que se extraña Cuadrado y le da pie para
argumentar que, o bien estaban excluídas de los ritos
funerarios «O que se utilizaban para el alumbrado los
abundantfsimos platillos de pequeño tamaño que apa·
recen en gran número de tumbas• (CuADRADO, 1987:
63), argumento en total consonancia con el nuestro so·
b re los caliciformes de las cuevas-santuario ibéricas.
En la necrópolis de La Albufereta, están más presen·
tes. .En principio se puede decir que hay un total de
53; pero, de éstos, tan sóJo 18 se han localidzado en las
sepulturas y todos son de pastas rojas y decoración pin·
tada (R ua1o, 1986: 359-360, 362). Algo similar su cede
en Cataluñ a con los vasos bitroncocónicos de pasta gris
con pie anular y dos agujeritos en el reborde de la
boca, fechados en la primera mitad del s. V a.C., ya
que no son frecuentes en las necrópolis de Ampurias
y af en los poblados tales como la Muntanya de Sant
Miqucl, en Valromancs-Montomes y El Cogulló, en
Sallent (A.Jv.r.reGm, 1975: 354). Y también nos parece
significativo al respecto, el que en las necróp olis de incineración de O ccidente, estén ausentes las lucernas fcniciaa, señalándose tan sól o dos piezas en las 14 tumbu
de la de Almuñecar (M.wls-LnmEMANN, 1986: 233).
Para Abad, el caliciforme viene a su stituir las funciones rituales encomendadas en un primer momento al
olpe, en los contextos ibéricos avanzados ya que ambos
recipientes aparecen asociados a páteru (A.aAD, 1988:
341); pero, en todo caso, habría que restringir este su·
puesto al Sudeste peninsular ya que el olpe es un recipiente eminentemente necrológico, m ientras que el ca·
·r
[page-n-285]
SANTUARI O LBtR1CO DE LA CUEVA MERINEL
liciforme y sobre todo el tipo antiguo, es más propio
de los santuarios.
En cuanto a los lugares de hábitat, el caliciforme
es una forma cerámica bastante usual, aunque no tan
predominante como en las cuevas sagradas, si exceptuamos un caso que más adelante veremos. Por su parte, las lucernas son muy raras. En todos los poblados
ibéricos valencianos, el caliciforme es corriente. Los
encontramos en el poblado de Los Villares (Pu.,
1980). En Coimbra del Barranco Ancho se ban inventariado 16 de Jos que, 8 corresponden a pastas negras
o grises y 8 a pastas rojas y superficies decoradas
(MoUNA 8'T AUI, 1976: 40-43). En la Bastida de Les Alcoses, de lo publicado se contabilizan 22 caliciformes,
de Jos que 11 presentan pastas grises o negras, 9 rojas
·y 2 indeterminada (FLtreH.tx, Pu., Al.cJ.cBR, 1965: 35,
40, 67, 79, 91, 182, 219, 223, 242; 1969: 31, 92, 151, 170,
204, 239 y 307), reconociéndose tan sólo una lucerna
ática de barniz negro ( l büinn, 1969: 103). En Sant M ique) de Llíria, se localizaron 42 ejemplares, de los que
se describen solamente 20, de los que sólo 5 son de pasta gris/negra {BAL1.1!.S1'U BT AUI, 1954: 17-18, lam. X y
tabla IV) y un par de lucernas campanienses tardías,
al menos una (lbidem, 13-l+). En el Puntal dels Llops
se describen 8 en un primer trabajo, de los que 5 son
de pastas grises, a unque alguno tiene también mezcla
de marrón, y 7 rojaa (BoNBT1 MA». ET AUI, 1981: 28,
42, 43, 58, 63, 65, 74, 102 y 104), y dos lucernas de
Campaniense A (lbüinn, 78). Pero en un trabajo poster ior, en el que se hace un análisis m icroespacial del poblado, se enumeran nada menos que 157 caliciformes,
dándose una fortísima concentración en los depanamentos 4, 3 y 2, en este orden y ya menor en los 1,
8, 12 y 14 {BUNAJIMU MT A1Jl 1 1986: 326). El departa·
mento número 4 es considerado como ccmultifuncional»
y el 2 y 3 como de «actividades domésticas». En el n°
1 se localiza la mayor cantidad de objetos cultuales (Ibidnn , 332-333). Es una verdadera lástima que, en este
trabajo no se haga una distinción entre los de pastas
negras y los de rojas, lo que nos permitiría ver si la tal
es o no significativa. Lo que sf que parece evidente, a
no ser que se deba a diferencias de método, es que hay
una mayor concentración de caliciformes en el Puntal
deis U ops que en La Bastida e incluso Sant Miquel.
En estos dos últimos, además de su corto número como
hemos visto, nunca se registran concentraciones de
más de cuatro vasos por departamento.
Cabe, pues, la posibilidad de que los caliciformes
realizasen la función de lámparas con mecha flotante,
en los poblados, con fines de iluminación o de cultos
domésticos. Por extensión, este serla el vaso empleado
mayoritariamente con esta función, en las cuevassantuario. Puede tener relación con lo dicho, el hallazgo en la cueva de Skotino de Creta, de un fragmento
de un vaso gris con restos secos de aceite, datado en
el Minoico Medio (FAtiU, 1964: 164). El combustible
más idóneo para este tipo de lámparas sería el aceite,
funcionando al modo egipcio, muy presente en el mundo griego, como ya hemos visto; pero también podían
babene empleado el sebo o la cera, materiales de los
que tampoco carecían los iberos, bien llenando el vaso
con la mecha en el centro, bien sosteniendo alguna
candela al modo romano. Entre los hallazgos de la
Sima de l'Aigua, se habla de un caliciforme que contenía una substancia blancuzca cuyo análisis se anunciaba pero del que todavía nada sabemos (.APARJcto,
1975: 14). Ser(a muy esclarecedor para el tema que nos
ocupa no solamente el que se analizase este caso sino,
incluso, que se intentara reconocer la presencia de
substancias en las microgri.etas de los caliciformes y demás formas cerámicas halladas en las cuevas-santuario
ibéricas.
Es muy tentador, por todo lo expuesto, conti.nuar
investigando en la lfnea de que estas funciones de tipo
cultual estaban encomendadas con exclusividad a los
caliciformes de pastas grises/negras, como parece sugerirlo su abrumadora preponderancia en los depósitos
sagrados ibéricos valencianos y su posible vinculación
a un origen indoeuropeo a través de las cerámicas grises halstátticas.
Sin menoscabo de lo apuntado hasta ahora en
torno a las posibles funciones de los caliciformes, sobre todo en las cuevas-santuario ibéricas, cabe señalar
también y como última, la de que fueran simplemente objetos votivos. Asr sucedía con numerosas lucernas depositadas en muchos santuarios grecorromanos,
en las que se ha visto que el orificio de salida de
la mecha no presenta signos de que ésta haya ardido
jamás (ToUTAJN, 1918: III, 2a, 1337), fenómeno documentado también en los santuarios actuales con depósitos de cerámicas, sobre todo para producir llama,
en la región arge)jn.a de la Gran Kabilia (M usso,
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Francisco
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,
CUEVA MERINEL (BUGARRA). ANALISIS DE LA FAUNA
El presente trabajo es el resultado del estudio de
los materiales óseos procedentes de la excavación arqueológica de urgencia realizada en la Cueva Merinel
(Bugarra) en el año 1986. Los restos óseos aparecieron
asociados a fragmentos de vasos ibéricos de tipo caliciforme principalmente y a algunos otros materiales que
son objeto de estudio en esta misma publicación.
El estudio arqueológico de las llamadas •cuevas
santuario•, o utilizando la terminología acuñada por
Gil-Mascarell •cuevas rituales• (Gn.-MASCAJW.L, 1975),
se ha abordado siempre a partir de la descripción pormenorizada de los materiales cerámicos y ocasionalmente metalúrgicos presentes en el depósito, cuando
no se trata de la mera noticia del descubrimiento y una
somera descripción de lo más espectacular de los objetos recuperados. El intento de sistematización llevado
a cabo por Gil-Mascarell plantea muchos aspectos inéditos sobre la problemática de los depósitos ibéricos en
cuevas, entre otros sobre la posible presencia de restos
óseos (G•L- MASCAIU!LL, 1975: 330). Sin embargo, un repaso a la bibliografl'a publicada desde entonces, deja la
impresión de que nos encontramos en la misma situa• Servicio de Invenigaci6n Prehiat6rica, Diputación de Valencia.
ción que bace quince años, si exceptuamos algunos trabajos publicados por l. Sarrión.
Del amplio conjunto de cuevas en las que se documentan materiales arqueológicos ibéricos, son muy esporádicas las referencias a la presencia de restos faunísticos, y aó.n en estos casos es difl'cil decir si existe
una vinculación entre los restos óseos y el material ibérico, como ocurre con la Cova del Castell en Vallada
(LA LAao11. ... , 1972: 104), la Cova del Barranc Fondo
de Xitiva (Gu.-MAsc.um.t., 1975: 291) o la Cova del
VeU de Xeraco (GuRn.A y PwAL&A, 1952: 51), cuando
no se pone directamente en duda su relación, caso de
los comentarios de Blizquez en torno a la Cova de les
Dones, en Millares (BLÁZQ.Usz, 1962: 205), tanto más
cuando es muy frecuente q ue se trate de cuevas de habitación utilizadas a lo largo de diferentes períodos.
En contraste con este panorama, la literatura arqueológica referida a otros aspectos de la religiosidad
ibtrica -algunos ritos funerarios, representaciones
iconográficas y otros-, contienen a vecea referencias
a la presencia de restos animales bien documentados
formando parte del rito. Se cita la presencia de huesos
de cerdo, oveja, cabra y perro, en los enterramientos
infantiles estudiados por F. Gusi en la provincia de
Castel16n (Gus1, 1970: 68), y en el yacimiento barcelo283
[page-n-294]
F. BLAY GARCfA
nés de Penya del Moro se interpretan como ofrendas
fundacionales las formadas por el cráneo y las extremi·
dades anteriores de un cabrito (Mmó ErAL., 1982). Sin
embargo, los escasos restos animales asociados a las in·
humaciones infantiles estudiadas por P. Guérin y R.
Mart(nez tienen caráCter claramente intrusivo (GuhuN
y MARTINEZ, 1988: 258).
No es rara la p resencia de figuras animales en re·
presentaciones iconográficas interpretadas como escenas de carácter religioso o sobre objetos rituales. Es
clásica la descripción de la escena representada en la
pátera de Tivisa, interpretada como la representación
del sacrificio ritual de animales, o la de un bronce orctano que contiene el sacrificio de un cerdo o cordero
y que se interpreta como el mango de un puñal votivo
(BWQ.UU, 1983: 112).
La lista de referencias de este tipo puede ser muy
larga. 'S in embargo, utilizar estos datos para sacar consecuencias de carácter arqueozoológico nos parece
muy arriesgado: además del estado de conservación de
la pieza y de la habilidad o del estilo del artista, que
pueden dificultar la interpretación, estas representa·
ciones iconográficas distan muchos de tener la menor
pretensión de descripción taxonómica.
En cuanto a las fuentes documentales clásicas se
refiere, no conocemos referencias directas sobre estas
prácticas en relación con cl mundo ibérico, aunque podemos extrapolar los datos que conocemos para otros
pueblos mediterráneos, siempre muy generales. Así
por ejemplo, la voz «Sacrificium» del «Dictionnaire des
antiqu.ites grecques et romaines» (LEO.RANXl ET .u.., 1918:
956-973), hace referencia al cabrito, cerdo y oveja en
rclaci6n con las prácticas de sacrificio, en asociBción
con otros animales domésticos.
Ya en términos estrictamente arqueozoológicos,
d ebemos referirnos a los estudios realizados por I. Sarrión sobre materiales relacionados con depósitos de
carácter ritual, aunque corresponden a tres yacimien·
tos de caracterfsticas muy diferentes entre sí, como son
la necrópol is de El Molar en la que la presencia de fauna se interpreta como los restos de un banquete
(MoNRAVAL y LóPllz, 1984: 150) y ofrendas, o la Cueva
deJ Sapo, con un 60'91% de restos de Ciervo y 27'33%
de ovicaprinos, que cabe interpretar en conjunto como
restos de alimentación en una cueva de habitación
(PLA BALI. ESTER, 1985), si no fuera por la extraña topografla del yacimiento. Las mismas especies se citan en
el caso del Puntal del Horno Ciego, aunque con menor
importancia relativa, que comparten con especies que
el autor excluye del conjunto ritual (SARAJON, 1990:
180). Aun siendo éste el yacimiento a priori de características más parecidas al que estudiamos, el carácter de
la fauna identificada, en su mayoría correspondiente a
poblaciones naturales o, en el caso de las e¡¡pecies do·
mésticas o venatorias, la dificultad de asociarlas claramente al depósito ofrendatorio, hace que no podamos
284
extraer datos útiles para la interpretación del material
que nos ocupa.
LA FAUNA DE LA CUEVA
MERINEL
Los huesos estudiados corresponden sobre todo a
restos de cabras y cerdos, aunque también se recogie·
ron algunos de conejo, otros restos de microroedores y
quirópteros, parte del cráneo y del tibiotarso de un ave
-probablemente un córvido- y un fragmento del
dentario de un lagarto (Lacerta upida). Excluyendo a las
cabras y los cerdos, los 35 fragmentos que restan corresponden a animales cuya presencia en el conjunto
faunístico es una especiac de ruido de fondo en cual·
quier depósito procedente de una cueva, incorporados
al depósito por animales predadores, carroñeros o
muertos dentro de la cavidad.
La mayor parte d e los materiales aparecen incluidos en una tierra muy oscura, mezclados con los frag·
mentos cerámicos y a veces forman costras espesas e.n durecidas por un cemento calcáreo. La limpieza de
estas costras en el laboratorio dio como resultado la
aparición de numerosos fragment9s prácticamente re·
ducidos a polvo y de algunos fragmentos de huesos
quemados, todo ello de imposible cuantificación ni
mucho menos determinación específica.
No publicamos los escasos datos biométricos obte·
nidos por considerar que no aportan mayor informa·
ción al objeto de este trab:yo.
ESTUDIO DE LAS ESPECIES
Del Cerdo (Sus dinrusticus) se han identificado 219
r estos (14'2%) que representan un mínimo de 10 individuos (17%). La discriminación entre los h uesos pro·
cedentes de ganado porcino y los d el j abaU es un problema difícil en cualqu,ier conj11nto arqueozoológico,
pero si a la dificultad normal añadimos que en cl presente caso se trata exclusivamente de animales muy j6·
NR
¡¡
NMI
~
J7'9
1'8
8'6
76'7
10
1
21
57'~
24
42'9
63'7
S6
SOBRE NJU
Sus domerticus ..
Oviuriea . .....
C~pra hi.rcus ....
Ovis o Capn ...
NRl ....... ....
NRNI ..........
NR ............
219
4
131
1.168
1
.522
867
2.389
Fig. J.- NIÍ.m4TO y
14'4
()''
36'3
dislrih~
de los ratos u iUilUJdos.
[page-n-295]
FAUNA DE LA CUEVA MERINBL
venes, cualquier discriminación de orden biométrico
-casi la única aplicable al material de época pre y
protohistórica- resulta del todo improcedente. La decisión de agrupar el material bajo la especie doméstica
se debe al hecho de que en todos los ejemplares estudiados el estado de la dentición es prácticamente idéntico y corresponde a una edad inferior a seis meses
(Buu y PAY~"E, 1982), más un caso de un ejemplar
neonato (PRUNMJU., 1987 y 1987 bis), lo que denota
una pauta de selección de edades dificil de admitir
como práctica cinegética a no ser que estemos en presencia de individuos de la misma camada, extremo que
tampoco podemos descartar con los datos de que disponemos. El consumo de animales domésticos excesivamente jóvenes puede responder a condicionamientos
sociales, pero no es frecuente en términos de explotación ganadera, puesto que los animales no han alcanzado el óptimo de producción de carne en función de
su edad. El cerdo ha sido citado en poblados ibéricos
como Covalta (Albaida) donde parece constituir la
principal fuente alimentaria de orlgen animal (SAUJóN, 1979: 98-99), es relativamente abundante también en El Puntal deis Llops {St.tuuóN, 1981) y aparece
en fm representado en diversas proporciones en todos
los niveles de Los Villares y en el de El Castellet de
Bemabé (MARTfNzz, 1988), Peña Negra (Ptuz RlroLL,
1983) Vinarragell (ARTEAGA y MJSSAoo, 1971) y Los Saladares (DIUESCH, 1975), así como en La Muela {MoN&AvAL y l..oPilZ, 1984) y Horno Ciego (SARRJóN, 1990).
En cuanto a la edad a la que fueron sacrificados estos
animales, sólo podemos compararla con los datos publicados por R . Martínez en el artículo citado, con un
espectrO de edades ampüo en Jos diferentes niveles y
yacimientos que estudia, sin citar n ingún caso de individuos muertos antes de los seis meses, que como ya
hemos dicho son los únicos presentes aquí.
Cerdos y jabalíes aparecen con frecuencia citados
en relación a actividades de tipo ritual o religioso y en
representaciones del mismo signo, casi siempre asociado a la oveja y la cabra, y más ocasionalmente en compañía del perro, siendo siempre muy dificil afl.rma.r con
seguridad su pertenencia a la especie silvestre o al cCJ'"
do ibérico, y sin que nada impida descartar a priori la
participación de ambas.
La figura 2 representa la relación entre partes del
esqueleto; ha sido elaborada agrupando todos los fragmentos de cráneo, maxilares y mandíbulas y los del
resto del esqueleto -no se han tenido encuenta los
dientes aislados-. Comparados con los restos posteranealcs, los craneales dominan en una proporción de
casi 8 a 1; esta proporción se aleja de los resultados más
frecuentes en conjuntos procedentes de poblados, frecuentemente más equilibrada o de tendencia decididamente opuesta. Esto no es sorprendente si tenemos en
cuenta que, descontando los dientes y mandíbulas, el
resto del esqueleto craneal es muy vulnerable a la des·
9,02%
MANDIBULA
Fig. 2. - Sus,
distrib~
PIIT partu del esqutúlc.
trucción por fenómenos postdeposicionales, que de alguna manera promocionan la conservación de las piezas más densas y duras del esqueleto postcraneal frente
a los restos de origen craneal.
Sin embargo en los materiales estudiados procedentes de la Cueva MerineJ, la proporción de restos
craneales hace pen~ar que, por lo menos en el caso del
cerdo, se han depositado en la cavidad un cierto número de cráneos aislados, posiblemente enteros, y los esqueletos postcraoeales correspondientes bao recibido
un tratamiento distinto y seguramente han sido depositados en otro lugar.
Las cabras (C4pra lrircus) dominan en número de
restos y número mínimo de individuos el conjunto faunístico. La oveja está representada por 4 restos postcraneales, con señales de fuego y posiblemente del mismo
individuo. La figura 3 es elocuente en cuanto a las diferencias numéricas entre ambas e.species. Hemos identificado 131 restos, muchos de ellos dientes mandibulares. El resto, 1.168 restos (77% del NRI) han sido
indenúficados como correspondientes a Oois arier o C4-
pra lu'rcus.
Hay que hacer una acotación de orden metodológico: la distinción osteológica entre los restos de oveja
y cabra es siempre delicada, aunque hay métodos clásicos (Bor.ssNwK, 1969) que permiten la clasificación fiable de partes del esqueleto frecuentes en contexto arqueológico. Sin embargo, el material procedente de la
Cueva Mcrinel corresponde a individuos relativamente
jóvenes por un lado, y por otro predominan en él los
restos dentarios, aspectos ambos que no se adaptan
bien a los m~todos citados. La distinción la hemos basado en los criterios apuntados por Payne (1985), más
próximos a las condiciones que impone nuestro material y que se cumplen bien en nuestra colección de
referencia' . Los datos en cuanto a número de restos y
número mfnimo de individuos que se indican en el
cuadro, corresponden a la aplicación directa de los métodos referidos, mientras que aqueJJos en los que no
285
[page-n-296]
F. BLAY GARCfA
10
POSTCRANEAL
8
40,00%
CRANEO
6
4
2
MANDIBULA
Fig. 3.-
o
3-6
9
9-15 15-24
GRUPOS DE EDAD
<3
Ovis o Capra, dislrihtui6n por parlo del uqutlelo.
Fig. 4.-
cabe la atribución segura a ninguna de las dos especies,
han sido clasificados como "Ovejas o Cabras•, como es
habitual Puesto que el NMI para una especie en concreto se elabora a partir de la unidad anatómica más
frecuente, descontados los elementos pares y en función de las edades de muerte, en el caso de las cabras
el NMI se calcula sobre UD elemento identificado especrficamen.te, mientras que en. el caso del grupo "ovejas
o cabras» el NMI part.irá de otro elemento distinto, en
el que la identificación a n.ivel de especie no es posible.
En el caso que nos ocupa, los 24 individuos identificados como O·C podrían incluir a los 21 de cabra, al estar calculados uno y otro a partir de huesos diferentes.
Por otro lado, cl resultado de reelaborar el NMJ a par·
tir de todos los restos, tanto de 0 -C como de cabra,
refuerza la idea de que existe una alta probabilidad de
que se trate de un único conjunto formado por restos
de Capra hircut identificados como tales o o o por problemas de método o por su grado de fragmentación .
Las fuentes históricas se refieren a la oveja con
cierta frecuencia y más raramente a la cabra, también
existen algunas referencias iconográficas de las mismas
pero su interpretación taxonómica no es siempre clara.
La oveja y la cabra aparecen citadas en todos
los yacimiento de época ibérica que han sido objeto
do estudios zooarqueológicos, como la principal o una
de las más importantes fuentes de carne. Las proporciones relativas entre ambas especies se deben más
bien a factores de orden ambiental dominantes en el
á.rea de los yacimientos que a factores culturales, y
posiblemente así haya que entender el predominio absoluto de la cabra frente a la oveja en Cueva Merinel
y las diferencias entre los yacimientos estudiados por
I. Sarrión.
La edad de sacrificio de las cabras la hemos calculado siguiendo el método propuesto por J. Altuna
(1980). El resultado es la presencia de por lo menos UD
ejemplar por cada clase de edad, con una concentra-
286
O~is
o Capra, tdAd
t11 'I'IWU
>24
y NMI.
ci6n clara en los 9-15 meses y algunos animales sacrificados despu~s de los dos años de vida (Fig. 4-).
Los resultados obtenidos a partir del estudio de
la fauna del yacimiento ibérico de la Cueva Merinel
permiten afirmar que la presencia de restos óseos en
asoclaci6n con cerá.micas ibéricas de tipo caliciforme
en dicho yacimiento, podría estar en relaci6n con el
uso ritual que normalmente se atribuye a estos tipos
cerámicos, sobre todo a partir de la selección de la
parte craneal del e.squeleto, lo que parece exclu_ que
ir
el conjunto proceda de simples restos de com1da de
moradores de la cavidad, o del abandono de reses
muertas por causas naturales. Por los datos de que
disponemos sólo podemos apuntar la hipótesis de que
el rito comprendiera la decapitación de cerdos muy
jóvenes y de cabras, cuyos restos cefá.lieos e~an dep_ sio
tados en el mismo sitio que los vasos ccrá.micos, m1en·
tras que las demás panes del cuerpo eran objeto de
un tratamiento ditinto que implicaba su deposición
en otro lugar.
NOTAS
Hay que exceptuar cl primer molar inferior, ~· q~e apare1
cieron numeroaot casos dudo101 cuando no contradactonos en cl
material arqueológico. Los M 1 figuran por tanto c:n el grupo O·C
y su número no afecta al cJilculo del NMI.
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287
[page-n-298]
[page-n-299]
J osé P tREz B ALLESTER •
EL ABRIGO DE REINÁ (ALCALÁ DEL JÚCAR).
ENSAYO SOBRE UN NUEVO MODELO DE LUGAR DE CULTO
EN EPOCA IBERICA
;
Exponemos aquf los resultados de tipo teórico ob·
tenidos a partir del comienzo del estudio de un abrigo
con inscripciones ib~ricas situado en el t~nníno muni·
cipal de Alcalá del Júcar, y su comparación con otros
lugares similares, también con inscripciones rupestres
del mismo tipo. Expondremos primero las caracte.dsti·
cas del Abrigo de ReinA, a continuación los datos co·
rrespoodientes a Jos otros sitios estudiados, con los distintos atributos que nos han permitido diseñar el
modelo, que expondremos por último. No entraremos
en el estudio de las inscripciones en s!, trabajo que
abordaremos en otro lugar, aunque las transcribiremos
en su apartado, tal y como vienen en la bibliograffa
consultada.
EL ABRIGO DE REINÁ (Fig. 1, a)
Situado en la margen derecha del rfo Júcar, entre
Alcalá del Júcar y La Recueja, está a unos 40 mts. de
altura sobre el nivel del rfo y al pie de una cresta caliza
ubicada en la parte más alta y estrecha de una lengua
•
l~ncia .
Opto. de Prehistoria y Arqueología, Univcrailat de Va-
;
rocosa amesetada que penetra profundamente en la
hoz del ño, dando lugar a dos pronunciados meandros.
En e.l mismo entorno se encuentra el complejo de hornos ibéricos de La Casa Grande'; y en la estrecha
cima amesetada donde se encuentra el abrigo, y a unos
lOO mts. de éste, un asentamiento de la Edad del Bronce muy arrasado por la erosión, donde se reconocen al·
gunas alineaciones de muros y al menos un fondo de
cabaña, actualmente en estudio'.
El abrigo, orientado al norte, consta de una cova·
cha de 4 mts. de boca, otros tantos de profundidad y
una altura que oscila entre 2 y 1'40 mts. Está horadada arti.ficialmente por el fondo sur, a trav~s de una
abertura cuadrangular de 1'6 mts. de altura por
0'60 mts. de ancho, que se abre de nuevo al río por ese
lado, donde la roca aparece cortada casi a pico sobre
aquél (Fig. 1, e). El lado norte (Fig. 1, b) es más accesible, con una pendiente abrupta pero practicable repo·
blada de pinos; o más fácilmente aún, por la divisoria
del promontorio amesetado donde se asienta, cuyo extremo noroeste presenta una pendiente suave hasta el
ño. Es en este lado norte donde el abrigo se abre dando
lugar a una visera de unos 4 rota. de altura y entre 0'5
y 1' 5 mts. de saledizo, producida por la erosión de un
estrato de materiales margosos, entre otros calizos más
289
[page-n-300]
a
b
/
e
Ftg 1 -
290
RLiná a) eruta rocosa al p!t dt la cual st stlún ti ohngo, h) mrto ¿, lo covacha (al fondo)) lo usero (m pnmer tirrmno), t) la
cowcho, oista dude la tnlrnda Al foudn, lo abertura Sur
[page-n-301]
EL ABRIGO DE REINÁ
resistentes, y que se extiende unos 25 mts. hacia el noroeste. Delante de la visera existe una estrecha plataforma con una anchura que varía entre 2 y 1 m.
Es precisamente en esa capa más blanda, blanquecina, que hemos mencionado, donde se grabaron los
distintos signos figurados, geométricos o alfabéticos
que estamos ahora estudiando y que ocupan el interior
de la covacha y la pared resguardada por la visera
(Fig. 2, a y b). Estos se localizan a alturas muy variables, entre 3 mts. y 0'20 m. de altura con respecto al
suelo actual, y cronológicamente ocupan un arco tem·
poral muy amplio: desde una inscripción de cuatro lí·
neas fechada en 1880, al grupo de inscripciones con
signos ibéricos. El abrigo no era conocido más que por
pastores ocasionales, y los únjcos signos muy recientes
(dos grupos de tres iniciales) hallados en nuestra última visita -octubre de 1990- no existían seis meses
aotea.
Podemos resumir así los hallazgos de Reiná:
-1 cruz de Malta.
-1 cruz de Caravaca.
-1 inscripción en cuatro !meas, fechada en 1880.
Estos dueños, más algún signo geométrico o trazos sueltos no determinados, se encuentran al pctcrior
de la boca sur de la covacha, dando al cortado sobre
el r(o.
-18 cruciformes, a menudo en grupos de tres o
cuatro, a veces con los extremos de los brazos marcados
por puntos, y repartidos por el interior de la covacha
y los distintos paneles bajo la visera norte, más escasos
cuanto mayor es la distancia a la covacha.
- 4 antropomorfos esquemáticos, tres de ellos formados por una cruz de brazo horizontal corto y alto,
y un brazo vertical muy largo, del que nacen en su mitad inferior otros dos trazos obJfcuos, a modo de pier·
nas. El cuarto, de pequeño tamaño, con un arco que
sobre la cabeza une las extremidades superiores, re·
cuerda a un indalo. Se encuentran dispersos, en.tre la
covacha y los paneles de la visera.
-2 signos solares o estelares.
-2 signos rectangulares.
-2 signos circulares.
- 1 posible vulva.
-1 triángulo relleno de puntos.
-12 signos geom~tricos indeterminados.
Todos estos elementos se hallan repartidos igualmente por la covacha y los paneles de la visera.
- 1 posible arado, del tipo •de cama. o f
paneles distintos, pero siempre fuera de la covacha,
bajo la visera. De éstos, dos constan de signos de mayor
tamaño, entre 12 y 14 cms. de largo cada uno, rastreándose además en éstos dos lfneas horizontales o
guías, que en el letrero B permiten adivinar una cane-
la rectangular. Los otros cuatro son de signos más pequeños, de entre 4- y 5 ems. de longitud. La transcripción provisional que ofrecemos como primjcia sería
como sigue, a la espera de los resultados de la documentación fotográfica realizada recientemente:
Letrero A :
-M 1 rl ~ !1 '1'< l_ M 1'Cl)
.útrno B: _ _ ~
.1.1 11J .LJ j_ .1 ~ 1_
Letrero C:~ N'Qlf'l__y_ _ ).
.útmo
D: ~
.útmo
E: ~ N A
.ÚlmoF:
_ti..fd V _ t_/\
f!. ~
/! .1\
4~
Además, y para terminar de situar el entorno inmediato del yacimiento, diremos que se conserva un
acceso por el lado norte, frontal al pasillo o estrecha
plataforma junto a la visera, formado por tres escalones t.allados en la roca; y por el noroeste, hemos identi·
6cado algunos tramos de un ancho sendero antiguo
que sube desde la margen derecha del rfo al extremo
más alejado pero también más accesible del farallón
amesetado que constituye el asiento del hábitat del
Bronce, y a sólo 100 mts. del abrigo de Reiná.
Paradójicamente, no está clara la relación de este
abrigo, que creemos poder identificar como lugar de
culto, con algúo asentamiento antiguo próximo o inmediato. Los propios excavadores del complejo de hornos de La Casa Grande, no lo encontraron tampoco al
prospectar el área en su momento. El más cercano se
encuentra a 7 kms. por la carretera que bordea el río,
en el lugar de Las Eras, sobre la propia villa de Alcalá
del Júcar. Se trata de un yacimiento de varias hectáreas, de época ibero-romana, con abundantes restos cerámicos en superficie, muchos de ellos con decoraciones pintadas con motivos fitomorfos, y restos de
estructuras a la vista. Las otras posibilidades que se
nos ofrecen son: el cerro al pie del cual está la ermita
de San Lorenzo, a 3 kms. de Reiná y a 4 kms. de Alcalá de la cual es patrón, donde por noticias recogidas
en el pueblo, sabemos que aparecieron algunas cerámicas pintadas ibéricas. Por último, mencionaremos la
posible existencia, ya desde ~poca i~rica, de un hábitat rupestre en la zona, que aún puede rastrearse en
la actualidad: varios centenares de cuevas artificiales
excavadas en las paredes del estrecho valle -luego
hoz- delJúcar, en las inmediaciones de Alc.alá. Al pie
del mismo promontorio rocoso de Reiná encontramos
4 de ellas en su lado Norte, y una veintena en el lado
sur, junto al r(o. No se conocen s.in embargo hasta el
momento, evidencias de restos materiales de esa época
en cueva alguna de la zona, quizás por falta de una
prospección adecuada, o por la constante reutilización
de las mismas a través del tiempo.
291
[page-n-302]
J
PÉREZ llALLESTER
b
Fig. 2.- Rtiná. a) inscriptiófl A y anlropomarjo, b) mscrÍ/JCIÓII 8 )' par/( tú ltz C.
292
[page-n-303]
EL ABRIGO DE REINÁ
Fíg. 3.- Abrigos con 1'nsmpdonet ibéricos.
En cuanto a la naturaleza del abrigo, estamos ante
un modelo de lugar habitado que no tiene nada que
ver con las cuevas refugio o las cuevas santuario que
nuestra colega Milagros Gil-Mascarell• estudió en el
País Valenciano. Frente al lugar abierto y destacado de
Reiná, aquellas son en su mayoría simas y cuevas propiamente dichas; frente a la ausencia de materiales cerámicos que contextualizasen a Reiná, encontramos
siempre ~stos en las del trabajo de Gil-Mascarell, y
siempre con ejemplares de factura ibérica y tipología
bien precisa y repetitiva en las distintas cuevas abrigo
o cuevas santuario, que demuestran su utilización en
esa ~poca. También, la inexistencia de inscripciones
ibéricas en esas simas y cuevas, contrasta con la presencia de ellas en Reiná, que igualmente nos hacen
vincular la utilización del abrigo a la misma época
ibérica.
LOS ABRIGOS CON INSCRIPCIONES IBÉRICAS (Fig. 3)
Hemos localizado en la bibliogralla una decena de
lugares de caracterfsticas semejantes a Reiná. Ocho de
ellos son propiamente abrigos; otros dos son prácticamente petroglifos grabados sobre piedras al aire libre.
Hemos inclufdo estos últimos (n. 0 9 y 10) a propósito,
porque sus diferencias con los anteriores facilitan la visión de homogeneidad de aquellos.
En cuanto a la situación geográfica, uno de ellos
está en la provincia de Albacete (n. 0 1} a unos
100 km.s. de Reiná; tres en el País Valenciano (o. 0 2,
3 y 4), uno en 'lerud (o. 0 5), dos en Cataluña (n. 0 6
y 7), otro en Extremadura (n. 0 8) y los dos últimos
(n. 0 9 y 10) en el sur de Francia.
Hemos aplicado una ficha tanto a estos yacimientos como a Reiná, contemplando básicamente tres
campos:
293
[page-n-304]
J. PWZ BALLESTER
A. Las características del Jugar y su entorno.
B. La existencia o no de contextO arqueológico en
el sitio o en los alrededores.
C. Las inscripciones propiamente dichas, desde
un doble enfoque: C6mo están hechas, dónde se en·
cuentran y con qué, y por otro lado datos relativos a
los signos, su número, disposición y transcripción.
N. o 1. LA CAMARETA (HELLÍN,
ALBACETE)'
D. L u inscripciones.
Car~cteres
epigráficos
0 .1. Disposición: Dos Uneas, quizás de un sólo vocablo. Según los autores, es posible que existan más
inscripciones.
0.2. Medidas: Panel de 31 cms. de longitud; letras
de 5 cms. de altura.
0.3 . Transcripción:
~c~LM
K
_ el))' fV
!1. 1. 0-t.l.
A. El lugar
A.l. T ipo: Abrigo agrandado.
A.2. Ubicación: Cortada o barranco sobre el anti·
guo nivel del río, hoy pantano de Camarillas.
A.3. Proximidad a: Río, río Camarillas.
A.4. Altura sobre nivel del mar: 500/600 mts.
aprox.
A.5. Altura sobre área circunstante: 60/70 mts.
sobre el antiguo nivel del rfo.
A.6. Accesibilidad: Casi inaccesible. Se necesita·
rfan cuerdas o una escalera.
A.7. Visibilidad: desde el lugar, de 1 a 5 kms.
A.8. Medidas: No se recogen.
N. 0 2. EL BURGAL (SIETE AGUAS,
VALENCIA)'
A. El lugar
A.l. Tipo: Abrigo visera.
A.2. Ubicación: Barranco.
A.3. Proximidad a: Rfo y camino antiguo.
A.+. Altura sobre nivel del mar: 930 mts.
A.5. Altura sobre área circunstante: No se recoge.
A.6. Accesibilidad: Oiffcil.
A.7. Visibilidad: Desde el lugar: aprox. 1 a 5 kms.
SemiocuJtO a la vista.
A.8. Medidas: No se recogen.
B. Contato arqueol6gico
B.l. En cllugar: Inscripciones posteriores, latinas,
árabes, castellan as y hasta del riglo xoc.
B.2. Inmediato: No existe.
B.3. Próximo: El poblado ibérico correspondiente
a la necrópolis de El 'Thsorico, en la parte superior del
cortado donde se abre el abrigo.
C. Las inscripciones. Caracteres .morfo16gicos
y topográficos
C.l. Tipo: Grafitada.s/grabadas.
C.2. Ubicación: Zona media (a 1'20 mts. de la pa·
red externa).
C.3. Situación relativa: Asociados a multitud de
grafitos y otras inscripciones, siempre posteriores: latinos, árabes, castellanos, basta del siglo XIX . Figuras
más frecuentes: cabalJos. En el mismo panel de los signos i~ricos: letreros árabes, cabalJos, cápridos y cánidos, todos posteriorea. También signos geométricos.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista, a unos
dos mts. de altura.
C.5. Conservación: Buena, pero delicada.
294
B. Conta to arqueo16gico
B.l. En el lugar: No.
B.2. I nmediato: útiles de silex, anteriores.
B.3. Próximo: No se recoge.
C. Laa in1cripciones. Caracteres morfo16gicos y
topográficos
C.l. Tipo: Grabados/grafitados.
C.2. Ubicación: Zona media, en un panel de
70 x 30 cms., a 1'50 mts. de altura sobre el suelo.
C.3. Situaci6n relativa: Aislados; no hay o no se
indica asociación con otras pinturas o grabados.
C.+. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.5. Conservación: Precaria.
D. Las inacripciones. Caracteres epigráfico1
D. l. Presentación: 1res Jfueas con 35 signos conservados, y otros desaparecidos.
0.2. Medidas: No se recogen.
D.3. 'fransccipci6n:
[page-n-305]
BL ABRIGO DE REINÁ
..L p ~ (.l..) .X 1' X. (l) (:.i) ~ .l..f
2.•: .ll E :t \fJ ..P ~ .1?.1. ~A ~_r
N. o 4. MAS DEL CINGLE (ARES DEL
MAESTRE, CASTELLÓN)'
3.•: ~
A. El lugar
l. •:
1'!. ~ p_.x__ ~c:L ....... t.JL/{_>_P__¿1
N. o 3. EL TARRAGÓN (VILLAR DEL
ARZOBISPO)'
A. El lugar
A.l. T ipo: Abrigo.
A.2. Ubicación: Barranco.
A.3. P roximidad a: No se recoge.
A.4. Altura sobre el nivel del mar: 500/600 mts.
aprox.
A.5. Altura sobre área circunstante: No se recoge.
A.6. Accesibilidad: No se recoge.
A.7. Visibilidad: No se recoge.
A.8. Medidas: No se recogen.
B. Contexto arqueo16gico
B.l . En el lugar: Otros grabados geométricos, jjgu·
rados, zoomorfos, y arcos con flechas. Coetáneos o anteriores.
B.2. fumediato: No se recoge.
B.3. Próximo: No se recoge.
C. La1 in1cripcione1. Caractere1 morfo16gico!l y
topográficos
C.l. Tipo: Grafitadas o grabadas.
C.2. Ubicación: No se recoge.
C.3. Situad6n relativa; Asociadas a grabados coetáneos o anteriores.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a simple vista.
C.5. Conservación: Aceptable.
D. La1 i.nscripcionea. Caractere1 epigráficos
D.l. Disposición: Varias Jfneas o frases repetidas,
hasta un total de 12; otras líneas o frases.
D.2. Medidas: No se recogen.
D.3. 'franscripción: No se recoge. Actualmente en
estudio por D. Fletcber y L. Silgo.
A.l. Tipo: Abrigo con poca visera.
A.2. Ubicación: Barranco.
A.3. Proximidad a: Arroyo (Rambla Carbonera).
A.4·. Altura sobre nivel del mar: 900/JOO mts.
A.5. Altura sobre área circunstante: No se recoge.
A.6. Accesibilidad; ¿Difícil?
A.7. Visibilidad: 1 a 5 kms. aprox.
A.8. Medidas: 70 mts. de largo.
B. Contexto arqueo16gico
B.l. En el lugar: Pinturas de estilo levantino y es·
quemático, anteriores y coetáneas.
B.2. Inmediato: No se recoge.
8.3. Próximo: No se recoge.
C. La!l inscripciones. Caracteres morfo16gico!l y
topográficos
C.l. Tipo: Pintadas, con pintura roja.
C.2. Ubicación: Zona media, dentro de una concavidad.
C.3. Situación relativa: Junto a una serie de figuras: cuadr6pedo, pequeño animal, figura humana esquemática, figura femenina y otros animales. También: un tectiforme, un ancoriforme, etc. Un jinete;
junto a la cabeza del caballo se aitóa la inscripción. En
general todas las figuras esquemáticas, salvo la dama
con faldas y el jinete.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.5. Conservación: Precaria.
D. La11 inscripciones. Caracteres epigráficos
D.l. Disposición: Letrero de cuatrO letr¡s.
D.2. Medidas: 2 cms. de longitud cada letra o signo, aproximadamente.
D.3. 'Jranscripci6n: (Dudosa).
1 (.sl:) ..t
295
[page-n-306]
J. P!REZ BALLF.STER
N. o 5. CANTERA PEÑALBA
(VILLASTAR, TERUEL)'
N. o 6. LES GRAUS (RODA DE TER,
PLANA DE VIC, GIRONA)10
A . El Jugar
A. El lugar
A.l.
A.2.
la cima.
A.3.
A.4.
A.5.
A.6.
A. 7.
A.8.
Tipo: Visera.
Ubicació.n: Cortada o barranco, pero cerca de
Proximidad a: Río 'furia.
Altura sobre nivel del mar: 700 mts. aprox.
Altura sobre área circunstante: No se recoge.
Accesibilidad: Diflcil.
Visibilidad: 1 a 5 kms.
M edidas: No se recoge.
A.J. Tipo: Abrigo.
A.2. Ubicación: Cortada o barranco.
A.3. Proximidad a: R fo 'Ier.
A.4. Altura sobre nivel del mar: 500/ 600 mts.
aprox.
A.5. Altura sobre área circunstante: 60/70 mts.
sobre el río.
A.6. Accesibilidad: Difl'cil.
A.?. Visibilidad: No se recoge.
A.8. M edidas: No se recogen.
B. Contexto arqueo16gico
B. Contezto arqueo16gico
B.l. En el lugar: Con seguridad, grafitos posteriores o coetáneos, latinos, chasta una veintena de textos-.
B.2. Inmediato: No.
B.3. Próximo: Yacimiento celtibérico.
B.l. En el lugar: No existe.
B.2. Inmediato: A unos 400 mts., un hábitat ibérico (siglos u y 1 a.C.), una iglesia románica y una necrópolis medieval.
B.3. Próximo: No se recoge.
C. Las :i.nscripc:iones. Caracteres morfo16gicos y
topográficos.
C.l. Tipo: Grafitadas/Grabadas.
C.2. Ubicación: Parte externa, ya que no hay
cueva.
C.3. Situación relativa: a.aociada a grafitos latinos
coetáneos o posteriores, y abundantes grabados geométricos, zoomorfos y figurados.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.S. Conservación: Precar~a.
D. L as ÚJScripc:iones. Carac:tercs epigráficos
0.1. Disposición: Variu líneas (al menos cuatro)
con un vocablo en cada una de ellas.
0.2. Medidu: No se recogen.
D.3. uanscripción:
1. •:
l. 2 _t. y 4- ...( .J. ~
2.•: ~~j_XY
3.•: ~
.!t X y
l.~i l .li..{
5.•: .& ~.m Ll
4.•:
C. La• inscripcione•. Caracterf•tica.s morfol6gical y topográfica•
C.l. Tipo: Grabadas/Grafitadas.
C.2. Ubicación: Zona Externa. Bn dos paneles, a
escasos metros uno de otro.
C.3. Situación relativa: En esa zona, aislados; posiblemente en otros paneles menos accesibles, inscripciones medievales, claramente posteriores.
C.+. Visibilidad: Un panel accesible a la vista; el
otro no.
0.5. Conservación: Precaria.
D. Lu Ílllcripc:ionel . Caracterílticu
epigráfica•
D.l. Disposición: Dos Hneas, con varios vocablos
en ca da una de ellas. En la primera, sólo 7 u 8 signos,
y otr os muy perdidos; en la segunda, 12 signos seguros.
D.2. M edidas: Altura de las letras de la primera
lfnea: entre + y 4'5 cms.
0.3. 1Ianscripci6n:
1.-: (.l...!..
y J.. .L)
! !e ~i' ~ i.
(..1 ..L ..l..)
2.•: j_ ~A.~ 1J .A~
296
~~
/"' !1! ~ j_ j_
[page-n-307]
EL ABRIGO DE REINÁ
N. o 7. ROCA DELS MOROS (COGUL,
LÉRIDA)11
A.
3.•: (X)
4-.-:
L1 :Y ..t ¿
~ ..C
..L ...( .t6. .J_ .ó
Ell~gar
A.L Tip o: Abrigo.
A.2. Ubicación: Barranco.
A.3. Proximidad a: Arroyo.
A.4. Altura sobre nivel de) mar: 300 mts. aprox.
A.5. Altura sobre el área circunstante: No se
recoge.
A.6. Accesibilidad: Fácil.
A. 7. Visibilidad: 1 a 5 kms.
A.8. Medidas: No se recogen.
B. Contato arqueol6gico
B.l. En el lugar: Pinturas post-paleoHticas, e inscripciones latinas.
B.2. Inmediato: L ascas y hojitas trabajadas de
sOex.
B.3. Próximo: No se recoge.
C. Las inscripciones. Caracteres morfol6gicos y
topográficos
0.1. Tipo: Grafitadas.
0.2. Ubicación: Zona media/interna.
0.3. Situación relativa. Asociadas a pinturas de
:
tipo levantino y esquemáticas, siendo las más próximas
fisicamente estas últimas. Las inscripciones no se superponen a las pinturas, sino que se graban al mar gen
de ellas. L as inscripciones latinas: con claro sentido de
ofrenda o voto.
0.4. Accesibilidad: Accesibles a simple vista.
0.5. Conservación: Aceptable.
D. Las inscripciones. Caracteres epigráficos
N.o 8. COVACHA DE MONTFRAGUE
(TORREJÓN EL RUBIO, CÁCERESY2
A. El lugar
AJ. Tipo: Abrigo.
A.2. U bicación: Ladera/solana.
A.3. Proximidad a: Río o arroyo, algo alejado.
A.4. Altura sobre nivel del mar: 400/500 mts.
aprox.
A.5. Altura sobr-e área circun stante: No se recoge.
A.6. Accesibilidad: Fácil.
A.7. Visibilidad: No se recoge.
A.8. Medidas: No se recogen.
B. Contexto arqueol6gico
B.l. En el lugar: Pinturas esquemáticas, anteriores
o coetáneas.
B.2. Inmed iato: Ermita de la Virgen de Montfrague.
B.3. P róximo: Poblado indígena, en la cima de la
ladera, al menos con niveles de las épocas del Bronce
y del Hierro ¿?
C. Las inscripcionea. Caracteres morfol6gicos y
topográficos
C.L Tipo: Pintada.
0.2. Ubicación: Zona exteriot:, al aire libre, en la
pared derecha de la covacha.
0 .3. Situación relativa: Asociada a una serie de figuritas en negro, que n o corta, anteriores o coetáneas.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.5. Conservación: Precaria.
D.l. Disposición: Sobre un panel de 2 mts. de lon-
gitud, dos líneas, algunos vocablos aislados y otros signos dudosos.
0.2. Medidas: Altura de las letras, 8/10 cms.; longitud de la línea más larga : 1'40 mts..
D.3. 'franscripci6n:
P:
~ }9 (.fL ~) fl.IP .i 1:! {))! 11 E_{ ~ ()
~ti K X~
2.•: c.t,)~ 1l ~.Ni <~ A~ a ID .ti .A 2 ~
~~b:._j¿~J?~J::IEP
D. Las inscripciones. Caracteres epigráficos
D.L Disposición: Una línea con varios vocablos
muy deterio.rados, y algunas letras sueltas.
D.2. Medidas: No se recogen.
0.3. Transcripción:
~ M .X ~_o _.D .1; o bien: ~ A
A :.i. LL.Jl
11~
C>diA~IQ~
297
[page-n-308]
J.
PÉREZ BALLESTER
N. o 9. REPLA DEL GINEBRf (OSSEJA,
ROUSSILLON)"
A. El lugar
A.t. Tipo: Rocas al aire libre, con inscripcionCJ en
su cara vertical.
A.2. Ubicación: Ladera suave.
A.3. Proximidad a: Ni a fuentes o CUI:liOS de agua
ni a caminos antiguos. Zona montañosa.
A.4. Altura sobr e nivel del mar: Más de
1.000 mts.
A.5. Altura sobre área circunstante: No se recoge.
A.6. Accesibilidad: Fácil.
A 7. Visibilidad: Posiblemente 1 a 5 kms, o má.s.
A.8. Medidas: No se recogen.
A.3. Proximidad a: Camino antiguo.
A.4. Alrura sobre nivel del mar: Más de
1.000 mts.
A.5. Altura sobre área circunstante: No se recoge.
A .6. Accesibilidad: Fácil.
A.7. Visibilidad: Se supone buena, como el anterior.
A.8. Medidas: No se recogen.
B. Contexto arqueo16gico
B.l. En el lugar: Inscripciones figuradas (cruces,
signos solares, cruz de Malta, restos de una escena de
caza) y un monograma jl-IS, posteriores o coetáneos;
quizás alguno anterior.
B.2. Inmediato: Lasca de sOex.
B.3. Próximo: No se recoge.
B. Contexto arqueo16gico
B.l. En el lugar: Grabados coetáneos o posteriores.
B.2. Inmediato: No se recoge.
B.3. Próximo: No se recoge.
C. Las inscripcione1. Caracteres morlo16gicos y
topográfico•
C.l. Tipo: Grafitadas/Grabadas. Trazos finos, sobre esquistos.
C.2. Ubicación: Zona externa, al aire libre.
C.3. Situación relativa: Asociadas a otros grabad os esquemáticos (ciervo, signos solares) coetáneos o
anteriores.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.S. Conservación: Buena.
D. Las inscripciones. Caractere1 epigráficos
C. Las inscripciones. Caracteres morfo16gicos
y topográficos
0 .1. Tipo: Grafitadas/G rabadas. Trazos finos, so·
bre esquistos.
C.2. Ubicación: Zona externa, al aire libre.
C.3. Situación relatjva: Asociados a otros grabados ya mencionados, anteriores, posteriores y/o coetáneos, entre ellos una inscripción latina.
C.4. Accesibilidad: Accesibles a la vista.
C.5. Conservación: Deficiente.
D. Las inscripciones. Caracteres epigráficos
D.l. Disposición: «Signos alfabetiformes, posiblemente ibéricos» en tres letreros mal conservados.
D.2. Medidas: No se recogen.
0 .3. 'franscripción:
~ A
0 .1. Disposición: Un solo vocablo.
0 .2. Medidas: No se recogen.
0 .3. lranscripción:
2.0 : (_l
~ .t f
N. 0 10. PLA DE VALLELLES (PRUNET,
ROUSSILLONr•
A. El lugar
AJ. Tipo: Rocas al aire libre; inscripciones en las
caras verticales de las mismas.
A.2. Ubicación: Ladera suave.
298
E_.& _.¿1 _g_ A1(11) __
3.0: ¿?
.t .M c ~ < Jt:>
A> ..M
1.0:
.l. L ) ~ l
_r (...L ..L ..L j_ _!_)
tJ
CONCLUSIONES
De la atenta lectura d e estas fichas, y a pesar de
lo fragme ntario de la información en algunos yacim ientos, podemos elaborar unas a modo de conclusiones que nos ayuden a esbozar el perfu de este tipo de
lugares asociados indudablemente al mundo ibérico.
Considerando los datos disponibles, estimamos
como elementos caracteñsticos aquellos que se repiten
[page-n-309]
EL ABRJGO DE REINÁ
en más de 6 lugares, sobre los 1J (incluída Reiná) estudiados. Por falta de datos, no consideraremos las entradas A.S. y A.8. (Altura sobre área circunstante y Medidas); y tomaremos con precaución la información
relativa a las entradas A.7. (Visibilidad) y en general
la correspondiente al campo B (Contexto Arqueológico), debido igualmente a la falta de precisión de muchos de los trabajos consultados en este sentido.
EL LUGAR
Viene definido como un abrigo, a veces agrandado
artificialmente, situado en una ladera abrupta o barranco, de acceso diffcil, siempre situado en tierras interiores de altura media-alta: siete de Jos yacimientos
por encima de los 500 mts., los otros cuatro entre 200
y 4{)0 mts., siendo estos últimos precisamente Jos más
alejados del área levantina. La relación de e!tos lugares
con el agua, se expresa por la inmediata proximidad
de cursos corrientes que discurren por el fondo de los
barrancos o laderas abruptas donde se sitúan los abrigos; en ningún caso se ha constatado relación con fuentes o manantiales. Sólo en dos casos se ba podido determinar una proximidad a camjno antiguo o vía de paso.
Allí donde se ha podido comprobar, los abrigos se
sitúan bastante por encima del nivel del río, entre 30
y 60 mts. Permiten una visibilidad desde el lugar y
tambi~n desde el entorno teóricamente aceptable, pero
ésta se ve a menudo modificada por lo accidentado del
pajsaje y la situación no preeminente del lugar, no excediendo en ningún caso los 5 kms.
Las dos únicas excepciones las constituyen los soportes de las inscripciones grabadas sobre roca localizadu en el RoussiUon, que como iremos viendo se desvfan claramente del modelo propuesto, siendo el único
lazo que las une a las dem ás precisamente el hecho de
tratarse de signos ibéricos sobre roca.
Todos se encuentran situados dentro de un marco
geográfico que podemos denominar •Ibérico peninsulan, con la excepción de los dos lugares franceses y el
de Montfrague en Cáceres.
EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
No se trata, al contrario de lo que ocurre en muchas cuevas refugio o cuevas santuario, de lugares de
habitat, ni coetáneos ni anteriore!; s( estamos sin embargo ante un lugar visitado, y a veces de antiguo,
como lo demuestran las pinturas y grabados anteriores
o coetineas que en algunas de ellas aparecen. Con la
cautela establecida al comienzo de estas conclusione!,
es posible decir que en las inmediaciones (en un radio
menor a 5 kms.) suelen encontrarse babit.ats de época
ib~rica o ibero-romana -se mencionan en cuatro de
ellos-, además de otros posteriore!. Estos últimos
también hay que ponerlos en relación con la utilización
tardía de los abrigos, como demuestran los grabado:s e
inscripciones dejadas en al menos cinco de los sitios.
Esta continuación de uso durante la dominación romana, especialmente claro en La Camareta, Roca deis
Moros de Cogul o Peñalba, y la muy probable cronología tardía de los epígrafes de al menos los abrigos catalanes y del Roussillon", donde se expresan fórmulas
de votos o similares, avalan el carácter cultural de los
abrigos que estudiamos, así como su vinculación a una
época avanzada dentro de la cultura ibérica, aunque
esto último debe ser confirmado con el estudio epigráfico que próximamente nos proponemos realizar.
LAS INSCRIPCIONES
Los signos Ibéricos que aparecen en estos lugares
estin en su mayoría grabados o grafitados, entendiendo por esto último cuando la incisión producida por un
objeto rlgido puntiagudo sobre una superficie más o
menos dura, deja un surco fino de anchura inferior a
3 mm. en superficie.
Se han realizado allí para ser leídos fácilmente, en
paneles accesibles a la vista, a una altura que oscila entre los 1 y 3 mts. sobre el suelo actual, pero al resguardo del abrigo; rara vez en el exterior del mismo, y nunca en zonas escondidas o rebuscadas. Son excepciones
de nuevo las dos inscripciones francesas, al ajre libre,
sobre rocas duras, aunque hechas con incisión fma,
junto a otros grabados que podrían clasificarse mejor
como petroglifos.
Aparecen prácticamente siempre asociados a otros
motivos, in cisos o pintados sobre la roca, de los que,
como siempre, ha sido más fácil distinguir aquellos
posteriores que los coetáneos o anteriores, aunque estos últimos existen con seguridad en 4 de ellos.
Esta asociación, en especial con pinturas rupestres
naturalistas •levantinas• o esquemáticas es interesante,
pues ha sido también constatada en otros lugares de
culto ib~ricos, aunque sin duda de otro carácter: los
santuarios de Collado de los Jardines, Castillar de Santisteban o el mis pr6xilno del Cerro de los Santos'', y
son ot.r o argumento a favor de una pervivencía del lugar de culto a través de) tiempo en una misma comarca.
No debemos sin embargo dejarnos llevar por esta
asociación: estamos ante lugares de pequeña entidad,
donde lo extraordinario es la presencia de más de cinco
letreros por abrigo -en Rciná creemos observar a pesar de ello dos estilos, ~pocas. o autores distintos-, y
que por tanto debieron tener una importancia muy local, debiendo ser apenas conocidos por los habitantes
del hábitat más pr6ximo solamente. En este sentido,
debemos decir que estamos seguros de que una pros-
299
[page-n-310]
J.
P~REZ BALLESTER
pección atenta y detallada nos ofrecería un número
mucho mayor de estos yacimientos, aunque la d~bil
marca de los grafitos, y su situación poco protegida y
accesible ha podido hacer desaparecer muchos de ellos.
El estudio coordinado de los epfgrafes aparecidos hasta
hoy en este tipo de abrigos que pensamos llevar a cabo
dentro del estudio del conjunto de ReinA. será el otro
camino que nos ayude a completar la visión de estos
lugares como posibles sitios de culto, un culto que estarfa relacionado con alguna divinidad asociada a la naturaleza, seguramente no colectivo, y al que de momento es arriesgado asociar imágenes de las aparecidas
pintadas o grafitadas en los mismos abrigos.
NOI'AS
1 8 JONc.o.JOO, S. y Cou., J.: •Horno de cerámica d. la Oasa
e
Crande (Alc.al' del Júcar, Albaccte)•. Not. Arq. ffisp. , 30, 1988,
pp. 187u.
t
En oetu bre del presente ailo 1990, y a raí:& de la intervención en el abrigo Uevada a cabo por nosotros con autorización de
la CoJUejería de Cultura de la Junta de Comunidades de CastillaLa M ancha, vimos necesaria la excavación urgente de al mcooa un
(ondo de cabaña en peligro de deuparicióo. Estos trabajos, en colaboración con Javier Lópe:& PreciO:&O y Joae Luis Serna, se llevan a
cabo al tiempo que se escriben estu lineas.
• CAllO BAfiCIA, J.: ~~r. Poptd4r EsptrM/4. Ed. Nacional,
Madrid, 1983, pp. 510·516.
• Gn.·MA~CAil&U., M.: •Sobre laa cucvu ibúicu del Paía Valenciano. MaterialCI y Problemas• . P.L.A .Y., U, Valencia 1975,
pp. 281 a 332.
s Go..u1.u 8t.AIOCO, A. 11 IÚii: •La cueva de " La Camareta",
refugio !~rico, eremitorio criitiano y rincón misterioso para áraba
y foráneoa baata el d(a de boy. Sus graffitia. XVI C.N.4 ., Zaragoza,
1983, pp. 1023 a 1040. Unemo1 noticia de la preparación de un e•tudio exbauativo tanto de la cueva como de todoa los grafitos, por
loa miamoa autores.
• Citado en AA.VV.: Lo W11r dd Slroido tÜ lnHStifodln flttllis14moysu Mus111, Memoria de 1981, Valencia. 1982, pág. 110: ·El Bur•
300
pi, Siete Aguas•, proapectado por J. Aparicio. Se ha con.Wt.ado
tambi6n la ficha correspondiente existente en el Fichero de Yacimiento. dd S.LP.
, Citado en AA.VV.: lA Wor túl ~... , Memoria
de 1978, Valencia, 1979, p,g. 66: •Comarca de Eh Scrrans. El Tarragón•, proapectado por J . Aparicio y otroa. Se ha coll.fultado la
ficha correspondiente cziatcnte en el Fichero de Yacimientos del
S.I.P.
, VaRAs, R. y SA&JUO, B.: .una i.oacripcióo i~rica en pintura
roja en el abrigo del Mas del Cioglc. Ana del Maestre, Castelló.o
de la Plan.... e-l. Prlla . Art. ~u. 5, 1978, Cutell6n, 1981,
pp. 375 a 383; Va
fl..a, R. y Comn, M.J .: •Elementos ib«icos en el
arte rupestre del M&Citra.zgo (Castellón)• XIX C. N.A . , Zarago•
2:a, 1989, pp. 285 a 295. No incluúnos en el presente trabajo los aignos procedente~ de la Covassa de C uUa recogida en Gom.
S.l.P., n.• 6!1, Valencia, 1969, pág. 18, Fig. 7. Tambi~n mencionada por loa autorct anteriormente citados como ib6rica, bip6tCiis que
juzgamos bastante dudoaa.
• Gów-.z MokMHD, M.: MúulárwtU. Húlilri4, Aru y Arv-f4gf4.
Madrid, 1949, p'g. 309. Ver también en SJU.S, J.: .lixi&o tÜ íump·
titJMr íblriau. Epigraffa Hispánica, 2, Ministerio de Cultura, Ma·
drid, 1985, pág.. 39, 41, 42, 102 y 159, laa inacripcione. propiamcn·
te dichas y una bibliograffa más completa. 'lambi~n M AIICO S1w011,
P.: •El dio• dltico Luq y elaantuario de Peñalba de Villastaro. Ettu~s tll Hommtljt IÚ Dr. ..411/on~ &llrb Mmlt~a . Univenidad de Zaragoza, 1986, pp. 731 ••·
• M.Al.uQUu. o• Mora, J.: •Nucvu inacri'PCione~~ i~ricaa en
Catalun,.... l'yrntM, 12, Barcelona, 1976, pp. 186 a 189.
u Aüu.oao B.«>c, M .: El "PGQ\o cM /iNIITOS ,..putru tÜ (Apl.
LJrilú . C.S.LC., Urida, 1952, pp. 43u. Y especialmente: •Sobre la•
inscripciones rupe~trCI dd ClOvacho con pinruras de Cogul (Urida)o. C..U11111MtiU14, 1·8, Zaragoza, 1957, pp. 67 ss.
n Ranao oc LA H10VDA, M .C.: o.La ioscripci6n iW.rica de
Mont(rague (1brrej6n el Rubio, Caccres)•. Xm C.N. A. , Zaragoza,
1975, PP• 687 a 692.
u ......_.J
diJ c.ul4u, 5, Perpioyl, 1990, pp. 139 aa.
" Aa~J.Ar
u M..wo.uPl o1 M oru : Op. til. nota 10, pág. 189.; Aai!LAI<~rr:
Op. cil. nota 13, •Les rochCI gray¿es du Capcir...•, pár. 81.
" LUCA& M.R .: .Santu arioa y Dioses en la Baja Époea lbúica•. Actaa de' la Meaa Redonda lA Baja Époco m 14 CulturtJ lblrial .
Asoc. Eap. Amigos de la Arqueología, Madrid, 1981, PP• 233 as.
[page-n-311]
D.
FLETCHER
VALLS *
,
COMENTARIOS SOBRE ESCRITURA Y LENGUA IBERICAS
Con estos Comentarios volvemos a fijar nuestra
atención sobre las escrituras y hablas ibéricas, comple·
tanda y ampliando algunos de los datos y observaciones que hiciéramos en anteri.ores ocasiones, con el propósito de dar una visión de conjunto actualizada.
En las lfneas que siguen exponemos la problemática de los alfabetos prerromanos hispánicos, su origen,
cronologfa, valoración de sus signos, área de expansión
de la lengua y teorías sobre su filiación, acompañando
amplia bibliogr affa incrementando con ella la que diéramos en nuestros trabajos de 1985'.
1. LOS ALFABETOS PRERROMANOS
HISPÁNICOS
Cinco son los alfabetos p rerromanos conocidos
basta la fecha en la península Ibérica.
a) A!foheto del S. O. , también llamado del Algarve y
tartésico, que se extiende por el Algarve, Alentejo hasta
la desembocadura del río Sado, en Portugal, y Extre• Sorvicio de loveatigaci6o PTebiat6rica, Diputación de Va·
leocia.
madura y Andalucla occidental, con las comarcas bajas
de los dos Guadiana y Guadalquivir, en territorio español.
b) A!fahero dJ S.E. o meridional, que ocupa Andalucía oriental, desde las proximidades de Córdoba, las
provincias de Murcia y Albacete hasta la altur a de
Abengibre, y tierras valencianas meridionales.
e) A{foheto ~. mal llamado del norte, que se extiende por el litor al mediterráneo, desde la cuenca del
Segura, hasta llegar, en tierras francesas, al no Herault; por el tierradentro, se halla en Aragón basta la
zona de H uesca-Navarra y alcanza, ya en tiempos romanos y con algunas pequeñas variaciones gráficas, la
Celtiberia.
d) A!fahero libiojmidtJ, de reducida difusión, limitándose a la zona gaditana.
e) A!fahellJ jónia o gr«o ihérieo, q ue se utilizó para
plasmar la lengua ibérica en las comarcas de Mula, Alcoy y parte de la costa alicantina.
En la presente ocasión, de estos alfabetos nos interesan los más ligados a las tierras valencianas, es decir,
el del S.E., el oriental y el jónico. En cuanto al del S.O.,
tanto por su alejamiento en el espacio como por las dudas que ofrece su lectura, que parece reflejar una lengua diferente a la hablada por los iberos2 , y el libio·
301
[page-n-312]
D. FLETCHE.R. VALLS
fenicio, por parecidas razones, quedan al margen de las
presente líneas, si bien a lo largo de estos comentarios
volveremos a referirnos al del 8.0. con la debida amplitud.
2. EL ORIGEN DE LOS ALFABETOS
IBÉRICOS
Resumimos las más importantes opiniones sobre
el origen de los alfabetos considerados como propiamente ibéricos.
En 1773, el valenciano Pérez Bayer, escribía al
también valenciano Gregorio Mayans que la lengua fenicia llegó por Andalucía hasta Alicante, mientras que
la griega lo hacía por Marsella, Rosas, Ampurias, Sagunto, Denia, llegando a su vez a Alicante donde «se
juntan ambas literaturas».
Otro valenciano, el marqués de Algorfa, a comicn·
zos del s. JOX, expresaba su creencia de que la clave
para la lectura de los epígrafes monetales era el alfabeto fenicio, criterio que aún sigue manteniéndose por algunos estucüosos del presente siglo, como veremos más
adelante.
Ya en el s. xx., Gómez-Morcno afirmaba que la
escritura del 8.0. o del Algarve, nace en el Mecütcrráneo oriental y llega a nuestra pen1nsula con anterioridad al alfabeto fenicio. De aquella primitiva escritura
se originarla Ja ibérica oriental que recibirla también
influencias arcaicas griegas. Para este autor «concierta
con formas egeas y con la primitiva chipriow, sin olvidar el influjo fenicio que tal vez saliera de un alfabeto
semítico del s. xv a.C. con 22 signos. Años más tarde,
opina que la escritura nos llegó organizada a fines del
II milenio A.C., trafda por gentes de la cultura del Ar·
gar; su apego al silabismo parece deberse al rechace de
sonidos oclusivos y continuos dentro de La misma sOaba, característica de nuestras lenguas primitivas «incluso el vascuence». Seis signos silábicos de este alfabe·
to se corresponden con signos fenicios y griegos; los
demás pueden venir del «silabario cretense». Sobre esta
cuestión, el profesor Guiter tiene pendiente de publicación un estucüo sobre el Lineal A, de cuya interpretaci6n espera interesantes resultados. También en esta
trayectoria, el profesor Zamanillo' sugiere que el feni·
cio es una variante del ugarft.ico, que se perpetúa en
las colonias; el alfabeto ibérico procede del micénico siLábico (Lineal B), traído por lo griegos después de entrar el alfabeto fenicio en Micenas y antes de que el
anterior silabario hubiera percüdo su vigencia.
Tovar' suponía relacionados parte de los signos
no silábicos del S.O. con signos fenicios y griegos,
mientras que los silábicos correponderian a una escritura tartesia primitiva, de carácter plenamente silábico. Este nuevo alfabeto serfa sistematizado en Andalucía hacia el 700 a.C. por alguien familiarizado con
302
ambas escrituras, la si:labica y la alfabética. El propio
Tovar, e.n 1958, apuntaba la posibilidad de que el alfabeto ibérico hubiera sido traído por un pueblo colonizador, opinión compartida, en parte, por el profe.sor
Untermann'.
Según Fevrier' el alfabeto del 8.0. fue creado de
una sola vez. Por su parte Lejeune' no acepta que el
silabario fuera importado por invasores procedentes
del Egeo en la Edad del Bronce1 siendo lo más posible
que los sistemas gráficos del 8.0. y S.E. se formaran
en nuestra península al entrar en contacto con Jas faetonas fenicias y griegas, no remontándose su cronología más allá del primer cuarto de primer milenio.
Para M_ luque.r, la escritura fue inventada en el
a
S.E. por un gramático que conocía los alfabetos fenicio
y griego y el silabario chipriota, aunque no descarta Ja
posibilidad de una importación por parte de los pueblos colonizadores.
Rechaza De Hoz la creación por alguien que co·
nociera el alfabeto y silabario chipriota. A partir del
1700 a .C. podrlamos considerar a los orientales como
importadores de este hipotético silabario, que luego se
convertiría en escritura ibérica, trafda ya conformada
en su carácter mixto por un grupo de emigrantes que
han debido preceder a los fenicios. Más tarde matiza
esta opinión, suponiendo que la escritura debió nacer
como adaptación local de los estfmulos aportados por
colonos y mercaderes del otro extremo del Mediterráneo. El semisilabismo no sería anterior al s. v o rv
a.C., y afirma en otra oportunidad que el silabismo
ibérico se creó en Hispania para expresar lenguas his·
pánicas, haciéndolo en el S.O. la primera escritura ba·
sada en la fenicia, atestiguada ya en el s. vn a.C. o
poco antes; algunos s~gnos quedarían sin sufrir cam·
bios ni en su forma ni en su valor; otros pasarían de
alfabéticos a silábicos y otros ser{an inventados para
completar la escritura hispánica, destinada a reproducir la lengua indígena caracterizándose esta adaptación
por la duplicidad de la vocal en las sflabas iniciadas
con oclusiva, vocal que posteriormente se elimina,
siendo esta variante La que conocemos en inscripciones
meridionales y sirvió de base a la ibérica oriental. En
un reciente trabajo, el profesor De Hoz, señala Andalucía como probable lugar de origen de la más antigua
escritura bipánica, creada por la influencia de una lengua no ibérica y considerada como posible origen de
la escritura ibérica de la Contestania1 •
En criterio del p.rofesor Pérez Rojas, los alfabetos
hispánicos responden a un sistema unitario de procedencia extra-peninsular formado con el chipriota como
simplifación del Lineal B, que llega a la Penfnsula antes del año 1000 a.C. y se reestructura entre los s. vm
y VI, formándose el silabario a la vista de los alfabetos
fenicio y griego arcaico. Es el alfabeto denominado
«Hispánico 1» o semi-silábico del sur; el «Hispánico ll»
correspondería al oriental que es una reelaboración a
[page-n-313]
COMENTARIOS SOBRE ESCRITURA Y LENGUA IBÉRICAS
La que se incorporan los signos numerales del alfabeto
greco-ib6rico de origen púnico. El ·Hispánico IU• o
libio-fenicio, conservó variantes arcaicas.
La escritura ibérica, en opinion del profesor Siles,
nace de un proceso de aculturación que se inicia con
la helenización de la franja costera y fmaliza al llegar
la latinización a su plenitud. Sería un desarrollo deJ alfabeto greco-ibérico, en el que se redactan los plomos
de La Serreta y El Cigarralejo, pero expuesto a UD proceso de desvirtuación que provoca la reducción del signario modelo, desembocando en lo que el autor llama
•escritura meridional» o •de transición», a la que correspondería el plomo de La Bastida, que califica como
el primer testimonio de escritura indígena; finalmente,
aparecería ol •alfabeto ibérico clásico~·. coetáneo con
los inicios de la romanización con la que ésta, al alcanzar su plenitud, elim.i na la escritura ibérica•.
El profesor Correa admite que la escritura hispánica procede de la fenicia destacando que en Ja piedra
de Castro Verde aparecen seguidos 13 signos del alfabeto fenicio, sigui6ndoles otros que serían ideados por
el adaptador (~,
.~) 10 •
Por nuestra parte, no creemos que los alfabetos indígenas llegaran a nuestras costas formados y con un
valor determinado para cada signo, puesto que aú.n no
se ha señalado en el Mediterráneo ningún alfabeto con
signos y valores fonéticos idénticos en su totalidad a los
hispánicos. Tampoco aceptamos la tesis de que fuera
un invento por en.cargo y que se nos importara en exclusiva, pues los testimonios conocidos no avalan tal hipótesis. Vemos como más lógico que nos llegaron los
signos a través de fenicios y griegos, aceptándose aquí
unos con su valor de origen, otros modificándose éste,
creándose nuevos signos a los que se les aplican valores
fonéticos con independencia, en la mayorfa de los casos, del que pudieran tener en otros lugares del Mediterráneo, todo ello de acuerdo con las características
lingüísticas de cada territorio hispánico. Ello explicada, posiblemente, las discrepancias que en la actualidad se nos presentan aJ atribuir un mismo valor a un
mismo signo en los alfabetos del S.O. y S.E., sin tener
en cuenta las posibles diferencias de lectura de una a
otra zona.
Con respecto aJ lugar en que pudo tener su nacimiento el signar.io ib~r.ico en tierras hispánicas, es de
difrcil determinación ya que la arqueologfa no nos ofrece tajante preferencia cronológica de ninguno de nue~
tros alfabetos prerromanos, como veremos a continuación.
1,, (]
3. CRONOLOGÍA DE LOS
ALFABETOS
La datación de los alfabetos hispánicos es del mayor interés para poder establecer un posible orden de
prelaci6n en la fecha de su formación, por lo que, aun
de forma resumida, reseñamos las cronologías que vienen atribuyéndose a cada uno de eJioa.
a) Alfabeto del S.O. Gómez-Moreno atribuye a este
alfabeto .da paternidad» de los otros dos, el del S.E. y
el oriental. Lo data en el segundo milenio a.C., pero
en la actualidad se le atribuyen fechas más bajas. Asf,
Tovar11 opina que la formaci6n del alfabeto del Algarve habría que llevarla hacia el 700 a .C; entre esta fecha
y el 350 a.C. lo encuadra Coelho, para quien, a partir
de esta fecha ya no hay actividad epigráfica y subdivide
este amplio período en tres etapas: ]a primera, hasta
el s. v a .C.; Ja segunda, se desarrollaría dentro de di·
cho siglo, y la tercera, desde fines del mismo al rv a.C.
EJ profesor Correa 11 considera la escritura del S.O.
como la más antigua de las hispánicas; el fragmento de
la estela de Villamanrique de la Condesa se dataría alrededor del 600 a.C. y, en general, en el S.O. se utiliza
la escr itura entre los siglos vu a.C. y v a.C., siendo de
fmes de ~ste, la inscripción de Neves; en cuanto al plomo de Mogente lo data de mediados de s. 1v a.C. y los
grafitos de Ullastret de fines del v a.C., datación que,
como veremos seguidamente, no es aceptada por todos
los autores. Incluye el profesor De Hoz en el s. VI a.C.
las lápidas d el Algarve, y considera que la escritura del
S.O. desaparece a partir del s. tv a.C. De una cronología cercana a mediados del primer milenio nos habla
Berrocal ~. pero aún encontramos m!s bajas fechas en
Biihr, qujen sitúa la escritura del S.O. en el s. 1v a.C.;
en Maluquer, quien no la hace anterior a este siglo, llevándola aJ w o acaso al n a.C. y Untermann" para
quien •las lápidas sepulcrales no pueden representar el
uso primitivo de esta escritura sino que pertenecen a
una fase tardía de la erudición literaria del S.O. hispánico.. , puesto que «el alfabeto tartésico no se form6
donde se encuentra la mayoría de sus monumentos» ya
que " su presencia en el sur de Portugal se debe motivar por una expansión secundaria, tal vez una retirada
a apartados territorios, causada por un cambio de poder en las ciudades que lo usaban desde sus orígenes¡
ello significaría que los epígrafes en el oeste no representan la cumbre o un estadio temprano sino que documentan una fecha decadente de una gran cultura.., no
siendo "fácil creer que entre las monedas (de SaJacia)
y los demás testimonios de la misma tradici6n epigráfica baya un vado de 600 a 400 años...
b) Aifaheto greeo-ihbúo. Para 61 propuso GómezMoreno el s. v a.C. Maluquer situó el plomo Serreta I alrededor del 450 a.C. , as{ como Untermann y Pérez Rojas. De Hoz, en el segundo cuarto del s. V a.C.
por el influjo de los focenses de Ampurias'). En realidad este alfabeto está determinado en su datación por
el plomo de El Cigarralejo, procedente del enterramiento 21 de dicha necrópolis, que fue datado por su
excavador, Emeterio Cuadrado, en la segunda mitad
del s. tv a.C; en posterior publicación••, sitú.a dicha
303
[page-n-314]
D. FLETCHER VALLS
sepultura entre el 375 y 350 a.C. También los grafitos
de El CampeUo nos Uevan al s. rv a.C., siendo posible
que se utilizara esta escritura hasta el s. n a.C., según
Llobregat11 •
e) A!fohe/JJ Jel S.E. Su inicio quedaría establecido
por la cronologra que se asigna al plomo de La Bastida
de les Alcuses (Mogente), es decir, primera mitad del
s. rv a .C. El fm de su utilización podrla situarse a comienzos del s. m a.C.
d) A{foht/JJ orimltJJ. Para Gómez-Moreno no era anterior al s. m a.C., y lo hacra finalizar en tiempos de
Augusto. Pero los plomos de Orleyl V, VI y Vll, hallados conjuntamente en una sepultura datable de fmes
del rv a comienzos deJ ru a .C., así como Jos grafitos
ibéricos sobre terra sigillata hispánica, no coinciden
con los trmites fijados por Gómez-Moreno. De acuerdo
con nuestros puntos de vista, también Maluquer aboga
por una mayor perduración de esta escritura, llevándola huta tiempos de Tiberio y, en cuanto a su inicio,
aunque no encuentra texto alguno datable antes del
s. 1v a.C., supone que habrla de admitirse su comienzo a partir de mediados del s. v a.C. Rechaza que sea
ibérico eJ grafito sobre lekythos de Ampurias, catalogándolo como griego y sobre el de Ullastret tiene fundadas dudas de que fuera ibérico, pero aun en supuesto
de que Jo fuera, no tendrra por qué ser contemporáneo
de la fabricación de la vasija sobre la que se grabó. Finalmente, considera los textos de Ense.rune, Ampurias,
Ullastret y La Bastida, del s. rv a.C., siendo este último el más antiguo texto en alfabeto deJ S. E. Llobregat,
de acuerdo con la cronología que puede atribulrse a los
citados plomos de O rleyl, es decir fmes del s. rv a.C.,
sit6a los comienzos de la escritura oriental a fines del
citado siglo y la hace terminar a mediados del • después de C. Supone De Hoz que los primeros escritos
de este alfabeto son los grafitos de UUastret sobre cerámica griega del s. v a.C., opinión no coincidente con
la de Maluquer, como acabamos de ver. Y volvemos
ahora a referirnos a las cronologías dadas por Siles, de
las que hemos hecho mención líneas más arriba, ampliándolas ahora para completar la panorámica de las
principales opiniones sobre la datación del alfabeto
oriental. Para este autor, los ind(genas conoclan el alfabeto jónico hacia fmes del s. v a.C. o comienzos del
IV, sirviendo el alfabeto meridional como transición al
oriental que se iniciarla con los comienzos de la romanización para terminar al desarrollarse ésta plenamente.
En cuanto a nuestro punto de vista, eJ alfabeto
greco-ibérico tiene clara datación para sus comienzos
en el plomo de El Cigarralejo y para su fin en los grafitos de El CampeUo, es decir que ocupa un periodo de
mediados del rv al ll a.C.
El alfabeto del S.E. queda fechado por el plomo
de La Bastida, en la primera mitad del s. rv a.C. y
deja de utilizarse en eJ s. m a.C.
30+
El oriental tiene la datación de su comienzo en los
plomos de Orleyl y su fmal con los grafitos sobre terra
sigiUata hispánica, abarcando de mediados del rv a.C.
al 1 después de C.
Con respecto al alfabeto del S.O., al que siempre
se le ha venido atribuyendo alta cronología, hemos visto cómo los mú recientes trabajos tienden a situarlo
entre los s. v y mm a.C.
Con todos estos datos, es muy dificil hablar de
ttpaternidades• y •descendencias• entre Jos alfabetos
prerromanos hispánicos.
4. IDENTIFICACIÓN DE LOS
SIGNOS
El interés por descifrar los letreros de las monedas
indígenas arranca, por lo menos del s. XV1 11, en el que
Nicolás MahndeJ comparó los signos ibéricos con los
del alfabeto griego, y de ese mismo siglo, de 1587, son
los estudios de D. Antonio Agustín.
En el x.vu tratan eJ tema algunos eruditos extranjeros, pero con escaso provecho.
Bn el xvm, Josep Luís de Velázquez identificaba algunos signos y clasifica los alfabetos en celtibérico, turdetano y libio-fenicio, com:spondiendo el primero de ellos
al que más tarde será denominado •alfabeto monetal» y
también •oriental... Todav(a en dicho siglo, Gregario Mayans, por carta del lJ de agosto de 1759, aconsejaba a su
discípulo Pérez Baycr que •no se canse de interpretar las
monedas antiguas españolas porque esa gloria la tiene
Dios reservada para mi quando quiera emplear en ese estudio tres o cuatro meses.., pero no debi6 disponer de esos
meses, puesto que dejó sin resolver el problema. Diez y
seis años más tarde Pérez Bayer informaba a su maestro
tambi6n por carta del 10 de marzo de 1775, que •habia
interpretado asta (sic) veinte moneda& celtibéricas como
de Empurias, Rosas, Osicerda, Bilbilis, llerda, Saetabi,
Ventino, Clunia, Sisapo y otros•.
En eJ s. xnc, Delgado, en 1871, logra un gran
avance, estableciendo tablas de equivalencias entre los
alfabetos ind(genas y el fenicio; a fines de siglo, Zóbel
de Zangroniz, notificaba a Fidel Fita" la identificación de las cin co vocales, de las consonantes L, M , N,
R, R, S y ~. de las oclusivas B y D y de las oclusivas
CA, CE, CO, TU, aquellos identificados por otros estudiosos y estas cuatro últimas por el propio Z6bel;
también de fines de siglo son los interesantes estudios
de Pujo! y Camps. En 1893 se publica la ingente obra
de Hübner, ..Monumenta Linguae Ibericae• en la que
se recoge todo lo escrito sobre el tema basta el momento de la edición del libro, con el que se inicia una nueva
etapa que fmalizará con la aparición de los trabajos de
Gómez-Moreno ya en el s. xx.
Este autor da a conocer en 1922 su alfabeto, ampliando la información en 1925 y mereciendo la acepta-
[page-n-315]
COMENTAJUOS SOBRE ESCRITURA Y LENGUA IBÉRICAS
ción de sus conclusiones por los estudiosos españoles,
siendo el catedrático Ferrandis Torres20 el primero en
utilizar el alfabeto Gómez-.Moreno en sus clases de numismática en la Universidad de Madrid, y sólo después
de reiteradas publicaciones de Tovar en defensa de este
alfabeto, fue aceptado por los especialistas extranjeros,
no sin que hayan sido mantenidas otras lecturas, tanto
por españoles2 ' como por extranjeros22 • No obstante
estas discrepancias es el llamado •alfabeto G6mezMoreno» el que goza de las preferencias de los estu·
diosos.
Pero si bien es cierto que Gómez-Moreno tiene el
indiscutible mérito de haber estructurado el alfabeto
ibérico oriental, haciendo posible la lectura de los textos, no todas las identificaciones se deben a él Como
hemos visto más arriba, con anterioridad a 1922 ya estaban identificadas las cinco vocales, las siete consonantes L , M, N, R, R., S, S, ocho silábicos: BA, BI,
CA, CE, CI, CO, TO, TU, y dos valores consonánti·
cos, todo lo cual unido a los signos identificados por
el propio Gómez-Moreno, nos permite establecer el siguiente cuadro resumen:
AUTOR
AÑO
SIGNOS IDENTIFICADOS
1587
Agwstí.o
f (S)
1752
Velizquez
J> CA)
1772
Pérez Bayer
M(S)
lV
(N)
~(E) / '(L) Q (R)
/(/(I)
~(U) Q (R) ../"(Kl)
1844
Grotefend
1870
Heiss
1871
Delgado
1880
Zóbel
,.<\(KA)
1890
Pujo! y Crunps
W C1U)
1922
Gómez-Moren o
J (BA) r (BI)
H
é (KE)
X
(TU)
~ (BE) ~(BO) fi<
BU) 0 (K U) X
® (primero leído TÚ y rectificado
1935
Beltrán Villagrasa
TE)
Variante de T (M) y rectificación de ®
En estos últimos años hemos identificado dos nuevas variantes, una la del silábico .[(KE), aparecido por
primera vez en los letreros de Los Villares (Caudete de
las Fuentes) y el otro, ~(TA) conocido por vez primera
en el plomo de Palamós. Y queda pendjente de valoración defi.ntiva el signo
que, no obstante las múltiples
soluciones propuestas, la más reciente la de Valeri21 ,
sigue la duda en cuanto a su pronunciación ya que ninguna de las que se le atribuyen puede aplicarse a todas
las lecturas en que aparece.
Otra dificultad sin resolver a gusto de todos es la
distinción de las sfiabas oclusivas en sordas y sonoras.
Para algunos autores, los aditam.cntos que aparecen en
ocasiones en diversos signos, servirían para diferenciar
sordas y sonoras, pero como ejemplos contradictorios,
citamos la opinión de Maluquer ctla mayor riqueza del
signo indica la calidad de soJ"da>o, y la de Bergua ccun
tilde más sonoriza más». Siles y De Hoz han estudiado
con amplitud esta cuestión y encuentran la distinción
en los trazos adicionales «sonorizantes•. Independientemente de las discrepancias que podamos señalar, hacemos la observación de la imposibilidad de distinguir
si 1 {BA) es sorda o sonora. en primer lugar porque
este signo no lleva tildes adicionales y en segunda y
principal razón porque el sonido P no existe en ibérico
(no entramos en su posíble existencia en la lengua que
Y
et1
de TU a TE
refleja el alfabeto del S.O. y en celtibérico) según los
especialistas (Gómez-Moreno: ccla P se desvanece en
ibérico y vascuence» y Michelena: «la P es un rasgo
nada ibérico») y en cuanto a otras síJabas oclusivas
comprobamos como la misma palabra aparece unas ve·
ces con «adorno" y otras sin él".
Para resolver esta dificultad sugirió Tovar que la
matización pudo acomodarse a una fonética sintáctica
en la que la oclusiva sería sorda o sonora según su posición en la palabra, particularidad que se encuentra en
el llamado «fenómeno de permutación» vasco, por el
que la sorda puede convertirse en sonora y viceversa.
Pero, en defmitiva, no parece que hubo intención de
distingujr entre sordas y sonoras, máxime si nos encontramos con un mismo vocablo escrito con variantes
del mismo signo oclusivo.
Lo anteriormente expuesto se refiere al alfabeto
oriental, ya que el del S.E. presenta signos de dificil
identificación. En nuestro estudio sobre el plomo de La
Bastida, dimos un cuadro de equivalencias de este alfabeto, del que hay unanimidad en 18 signos:
X
TA,
LJ1
'l
81,
o
BU,
~
I,
A
110,
TI,
TU,
"L,
A
V\
N,
~
KA,
K.E,
~.
305
[page-n-316]
D. FLETCHER. VALLS
y discrepancia en otros 9:
~ "" 1- '!<. Q (\) .Q ~ ~
a los que se les atribuye más de 30 soluciones distintas,
no sólo de uno a otro autor, sino también en un mismo
autor, como nos muestra Silgo en su mencionado estu·
dio donde se cotejan los alfabetos del S.O., S.E. y oriental, con resultados altamente interesantes para la identificación delsignario oriental y se señalan las discrepancias
de interpretación en diversos signos del meridional.
En cuanto a las dificultades de lectura del alfabeto
jónicQ son prácticamente nulas, habiéndole servido a
G6mez-Moreno para confirmar su valoración de signos del oriental.
En el Cuadro I exponemos las equivalencias de los
tres alfabetos preromanos utilizados en tierras valencianas.
5. ALGUNAS NOTAS SOBRE
FONOLOGIA IBERICA
~
~
Ya en líneas anteriores hemos hechos referencia a
algunas características fonológicas ibéricas. Destacamos a co{ltinuación otras varias que presentan claros
paralelismos con la fonolog(a del vascuence, tan estrechamente relacionadas que se llega a considerar el ~is
tema fonológico ibérico «muy similar al que puede -Te·
construirse para el vasco primitivo.. en opinión del
profesor De Hoz.
Del recuento que hemos llevado a cabo sobre un
total de 1.017. palabras pertenecientes a textos ibéricos
valencianos en alfabeto oriental, comprobamos que de
los 5.644 signos computados, es elf<,'(I) el más utilizado, con un total de 593 veces ( =10,50% ); le sigue el
_/v(N), con 472 ( =8,40% ), por lo que no es de extrañar
que pudieran producirse er rores por parte de los escri·
bas al utilizar estos dos signos, ya que por diferenciarse
solamente por un tilde, éste pudo ser omitido o equivocadamente puesto, o~:asionando confusiones de lectura
de N por 1 o de ésta por aquella (BAmEN/BANBEN,
BAINWBAR/BANIWBAR).
Entre lo~ signos silábicos, los más utilizados son
los de base T/D (726 veces= 12,80% ), le siguen K/G
(594- 10,50%) y fmalmcnte B (568 = 10% ), siendo el
menos utilizado cl BU (0,05% ).
Asimismo es de reducido uso y aparición tardía el
signo
'\t'(M) (0,17%).
Respecto a los signos silábicos, opina el profesor
De Hoz que el inventor de la escritura hispánica, ante
la ausencia de vocales en el alfabeto fenicio, se encontró con la necesidad de atribuir un valor diferenciado
a cada signo lacingal, utilizando un tipo de signo cuando la consonante iba seguida del sonido A, otro para
el E, etc., empleando todos los tipos fenicios que representaban oclusivas, completando la laguna del sistema
306
fenicio con signos inventados. Cuando se eH:min61a vocal se originan los signos silábicos, asf, una T ante A
pasaría a ser TA al desaparecer la vocal acompañante
y as{ sucesivamente con las demás oclusivas. Esta explicación la basa el profesor De Hoz exclusivamente en
el alfabeto fenicio, ya que excluye otras influencias en
la formación del alfabeto hispánico del S.O., en especial la griega.
Otro es el punto de vista del profesor Siles para
quien la escritura ibérica no es semisüábica ni una inteligente conjunción de silabario y alfabeto, sino un sis·
tema de escritura imponado, en cl qoe la serie oclusiva
funciona con el nombre que en signario reciben sus correspondientes letras y que los iberos pudieron modificar o alterar.
Para Tovar el elemento silábico no puede ser de
tipo secundario, formado sobre la base de letras alfabéticas; el silabismo se mantiene obedeciendo a conveniencias fonológicas de la lengua par a la que se inventó.
Pero con todo eUo, no queda clara. la existencia de
signos alfabéticos y silábicos en un mismo sistema que
llega hasta entrada la época romana, que es cuando estos últimos tienden a dejar su carácter silábico para
transformarse en alfabéticos, con pérdida de su vocal
quedando tan solo el valor consonántico como se comprueba en algunos textos ibéricos.
No se identifican en ibérico los signos que pudie·
ran haber correspondido a los sonidos OH, F, J, P, LL,
Ñ, V (labiodental), X y Z. ThJ vez algunos de estos dos
últimos cupiera ser identificado conM (S), pero desconocemos las normas de utilización y valor fonético de
~(S) y M (S), ya que en ocasiones se intercambian o
c4>arecen juntas en una misma palabra; parece, no obstante que hay una cierta tendencia a utilizar S tras L
y R (BELS) y S tras E (BELES), aunque en la lápida
romana de Tarrasa se transcribe el nombre indígena
NEITINBELES, con S y en otra ocasión, encontramos
BONBELEX con X, siendo as( que \UIO y otro nombre
se escribieron en ibérico con S. Los amplios estudios
de Tovar, Siles y Untcrmann sobre el p roblema no dejaron resuelta la cuestión, sobre la que vuelve, recientemente, Villar5 con un exhaustivo examen del uso
de S y S entre los celtíberos, considerando S como sorda y S como sonora.
Los sonidos F y P, son desconocidos en ibérico y
en vasco. Ninguna palabra comienza en ambas lenguas
por R. Este signo y el R se intercambian en ibérico,
aunque parece que existen ciertas preferencias en su
uso.
Escasean las palabras terminadas en -L; posiblemente, las que puedan señalarse, no sean propiamente
ibéricas.
No aparece ninguna palabra ibérica terminada en
·M; las que as( Jo hacen corresponden a voces celtibéricas en alfabeto ibérico. En ocasión hay vacilación entre
[page-n-317]
COMENTARIOS SOBRE ESCRITURA Y LENGUA IBÉRICAS
CUADRO 1
TABLA DE EQUIVALENCIAS DE LOS ALFABETOS IB~R ICOS
Jónico
Levantino
Andaluz onental
N.•
Sonido
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3
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En este Cuadro quedan sin valorar, en el alfabeto meridional, los signos (BA):'f'
307
[page-n-318]
D. FLETCHBR VALLS
M y N dentro del mismo vocablo, llegándose, en ocasiones a suprimirse la nasal (lUMsTIRJIUNSTIIU
IUSTIR).
Es frecuente la alternancia vocálica (URKE/
ORKE), tema sobre el que ha fijado su atención
Quintanilla~•, aportando buen número de ejemplos
que amplían el de los que habíamos señalado en nues·
tros anteriores trabajos.
La secuencia .. muta cum liquida» (BR , BL, KR,
etc.) no se da en ibérico, y .cparece haber sido desconocida tanto en la lengua ibérica como en el vasco de la
misma época>•, según M ichelena.
Otros paralelos entre ibérico y vasco son la caída
de la D tras L (lLDUN/ ILUN); el cambio de N a R,
con la desaparición a veces de ésta (ILDUN/ILDUR/
ILDU); la alternancia UR (lLLIBERr/IRIBElÍ.I), altern.ancia que se da en el ámbito peninsular no céltico,
as{ como en todo el mundo mediterráneo preindoeuropco y continúa todavía en algunas partes de España
(ALMA/ARMA, BELTRAN/BERTRAN, etc.). Algunos de estos cambios podrían deberse, según el profesor Mariner al influjo romano.
Dos consonantes cuyo grado de cierre es el mismo,
no van juntas; ello nos ayuda en la lectura de palabras
dudosas, tales como sucede con el TURLBAl de Serreta I, en realidad TURABAI, o en el BURLTIR de La
Bastida, cuya lectura correcta es BURILTIR, de
acuerdo con De Hoz.
Hemos hecho mención de unos pocos aspectos fonológicos ibéricos y quedan todavía otros muchos, pero
nuestro propósito ha sido comentar aquellos que ofrecen paralelos con el vascuence, por «ser coincidencias
profundas y reveladoras» en palabras del profesor
Thvar.
6. LA LENGUA
Dispares son las opiniones sobre los orígenes de
la lengua ibérica, pero pocas son las que han merecido especial atención de los estudiosos. Comentar to·
das las tesis sobre el particular nos llevaría a una
extensión desmesurada del presente trabajo y, además, algunas de ellas carecen de toda posibilidad
científica. Nos referiremos, exclu~ivamcnte, a aqueJlas que má.s han interesado a los investigadores del
tema.
La solución semítica, ya mantenida de antiguo,
ha renovado su interés en estos últimos años gracias
a los estudios de Gorostiaga'l, Solá Solé,
Buchanan21 , López Serranott y Tou chet30, entre
otros. El arameo h a servido -a estos dos últimos investigadore~ para la interpretación de los textos ibéricos.
Sus meritorios trabajos, con interesantes sugerencias,
han restado credibilidad a esta solución. antes las dis·
crepancias de sus respectivas traducciones as{ como
308
el haber utilizado alfabetos de propia elaboración,
pero no podemos olvidar que el largo contacto con
fenicios y cartagineses pudo influir en el habla y escritura de los iberos'1 •
El origen caucásico para la lengua vasca y, correlativamente, para la ibérica, ha tenido destacados valedores. Ya en el siglo pasado se plantean las posibles relaciones de la lengua vasca con las uralianas,
turanienses, uralo-altaicas, siguiendo en este siglo estas
orientaciones con los estudios de Uhlenbeck3 \
Karst'', Bouda,. y Lafon, quien rechaza toda relación
del vasco con el camítico·semftico. Lahovary" destaca
que el dravídico, lengua originariamente del Mediterráneo oriental presenta fuertes relaciones con el
hamítico-semítico y ofrece má.s semejanzas que el caucásico, con el vasco. Apuntaba Tovar, en 1954, la posibilidad de relaciones con el georgiano y el avar, basándose en que uen las mal conocidas y variadfsimas
lenguas del Caúcaso se han encontrado coincidencias
lexicales, pero el parentesco, si existe, nos lleva a un
mundo preindoeur opeo anterior a las edades de los metales. Cabe pensar en el vascuence como un resto dejado por aquellos primitivos pobladores, que, siguiendo
al reno, se acusa en el Báltico y quizá perviva en los
pueblos paleosiberianos» y en 198-P' concreta •no nos
atrevemos a sacar consecuencias pero sf llamar la atención sobre la coherencia de los resultados»; a pesar de
ello, el profesor Michelena se mostr ó siempre excéptico
respecto a la tesis caucásica.
La ascendencia céltica (indoeuropea) ha tenido
siempre defensores. Ya a comienzos de siglo se sustentaba esta tesis que má.s tarde hicieron suya entre otros
Thayer Ojeda'7 , Castro Guisasola, Montenegro,., Almagro~ etc. Para este autor «Jos pueblos iberos de Levante y valle del Ebro hablaban dialectos célticos, es
decir, indoeur opeos••. .En esta misma linea están las
más recientes opiniones de Pericay, Coclho, Fruy"
(quien lo coteja con el umbrío), Pérez Rojas,
Buchanan40 (quien años antes traducía por el semítico
y con posterioridad por ellatfn primitivo) y las aportaciones del profesor Zamanillo 41 quien interpreta el
lenguaje ibérico por el griego arcaico. Las graves diferencias en las interpretaciones dadas por unos y otros
celtistas, han impedido llegar a conclusiones satisfacto·
rias lo que ha permitido a Tovar ser tajante en esta
cuestión al afumar que ..Ja lengua jbérica es prein·
doeuropea».
El problema del posible parentesco con el vascuence, que ha suscitado tanta polémica, ha sido ampliamente tratado por nosotros en los dos estudios mencio·
nados al comienzo de estos comentarios, razón por la
cual y por ser tema muy complejo, lo dejamos de lado
en esta ocasión para en ~a próxima oportunidad volver sobre el mismo con la atención debida, lo que no
podemos hacer aquí dada la extensión de este trabajo.
Y por la misma brevedad, omitimos otras hipóte-
[page-n-319]
COMENTARIOS SOBRE ESCRITORA Y LENGUA IBWCAS
CUADRO Il
CLASIFICACIÓN DE LOS SIGNOS UTILIZADOS EN LOS TEXTOS IBÉRICOS VALENCIANOS
YACIMIENIOS CONSULTADO S
56
VOCABLOS (o fragmentos) COMPUTADOS . . ...... 1.017
SIGNOS CLASIFICADOS ........................ 5.644
••••••••••••••
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Signos aíli bicos ..........
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33,40
35,55
100,00
309
[page-n-320]
D. FLETCHER VALLS
sis, finalizando este apartado destacando que aunque
puedan hallarse paralelos entre la lengua ibérica y
otras más o menos afmes, ello no nos resuelve el problema de su origen ya que «desde el punto de vista genético no puede compararse con ninguna ot.ra», en opinión del profesor Untermann, lo que confirma la
personalidad de la lengua ibérica que, en nuestro criterio, debe considerársela formando parte de una gran
unidad lingüística preindoeuropea mediterránea, unidad que se fraccionó a mediados del segundo milenio
a.C. con la aparición de los pueblos indoeurpeos en las
costas del Mediterráneo. Con la ruptura, cada región
adqujere su personalidad propia, sin perderse los parentescos lingüísticos de toda el área mediterránea, según opinión de destacados especialistas que han tratado la cuestión.
7. ÁREA DE LA LENGUA
El área de la lengua ibérica no se corresponde
exactamente con la del empleo de su graiia. AqueJla se
extiende, por e. litoral, desde el Segura al H érault, ya
l
en territorio francés, y por el interior hasta tierras de
Arag6n y Murcia, con variantes locales o comarcales,
siendo el territorio más típicamente ibérico el situado
entre los río~ Segura y Ebro, límites que persisten a través de los tiempos, como nos prueba el testimollio de
Al Razzi quien, en el año 955, extiende la Cora de Valencia desde las tierras de Tudmir, al sur, hasta Tortosa, al norte.
En cuanto a los hallazgos epigráficos ibéricos no
siempre se corresponden con el ámbito de la lengua,
ya que los celtiberos utilizan la grafia ibérica para plasmar su habla, y los testimonios procedentes de Andalucía oriental se justificarían, según De H oz, por expansión y no p or ser originariamente de habla ibérica.
Los anteriores comentarios, expuestos con la mayor brevedad posible, se prestan a más extensas consideraciones, algunas de las cuáles ya bicierámos en anteriores publicaciones y de las que las presentes líneas
deben entenderse como complemento. Quedan, pues,
muchas cosas por decir y problem as por resolver al
gusto de todos, pero ésta es tarea que debe quedar para
las nuevas gener aciones de iberistas quienes, con toda
certe.za, darán m ás cumplidas r espuestas que las alcanzadas hasta el presente. Con nuestra colaboración, que
hemos intentado actualizar, cumplimos con el deseo de
participar en cl homenaje que, con toda justicia, dedican al que fuera su Director, Enrique Pla, el S.I.P. y
cuantos tuvieron la suerte de gozar de su amistad y, en
mi caso particular, la de contar con su correspondido
afecto y de su colaboración sincera y eficiente en la.s
310
tareas que durante tantos años compartimos en nuestro querido S.I.P.
NOTAS
t La bibliografra que tiguc es complemento d e la mencionada en los siguientes trabajos:
D. FLI!TCtna v..,....: •Lengu:u y epigrafra ibéricas•. (Conferencia pronunciada en Elch.e el 15/X(/1983). Arg!W9/cgf4 dd PQfs J6/m(i4M, PaMrtlm4:J pmptclirxrs. Universidad de Alicante, 1985, p. 281/305.
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l ~ricas». HmMMfo 4 D. Aújatrdro R4111Ds (Elche 26/UI985). (En
prens.a).
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guagcs of tbe l be:rians-. V Col. J..mcuas7 Cúhuras Paúohispdttitas (Colo·
nia 25/29-IX· 1989). (En prensa).
t J. StLes: ..Sobre la epigraJia i~rica... &uniofl# so/m Epigrafio.
Bisp4nie4 tk /#«~ ,__ repuJii«
•• J.A. Cou&A: ol!.l origen de la C4critu ra paleohispánica~.
EstuJi.Js soJm Uno, Sevilla, 1.989.
u A. T011AR: •Estado actual de los estudios ibEricos•. DipuJaci6n Provincial, HI»MM.)I 4 D. FlddJer, Valencia, 198...
" Con..., Ops. eil. notas 2 y 10.
u L . Bu.ttOCAL: .una n ueva aportación al estudio de las estelu y escritura p~:erromana d el Suroeste peninsul ar•. &/. A.so~. &p.
bligos áe la Art¡utOk>g/4, 21, Madrid, 1985.
L . Buaocw.: •La l~a de Capote ( Higuera la Real, Badajoz)~.
A.E. A. , núm. 155/156, Madrid, 1985.
11 J. UKnutwANH : ..Lenguas y wúdadcs polrticas del suroeste
hispánico en época prerromana.o. !), 7Uti#M 4 ~. Viena,
~85.
D . .B. BuoHAMAN: 1M Dtcipllmnntl 11.1 Sowhwut lb"". Vi.c nna, Va.
[page-n-321]
COMENTARIOS SOBRE ESCRITURA Y LENGUA rBÉRlCAS
1991. Considera las inscripciones del S.O. ponugEs entre el 100 y
200 A.C .
Hoz: Op. r:it. nota 2.
E. CUAoiWlO: La rvcrdpolis iblriea d4 El CigamJija (Mul4, Murci4). Bibliotbeca Praehistori.ca Bispana XXIU, Madrid, 1987.
u
"
n E. Lt.oui'.IOAT: •Los graffiti en eseritura greco-ibüica y pú·
nica de La UleUt dclJ Banyets, fll Campcllo (Alicante)•. ArclWJo d4
Prtltis~Mi4 LlaatdÍM, XIX (Homenaje a D. Fletcher, vol. 0 1), Valencia, 1989.
• A. Bu.:n.<.o: •Las monedas i~riau y aus inacripciones•. Actas J()' A11iamarilt tU Úl Auc. Esp. Amitos tU Úl Arq.-f#g/4
(23/25-[l[-1979), Madrid, 1981.
., F. Pro.: •LÚDiJl& cc1ti~ric:a de bronce bailada en el tErmi·
no de Luup, partido judicial de Sigüenzao. B.R.A . Rír~Mi4, n, 35,
Madrid, 1882, donde transcribe la c:arta d o Zóbcl de Zangroniz con
la valoración de los signos ibéricos.
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" J. BuoUA: lA ptÍftlilioo 1#1!¡114 iblrita. Zaragoz11, 1978.
J. BAc~IIH: Obwis tU 'lUIUSoJ. EfJÍirrJj{4 lurdt/4114 .J bl1ita mubaht.
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C. IAo.a S~~UA-'<0: 1& dlscubri J mi.stni4 M ~ .J su ~· ihno.}ntiritJ. Ciudad Real, 1983.
HJu..o! Op. ciJ. nota 3.
, P. A.'«Krf: ..Pnur une lccturc affmEc de l'alphabct ibereo. Ar·
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3U
[page-n-322]
[page-n-323]
H enri
G mTER
*
...
IBERE ET MINOEN
Depuis assez longtemps, nous avions préparé artisanalement un index alphabétique des formes qu'il
était possible d'cxtraire des inscriptions ibériques. Notre document de base avait été le lexique dressé par A.
Tovar, Jcxique que nous avions cu soin d'enrichir au
fur et a mesure des nouvelles découvertes d'inscriptions ibériques, dues particuüeremcnt a l'activité du
&ruido de lrwestigacüín Prelúst4ric4 de Valencia, dont les
trb nombreuses publidltions se succedent a un rytbme
rapide•.
Nous comptions utiliser cct indcx pour diverses
études, lorsque nous en aurions le loisir. Mais la publication d'un index du lin~aire A', concu de la meme
fa~on, bien que réalisé par ordinatcur, nous a donné
l'idée de confronter les deux listes.
Celte confrontation ne semble pas absurde, si l'on
se réfere au cootexte historique. Vcnant de la Méditerranée orientale, les Iberes ont atteint le sud de l'Espagne vers le xvc siec.le•. C'est aussi l'époque ou la
vague achéenne ateignait la Cr~te, et elle a pu provoquer un déplacement de population . .En ce qui concerne l'écriture, A. Tovar avait déja envisagé cette hypothese: .. Nous savons que les écritures appelées ibériques
• Univertit6 de Montpellier.
descendent du systeme syllabique qui se flXa en Crete
durant le [Jc milléoaire, mais nous savons aussi que
bonne part des signes ibériques, la m ajorité d'entre
eux, procMent de formes graphiqucs grccques et phéniciennes, telles qu'eUes s'employaient durant le vrr~
siecle au plus tard").
La comparaison des deux systcmcs graphiques pose
quelques problemes, qu'il faudra essayer de résoudre.
1.0 Le systeme ibériquc n'cst syllabique qu'en ce
qui concerne les occlusives. Mais il ne retient que l'opposition de point d'articulation des occlusives. et non
l'opposition de sonorité. Nous avons done 15 signes corrcspondant ~: ha, be, bi, bo, bu; la, te, ti, IIJ, tu; lal, kt,
ki, /ro, ku . On translittere généralement la labiale par
la graphie de la sonore; la dentale et la vélaire, par des
graphies de sourdes et de sonores, le plus souvent saos
motü particulier de choix.
En minoen, la labiale est seulement notée comme
sourde. La dentale distingue l'opposition de sonorité t
et d. la vélaire n'a pas de notation de sonore, mais dewc
notations de sourdes le et q.
La confrontation des deux syst~mes ne pourra évidemment se réaliser que par la seule distinction des
points d'articulation, c'est-a-dire en adaptant le systeme minoen au systeme ibere.
313
[page-n-324]
H. GUITER
Vocalisme
Consonantisme
a
e
i
m
o
289/160
243/ 86
108/226
126/148
58/126
2/ 98
28/120
217/ 18
83/ o
1021102
140/ 63
56/ 57
0/ 40
34/4-7
259/120
93/ 56
152/179
85/ 99
291114
3/ 81
39/ 60
Thtaux
854/964
632/327
32/ 38
25/ 13
0
occl. labiale
occl. dentale
occl. vélaire
spirantes
Pourcentages
u
Totaux
Pourcentages
87/16
441 8
23/37
42/14
26/ 7
0/ o
3J14.
1111 54
6/ 34
57/136
62/114
14/ 56
0/ 11
2/ 41
963/368
469/184
442/680
455/438
183/360
5/230
106/282
371
18/
17/
17/
7/
0/
4d
660/709
225/96
252/446
2.623/2.542
25/ 28
9/ 4
10/ 17
100/100
2.0 Les fricatives et sonantes, s, m, n, l, r, w ont
en ibere une graphie alphabétique ct non syllabique.
Elles pourront done se trouver en position implosive,
et nous aurons des syllabes fermées.
En minoen, au contr~, les fricatives et sonantes
n'ont qu' une graphie syllabique, si bien qu'una syllabe
ph.onétiquement fermée apparaitra ouvene, l'élément
implosif étant obligatoirement affecté d'une voyelle paragogique. La présence d'une telle voyelle ne doit done
pas emp~cher la comparaison.
3.0 On admct que le r ne peut jamais 8tre initial
de mot en ibere. D en est ainsi en basque, et, par
ailleurs, les phrases iberes ne commenceot jamais par
ce phoneme. Nous avons done évité toutes les coupures
de groupes, qui auraient abouti A un r en posidon initiale.
En revanche, le minoen ne possMe pas de l . D
se pourrait que ce ph.oneme eut fait l'objet de rllotacisme, colil.Jne cela s'est produit en hasque pour le
l intérieur (ili>ira) ou en roumain (gula>gura); mais
nous ne nous aventurerons pas dans ce type de reconstruction.
4.0 L'ibere note deux sortes des, no.n saos confusions fréquéntes6 • n semble qu' il s'agisse des deux sifflantes sourdes norées s et z par le basque, !'une apicoalvéolai.re (s de l'espagnol et du catalan), l'autre
dorsoal~olaire (s du francais).
Le minoen a deux sifflantes notées s et z. Nous
groupero.ns ensemble toutes les sifila.ntes, faute de conn:Utre exactement les caracteres de chacune.
5.0 On note souvent w le signe ibérique ayant la
forme d'un Y majuscule, mais sa val.eur est inconnue
et fon discutée'. Nous ne le ferons done pas intervenir; et nous ne ferons intervenir que les phonemes du
minoen ayant correspondance en ibere. Et, bien entendu, nous sommes amenés a laisser de caté les termes
minoens de phonétisme non identifié.
Ges réserves nous amenent a ne retenir que 2.542
entrées sur les 3.048 de la liste minoenne, et 2.623 entrée~ sur les 2.803 de la liste ibere. Les effectifs étudiés
sont sensiblement équivalents.
314
o
15
7
27
17
14
9
u
100/100
Nous pouvons rassembler en un tableau les effectifs correspondant aux diverses syllabes initiales. Nous
les indiquons daos l'ordre ibere 1 minoen.
Ce tableau appelle quelques observations.
D'abord au point de vue du consonantisme. La fréquence relative des occlusives vélaires est la meme daos
les deux langues.
Celle des occlusives labiales est beaucoup plus élevée en ibere qu'en minoen; mais nous constatons que
m est presque absent en iberc, tandis qu'il est assez
bien représeoté en minoen. Or les emprunts latins ou
romans du basque nous montrent une confusion fréquentc des occlusives labiales nasale et orale•: beaza
(minada), beduin (medicinu), bolu (1TWlinu), magiq. (uagiM),
mañu (baño), etc...
Si pour chacune des langues nous faisons la somme des fréquences relatives de p, b et m, oous tombons
sur des nombres, sinon égaux, du moins d'un ordre de
grandeur analogue.
Pour les occlusivcs dentales la fréquen..ce relative
du minoen présente une écrasante supériorité sur celle
de l'ibere. Ici, l'adjonction des éléments relatifs a la
nasale dentale, ou mbne aux spirantes alvéolaires,
n'apporte aucune correction, mais, au contraire, creuse encore le fossé: 52% des syllabes minoennes débutent par une dentale ou une alvéolaire, contre 28% des
syllabes iberes. Cette énorme différence est a peu pres
inversée si nous considérons le consonantisme 0, c'est
a dire la
présence d'une voyelle
a ]'initiale
absolue:
37% en ibere contre 15% en minoe.n. Elle pourrait
s'expliquer par un amuissement de dentales initiales en
ibere. Si nous comparons au consonantisme basque, «il
est notable, d'autre pan, que 1- et d- n'apparaissent
presque pas daos le lexique basque, si ce n'est daos des
emprunts, des termes expressifs, et des formes verbales
définies»'. Par ailleurs, le n intervocalique de.s emprunts latino-romans est caduc en basque, ce qui diminue sa fréquence initiale lorsqu'on pratique une segmentation.
Au point de vue du vocalisme, nous constatons
que e et o soot plus fréquents en ibere qu'en minoen;
[page-n-325]
I'BERE ET MJNOBN
au contraire, a, i, et, surtour, u sont beaucoup plus favoris~s par le minoen.
Si nous calculons pour les deux langues nos param~tres vocaliques•~, nous treuvons les valeurs:
60.r - 24) • IOz
2.S82
L818
l
'
-3
- 7
i!Xn:
minoen
19
21
Le paramhre x, relatif ~ J'avancement du point
moyen d'articulatioo (oous lui connaissoos des valeurs
dispers~es de - 28 A 60) est assez ~lev6 daos les deux
cas, mais surtout pour l'ib~re. Ce qui abaisse sa valeur
pour le minoen, c'est l'é16vation de la fr~quence relati·
ve de u. Or, il appara.lt que dans les termes qu'il a en
commun avec le 1in6aire B, le lin6aire A présente souveot u au lieu de o": diáeru/did4ro, Jw.sarulkasaro,
k4rulkzro, etc... Cette tendaoce ~ la fermeture de o, ou
peut-etre seulement ~ la notation par u d'un o saos
doute ferm6, peut expliquer la difl'érence.
Les parametres y et z, respectivement rclatifs ~
l'accumulation des réalisations vera le milieu de la bouche, et ~ la Jabialisation, différent trop peu pour etre
significatifs.
Les valeurs du trinome 60x - 24y - 10z, sur lcsquclles est basée la répartition des langues en trois groupes, placcnt l'ibere et le mínocn dans le groupe A (valeurs supérieures A 1.770), en compagnie des laogues
germaoiques et celtiques, du turc, du chinois, du frao~ais, etc. .. , alors que le basque et les langues romanes
méridionales se situeot daos le groupe B.
baitt(lo)
bulbw
bm
han
bari
bwr
bua
bui
-O(H)
lict
lip
lida
biro
bix
boa
bu ti
batJq¡Dt
püt
cea
linai
ijsa
pisa
láu
dua
púe
pa
1m
&m
taac
lae
111
qu
lela
ttti
adu
-¡j (12 L)
-di p()
daba
-!t(IH) -«<-It (l8 f.)
dDa
Ita
dutJ
~
du
~
le
-t1l (4 f.)
Cllt.l
pla
a
da
brui
-dal-ú(4H)
Usa
-1b (10 l)
dlla
bit
-hl-qt(!!f.
t.di
IJ¡ii
dJb
qcpi
daca
qcb
di«
daqtJtaktJtJqe
up
daki
qdu
dadaldatu
leda
dadu
die
hri/qdi
dae
•
pW
-PPl)
piki
pit1
pite
pitiat
piu
bite
bidia
&OC
OJia
le
~
-li (22 f.)
IW
kh
d&1
tuAu
-GIHI par.
.,.
tuldart
irt
izo
-is (H)
-ii ~f.)
-o&(H)
-ua (~t)
!Ji
cbiiUi
tl.uw\w
~
irt
izo
toqe
uha
duda
IICct
Dapa
aaqc
Dltt
Qllt
ll1li
ui
uaú
diiDi
dun
ltC1I
ltb
bite
dui
dmltura
dure
-«te
dai
clcch
dais
-id(
dm
lito
II.IILl
IW
llti
dw/buv
-te (lD L)
-ac (23 L)
m
dm
cpr
Um
m
m
Clt
t1C
utt
IC!t
teR
tao
do
ele
a
dilli
-i61-ti(6S(,)
jb¡
ipa
IÍ
ibi
ipi
dipJ!ipa
tQ
iU/iq1
tita
tice
dibhib
lih
diiltili
cfiliK
dilo
ilahita
dídtH!tAilt
lfiDchiu
il:c
in
i&i
"
idJ
ili
ib
ib
idafl!i
ilt
~
-nip l)
nia
Di6
ciJu
ain
-no pt)
l!lli
o
aai
ci
-DÍ (!ll)
bDa
Passons maintenant a l'énumération des coincidences lexicales coostatées entre les deux listes.
tdt
!di
b
-ri(IH)
• ••
tcgi
~
énltin
m
i1i
idoli!D
idl
ocle
ott
IÍ!o
diroltUo
tu
oti«
Olllt
tú
llki
llll
iu
ino
sene
tmi
ino
sene
tmi
m.
-i (l9l)
ia
sib
sidílili
-u~ f.)
SUDi
-ul-za ~H.)
mi
$1111
l1ll1
1tct
b~
apa
.n
aa
aar
¡pn
ab
abra
ad1
asibvr
ab
ada/11a
ll'lira
1111
U1l
m
-ba (18t)
Dláfol&i
lll
ICD
baliD
-pa(21l)
pW
pab
pada/pall
plk
pli
bai
pal
bai~
paili
biCI
bmlharh
blrt
2ft
llihtt
tip
tico
I!Í
llfihti
IÍlar
¡IÍJ
mh
tidc
tiDc
lira
•
-adin
1112
011
bUi
00
0011
aduht1
aduro
pili
pu
Pll1
-ap7l) -a/-qa(SH)
bla
bpa
acal
tpqW
bb
bta
btaDe
bri/qldi
biu
m
m
u:
1St
doi
&iri
bli
¡¡&i
ptl
&itu
cite
citctc
pi
pa
pe
p
gii
-a~ (H)
tCII
ÍQ)
io
kidalkill
ati
kidml
kideAitt
1itut
liil\ili
killl
swb
m
ai
-si(H)
kiDe
bu
kili
-lo (H
IU
sart
IIIÍ
•
-«(H.)
-.(ll l)
ICU
tuWmqa
ICtt
IWIÍ
ui
aiia
niri
DiDa
nirt
-coQt)
upi
o
OC1
ob
Gtl
011
ICt
uqe
UQII
mua
1111
•
.w.u
ltaro
acle
ut
ICii
•tia
adiluli
ICfimi
waia
un
- un
315
[page-n-326]
H. GOlTER
En conséquence, sur 2.623 formes de l'ibere et
2.542 formes du minoen que nous avons confrontées,
222 présentent d'étroites analogies, ou m~me sont
identiques. Le jeu du hasard suffit-il a expliquer ces
coincide.nces?
Pou.r essayer de répondre a cette question, nous
avons fait l 'expérience suivante. Dans les
diotionnaires12 de trois langues ad:ministratives dont
les juridictions confwent avec celle du francais, J'espagnol, l'italien et l'allemand, nous avons choisi des
pages au moyen d'une table de nombres a u basard, jusqu'a ce que le total des entrées rencontrées dépasse
deux mille pour chaque langue. Parmi ces entrées,
nous avons noté celles quí étaient homograpbes d ' un
mot francais; par cxemple, le substantif francais .. ver~t
est homograpbe de l 'inrmitif espagnol oer • voir»; l'infinitif francais francais «donner» est homograpbe du
substantif allemand Donner «tonnerre», etc...
Nous avons ainsi trouvé 34- homograpbes
espagnols11 sur 2.087 entúes; 37 italiens" sur 2.006;
28 allemands', sur 2.070.
Ces nombres d'homographes sont du mSme ordre
de grandeur; nous pouvons cependant vérifier par le
test de Pearson si leurs écarts sont significatifs ou ne
le sont pas.
&rtJgrapl¡ts
Ntm /mrqgapkr
2.053 (2.053)
1.969 Q.97-i)
2.0+2 (2.037)
6.064
2.087
2.006
2.070
6.163
Espagnol
Italien
Allemand
Totaux
2
X
-
fran~aise.
Si nous confrontons des homographes de l'anglais
aceux de l'espagnol, de l'italien et de l'allemand, nous
trouverons ccrtainement une incompatibilité totale des
mécanismes d'apparition.
r1.
Ta~~w
3+ (3+
)
37 (32)
28 (33)
99
Uhypothese nulle supposcrait un X 2 inférieur a
3,841 (1 degré de liberté). La tres grande valeur que
nous trouvons, signifie que le mécanisme d 'apparition
d 'homographes entre fran~ais, d 'une part, et espagnol,
italie.n ou allemand, d'autrc part, ne pcut en aucune
fayon servir de modele pour expliquer l'apparition des
h omographes beaucoup plus nombreux entre ibere et
minoen.
Dans les langues voisines confrontées avec le francais, nous n'avons pas envisagé l'anglais. Nous y venons maintenant . Toujours avec une table de nombres
au h asard, nous examinons des pages d'un dictionnaire
anglais 16 ; ici notte conecte d'homographes du francais
devient surabondante: 264- homographes sur 2.002 entrées. Nous en donnons une liste partielle11, mais suffisante pou.r manifester que les homographies dues aux
caprices du hasard, comme if, IU, etc ... , sont noyées
daos une masse de mots francais, imponés en Angleterre dans des circonstances historiques bien connues, en
m~me temps qu'une population normandc de langue
-jt + -H- +
*
+
2ir . o,78+0,76+0,0I+O,ot-1,56
11 suffirait que le X 2 rut inférieur a 5,991 (2 degrés
de liberté) pour que la distribution ne fllt pas significati·
ve. Done les nombres d 'homographes ont cet ordre de
grandeur moyen entre des langues géograpbiquement
voisines et de parentés plus ou moins lointaines.
On voit immédiatement que le nombre d'homographes est relativement beaucoup plus élevé entre ibere et
minoen. Comparons·le cependant par la méthode du X 2
aux homographes entre francais et langues voisines.
Anglais
Esp.ntal.IAilem.
Thtaux
xt
a
NM -
~
lrmi!Jgr~
Fran~s/voisÍJU
lbere/minoe:n
Totai!X'
x2 t5.B76
_
99 (225)
2.22 (96)
321
6.064 (5.938)
2.401 (2.527)
U65
15.876 15.876 15.976 ..
242
225 + 96 + 5.938 + 2.527
316
6.163
2.623
8.786
'JQ(Qu
2.002
6.163
8.165
30.m + 30.625 + 30.625 + 30.625 -m
sr 21r
lJif
mr
Cette valeur est encore beaucoup plus grande que
celle trouvée en confrontant les convergences ibérominoennes a celles du fran~ais et de ses voisms continentaux.
On peut avoir la curiosité de comparer les convergences ibéro-minoennes aux convergences anglofrancaises.
HDfMgrafil¡es
IhCre/Minoen
&rtrJgra#tes
264 (89)
99 (274)
363
Non ÑlrNJgap/la
1.738 (1.913)
6.064 (5.889)
7.802
Anglaia/Fran~ais
Totaux
222 (276)
26~ (2!0)
i86
&. lrnwJgr.plvs
2.401 (2.347)
1.738 (1.792)
U39
1b/4w:
2.623
2.002
U25
2.916
2.91
6 2.916
2.916
X2 a"110 + 2JO +"'f.ID" + T.'1gf • 28
Les deux d istributions sont assurément incompatibles. Mais la valeur 28 du X 2 est bien loin des va·
leurs 24-2 ou 477, que nous avons précédemment trou-
[page-n-327]
mERE ET MINOEN
vées. n ne faut pas perdre de vue que les inscriptions
ibériques ét(udiées sont postérieures de pr~s d'un mi·
llénaire a l'arrivée des Iberes en Occident, tandis que
le fran~ais a gardé en Angletcrre le caractcre de langue
officielle jusq' a la fin du xrv· siecle; «toute une littérature, dite anglo-normandc, done de langue fran~aise,
se développa sur le sol anglais. Elle atteignit son apogée a u X ni• siecle.".
Une possibilité d 'apprécier la valeur de cette derniere explication s'offre a nous. Le coefficient de conservation du vocabulaire fran~ais par l'anglais est proportionnel a 26412.002; le coefficient de conservation
du minoen par l'ibere sarait proportionnel a
222/2.623. Le rapport de ces deux coefficients est de
(264 X 2.623)/(2.002 X 222) -455.
Or nos recherches sur la glottochronologie19 nous
ont amené a faire correspondre a chaque date un coefficient K représentant le pourcentage de vocabulaire
conservé en commun par deux langues depuis cette
date jusqu'a 1900. Ce pourcentage ne s'applique qu'a
une liste de cent mots fondamentaux; aussi ne
rechercherons-nous que des rapports de coefficients.
Pour 1400 (Av. J.C.), K ... 0,38; pour 500 (Av. J.C.),
k-0,60. Entre ces deux dates, une langue conserve
done 0,38/0,6-0,633.
Pour 1400, K - 0,975; pour 1900, K - 1. Entre ces
deux dates, 0,975/1-0,975.
Or, le rapport des dcux cocfficients de conserva·
tion 0,975/0,633 =1,54. Malgré l'hétérogénéité des matériaux mis en jeu, la concordance est bonne; c'est
peut-~tre l'effet du hasard, m ais le résultat est tout de
m&e curieux.
Aussi bien l'ibere et le minoen que l'anglais et le
fran~ais, ont un. quantité d'homographes communs,
e
qui dépasse tres largement et de facon significative ceBe que l'on recontre entre des langues géographiquement voisines et de meme origine, mais ayant eu des
évolutions autonomes. Nous savons que le fran~is a
s
été introduit en Angleterre par une arrivée d'élémentfrancophones; il est tentant d'attribuer une action du
meme ordre A l'arrivéc des éléments iberes en
Espagne20 •
D nc s'agit la que d'une hypothcse que nous
n'aurions pas envisagée, sans la translittération du linéaire A par J. Raison et M . Pope; elle nous a fait apparaitre immédiatement trop d'analogies avec l'index
de l'ibere que nous avions dress-é, pour ne pas éveillcr
l'idée d' une comparaison des deux listes.
z Servicio de 1Dvntiguci6o PrehUt6rica, C/. Corona 36, Valencia +6003.
, J. ll..uao11 et M. P ots: •Lé vocabulaire du llnEaire A en
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1939. P. RovtD& et A. l.Acolfn: N11VDt4u di&titmrunrt íJ4iint4'r~ou. Pa·
ria, 1936. A. Praouwu: Delllsch-FmmJsis~hu Mrlnbudt. Bordeawc,
s.d.
u Durable, duramen, puasol, cortical, anenal, arsenical,
amovible, mu, imaginable, iman, imberbe, imitable, impalpable,
grande, capital, caporal, capote, cendal, forcep11, forcir, fonnable,
formol, C
orte, palí, estoque, ventral, ver, canapE, ca.odi, candiotc,
contralto, m~dium, Sépttntrional, pectoral.
,. Tropicale, t:rust, tu, elle, natale, consolantc, consolc, consonante, arrogante, uipulante, cannibale, cale, calice, calmante,
conc.iliante, conclave, concomitante, ~odiacale, :r.ona, curule, cuspide, cu.rode, llominale, non, nord, noria, normale, longitudinale, loquacc, lord, loto, bava, vendetta, militante, imprudente, impudente, rude.
., Ersatz, di.k tat, dom, donncr, don, dose, bart, hase, halle,
ballast, bande, bar, base, je, pute, quartier, queDe, quitt.e, quotc,
friseur, stand, leitmotiv, loch, loa, lot, meue, met, mette.
" Tb. M.Act.AGAJ~: The Royal Englis/1 Diaünoary. London, s.d .
" Stagnant, stagnation, stalagtite, stalagmite, stancc, ir, ignition, ignoble, ignore, .ignoran!, ignorance, illative, harangue,
hare, harem, haricot, brunette, brute, brutal, budget, avcnue, averse, avenion, titan, titillation. tocain, ossifícation, ostensible, o!tentation, ottoman, oublierte, bey, hible, mastic, manication, mat, matador, match, mate, oí(ensive, ogre, Jibertine, licence, lichep, líe,
curable, cunive, journal, jovial, jubilant, jubilatian, j udicature,
portion, ponrait, pose, poser, position, positive, possesaioo, posses·
sivc, possible, injlln:, injustice, innavigable, innoccnt, innocencc,
innovation, tabernacle, table, tablature, tableau, tabouret, tact, tactile, crescendo, a:est, a:c:vasse, crime, crinoline, etc...
11
F. Moo!lt: Esguisst J'un~ loi.swir• df 14 1411g!U a11gltUst. Lyon,
1947, p. H .
" H. Gurru.: ·Glottochronologie et hngues occidentalea..
CoAins M l'lnsliJuJ ü Li11gvistigru df Lou1111ill, 1977, 2, p. l. •A propos
de glottochronologie•. CoAins df l'lnstillll M Lit~guiniqw M LoiUIIÚII,
¡977, 3-~, p. 3. •Encore la glottochronolo~e-. Ca/Uns M l'ltaStiJut ú
Linguutit¡IU tl4 r-~~~~;,. 1979, 5- ~. p. 3.
29 La comparaison de eéqucnce. de pbon~mes, qui ne sont
pas forcEment de• mota au tonomes, favoriserait l'ibere et le minoen;
maia le fait de comparer le. langues modernes A la totaJit¿ du voca·
bulairc: francais joue Evidemmcnt en sc:ns invene.
NOTES
1
A. Tov.... : •L6Uco de las inscripciones iMricas•. ln Es1u.c&s
d#di&IJIIM a Ml'tliruUz Pitlal. Madrid, 1951, li, p. 287.
317
[page-n-328]
[page-n-329]
Carmen
ARANEGUI
GAseó*
,
~
UNA FALCATA DECORADA CON INSCRIPCION IBERICA.
JUEGOS GLADIATORIOS Y VENATIONES1 •
Javier DE Hoz**
,
ESTUDIO EPIGRAFICO
En su investigación sobre la cultura ibérica Enrique Pla realizó una aportación fundamental al describir e interpretar el instrumental de trabajo (Pu,
1968: 143-190; 1969: 306-337) y tengo constancia de
que su intención fue la de abrir una Línea de estuclio
tendente a la valoración de la economía ibérica que
compensara la excesiva consideración de los iberos
como guerreros derivada del estudio de sus armas
(SANI>Atts, 1913: 27-54; CABRt, 1934a: 5-11, y J934b:
2-18; Coo~u..~~r..n, 1956-57: 167; GA.RcfA DE u CHtcA,
1957: 309-321). Las circunstancias han querido que
con ocasión del homcn.aje que le dispensa el S.LP. pre-
seme unas piezas de armamento sobre las que trataré
de incidir desde un punto de vista ajeno a la táctica bélica, en memoria de un gran maestro y buen amigo.
En 1986 la Dirección General del Patrimonio de
la Gcncr alitat Valenciana adquirjó a Diia. Amalia Giménez un lote de armamento ibérico compuesto por
una falcata doblada y por un mango de caetra, presentado como un hallazgo casual ocurrido en la vertiente
del Castcll de Sagunt, según el expediente. Averigua-
• Opto. de l'rehi1toria y Arqueología, Universitat de Val~ncia.
•• Opto. de Filología Cl¡úiea, Univel"'lidad Co..mplutense.
ciones realizadas en 1988 y 19891 plantean serias dudas acerca de la exactitud respecto al lugar de hallazgo
de estas armas cuya autenticidad, si,n embargo, no puede ponerse en C\lestión. Por ello el conjunto, ingresado
en un primer momento en el Museo Arqueológico de
Sagunt, ha pasado a ser depositado en el Museo de
Prehistoria de la Diputación de Valencia, contribuyendo a enriquecer sus valiosos fondos de arqueología
ibérica.
Previamente la falcata había sido objeto de limpieza y consolidación parcial por parte del restaurador M.
Peinado q1,1ien confli'llló verbalmente la dificultad de
estabilizar la falcata y la necesidad de ejercer un control constante para corregir cualquier proceso de oxidación que, con seguridad, iría presentándose dado el
estado en que Ja pieza había llegado a manos del especialista. En relación con el mango de escudo (1ám. I),
no fue posible realizar ningán trabajo de restauración.
La falcata es s.i n reservas un ejemplar excepcional
(lám. Il) que conviene documentar y exponer a la con·
sideraci6n científica.
Presenta una empuñadura cerrada de una altura
máxima de 11,5 cm. por una anchura máxima de
5,5 cm. en la que se observa un orificio para la sujeción
de las cachas, con el hueco central de unas dimensiones
319
[page-n-330]
C. ARAN EGUI GASCÓ
. ·
-------
~-
Fig. 1. - Fakala fÚCQrado.. S.l .P.
320
[page-n-331]
FALCA'tt\ DECORADA CON !NSCRIPCION mÉRICA
máximas de 6 por 3 cm.; la base de esta e!llpuñadura
está reforzada p or un pieza en ángulo recto que confiere resistencia al sector recayente hacia el contraf!lo
donde se apoyaba el pulgar. La hoja tiene una longitud
de 60 cm. con una anchura máxima de 6,8 cm. en su
inicio, de 3,5 cm. en el estrechamiento de la primera
c.urva, de 6 cm. en el ensanche de la segunda curva y
de 3 cm. por encima deJa punta, cortante por todo su
perímetro. El grosor del contrafilo oscila entre 1 cm en
la parte superior, 0,8 cm. en el punto de inicio de la
curva y 0,3 cm. en la parte central. La hoja muestra
acanaladuras del tipo 2 de Quesada (1988: 275-299),
de sección redondeada cuando son estrechas y cuadrangular cuando son más anchas, que arrancan de la
parte superior de la hoja con un diseño en V, recorren
toda la parte gnresa de la misma ensanchándo~e en el
tercer ~uarto donde la hoja es más amplia; el óltimo
cuarto de la hoja está libre de ellas. El contrafilo ostenta, asimismo, dos fmas acanaladuras en su mitad superior.
La hoja conserva su decoración (fig. 1), lograda
mediante troquel y embutido de plata (Nmro y EscAL&RA, 1970: 5-29) y dispuesta de manera idéntica en su s
caras anterior y posterior, si bien se aprecia mejor en
una de e1las dado que la falcata está doblada. En paralelo a la base de la empuñadura (lám. Ill) se ve una banda
decorada de 3x1,5 cm. compuesta por un tallo en zigzag con hojas de hiedra simples encontradas enmarcado
por un m ete limitado por trazos perpendiculares, una
banda y un segundo filete como el primero. Fuera de
este esquema, hacia el fJ.Jo, se observan restos de una
hoja de hiedra acorazonada y un tridente. En sentido
vertical (lám. IV), subrayando el diseño de las acanaladuras, aparece una banda de roleos simples seguida por
otra de triángulos encontrados a ambos lados de una línea en zig-zag, con los pequeñísimos trazos perpendiculares como lúnite. En el ensanche de la boja, una nueva
banda se sitúa del lado del dorso de la espada, consistente en u:n tallo en zig-zag con dos hojas de hiedra en posición divergente partiendo de los vértices, y las dos teorías se cierran mediante un trián.g ulo isósceles con hojas
de hiedra en su interior y tridentes divergentes hacia el
exterior (lám. V). El contraftlo, en su sector de perfil
plano, estuvo también decorado con una cenefa de roleos limitada por filete con trazos, que deja libre el tramo en donde se sitúa la inscripción ibérica que está grabada a buril (lám. VI).
·
El emblema decorativo principal se encuentra en
el inicio de la hoja y consiste en la representación de
un león en posición de ataque enfrentado a un jabalí
agazapado sobre los que se posan cuatro aves con la cabeza vuelta, una sobre la melena del león, dos contrapuestas entre ambos animales y la cuarta tras la grupa
del jabalí.
Este tipo de vtnlltw idealizada entre dos animales
salvajes, tiene un posible antecedente en las decoracio-
nes de peine.s de marfil y cajas de hueso hallados, por
ejemplo, en La Cruz del Negro o Acebuchal (BLANco,
1956: 3-51), aunque su estilo y composición sean, lógicamente, distintos. Un jabalí es devorado por un león
en una secuencia de la pátera más decorada de Tivissa
(GARofA y Bauoo, 1953: 229 y ss.), pero donde el enfrentamiento entre dos animales, tal vez león y ciertamente j abalí, queda más patente es en el bronce de
Máquiz (Menjíbar, Jaén) (AwAORO, 1979: 176-184-,
fig. 1, lám. IV). sobre las piezas que corresponden al
recubrimiento del extremo de las lanzas de un carro,
en actitud similar a la que se aprecia en la falcata. El
más fuerte de los carnfvoros y el herbívoro más fuerte,
súnbolos indiscutibles de invulnerabilidad en todo el
Mediterráneo', tuvieron, pues, una significación e.n el
mundo de las imágenes ibéricas. El enfrentamiento entre león y jabalí se utiliza, por otra parte, en la decoración de sarcófagos etruscos del taller de Tarquinia en
el período del siglo IV al 11 a.C. (BIANORI-BANDINllLLI y
ToRReLu, 1986: núm. 130), con un significado evidentemente agonístico. El motivo de la hoja de hiedra formando un tallo serpenteante está bien documentado en
las decoraciones cerámicas ibéricas a partir del si·
glo m a.C., as{ como el de Jos roleos; las aves sobrevolando el emblema, recuerdan las que se observan en un
kalatlws del Cabezo de Alcalá de Azaila (CABRa, 1944:
67-68, figs. 4-7 y 52, lám. 33), si bien, como los tridentes, constituyen un tema presente en una de las secuencias del monumento funerario de Pozo Moro, cuya decoración se interpreta como la plasmadón de escenas
de carácter mitológico (At.M.AC::RO GoR.BEA, 1978: 255 y
ss.).
Lcnerz de Wilde (1986: 273-280) considera la decoración de las falcatas ibéricas céltica en su estilo, si
bien sería preciso disponer de cronolog!as ajustadas
para poder determinar la prioridad cronológica de las
armas decoradas, y ampliar las nociones de los recursos ornamentales ibéricos y célticos, respectivamente,
para contrastar su opinión. En lo referente a la Península Ibérica, la falcata se presenla primero en ambientes ibéricos, aunque el caso de las piezas decoradas carezca, por el momento, de una estricta fechacióo . Para
eJ arma que e.s tudiamos, el complemento de la inscripción ibérica asegura que su artffice1 o bien su destinatario, fue un ibero.
La profusa decoración confiere a esta falcata un
valor por encima del estrictamente funcional que se
une al de ser un objeto de ajuar funerario, deducción
derivada del hecho de presentarse doblada, constatado
exclusivamente en necrópoHs (SANDARs, 1913: 4-8; SoHOLR, 1969: láms. 73 y 75; VAQ.VliRizo, 1989: 233-235;
QuESADA, 1989: sep. 27, sep. 260; LoLUNI 1 1979: 55-79
para la necrópolis de Camerano, en el Piceno, etc.,
etc.). A pesar de que la ornamentación de las falcatas
ha debido perderse en un alto porcentaje de casos por·
que salta al exfoliarse el hierro por corrosión, los datos
321
[page-n-332]
C . .ARAN.EGUl GASCÓ
Fig. 2.-
•l'&.so diiDs gunnros•, Lllria. S.I.P.
Fig. 3. - &mbrtro áe eopa dll CabUA áel Tlo No (Are/una), M .A.N.
322
[page-n-333]
FALCATA DECORADA CON INSCRJPClON mÉRJCA
disponibles apuntan hacia la ausencia de elementos de
adorno en las piezas procedentes de yacimientos ubicados en el área ibérica comprendida al N. del Júcar
(fig. 9).
Hasta el momento, falcatas con decoración de damasquinado de plata sólo han sido examinadas en La
Albufereta (LENE.Rz DE W n.oE, 1986; 276, fig. 3), El Cigarralejo (CuADROO, 1989: 21), El Cabecico del Tesoro
(Qul!SADA, 1989: seps. 260, 332, 350, 373 y 409), lllora
(L!!Nnz Dl! W ILDE, 1986: fig. 3) y Los Collados de Al- ·
medinilla (NtBm y ESCALEilA, 1970: fig. 3), en donde
los adornos se conservan, sobre todo, en las piezas de
las empuñaduras y afectan a un 15% de ]as falcatas.
Predominan los enmangues en forma de cabeza de caballo cerrada, con acanaladuras divergentes en el
arranque de la hoja. La similitud técnica y la identidad
de algunos elementos ornamentales, induce a plantear
la atribución de todas ellas a un mismo taller. Obsérvese, por ejemplo, la empuñadura 4- de las falcatas de la
serie B de Cabré (1934b: 8-12); la delimitación de trazos paralelos de la falcata de lllora (Qu~, 1988:
lám. 11); las falcatas de la.s tumbas 1, 98 ó 115 del Cigarralejo (CuADRADO, 1987: 106, 231 y 251) o el jabalf de
la empuñadura de la falcata de la sepultura 260 del
Cabccico (icl Tesoro (Qu!ISADA, 1989: 174, lám. X), en
apoyo de esta propuesta. La cronologfa se revela, sin
embargo, amplia, iniciándose entre el 375-340 a.C. (sepultura 409 del Cabecico del Tesoro), con proyección
hasta las inmediaciones del 100 a.C (sepulturas 332 y
373 del Cabecico del Tesoro), en contradicción con la
uniformidad técnica de las decoraciones, lo que hace
sospechar bien sea de la datación de alguno de los contextos o la perduración de las espadas durante varias
generaciones hasta ser depositadas en las tumbas. Lo
que no puede ponerse en duda es su existencia desde
el siglo 1v puesto que se presentan en conjuntos cerrados de esta ~poca, como bien se ve en EJ Cigarralejo.
Articulando resultados de hallazgos antiguos y de
investigaciones recientes, se puede establecer el uso de
la falcata entre los iberos a partir del fmal (¿mediados?) del siglo v a.C., con un buen exponente en la
costumbre de depositar la panoplia entre las ofrendas
funerarias (MALUQ.UE.P. o.B M arES, 1987: 33-110 y 115-170
con ejemplos de fecha alta, sin falcatas), ajena a los há·
bitos de las sociedades de colonizadores que influyeron
sobre aquéllos. El vestigio que, por su ambiente, sugiere una mayor antigüedad es el de La Solivella (FLET·
oHRR, 1965: lim. XVI), fragmentario, aislado y único
en el contexto de esta necrópolis del S. de la Contestanía, proveen buenos ejemplos dentro del marco cronológico del rv a.C. Asf, la comparación entre dos yacimientos distantes escasos kilómetros como son la
necrópolis de El Molar (LLOJR.ECAT, 1972: 88-92) y la
de Cabezo Lucero (RoUI!.LAR.O y otros, 1990: 538-55 7),
revelan ajuares sin y con falcatas en un periodo en parte coincidente, algo más antiguo en la primera que en
la segunda, lo que plantea la atribución inicial de este
arma de origen greco-itálico a determinados grupos de
iberos y esclarece la evidencia de la diferente frecuencia de falcatas en las necrópolis ibéricas. En Cabezo
Lucero son los ajuares del 400 en adelante los que contienen falcatas, estando presentes en los del siglo v los
cuchillo afalcatados, que perduran. La representación
escultórica de un guerrero con falcata en L'AJc6dia
d'EUC (G.ucfA Y Bau.mo, 1943: 65-66, lám. VIll) confiere soHdez a La propuesta de la importancia de este
arma en la sociedad ibérica del sur contestano, al tiempo que se representación en los relieves del Cerrillo
Blanco de Porcuna (BLANco, 1987: 405-455; 1988: 1-27
y 205-234) en algunas unidades atribufdas a la facción
de los vencedores (NwuBRU&LA, 1990), no se revela, a
nuestro juicio, como un hecho meramente casual.
La aplicación de decoración a Las falcatas atañe
exclusivamente a las de la Penfnsula Ibérica (ZEvt,
1990: 166-170, n. 0 139/12), sobre todo a partir de la
mitad del siglo rv, aunque escasean los contextos cronológicos realmente claros referidos a las centurias
posteriores.
Al llegar al siglo m son las necrópolis murcianas
del Cigarralejo y del Cabecico del Tesoro las que po·
drlan dar mayor información aunque el conjunto más
claro es el de la .tumba O• de La Hoya de Santa Ana,
con falcata y sombrero de copa (BúNQUEZ, 1990:
275-276) si bien, a partir de esta época, hay documentación plástica complementaria para evaluar el significado de la falcata entre los iberos.
Dentro de la cerámica con decoración figurada del
estilo narrativo de Llfria (B11u.uru y otros, 1954-;
ARANllCUI, 1986: 123-128, y 1987: ll7-122), dos son los
géneros de escenas en los que la falcata está representada: las que se refieren a enfrentamientos guerreros y
las relativas a juegos gladiatorios y venatorios. Entre
las primeras ocupa un lugar privilegiado la del friso decorado del ocvaso de los guerreros» (fig. 2) que, con su
doble formación de seis jinetes precedidos de dos infantes -con falcaia, lanza y cinturón- enfrentados a
cuatro infantes en retirada con scrdum y soliferreum, ofrece un esquema táctico bastante ajustado al que se desprende de la lectura de los autores clásicos'; en él el
personaje principal es el •hoplita» con caaco rematado
en cimera, cinturón, lanza y falcata.
El sombrero de copa de cuello estrangulado del
Cabezo del Tío Pío (Archena) (fig. 3), recientemente
interpretado por Olmos (1987: 21), tiene una ilustración más compleja que entendemos corresponde a lo
que hemos llamado juegos gladiatorios y venatorios; en
él se yuxtaponen un enfrentamiento entre guerreros a
pie con scutum,lanza y falcata; un jinete lancero precedido de dos jabalfes y una lucha entre infante y jinete,
ambos con lanzas, es decir, tres modalidades de combate tal vez celebradas con motivo de las exequias de un
difunto; es una decoración en parte coincidente con la
323
[page-n-334]
C. AR.ANEGUl GA.SCÓ
Fig. 4.-
Fig. 5.-
324-
•Vaso d.t los e4btzOIIJs-, Lllria. S.l .P.
• Vaso dll eombau riJU41-, LUria. S.f. P.
[page-n-335]
PALGATA DECORADA CON INSCR.IPClON lBÉRlCA
del •vaso de los cabezotas• de Llíria (fig. 4). Indeterminada es la composición a la que pertenece el j inete con
escudo y falcata (Jám. VTI) que aparece debajo del borde de una pieza crateriforme procedente del Castro de
La Coraja en la pl."ovincia de Cáceres (Rtvuu1.o, 1974:
358-359, fig. 1, lám. 2, 1), aunque su plasmación en un
lugar secundario del vaso no parece apropiada para la
representación de una composición amplia.
Cuando la escenificación se acompaña de la presencia de músicos, el argumento en favor de su lectura
como juego competitivo cobra fuerza. La urna de boca
ancha de Llíria que fue denominada •combate rituaL.
en el que dos personajes se baten -con scutum y solift"~ y con falcata, respectivamente- al son de la tuba
y la doble flauta (fig. 5), mientras un caballo atiende
al lancero y otros parten, constituye la obra maestra ele
este género. La repre.s entación parece similar a la de
uno de los monumentos funerarios parcialmente recuperados bajo la muralla de Osuna (lám. VIII) (LwN,
1981: 190-193; ATENciA y B ELTllÁN, 1989: 155-167). Estos
juegos tienen también una manifestación interesante
en otro lebes de Llíria llamada de la «danza de guerrero
con falcata.. (MAESTRo, 1989: ñg. 52) en atención al
personaje que encabeza un desfiJe de hombres y mujeres cogidos de la mano (fig. 6) que no es más que una
parte de una .representación más copiosa eo la que no
falta un tuhicen y un guerrero que pona u na sítula ante
un individuo que aparece sen tado.
Los juegos venatorios tienen un buen exponente
en un vaso de La Serreta (fig. 7) en el que se alternan
animales heridos y jinetes coo dos infantes que se enfrentan con escudos, falcata y jabalina, mien tras una
aulista tañe la doble Oauta.
Son testimonios puntuales que hacen lamentable
la pérdida de las pinturas que vio Cabré en Galera
(CABRt, 1920; ABAD, 1987: 213), con escenas cinegéticas.
llustrado el gusto por plasmar estos juegos sobre
vasos cerámicos de los siglos m y u y la dudosa calidad doméstica de muchos de ellos, de capacidad considerable, observamos varias modalidades de lucha: entre hombre con sculum y soliferreum contra hombre con
falcata; entre hombre y animales, o entre jinete lancero
e infante con lanza. En ninguno de estos casos se puede
asegurar que los combatientes lleven casco metálico.
La confrontación entre dos animales, al mod o en que
se presenta en la falcata, sólo puede aventurarse a partir de un fragmento cerámico de plato procedente de
Elx (fig. 8), con j abalf y ganso (¿ave?), aunque tiene
buenos ejemplos en piezas metálicas. La hipótesis de
queJas urnas y vasos que aluden a enfrentamientos hayan sido piezas encargadas• para premiar a los vencedores o para formar parte del ajuar funerario del personaje en cuyo honor se celebraron los juegos -que, en
la lfnea de Jo expuesto, debieron tener una sede importante en &lefa-, sugiere la idea de que las falcatas d e-
coradas de las que tenemos noticia, siempre frágiles,
entren en la categoría del trofeo conseguido tras la demostración de la maestría en su uso, no estrictamente
en el campo de batalla sino en la confrontación entre
individuos adiestrados en su manejo como im mérito
educativo, reconocido especialmente por algunos grupos de la sociedad ibérica de Andalucía y Levante. En
este sentido es indicativo apreciar la dualidad entre caballeros e infantes con falcata, deducible de las decoraciones cerámicas ibéricas y presumible a partir de los
ajuares funerarios, anteriores a éstas, y, por otra parte,
observar cómo la falcata pasa a ser un elemento de
prestigio en manos de personajes con indumentaria civil, como ocurre en el caso de algunos exvotos en bronce procedentes del Santuario do la Luz, en Murcia
{Ml!IIGet.rNA, 1926), en tanto que el caballo se convierte
en un símbolo prestigiado por los exvotos del Cigarraleja o llurco (CuAvRAOO, 1952: 430 y ss.; R oolÚomz
01..1vA y otros, 1983: 751-768), si bien, con e1 paso del
tiempo, esta antigua falcata, ya extendida ampliamente
entre los pueblos celtibéricos -cuyas cerámicas también revelan el tema de enfrentamiento entre guerreros
(AA.VV., 1988: 100)- acaba estando presente en el
campamento de Cácer es e.l Viejo (BBLTRÁN, 1973)
(lám. IX) y siendo un emblema de la pacificación de
Hispania en el reverso de la emisión de P. Carisio, del
25 a.C. (lám. X), aquí con un claro sentido militar.
La asociación de falcatas con sus contextos ergológicos y artísticos nos sitúa ante la evidencia de que es
uno de los elementos de la Cultura Ibérica de más prolongada utilización puesto que aparece en manos de los
iberos durante alrededor de cinco siglos. Atribuir un
significado particular a esta espada no parece que sea
pertinente sin tener en cuenta la evolución de la sociedad ibérica. En esta línea se puede esbozar, para la fase
inicial, el ambiente heróico de su presencia en grandes
frisos escultóricos como los de Obulco (GoNZÁl.eZ NAVA·
RR&Tll, 1987) o, probablemente, Elx; puede seguirse su
estudio en la fase posterior a la destrucción de las construcciones monumentales, pue.sto que abunda en los
ajuares funerarios de todo el siglo tv, en las mismas
necrópolis que sufrieron la eliminación de sus signos
escultóricos, como propios de una sociedad contraria
a aquellas ostentaciones (RoUILLARD, 1988: 331-350) y,
consecuentemente, poco inclinada a los monumentos
figurativos, y, rmalmente, reaparece en la decoración
de estilo narrativo, especialmente ilustrada en Edeta,
con un sentido referencial, por una parte, cuando se
trata de composiciones como la del ocvaso de los guerreros.. y novedoso, por otra, cuando forma parte de escenas de juegos, semejantes a las del monumento de Osuna. Parece que esta fase aglutina temas del antiguo
fondo her6ico y crea nuevas composiciones a la vez
que, en algún caso -Osuna-, recupera .la tradición
de los grandes mausoleo_s. No es sencillo calificar estos
tres estadios consecutivos en términos d e organización
325
[page-n-336]
C. ARANEOU1 OASCÓ
A
e
Fig. 6.-
•Ya.ro
tÚ la
danztl del guerrero 'on faltaJa,, L/lriJJ. S. l. P.
social, aunque es sugestivo pensar en el paso desde una
peculiar realeza con entronque mítico, al estilo de la
descrita para Tartessos (CARO BAROJA, 1971: 55-159),
hacia una hegemonía de castas guerreraa, bien representada en necrópolis como El Cigarralejo o Baza
(Pus1!oo, 1982), en las que las esculturas - muy
escasas- hao desaparecido del paisaje funerario para
refugiarse en el interior de las tumbas. Esta segunda
etapa podría coincidir con la preponderancia de las tribus, cuyos nombres conocemos por los textos clásicos,
(oretanos, bastetanos, contestanos ...), que traducen un
sistema de territorialización y jerarquías autónomo.
Hacia el siglo m se puede presumir que exista un sis·
tema de asambleas de principaúr, hasta cierto punto
acorde con los relatos de la Segunda Guerra Púnica
que hacen referencia al secuestro de rehenes de hijos
de familias notables como medio de presión (Polibio m , 97-99). Entre las fases. primera y segunda hay
una ruptura violenta (destrucción de las esculturas),
326
mientras que entre la segunda y la tercera se da una
evolución gradual.
A partir del segundo momento situamos el desa·
rroUo de j uegos gladiatorios y de M&ationes entre los iberos (VJLLE, 1981: 49·50), lo que supone proponer un
rasgo cultural equiparable al documentado e.n ambientes itálicos, singularmente entre los etruscos, samnitas
y oscos, y adentrarse en el conocimiento de una cultura
que desde el siglo v a.C. experimentó diversos cambios y alcanzó logros visibles en sus creaciones artísticas, sólo comparables a las ocurridas en escasos ámbitos influfdos por la civil.ización clásica. Supone,
asimismo, ampliar las bases de interpretación del ritual
funerario ibérico dejando entrever un nuevo sentido
para juzgar la duplicidad de juegos de armamento en
tumbas, con expresión plástica en ciertos temas figurativos del arte ibérico de baja época, distanciándolos de
la relación con los episodios de la conquista militar romana para interpretarlos como reflejo de acontcci-
[page-n-337]
FALCATA DECORADA CON INSCRIPCION IBÉRICA
Fig. 7.-
Vaso tú La Smt/4 (.4.koi). Museo C. Vistdi>, .4./coi.
Fig. 8. - Fragmnt.IIJ ihlrico tú Ebt (Un:ioersidad tú Burdeos)
327
[page-n-338]
C. ARANBGUI CASCÓ
• ta~
* má.rdl 5
1. - NUJ#olis di ~ Coru (Empúriu)
2.- N«r4polis di Cobma (M/Jlard)
3. - Pobl41k ;k La Prdrrra di Vall.fogoM (&J4cwr)
~.- Nw-4polis di La Sqliwlla (Aiaa/4 di Xiom)
5.- Nm4polis di ús Sitgu ('lbrn En I»miNc1l)
6.- N«rdpolis di OtkJI (La Viill tl'Uixb)
l - Poblado dll l'WII41 dds LJqps (Olocau)
8. - {?) FinuJ di La Jimnrll (SiMTt41')
9.- Neerdpolis di E1s Eboú (AÚIÚii4 di Oari4t)
JO. - Pobl41k di L4 CfiDa.IJ4 (A/haida)
11.- Nw4polis di EL G4Stdlar (Oii~Ja)
12.- Nmójlfilis di La HDJil di Stwa Au (CIIindliJJA)
13.- Pohl41k IÚ El A.mtu;fo (.&twl#)
U . - N«r4po/is de El~ (Hdlltt)
15.- Ntmpolis di CoimhrtJ dll .Ban~J~~UJ ..{1!Úll) (J11111iJIA)
16.- Ntetópolis di La SnTt/4 (11/&qi)
Tl- PoblaM di FJ. Xarpolar (Martarit/4)
18.- (?) NooJJa
19.- Nmdpolis dt La AIJJujm/4 (A/Í&I»JJl)
20.- Nterdjlfilis tÚ ~ LMuro (G114rtkzmar tÚi Stf•m)
21.- N~olis dt El Cigti1'1D4)'q (M111tia)
22.- N«r4poois tÚ El Csbtz0 tltJ. TitJ PitJ (Arehl114)
23. - Nmójlfilis di El Cab~ tltJ. 7botiJ (Muma)
2~.- NmófJD/is tÚ Los N idiJt {MJmia)
25. - Nmójlfilis de Vi!Jari&or (Alnurfl1)
26.- Neerdpolis di Cástula (LiMm)
2l- Nw4polis tÚ 73ya (Pral di Bamo)
28.- N«rdpolis di 7J¡gia (CaskiJ4tVS di CAtJ)
29.- Nmópolis di L4 GU4Ttli4 (Gtdlrd)
30. - Nmópqlis t1el Cmo dll &uúllfJrio (lJIJZfJ)
31.- Ntcrdpolis tltJ. MiraJM di Rrila'NÜJ (GraruJt!a)
32.- N«t6polis tú /1/Qra
33. - Ntetópolis di ws Co//4dt¡s (J.brutliniJIA)
31.- Ntetópfilis ú Cdrbula (AI&a/4 dll R/IJ)
35.- GmrtpfJ11IIIIJIJ di GJartt ti Vúio
36.- M 111m ProDiMi41 di Lu¡o
3l- l'obúJtiD dll Afio C/uJdft ('lirutl)
38. - N«rdpolis di Q,tillloNu di Go1'71l/U (Sori4)
39.- Nmdpolis di Tdl:.ar (J0114Dz)
~0.- N«rdpolis di A.l&dtn JtJ Sal (S.Iríbal)
~l.- N«rdpolis di FUIIIú Tqjar (C4rdoba)
~2.- Nurdpolis ú Al&a/4 la RttJ1 (JIJ/n)
~3.- Ntt,¿polis ú Tkar (Modln)
14. - Nempolis di A«i (Guo.!Jjx)
4.5.- Poblado t4 La B4Stitla t4 kt Aleusu (Moiunt)
!6.- (?) Bo/IJaik
n - (?) Buñd
18. - (?)Partida !U Eú 7hrm (44ddia tÚ CrupíttS)
19.- Nw4polis dtl CArral dt &111 (MDÜtnll)
50.- (?) Büorp
51.- Poblado di SaJt ÁIIIIJrrÍIJ di CU.V:tíU
.52.- Nmdpolis de J.scóbriga (Monual tÚ Atita)
.53.- Neerdpolis di Car®w (~a)
51.- N«rdpolis t4 Lix4mtJ ($Mj4)
5.5. - Nmdpolis !U La
(ÁDil4)
56. - J'ob/4dt¡ di llÁÚIÚii4 tl'Ebc
57.- Nttrdpoli.s dtJ hNal dt Salinas (Vilúna)
58.- Cmrtinr141 (7lruli)
o-a
Fig. 9.- Distrihudón tú Mllugos tú fokaiM m la Pminru.la l hirüo.
328
[page-n-339]
FALCATA DECORADA CON lNSCRlPClON IBtRICA
mientoa propios de la vida colectiva de las comunidades ibéricas. En esta fase helenística es casi inevitable
la alusión comparativa a las informaciones derivadas
de la literatura latina, o de las artes figurativas de los
pueblos itálicos, ya que son o bien las únicas o las más
abundantes de que disponemos. Al leer la descripción
del munus que Publio Escipión dispuso en Cartagena en
honor de su padre y de su tfo en el 206 (Liv. XXVITI,
21; Sil. Itálico, Pun XVI, 527-5+8; Zonaras IX, 1) en
el que dos hermanos se jugaron d4 jnin&ipaJu r:WilaJis,
como recoge Ville, o al conocer, por otra parte, la exis·
tencia de aqueUos ..hermanos Arvales» (Sc~am, 1975)
que, siendo también soldados, entonaban un himno indescifrable en las fiestas de Ceres, se encuentra un ambiente transponible a las composiciones figurativas de
la cerámica de LHria, aunque esa comparación deje espacio para una manera ibérica de hacer y representar,
original en el contexto mediterráneo.
ADDENDA
Finalizado este estudio, hemos tenido ocasión de
examinar las falcatas halladas en la necrópolis ibérica
de La Serreta (Alcoi), conservadas en el Museo Camilo
Visedo, apreciando el hallazgo de varios ejemplares
con decoración argéntea y, especialmente, una pieza
procedente de las excavaciones de 1990 cuya decoración, de nuevo, presenta rasgos idénticos a los de la pieza objeto de publicación. El contexto cronológico de
esta nueva falcata es del siglo rv a.C. Agradecemos a
los conservadores del Museo de Alcoi la gentileza de
habemos mostrado la pieza.
NOTAS
o
Estudio reali~do dentro del proyecto lmtJPII, M iltJ y &eü-
da,d m 14 Cubum 16/rW, subvencionado por la C lCYT.
• La vendedora uegura haber hallado ca..u&lmente estu arma.s en El Rabolero de 1brres-Thm:., pero la c:onlirmacióo por parte de: la directora del Museo de Teruc:l de ha~rsc:le ofert1ldo las mis·
mas pieua en 1985 atribuyendo entonces el ballugo ala provincia
de Soria, dc:sc:arta la posibilidad de confirmar su procedencia, 16lo
deducible de tu tipo.log{a y área de ditpenión general.
s Homero, llf4.tl4 V, 782-3: •Cuando llepron al sitio donde
estAba el fuerte Diomc:des, domador de caballos, c:on los mb y mejores de loa adaHdc:a, que: pareclan &4Ttl~ros ~MS ojG!Jtúit.s, cuya fuc:n:a
ea grande, se: deruvieroOJo.
• Esta pieza, hallada en 1899 en el sector en que se encontró
la Dama d'Elx dos añot antes, fue publicada por Sandan quien la
atribuye, err6neunc:nte, a Osuna. Se conserva en el M .A.N . desde
au regreso a España en 194t
• E1tr. 111, 4, 15: •.. .los íberos en 1u1 guerras, han combatido,
puditnmoa decir, como guerrilleros, porque, luchando al modo debandoleros, iban armados a la ligera y llevaban 16lo, c:omo hemos dicho
de: los lusitanos, jabalina, honda y capada. La iolantc:ría llevaba tambi~n meuladu fuerzas de caballerla.o. Eltr. IV, 4, 2: • .. .los fberm admininran y dctmc:nw:an la guerra, atacando unos por u o lado y OtrOs
por otro, a l.a DWlc:ra de bandoiCl'OI>I. (Venión de Garc:la y Bellido).
• .El hecho de que varias •c:opu grandes con pie: indicado•
de Lllria y algunos eombreros de c:opa airvan de soporte al arte
figurativo, con composiciones narrativu, confiere a la cerámica
la categoría de: vehículo de: un lenguaje: intencionado, c:ompn:naiblc:
en el contexto de la sociedad ib~ric:a que los real~ó. tal vez, como
elementos propios de laa celebra ciones a que aludimos.
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LA INSCRIPCIÓN DE LA FALCATA
Sobre el canto posterior de la hoja de la falcata,
a unos 7'5 cm. por debajo de la empuñadura, está grabada una inscripción ibérica, es decir en escritw;a ibérica del tipo levantino, de c. 6 cm. y formada por nueve
caracteres de 5 a 7 mm. de altura, el último de ellos
muy borroso (fig. 1, lám. VI)1• La lectura no presenta
excesivas dificultades, aunque sí un par de puntos dudosos. Los dos primeros slgnos podrían hipotéticamente ser dos parejas de signos solapados, lo que implicarla
una lectura kellu:l, o tal vez kenkel o keikel, pero me
parece más atendible la interpretación que voy a mantener. En principio propongo kekebeateekiarte, supo·
niendo que el tercer signo, para el que no existen paralelos realmente indiscutibles pero s{ aproximados, sea
330
el grafema bt, y admitiendo la lectura te para signo fi.
nal que parece segura aunque esté dañado, y suponiendo también, lo que no es en absoluto seguro ni siquiera
probable, que la inscripción legible hoy día sea la totalidad de lo en su día grabado por el escriba ibérico, y
que la degradación superficial del hierro no haya hecho
desaparecer por completo algunos signos. De hecho
desde el comienzo del canto de la hoja -el mango es
demasiado estrecho para haber estado inscrito- hasta
el comienzo de la inscripción hay c. 10'7 cm. en los que
se ha perdido el material superficial que sí pudo estar
inscrito, incluso puede considerane muy probable que
hayan existido al menos algunos signos previos a lo hoy
conservado, ya que se ve el final inferior de un trazo
[page-n-341]
FALCATA DECORADA CON INSCRIPCION ffiÉRlCA
vertical que precede inmediatamente al prime.r signo.
En cuanto a la parte final no ser(a imposible, aunque
tampoco se advierten restos, que hubiesen existido uno
o dos signos más. En cualquier caso la inscripción contaría con un sintagma nuclear que es el que se nos conserva, y que como veremos tiene abundantes paralelos
en la epigrafía ibérica. La única modificación de importancia que podría aportar al análisis propuesto una
mejor conservación del texto afectaría al N(ombre de)
P(ersona), que podría ser otro del aqu{ considerado.
Hay que subrayar en cualquier caso que desde el
punto de vista paleográfico se trata de una inscripción
bastante peculiar. Los paralelos que he podido recoger,
prescindiendo de los signos ki, a y r , cuyas formas son
demasiado banales y por lo tanto poco significativas,
son los siguientes:
ke: aparece dos veces en la falcata ambas con la
misma forma; de las distintas variantes en que está
atestiguado este signo en la escritura ibérica' hay una
muy próxima a la que encontramos en la falcata
-Epigrajfa 41, n.0 26.5, atestiguada en Ensérune
B.l.13', Liria, inscripciones cerámicas 7 y 70, y
plomos•, Orleyl 5', Enguera•, y tal vez Serreta 61- ;
en ella ambos extremos de un semicírculo se prolongan
más allá de la línea vertical que le cierra, mientras que
en la falcata el extremo inferior no traspasa la linea
vertical y el superior se dobla ligeramente hacia abajo,
pero la estrecha relación de ambos tipos es evidente.
be: se trata de un signo único, y su lectura no puede considerarse segura. Las variantes de ót
-Epigroj(a 37- que se le aproximan, y que me llevan
a adoptar esa interpretación son la n. 0 18.2 y 18.11, variantes respectivamente redondeada y angulosa de un
signo que aparece no sólo en diversas formas intermedias sino también en distintos grados de alargamiento,
de las cuales las más próximas al signo de La falcata se
encuentran en Pech-Maho -B.7.5' y el segundo de
los plomos'-, y Ruscino - B.8.20-. Una forma próxima, pero con sólo dos ap~dices superiores en vez de
tres, está atestiguada en la versión redondeada en la
inscripción cerámica Liria 62, y en dos variantes de la
angular, en el plomo de Las Corts10 -Epigrafta 37,
n .0 18.12-, y en la estela de Beoasaltt y dudosamente
en un grafito de Azaila 1~ -n.0 18.13-. Es curioso que
en Villares, inscripciones 4, 6 y 7°, está atestiguado
un extraño signo muy próximo al que ahora comentamos, pero como allí tiene claramente el valor h, que
en la falcata está con seguridad representado por otro
signo, hay que atribuir el parecido formal a simple
coincidencia.
1: este signo corresponde a una de las variantes
más comunes en ibérico -Epigrafta 36, n.0 14.1-3 y
10-, con la única salvedad de que normalmente aparece en realizaciones angulosas. El tipo eurvil.íneo que
encontramos aquí está también atestiguado en Liria,
inscripciones cerámicas 3, 18, 21, 52, 57, 75 y plomo,
en Villarea 6, en Pech-Maho, plomos 3a y 4 14, en
Ullastret -Epigrafo pp. 130-131, n. 0 226, plomo-, en
CasteU de Palamósl) y en El Solaig 1' .
te: un caso seguro y otro casi seguro. Pertenecen
a la variante menos común - Epigrafo H , n. 0 32.4 y
5-, en la ql.le el círculo o rombo está atravesado por
un solo trazo y vertical. Este signo está atestiguado en
el plomo 3b de Pecb-Maho, en donde sin embargo se
trata de un rombo a diferencia de la falcata, y en forma
plenamente coincidente con la que nos ocupa, es decir
círculo con trazo central vertical, en Liria, inscripciones cerámicas 53, 70 y 75, y Orleyl, plomo 8n.
e: los paralelos exactos habría que buscarlos fuera
del área propiamente ibérica, por ejemplo entre los celtíberos, pero ateniéndonos a ésta se pueden señalar formas cercanas a la de la falcata, aunque no idénticas.
Las variables del signo afee.t an al número de trazos horizontales, a su inclinación hacia arriba o hacia abajo,
y a la prolongación o no del trazo vertical más allá de
los horizontales superior y/o inferior. En la falcata tenemos cuatro trazos horizontales, con inclinación hacia abajo, y sin prolongación del tallo vertical; las formas ibéricas más próximas tienen tres trazos
horizontales sin prolongación del vertical e inclinados
hacia a.rriba -Epigrafw 28, n.0 2.2: Liria, inscripciones cerámicas 11, 40, 55, 75 y 90, plomos de Ullastret
(Epigrafo 28, n.0 225 y 226), Castell de Palamós y estela
de Caspe1' - , cinco trazos horizontales inclinados bada abajo y sin prolongación del vertical -vaso de
Ullastret, n.0 2576 del inventario del Museo-, y tres
trazos horizontales inclinados hacia abajo con prolongación inferior del vertical -grafito de la colección
Angosto Garda-Vaso en el Museo de Cartagena1• - .
Los resultados de la comparación paleográfica no
arrojan resul tados claros; no existe ninguna inscripción, y menos un grupo defmible y con unidad cronológica o de origen, que presente una combinación de
signos semejantes a los de la falcata, y los paralelos aislados de cada signo proceden de lugares diversos y tie~
neo fechas también variadas. En realidad esto no debe
sorprendemos porque cuando salimos de ciertos grupos relativamente coherentes, en especial las monedas,
la paleografla de las inscripciones ibéricas muestra tan-
ta diversidad como la de las meridionales. Debieron
existir variantes locales y cronológicas bien defmidas,
aparte de estilos puramente individuales, pero a falta
de información suficiente y de estudios de los textos
que poseemos desde este punto de vista, no podemos
sacar conclusiones significativas, y habitualmente no
estamos en condiciones de adscribir un texto a una
zona o a unas fechas partiendo del estudio paleográfico. Éste es desde luego el caso de la íalcata.
La interpretación del texto resulta por el contrario
menos desesperada de lo habitual en las inscripciones
ibéricas. Propongo una segmentación klktóts· ü-eldar-te,
basada sobre todo en el vocablo bie.n conocido tkiar, y
331
[page-n-342]
J. DE HOZ
que implicaría un N(ombre de) P(ersona) lukebes, seguido de un sufijo -le, del vocablo mencio.n ado y de un
nuevo sufijo.
La existencia de un NP ibérico keltebes no resulta
evidente; no est~ atestiguado en el repertorio de NNP
ibéricosto, y no es seguro que pueda ser descompuesto
en elementos aproximables a los que se combinan en
ese repertorio, pero a la vista de los contextos en que
aparece tkiM, y que veremos enseguida, y dada labrevedad del texto, me resulta dificil de aceptar cualquier
otra interpretación.
De tratarse efectivamente de un NP cabrfan d iversos análisis sin salirnos, por obvia cautela, del esquema
ibérico usual, es decir nombre comp uesto de dos ele·
mentas, habitualmente bisOabos. Podríamos pensar en
un primer elemento no atestiguado hasta la fecha, kelte,
seguido de un segundo, (i)bes, que serfa una variante
del n. 0 58 del repertorio de Untermann (ibti.r, ibef).
Una s.e gunda p osibiUdad algo más aventurada nos proporcionaría dos elementos ya atestiguados, el n.o 50
del citado repertorio, atestiguado exclusivamente a través de la latinización ENNEGES d el NP de un soldado
de la lurmiJ saliuiJGna, cuyo segundo elemento corresponderfa en escritura ibérica a •ekes o posiblemente •t~u, y
el n.o 74, atestiguado en escritura latina como GIBAS
y en ibérica como kibas y kiboJ. El problema de esta segunda interpretación es que debemos suponer una haplografia, o incluso una haplología, • -tlu-kihes > elrlsbes,
y que nos deja un residuo no analizable como parte del
NP, que tendríamos que interpretar como un p refijo
k(e)- de función absolutamente desconocida pero paralelizable al menos en casos como el k-bailes de
Yátova 12'.
Poco problemático es por el contrario el sufijo -tt,
que está bien atestiguado con NNP~, y que como veremos al hablar de los contextos de ekúJr es frecuente
en las cercanías de ese vocablo.
La clave de la interpretación reside precisamente
en tkiar". Se trata de una de las secu encias más repetidas e.n la epigrafia ibérica, y lo que es más significativo, de una secuencia atestiguada sobre documentos de muy diversa mdole, lo que multiplica las
posibilidades del análisis comparativo. Recientemente
Fletcher ha recogido los testimonios en un trabajo
muy cuidadoso'., en el que se contiene también la
historia de la ~terpretación del términou. De todas
formas, y para mayor seguridad en los resultad os, he
reunido mi propia colección de testimonios que contrastada con la de Fletcher ofrece muy pocas diferencias; de un lado añado la inscripción de
Caminreal", aún no publicada cuando Fletcher realizó su trabajo, y de otro suprimo algunos ejemplos
de Fletcher, en concreto las inscripciones de Sinarcas,
del rhyton de Ullastret, de Aubagnan, y los n. 01 56
y 90 de Liria, que no me parecen suficientemente
seguras, en la mayor parte de Jos casos por tratarse
332
de secuencias incompletas, en Sinarcas por dificultades de lectura, y en Ullastret porque en vez de r encontramos f.
Aun con esas supresiones contamos con dieciocho
ejemplos de textos en que figura tkiar, en algunos de
los cuales veremos que se repite el vocablo. En cuanto
a la inscripción n. 0 40 de Liria, que está evidentemente constituida por varios textos independientes, la incluyo tres veces en la cuenta.
Atendiendo a los soportes las incripciones se distribuyen de la forma siguiente: inscripción sobre falcata que aqu{ comentamos, inscripción sobre punzón de
hueso de Peña de las Majadas, es decir dos inscripciones sobre objetos de uso, inscripción sobre plomo de
El Solaig, leyenda monetal d e am, inscripción musivaria de Caminreal, y trece inscripciones cerámicas de
las que una procede de Los Villares y las restantes de
Liria, y que con la excepción del o. o 34 + 80 de Liria,
incisa, son inscripcione.s pintadas.
La carpeta de tkiar comprende, aparte la falcata
aqu{ presentada, los sigu ientes textos:
Punzón de hueso de la Peña de las Majadas con
inscripción incisa que podrfa no estar completa27:
nefsetikaotekiarYi [.
Moneda de arse (Sagunto), leyenda en reverso
A.33-2: corresponde a las series en plata más antiguas
de la ceca (Villaronga) o más probablemente a las que
siguen tras la primera acuñación (Un termann, y vid.
infra)8 :
arsakiskuekiar/arseetar.
Mosaico de opus signinum que cubre la totalidad
del suelo de una estancia, abierta al atrio, en una casa
d,e estilo helenístico del yacimiento celtibérico de Caminreal (Teruel), fechado por los excavadores entre la
segunda mitad del siglo n a.C. y el primer tercio del
siguiente, con inscripción tambi~n musivaria, situada
de forma que fuese legible desde la entrada de la estancia, y enmarcando por un lado el medallón central del
mosaico29:
.likinete:ekiar :uske.fteku.
Plomo procedente de El Solaig (vid. n_0 15), línea
2. • de la cara A:
iunstir:ekiartone:bele < s> tar:senYfun:etesilif.
Inscripciones sobre cerámicas de Liria, todas ellas
pintadas excepto un grafito que se señalará en su mo·
mento, y todas ellas sobre vasijas del llamado e.stilo de
LiriaJO:
Liria 1: sobre el ala de un kalathos:
]ban:unskeltekiar:ban:[.
Liria 8: sobre el borde de una copa de pie bajo:
[page-n-343]
FALCATA DECORADA CON INSCRlPClON mÉRICA
ebifkiáaleikukitekia[ r .]fkeiabaf : ketin(?)ofakafkuta.kefeki
Liria 9: sobre el ala de un kalathos:
]bankufs:kafesbanite:ekiar:saltutibalte:iumstif:toli[ rbi ]tane:bassumitatinife.
Liria 16: en la parte superior de una tinaja, inscripción horizontal bajo decoración de dientes de lobo
y sobre escena figurada:
tuse[?]tia:ka(?)kuekiar[ Jkemiekiar.
9q.)lkarte: ekiar[ ..
Algunos de esos textos se prestan más que otros
a un primer análisis, pero en casi todos ellos se puede
llevar la segmentación un poco más lejos de lo que indica la mera ortografía ibérica, como se deduce de los
análisis que siguen:
falcata
Peña Majadas
arse
Liria 18: en la parte superior de una copa de pie
bajo, bajo bandas y sobre escena figurada:
]Ybankusekiar:biuftite[ ]besuminkuekiar motivo decorativo en forma de espiral- YbafkusbanYbafkuá.
Liria 24: en el borde de un kalathos:
~] ~ekon:ekiar(?)[ (realmente se lee ekiaku, pero dado
el parecido de ambos signos podría tratarse de ekiM).
Liria 34+80: grafito inciso en el borde de un kalathos que contiene otro grafito (Liria 79), más superficial y al parecer de otra mano, invertido con relación
al 34+80:
.. ]rbante[ "Q.-(-) ~]arbaniYbafe.
Cam.i nreal
El Solaig
Liria 1
Liria 8
ZM
Liria 9
Liria 16
Liria 18
Liria 40.1: en la parte superior de una tinaja, bajo
bandas y sobre escena figurada:
. ]baserte: bonan ti te:Ybafte:bortebara:kafesirteek:iar:banite:kaf[(?).
Liria 40.3: en la misma tinaja, con desarrollo perpendicular a partir de la base de 40.1, entre dos figuras
de jinete:
ebifteekiar.
Liria 40.9: en la misma tinaja, desarrollo vertical
entre las patas de un caballo, con ekiar escrito por falta
de espacio en lo que llamaríamos •sobre bilcin. si la inscripción fuese horizontal:
kafesbobikir/ekiar.
Liria 70: inscripción integrada en la decoración
fito y zoomorfa de un fragmento :
] yniske(? )ltekiar:kins_i[.
Liria 76: siguiendo el borde de la tapadera de una
tinajilla dentada:
](?)k i skef:e ~j~f: bankebefe j Yl.>~f [- ](?):
baltu§er:ban:
[nscripción pintada sobre el borde de una tinaja
pequeña de Los Villares (Caudete de las Fuentes, Valencia) (vid. n.0 12):
NP-te-ekiar-te
NP"-te-(e)kiar-Yi[
arsakisku -ekiar/N (ombre
de) L(ugar)-etar(arsakisku
es problemático; podría
tratarse del NL ars(e) seguido de sufijos diversos,
o de un NP solo o seguido del sufijo -.tun).
NP-te:ekiar:NL-ku"
X :iunstir:ekiartone:NP:Z '•
]han: NP-( e)kiar: han:['$
ebif-kisaleikuki -te-(e)kiar-
Liria 24
Liria 34+80
Liria 40.1
Liria 40.3
Liria 40.9
Liria 70
Liria 76
Villares 1
X:kafes-ban-ite:ekiar:NPite:Z37
X :kaku-ekiar-[ ]kemiekia.r"
)Yban-kus-ekiar:biuf-tite[
]besumin-ku-ekiar Ybafkuá-ban-Ybaf-kus"
e]kiekon:ekiar[..
X-[e]kiar-ban-i-Ybaf-e..
X :kafes-irteekiar:ban-ite:Z•1
ebif-te-ekiar"
kafes- NP-ekia~
]NP-(e)kiar:Z"
]kiskef:ekiar: Z 46
-ba]lkar-te:ekiar41
De los análisis que preceden se deducen ciertas
observaciones generales sobre el comportamiento de
ekiar. En primer lugar que la forma propia del vocablo
ibérico es ekiar, y que la variante úkíar resulta siempre
de la fusión gráfica de un elemento terminado en -14,
normalmente en el sufijo de esa forma, y ekiar; dado
lo poco que sabemos de las reglas que justificaban la
separación o contracción de elementos lingüísticos en
ibérico, y las incoherencias que en ese terreno parecen
observarse, no podemos sacar conclusiones de estos hechos, pero s{ conviene subrayar la coexistencia de casos
como unskeilekiar, ebifteelciar y Weshanile:ekiar.
En segundo lugar es significativa la frecuencia de
los casos en los que elciar se encuentra junto a un NP,
al que normalmente sigue.
333
[page-n-344]
J. DE HOZ
Hay ciertos sufijos que se añaden a palabras próximas a tlcw o al propio tkio.r. -Yi acompaña a tlcUJr en
Peña de las Majadas; -ku figura en Caminreal, posiblemente en la leyenda monetal, tal vez en Liria 18, y muy
improbablemente en Liria 1641 • Pero mucho más significativo es el caso de -u, que aparece en la falcata,
en Caminreal, en Peña de las Majadas, en Villares, y
en Liria 8, 9 (?, forma -iU?), 40.3 y tal vez 40.1 49 •
Tanto en la falcata como en Caminreal, Peña de las
Majadas, Villares, y quizá Liria 8 -te se une a un NP
que precede a ekiar, y en la falcata retorna una segunda
vez al parecer unido a ese vocablo. En los restantes casos observamos un cierto paralelismo con e1 esquema
NP-te tkUJr, y también entre sí; el tbif-u-tkiar de Liria 40.3 recuerda el tbif·kilaltikuki-te·(t)kiar de Liria 8,
en el que como vimos no hay seguridad de qut: kiJaltilcuki corresponda a un NP, y ko.fes-bo.n·iU:tkiar de Liria 9
recuerda a ko.fes-irte-ekio.r:ban~ite de Liria 40.1, aunque
no sabemos sí seda correcta una segmentación -ir-u.
Por último hay ciertas secue.ncias que pueden pertenecer al léxico o al repertorio de palabras gramaticales ibéricas, que aparecen también reiteradamente en
las proximidades de tkiar; es el caso de ebif y ko.fes ya
citados, y de han y hanite, el segunto tal vez ampliación
del primero. ehif es término sólo atestiguado en nuest ros ejemplares de Liria; respecto a ko.fes hay que añadir
de entre los materiales que aquí estudiamos el kafesbohikifekio.r de Liria 40.9, y además ko.festo.reai del plomo de
Orleyl ?AMJ, que se puede segmentu en kares-to.r-eo.r•.
El análisis combinatorio no permite avanzar gran
cosa en la interpretación de los textos tkiar, pero la variedad de los soportes sobre los que aparecen abre ciertas esperanzas de que el estudio comparativo de inscripciones comprensible.s de similares características
arqueológicas, a menudo denominado con excesivo optimismo método de los casibilingües, aporte algún progreso a la investigación.
Como ya he dicho contamos con textos sobre objetos de uso, sobre plomo, sobre mosatco, sobre cerámica,
y con una leyenda monetal. Podemos precisar un poco
más e indicar que los objetos de uso poseen ciertas pretensiones artísticas y pueden ser considerados suntuarios en el Cll$0 de la falcata o semisuntuarios en el del
punzón, y que con raras excepciones las inscripciones
cerámicas están pintadas en vasos decorados, y ocupan
una posición característica, bien sea en el borde o ala,
bien por encima de las escenas pintadas y bajo bandas
o dientes de lobo que decoran la parte Sl.\perior del vaso;
aun teniendo en cue.n ta el mayor número de inscripciones en esas posiciones mencionadas que intercaladas en
tas escenas, puede ser significativo el escasísimo número
de inscripciones tkiM de este último tipo.
Un primer paralelo que resulta evidente para un
tipo de inscripción que aparece a la vez sobre objetos
artesanales de valor, sobre mosaicos y sobre cerámica
decorada con pinturas son las fumas de artista de la
334
epigraffa clásica, y la habitual presencia de u,n NP junto a elciar hace particularmente tentadora esta
interpretación51• Es cierto que los paralelos corresponden a fechas diversas, y que una influencia directa del
uso clásico no parece probable más que en el caso del
mosaico, pero también lo es que se podrían citar para·
lelos de muchas otras culturas, y que más que pensar
en términos de imitación debemos hacerlo en términos
de respuestas similares a situaciones similares. Es significativo en ese sentido el que todo el complejo de las
cerámicas pintadas de Liria, con sus escenas y sus letreros, tenga su mejor paralelo en la cerámica griega
arcaica sin que exista por supuesto ninguna relación
directa.
De aceptar el paJ:alelo de las firmas de artista ten·
drúunos que atribuir a ekiar el sentido de «hizo» -o
«autor» o similar- o «hecho». En el primer caso sería
necesario que el vocablo fuese acompañado normalmente por un NP que expresase el agente de la acción;
en el segundo, según las marcas gramaticales que in·
terviniesen, un NP presente en el contexto podría indicar el agente -«hecho por»- o el beneficiario ••hecho para»-, no tratándose por lo tanto de una
auténtica fuma de artista si sólo apareda esta segunda
formulación. En ambos habría que suponer que en
aquellas inscripciones en las que no hemos podido
identificar un NP, éste debe figurar en el contexto t:n
forma pua nosotros irreconocible o se ha perdido por
desperfectos de la inscripción.
Hay sin embargo algunas objeciones que se pu.eden plantear a la hipótesis de la firma de artista. Como
he dicho tkUJr aparece en los vasos de Liria en inscripciones que ocupan una posición peculiar y en cierto
modo destacada, como referencia a la totalidad del recipiente, lo cual podría ser un indicio en favor de la
hipótesis que ahora consideramos, pero en la tinaja de
las inscripciones n. 0 40, además de la 40.1 que responde al tipo normal, apuecen otras dos inscripciones tkiar
(4-0.3 y 40.9) integradas en las escenas pintadas, y que
por lo tanto esperaríamos, a la vista de los mismos paralelos griegos, que correspondiesen a títulos aclaratorios de las ilustraciones. Además, aun suponiendo que
pucüésemos llegar a interpretar como NNP los segmentos que preceden a ek.W.r en esas inscripciones, nos encontr ariamos con tres artistas diferentes en un mismo
vaso, lo que sin ser imposible no parece nada probable,
o en el mejor de los casos con dos artistas y el beneficiario. Una objeción simiJar viene dada por la existencia
de inscripciones en las que en el mismo contexto se repite la palabra ekiar.
Una tercera objeción se deriva de la no repetición
de NP en ninguna de las inscripciones de Liria que nos
interesan,'. Se admite comúnmente que la cerámica
de Liria er a un producto especializado de algunos talleres, y que tenía una amplia comercialización; se admite también que su arco cronológico no abarca un
[page-n-345]
FALCATA DECORADA CON INSCRlPCION lBÉRICA
gran número de generaciones. Serfa de esperar por lo
tanto que el número de pintores y cerao:üstas ac~vos
no fuese muy alto, y q:ue el azar de la excavación nos
hubiese proporcionado alguna .,firma.. repetida. Naturalmente este argumento no es decisivo, entre otras cosas porque la variedad d e estilos paleográficos que encontramos en las inscripciones es considerable.
En cuanto a los soportes de las inscripciones, sólo
dos no apoyan directamente la hipótesis en consideración, el plomo de El Solaig y la moneda de Ane. En
cuanto al plomo, dado su carácter de mero soporte de
escritura, su contenido p uede ser de lo más variado desde el punto de vista tanto gramatical como léxico, y no
es en absoluto improbable que en él figu rase una expresión que significase tc1lecho11 o «hizo,. o algo similar.
El caso de la moneda parece más difícil a primera
vista, y sin embargo en él nos encontramos con un
inesperado apoyo a nuestra hipótesis. Partiendo de argumentos puramente numismáticos y con anterioridad
aJ conocimiento de la falcata, aunque tomando ya en
consideración el mosaico de C aminreal y la cerámica
de Liria, María Paz Garcfa-BeUido ha propuesto recientemente una interpretación de la leyenda monetal
arsalciskuúciar como «Obra de Arse,. o similar" , aunque
advirtiendo de nuestro desconocimiento del valor gramatical de los elementos intercalados entre la base -ars
y el vocablo ekiar que podría obligarnos a matizar ligeramente el senúdo. Los argumentos numismáticos son
· los siguientes. La serie en cuestión pertenece según la
autora citada al periodo de dominio p6nico en Sagunto, es pues una emisión en lengua indígena pero bajo
administración p6nica, lo que explicaría ciertas pecuUaridades como la existencia de divisores en bronce y
la metrología de éstos, y el que la escritura de la leyenda, a diferencia de las restantes saguntinrus, sea en ciertos casos levógira. Existen abundantes tesúmonios en
cecas p6nicas hispanas -Gadir, Sexi, Asido-, africanas y sicilianas de la leyenda p'l acompafiada por el
nombre de la ceca emisora, lo que se traduce por ..hecho/acción (acuñación) de (los ciudadanos de)...», y
que reaparece en Bailo en fecha posterior en escritura
laúna bajo la forma FAI..T. La ingerencia púnica en las
acuñaciones de Arse durante ese periodo implicar(a la
utilización de una fórmúla ajena a la tradición indígena y propia de la numismáúca púnica, pero traducida
al ib~ rico por medio de ekiar. Conviene subrayar que,
de ser cierta esta atracúva hipótesis, dificflmente podría ser analcis(ku) un NP de persona como he sugerido
antes, ya que no hay ningún paralelo de La fórmula púnica con un nombre de magistrado.
En todo caso la leyenda saguntina no constituye
ningún impedimento a la hipótesis sobre tkiar que venimos considerando, y que resulta en conjunto bastante
ve.rosfmil, aunque desde luego no demostrada. Sus dificultades mayores son las ya mencionadas a propósito
d e las vasos de Liria,
Esas o:üsmas dificultades se d arían, e incluso más
severamente, en el caso de dos hipótesis alternativas,
la traducción de tkiar como «dedicó, donó/dedicado, donado .. o como «propiedad de... Ambas impJicarfan además la dificultad adicional de que, tratándose de inscripciones cerámic.as pintadas y no de grafitos, habrla
que suponer que todos los casos tkiar impücan obras de
encargo previo a la fabricación del vaso, lo que no es
imposible pero sí muy poco verosímilu. Y en la primera alternaúva -«dedicó/dedicado•- esperaríamos
un cierto número de casos con dos NNP, el d el donante
y el del receptor, aunque por el lugar de los hallazgos
o por sus caracterfsticas se puede contar con inscripciones votivas, en las que n o es infrecuente la sola mención del dedicante cuando el contexto hace obvia la
idenúdad de la divinidad, o la sola mención de esta última. Por otro lado la leyenda saguoúna constituye un
obstáculo diffcilmente superable para cualquiera de estas dos hipótesis.
Hay sin embargo todavfa otra alternaüva contra
la que según creo no se puede plantear ninguna objeción insuperable; tkiaT p odría ser un título)', es decir
un nombre común que frecuentemente aparecería
acompañando a un NP pero que también podría ser
utilizado por sí solo. Esta hipótesis alternativa elimina
las dificultades planteadas por las inscripciones 40.3 y
40.9 de Liria que podrían ser puestas en relación con
las figuras de jinetes q ue ilustran el vaso, pero encaja
peor con las restantes inscripciones ceráo:ücas, ya que,
n o siendo esperable que el título en cuesú ón fuese
apropiado para humildes ceramistas o pintores, habrla
que pensar en NNP de propietarios, y por lo tanto una
vez más en encargos previos a la fabricación, a no ser
que se tratase de textos genéricos con menciones de
personajes legendarios.
Con las restantes inscripciones la hipótesis del ú tulo no plantea grave.s problemas. En el caso del punzón, de la falcata y del mosaico estar íamos ante inscripcion es de propiedad en las que el NP del
propietario irfa acompañado de su título; el hecho de
que en el punzón tfciar vaya seguido del morfema -Yi,
para cuya función existen indicios importantes de que
puede expresar la noción de propiedadn, serviría de
apoyo a esta última hipótesis. En contrapartida n o se
ve ninguna explicación por el momento para la presencia del sufijo -te en las tres inscripciones mencionadas,
ya que en niog6n caso con independencia de ellas o:üsmas se advierten indicios de que pueda tener un valor
posesivo.
En cuanto a la leyenda monetal, la única forma de
integrarla en la hipótesis que ahora consideramos pasa
por aceptar la interpretación de anakis(ku) como un
NP, un magistrado monetal lógicamente, responsable
de las emisiones en cuestión.
En con clusión no podemos llegar a una interpretación definitiva de las inscripciones ekiar. Los sufijos o
335
[page-n-346]
J. DB
HOZ
elementos gramaticales que aparecen en eUas son todavía demasiado oscuros como para que puedan ayudarnos a clarificar la cuestión -ya he mencionado el caso
más claro, es decir -Yi-, y lo mismo cabe decir de los
elementos posiblemente léxicos como ka/es. Pu.eden
descanarse algunas hipótesis, pero existen dos alternativas contra las que no se puede esgrimir u.na objeción
definitiva pero sí diñcu.ltades de cierto peso, que no
sólo son distintu en cada caso sino que pueden servir
de apoyo a una de las hipótesis a la vez que contradicen
la alternativa. Debemos por lo tanto esperar el hallazgo
de nuevos datos antes de decidir si ekiar se traduce
aproximadamente por •hizo/hecho• o por un título.
NOTAS
• Inicialmente conod esta irw:ripeión gracias a un dibujo
proporcionado por Carmen Aranegui, a la que ag,radezco cordialmente au amabilidad, y no en 6ltimo lugar porque ello me pe.r mite
contribuir a recordar a Enrique PI a; posteriormente, cll de octubre
de 1990, tuve ocasión de examinar con toda calma el original en
el MuiCO de Prehi1toria de Vale11cia gracia& a los buenos oficios de
Berna! Mart! Oliver, al que quedo igualme.n te agradecido.
' M..~~. 1968: ~1. Para comodidad del lector reenvlo a
esta obra, utilizando la abreviatura EpV,rlljúJ, como repertorio de variantes palcográlicaa, pero la bllsqueda de paralelos la be efectuado
directamente en las fotograllaa de iDKripciones ibtric:as de que puedo diaponer y que coiTCipondcn a la casi totalidad del material publicado.
• La.s reíerenciu de: este tipo reenvían a UHTuw•HN 1 1975
(inacripeiones monetales, nómcros precedidoa de A.), y 1980 (inlcripcione~ del Sur de Francia, níimeroJ precedidoa de B.).
• Para la• insctipc:iones de J~.iria aigo el texto de F&.rn:Jtu,
1985.
' Fum:RD, 1981¡ .
• Fum::....., 1984.
' Últim.a lectura con nuevo dibujo en u~ANN. 1985: 40-3.
• Pero en el cuadro de: formu de MLH Il ae atribuye a
B.7.31.
• S01n.a, 1979: 66 y 78.
,. 1968 n.• 223 y lAmina VI; Oó. n.• 118.
u Gówa Moanoo, 1949 1: n.• 41.
12
N. • 249 de C ..aa&, 1943, sin que se pueda preciaar a cuil
de lu iniCripc:ione,l con el miamo texto que cita el autor corrc:apondc:
su dibujo; tampoco se puede deducir de BI!I.TMH, 1976, que parece
rcferine a la miama inscripción en p. 303, n. 0 180. En todo caso es
p~ctic:amente aeguro que debemos leer bt c:n poaición invertida res·
pecto a loa ouw dos aignot del dibujo, con lo que se encuadrada
en la forma común e.n A%aila y perderla toda relación con la que
aqu! JIOS interesa.
u P~.m~uu, 1978: 191-206¡ 1979: 191-2M; 19812: 463-H .
,. Vid. n. 9, pp. 67, 69, 79 y 87.
.. Rwaó, 1982: 123-31.
,. F&.nCKP y Mu.no, 1967: 42-54.
11 Ouvu. el alii, 1982/83: 243·8.
.- M.u:rtN Bu1>10 y PI.WCl&ll, 1979·80: 403-5 y lim. 17; c:l paralelo c:s dudoso, pero a juzgar por la limina podría aer mú coherente
de lo que el dibujo aparen ta, porque los dos signo• ' prcJc:ntes en
la lápida correapoñderlan al tipo que aquJ nos interesa.
ct alii, 198../85: 91 y 100, n .• 33.
to El iJlventario mú completo es u...........,.,., MLH m, capítulo 7, en prcJlta¡ agradezco muy cordialmente aj. Uotermann el
envio de una copia de ese trabajo aán in6dito. Provisionalmente
puede vcne del mismo autor 1987.
11
Fum!Jfaa, 1980. Para b.ilu vid. UrtT......,.,., op. cit. en nota
siguiente. 47-8.
" ''"U'l'A
336
a U~rtVWAHN, 19872 : 39-40, aunque su interpretación del valor del aufijo me parece prematura.
u Prescindo en la diseu1ión de los intentos para interpretar
la palabra por medio del vasco, porque enoy totalmente de acuerdo
con el juicio negativo de Micbelena (1979: 36). La sugerencia partió, de fonna un tanto marginal, de Beltrán (19,.2: 51), y Gómez
Moreno insistió en la idea (19492: 279), aunque sugiriendo a la vez
contradictoriamente una relación con lat. qi -contradictoriamente
a no aer que con eUo propusiese una etimología para la palabra vas·
ca, pero en eae cuo no se ve la posición del iMrico en esas
relaciones-; varios autores mú ac han expresado en la mJtma J(nea
-vid. n. 55 10bre Pattiaon-; Caro Baroja (195~: 795) intentó por
primera ve% dar u_oa interpretación morfológica, aunque no satis·
faetona; la morfología es de hecho el mayor obstáculo para la aproximación de la forma ihtrica al euslten, como ya reconoci6 lbvar
(1959: 44). Por aupueato no tenemos ningún motivo para lec:r/egiar/
la forma 1btrlca, como pretenden los partidarioa del vaaco-ibcrimlo,
y no /elciar/, ya que no la tenemos atestiguada en escritura greco·
ib«ica o en transcripción a alguna de lu eacrituras cU.sicaa; ea cierto que Beltrán, loe. cit., pTopuao altel"nativamente a eti" una rcla·
ción con dtW.tJ, pero como en principio ambu relaciones se ex.duycn
esto no hace sino moatranma vc:c múJo ficil e inútil que es encontTliJ' aemejanau de sonido entre vuco e ibtr:ico.
,. Fl.ll1C1 u Op. cit., 535-8.
M
V~eiHnl et alii, 1986: 9-10.
u Vid. n. 3L
to MLB 1 22~232.
., Vid. n. 26.
• La numeración empleada ea la de Fa.rrouu, 1985.
ll
Formado por loa elementos n.• 91 y n. • 125 del repertorio
de Untermann citado en n. 20. La interpretación que propongo
coincide con la que &Cl deduc:c dc:l uso de la inscripción en ese rc:per·
torio, y parcialmente con la de Pletcber (op. cit. 539 y 543·5). No
con la de Sn.a, 1980: 171-89.
n El mejor testimonio de la elriatencia de un •ufijo -á en la
lengua ibtric:a lo proporciona la inac:ripclón de Caminrcal
u El NP es el latino Liciniua o Licinu1 en la forma likiu ea·
perable en una transcripción ib~rica, vid. UN'Tl!JlwAHI<, 1979: 109
ClOn n. 37. El NL cor:ruponde a Oaiccrda cuya forma ib«ica está
bien atestiguada en tu leyendu monctalea, A.26. En cuanto al sufijo -.bl, su cx.istcocia viene demostrada por la segmentación que im·
pone el NL, ya que tratindose de una inscripción claramente ihtric:a -adaptación de la declinación latina, uao de tkW- no cabe ver
en ella una forma abreviada del gen. de pi. ccltihtrico en -kum.
•• irnu1ir es un t~rmino ibtrico bien conocido -cf. Ur
no excluyo la posibilidad de que se trate de un elemento sintáctico.
Sobre el 1egmento ~~~~ no puedo decir nada. Bl NP conti.,ne loa elementos n.• 31 y n.• 115 del repertorio de Untermann. Aqu! y en lo
que sigo utilizo loa signoa X y Z para indicar una secuencia lingüJstica de dimc:naioncs indc.finidu que, respectivamente, precede: o aiKUC al teJCto citado.
u b(JII parece: aer u.n elemento morfológico - MociiiU.&N•,
1976: 357-8·1985: 383; Tow.•, 1979: 479-82-. El NP est' formado por loa clc:mc:ntoa n. • 139 y n.• 71.
,. Sobre tbil ver mú abl\io. ~ podrfa ter NP •olo o
con su1ijo(s), pero no conozco paralelos que apoyen caa inteTJlretación.
n Sobre IHuJ ver n.. 3!1. ka/u reaparecc:ri m'• adelante. -iú es
aufijo atestiguado, quizli va.r iMte de · 16 -UwnJuUNN, 19872: 39-.
El NP eatá formado por los elementos n.• 98 y n.0 194.
,. J:tsJw podrá ser UJ1a forma simple de NP a juzgar por CACUSUSIN de la turma salluitana (elemento n.• 67 del repertorio
citado).
" bWI e• demento onomútico (n.0 +3) bien conocido, pero
no aa( tiú-. El mismo problema plantea Ybal (n.• 137) frente a /od.
Bn cuanto a 'YbWJú me incilino a pensar que es un aimple error
por Ybaf-. 1lulto bi:uflile· como Ykllod 10n probablemente NNP con
UJ1 elemento todavía en el repertorio, c:on lo cual tenddamoa Ucn NP
ante cada tkiar, aunque en el segundo c:uo ae intercalarla una secuencia de valor no prcciaable. 'll-at un clcmeJlto decorativo que sirve de aeparador se repite el primer NP seguido de bo11 y de una nueva mención de ese milmo NP, Jo que puede corresponder a una
[page-n-347]
FALCAL\ DECORADA CON TNSCRIPCION IBÉRICA
forma de fiJiació.o en la que el NP del padre y el del hijo coinciden
-vid. aupra l.a referencias a prop6ailo de bmt-.
.. La palabra que precede a tkiar podrla aer un NP; d'. el ele·
mento o.• 60, ikc11.
" b(UI y Ybaf ya ha.o aparecido. Otros ~emplos del sufijo -r.
UNTU.MANN, 19872: tl-2.
•J ka/u ha aparecido ya en Liria 9 y reaparecer! en +0.9.
•• #Ji/ figura ya en Liria 8.
•• lr4hs ya ba aido mencionado. El NP eat' formado posiblemente por el elemeoto n. • 38 precedido por uoa variante del n. • 46
-w- o 47 -bot-.
.. El NP lo bemOl eocontrado ya en forma algo llbrevijl(ja eo
Liria l.
.. La palabra que precede a tiOJv podr(a aer un NP con segu12·
do elemento -úúr (n. • 64).
' ' Sin duda un NP formado c:on el elemento n.• 25 y seguido
por ·k y '*iar.
..
PA
'r'NON,
1981: 4-97.
PA1'TI*>f<, op. cit. 499.
Editado por FurrcMU, 1981¡: 97ss, en particular 106-7.
Se pueden cnco.o!J'ar argumentOll para a.i1lar un forma.nte
·#tli
los materiales recogidos por F~Zm~tn en op. cit., 81-4.
>1
De hecho ca frccueotc que las inscripciones tkiar aean interpretadas de ese modo, o en la idea muy próxima de que tkitzr con
el lignificado de ..Jo hizo• puede tener por sujeto no al artffiee directo rino al responsable del eocargo, por ejemplo V ~CU
>1 Er cierto que en Liria J y en Liria 70 aparece el mismo NP,
pero en dos variantes distintas. Al parecer el alálisis de la pintura
de loa vuos de Liria no ha progresado huta el punto de que se puc·
da.o reconocer distintos autores, pero el estilo del vaso que soporta
la inscripción Liria 70 es muy peculiar, como trombi~ lo es la posición de la inscripción, y no hay motivo para peoaa.r que su autor
coincida con el de Liria l. Por otro lado no ae puede establecer .oiJ2.
guna relación entre el lugar de balla>~go de ambo• fragmentos, ya
que ai Liria 70 apareció en el departamento 104, Liria 1 cr un ha·
lla:r;go tupcrficial¡ vid . ademh la n. 55.
l o Bn pre.ou.
,. Para la interpretación •propiedad dCJo podrfa aer decisiva la
aparición de mú de una inscripción con el milllJlo NP en un mismo
contc:xlco, pero no puede confiane gran cOta eo c:ireunStancia.o de
este tipo dado el deterioro del yacimiento y lo revuelto de sus materialo, lo que explica l• aparición de fragmentos de un miuno vaso
en lugares diatintos y a veces relativamente al~ados.
M P ..TI'tiOI<, 1981: 515, Uega a una bip6teais 1imilar probablemente a partir del an.ália.is combinatorio de las iosc.ripcioocs, pero
el peso de au hipótesis vasco-iberiata le lleva a justificar tu intcrpre·
tación a trav~s de la etimologfa ya mencionada en la n. 23, una ve"
máa sin juatificar los problemas morfológicoa.
,.
M ICKI
"'
••
eo
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Um 1 -
Mango tÚ tscutfo iblrtto
339
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ofiJ1¡ o¡ Jp IOWr/nJ J/JOJ -
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qpoJoJ;p O!"'l'Y - TI u1o•¡
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[page-n-351]
I'AL~i\ l i\ DcGORi\Di\ CON INSC RII'C ION IBÉRI CA
Lám 11 1 -
Lóm V-
/)((orocrón m lo hn¡o
Drcoracuín por 'nCinut
tÚ
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3 41
[page-n-352]
C. ARAN EGU! GASCÓ
Lóm. VI. - !tucripción
- - Lóm.
342
Jfl/_ -
n
Va.ro urámico del Castro tú Ln CoraJa (Cáctm}
[page-n-353]
~i\LCA"TA OECORAOA CON INSCRIPC ION IBF.RICA
Lóm. 11111.-
Monummto funuario de Osu11a
343
[page-n-354]
C. 1\RANEGUI GASCÓ
Um
IX -
FoltoUJ lkl campom~to dt Cáwtl ti Vr~o
Lám. X.- Mo11t!ÚJ. dt P. Carisio
344
[page-n-355]
J avier V ELAZA *
;
;
SOBRE EL ESGRAFIADO IBERICO DE BARCHIN DEL HOYO
En un artículo publicado en 1981 ', Marta Sierra
Dclage daba noticia del hallazgo de un plato o cuenco
con inscripción ibérica en las excavaciones que a la sazón se venían realizando en ..Fuente de la Mota», al
fmal de la Serranía de Cuenca, en el término municipal de Barchtn del Hoyo.
La pieza en cuestión, y por seguir la descripción
de la autora, es .. un plato de pasta beis-rojiza, con igual
cngobe y decoración geométrica de bandas desvaídas
en ambas caras en un color vinoso, de fondo anular de
4'8 eros. de diámetro, siendo las otras medidas 15 cms.
de anchura máxima de los bordes y 2 cms. el labio donde se encuentra el grafito,.t.
La leyenda se nos presenta como sigue:
"\ ~ IN
y ofrece en principio el pequeño problema epigráfico
de la identificación del signo 2; teniendo en cuenta lo
irregular de la superficie donde se lleva a cabo el esgrafiado, creemos verosúnil que se trate de • o de ki, cuyo
trazo superior pudiera haber sido realiz.a do defectuosamente al llegar al borde del plato.
• Dpl. de FUologia Classica, Univef1itat de Barcelona.
Desde luego, sea cual sea la lectura correcta, la interpretación más veros{mil consiste en considerarla
como una marca de alfarero o de propietario, de las
que el corpu.r de inscripiciones ibéricas sobre cerámica
nos ofrece ejemplos numerosísimos'.
La inscripción, entendida en los parámetros
mencionados, no merecería mayor comentario, a no
ser porque la autora de la publicación aventura a raíz
de al leyenda una hipótesis sobre la que creemos conveniente reflexionar. En opinión de M . Sierra, cla epsilon griega está invertida, y en el siglo l ll aparece
con rasgos hacia abajo y orientados tanto en un sentí·
do como en otro, luego pudo realizarse por comodidad en la escritura esta forma suprimiendo uno de
los rasgos, con lo que tendr(amos una e y leeríamos
lcban•. Y continúa¡ "Y dado que Lobetum es Lebeti6n y en griego, que viene de >.E/tflf >.E/tfi'TOf y que
antiguamente se empleaba la forma acusativa >.E/tflv,
traduci~ndose como caldera para calentar el agua o
cuenco, podríamos transcribir nuestro grafito en este
sentido, es decir, interpretarlo como •cuenco••.
Dejando de lado nuestro desacuerdo con la lectura
del signo 2, asr como nuestro desconocimiento de un
gentilicio lcb etanoa -s6lo tenemos documentado
Lobetaoi-, la hipótesis merece un comentario que
345
[page-n-356]
J. VELAZA
tiene que ver con ls ideas generales acerca del origen
y de la difusión del signario ibérico. Porque, de ser
cierta la propuesta de M. Sierra, nos hallaríamos ante
el primer ejemplo de un texto en que el signario ibérico
fuera utilizado para notar una palabra griega.
Desde luego, el estado actual de nuestros conocimientos acerca de la historia de los diferentes signarios
en uso en la Hispania prerromana comienza a ser un
poco más claro que hace unos años, fundamentalmente
a partir de los excelentes trabajos de Correa, De Hoz
y Untermann, aunque todavía sigue presentando puntos oscuros que son objeto de discrepancia entre tan
solventes autores'.
Las hipótesis generales acerca de l a cuestión, perfectamente delineadas en los estudios, y que no repetiremos aquf por ser suficientemente conocidas, no impiden, desde luego, que en algún caso excepcional el
al!abeto ibérico sirviera para notar alguna palabra
griega, pero la casuística del intercambio signario/lengua se reduce en el ya crecido eorpus con el que contamos a los siguientes ejemplos:
l. Notación de lengua ibérica en al!abeto griego'.
2. Notación de lengua ibérica en alfabeto latino'.
3. Notación de lengua latina en al!abeto ibérico'.
El caso que nos ocupa vendría, según la propuesta
de M . Sierra, a ilustrar un cuarto tipo, el de la notación de lengua griega en alfabeto ibérico.
En nuestra opinión, y teniendo en cuenta la datación de la pieza -s. lll-, y el desfase cronológico con
los plomos greco-ibéricos -caso 1- que conocemos,
nos inclina a descartar cualquier tipo de hipótesis por
el estilo. La adaptación a la lengua ibérica de una variedad del alfabeto jonio, llevada a cabo seguramente
por un •escriba gramático,., acabaría dotando a aquélla de un instrumento gráfico adecuado, que suprimió
la necesidad de utilizar para la notación del ibérico el
alfabeto griego estrictamente considerado.
Los intercambios alfabeto/lengua con el medio cultural romano serán posteriores, datables seguramente entre los siglos I a.C. y 1 d.C., y simultáneos a la interinfluencia epigráfica que es en deflilitiva un fenómeno más
dentro del complejo proceso de la aculturación'.
346
En conclusión, mientras un hallazgo bien perspicuo
no venga a demostramos lo contrario, la adopción del signario ibérico parece que eliminó radicalmente el procedimiento testimoniado en los plomos greco-ibéricos. Y,
en consecuencia, la probabilidad de que el procedimiento
contrario - esto es, el de notar lengua griega en signario
ibérico- fuera utilizado en no sabemos qué contextos sigue pareciéndonos prácticamente nula.
NOTA FINAL
En el tiempo que este trabajo estuvo en prensa ha
aparecido mi Uxico de inscripeúmes ibéricas (1976·1989),
Barcelona, 1991; la leyenda a la que aquí nos hemos referido aparece allf con el número 403.
NOTAS
a M. SaUM D......:a: •Grafito ib&ieo en uo poblado de la
Submeseta Su,.. En LA &9• t~" !k 14 Cu/Jura lblriu . Acw de 1&
M ua Redonda celebrada en conmemora.ci6n del d6c:imo anive.na·
rio de la AJociaci6n EJpañola de Amigos de l1. Arqueología (Ma·
drid, Mano 1979), Madrid, 1981, p'gs. 313-316.
• Sruu Du..ca: Op. di. nota 1, pág. 313.
1 V~anae loa múltiplea ejemplos que proporcionan loa Mtn~~~.•
""""' ~UIITIUII IJisptmWnim ; d . tambi~ J. SIW: LiriaJ tk l4s itu·
m¡.eiMw iblriuu. Madrid, 1985.
• Sruu Da..oa: Op. nt. nota 1, pág. 31+.
1 ce., entre otros importantea trab.ajos, l. s siguientes: J. oc
o
Heot: •Acerca de la biatoria de la eacritura prelatina en HUpania-.
Arc/li;,o EspiJÑJI tk Af9wo/Dlf4, +2 (1969), P'SS· IO+· U7¡ ídem: ·La eacritura greco·i~rica•. kw di/ IV Collx¡v.W 1/llmui&WM/ so¡,. Lmtu.u
7 Oul.turu P.úoltuf1411iul (ViiDrúa·Gtlllti.c, 6·10 !k Ma.JD 1985), 19üúa, 2-3
(1987), págs. 285·296; J. U~m~awA><.I'I: MLH tn. &má l . Eit116í~Jut&,
Wiesbaden 1990; J.A. Cou.IA: •Escritura y lengua prerromanas en
el aur de la Pen(naula JbErica•. V1 CA~rcso Esp¡tñDI tÚ Estu4w 0/Jsüos,
1983, pig•. 397·41 1.
• Plomos de La Serreta (Aicoy), El Cigarralejo, y algunos esgrafiados •obre cerámica.
, ce. loa mllltlplea ejemplos en CIL U.
• Fundamentalmente antropónimo• en eagrafiadoa cerámico•. Cf. s. 011. en loa l.hcicoa de Siles y Velaza.
• Cf. M. MAYu:J. VtJ.UA: cEpigrafla i~rica aobre aoportes
tfpicamenle romanos•. .&IIJJ tMl V Ce/DquiD ~ solw1 ~
7 Ct.úlur111 Pmromtuw M 111 PrtúasuiiJ lblriaJ (CAIJmÍII, 1989), en prensa.
[page-n-357]
,
M. a Angeles
MEzQUÍRIZ !RUJO*
"'
"'
INSCRIPCION IBERICA EN ANDELOS
"'
(MENDIGORRIA, NAVARRA)
Los restos de la ciudad romana de Andelos se en·
cuentran sobre una alta terraza cuaternaria en la margen derecha del r ío Arga, Fueron identificados por el
P. Moret con el desolado de Andión, donde todavia
pervive una ennita que conserva el nombre y en sus
paredes aparecen empotradas unas bellas inscripciones
funerarias romanas.
Plinio menciona a los andelonenses como pueblo
estipendiario del Convento Cesaraugustano• y Ptolomeo sitúa a la ciudad de Andelos en~ los vasconest.
Ha sido recuperad a una placa de bronce con el
nombre de dos ediles, que nos confirma la existencia
de una verdadera orga.nizaci6n municipal a fmes del siglo I d.C. Esta ciudad romana es continuación de un
oppidum anterior, con una cultura material propia de la
Edad del Hierro.
Su romanización fue temprana ya que encontra·
mos cerámicas de tipo campaniense~ itálicas y pavim entos de opus signinum fechables en el siglo 1 a . de
c.
En la C3lllpaña de 1990 se ha descubierto un p avi·
men to de estas caracteristicas, que presenta la singula·
ridad de ofrecemos una espléndida inscripción en ca• Museo de Navarra, Pamplo.na.
rácteres ibéricos: Mide 2'44 m d e longitud y las letras
tienen 19 cm d e altura.
Está formada por cuatro palabras separadas por
unas líneas verticales de cuatro puntos.
Sobre la argamasa rojiza se incrustan las teselas
blancas, colocadas sobre la punta formand o las letras,
perfectamente trazadas. La transcripción pued e ser:
LtKINE ABU LORAUNE EKIEN .BILBILIARS.
Es notable su semejanza con la inscripción ibéri·
ca, también sobre pavimento de .rigninum, descubierta
en el yacimiento de la Caridad de Caminreal (Teruel),
dentro del área celtibécica3 • La p rimera palabra U KINE es idéntica en los dos pavimentos, aunque le falta el sufijo TE. Esta coincidencia creemos que invalida
la interpretación que se ha hecho, como un nombre
propio (la casa de LIKINETE). También la tercera palabra del letrero de Andelos EKIEN tiene gran semejanza con la segunda de Caminreal que se ha lefdo
EGIAR; quizá se trata de una fórmula de saludo o
bie.nvenida a la casa como en los casos conocidos de letreros en latín con las palabras SALVE o SALUTE,
también en pavimentos de opus signinum de la zona de
Cartagonova•. La segunda palabra ABULORAUNE
pudiera ser un nombre familiar ya conocido dentro de
la onomástica celtibérica.
3+7
[page-n-358]
M•. A. MEZQUÍRIZ TRUJO
La última palabra en los dos letreros parecen te-ner un claro significado de procedencia, en el caso de
Teruel es USECERDEKU de Usecerde (Osicerda) y
en el de Andelos BILBILIARS parece referirse a Bilbil.is, aunque las tres últimas letras son las mismas que
las que aparecen en las monedas de ARSAOS.
Los motivos decorativos del pavimento se componen de una orla de dibujo geométrico de meandro de
esvásticas conbinadas en doble T, con teselas blancas
y a continuación una segunda orla compuesta por una
guirnalda de hojas de hiedra con teselas negras. En el
caso de Caminreal hay también una orla de esvásticas
y la guirnalda fonna un medallón redondo, en lugar
de una cenefa cuadrangular como en Andelos.
En cuanto al contexto arqueológico en que ha sido
hallado, podemos decir que, por los materiales recuperados sobre el pavimento, podría asegurarse que estaba
en uso en la primera mitad del siglo I d. de C.
Los restos arqueológicos encontrados son: Terra
Sigitlata Arctina y Sudgálica, una moneda ibérica ilegible, posiblemente de ARSAOS, una moneda
hispano-romana de TIBERIO de la ceca de CASCANTUM, cuencos de borde ahumado, cerámica celtibérica y cer ámica tosca, indígena, antigua.
La fecha de la ejecución de este pavimento nos la
dará con precisión los materiales que encontremos debajo o entre el rudus , cuando se proceda a su levantamiento. No parece aventurado precisar que dicha fecha
esté e. el siglo I a. de C., coincidiendo también en ello
n
con el de Caminreal.
348
Creemos que el hallazgo de Andelos tiene un interés general para el conocimiento de las lenguas ibéricas, su extensión y datación. Concretamente para el estudio de Andelos nos pone de manifiesto que esta
lengua prerromana se hablaba y escribía en la zona y
que pervive después de una evidente romanización de
la ciudad, ya que este tipo de pavimento es de clara influencia itálica así como la estructura de la casa y el
propio trazado urbano.
Por otra parte, puede decirse que los pueblos indígenas que ocupaban la zona de Andelos, llamados en
los textos clásicos MStotw, tienen asimilados, al menos
culturalmente, muchos elementos celtibéricos reflejados en la onomástica, monedas y cerámicas, torneadas
y pintadas.
Valga esta noticia como nuestra aportación al me·
reddo homenaje de amistad a Enrique Pla. Podría reflejar, cómo, desde la antigüedad, hay unos nexos culturales, tan importantes como la escritura, que, de
algún modo, relaciona los territorios levantinos ibéricos, con las alejadas tierras navarras.
NOTAS
, Plinio, Nat. Hisc ID, 2t.
• Ptolomeo II, 6, 67.
' J. Vtcurr& R WON: LA CariMd (CtmnnrttJ!., 1lnuf).
• S.F. RA>CAU.O A.u...sto: MorlliaJs Tt1mJIIIDS tÚ Ctu'f4lo Nova. Murcia, 1985, láminu Vrri y IX.
[page-n-359]
INSC RIPC JÓN lll ÉRL CA EN t\ NDELOS
Lóm. 1.-
lnseripcíón dt Andtlos.
349
[page-n-360]
[page-n-361]
Luciano
P ÉREZ VruTELA •
,
,
IBERICO <(EGIAR)) EN UN EPIGRAFE DE CAMINREAL
(TERUEL)
En un mosaico de inspiración helenística de opus
signinwn ha aparecido recientemte una inscripción en
caracteres ibéricos (VICENTE r:r Aw, 1986: 3) que dice
(fig. 1):
• L.i.ki.n.e.t.e • e.gi.a.r • U.s.e.ke.r.te.ku
Los descubridores proponen traducirlo as{: •Likinetc, de los usecerdenses lo hizo,. (V•ov.'TB ET At.n,
1986: 10). Lo curioso de esta traducción es que da
como supuesto por una parte eJ carácter verbal de
•egiar- evidentemente iMrico y por otra el carácter celtibérico, indoeuropeo, flexivo, de Usekertelcu.
Otras inscripciones del yacimiento tienen entre s{
cierto constraste: unas latinas, como FL.ATILI/US impreso in jJ/anJa pedis de un mortero de cerámica común
romana (VIO'-"'TB BT Aut, 1986: 10), otros en escritura
indfgena, como Bi.l.a.b.a. (i.u.)n.a. ti.(n)le. n.a.bi. n.e.r
(V1c ENTUT Aw, 1986: 10) que leo en un calco facilita·
do amablemente por el dr. Fletcher. BiúJh recoge posiblemente un onomástico Bilakos -cf. el BÜI.Jiu()i de
Sagunto- (WI!.lSGERBF.R, 1930: 195; T ovAR, 1951: 297)
de origen celta pero de nítida morfología ibérica (v. infra) aparte de que el onomástico ~iuNJtin -en, es perfec·
tamente ibérico.
El resto de los epígrafes es de morfología celtibéri·
ca, tanto en su flex,ión como en su radical, tales Ka.m.
ba.r.o.ku.m (cf. Ca.a.ba.r.i.u.o.l de Clunia, UuEUN1!1 1955:
106, P4, -este autor transcribe Y como fu/-) en genitivo plural de un tema indoeuropeo en -o, asf y cuyo radical debe derivarse del celta kamhos •curvo.. (PottOIU\'Y,
1947s.: 918) asf como &.1./cu.a.u.s.u.t.ti.ku.ho.J, éste en dativo/ablativo del pluraL Ambos calcos me han sido facilitados igualmente por la amabilidad del prof. Fletcher.
En este último caso, e] radical se relaciona manifiestamente con e.l onomástico celtibérico BtsSU&a (CfL II 3097) de
Cabeza del Griego) en Cuenca. Si el carácter celtibérico
de la mayorfa de estas inscripciones ea evidente, como ya
intuyó Tovar (1973: 367) para esa zona de Aragón, no lo
es menos la presencia del antecitado onomástico ibérico,
asf como de la palabra •egian., de este mismo origen, todo
ello en el mismo yacimiento, con la misma cronología o
inscrito con el mismo sigoario. Examinemos los vocablos
de la inscripción musivaria ornamentada:
• Servicio de Inve.tigaci6n Prehw6riea. Diputación de Valencia.
351
[page-n-362]
.
L. PÉRRZ VlLATRLA
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• o• ~ \ • •· •6 • o:,•o•(. • •oo ••• ••o.o • •,• •oo.• oooo•"P • •t••\:*••••,oo .- , •,• • a6 •«", ••,•ll ' • • •<'. •••,·• ·• • • ••:
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•
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Fig. 1. Ep{graft musioario de ..La
CariJad;,
L.I.KI.N.E.TE
Es preciso separar el postfijo -u del onomástico Likine, que resulta ser la transcripción al ibérico de un
onomástico masculino indoeuropeo, bien el celta Lidnos, con variantes Li&nos y Lignos, bien dentro dellatfn,
Li&inius o Li&ütus (GARc1A v BELLIDO, 1990: 92) -éste
menos corriente-.
El radical indoeuropeo Li&- es bastante frecuente
en la península, as( como en países celtas o ilirios. En
este último dominio hallamos Li«<.ios, Li&caios, Liuauus
(K.R.AB!!, 1956: 58; Aua~rn>s, 1965: 132) como antropónimos, en tanto que la Galia Cisalpina, Li&a«~ (CIL V
8409) y Li&aus (CIL V 2177); en la 'Ihnsalpina, Li«<.s,
Li&~, Li&us, Liceo (Ho,LDER, 1846: II, 206 ss), acaso relacionados con el bretón lech, de Li&~, wpiedra», como
el irlandés lecc, li&c, .. Josa», etc. También figura en antropónimos compuestos como Moilieus, Mocolisu (CIL V,
450 y 587).
En Rispania tenemos LitamiJnda, esposa de Liesenus, en Orense (HAE n.0 289); Li&ina en llarduya, Álava (CIL 11 2940); Li&imi, genitivo en la tésera de Paredes de la Nava, Palencia (CIL II 5763) y Licinila en
Sevilla la Vieja (CIL II 5378) cuyo masculino aparece
en Brita.n ia (CJL VII 1336/561).
El consonantismo de Ligine lo hallamos en parte
en el etnónimo de los Ligyes o ligures y sobre todo en
el topónimo Lagni citado en las guerras celtibéricas
(Diod. XXXlll 17) y al q ue corresponden probablemente los numismas de L .a.gi.n.e. (U.NTERMANN, 1975:
210s., A.22). También participa de ese consonantismo
los Ligauni de la Narbonense (Plin. NH 111, 35).
Li&inius es enormemente corriente en el mundo romano e hipano-romano concretamente, basta recordar
a Licimus Sura el general de 'frajano. Li&ütus es menos
corriente. En la península hay un C. Pomponiu.s Li.cinius
(CIL II 2300) de Córdoba, G. Li&ini CapiJonis j
(AEArq. 33, 1960, 191 n. 0 29) ésta de individuos de
tradición indígena de Peñaflor, Sevilla, antigua Ce/Ji,
pues la hija se llama &mjmmia Supera/a, cognomen notoriamente celta. También L . Ctoni Licino (CIL II 4348)
de Tarragona. Toda esta epigraffa es de época imper ial.
Según Albertos (1965: 132) estos personajes no serían
hispanos, o sea que Licinus seria un o.nomástico ajeno
a lo hispánico, pero esta aflrmación resulta excesiva,
pues los hallazgos posteriores a la publicación de su repertorio pueden reafirmar lo hispano-romano de su
origen.
Respecto a la desinencia -e seg6:n Untermann
(1969: 11, n.o 37) «parece substituir la terminación -os
352
•
•'
t
t
o
•
•
•
• • • •" •' ••' • • •••O••• •• ·• •· •• • "'"•
de Cammr,al, según Jliunu et alii.
de los temas en -o indoeuropeos,. cuando son transcritos al ibérico. Veamos unas muestras:
GaiD en escriiura ihlri&a Go.itJ en escrilura úuino.
a.s.e.tiJ.e
Adsetilus
ca.f.a.te
Carantus
ca.s.i.ke
Cassicus
s.u.a.de
Suadus, Suadulius
te.s.i.l.e
Tessillus
u.a.s.i.l.e
Vasillus
e.S.Ici.n.ge
Excingus
(UiiiTB.RMANN 1 1969: 11)
o.s.i.o.ba.f.e
Osiomarus
(UI'tT I'.RMMIN, 1975: Bl-59)
Ka.tu.ba.f.e.
Catumarus
(SoLmR, BARBOTRAU, 1988: 8ls.)
Siles, aceptando la observación de Untermann, la
hace extensiva al etrusco, alegando que las «lenguas
mediterráneas~ no indoeuropeas tienden a substituir la
desinencia -os de los temas indoeuropeos en -o por la
desinencia -e. Propone como ejemplos serve/Servius;
14u!TiJius; tuWTuUr (Sll.ES, 1982: 107).
'us
En cambio los noJDbres en escritura ibérica y lengua latina (UN'rERMANN, 1975: 268, Bl) acabados en ,._
Í» como ti.bt.r.i. y l.u.ci de las monedas de Uruiilu:slrenEmporion. que parecen corresponder a magistrados monetales (SILI!S, 1982: 108s.) no responderían a patrones
ibér icos de transliteración, sino a una particularidad
de la propia flexión Latina, equivalentes a Tihtrius y
Luaus.
Respecto al onomástico que nos ocupa, no. podemos determinar sin embargo, si corresponde a un -us,
Licinus, o a un -ius, Licinius, ¿también -ius producirá -t
transcrito al ibérico? Hay otro L.i.ki.n.t ., según leemos
Silgo y yo, sobre campaniense B de Vaientia (BomT,
MATA, 1989: 142, fig. 3) (fig. 2), de lo que concluimos
que es latino, .n o celtibérico.
EJ postfijo -u es muy común en Jo que parecen ser
onomásticos:
A.tu.f.te (Villares VI B)
AJ.e.i.cu.ci.te (Liria Vffi)
Ba.ta.f.a.ti.te (OrJeyl VTI A)
Ba.s.e.r.te (Liria XL)
Be.tu.lci.ne.te (Villares VI B)
Bi.ta.r.s.te.ti (Pico de los Ajos III A)
[page-n-363]
lBÉRICO •EGIAR• EN UN EPÍGRAFE D E OAMINREAL
Cu.l.d.be.l.a.u.f.te (Pico de Jos Ajos 11 A y II B)
Du.n.cli.ba.f.te (Villares V B)
E.ta.u.te (Azaila: Sll.P.S, 1985: n. 0 196)
E.l.e.r.te (Villares V A)
I .l.di.f.te (Serreta IV)
L.a.u.f.be.r.to.n.te. Bi.ta.r.s.te (Pico de los Ajos II
B)
N.w.ba. f.te (Liria XL)
S.a.ka.f.a.ti.n.te. (Villares VI A)
S.a.lgi.te.i.te (Pech Mahó rrr A)
S.i.f. i.u.te (id)
U.i.ti.ba.s.te (Tivissa: STLBS, 1985: n.0 1418,
dudoso)
S.te.n.ti.s.te (?) (Villares V A)
Untermann (1987: 37) sepala que la -función del
postfijo · ú no excluida la de -kiz, acompañando ambos
a menudo a los antropónimos ibérkos, en tanto que
Fletcher (1985: 300) da como indivisible la secuencia
-gaJe de los mismos. En el plomo de Palamós es frecuen·
te (R NRó, 1982: 123s.; Ho-t, 1985: 443s.; Fum::.ae1t,
1985: 297s.; UNTERMANN, 1985: 435).
Bi.l.o.s.ba.§.ka.te
Be.l.d.bo.f.ka.te
Bo.l.s.ko.ka.te
Bo.n.ko.ka.[te]
Asf también en e1 plomo de Odeyl V, Val! de Uxó
(Furrct.tu, 1981: 63s.): L.a.u.r.i.s.ke.f.ka.te
Casi todos los vocablos listados son onomásticos.
A veces -te acompaña a voces que figuran a menudo en
la composición de onomásticos compuestos, tales
I.l.di.f. o Ba.l.ca.f. Otras voces como La.u.f.be.r.to.n tan·
to podrían ser antropónimos como títulos honoríficos
como también parece serlo &.l.ti.he.l.e.f que aparece
como la anterior en los plomos de Pico de los Ajos
(UNTBRMANN, 1987: 44, n.0 31). Fletcher (1980: 23) proponía relacionar Kd.ti.be.l.e.i con Ce/Jiber y otras indi·
caciones similares de origen étnico. Por nuestra parte
(Pé:REZ Vn.ATELA, 1988: 16, n. 17) hemos intentado conciliar ambas teor{as, dada la especialización militar de
los celtíberos, fuera y dentro de la propia Celtiberia.
l.Auf- tiene un elemento comparativo en el vas·
cuence laur •cuatro» (FLETCHBR, 1983: 19) y si se tratase de una magistralura, equivaldría entonces a •los
cuatro tales• - la segunda parte del vocablo aún es
obscura- como los quattuqroiri, 14trarclw, etc.
Respecto a -14, Untermann (1987: ~5) da como hipótesis •muy arriesgada y muy provisional», que este
afijo tendría un valor ..no 'lejos del que tiene el dativo
personal en las lenguas indoeuropeas... Pattison (1981:
44-9) piensa que -ú pueda se.r representación gráfica de]
sonido -t/-d en posición final, puesto que e1 ibérico no
dispone de un signo particular para las consonantes
oclusivas, sino, como se sabe, se hace representar gráfi-
camente por medio de signos silábicos con cada una de
las cinco vocales. Sin embargo, señala Untermann
(1987: 39, n. 0 14) esto no se corresponde con la lectUia
iridl en escritura jónica y lengua ib~rica del plomo de
Alcoy II (LLOBRE(}AT, 1973: 124). No está empero, muy
claro que nos hallemos ante un caso similar al de los
onomásticos antedichos, pero en caso de tratarse deJ
mismo sufijo, habdamos de leerlo con la dental sonora
·tk. Por su parte Fletcher (1980: 36) señala que e.n vascuence ·!4 es un sufijo de acción que se une al infinitivo
verbal y forma la 2. • y 3. • persona del plural. Pero eJ
asunto es que en ibéri_co suele aparecer unido más bien
a nombres personales. Silga en el léxic~ ibérico (consultable en el S.I.P. de Valencia) que prepara para su
doctorado, dirigido por el prof. Fletcher, opina que -te
suele marcar regularmente al sujeto de la frase, pero
que no se.óa un nominativo. Quedaría pues, como partícula reforzativa enclítica, al estilo del -8E griego con
el que no debe tener nada que ver. En vascuence, el
artículo se pospone al substantivo. Acaso en ibérico
ocurrió algo semejante, aunque lexicalmente el -u vas·
cueoce no parece tener nada que ver, pues sirve moñológicamente al verbo.
En el caso que nos ocupa, como en los expuestos,
un onomástico Lú:úws (-ius) latino, recibe un tratamiento similar.
E.GI.A.R
Se trata de una de las voces ibéricas más abundantes en los epígrafes, figurando sobre todo tipo de mate·
rial: cerámica, m oneda, hueso, pidra, plomo y mosaico. Fletcher (1986: ls.; 1989: 103s.) ha sistematizado las
menciones: observa que en algunos casos egiar funde su
e· con la 61tima sílaba-signo de la palabra anterior, a
veces -14-. Pero en otras ocasiones, como la que nos
ocupa, Jos vocabl os quedan nítidamente separados por
puntos, quedando otros -u junto a la palabra precedente, onomástico preferentemente. Entonces se produce
una secuencia de dos -t- como en otros casos que no
aparecen puntos. El trabajo de Fletcber nos aho~a
mucho esfuerzo. Su recopilación comprende los textos
completos, aqui sólo re~¡eñ amos la palabra anterior y,
si procede, la posterior:
Liria 1: u.n.s.c.e.l.ú.gi.a.r: ban
Liria Vlll: a.l.e.i.cu.gi.ú.gi.a.(r) ...
Liria IX: ca.f.e.s.ba.n.i.te: e.gi.a.r: s.a.l.du.ti.b.a.i.te:
Liria XVI: du.s.e.a.ti.a.: ca.cu.e.gi.a.r.... ke.m.i.e.gi.a.r
Liria XVIll: ...r.ba.n.cu.s e.gi.a.r : bi.u.f.ti.te
Liria XXIV: e.gi.e.co.n: e.gi.a.r
Liria XL,l: b.o.f.te.ba.r.a: Ca.f.e.s.i.f.te.e.gi.a.r.
:ba.n.i.te.
Liria XL,3: e:bi.f.te.e.gi.a.r
Liria XL,9: e.gi.a.r ca.f.e.s.bo.bi.gi.r
353
[page-n-364]
L. PÉREZ VILATELA
Fig. 2.-Jrucripci&n solmfondo d4 oaso ~ampanimse B, F.J Lamb.,
segÚit H . Bonet y C. Mato. (1989).
Liria LVI: e.n.e.gi.(o..r.)
Liria LXX: ...u.n.i.s. keJ.te.gi.o..r. gi.n.s.i.
Liria LXXVI: gi.s.ke.f: e.gi.a.r: ba.l.kc.be.f.c.w.ba.f
Liria LXXX: .., (e)gi.o..r. ba.n.i.w.ba.f.e...
Liria XC: n.i.e.gi.(o..r.)
Villares I: (ba)l.ca.r.te: e.gi.a.r.
Sinarcas (lfnea 4): be.r.be.i.n.a.r.i e.u.gi.o..r. w.i(?)
(línea 5): ...ta.l.o.i.te/ ca.f.i e.u.gi.o..r.(?)
Sagunto (monetal): a.f.s.a.gi.s.cu.e.gi.a.r.
El Solaig de Beclú (Cara A, linea 2): T.u.n.s.ti.r:
11.gi.a.r.to.n.e: be.l.e.á.ta.r.
Las Majadas de El Toro: n.e.f.s.e.ti.ca.n.lll.gi.a. r. w.i.
La Serreta de Alcoy VI, B: s.a.ca.l.a.cu.ca..e.gi.a.(r)
(Numerales)
UUasttet (línea 3): be.l.bi.ti.n.go e.n.e.gi.a.r a.f.bi.gi.r
Aubagnam: ...cu.ti.te. t.gi.(a.r.) o bien
...to.ti.te.e.gi. (a. r.)
Puerto de Sagunto (falcata ib~rica): (signos de dudosa interpretación, AltANeom, 1989) ...te.e.gi.a.r.
Pío Beltrán ViUagrasa (1942, 26 y 51) lo relacionó
con el vascuence egin, «hacer», de la misma forma que
Gómez Moreno (1949: 279), Caro Baroj a (1973: 795)
y Beltrán Martínez (1953: 501). Tovar (1959: 44) introducía sin embargo una novedad, proponjendo que pu·
diera sel' un substantivo, que podría significar «hacedor», •autor» o un participio equivalente a •hecho
por».
Más allá de esta última posibilidad apuntan también Pericay y Maluquer (1963: lOls.) al traducirlo
como preposición •de,. o •por.., lo que no nos parece
verosfmil pues en un mismo vaso de Liria aparece varias veces acompañando a distintas palabras que son
hoy casi unánimemente consideradas como antropónimos: no puede tratarse, pues, de distintos artesano.s fabricando un mismo vaso o decorándolo. Además y respecto a esto último, cada vaso está indudablemente
pintado por un mismo artista como evidencia el simple
contraste paleográfico y la concepción estilística de las
ruversas escenas.
354
Una traducción por el verbo «.hacer» en forma personal proponía Villaronga (1967: 61) al traducir el epígrafe monetal A .f.s.a.ki.s.ku.t.gi.a.r. de cierta emisión
saguntina como «los de Arse han hecho algo grande».
Tampoco egúJr parece un verbo, pues no aparece
flexionado y en frases cortfsimas como en la falcata o
el mosaico alurudos. Bien, si se tratase de un verbo, significando ..]o hizo» como han indicado recientem ente
Burillo (1989: 82) y De Hoz (apud GARCI6 v BeLLIDO,
1990: 73) se produciría una grave anomalía epigráfica,
pues estos dos objetos son emblemas indudables de categoría social. Marco (1989: 112) debe intuir la ende·
blez de la traducción ..to hizo», proponiendo «lo mandó
hace.r>• como alternativa, lo que semánticamente no tiene posibilidad, ni siquiera espacio epigráfico. Lo peor
es que todas estas traducciones se hipotecan al mósaico
en sf mismo, sin apreciar que es parte integrante de
una casa. No se trataría pues tanto de anotar el ~om
bre del artífice -ni siquiera del encargador del
mosaico- sino sencillamente del dueño de la casa.
Thnto la falcata como la mansion de Lilci.ne revelan gran
calidad. Tanto la lógica como la práctica epigráfica exigen que sean los propietarios de los objetos, no Jos artesanos fabricantes quienes ostenten orgullosamente sus
onomásticos sobre sus cualiftcadas posesiones muebles
e inmuebles. Egiar acompaña, pues al nombre personal
sobre ciertos objetos. De la misma forma , figura sobre
unos vasos que según su calidad y la estancia en la que
aparecieron (BA!.t.F.S'l'&R, 1946: 307s.) bien podría tratarse de un recinto sagrado.
Thmpoco creemos que ningún artesano ibérico tuvie.se el menor interés en .firmar un humilde punzón de
hueso que no requiere sapiencia alguna para su pulimento: nos referimos al punzón de Las Majadas de El
Toro: más bien se tratará de su puntilloso propietario.
Aunque muy poco sabemos sobre el status del artista
en la sociedad ibérica, lo que sí podemos constatar es
que las obras maestras como las Damas de Elche,
Baza, la escultura animalista, el monumento de Cor ral
de Saus, etc., no van firmados. En cambio sf resulta
habitual que objetos más relacionables con el ajuar
particular (punzones, vajilla metálica, ponderales, etc.)
nos ofl'Czcan un onomástico. Ello tiene que deberse
pues, a indicación de propiedad. En un sentido similar
deben entenderse los grafitos sobre exvotos: corresponderán al oferente, como sigue siendo norma entre los
devotos, no al artesano.
Por tanto, la traducción plausible de egiar viene
por el camino marcado por Thvar (supra) y Pattison
(1981: 487) un substantivo (o participio) en aposición
al onomástico, significando «jefe,. o algo similar. En
ello conviene Silgo (s.f., 104). Cf. el pranm saguntino
citado por Livio (XXI. 12).
Los primeros textos conocidos donde figuraba egiar
fueron las piezas cerámicas de Liria. La expresión queda escrita junto a escena, que en general son de guerre-
[page-n-365]
IBÉRICO aEGIAR• EN UN EPÍGRAFE DB CAMlNRBAL
ros en acción, pero no siempre. Uno de estos casos era
una escena de pesca junto a un ,a.~.t.gi.a . r, cuya primera tentativa de traducción fue «pescar con anzuelo».
El aumento del acervo epigráfico ha permitido que hoy
podamos aplicar una traducción mucho menos aventurada. Pero, por próximo que estuviese el letrero a los
pescadores en esa escena (Liria XVI), en la mayoría de
vasijas edetanas (Liria IX, XVI, XL 1,3 y 9) acompaña a guerreros que exhiben su panoplia, con ese •sentido caballeresco de la vida.oo que con todo acierto definió
Caro Baroja {1975: 145) que también figuran en la pieza de la barca de pesca en otras escenas. Sólo hay un
caso en que aparece una mujer con espejo (Liria I) en
un kalathos. Esta misma asociación con lo bélico es
manifiesta en la falcata del Puerto de Sagunto q ue
muestra un onomástico (?) y luego te.e.gi.a.r.
El propugnar que se trata de un verbo Ueva a otra
incongruencia epigráfica: entonces debería desconectarse de las escenas pintadas adjuntas de las cerámicas
de San Miguel de Liria. Y ciertamente, tanto los arqueólogot como los lingüistas que se han preocupado
de visionar las figuraciones anejas a los textos, no se
atreven a desconectar una.s y otros.
O tra anomalía para considerar verbo en forma
personal a e.gi.a.r sería el figurar en una serie numismática pues lo habitual en la antigua Numismática es
que aparezca el nombre d e la ceca y además, el del monarca magistrado monetal o el de la misma magistratura. o alguna otra titulación, a estilo de IMP(eraJm),
P(ater) P(atritu), P(trmissu), C(aesaris) etc. Todo ello conviene más a un significado de t .gi.a.r como magistratura que como predicado verbal.
Por fin, hay una paradoja en la tentativa de traducir e.gi.a.r por «lo hizo»: que quienes pergeñaron esta
línea de trabajo (supra) lo hicieran desde n{tidas posiciones vascoiberistas. En cambio no es éste el caso de
De Hoz (apud 0AR01A Y B EJ.Ltoo, 1990: 73).
Tenemos pues, en fin, que no puede tratarse de un
verbo, al estar aplicado a escenificaciones con alguna
pequeña variedad, a una falcata, un punzón, etc. Se da
además el caso de que si se insiste en una traducción
•lo hizo•, dan por supuesto que t iene que ir acompañado de onomásticos, en lo que convenimos plenamente
-pero sólo en esto úlúmo- por lo que estos individuos mencionados tienen que ser obligatoriamente los
diferentes artesanos. Resulta de esta manera que el
pueblo ibérico fue el que más dignificó esta profesión
de todos los de la Antigüedad y épocas premodemas
en general, lo que no es probable, pero tampoco posible, como acabamos de demostrar. Añadiremos un sencillo ejemplo ¿se le ha ocurrido a cualquier estudioso
que el famoso ForlunJJJus que conocemos exclusivamente
por un mosaico inscrito de la espl~ndida rJilla bajorromana de Fraga hubiese podido ser el artesano? Ni por
asomo. Thdos convienen (sin necesidad de explicaciones) en que se trata del dueño. Bueno ¿tan diferentes
habían de ser los hispanos prerromanos como Likiru?
Evidentemente no, pues todos aceptan que era el nombre del dueño. Entonces ¿por qué razón mantienen que
fue él quien oclo hizo•?
En realidad, la última llave para averiguar la función de tgiar es comprobar su posición en la frase,
acompañando en general a un onomástico, que no pudiendo ser indicación del artífice, debe referirse a una
categoría del propietario. Presentamos un listado de las
muestras que parecen más evidentes de onomá.sticos,
tambi~n reforzados en cada caso por un postfijo -te:
Li.ki.ne.te : e.gi.a.r (Caminreal)
Ca.f.e.s.ba.n.i.te: ~.gi.a.r (Liria IX)
Ca.f.e.s.i.r.te.e.gi.a. r (Liria XL,l)
E .bi.f.te.e.gi.a.r (Liria XL,3)
(ba)l.ca.r.te: e.gi.a.r (Los Villares I)
...cu.ti.te.e.gi.a.r (Aubagnan)
En cambio, en el caso siguiente parece formar parte de una palabra mayor:
...u.n.i.s ke.l.te.gi.a.r (Liria LXX)
Y en este caso, tanto podría tratarse d e un onomástico como más probablemente de un título compuesto- aplicado al onomástico precedente mutilado, al estilo de lr4.l.ti.be.I.e.J, ya visto.
A estos onomásticos, cabría añadir el aún obscuro
nombre personal que precede a e.gi.a.r en la falcata de
Puerto de Sagunto, también con un - ti tras el antropónimo.
E n algunos casos, da toda la impresión que e.gi.a. r
se incorpora al onomástico - que de por sí ya parece
compuesto- al quedar incluído en un mismo segmento escritu rario por delante de las interpunciones que en
algunos textos separan tramos de escritura: palabras,
sin duda, por ejemplo en Ca.f.e.s.i.r.te.e.gi.a. r (Liria XL,l) separado de la palabra anterior y posterior
por puntos. Observa Silgo (s.f. 104) que e.gi.a.r se incorpora fácilmente a la onomástica, seña pues éste uno
de los casos. Albertos (1965: 260) apuntaba que la onomástica ibérica se comportaba de forma similar a la de
los celtas, gennanos y griegos en el uso de nombres
compuestos, como el caso de rix ~< rey», de los galos
(SottMtDT, 1957: 75) particularmente entre los aristócratas - y varones-.
El hecho de aparecer en una falcata e.gi.a.r tras lo
que debe ser un onomástico nos recuerda aquellas noticias romanas acerca de la vinculación penonal de los
soldados hispanos con sus armas, tal como Tito Livio
(XXXIV, 17) dictaminaba: nuiJ4m vil4m ratisine annis
me, a propósito de los pueblos del Nordeste desarmados por Catón.
Por otra parte, a partir de esta traducción razonablemente •segura•, nos detendremos un instante en su
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L. PÉREZ VlLATELA
etimología, intentada a menudo en los estudios ibéricos
sobre bases mucho más e11debles de las que nos sustentan ahora: debe considerarse seriamente la ra{z indoeuropea •a¡- que produce •agws, (PoKoRNY, 1947-59:
4s.) que da idea de «acción, movimiento• y que produce entre otras formas el latín agere y derivados, el irlandés aga, aige, «conductor», el galo agituu, que origina el
onomástico Ago-maros «belicoso» uel que actiía (belicamente) a lo grande» (SCHMID'I', 1957: 118s.) as( como
Comagius «el que mueve los cabcllos.. probablemente, tal
como procedfan nuestros lusitanos en el combate (Lucilio, &u. 228).
También encontramos esta raíz en antropónimos
ilirios, como Aáua-yos, KoQQa-yos, de Macedonia
(Klwm, 1929: 32 y 62) en otros helénicos como Aó :2
xa-yos, E7eará-yos (Klv.Hs, 1956; 58) que en el do.m inio de los substantivos comunes produce el conocidrsimo ureotTf]-yÓs derivado en su segundo término de a-yw
que tiene el interés de ser una titulación derivada en
defmitiva de la misma raíz léxica de acción que los vocablos ilírios y galos y el substantivo ibérico en cuestión. Este «préstamo" indoeuropeo al ibérico mantiene
la -i- de •agios y su solución a la desinencia es la misma
que la del galo, en -ar, pero aquf no hay una múnesis,
sino más sencillamente que ambas lenguas poseen esta
opción de sufijación nominal.
Por si acaso, conviene decir que el hecho de que
el ibérico presente radicales indoeuropeos -lo que no
rechaza prácticamente nadie hoy en dra- no quiere
decir que su gramática fuese el tipo del ladn o el celtibérico. Por otra parte, tal vez se ha abusado en la denominación de «indoeuropeo» referido prácticamente
sólo a lenguas de flexión verbal, declinación nominal,
distinción entre género, niímero y persona, etc. Resulta
que el primitivo indoeuropeo, según estiman los paleolingüistas (RooRtousz ADRADOS, 1988: 211s, 251s.) no
poseía estas categorlas y las fue adquiriendo con el
tiempo.
La comparación con el vascuence egin, acude p rácticamente por s( misma. Es un vocablo de indudable
origen indoeuropeo, como los posee esta lengua en
buena medida, pero que no han alterado su gramática
original que le da su propia esencia. Ambas lenguas,
ibérico y eusquera habrfan recibido es~ voz indoeuropea desde luego antes de la latinización.
U.S.E.KE.R.TE.KU
Es evidente la relación de esta palabra con un epígrafe monetal en semialfabeto ibérico con el rótulo
U.s.e.ú .r.tt en el reverso y datables en época de César,
acuñadas en 50-49 a.C., en cuyo anverso figura además
en letras latinas OSI u OS. Se trata de denarios y seoúses {HO:SN.ER, 1893: 42; Hn;~., 1931: 99; Bexn.
356
1946: 472; Gl!ADÁN, 1969: 148; MAATíN VALLS, 1967: 73;
UNTSAMANN, 1975: 216s.; Vn.LARONOA, 1979: 282).
Estas monedas son -aparte la novedad que supone este epígrafe- el más antiguo docum.e nto escrito
sobre esta ciudad, que perteneció al corwenJus Caaaraugustanus, pues Jos Ossigertlmst!;$ son citados all1 por Plinio
(NH Ill, 24) entre otros beneficiarios del ius LaJi oetus,
que son los Cascantenses, Ergauiunses, Grauurrilani y Letmi&mst!;$ en ese mismo convento jurldico (SANCHO, 1981:
130).
Claudia Ptolomeo (TI, 6, 63) sit6a ÜqtXCiQOO a los
H 0 , 15'/40°, 10' entre los llamados «edetanos» que resultan ser la suma de la Sedetaoia centroaragonesa y
la E detania valenciana enlazadas mutuamente a través
de las montañas y altiplanos turolenses con poblaciones de lengua y cultura celtibéricas (Peñalba de Villaslar), hacia el cambio de era .relacionados a lo b.rgo de
un par de v{as provinciales. Es decir, esta Edetania ptolemaica, que comprenderla el tracto territorial entre
Caaaraugusta y Sagurtlum e.n el sentido de los meridianos:
desde la costa valenciana hasta el corazón del valle del
Ebro, englobando territorios comprendidos en fechas
anteriores bajo distintas etnias. Ü0'4XÉQOa es una de las
ciudades citadas entre medio, después de LeOfli&a,
Ac;oPíxa y antes d e Etobesa, Hró{t.,ua . Beltrán Lloris
(1976: 398 y 417) sitúa Leoni&a en Mazaleón, propugnando una forma intermedia *Massa L«mica. Todavía
está algo obscura la atribución de las distintas comarcas turolenses a una etnia u otra, a lo largo de los siglos
prerromanos y romanos, pero puede afirmarse desde
luego que su adscripción étnica formal varió en este
largo período y particularmente, de Plinio a Clau,dio
Ptolomeo. Sobre la Sedetania hay varios trabajos (F....
TAS, 1973; BELTRÁN LLORIS, 1976: 395s.; SANcHo, 1981:
56s.) que aluden a estas comarcas turolenses donde debieron situarse varias de las localidades ptolemaicas,
pero hay escasa seguridad en su atribución: sólo sabemos que Jos «edetanos» ptolemaicos - obviamente una
reconstrucción que poco tendrfa de prerromanos- se
extendían en el s. n d.C. por la mayor parte de la provincia de Teruel, antaño celtibérica en lo étnico.
Estos itinerarios u tilizados por Ptolomeo eran de
uso provincial interno, no grandes vías imperiales
como las reseñadas en el itinerario de Antonino. Ya
Cuntz (1923: 109s.) advirtió que para la mayor parte
de Europa occidental, Ptolomeo utilizó itinerarios, no
mediciones astronómicas.
Una parte impo.rtante de los edetanos ptolemaicos
quedaría enhebrada en el trazado valenciano y aragonés de la actual carretera, Sagunto-Burgos, qu.e sigue
la depresión del Palancia y la bilbilitanoturolense hasta
Zaragoza, regada en parte por el Jiloca.
Osicerda fue municipo romano «lo más tarde bajo
Tiberio.., según Galsterer (1971: 71 n .0 56). La epigra:ffa latina documenta esta ciudad, pero se da la circunstancia de que todas las lápidas han aparecido fuera del
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IBÉRICO .ROlAR• &N UN EPÍGRAFE DE CAMlNREAL
valle del Ebro, concretamente dos de ellas en la capital
provincial. Son los siguientes:
1) CORNELIO TI C.F. GAL/ROMANO/FLAMINI TI VIR OSICERD. ET/II VIR COLONIAE TARRACONENS./AEMILIA KARA VXOR (CIL JI,
4267: Memoria Mu.seos...Tarragona, 1940: 87).
2) PORCIAE M.F./ MATERNAE OSICERDESII(FLAM.) P.H.C ET POSTEA/ OSICE.R.D.
CAE.SA (RAVG.)f'n\RRAC. PE.RPE.TVA.E/L.NUMISIUS/MONTANUS/VXORI
(CIL Il, 4241; Au>OLDY, 1973: 52 y 96 n. 0 108).
AUOldy data esta segunda entre 120 y 140 d.C.
Existe ademáa otra inscripción, que se halló presuntamente en Barcelona, hoy desaparecida, pero en general
se ha tenido como apócrifa o inventada, como otras recOgidas por eJ conde de Guimerá (LoSTAJ.:, 1980: 116
n.0 326):
PORTIA.. ./MATERNA .. ./OCICERDESI/.. H C
ET POSTEA/OCICERD.CAESARVM/TARRAC
PERPETVAE/ L.NUMISIUS MONTANUSNXORJ
Pero el hallazgo del epfgrafe indígena en la Caridad afina la perspectiva sobre la localización de la ciudad de Osiarda: opinamos que ocLa Caridad» de Caminreal fue su solar.
Recapitulemos las condiciones de hallazgo: el epígrafe adorna el piso de una casa que constituye un verdadero palacete helenistico, de al menos 850m2 (Vr.
C&NTE ET Aw, 1986: 3s; VrceNTe, 1988: 50s.) en el que
aparece mejor barrio de una verdadera ciudad: el yacimiento abarca 12'5 Ha., extensión verdaderamente
considerable para el tamaño de los asentamientos contemporáneos de la zona. Pensar que se trata de un emigrante (VrceNn, 1988: 53; Bmm.LO, 1989: 83¡ MARco,
1989: 112) es una posición tan forzada que diffcilmente
resiste. E l resto de la epigraffa indígena procedente de
la misma casa es mayoritariamente celtibérica: la excepción (salvos marcas cerámicas) es el epígrafe y no
en todos su vocablos. Y se mantiene esta teoría para
no violentar el estado previo de conocimiento acerca de
las lenguas prerromanas: Likinl sería un ibero emigrado. Diifcil. Comenzando porque el nombre no tiene
nada de ibérico, como vimos y ¿cómo explicar que un
emigrante se quedase con la mansjón má.s Jujosa de la
ciudad y por otra parte que introdujese en el epfgr~e
"ibérico" una palabra declinada como Usekerdelcu?.
Cuanto sabemos sobre la celosa autónoma ciudad paJeobispánica no invita a conciliarse con este "emigrante... Por otra parte, se ha venido insistiendo que en este
periodo son los celtíberos quienes presionan sobre los
iberos del Este y otras etnias peninsulares (BLÁ2Q.UEZ,
1974: 94s.; lo., 1979: 42 ls.) no al revés. Su pertenencia al convento cesaraugustano y al grupo de cecas romanas de Celtiberia-Ebro, junto a Thriaso, Calagurrir,
Ca.scantum, Ercavita, ClutUa, Graccurrir, Ct/.sa y Cuarm,¡gurta, permiten un muy coherente acomodo en Caminreal, entre Ercavica por el Sur y las demás ciudades en
el Ebro (o reborde oriental de la Meseta en el caso de
Clunia).
Para solventar esta dificil papeleta de mixtificación e.n tre ibérico y celtibérico se h a acudido a dos hipótesis: una, la del emigrante, a la que ya hemos aludido y otra, ]a de que e) epígrafe esté completamente en
ibérico. En este caso el -cu del fmal serla un morfema
ibérico para indicar procedencia (lli Hoz en GARCfA v
Bsu.mo, 1990: 73; BuRILLO, 1989: 83) lo que se acompaña -en el primer ca.s o- de la afirmación de que la
lengua de la zona es el ibérico. Evidentemente por los
otros epígrafes consignados debemos negar semejante
manifestación: la epigraffa indígena de «La Caridad»
-aparte de este epígrafe- es manifiestamente celtibérica donde los haya, con destacada presencia de radicales y flexión celtas.
A la lingüística celtibérica pertenece además el sistema vocálico que denota el epígrafe, según la notación
de «li» con el signo ibérico en forma de la flechita punta
arriba f, que sin embargo da «O• en su transcripción
al latín. U.s.t.ke.r.te/Osicerda; 1U.r.i.a.s.u/Turias(s)o;
Bu.r.s.a.u/BurstWrlltiSes. No se trata, pues, de un mero
«
Por otra parte resulta que en lengua ibérica, el colectivo humano correspondiente a una ciudad se resuelve con el sufijo -sken (o -*en). Los ejemplos son
abundantes:
A.u.s.ke.s.ke.nl Ausetani
S.e.de.i.s.ke.n/ Sedetani
L.a.i.e.s.ke.n/ Laietani
I.l.ti.r.ke.s.ke.n/ ilergetes (los de la costa probablemente)
U.n.ti.ke.s.ke.n/ Indigetes, etc.
Hay bastantes alusiones pormenorizadas en la bibliograffa. Destaquemos el monográfico de Vallejo
(1950: 218s.; 1950: 215s.) y la recopilación de Untermann (1975: MLH I, 1, s, v.) por ser de conjunto.
Existe ademá.s otro sufijo -etar que se asocia en menor número de casos a ciudades, que no suelen corresponderse con etnias homónimas, a diferencia del anterior sufijo. Tales:
S.a. i.ta. bi.e. la.r
A.r.s.e.e.ta.r
Por otra parte, el paralelo aducido con las monedas saguntinas de rótulo A .l.s.a.ki.s.lru.e.gi.a.r (VILLA·
P.OI'IOA, 1975. 23s.; lo., 1967: 61) que propone García y
Bellido (1990: 72s.) es endeble, pues lo más seguro, por
los ejemplos aducidos antes, es que -ku no vaya con
A.f.s.a.ki.s, sin. con t.gi.a.r, como el cu.e.gi.a.r meno
cionado.
AJ aparecer U.s.e.ke.r.tle.ku. tras e.gi.a.r que ya hemos definido como titulo, tenemos la asociación de un
onomástico, más una aposición que denota su categoría y po.r fin un genitivo plural de un gentilicio correspondiente a una ciudad hispánica.
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L. PÉREZ VILAT.ELA
Efectivamente, la elisión de la nasal final (n/m)
es corriente en el celtibérico escrito, particularmente
en caracteres indígenas, singularmente Co.l.o.u.n.i.o.cu
(Liu•mm, 1955: M 184) en una amonedación de la
ciudad de Clunia (no entraremos ahora en la problemática de las nasales en celtibérico). Beltrán Marúnez (1987: .f.8s.), que no acepta la reducción de Osi«rda a •La Caridad», acepta en cambio la adscripción
de Osiarda a los celtibéricos, al tomar en consideración la lengua celtibérica en que está la última palabra.
Otros epígrafes monetales celtibéricos presentan el
mismo caso, de eliminación de la nasal fmal: Be.l.i.gi.o
(LPJRUNB, 1955: M 50) que coexiste con &.l.i.gi.o.m en
otras emisiones; Da.m.a.n.i.u (LPJEUNs,1955: M 86);
Co.m.bo.u.to (LEJBUNB, 1955: M 93); O.i.l.a.u.n.u (LPJBU·
NB, 1955: M 75); S.e.ga.i.t.a.t:u (L!uEID-~s, 1955: M 101)
todas las cuales deben cumplimentarse con una nasal,
que fonéticamente corresponder(a a /m/ pero que se
anota raras veces en posición fmal y más bien en la última fase de este sistema escriturario con el signo tard(o (Srt.P.S, 1981: 75s.; D e Hoz, 1986: 53), como las del
bronce de Botorrita (s. t a.C.) cuyas •gentilidades..
aparecen as{ anotadas al fi.nal de palabra.
Esta tendencia a la elisión de nasales a fmal de palabra no es exclusiva del celtibérico escrito bajo signos
ibéricos, sino también latinos, como los numismas de
Clounioq (UNTUMANN, 1975; VILLMOI'OA, 1979: 183,
229, 241s.) donde también se elimina la vocal como
continuando la tendencia de la escritura en caracteres
ibéricos, donde estas oclusivas guturales /cul etc. tienen representación sólo silábica.
Pero no sólo se elimina la nasal final en los rótulos monetales sino también en otros epigrafes indígenas no numfsticos: L .u.a.u.üo Co.o.r.i.u.a.u (Lt>JEUNJ¡,
1955: TC 3) de Numancia; .A..r.e.ba.s.i.co.o (LeJEUNI!,
1955: TC 5) Na.u.ti.co (L~uNs, 1955: TC 6)
E .l.a.tu.u.a.co (LPJBUNB, 1955: TC 7) Ba.n(.. .)u.a.a. ( ...)
(LPJBU
NB, 1955: TC 8) poco seguro por sus damnifica ciones, que Lejeune completa Ba.n.du.n.a.co(n). Todos estos grafitos cerámicos proceden de Numancia,
pero Nu.r. u.«J.a.a.i.a.u (o N.u.t:u.«J.a.i.a.u.) procede de
Clunia (LPJ]¡UNz, 1955: 85); el epígrafe que reza
(. .. )m.u.UJ.ca.i.co(... ) (~tuNE, 1955: P5) en una planchuela de bronce de Numancia presenta mutilaciones,
por lo que no es seguro si acaba o no en una nasal.
También presentan deterioro al final otras inscripciones, éstas de Sagunto (Ft.r:TCBER, StLGO, 1987: n .0 4
y 27) ambas con lectura ka.u.K.o.ku( ... ) de la que también desconocemos si acababan o no en nasal.
En el bronce celtibérico de Botorrita, es bien conocido que los genitivos del plural acaban en -um, salvo
probablemente M .e.l.m.u.Ba.r.a.u.s.a.co.L.e.s.u.n.o.s.hi.n.
ti.s. (Botorrita, B2) en que la segunda palabra, por simetría con las demás construcciones del texto, debe ser
un genitivo plural.
358
Tenemos por otra parte un argumento lingüístico:
el celtiberismo del sufijo - t.C() evidente para todos los
lingüistas que se han acercado a este asunto sin prejuicios como Scbmoll (1959: 54s. como -ailco-) Lejeune
(1955: b2 y b53, 121) o Albertos (1975: 27). Esta última
señala que el sufijo éste es el tercero más abundante
en la formación de gentilicios celtibéricos, tras -~ y tKo-. Anota en su relación Boádegrm (2 veces), Cabw&On,
Caádecun, Mm/Duieq(um)1 Trid.oniau(m), ...pokcun, Canlabrequn. Varios de ellos se registran gráficamente en escritu ra latina con la misma elisión de la nasal final, o
sea en -ru, continuando la tendencia manifiesta en este
ep!grafe.
La secuencia -«U-, -ocu-, no existe en ibérico, salvo
en las zonas de contacto con el celtibérico como Sagunto con los casos aludidos, o San Mateo con un elegante
ep!grafc sobre piedra Ta.e.k.a .lce.f.a.K.o.ku.n (MP.sr.ouu,
FLETCKBR, 1981: 203s.).
Hay un inconveniente adicional a la hora de investigar morfemas paleohispánicos: identificar el signo
gráfico /cut en este caso con el morfema, cuando son
dos aspectos diferentes, el primero puramente epigráfico, el segundo lingüístico. Se trata del siempre subyacente problema de la adecuación del signo gráfico a
una lengua u otra. El sufijo es -«U-, el signo /cul. Sin
embargo, no cabe confundir una cosa con la otra.
El topónimo Otiurda es evidentemente celta. Los
Osi de Tácito (
Tab. Peut. 2,2 - 138, Caes. CaiJ. ll, 34; ID, 9, etc.) habitaban la península de Armócica. Thp6nimos como
•Ossa.. y •Huesa. existen en la geograffa española, relacionados lingüísticamente con este antiguo. Onomásticos en osi· están bien documentados: Osidiut de Lyon
(GIL Xlll 1702) Osilliomut, Osso, Omnius, en distintos
países celtas e ilirios (HoLDER, 1896 s.: II 887-888). El
nombre de Ossofnobaj en el Algarve era casi seguramente celta, o al menos •indoeuropeo.., como sus vecinos
Conistorgis o Laaobriga.
En cuanto a ·cerda se trata de un étimo indoeuropeo, el celta cerda, que produce formas como el antiguo
irlandés cerd, •arte, artesano, poeta.., o el galés cerdd, lo
mismo. En griego está XlQ8os •ganancia, utilidad•, de
donde deriva el latín cerdo, "artesano•. El indoeuropeo
•~cerd es la base de todos ellos, raíz que también aparece
en germánico (PoKOANY, 19+7: s., 579; Homu, 1896
s.: 1, 991).
Repiten este radical, entre otros, el nombre del rey
bretón Cndi.c, el de los ligures Cerdici4tu, el de La ciudad
cel6bérica ulterior de Certima (Liv. XL, 47, 2) o del notable varón Cerdubeiut de Cástulo (Liv. XXVIII, 20, 11)
que sería celta, según Blú<¡uez (1974: 73, 1979, 431)
y Albertos (1965: 86) y el posible gentilicio Cntimüm de
Mecaur de Morga en Vizcaya (At.BEilTOS, 1975: 13,
n. 0 72; GóNZALU, 1986: 127, 142 n .0 92).
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IB~R!CO •EGIAR• EN UN EPÍGRAFE DE CAMINR.EAL
TRADUCCIÓN DEL EPÍGRAFE
Es llamativa la omisión de referencias a la opinión de Thvar y Pa.ttison sobre el significado de egiar
y en general, la postergación del análisis epigráfico
de los soportes donde la palabra aparece mencionada, pese al corpus reunido por Fletcher, que permite
adelantar sobremanera la labor. En realidad, ni es
citado. Además se ha producido un fenómeno de
espejismo por sinécdoque. Los traductores de egiar
como verbo en forma personal están exclusivamente
centrados en el mosaico, sin apercibirse de que es
una gran, pero en défmitiva, tarjeta de identificación
del propietario, quien reside en una confortable residencia de lujo extraordinario para el pa(s, no como
iberófono emigrado, sino como gobernante celtibérico
de una ciudad celtibérica también, más «tradicionalista» que otros compatriotas suyos, prefiere inscribir
su nombre y rango, egürr, - magistratura común a
los iberófonos del Este y tomada sin duda de ellos
en su denominación- en los caracteres del signario
ibérico, quedando la impronta de esa lengua en la
misma morfología de su composición, sobre todo en
el onomástico.
Sobre tales presupuestos, nos quedaría la traducción del epígrafe. Aquí, las variantes vendrán del valor
que demos al posúijo -te. Si le damos un valor similar
al latino, como quiere Untermann, tendríamos: «Para
Licin(i)us, jefe de los osiccrdenses». Si seguimos el criterio de que -le es postftjo enfático o artículo sería: ..·L icin(i)us, jefe de los osicerdenses».
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Felipe MATEU
Y
L LoPrs*
,
TOPONIMIA IBERICA EN LA NOMINA CIVITATUM ISPANIE
SEDES EPISCOPALIUM. COMENTARIO
Releyendo la obra de W. Von Humboldt •Primitivos Pobladores de España y Lengua Vasca••, versión de
Francisco Echebarrfa, con prólogo de Arnald Steiger,
que salió en Madrid en 1929 y que exhumaba el viejo libro que se publicó en Berlín en 1821, y deseando no exceder el triángulo «Bronce-Cultura Ibérica-Época Romana••, fijado para el Homenaje al que fue querido
amigo Enrique Pla Ballester, me permito comentar un
texto básico que se halla en la conocida: «Paleografía española, precedida de una Introducci6n sobre la Paleografia Latina», publicada en 1923 por el Centro de Estudios Históricos, debida al que años después se~a el
llorado P. Zacarías Garda Villada, S. J. (Palencia,
1879-Madrid, 1936), quien dio en aquel álbum el folio
63 v. del códice escurialense R.Il.18 que contiene la lista
de las sedes episcopales con las notas de los eclipses de
los años 778-789, texto angular en la Historia de España.
Dividido el mismo en cuatro columnas, a , b, e y d,
es tentador considerar las profundas raíces de aquellos
topónimos, antiquísimos, que en letra de minúscula y
cursiva visigoda tiene un inmarcesible valor. Dice asf:
Prouintia carl4ginensisl spartariJJ/ Toielb: orei/J: biatia/
mmtesa: aai: bastil urci. begastro. iiiorcil ili&i: setabi. dUmio/
• C/. Calibria, 75, 5.0 -2.'". 08051 Barcelona.
r.u:úeruia. ualerjo. segobia/ segobrigo: arcahi&a. complutcl salo.mancol segonJitJ: oxuma pakntJol In prouinJitJ galgt/ narhonol hete"er/ magal.lonol neumasol carcassOTIIJ! lulebol elma.
Esta columna da las sedes de las dos provincias romanas antiguas, la Cartagenensis y la Galia, vivas en
la época visigoda y después de 711, como se ve por la
citada lámina 19, en página 154.
El orden de enumeración es partiendo de las metrópolis, en este caso Toleto, hacia el Sur y Este peninsular y luego volver hacia el centro, segonJitJ, oxuma paitntia; eran las cuenéas del Guadiana, Tajo y Duero; en
la provincia Galia el orden era el litoral comenzando
por Ja metrópoli, Narbona, tan ligada a la Historia de
Valencia en 1238.
En la columna b : betiav' Spaiil ltal.ieol asidJmo.l ellplal
maúJ.cal ililurril astigi/ cordtJbol egabrol tueci/ tingi, el gran
país del Guadalquivir y la costa mediterránea sin ol'lidar una sede de la orilla opuesta, tingi, de la región llamada por ella tingitana, Tanger. A seguida anotó in galkiiJ, que debió escribir como cabecera de la columna c.
La e dice: lusitanW emereta/ pa.al olisiporral oss(}fi(Jba/
egiJaniol wnimhtjol bereol ltzmuo/ C
britiiJniol astu.ifcal lrjol betelra, todas ellas de la vertiente
atlántica o sea del Tajo y Duero, comenzando por la
361
[page-n-372]
F. MATEU Y LLOPIS
metrópoli Emerita y terminando por la Gallecia
propia.
La columna d va encabezada por Ce/Jilmia¡ dice
así: ce/Jióerial terra&bflll! harcinonal egarol gerundo.l empuriasl
ausOflll! urge{/o/ ilerdal derwsal cesaragusta.l osea/ pampilúmal
auca/ calagurrel tirasOflll! aiisancol amaW segia. Era el gran
pa{s del Ebro y la vertiente normediterránea, sedes
subsistentes después de 711. Unas notas dicen: La obscuratus est sol in era dccc: XVI: tntiiJ Kt.úmdas septemhres: ora
undedma diei luna X et in era dccc: XVII Kalnuias septnnbres
era secuntitJ diei luna: XXX.
Las eras OCCCXVI y DCCCVII correspondfan
a los años 778-779 como se ha indicado; entonces reinaba en Asturias el rey Silo (774-783) de quien trae el
mismo álbum de García Villada, lámina 46, el preceptum regis Silonis, de 775, y en la España ocupada, Emirato omeya independiente, Abuul Mutarrif Abdarrahman ibn Muawia (756-788).
En el códice R.I1.18, llerda está clara entre Urgello y Dcrtosa, en la llamada Celtiberia, nombre el más
antiguo dado a la regi6n del Ebro en recuerdo de la
Hispania romana.
W. Von Humboldt conoció las «Medallas de las
Colonias, Municipios y pueblos antiguos de España»
(Madrid, 1757) del P.M. Henrique Flórez (ll, 510; m,
104), citadas en la página 65 tratando de Corduba, Salduba y Onubay de la Turdetania; y la obra de Sestini:
..Descriz. delle Med. Isp. del Museo Herderv.... Su finalidad era la traducción de Jos topónimos ibéricos por
el vasco; la nuestra es considerar la base prerromana,
la ibérica, de la toponimia de época visigoda, viva en
los citados años 778-779 y cómo la Celtiberia expresaba la unidad del gran país del Ebro, desde Tortosa hasta sus cabeceras, remontándolo.
La última nota del libro de Humboldt trae las
•Medallas de las Colonias, Municipios y pueblos antiguos de España.. de D. Antonio Valcárcel Pío de Saboya y Spinola, que se imprimió en Valencia por José y
Tomás de Orga en 1773, autor también de •Inscripciones y antigüedades del Reino de Valencia., recogidas
y ordenadas por él mismo, que salió en el tomo VIII
d e las Memorias de la Real Academia de la Historia,
y de «Lucenrum, hoy la ciudad de Alicante del Reino
de Valencia. Relación de las Inscripciones, Estatuas,
Medallas, !dolos, lucernas, bar.ros y demás monumentos antiguos hallado en sus ruinas presentados en láminas y explicados•, impreso por José y 'Ibmás de Orga,
en 1780, de 67 páginas con grabados en 4.0 •
W. Von Humboldt decía: •Donde he aceptado etimologías de Astarloa, Erro u otros para nombres de lugar he citado expresamente sus obras. Donde no ha sido
a_si, proceden de mi. Lo hago constar no sólo para que
no se atribuya a dichos autores aquello de que yo fuera
responaable.., refiriéndose a D. Pablo Pedro de Astarloa
en su «Apología de la Lengua Bascongada» y a Juan
Bautista de Erro y Aspiroz en su ..Alfabeto de la lengua
362
primitiva de España•, sin olvidar a Hervás y Panduro
en su «Catálogo delle lingue conosciute» y las aportaciones de Larramendi en el Prólogo de su «Diccionario
vasco» y las polémicas sobre aquellas cuestiones, como
expone en sus Notas de las páginas 203 y siguientes.
La pe.rvivencia de lo hispano-godo en los primeros
siglos de lo que llamamos la Reconquista es evidente,
en cualquier aspecto. En los Annales Composte/Jani se parte de la Era constituida aCaMare A.ugu.rw, contando por
años y en eL XLll anno imperii, sub prima era XXXVOJ ]esus Christus in &tlúem natus est, que son los 38 que hay
que restar en la reducción al annu.r Natwilatis.
Cuando el Chronicon Albeldense describe la ExposiJio IIJtius muntii, en la Expositio Spanú recuerda que habel
proliÚ!cias VI, y a la primera de ellas Dama Carpelania,
cuya metrópoli es Toleto, que tiene 17 sedea: Orew, Biatia, Urci, Bigastre, fliee, &hahi, Dü:mitJ.m, Castalona, Wúentia, Valeria, Setogriga, Arcahiea, Compiv.UJ, Sigonza, Oxoma,
Setohia, PalenJia, según sus grafías.
A la Provintia Bad.ieo. asigna 9: Hispalim metrópoli,
llalie4, Assidonia, Arepla, Astigi, Cordoba, Egabro, .Md.tJ&a,
lliberi et A&ci¡ Arepla es llipla, la ceca 7 de A. Vives,
del grupo carmonense, básico en la economía triguera,
como se ve por sus espigas. En la mayorfa de las otras
acuñaron oro los visigodos, como ocurrió en casi todas
las sedes episcopales, según el status qutUStionis, hoy.
El cronista cerratense respeta intacto el nombre de
la Baetica romana, e igual hace con el de la Lusitania,
cuya metrópoli es Emerita, acreditada por sus múltiples acuñaciones romanas y godas, y antes suevas. Pero
a la Q}¡.arta Prouintia le da ya el gentilicio, femenino, Gallicensis, a la que asigna ocho sedes: Bro.&a.ra metrópoli,
Dumiu, Port~Uale -el doble nombre de las orillas del
Duero, .Portus y GaJe, base del futuro reino portugués.
También dio un gentilicio a la Quinta provincia por
no tenerlo propio, tomándolo de su capital, la antigua
Urhs 1Tiumphllliso Ttmaconensis, ciudad ibérica que pasó
a la primera declinación latina y dio 'larracona, que tuvo
cartorce sedes con aquella por metrópoli: BarcinoM,
Egara, Gerunda, Ampuríq.s -la grecorromana y antes ibérica, la de los untikenses-, A.usona -en cuyo Va&us ause/4norum ibérico nacerfa la futura AusaNicb-, Urige{/o
-que fonéticamente dio Urgelo con el tiempo-, 1/ert/4
-ibérica de raíz ll·ti-r -ta en cinco signos, de ellos dos
bilfteros, ti y ta, di y da respectivamente, por sonorización latinizada.
El Albeldense añade las otras dos •provincias» godas: Sex/4 PrOTWin&tia est ultra mare Tingilana. Caiia. non est
de provinciis Spanies et suh regimine gotorum; c.r a en ésta: Narbona metrópoli, &14rri, A.gale, Magallona, Neumase, Luieha,
Carcassona, Elma, que limitar{an con los territorios que
serian de la futura Oorona de Aragón, el R.osell6n, la
Cerdaña y demás condados y señoríos que fueron de
Jaime de Aragón (1213-1376).
Aquellos autores de los cronicones de la Reconquista tenían un claro concepto de la función de la an-
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TOPONTMrrA TBÉRlCA
tigua Hispania, la península, en el Occidente cristiano
y la unidad del antiguo Imperio romano.
El Albeldense recuerda la Exquisuw MiliiarW.m: De
Gades usr¡ue ad CMtWham milliaria ce, de CMduba usque ad
Tokt.um, CCXX. De Tokto usr¡ue ad Caaareaugust.am, CCC,
y desciende por la costa De Avenwne ad Valenlim CII, y
vuelve de Valenlia ad Turrws (Tudn) CCL y de allí ad MediokJ.num (Milán), CLXX y ad Romam, CCCXVJ, y pasando por ThesaúJnic
(Lorca), Ba.rti, Acd, Menksa, Bastia y todo el país donde
florecieron los alfabetos ibérico y turdetano con espléndidas acuñaciones como las de Cástule, Osicerda, lpMa,
que son las cecas 93 a 98 que Vives agrupó bajo el epígrafe «Monedas ibero-romanas de tipos especiales».
Para los autores, anónimos o no, de aquellas llamadas Chronic
usque nunc in tempore gloriosi &gi Garseani jilii Adefimsi, o
sea, desde 672-680 de aquél hasta los años de Ordoño
I de Asturias-León, 850-866; los hispanogodos, Jos
christiani, sujetos al invasor de 711, sobrevivían pagando
tributos regí babylonico. El Chronicon cerretense recuerda
que mientras se redactaban la Nomina CivilaJum Ispanie
sedes episcopaJW.m, en 777, Era DCCCXV, foit prelium de
&uzs Valles, uhijuerunl mortui Pares; eran los doce de RoncesvaUes, los «pares de Francia».
Algunas de las sedes de 778-779 aparecen en el Seba.rtiani Chronicon, la de Amayam patriciam, cuando Ordoño I de Asturias-León (850-866) repoblada las deserla.s cioil.aJes de las cuales su padre Ramiro 1 (842-850)
Cluzldecs ejecerat, porque los primeros cristianos de la Reconquista luchaban contra los dw.ldaicos y también ad
versus sarracenos, precisando los textos, con el tiempo, las
diversas etnias de los invasores.
Notas sobre los topónimos de las Sedes episcopales
estudiados en diversos lugares, ordenadas alfabéticamente por los mismos topónimos:
l . ~os nombres hispanos de lugar en el numerario
visigodo. Notas para su estudio. (Narbonensi!, Thrraconensis, Ca'rthaginensis, Bactica)>). En Anakcla. Sacra
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Luis SILoo GAucHE*
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LOS LIMITES ETNICOS DE LA TURDETANIA
Tuvimos la suerte de formar parte de los becarios
que cumplieron su tarea en el S.I.P. el último año en
que ejerció su dirección D. Enrique Pla. Tenía Pla la
costumbre de inspeccionar la buena marcha de los tra·
bajos apenas empezada la mañana, momento que
aprovechábamos para formular preguntas, bien fuera
porque, como inexpertos arqueólogos, nos hubiesen
surgido d udas en la catalogación, o simplemente por
el gusto de aprender de alguien que, como él, conocía
casi cada una de las piezas del museo, y a la perfección
las de La Bastida y Liria, fruto de tan largos años de
experiencia desde los lejanos tiempos del inicio de las
excavaciones en el Tossal de Sant Miqucl.
A lo largo de su carrera profesional se preocupó
Pla por ciertos aspectos deJa Cultura Ibérica, como la
cerámica bicroma o la de barniz rojo, cuyas relaciones
par~cfan apuntar a Andalucía. Estas relaciones no su·
ponen una identidad étnica entre las poblaciones ibéri·
cas valencianas y los andaluces turdetanos, y debe
abandonarse radicalmente la mención d e los pueblos
prerromanos del Bajo Guadalquivir como iberos, pues
no lo es su lengua ni ciertos asp ectos de su cultura material.
• C/. Linaru, 16, eac. B,
~-·
46018 Valencia.
Nos basamos par~ el presente trabajo en los datos
proporcionados por las fuentes clásicas, la epigrafía indígena, y los nombres de persona y lugar que aparecen
en la cpigrafia latina.
1. LOS TURDETANOS
1.1. FUENTES CLÁSICAS
Los autores de la Antigúcdad se ocupan en diversos Jugares de la identidad de los turdetanos como
distintos de los iberos, aunque al ampliarse el nom·
bre de Iberia a toda la península fueron denomina·
dos así todos sus habitantes, independientemente de
su etnia.
El Pseudo .Apolodoro (2, 5, 10) dice que Iberia se
encuentra entre los Tartessios y los Ligures.
Diodoro (XXV, 10) indica que Amílcar luchó contra iberos y tartesios.
Herodoros de Herakleia (Pseudo Skymmos de
Chios, 199) menciona que: «A orillas del M ar Sardo
habitan, en primer lugar, los lybifenicios, colonos car·
tagineses, después, según dicen, están los tartesios; a
su lado están Jos iberos• .
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L. SILGO GAUCHE
Estrabón (ID, 4, 19) af'lrma que para los antiguos
Iberia se extendía desde el Ródano al Itsmo, dando a
entender que no se comprendían en Iberia las tierras
tartesias, al Occidente de Gibraltar.
Por último el mismo autor (lTI, 1, 6) hace referencia a la cultura de los turdetanos, que poseen una
«grammatiké», teniendo otras Jos demás iberos, pero
no la misma, pues sus lenguas son distintas.
1.2. LA TEORÍA DEL ORIGEN IBÉRICO
A pesar de lo que acabamos de ver se creyó durante mucho tiempo que turdetanos e iberos eran un mjsmo pueblo. Así lo creían todavfa a fines del siglo pasado Hübner y Schuchardt. En los años veinte y después
Bosch intentó demostrar arqueológicamente esta identidad, suponiendo que los tartesios era resultado de la
expansión de Jos iberos almerienses en época preargárica, y se pregunta si pueden verse elementos ibéricos
en los cinctes del Sur de Portugal y en los tartesios citados por fuentes tardías en el interior de Portugal
(BoscH, 1932: 185-86).
La iberidad de los turdetanos fue negada por Domingo Fletcher en su estudio de conjunto sobre la Cultura Ibérica; para este autor las fuentes clásicas son
ilustrativas a este respecto, y encuentra un matiz especial en la cultura turdetana: «explicable sin duda, no
sólo por el más persistente y prolongado influjo púnico,
sino también por los elementos básicos constitutivos de
su etnia desde el neolítico» (FLlmlUI.IR, 1960: 43 y 45).
El eminente profesor de Colonia, Dr. Jünger Untermann1 ha publicado diversos mapas lingüísticos que
d ividen la Península en tre una zona indoeuropea y
otra no indoeuropea o ibérica. El Algarbe, con sus topónimos en -b r iga , queda incluido en la zona indoeuropea. No obstante, opina Untermann, que hay que diferenciar las inscripcione.s «tartesias» de las ibéricas, y
que existe consenso en considerar que aquellas no reflejan una lengua indoeuropea (UN"rRRMANN, 1965: 18).
1.3. LA HIPÓTESIS COLONIZADORA
Esta hipótesis es muy antigua. Los exégetas de la
Biblia llegaron a la conclusión que Túbal, antepasado
de los tubelos, colonizó España procedente del Próximo Oriente. No hacían sino continuar en esto la saga
de H erakles, que para los antiguos había poblado la
península con medos, persas y armenios. En el siglo XIX y XX se contemplaba el Próximo Oriente
como inagotable fuente de pueblos y todo tipo de manüestaciones de la cultura material. No habfa trabajo
arqueológico que se preciase, que no acertara a resolver de una u otra manera el origen oriental del objeto
estudiado.
366
La hipótesis de una colonización oriental, formulada en d iversas maneras, ha sido un tópico de la erudición europea desde el Renacimiento. Pero para lo
que nos interesa, la h ipótesis del origen mediterráneo
de los turdetanos-tartesios, fue formulada por Gómez
Moreno (GóMEz MoRENO, 1905), basándose en la dispersión de la arquitectura megalítica. Los tartesios
procedían del Asia Menor, en La época de las invasiones de los Pueblos del Mar, siendo una rama de los tirsenos. Su imperio abarcaba no sólo el mediodía peninsular, sino que traspasaría el Tajo .i nf
utrándose en
Cantabria.
'Thl opinión se repite en dos trabajos posteriores
(GóMEZ MoRENo, 1949a y b). Sin embargo más tarde
parece inclinarse por un único substrato ibérico para
toda la Península, algo diferenciado ya en la parte meridional. J ugaba aquí, como en autores posteriores, la
mención del rCo Iberus hecha por Avieno, en un contexto en que se menciona La zona del Estrecho, lo que
ha b.echo creer a muchos investigadores que se refiere
a uno de los ríos que forman el estuario de la rfa de
Huelva (GóMEZ Moltl!NO, 1925).
.E n su discurso de entrada a la Academia de la
Historia el autor que comentamos restringe el ámbito
tartesio al Sur del Tajo y el Segura, asegurando que:
..lo decisivo serfa concretar la personalidad tartesia mediante asimilaciones con los cretenses o sus aledaños;
por ejemplo los filisteos» (Gó~t M oRilNO, 194-9e: 203).
Descürado ya el semisilabario ibérico, su experiencia le permite señalar diferencias perceptibles entre
el área ibérica y la turdetana, a la vez que concluye:
«es indudable que entre Andalucía y el Mediteuáneo
O r iental minoico hubo relaciones culturales, difíciles
de explicar sino por colonización remota; pero el argumento lingüístico aparece aún demasiado flojo para
apoyarla>~ (GóMI!Z M o RENO, 1949c: 204).
Recogiendo ideas ya añejas, Schulten desarrolló y
potenció la hipótesis de la fundación tirsena de Tartessos (SoHULTI!.N, 1922). Este autor concede una desmedida importancia a los mitos de la Antigüedad, a la confusa Ora MarlJimll y reconoce en las inscripciones del
Algarbe una escritura alfabética, •griega arcaica», donde lee la palabra «zaronabe», que relacionaba con el
«zarona.i» de la estela de Lemnos.
En La línea de Schulten, Antonio Tovar cree descubrir en las estelas del Algarbe un mundo distinto al resto de las inscripciones meridionales, una penetración
de elementos colonizadores. A su vez, pero contradictoriamente, el silabismo de la escritura del Suroeste no
puede proceder sino de la cultura egea del segundo milenio (TOVAR, 1952: 261).
Esta opinión es rectificada parcialmente en un importante trabajo, donde por primera vez se señala el alcance de las isoglosas ibéricas en Andalucía (TovAR,
1956: 81-83); separa allf las estelas del S.O. y la de Alcalá del Río del resto de las andaluzas y af1rma que están
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LÍMITES ÉTNICOS DE LA TU1U)ETAN1A
redactadas en una lengua distinta del ibérico. Ellúnite
documentado de la lengua ibérica alcanzaría Obulco,
La Granjuela, Jódar y Granada, con la localización incierta de Ur ci.
Años después Tovar sigue pensando que la escritura del S.O. es alfabética, alaba la labor de Schulten y
afuma que la lengua de estas inscripciones «nos habla
de una colonización procedente del Mediterráneo
oriental, asiánica precisamente••. La lengua ibérica
empezaría a hablarse a partir del Guadalquivir Medio,
Sierra Morena, Almena y Sierra Nevada (TovAR,
1961: 5 y 9).
Todavía insistirá el mismo investigador en la dis·
tinción entre ibero y tartesio, y as( formula que los sufijos en -ipo1 en la desembocadura del Tajo y el Guadal·
quivir, probarían una colonización marítima (TovAR,
1964: 599). Poco más tarde señalaba ellfmite del domi·
nio ibérico en una línea oblicua desde La Granjuela a
Almcrfa, pasando por Granada, dejando abierta la posibilidad de la existencia de un substrato ibérico en te·
rritorio tartessio, a partir de la noticia de un rfo lberus
que Avjeno parece mencionar en esa zona (TovAR.,
1968: 491-97).
Tienen lugar por estos años dos contribuciones decisivas para clarificar el panorama de la escritura del
S.O., tartesia o turdetana. Gómez Moreno y Scbmoll
concuerdan en el sexnisilabisrno de la escritura meri·
dional y en su vinculación con la levantina. Aun con
lecturas dudosas SchmoU reconoce la inclasificabilidad
de la lengua estudiada (SOHMOLL, 1961). Gómez Moreno, si bien por una parte mantiene puntos de vista obsoletos (la escritura ••hubo de llegar aquí, ya organizada, desde el Mediterráneo Oriental hacia fines del
segundo milenio antes de Cristo, traída por aquellas
gentes que produjeron la cultura del Argar: mastienos,
bastetanos y bástulos, implantados sobre la primitiva
civilización tartesia en su territorio y quizá restringién·
dole poderlo»), por otra reconoce, con honestidad inte·
lectual que acredita su valía de científico, que la lengua
turdetana no encrontraba paralelos ni en el etrusco, e1
minoico ni en las lenguas orientales basta entonces co·
nocidas (GóMez M ORENO, 1961: 889).
Señalemos por último que en un trabaJo donde
mezcla inscripciones ibéricas y turdetanas, S. Wikan·
der creyó reconocer elementos indoeuropeos muy ar·
caicos: micénicos, h.ititas y licios (WIKANDER, 1966).
'Thvar se hizo eco de tales opiniones y anuncia que si
tales tesis se conflTlllasen, habría que pensar en una
lengua importada por colonizadores venidos del Mediterráneo oriental (TovAA, 1969: 34-2 y 345).
No habría confirmación a tal hipótesis, pero en los
últimos años una corriente de opinión, cuyo principal
representante es J.A. Correa, en base a algunas lecturas que no pueden considerarse defirutivas, cree descubrir en la epigraffa tartesia elementos indoeuropeos relacionados con el celta peninsular (Coa!UlA, 1983 y
1985). Esta hipótesis, lógica si consideramos los nombres indoeuropeos que aparecen en lápidas andaluzas
y del Alga:rbe en ~poca romana, nombres cuya indicación de origo se refiere varias veces a ellos como inmi·
grantes gallegos, es dificil de aceptar para el conjunto
de la epigrafia turdetana.
1.4. AUTOCTONÍA DE LOS TURDETANOS
Frente a estas hipótesis, Maluquer se adhiere a la
opinión de Fletcher, y a la vez que rechaza toda colonización, aun admitiendo la presencia de elementos in·
doeuropeos, aftrma que, en realidad: «e1 pueblo tartesio es el resultado de un proceso occidental milenario,
en el que cristalizan los elementos más diversos, continentales indígenas y mediterráneos» (MALUQ.lnR, 1975:
165-66).
No es dillcil demostrar que turdetano e ibérico son
dos idiomas distintos. Asf, en las inscripciones conocidas, la palabra ibérica seldar •«tumba», es sustituida
por otra que e.n nada se le parece: cabekecunii¡ ni aparecen los casos tipicos de la declinación ibérica: -wi,
-ar, -en, -te, -e. Tampoco han aparecido nombr:es ibéricos.
Respecto al indoeuropeo las inscripciones tartesias
no ofrecen los casos de la dcclinaci6n: -os/-us, -cum,
-oi, ·e, -ubos, -um, y están ausentes los nombres indoeuropeos peninsulares que aparecerán en ~pocas
posteriores.
No ha sido posible, y es previsible que no lo sea
en el futuro, r econocer una lengua semita, y, teniendo
en cuenta lo poco que conocemos del etrusco, minoico
y otras lenguas orientales, tampoco puede relacionarse
al tartesio con éstas.
En el estado actual de nuestros conocimientos la
lengua turdetana forma un grupo lingü[stico aparte,
uno más entre las lenguas no clasificables del Mediterráneo.
2. LÍMITES DEL DOMINIO
LINGÜÍSTICO TURDETANO
Para delimitar las fronteras de la Thrdetania etnográfica disponemos de las fuentes clásicas, las inscripciones en lengua indígena y la toponimia y antroponimia de época romana. Ahora bien, la vagedad de las
fuentes, la escasez de inscripciones, y la complej idad
de los movimientos de población en época romana, as{
como la temprana latinización de la zona, han impedido hasta el presente soluciones satisfactorias a este pro·
blema. Albertos, tras insistir en la intensa romanización que ha sumergido la onomástica indígena., afi.TIII.a
que es imposible (ALaRll10s, 1966: 277). De Hoz subraya la oscuridad que en el terreno de la lingiüstica
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ofrece Andaluda en los siglos V a Ill a.C., y que, en
época romana, es también, «extremadamente enigmática>•, si bien se pueden señalar algunos hechos, como
la fuerza de la colonización púnica, la presencia de elementos indoeuropeos dispersos, concentrados en alguna zona, como la Baeturia, y los elementos iberos en
Andalucfa Oriental: «Provisionalmente se podría hablar de una Andalucía ibérica y una Andalucía no ibérica o turdetana, poseedora de su propia lengua. sometidas ambas a fuertes penetraciones indoeuropeas, en
especial la turdetana- (Da Hoz, 1983: 369 y 374-).
2.1. LA TURDETANIA SEGÚN ESTRABÓN
Basándose seguramente en Poseidonios, describió
Estrabón la geograffa de la Thrdetania (GARO!A Y B'ELUDO, 1980). Para este autor: «Dicha región se llama
Baitiké, del nombre del río, y Thrdetania, del nombre
del pueblo que la habita; a estos habitantes llámaseles
turdetanos y t~rdulos ( ...) Dicha comarca, sita aliado
de acá del Anas, se extiende hacia el Estrecho hasta la
Oretania, y por el Sur basta la costa oomprendida entre las bocas del Anas y las columnas» (lll, 1, 6).
Amplía la descripción más adelante: ocLa Thrdetania, a la cual riega el río Baitis, extiéndege al interior
de esta costa por la parte de acá del Anas. Se halla limitada al Occidente y al Septemtrión por el curso del
Anas; al Oriente, por parte de los carpetanos y algunos
oretanos; hacia el Mediodía, por los bastetanos, que
habitaban la estrecha faja costera que se extiende de
Calpe a Gadeira y del Mar Exterior hasta el Anas.
También pueden adscribirse a ella los bastetanos, de
los cuales dije ya que habitaban en la Thrdetania, as(
como las gentes que ocupan el otro lado del Anas, y
gran parte de sus vecinos» (lU, 2, l).
La distinción entre turdetanos y túrdulos parece,
como se ha dicho en otras ocasiones, puramente semántica. En cambio Estrabón habla de unos bastetanos que habitan desde Calpe (Gibraltar) hasta el Mar
Exterior (Cádiz) y las bocas del Guadiana, comprendidos en la Turdetania, y de otros bastetanos que habitan
desde Calpe hacia Oriente: «el tramo de costa que va
de Calpe, cuyo monte está sobre las columnas, basta
Cartagonova, mide una longitud de dos mil doscientos
estadios, y en él viven la mayoría de los bastetanos a
1os que se suele llamar también bástulos y una parte
de los oretanos• (III, 4, 1).
Y poco después: .aras los celtíberos y en direcci6n
Sur, siguen los pueblos que habitan la Oróspeda y las
tierras que baña el Soukron. Estos pueblos son los edetanos, hasta Cartagena, y los bastetanos y oretanos
hasta cerca de Mala.ka».
Estas noticias, que como veremos en seguida son
bastante exactas, colocan a unos bastetanos desde el
Guadiana, o incluso desde la costa meridional atlántica
368
portuguesa, basta la zona de Gibraltar; y otros bastetanos cuyo territorio se prolonga desde cerca de Málaga
por J.a costa mediterránea hacia el Este. Estos segundos
son los auténticos bastetanos, de etnia ibérica, cuya capital epónima es Basti (Baza). Los primeros son Hastetanos, con capital en Hasta, herederos étnica y geográficamente de Jos tartesios.
La confusión entre Hastetanos y Bastetanos parece deberse a los copistas y exégetas, pues el erudito investigador Lucían o Pérez Vilatela ha tenido la amabilidad de hacernos observar que, efectivamente, en uno
de los códices aparece ocHastetanos».
El cuadro dibujado por Estrabón se ajusta al que
desarrollamos después conforme a los datos lingüísticos, pero aún hemos de hacer referencia a otro dato,
aportado esta vez por Plinio.
Cita este autor después de los Cellici de la Baeturia
otros Cellici que se extienden por las provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga. Esta noticia aparece solo en Plinio
(N.H. IU, 12) y es digna de ser comentada, pues ni la
toponimia ni la lógica pueden admitir tan profunda penetración céltica en una zona tartésica o turdetana por
excelencia. La clave parece estar en la ciudad de Celli,
citada también por Plinio en el convento Hispalense,
y que tal vez pudiera relacionarse con los cilbicenos
de Avieno (Or . Mar. v. 255, 4-42) o kelkianos de Herodoro (frag. 20).
Repitamos que la presencia de un núcleo celta de
cierta entidad en área tan meridional n o ha encontrado
hasta ahora confirmación por otras fuentes o la toponimia, aunque no sea ésta la opinión de Garcla Iglesias
(GARCfA I GLESIAS, 1971).
.2.2. EL LÍMITE IBERO-TURDETANO
En Ja actualidad conocemos, con relativa extensión, la antroponimia ibérica (UNTIIItMANN, 1987), y estamos en condiciones de establecer su alcance en Andalucla, con ayuda de datos toponímicos.
El nombre de lugar ibérico más occidental que seconoce es Duro (Alora), en la orilla derecha del río Guadalorce y poco al oeste de Málaga. Más a Occidente y al
Nonela toponimia no parece ibérica: Cartimo., Satpo, LacippoJ Singilia, biUispi. La existencia de un topónimo Calpe
en Gibraltar y en el Peñón de lfach no debe ser indígena, sino nombre dado por marinos griegos.
Por consiguiente ellfmite, que parli.da de la costa
mediterránea siguj.endo el curso aproximado del Guadalorce, tuerce al Este después de AJora, hasta llegar
al siguiente nombre típicamente ibérico: Durco (Pinos
Puente, Granada), e inmediatamente detrás Diberria
(Granada). Las leyendas monetales de lliberris: kntin
e ildurir, asf como el antropónimo Urcettar 'IUcaescenia (C.I.L. ll 2.067) confuman que nos hallamos en
territorio de lengua ibérica.
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LOOTES ÉTN ICOS DE LA TURDETANIA
A partir de lluro el límite vuelve a subir hacia el
Norte, marcando una ligera curva que parte la provincia de Jaén, hasta encontrar el Guadiana en los alreded ores de Bailén. Al Este de dicha Unea encontramos
antropónimos ibéricos: Inailur (CIL U 5.923, Albánchez), Ciuu. (CIL 1'1 2.068, Albánchez), Galduriaunin (CIL II 5.922, J6dar), Unini... (CIL II 3.852, Ji·
mena), Lucretia Sergeton (CIL ll 2.114, Arjonilla), un
ilurconense de nombre Bodoo también en AijoniJJa,
en M ancha Real una Cornelia Silliboris debía tam·
bién ser ibera, y en Bailén Baritto (CIL ll 5.911) recuerda a Baretta de J átiva (CIL II 3.628).
Al Oeste los nombres indfgenas son turdetanos:
M . Semprooio Siaanoa y M . Sempronio Cantnec
(CIL ll 2.051, Antequera); M . Pompeiua !etnia, Fabia Aoirina, Pompeia Na110a, Q, Pompeiw Velauni1,
Ildrona Velauni1 f., lgalchia lldron1 f., Iunia Inaghana, Siaeanba Haononi• f. Velgana (CIL TI 1.585 a
1.595, Las Vfrgenes d e Baena), Anroa, Balienu•, Antiatia, Medianos (CIL 11 1619, Cabra), en Cádiz
Awetia, Haccunua, Summoi, Bannoi, Siaanna en
AguiJar, Sisen. uboreo.aia en Cañete la Real, Urcbail
Atitta f. (Alcalá del Río), Atitta (Carmona y La Maiena), Attariw (Arcos de la Frontera), Attiaow (Alcolea
del Rfo), Attiaaga (El Arahal), Attunna (Montoro),
Calua, Acclenut, Annia (Córdoba), Caccosa (CIL U
1.512, La Luisiana), Qacoaua ('frujillo), Dnbcrt.i g
(CIL ll 11.487, Ecija), Tarpulia Sauni f . Sunna. (CIL
ll 1.302, Cabezas de San Juan), Baxo (CIL 1I 2.060,
Loja) (At.aERTOS, 1.966: 277).
Parece haberse producido una mezcla de elementos ibérkos y turdetanos en el Alto Guadalquivir, pues
mientras que los topónimos lpoka (Obulco) y Castiú
(Castulo) no son ibéricos sabemos sin embargo que
eran ciudades de los iberos oretanos y sus magistrados
llevan nombres ibéricos, aunque se encuentre también
Siscia en Linares, Suiren en Porcuna y Fidentia Cosana en Jaén (CIL li 3.373), as{ como un ipolcobulense fallecido en Alcalá la Real llamado Praiu• (CIL II
1.643), nombres turdetanos. l . Beisacci (CIL II 3.380)
y C. Maolio lberaridi (CIL Add. 238) de Jaén debían
ser ibéricos.
Las inscripciones tartesias de Alcalá del Río, Villamanrique de la Condesa y Puente Genil probaban
la existencia de la lengua turdetana en el Bajo Guadalquivir. La antroponimia de época romana, aunque con
escasos datos, prueba que el dominio debe extenderse
a todo el valle medio de ese rfo, hasta Andújar y Montoro. La estela de Siruela, as{ como los nombres Ania
Sitania (CIL ll 2.368) y Sempronia Attina (CIL ll
2.369) de Belalcázar documentan su extensión hasta el
Guadiana.
Contrastando con lo que acabamos de ver se ha
situado en la ria de Huelva un rfo Ibero citado por
Avieno aproximadamente en esa zona. El pasaje dice
que de este ño Ibero ,.muchos sostienen que de él han
recibido su nombre los fberos y no del río que corre
entre los inquietos vascones. Y toda la tierra que está
situada en la parte oriental del dicho rfo es llamada Hiberia, en cambio, la parte occidental es la que contiene
a los tartesios y a los cilbicenos» (Or. Mar. 248-55).
Dado que la existencia de una Iberia en Huelva
se contradice con los datos epigráficos, toporúmicos y
con los de otras fuentes clásicas es obligado suponer
una mala interpretación por Avieno de su fuente, lo
cual no constituye ciertamente una excepción, y que
este rfo Iber es el Ebro o bien otro río del mismo nombre de la costa mediterránea.
2.3. EL PROBLEMA DE MASTIA
Las fuentes más antiguas referentes a la PeJÚDSula
(Hecateo, la Ora Marltima, Herodoro) hablan de los
mastienos o masienos como un pueblo ligado a los tar·
tesios.
Según H erodoro: •Este pueblo ibérico que habita
la costa del Estrecho recibe varios nombres, siendo uo
solo pueblo con distintas tribus. Primero, los que habitan la parte más occidental se llaman cine tes (después
de los cuales, yendo hacia el Norte, se encuentran los
gletes), después los tartesios, después los elbisinos, después los mastienos, desp ués los celcianos, y después se
encuentra ya el Estrecho...
Teopompo (en Estéfano de Bizancio) dice que «la
tierra de Mastia está sometida a los tartesios».
Polibio (lli, VI) habla de Mastia de los tartesios
como el punto occidental que no podían sobrepasar las
naves romanas en el tratado romano-cartaginés del 348
a.C.
Se supuso habitualmente que estaba en Andalucía
hasta que Schulten (ScHULTl!N, 1922), al que han seguido Bosch (BoscH 1932: 177, 265, 306, 307, etc.),
Antonio Beltrán (BJU.TAAN, 1946), Juan Álvarcz Delga. do (Á.LvARez DELOADO, 1953), Garcfa y Bellido (GARClA
v BELLIDO, 1980), Thvar, Almagro Basch y la casi totalidad de los autores, la situara hacia Cartagena o en
esta misma ciudad, siendo una de esas aflMXlaciones
con poco o ningún apoyo y q ue se repiten por inercia.
De acuerdo con el mapa que hemos trazado ante·
riormente no es posible que los tartesios hayan llegado
tan al Norte en época histórica y por consiguiente preferimos llevar M astia a algún punto del litoral entre
Cádiz y Málaga.
La obra de Festo Avieno no aporta, como siempre,
grandes precisiones: .A partir de alU el puerto Namnatio se curva cerca de la ciudad de los masienos desde
mar adentro, y en lo más profundo del golfo surge la
ciudad Masiena, de elevadas murallas. A continuación
sobresale el M onte 'Jrete, y al lado está la pequeña isJa
Strongile. Luego, en los confines de esta isla, extiende
su gran superficie la inmensa marisma. Allí llega arras369
·.
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L. SILGO GAUCHE
trándose el río Teodoro (no te cause estupor que en este
lugar feroz y bárbaro percibas su n.ombre en voz griega). Los fenicios habitaron antiguamente estos lugares.
Desde aquí de nuevo se extienden las arenas del litoral
y esta costa la ciñen ampliamente tres islas. Aquí estuvo en otro tiempo el limite de los tartesios. Aquí estuvo
la ciudad de Rema. La tribu de los gimnetes estuvo
asentada en estos lugares".
Esta noticia puede ponerse en relación con el siguiente pasaje de Estrabón (ID, 17) que se refiere a
Carteya, ciudad perfectamente localizada en el fondo
de la baMa de Algeciras por Mela (11, 96), y que según
este autor y Plinio (III, 8, 17) la gente creía que era
Tartessos: «Entre la parte del litoral donde desembocan
el Baitis y el Anas, y el extremo de la Maurousia, una
invasión del Mar Atlántico ha formado el estrecho de
las Columnas, por el que hoy comunica el Mar Interior
con el Exterior. Aquí, entre los iberes que llaman bastetanoi, conocidos también por bastuloi, se levanta el
monte Kalpe. Al salir navegando de nuestro mar y entrar en el Exterior, se queda a la derecha. Más lejos,
a cuarenta estadios, se ve la ciudad de Karteia, ilustre
y antigua, antes estación naval de los iberes. Algunos
atribuyen su fundación a Herakles, y Timosthénes,
que es uno de ellos, dice que antiguamente se llamó
Herakleia, y aún eran visibles su gran recinto y sus arsenales».
El hecho de situarse la frontera bastetana en Gibraltar y situarse cerca de ellas una ciudad ya en la antigüedad reputada de ilustre y antigua, confundida con
Tartesos, hace probable que sea aqur donde deba situarse a Mastia, refiriéndose el tratado del 348 no a
Cartageoa, sino a la bahía de Algeciras, con el estratégico punto de Gibraltar. El hecho de que la «Ora" añrme que, aproximadamente en el litoral de Mastia, habitaron los fenicios, no tiene porqué referirse a la
fundación de Cartagena, pues lo mismo afirman las
fuentes clásicas sobre Carteya.
2.4. EL LÍMITE CELTA-TURDETANO
Las fuentes escritas nos hablan de túrdulos al Oeste y Norte del Guadiana. Ya hemos visto como para Es·
trabón (Ill, 2, 1) podían adscribirse a la Turdetania las
gentes que ocupaban el otro lado del Anas y gran parte
de sus vecinos. Ptolomeo considera túrdulo el Sux de
Portugal hasta Setúbal y desde el Anas, ocupando las
ciudades de Salada (Alcacer do Sal), Myrtilis y Pax
Iulia (Beja). Estrabón (ill, 2, 15) sitúa Emérita entre
lo.s túrdulos.
Mela (3, 8) y Plinio (4, 113) colocan unos turdulii Vlteri al Sur de la desembocadura del Duero, y Mela amplía la referencia a los oppidtz de los túrdulos al Norte del
'Thjo. Plinio (4, 112) hace referencia a los túrdulos, separados de los bracarenses por el Duero, y a unos turdulü bar·
370
di1i en la Lusitania (4, 118). Entre los oppida túrdulos hemos de incluir Olisippo (Lisboa) y Collippo (Leiria). La
epigraffa confirma la existencia de esta comunidad, qn
Lugariua, turdulua vetua, fue sepultado en Vila Nova
de Gaia (Douro Litoral) del mismo sitio de donde procede otro Uamado S~ptaniua; uno más, de nombre Mantaul, en Coria (Cáceres) (AuseJtros, 1985: 310).
El problema reside en aceptar que gentes de estirpe turdetana hayan ocupado una gran parte de la posterior provincia lusitana cuando de acuerdo a los estudios antroponímicos de Leite, Palomar, Albertos,
Blá.zquez y Untermann, entre otros, la región debe
considerarse celta y otras informaciones de las fuentes
clásicas confirman profundas penetraciones lusitanas
hasta más allá del Guadiana.
Sin embargo las estelas deJ Algarbe y las inscripcione- tartesias de Cañameros, Almo.roqui y Montfras
güe, en la Extremadura española, asf como algunos
grafitos (Msr..r..o B11LRAO y V AA.Bl.A GoMllS, 1985), entre
el Guadalquivir y el Tajo, confirman que en algón momento debi6 existir una unidad étnica no indoeuropea
en esa región.
El conjunto epigráfico turdetano puede fecharse, a
partir de las estelas de Neves (GARcfA PIUU!IP.A y CoRREA,
1985) y Villamanrique de la Condesa (CoRJU!A, 1978),
desde finales del siglo V a.C. En re esa fecha y las Guerras Lusitanas es cuando debe producir.se la expansión
celta en territorio túrdulo. La celtizaci6n no debi6 ser total, pues a mediados del siglo n a.C. todavía existían los
cuneos como etnia en el Sur de Portugal, según Apiano,
y la ceca atribuida a Salacia (Cetoipum) acuña con posterioridad al 133 a.C. Untermann (UNT&RMANN, 1963) y
Blá.zquez (BLJ.zQ.uEZ, 1961) se han referido a esta expansión tardía de los celtas hacia el Sur, que alcanzaron a
conocer, y combatir, Jos romanos, si bien Blázquez
(BLÁZQU8Z 1 1979) señala ya indoeuropeos en el siglo Vffi
en Huelva, a partir de los datos arqueológicos proporcionados por el depósito de la ría de Huel va y el poblado de
El Carambolo, lo cual e$ discutible.
Manuel Maia (M.u,., 1985 y 1987) expone la misma hipótesis de una expansión lusitana en el Centro
y Sur de Portugal, desde una época comprendida entre
el Periplo y Herodoto, de finales del siglo VI o inicios
del V a.C., hasta un momento en las postrimerías del
siglo Ill a.C. Pérez Vilatela ha estudiado detenidamente el problema de los lusitanos con exhaustiva documentación (P1REZ Vll.ATEt.b, 1987).
3. CONCLUSIONES
Resumiremos brevemente Jos principales puntos
dilucidados:
l. Los turdetanos, etnia heredera de la tartesia, no
son iberos ni indoeuropeos, sino que forman un grupo
lingüístico distinto.
[page-n-381]
LA TURDETANIA PRERROMANA
....., ..........
...
.......
............
.......
........
........
....
..........
Lfmiu probabu ibero-turtktano
Máxima txtensiln stptenlrional lurd4tana
2. Los bastetanos de que habla Estrabón, de Gibraltar al Guadiana, son bastetanos, cuya capital (Has·
ta), identificable con Tartessos, fue cabeza de un estado
poderoso.
3. Se establecen las fronteras lingüúticas con el
ibérico, que deben ser colocadas más al Este de lo que
hasta ahora se creía.
4. Debe abandonane la hipótesis que sitúa Mastia
en Cartagena, pues su localización corresponde al área
del Estrecho, tal ve2 en Carteya.
5. Las fronteras de los dominios lingüístico
céltico-turdetano aparecen confusas, debido al proceso
de penetración de estas lenguas en el área turdetana
al parecer desde finales del siglo V a.C. Pero no hay
+
Máxima expo.nsiln celta hada el Sur (s. O a.C.)
Inscripcilmes lurtklanas
hasta ahora evidencia de la existencia de un pueblo céltico entre las provincias de Málag8.t Cádiz y Sevilla.
NOTA
En prensa este artículo hemos leído el artículo de Luis
A. Garda Moreno (GAACIA M o!U!No, 1990). Coincide este
autor en situar Mastia en el Estrecho y más concretamente
en Carteya. Por otra parte lalectura de ediciones antigüas
de Estrabón nos ofrecen la forma Astitanos, y no Bastetanos, en las costas gaditanas, conforme habíamos deducido. El lfmite de los Tartesios del tratado romanocartaginés corresponde entonces a Gibraltar.
371
[page-n-382]
L. SILGO GAUCHB
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[page-n-383]
Carmen
A LFARO GINBR •
SAGUM HISPANUM. MORFOLOGÍA
,
DE UNA PRENDA IBERICA
El vestido antiguo fue, en general, de una gran
sencillez de realización, pero no tanta como vulgarmente se cree, sobre todo si pensamos en los mecanismos t~cnicos empleados para ello. Está muy lejos, no
sólo en el tiempo sino en la concepción básica, de nuestrOs indumentos, integrados por piezas pequeñas, cosidas basta constituir casi fundas del cuerpo, que mantienen la figura de éste aun cuando no lo est~n
cubriendo. Puede afirmarse que el vestido antiguo
(griego, romano, ib~rico, etc:.) no adquiere su aspecto
y funcionalidad hasta que no está sobre la persona que
lo porta. Es el cuerpo humano el que condiciona su
etc.) hay que concebir una manufactura de adición de
piezas de tela tal como salen del taller del tejedor o tejedora; para efectuar la unión entre ellas eran empleadas costuras verticales. De este modo se conseguían anchos más idóneos para la función que cada manto
recibiera; ffbulas y modos más o menos prácticos o elegantes de colocarlos (condicionados por la tradición de
las distintas áreas geográficas y culturas) bañan el resto, hasta surgir la diversidad de tipos que la iconograffa
nos transmite. Por consiguiente -en contra de la idea
muy repetida desde antiguo y que no ha tenido en
cuent.ra trabajos concretos, como el citado de Wilson-
forma•. Lo más corriente es que nos encontremos
vestimenta clásica no equivale a ausencia total de cos·
turas ni de cortes en las piezas de tela. No tendrían explicación, si no fuera as(, los apr:oxJmadamente seis
metros de anchura de la loga tardo-imperial (Wu.soN,
1924: 102, fig. 59), los tres del himaJion o los casi dos
metros del propio sagum hispánico. Ningún telar de la
época hubiera podido acometer obras de semejante envergadura. Pero es que, ademá!, existe una cuestión
técnica y de lógica que impide pensar que el ancho de
estas vestimentas correspondiera a la longitud de la
pieza elaborada en el telar y no a su anchura. Efectivamente, en el trabajo con el telar vertical de pesas la urdimbre condiciona la longitud fu tura de la tela; sus hi-
ante piezas de tela que una vez terminadas de tejer, no
eran cortadas, sino empleadas en su totalidad (himaJüm,
pepliJs, etc:.). En determinadas ocasiones, sin embargo,
éstas eran modificadas, o mejor, recortadas en sus esquinas o en áreas máa e.x tensas. El ejemplo más claro
en este sentido es el de la amplia wga romana, que siguió una compleja evolución formal desde la época republicana al Bajo Imperio (Wn.soN, 1924, pa.rsim).
En general, en todos los grandes mantos de carácter externo (himation , IIJga, sagum, lluM, /JfÚJIIiiJ.mmtum,
•
Opto. de Historia Anúgua, Univcnitat de
Val~ncia.
373
[page-n-384]
C. ALFARO OlN.I?.R
Fag. 2.-
los penden verticalmente y son inmovilizados por las
pesas, que las excavaciones nos proporcionan en cantidades ingentes para el mundo ibérico. La trama, en su
corto ir y venir, se dedica a fijar esa urdimbre y proporciona la futura anchura del paño. Los hilos de la urdimbre son los más duros y resistentes; colocar el tejido, por tanto, respetando el sentido vertical de la
urdimbre es algo com6n hoy (pieza que cae «al hiJo,.)
y lo fue entonces, pues evita que éste se descuelgue y
se deforme al cabo de un tiempo. Lo cual nos lleva necesariamente a postular la existencia de costuras verticales en todos los casos (toga, himaJion, sapm, etc.).
1bdo lo dicho no contradice en absoluto la extendida idea de que el vestido externo del período clásico
estuvo asociado a los drapeados, al movimiento armonioso de la tela y al modo de colocación de aquélla sobre el cuerpo. Ambos hechos son perfectamente compatibles. Dos anécdotas que nos transmite Eliano ( W2r.
Hist. VII 9 y JO) son muy significativas. Según una,
Foci6n y su mujer compartían un mismo manto; cuando lo llevaba él era un himaJüm masculino, pero cuando
se lo pusiera ella, se convertirla en una pieza femenina
(¿una especie de /JI/Jitn sujeto con ffbulas en Jos hombros, o un manto amplio?). Según la otra, Sócrates
propuso aJantipa que saliera con su himatüm en la pro·
cesi6n de Atenea, sugerencia que revela cómo la ambi-
37+
&,um Rispani&um.
valencia de cierto tipo de piezas de indumentaria debfa
ser frecuente; quizás el carácter más rudo del himatüm
masculino, que una vez adaptado a las formas femeninas seguiría delatando su origen, sería la causa de que
la presumida Janripa rehusara ponérselo.
Entre las diferentes piezas de carácter externo del
vestido ibérico, y contando con la influencia de las colonizaciones (sobro todo la romana), podemos distinguir unas plenamente propias y otras muchas adquiridas o asimiladas; pero dentro de este cuadro general
cabe señalar la existencia de fenómenos independientes
que, siguiendo una evolución paralela, produjeron resultados semejantes a los obtenidos en otras sociedades. Sin duda, ~se pudo ser el caso de la capa o abrigo
que denominamos sagum.
El término sagoslsagtm es para Holder (1904, ll: col.
1289, s.v.) voz dltica, que designaba una prenda de
vestir entre los galos. Sagum con el sentido de manta o
gualdrapa -valor que conserva en la lengua latinaposee también, para Emout-Meillet (1959: 589, s.v.),
claro origen c~lti co. En latín aparece la forma sapm ya
desde Ennio (Ann. 508 s.) y sagulum desde Varr6n (Men.
170 Büch.).
El problema de precisar los orígenes del sapm
como indumento y explicar su presencia entre diversos
pueblos es, en verdad, diffcil de resolver, ya que se tra-
[page-n-385]
SAGUM HISPANUM
Fig. 3. - Grupo &dntú di Osuna.
ta de una forma de abrigo que me atrevirla a calificar
de • natural,. y que, con variantes, debió de utilizarse
desde muy antiguo y, de manera independiente, en numerosos lugares. La repetida aseveración del origen
galo del sagum (el indumento y la voz para determinarlo) no se sostiene muy bien'. Porque el esgrimido
fragmento de Polibio en este sentido sólo dice que los
insubrcs y los boyos, dos tribus galas, en sus luchas con
los romanos llevaban las brtWU (pantalones largos) y el
sagum'; en el mismo plano podemos situar las noticias
de César (B.G. V 42) y de Estrabón (IV 4, 3 (C 196];
el nombre sdgos se usa con carácter general). Es más,
encontramos muchas otras citas que expresamente hablan del sagum ibérico, o mejor hispánico (Tito Livio
XXVII 19, 12; Diod. XXXill 16, l; Estrab. TII 3, 6
[C 154); Ap., lber. 42 s.) del ligur (Estrab. IV 6, 2 [C
202), aludiendo a los sagos ligustinos) o del africano
(Edia. Diodet. 19, 61). Da la sensación de que sagum
para los latinos fuera una palabra que designaba los
distintos tipos de mantos que la conquista y la romanización permitieron ir conociendo a lo largo y a lo ancho del M editerráneo, aunque siempre aplicada a un
determinado estilo de abrigo-capa.
La forma del sagum ltirpamnn era rectangular, según
la iconografla, sin que a ello obste - posteriormente lo
veremos- el que determinados autores antiguos califi-
qucn su configuración como «cuadrad&JO•. Apiano suministra el dato de que los tusones de la ciudad de
Complega usaban unos himatia dobles y grasientos,
puestos como una clámide, a los que se daba el nombre
de sdgoi. Sin duda se refería a un trozo de tela grande
más o menos cuadrado, como era el lrimalion, que una
vez d oblada adquiriría forma rectangular y sería colocada como una clámide (vid. fig. 1). N o obstante la clámide do los griegos, la l4urna de los romanos (Kot.~~,
1973: 116 ss.), no se colocaba doblada sobre sf misma
(vid . fig. 2); se trataba de una pieza mucho más liviana
y fácil de llevar, dado que, según parece despr~derse
de las representaciones artísticas, es relativamente corta y cubre j usto hasta las rodillas. Sea como fuere, ambas prendas - la clámide y el sagum, más pesado por
ser doble y porque generalmente llega basta casi los
tobillos- permitían una buena movilidad al portador;
una ffbula ayudaba a sostenerlas sobre el hombro derecho, quedando as{ abieno todo aquel flan co y facilitando la salida del correspondiente brazo. De manera que
el sagum hispánico se acerca al himalion por el tamaño
de la pieza extendida, y a la ligera clámide por la forma
de sujetarse en el h ombro derecho, aunque debemos tener en cuenta que la iconograffa muestra cómo la clámide cubre también a menudo el hombro izquierdo,
mientras que el sagum su ele ir como replegado b~o el
brazo de ese costado y, por tanto, lo deja en libertad;
de otro modo el peso del denso manto obstaculizada
totalmente la salida de aquella extremidad. No ocurre
as{ en la corta clámide. Un buen ejemplo puede ser el
de la figura 3, el bello y muy romanizado grupo de
Osuna; completamente levantado, el abrigo de suave
lana deja al aire el brazo izquierdo a la vez que genera
unos simétricos pliegues, que aumentan la plástica del
drapeado y el sentido frontal, casi egiptizante, del conj unto.
En el relieve escultórico de la Albufereta de Alicante (fig. +) es donde se aprecia mejor la forma de colocación y la sensación de pesantez de la tela del sago
hispánico. Pero la mejor manera de delimitar con cierta exactitud las características del mismo podría ser la
de confrontarlo sucintamente con algunos de los tipos
parejos. El sagum galo no era de un solo tono¡ parece
que, por regla genera, estaba decorado con fr anjas de
colores incorporadas en el mismo tej ido~. Diodo ro
deja incluso entrever que el dibujo a base de rayas se
alternaba con el de cuadros apretados, es d ecir, unos
junto a otros como un damero multicolor'. Esta visión de un sagum de colores se nos da repetidamente7 •
La lana del sagum galo era recia, pero suelta de mechón, o sea, algo peluda en ocasiones (Estrab. IV 4, 3
[C 196)), lo que traerla como resultado un manto de
gran abrigo. Pero, por otro lado, de un texto de Polibio
(ll 28, 7) podemos colegir que este sagum no era el único entre los celtas, ya que refiriéndose a los insubres
y a los boyos de la llanura del Po escribe que llevan de
375
[page-n-386]
C. ALFARO GlNER
1
1
1
1 1
1
1
1
1 1
1 1
1 1
1 ,
"
Fig.
~.-
&lierH de 14 Alhll:fore14 (Alieatúe),
piiT~
dnt&M..
entre los ságoi, los ligeros, es decir, como si los galos dispusieran de, al menos, dos tipos de sagos, unos finos
y otros de más abrigo. Lo mismo viene a ratificar Diodoro (V 30, 1) cuando nos asegura que los galos úenen
abrigos pesados para el invierno y simples para el
verano.
Thnemos, por tanto, dos primeras diferencia.s entre el sagum galo y el hispano: el primero reunía colorido (rayas o cuadros), así como esa duplicidad de grosores, mientras que el segundo, como más adelante
veremos, poseía eminentemente tonos oscuros y lisos,
y probablemente existía un único tipo del mismo. A su
vez el Edicto de Diocleciano (19, 72-73), aunque pertenece a una época más tardía, nos traduce una realidad
que debió de existir también en siglos anteriores. Nos
referimos a la calidad de Las manufacturas de las distintas áreas del Imperio R omano, que se refleja en sus
precios respectivos. Si el sagum africano valfa 500 denarios (era el más barato) y el galo costaba 8.000 denarios, quiere decir que habfa en el mercado una gradación que respondía sin duda a una mejor o peor
calidad de la lana, de la tela y del acabado en general,
as{ como tal vez a un encarecimiento de los costos por
la mano de obra empleada o por la fama en el mercado
de cada una de las piezas. Pero no conservamos noticias del precio con que se cotizaba en esta época el sa376
Fig. 5.- Ptq!Uño Bronu. A.O. XXXVII, n.• 22l
gum hispano, ni tan siquiera de si la confección se vendía, y en tal caso si era con su •nombre de origen•.
No lo hemos podido verificar en ninguna fuente,
pero según algunos autores (MARQ.UMM, 1882: 549¡
Sc Hui..T?.N, 1914: 188) el sagum galo llevaba a veces
mangas. Realmente esta suposjción no parece tener
muchos visos de verosimilitud, dado que para ello sería
neceario un corte especial y un cambio radical de la
prenda. Pensamos que el error se debe más bien a una
mala interpretación de los relieves estudiados, por haber tomado las mangas de la túnica que suele ir debajo
como pertenecientes al abrigo.
El sagum itálico, tal vez originario de La Liguria
(Estrab. IV 6, 2 [C 202] Jo da como vestimenta típica
de los Iigures), se representa en los relieves romanos
como una capa corta (algo más arriba de la rodilla),
recogida bajo el mentón por una f'fbula que dejaba ambos brazos libres. Su carácter acenruadamente militar
aparece bastante definido (TH&>ENAT, 1918?: 1008, nn.
37 ss.).
Interesa ahora delimitar el tipo de sagum hispano
a través de las características que las fuentes nos transmiten y observando atentamente los ejemplares que la
plástica nos depara. La documentación escrita nos comunica la existencia en la Península de lana negra, no
muy corriente por otra parte en el resto de las regiones
[page-n-387]
SAOUM I:USPANUM
mediterráneas (AU'.uo, 1984: 37). Coincidiendo plenamente con ello encontramos un elevado porcentaje
de citas en las que se nos habla del sagum ib~rico, celtib~rico o hispano, como de un abrigo n egro, oscuro, debido al color de la materia prima empleada en su manufacturación, sin m ás tintura posterior'. Sin
embargo también es lícito pensar en la existencia de un
sacum de color natural, sin que éste fuera necesariamente el negro. De un tipo o de otro la producción debió ser alta, y para ratificarlo basten las tantas veces
citadas noticias sobre los impuestos que muchas tribus
indígenas (o mejor sus ciudades) debían pagar a Roma
como gasto de gueua'.
Si de la forma del sagum ya hemos anticipado algo,
podemos analizar ahora sucintamente los datos que
nos proporciona la plástica, haciendo sobre todo hincapié en los pequeños bronces votivos de los santuarios
ibéricos. Desde luego hay que lamentar la falta de una
estatuaria similar entre el numeroso sector de los pueblos no ibéricos, pero la gran variedad de ejemplares
hallados en el Este y en el Sur de la Península es nuestra mejor ayuda en este punto (ÁLvAu:z·OsoRTo, 1941;
GARCIA BELLIDO, 1954; ARRfBAS, 1965; NICOLlNI, 1966:
116·155 y 1967: 60 ss.; TARRADI!LL, 1974). De la estatuaria de bronce resulta muy complejo, por no decir
imposible, establecer una clasificación cronológica o
una evolución de estilos; de ahí que la bibliograffa
agrupe estas piezas, normalmente, por tipos genéricos.
En todo caso se fechan, de forma global, en un período
de tiempo que iría de los siglos fV· IIT a.C. al U d.C.
(GuctA Bwmo, 1954: 466-474).
Con respecto al sagum representado a través de este
material creemos que hay que identificarlo en lo que,
para Nicolini (1967: 63), son los llamados mantos del
.. tipo o .. (mantos de doblez muy larga o mantos dobles). Incomprensiblemente este autor les atribuye, sin
ningún fundamento, una cronología elevadfsima («anteriores al s. IV a.C. y no posteriores a él»). Tanto
Apiano (lber, 42) como lsidoro (Orig. XIX 24, 13), las
dos fuentes que, como vimos, hablaban de los sagos dobles de los iberos, no permiten, desde luego, sacar conclusiones cronológicas de este tipo, y al mismo tiempo
todos estos bronces carecen de una estratigraffa clara
que los pueda fechar. Sin duda pudieron ser más t.ard1os, y el claro testimonio de Apiano, basado en .Posidonio, prueba la existencia de tales prendas con posterioridad a esta fecha.
Como podemos apreciar en las figuras 5-7 (el número inferior corresponde al del catálogo de ÁlvarezOsorio), se reproduce en ellas de una manera muy esquemática la forma de manto doble, cuadrado y de aspecto recio a que aludíamos antes. El pequeño tamaño
de estos bronces, como ya indicaba Nicolini (1967: 61),
hace diffcil calibrar la representación de las telas dobles, y si se arrugan o no bajo el brazo. Personalmente
creemos que el broncista que los hizo trató de esque·
matizar al máximo el efecto de este tipo de manto, más
homogéneo sin duda de lo que pretenden Nicolini y
otros analistas de la indumentaria antigua a partir del
arte. U na simple incisión puede querer encubrir una
fuerte cantidad de tela doblada o plegada: es la simpli·
cidad de lo •arcaico»; incluso, a veces, ese plegado del
sacum desde el hombro derecho huta pasar por debajo
del brazo izquierdo se mezcla y se confunde con éiertos
detalles en relieve, que pretenden sugerir algún tipo de
correajes del guerrero para sujetar a la espalda su eutra
(vid . fig. 8).
El relieve en piedra procedente de la Albufereta de
Alicante es sin duda el que parece más fiel a la realidad. En él distinguimos la tela doblada casi en dos so·
bre sf misma, pasando bajo el hombro izquierdo y suje·
ta con una ffbula (?) sobre el derecho. La tela que
sobra, una vez prendida la f!bula, cae paralela al cuer·
po, formando unos pequeños pliegues. Precisamente es
este detalle el que desaparece en las figurillas de bronce; tan sólo una raya incisa, paralela al borde abierto,
parece indicarlo a veces.
Al esquema del sagwn antes de ser puesto alrededor del cuerpo no creemos que fuera, sin embargo, un
cuadrado perfecto. Observando detenidamente nues·
tros ejemplos, podemos comprobar que al menos la tela
inferior debería tener una altura aproximada de 1'25
m. (desde el hombro al tobillo); añadámosle un metro
más para la teJa superior y obtendremos· una longitud
total de 2'25 m. R especto al ancho del manto parece
evidente que los 2'25 m. aproximados, calculados para
la longitud, rebasarían los límites de lo necesario, sobre
todo si adjudicamos una complexión media a los hombres de hace dos milenios. Una anchura cercana a los
1'80 m. parece máa acorde con la realidad escultórica.
Ello daría una tela que, recién salida del tela~. tendría
unos 90 cm de anchura; asf pues, para la confección
de la prenda se emplearían lo que podríamos llamar
(con la terminolog(a actual) dos «caldas.. de 90 cm,
unidas mediante una fuerte costura. Con tal anchura,
una vez doblada la tela y puesta alrededor del cuerpo,
se puede obtener perfectamente el efecto diseñado en
el relieve de la Alhufereta, en donde se aprecia con cla·
ridad el .replegado de la teJa doble bajo el hombro izquierdo.
Los bajos del sago, tal como se representan en la
estatuaria, dan siempre la sensación de seguir una lfnea horizon tal homogénea. Sobre un modelo viviente
ese bajo por completo horizontal se logra fácilme.n te
cuando se recortan las esquinas inferiores de la tela. La
figura 9 muestra la forma que proponemos para el sa·
gwn, ligeramente curva en el borde inferior, pero sin
modific.a r los ángulos rectos por la parte superior, de
suerte que éstos, aunque colgaran ligeramente bajo el
brazo derecho, no estorbarían la libertad de movimiento. Lejanos paralelos de este detalle pueden verse en la
pintura de algunos vasos griegos, en donde incluso se
377
[page-n-388]
C. ALFARO ClNER
Fif. 7. -
Fif. 6.- Plt{wM Brona. A .O. LXIII,
1t.•
458.
Fif. 8.-
378
PequñiD Brona. A.O. CXXll.
Pn¡wiW Brnu. lnsl.
Hallo di Dora ]UIIII.
11. •
53.
[page-n-389]
SACUM HlSPANUM
NOTAS
-------- -- -- - -- --- - -- --- - -
Fig. 9.- Forma dtl sagum uúndiM.
aprecian los pequeños glandes que, con su peso, remarcaban la verticalid ad de Los ampljos himaiia (K.EuLS,
1983: 225, fig. 14.34a y 1+.34b; 226, fig. 14.35). El relieve alicantino no Jlega a esa exactitud en la transmisión de la idea, pero se acerca a ella bastante, sobre
todo si se tienen en cuenta las diferentes posibilidades
plásticas que bay siempre entre pintura y escultura,
con ventaja para la primera.
Esta forma, que retoca levemente la figura del rectángulo, no impediría los otros usos del sagum que los
autores antiguos nos transmiten: cubrirse el cuerpo a
La hora de dormir (Estrab. ill 3, 7 (C 155)) -sus ilimeruiones son muy adecuadas para tal efecto-, servir
de improvisada vela (Tácito, Hist. V 23), acarrear tierra cuando se carecía de otro medio de transporte (C~
sar, B.G. V 42), etc. Sin embargo, desde el punto de
vista de su aspecto externo, colocado sobre el cuerpo,
esa modificación que proponemos no le privaría del carácter de prenda rectanguJar y «cuadrada.. (entendiendo el t6rmino latino quadratu.r no referido a la forma de
la pieza cuando está desplegada, sino al hecho de que
son cuatro Las superficies que lo constituyen, dos en la
parte delantera del cuerpo y dos cubriendo la espalda).
a La bibliografía aobre el particular ea abundante y el tema
ba aido tratado dcade antiguo: HauDY, 1922 y RuoNn, 1931, fueron
de loa primero•. Una esquem&tica pero certera puena al dfa puede
vene en. DUCA..n· Le<¡Uo.-, 1988: 91·98.
' T11ilw
afianu en un gloaario posterior [Glosa. Cod. Denin.g. 1, fr. ~col
2 (a Éxodo XXVI 4)).
• Poi. U 28, 7; 30, l. Aunque Schulten (191f: 188) recurn: a
Pol. Ul 62, 5 para a.linnar que Roma conocía ya el 1411""' entre los
celtas de la llanura del Po, en realidad ette pasaje alude al veatido
de las tropaa tra!daa por Anfbal, ea dc:cir, tal vu a loa hispanos.
• Vid. un pasaje de Apiano (/ 6". 42) para el S"fiUtl hirpmico
y otro de Jaido ro ( Or;,. XIX 24, 13) para el galo: Jiaum IJJJ.tm s"lum
quodru.m tO, qu.od 4pwl. 101 primMm t¡lllldriii&U 011 t¡lllldru.pú¡c usfl¡ cf. Aíranio
ap. Charia. , hui. C.om. 115 (1 p. 105 K.), en cuya obra perdida.Ddi·
1~ se re(c;rfa a loa u.ri quatlrllli.
• Diodoro (V 30,1) babia de sd¡oi rllhd#~f; Virgilio (En . VID
660) al deacdbir a loa galo• que sitian Roma loa preaen.ta luciendo
IIÍrplO S/IIIÚa· La expreai6n. de Sitio ltilico (Pwt. rv 15H56) ~
-w referida a los gal01 ea, aunque no emplee la palabra u.rum, muy
semc;jante. Tito Livio (VIT 10,7) babla de la -tis PmiuiDr delos galos; T6cito (Hisl. U 20 y V 23) menciona tambi61 el S"'IÚJuft NniuiDr
de 101 galoa.
• Diodoro (V 30, 1) señala q ue •u decoración coDJiatía en
plittJA(qj¡ p;kMis lral pol]aJJúti.
r Lucllio, lib. XI, fT. 410 a. (ed. Krenkel) alude al ce.ntellcante brillar del S cf. Varr6n, Mm. 170 Büeh.; Oie., Pro FMIJ. 15, 33; Virg., Ett. VIII
659 a.; Silio ltilico1 Pwt. IV 154-156), y n.o en laa de los celtiberos,
como quiere Schulten (1937: 94).
• Vid. Enn io, Alttt . 509 (JQlum eurr.oú11.t)¡ Diod. V 33, 2, men·
ciona los s4¡ai negrea de los celtfberos; Eatrab. 111 3, 7 (C 155): en
Butelaoia todoa, hombrea y mujera, van venidos de negro, en su
mayoría con aagos. Bn el cuo de los Cauit~ridea, a lu que considera hispa.n u, Eatrab6o (ITI 5, I1 [C 175)).oot deaeribe a au gente con
negroa mantos. Segiln PlutarOO (Mn. 201 C), Escipi6n revine el negro uso para expreur IU aflicci6.n por el lamentable eat. do en que
a
encuentra al ejErcito romano acampado en Numa.ncia (cf. Polie.no
vm 16, 2).
• En 205 a.C. los ilegenes contribuyeron. con una gran. cantidad de aagos que Livio n.o cuantifica (XXlX 3, 5); af lo hace sin
embargo D iodoro (XXXIll 16, 1) al hablar de los numantinos y termcsinos, los cuales debieron. bacer entrega a Pompcyo nada menos
que de nueve mil de estaa piezas. Dier. mil ea la cifra que se maneja
en el episodio d e Intercatia de 150 a.O. (Ap. lb". 5+).
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F.J. FERNÁNDEZ
,
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Nmro•
,
UNA INSTITUCION JURIDICA DEL MUNDO CELTIBERICO
Después de la toma de Cástulo, en el año 206 a.C.,
Escipión Africano regresó a Carthago Nova para rendir tributo funerario a su padre y a su t{o mediante la
celebración, entre otras ceremonias y juegos, de un munus gladiatorio (SouLLAJto, 1970: 98 s.). La descripción
más detallada sobre el origen y condición de los combatientes en aquel espectáculo se encuentra en Tito Livio (XXVIII 21, 2 ss.), quien detuvo su atención única·
mente en el hecho de que el glorioso general romano
contara con la participación de luchadores, que, de
manera voluntaria y gratuita, contribuyeron a realzar
la excepcionalidad y lustre de la jornada. Habituado
ya a que, en. sus d(as, todos cuantos descendían a la
arena fueran siempre pupilos de Jos lanistas (ora escla·
vos comprados a tal efecto, ora hombre libres, que ven·
dían su cuerpo por una cifra de dinero
-aucfQramenlum-), Livio parece sorprendido de la ge·
nerosidad mostrada hacia Escipi6n por parte de los
protagonistas1 •
Probablemente por eso, el historiador romano
efectúa una relación de las distintas razones que movieron a las parejas gladiatorias a prestar su desinteresado concurso en los juegos fúnebres. Un grupo de per•
Opt~.
de Riatoria Antigua, Un:ivenitat de Valmcia.
sonas accedió a la exhibición con intenciones que, según figuran ordenadas en nuestra fuente (Livio
XXV1ll 21, 3-4), cabrfa calificar de efectistas: dar
muestra del congénito coraje de su pueblo1 ¡ el deseo
de complacer a su general¡ el ansia de rivalidad¡ el anhelo y la gloria de combatir.
Pero otra parte de los luchadores intervino en el
espectáculo por motivos absolutamente ajenos a la con·
memoración mortuoria, pues su propósito consistió en
aprovechar la circunstancia para dirimir litigios personales: quidam f}UIIS discepwndo &1J11h"oueTSÜJs finire nequinanl
aut TUJÚJ.tranl pacto inl8r se, ul uicfQrem res stqueTttur, ferro tkcreunun1 (Livio XXVill 21, 5). De ent.re quienes se en·
fren taron con este objeto -es lícito pensar que hubo
varias lides- Livio destaca a la pareja que, indiscuti'blemente, levantó mayor interés tanto por la naturaleza de la disputa como por la posición social de los inte~
resados: Corbis y Orsua, primos hermanos y ambos,
tal vez, hijos de reyes de la misma ciudad', resolvieron mediante lucha a muerte la sucesión al trono de
su tribu (Livio XXVIll 21, 6-10). Corbis, que superaba
en edad a su contrincante, impuso la experiencia y la
astucia frente a las ciegas acometidas de Orsua¡ di61e
muerte y se alzó con la corona. Es &te el único detalle
del munus gladiatorio festejado por Escipión en Carta381
[page-n-392]
F.J. FERNÁNDEZ NlETO
gena que recogieron Valerio Máximo (IX 11, ext. 1),
Silio Itálico (Pun. XVI 527-548) y Zonaras (IX 10, 3
(434] )~.
Esta noticia revela de inmediato la presencia de
una institución indígena autónoma que, por las incidencias de la campaña, halló justa ocasión de manifestarse durante el intervalo decretado por Escipión para
cumplir con los mandatos de su piedad. Se trata, en
efecto, del combate singular como duelo judicial, tradición proveniente del acervo indoeuropeo, que durante
toda la An6güedad -as{ como en la Edad Media- se
mantuvo latente, con diferentes contenidos y aplicaciones, entre muchas de las sociedades nacidas del tronco
ario. Hace ya algún tiempo realicé el estudio de esta
in.stitución en el mundo griego arcaico, en donde tuvo
asiento para regular los conflictos armados de la época
primitiva (FERN.4NDEZ NIETO, 1975: 37-69). En aquellas
páginas ofrecí otros ejemplos tomados de Oriente e Italia, a los que podrfa sumarse el del pacto establecido
entre el emperador bizantino lieraclio y el rey persa
Cosroes para contratar, mediante la lucha de dos campeones, la suerte de los ejércitos'.
Sin embargo, el recurso a una forma reglada del
combate singular en la Hispania antigua no se endereza al ámbito de la guerra, es decir, a1 sustanciamiento
de querellas externas entre colectividades, sino que se
reserva -y ahí reside su originalidad- como mecanismo extremo de justicia para asuntos civiles en el seno
de un mismo estado. La institución pudo haber reunido los siguientes rasgos:
1. Complejidad del supuesto planteado, lo que dificultaría su resolución a partir de una norma vigente.
En la causa que opone a Corbis y Orsua se aprecia que
o los principios convenidos para la sucesión real
(rey/hijo del rey con mayoría de edad/hermano del rey)
invaden los que rigen en el derecho familiar (muertos
los padres, prioridad para el hijo del hermano mayor)', o bien que ambos primos están igualmente legitimados por haber sido reyes sus padres (sin que quepa efectuar la prelación de edad, válida sólo entre
hermanos). En los restantes casos, Livio menciona expresamente cómo las otras parejas de combatientes no
habían logrado encontrar una fórmula dentro del sistema jurídico (disceptando clml~ fil!ire nequimnt) o no
habían aceptado someterse a preceptos discutibles (aut
Múurant).
2. :Búsqueda de una salida mediante conciliación
o arbitraje (!Wbis áiscepi/Jre, rurbis diiudi&are, syn¡J/áxq;J), y
quizá éste fue un papel que correspondiera previamente a Escipión en la disputa entre Corbis y Orsua. Mas,
a juzgar por dicho ejemplo, tal expediente podía ser recusado por una de las partes o, en su caso, el fallo arbitral no ser vinculante.
3. Fijación de los términos del acuerdo por el que
se determinaba que las armas otorgarían el veredicto
fmal (Livio XXVIII 21, 8: designar a Marte como
382
iudex). Este pacto tendría que estipularse ante un tribu~
nal o comisión, o ser ratificado por ciertas autoridades,
con el objeto de garantizar el cumplimiento de todas
sus condiciones. En el episodio de los combatientes por
el trono, Livio recoge la noticia de que existía un consejo, formado por parientes de ambos primos -cognati
comtTlJlnes-, que rechazó cualquier otro modo de zanjar
el conflicto sino mediante duelo, pues el acu.erdo solemnemente concertado resultaría ya inquebrantable.
Este duelo judicial no seda, al parecer, infrecuente, si reparamos en que el espectáculo preparado por
Escipión llegó a acumular varias decisiones. Puesto
que tanto la materia del litigio como las condiciones
pactadas debieron ser de distinta índole, cabe sospechar que no todos los encuentros terminaban con la
muerte de uno de los contendientes; bastaría el reconocerse inferior y admitir la superior entidad de los derechos del más diestro'.
Por fortuna, algunos otros episodios transmitidos
por las fuentes clásicas relativos a la conquista romana
de la Península permiten completar nuestro conocimiento de esta práctica. En el año 151 a.C., j unto a los
muros de lnterca6a, un hispano desafió reiteradamente a cualquiera de los soldados que militaba en el ejército de Lúculo a medirse con él de hombre a hombre;
como nadie respondía al reto, practicó una serie de gestos y ejecutó una danza, que sus enemigos tomaron por
mofa (Apiano, Iber. 53). Sólo el joven Escipión Emiliano acabó por aceptar la provocación e hizo pagar al
osado con su vida9 • Un interesante dato lo aporta Plinio (NH XXXVII 9), cuando señala qu.e había leído
en ciertos escritos que el hijo del intercatiense muerto
por Escipi6n utilizaba un sello inciso con una escena
del combate. En el143/2 a.C. Quinto Occio, legado de
Metelo, acabó con la vida de un ccltfbero que le había
lanzado un reto -lo dirigió, sin duda, al ejército-, lo
que le valió una ovación de sus soldados. Pero en un
segundo combate singular derrotó a otro enemigo, tal
vez un jefe de los celtiberos (Tiresio/ Pirreso ); reconociendo la superioridad del romano, Tiresio entregó su
espada y su capote, mientras que Occio le aseguró que,
después de la guerra, estaba dispuesto a cerrar un lwspilium con él (Val. Máx. Ul 2, 21; Livio, P. Oxiyrb. Per.
l64).
Aunque estos ejemplos difieren notoriamente del
combate singular como instrumento judicial, desde el
momento en que ni existe concierto previo ni se dirime
un bien concreto, no por eso dejan de arrojar alguna
luz por cuanto parecen seguir las pautas del modelo civil (que, conviene recordar, en la Península no se aplicaba entre distintas gentes). En particular, cabe conceder valor a las indicaciones sobre los efectos del
desenlace de la lucha: si la figura dellwspitium prome6do por Occio puede estar recubriendo la idea de que
el duelo judicial celtibérico cerraba defmitivamente la
querella, restaurando entre las cognaticna el trato no
[page-n-393]
UNA INSTITUCIÓN J URÍDICA DEL MUNDO CELTIBÉRICO
Fig. 1.-
Ikl<úk dtl dtsarrollo tÚ la tÚcQracüJn
pinkJda dt un vaso dt Lllria.
discrepante, la sorprendente noticia de Plinio sobre
el sello delatada una segunda consecuencia, a saber,
que el ganador del duelo vefa ligirimados sus derechos
sobre la ú'tis (Livio XXVUI 21, 5: ui&tmem res sequeretur)'0.
Así operaría este dirus TTIIJS, en palabras de Silio Itálico (Pt.m. XVf 537), el cual formaba parte de aquellas
tradiciones caracterizadas por los romanos, no sin desdén, como leges hostü.un11 • Si Escipi6n respetó esta costumbre y la integró en el munus de Carthago Nova, fue
porque se adaptaba satisfactoriamente al espectáculo
gladiatorio en honor de sus antepasados, pero también
para mantener la imagen de ecuanimidad y grandeza
de espíritu desplegada en su poHtica hacia los indígenas ( BAOlAN, 1958: ll7-ll9). Livio distingue bien,
como antes vimos, qué sección de los juegos perteneció
propiamente al ritual romano y qué otra convirtió a los
espectadores en improvisados jurados de los duelos
pendientes en diferentes comunidades'2 •
Hasta ahora sólo hemos considerado el origen indoeuropeo de la norma y su manüestación hispana en
el ámbito de los pueblos celtibéricos. Corbis y Orsua
son n. mbres célticos (Hoi..DER, 1896: 1ll7; 1904: 879
o
s.), como también lo seda el de la ciudad por cuyo trOno debaten°; no hay por consiguiente razón alguna
para incluir este ejemplo entre los que atañen a la realeza de los iberos". Sin embargo, parece conveniente
valorar la posibilidad de que, desde el tnunto de los celtíberos, la institución recalase eventualmente o se asimilara plenamente en la sociedad ibérica.
Fue Ville (1981: 49 s.) quien sostuvo que los juegos
tempranamente celebrados por Roma en la Península,
como éstos de Escipión, propiciarían la organización
de espectáculos gladiatorios entre los indígenas, y bue-
Museo tÚ Prehistoria dt Valnwia.
na muestra de ello serfa un conocido vaso ibérico de
Liria (fig. 1 ).
En el. centro de la escena, dos hombres se afrontan
para luchar; ambos portan escudo, pero mientra.s que
uno se encuentra armado con la espada, cuya funda
pende vacía del costado interno, el otro blande la lanza. Dos músicos flanquean a los combatientes: una mujer tañe la flauta doble y un var6n hace sonar una gran
bocina. Ville es partidario de tomar estas imágenes
como representación de dos gladiadores porque, en su
opinión, la escena carece de carácter militar y nada tiene que ver con un baile, puesto que el guerrero con la
lanza la tiene hincada en el escudo del adversario'~;
no obstante, Ieconoce que las diferentes armas de cada
individuo constituyen una anomalía en la práctica gladiatoria, bien que justificable -cree- por el deseo de
sfntesis del pintor para expresar una liza inaugurada
con lanzas y rematada con sables.
Pero esta escena, si admitimos que describe vivencias de los iberos1' , es mucbo más coherente interpretada como retrato de un duelo judicial: Apiano menciona (Jber. 53), al relatar el desairo del celtíbero ante
Intercatia, la ejecución de una danza (lratorc~ámmos),
quizá coreada por sus gentes y que, de haberse celebrado el combate en su función legal, podría haberse trazado al son de la música, desgranando una melodfa reservada al efecto ( ..cántico de duelo»). Thmpoco obsta
a nuestra sugerencia la cuestión del armamento: el
acuerdo que regía en Grecia el combate singular autorizaba el empleo del escudo, la espada y la jabalina, de
suerte que durante el encuentro ambos rivales podían
servirse indistintamente de cualquiera de ellas (FER·
NÁNDBZ Nurro, 1975: 47 s., 58). De hecho Polfnice hiere
a Eteocles primeto con la lanza, cae luego al suelo ir383
[page-n-394]
FJ. F.ERNÁNDEZ NIETO
remisiblemente herido, pero consigue aún asestar a su
hermano el golpe mortal con la espada cuando Eteocles
pretendía despojarlo. En el duelo entre Heraclio y el
campeón de Cosroes, antes citado, el pacto nombra las
espadas, pero el vencedor tumbó a su rival con la j abalina. Así pues, no sería extraño que para las lides de
esta clase también en la Península quedara consagrado
el uso de las dos armas, aunque tampoco es ilógico que
el acuerdo previo permitiera a los competidores elegir
su instrumento ofensivo predilecto.
¿Duelo judicial? Cabría entonces extraer una última consecuencia, a saber, que nueslro vaso ibérico desarrollaba ante el p6blico el cuadro de una famosa historia o leyenda, fácilmente identificable, que versaba
sobre el duelo legal entre dos conocidos personajes
(¿reyes, príncipes, renombrados guerreros?) e.o. pos de
una valiosa propiedad. En cualquier caso, como representación de un combate decisorio esta cerámica de
S. Miguel de Liria probaría el acomodo de una usanza
jurfdica céltica en el solar ibérico 17•
NOTAS
1 No re.ulta tan dar<\, com presume Ville (1981: 49), que todos los combatiente• fueran hiepanos y ningán romano empuñase
lu armas. Dejando apane a los auxiliares extta:peninsulare~, pudieron tambíl!.n intervenir romanos de origen etrusco, samnita o
campano.
1 Pero loa tales no se alistaron espontáneamente, sino que
fueron enviados por los reyezuelos hispanos para hacer valer el pr:ea·
tigio propio.
• Para Bayet (1971: 17+ -1951: 87-), los voluntarios animados por esta. tres ideas habr!an encarnado, como sacrificio de austi·
tuci6n, una tkuot.io a los Escipiones; aobre el caricter netamente romano de este proceder aduce algunos paralelos.
• El padre de Orsua habla auccclido como rey al hermano
mayor; Corbis era hijo bien de ese rey muerto (lo que resulta veros!·
mil, pues cuadra con au edad y justifica mejor sur pretensiones),
b(en de otro b.crmano del fallecido mon.arca y del padre de Onua.
• Todos ellos dependen de Livio, aunque Valerio y Sitio comenten el error de considerarlos hermanos e hijos del deaaparecído
rey. smo, además, a imitaci6n del famoso lance tebano entre Etcoclea y Polúücc, dibuja una patEtica escena que culmina con la muer·
te de ambos j6venea; pero estas licencias del poeta, cuya pluma recrea la aun6sfera y el colorido de.l circo romano en el aiglo 1 a.C.,
han sido señaladas por Lühr (1979: JOB s.).
• Vid. Crdttiea M11uralu u 751 (cd. L6pez Pereira) l 3
(-CDnJitauzlitJ Híspallll a. DCCL/Y, ed. Th. Mommsen, MGH, Auet.
Ant. X I, Chr. Mio. II, 335 s.); Fredcg. 4, 6+(ed. B. Krusch, MGH,
Script. rer: merov. II).
• La validez de ena hipótesis requiere que, a la muene del
rey su padre, Corbüs fuera menor de edad, mientras que Orsua habría alcanz.ado la mayorfa al expirar el suyo.
1 Aar sucedía en Grecia, pues el combate se tenía por decidido con el reconocimiento de la derrota por parte de uno de los ad~narios, cuando el rival rehusaba la lucha o cmprendra La huida
(l"U>Wa>rz Nr&TO, 1975: 58).
• Esta victoria de Bscipión en los albora de au ca.rrcra se re·
memora c.n numerosos textos antiguos, recopilados por Schultcn
(1937: 27·29).
10
Rl anillo-sello fue seguramente propiedad de bcipi6n que
lo regalaría al hijo de aquel guerrero de lntcrcatia despu& de la pacificación de Jos vacceos (Scmn:ru, 1937: 30).
u La denominación figura, a pro~ito de la guerra contra
Numancia, en el tratado de Ps. Aurelio Vfctor, Dt. ,.¡,_ i/J. 59, +, pero
remonta a la .!poca republicana (cuando menor, es contempod.ne,a
de Tiberio Graco).
384
12 Concluir del pataje de Livio (como hizo ScniiLTUt, 1935:
148) que estos comb¡¡.tes realizados por los íberos •para deleitar a
los extranjeros demue.tran, ademú de su placer por las batallas,
lo aalvaje del pueblo•, responde a un esquema de ingenuo y desbordante sim plismo.
u La ciudad ae llamaba lhu o lt!&. Los modernos editorcr de
Livio prefieren la lectura Ibes, que figu.r.a en una de las ram~ de
la tradición manuscrita, frente a la forma Idea, trant.mitida por el
CDdiJC ~ ( e.crito en la primera mitad del a. V d.C. ). Sin embargo, esta última posee una filiación cl!ltica más congruente con la naturaleza del caso (d. HOU>U, 1904: 25 n.).
,. Como hizo Étienne (1958: 51 sa.), probablemente por est1mat' que, al celebrarse loa juegos en Canagena, todos los combatientes debían de pro~nir de laJ ciudade• ib6ricas del litoral. Pero la
historia de las c4JQpaií.u de canagincses y romanos prueba que numeroso• pueblos no ib6ricos de Andalucía y de la Meseta acompaña·
ron, en virtud de alianzas u otros intereses, a los grandes ejl!rciros.
u Esta impresión no parece accnada. La lanza no ha sido
clavada, sino que pasa por delante del c.tcudo m.U alto; la pl!rdida
de la l!Qca cuando coincide con el trazo grueao de los bordes del
escudo induce a confusión aólo en apariencia (y una buena porción
de la lanza tendría que ha&:r atravesado el escudo, tarea nada fácil).
11 En ausencia de tcx.tos expJrcitos, nunca podrá aoslayarse el
recelo de que el artista ibl!rico hubiera adaptado imágenes trantmi ·
tidas por la cerámica griega, en donde abundan los episodios sacros
o legendarios de mD1tl1rrwldú4.
n De haber certificado Livio que alguna de las parejas que
aaldaroo en Cartagena rus diferencias procedía del territorio ib6r.íco, se confirmada erta aorpecba. Por lo demás, serta asfmismo importante poder establecer una cronología p.reciaa del vaso: si au datación u anterior al 20~, la hipótesis gladiatoria ae desmorona y
nuestra idea cobra mayores visos.
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[page-n-395]
Carlos
GóMEZ B ELLARD •
,
LA ISLA DE IBIZA EN LA EPOCA
,
DE LAS GUERRAS PUNICAS
/amqut EbUtuS Photrtiua mooet /amqiU Arba&u~ arma.
Silio Itálico, 3, V 362
Dentro de la secuencia cronológica que establecimos hace algunos años para la Ibiza fenicio-púnica, la
tercera fase, que se suele denominar tardo-púnica,
ocupa los siglos m y 11 a .J.C., y era sin duda una de
las peor conocidas (GóMII7. Bllt.t.ARD, 1984: 153-155). En
efecto, la historia isleña se articulaba, para la época
pre-romana, en torno a los datos arqueológicos proporcionados por la gran necrópolis urbana del Puig des
Molios, de la cual se ha estimado que tendría varios
millares de sepulturas, aunque sólo algunos centenares
nos son más o menos bien conocidos. Entre eUos destacan los ricos enterramientos de los s. v y IV a J.C., especialmente los hipogeos con un abundante ajuar, que
habían inducido a creer que esa ~poca, llamada clásica,
había sido )a dcl apogeo de [biza. El mundo funerario
no podía reflejar más que una situación general favorable, es decir una expansión económica y comercial
dentro y fuera de la iala. En esta óptica, el empobrecimiento patente a partir del s. m aJ.C ., tanto en los tipos de tumba como en cl ajuar, j unto con una notable
disminución del número de sepulturas conocidas, debían achacarse sin duda alguna a una evolución. negati•
l~ncia.
Opto. de Prchiatoria y Arqueología, Univereitat de Va-
va de la economía. Pese a que la argumentación puede
parecer hoy bastante simplista, hay que tener en cuenta que no existían muchos elementos para intentar profundizar en este problema, puesto que se carecía de
otros datos, tanto de fuentes escritas como
arqueológicas' .
Actualmente sabemos que esta visión es totalmente errónea. Las excavaciones del Puig des Molins,
reemprendidas en 1982, asf como la intensificación de
la investigación en Cataluña, el País Valenciano, las
Baleares y también en el mundo rural de la propia Ibiza, han cambiado sustancialmente este panorama. La
imagen que nos podemos formar hoy en día de la sociedad y de la cultura cbuaitana.s es muy diferente.
Dado que hemos empezado por el mundo funerario, debemos subrayar que los nuevos estudios llevados
a cabo sobre los resultados de las excavaciones antiguas, asr como toda una serie de trabajos recientes,
permiten comprobar la existencia de un gran número
de tumbas, tanto en el cementerio urbano como en las
pequeñas necrópolis rurales, que pueden fecharse entre los inicios del s. rn y el final del s. 1 a.J.C. Evidentemente los estudios de ámbito funerario se bab(an visto diiicultados hasta ahora por la existencia de una
serie de problemas no resueltos, el más importante de
385
[page-n-396]
C. GÓMEZ BELLARD
los cuales es sin duda la simplificación de los rituales,
tanto por la generalización de la incineración y del enterramiento en fosa como por la disminución del número de elementos materiales que componen ahora el
ajuar. Este fenómeno, que tiene lugar a partir del s. m
a.J.C., se comprueba perfectamente en los conjuntos
funerarios de Ibiza, en los cuáles disminuye bruscamente el número de cerámicas importadas que se incluyen en los ajuares. Este hecho produjo lamentablemente errores o al menos imprecisiones en la
identificación y fechación de los enterramientos del penodo. Dicho de otro modo, la minuciosa revjsión de los
ajuares y de los conjuntos funerarios de época noclásica permite apreciar que eJ fuerte cambio que se
observa en la documentación arqueológica no debe entenderse como un síntoma indicativo de un empobrecimiento económico extendido, sino como una sustancial
evolución de las costumbres funerarias en Ibiza. Esta
evolución, por otra parte, no con:~tituye un fenómeno
aislado sino que corresponde a un movimiento generaLizado en el ámbito púnico (incluido Cartago en parte),
y cuya manifestación más -..isible, como hemos señ.alado, es la fuerte disminución del niÍmero de objetos depositados en las tumbas1 • De todas formas debemos
de ser muy conscientes de que los datos que se infieren
del mundo funerario son insuficientes a los efectos que
aquí nos interesan. S6Jo merece destacarse la certeza
que tenemos de que la ciudad mantiene sus niveles de
población y riqueza (o al menos las tumbas sencillas
no son indicativas de lo contrario) y de que existe una
continuidad en la ocupación del espacio rural, indicada por la distribución de las numerosas necrópolis rurales conocidas, como ya tuvimos ocasión de estudiar
en otro lugar (GóMEZ BsLt.ARD, 1986).
Es poca la documentación que podemos aportar
para el s. m a.J.C. en la propia isla. Unicamente merece valorá.rse la gran actividad que desarrollan las alfarerías ubicadas en lo que se viene llamando el barrio
«artesanal» o •industrial» de la ciudad. Una serie de
excavaciones, la mayoría de ellas intervenciones de urgencia llevadas a cabo entre 1974 y 1985 aproximadamente, y que en general permanecen inéditas, han permitido la identificación de varios talleres en los que se
produjeron todo tipo de objetos cerámicos, desde ánforas a vajilla de cocina. En algunos de estos centros de
fabricación -cuya importancia, una vez que sean publicados, es patente- se ha podido obtener buenas secuencias estratigráficas desde el s. V\ al 1 a.J.C., y en
ellas Jos niveles correspondientes al s. m aJ.C. muestran una clara continuidad con los de época anterior,
siendo notable la diversidad de productos
manufacturados'.
Finalmente la vitalidad del mercado interior parece demostrada por la emisión de las primeras series de
monedas, los pequeños bronces con Bes y Bes, Bes y
Toro, o Toro y 'Ibro, cuya acuñación se inicia tal vez
386
en e) s. IV pero que circula sobre todo en el s. m a.J.C.
Curiosamente esta circulación se limita prácticamente
a la propia isla, salvo contadas excepciones•.
Debemos por lo tanto girarnos hacia el exterior y
podremos comprobar asf que el desarrollo de la economía y del comercio ebusitanos queda patente en los hallazgos realizados en las regiones circundantes. En primer lugar tenemos las Baleares, Mallorca y Menorca.
TI:as un perfodo de frecuentación que tal vez pueda comenzar en el s. VI a.J.C. (si no antes), los colonos ebusitanos inician una instalación permanente desde fmes
del s. 1v a.J.C. en los islotes costeros de la isla mayor,
destacando entre ellos el de Na Guardis, cuya factoría
es un auténtico establecimiento colonial de primer or·
den, con sus casas, almacenes, taller metalúrgico, etc...
(GunR.SAO, 1984~ 1985, en prensa). El s. m a.J.C. será
el del afianzamiento de estas estructuras, que constituirán como veremos la base del extraordinario desarrollo
del siglo siguiente. A partir de este tipo de lugares no
sólo se produce una penetración de productos ebusita·
nos y de diversas procedencias, sino que también se
pone en marcha un auténtico proceso de de aculturaci6n en el mundo talayótico, cuyas múltiples manifestaciones, a veces no fáciles de valo.rar, sólo se están estu·
diando desde hace pocos aiioss.
Volviéndonos hacia el O, las costas ibéricas muestran en este siglo una considerable afluencia de mate·
riales, especialmente ánforas, testimonios últimos de
una corriente comercial de gran envergadura. Debe·
mos subrayar que carecemos todavía de estudios de
conjunto sobre estas aportaciones piÍnicas en el área
mediterránea española, y que ello se debe en parte a
un problema de investigación. Hasta fechas recientes
los materiales p6.nioos más frecuentes y representativos, como las ánforas, la cerámica común o la de cocina, las imitaciones de la cerámica de barniz negro,
etc... , eran poco menos que desconocidas para muchos
investigadores. Basta con revisar publicaciones antiguas (y otras que no lo son tanto... ) para comprobar
las imprecisiones u olvidos, cuando no los errores flagrantes, en los que se incurr(a a menudo a la hora de
clasificar estos objetos. .Bien es cierto que los estudios
sobre cerámica piÍnica llevan un enorme retraso respecto a los que se ocupan de materiales griegos o romanos: P. Cintas publicó su famoso corpus en 1950 y, a un
nivel diferente aunque para nosotros igualmente importante, la primera sistematización de la rica producción anfórica ebusitana, realizada por J. Ramón, apareció... en 1981.
Afortunadamente estamos viendo como en los últimos años La situación está cambiando muy rápidamente. Así por ejemplo los estudios realizados sobre el
poblamiento ibérico en la región de la Layetania han
permitido establecer que en Jos poblados ibéricos de la
zona las ánforas pú.n icas son extraordináriamente
abundantes. Concretamente en el yacimiento de Alor-
[page-n-397]
l:BIZA EN" LA bOCA DE LAS GUERRAS PÚNICAS
da Park (Calafell, Tarragona), donde las cerá.mjcas importadas representan el12% del material, el 89'09%
de estas importaciones es de origen púnico, y
el 49'23% es con toda seguridad ebusitano. La realización de prospecciones sistemáticas en otras áreas de
Cataluña, con excavaciones puntuales de importantes
poblados ind(genas, está demostrando paulatinamente
que lejos de constituir un caso único, ésta parece ser
una constante en la región (SANMARli-SANTACANA, 1987).
Si nos dirigimos ahora hacia el sur, en el País Valenciano la actual provincia de Alicante es una de las
más ricas en hallazgos púnicos en general y ebusitanos
en particular, hablando siempre de Jos ambientes indígenas. Desde Denia hasta Alicante, pasando por Altea,
Villajoyosa, etc. .. , son numerosos los testimonios que
tenemos ae e.stós tráficos comerciales...
En resumen lo que q ueremos destacar es que a lo
largo del s. m a.J.O. la isla de Ibiza mantiene un nivel
de producci6n económica muy alto, pero que ésta es
además la época en la que se inicia una proyecci6n exterior sin parangón en los siglos anteriores. Evidentemente el desarroUo de la I. • Guerra Púnica no parece
haberle afectado en absoluto.
Pero la ll. • Guerra Púnica es otra historia. En
esta ocasión el marco geográfico del enfrentamiento
entre Roma y Cartago se trasladó, al menos en parte,
a Occidente. Desde el desembarco de AmíJcar en Cádiz en el 237 a.J.C., la Península Ibérica se vi6 envuelta
en una serie de acontecimientos que no vamos ni a recordar aquí por ser sobradamente conocidos. Queremos deteroos sin embargo en dos breves referencias a
la isla que . ealiza Tito Livio, ya que constituyen prácr
ticamente el único testimonio que tenemos de la toma
de postura de Ibiza en el conflicto planteado. En el libro xxn, 20, el historiador nos cuenta que en el
217 aJ.C. Escipi6n pasó a la isla: Nec continentis TTWdo prakcta est ora, red in Ebusum insu/am brasmissum. Jbi urbe, quae
caput insulae est, biduum nequü¡uam summo labore oppugnata,
uhi in spem inrilam frustra úri tempus anirruuloersum est, ad popu/oJionem agri omi, direptis a/il¡uot inomsis vú:is maime quam
ex amtinenti praeda parta cum in 111UJts se ruepisstnJ, ex Baiiaribus insuiis legaJi pacem petenJe.s ad Scipionem venerutrt. Y más
adelante, en el libro XXVIII, 37, nos dice que Magóo
en el 206 a.J.C... intú naoibu.s ad Pilyusam Ífl.tt.Ú4m tttttum
millia jmne a continenJi -Poeni tum eam incokbanJ- traúciL.
ltaf¡u4 da.rsis bona cum pace auepta est, nec commeaeus TTWdo benigne praebiti, sed in supplernentum cla.rsis iuvtnJus OMf.l,(jlle
tima.
De todo ello se pueden deducir varios datos de
cierto interés para la situación interna de la isla.
a) Queda claro que Ibiza se mantuvo fiel a sus
compromisos con la causa de Cartago: aunque no sepamos nada de la exhtencia de éstos, el rechazo del virulento ataque de Escipión así lo indica. Esta _
actitud
explicable en una población totalmente púnica al inicio
de las hostilidades no fue sin embargo general, por
ejemplo en Andalucía (con notables excepciones: Astapa), y resulta mucho más destacable en el 206 a.J.C.,
cuando se ayuda con todos Jos medios a Magón. Por
entonces la situación en Ja Pen{nsula Ibérica ha empeorado sensiblemente para los púnicos, y la misma flota
de Magón que tan buena acogida tiene en la Pitiusa
acaba de ser rechazada por la propia Cádiz (donde dicho sea de paso el hermano de Aníbal se venga haciendo azotar y crucuficar a los sufetes).
b) La capacidad defensiva de la ciudad, con sus
excelentes murallas, nos habla de una comunidad próspera, con medios para invertir en una infraestructura
militar siempre muy costosa. La idea de riqueza se ve
aumentada por la referencia expl!cita de Tito Livio a
la cant idad de botín obtenido, superior al que se había
conseguido en la Penfnsula.. Este párrafo nos sugiere
otras dos breves reflexiones.
En primer lugar pensamos que el saqueo tan provechoso de la ciudad , que sin duda tuvo lugar al exterior de la ciudad amurall~da, debió de afectar especialmente al barrio artesanal del que ya hemos hablado,
donde parece ser que hay huellas de destrucción en los
niveles de [mes del s. m a.J.C.
En segundo lugar, nos llama la atención el término utilizado por el historiador latino al referirse a los
asentamientos agrícolas que son expoliados e incendiados: direptis a/iquot incttt.ris vi&is. La palabra vicus ha sido
traducida en la mayoría de las ocasiones por pueblo,
creando así la idea de que a finales del s. m a.J.C. el
poblamiento se repartfa entre la ciudad, caput in.sulae, y
una serie de pequeñas localidades disem.inadas tierra
adentro7 • Sin embargo hoy sabemos que no han existido nunca pueblos ni aldeas en la isla hasta el s. xvm
prácticamente, y el modelo que las prospecciones sistemáticas y las excavaciones puntuales en asentamientos
rurales nos van perftlando es el de un hábitat disperso,
semejante al que ha subsistido hasta nuestros días, con
granjas o pequeñas explotaciones de pocas personas
que trabajan una superficie de terreno relativamente
reducida. Se ha calculado, por ejemplo, de una manera
muy aproximada, que los hábitats concentrados en el
área de Cala J ondal, al sur de la isla, podían controlar
cada uno 20 o 25 hectáreas, sin contar las zonas boscosas de las colinas circundantes (RAMóN, 1984).
Muy rápidamente hemos podido ver pues que el
s. m a.J.C. es una época Ooreciente para la isla, que
conoce un período de expansión, y que durante la II.•
Guerra Púnk.a se alinea con Cartago de una manera
decidida y no teórica. ¿Qué suced e entonces después
de la derrota? Sorprendentemen te se va a iniciar una
de las épocas más prósperas de toda la historia de la
Ibiza púnica, que habrá de durar algo más de medio
siglo. Veamos más en detalle algunos aspectos q ue po·
drían explicar esta aparente paradoja.
Sabemos por Plinio que Ibiza fue una ciudad federada (civitas foeder4f!z), al igual que otros importantes
387
[page-n-398]
C. GÓMEZ BELLARD
centros púnicos de la Península, como Málaga y
Cádiz'. La concesión de este estatuto privilegiado a
esta última ciudad no debe de sorprender, dado su rechazo a Magón en los últimos años de la gue·r.ra, como
ya señalamos, y su rendición total a Jos romanos que
nos menciona Tito Livio. ¿Pero qué pensar de Ibiza,
cuando por las mismas fechas en que Cádiz se entregaba (el 206 a.J.C., recordémoslo), todavía apoyaba la
causa de Cartago, y no precisamente con palabras? Se
ha pensado que la categoría de ciudad federada la alcanzaría Ibiza después de la lii. • Guerra Púnica, y
q ue asf no traicionada sus compromisos con la vieja
metrópoli. Pero a la vista de la evolución política del
Mediterráneo occidental y sobre todo del desarrollo
económico de la isla, parece que hay que pensar que
en algún momento en tomo al fmal de la II. • Guerra
Púnica o a lo sumo durante la •pacificacióm• de Catón
(195-193 a.J.C.) debió de producirse algún pacto entre
Roma e Ibiza'.
Es conocido que la condición de ciDitas foukrata representa grandes ventajas para quién queda acogida a
ella, al menos durante la República. La autonomía es
casi absoluta, con la excepción de lo que podemos llamar las relaciones internacionales. En el caso que nos
ocupa el registro arqueológico, única fuente a la que
podemos recurrir, parece confirmar tanto dentro como
fuera de la isla que se produce una clara continuidad
con la situación del s. m a.J.C., junto con una expansión económica todavía mayor.
En el orden interno diversos yacimientos dan
muestras de una gran actividad: el barrio artesanal de
la ciudad conoce reestructuraciones y ampliaciones, alcanzándose una enorme variedad de producciones y
aumentando el ntímero de talleres conocidos. Los centros rurales se muestran muy activos, como demuestran no s6lo las ya citadas necrópolis sino los propios
bábitats que ahora empezamos a conocer. El de Can
Sorá, único excavado en extensión basta hoy, tiene una
serie de reestructuraciones que unifican en un gran
edificio cuadrangular de cerca de 900 m. 2 con patio
central lo que eran edificaciones dispersas (R...MóN,
1984: .14 y 21). Algunos otros parece que se crean ahora
de nueva planta, como consecuencia de la intensificación en la explotación agrícola, e!pecialmente del vino
y del aceite (p.e. Can Corda, Can Fita, ...). A otro nivel,
que no deja de ser igualmente significativo, el famoso
santuario rupestre de Es Cuieram conoce una última
reestructuración que le dará su. configuración definitiva, siendo la primera mitad del s. o a.j.C. la época de
máxima frecuentación según demuestran las terracotas, las cerámicas comunes y las monedas {RAMóN,
1985). Finalmente parece que es en esta época también
cuando se intensifica el aprovechamiento de los recur·
sos de la Pitiusa menor, la isla de Formente.r a, según
se desprende de las prospecciones sistemáticas realizadas en fechas recientes (E. Dies Cusí, com. pers.).
388
Al igual que para el siglo anterior, es también fuera de la isla donde se puede valorar en ·t oda su extensi6n eata época florecjente de la Ibiza púnica.
En las Baleares la factoría de Na Guardia conoce
su período de máxima actividad, como sin duda los
otros enclaves costeros peor conocidos. Pero además se
produce una generalización de los productos púnicos
(y de los ebusitanos en particular) en todos los ambientes talayóticos, tanto en Mallorca como en Menorca.
En la costa sur de esta última isla, el fondeadero de Cales Coves, que está en funcionamiento sobre todo entre
los s. rv y 1 a.J.C., conoce también ahora su período
de máxima frecuentación {BEr."éN-FERNÁ}.'DBZ MlllAI'ffiA,
1979: 156-176).
En la Península el País Valenciano, y en especial
Alicante, muestra una concentración de hallazgos que
nos hablan de una relación privilegiada, 16gica por
otra parte dada la proximidad geográfica. En Cataluña
parece haber u.n a contradicción entre los hallazgos anfóricos, que se reducen drásticamente para dejar paso
a las producciones itálicas, y lo que nos indican las mo·
nedas, ya que aquf se localiza un grandísimo porcentaje de los hallazgos monetarios del período li de las
emisiones ebusitanas establecido por M. CAMPO, que
va del 214 al 150 a.J.C. No tenemos tiempo ni espacio
para entrar en la discusión de este problema, por otra
parte puntual.
Retomando el aspecto numismático debemos decir
que la circulación monetaria es otro de los claros indicadores de la situación económica de la isla. Los estudios ya citados de Campo han situado en esta primera
mitad del s. n a.J.C. la mayor circulación de las emisiones ebusitanas por todo el Mediterráneo occidental,
incluyendo la única emisión de monc;das de plata conocida, los hemidracmas del grupo XVIll. El significativo listado de las áreas de hallazgos incluye especialmente: Cataluña, la costa alicantina, las Baleares, el
Languedoc, la desembocadura del R6dano, la costa ar·
gelina, Cerdeña, Sicilia, la Campania y Cartago
(CAMJ'O, 1983). Las mayores concentraciones se dan,
como hemos dicho y como cabía esperar por los hallazgos cerámicos, en Cataluña y Alicante, pero también
y ello resulta más sorprendente, en la zona del R6dano
y en Campania. Para el caso del sur de Francia, nos
falta todavía un estudio valorativo de los materiales púnicos, que debería centrarse posiblemente en la consideraci6n de las relaciones privilegiadas que Ibiza mantuvo siempre con Ampurias, y en las de esta ciuda d con
Marsella. También podemos hacer extensible al Midi
Jos problemas de conocimiento e identificación de los
materiales cerámicos ebusitanos a los que nos hemos
referido anteriormente.
En el caso de la Campania, hace ya muchos años
que A. Stazio, en un conocido trabajo, llamó la atención sobre la inesperada presencia de gran cantidad de
monedas ebusitanas en Pompeya, para explicar lo cual
[page-n-399]
IBIZA EN LA ÉPOCA DE LAS GUERRAS PÚNICAS
opinaba que Ibiza, inmediatamente después de la
II.a Guerra Púnica, debió de ser un lugar preferencial
de paso de los emigrantes de todo tipo que desde el
centro y el sur de Italia se dirigían a colonizar las •nuevas tierras» de Hispania10• La hipótesis es plausible, y
una ruta marítima que desde la Campania se dirigiese
al sur peninsular vía Cerdeña y las Baleares resulta no
sólo practicable sino cómoda, pues supone un ahorro
de tiempo considerable frente a la ruta del GoUo de
León.
Está. claro que en Baleares sólo fbiza contaba entonces (y desde had a siglos) con Jos puertos y la infraestructura necesaria para apoyar una navegación regul ar. La isla nos muestra aquf su papel de
redistribuidora no sólo de personas sino también de
mercancías itá.ücas, y en este sentido habría que valorar tal vez el inicio de la llegada de este tipo de productos a Mallorca y Menorca en fechas anteriores a la conquista romana de ambas islas, productos que se
documentan ahora por vez primera en Na Guardis,
por ejemplo, y muy especialmente en el pecio recuperado en el fondeadero de dicho islote, cargado con ánforas y vajilla ebusitanas pero también con ánforas itálicas Dr. l A, JC Y Benott 1 (GuERRI!RO, J985a).
No quisiera acabar sin referirme a un tema sólo
mencionado o valorado de pasada hasta ahora, el de
las relaciones de (biza con Cartago entre Zama y la
destrucción fmal dell46 a.j.C. Diversos indicios, además del hallazgo esporádico de monedas ebusitanas en
Cartago ya mencionado, parecen indicar que las relaciones, al menos al nivel de intercambio económico, se
m antuvieron con cierta intensidad. Las ánforas, los
morteros y la vajilla de cocina son algunos de los indicadores cerámicos más característicos del períod o, que
empiezan a ser bien conocidos especialmente a raíz de
los trabi\ios franceses en Byrsa. Las primeras corresponden al grupo llamado en general Mañá C, cuya tipología ha sido precisada en estudios recientes. Así las
producciones de Cartago constituyen los tipos C1b,
Cl/ 2 y C2a, siendo este último el que se fabrica en la
primera mitad del s. u a J .C., con una breve pero intensa exportación que alcanza sobre todo la costa mediterránea ib~rica (desde Ampurias hasta Málaga),
Ibiza y las Baleares, pero también Ccrdeña, Sicilia, e
incluso Albintimilium y Luni, en el norte de Italia
(GIIERRERO, 1986). Los morteros, ahora que empiezan
a ser mejor conocidos, aparecen con cierta regularidad
en Cataluña, País Valenciano y Baleares. Incluso la cerámica de cocina de Cartago, las ollas de paredes externas grises, se documentan ya en Cartagcna, Alicante,
Ibiza, Mallorca... (LANclll., 1987; MATAMORos, en prensa; GóME.Z BzLLAJU>-GUllllEA, 1985). En resumen, lo que
queremos resaltar es que contamos con indicios ciertos
en nuestra zona de un mantenimiento de las relaciones
tradicionales con una ciudad, Cartago, que recupera
su empuje y vitalidad con rapidez a pesar de las adver-
sas condiciones, como han señ alado diversos
autores 11 • Al nivel actual de nuestros conocimientos y
vista la dispersión de los materiales, resulta evidente
que Ibiza parece continuar jugando un papel de redistribuidora de productos púnicos en su á.rea más
cercana.
En conclusión este conjunto de apreciaciones aparentemente dispersas y necesariamente breves nos permite valorar como la ll.• Guerra Púnica y la dura derrota de Cartago no supusieron ni mucho menos el
final del mundo púnico en Occidente. Los restos materiales que nos aporta la Arqueología indican no que se
m antuvo un vago substrato cultural de larga pervivencía en la lengua y en las costumbres, atestiguado por
igual en Hispania que en el Norte de Africa, sino que
la metrópoli a.Cricana y algunas de las ciudades de mayor raigambre púnica como la propia Ibiza mantuvieron abiertos sus circuitos comerciales que en el caso de
la isla ]e permitieron entrar en la que es sin duda la
época de máxima prosperidad de su historia, j unto con
las primeras décadas del s. 1 d .J.C. Roma debió de tolerar durante algún tiempo esta situación por diversas
razones, entre las que destacaríamos, al menos en el
caso de la Península Ibérica, la necesidad de contar con
las infraestructuras existentes en el momento de la conquista, hasta poder llegar a controlar las rutas, los mercados, los resortes económicos en una p alabra, cosa
que tardaría varias décadas en poder hacer. Para Cartago, tal vez debamos pensar que los romanos habían
creído acabar con ella en el 202 a .J.C. y que fueron los
primeros sorprendidos por la extraordinaria recuperación de los púnicos.
Para termin ar queremos subrayar que la
ill .• G uerra Púnica es otra prueba m ás de la autonomía de la que venimos hablando en los cen tros púnicos
de occidente. La crisis final del146 a.J.C. no supuso
para Ibiza grandes cambios, ya que basta los años siguientes a la conquista de las Baleares por M etello en
e1 123 a.J.C. no se producirá el colapso d e la econ omía
y del comercio ebusitano que la Arqueología, una vez
más, nos documenta fielmente. Pero las Guerras Púnicas hab(an acabado ya, y con ellas el marco cronológico que nos habíamos marcado en este estudio12 •
NOTAS
a Una excelente síntesis que ilustra bien este pWllo de vista
puede verae en M. TAUADilLL-M . Fo,..,.: Ewisu tartllfilusa. Edit. Curial, Barcelona, 1975, pp. 69-72.
1 La bibüograffa aobre e.ta cuestión empieza a acr abundante. Para laa poe ralidades pued. con roltane con provecho: M. F..,..
e
ua: .&tlwl4lofu plthi.ñnntl •t ¡nmiqw. TUnea, 1970. Sobre lbiza:
C. Gtlonz BII.I..UD: lA ua6ptJU túl Pui¡ tils MoliiiS ~•). Cm.pw
tÚ 1946. B.A.E., n.• 132, Madrid, 1984; V. M..aJ Ca--E. H..caUZL:
•La necrópolis del Puig de~ M olim: propuesta metodológica para
el ettudio de 1~ encerramientos púnicos de inhumación en fosa
(campafiaa de 1949 y 1951)•. So¡ulllum, 23, 1990, pp. 183·212. Para
otros yacimiento. púnicos: P. B•aTOLOtn: •Contributto alla cronolo-
389
[page-n-400]
O. OÓMEZ BBLLARD
,·
gia delle necropoli fenicic e puniche di Sardegn.a.. Ri.uista di Studi
Ftttiti, 9, 1981, supl., pp. 13·29; H . Btl<•c~
,
especialmente pp. 248 y 317·321.
• La bibliogralla sobre eatllll excavaciones ea todavfa muy ucasa. Se trata de breves referencias o de primeros estudios sobre aa·
pectos concretos: J.H . PuNAI'I».r z-0. Gówu BWJ~Ili-R. Gu!W!A: •Ex·
cavacions arqueologiques a la ciutat d'Eivissa•. EiDuS4, 14, 1983,
pp. 7-9; J . R..wóN: Els 1Mm111Urrú alllia., fu ilús PiJium. Ibiza, 1985,
pp. 71-73¡ C. MAT....olt.OII: •Las monedas procedentes de una alfarer(a púnica de lbizB». SagutJJum, 22, 1989, pp. 267·289.
• M . c .... JOO: lAs mÓtwdM tú Ebu.tW. Asociación Numismática
Española, Barcelona, 1976, pp. 37·41 y 93-95. En la necrópoli! de
Cabe<:o Lucero (Alicante) apareció una de estas monedas ebuaitanaa
en un conjunto funerario fecbablc en el último cuarto del s. IV a.J.C.
Debemos este dato a la amabilidad del Dr. Pie.r re Rouillard.
s Para la primera fase de contacto en laa Baleares, todavfa
muy mal conocida, véase la última apo.rtación en: V. Gvaau.o: «Algunas cuestiones sobre los Intercambios en la fase precolonial de Ma·
llorca (550-+50 a.J.O.)•. Riuista ái Sfudj Fmiei, XVU, 2, 1989,
pp. 213·238. Una breve síntesis de introducción se encontrará en:
O. Gó..r.z l!~U.AilD: -.Relaciones comerciales en las islas Baleares ent re loa s. vn y n aJ.O.•. N~tt, mMrm ' iltdustrid m 14 AtJJi¡üuldd
bllhar, Ministerio de Cultura, Madrid, e n prensa.
• Carecemos todav{a por desgracia de \lilA obra actualizada,
que presente el conjunto de atos materiale1. Sin embargo sigue siendo
muy útil: A. R1o111tA ~ ....-: lAs 4'1for1J1 fJm'tOM/JniJS ~ (fttlitú:s, iblrW1s j pú11ic1J1). T.V. del S.I.P., Valencia, 1982, que debe com·
pletane con los n11meros!simos hall;ugo• de la óluma d~cada, publicados de forma dispersa.
' Aunque cltémlino vicus tiene varias intcrpretaci.o ne• posi·
bies, la de •agrupación rural• ca la única aceptable agu(, dado el
contexto de la frase de Tito Livio (no puede ser un barrio urbano
y menos una calle). La traductión como aldea o cascrlo ca la mb
frecuente. De toda.s formas son varias las realidades que pueden esconderse detrás de la palabra. Véase una aproximación detallada
en J. F. Rootlctru N~D.A: •Consideradone, sobre el concepto de •vi·
cuh en la Hisp:mia romana. Los •vici• de Corduba•. Curáuhd, 2,
r, fase. 2, 1976, pp. 99-118.
• Pu:<•o, HN, m, 76. Si no sabemos gran cosa más de Málaga (véase J. MuRIJ: c~o: -Aspectos sociales y económicos de la
Málaga romaruu. 1ltJ!Jú, 6, 1975, esp. pp. 241-242), e.xUten datos mu cho mú numerosos para Clidiz: J.P. Rooaloua Nw...: EimtU~iápiD ro·
I7IIJJII) !U Gada. Instituto de Estudios Gaditanos, Cádiz, 1980, esp.
pp. 25-34.
• Sobre las ciudades con ..t'oedus• en Hispania, puede ve111e
la discusión más recie.n te en: M.A. M..ai'N DIA><: Emigtrui4n., ttJitmiueidrty trlll.tÜ&ifJaliudltl en 14 Hispa~~ia rtpub/Üiula. Universidad de Granada, 1988, pp. 27-3 2.
10 A. Sll
2, 1955, pp. 33·57. Para hacerse una idea del importante 1lujo de
personu, además de los propios soldados, que se trasladaron a la
Península Ibérica desde el inicio mismo de la JI. • Guerra Púnica,
v~ase M .A. M11tlH Dtu: Op. rit. en la nota anterior, pp. +7-59.
o M . Fulford ha sciialado el .notable volumen de las importaciones de vino ittlico en Cartago, especialmente entre el 200 y el
L+6 »J.O., pagadiU probablemente con cereales nonealricanos, s:i seguimos loa testimonios de Tito Livio. V~ase M. Fur.10ao: •Pottcry
and the Economy of Carthage and its Hinte.rland•. Opus, II, J, 1983,
pp. 5·· lt. Sobre la importancia de la exportación cartaginesa de grano, en ute r..uo h~a el Mediterr,neo oriental, en Ja.a mismas fechaa, vú.se G. MAa.uc:o: Eetn111mia1 amtMTri , poliJ.i«J. nd Meáikrratt10 jr<1
i/ m e il JT sewlo a.C. Florencia, 1988, especialmente pp. 183·198. En
otra parte de su obra el miamo autor señala la vitalidad de las actividades de los marineros y comerciantes cartagineses en la 1.• mitad
del s. o a.j.C., analizando el episodio de la huida de Demetrio, pretendiente al trono de Siria, qui~ estando en Roma en calidad de
reb6n, consiguió evadir&e en un barco cartagin~s anclado en Ostia
y que iba en dincci6n a T'1r0 (M.JWCO, Op. ril., pp. 178-181). El epi·
sodio tuvo lugar en el 162 aJ.C. y es narrado en detalle por Polibio
(XXXI, 12-15).
390
u Una primera versión, más corta, de este estudio {ue presen·
tada al Coloquio Puni& Wcm (Amberes, 1988) y ha sido publicada
en: Studia Pllo,nicio., X, ed. Pecters, Lovaina, 1989, pp. 85-97.
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[page-n-401]
J. M .
B LÁZQ.UEz*
y M . a Paz
GARofA-GELABERT*
,
SECUENCIA HISTORICA DE CASTULO, LINARES QAEN)
Con este trabajo queremos contribuir al justo homenaje que se le dedica a D. Enrique Pla Ballester por
su fecunda labor investigadora relacionada con la protohistoria y la historia antigua de la zona mediterránea.
EDAD DEL BRONCE
La historia conocida de la ciudad de Castulo se remonta a fines del siglo Vlll a .C ., en el Bronce Final,
de cuya fase se han encontrado y estudiado restos
materiales•.
Probablemente el asentamiento de Castulo date
de épocas más arcaicas. Mas no se ha excavado ningún
lugar anterior al siglo V1TI a.C., funerario, industrial
o de habitación. Únicamente se conocen cicrt.a s noticias de las prospecciones de superficie realizadas en las
terrazas del río Guadalimar por el abate Breuil, en las
cuales se descubrieron restos paleolfticos, lo que hemos
conflTOlado nosotros en prospecciones posteriores.
También, mediante el mismo sistema de prospección
de superficie, descubrimos dos nuevos sitios arqueolo•
Ceotl'o de Eatudios Biat6ricoa del C.S.I.O., Madrid.
gicos, situados al suroeste del nócleo principal de la ciudad ibero romana2 • En el primero de ellos se observa la
existencia de derrumbes, de muros, de amontonamientos de piedra de mediano tamaño, que fueron en su época trabadas con tierra batida. A estos afloramientos se
encuentra unido un conjunto cerámico, cuyas características más sobresalientes se refieren en términos generales a las siguientes: son vasijas de mediano tamaño,
cuencos, ollas y cazuelas, con grosor de paredes tendentes a la tosquedad. Vasijas firmes y sólidas, de pasta bien
cocida a fuego reductor u oxidante. En el capítulo de las
decoraciones de las mismas es comentable el ligero espatulado que muestran muchos de los fragmentos, en la
superficie exterior, mas carentes de cualquier esquema
decorativo. Un solo fragmento se halla decorado mediante la asociación de las técnicas de boquiquo y de excisión. En el segundo asentamiento descubierto se hallaron numerosos restos de muros, asociados a un amplio
conjunto cerámico. Entre las formas cerámicas que proporcionan los fragmentos recogidos figuran los platos
abiertos cónicos o de dos cuerpos y laa vasijaa de cuello
estrangulado. La pasta de estas cerámicas es de aceptable calidad, de cocción predominantemente reductora.
Como en el sitio primero se encuentran varios ejemplares de mamc:lones.
391
[page-n-402]
j .M. BLÁZQ.UEZ Y M.• P. GARCÍA GELABERT
Admitiendo la provisionalidad de nuestra propuesta, puesto que se trata de materiales de superficie,
creemos que las cerámicas de estos dos yacimientos están denotando un horizonte cultural relacionado directamente con la cultura de Cogotas I. Estos asentamientos, pues, serían anteriores a los más antiguos datados
estratigráficamente, fechados a fmales del siglo vm
a.C., a los que nos referimos a continuación.
El núcleo habitacional prerromano más importante localizado en Castulo se halla al pie mismo del denominado ce.r ro de la Muela' al sur de la ciudad. Se
trata de un poblado de fmales de la edad del Bronce.
El más primitivo testimonio de arquitectura es de fmales de la edad del Bronce, y se halla en el nivel inferior,
en contacto con el suelo virgen. Se trata de un largo
muro fabricado con cantos rodados en la parte inferior
y cantos más pequeños en las hiladas superiores. Este.
muro pasa por debajo de otro edificado a nivel superior. El lugar fue inundado y se colmató de limo. Sobre
él se instaló un taller de fundidores. Se trata de un taller al aire libre con un pequeño hogar rodeado de piedras en semicirculo. A este taller pertenece una gran
tinaja empotrada en el suelo en la que se alma.c enaría
agua para enfriar los instrumentos de fundición.
A continuación cambia radicalmente el panorama. Puso al descubierto la excavación un complejo de
muros, que debió sufrir sucesivas destrucciones/reconstrucciones, que formaban una unidad. Un muro recorre toda la excavación en sentido este-oeste y se inserta
en otras edificaciones al este. Presenta la novedad de
incorporar losas delgadas de arenisca cada tres hiladas
para igualar y consolidar la obra. Las piedras están co·
gidas por un cemento muy duro de arcilla depurada,
seguramente se trata de limo del rfo, .mezclado con una
pequeña cantidad de cal. Este sistema de con strucción
se repite exactamente en un edificio paleopúnico de
Toscanos (Málaga), fechado hacia el año 700 a.C.
Todo el conjunto de edificaciones forma cinco habitaciones. La primera, de este a oeste, es de forma
triangular. Siguen dos dependencias rectangulares. El
centro del complejo lo ocupa una ancha habitación de
forma irregular que lleva una segunda alargada, adosada en la parte superior. Thdo ello formaba una unidad
y estaba cerrado por varios tramos de camino enlosado.
A la cuarta fase de edificación pertenece un pavimento de guijarros, que es uno de los mál! interesantes elementos científicos sacados a la luz•. En Castulo pavimentos de guijarros se han hallado en la
necrópolis de Baños de la Muela5 , en el túmulo de
los Higuerones' y en la necrópolis del Estacar de
R obarinas7, datados a fmes del siglo V y primera
mitad del siglo IV a.C., fase de esplendor oretano.
El pavimeoto del edificio de la Muela está fonnado
por cuadros blancos y negros de 0'42 a 0'44 m. de
lado que componen un ajedrezado. Este tipo de pavimento se ha hallado, asimismo, en la zona alta del
392
cerro de la Muela, durante una prospección de
superficie'.
Fuera de la Península estos pavimentos son bien
conocidos. En las antiguás memorias de excavación de
los palacios de Til Barsib' y Arslan Tash'0 • M osaicos
de guijarros se encuentran asimismo en Gordion. En
la Grecia arcaica abundan los mosaicos de guijarros,
generalmente en santuarios" .
La posibilidad de que los fenicios pudieran haber
fabricado o conocido .los pavimentos de Til Ba.rsib y
Arslan Tash nos la sugiere su evidente inserción en el
mundo asirio, tanto en el plano comercial como artesa·
nal. Ello hace pensar que la idea de los mosaicos de
guijarros, as{ como la forma de componerlos, llegó a
la Península portada por los fenicios o en última ins·
tanda por los griegos. Un cambio que sí creemos se
produce en la Península, quizás en Oretania, es la variación funcional del mosaico de guijarros: el paso del
santuario al monumento funerario y a la tumba modesta, en el siglo IV a.C.
Sobre .la utilización del mosaico de la Muela los
datos de la excavación descartan su asociación a una
tumba. Las sucesivas reconstrucciones de una de las estancia sugiere la idea de que es un recinto ritu~, hecho
que refuerza el haber hallado desechos de huesos, cerámicas rotas y cenizas abundantes. Se trataría de un
santuario integrado por varias dependen cias, de las
que han quedado al descubierto un patio, una fosa ritual, una rampa y la estancia a la que ésta daba acceso,
aislada, por razones rituales, del resto del conjunto. En
un ángulo había una cocina al aire libre.
Los hallazgos cerámicos corroboran esta interpretación, pues son en general grandes tinajas decoradas
con incisiones, recipientes de peanas cuadrangulares,
cazoletas, halladas en gran número en el patio, piezas
con bordes estriados, y restos de animales de terracota.
La estructura de un santuario como el de Castulo
implica su utilización con un significado y ritual que
le son propios. Al respecto podemos obtener cierta luz
a través del trabajo de G. Bunnens' 2 • Este autor, analizando los textos relativos a las fundaciones fenicias en
el Mediterráneo, ve que en un gran número de casos,
la fundación supuesta de un establecimiento está
acompafiada de la fundación de un templo. En algunos
casos sólo es mencionado el templo.
Bunnens, basándose en el análisis de Rebuffat" y
en la estructura comercial próximo-oriental, llega a
una conclusión verdaderamente sugerente para explicar el sentido último del santuario de Castulo. Para
Bunnens••, •cuando los fenicios abordaban cualquier
lugar hallaban hombres cuya lengua, costumbres y le·
yes eran diferente.$ a las suyas. Esta situación provocaba desconfianza. Un buen medio de remediar estos in·
convenientes, cuando un lugar debía ser freocuentado,
era colocar las transacciones que se cumplimentaban
bajo la protección de una divinidad instalada en un
[page-n-403]
SECUENCIA HlSTÓRICA DE CASTULO
templo. La presencia divina debfa garantizar la honestidad de las operaciones,..
Esta no debía ser la única función de los templos
situados en poblaciones indígenas, es posible que ostentasen un papel aglutinante de la actividad comerciaJ, muchas veces relacionado con otro santuario de
mayor importancia en un establecimiento fenicio. En
nuestro caso quizás con Cácüz, cuyo santuario, según
Bunnes" tenía, entre otras misiones, la de servir de
correa de transmisión entre el templo principal de T iro
y las factorías diseminadas por la costa.
Las costrucciones aisladas en la zona de la Muela
de Castulo forman parte de un complejo localizado en
un frente aproximado de 300 m. sobre la orilla derecha
del rfo Guadalimar y aún en más extensión en el cerro
de la Muela", lo que pudiera comportar un amplio
asentamiento indígena, a cuyo pie se ubicarla el santuario que ahora tratamos, al borde del río. Los restos
del puerto romano afloran algo más abajo cuando el
río disminuye su caudal en el estiaje, probablemente
bajo estos restos se encontrarían los del puerto indígena.
Todo ello nos habla de una presencia fenicia o tartesia en la Edad del Bronce en Castulo. Apoya este postulado el que la secuencia cultural en esta zona del yacimiento comience cuando ya se ha producido el
impacto de la colonización fenicia, y no tengamos una
que vaya desde la fase precolonial, como ocurre en yacimientos de la Baja Andalucfa. Desde luego la presencia de un edifi cio de estas características en el corazón
de la Alta Andalucía no es fruto de la asunción por
parte de los indígenas de unas influencias culturales,
sino de la presencia real de individuos p rovenientes del
sur.
FASE ORETANA
En Castulo y en la mayor parte de la Alta Andalucía no aparece cerámica griega con anterioridad a fmales del s. V a.C., siendo muy abundante La procedente
de talleres áticos de la primera mitad del s. IV a.C. Según el análisis efectuado por C. Sánchez" de las cerámicas áticas de la necrópolis castulonense del Estacar
de Robarinas, las piezas que se importaban en grupos,
procedían d e los mismos talleres, vasos hechos en serie,
de baja calidad, con decoraciones repetitivas, rápidas
y esquemáticas. Vasos baratos y mediocres, pero sólidos y robustos, especialmente pensados para su exportación a áreas lejanas, a mercados bárbaros. Si bien en
Oretania las cerámicas áticas del siglo IV a .C., son
abundantes, en cambio en el Bajo Guadalquivir, en
Huelva, son escasas,., lo que parece indicar que en el
siglo IV a.C., las minas de Castulo y alrededores, tenían más importancia que las de Huelva y, en cambio,
en el período orientalizante auced{a al contrario.
La cerámica griega del siglo IV a.C. fue traída
probablemente por los fenicios y cartagineses a España, según testimonio de Ps-Scylas (95 F 112 M), qui~n
af~rma que los mercaderes fenicios surtían de cerámica
ática a las poblaciones africanas de la costa atlántica.
La presencia fenicia, tartesia, cartaginesa, griega,
a través del comercio o de colonias de comerciantes en
función de las minas en todo el sur peninsular, y m ás
concretamente en Oretania y en su principal ciudad
Castulo, ocasionó importantes transformaciones económicas y sociales. El comercio benefició principalmente a las capas superiores de la sociedad, las cuales
controlaban los cotos mineros. El período orientalizante, pues, echó las bases de una sociedad urbana que se
daría plenamen te a partir del siglo V a.O. y con más
fuerza en el siglo siguiente. En esta ~poca se produce
un gran desarrollo demográfico, generado por el importante desarrollo económico, el cual, a su vez, lleva
implfcito un gran desarrollo político y cultural. Las
tumbas monumentales halladas en los recintos funerarios que circundan Castulo, la cüversificación social
que se aprecia en las necrópolis, está demostrando una
estratificación social muy marcada, que indica tal vez
una idea de jefatura, de Liderazgo''·
EJ desarrollo demográfico de Castulo en el si·
glo IV a.C., está plenamente demostrado. A fmes del
siglo V y hasta mediados del siglo IV a .C., al menos,
están en funcionamiento en los alrededores de la ciudad numerosas necrópolis, entre las que destacan, al
oeste las de los Pator", Molino de Caldona.. y Estacar de Robarinasu; al este las de Baños de la
Muela", Casablancau, Estacar de Lucianou y el gran
túmulo de los Higueronesu.
El ritual funerario, acorde con cl carácter de la religión ibérica u oretana es el de la cremación del cadáver en un pira en un lugar cercano a la necr6polist7 •
La cremación es la forma de enterramiento que domina en la ~poca en todas las tribus peninsulares. En la
mayorfa de los casos los huesos se depositaron, en
unión de sus ajuares personales, tambi~n calcinados, y
de las cenizas de la pira, en un ligero hoyo excavado
en la roca, previamente recubierto de arcilla. En otras
ocasiones los huesos se depositaron en u.n a urna. El enterramiento se recubría con una superestructura, que
en muchas ocasiones era tumular y en casos muy particulares grandes monumentos. Estos podían estar en las
mismas necrópolis o aislados, generalmente bien visibles, en cruces de caminos, en calzadas principales,
como ocurre con el monumento funerario del Cerrillo
de la necrópolis del Estacar de Robarinas11, ~ste en la
necr6pJis mas en lugar preeminente, o los de las necrópolis de los Patos y los Higuerones, ambos situados
previsiblemente en Las calzadas de acceso a Castulo,
por el oeste y este, respectivamente.
El cuerpo se vestía probablemente con un traje
preparado para la ocasión. Sólo nan llegado a nuestro
393
[page-n-404]
J.M. BLÁZQ.UEZ Y M." 1'. GARCfA GELABERT
d{as, a trav& de las excavaciones, fíbulas, broches de
cintur6n, cueotecillas vítreas y metálicas. Por los restos
es evidente que las mujeres se enterraban con collares,
anillos, amuletos, broches, fíbulas, pomos, ungüentarios. Los hombres, los guerreros con sus armas. El resto, comerciantes, labradores, alfareros, metalúrgicos,
etc., con ajuares diversos en los que no faltan las vasijas, pero que no defmen su condición precisa en vida
en cuanto a oficio, pero s ( en cuanto al grado de riqueza.
De las ceremonias con que se acompañaba el cadáver a su sepultura, restan en las necr6plis castulonenses vasijas áticas o comunes, rotas en el lugar, las
cuales tal vez contenían alimentos sólidos o líquidos.
En el ritual funerario un cap{tuJo importante lo
componían las ofrendas de animales, cuyos restos se
han recogido en excavación, quemados o no. Son evidentemente la consecuencia de sacrificios, anteriores 'o
posteriores al enterramiento. Bailes, combates y cánticos pudieron ser frecuentes en los funerales, sobre todo
en los de los individuos mb destacados de la sociedad.
La excavación extensiva de las necrópolis podría
proporcionar numerosos datos sobre la población, su
econom{a, su sociedad, mas contamos con el veto de
la Junta de Andalucía en cuanto a excavación en necr6polis (y actualmente también en cualquier otro punto
de Castulo). EUo es incomprensible pues todo el yacimiento se está deteriorando progresivamente, no sólo
a causa de los agentes naturales, aino como consecuencia de los saqueadores, verdadera plaga en Andalucía,
que destroza sobre todo las necrópolis sustrayendo a la
historia los datos que encierran.
FASE PÚNICA
El oppidum oretano estaba en pleno desarrollo
cuando irrumpieron los bárquidas en la Península. Livio (24.41) lo describe en los siguientes términos refiriéndose a los sucesos de los años 214-212 a.C. cCastulo,
ur6s Hispanitu mLID.4 AC NOBILIS et tUÚD coniuneua sotitta14 pomis, Id IIX01' HIUitiÜJalis esstt ad romanos dtftaít». La ciudad de Castulo era adicta al partido cartaginés, hasta
el punto de que Anfbal casó con una mujer de la ciudad. 'Th1 inclinación de los púnicos fue consecuente con
las posibilidades de comercio basado en el trueque de
metales.
De la fue púnica huta el momento no se han hallado en Cutulo vestigios importantes. .Excavaciones
continuadas no cabe duda que los sacarlan a la luz.
FASE ROMANA
Castulo, a consecuencia de su riqueza en metales
fue pronto objetivo de Roma. Asf pues fue conquistada
394-
tempranamente. En el año 206 a.C. Escipión se apoderó de Castulo. Fue uediada por L. Marcio con una tercera parte de las tropas. El resto del ejército, al mando
de Escipión tomó lliturgi, donde realizó una atroz carnicería. De allí Escipi6n condujo el ejército a Cutulo,
que estaba defendida por los habitantes indígenas y
por los restos del ejército cartaginés procedente de la
desbandada, mandados por Himilcón. En la ciudad y
ante la noticia de lo sucedido en Diturgj.. que precedió
a la llegada de Escipión, surgió la división entre los defensores, pues los indígenas, aconsejados por uno do
sus jefes, Cerdubelo, eran partidarios de la rendición,
como fue realizada mediante un pacto secreto con los
romanos, entregándoles la ciudad y a los cartagineses.
Otro hecho bélico en el que se vio involucrada la
ciudad, y que nos es conocido fue durante el año 97
a.C., cuando el pretor Didio invernó en Castulo siguiendo la costumbre de los generales romanos, que
participaban en las guerras lusitanas y celtibéricas, de
invernar en Thrdetania y en Carpetania (Plut. Sert. 3).
Le acompañó Sertorio, que era por entonces tribuno
militar de Oídio. Durante la estancia en Castulo de
Sertorio con las tropas del pretor. ocurrió el sangriento
suceso de los castulonenses aliados de los girisenos y
gurisinos, que con tanto detalle describe Plutarco
(Sert. 3): •Sucedió que, indolentes los soldados con la
abundancia, y dados a la embriaguez, incurrieron en
el desprecio de los bárbaros, los cuales enviaron a llamar a sus vecinos de Orisia; éstos, yendo de casa en
casa, acabaron con ellos. Pudo sin embargo, Sertorio
evadirse con unos pocos, y recogiendo a otros que también bufan, dio la vuelta en derredor de la ciudad y
hallando abierta la puerta por donde los bárbaros habían entrado secretamente, no cayó en el error de éstos, sino que, poniendo guardias y tomando todas las
avenidas, dio muerte a todos los que estaban en edad
de tomar armas y vestidos y adornándose con los de
los bárbaros, le siguieron a la otra ciudad, de donde
salieron los que en la noche los habían sorprendido.
Con la vista de las armas logró que estos otros se engañaran, y hallando abierta la puerta, se le vinieron a las
manos gran nGmero de habitantes que creían salir a recibir a sus amigos y conciudadanos, que volvían después de conseguido su intento; asr fue que muchos recibieron la muerte en su misma puerta, y otros que se
entregaron fueron vendidos como esclavos».
De los hechos bélicos en relación con Castulo se
deduce que la ciudad no se vio esencialmente afectada,
ya que no fue sometida a largos cercos o cruentas batallas que arruinaran su caserlo. Y, el caserfo fue pronto
arruinado. La causa de su desaparici6n fue la intensa
explotación y colonización a que fue sometida la zona
por parte de los romanos.
En Castulo negociaba en la explotación de las minas la Soci#tas Castuilmmsis. En la explotación minera del
Centinillo -s.I a.O. en adelante-, se recobraron más
[page-n-405]
SECUENCIA HISTÓRICA DE CASTtTLO
de 100 sellos de plomo con la inscripción O.S. o S.O.,
que se interpreta como Soci4tas Oastultmensis. Esta debió
controlar y explotar todas las minas de la región, restos
de cuyas instalaciones se encuentran por doquier. Este
tipo de Sotittas estaba integrada por negotialmes procedentes de Italia según las afirmaciones de Polibio
(Diod. V.36.3) y de Posidonio (V.38-.9), que se aftncaban en Hispania, se enriquecían y empleaban parte de
sus ganancias en Italia y parte en terrenos agrícolas en
el solar hispano, posiblemente del área territorial en
que establecían su residencia.
Potenciada por la explotación minera y agrícola la
ciudad de Castulo debió tener un momento de gran
prosperidad económica y social en época republicana
a juzgar por la importancia de las monedas acuñadas
en la localida
Castulo fue TTUJ.IIicipium desde antes de Augusto,
aunque no se sabe con seguridad el momento'0 •
A través de la epigraffa se pueden conocer algunos
nombres de las p rincipales familias de Castulo, que hicieron grandes favores a su ciudad. Tales son los Cornelü, los Valerii y los Iunii. Constituían la aristocracia
local en el siglo l.
CastoJo poseía en su época de esplendor grandes
edificios, ornarlos con estatuas de plata y bronce, costeadas por las familias aludidas. El benefactor m.ás importante de la ciudad fue Q 'lbrius Culleo, que desempeñó el cargo de procur
circenses.
A partir de la crisis del siglo ID Castulo entra en
declive. Este se ve potenciado por la crisis de la minería. Aunque aún en el siglo
las minas hispana$ continuaban en explotación, en general el rendimiento era
mfnimo. Su ritmo de explotación muy bajo. El colapso
económico producido por la baja de las explotaciones
mineras, unido al impacto de las invasiones bárbaras,
y al vacío de poder, dieron como resultado que Castulo
no volviera a recuperarse. A partir de principios del siglo IV y según las prospecciones y excavaciones ar·
queológicas sistemáticas, había en Castulo grandes
edificios derruidos, testigos de la época anterior, que
servían de cantera para la construcción de otros edificios. Ello está patente en la villa del Olivar, situada en
el interior de la ciudad, y en las termas". Estas, excavadas en 1978 y 1979 en la zona alta de la ciudad, al
norte, cronológicamente se pueden situar con un fuerte
margen de evidencia en los últimos años del siglo lli
o primera mitad del rv, es decir cuando aún ]a institución ciudadana tenía fuerza suficiente para emprender
obras de envergadura'\ aonque la reutilización de
materiales procedentes de otros edificios está indicando
una economía precaria. La misma precariedad denota
una basa con inscripción dedicada a Valeriana, hallada
m
cerca del torreón árabe al sur de la ciudad". Esta
basa fue ejecutada entre los años 257 y 260. Es de piedra arenisca y h ay que suponer que la estatua sería de
igual material. Contrasta la pobreza del material con
otras seis que se hallan en el museo arqueológico de
Linares, de mármol, dedicadas a particulares de alto
rango, que probablemente de.s empeñaron magistraturas en la ciudad en época más rica". La explicación a
esta pobreza de materiales para honrar a un emperador en contraste con la riqueza de otros para honrar
a particulares se debe, sin duda, a que la basa dedicada
a Valeriano fue esculpida en plena decadencia de la
ciudad.
En la villa del Olivar, al SE de la ciudad, intramuros, .cuya excavación arqueológica se encuentra en curso -ahora colapsada por falta del permiso correspondiente por parte de la Junta de Andalucía- , pueden
observarse con claridad las visicitudes por las que pasó
la ciudad de Castulo, desde sus momentos de máximo
esplendor hasta los de pobreza. La edificación que ha
llegado a nuestros d ías pertenece a una época muy
avanzada del bajo Imperio, aún sin precisar con exactitud, tal vez siglo IV, rnas la misma se ha construido
sobre edificaciones anteriores de la que en varios lugares se conservan los cimientos, compuestos de fuertes
sillares bien tallados. La edificación moderna es de sillarejo y restos de otros edificios suntuosos.
CONCLUSIÓN
Durante el período visigodo, el traslado de la silla
episcopal de Castulo a Baeza (XI Concilio de Toledo},
está implicando la poca importancia de Castulo.
La invasión árabe con la primera batalla de Qastuluna y las sucesivas revueltas de los muladies; debieron quebrantar aún más a la ya arruinada ciudad.
Se nombra a Castulo en sucesivas ocasiones, ya
durante época de la Reconquista y posteriores:
Alfonso VI el Batallador conquista Baeza y Cazlona (Castulo) y al poco las pierde.
Fernando m reconquista Baeza y Cazlona y cede
ésta al Consejo de Baeza.
En el año 1350 Cazlona es motivo de cuestión jurídica entre Baeza y Linares. Esta última obtjene de Fernando IV que Cazlona le sea cedida, hecho que contináa hasta la fecha.
A partir de la Edad Media en que desaparece definitivamente como poblado, es sometido a una lenta devastación, la que sufre hasta nuestros días a costa de
las construcciones de los municipios y cortijadas vecinos, y en la actualidad porque se .halla en manos de
los saqueadores de yacimientos arqueológicos y abandonada por la autoridad autónoma.
395
[page-n-406]
J .M. BLÁZQUEZ Y M.• P. GARCÍA GELABERT
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en las monedas de CastuJo,. Ztpl¡yrus, 28-29, Salamanca, 1978, págs.
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mismáti&a t:U Uttll ciUJ/ad mittna. Barcelona, 1982, parsim .
,. M. l. H&~
VtTmiOilon: Rimisclu kDknisalion und biirgmeduspolilill llJIÚT CesflT und
Aueustus, Ablttrtul. Ahul. Wwnudt. Utt Lit#. M.ainz, Wiesbadcn, 1952,
c ....,....c .....
passim.
" Para la villa del Olivar, cf.
Bt.A~QUR: ·Castulo n •. Op. til.
nota 6, págs. 109-267. J. M. BtJ.zQua y M . P. GMCIA·GC~J~n~a": .,La
villa de •El Oliva!'», Casculo (Ja6n)•. HotMII4jl a P. t:U Pakl, Barcelona (en prensa). Sobre las termas, M. A . .Et.vtu: •Catas 6, 7, 8•.
En J. M . BtJ.zQuaz, R. C o:mlU.U y J. U'1.11U
11LA! Ctutulo IV. Excava·
cionca Arqueológicas co España, 131, Madrid, J984, págs. 233-2+8.
" Ei.vnu: Op. tiJ. nota 31, pág. 246.
u R . Co~
En Bt..úQ.IIIZ, CO«TO.IIW y Uao.utu.A! Op. cil. nota 31, pág. 262.
.. e~: Op. ciJ. nota 33, pág. 262.
n•.
[page-n-407]
Pere P.
R IPOLLES •
LAS BALSAS ROMANAS DE BENIFARAIG
(ALBERIC, VALENCIA)
INTRODUCCIÓN
El desfonde de un campo situado en la partida de
Benifarrug' (término municipal de Alberic, Valencia),
mediante la utilización de un pala excavadora, puso al
descubierto en la primavera de 1983, parte de un pavimento romano de opu.s spi«uwn. El propietario del terreno, D. Antonio Torres, que en LOdo momento prestó
una valiosa y desinteresada colaboración, junto con
D. Ramón Arnau y Joaquín Briz pusieron el hecho en
conocimiento del Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, que vio la necesidad de realizar una excavación de urgencia con el fin de determinar la importa.n cia arqueológica del lugar desfondado y de los
restos aparecidos.
Una parte de esta parcela ya habfa sido desfondada con maquinaria pesada, en 1982, para instalar en
ella una fábrica de muebles. Esta operación proporcionó entonces abundantes restos cer!micos•, sin que se
pudiese identificar ninguna estructura, posiblemente
por razón del modo como este desfonde se llevó a cabo.
La ampliación de esta fábrica hacia el sector Este
de la parcela, para ubicar un depósito de maderas, pre•
Dpt. de Pn:hisroria i Arqueologia. Univen.itat de Valmcia.
cisó rebajar el nivel del suelo de la fmca hasta igualar
el que tenía la fábrica. En el transcurso de esta operación fue cuando se produjo el hallazgo del pavimento
de opus spicatum. Según el propietario del terreno, cuando eJ desfonde hab(a alcanzado casi el nivel del suelo
de la fábrica, la máquina excavadora comenzó a encontrar gran resistencia apareciendo una notable cantidad
de guijarros y restos de mortero de cal y arena. Cuando se hubo alcanzado un nivel similar al de la fábrica,
y ante la resistencia que oponía el subsuelo, se abandonó la labor de desfonde, quedando parcialmente al descubierto un pavimento de opu.s spie¡Jtum.
La excavación se llevó a cabo durante los quince prime.ros dfas del mes de Agost o de 1983, con la valiosa colaboración y asesoramiento del D r. Bernat M art( O liver,
investigador del Servicio de Investigación Prehistórica de
Valencia, y del Excmo. Ayuntamiento de Alberic.
ESTRUCTURAS
La excavación dio como resultado la aparición de,
al menos, 3 balsas de planta rectangular y de un pavimento de opu.s spi&atum tambi~n rectangular, alineado
todo ello a lo largo de un eje longitudinal (fig. la y lb).
397
[page-n-408]
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[page-n-409]
LAS BALSAS RO MANAS DE BENIPARAIG
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Fig. lb. - Alberie. &l.sas romanas de &nifaraig. Sec&Wnu
Siguiendo la dirección E-W nos encontramos en
primer lugar con un pavimento de opu.s tpicatum, cuya
parte conservada mide 3'10x l '70 m., construido con
ladrillos rectangulares de lO x 5 x 2' 5 cm. Este pavimento no puede atribuirse a ningún tipo de estructura
concreta ni definir su utilización como consecuencia
del arrasamiento que efectuó la máquina excavadora.
A pesar de encontrarse este pavimento alineado
con las tres balsas, es improbable que se trate del suelo
de otra', por cuanto que no se advierten restos de
muros en los dos lados mayores ni en el menor de su
parte Este. El pavimento en su lado W se adosa a los
restos de cimentación y de pared de una balsa (n.0 2).
A continuación nos encontramos con los restos de
una balsa (n. 0 2) q ue sitúa su fondo a UD nivel similar
al que tiene el pavimento de opu.s spi&aJum y, por consiguiente, se encuentra en gran medida arrasada, conservándose menos de la mitad de su suelo de mortero
de cal y arena. De las dimensiones de esta balsa únicamente es posible concretar su amplitud que es de
1'5 m. y en los lados N y W se advierte la existencia
de un rodapié en forma de cuarto de cfrculo.
El suelo de esta balsa posee una ligera inclinación
hacia Ja mitad de su lado Sur, en donde se encuentra
una pequeña concavidad en forma de pecten para recoger con facilidad el Uquido en ella contenido, cuando
se encuentra en sus niveles más bajos. La amplitud de
los muros de esta balsa únicamente es posible delimitarla en su lado Norte, donde tiene un ancho de
40 cm., mientras que el rodapié en cuarto de círculo
tiene un radio de 10 cm. Si este último mantiene su regularidad en el lado Sur, la amplitud de este muro seña algo mayor, ya que incluy6ldolo mide 66 cm., quedando por tanto su amplitud en 56 cm.
La escasa altura de lo conservado tan sólo permite
distinguir los restos de una capa de mortero fino que,
presumiblemente, recubrirla las paredes interiores de
la balsa.
El rodapié del lado Oeste de esta balsa (n.o 2) se
apoya sobre los restos de un murete de 56 cm. de amplitud, construfdo a base de UD doble paramento de
piedras irregulares, cuyo tamaño medio es de unos
20 cm., entre ellas, un relleno de piedras más pequeñas
y mortero. Por su lado Oeste se superpone al suelo de
una nueva balsa.
Sigue a continuación hacia el Oeste otra balsa
(n. 0 3), que tiene unas dimensiones de 2'96x 1' 38 m. ,
y por tres de sus lados {N., S. y W.), conserva un rodapié de 8-10 cm. de ancho, sin que existan restos que indiquen que éste también se hubiese colocado en Jos ángulos verticales. El suelo de esta balsa lo constituye un
pavimento de opu.s rtlieulaium de forma romboidal, cuyos
ladrillos miden 10'5x6 cm. Este pavimen to en el momento de la excavación lo re.c ubrfa totalmente una
capa de concreción caliza que dificultaba la identificación de este tipo de suelo. La amplitud de los muros
Norte y Sur es similar a los de la balsa inferior
(n.0 2), con la que se encuentra alineada, siendo de
42 cm. en el lado Norte y de 66 cm. en el lado Sur, incluyéndose en ambos casos el enlucido de mortero fino
(4 cm.) que recubría las paredes.
Esta balsa tiene un desnivel de 7 cm. hacia su Lado
Oeste, en donde un canalillo ligeramente desplazado
hacia el Sur de su parte media, atraviesa la pared Oeste de la balsa, con una anchura de H cm. y después
de recorrer el espacio comprendido entre &ta y la balsa
siguiente (68 cm.), penetra en la pared Este de esta última (n.0 4), que tiene un espesor de 40 cm.
La última balsa (n.0 4) es más larga y profunda
que las anteriores. Las paredes son de mortero y grava
399
[page-n-410]
P.P. RIPOLLEs
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ag.
400
,
...
[page-n-411]
LAS BALSAS ROMANAS DB B.ENIFARAIG
y tienen un grosor de 40 cm. en sus lados Norte, Sur
y Este y 55 cm. en su lado Oeste. El fondo presenta
una pronunciada inclinación hacia su mitad Este, en
cuyo centro, una concavidad ovalada recoge, al igual
que en la primera balsa (n. 0 2), los lilúmos restos del
líquido que contuviese. Toda ella se encuentra recubierta con un enlucido de mortero fmo y en el ángulo
que forman laa paredes con el suelo presenta un rodapié en fonna de cuarto de círculo de unos 14 cm. de
ancho.
En el centro de la pared Oeste d e esta última b alsa
parece alcanzarse la altura original que esta tenfa, por
ser el único lugar donde la misma capa de mortero fino
que recubre las paredes de la balsa alcanza y recubre
sin interrupción la cara superior del muro.
Entre las particularidades que de esta balsa
(n. 0 4) hay que destacar, se encuentra la inexistencia
de desagüe y, por tratarse de una balsa bastante bien
conservada, todo parece indicar que no lo tuvo. No men os sorprendente y enigmático es la existencia de un
estuco en la pared Sur, compuesto por tres tipos de preparaciones. La primera de ellaa y más interior está formada por mortero de tono gris muy fino y arenoso, con
restos de cenizaa, de unos 7 cm. de espesor¡ a continuación , se adosa otra capa con una tonalidad anaranjada
y textura similar a la anterior, de 4 cm. de espesor¡ y
fmalmente recubre las anteriores una capa de yeso de
unos 2 cm. de espesor, que por su parte exterior está
pintada con un tono rojo fuerte uniforme. En la zona
en que el estuco alcanza una mayor altura, no rebasa
los 40 cm. También tiene un recubrimiento de estuco
de tono anaranjado la pared exterior del muro Oeste,
sin restos aparentes de pintura.
En la mitad Norte de la zona excavada, a la altura
de la primera balsa (n.0 2), aparecieron restos de mortero, de cal y arena, y guijarros, asr como algunos la·
drillos rectangulares sueltos de 7'5x5x2 cm. El estado
de destrucción en que se encuentran estos restos única·
mente permite intuir la existencia de alguna estructu·
ra, sin que pueda concretarse de qué cipo.
Para terminar sólo nos queda reseñar que j unto al
ángulo NW. de la óltima balsa apareció un pequeño
pozo (silo ?) (cf.: corte A), cuyas paredes de tieua teman una superficie que mostraba síntomas de haber
estado expuestas al fuego, bien fuese intenciooadamen·
te para endurecer su superficie o accidentalmente. En
su interior apareció un fragmento de borde de forma
indeterminada de cerámica vidriada.
aparecieron dentro de las balsas más profundas (n.o 3
y +), que por estar su interior protegido por sus pare·
des, presumiblemente, no presentan intrusiones ni re·
mociones.
SUPERFICIE
Cerámicaa fina•
Frag. de borde de la forma Mayet XXXVII (fig. 2, 1}.
Frag. de cuerpo de la forma Mayet XXXN (fig. 2, 2).
Lucernaa
Frag. de ua de forma indeterminable (fig. 2, 3).
Terra aigi»ata
Sudgálica
Frag. de borde de la forma Drag. 29 (fig. 2, 4).
Frag. de borde de la forma Drag. 37 (fig. 2, 5).
Frag. de base de la forma Drag. 27 (fig. 2, 6).
Frag. de cuerpo de la forma Drag. 24/25 (fig. 2, 8).
Frag. de Borde de forma indeterminable (fig. 2, 7).
Hispánica
Frag. de base, con la marca EX 0[-]PAT. (Debe
corresponder a Valeriua Paternus, de Tricio. La marca
está fragmentada en au parte media y en el espacio que
queda ilegible caben dos letras.)
Frag. de borde de la forma Drag. 29 (fig. 2, 9).
Frag. de borde de la forma Drag. 37.
3 fraga. de base de la forma Drag. 37 (fig. 2, 10, 11
y 12).
Frag. de borde de la forma Drag. 27.
Frag. de borde de la forma Drag. 15-17
2 (ragt. de bue de la forma Drag. 15-17 (fig. 2, 13
y 14).
4 frags. de borde de forma indeterminable (fig. 2,
15 a 18).
Frag. de base de forma indeterminable, con decoración interior de roedecilla (fig. 3, 1).
Frag. de base de forma indeterminable (fig. 3, 2).
17 frags. de cuerpo de forma indeterminable
(fig. 3, 4 y 5).
INVENTARIO
La inexistencia de estratigra.fra nos ha llevado a
englobar dentro del apartado Superfl&ie todos los hallaz·
gos, incluídos los que se recogieron cuando la pala me·
cánica realizó el desfonde, con la excepción de los que
Clara A
3 frags. de borde de la forma Hayea 14 (fig. 3, 6,
7 y 8).
401
[page-n-412]
1
2
f
3
1~
-· ,---015
f0 18
7
8
12
..
......
......
t l fl • t
25
28
Fig. 3.402
Alheru. Balsas romaMS
IÚ
Bmifaraig. CerárnWJs
[page-n-413]
LAS BALSAS ROMANAS DE B.ENlFARAIG
Frag. de bue de la forma Haycs 14.
Frag. de borde de la forma Lamboglia 2, Hayes 9
(fig. 3, 9).
2 frags. de borde de la forma Hayes 23 (fig. 3, 10
y U).
Frag. de base de la forma Hayes 23 (fig. 3, 12).
Frag. de borde de forma indeterminada.
4 frags. de cuerpo de forma indeterminada.
Otras cerámicas
Frag. de borde de plato esmaltado, con decoración
i.n terior en azul. Manises, siglo xvu (fig. 4, 3).
Anforas
Frag. de borde de la forma DresseJ 2-4 (fig. 4, 2).
Asa de ánfora ibérica.
3 frags . de cuerpo de forma indeterminable.
Luante
Frag. de cuerpo de forma indeterminada.
Dolia
Frag. de borde (fig. 4, 9).
9 frags. de cuerpo.
3 fraga. de tapadera.
ClaraD
Frag. de borde de la forma Hayes 61 (fig. 3, 13).
10 frags. de cuerpo de forma indeterminada.
Materiales de construcci6n
Africana de Cocina
Frag. de borde de la forma Rayes 181, Lamboglia
9A (fig. 3, 14-).
Frag. de borde de cerámica de cocina africana, de
la forma Vegas 5 (ñ~. 3, 21).
Frag. de cuerpo de cerámica común africana, de
forma indeterminable.
2 frags. de borde de la forma Vegas 6, n.0 3
(fig. 3. 23 y 25).
Frag. de borde de la forma Vegas 16 (fig. 3, 26).
49 rrags. de tegulae.
107 frags. de imbrius.
25 ladrillos rectangulares (7' 5/7x5x2 cm.).
23 frags. de ladrillos rectangulares.
19 ladrillos romboidales (10x7x4 cm.).
34 frags. de revestimiento de pared, con la superficie pintada de rojo.
Vidrio
Frag. plano de vidrio de forma indeterminada.
Cerámica común
6 frags. de borde de la forma Vegas 1 (fig. 3, 15, 16,
17, 18, 19 y 20).
Frag. de borde de Ja forma Vegas 12 (fig. 3, 22).
Frag. de borde de la forma Vegu 14, n.
o
2 (fig. 3,
24).
2 frags. de borde de tapadera, de la forma Vegas 17
(fig. 3, 27 y 28).
Frag. de pie de incensario (?), de la forma Vegas 64
(?) (Jig. 4, 1).
Frag. de borde de pátera de tradición ibéñca (?)
(fig. 3, 32).
Frag. de borde que recuerda las forma& del ánfora
ibérica (fig. 3, 29).
Frag. de borde de forma indeterminada (fig. 3, 30).
Fz:ag. de base de forma indeterminada (fig. 3, 31) .
17 frags. de cuerpo de forma indeterminada.
Monedas
N. o 1. As de Caesaraugusta, de Augusto. 27
a.C.-1.4 d.C.
A. AVGVSTVS DM F
Cabeza laureada de Augusto a izq.
R. Yunta guiada por un sacerdote a izq.; arriba CAESARAVGVSTA; debajo L CASSI O C VALE FEN 1 n
VIR.
Vives 147-7 (lám.
m,
3).
N. 0 2. As de Roma, de Adriano. 134-138 d.C.
A. HADRIANVS AVG COS ill P P
Busto laureado y drapeado a der.
R. CAPPADOCIA S C
Capadocia, con túnica y manto, de pie, sosteniendo
con la mano derecha una miniatura del monte ÁrgtUus
y con la izquierda un estandarte.
RIC II, 848 (lám. IU, 4).
+03
[page-n-414]
P.P. RlPOLLts
2
1
L_
5
Fig. 1.-
40+
Állurie. Balsas
romaMS fÚ
&niforaig. Cmlntiuu
[page-n-415]
LAS BALSAS ROMANAS DE BBNIFARAIG
N.• 3. Antoniniano de Claudia ll. Acuñación pósDeapu~a del 270 d.C.
A. [...J VD[... ]
Cabeut radiada a der.
R . [CONSE} CRA (TIO}
Altar con guirnalda.
0'95 g.; 11 h. (lhn. UI, S).
Africa.n& de
N.0
Busto lauread o a der.
Cerámicas
COCÚJI&
tuma.
R. VIRTV[SJ EXERCIT A 1 S
(PLG]
Dos cautivos sentados al pie de un estandarte en el
que está inscrito VOT XX.
2'
Inscripci6n•
Ara funeraria de caliza gris (JH x
inscripción cataba sin en.m arcar y de ella son clarame.nte
legibles las dos primeras letras de las dos primeru líneas,
por haber sido completamente picada (lá.m. ID).
D (--)
e [---1
Frag. de borde de la forma Vegas 16, n.• U. Co-
mó.D africana (fig. 4, 4).
Frag. de cuerpo de cerámica africana de cocina, de
la forma Vegas 5.
comUJJt:6
Frag. de borde de la forma Vegas 3, n. 0 1 (fig. 4,
7).
33 frags. de cuerpo de forma indeterminada.
Dolia
3 frags. de borde (fig. 4, 1
0).
18 frag¡. de cuerpo.
Materiale1 de con1trucci6n
1}pla entera (61x 46 cm.).
55 fraga. de l#fld4.
fm/Jyu entero,
13 frag¡. de imhru.
358ladrillos romboidales (10x7x4 cm.).
[--
INTERIOR POZO (SILO ?)
INTERIOR BALSA 3
Cerámica común
Frag. de asa de forma indetermin.ada.
3 fraga. de cuerpo de forma indeterminada.
Materiales de con&trucci6n
15 frags. de tegul¡.u.
4 frags. de imbrius.
2 ladrillos rectangulares (J0x7x4 cm.).
INTERIOR BALSA 4
Cerámicas finas
Frag. de borde de la forma H ayea 23 (Iig. 4, 6).
Frag. de base de la forma H ayes 23 (fig. 4, 5).
Cerámic& vidriada
Frag. de borde, con aupcrlicie interior y exterior vidriada, de tono verdoso, de forma indeterminada
(fig. 4, 8).
COMENTARIO
La valoración de las estructuras excavadas, en lo
que se refiere a su utilidad y función, es dificil de deter-
minar por cuanto que se desconoce todo lo que rodea
a la zona excavada y, por consiguiente, se ignora qu~
tipo de construccionea complementaban las balsas aparecidas o el conjunto dentro del cual éstas se insertan
y forman parte. Es evidente que ello resta elementos
de j uicio para poder dar una explicación satisfactoria
sobre su uso y utilidad.
A juzgar por todo lo que se ha podido observar,
se ha optado por descartar la posible utilidad ornamental para el conjunto de balsas, entre otras razones por
ser de grandes dimensiones y porque no van acompañadas de ningún tipo de construcción que de pie para
ello. A todo esto se debe añadir, q ue a pesar d e que
405
[page-n-416]
P.P. RrPOLLEs
las primeras balsas han sido construidas cuidadosa·
mente y son de buena calidad, la última de ellas
(n. 0 4-) no encaja est~ticamente dentro de unas cons·
trucciones de tipo de piscina con finalidad ornamental.
En consecuencia se ha preferido, a la vez que se
ha visto más factible, orientar nuestras hipótesis hacia
una utilización de las balsas para labores de índole
artc:llano-industrial. De entre las estructuras que poseen una mayor semejanza con las que son objeto de
estudio, hay que destacar las Jullonieae, las balsas para
la preparación de la fibra de lino y las balsas de decan·
tación de arcillas destinadas a la fabricación de cerámicas.
La fuiúmica es un taller para el tratamiento de los
tejidos de lana mediante el cual ~stos adquieren un aspecto tupido, haciéndolos a la vez muelles y suaves al
tacto,. Para el complejo proceso de la batanería se
precisan una serie de pilas/cubetas en las que la pieza
de lana se lava previamente con agua mezclada con
mordientes. Una vez lavados los tejidos en las pilas y
despu& de abatanarlos, volvfan a ser lavados en estanques/balsas con agua abundante. Los estanques requeridos para esta última operación suelen estar escalonados y comunicados entre sr; su número normalmente
no es inferior a tres, siendo en algunas .fullonicae bien
conservadas de cuatro•.
Sería con estos últimos estanques con los que tal
vez podrfan ponerse en relación las balsas de Alberic.
Sin embargo la ausencia de las pilas/cubetas para el lavado previo de las telas y la ubicación de las balsas en
un medio rural', son elementos que abogan en favor
de desestimar la idea de que estas formasen parte de
una .fullonw.
Una segunda hipótesis relacionaría las estructuras
de Alberic con balsas para enriar linos. Un conjunto
de balsas escalonadas y comunicadas entre sr, recientemente excavadas en El Cuatrón (Farasdués, Zaragoza),
han sido relacionadas con el proceso de extracción de
la fibra de lino'. Dentro del proceso de fabricación
del lino, Plinio' indica que los tallos de la planta se
colocaban e.n agua tibia al sol y debido a su ligereza
se mantenían en el fondo del agua mediante un peso.
No sería descabellado atribuir a las balsas de A1beric una finalidad semejante, a pesar de que la altura
conservada sea mínima y no permita reconstruir su modus operandi. En apoyo de la atribución de las balsas de
Alberic a la operación de enriado, dentro del proceso
de fabricación del lino, se puede aducir la proximidad
de la ciudad de &ulilhis, famosa en la antigüedad por
la confección de paños de lino de excelente calidad10•
Ante la inexistencia de a.r gumentos sólidos que
puedan inclinarnos de modo definitivo hacia una de las
dos opciones hasta ahora planteadas, y ante el desconocimiento total del resto del yacimiento, debemos presentar una tercera hipótesis sobre el posible oso de estas balsas. Según ésta, su función podría estar
406
relacionada con los alfares y se trataría de pilas/estanques para decantar la arcilla. En el proceso de la preparación de la arcilla, una vez que ésta ha sido extra{da
de la veta, se transporta al alfar donde se deja secar
y, posteriormente, se machaca pulverizándo1a. La tierra resultante se mezcla con agua en una balsa, batiéndola basta que se consigue un lfquido pastoso homogéneo, y entonces se trasvasa a otra balsa para que en ella
se asiente el barro y se evapore -o se extraiga
manualmente- el agua. Cuando la superlicie del barro asentado comienza a cuartearse, este se almacena
en el alfar 11 •
Esta podría ser, también, la función de las balsas
de Alberic, aunque en la zona que ha sido excavada y
en la superficie de su entorno no han aparecido restos
cerámicos que denoten la presencia de un alfar. Tan
sólo debemos destacar la existencia de un elevado número de ladrillos romboidales, de pequeño tamaño,
como relleno en el interior de la última balsa (n. 0 4),
que creemos proceden de un pavimento, que junto con
otros escombros, ha servido para nivelar el suelo.
Ninguna de las tres hipótesis presentadas puede
ser comprobada mientras no se posean más elementos
de juicio, puede incluso que las balsas tuviesen una finalidad distinta a las ya ennumeradas; sin embargo, de
entre todas ellas nos parece más verosímil la que las
relacionarla con el enriado del lino.
Por lo que respecta a la cronología, los materiales
recuperados son escasos, muy fragmentados y de la
mayor parte de ellos no se tiene la certeza de que no
hayan sido removidos. La cronología que de ellos se
desprende abarca un amplio margen que oscila desde
los inicios del siglo I d.C. hasta el IV d.C.
Dentro del siglo I d.O. se deben situar las cerámicas sudgálicas, las de paredes finas, un fragmento de
ánfora Dressel 2-4 y una moneda de Augusto del taller
de Caesaraugusta. El siglo II y la primera mitad
del III están bien representados con sigillatas hispánicas, claras A y un as de Adriano. En cambio, pertene·
cientes a la segunda mitad del siglo IIl y al IV existe
una menor cantidad de hallazgos¡ al primero única·
mente podemos atribuir un antoniniano de Claudia Il,
un fragmento de lucente y al segundo un 1IW7ti7UU de
Constantino y un fragmento de clara D, de la forma
Hayes 61. A los siglos Ill y IV también cabría atribuir
algunos fragmentos de cerámicas comunes de cocina,
ya que la larga perduración de algunos tipos no permite datadas con seguridad.
La mayor parte de los materiales recuperados no
pueden relacionarse directamente con las estructuras
excavadas, sin rie3go a incurrir en error, por encontrarse todo el terre.n o bastante removido y alterado y ser
mmimo el espesor de tierra que ha sido excavado. A
pesa.r de ello, y dentro de la más estricta especulación,
las construcciones de Alberic podfan haber estado en
uso basta la primera mitad ?el siglo m d.C.; período
[page-n-417]
LAS BALSAS ROMANAS DE BENTFARAIG
~ste
al que pertenece la mayor proporción de materia.les datables, sin perjuicio de que la zona haya mantenido una cierta población que, por los restos cerámicos
que aparecen en los campos circundantes, alcanzó plenamente el Medievo•:.
NOTAS
, Mapa Thpogrilico Nacional. Hoja 770, Alc:ira. 39° 7' 10"
de latitud Norte y 0° 30' 50" de longitud.
, Lu personas que e.tuvicron preacntcs en cata transforma·
ción recuerdan, porque les llamó la atención, la aparición de un
abundante n\imero de fragmentos de tȟ..
s No u inusual la utilización del tpWJ spiuúum para suelos de
balsas, ya que los encontramoa en laj~iu de la oi4 tÜJÜ A.~w141i,
de Oatja.
, La inscripción apareció cuando ac reali%6 el desfonde
de 1983, en una zona situada fuera del irca excavada.
, Un.a QPlic:ac:ión completa sobre e.te tipo de talleres se cncontrari en C . ALMAD: Ttjidtly mtMf4 ,. 14 I'Dritcnll.tJ lblriu. Madrid,
198,., p6gs. 225·232. En ~1 ac eatudn la batanerla en la Península
lWrica a trav& de la epignú(a, Wúca fuente y documento q~tc cvideneía au preacncia.
• W.O. Mou.u~~: 1'111 UIHIIft ÍNh.IIIJ lll hm~i. Univ. o( MaryJan, Ph.D. 1962. Ann Arbor, Mich.: Univ. MiCT. 1976.
r AU'AAO: 0,. ni. nota 5, pá3. 232, Indica q~tc cate tlpo de ta·
Ucrct debió ser relativamente numeroao en lu ciudades de !rcaa con
un elevado grado de romanización. Por lo que respecta a lu úeAs
rurales considera que ta.O sólo algunos ricos propietarios podfa.D po·
aeer uno de catoatallerea, careciendo de elloala mii)'Or parte de las Di~*.
a At.~Aao: 0,. eit. nota 5, pág. 56.
, Pwuo, N.B. XIX 3, 17.
,. P UJIIO, N.H . XIX. 9; Swo hwco Ul, 373·37+; CATUt.O,
Xll, H y XXV, 7.
11 O.P.S. P&ACOC&: l'olfi!J i1t IN RMMII H6rld, IUI ~~iuJ appr.Mil. New York., 1982, ~ga. 53·55 y fig•. 20 >': 65. .
1\mbi~o la etnogra.lla peru.oaular ooa ofrea máluples eJem·
plos de esta actividad y una amplia gama de conjunto• de balau
dilpueataa de diferc:.ntc modo. Conrúltcac:
A . C.U.arnao, M . FIWCÁ!Ioez y C. Om2: .Alfarería popular en
A.ndaluda Occidental: S~tr d.e Badajoz y HuelVb. Eltt~~vafú Espaiil>la, o.• 1, Madrid, 1980, p6gs. 99-265.
c. Onn, M . FuN!HDI:% y A. c ......IITIUIO: ·Alfarerla popular en
Andalucía Occidental, U: Sevilla y C~. EIMtrafi4 EspaiW4, n.0 2
Madrid, 1981, p6ga. 41·185.
A. CAAUrPO y C. O!ou: «Alfarerla popular en la provincia de
Córdoba•. Elul"/(4 EspdDI.a, 1l. 0 3, Madrid, 1983, pága. HH.
M . FaiUWmaz y M.A. M 0t0011.1.0: oAI:farerla popular ~JI la provincia de Ja~n• . Etnotr4fl4 Espaífllkt, o.• 3, Madnd, 1983,
p6ga. 145·26...
M.A. 1.4Aa.uu: oAlfareda popular e:n la provincia de Albace·
te: Estudio ctnogrific:o». F..ttetrtifú Es¡uitlkt, n. • 3, Madrid, 1983,
P'SS· 265-:IM.
at La ezúteocia de población en esta zona (partida de Be·
nilaraig) du_
rante la edad medn queda &le.tiguada por la .topon_i·
mía. En Benifaraig ac documenta, a partir de 1288, la ClllltenCla
de un• alquería árabe, véase: C. 8AIOOW): '11ptttúmi4 ardbie4 tÜl Pw
~- Alq!WfW i Cast.t/Js. Xltiva, 1982, p. 116.
407
[page-n-418]
P. P RIJ>O LLES
Lám 1 -
408
Panoramicn dtl vawmr11W dmh rl lado Eslr (supr111J1) ;- tlr:.dr ti Indo OtJII' (u![r11or)
[page-n-419]
t.AS BALSAS ROMANAS OE B.ENIFARAIG
Ltim. 1/. - Baúas n. • 3-4 (superior). Pm,immlo de opus .spit:alum dA primtr suelo (infiflor izqmtrda).
Pavimento dt opus retíeulatum dt lo bolsa n. • 3 (inftríor dertcha)
409
[page-n-420]
P.P. Rl POLLES
2
3
1
4
5
6
Lóm. 111. - 1y 2, ins"iptió1 rOma11a y detallt; 3, as tk Caesaraugwta; 4, as tk Adriano; 5, antoniniano de Claudia ll; 6, nummus de Constantino [
1
410
[page-n-421]
Gabriela
M ARTfN*
MATERIALES ROMANOS DE LAS COLECCIONES DEL MUSEO
DE PREHISTORIA DE VALENCIA (ANTIGUOS FONDOS, I)
Iniciamos el presente catálogo hace más de veinte
afios, precisamente por iniciativa de Enrique Pla que
nos aconsejó estudiar los viejos fondos de materiales romanos depositados en el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia, En aquella épo·
ca, trabajábamos Milagros Gil-MascareU y yo en los
sótanos del Palau de la Batlia, antigua sede del S.I.P.,
buscando entre montes de cajas de materiales arqueológicos las «sigillatas» y ucampanienses» procedentes de
antiguos depósitos y donaciones. Juntas, habíamos publicado bacía poco «La romanización en el campo de
Liria>t' en la serie de los Papeles del Laboratorio de
completas monografías, el S.I.P. ha aumentado considerablemente el número de sus investigadores. Pero
cuando iniciamos este catálogo todavía no se había excavado el trecho de la Vaúnti4 romana situado en la an·
tigua Plaza de la Reina y cuya m.onografla, infelizmente, aún no hemos podido ver publicada. No se hab(an
realizado tampoco excavaciones arqueológicas sistemáticas en Sagunto y los primeros trabajos sobre cerámicas romanas procedentes de esta ciudad fueron los
nuestros, asf como también nuestra Tesis de Licenciatura sobre la Terra Sigillata de Sagunto1 a pesar de lo
mucho que se babfa escrito, con erudición pero con
Arqueología de Valencia, utilizando, principalmente,
poco rigor científico, sobre los famosos ccbarros sagun-
los materiales romanos de la antigua Edet4, existentes
entre las colecciones arqueológicas del S.I.P. y Enrique
Pla nos sugirió que diésemos cootinuación a ese trabajo estudiando también otros mate.riales romanos inéditos.
La investigación arqueológica y las publicaciones
relativas a la romanización de la región valenciana se
han multiplicado en las últimas décadas, se han creado
nuevos museos monográficos y regionales, el Ayuntamiento de Valencia ha publicado también varias y muy
tinOS».
• Universidad Federal de l'emambuco, Recife (Brasil).
Cuando vemos hoy el dinámico Museo de Denia
y las numerosas publicadones que ha producido, nos
sentimos pioneras de la investigación romana de esa
hermosa ciudad, pues fueron nuestras
primeros trabajos que dieron inicio a la investigación
sistemática sobre la Arqueología romana de Denia,
pues pocas eran las publicaciones sobre ese tema desde
que Roque Chabás escribiera, en el siglo pasado, su
«Historia de Denia». La monografía sobre HemerosJ:opeion se la habíamos dedicado a Enrique Pla que tanto
Hl
[page-n-422]
G. MARTÍN
nos auxilió durante su elaboración y que, llevado por
el deseo de ayudarnos a encontrar la verdad arqueológica de la famosa colonia y por su propio interés científico, acah6 descubriendo la inexistencia de la ceca DINIU, que los historiadores de o tros tiempos
transformaran en una ciudad ibérica imaginaria'.
Mucho nos ayudó también Enrique Pla durante la elaboración de nuestra Thsis Doctoral sobre la Arqueología romana de Denia-Jávea, cuyo ponente fue Miguel
Tarradell, ambos grandes amigos y colaboradores durante los muchos años que el Profesor Tarradell pasó
en Valencia como Catedrático de Arqueología. L.a publicación de la monografla sobre J ávea, en la Serie de
Trabajos Varios del S.I.P., fue también iniciativa de
Domingo Fletcher y Enrique Pla1 •
!.a publicación de este pequeño catá:logo no tiene
hoy el valor que hubiera te.n ido hace prácticamente
veinticinco años, cuando lo iniciamos, pues los hallazgos se han multiplicado con el correspondiente aumento de los depósitos del S.LP. Diversas razones detuvieron su continuación, principalmente y de más peso, fue
el traslado del M useo de P rehistoria a la antigua Casa
de la Beneficencia. Pero nos parece que, denrro de su s
limitaciones, estamos retomando u n trabajo que puede
ser el principio de otras monografias sobre materiales
romanos del S.I .P., que al dar continuación a ésta , ayuden a comp letar el mapa arqueológico de época romana de la región valenciana. El momento nos parece
oportuno, tanto por el especial homenaje póstumo a
Enrique Pla como porque el S.I.P. y su Museo de P rehistoria están ya definitivamente, esperamos, instalados y aumentan su proyecció..o científica bajo la firme
dirección de Bernat M artf, recogiend o los frutos plantados p or su.s antecesores Domingo Fletcher y Enrique
Pla Ballester.
Hemos hecho hincapié en publicar esta muestra
de materiales r omanos del S.I.P. en homenaje al que
fuera nuestro gran amigo, pues como dijimos, lo empezamos por iniciativa suya, recién salida de las hornadas
de alumnos distinguidos que Nino Lamboglia lanzó al
mundo de las cerámicas romanas. L as clasificaciones
de «il Professore» Lamboglia eran indiscutibles e.n
aquella época, después vino el ·tiempo de la contestación y de los ataques virulentos, incluso d e algunos de
sus alumnos, después, como tantaS veces ocurre, todos
acaban volviendo a sus nomenclaturas a pesar de las
criticas, protagonismos y siempre «nuevas clasificaciones».
Podrá pensa.rse en la inu tilidad de p ublicar un catálogo incompleto despúés del trabajo de Tarradell ..La
romanización del 'País Valenciano»5 , que le valió eJ
premio Martorell y de otras monografias posteriores,
pero nos p arece que el libro de Tarradell no eliminó
las posibilidades de investigación sobre la época romana en el antiguo Reino de Val.e ncia. Todo lo contrario,
no cerró ninguna puerta sino que ab rió el camino para
412
posteriores trabajos. Nunca un «corpu.s» sobre un área
t.an amplia puede ser exhaustivo, pero es a partir de un
ensayo de ese tipo, que el investigador de un área pequeña puede iniciar un trabajo minucioso.
Al estudiar la romanización en el campo de Liria
a que nos hemos referido en las líneas anteriores, llegamos a la conclusión de que la mayoría de los yacimientos registrados, correspondía a p oblados ibéricos posteriormente romanjzados y cuya población había ido
ocupando pa-ulatinamente Jas tierras llanas. Este caso
se repite mucho en la región valen ciana y vimos que
en la serie de yacimientos que se citan en el presente
trabajo, aparecen repetidamente los términos tossa/et,
ere/4, puig, a/Jet, etc., todos con el significado de altura,
siempre refuiéndose a elevaciones o colinas de poca altitud. E n muchos de estos yacimientos aparece, junto
con la cerámica romana, cerámica ibérica, repitiéndose el caso de la zona de Liria, cu yo estudio nos permitió
algunas conclusiones bastante seguras, ya que se trataba de material arqueológico abundante de una pequeña área. Conclusiones semejantes no son posibles a través de este catálogo, pues se trata de materiales
colectados esporádicamente en sucesivas prospecciones
casuales o intencionadas y acumulados año tras año en
los fondos del Museo del S.I.P. Sin embargo, creemos
útil su publicación como complemento de trabajos anteriores de mayor envergadura y como inicio de posteriores y más comp letas investigaciones.
Con los años, nuevos materiales arqueológicos romanos han enriquecido cl acervo del S.I.P., por lo tanto
ésta es, sólo, la primera parte del catálogo de las colecciones romanas que, procedentes del antiguo Reino de
Valencia, se guard an en el Servicio de investigación
Prehistórica.
EL CATÁLOGO
Para la relación de los materiales romanos seguimos el orden por regiones naturales del Atlas Geográfico de España, de Ediciones Aguilar, de 1984.
Fue consultado el Archivo de Yacimientos Arqueológicos del S.I.P., para localizar el yacimiento a que
cada hallazgo correspondía, trabajo cuidadoso que debemos a Amparo Barrachina Ibáñez y a quien agradecemos desde estas líneas. Así fue posible iniciar la relación de cada conjunto con una b reve referencia
histórica de cada yacimiento y la bibliograffa del mismo cuand o ésta existía.
ALT MAESTRAT
Yacimimto: Caatell d 'Area.
TlrmitW Municipal: Benassal.
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MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
Castillo con dos recintos, de fácil defensa y posición estratégica.
- Dos fragmentos de sigillala hispánica con decoración
de círculos sogueados (fig. 1, n.• 7, 8).
Bih/icgraflo.:
V. PoRCADA (1973): Gran En&i®pedia d4 la Regúfn Valenciana, Tomo l
Mal4ria./
arqueoMg~o:
Jun to al ba.Loerario se recolectaron diversos fragmentos
de cerámica ibérica pintada y un fragmento de
ELS PORTS
Yaeimimlo: La Moleta d ell Frarea.
Tlrmino Municipal: Forcall.
La Moleta es una estrecha formación tabular
orientada d e N. a S. y limitada por los barrancos de
la Medanella al E. y del Llop al W. Su altura es de
895 m. sobre el nivel del mar mjdjendo 520 por
170 metros. Forma un altiplano con una extensa terraza donde se han acumulado gran cantidad de materiales arqueológicos. Se accede por dos caminos, uno de
ellos parcialmente excavado en la roca. Jumo a la calzada de acceso debe haber existido una necrópolis. Obsérvanse todav{a muros de contención y antiguas noticias hacen referencia a un pequeño monumento
funerario y hallazgos de urnas. Existen numerosos restos de construcciones, algunas parcialmente excavadas
en la roca, así como fragmentos de estucos pintados.
Excavada en parte por Enrique Pla en 1960, la monografla posterior y más completa se debe a F. Arasa i
Gil que identifica el yacimiento con la antigua .úsera.
Entre los hallazgos arqueológicos de difer entes
épocas, es importante llamar la atención para la abundante cerámica sigillata aretina colectada y que se encontrab a en el S.I.P. El conjunto que aquf se presenta
procede de una prospección independiente de las excavaciones realizadas.
Bibliograjfo.:
E. Pu. BAI.Ul.STU (1961): Exc.twa&ionu m la «Moleftl dtls
Frares», tlrmino dt Farcali (CastdMn). Mmll11'ia dt la Primera Campaña (agosto 1960). Valencia (original mecanografiado).
E . p._,. BAt.LESTllR (1966): «Actividades del S.T.P.
(1961-65)». APL, XI, Valencia, pp. 275-328.
F. ~SA 1 GrL (1987): Lesera (lA Molefll deis Frares, El
Farcali). Monografies d e Prehist~ria y Arqueología
Castellonenqocs, 2, Castelló.
MaJeria/ arqueoMgüo:
-Cinco fragmentos de sigillat.a aretina lisa (fig. 1, n.• 1
a 5).
-Un fragmento de sigillata •ud-gálica. de forma
Drag. 37 en el que se aprecia decoración de ovas (fig. 1,
n. 0 6).
-11-es fragmentos de sigillata sud-gálica sin forma determ inable.
LA PLANA BAIXA
Ya.cimienlo: Les Alqueriea.
Término Municipal: Les Alqueries.
Necrópolis romana situada en unos campos cultivados en la finca de la familia Pucho!, con una superficie de 3.500 metros cuadrados aproximadamente. Fueron colectadas cerámicas sigillatas, t~gulas y monedas,
entre ellas un bronce de Faustina joven. Cronologfa de
fines del siglo n y primera mitad d el m d.C.
Ya&imiertlo: Finca de Manrique.
Término M~pal: Vila-real.
En la partida del Madrigal, cer ca de L ermita de
a
la Virgen de Gracia, .apareció, al trabajar el terreno,
el pavimento de una habitación y algunas monedas de
las que se conservan 17 en el Museo de Castell6n. C ronología aproximada de la segunda mitad del siglo 1 y
princjpios del n d .C.
Yacimimlo: La Torrassa.
TirrniM Municipal: Les Alqueries.
Villa romana situada en la línea divisoria entre los
términos de Betxí y Les Alqueries. Yacimiento de gran
importancia pero que se encuentra muy destruido por
el laboreo o una mala polftica de preservación de restos
antiguos. Durante los trabajos agrfcolas se encontraron
restos de construcciones, cilindros de prensas de aceite
y algunas monedas, además de abundantes cerámjcas
romanas. Su cronologfa se sitúa entre la segunda mitad
del siglo n y el m d.C., con algún material del siglo 1 d.C.
Bibliografo:
J.M. DoRAn SUASTIA (1972): Datos para la Histori4 d4 Villareal. Ayunta.miento de Villareal, pp. 62-70.
MaJeria/ arqueoMg~o:
El conjunto de cerámicas que a continuación relacionamos fueron depositad.u durante algún tiempo en d S.l.P.
para ser clasüicad.u. Realizamos la numeración y d.uifica-
ción pero no llegamos a dibujarlas. Con el tr!Uiado del S.I.P.,
ignoramos si continúan en Valencia o fueron devueltas al
Museo de C:meU6n. Por ese motivo no constan aquí los dibujos de lllll mismas.
Necrópolis romana de Les Alqueries:
- Fragmento de pie de sigiUata hiap!nica, fonna
Drag. 37, con de<:oración de círculos conc~ntcicos. El pie
muy bajo y poco marcado indica un tipo tardío.
-Fragmento de borde de aigillata hispánica., forma
D rag. 37, con decoración de puntas de flecha horizontales.
- Fragtnento de sigillata h ispánica, de forma D rag. 37,
de tamaño grande, decorado con motivos altern ados de gran-
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Fíg. 1.- 1 a 8: La M4111a dds Ftares (El Ftlreall). 9: Cerro Parlii.ÜJ (Prdralba) 10 a 15: &gls. 16: M4sfa tú los 7Dros (7Jrts4). 17 a
19: Pob/4do á4 A/Jomira (~1). 20 y 21: Casdla á4 PtOtt.S Caminns (Pohla tÚ Jlallh0114).
414
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MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
des círculos con otrOs motivos vegetales. Decoración poco
cuidada.
-Fragmento de sigillata hispánica de forma Drag. 37,
con decoración de c(rculos condntricos cordados.
-Fragmento de aigillata clara A, forma Lamboglia 3.
- Fragmento de aigiUata clara A, forma Lamboglia 9.
-Fragmento de aigillata hispánica, de forma Drag. 37,
con decoración de clrculos conc~ntricos alternando con líneas
verticales.
isa.
- Fragmento de aigillata hispánica L
- Fragmento de s:igillata hispánica, de forma Drag. 37,
con decoración de círculos condnlricos.
- Varios fragmentos de vasijas comunes o de cocina y
de vidrio.
Finca de Manri que:
-Fragmento de sigillata hispánica de forma Drag. 30,
con decoración de grandes metopas encuadradas por puntas
de Oecha. Se aprecia parte de una metopa con la figura de
un ciervo acosado por d os perros. El motivo, aun que algo diferente, recuerda otrO procedente d e Almendralejo también
en forma Drag. 30 (M ezquiriz 11, lám. 30, 1 y lám. 59, 335,
336). P uede fecharae en la segunda m.i tad del siglo [ de la
Era.
- P ie de copa de forma indeterminable, de sigillata hispánica.
- FragmCJlto de aigillata hispánica de fonna Drag. 37,
con decoración de círculos con figura de animal muy borrosa
en el interior de Jos mismos. Puede ser un ciervo o caballo
corriendo.
- Fragmento de sigillat a hispánica, de forma
Drag. 15/17.
- Fragmento de sigillata hispánica en forma de botella,
con arranq ue del asa y sin barniz interior.
-Fragmento de sigillata hispánica, decorada con cfrculo y roseta en su interi or.
La 1brrassa:
- Fragmento de campaniense B, de forma Lamboglia 4-/36.
-Fragmento de gran fuente con ..barniz rojo interno
pompeyano•. Es un tipo de vasija fechable durante el siglo 1
a.C. y h asta la época de Auguato.
- Fragmento de aigillata hispánica, de forma Drag. 29
con cenefa de ovas por debajo del borde.
-Fra.gmCJlto de sigillata h ispáni ca, de forma Drag. 37,
con decoración d e círculos condntricos.
- Fragmento de sigillata hispAnica de forma Drag. 37,
con decoración de dos franjas de clrculos cordados alternados
con motivos verticales. En el interior del círculo, roseta de
siete p~talos. En la franja inferior, los círculos son concmtricos.
- Fragmento de sigillata hispAnica, de forma Drag. 37,
con paredes muy finas y decoración de círculos con céntricos
formando espiga.
- na fragmentos de sigillata hispánica de forma
Drag. 37.
-Fragmento de aígiUata hispánica con decoración de
col umnillas.
- Fragmento de aigillata hispánica con decoración de
roseta interior.
-Fragmento de sigillata hispánica con decoración de
puntas de flecha.
- Fragmento de aigillata hispánica con el barniz muy
perdido y decoración de líneas verticales y puntas de flecha
separando metopas.
- Fragmento de sigiUata bispinica con decoración de
drculos con roseta inte.r na de cuatro pétalos alternados con
motivo vertical.
- Fragmento de sigiJJata hispánica con decoración vegetal.
- Fragmento de sigiJiata hispánica con roseta de cinco
pétalos.
-Fragmento de sígillata hispAnica, de forma Drag. 37
tardfa.
-CuatrO fragmentos de sigillata hispánica, de forma
Drag. 15/17.
-'fres fragmentos de sigillata hispánica, de forma
Drag. 27.
-Seis fragmen tos de pies de sigillata hispánica lisa.
-Dos fragmentos de sigillata hispánica lisa; pies bajos
de tipo muy tardfo.
-Fondo de pátera de aigillata hispáni ca con marca incompleta. Se lee EX., seguramente EX. OF.
-Siete fragmentos de sigillata hispánic.a sin forma determinable.
- Fragmento d e gran plato de borde plano de sigillata
hispánica, de forma Mezquiriz 4/5.
- Fragmento de sigillata cla.ra A, forma Lamboglia l
- Fragmento de sigilla ta clara A, forma Lambogl.ia 2.
- Fragmento de sigillata clara A, forma Lamboglia 2C.
- Fragmento de sigillata clara A, forma Lambo·
glia lOA.
-Dos fragmen tos de sigiJJata clara A sin forma determinada.
- Fragmento de borde de sigillata clara B con decoración de ruedecilla.
- Fragmento de sigillat.a hispánica lisa, forma de paredes curvas no determinada, con la marca del alfarero AGILIA NI, que se encuentra también en M~rida (ver Mezqufri z, I , t5 y 16+, JI, 8), en la Serreta de Alcoy y en Sagunto.
Yadmienlo: 1'Alter.
Término Murúcipal: Xilxes.
ViUa romana situada en el Alte r, j unto al camino
viejo del Mas de Xilxes, al lado de El Sequer.
Durante los trabajos agrícolas apareci6 una esta·
tuilla en bronce de Mercurio, de cuerpo entero d esnudo con sandalias pero sin caduceo. En su lugar llev aba
una bolsa de cuero en la mano derecha. Mide
21,26 ero. de alto por 9,5 de ancho.
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Fig. 2.- 1 a 4: V"f~!YU (Ndt¡utra). 5: MWII4fr}'IZ RDdaM (Petris). 6 a 9 y 21: Caste// /Ú Sagum. JO a 13: Ertlo dJs M~os (~ldaia). U :
PltJv,J IÚ la &in4 (Valenda). 15 a 18: Castellar IÚ Mtca (A)'
-4-16
[page-n-427]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
BihlúJgrafta:
T . Unuu...A (1968): cEl m ercurio de C hilches. Bronce
romano de excepción•. Boútln di 14 Sociedad CasttJJonense di CuUrua, tomo XLIVm, cuaderno I, Castellón, pp. 20-36.
MaJeriiJJ art¡u.etJMgico:
- Un fragmento de lucerna romana de disco.
- Un fragmento de aigillata hiapinica de forma
Drag. 30, decorado con puntas de flecha.
-Un fragmento de aigillata biapinica de forma
Drag. 37 con decoración de gra11des círculos ondulados,
cuentas y pajaritos dentro de los círculos. La decoración parece del estilo del taller de Bronchales (Teruel).
- Un fragmento de sigillata hispinica de forma
Drag. 29 decorado con puntas de flecha y llneaa onduladaa
separando moti vos vegetales verticalca.
-Un fragmento de silgillata bispinica con decoración
floral.
- 'frc:s fragmentos de pica de copa~ de aigillata hispánica.
-Dos fragmentos de fondos de copa con grafitos.
-Un fragmento de aigillata hispánica de forma
Drag. 24-25.
-Cinco fragmentos de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 29.
-Un fragmento de sigillata sud-gálica con decoración
floral .
-Un fondo de copa de sigillata sud-gálica con marca
rota ilegible.
-Un fragmento de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 18.
-Un fragmento de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 24/25.
- Un fragmento de tapadera de sigillata clara A.
- Dos fragmentos de sigillata clara D.
- Dos fragmentos de vaaitos de paredes fmaa sin barniz,
decorados con ruedecilla.
-Un fondo de lucerna con marca OVN.BTI.
Yacimitnlo: Cim del Cap Blanc.
Término Muni&ipal: O nda.
Poblado ibérico-romano con cerámicas tcind[genas
tardías.. que aparecen junto a las cerámicaa sigillatas.
Com o la s igillata se encuentra solame nte en un área
reducida del poblado, podría tratarse de una guarnición militar romana. La c ronología aproximada está
entre 50 d.C . y 250 d.C.
Bihlicgrafta:
J.M.
Do~AT! (1972): .Dolos para 14 Historia di V'úlareal.
Ayuntamiento de Villareal, pp. 91-95.
Makrial aTqu.etJMgico:
- Frapento de aigillata hiapinica de forma Drag. 37
con decoración de círculos con figura animal muy borrosa en
su interior (caballo o ciervo ?) corriendo.
-Fragmento de aigillata hiapáJ:I ica de fo rma
Drag. 15/17.
- Fragmento de aigillata hispánica de forma indetermi·
nada, posiblemente un olpe o botella, con arranque del asa
y sin barniz interior.
- Fragmento de cuenco de aigillata hispinica con la
marca del alfarero OF.SENTI. El mismo aparece en La
Graufescnque fechado en ~poca de Tiberio. Sobre aigillata
hispánica se encuentra tambitn esta marca en Sagu.nto y en
Monaatil (Eida). Mezquíriz no lo cita. Tambitn hay estampiUu suyas en Banasa y Lixus (Mweos de Rabat y Tinger).
LOS SERRANOS
Yacimitnlo: Cerro Partido.
Tfrmino Municipal: Pe dralba.
El yaci.m ie nto se asienta en la cima de un cerro
que está dividido en dos cumbres. S e conse rvan restos
de la muralla y hay indicios de la existencia de una segunda lfnea de muralla exterior. Se conserva también
parte de una torre c uadrangular. En la superficie aparecen restos arqueológicos de la Edad del Bronce, ibéricos y otros, seguramente de época romana re publica·
na, con cerámica ibérica decorada y campaniense.
Bihlicgrojfa:
E. Pu (1972): .Actividades del S.I.P. y su Museo e nt re los años 1966-70». A.P.L. , Xlll.
M . Gu.-MASCAuu. (1971): YacimitnJcs ihéricQs de 14 región
vaJeneiaM: estudw de pob/anUenJo. Tesis doctoral, Uni-
J.V.
versidad de Valencia, p. 218.
MA!n1NP.z P eRoNA (1975): ..carta Arqueológi ca de
Pedralba y Bugar ra». A.. P. L . , XIV, Valencia,
p. 180.
Maúrial arqtuOMgico:
-Dos fragmentos de cerámica ib~rica pintada con decoración gcom~trica.
-Una vuija fragmentada, que se puede reconstruir, de
cerámica roj a muy fina y sin barniz (fig. 1, n.0 9; lám. 1, 2).
Presenta decoración estampada de palmetu y ruedecilla. La
decoración es semejante a la de un plato de sigillata gris encontrado en Sinarcas (fig. 2, n.0 19). El tipo de palmetu, flllo
y de pequeño tamaño parece imitar hu palmetaa de la campaniense A o de los tipos más antiguos de campaniense B.
Puede tratarse de una imitación local de la decoración campaniense, pero por el estampado en la parte externa del vaso
podrla tambito ser máJ tardía. De cualquier forma se trata
de un vaso adpico.
Yaciminrlo: Caaica del Ajo.
TlrmiM Municipal: Domeño.
Sin ficha ni bibliograffa.
MaJeriaJ arqu.etJ/Igico:
-18 fragmentos de cerámica romana común o de cocina
sin forma determinable.
-Una tfgula romana.
YtJ&imi4nJo: Vil.lupardo.
Tfrmino Municipal: Higueruelas.
4-17
[page-n-428]
C. MARTÍN
El yacimiento está situado en eJ Alto de Villarpardo, mide 100 m. de largo por 22 m. de ancho y se distinguen los muros de algunas habitaciones. En la superficie se encuentra abundante cerámica ibérica y
romana. A unos 500 m. del poblado, se identificó un
horno de cerámica de forma ovalada, formado por una
cámara central y diez laterales.
Bih/iograf/4:
V. LLATAS Bu&oos (1957): •Carta arqueológica de Villar
del Arzobispo y su comarca•. A . P. L., VI,
pp. 172-173.
MalMio.J arq~MoMgi&o:
- Un
-Un
-Un
- Un
fragmento de aigillata hispánica.
fragmento de sigillata estampada gris.
fragmen to de cerámica ibér ica pintada.
ladrillo romano romboi.dal para pavimento.
YtUimienlo : Cutillarejo.
Término Municipal: Villar del Arzobispo.
Situado a un kilómetro de Villar del Arzobispo, en
dirección W., exisúan restos de fortificaciones y muros
d e habitaciones con cerámicas ibéricas en la superficie.
Bihliografo:
V. LLATAS BuRGOS (1948): "Estaciones prehistóricas,
ibéricas, romanas y árabes del término murucipal
de Villar del Arzobispo y colindantes-. Sai11Jb1~ VI,
año VIII, Enero-Marzo, n.0 28, p. 148.
MalMio.J arqueoMgi&o:
-Un fragmento de campaniense B, sin forma determinable.
- Varios fragmentos de cerámi.ca ibérica sin decoración
geométrica.
YacimUn!o: Pozuelo.
Tlrmino Municipal: Chulílla.
Sin ficha ni bibüograffa.
MaJerial arqueoldgi.«J:
-Cuatro fragmentos de sigillata hispánica lisa sin forma determinable.
- Un •pondus• de cerámica.
ALTO PALANCIA
Ya&imienJ.o: Peña de lu Majada• o Paso del Toro.
Tlrmino Municipal: Beg{s.
Poblado ibérico situado en las inmediaciones del
caserío del Molinar, cercano al nacimiento del rfo Palancia. Se halla protegido por los barrancos d e Taconar
y Agualobos. Fueron encon tradas cerámicas de la
Edad del Bronce e i~ricas. En los alrededores se encontraron también lápidas romanas, fortificaciones y
reatos de un posible acueducto romano.
418
Bihli4grajla:
ALCÁCM (1947): ...Exploraciones arqueológicas en
Beg{s, Caatell6n•. Trabajos Ji2rios áeJ S. l. P., n. 0 10,
pp. 45-46.
l . SAurON (1978): ,.EJ poblado ibérico de la Peña de
las Majadas (El Toro, Caste116n de la Plana)•.
A.P. L., XV, pp. 177-190.
MatniaJ arqueoMgi&o:
J.
Las cerámicas que a continuación describimos fueron
colectadas en diferentes puntos de los alrededores de Begfs
y del yacimiento ibérico citado.
Paso del Toro:
-Un fragmento de sigillata sud-gálica, de forma
Drag. 29 con decoración de •lenguas• y perlitas (fig. 1,
n.0 13).
-Un fragmento de umita de paredes finas, tipo •cáscara de huevo•.
-Varios fragmentos de sigiUata clara A, sin forma d eterminable.
-Un fondo de ánfora romana.
Cerro de Alcaid6n:
-Un fragmento de cuenco de paredes fmas sin barniz
(fig. 1, n.0 10).
-Un fragmen to de cerámica gris con cstrlas.
- Un fragmento de sigiUata clara A, de forma Lamboglia 36, (fig. 1, n .o 11).
- Un fragmento de sigiUata clara D , de forma Lamboglia 35 con ruedecilla en el borde (fig. 1, n.0 12).
El Thrco, Los Pérez:
- Cuatro fragmentos de sigillata sud-gálica lisa, uno
con marca ilegible, pertenecientes a copas de pequeño tamaño, de forma Drag. 24/25 ó 27 (fig. t, n.0 14 y 15).
-Un fragmento de aigiUata hispánica sin forma detcrmi.nable.
-Un fragmento de aigillata clara C, sin forma determinable.
O livera! de la Iglesia, zona de sepulturas:
-Cerámica romana común o de cocina y escoria de fundición.
-Un fragmento de sigillata hiapánicaJisa, sin forma determinable.
YaeiminriD: Poblado de Altomira.
TlrrrUno municipal: Segorbe.
Sin ficha ni bibliografla.
MJJúrial arqueológico:
-Un fragmento de campaniense B.
-Varios fragm entos de cerámica i~rica pintada.
-Un •pondus,. de cermica.
-Un fragmento de vasija común enriado, de forma Vegas 7 (fig. 1, n.0 17).
[page-n-429]
MATERIALES ROMANOS DEL M USEO DE PRBHJSTORJA DE VALENCIA
- Un fragmento de vasija común de forma 24-/25 de la
sigillata clara D (fig. 1, n .0 18).
- Un fragmento de "doliuDl>t (fig. 1, n.o 19).
Yaciminlkl: M asía d e loe Toroa.
Tlrmino Mtmit:ipal: Teresa.
Sin ficha ni bibliografia.
Matlrial arqueoMgiaJ:
-Un fragmento de sigillata aretina, de fon:oa
Drag. 15/17 {fig. l, n.0 16).
-Fragmentos de t~gulas.
CAMP DE TÚRIA
Yacimienkl: Barranc: d e P orxioo1.
Tlrmino M.unüipal: Riba-roja de Túria.
Varios fragmentos de sigillata hispoinica sin fonna
determinada.
YacimünJ.o: Caadla d e Peons Caminen.
Tlrmino Municipal: Pobla de Vallbona.
Yacimiento romano situado en un campo de naranjos. Se observan restos de construcciones y muros
semienterrados. Las cerámicas aparecen muy dispersas
seguramente por las labores agrfcolas. Se trata de los
restos de una villa rústica altoimperial, reocupada en
época más tardía. Se fecha entre fmales del siglo J y
o d .C.
Bibliopajfa:
E. PlNCARRÓN (1981): Estnu:turas tÚ poblamien/Q rural romano ITIJrt 1M rf4s Magro y PIÚIJri&ÍIJ. Tesis de Licenciatura, U Diversidad de Valencia.
MmeriiJl arqueoMgi&o:
-Cuatro fragmentos del mi3mo vaso de aigillata hispánica de forma Drag. 29 en el que se aprecia una pequeña
parte de la decoración, formada por una cenefa horizontal
de ~talos o finas hojitas, Uneas onduladas y puntas de Oe·
cha, seguramente motivos de separación de metopas (fig. 1,
n.0 20).
- Un fragmento de sigilla.t a hiapánica sin forma determinable.
- Un fragmento de cerámica romana común, semejante
a la forma de Lamboglia 24/25 para la sigillau. clara D
(fig. 1, o .0 21).
- Un pondu3 de barro.
- Un ladrillo romboidal de pavimento.
.l&&imlenlo: C aatellct d e Bernab~
Tlrmino Municipal: Llíria.
Cerro situado al norte de Casinos sobre el que se
asienta un poblado ibérico de forma rectangular de pequeñas proporciones, construido a fmes del siglo v o
principios del vt a .C. En los campos de los alrededores
existen re3tos romanos de ~poca republicana como restos de muros y cerámicas.
Bibliograjfa:
(194-7): .c.Exploraciones arqueológicas en
CasinoSJt. T.V. del S. l . P., n. 0 10, Valencia, p. 65.
M . GrL
-MASCAJUU.. (1971): Yacimien/M ihlrim tk la regibn
oalm&i4no: estu.dUJ tk poblamien/Q. T.I-Il, Tesis Doctoral, Universidad de Valencia, p. 228.
H. BoNET (1978): !Ucinlcs y .fortif~ en la Edetama y
Contestania. Tesis de Licenciatura, Universidad de
Valencia, p. 43.
P. GutJUN (1987): •El poblado de Castillico de Bernabé. Informe preliminano. XIX C.N..d . de Castellón.
MaJerial arqiUOiógiaJ:
- Varios fragmentos de campaniense 8 :tin forma deterD.
FLBTCHI!R
minable.
-Varios fragmentos de cerámica ibbica pintada con
motivos geom~tricos.
Yacimlinlo: Cova del Cavall.
Tfrmino Mwridpal: Llúia.
Cueva situada eo el monte Buitreras, detrás del
Tossal de Sant Miquel de Ll{ria. Los restos arqueológicos colectados indicaron una ocupación del Bronce Final al Hierro Antiguo (s. vn a.C.).
Bibliopafta:
l. BAt.t.tlSTIIR (1949): lA laóor túl S.l .P. y su Museo en /Qs
años 1940-48. Valencia, p. 131.
J. DoNA.T y F. GASC6 (1963): • La Cova del CavaJl de
LHria (Valenda)•. A . P.L ., X , Valencia,
pp. 227-252.
C. MATA (1978): «La Cova del Cava!! y unos enterramientos en urna de Liria (Valencia)•. A.. P. L ., XV,
Valencia, pp. 113-136.
Mallrial arqutológi«J:
-Un fragmento de sigillata sud-gálica.
-Varios fragmentos de cerámica romana común.
- Varios fragmentos de ecrámka indígena.
Yacimúnto: Partida d eh C lob ( Ra•c:anya).
Tlrmino Municipal: Llúia.
Campo si tuado al E. de Llb-ia.
Bihliogrojfa:
G. MAxrfN y M . Gu.-MASOAJW.L (1969): ..La romanización en el campo de Liria.o.. Papeles dd LaboraJorio tú
A,.qiUOwgfa tk Valencia, n. 0 7, Universidad de Valencia, pp. 23-24.
MattriiJits arqueológicos:
-Varios fragmentos de campaniense A tardía.
- Varios fragmentos de cerámica i~rica pintada con
motivos geom~tricos.
-Un fondo de ánfora.
Yacimlenlo: Cova Forad ada.
TlrmiM MU11i&ipal: Uíria.
Poblado situado en la cumbre de un cerro alto y
abrupto, junto a la rambla Castellarda en su conflueo4-19
[page-n-430]
G. MART1N
cia con la rambla de Artaj, al SW de Monravana. Los
materiales colectados reflejan ocupación desde la Edad
del Bronce hasta el Bajo Imperio.
Bihliografo:
D. Furn:tu!R (1947): «Exploraciones arqueológicas en
Casinos». T.Y. tkJ S.I.P., n. 0 10, Valencia, p. 83.
M. G •t.-MASCARELL (1970): "El poblado ibérico de la
Cova Foradada». P. L. A. V., 10, Valencia, p. 91.
M . Gn.-MASCARELI. (1971): Yacimientos iblri&os d4 la regi4n
valnrcil:miJ: estuditJ d4 poblamiento. Tesis doctoral, Universidad de Vale,ncia, p. 237.
H. BoNBT (1978): &cintos y fortifuacümes en la Edetania y
C
E. PJNc.t.uóN (1981): Estructuras de poblamimlo rural romano enlrt los dos Magro y PabJ.n&ia. Tesis _de Licenciatura, Universidad de Valencia.
Material arqutoMgico:
-28 fragmenten de campauiense B.
- Varios fragmentos de cerámica decorada y lisa.
Yacimiento: Monravana.
Término Muni&ipai: Llíria.
Poblado ibérico situado en el lado septentrional de
un cerro, ocupando un área de 7.000 a 9.000 m 2 • Se
conserva la muralla con dos entradas pero las estructuras internas y la superficie están mal conservadas por
la acción de los visitantes clandestinos. El material arqueológico recuperado presenta un horizonte similar al
P,Oblado de Sant Miquel de Llú:ia. El poblado fue destruido a principios del siglo u a.C. En los campos cultivados de los alrededores se encuentran cerámicas y
otros materiales romanos.
BihlitJgrafo:
D. Ft.t:TCFII!R (1940): «El poblado ibérico de la Mooravana (Uíria)». A.E.A. , 41, Madrid, p. 131.
D. FLBmHBR (1947): •Exploraciones arqueológicas en
Casinos». T.V. d4l S.l. P., 10, Valencia, p. 83.
E . PLA (1960): •Actividades del Servicio de Investigación Prehistórica (1956-1960)». A .P.L., IX, Valencia. p. 219.
M. Ga.-MAsCARY.I.t (1971): Yacimientos ihlri&os d4 la región
oalen&iana: estudio de poblamiento. Tesis doctoral, Universidad de Valencia, p. 230.
H. BoNET (1978): &cintos y fortifoacúmes en la Edetan.ia y
Contestania. 'll:sis de Licenciatura, Universidad de
Valencia.
J. ArAJUCJO, J. SAN V AWlO y J.V. MAKI'ÍNEZ PSRONA
(1983): «Actividades arqueológicas desde 1979 has·
ta 1982». ~ria I1, p. 289.
Materiales arqu.eoMgi&os:
-Varios fragmentos de campaniense B y gran cantidad
de fragmentos de cerámica ib6rica.
Yadmimlo: Vinye•.
Término Muni&ipaJ: Naquera.
420
Yacimiento situado sobre un montículo al norte de
la población, junto al camino del Salt. Además de las
cerámicas que a continuación relacionamos, consta, en
la ficha del S.I.P., que se colectaron ceramicas campanienses, cerámica ibérica, sigillata aretina lisa y dos
piezas de bronce, una de las cuales es una espátula.
BihlitJgrafía:
M . Ga.-MASCAJW.L (1971): Yacimüntos iblri&os d4 la región
valerJ.Ciallll: estuditJ de poblamimto. Tesis Doctoral, Universidad de Valencia. p. 327.
.MaJerial arqueol/gico:
- Un fragmento de campani:ense .B de forma indeterminable.
-Un fragmento de pátera de sigillata aretina, de forma
Drag. 17-A (fig. 2, n.O 1).
- Dos fragmentos del mismo vaso de sigillata aretina de
form.a Drag. 30 con decoraci6n vegetal. Debe tratarse de una
pieza ya tardla pues la forma Dragendorff 30 no aparece entre la aretina decorada antigua (fig. 2, n.0 2).
- Dos fragmentos do fondo de vaso de sigillata aretina,
forma tardía de la Drag. 15/17. Ob~rvese el cuarto d e circulo
poco marcado y el pie redondeado (fig. 2, n.0 3).
- Un fragmento de vasija de cerámica común romana
de • fondo est riado•.
- Un borde de ánfora romana (fig. 2, n.0 4).
- Varias asas de ánforas romanas.
-Varios fragmentos de cerámica ibérica sin decoración.
Ya&imimto: Valen cia la Vella.
TérminJJ Municipal: Riba-roja de Túria.
El yacimiento está situado en un montículo entre
el barranco del Pons y el río Turia. Quedan restos de
un edificio rectangular de época romana.
Biblicgrajía:
D. FLBTCm R (1953, 1979, 1980, 1982): La labor del S.l .P.
y su Museo en el paso.dc año 19521 1978, 19791 1980. Valencia.
Materiales arqueoMgi&os:
- Un fragmento de sigillata sud·gálica sin forma determinable.
-27 fragmentos de cerámica romana común.
-4 fragmentos de vidrio romano.
-4 fragmentos de cerámica morisca ind11a.
CAMP D E MORVEDRE
Yacimiento : M untanya Rodana.
Término Municipal: Petrés.
Al pie de la falda N. de la montaña, en un barranco del término de Petrés, se encontraron cerámicas ibé,ricas y siete pesas de telar de barro. Cerca de la «Sequia Major» se encuentran también fragmentos de
«doliae», tégulas, ánforas y sigillata.
Bibliografía:
E. LLOliRWAT (1972): «La colección Andrés Monzó No-
[page-n-431]
MATERIALES RO MANOS DEL M USEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
gués (materiales para el estudio del poblamiento
antiguo de la provincia d e Valencia)•.
A.P.L. Xlll, pp. 55-80.
A. M ONZÓ Noouts (1946): ocNotas arqueológicas prehistóricas del agro saguntino... An.a/a dtl (],nJro tú
Cu/Jura ValnJciaM, XIV, Valencia, pp. 58-81.
M . Gu.-M.uc.u.llu. y C. AR.ANr.cur (1977): •El poblamiento prehist6rico del bajo Palancia.. Saguntwn, XII, pp. 191-226.
MaJerW arqutológiaJ:
-Un monero romano con venedcro (fig. 2, n.0 5).
Yaeimienlo: lledona.
TlnrúM Muniápal: Albalat deis Tarongers.
Sin ficha ni bibliografia.
MatnWl art¡uPJlógiaJ:
-Uo fragmento de aigiUata bisp{nica sin forma deter-
minable.
Yaeinuenlo: Muntanya Rcdona.
TmnÚUJ Muni&ipal: Albalat deis Tarongers.
Poblado conocido también con el nombre de Montalt. Las prospecciones realizadas proporcionaron cerámica de la Edad del Bron ce, ibéricas sin decoración
y terras sigillatas varias. Afloraban algunos restos de
muros.
BihliDgrafla:
A. M oNzó N ocuAs (1946): •Notas arqueológicas prehistóricas del agro saguntino•. Anaits dtl Ccúro de
Cu/Jura ValnJciaM, XIV, Valencia, pp. 58-81.
E. L LOBRP.CAT (1972): • La colección Andrés M onzó Nogués (materiales para el estudio del poblamiento
anti guo de la provincia de Valencia),..
A .P.L., XIII, Valencia, pp. 55-80.
M . Gu.. -MA~RilLL y c. AAANP.CUI (1977): ocE) pob lamiento preh istórico del bajo Palancia.... Saguntum, xn, pp. 191-226.
YaeitrUenlo: Montfbcr.
Tirmirw MurridpaJ: Sagunt.
En el macizo montañoso demoninado M ontfber,
al N. del tramo fmal del Palancia, fueron encontrados
diez. hornos cerámicos, varios lugares con cerámica ibérica y restos romanos.
Bihliografta:
A. M oNzó NoouAs (1946): •Notas arqueológicas prehistóricas del agro sagunt ino ... An.a/a del CenJro de
Cu/Jura ValnJciana, XIV, Valencia, pp. 58-81.
M . GrL-MASC.\Jtm.L y C. AltANr.cur (1977): •El poblam iento prehistórico del bajo Palancia.... Saguntum, xn. pp. 191-226.
Matnial arqueológi&o:
-Un fragmento de sigiUata hispánica de forma Dragend orfT 1
8.
-1belas de mosaico de mármol blanco y de pasta vítrea
de color verde y azul.
Yacimimlo: El Cutell.
Tlnnino Muni&ipal: Sagunt.
El Castillo de Sagunto se asienta sobre un cerro
del macizo de la Calderona. Forma una meseta de un
km. de extensión defendida por fuertes escarpes. Sobre
la meseta y en las laderas existen restos de construcciones ibéricas, romanas y medievales. La muralla de origen ibérica ha sido muy reconstruida y reutilizada en
diversas épocas, as{ com o todo el paramento que rodea
la meseta. En la parte alta de la población, subiendo
hacia el Castillo, se encuentra el teatro romano, con
una cronología de 15 d .C. a fmales de la dina.s úa j ulioCiaudia. En las excavaciones realizadas entre 1984-89
se han exhumado los restos del foro romano y numerosos restos de edificios (templo, basOica y otros).
Bihlwgrafta:
G. MA RTfN (1961): ..Terra sigiJiata d e Sagunto ...
VII Congmo Naeilmal de Arqrut~IIJg{a, Barcelona.
G. MAmN (1961): TITTa sigülaJ4 hispánica de &gwrlo. Separatum r ei cretariae romanae favtorvm. Zuricb.
M . GrL-MASCARW. y C . AAAI'IEGUt (1977): •El poblamiento prehistórico del bajo Palancia... Saguntum, XTI, Valencia, pp. 191-226.
C. AltAHwur (1988): •Sagunt». Mnnbú.r Arqueo/Qgique¡ a
la C011Wnit.al Valenciana, 1981-85. Generalitat Valenciana, ConseUeria de Cultura, Educació i Ciencia
E. HtRNÁNl>EZ y C. ARAmcur (1989): •Estudio de las fases constructivas del foro d e Sagunto•. Horne111Uge
A. Chabrtt (1888-1988), Generalitat Valenciana,
Conselleria de C ultura, Educaci6 i Ciencia.
Maln-Wl arqrut~ló
giaJ:
-Dos fragmentoa de campanie.nse B sin forma determinable.
-Un fragmento de pie de pátera de sigillata arctina con
d ecoración de ruedecilla (fig. 2, n .o 6).
-Dos fragmentos de sigiUata aretina (Cig. 2, n.0 7).
-Dos fragmentos de aigillata sud-gálica sin forma determinable.
-Dos fragmentos de bordes de sigillata hispánica
(fig. 2, n.0 8, 9).
-Dos fragmentoa de sigillata hispánica sin forma determinable.
-Un fragmento d e sigilJata hi1pá.nica de forma
Drag. 37.
-Un fragmento de sigillata b isp{niea de forma
Drag. 37 tardía, con decoraci6n de ovas (fig. 2, n. 0 21).
-Siete fragmentos de cerámica ib~riea con decoración
geom~trica.
- Un fragmento de cerámica gris i~rica.
Lado Sur del C astillo:
-Un fragmento de borde de •igiUata aretina.
-Un fragmento de sigillata aud·g~ica de forma
Drag. 15/17.
-Varios fragmentos de sigillata sud-gálica e hispánica.
-Varios fragmentos de cerámica ibúica pintada.
421
[page-n-432]
G. MARTÍN
L'HORTA
YacimienJo: Enta dela Moros.
Tlrmino Municipal: Aldaia.
Villa romana totalmente destruida al realizarse
trabajos agrícolas con tractor asf como una pequeña
necrópolis también romana. Los materiales colectados
fueron fechados en el siglo m d.C.
Bwliografo.:
E. PLA (1966): •Actividades del S.I.P. (1961-65)...
~.P.L. , XI, pp. 275-328.
D. Fwrro.Hl!ll (1966): La labor del S.I.P. y su Muuo en el
pasado añlJ 1962. Valencia, p. 14.
Maürid arqueoMgi&o:
-Un fragmento de sigillata clara A de forma Lamboglia 10B.
-Dos fragmenJos de sigillata clara A de forma indeter·
minable.
-Un fragmento de cerámica común de •borde aplicado• (fig. 2, n .0 10).
-'fres fragmentos de cerámica común romana de tipo
•borde ahumado• (fig. 2, n.0 11 a 13).
-Un fragmento de estuco de color amarillo-ocre.
MaJeriaJ arqueológi&o:
-Un fragmento de sigillata hispánica decorada de forma Drag. 37.
- Dos fragmentos de sigillata hispánica de forma inde·
terminable.
- Un fragmento de sigillata clara A de forma Lambogüa 10 ..a strice•.
-Un fragmento de cerámica romana com.ó n tipo de
«borde aplicado •.
- Un fragmento de vasija grande de cerámica romana
común.
Yacimiento: Masía de Foreaoa.
Tbmitw Municipal: Pic.a ssent.
En la ficha del S.I.P. consta el hallazgo de un fr.ag·
mento de mosaico de 2 m 2 , formado por losetas de
barro cocido. U na de las losetas se guarda en el S.I.P.
Sin Bibliografía.
VALLE DE COFRENTES
YacimienJo: Castellar de Meca.
Tlrmirw Mu.ni&ipal: Ayora.
Mzmniento: Pla~a de la Reina
Término Municipal: Valencia.
Excavaciones realizadas en 1966-68, por el Departamento de Arqueología de la Universidad de Valen·
cia. Se excavó en la parte N. de la plaza, entre la puer·
ta barroca de la Catedral y la desaparecida ca11e de la
Puñalerfa. Las estructuras ro. anas estaban en gran
m
parte destruidas por las construcciones del periodo islámico. Se colectaron grandes cantidades de cerámica
romana e ibérica con cronologías a partir del siglo I1
a.C.
Bibli.ograftq.:
M. T ...suuollu, (1969): • Noticia de las recientes excavaciones del Laboratorio de Arqueolog(a de la Uni·
versidad de Valencia». X C.N .A. (MaMn, 1967),
Zaragoza, pp. 183-186.
G. MART1N (1974): •Cerámicas campaniemes de Va·
lencia, Pollentia y Albintimilium». VI Symposium tk
Prmi.rtoria Peninst.úar. PP· 321-358.
Malerial arqueoMgi&o:
Poblado fortificado y limitado por abruptos escar·
pes que impiden el acceso por todos sus lados menos
por el Norte, donde se localiza un gran lienzo de mura·
lla. Está situado en el Monte Mugrón, en el Hmite entre las provincias de Albacete y Valencia. De las tres
puertas de acceso, la NE da entrada al monumental camino excavado en la roca, en el que en algunos puntos,
se observan las marcas de las ruedas de carros. U na
parte del poblado está excavado en la roca. Los restos
arqueológicos corresponden desde la Edad del Bronce
a la medieval.
Bihliograftq.:
M. G JL·MAscwu:u (1971): Yacimunlbs ihbicos tk !IJ región
vaim&iaM: estudio tk pob!IJmunJo. Tesis Doctoral, Uoi·
versidad de Valencia, pp. 468-477 .
E. Pu (1972): «Actividades del S.I.P. (1966·1970)».
A.P.L., XIII, pp. 331-332.
S. B RoNo...No (1986): El Castdlar tk MeC4 (Ayora) . Exc.
Arq. en Esp., n.o 147, Madrid.
Maleriai arqueoMgico:
- Una lucerna de disco; pasta color ocre sin barniz
(fig. 2, n.0 14).
-Procedente de una p rospección realizada por Domingo Fletcher y Enrique: Pla:
-Un fragtX~eoto de caropaniense A sin forma determinable.
-Un fragmento de campanieoae B de forma Lam·
boglia 21.
- Un fragmento de campanierue B sin forma determinable.
-Dos fragmentos de sigillata hispánica de forma
D rag. 8 .
- Dos fragmentos de sigíllata hispánica de form.a
Drag. 15/17 .
Yaeimiento: Paretetes dels Moros.
Tlrmirw Muni&ipal: Monteada.
Restos de una gran villa romana.
Bihli.ografta:
D. FurrcHu (1956): «Monteada (Valencia). Barranc de
Carraixet». Noti&illritJ Arquu>lógico Hispá.ni&o, lll-IV,
1954-55, Madrid, pp. 259, Not. n. 0 849.
E. P L" (1957): «Actividades del S.I.P. (1946· 55)•.
A.P.L. , VI, Valencia, p. 187.
422
[page-n-433]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
-Cuatro fragmentos de sigillata hispánica sin forma determinable.
- Dos fragmentos de sigillata clara A sin forma determinable.
-Dos fragmentos de sigillata clara A de forma Lamboglia JO •a stricc> (fig. 2, n.o 15 y 16).
-Un fragmento de sigillata clara C de forma Lamboglia 40 (fig. 2, n.0 17).
- Varios fragmentos de sigillata clara C ain forma determinable.
-Un fragmento de sigillata clara D de forma Lambog.lia 24/25 (fig. 2, n. 0 18).
- Dos fragmen1os de sigillaia clara O ain forma determinable.
-Varios fragmentos de cerámjca ibérica pintada con motivos geom~tricos y vegetales.
ALTIPLANO DE REQUENA- UTIEL
Yadmiml.o: Casa Zapata.
Tlrmiw Municipal: V illargordo del Cabriel.
'Thrreno situado a unos 600 m. al S-SE de la finca
CaJ!a Zapata, con terrenos de cultivo. Se han encontrado cerámicas ibéricas tardías, restos de construcciones
y una lápida funeraria de caliza blanca. Cronología de
los siglos r.u d.C.
BiblüJgrajfa:
E. PLA (1967): ..Actividades del Servicio de Investigación Prehistórica (1956-1960)•. A.P.L., XI, Valencia, p. 299.
E. PaNCARRÓN (1981): Estructuras dl pobfl1.múnJo rural romano tnlrt ÚJr rior Magro y Palan&ia. Tesis de Licenciatura, Universidad de Valencia, pp. 349-354.
j .M . M ARTÍNIIZ GARCIA (1982): Carta arqueológica dl Utilly
ru como.rca. Tesis de Licenciatura, Universidad de
Valencia, pp. 215-217.
MaJerial arqutológico:
Colectado a la vez que la itucripci6n depositada en el
MUJeo del S.l.P a IVNIA ANTIQUA:
-Un fragmento de sigillata sud-gálica con marca ilegible.
-Un fragmento de sigillata sud-gálica «marmorata. de
forma Drag. 15/17.
-Un fragmento de sigillala hispánica con decoración de
clrculos condntricos.
-Cinco fragmentos de sigillata hispánica liaa sin forma
determinable.
- Un fragmento de cerámica vidriada verde romana.
- Un fragmento de sigillata clara A de tipo tardío.
-'Irea fragmentos de estuco rojo de revestimiento de paredes.
Yadmiml.o: Cerro de San Cristóbal.
Ttrmino Municipal: Sinarcas.
Poblado ibérico situado en un cerro de la planicie
de Sinarcas, a unos 2 Km. de la población. En la falda
del cerro se encuentran restos de construcciones romanas y fragmentos de mosaico. La cronología del peñodo ibérico no está fij ada. La romanización Uega hasta
el siglo v d.C.
BibüograjÚJ:
M . GLL-MASCA~u. (1971): Yadmien/M ibéricos dl fl1. regiQn
oalnu:iaM: estudiiJ dl poblamieniD. Teais Doctoral, Universidad de Valencia, p. 403.
E. PrNOAJtll.óN (1981): Estructuras dl poblamimkJ rural rumano entrt ÚJs rúJr Magro y Palanda. 'Thsis de Licenciatura, Universidad de Valencia, p. 283.
E. PALOMAIUIS (1981): SinarcJJS. Gto-hiswria, fo/J:/JJrt, ltnguaje y wprmlmia. Valencia, p. 19.
J. M. M AATfN!Z Guc{A (1982): Carta arqueológica dl Utitl y
su c1J1111lrca. Tesis de Licenciatura, Universidad de
Valencia.
MaUrial arqaudógico:
-Un fragmento de sigillata estampada gris con dibujo
geométrico (fig. 2, n.0 19).
- Un fragmento de cerámica ibérica con decoración de
círculos condntricos.
~ : Cerro de la Peladilla.
Tbmitw Municipal: Fuenterrobles.
Poblado ibérico situado en la sierra de la Bicuerca,
en un cerro alargado de 80 m. de altura sobre el llano.
Cronología de la Edad del Bronce e ibérica.
Bibliografía:
E. PLA (1966): ..Actividades del S.I.P. (1961-1965)•.
A.P.L., XI p. 293.
D. FL.Y.TCW:R (1966): La 14hor dtl S.J.P. J su Museo en el
pasatiJJ año 1962. Valencia, p. 16.
M . GlL-MASCAIU:LL (1971): Yaeimilnws ibéricos dl fl1. rtgión
valtn&iaM: estudw dl poblamilnw. Tesis Doctoral, Universidad de Valenci.a, p. 405.
J. M. MARTfNttz GARCIA (1982): Carta arqueológica dl Utitl y
su como.rca. Tesis de Licenciatura, Universidad de
Valencia, pp. 51-52 y 140-145.
MDJnial art¡UlOiógico:
-Un fragmento de campaniensc A de forma Lamboglia 36.
-Varios fragmentos de cerámica ibérica pintada y sin
pintar.
VINALOPÓ MITJA
Ya&imitnlo: Rambla del Vinalop6.
TirmUIJJ Munidpal: Montfort.
Restos arqueológicos hallados en la margen izquierda de la Rambla del Vinalop6, con construcciones
formadas por grandes Josas apoyadas en postes verticales. Podría tratarse de restos de unas termas.
423
[page-n-434]
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Fig. 3.- 1: Coua Negra 111 M~ra (Gandi4). 2 a 18: Rafolany (Daimú.s) . 19 a 21: Las CambriJ/as (Ciusú). 25: Beninwslem.
424
[page-n-435]
MATERIALES ROMANOS OEL MUSEO DE PIUlHISTORIA DE VALENCIA
Bihlibgrafo:
D.
una
(1952): ..
interesante construcción .a licantina». ll C.NA . (Madrid 1951), Zaragoza,
pp. 171.
E. PLA (1946): «Actividades del S.I.P. (1929-1945)».
A.P.L., II, Valencia, p. 361.
R. BRoroNs jov!R (1941): «Monumento Arqueológico
de Monforte del Cid». Sailt.zbi, o. o 13, Valencia,
FLETCHER
p. 31.
MaJ.erial arqueolQgU:o:
-Un fragroento de campanieme B sin forma determinable.
-Un fragmento de sigillata aretina lisa sin forma determinable.
-Un fragmento de sigillata hispánica con decoración de
drculos muy borrado11.
-Un fragmento de sigWata hispánica lisa sin forma determinable.
- Varios fragmentos de cerámica indfgena hecha a
mano.
- 'fres fragmentos de una misma lucerna romana tardfa.
-Un fragmento de fusayola de barro.
-Un pondos de baJTO.
-Varios fragmentos de sOex.
-Varios fragmentos de cerámica ibérica pintada con decoración geométrica.
LA SAFOR
Yacimiento: Cova de l'Aigua.
TlrminJJ Municipal: Gandia.
Al E. de la Cova del Parpall6, entre ésta y la Cova
del Llop, en una estribación que da al llano de Marxuquera se encuentra la Oova de I'Aigua, utilizada corno
cementerio colectivo en época Eneolítica.
Bihliografo:
J.
V. G mutu y S. Ü LlMI!N'r (1983): Carta aTqueoMgica tk 14 Safor. Instituto de Estudios Comarca-
APAJUCio,
les ..Duque Real Alonso el Viejo», Ayuntamiento
de Gandía, Arqueología, I, p. 191.
Mawial DrqueowgU;o:
-Un fragmento de sigillata hispánica co.n decoración típica de siglo IV, formada por gtandc:4 c(rc\llos (fig. 2,
n.0 20).
17uimimlb: Cova Negra de Marxuquera
Tlrmino Munidpal: Gandia.
Gruta de grandes proporciones (53 m . por 25 m.)
situada en la ladera de la Falconera recayendo hacia la
Marxuquera. Los sondeos realizados demostraron la
existencia de cuatro ocupaciones. Las dos primeras con
cerámicas campanienses sigillatas y l¡¡s inferiores con
materiales del Neolítico y Eneolítico.
J.
Biblibgrafta:
V. G11RJU!.A y S.
APAAIC!0 1
CUMENT
queowgica ik 14 Safor. Instituto de Estudios Comarcales ..Duque Real Aloruo el V iejo.. , Ayuntamiento
de Gandia, Arqueología, 1, p. 191.
Material arqueoMgU:o:
-Dos fragmentos de sigillata hispánica de forma
Drag. 37, con decoración en franjas de círculos cordados, dibujo tosco de molde muy gastado y barniz muy brillante que
salta con facilidad (fig. 3. n.o 1).
-Varios fragroentos de sigillata hispánica sin forma de·
terminable.
-Un fragrocnto de lucerna de voluw.
Yacimiento: Rafalany.
TlrmiTUJ Municipal: Daimús.
Sin ficha ni bibliografia.
MaleriaL arqueoMgU:o:
-Un fragmento de sigiUata hispánica de forma
Drag. 3 7 con decoración de círculos concéntricos de lrnea
cortada. Pie estrecho y bajo correspondiente a formas tudfas
(fíg. 3, n. 0 8).
-Un fragmento de: sigillata hispánica decorada con ruc:decilla, quizás imitación de la forma Lamboliga 23 de Ja sigillata clara A (fig. 3, n. 0 9).
-Un :fragmento de sigillata hispánica de forma
Drag. 37, en el que sólo se aprecia el principio de la decoración de línea vertical ondulada (fig. 3, n. 0 7).
-Cinco fragmentos de sigillata hispánica decorada con
los siguientes motivos: metopas separadas por líneas onduladas y puntas de flecha, dentro de la metopa motivo vegetal
(fig. 3, n. 0 2); metopas separadas por medias lunas y figuras
de animal en el interior (fig. 3, n.0 3); parte delantera de
una leona o un tigre (fig. 3, n. 0 4); líneas onduladas y puntas de flecha (fig. 3, n. 0 5); ovas, con el dibujo poco cuidado
(fig. 3, 0.0 6).
-Nueve fragmentos de sigillata hjspánica sin forma determinable.
-Dos fragmentos de sigillata clara A de forma Lamboglia 10 •a strice• (fig. 3, n.o JO y U).
-Dos fragmentos de sigillata clara A de forma RitterLing 8 (Iig. 3, n. 0 12 y 13).
-Dos fragmentos de sigillat.a clara D de forma Lamboglia 51 y 52 (fig. 3, n.o 14 y 15).
-Siete fragmentos de vasija romana común de fondo estriado.
-Un fragmento de vasija romana eomú.n de borde ahumado (fig. 3, n. 0 16).
-Un fragmento de olla ro.m.ana comein con borde aplicado (fig. 3, n. 0 17).
-Cuello de un ánfo.r a pequeña (fig. 3, n. 0 18).
-Numerosos fragmentos de cerámica romana común.
-Un aro de cerámica para apoyar vasijas para la cocción en el horno.
(1983): Carta ar4-25
[page-n-436]
G. MARTfN
HOYA DE BUÑOL
D.
Yaeiminúo: Lu Cambrillu .
TlrmiM Munit:ipal: Cheste.
Villa romana ubicada, en la actualidad, en unos
campos cultivados de viñedos, en el borde del vallecito
donde se asientan los edificios de la Universidad Laboral. En la superficie existen todavía restos de construcciones, muros de hormigón de un pequeño edificio rectangular, ugulat y cerámicas roma.nas (sigillata
hispánica y clara A y D, fragmentos de ánforas y dolia). U na moneda de Marco Antonio Gordiano P ío.
BibliograjftJ:
(1981): ,Estru&turas de pob14mimW rural romano entre ws rfos Magro y PaiiJru:ia. Tesis de Licenciatura, U n iversidad de Valencia, pp. 158-160.
M.A. V ALL (1966): «Poblamiento prehistórico de la comarca de Cheste~> . ktas del I Congreso de Historia del
Pais V~.
D. Fun:uaP. (1968): lA 14bor del S.I.P. y su Museo m ti
pastuio año 1966. Valencia, p. 75.
P.P. Ruot.ús (1980): lA circulación 11JD11.ttllTÍQ. m IIJs tinTas
valmci.anas duranJ.e 14 anJigiitdad. A.N.E., Barcelona.
MaJerial arqiU()Mpc:
-Un fragmento de sigillata hüpá.nica de forma
Drag. 37 con decoración de círculos cordados y de línea continua, alternados con motivo vertical (fig. 3, n. 0 19).
-Un fragmento de aigillata lúspánica de forma
Drag. 37, decorado con drculo de línea ondulada y figura de
o
una ave en el interior del mismo separado por m. tivo vertical
(fig. 3, n.o 22).
-Dos fragmentos de aigillata hispánica de forma
Drag. 37 (fig. 3, n.0 20 y 21).
-Dos fragmentos de sigíllata hispánica sin forma determinable.
-Un fragmento de sigillata clara ,.Juccntc• decorada
con ruedecilla.
-Un fragmento de cuenco de fondo estriado en cerámica romana común, de forma Vegas 7.
-Un fragmento de cerámica coún romana de «borde
aplicado• (fig. 3, n,0 23).
- Un fragmento de plato de sigillata clara D de forma
Lamboglia 52, con barniz: interior y exterior. Seguramente
se trata de una pieza estampada (fig. 3, n, 0 24).
-Un fondo de ánfora romana.
E.
PtNOAllRóN
CANAL DE NAVARRÉS
~: Lo• Pedreplea.
Tlrmirto Muni&i'Jxú: Navarrés.
El yacimiento está situado en las proximidades de
la Ereta del Pedregal y de las Fuentes, en la zona cen·
tral del canal de Navarres. Se encontraron restos romanos, sigillatas y fragmentos de dolitu. Dos ladrillos rom·
boidales de pavimento romano en el S.l.P.
+26
Bibliograj{a:
(1977): lA IJJhor del S.I.P. y su Mu.sttJ m tl
pastulo año 1976. Valencia, pp. 68-69.
F t..BTCtU!R
RIBERA ALTA
Ya&imimto: La Ca.ftncia.
Tbmirw Muni&ipal: Torta.
Poblado ibérico junto al río Magro al S. de Torís.
Su acceso es düicil con fuerte pendiente y en su interior se observan restos de viviendas, caminos con marcas de carriladas, murallas y una torre. Su cronología
se inicia en el siglo 1v a .C., se romaniza y llega hasta
la Edad Media.
BiblwgrajftJ:
M. Gn.-MASCAIU:U. (1971): YacimienJDs iblriccs de 14 región
O<Únl&iiJNJ: estudiD de poblamiento. Thsis Doctoral, Universidad de Valencia, p. 4-44.
M . Gn.-MASCIJUILL (1975): «Resumen de las excavaciones realizadas en el poblado ibérico de la Carencia
(Tons, Valencia)•. XI1l C.NA., Zaragoza, p. 693.
H. BoNBT (1978): Estudio de /Qs redn.tos y .fortlf~&acWr&es m 14
&úlluli4 y Cortlestonia. Thsis de Licenciatura, Universidad de Valencia, p. 59.
E. PrNOAllllóN (1981): Estructuras de poblamiento nual romano mJrt ltJs rúJs MJ:gro y Palancia. Tesis de Licenciatura, Universidad de Valencia, p. 163.
Material arq~Ut)/Qgieo:
- Dos fragmentos de campaniense B.
-Un fragmento de borde de vasija ibérica.
Yaeiminúo: Benimualem.
Término Munidpal: Benimuslem.
Sin ficha ni bibliograffa.
Material arqiU()Mgüo:
-Un fragmento de plato de 42 cm de diámetro, desigillata estampada gris. Borde plano saliente con decoración de
bastoncitos y cuentas (fig. 3, n.o 25).
RIBERA BAIXA
Yaeiminúo: Alteret d e la Viotivuitena.
TlrmiM MJJmapal: AJbalat de la Ribera.
El yacimiento se sitúa en el extremo N . de la población a ambos lados de la carretera de Sueca a Algemesf. Los restos de cerámica presentan una cronología
muy amplia. desde el ftnal del Bronce hasta época medieval, pasando por la cultura ibérica y la romanización.
Bibliografo:
D. FurrcHu (1964): •Memoria de las actividades de la
Delegación Provincial de excavaciones arqueológi·
cas en colaboración con el S.I.P. de la Excma. Di-
[page-n-437]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO OS PRSHl STORJA DE VALENCIA
putación Provincial durante e1 año 1962•. Not.
Arq. Hisp., V I, Madrid, pp. 381·385.
D . FwrrcHU (1965): L4 labor del S.l.P. y m Musn en el
posoJD año 1961. Valencia.
A. M.uT!NLz (1984): Carta aTqruol/giea dt la Ribera. C.P.
Uufs Vives, Alzira.
D. SaRANo V J.llu (1987): ·Yacimientos i~ricos y romanos de la Ribera (Valencia)•. ..4.C.V., secc. Ar·
queolog{a y P rehistoria, n .0 12, Valencia.
.MtJJniol arqwoUgiea:
-Un fragmento de campanienJe A, entre las formas de
Lamboglia 30·32 (fig. 4, n. 0 1}.
-Un fragmento de fondo con pie de campan.iense A,
con roseta central en relieve (fig. 4, n. 0 2). Ambos fragmen ·
tos de campanienae A son de tipo tard(o.
-Dos fragmentos de campan.iense 8 sin forma determi·
nable.
-Un fragmento de aigillata hispánica de forma
Drag. 29 con decoración de metopas separadu por Uneu on·
duladas y medias lunas. Se aprecia parte de una metopa con
la figura de un animal, seguramente un león (fig. 4, n. • 3).
-Dos pequeños fragmentos de aigillata hispánica decorada con cfrculos y motivos vegetalct (fig. t , n.• 4).
-Dos fragmentos de aigillata clara A, de forma Lam·
boglia l .
- Uo fragmento de aigillata cl&ra A •a atrice•.
-Varios fragmentos de •igillata clara A sin form.a determinable.
-Un fragmento de cerimica común romana de fondo
estriado, forma Vegas 7.
-Un fragmento de cerámiCA común romazta de borde
ahumado.
-Un fragmento de lucerna romana de volutas.
-Dos fragmen tos de cerámica grla i~rica de fonna 36.
-Varios fragmentos de cer,mica indfgena moldeada a
mano.
-Un fragmento de cedroica i~rica de forma semejante
a la 21 de Laroboglia para la campaniense A, con decoración
lineal interior y exterior.
-Oin fragmentos de cerámica i~rica pintada.
- Una pátera de cerámica gris i~rie& de forma 36, imi·
ta.ndo la misma forma de la campaniense A (fig. 4, n.• 5).
Un fragmento semejante a la p'tera anterior (fig. ol, n.• 6).
~: Punta
de l ' Dla.
TérmiNJ Mrurici¡xú: CuUera.
Yacimiento romano situado en el Cabo de Cullera
o Cap Blanc, a unos 7 km. de la población. Se colecta·
ron grandes cantidades de materiales cerámicos, monedu romanu y visigodas, eapátulaa y cruces de broDCJe
y una estatuilla de bronce representando a Baco. Exis·
tfan estructuras arquitectónicas hoy completamente
deatrufdas por las construcciones modernas. Su crono·
log{a ae sitúa entre el siglo m y el v d .C.
Bíb®grafta:
D. FUI'l'CffU (1956): cPunta de l'llla. Cullera (Valen·
cia)•. NotieiariD ..4rq!U()/óli&o Hisphli&o, III-IV,
1954-55, p. 288, noticia 970.
J. AP.uJCJO y A . H tS (1977): Los rtúus r:U CulúrtJ: Prtltisfo·
ria y ProiDiúsiQria.. El Multo ..4rqueollgiea. D.H .A. Universidad de Valencia, Serie arqueológica n .• 3,
Valencia.
A . MAmNu (1984): Carta arq~UJD!Jgiea tk la Ribera. C.P.
Uu(s Vives, Alzira.
F. MAnuv LLOPJs (1972): •Bronces romanos imperiales
y vándalos en l' Dla de C ullera•. ..4.P.L., XIII, Va·
leocia.
E. Pu (1957): •Actividades del Servivio de Investiga·
ción Prehistórica (1946·1955)•. A.. P.L., Vlll,
p. 207.
E. Pu (1960): •Actividades del Servicio de Investiga·
ci6n Prehistórica (1956·1960)•. A. P. L., IX, p. 10.
MtJUrial tJrqutoiDgUo:
El material que a continuación relacionamos procede c:n
su mayorra de 1u prospecciones rcaliu.dat por Enrique Pla
en la dtcada de los 60 y 1u rulizadas posteriormente por A .
Bis.
Pl'Oipección E. Pla:
-Un fragmento de campaniense 8 con decoración a
ruedecilla.
-Un fragmento de aigillata clara . lucenteoo con decora·
c.ión a ruedecilla.
- Dos fragmentos de aigillata clara O, formas Lamboglia 1 y 55 (fig. 4, n. • 10 y 11).
- Un fragmento de borde de Wora rom&na (fig. 4,
n." 12).
-Un borde de anforita romana (fig. ol, n. 0 lS).
-Un fragmento de sigillata clara O e.tampada con motivo vegetal (fig. 4, n. 0 14-).
- Un fragmento de sigillata clua D con decoración de
ruedecilla en el borde (fig. 4, n.0 15).
-Varios fragmentos ain forma de objetos de bronce y de
hierro.
Habitación 2:
- Fondo de ungüentario de vidrio (fig. 4, n. 0 17).
- Borde de un cuenco de vidrio (fig.4, n.0 16).
-Fragmentos de monedas de bronce muy deterioradas
e inclasificables de tipo c:onatantiniano.
- Un fragmento de placa de bronce.
- Fragmentos d.e un objeto inideoúficable de placa de
bronce muy f&.na.
Sector A:
-Dos fragmentos de campan.ienae B ain forma detcrmi·
nabJe.
-Un fragmento de caropanienae B, forma Lam·
boglia 5.
-Un fragmento de eigillata clua O de forma Lam·
boglia 24/25.
-Un fragmento de aigiUata clara D estampada con rucdec.iUa.
427
[page-n-438]
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18: PrutJa de J'IIJ4 (Cu/4ra). 19 y 20: FonJ de la FigU4ra.
[page-n-439]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO -DE PREKISTORIA DE VALENCIA
-Un fragmento de lucerna tardo-romana.
-NumerosO$ fragmentO$ de vidrio, de bronce y de hierro.
aabitación la:
- UJla ~rtebra de pescado.
-Un fragmento de cerámica romana común sin forma
íden ti:ficable.
-Un fr.agmento de objeto de bronce.
-Cinco pequeños fragmentos de lámina de bronce.
-'ne.s tiras de plomo informes.
-Varios fragmentos de objeto inclasificable de hierro,
formado por un disco del que salen cuatro vánagos.
-Diez fragmentos de varillas planas.
-Fragmentos de placas de bronce.
Prospección de A. His:
-Dos Fragmentos de campaniense B sin forma identificable.
-Un fraginento de sigillata sud-gálica sin forma identificable.
-Un pasador o botón de bronce (fig. 4, n.• 8).
-Fragmentos informes de bronce.
-Clavos de hierro.
-Una vara perforada de plomo.
- Una espátula de bronce (fig. 4, n.• 9).
Yacimiento: Ladera de ..El Castell...
Thmitw Mwú&ipal: Cullera.
Poblado situado en la ladera S.W. de la montaña,
próximo al barrio de San Antonio. Cronologfa entre el
siglo r a.C. y m d.C.
Bibliografo.:
J. APAAicro y A. H:ts (1977): Las ralas de Culiera: PrehistiJriay ProtiJhistiJria. El MuseoA.rqu¿o/ógi.&o. D.H.A. Universidad de Valencia, Serie arqueológica n. • 3,
Valencia.
A. 'MAlrriNBZ (1984): Carta arqueológiea de la Rihera. C.P.
Lluís Vives, Alzira.
E. PLA (1966): -Actividades del Servicio de Investigación Prehistórica (1961-1965)». A .P.L, XI,
pp. 77-78.
E. Pu (1967): oclnvestigaci6n arqueo16gica en el Castell de Cullera». Programa de fiestas del Castillo de Cullna.
E. PLA (1972): -Actividades del Servicio de Investigación Prehistórica (1966-1970)». A.P.L., XIII,
pp. 282-284.
Maltrial argu¿o/óg~o:
- Un fragmento de cerámica ática.
-Un fragmento de campaniense sin forma determinable.
-Boca de jarrito oinochoe de cerámica común.
Yadmimlo: Cova del Bou Pintat.
Término Munidpal: Cullera.
Sin ficha ni bibliografia.
Material arqu¿o/ógieo:
- Dos fragmentos de ánfora romana.
-Varios fragmentos de cerámica romana co.mlin.
-Dos asas de ánfora roma.n a.
LA COSTERA
Yacimimlo: Alrededores de «El Puigoo.
Tbmirw Munúzpal: Xativa.
El Puig es un montículo de 307 m. sobre el nivel
del mar situado al N.E. de Xativa. En su parte más
alta se documenta la existencia de un poblado de la
Edad del Bronce. AJ pie del cerro pasa el río AJbaida.
En los campos de alrededor existen restos de materiales
ibero-romanos.
Bihliografo.:
D. FLBTCH&R (1971): La ltzlu, del S.I. P. en el pasado aiío de
1960. Valencia, p. 85.
Matmal arqueo/Jgi.&o:
-Fondo de un ánfora romana.
-Diversos fragmentos sin forma determinable de cerámica común romana e ibérica.
Yacimimlo: Cerrillo inmediato al «AngeL..
Término MunüipaJ: Font de la Figuera.
El Angel es un poblado ibérico con una necrópo·
lis. En e1 cerrillo próximo situado a Ja izquierda de la
carretera de Font de la Figuera a Caudete a la altura
del Km. 3, se han encontrado cerámicas romanas.
Bihliografía:
J. MoNTEstNos (1982): «Arqueologia iberica a la comar·
ca de la Costera». La &stida. 50 anwenari dedaradó
17IQ1IlD1Il1ll histOri&-arlíst~ TIIJ&ionaJ (1931-81), Diputaci6
de Valencia, Moixent.
M. Gu..-MASCAuu (1971): Yacimientos ihlrúos de 14 regitfn
~111.1: estudio de poblamiento. 'Ihis Doctoral, Universidad de Valencia.
Material arqulológieo:
- Dos fragmentos de campa:niense 'B, uno con decoración de palmet.as sueltas (fig. 4, n.0 19).
-Un fragmento de sigillata hispánica de forma
D.rag. 27 (Cig. 4, n, 0 20).
Yacimienlo: Casa Perot.
Término MunieipaJ: Barxeta.
Poblado situado en la ladera N. del monte Requena. Actualmente está plantado de naranjos y al realizarse trabajos agricolas se encontraron restos del poblado y un silo.
Bihliografo.:
D. Fu:rcHER (1951): La labor del S. J. P. y su Museo en el pa·
saátJ año 1950. Valencia, p. 29.
J. MoNTESINOS (1982): ocArqueologia iberica a la comarca de la CosteriD>. 50 anioersari declaració 11101%U11Unl
histOri&·artlst~ TUJ&ional (1931-81), Diputaci6 de Valencia. Moixent, p. 69.
429
[page-n-440]
18
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Fig. 5.- 1 y 2: ..4.ielo tÚ MaljrTil. 3 a 21: Xarllt (Cosúll6 de RugaJ). 22 a 28: .Aiút del Caml de JWgida (.AtuMia
430
d~lbaida).
[page-n-441]
MATERIALES ROMANOS OBL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
E. Lt.aauCAT (1967): La Conltttania ihlri&4. Tesis
D octoral, Universidad de Valencia. Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante, 1972.
Mal4rial arqueoMgico:
-Un ungüenti'rio de vidrio azul con decoración en
blanco del tipo ..millefiori• (lám. I, 1). En el mismo yacimiento fue colectada también cerámica ca.mpaniense y un
anillo de oro actualmente destruido.
YacimienJo: E rmita delJ Santa de la Pedra.
Thmino Municipal: Alcúdia de Crespins.
Ermita situada en una colina al W. de la población
y en la vertiente derecha del río Sants. En las laderas
aparecen cerámicas ibéricas, romanas y moriscas.
-Un fragmento de sigillata clara A de forma Lamboglia 10 •a strice•.
- Varios fragmentos de sigillata clara D ain forma determinable.
Yadmimlo: ~et.
Tlrmino Mwticipal: Castelló de Rugat.
En unos campos cultivados aparecieron restos de
una probable villa rústica romana, muy degradada por
las labores agrícolas.
Bih/iografo:
E.
lencia y Ayuntamiento de Castellón de Rugat,
p. 142.
Bióliografta:
M.
GtL-~ULL
(1971): YacimitnJM ihlricos de bJ región
04Ú1uiana: estudio de pohlt:uraienJo. Tesis Doctoral, Universidad de Valencia, p. 509.
MaJerial arqueoMgico:
-Varios fragmentos de sigillata hispánica sin forma determinable.
-Varios fragmentos de cerámica romana común.
LA VALL D 'ALBAIDA
Yacimimtc: Aielo de Malferit.
Thmino Municipal: Aielo de Malferit.
Campos situados en las proximidades de Albaida
donde se encuentran restos de una villa romana destruida por las labores agrícolas. En la superficie se encuentran sigillatas de diversos tipos.
MaJerial arq¡uoMgico:
-Un fragmento de sigillat.t biapánica de forma
Drag. 37 en el que se aprecia la figura de un guerrero o gladiador vestido con túnica corta y tr4bl4 o c/.4midt cruzándole
el pecho. En la mano i:tquierda lleva una ptÜ4 vist.t de peñu.
La figura aparece dentro de una metopa formada por tres
lfnea.s verticales onduladas (Jig. 5, n.o 3).
Sigillat.a hispánica:
-Dos fragmentos de forma Drag. 37 con decoración de
drculos de línea ondulada y lllotivo nora! en el interior
(fig. 5, n. 0 4: y 5).
-Dos fragmentos con motivos vegetales (fig. 5, n.o 6).
- Un fragmento de pie de forma Drag. lS/ 17 con grafito
PACA (fig. 5, n .o 7).
-Qcho fragmentos de forma Drag. 1S (fig. 5, n .0 8 y
9).
-Dos fragmentos de forma Drag. ~ (fig. 5, n. 0 10).
- Un fragmento de forma Drag. 2+/25 (fig. S, n. 0 U).
- Diez fragmentos de forma Drag. 27 (fig. S, n.0 12 a
Mat.ria/ arquecMgico:
- Un fTagmento de sigillata hispánica de forma
Drag. 27 (fig. 5, n. 0 1).
- Un fragmento de sigillata hispánica de forma
Drag. 37, con decoraci6.n de círculos cardados conc~ntrioos
alternados con motivos verticalca rematados por una flor de
cuatro pétalos. En la franja inferior palmeta (fig. 5, n. 0 2).
Yacimienlo: Alt d e la Perdiu.
Thmino Municipal: Castelló de Rugat.
Campos cultivados que se encuentran en el límite
del término mumcipal de Castclló de Rugat y en los
que existen restos de una villa romana muy destruida
por las labores agrícolas. Fueron colectadas cerámicas
s.igillatas hispánica y claras A y O y uoa moneda de
Constantino.
Bihliograjla:
E.
ALau.ou. (1973): Oute//Qn de Ru¡:aJ. Estwüo
Histórico-Geográ.fu:o. Diputación Provincial y Ayuntamiento de Castellón de Rugat, p. 142.
PMTOR
Material arqueoMgico:
-Un fragmento de sigillata hispánica de forma
Drag. 36 con barbotina en el borde.
At.auou. (1973): Caste/Mn de RugaJ. Estwüo
Hi.stbico-Geogrtifo:o. Diputación Provincial de Va-
PMTOR
15).
-Un fragmento de forma Drag. 18 (fig. 5, n.0 16).
- Pie de forma Ritt. 8 con marca ilegible (fig. 5,
n.0 17).
- Siete fragmentos de fonna no determinada.
-13 fragmentos de pies de vasos.
-41 fragmentos sin forma determinable.
-Un fragmento de sigiUata clara A de forma Lamboglia 2. Variante que tiende a la forma de cuenco perdiendo
la carena (fig. 5, n. o 20).
-Dos fragmentos de sigillata clara A de forma LambogUa 10 (fig. 5, n.o 18 y 19).
-Fragmento de copita de cerámica romana común de
forma semejante a la Drag. 24:/25.
- Fragmento de lucerna de volutas con pasta y barniz
rojo de fma calidad, tipo de ~poca Tiberio-Claudia (fig. S,
n. 0 21).
-Varios fragmentos de cerámica pintada con motivos
geom~tricos.
Yacimienlo : Partida de l'Ofra.
Tlrmino Municipal: Castelló de R ugat.
4-31
[page-n-442]
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432
[page-n-443]
MATERiALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCiA
A la izquierda de la carretera de Albaida a Gand{a
y a la altura del Km. 11 existen restos de una villa rústica romana destruida por los trabajos agrícolaa.
Bwlwgrafo:
E. p Mt'OR A t.UROU. (1973): Cask/Mn tÚ RugaJ. Estudio
Histórieo -Geogr~. Diputación Provincial y Ayuntamiento de Castell6n de Rugat, p. 138.
Maúri.ai arqueológico:
-Un fragmento de pie de copa de aigill&ta hiapruuca.
-Un fragmento de sigillata clara •lucentea.
-Un fragmento de sigillata clara A de forma Lambogüa 36.
-Varios fragmentos de sigillata clara A sin forma determinable.
- Varios fragmentos de sigillata clara D sin forma deter·
minable.
-Un fragmento de sigiUata clara O estampada.
Yadminuo: La Torre.
Tlrmino Murricipal: Castell6 de Rugat.
Campos situados en la fmca del mismo nombre en
el km. 10 de la carretera comarcal Gandfa-Almansa.
Cerámicas ibéricas, restos de un silo y sigillatas claras
en la superficie.
Ficha en el S.LP. sin bibliograffa.
Maúrial arqueoJógico:
-Un borde de sigillata hiap&nica de forma Drag. 27.
-Tru fragmentos de sigiUata clara A, forma Lamboglia 10.
-Un fragmento de cuenco de cerámica común romana.
Yadminuo: Altet del Camí de B~gida.
Tlrmw Municipal: Atzeneta d 'Albaida.
E l yacimiento se en cuentra en un pequeño altozano en el camino que une Belgida con Atzencta hasta
la senda que separa los términos de Atzeneta y Oarrfcola . En la superficie se recogen restos de piedras de
moler, cerámica ática, gris ampuritana, ibérica lisa y
decorada, sigillata hispánica y clara, fragmentos de dJJIüu y pfmdus.
BibliDgrafo:
l.
BA Lt.ESTIIJl
(19-l5): «Notas prebjstóficas varias•.
.d.P.L., ll, Valencia, p. 332.
(1966): «Yacimientos del Valle de
Albaida (Valencia)•. IX C.N.A. (Valladolid, 1965),
Zaragoza, p. 103.
M . G!t.-MASCARELt. (1971): Yadmienlos iblricos di la región
oaleneiana: estudio de poblamienJo. 'lesis Doctoral, Univeraidad de Valencia, pp. 567-568.
M . G •t.-MASCARELL
Maúri.ai att¡IUOúfgieo:
-Un fragmento de sigillata bisp&nica decorada con clrculoa condntricoa de línea conúnua y uno de pun1a de flecha
(fig. S, n .0 22).
-Un fragmento de sigillata hispánica decorada con cenefa vegetal (lig. S, n. 0 23).
-Un fragmento de sigillata hispá.niea de forma
Drag. 2-i/25 (fig. 5, n.• 24).
-Un fragmento de sigillata clara A de forma Lamboglia 2 (fig. S, n.• 25).
-Varios fragmentos sin forma determinable de sigillata
hispánica y de cla.r a A.
-Un fragmento de aigillata clara ..Jucente...
-Un fragmento de sigillata clara D estampada con m~
tivos geom~uicos de drculos y rombos (fig. 5, n.o 28).
-Dos fragmentos de cerámica romana comán de •borde aplicado• (fig. 5, n.• 26 y 27).
-Numerosos fragmentos de cerámica romana común.
-Varios fragmentos de cerámica i~rica pintada.
-Un pMIIhu de cerámica.
Yaúmienlo: Camí de la Pedrera (Benipri).
TlrminJJ MUIIi.cijNJl: B~gida.
Yacimiento situado al E. del Cami de la Pedrera,
entre Jos caminos que van a la partida de Alfogas y la
Pedrera. En la superficie restos
ib~ricos
y romanos.
.Bihliografo:
M . j ollNRT (1932): BilgidJJ y su lirmino rrumit:ipal. Valencia, p. 4-19.
M . JoRN!T (1945): «Prehistoria de B~lgida». A.P.L., n,
Valencia, p. 264.
M . GIL- MASCWW.t. {1966): «Yacimientos del Valle de
Albaida (Valencia)». IX C.N.A. ~~ 1965),
Zaragoza, p. 103.
M . joRNtrr (1973): Bllgiáa y m lirmino TTWnicipal. Valencia, p. 421.
M . GrL-MASCAJtBLL (1971): ~S wlri&os tÚ la rtgúfn
valeneiana: estudio di poblamünJ.o. Tesis Doctoral, Universidad de Valencia, pp. 567-568.
Maúri.ai arqueológico:
SigiUata hispánica:
-Un fragmento de forma Drag. 27.
-Un fragmento de forma Drag. 15/17.
-Un fragmento de forma Orag. 18.
-Un fragmento de forma Ritt. 8.
-SeiJ fragmentos de forma indeterminable. ·
Sigillat.a sud-gálica:
-Varios fragm.entos sin forma determinable.
Sigillata Clara A:
-Cuatro fragmentos d.e forma Lamboglia 2 (fig. 6,
n.• 1, 2, 3).
-Dos fragmentos de forma Lamboglia 3.
-Tres fragmentos de forma Lamboglia 23 (fig. 6, n.0 5
y 6).
-Un fragmento de una variante de la forma Lamboglia 23 (fig. 6, n.o 7).
-Cuatro fragmentos de forma Lamboglia 10 .a stricea
(fig. 6, n.0 4).
-Un fragmento de forma Lamboglia 24.
-Varios fragmentos sin forma determinable.
-'Ibda esta cerámica perteneciente a formas de sigillata
clara A, presentan un barniz rojo obscuro y puta porosa rojo
433
[page-n-444]
G. MARTÍN
,,-;:.:.~:--.
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3
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9
14
13
12
Fig. 7.- 1 a 6: PaTtid4 tú Simtma ((buslrt1411114). 7: Fúw
B~Mrt~Joislil
(L'O/Jma.). 8 a 11: Sa1l1 .An~otti (Ptgo). 12 y 13: >lria (Bnúmm).
JI: Lloes dd SalDDilM (Stlúz).
ladrillo, o sea que ni por la pasta ni por el bami:~: corresponden al prototipo de la sigillata clara A, pero s( corresponden
las forynas. Debe tratarse de una fábrica local que imita las
formas de la clara A. La técnica de cocción y de aplicación
del barniz es cuidadosa.
-Un fragmento de sigiUata clara e de forma lamboglia
40 (fig. 6, n.0 8).
-Varios fragmentos de clara e de forma indeterminable.
- Un fragmento de sigillata clara e de forma Lambo·
glia 24/25 (fig. 6, n.0 9).
-Dos fragmemos de sigiUata clara D con barni% interior muy grueso, sin forma determinable.
- 16 fragmentos de cerámica i~rica pintada.
YadmienJo: Camí de la Pedrera (Benipd).
Lote de cerámicas procedentes de otra prospección en el mismo yacimiento:
-Un fragmento de borde de aigillata aretina de forma
Haltero 7 (fig. 6, n. 0 L
O).
- Dos fragmentos de sigillata arc:rina sin forma determi·
nable.
4-34
-'fres fragmentos de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 27 (fig. 6, n.0 U).
-Un fragmento de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 30.
-15 fragmentos de sigillata sud-gálica de forma indetel'minable.
-Un fondo de copita con marca ilegible, de sigiUata
sud-gálica.
-Un fragmento de sigillata hispánica de forma
Drag. 27 (fig. 6, n.0 12).
-Un fragmento de sigillata hispánica de forma
Orag. 18 (fig. 6, n. 0 L3).
-Varios fragmentos de sigillata hispánica de forma in·
determinable.
-Varios fragmentos de cerámica i~rica pintada.
-Var ios fragmentos de fondos de ánforaa.
l&eVnünlo: El Tosaalet (Carrlcola).
TlnnWJ Municipal: Belgida.
Yacimiento situado a 600 m. de altura sobre el nivel del mar al N. de B~lgida. En l 916 fueron localizadas
[page-n-445]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
const rucciones al parecer romanas, destruidas al roturar los campos. En 1928 aparecieron nuevos restos,
esta vez ibéricos, en la vertiente E. de la loma, frente
al antiguo corral de Aracil. En 1967 se visít6 el lugar
y fueron colectadas cerámicas en la superficie.
Bihtwgrafo:
M . J oamrr (1932): BlJgida y su tJmtino rrwni&apal. Valencia, p. 4-19.
M. J oamT ( 1945): •Prehistoria de Bélgida•. A.P.L., II,
Valencia, p. 261.
D. FuTCHBR (1957): •Toneles cerámicos ibéricos•.
A.P.L., VI, Valencia, p. 122.
M . GIL·MASCAJU!LL (1966): «Yacimientos del Valle de
Albaida (Valencia)... IX C.N. A. (ValJadqlitJ, 1965),
Zaragoza, p. 103.
M . j oRmT (1973): ~élgida y su término municipal.
Valencia, p. 417.
MateritJJ arqv.eoMgico:
-'Il-et fragmentos de sigillata sud-plica de forma
Drag. 24/ 25.
-'lh:s fragmentos de aigillata aud·pliea de forma
Drag. 27.
- Un fragmento de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 18.
-Un fragmen to de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 15/11 .
- Cinco fragmentos de sigillata hispánica decorada con
motivos de círculos concéntricos (fig. 6, n.0 14- a 17).
-Un fragmento de sigillata hispánica decorada con lí·
neas verticales onduladas (fig. 6, n.0 18).
- Dos fragmentos de sigillata clara ..Jucentc».
-Dos fragmentos de sigillata clara D estampada con
círculos y cenefa (fig. 6, n. 0 19 y 20).
-Un fragmento de sigillata hispánica con decoración de
grandes círculos úpiea del siglo 1v (fig. 6, o. 0 21).
- Cuello de ánfora de forma Dreasel 20 (fig. 6, n .o 22).
Otro conjunto del mismo yacimjento :
- Un fragmento de sigillata aretina de forma Ritt. 1 o
Drag. 15.
-Tres fragmentos de sigiData sud·pljca de forma
Drag. 27.
-Cinco fragmentos de sigillata aud·gálica de forma
Drag. 18.
-Un fragmento de sigillata sud-gálica de forma Ritt. 8.
- Cinco fragme.o tos de sigillata sud-gálica de forma
Drag. 15/J 7.
-24 fragmentos de aigillata hispánica sin forma deter·
minable.
- Un fondo de plato de aigillata hispánica con grafito E.
-'!res fragmentos de sigillata clara A de forma Lamboglia 1 (fig. 6, n. 0 23).
-Un fragmento de sigillata clara A de forma Lam·
boglia 23.
- Un. fragmento de sigillata clara A de forma Lambo·
glia 35 sin barbotina (fig. 6, o.0 24).
-Dos fra.gmentos de sigillata clara de forma Lambo-
glia 10 ... strioe• (íig. 6, n. 0 25).
-Dos fragmentos de sigillat.a clara •lucente», uno de
ellos decorado con ruedecilla.
-Ocho fragmentos de sigillata clara D de forma Lam·
boglia +2 (fig. 6, o .0 27).
Dos fragmentos de aigillata clara D de forma Lamboglia
53 (fig. 6, n.0 31).
- 'Ites fragmentos de aigillata clara D de forma La.mboglia 54 (fig. 6, o.• 28 a 30).
-Dos fragmentos de sigillata clara D de forma Lamboglia 51, variantes.
-Varios fragmentos de sigillata clara D entre las formas
51·52.
- Varios fragmentos d.e sigillata clara D sin forma determinable.
- Dos fragmentos de sigillata clara O estampada.
-Gran cantidad de cerámica ib&ica pintada con deco·
ración geométrica.
-Un fragmento de cerámica morisca con decoración estampada.
- Numerosos fragmemos de cerámica común roman.a.
- Un fragmento de pasta vítrea.
Ya&imilnlo: Partida de Simona.
Tmruno Munüipal: Quatretonda.
Yacimiento situado cerca del término municipal
con Pobla del Duc donde se encontraron restos de ente·
rramjen tos y de silos.
Ficha del S.LP. sin bibliograffa.
MaJeriaJ arqueológico:
-Dos fragmentos de sigillata hispánica de forma
Drag. 37, con decoración de drculoa y cenefa vegetal (fig. 7,
n. 0 2 y 3).
-Un fragmento de aigillata hispánica de forma
Drag. 37, con decoración representando la figura de un animal (perro?) corriendo (fig. 7, n." 1).
- Un fragmento de sigillata clara A de forma Lambo·
glia 36 (fig. 7, n. 0 4).
-Un fragmento de sigillata hispánica de forma Lamboglia 35 con barbotina (fig. 7, o . 0 5).
- Un fragmento de vasija eomón romana (fig. 7,
n. 0 6).
-Varios fragmentos de ánforas y de vuijas romanas.
Ya&imienlo: Finca Bucnavista.
Tímúfl() Mu.nieipal: L'Olleria.
E n la carretera de Onrinyent a Valencia y frente
a la ftnca llamad a Buenavist a aparecieron cerámicas y
vidrios romanos.
Ficha del S.I.P. sm bibliografla.
MaJeriaJ arqutOMgico:
-Fragmentos de fondos y asas de inforu romanas.
-Un borde de ánfora (fig. 7, n.0 7).
435
[page-n-446]
G. MARTÍN
MARINA ALTA
Yacimiento: Cutell d'Ambra.
Tlrmüw munüipal: Pego.
Fortaleza construida en época árabe de la que
quedan restos de la muralla. Situada en ·u na colina
al S. de Pego, guardaba el acceso al Valle de Ebo.
En sus inmediaciones se encuentran re.s tos de cerámicas de la Edad deJ Bronce, ibéricas, romanas y medievales.
Bihliografo:
E . .BBÜ'r .BELENCUER (1973): Gran En&idoptdio. d4 la Regiln
Valenciana, T.I.
MaJ.erial art¡tUOiógico:
-Varios fragmentos de cerámica común romana y de ánfo·
ras romanaa.
Cueva situada en una de las estribaciones meridio·
nales del Montgó, próxima al Cap de Sant Antoni. For·
ma un gran vestíbulo de 100 por 65 metros seguida de
un pasillo que lleva al recinto interior . En 1964- fue ex·
cavada en parte por M . Tarradell con la colaboración
de M atilde Tarradell, Gabriela Martín y Ana Salvá. La
ocupación mayor es de la Edad del .Bronce, con un pe·
riodo Neolítico y enterramientos eneolfticos.
BihliograjftJ:
A. SALVÁ (1966): «Material cerámico de la Cueva del
Montgó Qávea) en la Provincia de Alicante». IX
C.N.A. (Va/ladQlid, 1965), Zaragoza, pp. 92-99.
E. PLA (1966): •Actividades del S.I.P. (1961-1965)».
A .P.L ., XI, pp. 275·328.
Material arqueológico:
- 16 fragmentos d. ca.mpaniense ~.
e
-Varios fragmentos de cerámica común romana.
JíJ&imimto: Sant Antoni.
Término Municipal: Pego.
Sin ficha ni bibliograffa.
Material arqueológico:
- Un fragmento de sigillata hispánica decorada con cír·
culos cordados separados por motivo vertical también corda·
do (fig. 7, n.o 8).
-Un fragmento de sigillat.a clara A de forma La.m·
boglia 2.
- Dos fragmentos de aigillata clara •lucente>t con decoración de ruedecilla, sin forma determinable.
-Dos fragmentos de sigillata clara D.
-Un fragmento de sigillata clara D estampada con pe·
queiios cín;ulos (fig. 7, n.o 9).
-Varios fra¡pnentos de cerámica romana com~.
- .Dos fragmentos de cerámica común de tipo de .. borde
ahumado• (fig. 7, o .0 10 y 11).
- Un aaa de lucerna de disco sin barniz.
Ytuimienlo: Segarla.
Tlrmirw 1111.l11Ú:l'pal: .Benimeli.
Sin ficha ni bibliograffa.
Materio.l arqueológico:
-Un fragmento de campaniense A sin forma determi·
nablo.
-'n-es fragmentos de campanien.se .B sin forma deterrni·
nable.
-Un fragmen to de campaniensc B de forma La.mboglia 5, con ruedecilla en el fondo (6g. 7, n." 12).
-Un fragmen1o de campaniense de tipo tardío con el
barniz rojo vino.
-Un borde de ánfora m mana de forma Dressel I · Il
(ñg. 7, n. 0 13).
-Varios fragmentos de cerámica ibérica pintada y de
ánforas ibEricaa.
-Cinco pondus de cerámica de U,2x9,8x2,5 cm.
Yacimienlo: Cova del Montg6.
Tlrmirw Municipal: Xabia.
436
MARINA BAIXA
YacimünJo: Penyal d ' Ifach.
Tlrmi1111 Municipal: Oalp.
Restos de un poblado del que se conservan estruc·
tu ras a media ladera. Existe un baluarte rom ano de
época bajo-imperial y trazado de la muralla musulma·
na. La cronolog(a abarca desde la Edad del Bronce,
ibé,rica, romana, medieval e islámica. La cronología
del poblado ibérico va desde el siglo v a.C. hasta el
1 a.C.
Bihliografia:
C. A.lv..N'IlCVI (1987): «Peñón de Ifach». ArqueologftJ en
Alicante 1976-1986. Instituto de Estudios Juan GilAlbert, Diputación Provincial de Alicante, p. 53.
Material arqueológico:
Existe en el S.LP. un lote de fragmentos de campaniense B, inforas romanas, cerámica com6n romana y cerámica
ibérica pintada.
Yacimientc: LJocs del Salva dor.
Tinnino Mwúcipal: Sella.
Sin ficha ni bibliografia.
En un lugar denominado Llocs del Salvador, a
unos 250 m. del mar, existen hoyos de 1,50 de profundidad, con b6vedas y estrechos pasillos de .hormigón.
Noticia proporcionada por D. CarmeJo Giner, de Pego.
Matmal arqueológico:
-Varios fragmentos de fondos y asas romanas.
-Varios fragmentos de vasos comunes romanos.
-Un cuello de olpe con arranque del aaa (fig. 7,
n. 0 14).
Ya&imimto: Cap de Moraira.
Término Mwúcipal: Teulada.
Poblado ibérico situado en el Cabo de M oraira al
N . d e la población. H oy totalmente desmantelado.
[page-n-447]
MATERIALES ROMANOS DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
MtJJerioJ
arq~WJ/ógi&o:
-Cuatro fragmentos de eampanienae B.
-Varios fragmentos de cerámica ibtrica.
Yadmiento: To11al de la Torre de la Creu.
TirmiM Municipal: la Vila joiosa.
Yacimiento situado en la partida de les Xanxclles,
al N. de la población, sobre e1 cerrillo llamado Torre
de Baix que dista 100 m. de la margen izquierda de]
barranco de Amadorio. Se conserva parte de la muralla
y se han encontrado restos púnicos, iMricos y romanos. Entre los romanos murallas, termas, estucos, mosaicos y cerámicas. La cronolbg(a es desde la época iMrica hasta la primera mitad del siglo tv d.C.
Bihlwgrafia:
J. BlU.llA DoMtNoou (1946): ..Museo Arqueológico Provincial de Alicante. Nuevos ingresos procedentes
del Castillo de Torre de la Cruz (Villajoyosa)•. MemoriiJ de los Mustot A.rqll6)/ógieos Prooinei4/es, n.0 VII,
Madrid.
J. BI!LDA DoM1NCtJBZ (1947): Jbid., n.0 VIII.
J.
(1948-49): !bid.,
Mal4ri41 arqueo/ógÍCQ:
BELDA DoMfNOUEZ
0. 0
IX-X, p. 167.
-Siete fragmentos de yeso moldeado (láms. U y ID).
-Un fragmento de moldura de mármol (lám. 11).
-Un fragmento de mosaico en el que se aprecia un di-
bujo formando guirnalda (lám. IV).
NOTAS
1 G. MA1<1111 y M. Gu.-~w.: •La romanización en el
campo de Liria•. Pojuús dM ~ tú -4rqwo/4If4 tú l6úMIJ, n.0 7,
Univenidad de Valencia, 196.9, pp. 1·32.
t
G. MAilTfN: DIANTVM. A.r~gfa 1'011141114 di /RniD. Inaútuto
de Eatudioa Romanoa, Inatitución Alfonso el Magninimo, Diputación Provincial de Valencia, 1970.
G. M..mN: lA ~>iJnu.ll4 aWftÜI f"ÍttG tú Hnnno~i.tnc.• Ert.u& ar·
qwDI4t~o di fa ZOM ~XrUa-J«-. Papeles del laboratorio de Arqueología de Valencia, n.0 3, Univenidad de Valencia, 1968.
J
E. Pu: ..DINJU: una ciudad ibtrica inexistente>. S4il4bi.
xrx. 1969, PP· u-21.
• G. M..a:r1N y M.D. Suaa: lA}KI#rla di hlll4 dM Ar6111Jl;~ otrDs
ral4l ttmtllltlut/4j~Nc. Trabajoa Varios del SIP, n.0 38, Valencia, 1970.
S M. TAUADW.: L41'01114Ai.uci4n di/ Paú~. (Cuto Arqluo¡¿p. ,¡,pimintt» ~:llllll9'0 ¿, ~ Aistlrial). Barcelona, 1967.
437
[page-n-448]
C. MARTÍN
1
2
Ldm 1.-
438
l . Caso Perol (Borxtlo). 2: Cerro Porlldo (Prdrnlha)
[page-n-449]
\IAILRI-\1 LS R0\1-\:\0S IJll \IL::.J.O
J.óm 11 -
Timol dt lo
·n,, dr
I)J
I'RI IIIS IORI \m; \-1\LFSCIA
In Cuu ( 1 n l 'rln .Jmosn)
439
[page-n-450]
G. MI\R"I"IN
Ltím. UJ- Tossal de lb '/Orr( fk la Cre11 (La Vi/a Joiosa)
440
[page-n-451]
:O.IAII::RIALI::~ ROMA;-;O~
Um . IV.- ToJSal de la Toru ik la
Cr~u
l>LI :-o t USJ:;O DL
PRI::!-II~lOR I
\ UE \"AtEXCIA
(La Vilo .fotosa)
441
[page-n-452]
[page-n-453]
Vicent E scRIVÁ ToRRES*, Carmen MARfN JoRDÁ * y
Albert RIBERA 1 L ACOMBA *
UNAS PRODUCCIONES MINORITARIAS DE BARNIZ NEGRO
EN VALENTIA DURANTE EL S. II a. JC.
Valentia se ha considerado como uno de los yacimientos claves para conocer el desarrollo de las cerámicas del período tardo-republicano en el Mediterráneo
Occidental, dado que se encuentra entre los lugares
que cuentan con una fecha de fundación conocida por
las fuen tes históricas (138 a. JC) (MoREL, 1981: 55).
Esta importancia cronológica se ha visto realzada en
los últimos años por los datos proporcionados por las
excavaciones arqueológicas, habiéndose comprobado
fehacientemente la inexistencia de cualquier asentamiento humano anterior a las fechas dadas por Tito
Livio, confirmándose, así, la total validez de la fecha
histórica, y evidenciando al mismo tiempo, que la cultura material de los niveles tardo-republicanos es mayoritariamente de procedencia itálica (TAAllADELL,
1962; RluAA, 1983¡ VV.AA., 1984; MM1N 1990). Además, se ha empezado a revalorizar, también de la mano
de la arqueología, otro hecho histórico del que nos hablan las fuentes: la destrucción de la ciudad hacia el
76 a. JC. a consecuencia de su participación en las
guerras sertorianas (MAilfN, MATAMoRos y RmJUtA, en
prensa¡ RlllU.A, 1989¡ ESCRtVA, P ASCUAL y RullllA., 1989).
•
Servicio de Iovcatipción Arqueológica Municipal, Ayunta·
miento de Valencia.
Como complemento de estas nuevas aportaciones hay
que añadir la posibilidad que tras la destrucción hubiera un largo período de abandono hasta bien entrada
la época augústea ( R IBP.RA, 1989).
Con estas premisas aumenta considerablemente el
intciés q ue, ya desde hace tiempo, había presentado el
estudio de los materiales tardo-republicanos de un yacimiento tan bien delimitado cronológicamente. A este
respecto, se deben mencionar los materiales publicados
en su dfa por G. Mart(n (1962 y 1974), los de las excavaciones de la calle 11-initarios (MATA et alü, 1980) o el
reciente y amplio trabajo, inédito, de uno de nosotros
(M.WN, 1990). Hay que indicar que en los 1Íltimos
die.z años la plasmación de un amplio programa de
protección del patrimonio arqueológico urbano ha supuesto un más que suatancial cambio en el panorama
de la investigación arqueológica de Valencia (RuJUtA a
alii, 1989a). Dentro de esta reciente dinámica, para el
período tardo-republicano han aumentado considerablemente los hallazgos de todo tipo, desde restos monumentales, de clara Íl.liaci6n romano-itálica (EsctUVÁ y
RnJUtA, en prensa), a un sinfin de estructuras (rellenos, vertederos, fosas, niveles de fundación y de destrucción) que han conllevado un más que considerable
aumento de la documentación arqueológia disponible.
4-4-3
[page-n-454]
V. ESCRlVÁ, C. MARÍN Y A. RmERA
f
lfO
Fig. l.- Casco antiguo de Jlalmda ctm los lucares de prouden&ia de
las etrámica.s. 1: A/moina (Al). 2: Pltwl de la Virgen (PJI). 3: Coru
Valen&ianes - C/ Unión (U). 4: Plaza de la &ina (PR).
5: Bar6n de Petris (.BP). 6: Hi4rba (H). 7: &rehilla (Bar). 8: Állt'"
llanas (Av). 9: Palau de la GnuraliJaJ (PG). 10: Mar (M).
Además, el estudio de la excavación dé la Plaza de la
Virgen (1959-60), de cuyos hallazgos «de visu» se sirvió
M. Tauadell (1962) para coofumar la fecha de Ja fundadón y la inexistencia de un núcleo indígena anterior,
ha permitido disponer de manera aceptable de una
gran cantidad de materiales procedentes de excavaciones antiguas (1\oLunR, 1984).
Es decir, que en la actualidad se dispone de un importante fondo de materiales, buena parte de ellos procedentes de contextos muy fiables proporcionados por
las excavaciones recientes y que, con los proyectos de
estudio actualmente en marcha, en un plazo de tiempo
no muy lejano van a permitir disponer de un repertorio
H4
documental especialmente interesante para conocer los
conjuntos cerámicos de una fundación romana y todas
las implicaciones económicas y culturales que conlleva.
En esta ocasión, y dentro de esta línea de trabajo, vamos a presentar u.n os grupos de cerámicas de barniz
negro que hemos seleccionado, no por ser los más re·
presentativos y abundantes, sino, más bien, por todo
lo contrario, ya que precisamente se trata de grupos
con escasa representación numérica y claramente mi·
noritarios dentro de contextos en los que normalmente
predomina de forma abrumadora la campanie.n se A.
Por el contrario, la proporción en que en los mismos
niveles se encuentra La llamada campaniense B de buena calidad, de probable procedencia etru.sca, es bastante semejante, cuando no inferior, a estos grupos minoritarios.
Con este estudio pretendemos llamar la atención
sobre la problemática de unas cerámicas de barniz negro que hasta hace poco normalmente no solían reconocerse o identificarse como un grupo aparte o se incluían dentro del impreciso término de producciones
regionales, locales o indeterminadas. En el caso de Valencia, la existencia, como acabamos de indicar, de una
gran cantidad de materiales, ha posibilitado poder disponer de un buen elepeo de estas piezas, que han sido
seleccionadas después de un riguroso examen de los
fondos de varias excavaciones, lo que nos permite, en
buena parte de los casos, conoce.r su contexto arqueológico. U na proporción considerable procede de la antigua excavación de la Plaza de la Virgen (1959-60), de
donde, debido al método usado en su día, con no poco
esfuerzo, se han podido aislar algunos contextos fiables, relacionables con el momento fundacional o con
un periodo inmediatamente posterior, dentro del último tercio del s. Il a. JC. (BoLUPER, 1984). Las excavaciones más recientes han proporcionado, comparativamente, menos material, pero con un indudable valor
crono·estratigráfico. Dentro de este grupo, destacan sobre las demás las de l'Almoina y mucho menos otras
de menor entidad, como las de las «Corts Valencianes»
y calle Hierba, que corresponden al antiguo núcleo urbano y la de la calle Barón de Petrés, donde se halló
un vertedero periurbano de probable datación fundacional. Se completa el Jote con piezas sueltas procedentes de otras excavaciones y de hallazgos antiguos sin
apenas referencias estratigráficas. El repertorio q ue hemos elaborado de estas producciones minoritarias no
debe entenderse como completo y exhaustivo, ya que
se han desechado los ejemplares fragmentados que no
aportaban datos relativos a la forma o decoraciones de
la pieza. Se .ha considerado más prioritario basarse en
las piezas mejor conservadas o de las que al menos se
puede aportar datos formales y cronológicos, para pro·
pone.r una definidón de las caractexísticas morfológicas, t ipológicas y cronológicas de estos grupos de cerámica de barniz negro.
[page-n-455]
Fig. 2.-
Ubi.ca&idn tú los ya&imünJos eilados 1n ti ÜJtio.
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Fil. 3.- La Campania y d Latium
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V. ESCRIVÁ, C. MARÍN Y A. JUBERA
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Fig. 4. -
Orupo
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Para el estudio del conjunto cerámico presentado
en este trabajo hemos establecido tres grupos en base
a las características técnico-morfológicas de las piezas;
no obstante, estos grupos no se pueden cocsiderar
como cerrados ya que es habitual la presencia de ejemplares con caracterfsticas comunes a más de uno de
ellos. Al mismo tiempo, si tenemos en cuenta que cada
proceso de cocción está sujeto a una serie de variables
como pueden ser la temperatura del horno, los componentes orgánicos, la participación de diferentes alfareros en un centro productor... etc., la división establecida por nosotros responde en último término a la
posibilidad de establecer djferencias dentro de (!stas
producciones, sin que, como veremos más adelante,
dejen de existir indudables rasgos de afinidad entre todas ellas. Así, a pesar de no haber unas diferencias claras en .muchos casos, s [ se observa que determinadas
formas tienden a aparecer en un grupo y no en otros.
Los tres grupos definidos son:
l. E: 1/2.
La descripción de este grupo se correspondería
perfectamente con aquella que J.P. More! denominó
como Byrsa 401 y para la que propuso una fabricación
en la zona de Karthago (MoREI., 1986: 29-31). Estas
mismas características técnicas se observan también en
numerosas piezas procedentes de Cales (P EDRONI,
1986).
Tipológica.rnente, este grupo se acerca a los proto·
tipos difundidos por la campaniense A, teniendo escasa
vinculación con la producción de tradición etrusca
(MoNTAGNA P...sQurNuco•, 1972).
Se trata del grupo menos numeroso y las formas
que presenta son las siguientes;
Morel F-2821: AJ-2933-2 (Fig. 4.1)
Pátera profunda de paredes exvasadas con marca·
da inflexión en La unión del borde con el cuerpo.
La pieza de Vaún.ti4 procede de la excavación de
l'Almoina y apareció formando parte de un contexto
no muy alejado de la fundación de la ciudad, que se
podría situar a fmes del tercer cuarto del s. II a. JO.
GRUPO 1
Cerámica de pasta beige clara a beige verdosa, con
minúsculas inclusiones micáceas, por lo general dura
y compacta, aunque en algún caso más blanda y porosa. Barniz negro mate, caracterizado especialmente
por su escasa adherencia a la superficie de los vasos,
que suelen presentar una falta casi total de barniz.
446
Similar a Lamb. :U-Morel F-2955: SP-7 (Fig.
4.2), PV-446 (Fig. 4.3)
Cuenco o bol de paredes exvasadas y borde apuntado apenas sin diferenciar (SP-7), aunque en ocasiones presenta en la superficie externa, bajo el borde,
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BARNIZ NECRO EN VALENTIA
una fma acanaladura (PV-446). Las piezas poseen diámetros en tomo a los 14-16 cms. Este bol desarrolla una
forma troncocónica similar a la Lamb. 31 en campaniense A, sin embargo presenta características evidentes de pasta y barniz que las diferencia del prototipo
de Lamboglia (1952: 180). La ausencia de pie en los
fragmentos conservados impide una atribución clara a
alguna de las series establecidas por Morel; no obstante, con la que más similitud tiene es con la serie 2955
de Morel, considerada como producción local o regional (Tipo IV de Cosa), frecuente en el Depósito C de
Cosa (TAYLOR, 1957) datado por Mo re) entre el
190-180/140 (MOREL, 1981: 238).
De los ejemplares de Valtntia, uno, procedente de
las excavaciones de la Plaza de la Virgen (PV-446) apareció en el nivel inferior, por lo que se le podría atribuir una datación centrada en el tercer cuarto del s.
li a. JC.
Lamb. 36-Morel F-1314-1315: SP-8
Pátera poco profunda de borde horizontal curvado. El fragmento conservado de esta forma presenta
parte de la pared y arranque del borde, sin embargo,
debido a su estado fragmentario no hemos crcfdo convcnjente representarlo gráficamente.
Bases: PV-633 (Fig. 4.4)
En cuanto a las bases este grupo aporta un único
fondo y pie de bol (PV-633). El pie serfa asimilable al
tipo 211b de M ore! (1981: 462), presentando sobre el
fondo interno una roseta central impresa, con siete pétalos separados por líneas. Este tipo de estampillas es
frecuente en producciones clásicas como el taller de las
pequeñas estampillas, el taller de las tres palmetas radiales de Rlwclt, la campaniense A y la producción definida por Morcl como .Byrsa 401, siendo tambi~ abundante en la cerámica de Cales (P m R
or-u, 1986: Tav.
52.258; Thv. 126.641).
Este ejemplar de Valencia, fue incluido por Morel
en la clase Byrsa 401 1 siendo, en aquel momento, una
de las pocas piezas conocidas de esta producción fuera
de Karthago (1986: 31).
GRUPO 2
Cerámica de pasta be~ge verdosa a beige rosada,
dura y compacta, con pequeñas inclusiones micáceas,
algunos puntos de cal y n6cleo interior generalmente
más anaranjado. El barniz negro es por lo general
mate, con irisaciones de color marrón·verdoso y de aspecto rugoso, con líneas de torno muy marcadas y nu-
merosas hueUu digitales. Estas piezas, aunque han
perdido parte del barniz, presentan una mayor adherencia que el grupo anterior, centrándose la falta de
barniz especialmente en la pared externa y en lo que
sería el disco de apilamiento.
Lu formas que hemos incluido dentro de este grupo son las siguientes:
Morel F-2821-2822: SP-15, PV-163, Al-2938-4,
SP-6 (Fig. 5.1 a 4-)
Pátera profunda de paredes exvasadas con inflexión más o menos marcada en la unión del borde con
las paredes. T ipol6gicamente está cerca de la forma
Lamb. 27 B grande y se corresponde con la especie
2820 de More!, más concretamente con las series
2821-2822, presentando diámetros entre 21 y 26 cms.
En una de las piezas se conserva parte de la decoración
a ruedecilla enmarcada por dos acanaladuras (SP-15).
Uno de los ejemplares (AI-2938-4) se encontró en
las excavaciones de I'Aimoina formando parte del relleno de una fosa que cortaba el nivel inicial, aunque su
contenido era prácticamente idéntico al de dicho estrato fundacional. En este caso, predominaba la campanicnse A (formas Lamb. 28, 36 y 55) con un fragmento
de campaniense B de buena calidad (etrusca) y dos de
la clase Byrsa 661 o grupo 3. Las ánforas pertenecen
a la forma greco-itálica evolucionada, Dr. 1, Mañá C-2
y una asa rodia con marca. Habría que datar este conj unto, tanto por los materiales como por su situación
estratigráfica, muy poco tiempo después de la fundación de la ciudad (138 a. J C.).
Similar a Lamb. 33b - Morel F-2110-2120:
Al-2910-1 (Fig. 5.5)
Bol profundo de paredes curvas y exvasadas, con
abundancia de lfneas o acanaladuras en su superficie
externa. En el fondo interno se distinguen tres círculos
condntricos de pintura blanca, poco cuidados. El pie,
bajo, separado de la pared por un pequeño rebaje, presenta la particularidad, respecto al prototipo de la
Lamb. 33b, de estar dotado de un umbo externo saliente, con lo que el pie no tendrfa una función de apoyo
directo sobre una superficie plana, hecho que nos hace
pensar que esta pieza estaría asociada a un soporte.
Por tanto pensamos que funcionalmente se podría relacionar con la serie 2110-2120 de Morel.
Lamb. 36, More! F-1314-1315: Al-2933-8,
PV-525 (Fig. 5.6-7)
Pátera poco profunda de borde horizontal curva-
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V. ESCRIVÁ, C. MAIÚN Y A. RIBERA
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Fif. 5. - Grupo 2. E. 112.
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BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
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Fig. 6.-
Grupo 2. E. 112.
do, asimilable a la especie 1310 do More!, y más concretamente a las series F-131+-1315. Las piezas presentan diámetros entre 20-26 cma. Esta forma es típica de
la campaniense A, no obstante, y como indica More1,
aparece en otras producciones a las que atribuye un
origen local o regional (MOREL, 1981: 104). Con las
mismas calidades a las documentadas en Va/enJia, aparece en Cales, señalándose una posible producción en
esta ciudad (PBnRmn, 1986: 358).
De las dos piezaa presentadas, una se recuperó en
la Plaza de la Virgen (PV-525) en UD nivel bastante antiguo, fundacional o inmediatamente posterior. La
otra, procedente de l'Almoina (Al-2933-3), permite
realizar observaciones más amplias y fiables, pues procede de un contexto bien defmido en el que predomina
abrumadoramente la campaniense A (formas Lamb.
25, 28, 31 y 36) y en el que no está presente la campaniense del círculo de la B. Las otras producciones de
barniz negro representadas, minoritariamente, pertenecen a los grupos definidos, basta el momento, como
Byrsa 401 y 661 (grupos 1 y 3). Las ánforas que las
acompañan se incluyen en la forma Dr. lA. Estos datos
nos llevan a una fecha centrada en el tercer cuarto del
s. II a. JC., considerando que, estratigráficamente, es
UD poco posterior al nivel fundacional.
Bases: PV-75-5, PR-4, PV-449 (Fig. 6. 1-3)
Se documentan fondos tanto de pátcr
de hueUaa digitales en el arranque de la pared; el fondo
externo aparece reaervado en parte, con grandes manchas de barniz. Formalmente los pies presentan cierta
uniformidad, siendo generalmente de cara interna simple y oblicua, con la cara externa rectilínea con un pequeño rebaje en la unión del pie y cuerpo (PV-499),
asimilable al tipo 213a de Morel, o bien redondeada
(PV-4), o simplemente rectilínea (PV-75-5), asimilable
al tipo 211 de Morel.
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V. ESCRIVÁ, C. MARÍN Y A. RIBERA
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Fil. 7.-
450
Grv~
3. E. 112
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BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
Los fondos correspondientes a las páteras profundas presentan en su interior decoración estampillada
enmarcada por un círculo decorado a ruedecilla. Las
estampillas son por lo general palmetas de grandes dimensiones, dispuestas de forma radial en n6mero de
tres (PV-4) o cuatro (PV-75-5). Estas estampillas son
frecuentes en la producción de campaniense A, asf
como en las piezas documentadas en Cales, que no se
corresponden con la producción anterior. Es precisamente en este yacimiento donde hemos encontrado los
paralelos más claros a las piezas de Valencia (Pm•om,
1986: Tav. 103.539).
Respecto al fondo de bol que presentamos en este
trabajo no podemos aportar ninguna información sobre si llevar(a o no una roseta central, ya que carecemos de la parte central (PV-499). Esta última pieza, de
las excavaciones de la Plaza deJa Virgen, se podría datar, por su contexto arqueológico y su situación estratigráfica, en el momento fundacional o un poco después
siempre dentro del tercer cuarto del s. U a. JC.
GRUPO 3
Cerámica de pasta beige clara a beige rosada, en
ocasiones con núcleo interior más anaranjado, dura,
compacta y muy depurada, con pequeñas inclusiones
micáceas. :Barniz negro cubriente de aspecto algo rugoso, presenta buena adherencia y divesos matices en su
coloración que va del negro mate a negro profundo satinado o negro metálico con numerosas irisaciones azuladas. Las bases presentan generalmente la cara externa en reserva, salvo raras excepciones con presencia
clara de huellas digitales debido a Ja aplicación del barniz por inmersión.
Gran parte de las piezas atribuidas a este grupo,
especialmente las páteras poco profundas con decoración estampillada, poseen características similares a la
producción defmida por Morel como :Byrsa 661, fabricada, según este autor, en Karthago (M ouL, 1986).
Tanto estas piezas como el restante material incluido
en nuestro grupo 3 son frecuentes en Cales, presentando algunas de ellas defectos de cocción evidentes por
lo que han sido consideradas por L. Pedroni (1986)
como producciones locales de esta ciudad campana.
Tipológicamente, aunque en buena parte contintía la tradición campana, común a los dos grupos anteriores, al mismo tiempo se observa la adopción de
modelos que parecen más propios del área etrusca
(MONTl\CNA PASQ.t.nNUCCt, 1972).
Este grupo es el más numeroso y las formas que
aporta son las siguientes:
Lamb. 6, More! 1441-1443: PV-1009, PV-508
(Fig. 7.1 y 2), PV-407
Pátera plana, con borde eo ala acabado en un pequeño engrosamiento. Asimilable a la e.specie 1440 de
Morel, concretamente al tipo 1441 y 1H3. Piezas con estas características técnicas están documentadas en Cales, siendo consideradas all{ como una producción local
datada en tomo al s. 11 a JC. {PIIDIU>Nl, 1986: 359).
De los tres fragmentos que presentamos, todos de
la Plaza de la Virgen, uno proviene del nivel inicial
(PV-407), otro del mismo momento o poco despuéa
(PV-508) y el último de una capa que se podría situar
en tomo al 100 a. JC. (PV-1009).
Morel 2110/2987c: PV-365, PV-208, PV-710,
PV-272, PV-690, PV-317 (Fig. 7.3 a 9), PR-5,
Al-2924-1, PR-16 (Fig. 8.1 a 3)
Bol profundo, de paredes exvasadas y borde saliente. Las piezas presentan un formato de 15, 16 y 17
cms. En cuanto al desarrollo del labio se han constata·
do diferentes variantes, pudiendo ser tanto de borde
triangular, similar a la Lamb. 33b (PV-365, 208, 710,
272) como de borde algo aplanado (PV-690). Estas piezas se caracterizan bien por poseer una acanaladura
(PV-272, 317, PR.S) o bien dos (PV-690) en la parte
interna, inmediatamente por debajo del borde, que
puede ser m!s o menos profunda, sin embargo se documenta una variante que, además de las internas, presentan dos acanaladuras externas (Al-2924-1, PR-16).
Por el desarrollo del pedil y la decoración acanalada estas piezas se corresponden con ciertos tipos repertoriados por Morel, no obstante, la ausencia de perfues
completos no permite asimilarlas definitivamente a
ninguna de las series establecidas, siendo tanto similar
al tipo 2987c de Morel, correspondiente a la forma
M .P. 116 (MoNTAONA PASQ.UJNuccl, 1972) y considerado
como tipo local D de Volterra (MouL, 1981: 51 245),
como a la serie 2UO de fondo ápodo apuntado, de la
que conocemos algún paralelo de Caldea de Montbui
(BAJt.Bw, 1970: ++),el cual sirvió de prototipo a Lamboglia para establecer su forma 9.
La mayorfa de las piezas proceden de la Plaza de
la Virgen, pero de eUas no se conocen referencias estratigráficas mínimamente fiables, contrariamente a un
fragmento de l'Almoina (Al-2924-1), procedente de los
niveles inmediatamente posteriores a la fundación en
donde aún no ba aparecido la cerámica del círculo de
la B y predomina la campaniense A (formas Lamb.
33b, 36 y 55).
+51
[page-n-462]
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Fig. 8.- Grupo l . E. 112
Morel 2110, Lamb. 9: Al-2880-1 (Fig. 8.4)
Bol profundo de paredes exvasadas. Se asimila a los
vasos ápodos de fondo afuntado correspondientes a la especie 2UO de MoreL En el fondo interno se aprecia una
pequeña incisión o bien marca de disco de apilamiento.
Piezas con las mismas características t~cnicas y formales han sido abundantemente documentadas en la anti·
gua ciudad de Cales (PKDRONI, 1986: Tav. 65, 335 a 337).
.Este ejemplar fue hallado en l'Almoina formando
parte de un contexto en el que predominaba la campaniense A (formas Lamb. 6, 27, 31, 36 y More! F -2985c)
y en donde h abía también unos pocos fragmentos de
campaniense B etrusca y de Byrsa 661 o grupo 3. No
apareció ninguna cerámica del círculo de la B. Se podría datar en el úlúmo tercio del s. II a. JC.
Lamb. 25 - Pedroni, Tav. 82.432: PV-269, Bar-1
(Fig. 8.5·6)
Pequeño bol de paredes curvas, de diámetro no su+52
perior a 8.5 eros., que corresponde tipológicamente a
la Lamb. 25 en campaniense A. El ejemplar que pre·
sentamos, con calidad de pasta y barniz y con un tamaño semejante, se documenta en Cales (PrmR.oNI, 1986:
Tav. 82, 4-32), indicándose la posibilidad de una producción local datada en el s. III-II a. JC (PwR.om,
1986: 199).
Se documenta también un perl"tl completo de esta
serie, aunque de tamaño superior, 16 cms. de diámetro
(Bar. 1). La parte interna, a la altura del borde y mitad
superior de la pieza, presenta líneas en las que el barniz es mate, quizá por haber estado pintado o debido
a huellas de apilamiento. El interior conserva dos hojitas estampilladas enmarcadas por una acanaladura. EJ
pie es simple y oblicuo en su cara interna, siendo la
externa de desarrollo rectilíneo. Esta forma, habitual
en la producción de campaniense A, parece haber estado fabricada también en Cales, donde tenemos documentados paralelos tanto formales (PmR.ONl, 1986:
Thv. 437) como por la decoración estampillada (Tav.
83, 4-41; Tav. 174-, H1).
[page-n-463]
BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
AV- f . I
J
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Fig. 9.- Grupo 5. E. 1/2
Morel 2821-2822: AV-136, Al-2904-25, 2852-14,
PV-741, PV-660, PV-313 (Fig. 9.1 a 6)
Pátera profunda de paredes exvasadas, rectilfneas,
con inflexión mas o menos marcada en la unión del
borde con la pared. Esta forma es generalmente de
gran tamaño, su diámetro oscila entre Jos 25, 27 y 30
cms., aunque existen otra serie más pequeña, y de ángulo más marcado, cuyo diámetro no sobrepasa los
18-20 cm_ (PV-660, 313).
s.
Una de las piezas conserva el perfil completo
(AV-136) observándose marcadas llneas de to:rno al exterior. El fondo interno lleva decoración de doble roedecilla enmarcando tre.s estampillas cuoriformes dispuestas
de forma radial. Se observa disco de apilamiento. El pie,
simple y trapezoidal, presenta agujero de suspensión, estando el fondo externo en reserva. Esta forma, frecuente
en los tres grupos presentados, se corresponde con la serie 2820 de Morel, más cercana a la 2821-2822, si bien
tipol6gicamente desarrolla un perftl similar a la Lamb.
27 B grande, en campanierue A.
4-53
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V. ESC RIVÁ, C.
MARfN Y A. R.IBERA
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Grupo 6. E. 112
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10
[page-n-465]
BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
El ejemplar c;asj entero procede de un hallazgo
efectuado sin garantías estratjgráficas en la calle Avellanas, sin embargo formaba parte de un. amplio conjunto de cerámicas de barniz negro al que básicamente
se le puede dar una datacjón bastante cercana al momento fundacional (RJatM, 1983: 26 y 27). Otras piezas de este conjunto también se presentan aquí (M.P.
147). De los dos fragmentos de l'Almoina, uno
(Al-2904-25) procede de un nivel del último cuarto del
s. ll a. JC. y otro debe considerarse como una pieza
residual, ya que se localizó en una capa augustea.
Morel 2153: PV-572 (Fig. 10.1)
Bol profundo de paredes exvasadas y borde sin diferenciar, prolongado en la misma línea de la pared,
en el que destacan dos acanaladuras en su parte superior. Tipo16gicamente se corresponde con la serie 2153
de Morel. Aunque no hemos recuperado ningún ejemplar completo pensamos, por el prototipo de Morel,
que estaría asociado a un base ápoda similar a la
Lamb. 33b (Fig. 10.2).
Lamb. 33b: PV-346 (Fig. 10.2)
Bol ápodo de paredes exvasadas, asimilable a los
vasos de la especie 2150 de Morcl. Por el desarrollo curvado de las paredes se cor-respondería con la serie 2153.
Esta forma genérica está asociada tradicionalmente a
la campaniense A, no obstante, también se documentan en otras producciones asociadas a la campaniensc
B, como sucede en Cales (PKDROm, 1986: Tav. 69.354
a 359; Tav. 70.360) o en Olbia (BATS, 1988: PL.
26.803-804). En Olbia se señala que en cuanto al barniz y la pasta no hay diferencia con el resto de las beoides (B...TS, 1988: 140), sin embargo su relación con las
formas de campaniense A podría indicar para estos vasos una datación alta (mitad del s.II a. JC.). A las producciones de Cales L. Pedroni les atribuye una producción local y un.a datación en el s. ill-U a. JC.
Morel 1313b: PV-757 (Fig. 10.3)
Pátcra de reduccido t.a maño, poco profunda, con
borde en ala, similar a la Lamb. 36 en miniaturas, ya
que su diámetro no sobrepasa los Jl cms. (Fig. 10.3),
y pie simpl.e de sección triangular. Se trata de una firma tfpica de la Campania, no obstante, el prototipo de
Morel (1981: 204) para esta serie procede de Tipasa y
está datado hacia el S. Ion a. JC. (1/2 de siglo) (l....o.N.
cu, 1968: U6, fig. 63). Piezas de caracter(sticas úcnieas similares se documentan en Cales (PeDAOifl, 1986:
384), donde son particularmente abundantes las piezas
en miniatura, como es el caso de esta serie, hecho que
ha sido igualmente constatado en KartMgo ~oUJ..,
1986: 47), donde se pensaba que eran propias de la
producción de barniz negro de Byrsa, siendo particularmente abundantes los «plats a poisson• de reducido
diámetro (Bv.Rs... I, 83, fig. 35, 106-4; 206, fig. 32; Mo.
Rea., 1986: Fig. 27-29). No obstante, en la producción
de cerámica local o regional de CaJes es frecuente la
fabricación de estos vasos miniaturizados, no sólo los
pequeños platos de pescado sino gran variedad de formas, entre ellas una similar al ejemplar recuperado en
Valentia (PBDRD!fl, 1986: Thv. 59-303; Tav. 63-326). En
la Pen1nsula Ibérica se encuentran tambi~n vasos de
reducido tamaño en Emporicn, en la Necrópolis de Les
Oorts (SANMARTf, 1978: 36, 468-469), y en Ullastret
(PmTA, 1983: 141).
Páteras ápodas: Unión-Cortes S.E. (Fig. 10.4)
Pátera de paredes exvasadas y largo borde ~ensi
blemente curvado. Aunque no se ha conservado la
base, por la trayectoria que sigue el borde y la delgadez
de la paredes, es posible que entrara en la categoría
formal de las páteras ápodas documentadas en Ktn1htzgo
y adscritas a la clase Byna 661 (MoRI!L, 1986: Fig. 2,
p. 31).
El fragmento recuperado pertenece a la excava·
ción de las Cortes Valencianas que aporta claros nivels
tardo-republicanos, no obstante, en esta ocasión, no ha
sido hallado en estratigraffa sino en un relleno de época IsUunica por lo que no podemos señalar datación
alguna.
Lamb. 55: PV-773 (Fig. 10.5), PV-12
Pátera poco profunda de borde ligeramente engrosado y reentrante, marcando una faceta plana en su
parte superior. Presenta generalmente un pequeño rebaje y acanaladura en la separación con la pared en la
cara interna. En ambas superficies, tanto interna como
externa, se observan algunas bandas en las que el barniz no conserva el brillo, pudiendo ser indicio de una
decoración pintada. Esta forma gen~rica es propia de
la Campania pero no exclusiva de la campaniense A,
ya que, con características t~cnicas distintas y bien defmidas, aparecen en otros yacimientos de la propia
Campania como en Cales (PwwNt, 1986) o Francolise
(ÜOTTON, 1979).
Morel 1640: Al-2958-3, PV-SP (Fig. 10.6-7)
Pátera poco profunda, de fmas paredes, la unión
de la pared con el borde viene marcada por un estran455
[page-n-466]
V. ESCRJVÁ, C. MA.RJN Y A. RlBE.RA
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Fig. 11.- Orupo 7. E. 112
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M.RNlZ NEGRO EN VALENTIA
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Fig. 12.-
gulamiento tanto externo como interno, en ocasiones
acentuado por una acanaladura (PV-SP). Se corresponde con la especie 1640 de More!, definida por UD
borde prolongado en la misma linea de la pared y provista en esta zona de algún accidente como engrosamientos, acanaladuras, etc. Los ejemplares documentados se acercan más a las series 1646-1646b ó d, tanto
por la disposición rectilínea de sus p arede.s como por
el desarrollo del borde. J.P. Morel (1981: 128) atribuye
a los vasos de esta especie un origen en el área etrusca
bada 200::t:50.
El fragmento de l'Almoina apareció en un nivel
que puede situarse en el último cuarto del s. II a. JO.
y en el que no se constata la presencia de cerámicas
del círculo ' de la B, predominando la campaniense A
y estando presente la campaniense B de buena calidad
y la Byrsa 661 o grupo 3.
Morel F-2614: PV-108, PV-493, PV-108 bis (Fig.
10.8 a 10), PV-36, PV-189, PV-194
Bol profundo de perfil en ..s.., los diámetros oscilan entre los 14-16 cms. Se asimila a la serie 2614 de
Morel, estando más próxima a las variantes c/d, ésta
última, la F-2614 d de More!, es el prototipo de Lamb.
27 B pequeña en campaniense A procedente del pecio
de Giannutri (LA~BOCUA, 1964). No obstante, las piezas presentadas poseen características técnicas de pasta
y barniz que difieren de la campaniense A. Una de las
piezas conserva restos de una línea de pintura blanca
6
Grupo 8. E . 112
en el interior a la altura del borde (PV-108). De forma
opcional, tanto la superficie interna como externa, presentan algunas fmas ranuras.
Todos los ejemplares repertoriados aparecieron
hace 30 años en las excavacio.nes de la Plaza de la Virgen, dos de ellos en el nivel fundacional (PV-108,
PV-108 bis), un tercero se ttcuper6 en un estrato del
último cuarto del s. U a . JO. (PV-493) y los restantes
no presentaban contextos fiables.
Morel 2615: PV-357, PV-744 (Fig. 11.1-2),
PV-372, PV-589, PV-590
Bol profundo de paredes exvasadas, algo gruesas
y borde sin diferenciar. Presenta una concavidad poco
marcada en la parte superior de la pared externa. T ipol6gicamente es asimilable la serie 2615 de Morel,
tanto al tipo 2615c (PV-357) como 26J5b (PV-744).
Para Morel estas piezas son producción de Etruria o
de Italia del Norte.
Las cinco piezas proceden de contextos alterados
o mal excavados de la Plaza de la Virgen.
Sanmartí .F-166: H-1061-2, PV-729, PV-435,
PV-41, PV-171 (Fig. 11.3 a 7)
Bol profundo de petftl en .s.. , borde saliente proLongación de la misma pared. Generalmente está pro457
[page-n-468]
V. ESCR TVÁ, C. MARfN Y A. RIBERA
2
AL- IHI O
4
Fig. 13.- Grupo 9. E. 1/2
vista sobre su pared externa de dos acanaladuras paralelas que limitan y resaltan una franja de ruedecilla.
Tipológicamente se corresponde con la forma 166 definida por Saomartí (1978: Lam. 99.166) quien le atribuye una datación del último tercio del s. II o inicios del
s. I a. JC. en base a los hallazgos del Foro romano de
Ampurias (SANMARTf, 1978: 592). Formas similares a
estas se documentan igualmente en Cales (PtmRoN'I,
1986: ;Thv. 38.171).
Otro ejemplar documentado (PV-171), y que se podría incluir en esta serie, corresponde a un bol de paredes exvasadas y borde vuelto hacia afuera, cuya superficie externa se caracteriza por marcadas acanaladuras
en la parte central.
458
Pedroni, Tav. 12.50: PV.121 (Fig. 12.1),
AL-2960-11 (Fig. 12.2)
Bol profundo de labio engrosado y apuntado, paredes de perfll convexo-cóncavo (PV-121). .Piezas similares se documentan en Cales, siendo datadas, por la
zona en que fueron halladas, en torno al s. I a. JC.
(PRORONI, 1986: Tav. 12.50, p. 362).
Se considera una variante del tipo al ejemplar procedente de l'Almoina (Al-2960) cuyo borde marca UD
plano en su cara superior y la pared cierta concavidad
a la altura del borde. La pieza procede del nivel inferior de la excavación, situado por encima del estrato
natural y forma parte de un abundante contexto que
comentamos al hablar de las formas Morel 2170 y 3210.
[page-n-469]
BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
Morel2170: P.G., PV-1, Al-2960-10 (Fig. 12.3 a 5)
Pátera 4tumbilicata. de pequeño tamaño, de la que
se recuperaron, en las excavaciones de VaienJia, un total
de U'e$ ejemplares. Uno de ellos (PV-1) conserva el perfil casi completo, asimilable al tipo 2171-2172 por el desarrollo curvo de su pared y la presencia de un pequeño rebaje en el fondo externo a la altura del
•omphalo•.
La segunda pieza (P.G.) hab{a sido repertoriada
con anterioridad por G. Martín (1962: 93, Fig. 2.16) e
incl~da por J. More! como forma nueva, dando lugar
al t1po 2176a, para el que señalaba el autor una producción local o regional (MoA.&L, 1981: 145). Sin embargo, hemos observando que en el dibujo publicado
por estos autores, esta pieza se restituye como forma
completa, lo cual, después de una revisión del material, no responde a la realidad del fragmento, que carece de borde y cuya pared no presenta una trayectoria
tan rectilínea y con tantas acanaladuras respecto a las
representadas en el dibujo publicado por estos autores.
Por otra parte, las caractedsúcas técnicas de este 6ltimo ejemplar no presentan diferencias del resto de las
piezas que componen este grupo 3, tanto por la pasta
como por la calidad del barniz, que, en esta ocasión,
posee iridiscencias azuladas.
Se conserva un último fragmento de fondo de probable pátera ocumbilicata. (Al-2960-10) con decoración
vegetal enmarcada por dos acanaladuras, y situada alrededor de lo que serfa el •omphalo•. La decoración
en relieve alterna hojas con tallos ondulados y flores.
El perftl casi completo procede de la Plaza de la
Virgen. se halló en el nivel inferior, mientras el pequeño fragmento con restos de decoración en relieve al interior, apareció en l'Almoina también en el estrato más
hondo, directamente sobre la tierra natural y formaba
parte de un amplio conjunto de materiales entre los
que, centrándonos en el barniz negro, predomina
abrumadoramente la campaniense A (formas Lamb.
23, 25, 27, 28, 31, 33, 36, 55, y More! F-2974) junto
con unas pocas piezas de campaniense B de buena calidad (etrusca) (formas Lamb. 3, M orel F-2653) y del
grupo Byrsa 661 o grupo 3. Las ánforas perteneclan a
los tipos greco-itálico y Dr. lA, sin que faltaran las del
área púnica, como la Mañá C-2 P.E.l7 (RAMóN, 1981)
y otras de posible origen hispánico como las CC.NN.
(SANNARTf, 1985, 1989). No hay duda, pues, en asignar
una fecha muy cercana al 138 a. JC. para la datación
de este nivel.
Morel F-9132 • Lamb. 14: Al-1904-1 (Fig. 12.6)
Fragmento de borde de tapadera perteneciente a
la serie 9132 de More). El ejemplar que sirvió de prototipo a Lamboglia (1952: 151) es de la cercana ciudad
de Sagrnuom. Formas idénticas a Las anteriores fueron
documentadas en Emporiott (SAmWtñ, 1978: Lám. 82,
14-90; Mout., 1986: Fig. 6) y en KJzrtMgo (MoR.EL,
1983: Fig. 10 a; 1986: Fig. 4 y 5), siendo incluidas por
Morel dentro de la clase Byrsa 661.
Este mismo tipo de tapadera& han sido abundantemente documentadas en Cales, siendo consideradas
tambi~n como producciones locales (PsoRorn, 1984:
77. Tav. XVIII, 5). Tanto Morel como Pedroni ofrecen
dataciones del s. Ill y primera mitad s. II a. JC., no
obstante, la pieza de Valencia procede de un nivel del
último cuarto del s. I1 a. J C.
Morel 4753: PV-90, AL-2810-4, AL-1796-13,
Al-2833-2, AL-2880-4- (Fig. 13)
Crátera perteneciente al tipo F-4753a de Morel.
El cuerpo es de perfil redondeado. El borde forma un
alero saliente de perfll convexo, con labio triangular,
presentando normalmente acanaladuras en la parte interna; esa misma decoración se observa también en la
unión del cuerpo con el borde. La cara externa del labio presenta en todos los casos decoración de ovas alternando, en ocasiones, con metes o lengüetas. Su dispo~ci6n es bastante irregular. Posee una pseudo-asa,
aphcada sobre la pared situada apenas bajo el borde.
Los ejemplares documentados marcan tres módulos de
talla de 19, 23 y 26 cms. de diámetro externo.
Esta forma, en los úlúmos años ha sido objeto d e
especial atención en la costa oriental de la península
(SANMAA.Tf, 1981; D urRt y Fl!llNÁHDBZ, 1983-84), habiéndose supuesto un origen etrusco y una datación terminal en los inicios de la segunda mitad del s. ll a. J C.
en baac, precisamente, a su presencia en Valtnlia (SAN·
MARTI, 1981: 197). Se ha documentado en varios yacimientos catalanes, tanto romanos (Emp()Tüm, Ttmaco)
como indígenas (Sant Miquel de Sorba, Tut'Ó de Can
Tac6, Ruscino), siguiéndose su rastro más hacia el sur
en Thrre la Sal (Castellóo) (Fn~Wrou, 1987-88: Fig.
8) y Ko.rtM.go Nova (Ptuz BAt.L.IlS1U.) 1 •
Ha sido tradicionalmente asociada a producciones
etruscas por J .P. Morel (1981: 328-329); no obstante,
está documentada en Cales, siendo considerada por
Pedroni com o una producción local datada en el S. mIl a. JC. (PmRONI, 1986: 365). En cuanto a la cronología, More! le da una datación con anterioridad al 150
a: JC. (Mo-..u, 1978: 328-329), sin embargo, su vigenC a lo largo del a. 11 a. JC es manifiesta, como deJa
muestra la presencia de un ejemplar en el pecio de
Spargi (P.u.uús, 1979: Fig. 13), y al mismo tiempo
las piezas recuperadas en el nivel fundacional de Wzlntlia.
En perfil casi completo (PV-90) procede del nivel
fundacional de la Plaza de la Virgen, mientras el resto
de las pie:~.as han venido apareciendo en las excavacio459
[page-n-470]
...
3
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e
Fig. 14.-
Grupo JO. E. 112
nes de l 1Almoina. Una de ellas (PV-2880-4)1 es de un
nivel que se puede datar a fm ales del tercer cuarto del
s. ll a JC.1 con predominio de la campaniense A (formas Lamb. 6 1 27 1 311 36 y More! F-2965c)1 ausencia
de cerámicas del d rculo de la B y pr esencia muy minoritaria de campaniense B de buena calidad y del grupo
Byrsa 661 o grupo 3. Otro de los fragmentos
(AJ-1796-43) es de un nivel de fines del s. ll a. JC. en
un contexto con campaniense A y del círculo de la B.
460
M.P. 127, Morel F-3120: PV-504
PV-51 (Fig. 14.1-3}
1
Al-2823·2~
Copa profunda de paredes exvaaadas y borde sin
diferenciar perteneciente a la forma M .P. 127 1 que se
corresponde con la serie 3120 de Morel. Esta forma se
caracteriza por poseer dos asas laterales situadas a la
altura del borde, verticales y bífidas, que divergen hacia la parte superior y se repliegan hacia el interior formando un ocboucle» aplicado contra la superficie del
vaso. Pie anillado perteneciente al tipo P-15la de M o-
[page-n-471]
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Fig. 15.- Grupo 11. E. 112
rel, superficie interna simple y oblicua, sección de apoyo plana y fondo interno cóncavo con umbo eJCterno.
Se trata de una forma corriente en campaniense
B hacia la mitad del s. U a. J C. en Etruria septentrional y central. Exportada hacia España (SANMAini,
1978), aparece en los pecios de Filiculdi A datado hacia
el 150 a. JC. (Room, 1971; CAv.wn 1985), Isla Pedrosa {BAilBw, 1975) y Sant J ordi (CunA, 1980) hacia
120/100 a. JC. Los hallugos de Galia meridional son
más tardíos y pertenecen todos a un contexto del s. I.
a. JC., hacia mitad del siglo. Los análisis de pasta en
Olbia (Provenza) han mostrado la similitud entre los
boles M.P. 127 y el resto de la campaniense beoide de
la región del Norte de la Campania, más precisamente
de la región de Cales {BATS, 1988: 142).
La forma ha sido documentada en Cales, considerándola L. Pedroni una producción local datada en el
s. III. Los hallazgos recientes llevan ~ considerar su
perduración hasta el s. [ a. JC. (PwRONJ, 1986: 364).
En Volmtia, la pieza casi completa (PV-504) apareció en el nivel más profundo de la excavación de la Plaza de la Virgen.
Morel F-3210: Al-2935-4 (Fig. 14.5)
Fragmento de pared y asa de tres nervios formando dos acanaladuras, en su parte inferior destaca una
protuberancia en forma de cono. El fragmento parece
pertenecer a una copa de pared convexo-cóncava correspondiente a la serie 3210 de M orel, considerada
una producción de Sicilia y de la extremidad de Cala-
bria (MouL, 1981: 255). En Cales se documenta esta
forma, aunque es atribuida por Pedroni a los cubiletes
de la especie 3450 de M ore) o Lamb. 10 (PsoRONI,
1986: Thv. 13.55-57), considerándola como producción
local, datada durante un largo período de tiempo que
va desde el s. III a 1 a. JC.
Este fragmento se encontró en el nivel fundacional
de l'Almoina, inmediatamente por encima del estrato
natural y dentro de un numeroso contexto que ya hemos comentado al tratar la serie 2170 de Morel.
M.P. 152 - Morcl 5212: PV-184 (Fig. 14.6)
Fragmento de borde con arranque de asa de sección plana peneneciente a una jarrita de boca circular,
asimilable a la forma M.P. 152 (MoNTAONA P ASQunruc.
c1, 1972), se corresponde a la ser ie 5212 de Morel,
siendo considerada una producción local o regional
(tipo local D de Volterra) (MoRr.L, 1981: 339). En Cales se documenta esta forma y para L. Pedroni se trata
de una producción local, datada en el s. III-11 a. JC.
M.P. 147, Morcl 5740: M -83, PR-50, AV-51,
AV-52, P.G., Al-1959-3 (Fig. 15)
Jarrita de cuello largo y pico en canal. La panza,
de peñi.l ovoide, se alarga hacia la parte superior marcando, en ocasiones, una pequeña arista en la unión
del cuerpo con el cuello. Esta forma se asimila al tipo
M.P. J4.7, correspondiente a la especie de Morel 5740,
461
[page-n-472]
V. ESCRJVÁ, C. MARÍN Y A. RIBERA
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Fig. 16.-
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Grupo 12. E. 1/2
no obstante por el desarrollo del asa de sección aplanada
y algo rectilínea se acerca más a la serie 5741g ó 5743b
de More!. Ha sido tradicionalmente asociada a las producciones etruscu de donde proceden los prototipos formales, sin embargo las pieus que presentamos no poseen
la calidad ni la tonalidad de los barnices etruscos. El barniz de los ejemplares que presentamos es negro profundo, de satinado a brillante y, en algún caso, algo rugoso.
Piezas de similar calidad técnica se documentan en Cales (Pe.owm, 1986: Thv. 56. 283-284).
El ejemplar más completo, de la calle del Mar
(M-83), apareció directamente sobre el suelo natural,
por lo que su inclusión en el período fundacional es
bastante clara. El de l'Almoina (Al-1959-3) procede de
La preparación del pavimento de unas posibles -tabernae" (Eso•uv.4 y R1sJUlA, en prensa) que se deben datar
también en el ú ltimo tercio del s. II a. JC.
462
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4
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3
Lucerna: Al-2935-14 (Fig. 14.4)
Un apartado especial lo constituye esta lucerna de
barniz negro técnicamente similar a los ejemplares presentados en este grupo 3. Tipol6gicamente por su cuerpo bitroncocónico, pje alto y asa distal de tres nervios
se corresponde con el tipo E de Ricci (1973: Fig. 27).
Ampliamente documentada en el M editerráneo Occidental, está pre.sente en los restos de la Madrague de
Mootredoy datado en el S. n a. JC., en La Chrétienne
A (100 a. JC), Necrópolis de St. Rémy, Pozo de Cavaillon, Alhintimilium (170-50 a. JC.) (Rtcot, 1973:
216-219).
Esta pieza, de J'Almoina, apareció en el nivel antr6pico mb antiguo, inmediatamente por encima del
estrato natural, y forma parte de un numeroso contexto al que se le debe atribuir una datación fundacional
[page-n-473]
BARNIZ NEGRO EJ.Il VALENTIA
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Fig. 17.-
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Grupo 13. E. 112
y que ya se ha comentado con todo detalle al tratar la
forma More! F-2170.
Bases: Av-5, SP-13, SP-12, H -1061, PV-1020,
Al-2873-2, PR-1 (Fig. 16. 1 a 7), NIM-135,
SP-491, Al-2733-6, PV-455, SP-26,
BP-1241, Al-2983-6, PV-22, PR-66 (Fig.
17.1 a 9)
Vamos a tratar fundamentalmente las bases de pátcras de forma indeteraúnadas que presentan decoración estampillada en el fondo interno, puesto que las
bases restantes ya han sido tratadas en sus apartados
formales correspondientes.
En su mayor parte presentan marcas de huellas digitales en el arranque de la pared, y al igual que los
grupos an teriores el fondo interno aparece r eservado.
Los pies son bastante uniformes y estilizados, de sección trapezoidal, asimilables a los tipos 211-212 de
More}.
Se aprecian dos tipos de páteras con diámetros variables en función de la trayectoria de su pared , según
sea curvada o rectilínea, sin embargo, el estado fragmentario del material impide, en ocasiones, incluirlas
con seguridad en uno u otro grupo.
En líneas generales estas piezas presentan motivos
estampillados, de pequeñas dimensiones, en número
que oscila d e tres a cinco, enmarcadas, en ocasiones,
por acanaladuras o por decoración a ruedecilla. Los tipos de estampillas predominantes son las hojas cuori4-63
[page-n-474]
V. ESCRIVÁ, C. MAJÚN Y A. RIBERA
formes (Fig. 16.2 a 4) y las pequeñas palmetas (Fig.
16.1, 9; Fig. 17.1, 3, 5 y 6), mostrando una clara diferencia con respecto a las estampillas de los grupos trarados con anteriorid ad. La decoración a ruedecilla es
variada, siendo simple, doble o formando pequeñas
plumas de ave. El tipo de ruedecilla que presentan en
general los grupos estudiados difiere de la campaniense
B de p roducción etrusca, ya que son lmeas cortas, uniformes y siguiendo la misma orientación, así mismo
son diferentes de las producciones de C ales más tardías, las llamadas Beoides. Estas imitan a las anterior es aunque es notable su orientación más oblicua, sin
embargo el tipo de ruedecilla que se aprecia en las piezas que presentamos se asemeja más a la de la campaniense A en cuanto que está formada por lmeas adyaJ.l
centes de perf sinuoso y poco definidas.
Estas estampillas, asociadas a una producción de
buena calidad, en un momento propiciaron que se le
d ieran dataciones altas, de finales del S. ffi O principios
del s. II a. J O., sin embargo la presencia en Kart!w.go
de bases de este tipo con estampillas cuoriformes, consideradas por More) como de producción Byrsa 661,
defmieron un marco cronológico que llegaba, al menos, hasta el 146 a. JC. Consider ando que este tipo de
estampillas cuor iform es se documentan en Cales en
piezas que poseen defectos de cocción, no creemos factible su producción en Karlhago, y en consecuencia el
año H6 a. JC. no marcaría una fecha lfntite para esta
producción, muestra de ello es la presencia de estas páteras en la ciudad de Valencia.
CONSIDERACIONES GENERALES
Sólo con u n rápido examen de los datos cronoestratigráficos proporcionados por los materiales aparecidos en contextos fiables, especialm ente los procedentes de 1'Almoina, se induce, por una parte, que estos tres grupos de barniz negro fueron coetáneos y, por
otra, que estaban vigentes, cuando menos, en el tercer
cuarto del s. l1 a. JC. (150-125 a. JO). La corriente presencia de buena parte de estos grupos cerámicos en
Karthago (M oRJ!L, 1983, 1986), destruida en el 146 a .
]0. 1 y en la coloni a de Luni, fundada en el 177 a. J C.
(CAvALtBIU, 1973), indica, además, que también deb{an
ser normales en el segundo cuarto del s. TI a. J O.
(175-150 a. JC.). Ante la rarificación de los hallazgos,
no parece probable que se puedan hacer llegar más allá
del 6.ltimo cuarto del s. II a. JC. (125-100 a. JO), por
lo menos en ValnúitJ, mientras parece bastante más probable su existencia, aunque seguramente con otras for·
mas, a principios del s. 11 a. JC. y su en tronque con
tradiciones cerámicas del s. III a . JC. Así, la escasez
de las piezas de los grupos 1 y 2 tal vez sea un indicio
de su datación anterior, mientras la relativa represen·
tación del grupo 3-Byrsa 661, tanto ea Karthago como
46+
en ValenJitJ, pueda deberse a que esta producción alcanzara su máximo desarrollo entre el segundo y el tercer
cuarto del s. 11 a. J C. En ambos casos, siempre en con textos en los que predomina la campaniense A. Mientras que puede ser significativo el hecho que en los DÍ·
veles más antiguos de WúemitJ, bien datados tras las
recientes excavaciones, y en donde no suele ~altar,
como hemos visto, estas producciones, no se constata
la preséncia de cerámicas que se puedan incluir dentro
de lo que se ha venido a llamar el círculo de la B
(MouL, 1981: 76; 1986a: 469-470). Por el contrario, sf
que aparecen unas pocas piezas del grupo de campaoien se B de muy buena calidad (tipo II de Cosa)
(TAYLOR, 1957) de probable origen etrusco (MoiUU.,
1978: 162).
En cuanto al estado de la investigación actual, a
propósito del p osible origen de estas producciones, has·
ta el momento, no se h abía dispuesto de datos claros
que indicaran su adscripción a un centro alfarero concreto. Es por ello que, fuera de Italia, cuando han sido
diferenciadas, se han considerado como locales o regionales, sin qu_e, salvo excepciones (MoRu., 1983 y 1986;
SANMARTf, 1978), se haya individualizado con claridad,
y en muchos casos, incluso aparecen incluidas dentro
de la campaniense A o B. En Italia, en algún yacimiento en que su presencia era frecu ente y presentaba,
como en Valencia, indudable homogeneidad, se incluyeron en grupos cerámicos aparte, como el tipo D de
Luni (OAVALI.ERJ, 1973) y, tal vez, el IV de Cosa (TAY·
Loa, 1957; ARClll.tN, 1981). Al mismo tiempo, algunas
de las formas p rop ias de nuestro grupo 3 (M ore! series
3120, 4753, 5212 y 5740), solfan atribui01e exclusivamente al área etrusca (MONTA(lNA-PASQUTNOCCI, 1972;
Mo.RsL, 1981; SANt.rARTf, 1981).
Esta p roblemática pareció dilucidarse tras la hipótesis de atribuir casi todas estas producciones (grupos
J y 3) a un centro alfarero que estada situado en Karthago o en sus pro){imidades (MouL, 1983 y 1986) lo
que conllevó que se le asignara una fecha final de fabricación en torno al 146 a. J C., momento d e la destrucción de La ciudad. No obstante, desde un principio, su
presencia en yacimientos datados con seguridad en una
fecha posterior al H6 a. J C., como es precisamente el
caso de Valencia. siempre dejó en el aire algunos interrogantes a los que p arece haber dado definitiva respuesta los nuevos datos que se han aportado sobre las
cerámicas de barniz negro de Cales (P mRONI, 1986).
Por otra parte, no hay que olvidar nunca que la
abundante presen cia d e un determinado tipo cerámico
en un núcleo urbano, y especialmente cuando se trata
de un gran centro consumidor y, además, de marcado
carácter comercial, no tiene, ni mucho menos, que ser
indicativo de que tales productos fuesen elaborados en
esa ciudad o en sus cercanías.
Por todo lo expuesto, pensamos que las produccio·
nes definidas como Byrsa 401 y 661 evidentemente for-
[page-n-475]
BARNIZ NEGRO EN VALENTIA
man parte de un~U variedades cerámicas individualizadas y que hay que tener en cuenta en los contextos
tardo-republicanos, p ero que su adscripción a la zona
de Karthago carece de elementos concluyentes que permitan suponer la ubicación en esta ciudad de su centros de producción. Huta Ja fecha, aunque se conocen
otras alfarerías de barniz negro en el norte de Africa
(CAr.LBt, 1972; PONStCH, 1968) no se tiene constancia
fehaciente de hornos, elementos de alfar, p iezas con defectos de cocción, etc. .. asociados a estos grupos cerámicos en KartJ,ago. Por el contrario, la mayoría de las
formas cerámicas atribuidas a estas supuestas producciones cartaginesas, incluso varias, como los boles con
soportes figurados, anteriores a la fundación de Valencia, aparecen documentadas en bastante frecuencia en
los materiales de las prospecciones de C ales, muchos
de los cuales son desechos de cocción (P wB.oNt, 1986:
366). Sin salir de Hispania, podríamos mencionar los
problemas de atribución de talleres que planteó la sigi·
Uata h ispánica hasta que se descubrieron las alfarerías
de la Rioja (GARABITO, 1978) y de Andújar (Roe....,
1976).
D e la tradición alfarera calena ya se tenía constancia a través de las m.a rcas de ceramista documentadas
e n las páteras umbilicatas con decoración a relieve, en
las que aparecía la mención expresa del topónimo «Calena» (PAGBNST&CKKR , 1909). Además, ya a princjp ios
de siglo (WooLSY, 1911) y más recientemente QOHAN·
NOWSKY, 1961: 261; PIIDRONJ, 1984: 45) se bao recuperado abun dantes elementos de alfar, amén de los ya mencionad os desechos de cocción, pertenecientes a formas
muy variadas de barniz negro, muchas de las cuales se
corresponden tipológica y morfológicamente con las
clases Byrsa 401 y 661. La distribución de piezas de estas características es frecuente en otr os yacimientos del
Norte de Campania, como la villa de Francolise (Co.rroN, 1979) o la cercana ciudad de MinJurnoe, donde se
ha supuesto la existencia de otro centro alfarero (M 0 .
REL, 1981: 48) claramente relacionado por su tipología
y morfología con el de Cales.
La comercialización de la producción calena de
barniz ne~o en el Levante peninsular debe entenderse
íntimamente relacionada con el inicio de las exportaciones del vino procedente del Ager Falemu.r, territorio
en el q ue estaba ubicada la antigua colonia de Cales,
y que era envasado en las ánforas greco-itálicas de
transición y Dr. 1A, asímismo producidas en alfarerías
calena s (HesNAAD ~~ alii, 1989).
En un primer momento la exportación, ciertamente restringida, afectó fundamentalmente a las cer ámicas con decoraciones de relieves: páteras umbilicatas,
páteras con medallón central, guttus, etc., es decir, a
las que, de una manera abusiva, siempre se han cono·
ciclo como propias de Cales (MoRn, 1981: 46). Son
bastante escasos los ejemplares conocidos en la Península Ibérica, sin embargo tenemos constancia de páte-
ras umbilicatas en la Serreta de Alcoy (As...n, 1983:
186-191), en la mina Di6genes (Ciudad Real) (DoMERoue, 1969: 159), en el Cerro del Molinete (Cartagena)
(RMw..w, 1989: 33, Lám. I) y en el 'Ibssal de Manises (Alicante) {ABAD, 1983: 188). Páteras con medallón
cen tral se encuentran en SagvnJom (AllANIIOI11 y Gn.·
MAsCAULL, 1978: 13), Kartlw.go Nova (DoMERGue, 1969:
159 ), l'Albufereta (Alicante) (Alicante) (AliAD, 1983:
305), Castell de Almenara (GuSJ, 1974: 119). En el poblado ibérico del Puntal dels Llops (Olocau , Valencia)
apareció un guttus leoncéfalo con una fi~a femenina
en relieve (RoNliT, MATA tt alii, 1981: 120) y en Bagur,
Palafrugell (Gerona), se recuperó un fragmento de pátera umbilicata o de emblema de guttus (GARC1A. v BELLIDO, 1952: 389).
En una fase inmediatamente posterior comienzan
a comercializarse cerámicas lisas de proced.encia calena. Excepto en algún caso aislado, resulta claro que a
Valentía llegan exclusivamente aquellas cerámicas que
se están fabricando en el momento de su fundación ,
quizás esto explique la ausencia de formas tan características como el bol con tres soportes en r elieve, máscaras cerámicas o cardium (More] F-2132a), abundantemente difundido en la Campania: Cales (PBDRONJ.,
1984 y 1988: Tav. 66 y 67), Nola, MinJurnoe, Pompeya
(MoRBL, 1981: 139) y Francolise (CarroN, 1979: 96,
Fig. 22, n .0 8-10). También está presente en el área de
Túnez: Kartlw.go (M ouL, 1986: 46, Fig. 25-26), y en la
Penrnsula Ibérica: l'Albufereta (Alicante) (M oa:sL,
1986: 46, Fig. 23) y Emprrrilm (MoRBL, 1981: 468). Otra
de las piezas características, no presente en Valencia,
sería el pyxi.s de la esp ecie 7510 de M orel, documentado, además de en Karthago (MoRBL, 1986: 30, Fig. 3),
en Cales (PEoRom, 1984; 1986: Tav. 93), Emprrrilm (S'-*
MART1, 1978: 146, Lám. 26, 356), llaiüa y K.artlr4go Nova
(MoRm., 1986: 35).
En cuanto a las piezas halladas en Vakntia podemos establecer ciertos paralelos a lo largo de todo el litoral meridional y oriental de la Península Ibérica. No
obstante, esta producción resulta dificil de rastrear a
través del material publicado, debido, fundamentalmente, a los criterios utilizados en su clasificación1 intentando ajustarlos a los grupos clásicos de la cerámica
campaniense, e indicando sólo un probable origen local en el caso de que la pieza no pucüera encuadrarse
tipológicamente en ninguno de estos tres grupos.
Q uizás las piezas más conflictivas a la hora de establecer un p1ano de dispersi6n son aquellas que aparecen en las mismas formas que la campaniense A
(Lamb. 6, 27, 31, 33b, 36 y 55), contrariamente, las
que podríamos considerar como más raras facilitan su
identificación.
Aún teniend o en cuenta esta p roblemáúca, hemos
podido aislar algunas piezas de yacimientos peninsulares que, con bastantes garantfas, deberían pertenecer
a esta producción: en Sevilla, un fragmento de bol de
465
[page-n-476]
V. ESCRIVÁ, C. MARÍN Y A. RIBERA
roseta central, en Málaga, fondos estampillados de
palmetas simples (MoaBL, 1986: 32 y 35). En
Sagvnlum (MOREL, 1981: 434; l...uoocUA, 1952: 150) y
Empori¡m (St.NNARrl, 1978: Lám. 82, 1490) se documentan tapaderas de la serie 9132 de Morel, además,
en esta óltima ciudad, gracias a que ha sido una de
las más estudiadas, se han identificadó boles de la
forma Sanmartf-166 (SANMAilTf, 1978: Lám. 99, 166)
y fondos con decoraciones estampilladas tanto de palmetas simples (St.NMA~LTf, 1978: Lám. 13, 167 y Lám.
14. 170) como de bojas cordiformes (SANMAllTf, 1978:
Lám. 80, 1457). En Caldes de Montbui, en la provincia de Barcelona, tenemos constancia de un perfil
completo de bol ápodo de la serie 2110 de More!
(BAllBru, 1970: 4+) y otro probable en Numancia,
~te de base redondeada perteneciente a la serie 2122a
de Morel (1981: 138).
De igual modo, convendría hacer un repaso a las
piezas asociadas tradicionalmente a producciones del
área etrusca. La dispersión de los vasos de la especie
4753 de More! se centra en el l.itoral oriental deJa Península, en KartluJgo Noua, CasteU6n (FE:RNÁRDBZ,
1987-88), TarrQ&O (DurRt y F!llNANDEZ, 1983-84), Emporitm y otros yacimientos indígenas catalanes como Sant
M iquel de Sorba, Th.ró de Can 1ac6 y Ruscino entre
otros {St.muRTf, 1981). Asúnismo, la forma M.P. 127
se documenta en /Ja¿tuiiJ (GurrART, 1976: Fig. 51, 9, p.
225) y Emporitm (SANMAilTf, 1978: Lám. 37,482; Lám.
66, 1152; Lám. 69, 1268), además en esta última ciudad
está también presente la forma M.P. 147 (SANMAJtTf,
1978: Lám. 37, 180).
Ya fuera del ámbito peninsular se documenta en
Olbia de Provenza boles de la forma M.P. 127 (BATS,
1988: 142), y en Gabii (VIlOAS, 1968: Fig. 10) y Cosa
(TAYLoR, 1957: Lá,m. XXIX, B 52a) tapaderas de la
especie 9130 de Morel. Del mismo modo, la dispersión
de fondos estampillados de la llamada por Pedroni
«fabbrica degli stampilli a cuoricino.. , que atiende a un
origen caleno, nos Ueva a Enserune, Alba, Fw:ens, Francolise y Nápoles (PwRONI, 1986: 375-377).
No obstante, para establecer un buen plano de dispersión de esta producción calena sería necesario una
revisión de Ja cerámica de barniz negro, que proporcionaría, a buen seguro, más datos que completaran el
hasta ahora restringido panorama.
A nivel de repertorio formal, las piezas documentadas en Cales cubren una amplia variedad, debido
fundamentalmente a que su producción parece extenderse desde el S. m a. JC. a época de Tiberio ya que
no parece ser que tuvo problemas de aumentar su repertorio tipológico, adoptando tanto formas de talleres
cercanos, caso de los de la zona de Nápoles, como de
otros más alejados, concretamente del área etrusca.
Así, todas las piezas que en este sentido se han repertoriado en los grupos l y 2 están exclusivamente relacionadas con la campaniensc A (formas Lamb. 27B, 31,
466
33b y 36), mientras el grupo 3 aparece con un repertorio mú diversificado. A las reseñadas formas de la
campaniense A se le pueden añadir otras, típicas también de esta producción napolitana (Lamb. 25 y 55,
Mor. 2153 y 2614'<1). Aunque estas formas, que podríamos llamar de tradición campaniense, son las más
abundantes, también se han documentado otras de
probable raíz etrusca (Lamb. 6, M.PJ27, 117 y 152,
Mor. 2170 y 4753) e, incluso, parece que algunas formas (Mor. 1313b, 2110, 2615, 3210, 9132, Sanmartí 166,
Pedroni Tav. 12.50) pueden ser casi exclusivas de esta
producción calena.
La constatación de una abundante a ctividad alfarera en Cales, muchas de cuyas piezas llegaron a Valentia, fundada hacia el 138 a. JC., junto con el conocimiento directo, por parte de uno de nostros (V.E.T.) de
los materiales de la misma Cales', nos induce a descartar la hipótesis de un supuesto origen cartaginés
paca estos tres grupos, en favor de una procedencia calena, lo cual, por otra parte, se ajustaría mejor a la dinámica comercial y a la lógica del tráfico marítimo de
la época.
Con estas propuestas, basadas principalmente en
la constatación fehaciente que Cales fue un importante centro alfarero, en el conocimiento directo de sus
cerámicas y en las similitudes morfológicas (pasta,
barniz, formas) que presentan entre sí los tres grupos,
no se termina, ni mucho menos, la presencia de las
alfarerías calenas en Valmtia. Podr[amos seguir con las
llamadas campaniensc beoides, de reconocida adscripción calena (ARCEUN, 1981; Moa&~., 1978: 162). Pero,
a mayor abundamiento, también se configura que la
mayor parte de la cerámica campaniense B presente
en Valencia, excluida la etrusca de buena calidad, habría también que considerarla caleoa. Esto es así, que
en muchas ocasiones no es posible fijar un límite daro entre unas vaciantes y otras, algo comprensible si
aceptamos su común origen en un mismo centro alfarero.
Es decir, que práctjcamente se puede completar el
ciclo contfnuo de los talleres de Cales en Wlltntia, que
de esta manera, se configurarían, junto a los de la zona
de Nápoles-Ischla, como los más prolfficos y extendidos del Mediterráneo Occidental durante la época
tardo-republicana.
NOTAS
• Agradecemos a J. Nru Ballest:er la información proporcionada
aobre los vuot de la e.pecie Morelt750 hallados en Kanhago Nova,
aobn: los que., en la actualidad, e.ti realizando un e.tudio eaped.fico.
• Agradecc:mo• a L . Pedroni lu facilidades dadu para acceder a las QCrimicas de barnk negro de Cale., as! com.o toda
la información proporcionada aobrc uuu produccionea. Asimismo,
agradeumot a la Conaelleria de Cultura de la Generalit.a t Valencia.n a la concc:tión de una bol•a de viaje, entre cuyos objetivos
te incluía preciPJnenle el conocimiento directo de ena cerámica.
[page-n-477]
BARNlZ NECRO EN VAI..ENTIA
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J osep
M oNTESINos r M ARTÍNEZ •
TERRA SIGILLATA EN VALENTIA: PRODUCTOS HISPÁNICOS
La recomposición del acontecer de ciudades, que
como Valencia, han sufrido una sistemática destrucción de gran parte de su patrimonio, no sólo del más
reciente, sino también del de épocas pasadas, requiere
del estudio pormenorizado de cuantos hallazgos se realicen en su solar. Llevamos a estas páginas el estudio
de las cerámicas romanas denominadas Sigillatas Hispánicas aparecidas en la ciudad, con el fin de contribuir al análisis no sólo de aspectos comerciales de la
Colonia sino de aportar datos a la distribución y volumen de este tipo cerámico en el oriente peninsular.
Los productos hispánicos ocupan, en Valentía, el
57'16% de las cerámicas sigillatas; debemos indicar
que en estos porcentajes se incluyen los productos de
origen itálico, gálico e hispánico, no as( las denominadas sigillatas claras. La distribución de los productos
hispánicos se desarrolla con arreglo al siguiente esquema:
Formas
Formas
Formas
Marcas
•
Decoradas
Lisas . .. .. . .. .
Lisas Indeter. .
de alfarero ....
184
150
5
41
piezas
piezas
piezas
piezas
Dept. Hüt3ria de I'Antiguitat. Univeraitat de
/54'27%
/45 ' 72%
Val~ncia.
L a organización del inventario indica en primer
lugar el número del mismo, que coincide con el dibujo
de la figura y la fotograffa, a continuación indicamos
el solar ciudadano donde apareció, seguido del año y
el número de marcado de la pieza. Para fmalizar el lugar donde se encuentra actualmente (C.A.V.- Colección Ayuntamien to de Valencia, C.C.v... Colección
Catedral de Valencia).
FORMAS DECORADAS
El inventario de materiales no ha sido en ningún momento selectivo, por nuestra parte, y por lo tanto reproducimos el volumen real de las colecciones existentes; el
hecho de darse más productos decorados que lisos, cuando en buena lógica ser(a al revés, se debe exclusivamente a la forma de haber realizado las colecciones, en las
cuales ha primado la selección de piezas más espectaculares, como las decoradas, sobre aquellas que no tienen
ninguna decoración. Recordemos que los fondos cerámicos del Ayuntamiento de Valencia han sido recopilados
a lo largo de los años, y basta hace poco tiempo, con una
simple prospección sobre las obras que se iban realizando en los diferentes solares del cent:J:o de la urbe.
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J. MONTESINOS 1 MARTÍNEZ
'---'----JI 50 Km
Los vasos forma Drag. 29, n° l a 23, son los segundos en número; presentan cierta variedad en sus
diámetros, dos son menores de 15 cms., una tercera
parte están entre los 15 y 17 cms. y el resto, la mayorfa,
entre los 17 y 20 cms. Todos son de buena calidad tanto
en pastas y barnices como en la impresión de los motivos. Los n° 12 y 13 llevan ruedeciUa externa en el borde, elemento éste no muy común en la producción his·
pánica y que aparece entre otros lugares en Juliobriga,
Numancia, Mérida. Abella y 1licio (MEZQ.ubuz, 1961
Il: Lám. 212 n° 10, Lám. 287 n° 27, Lám. 27 n° 147;
0ARAB1TO, 1978: Fig. 4-8 n° 22, .Fig. 83 n° 4:8).
La separación entre el borde y la pared decorada
viene dada por un friso de volutas, n° 5, de bifoliáceas,
n° 7, 27, 29 y 31, de círculos, n° 28, de puntas y hojas
n° 17; en el resto por un simple baquetón. La separación de los frisos a base de baquetones, hecho normal
en los hispánicos, pero en el n° 25 lo realiza con un
friso de perlitas y el n° 16 con bifoliáceas.
Tres estilos podemos distinguir en estos vasos de
470
Valentía: el primero de imitación de motivos gálicos,
n° 1 y 2; mucho más abundante es el de metopas ocu·
padas por figuras humanas, animales, vegetales y e.n
algunos casos aparecen motivos circulares, n° 3 y 26,
en otros un friso metopado convive con otro de círculos
alternando con motivo vertical, n° 33; el n° 30 ocupa
su friso superior con serie de círculos, pertenecería al
tercer estilo de Mezquíriz lo mismo que el n° 31.
Un vaso forma 29, no incluído en nuestra tesis y
publicado con posterioridad a la misma, ha sido adjudicado p or Pradales al artesano Segivs (MoN·I'BSJNos,
1988 a: n° 27; PIW).UE$, 1986-89: 83).
A la hora de buscar una cronolog[a exacta para la
forma 29 nos encontramos con una serie de lagunas,
pues no es aplicable la relación de cada estilo con un
momento cronológico; Mezqu[riz (1961 1: 93) da un com.ie.n zo para su fabricación hacia el año 50 d.C, según
excavaciones de Pompaelo, alcanzando su final alrededor del 70 d.C; Garabito (1978: 36) si bien carece de
datos estratigráficos, adelanta en algunos años el comienzo de su fabricación basándose en la aparición de
ciertos motivos como guirnaldas y gallones. La Valentia romana la recibe desde el primer momento de su
fabricación, a juzgar por los motivos de imitación, y se
mantendrá hasta el final de la misma
La forma Drag. 30, n° 34- a 47, es el tercer vaso
decorado; su pared es ligeramente abierta, excepción
del 36 que la tiene casi vertical; los bordes coinciden
con la tónica general de la fabricación hispánica y
muestran tendencia a abrirse. En el interior de la
unión de la pared con el fondo llevan la moldura en
relieve en forma cuarto de círculo muy característico
de la forma hispánica, pero nuestro n ° 46 carece de ella
además de tener un interesante y poco común esquema
decorativo.
Respecto a la decoración comienza en un friso de
separación borde-pared formado por pequeños drculos
en n° 34 y con hojas en el 36, esta banda corresponde
y realiza la misma función que las ovas en los va. os de
s
la Galia. La decoración de todos nuestros ejemplares
es metopada; no disponemos de ningún vaso del estilo
de guirnaldas contínuas y que correspondería a un primer momento de fabricació~ aunque el n° 35 con una
figura humana de respetable tamaño y el 46 con arqueda, nos hablan de su influencia gálica. Los motivos de
separación de metopas son los típicos de línea ondula·
da vertical alternando con puntas de flecha, sólo el n°
4-5 varía introduciendp bastoncitos angulares. Ocupan
las metopas figuras humanas, motivos vegetales y en
n° 4-3 motivo vegetal y pequeños círculos concéntricos;
a resaltar el n° 44 con un.a subdivisión de metopas; en
Valentía no aparece el denominado estilo de rombos.
La forma Drag. 37 es la mejor representada en Valencia, n° 48 a 156. A la variante hispánica .. b .. (MBz.
Quf.Rtz, 1983) hemos adjudicado l2 ejemplares correspondientes a vasos de gran diámetro, con incurvación
e
l
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TERRA SIG!LLATA BlSPÁNlCA EN VALENTIA
del perfil hacia el interior, a veces con ruedecilla y
siempre con buena pasta y barniz. La decoración de
estas piezas es metopada, desarrollándose la misma
bajo una línea de ovas n° 57, friso de círculos n° 53
y 55, friso de aves n° 49 o bajo un baquetón. En Pamplona tiene una cronología del último cuarto del siglo
I d.C. y primero del s.D, en Conimbriga ejemplares de
estas caracterfsticas aparecen en los niveles flavios del
foro y trajanos de las termas, lo que confirma la data·
ción anterior (D.ELCADO-MAvs-r-MouNTnmo, 1975: 185,
Lám. LIII).
La variante ..a., de borde simple es mucho más
abundante, 8 a 1 respecto a la anterior. Algunos vasos
imitan directamente los del sur de la Galia en motivos
como arquería, n° 74. Dentro de la composición deco·
rativa se observan dos apartados: el de metopas y el de
frisos; el primero constituye una transición del que
aparece en la for.ma 29, de la que repite incluso los motivos decorativos (GARABrro, 1978: 44 ss)¡ los motivos
que ocupan la.ll metopas son figuras humanas, animales y vegetales. Una variante podemos ver en los que
llevan círculos separados por elementos verticales, que
cumplen idéntica función que los de separación de metopas y d eben pertenecer a un momento de transición
o degeneración del estilo metopado al de friso. Otro
grupo, también de transición, lo forman Jos vasos me·
topados conteniendo círculos concéntricos n° 60; también hay ejemplares con un friso metopado y el otro
con círculos n° 61. La decoración en frisos contiene
animales, vegetales, círculos que a su vez encierran
animales, vegetales, o alternando círculos y vegetales;
el último sub grupo lo forman Jos frisos con círculos que
pueden ser concéntricos o entrelazados. Dos piezas tie·
nen friso estrecho en la separación borde-pared, n° 101
y 106.
La fabricación de la forma comienza hacia el año
60-70 d.C. No contamos con ningún dato estratigráfico
en Valentia que pueda aportar indicios para su cronología, pero comparando con otros yacimientos como
Pamplona y Conimbriga nos permitiremos situarla
desde el último cuarto deJ s.J. d.C. a la mitad del s.ll
en su mayorfa, prolongándose algo más los de círculos.
En la misma constatamos la i.mitación directa de elementos de la producción itálica como la hoja del vaso
n° 106.
Los n° 162 a 184 son frags. de piezas de forma indeterminada, pero pertenecientes con toda probabilidad a las formas 29 ó 37, uno de ellos con la caracterfs·
tica de tener un barniz lila oscuro, fenómeno que
también constatamos en la producción sudgálica que
llega a nici, forma decorada n ° 180 de este yacimiento
(M Ol'o'TUil'IOS, tesis).
Los productos decorados tardíos, n° 157 a 161,
también están presentes en Valentía; el n° 158 pertenece probablemente a la 37 tardía dentro del primer estilo de Mezqufriz (M.zzQ.u1RIZ, 1961 1: 116) y supone una
prolongación decorativa de elementos de la forma 3 7
antigua.; en Pamplona aparece junto a lucernas del
s.ill; estarfa relacionada con el primer estilo de Mayet
(M...nr, 1983-84: 258). Los n° 159 y 160 pertenecen a
la forma 37b tardía dentro de la decoración de grandes
círculos, cuarto estilo de Mezquiriz y segundo de Mayet, es el de mayor difusión de las cerámicas tardías del
siglo IV.
El es~udio de los diversos motivos decorativos nos
llevan a relacionar nuestros vasos con los talleres de
Thtivm Magallvm; los .n ° 3, 34 y 77, podemos incluirlos en la producción de Bronchales; quedando alguna
pieza, n° 110, relacionada con la producción de la
Bética?
INVENTARIO
DRAG. 29
1) Avellanas 1973. A-73-37. C.A.V.
Borde y pared, con 13 cms. en la boca. Pasta rosa asal·
monada; barniz rojo amarronado claro, excelente calidad.
Borde abierto con resaltes internos. Un baquetón lo se·
para de la banda superior¡ la decoración de este friso a base
de motivos de imitación como elementos crucirormes y roseta
de cuatro pétalos. El vaso es de una excelente calidad tanto
en pasta y barniz como en decoración; motivos semejantes
los encontramos en los talleres riojanos (GARABITO, 1978; Ta·
blas 28 y 29).
2) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de borde y cuerpo, con 20 cms. de diámetro. Pasta
rosa oscura; barniz marrón con brillo.
No tiene resaltes interiores. Bajo un baquetón se desa·
rrolla el friso superior decorado a base de fes tones con elementos Dorales; decocación semejante en frag. del Cerro de
Virgen de la Muela en Driebes-Guadalajara (SANclf!zLAPUP.m'E, 1982: Fig. 7 n° 48).
3) Mosén Mila 1970. 79-41-3. C.A.V.
Frag. de pared y base, con 6' 1 cms. en el pie. Pasta roja
clara¡ barniz rojo oscuro.
Decoración metopada, entre baquetones. El motivo de
separación formado por tres líneas verticales onduladas. La
metopa enmarcada, ·al menos en sus flancos y base, por líneas
de puntas de flecha; en el centro de la metopa cúculos con·
céntrico.s, el exterior de lfoea sogt:ada y el interior contínua,
éstos encierran dos figuraa humanas que levantan el brazo
hasta la cabeza, este extraño motivo es utilizado por el taller
de Bronchales, en ocasiones en lugar de repetir la wisma fi·
gura dentro de un eúculo la junta con otra quedando con
las manos entrelazadas (AnlÁN, 1958: Lám. IX n° 5, Fig.
58); no obstante tambUn es parecido al motivo de guerrero
sobre \1840 Dra.g. 30 de Thrragona atribuible a 'IHtivm Magallvm (M EzQubuz, 1961 ll: Lám. 272 n° 22; M.we-r,
471
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2
Fig. J. -
472
Fomw decoradas. Drag. 29
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TBRRA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
1983-8+: Ltm. CC n° 2+62). En la parte superior de la metopa círculos concéntricos más pequeños y de J(nea condnua.
.
+) Proc. desconocida. 8J-•H. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza: barniz rojo claro que
ha saltado en parte de la superficie.
Dos baquetones, no muy marcados, separan los frisos me·
topados, indicando una marcada carena. Del friso superior
se ve parte del motivo de separación, una Unea de puntas
de flecha verticalea. El centro de la metopa lo ocupa una figu·
ra humana de guerrero con lanza, semejante a un motivo en
forma 37 (MuQ.uwz, 1961 1: 368; 11: Lá.m, 57 n° 288 y
Lám. 252 n° 93) atribuible a 'fritivm MagaJJvm {MAYIIT,
1983-84: Lám. CXVIII).
5) PI. Reina. 79-151-7. c.A.V.
Frag. de borde y pared, con 16 cms. Pasta rosa rojiza
granulosa; barniz rojo claro.
El borde separado de la pared por dos nnos baquetones
y a continuación friso de vol utas muy poco marcadas. Decoración metopada, con motivo de separación formado por sie·
te líneu verticalea onduladas, debieron ser ocho, en el centro
Hnca de puntas de flecha y a la izq. línea de segmentos. La
metopa contiene elemen tos vegetales id~nticos a los del friso
superior de vaso Drag. 29 de Conimbriga (Da:l,CADO·MAv~rr·
Moutm~Ho, 1975: Lám. XXXV n° 29).
6) Proc. desconocida. C.A.V.
Dos frag. de la misma pieza. Pasta roja clara; barniz ama·
rronado. Frisoa metopados y seprados por banda de puntas de
flecha entre baquetones. Del friso supe. ior queda parte del mor
tivo venical de separación a base de líneas onduladas vertica·
les y puntas de Decba. En el friso inferior el motivo de separa·
ción lo forman seis líneas onduladas verticales que dejan en su
centro una de puntas de flecha; la metopa en su extremo der.
tiene 11na lfnea de p110tas de flecha lo mismo que en el centro,
pero aqur rematada por 110a figun de Victoria atribuible a 'frj.
tivm Magallvm (Mrlo.ulRIZ, 1961 ll: Lám. 53; M.wn, 1983-84:
Um. cxvm n° 2271 y 2272 de Nu mancia en forma 37); en
La otra metopa también fig11ta femenina, pero dado que está
muy mal impresa no podemos indentificarla.
Borde bastante abierto con resaltes interiores. La decora·
ción está dividida en dos zonas por baquetones horizontales; en
la unión del borde con la pared un surco. Las franjas divididas
en metopas y separadas entre sr por grupos de aeisiCneas onduladas verticales en el centro de las cuales va otra de puntas de
flecha. El moúvocentral de la metopa vaaltemandoen una ciervo
y en otra caballo en actitud de marcha, lo hemos identificado
con este animal y no con 110 burro por la longitud de sus extre·
midades y el tamaño de la cabeza en relación al resto del cuerpo. Ciervo en idéntica posición y con el miamo motivo de sepa·
rati6n de metopas aparece en •El convento• de MaJJen
(PAz·Rovo, 1980: Lám. V n° 20) sobre Drag. 30. Respecto al
caballo es prácticamente idéntico al punzón de Bezares sobre
fonna 29 {ÜAIWIITO, 1978: Tabla U n° 1+) a110que para este autor
se trata de 110 burro. El friso inferior se adorna con un motivo
de acparación igual al~uperior pero el animal que ocupa la metopa el! un ave de marcado pl11maje, semejante a otra sobre forma 29 de Urragona {MI;zQuf•Jz, 1961 n : Lám. 63 n° 391), solo
que el nuestro tiene la cabeza ligeramente más levantada.
9) Avellanas. A-75-1. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada.; barniz rojo vivo
que ha saltado en parte.
Un baquetón separa dos bandas; en la superior se aprecia motivo de separación formado por cuatro ICneas vcrtkales
odulada.s y en el centro una vertical de puntas de flecha. El
motivo de la metopa no se aprecia en su totalidad, sólo se
ven los cuartos traseros de 110 animal, con jinete?; el friso
inferior, también metopado y con el mismo motivo de separación y un animal, ciervo?.
10) Proc.. dese. C.A.V.
Pequeño frag. de pared del que ba desaparecido casi por
completo el barniz interior. Pasta roja clara con diminutos
puentoa blancos; barniz rojo.
Dos baquetones separan los fr isos, del superior se ven
las extremidades de 110 animal, probablemente ciervo, y del
inferior tres Uneas onduladas verticales pertenecientes al motivo de separación de metopas.
7) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared y borde con 24 cma. de diámetro. Pasta
rosa asalmonada con diminutos puntos blancos; barniz rojo.
Decoración metopada bajo 110 friso de puntaa de flecha
entre baquetones. Del motivo de separación se ve 11na ltnea
vertical y otra de p110tas de flecha. En la parte superjor de
las metopas dos círculos concrotricos de pequeño tamaño y
repetidos tres veces; a la der. una boja y en el centro parte
de lo que bien podrfa ser un animal. Ea el vaso de forma
29 con mayor diámetro en su boca.
U) Avcllanas 1973.A-73-6. C.A.V.
Ba.se y parte inferior de pared, con 7 CI:DI. en el pie. Pasta roja asalmonada; barniz rojo claro sin brillo que ha saltado
en algunos puntos.
De la sCntesis decorativa se observa el friso inferior metopado; la Aeparación viene marcada por seis líneas on(luJadas
verticales; en una de las metopas apreciamos parte de un m o·
tivo circular en el centro y bajo &te 110a l(nea ondulada a
la horizontal sobre seis peces en posición vertical con la cabeza bacía arriba; de la otra no se aprecia nada. Peces en posi·
ci6n semejante, y en nílmero de cuatro los encontramos en
JWiobriga en vaso 29 (MaQ.uhuz, 1961 ll: Lám. 211 n° 5).
8) Avellanas 1973. A-73·1. C.A.V.
'Ires Crag. que unen dando borde y pared, con 15'5 cma.
en la boca. Pasta rosa rojiza; barniz rojo claro con poco brillo.
12) M~n Mna 1970. 79·+1-1+. C.A.V.
Frag. de pared y borde, con 1+ cms. en la boca. Pasta
asalmonada; barniz rojo vivo buena calidad.
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11
'
15
Fig. 2.-
474
-'Formas ~(i()TQUUJ , Drag. 29
_ .~__
IIII=-=:JII Se m.
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TERRA SIGU.LATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Borde y pan:d oblkua en el mismo movimiento; al in re·
r ior d os resaltes; exterior decorado a ruedecilla. La decora·
ción es metopada con un motivo de separación formado por
tres líneas verticales onduladas centrales franqueadas por dos
de puntas de Oecha que a su vez lo están por cuatro ondula·
das. En una de la metopas línea de puntas de flecha en diagonal encerrando una cabra poco impresa semejante al motivo
que aobre Drag. 30 apan:ce en Olocau {Fum:H.U-~,
1961), cabra semejante pero mirando a der. en Pamplona sobre forma 37 {MttzQufltn:, 1961 Il: Lám. 37 n° 72+), otras representaciones de este animal en Duratón, Andújar y Ftea.
de Ropcl· Zamor a (Mow.no, 1971: Lám. 138 n° 222-2; So.
·row.vo~t, 19?7: Lám. XIV n° 5). La otra metopa ocupada
por dos liebres superpuestas en carrera de lu que quedan
los cuartos traseros.
13) Mosbl Mila 1970. 79-41-26. C.A.V.
Frag. de borde con 15 cm&. en la boca. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo mate buena calidad.
En borde exterior Ueva ruedeciUa y al interor dos reaal·
tes. Decoración metopada, bajo un baquetón que lo separa
del borde; el motivo de separación está compuesto por tres
l!neu onduladas, las metopas rodeadas por enmarque de pun·
tas d e Occha.
14) PI. Reina. 79-151-16. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rojo lad rillo; barniz rojo claro ha·
cia naranja. Dos baquetones separan los frisos; del superior
no se aprecia nada; del inferior metopado, un motivo de separación formado por seis líneas onduladas verticales y en
su centro una de puntas de flecha; la metopa contiene un
animal sentado, en este punto el frag. está roto pero por la
colocación de lu extrem.idades nos inclinamos a identiñcarlo
con un grifo (Muo.ufRJz, 1961 U: Lám. 69).
15) Ausias M arcb 1962. AM-62·12. C.A.V.
Frag. de carena. Puta rosa anar anjada; barniz ama·
rronado.
Decoración metopada en ambos frisos; el motivo de sepa·
ración d ebió ser idáltico en ambos y formado por seis líneas
onduladas verticales dejando en el centro una de pequeños cfr·
culos, este motivo pero con ocho lfneas se localiza en I tálica sobre forma 37 (Me.zQufRJZ, 1961 JI: Lám. U2 n° 2229). La metopa auperior contiene un águila de pequeño tam año mirando
al (rente, semejantes en Olocau·Valencia y en el Cerro Virgen
de la Muela en Driebes·Guadalajara, atribuibles a Tritivm Ma·
gallvm (M 117.Q..ulluz, 1961 ll: Lún. 68 n° 592; S4NO
HU-LAI'I}em;,
1982: Fig. 7 n° 56; MAYI!T, 1983-8+: Lám. C LXXIX).
16) Avellanas 1973. A-73·7. C.A.V.
Frag. pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo oscuro sin brillo.
Decoración en dos Criaos metopados; el motivo de sepa·
ración son seis líneas onduladas verticales y en el centro una
de puntas de flecha ; flanqueando las metopas se alza un estilizado motivo vegetal; en la metopa infe.-ior un p unzón muy
mal impreso asem eja un ciervo echado?
17) Proc. desconcida. 81-27. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo amarronado.
La separación del borde y pan:d viene dada por un doble friso, el superior más estrecho y formado por ltnea bod·
zontal de puntas de flecha entre baquetones; el inferior por
una rama de hojas acorazanadas, friso de aooruonadas en
idEntica posición en vaso Drag. 37 dejuliogriga; en la banda
decorada un motivo que asemeja un pez?, motivo semejante
loalizamos en Arcaya sobre forma 29 (MuQ.ufJUt, 1961 ll:
l.Am. 120 n° 2«9; Ctrllts, 1987: L~. 2 n° 17).
18) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared y borde, con unos 17 cms. de diámetro.
Pasta rosa rojiza; barniz rojo buena calidad.
El borde tiene resalte interno y se desarrolla en un mismo movimento con la pared. Decoración metopada; queda
parte del motivo de separación formado por cinco l!neas ver·
ticales onduladu; en la metopa motivos vegetales, el de la
der. muy parecido a un punzón de molde de Arenza.na (G;..
IWirro, 1978: Tabla 19 n° 2).
19) Avellanu. A-4-5. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 17 cms. en la boca. Pasta
rosa rojiza granulosa; barniz rojo amarronado buena calidad.
La decoración se desarolla baju baquetón y es metopa·
da, el motivo de sepru-ación se ve parcialmente; la parte superior de la metopa repite un motivo de hoja conocido ya en
la producción itálica por la oficina de Rasiniva (DilAoC&NOOV·
Wxr,¿n;ou, 1948: Lún. 29 n° 4-30).
20) M osén Mila 1970. 79·41·25. C .A.V.
Frag. de pan:d. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo mate.
Composición metopada; en el friso superior cuadro de
puntu de flecha, dej ando en el centro de la metopa un moti·
vo vegetal semejante a otro de Bezares sobre forma 29 (GA·
v.lltro, 1978: Tabla 16 n° 20). La carena está marcada por
dos baquetones. El friso inferior nos deja ver la parte dcJ mo·
tivo de separación de las metopas formado por tres líneas verticales onduladas, aquf se repite el enmarque de la metop a
por cuadro de puntas de flecha.
21) M osén M ila 1970. 79·4-1-18. C.A.V.
Frag. de pan:d. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo vivo
con brillo que ha salta do en parte de la superficie.
Composición mctopada con separación entre las dos bandas a base de una línea de perlitas colrc !Jaquetones, idéntioo
friso aparece en Pamplona y Conimbriga (M ~Q.ufarz, 1958:
2 y 3, Fig. 124; DJU.GADO·MArrr-M ouNTINHo, 1975: L~.
XXXV n° 1). De la banda superior se ve el motivo de separación de metopas formado por cuatro l!nea.s verticales onduladu acompañadas de una linea de puntas de flecha y otra de
medias lunas; el motivo de separación del friao inferior son
cuatro líneas verticales onduladas junto a una de puntas de
flecha; al centro de la metopa motivo vegetal.
22) Mos6n M ila 1970. 79-4-1·37. C.A .V.
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31
Fig. 3.-
476
F~mTW
Scm.
t/fel)fadiu. Drag. 29
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TER.RA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Frag. de pared. Pasta rojiza terrosa; barniz mauonado.
Decoración metopada; motivo de sepa.nlción formado por
seis líne;IS verticales onduladas y una de pul\taa de flecha central. En la metopa S\lperior se aprecia un arco de puntas de
flecha; los frisos están separados por baqu.etone$.
23) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta salmón clara; barniz rojo amorranado.
Frisos metopados y separados por dos baquetones; en el
friso superior el motivo de separación son cinco líneas verticales onduladas junto a una de puntas de flecha; en el interior tres l!neM de puntas de flecha máa pequeñas q1.1e en el
de arriba y muy separadas.
24-) Barchilla. C.C.V.
Frag. de carena. Pasta rosa rojiza; barniz rojo claro con
mucho brillo. La separación de los dos frisos a base de dos
baquetones flanqueados por sendas lf'neas de puntas de flecha. De la decoración, metopada, se ve parte del motivo de
separación; de la metopa sólo se aprecia la repetición en su
parte inferior de los pequeños círculos concéntricos, composición semejante a. un vaso Drag. 29 de Arcnzana de Arriba
(GARABITO, 1978: Fig. 112 n° 4).
25) Mosén Mila 1958. MM-58-3. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo vivo
mate.
Perfil muy poco carenado. La decoración es metopada
con frisos separados por una línea de puntas de flecha entre
baquetones. En el friso superior el motivo de separación lo
forman cinco líneas onduladas verticales, las metopas están
rodeadas de puntas de flechas y en el centro una línea de
las mismas curvada. En el friso inferior son cuatro las líneas
onduladas y en el centro de la metopa parte de una !mea
de puntas y un motivo circular.
26) Proc. indeterminada. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz amarronada.
Bandaa separadas por dos baquetones. El friso superior
con metopas separadas J?Or llnea continua vertical; Jas meto·
pas encierran un circulo con motivo vegetal; el friso inferior,
también metopado y con el mismo motivo de separación, aqui
el moúvo que encierra la metopa se convierte en u n triple
circulo concéntrico de Unea sogueada.
27) Avellanas. A-34-. C.A.V.
Frag. de borde con unos 18 cms. de diámetro. Pasta roja
clara; barniz marrón anaranjado buena calidad.
Friso de puntas de flecha, entre baquetones, en la separaci6n borde pared.
28) Avellanas 1973. A-73·24:. C.A.V.
F:rag. de borde y pared, con 17 cm.s. pasta rosa rojiza;
barniz marr6n anaranjado.
Un friso de dos circulos entre baquetones separa el bor-
de de la pared decorada, frisos iguales en Numancia sobre
Drag. 37 en friso inferior y en superior de Drag. 30 de Bronchales {MizQofluz, 1961 n: L
ám. 127; A.nuAt~, 1958: Lám. f).
De la banda decorada se aprecia parte de un motivo circular
formado por dos cfrculos con~ntricos, exterior línea ondulada e interior continua, alternando con un circulo mú pequeño.
29) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. borde y cuerpo con 20 cms. de diámetro. Pasta rosa
amarillenta; barniz rojo claro compacto.
Borde muy abierto respecto de la pared, con dos resaltes
interiores. Un friso de grandes pun tas de flecba, bajo baquetón, ocupa la parte ruperior del friso; baj o éste dos círculos
de lfnea cortada conteniendo un motivo vegetal, semejantes
aparecen en Numancia sobre forma 29 y en Bezares (Ma(tUIJU2, 1961 U: Lám. 91; GAuarro, 1978: Tabla 33):30) P roc. desconocida. 81-20. C.A.V.
Frag. de borde y cuerpo con 19 cms. en la boca. Pasta
as.almonada; barniz rojo vivo.
Borde abierto con dos resaltes mterlores. La decoración
viene enmarcada en su parte superior por una L!nea de pequeñas rosetas de cuatro pétalos, bajo ello un friso compuesto de círculos concéntricos, uno exterior de J(nea ondulada
y dos interiores de lfnea sogueada, entre este motivo una roseta de tamaño medio con cuatro pétalos. El motivo cincular
es igual a uno sobre Drag. 37 de "fricio, sí bien aparece con
una :roseta, la cual si existió en nuestro frag. no se aprecia
por faltarle la parte central (GARABrro, 1978: Tabla 34 n° 12).
En una D rag. 29 estos motivos circulares no se suelen dar
en los dos frisos, a lo sumo se combinan junto al de metopas,
la decoración de clrculos será típica de la forma 37.
31) Avellanas 1973. A-73-40. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa roj iza; barniz rojo claro.
'Friso superior de puntas de flecha entre dos baquetones;
bajo éste se desarrolla una composición en que alternan dos
círculos concéntricos conteniendo un conejo mal impreso y
un motivo vertical; conejo semejante lo hay en '!ricio, si bien
en c(rculo de lf'nea ondulada (GARABITO, 1978: Thbla 35 n°
17)¡
32) I>roc. desconocida. C.A.V.
Pequeño frag. de pared. Pasta rosa rojiza granulosa; barniz r-ojo amarronado que ha saltado en parte.
Dos fri_Qll separados por baquc:tone#. La deco.raci6n des
bi.ó ser idéntica en ambos: un motivo de clrculos concéntricos
de los que sólo se ven dos, uno de línea continua y el otro
segmentada, alternan con un motivo vegetal vertical formado
por dos palmetas enfrentadas y un.idas por l!nea ondulada;
este motivo lo encontramos en molde Drag. 37 de Arenzana
y en vaso forma 29 de Nu mancia (GAAABrro, 1978: tabla 45
n° 24-; M!z(tuwz, 1961 II: Um. 109 n° 2067).
33) Avellanas 1973. A-73-38. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo chillón.
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\
..
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-=-=-Se m.
Fig. J. - Formas á«mada.s. Drag. 30
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TERRA SICTLLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Perfil no excesivamente carenado. La separaci6n entre
los frisos viene dada por una línea de perlitas e. tre b aqueton
nes. El friso superior es metopado, siendo el motivo de separación tres líneas onduladas verticales, la metopa está enmarcada por lín.e a de puntas de flecha. El friso inferior d e circulas
concéntricos con punto central, siendo los tres primeros de
lfnea ondulada y el interior contfnua; el cfrculo alterna con
un motivo vertical formado por la unión, mediante línea ondulada, de dos motivos circulares.
DRAG. 30
34) E. Vich. 79-192-21. C.AY.
Frag. de borde y pared, con 12'5 cms. en la boca. Pasta
rojiza; barniz rojo anaranjado.
Borde abierto y pared ligeramente oblrcua. Separando
el borde de la pared un friso de dos cú-culos concéntricos entre baquetones idénticos a otro de Arcóbriga y Bronchales
(MaQ.ulJul, 1961 U: Lám. 222 n° 2499 y 2500; AntAN,
1958: Lám. I n° 2). La decoración de la pared es metop ada;
el motivo de separación formado por tres l fneas verticales onduladas. La parte superior de la metopa ocupada por repetición de círculos idénticos a los de arriba; el centro de la metopa se U a con motivo vegetal identificado al taller de
en
Bronchale., por Sánchez-Lafucnte (1985: Fig. 55 n° 15¡
ATJuAN, 1958: Lám. VI), aunque también se constatan semejantes atribujbles a 1Htiv m Magallvm (MAY11T1 1983-84:
Lám. IX n° 5).
35) P roc. desconocida. C .A.V.
Frag. de borde y pared. Pasta rosa rojiza con puntitos
blancos; barniz amarronado al exterior que se vuelve menos
compacto al interior.
C11arto de cír culo interior en relieve en~ la pared y el
fondo. D os baquetones cierran por debajo la decoración. La
banda es metopada con motivo de separación formado por
cuatro lfneas onduladas verticales y en el centro una de puntas de Oecha, ésto flanqueado por una lfnea de puntas d e flecha a la der, y otra de perlitas a la i~ . El centro de la metopa
ocupado por una figura humana con lanza que debe represenar a Baco o Apolo ( RoME& 1977) a la izq. parte de la fio,
gura de un animal.
36) Proc. desconocida. C .A .V.
Frag. de borde y pared, con 15 cms. Pasta .r oja clara con
diminutos puntos blancos; barniz rojo oscuro que h a saltado
algo en el interior.
Friso fonnado por la repetición de hojitas trifoliadas, separa el borde del cuerpo, semejantes en un vaso de Mérida
Drag. 37 (M!!ZQ.uhuz, 1961 II: Lá:m. 126 n° 2584), esta hoja
trifoliada aparece generalmente con pedúnculo encontrándola as( en m olde de Bezares Drag. 29, en Mérida s.o bre vaso
37 y en Bilbilis (GAIWIITO, 1978: Thbla 15 n° 2.9; MuQ.ofiuz,
1961 II: Lám. 85 D 0 1339, 1353 y 1356; MARTIN BuENO,
1976: Lám. 11 n° 18). De la pared queda parte del m otivo
vertical de se,Paraci6n dos líneas verticales onduladas, en la
metopa d os palmas con algo de tallo semejante a las de un
vaso 37 de M allé.n (MuQ.oúuz, 1961 ll: Lám. 82 n° 1146).
37) E. V ich. C.A.V.
Frag. de pared . Pasta rosa rojiza granulosa de fractllta
irregular; barniz rojo amarronado.
Decoración metopada con un motivo de separación a base
de líneas onduladas verticales, se ven tres. El centro de la metopa con dos figuras aladas de las que se aprecia la mitad inferior de) cuerpo; la metopa orlada de puntas de flecha, al menos en su parte inferior y lateral. Bajo las metopas un friso
de puntas de flecha entre baquetones; toda la decoración es
de muy clara impresión. El motivo figurado se trata de una
Victoria, motivo que encontramo.s en Liédana sobre forma 29,
en molde Bezares Drag. 30, en va.s o 29 de Arenzana de Arriba, en Uxama, y también en Broncbales (M EZQ.U!JUz, 19611I:
Lám, 53 n° 161 y Lám. 171 n° 5; GuAsn-o, 1978: Fig. 12 n°
81, Tabla 2 n° 7 y Thbla 5 n ° 19; G.ARoiA M uu:'lo, 1971: 99 n°
7; AnuAN, 1958: Lám. X n° 6). Para Garabito las reprcsentanciones con detalle deben ser atribWdas al t:aller de Bronchales y las esquemáticas a Bezares, nuestro caso esta m ás próximo a la producción de los centros riojanos.
38) Avellanas 1973. A-73-13. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo.
Motivo de separación formado por se is líneas verticales
onduladas y en el centro una de puntas de flecha. El centro
de la metopa es ocupado por u.n motivo vegetal muy bien
impreso, probablemente .se trata del mismo motivo vegetal
sobre forma 37 de Bilbilis atJ:ibllible a 'Iritivm Magallvm Magallvm (MAYET, 1983-84: Lám. CLIX n° 1037).
39) E. Vich. 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta r osa anaranjada; barniz rojo claro.
Qued a parte del motivo de sépat'ación de metopas a base
de cuatro lfneas onduladas verticales y en el centro tres de
líneas de puntas de flecha.
40) E. Vich. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz amarronado.
Se aprecia el m otivo de separación de metopas a base
de tres lfncas oodwadas vetical.es y a cnotinuación, muy separada, una lmea vertical de grandes puntas de flecha, otras
tres lfneas onduladas y una de puntas de Jlecha; m otivo semejante en lhcio y Tarr agona (GARARI70, 1978: Tabla 59;
MPaQ.UllltZ, 1961 ll: Lám. U3 n° 2242).
41) PI. Reina. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo vivo.
Pared ligeramente abierta y moldura interior en la unión
de la pared con el fondo. En la banda decorada las metopas
están separadas por cuatro líneas verticales onduladas teniendo
en su centro otra de puntas de flecha. bcl contenido de la
metopa sólo se aprecia un diminuta I"Oscta; todo sobre un
friso .inferior de puntas de flecha entre baquetones.
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E
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TBRRA SIGlLLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
42) Proc. indeterminada. C.V.A.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo a.marronado.
La decoración acaba en un Criao, entre baquetones, de
puntas de flecha. La pared metopada con motivo de separación a base de cuatro llnea• onduladas verticales y en su centro otra de puntu de flecha; la metopa tiene en el centro una
lfnea vertical de puntas y a der. e izq. dos pequeñas rosetas
de cuatro p6talos.
43) Proc. deaconocida. C.A.V.
Frag. de pared. puta rosa rojiza; barniz rojo rerroso.
Del motivo de aeparación de mctopu sólo se aprecia dos
líneas verticalee onduladas. En, la metopa serie de círculos
concéntricos, siendo el interior de lfnea cortada y el exterior
conúnua, ambos de tamaño pequeño, repetido tres veces bajo
lo que parecen acr motivos verticales, de dificil identificación.
44) Avellanas 1973. A-73-24. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo claro que
ha saltado en pane.
Decoración metopada muy recargada; el motivo de separación formado por dos ICneas de puntas de flecha teniendo
en el centro dos de línea ondulada; la metopa a su ve.z está
subdividida por pequeñitos cCrculos presentes en Tricio en fo~
ma 37 (GAAABrro, 1978: Fig. 81 o 0 76) en la parte inferior
dos cfrculos condntricos de línea sogueada, no apreciándose
la decoración de la zona superior.
45) Barchilla. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo amarronado.
El motivo de separación de metopas formado por tres
líneu onduladas entre dos columnas de bastoncillos angulares con lados de diferentes tamaño, todo bajo baquetón que
encerraba friso de puntas de flecha.
46) "Proc. desconocida. C.A.V.
Dos frag. que unen. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso
que salta con facilidad, habiéndolo en au totalidad por el interior.
Decoración metopada; del motivo de separación quedan
tree Uneas verticales onduladas; la metopa está ocupada por una
arquería de puntas de flecha sobre un motivo de celosía. La
unión de la pared Clon el fondo carece de la úpica moldura en
cuarto de cfrculo en relieve, típica de la producción hispánica.
47) Mos~o Mila. C.A.V.
Frag. de borde y P"-rtd.
Marca bajo el borde -OS.CA, acllo n° 41.
DRAG. 37, variante «b•
4:8) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de borde y pared. Pasta 1alm6n claro; barniz rojo
amarronado que ha saltado en parte.
Borde reentrante con perfil recto exteriormente, labio
marcado. Do• baquetones aeparan el borde de la pared. De
la decoración ac aprecia una figura humana con túnica y una
línea de puntas de flecha.
49) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de borde, con 22 cms. en la boca. Pasta roja sucia;
barniz a.marronado que ha aaltado en parte.
La separación del borde y pared viene dada por un friso
de aves con la cabeza vuelta, entre baquetones, motivo atribuible a 'llitivm Magallvm (MilQ.U(RtZ, 1961 II: Lám. 65 n°
458; MAv&T, 1983-84: Lám. OLXXV).
50) Proc. desconocida. 81-37. O.A.V.
Frag. de borde y pared con 28 cma. Futa rosa asalmonada; barniz rojo no muy brillante que ha saltado en parte de
la superficie.
Borde hacia dentro con labio de almendra. La decoración metopada se deearroUa bajo un grueso baquetón. El motivo de separación de metopas está formado por cuatro Hneas
onduladu verticales; las metopas encuadradas por punta de
11ecba y junto a &tas Hneas de perlitas; en una de las metopas
se aprecia parte de un ave.
51) PI. Reina. 79-151-2. C.A.V.
Frag. de borde con 23 eros. Pasta asalmonada clara
de buena cocción y corte vítreo; barniz rojo claro muy
brillante.
Labio de almendra. Decoración metopada desarrollada
bajo un baquetón; el motivo de separación son tres líneas
onduladas verticales; en la metopa un león hacia la izq., muy
poco marcado en la cabeza, no está centrado en la metopa
y monta el baquetón superior.
52) E. Vlcb 1958. C.A.V.
Frag. de borde y pared con 24 cms. de diámetro en su
boca. Pasta rojo ladrillo; barniz rojo oscuro.
Borde de almedra. El friso que separa el borde del
cuerpo está realizado a base de pequeños círculos muy
mal impresos. Síntesis decorativa mctopada; motivo de separación con cinco líneas onduladas verticales; la metopa
orlada de puntas de flecha; en el centro de la misma
cuatro espigas inclinadas, formadas por puntas de flecha
(MuQUl~z, 1961 ll: Lám. 84 n° 1213 y 1214, Lám. 161
0
D
SI).
53) Ermita Sant Jordi. C.A.V.
Frag. borde y pared. Pasta roja clara; barniz rojo ladrillo.
Labio muy desarrollado exteriormente; un grueso baquetón separa el borde de la pared, bajo &te un friso de
clrculos d.e llnea cootínua (M12Q.oú._tz, 1961 D: Lám. 122 D 0
24:8~); de la pared metopada sólo queda parte del motivo
de separación de metopu.
54) Proc. indeterminada. C.A.V.
Frag. de borde y pared. Pasta roja oscura; barniz rojo.
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1
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Fig. 6.-
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Fórmas d«wada.s. Drag. 37 "b"
-=-=-S
cm.
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TERRA SIGILIATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Un friso de circulitos con puntos separa el borde de la
pa.n:d (M EZQJJflUz, 1961 ll: Lám. 122 n° 2481); de la pared
queda parte de un friso en d que alternan motivos circulares
de línea ondulada con gallón, si bien desconocemos la composición del círculo, una decoración semejante en vaso 37 de
'IHcio (GAilAirr<>-Sot.OVUA, 1976: Fig. 10 n° 57).
55) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de borde con 26'5 cms. de diámetro. Barniz rojo
oscuro.
Borde de almendra. Friso de separación a base de círculos; la banda decorada es mctopada sin que se aprecien los
punzones que las ocupaban, lo único que queda es el motivo
de separación consutente en cuatro líneas onduladas venicales.
56) Serr anos 1972. S-72-2. C.A.V.
F rag. de borde. Pasta rosa fuerte; barniz rojo anaranjado, siendo una fina película al interior.
Borde casi vertical al exterior, con labio de almendr a;
decoración a ruedecilla entre el labio y el baquetón que da
comienzo a la pared.
57) P roc. desconocida. C.A.V.
Frag. de borde y pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo vivo.
Labio de almendra. Bajo cuatro baquetones una línea
de ovas dobles y bajo tata una línea horizontal de puntitos
y pcr ütas¡ en Sayona de Titulcia encontramos un vaso con
la línea de perlilas bajo friso de ovas, si bien &tas separadas
por motivo vertical (M~~Zqufluz, 1961 ll: Lám. 119 n° 2427),
friso d e ovas con estas ta.ractensticas se pueden obser var en
estos vasos 37 de borde de almedra (S~cRJ~Z· WfV!NTZ, 1985:
Fig. 34 n° J23).
58) Barchilla. C.C.V.
Borde Drag. 37. Pasta rosa fuerte¡ ba.r niz rojo anaranjado, siendo una fina pclfcula al interior.
De la decor ación se aprecia la parte superior de tres palos cortados.
59) MosEn Mila 1970. 79-41-11¡ 79-41-15. C.A.V.
Pieza fragmentada de la que se puede reconstruir su
parte inferior de 6'8 cma. Pasta rosa asalmonada¡ barniz
rojo vivo.
Decoración melopada. U o friso inferior de puntaa de flecha entre baquetones cierra la decoración; la pared con un
friso metopado, con motivo de separación a base de seiJ lfneas verticales onduJadu que dejan en el centro una de puntas de flecha¡ el motivo de la metopa es una gran Crw: de
San Andrés muy semejante a la de 11n vaso fonna 37 con
borde de almendra d e Palen cia (Ml!ZQ.otlll%, 1961 ll: Lám.
231); motivos cruciformes aparecen tambim en Arenzana, Bezares y 1\-icio, siendo más abu ndantes en eJ primero (GAJV..
erro, 1978: L!m. 28 y 29)¡ este motivo no es muy frecuente
en los yacimientos ya que se trata de una imitación temprana
d e los productos gálicos, su escasa difusión se explica porque
al ser los primeros productos fabricados en la península su
consumo no seña a gran esc.a la, por ello sólo los centros de
cierta importancia económica los poseen.
DRAG. 3 7. variante «a»
60) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de parte in ferior de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso que ha saltado en parte.
Composición metopada conteniendo círculos¡ el motivo
de separación son cuatro lfneaa verticales onduladas y en el
centro una de grandes puntas de flecha, idEntico a una molde
Drag. 29/37 de 'IHcio (GARABrro, 1978: Tabla 58 n° l). Debajo un friso de ovaa entre baquetón y un escalón, estas ovas
son semejantes a las de un vaso forma 37 de Fu.nes (MZZQ..ul.
Rn, 1961 Il: Lám. 118 n° 2399).
61) E . Vich 1958. C .A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada clara¡ barniz rojo
lad rillo.
Dos frisos separado• por baquetones, el inferior a base
de c(rculos concEntricoa, el superior metopado con un motivo
de separación del que quedan tres J(neas onduladaa verticales
y una línea tambim vertical de círculos con p unto, en el centro de la metopa un animal en carrera.
62) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 19 cms. en la boca. Pasta
rosa fuerte; barniz roj o-ladrillo mate que ha saltado en parte.
De la banda decor ada ae aprecia un motivo a modo de
festón que encierra un ave a la q11e le falta la cabeza por haber invadido el borde, este motivo de paloma alterna con una
línea ondulada vertical que acaba en circulo con ponto.
63) Avellanas. C.A.V.
Perfil completo de vas, con 12 cms. en la boca y una altura de 6' 3 cms. Barniz rojo con poco brillo, al interior de peor
calidad.
Decoración en dos friscos en los que se repite un d rculo
rodeando un ave, motivo atribuible a 'IHtivm M agallvm
(M wn, 1983-84: Lám. CLXXVIII n° 1768).
64) PI. Virgen. 79-F-23. C.A.V.
Dos frag. de borde y pared del mismo vaso. Pasta rosa
rojiza¡ barniz rojo.
Friso en el que se repite un círculo de l.Cnea cortada conteniendo un ave a der. ~ufan, 1961 U: Lám. 67 n° 567).
65) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo ladrillo
que salta con facilidad.
Decoración a base de frisos aeparados por baquetones;
en uno de ellos circulo encierra un cisne a izq., m otivo semejante en vaso 37 de 'Illrragona atribuible a 1\-itivm M agallvm
(MAvn, 1983·8+: Lám. C LX.XVI n.0 1685); alternando con
ello, dos rosetas de ocho pEtalos.
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66
Pig. 7.-
484
Pmrw de«JrtJdas. Drog. 37
•IP>
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T.ER.RA SlGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
66) Avellanas 1973. A-73-10. C.A.V.
Pequeño frag. de pared. Pasta rosa anaranjada¡ barniz
rojo terroso.
De la decoración queda un cír culo de Unea ondulada que
encierra un ciervo.
67) Ausias March 1962. AM-62-1. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta salmón oscura; barniz rojo.
Un circulo de línea ondulada contiene ave semejante a
un motivo de Mmda (Muqu!Atz, 1961 11: Um. 66 n° 521).
68) PI. Reina/79-151-3. C.A.V.
Pequeño Crag. de pared. Pasta r ojo ladrillo muy granulosa; barniz rojo anarnajado que ha saltado en parte.
De la decoración se aprecia dos c{rculos conc~ntricos de
lfnea cortada encerrando ave a der.
69) E. Vich 1958. C.A.V.
Pequeño frag. de pared. Barniz rojo ladrillo que ha saltado en parte.
Dos círculos conc~ntticos, de línea cortada y conlÚlua
respectivamente, encjerran un ciervo con la cabeza vuelta.
70) Proc. desconocida. 81-9. C.A.V.
Frag. de base con 4' 5 eros. en el pie. Pasta rosa rojiza
granulosa¡ barniz rojo terroso mala calidad.
Queda el friso inferior, entre baquetones, ocupado por
la repetición de una pantera (MuQuhuz, 1961 U: Lám. 70).
71) Barchilla. C.C.V.
Frag. de borde y pared. Pasta rosa rojiza granulosa; barniz rojo terroso con algo de brillo.
En el borde grafito. La banda decorada con circulo de
l(nca ondulada que encierra un animal.
72) E. V ich 1958. C .A.V.
Pequeño frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo ladrillo con poco brillo.
De la decoración se ve el motivo de separación de metopas formado por tres lfneas ondolada1 verticales; en el centro
de la metopa una figura humana que probablemente lleva
lanza; bajo &tos dos anchos baquetones que separan frisos
y del inferior una linea horizontal de puntas de flecha.
73) Auaias March. AM-02-5. C.A.V.
Cu atro frag. que dan perfil de vaso con 13 cms. en la
boca y 5' 5 cms de altura. Pasta rosa rojiza granulosa; bamiz
roj o claro con algo de brillo.
Decoración en d os frisos metopados; con motivo de separación id~ntico en ambos a base de tTeJ línes onduladas
verticales. El friso superior con motivo en la metopa de grifo
semejantes en 1licio, lrún, Conimbriga, Saint Bertrand de
Comminge1, Bilbilis, Lixus, Funes y Villalaú.n (MuQutuz,
1960: Fig. 3 n° U; M..urfN BtaNO, 1976: Lim. n n° 12;
D&OAoo-MAvcr-MoutmNHO, 1975: Lám. XX:XJX n° 67; GA
·
uam>, 1978: Tabla J2 n° 16; MAY&T, 1983·8~: Lám. CLXXX
n° 1851); una lfnea curva de puntas de flecha cruza la meto·
pa. El friso inferior acaba en una línea de puntas de flecha,
teniendo en el centro de la metopa una roseta poco marcada.
H ) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo amarronado
que ba saltado en parte.
Dos frisos metopados sepa.rados por dos baquetones. El
superior con motivo de separación de seis lfneas onduladas
verticales y en el centro una de punta.. de flecha; el friso inferior con una arquerla formada por doa columnas que sostienen un doble arco de línea sogueada, arquerCa en cierta forma semejante, pero de mayor tamafio, aparece en molde de
Bezares (G11RA111T0, 1978: Tabla 27 n° 1), este motivo es poco
coml1n y se asemeja a la producción gálica en la cual el arco
es una palma (Huwrr, 193-l: Lám. 86), otros arcos seme·
j antes pero con diferentes columnas en Bronchales (ATRlÁN,
1958: Um. V o 0 8 a 10); el motivo de lu columnas suele
aparecer de forma aislada.
75) Proc. desconocida. C.A.V.
Parte inferior de vaso. Pasta asalmonada clara con puntitos blancos; barniz rojo claro.
El friso inferior sobre banda de puntas de flecha, entre
baquetones. El fri.ao es metopado con motivo de separación
a base de cuatro líneas onduladu verticalea y en el centro
una de puntu de flecha. La metopa ea doble con subdivi.sión
limitada por dos Hnea.s onduladas verticales, una de &tas divisiones contiene ave sobre vegetal a la que falta la cabeza
pues monta el baquetón superior, semej antes en Arenzana
sobre formas 29/ 37 y 37 (GAAA. no, 1978: Fig. U4 n° 43 y
a
50); la segunda parte de la metopa contiene un caballo a izq.
sobre lfnea de puntas de flecha, semejante en vaso 29 de Mérida atribu ible a Tritivm Magallvm (MAvlrT, 1983-84; Lám.
CLXXIV n° 1942); aún se obs-erva parte de otra metopa con
el extremo de una lfnea oblicua de puntas de flecha.
76) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo terroso.
Decoración metopada, con motivo de separación formado por seis J(neas onduladas verticales con puntas de flecha
en el centro siendo éstas de gran tamaño (Mu<¡ufRtz, 1961
n: Lám. U3 n° 2245); en el centro de la metopa se ve un
animal del que le ba saltado la decoración de la cabeza a pesar de lo cual ae adivina que es un león.
77) Proc. desconocida. O.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo arnarronado que ha saltado en parte de la decoración.
Queda parte del friso inferior, ambos están separados por
baquetones; conforma la decoración un león y ave, de la que
se aprecia parte de la coJa, ute león lo encontramos en Ostia,
Bilbilis, Conimbriga y Juliobriga (PI\Ll..Mts, 1963: Fig. 13;
MAmN BIIIINO, 1976: Lám. XI n° 18 y Lám. XIII n° 19)¡
identificado con el taller de Bronchales donde aparece una
combina.ción de león y ave semejante al nuestro si bien en
485
[page-n-496]
76
Scm.
80
Fig. 8. -
+86
Jtum141 d«uraátu.
Drag. 37
•fJJ#
[page-n-497]
82
Scm.
86'- VJi9!
88
89
Fíe. 9.- Formas tkeMadas. I>rag. 37
•/JJI
487
[page-n-498]
J. MONTEmNOSIMARTÍNEZ
diferente posición (AntAN, 1958: Lám. VTII n° 9; SÁI'CHEZ·
LAI'UJSNTII, 1985: 173 nota 7).
78) Avc:Uanu. A-46. C.A.V.
Base con 6 CtnB. en el pie.
Decoración del friso inferior donde alternan un motivo
de separación formado por una línea vertical de grandes pun·
tas de flecha, con un animal del que se aprecian los cuartos
traseros; ese motivo de grandes flechas aparece en liicio (G,..
R.urro, 1978: Fig. 90 n° 138).
79) Balle.ttería 1969 BA-69-7. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 14 cms. en la boca. Pasta
grisácea; barniz rojo con brillo.
Se.p arando el borde de la pared, dos finos baquetones.
Decoración metopada, queda el motivo de separación con tres
Hneas onduladas verticales y una de perlas.
80) Ermita Sant jol'di. C.A.V.
Frag. de borde y pared. Pasta asalmonada¡ barniz rojo
con brillo.
Dos finos baquetones separan el borde de la pared, de
6sta queda parte del motivo de separación de metopas conformando por seis lineas onduladas verticales con otra de puntas de flecha en el centro.
81) Mosén M.ila. 79· 41· 23. C.A.V.
Dos f.r:ag. de la misma pieza que unen. Pasta rosa grisácea; barniz rojo achocolatado.
Decoración muy claramente impresa. Frisos separado.s
por baquetones. La banda superior me topada, con un motivo
de separación a base de tres líneas onduladas verticales que
invaden la zona de baquetonec; en el eentro de la metopa
un gran motivo circular con cuatro cfrculos conctntricos, de
perla, de linea corta, ondulada y cortada; ésto flanqueado por
dos motivos verticales; en la otra metopa el .motivo circular
es id6ntico no u( el verticaL El friso inferior también con
círculos conc6ntricos, de lín.e a ondulada, cortada, cortada y
ondulada respectivamente, separados por motivos verticales.
Al respecto del círculo hay uno semejante de '!licio (GAJV.liiTO, 1978: Tabla 34 n° 12), si bien el círculo ondulado inte·
rior es sustituido por una roseta de ocho p6talos, pero el ta·
maño y distribución de IOll círculos es igual al nuestro.
82) E. Vich. C.A':V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barni rojo hacia naranja.
La a!tneais decorativa formada por dos frisos separados
por baquetones; el superior un motivo circular y dos figuras
de conejo a der.; en el interior tres círculos conc6ntricos. El
motivo de conejo es id6ntico a uno de 'Iii.clo encerrado en
cCrcuJo de línea ondulada (GAMBrro, 1978: 'Ihbla 12 n° 9;
MAYET, 1983-84: Lám.. CLX.XXVIl).
83) PJ. Reina 1970. C.A.V.
:Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso que
salta en la superficie externa.
488
Dos frisos separados por baquetones; el superior con las
extre.midades de un animal; del inferior dos círculos conc6ntricos de línea cortada.
84) .E. Vich. C.A.V.
.Frag. de borde y pared con 12 cms. en su boca. Pasta
rosa rojiza granulosa; barniz rojo con poco brillo.
La decoración está compuesta por dos frisos en los que
se repite el mismo motivo vegetal, una roseta de ocho p~talos.
85) E. Vich 1958. C.A.V.
Parte inferior de vaso con 5'5 cms. en el pie, el cual es
muy
b~o.
Puta rosa rojiza; barniz rojo ladrillo sin brillo.
Dos frisos separados por baquetones repiten bandas de
rosetas de siete p6talos, con la única diferencia que las rose·
tas del inferior son de tamaño que las del superior; las rosetas
invaden los baquetones.
86) E. Vich 1958. 79-193. C.A.V.
Perf&l completo de vaso con 1J cms. en la boca. Pasta
rosa anar~ada¡ barniz rojo terrOllo mala calidad.
Decoración de dos frisos de rosetas, muy poco impresas,
entre baquetones.
87) Barchilla. C.AV.
Frag. de borde y pared con unos 15 cms. de la boca.
Pasta salmón clara con puntitos blancos en su masa; barniz
rojo terroso.
Paredes muy f'mas. De la banda decorativa se ve un cír·
culo de línea ondulada encerrando una hoja acorazonada; no
c
es muy frecuente este motivo, s61o lo hemos en_ontrado en
un vaao de Funes forma Drag. 37 en círculo de linea contínua
y en Bronchales a mayor tamaño (Mszo.ufluz, 1961 ll: Lám.
96 o 0 1637; AnrÁN, 1958: Lám. VI n° 13).
88) Ballesre.rfa 1969. BA-69-6. C.AY.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo mate
a.macronado. Dos früos separados por baquetones; el supe·
rior repite una roseta. de cuatro pétalos (MttO.Ul"kt7., 1961 TI:
Lám. 78 n° 887); en el inferior un círculo de línea contínua
encietTa una de seis p6talos (GARABITO, 1978: 'Illbla 21 n° 12).
89) Mosén Mila. 79-41-30. C.A.V.
Frag. de borde y pared con 16 cms. pasta rosa rojiza;
barniz rojo amarronado.
Dos baquetones separan los frisos, estando el superior
ocupado por la repetición de cfrculo de línea continua conteniendo roseta de seis p6talos.
90) Proc. descon.ocida. C.A.V.
Borde y cuerpo, con un diámetro de 18 cms. Pasta roja
rojiza; barniz rojo ladrlllo sin brillo.
Decoración en dos frisos separados por baquetones; el
motivo del friso superior compuesto po.r la repetición de un
círculo de línea ondulada en cuyo interior hay una roseta de
[page-n-499]
91
i]96
Scm.
100
Fig. JO.- F111771Q.S datJradas. Drag. 37 ..a..
489
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\
106
107
@@@
11 o
D~
112
Fig. U .-
490
Forrrw dlcoradas. Drag. 37
«llN
Scm.
~13
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TERRA SIGILLATA HlSPÁNICA EN VALENTIA
ocho ~talos; el inferior tiene la miamA roseta pe. o el círculo
r
es de Unea cortada. La roseta tiene la peculiaridad de que
existe un hueco entre dos ~talos, como si faltase uno; los
punzones están claramente impresos.
91) M osén Mila 1970. 79-+1-2. C.A.V.
Dos frag. que unen, con 21 cmt. en la boca. Pasta rosa
IOjiza¡ barni:t rojo chillón.
Doa frisos, aeparados por baquetooea, en los que se repite dos círculos conc~ntricos de !mea cortada y ondulada conteniendo una pequeña roseta de seis pétalos.
92) Barchilla. C.C.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso que
ha saltado en parte de la decoración.
Dos frisos idénticos, separados por baquetón; se repite
motivo de cfreulos con~ntricos, de lfnea cortada y conúnua
respectivamente, encerrando una roseta de cuatro ~taloa idén·
tiea a otra de Tricio en cfrculo de línea ondulada (GAJtAarro,
1978: Tabla 21 o 0 12).
93) E. Vich 1958. 79-192-25. C.A.V.
Frag. de borde y pared. Puta roja anaranjada; barniz
rojo claro mate.
Un surco separa el borde la pared, de ésta última queda
parte del friso superior en el que se repite círeulo sogueado
que encierra roseta de ocho ~talos.
94) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Decoración del friso inferior a base de
la repetición de dos drculos concéntricos que contienen una
roseta de trazos muy simples con siete ~talos.
95) Proc. desconocida. C.A.V.
Pequeño frag. Pasta rojiza; barniz rojo vivo.
Círculo de Hnea segmentada encierra motivo vegetal,
idéntico al de un vaso de Mallén con marca Ex. Of. Em
(MBZQUfP.17., 1961 U: Lárn. 83 n° U76).
96) E. Vich 1958. C.A.V.
Pequeño frag. Pasta rosa anaranjada; barniz marrón
rojizo.
Círculo sogueado contiene palmeta atribuible a lritivm
Magallvm (MuQu!Juz, 1961 U: Um. 91; MAYET, 1983-84:
Lám. CLIV n° 120+-1205).
97) E. Vich 1958. 79-192-4. C.A.V.
Frag. borde y pared, con 11 cms. en la boca. Pasta rosa
anaranjada; barniz marrón rojizo.
Decorac.i ón en dos frisos separados por baquetones; el
superior repite un drculo con roseta de cuatr o ~talos, muy
m.al impreso (M~ZQuhuz, 1961 ll: Lám. 78 n° 9+2); el friso
inferior tambi6n con motivos circulares.
98) MoaM Mila 1970. 79-41-
rojo vinoso. Friso inferior formado por círculos de Unea sogueada encerrando una ro~eta mal impresa.
99) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. borde y pared, con 13 cms. en la boca. Parta roja
clara; barniz rojo amarronado.
Friso superior que repite dos drculos concéntricos oodulad.os y en el interior motivo vegetal semejante a nuestro Drag.
30 n .0 36.
100) E. Vich 1958. C.A.V.
F~g. de pared. Pasta roaa rojiza; barniz rojo amarronado.
Frisos separados por baquetones, se repiten en ambos
dos círculos con~ntricos de línea cortada encerrando un vegetal.
101) Barchilla 1950. 8~50-1. C .A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo vinoso.
Friso de separación borde-pared a base de circuütos
(Mt::ZQ011ltz, 1961 11: Lám. 122 n° 2484)¡ la pared está ocupada por dos frisos separados por baquetones, queda parte
del friso superior en el cual alterna motivo de circulo condntrico, sogueado y contCnuo, encerrando roseta; el otro motivo
en alternancia es vertical y atribuible a lritivm Magallvm
(MAn-r, 1983-84: Lám. CX..XV n° 138).
102) E. Vich. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz amarronado que salta en el interioL
Del friso inferior cfrculo sogueado con rOlleta de seis ~
talos alternando con lfnea ondulada vertical, a modo de separación de metopas; del superior se aprecia parte de un motivo circular y otro elemento vertical de base triangular.
103) E. Vich 1958. C .A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza¡ barniz rojo amarronado oscuro que ha saltado en parte de la decoración.
Dos frisos separados por baquetones; el superior formado por motivos circulares; el inferior metopado conteniendo
cfrculo con vegetal, idéntico en molde forma 37 de Arenza.n.a
(GAM.srro, 1978: Tabla 19 n° 21), del .motivo de separación
queda una línea ondulada vertical.
104-) Almoina zanja. C .A.V.
Pequeño frag. de pared. Puta roja oscura; barniz rojo
con brillo.
Dos baquetones separan los frisos, en ambos cín:ulos de
línea cortada, en el superior alternando con línea acabada
en punto, y en el inferior conteniendo roseta.
105) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso que
ha saltado en algunos puntos.
Decoración que acaba en dos baquetones, ea metopada
con motivo vegetal separado por líneas de grandes puntas de
flecha (GAaAtmo-SoLOVERA, 1975: Fig. 4 n° 24).
4-91
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115
'
117
Scm.
Fig. 12.-
492
Formas dt&orodlu. Drag. 37
"tJN
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TBRRA S IGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
106) E. Vich-S. Andru 1959. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rojo ladrillo¡ barniz amarronado.
Dos baquetones dividen laa bandaa, decoradas, friso estrecho conteniendo conchas u hojas (M tzQUU.rz, 1961 ll:
Lám. 121). Friso auperior formado por la alternancia de dos
motivos muy bien impresos, uno es una hoja acorazonada en
forma de lazo idtntica al motivo en círculo segmentado sobre
forma S7 de 'llicio (GAMBI'ID, 1978: Fig. 91 n° 152), en nuestro ejemplar se inscribe en un doble cú-culo de Unea cortada;
tato alterna con motivo de boja semejantes a otras de la producción itilica (STuuco, 1959: Tabla XVU n° 98)¡ del friso
inferior se ve parte de un circulo de Unea cortada.
107) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. pasta rosa rojiza granulosa; barniz marrón que ha saltado en parte.
Friso en el que alernan roseta de ocho pttalos y motivo
vertical.
108) E. Vich-S. Andr& 1959. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo terroso que salta con facilidad.
Síntesis decorativa a bue de dos frisos •eparados por baquetones; el inferior con dos clrculos conctntricos; en el superior alternan cfrculos conc€ntricoa, dos sogueados y el cen·
tral cont!nuo, con motivo vegetal, teniendo la banda por parte
superior e inferior un pequeño circulito con puntos.
109) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasa rosa rojiza; barniz rojo anaranjado
que ha saltado en parte.
Frisos separados por baquetones; sólo en uno se aprecia
su composición, en alternancia motivo de dos clrcuJos con·
céntricos con punto y elemento vertical de dos palmetas uni·
das por cortas líneas onduladas atribuible a Tritivm MagaJJvm
(MAYBT, 1983-84: Lám. CXXXIX n° 291).
UO) Ausias March 1962. AM-62-3. C.A.V.
Diez frag. que unen dando perftJ completo de vaso con
19 cms. en la boca, 6'5 cms. en el pie y una altura de 7'6
cms. Pasta rosa rojiza granulosa; barniz rojo claro.
Decoración en dos frisos separados por baquetones. La
banda superior repite dos cí.rculos conctntricos, de línea sogueada y contínua respectivmente. El friso inferior can motivo vegetal que alterna c~n dos círculos conctntricos, de línea sogueada y contfnua, contiene tres pequeños círculos; este
último motivo es bastante extraño y el único paralelismo encontrado es en vaso de Hornos de la Cartuja de Granada,
si bien con dos círculos (StaMNo, 1979: Fig. 16 n° 27).
Ul) E. Vich-S. Andrés 1958. C.A.V.
Frag de pared. Pasta rosa rojiza; el barniz ha aaltado casi
por completo.
Paredes muy fmu. Decoración en dos friaos; el superior
con doa clrculos conctntricos sogueados conteniendo vegetal,
alternando con un motivo vertical de base trianguJar; en el
friso inferior se aprecia tres drculos condntricos, los dos exteriores sogueados y el otro condnua.
112) María de Molina 1958. MM-2. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa roj i.z a granulosa; barniz amarronado que ha saltado en parte.
Friso donde alternan motivos verticales y circulares; loa
primeros de ba.se trianguJar semejante a otros de nicio (GARA&JTO, 1978: Thbla
Fng. de pared. Puta rosa rojiza granulosa; barniz rojo
vinoso. Bandas decorativas acpa.r adu por baquetones; la superior ea la tinica que se ve, formada por un círculo de línea
sogueada que encierra u:na roseta de aeia p6talos, &to alternando con motivo vertical de base triangular.
114) Mosto Mila 1970. 79-41-29. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 16 ems. en la boea. Puta
roja claro; barniz rojo anaranjado.
Dos baquetones separan el borde del cuerpo, del que queda parte del friso superior con un motivo vertical atribuible
a Tritivm M aga!Jvm (MJZ.Qufluz, 1961 Il: Lám. UO¡ MG~n,
1983-84: Lám. CXXXVll), alternando con dos clrculos conclntricos c.on punto, siendo el exterior de línea sogueada y
el interor continua; vaso idtntico al nuestro en la colección
de la Casa de la Condesa de Lebrija, tambitn en Con.imbriga
y el motivo vertical en el cdecvmanvs• de Ampurias con una
datación del 160 d .C. (L
Base con un diámetro en el pie de 7 cma. Pasta rosa asalmonada algo granulosa; barniz rojo vinoso.
Parte del friso inferior en el que alternan círculos concéntricos de Hnea cortada y condnua, con motivo vertical.
116) Proc. desconocida. C.A.V.
Prag. de borde y pared. Pasta roja clara; barniz rojo.
Un baquetón separa el borde la pared; de la decoración
queda un motivo vertical atribuible a 'Iritivm Magallvm
{DILOADO-MAYBT·MOmmNHO, 1975: XXXV n° 58 en Drag.
37b; MAYn, 1983-84: Lám. CXXXVJ n° 193).
117) E. Vich-S. Andréa 1958. C.AY.
Pequeño frag. de pared. Pasta roaa rojiza; barniz achocolatado.
Parte del Criso inferior con decoración en la que alternan
dos clreulos condntricos con punto, como el de nuestra pieza
n° 120 y un motivo vertical atribuible a Tritivm Magallvm
(MAvET, 198S-84: Lám. cxxxvn n° 230).
U8) E. Vich 1958. C.A.V.
F-rag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo oscuro.
493
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123
124
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¡------c==----~
126
FÍff. 13.- FlmTW da(/l'adas. ""Ol· 37
n..
494
•11M
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TERRA SIGrLLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Decoración poco marcada de la que se conserva un friso
entre baquetones que contiene tres c(rc.ulos concéntricos con
línea ondulada el exterior y al parecer eontínua los dos interiores; c!ste alterna con dos perlas a la ve.r tical.
119) Proc. desconocida. C.A.V.
.Base. Pasta roja clara muy granulosa; barniz rojo terroso
poco consistente.
Sobre un profundo sur co se desarrolla el friso inferior
en el cual alternan motivos circulares y verticales; el primero
compuesto por tres cfrculos concéntricos, los dos interiores
de l!nea cortada y un punto central; el motivo vertical a base
de una línea ondulada que une dos form.as acorazonadas.
120) .E. Vich-S. Andrés 1958. C.A .V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada con lagunas; barniz rojo amarronado de mala calidad.
Friso entre baquetones compuestos por dos drculos cancéntricos con punto, separados por cuatro perlas formando
una línea vertical, motivo semejante en forma 37 de Palencia
(MEZQofRIZ, 1961 11: Lám. 105 n° 1941).
121) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso.
En la pared in terior tien e marcadas dos ranuras. La decoración sobre un friso de triángulos; en la banda tres cfrculos concéntricos, siendo el exterior sogueado y los otros contínuos, éste motivo alterna con una línea vertical de pequeños
círculos.
122) E. V ich-S. Andrés 1958. 79-193-27. C.A.V.
Base con 6 cms. en el pie, Pasta rosa rojiza; barniz rojo
terroso que ha saltado en parte.
Friso entre baquetones; alternan motivos de dos círculos
concc!ntricos con punto y motivo vcrrical de extremos trian.gulares.
123) Avellanas 1973. A-73-26. C.A.V.
Pared y pie con 6 cms. Pasta rosa rojiza; barniz rojo tierra oscuro, siendo al interior una fina pelfcula.
Frisos separados por baquetones. El superior con la repetición de dos d rculos concéntricos¡ e.n el inferior tres d rC\.1los concéntricos alterna.n con motivo vertical formando por
do.s c(rculo,s unidos por lfnea idéntico en Tricio sobre forma
37 (Gt.MBn'O, 1978: Tab. 44 n° 8).
124) Ermita Sant Jordi. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta amarillenta grisácea; barniz rojo
vinoso.
CCrculos concéntr_icos, tres de Unea cortada y el interior
mal impreso con punto, alterna con motivo vertical.
125) E. Vich-S. Andrés 1958. 79-193-8. C.A .V.
Borde y pared, con 16 m cms. en la boca. Dos frisos entre baquetones; el superior con dos c(rculos concéntricos¡ en
el inferior círculos semejantes alternando con motivo vertical
atribuible a Ttitivm MagalJvm (M t.'lET, 1983-84: Lám.
2301).
cxxxvn n°
126) Ausias March. AM-62-2. C.A.V.
Seis frag. que dan perfu de borbe y pared, con 17 cms.
en su boca. Pasta rosa rojiza¡ barnú: rojo oscuro.
Decoración en dos frisos separados por baquetones; el
superior repite tres círculos concéntricos, los dos exteriores
de línea cortada y el interior eont!nua ; la banda inferior no
se aprecia. Muy semejante a un vaso forma 37 de Itálica,
también en Bezares sobre Drag. 29 y Conimbriga {MllzQ.ut·
lUZ, 1961 11: Lám. 297 o 0 2; GAMBn'O, 1978: Tab. 41 n° 18¡
DI'.LC...oo-Mt.vtt-MouNTINRO, 1975: Lám. XL n° 95).
127) Ausias March 1962. C.A.V.
Seis frag. qu e dan perftl completo de vaso con 17 cms.
en la boca, una altura de 7 CIX1J5. y un diámetro en la base
de 6 cms. Pasta anaranjada; barniz rojo hacia naranj a.
Dos baquetones separan l.as bandas decoradas¡ la superior
formada por L repetición de tres cfrculos concéntricos, dos de
a
línea cortada y el central muy pequeño de contínua 1 están cortados en su parte superiorj unto al borde; la banda inferior tarnbioo
con elemenros circulares concéntricos cuatro y punto central,
ondulado, sogueado y conúnuo respectivamente.
128) Mosén Mila. 79-4-1-32. C.A.V.
Borde y pared con 17 cms. Pasta rosa rojiza; barniz rojo
terroso.
Friso superior con repetición de dos círculos concéntricos, el exterior de línea sogueada y cortada el interior.
129) Ermita Sant J ordi. C .A.V.
Frag. de pared. Pasta roja grisácea con diminutos puntos blancos; barniz rojo.
Frisos separados por dos baquetones, en ambas bandas
se repite el mismo motivo, doble drculo concéntrico con punto, la linea exterior cortada y la interior continua (M!7~Uf
IUZ, 196J U: Lám. 102 n ° 1778).
130) Proc. desconocida. C.A.V.
Pequeño f.rag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz
rojo amarronado.
Motivo compuesto por tres cCrculos concéntricos, los dos
ex1eriores de línea cortada y el interior contínua, idénticos
a nuestro n° 127.
131) Hierba 1973, H-73--4.
Frag. de pared. Pasta r osa rojiza; barniz rojo terroso.
F r isos entre baquetones, en ellos se repite un círculo de
línea sogueada
132) .Ermita Sant J ordi O.A.V.
Frag. d e pared. Pasta roja clara; barniz rojo ladrillo.
Pared muy gruesa, queda la parte inferior de la pared,
se repite el mismo motivo dos grandes círculos concéntricos
de Unea contínaa
495
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12 8
13 o
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134
135
-==-=-Se m.
496
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1 38
141
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Sem
142
144
Fig. 15. - Ftrrnuu duuradas. Drat. 37
•tu
-l97
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154
15 6
Fig. 16.-
498
Form4S Ma!rodas. Drq. 37
•t~~~
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TER.RA SlGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
133) Hierba 1973. C.A.V.
Frag. de pared. Puta rosa rojiza granulosa; barniz rojo
claro. Friaos entre baquetones en los que se repite un círculo
único de línea sogueada.
134) PI. Virgen. 79-F-20. C.A.V.
Fra.g. de borde y pared con 17 cma. en la boca. Pasta
rosa ualmonada; barniz rojo terroso que ha saltado en parte.
Friso superior formado por la repetición de un motivo
circular a base de tres círculos con~ntricos, el exterior posiblemente de l!nea ondulada. el del centro cortada y el interior continua.
135) E. Vich-S. Andris 1959. 79-193-20. C.A.V.
Base con 8 cms. en el pie, que es muy b~o. Pasta rosa
anaranjada; barniz rojo tierra.
Queda parte del friso inferior entre baquetones y formado por la repetición de tres círculos con~tricos, dos sogueados y uno contínuo.
136) Ermita Sant Jordi. C.A.V.
Frag. de parte inférior de pared. Pasta amarillente rojiza
con puntos blancos; barniz rojo anaranjado.
Serie de círculos entreluados de línea cortada.
137) PI. Reina. C.A.V.
Frag. de pared. Paata fuerte granulosa; barniz amarronado.
Friao enmarcado por baquetón, ocupado por la repetición de un círculo de línea cortada cui id~nticos a un
molde forma 37 de lHcio (GAllAIJTO-Soa.ovUA, 1975: Fig.
8 n° 30).
138) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta salmón con puntos blancos; bar:n.iz
rojo amarronado.
Decoración de grandes círculos conc~ntricos, dos exteriores sogueados y lo& dos interiores mucho más pequeños
de línea contfnua.
139) E. Vicb 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo ama·
rronado.
Dos frisos entre baquetones, en ambos se repite el mis·
mo motivo, dos círculos condntricoa de línea cortada.
140) E. Vich-S. Ancl.ris. 79-192-50. C.A.V.
Borde y pared con 16 cms. Pasta rosa anaranjada; barniz
naranja que salta con facilidad.
Separando el borde del cuerpo dos baquetones y bajo
útos un friao de dos círculos con~ntricos sogueados (AntÁN,
1958: Um. m n° 3).
141) Avellanas 1973. A-73-26. C.A.V.
Frag. de borde y pa.red. Pasta roja claro con pequeños
puntos blancos; barniz rojo terroso mala calidad y que salta.
Friso decorativo superior formado por dos círculos consogueados y de ICnea cont(nua respectivamente.
c~ntricos,
142) Avellanas 1973. A-73-36. C.A.V.
Frag. de borde con 12 cms. de diámetro. Barniz rojo claro.
En friao superior repite dos círculos oonc~tricos cortados al contacto con el borde.
143) Barchilla. C.C.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo vivo.
Friso entre surco inferior y un baquetón superior, en~~
ae repiten dos círculos condntricos, de l(nea contfnua el interior y cortada al exterior.
144) E . Vich-S. Andrés 1958. 79-192-21. C.A.V.
Frag. de borde y cuerpo, con U cms. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo ladrillo, mate mala calida.d.
En el friso superior repite dos círculos conc~tricos algunos de los cuales están cortados en su contacto con el borde;
el inferior id~tico.
145) Barchilla. C.C.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza muy granulosa; rojo
anaranjado muy mala calidad y que ha saltado en parte.
Friso separados por baquetón; el superior con un círculo
repetido y muy mal impreso; el inferior tres círculos conc~n
tricos cont(nuos.
146) E. Vich·S. Andres 1958. 79-193-9. C.A.V.
Frag. de base, con 6 cms. en el pie muy bajo. Pasta rosa
rojiza¡ barniz rojo terroso oscura.
Frisos conte niendo, en ambos el mismo motivo a base
de dos círculos con~ntricos (MUQuhuz, 1961 TI: Lám. 105
n° 1945).
147) PI. Virgen. 79-F-5. C.A.V.
Frag. borde y pared, con 16 cma. en la boca.
Separando el borde de la pared un baquetón; el friso superior con una banda de círculos con grueso punto central
(MaQuf~, 1961 U : Um. 105 n° 1940).
148) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; bami.:t rojo teJTOSO.
Do• baquetones separan los frisos; del superior se ve parte
de un círculo ondulado que pertenecería a id~ntico motivo
que el del friso inferior, que es un eírculo ondulado encerrando una gruesa perla que a su vez se inte.rcala el exterior
(M u.Qu!IUZ, 1961 Jl: Lám. 104 n° 1863).
149) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz amarronado que
ha saltado totalmente al exterior.
Bajo dos baquetones un friso ocupado por una composición de círculos condntricos de gran tamaño, el exterior de Unea cortada y el interior continua, entre este motivo por arriba
y abajo se intercalan otros mb pequeños de línea continua.
+99
[page-n-510]
OO!i
ZiNJ.DIVW 1 SONlsa.LNOW
·r
[page-n-511]
TERRA SIGILLATA HISPÁNICA EN V!,.LENTJA
150) E. Vich. 79-193-21. C.A.V.
Base con 4'8 cms. Pasta rosa rojiza con muchas impurezas; barJliz terroso formando una fma pelfcula en parte desprendida.
Frisos separados por baquetones; en el inferior drculos
·sueltos y en el superior drculos entrelazados formando grupos.
151) E. Vich. 79-193-l . C.A.V.
Frag. de base con 6 cms. en el pie. Barniz anaranjado
sucio.
Queda parle del friso inferior a base de tres círculos concéntricos, motivo mal impreso.
152) E. Vich-S. And.rés 1958. C.A.V.
Frag. de pared i.n ferior. Pasta rosa anaranjada; bar.niz
rojo hacia naranja.
Parte del friso inferior compuesto por dos círculos concéntricos unidos a un grueso motivo vertical por bastoncitos.
153). ~- Vich-S. Andrés 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa anaranjada; barniz rojo terroso.
En la parte inferior un estrecho friso de drculos con linea ancha semejantes a otros de Bronchales (ATIUÁN, 1958:
Lám. 1 n° 4), sobre esta banda una composición de círculos
entrelazados.
154) Colegio Loreto. CL-4. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 19 cms. Barniz rojo terroso.
Decoración formada por cír culos entrelazados, de mala
impresión; este motivo aunque algo mayor lo encon tramos
en 'fricio (G... I!,AJIJTO, 1.978: 'Thb. 42 n° 1).
155) E. Vich-S. Andrés. 79-192-14. C.A.V.
Frag. de borde y pared, con 13'5 cms. Barniz arna.mmado.
Decoración en dos !'risos separados por baquetones¡ ambos frisos con serie de d reulos de línea cortada entrelazados,
que forman ondulación.
156) E. Vich-S. Andrés 1958. C.A.V.
'Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz achocolatado
que ha saltado en parte.
.Friso, entre baquetones y puntos, de círcul os de soga entrelazados.
SIGILLATA HISPÁNICA TARDÍA
157) Ballestería 1969. C.A.V.
Base de forma indeterminada. Pasta anaranjada; barniz
naranja.
Pie de galleta. Sobre un fino baquetón se desarrolla la
zona decorada de la que sólo conserva parte de J(nea on·
dulada.
158) Avellana 1973. A-73-12. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta anaranjada; ba.r niz naranja.
Banda decorativa en la que alternan gruesos círculos sogueados con motivo vegetal vertical, combinándose en la parte superior con pequeños círculos con punto.
159) Barchilla. C.C.V.
Frag. de l)ared. Pasta rosa naranja; engobc naranja.
Relieve muy _
poco marcado. Semicírculo de puntas de
flecha entre baquetones (Mu.QuiRu:, 1961 ll: Lám. 129 n°
2640) alternando con un círculo y punto, todo diapueato rodeando ot:ro3 motivos circulares o semicirculares.
160) PI. Virgen 1959. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta naranja clara; barniz naranja
mate.
Es la parte inferior de la pared decorada a base de grandes ruedas marcadas por baquetones y dejando entre ellos
puntas de flecha, en el centro se cruzan dos líneas de puntas
d e flecha; esquema semejante, aunque con otras líneas de
puntas de flecha entre las ruedas, en un vaso decorado de
Ga!Jur, pertenece al estilo 2°, de Mayet y 4° de Mezquiriz
(MAYET, 1983-84: Lám. CCL.Xlll n° 167; M&7.QU 1 1961
fRIZ
1: 117).
161) Proc. desconocida. C .AY.
Frag. de borde con unos 21 cms. Pasta anaranjada; barniz naranja.
Labio desarrollado hacia el exterior, escalón en la separación de la pared.
INDETERMINADA (29 y 37, con toda probabilidad)
162) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja claro; barniz rojo ladrillo
mate que ba saltado en casi toda la superficie.
Un figura humana bastante grande que nos recuerda las
grandes representaciones de Apolo del centro de Bezares
(GA.RMUTO, 1978: Fig. 33).
163) Ausias March 1962. AM-62-10. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo amarronado que ha saltado en parte.
Composición metopada en la que se ve parte del motivo
de .separación formado por líneas verticales onduladas, en el
centro de L metopa figura h umana caminando a izq., semea
jante pero hacia der. a otro sobre vaso 37 de Mérida (ME. .
z
Quí~tu, 1961 U: Lám. 61 n° 351).
164) Mosén Mila 1970. 79-4-1-35. C .A.V.
Frag. de pared. pasta rosa asalmonada; barniz rojo vivo.
Una línea vertical de puntas de flecha separa dos figuras
humanas de lu q ue sólo se aprecia la de la izq., se trata de
una representación de Mercurio el cual lleva en su mano izq.
alas y caduceo, este motivo guarda relación con el publicado
501
[page-n-512]
163
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. 17.9
17 8
182
181
183
Sem.
Fig. 18.- Fragtn#niiJs .Drag. 29 y 37
502
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T.BRRA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
por Mc:zquJriz en vaso 37 de Pamplona en un cont<:JttO entre
nn del e. 1 y mitad del S. II (MuQuhuz, 1961 II: Lám. 56 n°
254; ÍollM, 1958: 260 Fig. 117, 200 Fig. 95 n° 15), este mismo motjvo en '!ricio sobre forma 30 en decoración metopada
con .figura de Minerva ( GARAI!ITO, 1978: Tab. 4 o 0 13).
165) Moxa Míla 1970. 79-41-35. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada ligeramente granulosa; barniz amarronado.
Animal en carrera (Mu.QufJUZ, 1961 11: Uro. 76 n° 283)
y parte de un vegetal.
166) PI. Virgen. 79-F-31. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo terroso.
Jaba!( en carrera, n.o muy bien Impreso, motivo semejante en M6rida sobre vaso 37 (MnQuúuz, 1961 II: Lá.m. 72
n° 695); el jabalf como motivo decorativo no es muy abundante en la producción Hispánica pero sf lo es en la Gálica
(KNOU, 1919: Lá.m. 65 n° 3).
167) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa asalmonada con puntitos blancos; barniz rojo amarronado.
Friso de cfrculo con puntos, entre baquetones; del resto
de la decoración quedan los cuartos traseros de un animal.
168) Proc. desconocida.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo anaranjado.
Queda parte del motivo de separación de metopas fo,..
mado por tres l{oeu onduladu verticales; la metopa ocupada
por animales.
169) PI. Virgen 79-F-4. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz rojo terroso que
ha saltado en parte.
Decoración metopada, del motivo de separación queda
una Unea ondulada vertical¡ el centro de la metopa con motivo vegetal flanqueado por Uneu verticales de pcrlitu y e.n
su extremo inferior un horizonral de punw de flecha.
170) E. Vich 1958. C.A.V.
Frag. de pared. Puta rosa asalmonada; barniz rojo ladrillo sin brillo.
Decoración me topada, con motivo de separación de cuatro ICoellll ouuulauu verticale~; el ~ntro de la metopa ocupado por motivo vegetal atribuible a lritivm Magallvm (Mk
Vll'l' , 1983-8~: Lám. CLX n° 1074).
171) Ermita Sant J ordi. C.A.V.
Frag. de pared. Puta roja clara; barnh: rojo.
Baquetón y sobre 8 un friso del que sólo queda un motivo vege tal atribuible a 'n-itvlll MagalJvm (MAYBT, 1983-84:
Lá.m. C LXV).
172) E. Vich-Vitoria l971. C.A.V.
Frag. de pared. Puta roja clara granulosa¡ barniz rojo
vivo.
Decoración metopada, bajo un friso de pequeños clrculoa entre baquetones; el motivo del separación a base de seis
líneas onduladas verti cales y en el centro una Unea de punta&
de flecha; en el de la metopa queda la extremidad de un
animal.
173) Ausias March 1962. AM-62-11. C.A.V.
Frag. de pared. Puta rosa rojiza; barniz. marrón que ha
saltado en parte de la superficie.
Entre gruesos baquetones un friso metopado, con motivo de separación del que se ve una línea ondulada venical;
la metopa ocupada por la triple repetición de motivo globular
con largo pie acabado en perla, atribuible 'fririvm Magallvm
(MAYBT, 1983-84: Lá.m. C LXVII n° 1373).
174) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta roja clara; barniz marrón rojizo.
Friso en el que se repite un motivo globular.
175) Avellanas 1973. A-73·9. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa amarillenta; barniz roj o vivo.
Sobre un friso de puntas de flecha entre baq ueton~ sed~sa.rroUa la decoración metopada; motivo de separación formado por cuatro líneas onduladas verticales y en el cen tro repetición de dos círculos concéntricos; en Andújar aparece un motivo
de separación id~ntico solo que un poco más grande, en molde, junto a un friso metopado con motivo de Unta de adormidera bacía abajo que bien pudiera ser parte del que aparece a
la izq. de nuestro fragmento {ROCA, 1976: Lá.m. 40 n° 123).
176) P roc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza¡ barniz rojo vivo.
Decoración metopada, queda parte del motivo de sepa·
ración formado por seis lineas onduladas verticales y en el
centro puntas de Oecha.
177) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Pasta rosa oscura; barniz amarronado
mate.
Padred muy gruesa; friso de puntu de Oecha entre baquetones; sobre 8 decoración metopada, con motivo de separación formado por cuatro líneas onduladu verticale:~ y una
de puntas de flecha; en la metopa una roseta, de otra . etopa
m
se ve parte de un pequeño círculo.
178) Proc. desconocida.
Frag. de pared. Puta rosa rojiza. Barniz amarrooado.
Roseta de múltiples pétalos rodeada de cfreulos de lfnea
contfnua, decoración con un marcado relieve; huellas dactilares del manipulador en la pared interior.
179) . .Proc. desconocida.
Frag. de pared. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso sin
briUo que ha saltado en parte.
503
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185
18 6
.
187
18 8
Sem.
~
\
\
192
Fig. 19.-
504
Fiwmas lisa.s. RiJl. 8
1
)
193
[page-n-515]
T&RRA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
Círculos con~ntrioos que encierran algo parecido a una
copa (MEZQ.utRrz, 1961 ll: Lám. 162 n° ~1), en la parte inferior del friso un pequeño cfrculo con punto.
180) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Paata rosa asalmonada; barniz rojo mate.
Friso de festonea conteniendo vegetal y alternando con
líneas venicales de punta de flecha.
181) E. Vich 1958. O.A.V.
Frag. de pared. Puta rosa anaranjada; barniz marr6n
rojizo.
Dos baquetones dividen los íriaos¡ el superior metopado
con motivo de separaci6n a base de tres líneas onduladas verticales¡ el inferior es una banda en la que se repiten cuatro
círculos concéotricos con punto, dos exteriores sogueados y
dos interiores de línea contfnua, estos cfrculos montan el baquet6n que por debajo delimitan el friso.
gar la forma; el n ú mero corresponde al del inventario
general de la TSH en Valentía y se identifica con el dibujo de la figura; a continuación se indica el solar donde se halló la pieza y la colección dond e se encuentra
actualmente.
roaMA
COLECCIÓN
t85
Cl E. Vich·S. Andrtt
Cl Aa.slu Muda 1962
PlVirp
Cl B~tthilla
Casa lkalliurc
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Valelláa
Ay. de ValcDCia
Ay. de Valencia
A . de Valcacia
y
Ay. de Vabcia
Ay. de Valeacia
Catedral de Valencia
Ay. de Valencia
ladeterminado
Cl A111ÍIJ Marcb 1962
Cl Barchilla
Cl Barchilla
Cl AvdiiiW 1973-74
C/ Avdlanu 1.973·74
Ay. de Vale~~cia
Ay. de Valencia
Catedral de Valenci&
Catt4nl de Valencia
Ay. de VaiCDcia
Ay. de Valencia
IAdctUliiÚUido
Cl AvcllallU 1973
PI. Reina 1969
PI. Virp t97S
C/ Avdlalw
Ermita S. Jordi
Ermita S. Jordi
Cl Barcbi.Ja
CJ Emb.jador Vid>
P.rmha S. Jordi
Cl Au.sias Marcb 1962
Ermita S. jordi
Pl Reina
Ermita S. jonli
Ballutctfa 1969
Avellanu 1973·74
Avelluu 1
973·74
llldcL
lndcL
223
AIIJÍU Mutb ~
&. Vleh..S. Andrá
AvciWw 1.962
A de Val(D(ia
y.
Ay. de Valencia
Ay. de Vale~~cia
A de YaleAcia
y.
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Catedral de Valencia
Ay de Valmcia
.
Ay. de Valmcia
Ay. de Valmcia
Ay. de Valencia
A de Yllmóa
y.
A de Yllcocia
y.
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
Ay. de Valelláa
AJ. de Ya!CIICia
Ay. de Valencia
Ay. de Valencia
AJ. de Vakncia
Ay. de YlleDCia
Ay. de Valeocia
224
225
tndetenninado
Auñas Mutb 1962
Ay. de Yllcoc.i&
,.,.,. de Valencia
188
189
190
191
192
193
1.94
Cl &rmíta S. jordi
Cl &mita S.Jorcli
Cl Ermita S. Jordi
Cl Awiu Marda
PL
V'~tp
Dra¡. 241!5
195
196
1.91
198
199
200
183) E. Vich 1958. O.A.V.
Frag. de pared. Pasta amarillo-grisácea con diminuto dt·
grasante¡ barniz lila oscuro?
Decoraci6n en dos frisos separados por baquetones¡ mo·
tivos de cl'rculos conc~ntricos, en la banda inferior tres: sogueado, cont:fouo y sogueado.
LUGAI RALLAZCO
186
1
87
182) Proc. desconocida. C.A.V.
Frag. de pared. Puta rosa anaranjada; barniz marr6n
rojizo.
Friso sobre surco¡ en él alternan dos cfrculos conoéotri·
cos de Jrnca contfnua con un motivo vertical (MzzQufttn , 1961
n: Um. uo).
NÚM.
&itt• •
Dn¡. 27
201
202
203
20i
184) Proc. desconocida. C.A.V.
20$
Frag. decorado, probablemente Drag. 37. Pasta rosa asal·
monada¡ barni.z rojo mate.
Dos baquetones separan los frisos; del superior quedan
reatos decorativos dificiles de identificar. El inferior está ocupado por una escena donde conviven dos figuras, una peque·
ña y otra mucho m ás grande que monta, en la cabeza, sobre
los baquetones de separaci6n¡ esta última represe nta a A polo
con lira en su mano izquierda, muy semejante al que aparece
en Bezares (GA.ttAJrro, 1978: Fig. 33 n° 138 y 139; MAnT,
1983-84: Lám. CXll n° 2245) si bien el nuestro parece lige·
ramente más pequeño. Otro elemento de esta banda inferior
es una pequeña roseta y dos motivos verticales con un extre·
mo en roseta y línea ondulada, seguramente en el otro extremo se cerrarla con la misma roseta (GAM!Ino, 1978: Tab. 43
n° 6).
206
207
208
209
vo
211
212
m
214
215
216
217
218
219
220
2V
222
FORMAS LISAS
Avellanas
Dnr. 35
Con el fm de no hacer excesivamente monóton o
el inventario de las piezas sin decorar las agrupamos
en una tabla general en la que indicamos en primer l u·
505
[page-n-516]
(
1
fo1mm'
19 5
196
197
1
~
200
\-~======(;
201
203
Scm.
~__,.)
\
Fig. 20. - FiJmw litas. Drag.
506
2~/25
y 27
205
J
[page-n-517]
212
214
\..._
217
~------------~----------~
)
,-~-------7
/ 218
c-~---~7
'
~21
-==-=-Scm.
Fig. 21.- Formas lisas.
Drac. 27
507
[page-n-518]
~
4;S
7
:'J
226
1
'\
-=-=-S
227
J
1
Zs
l 230
cm.
236
235
237
Fig. 22.-
508
;;
FormtJJ lisar. Drag. 33, 35 y 36
)
[page-n-519]
TERRA SIGILLATA HISPÁNICA E.N VALENTlA
NÚM.
LOCAl HALLAZGO
COLECCJÓN
226
227
228
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FORMA
Indet.
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Avell:uw 1973
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COLECCIÓN
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241
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Catedral de Valencia
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Ay. de Valencia
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Las piezas lisas ocupan el 4-5'72% de los productos hispánicos (MoNTESlNOs, 1982). El cuenco Ritt. 8,
n° 185 a 194-, es la tercera forma lisa en importancia;
presenta variedad e.n sus diámetros de boca, así como
509
[page-n-520]
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Fig. 25.-
Fvrm4s lisas. Drat. 18, Hisp. 7.1 50
[page-n-523]
TERRA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
en la incurvación del perfil; para Mezqufriz esta curvatura tiene u.n valor cronológico pues los tipos más antiguos tienen la incurvación hacia el interior, como es el
caso de Jos n° 189 y 191, en tanto que los más abiertos
son más tardíos. Su frabricación comienza a mediados
del s. I d.C. no estando clara la finalización de su producción.
Los n° 195 a 200 corresponden a la forma 24/25;
los primeros ejemplares de la forma se sitúan en los estratos más antiguos de Pamplona, hacia el 50 d.C., con
decoración a ruedecilla (MJ!.ZQ.utRiz, 1961 1: 58), evolucionando hacia fines de siglo remarcando aún más la
moldura; desaparece antes del principio del s. n en
que es sustituida por la 44; esta cronología es apoyada
en Andújar (RoCA, 1976: 19, Lám. 163) si bien su
autora la lleva a principios de la segunda centuria; en
Conimbriga aparece en .niveles de 'll-ajano. Dos de
nuestros ejemplares, n° 195 y 196, disponen de ruedecilla en el borde, de ellos el primero es el que más cerca
está de los productos gálicos, los otros vasos se enmarcan en un momento más avanzado de la producción sin
decoración a ruedecilla.
Los n° 201 a 223 pertenecen a la forma Drag. 27;
es el tipo liso más numeroso y sobre el que aparecen
más sellos de alfar; en concreto los alfareros son: AemiLivs Matemvs de nitivm Magallvm, Ave, Firmvs Tritiensis, Lapillivs de 'll-itivm Magallvm, Q Lvc() Fla()
de 'IHtivm Magallvm, Lucivs Sempronivs, Valerivs Patemvs de Tritivm Magallvm y otras de dudosa adscripción. Podemos distinguir tres grupos: el primero formado por vasos de pequeño y medio tamaño con pastas
y barnices, en general, de buena calidad y labio marcado y redondeado al exterior, n° 201 y 202; un segundo
grupo en el que ha desaparecido el labio marcado y
suelen ser de mayor tamaño que el precedente, n° 212
a 222; u.n tercero de perfll semejante al anterior pero
de tamaño mucho mayor, n° 223. En Conimbriga vasos con labio marcado, a semejanza de nuestro grupo
primero, se encuentran en u.na estratigraffa claudiana,
el segundo grupo lo identificamos con los apartados 2,
3 y 4 de Conimbriga con una datación del final del s.I
y mitad del s.II d.C., también nuestro tercer apartado
aparece en Conimbriga con idénticas características en
el tamaño de los vasos.
Los n° 224 y 225 más dos frag. de base y u.n sello
de dificil identificación, que también podría pertenecer
a una forma 46, corresponden a la forma Drag. 33. En
Conimbriga los vasos de esta forma se datan en el reinado de Trajano (DeLGADO-MAYBT-MovNTINHo, 1975:
185, Lám. Llll); para Mayet su producción se sitúa entre la segunda mitad del s.I d.C. y principios del s. li
(MAYET, 1983-84: 73).
Al Servicio 35/36 pertenecen los n° 226 a 238; tanto la copa como el plato llevan decoración de hojas de
agua a la batbotina, aunque hay ejemplares que carecen de ella. La forma 35 dispone de varios tipos para
el borde desde el incurvado y alargado hasta el redondeado y pegado a la pared, n° 231. La 36 es más monótona en su perfil. En Conimbriga aparecen ambas formas con u.na cronología pareja en época flavia y
trajana, sin llegar en ningún momento a una cronología tan amplia y avanzada como plantea Mezqufriz.
La forma 44, está representada en los n° 265 a
267, con La pared curva y marcada moldura en mitad
de La pared externa; el borde en moldura cóncava al
interior. En Hispania comienza a fabricarse a partir
del s. II d.C. El centro de Andújar fabrica la forma en
un contexto que no sobrepasa el s. II; otro centro que
constata la forma es Bronchales, en cierta forma nuestro n° 265 se asemeja mucho al de este taller (ATRIÁN,
1958: 148); el otro centro donde se constata su fabricación es Bezares dentro del S. n (GARA81'l0, 1978: Fig.
48 n° 22).
La pieza n° 268 la hemos incluido en la forma 46,
a pesar de que puede confundirse con la 33; en Conimbriga se puede seguir en esta forma u.n proceso evolutivo claro: primero con borde oblicuo, a continuación incurvado y al final desaparece, que es la forma de
nuestro ejemplar. Mezqufriz coloca el momento de fabricación durante el s. ll y parte del s. III siguiendo
las excavaciones de Liédana y Pompaelo (MuQubuz,
1961 1: 64), en Andújar se sitúa entre la mitad y el fin
del s. Il (RocA, 1976: 44).
La cantimplora Hermet 13 está representada con
un único ejemplar, n° 269, el cual incluimos entre los
productos lisos por darle una ordenación concreta aunque somos conscientes que al disponer sólo de la boca
también podría pertenecer a una pieza decorada. La
cronología de la forma tiene un desarrollo paralelo a
la Drag. 29 en la producción gálica, con una perduración hasta avanzado el s. II; en Hispania se han hallado moldes para la forma decorada en un entorno cronológico de los s.I y II (GARABITO, 1978: 227). Nuestra
pieza por características de pasta y barniz la podemos
situar dentro de la segunda mitad del s. I d.C.
Cinco piezas tenemos inventariadas de la forma
Hispánica 2, n° 270 a 274. Imita los vasos de paredes
f10as de época Oavia; es un vaso globular de pie bajo
con borde vuelto hacia fuera; presenta decoración de
gotas de barbotina o bien de líneas horizontales en rehundido; el n° 270 coincide en perfil, labio y cuerpo
con la forma pero tiene un excesivo tamaño para la generalidad de estos vasos. La cronología probable adjudicada en Andújar dentro de la segunda mitad del s.I
alcanzando su apogeo en los primeros años del s.II, en
Bezares sucede algo similar, en Liédana aparece en la
villa del s.II y en Pamplona a mediados de la primera
centuria, siendo para Mezqufriz el s.II el de más apogeo y perdurará hasta el s.m.
La forma Hispánica 4 está representada en los n°
239 a 244. De ellos los n° 239 a 243 corresponden a
un tipo semejante con pared curva, borde más o menos
513
[page-n-524]
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[page-n-525]
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Fig. 27.-
Fmnas lúas. Búp. 20 e idltermiruulas
515
[page-n-526]
J. MONTESINOS 1 MARTÍNEZ
horizontal ensanchándose hacia el exterior y decoración a ruedecilla; el n° 244 se diferencia de los anteriores y es muy parecido a un plato de Andíljar, si bien
el nuestro es de mayor tamaño (ROCA, 1976: Lám. 21
n° 71), en este centro su fabricación alcanza el punto
culminante a fines de la primera centuria y principios
de la segunda, aunque continúa su fabricación basta
final del centro a fmes del s.II.
El n° 245 entraña problemática en su adscripción,
o bien pertenece a los platos que Mayet inclu ye en la
forma Ludowici Tb o entraña dentro de la variante 4
sin ruedeciUa en el borde.
Los n° 246 y 2+7 los acljudicamos a la forma Hispánka 6, aunque observamos algunas diferencias respecto al tipo defmido por Mezquíriz (MsZQulluz, 1961
1: 137), en primer lugar el perfil de nuestros platos es
mucho más aplanado y el barniz tiene brillo, cosa que
no sucede en esta forma en otros yacimientos; Mezqufriz les da una cronología tardía en estratos de Pamplona de los siglos III y IV; en 'Iricio localizamos esta forma con un barniz mate, en este centro hay un platito
que tipológicamente está cerca de los nuestros aunque
es mucho más pequeño (GAAAarro, 1978: Fig. 105).
Los o 0 248 a 262 corresponden a platos de forma
15/17, ~ste imita el prototipo gálico. En un momento
hacia fmes del s.l d.C. el tipo hispánico está plenamente definido y es segíln Roca por imitación de la Drag.
31 (R OCA, 1976: 36). En Jos estratos de Pamplona aparece con una perfecta evolución desde la segunda mitad del s.l (M v.Qvfllct, 1961 1: 55). Es la segunda forma entre los productos lisos y tambi~n ocupa el mismo
lugar entre las que llevan sello. Entre las piezas de Valentía d istinguimos cinco grupos: el primero, n° 248,
con la pared a base de anchas y profundas acanaladuras imitando los prototipos gálicos, no obstante la pared está muy inclinada para ser de las primeras piezas
de la forma y el cuarto de círculo es muy alargado; un
segundo grupo viene dado por aquel1os platos con labio marcado y perfectamente desarrollado, no 249 a
251, es de señalar el pie rectangular y almohadillado
del D 0 252; el tercer grupo Jo forman aquellos que carecen de labio desarroUado, n° 257 a 260; el cuarto con
tendencia de Ja pared a curvarse hacia el exterior, n°
261; y el íllúmo, n° 262 pertenece al tipo de platos de
gran tamaño, pared muy abierta y cuarto de círculo
alargado. Cronológicamente los grupos 1 a 3 pertenecen a la segunda mitad del s.l d.C. y principios del s.II,
como los demuestra la aparición de piezas semejantes
en los niveles flavios y trajanos de Conimbriga
(01!J..CADO-M AYBT-MOUNTINHO, 1975: 183), el grupo 4dentro del s.II y el cinco en un momento avanzado de
~ste
o s.III?
Sólo tres ejemplares tenemos del plato Drag. 18,
n° 263 y 264-, más una marca de la oficina de Valcrivs
Paternvs de 'fritivm Magallvm; el primero de ellos cercano al prototipo gálico y el segundo con la pared más
516
rectiHnea. Todas las piezas tienen una excelente pasta
y barniz con cronología dentro de la segunda mitad del
siglo primero.
Los n° 276 a 283 pcrtencce.n a tapaderas, con variada tipología. Para Mezqufriz la mayorla de ellas se fechan
en el s.I aunque hay otras del s. II y en el s. m . Aparece
en diversos talleres como Bronchales, Andíljar, Bezares
y Tricio (ATmN, 1958: 153; R OCA, 1976: Lám. 21; GARABITO, 1978: 227, Fig. 50 y 105)¡ en Andújar aparecen casi
todas ellas en las capas intermedias e inferiores de los vertederos, asociados a la forma 15/17 de tipo antiguo, 2M25
y 29. Las características de pasta y barniz de nuestras piezas las sitúan en el s. I y s. II.
El n° 275 corresponde a una copa forma 10, con
pared oblicua y borde saliente redondeado¡ en Pamplona se encuentran datadas en la segunda mitad del s.
r y s. n (MszQulruz, 1961 r: 23, n Lám. 24A).
La forma 20 está representada en los n° 287 a 294-,
es una jarrita con asa y cuello estrecho; las cinco últimas piezas son bases¡ para Jo poco abundante que es
esta forma entre la Sigillata Hispánica su presencia en
Valentia es importante. Cronológicamente en Bronchales (AntAN, 1958: 150) se encuentra en un ambiente de fines del s. 1 y buena parte del s. II, la jarrita
de este taller, al igual que las nuestras, no tiene un barniz de gran calidad.
Los n° 284- y 285 los adjudicamos a la fonna 50.
Tienen un barniz anaranjado terroso propio de la producción tard(a¡ ésta también la tenemos constatada entre los productos decorados (MBZQVIJUZ, 1961 1: 241).
Es una forma bastante extraña y una distribución restringida al norte peninsular; en Pamplona se encuentra
en estratos del s. Ill y s. N .
El plato o 0 286 tiene un cierto paralelismo con
otros de Tricio, aunque no sean exactamente iguales,
el nuestro se caracteriza por su tamaño pequeño y ser
muy plano (GAIWino, 1978: Fig. 106 n° 42 y 43). Para
la pieza n° 295, con marcada carena, no hemos encontrado ningíln paralelismo; tampoco lo hemos hallado
para las piezas n° 297, 298 y 299, la primera de ellas
con una gruesa moldura interior, elemento que ya se
ha constatado en otras pie;,;as de sigillata hispánica,
como eoJuliobriga y Valeria, si bien sobre formas dife·
rentes a la nuestra (M IIl.QVfRtz, 1961 n: Lám. 22. o0
32; SANctu.z-LAPueHTt:, 1985: Fig. 41 n° 219).
El n° 296 guarda cierta semejanza con eJ tipo Hispánico 14 de M ezqu(riz que corresponde al 55 de la
nueva ordenación (M!zo_ufRIZ, 1961 II: Lám. 6), pero
se d iferencia de aqu~l en que el nuestro no tiene el fondo plano sino con tendencia a subir hacia el interior.
MARCAS DE ALFARERO
Los sellos de oficina sobre Sigillata Hispánica
de Valentia ya .han sido estudiados con anterioridad
[page-n-527]
TERRA SIGILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
(Rial.llA, 1982; MoN'J"ESJNos, tesina). Presentábamos un
total de 41 sellos sobre vasos y platos hispánicos, bastante menos que la producción gálica a pesar de ser la
primera casi el doble que la segunda en Valentía
(MoNTESINOS, 1989), ésto es lógico teniendo en cuenta
que los productos peninsulares llevan menos ftrmas
que sus homólogos de las Galias.
Todas las marcas se insertan en el fondo interno
del vaso, a excepción del vaso Drag. 30, piezas decoradas n° 47. Las formas sobre las que más veces aparecen
sellos son el cuenco tipo 27, con 19 ejemplares, y el plato 15/17 con 12 piezas; también lo hacen en una ocasión
en plato 18, en tipo 24/25, y otra sobre 33 o 46.
Las oficinas identificables hacen referencia a los
centros de Tritivm Magallvm, no apareciendo los sellos
de la Bética.
INVENTARIO:
1) Avellanu 1973. C.A.V.
Base de cuenco Drag. 27 con 3'5 cma. Pasta asalmonada
granulosa; barniz anaranjado que salta sobre todo en el interior.
Cartela oblonga: AEMMAT, Aemilivs Matemvs de Tritivm Magallvm (MAY&T, 1983-84: texto 117).
2) PI. Reina. C.A.V.
Pequeño frag. de fonna indet. Pasta roja clara; barniz
anaranjado.
Cartela fragamentada: -FAN-, Annivs Matemvs de
Tritivm Magallvm, Bezarca (M.wiT, 1983·84: U9).
3) Avellanas. C.A.V.
Basa con 5'5 cms. en el pie. Paata rosa salmón; barniz
rojo claro.
Cartela alargada con un extremo cóncavo: OF AT[.. JS,
la 111tima letra dudosa.
4) Proc. desconocida. C.A.V.
Base cuenco Drag. 27 con 3'5 cma. en el pie. Pasta rojiu
clara; barnh rojo amarronado que ha saltado en parte.
Cartela oblonga a la que falta el principio: - AVEO¡ en
los fndice de Balil existe un.a marca de Herram~lluri con lectura F. Ave (BAUr., 1965: 142).
5) E. Vich. O.A.V.
Base de plato Drg. 15/17 con 10 cms. en el pie. Pasta roja
clara; barniz rojo.
Cartela de extremos bffidos a la que falta el ftnal:
CAl-, la ain el trazo horizontal; Caivs Lvcretivs de Tritivm
Magallvm - Tricio, Mezquiriz duda entre leer Lvcretivs y
Lvcipiva; otru veces aparece asociado a Valerivs, siendo Calvo una de las vari.antea de la fJJ1Da para la cual Garabito da
cronología de Domiciano (MAvtrr, 1983-84: 126; MuQ.otruz,
1961 1: 46 y so, IT: Lám. 4-3; GARAIITO, 1978: 296).
6) Palacio de la Generalitat. Museo de Prehistoria.
Base de forma Drag. 24/25. Pasta rosa rojiza; barniz
rojo oscuro.
Cartela oblonga: OF CANT[.. ), una marca de Tarragona aparece con la marca C antva, Ribera lee una S final y
en consecuencia Mayet la adjudica a Canivs SO oficina con
muy pocos ejemplares conocidos (MAmw, 1962; BAUL,
1965: 153; RruJV., 1982; MART, 1983-84: 127).
7) E. Vich. C.A.V.
Base de cuenco, probablemente Drag. 27, con 5'7 cms.
en el pie. Pasta rosa anaranjada granulo!a; bami~ rojo na·
ranja.
Cartela oblonga: - RMITR, CJte TR fmal es caracterb·
tica y frecuente en 'Iricio asociado en Arenzana a Flaccvs y
Anivs¡ corresponde a la oficina de Firrnvs Tritienaia (GAJV.Il·
ro, 1978: 307¡ MART, 1983·84: 133). Grafito externo.
8) E. Vich. C.A.V.
Base forma Drag. 15/17 con 8'3 ems. en el pie. Pasta rosa
asalmonada; barniz rojo claro que salta con facilidad.
Cartela de CX'tremOS bífidos a la que falta la zona central: L-NI, podría tratarse de Lvpianvs de Thtivm Magallvm? o Lvcivs Annivs del mismo centro? (MAvzT,
1983-84: 145 y 147).
9) PI. Reina. C.A.V.
Cuenco Drag. 27 con 4 cms. en el pie. Pasta roja clara
granulosa; barniz marrón anaranjado.
Cartela alargada de extremos bffidos: LAPILL, la L con
caracteres arcaicos y sin trazo horizontal la A, se trata de L.
Apilliva o Lapillivs de Tritivm Magallvm-Tricio (MAYET,
1983·84: 141-143).
10) Avellanal! 1973. C.A.V.
Base probablemente de Drag. 27, con un dii mctro eo
el pie de 5'5 cma. Palita rosa rojiza; barniz rojo terroso.
Cartela oblonga a la que falta el principio: -VCFL, la
L con caracteres arcaicos; corresponde a la oficina de Q
LvcQ FlaO de 1litvm Mallvm·1ricio, la Fl puede ser abreviatura de Flaccvs como en Itüica y en Villafranca de los Barros
(MzzQuiJUZ, 1961 1: 49, n Lám. 9 n° 110; BAUl., l965: 1H)
o bien abreviatura de Flavianvs.
11) M<*n Mila-M• de Molina. C.A.V.
,Base de plato Drag. 15/17 con 7'5 cms. en el pie. Pasta
asalmonada con puntos blancos; barniz rojo vivo.
Cartela oblonga: OF. SEMP. oficina de Sempronivs de
1litivm Magallvm Thcio {MAYBT, 1983-84: l71·173).
12) E. Vich. C.AY.
Base Drag. 27 con 5'4 cms. en e.l pie. Pasta rosa rojiza;
barniz rQjo amarronado máa claro en la parte inferior.
Cartela oblonga: O.L.SEM, oficina de Lvcivs Scmpronivs (MAvn, 1983-84: 147·148).
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Fig. 28.-
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TERRA SlCILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
13). E. Vich 1958. C.A.V.
Base Drag. 15/17 con 7 cms. en el pie. Pasta rosa anaranjada ; barniz roj o terroso.
Cartela oblonga: O[F].SEM. VA LE, oficina de Semprouivs Valerivs de 'Ii:itivm Magallvm-'Iricio, para Garabito el
primero en fabricar será Sempro.niva luego se instalará L. Sem·
pronivs y más tarde se asocian (MAYtrr, 1963-84: 174; GMA·
HITO , 1978: 313).
14) E. Vicb 1958. C.A.V.
Base Drag. 15/17 con 7 cms. es el pie. Pasta rosa rojiza;
barniz rojo tierra que salta con facilidad .
Cartela alargada a la que faltan sus extre mos: EX . OF.
T L [S], oficina de 'Iritivm Magallvm-Bezarcs. tal vez Titvs
L vcivs (o Lvcretivs) Sempronivs (MAYH"r, 1983-84: 180).
15) D. Vich. C.A .V.
Base Drag. 18 con un diámetro de 8 cms. Pasta asalmo·
nada clara; barniz rojo vivo con excelente calidad.
Cartela oblonga con letras de excelente factura: EX . OF.
VAL. P, oficina de Valerivs Patcmvs de Tritivm Magallvm'Ii-icio (MAYtt, 1983-84: 181-185. Grafito X.
16) E. Vich. C.A.V.
Base Drag. 27 con 3'6 cms. en el pie. Pasta roja claro;
barniz rojo vinoso co.m pacto.
Cartela oblonga: OFVA. PAT, misma oficin a que la anterior, para Mayct este tipo pertenece al tercer grupo que son
los más frecuentes en Mérida (MAYET, 1970).
17) PI. Reina. C .A.V.
Cuenco Drag. 27, formas lisas n° 213.
Cartela oblonga: OFVAPA, Las a sin el trazo borizontal,
misma oficina; según Baubé (l965, 209) un sello de esta mar·
ca aparece en Stockstad fechado casi con toda probabilidad
en época de Domiciano.
18) P I. Virgen. C .A.V.
Base Drag. 27. Pasta rosa rojiza granulosa; barniz rojo
mate.
Final de cartela rectanguJar: - Kr, probablemente per·
teoéce a la misma oficina que las anteriores.
21) E . Vicb 1958. C.A.V.
Base Drag. 27 con 3'8 cms. en el pie. Pasta rosa asalmonada con puntos blancos; barniz roj o terroso.
Cartela oblonga a la que falta el principio: -TAl , la A
sin el trazo horizontal.
22) E. Vich-W de Molina. C.A .V.
Base Drag. 15/1? con 7' 6 cms. Pasta roja con puntos blancos; barniz rojo mate.
Cartela a la que falta el principio: - VRRI.
23) E. Vich. C.A.V.
Base Drag. 27 con 4 eros. en el pie. Pasta rosa salm ón;
barniz rojo amarronado que ha saltado.
Cartela de dificil lectura: OF [...]. EA, a pesar de que
no está bien impresa y que fía saltado el barniz se ve que
la cartela es •in p.p....
24) E. Vich 1958. C.A.V.
Base Drag. 15/17. Pasta rosa rojiza; barniz rojo vivo mate.
Principio de cartcla: C25) PI. Reina. C.A.V.
Base Drag. 15/17 con 8 cms. en el pie. Pasta rosa asalmonada; barniz rojo vivo.
Final de cartela: -Cl ; alfareros hispánicos con esta terminación tenemos a Accvnicivs documentado en Tricio, Vilicvs que ftrma Vlici en Tar ragona, Lvcceivs, M iccio, Flaccvs
y Ofi.Ab.Ci (GARAIIITO, 1978: 201-202; BALIL, 1965: 145, 155,
159; M F.7.Q.UfRI7., 1961 1: 46, n Lám. IX n° 110; MAYET, 1973:
n° 1).
26) Libreros. C.A.V.
Base Drag. 15/17 con 6 cms. Pasta asalmonada granulosa; barniz rojo.
P rincipio de cartela rectangular: DI 27) E. Vich 1958. C.A.V.
Base, probablemente de Drag. 27, con 4 cms. en el pie.
Pasta r oja; barniz anaranjado.
Cartela fragmentada: - EAA- .
28) E. Vich. C.A.V.
19) Avellanas 1973. C.A.V.
BMc Drag. 27 con 3' 8 cms. en el pie. Pasta asalmonada
clara granulosa; b arniz rojo anaranjado.
Cartela de la que sólo resta el fmal: -VI.P, en Volubilis
encontramos el sello Vivi.Pat.O de la que la nuestra podrfa
ser una abreviación (Boust, 1965: n° 165).
20) M.a de Molina. C.A.V.
Base de plato Drag. 15/17 con 7' 5 cms. en el pie. Pasta
salmón clara granulosa; barniz roj o oscuro que salta.
Cartela oblonga fragmentada: -CO I, lo único parecido
es Ex O Cl que también firma Clof, Cloi o Gloi (Bouat,
1965: 237 ss).
Base Drag. 27 con 3'6 cms. en el pie. Pasta rosa anaranj ada; ba.m iz rojo naranja.
Cartela de difícil lectura: F[. ]NAP, la A sin el trazo hori·
zontal.
29) Libreros. C.A.V.
Frag. fondo. Pasta ana(anjada; barniz amaaonado al exterior y naranja al interior.
Cartela alargada fragmentada y de dlfrcil lectura:
-A-LACV?
30) PI. .Reina. C.A.V.
Frag. de fondo. Pa.,ta rosa amarillen~a¡ barniz rojo terroso.
519
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TERRA SIGILLATA HISPÁNlCA EN VALENTIA
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Fig. 30.-
Bases eon marco de alfarero
521
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J. MONTESINOS I MAJUÍNEZ
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DECORADAS
0 .30
Queda el final de la cartela: -N.
D.37a
D.37b
37 T.
31) PI. Reina.. O.A.V.
Base Drag. 27 con 5 cms. Pasta rosa anaranjada; barniz
rojo naranja.
El abombamiento del final imposibilita una lectura total
de la parte conservada: - NYISJ.
32) Avellanas. C.A.V.
Baae Drag. 27 con 5 cma. en el pie. Pasta rosa rojiza;
barniz marrón rojizo.
Cartela rectangular de la que se conserva un txtremo:
-[O].L, o bien la última letra es una F el .rev&.
33) PI. Re.i na. C.A.V.
Frag. fondo. Pasta rosa rojiza; barniz rojo terroso claro.
Cartela rectangular de la que queda un extremo: -P.
34) Avellanas. C.A.V .
Base de froma Drag. 33 o 46. Pasta rojo ladrillo clara
granulosa; barniz amarronado que ba saltado en parte, sobre
todo al interior.
Cartela de muy dificil lectura: O[F)·AI.
35) E. Vich. C.A.V.
Base de forma indet. con 8 cms. en el pie. Pasta rosa
rojiza; barniz rojo claro.
Cartela rectangular con extremo rma.l: -[E)S.
36) E. Vich 1958. C.A.V.
Base Drag. 15/17 con 8 cms. en el pie. Pasta rosa clara
granulosa; barniz rojo terroso que salta con facilidad.
37) E. Vich 1958. C.A.V.
Base de forma Drag. 15/17. Pasta roja clara; barn iz rojo
amarronado. Cartela oblonga: OF C-
38) Avellanas. C.A.V.
Base Drag. 27 con ~'5 cma. en el pie. Pasta rosa rojiza;
barniz rojo terroso.
Cartela de la que se leee el rlllal: -OF.
39) Avellanas. C.A.V.
Base Drag. 27 con 3' 8 cms. Pasta roja clara; barniz rojo
terroso.
Principio de cartela: OF- .
40) PI. Reina. C.A.V.
Base Drag. 27 con 4 cms. en el pie. Pasta rosa anarajan·
da; barniz rojo oscuro.
Cartela rectangular: [0)-.
41) Masen Mila. C.A.V.
Frag. borde Drag. 30, formas decoradas n° 47.
En friso exterior incompleto letras a molde: -OS.CA.
522
H.2
H.4
H
.S
H.7
R.8
H.10
Ha.13
0.15117
0 .18
H.20
0.24/25
0.27
0 .33
0 .35
0 .38
0 .44
0 .48
LISAS
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Form.o.r túumuJ.a.s y /isa.s Hispánica.s en Vllkntia
120
CONCL USIONES
La importancia de los productos Hispánicos en la
costa Mediterránea ha quedado demostrada, pues lu·
gares como Tarraco, Sagvotvm y en especial Valentia
denotan unos porcentajes a tener en cue.n ta en la co·
mercialización de la producción peninsular (MoNTESI·
NOS, 1991) superando antiguas visiones que apuntaban
la poca presencia de estos productos en las menciona·
das costas. El estudio de las cerámicas Sigillatas en ya·
cimientos valencianos constata la presencia de la varie·
dad Hispánica con unos porcentajes que si bien son
inferiores a las otras producciones son dignos de tener
en cuenta. Pero es en la Colonia de Valentia donde la
Sigillata Hispánica adquiere un primer plano con un
porcentaje superior a las dem.U variedades: T.S.I .•
10'96%; T.S.G.- 31'87%¡ T.S.H.- 57'16% (MoNTESt•
NOs, tesina).
La presencia de los productos Hispánicos en la Va·
le.ntia romana se realiza desde el primer momento de
su fabricación, con la llegada de vasos decorados que
contienen elementos de directa imitación de los pro·
duetos gálicos, sobre todo en la forma Drag. 29. La for·
m a decorada más abundante es la Drag. 37, seguida
de la Drag. 29 y Drag. 30. La forma 29 constata los
estilos de imitación, metopas y motivos circulares; la
forma 30 es el tercer vaso decorado, todos nuestros
ejemplares con decoración metopada; la forma 37 es la
mejor representada en Valentia, localizándose vasos de
las dos variantes .. a» y «b», siendo la primera las más
numerosa con una proporción de 8 a l . Estas formas
llegan desde el principio de su fabricación y la forma
37 hace más potente su presencia en eJ s.II d.C, con
piezas que superan la mitad de la centuria. Las piezas
decoradas tardías responden al tipo 37; algunos ejem·
piares dentro del primer estilo decorativo de Mezqui·
riz, que imitan motivos de forma 37 antigua¡ otro estilo
presente es el de grandes círculos del siglo IV d.C.
Los motivos decorativos se relacionan con la pro·
ducci6o de la zona de 1\itivm Magallvm, La Rioja; y
en menor nómero con Bronchales, piezas n° 3, 34 y
[page-n-533]
TERRA SICILLATA HISPÁNICA EN VALENTIA
77; los talleres de la B~tica no están presentes y sólo
un vaso, por su decoración, podría tener este origen,
nuestro o 0 110.
Como hemos indicado se constata en los primeros
productos la directa imitación de elementos gálicos; al
mismo tiempo son visibles las influencias itálicas en algunos de los motivos decorativos que aparecen en Valentia, como vemos en las piezas n° 19 y 106.
El estado de la investigación nos permite indicar
el comienzo de fabricación de muchas de las formas lisas, pero no es tan clara su finalización; las últimas investigaciones demuestran que la larga perduración de
algunos tipos no son datos hoy por hoy demostrables.
Entre L formas con inicio dentro del s. 1 tenemos la
as
8, 13, 18, 24/25, 27, 33 y 35/36; otras comienzan su
producción dentro de) S. If COmO la 44 y la 46; OtraS
tienen su apogeo en esta centuria como la 2 y la 4; en
un momento más tard{o se sitúa la 6 y la 50. Entre las
fonnas de imitación la más numerosa es la Drag. 27,
seguida de la 15/17 y la R.itt. 8. Entre las formas hispánicas destacan la 7 y la 20, esta última con un volumen
importante dada la poca presencia, en general, de esta
forma en los yacimientos, asimismo tienen una cierta
entidad las formas 2 y 4.
El bloque de la producción Hispánica nos indica,
como hemos visto, la llegada de estos productos a partir de mediados del s. I d .C., en forma importante y
se mantendrán hasta mediados del siglo Il, comenzando su disminución a partir de aquf; algunas piezas alcanzan el fin del siglo y principios del siguiente. Por
lo que conocemos de Valentía es precisamente a partir
de mediados de la segunda centuria cuando aumenta
el volumen de Sigillata Clara con formas como la 23A
de Hayes junto a la 197 y diversas tapaderas, y las formas 69, 15, 27, y 26/21 (RsYNOI.OS, 1984). A partir de
aquí hay una laguna en la producción Hispánica, y no
será hasta el siglo IV cuando la Sigillata Hispánica
volverá a estar presente en Valentía, como lo demuestra la producción tard{a.
El estudio de las marcas de ofici.na nos pone en relación con los centros del n orte peninsular, Tritivm
MagalJvm, al igual que los motivos decorativos ya vistos. Estos sellos aparecen preferentemente sobre las
fonnas 27 y 15/17, contando también con un sello de
oficina piezas Drag. 30, 18, 33 o 4-6 y 24-/25.
La llegada de los p roductos de la Rioja podrfa haberse realizado a trav~s de alguna o algunas de estas
posibilidades: una vía fluvial con el descenso del Ebro
hasta su desembocadura, y a partir de aquf seguiría un
transporte marftimo y desembarco en los puertos valencianos, o bien utilizando la Vfa Avgvsta; la otra posibilidad seguirfa los valles del sur del Ebro enlazando
con la zona valenciana, entre ellos el del valle del Palancia como unión entre las tierras turolenses y la vega
valenciana. Valen tia es el punto donde la Sigillata Hispánica es no sólo más numerosa que en el resto de las
tierras valencianas, sino que presenta un porcentaje
superior a las demás sigillatas, lo que nos lleva a plantear la posibilidad de que la Colonia fuera un centro
de redistribución de Sigillata Hispánica para su entorno, vendrfa a realizar la función que, según Mayet,
tuvo Emerita Avgvsta para el territorio Lusitano.
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Ltim. XIII
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J osé L.
J rMÉNEZ
SALvADoR*
EL MONUMENTO FUNERARIO ROMANO SITUADO EN EL
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CENTRO ESCOLAR <~OSE ROMEU)) DE SAGUNTO
El conocimiento que en la actualidad poseemos sobre las manifestaciones de carácter funerario en Saguntum se reduce, fundamentalmente, a los datos recogidos
y publicados por Chabret (CKABR.ET, 1888: 88-106;
1897: 458·466) as{ como un número considerable de
inscripciones funerarias (BXL'l'RÁN LLoRts, 1980) y varios vestigios de índole monumental (At.MACRo-GoRBEA,
1980: 127-135), de los que alguno ya ba desaparecido
por completo, como es el caso del mausoleo de las familias Antonia y Sergia, situado en las cercanías del des a·
parecido Convento de la 'IHnidad y del que, a excep·
ción de algunas inscripciones pertenecientes a él y en.
la actualidad conservadas en el Museo Arqueológico
de Sagunto, no ha permanecido resto alguno de su ese·
tructura OtMANEZ, 1989: 207·220). El c. rácter disperso
a
de estos hallazgos es un claro ex;ponente de la gran extensión que debió alcanzar la necrópolis romana, lamentablemente hoy desaparecida, víctima del crecimiento inexorable de la ciudad moderna.
Es conocido que la mayor necrópolis de Saguntum
se situaba en la zona oriental y que ésta fue destru{da
con motivo de la construcción de la vfa férrea
Barcelona-Valencia y Sagunto-Teruel. Gracias a Cba• Dpto. de P(ebiatoria y Arqueología, Univcr•ital de ValM.cia.
bret se posee una información, aunque escueta, muy
valiosa sobre algunos de los vestigios descubiertos a
rafz de la instalación del ferrocarril (CHABRl!T, 1897:
462), pero no deja de ser un volumen de información
exiguo frente a los numerosos e importantes monumentos que debió albergar esta necrópolis. Esta cir·
cunstancia hace que cuestiones tan esenciales para el
conocimiento de la configuración topográfica de la ciudad romana, como por ejemplo, la relación de la necrópolis con el trazado de la Vía Heraklea, más tarde Vía
Augusta, que discurría por esta zona~ se quede en el
mero hecho de intuir esa relación sin poder añadir dato
alguno (AwACRO·GoR.Bu, 1980: 129-130). Por otra
parte, la cronología también se resiente ante esta situación y así, las informaciones recogidas apuntan hacia
una ocupación temporal muy dilatada que comprendería desde finales del siglo 1 a,C. basta época bajoimperial sin determinar, con lo que permanece sin resolverse la cuestión de la necrópolis anterior a las
postrimerías del siglo 1 a.C., aún no localizada.
La dispersión de hallazgos apunta hacia una extensión de la necrópolis al N .O. As(, la serie de restos
localizados en el Camí Real (CHAaRET, 1888: 92-93), el
monumento de las familias Antonia y Sergia, junto al
desaparecido Convento de la 'Ihnidad o la construc539
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J.L. JrM~NBZ SALVADOR
Fig. 1. - Plmw de la ciudiJd de Sagunlll ~en la loeaiiza&i6n de algunas eonslr~eionu de ípoca romana. (1): mausolto de las familitJS Anlllnia
y &rgia. (2): circo. (3): posiblt mDflli.TTUnlll jUNrarúJ siJua4o m J patio del Grupo Escolar "}osl Romeu.o.
cióo situada en el Colegio Romeu , entre las calles Alorco y La Rosa, objeto del presente estudio, avalan este
hecho de gran interés para el conocimiento de la topografia de la ciudad romana, cuyo límite septentrional
coincidirla con esta zona, aprovechando el borde inferior de la lade.r a norte y el extremo de la terraza fluvial . La duda estriba ahora en determinar si esta serie
de restos funerarios localizados en el extremo norte corresponde a una ampliación de la necrópolis oriental
o ·si por el contrario, se inscribe en un contexto de viJku
suburbanas como se ha apuntado recientexnente (ARA·
NECut, en prensa).
Entre los contados vestigios monumentales de carácter funerario descubiertos hasta el presente en Sagunlum, se encuentra una construcción que todavía no
ba recibido el análisis y la documcntaci6n que requiere. Se trata del monumento que en la actualidad se halla dentro de las instalaciones del Grupo Escolar «José
Romeu .., situado entre las calles Alorco y La Rosa'
(Fig. 1), cuya existencia ya fue señalada por Chabret
(CHABRBT, 1888: 9+-95) y que fue objeto de una prospección con cata por parte de F. Roca del Centro Arqueológico Saguntino, a quien agradecemos la información proporcionada sobre el desarrollo de estos
trabajos que contituye una valiosa aportación para un
conocimiento más exhaustivo de este monumento
(ROCA, J96+: 1-5).
54-0
DESCRIPCIÓN (Fig. 2; Láms. I y II)
Los restos arquitectónicos subsistentes se encuentran en una de las esquinas del patio del colegio por
debajo del nivel de pavimento del mencionado patio,
donde se ha respetado un espacio muy reducido que
dificulta la visión general del monumento.
Lo conservado se reduce a un macizo construído en
opus ca.emenlicium que en planta adopta una forma a~roxi
madamente rectangular con los lados mayores onentados E-0 y de cuyo lado norte arranca una bóveda construfda con la misma técnica, conservada parcialmente
(Lám. UI). Esta estructura apoya sobre una cimentación
compuesta por bloques de caliza dolomítica gris que se
disponen sobre cada uno de los lados del edificio a excepción del norte y de la que se aprecia sólamente la parte
que está en contacto con la mole de opus CIU1'Mftlitium. No
obstante, gracias a la cata practicada en 1963 en el lado
norte, se sabe que los cimientos también se extienden por
este flanco, donde alcanzan una profundidad de. más de
2,50 m, aunque este último detalle en la actual1dad no
es apreciable, debido a que tras la realización de la cata,
ésta fue rellenada, sepultando Ja cimentación descubierta en este lado. Tampoco puede observarse hoy cómo la
cimentación se extiende tanto en dirección este como oeste, circunstancia tambi~n advertida al realizarse la campaña de 1963 (ROCA, 1964: 3-4).
Las dimensiones de la estructura conservada son
las siguientes, teniendo en cuenta que en los lados este,
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MONUMENTO FUNERARIO ROMANO DE SAGUNTO
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oeste y sur han desaparecido los paramentos exteriores,
constitufdos por sillares paralelepipédicos de caliza dolomítica gris formando un opus quadratum, de los que algunos fueron hallados in si!u en la campaña de 1963,
circunstancia que en la actualidad no se aprecia
(ROCA, 1964: 2).
La longitud máxima es de 4,72 m, mientras que
la anchura máxima es de 2;50 m incluída la cimentación, o si se prefiere, 2,28 m sin contar con los cimientos. Por lo que se refiere a la altura, ésta es de 3,20 m
en el lado sur, mientras que en el lado norte alcanza
los 4 m, correspondiendo a la cota máxima conservada
de la bóveda dispuesta en el lado norte de la construcción. Conviene insistir en que estas medicas corresponden a la parte conservada y no al total de la construcción pues, como ya se ha indicado, en el transcu.rso
de la campaña de 1963, pudo comprobarse cómo el
monumento se extiende en dirección .E-0 más de 2 m
por cada lado, mientras que en dirección N. se prolonga más de 3 m, por lo que la construcción llega a alcanzar 9 m de longitud por 6 m de anchura (RooA, 1964:
4).
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J.L. JIMÉNEZ SALVADOR
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La parte inferior del lado sur presenta una inte·
rrupción, que puede responder a un vano de acceso, se·
guramente una puerta, de 0,69 m de anchura por
0,98 m de profundidad y 1,52 m de altura, de la que
permanecen dos bloques de caliza dolomítica gris per·
tenecientes a la cimentación del edificio, sobre los que
apoyaban las jambas (Láms. IV y V). La distancia en·
trc estos dos bloques, 0,69 m, señala la anchura aproxi·
mada del vano que prácticamente, coincide con las di·
mensiones de un bloque, de 0,67 m de longitud por
0,50 m de anchura, recuperado fuera de su emplaza·
miento original en la campaña de 1963, hoy desapare·
cido, y que por sus características pudiera corrcspon·
der al umbral de esta puerta (Roc-.A, 1964: 2). El
descamamiento que presenta el opu.s caemenlidwn en esta
zona hace que no se hayan conservado las jambas, aun·
542
que en el bloque sobre el que apoyaba la jamba dere·
cba se conserva una huella en forma de lfnea donde se
observa basta donde llegaba el opus cannenlidwn. Por lo
que respecta a la zona superior del vano, se distinguen
las señales del encofrado en el opus cannenLicium (Fig. 3¡
Lám. V), destinadas a obtener una superficie horizontal con un pequeño escalonamiento en ambos márgenes de 0,10 m de altura por 0,035 m de anchura, que
se extiende a lo largo de los 0,98 m de profundidad que
tiene el hueco (Fig. 4). A simple vista se advierte cómo
la parte superior de este vano presenta una anchura diferente en sus dos extremos y asf en el limite exterior
es de 0,38 m, mientras que en el interior es de 0,57 m
(Fig. 1), medidas que en ninguno de los dos casos coinciden con la anchura de la parte inferior del vano,
0,69 m, por lo que en principio, este rebaje no puede
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MONUMENTO FUN:ERARIO ROMANO DE SAGUNTO
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Fig. ~. - Consl~~ión sit~Mlda m el Grupo Escolar "Josl lWTMU».
corresponder al dintel de la puerta. Por otra parte, en el
extremo interior, el vano queda enmarcado dentro de
un arco ciego que en la parte superior conserva dos orificios practicados en la masa de opu.r ctUmeniitium, uno a
cada lado del vano y con unas dimensiones muy parecidas entre sí, ya que el orificio del lado oeste mide 10 por
8 c.m por 7 cm de profundidad, mientras que el lado
este mide 10 por 8 cm por 8,5 cm de profundidad. Deba·
jo del orificio del lado oeste y a una distancia de 13 cm,
se balla otra pequeña cavidad circular de 5 cm de diámetro y 6 cm de profundidad (Fig. 3). 'fradicionalmen·
te, viene admitiéndose que estos orificios pertenecerían
a los goznes para el ajuste de la puerta y es difícil saber
hasta qué punto podrían estar relacionados con un blo-
que de umbral de caliza gris, recuperado en la campaña
de 1963 y en la actualidad desaparecido. Esta pieza formaba parte de una acumulación de sillares y elementos,
entre ellos un capitel de ba.c;e cuadrada, casi tronco·
piramidal, también hoy perdido, caídos dentro de una
grieta producida en la cimentación y localizado a unos
0,50 m por debajo del piso firme (ROCA, 1964: 2-3). La
posible relación entre esta pieza y los orificios citados
vendría dada por la igualdad en l as medidas, 1,34 m
para la distancia entre orificios, así como para la longitud del umbral. Sin embargo, el hecho de que este elemento apareciese incompleto en uno de sus extremos,
hace que esta coincidencia sea fruto de la casualidad y
no pueda utilizarse como argumento válido.
543
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J .L. JJMtNEZ SALVADOR
A rrav~s de este vano se accede a un pequeño espacio interior de dimensiones reducidas, 1,27 m de longitud por 2,10 m de anchura, cubierto por una bóveda
de arco ligeramente rebajado conservada en su totalidad (Lám. VI). Las paredes de esta pequeña habitación, así como la bóveda, muestran un revoque realizado con arena sin tamizar y cal que cubre el opus
cumentit:ium, no existiendo restos de pintura mural.
Precisamente, en ambos lados el arranque de la bóveda
está señalado con una línea horizontal trazada sobre el
revoque.
En el ángulo suroeste de esta habitación se conserva parte del pavimento, consistente e. una capa de pien
dra, arena y cal con la superiicie exterior alisada y que
descansa directamente sobre el opus uumentit:ium de la
cimentación del edificio (Lám. VII). La altura total de
esta dependencia tomada desde la cota de este pavimento es de 1,88 m.
Sin solución de continuidad, este habitáculo comunica con el espacio cubierto con la bóveda de mayor
altura, cuyo eje longitudinal es perpendicular a la bóveda de la estancia anterior. Esta bóveda se conserva
de forma parcial, alcanzando su altura máxima, 4 m
en el extremo septentrional que aproximadamente,
coincide con la mitad de au trazado, mientras que su
longitud, 4:,77 m equivale a la del lado norte de la construcción. Cabe imaginar que la bóveda continuaría
tanto en dirección este como oeste, pues, de hecho, la
cimentación rebasa en ambos sentidos los limites de la
estructura conocida en más de dos metros por cada
lado, tal y como pudo apreciarse en la campaña de
1963 (ROCA, 1964: 3·4).
Así mismo, en la campaña de 1963 se descubrió
la existencia de un canalillo practicado en la cimentación de opus cannenti&ium, de 0,30 m de ancho y 0,30 m
de profundidad, orientado E-0 y situado a la entrada
del espacio cubierto con la bóveda de mayores dimensiones, ignorándose su fmalidad (ROCA, 1964: 2-4-). A
continuación, pudo observarse un fallo en la cimentación, concretamente, una grieta que se extiende en dirección E-0, ocupando toda la longitud del monumento, donde se profundizó unos 2,50 m recuperándose los
sillares y elementos de umbral ya citados. Por debajo
de esta acumulación de bloques apareció un lecho de
gravas de rfo mezclada con fragmentos de cerámica, algunos de sigillata, sin especificar más detalles, trozos
de mármol y restos de hierros. A unos 2,50 m del lado
norte volvió a aparecer la cimentación de opus eumclh·cium sobre la que se apoyaba la parte desaparecida del
e.s pacio cubierto con la bóveda más alta y que según
todos los indicios debe estar cafda frente a la parte visible del edificio, sepultada bajo el patio del colegio. A
juicio de sus descubridores, la circunstancia de que
esta grieta se extienda por toda la longitud del edificio,
unida a otra serie de consideraciones, permite identificarla con un fallo en la cimentación motivado, posible-
SH
mente, por una avenida del río situado en las proximidades del monumento, por lo que quedaría descartada
la posibilidad de que este espacio subterráneo correspondiese al corufjJqrium del monumento funerario
(ROCA, 1964:: 4-).
TÉCNICA CONSTRUCTIVA
Como ya se ha adelantado, el monumento estA
constitu{do por un núcleo fabricado en opus cannmtit:ium
que exteriormente debfa estar revestido con un paramento en opus ql.ltJdtaJum, a juzgar por los sillares recuperados en las inmediaciones y que en la actualidad ha
desaparecido por completo, aunque se distingue en el
lado sur las improntas de alguno de los sillares, marcadas en el opu.s catmtnlit:ium (Lám. Vill). De acuerdo con
la información recogida tras la campaña de 1963, la cimentación también estaba realizada en opus uumenticium, extremo que no hemos podido comprobar. En
cambio, sí ha podido apreciarse Ja presencia de unos
bloques de caliza dolomftica gris, especialmente en los
lados sur y norte, sobre los que apoya el opu.s etzementicU,m (Lám. IV).
Se advierten señales del encofrado en diferentes
puntos del monumento, destacando las huellas de las
tablas utilizadas para elaborar la cimbra de la bóveda
mayor, donde en una de las zonas en las que ha desaparecido el revoque se djstinguen varias líneas horizontales separadas entre sr unos 0,25 m (Lám. IX). También
se diferencian con bastante claridad las diversas tongadas en las que fue disponiéndose el opus caernmJit:ium,
pudiendo medirse su altura. Así, hay una primera tongada de 1,05 m de altun, mientra que las restantes se
hallan entre 0,60 y O, 70 m de altura. En general, la primera tongada está más erosionada que las situadas en
la parte central de la construcción, por lo que a la hora
de tomar las medidas, éstas difieren, según se tomen
a distintas alturas.
En la composición de los &aementa, se aprecia cómo
los integrantes de la primera tongada son de mayor tamaño que los de las siguientes. En algunas partes, se
ha advertido la presencia de fragmentos de cerámica
formando parte de la mezcla, tratándose siempre de cerámica común con algún fragmento que por el grosor
de su galbo, 1,5 cm, debe corresponder a un ánfora.
Los dos espacios cubiertos con bóveda muestran
sus paredes, ineluídas las bóvedas, revestidas con un
revoque bastante tosco, cuyo grosor varía según las zonas, oscilando entre 1,5 y 3,5 cm, hecho con una mezcla de cal y arena poco tamizada que deja ver piedrecillas y otras impurezas (Lám. IX).
Dentro del conjunto de las técnicas constructivas
atestiguadas en SagunJum, los datos proporcionados por
el mausoleo del Colegio Romeu suponen una confirmación más de la hegemon[a detentada por el opu.s CQI·
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MONUMENTO Fl.JNERARI O ROMANO DE SAGUNTO
menti&ium, la técnica más difundida sobre todo en época
imperial a juzgar por los ejemplos documentados. Así,
está presente en el puente romano, situado en el cauce
del r!o Palancia, fechado en tiempo de Augusto, donde
el opus caemenli&ium constituye el núcleo revestido por un
paramento de sillares (ÜLCINA, 1987: 13). En el teatro,
de época tiberiana, de nuevo encontramos un núcleo
de opus caemtn~i&ium forrado por un paramento de opus
v~lalúm (HeluiÁNt>ez, 1988: 124). La composición del
opus C~JnMnti&ium ofrece algunos puntos de comparación
con el sepulcro del Colegio Romeu, ya que en ambos
casos aparecen, de forma muy esporádica, algunos
fragmentos cerámicos de dimensiones muy reducidas,
la arena de grano grueso parece proceder del no Palancia, as{, como seguramente, los cantos rodados presentes en ambas construcciones. Asimismo, el empleo del
opus C~JnMnti&ium está documentado en algunos edificios
del foro como la basílica, de fecha tardoaugústea
{ARANoout ET AIJt, 1987: 18-19) y finalmente, en el circo
romano, datado en el siglo u, donde el núcleo de la
construcción estaba realizado con dicha técnica, revestido con paramentos de sillares de caliza dolom{tica
(ÜLCJNA 1 1987: 16).
PROBLEMAS DE INTERPRETACIÓN
El carácter fragmentario de los vestigios conservados de esta construcción, tradicionalmente considerada
funeraria, desde la época de Chabrct, dificulta sobremanera cualquier intento de clasificación tipológica,
desde el momento en que alguno de sus componentes
plantea problemas de lectura e interpretación, ocasionados, precisamente, por su deficiente estado de conservación.
Este es el caso del lado meridional del edificio,
desprovisto de su paramento exterior y d onde todo parece indicar que aquí se encontraba la entrada al sepul·
ero (Lám. X). Este acceso se caracteriza por su estrechez, 0,69 m y profundidad, 0,98 m , medidas que
pueden ser deducidas de los restos conservados. Los
problemas surgen a la hora de interpretar el remate de
la parte superior del vano de la puerta, donde se observa que la anchura del hueco es diferente, según se tome
en el extremo exterior, 0,38 m o en el interior, 0,59 m.
Ya al realizar la desu-ipción del monumeJlto se ha
apuntado la dificultad para relacionar este rebaje con
la zona del dintel de la puerta, desde el momento en
que las dimensiones de la parte inferior y superior del
vano son desiguales, por lo que debe buscarse otra interpretación.
Atendiendo al detalle de la diferencia de anchura
en dicho rebaje superior, C!ta característica desde el
punto de vista fo.rmal podría corresponder a una ventana abocinada. Ventanas que presenten esta particularid ad suelen aparecer en monumentos funerarios como
puede apreciarse en los ejemplos de Vildé (Soria)
(GARCIA MERmo, 1977: 45, fig. 4), Sádaba (Zaragoza)
(GARCIA Y BIU.LIDO, 1963) o la llamada Cripta deis Ares
en la necrópolis paleocristiana de Tarragona (miL
AMo, 1981). Sin embargo, en ninguno de los tres
ejemplos citados la ve.n tana se localiza en la fachada
del edificio, si bien, tampoco faltan edificios funerarios
dotados de ventanas en la fachada principal como en
la necrópolis situada bajo San Pedro del Vaticano e.n
Roma (voN HEsa!RO, 1987: 44, fig. 4) o la necrópolis
de la Isola Sacra en Ostia (BALDASSARIU!, 1987: 136, fig.
30). Ahora bien, consideramos que este último argumento no es válido para el caso que nos ocupa, ya que
en el mausoleo saguntino, la posible ventana estaría situada encima de la puerta, lugar que de forma preferente, suele estar reservado para la colocación de un
epígrafe funerario. Esta particularidad aparece ampliamente documentada en las dos necrópolis citadas de
Roma y Ostia, donde en efecto, el espacio localizado
encima de la puerta es ocupado por una inscripción,
flanqueada por dos ventanas. Este detalle permitirla
imaginar que el mencionado rebaje situado en la parte
superior, correspondería al hueco practicado para colocar una inscripción.
A6n reconociendo que esta hipótesis resulta más
verosfmi1 por la mayor abundancia de paralelos, no
deja de resultar extraño que para instalar una lápida
que en el mejor de los casos, tendr{a unos 0,38 m de
anchura, se haya practicado un hueco de 0,98 m, de
igual profundidad que el correpondiente a la puerta y
que adem~s, su extremo interior presente una anchura
de 0,59 m, rebasando en 0,21 m la anchura del límite
exterior. En ningún caso puede esgrimirse que estas dimensiones correspondan a las peculiaridades de la inscripción. Espacio correspondiente a una ventana o
hueco practicado para la colocación de un epígrafe, a
la vista del estado de conservación del monumento, es
muy difícil decantarse por una de las dos propuestas.
En cualquier caso, queda demostrado que dicho rebaje
no puede responder al dintel de la puerta y que por lo
tanto ésta no alcanzaba la altura de 1,52 m de la altura
total del vano habrfa que restar la correspondiente a
la posible ventana o .i nscripción, más el dintel de la
puerta, de lo que resultaría una entrada de escasa altu·
ra y bastante angosta, pues la anchura máxima del
vano es de 0,69 m. Esta circunstancia no representa un
grave problema pues, no faltan ejemplos de puertas de
dimensiones especialmente reducidas como e.n algunos
sepulcros de la necrópolis de Porta Nocera en Pompeya, donde las puertas poseen 1,03 m por 0,58 m y
1,06 m por 0,70 m por citar los casos más extremos
(D'AMliR0$10, DE CARO, 1983).
Otro problema que plantea la puerta es el de la
relación entre la anchura del vano, 0,69 m con los orificios practicados en la parte superior del arco, interpre·
tados generalmente, como goznes para ajustar una
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J.L . JIMWEz SALVADOR
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MONUMENTO FUNERARIO ROMANO DE SAGUNTO
puerta de dos hojas. Estos orificios se hallan a una distancia de 1,34 m, por lo que resulta muy dificil imaginar su relación cob un vano que no llega a los O, 70 m
de anchura y cuya altura, 1,52 m, queda por debajo de
la altura de estos agujerqs.
A la vista de estas circunstacias, pres.entamos una
perspectiva axonométrica (Fig. 5) en la que se ha pretendido señalar el efecto producido por la presencia de
un hueco practicado encima de la puerta y cuya finalidad resulta particularmente problemática.
En un intento de apurar todas las posibilidades
podría pensarse que este vano no correspondiese a una
puerta, de hecho, el &pus CIUtTIMÚiáum se encuentra muy
descarnado, tratándose, por tanto, de una ventana. Sin
embargo, hay dos datos que invalidan esta interpretación, el primero, Ja huella dejada por el opus cannenlicium
en el arranque de La jamba derecha, prueba evidente
d e que el vano existía desde la base y segundo, la aparición de un umbral de puerta cuyas dimensiones coinciden con la anchura del vano.
Otro de los problemas que plantea el precario es·
tado de conservación que ofrece el monumento funera·
rio situado en el Colegio Romeu es el de su encuadre
dentro de un adecuado marco tipológico. Con los datos
de que disponemos nos encontramos ante una cons·
trucción dotada de una nave supuestamente central,
cubierta con bóveda de cañón a la que se accede por
medio de una pequeña estancia, también abovedada,
en la que se baila la puerta de ingreso al interior del
monumento. De la dependencia menor se conservan
sus d imensiones, mientras que la de la mayor se sabe
que se prolongaba, tanto en su longitud como en su anchura. Según las comprobaciones efectuadas en la
campaña de 1963 la parte descubierta tenía 9 m de largo por 6 .m de ancho, si bien en dicha campaña noJlegó
a descubrirse la estructura total d el edificio, por lo que
dichas medidas, aun superando las de la parte visible
en la actualidad, no dejan de ser parciales. A pesar de
este inconveniente, es seguro que la estancia cubierta
coD la bóveda mayor rebasa los límites de la otra dependencia menor, determinándose, por consiguiente,
la presencia de dos ejes, uno que señalaría la entrada
del monumento y otro, perpendicular al anterior que
discurrir(a paralelamente a la longitud de la habitación
mayor. Este detalle es muy importante, ya que permite
distanciar el edificio saguntino del grupo de los sepulcros naomorfos, en los que predomina un único eje determinado por la entrad a al monumento.
En relación con los sepulcros en forma de templo,
recientemente (AaAmeuJ, en prensa), se ha querido
relacionar el edificio del Colegio Romeu, con el mauso·
leo de Corbins, dotado de cuatro condiiDria dispuestos en
dos naves paralelas cubiertas con bóveda de cañón y separadas por un muro (Pu10 1 CADAPALCB, ns FALCUERA,
GoDAY, 1908: 64-6; Pmo r CADAYALCH, 1934:: 126-7; SAN·
MAR'l'f, 1984:: 105-6), mediante la interpretación de la
estructura conservada del mausoleo saguntino con el
muro de separación y el arranque de una de las dos
naves abovedades, tal y como aparece en el monumento de Corbins. Sin embargo, consideramos que esta interpretación, no exenta de lógica, cuenta con el inconveniente de que en el otro extremo de ese muro central'
del que partiría la otra nave, a pesar de presentar signos de desgaste, se aprecia cómo a la altura a la que
debfa iniciar se la curva de la bóveda, la pared sigue
vertical. A ello hay que añadir la serie de sillares encontrados in siJu en este lado, el sur, en la campaña de
1963 (ROCA, 1964: 2), en la actualidad desaparecidos,
aunque se conservan algunas improntas de ellos y que
constituían el paramento exterior del edificio por este
lado.
La misma razón esgrimida para el conjunto de los
naomorfos, sirve para alejar el edificio del Colegio Romeu del grupo de los sepulcros turriformes en Los que
predomina de forma muy acusada una tendencia hacia
plantas cuadrangulares.
La presencia de u na nave cen tral flanqueada por
uno o varios arcosolia, característica que reuniría el
mausoleo saguntino, de identificarse la menor de las
estancias abovedadas con un arcosolium, aparece presente en una serie de tumbas de la necrópolis de la !sola
Sacra en Ostia (BAI.DASAAAE, 1987: 125-138) y en la Pen(nsula Ibérica en varias sepulturas de Emerila Augusta,
conocidas como los •bodegones» o las «cuevas», de las
que en Ja actualidad se conservan dos ejemplares
( B I!NOALA , 1976: 14:3-4). Sin embargo, en estos ejemplos apuntados la planta adopta una forma rectangular
con la entrada situada en uno de los lados cortos, extremo que no se cumple en el sepulcro saguntino y por
otra parte, los arcosoli4 nunca están asociados con una
entrada, aparte de ofrecer, generalmente, unas dimensiones inferiores a las que posee la citada dependencia
del mausoleo del Colegio Romeu; de ah{ que su interpretación como arcosoüum resulte muy p roblemática.
En un intento de agotar todas las posibilidades, el
croquis de la planta del edificio realizado tras la campaña de 1963 (Roe..., 1964:: 4), en el que se representa
la prolongación de los cimientos que en la actualidad
no son visibles, podría suger ir una construcción de
planta cruciforme, posiblemente, de cruz griega, recor·
dando a otros edificios como el mausoleo de El Daimun (El Ejido, Almerfa), (Fig. 6) (CAA..., R oDilicuJ!Z,
1987: Fig. 2), sin duda, con el que ofrece un mayor parecido, el mausoleo número 6 de la necrópolis paleocristiana de Tarraco (DEL AMo, 1979) o la denominada
..Sinagoga» de Sádaba (GARciA Y BELUDO, 1963), fechados en la mitad deJ siglo rv. En este caso, se conservarla un bra2o constitufdo por el espacio de entrada y el
arranque de otros dos, faltando el cuarto que debería
1oc.ali.zarse en los restos caídos al otro lado de la grieta.
Sin embargo, esta interpretación no deja de ser una
mera hipótesis, inverificable por el momento, ya que
547
[page-n-558]
J.L. J!M!NEz SALVADOR
\.
parte norte de la ciudad y no muy distantes de la situación del monumento del Colegio Romeu. No obstante,
dada la fragilidad de los argumentos, sólo puede manejarse como hipótesis, a confumar en futuras investigaciones, la relación entre este edificio y el fenómeno de
expansión urbana sugerido en la ~poca apunt.a da en
este sector de la ciudad.
NOTAS
--==--·
1'11
t Agradecemos a la Dirección del Grupo Escolar •Jost Romeu• y en particular a au conserje D. Jos6 Garn~s Zapata lu faeiJidadcs y colaboración prC8tadu en todo momento para la elabora·
ción de la parte grAfica de este trabajo. Las figutu han sido
realizadaa por .Elvira Gondlcz de Durana, mientras que laa foto·
graflaa aon del autor.
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los vestigios citados quedaron sepultados por el relleno
sobre el que se construyó el patio del colegio, perdiéndose la posibilidad de haber comprobado tal extremo.
En consecuencia, deber ser manejada con la precaución que aconsejan las circunstancias apuntadas, máxime si se tiene en cuenta que se ignora la cronología del
edificio, dada la ausencia de indicios; lo que constituye
otro serio inconveniente al impedir su relación con
otros exponentes conocidos y fechados.
Si los intentos por situar esta construcción dentro
de un marco tipológico plantean los pr:oblemas ya reseñados, no menos complicado resulta el establecimiento
de su cronología. Los escasos matcdales recogidos en
la campaña de 1963 no pertenecen a un contexto claro,
ya que aparecieron revueltos por lo que pocas conclusiones pueden extraerse de ellos. Por otra parte, el análisis de la t~cnica constructiva tampoco aporta detalles
que permitan precisar la fecha del monumento, poT
tratarse de un tipo de aparejo ampliamente difundido
en la arquitectura de SagunJum a lo largo de varios
siglos.
A falta de otros datos, conviene tener presente que
la zona donde se emplaza este sepulcro recibió un notable impulso constructivo a partir de final.e s del siglo t
y a lo largo del siglo u (ARANEOUJ, e. prensa), como lo
n
prueban algunos edificios como el mausoleo de las familias Antonia y Sergia o el circo, localizados en la
548
cioique en Hispania aux 11e et me sikJa ap. J.-C.
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549
[page-n-560]
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[page-n-565]
J. J.
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PAULLO AEMILIO REGILLO, PATRONO DE SAGUNTUM
Uno de los aspectos más relevantes en las relaciones
de las comunidades urbanas. provinciales con los órganos de gobierno de la administración central romana
fue, sin lugar a dudas, eJ que se estableció a través de los
patrocinios municipales (D'ORS, 1957: 367-380; ENoESSBR, 1957, passim; fuJt.MANo, 1957, passim; Seout, 1988,
passim). El origen de la institución se localiza en la época
republicana, cuando Roma traslada aJ ámbito público
marcos de vinculación originariamente privados
-como la amiciJia, eJ hDspiJium y la dienJda.-, incorporando de este modo a los asuntos internacionales un componente caracterfst ico de las relaciones personaJes. Asimilación inevitable, si tenemos en cuenta, tanto el carácter
a rcaizante del derecho internacional romano, como el
papel activo que asumió la r¡qbiJilas durante el proceso de
expansión y conquista militar mediterránea. Esta actitud aristocratizante y personalista en la orientación de
los asuntos internacionales, m uchas veces en conflicto
con eJ Senado, alcanzará su punto culminante en el último siglo de la República, cuando la búsqueda de amplias clientelas provinciales sea la divisa de los líderes
más ambiciosos (lhLL2CoUAllC'H, 1963: 42-170; SALLER,
1982, passim; HAu.1s, 1989, passim).
• Dpto. de Hittoria Antigua, Univertitat de
Val~cia.
Este fenómeno tendrá, a su vez, un factor de convergencia en e1 comportamiento que caracterizó a las
comunidades de Italia y, no mucho después, a los territorios con una crecie.n te asimilación ~e la cultura romana, como vendrá a ser el caso de extensas zonas de
Hispania desde el siglo I a.C. Las ciudades en esta tesitura aspirarán, o bien a la modificación de unos estatu·
tos jurídicos nada o escasamente favorables -nos referimos, naturalmente a las CÜJilaJa stiptnlbarilu, lihtrae y
fotdnaw, como úpos más corrientes-, o bien, para el
reducido grupo de Jas privilegiadM -munia'pia y
coúmiae-, se abrirá la posibilidad de conseguir funciones y honores que afiancen su posición relevante dentro del conjunto metropolitano provincial. En resumidas cuentas, para unas y para otras la obtención de un
estatuto privilegiado va a ser la ónica vía posible capaz
de facilitar al grueso de las aristocracias locales, Ja ansiada incorporación a los O'Tdinu de la sociedad romana,
primero a los inferiores, pero con la vista puesta en metas más elevadas (SHUwm WnrrE, 1973: 360-444; Al,
fOLDY, 1987; 167-181).
El procedimiento de inserción de estos personajes
influyentes al alhum municipal es bien conocido: aceptación del candidato, presentación ante la curia de la
propuesta y elección (cooptaJia). Una vez formalizada la
555
[page-n-566]
J.J. SEGOf MARCO
designación se emit(a el correspondiente decreto decurional y se grababa en bronce un documento doble
acreditativo de la relación patronal establecida (tahula
patrorudis), enviándose un ejemplar al nuevo patrono a
través de unos embajadores nombrados al efecto por la
ciudad (legalt). Esta, por su parte, se encargaba de insertar al nuevo patrono en el lugar que le correspondiera del alhum, lo que dependía necesariamente de su categoría (N1coLS, 1980: 535-561; Sootñ, 1988; 80-119).
A la búsqueda de estos pairocini4 las ciudades desplegarán una intensa actividad, conscientes de la trascendencia que los mismos iban a tener en su promoción. El objetivo más ambicionado era, como bien
puede suponerse, la cooptación del mayor número de
patronos posible y naturalmente, si se presentaba la
oportunidad, de aquellos encuadrados dentro de las familias senatoriales. Esto llevaría inevitablemente a una
disociación entre los patrocinios más corrientes
-reservados a las figuras locales y orientados, de una
parte, a premiar los años de servicio a la comunidad
y, de otra, a estimular, aún si cabra más, la munificencia de los así alagados- y los que se conseguía recayeran sobre individuos de los ordirw superiores, y que por
su propia naturaleza tendían a satisfacer necesidades
intrínsecamente diferentes orientadas, sobre todo, hacia la defensa política y jurídica de la ciudad ante las
altas instancias del Estado, cuando eventualmente las
circunstancias lo hicieran aconsejable'.
Hasta el momento, el único patrocinio municipal
conocido sobre SagunJum nos consta gracias a la epigraffa. La inscripción se encuentra en la actualidad desgraciadamente desaparecida, pero el texto no nos ofrece ninguna duda al haber sido recogido por el conde
de Lumiares (1852: 59-60) y adecuadamente fijado en
el GIL I1 3837 por E. Hübner2:
[Pjaul[l]o Aemilio/Paulli j(üio) Pal(atina tribu)/Reg[ijlllJ
XV oir(o)/racris jaciendfüJipraefecto urb(i.)liuri dicr.md[ojlquaestori/Til(berii) C4esaris Au{g(usti)j/paJrono3 •
Como se desprende del mismo, se hace mención
al pairocinium de Paullus Annilius Pf. hgillus. En el momento de la publicación del GIL 11 el personaje no estaba identificado {H011NBR, 1869: 516), pero gracias al
descubrimjento de diversas inscripciones serviles pertenecientes al mausoleo de la familia Marcella (M011U111entwn Marcdlae)' Th. Mommsen estuvo en codiciones de
proponer su parentesco. Para el investigador alemán,
nuestro senador serfa hijo del matrimonio formado por
Claudia Morcella minor, la hijastra de Augusto, y L. Aemilius Paullu.r, cónsul del año 34 a.C., viudo de un primer
enlace con Come/U!, con quien había engendrado a L .
Aemih'us P~ -que sería cónsul el 1 d.C.- y a M .
Atmilius Paullus -el futuro c6nsul del 6 d.C.-, y de los
que, en consecuencia, el futuro patrono saguntino 1ba
a ser su hermanastro (MoMMSBN, 1876: 909).
556
No obstante. esta ubicación genealógica de Aemiliur
que habfa venido siendo admitida
unánime.m ente1, presentaba un aspecto poco convincente, a saber, la falta de adecuación entre el crnsus lwnorum y su cronología. En efecto, P. Aemiliw' Regiilus no
podía haber nacido con posterioridad al año 12 a.C.,
pues sabemos que entonces moriría el segundo marido
de su madre, M . 'J1aieriw' Messala BarbaJus'. Puesto que
se conocía que fue f{UiltStor Ti(btrii) Caesaris Aug(usti) era
de todo punto anómalo la edad -superior a los treinta
años- que presentaba para el ejercicio de esa magistratura. Esto llevó a E. Bayer (1968: l18ss.) a revisar
todo el stemma de la familia, proponiendo dejar a L.
Aemiliu.s Paullu.r, el cónsul del 34 a.C., con un sólo matrimonio, el de Corn4i4, mientras que marcello. minor habr(a
sido la esposa del cónsul del 1 d.C., L . .Aemilius Paullus,
de cuya unión habría nacido nuestro Paullus AemilWs Re·
gillus. Obviamente esta corrección obligaba a modificar
el matrimonio de Maree/la mitwr con Vakrius Messata, que
ahora pasada a ser de primeras nupcias, y a proponer
un segundo enlace de ésta a partir del 12 a.C., ahora
con L . .ÁemiJius Paullus. Necesariamente esta uni6n no
podía haber perdurado más allá del 2 a.C., puC's sabemos que en esta fecha éste casó con Julia, la nieta de
Augusto1 •
Como cualquier joven patricio romano, Paullus
Aem.ilius RegiO~ se habría incorporado a la edad reglamentaria -entre los veinte y .veinticinco años- a uno
de los puestos reservados al cursus senatorio dentro del
vigintivirato, para después ingresar en. el servicio mili·
tar como tribuno laticlave, aspectos que no se reflejan
en la inscripción'. Posteriormente ejerció como prtUjtetus urb(i) i'ure dicundo (sic)'0 , una función prestigiosa
para un joven del orden senatorial, encargado como estaba de suplir a los magistrados supremos durante la
celebración de las jmae Latinae (CACNAT, s.o. pttUje&turapttUjectus; in DARP.MBP.RG-SAm.. JO, IV, 612; ENsst..m, RE
XXII 2 (1954), s.v. pttUjectus, 1304-1306). Su carrera se
interrumpe a comienzos del reinado de Tiberio, tras
haber sido desjgnado quautor Ti(berü) Caesaris Aug(usti),
en una de las cuesturas cuyo nombramiento se reservaba el emperador para ejercer en la capital", y haberse
incorporado como XVVir sat:risjat:iendi.r (sic) a uno de los
colegios religiosos más importantes de Roma u. Las
razones del radical hiato que posteriormente se produce son desconocidas y pueden ser de variada índole: la
insuficiencia de nuestras fuentes, su caída en desgracia, o su muerte. Es, sin embargo, este último el motivo, hasta el momento unánimemente admitido (BAYBil,
1968; 120 y 122; CtBEJLt..Ac, 1972: 31; BnnJ.N, 1980:
364)oJ.
La cronología de este patrocinio no ofrece demasiados problemas, y ha de situarse en el arco temporal
que va desde los años de la legación de M . .Áemi.IWs Lepidus, es decir, entre el 10/12 y el 14/17 1\ hasta los años
inmediatamente posteriores a su nombramiento como
Regillu.s,
[page-n-567]
PAULLO AEMTLIO REGILLO
Cébeillac (1972: 31) ha propuesto para este último empleo el 21 d.C., una fecha muy alta si tenemos
en cuenta que este autor considera a Aemilius RegilJus
hijo del cónsul del 34 a.C. -habría ejercido la qutWtura
como muy pronto a los 33 años-, pero válida si aceptamos el stnnma de Bayer, pues por entonces podría estar en tomo a los 25 años 3 •
Resta, no obstante, determinar la dificil cuestión
de las ruanes que empujaron a los sagunJini a ofrecer
a nuestro personaje un puesto entre los patroni de la ciudad, así como las motivaciones que condujeron a éste
a aceptarlo.
Sobre estos aspectos se hao barajado dos tipos de
explicaciones. E. Bayer ha sugerido que la presencia de
A.emilius Regilúu en Sagwúum podría responder a motivos
políticos. De este modo, cuando su padre fue condenado por su participación en una conjura contra
Augusto", RegiJlus habría sido desterrado discretamente a esta ciudad", padeciendo un castigo similar al
que sufrió su primo L. Antoniu.s -hijo de Cl. .Marceil4
Maior y luDus Antonius- enviado a Marsella tras la condena a muerte de su padre por adulterio con Julia, la
hija de Augusto, el 2 a.C.". Rehabilitado posteriormente, pudo iniciar su cursus horwrum, que se malograrla por una muerte temprana (BAYRil, 1968: 122 n 26).
Sin embargo, la communis opinio creada en torno a
su presencia en la ciudad saguntina reviste tintes meramente coyunturales. Durante la estancia de su tío, M.
AemiJWs Lepidus, como gobernador de la Hispanio. Ciúrior
entre el 14 y 17/18 d.C., &miJius Regillus le babrfa acompañado, aunque sin ninguna función específica (Ar.t'OLDY, 1969: 12 D 52; BoNNI!VfLL!, 1985: 272 n 56)19
formando parte de su cohors anú&orum (BI\I.TRÁN, 1980:
364).
Así pues, Saguntum, que se encontraba en los comienzos de su andadura municipal, ávida de conllgurar su a/bum patronal con figuras egregias, no habría
desaprovechado la ocasión de engrosar la nómina de
sus patronos ante la presencia flsica de Rtgillus en la Citnior y su paso por la ciudad. Hay que resaltar en este
sentido que su condición de joven senador desprovisto
de empleo administrativo, allanaba las dificultades que
el poder cent,ral siempre creaba a las cqoptationes. En
efecto, la fiscalización a la que se iban a ver sometidos
los individuos cum imptfioto en este caso no se daba, al
contrario de lo que ocurría con su hermanastro, L.
kmilius Lepidus, el gobernador provincial -y, por tanto, el mejor candidato-, que, por demás, iba ya a cont.r aer el patrocinio sobre UXIJTII4 ( CIL 11 2820). Así las
cosas, Aemilius RegilJus se incluirla dentro del grupo de
los jóvenes senadores a los que las ciudades procuraban
cooptar al comienzo de su carrera, cuando los expresados inconvenientes legales aún no existían, mientras
por el contrario, resultaba evidente que a pluo no muy
lejano estaban predestinados a ocupar puestos muy relevantes. Para estos jóvenes candidatos la coop14tio les faqlJ(JQitJr.
cilitaba una plataforma de relaciones y honores que
contribuían, ante la opinión pública, los patres y el Emperador, a resaltar su importancia y prestigio personaJes, aún escasos lógicamente en los comienzos del
currust'.
No obstante, la posible estancia personal de Annilius RegilJus en Hipania y sus ambiciones personales, así
como la oportunidad que el azar brindaba a la ciudad,
no bastan. en nuestra opinión, para explicar su elección por los .ragwrtini. Un planteamiento tan coyuntural
distorsiona las causas reales de los patrocinios y las relaciones sincrónicas y diacrónicas que generan.
Los reglamentados requisitos que envuelven la
elección por la Curia'l, extremadamente puntillosos,
como ya vimos, con los senadores, son una prueba indiscutible de la importancia que rcvestfan estos nombramientos. Y ello era asf porque en la coop14tio senatorial -la menos frecuente, como apuntamos
anteriormente- ambos sujetos jurfdicos debían sopesar muy cuidadosamente las consecuencias de sus actos, puesto que sus repercusiones no se sustanciaban
sólo en los propios contrayentes -curia y patr(111US-,
sino que trascendfan temporalmente a su formalización, implicando en el mismo tanto a la comunidad
como a la gen.s del patrono, como claramente se expecificaba en los formularios de las ta.bu1ae conservadas: in
fo1.em dünulamt¡ru .ruam liherorum posterorumqtu ruorum
rtcepiJU.
Al mismo tiempo, era un acto polftico, que situaba
a quienes cstableclan los pactos en un horizonte en el
que una decisión oportuna podía comportar grandes
beneficios, pero que de ser equivocada, los arrastrarla
-espcdalmcnte a la ciudad- a situaciones muy delicadas.
Consecuentemente, la coopl4tio no podfa entrar jamás en contradicción ni con los intereses de la ciudad,
ni con los del patrono y su gens -puesto que unos y
otros rebasaban la actualidad del momento, condicionados como estaban por su propia tradición
histórica-, ni tampoco ser ajena a1 contexto sociopolftico contemporáneo, donde necesariamente estaba
obligada a erunarcarse.
Si analizamos la historia de Saguntum desde la IT
Guerra Púnica hasta el decljnar de Ja República, advertimos el temprano reconocimiento que Roma le dispensa, acogiéndola bajo su protección (/ides) ya desde
los albores del conflicto (BADv.N, 1972: 50-51 y 293)'\
y que son el orige.n dellliterior disfrute de la condición
de ~itas .fo~der414 cuando la ocupación romana se haga
efectiva, no más allá del 206 a.C. (BADJAN, 1972:
116-120; M.ufN, 1988: 31Y11 •
En el establecimiento delfoeáus jugará un papel decisivo Escipi6n. Su padre y su do, durante el curso de
las operaciones, hab{an recuperado la ciudad a los cartagineses en el 212 a.C.16 tras un primer intento fallido el 217 a.c.n, creando con el restablecimiento de la
557
[page-n-568]
J.J.
SEGUÍ MARCO
población expulsada, una situación potencial de clientela que, si bien pudo no formalizarse en aquel momento, lo haría necesariamente sobre el futuro Africano. La embajada que la ciudad envió a Roma el 205
a.C. durante el consulado de Cn. Escipión, el papel ac·
tivo que éste asumió presentándola ante el Senado y
el tono empleado por sus delegados, traslucen la existencia de lazos clientelares entre Escipión y los saguntinos (KNAPP, 1975: 54)21 , quienes alrededor de esas fechas ya habr(an formalizado su condición federativa,
ratificada cuando Roma estableció la primera división
provincial el 197 a.C. 19 • El mutismo de las fuentes sobre Sagumum -mejor quizás para entonces, la denominación ibérica de Arse- a lo largo del siglo I1 a.C. es
una prueba del discurrir tranquilo de la ciudad, segura
tras los acuerdos con Roma y confiada en su correcta
aplicación por la salvaguardia que le deparaba el influyente clan de los Scipümts, asociados desde los lejanos
tiempos de la 11 Guerra Púnica con los Aemilii, con
quienes formaba un poderoso grupo de presión en el
Senado. Esta alianza partía de la unión matrimonial de
la hija de L . .Aemüius Pau/Ju.s (cos. 219 a.C.), Amrilitl Tertia.,
con P. Cornelius Scipio A.früanus (cos. 205 a.C.), y agrupaba a otras familias -Livios, Servilios, Minucios-,
hasta el punto de convertirse en una fuerza decisiva en
la dirección del Estado hasta los primeros años del siglo II a.C. (Scllr..t.ARo, 1981: 39-152). La alianza política y la influencia del grupo se reforzarían a partir de
Pyd.na, consolidándose con la a.dbptw del hijo de L .
Aemiliu.r Paullu.r Macaed.tmüu.r (cos. 182 y 168) por cl clan
de los Escipiones, en la figura de P. Co~mlius &ipio kmilia.rw.s, el futuro conquistador de Numancia (ScolJ..AllD,
1981: 211-248).
Esta pacifica situación se verá alterada durante las
guerras sertorianas. La ciudad, en contra de la postura
mayoritaria de toda la provincia a favor de Sertorio'0 ,
se inclinará por el partido senatorial prosilano que
ahora dominaba la República3'. Las ra.zones no sólo
hay que buscarlas en que para Sagumum el gobierno de
la metrópoli podta ser siempre el legal, sino, lo que es
aún más importante, en que los Cornclil Scipiones, de
quien la ciudad era tributaria, estaban enfrentados a
los populares de Mario, y ahora a sus epígonos aglutinados en torno a Sertorio,a. Arse iba a sufrir, aislada
en un territorio hostil, las penalidades de la guerra'-',
pese a que la definitiva victoria senatorial la compensará crecidamcnte de todos los sinsabores padecidos. La
feliz coincidencia de que por aquellos años Q, Ctuciliu.r
Metdlus Pius, quien junto a Cn. Pompeius había conducido la guerra contra Sertorio, asumiera directamente las
clientelas de los Escipiones -habfa adoptado al hijo de
P. Cornelius Scipio Nasica, desde ese instante Q, Catciliu.r
Mtte!Jus Pius Scipio"- depararfa a Sagumum una doble
ventaja, al converger la alianza con los poderes públicos de la República, con el sometimiento a los deberes
de la clientela. Su condi ción de federada se mantenía,
558
en consecuencia, incóliuñe y su prestigio -un tanto
apagado en los últimos cien años- recuperaba las eo·
tas de la II Guerra Púnica. Metelo daba un paso decisivo al conceder al saguntino Q, Fabius - destacado en
el último conflicto- la ciudadanía romana15 , decisión
que Pompeyo ampliaba a todos los Fabü (B.wiAN, 1972:
257 y 304)'". Estas medidas excepcionales, aunque
cautelosas, hadan abrigar sin duda a la población sagunúna esperanzas de que a corto plazo el status federado de la ciudad pudiera ser revisado, y la ciudadanía
romana se acabaría generalizando a todos sus
habitantes". La aparición de monedas primero bilingües y después latinas, asf como la progresiva eliminación del nombre fuero de Arse como denominación de
la ciudad por el de Sagumum, y el fm de la cooficialidad
del ibérico con el latín (BEt:rRÁN, 1950: 318), son pruebas evidentes de las contribuciones que la población estaba dispuesta a hacer en este proceso de uauto.rromanjzación,. (SH&RwrN Wmn:, 1973: 223-224).
Desgraciadamente la marcha ascendente hacia la
municipalización se vería truncada por su alineamiento pro pompeyano durante las guerras del 49 y 45 a.C.,
en las que, nuevamente, tomó un papel activo". Esta
actitud que estaba, por demás, en completa coherencia
con su pasado y su clientela, retrasará imprevistamente su constitución como municipium CÚiium Rorn.aruJrunY9,
a diferencia de lo que ocurra con Gatús -con la que
tanta,s semejanzas guarda- que verá por entonces satisfechas estas mismas aspiraciones (BauNT, 1971: 262,
238, 587 y 602¡ G.u.srBR.&R, 1971: 17-19 y 76). César,
autor del primer impulso amplio a las fundaciones privilegiadas, no pudo, dado el comportamiento de la ciudad durante el conflicto, autorizar la transformación
de SagurtLum, teniendo en cuenta además, el carácter
sectario que el dictador dio a este tipo de
concesiones•0 •
La trascendental modificación de las estructuras
internas de Sagumum ha de arrancar, en consecuencia,
del 44 a.C. -año de la muerte de César- y cerrarse
necesariamente antes del 4/3 a.C. -fecha atestiguada
epigráficamente de la existencia ya de los munidp(es)
.ragumini". La historiografía a la hora de precisar cronológicamente este acontecimiento se ha inclinado por
la época augústea. Aunque se aventuró la fecha del 29
a.C. y a CaúJi.sius Sabinus como su constituiJJr, como consecuencia de incorporar a las series monetales deJa ciudad un conjunto de piezas que se atribuían a Carthago
Nova (GaANT, 1946: 155s.), la propuesta ha sido tan
contundentemente rechaza que ya no puede ser mantenida en la actualidad (BKLTRÁN, 1950, passim; VJLJ...ARON·
e~ , 1967: 37-38 y 82-83 y Bllt:rRÁN, 1980: 382 y n° 15).
Mucho más recientemente, el último de los autores reseñados ha presentado como más favorable para la municipalización el decenio de los años treinta (BBU'aAN,
1980: 386). Esta deducción se ha hecho en base a la lectura de la leyenda M.SAG. como m(unicipium) sag(umi-
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PAULLO AEMILJO REGILLO
nwn), en una de las monedas que clasificara L. Villaranga con posterioridad al 85-83 a.C. (VrLLAilONGA,
1967: 112-113). .La lectura rebaJa inevitablemente su
cronología más allá del 56 a.C. -momento en que Cicerón pronuncia su Pro Balho, y en el que la ciudad aún
es federada- como fecha post quem de la municipalización. Por otra parte -según el indicado autor-, ya
que por su metrolog{a e iconograffa se adecuarla al período 29-23/20 a.C., dispondríamos por otra parte del
término ante qunn para las series inaugurales del municipW.m, Jo q ue nos facilitaría· unas fechas acotadas para
la transformación municipal: los años 56-30/27 a.C.
IlÁN, 1980: 384). Thniendo en cuenta -siempre
(BEU"
siguiendo a F. Beltrán- que Pompeyo no constituyó
ninguna colonia o municipio romano, y que César o
cualquiera de sus legados no podían promocionar a
11na ciudad simpatizante con el partido pompeyano, Saguntum sería una fundación augústea, que por las razones polrticas y monetales indicadas, debe atribuirse a
los años que median entre el 40 y el 30 a.C. (BBI.J"IlÁN,
1980: 385-386).
Asf pues, Saguntum había logrado, cuanto menos
desde los albores del gobierno de Octavio, la ansiada
ciudadanía romana para sus habitantes, aunque su inmediato pasado comprometía ostensiblemente sus rdacions con el hijo adoptivo de César. Restllta obvio que
la ciudad necesitaba imperiosamente un ne.x:o con la
nueva dinastía si sus habitantes querían ocupar un
puesto relevante en el nuevo orden augústeo. La oportunidad estaba en los Aemilii upidi.
La clientela saguntina con los Metelo-Escipiones
habría sufrido un serio embate con la muerte el 46 a.C.
de Q Meullus &ipio (cos. 52) en Hippo Regiu.s (M~.
RE Ill l (1897), 1228). Sin embargo, para fortuna de
Saguntum si la ciudad deseaba mantener -como as{ nos
consta•' - sus vínculos cliente]ares con esa familia,
aún quedaba una rama de los Cornelü &ipiones que no
se había asimilado a los Qucilii Meuli, y que había permanecido fiel a la causa cesariana. Era esta línea sobre
la que precisamente ahora podía recaer la dependencia
de la ciudad y la que posibilitaba la inserción de la
clientela saguntina en el tronco imperial. El fenómeno
se producía además, por partida doble. De una parte,
porque Publiw Ccrr!lliu.s SdpW (~M. 38/35 (?) a.C.), el rcpresenta.n te de la familia desde aquel momento, casó
con Serihonia, después de que ésta se hubiera divorciado
Octavio, con quien había tenido una hija, IulitJ 0 • Este
vínculo con la familia del Emperador, liviano sin duda,
se reforzaba por otra parte, y de forma extraordinaria,
gracias a la clientela que la ciudad lograra de los Áemilii
úpidi. Y ello resultaba así porque, por un lado, la hija
de Escipión y Escribonla, Ctmvlia.. , iba a casar con
Álmiliu.s Pmd/u.s (&OS. 34 a.C.), padre de L. ÁnTtÍlÚLs Pau/Ju.s
(cos. 1 d.C.), el marido de ClauáitJ MarctJJa y, por tanto,
el progenitor de nuestro Aem.iJiu.s &gillw (ver infta
stmlm4).
El patrocinium de los kmilii úpidj era una jugada
maestra de la curia saguntina, que con ellos conseguía
enlazar su ancestral clientela bajo los Escipiooes
-asociada, según vim.os, en el siglo II a.C. con una
rama de los Paullikmilii- con la familia Julio-Claudia,
pues .Atmiliu.s Paullus (cos. 34- a.C.)u, íntimo amigo de
Augusto (SYME, 1989: 529), tenia a su primogénito
-L. Atmiliu.s Paulhu (cos. 1 d.C.)06- , casado con Julia,
la nieta de Augusto", una vez que éste se había divorciado de Claudia Marulla. De otra parte, su segundo
hijo, M. Anni/ius Lepidus (cos. 6 d.C.), más afortunado
que su hermano, era para Augusto candidato a alcanzar la dignidad imperial.. , mientras sus hijos contraerían matrimonio con dos príncipes imperiales, hijos de
Germánico".
Establecidas pues ]as motivaciones que, sin duda,
más debieron pesar e.n la cooptatio de Aemüius JletiiJur,
queda por abordar el dificil problema de si fue el primer patrono de los Aemilii úpidi con que contó la ciudad, o si por d contrario, hubo otros miembros contemporáneos o anteriores, que ya disfrutaron de esa
condición. La cuestión es actualmente insoluble, al carecer de fuentes claras en tal sentido, pues los indicios,
en una u otra dirección existen. Condiciones personales, según vimos, reunía suficientes para que los saguntinos hubiesen materializado en su persona los deseos
de asociarse a la dinastía Julio-Claudia. Pero también
es muy cierto que no puede descartarse, a priori y sin
más, el que otros individuos de su entorno familiar fuesen el arranque de esta clientela. Una serie de aspectos
meramente circunstanciales, empero que significativos, podrían avalar esta hipótesis.
Si retomamos por v(a ascendente la genealogía de
Aemiliu.s &gillu.s advertimos que su tío, d cos. del 6 d.C.
fue propretor en la CiJerWr (AuOt.OY, 1969: 12-13;
SzRAMKUlwtcz, 1975, passim), y, a su vez, patrono de
Uxama'!!O, mientras su abuelo, L.kmilius Paulhu (cos. 34
a.C.) había sido, quizás, legado en la misma provincia
el 24- a.C.)1 • Su tfo-abuelo era M . kmilius úpidus, uno
de los trW.moiri res publúlu constitunultu a la muerte de César y con potestad sobre las dos Hispanias entre el
43-4-2 a.C., aunque ya había tenido competencias directas sobre la Cilerior, en la que ejerció como legado
en dos ocasiones, durante el 48 y el 4-4- a.C. (RoRDEN,
RE I 1 (1893), n° 73, 556; Gli.OAO, PlR 2 A, o 0 367,
59-60; GAINR, 1974: 5-20). Cualquiera de ellos pudo,
durante la segunda mitad dd siglo 1 a.C., establecer el
patronato sobre Saguntum, en base a sus condicones
personales y a Jos antecedentes familiares con Hispania
que también se podían haber derivado de la presencia
de M . AnniJiu.s úpidus Porcina (&OS. 137 a.C.) como prooónsu1 de la CiJeriqr d 136 a.C. (K.u!Bs, RE, I 1 (1863),
n° 83, 566-567).
En el caso de que la ciudad hubiese constituído la
clientela con los .kmiJii úpidi a tra~s del do o del abuelo de RegiJJu.s no se nos ofrecen problemas iu de coyun559
[page-n-570]
JJ.
SEGUÍ MARCO
tura -presencia como gobernadores- ni de cronología -24/22 a.C. ó 10/17 d.C.-, muy al contrario de lo
que ocurre con el triunviro M . kmi/J'us úpúk.s, cuya actuación en la CiJerjq, tiene una trascendencia muy superior. Su c:ficaclsimo gobierno de la provincia el 48 a.C.
como hombre de César -que contrasta fuertemente
con el desarrollado por su colega en la Ullnior, Q; Co.ssius Longinus- contribuirá a que una provincia fUepompeyana se incline radicalmente -y salvo raras
excepciones- por César (G'-'M, 1970: 1#-146; fu-.
MAHX), 1970: 196-197; GALVE, 1974: 17-18). La desaparición del áütator el 44 a.C. -precisamente cuando Lépido estaba nuevamente de gobernador en la Citerior- y
su integración en el 'Iriunvirato con la adscripción a
su mando directo de Hispania y la Narbonense le permitirán, durante el breve tiempo en que, bien como gobernador, bien como triunviro, pudo controlar estas
zonas -del 44 al 42 a.C.-, el despliegue de importantes medidas. Por una parte, negociaciones de paz con
Sexto Pompeyo, que fueron coronadas por el éxito y supusieron la pacificación de la Península Ibérica (GALVE, 197+: 19-20; G'-I.BA, 1970: J54)n, con ]a inevitable
rentabilidad polftica para Lépido, que así se constituía
en el arquitecto de una salida negociada a un conflicto
que, reavivado peligrosamente tras el asesinato de César, él clausuraba. Por otro lado, una acción directa sobre los núcleos urbanos, favoreciendo los asentamientos de veteranos en comunidades coloniales ex nooo
- como es el caso de la Colonia. Julia Victrix Lepida(GALSTIIABJl, 1971: 25; GALVII, 197+: 30-48; MARlN 1988:
222), y probablemente, interviniendo en la organización jurídica interna de algunas ciudades peninsulares,
como pudo ser el caso de Carthago Nooa (BEJ.:l"RÁN, 1952,
passim) e flici (Lt.ORENS, 1987: 8-9).
La cuestión se vuelve a6n más interesante si tenemos en cuenta que los años de gobierno de Lépido
coinciden precisamente con un período muy oscuro de
la historia saguntina, aunque trascendental, pues la
ciudad sale del mismo en puertas de ser dotada de la
categoría municipal. Ciertamente no existe: explicaci6n
para que Octaviano otorgara en fecha tan temprana
-la que abarca los años entre 40/30 a.C., como vimos
que se ha defendido- a una comunidad que había inclinado sus preferencw por el partido pompeyano, la
categoría de municipium cioium Romanorum, teniendo en
cuenta que durante estos años no parece que se registrara en H'espania actividad colonizadora y municipalizadora significativas (GARCIA Y BELLIDO, 1959: 4 70ss.;
BRUN'T , 1971: 234-239, 584-588, 590-593, 602-604;
GAI..S'nUJl, 1971: 17~30 y 65-72).
Es más, las únicas modificaciones de súUus que conocemos en el período que media entre la muerte de
César y el control exclusivo del poder por Oetaviano
(31 a.C.), se aplican sobre ciudades que ya contaban
con una andadura experimental previa, que por razones diversas, no había sido posible consolidar. Esa pri560
mera fase fundacional englobará aparentemente aquellos asentamientos perfllados por César, en unos casos
como colonias -así la Co/cnia Norbensis Caerarinll-, en
otros como municipios -como Nassüa Calagurris Iu/i4-,
y las creaciones de Lépido. A este último tipo corresponderla la co11ocida Col(onia) V'ae(trix) lul(i4) úp(ida),
de cuya deáuetw sería responsable el triunviro entre los
años 48/47 (GALS'l'llllP., 1971: 24) ó 44/42 a.C. (GMHT,
1978: 2ll; GALVE, 1974: 4-5), y que pasó a configurarse
defrnitivamente a partir de la pérdida de los poderes
triunvirales por Lépido (36 a.C.), cuando ostentó la denominación frnal de Col(onia) Vic(trix) Iul(ia) Ctlsa
(GAllcfA Y Bet.uno, 1959: 472-474; GALVII, 1974: 45-46;
MARI~. 1988: 222).
Tampoco el panorama numismático, con eJ que se
ha pretendido establecer orden e.n los orígenes munici~
paJes de Sagwúum, clarifica la situación. Como el propio F. Beltrán ha puesto de relieve (1980: 383 n 23),
su rectificación de la lectura monetaria anteriormente
reseñada, altera la ordenación de las series saguntinas
que estableciera L. Villaronga, pues obliga a situar
acuñaciones que éste entend{a como posteriores a la indicada, y que ten{an caracteres ibero-latinos, por delante de otras que L. Villaronga estimaba como más
antiguas (VtLLARONCA, 1967: 112-113 y 163-164). Pero
como Beltrán señala, las correcciones indicadas afectan
también a las dataciones de todas las series que corresponden al mismo contexto numismático en donde se
ubicaba aquellau, lo que provoca irremediablemente
una baja cronológica muy importante del numerario
puramente latino del Saguntum republicano, que ahora
debe situarse entre el 56/27 a.C. (B!U'JlÁl'I-BEJ.XJlJ.N,
1980: 66).
Este hecho tiene indudable importancia para el
tema que nos ocupa pues el conjunto monetario ahora
coetáneo, a grosso rrwdtJ, con el tránsito de SagunJum de
ciudad federada a municipio romano, evidencia que los
magistrados monetales de 110171171 Mar&i Aemilii son, pese
a que alguno pueda encontrarse repetido, los mayoritarios -M.Al(miiius) {VILLAJlONOA, 1967: n° 93, U3 y
163), M.Aemi/i(as) {VtLLARoNoA, 1967: n° 98, 113 y
165), (M.) km(ilius) y (M .) Aem(ilius) Erco/(atrUS ?) (V1.
LLAJlONOA, 1967: o 0 110, 113 y 168), además del indicio
de algón otro Atmilius más (Vn.LAAONCA, 1967: o 0 96,
113 y 164)-, seguidos a gran distancia de otros 111Jmina
como los Co.Jpurnü, Baehii -ambas familias en esta mis~
ma época con sólo dos magistrados-, Sempronii, Fahii,
Aeilü, Popi'lii y Valnü - que no tendrán sino un 6nico
representante respectivamente (VtLLAJlONOA, 1967: 80 y
113; Auowv, J981a, passim y 1984-: 214).
De igual manera, la documentación epigráfica y
numismática con.fmna la presencia de AmUlü en las
magistraturas urbanas saguntinas durante los sigJos 1II d.C.: G. kmüWs Gj Gal. Nepos, aeJ(ilis) y Dw (Ho..
NU, CIL n 6025-B!LTJlÁN, 1980: n° 299, 247- Al,
I'OLDV, '1984: n° 10, 236 - LLORBN'S-RlPoLL!.s, 1989: 159,
[page-n-571]
PAULLO ABMILIO REGILLO
n 23); L. AemilW.s LJ. Cal. Callus, fajtd(ílis), fom(m) JI,
fsajlümun ni/Jg(isúr), quautor, pontij(ex) (.AE, 1957:
314•BEtn.ÁN, 1980: n° 49, 65-66- Au-oLDY, 1984:: n°
15, 65-66, entre los años 70-150-LwRKNs-Ruouis,
1989: 159, n 23); L . .AnniJWs Lj. Cal. Veranus, tUd(ílis),
IloiT, fomen, quaator {---} (Bm::nt.(N, 1980: n° 50, 66 y
419•ÁE, 1955: 163-AJ..FOLDY, J981b: 127ss.•loEM,
1984: n° 16, 65-66- L wRENs-R ll'Ou..!s, 1989: 159, n
23)¡ L. Almilius Ca{---}, tmml"bus k{onoribus S] agwrLirú
jun{clus} (BnTRÁN, 1980: n° 307 bis, 254-255-ALFO.LDY,
1981: 132 • ALrOLDY, 1984: n° 21· Lwuws-Ru>out.s,
1989: 159, n 23). La documentación numismática también nos aporta, para la secuencia del 14 al 20 d.C.
(VtLLARONOA, 1967: 133ss.) un aed(ilis) de nombre
L.Aimi(lius) MtJXu(-mus) (VtLLARONCA, 1967: 134 y 168;
Lt.OR.ENS-RtPOLU.S, 1989: 159-160).
A su vez, el Mmtn Atmilñ" se extiende por todos los
niveles urbanos de Saguntum, hasta el punto de constituir una de las g111Us más numerosas después de Ja Bubia -que la duplica en número-, y con un contingente muy aproximado de representantes con la CAJmdio,
ValtTia y Fahia (BEt:rllÁN, 1980: 418-427). Prueba de ello
son los numerosos ejemplos con que contamos, tanto
entre la población urbana libre<, como entre la de
origen servilu.
Pero llama aún más poderosamente la atención la
existencia del significativo y poco usual cognomen
Ltpid-us/a en Sagumum y sus alrededores. Así [--}la Ltpidfa ?r; &tbia Lj. Ltpi¡./4, esposa de M. Ttttienus Mj.
Cal. Pollio!'; Anlonia MJ. Lepida..; y fmalmente, Silanus
{---jflustus An{---j/C. Ltpidij {---¡, habiéndose propuesto la reconstrucción (Cn(uus) Batbius? -- j/Sila!UJS {j/Iustus An[/Qnius? ---j/Cn. Ltpidus j(iüus) {--} (At.J'OLDY,
1977: 21-23 y 86)~0 • Los tres primeros testimonios corresponderían a individuos del rango decurional {At.I'Owv: 1977: n° 58, 22 y 35; PERBIRA, 1979: 5~). mientras el último pertenecería al ordo senatorius, siendo
quizás de origen saguntino y de nomm Batbius. Se ha indicado (Al.YOt.nY, 1977: 22; L.E Rovx, 1982: 458) que el
nombre de su padre habría sido Cn. (&uhius) Ltpidusy, por tanto rdacionable con la citada Batbia LJ.
úpida-, mientraa en su poliónimo se encontrar{an
gentilicios como Silatw.s o Án{/Qniusj que también se hallan en cl nombre de un senador, de igual modo supuestamente saguntino, y en otros &u/Ju'fll. Sorprende,
no obstante -pese a las explicaciones localistas de
AlfOidy-, que e.n el poliónimo de Cn. Ltpidus aparezcan los gentilicios Silanus y An(lorUusj que atañen al tronco familiar de los Aemüü Ltpidi. El primero de ellos se
incorpora a esta gms con M .IUIIWs Siianus (cos. 19 d.C.),
marido de la hermanastra de Almilius Regillus, Atmiüa Lepida, mientras el segundo está presente en los cognamina
de las hermanastras de C/4u.dia MaretlúJ minor -las dos
Antonilu- y en el segundo marido de Clmulia Mareella
maior, lullus AntorUu.s (ver irifra stmnma). La cuestión se torna aún más inquietante si tenemos en cuenta que entre
el 40/41 d.C. ocupó en la Citerior el puesto de gobernador C.Appius Iunius Cj. Silatw.s, cos. 28 d.C. (AuóLDY,
1969, 15-16), casado con Domilia Ltpida, hija de Ánkm.ia
fTIIJWr y L.Dtmütius Aktnobardus (ver infra sttmma). Esta circunstancia hace sospechar si no jug6 un papel destacado en la promoción del senador de la inscripción saguntina su adopción por algún .miembro tardío de los
Aemilii Ltpidi y de los !UIU·; Silani, teniendo en cuenta la
numerosa descendencia del matrimonio de M .lUIIWs Silanus (cos. 19 d.C.) con Atmilia Lepida (ver Ufra slemm4).
Un fenómeno muy similar explicarla el ascenso de Jos
otros dos senadores supuestamente saguntinos, puesto
que también ostentan linajudos poliónimos, aunque de
otras gmfes41 •
Si tomamos en consideración todas Jas evidencias
anteriores, y el marco cronológico en que la ciudad recibió la categoría municipal -el 44/30 a.C.-, no debe
descartarse que Lépido hubiese sido el artífice de los
comienzos de su municipalización. Como ocurrió con
Ctlsa -más hipotéticamente con Carthago N()l)Q e llit:i-,
la ciudad mediterránea habría podido conseguir primeramente, y por obra de Lépido, la autorización para
constituirse en mumcipium, dentro de una secuencia cronológica que abarcaría los años H /42 a.C., ampliable
en todo caso, hasta el 36 a.C. Upido, ansioso de extender sus clientelas por Hispania, no habría puesto inconvenientes a esta concesión, a la par que Saguntum habría
encontrado eJ resquicio pol!tico por donde incorporarse aJ orden postcesariano. Posteriormente, en una segunda y definitiva fase, entre eJ 36/29 a.C., Octavio,
ante los hechos consumados, se habría limitado a consagrar el reciente régimen urbano, aunque capitalizándolo en su propio beneficio, lo que explicaría la asunc ión de la tribu Caleria por Saguntum, en
correspondencia con la mayoría de las ciudades de extracción augústea (WtwEJ.s, 1985: 130-133). Por otra
parte, la concesión municipal en dos etapas asimilada
su situación, una vez más, a la de Gatkr que pudo también pasar por varios estadios jurídicos intermedios ~
tes de consolidarse como municipium (GoNZÁLI!Z, 198~:
95).
Ni que decir tiene que el patrocmium de los .An:ni/ii
Ltpidi sobre SagunJum actuaría en buena medida como
elemento normalizador de la:s relaciones politicas de la
ciudad con la Roma Imperial. De entre la importante
concentración de inscripciones dedicadas por los saguntinos a los Julio-Claudios llama.n la atención tres
erigidas en honor de Jos príncipes Druso ll, Germánico
y Druso m, emparentados por lfnea directa con los
Almilii úpidt,.', y que, a nuestro entender, no han de
verse solamente como una prueba de la adhesión a
Augusto y a su régimen (BoNNBVILLB, 1985: 272)
-como podría ser el caso de Jos frecuentes testimonios
que aparecen en la mayoría de ciudades deJ Orbis
R.omanus-, sino también como eJ reconocimiento comunitario a una dinastía con la que, por medio de los
561
[page-n-572]
JJ. SEGUÍ
MARCO
STEHHA
LEPIOORUH
H . Aem . Lep l dus
(COS.78 a.)
P.Cornelius
====rScr lbonla
Sclp lo
(COS.38-36?)
H.A~m.lepldus
L.A~m.Lel)idln
(cos.A6_.é! a)
PaollU!S (cos.50 a.)
1
L.Aem.Paunus
c.Cieud.Harcenus
(COS.50 a.)
===-==
Cornella
(CO!I.34 a .)
==
1 Octavla mn. 2
= H.Antonius
H. Aem .Lepl du&
(cos .6
d.)
?
IUun.=::.= Aemllia
Sllan.
Leplda
(COS .t5 d.)
Aem\1~~ --
--:--~~r~-~~~~
mal =
mio. =
Nero Cl.
L-Oorn.
Anenob
1
CLMrcella
!Mi.
=
1 H.
Lepida
=
oru s ua
C aeaar
.
OrUIIUS
H . Aem . Lep l dus
-Drual lla ·
Oonlltla
= 2 C .AppJun.SRan.
Lepida =
Ant.
Agr~
~
(COS.28 d .)
LAnto.lua
······~·"·=r c~••m••
Hessana
(cos.lé! a.)
Puldra
PautlUs
Aemlllus
Regr11U5
(H.) al.
Claudia
=
P.Qulnc.
vrus
2 -l=====
~
Hessalll
= Oonllt.
Lepjda
L .Aemllius
(cos.1 d .)
Aug .
Paullu& --==lulla
neptls
T
1
Lep l da
=
L . Aelll .
Paullua
H.Cun.
Sllanua
( CO S.19d . )
1
(cos.t3 a.)
Valerla Hessalina
=
CIMidiUs Imp.
H. lun.S lanus
(COS.46 d.)
D. lun . S lanus
Torquatus
( cos.!53d.)
Amúlii Ltpidi, se sentfa vinculada, tanto por considerar-
la legítima heredera de una tradición histórica colectiva -que la comunidad mimaba y actualizaba
continuamente"- , como por la actitud respetuosa
que la casa imperial mostró con la fuertemente conservadora estructura social interna de la ciudad (AJ..
I'Ot.OV, 1984: 212-228). Todo esto alentaba, sin duda, a
la aristocracia urbana -en la que figurarfan, según vimos, numeroso privati cli.enJes de los Aemilii Lepidi"- a
estas pruebas de gratitud, las cuales no debieron ser
ajenas a la esperanza de los saguntuu por conseguir el
· patrocinio imperial para su ciudad -alcanzado ya por
ciudades de un pasado, en cierta medida, coincidente
con el suyo, como seria el caso de GtJda y CariNJgo NoM
(Sr.out, 1988: 50-69)-, aspiración que pese al presumible ahínco puesto en su consecución, no parece q ue
rebasase los terrenos de la mera virtualidad.
562
L.lun. llanua
Torquatus
CONCLUSIONES
Desde mediados del siglo I a.C. Sagunium contó con
un grupo aristocrático imponante, los Aemilii, cuyo acceso a la ciudadanía presenta evidencias de que se remonta a los tiempos de Lépido. A su vez, la ciudad
pudo también experimentar por aquel entonces, su
transformación hacia T~Wni&ipium apoyándose en el triunviro. En tiempos de Augusto los saguntinos vedan
consolidada esta condición, asr como el patrocinium cwitaJis de los AemiJii Lepidi, entre los que Ptwllv.s AemiJiu.s &giJJus serfa un predaro exponente, satisfaciendo de este
mod o su"' aspiraciones de incorpo rarse - aunque fuera
por vía indirecta- a la red urbana de clientelas impe·
riales0 .
[page-n-573]
PAULLO AEMIL10 REGILLO
ABREVIATU RAS
AE {1889 y ss-.): Dtnnie lpigraphiq!M. Rmu des publicatüms
lpigrqphiques rekui1,1es a l!4miquiJJ r01114ine. Presses Universitaires de France, París.
GIL (1869 y ss.): Corpus Inscriptioi'Ulm LaJinarum. Reed. W.
de Gryter & Co., Be.rlín.
HAEpigr. (1950-1975): Hispania A. iqua Epigraphica. Sum
plemento anual del ArclrWo Español de Arqueo/og(a,
Madrid.
ILS (1892-1916): lnsaiptioJieS ltúiruu selectae. Reed. Weidmannsche Verlagsbuchhandlung, Berlfn.
PIR 1 (1897-1898): Prosopografo. lmperii Romani saeculi [,
ll, m. Reed. W. de Gryter & Co., Berlín.
PIR 2 (1935 y ss.): ProsopografJ4 Imptriii Romani saeculi [,
ll, III. Reed. W. de Gryter & Co., Berlfn.
RE (1893 y ss): &al-Encyc/Qpadú drr kiiJ.ssisdttn Altertumswisscnsc"'ift. Alfred Druckenmüller Verlag, Stuttgart.
NOTAS
' Al primer tipo corresponderran, p.e., las menciones ob I'Mri·
14 yal.Jmus14missimus o mumT-.-.Jissimw ñois reflejadas en CIL n 1054,
13'1,7, J348, J597; mientras al segundo individuo• como, p.c., M .
Camiius NDODtiJiianw (CTL ll 4U3), áuid(icw) HispMt(iM) CiJ(triori.r);
alutinmlissimus, iu.stissinuu y áistrtissimw con TMr.uo¡ C. Julius Asp~r
(CIL XIV 2516), kga1us (?); oraú11 prMSiatctissinw y dl.fmsor dinalillmfulllis.timus, para co.n biapanot y mauritanos; o {Q, AttJiu.s CAamiu
CM[~}titUU (CJL U 1972), fprwes prooilld.u &al~aej. Este sentido fo·
renae de la acción patronal ~e pate.n tiza claramente en Cic., Pro Balbo, 41; y Plin., Episto!M DI 4, 2-8; 9, J-36.
t
Cf. RoRDD<, RE 1 (1893) 130, col. 582-ILS 949-Auot.tw,
1979, n° +01, 266·267-Bll.n4111 1980, n° 38, 51.
s La inscripción C!L U 6020 que Húbner puso en relación
con la de P. AemiliJu JYti11us, no pertenece al mismo personaje, aunque hay una discrepancia en la lectura. Ad Beltrán (1980: n° 75,
93-94) Jee --) Aimilfi4 ···J1Fah(i4 tribu l) l'tJuf--, mientras AlfOldy
(1981b: 128-129) rccorutruye dimililfia -·/ Fah(i4) Pml{-).
• cr. CIL VI .U22, 44-47, HSO y *688.
S
Ronotu< , RE 1 (1893), 130, 582¡ a~. PJR t A, n° 396,
68; g,.,,., PIR t C, .n° 1103, 265-266; S
' Cf. HA:.su~~., RE A 1 (1955), n° 259, 129-131, con sllmma Jlt.
úrii Messtú/M, 143-146.
' V~aae slmtm4 i'!fra, basado en la propuesta de Bayer.
• Su nombre completo habr(a sido L . .dlmilius Ltpidus PaJJJw
lUtiDus. El último cognomen Jo ostentaron individuos de la familia
a finales del S.
principios del S.
a.C. Cf. Kt.w, RE 1 1
(1.983), n° 127, 128 y 129, 582.
• Habría nacido entre el 12/10·2 a.C., en coniC:C\Ie.nci.a, su
carrera habría empezado entre el 8/13-13/18 d .C.
10 La utilización de prtK.foclus urbi iurt dia"'t/¡¡ en lugar de praeftelus iure áiauu/4 no es normal, y ya llamó la atención de Mommsen
(CIL n, p. 516), especialmente por el pan:cido que presenta con el
puesto de pruftctus urbi, y con el que, ain embargo, no guarda ninguna relación.. En este sentido P. 8eltrán (1980: 364) loa confunde,
adem$.s de equ.ivocar el orden d eJ cunus. Por su parte, y errónea•
mente, Bayer (1969: 120 n 12) cree que d cargo lo ejerció en Sa·
gunto.
u Su ejercicio exim1a de la edilidad o d tribunado de la plebe. Cf. Li!CaiV.\Ilf, itt: D...uwniG·S...Ouo, IV, 800, s.o. lf1144IM¡ Kuarrs.
c~tn, RE llJ (1899), s.o. ~IM, 818; Ce....:u...c, 1972: Sts.
11 Reservado para cx-cónsu.Jea y ex-pretores, podfa no obs·
tantc admitir jóvenea senadores de la familia imperial, como era el
ce.
my
n
12.,++. eaJO de JYtilhu-. Cf. BLO<:H, Ílr: DAIW•u•a.c·S..ouo, U 1, 432 n
60 y 80' s.o. !hum~~iri.
u La tentación, en la que, sin CDJbargo Bayer (1968: 122) no
confii"'Illl, de cstablece.r una relación entre la desaparición de RqiJ/us
y la conden.a a muerte que Tiberio decretó sobre $U henb.anastra
CltwJiD Pul&ha, tras la conjura del 26 d.C. ("The. Ami. IV 52) es digna
de ser tenida en cuenta.
" Cf, ALJ0u:71', 1969: 12-13, 201¡ S7.1WoWl1Wlaz, 1976: 1 59, 83,
11 372; Goo.o.o, PIR 1 A 369, 60-61; RoiiDJN RE 1 1 (1893), col. 563.
u Por tanto la fecha del pedestal 1aguntino no puede ser
muy posterior al 21 d.C., al no figurar ningún otro empleo. La data·
ción II1IÚ 1f1U11t que da Alfoldy (J979: 267) hasta el 37 d.C. resulta,
en nueura opinión, exce&.iva.
" la cronología no es clara y fluctúa desde el 1 basta d 8
d.C. Cf. Sv~
BAvn, 1968: 120, n 12, y 122, n 26, donde cataloga la es·
tancia de un aparente viaje de Clludios ( •Studienaufenthalt>t).
,. Tac. .4mt. , IV H , 3.
tt La opinión de SOAWJttiiWlCZ, 1975: 373, de un papel más
oficial como •Mgat de aon fRre le c:ontul de 6 ap. J .C.• , no puede
ser demoStrada y entra en contradicción con la propia inscripción,
que no lo indica.
ro Asf loe caps. 130-131 de Urso para la designación de Ull se·
nador o su hijo como pGiroiWS u lwpu, con la condición expresa de
que •Üt ilaliam situ imptrium priiiGius trila. Desde cl 11 d .C . todo gober·
nador debra dejar tnuuerurrir 60 dru desde el cese de su puesto
para poder aceptar el patrocinio. Dio. LVI 25, 6. Cf. N1oo..a, 1978:
432-479; E4x, 1979: 489-494.
11
Sobre este modelo de pa1ro11i cf. Ear11<01.< 1 1983, passim.
n Cf. caps. 97, 130, 131 de Uno, y 61 de Maiaea e ]mi.
u Para las diversas variantes en la fórmula transitiva de las
t&bu.laa patron.ales biapinicaa cf.: AE, 1942-43: 23¡ 1969-70: 746.;
1972: 282; 1984: 553¡ CIL 11, 1343, 2958, 2960; HAEpifr. 4·5,
1953·54: 11-12; 12-16, 1961-1965: 1922; 1LS 6102. Cf. HAJMAND,
1957: 339-344.
•• Polib. ID 15, 1 u.¡ Liv. XXI 2, 7; 18, 9; Apian. lbtr. 7.
t;
Vid. Ci c., Pro &Jho 23: I{UIU est isl4 soril14s, q~UU llmidli4,
I{UDá.fot/hs, uJ IIW '11/JStta nDi/4s t4mU Vt JIIÍS /HrinJÍS AúsJüint.ri PfoPUINJÚI·
r~, umat Gadilmw, «JUGG $acvlllmo...
u Liv. XXIV ~2. XVlll 39; Zonar.. IX 3, 8.
n Pol. IU 97, 2; Liv. XXll 22; Zonar. lX l.
tt
Liv. XXIX 38. Vid. i'!fra n 62.
" Liv. XXXII 27.
,. Saluat., Hist., l, 85- 2, 98; P lut..• &rt. 16.
" Plut., &rt. 21; Apian., b.e. t, JlO.
11 Plut., &rt. 7.
n Salust., Hist. 2, 64¡ PluL, Sert. 21.
u Cf. M1lmu, RE Ill 1 (1897), n° 99, 1224·1228, con .rtmtma
Cuei-lii MoJJü, 1229-1230.
u Cic., Pro 8aJJ¡¡ 50: . ..mitaü dottooit... ...oir sanaissinws a
IWIIII'Itl rtb"¡ünu ac tMMslia. (¿ Mellllsu Pius (¿ Fahium stttll1lli11J1111.
u Cic., Pro &Jho 51: .. .11 ltllUilliMS FabitJs mi/a# dlmtzoiJ.
" El paralelo más claro de eruanc:bamieto de la ciudadanra
a tra~s de figuras aisladas se establece claramente con GaMs y los
Balboa. Sobre el miamo d. L. R uaoo (194:9): ..Los Baldos y el lmpe·
rio Romano•. df'IIIÜs tú Hislllri4 411lit114J MIIÍi4, Buenos Aires, 67-U9;
1950: 14:2-199¡ y J.F. Rooaroou Nau: Los &úhos tk C4diz. Sevilla.
,. Caes., b.e. X l.
,. En Plin. N.R. m 4, 20, oppidum dcium R.tmtaMrwn.
.. Dio. XLm 39.
u GIL U 3827 - Bun.4t~, 1980: n° 10, 24-26.
n Ver ürfra n 62.
., Cf. para Corn.elio Eacipión, Cho.o, RE lV 1 (1900), n°
332, 1+38¡ WlfM, PTR 1 e, n° 1437, 35!; para Eacribonia, RoHDII4•
Dus..o, PJR 1 m, n° 220, 186-187¡ Gao.o PIR 2 c. n° 1395,
342-343, y eapecialme:nte para el problema de cate matrimon.io vid.
Fwaa, RE li A .1 (192J), n° 32, 891-892, y SYI<&, 1989: n 15, 29+,
y .n •• 311.
•• cr. GIIIWI, RE IV 1 (1900), n° 419, 1597.
u Cf. ROHDllll, RE I 1 (1983), n° 82, 565-566; Gao.c, PIR 1
A, n° 37ll, 62-63.
10 Cf. Rmma.11, RE 1 1 (1893), ll0 U5, 580; Goo.o.o, PJR t A, n°
391, 66-67.
563
[page-n-574]
JJ.
SEGUf MARCO
n Como ya índicamoa, seguimos el sllmm4 de Bayer, aullque
tampoco altera c.tos en.laec.t entre Julios y Emiliosla genealogfa tra·
dicioJlll.l q ue hacfa al eos. del H a.C. el marido de Claudia Marcclla.
•• Cf. Roowm, RE I 1 (1893), n° 75, 561-563; C&OAO, PIR t A,
n° 369, 60-61; ver SvHc (1955): cMarcua Lepidua, capax imperii•.
Joumal 6.1 RMMJt Stu4ús, 45, 22-33.
t9
Se trata de M.Anniliu.s LepitbJ.s marido de Drusila (cf. Ron.
DI!H, RE [ 1 (1893), n° 76, 563; C&OAO, PIR 2 A, nO 371, 61·62) y de
1Úmili4 LApida., casada con Dru.so C&ar Oc rmwco (cf. Ro-, RE
I 1 (1893), n° 167, 591; G&OAO, PJR t A, n° 421, 71.
oo CI1.. n 2820.
so La atribución depende de la valoración que se haga de dos
textos contradictorio. de Dión Ca.ssio y Casiodo.ro. Cf. Au&.rrt,
s
1969: 5.
•t Dio. XLm 29, 1-XLV, 10; Caes. b.h.. 1,1; Cíe. M Att. 16,
+. 2.
» La que Villaronga (1967: l12·113 y 163-164) llama clase X ,
y • ... de esu! modo quedarían primero la1 serie. upedficame:nte i~
ric:as (VIO 1-2), laa bilíngücs a continuación (JX,.XI), y por áltimo
las latinas, primero con SAGU. y dcspu& con M.SA.G.», según
BnnA!f-81ll.n).)'l, 1980: U-12.
s. Entre los hombres: {-· áfmiüu.s f·--1--jlu (.Bnn.úo, 1980: n°
87, 102·103 y 418; Au&m, 1981a: n° 9, 231-232); M . .4mu7iw MJ.
Gai. F®Mius (BIIInÁN, 1980: n° 72, 91 y il8¡ f&Jmiliu.s LJ. {G
{h}t1111iw {--} (BIIl..TW<, 1980: n" I V, 290 y H8); L .bmili111 MDw
(BP.~.nAH, 1980: n° 76, 94-95 y 418); {·-) .Annililll G4t. Maumfwj (.Ba..
n.U., 1980: n° H , 92-93 y 418; Al.IOWt, 1891a: n° 8, 231); C.
&mil{iu.sj N'!flr (Bm:raAN, 1980: o 0 271, 219 y +18); [-·} Aimüfiu.s ?J
Fdb. &u{llw ?] (.B.u:rr..út, 1980! n° 75, 93-94 y 418), vid. supra n 3;
[hjmili[IU -- P•Jrf'trillfus} (Ba.:taA!<, 1980: n ° 87, 102·103 y i18; Av
..Ouw, 1981.a: n° 9, 232-232); Q, Gtmill{iu.sj Atmfijlio{mJ.S ?) (Bat:ra..lf,
1980: n° 161, H?-148 y 428); y entre las mujeres: hmi/ia (Ba..TIÚN 1
1980: n° 76, 9+-95 y 418); Airm1fill --} (ALJOLDY, 1981a.: n• 6,
230-231); AtmfmiiÚJ ···/ N{-·) (BarxRAN, 1980: n° 91, 1056 y 418;
{Ajmúlio Nigra (B~H, 1980: n° 298, 246 y il8); bmjJjq, LJ. Stwra
(Jhrlrú~< , 1980: n° 49, 65·66 y 419; lul(ia) Amrili4 (Bu.:raJ.11, 1980: n°
XXI, S.ll y 428).
u (M. .AmúJiu.s M .l.) hlmN:úu, y •1u hijos (M. Atmiliw MJ.)
Ju¿ruuJJ.¡ y (M . Mmilúu M J.) l'UIÚns (Bou.TIÚN, 1980: n° 72, 91 y 4-18);
Mmiliu{sj Pfurmimar (.BI'.l.1'Wr, 1980 : n• V, 291 y 418); L.MmilifusJ TIITtigarf-·1 (.Br.t.nA~<, 1980; n" 88, 103 y 419; A...oww, 1981a: n° U, 233);
y entre las Ubc:nas: {A}tmilia {P)#Tpmis (BnnAx, 1980: n° 89, lO+
y 418; AL16UJ1', 198la: n° 10, 232); Amtilia M. l. Ph.iltunis (B.Il.TÚt<,
1980: n° 90, 10* y 418); {lf/mrili4, Pwif-·J (Btt.raJ.H, 1980: n° 13+,
132 y 418; AnnilúJ SútJ]W (BILTaAN, 1980: n° 213, 180-181 y 419).
,. La itucripciór;a utá corrupta; M.V~{111)IMJ. Jrreisii{--?)1 w
Stppi{--?}/ll úpit/fa ?-} (CJL li 39i0• Jb.t:niÁN, 1980: n° 209, 177·178
y 430).
~· M.1Jitietul.s M J. Gai. Pollioltwl(ilis) lluir.flt¡rMn .4ug(wti)lt¡UDiit·
tM/BtuiJia LJ. Ltpida. u:tllr (CIL II 4028 - Bu.raJ..oc, 1980: n° XV,
301-.RtPOLLb, 1977: n • 9~. 258·259). En Maacarell.
.. Sc-r~tniM!Q,J./MaximaVAniM!wMJ. LtjliiWtNJJri (CIL II 3752);
~MJ.IúpidM/If~ib. (CIL U 3753). Ambas de J6/tnti4 (Pl!.
rwRA, 1979: 53-54 y 56, n° 33 y 36).
» Sigue miro «¡uil{um .Romiulor(um) t¡UWIMi}/uriJGIID tri/J{uM pleiJ
(is) prut(tJri) proco(n)s(uli)}lsllftito p(rouiMiu) H{ujJ(Iltlitu) ult(trútris) Buti«uf/St)gu{utrlimj (0/L 0 3839·BI!U'1<.1.~<, 1980: n.• 39, 52·53; ALIOI.DY,
1981b: 127).
w Se trata de {L.&Ibi ?jus LJ. Gol. Hispmtw {-·/.FinnJniu.s MMu/1{··· A}tllomus SiltJ, quids el aurigo de PJinjo el joven, y que por
su nombre ha sjdo empuentado con el eaballe:ro tarraconense L . .d11.·
tonw T.f. Gai. Si/¡¡, con &ubia LJ. MIITuila, con el pro~urador ducenano y lllil#tw úrur pra.IMÍJJs, L ..&uhiw AviJu.s - que pod.rfahaber sido
1u padr.e-, y con fL.&ubiwj y {B}tUhia Fuloia, acaso sus hijoJ (At..ouw, 1977: 18-19; u Roux, 1982: 458).
fl • Sobre el primero de elloa ver supra n 57. El segundo es co·
nocido al ostentarlo ru berm,ana: [B}ruhi4 L(!Aei) f(ilia) Fuloia ~
PGJJiM Crottia Maximilla (Al.IOWt, 1977: 18-2.1).
•• {DnutJ u.ulll'i/Cifmlllliá/Cus4ris fil(itJ)j/Tih(eriJ) Augfwt(i) ,.,.
pol(iY, dioi AMg111ti pfnm(tpoli)/pvt~Jifld so[dali]l~u.st[ah'j (B.~W"RA~<,
1980; n° 12, 27·28); Gnmmril:{oj!Cacmi Tib(nii)/A.f41(US1i) f(ilitJ)úioi
Aug(wti) Mpolilwi luli(i)/prototpotilf~J{tt)s(uli) ll•'mp(#rotori) JI (Bm:rW<,
1980: n° 12 bia, 28-29); {Drju.s11 Cacta[rij/ Ti(Hrii) Aug(usti) J (ili4)
álitJ{I)IA"l(U.Sti) Npqtii.Wi lrJi(i)lprototpotilttJ(n)s(tJi) (BI!U'&Á><, 1980: .n°
&rowv, 198lb: 126). Las otras impe14, 31-32;
564
rialcs son: AugustQ/ptmt#foi mDJt(ITM) imp(eratori)IXIm c11(n)s(uli) XII
trib(~)lpotQktü X
2+-26); C(aiQ) Coes4ri Augustij(ili4)/pvt~Jif(i&i) eo(n)s(uli) duign(tllo)/pritt·
eipi ru< o>mu.tis (B.unM<, 1980: n° 11, 26); {Ti(b,U,)f Cusori{iA)ug{wti f(iJitJ)Iftjul4m4tri{ID} Cn(tui)l&uhi(i) {Gt}mfin}i (BIU'ÚH,
1980: .n° 13 , 30-31). Además ex:Uten ot.ros fragmentos (Ba.TIÚH,
1980: 4.1-.46).
u Recut.rdesc: en talsentidolas arcaW1ntcsínscripcionc:sdcdicadas
todavíaene1s.Rd.C.a&cipi6neJAfricano:Jf
,.¡,&,)~
tJb rutiJulll:m &zewúumltx s(ttllllusc(I1MUIID) belJD Pwti&DSuundtJ. Cf. Cll. U
3836; Autóur~, 1979: n° 399, 266; Bm:rW<, 1980:n° 36, 47-49¡ y Auoun,
1979: D0 400, 266-267; Bnn.4H, 1980: o 0 37, 49·50.
.. Alioldy (1984: 214) liga, incomprensiblemente, a los .4múlii
y a los Fdbii de Sagunto en una mutua clientela de Metelo.
" Querc:nlos agradecer al profesor M . Garcfa Quintcla y J .M .
Moralea BlatiCO su amistosa ayu.d a en la revisión del presente trabajo.
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[page-n-577]
Ferran
A RASA •
...
UNA OFFICINA LAPIDARIA EN LA COMARCA
DE L'ALT PALANCIA (CASTELLÓ)
La comarca de l'Alt PalAncia s'articula al voltant
de l'alt curs del riu epbnim, a la vora del qual i prop
de la seua desembocadura es troba l'antiga ciutat de
Saguntum. L'escassa altitud i !'abundAncia d'aigua fan
d'aquesta val! un llocespecialment apte pera )'agricultura. La capital comarcal, Sogorb (364 m. d'altitud),
esta situada a 26 km. en Jrnia recta al NW de SagunJum.
L'atenció deis cronistes i historiadors en aquesta comarca s'ha centrat tradicionalment en la pol~mica sobre la reducció de l'antiga ciutat de Stgobriga a Sogorb,
població que no presenta vestigis notables d '~poca
romana'. Des de principia del segle xv1 es coneixen en
la comarca abundants troballes epigrafiques que es
concentren particularment en dues localitats, X~rica i
Viver, separarles tan sols per 2 km. i situarles a uns
36 km. de SagunJum i 32 d 'Etil14. En l'actualitat es coneixen en la comarca un total de 61 inscripcions, de les
quals es conserven 37, distribuirles de la següent manera: Xerica (27), Viver (13), Begís (7), Caudiel (5), Sogorb (4), Algúnia d'Almonessir (2), Assu~bar (1), La
Vilanova de Viver (l) i Pina de Montalgrao (1). El nucli format per les localitats de X~rica i Viver en reu-
• Dpt. de Preb.ietbria i Arqueolofia. Univenitat de
Val~ocia.
neix un total de 40, dues terceres parts del conjunt comarcal. Aquesta densitat de troballes epigr3.fiques no
es correspon amb la presencia d'un nucli municipal,
puix cap de les inscripcions estudiarles conté referencies a carrecs o organismes d 'aquesta mena•. En consonancia amb aquest fet, tampoc es coneix cap jaciment arqueolbgic de caractedstiques urbanes, cosa que
impedeix de plantejar !'existencia d 'un municipi en
aquesta comarca. .Es tracta, dones, d'un conjunt epigrafic de ca.racter rural i funerari.
L'estudi d'aquest conjunt epigra.ñc' ha permes
identificar, entre les inscripcions trobades a Xmca i
Viver, alguns trets que permetcn confirmar !'existencia
d'una ojft&iM lapidUia de cad.cter local, com s6n el tipus de material i la forma del supon. Altees aspectes
com la motluraci6.. la decoracie i la paleografta no
aporten dades significatives en la defmici6 de la producció epigrafiea d'aquesta comarca. Es tracta, dones,
d'una primera aproximació a l'estudi deJ que pot
caracteritzar-se coro un taller lapidari de caracter
rural', J' únic d'aquestes caracter{stiques identificat en
terres valencianes. El primer tret defmidor d 'aqoest taller el constitueix eJ material': bona part de les inscripcions conservarles otilitzen coro a suport una calcaría fosca de procedencia local molt car acterfstica•. El
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F. ARASA
segon tret és la forma del suport': algunes de les inscripcions fetes sobre aquest material corresponen a un
tipus que tampoc apareix en els conjunta epigrafics
deis municipi veins. Hem seleccionat així un grup de
21 inscripcions distribuides entre aquestes dues localitats: 14 de Xerica i 7 de Viver, de les quals es conserven 18, totes les de Xerica i només 4 de Viver.
El material utilitzat com a suport de les
18 inscripcions conse.rvades és una calcaria compacta
vetejada de blanc, amb tonalitats que en la majoria de
casos osciHen entre el gris fose (núms. 4 , 8 , 9 , 10, H ,
12, 15) i el negre (núms. 13, 14, 16, 17, 18, 19, 20,
21 ), pero que també s'utilitza en ocasions en la seua varietat més comuna de tonalitat gris-blavenca (núm. 3).
En altres dos casos !'altura a que es conserven les inscripcions, així coro la patina que les recobreix, impedeixen una atribuci6 més exacta (núms. 5, 6). La varietat
negra d'aquesta calcarla adopta una aparen~a marmoria, la qual cosa ha fet que alguns autors parlen de «marbre negre». L'existencia de pedreres modernes d'aquest
tipus de pedra, com ara les de Navarza a Xerica18, confarma el seu caracter local. El primer autor en parlar de
l'aprofitament de pedra a la comarca és F. Diago, qui
en 1613 assenyala que ••cerca de Segorbe se sacavan y
cortaban mármoles de tanta estima, que como lo advierte Antonio Nebrissense, de allí los llevavan a Roma"".
Posteriorment, B. Mundina, en 1873, assenyala !'existencia de pedreres de «marbre negre" en el «Monte Segarra» de Sogorb12 • Thmbé a Caudiel aquest autor cita
1'existencia d'aquest tipus de pedra: «en la parte septentrional de la villa se halla una cordillera de montes, en
la que se encuentran algunas canteras de mármol negruzco, y en uno de estos, inmediato al collado de las
Arenillas, se halla abierta una cantera de mármoles melado claro y blanco oscuro»''.
Pel que fa a la forma del suport, en el grup de
21 inscripcions atribwdes inicialment al que anomenarem taller de Xerica, per la localitzaci6 majoritaria de
la seua produeci6~ hi ha 9 lloses, 3 esteles, 2 blocs i altres 7 d'atribuci6 insegura. Alguns d'aquests monuments s6n de gran tamany (núms. S, 4, 5, 14, 19),
cosa que confirma la seua procedencia local. Entre les
esteles hi ha tres amb l 'extrem superior arrodonit
(núms. 9, 11 , 15), mentre que de la resta del conjunt
com arcal només una el té en forma de timpa i pulvinus
(ELC 70, Viver). En el conjunt epigrafic comarcal hi
ha nou esteles", la qual cosa situa aquesta forma com
la segona més característica - després de la llosa- de
l'epigrafia de l'Alt Palancia; quatre d'aquestes esteles
tenen el camp epigrafic envoltat per una motlura i,
d'aqueste.s, només una té l 'extrem superior arrodonit
(núm. 9). D'altra banda, aquesta forma és coneguda
en l'epigrafia saguntina, on trobem almenys dos exemplars (ELST 200, 293).
El segon tipus individualitzat en la producci6 del
taller de Xerica, i el més caracter{stic, el formen un
568
grup de cinc inscripcions (núms. 1, 2, 5, 12, 19) i una
d'atribuci6 insegura per la seua deficient conservaci6
(núm. 7), amb una representaci6 arquitectonica figurada: la cara inscrita del monument presenta dues pilastres coronades per capitells corintis, sobre els quals
figura una mena d 'arquitrau coronat per timpa i acroteres en un cas (núm. 5). El camp epigrafic esta delimitat per les dues pilastres i - en els monuments millor
conservats- per una línia incisa en el costat inferior,
ocupant la part superior de l'intercolumni. Deis tres
conservats, un és una llosa (nt1m. 12) i un altre un bloc
(núm. 19), mentre que l'altre -el millor conservates troba encastat en una paret i resulta impossible de
precisar el seu tipus (núm. 5). Només dos d'aquests
monuments tenen el camp epigrafic envoltat per una
motlura (nú.m s; 1, 19-). Es tracta d'un tipus de monument que, tot i no ser especialment estrany, no apareix
en els conjunts epigrafics de SagunJum i .&Jeta; només coneixem un cas dubt6s a Riba-roja, entre .&Jeta i ValenJia
(IARV 100), cosa que confu-ma l'originalitat de la producci6 d'aquest taller'$· Només en altres conjunts més
allunyats coro Tarraco trobem esteles amb una decoració
semblant (RIT 335), pero de característiques darament diferenciades16 • Les «Stele a edicula», amb representaci6 d'una estructura arquitectonica i, sovint,
deis bustos deis difunts a }'interior d'un nínxol, conformen un tipus de monument prou difOs a Italia en epoca Júlio-Claudia11 •
Pel que fa a la resta d'inscripcions, es tracta de set
lloses i d'altres dues de dubtosa elassificaci6 entre bloc
o llosa, dues amb el camp epigrafic llis (núms. 16, 21)
i set amb el text envoltat per una motlura (núms. 3,
8 , 13, 14, 17, 18, 20). La seua tipología no presenta
cap particularitat i, coro la resta d 'epígrafs d'aquest
grup, no tenen motius decoratius o trets paleografics
notables que els distingeixen.
Possiblement també altres de les inscripcions d'aquestes dues localitats - i d'altres proximes com
Caudiel- degueren ser producci6 local. És el cas, entre les no conservades, d'almenys una estela de Xerica
(ELC 83), de semblants característiques formals a les
descrites; mentre que entre les conservades, altres dues
de Viver (ELC 65) i Xeríca (ELC 84), de diferent tipus de pedra, podrien tenir la mateixa procedencia.
Quant a la resta de les no conservades, és possible que
moltes siguen també de producci6 local, pero no hi ha
trets formals o d'altre tipus que permeten la seua atribuci6 segura.
Pel que fa a la cronología d'aquest conjunt epigrafic, dues poden datar·se en el segle 1 (núms. 15, 21),
sis entre la segona meitat del segle 1 i la primera del n
(núms. 5, 7, 10, 11 , 12, 16) i tretze en el segle u
(núms. 1, 2 , 3, 4 , 6, 8 , 9, 13, 14, 17, 18, 19, 20).
La majoria, dones, es data en epoca flavioantoniniana, entre la segona meitat del segle 1 i el u.
En conclusi6, 1'o.fficina degué comencar la seu a produc-
[page-n-579]
UNA OFFICINA LAPIDARIA EN L'ALT PALANCIA
ció possiblement en epoca flavia, per a arribar al seu
auge en epoca antoniniana, en la primera meitat del
segle u, i desaparéixer en la segona meitat d'aquest
segle.
Dues d'aquestes inscripcions devien formar part
de sengles monuments.., segons indiquen les referencies a un are coronat per estatues que va costar
40.000 sestercis (núm. 13) i a un altre monument també decorat amb estatues (núm. 3). Es tracta de dues referencies singulars en !'epigrafía llatina valenciana,
obres de notable qualitat que destaquen en el conjunt
comarcal. La seua presencia indica l'existencia en la
comarca d'almenys dues poderoses famflie,s: la formada per M. Porcius Rufinus i Qpintia Proba, que apareixen
en un total de tres inscripcions de Xerica i Viver
(núms. 6, 13, 14), a més d'una altra de Viver (núm. 5)
amb familiars directes", i la formada per P. Domitius
Sabinus i Fabia Attica, que apareix almenys en una inscripció de Vi ver (núm. 3)tO. Es tracta en tots els casos
de gentilicis coneguts en la comarca: P()Tcius, que apareix en 11 ocasions, Fabius en 5, QuinJiu.s en 4 i DomiJius
en 2. Diverses inscripcions de se,rfs d'aquestes dues localitats deuen estar relacionades amb aquestes
famllies~ i deuen tenir, per tant, un origen local.
La individualització d'aquesta ojficiM afegeix una
nova particularitat de gran interés al conjunt epigrafic
de l'Alt Palancia, pero no fa m6s que refor~ar-ne la
seua personalitat, sense afegir noves dades que pcrmeten dilucidar la qüesti6 de la seua pertinen~a a un territori municipal dctermioat. Aquest aspecte ha estat
abordat per F. aeltrán, qui va assenyalar alguns trets
que permeten excloure la zona de Xerica del te,r ritori
de &guntum i }'aproximen a Eddan. Posteriorment,
G. A.lfOldy, despiéS d'acarar els llistats onomastics de
la comarca amb els d'aquestes dues ciutats, conclou
que no hi ha raons suficients per plantejar la seua inclusi6 en el territori d'una d'ellesu . Finalment, nasaltres hem tra.c tat de nou el problema, arreplegant
aquests arguments que no permeten, ara per ara, una
soluci6 definitiva2+. Per les característiques del conjunt epigrafic i la inexistencia d 'un nucli urba documentat arqueologicament, deu tractar-se d'un oicu.s depenent de Saguntum, Edda o d'alguna altra ciutat encara
dcsconeguda, amb algunes families d'elevada posici6
economica, cap membre de les quals, pero, sembla haver seguit la carrera municipal en la seua ciutat.
En síntesi, de l'estudi de !'epigrafía d'aquesta comarca hom pot extreure algunes conclusions d'interés:
1) existencia d'un important conjunt epigrafic propi
d'un nucli urba, inferior als de Sagunlum i Valentía pero
superior als d' Edno., Saltahis i Dianiumu; 2) més d ' un
ter~ d'aquestes inscripcions són producte d 'una ojficiM
local situada entre Xerica i Viver, individualitzada
mitjan~t l'estudi del tipus de pedra utilitzat com a
suport i la forma d'alguos monuments; 3) aparició de
dues inscripcions amb la menci6 d 'un are i estatues,
tipus d 'epígrafs que apareixen hahitualment en nuclis
urbans i que indiquen la presencia de (amflies d'un
elevat nivell socio-economic; 4) aparici6 de diverses dedicatories a serfs que adopten una fórmula desconeguda a Sagwuum pero documentada a Edt14 (CIL n 3802);
5) finalment, en l'aspecte onomastic, en aquesta zona
apareixen alguns gentilicis desconeguts a Saguntum i
Edt/4, com ara~jidius. Aurtlius, Cassius, Herennius, Petronia, QpinJia, *ttia i Vi&cius, la presencia deis quals no
resulta determinant per la seua escassa importancia
quantitativa.
RELACIÓ DE LES INSCRIPCIONS
ATRIBUIDES A L'OFFICINA
Per raons d'espai presentero de manera extractada
la relaci6 de les inscripcions, amb els llocs de procedencia i conservaci6, descripci6, mides, principals referencies bibüografiques i cronología. Una informació ex.baustiva sobre aquests epígrafs pot consultar-se en el
nostrc corpus (ELG).
VI VER
1. Segons G. Escolano es trobava «a la puerta de
la casa que llaman del Bayle de Teruel>o. A. Valcárcel
la va veure «á la izquierda de la puerta de la casa de
la señoría». Actualment desapareguda.
Segons A. Valcárcel era ocde mármol negro». El
seu dibuix representa una inscripci6 cnvoltada per una
motlura, amb sengles pilastres als dos costats i un element motlurat en la part superior.
Esoou.No, 16ll, col. 784; V AI.CÁRCEL, 1852, p. 105,
núm. 357, lam. 66; GIL li 4015; Ft.BTCHIIR i At.oAcu.,
1955, p. 354, núm. CVIII; RrPOu.l.s, 1976, p. 267,
núm. 126¡ ILAP 37; ELG 61.
L(i&inio ?) Agrüoltu.
L(i&iniu.r ?) Exorienis
jraJri.
Per les característiques del suport i el formulari
pot datar-se en el segle u.
2. Segons F. Diago es trobava "e.n la puerta del Parrocho, calle del Empedrado... A . Valcárcella va veure
«á la puerta de la casa de la Abadía... E. Albertini la
va veure en el «muntant esquerre de la porta del presbiterj». La Casa Abadía, on es conservava, fou destrui·
da durant la guerra civil. Actualment desapareguda.
Segons A. Valcárcel era «de mármol negro».
F. Diago diu d'ella que era una «muy grande i labrada
piedra con muchas molduras», pero estava «tompida
de medio abaxo». Segon.s E. Albertini es tractava de
569
[page-n-580]
F. A.RASA
1
pedra comuna de color fose. Devia tractar-se d'un bloc
o llosa. Segons la fotografia de E. Albertini, el camp
epigr?lfic estava flanquejat per dues pilastres estriadea
figurades amb dues acanaladures, coronades per sengles capitells corintia amb tres fulles apuntades en la
ima folia i dues més en la stCIUIIill folio.
DrAGo, 1613 a, p. 83; DtAco, 1613 b, pp. 54-55,
núm. 1; V ALCÁRCU., 1852, p. 104, núm. 353, lam. 6+;
CIL 11 4008; AusrriNI, 1913, p. 356, núm. 46,
fig. 60; FLI!'I'CIIU i A LCÁCEil, 1955, p. 353, núm. CI; RJ.
POu..ts, 1976, p. 268, núm. 128; ILAP 28; ELC 63.
motlura de 4- cm. d'ampJaria en forma de ltJbuJa ansa/a .
La fórmula DM es troba fora del camp epigrafic.
DimensioM: 105 x65x46 cm.
Camp epigrAfic: 30x38 cm.
Al~aria de les lletres: 8-2'5 cm.
MA!OimZ ALOY, 1912, p. 219: F LETCHER i At.c:ÁCER,
1955, p. 354, núm. CX; HAE 967; Rn>ou.ts, 1976,
p. 269, núm. 133; A UOLDY, 1984, pp. 235-237; AE,
1984, 603; ILAP 31; ELC 66.
M(arCIJ) CcrneJUJ
&¡UIJli a(1111b1U1n) XX
ti Ccmt/io
5
Carpq a(IIIIOI"'Im) XXX.
Armonía
f- .
Per la forma del suport i el formulari pot datar-se
en el segle u.
3. J.L. Villanueva la cita «en la plaza en la pared
de la casa del ayuntamiento». A. Valcárcella va veure
•debajo de la reja de la cárcel». Es conserva encastada
en la paret lateral de l'Ajuntament.
Sembla tractar-se d'una llosa o bloc paraHeHpede.
El camp epigrafic esta envoltat per una modura. La
part esquerra desapareix davall l'emblanquinat de la
paret, afectant la primera lletra de r. 3. Una fractura
en l'angle superior dret afecta }' última lletra de r. l. En
el gravat de A. Val cárcel ea veu la S inicial de slaluas .
Per les caracter{stiques del auport i l'al~aria de les Uetrea es tracta a 'una inscripci6 de caracter monumental.
Dimensiona: 61 x UO cm.
Al~lria del camp epigrllic: ~3 cm.
Al~Aria de les lletres: 11'5x7'7 cm.
VtLLANUEVA, 1804, pp. 136-137; V ALCÁRCEL, 1852, p.
103, lam. 63, núm. 348; CIL n 4009; Fum:HER i ALCÁ·
1955, p. 353, núm. CII; RIPoLLts, 1976,
pp. 268-269, núm. 131; HE 238; ILAP 29; ELC 64.
cu.,
- - } P(ublio) Domilio Sa.binD
{ - - - eJI Fabiae Atlie
{ - - - s}tt.aU4S posu.it.
Per les caracter{stiques del suport pot datar-se en
el segle o.
• · Segons M . Mardnez Aloy fou trabada l'any
1911 a la vora del canú, prop del riu Pa1ancia. Es troba
dipositada en l'eaglésia de Sant Francesc.
Bloc de calcaría fosca trencat per la part superior
dreta. afectant la segona lletra de r. l. En la zona central hi ha una zona mig es borrada, afectant a1gunes lletres de r. 5-7. El camp epigrMic esta envoltat per una
570
5
D(is) {M( aniJJus)/
Otaeii(iae) Seran
a1111(orum) XVl/1.
Oladl(iu.s) &r41111.S
ji/iae Mtu.ra/i
11 OIIJ&(ilia) Clu]so·
polis fiÜtu
pimU.s.timae
ll(i&) s(iúu).
Per la forma i caracterlstiques del suport i e1 formulari pot datar-se en el segle u.
5 . F. Diago la va veure «a la puerta de la casa vieja
de la señoría... Posteriorment aquest la va fer col·locar
••en la torre de las campanas de la iglesia mayor, a
treinta palmos de altura», uns 6'50 m., on actualment
es conserva.
Bloc o Uosa amb el camp epigrafic aituat en la meitat superior de l'espai qui hi ha entre dues pilastres estriades figurades amb dues acanaladures i contraestries
(rodmlurae) en la seua meitat inferior, amb una ünia incisa en la base, coronarles per sengles capitells corintis,
molt erosionat el de }'esquerra, amb tres fulles en la ima
folio i ducs en la securulo. folio. Sobre aquests hi ha una
mena d'arquitrau coronat per dues acrllteres i un petit
timp~ en el centre, tot de factura molt grollera. El
camp epigrafic estA allisat, mentre que la resta de l'espai que bi ha entre les dues pilastres es troba simplement desbastat, amb una Unía incisa en l'estrem inferior delinútant el camp epigrafic. Una fractura
irregular en sentit boritzontal talla el monument i la
inscripci6 perla meitat. Un fort colp causat per !'impacte d'un projectil en la darrera guerra civil afecta les
Hnies 2-5 en la zona centre-dreta. En la fotografia de
E. Albcrtini (1913) el tcxt es vcu scncer.
Dimensiona: 180x90 cm . aprox.
Al~lria de les llet:res: 5-4 cm. aprox.
DJAGO, 1613 a, p. 95; D rAGO, 1613 b, p. 57,
núm. 8¡ V ALCÁRCEL, 1852, p. 104, níím. 356, Jam. 65;
CIL 11 ~010: Aummm, 1913, p. 356, núm. 47, fig. 61;
FurrcKU i At.ekn, 1955, p. 353, núm. cm; RIPOu.ts,
1976, p. 270, núm. 134; AuOLDY, 1984, pp. 228-230;
AE, 1984, 600; ILAP 32; ELC 67.
[page-n-581]
UNA O
FFICINA LAPIDÁRIA BN L'ALT PALANCIA
5
Ludus pq,.,.
ius reprfoh) u·
1 ara(MrUm) ~I' h(ie) s(itus) ~(st).
Lu[,ius Por}·
~ [,Aurej·
us an(11011Am) fXVJ Jr(ie) s(iJus) t(st).
Valftr}i4,. ( i )a CrassiJJa h(ie) s(iJa) t(st).
p. 354, núm. CV; Rn>ou.ts, 1976, pp.
123; ILAP 34; ELC 69.
266~267,
núm.
L(ueius) 7irmtius Iu~~mis a(nnorum) XXV
J.(ie) s(itus) t(st)
paln { - - - .
Per les característiques del auport i el formulari
pot datar-se en la segona meitat del aegle 1 o la primePe r les caracter(stiques del suport i el formulari
pot datar-se en la segona meitat del segle 1 o la primer a del u.
ra del u.
XERICA
6. F. Diago diu que •está colocada en la torre•, on
actualment es conserva encastada a una altura aproximada de 5 m.
Pragment de llosa o bloc de calcaria ocre-rogenca,
trencada per dalt i perla dreta afectant tan sois d fmal
de totes les lfnies del text.
Dimensiona: 20x50 cm. aprox.
Alearía de les lletres: 5 cm. aprox.
Dv.co, 1613 a, p. 95~ Dv.oo, 1613 b, p. 57; V A.tclR·
1852, p. 104, lam. 64, núm. 355; CIL n 4011;
FLETOHER i ALC.(cu., 1955, p. 354, núm. CIV; Ru>Ol.W,
1976, p. 267, núm. 125; ALPOLDY, 1984, pp. 225-226;
HE 237; ILAP 33; ELC 68.
CEI.,
M(arn~~)
5
P!w{cúuj M(ard) lf(iüus)J
Gal(tri4 tribu) Ru.fotu[s lDI(MrUm) --J.
M(ar&us) P!w&ius M(Df&i) U(iJius) Gal(eria tribu}
Rujus 411(norum) LXX. [Qpinf·
ti4 M(arci) f(ili4) Pr[Dha an(norum) ---].
La inscripci6 e$ troba massa mutilada per poder
datar-la. Tanmatei:x, deu ser pr~xima cronol~gicament
a les altres dues d'aquesta familia (núms. 13, 14), datades en el segle u; també el formulari permct aproximar una dataci6 en aquest segJe.
7 . Segons G. Escolano estava situada «a la puerta
de la casa que llaman del Bayle de Thruel». F. Diago
la situa .ca la puerta de la casa de su señoria... A . VaJcá.rcel encara la va veure •a la derecha de la casa de
la Señoría... Actualmenl desapareguda.
A. VaJcárcd diu que era de •mármol negro». En
el seu dibuix es veu un bloc o llosa amb la part superior
motlurada i el camp epigrMic cenyit per dues franges
en relleu, de les quals la de la dreta podría figurar una
pilastra estriada amb capitel] eorinti, perO tot molt erosionat. Una fractura per la part inferior afecta part de
r. 4-.
EscoLANO, 1611, col 783; DtAOO, 1613 a, p. 131;
DtACo, 1613 b, p. 55; VALCÁR.CflL, 1852, p. 103, núm.
349, lrun. 63; CIL II 4012; F Ltrclli!A i ALOÁCER, 1955,
8. A. Valcárcella va veure «en la calle del Ballao,
en casa de Crisóstomo Campo•. N. Ferrer assenyala la
possibilitat que estigués encara en el mateix lloc; on
fou descoberta de nou l'any 1983. Es conserva en un
corral de la localitat.
Llosa de calcaría blau fose. El camp epigrMic esta
envoltat per una motlura de 3 cm. d 'amplaria. Tant d s
scus costats com la part posterior estan simplement
desbastats. Presenta una fractura a l'angle superior es·
querre que no afecta el camp epigrMic.
Dimeruions: 52 x 57 x 15 cm.
Camp epigrific: 35x38 cm.
Al~lria de les lletres: 5'5-3'5 cm.
VAt..cÁacBL, 1852, pp. 44-45, núm. 365, lam. 68;
CIL II 3392; FI!UU JoLVE, 1899, p. 48; FLtl"CH.Eil i AL.
c.
1976, p. 252, núm. 74; CoJW.L, 1989, pp. 280-281, fig.
7; ILAP 1; ELC 72.
5
L(u&Ü!) Atmilio
L(ud) f(iliD) Gal(tri4 tribu)
Aemiliano
f(ilio) piisrimD
Dll(norum) xxxn.
Pcr les caracterlstiques del supon i el fonnulari
pot datar-se en el segle n, possiblement en la seua primera meitat.
9. Es trobava encastada a la Torre de los Hordaces. Es conserva en el Museu Municipal d'aquesta localitat.
Estela amb la part superior arrodonida i la base
trencada. .El camp epigrMic estA envoltat pcr una motlura de 3'5 cm. d'amplaria. La inscripci6 es troba en
un pla rebaixat.
Dimcn1iom: 93x45><26 cm.
Camp epigrMlc: 19'5x23'5 cm.
AI~Aria de les Uetres: 4'5-3 cm.
R.uou.t.s, 1976, p. 253, núm. 80; HE 230; ILAP
22; ELC 73.
571
[page-n-582]
F. ARASA
L(u&ius) Atilius /'hikros
an(M1W71) LV.
Per les caracterfstiques del suport pot datar•se en
el segle 11.
10. 'frobada a la partida del Partidor. Es conserva
en el Museu Municipal.
Pouiblernent es tracta de la part superior d'una
estela amb l'extrem a.r:roclonit escap~at, sense afectar el
text. El camp epigd.fic ~s llis.
Dimensiona: 47x44x20 cm.
Al~ria de les lletrea: 5'5·5 cm.
Ru>ot.Lts, 1976, p. 253, núm. 81, lam. lli; HE
231; ILAP 23; ELC 74-.
Campos (á) Pudieron. Es conserva en el Museu Municipal.
Fragment superior dret d' una llosa amb el camp
epigrafic en un p la rebaixat. A la banda dreta es conserva part d 'una pilastra estriada figurada amb dues
acanaladores coronada per un capitell corinti incomplet, del qual es distingeix l'arrancament de les fulles.
La inscripci6 devia esta:r flanquejada per sengles pilastres semblants, mentre que la part superior conserva
part d' una motlura, pertanyent possiblement a la corn isa figurada.
Dimensiona: 37x5+x18 cm.
Al~aria de les Uetrea: 4'3·4 cm.
MSAV, 1881, p. 9; FBRRER Juw.E, 1899, p. 51; CIL
II 6066; FLETCifllR i At.cÁcBR, 1955, p. 344, núm. LXV;
ILER 2587; R:u>ou.ts, 1976, p. 249, núm. 62; I LAP
17; ELC 76.
D(is) M(1111ihus)
D(omitüu ?) 1Jr.
Herenni·
a L(uei) f(iJiiJ) Vil·
tulúu
ltwz an(fiDf'Uf1l) L
Jll(ie) s(il4)] e(st).
1111(M1W71) LV.
Pel formulari pot datar-se en la segona meitat del
segle 1 o primera del u.
11. Segons G. Escolano es va trobar .. ~un quarto
de legua de Xerica, en la tone de Jos Hordaces (. ..).
Que después fue traspuesta a la villa, y assentada en
casa de m~ossén Vayo... A. Valc.á rcella va veure ccen el
arrabal a la puerta de la casa de José Campos,. N. Fe·
rrer la dóna per desapareguda. Es conserva en el Museu Municipal.
Estela amb l'extrem superior arrodonit. Esta un
p oc esvorelJada en la vora de la seua part superior i
trencada per la seua meitat, encara que reconstruida.
El camp epigrafi.c és !lis.
Dimensiona: 70x44x23 cm.
d e les Uetres: 5'2·+'8 cm.
EscoLANO, 1611, col. 761; DIAGo, 1613 a, p. 111;
V ALCÁRCE.L, 1852, p. 44, núm. 361, lam. 67; CIL II
3989; FERRER J ULVIl, 1899, p. -i9; FLBTC.IfllR i At.CÁCilR,
1955, p. 341, núm. XLIX; Rn>ot.Lts, 1976, p. 255,
núm. 85; ILAP 24; ELC 75.
Al~Aria
C(aius) Fahius C(a1) f(iJW.S)
~lrus
Per les característiques del suport i el formulari
pot d atar-se en la . egona meitat del segle r o la primes
ra del n.
13. Segons G. Escolano es trobava •en casa del
M ossen Yayo». A. Valcárcel la va veure «en la calle del
arrabal a la puerta de la casa de J osé Campos... J. Ceá.n
i B. Rullla donen coma procedent d ' Onda. G. Alloldy
i J. Corell26 creuen que aquesta inscripci6 apareix citada en diverses publicacions amb diferents p rocedencíes: fli&i (CIL n 3558) i Petrer'. Es conserva en el
M useu Municipal.
Llosa amb el camp epigrafic envoltat per una motlura de 4'5 cm. d'amplaria. En l'actualitat esta trencada en diversos fragments pero reconstruida.
Dimensions: 62x88x18 cm.
Camp epigrañc: 57'5x83'5 cm.
Alearía lletres: 6·+'2 cm.
EscoLANO, 1611, col. 762; DrAGO, 1613 a, p. 284;
VALCÁRcl!t., 1852, p. 43, núm. 359, lam. 66; CIL ll
3997;
FEit.R.U.
Jm.vt, 1899, p. 49;
FLETCBBR.
i A.t.clco,
1955, pp. 342-343, núm. LVTI; ILER 2064; RlroLLÉII,
1976, p. 254, núm. 82, lam. 111; A t.POJ..DY, 1984,
pp. 224-225 i 227; ILAP 13; ELC 77.
Cal(eria tribu) edtta(nus)
5
an(tr.Df'Um) LXXV
h(ic) s(itus) t(st).
Per la forma del suport i el formul ari pot datar-se
en la segona meitat del segle 1 o principis del n.
12. N. Fe.r:rer la va trobar «en la partida de la To·
ne, junto al camino lindante con el predio de Manuel
572
5
Quinlia Proba
sibi 11 Por&W
R1ifo f l pq,,ÚJ
RujiM, tueum
fo:iJ et staJuas
superimpos(uil) s(estertium) n(ummwn) XL (milibus) 6(:t)
t(u14rt11111o) ¡.¡.
[page-n-583]
UNA OFFICIN..f LAPIDARIA EN L'ALT PALANCIA
Per lea característiquea del suport i el formulari
pot datar-se en el segle u, possiblement en la seua primera meitat.
1 f . Segons N. Ferrer es va trabar •en la partida
del Cascajar, propiedad de Jaime Marqués y Angel, formando un sillar en la pared del campo». Es conserva
en el Museu Municipal.
Es tracta de dos fragmenta corrcaponents a la meitat inferior d'una llosa de car?tcter monumental. El
camp epigrafic esta envoltat per una motlura de 4'5
d'amplaria. la fractura afecta algunes lletres de la zona
central.
D imeosioOJI del fragment esquerrc: 44x49x30 cm.
Dimensiona del fragmcnt dret: 74-x 47x30 cm.
AI~Aria de les lletres: 6-5 cm.
FEUU J uLVE, 1899, p . 51; F urrcHu i A.t.clcn,
1955, p. 345, núms. LXVI-LXVII; HAE 953-954-; R.rPOu.ts, 1976, pp. 252-253, ntím. 78-79; ALFOLDY, 1984,
pp. 222-223; AE, 1984, 599; ILAP 21; .ELC 78.
M(Mnml) XXXX h(u:) s(ita) t(st).
Per la forma del suport i el formulari pot datar-se
en el segle t.
16. Segoos G. Escolano es trobava •en la casa de
Mossen Vayo... Segons A. Valcárcel es trobava •en el
arrabal á la puerta de la casa de José Campos•. Es conserva en el Museu Municipal.
Llosa en forma de paral~elípede amb el text situat
en la seua meitat esquerra. El camp epigrafic ~s llis.
Dimenaions: 32x90x25 cm.
Alc;lria de les lletrcs: 5'5 cm.
Escot.ANO, 1611, col. 762; V AI.CÁROEL, 1852, pp.
43-44, núm. 360, l?t.m. 66; CIL 11 3993; FttRER J uLve,
1899, p. 46; Furros:ER. i A.r.o.W.R, 1955, p. 342, núm.
UII; Rn>ou.t.s, 1976, p. 254, núm. 83; lLAP 2; ELC
82.
Auj(idius ?)
SaJumiJa.
5
{M(areo) Prweiof M(arci) f(•1io)
{Gjal(tria tn"bu) {Ruf}o.
(bint(iaj M(arci) f(ilia)
Proba fmjariJq
poruit.
Per les característiques del suport i el formulan
pot datr-se en el segle n, possiblement en la seua primera mcitat.
15. Segons G. Escolano es trobava •en la casa de
Mosseo Yayo». F. Diago la va veure •a la puerta del
Racionero Jayme del Vayo, en la calle mayor». A. Valcárcella va vcure «en la misma casa de José Campos».
Es conserva en el Museu Municipal.
Estela trencada en el seu extrem superior esquerre, afectant les primeres lletres de r. l. L'extrem supe·
rior podría haver estat arrodonit, com apareix en el dibuix de A . Valcárcel. En l'actualitat la part superior
dreta apareix repicada amb buixarda en forma d'un
petit puloúws. El camp epigrafic és llis.
us M(MrUm) LXV
h(i&) s(itus) t(st).
Per la forma del suport i el formulari pot datar-se
en la segona meitat del segle 1 o la primera del u.
17. A. Valcárcella localitza •en la calle del Arrabal, en casa de José Marcilla... Es conserva en el M u·
seu Municipal.
Llosa trencada en la part superior dreta, afectant
només la motlura, i en l'angle inferior esquerre, afectant les línies 4-6. El camp epigrafic esta envoltat per
una motlura de 3'5 cm. d'amplana.
Dimensiona: 52'5x41'5xJO cm .
Camp epigrafic: 32'5x30 cm.
AI~Aria de les lletres: 4'5·5 cm.
VALCÁRCIU., 1852, p. 45, núm. 366, lam. 68; CIL
II 4-000; FnJlP.R Jut.va, 1899, p. 50; F r..&TCHU i At.oACB.R,
1955, p. 343, núm. LX; Rnou.ts, 1976, p. 249, núm.
61; HE 233; ILAP 8; ELC 89.
M (amu) Vaúrius MmtÚJ·
lis M(Mnml) LX h(i&) s(itus) t(st).
{Tjermlill
Dimensiona: 85x50x18 cm.
Alclria de les lletres: 5'8·5 cm.
EscoLANO, 16U, col. 762; DtAoo, 1613 a, p. 83;
V ALCÁRCEt., 1852, p. 44, núm 362, 1~. 67; CIL Il
4001; FKRR&R JuLv&, 1899, p. 46; Ft.rre:HJ\R i At.cAcaR,
1955, p. 344, núm. LXI; HAE 1455; Rrrot.Lás, 1976,
p. 256, ntím. 88; ILAP 9; ELC 81.
Val(tria) 1JJrpia 1111(non.m) L.
M(arms)
tm(Mnml) L h(ie) s(itus) t(st).
5
5
[ - --JafJDfin
(an(Mrum) ¿X)IL h(ie) s(ila) t(st).
Per les caracteristiques del suport i el formulari
pot datar-se en el segle u.
18. Un dels dos fragments conservats fou trobat
per N. Ferrer Julve en la partida de Navarza; de l'altre
desconeixem el Uoc on es va trobar. Ambd6s fragments
es conserven en eJ Museu Municipal.
573
[page-n-584]
F. ARASA
Llosa de la qua! es conserven dos fragments corresponents a la meitat inferior. El camp epigráfic esta
envoltat per una motlura de 6 cm. d'ampUtria; al costat
dret es conserva l'extrem inferior d'una voluta.
Dimensiona del fragment esquerre: 42 x 36 x 11 cm.
Dimensiona del fragment dret: 50x34x11 cm.
Alearía de les lletres: 3'8-4'2 cm.
MSAV, 1881, p. 9; FERRER jw..VE, 1899, p. 52; FLJITi ALCÁCER, 1955, p. 345, núms. LXIX-LXXI;
HAE 958; Rll'oL!h, 1976, pp. 251 i 255, núms. 71 i
87; ALFóLDY, 1984, pp. 232-233, lam. XI, b-e; AE,
1984, 601; ILAP 18; ELC 90.
CHER
!---]
optifn4 fdft St
meritis [e]t sibi
M(arcus) Clodü.t[s] M(arci) f(ilius) Gal(eria tribu)
Fabian[us] v(wus) v(ivis) f(ecit).
Per les caracterfstiques del suport i el formulari
pot datar-se en el segle u.
19. Segons F. Diago es trobava «en la esquina de
la casa de don Roque Valero Cerverio». A. Valcárcel
la va veure ••en la plaza de Jérica á raiz del piso de la
casa del Gonde de Cirat». Es conserva en el Museu
Municipal
Bloc amb el camp epigrafic situat en la part sup erior de l'espai existent entre dues pilastres estriarles figurarles de 23 cm. d 'amplaria, amb dues acanaladures
i contraestries (rudnuurae) en la seua meitat inferior,
amb bases i capitells molt desgastats i trencats. La fractura superior afecta el text possiblement en les dues
primeres línies. El camp epigrafic esta envoltat per una
motlura de 4'5 cm. d'amplaria perla part inferior i 3'5
cm. pels costats. Una profunda mossa en la cara superior indica que el bloc degué ser reutilitzat. El text, tot
i que esta prou desgastat, pot llegir-se amb seguretat.
Dimensiona: 120x74x44 cm .
Distancia entre pilastres: 27 cm.
Amplaria del camp epigrafic: 20 cm.
Alcaria de les lletres: 4'5-4 cm.
D IAGO, 1613 a, p. 113; V ALCÁRCBL, 1852, p. 45,
núm. 370, lam. 69; CIL II 3996; FEIUU:R J uLvE, 1899,
p. 49; ALIIERTINI, 1913, p. 355, núm. 44, fig. 58; FLE·r.
OHER i ALCÁCER, 1955, p. 342, núm. LVI; Ru>oLLÉS,
1976, p. 255, núm. 86; ILAP 5; ELC 93.
---]
{---]
¡m(norum) !XX sibi
et J;'ostumiae Cu-
piúu
5
574
wcó-
ri an(norum) IXY.
Per les característiques del suport i el formulari
pot datar-se en el segle n.
20. Desconeixem la seua procedencia. Es conserva
en el Museu Municipal.
Fragment superior dret d'una llosa trencada per
les parts superior, esquerra i inferior, afectant el text
per tota la banda esquerra. El camp epigrafic esta envoltat per una motlura de 5 cm. d'amplaria. El text
esta molt desgastat i resulta de difícil lectura.
Dimensions: 42x24x11 cm.
Alc~ria de les lletres: 4 cm.
LLOPJS, 1948, pp. 196 i 198, núm. 10; FLETCHER i
ALCÁCER, 1955, p. 328, núm. 4; HAE 959; RlroLLt.s,
1976, p. 250, núm. 66; ILAP 15¡ ELC 95.
5
[- - - ¿&] J11ilius
[---an(norum)] LXX.
[- - - / {ianus
[---an(norum) ---JI h(ic) s(iti) s(unt).
[ - - - .aJejrna
[ - - - an(norum) ---]V.
Per les característiques del suport i el formulari
pot datar-se en el segle u.
21. Prqcedencia desconeguda. Es conserva en el
Museu Municipal.
Fragment inferior esquerre d'una llosa lllsa. Només el costat esquerre és originaL
Dimensions: 34x15x12'5 cm.
Alcaria de les lletres: 5 cm.
RrPoLLÉS, 1976, p. 252, núm. 77; ILAP 20; ELC
98.
[---¡
ve[- - ]
rin{---]
Per les caracterfstiques del suport pot datar-se en
el segle t.
NOTES
, Sobre aquest tema vegeu treballs esdaridors com els de P.
V ILI.Wl.WIA: •Segobriga•. Archivo de Prehistoria Ltoalllina, IV,
Valencia, 1953, pp. 231-253; J. BI.AliCo Acun..a: Hittoriay demlw m la
«JJedraJ d4 &górbe. Valencia, 1973; M. ALMAoao B.scH: &gohrigá l. Los
textos d4 la antigüedllti sobre Sq:ohriga y las discusiones ~~~:erca de la sÍJUIUÍÓn
geográfiq. d4 aquátá ciudiu/. ~cavaciones Arqueológicas en Españ¡,.,
123, Madrid, 1983.
• Vegeu una referencia a aquesta qüesti6 en F. Bll.TIÁ.to LwJUS: Epigra.f/4 lAtino d4 Saguntum y su Territorium (Cro111Jiogúz. Territorium.
NOIIJs prosQpográ.f~~:ass. Cuutiones municipales). Serie de 'frabajos Varios
del Sil', 67, Valencia, 1980, pp. 355-356.
> F. Al.WIA: Epigrajia /úuina d4 Castel/ó, en premsa.
• Sobre aquesta qüestió resulta de gran utilitat el treball de
J.N. BoNN•vu.u: .Le inonument épigraphique et se.t moulurations-. FaDmtÜJ, li, 2, Barcelona; 1980, pp. 75•98.
B r.t:l'lWI
[page-n-585]
UNA OFFICINA LAPIDARIA EN L'ALT PALANC[A
t
La pobreta decorativa de les insaipcions de la coman:& (tan
aoh l'ep{graf BLC 80, de Xhica, deuparegut, presenta u.ua t...n..),
sense motius que facililen la seua atribuci6 a un mateix taller, impossibilita la utilituci6 d'aquest criteri metodolbgic tan 6til en altres ca.soa; vegeu, per exemplc: D. ~: Cftt~ ~ $'llil4
DÍII A/JIM. Roma, 1980.
• L'cstudi deJa centn:a de producci6 epi&ñfic:a a Hilpbúa 11..0
cstl molt desenvolupat, particulannent pel que fa al m6n ruraL Sobre t.quena qüesti61 vegeu, en general: G. SUSU
' L'esrudi deJa materiab resulta de gran importlncia per idcntific:ar centres de producci6 epigrlfica; vcgeu alguna casos en: A.
Át.vAuz: -Enudi delt materiah de lea inaeripc:ioru romane• de Terraasa.. E;itrif14 rvmozM dt 7irr4W4, 1l:rrassa, 1981, pp. 87-112¡ A. ÁJ,
vun, M . MMu: •Aproximnci6 a l'earudi del material de Rub{ i la
aeva uca.o. Bullkl( tkl Crup dt C,lklh~tu/4rs dtl Mw•u t/4 Ruhl, 4, Rubf,
1982, pp. 15-20.
• La idcntificací6 del tiput de pcdra a'ha realiu:at de manera
visual. Una anllhi m6• acurada permetrl sense dubtc prcciaar lea
atribueiona - i potaer corregir-lea- amb major propietat, ai)t{ com
determinar el tipus i caractcrfttiques de la pcdra.
o Aquella qüeati6 ha ettat tractada per: J.N. Bo:
" Una de lea inaerlpcioncs eatudiadea (n6m. 18) fou U'Obada
precitament e11 aquesta partida, aituada a vora riu, comen gtneral
totes les altru proced~c:ic:a concretc:a d 'altrcs inacripcioiU de X~dca
que ca conei.Rn: la Torre (núm. 9, 11, 12), el Partidor (núm. 10) i
el Caseajar (núm. 14); com tam b6 pa.na a.mb lea de Vi ver (n6m. 4).
u F. Du.oo: AMI4 MI /Uytw dt 16lmtiG. Valenci_a, J613, p. 13. Pot·
ser t. una ~fc~ncia al ~ spmd4ris citat per Plini (XXXVl, 160)
pela voltanll de &fohYi¡G, jaque aquest autor reduia aquc:ata ciutat
a ('actual Sogorb, com era prou corn:nt en la acua ~poca.
12 B. MUH1)111A Mu..o.u ..
wz: Histlwi4, liOf"f(IJ :1 ISIMittiu dt la pm·
oiw ú Ctukll&a . Cutell6n, 1873, p. 503.
" MuiiDINA Mn..w ..wa: Op. til. nota 12, p. 245.
" Almenys dues de Begfa (ELC 47, 48) devien figurar encaatadc:a en una estructura arquitectbnic:a monumental, probablemcnt
un mawoleu funcrari.
" Sobre lea eateles, vegeu l'ettudi de: G.A. MAI'\Wl'. w: ú sUlt
""""* tkl ~ rGwltii4J6 • tkl &uso PO. /N¡uiiiJrartVItl# ~o • u1414zo.
Ravenne, 1967, qui distingcilt entre •c:atcles arquitectbniqueao i •estclea anarquitec:Lllniquc:ao, corrcsponent aquestes segooes a represen·
tacion.s eaculpides aobre fona pla. En el grup ad catudiat, nom6J UJ1
deis monuments - que nosaltrea anomenem de m41lera gcn~ric:a .!loses• o •bloca•- corcapondria amb aeguretat ala tipología d'aqucstes
eneJes.
•• Un repb no ex.haustiu deJa priocipals conjunta epigrafia
de tola Hiaplnia, en cdkions modernca amb apareU grMic, no ha
permb trobar paral• Cltactea d'aquut ti pus de representac:ions arlcla
quitectbniquca.
" V. TOClCH&Tn Pou.u<1: SIÑ FunmJÑ mMM e1m rilraJJi t/4 tml1Ú·
ci¡Ji4dl Mttlidmulm t Omwm. Corpus Signorum lmperii Romani, ItaliaRegio XI, Mcdiolanum -Comum, Fa!IC. n, Milano, 1990, p. 344 as.,
n6m.7, tav. vn.
,. En el Muaeu Municipal de xeric:a es coruerven diversos elemalla arquitectbnies i eacultbrica, actualment en estudi, corresponenta a alguna d'aquesta monumenu.
" L'- " ' - d'aquesta famnia ha catat estudiat per G. Auourr:
-.Epigrapbic:a Riapanic:a V. lnachriften auaj~ric:a und Umgebung•.
ZeiJsduift fo PIJ/I.TrOlotw lUid E¡!igraplrik, 54, Bonn, 1984, p. 230.
,. En uoa ioacripei6 de Xbica ( ELC 96) aparei.x una dedic:at~ria que podria correapoodre a aquc:ata matcixa d oll&: /é Fáj biM 1
fAI/I{irM ? - -J.
., Bt el cu de CIL ll 4013•ELC 70 i CIL ll4014•ELC 71,
de Viver, i CIL Il 4003-ELC 83, de X~rica, ja citada.
u Bn.rMI< Ll.oaq; Op. ril. nota 2, p. 356.
., AuoOtrt: Op. ril. nota 19, pp. 238· 245.
,. A.......: Op. cit. nota 3.
.. ~urfllllfl tE m& de 300 inacripciona, Júlmli4 m& de 90, Etk14
m6a de 50, Stulllbis une• 50, Dí4ni~Urt 40, Dn11Ua 25 i Lurr• 5.
,. J. Couu.: •L'epigrafia romana al Paft ValenciA (1982-86)•.
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testimoniO$ cpigrMicos•. Luumtmt, rn, Alicante, 1984, p. 185.
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UNA OFFTCINA LAPIDARIA EN L'AJ:I' PALANCIA
1
2
7
Ldm. 1.-
l11sctipríons dr Vtver
577
[page-n-588]
3
578
[page-n-589]
UNA OFFICJN!l LAPlD;\JUJ\ RN L'ALT l'Al.ÁNCI A
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[page-n-590]
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Ltim. /JI-
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[page-n-591]
UNA OFFICINA LA.I'ID1\RJA EN L'ALT PALANCtA
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[page-n-592]
[page-n-593]
J.
CoRELL *
INSCRIPCIONES ROMANAS DE INIESTA Y SISANTE (CUENCA)
Y LA IGLESUELA DEL CID (TERUEL)
En este artículo estudio una inscripción de Iniesta,
dos de Sisante y cinco de la lglesuela del Cid. El presentar conjuntamente estas inscripciones se debe a lo
siguiente. La inscripción de Iniesta y las dos de Sisante, poblaciones de la provincia de Cuenca, se conservan en Valencia y son poco conocidas. En cuanto a las
cinco inscripciones de la Iglesuela, aunque conocidas
ya desde hace tiempo y estudiadas últimamente por varios autores, creo que vale la pena dar a conocer tres
testigos hasta ahora ignorados, que he encontrado en
archivos de Valencia.
El primer testigo es un autor anónimo que envió
a Agustín Sales una nota juntamente con Jos dibujos
de las lápidas'. En la nota se mencionan entre otros
restos, una inscripción ibérica y tres romanas (núm. 4,
5, 6y.
El segundo testigo es un religioso que se firma
Francisco Ferrer, el cual remitió, igualmente a A. Sales, la copia de una inscripción (núm. 7), acompañada
de una nota sobre las circunstancias del hallazgo~.
Finalmente, el tercer testigo es Nicolás l"errer Julve, quien en unos papeles que se consel'Van en el archivo municipal de Valencia, presenta una inscripción
• Dpto. d e Filologl'a Clásica, Univenitat de
Val~ncla.
ibérica, cuatro romanas (núm. 4, 5, 6, 7) y otros restos arqueológicos de la emúta de N.a s.a del Cid (lám. VIll)•.
1. INIESTA (Lám. I)s
.Estela funeraria de caliza clara, rota por abajo.
Ambos lados y la parte posterior están trabajados. La
parte de arriba es cóncava y está provista de dos volu·
tas adornadas con sendas rosetas bexapétalas. U na
moldura de gola reversa en forma de tahuia ansata enmarca el campo epigráfico, que está ligeramente rebajado (45x 46). Fue hallada el año 1980 en una rambla
cercana a la población j untamente con otros restos ar·
qucológicos. La conserva en su casa Magín Ruiz Albornoz, C/ Agermanats, núm. 13, Valencia.
Dimensiones: (l38)x64x38 cm.
Letras: l. 1-5: 5; l. 6: 4 cm .
Inédita?
EVODVS•MARCELLI
PARTHENIS• MARC.ELU
RVSTICA•MARCELLI
H (ic)• S(iti)• S(unt )• S(it)• V( obis )• T(erra)• L( evis)
583
[page-n-594]
J. COR.ELL
5
EVODVS•SIBI• VXORI•
SOCRAE• C( uravit ).
Evodo, de Marcelo; Partenis, de Marcelo; Rústica,
de Marcelo; aquJ están sepultados. Que la tierra os sea
leve. Evodo ha hecho (este monumento) para sí, para
su mujer y para su suegra.
La interpunción consiste en puntos triangulares.
La escritura es estrecha y alargada. La ordinatio del texto, bastante cuidada, sigue un eje de simetría.
Se trata, al parecer, de personas de condición servil.
El nombre griego EVODUS era muy corriente (cf. CIL
U, p. 1082; PAPe-BENSl!ID, 1884, p. 416; SoLIN, 1982, p.
852-854). Por el contrario, PARTHENIS, también griego, era muy raro en general (SoUN, 1982, p. 274-}. En la
Península, sólo aparece en otra inscripción de Tarragona (CIL JI 4167)'. RVSTICA y MARCELLVS son m11y
corrientes en todas partes (CIL n, p. 1091 y 1086 respectivamente). La forma vulgar socra, en lugar de la clásica
socrus, aparece también en otras inscripciones hispanas
(CIL ll, 530,695, 2936)7. Las fórmulas H.S.S. y S.V.T.L.
s.o n muy frecuentes en la zona de procedencia.
Por la paleograffa, el tipo de monumento y el formulario, puede datarse en el siglo II d.C.
núm. 752; HAE 1047); 1. 4 XXI (NAH, núm. 752;
RAE 1047).
Puntos redondos. La escritura es superficial y tor-
pe. La estela presenta un aspecto tosco. Los nombres
no están documentados en ninguna otra parte (cf. AL.
1\&RTOS, 1966, p. 166, 168, 129 y 224).
Por la paleografía y el formulario puede datarse en
el siglo 1 d.O.
3. SISANTE (Lám. III)
Bloque de caliza gris clara, roto por abajo y por
ambos lados. La parte de arriba se conserva original
y está ligeramente trabajada; la posterior es tosca. Las
circunstancias del hallazgo son las mismas que en la
anterior. Se conserva en el depósito del S.I.A.M. en la
plaza de Maguncia (Valencia).
Dimensiones: (35) x (35) x 21 cm.
Letras: l. 1: 5 cm.; l. 2: 4 cm.
NAH lf, p. 237 , núm. 752; RAE 1046; PeRJ>IRA,
1979, núm. 79, lám. XLVI.
(-:'J ALERIVS
2. SISANTE (Lám. II)
Estela de caliza gris oscura, redondeada por arriba. Todos los lados y la parte po.sterior están trabajados. El campo epigráfico (40~24 cm.) está rebajado y
provisto de !meas auxiliares para los renglones. Fue baUada en 1941, al arrancar olivos en un bancal de la partida Cerro del Tesoro, a 1'5 Km. aJ NO de Sisante.
Apareció a 50 cm. de profundidad juntamente con
otras inscripciones y restos arqueológicos (NAH II,
1953, p. 227, núm. 713 y p. 237, núm. 752). La estela
f11e trasladada a Játiva y, posteriormente, a Valencia.
Se conserva, partida en dos fragmentos, en el depósito
del S.I.A.M. en la plaza de Maguncia (Valencia).
Dimensiones: 98x31x25 cm.
Letras: 5' S cm.
NAH II, 1953, p. 227, núm 752; RAE 1034 y
104-7; cf. A.Laa:ros, 1966, p. 166 y 1681 •
NEIVCEN
VS• TELASS
ICVS•H(ic)•S(itus)• E(st).
Neiuceno Telásico está aquí sepwtado.
Variantes: N.A.V.C.B.V.S.L.A.S.S.C.V.S.H.S.E.
(NAH, núm. 713; RAE 1034); NENCENNS (NAH,
584
[!:·- -] f ANUS
(FrtJtn077fm) VaJerio... pano.
Variantes: l. 1: ALARIVS (NAH, HAE); l. 2:
PAN ... (NAH, RAE); [--J RANVS (P2unv.).
En contra de lo que supone Pereira, no parece faltar
texto ni aJ principio ni al fmal. La escritura es prof11nda.
Las V están inclinadas hacia la izquierda. Los VALERII
eran muy corrientes en toda la Península (cf. ClL TI, p.
1074-1075). El cogMmen podría ser CAMPANVS o HISPANVS, ambos bien documentados en la Península Ibérica (cf. CIL 11, p. 1080 y 1084-1085, respectivamente).
Por la palcograffa, el tipo de monumento y el formulario puede datarse en el siglo I d.C.
4. LA IGLESUELA (Lám. IV) ( =CIL II
6068)
Bloque de caliza gris, cortado verticalmente por la
izquierda y roto por la derecha, pero con el texto completo. Una moldura enmarca el campo epigráfico
[36x(59) cm.]. A la derecha del campo epigráfico fig11ran unas volutas estilizadas y yuxtapuestas. Es conocida desde mediados del siglo XVIII. La inscripción se
conserva empotrada en la pared NO de la ermita a un
metro sobre el nivel del suelo.
[page-n-595]
fNSCRIPCIONES ROMANAS
Dimensiones: 60x(98)x 42 cm.
Letras: 4-4-, 5 cm.; la 1 ltmg<2 5'5 cm., la O final
de la l. 5 mide 2'5 cm.
ma. 17, p. 69-70 y ms. 83, p. 246;
MSAV., 1973 ( · 1876), p. 15 y lig. U; F!1UU!R, 1876,
núm. 5¡ SALvADOR, 1890, fig. núm. 3; VWTUu, 1975,
p. 231-232, núm. 13 y Jám. 7; FA'W, 1977, p. 29, núm.
8; ATRlÁN, 1980, p. 168, núm. 4¡ .A.II.AsA, 1983, p. 74.
núm. 5 y lám. V2.
R.Jnt.t.BS,
Dimensiones: 51 x (70) cm . (grosor desconocido).
Letras: a) 6 cm.; b) 4'5 cm.
Ra&.LES, ms. 17, p. 71 y ms. 83, p. 246; Fl!&uR,
1876, núm. 4; So\LVAOOR, 1890, fig. 4; ILER, 3808a y
4155; V8J'oiTUJtA, 1975, p. 233, núm. 14 y lám. 9; F"w,
1977, p. 29, núm. 9¡ ATRIÁN, 1980, p. 168, núm. 5¡
Lom.t., 1980, p. 221; ARASA., 1983, p. 73 s., núm. 3-4
y Lám. IV-V.
a) HAVE
(Hedna) Dis• M(anibus)• S(acrum) (kdera)
M(arcus)• D(omitius)• PROCVLVS (kdera)
5
AN(noruro)• XVII (SeplemiJ¿cim) H(ic)• S(itus)• E
(st)•
M(arcus)• D(omitius)• SERANVS• PA
TER• FILIO• PIISSIMO
(kdera) FECIT• ET• SIBI (kdera)
Consagrado a los dioses Manes. Marco Domicio
Pr6culo, de 17 años, aquf está sepultado. Marco Domi·
cio Serano, su padre, ha hecho (este monumento) para
su afectuosísimo hijo y para sí.
La interpunción consiste en puntos triangulares. La
hoja de hiedra aparece como motivo ornamental en las
l. 1, 2 y 6. El texto ha sido ordenado según un eje de simetría. Las M presentan las astas externas inclinadas hacia fuera. Las A carecen de asta horizontal. En l.a l. 5 la
segunda I es ltmga; y la O rmal, más pequeña que las demás. Los DOMITII, relativamente frecuentes en Hispa·
nia (cf. CIL II, p. 1061), aparecen en cuatro de las cinco
inscripciones de La Iglesuela (núm. 4, 5, 7 y 8). Están
también atestiguados en Almenara (CoRJU.J.., 1989, p.
180-181, núm. 6) y J érica (Rtrou.M, 1976, núm. 76 y 81).
El cognomm PROCVLVS, bastante corriente en la Península (cf. CIL II, p. 1090), figura en otras inscripciones
de La Iglesuela (núm . 5 y 7). El cog1111mn1 SERANVS domina en la parte oriental y en el centro de la Península
(UNT&RMANH, 1965, p. 161-162, mapa 69).
Por la paleogra.tla, la tipología y el fo:nnulario,
puede datarse en el siglo 11 d.C.
5. LA IGLESUELA (Lám. V) ( = CIL II
3177 y 3178)
PROCLE
b) D(is) (kdera) [M(anibus) (hldera) S(acrum)]
(kdera) M(arcus)• D(omitius)• P R [OCVLVS]
AN(NORUM)• XVI [l(septmdecim)•
H(ic)• S(itus)• E(st)]
(hedera) M(arcus)• D(omitius)• SE[RANVS PA]
TER• FlLIO fPIISSIMO] FECIT • E [T• Smi
(lidera) (?)]
a) Adiós Próculo.
b) Consagrado a los dioses Manes. Marco Domi·
cío Pr6cuJo, de 17 años, aquf está sepultado. Marco
Domicio Serano, su padre, ha hecho (este monumento)
para su afectuosfsimo hijo y para sJ.
Variantes: epígrafe a) omitido (la fuente de Ribelles); Hübner, siguiendo a Velázquez y Campillo, con·
sidera a) y b) como dos inscripciones diferentes; l. 3
XV (Il) (todos, menos la fuente de Ribelles).
Como signos de interpunción se usan puntos
triangulares y la hoja de hiedra, la cual. figura a veces
como simple ornamento. El texto del epfgrafe b) está
ordenado segón un eje de simetrfa. Esta inscripción
es un duplicado de la núm. 4, de la que se diferencia
tan sólo por la salutación" . Ambas inscripciones
parecen haber salido de la misma mano. La forma
sincopada PROCLE, en lugar de la plena PROCVLE, fue corriente en todas las épocas {K..tvANro,
1965, p. 176).
Puede datarse como la anterior en el siglo Il d.C.
6. LA IGLESUELA (Lám. VI) ( =CIL II
3175)
Bloque de caliza gris, roto en el ángulo superior
izquierdo y en todo el lado derecho'. Una moldura
enmarca el campo epigráfico [37x(25) cm.]. A la iz·
quierda del campo epigráfico figuran dos volutas estili·
zadas y yuxtapuestas. A la izquierda de las volutas y
en la parte superior hay una salutación al difunto (epf·
grafe a) . Es conocida desde mediados del si·
glo XVII 10• Se conserva empotrada en la pared SO
de la ermita a metro y medio sob re el nivel del suelo.
Bloque de caliza gris roto por arriba y por el lado
derecho. El lado izquierdo y la parte inferior, toscos.
La superficie epigráfica se halla tan erosionada que la
lectura resulta insegura. El campo epigráfico en forma
de labuJa ansata está enmarcado por unas ranuras todavía visibles en la parte izquierda y abajo [(44)x(44)
cm.]. Es conocida desde mediados del siglo XVIII. Se
conserva en el vestíbulo de la ermita.
585
[page-n-596]
J. CORELL
Dimensiones: 54x(76)x25 cm.
Letru: 4-'5 cm.
RD.l!I.I.U, m.s. 17, p. 72; m s. 83, p. 246; FUJtn,
1876, núm. 6; SALvADOR, 1890, p. H y ñg. 10; VSNTU·
llA, 1975, p. 230, núm. 11; FA1:M, 1977, p. 28, núm. 6;
ATlllÁH, 1980, p. 169, núm. 2; Losv..t., 1980, p. 220¡
AllASA, 1983, p. 73, núm. l.
C(aio)• CAEClLIO PA[TERNO)
AN(norum) XXXXI [---?) (quadraginto
et unius?) [--]
L l~•[P)ATE[RNA) (?)
fl'\.(io)• fU SSlMO
A Gayo Cecilia Paterno de 41 (?) años, ...lia Paterna (?), a su hijo afectuosísimo.
Variantes: l. s lA[---] (RruLL.tS)¡ I {CAIIll'tLLO, VBN·
Tu&A, ATRWI, LosrAL); omitido (AilAsA); l. 2 [--] AN
XXX[--] (todos)¡ l. 3 [---] ATE[-] (todos); l. 4 [---]
IENTISSI [---] (RauLS.S)¡ PIETISSI [---) (ATlUÁH)¡
PIENTISSI [MO--] (AilAliA).
Puntos triangulares. El texto estaba ordenado, al
parecer, según un eje de simetría.
Los CAECILfi, frecuentes en toda Hispania (cf.
CIL ll, p. 1057), aparecen también en Dertosa (CIL 11
4-065 y 4067) y, sobre todo, en &gwuum (cf. ELST, p.
421). El Cog1111f1Vn del difunto era, con toda probabilidad, PATERNVS, lo mismo que el de su madre'~. La
restitución de la J. 3 parece bastante probable, ya que
- ATE-, para que la ordinaJio fuese correcta, no puede
corresponder a mattr, sino a UD cognomm como PATERNA, MATERNA, FRATERNA, tan frecuentes en Hispania {.AIIAScAL, 1984, p. 219-259).
El gentilicio de la madre podía ser [CAECI)/LIA
o [AE)/LIA, que encontramos el primero en esta inscripción, el segundo en la núm. 7. En el primer caso,
tal vez se tratase de un hijo natural.
Por el tipo de monumento, el formulario y la epigrafia, puede datarse en el siglo 11 d.C.
7. LA IGLESUELA (Lám. VII)
Placa de mármol rojizo veteado. Los cuadros, lados y la cara posterior están trabajados. El campo epigráfico no lleva moldura. La encontró hacia mediados
del siglo XVIII un labrador trabaj ando el campo. Fue
truladada a la ermita y empotrada en UD pilar del pórtico. Actualmente ae conserva exenta en el vestíbulo de
la ermita.
Dimensiones: 4-6x51xl9 cm.
Letras: l. 1: 5; l. 2 y 4--7: 4; l. 3: 3; l. 8: 3,8 cm.
586
RallLL.tS, ms. 17, p. 76 y ms. 83, p. 247; Fs1876, núm. 3¡ SALVADOR, 1810, p. 44 y fig.
9; V&NT~TilA, 1975, p. 234--236, núm. 15 y lám. 12;
AuóLDY, 1977, p. 17, 35, nota 41¡ FATÁS, 1977, p.
30-32; AT'RlÁN, 1980, p. 168, núm. 7¡ AJu.st.., 1983,
p. 75s., núm. 6.
IULU,
5
G(aiuJt) DOMITIVS G(ai) F(ilius)
GAL(eria tribu)• PROCVLVS• ÁN(norum)• XX
(viginti)
H (ic)•S(itus)• EST
G(aius) DOfodl'hVS GAL(eria tribu)PROCVLVS
AELIA• L(uci)• F(ilia)• SVPE
L(ucius)• AELIVS• ASIATICUS
VALERIA• NYSA
V(ivi)• F(ecerunt)
Gayo Domicio próculo, hijo de Gayo, de la tribu
Galeria, de 20 años, aqur está sepultado. Gayo Domi·
cio Próculo, de la tribu Galeria; Ella Supersta, hija de
Lucio; Lucio Elio Asiático; Valeria Nisa hicieron en
vida (este monumento).
Variantes: l. 5 SVPE. STA[T] {VsNTVR.A).
Como signos de interpUDción se usan puntos lanceolados. Nexos: AN (1. 2), MI y TI (l. 4). Inclusiones:
CV y LV (l. 4-). Las M t ienen las astu extem u inclinadas hacia fuera. Las dos últimas A de la l. 4 carecen
del asta transversal. La ordinaJio del texto sigue un eje
de simetrfa, pero con cierto desplazamiento hacia la izquierda, sobre todo en la l. 8. La escritura es un tanto
torpe. El aspecto general de la inscripción es tosco. La
graffa SVPESTA, por upecto general de la inscripción
es tosco. La graffa SVPESTA, por SVPERSTA, es debida a la caída de la R ante S, fenómeno bastante
frecuente1' . Lo que llama la atención es la división
del COg1111f1Vn en dos elementos entre los cuales hay UD
espacio en blanco.
Sobre los DOMITII y el cognomm PROCVLVS,
v~anse los comentarios a la inscripción núm. 3. Los
AELII, bien representados en Hispania (ClL 11, p.
1053; CAAwAÑo-GI!STO, 1972, p. 133-163), tan sólo aparecen aqur en la cpigrafla de Teruel y están ausentes
en toda la provincia de Castellón. Pero los encontramos en SagunJum (ELST, 85, 86), Ribarroja (CoR~tu.,
1985, pp. 293-295, núm. 10) y Requena (CIL 11 5292).
Los VALERII, muy corr ientes en toda la Península (cf.
CIL II, p. 1074-1075), aparecen en otras inscripciones
de Teruel (CIL II 3172, 3174 y VBNTUu, 1975, p.
237-238, núm. 16). ASIATICVS era un cognomm poco
frecuente, pero con ocido más o menos en todas partes
(cf. CIL 11, p. 1078; PAPE-BBNSI!J..BR, 1884, p. 156; SoUN, 1982, p. 600). Finalmente, NYSA, de origen griego como el anterior, tan sólo está documentado una vez
más en Hispania (CIL ll 596); pero era relativamente
[page-n-597]
INSC1UPC10NES ROMANAS
conocido en otras partes (P.u>a-BENSliLIIR., 1884, p.
1022-1023; SouN, 1982, p. 629-630).
Por la paleograffa, el tipo de monumento y el formulario, puede datarse entre finales del s. 1 y principios del U.
NAH. NoticUuio .Arqueológico Hispánieo .
STV. Serie de Trabqjos Va:ribs del &rvi&io de ltWtStigación he-
histórica. Valencia.
ThLL Thesaurus Linguu Latinae. Leipzig, 1900...
NOTAS
8. LA IGLESUELA (Sin ilustración)
(CIL II 3176)
Fragmento izquierdo de una inscripci6n funeraria
desaparecida. El único testigo es Campillo, quien la vio
el año 1819 «a la puerta de la ermita de N.a s.a del
Cid».
Dimen~iones:
desconocidas.
VaNTORA, 1975, p. 230-231; F ...w, 1977, p. 28-29,
núm. 7; A TillÁN, 1980, p. 168, núm. 3; Los'l'AL, 1980,
p. 221; ARASA, 1983, p. 73, núm. 2.
L(ucio) DOMI(TIO]
CRESCE. [NTI]
A Lucio Domicio Crescente...
Variantes: l. 1 DOM (VsNTtiRA, LoSTAL); l. 2
CRESO (V&NTURA, LoS1:.u., ARAsA).
El nombre podfa encontrarse también en nominativo.
Sobre los DOMITII, veáse el comentario a la inscripci6n núm. 4. El cogrwmen CRESOENS estaba muy
extendido en todas partes (cf. ClL 11, p. 1081; KNANro, 1965, p. 234).
Puede datarse en el siglo I 6 ll d.C.
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MF. M.t:uJrid4r Forschungen . Berlín.
MSAV. MemorÜJs de la SocWiJui Arqueológica Valmciana . Valencia.
a La nota original se encontraba en SAL&t, ala., t. r, p. 78; de
aqu( la copió Rruu.u, ma. 17. Dado el intcr6s de esta nota manuscrita. la tra:Dteribo casi completa a continuación• ..En el extremo del
reyuo de Aragón por la parte que tonfina con el de Valencia por
Villafranca•.., e&tá situada la villa de La Iglesuela, mM conocida
por el santuario d e N.• S.• de el Cid, que dista media hora de dicha
villa, que por lo numerosa de vecinos. Su segunda fundación al
puesto q;ue hoy está, es del año 1200, como con.a de carta de funda·
ción1 que se guarda en su archivo. Antiguamente es tubo en el extremo de un montecillo, que remata en punta, circuido de peñas de
forma que no puede subinc a llsino por la parte de poniente, que
es su entrada Uma. Esta la cortaron con una. muralla fuerte, de.xando dentro entre las peñas bastante capacidad para una población
corta, como se ven los vestigios, y se conoce a.irvió de caatillo o fortalel
peñ& y a cUas llevaban el agua de tres arcaduces, pero no corre el
agua por ellos por la incuria de los pai1anos, u{ presente. como pa·
aadoa, babiendose perdido m11chos de ellos. Dentro de el fuerte que,
d.cspu6s de denruido, y mudada .l a población, airvi6 de campos para
la labranza, labrada un hombre, y con la reja sa.có la imagen de N.•
S.• del Cid, que cataba enterrada dentro de este fuerte. Aqur se le
labró uoa iglesia , y tomó el nombre el lugar que allí se mantubo
huta el referido año 1200, que por haberse mudado y ser pequeño,
se le di6 el diminutivo de Iglesuela. Años despu61 se le hizo igluia
fuera del recinto dicho en el llano. Con eso quedó abandonado el
primitivo pue~to, y hoy airve de campo para t. labranza. De aquf
sacaron toda la piedra para la fábrica de la iglesia nueva de la Virgen; pero los fabricantes no cuidaron de recoger l:u much:u piedras
esc:r:itu que se Jlallaron, y así unu las part:iex.on, otras las pu1ieron
dentro de la fábrica, y otras las dexaron descubiertas, y son las q ue
van aqllf puestas• (ms. 17, p. 69·70).
• Véase la abundante bibliograffa citada por ARAJ~A, 1983, p.
69, nota 16, sobre la irucripd6n iWrica. A dicha bibliografTa hay
que añadir todavCa la siguiente: a) La fuente anóoima de la que depende Ruw.u, ma. 17, p. 74 y ms. 83, p. 246; b) Dw•l>.U , :ms. I,
p. 10; e) F~··~•. 1876.
• Esta nota se encontraba igualmente en SAus, s/a., t. 1, p.
79; de aqu.fla copió Ribelles. La nota dice: .... territorio de la Iglesuela. Labrando uno sacó con la reja del arado una piedra con esa
inscripción, la que m.e remiten para que la mueJ~tre a los aficiooados
de semejantes anriguedades, y yo paso a mano de V.m. En este mis·
mo puesto han salido diferentes picdrai acmejant~ a esta de las que
tengo copias...
Ai vá, V.m. se divierta, pues yo nada de ella entiendo• {Rta~o
'·"'-"• ms. 17, p. 76; ms. 83, p. 247).
, AMV, sig. 7291-81, núm. 1 y 2.
$
La noticia sobre la aituaci6n de esta inscripción se la debo
a G. Alioldy.
, En CIL I1 4152, en vez de PARTHENIS, hay que leer PA·
RALLIENIS , según Au&rtr, 1975, núm. 190.
1
Esta forma, de la que derivan la caatcllana •Suegra• y la
catalana •sogt"~P, era frec)lente en latín vulgar (cf. VllNAI'
o Hablan erróneamente de dos inscripciones, refsri~ndose a
una sola, leída de diferentes tnaneraa.
, El fragmento que falta en la pane derecha " encuentra
empoaado cara auiba en la ba.ae del tnismo ángulo; pero lu piedras
que deacansan encima impiden su lectura.
,. Para la bíbliograffa anterior a Ribclles, vfase el comentario a CIL n 3177 y 3178.
u La aclamación AVE o H.AVE, seguida del nombre del difunto, que aparece en algunas inscripciones, era una invitación a
los tranaeu.ntea a saludar a los muertos por sus nombres; cf. CIL
U, p. lJ91; ThLL ll 1301, 60sa; 1032, 53ss.
587
[page-n-598]
J.
CORELL
,. El u~ empezab&, ca.ri con toda seguridad, por PA-.
Ahora bien, de todos los et~g1111miltil que empieZ&D uf, PATERNVS
ea con mucho d máJ frecuente; cf. C rL U, p. 1088.
o Sobre la caída de R delante de S, vtuc CIL U, p. 1190;
CuNOV, 1906, p. 160.
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INSC R I PC IONES ROMANAS
Lám , 1.-
Ara tk hu'eskl. (FOto J. Coral)
589
[page-n-600]
J COREI.I
Lom JI.- Esula tk Stsonlr (Foto R Sthu·arz)
590
[page-n-601]
1~!;GI( II'CIOX i:;S ROM Al" AS
Lom 111- Bloquf' de Suontt. (Foto R Sthworz)
591
[page-n-602]
J
COREI.L
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1.
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Um . IV. -
592
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Inscripción tú la l
.gl~rutln (Foto R . Sehwar.z)
Ribdlts, ms 17, p. 69
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INSCR IPC IONES ROMANAS
\
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Lám. V. -
lt~scripción dt
Lo lglr.rutla. (Foto R . Schworz). Ribellts, ms. 17, p. 71
593
[page-n-604]
J
CORF.I.L.
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C CAE CILIO · I
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Lam 1'1- lnsmp(I(JII tú l..o l glnutlo (Foto R. SchUHJTz) Rihrlk•, ms 17. p 7'1
594
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INSC KIPCJONI~S ROMANAS
Ldm. VJI.- !nJtn/Jt16n tú la Jglmula ( Foto R Schwarz)
595
[page-n-606]
J CORRLC
,
J
f'
Lnm. V/11.- Dihtyos y commlonos dt ,
596
Ftrrtr jult•t
[page-n-607]
F. EsTEVE
GÁLVEZ
*
...
LA VIA ROMANA PER LES COVES DE VINROMA 1
VILANOVA D'ALCOLEA (CASTELLÓ)
A la Salzedella la Via Romana anava pel Camí
Vell, seguiot el marge esquerre del riu de Sant Matcu,
quasi paraHela a la carretera, i coincidia amb ella poc
abans d'arribar al cap de tcrme.
1 a !'entrar en el de les Coves passa al marge de
la dreta i voreja la Venta i les cases que hi ha davant
la font de la Figuera. 1 tot seguit !'Hostal, a la sortida
del camí del Mas d'En Rieres, que té a la vora un poblat ibcric' . Per tant el camf ja seria d 'aquell temps i
enllacaria el poblat amb la gran ruta indígena, que
després Roma va cal~ar i amollonar. A l'altra banda,
marge dret del riu, la font del Molinet d'En Rieres
dóna la millar aigua que es pot trobar pcr aquell indret
i sempre ha tingut accés des del cam!.
Segueix:en les revoltes d ' una curta costera, amb al- ·
gun tros marginat de la Vía Romana, que quan arriba
a dalt va seguint la vall; ruta natural, sempre transitada, que va per bona terra i té a prop l'aigua. Pero el
poc espai que resta entre les muntanyes escatima el poblament i la deix:A quasi orfena de troballes arqueologiques, sense cap despulla iberica o romana que valga la
pena esmentar. Els poblats apareixen en arribar a les
• Avda. Vila·teal, U. 12006 Cutell6 de la Plana.
Coves de Vinroma, on la vall s'eixampla i el conreu
s'estén.
LES COVES, LLOC IBERIC
De segur que el més importaot estava en l'aspre
roquer de la part vella del poble, que cobrira les romaoalles antigues que de segur resten en el subsoJ. Ho podem afirmar perque a 1'obrir els fonaments per renovar
la fa~rana de la casa n. 0 11 del carrer de l'Hospital sortiren prou testos iberics, alguns amb la tfpica decoraci6
lineal pintada en roig.
1 sabem també que la necropolis estava al peu del
penyal, ja en el pla i a l'altra banda del camí. Al fer
obres en el jardf de la casa de Tomas Folch, que és la
n. 0 9 de la pla~a Cervantes, es trobaren sepuJture.s,
que varen malmetre, i tan sois van recollir una urna
cineraria i restes deis aixovars funeraris.
El vas segueix el conegut perfil globular aplanat,
i la tapadora conica acaba en cassoleta i botó. Porta
dues anses horitzontals en doble cord6 i en e1s espais
intermedis les orelletes per ajustar-li la tapadora al vas.
Tota ella esta decorada yer l!nies paral·leles de diferent
amplada en roig viu. Es un tipus poc freqüent en les
597
[page-n-608]
F. ESTEv:E GÁLVBZ
gg
feia la Via Romana a la Paloma, pcr baix de )'actual
carretera, poc abans d'arribar al poble.
1 també a la Paloma afloren molts trossos de tegules i ter:rissa romana, i n'hi b.a de terra sigiHata, que
deu ser hispanica. Alguna vegada es tr:obaren menuts
objectcs de bronze, com un didal, l'anella d'una ansa
decorada amb un rostre jovenfvol i un ctisquet d'aplicació amb el cap molt expressiu d'un faune (lam. ID A).
EL POBLAT IBERIC DE LA COMA
Fig. 1.- La Coma (Coves de JTmromtl). Obj«i
necropolis iberiques, que té el seu millor paraHel en la
Solivella d 'Aicala, p roduint la impressi6 que la de les
Coves degué sortir del mateix obrador.
De l'aixovar funerari sois es recolliren fragments
d 'una fma Ja.mina de bronze repujada i una bella tanca
de cintur6 de tres ganxos, que sortl sencera i inconscientment la varen malmetre (taro. 1 i ll).
Com que les despulles ibenques es trabaren en espai reduit, a uns 60 cm. de fondaria, és de creure que
encara en restaran al matei.x lloc o als patis de les cases
veincs.
Pero el penyal en que esta la part vella de les Covcs, dominant la foia, a la vora del riu i que talla el
pas al cauú que va resseguint la val! i al que ve de través cap a la mar, ja tindria un lloc fortificat en l 'Edat
del 'Bronze i seguiría en la del Ferro.
Uavors hi bagué scpultures a l'altra banda del riu,
dalt del Molí Consell, en un cspai rciteradament ocupat i remogut, aflor ant encara en les llastres testos de
ceramica primitiva, iberica i romana.
1 és ad on es troba, al rompre terra, el concgut
i discutit case de plata, que p rimer es digué que era
de Caudete de las Fuentes i després de les Coves de
Vinroma. Sortí sota una lloseta que cobria com un menut clot reblit de cendres, potser una sepultura d 'incineraci6 sense urna.
RESTES ROM. NES A LA PALOMA
A
(Mas de les Monges)
I:ocupació del marge esquerre del riu, que s6n
terres que poc valen, sois s'entén per estar a la vora del
cauú que ve de la muntanya i passant per les Coves
arriba al pla d'AicalA.
A l'enlla~ dels dos camins es deuria la ínflexi6 que
598
A l'altra banda de la vall, cap a ponent, en la més
alta de 1c.s Comes, que s'aixeca dominant la foia de
Canyemares, bi bagué un altre poblat iberic, que per
estar en lloc solitari encara es manterúa prou sencer
quan el vérem per primera vegada en setembre de
1966.
Els habitatges s'estengucren pel vessant de migdia
i al cim, on una vall prou ampla separava el poblat de
la coma de darrcre. Encara hi havia un bon espai sense
rebassar i en l'espessa malesa afloraven parets de pedres prou me.nudes, pero ben entrecallades. r al tal! del
caixer es veía el nivcll arqueologic amb pocs testos i ossos d'animaJs. Pel SE el poblament va ser deos i sovint
es troben en els bancals menuts fragments de cerAmica
iberica o romana corrcnt, hel·len{stica i terra sigiHata.
De metall hi ha algun indici de fundició de coure
i de plom, trossos d'una cinteta de bronze amb forats
pel mig, fragments d 'un probable bra~alet que té l'extrcm doble conic, una plomada amb botó a l'apex, tres
anelles de diferent tamany amb penjoll es.!Cric i dues
monedes de SAI GISA que repeteixen el mateix model
variant l'encuny' (fig. 1).
Del poblat de la Coma procedeix la lapida iberica
que ara es guarda a l'Ajuntament de les Coves de
Vinroma,.
RESTES ROMANES A LES FONTANELLES
Al peu de la Coma, contra el marge esquerre del
barranquet de les Fontanelles, falta la ceramica ibhica
i es veuen trossos d 'amfores, dalia, tegules i ceramica
·fina del temps de l' Imperi, en formes per ara indefinides, tret d'alguns testos de terra s:igiJ.lata fma i de plats
amb les vores fumades.
Quan varem trabar aquesta estaci6 arqueologica
en setembre de 1966, hi havia al parat del tercer bancal
pujant des del barranquet, una bella pedra C$Culpida
fent com. un frontis, que porta al mig el bust d'un jove
amb el cabell rebolicat en blens voltat d'una corona
feta per dues branques de llorer, enlla~ades per llarga
cinta ondulant. A la dreta el cap d 'una .matrona codolada, pel ve) que la cobreix i sois deixa veure el rastre.
[page-n-609]
LA VlA ROMANA
Falta l'altre cantó, que t.a mbé deuria portar una testa,
potse.r viril, representant aixf els pares del jove difunt.
El relleu, pel remat del f.rontó, deu ser d'un temps
avan~t, pero prou correcte, sortit d'un taller indígena
perque estA esculpit en la dura calcaría grisenca de
vora la Plana, treta probablement de l'Abeller. Després
a les Coves ens digueren que no feia molts anys l'amo
d'aquells bancals els rebassa de nou per plantar ceps
i troba moltes romanalles d'obra antiga; una amfon
sencera, que va rompre, i la pedra esculpida, que va
escantellar pera posar-la al parat del marge deJa Uastra. Tenia, en efecte, al cantó perdut un altre cap. Malgrat les gestions que férem per salvar-la a poc d' haverla vist, encara estigué uns anys abandonada en el bancal, fins que l'Ajuntament s'interessa per ella i la varen
posar en la font del poble, que no és precisament el lloc
més adieot per conservar-la~ (lam. IV).
La pedra era el cimaci d'un monument funerari,
que degueren saquejar, portant-se'n lapida i carreus
per aprofitar-los en obres, pero com ac{ hi ha bona molla de terra, potser al fons resten romanalles dels fonaments i la sepultura.
Els objectes de metal} mostren una llarga pel'Illanencia, intensiñcant-se més cap al seg1e ill. Són pocs:
una destral de ferro, que per la forma i el treball degué
ser ritual¡ un botó de bronze decorat amb incisions radiants; un altre més menut amb dos cercles concentrics
de punts en aresta; i un amulet amb el fal·lus i els testicles a una banda i a l'altra la maneta fent la «figa».
Malgrat les seues dimensions reduides és d'execució
acurada (lam. V, A).
Més expressives són les mon.edes. Sabem de grans
bronzes imperials, que no hem pogut veure. Les que
coneixem són menudes i tardanes, de Licinius, Claudius el Gotic, Constantinus, Constantius i
Gratianust.
EL POBLAT IBERIC DE LA
CORONETA DEL MAS VELL
Més enlla de les Comes en la mateixa seguida de
muntanyes que tanquen la foia perla banda de poneot,
ja en la partida del Mas Vell, s'enlaira la Coroneta. Un
cim redó, que estigué envoltat de murs i a dintre les
ruü1es són un pedreguer que cobrcix les romanalles
iberiques.
Es veu ad ceramica feta a ma i arcaica, pero és
molt més abundosa la tomejada de fang fi amb decoració geometrica pintada en roig viu, sent de notar la tapadoreta d'una urna cineraria infantil i pondos amb
senyals incises.
I és interessant constatar la presencia d'un fonedor de bronze. Apart les escories de fundici6 ja vistes
en la Coma, Paco Caresmar, descobridor i actual propietari del poblat, ja fa molts anys traba casualment el
conegut motlle per fondre anells i disquets prou semblants als del motlle de la Balaguera, i darrerament un
altre sense acabar per a fondre grans tanques de cinturó de tres ganxos, que ara veiem que es feien per pareUes (lam. Ili, B).
Al Baix Ebre la necropolis ib~rica de Mianes dona
un pareD de graos tanques de cintur6 de quatre ganxos, fetes enllacant al fondre en una sola placa, dues
tanques de dos ganxos; pero no creiem que el motlle
de la Coroneta fóra per una sola tanca. En serien dues
juxtaposades, que després es separarien pera treballarles apart i acabar-les segons convinguera.
Al peu de la Coroneta, ja en el pla, a prop del
camf del Mal Pas, afloren despulles arqueologiques
que, perla poca cerbnica que es veu, deuen ser d'epoca romana.
LES COVES, UN ENLLA<; DE VELLS
CAMINS SOLITARIS
Les aigües que baixen convergents des de la SalzedeUa pel riu de Sant Mateu i des de la Vilanova pel
riu de les Roques o de l'Assut vénen a juntar-se al mig
de la vall vora les Coves de Vinroma i s'obren pas cap
a la mar entre els aspres penyals de la Solana i la Moreria. Un camf travesser que es creuria tacil i no ho és.
La mateixa fila d'aigua que en altre temps movía els
molins de l'Om, de la 'froneta, de 11-aver i d'En Sevic
va resseguint el marge, de vegades en cornisa o foradant la roca. i també el solc del riu, pedregós coro un
barranc, és insegur i penós de cam.inar. I així, l'enllac
de la ruta interior amb la de la costa e..s fa pujant al
coll de la Creu cap al pla d'Alcala.
Deu ser la ra6 que als voltants de les Coves no trobem el deos poblament que una visi6 molt superficial
de la seua estructura física faria su posar. Sols a les Fontanelles h.i ha restes d'una bona vil·la que es beneficiaria de les millors terres de la foia, substituint els poblats indígenes, per~ apartada del trafec. Coro si la
cal~ada haguera restat solitaria, enlloc es veuen al seu
marge romanalles d'aqueU temps. I aixo que a les Coves s'enJlacen·veUs camins, que s'adintren en la muntanya. tiren cap a la mar o van pel fons de la dota. A
més ad l'estreta vall s'eixampla en un espai molt
adient pera que els romans establireo el lloc d'atur per
a les legions. Pero el dlcul de distancies el reCusa: estaria massa a prop d'Intibili i molt lluny de Sebelaci.
Al sortir de les Coves, passat IJAbeurador i la Venta d' Oro, ja es pot seguir la Vía Romana. que a p oc
es separa de la carretera, tirant al dret cap al coU de
Torre En Dumenge, on tornen a coincidir.
En aquest trajecte Cavanilles veié dos miliaris. El
primer no tenia inscripció i estava a prop de la baixada
del camí de Serra En Garceran al Camf Reial'. Un
enllac que no és facil de localitzar, perque a les Coves
599
[page-n-610]
F. ESTEVB GÁLVEZ
de la pedra Llarga, pero com esta prou separat de la
Via Romana, o siga l'anúc Camí Reial on Cavanilles
la va veure, devem pensar que la confusi6 vindra de
que la Pedra donava nom a un indret del tenne i per
a~o quan feren el pont l 'anomenaren de la Pedra Llarga, sense que la tinguera al seu costat.
r així resulta que bavent desaparegut els dos miliaris i no sabent exactament on estaven, no podem
aprofitar-los per a establir la Uargada de la milla que
hi havia entre ells.
Segons Cavanilles la Pedra Llarga portava inscripci6 prou borrosa, que va transcriure:
V.C.
M.L.XX
no estant segur que f6ra L la segona lletra de la lí.nia
de baix1•
1 de Cavanilles la prengué Hubnerl. Blá.zquez
cregué que el segon signe de la segona línia era C, i
per tant la lectura seria MCXX, o siga la distAncia que
hi ha des de Tarragona' .
1 a~o s'acorda amb la lectura que fa de les milles
en la columna de Sant Vicent de Borriol, rectificant
també a Hubner, que va llegir:
C X l X
A . Udvm. 1, CÚJI4l ibirica. 2, Via Augusta. 3, 14 Mlmrió. J, Para·
dor? .5, CaupOM de Va/bia Mb.rul-14. 6, htusa.
ningú el recorda i sols els masovers de per allí ens donaren el tra~;at i el puguérem resseguir. El cami va de
Serra En Garceran al Bancal Roig i segueix per la
Manselleta i la Mansella a la Creu; travessa la carretera de la Serratella i va pels Terrera Rojos al Mas
Nou; d'ací al Mas de Boira i baixa a la Venta d'Oro,
on enlla~a amb la carretera. La posició de la venta es
justifica per la confluencia dels dos camins, i a prop
d'ella estigué el m:iliari.
L'altrc era la Pedra Llarga, que Cavanilles diu "de
piedra de amolan, l>araules que repetira referint-se al
miliari de la Pobla, i per tant seria de rodeno, duta,
probablemcnt, de la Serra de la Masmudella. I, segons
diuen, com per ací sols es troba pedra calcaría, algú
de les Coves trosseja la columna per a fer moles per
moldre y per esmolar eines.
És corrent creure que el miliari estava en el Pont
600
10
i segons Blázquez la tercera Uetra és una X i es deu
Uegir CXXX; que és la distancia que hi ha de Th.rragona a l'ermita de Sant Vicent de Borriol.
La qüesú6 es resol observant detingudament el
darrer miliari, que per sort subsisteix, i dar es veu en
ell que les milles no poden ser CXXX. i en opinió nostra en senyala CXIX (lam. V, :B). ~o resta credit a
la lectura que Blá.zquez proposava per a la jnscripci6
de la Pcdra Llarga.
Per a Morote la lectura del discutit miliari de les
Coves seria:
LVia] (A) V [O]
(P] M (C) XX M
1 és que eU llig en el miliari de Bocriol CIIX, portant la numeració en se.n tit contrari i parúnt de la
mansi6 ad fures, on la cal~ada es bifurcava en un ra·
mal per !'interior i l'altre cap a la costa".
RUiNES ROMANES A LA VINYA DE
JOSEP GARCIA
Marginada pel transit, enterament abandonada, la
Via Romana és de mal caminar, sense que enlloc es vegen rastres d 'enllosatnid'obra antigafms arribara unes
parceHes d'borta que rega la bassa del Parat't, obra vella, originariament romana, que reculll'aiguad 'un ullal.
[page-n-611]
LA VlA ROMANA
Hi ha a dalt una casa enruinada que va ser rajolar,
sense que es vegen en ella pedrea antigues aprofitades.
És més avant, al comen~ar la costera i a !'esquerra, en la vinya de Josep Garcia, on trobarem prou
trossos de dolía, testos de va.ixella fina, com la sigiHata
i la de vores fumarles, alguns ferros informes i dos me·
nuts bronzes: la cabota d'un clau i una plaqueta, que
foren objectes decoratius (Iam. XIll), idos grans bron·
zes imperials, d'Hadrianus i Antoninus Pius1' .
Quan en 1954- rebassaren el bancal per a plantar
ceps, descobriren restes de parets, pedres treballades com
pilons, que serien pujadors (lam. VI A), i una la~;>ida fu·
nerana. Els pujadors i altres pedres es posaren als marges; la lapida la varen recollir, pero no cregueren que tin·
guera algun interés i apenes parlaren d' ella. D 'ad que
al poble pocs la coneixien i la troballa no va trascendir.
És de treball acurat i feta en la dura i blavosa cal·
caria ja vista en el relleu de les Fontanelles, i podem
creure que va sortir d'algun taller de vora la Plana.
Diu aixf (lám. VIl):
L VAL LVCA
NO ANXXX
Vill VALE
MAR.CEL
LA MAT
FU.IO PIIS
trador de la Vilanova, on tornen a florejar ruines romanes en un espai erm a !'esquerra.
Hi ha també restes d'obra ja tardana, que els de
la Vilanova en diuen l'Hostalot i els de Torre En Dumenge I'Hostalet, i a~o permet creure en un alberg a
la vora del Camí Reial. 1 és segur que n'hl havia UD
altre a dalt del coll, on es veuen una sitja i parets enrunades de la que fou Venta de la Thrre. Pero abans els
de la Vilanova tingueren "el seu, perqu~ entre les ruines
de l'Hostalot es troben pedres ben treballades a tres
galtes i xamfranades, coro carreus de pilars o dovelles
d'arcs.
Les ruines romanes de l'Hostalot s6n ronegues.
Sobre un menut alter hi ha trossos de gruixudes parets
de formig6 endurit com una roca, que s'acoblen per
deíxar al mig un espai quadrangular obert al oord,
amb probable fornfcula exterior ál costat de llevant
(Uun. VI B); seguint cap al mlgdia un mur fet en el
mateix estil i a la vora dues basses separarles per paret
mitgera, amb apedac;aments i arrebossats, senyals
d'haver·se aprolitat pera fer-Ies com habitacions o altres dependencies d 'obra antiga. Pel sol es veuen trossos de teules ja tardanes i algun test vidriat decorat en
blau que sembla de] segle XVI; de restes romanes pocs
fragments de tegules i mcnuts bronzes imperials, que
mantenint-se millor solen passar inadvertits. En coneixem de Galienus, Claudius li el Gotic i Con stand".
SfMO F
L (ucio) VAL (erio) LVCANO
AN (norum) XXXVill
VALE (ria) MARCELLA MAT (er)
FILIO PUSSIMO F
(~cit)
Com siga que seguint la Via Romana pel Maestrat
l'epigrafia és bcn curta i sois un record, aquesta senzilla inscripci6 funeraria té el se u atractiu i mereix algunes reflexiona. Per la tr~a de les lletres i la redacci6
del text cal situar-la entre mitjans dels segles n i m,
i per la qualitat deJ treball degué ser encarrec d'una
familia benestant. r d'immediat es pensa en una vil·la
que aprofitara la bona terra de la clota, secans i horta
de la bassa. Pero la seua posici6 intencionada al marg-e
matei.x de la gran calcada i els pujadors pera genets,
proveo que el millor benefici estava de cara al transit
i més que vil·la seria una occaupona».
Si per les romanallcs arqucologiques volem reviure el passat és lkit creure que acf, on ara és la vinya
de Josep Garcia, fa mil set-cents anys estigué la venta
de Valeria MarceHa.
L'HOSTALOT
Segueix la Vía Romana costera amunt fms al coll,
que baixa després en pendent curta i suau cap a !'en-
RUINES ROMANES A DALT DE
L'HOSTALOT
En canvi poc més amunt en UD espai de terra que
estigué enna fins que en J956 la rebassaren per a plantar ametllers, tot el que es veu són despulles romanes.
Abans florejaven cossols de parets de pedra i morter.
Després, al rebassar en sortiren altres d'argila
compressa i el paviment d ' una habitaci6 fet de terra
amb un llit de cale i arena. Encastats als fonaments hí
havia també un pareU de pilons o pujadors.
Ad la ceramica és romana i n'hi ha molts trossos
de tegules, algun tovot, testos de terrissa ordinaria l de
vegades especies fines, com la sigil·lata, sovint llisa o
amb cercolets i fulles de bon estil, en pocs fragments
i menuts, que no permeten identificar els perfils dels
vasos.
L'interés que tenen aquestes r:uines és que estan a
la vora de la Via Romana i a una distancia equilibrada
de Tortosa i Sagunt, que ve a coincidir amh la que J' Itinerari d'Antoninus situa Ddum. Ra6 de que Senent la
posara ad, «a prop dels Llavadors de la Vilanova d'Alcolea.., i es referei:x a les de dalt perque parla de columnes, que sois poden ser els pilons, que fa uns anys encara es mantenien ferms al se u Uoc".
Amb el dlcul de distancies cal considerar també
les condicions topografiques del Uoc. Al coll de la To·
601
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F. ESTEVB GÁLVEZ
---- ~
602
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LA VlA ROMANA
Fig. J.- Olil14T d'O/dM. Ob;'mes de br011.U
3cm.
~\- o
1
1
1
1
1
o
1
Fig. 2.- La Jlila flílla ( Jiilanooa d~l.colta). PunJa de 1/an;a de.forro
rre, com a les Caves, hi ha un enlla~ de rutes ancestrals
que s'orienten per la Serratella a1 pla d'Albocasser i
també una sortida a la mar per la Vilanova a Torreblanca.
M~ inter~ úndria la pres~cia permanent de
l'aigua en els rius de les Roques i de la Carrasqueta,
que s'unei.xeo bai.x de l'Hostalot. 1 no ca1 dir com deleraven l'aigua els romana. La parada més a1 S ja seria
per terres sedegades on no brolla una font.
LA INFRASTRUCTURA IBERICA
1 el que és més important: !'arqueología revela a
l'entorn de la veina dota el poblament ind{gena més
dens q ue hem vist seguint la Via Romana des que deixarem la ribera de l'Ebre.
Les despulles més aotigues sortiren a1s afores de
la Vilaoova per la banda NE, i es redueixen a testos
de vasos fets a ma, amb la vora obcrta repujada per
impressions d igitals, que deuen correspondre a un Uogaret de la Primera Edat del Ferro, siruat a la vora
d'una bassa, que encara avui fa com un clot en l'argila.
Segueix a prop en el puig fronter a1 poble i marge
dret del riu, el poblat de la Vila Vella, amb restes de
viveodes que donen cerUnica, sovint feta a m~ i poques
vegades tornejada, d ' un iberisme arcaic. Apart la ce~
mica l'únic objecte que coneixem és una punta de llanca de fe.r ro (fig. 2).
Al ple de !'epoca iberica el poblat del Puig Pedr6
centrava un grup de llogarets estesos per la vall. Cap
a1 N quasi a la vora del camí indfgcna que passara a
ser la Vía Augusta, a1 cormet dels Tornen hi ha rest es
d 'obra iberica en un espai reduit. 1 a prop pel NO el
poblat deis Racons, que senyaJa Senent i encara manté
el toponim. En caovi el de les Sitges s'ha perdut, i prou
ens costa localiuar- lo per referencies de !'actual propietari. És molt a prop de la Thrre En Dumenge, da1t
del pla de CJeria. Al SO, cap al mig de la vall el poblat,
molt millor, de !'Olivar d ' Olcina; a1 S la Coroneta i
més a Uevaot el Carrascal.
Cert que soleo ser llocs arqueologics probrissollS
i remeoats pe1 conreu. Al tur6 deis Thrnen encara és
factible fer l'excavaci6 i l'estudi de les despulle.s, que
resten fondes, intactes. Acf la ceramica d6na la senzilla
decoraci6 geom~trica i amb ella hi havia una grao laduna discoidal de bronze repujada (lam. VUI). Dels
Racons aols coneixem la Jlbula de peu alt que publica
Senent. Ell tamb~ dona a conéixer les armes de ferro
603
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F. ESTEVE GÁLVEZ
3cm.
8
A
9
3cm.
o
Fig.
~.-
Puig Puiró. Obj«tu de lmm.u (A) i plmn (B).
que es trobaren en la sepultura de les Sitges. Avui, en
aquest lloc les despulles manifesten restes d 'obra iberica
amb un parell de molins barquiformes. El poblat de
l'Oiivar d'Oicina, molt millor, encara mostra íntegra la
seua topografía, empla~at al forcall de dos barrancs en
un planell oval.at, tenia l'accés per un ca:mí al NO (l~m.
IX), sense ra.stres visibles deis habitatges que foren remenats quan el varen rebassar 1'any 198L Ho va saber
Caries Borras Saura i amb uns joves vilanovans interessats pel seu poble, recolliren el que es veía i estimaren
que meTeixia guardar-se. I així sabem de l'Olivar d '01cina molt més que deis altres Uocs iberics de la vall. La
ceramica és a tom i amb ppca decoracl6 pintada; hi ha
un pondus i fusaioles; molins redons i al tres pedres per
a moldre, ovalades amb sengles bonys als extrems per
agafar-les, d'un tipus que hem vist a les Sitges de Torre
En Dumenge. El metall escasseja: ferros informes i alguns menuts objectes de bronze, com dues fíbules anulars de xamera, que sortiren enllacades; un penjoll de
tres anelletes, la de baix amb apendix esferoidal; una
plaqueta decorativa i una sonalla (:fig. 3).
A la Coroneta una modesta masada acaba amb les
despulles iberiques, esbrinant•se apenes pel NE el tra~at del mur i al SO encara es veo algun test amb la
típica decoraci6 geometrica pintada en roig viu. Del
Carrascal sois sabem que es troba una urna, que contenía ossos cremats, una punta de llan~a de ferro i un
probable torques de bronze.
604
Fig. 5.-
El Puntanó. Cla_s de forro.
u
Com veiem l'arqucologia és molt escanyida, pero té
el merit de donar unes localitzacions precises en poc espai i mercés a elles podem coneixer !'estructura del poblament de la vallen !'epoca iberica. Una concentrad6
de llogarets que centrava el poblat del Puig Pedr6, gran
i ben situat en aspre roquer, on eneas de perill cercaría
aixopJuc la població dispersa. Malauradament avui apenes resten uns pocs senyals de parets perla banda N. Ja
Senent el troba rabassat de veU, sense coneixer troballes,
i en les nostres prospeccions sols recollirem: de plom restes informes de fundici6, una aneUa i un rebló; i de bronze fragmenta d'objectes indefmits, un penjoll globular
amb anella i una curiosa miniatura de picola a dos talls,
probablement un arnulet, perque en coneixem un altre
igual de plom procedent dcltossal de Gaidó (Gabanes)
(fig. 4). Pero tenim noúcia que en 1935 es troba al Puig
Pedr6 • un cavallet de bronze», que no arribarem a veure; i en 1963 una moneda cartaginesa de plata, que entd. en el come re numism~tic i roda per coHeccion.s particulars.
Uns fets que Roma tindria present quan va establir la mansi6, atenent a raons militan i polítiques.
L'ILDUM DE L'EPOCA ROMANA
Pero pera posar Ildum a I'Hostalot, coro suposava
Senent, trobem una dificultat arqueologica inqüestio
[page-n-615]
LA VlA ROMANA
nable: ad les ruines romanes ocupen tan poc espai que
no poden ser les d'una ciutat o d'un Uoc d'atur per a
les legions.
I és que la mansi6 no estigué exactament a l'Hostalot, sin6 a l'altra banda de la Via Romana, en el Puntarr6.
EL PUNTARRÓ
El topbnim fa referencia a una llarga •punta" o
forcall, comprés entre el riu de la Carrasqueta i la séquía del Puntarr6 (lam. X A). U n espai ben conreat,
en el qual ja no es veuen ruines, que foren saquejades,
desfetes per alear els parats deis marges i deaempedregar el 501, reduides ara les despuUes romanes a trossos
de tegules i testos de terrissa ordinaria, que !'arada va
rosegant i acabara per empassar-se'ls. És tradici6 entre
persones velles de Torre En Dumenge que •quan varen
fer l'esgl&ia del poble portan:n moltes pedres de la Carrasquetlllt (Lám. X B).
1 aUd va ser perque en la facana es veuen molts
carreus desiguals i com repicats de nou per aJust~los
en l'obra.
La Carrasqueta és l'extrem del Puntarr6, on sembla que sempre n'hi hagué alguna, i al peu d'ella brolla
la font ja d intre del riu. En altre temps els baocals de
dalt eren un eapés olivar, que sois es llaurava aprofitant
les saons, veient-se per terra molts testos i trossos de
tegules, i era de creure que en el subsol restarien ruines
susceptibles de poder-se estudiar. Pero en 1952 rabassarco el Puntarr6 per a plantar ceps i les varen destruir
i van trobar fonaments de parets i una cripta sepulcral,
•com un aljup•, amb quatre esquelets, que pjetosament es recolliren i portaren al cementeri de Torre En
Dumengc. Entre les ruines hi bavia moltes tegules
trencades i testos de terrissa ordin~ria , ferros (fig. 5) i
algunes monedes de bronze, que s'han seguit trobant
de tard en tard. En podem esmentar dues de Claudius,
una de Vitelius i una altra de Domitianus,..
Com al rabassar i nivellar el sol traien !'enruna i
apartan:n les pedres per a fer els marges, als parats encara se'n veuen moltes desbastades o picarles per
e.n castar-]es millor en l'obra, alguna carreus i e]s matei·
xos pujadors que hi ha a l'Hostalot i a la vinya de j osep
Garcia (1~. XI).
Les romanalles arqueologiques del Puntarr6 no teneo el carActer propi d'uoa vil·la romana i, per la seua
posici6, molt adient per a establir un campament a red6s deis valls del riu i la séquia, creiem que corresponen a la man_si6 que esmenta l'ltinerari entre lntibilis i Sebelaci.
6
O
~ Vll.anova d'AicoiN
07
D. La vía romana a Torre En Dumenge i Vilaoova d'AJcolea.
O Lloes i/Hfies: 1, Els ~rr. 2, Els Ra.coru. 3, IA Silgu.
4, Puig P«Jrd. 5, OIWIZT d'Okin4. 6, la Vi/4 rula. 7, IA
CorotU/4.
O Lli>es romt111S: 1, J7'
11!10 114 jostp Gtudll.. ll, Cotg'ulú 114
14 Cmosqut/4. m, Pla 114 Ctmd. IV, Mas d'&.smyM.
~ Edat tJJ Ferro.
EL MARGE DRET DE LA
CARRASQUETA
Encara bi ha un altre espai arqueologic més confús, que poc es nota. És el marge dret del riu de
la Carrasqueta fronter al Puntarr6, arribant per baix
a la Via Romana. Acl, com per damunt hi ha terra
solta i fonda, podem creure que les romanalles antigues es mantindran intactes. Clar que al seu temps
ja foren espoliades, pero sembla que es tractava d'un
lloc lluit i encara es podrA fcr alguna troballa interessant. 'Thnim refer~ncies prou fiables que un veí de
Thrre En Dumenge treient arena en el riu de la Carruqueta, descobd una figura de bronze, que a poc
vengu~ a un ferraller al preu del pes del met.alL No
sabem que representava, pero s{ que tindria com uns
vuitanta centúnetres d'al~ada. ~ degué succeir
en 1965 i apenes es va saber.
Molt més tard s'han fet al marge dret de la Carrasqueta altres troballes, que també eoneixem per referencies, pero molt segures. 1 aixf podem dir que
en 1988 aparegu~ per acl un estranger que, provist de
605
[page-n-616]
F. ESTEVE GÁLVEZ
E. La via romana a Covea de Vinroma.
O LIJJc.r iblrie.t: 1, Mas d'En Rinu. 2, ús Cooes (pohú).
3, La Coma. 4, lA Cororuta.
O Lw's T01111Jns: l, lA Palinna. Il, Les Fontanelks. m, Caml del
MtJJ Pas.
l:J. Eda1 del Ftrro.
detector, troba tres objectes de bronze: un faHus de
bona mida amb anella de suspensió, un menut amulet
fal:lic i una bella fíbula, que mostra sense cap reserva
als seus coneguts del poble. Pero coro a lloc arqueologic el marge dret de la Carrasqueta ja el conei.xíem
molt abans que es trabara aquella gran figura de
bronze.
Hi ha al mateix marge un camí, que des de la carretera baixa al riu i el travessa pera pujar al Puntarró;
que degué ser eJ que accedia a la mansió des de la cal~ada (lam. Xll A). 1 és ad, al camí i en els clars de
l'espés biossall, on es veuen florejar testos, de vegades
de terra sigiHata, millors que els de l'Hosta.lot,
destacant-se una vora de platera fonda amb rica decoració floral estilitzada entre quadres que porten en reUeu dues cabretes enfrontades, de probable manufactura hispanka (lam. Xll B).
Els objectes de metall són pocs, pero selectes: d'or
un anell o aret que seria per a mans infantívoles o femenines; i de b ronze una punta de llan~a decorativa,
potser el remat d'una insignia; un menut objecte semillunar indefmit; i un amulet fiillic, amb la particularitat que a baix es representa el membre viril de front
606
i té el faHus a una banda i a l'altra la maneta fent «la
figa. (Jaro. XI1I).
Molt sovin t es trobaren monedes. J a les várem constatar als comen~os de les nostres investigacions. Aviat en
veierem també, recollides per curiosos vilanovans, i més
endavant per prospeccions propies i d'estranys que amablement les wostrareo. L'encu.ny més antic que coneixem
és un as de la República, segueix una moneda hisparuca
de C~sar August i graos bronzes imperials, prou gastats,
pero podent-se identificar d'Antoninus Pius, Faustina i
Gordianus. Molt millors les monedes tardanes, que no
circularen tant, de Galienus, Gratianus, Valerianus, Valentinianus i Constantí'7•
És de creure que les romanalles arqueologiques seguiran darrere del talús per sota la terra conreada.
Quan es coneguen les ruines, que probablement hi
haura, potser es puga identificar el lloc. Sois la seua
posici6 peonet fer algun cowentari.
Estava a la vora de la V ia Augusta i tenia al
costal el camí que anava a la mansi6. I afcgim que
la séquia del moU del Notari, que prcn.ia l'aigua
del riu de la Carrasqueta, es degué fer aprofitant
la mateixa que els romans establiren per a dur-la
a L'Hostalot i al pas trabaría !'obra del marge drct
del riu. I cal notar el fct curiós que entre els pocs
objectes coneguts d 'acf, per tres vegades apareix
l'amulet fa.Hic. Resta el camp lliure per pensar el
que es vulga. De segur que no seria una «Caupona»
coro la de Valeria MarceHa.
Respecte a l'Hostalot i les ru1nes de dalt, pagué
ser un parador per acollir vianants, que es trobarien
més segurs si tenien a prop la mansió. I també gent que
negociava al recer de l'exercit'1 •
1 coro era nor:matiu en tals casos la mansió prengué el nom de la ciutat indígena immediata, que era
el poblat del Puig Pedró; i acf estigué Ildum.
AqueUa estructura del poblament indígena que
precedí la romanització s'acorda amb el prefvc ..n..,
que molts creuen equivaJ a «p oble encastellat».
No creiem, coro suposava Schulten, que fóra l' Iliturgi de la Segona Guerra P6nica, ni tinga que veure
amb l'Dduro de les monedes" . I pensem que amb la
romanització tots els llocs iberics de la val! van desapa-
reixer, sense que hl haguera una continuitat en e1 poblament, perque sois a la Carrasqueta es troben despulles romanes relativamenl denses i le:~ cstimem
vincularles a la mansi6. Fora d'ací hem Jocalitzat fragments de ceramica molt úpica, com Ja sigil·lata a prop
de Thrre En Dumenge (Pla de Olerla) i a baix de l'Olivar d'Olcina (Mas d'Eosenyor), que estant a Ja vora
de llocs ib~rics farien pensar en uoa mateixa gent, ara
romanitzada, pero es tracta de senzilles vivendes
rurals.
I és que a la vall de Vilanova no hi ha espai ample
i obert, com és la foia de les Covcs, per a que s'establira
alguna rica vi11a i també en aquell temps els marges
[page-n-617]
LA VIA ROMANA
del riu serien un aiguamoll. Com ho eren encara quan
escrivia Cavanilles10•
[ un Cet arriba a manifestar-se en una arqueologia
tan curta: eren gent que havien assumit de ple la romanitzaci6. En els pocs Uocs que conei.xem mai falta la ceramica fma de bona manufactuJ"a i els noms que ens
d6na la l~pida de la vinya de Josep Garcia. sense cap
record indígena, tamb~ tenen un cert aire de distinció
social.
Des de I'Hostalot la Via Romana ve a coincidir
amb !'actual carretera, separant-se molt poc un pareJI
de vegades i va sempre al dret; primer pel pla de la Rosa
i segueix després pels Domenyons de sol més alterós.
Deixa a baix, quasi a la vora,la Cont Roja i puja en cuna
costera el coll de Benlloc, on es separa de la carretera i
baixa per l 'esquerra a !'entrar en el pla de ¡•Are.
NOTA FINAL
El prese.nt treball sobre la via romana a les Coves
i la Vilanova va ser rcdactat l' hivem de 1988 i donat
al S.I.P. l'esúu següent. Després es feren noves recerques a l'Hostalet i el seu entom amb resultats que poc
alteraven la nostra visió d'Ddum i no els vuem incloure. Pero la darrera troballa 6s importantíssima i anem
a registrar-la. quao el nostre escrit ja esta en la impremta.
El dia 3 de mar~ de 1992, fent obres per eixamplar
la carretera, en arribar a la Carrasqueta }'excavadora
descobrf cnfonsat en l'a.iguamoll del marge dret un
llarg pedrot, que de moment no es pogué identificar
per estar cobert de fang. Per sort el vcié el jutge de la
Vilanova Manuel Ferreres, que digué era un m.iliari i
passaria avrs a !'Alcalde J oaquim Centelles per gestio·
nar el dugueren al poble on estaría més segur. I aixr
es va fer, mercés a 1'efica~ coHaboració del contratista
de l'obra, deixant-lo al jard{ de les escoles.
Hi ha a la ViJanova un grup de geot sensible i en·
tesa que vetlla pel seu patrimoni cultural. El que inicia
!'interés per l'Arqucologia va ser Carles Borras i Saura, i a poc se !'incorporA el jove Vicent Calduch. Ara
en son més comptant·se també les autoritats locals. I
l'amic Borras eos comunicA la troballa del miliari; que
per motius professionals devfem veurc un dia de Cesta.
Que va ser el diumenge scgücnt.
La superba columna és igual a les que hi havia
en 1924 a la serra de la Marmedclla a prop de Ja Pobla
Tornesa i degué sortir de la mateixa pedrera, perque
és tamb6 de rodeno dur sense arribar a ser quarsit6s.
EJ dau, que anava enfonsat 51 cms. en el sol, és
prou irregular, i el fust que té 2'70 m. de llarg i un
gruix mhim de 0'62 m. en la base i 0'51 m. a dalt,
acaba pJa, pero amb l'aresta arredonida.
La inscripció ocupa a una gaita quasi dos ter~os,
resta encara per netejar i es veu prou gastada i malme-
sa. El refer-la i llegir-la sera cosa entretinguda. D'im·
mediat el que més intercssa per al nostre estudi és la
milla que assenyala i la varem transcriure: C C L X
X X l 1L
Per ella es veu que el miliari de la Carrasqueta invalida les opostes lectures que s'han fet de la Pedra
Llarga.
I coneixent ara la milla d'Ddum podem seguir la
via romana cap al N. con ho Can els Vasos de Vicarello,
sumant milJes de mansió a mansió fins atan~ar les 283
on trobarem l'inici de la numeraci6.
Aixf, en el Vas l en arribar a I NPYRANEU hem
sumat 282 milles.
En el Vas 11 lNPYRENEO esta 279 milles.
En el Vas III INPYRANEO es troba a 281 milles.
1 el Vas IV situa SUMMOPYRENAE a
277 milles.
Com en els quatre vasos IUNCARIA esta
16 milles abans d'arribar a INPYRANEO i RUSTICIONE, ja en la GaJia a 25 milles, bem de posar el co·
men~ament deis miliaris d ' Hispania amb una nova numeraci6 en SUMMOPYRENAE. 1 el que no
coincidcixca exactament amb les C C L X X X 1 I 1
milles es deu a Ueugeres errades deis que gravaren eJs
vasos, perque ja s'ha vist com discrepen entre dls.
Per tant el comen~ament de la numcraci6 miliaria
en la via romana que anem seguint no estava a Tarraguna con deixava entreveure Dassau i afirmava Blázquez; ni venia numerant·se en sentit contrari des de
AD TURRES com crcu Morote.
NOTES
J.J.
•Estaciona lb~riques entre el riu C~nia i
Anwri dll'lnstitul d'Estudis Catal41U (1915-1920), Cr~n)ea
de la Sccció Arqueolbgica, pp. 619-621, Barcelona, 1923.
• Al Cap varonil rasura! i cabell en blens, a la dreta; davant
1
el
S&~~lti'T IAAAu:
~iUan•.
dos doíins.
R/ Cenet amb una palma al muscle galopant a la dreta; a baix
subratllada la llegcnda M"AI"? P
Variant de la mateixa.
,
D. Fo.sn:11u. V,.u_a; •Nuevu inacripciones ibúiau en la re--
gión Valenciana.. Ardai!>f di Prdlislm4 úDaJttiM, T. Xnt, Valencia,
1978, pp. 103-126, en la p. 107.
A. Ouvu F001: •Epigralra ibtriea de la provin.cia de Caate116n•. C...Mntos IÚ PrJJisfMi¡, .J Ar~tl4 C.S~. 5, Castell6n,
1978, pp. 265-291, en la p. 278.
• AcJ la veiercn 1 eo donaren noticia:
L. Auo CAS.\1.: •La arqueología romana en el País Valenciano:
panorama y perspec:t.ivUtt. 1Jtmr«l41dl A~¡ú tl.t 14 UmDmÍIIIlliiÚ
AÚ&41111, Elche, 1983, p. 39.
P. A&ASA 1 Gu.: •El relleu biJpano-roml dels lbssale~. BIIJilnl
úJ
-.u: Hislllrilf IÚ l:.frt ol Ptsú V~. Vol.
l, p. 65. Per eonfusi6 posa el reUeu de les Coves en la font de Ca·
banes.
> Al IMP. LICINIVS AVC.
B1 seu buat amb caac i culrana, a la dreta.
R/ VTRTUS BXBRCIT.
TroJe u miljtar i al pcu, aueS'It•, doe captius amb les maJll nu·
gades al dora.
Seria una variant de Cou!IH 1 T. Vll, P• 207, n.• 183.
Trencada, no ~~ 1egura la intcrpretació.
607
[page-n-618]
P. ESTEVE GÁLVEZ
Al DIVO CLAVDlO.
La tclta ndiada, a la drcta.
Rl CONSAGRATIO.
altar?
Al DIVO CLAVDIO.
La teata radiada, a la drcta.
Rl CONSAGRATIO.
Figura CIVaida, idcntiliuda.
Al CONSTANTINVS MAX. AVG.
El 1cu bwt amb diadema i VCIÚt, a la drcta..
Rl Oeu 1cr (GLORIA) .EXERClTVS.
El .tabaru~» entre do• 10ldau?
Al D.N. CONSTANTIVS P.P. AVG.
El leU buat. diademat i veaút, a la drcta..
RJ PEL. TEMP. REPARATIO.
Soldat de peu a la dreta amb un eacut en la m Aesquerra, clava
la llan~a en un enem.ic c:aigut del cavall, que aubjecta per la crinera.
COMI!H, T. vn. p. H7, otlm. 45.
Al D.N. CONSTANTIVS P.P. AVG.
El aeu bu1t diadcmat i veatit, a la drcta..
Rl FEL. T.EMP. REPAR.ATIO
Soldat de peu a la drcta amb un eiCUt en la ml esquerra, clava
la Uan~ en un cnem.ic: cmgut que aguanta el C&'lall pru pcr la crincra.
Coowo, T. Vll, p. H7, otlm. 45.
Altr-ct d01 mcnuu broDZCI igual•.
Al OOMINVS AVGG. AVG.
El aeu bull diademat i vcllit, a la drcta.
Rl GLORIA NOVI SAECULJ
Gratianus de peu a la drcta porta un •labarum. i es recolza en
un
eiCUI.
Co"'"'· T. VUl, p. 127, núm. 13.
Él menuda amb el marge retallat, havent perdut la Uegenda,
que aeria:
Al F.L . CONSTANS. NOS. CAES.
El seu bU5t Dorejat i drapat, a la drcta.
RJ GLORJAE EXERCITVS.
DOI10Idau amb case, de peu, porten c:aduc:tl una Dan~ i ea
rccolzen cn un CKUt¡ entre cU1, una ina!gnia amb penó.
Cotc1H, T. vn, p. lli. otlm. 46
Una altra igual, mE1 menuda.
v..mu.u, p. 68.
'
CI\VAIUU.U, p. 68.
o C. I.L . n. • 4981. Amb !'errada, compreruible, de: eituar la Pedra Uarga a Cabanee.
t
A. 8~Jt~uu v DJU.OAOO Aouu.aii.A 1 A. B~Jt~n Gtwti
Memoria ntlmcro general 69, Madrid, 1925. p. 14.
,. C.I. L. 11.0 4949.
u J .G. Moaon: •El trazado de la Vra Augulla de Tarracone
a Canhagine Spanaria. Una aproximación a au estudi01t. S.,..11111771,
n.• 14, Valencia, 1979, pp. 139·150. En la pAgina 148.
•• Ara c.n diue:n tamW deb Gatella, que aón els noua propietaria de la finca on e~tl la busa.
" A/ HADRlANVS AVC. COS. 1T1 P.P.
Buar de !'emperador llorejat, a la drcta.
RJ FORTVNA AYO. S.C.
La Fol'luna dreta a !'esquerra porta un governall i el com de
' c..
l 'abund~cia.
COHIIII. T . II, p. 171, n.• 763.
,
Al La llegc.nda, quui perduda, degu6 ser ANTONINVS AVG.
PIVS P.P. TR.P.
El aeu bust Uorejat, a la drcta.
RJ &vaida la Uegenda.
Roma U6Cguda al'csqucrra porta UJl8 Uao~ amb el eo1ze csquc:rrc 10bre un cscut, damuo1 la proa d'un vaixell.
,, Al GALIENVS AVG.
El aeu bust radiat a la drcta.
Rl VICTORJA AYO.
La Victl>ria de peu a !'esquerra porta una corona i un colom.
608
CooUH, T.V., p. 446, n.• 1075.
A/ DIVO CLAVDIO.
La testa radiada, a la dreta.
R1 CONSAGRATIO.
Ahar enc:Ea.
COKIH, T. VI, p. 135, n.• 50.
Menut bronzc: molt curit de margea, 1c:01e que Cl puga llcgir
la Llegeoda, que degu~ gr.
Al CONSTAl'ITINVS AVG.
El aeu bust diadema!, a la dreta.
R1 GLORlA EX.ERCITVS
Dos10ldats de peu amb c:uc i llan~, rccolza.nt-ae en un eaeut,
tenen al mig una .inl!g¡lla miHtar amb penó.
" JJ. g.,.IINT loAAn: •E1tacion1 ibUiquce entre el riu C~nia i
el Millars•.
,, A/ TI. CLAVDIVS CAESA.R. AVG. P.M.TR.P. IM:P.
La !esta nua, a la dreta.
R1 CONSTANTIA AVG. S.C.
Pal-las amb una llanca de peu a l'eaquerra.
CottiM, T. 1, p. 251, n.• 14.
Al TI. CLAVDJVS CAESAJl AYO. P.M7I'R..P. IMP. P.P.
La tCila nua, a l'eaquc:rra.
RJ
s.c.
Pa.J.Iu de peu a la drcta Uan~t una javdina i portant Clc:ut.
CoH~:~<, T. 1, p. 25!1, n• 84.
Al VITELlVS IMP. GERMANJCVS.
La teata llorejada, a l'e~querra.
R/ LffiERTAS RESTITVTA S.C.
La Llibertat de peu a la dreta, amb un bonet i un ceptre.
Co11ouo, T. I, p. !162, n• 75.
Al TMP. CAES. VESPASIAN, AYO. COSill P.P.
La tena llorejada, a la drcta.
Rl VICTORIA AVGVSTI S.C.
La Vic:tl>ria c:am.inant a la drcta porta un ()()1om i una corona.
COHa, T. J, p. 415, n• 610.
" A/ Janus bifront.
Rl Proa de nau. A baix ROMA.
Prou gastada acnae que ea pugucn Uegir le~ Uegendes. Com tam·
bE el rcven on s'e•brina eljou de bou1 i el 1acerdot que eb guia. Per
tant aerA de C~ar Augu~t. 1 pel bult de J'anverJ, que e1 maotE W i
éa de: modclatfi, c:al atribuir· la a la primeruerie d'emiaJions. corrCI·
ponent a M . Lutatio i M . Fabio, tal com el dóna ViVCJ (T. IV. p. 731
n• 2,
CXLV1, 2) variant la Ucgenda do l'anvera, que en la d'acr
comc:nca CAESAll DIVI. í al centre cap llorejat d'Augull a la dreta.
".m.
Moli gastada, pero es pot identificar.
Al CAESAR AVG. F. DOMlTI...
Bl aeu bull Uorcjat, a la drcta.
RJ Perduda la Uegenda. Al mig S.C.
PaJ.Iaa? A l'esqucr:ra Cl rccoba en una llan~ i en l'altra ml aixc·
ca una Victl>ri.a?
¿Antoninus Piu1?
Al CORDIANVS PIVS FEL. AYO.
El sou bust Uorc:jat, a la dreta.
R/ LAETITIA AVG. N. S.C.
L'J\Jc:gria de pou a l'eaquc:ra porta uua .:uruoa i una ancora.
COiliH, T. V. p . 33, 0 ° 122.
Al GALIENVS AVG.
La ICita radiada, a la dreta.
RJ DIANAE CONS. AVC.
C~rvol c:am.inant a !'esquerra. En l'exe.rg X.
Cott-, T. V, p. 362, n• 158.
Al D.N . GR.ATIANVS P.P. AVG.
El seu buat llorcjat i drapat a la drcta.
Rl REPAllATIO DBIPVB.
L'cmperador amb diadema i roba militar a !'esquerra aixcca una
dona agenollada i ambla ml dreta porta un globus ambla Victl>ria.
Bron•e míg.
[page-n-619]
LA VlA ROMANA
eo...... T. vm,
p. 120. o• 30.
Al Falten lea primeres Uecres de la llegenda, que deu ser IMP.
VAL. MAXIMIANVS AVC.
El scu bull radial i drapat a la dreta.
RJ VCIT' XX VF dintre d'una corona de Uorer.
Al D.M. VALENTINIANVS P.F. AVC.
Buat de !'emperador amb diadema i roba imperial, a la dreta.
RJ RBPARATIO RBIPUB.
Valentinianua amb roba militar de peu amb la Vict~ria en la
ml, a l'eaquerra aixeca una dona postrada. B. mig. COJUD<, T. vm,
p. 142, n• 26.
Al CONSTANTI VS P.F. AYO.
El aeu buet amb diadema i roba militar, a la dreta.
R1 FBLIX TEMP. RBPARATIO.
CODatantiua de peu a l'eaquerra amb la ~ alea, una llanca, i
amen~& un enemi.:.
Deu aer una variant de Coum, T.V. p. i+Ci.
• Exc:avació d 'Arua, poc expreuivea rujnea.
a A. Sa.uuv: ANts Hispaitll lllfliqwM. n. lAs Gwnar di 237-154
ca. di J.C Edición y comentarioa por Adolfo Schulten, Barcdona,
..
1935, pp. 80-81.
a •Lu vertientea de loa montea han depoaitado aquf úerra r~r
til, que te mantiene f.uu por laa mucbu aguas que acuden por
filtros 1Ubterr6neoa; aon tan abundantea, que en qualquie.r a parte
ae hallan a pocoa pica de excavación, y algunu vecea inutil.i.An cJ
aucJo y la aemilla. Para evitar aemejantea efectos hao bech. loa de
o
Villanueva profuodat y angottaa nnju, que cubren con loau en
arcos apuntadoa, tobrc 101 qualea ponen tierra que úembran de trigo..
C.wAIIUJ.U, T. 1, p. 65.
609
[page-n-620]
F ESTEVE CÁINEZ
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[page-n-621]
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Alt. 193 mm
~/1 (Co~~e~ de
Vinromi.t). Mol/k p" afondr~ la11qUlS de ~infurtÍ
Lám. I V.- La pedra esculpukJ de les Fontanelks (Coues de Vinromti). Dibuixfit a la mateixo lúutra, tal eom e.staua el dia 30 de s~ltmbre de 1966
6JJ
[page-n-622]
F ESTEVF. GÁI.VEZ
612
[page-n-623]
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8. Camr' d'att(c al poblaJ ptr lo bantÚJ dr pon•ttJI,
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[page-n-628]
F. ESTEVE CÁLVEZ
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[page-n-629]
V icen~ M. R ossELLó 1 V ERGER •
LES VIES ROMANES AL PAÍS VALENCIA.
IL·L USIONS 1 CERTESES • •
Els camins, llun.y de ser un fet geografic «d'ocupació improductiva••, com de vegades hom ha ax:ribat a
dir, tenen una enorme transcendencia per al desenvolupament geopolític, estrategic, cconomic i cultural. I
els camins romans -que més d'una vegada discutlrem
amicalment amb l'enyorat Enrie Pla- han pesat molt
a la historia valenciana. L'espinada del Regne de
croats, del País modern, ha estat i és un caro{ o millor,
el carnl més o menys litoral (Alv.CIL, 1971). Per aquest
cami-sería neci i nefast amargar-ho- ens ha vingut
la llengua, l'art, la tecnica, tantes conquestes culturals,
de latituds més altes.
La cintura de muntanyes que separa el País Valencils de la Meseta i la vall de l'Ebre és mala de travessar,
llcvat d'alguns comptats portclls. Només pcr la costa
i alllarg deis corredors pre-litorals és relativament fluida la possibilitat de comun.icaci6: allí hi trobarem l'empremta deis itineraris romans, no massa diversos de les
«rutes naturals...
Departanlent de Geografia, Universitat de Val~ncia.
Aquut asaaig de s!ntui s'ha enriquit amb la generosa informaci6 i amical crítica del ptofeuor Ferran Araaa., que vull regrac~ar sinceramcut. El!, dav&Dt ela meu.s dubtu sobre la utilitat de la
mcua contribuci6, m'ba em~s a acabar- la i pubticar·la.
•
••
Molta gent - fins i tot il·lustre- bajugat a l'endevinalla sobre mapes d 'escala irrisoria respecte al tra~at
de les vies romanes. ..& lv:Jn didw bdilsirrws desatinos
histórico-geográficoS» en relació al tema; el mateix Ghabret
(1977), que a la cruilla deis segles va formular la frase,
no sé si eixí del tot immune de les altes dosis de xovinisme que foren inocularles a la geografia antiga.
Abans que valer-se de la racionalitat, els vells cronistes
s'afanyaren en cercar la més antiga prosapia per a la
propia ciutat. Així bom va identificar Hemnoskopeion
amb Dénia (ho combaté E. Pla); hom inventa Bigastro
i reduí, sense trellat, Oreelis amb Qriola; ll.lbme obtingué
tants de significats com escriptors en tractaren; Segobriga arriba a servir per a desmembrar i crear una diocesis
que res no hi tenia a vcurc...
De la toponímia, hom en pot pouar conftrmacions, poques vegades arguments, i és un camp on ..qui
manco en sap, més hi diw., confirmant un vell aforisme. "L''Ús de les fOrmules tradicionals de la semblanca
fonetica ha dut a una cadena de barbaritats interminable, les quals dissortadament, tenen una acceptació popular» (Lt.aBUOAT, 1983 a: 100).
Entre les iHusions o incerteses també cal posar la
mania que tots els monuments romans o poblats iberics estigueren enfllats per una via romana de primer
619
[page-n-630]
V.M. ROSSELLÓ 1 VERCER
ordre. O que les centuriacions hlspanes -la majoria
ben pobretes- hague.ren de fer costat a trajectes
axials. La mateixa persistencia dels camins, ben mals
d'esvair abans de !'arribada deis buildiJzns, cal tractar·la
amb parsimonia, si la manegem com a argument. ¿Tots
els assagadors o camins ramaders són medievals o an·
teriors? c:Tots els tr~ats medievals, dignes del nom de
camí. són romans? Que de recerca faria falta per a po·
der contestar. Coses, totes, que cal provar, no intuir.
Demanem, donca, exigim, almenys, logica i, si pot ser,
demostració. Allo cert com a cert, els dubtes com a
dubtes; ja vindra temps que les hipotesis esdevingu.en
tesis. Hipotesi no és fantasía: no es tracta de fer volar
coloms, sinó de recollir com més proves millor i
contrastar-les.
1. ELS ITINERARIS COM A FONTS
Al món roma, militan i funcionacis comptaven
amb els itineraria aárwlala i pida. Entre els primen, el do·
cument fonamental és l'I tinerari Antoní (d'Antoni o
d 'Antoní), el qual es complementa amb un elcnc de
procedencia mestallada, anomenat l'Anonim de Ravenna, i un centó, encara més modern, els Guidonis Geographica. Categoría interm.e dia, podríem assignar als
Vasos ApoHinars i a la humil tegula de Valencia, mentre
l'únic itinerariwn pictum que pod.ria haver-nos servit, el
de Peutinger, perdé el fragment iberic.
Dels primers itineraris escrits d~ntonius (millor
que An/Qninus), hom en concix vint manusc.rits «esmenats i ampliats• des del segle uon al rv1 • L'edició basica
és la de P. Wesseling ( f&tera Rtmlllrwrum ItinerarÜJ, Amsterdam, 1735), tot i que hi ha una edici6 posterior més
completa de M. Parthey-Pinter i O. Cuntz (1848: Leip·
zig, Teubner, 1926-27). Es tracta, més d'un elenc d'estacions i ciutatS, que d'una guia practica, on el trajccte
que més ens afecta és l'ltin.e rari XIU (segons la numeraci6 de Kubitschek, 1916) «ah ArelaJo Narb~m~, inde Tarractm4, iruJe Carlhagine Sparlaria, iruJe Ca.stu/one>• que totalitzava 732 milles romanes (MP). La distancia entre
mansionu és anotada en MP (1.481 m) que, malgrat els
problemes de transmissi6, de.m ostra un grau acceptable d'exactesa i ajuda a les verificiacions geograíiques.
Les estacions -hostals, lloca, viles o ciutats- hi venen
expressades en ablatiu o locatiu, generalment en resposta a la qüestió u.bi?, pero de vegades compareixen
en acusatiu ronec, responent a qU(I? Serien aquests casos, segons G. Arias (1963), les mansiones que se separen
de la vía. Uacusatiu amb la preposici6 ad (•al costat
de» noms inteHigibles) suposaria una fita natural o antrbpica que no cal que fóra una entitat de poblament.
Per al País Valencia la relaci6 és la següent:
Dertosa-XXVII-Iotibili -XXIIII-Ildum-XXIIIISebel aci-XXI I -Sagu nt um -XVI-Valen tia-XXSucronem·XXXII-Ad Statuas-VIUI-Ad 1\ures620
XXIUI-Adello-XXII1I-Aspis-XXIIII-llici-XXVIIThiar, etc. (W1!SSR!JNG 1 J735: 399-401).
L'Anonim de R avenna, datat pels seus analistes
més solids en el segle vn6 pC, té com a edici6 fonamental la de M . Pidney et C. Parthey: Arw~imi Ravennatir Coi'!TII)graphia tt Guüitmir Geographica. Berlín, 1860.
Tal vegada traduida del grec, la Coi'!TII)graphia sembla
confegida a partir d 'un mapa germa o cosí de la Tabula
Peutingeriana. Nogensmenys, E. Llobregat (1983 a i b)
ha gosat suggerir -amb prou versemblanca- que
1' itinerari pel territori valencia ha estat passat per un
sedas arab, cosa que su posaría una data més recent . La
seua argumentació la funda en la divisió «provincial»
que fa de ]a península, tot incloent la provimia Aurariola
o k~ra de Thdmir.
El tracat axial presenta una doble versi6 als llibres
IV i V, la segona de les quals sembla més correcta. Vetles ad:
IV
V
30+,2 Oa1uA
S+~90crl01J
lf~dllm
.l..ahtic.atwD
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Sl¡witlllll
IV
Slplii111D
Ruhria!tilD
Valuti&
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V
Astavm
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(Funvm Suaouc)
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Luan!a
Ad laoa
ADoa
Hilicc
SDS,l
~
1~
Pwri.t 3H,8 Ch1Juco Spartaña
Uanonim de Ravenna con té també al llibre IV
(310, 3-14) itineraris que poden afectar coHateralment
el País Valencia:
«lterum iuxta ciuiJalnn super scriptam Cesaraugustam p()fliqr.u di&iiur
Contrebia
lur tÜliJJJs
Auci
Leonica.
Gtrgwm
Arlicabe
Precorium
lterum iuxta ciuitaltrn super scriptam Trtbiam tst ciuilas
qr.u dicitur
Les Gtograph.ica de Guiu de Pisa s6n una compilació tardana que, pcl que fa a les nostres terres, consisteixe.n en la !lista plagiada l'any 1119 delllibre v~ de
la Coi'!TII)graphia de Ravenna. Per aixi> no els cal més comentari.
U n espai intermedi entre els itineraris escrits i els
grafics, !'ocupen els quatre vasos auris de Vicarello,
trobats a les .At¡utu Apo/Jinares o Bagni di Vicarello, l'any
[page-n-631]
LES VlES ROMANES AL PAÍS VALENCIA
1852. Es u-acta de les preseotalles d'un gadita -o diversos pelegrins procedents de Gades- al déu ApoHo
al comencament de !' Era. Donem la relaci6 de T1lll1lSiones
amb les respectives distancies en milles i les variaots
que presenten (Ro!J).(N, 1975):
2t
Libi.aa
LibiJOWD(I)
(LcxvuJ
Saltigim (1)
(ChillchiU.)
Ad Paleo (TI)
Ad Palc (UI)
At 'IUrm (lll)
Ad 'llma Saetab. (IV)
22
ParieÚIIÍI
16
Sahigi
32
Ad Palcm
Ad Palee (IV)
Finalment, )' única possibilitat de disposar d 'un
vertader ilin.trarium fñdum ens l'arrabassa l'atzar.
L'anomeoada Tabu/4 PeuJingtriana va perdre el primer
tros, el corre.s ponent al firús temu occidental, precisament per estar enrotllada en aquest sentit. Si fou
una guia practica -una mena de Firestooe o Michelín de carreteres- composta originariament entre els
segles u"" i rv 1 pC, res no en sabem de l'autor, un
tal Castorius. La copia 6nica i esmotxada que figura
a I'Ósterreichlsche Nationalbibliothek deu ser del segle xu o xm. La restituci6 del fragment hispanic
i nord-africa que en va fer K . Miller (1916) a base
de la Cosmographia de Ravenna (que no expressa les
d istancies entre mtJtt.rúmes) és una pura curiositat
erudita.
22
Ad Aru (I i 11)
28
Saeubim (l)
16
[XllivaJ
2.1. LES CENTURIACIONS ROMANES
15 (ll)
Sucroocm (1
)
20
Valtatia
Valc.DI Í&lll (1)
(Yalalci&J
SacYMo (D)
s.rtatum (1)
16
24 (1, ll i IV)
22
Ad N
oul.u (1)
Ad Noua (IV)
22 (1, U i IV)
(Saswu)
SeIKiaá (1II)
24
Ddu (IV)
Ddum
24
lntibilim (U?)
Imibíli
1ntibili (erral IU)
Dcnown (1
)
(ib"otal
27
Dtrtosa
Les poblacions recognoscibles a primera vista deixen veure el camf per on anaren vers Roma els viatgers
gaditana, travessant la meitat septentrional del territori
valencia per la Via Augusta.
A la mateixa agrupaci6 que els vasos podría entrar
un testimooi prou menys significant, la ttgu/a de Valencia, de la qua! sabem ben poc. És una inscripci6 trobada el 1727 prop de la Porta de Xarea, al solar de !'actual esglhia de Sant Tomas, abana, de la Congregaci6
de l' O ratori. Malgrat que fou destruida, Hübner reeull
la inscripci6 (CIL, ll, Suppl. 6239), basant-se en Agustí
Sales (1766). És clac que es refereix al trajecte septentrional de la Via Augusta:
AB
AB
AB
AB
2. CADASTRES I MONUMENTS
25
VALENTIA SAGVNT
SAGVNTO DERTOS
DERTOSA TARRACONA
TARRACONA...
L' baver dirigit i «editat>t un llibre sobre cadastres
romans a Espanya (1974) i publicat papees sobre la
qüesti6 (ROS$!.LLÓ, 1980) m'obliga a ser caute en una
correlaci6 que sovint s'insinua entre els autors: via romana/centuriaci6. És ver que les ceoturiacions italiques de grao estil eren articuJades per calcades importants, pero no sempre podrfem aplicar cl raooament
invers a les nostres centuriacions, comuoament de poca
volada. Maldaré pcr a aclarir-bo en l'estat actual de
llur coneixement.
La prospecci6 sobre cadastres romans comenca al
terme de Castell6 de la Plana, entre la Rambla de la
Viuda i els cstreps del Desert de les Palmes (LóPsz
Gómz, 1974); deis Camiru tilla Quadra, documentats el
segle XJV, que marquen una ret(cula que podria ser
centuria!, cap ni un coincideix de manera terminant
amb un possible vial. En tot cas hom apeHaria al Camf
Vell de Borriol, pero no res té a veure amb les parcel·les
geometriques. A la mateixa Plana Bazzana (1978) ha
reconsiderat la qüesti6 d'un eadastre roma d 'estructura no gaire ortodoxa atribuint al Caminas, al N i S del
riu Millars, el signüicat d ' un itinerari pre-roma, tal
volta reutilitzat.
Entre Saguot i Valencia la geometría cadastral esdevé evident (CANO, 1974) al regadiu de la Séquia de
Monteada al N del Carraixet. No és massa arriscat ací
manejar l'equaei6 kmdo -Vía Augusta-carretera nacional 340, almenys en el tram rectilini que va de Rafelbunyol a Meliana, tot i que Vicent Sales (comunicació personal), que ha investigat meticulosament la
xarxa de regadiu, troba diffcil fer coincidir la trama
amb la carretera amb la qua! forma un mOdic angle.
Més al oord de Rafelbunyol la ruta es desvía lleugerament i recupera l'orientaci6 a Pu~ol; serien en el millor
deis casos 14 km de tirada coincident.
621
[page-n-632]
V.M. ROSSELLÓ I VERGER
A migjom de Val~ncia, bom no sol discutir que
l'eixida pel carrer de Sant Vicent era la mateixa Via
Augusta. Per aixo Pingarrón (1981) l'ha poguda seguir
per la carretera N-340, que és ensems el ktJrdiJ maximus,
entre Benetússer i Silla (7 o 8 km), de la centuriaci6
de l'oest de !'Albufera. Aquest modest cadastre conté
devera 75 quadrats de mitja bectarea i mostra el tercer
ktJrdiJ de ponent molt ben conservat entre Paipona i AJcaaser, tot passant per !'Ermita de Santa Anna.
Hem d'arribar a lli&i o Elx per a trobar la ctnturialio
m~s gran i ben conservada sobre 225 moduls, relacionable amb l'erecci6 de la colonia (42 o 43 aC), maxima
categoría jurfdica assolida al País Valencia. Ellw.rdiJ maxirrws d'aquesta parcel-laci6 (GoúLvez, 197+) corre
exactament N-S entre el Vinalopó i la lloma de I'AJcúdia pel Filet de Fora, que d6na a la carretera de Dolores pel migjom i al Camf del Pantano per tramuntana,
on forcn trobades urnes ciner?tries. 'Ibt i amb aixo, els
autors tradicionals soleo fer passar la via romana pel
Camf de Matola i vereda d' Orihuela, ·Camf dels Romans,. dels erudits locals.
A banda de referencies esporAdiques als cadastres
possiblement romana de Sant Mateu i Dénia, sabem
alguna cosa dels compresos entre Caudete i Villena,
poblacions situades en un dels lfmits més bellugadissos
del país: el primer fou valencia i ara no ho és, a l'inrevés de la segona (Rosssu.ó, 1980). El Camino Viéjo
de Villcna a Caudete, que és l'cix WNW-ESE de la que
hem anomenat •centuriaci6 A•, podría ser via romana
vera CartuJo. Un tram de la •centuriació D• NW-SE
dios el terme de Villeoa per El Puntal i cncontoms
s'arrenglera perfectament amb la probable davallada
de la Vía Augusta.
2.2. PONTS 1 ALTRES
CONSTRUCCIONS
Les restes antigucs poden contribuir, tant com
les inscripcions, les monedes i la connexió topon.íullca, a refor!;ar determinarles reduccioos, pero poca
cosa més, com veurem. Pel que fa als ponts, manejats
a tort i a dret coro a prova de romanitat, hi ha ben
poc. Una resta verisfmil a la riba drcta de la Rambla
de la Pobla Thmesa, on la travessa el «Camí o Senda
deis Romans» (MoROTll, 1979 b). Dos pilars o estrcps
d'un altre pont, prop del circ al Riu de Morvcdre,
que coiocidieo amb )'estructura preservada de la via
(Bll\J, 1958: 167); les reUquies de les J ovades, riu
amunt, entre Estivella i Torres-Torres, ja s6n prou
més ambigües. Altrament, el •pont romh de Cantavieja és gotic (AusA, 1987); del de les l'res Viles sobre el Millars, disposem d ' un document de 1278 que
en ftxa la construcci6. El pont de la Rambla d'AJgonder és medieval, segons Viciana, i el de Santa Quitería, invocat per Chabret (1977), amb un tros del Camf
622
de la Carretera pavimcntat, ~s del segle Xlil (ARAsA,
1990 b). La Rambla de Cervera (entre la Jana i Sant
Mateu) així com el Barranc de Tormes, els travessava
la cal~ada romana mitjan~ant rampes i guals (ARA.
SA,
1990 b).
S6n molt migrades les referencies a trams de via
conservats, quant al paviment, de m~s a més dels es·
mentats. Morote (1979 t?: lam. Ill, 5) en cita un a la
Jana, amb dos estrats i cuneta, i un altre (lam. ID, 6
i 7) a la Senda deis romans de la partió Pobla Tomesa/Vilafamés, amb tres tongadcs de reble. Una al·lusi6
més antiga (BLÁZQ.l111z, 1923) parla del Camí de la Filada -a l'altre cap del país- entre Santa Pola i Carta·
gena, on hi havia al pas de la Gola de ]'Albufera d'Elx
un mur o terraplé, descobert en construir la carretera
que segueix una restinga f'Ossil.
L'Arc de Gabanes ~s el monument més conspicu,
prop del canú de la Vall d'Alba (o d'Alber) a Cabanes:
no estA a l'eix de la probable vía, sin6 disposat perpendicularment per a donar camf a una viHa (AllAM i
ABAD, 1989). L'altrc are -conservat només un
fragmcnt- que d6na nom al Pla de !'Are de Ufria, devía fitar el Camí d' Oiocau, de poca categoria.
Diverses creus, que no s6n nj de molt romanes,
poden ocupar 1'indret de llocs sagrats romans de valor
viari. Hom podría suggerir la Creu del Puig (la Pobla
de Farnals) i la Creu Coberta que roman a dues millcs
exactes del centre de Benet(isser, on comenca una ccnturiaci6, i a altres ducs del nucli roma de Valencia
(PmGAuóN, 1981). Enca.r a caldria fer esment d'algunes
ermites (Borriol, el Ued6?) amb un significat comparable. Contrariament, adduir l'cxistencia de Dilitu rustiques no sol servir gaire pcr a provar altra cosa que un
poblament dispers on és logic que mai no pot arribar
una xarxa viaria basica.
2 ..3. ELS MIL·LIARIS
Ai)(o ja és una altra qüestió, prou més substanciosa i agudament tractada per F. Arasa, els treballs del
qual (1988, 1989, 1990 i 1991 en premsa) m'alleugen
d 'aprofundir·hi més. Si tots els miHiaris estiguessen o
baguessen estat trobats al seu lloc i més •ben repartits»,
la fa.xaci6 de la via romana seria més facil. Pero, vciem
que hi ha de segur d'aquestes tites numerades per miHes de 1.480 o 1.481 m. El car~cter propagandístic deis
mollons -com ara el dcls retols de les carreteres projeetades o enllestides- aixf com la damnaJw mnnoriae
d'alguns emperadors, justifiquen la duplicitat o multiplicitat de troballcs en alguna indrets. Deis 18 moUonJ
fina ara coneguts, 15 es concentren entre 'Iraiguera i
Xilxes i sobretot al terme de la Pobla Tornesa; prop
d 'alH abundava la primera materia, el gres triasic.
F. Esteve (1987) troba a la M asmudella a peu de pedrera, devers els anys 1920, dos mil·Uaris, un encara sense
[page-n-633]
:LBS VIES ROMANES AL PAÍS VALENCIA
acabar (AJwv., 1990 b). Comptat i debatut, la via ha
estat fucada entre els rius de la Sénia j Millars.
El mol16 més septentrional -esmentat ja per
Escolano- era al canú de 'fraiguera a la Galera (que
travessa el Riu de la Sénia pel Pas, per dos Mpassos..,
justament), a la vora dreta del Cervol, partida del Collet Roig, on fou redescobert per J.J. Senent el 1919.
Era un monolit de calcari de 0'9 m d'alt i secci6 eHfptica de 0'65><0'48 m, amb una inscripci6 iJ.legible del
temps probable de '!raja (S.BNBN'I', 1923). Amb trop dl
z:JJe fou traslladat a la nova escoJa de Traiguera, on
morf de mala mort, incorporal com a pedreny en una
obra m.o derna (ARAsA, 1990 b). El següent miHiari,
sencer, torna a ser un monolit calcari de 1'8 m d'al~ada
i 0' 8 de cliametre en secció, amb un tex:t mal de llegir,
tal vegada del segle IV1 pC. Es trobava a 1'5 km de la
Jana (la Bassa Llaurans) i ara dins la població (AllASA, 1990 b i 1991), des de 1979, a una raconada vora
1'església.
Un doble esment de Cabanilles (1975: 68-69) ens
coHoca a les Coves de Vinroma i immediacions. «En
.frenJe dl las Cuevas» situa una pedra mil·liar amb la ins·
cripció VC/ MLXX que era de gres i fou destruida per
a t.raure'n esmoladores. Sembla que és la mateixa que
anys abans (1766) descriu Agusú Sales en. un manuscrit, com una columna redona derrocada i destrossada
amb la inscripció VIA AUGVSTA. CCLXXVUI i
que, segons Aras a (1990 b ), seria del temps de Tiberi.
La ubicació vora el Pont de la Pedrallarga (o la Penyallarga), prop de 3 km al S del poble, no és gaire segura,
pero ens n'han msotrat el punt a 50 m a ponent de la
carretera (km 43) i vora dreta del barranc, on serviría
per a fit~U el camf, quasi paral·lel a la carretera moderna. Arasa (1991) la düerencia de la sego.oa cita de Cabanilles (1795: 69), a .!'esquerra del Camí de Sant Mateu, prop de L travessa de la senda que davalla de La
a
Serra d ' En Garceran. Ha dcsaparegut. Podria haver
estat a la partida deis Albellons de Vilanova d'Alcolea,
prop del Camf de les Bassetes.
Arasa (1990 b: 157) ens parla d'un fragment de
miHiari trobat a la partida de Benixi6 del terme de
Bell-lloc. Fet de gres, té unes mides de 40 x 20 cm, es
conserva a un domicili particular i seria el cinqué dels
mollons valencians. Després, a la Vall d'Alba, el mateix
autor localitza al costat oest del camí, prop del Mas de
les Obreres i a 1.150 m de l'Arc de Cabane$, un fragment de columna de gres, eneastat al marge, in situ. Els
llauradors locals diuen que fou destnüt en l' ampliaeió
del camí, ara carretera rural, pero sembla que en resta
alguna cosa al margc ponent{, sota una tongada de formigó. Segons Esteve, deu ser el molió de Galeri citat
per Beuter el segle xv1, pero una lectura acurada deis
textos al·lusius, ens cl fa situar més al sud. He vist atribuida al mateix autor (BroTJut, 1538) -pero no l'be
poguda verificar- una Turris dl ÚliJri&aJo amb miHiari,
que també planteja problemes de localitzaci6.
Els miHiaris trobats dins el terme municipal de la
Pobla Tornesa són sis i es distribueixen en quatre localitzacions. Aquesta superabundancia de miHiaris con·obora la idea de F. Esteve que va localitzar a la immediata MasmudeUa una pedrera i obrador de mollons
que empraven el gres triasic rogenc que alH aflora. El
primer era prop del Mas de Sopes, al costat E d e la
Senda dels Romans i a 750 m al N del Riu de la Pobla;
fet de gres, només guaitava 35 cm, tot i que Morote
(1979 a) el va de.scal~ar. Deu haver desaparegut amb
cls important.s moviments d'arenes que per allí s'ban
provocat. Tanmateix:, hem localitzat més enlla una possible base (fig. 1, a) i en un camf travesser, tot marcant
un revolt, un gran fragment calcari cilíndric tombat,
que bauria estat desplacat uns 200 m de La vía (fig 1,
7 bis).
Més enlla ve un molló anepfgraf que Cabanilles
(1795: 55) havia alludit ..no lejos de ltJ PobltJ, y casi a 1tJ
extremidad de los cerros en que se tmninan los montes luJcia el
norte». Una curiosa controversia el fa desaparéixer el
1867 (BALBAll, 1892) i reapareixer el 1985, segons
. F. Esteve. En realit.at es tracta de I'imponent Piló dlls
Aiguamolls, de gres, amb restes epigrafi.ques irrecognosciblcs, que subsisteix encastat al can.teli d'un bancal de
la vora W de la Senda deis R.omans. Fa parella, encara,
amb un tros de la base d'un altre miHiari, clavat a la
mateixa paret.
Una troballa ca.sual de 1985 a la Font Seca descobr( dos miHiaris més, que eix:iren trencats per la mateixa excavadora que els tragué de la vora occidental de
la via, només a 25 m al N del miJ.Iiari següent. S6n fets
de gres local i un deis dos conserva algunes lletres
d 'aire altoimperial que diuen VIA A[ugusta] (ARASA,
1990 b i 1991). El podem veure al jardinet posterior de
la Casa de Cultura de la Pobla Tornesa. Finalment, a
la vora orient.a l del canú, en el collet al N de Ja Pobla,
vessant SW del tossal 417 n, es conserva un altre molió
roma de gres, sense inscripci6.
La referencia de P.A. Beuter (1538: f. xxxix) que
«entre Borriol i la Pobleta esta UDa columna gran derrocada en lo camL ..., sovint ha estat llegida precipitadament i atribuida a Cabanes. Si hom la interpreta bé
i no estalvia l'esment de ocia vall de la Pobleta», s'adonara que parla de les Costes, devers el km 17 de l'actual
carretera. El mil·liari, perdut, és atribuit a Galeri, emperador del segle rv1 • U na base de gres de devers
70 cm de diametre, que roman allímit de termes entre
la Pobla i Borriol, vora el mateix terrabuit de la carretera, en podría ser un indici
El més important dels mil-liaris, perque e&menta
la Vía Augusta, és el que estigué davan.t I'~rmita de
Sant Vicent de Borriol, i fou referit per primera vegada
perA. Sales (1753). Segons A. Valcárcel (1790), cls tres
fragments qu.e podrieo p ertanyer a diverses fites es
trobaren a una llegua de Borriol, camí de la Pobla.
Ara es poden veure al jard! d'u.n carrer de Borriol
623
[page-n-634]
V.M. ROSSELLÓ I VERGER
(MoRan, 1979 a). Chabret (1977) h.i llegia VIA.AVGCXIX, pero sembla més probable la lectura CIIX o
CLIX; hom l'atribueix a l'any 250, sota Deci.
La resta de miHiaris són d.ificils de connectar. Devcrs l'any 1931 fou trobat al'Alter de Xilxes, a les ruines d'una vil·la, un cxemplar calcari, fragmentat i que
ha desaparegut (TARRADl\t.L, 1965; 1973: 90). Hom Pha
assignat a l'any 252 pC (As..w. 1990 b) per 'frebonia.
De poc ens serveix l'al-lusi6 d'A. Sales (1766), referida
per Fita (1883: 59) d'un molló descobert a l'heretat de
Salvador Martí Uop i Borrull, al C amí Reial de Valencia a Xativa, i després desaparegut, mentre no coneguem l'indret de la troballa. Sembla que portava una
inscripció d'Hadria (117-138) i algú el col·loca a la rodalía de Valencia. Finalment i segons relació d'Escolano
(1611, Vf: 13-14), el bisbejosep Estevan troba al Camino de San Ginés, devers las Zahurdas (S de !'actual poble de San Miguel de Salinas), un miHiari que seria
l'únic indici meridional de via romana al Pafs Valencia. Ningú no sap on ana a raure, a banda que l'argumentació del cronista amb la reivindicació de Bigastrum
no n'augmenta el credit. Probablement pertany al dom ini de Maximí el Traci.
3. TOPONÍMIA 1 REDUCCIONS
3.1. ELS TOPONIMS CAMINERS, UNA
BASE FEBLE, PERO SUGGESTIVA
Fig. 1.- El acgme.nt méa be.n fixat.
oalm&úl tk 14 Vü: Áugusla ls rt&olliJ al rroquis tk 14 .,SnuJa
tÜÚ RmMM• "' tixit tÚ liS muntanyu dt 14 Poh/4, per 14 &pres.sió
artiiOSa dll S1ld tú/ P/4 tÚ l~rc. S'hi t:tmstrOm ®s miUiarit incdlurna,
un d'impMIIII (d 8), unes resta di pOIIl o daotguua (b) i diversos
lrossos tk pauimnrt al N dtJ Barran& tk la Pob/4.
1. MiJ.lian" in situ,· 2. miJ.liari remoguJ; 3. /loe tÚ miUiari arraneal¡
4. altrrs restes romantS. 7. bast tk molld dallpartguda,· 7 bis. jragrMnl
d4 milliari lriiiC
bis. rm1-liari tras/Jadat a 14 Casa di Cullu.ra; 12. molld ertck t:tmSeroat;
fl: bast possible de molld,· h: CÚU!tgUtrtl nmraM, i e: ruines- d'UNI oil-14.
L'iJi~ari
624-
Primer de tot, cal considerar els camins i senda deis Romans, que trobem amb alguna insistencia. Gosaria avan~ar que la majoria, si no tots, tene,n un origen erudit, si
més no, comp arable als pseudoclassics retols fluvials com
Palancia, 1\íria o Serpis. El Catnf Roma d'En Thlles, que
travessa la marjal i segueix per la Senda de la Palla fms
a 1'Ermita de Borriol, el degué batejar el mate.ix Porcar
(1931). N'bi ha d'altres que semblen més antics, pero el
més septentrional, el Camí deis Romans o Roma d'AIbocasser, queda fora del context. Per probable influencia de l'Arc, compareix una Senda deis Romans
-transversal- a Gabanes i una Senda o Camf deis Romans de Bell-Uoc a Borriol per Gabanes i la Pobla Tornesa (BAt.aAS, 1892: 39), que coincideix arnb un tra.m
molt probable de la Via Augusta.
'
El Camí Roma de Llíria a Begís senyalat per Alcacer (1946) él! una carrerada ramadera i no n'he verificat el nom. Prop de la VeUa flid un Camí deis Romans
sembla correspondre al Camf de la Casa del U eó, vora
Algorós on bi ha un enDosat i, a part, en rom.andria
un altre que ve a ser la carretera de Matola a la Vereda
de Orihuela (Goti.L
vr.z, 1976). No seria de més esmentar la Romana Alta i la Romana Baixa, entitats de poblaci6 del Vinalop6 Mitja.
La interpretaci6 etimo1ogica de Quart de Poblet i
Quart de les Valls com a concidents amb el molló de
[page-n-635]
LES VIBS R.OMANES AL PAfS VALENCIA
les quatre milles a partir de Valencia i Sagunt, respectivam.e nt, en vies de segona categoría, no és forassenyada ja que les distancies s'hi aproximen prou (ESTJIVE,
1987).
Un altre toponim repetit - i sospit6s- és CtJJ;ada.
Hem sentit o llegit Camí de les Cal~ades a Vilaíranca,
la Cal~ada al S d 'AJbocls.ser (ARAs.>. i VICENT1 1981).
Trobem una partida de la Cal~ada al S de Cogullada
(Carcaixent) i una altra partida, masada, barranc i
camí del mateix nom a Llaud i immediacions, a la dreta del Xúquer. Gómz SERRANO (1927) ho relaciona
amb el camí roma que «de Cullera anava a L'Ello i Vilelléi~t . Resta encara el Cam{ d e la Cal~ada que coincideix, prop de la Font d 'En Carros, amb el Camf Vell
de Xativa (MoRon:, 1979 a). Tht plegat, poca cosa
aprofitable, especialment si atenem a la significaci6 ordinaria del mot: 'marge fet de pedres compostes'
(cf. ~xa/4).
Hom ha lligat també amb les vies romanes, com
a punts d'aturada, comer~ o refrigeri, les tabemtJ4. En
tenim dos exemples que han assolit categoria municipal: Thvemes Blanques i Tavernes de la Valldigna, pero
cap dels casos figura a la docurnentaci6 gaire abans del
segle xrv. Ens hem d 'inclinar perla prosaica significació actual, tot i que la situació del primer cas és favorable. I Pu~ol: la derivaci6 romanica i el significat
'pouet' no semblen discutibles, pero anar més enlli'l seria temerari; Meliana, amb arrel llatina, seria el mateix cas.
De la massa de toponims arabics, els més suggeridors són els alhali.Jt (al-balát, 'el camf'). El més septentrional correspon al Castell d 'Albalat, rUines que es
troben al terme de Gabanes, dorninant el Prat i els pas
de les comunicacions: Escolano hi atribueix restes
d'una calcada d'enlJac i altres autors hi han apuntat
l'Ildum deis itineraris. Gairebé a la roateixa latitud,
pero roés a !'interior, al terme de la Vall d'Alba i en
una poski6 més versemblant per a la via romana axial,
tenim el Mas d 'Albalat (del congnom?) i la partida,
1 km a I'W de !'Are de Gabanes¡ Chabret (1977) la
posa a V ilafamés. El mateix autor atribueix a un Albalat de la Serra d 'En Galceran un ramal de la via. Molt
més a migjorn, el poble d'Albalat (doc. 1238) dels Tarongers esta a la vora del Riu de M orvedre: en tot cas
correspondria a1 cam{ de penetraci6 des de Sagunt a
!'interior. Albalat dels Sorells o de Codinats és documentat al Repartiment com a al-Bala~ al-fawq iya ('de
dalt'): és el que té més probabilitats d 'entroncar amb
la Vía Augu!ta. AJbalat de la Ribera, documentat també el 1238, romat;l al sud de la marjal periRrica de }'Albufera, a 1'esquerra del Xúquer en un indret mal d 'e. n
fllar amb una traject~ria ll>gica, en no ser secundaria.
Vers el NE d ' Algemes{ G6mez Serrano va anotar un toponim d'Albalat de Pardines, on la segona part té resssonancies arqueol3giques, pero el primer element podría venir del poble veí; un Camf Vell o Caminás no
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Fig. 2.- El diaac:ny p~-1itoral de la Vía Augutta.
30 km dt recmtguJ prou .foble grdda a 14 profu.rió dt TMikms i d'alJru
testimonis. L'tspai lwstil dtls arnuds -dunes i tot- i aigUllTTIIJIJ.s dt
14 ctm&a deL Barrtz'M de 14 Pob/4 és tnwusal en linio recto referida ai
pie de 14 Balogaura. Eltros meridúmal ha d'aprofitar 14 oaiúi/J deL Riu
Sec per Bomcl naire serretes tú mis de 600 m. Subaix 14 Ma.mwdel/4
hnrt localitzat 14 pedrera de gTU d'MI eixirtn manis mil·limis.
acaben de fer el pes. Morote (1979 a) esmenta una partida d'Albalat travessada peJ camí d'Oliva a Ondara i
finalment Rubiera {1985) unes Casas de Albalat, prop
de la Venta de la Encina, que deuen aprofitar un cognom. Tot i d significat de 'cal~ada' o 'llosa d e paviment', el mot Albalat acaba donant ben poc.
La familia de mJJnziJ ('hostal') ha produit nombrosos toponims itineraris a la part central del país. Massamagrell, que té un segon element Magra! o magrell,
que podria ser romaruc, es troba sobre la Via Augusta,
mentre se n'aparta un poc Massalfassar (doc. 1238), interpretat com a 'hostal d 'Hassan o Hassar'. Més lluny
encara de qualsevol trajecte remarcable, resta Massar~
rojos (doc. 1239), que té més aparenca catalana. Mas625
[page-n-636]
V.M. R.OSSELLÓ 1 VERGER
samarda (Aibo.raia) amb nom arab de familia, queda
igualment a esquerra ma des del punt de vista itinerari. Mislata, documentat fins i tot com a Manzil 'Ata
(SA
NCms, 1951), fitaria una ruta occidental que, despr~s. passa per Quart de Poblet. Massanassa (doc.
1238), com a hostal de N a ~r o Na ~{lar, toma a coincidir amb el m~s probable can de la via romana. Tampoc seria impossible que en f6ra estaci6 Massala~s
(doc. 1237) que Ribera i Asín atribueixen a Haw izin.
Massasseti (Alzira) vindria de Salim i Massalali (doc.
1236, Tavernes de la Valldigna) de Kh alim (Bt..RCEL6,
1982). Ambd6s indrets s6n lluny del pas de la vi a axial.
Rubiera (1985) senyala les Cases de Ma~anet a Bocairent (Camf Vell de Banyeres), interpretant-ho com a
'hostal de la costera'; tanmatei.x, sembla més raonable
pensar en un cognom catala prou corrent.
Barcel6 i Rubiera convenen a explicar Almussafes
com 'la m eitat del camí' o ' mitjan camí' (tú-Man'$ a/) i
efectivament hi est~ com Almansa, a una via col·late·
ral. Hom ha assenyalat d 'altres toponims árabs caminers, pero llur implicaci6 amb el nostre afer és escassa.
Per altra banda, han estat esmentats sovin t Camins
Vells i Caminas (p.e. BAZZANA, 1978: des del N del Millars a Almassora), un Camf de la Filada, cap a Carta·
gena sobre la gola de )'Albufera de Santa Pola (BúZQt12Z, 1923), la Losifla (RuureRA, 1985), entre Villena i
Biar; la Uosa entre Xilxes i Almenara, el Portell, i, en·
cara, la Jana (CRA&RET, 1977) com si f6ra un Uatinis·
me (!).
3.2. LA REDUCCIÓ DE LES
MANSIONES
Sobre la base de Roldán (1975) reportaré ací la informaci6 disponible de les dues dotzenes de ciutats, viles o estacions documentades al territori valencia. No
pot sobtar que les sis ciutats que apareixen als diversos
elencs siguen justament les reduccions més segures.
Vet-les ací, per ordre alfabetic.
Dionio: Rao. [V 42 (304:, 13) i V 3 (342, 16); Dio :
Guidonis 82 (515, 6). No hi ha dubte que corres pon a Dénia, en llatf classic, Dianium, ciutat documentada pels historiadors arran de les guen-es sertorianes. Ciceró l'esmenta (Verrit!M 1 87), aixf com Sal;Justi (Hist. ill 6). Encara
que fou una ciutat romanad' importancia certa i que 'ha
deixat restes conspkues, era situada en una ruta secundaria, no al1ud ida per les fonts més antigues.
nici: It. Ant. 401, 3; Rao. lV 42 (304, 17); Hilice:
Rao. V 3 (343, 7); Guidimis, 82 (515, 13). La primera
font la coHoca entre Aspis (24 mp) i Thiar (27 mp) i
tots els autors s6n d 'acord en identificar-la amb l'Alcúdia d'Elx, on la via romana serveix de directriu per a
una centuriaci6 ben coneguda (GozALv.ez, 1974: 101).
Lucentea: Rav. IV 42 (304, 14) i V 3 (343, 5). N'és
segura la reducci6 a la ciutat de dret Uatí referida per
626
Plini (liT 20) amb el nom de Lu.urdum i que els arqueolegs han trobat i confirmat als Antigons de Benalua,
a l'eixample modern d 'Alacant. Només figura en una
font itineraria.
Saetabi: ApoO. 1; Rao. IV 42 (304, 9); Saetabim :
ApoO. II, ill i IV; Guidtmi.s, 82 (515, 8); Setavum: Rao.
V 3 (343, 1). Plini (ITI 25) parla de la ciutat de Sattahis
i Estrab6 (lli 4, 9) hi fa passar la via «exterior». Aquesta ciutat de gran executoria ibérica, ajudicar perla numismatica, manca a 1'Itinerari Antonf. El de Ravenna
i Guiu interposen Alúrum entre Su&rone i Saetabi. Segons
Ventura (1975: 21} la via entrava a Xativa -la vella
&ÍJI:JJÍ indiscurida- per la Porta de )'Aljama i n'eixia
per la de l'Ametla, tot seguint el Cauú de la Bola.
Saguntwn: lt. AlU. 400, 2; Rao. IV 42 (303, 14)
per errad a; Guidonis, 82 (515, 3); Sagyntum: Apoa. l;
Sagynto: ApoO., ll; Sagunto: Apoll. ID i IV. Les cites
historiques s6n molt nombroses i mai no hi ha hagut
dubte quant a la Jocalitzaci6 a Morvedre, ciutat que t~
une.s grans afmitats amb X ativa.
Valentia: It. AlU. 400, 3; Rtw. IV 42 (304, 6), i V
3 (342, 14); Guidonis 82 (515, 4); Apoa. I; Valentiam:
Apoll. U, ID i IV. A part dels esments historiografics,
tampoc no pot dubtar-se de la identificaci6. Tanmateix, no és tan evident el trajecte de la Vía Augusta en
passar per la ciutat, on tal volta arribava pel cam:ícarrer d'Aiboraia i Pont de la 'frinita t, seguint pel ktmJo
del carrcr del Salvador i eixint per la Porta Sucronensis
(?) al carrcr de Sant Vicent vers &elllhis, que estava a
36 mp.
Tota la resta de la nomina és de reducd6 incerta,
encara que els graus de probabilitat de les hipotesis si·
guen diversos. Les revisarem també per ordre alfabetic, a manca d'altre millor.
Allon : Rav. IV 42 (304, 16); cf. Ptolemeu IT 6, 14
('Allonai ')¡ és una localitat que ha tingut molts pretendents al migjorn valencia, pero les autoritats més as·
senyades la fan caure entre Benidorm i la Vila J oiosa,
sense poder concloure.
Alternum: Rav. V 3 (342, 17); Aaterum: Rav. IV
42 (304, 8); Alterum: Guidonis, 82. La tercera grafía és
la més versemblant i el seu significat més probable implica un trüiium o camf altcmatiu que se'n desprenia
-amb tMnsio o sense-. Roldán (1975) diu que no l'ha
localitzada, pero podría ser el ramal que des del pas
del Xúquer o abans es dirigia a Portum Su&rone i Dimúum
(LLOBRECAT, 1983 b). En canvi, no té cap fonament la
suggereocia d'Albalat de la Ribera o Pardines, deduida
del topanim Al#ró de la Vint-i-huitena, tot i tenir jaciment ibero-roma (Mo&OtB, 1979 a).
AdAras: ApoO. 1 i ll, entre Ad Paúm i &utahi, mentre que en els altres vasos hi figura Ad Tu"ts. Saavedra
(1862: 87) localitzá l 'estaci6 a la Venta de la Balsa (entre Almansa i M oixent). Les 28 milles que la separen
de Saetabis (41'4 km) ens duen al camf d e la Font de la
[page-n-637]
LES VIES ROMANES AL PAÍS VALENCIA
:figuera a Caudete (So.~, 1977; Rosser..t..ó, 1980),
pero no podem precisar-ne l' indret.
Aspia: lt. Ant. 401, 2. La semblan~a fonetica ha fet
evocar més d'UDa vegada Aspe el Viejo; hi ha autors
que han optat per Monastil. Tanmateix les 24 mp (35'5
km) d'Ad Ello no quadre¡:~ a M.onastil ni a Aspe i la rustanda identica d' llici, tampoc. Per aixo romanem en
el dubte.
Cele.tet: Rav. rv 42 (304, 12) i V 3 (343, 4); Cderi : Cuúkmis 82 (515, 11). Entre E/4e (Edtlk) i Lucentes,
aquesta estranya mutatio és de les més problematiques
i no té cap soluci6 mínimament fonamentada.
Adello: lt . .4nt. 401, 1; Eloe: & v. rv 42 (304, 11);
Edelle: .&v. V 4 (343, 3). És versemblant que el nom
genuí siga M El/4, pero la transcripci6 de diversos fonewes [1], [!] i (iota] ba conduit a reduccions contradictories. Escolano (1610) escolli Elda; Saaved.ra (1862: 85)
propugnava Villena; Fernández Guerra (1879) Elo o
Eio, prop de Yecla, seo episcopal medieval; Blázquez
(1925), Santa Eulalia. Segons Llobregat (1983 a) Edtlle
i Eloe van millor amb Elda i més encara amb el gentilici
elotanu.s deis concilis visigotics. En el camf de Cartagena, la mansi6 es troba a 24 mp d'Ad 1Urrts, cosa que
podria fer·se caure a Monastil, prop d'Elda, poblat encara el segle ~ pC (MoROTE, 1979 a).
lldum: It. Ant. 399, 6; Apoa. I, II i III; Rao. rv
42 (304, 4); Ildu: A.poa. IV; Hildum: &v. V 3 (342,
11); Guidtmis 82 (515, 1). Saavedra (1862, 97) situa
aquesta aturada, que distava 24 mp de SebeJIJ&i, a prop
de Gabanes, com repeteix Blázquez (1892). El mateix:
autor {1898) després la trasllada a Albalat i Blázquez
jr. (1925) a la Torre d'En Domene.c. Poc abans J. Senent (1923) es pronunciava per l'Hostalot, jaciment
roma proper a Vilanova d'Alcolea, que també defensen
Arasa (1989) i Esteve (1991). Jo votaría per les Coves
de Vinroma. Res de segur.
lntibili: It. Ant. 399, 5; Rtw. V 3 (342, 12); GuUknis 515, 2; A.polJ. 1; Intibilim : .4poll. II (?). Situat al
camí de Valentía a Derwsa, segons els Vasos i Anton(, romanía a 27 milles de la darrera i a 24 d'/ldum.. L'anonim de Ravenna hi insinua l'arrancada d'una vía vers
CAtsara"!Jusla. Hom l'ha situada a la Jana (BwQmz,
1892); a Sant Mateu, entre Sant Mateu i 'lraigue.r a
(BiliQ.UEZ, 1925); entre 1raiguera i la Jana (SsNENT1
1923). Thnt a la Jana com a '!higuera hi ha restes romanes i iberiques (M oRan, 1979 a): inclosa la vil·la de
les Carrasques, el cercle és gairebé segur, l'ind.ret exacte, dubt6s, pero '!higuera té més opcions.
Ad Leones: Rao. V 3 (343, 6); Leones: .&v. IV
42 (304, 15); Ad Lennea: Guidonis 82 (515, 12). Tot i figurar en unes fonts entre LueenJM i 1/iu, elllibre IV de
Ravenna la interposa entre Afllm i Lut:en/M. És mala de
reduir.
Lubricatum: & v. V 3 (342, 10); Rnbricatum:
&v. IV 42 (304, 3). Les majors possibilitats ens encaminen al toponim del riu Llobregat, pero el problema
rau, segons Llobregat (1983 a) en l'ordre trabucat. Si
estigués entre Intibili i Ildum, podría ser 'lbrreblanca.
Un document de 1225 al·ludeix la 'Iilrris de Luprú(JÚ) al
límit entre els castells de Miravet i Sufera (Gabanes).
Per altra banda, A. Poveda (1980) situa un Ro.hal AIWrecati del Repartiment de Mallorca, entre Borriana i Alcala de Xivert. Aixf i tot, Llobregat posa la mansio al
S d'IIdwn. No sempre més documents esclareixen les
qüestions.
Ad Noulaa: Apoa. 1 i II; Ad Novolaa (Ad Nova?):
Apoa. IV. No figura a altra font i d'entrada podría ser
Nules. Si resta a 24 mp de Saguntum i 22 d'Ildum, s'.ba
de trobar 2 mp abans de Sthelad, cosa que és un embo·
lic. Roldán (1975) apUDta Onda. D'altres recorden la
centuriaci6 proposada per L6pez G6mez (1974: 129),
on 1IIJVOÚ ('roturaci6') bi podria jugar com a toponim
(MoROTE, 1979 a). Arasa (1979) proposa un indret
proper a la Quadra Na Tora, dios el terme de Castel16
de la Plana, tot argumentant amb les distancies.
Ad Palem: Apoa. I i ll; Ad Palen: Apoll. ID; Ad
Palae: Apoll. IV. Tot i trobar-se aquesta estaci6 fora del
País ValenciA, a l'W d'Almansa (possiblement al Cerro
de los Santos), ens interessa com a referencia metrica
immediata d'..4d Aras, d'on la separaven 22 mp (32'6
km).
Pinos: Rav. rv 42 (303, 15); Pinon: &v. V 3
(342, 7); Pinum: Guidtmis 81 (514, 22). Algú !'ha situat
prop de Sagunt, fiant-se de l'ordre trabucat de la primera aparici6, pero sembla un toponim de della de
J>Ebre.
Portum Sucrone: Rav. V 3 (342, 15); Portum Sucrune: Rav. IV 42 (304, 7). No cal dir que, sent un
port, bavia d'estar a la vía litoral i no lluny de la gola
del Suero. Estrab6 (lii 4, 6) parla del du Soúkron i
d'una ciutat del mateix nom, que el text. de Plini (ill
20) perwetria situar vora mar. Llobregat (1983 a),
estalon.ant-se a les troballes iberiques i romanes del
castcll, s'inclina per Cullera. És possible i fms i tot
plausible.
Sebelaci: !t. Ant. 400, 1; Apo/1. m. Mansio entre Ildum i Saguntum segons les dues fonts: la distancia del
primer nucli s6n 24 mp i 22 des de Saguntum. Totes les
atribucions s6n dubtoses: Saavedra (1862: 105) parla de
Betxf, al peu del Solaig; J . Senent (1923) de Santa Quiteria a l'interfluvi on hi ha rastres centurials i la vella
S~quia del Diable. Blázquez (1925) pren partit per
Vila-real,
Ad Statuas: h. Ant. 400, 5. L'estructura del toponim apunta un indret prop d'on hi hauria estatues o
quelcom de semblant {ARlAS, 1963: 33). Saavedra
(1862, 106) ho situa a Thy (el Toll?) •entre la Torreta
i Montesa••, pero el ciücul de distancies (Saitahi 16 mp,
Ad 1Urres 9 mp) coincideixen a Moixent on no manquen
restes romanes i el mateix nom municipal té ressonan·
cies Uatines (MoRDrS, 1979 b). Blázquez (1925) i SiHieres (1977) ja s'havien prooUDciat igual.
627
[page-n-638]
V.M. ROSSELLÓ l VERGER
Sucronem: It. Ant. 400, 4; Apoll. 1, U i III; Sucrooe: Apoll. I V; Gu.idtmis 82 (515, 5). Plini (liT 20), ja esmentat, di u; «Suero jltUJiu.s et qUIII'IIio.m oppídum ConlesltJTÜIJe
fines•. El text, a part de recalcar la duplicitat del nom,
sembla que dóna per desapareguda (el segle ~· aC) la
p oblaci6. Estrabó (fll 4, 6) parla d'un riu Soúkron que
desemboca a mitjan golf i d'una ciutat d'igual nom.
Descartem·ne elltntu.s SU&TOnmSis -ja vist- i ens podem p reguntar si la 1TIIUISW correspon al riu o a una ciutat; encara m~s. l'acusatiu suggereix una estaci6 que
es deviava del camí axial... Escolano (1610) s'inclinava
per Cullera; Cortés (1836, ill: 400) per Alzira, atribució que ha repetit Llobregat (1983 a). Blázquez (1925)
parlava d'Algemesf, pero Morote (1979 a) es decanta
per Pardines, a fi de donar la possibilitat al camf litoral
alternatiu: efectivament a Pardines hi ha un emb rancament de rutes que duu la direcci6 de Cullera, passant
per Albalat.
T biar: It. Ant. 401, 4. Estació ubicada entre llici
i CarthagoNova, és la més meridional del país. J. Albacete (1855: 225), citat per Hübner (1860: 67), la col·loca
al castell de Tiar, cinc llegües al S d'Orihuela, a l'ac·
tual Dehesa de Campoamor, on hi h a algunes restes romanes. Les 25 mp de Cartagena s'hi avenen més o
menys. L'assignació d'Escolano (1610) ésa Las Zahurdas, vora San Miguel de Salinas.
Ad 1\u:res: lt. Ant. 400, 6; Rao. IV 42 (304, 10)
i V 3 (343, 2); Ad Thrrea: Apon. III; 1\u:res: GJJidtmis
82 (515, 9); Thrres Saetab.: Apoll. IV. Aquesta darrera
designació ens confirma la proximitat de Xativa, per
altra banda donada per !'última font (25 mp- 37 km).
Saavedra (1862: 108) va votar per Moixent; BlázHuez
(1923: 13), en canvi, s'inclina més raonablement perla
Font de la Figuera, tot i que son pare (BwQ.uu,
1892) havia esmentat Venta de la Encina. Sillieres
(1977) coincideix amb la Font de la Figuera i jo no
me'n separarla gaire (RoSSEu.ó, 1980). La identificació amb Villena ibérica d'ltum (RuBI~UU, 1985), que
també signficaria ' font' o... seria un resultat del llatí
Velius o •velianus, no ajuda gens a la solució itineraria. Hom diu q ue ad Turres -'prop de les torres'- confhüen la V ia Augusta i la que venia de Karthagine. ¿Hi
havia a la Font de la Figuera unes talaies o torres de
guaita, vigilant el port? Morote (1979 a) ho dóna per
escala 1150.000 o 1125.000 algun sector ben concret que
té fonaments solids. Per tal d'arribar-hi caldr~ descompondre la via en trams curts basats sobre 1
'ltinerarí
Antonf i les fonts complementaries. Fet i fet, els mapes
que en circulen (R oLDÁN, 1975; Lr..osRECAT, 1983 a,
p.e.) són a escales inconsistents. Només en algun cas
els autors (FurrcHEJt-ALoi.CEll, 1955-56¡ BRu, 1958¡ S1·
i.W.RIIS, 1977; Esr.evz, 1987; ARASA, 1991, p.e.) gosaren
precisar més amb una cartografia de detall: SÓll l'ex·
cepció.
La Via Heralclea, esmentada per Polibi (III 39),
a la segona meitat del segle rr00 aC estava senyada de
milla en milla. El tta~at definitiu correspon a l 'empera·
dor August -del qual pren gué el nom de Via
Augusta- i l'obra va culminar entre els anys 8 i 2 aC.
Pensar que el procés implicava el perfeccionament o la
persistencia d ' un carní iberic, sobretot con tinu , sembla
una suposició poc fundada que han manejat diversos
autors (MOR01'8, 1979 b); potser seria més realista deCensar un aprofitament de trams parcials.
Estrab6 (III 4, 9), el segle 1 pC, diu que la via
mestra «De Tarraco va al pas de l 'Iber, a la ciutat de
Dertosa; d'ací perla ciutat de Saguntum a la de Saita·
bis, es departeix poc a poc de la costa per a arribar a
l'anomenat Camp Espartari (Spartarion Péditm)». És probable - i en part provada- la persistencia del tra~at
en ! 'epoca musulmana, demostrada entre altres coses
pels mtJn.zils, posades o hostals, que han arrelat a la toponúnia. Tant a la part septentrional del país, com a
la meridional, hi ha hagut discussions entre els partidaris del tra~at interior (Beuter, Cortés, Balbas)> fundats en els miHiaris, en la oia mtJior deis documenta medievals pel que fa al sector nord, i els defensora de la
ruta litoral (Escolano, Per.is, Chabret, en part), que
s'estalonaven en restes diverses i dubtoses com els
ponts. Al sud de Valentia hi bavia una bifurcació després
de Suero, des d'on un camílitoral anava a parar a Dénia
i J>altre seguía a Xativa i en una mansi6 dita Ad Turres
es tomava a subdividir en dues branques: la principal
buscava la ruta de la Mancha pcr Saltigi (Chinchilla)
i la secundaria - més important per a nosaltres- seguia vers Cartagena per lllici. Cal remarcar que aques·
ta ruta, la més antiga per a car ros j carruatges, fou
oblidada en la reorganitzaci6 de carreteres del se-
segur.
gle xx, pero curiosament la redescobriren els camioners deis 1960, tot obligant-ne de jacw al replanteja·
meot, a part de categories adminislralives.
3. LA RUTA MERIDIANA O VIA
AUGUSTA
3.2. DE TORTOSA AL XÚ Q,UER
3 .1. ELS METODES
No vull caure al parany on h an ensopegat la majoria: traure d 'allf on no hi ha. No és possible fer un
mapa en detall de la via romana meridiana -ni de la
interior- amb la informació disponible. Podrem fer a
628
a) Via principal.- Les 143 milles (212 km) que
assenyala 1'Itiner ari Anton f, tenen un primer tram de
27 mp (40 km) entre Dertosa i brJibili. Un camf, indiscu·
tíblemente medieval, amb una orientaci6 claríssima i
constant al llarg de més de 25 km és el de 'Iraiguera
[page-n-639]
.
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Fig. 3.- Mapa general de lu viee rom1.11e1 dd Paíe Valencil.
1. Mansitnu bm itlmtifoaáes. 2. RIJu&cj¿ o /oea/~ probabk. 3. Ciulat Í1llfJ01tatú a&tual. 4. 1Jams dl uiQ probablls o ptvuatt. 5. Tram.s
dl vÍQ possi'hlls. 6. Trams tÚ vÍQ suposDiia.
629
[page-n-640]
V.M. ROSSELLÓ 1 VER.GER
a la Galera pel ponent del Godall i Ulldecona, que tra·
vessava a gual el Riu de la S~nia per Sant J oan del Pas
i el Cervol, altre cop a gual, vora un assut i a 600 m
d'un m ol16 mil·liari de Traja de l'Assagador del Boveral
o Collet Roig. Aquest fet augmenta molt les probabilitats que lntibili siga 'fraiguera (a 4-0 km de lkrt4sa) i en
tot cas, seria la Jana (a 44- km). Des del Cervol fms a
la primera poblaci6 se'n conserva un enllosat que refor~a la versemblan~a del recorregut. Entre Traiguera
i la Jana coincidiría amb 1'actual carretera, pero el
grau de certesa és un poc inferior.
D 'lntibili a lldum calia rec6rrer 24 mp (35'5 km) i
aquesta distancia ens porta gairebé inexcusablement a
les Caves de Vinroma, pero vegem-ne el trajecte més
acceptable. De la Jana, deixant ama dreta la vil·la de
les Carrasques, el Camf Vell de Sant Mateu travessa
a gualla Rambla de Cervera pera mantenir la direcci6
fins al poble on gira al sud per a enfilar la depressi6
longitudinal. Si hi ha centuriaci6 (Quatremitjana,
MoROTE, 1979 a), no sembla tenir res a veure amb el
camí que correm. A partir de la Salzedella el relleu fa
quasi inevitable el pas entre la Solana i la Serra d'En
Canes pel «Camí de Valencia» que juga a entravessar·
se amb la carretera asfaltada o s'hi idenúfica. Baixa
des de la Venta de la Figuera paral·lel al Barranc de
Sant Mateu, deixant a la dreta la vil·la deis Tossalets
(ARASA, 1990 b). El poblc de les Coves roman della del
riu de Sant Miquel.
Tot mantenint la nostra hipotesi, continua el tram
Ildum-Sebelad altre cop amb un interval de 24 mp (35'5
km) que ens porta amb prou aproximació a Borriol, reducci6 que ningú no ha reivindicat mai. Si prenem el
compte invers, des de Saguntum , la distancia en milles
ens situa a Vila-real, amb la qual cosa portem un «deficit» d'una quinzena de quilbmetres. Com que la soluci6, per avui, no és possible, arribarem ara fins aquesta
darrera població. No és massa arriscat emparar-se de
la carretera moderna des de les Coves, fins a la Vinaixa, sobretot tenint en compte el mill iari (esmentat per
Cabanilles) del Barranc de la Pedrallarga. Després la
ruta segueix recta fin s a la Venta de la Torre d' En Domenee, tot coincidint amb la partió de la Vilanova
d'Alcolea. La direcció és mantinguda (a l'esquerra resta la vil·la deis Gatells), en dei:xar a l'est la partida de
Benixió (prop de Bell-Uoc) on fou trobat un tros de
mil·liari (ARASA, 1990 b) i enfilar un «Camí deis Romans», de nom sospitós, pero de tra~a molt ortodoxa,
que ens duu prop de l'Arc de Cabanes, fent limit entre
aquest terme i el de la Vall d'Alba. Entremig hi deu
haver l'Hostalot (IIdum per a alguns, coincidint amb
una vil·la; AtuSA, 1989) o al Puntarr6 de la Carrasqueta o al Puigpedr6s (ESTEVE, 1991). Buscant com a
fita la Balaguera (499 m) (ARASA i AsAn, 1989) al peu
de la qual hi ha una altre m.iHiari, torna a constituir
Umit municipal entre Vilafamés i la Pobla Tornesa. La
pedrera de la Masmudella no ens ha de fer desviar a
630
la carretera de Cahanes. Cal seguir pel coll de trescents metres i escaig d'altitud, al S de la Pobla, que ens
encarrila perla capc;alera del Riu de Borriol, riba dreta
(Camí Vell), amb un molió Roma prop del km 15 que
fou traslladat a l'Ermita de Sant Vicent. Morote
(1979 a) fa constar la presencia de segments enllosats,
especialment prop del Barranc de Codina. L'arribada
a Borriol no té gaire alternatives: ¿tenia pont .al Barranc de Oominells? N'bi ha un de molt antic, una
mica amunt de la carretera.
Entre aquest punt i V ila-real Fletcher i Alcacer
(1955-56) plantegen una hipotesi prou coherent des del
punt de vista topografic, encara que siga mancada de
proves, perque les restes de ponts no tenen res de roma.
Per ara, tanmateix, no bi ha una teoría millor. A partir
de la Venta del Molió o del Pigós (límit Borriol·
Castelló de la Plana) la via es desprén de la carretera,
empra el Camf Reial i travessa el Riu Sec de Borriol
prop de la Venta Nova. En direcció gairebé meridiana
aprofita el Camf-Quadra de la Cova del Colom -antic
Camf Reial- que porta directe a Vila-real travessant
la Rambla de la Viuda i el Riu Millars mig quilometre
abans de l'entreforc. Prop de !'Ermita de Santa Quitena -al mateix pas i vora esquerra del Millars- hi ha
hagut troballes romanes, com també a la partida de
Ramonet (Almasso.ra).
Tant si Vila-real és Sebelaci (cosa poc probable),
com no, ens trobem a 22 mp de Sagumum . Tot i que la
majoria ho afirme, no veig gens clar que la cal~ada romana bagués d'anar a Borriana, sin6 més directa a Nules (Ad Noulc.s?), probablement per la carretera actual
que s'avé més amb les ccnturiadons detectades per
Bazzana (1978). Si la ruta f6ra Borriana-Camf Vell de
Valencia-Assagador del Bellcaire, potser anirlem a parar alla mateix, prop de l'estaci6 de Moncofa, i arríbaríem a Xilxes per la carretera de Barcelona o millar pel
C am( de la Punta: no oblidem el miHiari de !'Alter. La
Llosa és un. toponim itinerari que tant pot al-ludir a un
pontarr6 com un empedrat. El pas del collet d'Almena·
ra és obligatori, tant si el trajecte era el de la carretera,
com el m~s versemblant Camí Vell, gairebé coincident
amb el ferrocarril Valencia:.I'arragona. Bru (1958) prefereix fer passar la via per l'oest del Castell d'Almenara
(la Rodana), per baix del Cabe~olet (60 m) 'i per Oliva
fins a travessar el Riu de Morvedre pel pont del Circ,
les restes del qual són acceptablement romanes. De totes maneres el Camí de la Palmosa i dels Omets, també
hi desemboca. Les guerres sertorianes produiren batalles remarcables al creuer de Sagunt.
De SagunJum a Valmti4 mediaven 16 mp (23'5 km)
que, obviamen t, des d'aleshores no s'ban mogut.
L'eixida meridional de Morvedre, l'assenyala Bru
(1958) pel Camf Assagador de Uíria a Pu~ol on practicament la via es confondra amb la carretera de Barcelona, com a lcardtJ maximus de la centuriació (CANo,
1974), bé que V. Sales (inedit) hi baja vist algunes par-
[page-n-641]
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Croquis basal
2 km
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Fit. 1. - La Via Augwta al paa del Riu ~e de Botriol i del Milbn.
Flltdln-.Aie&w (1955-56). a: probahle ~1111J{ rD1114,· 6: traj«tt suposat pw /'ataor pw o un possiblt
Els lrtJf/lls rtailitús sdtl tÚ les quadres o pare~ anJigues.
ticulars distorsions que podrien suggerir un pas més
oriental. La ruta circula dins el tlomini del regadiu de
la Séquia de Monteada i a una respectuosa distancia
de l'aiguamoU; si el toponim arabic Albalat es refereix
al camf -almenys pre-musulmA-, el de Thvernes
Blanques, potser seria for~ar massa, retrotraure'l a un
hostal roma. No estem en condicions d'assegurar quin
pont i quin camf fornien l'entrada a la ciutat: el Camí
de M orvedre-Pont deis Serrans o el Camí d'AlboraiaPont de la 1Hnitat. Les darreres troballes romanes de
Valentia e.ns fan inclinar perla segona solució. La traves-
~
lrtl1tfllmol.
sa de la petita ciutat duia a la Porta Sunonmris o una
eixida anAloga.
Valentia restava a 20 milles (30 km) de Sunone que
dificilment pot ser altra cosa que el pas del Xúquer
-amb ciutat o scnse-, pero que, per ara, no identifiquem. La distAncia de l'ltinerari Anton{ i deis Vasos
ApoJ.Iinars, no arriba a la real que en Unia recta excedeix els 35 km si pensem en Alzira; altra cosa seria
triar entre Algemes~ Albalat i Sueca. Pero, anem per
parts. El carrer de Sant V icent pona, després d'una
lleu inflexió a la Creu Coberta, al Camf Reial de Ma631
[page-n-642]
V.M. ROSSELLÓ 1 VEROER
drid per Benetússer i Catarroja, que manlleva un kardo
(el máxim sembla anar de Paiporta a Aldsser) de la
centuriació estudiada per Pingarrón (1981). Als H.mits
sudoccidentals de la marjal -cosa no estranya- ens
perdem. Els argumenta pera Pardines en que tant va
irulistir Gómez Serrano i al tres no passen de plausibles.
Sense allunyar-nos gaire d 'Algemes(, el pas del Xúquer
seria verscmblant per les Cases de Monteada (MoROn, 1979 a) a 500 m de l'aiguabarreig del Magre.
b) Vie• •ecundirie•.- Si pronunciar-se sobre el
tracat axial esdevé arriscat , m~s encara ho ~s concretar
itineraria secundaria o alternatius que, tanmateix, és
segur que exiatien entre les latituds de Derlosa i S~o.
Des de Chabret, almenys, a fmals del se,gle passat quasibé tots els autors valenciana septentrionals parlen
d 'una ..via de la costa" que, venint d'Ulldecona, podría
passar entre els Puigs de Vinaros i Benicar16, assumint
el Cam( de Xivert o deis Moliners (una ruta ara emprada per !'autopista), que empalmava amb la N -340
entre el Castellet i la Rambla d'Alcal?l pera desembocar a Santa Magdalena de Polpís i Alcal?l de Xivert.
D'allf hom !'ha feta anar pel Ca.mf de Sant Miquel, ponent del Tormassal per a entrar a Torreblanca per la
Carrerassa o Senda deis Romans (ROCA, 1988); m~s al
sud aniria pel C amr de les Torres (les Torrocades o Torres Derrocades), el Brosseral, la M ollonada i Orpesa.
Tant aquest trajecte, com el senyalat per Morote
(1979 a) - més litoral- pei Ca:mí de l'Atall i el Camr
VeJI, tenen executbria medjeval, perb pocs arguments
per a fer-los romana; si arribava a Benidssim, seria pel
Camí de la Renegada i d 'allí, eludint l'aiguamoll, desembocaría en el Uedó i pel Camin?ls aniria a travessar
el Millars i acabarla pel Camf de Santa Pau a Borriana. A part d'un possiblc eix centuria! (BAZZANA, 1978),
poca cosa, llcvat de conjectures. Si Luhritatum f6ra Torreblanca, seria un estal6 seriós.
Sovint s'ba invocat també un enllac a Borr iol per
la Senda de la Palla i l 'humil Coll de la Garrofera
(Po R AR, 1931; FutTCKER-AtclOER, 1955-56). Encara
C
han estat evocades connexions entre Onda i Vila-:real,
Arta na i Almenara, sense gaire fonamcn t.
3 .3. DEL XÚQ.UER ALS TERMES DE
PONENT 1 MIGJORN
E ncara q ue tot el curs no siga estrictament Via
Augusta, emprendrem primer J'itinerari més o menys
meridia de s~one a Carthago SpaTtllria (162 o 165 mp) i,
després, els ramals documentats.
a) Del Xúquer a Cartagena.- ...Fwoium non op¡n:dum [S~onem] • es pronunciava Zurita (1600: 549), tot
descanant poblacions concretes i donant, a diferencia
deis autora moderes, 22 milles entre aquesta estació i
Ad Staluas. De qualsevol manera, el pas per Alzira (després de la Creu Coberta) i les terres toponúnicament
632
•romanes• de Carcaixent i la Pobla Llarga coincidiria,
si fa no fa, amb )'actual carretera o •camins vells• altematius, fms a Manuel, posici6 forta que guarda el
pas del Riu d 'Albaida. La distancia de 15 o 16 mp deis
Vasos ApoJ.linars entre SolltJhi.r i Sr.u:rone ens porta quasi
indefectiblement a Algemes{ (23 km), tot refermant la
ruta per la vora dreta del Riu Xúquer i esquerra del
d'Albaida.
Si restem de les 32 milles que separen Sucronem
d 'Ad Slaluas, les 15 o 16 de Soltabi.r (que no figura a l'Itinerari Antonf), ens en dóna 16 o 17 fins a Ad Statuas,
dist?lncia que lliga perfectament amb els 26 km de trajecte de Xativa a Moixent, travessant el C?lnyoles pel
Pulido i la Volta, pero mantenint-se'n, quasi sempre a
la dreta, passant per Vallada i Bellús. La distwcia de
6 o 7 rnp de la lectura esquifida de Zurita no porta a
cap indret (el Toll).
Les ma.nsions Ad Statuas i M 1úrres distaven 9 mp
(13 km) una de l'altra. Donant per bona l'estació de
Moixent, el trajecte - dcsprés de j ugar amb les sinuositats del C?lnyoles- ens deixa al Camí Vell de Valencia
entre les partides del Ramblar i el Juncar, 2 km al
NNE de la Font de la Figuera, ben a la vista del moU6
visual que constitueix al Capurutxo (901 m). Tanmateix, les Turres Soltabilatroe no han deixat, que sapiguem,
cap testimoni arqueolbgic.
A partir d 'acf caldria buscar l'entroncament de la
Via Augusta, que pren la direcci6 occiden tal, i la •valenciana.., que segueix vers mjgjorn. D'M TUTTes a Ad
Aras - fent diferencies entre els Vasos ApoH.inars 1 i
IV- només hi havia 3 milles (4'5 km) que ens col·loquen a la mateixa Casa Reial on es cobrava el portatge,
prop del Caic6n i els Alts de Mariaga, si no es feia a
la Loma del Portazgo (des de Castella, 7 km al S).
Des d 'Ad 7imes a M Ello hi havia 24 mp, cosa que
d6na 21 mp (31 km), dist?lncia que, presa des de la
Casa Reial i la Venta del Gitano ens pot dur per Villena a Saj o, millor, al Restallador, un poc abans. No hi
ha camí gaire més dret, pero la temptaci6 d ' Elda (fone tica, toponímica, hlstbrica, geografica) és massa suggerent, si no fóra que topetem amb l'interval següent de
23 o 24 milles (35 km) fm s a As¡M que, si es tracta
d'Aspe el Viejo (castell a la vora esquerra deJ Vinalop6), només és a 19 km d'Elda, en no ser que fem una
gran marrada gratuita (com MoaOI'E, 1979 a) per M on6ver, el CamJ de la Romana i el seu Co/úulg, C amf
d 'Alcan~ i Aspe: 35 km. No cree que els romans foren
tan ximples, quan Jes .. rescloseS» del Vinalopó s6n tan
clarea.
El millatge d'Aspis a Ili&i - altre cop 24 mp o siga
35 '5 km- tampoc no ens ajuda ja que d es del castell
a Elx, passant fms i tot per la Cañada, Tabaia i Vallllongues, amb prou feines es recorren 15 km fins a l'Alcúdia. El ca.mf dret encara ser ia prou més curt,
apropant-se al curs del Vinalop6. La gran voltera que
proposa Morote (1979 a) des d'Aspe al Boquerot per a
[page-n-643]
LES VIES ROMANES AL PAÍS VALENCIA
0.5
1,5
Fig. 5.- Bi.p?lteti aobre l'extrem meridional de la
2
cal~;ada
ro~nuua.
Els 8l.nnents f>rOllalius són btn migrats: ILII mif.liari perdJil, a las Zahurdiz.r, una tradició erudiJa de la /iJcalituuiJ de Thiar i un mfiJall de
camitas uells amh wl4 bast fqf/Qgr4foa.
girar 180° pe) Portitxol i Jubalcoi 1ins a l'Alcúdia, si
compleix el millatge, manca de suports documentals i
fms i tot logics.
Enganxant-nos a Ili&i (l'Alcúdia), que és una de les
poques fites segures que tenim, la següent etapa Iins
a Tiliar era de 27 milles, és a dir 40 km. Aquesta distancia pot avenir-se relativament bé amb un itinerari versemblant per Rojales que n'estaria a mitjan camí. Ara
bé, el camJ a.c tual d'Elx a Rojales va dret per terrenys
de saladar i mareny que en temps romans no sabem
si eren practicables, i s'acosta als 20 km de cursa. L'altra mcitat abasta 21 km i escaig fins al Convento de
San Ginés o Campoamor -on seria Thiar-, deixant
a llevant les salines i passant per San Miquel i, cosa
més substanciosa, per Las Zahurdas on esmentavem
testimonia d ' un miHiari. El recorregut per rutes rama deres i carreteres locals arriba al Río Nacimiento pel
Barranco del Lobo, afluent. De Tlúar a Cartagena ja
no és el nostre afer.
b) ¿Una via litoral a Din.ia?.- Si no coneguéssem la topografia, la solució més logica de l'embolic
que presenten els capítol s IV (304, 7-16) i V (342,
J5-25) de l'Anonim de Ravenna, seria de pensar en la
mescla de dues vies, una interior -ja coneguda- i
una litoral que des de Su&rrme anirien a reunir-se a lli&i:
A/Jmun o Altmwm, indiscutiblement ens e.n d6na l'opci6. G airebé és impossible una ruta per a vehicles de
roda que traves¡¡as les muntanyes pre-betiques i subbetiques al sud de Dénia (L LOBJU\OA.T, 1983 b), pe ro la intrincada soluci6 que propasa l'autor deu ser encar a
m és diffcil, en voler coordinar mullúiona o posades que
semblen inconnexés. Per aixo m'inclinaria per un ramal, tal volta creat tardanament, del Xúque.r a Dénia,
i un altre apeudix d' &Ullc a Celeret (?), LuctnúS i .Aikm
i embraneament a Jli&i, amb moltíss.imes reserves.
Deixarem Su&rtmnn a les rodalies d'Algemesí; si
hem d 'anar a Cullera (.Portum Sucrrme?) no caldria passar
el Xúquer i ens en mant indrlem a la dreta - encara
que Morote (1979 a) s'estima més anar des d'Alzira a
Llaurí. Tavernes de la Valldigna potser que estiga massa endiru per a controlar el camí litoral, malgrat les
suggerencies del seu nom romAnic i arabic (Alfandec).
Dins el terme de Xeraco hi ha la Cal;ada que perimetra
la marjal amb un cam.í que podria seguir sota el Castell
de Bairén i arribar a Oliva perla partida d'Alhaiat i pel
Camf Vell (empedrats) fins a Dénia, Dio o Dümio de la
font tardana (M oRare, 1979 a). A la ciutat enttaria
pe1 tkcumarws maximus de la seua ceuturiaci6, un camí
antic encara con servat a les Marines, que va d 'E a W
(LLOlllU!GAT 1983 a). Una altra Cal;ada -si no és la
Cansalada- que trobem e ntre Xabia i el Poblenou de
Benitatxell no és prou per a un suport mínim al seguiment de la ruta.
e) Le1 e~taciona de l'entorn de Luet:Dte•.- Eloe
(Eiklk)-Ce/eret (Ce/m)-LucenJes-Ad Lmw-Al/one-llice és l'ordre en que apareixen a l'Anonim de Ravenna aquestes
633
[page-n-644]
V.M. ROSSELLÓ I VE.RGER
-~--- 1
"-·-- 2
....
Fig. 6.- La vía romana al aeu paa per la Coatera.
La rfforln&W delr iJimraris i dels Vasos ApoUiNm, juntammt amb U1UI estrútM coortlnut.der ftsi¡¡ues, no dewn gairt marge al ITtJf
mansions secundaries, intercalades entre Ad Ello -més
o menys ben localitzada- i flici. que no té volta de full.
Si Lucnaús és absolutament establert com a Alacant (Benalua), Celeret és un misteri (Agost?), d'Ad Ú()'MS no en
sabem res i Allim ha tingut tants pretendents, de Benidorm a Guardamar, que l'assignaci6 a Santa Pola és
una r~nega conjectura. El Cam( de la Casa del Ueó,
prop d 'Algorós a J'horta d'Elx, és enllosat... Amb
aquest bagatge tan esqui.fit, més val deixar les solucions
per al dia de dema.
d) La colU1ai6 occidental.- Estrab6 (III 4, 9) al·ludeix a una desviaci6 de la via axial a través del Campus Sportarius, des de Saetahis a Castulo, que passava per Libisosa (Lezuza). L'englobem o no dins la Via Augusta, és més
important i ben documentada de vell gracie.s als Vasos
ApoHinars aquesta secció del•Camf d' Hannfual» que enlla~a la submeseta meridional amb la Costera o Vall de
Montesa. Sillieres (1977) en féu un bon seguiment que en
lfnies generala hem confumat (RossEu.ó, 1980).
Entre Saetahis i Ad Staluas (q ue no figura als Vasos,
per{) si a l'Itinerari Antoní) mediaven 16 milles; entre
634
I{UI
Juma
aquesta localitat i Ad 'lilrres, 9 milles. D e l'esmentada
estaci6 a la d'Ad Aras (Vasos ApoHinars I i U) només
hi havia 3 m.illes i la mansw següent era la d'Ad Palem
que als Vasos figura a 22 milles (33 km) d'Ad Aras. Més
enlla hi havia &lligi (Chinchilla). El trajecte, per tant,
d'Ad Palem -ident.ificat com al Cerro de los Santosa Saetahis totalitzava 50 milles. El triDium o connexi6 de
l'itinerari mesetari-andalús amb el d' /lici-Carthago
Spartaria-Basti pot situar-se e.n M 'limes (RUBmRA, 1985)
o en Ad .Aras (fig. 7), tot en un cercle d'uns 5 km de
radi on coincideix l'entroncament del ferrocarril a
Venta de la Encina, les actuals cruilles de la carretera
N-330 al vertex de Los Mateas (693 m) i a la Venta
del Gitano, ambdós immediats a la historica Loma del
Portazgo (626 m) que recorda una vena frontera. Tant
si posem la connexió de les vies romanes prop de la
Font de la Figuera, com a El Caicón o Los Altos de
Mariaga, com a Los Mateos o al mateix Caudete
-suara valencia- , roman ben provada la persistencia
deis fets de camí i frontera, tan transcendentals a la
geopoUtica.
[page-n-645]
LBS VIBS ROMANES AL PAÍS VALENCIA
Fig. l - La cruilla itined.ria de Caudete, Villena i la Font de la Figuera.
CompaTtuió de la xarxa tUitUÚ i ús hipotitú¡uu oiu rom.an.es. a: DÚJ rommu~ amb mansio o
mutatio. (El punújrU mis dens correspDn a les tlrees per d.atrrunt dels 800 m s. n.m.; el punújaJ IDx, entre 800 i 100 m; en blane, /e$ úrrcs a ~ de 400 m tl.'aliiJud).
.El Camf Vell de la Font de la Figuera a Caudete
passa per la Casa Reial, enfila la deprcssió NE-SW pcl
Caicón i travessa la carretera M adrid-Aiacant que fa
ara de frontera; després voreja una ~a centuriada
{RoSSELLó, 1980) i entra a Caudete. Les argumentacions de Rubiera (1985) per a fer caure M Turres en Villena, Ad Aras en Caudete i Ad Po.lnn en Almansa, no
semblen gaire provades. Tanmateix hi ha elemcnts toponúnics ben suggeridors.
i les persistencies historiques, és plausible un itinerari des
de Traiguera (lntibil1) o la Jana que emprendria més o
meoys pel tracat de la carretera de Morella oberta el1860
remuntant la Rambla de Cervera; passaria perla Vallivana, (MuNCYL, 1972: 155 ss), per baix de Morella, el Forcall -que algú identifica amb Bisgargir-, Todolella, La
Mata. Abans d 'eixir del Pafs Valencia feia cap a laMoleta dels Frares, lAera, població documentada epigraiicameat, que apareix alllibre II de la Geographia d e Ptolemeu (.AJv.s..., 1987). L'eixida hagués estat per la Roca
Tallada.
4. NOTES SOBRE RUTES TRANSVERSALS O AFLUENTS
Les de migjom, no les he separarles perque la documentació ens les dóna en bloc amb l' itinerari axial.
Quant al nord del país, en canvi, h.i ha ben pocs doctJments i moltes conjectures.
4.1. EL CAMÍ DE CAESARAUGUSTA A
INTIBILI
El tarda Anoni.m de Ravenna, alllibre IV (310, 11-14)
consigna una vía secu.ndaria Trthia-lolbgum-Liluibilin, que
ha estat interpretada per diversos autors com una con nexió valenciana a partir d'lntibili. Chabret, (1977) va ser
el primer que s'hi fixa a final de segle, anomenant~la «Via
aragonesa d'Aicañiz>t. Miller (1916) no gosa atribu~hi,
ni reduccions, ni tracat, mentre Fletcher-Ald.cer
(1955-56), Muñoz (1972) i Arasa (1987 i 1990 b) insisteixen en el curs de Chabret. Per allo deis ucamins naturaiS»
4.2. EL CAMÍ DE CAESARAUGUSTA A
SAGUNTUM
La matei.xa font adduida abans (Rilo. IV 310, 3-10)
d6na una relació de cinc estacions entre Caesarau.gusta
i Pr«orium, molt males d'indentificar en majoria. Tanmateix, els autors no tremolen i s'han llan~at des de
Chabret (1977) a M orote (1979 a) a la conjectura del
camí que done a tftol d ' invcntari, tot i que és ciar que
l'aprofitament de la vall del Riu de Morvedre, mal batejat ..Palancia.., és indiscutible a judicar per la documeotació musulmana i medieval, i les guies de Villuga
i Escrivano (ARASA, 1987).
S. Bru (1958) en dóna un croquis a escala prou detallada amb eixida des de Sagunt perla Porta i Camí Vell
de Throl vers Sabató, sense passar per Petrés ni Albalat,
toponims que ginyen Chabret (1977) i Morote (1979 a)
afer-h.i man:ada. Els tres autors conflueixen al Pont de
les Jovades per a travessar el riu en dir:ecció a Thrres635
[page-n-646]
V.M. ROSSELLÓ I VERGER
Torres, Arguines, Segorbe, Jérica, Viver... Caldria remontar El Herragudo i internar-se al párarrw. Potser seguir no és honest, encara que siga versemblant.
4.3. EL CAMf VALENOIA-LLÍRIABEGÍS
No manca gent que baja postulat un enlla~ament
ibéric o roma entre Valencia i Ademuz, passant per
LJíria i Chelva. Morote (1979 a) d6na per descomptat
que exist( un camf roma que des de Valencia per LJíria
(.Edeta), las Alcublas i Begb (Al.cAct:R, 1946), connectava amb la via Sagunlum-Caesarauguslll per Barracas (o
Sant Pere de Bellmunt). No veu ciar per on ei.x.ia de
Valentia ; suggereix un camí assagador que es dirigei.x directament a Llíria, tal vegada aprofitant un camf i~ric
que connectava nombrosos nuclis d'aquell temps. L'itinerarí seria Valencia-Benimamet-la Pobla de VallbonaBenissan6-Uíria, on passaria entre el Tossal de Rascanya i el Cabe~ol, que, tots dos, conserven restes ibeciques. Passada iliria, segueix vers las Alcublas paral·lela a la Rambla de Montdragó i aprofita un cami
ramader passant prop dels jaciments iberics de la
Mont-rabana, el Castillico .Bernabé i els Tres Pies.
Prop de las Alcublas s'hi podrien atribuir roderes que
probablement són medievals, si no modernes.
La confluencia amb la vía del Palancia, també podría haver-se fet a Segorbe des de las Alcublas o a través d 'Olocau i Gatova. Massa hipotesis pera tan poc
suport. Aix6 sí, .la batalla de Lauro, finalment, esdcvinguda durant les guerres sertorianes, posa en una categoría semblant Valenlia i Lauro, el oucli precursor de
LJiria. El paper caminer de la poblaci6, per tant, sembla haver estat decisiu.
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637
[page-n-648]
[page-n-649]
I sabel GARCÍA V ILLANUEVA * y M iquel R ossELLó M ESQUIDA *
,
LAS ANFORAS TARDORROMANAS DE PUNTA DE L' ILLA
DE CULLERA1
INTRODUCCIÓN
En los últimos años el conocimiento de los aspectos económicos y comerciales en la Antigüedad tardía
ha experimentado un gran avance gracias a las publicaciones de diferentes yacimientos del Mediterr áneo
Occidental (Ostia. Cartago, Porto Torres, Marsella.
Tarraco, etc.), así como la esencial aportaci6n de la tipología anfórica de S. J. Keay (1984), realizada a p artir
del estudio de las ánforas tardías encontrad as en el
nordesde de la Tarraconense, cambiando de manera
significativa el panorama que se tenra de este perlodo.
El estudio de materiales cerámicos y en especial de
las ánforas, ha podido determinar la complejidad de las
relaciones comerciales durante los siglos V-Vil, arrinconando la tesis de la decadencia del comercio mediter ráneo, sob reve.n id a al fin del Imperio Romano de Occiden te y la instalación de los nuevos reinos bárbaros.
Sin embargo, las publicaciones de materiales tardíos de
yacimientos valencianos son escasos, por lo que el conocimiento que tenemos de esta época es bastante parco e incompleto.
• Servicio de l~veatipc.i6n Arqueológica Municipal, Ayuota·
miento de Valencia.
Esperamos, con el presente trabajo dedicado al estudio de las ánforas del yacimiento de Punta de l'Illa
de C ullera, aportar nuevos datos al conocimiento de la
Antigüedad tard[a en el Para Valenciano.
ANTECEDENTES
El yacimiento costero de Punta de I'Dia de Cullera
estaba situado al sur del Cap de Cullera, concretamente en la Punta de l'illa del Pottitxol, también llamada
Isla de los Pensamientos. Actualmente ya no existe tal
isla y el yacimien to que en ella se ubicaba se halla sepultado bajo un gran edificio, construido e.n décadas
pasadas. El yacimiento se situaba en lo que fue uo pequeño islote calizo unido a la costa por un franja de
arena o t6mbolo.
La existencia del yacimiento fue conocida debido
a la extracción de tierras efectuadas en el año 1953 con
el fin de apr ovecharlas en unas edificaciones que· estaban levantando en la zona Con anterioridad a la extracción de tierras, q ue pusieron al descubierto parte
de las estructuras d el yacimiento, ya se tenían noticias
sobre la presencia de restos arqueológicos en el
istmo\
639
[page-n-650]
l. GARCfA VILI..ANUEVA Y M. ROSSELLÓ MESQ.UIDA
El yacimiento fue objeto de tres campañas de excavación a cargo del Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, llevadas a cabo por el Dr. Don Enrique Pla en colaboración con el Dr. Don Miguel
Tarradell.
En la primera campaña (junio de 1955) se documentaron diversas estructuras, concretamente cinco
habitaciones y diversos muros diferenciados en tres
sondeos. La segunda campaña se realizó en octubre de
1957, dando como resultado la identificación de cinco
nuevos recintos. La tercera y 61tima campaña de excavación se efectuó en mayo de 1966 y se procedió a excavar uno de los recintos ya documentados anteriormente.
En el proceso de la excavación no se difere.nciaron
niveles, ya que toda la tierra aparecía revuelta y no
presentaba una e.s tratigraffa clara, optándose por la excavación en capas artificiales.
Los materiales exhumados en las distintas campañas de excavación fueron depositados, en su mayor
parte, en el Servicio de Investigación Prehistórica de
Valencia, quedando el resto en el Museo de Cullera.
Como hemos visto, aparece un importante conjunto de edificaciones a las que hay que añadir un volumen considerable de material arqueológico, a pesar de
que se halla en un contexto mayoritariamente falto de
secuencia estratigráfica. Sin embargo, y a pesar de las
limitaciones apuntadas, creemos que el estudio de los
materiales, de los cuales aquí presentamos una parte,
puede ayudar a conocer aspectos interesantes sobre el
panorama económico y comercial de la zona valenciana durante este período.
ESTUDIO DEL MATERIAL
Este trabajo debe considerarse como el avance de
un estudio más amplio que sobre este yacimiento está
realizando uno de los autores. Por ello, se ha optado
por presentar aquellos materiales más significativos de
cada tipo, agrupándolos por áreas de producción y
analizando las características principales de los tipos
identificados con una breve descripción general, morfológica y técnica, completando el estudio con datos sobre el origen, el contenido, la cronología y otros apuntes de inter& específico (marcas, grafitos, etc.).
Para la clasificación tipológica de los ejemplares se
ha seguido básicamente el trabajo de Keay (1984), por
lo que nos remitimos a este autor para las descripciones
más detalladas sobre aspectos moñol6gicos y de pastas.
Mención especial merecen una serie de ánforas de
caracter(aticas muy similares entre sí y que tipológicamente no nos ha sido posible identificar. El intetts de
estas piezas viene aumentado por el hecho de que contamos con ejemplares completos, lo que nos ha llevado
a realizar un estudio más detallado, no sólo en el aspec-
640
to tipológico, sino también en el técnico, ya que no presentaban las pastas típicas de las producciones africanas, a pesar del parecido formal con las series ani6ricas
africanas tardías. ~te estudio técnico ha con.sistido en
la observación microscópica de las pastas mediante las
técnka de láminas delgadas y el análisis por difracción
de rayos X.
LAS PRODUCCIONES AFRICANAS
El conjunto de las producciones africanas representa el porcentaJe más elevado del total de ánforas
aparecidas en el yacimiento de Punta de l'llia de Cullera.
Son contenedores de gran tamaño y se caracterizan por tener el cuerpo cilíndrico, cuello normalmente
cónico y por la gran variedad que presentan los bordes,
aunque con un predominio de los exvasados.
Dentro del grupo de las ánforas africanas son mayoritarias las producciones de origen tunecino, contando tan sólo con un ejemplar de ánfora de procedencia
mauritana.
En este grupo de producciones africanas han quedado incluidos los ejemplares no identificados tipológicamente y reconocidos por primera vez en el yacimiento de Punta de l'lUa (Tipos, 1, ll y III), ya que los
análisis técnicos realizados sugieren su pertenencia a
esta zona geográfica.
Tipo1
- Ktay 1/Maurilo.na Dressei 30/0stia .{rmnll V. (Fig. 1, 1)
Keay distingue dos variantes en este tipo según sus
caracter(sticas morfológicas. Se trata de un ánfora de
cuerpo piriforme rematado por un pivote hueco, cuello
muy estrecho y asas que se unen al cuello y hombros.
El borde es exvasado y de sección triangular.
Presenta una pasta de color rosa o anaranjada y
se aprecian inclusiones de cal, cuarzo y finas partículas
negras.
Los datos sobre su origen son claros, ya que se han
hallado asas de la variante A con estampillas referidas
a la Mau.retani4 Ctusarimsis y más concretamente a 71.JJuS1UN (K.v.Y 1984: 96).
Aunque no disponemos de evidencias direct.as
para el contenido, es muy posible que se tratara de
aceite de oliva.
Respecto a su fechación, en la Terme del Nuotato~
re en Ostia, aparece en contextos del 140-180/190 d.C.;
pero en los yacimientos catalanes la variante A no aparece hasta después del segundo cuarto del siglo ill,
mientras que la B se da en contextos del siglo IV y V,
pero considerándose residual.
[page-n-651]
LAS ÁNFORAS TARDORROMANAS
2
4
3
15
e
E. 1 : 2
7
Fig. l.-Á'!fortJJajrietJNJS. l : &ayl B, 2: lúay m , 3: JWyXXVK, ~: &ay XXV P, 5: K.tayXXV V, 6: KtajXXXV d , 7: Xtay.XXXV B.
Otra fecha del siglo Ill la aporta el pecio de Punta
Alta ('Thscana), donde se data en la segunda mitad del
siglo ffi (T oRTOR&.LA, 1981: 378).
- KuJy III/Dressd 27/«Ajri&aM Piuola»/Afrieana 1/<rán .57Mgas .58. (Fig. 1, 2)
En este tipo Ill, Keay agrupa las ánforas ya defmidas por Zevi y Tcbemia como «Africana PiccoJa» dife-
renciándola as{ del grupo de la •Africana Grande». Panella distingue dos variantes, Africana I A y 1 B que
parecían producirse sucesivamente, basándose en los
datos extraídos de la Terme del Nuotatore en Ostia. Según Panella (1983: 173·114, 192, fig. 3}, la producción
de estas ánforas acabarla en el siglo IV.
Sin embargo, Keay demuestra que ambas variantes
siguen apareciendo en contextos del siglo IV y V, estableciendo dos variantes,
A lll B as{ como otras dos
varian tes más tardías (Sim. a III A y Sim. a Ul B).
m y
641
[page-n-652]
L. GARCÍA VTLLANUBVA Y M . ROSSELLÓ MESQ.UIDA
Se trata de ánforas de cuello bajo, troncocónico,
cuerpo cilíndrico de reducidas dimensiones, asas pequeñas que se aplican bajo el borde y llegan basta el
hombro que está poco marcado. El borde es exvasado
y el fondo presenta un pivote corto.
La coloración de la pasta varía del rojo intenso al
naranja claro, siendo común la presencia de cuarzo,
mica y partfculas de cal.
Las evidencias para su origen son claras, ya que
se han hallado sellos referidos a ciudades costeras del
Afrw Byzae11111: HadrumenJum, úptis Mmor y &llectum.
También parece que se producían en la zona septentrional de Túnez, puesto que se han hallado ejemplares
de Africana 1 B en los hornos de Ariana, junto a Cartago (PAN81.LA, 1983: 174).
En cuanto al contenido parece que transportaba
aceite de la Byzae11111 .
Los elementos para su datación son abundantes.
En la 'll:rme del Nuotatore se hallan en contextos de
imales del siglo ll, pero es a partir del siglo m cuando
empiezan a ser relevantes y hasta el siglo IV avanzado
(PARELLA, 1983: 17+). También aparecen ejemplares en
el pecio de Ognina (Siracusa), datados en el 210-215
d.C. o poco tiempo después (ToRroRJU.LA, 1981:
262-363, 373-374). En la Schola Praeconum, en Roma,
aparecen en contextos del segundo cuarto del siglo V
(WHJTJtHousuTAUJ , 1982: 76). Finalmente, en los yacimientos catalanes se datan desde principios del siglo
IV hasta la primera mitad del siglo V.
En Punta de l'Illa contamos con tan s6lo un fragmento de borde de este tipo, concretamente de la variante B de Keay.
- Keay XXV. (Fig. 1, 3-4 y 5)
En este tipo se recogen los contenedore.s cilíndricos de época tardo-romana defmidos en las excavaciones de la Terme del Nuotatore en Ostia, donde se distinguen diecinueve variantes. Por su parte, Keay
diferencia treinta variantes. Se considera que suceden
al grupo de la Africana Grande y que evolucionan tipológicamente hacia el tipo Keay XXVI.
Son ánforas de cuello cillndrico o troncocónico, y
cuerpo cilfndri co de dimensiones variables. Las asas
son de sección oval y se unen al cuello; los bordes, aunque generalmente son exvasados, presentan bastante
diversidad, asf como la forma de los pivotes.
Presentan unas arcillas de coloración rojizoanaranjada, con partículas de cal, cuarzo y mica. En
la superficie exterior es frecuente que lleven engobes de
tonos amarillentos o blanquecinos.
Su origen parece que se sitó.a en el Ajri&a Byzauna
y su contenido sería preferentemente el aceite de oliva,
aunque hay evidencias de otros contenidos. En el pecio
de Pointe de la Luque, B (Marsella), se hallaron restos
64-2
de crustáceos en un ejemplar de la variante B (TottroR.BJ.LA, 1981: 363-377), así como en el pecio Dramont
F donde se encontró un ejemplar con recubrimiento interior de resina, lo que invalida la posibilidad del transporte de aceite en las ánforas con este recubrimiento.
Tambi~n en el pecio de La Pampelonne aparece un
ejemplar con restos de pescado (PA!'IELLA, 1983: l77).
Los datos cronológicos recogidos en los yacimientos catalanes por Keay (198+: 193-194), apuntan a que
la producción se iniciaría a fmales del siglo III/principios del IV y as! vemos como los ejemplares de La Luque B están datados a partir de fmales del siglo ill. El
momento de máxima producción de este tipo se situar(a hacia fmales del siglo IV y acabarla a mediados del
V, siendo reemplazado por otros tipos. En Ostia aparecen con cronologías de los primeros decenios del siglo
IV-primeros decenios del V (PANsLLA, 1983: 178), y en
la Schola Praeconum nos encontramos con ejemplares
de la variante K con una datación del 4-30-HO.
En Punta de I'Wa contamos con cinco ejemplos de
bordes, uno de ellos perteneciente a la variante K , dos
a la variante P y uno a la variante V; todos ellos con
pastas y tratamientos externos úpicos de las producciones tunecinas.
- Keay XXXV. (Fig. 1, 6-7)
Están incluidos en la serie de los contenedores cilindricos tardo-romanos de grandes dimensiones.
Keay distingue tres variantes atendiendo a las diferencias de los bordes. Son ánforas de cuello corto,
cuerpo ciUndrico apuntado hacia la base y asas de sección oval. Tiene el borde exvasado, más desarrollado
en la variante B, y el pivote macizo.
Por el aspecto de la pasta y sus características
morfológicas parecen tener un origen tunecino y, aunque no tengamos evidencias de su contenido, parece
bastante probable que fuera el aceite de oliva.
En Jos yacimientos catalanes queda reflejado que
su producción se inicia a mediados del siglo V, llegando hasta la mitad del siglo VI. En el vertedero de Vilaroma puede observarse la llegada de grandes cantidades de esta producción en un momento algo más temprano (primera mitad del siglo V), lo que sugiere que
ya era un producto consolidado en estas fechas (Tw•A,
1989: 261).
Fuera de la Penfnsula, aparecen ánforas de este
tipo en Cartago en contextos del 530 y del 600 pero que
son claramente residuales (Fuuow/Pucocx, 1984:
1361137, fi~. U61117). En la Schola Praeconum, en O stia, están datados en el 430-440 {WHIT8Housx 1rr AUJ,
1982: 76).
En Punta de J'llia están representadas las variantes A y B, con cinco y once fragmentos respectivamente. Presentan pastas típicas africanas de coloración que
[page-n-653]
8
•
1
1
(1
10
E. 1 : 1
E . 1 : 10
Fig. 2. - Á~ras ajri&aNIS. 8: Kuzy XXXVI B, 9: MJ L~ 10: Keay LXI C.
oscila entre el rojizo y el naranja, siendo habituales las
inclusiones de cal, mica y cuano y en a1gún caso partí·
culas oscuras indeterminadas. En la superficie externa
presentan engobes de coloración amarillenta.
-Keay XXXVI/Beltrán 63. (Fig. 2, 8)
Forman parte de la serie de los contenedores cilin·
dricos tardo-romanos de grandes dimensiones.
Son ánforas de cuello troncocónico y corto, cuerpo
cilíndrico de dimensiones grandes acabado en pivote
macizo, asas de sección oval que arrancan del borde,
que está poco destacado y engrosado al exterior.
Sus características morfológicas y el tipo de pasta
sugieren un origen tunecino, apuntándose el aceite de
oliva como producto que transportaban.
Esta producción se inicia hacia principios o mitad
del siglo V, en Oartago no aparecen antes del 450-4-75
(FoLFORDIPBACocK1 1984: 131, fig. 15) y en la Scbola
643
[page-n-654]
I . GARCÍA VILLANUEV.A Y M. ROSSELLÓ MESQUJDA
13
11
•
'
'
14
12
1tJ
E .1:2
Fig. 3. - Jn.forar ajri&4ftiM tipo K.«Jy LXO. 11: Var. A, 12: Var. B, 13:
Praeconum lo encontramos en contextos del 430-440
1982: fig. 10). En los yacimientos
catalanes aparecen en contextos de entre principios y
mediados del siglo V y m.e diados del VI (KEAY, 1984:
245). En el vertedero de Vila-roma se datan en el segundo cuarto del siglo V (Tm·... , 1989: 263).
En Punta de l'Illa está representada la variante B
con sei3 ejemplares. En todos ellos se reflejan las caracterrsticas de las pastas tunecinas, de arcillas duras y
bien cocidas, coloraci6n que varía del rojizo al anaran-
{WKJ:TWO\Js:s ET IILII,
644
f{¡r.
C, U : Var. G; 15: VaT. N, 16: l'ár. M .
jado, con inclusiones de cuarzo, cal y mica y con las
s-uperficies engobadas en tonalidades ocres y grisáceas.
-Keay LV/Almagro 52/<rán 53/Scorpan l1. (Fig. 2,
9)
Son ánforas de cuello y cuerpo cill'ndricos, de
apreciables proporciones, acabando en un pivote desta-
[page-n-655]
LAS ÁNFORAS TARDORROMANAS
cado y macizo. Las asas son de sección elíptica y el borde, una continuación vertical del cuello con un característico engrosamiento en la cara interna.
Las características de la pasta hacen pensar en un
origen tunecino, apuntándose la posibilidad de que
transportaran aceite de oliva.
Hay pocos elementos para su fcchación, en Cartago bay ejemplos de la variante A en contextos del 600
(FUJ.
.rolUliPBACOOK, 1984-: 216, figs. 66-67). De esta misma variante hay una pieza datada en el siglo VI en Tomis (ScoRPAN, 1977: 271).
,En la Pen!.m uJa, su ausencia en el vertedero de
Vila-roma, datado entre el 440-4-50, hace pensar en fechas más tardías. Según las observaciones de Keay
(1984-: 293), en Cataluña se constata que este tipo no
aparece en la Península hasta finales del siglo V, perdurando hasta fmales del VI.
El yacimiento de Punta de l'llia ha proporcionado
tan sólo un ejemplar de este tipo, cuyas características
técnicas son las típicas de las producciones norteafricanas: arcilJa dura de coloración rojiza, inclusiones
de cal, cuarzo transparente y mica. En la superficie externa p resenta un eogobe amarillento.
- &ay LXJ/Bellran 60. (Fig. 2, 10) (Lám. I, 1)
Este tipo anfórico fue individualizado por Beltrán
en su tipología sobre las ánforas de la Penmsula Ibérica. Keay establece cinco variantes según la moñología
del borde.
Son ánforas de cuello ancho y cuerpo cilfndrico acabado en un pivote macizo y asas de sección elfptica unidas al cuello. Tienen el borde engrosado, de sección rectangular y con la cara externa generalmente vertical. Sus
características técnicas hacen pensar en un origen tunecino y se sospecha que pudieron transportar aceite. Son
piezas de cronología tardía que tienen su aparición en el
Mediterráneo en la primera mitad del siglo V, perdurando basta mediados o fmales del siglo VI. En Cataluña suelen aparecer generalmente en niveles de abandono del siglo VI (Ke,..v, 1984: 305-309), pero en el vertedero de
Vila-roma ya están presentes en la primera mitad del siglo V (Tso·A, 1989: 266-267). En el pecio de Yassi Ada,
datado en el siglo VIl, aparece un pivote que podría corresponder a este tipo de producciones (RASSIV AN OooR.
NTNCK , 1982: 185, figs. 8-20 P.76).
En el yacimiento de Punta de l'llla aparece un
ejemplar completo de la variante e, as{ como tres fragmentos de borde de la variante A. Todos ellos presentan características técnicas homogéneas, con arcillas
duras de tonalidad~ rojizas o anaranjadas, con inclusiones de cal, mica plateada, cuarzo transparente y
blanco y partículas oscuraa indeterminadas. En la superficie es habitual la presencia de engobes de tonalidades ocres o blanquecinas.
Es de destacar la presencia en el ánfora completa,
variante C, de dos grafitos. Uno de ellos realizado antes de la cocción de la pieza y situado en la zona de
la panza, se trata de dos Uneaa rectas verticales y paralelas. El otro grafito se sitúa en los hombros, a la altura
de la unión de las asas con el cuerpo, apreciándose las
letras ~
-&ay LXIII&lJrán 59/Mid Roman Amplwra 17 A .
(Fig. 3) (Lám. 1, 2)
Keay, partiendo de la diversidad morfológica de
estos contenedores, establece veinte variantes de bordes y quince de pivot~.
Sus características formales vienen defmjdas por
un cuello troncocónico de peñtl convexo que se invierte
al unirse con el borde, cuerpo cilíndrico que acaba en
un pivote corto y macizo que presenta un engrosamiento en la parte inferior. Las asas, de secci6n oval,
arrancan del cuello. Los bordes son ligeramente e.xvasados y de sección triangular.
Por sus características tipológias y su similitud con
los tipos LX y LXI, es probable un origen tunecino,
as( como el que transportara aceite.
Según se desprende de los estudios realizados por
Keay en yacimientos catalanes, este tipo anfórico tendría una primera fase inicial de su producción en el segundo cuarto del siglo V, introduciéndose el tipo ya
clásico en el tercer cuarto del mismo siglo y perdurando su producci6n hasta mediados del siglo VI. Sin embargo, en el yacimiento de Vila-roma aparece este tipo
totalmente desarrollado en un contexto entre el
440-450 (Tso·A, 1989: 267).
En otros sitios como Cartago dan unas fechas del
450-4-75 en adelante, apareciendo ejemplares de la variedad B en contatos de mediados del siglo VI (FU'LPOR.D!Pu.cocx, 1984-: 131-133, figs. 68-70). Las piezas
aparecidas en la Scbola Praeconum se datan entre el
430-440 y en el pecio de Fos-Sur-Mer tienen cronologías de fmales del siglo VI, momento en que se inicia·
ría el declive de este tipo (TOR.l'OIUIJ..A, 1981: 375). Así
pues, apareciendo a partir del segundo cuarto del siglo
V, su mayor difusi6n se dará en la segunda mitad del
mismo y en el siglo VI, en que su exportación va a ser
ma11iva.
Las variantes aparecidas en Punta de !'Tila son la
A, B (ejemplar completo), C , G, N y M. La variante
B, muy similar a la A, se caracteriza por un borde en
forma de copa y la variante viene defmida por bord~ de peñu más exvaaado.
Concretamente, se hallaron doce fragmentos de
borde de la variante A, la más numerosa; y un fragmento de cada una de las variantes mencionadas.
Las características t~cnicas de estos ejemplares se
corresponen con las típicas ánforas norte-africanas, te-
e
645
[page-n-656]
L GARCÚ VILLANUEVA Y M. ROSSELLÓ MESQ.UIDA
18
17
Fig. 4.- Ánjor4S ajrietJMS tipo Punl4
IÚ
niendo unas arcillas duras, de coloración que va del
rojo intenso al anaranjado claro, con inclusiones de cal,
cuarzo traruparente, blanco y anaranjado, chamota y,
en algunos casos, mica y partículas negras y grises. Las
superficies exteriores presentan engobe de tonalidad
blanquecina o amarillenta.
NUEVAS FORMAS
Bajo este ep{grafe quedan recogidas una serie de
ánforas que no han podido ser clasificadas siguiendo
la tipología de S. J. Keay y de las cuales no hemos en·
contrado paralelos en la bíbliograffa consultada, pero
que tanto por sua características morfológicas como
por los análisis t6cnicos efectuados hacen presumir
como de origen africano.
646
21
/'lila.. 17: Tipo 1, 18 Tipo U, 21: Tipo lll.
A partir de ejemplares completos restaurados nos
ha sido posible diferenciar tres tipos en estas producciones, cuyas caracter{sticas morfológicas y técnicas
son muy similares.
Se caracterizan pri.n cipalmente por sus grandes
dimensiones, con una altura que varia entre 102 y
113'5 cm. y una anchura máxima que oscila entre los
43 y los 50 cm. Presentan un cuerpo ciHndrico, cuello
cónico y bordes variados. Tienen un pivote corto y macizo, las asas son de sección elíptica, robustas y abier·
taJ en hombrera, muy caracter{sticas.
Este estudio ha quedado dividido en tres partes:
A) Un análisis tipológico con la descripción morfológica de las piezas y descripción de las arcillas a nivel ma·
croscópico. B) Un estudio técnico de las pastas median·
te la técnica de lámina delgada y difracción de rayos
X. C) Conclusiones.
[page-n-657]
LAS ÁNFORAS TARDORROMANAS
-Tipo 11 (Fig. 4, 18) (Lám. 11, 2)
••
Fig. 5. - 19: Graf!Jo
nt U/1
. . , :1
Muy similar al anterior. Cuerpo ci){ndrico de dimensiones ligeramente más reducidas que el tipo l .
Tiene el cuello cónico, borde convexo al exterior y cóncavo en el interior, pivote corto, macizo y ligeramente
apuntado. Asas de sección eHptica, robustas y abiertas
en hombrera.
Dimensiones:
• Altura: 102 cm.
• Anchura máxima: 43 cm.
• Diámetro de la boca: U cm.
El ejemplar presenta una pasta de color beige claro con zonas de tonalidad más grisácea, núcleo gris oscuro y superficie interior rosa pálido. Otros ejemplares
presentan arcillaa de- tonalidades mú oscuras dentro
de la gama del beige y del gris. Se aprecian puntos de
cal, mica y cuarzo.
El ejemplar completo presenta dos grafitos realizados después de la cocción. Ambos se sitúan e.n los hombros, en la zona donde las asas se unen con el cuerpo
(Fig. 6).
Se han podido individualizar dieci!iete bordes y
un ánfora complet.a restaurada.
átrfora tipo I dt Puttltl dt l'Ill4.
-Tipo 111 (Fig. 4, 21) (Lám. Il, 3)
A continuación pasamos a describir cada uno de
los tipos a partir de los ejemplares completos.
A) E1tudio tipol6gico
-Tipo 1 (Fig. 4-, 17) (U.m. II, 1)
Anfora de cuerpo cilíndrico de grandes dimensio·
nes, cuello ligeramente cónico, borde pequeño exvasa·
do al exterior y de sección triangular, pivote corto y
macizo de base plana. Las asas son robustas, abiertas
en hombrera y de sección elíptica.
Sus dimensiones son:
• Altura: 113'5 cm.
• Anchura máxima: 50 cm.
• Diámetro de la boca: 13'5 cm.
La pasta varía entre una tonalidad rosa pálido y
anaranjado. Otros ejemplares del mismo tipo presen·
tan unas pastas de tono beige oscuro. Se d istinguen inclusiones de cal, mica y cuarzo. De este tipo 1 se han
contabilizado dos bordes y un ánfora completa res·
taurada.
El ejemplar completo presenta tres grafitos realizados después de la cocción de la pieza, dos de ellos
situados en la zona de unión del cuello con el cuerpo
y un tercero sobre el hombro, un poco más abajo de
la unión del asa con el cuerpo (Fig. 5).
Muy similar a los tipos anteriores en su aspecto
general. Sólo contamos con un ejemplar de este tipo
m, completo restaurado. Tiene el cuerpo cilfndrico y
de dimensiones parecidas a los tipos 1 y 11. Fondo alargado con pivote semicircular, corto y macizo. Cuello
cónico y borde poco diferenciado, ligeramente engrosado al exterior y labio moldurado. Asas robustas de sección eHptica y abiertas en hombrera.
·~· : 1
Fig. 6.-
2o: Grafilo dt
1111
dtJ.fortJ
ti/Jo
n dt Puttltl d. I'Ill4.
647
[page-n-658]
I. GARCÍA VILLANUEVA Y M. ROSSELLÓ MESQ.UIDA
Dimensiones:
•Altura: 112 cm.
• Anchura máxima: 44 cm.
• Diámetro de la boca: 12 cm.
Pasta de color rosa pálido apreciándose puntos de
cal, mica y puntos de color marrón indeterminados.
B) Estudio Técnico'
Este estudio se ha realizado mediante la observación de láminas delgadas de las muestras y difracción
de rayos X , para una correcta apreciación de las inclu·
siones minerales caracterfstícas dentro de la matriz de
la arc.illa, esencial para la caracterización de loa tipos
y tratar de averiguar sus posibles áreas de producción.
Tanto en los fragmentos clasificados tipológicamente
como pertenecien tes al tipo I como al tipo TI, se pudieron distinguir a simple vista dos coloraciones diferentes
de la pasta, por Jo que se analizaron dos fragmentos de
distinta coloración de cada uno de los tipos:
• Tipo l : Muestras M-1 y M-4.
• Tipo 11: Muestras M -2 y M -3.
No se pudieron preparar muestras de arcilla deJ
tipo lli, al contar tan sólo con un ejemplar restaurado
y no disponer de fragmentos asimilables a este tipo. Sin
embargo, tanto tipo16gicamente como por el examen
macroscópico de Ja arcilla¡ puede incluirse den tro del
mismo grupo de procedencia que los tipos I y ll.
l . Composicián mineraMgica de la pasta
l.J. Análisis por difracción de rayos X
El material molido a tamaño pasante por tamiz de
50 micras, se ha examinado mediante un difractómetro
de polvo de dos círculos (Siemens D-500), obteniéndose los siguientes difractogramas de polvo.
En los difractogramas de polvo se h an identificado
las fases que se señalan:
Cuarzo Calcita Mica
M-1
M-2
M -3
M-4
•••
•••
•••
•••
••
••
••
••
••
••
••
••
Feldesp. Hematites
•
•
•
•
••
••
' • • Muy abu.ndantc
•• Abundante
• Eaauo
-
Autoente
1.2. Estudio textura! de las secciones de los tiestos
M -1: El color de la pasta es rojizo con 1a parte eón-
648
cava oxidada (rojiza) y parte convexa no oxidada (grisácea) y núcleo especialmente no oxidado (coraz6n negro). Porosidad macroscóp ica apreciable.
M -2: Similar a M-1.
M-!J: Partes externas del tiesto eventualmente olridadas y de tono rojizo, eJ interior del tiesto se presenta
n o oxidado y de tono grisáceo. Menos apreciable la porosidad macroscópica.
M-1: Tonos gris-beige, aparien cia no oxidada.
Existencia de zonas de tono más oscuro (grisáceo),
aparentemente no oxidadas. Porosidad apreciable y
fuerte laminación.
1.3. Estudio de las láminas delgadas por microscopio petrográfico
Se han reconocido las fases caracterizadas previa·
m ente por difra.cción de rayos X.
Los tamaños de partículas son fmos y el aspecto
anguloso y subrcdondeado (Lám. IV).
Destacar en las muestras analizadas la presencia,
relativamente abundante, de mica (moscovita) de for·
ma laminar (Lám. V, 1).
Son frecuentes asimismo las partículas de mineraJes opacos que deben corresponder, según los análisis
de difracción, a granos de hematites o de otros minerales ferruginizados, en las mues~as M-1 y M -2.
La calcita es componente abundante en todas las
muestras, destacando la presencia de granos no reaccionados y de residuos de granos que ban reaccionado
produciendo un vado en el centro del grano (L ám. V,
2); y en el caso de la muestra M -3, por presentarse la
calcita como restos fósiles atribuibles a fragmentos de
equfnidos (Lám. V, 3). El tamaño de partícula en la
m uestra M-3 es algo mayoz y se caracteriza asimismo
por presentar mayor frecuencia de cristales angulosos,
existiendo predominio de Jos subangulosos.
E l feldespato está presente en todas las muestras,
a unque es escaso, presentando formas angulosas (Lám.
V, 4).
C) Conclusiones
EJ análisis de las pastas no debe plantearse como
un fin en s{ mismo, sino que debe considerarse como
un medio complementario, junto con el análisis tipológico, para sacar la máxima información de los restos
cerámicos y contribuir a un mejor conocimiento histórico.
Lo primero que se destaca es que nos encontramos
ante un conjunto homogéneo tanto a nivel tipológico
com o a nivel técnico.
Por lo que se refiere a las pastas, la M -1 y M -4
aparecen en el tipo I de Punta de l'llla y las pastas M -2
[page-n-659]
LAS ÁNFORAS TAR.DORROMANAS
23
24
E. 1 : 2
22
Fig. 7.- Jnjoras tú protfueei411 iNinmnin44a. 22: Lay LXXll, 23: Lay LXXII, 21: Km, LXXIX.
y M-3 en el tipo ll. En todos los casos analizados se
puede establecer que el tiempo de cocción no ha sido
superior a los 900° C. Hay una mala oxidación de la
materia orgánica (corazón negro) en los tiestos, lo que
indica que la coccióo ha sido de corta duración.
El tamafio de las partkulas es fino y los tiestos presentan una abundante porosidad.
El análisis de láminas delgadas al microscopio petrográfico ha revelado que las muestras presentan unas
inclusiones minerales básicamente similares, destacando tan sólo la ausencia de hematites en las muestras
M-3 y M-4-. En todas las muestras están presentes el
cuarzo, la calcita, la mica y el feldespato, destacando
los tres primeros.
En cuanto a la posible zona de origen de estas producciones, desde un punto de vista t ipológico queda
patente su similitud con los contenedores cilíndricos de
grandes dimensiones de época tardo-romana y de origen africano, con los que pueden incluirse.
Sin embargo, y desde un punto de vista t~cnico,
resulta muy complejo precisar las zonas de producción
de estos tipos. Las ánforas aqu{ analizadas no presentan las típicas pastas norteafricanas, duras, de tipo ladrillo y de coloraciones rojo pórpura o anaranjadas
(«African red ware"), típicas de las producciones del
norte de Túnez (grupo ..carthage-Nabeul•), identificadas por D.S.P. Peacock (FULJIORDIPJ!ACOOK, 1984-: 6-28).
Sin embargo, las inclusiones minerales y la fábrica de
las ánforas parecen apuntar hacia un origen africano
{probablemente Túnez o proximidades).
PRODUCCIONES INDETERMINADAS
En este apartado presentamos dos tipos de ánforas
de reducidas dimensiones, tipos Keay LXXII y
LXXIX, de las cuales se desconoce La zona de origen.
Tipoa
-Keay LXXD. (Fjg. 7, 22-23)
Ánfora de pequeñas dimensiones, de cuello cilfndrico, cuerpo globular y asas unidas a la parte inferior
del cuello. El borde está moldurado y presenta un reborde pronunciado. Suelen presentar decoración incisa
en el cuello y en los hombros.
Es un tipo poco conocido, del que no hay evidencias concretas en cuanto a su origen y contenido. Así
649
[page-n-660]
l . OAROÍA vrL.LANUEVA Y M . ROSSELLÓ MESQ.UIDA
1
~
1
2S
E. 1: 2
Fit. 8. - 25: &ay LXXIX B.
mismo, los elementos que disponemos para su datación
son escasos. 'Thn a6lo un ejemplo aparecido en Cartago,
en un contexto del 500 d.C. (FuuoRDIPBACocK, 198+:
221, fig. 109) y otros ejemplos en Cataluña, en la Torre
de la Audiencia que proporciona un límite cronológico
superior de mediados a finales del siglo VI (Ku.v,
198+: 374).
El yacimiento de Punta de l'llia ha proporcionado
ocho bordea y dos fragme~tos de cuerpo con asas, decorados con bandas de líneas incisas en la zona de
arranque de las asas y a la altura en que éstas se unen
al hombro. Presentan putaa homog&leas todas ellas,
duras, de coloración anaranjada, con inclusiones de
cal, mica plateada y cuarzo transparente. La superficie
externa presenta en casi todos los fragmentos un ligero
recubrimiento blanquecino.
650
-Keay LXXIX/ Vegas 42. (Fig. 7, 24-; Fig. 8 y Fig.
9, 26)
Keay distingue dos variantes según lleven una o
dos asas, variante A y B re4pectivamente.
Son recipientes de reducidas dimensiones, de cueUo cilíndrico alto, cuerpo globular con hombros ligeramente carenados, base convexa o con pie en anillo y
asas de sección elíptica. Suelen presentar decoración
peinada en el cuello y zona de los hombros.
No hay evidencias ni para su origen ni para su
contenido. Respecto a su fechación los datos son tambiút escasos, aunque parecen tener un Umite cronol6gico inferior de la segunda mitad del siglo V, perdurando hasta rwales del siglo VI o principios del VII.
En Punta de l'llia aparece un fragmento de borde,
imposible de adscribir a alguna de las variantes de
Keay, ya que no sabemos el nómero de asas que podría
Uevar. Presenta decoración peinada en dos bandas en
el cuello. Por otra parte, hay dos grandes fragmentos
[page-n-661]
LAS ÁNFORAS TARDORROMANAS
27
28
E .1 : 2
2
Fig. 9. - Áwforos
fÚ
e ..
produeeiótt WúltrmÍMlio y tipos sudlúspáAieos. 26: &ay LXXIX B, 27: Ku.y XIll, 28: Kuy XIX.
de cuello y cuerpo de la variante 8. Uno de ellos presenta decoración a base de bandas de Uneas incisas paralelas y Hneas onduladas en cueUo y hombros; el otro fragmento presenta decoración impresa a modo de pétalos en
el cuello, y en los hombros, de líneas incisas paralelas separando dos bandas con decoración de pétalos.
Los tres ejemplares tienen pastas de las mismas
características, son duras de color rosado o anaranjado
claro con inclusiones de cal, mica y cuarzo. En la superficie externa presentan restos de recubrimiento de
coloración blanquecina.
LAS PRODUCCIONES HISPÁNICAS
Las producciones hispánicas en el yacimiento de
Punta de l'llia de Cullera ettán representados por un
ejemplar de ánfora tipo .Keay xm y otro del tipo Keay
XIX, ambos de la B~úca.
Como vemos, su presencia es muy minoritaria con
respecto a las otras dos grandes áreas de producción,
Africa y el Mediterráneo oriental.
Morfológicamente presentan un cuerpo ovoide, en
el caso de tipo Keay XIII, y un cuerpo piriforme e.n
el tipo Keay XIX.
Fueron tradicionalmente empleados para la exportación de los excedentes de aceite ~tico (Keay
XIII) y salazones (Keay XJX).
Tipos
-!Wy Xlll/DresseJ 23. (Fig. 9, 27)
Keay establece cinco variantes para este tipo atendiendo a las caracter{sticas de los bordes y a las pastas.
Son ánforas de cuello corto, cuerpo ovoide sin pivote diferenciado, aau de sección circular u oval unidas al cueUo bajo el borde que es de sección triangular.
Su origen se sitúa en el sur de la Península Ibérica, concretamente en la zona del valle del Guadalquivir y su contenido ser{a el aceite ~tico.
La cronología de esta producción se sitúa entre
pricipios del siglo IV y mediados del siglo V, atendiendo a las cronologías obtenidas en Vila-roma (Tw·A,
1989: 291). En la Schola Praeconum estos ejemplares
están datados en el ~30-HO d.C. (WRrrwouss n ALD,
1982: 76, fig. 12).
En Punta de I'Illa tan sólo se cuenta con un fragmento de borde de la variante C. Esta variante se ca651
[page-n-662]
l . GARCÍA VILLANUBVA Y M . ROSSBLLÓ MESQUIDA
racteriza por presentar una acanaladura en la parte intema del borde, por tener el cuello prácticamente inexistente y asas de sección circular. Su pasta es la tfpica
de estas producciones, con una tonalidad beige blanquecina, con cuarzo, mica plateada y partículas férricas de color negro. En superficie presenta restos de engobe beige-amarillento.
-Ktay XIX/Almagro 51 .A.-BI&/Jrán 52. (Fig. 9, 28)
Son ánforas de cuerpo piriforme y fondo apuntado
que acaba en un pivote cilln.drico y macizo. Las asas
son de sección ovoide, aplicadas al cuello, el borde es
en forma de ..s,. invertida.
Keay estable~ tres variantes, la A, de boca estrecha; la B, de boca ancha y la C, que presenta caracteñsticas morfológicas diferenciadas en el borde.
Atendiendo a sus características morfológicas y
técnicas se le puede atribuir un origen sud-hispánico,
puesto que tiene pasta similar a la variante e del tipo
XIII de Keay.
En cuanto al contenido no hay muchas evidencias,
aunque en e) vertedero de Vila·roma apareció un ejem·
plar con recubrimiento interior alquitranoso, sustancia
ya detectada en ánforas de Marsella (Tw•A, 1989:
294), lo que invalida el transporte de aceite, al menos
para estos ejemplares.
La cronología que proporcionan los yacimientos
catalanes estudiados por Keay, as{ como el vertedero de
Vila-roma, vienen a dar unas fechas amplias, de los siglos IV al V.
En Roma se hallan presentes en la Schola Praeco·
num, dat.ados en el 430-440 (WHITBHOUSB ETALU, 1982:
fig. 166) y en Cartago en contextos de después del año
500 d.C., aunque estos últimos deben considerarse
como residuales.
En Punta de l'llla apareció un único fragmento
perteneciente a la variante A . Presenta la pasta dura,
de coloración beige, con inclusiones de cuarzo transparente. cuarcita, partfculas negras y puntos de cal
LAS PRODUCCIONES ORIENTALES
Están presentes los tipos más comunes de recipientes de transporte de la Antigüedad tardía produci·
dos en el Mediterráneo oriental, aunque con unos valores minoritarios respecto a las ánforas de procedencia
africana. Se han podido identificar cuatro diferentes tipos de ánforas de pr~dencia oriental producidu en
dos principales áreas geográficas: zonas del Mar Negro
y Egeo septentrional (tipo LXV) y área sirio-palestina
(tipos Ull, LIV y LXVI).
Estas ánforas se caracterizan por un cuerpo generalmente ovoide o globular, con la base sin diferenciar
652
y por presentar unas superficies acanaladas o con es·
trías, muy caracteñstico de estas producciones.
Tipo•
-Keay Llll/BriJish Biill.Ak &mara Dm/JMrll JIKIJ.Z'fNJMD
Xllll&orpll1l vm .8/&llrán 82/Yassi .Ada 1. (Fig. 10,
29-30)
Ánfora de cuerpo ovoide, cuello cilíndrico, borde
vertical o ligeramente exvasado, asas de secci6n circular provistas de una o dos acanaladuras más o menos
profundas que recorren la cara externa de las mismas
y que le dan un aspecto muy característico, fondo sin
diferenciar y superficie acanalada.
Keay (1984: 268-278) distingue cuatro variantes
en este tipo a partir de las diferencias que presentan
Los bordes. En Punta de l'llla de Cullera están representadas las dos primeras variantes, la A y la B, con
un borde respectivamente.
La pasta tiene una coloración entro beigeanaranjada y marrón anaranjada, presentando inclu·
siones de pequeño tamaño destacando los puntos negros de naturaleza ferro-magnésica, puntos de cal y
cristales opacos de cuarzo.
Es frecuente en este tipo la presencia de tituli piai
en la zona del cuello o de los hombros, realizados con
pigmento rojo y en caracteres cursivos griegos, haciendo referencia a la capacidad, anotaciones comerciales
(LANc, 1976: PI. H, 1 14) y f6rmulas religiosas (Pe.NSA·
aBNa, 1981: 189-213). Estas ánforas nunca van estampilladas ni suelen llevar grafitos, sin embargo uno de los
ejemplares que aquí presentamos (variante A), lleva un
grafito en la ZOJla baja del cuello realizado después de
la cocción de la pieza y donde aparecen incisas las letras F P.
La zona de origen de estas ánforas parece que se
centra en la región de Antioqufa (Rn.n, 1981: 120,
fig. 14), pues a ello apuntan tanto lu evidencias históricas como los análisis petrológicos.
En cuanto al contenido de estos recipientes, Keay
(1984: 271) apunta la posibilidad de que transportaran
aceite basándose en el área de origen, principalmente
dedicada a la producción de vino y aceite durante los
siglos IV-VI d.C. en un momento de gran prosperidad
agrícola (R.n.lrt, 1981: 120), aunque el hecho de que en
un ejemplar de la Torre de la Audiencia de Tarragona
apareciera recubierto interiormente con resina hace
pensar que pudieran transportar alg6n otro producto
{K.EAY, 1984: 271). De e11ta última opini6n participa
Bonifay (1987: 300-301) que tambi~o hace mención de
la materia resinosa que recubre el interior de los ejemplares aparecidos en La Bourse, Marsella.
Por lo que se refiere a la cronología, la exportación
de este tipo hacia el Mediterráneo occidental se inicia
[page-n-663]
LAS ÁNFORAS TARDORROMANAS
a principios del siglo V. Keay (1984: 271-278) propone
una cronología de finales del siglo V para la llegada de
estas ánforas a la Penfnsula Ibérica basándose en su
ausencia en el Cementerio Paleocristiano de Tarrago·
na, datado entre el siglo IV y mediados del siglo V y
su presencia en el Claustro de la Catedral de Tarragona, en un contexto de finales del siglo V. Sin embargo,
hay que tener presente la diferente naturaleza de los
distintos yacimientos, ya que en las necrópolis se produce una discriminación a favor de los envases de mayor tamaño, más acordes para el fm destinado.
Las más recientes evidencias cronológicas para
este tipo de ánforas, vienen proporcionadas por los da·
tos obtenidos en el vertedero de Vila-roma, en el Foro
Provincial de 'Thrragona, cuyo material ha sido datado
por los autores entre Jos años 4-40-450 (Tw•A, 1989:
280-284).
-Keay LIVIA.lmagro 51/Kuzmanov XIV/Scorpan
XIV!Btltrán 54/Late Reman amphora -1/Caesarto. 2.
(Fig. 10, 31-32) (Lám. III, 1)
Ánfora de perftl elíptico, sin cuello, borde reentrante poco marcado, asas pequeñas y redondeadas de
sección oval o elfptica, superfice acanalada y fondo no
diferenciado, redondeado o cónico. Uno de los aspectos
más característicos de estas ánforas es el tratamiento
que presentan, realizado mediante pegotes de arcilla
alisados burdamente con los dedos y dispuestos alrededor del borde, dándoles una apariencia tosca y descuidada. Keay (1984: 278-279) subdivide el tipo en seis variantes, de las cuales están representadas en Punta de
l'llia de Cullera la variante B, con un fragmento de
borde, y un ejemplar completo de la variante D.
La pasta presenta un tono entre marrón-ocre y
marrón-rojizo, distinguiéndose inclusiones minerales
de cuarzo, puntos de cal, mica, feldespato y fin.as partfculas negras indeterminadas.
El origen de este tipo se ha situado en Palestina,
concretamente en la región de Gaza, a partir de los estudios pettológicos efectuados por Riley (1975: 27-31).
En cuanto al producto que comercializaba este
tipo de Wora, se ha sugerido el vino como lo más probable, tanto por las evidencias literarias como por el
hecho de que en muchos de los ejemplares hallados se
ha podido apreciar un recubrimiento interno a base de
brea {KEAY, 1984: 280). Los ejemplares hallados en
Punta de l'llia de Cullera presentan un recubrimiento
interno de color oscuro que asociamos con esta
práctica.
La llegada de estas ánforas al Mediterráneo occidental parece que se produce en un momento temprano, que estar{a situado alrededor de fmales del siglo IV, siendo común durante los siglos V y VI
(KaAY' 1984: 280-281).
-Keay LXV/British Bi/Agora M -272/Scorpan VII
iVKuzmafUJo XIX/Late Rornan amphora 2/Beltrán
71/77. (.Fig. 10, 33)
Este tipo de ánfora presenta un cuerpo globular y
superficie minuciosamente estriada, m uy caracterlstica; cuello en forma de cono invertido, borde pronun·
ciado, asas inclinadas de sección elfptica y base no diferenciada acabada en un pequeño resalte a modo de
botón.
La coloración de la pasta presenta un tono beigerosado y se aprecian abundantes puntos de cal, claramente visibles en la superficie de la pieza¡ mica, cuarzo
y pequeños puntos negros.
Aunque su origen no esta muy claro, tanto el área
de distribución (ScORPAN, 1977: 274-277) como los
análisis técnicos, permiten situar el origen en una zona
en tomo al Mar Negro. El origen orient.al de estas ánforas viene reforzado por la presencia de tiluli picti en
caracteres griegos que hacen referencia a la capacidad
del envase (TUDOR, 1968: 397).
Aunque estamos lejos todavía de poder determinar
con exactitud el tipo de producto envasado en estas ánforas, Jo más probable es que transportaran vino
(SCORPAN, 1977: 276).
Su exportación hacia el Mediterráneo occidental
parece que se inicia en el segundo cuarto del siglo V,
pues están presentes en el vertedero de Vila-roma
(TBD'A, 1989: 279), siendo su difusión bastante limitada. En Punta de l'llla de Cullera este tipo está representado por un solo ejemplar.
-Keay LXVI/Agora M .329-330/Kuzmanou Vll&orpan
VI/Caesareo. 1 B/Laú Roman amphora 5. (Fig. 10,
34-35) (Lám. ITI, 2)
Ánforas en forma de saco, sin cuello, con borde
vertical redondeado, no diferenciado. Ti.e ne dos pequeñas asas en forma de orejetas sobre los hombros, de
sección oval o elíptica, presentando acanaladuras finas
y bien marcadas en toda su superficie a partir de Jos
hombros.
La arcilla tiene una coloración entre rosada y anaranjada, con inclusiones de cuarzo, mica y calcita.
Parece que no hay dudas sobre el origen palestino
de este tipo, muy común en aquella zona, sugiriéndose
la posibilidad de los alrededores de Caesarea como lu·
gar concreto de producción de este envase (RJLEy,
1975: 26).
Porlo que se ref
rere al contenido de estos recipientes no contamos con ninguna evidencia segura, pero
muy probablemente transportaron vino o aceite, productos tfpicos de la zona sirio-palestina y tradicionalmente exportados hacia occidente durante la Antigüedad tardía.
653
[page-n-664]
I . GARCÍA VILLANUEVA Y M. ROSSELLÓ MESQ.UIDA
30
.·
3 1
--.-l·
~-g
33
E .1 : 2
32
35
34
Fí¡. 10.- Árifqr41 tiJ M~ t1rintltú. 29: Kay Lm A, 30: &ay Lm B, 31: &4:J LIV B, 32: Klay LJV D, 33: lWy LXv,
34: K1i1.J LXVI, 35: Ku.y LXVI.
Laa recientes investigaciones parecen apuntar que
el inicio de la producci6n de estas ánforas puede establecerse a mediados del siglo V (Rluv, 1975: 55), alcanzando au máxima producci6n entre principios y finales del siglo VI (Ru.av, 1975: 60-61). La exportación
hacia occidente es tempr ana, apareciendo en uJl con·
texto de entre mediados y finales del siglo V CJl Cartago (R.n.:av, 1981: 90), estando presente durante todo el
siglo VI. En la Península lb6rica este tipo se ha docu65-l
mentado escasamente. No está presente en el vertedero
de Vila-roma, datado entre los años 440-450, aunque
ú aparece en contextos similares CJl RDma, Cartago y
Marsella (Tm·A, 1989: 289). El único ejemplar documentado por Keay (Ku.v, 198+: 356, fig. 166, 14) proviene de la Thrre de la Audiencia en Thrragona, con
una cronología de mediados a finales del siglo VI. En
Punta de l'llla de Cullera han aparecido d os ejemplares de este tipo de ánfora, uno de ellos bastante com-
[page-n-665]
LAS ÁNFORAS TA'RDORROMANAS
pleto, similar al publicado por Scorpan (ScouAN,
1977: 273, fig. 9.4), nallado en Hist.ria y con una cronología del s!glo VI.
CONCLUSIONES
El estudio de las ánforas no puede plantearse
del mismo modo que el estudio de las cerámicas 1inas, de cron.ología mucho más afinada. La datación
de las ánforu es mucho más amplia, por esta causa,
querer separar el estudio del material anfórico del
resto de las producciones cerámicas implica ofrecer
una visión pardal de las relaciones comerciales en
esta época.
Creemos que la importancia de las ánforas reside
principalmente en la información que nos proporciona
en cuanto al contenido y origen de los productos que
transportaron y uí poder ampliar el panorama de las
relaciones comerciales y económicas de Valencia durante la Antigüedad tard(a.
Desde un punto de vista cronológico las ánfora.s
de Punta de l'Illa de Cullera, consideradas en su conjunto, ofrecen una datación amplia que abarca del siglo IV al VI.
El conjunto más numeroso de ánforas son las de
origen africano, estando especialmente bien representados los contenedores cilfndricos de grandes dimensiones de época vándala (tipos Keay XXXV, XXXVI,
LXI y LXIl), asf como los tipos I, II y ID de Punta
de l'IDa, los cuales tendrían un mismo origen y similar
cronología. El hecho de que el tipo Keay LXll, considerado como el más característico de la producción de
época vándala, esté bien representado en Punta de
l'llia, nos hace pensar en que nos encontramos en un
momento avanzado de la segunda .mitad del siglo V o
principios del VI.
Hacia esta última fecha parece apuntar la presencia del tipo Keay LV, ánfora que no llega a la Península
hasta finales del siglo V o principios del VI, lo mismo
que la forma Keay XXXVI B. Por último, las ánforas
de origen indeterminado tipo Keay LXXII, vienen a
apoyar unas fecllas avanzadas, pues en todos los casos
documentados aparecen en contextos del siglo VI; y
además está bien representado en el yacimiento de
Punta de !'IDa de Cullera.
Las escasas ánforas de origen hispánico aparecidas, tipos Keay XIII y XIX, con un ejemplar de cada
tipo y consideradas como residuales, refuerzan la cronología propuesta, ya que en el caso del tipo
Keay XIX deja de producirse a fmales del siglo V.
Las producciones orientales son el segundo grupo
mejor representado en nuestro yacimiento y cronológicamente se centran en los siglos V y VI. Hay que destacar la prese.n cia del tipo Keay LXVI. originaria de
Palestina, de la que contamos con dos ejemplares, uno
de ellos completo, y cuyas únicas evidenciu cronológi·
cas para la Península vienen proporcionadas por el
ejemplar de la Torre de la Audiencia de Tarragona, datado entre mediados y finales del siglo VI.
Los productos transportados en las ánforas documentadu en Punta de l'Illa de Cullera son básicamente aceite y vino.
El aceite se importará principalmente del norte de
Africa (tipos Keay XXXV, XXXVI, LV, LXI y LXII)
aunque también está presente el aceite de Siria (tipo
Lill).
El vino, por lo que !lasta hoy conocemos, vendría
principalmente de Jos mercados orientales, Palestina
(tipos LIV y LXVI) y zona del Mar Negro (tipo
LXV).
De todo lo expuesto podemos concluir que nos encontramos ante un conjunto anfórico cuya datación, y
a falta del estudio de otros materiales, se establece en
torno al siglo VI avanzado. Que se evidencian contact.os comerciales muy activos con los centros productores del norte de Africa y Mediterráneo oriental, principalmente los primeros, que demuestran la continuidad
de las exportaciones de los excedentes agrícolas durante el establecimiento del reino vándalo en el norte de
Africa .
NOTAS
o Queremos dedicar este trabajo a la memoria de Don Enrique Pla, antiguo director del SlP de Valencia, a cuyo cargo cnuvieroll las campañas de excavación realizadas en Punt a de l'IUa de CuUera. En vida de D. Enrique y siendo director dd SJP, siempre
contamos con •u apoyo y con todo lipo de atenciones hacia C{)D no*<)tros en la realización de llUCStro utudio.
, L. a prim.eru noúcia.a de reata~ arqueológicos en Punta de
a
l'Dla de CuUcra se deben a Ma teu y Uopis (1949). La bibliogra!Ia
es escasa, v6ue Fletcber (1956), Pla (1957), Pla (1960), Pla (1972)
y Mateu y Uopi• (1972).
• Q¡..eremos agradecer muy especialmente a Don Joaquln
Butida y a Don Javier Serrano su desinteresada colaboración en
la realización de los anilisia pet.r ogr¡ficos y de difraec:ión de
rayos X.
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Enrique A .
L LOBREGAT*
LAS CRUCES DE LA PUNTA DE L' ILLA (CULLERA)
En 1972 y de cara a un estudio que preparaba a
Ja sazón 1 solicit~ de D. Domingo Fletcher examinar
]as piezas de carácter litúrgico halladas en las excavaciones de la llleta de CuJlera 1, a lo que accedió de
muy buen grado. En esta nota pretendo enmarcar las
cruces en su contexto histórico-arqueológico, dado lo
infrecuente que es el hallazgo de piezas de este tipo.
NoriCIA DEL YACIMIENTO
Una prospección llevada a cabo en 1953 en la que
fuera llla de Cullera, lastimosamente arrasada por la
especulación de solares, dio pie a que en el verano de
1955 se llevara a cabo una primera campaña de excavaciones, subvencionada por la Bryan Poundation, con
sede en Alcúdia (Mallorca) que codirigieron el Prof.
Thrradell por parte de la fundación y D. Enrique Pla,
Subdirector del S.I.P. Los resultados de la excavación
fueron exitosos: en la Memoria del S.l.P. de 1946-1955
se señala que •habla dos grandes habitacione! rectangulares, encontrándose en ellas y en sus alrededores
restos de ánforas, lucernas, t~gulas, ampollas, una es• Mu1eu Arqueolbgic d'Ala.caot.
tatuflla de bronce,
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de bron&e, espátulas, monedas,
etc.~.
En 1957 se hizo una segunda campaña dirigida
por los Sres. Fletcher, Pla y Tarradell, en la que intervino como t~cnico de las excavaciones el conservador
del Museo de Alcoy D. V icente Pascual. Los resultados
fueron abundancia de cerámicas de ~poca avanzada de
la Baja Romanidad, varias cámaras, etc. En 1966 el Sr.
Pla Ballester excavó algunos de los recintos detectados
y se pudo alcanzar una datación del conjunto de cámaras entre fmales del siglo ru d.C. y comienzos del siglo v d.C. notbdoae tambi~n una reutilización de
época medieval avanzada. Vale la pena citar la coda
que el Sr. Pla Ballester puso a su informe de 1972: • Las
gestiones encaminadas a la salvación del grupo más
importante de construcciones, de alto interés por ser
únicas de esta ~poca en la costa valenciana, no dieron
resultado alguno y deapu& de ser derrufdas se ocupó
la zona en la que se levantaban y sus alrededores por
una gran explanada de cemento.•. Por mi parte he de
añadir que esta salvajada contra el patrimonio arqueológico nos ha privado de un conjunto muy singular deJ
que sólo nos quedan unos planos y los diarios de excavaciones, as{ 'como los materiales hallados. La fc.chación fue ayudada por la aparición de un conjunto de
663
[page-n-674]
B.A. LLOBREGAT
monedas que catalogó y estudió el Dr. F. Mateu y
LLopis'. El mismo autor, en otro trabajo•, además de
defender que la actual Cullera es la heredera de la Suero de las Fuentes, señala que la IDa fue unida a la tierra firme en el siglo xvm mediante un dique que levantó el Marqués de la Romana. En mi opinión habría
que reservar el topónimo Suero para la ciudad romana
de Alzira que recientemente ha comenzado a mostrar
en algunas excavaciones restos cerámicos de época imperial, en tanto que conviene a Cullera el topónimo de
época romana, Portum Sru;rone, tan importante que desde el Bajo Imperio basta bien entrada la Edad Media
fue uno de los principales fondeaderos de la costa valenciana.
LAS CRUCES
En la excavación de 1956, se dio el nombre de
Zona I a un edificio rectangular con unas dime.r uiones
en tomo a 14,75 m. de longitud por 8,30 m. de anchura, acumulando medidas parciales por lo que cabe que
haya algún pequeño error de medición. El edificio está
orientado en sentido norte-rur por loa lados conos y
tiene dos cbnaras en el mismo sentido separadas por
un tabique central en el que no hay ningún paso. La
cbnara este muestra en el ingulo S.E. una rotura, posible puerta. La cámara oeste tiene en su zona norte
una alcoba rectangular de 2,25 m. de longitud por
2,35 m. de anchura (medidos en el interior). Esta alcoba tampoco muestra ningún acceso, aunque en uno y
otro caso hay que señalar que los muros perimetrales
se encontraron muy arrasados mientras que el muro
divisorio central conservaba mayor altura. En la cbnara oeste, junto a la pared oeste, se hallaron las dos cruces de que se hará mérito y un lámpara romana de barro fechable en el siglo 1v d.C. Más al norte y en el
centro de la cámara se halló parte de una estatuilla romana de bronce. La mezcolanza de objetos invita a suponer que el yacimiento fue removido ya en ~poca antigua, e incluso con posterioridad. En otro lugar be
supuesto que en la IDa de C ullera pudo haber una comunidad monástica, en base a la presencia de estas
cruces~ ya que los textos de época permiten suponerlo, y tenemos ejemplos de comunidades monásticas en
islas cercanas a la costa.
De las dos cruces hay en primer lugar una cruz
griega -de brazos de igual dimensión-, ancorada en
los extremos, con una perforación de la extremidad de
cada uno de ellos (lám. 1). La forman dos planchas de
bronce de un milf.metro de grosor, superpuestas y unidas por un remache en el centro del cruce. Se conver·
van tres brazos completos y al restante le falta el remate y está doblado. De los brazos completos hay uno
suelto que encaja en el área del remache. Las dimensiones máximas, en el momento que estaba completa
664
son 22,5 cm. por 22,5 cm. La presencia de las perforaciones en los extremos de los brazos permite fácilmente
reconstruir su aspecto prístino: una anilla la sujetaría
al baldaquino sobre el altar, y una anilla colgaría del
brazo inferior, mientras que en los laterales habría colgadas un alfo y una omega, de plancha metálica recortada, según un esquema que llega hasta la Alta Edad
Media.
Recientemente han sido limpiadas las dos piezas,
con el resultado de que la cruz griega presenta una decoración troquelada en los cuatro brazos (lám. I). El
troquel es una pequeña crucecita y el motivo decorativo es el árbol de la vida, que se representa por una línea horizontal de la que nace en el centro una vertical.
A medio espacio nacen hacia los lados dos ramas oblícuas, motivo que se repite en la superior, en cuyo ápice
hay más crucecitas como remate. Aún siendo un motivo muy sencillo (lo más parecido al llamado •punto de
cruz,. de las labores de bordado) y bastante ingenuo,
resulta muy decorativo, dentro de la pobreza relativa
del material, una plancha de bronce, que en sus tiempos debió de brillar pulida, sin las concreciones verdosas de la oxidación.
La otra cruz corresponde a un esquema diferente
y le falta el conjunto inferior, ai mi hipótesis de que se
trata de un incensario ea válida (lám. II) . Se conserva
una crucecita, formada por dos planchas unidas por un
remache. Del agujero inferior nacen tres planchuelas
que rematan en ganchos de alambre. Falta la copa del
incensario. Todo el conjunto que se conserva está fabri cado con plancha de bronce de 1 mm. de espesor. Los
vást14gos que penden de la cruz miden 9 cm. de longitud, en su parte inferior tienen una perforación, y en
la superior se ha conformado un ojete circular por el
que pasan los restos de las cadenas de sustentación.
Los tres vástagos quedan colgando.
La cruz tiene una perforación en cada uno de los
brazos, de los que debieron colgar letras u otras simbologías, como se da en la cruz anter iormente descrita,
as( como la anilla que la uniría a la cadena para poder
utilizar el turíbulo. Su tipo es de cruz griega con un
ligero ensanchamiento en la parte externa de cada uno
de los brazos. Sus dimensiones son 4 cm. en ambos
brazos, vertical y horizontal.
PARALELOS Y DATACIÓN
La existencia de cruces metálicas durante las etapas bizantina y visigoda es conocida y la proliferación
en épocas tard(as, siglo vu fundamentalmente, y sus
epigonismos en el mundo prerrománico es sobradamente conocida. En esta etapa última de la Antigüedad
Tardía y en los albores del medievo la cruz se diseña
ya d efinitivamente en forma patada. Pero en tiempos
inmediatamente anteriores a la aparición del reino vi-
[page-n-675]
LAS C RUCES DE LA PUNTA DE L'ILLA
sigodo de Toledo, las formaa de la cruces no estaban
tan uniformizadaa. Un primer criterio de análisis y datación de laa d.os piezas de que se hace mérito e.n este
estudio es precisamente el que su forma responde a
modelos anteriores a las cruces visigóticas, tomando
como ejemplo las que aparecen en los tesoros de Gua·
rrazar y de Torre Donjimeno, todas ellas de oro y en·
joyadas con cabujones, así como con pendientes que
cuelgan de los brazos y de la base'. Según se advierte
por un autor' la cruz oon crismón o con la letra rlw,
más arcaica y cercana al modelo de lábaro constantiniano, desaparece a fmales del siglo v, mientras que
en el siglo VI aparece un nuevo modelo, la cruz radial
de brazos sensiblemente iguales, de Jos que cuelgan las
letras ..4./pha y Omega, indicadoras del principio y del fin,
referido a jesucristo. De hecho se podía ver en esta
cruz de brazos iguales la letra griega khi inicial de
Klais/Qs. En el Museo lapidario de Narbona hay una
placa ornamental en relieve decorada con una c:rtU
como motivo principal. Por encima de la parte superior .
hay dos aves que picotean en una píxide. Sobre los bra·
zoa laterales hay dos rosetas, la cruz es de tipo patado
con dos bucles en las extremidades de todos loa brazos
y va decorada internamente con roelea en doble fila.
De loa brazos penden el aJpM. y la Omlga, de plancha
recortada. En la parte inferior hay dos personajes, uno
a la izquierda, cm pie lleva una palma en la mano derecha. Frente a 61 y sentado en un trono con los laterales
en forma de animales, hay un personaje que sostiene
la baae de la cruz, que está provista de un asidero verti·
caJ. Por encima de su cabeza y a su espalda hay rosetas
y otros elementos decorativos. Este modelo de cruz va
a ser el que dominará a lo largo del siglo VI a Jo que
parece por las muestras•. La lápida trilingüe de Tortosa tiene en su reverso un crismón compuesto por una
cruz de brazos ligeramente más altos en el brazo vertical con Jos extremos ampliamente ensanchados, inscrira dentro de un círculo, con las letras de rigor bajo el
brazo horizontal y además con una rhD en la parte alta
del brazo vertical, que responde a modelos más viejos,
a pesar de su fechación dentro del siglo vt. La cruz de
Iscar, en forma de crismón, tien.e dos anillos, que for·
man parte del cuerpo de la cruz, en los extremos del
brazo verti.cal. En el ápice superior hay una rilo en tan.·
to que en la parte inferior hay una cruceta por encima
del aro que remata por abajo la pieza. Es de bronce
fundido y lisa. Bajo el brazo horizontal aparecen las
consabidas alpha y omega. Más cercana a nuestras piezas
es la cruz de Burguillos (Badajoz)9 , que es de tipo
griego -brazos iguales- con un ensanchamiento gra·
dual en curva ligerísima hacia los extremos que se dibujan con una curva cóncava como remate. Va decorada en los tres brazos que le quedan por grupos de
cuatro clrculos en los que se ve un punto central rodeado por dos circunferencias. La parte central queda li·
bre y tiene una inscripción abreviada que puede desa-
rrollarse del siguiente modo en la lectura que da
BalceUs: +OFFSITEFANN/SECLISIE/SE CINI/·
ANISI [ +O.FFeret STEFANVS ECLISIE S(ancta)E
C(rucis) IN INANISII(s)J. En los ápices del brazo ver·
tical hay dos orificios por los que pasa una anilla en
cada extremo. En la parte inferior de las extremidades
del brazo horizontal, hay dos perforaciones, segura·
mente para colgar de ellas las letras de rigor. Esta cruz
tiene un sensible parecido con la cruz grande de Culle·
ra, y los brazos responden a un modelo de cruz ligera·
mente ancorada o en cola de golondrina.
Nos quedan por ver otros ejemplares relacionables
con el mundo anterior al pleno visigotismo del si·
glo vn. Una se emparenta con la de Iscar de Baena.
Apareció en Cehegín, donde estuvo la sede espiscopal
de Begastrum, y es de una pieza, fundida. Se considera
como seguro que se hall6 en el Cabezo de las Roenas,
donde se emplaza la situación de este obispado10• Tie·
ne incorporadas las letras rho, aJpha y (1fTI#g4 en sus Jugares ordinarios, mide 39,5 cm. el brazo vertical y
31,8 cm. el brazo horizontal. El ancho de los brazos es
de 3 cm. y el pie mide 5 cm. El grosor de la pieza ea
de 9 a 10 mm. En la parte superior tiene una argolla
de la que nace una cadena que remata a su vez en otra
argolla, y a mitad de la cadena hay una piéza circular,
calada en forma de cruz. la Dra. Muñoz, que la
public611 señala que •el tipo de cruz monogamitica,
sin duda de carácter latino, lo tenemos documentado
en occide~te desde finales del siglo rv y, sobre todo,
en el w. Supone que esta pieza puede situarse en el
siglo v1, como pieza de un taller hlspano·romano. Asimismo considera que puede pertenecer a una lámpara
más bien que ño a un incensario.
Más cercana, aunque creo que posterior en el
tiempo, es la cruz encontrada en la.s excavaciones de la
basílica de Fornells, o d'ls cap d'es Port, en Menorca11 •
Apareció junto a la tumba del ángulo N.E. de la cáma·
ra 5. Está formada por dos placas metálicas que forman los brazos unidas en el centro por un clavo. Los
brazos son de tipo patado: el brazo vertical mide
15 cm. y el horizontal 12 cm. lo que, en opinión del
autor del estudio la acerca más al tipo de cruz latina
que a la griega. En su parte superior hay una anilla,
resto de una cadena más larga. En la parte inferior hay
otro orificio semejante, y en la parte inferior del brazo
horizontal hay dos orificios, seguramente para colgar
de ellos las letras tantas veces mencionadas. La basílica
se fecha hacia el fmal del siglo VJ, y hay paralelos africanos que ayudan a pronunciarse por una fecha del siglo v1 más que del siglo v. El autor, a la vista de la
pieza, considera que se trata de un elemento de suspensión de un lampadario. La cruz va deco,rada por
clrculos conc6ntricos, como ya se ha visto en otros
ejemplares.
Más cercana a las cruces de Cullera es la encontrada en las excavaciones de la basílica de Bobalá (si&
665
[page-n-676]
E.A. LLOBREGAT
por Bovalar)". La descripción de los autores es del siguiente tenor: «la cruz está formada por una plancha
de bronce. Tiene los brazos ligeramente desiguales,
siendo más largos los verticales. También son más anchos del extremo y sus lados un poco arqueados, terminando con dos bolas (si&) o drculos con agujero central
los que corresponden a Jos brazos horizontales,.. Mide
26,9 cm. de altura y 23 cm. de longitud máxima. Los
brazos miden 2,5 cm. en la parte central de la cruz y
6,8 cm. en los extremos. La basílica tiene tres fases: la
primera en el paso del siglo tv al siglo v. La segunda
es en el siglo VI , con grandes reformas y los bronces
litúrgicos se datan en este mismo siglo. En la segunda
mitad del siglo vn se instala un. cimborrio o baldaquino sobre el baptisterio, y la destrucción del edificio es
en terno a la mitad del siglo Vlrr, quizá por una l'azzia
islámica.
Probablemente el mejor paralelo que encuentro
entre los posibles es una. cruz que se expone en el Museo Bizantino de Atenas, en una sala de la planta alta,
dedicada a los bronces, donde hay una cruz muy semejante a la de Oullera, aunque con los brazos ligeramente patados pero con los extremos de la cruz en forma,
muy liviana, de cola de golondrina apenas insinuada.
Mide alrededor de 15-17 cm. en las dos dimensiones,
es una cruz griega, y en la extremidad superior hay un
agujero para colgarla de una anilla y lleva el n. 0 79.
Por desgracia los tejuelos del museo no indicaban ninguna cronología, lo que no me impide aducirla aquf ya
que responde a los prototipos de las cruces que comentamos. Este tipo de cruz aparece con frecuencia en los
siglos v¡.yu en Hispania y se puede ciertamente sospechar que las cruces patadas o ancoradas ( - cola de golondrina) respondan a prototil>os trafdos a la península
por los bizantinos, así como la influencia de los Patres
Emn'Íimstt1• entre los que se cuentan algunos obispos
de nación helénica. .En lo que se refiere al episcopologio arranca en el 252, con el obispo Marcial y acaba
el 790 con el obispo Ariulfo, contemporáneo de Eulogio de Córdobau .
Esta influencia no sería extraña y un ligero rastreo
de material de algunos museos del mundo oriental
europeo y de Grecia ayuda sensiblemente. Dalton da
una serie de muestras" tanto en metal como en relieve. En esta última técnica tenemos un capitel del siglo v d.C. en la basnica de San Apolinar in clam, con
una cruz griega con brazos ligeramente patados. Otro
ejemplar, del siglo VI, centrando una láurea, procede
de Ravenna y hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional de París: los brazos son algo más anchos en la extremidad que en el ejemplo anterior, más antiguo. Del
siglo VI tenemos la cruz ligeramente patada con los
remates de los brazos cóncavos, y decorada con esmaltes, atribufda al papa Sergio (687-701), o la cruz de
Justino 11, con las mismas características, que se conserva en Roma. Por otra parte en las colecciones del
666
Museo del Ermitage encontramos piezas que vienen al
pelo como garantes de las dataciones que he
propuesto17 • Un sepulcro del tipo cuppa tiene en las
dos caras cortas ·y en eJ centro de los lados largos, sendas cruces patadas y con el remate de los braz.os en ligera cola de golondrina, y está fechada la pieza en el
entorno del 550 d.C. Hay una patena del siglo vi, de
18 cm. de diámetro, con una cruz flanqueada por dos
ángeles, del mismo diseño, con discos en los extremos
de los brazos, un disco en cada ángulo, y repujada con
dise.ños de cabujones, acabada en la base por un orbe.
En fm, un collar, fechado e.n el siglo VI , lleva como
colgantes tres pmámtifr con cruces semejantes a las que
vengo analizando.
En épocas posteriores las cruces patadas serán legión, baste con examinar las de los tesoros de Guarrazar y Thrredonjimeno, ya mencionadas. En épocas
avanzadas se encuentran cruces lisas, en Córdoba o
Barcelona, sin inscripción, recortadas directamente de
una plancha metálica, como las que aparecieron en ViUafáfua (Zamora) •de fina chapa recortada, que debieron de ir cosidas al vestido para conseguir la salud de
sus propietarios»se.
A rafz de la publicación de un incensario, procedente al parecer de la provincia de Almeda19, se planteó el uso de estas cruces ya que en la larga cadena de
que colgaba eJ turíbulo habla una cruz patada con los
brazos verticales muchó más largos que los transversales. El profesor de Palol ya había puesto de relieve la
influencia de paralelos africanos, sobre todo de la basíJica de la Sakhira en Túnez, y tam.bi6n de la rica basílica de Sbeitla, que se fechan en el siglo vt mejor que
en el v, siendo el incensario del tipo Lladó20 datable
en el siglo VI incluso en época tardfa. Ahora con la
aparición del turíbulo al que se aludía en el artículo
de Almagro-Gorbea, parece que se resolvían las dudas
como lo pone de manifiesto el estudio de Ana M .•
Muñoz. Oreo que n~o hay que echar tanto las campanas
al vuelo. Los paralelos africanos que propone el Prof.
Palo! son sólidos y no hace excesiva falta buscar en del
mundo copto -bastante alejado de lo peninsularsino más bien acudir a dos vías más sencillas, la norteafricana y la de Grecia y Constantinopla, en las que
se movieron con facilidad algunos eclesiásticos hispánicos de alto rango, bien por deseo de conocimiento del
mundo oriental bizantino, bien obligados por la necesidad de huir de las persecuciones que hizo Leovigildo
y otros reyes antes de la palinodia de Recaredo en el
sínodo m de Toledo. Valga como ejemplo Juan de Bíclaro, que se educó en Constantinopla en la erudición
grecolatina y alH permaneció durante diecisiete años,
y al retornar a Hispania fue perseguido por Leovigildo
y padeció sus iru durante diez años. Al fin fundó el
monasterio de Bfclaro, y posteriormente fue elevado a
la dignidad episcopal en 590 o 591, a los cincuenta y
un años de edad. Pastoreó la grey gerundense basta el
[page-n-677]
LAS C RUCES DB LA PUNTA DE L'ILLA
614 en que firma las actas del concilio de Égara, y ya
no hay otras noticias posteriores de él21 •
De otra parte, y aun reconociendo que las atribuciones de colocación de los diferentes elementos de un
turíbulo puedan responder al esquema que figura en
la lámina 1 del estudio de Almagro-Gorbea, también
resulta un tanto dificil de aceptar la gran longitud de
La cadena que habría de colgar de alguna altura ya que
de otro modo difTcilmente podr(a cumplir su función.
Dado el conservadurismo de las confesiones cristianas
orientales, bien sean greco-ortodoxos, armenios, coptos, etíopes, sirios, etc. siempre los he visto utilizar incensarios cortos, que se manejan con una sola mano y
por cierto con mucha habilidad. No recuerdo en ninguna de las celebraciones a que pude asistir en Palestina, Siria, Jordania y Egipto incensarios colgados del
techo, lo que de haberse dado me habría llamado mucho la atención, y tal caso no se dio. Sin invalidar la
hipótesis del incensario colgado de una larga cadena,
lo que lo hace bastante dificil de manejar y hay peligro
de quemaduras, pienso que también es posible que las
cruces de la llia de Cullera, por lo menos, sirvieron en
un altar, la de forma griega y brazos en cola de golondrina muy contenida, en tanto que la pequeña cruz
que cuelga de tres vástagos hay que imaginarla colgante de algo, en principio circular, como puede ser una
de esas coronas que posteriormente proliferaron en el
siglo vn, o colgante de algún otro elemento que no
encuentro cual pudiera ser, salvo que la invirtamos y
entonces sería posible que rematase un incensario, que
son generalmente de pequeñas dimensiones y en el final de las varillas 11e engancha un alambre en cada una
de ellas, roto, pero que podría ser el enlace con el cuerpo del incensario. El agujero superior de la cruz daría,
mediante una argolla, paso a La cadena de la que quedaría pendiente el incensario, siendo imposible de determinar si la cruz era parte de ese conjunto o un elemento independiente, a lo que yo me inclino más por
las razones anteriormente expuestas. En cualquier caso
se puede postular que en la IDa de Cullera hubo una
instalación monásticau conmemorativa de la arribada
del cuerpo de San Vicente Mártir al litoral cullerense,
como se expresa en la Pas:ric del mártir y luego se amplifica en el Itrisup114.nott d e Prudencia. En Cullera hay
tradición vieja de ese episodio, anterior al siglo xvm,
pero, además, el epitafio del obispo Justiniano de Valencia indica que •noua templa construens, vetustate
re•taurans•, también añade cuirgines instituens, monacosque gubernans• y fmalmente indica que fortificó
una isla de la costa, en la que halló un manantial y sigue dli& (o sea en la isla) VU!U11tium gloriosum martyrtm
Cllristi, sat piD q~Um eoluit moderamine !Úllms, ltwlc deuotus morims rtliquiJ hn-ttlem». La basflica vicentina que construyera el obispojustiniano, que murió hacia la mitad del
siglo vt, ba sido hallada en la ciudad de Valencia y
responde a los modelos de ese momento, con el ábside
cuadrangular y la planta cruciforme, de cruz latina.
Poco a poco los fragmentos de una historia se van apoyando unos en otros, y aún nos quedan sorpresas por
descubrir.
En esa comunidad monástica, cuyas excavaciones
serán publicadas en su día por quien corresponda, se
puede defender que hubo un templo, seguramente dedicado al culto del santo mártir. Por lo que hace a la
fechación de estos elementos, ya se ha podido ver por
el análisis de las diferentes cruces analizadas, que la
cruz patada abunda mucho más en el siglo vn. En
cambio entre el siglo v, fuera de esta área, y el siglo v1 encontramos ejemplos más arcaicos como son
los que la isla de Cullera ha tributado, y que por tipologfa y por la cronologfa del episcopado de Justiniano de
Valencia hay que colocarlos en el comedio del siglo Vl,
sin que se pueda precisar más y sin que tengamos idea
de cuando se llevó a cabo la destrucción del cenobio
o capilla. La cronolog(a numismática de las monedas
halladas en el yacimiento y analizadas por el Prof. Mateu y Uopis encaja bastante bien: entre 506-507 se da
la batalla de Vosgladum en que Clodoveo derrota a los
visigodos que han de abandonar la Septimania. Entre
527 y 565 gobierna el emperador Justiniano. En la Isla
de Cullera hay dos pequeños bronces de este emperador de Oriente (acuñación de 533-34). Una moneda de
Geilamir, último rey vándalo, ha aparecido tambi~n,
de fecha entre 530 y 533. La siguiente moneda, cronológicamente, es ya del siglo vn, del reinado de Wamba. Todos los datos coinciden desde sus diferentes perspectivas, para encajar estu cruces dentro del siglo VI.
Confiemos en que algún dfa se estudien Las excavaciones en su totalidad, y asf se pueda llegar a conclusiones
más sólidas en el campo histórico, que encuadre.n aún
mejor lo que por ahora se puede decir. Que la sombra
del obispo J ustiniano de Valencia se cierna sobre esos
lugares y fomente un definitivo estudio del conjunto,
único y casi excepcional en todo el Pa(s Valenci.ano.
• • •
No quisiera dejar sin mención, acabado ya el estudio de las cruces del monasterio de la que fuera IDa de
Cullera, la razón de dedicar el estudio a la memoria.
para nú muy dulce y muy grata, de Enrique Pla Bailester, tercer Director del S.I.P. después de su tío, D. Isidro Ballester, y de D. Domingo Fletcher. Pronto acudí
al S.I.P. a instancias del Dr. D. Julio Martínez Santaolalla y de D. Antonio Ubieto. Me encontri con un lugar grato y apacible, donde el estudio se hacia inmensamente grato. Enrique Pla, entre exabruptos
cariñosos y excelentes lecciones - tenía una vocación
pedagógica poco común- me guió por los caminos de
la prehistoria y La arqueolog{a. El tiempo fue cimentando nuestra amistad y mutuo afecto, y su temprana
muerte aún me acongoja, porque s~ muy bien lo que
667
[page-n-678]
E.A. LLOBREGAT
su p6rdida representa para mí. En lugar de haber re·
dactado un estudio del mundo ibérico, e.n el que coinci·
d(amos, he preferido el análisis de estas piezas paleo·
cristiahas, que él excavó, Ugando así mi gusto por esta
etapa histórica con su obra arqueológica.
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En la semana de Pascua de 1991.
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P.
H.
D.l PA&.O~=
ScHLU~nt
[page-n-679]
LAS CRUCES DE LA PUNTA DE L' ILLA
Lám. 1
669
[page-n-680]
E.A. L.LOBREGAT
Um. ll
670
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J.
F.
M ATEU B ELLÉS*
MORFOGÉNESIS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS:
LIMITACIONES DE UN DEBATE GEOARQ,UEOLÓGICO
ola tierra ~«te p~ssuperaba en fertilidad a todas las dem{s, de manera que entoncula región era capaz de alimentar
un gran ej~rcito, exento de trabajos agrícolas. Y he aquf un testimonio de su bondad: aquello que at1n se co~:~serva hoy d{a
ea sin igual por la variedad y la calidad de los frutos, y por la excelencia de los pastos para todo tipo de ganado. Pero c:ntoncea,
ademáa de calidad, produda frutos en enorme! cantidades. ¿Cómo creerlo y sobre qué vestigios? Separada (la región) del
.r esto del continente, anora se prolonga en el mar, como el extremo del mundo...
En el transcurso de los áltimos nueve mil años (tal ea el intervalo de tiempo que separa nuestros dfas de aquellos
tiempos), ha .habido numerosos y terribles diluvios. Durante este período tan largo y con estos accidentes, la tierra
que se erosionaba desde los lugares elevados no se depositaba como en otras partea (form.a ndo) potencias notables, sino
que acababa por desaparecer en el abismo.
Y uf como se puede observar en las pequeñas islas, nuestro pais se ha convertido, a diferencia de otros, en esqueleto
de un cuerpo descarnado por la enfermedad.
Pero en aquel tiempo, (el pais) at:ín intacto tenla como monrañu alw ondulaciones de tierra; lu llanuras, que
ahora se llaman campos de piedra, estaban cubiertaa por suelo gruo; en las montañas habfa extensos bosques de los
que ahora quedan (sólo) retazoa. Pues, entre estas montañas que ahora no pueden alimentar más que abejas, hace
poco aún había grandes árboles, útiles para montar las m46 vastas construcciones.
Habfa tambim muchos árboles cultivados, y la tierra daba a los ganados pastos.in.agot.ables. El agua fecundan te de Zeus
no corrfa en vano como ahora para ir a perderse de la tierra est~ril al mar; la tierra la almacenaba en reserva en aquellas
capas que la arcilla hada impermeables... Asf, en todas partes, corrfan generosos raudales de fuentes y nos. Y por todos estos
hechos, los santuarios que aún subsisten en honor de las antiguas fuentes, testimonian que el presente relato es verídico...,.
Platón, Criti.tu
1. INTRODUCCIÓN
El análisis de los paisajes de la regiól\ mediterrá-nea evidencia importantes cambios ambientales ocurridos durante los últimos milenios. Las sociedades bumanas, directa o indirectamente, han sido destacados
agentes de alteración del medio fisico y de Jos procesos
naturales. Las prácticas agrarias y La manipulación de
las plantas por parte de las primitivas sociedades agrícolas marcaron su impacto sobre los ecosistemas agrf·
colas al incidir sobre el equilibrio de la cubierta
vegetal-manto edáfico-escorrentía. Desde entonces, la
erosión acelerada del suelo ha sido un problema medioambiental -no inédito, pero sí crónico- que se ha
agravado con el uso de te·cnologías más contundentes.
En consecuencia, la región .mediterránea -de marcada estacionalidad de precipitaciones y radiación solar
ademá.s de gran variabilidad interanual de las lluviasofrece un marco idóneo para la interpretación de los
impactos humanos sobre los principales controles de la
erosión y de la morfogénesis histór ica. ocRepetir que las
antiguas tierras del mundo mediterráneo han estado
sometidas a una explotación milenaria no pasa de ser
•
Oniversitat de
Val~ncia.
una obviedad si no añadimos que su equilibrio es más
frágil por ser transicionales bioclimática y geomorfológicamcnte. Pero igualmente cabe recordar que en ninguna otra área mundial se ha luchado tanto -con éxito o sin éJ- contra Ja erosión» (RossBu.ó, 1987).
Parte de nuestros conocimientos sobre los mecanismos de erosión se fundamentan en la labor realizada por el Servicio de Conservación de Suelos de Estados Unidos, establecido en 1935, en el Piedemonte del
SE y en las Grandes Llanuras (Kta.Bv, 1980). El enfoque agronómico favoreció tanto el reconocimiento de
Jos procesos corno la experimentación y las recomendaciones sobre conservación. Desde 1960, el estudio de la
erosión se ha erigido en tema convergente para las
ciencias deJa tierra al ampliarse el enfoque inicial del
problema. Cada vez más, se evalúa la compleja ecología de 1a erosión (THoRNES, 1985), esto es, la interacción de los procesos geomorfológicos, hidrológicos y
biológicos y sus variaciones espacio-temporales. La
instrumentación y la modelización han afianzado una
línea de investigación que, en última instancia, evalóa
la cantidad y la calidad del suelo que se desplaza en
determinado espacio durante un tiempo especffico. No
obstante, el registro sincrónico-dinámico en parcelas
experimentales no conside.ra los cambios temporales
671
[page-n-682]
J .F. MATEU BBLÚS
m!s alU del per{odo de observación o infiere un actualiamo no demostrado.
O tra componente de nuestro conocimiento sobre
la erosión deriva de la geomorfología estratigrifica y
de la tradición geoarqueol6gica que contemplan el fenómeno con dimensiones temporales de 102 a 104
años. Se trata de una perspectiva basada en estimaciones volum~tricas de depósitos correlativos {D.1 PtonG.uJUEU, 1980), con especial atención a los fenómenos
causales de la variabilidad de los procesos ffsicos. En
este contexto, se habla de erosión acelerada del suelo
{BITI"ZU., 1974) como fenómeno cultural vinculado a la
deforestación y a la destrucción de loa horizontes edáficoa por el cultivo o por un abuso del pastoreo intensivo
e inseparablemente unido al cambio de los procesos hidrológicos (BUTZn, 1982). La geomorfología estratigráfica y la geoarqueología señalan que la erosión ha
podido ser en el pasado mú rápida o más frecuente
que en la actualidad de modo que los horizontes edáficos removidos - y ahora reconocibles en el fondo de
los valles, en loa Uanos litorales o en los lagos- encierran una valiosa información sobre la variabilidad de
la erosión del suelo durante los últimos milenios.
Durante d~cadaa, el análisis de la erosión en registros volum~tricos post fot;tum o en registros sincrónicodinámicos han sido campos cientfficos distantes y distintos. En efecto, los arqueólogos y geomorf6logos
-que conocían los tii/Jputs erosivos en los registros
sedimentarios- han dedicado grandes eafuerzos a inferir los inpuJs de la erosión mientras los ingenieros civiles y agr6nomos intentaban estimar los tii/Jputs a partir
de inpuJs experimentales. En consecuencia, ha habido
un notorio aislamiento y retraimiento cuando cada una
de ambas aproximaciones aporta un diagnóstico limitado {THORNI!S, 1987) dadas la amplia gama de •'n/Juls y
tii/Jpt¡ts concurrentes.
En este trabajo - homenaje al arqueólogo y amigo
E. Pla- tra~ de reconstruir el debate que sobre la
morfo~nesis histórica mediterránea se ha escrito desde el campo de la geoarqueologfa. Quienes han participado en ~1 han cubierto una página apasionante que
merece proseguirse atendiendo a la complejidad
espado-temporal de las respuestas erosivas y deposicionales en la región mediterránea•.
2.LOSINVESTIGADORES
En las últimas d~cadaa, la región mediterránea ha
sido esoenario de un apasionante conflicto científico
puesto que investigadores americanos, británicos o
franceses han tratado de sustanciar en ella hipótesis so• En cata c:olaborac:ión - de forma c:ontelen - apenu " citan
autorea c:apa.ilolea o invatipdorea extranjero• que han trabajado en
Blpaiia. En la actualidad e.toy rcaliu.ndo una puesta al d!a 10bre
esta cueati6n.
672
bre la estabilidad o inestabilidad ambiental durante los
tiempos históricos y aus causas. Han sido muchos los
protagonistu y abundantes los escenarios de un debate
geoarqueológico en el que han participado arqueólogos, geógrafos, geólogos, etc.
En un intento de sistematización, se distinguirán
tres etapas en la investigación reciente de la morfo~
nesis histórica mediterránea: la correspondiente a la
eclosión del ambientalismo cientffico, la d~cada de los
años sesenta, altamente fructffera, que centro los términos del debate y finalmente el tiempo de contraste
de hipótesis y búsqueda de nueva información en el
que nos encontramos.
2.1. LA ECLOSIÓN DEL
AMBIENTALISMO CIENTÍFICO
'Iras la n Guerra Mundial, el determinismo geográfico había entrado en aguda crisis, pero sus enunciados se manten{an en disciplinas afines y en libros de
texto. Las teoñas de Gordon Childe a propósito del nacimiento de la agricultura o las manidas hipótesis sobre caldas de imperios a causa del deterioro climático
ejemplifican dicha peraiatencia.
As{ Shaw (1981) ha rastreado la g~nesis del mito
popular y acad~ico del •granero de Roma>o aplicado
al norte de África y su desarticulación a causa de un
cambio clim!tico acaecido en el Magreb a fines del Imperio Romano (M uuREY, 1951). En efecto, en el siglo xrx, los arqueólogos e historiadores de las metr6polis europeas al estudiar el pasado romano de sus
colonias norafricanas elaboraron dos mitos etiológicos
sobre la destrucción de los logros romanos: la i.nvasión
de los bárbaros y el deterioro climático. Tales argumentos gozaron de gran predicamento y alimentaron algunas investigaciones referidas al cambio climático en la
región mediterránea. Sbaw demuestra que el supuesto
cambio climático surge de factores ajenos al análisis
científico (parcialidad colonial, errores historiográficos
sobre el Imperio Romano, ideas falsas sobre: la productividad agrícola, etc.). La crisis climática postromana,
concluye, debe ser revisada libre de estos prejuicios.
Parecidos mitos e hipótesis se esgrimían para la
crisis general del Imperio Romano, de los hititas o del
Valle del Indo. Dichos enfoques exigían una revisión
profunda paca la que se precisaba la colaboración interdisciplinar de historiadores, arqueólogos y eapeciaüatas en ciencias de la tierra provistos de t~cas adecuadas. Poco a poco comienzan a organizarse equipos
amplios, plurales y con recW'SOI suficientes en el contexto de los m~todos renovados del ambientalismo
cientffico.
El ambientaliamo científico - naciente en los años
cincuenta- se consolidó fuera del campo de la geogralla, entonces en aguda crisia de identidad. El ambien-
[page-n-683]
MORFOGÉNESIS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
talismo, entre otros aspectos, trataba de evaluar el impacto humano sobre el marco fisico. Por ello, el análisis
de las sociedades históricas constituía una excelente referencia para el desarrollo argumental de los enfoques
ambientalistas. La eclosión del ~ientalismo coincidía igualmente con una crisis de Ja arqueología que desembocaría en un replanteamiento de la disciplina deftoido como la •nueva arqueología•.
Durante la década de los años cincuenta, se realizaron prospecciones arqueológicas con carácter pluridisciplinar en diversos lugares del Próximo Oriente,
Egipto, Grecia e Italia. Simultáneamente se revitalizaban instituciones científicas americanas, británicas,
alemanas o francesas en las grandes ciudades mediterráneas (JJriJish &hool aJ &me, JJriJish &hool al A.Jhens,
Casa de Velázquez en Madrid, etc.). Dichos centros canalizarían el apoyo a los equipos de trabajo llegados de
las respectivas metrópolis y sus instalaciones se convertirían en auténticos foros pluridisciplinares capaces de
alentar discusiones e hipótesis muy novedosas.
La región mediterránea se convirtió en un paraíso
para los estudiosos del Cuaternario. A medida que las
investigaciones cuaternarias en el Reino Unido, Francia o Estados Unidos establecían cuadros medioambientales satisfactorios, los noveles investigadores norteamericanos o del noroeste de Europa eran enviados
al Mediterráneo para elaborar sus tesis doctorales y
ampüar y contrastar hipótesis. Desde fines de los años
cincuenta y durante la década de los años sesenta, el
Mediterráneo estuvo de moda en Cambridge, en Chicago o en París.
2.2. UNA DÉCADA FRUCTÍFERA
La década de los años sesenta constituye un período extremadamente fructífero para los enunciados básicos del debate de la moño~nesis histórica mediterránea. En Roma, el veterano geógrafo Ward-Perkins era
director de la Brilish &Mol al Rllme y por allí pasaron
en algúnmomentoJudson (1963 a y b), Vita-Finzi, Delana Smi.th, etc. Por Mallorca recalaban Fairbridge,
Butzer, Rohdenburg. Todavía existían restos coloniales
en el norte de África en los que investigaban VitaFinzi, Capot-Rey, Souville, Goodchild, etc. Grecia se
convertía en campo de trabajo para Loy, Paepe,
Wright, Harria, Vita-Finzi, Higgs, Fagg, Hutchinson
(1969). En Turquía, Erin9 y Eisma consolidaban su tra·
yectoria investigadora, mientras Butzer realizaba una
primera toma de contacto con Egipto. Por su parte
Flemming (1968) procedía a un reconocimiento de yacimientos arqueológicos costeros para establecer los
cambios eustáticos del nivel del Mediterráneo en los últimos 2.000 años. Todo este cuadro de autores pertenecfan a los claustros universitarios más prestigiosos del
momento.
Aún cuando podrían aportarse otros datos biográficos, sirvan éstos como reveladores de Ja entidad de los
investigadores citados. El geólogo Claudio Vita-Finzi,
de origen australiano, se había educado en Argentina
y Reino Unido. Su excelente formación cuatemarista
la adquirió en el St. John's College de Cambridge, alcanzando el grado de doctor en 1961 con sus tesis sobre
cambios geológicos recientes en Libia. Los años siguientes amplió estudios en otras áreas mediterráneas
Oordania, Italia, Argelia, Grecia) entrando en contacto con arqueólogos, palinólogos y geógrafos. En 1969
publicaba una obra básica ( Tht Meditmat11411. Va/Jeyl.
Geo/ogiaú Changes in Historiaú Times). El libro -ahora un
clásico- proponía una interpretación coherente de la
información hasta entonces disponible. Además de numerosos artículos, es autor de -Reunt &rth Ristory
(1973), Arrhaeo/ogi&al Siles in tl!eir Setting (1978), etc.
K.arl W. Butzer cursó sus estudios de licenciatura
en la Me Gill University de Montreal y presentó su tesis doctoral en la Universidad de Bonn dirigida por
Carl 'froll. Desde 1959 a 1966 trabajó en la Universidad de Wisconsin (USA) y luego en la de Chicago. Su
participación e.n. cuatro simposios de Burg-Wartenstein
organizados por la Wenner-Grm FoundaJionfor Amhropo/ogical Rest4Tch sena decisiva en la orientación de sus futuras investigaciones geoarqucológicas. Entre sus libros
pueden señalarse EMironmmt and .Arcluuo/ogy (1964 y
1971), Ge111'111Jrphology from tM .&rtll (1976) y ArclltutJ/ogy /JS
human eeology: melMd and 1/wry for 4 c()11J¿xtuaJ apprOQCh
(1982).
D e alguna manera, Vita-Finzi y Butzer representaron dos posturas argumentales a la hora de valorar
la moñogénesis histózica mediterránea. Como sucede
a menudo, otros autores agudizaron los términos del
debate.
Antes de finalizar esta presentación de los prindpales protagonistas de la década de los sesenta, parece
oportuno referirse a un elemento que explica el trasfondo de la polémica. Creo que los investigadores extramediterráneos durante la década de los sesenta no
siempre fueron capaces de acomodar la estrategia investigadora a una realidad científica diferente a la de
sus lugares de origen:
a) Mientras el clima en tiempos históricos era una
variable relativamente bien conocida en la Europa norocddental gracias al impulso de Lamb (J977) y otros
investigadores de Cambridge, en el Mediterráneo era
todav{a una incógnita. 'Irasladar laa tendencias, oscilaciones o fluctuaciones climáticas históricas reconocidas
en la Europa no.roccidental a la región mediterránea
era un inferencia arriesgada.
b) La moño~nesis pleiatocena e histórica en la
Europa noroccidental contaba con regUtros m.uy completos gracias a una prolongada tradición investigadora
en ambientes de turberas, morrenas, etc. No era el
caso en gran parte del Mediterráneo a comienzos de
673
[page-n-684]
j.F. MATEU BELÚS
la década de los sesenta.. Las investigaciones sobre la
morfogéne.sis histórica en la Europa noroccidental se
asentaba preferentemente en la malacofauna y la palinolog{a, mientras en la región mediterránea se optó
por secuencias aluviales. La precisión de ambos tipos
de registros no es comparable.
e) Durantes estos años, la Universidad de Cambridge singularmente y otras universidades angloamericanas suscitaron un debate sobre la morfogénesis histórica mediterránea que las honra por las energías y
por la renovación metodológica que aportaron al reconocimiento del entorno mediterráneo en tiempos históricos.
pretar la complejidad morfogenética de la región mediterránea en tiempos históricos.
3. LOS DATOS
A lo largo de estas décadas, investigadores individuales y grupos pluridisciplinares han aportado gran
cantidad de información sobre la morfogénesis mediterránea en los tiempos históricos que han sustentado interpretaciones contrapuestas. El enunciar todos Jos datos sería excesivamente prolijo y el repaso nunca sería
exhaustivo, por lo cual parece aconsejable un tratamiento selectivo de algunas de las cuestiones analizadas.
2.3. TIEMPO DE CONTRASTES
'Iras la síntesis de Vita-Finzi (1969), siguen dos
décadas de estudios monográficos que vienen a suscribir o cuestionar el modelo explicativo propuesto por el
autor del The MedilerTanean Val/4ys. Muchos de los autores citados en la década precedente siguen investigando
sobre la morfogénesis histórica mediterránea.
Al mismo tiempo proseguía la investigación desplegada por autores de procedencia y formación muy
diversas. Así algunos discípulos de Pierre Birot culminan, entrados los años setenta, sus tesis doctorales
sobre el sur de Italia (Neboit), Peloponeso (Dufaure)
o la Grecia occidental (Bousquet). Igualmente salen
a la luz las aportaciones de Van Zuidam (Valle del
Ebro), Van Andel (región de Argos), Eisma (costa
turca del Egeo ), Botema, Raphael. Brückner, Rohdenburg y Sabelberg. A Grecia llegan el arqueólogo
Bintli.ff, el geógrafo Davidson, el palinólogo 'fumer
o el geógrafo Wagstaff entre otros. En Italia sigue
la geógrafa Delano Smith y se incorpora el arqueólogo Potter.
Cabe des~acar el creciente protagonismo de los
equipos multidisciplinares. Sirva de ejemplo el proyecto de exploración de la Argólida iniciado a fines de los
setenta codirigido por Van Andel y Jameson, en el que
colaboran J acobsen, profesor de Est11dios Clásicos en
Indiana University, JoUy, de una empTesa americana
de investigación oceanográfica, Lianos, del Servicio
Arqueológico de Grecia y Pope, profesor del Departamento de Geología de la Standfor University.
A medida que transcurren los años setenta y
ochenta, las posiciones del debate aparecen cada vez
más decantadas. Mientras unos autores reconocen la
sincroneidad de los sucesos de inestabilidad en todos
los valles de la región mediterránea desencadenados
por factores climatogenéticos, otros advierten diferencia$ cronológicas en los aluvionamientos de los valles
de lo que infieren desencadenantes antropogenéticos.
Al mismo tiempo se va abriendo paso las dificultades
que encierra la rigidez de un modelo único para in ter-
674
3.1. PROGRADACIÓN HISTÓRICA DE
LOS DELTAS MEDITERRÁNEOS
El litoral mediterráneo es e.s pecialmente favorable
a la formación de deltas a causa de la carga s6üda de
los nos. Cabe recordar la carga media de algunos rfos
atlánticos en su desembocadura (0'07 Kg de sedimentos por m 3 en el Rhin) y de los mediterráneos (0'37 en
el Po, 0'41 en el Danubio, 0'77 en el Nilo) (BE'J'RE.
MONT, 1987: 18). También favorece el crecimiento de
los deltas la escasa carrera de marea en este mar interior, el frecuente hundimiento tectónico de golfos y bahías, etc.
Un delta se forma cuando los aportes continentales superan a los redistribuidos por las corrientes litorales. La progradaci6n de un delta evidencia un desequilibrio sedimentario favorable a la dinámica fluvial.
Muchos deltas mediterráneos han registrado un rápido
crecimiento de sus lóbulos durante los tiempos históricos, que ba sido interpretado como testimonio de la
morfogénesis acelerada en los dominios perimediterráoeos. En este sentido, hay una línea. argumental que relaciona ei crecimiento de los deltas con las deforestaciones y puesta en cultivo de superficies agrícolas, así
como con el sobrepastoreo, los incendios, etc. Se trata
de una interpretación coherente, aún cuando otros
autores advierten que «UD a de las pocas cosas que pueden decirse con convicción acerca de los cambios costeros postneolfticos es que la suerte de un tramo de costa
no significa una guía segura acerca de la suerte de otro
tramo» (DBLANO SMl'l'H, 1979: 338).
Sensu conJrario, la construcción de embalses y la regularización de los débitos ha reducido la carga sólida
en las desembocaduras de los nos y de ahí una tendencia general al retroceso de los deltas. A título de referencia, la carga sólida en suspensión cerca del Cairo
antes de la construcción de la presa de Assuan era de
57 M .0 /tlaño y aho.ra sólo es de 2'1. Igualmente, la
carga del Rhane era de 40 M. 0 /t/año en el siglo XLX y
[page-n-685]
MORFOGÉNESlS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
ahora se cifra entre 4-5 M. 0 /t/año {Bl!TlmMONT, 1987:
21). La inestabilidad actual de los deltas por causa antr6pica queda demostrada, si bie.n parece simultánea
con un ligero ascenso del nivel del mar.
Dos temas básicos son debatidos a propósito de los
crecimientos históricos de los deltas mediterráneos:
i) Si la progradación deltaica fuera simultánea en
todos los deltas mediterráneos, ello sería un argumento
favorable a un desencadenante común en toda la región mediterránea. En este sentido se infiere una progradación climatogenética.
ii) Si cronológicamente la progradaci6n en los deltas mediterráneos no es coincidente cabe inferir la responsabilidad de combinaciones específicas de factores
en cada sistema fluvial. A menudo, las etapas de colonización humana de cada cuenca ofrecen una coherente interpretación de los hechos.
Aún cuando estos argumentos (dimatogenéticos,
antropogenéticos) serán los m ás usuales, el crecimiento
de los deltas mediterráneos en tiempos históricos exigida no olvidar otros factores concurrentes y no conocidos suficientemente.
i) Uno de los factores es el viento, por cuanto hay
una clara relación entre velocidad y dirección del viento con la dirección del oleaje y las corrientes. E.x isten
todavía pocos estudios sobre cambios históricos del régimen de los vientos en la región mediterránea.
ii) Otro factor es la posición relativa de tierra y
mar. Los trabajos de Fleming (1968) señalan la dificultad de establecer tal posición relativa y, sobre todo, la
escasa validez de extrapolaciones, incluso en tramos
costeros cercanos. Morner (1976) introduce mayor
complejidad en dicha cuestión al considerar los desplazamientos del geoide.
ili) Los deltas mediterráneos suelen coincidir con
sectores de inestabilidad tectónica. En cualquier caso,
conviene evaluar tanto la influencia de efectos tectónicos de larga duración como la sismicidad catastrófica.
La neotectónica mediterránea constituye uno de los
procesos situado en la base de la fragilidad de la región
mediterránea ( 8ouSQU!!T-PBc.Houx, 1977).
Aparte de estas consideraciones, la progradación
de los deltas mediterráneos en tieml'os históricos ha
' ido una refere.ncia obligada en los estudios de la morfogénesis histórica. Existen muchos estudios específicos. La documentación escrita y la arqueologfa han
evidenciado cómo antiguos puertos durante las cruzadas, o en tiempos romanos o de la Grecia clásica han
quedado retranqueados incluso varios kilómetros tierra
adentro. Sin ánimo de ser exhaustivo, se presentan algunas referencias y una muestra de los argumentos explicativos más repetidos.
El delta del Ebro sucede a una probable bahía de
época romana: el testimonio documental aboga por un
crecimiento moderado del delta hacia el siglo XJt y de
un crecimiento intenso a partir de los siglos XVI y XVIJ.
La tala de los bosques para la construcción de barcos,
los incendios forestales y los aprovechamientos agrícolas y ganaderos provocaron un retroceso considerable
de La vegetación en la cuenca de drenaje, la desprotección de los suelos y una mayor productividad sedimentaría con el resultado final de un gradual crecimiento
del delta, que se puede suponer empezó a dejarse sentir
en época árabe y se ha acelerado en los últimos cuatro
siglos.
Maldonado (1972) explica que la evolución y distribución de los sedimentos ha sido regida por tres lóbulos (septentrional, central y meridional). A la actividad de este último lóbulo, cuyo desarrollo duró desde
hace unos 4.000 años hasta el siglo xvt, se debe la formación de la primera generación de barras de arena
litorales que originaron la anexión a la llanura deltaica
de aguas someras, el último vestigio de las cuales serían las lagunas de la Encanyissada y de la Tancada.
El lóbulo central, iniciado en el siglo xvm, se desarrolló, en parte, simultáneamente con el septentrional
(principios de siglo xvn-fmales de siglo xvm), y originó unas barras septentrionales y meridionales. Estas
últimas, al anexionarse a la antigua línea de costa de
la llanura deltaica y formar barras alunadas, delimitaron las dos pa.rtes de la laguna de la isla de Buda, que
en gran parte han debido ser formadas por el distributario de la gola de TI-amuntana. La evolución reciente
de la llanura deltaica está regida por la apertura de un
nuevo cauce, a la altura de la isla de Buda y al norte
del anterior, durante una crecida en octubre de 1937.
Arredondo (1984) desde u:na perspectiva oceanográfica y a partir de la cartograffa histórica, establece
diversas etapas en la formación del delta. En una etapa
inicial, su crecimiento estaría controlado por la dinámica fluvial. El río depositaría los sedim.e ntos en dirección SSE y las olas se encargarían de redistribuirlos,
originando una especie de cono de deyección sumergido a escasa profundidad. Este proceso, junto al aumento de sedimentos y la eleva ción del nivel del mar, darla
lugar a la isla de los Alfaques -si no existía ya
anteriormente- . En la etapa siguiente se formaría una
barra que convertir(a esta isla en una península, y con
el abrigo que proporcionarla de cara al oleaje de com·
ponente S, el delta crecería más rápidamente hacia el
N sobre la plataforma formada en etapas anteriores. A
medida que se destruye la vegetación, aumenta l a de·
sestabilización de los suelos y la cuenca fluvial va per diendo su capacidad de retención de las aguas d.e lluvia, la erosión aumenta y las crecidas se hacen más
numerosas (aunque no parece que hayan adquirido
proporciones catastróficas hasta la época moderna).
Con motivo de las grandes avenidas, y al ser tan reducida la pendiente topográfica, podr!a haberse inundado la llanura delta.ica facilitando cambios de localización d e la desembocadura (difluencias). Una vez Jos
hemideltas llegaron a un cierto grado de desarrollo, el
675
[page-n-686]
J .F. MATEU BELLÉS
río volvió al cauce fluvial central (siglo XVUl) y el frente deltaico avanzó con mayor rapidez a partir de ese
momento. La isla de la de!embocadura (Buda) dio lugar a la formación de las golas de Migjorn y de 'D:amuntana, ya bien desarrolladas a fmales del siglo anteriormente citado. Las barras que formaban esta última
gola se adentraron progresivamente en el mar hasta
que, como consecuencia de la construcción de los embalses del último tramo del rfo hacia la mitad del siglo
actual, la aportación de sedimentos se interrumpió y
el delta en lugar de avanzar empezó a retroceder.
Franceac &teve y Jesús Massip (1982) han indicado diversos detalles sobre la evolución del delta. Según
Esteve, las arenas y limos aportados por la corriente
del rlo formaron estrechas fajas de arena (trahu«uibrs)
que pronto rodearon extensas lagunas (CIÚaÍJros), las
cuales, se convirtieron en terrenos pant.anosos. Estos
avances se producirlan en tiempos relativamente modernos. Así consta que en 1176 entre Amposta y Sant
Caries de la Rapita había una gran laguna. En 1344
se documenta una isla denominada lo Baladre, más
allá de Amposta. No muy lejos de alli se encontraba
el antiguo puerto de Tortosa, Port Fang6s, que fue cegado por un brazo del Ebro que en los documentos del
siglo XIV se denomina la boca de l'Alfac. En el siglo
siguiente, el viejo Port Fang6s fue sustituido por el
nuevo puerto de los Alfaques. Aparte de estas albuferas
aprovechadas como embarcaderos y puertos de refugio,
en el delta hab[a lagunas menores como ya consta en
la documentación del siglo xn. De estas numerosas lagunas que se fueron formando a lo largo de la costa,
quedan escasos vestigios; solamente el enanque de la
Encanyissada persiste en proporciones considerables,
aunque cada vez más reducidas. De las modificaciones
que ha sufrido el delta también queda un recuerdo en
muchos topónimos de lugares que antiguamente fueron pantanosos, como les Basses, Xiribecs, la Bassa
Fonda, IJEstany, y que hoy, ganados para la agricultura, son arrozales espléndidos. Otros como e1s Muntells
o Já MuntadeUa se aplican a monúculos y suaves ondulaciones que, antiguas dunas, s~ñalan las sucesivas lineas de costa.
Massip ha puesto de relieve la existencia, en el siglo xm, de tres puertos en la de!embocadura: el de
Mar (en la costa), el Grau (en Amposta) y el de la Riba
de Rec (en Tortosa). El conjunto de leyes que regulaban la vida y funcionamiento de esta compleja realidad
porturia, hace suponer que dichos puertos existfan con
anterioridad a la conquista cristiana (siglo xu) y .prueban que el crecimiento del delta se inició en períodos
anteriores.
Los textos que documentan el crecimiento del delta a partir del siglo XD son escasos, imprecisos y a menudo contradictorios. Así, si partimos del geógrafo árabe Edrisí, (1152), podemos situar el frente deltaico,
poco m.á s o menos, en (a isla de Gracia, con un curso
676
seguramente hacia la laguna de les Olles y, al menos,
otro hacia Port Fangós (aproximadamente donde hoy
está la laguna de la Platjola), que correría a lo largo
de la actual linea divisoria entre las comarcas del Baix
Ebre y el Montsia; la distancia de Tortosa al mar, la
establece Edrisi en unos 19 km. Otro geógrafo árabe,
Al-Himyari, la establecerá en Jos siglos XIV-xv en unos
28 km. Despwg, a mediados del siglo XVl no la cifra
en más de 25 km. El mencionado Port Fang6s se col matará y lo mismo sucederá con otros estanques del
frente deltaico, con lo que el delta crecerá hasta un
punto situado inmediatamente antes de La Cava en el
siglo xv, y un poco más abajo en el siglo siguiente, según Despuig. Pero sólo con la seguridad que propor·
cion6 ]a construcción, durante el siglo XVI, de numero!as torres de defensa a lo largo de la costa estas
tierras pudieron ser habitadas aunque seguramente no
fueron cultivadas, dado que posiblemente la sal y el
pescado eran las únicas riquezas susceptibles de ser explotadas (MAsan>, 1982).
El de~ta del Mejerda (PASJtoFP, 1987) constituye
otro buen ejemplo de crecimiento histórico en el Mediterráneo, cuya evolución se ha reconstruido con bastante precisión gracias a las abundantes fuentes escritas y a una rica documentación ar~ueológica. Con
una cuenca de drenaje de 23.700 Km y un r6gimen
hidrológico muy contrastado, el delta se instala en un
dominio sub$idente. La construcción deltaica se explica, ante todo, por la gran carga aluvial del rlo ahora
disminuida por diversos embalses. En un dominio topográfico accidentado, la existencia de fuertes pendientes favorece la denudación de laderas especialmente si predominan materiales poco resistentes y con
una cubierta vegetal muy degradada.. El delta se sitúa
al fondo del golfo de Túnez, coincidente con la antigua bahía de Utica, en una zona de abrigo del oleaje
del NW, NE y SE. La plataforma continental es alli
muy tendida.
La bahía de Utica se debi6 configurar al ftnal de
la transgresión flandriense (alrededor de 5.000-6.000
años), comenzando a actuar un activo aluvionamiento.
Cuando se funda la ciudad de Utica (1101 antes de
Cristo), ya se h.abía producido la colmataci6n de la
parte suroeste de la bahía. Durante el siglo m antes
de Cristo el cauce del Mejerda había avanzado hasta
una desembocadura situada al noroeste del emplazamiento actual de la Sebka Ariana. El 240 Amflcar lo
atravesó éon sus elefantes para conquistar un campo de
mercenari9s instalados en la orilla izquierda. Todavía
en el siglo n a. de Cristo la Sebka Ariana estaba
abierta al~ puesto que en 1+8-147, durante la tercera guerra púnica la utilizó la flota de Manilio -con
calados de más de dos metros-. El cierre debió ser tardfo, puew, ep .la Edad Media, los árabes la denominaron Bahi el'Azrag. La antigua isla, hoy conocida como
Galaat el Andless, donde se instalaron los Castra Cor-
[page-n-687]
MORPOGÉNESlS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
neliana -utilizados por Escipión el Africano- se unió
a tierra mediante un tómbola.
Mientras tanto hay importantes difluencias, con
una constante tendencia a desplazarse hacia el norte.
Tal cambio condujo a la inutilización del puente de
Utica (fechado en el siglo 11 después de Cristo) y amenazaba también Jos Castra Corneliana. Durante el siglo 1v después de Cristo, Jos aluviooamientos afectan
a los alrededores de Utica, rodeada de marjales y pantanos. La decadencia de la ciudad es patente en el siglo VI y su abandono se produce en el lÜglo vu.
Ningún documento conocido basta ahora permite
datar las divagaciones deltaicas del Mejerda en los tiempos medievales y modernos. Durante este largo período
continuó el relleno de la parte septentrional de la antigua bahía de Utica y la laguna de Ghar el Melh habría
desaparecido si, a fines del siglo xvm o comienzos del siglo XIX, el Mejerda no hubiera regresado hacia el sur
creando un nuevo canal funcional hasta la gran crecida
de 1973 en que de nuevo ha mudado su curso.
•El avance rápido del delta durante la Antigüedad
se relaciona sin duda con las amplías roturaciones efectuadas en el norte de Tánez en tiempo de los cartagineses y de los romanos, puesto que ai loa primeros fueron
los iniciadores, loa segundos fueron los propagadores
de la agricultura en el país. Se desencadenó una erosión de los suelos que incrementó la carga aluvial del
río y sus afluentes... Es lógico pensar que la progradación costera disminuyó durante la Edad Media. .. La situación permaneció así hasta finales del siglo XIX •••»
(PASXolll', .987: 371).
A principjos del siglo xx se construyen diques.
«Al mismo tiempo, el caudal sólido del Mejerda se incrementó en relación con una nueva ola erosiva de los
suelos desencadenada por la introducción de una agricultura de tipo europeo. ..... La llegada de mayor cantidad de limos hasta la desembocadura favoreció la aparición, en los años 30, de una flecha orientada hacia el
Suroeste de rápido crecimiento. En 1948, la flecha ya
superaba los dos kilómetros de longitud.
En marzo de 1973 el Mejerda mudó de cauce. En
la antigua desembocadura -ahora desprovista de
aportes- la flecha evolucionó rápidamente por la acción de la deriva y el oleaje y posiblemente tenn.inará
por delimitar una laguna. En la nueva desembocadura
ha comenzado a crec-.er un saliente de forma acelerada.
La entrada en funcionamiento del embalse de Sidi Salero en 1982 ha d isminuido la rapidez evolutiva de la
desembocadura (PASXOI'l', 1987).
Eisma (1978) en un modélico trabajo acerca de la
erosión y deposición en la costa este del Egeo se refiere
a la morfogénesis histórica en los valles principales de
la Thrquía occidental (coincidentes con los nombres
clásicos de Maiandros, Hermos, .Kaystros y Kaikos).
Los datos arqueológicos e históricos del K.aystros
(actualmente Kücük Meoderes) evidencian que entre
750 y 300 a. de Cristo, ]a progradación avanzó lentamente alrededor de un kilómetro; entre el 300-100 a.
de Cristo fue muy rápida (unos 5 km) para disminuir
en tiempos .romanos (en torno a 2 Km entre 100 a. de
Cristo y 200 d. de Cristo) y algo más a principios de
los «tiempos oscuros.. (alrededor de 1'5 Km entre 200
y 700 d. de Cristo). Desde entonces la costa ha permanecido estabilizada.
·
Los datos para el delta de Maindros (Büjük Menderes) son menos completos, pero sugieren una historia
similar. La ciudad de Priano fue fundada junto al mar
a comienzos de los tiempos clásicos, pero no se conoce
su localización exacta. La nueva ciudad de Priano -de
la que se conocen sus ruinas- fue fundada en el siglo rv antes de Cristo, con su puerto Naulochos, distante 5 Km. Al sur de la llanura, M yus fue un puerto
abierto unos 500 años antes de Cristo, la costa estaba
en Sarikemer, cerca de la antigua Pyrrha; 100 años después de Cristo el nivel del pavimento en las calles de
la parte baja de M.ileto debió ser cubierto por los aportes fluviales. Los datos arqueológicos sugieren que el
antiguo golfo de Latmia había sido cerrado defmitivamente en el siglo IV de nuestra e.r a y que durante el
siglo VI el irea alrededor de Mileto hab{a sido enterrada. El curso del antiguo Meandros fue funcional
hasta inicioa de la Edad Media en que fue sustituido
por el nuevo situado al sur. Una descripción griega de
1650 sitúa a Mileto a ocho milJas de la costa que es
aproximadamente la misma que en la actualidad. A
partir de estos datos, se deduce que el crecimiento del
delta fue muy acelerado en los tiempos clásicos y helenísticos hasta el año 100 de nuestra era y después más
lento. 'Iras la Edad Media, el crecimiento del delta se
ha restringido a la parte sur.
Menos información de Jos tiempos antiguos se dispone acerca de los deltas de Gediz y Bakir Cay. No obstante, la comparación de un mapa de 1887 con otro de
1944, demuestra que el delta de Gediz ha avanzado
unos 5 Km. Por su parte, el delta de Kaikos ha avanzado 5 Km desde el año 100 de nuestra era.
También Vita-Finzi (1972: 4-5) se refiere al crecimiento histórico de los deltas mediterráneos en un esquema que pretende combinar los movimientos eustáticos, la cronologfa de los rellenos en los valles
mediterráneos y los aportes de carga en suspensión al
mar Mediterráneo. Todo ello lo sintetiza en el siguiente
cuadro que señala las alternancias en los aportes fluviales al mar:
20.000-10.000 BP: escaso aporte de sedimentos.
10.000-5.000 BP: grandes aportes de sedimentos.
5.000-2.000 BP: se incumenta la proporción de
sedimentos retenidos en los deltas.
2.000-300 BP: escaso aporte de sedimentos, especialmente limos y arcillas.
300-0 BP: gran aporte de sedimentos, la mayor
parte de material queda atrapado en Jos deltas.
677
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J.F. MATEU BELLÉS
Otros muchos crecimientos deltaicos podrían aducirse, pero los ejemplos comentados pueden servir de
muestra. Obviamente las interpretaciones son dispares, pero antes de discutirlas será oportuno aducir
otros datos referidos a los aluvionamientos de los
valles.
3.2. ALUVIONAMIENTO DE LOS
VALLES
Vita-Finzi (1969) estableció que el último aluvionamiento de los valles mediterráneos estaba integrado
por dos formaciones: 0/Jer FiJJ (algunas veces también
denominada Red Btds) y el lWnger FiJJ (tambien conocida como Second Deposilion o Kutor~ FiJJ).
El 0/Jer FiJJ consiste en una amplia formación aluvial/coluvial, generalmente rojiza, integrada por limos,
arcillas y gravas poco clasificados. A ambas márgenes
de los rfos, forma una terraza bien definida, mientras
que en los llanos costeros cubre topogra!Tas más antiguas. Varias evidencias permiten deducir su forma de
deposición: las grandes masas de cantos angulosos sugieren la acción de la crioclastia y la escasa clasificación indica precipitaciones cortas e intensas. La coloración rojiza es un problema; si la textura de los
depósitos es un indicio de un perfodo cálido, la alta oxida. ión excluye las condiciones muy áridas. La colora•
c
ción del Okkr FiJJ puede proceder de la erosión de paleosuelos del último interglaciar. El aluvionamiento
coincidió con un nivel del mar más bajo que el actual
(glaciación Wünn) y contiene industrias m usterienses
y del Paleolftico superior. Vita-Finzi se indina por una
edad absoluta del 0/Jer FiJJ comprendida entre 50.000
y 10.000 BC.
El Younger FiJJ es una formación distinta por cuanto
está. reducida a las márgenes adyacentes de los dos y sólo
se amplfa en las inmediaciones de la costa. Tal restricción
se debe a su carácter aluvial y su textura se compone de
limos y gravas. El color más frecuente es el pardo o gris
y su potencia es reducida en comparación a la del 0/.der
FiJJ, a excepción de los llanos litorales. El Klunger FiiJ, depositado con un nivel del mar parecido al actual, está actualmente incidido por barrancos y ríos lo cual testifica
que el aluvionamiento finalizó en época reciente. La arqueología ofrece abundante material para la datación de
la terraza correspondiente al Xlunger FiJJ. Si inicialmente
expresa sus dudas acerca de la causa desencadenan te de
la deposición del Youngtr Fíll, fmalmente se inclina por un
cambio climático (Vm.-FINzt, 1973: 87) y en una cronología absoluta entre el 600 y el 1800 después de Cristo,
tal como sugieren los datos paleoclimáticos del norte de
Europa (LAMa, 1966) referidos a la pequeña Edad del
Hielo.
Diversas conclusiones se extraen del trabajo de
Vita-Finzi (1969):
678
a) Los valles mediterráneos han experimentado
cambios muy notables durante los tiempos geológicos
más recientes.
b) Tales cambios fueron en parte, y posiblemente
en todo, desencadenados por los cambios climáticos
asociados al ciclo glaciar-interglaciar-gla.ciar.
e) La influencia humana pudo tener alguna responsabilidad en el Younger FiJJ.
d) El 0/der FiJJ supone e.n los valles .mediterráneos
una amplia acumulación aprovechable para los cultivos; la erosión de esta formación es la principal fuente
de suministro del Younger FiJJ.
Vita-Finzi (1972, 1975) posteriormente caracterizó
ambas formaciones desde el punto de vista sedimento~
lógico: la comparación del tamaño de grano muestra
que el Younger FiJJ -procedente mayoritariamente de la
erosión del 0/ód FiJJ- está formado por tamaños de
panículas más fmas. Ello es asf porque los ríos han
transportado estas fracciones hacia las partes bajas de
la cuenca. Puesto que las parúculas más finas transpor~
tan también la coloración rojiza del 0/der FiJJ, la coloración marrón corresponde a condiciones reductoras y a
la disponibilidad local de materia orgánica.
Butzer (1964, 1971, 1975 y 1978) discrepa de la generalización de Vita-Finzi acerca del 0/Jer Fi/1. En efec~
to, Jas formaciones würmienses mediterráneas dificilmente pueden interpretarse con los esquemas propios
de la Europa noroccidental y registran ciclos y hemiciclos específicos.
No obstante, para no dispersar más la atención, a
partir de ahora los datos se referirán exclusivamente a
los aluvionamientos holocenos e históricos que, grosso
modo, corresponden a la formación Younger FiO descrita
por Vita-Finzi.
En 1962, se publica un trabajo del entonces director de la Brilish &hool qf Ar&ÑuoliJf:1 aJ !Wrn4, WardPerkins, referente la paisaje del sur de Etruria desde
la perspectiva de la geogra!Ta histórica. En él señala
considerables acumulaciones de aluviones recientes en
las márgenes fluviales 1as cuales son interpretadas
como testimonio de la intensa colonización de etruscos
y romanos.
El norteamericano Judson (1963) señala en el valle
siciliano de Comalunga, unos 60 Km aguas arriba de Catania, dos aluvionamientos históricos: el primero comenzó el siglo 'liil antes de Cristo fmalizando antes del 325
de nuestra era que se corresponde a la terraza 8-10 m, y
el segundo aluvionamiento 'es medieval y forma la terraza 4-5 m. Este segundo aluvionamiento histórico siciliano tiene su equivalente en el sur de Etruria, inmediatamente al norte de Roma, donde depósitos .fluviales de
3·8 m de potencia correspondientes al final del Imperio
o a la Edad Media han enterrado estructuras de habita~
ción romanas. Judson no llega a una conclusión excluyente acerca de las causas que provocaron los periodos
de aluvionamiento y de encajamiento .fluvial.
[page-n-689]
MORFOGtNBSIS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
4. LA CRONOLOGÍA DEL
ccYOUNGER FILL,,
Nadie discute la importancia de la morfogénesis
ocurrida en la región mediterránea en tiempos históricos. Las discrepancias surgen a propósito de la cronología de los sucesos de inestabilidad ambiental.
Vita-Finzi (1969: 103) argumenta sobre el carácter
aparentemente sincrónico y generalizado del Youngtr
Fill en la cuenca mediterránea. El argumento de VitaFinzi es impecable: si eJ YDUngtr FiJJ es general y sincr6·
nico en toda la cuenca mediterránea, la causa desencadenante ha de ser universal y sincrónica para toda la
región de lo cual deduce una variación climática. El
Younger Fiii no pudo ser desencadenado por el impacto
de la sociedad humana ya que la acción antrópica sobre el medio se inició antes del episodio del Yormger Fill
y ha proseguido después que fmaliz6 dicho episodio
{VtTA-FINzt, 1969: 105-llJ).
Vita·Finzi interpretó los registros aluviales como
indicativos que el ~er FiO fue sincrónico y que, en
general, la agradación comenzó en los ámbitos perimediterráneos hacia el 400 a. de Cristo y continuó hasta
el 1500, 1800 d. de Cristo o incluso más tarde (VrTAFtNZt, 1969: 101). En publicaciones posteriores, VitaFinzi (1973: 80-87) revisa en parte sus posiciones ya
que las dataciones de e lt sugieren que no todo el
YDUnget FiJJ tiene la misma cronologfa. El autor ajusta
los datos mostrando que podrían indicar como un desplazamiento progresivo de la circulación general hacia
el sur (1973: 87 y fig. 16 C)
Bintliff (1975, 1976, 1977, 1982) es el investigador
más próximo a la propuesta de Vita-Finzi. Aunque
Bintliff aftrma, directa o indirectamente, que sus pruebas dan soporte a la cronología de Vita-Finzi, no siempre sus escritos son interpretados de forma coincidente
(W¡;¡;;:ro.,.,, 1981). En efecto, las cerámicas conservadas
en una terraza aluvial cerca de Fychtia en Argolla
•pueden ser de principio o mitad de los tiempos helénicos• pero pueden proceder de un yacimiento premicénico (Bri'ITLIP1, 1977: 239). Un pequeño registro de sedimentos en una terraza junto a los lechos del valle de
Sulima en Mesina que engJoba cerámicas de dificil
diagnóstico sugieren su deposición •durante o despu~s
de mitad de la Edad de Bronce• (BrNTW't', 1977: 506).
Seg6n Wagstaff (1981), Bintli.ff no ofrece ninguna cronología para el aluvionamiento de los valles de MaguJa
y Dalanamara en Argolia aunque la ocupación se extiende desde el NeoHtioo basta el per1odo grecoromano (BrNTLrYF, 1977: 326). Los aluviones del bajo
Tirius contienen cerámicas arcaicas y clásicas, e incluso material prehistórico y sepultan tumbas de edad
geométrica y griega (Bm11.11'P, 1977).
En todos los casos citados y en otros más de cronología problemática, el argumento de Bintliff para datar
el YO&IIIget Fiii es la analogía con otros y la continua ape-
)ación a la hipótesis de la sincroneidad (WN:lSTAI?,
1981). Vita-Finzi y Bintliff postulan la sincronía del
Younger Fi/1 en toda la cuenca mediterránea como una
única fase de aluvionamiento a lo largo de unos 1000
años.
Davidson (1980) se.ñ ala que un intenso aluvionamiento de los canales fluviales tuvo lugar en Grecia al
menos desde el inicio de los tiempos clásicos y se ha
prolongado hasta casi nuestros días. En los flancos del
te1l de Sitagroi hay constancia de una primera acumulación aluvial hacia el 1000 a. de Cristo y suelos degradados en Santorini desde 1470 a . de Cristo. Se trata,
por tanto, de una cronología más compleja de la estabilidad e inestabilidad geomorfológíca.
Greig·Thrner (1974) investigaron el registro palinológico del antiguo lago de 'lenaghl-Philipon al NE
de Grecia que comienza con el Neolftico y el Bronce
inicial. Ambos autores sugieren que, entre 6500 y
2500 a. de Cruto, aquella región estaba cubierta por
un bosque mixto, con robles en los suelos más profundos, olmos y tilos en los sectores más húmedos, y algunos avellanos y fresnos en los espacios mb abiertos.
El registro polínico correspondiente a la Edad del
Bronce (1900·1360 a. de Cristo) muestra u.n incremento de la maquia, el bosque de roble~ sigue siendo do·
minante y el posible cultivo del olivo. En el periodo
siguiente (1360-1000 a. de Cristo), se constata un des·
censo del polen de olivo, pero se incrementa seguidamente (1000-500 a. de Cristo). La vegetación entre
500·0 a. de Cristo parece muy similar a la de los períodos 2500-1900 y 1360-1000 a . de Cristo. La cronolo·
gía de La desforestación establecida en Greig y Turner
(1974) difiere bastante de la investigada en el lago Kopais (Grecia central) y en eJ Peloponeso por Wright
(1968) donde la cubiena vegetal experimenta una
drástica reducción durante la Edad del Bronce. 'Thles
diferencias espaciales pueden explicarse según los
autores citados por el tipo de evolución del poblamiento y la agricultura. En efecto, el poblamiento en
Grecia durante la Edad del Bronce comenz6 desde
el sur. Las diferencias climáticas no parecen aplicar
las düerencias advertidas en los diversos registros pol!nicos.
Van Zuidam (1975) en su reconocimiento del sector central del Valle del Ebro admite como hipótesis de
partida el modelo cronológico propuesto por VitaFinzi y reconoce la existencia del 0/der Fü/ y del YDUngtr
Fiii. Respecto del segundo indica que tal acumulaci6n
se produjo entre el 700 a. de Cristo y el 100 d. de Cristo con un máximo deposicional comprendiddo entre el
500 y 100 a. de Cruto •y no en tiempos medievales
como sugiere el diagrama de Vita-Finzi. (p. 328).
Los discípulos de Pierre Birot (Neboit, Bousquet,
Dufaure, etc.) aportan numerosos datos cronológicos
sobre las formaciones aluviales en el extremo meridional de la Penmsula Itálica y en numerosas regiones de
679
[page-n-690]
J .F. MATEU BELLÉS
Grecia. Como denominador com~n muestran un.a s no·
tablea matizaciones al e.a quema cronológico de VitaFinzi.
A modo de ejemplo Neboit (1977, 1980, 1983) analiza lu terrazas históricas de los ríos de Lucania (Italia
del SE). Una formación hiat6rica con cerámip recubre
una formación bolocena datada entre 7250 y 3760 BP.
A lo largo del Cavona, se reconoce un estrato, situado
a 12 metro• de la superficie actual, con materiales arqueológicos correspondientes al siglo IV antes de nues·
tra era.
Bruckner (1986), en la misma región que Neboit,
ha distinguido episodios de intensa denudación y períodos de estabilidad que favorecieron la pedo~nesis.
Esquematizando, ~ate sería el cuadro cronológico:
-etapa de acumulació.n fluvial desde fmes del
Würm huta el Holoceno medio (potencia 8 m).
-etapa de estabilidad (4150-1400 BC): formación
de un suelo.
-etapa de acumulación fluvial (900 a. de
Cristo-200 d. de Cristo).
-etapa de ettabilidad (siglo m ·IV de nuestra era):
formación de un suelo.
-etapa de acumulación fluvial (siglo vn-xv) (en·
tre 1'50·3'50 m de potencia).
- etapa de incisión fluvial .
-etapa de acumulación (siglo XIX y comienzos
del xx).
En síntesis, el carácter sincrónico del Younger Fi/J
postulado por Vita-Finzi no parece tan sólido ni de·
mostrado. Las discrepancias cronológicas en la deposi·
ción del Younger Fi/J permiten constatar fases sucesivas
y discontinuas cuya cronología varía de una región a
otra.
5. LAS CAUSAS
EJ eje del debate sobre la moño~nesis histórica
en la región mediterránea gira sobre las causas desencadenantes de la inestabilidad ambiental. En este sentí·
do, introduce una penpectiva temporal a nuestros actual~s problemas medioambientales. Si la degradación
mediterránea está ligada a la fatalidad o al azar de inJnds externos, resultaría desalentador para el éxito de
ciertas políticas conservacionistas. Por contra. si deriva
primordialmente de factores culturales, ea preciso primarlaa decididamente.
5.1. LA EXPLICACIÓN CLIMÁTICA
DEL •YOUNGER FILL,.
Cuando se afiJ'Jlle o se niegue la validez de la hipó·
tesis climática en la ~neais del YOIUII" FiiJ, no se están
cuestionando los cambios climáticos durante los últi·
680
mos milenios en las regiones mediterráneaa. Son dos
cuestiones diferentes: sobre el segundo aspecto existe
abundante bibliograffa (Wtouv-INoli.AW-FA!UWl, 1981;
L.uo, 1977; Lz R ov, 1967; Kovnouu., 1986). Aqui se
debate si los cambios climáticos han sido la cau.s a que
ha desencadenado y paralizado el Younger Fi/J.
Una acumulación en un lugar del lecho fluvial
cabe relacionarla con el ~gimen fluvial. Su presencia
indica que el flujo fluvial fue insuficiente en un mo·
mento dado para transportarlo, aunque fue suficiente
para transportarlo hasta alll. La cantidad de energía
potencial disponible depende de la pendiente de las laderaa y del cauce, del tamaño del Jecho, del tipo de vegetación, de la capacidad de in.llitración, de la mua de
agua disponible y su distribución en el tiempo o de la
cantidad de precipitación. El potencial máximo s6lo se
alcanza en raras ocasiones y niveles de energía subóptimos no se mantienen a lo largo del tiempo. sino que
fluctúan entre la máxima crecida y el nivel cero. Las
acumulaciones del Younger FilJ sugieren tanto una onda
de energía sostenida durante mú de 1000 años como
una sucesión de ondu durante el peñodo considerado.
Laa fluctuaciones en la cantidad de energía de una
cuenca pueden depender de sucesos locales. Si la ubi·
cuidad del Y~ FilJ representa algo mú que la suma
de eventos sucesivos en lugares concretos, entonces
debe invocane un agente univenal. Es así como se
plantea la hipótesia climática del lóunger Fill.
'Iras examinar varias hipótesis Vita-Finzi se inclina por un desencadenante climático y ello por tres razones. En primer lugar, el carácter aparentemente sincrónico y generalizado del lówrger Fill en la cuenca
mediterránea corrobora la actuación de un agente unívenal. La segunda razón deriva de las variaciones climáticas simultáneas en el norte de Europa y América
del Norte que hacen del cambio climático una explicación plausible. La tercera es la aparente inadecuación
de lu explicaciones alternativas, incluyendo las de origen antr6pico (VrTA-Fri'IZt, 1969: 103-105).
Bintliff (1977: 13 7) afuma que la o
Cristo.
Los cambios climáticos bruscos durante el Holoccno capaces de alterar el equilibrio biorexistático no pa·
recen suficientemente atestiguados por los estudios palinológicos, esto es, las fluctuaciones de las
temperaturas y precipitaciones no han alcanzado niveles critico• para que tales cambios hayan sido registrados por e]' análisis polfnico. Ello invita a la prudencia
a la hora de adoptar esquemas favorables o contrarios
a loa cambios climáticos con el s6lo argumento de los
análisis polínicos. Por esta razón, Bintliff (1977: 51) relativiza l os registros poUnicoa porque s6lo .registran
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MORFOCÉNESIS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
fluctuaciones climáticas de gran escala y larga duración . Por contra, valora fenómenos climáticos de cona
duración (CARl't!N'I'Ell, 1966; W.RioHT, 1968) no detectados por indicadores poco sensibles.
La línea argumental de Jos defensores de la explicación climática ha variado a lo largo de estas d~cadas:
el mayor número de valles y yacimientos estudiados ha
obligado a considerar mayor número de pulsaciones
climáticas en tiempos históricos. En cualquier caso, el
argumento sigue siendo el mismo: una vez detectada
la acumulación, se invoca una flu ctua~ión climática, a
menudo referida a la Europa noroccidental.
5.2. LA HIPÓTESIS
ANTROPOGENÉTICA DEL
«YOUNGER FILL»
La hipótesis antropogenética ha sido altemativa a
los argumentos climatogenéticos. Consiste en una línea
sugerente, aunque con riesgos de simplificación y rigidez causal que puede convertirse en un argumento circular. En efecto, para probar el origen antrópico de la
inestabilidad ambiental los diferentes autores invocan
que la actividad humana ha sido notable durante el per{odo en que se acumuló el Youngtr FilJ o que los pedodos exacerbados de actividad humana local se relacionan con cambios en las facies sedimentarias del Yilunger
Fill.
Se exponen seguidamente algunos de los argumentos más frecuentes en la explicación antropogenéti.ca:
a) La remoción del bosque y ruptura de los horizontes edáficos para la puesta en cultivo han provocado, en regiones semiáridas como las tierras mediterráneas, una aceleración de los procesos de erosjón y una
acumulación de sedimentos en el fondo de los valles
(BuTZBR, 1974; SCHUMM, 1977). Aunque sea dülcil su
evaluación cuantitativa, la cantidad de sedimentos disponible en la cuenca se incrementa si suponemos constantes el resto de variables relevantes (ángulo de la vertiente, cantidad de suelo, régimen de precipitaciones,
etc.).
b) La eliminación del bosque a causa de la p\lesta
en cultivo (mediante la roturación e incendios controlados) o del pastoreo ha sido detectada por numerosos
diagramas polfnicos analizados. 1hl destrucción no fue
sincrónica ni generalizada, y en ocasiones fue seguida
de la regeneración de la cubierta vegetal, aunque po·
tenciándose determinadas especies pirófitas.
e) Fuentes escritas de ~poca clásica suelen referirse
directa o tangencialmente al impacto antrópico en la
degradación medioambiental.
Los análisis poHnicos constituyen un argumento
muy esgrimido para las interpretaciones antropogenéticas. En efecto, cada vez se dispone de mayor número
de registros e.studiados en la periferia mediterránea
(DuPu, 1988). A menudo se detecta en ellos la impronta humana sobre la cubierta vegetal durante los
tiempos históricos.
La argumentación antropogenética del Younger Fill
-tras constatar los impactos antrópicos sobre la vegetación mediante análisis polínicos- invoca la aceleración de los procesos de erosión del suelo de modo que
equipara los ciclos de agradación-incisión fluviales con
las fluctuaciones de población y alternancias en las estrategias de utilización del suelo. En otras palabras, se
toma en consideración la historia cultural de una región para contextualizar la historia del aluvionamiento
y de la cubierta vegetal. Se supone que el incremento
o retroceso del nómero de yacimientos arqueológicos se
corresponde con la intensificación o retraimiento en la
utilización del suelo y con la ampliación o reducción
de la cubierta vegetal (WAOnAn, 1981; PoPB-VAN ANDli.L,
1984).
Veamos la argumentación de Eisma (1978) a propósito de los deltas turcos del Egeo. En 'furqu.ía, las
prácticas agrícolas y ganaderas se rem.o ntan al menos
aJos últimos 8.000 años. La roza de Jos bosques, el uso
del fuego, el pastoreo y la agricultura, la utilización de
la madera para el fuego y las construcciones han causa·
do la destrucción y la alteración de la cubierta vegetal
en grandes extensiones. La destrucción de la cubierta
vegetal desencadenó Ja degradación y, a menudo, la
erosión del suelo. Si el suelo era poco potente, este proceso es irreversible.
La vegetación natural del oeste de Th.rqu{a a comienzos del Neolítico consistía en un bosque subtropical en las áreas costeras (especialinente pinos y ma' quia) y bosque mixto de pinos, encinas y enebros en
las montañas altas. Es también el tipo de vegetación
actual, apSrte de la interferencia antrópica. Ha habido
pocos cambios climáticos a la luz de los datos palinol6gicos. No obstante, el bosque originario de las zonas
altas sólo se conserva en los lugares más remotos y de
dificil acceso. El antiguo bosque litoral ha sido sustituido por la maquia muy degradada.
La deforestación en Grecia e Italia avanzó notablemente en los tiempos clásicos y tambi~n en la Thrquía del Egeo: los efectos son evidentes en la forma de
las calizas denudadas, badlands reactivados y en los
restos aislados del bosque original.
Es problable que la rápida aceleración de la pro·
pagación deltaica del Kü~ü.k Menderes entre el 300-100
antes de Cristo fuera debida a la erosión del suelo,
como corresponde con un período de colonización y
devastación. de las guerras del período helenístico
cuando, tras la conquista de Alejandro el Grande:, los
griegos penetran decisivamente en eÍ Asia Menor.
Igualmente el avañce del Büjük Menderes puede relacionarse con las prácticas agrícolas intensivas en dicha
cuenca, como ya señaló Pausanias. La ralenti.zación del
681
[page-n-692]
J.P. MATEU BELLÉS
crecimiento deltaico puede ser un efecto posterior de
la erosión acelerada: cuando la mayor parte del suelo
disponible ha sido removido; hay poco excedente para
ser transportado.
El geógrafo norteamericano Raphael (1978) ha estudiado la morfogénesis holocena e histórica en el llano
litoral de Elis e.n el Peloponeso. Los llanos litorales son
los ámbitos geomórficos más atrayentes por la variedad
de factores y activa dinámica de los procesos concurrentes. La llanura de Elis presenta una gran variedad
de unidades geomorfol6gicas (campos de dunas, albufera, llanos de inundación con levées, etc.) de gran dinamismo a la que se asocia una gran densidad de yacimientos arqueológicos. El conjunto -afectado por
neotect6nica- registra una subsidencia detectable en
tiempos históricos. En dicho contexto, analiza la asociación entre arqueología y geomorfolog{a en la llanura, la discute en relación a tantos trabajos de áreas
griegas adyacentes para concluir que «sólo en los últimos años, los geógrafos fTsicos han evidenciado que el
hombre es un agente relevante en Ja modificación del
rpodelado. Parece que, en las regiones costeras mediterráneas, la difusión humana y el tip9 de poblamiento
puede asociarse con cambios en el uso del suelo con la
consiguiente erosión y deposi.ción• (1978: 65).
Los geólogos Pope y Van Andel (1984) en su análisis del sur de Argólida encuentran que los ciclos aluviales refuerzan el argumento antropogenético más que el
climático. Si este último ha desempeñado algún papel,
fue secundario. No hay duda que la in.fluencia del hombre es antigua y predominante en dicha región griega.
En efec.to, durante el Neolftico, la acción hu.ma.na
fue poco relevante. Los rlos iban profundamente encajados y, en ausencia de posibilidades para la agricultura en Jos llanos de inundación, el poblamiento se limitó
a los alrededores de fuentes para :regar Jos campos. La
situación se alteró a principios de la Edad del Bronce
a causa de la intensa erosión en las montañas del i.nte·
rior que redujo el área de suelo cultivable. Th1 pérdida
de suelo pudo haber contribuido a la drástica reducción de yacimientos a comienzos del período heládico III. Es un período de declive en la mayo.r parte del
Egeo lo cual sugiere una contribución de factores económicos o poUticos.
El largo período siguiente de estabilidad del modelado, durante la época clásica, es u n enigma. Algún
tipo de prácticas conservacionistas, probablemente te·
rrazas, debió de ponerse en práctica. La evidencia de
u.n incremento de la escorrent!a y de aportes sedimentarios, desde fines de la época clásica hasta los tiempos
helenísticos, debe de estar en relación con el desmoronamiento de las terrazas a causa del declive económico,
aunque no está probada la presencia de un amplio y
extenso complejo de terrazas en esta época.
El tipo de poblamiento a fines de los tiempos romanos estuvo mareado por la expansión hacia espacios
682
marginales muy vulnerables a la erosión. Ni la expansión ni el total abandono de comienzo de los tiempos
de Bizancio desencadenó un ola erosiva lo cual puede
explicarse bien por el empleo de terrazas. Alrededor
del año 1000 de nuestra era se produce una nueva colonización de laderas y de instalción de nuevos asentamientos. Desde entonces, la historia del modelado ha
sido muy compleja y varfa de una cuenca fluvial a otra
en la región griega de Argólida.
Cuanto má.s se aleja en el pasado, más delicada es
la operación. Parece, en efecto, que los aluvionamientos del Holoceno antiguo no se explican por el solo impacto antr6pico. Sin embargo, no se puede excluir que
por discreto que haya sido el impacto de las sociedades
humanas mediterráneas desde el Neolítico no hayan
ampliado las repercusiones climáticas menores.
En el caso del geógrafo británico Davidson (1971,
1980) se puede señalar un cambio en el énfasis de sus
hipótesis explicativas. En su trabajo de 1971, analiza
los mantos aluviales de la llanura de Drama, situada
al NE de Grecia, que le permiten reconstruir las etapas
de la morfogénesis histórjca. Reconoce en la llanura las
dos formaciones coluviales/aluviales descritas por VitaFinzi para la región medite.r ránea: el 0/der FiJJ. en su típica disposición de oonos coalescentes mientras el Younger Fill se ciñe a las márgenes fluviales. No obstante,
señala que entre ambas formaciones hay fases intermedias de agradaci6n/incisi6n, reconociendo implícitamente que la morfogénesis histórica es bastante más
compleja que el modelo propuesto por Vita-Finzi
(1969).
Este mismo autor (DAvlDSON, 1980) matiza sus posiciones iniciales a propósito de las etapas erosivas en
Grecia durante el segundo y primer milenio antes de
Cristo: Sus datos de base - fundamentados en precisas estratigrafías de yacimientos, registros palino16gicos y secuencias sedimentológicas- le permiten detenerse en una amplia discusión. En efecto, todos los
trabajos de investigación disponibles a escala medite·
n :ánea evidencian la extensión y la variación espacial
de la erosión. El conflicto planteado acerca de la génesis merece el siguiente posicionamiento del autor: el
inicio de la agradación en Grecia no fue un episodio
sincrónico. Aunque ello pudiera ser un ~g\UDento favorable a la hipótesis antropogenética del Younger FiJJ,
sin embargo es necesarl. trabajar con hipótesis múlo
tiples.
En general, al modelo interpretativo antropogenético del l&unger FiJJ se bao objetado dos cuestiones:
· a) ¿Pueden extrapolarse a las grandes cuencas fluviales observaciones cercanas a los yacimientos donde
la ocupación ha podido ser puntual? Nuestra ignorancia al respecto plantea un problema de cambio de escala análogo o más diffcil que el que plantea el paso de
una «parcela experimental• a una gran cuenca de
drenaje.
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MORFOCÉNESIS MEDITERRÁNEA EN TIEMPOS HISTÓRICOS
b) ¿Cuü es el agente que, al t~rmino de un período de incisión y encajamiento, ha relanzado el proceso
de agndación y lo ha alimen tado durante algunos siglos a un ritmo sin precedente? La pzuión de las sociedades humanas no lo explica todo. Se le escapa en particular el cambio de tendencia entre aluvionamiento y
encajamiento.
5.3. EXPLICACIONES COMPLEJAS
Ante la d ificultad de interpretar los aluvionamientos históricos a la luz de una ~ n ica causa (sea antrópica, sea climática) progresivamente se ha abierto camino la necesidad de romper la rigidez de los modelos
empleados. Cada vez se enfatiza más la conveniencia
de investigar posibles convergencias y divergencias a
escala regional.
Loa discípulos de Birot (Nuorr; BuODn, 1962,
196i; Dur.wu, 1976, a y b; etc.) en una monograffa
titulada lA mobiliú dls ~ nváikrralt/ms (1984) sintetizan su posición en los siguientes t~rminos: cEstas terrazas fluviales que se construyen y se destruyen a lo
largo d e los siglos y milenios no permiten considerar
la morfo~nesia histórica (e incluso proto y prehistórica) sin dar cabida a las sociedades humanas como
agentes del sistema morfogen~tico, pero este reconocimiento del factor antr6pico no debe encerrar las explicaciones en la argoUa de un modelo mecanicista de correlación de morfo~esia -cuyas terrazas serfan los
archivos- al grado de desarrollo de las sociedades. La
relación morfo~nesis-ocu pación del suelo no es una
función lineal de la densidad de población y existen al
menos dos tipos opuestos de crisis, unas desencadenadas por la ruptura brutal de los equilibrios naturales
y otras por la ruptura -no menos brutal- de los equilibrios que las sociedades han podido o sabido engendrar.
Las formas expreaan un balance, o una sucesión
de balances tanto de la acumulación como del encajamiento, cuyas componentes sometidas al azar climático
y a las contingencias históricas, ae combinan o se oponen se~n los lugares o las ~pocas. La complejidad de
eata xulidad condena al fracaso las explicaciones unilaterales que olviden uno u otro de estos dos términos,
pero nuestra ignorancia de las fluctuaciones climáticas
y de las modalidades concretas de la u tilización del espacio, no permiten desentrañar el entramado de influencias.
Si hubiera primacía, no seria inconcebible atribufrsela al clima: la concordancia de testimonios de un
reinicio de erosión lineal casi generalizada hacia el siglo XVI (con ocasión de la Pequeña Edad del Hielo)
apona un argumento sólido para un cambio de tendencia debido al clima. Pero este ligero incremento de humedad ¿habrfa bastado para incrementar la capacidad
Ouvial de transporte y eocajamiento, si mil.la.res de explotaciones agrarias no hubiesen favorecido la escorrentia? Se puede dudar y encontrarse embarazado
para decidir qu~ ha pesado mú. Por contra, hay regiones y cuencas de drenaje donde la erosión antr6pica ha
provocado una grave ruptura del equilibrio morlodinámico.
Thda la ambigüedad de estas formas deriva de que
el elemento humano, en elaeno del sistema morfogeo~
tico, no obedece a una misma y única lógica, según
haya o no una situación de crisis. No existe una Uave
para todo, sino tantas combinaciones complejas como
situaciones particulares. Actualmente, las evidencias
son fragmentarias y es necesario aum entar el número
de datos de forma extensiva y en detalle•.
Por su parte Delano Smith (1982) aboga por elaborar modelos alternativos al usualmente aceptado de
desforeatación/erosión del suelo/escorrentía aceleradalaluvionamiento, donde no hay cabida para el factor
climático. Habida cuenta que puede haber al~ tipo
de coincidencia entre aluvionamiento y algún tipo de
fluctuación climática la autora se inclina por postular
otro modelo. En ese sentido, distingue las constantes ffsicaa (tipo de roca, características del relieve y tambi~
la vegetación que no habrfa cambiado significativamente desde el Neolrtico a no ser por acción antr6pica), las variables fbicas (clima) y las variables humanas
(población, poblamiento, uso del suelo, etc.). Las constantes fbicas de un región pueden clasificarse en t~rmi
nos de alto riesgo de erosión potencial o de bajo riesgo.
Las variables ffsicas y humanas pueden evaluarse como
positivas, negativas o indiferentes desde el punto de
vista de la erosión. El umbral de aceleración erosiva
del suelo se alcanza cuando coincide (1) un empeoramiento del clima en (2) un área desforestada de (3) alto
riesgo de erosión potencial.
Un enfoque renovador lo han aportado CookeReeves (1976) cuando explican los cambios ocurridos
en los arroyos americanos durante los últimos cien
años. 'Iras proponer un modelo sobre la génesis de los
arroyos, lo contrastan en dos áreas de los USA: el gran
número de interrelaciones entre variables y la formación resultante del arroyo demuestra la debilidad de
cualquier hipótesis que sólo invoque un factor como
causante de la morfo~nesia histórica en la región mediterránea.
6. CONCLUSIONES
La erosión de laderas, el aluvionamiento de los valles o la progradación deltaica en tiempos históricos
han sido objeto de un debate geoarqueológico apasionante durante las últimaa d6cadas. Vita-Finz.i (1969) lo
formul6 a escala mediterránea y a esa escala deben ser
evaluados cada uno de Jos datos, las cronologías y las
683
[page-n-694]
J.P. MATEU BELLÉS
explicaciones. Aunque el debate no se ba cérrado, el
balance es muy positivo por la calidad de las aportaciones, por Jos argumentos invocados y por las implicaciones teóricas y prácticas que sé derivan en relación a los
problemas medioambientales actuales.
La revisión bibliográfica ba puesto de manifiesto
que detectar cambios morfogenéticos en tiempos históricos es relativamente fácil mientras explicarlos es significativamente máa dificil. El enfoque geoarqueológico tiene limitaciones a causa de la opacidad de los
registros del pasado inmediato. De otra parte es necesario precisar el valor epistemológico de la inferencia
para avanzar en este debate geoarqueológico.
Finalmente, la morfogénesis histórica mediterránea sigue abierta a nuevas aportaciones que vayan matizando las explicaciones excesivamente rlgidas de los
años sesenta. En este sentido es necesario incorporar
los ajustes dinámicos de los sistemas fluviales, las experiencias adquiridas en •parcelas experimentales» y en
la dinámica de los procesos actuales.
Valencia, septiembre 1990.
AGRADECIMIENTOS: Este trabajo se ha beneficiado de horas de discusión con el profesor Butzer de
la Unwmuy of Austin aJ 1JXIIS, con el profesor Rosselló de
la Universidad de Valencia y con el Dr. Martf, director
del Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputa·
ción de Valencia.
Para la realización de esta investigación se ha con·
tado con una ayuda de la ln.rtuu&i4 Valendana d'Estudis i
l~WU~igadó
(IVEI).
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