Ereta del Pedregal. Navarres. 1976
16-09-197602-10-1976José Aparicio Pérez
Se procedió al trazado de un plano general del conjunto de las excavaciones realizadas en las quince campañas anteriores, con el objeto de poder efectuar en el futuro una reconstrucción de la totalidad de las estructuras de habitación aparecidas.
La zona elegida para llevar a cabo los trabajos en la presente campaña limita con el corte dejado el año anterior y comprende una superficie de dos por tres metros en sentido este-oeste. Se estableció un cuadriculado para la totalidad del área del yacimiento susceptible de ser excavado a partir de un punto cero, punto que es el mismo que ha servido de referencia en campañas anteriores: las dimensiones de las cuadrículas son de un metro cuadrado, o sea, de cuadros de un metro de lado. Se ha trabajado en las cuadrículas K-5, K-6, K-7, L-5, L-6 y L-7.
Dado que la tierra superficial y parte del estrato de inmediatamente debajo de ella fue extraída en las campañas anteriores, el nivel en que se comenzó la excavación se encuentra a cuarenta centímetros de la cota cero, es decir, aquel en que comienza la que se viene denominando «capa dura». Los trabajos se llevaron a cabo simultáneamente en las seis cuadrículas, procediéndose al levantamiento de capas de distinta potencia, las que totalizaron el número de diecinueve, alcanzándose una profundidad máxima de un metro con veinte centímetros.
La «capa dura», de color blanco amarillento y muy compacta, alcanzó una profundidad media de setenta centímetros, estando limitada interiormente por una tierra de características semejantes, pero de menor compacidad, en la que se observaron abundantes fragmentos apelotonados de tierra roja cocida, alguno con improntas de cañas o ramajes, sin duda elementos de construcción.
A partir de los ochenta centímetros de profundidad, la tierra pierde dureza y adquiere tonalidades más oscuras, apareciendo algunos carbones, pequeños y dispersos, semillas de cereales y fragmentos de barros cochos semejantes a los de la capa anterior y que ya hemos mencionado. De modo desigual en los distintos cuadros, y a partir de un metro diez centímetros de hondo se observaron manchas de coloración pardusca, formadas por tierra cocida, que fueron respetadas, continuando la excavación escalonadamente hasta alcanzar un metro veinte centímetros de profundidad en las cuadrículas K-7 y L-7, los más occidentales de la excavación.
De acuerdo con lo que sabemos del yacimiento y lo observado en la presenta campaña, podemos distinguir, hasta el nivel alcanzado, los tres estratos conocidos:
El estrato I, que alcanzaría hasta los cuarenta centímetros, formado por tierra superficial, removida, y que en el sector ahora excavado había sido ya extraída en campañas anteriores. El estrato ll, que comprendería la «capa dura», entre los cuarenta y los setenta centímetros de profundidad. Y el estrato lll, que comenzaría entre los setenta y ochenta centímetros de hondo y en que se ha llegado, por ahora, hasta un metro con veinte centímetros y que, sin duda, continúa más abajo. La capa existente entre estos dos últimos estratos, que tiene diferente espesor entre los setenta y ochenta centímetros, o sea, de una potencia media de diez, está caracterizada por la abundancia de fragmento de tierra cocha, de color rojo.
El estrato ll, en el que había aparecido en campañas anteriores algunos restos de metal, exclusivamente pertenecientes a punzones, no dio ningún resto de este tipo. Abundan en él las lascas y esquirlas de sílex, algunos fragmentos de hojas y unas pocas puntas de flecha de pedernal de retoque bifacial. La cerámica fue escasa, de aspecto poco cuidado, con abundante desgrasante y de gran fragilidad. En este estrato se distinguieron tres capas de excavación.
El estrato lll, tenido como del Eneolítico y en el que el metal ha estado siempre ausente, puede considerarse como formado por el relleno de tierras correspondientes a los hogares que aparecen a partir del metro y diez centímetros de profundidad: las tierras mostraban carbones dispersos y semillas de cereales que fueron recogidos cuidadosamente en la cuadrícula L-5. Los materiales son semejantes, en los que respecta a la cerámica, piedra y hueso, a los del II, pero más abundantes. Los fragmentos de vasos cerámicos fueron de mayor tamaño; los restos de fauna son mucho más numerosos, y también los útiles sobre hueso, las puntas de flecha de sílex y los demás materiales. Se distinguieron en este estrato III 16 capas de excavación y se levantó un pleno con la distribución de los restos arqueológicos en cada una de las cuadrículas y capas.
(La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1976, pp. 77-79)
La zona elegida para llevar a cabo los trabajos en la presente campaña limita con el corte dejado el año anterior y comprende una superficie de dos por tres metros en sentido este-oeste. Se estableció un cuadriculado para la totalidad del área del yacimiento susceptible de ser excavado a partir de un punto cero, punto que es el mismo que ha servido de referencia en campañas anteriores: las dimensiones de las cuadrículas son de un metro cuadrado, o sea, de cuadros de un metro de lado. Se ha trabajado en las cuadrículas K-5, K-6, K-7, L-5, L-6 y L-7.
Dado que la tierra superficial y parte del estrato de inmediatamente debajo de ella fue extraída en las campañas anteriores, el nivel en que se comenzó la excavación se encuentra a cuarenta centímetros de la cota cero, es decir, aquel en que comienza la que se viene denominando «capa dura». Los trabajos se llevaron a cabo simultáneamente en las seis cuadrículas, procediéndose al levantamiento de capas de distinta potencia, las que totalizaron el número de diecinueve, alcanzándose una profundidad máxima de un metro con veinte centímetros.
La «capa dura», de color blanco amarillento y muy compacta, alcanzó una profundidad media de setenta centímetros, estando limitada interiormente por una tierra de características semejantes, pero de menor compacidad, en la que se observaron abundantes fragmentos apelotonados de tierra roja cocida, alguno con improntas de cañas o ramajes, sin duda elementos de construcción.
A partir de los ochenta centímetros de profundidad, la tierra pierde dureza y adquiere tonalidades más oscuras, apareciendo algunos carbones, pequeños y dispersos, semillas de cereales y fragmentos de barros cochos semejantes a los de la capa anterior y que ya hemos mencionado. De modo desigual en los distintos cuadros, y a partir de un metro diez centímetros de hondo se observaron manchas de coloración pardusca, formadas por tierra cocida, que fueron respetadas, continuando la excavación escalonadamente hasta alcanzar un metro veinte centímetros de profundidad en las cuadrículas K-7 y L-7, los más occidentales de la excavación.
De acuerdo con lo que sabemos del yacimiento y lo observado en la presenta campaña, podemos distinguir, hasta el nivel alcanzado, los tres estratos conocidos:
El estrato I, que alcanzaría hasta los cuarenta centímetros, formado por tierra superficial, removida, y que en el sector ahora excavado había sido ya extraída en campañas anteriores. El estrato ll, que comprendería la «capa dura», entre los cuarenta y los setenta centímetros de profundidad. Y el estrato lll, que comenzaría entre los setenta y ochenta centímetros de hondo y en que se ha llegado, por ahora, hasta un metro con veinte centímetros y que, sin duda, continúa más abajo. La capa existente entre estos dos últimos estratos, que tiene diferente espesor entre los setenta y ochenta centímetros, o sea, de una potencia media de diez, está caracterizada por la abundancia de fragmento de tierra cocha, de color rojo.
El estrato ll, en el que había aparecido en campañas anteriores algunos restos de metal, exclusivamente pertenecientes a punzones, no dio ningún resto de este tipo. Abundan en él las lascas y esquirlas de sílex, algunos fragmentos de hojas y unas pocas puntas de flecha de pedernal de retoque bifacial. La cerámica fue escasa, de aspecto poco cuidado, con abundante desgrasante y de gran fragilidad. En este estrato se distinguieron tres capas de excavación.
El estrato lll, tenido como del Eneolítico y en el que el metal ha estado siempre ausente, puede considerarse como formado por el relleno de tierras correspondientes a los hogares que aparecen a partir del metro y diez centímetros de profundidad: las tierras mostraban carbones dispersos y semillas de cereales que fueron recogidos cuidadosamente en la cuadrícula L-5. Los materiales son semejantes, en los que respecta a la cerámica, piedra y hueso, a los del II, pero más abundantes. Los fragmentos de vasos cerámicos fueron de mayor tamaño; los restos de fauna son mucho más numerosos, y también los útiles sobre hueso, las puntas de flecha de sílex y los demás materiales. Se distinguieron en este estrato III 16 capas de excavación y se levantó un pleno con la distribución de los restos arqueológicos en cada una de las cuadrículas y capas.
(La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1976, pp. 77-79)