
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura (Murcia)
Joaquín Lomba Maurandi
María Haber Uriarte
2016
[page-n-1]
Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en Homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 349-364.
El registro funerario calcolítico
en el extremo suroriental de la Península Ibérica:
los valles del Guadalentín y Segura (Murcia)
Joaquín Lomba Maurandi y María Haber Uriarte
resumen
El trabajo actualiza los datos sobre el registro funerario calcolítico en la Región de Murcia, analizando aspectos relacionados
con la tipología de las tumbas, los diferentes modos en que se disponen los restos humanos, y la presencia y disposición
de los elementos que los acompañan, con especial atención a los restos faunísticos y, dentro de la cultura material, a
los elementos en sílex. Se reflexiona sobre la consideración explícita de ajuar de estos elementos, y se proponen pautas
generales de comportamiento del registro funerario, con atención a casos peninsulares y europeos en los que se evidencian
tratamientos o casos similares a los documentados en la zona de estudio.
palabras clave:
Enterramientos, Calcolítico, ajuar, cremación, cánidos, sureste peninsular.
abstract
Chalcolithic funerary record in the southeastern end of the Iberian Peninsula: Guadalentín and Segura valleys (Murcia region,
Spain). The work updates the information on the Chalcolithic burial record in the Region of Murcia, analyzing aspects related
to the typology of the graves, the different manners in which they arrange the human bones and the tracks of cremation, and the
presence and disposition of the elements that they accompany, singularly the faunal remains and, inside the material culture,
special incident in the flint elements. One thinks about the explicit consideration of burial goods of these elements, and propose
general guidelines of behavior of the burial record, with attention to peninsular and european cases in which treatments or
similar cases are demonstrated to documented in the zone of study.
keywords:
Burial graves, Chalcolithic, burial goods, cremation, dogs, southeast Spain.
1. INTRODUCCIÓN. BREVES APUNTES
HISTORIOGRÁFICOS
Los Siret (1890: 24-25) son los primeros en citar un enterramiento en la zona, Cueva de los Toyos (Águilas), una inhumación del Neolítico Medio. De esa misma época son las primeras noticias de la necrópolis de Murviedro (Lorca), y poco más
tarde de Rambla Bermeja (Lorca) y Cerro del Mojón (Caravaca), de la que sólo conocemos esa cita. En 1927 se descubre
Blanquizares (Totana) (Cuadrado, 1929), con 92 individuos y
una abundante cultura material, incluidos numerosos vasos de
madera; a los 30 años se publica su ajuar (Arribas Palau, 195253), y después la del ya expoliado hipogeo de Loma de los
Peregrinos (Alguazas) (Nieto Gallo, 1958).
No se producen nuevos datos hasta el hallazgo en los 80 de
las cavidades de Los Alcores y La Represa (Caravaca) (García Toro, 1980a; San Nicolás del Toro, 1981), de Pino (Jumilla)
(Molina y Hernández, 1986), Barranco de la Higuera (Fortuna)
(García Toro, 1980b) y abrigo del Milano (Mula) (Walker y San
Nicolás, 1995). Se interviene en el único megalito conservado
de Murviedro (Idáñez Sánchez, 1986) y del Cabezo del Plomo
(Mazarrón) (Muñoz Amilibia, 1986) y se limpia el mayor de los
de Bagil (Moratalla) (San Nicolás y Martínez, 1979-80), de un
conjunto de 6 que también se delimitarán posteriormente (Eiroa
García, 1998) (fig. 1). Son los años de los trabajos en la Cueva de los Tiestos (Jumilla) y sus cerámicas pintadas (Molina
Grande, 1990; Molina Burguera, 2003); en la expoliada Cueva
Sagrada I (Lorca) y su ajuar de madera y textiles (Ayala Juan,
1987); en Cueva del Calor (Cehegín) (Martínez y San Nicolás, 1993); y en la pequeña cavidad del Barranco de Carboneros (Totana) (López García, 1991: 234). Además, se descubren
los 12 rundgräber del Cerro Negro (Zarcilla de Ramos, Lorca)
(Gilman y San Nicolás, 1995) y se excava el abrigo de Grajos
III (Cieza) (Lomba et al., 1999).
Desde finales de los 90 se empiezan a localizar enterramientos en silos o fosas en contextos de habitación en los cascos
urbanos de Lorca (García et al., 2003), Archivel-Casa Noguera
(García y Martínez, 2004: 240) y Caravaca-Molinos de Papel
(Pujante Martínez, 2006); y se excavan 3 sepulcros con un registro antropológico en un aceptable estado de conservación:
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[page-n-2]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
1. Abrigo del Milano
2. Abrigo de Carboneros
3. Blanquizares de Lébor
4. Cabezo del Plomo
5. Cabezos Viejos
6. Camino del Molino
7. Casa Noguera
8. Casa Forestal Martí
9. Cerro del Buitre
10. Cerro Negro
13. C. de Lucas
14. C. de la Peña Rubia
15. C. de la Represa
19. C. de los Alcores
20. C. de los Tiestos
21. C. del Bco. de la Higuera
24. C. de Pino
25. C. del Poniente
26. Cueva Sagrada I y II
27. Cuevas que recalan
28. Grajos III
29. Loma de los Peregrinos
30. Lorca
31. Los Realejos
32. Menhir de la Tercia
33. Murviedro 1 y 3
En el Sector A:
11. C. Amador
12. C. de Doña Joaquina
16. C. de las Canteras
17. C. de las Conchas
18. C. de las Palomas
22. C. del Calor
23. C. del Humo
34. Pajasola
Fig. 1. Ubicación de los enterramientos calcolíticos de Murcia citados en el texto.
Pajasola, Cabezos Viejos y Camino del Molino. El resto de información procede de expolios o es aislada, pero puede combinarse bien con la más fidedigna de las excavaciones (tabla 1).
2. TIPOLOGÍA FORMAL DE LOS
ENTERRAMIENTOS
en Blanquizares y Cabezos Viejos. En otras tres, los abrigos se
completan con lajas formando una cámara circular (El Milano)
o conformando un pequeño dromos de acceso (Cueva Sagrada
II) (fig. 2), generando esquemas (que no dimensiones) claramente megalíticos; el tercer caso es Murviedro, completado con
bloques de grandes dimensiones (Lomba Maurandi, 1999).
2.1. Cavidades naturales, acondicionadas y artificiales
El enterramiento en cavidades naturales es el más abundante,
con más de un centenar de casos de los que sólo han sido excavadas las cuevas de Los Alcores, del Barranco de la Higuera, de
Pino, de Los Tiestos, La Represa, del Calor, Sagrada I y Pajasola, y los abrigos de los Carboneros y Grajos III. En este sentido,
el territorio comparte rasgos con el área valenciana, donde los
enterramientos son sobre todo en cavidades –García Puchol et
al. (2012: 44) refieren 130– aunque también empiezan a aparecer en estructuras negativas. La única artificial es Loma de los
Peregrinos, de cámara circular y techo abovedado con acceso
por un pozo vertical lateral; y quizás también Los Realejos (Cieza), ambas en la cuenca media del Segura. Además, las paredes de algunas cuevas son parcialmente acondicionadas, como
350
Fig. 2. Acceso al abrigo de Cueva Sagrada II (Lorca), observándose
la colocación de lajas que delimitan el espacio sepulcral y de acceso.
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El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
C. Amador (Cehegin)
C. de Doña Joaquina
(Cehegín)
C. de Lucas (Mazarrón)
C. de la Peña Rubia
(Lorca)
C. de La Represa
(Caravaca)
C. de las Canteras
(Cehegín)
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3-4
23
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1.336
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1
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2
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2.2. Estructuras negativas
Desde finales del s. XX se localizan estructuras negativas en los
cascos urbanos de Lorca, Archivel y Caravaca, en cuyas proximidades se descubre Camino del Molino. Sumemos las noticias
de un enterramiento en el interior de lo que llamaban “fondo de
cabaña” en La Parrilla (Lorca), y la localización de 10 huesos
humanos mezclados con los restos de fauna de El Prado (Jumilla) (Lillo y Walker, 1987: 105-107). Excepto en Camino del
Molino, se trata de estructuras con diámetros entre 1,5 y 2,7
m, cuyas dimensiones y morfología se aproximan más a lo que
solemos entender por “fondos de cabaña”.
Fauna
Ídolos
x
x
Metal
92
x
Campaniforme
x
C. de las Conchas
(Cehegín)
C. de las Palomas
(Cehegín)
C. de Los Alcores
23
(Caravaca)
C. de los Tiestos (Jumilla) 16
C. del Bco. de La Higuera 7
(Fortuna)
C. del Calor (Cehegín)
C. del Humo (Cehegín)
C. de Pino (Jumilla)
C. del Poniente (Jumilla)
C. Sagrada I (Lorca)
5
C. Sagrada II (Lorca)
1
Cuevas que recalan
(Lorca)
Grajos III (Cieza)
7
Loma de los Peregrinos 17-18
(Alguazas)
Lorca-Corredera 47
3
Lorca-Juan II
varios
Lorca-Glorieta San
1
Vicente
Lorca-Marianela
2
Lorca-Rincón de
2
Moncada
Los Realejos (Cieza)
18-20
Menhir de la Tercia
(Lorca)
Murviedro 1 (Lorca)
50
Murviedro 3 (Lorca)
15
Pajasola (Caravaca)
21
Cerámica
1
x
Cuentas
x
Varillas óseas
x
Lítica pulim.
x
Lítica tallada
Campaniforme
x
Cremación
Cerámica
x
Yacimiento
NMI conocido
Cuentas
x
Fauna
Varillas óseas
x
Ídolos
Lítica pulim.
8-9
Metal
Lítica tallada
Abrigo del Milano
(Mula)
Abrigo de Carboneros
(Totana)
Blanquizares de Lébor
(Totana)
Cabezo del Plomo
(Mazarrón)
Cabezos Viejos
(Archena)
Camino del Molino
(Caravaca)
Casa Noguera 7
(Archivel, Caravaca)
Casa Noguera 8
(Archivel, Caravaca)
Casa Forestal Martí
(Totana)
Cerro del Buitre IIA
(Lorca)
Cerro del Buitre IIB
(Lorca)
Cerro Negro (Lorca)
NMI conocido
Yacimiento
Cremación
Tabla 1. Enterramientos calcolíticos de la Región de Murcia con información sobre su contenido.
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x
x
tipos excluyentes, pues ambos coinciden en el tercio occidental
de la Región de Murcia (Walker y San Nicolás, 1995: 131).
2.3. Estructuras megalíticas
En el tercio occidental de la región (Lomba Maurandi, 1999)
hay 18 necrópolis que suman 46 megalitos (excavados Murviedro 1, Cabezo del Plomo, Bajil 1-3 y Cerro Negro 12), todos rundgräber (fig. 3) menos Murviedro (abrigo-megalito) y
Menhir de la Tercia (monolito asociado a materiales propios de
enterramiento). En cualquier caso, megalitos y cavidades no son
Fig. 3. Vista general de uno de los enterramientos megalíticos de la
necrópolis del Cerro Negro (Zarcilla de Ramos, Lorca).
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J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
3. INDIVIDUALES Y MÚLTIPLES, PRIMERAS
Y SEGUNDAS INHUMACIONES, PAQUETES
FUNERARIOS
Cuevas, abrigos y megalitos albergan siempre varios individuos
y, cuando se ha podido estudiar, ello responde a la reiteración
del depósito en un mismo lugar. Excepciones serían Carboneros (López García, 1991: 234), con una mujer con la cabeza
vendada entre restos de madera de lo que podría haber sido una
estructura de litera; y Cueva Sagrada II, donde se cita un solo
individuo en decúbito supino con un rollo de esparto a cada lado
del cráneo y un puñal de sílex. Las disposiciones primarias conviven con recolocación de restos, formando a veces paquetes
funerarios o arrinconamientos, acondicionamientos generalizados, fases claramente diferenciadas o incluso la presencia incompleta de algunos individuos.
El carácter individual o múltiple, o si ha habido segundas inhumaciones, se puede analizar con garantías en 29 yacimientos: 8
estructuras negativas (NMI=17), 9 cuevas (NMI=233), 3 abrigos
(NMI=17-18), 4 megalitos (NMI=68-69), 3 cuevas artificiales
(NMI=35-38) y la fosa de Camino del Molino (NMI=1.336). En
general, las pautas en cuanto al número de individuos son similares en cuevas y megalitos, mientras que abrigos y estructuras negativas (menos Camino del Molino) albergan grupos pequeños.
3.1. Inhumaciones en estructuras negativas
Dentro de las estructuras negativas en hábitat encontramos 2 enterramientos individuales (Casa Noguera E.7; Glorieta San Vicente), 4 dobles (Casa Noguera E.8; C/Marianela; y dos en Molinos de Papel) y 2 con más individuos (C/Rincón de Moncada,
C/Corredera-47; C/Juan II-3 con C/Leonés-5); hay primeras y
segundas inhumaciones, y son frecuentes las remociones intencionales con selección de huesos, pero no se conocen cremaciones en restos humanos o ajuares, incluido Camino del Molino.
De Casa Noguera procede un enterramiento individual (E.7)
en primera inhumación en decúbito prono y con el cráneo calzado con piedras, y otro doble (E.8): uno se depositó manteniendo
aún tejidos blandos –en decúbito lateral y con el cráneo de nuevo calzado con piedras, con su mandíbula y extremidades inferiores reubicadas, faltándole las superiores–, mientras que del
otro sólo había huesos de las piernas, pero sin los pies, y fragmentos de costillas (García y Martínez, 2004: 240-241), lo que
apoya la posibilidad de una colocación simultánea pero no completa. De otra intervención en el mismo yacimiento (Álvarez y
Andrés, 2009) se citan 19 individuos de estructuras siliformes
del Neolítico Final/Calcolítico, si bien la publicación señala que
los enterramientos son del Bronce (ibíd.: 126), además de referir
usos de época ibérica; a la espera de una publicación detallada,
parece prudente no incluirlos en el estudio, aunque ciertas referencias formales podrían apuntar al Calcolítico.
En el casco de Lorca son varios los hallazgos. En C/Juan
II-3 con C/Leonés-5, un “fondo de cabaña” de 2,30 x 2,50 m
con enterramientos humanos y de animales (Bellón Aguilera,
2003: 108), desprendiéndose del texto que debe tratarse de más
de dos individuos. Posteriormente se descubrió un “silo” con un
enterramiento doble de un anciano y un joven de 18 años, sin
ajuar (Verdú Bermejo, 2004: 31-32), pero no se hace referencia
a la disposición de restos. En Glorieta de San Vicente apareció
una estructura negativa con una primera inhumación en decúbi352
to prono (García et al., 2003: 20); junto a este individuo, que por
su posición parece haber estado envuelto, se depositó un fragmento de cráneo de otro, así como una escápula de ovicáprido
(identificación por observación directa) con un motivo pintado
en rojo de puntos que rodean a un oculado y una datación sobre
hueso humano de 4075±30 BP (KIA-19491) (Martínez et al.,
2006: 515 y 517). En C/Rincón de Moncada, un enterramiento
doble en la covacha lateral de una estructura negativa, con un
individuo completo en posición, así como una agrupación de
huesos de otro sujeto al fondo (Ramos y García, 2004: 109) en
la que una segunda revisión detectó el fragmento de un fémur
y algunos huesos de una extremidad superior de un tercer individuo de 18-19 años, posiblemente femenino (Haber Uriarte,
2007); y en C/Corredera-47, una estructura negativa de 2,5 m de
diámetro y 0,7 m de profundidad con restos inconexos de 3 individuos colocados inicialmente completos y removidos cuando
se incorporó el sacrificio de 18 cánidos y un felino, y con ellos
un cuenco (Ramírez Águila, 2004: 118) (fig. 4).
Sumemos a esta relación la referencia ya hecha a La Parrilla,
así como a las 6 falanges, 1 fragmento de parietal derecho, 1
calcáneo izquierdo y 2 fragmentos de pelvis de El Prado (Jumilla) en el contexto de acumulaciones de fauna que en su día
se interpretaron como desechos alimenticios (Lillo y Walker,
1987: 109); la ausencia de huesos largos y su dispersión llevó a
los excavadores a apuntar que provendrían de algún pudridero y
que posteriormente se llevarían al hábitat.
Bajo la actual Caravaca está Molinos de Papel. En una de las
49 estructuras negativas de una primera intervención de 1999 se
identificó una fosa cubierta con túmulo de piedras (Sepultura 2)
bajo el cual apareció un individuo con diversos huesos desplazados, y bajo éste otro en decúbito lateral derecho y flexionado con
un anillo de plata entre las manos y un botón de marfil con doble
perforación en sus extremos junto a su omóplato (Pujante Martínez, 2006: 149), del Bronce –KIA-39854: 3610-30 BP: 2109
(1999) 1889 Cal ANE 2sg–; próximo al enterramiento (ibíd.:
150), un hogar con restos de carbón y varios objetos quemados.
En otro sector, una estructura siliforme en el interior de una cabaña, con un enterramiento (Sepultura 1) de dos individuos en
posición flexionada, asociados a una Palmela (ibíd.: 156-157).
Fig. 4. Vista general de la estructura negativa de C/ Corredera, 47
(Lorca), en la que aparecieron restos de 3 individuos acompañados
de 18 cánidos en posición anatómica.
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El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
A 600 m está Camino del Molino, una estructura negativa
circular excavada en travertino de unos 7 m de diámetro y un
alzado de 1,60 m (Lomba et al., 2009), con un NMI=1.336 (cráneos): primeras inhumaciones, 182 sujetos (completos o no) en
posición anatómica (Haber et al., 2012), acumulaciones de cráneos en las paredes, y una ingente cantidad de restos inconexos
que constituyen la mayor parte del registro antropológico (fig.
5). El 44,7% son varones, el 39,4% mujeres, el 4,9% probablemente masculinos, el 5% probablemente femeninos, y un 7,3%
son indeterminados. En cuanto a las edades, el 58,7% son adultos (unión epifisaria completa de sus huesos), y por lo tanto hay
un porcentaje muy alto de infantiles, incluidos algunos fetos.
Entre los adultos predominan los adultos jóvenes (47,5%), seguidos de maduros (33,6%) y seniles (4,5%). No se documentan
paquetes funerarios de huesos largos reagrupados, vinculados o
no a cráneos –a diferencia de lo que veíamos en Cabezos Viejos– ni tampoco marcas antrópicas. Es interesante señalar que
tanto en la base de la secuencia como en varios momentos ulteriores hay fuegos muy localizados, excesivamente pequeños
para poder vincularlos a una acción deliberada de cremación,
lo que por otra parte casa con la práctica ausencia de huesos
quemados que, cuando aparecen, lo están sin gran afectación
de su estado. Se observan traumatismos craneales en 21 adultos
(57% varones; 42,9% mujeres) provocados por objetos romos,
posiblemente piedras, y que en la mayoría de los casos fueron
causa de muerte.
3.2. Inhumaciones en cavidades
La mayor parte de datos procede de hallazgos casuales, intervenciones antiguas o remociones clandestinas, lo que dificulta
su estudio global. Son 11 las cuevas con restos humanos contabilizados, 235 sujetos de los que se ha estudiado el 63% (Cabezos Viejos, Cueva de los Tiestos, Cueva Barranco Higuera,
Cueva Sagrada I, Grajos III y Pajasola). Para el estudio de las
pirámides de población se ha prescindido de Blanquizares, La
Represa y Los Alcores, ya que no se han realizado estudios antropológicos; en Los Alcores García Toro (1980a: 246) calculó
un NMI=23 “por la cantidad de fémures y maxilares superiores”, mereciendo por tanto este conjunto una revisión.
Hablamos de enterramientos múltiples en los que se documenta selección de los huesos y recolocaciones. Podría ser una
excepción la Cueva de los Tiestos (Jumilla), donde De Miguel
Fig. 5. Vista general del cuadrante suroccidental de la estructura negativa de Camino del Molino (Caravaca de la Cruz). Obsérvese la
presencia de individuos en posición primaria, otros articulados pero desplazados, y una gran masa de huesos completamente mezclados y
con un alto índice de fragmentación en áreas de paso.
353
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J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
(2003: 124) sólo puede corroborar inhumación primaria al recuperarse piezas óseas de pequeño tamaño, así como una posible
recolocación o selección al no conservarse cráneos completos;
se recuperan individuos pertenecientes a todas las edades, desde
Infantil I (0 y 2 años) hasta un senil de >50 años en La Higuera, si bien no aparecen representados por igual. Con los datos
extraídos de los estudios antropológicos (NMI=78), un 19,2 %
de los individuos son infantiles (4 Infantil I y 11 Infantil II),
el 29,5% adultos jóvenes (entre 20 y 35 años) con predominio
de 17-25 años (quizá escape de la norma Grajos III, con 4 individuos de c. 40), el 46,2% adultos (entre 36 y 50 años) y un
5% seniles. Hombres y mujeres parecen estar representados en
porcentajes similares.
En Cabezos Viejos (Lomba y Zapata, 2005: 14-15), la secuencia (NMI=23) se inicia con restos muy aislados e inconexos
de 2 individuos en la base, uno en cada una de las dos cámaras, y
sobre ellos los restos de otros 21. En la primera cámara se identifican dos series o agrupaciones con 9 individuos en primera inhumación o arrinconados sobre ese primer individuo, cerrando
la secuencia otros 2 formando paquetes. En la segunda, lateral
y con un ajuar más valioso y numeroso, la secuencia se inicia
también con restos aislados e inconexos de un individuo, luego
restos removidos pero completos de 3, y se cierra la serie con
paquetes funerarios de otros 3 individuos. Ya entonces planteamos que los restos que inician la secuencia procedieran de otro
lugar distinto a la cueva, y que los últimos, también incompletos, fueran de individuos trasladados a otro lugar en el que se
reiniciaría otra secuencia. No hay restos de fauna. En cuanto
a edades, se recuperaron un infantil de 6-8 años en primera inhumación, 11 adultos jóvenes (seis de 17-25 años) y 9 adultos
(Lomba y Zapata, 2005); no se logró identificación sexual de
ningún individuo. También es reseñable la presencia de ocre en
uno de los restos humanos, como también vemos en las cuevas
de Tirieza (Lorca) y B-2 de Totana.
De Cueva Sagrada I (Lorca) provienen un Infantil I (0-2 años)
y dos II (3-12 años), un adulto joven y un posible adulto femenino
(Doménech et al., 1987); el cráneo de uno de los niños estaba
sobre la estera de esparto y asociado a todo el ajuar del enterramiento, pero nada sabemos más sobre la disposición de los restos,
aunque parecen ser segundas inhumaciones. En la Cueva de los
Tiestos (Jumilla) (NMI=16) se identifican 2 Infantiles I, 4 Infantiles II y 2 adultos jóvenes, siendo el 50% de la muestra adultos,
tanto varones como mujeres (Molina Burguera, 2003), removidos
de antiguo. En Los Losares 1 (Cieza) se conoce una mujer adulta,
así como un posible adulto en Los Losares 9, pero se trata de
restos de superficie de yacimientos sin excavar.
Del Barranco de la Higuera (Fortuna) proceden seis adultos
(3 mujeres y 2 hombres) y una mujer senil, aunque sólo tenemos
cinco cráneos (Campillo, 1980). Los restos estaban dispersos
pero, sobre todo, destaca su localización en el área derecha de
la cavidad, mientras que el ajuar aparecía en el centro. Llama
la atención la mutilación dentaria en 3 de los sujetos (afilados
o recortados) que además compartían rasgos epigenéticos, poniéndose esto en relación con un posible ritual. Casos de “cirugía” calcolítica también están documentados en la manipulación
ante mortem del centro de la raíz de un segundo molar superior
del individuo VI de Los Grajos, con el fin de atajar una fuerte
inflamación (Lomba et al., 1999: 99); y en la trepanación de uno
de los cráneos de Blanquizares.
354
Otra cueva natural es Pajasola o Balsa Salada (Cehegín)
(NMI=21) (Walker y San Nicolás, 1995: 113), con una cámara
de 3x3 m y 0,5 m de depósito, en cuyo lateral se localizó una
concentración de cráneos sin mandíbulas, que aparecían dispersas por el resto de la tumba, lo que evidencia remociones
intencionales (como en Camino del Molino, a una decena de
kilómetros). Los huesos largos también estaban agrupados y
sin conexión, pero al mismo tiempo se localizaron partes esqueléticas que sí estaban en posición (articulaciones de manos
y muñecas, piernas, áreas torácicolumbares completas, brazos
flexionados) y que parecen indicar que se depositaron originalmente para posteriormente ser removidos. No hay marcas antrópicas ni restos de cremación alguna que afecten a los restos
humanos, y tampoco se han publicado referencias a fauna. De
los 21 sujetos, 5 son infantiles (1 menor de 2 años, 1 de 2-9, 1
de 6-8, 1 de 8-10 años y un indeterminado), 8 adultos jóvenes
(1 de 9-17 y 7 de 17-25 años), 4 adultos (3 de 25-33 y 1 de
35-45 años) y 3 seniles, habiéndose podido sexuar 6 varones
y 5 mujeres entre los grupos de jóvenes y adultos, siendo el
resto alofisos.1
En cuanto a los abrigos, conocemos 3 casos con datos antropológicos suficientes: Grajos III, Carboneros y El Milano.
En el primero, la acidez del suelo provocó que sólo se conservaran los dientes de un NMI=7: 2 adultos de 20-25 años,
2 varones de 35-45, un varón de 40-50, un posible varón de
más de 40 y una posible mujer de 15-20 (Lomba et al., 1999).
En Carboneros se hace referencia a una inhumación femenina, como ya se ha dicho con la cabeza envuelta en una tela
(López García, 1991: 234). El tercer abrigo de interés es El
Milano (San Nicolás, 2009: 29), con una pequeña estructura
de piedras verticales que delimitaban una cámara de 0,9 x
1,4 m adosada a la pared y enlosada en su base. Dentro, 7-8
individuos, los últimos en posición anatómica y con especial
incidencia de cremación en las apófisis de las partes anatómicas con mayor masa muscular; se cubre con un encachado y
sobre éste, un fino sedimento terroso que dejaba ver la parte
superior de los bloques de piedra. Posteriormente se amplió
la cámara por el S pero respetando lo anterior, y se colocó un
enterramiento individual calcinado, el fémur de un conejo y
fragmentos de un metapodio de ovicaprino, por lo que para
todo el sepulcro se calcula un NMI=7. Las trazas de cremación afectan en menor medida a cráneos y segmentos distales
de las extremidades, y algunos fragmentos muestran un nivel
de afectación de fuego muy superior al resto, lo que llevó a
plantear que se quemaran en un mismo lugar fuera de la cámara, de forma que algunos restos sufrieran varias cremaciones
al quedar en la pira, incorporándose al sepulcro mezclados
con los de otro cremado con posterioridad. En dos costillas
hay, además, huellas de descarnación (Walker, 2009: 61-62;
Walker, 2009) que se suman a la evidencia de cortes en una
falange de Cueva del Calor (Lillo y Walker, 1987: 109 y figs.
11 y 12). De las cuevas artificiales, Loma de los Peregrinos
y Los Realejos, sólo se conoce la estimación de individuos,
17-18 y 18-20, respectivamente.
1 Agradecemos a D. Miguel San Nicolás del Toro, director de las
excavaciones, la información facilitada sobre la composición de la
población depositada en Pajasola, inédita.
[page-n-7]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
En cinco de las cavidades en las que se han recuperado restos
óseos se ha registrado cremación no solo en los restos humanos,
que suele ser lo que se señala en las publicaciones, sino también
en algunos de los elementos de ajuar, cuando no en las paredes
de la cavidad. La mayoría confirman una cremación, de la que a
nivel peninsular existen evidencias en todo su territorio, aunque
con mayor número de casos en el área oriental (Pascual Benito,
2002) que no corrobora una acción del fuego anterior a la esqueletización, coincidiendo esto con la afirmación de Weiss-Krejci
(2005: 51) en su revisión de los casos peninsulares, de que no es
común que los cuerpos se quemen frescos.
3.3. Enterramientos en megalitos
Sólo se conoce el NMI de 4 de los megalitos, siempre sin estudio antropológico: Cabezo del Plomo I (3-4), Bagil (sólo se
citan restos de cremación en los huesos y ajuar), Murviedro I
(50, con huellas de fuego en las paredes, y en la mitad de los
restos humanos) y Murviedro III (15, con primeras y segundas
inhumaciones).
4. SOLOS O ACOMPAÑADOS: CÁNIDOS Y OTRA
FAUNA ASOCIADA A ENTERRAMIENTOS
Es frecuente la identificación de fauna en tumbas argáricas
como eventos de comensalidad (Aranda Jiménez, 2012: 264).
En contextos calcolíticos su detección se ha visto dificultada
por tratarse de tumbas con abundantes restos humanos removidos o alterados, y también por haberse centrado los estudios en
una cultura material a menudo llamativa. Dos son los registros
faunísticos: a) restos óseos aislados, o animales en posición
anatómica completos o casi completos –cánidos y bóvidos,
como bien señalan Márquez y Jiménez (2010a: 146) para los
poblados con fosos del sur peninsular–, que pueden acompañar a restos humanos o ser protagonistas únicos de la tumba; y
b) elementos anatómicos aislados. Conviene recordar aquí el
trabajo clásico de Horwitz (1987) sobre ofrendas animales en
el Bronce israelí, que citaba 8 situaciones que por sí solas no
señalan necesariamente actividad ritual, pero sí la confluencia de varias de ellas: presencia de animales completos o en
porciones articuladas, de sujetos muy viejos o muy jóvenes,
selección de partes específicas (cornamentas, cabezas, etc.),
preponderancia de un sexo, abundancia de un taxón particular,
presencia de taxones raros, asociación con restos humanos y
asociación con bienes de ajuar. Para la zona estudiada, todos
los animales en posición anatómica, excepto en un caso, son
cánidos, y no aparecen en megalitos ni en cavidades, sino únicamente en estructuras negativas.
En el solar de Glorieta de San Vicente (Lorca), una estructura negativa contenía 4 cánidos, y de otra provienen vértebras y
costillas de un bóvido, también en posición (García et al., 2003:
20), único caso de no cánido articulado; en C/Corredera-47, sobre 3 humanos posteriormente removidos se depositaron 18 cánidos completos y restos inconexos de un felino (Ramírez Águila, 2004: 118); en C/Juan II-3 con C/Leonés-5, en una misma
tumba un sujeto senil y un joven de 18 años se acompañaban de
abundante fauna sin disposición anatómica (sin especificar), bivalvos y gasterópodos marinos (Verdú Bermejo, 2004: 32); por
último, un “fondo de cabaña” (Bellón Aguilera, 2003: 108) cuya
excavación se interrumpió al paralizarse los trabajos arqueológicos, contenía restos humanos y faunísticos, con noticias del
hallazgo de dos posibles perros.
En la última campaña en Molinos de Papel (Caravaca) se
localizó un silo con fragmentos cerámicos y huesos de ovicaprinos y, en el fondo, un pequeño perro en posición anatómica
dentro de una vasija.2 En Casa Noguera, el único individuo de
la tumba E.7 tenía sobre sus manos sendas patas de ovicaprinos,
pero lo más interesante es que esos restos se cubrían con un túmulo de piedras, dentro aún del “silo”, y sobre esa acumulación
se depositaron dos perros articulados y cuartos traseros, extremidades y cráneos de ovicaprinos y jabalíes (García y Martínez,
2004: 240). Uno de los perros presentaba una malformación que
le generó cojera, a pesar de lo cual fue sacrificado en edad senil
mediante un fuerte golpe en la región frontal (referencia inédita
de García Moncó, citada en Ruiz García-Vaso, 2013: 84).
Por último, en Camino del Molino hay 44 cánidos, individualizándose de momento 28 de ellos: 1 Vulpes vulpes, 22
Canis lupus familiaris y 5 Canis lupus (Ruiz et al., 2013). Todos los perros son adultos jóvenes menos 3 cachorros y un
senil con una fractura consolidada que le provocó una notable
cojera, mientras que los lobos se identifican tanto por su tamaño (alzada de cruz de 64-70 cm frente a perros de menos
de 45 y otro grupo de 47-55) (Ruiz García-Vaso, 2013: 86)
como por estudios de ADN; en C/Corredera-47 (Lorca), uno
de los perros también encaja en los parámetros de los perros
de reducidas dimensiones del yacimiento caravaqueño (ibíd.:
79). La fauna de Camino del Molino (NR=1.993, de los que
1.780 son de cánidos), incluye 132 huesos de cabra (mayoritariamente muy jóvenes, sin marcas, identificándose claramente dos ejemplares con estas características, pero también un
ejemplar adulto); 58 de felinos (un gato montés macho senil
con una patología que debió afectar la sensibilidad de sus molares y premolares izquierdos y piel del mentón, y un cachorro
de >6 meses; esta distribución de edad y sexo abunda en la
interpretación de que formen parte de los elementos intencionalmente depositados en el enterramiento); 2 de équidos (una
falange media y una proximal de un adulto); 4 de bovinos (un
individuo de >48 meses y envergadura similar a las vacas domésticas actuales); 5 de suidos, 10 de lagomorfos y 2 de aves
(Ruiz García-Vaso, 2013: 69-74), una cornamenta de ciervo y
parte del cuerpo mandibular de un suido.
En cuanto a yacimientos en los que sólo se cita fauna que no
se corresponde con cánidos, la última fase (campaniforme) de
El Milano incluye un fémur de conejo y un fragmento de metapodio de ovicaprino (San Nicolás, 2009: 29). De Cueva Sagrada
I conocemos, además de restos de roedores y reptiles probablemente intrusivos, un esqueleto de lagomorfo y una escápula de
perro (Sánchez Carrasco, 1987) que podrían ser parte del ritual
funerario. En C/Juan II-3 con C/Leonés-5 (Lorca) se refieren
restos de animales acompañando a humanos en una estructura
negativa que no pudo excavarse (Bellón Aguilera, 2003: 108), y
de otra intervención en el mismo solar se cita un enterramiento
2 Agradecemos a Dña. Juana María Marín Muñoz, directora de las
excavaciones, el traslado de esta información inédita, que se encuentra en el marco de un estudio global del contenido de las estructuras negativas de este poblado, en el que participamos.
355
[page-n-8]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
doble con abundante fauna, bivalvos y gasterópodos, asociado
todo a 2 pulseras de caliza, con una fecha de sellado del silo de
4050±25 BP (Verdú, 2004: 31-32).
Si atendemos a las lesiones en cánidos, además de la letal
fractura frontal de uno de los perros de Casa Noguera y la fractura fusionada del senil de Camino del Molino, uno de los perros de C/Corredera-47 presentaba una punta de flecha clavada
en el tabique nasal, casi perpendicular al eje craneal; y otro de
Camino del Molino mostraba una fractura similar a la de Casa
Noguera, pero con reconstrucción ósea en el seno frontal derecho que apunta a una cierta supervivencia. Las lesiones frontales como método de sacrificio están documentadas en el Bronce
europeo (Vretemark y Sten, 2006: 211), así como en el Bronce
Inicial del asentamiento de Can Roqueta II (Barcelona), donde
se citan 3 cráneos con fractura frontal letal (Alziburi, 2011: 17).
Además, uno de los lobos de Camino del Molino muestra dos
orificios en la bóveda craneana, sin supervivencia y de indudable origen antrópico (Ruiz García-Vaso, 2013: 82).
5. REGISTRO Y CULTURA MATERIAL EN
CONTEXTOS FUNERARIOS
Junto a los restos humanos suele aparecer ajuar funerario, sin
que se diferencie entre los elementos depositados intencionalmente junto al difunto, los que forman parte de su indumentaria
o que incluso puedan estar en el propio cuerpo, y los que se han
aportado con posterioridad (eventos de comensalidad o rememoración). Así, no es claro que parte del registro faunístico no
deba considerarse ajuar, en la misma medida en que ciertos elementos de la cultura material quizás no lo sea en stricto sensu.
La relación espacial con los restos humanos es básica, pero la
mayoría de enterramientos son múltiples, muchos están afectados por recolocaciones y algunos, cuando es posible identificar
su ubicación, resulta que se nos muestran en diferentes posiciones. Otra cuestión previa es el perfil que tienen los elementos
que encontramos; García Sanjuán (2006: 157), para el SW peninsular en 3300-850 Cal BC, indica que en el 90% de los casos
son medios de producción o consumo (cerámica, piedra tallada
o pulimentada), el resto adornos personales y objetos mágico/
religiosos (ídolos, piedras exóticas usadas como amuletos), que
sólo en algunas ocasiones superan ese 10%; parecidas consideraciones podemos hacer para la zona. Haremos referencia a
algunos de los materiales que aparecen en las tumbas.
Un caso claro es el de las varillas planas de hueso, que pueden aparecer vinculadas al cráneo como tocado o peinado, como
se señala en la Cova del Barranc del Migdia (Xàbia) (Bolufer
et al., 2013: 52); en el área próxima a la cabeza, en cuyo caso
puede darse la misma interpretación, pero también que sean el
cierre del fardo funerario entre las manos replegadas y el pecho,
como en los enterramientos 337 y 342 del Hipogeo I de Monte Canelas (Portugal) (Parreira y Silva, 2010: 423), o en Can
Gambús 1 (Sabadell), donde los individuos de las tumbas 228
y 664 presentan 1-2 punzones de hueso a la altura de la cabeza,
mientras que otro (tumba 122) los muestra aún en posición, a
uno y otro lado del cráneo (Alliese et al., 2014: 461); o formando paquetes o fajos, como las 11 espátulas decoradas de El
Miradero (Garrido et al., 2012: 159), con frecuencia próximos
a las manos pero junto al cadáver –no sobre él–, siendo el único
caso que permite señalarlos como elementos explícitos de ajuar.
356
Delibes de Castro (2010: 32) insiste en que algunos objetos de
las tumbas posiblemente no puedan considerarse tanto ofrendas
como parte de la propia indumentaria del finado, concretamente
las cuentas de collar (a menudo sobre el pecho) o las espátulas
de hueso. Cuando son apuntados o biapuntados de reducido tamaño, es frecuente que aparezcan sobre el esqueleto y en zonas
en la que podrían interpretarse como cierres del fardo o vestimenta; así, Alday et al. (2011: 236) plantean la posibilidad de
que biapuntados con estrechamiento medial de 25 a 85 mm del
yacimiento paleolítico de El Portalón de Cueva Mayor (Burgos)
no sean anzuelos sino elementos para la sujeción de vestimenta, a modo de presillas. En la zona es clara la posición de las
varillas en el individuo 16 de Cabezos Viejos: en el lateral del
cráneo aparecían aún en posición tres varillas planas dispuestas
radialmente con eje en el área auricular derecha, mientras que
los individuos 4 y 5 mostraban junto a sus manos un paquete de
varillas (Lomba y Zapata, 2005: 18 y 24).
Si atendemos a cuentas de collar y colgantes, son el elemento más frecuente y normalmente se esparcen por todo el área
sepulcral, señal inequívoca del frecuente trasiego de restos humanos dentro de la misma. En Grajos III se agrupan próximas a
las piezas dentarias, configurando 8 collares vinculados a 7 individuos (Lomba et al., 1999), y en Camino del Molino se aprecia
una concentración de tubulares sobre huesecillos de ave en el
área pectoral de un individuo. Cuando están en posición es en el
tórax o, en menos casos, cerca de las muñecas, por lo que es más
sencillo no considerarlas ajuar sino una parte consustancial del
individuo como el tatuaje, el peinado o la vestimenta, o como
los botones, cuya disposición corporal ha sido bien descrita por
Marín et al. (2013: 166), con abundantes ejemplos peninsulares
y europeos, a propósito de un enterramiento en fosa del Bronce
en Molinos de Papel con un espectacular ajuar de marfil; también existen casos de alineamiento a lo largo de una pierna (Rocallaura) o configurando una línea, como si formaran parte de
una túnica (López Padilla: 2006: 27).
Los punzones aparecen en hueso o metal, alguno de estos últimos conservando el enmangue de hueso, como uno de Camino
del Molino. Sus dimensiones y carácter utilitario admitirían la
posibilidad de que los portara el individuo y formara parte del
fardo, pero en los ejemplos conocidos es muy excepcional que
estén afectados por fuego (cuando los restos humanos y otros
objetos sí lo están), y esto no ocurre nunca cuando son metálicos, lo que lleva a proponer que se trata de ajuar funerario
estrictamente y que no estaban en el interior del fardo funerario.
Donde se ha podido relacionar el punzón con sexo, como en el
Paquete II de la Cova del Barranc del Migdia (Xàbia) (Bolufer
et al., 2013: 46) o la mayoría de casos del Bronce meridional,
se asocia a una mujer, si bien también hay algún caso relacionado con varones, como el metálico del enterramiento secundario del Conjunto 3 de La Vital (Gandía), fechado en 4000±50 y
3946±28 BP (García Puchol et al., 2011: 84).
Hachas, azuelas y cinceles también acompañan sin duda al
individuo. Como norma, su presencia es muy escasa y no se ven
afectadas por fuego, lo que nos indica que nunca forman parte
de la pira sino que se incorporan después, o junto a individuos
no cremados, siendo excepción uno de los 12 objetos de este
tipo de Camino del Molino, que además contrasta con la ausencia de cremación en el yacimiento. El único caso en el que la
piedra pulimentada se constituye en un elemento sustancial del
[page-n-9]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
ajuar es en Cabezos Viejos, donde hay varios individuos con 4-5
piezas de este tipo, algunas de carácter muy excepcional; y seguidamente Pajasola, donde se localizan 6 elementos de piedra
pulimentada en un contexto de sólo 21 individuos.
Tras las cuentas de collar, el utillaje lítico es el elemento
más común, sobre todo puntas de flecha y láminas, que suman
el 76% del sílex (43,6 y 32,4%, respectivamente), seguidas de
lascas (7,9%), geométricos (6,6%) y laminitas (3,8%), estando
muy poco representados otros elementos, entre ellos los puñales (tabla 2). Mención aparte merecerían los relacionados con
cadenas operativas como la veintena de núcleos, un centenar de
débris y al menos 3/5 de todas las lascas.
Las láminas se reparten casi al 50% entre retocadas y no
retocadas, el 84,7% representadas sólo por fragmentos (83,6
si son retocadas, 85,9 si no lo están). En la zona son muy
infrecuentes recursos líticos autóctonos que permitan longitudes superiores a los 12 cm, y de hecho la media de las
163 láminas completas conocidas en cualquier contexto es
de 64 mm, dato aún más destacable cuando en tumbas se
concentran piezas completas de dimensiones muy superiores
(hasta 195 mm en Blanquizares o 176 mm en La Quintilla).
Las completas consideradas grandes láminas (L>160 mm.)
son las menos afectadas por fuego, aumentando claramente
esta alteración si se trata de fragmentos, que en un 17% es
701
5
1
32
67
8
29
99
2
7
39
2
16
18
2
26
8
12
4
17
4
5
2
91
3
3
7
1
3
8
4
21
20
2
12
2
28
141
4
41
48
57
40
87
10
9
25
1
3
8
49
3
1
15
1
15
1
4
1
8
8 295
1
3
14
1
7
1
1
2
2
3
3
1
1
1
8
6
21
5
37
10
101
7
3
4
3
1
1
1
1
1
2
1
3
16
11
11
1
1
2
2
1
15
2
1
1
1
14
4
22
104
16
16
3
2
1
2
9
4
7
257 101
1
1
5
1
13
1
1
3
23
25
21
12
18
48
20
17
53
85
3
912
2
2
21
1
2
1
4
144
20
35
9
14 324
Totales
Buriles y Perforadores
Raspadores
Fracturas retocadas
Geométricos
Puntas de flecha
Puñales
1
3
8
17
4
1
10
9
7
Dientes de hoz
Muescas y denticulados
3
3
Debris
Totales
3
1
Núcleos
2
188
Laminitas
Abrigo del Milano
Blanquizares de Lébor
Cabezo Roquel
Cabezos Viejos
Camino del Molino
Casa Forestal Martí
Cerro del Buitre IIA
Cerro del Buitre IIB
Cerro Negro-Cueva Grande
Cerro Negro-Cueva Negra
C. Amador
C. de Doña Joaquina
C. de la Excomunión
C. de la Peña Rubia
C. de La Represa
C. de las Canteras
C. de las Palomas
C. de Los Alcores
C. de los Tiestos
C. del Bco. La Higuera
C. del Calor
C. de Pino
C. del Poniente
C. Sagrada I
C. Sagrada II
Cuevas que recalan
Grajos III
Loma de los Peregrinos
Los Realejos
Menhir de la Tercia
Murviedro 1
Murviedro 3
Pajasola
Lascas
Yacimiento
Láminas
Tabla 2. Desglose de ajuar lítico tallado de enterramientos en la Región de Murcia.
21
418
10
75
566
14
93
54
129
10
26
97
39
4
47
43
31
5
79
14
225
29
31
6
1
12
18
69
30
43
218
110
19
2.586
357
[page-n-10]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
además la causa de fractura. Se puede concluir que la mayor
parte de las láminas son fragmentos y que están afectados
por fuego en una proporción muy superior a las piezas completas; que en las completas destaca una presencia notable de
grandes láminas; que los fragmentos no retocados tienen una
afectación térmica superior a aquellos con retoque; y que da
la sensación de que buena parte de las fragmentadas proviene de ejemplares que podrían considerarse originariamente
grandes láminas.
El segundo grupo de interés es el de puntas de flecha, 912 en
28 yacimientos (de un total de 2.586 elementos líticos tallados
procedentes de contextos funerarios), que podemos agrupar en
cuatro grandes conjuntos: 21,2% de foliáceas (incluyendo las
bases cóncavas), 60,5% de apéndices laterales poco evolucionados (incluyendo las de alerones), 13,4% de apéndices laterales evolucionados (con presencia de alerón y aleta, o de aletas,
en diversos grados) y 4,9% atípicas y no identificables (tabla
3). No hemos logrado una correlación aceptable entre NMI,
tipología de la tumba, ubicación geográfica, presencia o no de
segundas inhumaciones o cremación, y tipología y cantidad de
estos elementos. Tan solo merece destacarse que el fuego no
actúa del mismo modo sobre esos grupos: sólo el 10-12% de
las foliáceas y de apéndices laterales desarrollados se ven afectadas, frente al 28,9% de aquellas cuyos apéndices laterales
están poco evolucionados. Pero si observamos las 1.513 puntas de enterramientos y poblados, el 18,7% tiene alteraciones
térmicas (en enterramientos sube al 26,9%), por tipos vuelven
las foliáceas a ser las menos afectadas, y todos los grupos tienen menos afectación térmica que en las tumbas. Viene al caso
recordar los datos del alicantino Abric d’Escurrupènia, donde
el 84,9% de la lítica estaba afectado por el fuego (95,7% en
el caso de puntas y láminas), así como las varillas planas de
hueso (Pascual Benito, 2002: 157-158).
Las puntas, por su variada tipología y elevada presencia
en tumbas, merecen una especial atención. La primera reflexión tiene que ver sobre si son o no medios de producción
y consumo, pues es frecuente que no haya proporcionalidad
entre su número (ni siquiera si a éstas sumamos los geométricos) y la importancia de la caza en la economía calcolítica,
aunque tengamos excepciones como Les Jovades; esto podría
Tabla 3. Distribución de puntas de flecha en enterramientos, especificándose las que no presentan alteración térmica (no), las que
sí (sí) y su porcentaje sobre el total, por tipos.
De apéndices
Totales
Foliácea
Poco evolucionados
Evolucionados
Otros
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
Blanquizares de Lébor
Cabezo Roquel
Cabezos Viejos
Camino del Molino
Cerro del Buitre IIA
Cerro del Buitre IIB
Cerro Negro-C. Grande
Cerro Negro-C. Negra
C. Amador
C. de Doña Joaquina
C. de La Represa
C. de las Canteras
C. de las Palomas
C. de los Tiestos
C. del Bco. La Higuera
C. del Calor
C. de Pino
C. del Poniente
C. Sagrada I
Cuevas que recalan
Grajos III
Loma de los Peregrinos
Los Realejos
Menhir de la Tercia
Murviedro 1
Murviedro 3
Pajasola
126
4
41
48
34
36
41
0
9
17
3
20
5
37
10
50
7
3
4
11
18
48
20
16
51
75
3
15
23
4
46
10
8
3
1
51
1
1
2
10
-
10.6
40.3
10.0
52.9
100
32.0
50.0
4.7
50.5
8.3
5.8
3.8
11.7
-
21
4
15
5
1
3
0
3
3
8
8
6
2
1
3
2
20
6
9
10
44
-
3
3
2
1
3
1
1
1
4
-
12.5
50.0
100
25.0
33.3
33.3
10.0
9.1
8.3
-
81
41
21
27
26
29
0
8
9
0
6
2
18
10
33
2
1
1
7
18
22
10
7
25
16
2
9
-
10.0
-
20
3
33
6
4
3
1
28
3
-
42.5
10.3
53.2
100
30.7
100
14.3
45.9
15.8
-
14
12
1
3
8
0
1
4
4
10
11
2
2
6
4
8
15
-
2
2
1
5
1
2
13
3
-
12.5
66.6
25.0
38.4
100
33.3
54.1
16.6
-
10
1
1
1
0
1
1
1
0
1
1
6
1
1
1
5
1
1
7
1
-
Totales
737
175
23.7
174
19
10.9
422
110
26.1 105
29
27.6
25
17
358
[page-n-11]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
señalar un significado social o simbólico que, además, podría estar relacionado con los individuos masculinos –cuando
hay tumbas individuales, como en Bóbila Madurell o en Can
Grau, puntas y geométricos se vinculan casi exclusivamente
a varones (Fernández et al., 2008: 309)–, lo que justificaría la
desproporción en tumbas. En el E de Francia, los datos también apuntan a una alta presencia de puntas, a pesar del escaso
aporte cárnico de la caza, insistiendo Pétrequin y Pétrequin
(1988: 208) en que esto coincide, además, con el desarrollo y
diversificación de estos elementos, lo que no deja de llamar la
atención. Cuando se ha estudiado su distribución en grandes
áreas, su patrón no sólo tiene una gran complejidad, sino que
esa dispersión es mayor en enterramientos que en poblados,
como en Portugal (Forenbaher, 1999: 99) o en el área cantábrica, en la que son más abundantes de nuevo en enterramientos que en hábitats, muy en línea con la escasa importancia de
la caza (Ontañón Peredo, 2002: 225).
La segunda reflexión es si en todos los casos son ajuar, pues
a veces son la indudable causa de muerte. Así se evidencia en
San Juan Ante Portam Latinam (Álava) (Armendáriz Gutiérrez,
2007: 129) y en otros 17 yacimientos peninsulares (Etxeberría
y Herrasti, 2014: 208-231 y 231-235). En el hipogeo francés de
Boileau (NMI=270) la diferente mortalidad de hombres/mujeres
en la cohorte de 20-29 años podría tener que ver con la violencia
sufrida por los primeros, acorde con la asociación de algunas
puntas a esqueletos y al hecho de que se hayan detectado heridas por este tipo de armamento que han cicatrizado (Devriendt
et al., 2004: 558). Además, la diferente presencia porcentual de
hombres y mujeres en enterramientos, cuando la de los primeros
se dispara, es un indicador óptimo de la existencia de episodios
de guerra (Bishop y Knüsel, 2005: 205-206). A esta evidencia
hemos de añadir que muchas aparecen fracturadas (disparo e
impacto en un material duro que podría ser hueso) y los porcentajes de fractura por flexión son elevados en los apéndices proximales (pedúnculo y aletas), lo que es compatible con la acción
de intentar extraer la punta del cuerpo sin conseguirlo. En Can
Martorell la mayoría de ellas fueron utilizadas, 55 de 68 presentan fracturas por uso, y no se localizan los largos pedúnculos ni
las aletas rotas, de lo que los autores infieren la posibilidad de
que estuvieran en el interior de los cuerpos, y no como ajuar
(Mercader et al., 2003: 673). Márquez y Muñoz (2001: 151)
experimentaron con puntas de pedúnculo y aletas de tipología
solutrense disparadas sobre un rebeco recién muerto: en 3 casos
no fue posible su ulterior extracción y se desmangaron, otra tocó
hueso pero no se partió al hacerlo, y en la quinta se partió el pedúnculo y el resto de la punta quedó en el animal, fracturándose
además una de sus aletas.
En cuanto a la cuestión del número medio de puntas por
NMI, el cálculo no nos lleva a ninguna parte (de las 0,03 de
Camino del Molino a las 5 de Murviedro 3), dada su elevada
variabilidad tanto en la zona en estudio como en otras peninsulares. Parece que se deben interpretar más como armas que
como elementos para la caza, aunque marginalmente se pudieran emplear para tal fin (Aranda y Sánchez, 2004: 267). No está
claro que por defecto se trate siempre de ajuar, salvo que la ubicación espacial marque lo contrario, como en Cueva Sagrada 1,
donde sobre la estera de esparto sin trenzar apareció doblada la
túnica de lino, sobre ella el plato de madera, al lado el cráneo de
un niño y junto a él, muchas cuentas de collar, 5 puntas, varillas
planas de hueso, tres punzones de cobre, un mango de madera,
un ídolo oculado lígneo y un ramo de flores (Ayala, 1987: 11); el
individuo E167 de Can Gambús, por ejemplo, muestra 8 geométricos y 3 puntas junto a su rodilla, pudiendo haber estado en un
carcaj (Roig et al., 2010: 75-76).
Un tercer elemento lítico que debe destacarse es la presencia
de geométricos (tabla 4). La mitad de las 285 piezas proceden de
enterramientos, siendo coherente la distribución de tipos entre poblados y enterramientos, con un claro predominio de trapecios rectángulos, seguidos de trapecios rectángulos con un lado cóncavo,
lo que puede estar indicando su uso preferente como puntas, como
también señalan Fernández et al. (2008: 308-309) para contextos
neolíticos de la fachada atlántica, aunque no exclusivo. Con respecto a esta última apreciación, también merece destacar la presencia
de algunos segmentos de círculo. La comparación de poblados y
enterramientos parece apuntar a una cronología anterior en los primeros, lo que podría indicar cierto efecto de tradición en la incorporación de estos elementos en las tumbas, fenómeno que también
podría estar dándose en el caso de algunas puntas de flecha.
Como elemento lítico singular hay que llamar la atención,
por último, sobre los 15 puñales, hechos tanto sobre tabletas
como sobre grandes láminas, destacando entre estas últimas algunos ejemplares que claramente imitan prototipos metálicos
(Cabezos Viejos y Loma de los Peregrinos), mientras que en
las tabletas se adopta una silueta triangular muy característica
y base habitualmente recta. Sólo los tres de Murviedro están
afectados por la acción del fuego.
La cerámica es otro elemento frecuente, sean vasijas completas (fracturadas o intactas) o fragmentos, decoradas o no.
Como ocurre con láminas y puntas, no logramos una correlación aceptable con el NMI, edad o sexo, pero es evidente que
no forman parte del fardo funerario, ni participan de alteración térmica alguna salvo restos de fuego en el interior de una
completa de Blanquizares. Cuando aparecen completas suelen
ser vasos de dimensiones reducidas y capacidades menores
de 1,5 litros, sobre todo con fondos planos y paredes rectas,
mientras que los fragmentos son tanto de estas formas, como
de recipientes abiertos y diámetros a veces considerables con
abundantes platos y fuentes, y en mucha menor proporción
vasos de almacenaje. La cerámica es un elemento que merecería un estudio mucho más profundo, pues parece importante
diferenciar si determinadas formas se pueden vincular más a
fenómenos de consumo comunal que finalizan con la destrucción de la vajilla y el depósito de algunos fragmentos; si hay
fenómenos similares en vasos que no responden a ese perfil; y
qué formas son las que con más frecuencia aparecen completas. Un buen caso de estudio es Camino del Molino, con cerca
de 14.000 fragmentos (recordemos que hay 1.336 inhumados)
cuyo estudio ha deparado no más de 600 recipientes de los
que sólo 8 estaban completos; pero lo más llamativo es que un
número importante está representado sólo con 1-2 fragmentos,
singularmente las grandes fuentes. Clop (2008: 139) encontró
en el megalito de Les Maioles (NMI=15), del primer tercio
del II milenio, 122 elementos cerámicos (2 vasos, 5 bordes,
2 fondos, 2 decoraciones y 111 no significativos), planteando una destrucción intencional vinculada a la recolocación de
restos humanos pero que no explica porqué no aparecen todos
los fragmentos. Y Valera y Costa (2013: 273), para el S portugués, plantean que la aparición de animales parcialmente re359
[page-n-12]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
Tabla 4. Presencia de geométricos en enterramientos y comparativa con la presencia en hábitats, por tipos.
Geométricos (tipologia de Fortea)
4
5 6 7 8 9 12
1
2
3
Abrigo del Milano
Blanquizares de Lébor
Camino del Molino
Cerro del Buitre IIA
Cabezo Roquel
C. Amador
C. Doña Joaquina
C. de La Represa
C. de las Palomas
C. de Los Alcores
C. de Los Tiestos
C. de Pino
C. de Poniente
Dolmen de Bagil
Murviedro 1
Peña Rubia (Cehegín)
Peña Rubia (Lorca)
2
1
1
1
1
1
1
9
-
3
-
4
1
1
1
1
-
4
30
7
1
5
1
7
3
6
7
1
1
2
8
4
1
1
11
2
1
-
2
2
1
1
-
1
-
2
-
1
2
-
Subtotal enterramientos
17
3
8
73
30
6
1
2
6
1
9
74
22
2
3
4 17
147
52
8
4
Subtotal hábitats
Total
23
presentados podría estar suponiendo el mismo fenómeno que
observamos también en las cerámicas u otros elementos, que
encontramos rotos y solamente representados por unos pocos
fragmentos. También se conocen situaciones en las que se han
arrojado restos de fauna, cerámica y sílex, como en el Hoyo
1 de La Lámpara (Soria) (Rojo et al., 2008: 66), afectando
a veces a campaniforme, y en Murcia hay tanto fragmentos
aislados de esta cerámica (Milano, Represa) como vasos completos, rotos (Murviedro) o no (Blanquizares).
No tan escaso como el campaniforme es el metal, pero sigue siendo un elemento absolutamente excepcional, presente
sólo en 17 enterramientos, normalmente a través de punzones, localizándose sólo 3 puñales de lengüeta y otras tantas
Palmelas. La principal consideración que, a nuestro juicio,
merecen estos elementos en los contextos funerarios analizados, es que suponen la incorporación de un elemento de alto
valor añadido que, si cabe, potencia aún más la repercusión
social que provoca la amortización de bienes por sí mismos
valiosos, pero siguiendo la misma tónica que reflejan otros
materiales. En este punto conviene ahondar en la doble faceta
de algunos elementos que encontramos en las tumbas. Así,
los punzones metálicos pueden pertenecer funcionalmente al
mismo ámbito que los óseos, pero el valor amortizado es infinitamente superior, de forma que función y valor se muestran
como escenarios diferentes e incluso no relacionados, y de
hecho se nos escapa el posible carácter prestigioso del perfil
funcional, frente al evidente del material metálico con que se
fabrica, que sin duda prima sobre la forma o función. No es
el caso de los puñales de lengüeta, con cuyo parangón lítico
comparten no solo un idéntico escenario funcional, ya de por
sí probablemente prestigioso, sino el añadido carácter valioso
360
13
14
G
Total
1
4
2
-
-
1
-
1
1
1
1
-
8
49
1
14
3
1
7
1
1
3
16
15
4
9
21
1
1
3
7
-
1
4
155
-
2
3
1
-
7
130
2
5
10
1
1
11
285
derivado de su escasez, la delicadeza de su factura o incluso
su lejana procedencia. Este hecho diferencial “punzón versus
puñal” podríamos extenderlo a la punta Palmela con respecto
a las foliáceas y puntas de sílex de pedúnculo y aletas, pero lo
más interesante de la cuestión posiblemente estribe en atender
otra perspectiva: en qué medida los puñales líticos son una
reacción a la irrupción, como elemento de prestigio, de los
puñales de lengüeta hechos en cobre. Este fenómeno no se
observa con claridad en el caso de los punzones, pero sí con
los puñales de sílex, tal y como Vaquer et al. (2014: 139-140
y 145) señalan, sobre todo para los de lengüeta ancha tipo Taillan, en el NW mediterráneo, dándose además la circunstancia
de que los de sílex son un elemento novedoso que coincide
en el tiempo con la aparición de los metálicos (Remicourt y
Vaquer, 2011: 141). También podría ser el caso de otros puñales líticos con respecto a foliáceos metálicos de cronología
campaniforme (Soler, 2007: 40), habiéndose detectado incluso gestos técnicos similares en los reavivados, como ocurre
con los del Grand-Pressigny, con trazas de pulimento en el
dorso para preparar las extracciones, del mismo modo que se
obra en los metálicos (Mallet, 1992: 179). En los punzones de
cobre parece que el objeto supera con creces el valor de los
de hueso, probablemente sin la pertinencia de una competencia funcional, mientras que en los puñales esa competencia es
patente a todos los niveles, pues se juega en el terreno de la
similitud formal, de la eficacia funcional y, en tercer lugar, del
exotismo y rareza que provocan sus esmerados acabados e incluso los sílex de procedencia lejana. Que la producción lítica
intentara mimetizar en piedra modelos metálicos se plantea
para el Valle del Ebro (Rodríguez de la Esperanza, 2005: 147)
o el Calcolítico francés (Honegger, 2002: 142).
[page-n-13]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
6. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
No se constatan diferencias en contenidos o NMI entre megalitos y
cavidades, aunque sí en el hecho de que los primeros se restringen
al tercio más occidental de la región, mientras que los segundos
aparecen por toda su geografía, así como en tierras valencianas
(Soler García, 2002; García et al., 2010: 195) y andaluzas. En cuanto a las estructuras negativas, las evidencias conocidas remiten sólo
a ese tercio occidental, coincidiendo el presunto vacío con un área
en la que apenas se han excavado hábitats de esta cronología, por
lo que entendemos que se debe a un vacío de investigación, pues
se trata de una modalidad que está bien documentada en Andalucía
(Márquez y Jiménez, 2010b: 215-221) y País Valenciano. Ante esta
aparente contemporaneidad de continentes y similitud de contenidos, como indican Cámara et al. (2010: 316), es difícil considerar
todos los “silos” como correspondientes a niveles sociales bajos, no
solo por su vinculación a la riqueza pecuaria (perros como elemento exclusivo en silos) sino también por el hecho de que la mayoría
de la población no parece acceder a enterramiento alguno, cuestión
esta sobre la que los resultados definitivos de Camino del Molino
aportarán información de gran interés.
La manipulación de restos humanos y cultura material es generalizada en megalitos, cuevas y estructuras negativas, sin diferencias entre la tipología de tumbas salvo en la total ausencia
de cremación en estas últimas, salvedad que sólo coincide con
otra: sólo en las estructuras negativas encontramos depositados
cánidos, perros en su inmensa mayoría. Esa manipulación, que
implica restos incompletos y removidos de individuos, parece
poder responder a fenómenos de fundación y clausura de tumbas, como en Cabezos Viejos, como vemos también en contextos portugueses (Figueiredo, 2011: 40), en la misma línea que
apuntan Cámara et al. (2012: 62) en Marroquíes Bajos (Jaén),
un estudio de referencia para enterramientos en estructuras negativas que dibuja con precisión la complejidad ritual y social
de los fenómenos de continua frecuentación, la continua manipulación de los restos y del ajuar, la destrucción de bienes
vinculados a eventos de comensalidad y/o rememoración, y el
significado del valor de los bienes allí amortizados, insistiéndose en la importancia de la presencia de perros. Y esa manipulación de restos la encontramos incluso en momentos avanzados
del Calcolítico, como sugieren las dataciones más recientes de
Camino del Molino (Beta-261519, 3970±40 BP, 2570-2440,
2420-2400 y 2380-2350 Cal BC, 2 sigmas) o la presencia de
campaniforme en el último enterramiento de El Milano o La
Represa, en consonancia con los datos andaluces (Marroquíes
Bajo) o del área valenciana, donde con esa cronología en La
Vital la Tumba 11 muestra la retirada intencional de un cráneo
(García et al., 2013: 269), con una convivencia entre tumbas
individuales y múltiples que lleva a plantear prácticas distintas
entre grupos diferentes pero vecinos (ibíd.: 273).
Por último, hay que insistir en la necesidad de lograr diferenciar qué elementos depositados en el enterramiento son
parte del ajuar, pertenecen a la indumentaria o adorno personal,
constituyen elementos del propio fardo funerario, son elementos intencional y cuidadosamente depositados para acompañar a
la persona difunta, o pertenecen a la dinámica de ceremonias de
comensalidad, rememoración o incluso traslado de restos. También en la de entender la variabilidad formal de la tipología de
tumbas y cómo convive con las distintas distribuciones posibles
de edad y sexo de los individuos que albergan.
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Estudis en Homenatge a Bernat Martí Oliver.
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El registro funerario calcolítico
en el extremo suroriental de la Península Ibérica:
los valles del Guadalentín y Segura (Murcia)
Joaquín Lomba Maurandi y María Haber Uriarte
resumen
El trabajo actualiza los datos sobre el registro funerario calcolítico en la Región de Murcia, analizando aspectos relacionados
con la tipología de las tumbas, los diferentes modos en que se disponen los restos humanos, y la presencia y disposición
de los elementos que los acompañan, con especial atención a los restos faunísticos y, dentro de la cultura material, a
los elementos en sílex. Se reflexiona sobre la consideración explícita de ajuar de estos elementos, y se proponen pautas
generales de comportamiento del registro funerario, con atención a casos peninsulares y europeos en los que se evidencian
tratamientos o casos similares a los documentados en la zona de estudio.
palabras clave:
Enterramientos, Calcolítico, ajuar, cremación, cánidos, sureste peninsular.
abstract
Chalcolithic funerary record in the southeastern end of the Iberian Peninsula: Guadalentín and Segura valleys (Murcia region,
Spain). The work updates the information on the Chalcolithic burial record in the Region of Murcia, analyzing aspects related
to the typology of the graves, the different manners in which they arrange the human bones and the tracks of cremation, and the
presence and disposition of the elements that they accompany, singularly the faunal remains and, inside the material culture,
special incident in the flint elements. One thinks about the explicit consideration of burial goods of these elements, and propose
general guidelines of behavior of the burial record, with attention to peninsular and european cases in which treatments or
similar cases are demonstrated to documented in the zone of study.
keywords:
Burial graves, Chalcolithic, burial goods, cremation, dogs, southeast Spain.
1. INTRODUCCIÓN. BREVES APUNTES
HISTORIOGRÁFICOS
Los Siret (1890: 24-25) son los primeros en citar un enterramiento en la zona, Cueva de los Toyos (Águilas), una inhumación del Neolítico Medio. De esa misma época son las primeras noticias de la necrópolis de Murviedro (Lorca), y poco más
tarde de Rambla Bermeja (Lorca) y Cerro del Mojón (Caravaca), de la que sólo conocemos esa cita. En 1927 se descubre
Blanquizares (Totana) (Cuadrado, 1929), con 92 individuos y
una abundante cultura material, incluidos numerosos vasos de
madera; a los 30 años se publica su ajuar (Arribas Palau, 195253), y después la del ya expoliado hipogeo de Loma de los
Peregrinos (Alguazas) (Nieto Gallo, 1958).
No se producen nuevos datos hasta el hallazgo en los 80 de
las cavidades de Los Alcores y La Represa (Caravaca) (García Toro, 1980a; San Nicolás del Toro, 1981), de Pino (Jumilla)
(Molina y Hernández, 1986), Barranco de la Higuera (Fortuna)
(García Toro, 1980b) y abrigo del Milano (Mula) (Walker y San
Nicolás, 1995). Se interviene en el único megalito conservado
de Murviedro (Idáñez Sánchez, 1986) y del Cabezo del Plomo
(Mazarrón) (Muñoz Amilibia, 1986) y se limpia el mayor de los
de Bagil (Moratalla) (San Nicolás y Martínez, 1979-80), de un
conjunto de 6 que también se delimitarán posteriormente (Eiroa
García, 1998) (fig. 1). Son los años de los trabajos en la Cueva de los Tiestos (Jumilla) y sus cerámicas pintadas (Molina
Grande, 1990; Molina Burguera, 2003); en la expoliada Cueva
Sagrada I (Lorca) y su ajuar de madera y textiles (Ayala Juan,
1987); en Cueva del Calor (Cehegín) (Martínez y San Nicolás, 1993); y en la pequeña cavidad del Barranco de Carboneros (Totana) (López García, 1991: 234). Además, se descubren
los 12 rundgräber del Cerro Negro (Zarcilla de Ramos, Lorca)
(Gilman y San Nicolás, 1995) y se excava el abrigo de Grajos
III (Cieza) (Lomba et al., 1999).
Desde finales de los 90 se empiezan a localizar enterramientos en silos o fosas en contextos de habitación en los cascos
urbanos de Lorca (García et al., 2003), Archivel-Casa Noguera
(García y Martínez, 2004: 240) y Caravaca-Molinos de Papel
(Pujante Martínez, 2006); y se excavan 3 sepulcros con un registro antropológico en un aceptable estado de conservación:
349
[page-n-2]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
1. Abrigo del Milano
2. Abrigo de Carboneros
3. Blanquizares de Lébor
4. Cabezo del Plomo
5. Cabezos Viejos
6. Camino del Molino
7. Casa Noguera
8. Casa Forestal Martí
9. Cerro del Buitre
10. Cerro Negro
13. C. de Lucas
14. C. de la Peña Rubia
15. C. de la Represa
19. C. de los Alcores
20. C. de los Tiestos
21. C. del Bco. de la Higuera
24. C. de Pino
25. C. del Poniente
26. Cueva Sagrada I y II
27. Cuevas que recalan
28. Grajos III
29. Loma de los Peregrinos
30. Lorca
31. Los Realejos
32. Menhir de la Tercia
33. Murviedro 1 y 3
En el Sector A:
11. C. Amador
12. C. de Doña Joaquina
16. C. de las Canteras
17. C. de las Conchas
18. C. de las Palomas
22. C. del Calor
23. C. del Humo
34. Pajasola
Fig. 1. Ubicación de los enterramientos calcolíticos de Murcia citados en el texto.
Pajasola, Cabezos Viejos y Camino del Molino. El resto de información procede de expolios o es aislada, pero puede combinarse bien con la más fidedigna de las excavaciones (tabla 1).
2. TIPOLOGÍA FORMAL DE LOS
ENTERRAMIENTOS
en Blanquizares y Cabezos Viejos. En otras tres, los abrigos se
completan con lajas formando una cámara circular (El Milano)
o conformando un pequeño dromos de acceso (Cueva Sagrada
II) (fig. 2), generando esquemas (que no dimensiones) claramente megalíticos; el tercer caso es Murviedro, completado con
bloques de grandes dimensiones (Lomba Maurandi, 1999).
2.1. Cavidades naturales, acondicionadas y artificiales
El enterramiento en cavidades naturales es el más abundante,
con más de un centenar de casos de los que sólo han sido excavadas las cuevas de Los Alcores, del Barranco de la Higuera, de
Pino, de Los Tiestos, La Represa, del Calor, Sagrada I y Pajasola, y los abrigos de los Carboneros y Grajos III. En este sentido,
el territorio comparte rasgos con el área valenciana, donde los
enterramientos son sobre todo en cavidades –García Puchol et
al. (2012: 44) refieren 130– aunque también empiezan a aparecer en estructuras negativas. La única artificial es Loma de los
Peregrinos, de cámara circular y techo abovedado con acceso
por un pozo vertical lateral; y quizás también Los Realejos (Cieza), ambas en la cuenca media del Segura. Además, las paredes de algunas cuevas son parcialmente acondicionadas, como
350
Fig. 2. Acceso al abrigo de Cueva Sagrada II (Lorca), observándose
la colocación de lajas que delimitan el espacio sepulcral y de acceso.
[page-n-3]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
C. Amador (Cehegin)
C. de Doña Joaquina
(Cehegín)
C. de Lucas (Mazarrón)
C. de la Peña Rubia
(Lorca)
C. de La Represa
(Caravaca)
C. de las Canteras
(Cehegín)
x
x
x
x
x
x
x
x
x
3-4
23
x
x
x
x
1.336
x
x
x
x
1
x
x
x
x
x
2
-
x
x
-
x
x
-
x
x
-
x
x
-
x
x
x
x
x
x
x
x
x
-
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
2.2. Estructuras negativas
Desde finales del s. XX se localizan estructuras negativas en los
cascos urbanos de Lorca, Archivel y Caravaca, en cuyas proximidades se descubre Camino del Molino. Sumemos las noticias
de un enterramiento en el interior de lo que llamaban “fondo de
cabaña” en La Parrilla (Lorca), y la localización de 10 huesos
humanos mezclados con los restos de fauna de El Prado (Jumilla) (Lillo y Walker, 1987: 105-107). Excepto en Camino del
Molino, se trata de estructuras con diámetros entre 1,5 y 2,7
m, cuyas dimensiones y morfología se aproximan más a lo que
solemos entender por “fondos de cabaña”.
Fauna
Ídolos
x
x
Metal
92
x
Campaniforme
x
C. de las Conchas
(Cehegín)
C. de las Palomas
(Cehegín)
C. de Los Alcores
23
(Caravaca)
C. de los Tiestos (Jumilla) 16
C. del Bco. de La Higuera 7
(Fortuna)
C. del Calor (Cehegín)
C. del Humo (Cehegín)
C. de Pino (Jumilla)
C. del Poniente (Jumilla)
C. Sagrada I (Lorca)
5
C. Sagrada II (Lorca)
1
Cuevas que recalan
(Lorca)
Grajos III (Cieza)
7
Loma de los Peregrinos 17-18
(Alguazas)
Lorca-Corredera 47
3
Lorca-Juan II
varios
Lorca-Glorieta San
1
Vicente
Lorca-Marianela
2
Lorca-Rincón de
2
Moncada
Los Realejos (Cieza)
18-20
Menhir de la Tercia
(Lorca)
Murviedro 1 (Lorca)
50
Murviedro 3 (Lorca)
15
Pajasola (Caravaca)
21
Cerámica
1
x
Cuentas
x
Varillas óseas
x
Lítica pulim.
x
Lítica tallada
Campaniforme
x
Cremación
Cerámica
x
Yacimiento
NMI conocido
Cuentas
x
Fauna
Varillas óseas
x
Ídolos
Lítica pulim.
8-9
Metal
Lítica tallada
Abrigo del Milano
(Mula)
Abrigo de Carboneros
(Totana)
Blanquizares de Lébor
(Totana)
Cabezo del Plomo
(Mazarrón)
Cabezos Viejos
(Archena)
Camino del Molino
(Caravaca)
Casa Noguera 7
(Archivel, Caravaca)
Casa Noguera 8
(Archivel, Caravaca)
Casa Forestal Martí
(Totana)
Cerro del Buitre IIA
(Lorca)
Cerro del Buitre IIB
(Lorca)
Cerro Negro (Lorca)
NMI conocido
Yacimiento
Cremación
Tabla 1. Enterramientos calcolíticos de la Región de Murcia con información sobre su contenido.
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tipos excluyentes, pues ambos coinciden en el tercio occidental
de la Región de Murcia (Walker y San Nicolás, 1995: 131).
2.3. Estructuras megalíticas
En el tercio occidental de la región (Lomba Maurandi, 1999)
hay 18 necrópolis que suman 46 megalitos (excavados Murviedro 1, Cabezo del Plomo, Bajil 1-3 y Cerro Negro 12), todos rundgräber (fig. 3) menos Murviedro (abrigo-megalito) y
Menhir de la Tercia (monolito asociado a materiales propios de
enterramiento). En cualquier caso, megalitos y cavidades no son
Fig. 3. Vista general de uno de los enterramientos megalíticos de la
necrópolis del Cerro Negro (Zarcilla de Ramos, Lorca).
351
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J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
3. INDIVIDUALES Y MÚLTIPLES, PRIMERAS
Y SEGUNDAS INHUMACIONES, PAQUETES
FUNERARIOS
Cuevas, abrigos y megalitos albergan siempre varios individuos
y, cuando se ha podido estudiar, ello responde a la reiteración
del depósito en un mismo lugar. Excepciones serían Carboneros (López García, 1991: 234), con una mujer con la cabeza
vendada entre restos de madera de lo que podría haber sido una
estructura de litera; y Cueva Sagrada II, donde se cita un solo
individuo en decúbito supino con un rollo de esparto a cada lado
del cráneo y un puñal de sílex. Las disposiciones primarias conviven con recolocación de restos, formando a veces paquetes
funerarios o arrinconamientos, acondicionamientos generalizados, fases claramente diferenciadas o incluso la presencia incompleta de algunos individuos.
El carácter individual o múltiple, o si ha habido segundas inhumaciones, se puede analizar con garantías en 29 yacimientos: 8
estructuras negativas (NMI=17), 9 cuevas (NMI=233), 3 abrigos
(NMI=17-18), 4 megalitos (NMI=68-69), 3 cuevas artificiales
(NMI=35-38) y la fosa de Camino del Molino (NMI=1.336). En
general, las pautas en cuanto al número de individuos son similares en cuevas y megalitos, mientras que abrigos y estructuras negativas (menos Camino del Molino) albergan grupos pequeños.
3.1. Inhumaciones en estructuras negativas
Dentro de las estructuras negativas en hábitat encontramos 2 enterramientos individuales (Casa Noguera E.7; Glorieta San Vicente), 4 dobles (Casa Noguera E.8; C/Marianela; y dos en Molinos de Papel) y 2 con más individuos (C/Rincón de Moncada,
C/Corredera-47; C/Juan II-3 con C/Leonés-5); hay primeras y
segundas inhumaciones, y son frecuentes las remociones intencionales con selección de huesos, pero no se conocen cremaciones en restos humanos o ajuares, incluido Camino del Molino.
De Casa Noguera procede un enterramiento individual (E.7)
en primera inhumación en decúbito prono y con el cráneo calzado con piedras, y otro doble (E.8): uno se depositó manteniendo
aún tejidos blandos –en decúbito lateral y con el cráneo de nuevo calzado con piedras, con su mandíbula y extremidades inferiores reubicadas, faltándole las superiores–, mientras que del
otro sólo había huesos de las piernas, pero sin los pies, y fragmentos de costillas (García y Martínez, 2004: 240-241), lo que
apoya la posibilidad de una colocación simultánea pero no completa. De otra intervención en el mismo yacimiento (Álvarez y
Andrés, 2009) se citan 19 individuos de estructuras siliformes
del Neolítico Final/Calcolítico, si bien la publicación señala que
los enterramientos son del Bronce (ibíd.: 126), además de referir
usos de época ibérica; a la espera de una publicación detallada,
parece prudente no incluirlos en el estudio, aunque ciertas referencias formales podrían apuntar al Calcolítico.
En el casco de Lorca son varios los hallazgos. En C/Juan
II-3 con C/Leonés-5, un “fondo de cabaña” de 2,30 x 2,50 m
con enterramientos humanos y de animales (Bellón Aguilera,
2003: 108), desprendiéndose del texto que debe tratarse de más
de dos individuos. Posteriormente se descubrió un “silo” con un
enterramiento doble de un anciano y un joven de 18 años, sin
ajuar (Verdú Bermejo, 2004: 31-32), pero no se hace referencia
a la disposición de restos. En Glorieta de San Vicente apareció
una estructura negativa con una primera inhumación en decúbi352
to prono (García et al., 2003: 20); junto a este individuo, que por
su posición parece haber estado envuelto, se depositó un fragmento de cráneo de otro, así como una escápula de ovicáprido
(identificación por observación directa) con un motivo pintado
en rojo de puntos que rodean a un oculado y una datación sobre
hueso humano de 4075±30 BP (KIA-19491) (Martínez et al.,
2006: 515 y 517). En C/Rincón de Moncada, un enterramiento
doble en la covacha lateral de una estructura negativa, con un
individuo completo en posición, así como una agrupación de
huesos de otro sujeto al fondo (Ramos y García, 2004: 109) en
la que una segunda revisión detectó el fragmento de un fémur
y algunos huesos de una extremidad superior de un tercer individuo de 18-19 años, posiblemente femenino (Haber Uriarte,
2007); y en C/Corredera-47, una estructura negativa de 2,5 m de
diámetro y 0,7 m de profundidad con restos inconexos de 3 individuos colocados inicialmente completos y removidos cuando
se incorporó el sacrificio de 18 cánidos y un felino, y con ellos
un cuenco (Ramírez Águila, 2004: 118) (fig. 4).
Sumemos a esta relación la referencia ya hecha a La Parrilla,
así como a las 6 falanges, 1 fragmento de parietal derecho, 1
calcáneo izquierdo y 2 fragmentos de pelvis de El Prado (Jumilla) en el contexto de acumulaciones de fauna que en su día
se interpretaron como desechos alimenticios (Lillo y Walker,
1987: 109); la ausencia de huesos largos y su dispersión llevó a
los excavadores a apuntar que provendrían de algún pudridero y
que posteriormente se llevarían al hábitat.
Bajo la actual Caravaca está Molinos de Papel. En una de las
49 estructuras negativas de una primera intervención de 1999 se
identificó una fosa cubierta con túmulo de piedras (Sepultura 2)
bajo el cual apareció un individuo con diversos huesos desplazados, y bajo éste otro en decúbito lateral derecho y flexionado con
un anillo de plata entre las manos y un botón de marfil con doble
perforación en sus extremos junto a su omóplato (Pujante Martínez, 2006: 149), del Bronce –KIA-39854: 3610-30 BP: 2109
(1999) 1889 Cal ANE 2sg–; próximo al enterramiento (ibíd.:
150), un hogar con restos de carbón y varios objetos quemados.
En otro sector, una estructura siliforme en el interior de una cabaña, con un enterramiento (Sepultura 1) de dos individuos en
posición flexionada, asociados a una Palmela (ibíd.: 156-157).
Fig. 4. Vista general de la estructura negativa de C/ Corredera, 47
(Lorca), en la que aparecieron restos de 3 individuos acompañados
de 18 cánidos en posición anatómica.
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El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
A 600 m está Camino del Molino, una estructura negativa
circular excavada en travertino de unos 7 m de diámetro y un
alzado de 1,60 m (Lomba et al., 2009), con un NMI=1.336 (cráneos): primeras inhumaciones, 182 sujetos (completos o no) en
posición anatómica (Haber et al., 2012), acumulaciones de cráneos en las paredes, y una ingente cantidad de restos inconexos
que constituyen la mayor parte del registro antropológico (fig.
5). El 44,7% son varones, el 39,4% mujeres, el 4,9% probablemente masculinos, el 5% probablemente femeninos, y un 7,3%
son indeterminados. En cuanto a las edades, el 58,7% son adultos (unión epifisaria completa de sus huesos), y por lo tanto hay
un porcentaje muy alto de infantiles, incluidos algunos fetos.
Entre los adultos predominan los adultos jóvenes (47,5%), seguidos de maduros (33,6%) y seniles (4,5%). No se documentan
paquetes funerarios de huesos largos reagrupados, vinculados o
no a cráneos –a diferencia de lo que veíamos en Cabezos Viejos– ni tampoco marcas antrópicas. Es interesante señalar que
tanto en la base de la secuencia como en varios momentos ulteriores hay fuegos muy localizados, excesivamente pequeños
para poder vincularlos a una acción deliberada de cremación,
lo que por otra parte casa con la práctica ausencia de huesos
quemados que, cuando aparecen, lo están sin gran afectación
de su estado. Se observan traumatismos craneales en 21 adultos
(57% varones; 42,9% mujeres) provocados por objetos romos,
posiblemente piedras, y que en la mayoría de los casos fueron
causa de muerte.
3.2. Inhumaciones en cavidades
La mayor parte de datos procede de hallazgos casuales, intervenciones antiguas o remociones clandestinas, lo que dificulta
su estudio global. Son 11 las cuevas con restos humanos contabilizados, 235 sujetos de los que se ha estudiado el 63% (Cabezos Viejos, Cueva de los Tiestos, Cueva Barranco Higuera,
Cueva Sagrada I, Grajos III y Pajasola). Para el estudio de las
pirámides de población se ha prescindido de Blanquizares, La
Represa y Los Alcores, ya que no se han realizado estudios antropológicos; en Los Alcores García Toro (1980a: 246) calculó
un NMI=23 “por la cantidad de fémures y maxilares superiores”, mereciendo por tanto este conjunto una revisión.
Hablamos de enterramientos múltiples en los que se documenta selección de los huesos y recolocaciones. Podría ser una
excepción la Cueva de los Tiestos (Jumilla), donde De Miguel
Fig. 5. Vista general del cuadrante suroccidental de la estructura negativa de Camino del Molino (Caravaca de la Cruz). Obsérvese la
presencia de individuos en posición primaria, otros articulados pero desplazados, y una gran masa de huesos completamente mezclados y
con un alto índice de fragmentación en áreas de paso.
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J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
(2003: 124) sólo puede corroborar inhumación primaria al recuperarse piezas óseas de pequeño tamaño, así como una posible
recolocación o selección al no conservarse cráneos completos;
se recuperan individuos pertenecientes a todas las edades, desde
Infantil I (0 y 2 años) hasta un senil de >50 años en La Higuera, si bien no aparecen representados por igual. Con los datos
extraídos de los estudios antropológicos (NMI=78), un 19,2 %
de los individuos son infantiles (4 Infantil I y 11 Infantil II),
el 29,5% adultos jóvenes (entre 20 y 35 años) con predominio
de 17-25 años (quizá escape de la norma Grajos III, con 4 individuos de c. 40), el 46,2% adultos (entre 36 y 50 años) y un
5% seniles. Hombres y mujeres parecen estar representados en
porcentajes similares.
En Cabezos Viejos (Lomba y Zapata, 2005: 14-15), la secuencia (NMI=23) se inicia con restos muy aislados e inconexos
de 2 individuos en la base, uno en cada una de las dos cámaras, y
sobre ellos los restos de otros 21. En la primera cámara se identifican dos series o agrupaciones con 9 individuos en primera inhumación o arrinconados sobre ese primer individuo, cerrando
la secuencia otros 2 formando paquetes. En la segunda, lateral
y con un ajuar más valioso y numeroso, la secuencia se inicia
también con restos aislados e inconexos de un individuo, luego
restos removidos pero completos de 3, y se cierra la serie con
paquetes funerarios de otros 3 individuos. Ya entonces planteamos que los restos que inician la secuencia procedieran de otro
lugar distinto a la cueva, y que los últimos, también incompletos, fueran de individuos trasladados a otro lugar en el que se
reiniciaría otra secuencia. No hay restos de fauna. En cuanto
a edades, se recuperaron un infantil de 6-8 años en primera inhumación, 11 adultos jóvenes (seis de 17-25 años) y 9 adultos
(Lomba y Zapata, 2005); no se logró identificación sexual de
ningún individuo. También es reseñable la presencia de ocre en
uno de los restos humanos, como también vemos en las cuevas
de Tirieza (Lorca) y B-2 de Totana.
De Cueva Sagrada I (Lorca) provienen un Infantil I (0-2 años)
y dos II (3-12 años), un adulto joven y un posible adulto femenino
(Doménech et al., 1987); el cráneo de uno de los niños estaba
sobre la estera de esparto y asociado a todo el ajuar del enterramiento, pero nada sabemos más sobre la disposición de los restos,
aunque parecen ser segundas inhumaciones. En la Cueva de los
Tiestos (Jumilla) (NMI=16) se identifican 2 Infantiles I, 4 Infantiles II y 2 adultos jóvenes, siendo el 50% de la muestra adultos,
tanto varones como mujeres (Molina Burguera, 2003), removidos
de antiguo. En Los Losares 1 (Cieza) se conoce una mujer adulta,
así como un posible adulto en Los Losares 9, pero se trata de
restos de superficie de yacimientos sin excavar.
Del Barranco de la Higuera (Fortuna) proceden seis adultos
(3 mujeres y 2 hombres) y una mujer senil, aunque sólo tenemos
cinco cráneos (Campillo, 1980). Los restos estaban dispersos
pero, sobre todo, destaca su localización en el área derecha de
la cavidad, mientras que el ajuar aparecía en el centro. Llama
la atención la mutilación dentaria en 3 de los sujetos (afilados
o recortados) que además compartían rasgos epigenéticos, poniéndose esto en relación con un posible ritual. Casos de “cirugía” calcolítica también están documentados en la manipulación
ante mortem del centro de la raíz de un segundo molar superior
del individuo VI de Los Grajos, con el fin de atajar una fuerte
inflamación (Lomba et al., 1999: 99); y en la trepanación de uno
de los cráneos de Blanquizares.
354
Otra cueva natural es Pajasola o Balsa Salada (Cehegín)
(NMI=21) (Walker y San Nicolás, 1995: 113), con una cámara
de 3x3 m y 0,5 m de depósito, en cuyo lateral se localizó una
concentración de cráneos sin mandíbulas, que aparecían dispersas por el resto de la tumba, lo que evidencia remociones
intencionales (como en Camino del Molino, a una decena de
kilómetros). Los huesos largos también estaban agrupados y
sin conexión, pero al mismo tiempo se localizaron partes esqueléticas que sí estaban en posición (articulaciones de manos
y muñecas, piernas, áreas torácicolumbares completas, brazos
flexionados) y que parecen indicar que se depositaron originalmente para posteriormente ser removidos. No hay marcas antrópicas ni restos de cremación alguna que afecten a los restos
humanos, y tampoco se han publicado referencias a fauna. De
los 21 sujetos, 5 son infantiles (1 menor de 2 años, 1 de 2-9, 1
de 6-8, 1 de 8-10 años y un indeterminado), 8 adultos jóvenes
(1 de 9-17 y 7 de 17-25 años), 4 adultos (3 de 25-33 y 1 de
35-45 años) y 3 seniles, habiéndose podido sexuar 6 varones
y 5 mujeres entre los grupos de jóvenes y adultos, siendo el
resto alofisos.1
En cuanto a los abrigos, conocemos 3 casos con datos antropológicos suficientes: Grajos III, Carboneros y El Milano.
En el primero, la acidez del suelo provocó que sólo se conservaran los dientes de un NMI=7: 2 adultos de 20-25 años,
2 varones de 35-45, un varón de 40-50, un posible varón de
más de 40 y una posible mujer de 15-20 (Lomba et al., 1999).
En Carboneros se hace referencia a una inhumación femenina, como ya se ha dicho con la cabeza envuelta en una tela
(López García, 1991: 234). El tercer abrigo de interés es El
Milano (San Nicolás, 2009: 29), con una pequeña estructura
de piedras verticales que delimitaban una cámara de 0,9 x
1,4 m adosada a la pared y enlosada en su base. Dentro, 7-8
individuos, los últimos en posición anatómica y con especial
incidencia de cremación en las apófisis de las partes anatómicas con mayor masa muscular; se cubre con un encachado y
sobre éste, un fino sedimento terroso que dejaba ver la parte
superior de los bloques de piedra. Posteriormente se amplió
la cámara por el S pero respetando lo anterior, y se colocó un
enterramiento individual calcinado, el fémur de un conejo y
fragmentos de un metapodio de ovicaprino, por lo que para
todo el sepulcro se calcula un NMI=7. Las trazas de cremación afectan en menor medida a cráneos y segmentos distales
de las extremidades, y algunos fragmentos muestran un nivel
de afectación de fuego muy superior al resto, lo que llevó a
plantear que se quemaran en un mismo lugar fuera de la cámara, de forma que algunos restos sufrieran varias cremaciones
al quedar en la pira, incorporándose al sepulcro mezclados
con los de otro cremado con posterioridad. En dos costillas
hay, además, huellas de descarnación (Walker, 2009: 61-62;
Walker, 2009) que se suman a la evidencia de cortes en una
falange de Cueva del Calor (Lillo y Walker, 1987: 109 y figs.
11 y 12). De las cuevas artificiales, Loma de los Peregrinos
y Los Realejos, sólo se conoce la estimación de individuos,
17-18 y 18-20, respectivamente.
1 Agradecemos a D. Miguel San Nicolás del Toro, director de las
excavaciones, la información facilitada sobre la composición de la
población depositada en Pajasola, inédita.
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El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
En cinco de las cavidades en las que se han recuperado restos
óseos se ha registrado cremación no solo en los restos humanos,
que suele ser lo que se señala en las publicaciones, sino también
en algunos de los elementos de ajuar, cuando no en las paredes
de la cavidad. La mayoría confirman una cremación, de la que a
nivel peninsular existen evidencias en todo su territorio, aunque
con mayor número de casos en el área oriental (Pascual Benito,
2002) que no corrobora una acción del fuego anterior a la esqueletización, coincidiendo esto con la afirmación de Weiss-Krejci
(2005: 51) en su revisión de los casos peninsulares, de que no es
común que los cuerpos se quemen frescos.
3.3. Enterramientos en megalitos
Sólo se conoce el NMI de 4 de los megalitos, siempre sin estudio antropológico: Cabezo del Plomo I (3-4), Bagil (sólo se
citan restos de cremación en los huesos y ajuar), Murviedro I
(50, con huellas de fuego en las paredes, y en la mitad de los
restos humanos) y Murviedro III (15, con primeras y segundas
inhumaciones).
4. SOLOS O ACOMPAÑADOS: CÁNIDOS Y OTRA
FAUNA ASOCIADA A ENTERRAMIENTOS
Es frecuente la identificación de fauna en tumbas argáricas
como eventos de comensalidad (Aranda Jiménez, 2012: 264).
En contextos calcolíticos su detección se ha visto dificultada
por tratarse de tumbas con abundantes restos humanos removidos o alterados, y también por haberse centrado los estudios en
una cultura material a menudo llamativa. Dos son los registros
faunísticos: a) restos óseos aislados, o animales en posición
anatómica completos o casi completos –cánidos y bóvidos,
como bien señalan Márquez y Jiménez (2010a: 146) para los
poblados con fosos del sur peninsular–, que pueden acompañar a restos humanos o ser protagonistas únicos de la tumba; y
b) elementos anatómicos aislados. Conviene recordar aquí el
trabajo clásico de Horwitz (1987) sobre ofrendas animales en
el Bronce israelí, que citaba 8 situaciones que por sí solas no
señalan necesariamente actividad ritual, pero sí la confluencia de varias de ellas: presencia de animales completos o en
porciones articuladas, de sujetos muy viejos o muy jóvenes,
selección de partes específicas (cornamentas, cabezas, etc.),
preponderancia de un sexo, abundancia de un taxón particular,
presencia de taxones raros, asociación con restos humanos y
asociación con bienes de ajuar. Para la zona estudiada, todos
los animales en posición anatómica, excepto en un caso, son
cánidos, y no aparecen en megalitos ni en cavidades, sino únicamente en estructuras negativas.
En el solar de Glorieta de San Vicente (Lorca), una estructura negativa contenía 4 cánidos, y de otra provienen vértebras y
costillas de un bóvido, también en posición (García et al., 2003:
20), único caso de no cánido articulado; en C/Corredera-47, sobre 3 humanos posteriormente removidos se depositaron 18 cánidos completos y restos inconexos de un felino (Ramírez Águila, 2004: 118); en C/Juan II-3 con C/Leonés-5, en una misma
tumba un sujeto senil y un joven de 18 años se acompañaban de
abundante fauna sin disposición anatómica (sin especificar), bivalvos y gasterópodos marinos (Verdú Bermejo, 2004: 32); por
último, un “fondo de cabaña” (Bellón Aguilera, 2003: 108) cuya
excavación se interrumpió al paralizarse los trabajos arqueológicos, contenía restos humanos y faunísticos, con noticias del
hallazgo de dos posibles perros.
En la última campaña en Molinos de Papel (Caravaca) se
localizó un silo con fragmentos cerámicos y huesos de ovicaprinos y, en el fondo, un pequeño perro en posición anatómica
dentro de una vasija.2 En Casa Noguera, el único individuo de
la tumba E.7 tenía sobre sus manos sendas patas de ovicaprinos,
pero lo más interesante es que esos restos se cubrían con un túmulo de piedras, dentro aún del “silo”, y sobre esa acumulación
se depositaron dos perros articulados y cuartos traseros, extremidades y cráneos de ovicaprinos y jabalíes (García y Martínez,
2004: 240). Uno de los perros presentaba una malformación que
le generó cojera, a pesar de lo cual fue sacrificado en edad senil
mediante un fuerte golpe en la región frontal (referencia inédita
de García Moncó, citada en Ruiz García-Vaso, 2013: 84).
Por último, en Camino del Molino hay 44 cánidos, individualizándose de momento 28 de ellos: 1 Vulpes vulpes, 22
Canis lupus familiaris y 5 Canis lupus (Ruiz et al., 2013). Todos los perros son adultos jóvenes menos 3 cachorros y un
senil con una fractura consolidada que le provocó una notable
cojera, mientras que los lobos se identifican tanto por su tamaño (alzada de cruz de 64-70 cm frente a perros de menos
de 45 y otro grupo de 47-55) (Ruiz García-Vaso, 2013: 86)
como por estudios de ADN; en C/Corredera-47 (Lorca), uno
de los perros también encaja en los parámetros de los perros
de reducidas dimensiones del yacimiento caravaqueño (ibíd.:
79). La fauna de Camino del Molino (NR=1.993, de los que
1.780 son de cánidos), incluye 132 huesos de cabra (mayoritariamente muy jóvenes, sin marcas, identificándose claramente dos ejemplares con estas características, pero también un
ejemplar adulto); 58 de felinos (un gato montés macho senil
con una patología que debió afectar la sensibilidad de sus molares y premolares izquierdos y piel del mentón, y un cachorro
de >6 meses; esta distribución de edad y sexo abunda en la
interpretación de que formen parte de los elementos intencionalmente depositados en el enterramiento); 2 de équidos (una
falange media y una proximal de un adulto); 4 de bovinos (un
individuo de >48 meses y envergadura similar a las vacas domésticas actuales); 5 de suidos, 10 de lagomorfos y 2 de aves
(Ruiz García-Vaso, 2013: 69-74), una cornamenta de ciervo y
parte del cuerpo mandibular de un suido.
En cuanto a yacimientos en los que sólo se cita fauna que no
se corresponde con cánidos, la última fase (campaniforme) de
El Milano incluye un fémur de conejo y un fragmento de metapodio de ovicaprino (San Nicolás, 2009: 29). De Cueva Sagrada
I conocemos, además de restos de roedores y reptiles probablemente intrusivos, un esqueleto de lagomorfo y una escápula de
perro (Sánchez Carrasco, 1987) que podrían ser parte del ritual
funerario. En C/Juan II-3 con C/Leonés-5 (Lorca) se refieren
restos de animales acompañando a humanos en una estructura
negativa que no pudo excavarse (Bellón Aguilera, 2003: 108), y
de otra intervención en el mismo solar se cita un enterramiento
2 Agradecemos a Dña. Juana María Marín Muñoz, directora de las
excavaciones, el traslado de esta información inédita, que se encuentra en el marco de un estudio global del contenido de las estructuras negativas de este poblado, en el que participamos.
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J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
doble con abundante fauna, bivalvos y gasterópodos, asociado
todo a 2 pulseras de caliza, con una fecha de sellado del silo de
4050±25 BP (Verdú, 2004: 31-32).
Si atendemos a las lesiones en cánidos, además de la letal
fractura frontal de uno de los perros de Casa Noguera y la fractura fusionada del senil de Camino del Molino, uno de los perros de C/Corredera-47 presentaba una punta de flecha clavada
en el tabique nasal, casi perpendicular al eje craneal; y otro de
Camino del Molino mostraba una fractura similar a la de Casa
Noguera, pero con reconstrucción ósea en el seno frontal derecho que apunta a una cierta supervivencia. Las lesiones frontales como método de sacrificio están documentadas en el Bronce
europeo (Vretemark y Sten, 2006: 211), así como en el Bronce
Inicial del asentamiento de Can Roqueta II (Barcelona), donde
se citan 3 cráneos con fractura frontal letal (Alziburi, 2011: 17).
Además, uno de los lobos de Camino del Molino muestra dos
orificios en la bóveda craneana, sin supervivencia y de indudable origen antrópico (Ruiz García-Vaso, 2013: 82).
5. REGISTRO Y CULTURA MATERIAL EN
CONTEXTOS FUNERARIOS
Junto a los restos humanos suele aparecer ajuar funerario, sin
que se diferencie entre los elementos depositados intencionalmente junto al difunto, los que forman parte de su indumentaria
o que incluso puedan estar en el propio cuerpo, y los que se han
aportado con posterioridad (eventos de comensalidad o rememoración). Así, no es claro que parte del registro faunístico no
deba considerarse ajuar, en la misma medida en que ciertos elementos de la cultura material quizás no lo sea en stricto sensu.
La relación espacial con los restos humanos es básica, pero la
mayoría de enterramientos son múltiples, muchos están afectados por recolocaciones y algunos, cuando es posible identificar
su ubicación, resulta que se nos muestran en diferentes posiciones. Otra cuestión previa es el perfil que tienen los elementos
que encontramos; García Sanjuán (2006: 157), para el SW peninsular en 3300-850 Cal BC, indica que en el 90% de los casos
son medios de producción o consumo (cerámica, piedra tallada
o pulimentada), el resto adornos personales y objetos mágico/
religiosos (ídolos, piedras exóticas usadas como amuletos), que
sólo en algunas ocasiones superan ese 10%; parecidas consideraciones podemos hacer para la zona. Haremos referencia a
algunos de los materiales que aparecen en las tumbas.
Un caso claro es el de las varillas planas de hueso, que pueden aparecer vinculadas al cráneo como tocado o peinado, como
se señala en la Cova del Barranc del Migdia (Xàbia) (Bolufer
et al., 2013: 52); en el área próxima a la cabeza, en cuyo caso
puede darse la misma interpretación, pero también que sean el
cierre del fardo funerario entre las manos replegadas y el pecho,
como en los enterramientos 337 y 342 del Hipogeo I de Monte Canelas (Portugal) (Parreira y Silva, 2010: 423), o en Can
Gambús 1 (Sabadell), donde los individuos de las tumbas 228
y 664 presentan 1-2 punzones de hueso a la altura de la cabeza,
mientras que otro (tumba 122) los muestra aún en posición, a
uno y otro lado del cráneo (Alliese et al., 2014: 461); o formando paquetes o fajos, como las 11 espátulas decoradas de El
Miradero (Garrido et al., 2012: 159), con frecuencia próximos
a las manos pero junto al cadáver –no sobre él–, siendo el único
caso que permite señalarlos como elementos explícitos de ajuar.
356
Delibes de Castro (2010: 32) insiste en que algunos objetos de
las tumbas posiblemente no puedan considerarse tanto ofrendas
como parte de la propia indumentaria del finado, concretamente
las cuentas de collar (a menudo sobre el pecho) o las espátulas
de hueso. Cuando son apuntados o biapuntados de reducido tamaño, es frecuente que aparezcan sobre el esqueleto y en zonas
en la que podrían interpretarse como cierres del fardo o vestimenta; así, Alday et al. (2011: 236) plantean la posibilidad de
que biapuntados con estrechamiento medial de 25 a 85 mm del
yacimiento paleolítico de El Portalón de Cueva Mayor (Burgos)
no sean anzuelos sino elementos para la sujeción de vestimenta, a modo de presillas. En la zona es clara la posición de las
varillas en el individuo 16 de Cabezos Viejos: en el lateral del
cráneo aparecían aún en posición tres varillas planas dispuestas
radialmente con eje en el área auricular derecha, mientras que
los individuos 4 y 5 mostraban junto a sus manos un paquete de
varillas (Lomba y Zapata, 2005: 18 y 24).
Si atendemos a cuentas de collar y colgantes, son el elemento más frecuente y normalmente se esparcen por todo el área
sepulcral, señal inequívoca del frecuente trasiego de restos humanos dentro de la misma. En Grajos III se agrupan próximas a
las piezas dentarias, configurando 8 collares vinculados a 7 individuos (Lomba et al., 1999), y en Camino del Molino se aprecia
una concentración de tubulares sobre huesecillos de ave en el
área pectoral de un individuo. Cuando están en posición es en el
tórax o, en menos casos, cerca de las muñecas, por lo que es más
sencillo no considerarlas ajuar sino una parte consustancial del
individuo como el tatuaje, el peinado o la vestimenta, o como
los botones, cuya disposición corporal ha sido bien descrita por
Marín et al. (2013: 166), con abundantes ejemplos peninsulares
y europeos, a propósito de un enterramiento en fosa del Bronce
en Molinos de Papel con un espectacular ajuar de marfil; también existen casos de alineamiento a lo largo de una pierna (Rocallaura) o configurando una línea, como si formaran parte de
una túnica (López Padilla: 2006: 27).
Los punzones aparecen en hueso o metal, alguno de estos últimos conservando el enmangue de hueso, como uno de Camino
del Molino. Sus dimensiones y carácter utilitario admitirían la
posibilidad de que los portara el individuo y formara parte del
fardo, pero en los ejemplos conocidos es muy excepcional que
estén afectados por fuego (cuando los restos humanos y otros
objetos sí lo están), y esto no ocurre nunca cuando son metálicos, lo que lleva a proponer que se trata de ajuar funerario
estrictamente y que no estaban en el interior del fardo funerario.
Donde se ha podido relacionar el punzón con sexo, como en el
Paquete II de la Cova del Barranc del Migdia (Xàbia) (Bolufer
et al., 2013: 46) o la mayoría de casos del Bronce meridional,
se asocia a una mujer, si bien también hay algún caso relacionado con varones, como el metálico del enterramiento secundario del Conjunto 3 de La Vital (Gandía), fechado en 4000±50 y
3946±28 BP (García Puchol et al., 2011: 84).
Hachas, azuelas y cinceles también acompañan sin duda al
individuo. Como norma, su presencia es muy escasa y no se ven
afectadas por fuego, lo que nos indica que nunca forman parte
de la pira sino que se incorporan después, o junto a individuos
no cremados, siendo excepción uno de los 12 objetos de este
tipo de Camino del Molino, que además contrasta con la ausencia de cremación en el yacimiento. El único caso en el que la
piedra pulimentada se constituye en un elemento sustancial del
[page-n-9]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
ajuar es en Cabezos Viejos, donde hay varios individuos con 4-5
piezas de este tipo, algunas de carácter muy excepcional; y seguidamente Pajasola, donde se localizan 6 elementos de piedra
pulimentada en un contexto de sólo 21 individuos.
Tras las cuentas de collar, el utillaje lítico es el elemento
más común, sobre todo puntas de flecha y láminas, que suman
el 76% del sílex (43,6 y 32,4%, respectivamente), seguidas de
lascas (7,9%), geométricos (6,6%) y laminitas (3,8%), estando
muy poco representados otros elementos, entre ellos los puñales (tabla 2). Mención aparte merecerían los relacionados con
cadenas operativas como la veintena de núcleos, un centenar de
débris y al menos 3/5 de todas las lascas.
Las láminas se reparten casi al 50% entre retocadas y no
retocadas, el 84,7% representadas sólo por fragmentos (83,6
si son retocadas, 85,9 si no lo están). En la zona son muy
infrecuentes recursos líticos autóctonos que permitan longitudes superiores a los 12 cm, y de hecho la media de las
163 láminas completas conocidas en cualquier contexto es
de 64 mm, dato aún más destacable cuando en tumbas se
concentran piezas completas de dimensiones muy superiores
(hasta 195 mm en Blanquizares o 176 mm en La Quintilla).
Las completas consideradas grandes láminas (L>160 mm.)
son las menos afectadas por fuego, aumentando claramente
esta alteración si se trata de fragmentos, que en un 17% es
701
5
1
32
67
8
29
99
2
7
39
2
16
18
2
26
8
12
4
17
4
5
2
91
3
3
7
1
3
8
4
21
20
2
12
2
28
141
4
41
48
57
40
87
10
9
25
1
3
8
49
3
1
15
1
15
1
4
1
8
8 295
1
3
14
1
7
1
1
2
2
3
3
1
1
1
8
6
21
5
37
10
101
7
3
4
3
1
1
1
1
1
2
1
3
16
11
11
1
1
2
2
1
15
2
1
1
1
14
4
22
104
16
16
3
2
1
2
9
4
7
257 101
1
1
5
1
13
1
1
3
23
25
21
12
18
48
20
17
53
85
3
912
2
2
21
1
2
1
4
144
20
35
9
14 324
Totales
Buriles y Perforadores
Raspadores
Fracturas retocadas
Geométricos
Puntas de flecha
Puñales
1
3
8
17
4
1
10
9
7
Dientes de hoz
Muescas y denticulados
3
3
Debris
Totales
3
1
Núcleos
2
188
Laminitas
Abrigo del Milano
Blanquizares de Lébor
Cabezo Roquel
Cabezos Viejos
Camino del Molino
Casa Forestal Martí
Cerro del Buitre IIA
Cerro del Buitre IIB
Cerro Negro-Cueva Grande
Cerro Negro-Cueva Negra
C. Amador
C. de Doña Joaquina
C. de la Excomunión
C. de la Peña Rubia
C. de La Represa
C. de las Canteras
C. de las Palomas
C. de Los Alcores
C. de los Tiestos
C. del Bco. La Higuera
C. del Calor
C. de Pino
C. del Poniente
C. Sagrada I
C. Sagrada II
Cuevas que recalan
Grajos III
Loma de los Peregrinos
Los Realejos
Menhir de la Tercia
Murviedro 1
Murviedro 3
Pajasola
Lascas
Yacimiento
Láminas
Tabla 2. Desglose de ajuar lítico tallado de enterramientos en la Región de Murcia.
21
418
10
75
566
14
93
54
129
10
26
97
39
4
47
43
31
5
79
14
225
29
31
6
1
12
18
69
30
43
218
110
19
2.586
357
[page-n-10]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
además la causa de fractura. Se puede concluir que la mayor
parte de las láminas son fragmentos y que están afectados
por fuego en una proporción muy superior a las piezas completas; que en las completas destaca una presencia notable de
grandes láminas; que los fragmentos no retocados tienen una
afectación térmica superior a aquellos con retoque; y que da
la sensación de que buena parte de las fragmentadas proviene de ejemplares que podrían considerarse originariamente
grandes láminas.
El segundo grupo de interés es el de puntas de flecha, 912 en
28 yacimientos (de un total de 2.586 elementos líticos tallados
procedentes de contextos funerarios), que podemos agrupar en
cuatro grandes conjuntos: 21,2% de foliáceas (incluyendo las
bases cóncavas), 60,5% de apéndices laterales poco evolucionados (incluyendo las de alerones), 13,4% de apéndices laterales evolucionados (con presencia de alerón y aleta, o de aletas,
en diversos grados) y 4,9% atípicas y no identificables (tabla
3). No hemos logrado una correlación aceptable entre NMI,
tipología de la tumba, ubicación geográfica, presencia o no de
segundas inhumaciones o cremación, y tipología y cantidad de
estos elementos. Tan solo merece destacarse que el fuego no
actúa del mismo modo sobre esos grupos: sólo el 10-12% de
las foliáceas y de apéndices laterales desarrollados se ven afectadas, frente al 28,9% de aquellas cuyos apéndices laterales
están poco evolucionados. Pero si observamos las 1.513 puntas de enterramientos y poblados, el 18,7% tiene alteraciones
térmicas (en enterramientos sube al 26,9%), por tipos vuelven
las foliáceas a ser las menos afectadas, y todos los grupos tienen menos afectación térmica que en las tumbas. Viene al caso
recordar los datos del alicantino Abric d’Escurrupènia, donde
el 84,9% de la lítica estaba afectado por el fuego (95,7% en
el caso de puntas y láminas), así como las varillas planas de
hueso (Pascual Benito, 2002: 157-158).
Las puntas, por su variada tipología y elevada presencia
en tumbas, merecen una especial atención. La primera reflexión tiene que ver sobre si son o no medios de producción
y consumo, pues es frecuente que no haya proporcionalidad
entre su número (ni siquiera si a éstas sumamos los geométricos) y la importancia de la caza en la economía calcolítica,
aunque tengamos excepciones como Les Jovades; esto podría
Tabla 3. Distribución de puntas de flecha en enterramientos, especificándose las que no presentan alteración térmica (no), las que
sí (sí) y su porcentaje sobre el total, por tipos.
De apéndices
Totales
Foliácea
Poco evolucionados
Evolucionados
Otros
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
Blanquizares de Lébor
Cabezo Roquel
Cabezos Viejos
Camino del Molino
Cerro del Buitre IIA
Cerro del Buitre IIB
Cerro Negro-C. Grande
Cerro Negro-C. Negra
C. Amador
C. de Doña Joaquina
C. de La Represa
C. de las Canteras
C. de las Palomas
C. de los Tiestos
C. del Bco. La Higuera
C. del Calor
C. de Pino
C. del Poniente
C. Sagrada I
Cuevas que recalan
Grajos III
Loma de los Peregrinos
Los Realejos
Menhir de la Tercia
Murviedro 1
Murviedro 3
Pajasola
126
4
41
48
34
36
41
0
9
17
3
20
5
37
10
50
7
3
4
11
18
48
20
16
51
75
3
15
23
4
46
10
8
3
1
51
1
1
2
10
-
10.6
40.3
10.0
52.9
100
32.0
50.0
4.7
50.5
8.3
5.8
3.8
11.7
-
21
4
15
5
1
3
0
3
3
8
8
6
2
1
3
2
20
6
9
10
44
-
3
3
2
1
3
1
1
1
4
-
12.5
50.0
100
25.0
33.3
33.3
10.0
9.1
8.3
-
81
41
21
27
26
29
0
8
9
0
6
2
18
10
33
2
1
1
7
18
22
10
7
25
16
2
9
-
10.0
-
20
3
33
6
4
3
1
28
3
-
42.5
10.3
53.2
100
30.7
100
14.3
45.9
15.8
-
14
12
1
3
8
0
1
4
4
10
11
2
2
6
4
8
15
-
2
2
1
5
1
2
13
3
-
12.5
66.6
25.0
38.4
100
33.3
54.1
16.6
-
10
1
1
1
0
1
1
1
0
1
1
6
1
1
1
5
1
1
7
1
-
Totales
737
175
23.7
174
19
10.9
422
110
26.1 105
29
27.6
25
17
358
[page-n-11]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
señalar un significado social o simbólico que, además, podría estar relacionado con los individuos masculinos –cuando
hay tumbas individuales, como en Bóbila Madurell o en Can
Grau, puntas y geométricos se vinculan casi exclusivamente
a varones (Fernández et al., 2008: 309)–, lo que justificaría la
desproporción en tumbas. En el E de Francia, los datos también apuntan a una alta presencia de puntas, a pesar del escaso
aporte cárnico de la caza, insistiendo Pétrequin y Pétrequin
(1988: 208) en que esto coincide, además, con el desarrollo y
diversificación de estos elementos, lo que no deja de llamar la
atención. Cuando se ha estudiado su distribución en grandes
áreas, su patrón no sólo tiene una gran complejidad, sino que
esa dispersión es mayor en enterramientos que en poblados,
como en Portugal (Forenbaher, 1999: 99) o en el área cantábrica, en la que son más abundantes de nuevo en enterramientos que en hábitats, muy en línea con la escasa importancia de
la caza (Ontañón Peredo, 2002: 225).
La segunda reflexión es si en todos los casos son ajuar, pues
a veces son la indudable causa de muerte. Así se evidencia en
San Juan Ante Portam Latinam (Álava) (Armendáriz Gutiérrez,
2007: 129) y en otros 17 yacimientos peninsulares (Etxeberría
y Herrasti, 2014: 208-231 y 231-235). En el hipogeo francés de
Boileau (NMI=270) la diferente mortalidad de hombres/mujeres
en la cohorte de 20-29 años podría tener que ver con la violencia
sufrida por los primeros, acorde con la asociación de algunas
puntas a esqueletos y al hecho de que se hayan detectado heridas por este tipo de armamento que han cicatrizado (Devriendt
et al., 2004: 558). Además, la diferente presencia porcentual de
hombres y mujeres en enterramientos, cuando la de los primeros
se dispara, es un indicador óptimo de la existencia de episodios
de guerra (Bishop y Knüsel, 2005: 205-206). A esta evidencia
hemos de añadir que muchas aparecen fracturadas (disparo e
impacto en un material duro que podría ser hueso) y los porcentajes de fractura por flexión son elevados en los apéndices proximales (pedúnculo y aletas), lo que es compatible con la acción
de intentar extraer la punta del cuerpo sin conseguirlo. En Can
Martorell la mayoría de ellas fueron utilizadas, 55 de 68 presentan fracturas por uso, y no se localizan los largos pedúnculos ni
las aletas rotas, de lo que los autores infieren la posibilidad de
que estuvieran en el interior de los cuerpos, y no como ajuar
(Mercader et al., 2003: 673). Márquez y Muñoz (2001: 151)
experimentaron con puntas de pedúnculo y aletas de tipología
solutrense disparadas sobre un rebeco recién muerto: en 3 casos
no fue posible su ulterior extracción y se desmangaron, otra tocó
hueso pero no se partió al hacerlo, y en la quinta se partió el pedúnculo y el resto de la punta quedó en el animal, fracturándose
además una de sus aletas.
En cuanto a la cuestión del número medio de puntas por
NMI, el cálculo no nos lleva a ninguna parte (de las 0,03 de
Camino del Molino a las 5 de Murviedro 3), dada su elevada
variabilidad tanto en la zona en estudio como en otras peninsulares. Parece que se deben interpretar más como armas que
como elementos para la caza, aunque marginalmente se pudieran emplear para tal fin (Aranda y Sánchez, 2004: 267). No está
claro que por defecto se trate siempre de ajuar, salvo que la ubicación espacial marque lo contrario, como en Cueva Sagrada 1,
donde sobre la estera de esparto sin trenzar apareció doblada la
túnica de lino, sobre ella el plato de madera, al lado el cráneo de
un niño y junto a él, muchas cuentas de collar, 5 puntas, varillas
planas de hueso, tres punzones de cobre, un mango de madera,
un ídolo oculado lígneo y un ramo de flores (Ayala, 1987: 11); el
individuo E167 de Can Gambús, por ejemplo, muestra 8 geométricos y 3 puntas junto a su rodilla, pudiendo haber estado en un
carcaj (Roig et al., 2010: 75-76).
Un tercer elemento lítico que debe destacarse es la presencia
de geométricos (tabla 4). La mitad de las 285 piezas proceden de
enterramientos, siendo coherente la distribución de tipos entre poblados y enterramientos, con un claro predominio de trapecios rectángulos, seguidos de trapecios rectángulos con un lado cóncavo,
lo que puede estar indicando su uso preferente como puntas, como
también señalan Fernández et al. (2008: 308-309) para contextos
neolíticos de la fachada atlántica, aunque no exclusivo. Con respecto a esta última apreciación, también merece destacar la presencia
de algunos segmentos de círculo. La comparación de poblados y
enterramientos parece apuntar a una cronología anterior en los primeros, lo que podría indicar cierto efecto de tradición en la incorporación de estos elementos en las tumbas, fenómeno que también
podría estar dándose en el caso de algunas puntas de flecha.
Como elemento lítico singular hay que llamar la atención,
por último, sobre los 15 puñales, hechos tanto sobre tabletas
como sobre grandes láminas, destacando entre estas últimas algunos ejemplares que claramente imitan prototipos metálicos
(Cabezos Viejos y Loma de los Peregrinos), mientras que en
las tabletas se adopta una silueta triangular muy característica
y base habitualmente recta. Sólo los tres de Murviedro están
afectados por la acción del fuego.
La cerámica es otro elemento frecuente, sean vasijas completas (fracturadas o intactas) o fragmentos, decoradas o no.
Como ocurre con láminas y puntas, no logramos una correlación aceptable con el NMI, edad o sexo, pero es evidente que
no forman parte del fardo funerario, ni participan de alteración térmica alguna salvo restos de fuego en el interior de una
completa de Blanquizares. Cuando aparecen completas suelen
ser vasos de dimensiones reducidas y capacidades menores
de 1,5 litros, sobre todo con fondos planos y paredes rectas,
mientras que los fragmentos son tanto de estas formas, como
de recipientes abiertos y diámetros a veces considerables con
abundantes platos y fuentes, y en mucha menor proporción
vasos de almacenaje. La cerámica es un elemento que merecería un estudio mucho más profundo, pues parece importante
diferenciar si determinadas formas se pueden vincular más a
fenómenos de consumo comunal que finalizan con la destrucción de la vajilla y el depósito de algunos fragmentos; si hay
fenómenos similares en vasos que no responden a ese perfil; y
qué formas son las que con más frecuencia aparecen completas. Un buen caso de estudio es Camino del Molino, con cerca
de 14.000 fragmentos (recordemos que hay 1.336 inhumados)
cuyo estudio ha deparado no más de 600 recipientes de los
que sólo 8 estaban completos; pero lo más llamativo es que un
número importante está representado sólo con 1-2 fragmentos,
singularmente las grandes fuentes. Clop (2008: 139) encontró
en el megalito de Les Maioles (NMI=15), del primer tercio
del II milenio, 122 elementos cerámicos (2 vasos, 5 bordes,
2 fondos, 2 decoraciones y 111 no significativos), planteando una destrucción intencional vinculada a la recolocación de
restos humanos pero que no explica porqué no aparecen todos
los fragmentos. Y Valera y Costa (2013: 273), para el S portugués, plantean que la aparición de animales parcialmente re359
[page-n-12]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
Tabla 4. Presencia de geométricos en enterramientos y comparativa con la presencia en hábitats, por tipos.
Geométricos (tipologia de Fortea)
4
5 6 7 8 9 12
1
2
3
Abrigo del Milano
Blanquizares de Lébor
Camino del Molino
Cerro del Buitre IIA
Cabezo Roquel
C. Amador
C. Doña Joaquina
C. de La Represa
C. de las Palomas
C. de Los Alcores
C. de Los Tiestos
C. de Pino
C. de Poniente
Dolmen de Bagil
Murviedro 1
Peña Rubia (Cehegín)
Peña Rubia (Lorca)
2
1
1
1
1
1
1
9
-
3
-
4
1
1
1
1
-
4
30
7
1
5
1
7
3
6
7
1
1
2
8
4
1
1
11
2
1
-
2
2
1
1
-
1
-
2
-
1
2
-
Subtotal enterramientos
17
3
8
73
30
6
1
2
6
1
9
74
22
2
3
4 17
147
52
8
4
Subtotal hábitats
Total
23
presentados podría estar suponiendo el mismo fenómeno que
observamos también en las cerámicas u otros elementos, que
encontramos rotos y solamente representados por unos pocos
fragmentos. También se conocen situaciones en las que se han
arrojado restos de fauna, cerámica y sílex, como en el Hoyo
1 de La Lámpara (Soria) (Rojo et al., 2008: 66), afectando
a veces a campaniforme, y en Murcia hay tanto fragmentos
aislados de esta cerámica (Milano, Represa) como vasos completos, rotos (Murviedro) o no (Blanquizares).
No tan escaso como el campaniforme es el metal, pero sigue siendo un elemento absolutamente excepcional, presente
sólo en 17 enterramientos, normalmente a través de punzones, localizándose sólo 3 puñales de lengüeta y otras tantas
Palmelas. La principal consideración que, a nuestro juicio,
merecen estos elementos en los contextos funerarios analizados, es que suponen la incorporación de un elemento de alto
valor añadido que, si cabe, potencia aún más la repercusión
social que provoca la amortización de bienes por sí mismos
valiosos, pero siguiendo la misma tónica que reflejan otros
materiales. En este punto conviene ahondar en la doble faceta
de algunos elementos que encontramos en las tumbas. Así,
los punzones metálicos pueden pertenecer funcionalmente al
mismo ámbito que los óseos, pero el valor amortizado es infinitamente superior, de forma que función y valor se muestran
como escenarios diferentes e incluso no relacionados, y de
hecho se nos escapa el posible carácter prestigioso del perfil
funcional, frente al evidente del material metálico con que se
fabrica, que sin duda prima sobre la forma o función. No es
el caso de los puñales de lengüeta, con cuyo parangón lítico
comparten no solo un idéntico escenario funcional, ya de por
sí probablemente prestigioso, sino el añadido carácter valioso
360
13
14
G
Total
1
4
2
-
-
1
-
1
1
1
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derivado de su escasez, la delicadeza de su factura o incluso
su lejana procedencia. Este hecho diferencial “punzón versus
puñal” podríamos extenderlo a la punta Palmela con respecto
a las foliáceas y puntas de sílex de pedúnculo y aletas, pero lo
más interesante de la cuestión posiblemente estribe en atender
otra perspectiva: en qué medida los puñales líticos son una
reacción a la irrupción, como elemento de prestigio, de los
puñales de lengüeta hechos en cobre. Este fenómeno no se
observa con claridad en el caso de los punzones, pero sí con
los puñales de sílex, tal y como Vaquer et al. (2014: 139-140
y 145) señalan, sobre todo para los de lengüeta ancha tipo Taillan, en el NW mediterráneo, dándose además la circunstancia
de que los de sílex son un elemento novedoso que coincide
en el tiempo con la aparición de los metálicos (Remicourt y
Vaquer, 2011: 141). También podría ser el caso de otros puñales líticos con respecto a foliáceos metálicos de cronología
campaniforme (Soler, 2007: 40), habiéndose detectado incluso gestos técnicos similares en los reavivados, como ocurre
con los del Grand-Pressigny, con trazas de pulimento en el
dorso para preparar las extracciones, del mismo modo que se
obra en los metálicos (Mallet, 1992: 179). En los punzones de
cobre parece que el objeto supera con creces el valor de los
de hueso, probablemente sin la pertinencia de una competencia funcional, mientras que en los puñales esa competencia es
patente a todos los niveles, pues se juega en el terreno de la
similitud formal, de la eficacia funcional y, en tercer lugar, del
exotismo y rareza que provocan sus esmerados acabados e incluso los sílex de procedencia lejana. Que la producción lítica
intentara mimetizar en piedra modelos metálicos se plantea
para el Valle del Ebro (Rodríguez de la Esperanza, 2005: 147)
o el Calcolítico francés (Honegger, 2002: 142).
[page-n-13]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
6. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
No se constatan diferencias en contenidos o NMI entre megalitos y
cavidades, aunque sí en el hecho de que los primeros se restringen
al tercio más occidental de la región, mientras que los segundos
aparecen por toda su geografía, así como en tierras valencianas
(Soler García, 2002; García et al., 2010: 195) y andaluzas. En cuanto a las estructuras negativas, las evidencias conocidas remiten sólo
a ese tercio occidental, coincidiendo el presunto vacío con un área
en la que apenas se han excavado hábitats de esta cronología, por
lo que entendemos que se debe a un vacío de investigación, pues
se trata de una modalidad que está bien documentada en Andalucía
(Márquez y Jiménez, 2010b: 215-221) y País Valenciano. Ante esta
aparente contemporaneidad de continentes y similitud de contenidos, como indican Cámara et al. (2010: 316), es difícil considerar
todos los “silos” como correspondientes a niveles sociales bajos, no
solo por su vinculación a la riqueza pecuaria (perros como elemento exclusivo en silos) sino también por el hecho de que la mayoría
de la población no parece acceder a enterramiento alguno, cuestión
esta sobre la que los resultados definitivos de Camino del Molino
aportarán información de gran interés.
La manipulación de restos humanos y cultura material es generalizada en megalitos, cuevas y estructuras negativas, sin diferencias entre la tipología de tumbas salvo en la total ausencia
de cremación en estas últimas, salvedad que sólo coincide con
otra: sólo en las estructuras negativas encontramos depositados
cánidos, perros en su inmensa mayoría. Esa manipulación, que
implica restos incompletos y removidos de individuos, parece
poder responder a fenómenos de fundación y clausura de tumbas, como en Cabezos Viejos, como vemos también en contextos portugueses (Figueiredo, 2011: 40), en la misma línea que
apuntan Cámara et al. (2012: 62) en Marroquíes Bajos (Jaén),
un estudio de referencia para enterramientos en estructuras negativas que dibuja con precisión la complejidad ritual y social
de los fenómenos de continua frecuentación, la continua manipulación de los restos y del ajuar, la destrucción de bienes
vinculados a eventos de comensalidad y/o rememoración, y el
significado del valor de los bienes allí amortizados, insistiéndose en la importancia de la presencia de perros. Y esa manipulación de restos la encontramos incluso en momentos avanzados
del Calcolítico, como sugieren las dataciones más recientes de
Camino del Molino (Beta-261519, 3970±40 BP, 2570-2440,
2420-2400 y 2380-2350 Cal BC, 2 sigmas) o la presencia de
campaniforme en el último enterramiento de El Milano o La
Represa, en consonancia con los datos andaluces (Marroquíes
Bajo) o del área valenciana, donde con esa cronología en La
Vital la Tumba 11 muestra la retirada intencional de un cráneo
(García et al., 2013: 269), con una convivencia entre tumbas
individuales y múltiples que lleva a plantear prácticas distintas
entre grupos diferentes pero vecinos (ibíd.: 273).
Por último, hay que insistir en la necesidad de lograr diferenciar qué elementos depositados en el enterramiento son
parte del ajuar, pertenecen a la indumentaria o adorno personal,
constituyen elementos del propio fardo funerario, son elementos intencional y cuidadosamente depositados para acompañar a
la persona difunta, o pertenecen a la dinámica de ceremonias de
comensalidad, rememoración o incluso traslado de restos. También en la de entender la variabilidad formal de la tipología de
tumbas y cómo convive con las distintas distribuciones posibles
de edad y sexo de los individuos que albergan.
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