
La Covacha III de la Costera de La Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia). Estudio previo de la campaña de 1994.
Amparo M. Barrachina Ibáñez
José Viñals Iranzo
2016
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Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 311-322.
La Covacha III de la Costera de la Casa
de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia).
Estudio previo de la campaña de 1994
Amparo Barrachina Ibáñez y José Viñals Iranzo
resumen
En 1994, al mismo tiempo que realizábamos la campaña anual en el Pic dels Corbs (Sagunt, Valencia), excavamos una
covacha situada junto al mismo cerro. En su exterior habíamos localizado un incisivo humano y una lámina de sílex blanco.
La excavación confirmó que se trataba de un enterramiento colectivo y los materiales mostraron que fue utilizada durante la
segunda mitad del III milenio. En las siguientes líneas presentaremos el estudio antropológico preliminar y detallaremos las
características del enterramiento.
palabras
Eneolítico.
c l a v e :
Excavación, covacha de enterramiento, materiales, antropología física, cremaciones parciales,
résumé
La ‘Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner’ (Sagunt, Valence). Étude préliminaire de la
campagne de 1994. Alors que nous effectuons, en 1994, la campagne annuelle sur le site de Pic dels Corbs (Sagunt, Valence),
nous avons fouillé aussi une petite grotte près de la même colline. A l’extérieur, nous avions trouvé une incisive humaine et
une lame de silex blanc. La fouille a confirmé qu’il s’agit d’une sépulture collective et les matériaux ont montré qu’elle a
été utilisée au cours de la seconde moitié du troisième millénaire. Dans les lignes qui suivent nous allons présenter l’étude
anthropologique préliminaire et les caractéristiques de l’enterrement.
mots clé
: Fouille archéologique, grotte funéraire, matériaux, anthropologie physique, crémations partielles, Énéolithique.
1. INTRODUCCIÓN
Son escasas las referencias que tenemos del Eneolítico para el
Camp de Morvedre. Las primeras reseñas las encontramos en
un corto pero denso artículo de Enric Pla Ballester (Pla, 1963)
en el que se incorpora un plano con la distribución de los yacimientos en las distintas épocas. Esta primera aproximación
permitió apreciar la importancia económica y estratégica que
suponían las tierras alrededor de la desembocadura del Palancia y las carencias en materia de prehistoria. Con posterioridad se publicó una monografía sobre Sagunt en el volumen
número doce de la revista Saguntum-Papeles del Laboratorio
de Arqueología de Valencia, año 1977. En él se recogen dos
trabajos que ampliaban esos primeros datos y se centraban
en los siglos precedentes a la romanización. Uno dedicado
a la prehistoria redactado por Rosa Enguix y Bernat Martí
Oliver: “El poblamiento prehistórico del bajo Palancia”. El
segundo dedicado a la etapa ibérica presentado por Milagros
Gil-Mascarell y Carmen Aranegui: “El poblamiento del bajo
Palancia en época ibérica”.
En el primero de ellos Enguix y Martí hacen un balance de
la documentación conocida hasta ese momento y señalan la falta
de información entre la presencia mesolítica de Els Estanys de
Almenara y las ocupaciones de la Edad del Bronce. Algunos
de los yacimientos allí presentados se conocían con anterioridad desde las publicaciones de Andrés Monzó Nogués (Monzó,
1946), Santiago Bru i Vidal (Bru i Vidal, 1958) y de Enric Llobregat (Llobregat, 1972).
Posteriormente, ya en los años 90, encontramos el estudio
de Eva Ripollés sobre el yacimiento de Les Raboses de Albalat
dels Tarongers en el que se realiza una primera aproximación
a la ubicación de los asentamientos de la Edad del Bronce y su
estructura constructiva (Ripollés, 1994). Trabajo que nos aportó
una valiosa información para la redacción de nuestro estudio
sobre el Pic dels Corbs (Barrachina, 2012).
En todos los trabajos citados se nota una escasa presencia
de yacimientos que se inscriban cronológicamente en el periodo
del Eneolítico. Incluso las cuevas de enterramiento, tan presentes en todo el Mediterráneo desde el Neolítico, apenas están representadas. Éstas se reducen a la Cova del Picaio en el término
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Fig. 1. El Pic dels Corbs y su entorno. A la derecha, el Alt de Romeu.
de Puçol1 (Lerma y Bernabeu, 1978: fig. 4), la Cova de la Collita de Quart de les Valls2 (Donat, 1967; Enguix y Martí, 1977:
24), la Cova dels Fardatxos de Albalat dels Tarongers3 (Sarrión,
1975, 1976; Enguix y Martí, 1977: 23) y la Cova dels Lladres de
Sagunt4 (Donat, 1967; Enguix y Martí, 1977: 23).
Algunos de los estudios realizados desde finales del siglo
XX en comarcas vecinas a la del Camp de Morvedre han podido
comprobar que la ocupación de la franja costera fue bastante
intensa durante el Neolítico y el Eneolítico (Costamar en el Pla
de Cabanes, Vila Filomena en Vila-real y La Vital en Gandia,
por ejemplo). En muchas ocasiones los asentamientos se sitúan
muy próximos a los marjales, totalmente integrados en el medio
al que adaptaban tanto su economía como su forma de vida. En
el Camp de Morvedre no disponemos por ahora de información,
a excepción de algunos elementos dispersos que nos indican, al
menos, la explotación económica de este espacio: un hacha pulida en la Alqueria de Montiver, una lasca de sílex en la Alqueria
Nova y dos puntas de flecha de El Pozo.
Así pues, dentro de este contexto, queremos presentar los
resultados previos de una excavación que realizamos en el año
1994 en una covacha situada junto al Pic dels Corbs, al mismo
1 Se excavó en el año 1977 y aunque no se encontraron restos óseos
sí se recuperaron los objetos que suelen acompañar a los enterramientos: varias cuentas de collar discoidales y tubulares, alguna
lasca de sílex sin trabajar y un fragmento de punzón de cobre de
sección cuadrada.
2 En superficie se recuperaron cerámicas a mano y a torno islámicas,
punzón de hueso, punta de flecha de aletas y pedúnculo y huesos
quemados.
3 En superficie se recogieron cuatro cuentas discoidales y una pequeña lasca de sílex.
4 Aquí se encontró cerámica a mano, lasca de sílex retocado y huesos
quemados.
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tiempo que se desarrollaba la campaña en el cerro. Una excavación que finalmente no pudimos continuar, por lo que no nos
habíamos decidido con anterioridad a publicar estos datos.
La covacha se localizó durante una inspección sistemática,
iniciada en el año 1992, de las cavidades que habíamos observado en los farallones rocosos alrededor del Pic (fig. 1). En su
mayoría pudimos comprobar que, o eran demasiado pequeñas,
o estaban sin sedimentación. Sólo algunas parecían presentar
condiciones para contener enterramientos. Las encontramos
distribuidas en el mismo cerro del Pic dels Corbs –en los farallones rocosos orientados al este–, en el Pic del Cuquello, en los
barrancos que arrancan desde el Alt de Romeu y en el acceso
norte al cerro donde se asoman los farallones del Aixeve (fig. 2).
Estas últimas, situadas al norte del cerro del Pic dels Corbs
con orientación hacia el SE y de fácil acceso desde el pie de
monte, son cuatro covachas de diferente aspecto. Dos de ellas
estaban casi totalmente vaciadas y otra con poco sedimento.
Solo una mantenía su contenido, la denominada covacha número tres de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner.
En ella, además de observarse en su interior, a nivel superficial,
lo que parecían estructuras (dos alineaciones de piedra haciendo
esquina en la parte izquierda del fondo), encontramos en su exterior un incisivo humano y una lámina de sílex blanco retocada.
Fueron estos indicios los que nos animaron a iniciar los trabajos.
2. BREVE DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA
La Costera de la Casa de la Viuda se encuentra en el extremo sur
de la Vall de Segó. Este pequeño valle abierto al mar se encuentra al noroeste de la población de Sagunt y suroeste de Almenara, lindando con la provincia de Castellón. Es una subcomarca
del Camp de Morvedre que está formada por el agrupamiento
de varios municipios originados en alquerías islámicas, ocupando un espacio de 21,7 kilómetros cuadrados. Se define como
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La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 2. Dispersión de covachas en torno
al Pic dels Corbs:
1. Costera de la Casa de la Viuda II, III, IV.
2. Costera de la Casa de la Viuda I.
3. Cista del Aixeve.
4. Cova del Barranc Roig.
5. Cova de la Collita.
una zona plana que se estrecha hacia el oeste y se abre al mar
por el este, fundiéndose con el delta del Palancia y el marjal de
Almenara. Cuenta con una de las surgencias naturales más importantes de la comarca, la Font de Quart de les Valls, a escasos
200 metros del núcleo urbano actual. De ella Cavanilles señala
que sus “cristalinas aguas brotan entre las arenas y guijo muy
menudo. Los manantiales y balsas que de ellos resultan ocupan
unos 300 pies de diámetro, dejando entre sí varias isletas y terrenos de seis pies de altura; se reúnen luego en un canal común,
dividido después en otros, y van a fertilizar las huertas del Valle
de Segó y Almenara” (Cavanilles, 1991: 119).
El valle está rodeado de un circo montañoso donde las máximas alturas llegan a los 378 metros por el oeste (Salt del Cavall
y La Frontera) y por el norte (Puig d’Almenara); y a los 350
metros por el sur (La Creu, Alt de Romeu, L’Aixeve y La Pedrera), lo que le confiere unas condiciones climáticas privilegiadas
al protegerla del viento frío del norte, y de los secos del oeste y
suroeste. El cerro del Pic dels Corbs, con una altitud de 239,5
metros, se localiza en el extremo meridional de la Vall de Segó,
siendo el punto más avanzado de la Muntanya de Romeu. El
camino por el que se accede al Pic desde el norte se inicia en la
Costera de la Casa de la Viuda.
3. METODOLOGÍA Y TRABAJOS DESARROLLADOS
EN LA PRIMERA CAMPAÑA
La covacha se abre en los farallones calcáreos de uno de los
contrafuertes de la Muntanya de Romeu que bajan hacia el Aixeve, al N del Pic dels Corbs, custodiando uno de los caminos
por los que se accede hasta el poblado. Actualmente la zona está
transformada para el cultivo del naranjo, con una fuerte alteración de sus laderas bajas, mientras que en la parte más escarpada mantiene los abancalamientos para el cultivo de árboles de
secano, hoy abandonados (fig. 3).
Su forma interior es triangular y parece formada a partir de dos
grietas. Una que se observa al fondo de la covacha (fig. 4) y otra
en el techo (fig. 5). Sus dimensiones son de unos cuatro metros de
profundidad, con una amplitud que varía entre 1,27 m en la parte
más profunda y 1,83 m en su boca. La altura varía entre los 1,40
y los 3,55 m. En superficie pudimos observar la presencia de dos
alineaciones de piedras que cerraban el interior de la cueva: una al
inicio de la grieta del fondo y la segunda delimitando un recoveco
de la covacha. En su cara interior se acumulaba el derrumbe de
ambos muros. Bajo éste excavamos otro derrumbe anterior que
buzaba hacia la boca de la covacha con piedras de mayor tamaño
que las que aparecen en el resto del espacio interior.
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Fig. 3. Ubicación de la Covacha
III de la Costera de la Casa de la
Viuda.
Fig. 4. Planta con las
principales dispersiones
de huesos (se ha tomado
como referencia la
planta obtenida a 60
cm de profundidad):
A. Huesos del cráneo,
mandíbulas y huesos
largos.
B. Incisivos, caninos,
premolares y molares.
C. Falanges.
Fig. 5. A. Dispersión de
los objetos del ajuar. B.
Sección de la covacha.
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En la parte exterior de la boca de acceso también localizamos durante el proceso de excavación una posible alineación de
piedras que parecían colocadas intencionalmente para contener
el sedimento en el que estaban los huesos depositados. En la
parte de fuera se acumulaba un derrumbe de piedras que ocultaba esta alineación. Lo cual nos plantea la posibilidad de que
estuviera cerrada y posteriormente se desmoronara propiciando
la acumulación.
Con la idea de realizar el trabajo en varias campañas consecutivas se procedió a dividir el espacio en cuatro sectores. Los
sectores A y B dividían la planta principal mediante un eje longitudinal; C, era el espacio que quedaba al otro lado del murete.
Al profundizar en la excavación, una vez retirado el murete que
separaba el sector A y C, se pudo comprobar que ambos estaban
relacionados, por lo que ambos fueron asimilados en el sector
A. El sector D se diferenció porque en las primeras visitas que
efectuamos vimos que en el fondo de la covacha existía una
alineación de piedras, bien colocadas y cuando se iniciaron los
trabajos, tras retirar numerosos bloques y piedras de mediano
tamaño, advertimos que la covacha continuaba tras esa alineación cerrándose hasta convertirse en una grieta que se prolongaba en un zigzag, observándose en ella la presencia de huesos de
apariencia humana.
La excavación se inició en el sector A con capas artificiales
de 10 centímetros y anotando en una tabla la aparición de restos arqueológicos mediante coordenadas cartesianas. Al mismo
tiempo se procedió a dibujar la planta de la covacha cada vez
que se hacía un rebaje, de modo que pudiéramos observar las
transformaciones que se evidenciaban en sus paredes y ubicar
cada uno de los hallazgos mediante su símbolo correspondiente.
La profundidad que se alcanzó durante los trabajos fue de
70 centímetros, sin embargo la estratigrafía no ofrece apenas
variaciones de textura o color. Ésta es de color marrón rojizo,
de textura arcillosa y muy removida. Al excavarse por capas
artificiales de 10 centímetros pudimos comprobar algunas diferencias. Así hasta los 20 centímetros se presenta como tierra
muy suelta, algo granulosa y mezclada con piedras de tamaño
inferior a 5 centímetros. A partir de esta cota, con la misma textura y color, el tamaño de las piedras pequeñas aumenta y se
localiza el segundo derrumbe al que hacíamos referencia antes.
A 27 centímetros de profundidad localizamos una acumulación
de caracoles muy machacados formando una especie de círculo
y un poco más abajo un lentejón de margas y algunos carbones
dispersos de pequeño tamaño. A partir de los 30 centímetros la
textura y color sigue sin cambiar y aumenta de nuevo la cantidad de piedrecillas, ahora mucho más pequeñas.
Respecto a la metodología seguida, uno de los aspectos que
se pensó en valorar a través de este sistema era la posibilidad de
relacionar a posteriori, en trabajo de laboratorio, las asociaciones que se producían entre el material disperso de huesos y ajuares. Más tarde, con la aparición de los paquetes, creímos necesario mantener este registro como modo de asociar este material
disperso a los paquetes, y entender o explicar si la cueva tenía
una remoción intencionada, natural o causada por animales.
En los 40 centímetros primeros el material aparecía de manera dispersa, pero en gran cantidad y muy fragmentado. A partir de esa cota, comenzamos a detectar los primeros paquetes de
huesos. Interpretamos como “paquetes” toda aquella acumulación de huesos que estuviera colocada intencionalmente, con
independencia de su cantidad. El número total de paquetes excavados fue de cinco. Estos aparecían entre la cota 0,40 y 0,60
centímetros. Sin embargo durante el estudio antropológico preliminar pudimos comprobar que los denominados “paquetes”
contenían huesos de diferentes individuos, por lo que no eran
significativos para la identificación de individuos únicos, sino
que demostraban la remoción de los enterramientos en la parte
excavada de la covacha.
Los ajuares aparecieron de manera dispersa, aunque algunos elementos se localizaron cerca de los paquetes, o también
formando parte íntegra de ellos (especialmente las cuentas de
collar), pero estos testimonios fueron escasos.
4. DESCRICIÓN DE LOS MATERIALES
Junto a los restos óseos también se recogió un interesante conjunto de útiles y adornos realizados en piedra, metal y arcilla.
Su morfología apunta hacia conjuntos materiales que podrían
inscribirse en la segunda parte del tercer milenio aNE.
4.1. Cerámica. Todas las formas de este material son de perfil sencillo abierto, forma concoide y sin decoración. En total
se recuperaron unos veinte fragmentos, de los cuales solo siete
presentaban forma. Son de cocción mixta y con superficies alisadas (fig. 6).
Fig. 6. Formas cerámicas relacionadas con el ajuar: cuencos.
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4.2. Sílex. El segundo grupo está formado por dieciocho piezas realizadas sobre sílex de color blanco lechoso y gris oscuro
principalmente. De ellas dos son geométricos, más una lasca
(fig. 7, 17), una lámina y catorce puntas de flecha.
Uno de los geométricos es un triángulo con el lado menor
cóncavo y de retoque abrupto: 27 milímetros de alto por 16 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 5); el segundo es un segmento sobre
lámina con retoque marginal: 33 milímetros de alto por 13 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 15).
La lámina es una hoja con retoque plano, directo y marginal:
79 milímetros de largo por 16 de ancho y 4 de espesor (fig. 7, 10).
Las puntas de flecha presentan una tipología variada en la
que encontramos foliformes, romboidales y de pedúnculo y aletas (Juan Cabanilles, 2008):
Punta de flecha foliforme asimétrica de base apuntada con
retoque invasor: 38 milímetros de alto por 18 de ancho y 6 de
espesor (fig. 7, 1).
Punta de flecha foliforme simétrica de base apuntada y retoque cubriente: 35 milímetros de alto por 11 de ancho y 6 de
espesor (fig. 7, 11).
Punta de flecha romboidal simétrica con apéndices laterales
y base ensanchada, retoque profundo: 31 milímetros alto por 16
de ancho y 5 de espesor (fig. 7, 2).
Punta de flecha rombo-ojival de base ensanchada con aletas
rectas incipientes, retoque oblicuo, invasor y bifaz. Una de las
aletas está rota: 48 milímetros de alto por 15 de ancho y 3 de
espesor (fig. 7, 9).
Punta de flecha rombo-ojival de base ensanchada con aletas
apenas esbozadas y a la que le falta la parte distal, retoque profundo: 24 milímetros de alto conservado por 11 de ancho y 4 de
espesor (fig. 7, 12).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas. Aletas incipientes, pedúnculo alargado y robusto, retoque profundo: 28
milímetros de alto por 15 de ancho y 3 de espesor (fig. 7, 3).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas de lados rectilíneos, retoque profundo: 22 milímetros de alto por 19 de ancho
y 4 de espesor (fig. 7, 7).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas desarrolladas,
retoque oblicuo, profundo y bifaz. Tiene una aleta rota: 41 milímetros de alto por 20 de ancho conservado y 3 de espesor (fig.
7, 8).
Punta de flecha de pedúnculo corto y aletas agudas de lados
rectilíneos, retoque profundo: 20 milímetros de alto por 19 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 13).
Punta de flecha de pedúnculo largo y aletas agudas, retoque
profundo: 27 milímetros de alto conservado por 12 de ancho
conservado y 4 de espesor (fig. 7, 18).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas rectas poco desarrolladas, retoque profundo: 34 milímetros de alto por 17 de ancho
y 5 de espesor (fig. 7, 4).
Punta de flecha de pedúnculo corto y aletas rectas, retoque
abrupto: 40 milímetros de alto por 15 de ancho y 6 de espesor
(fig. 7, 6).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas rectas poco desarrolladas, retoque profundo: 30 milímetros de alto por 20 de ancho
y 4 de espesor (fig. 7, 14).
Fragmento distal de punta de flecha con retoque profundo:
30 milímetros de alto conservado por 17 de ancho y 4 de espesor
(fig. 7, 16).
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4.3. Adornos. Entre éstos destaca por su volumen la presencia de cuentas discoidales de diversos tamaños. En total suman
ciento sesenta y seis piezas realizadas en distintas piedras: negras, jaspeadas, blancas, translúcidas y grises, algunas de ellas
están quemadas. Su contorno es circular, con facetas planas generalmente paralelas y corte cónico o recto. Sus dimensiones
oscilan entre 71 milímetros y 38 de diámetro con una altura que
varía entre los 63 y 17; las más numerosas son las que tienen un
diámetro entorno a los 50 milímetros y una altura inferior a los
20 con el corte recto (fig. 8, 37).
El resto de los adornos es más variado y supone un total de
nueve objetos realizados sobre diferentes materiales, principalmente piedra, concha y cerámica. Se trata de siete cuentas y dos
botones de perforación en uve (V).
De aquellas, cuatro son cuentas cilíndricas: una sobre hueso,
aunque quizá podría ser un silbato dada su perforación; tiene 18
milímetros de alto y un diámetro de 5 (fig. 8, 31); otra de piedra
roja, de 25 milímetros de alto y 6 de diámetro (fig. 8, 32); la
tercera tiene una perforación central, no interna, realizada sobre
fragmento de concha, de 20 milímetros de alto y 5 de diámetro
(fig. 8, 33); por último otra de cerámica, de 11 milímetros de
alto por 6 de diámetro (fig. 8, 40).
Una cuenta prismática con perforación central realizada sobre concha, de 21 milímetros de alto y 5 de ancho (fig. 8, 39).
Una cuenta de forma ovoide con los extremos truncados y
sección oval o circular y perforación longitudinal centrada, también llamada cuenta en oliva, ovoide, tonel o tonelete. Alto de
12 milímetros y diámetro 8 (fig. 8, 42).
Una cuenta bitroncocónica realizada sobre piedra verde.
Alto, 13 milímetros; diámetro máximo, 9 (fig. 8, 41).
Un botón plano circular con perforación en uve (V) que corta las dos caras, de modo que en el anverso se observan dos
perforaciones alineadas en el centro de su eje mayor y escasamente separadas, mientras que en el reverso solo observamos
un agujero de salida central. Diámetro: 20 milímetros, espesor,
5 (fig. 8, 34).
Un botón prismático cuya cara ventral es rectangular con
vértices redondeados; la dorsal, en cambio, está formada por
dos planos rectangulares que convergen en una arista, generalmente redondeada, y otros dos planos triangulares perpendiculares a la cara dorsal (Pascual, 1998: 167-168). Medidas: altura
9 milímetros, anchura 8 y espesor 6 (fig. 8, 38).
4.4. Metal. Los objetos metálicos no son muy numerosos,
pero sí podemos decir que son objetos muy representativos cronológicamente:
Punzón biapuntado romboidal de sección rectangular. Largo
actual 17,1 milímetros, ancho 2 y grosor 1 (fig. 9, SA312).
Fragmento de punzón de sección cuadrangular. Largo actual
21 milímetros, ancho 19 y grosor 19 (fig. 9, SA313).
Punzón biapuntado de sección cuadrangular. Largo actual
118 milímetros, ancho 2 y grosor 22 (fig. 9, SA314).
Fragmento de punzón curvado, o arete, de sección rectangular u ovalada. Largo actual 38 milímetros, ancho 20 y grosor 15
(fig. 9, SA310).
Arete de sección ovalada y extremos apuntados separados.
Diámetro interior 15,5 milímetros y grosor 1,2 (fig. 9, SA308).
4.5. Industria ósea. Dos fragmentos de punzón de hueso
(fig. 9, 35 y 36).
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Fig. 7. Industria lítica: geométricos (5 y 15), lamina (10), puntas de flecha foliformes (1 y 11), puntas de flecha
romboidales (2, 9 y 12) y puntas de flecha de aletas y pedúnculo (3, 4, 6, 7, 8, 13, 14 y 18).
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Fig. 8. Adornos: cuentas discoidales
(37), cilíndricas (31, 32, 33 y
40), prismática (39), ovoide (42),
bitroncocónica (41) y botones de
perforación en V (34 y 38).
Fig. 9.- Objetos de metal (SA308,
SA310, SA312, SA313, SA314) y
hueso (35 y 36).
5. DESCRIPCIÓN DE LOS RESTOS HUMANOS.
ESTUDIO PREVIO
El mayor volumen de restos recuperados en el enterramiento
corresponde al conjunto de huesos humanos. Si bien aún no
hemos tenido oportunidad de hacer un estudio profundo de los
datos preliminares aportados, creemos que serán de interés dadas las observaciones que pudimos hacer al terminar la excavación. Quedan estos resultados como base para un futuro trabajo
más amplio.
En total se ha recuperado alrededor de quinientos restos en
diversos estados de fragmentación, dependiendo de las partes
del esqueleto. No todas ellas están representadas; por ejemplo,
se observa una escasa presencia de vértebras, sólo tenemos registradas tres. Tampoco son numerosas las costillas, en total,
veintidós, que por otra parte, presentan una alta fragmentación.
Los huesos largos también son escasos, sesenta y cinco, y aparecen igualmente muy fragmentados en su mayoría. Todo lo
contrario que los dientes que suponen un total de doscientas
sesenta y una piezas; o las falanges de pies y manos, que suponen unas ochenta y seis.
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Del cráneo tampoco tenemos una representación amplia,
únicamente veintiún fragmentos de los que uno presenta parte
del hueso frontal en el que se aprecia parte de los arcos supraciliares (fig. 10). Interesa destacar de los fragmentos craneales
que algunos están quemados post mortem aunque con una incidencia del fuego muy dispar, desde la cremación más intensa
que calcina el hueso a la más superficial y parcial.
En cuanto a las mandíbulas, suman un total de cinco con diversos estados de conservación. Cuatro de ellas corresponden al
maxilar inferior. Una está completa aunque sólo conserva cuatro
muelas de su dentadura, dos a cada lado; dos conservan el mentón y parte del cuerpo maxilar; una únicamente un fragmento
del cuerpo lateral. Sólo otra corresponde al maxilar superior y
también está fragmentada (fig. 11).
Como podemos ver en las figuras 4 y 5 todos estos fragmentos aparecieron dispersos por la superficie excavada y a profundidades muy diferentes, siguiendo la pauta que hemos visto en
el conjunto de los restos.
La mayor parte de la información, por el momento, la hemos
obtenido de los dientes. Del conjunto, doscientos diez corresponden a adultos y se han identificado cuarenta y seis molares;
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La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 10. Hueso frontal en el que se aprecia parte de los arcos
supraciliares.
osteomielitis observable en un fragmento de humero derecho–;
tres de entre veinticinco y treinta y cinco años, a los que pertenecen dos de las mandíbulas; dos de cuarenta/cuarenta y cinco
años y dos con más de sesenta.
Al contrario de lo que vemos en los adultos, los cincuenta y
un dientes relacionados con la presencia de niños en el enterramiento no presentan ningún tipo de marca. De lo que se deduce
su buen estado de salud. El cálculo de individuos infantiles a
partir de las piezas dentales nos señalan un número aproximado
de cinco que recorren casi todas las edades: uno de ellos de entre
dos y tres años, del que además se ha identificado una paleta
humeral y una falange de la mano, así como un premolar caduco
con hipoplasia y caries, lo que sería la excepción; uno de entre
tres y cuatro años que presenta los incisivos en pala; uno de entre cinco y seis años, con el que relacionamos un fragmento de
maxilar inferior y los primeros molares sin eclosionar; uno de
ocho años con el primer premolar y el segundo molar sin eclosionar; uno de nueve o diez años que presenta ligera hipoplasia
en el primer incisivo y un premolar caduco con dos raíces de
forma bífida y perlada.
En cuanto al diagnóstico de la estatura y al género, nos faltan datos para poder establecerla con concreción. No hay muchos huesos largos completos y la mayoría de los indicadores
necesarios para establecer el género no están presentes entre los
restos. Aun así especulamos a partir de los pocos elementos reunidos que las alturas se situarían en general entre los 140-150 y
los 158-165 centímetros.
Así pues podríamos resumir este estudio preliminar señalando que, por el momento, el número de individuos enterrados era
de entre doce y trece, de los cuales cinco pertenecen a niños y
entre siete y ocho a adultos. Las marcas de hipoplasia en el esmalte nos señalan una mejor salud de los primeros años de vida
en los infantes registrados que en los adultos, mientras que las
patologías observadas se reducen a la presencia de un húmero
con osteomielitis. Destacando la presencia de huesos del cráneo
quemados, además de un fragmento de calcáneo.
6. VALORACIÓN FINAL
Fig. 11. Maxilar inferior y superior, no pertenecientes al mismo
individuo. Se observa en el maxilar inferior una muela con una
profunda caries.
treinta y ocho premolares; dieciséis caninos y cincuenta incisivos, catorce de los cuales son primeros incisivos.
Se ha prestado especial atención al estudio de las patologías que se vinculan con el estrés metabólico durante la infancia
como la hipoplasia del esmalte que está presente en treinta piezas dentales, además de la presencia de veintidós caries, algunas
de ellas de un tamaño importante (fig. 11). La hipoplasia se presenta tanto como una ligera línea, semejante a surcos marcados
que se acompañan en algunos casos de abrasión y sarro. Destacamos un primer incisivo, posiblemente de una anciana, con
caries y desgaste por la cara lingual que podría estar relacionado
con trabajos de cestería o curtido de pieles.
A partir del número de incisivos superiores hemos estimado
la presencia de entre siete y ocho individuos adultos. Sus edades oscilan entre los veinte años –al que pertenece una de las
mandíbulas que conserva el M1 y M2, el cual pudo padecer una
Los trabajos de excavación sobre la covacha no pudieron ser
completados en su momento, por lo que carecemos de una visión de conjunto del enterramiento. No obstante los elementos
analizados en estas líneas ponen de manifiesto la extensa temporalidad que debió de tener su uso y la variedad de objetos
que formaban parte de los ajuares. Si bien, dado el número de
individuos, entre doce y trece, no se puede señalar que estos
fueran muy abundantes.
Los materiales recuperados aparecían dispersos entre el conjunto de restos humanos y corresponden a cerámica, adornos,
sílex y metal (fig. 5, A). Su distribución en el enterramiento es
aleatoria, sin acumulaciones ni asociaciones con los huesos que
sean significativas (fig. 4 y 5). Esto parece en consonancia con
el hecho de sólo haber establecido en la excavación un único
estrato que creemos señala la remoción de la covacha en algún
momento posterior a su uso bien sea natural, por las filtraciones
de agua de las dos grietas –una vertical y otra horizontal– que
permitirían la escorrentía, arrastre y también la acumulación de
tierra o por animales; por ejemplo encontramos el hueso del ala
de un murciélago entre los restos óseos. En el primer caso cree319
[page-n-10]
A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Tabla 1. Análisis por microscopía electrónica de barrido Z>9. Espectrómetro de energía dispersiva de rayos X (Universidad de Alicante,
Servicios Técnicos).
Nº análisis
Fe
Ni
Cu
Zn
As
Ag
Sn
Sb
Pb
SA308
0,16
0,04
88,68
0,07
1,85
0,15
0,12
0,02
nd
SA310
0,06
nd
97,64
0,6
1,41
nd
nd
0,18
0,14
SA312
0,17
nd
96,26
nd
3,54
0,24
0,11
nd
nd
SA313
0,13
nd
98,55
0,14
1,46
nd
nd
nd
nd
SA314
0,08
nd
96,22
0,39
4,11
0,32
nd
nd
nd
mos que se justificarían los derrumbes del interior de la cueva
y los del exterior pues ambos estarían pensados para sellar la
cueva y aislarla de cualquier alteración.
Por otro lado su utilización posterior, primero en época islámica, con la presencia en superficie de fragmentos de jarrita,
y después en el siglo XVII5 indica que para esos momentos la
boca ya estaba abierta.
En cuanto a la cerámica recuperada junto a los huesos humanos, presenta formas simples similares a la forma F1 del Pic
dels Corbs, con superficies alisadas en las que en ocasiones se
puede ver un mamelón. Los adornos son en su mayoría cuentas
y botones cuya cronología abarca desde el Neolítico hasta el
Horizonte Campaniforme de Transición, con variaciones que
llegan hasta la Edad del Bronce (Pascual, 1998: 118-168). Algunos de los paralelos próximos los encontramos en las cuentas cilíndricas de la Cova del Picaio (Lerma y Bernabeu, 1978: fig. 4).
Los botones prismáticos perforados en uve (V) y realizados con hueso abundan en sepulturas campaniformes del sur de
Francia y norte de Cataluña perdurando durante el Bronce Antiguo. En el Bronce Valenciano los encontramos en la Lloma de
Betxí de Paterna, en el Cagalló del Gegant de Ontinyent, y las
de forma piramidal en el Picarcho de Camporrobles y la Peladilla de Requena (Pascual, 1998: 167-168).
La industria lítica está formada por una lámina de sílex
grande, dos puntas foliácea, tres romboidales, ocho puntas de
flecha de aletas y pedúnculo, una de aletas incipientes y dos
geométricos. Su composición, a falta de los nuevos datos que
pudiera aportar la ampliación de la excavación, nos remite a
la fase 5 de Soler para las cuevas de inhumación múltiple que
fecha a partir de la segunda mitad del III milenio (Soler, 2002:
91-96). A esta fase se atribuye una mayor presencia de cuentas
cilíndricas –además de las discoidales– y de puntas de flecha de
aletas y pedúnculo frente a una menor incidencia de las puntas
foliáceas o romboidales de aletas inversas y de los geométricos.
En cuanto a los objetos metálicos la mayoría son punzones, de los cuales dos están completos siendo de tipo biapuntado. Uno de sección cuadrangular de casi 120 milímetros y
en muy buen estado de conservación, y el segundo de menos
de 20 milímetros con la sección en el centro rectangular y de
forma romboidal, también en buen estado de conservación. Los
dos son de cobre arsenicado (tabla 1) aunque el pequeño biapuntado romboidal contiene un poco de estaño (0,11%). Los
punzones de longitud superior a 75 milímetros se asocian a los
5 Se encontró una moneda de vellón de cobre puro de la época de
Felipe III acuñada desde 1599 y cerámica vidriada de la época.
320
ajuares calcolíticos o campaniformes presentes en todo el País
Valenciano, es decir, en la segunda mitad del III milenio aNE a
inicios del II milenio aNE, tanto en enterramientos como en poblados y con un valor social que incluía tanto el ornamento personal como su funcionalidad en las tareas cotidianas. A partir
de la presencia del campaniforme se observa una disminución
del índice de longitud y ancho de los punzones biapuntados,
que sería el caso de nuestro romboidal (Simón, 1998). No obstante en la covacha no hemos encontrado ningún fragmento de
campaniforme aunque sí en el poblado, en los niveles inferiores
de las excavaciones antiguas.
Los otros dos punzones están fragmentados e igualmente son
de cobre arsenicado, ambos de sección cuadrada aunque uno de
ellos apareció curvado. Esta inutilización de su función inicial ha
sido constatada con cierta frecuencia en los poblados y enterramientos tanto del Eneolítico como de la Edad del Bronce.
El quinto objeto es un arete de cobre que también presenta
algo de estaño en su composición (0,12 %).
Todo el conjunto descrito nos está indicando una deposición
diacrónica de los enterramientos que se iniciaría en un momento previo a la ocupación del cerro del Pic dels Corbs pero con
una continuidad que llegaría hasta el primer asentamiento, Fase
IA. Al mismo tiempo se utilizan otras de las cavidades situadas
alrededor de los cortados calcáreos que configuran la orografía
en torno al cerro. Podemos confirmar, al menos, otro enterramiento de estas características a escasos metros del que estamos
estudiando, situado en una grieta en el farallón que corona la
Costera de la Casa de la Viuda y que nosotros denominamos con
el número 1 en las fichas de la Direcció General de Patrimoni.
La información nos la ofreció un miembro del Centro Arqueológico Saguntino que en la década de los 70 había realizado
un reconocimiento de esta covacha. Por el momento, no hemos
podido acceder a los materiales recuperados.
Junto a estas dos covachas también se conocen otros dos
enterramientos que relacionamos con las fases de la Edad del
Bronce del Pic (fases IB-II). Uno de ellos, descubierto en 1960,
es una cista de inhumación doble localizada a un metro de
profundidad y construida con cinco losas de rodeno de entre
1,70/1,30 metros de largo y 1 de ancho. La quinta, dividida en
dos, tapaba la estructura. Junto a la cabeza de cada uno de los
cadáveres había dos hachas, y cada uno de ellos estaba orientado a uno de los extremos de la cista (Hernández, 1964).
El otro se descubrió en 1991 durante las extracciones de
tierra y los barrenados para recortar la roca cuando se construyó el vertedero de residuos sólidos de la vertiente sur, destruyéndose en un 75%. Los restos óseos fueron recogidos por uno
de nosotros, José Viñals, junto a Antonio Mateo y depositados
[page-n-11]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
en el Museu Arqueològic de Sagunt, procediendo posteriormente a su estudio (Barrachina y Viñals, 1995; Barrachina,
Salvador y Viñals, 1996).
El espacio del enterramiento, tal y como lo vemos en la actualidad, es una grieta en la roca formada en las areniscas dolomíticas que forma estratos ligeramente plegados y que se disgrega en ángulo recto. Desconocemos qué tipo de acceso tenía.
Los restos estudiados demostraron que se trataba de un enterramiento colectivo con un número mínimo de diez-once individuos de edades variadas, desde ancianos hasta infantes, con
escasas patologías. El único ajuar documentado es el de varios
fragmentos de cerámica sin forma, bastante grosera y con desgrasante de tamaño grande (Barrachina, Salvador y Viñals, 1996).
Volviendo a la covacha número 3, su cronología relativa a
partir de la presencia de los componentes del ajuar nos permite
relacionar este enterramiento con un hábitat en el llano que se
extiende frente al cerro. De hecho, a pocos kilómetros en línea
recta –El Pozo– localizamos la presencia de dos puntas de Palmela (Barrachina, 2012: fig. 70) que se relacionan con el Tipo
1 de Simón y se encuadran cronológicamente en los últimos
momentos del III milenio y los inicios del II aNE. Próxima a la
zona donde encontramos las puntas de Palmela, en la Alqueria
de Montiver, también se recogió hace unos años un hacha pulida
que actualmente aún permanece en la colección Chabret.
Ambos hallazgos, aunque muy puntuales, vienen a señalarnos la casi segura ocupación del llano lacustre en torno al marjal
para la que existen otros ejemplos en nuestros llanos litorales
(Gusi, Luján, Barrachina y Aguileia, 2010).
Por lo que se refiere al estudio antropológico preliminar llama la atención varios aspectos. En primer lugar la escasa presencia de algunas partes del cuerpo (vértebras, costillas, huesos
largos…) y la alta de dientes y falanges. En segundo lugar las
diferencias observadas en la calidad de los dientes. A pesar de la
diacronía entre adultos y niños es significativo que los primeros
presenten numerosas muestras de haber pasado una infancia de
privaciones o enfermedades que han dejado surcos marcados de
hipoplasia, mientras que la población de infantes no los muestra. En tercer lugar recordar que no hemos encontrado ningún
esqueleto articulado, incluso los denominados por nosotros “paquetes” pudimos comprobar que incluían huesos de diferentes
individuos. En cuarto y último lugar la presencia de restos quemados de cráneo y de un calcáneo, los cuales parecen haber
sido quemados con el hueso en seco y una distribución de la
intensidad del fuego muy diversa.
En la bibliografía (Delibes, 1995: 72-74; Soler, 2002: 106107) hemos podido comprobar que existen referencias a estas
prácticas de cremación parcial desde el Neolítico pero sin que
se pueda afirmar si formaban parte de los rituales o estaban relacionadas con accidentes fortuitos en el entorno, como la posibilidad de un incendio externo, como medida de higiene para
evitar la propagación de olores/enfermedades o el uso de iluminación durante la inhumación.
El ámbito de dispersión de esta posible práctica la encontramos tanto en el Mediterráneo peninsular como en ambas Mesetas. De toda la bibliografía destacamos la Cueva Maturras de
Ciudad Real donde se excavó un enterramiento colectivo del III
milenio aNE en el que el espacio funerario mostraba una utilización diferencial: en la zona oeste se depositaron los cuatro cuerpos, mientras que el lado este contenía los ajuares y restos de
troncos carbonizados junto a cenizas y carbones (Vidal, 2003:
40-41). Los troncos en este caso fueron utilizados en el interior
de la cueva, posiblemente como iluminación, y en el sellado del
enterramiento con la finalidad de formar una capa de calcarenita
mediante la combustión de conglomerados y calizas sometidas
a un potente fuego (Vidal, 2003: 45). Este ejemplo evidente del
uso del fuego y su repercusión en los cadáveres muestra una de
las muchas posibilidades que se debieron dar en los contextos
funerarios del Neolítico-Eneolítico. En nuestro caso creemos
que la cremación de los fragmentos del cráneo y del calcáneo
fue fortuita, vinculada más a una utilización de la iluminación
del espacio interno por medio de antorchas u otros artificios que
a una cremación premeditada. Quizá los escasos restos de carbón recuperados en la covacha pueden estar en relación con esta
función utilitaria del fuego. No obstante habremos de esperar
a una futura excavación completa de la covacha para establecer causas más concretas. Así como abrigamos la intención de
poder completar el estudio de los huesos y con ello ampliar la
visión de esta población.
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Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 311-322.
La Covacha III de la Costera de la Casa
de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia).
Estudio previo de la campaña de 1994
Amparo Barrachina Ibáñez y José Viñals Iranzo
resumen
En 1994, al mismo tiempo que realizábamos la campaña anual en el Pic dels Corbs (Sagunt, Valencia), excavamos una
covacha situada junto al mismo cerro. En su exterior habíamos localizado un incisivo humano y una lámina de sílex blanco.
La excavación confirmó que se trataba de un enterramiento colectivo y los materiales mostraron que fue utilizada durante la
segunda mitad del III milenio. En las siguientes líneas presentaremos el estudio antropológico preliminar y detallaremos las
características del enterramiento.
palabras
Eneolítico.
c l a v e :
Excavación, covacha de enterramiento, materiales, antropología física, cremaciones parciales,
résumé
La ‘Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner’ (Sagunt, Valence). Étude préliminaire de la
campagne de 1994. Alors que nous effectuons, en 1994, la campagne annuelle sur le site de Pic dels Corbs (Sagunt, Valence),
nous avons fouillé aussi une petite grotte près de la même colline. A l’extérieur, nous avions trouvé une incisive humaine et
une lame de silex blanc. La fouille a confirmé qu’il s’agit d’une sépulture collective et les matériaux ont montré qu’elle a
été utilisée au cours de la seconde moitié du troisième millénaire. Dans les lignes qui suivent nous allons présenter l’étude
anthropologique préliminaire et les caractéristiques de l’enterrement.
mots clé
: Fouille archéologique, grotte funéraire, matériaux, anthropologie physique, crémations partielles, Énéolithique.
1. INTRODUCCIÓN
Son escasas las referencias que tenemos del Eneolítico para el
Camp de Morvedre. Las primeras reseñas las encontramos en
un corto pero denso artículo de Enric Pla Ballester (Pla, 1963)
en el que se incorpora un plano con la distribución de los yacimientos en las distintas épocas. Esta primera aproximación
permitió apreciar la importancia económica y estratégica que
suponían las tierras alrededor de la desembocadura del Palancia y las carencias en materia de prehistoria. Con posterioridad se publicó una monografía sobre Sagunt en el volumen
número doce de la revista Saguntum-Papeles del Laboratorio
de Arqueología de Valencia, año 1977. En él se recogen dos
trabajos que ampliaban esos primeros datos y se centraban
en los siglos precedentes a la romanización. Uno dedicado
a la prehistoria redactado por Rosa Enguix y Bernat Martí
Oliver: “El poblamiento prehistórico del bajo Palancia”. El
segundo dedicado a la etapa ibérica presentado por Milagros
Gil-Mascarell y Carmen Aranegui: “El poblamiento del bajo
Palancia en época ibérica”.
En el primero de ellos Enguix y Martí hacen un balance de
la documentación conocida hasta ese momento y señalan la falta
de información entre la presencia mesolítica de Els Estanys de
Almenara y las ocupaciones de la Edad del Bronce. Algunos
de los yacimientos allí presentados se conocían con anterioridad desde las publicaciones de Andrés Monzó Nogués (Monzó,
1946), Santiago Bru i Vidal (Bru i Vidal, 1958) y de Enric Llobregat (Llobregat, 1972).
Posteriormente, ya en los años 90, encontramos el estudio
de Eva Ripollés sobre el yacimiento de Les Raboses de Albalat
dels Tarongers en el que se realiza una primera aproximación
a la ubicación de los asentamientos de la Edad del Bronce y su
estructura constructiva (Ripollés, 1994). Trabajo que nos aportó
una valiosa información para la redacción de nuestro estudio
sobre el Pic dels Corbs (Barrachina, 2012).
En todos los trabajos citados se nota una escasa presencia
de yacimientos que se inscriban cronológicamente en el periodo
del Eneolítico. Incluso las cuevas de enterramiento, tan presentes en todo el Mediterráneo desde el Neolítico, apenas están representadas. Éstas se reducen a la Cova del Picaio en el término
311
[page-n-2]
A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Fig. 1. El Pic dels Corbs y su entorno. A la derecha, el Alt de Romeu.
de Puçol1 (Lerma y Bernabeu, 1978: fig. 4), la Cova de la Collita de Quart de les Valls2 (Donat, 1967; Enguix y Martí, 1977:
24), la Cova dels Fardatxos de Albalat dels Tarongers3 (Sarrión,
1975, 1976; Enguix y Martí, 1977: 23) y la Cova dels Lladres de
Sagunt4 (Donat, 1967; Enguix y Martí, 1977: 23).
Algunos de los estudios realizados desde finales del siglo
XX en comarcas vecinas a la del Camp de Morvedre han podido
comprobar que la ocupación de la franja costera fue bastante
intensa durante el Neolítico y el Eneolítico (Costamar en el Pla
de Cabanes, Vila Filomena en Vila-real y La Vital en Gandia,
por ejemplo). En muchas ocasiones los asentamientos se sitúan
muy próximos a los marjales, totalmente integrados en el medio
al que adaptaban tanto su economía como su forma de vida. En
el Camp de Morvedre no disponemos por ahora de información,
a excepción de algunos elementos dispersos que nos indican, al
menos, la explotación económica de este espacio: un hacha pulida en la Alqueria de Montiver, una lasca de sílex en la Alqueria
Nova y dos puntas de flecha de El Pozo.
Así pues, dentro de este contexto, queremos presentar los
resultados previos de una excavación que realizamos en el año
1994 en una covacha situada junto al Pic dels Corbs, al mismo
1 Se excavó en el año 1977 y aunque no se encontraron restos óseos
sí se recuperaron los objetos que suelen acompañar a los enterramientos: varias cuentas de collar discoidales y tubulares, alguna
lasca de sílex sin trabajar y un fragmento de punzón de cobre de
sección cuadrada.
2 En superficie se recuperaron cerámicas a mano y a torno islámicas,
punzón de hueso, punta de flecha de aletas y pedúnculo y huesos
quemados.
3 En superficie se recogieron cuatro cuentas discoidales y una pequeña lasca de sílex.
4 Aquí se encontró cerámica a mano, lasca de sílex retocado y huesos
quemados.
312
tiempo que se desarrollaba la campaña en el cerro. Una excavación que finalmente no pudimos continuar, por lo que no nos
habíamos decidido con anterioridad a publicar estos datos.
La covacha se localizó durante una inspección sistemática,
iniciada en el año 1992, de las cavidades que habíamos observado en los farallones rocosos alrededor del Pic (fig. 1). En su
mayoría pudimos comprobar que, o eran demasiado pequeñas,
o estaban sin sedimentación. Sólo algunas parecían presentar
condiciones para contener enterramientos. Las encontramos
distribuidas en el mismo cerro del Pic dels Corbs –en los farallones rocosos orientados al este–, en el Pic del Cuquello, en los
barrancos que arrancan desde el Alt de Romeu y en el acceso
norte al cerro donde se asoman los farallones del Aixeve (fig. 2).
Estas últimas, situadas al norte del cerro del Pic dels Corbs
con orientación hacia el SE y de fácil acceso desde el pie de
monte, son cuatro covachas de diferente aspecto. Dos de ellas
estaban casi totalmente vaciadas y otra con poco sedimento.
Solo una mantenía su contenido, la denominada covacha número tres de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner.
En ella, además de observarse en su interior, a nivel superficial,
lo que parecían estructuras (dos alineaciones de piedra haciendo
esquina en la parte izquierda del fondo), encontramos en su exterior un incisivo humano y una lámina de sílex blanco retocada.
Fueron estos indicios los que nos animaron a iniciar los trabajos.
2. BREVE DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA
La Costera de la Casa de la Viuda se encuentra en el extremo sur
de la Vall de Segó. Este pequeño valle abierto al mar se encuentra al noroeste de la población de Sagunt y suroeste de Almenara, lindando con la provincia de Castellón. Es una subcomarca
del Camp de Morvedre que está formada por el agrupamiento
de varios municipios originados en alquerías islámicas, ocupando un espacio de 21,7 kilómetros cuadrados. Se define como
[page-n-3]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 2. Dispersión de covachas en torno
al Pic dels Corbs:
1. Costera de la Casa de la Viuda II, III, IV.
2. Costera de la Casa de la Viuda I.
3. Cista del Aixeve.
4. Cova del Barranc Roig.
5. Cova de la Collita.
una zona plana que se estrecha hacia el oeste y se abre al mar
por el este, fundiéndose con el delta del Palancia y el marjal de
Almenara. Cuenta con una de las surgencias naturales más importantes de la comarca, la Font de Quart de les Valls, a escasos
200 metros del núcleo urbano actual. De ella Cavanilles señala
que sus “cristalinas aguas brotan entre las arenas y guijo muy
menudo. Los manantiales y balsas que de ellos resultan ocupan
unos 300 pies de diámetro, dejando entre sí varias isletas y terrenos de seis pies de altura; se reúnen luego en un canal común,
dividido después en otros, y van a fertilizar las huertas del Valle
de Segó y Almenara” (Cavanilles, 1991: 119).
El valle está rodeado de un circo montañoso donde las máximas alturas llegan a los 378 metros por el oeste (Salt del Cavall
y La Frontera) y por el norte (Puig d’Almenara); y a los 350
metros por el sur (La Creu, Alt de Romeu, L’Aixeve y La Pedrera), lo que le confiere unas condiciones climáticas privilegiadas
al protegerla del viento frío del norte, y de los secos del oeste y
suroeste. El cerro del Pic dels Corbs, con una altitud de 239,5
metros, se localiza en el extremo meridional de la Vall de Segó,
siendo el punto más avanzado de la Muntanya de Romeu. El
camino por el que se accede al Pic desde el norte se inicia en la
Costera de la Casa de la Viuda.
3. METODOLOGÍA Y TRABAJOS DESARROLLADOS
EN LA PRIMERA CAMPAÑA
La covacha se abre en los farallones calcáreos de uno de los
contrafuertes de la Muntanya de Romeu que bajan hacia el Aixeve, al N del Pic dels Corbs, custodiando uno de los caminos
por los que se accede hasta el poblado. Actualmente la zona está
transformada para el cultivo del naranjo, con una fuerte alteración de sus laderas bajas, mientras que en la parte más escarpada mantiene los abancalamientos para el cultivo de árboles de
secano, hoy abandonados (fig. 3).
Su forma interior es triangular y parece formada a partir de dos
grietas. Una que se observa al fondo de la covacha (fig. 4) y otra
en el techo (fig. 5). Sus dimensiones son de unos cuatro metros de
profundidad, con una amplitud que varía entre 1,27 m en la parte
más profunda y 1,83 m en su boca. La altura varía entre los 1,40
y los 3,55 m. En superficie pudimos observar la presencia de dos
alineaciones de piedras que cerraban el interior de la cueva: una al
inicio de la grieta del fondo y la segunda delimitando un recoveco
de la covacha. En su cara interior se acumulaba el derrumbe de
ambos muros. Bajo éste excavamos otro derrumbe anterior que
buzaba hacia la boca de la covacha con piedras de mayor tamaño
que las que aparecen en el resto del espacio interior.
313
[page-n-4]
A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Fig. 3. Ubicación de la Covacha
III de la Costera de la Casa de la
Viuda.
Fig. 4. Planta con las
principales dispersiones
de huesos (se ha tomado
como referencia la
planta obtenida a 60
cm de profundidad):
A. Huesos del cráneo,
mandíbulas y huesos
largos.
B. Incisivos, caninos,
premolares y molares.
C. Falanges.
Fig. 5. A. Dispersión de
los objetos del ajuar. B.
Sección de la covacha.
314
[page-n-5]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
En la parte exterior de la boca de acceso también localizamos durante el proceso de excavación una posible alineación de
piedras que parecían colocadas intencionalmente para contener
el sedimento en el que estaban los huesos depositados. En la
parte de fuera se acumulaba un derrumbe de piedras que ocultaba esta alineación. Lo cual nos plantea la posibilidad de que
estuviera cerrada y posteriormente se desmoronara propiciando
la acumulación.
Con la idea de realizar el trabajo en varias campañas consecutivas se procedió a dividir el espacio en cuatro sectores. Los
sectores A y B dividían la planta principal mediante un eje longitudinal; C, era el espacio que quedaba al otro lado del murete.
Al profundizar en la excavación, una vez retirado el murete que
separaba el sector A y C, se pudo comprobar que ambos estaban
relacionados, por lo que ambos fueron asimilados en el sector
A. El sector D se diferenció porque en las primeras visitas que
efectuamos vimos que en el fondo de la covacha existía una
alineación de piedras, bien colocadas y cuando se iniciaron los
trabajos, tras retirar numerosos bloques y piedras de mediano
tamaño, advertimos que la covacha continuaba tras esa alineación cerrándose hasta convertirse en una grieta que se prolongaba en un zigzag, observándose en ella la presencia de huesos de
apariencia humana.
La excavación se inició en el sector A con capas artificiales
de 10 centímetros y anotando en una tabla la aparición de restos arqueológicos mediante coordenadas cartesianas. Al mismo
tiempo se procedió a dibujar la planta de la covacha cada vez
que se hacía un rebaje, de modo que pudiéramos observar las
transformaciones que se evidenciaban en sus paredes y ubicar
cada uno de los hallazgos mediante su símbolo correspondiente.
La profundidad que se alcanzó durante los trabajos fue de
70 centímetros, sin embargo la estratigrafía no ofrece apenas
variaciones de textura o color. Ésta es de color marrón rojizo,
de textura arcillosa y muy removida. Al excavarse por capas
artificiales de 10 centímetros pudimos comprobar algunas diferencias. Así hasta los 20 centímetros se presenta como tierra
muy suelta, algo granulosa y mezclada con piedras de tamaño
inferior a 5 centímetros. A partir de esta cota, con la misma textura y color, el tamaño de las piedras pequeñas aumenta y se
localiza el segundo derrumbe al que hacíamos referencia antes.
A 27 centímetros de profundidad localizamos una acumulación
de caracoles muy machacados formando una especie de círculo
y un poco más abajo un lentejón de margas y algunos carbones
dispersos de pequeño tamaño. A partir de los 30 centímetros la
textura y color sigue sin cambiar y aumenta de nuevo la cantidad de piedrecillas, ahora mucho más pequeñas.
Respecto a la metodología seguida, uno de los aspectos que
se pensó en valorar a través de este sistema era la posibilidad de
relacionar a posteriori, en trabajo de laboratorio, las asociaciones que se producían entre el material disperso de huesos y ajuares. Más tarde, con la aparición de los paquetes, creímos necesario mantener este registro como modo de asociar este material
disperso a los paquetes, y entender o explicar si la cueva tenía
una remoción intencionada, natural o causada por animales.
En los 40 centímetros primeros el material aparecía de manera dispersa, pero en gran cantidad y muy fragmentado. A partir de esa cota, comenzamos a detectar los primeros paquetes de
huesos. Interpretamos como “paquetes” toda aquella acumulación de huesos que estuviera colocada intencionalmente, con
independencia de su cantidad. El número total de paquetes excavados fue de cinco. Estos aparecían entre la cota 0,40 y 0,60
centímetros. Sin embargo durante el estudio antropológico preliminar pudimos comprobar que los denominados “paquetes”
contenían huesos de diferentes individuos, por lo que no eran
significativos para la identificación de individuos únicos, sino
que demostraban la remoción de los enterramientos en la parte
excavada de la covacha.
Los ajuares aparecieron de manera dispersa, aunque algunos elementos se localizaron cerca de los paquetes, o también
formando parte íntegra de ellos (especialmente las cuentas de
collar), pero estos testimonios fueron escasos.
4. DESCRICIÓN DE LOS MATERIALES
Junto a los restos óseos también se recogió un interesante conjunto de útiles y adornos realizados en piedra, metal y arcilla.
Su morfología apunta hacia conjuntos materiales que podrían
inscribirse en la segunda parte del tercer milenio aNE.
4.1. Cerámica. Todas las formas de este material son de perfil sencillo abierto, forma concoide y sin decoración. En total
se recuperaron unos veinte fragmentos, de los cuales solo siete
presentaban forma. Son de cocción mixta y con superficies alisadas (fig. 6).
Fig. 6. Formas cerámicas relacionadas con el ajuar: cuencos.
315
[page-n-6]
A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
4.2. Sílex. El segundo grupo está formado por dieciocho piezas realizadas sobre sílex de color blanco lechoso y gris oscuro
principalmente. De ellas dos son geométricos, más una lasca
(fig. 7, 17), una lámina y catorce puntas de flecha.
Uno de los geométricos es un triángulo con el lado menor
cóncavo y de retoque abrupto: 27 milímetros de alto por 16 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 5); el segundo es un segmento sobre
lámina con retoque marginal: 33 milímetros de alto por 13 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 15).
La lámina es una hoja con retoque plano, directo y marginal:
79 milímetros de largo por 16 de ancho y 4 de espesor (fig. 7, 10).
Las puntas de flecha presentan una tipología variada en la
que encontramos foliformes, romboidales y de pedúnculo y aletas (Juan Cabanilles, 2008):
Punta de flecha foliforme asimétrica de base apuntada con
retoque invasor: 38 milímetros de alto por 18 de ancho y 6 de
espesor (fig. 7, 1).
Punta de flecha foliforme simétrica de base apuntada y retoque cubriente: 35 milímetros de alto por 11 de ancho y 6 de
espesor (fig. 7, 11).
Punta de flecha romboidal simétrica con apéndices laterales
y base ensanchada, retoque profundo: 31 milímetros alto por 16
de ancho y 5 de espesor (fig. 7, 2).
Punta de flecha rombo-ojival de base ensanchada con aletas
rectas incipientes, retoque oblicuo, invasor y bifaz. Una de las
aletas está rota: 48 milímetros de alto por 15 de ancho y 3 de
espesor (fig. 7, 9).
Punta de flecha rombo-ojival de base ensanchada con aletas
apenas esbozadas y a la que le falta la parte distal, retoque profundo: 24 milímetros de alto conservado por 11 de ancho y 4 de
espesor (fig. 7, 12).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas. Aletas incipientes, pedúnculo alargado y robusto, retoque profundo: 28
milímetros de alto por 15 de ancho y 3 de espesor (fig. 7, 3).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas de lados rectilíneos, retoque profundo: 22 milímetros de alto por 19 de ancho
y 4 de espesor (fig. 7, 7).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas desarrolladas,
retoque oblicuo, profundo y bifaz. Tiene una aleta rota: 41 milímetros de alto por 20 de ancho conservado y 3 de espesor (fig.
7, 8).
Punta de flecha de pedúnculo corto y aletas agudas de lados
rectilíneos, retoque profundo: 20 milímetros de alto por 19 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 13).
Punta de flecha de pedúnculo largo y aletas agudas, retoque
profundo: 27 milímetros de alto conservado por 12 de ancho
conservado y 4 de espesor (fig. 7, 18).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas rectas poco desarrolladas, retoque profundo: 34 milímetros de alto por 17 de ancho
y 5 de espesor (fig. 7, 4).
Punta de flecha de pedúnculo corto y aletas rectas, retoque
abrupto: 40 milímetros de alto por 15 de ancho y 6 de espesor
(fig. 7, 6).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas rectas poco desarrolladas, retoque profundo: 30 milímetros de alto por 20 de ancho
y 4 de espesor (fig. 7, 14).
Fragmento distal de punta de flecha con retoque profundo:
30 milímetros de alto conservado por 17 de ancho y 4 de espesor
(fig. 7, 16).
316
4.3. Adornos. Entre éstos destaca por su volumen la presencia de cuentas discoidales de diversos tamaños. En total suman
ciento sesenta y seis piezas realizadas en distintas piedras: negras, jaspeadas, blancas, translúcidas y grises, algunas de ellas
están quemadas. Su contorno es circular, con facetas planas generalmente paralelas y corte cónico o recto. Sus dimensiones
oscilan entre 71 milímetros y 38 de diámetro con una altura que
varía entre los 63 y 17; las más numerosas son las que tienen un
diámetro entorno a los 50 milímetros y una altura inferior a los
20 con el corte recto (fig. 8, 37).
El resto de los adornos es más variado y supone un total de
nueve objetos realizados sobre diferentes materiales, principalmente piedra, concha y cerámica. Se trata de siete cuentas y dos
botones de perforación en uve (V).
De aquellas, cuatro son cuentas cilíndricas: una sobre hueso,
aunque quizá podría ser un silbato dada su perforación; tiene 18
milímetros de alto y un diámetro de 5 (fig. 8, 31); otra de piedra
roja, de 25 milímetros de alto y 6 de diámetro (fig. 8, 32); la
tercera tiene una perforación central, no interna, realizada sobre
fragmento de concha, de 20 milímetros de alto y 5 de diámetro
(fig. 8, 33); por último otra de cerámica, de 11 milímetros de
alto por 6 de diámetro (fig. 8, 40).
Una cuenta prismática con perforación central realizada sobre concha, de 21 milímetros de alto y 5 de ancho (fig. 8, 39).
Una cuenta de forma ovoide con los extremos truncados y
sección oval o circular y perforación longitudinal centrada, también llamada cuenta en oliva, ovoide, tonel o tonelete. Alto de
12 milímetros y diámetro 8 (fig. 8, 42).
Una cuenta bitroncocónica realizada sobre piedra verde.
Alto, 13 milímetros; diámetro máximo, 9 (fig. 8, 41).
Un botón plano circular con perforación en uve (V) que corta las dos caras, de modo que en el anverso se observan dos
perforaciones alineadas en el centro de su eje mayor y escasamente separadas, mientras que en el reverso solo observamos
un agujero de salida central. Diámetro: 20 milímetros, espesor,
5 (fig. 8, 34).
Un botón prismático cuya cara ventral es rectangular con
vértices redondeados; la dorsal, en cambio, está formada por
dos planos rectangulares que convergen en una arista, generalmente redondeada, y otros dos planos triangulares perpendiculares a la cara dorsal (Pascual, 1998: 167-168). Medidas: altura
9 milímetros, anchura 8 y espesor 6 (fig. 8, 38).
4.4. Metal. Los objetos metálicos no son muy numerosos,
pero sí podemos decir que son objetos muy representativos cronológicamente:
Punzón biapuntado romboidal de sección rectangular. Largo
actual 17,1 milímetros, ancho 2 y grosor 1 (fig. 9, SA312).
Fragmento de punzón de sección cuadrangular. Largo actual
21 milímetros, ancho 19 y grosor 19 (fig. 9, SA313).
Punzón biapuntado de sección cuadrangular. Largo actual
118 milímetros, ancho 2 y grosor 22 (fig. 9, SA314).
Fragmento de punzón curvado, o arete, de sección rectangular u ovalada. Largo actual 38 milímetros, ancho 20 y grosor 15
(fig. 9, SA310).
Arete de sección ovalada y extremos apuntados separados.
Diámetro interior 15,5 milímetros y grosor 1,2 (fig. 9, SA308).
4.5. Industria ósea. Dos fragmentos de punzón de hueso
(fig. 9, 35 y 36).
[page-n-7]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 7. Industria lítica: geométricos (5 y 15), lamina (10), puntas de flecha foliformes (1 y 11), puntas de flecha
romboidales (2, 9 y 12) y puntas de flecha de aletas y pedúnculo (3, 4, 6, 7, 8, 13, 14 y 18).
317
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A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Fig. 8. Adornos: cuentas discoidales
(37), cilíndricas (31, 32, 33 y
40), prismática (39), ovoide (42),
bitroncocónica (41) y botones de
perforación en V (34 y 38).
Fig. 9.- Objetos de metal (SA308,
SA310, SA312, SA313, SA314) y
hueso (35 y 36).
5. DESCRIPCIÓN DE LOS RESTOS HUMANOS.
ESTUDIO PREVIO
El mayor volumen de restos recuperados en el enterramiento
corresponde al conjunto de huesos humanos. Si bien aún no
hemos tenido oportunidad de hacer un estudio profundo de los
datos preliminares aportados, creemos que serán de interés dadas las observaciones que pudimos hacer al terminar la excavación. Quedan estos resultados como base para un futuro trabajo
más amplio.
En total se ha recuperado alrededor de quinientos restos en
diversos estados de fragmentación, dependiendo de las partes
del esqueleto. No todas ellas están representadas; por ejemplo,
se observa una escasa presencia de vértebras, sólo tenemos registradas tres. Tampoco son numerosas las costillas, en total,
veintidós, que por otra parte, presentan una alta fragmentación.
Los huesos largos también son escasos, sesenta y cinco, y aparecen igualmente muy fragmentados en su mayoría. Todo lo
contrario que los dientes que suponen un total de doscientas
sesenta y una piezas; o las falanges de pies y manos, que suponen unas ochenta y seis.
318
Del cráneo tampoco tenemos una representación amplia,
únicamente veintiún fragmentos de los que uno presenta parte
del hueso frontal en el que se aprecia parte de los arcos supraciliares (fig. 10). Interesa destacar de los fragmentos craneales
que algunos están quemados post mortem aunque con una incidencia del fuego muy dispar, desde la cremación más intensa
que calcina el hueso a la más superficial y parcial.
En cuanto a las mandíbulas, suman un total de cinco con diversos estados de conservación. Cuatro de ellas corresponden al
maxilar inferior. Una está completa aunque sólo conserva cuatro
muelas de su dentadura, dos a cada lado; dos conservan el mentón y parte del cuerpo maxilar; una únicamente un fragmento
del cuerpo lateral. Sólo otra corresponde al maxilar superior y
también está fragmentada (fig. 11).
Como podemos ver en las figuras 4 y 5 todos estos fragmentos aparecieron dispersos por la superficie excavada y a profundidades muy diferentes, siguiendo la pauta que hemos visto en
el conjunto de los restos.
La mayor parte de la información, por el momento, la hemos
obtenido de los dientes. Del conjunto, doscientos diez corresponden a adultos y se han identificado cuarenta y seis molares;
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La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 10. Hueso frontal en el que se aprecia parte de los arcos
supraciliares.
osteomielitis observable en un fragmento de humero derecho–;
tres de entre veinticinco y treinta y cinco años, a los que pertenecen dos de las mandíbulas; dos de cuarenta/cuarenta y cinco
años y dos con más de sesenta.
Al contrario de lo que vemos en los adultos, los cincuenta y
un dientes relacionados con la presencia de niños en el enterramiento no presentan ningún tipo de marca. De lo que se deduce
su buen estado de salud. El cálculo de individuos infantiles a
partir de las piezas dentales nos señalan un número aproximado
de cinco que recorren casi todas las edades: uno de ellos de entre
dos y tres años, del que además se ha identificado una paleta
humeral y una falange de la mano, así como un premolar caduco
con hipoplasia y caries, lo que sería la excepción; uno de entre
tres y cuatro años que presenta los incisivos en pala; uno de entre cinco y seis años, con el que relacionamos un fragmento de
maxilar inferior y los primeros molares sin eclosionar; uno de
ocho años con el primer premolar y el segundo molar sin eclosionar; uno de nueve o diez años que presenta ligera hipoplasia
en el primer incisivo y un premolar caduco con dos raíces de
forma bífida y perlada.
En cuanto al diagnóstico de la estatura y al género, nos faltan datos para poder establecerla con concreción. No hay muchos huesos largos completos y la mayoría de los indicadores
necesarios para establecer el género no están presentes entre los
restos. Aun así especulamos a partir de los pocos elementos reunidos que las alturas se situarían en general entre los 140-150 y
los 158-165 centímetros.
Así pues podríamos resumir este estudio preliminar señalando que, por el momento, el número de individuos enterrados era
de entre doce y trece, de los cuales cinco pertenecen a niños y
entre siete y ocho a adultos. Las marcas de hipoplasia en el esmalte nos señalan una mejor salud de los primeros años de vida
en los infantes registrados que en los adultos, mientras que las
patologías observadas se reducen a la presencia de un húmero
con osteomielitis. Destacando la presencia de huesos del cráneo
quemados, además de un fragmento de calcáneo.
6. VALORACIÓN FINAL
Fig. 11. Maxilar inferior y superior, no pertenecientes al mismo
individuo. Se observa en el maxilar inferior una muela con una
profunda caries.
treinta y ocho premolares; dieciséis caninos y cincuenta incisivos, catorce de los cuales son primeros incisivos.
Se ha prestado especial atención al estudio de las patologías que se vinculan con el estrés metabólico durante la infancia
como la hipoplasia del esmalte que está presente en treinta piezas dentales, además de la presencia de veintidós caries, algunas
de ellas de un tamaño importante (fig. 11). La hipoplasia se presenta tanto como una ligera línea, semejante a surcos marcados
que se acompañan en algunos casos de abrasión y sarro. Destacamos un primer incisivo, posiblemente de una anciana, con
caries y desgaste por la cara lingual que podría estar relacionado
con trabajos de cestería o curtido de pieles.
A partir del número de incisivos superiores hemos estimado
la presencia de entre siete y ocho individuos adultos. Sus edades oscilan entre los veinte años –al que pertenece una de las
mandíbulas que conserva el M1 y M2, el cual pudo padecer una
Los trabajos de excavación sobre la covacha no pudieron ser
completados en su momento, por lo que carecemos de una visión de conjunto del enterramiento. No obstante los elementos
analizados en estas líneas ponen de manifiesto la extensa temporalidad que debió de tener su uso y la variedad de objetos
que formaban parte de los ajuares. Si bien, dado el número de
individuos, entre doce y trece, no se puede señalar que estos
fueran muy abundantes.
Los materiales recuperados aparecían dispersos entre el conjunto de restos humanos y corresponden a cerámica, adornos,
sílex y metal (fig. 5, A). Su distribución en el enterramiento es
aleatoria, sin acumulaciones ni asociaciones con los huesos que
sean significativas (fig. 4 y 5). Esto parece en consonancia con
el hecho de sólo haber establecido en la excavación un único
estrato que creemos señala la remoción de la covacha en algún
momento posterior a su uso bien sea natural, por las filtraciones
de agua de las dos grietas –una vertical y otra horizontal– que
permitirían la escorrentía, arrastre y también la acumulación de
tierra o por animales; por ejemplo encontramos el hueso del ala
de un murciélago entre los restos óseos. En el primer caso cree319
[page-n-10]
A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Tabla 1. Análisis por microscopía electrónica de barrido Z>9. Espectrómetro de energía dispersiva de rayos X (Universidad de Alicante,
Servicios Técnicos).
Nº análisis
Fe
Ni
Cu
Zn
As
Ag
Sn
Sb
Pb
SA308
0,16
0,04
88,68
0,07
1,85
0,15
0,12
0,02
nd
SA310
0,06
nd
97,64
0,6
1,41
nd
nd
0,18
0,14
SA312
0,17
nd
96,26
nd
3,54
0,24
0,11
nd
nd
SA313
0,13
nd
98,55
0,14
1,46
nd
nd
nd
nd
SA314
0,08
nd
96,22
0,39
4,11
0,32
nd
nd
nd
mos que se justificarían los derrumbes del interior de la cueva
y los del exterior pues ambos estarían pensados para sellar la
cueva y aislarla de cualquier alteración.
Por otro lado su utilización posterior, primero en época islámica, con la presencia en superficie de fragmentos de jarrita,
y después en el siglo XVII5 indica que para esos momentos la
boca ya estaba abierta.
En cuanto a la cerámica recuperada junto a los huesos humanos, presenta formas simples similares a la forma F1 del Pic
dels Corbs, con superficies alisadas en las que en ocasiones se
puede ver un mamelón. Los adornos son en su mayoría cuentas
y botones cuya cronología abarca desde el Neolítico hasta el
Horizonte Campaniforme de Transición, con variaciones que
llegan hasta la Edad del Bronce (Pascual, 1998: 118-168). Algunos de los paralelos próximos los encontramos en las cuentas cilíndricas de la Cova del Picaio (Lerma y Bernabeu, 1978: fig. 4).
Los botones prismáticos perforados en uve (V) y realizados con hueso abundan en sepulturas campaniformes del sur de
Francia y norte de Cataluña perdurando durante el Bronce Antiguo. En el Bronce Valenciano los encontramos en la Lloma de
Betxí de Paterna, en el Cagalló del Gegant de Ontinyent, y las
de forma piramidal en el Picarcho de Camporrobles y la Peladilla de Requena (Pascual, 1998: 167-168).
La industria lítica está formada por una lámina de sílex
grande, dos puntas foliácea, tres romboidales, ocho puntas de
flecha de aletas y pedúnculo, una de aletas incipientes y dos
geométricos. Su composición, a falta de los nuevos datos que
pudiera aportar la ampliación de la excavación, nos remite a
la fase 5 de Soler para las cuevas de inhumación múltiple que
fecha a partir de la segunda mitad del III milenio (Soler, 2002:
91-96). A esta fase se atribuye una mayor presencia de cuentas
cilíndricas –además de las discoidales– y de puntas de flecha de
aletas y pedúnculo frente a una menor incidencia de las puntas
foliáceas o romboidales de aletas inversas y de los geométricos.
En cuanto a los objetos metálicos la mayoría son punzones, de los cuales dos están completos siendo de tipo biapuntado. Uno de sección cuadrangular de casi 120 milímetros y
en muy buen estado de conservación, y el segundo de menos
de 20 milímetros con la sección en el centro rectangular y de
forma romboidal, también en buen estado de conservación. Los
dos son de cobre arsenicado (tabla 1) aunque el pequeño biapuntado romboidal contiene un poco de estaño (0,11%). Los
punzones de longitud superior a 75 milímetros se asocian a los
5 Se encontró una moneda de vellón de cobre puro de la época de
Felipe III acuñada desde 1599 y cerámica vidriada de la época.
320
ajuares calcolíticos o campaniformes presentes en todo el País
Valenciano, es decir, en la segunda mitad del III milenio aNE a
inicios del II milenio aNE, tanto en enterramientos como en poblados y con un valor social que incluía tanto el ornamento personal como su funcionalidad en las tareas cotidianas. A partir
de la presencia del campaniforme se observa una disminución
del índice de longitud y ancho de los punzones biapuntados,
que sería el caso de nuestro romboidal (Simón, 1998). No obstante en la covacha no hemos encontrado ningún fragmento de
campaniforme aunque sí en el poblado, en los niveles inferiores
de las excavaciones antiguas.
Los otros dos punzones están fragmentados e igualmente son
de cobre arsenicado, ambos de sección cuadrada aunque uno de
ellos apareció curvado. Esta inutilización de su función inicial ha
sido constatada con cierta frecuencia en los poblados y enterramientos tanto del Eneolítico como de la Edad del Bronce.
El quinto objeto es un arete de cobre que también presenta
algo de estaño en su composición (0,12 %).
Todo el conjunto descrito nos está indicando una deposición
diacrónica de los enterramientos que se iniciaría en un momento previo a la ocupación del cerro del Pic dels Corbs pero con
una continuidad que llegaría hasta el primer asentamiento, Fase
IA. Al mismo tiempo se utilizan otras de las cavidades situadas
alrededor de los cortados calcáreos que configuran la orografía
en torno al cerro. Podemos confirmar, al menos, otro enterramiento de estas características a escasos metros del que estamos
estudiando, situado en una grieta en el farallón que corona la
Costera de la Casa de la Viuda y que nosotros denominamos con
el número 1 en las fichas de la Direcció General de Patrimoni.
La información nos la ofreció un miembro del Centro Arqueológico Saguntino que en la década de los 70 había realizado
un reconocimiento de esta covacha. Por el momento, no hemos
podido acceder a los materiales recuperados.
Junto a estas dos covachas también se conocen otros dos
enterramientos que relacionamos con las fases de la Edad del
Bronce del Pic (fases IB-II). Uno de ellos, descubierto en 1960,
es una cista de inhumación doble localizada a un metro de
profundidad y construida con cinco losas de rodeno de entre
1,70/1,30 metros de largo y 1 de ancho. La quinta, dividida en
dos, tapaba la estructura. Junto a la cabeza de cada uno de los
cadáveres había dos hachas, y cada uno de ellos estaba orientado a uno de los extremos de la cista (Hernández, 1964).
El otro se descubrió en 1991 durante las extracciones de
tierra y los barrenados para recortar la roca cuando se construyó el vertedero de residuos sólidos de la vertiente sur, destruyéndose en un 75%. Los restos óseos fueron recogidos por uno
de nosotros, José Viñals, junto a Antonio Mateo y depositados
[page-n-11]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
en el Museu Arqueològic de Sagunt, procediendo posteriormente a su estudio (Barrachina y Viñals, 1995; Barrachina,
Salvador y Viñals, 1996).
El espacio del enterramiento, tal y como lo vemos en la actualidad, es una grieta en la roca formada en las areniscas dolomíticas que forma estratos ligeramente plegados y que se disgrega en ángulo recto. Desconocemos qué tipo de acceso tenía.
Los restos estudiados demostraron que se trataba de un enterramiento colectivo con un número mínimo de diez-once individuos de edades variadas, desde ancianos hasta infantes, con
escasas patologías. El único ajuar documentado es el de varios
fragmentos de cerámica sin forma, bastante grosera y con desgrasante de tamaño grande (Barrachina, Salvador y Viñals, 1996).
Volviendo a la covacha número 3, su cronología relativa a
partir de la presencia de los componentes del ajuar nos permite
relacionar este enterramiento con un hábitat en el llano que se
extiende frente al cerro. De hecho, a pocos kilómetros en línea
recta –El Pozo– localizamos la presencia de dos puntas de Palmela (Barrachina, 2012: fig. 70) que se relacionan con el Tipo
1 de Simón y se encuadran cronológicamente en los últimos
momentos del III milenio y los inicios del II aNE. Próxima a la
zona donde encontramos las puntas de Palmela, en la Alqueria
de Montiver, también se recogió hace unos años un hacha pulida
que actualmente aún permanece en la colección Chabret.
Ambos hallazgos, aunque muy puntuales, vienen a señalarnos la casi segura ocupación del llano lacustre en torno al marjal
para la que existen otros ejemplos en nuestros llanos litorales
(Gusi, Luján, Barrachina y Aguileia, 2010).
Por lo que se refiere al estudio antropológico preliminar llama la atención varios aspectos. En primer lugar la escasa presencia de algunas partes del cuerpo (vértebras, costillas, huesos
largos…) y la alta de dientes y falanges. En segundo lugar las
diferencias observadas en la calidad de los dientes. A pesar de la
diacronía entre adultos y niños es significativo que los primeros
presenten numerosas muestras de haber pasado una infancia de
privaciones o enfermedades que han dejado surcos marcados de
hipoplasia, mientras que la población de infantes no los muestra. En tercer lugar recordar que no hemos encontrado ningún
esqueleto articulado, incluso los denominados por nosotros “paquetes” pudimos comprobar que incluían huesos de diferentes
individuos. En cuarto y último lugar la presencia de restos quemados de cráneo y de un calcáneo, los cuales parecen haber
sido quemados con el hueso en seco y una distribución de la
intensidad del fuego muy diversa.
En la bibliografía (Delibes, 1995: 72-74; Soler, 2002: 106107) hemos podido comprobar que existen referencias a estas
prácticas de cremación parcial desde el Neolítico pero sin que
se pueda afirmar si formaban parte de los rituales o estaban relacionadas con accidentes fortuitos en el entorno, como la posibilidad de un incendio externo, como medida de higiene para
evitar la propagación de olores/enfermedades o el uso de iluminación durante la inhumación.
El ámbito de dispersión de esta posible práctica la encontramos tanto en el Mediterráneo peninsular como en ambas Mesetas. De toda la bibliografía destacamos la Cueva Maturras de
Ciudad Real donde se excavó un enterramiento colectivo del III
milenio aNE en el que el espacio funerario mostraba una utilización diferencial: en la zona oeste se depositaron los cuatro cuerpos, mientras que el lado este contenía los ajuares y restos de
troncos carbonizados junto a cenizas y carbones (Vidal, 2003:
40-41). Los troncos en este caso fueron utilizados en el interior
de la cueva, posiblemente como iluminación, y en el sellado del
enterramiento con la finalidad de formar una capa de calcarenita
mediante la combustión de conglomerados y calizas sometidas
a un potente fuego (Vidal, 2003: 45). Este ejemplo evidente del
uso del fuego y su repercusión en los cadáveres muestra una de
las muchas posibilidades que se debieron dar en los contextos
funerarios del Neolítico-Eneolítico. En nuestro caso creemos
que la cremación de los fragmentos del cráneo y del calcáneo
fue fortuita, vinculada más a una utilización de la iluminación
del espacio interno por medio de antorchas u otros artificios que
a una cremación premeditada. Quizá los escasos restos de carbón recuperados en la covacha pueden estar en relación con esta
función utilitaria del fuego. No obstante habremos de esperar
a una futura excavación completa de la covacha para establecer causas más concretas. Así como abrigamos la intención de
poder completar el estudio de los huesos y con ello ampliar la
visión de esta población.
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