
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la Península Ibérica. Reflexiones sobre algunos modelos interpretativos desde los inicios del siglo XXI
Javier Carrasco Rus
Antonio Morgado
Francisco Martínez Sevilla
2016
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Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 159-180.
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur
de la península ibérica. Reflexiones sobre algunos modelos
interpretativos desde los inicios del siglo XXI
Javier Carrasco Rus, Antonio Morgado
y Francisco Martínez-Sevilla
resumen
Las recientes investigaciones del Neolítico andaluz en los inicios del siglo XXI están incidiendo sobre sus orígenes y
posteriores desarrollos. Consideramos necesaria una reflexión al respecto, valorando las líneas interpretativas generadas desde
el siglo precedente y cómo están afectando a los nuevos planteamientos. Varios son los modelos que con mayor o menor
éxito han sido formulados. Desde esta perspectiva, intentaremos reflexionar sobre algunos de ellos, con especial atención al
recientemente propuesto de la reactualización de la llamada “Cultura de las Cuevas” y “Cultura de la cerámicas impresasalmagras” a partir de la secuencia de Cueva de Nerja, con su posible incidencia en otros ámbitos geográficos, especialmente de
Andalucía Oriental. Asimismo, puntualizamos sobre la actual dispersión de “lo cardial” en el ámbito andaluz y sus apariciones
en cuevas sepulcrales y asentamientos. De igual forma, abundaremos sobre la problemática de estos enclaves y sus conjuntos
arqueológicos, generalmente vinculados a tradiciones diferenciadas y ámbitos geográficos concretos. En definitiva, breves
reflexiones sobre el Neolítico andaluz que nos han permitido sumarnos al muy merecido homenaje de nuestro querido amigo
y colega Bernardo Martí.
p a l a b r a s c l a v e : Neolítico Antiguo, Andalucía,
cerámica cardial, Cultura de las Cuevas.
abstract
Settlement and development of neolithic groups in the south of the Iberian Peninsula. Reflections on some interpretive models
since the beginning of the 21st century. The 21st century research on the Neolithic in Andalusia has focused on its origin and
development. In this paper we consider several theoretical approaches by assessing the different interpretative lines of the
previous century and how these inform current thinking. Several models have been formulated with varying degrees of success
and here we reflect on some of these approaches, with special attention to the reactualized model of the “Culture of the Caves”
and the “Culture of the imprinted and almagras ceramics”, which emerged from the sequence of the “Cueva de Nerja”, and
evaluate their possible impact on other geographical areas such as eastern Andalucia. Furthermore, we will look at the current
dispersion of the cardial pottery in the Andalucia area and its appearances on burial caves and settlements. We also analyse the
problematic of archaeological sites and their archaeological remains linked to different traditions and specific geographical
areas. We conclude with some brief reflections on the Andalucia Neolithic which allow us to pay tribute to our dear friend and
colleague Bernardo Martí.
keywords:
Early Neolithic, Andalucía, cardial pottery, Culture of the Caves.
1. LA INVESTIGACIÓN DEL NEOLÍTICO EN
ANDALUCÍA EN EL SIGLO XX. UNA PRIMERA
VALORACIÓN
Alguno de nosotros hemos explicitado que la investigación
sobre el Neolítico andaluz ha estado, en los últimos años, condicionada por un modelo interpretativo discutible (Carrasco
y Pachón, 2009; Carrasco et al., 2009, 2010a, 2010b, 2011a,
2011c, 2012, 2014). Este modelo tiene dos pilares básicos. Por
un lado, su estructura evolutiva de sucesión sociocultural sustentada desde la aparente coherencia sedimentaria de las “ocupaciones” de cuevas equiparada a rango cultural. Los restos
arqueológicos existentes en estos particulares lugares se han
elevado a la categoría de “cultura” sin pasar por un adecuado
planteamiento sobre qué representan estos contextos. En segundo lugar, la caracterización cultural y los cambios de este
Neolítico han sido realizados desde el análisis tipológico (formal y descriptivo) de las cerámicas procedentes de estos contextos geoarqueológicos. Todo ello al margen de una falta de
cuestionamiento y autocrítica, por parte de los investigadores,
entre los cuales en un primer momento nos incluimos, sobre
la naturaleza conductual del uso de los sistemas cavernarios
en el Neolítico y los procesos postdeposicionales, naturales
o antrópicos, que permitieron la formación de estos registros.
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
Por tanto, las reflexiones mantenidas en este artículo abordan el debate sobre la dimensión de la caracterización cultural
de los primeros agricultores y ganaderos del sur de Iberia. Para
ello debemos partir de la crítica a los planteamientos mantenidos hasta la fecha, excesivamente normativistas, aunque extrañamente siguen funcionando. No obstante, consideramos que
son necesarias unas primeras líneas historiográficas para la mejor comprensión del problema aquí planteado.
En principio, tendríamos que incidir sobre la hipótesis de
trabajo emitida a partir de los años veinte del siglo pasado por P.
Bosch Gimpera, de gran trascendencia y reiteración en el tiempo, en su momento inimaginable para este investigador. Así,
en su “Arqueología Prerromana Hispánica” (Bosch Gimpera,
1920), expuesta como apéndice a la “Hispania” de Schulten,
sistematizaba el Neolítico peninsular. Trabajo en el que distinguía durante este largo periodo de la Prehistoria Reciente,
cuatro grandes círculos culturales en la península, entre los
cuales destacaba la “Cultura Central o de las Cuevas”, donde
incluía Andalucía, caracterizada por el asentamiento en cueva y
la cerámica decorada. En consecutivas investigaciones (Bosch
Gimpera, 1945, 1954, etc.) siguió manteniendo su hipótesis, con
alguna nueva caracterización, como la relación de estos asentamientos en cueva y los abrigos con arte esquemático. Posteriores investigadores como L. Pericot, M. Martínez Santa-Olalla,
J. San Valero, entre otros, aceptaron este modelo, aunque con
algunas matizaciones sobre sus orígenes, sin que variara sustancialmente el trasfondo cultural.
Los trabajos más recientes del citado investigador (Bosch,
1956) introdujeron algunos cambios terminológicos. Así, sustituyó la denominación de “Cultura de las Cuevas”, que daba
nombre al círculo que nos interesa, por el de “Cultura de las
Cuevas con Cerámica Decorada”. Terminología que se ha seguido utilizando hasta el momento presente, en su tiempo considerada por M. Tarradell (1960) como “la mejor y la más apropiada de todas las dadas hasta el momento”, matizando que la
vida en cuevas y la cerámica decorada son las dos características más importantes de este Neolítico. Este autor establecía cuatro grupos culturales: Cataluña, Levante, Andalucía y Portugal,
precisando que no todos tenían una similar caracterización, pues
existían ciertos atributos formales que los singularizaba, como
por ejemplo la cerámica cardial, aparentemente ausente en el
grupo andaluz y el asentamiento en poblados, solo reconocido
en el área levantina. Sin entrar en el debate sobre este modelo,
por el tiempo en que se realizó, consideramos la escasa validez
de su aplicación para la comprensión del poblamiento de las
comunidades del Neolítico, al menos en Andalucía. Al respecto,
podemos apuntar que no sólo se puede constatar la formalidad
de las cerámicas decoradas en contextos cavernarios, aunque
nunca se llegó a establecer el verdadero alcance de la funcionalidad conductual de su aparición en estos lugares, obviando
la asociación de estos conjuntos con las inhumaciones en ellas
realizadas. Ello plantea una nueva problemática vinculada al reconocimiento de los asentamientos al aire libre y sus modos de
vida, más de tipo agrícola que la tradicionalmente considerada
de comunidades pastoriles, deducidas de estos supuestos “hábitats cavernarios”.
En esta dinámica historiográfica, a finales de los años cuarenta tuvieron lugar las excavaciones de Bernabò Brea en Arene Candide de la Liguria italiana (1946 y 1956), que marcarán
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un hito en el estudio del Neolítico mediterráneo, especialmente
para la estructuración de los conjuntos arqueológicos conocidos
procedentes de cuevas. Se establecía sobre su secuencia estratigrafíca una nueva periodización en Antiguo, Medio y Superior,
con contenidos específicos que anteriormente habían sido considerados en bloque. Ahora se definió un horizonte Neolítico
antiguo, caracterizado en todo el Mediterráneo occidental por la
“ineludible” presencia de la cerámica impresa cardial. La estratigrafía obtenida de esta cueva italiana influyó de forma decisiva
en los trabajos de excavación realizados en la Cueva de Carigüela de Píñar (Granada) y en su posterior sistematización (Pellicer, 1964), que constituiría el segundo parámetro que enunciábamos. Aquí se describe una gran secuencia de asentamiento,
a pesar de la homogeneidad de sus estratos sedimentarios, gran
cantidad de restos óseos humanos exhumados (no bien documentados en toda la sucesión estratigráfica) y la irregular evolución de sus registros arqueográficos basados en la cerámica y
las concepciones tipológicas de la época. Esto último permitió
subdividir toda la secuencia en diferentes fases evolutivas, siguiendo modelos alóctonos.
En resumen, sin entrar en descripciones tipológicas o de
otro tipo que no vienen al caso en este lugar, consideramos globalmente que ni la configuración interna de la cueva en donde se
documentó la estratigrafía, unido a la no distinción del contexto
arqueológico, la gran potencia de sus deposiciones sedimentarias, geológicamente indiferenciada en un pasillo angosto como
es la zona D donde el nivel de ocupación subiría varios metros
por encima de su uso inicial, serían propios de un asentamiento
estable o temporal. Por lo que, en la actualidad, nos inclinamos
por otorgar a Carigüela una funcionalidad más de tipo ritualizado, de carácter funerario (Carrasco et al., 2010b). Ajustándose
esto último a los mismos parámetros observados para la gran
mayoría de las cuevas andaluzas conocidas, aunque con ciertas
matizaciones en este caso, más relacionadas con su continuada utilización temporal y colmatación, que con otros aspectos.
Todo lo cual, no fue óbice para seguir siendo considerada la
secuencia de ocupación neolítica paradigmática del Neolítico
andaluz, por no extendernos al resto de la península ibérica. Podemos decir que aún hizo más factible el modelo de asentamientos en cuevas de P. Bosch Gimpera, siendo totalmente asumido
y nunca cuestionado.
Por otra parte, este modelo y la secuencia de Carigüela
tuvieron el respaldo definitivo con la tesis de M.S. Navarrete
Enciso (1976) sobre el Neolítico de Cuevas con Cerámica Decorada en Andalucía Oriental. Trabajo que ha marcado un antes
y un después, pues ha constituido un continuo referente para las
investigaciones más recientes, especialmente las desarrolladas
en Andalucía. La autora siguió las interpretaciones expuestas
por P. Bosch, que junto a la secuencia de Arene Candide, fueron aplicadas a los conjuntos de Cueva de Carigüela. En dicha
tesis, se realizó un estudio preciso de las tipologías cerámicas,
en las que se corregían y adecuaban muchas de las alteraciones
observadas en el registro arqueológico obtenido por M. Pellicer.
Objeto de especial atención constituyeron los tipos cerámicos
de la secuencia neolítica. Estudio que, posteriormente, serviría
a la autora como parámetro de referencia y fiabilidad para sus
análisis del resto de los conjuntos cerámicos neolíticos procedentes de cuevas de Andalucía Oriental (Navarrete et al., 1991).
De esta forma, la formulación de la secuencia tipológica de Ca-
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
rigüela, construida ad hoc, se hizo cada vez más determinante,
marcando las pautas secuenciales del Neolítico en Andalucía,
constituyendo el modelo evolutivo. Todo ello sin cuestionarse el
uso social de la cavidad y, por ende, de las del resto del ámbito
andaluz, siguiendo las pautas marcadas por M. Tarradell (1964).
Admitiendo la cueva como tipo de asentamiento habitual durante el Neolítico, M.S. Navarrete planteará en su trabajo toda una
serie de problemas relacionados con esta única funcionalidad.
En este sentido, fue admitido, después de múltiples supuestos
y paralelos, un modelo que asumía para el Neolítico una doble
funcionalidad de la cueva como “habitación y enterramiento”
(Navarrete et al., 1991: 31), lo cual creó en su momento a esta
autora un problema de difícil solución, al comprobar la existencia de asentamientos al aire libre que habían proporcionado
similares conjuntos a los estudiados en cuevas, lo que en cierta
manera le era poco comprensible y, más aún, cuando estos dos
tipos de asentamientos estaban próximos entre sí ¿cómo explicar entonces esta diferencia? La respuesta a este interrogante no
consideramos actualmente que plantee excesivas dudas.
Las últimas dos décadas del siglo XX configuraron definitivamente la visión tradicional. Se consolidó la interpretación
“colonizadora” del Neolítico en Andalucía mediante un nuevo
modo de producción de alimentos pero manteniendo un sistema
de ocupación del territorio itinerante, cuya explicación estaba
sustentada en la asunción de la trashumancia del ganado, complementándose con una agricultura residual (Molina González,
1983: 43-44). Ello se deducía de unos aparentes asentamientos
esporádicos en cuevas o abrigos rocosos. Este patrón estaba sintéticamente basado en los ejemplos de las provincias de Granada –Carigüela (Navarrete Enciso, 1976: 85-258), el conjunto de
Alhama de Granada (McPherson, 1870; Mengíbar et al., 1981;
Botella et al., 1981; Navarrete et al., 1985)–, Málaga –Nerja
(Pellicer y Acosta, 1986 y 1997)–, la Subbética cordobesa (Gavilán Ceballos, 1989) e incluso Almería –Ambrosio (Jiménez
Navarro, 1962)–, entre otros. Este modelo sólo se vería alterado en el Neolítico Reciente, por la ruptura de esta homogeneidad en la segunda mitad del IV milenio BC (Navarrete Enciso,
1976; Molina González, 1983) con la aparición de frecuentes
asentamientos campesinos (Gossé, 1941; Lizcano Pretel et al.,
1991-92; Fernández-Miranda et al., 1993, Pérez Bareas et al.,
1999). En el mundo montañoso de la Subbética, la aparición
de los primeros asentamientos al aire libre se vinculaba a las
influencias de las regiones cercanas (Arribas y Molina, 1979;
Sáez y Martínez, 1981: 32).
El modelo tradicional se asimilaba a una especie de metáfora en la cual las comunidades del Neolítico “salen de las cavernas”, para asentarse en la llanura, expresado con la frase de “los
primeros hábitats al aire libre”. Pero ¿qué ocurre en los lugares
donde no había este tipo de hábitat cavernícola? Aparecía aquí
un tipo de explicación muy difundida en el Sureste: las zonas
más aluviales son ocupadas mediante una “colonización agrícola”, llevada a cabo por grupos procedentes de esta Cultura de
las Cuevas (p. ej. Mathers, 1984) que, con el paso del tiempo,
acabaron influyendo sobre las comunidades de procedencia. En
este sentido, las carencias de investigación sobre asentamientos al aire libre eran enormes, debido a la propia naturaleza de
las evidencias, pero conforme avanzaba la investigación (Sáez
y Martínez Fernández, 1981; Aguayo de Hoyos et al., 1987;
Carrasco et al., 1987; Ramos Muñoz y Martín Córdoba, 1987;
Aguayo et al., 1989-90; Ramos Muñoz et al., 1992) se descubría
y completaba en las zonas montañosas de la Cordillera Bética
un panorama que venía siendo simplificado en grupos de pastores con asentamientos estacionales en cavernas que, gradualmente y por la influencia de grupos vecinos del Sureste y valle
del Guadalquivir, iban adoptado la sedentarización, cuya causa
se sustentaba en el auge de una agricultura que pasaba de marginal a preponderante. Con este panorama la investigación se
introdujo en las primeras décadas del siglo XXI.
Podríamos avanzar algunas conclusiones generales, resumen de las influencias poco favorables que han tenido estas
interpretaciones para la investigación posterior sobre el poblamiento neolítico andaluz. En principio hemos de indicar
que todas las investigaciones realizadas sobre los registros
arqueológicos de las supuestas estratigrafías de asentamientos
en cuevas, especialmente los dedicados a tipologías cerámicas, tienen que enfrentarse a una realidad no valorada: proceder de contextos funerarios (Jiménez Brobeil, 1990) donde la
remoción reiterada del subsuelo debe ser tenida en cuenta. De
igual forma, podríamos asumir que el concepto de economía
pastoril y asentamientos poco estables que, tradicionalmente,
se han asociado sin solución de continuidad a las poblaciones
del Neolítico Antiguo/Medio, ha sido justificado, más que nada,
por la localización de estas cuevas ubicadas en altura y nichos
poco favorables a cualquier tipo de agricultura. Sin embargo, la
frecuentación, envergadura y consistencia de las inhumaciones
de ciertas cuevas indican estabilidad en los asentamientos, por
lo que parecen más vinculados a modos de vida aldeanos donde
la agricultura debió jugar un papel destacado. Por último, sólo
indicar que un horizonte antiguo con cerámica cardial o sin ella,
quizás más antiguo de lo que en la actualidad se admita, es factible en este Neolítico andaluz, pero no tenemos seguridad del
resto de cerámicas y tipos de decoraciones que lo configuraban
y completaban o precedían en origen y sus posteriores desarrollos hasta etapas más tardías. Desechándose, de igual forma, que
existiese una dualidad de poblamiento en cuevas/asentamientos
al aire libre en similares nichos ecológicos, como frecuentemente se ha admitido. Asimismo, no se puede admitir que las cuevas
tuviesen una generalizada utilización de asentamiento estable,
en ningún período neolítico y, menos aún, durante la Edad del
Cobre. En definitiva, hemos de partir de cero para la comprensión del poblamiento neolítico andaluz, centrándonos sólo, en el
caso que nos ocupa, en el posible conocimiento de algunos de
los yacimientos al aire libre que existan en la región y, en relación con ellos, la mayoría de cuevas como lugares ritualizados.
Desde de estas sucintas reflexiones introductorias, intentaremos adentrarnos particularmente en algunos factores relacionados con ellas, a partir de algunos innovadores datos y de otros
no tan novedosos, que en la actualidad siguen incidiendo sobre
modelos que poco o nada han ayudado a la comprensión de los
orígenes del Neolítico en Andalucía.
En nuestra opinión tres factores son los que han condicionado el desconocimiento que en la actualidad se tiene sobre esta
cuestión. En primer lugar, se centraría en el mal conocimiento
que se tiene de las últimas poblaciones de cazadores y recolectores y su distribución en Andalucía. En segundo lugar, el
desconocimiento de los modos de vida de las poblaciones epipaleolíticas y mesolíticas, lo que implica conocer el impacto y
asimilación de los nuevos modos de vida neolíticos. Asimismo,
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
en tercer lugar, por desconocerse el momento concreto, a nivel
cronológico, en que se produjeron. Al margen de ello, sucintamente incidiremos en algunos aspectos tecnotipológicos de
ciertos registros arqueológicos y la consideración de algunos
yacimientos, como puede ser Cueva de Nerja o incluso la misma costa malagueña, últimamente reconsiderada dentro de un
nuevo modelo bifronte de los orígenes del Neolítico andaluz.
2. EL SUSTRATO MESOLÍTICO. ENTRE LA
CONTINUIDAD Y LA RUPTURA
La irrupción del Neolítico en el sur de Iberia hizo considerar
la pregunta sobre qué ocurrió con las últimas poblaciones de
cazadores y recolectores. Durante la segunda mitad del siglo se
consideró, a falta de mejores argumentos, un vacío poblacional
entre el Pleistoceno Superior/Holoceno Antiguo en Andalucía.
Este vacío es requerido para la argumentación del modelo dual:
la llegada del Neolítico viene de la mano de poblaciones exógenas a la península ibérica que ocuparían estos espacios. Una
traslación de la propuesta dualista argumentada para toda la fachada mediterránea del levante peninsular, que últimamente se
ha actualizado (García Atiénzar, 2013) incluyendo una perspectiva de confrontación, exclusión o autoexclusión de los grupos
depredadores frente a los agricultores y ganaderos (Jover Maestre, 2013; Jover Maestre y García Atiénzar 2014).
En el sur de Iberia la falta de evidencias de las últimas poblaciones de cazadores y recolectores ha hecho factible, en este
aspecto, todo tipo de formulaciones hipotéticas con mejores o
peores argumentos. Esta ausencia de documentación continua
siendo evidente. Algunos investigadores han intentado reforzar
sus propuestas argumentando que la realidad arqueológica de
las comunidades mesolíticas, si bien no está del todo configurada, sí esta perfilada (Aura et al., 2013). En nuestra opinión
todavía carecemos de un panorama esclarecedor de la ocupación y modos de vida de las poblaciones cazadores y recolectoras del VII milenio cal BC. Esto es debido a múltiples causas
que podríamos resumir en las siguientes. En primer lugar por la
manifiesta ausencia de proyectos de investigación e investigadores implicados en el estudio de estos momentos. En algunas
intervenciones arqueológicas no sistemáticas, a veces se llega
al extremo de la no distinción o confusión con los rasgos arqueográficos del Neolítico Antiguo o incluso Paleolítico, como
pudiera ser la Dehesilla (Acosta y Pellicer, 1990), en la cual una
revisión sobre los objetos líticos indica una diversidad tipológica impropia del Neolítico. En segundo lugar, porque las escasas
investigaciones realizadas se han centrado en el análisis desde
los registros de los supuestos “asentamientos en cuevas”, cuando en realidad, estas poblaciones, de igual forma que las precedentes del Paleolítico Superior, tendrían en los asentamientos al
aire libre uno de sus puntos fuertes. Efectivamente, a veces es
problemática la localización de los asentamientos mesolíticos
al aire libre, debido a sus posibles ubicaciones en lugares muy
antropizados, con débiles estructuras de imposible o difícil localización. En último lugar, los escasos asentamientos neolíticos
excavados no han proporcionado secuencias prolongadas, con
ausencia de datos sobre las pervivencias e imbricaciones de sus
registros. Sí podríamos indicar que, aunque escasos y anticuados, los elementos de referencia que poseemos son indicadores,
especialmente por su distribución y una ocupación territorial di162
versificada a fines del Pleistoceno e inicios del Holoceno en la
geografía andaluza (Fortea Pérez, 1986; Cortés Sánchez et al.,
1996). Cuestión nada novedosa, pues sería el resultado de una
ocupación y aprovechamiento territorial de los diferentes ecosistemas regionales en este amplio ámbito geográfico. A nivel
tecnotipológico, se sigue estableciendo la convergencia de estos
grupos mesolíticos de Europa Occidental con el tecnocomplejo
Capsiense superior a partir de la aparición de la técnica de talla por presión y ciertos elementos geométricos (Binder et al.,
2012), aunque la escasez de datos sobre estos momentos previos
a la aparición del “paquete neolítico” impide establecer la naturaleza de esta convergencia.
Sucintamente podemos referirnos al grado de ocupación
del territorio por parte de los últimos cazadores/recolectores.
Desde los mejor conocidos asentamientos de la costa mediterránea, cuyo mejor representante es la Cueva de Nerja (Aura
Tortosa et al., 2009), o del entorno del Estrecho de Gibraltar
(Ramos Muñoz y Lazarich González, 2002a, 2002b), a los
peor conocidos en el interior de la región, donde sólo se destacan algunas antiguas secuencias, como las de los abrigos
del Nacimiento (Asquerino y Lopez, 1981) y Valdecuevas
(Sarrión, 1980) en Jaén y Ambrosio en Almería (Jiménez
Navarro, 1962), pasando por algunos conjuntos superficiales
de la Subbética cordobesa (Asquerino, 1992). Investigaciones futuras deberán avanzar la verdadera dimensión de este
aprovechamiento diversificado y su gestión por los grupos
epipaleolíticos/mesolíticos. Ello nos permitirá calibrar la implantación de los nuevos sistemas productivos del Neolítico y
su reflejo a nivel poblacional.
A ello debemos indicar otra cuestión. Los lugares frecuentados entre el VIII y VI milenio, donde se puede mostrar la
transición entre los últimos cazadores y recolectores y los primeros grupos neolíticos, expresan la problemática de la atribución de los materiales arqueológicos a uno y otro contexto
cultural (Ramos Muñoz, 2000). Así se aprecia en la determinación antropológica de ciertos enterramientos en la Cueva de
Nerja adscritos a momentos del Paleolítico Superior o del Epipaleolítico (García Sánchez, 1982; Simón Vallejo, 2003), que
en recientes análisis contextuales con dataciones absolutas no
han podido resistir dichas atribuciones cronoculturales (Simón
et al., 2005). Este problema también está presente en otras secuencias, como los sobrevalorados estratos de estos momentos
de Bajondillo (Torremolinos, Málaga) (Cortés Sánchez, 2007),
con una escasa materialidad cultural cuyo aporte es la datación
radiométrica obtenida a la que se asocia un único objeto lítico.
Así, se presenta para caracterizar este horizonte mesolítico un
trapecio de lados cóncavos (Cortés Sánchez, 2007: 454), mientras que otro elemento geométrico con técnica de microburil
se asocia ya al nivel neolítico, análisis traceológicos posteriores revelaron lo apuntado, su funcionalidad como elemento de
hoz (Gibaja et al., 2009). Esto último, aunque anecdótico, es
sintomático del problema que estamos tratando o, dicho de un
modo más novelesco, la “levedad del ser” entre mesolítico y
neolítico de los artefactos.
Por último, en relación con lo expuesto, al margen de otras
consideraciones, tendríamos que hacer mención de los restos
humanos y las dataciones absolutas procedentes de Cueva del
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Esqueleto (Cortes de la Frontera, Málaga).1 Esta inédita cavidad, cuyos materiales antropológicos fueron descubiertos a
principios de los setenta del siglo pasado, presentaba un cráneo
bien conservado y algunos otros escasos restos antropológicos
que han sido objeto de análisis por nosotros. En espera de la
publicación definitiva, podemos avanzar que los restos antropológicos han sido datados entre el VII y VI milenio cal BC.
¿Continuidad o cambio? Está claro que ello sugiere un pequeño
lugar que sirvió para la inhumación de un escaso número de
individuos. Una misma cavidad que continuó usándose como
lugar de enterramiento para las comunidades cronológicamente
situadas en el periodo de transición, sin diferencias sustanciales
a nivel de dieta o antropología.
3. LOS INICIOS DEL NEOLÍTICO
El origen del neolítico andaluz, en los últimos cincuenta años, ha
transitado como un desarrollo secundario del acaecido en otras
zonas peninsulares, especialmente la levantina. Esta última,
por su parte, considerada subsidiaria o receptora de lo ocurrido
previamente en las regiones más orientales del Mediterráneo.
Recientemente, para la comprensión del neolítico andaluz, se ha
insistido en la importancia que debió tener el sur de Italia en ese
trasiego de poblaciones, especies animales, nuevas tecnologías,
etc., entre ambas márgenes el Mediterráneo (García Borja et al.,
2010, 2014; Aura Tortosa et al., 2014). De igual forma, se ha
vuelto a retomar la vía africana como modelo explicativo para la
comprensión y justificación de las primeras comunidades neolíticas en el sur de Iberia (Cortés Sánchez et al., 2012). Desde esta
perspectiva, por su mayor proximidad al continente africano,
tomaría importancia en orden a su teórica mayor antigüedad,
todo lo acaecido a partir de finales del VII e inicios del VI milenio BC en las costas de Cádiz y Málaga, esta última cuestión
por comprobar. Más problemático resulta lo relacionado con las
reelaboraciones de secuenciación tipológica que últimamente
se están realizando sobre algunos de los antiguos registros de
ciertas cuevas. De forma sucinta, trataremos en mayor o menor
extensión algunos de estos puntos en los que se comprobara la
complejidad y problemática del origen del Neolítico andaluz.
3.1. El sol neolítico sale por oriente
Frecuentemente se ha insistido sobre su dependencia en
relación con el Neolítico levantino. Es decir neolíticos “puros”
llegados directamente desde Oriente, estableciéndose a modo
de “colonias” en esta área del mediterráneo peninsular (ver Juan
Cabanilles y García Puchol, 2013). Desde esta plataforma, se
irían especialmente extendiendo al área andaluza neolitizando
sus poblaciones indígenas en mayor o menos grado de evolución
cultural. Modelo justificado por la mayor presencia del elemento
cardial en la costa levantina, considerado en origen como
propio del Mediterráneo Oriental. Es lo que tradicionalmente ha
constituido la base del “modelo dual” ampliamente sustanciado
para explicar el boom del Neolítico inicial levantino y su
expansión. Modelo que se impuso por el desarrollo e insistencia
de las investigaciones realizadas sobre yacimientos de la región
1
En proceso de estudio por parte de los firmantes.
valenciana, bien por la pretendida escasez de “lo cardial” fuera
de esta región, no bien ajustada a la realidad o, por último,
por lo condicionado del desarrollo de la investigación sobre el
Neolítico en Andalucía.
En la actualidad, se vuelve a relanzar la consideración
del horizonte cardial andaluz como una “difusión” o importación levantina (García Borja et al., 2010, 2011, 2014). Esto
último puede ser cuestionado, considerar “lo cardial” como
prioritario para la comprensión de un horizonte definitorio del
Neolítico Antiguo en esta región, al igual que la cronología de
éstos como posteriores a las ofrecidas por la región levantina.
En realidad las dataciones absolutas en una u otra región son
paralelas, con la particularidad que la región valenciana tiene
una mayor perduración y representatividad hacia el 5300-5100
cal BC. Sin embargo, en el sur peninsular, algunos de nosotros
comprobamos la posibilidad de que pueda sobrepasar la barrera del 5500 cal BC (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014). En
este sentido, se comprobaría la mayor variedad y distribución
de yacimientos, aunque mal conocidos, ocupando un territorio
casi cuatro veces más extenso que la región valenciana y un
poblamiento ininterrumpido desde el Epipaleolítico. Por tanto, el horizonte de Neolítico Antiguo cardial no constituye un
fenómeno unitario, sino que forma parte de un espectro más
amplio, como es en general el mundo de las cerámicas antiguas impresas o de otros tipos no bien especificados. Por ello,
en el registro de los yacimientos neolíticos de Andalucía no
puede afirmarse con rotundidad que el horizonte de cerámicas
impresas cardiales sea anterior a las incisas, pintadas u otras,
o, incluso simplemente lisas.
De igual forma todo apunta a que existe una dicotomía entre
cerámicas de contextos funerarios (frecuentemente localizados
en cuevas) y los contextos domésticos. Desafortunadamente las
valoraciones cuantitativas sobre el repertorio cerámico siempre
se han realizado sobre las procedentes de los contextos cavernarios. El análisis de la cultura material cerámica de los escasos
asentamientos al aire libre excavados nos indica que no alcanza
una gran relevancia. Este fenómeno es más claramente identificable en la región valenciana, si comparamos el registro cerámico de las cuevas de L’Or o La Sarsa (por ejemplo) con asentamientos como Mas d’Is y Barranquet. Redundando en esta
cuestión, es evidente que existen algunos tipos cerámicos que
podrían apuntar en este sentido, como pueden ser los cuencos
pitorros y los vasos geminados con o sin decoración, impresa o
incisa, característicos de los yacimientos en cuevas. Formas con
escasa representación en el área levantina, por el contrario bien
reflejada en el Neolítico Antiguo andaluz. No obstante, la cerámica es sólo un elemento, debemos enriquecer el panorama de
la cultura material con otros que podrían ser más esclarecedores
del debate planteado, como sería la tecnología lítica o algunos
ítems singulares, como los brazaletes líticos, elementos de exorno individual con connotaciones identitarias.
Así, por ejemplo, la tecnología lítica parece quedar claro
que, al menos en los yacimientos del Neolítico Antiguo de la
región andaluza la técnica de talla por presión asociada al tratamiento térmico del sílex está bien atestiguada en la secuencia de
Los Castillejos de Montefrío desde sus inicios (Morgado y Pelegrin, 2012; Martínez et al., 2010), con preparación previa de
preformas de núcleos carenados o carenoides y el abandono de
los mismos durante el proceso de producción después del trata163
[page-n-6]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
miento térmico. Debemos recordar que este tipo de tratamiento
ha sido datado en la costa francesa sólo a principios del V milenio cal BC (Binder y Gassin, 1988; Binder y Perlès, 1990; Léa,
2004; Léa et al., 2004). Las fechas más antiguas establecidas
en el sureste peninsular podrían indicar una difusión de dicho
procedimiento desde el sur. Junto a ello hay que citar el caso de
los brazaletes líticos.
Con estas simples reflexiones, y otras en las que abundaremos, intentamos cuestionar que en el registro arqueológico
actual no es muy viable reactualizar la tradicional hipótesis de
la supuesta antigüedad del Neolítico valenciano y su difusión
hacia la región sureña peninsular. La conclusión de la misma es
evidente: la neolitización del sur es subsidiaria de la levantina,
dentro de una ola de avance de este a oeste. Nada nuevo, el
sol (de ese nuevo mundo) siempre sale por oriente (ex oriente
lux). Desde un punto de vista cronológico y arqueográfico, no
consideramos totalmente demostrada la vía oriental, o de sus
intermediarios del área levantina, como decisiva ni prioritaria
para la comprensión de los orígenes del Neolítico andaluz. En
último caso, sí consideraríamos formular la hipótesis de unos
inicios precoces en Andalucía y un desarrollo en la zona levantina con el boom de lo cardial, como hecho más característico
del desarrollo del Neolítico en esa zona.
3.2. Llegan las pateras. La vía norteafricana
Una aproximación coherente en la búsqueda de posibles vías
de neolitización del sur de la península últimamente ha vuelto insistir en el modelo africano como una alternativa a la vía
oriental (Manen et al., 2007; Bernabeu Aubán et al., 2009: 91;
Gibaja y Carvalho, 2009; Carvalho, 2010). Modelo que no es
novedoso, ni en la actualidad esta contrastado, o por el momento no ofrece reales alternativas en relación con la vía oriental
para una comprensión de los orígenes neolíticos en Andalucía.
Sin embargo esta vía norteafricana en un futuro inmediato debe
ser tenida en cuenta.
En la actualidad las investigaciones que se realizan en áreas
del norte de África no son muy concluyentes en la búsqueda de
similitudes y analogías, ni por tipología de los registros ni por
sus cronologías con los ya contrastados en Andalucía. Por el
contrario sí es muy sugerente la antigüedad de algunos de los
asentamientos y registros localizados en el área del Estrecho de
Gibraltar, en las proximidades del continente africano, pero en
territorio andaluz. Dataciones absolutas muy próximas o superando el VI milenio cal BC (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014),
que por su antigüedad para los momentos de su obtención no
fueron muy tenidas en cuenta por ciertos sectores y, más modernamente, por haber sido extraídas de carbones y no de semillas,
huesos de animales domésticos o de huesos humanos. Pero que
sí sirvieron para que M. Pellicer y P. Acosta diesen a esta zona
occidental andaluza una primacía, en nuestra opinión no bien
justificada pero con posibilidades, en el proceso general de neolitización en relación con su sector oriental, tradicionalmente
considerado en este aspecto, como hemos indicado, subsidiario
del neolítico levantino.
Pero insistiendo en las investigaciones africanas, muy de
moda en los últimos tiempos, comprobamos una revaluación
en lo concerniente a las actividades desarrolladas por algunos
investigadores españoles en Marruecos (Bernal et al., 2008; Ramos et al., 2008). Estas investigaciones vienen focalizándose en
164
los registros arqueológicos obtenidos en ciertas cuevas o abrigos en los que se evidenciaban similitudes, especialmente en relación con las decoraciones cerámicas, reflejadas en las impresas cardiales, con las procedentes de algunas cuevas peninsulares. Estos paralelismos tipológicos han motivado que el factor
africano sea actualmente considerado como dinamizador en la
búsqueda de las motivaciones que debieron facilitar la neolitización del sur peninsular. Estas misiones arqueológicas arrojan
resultados no excesivamente halagüeños en relación o prelación
con lo conocido en Andalucía (Carrasco y Martínez-Sevilla,
2014; García Borja et al., 2010; Aura et al., 2013). Posiblemente porque sus registros proceden de ámbitos domésticos y sus
comparaciones con los andaluces mayoritariamente extraídos
de cuevas no admiten excesivas similitudes, cronológicamente
son más antiguos. De igual forma tienen pocas similitudes con
los igualmente conocidos de las cuevas clásicas de los mismos
entornos geográficos norteafricanos.
La alternativa del norte de África como dinamizador del
neolítico andaluz fue considerada desde el siglo pasado por diferentes investigadores. La presencia de cerámicas con decoraciones impresas cardiales y de otros tipos impresos e incisos en
diversos ámbitos africanos, similares a otras documentadas en
las cuevas andaluzas, sustentó este modelo explicativo hasta el
momento no bien justificado. Posteriormente nuevas investigaciones han vuelto a incidir en aspectos tipológicos concretos,
especialmente cerámicos que en poco o nada han ayudado a
una mejor comprensión de este neolítico norteafricano y aún
menos, en lo relacionado con las posibles y desconocidas facies arcaicas del andaluz. Además, se han considerado diversos estilos decorativos cerámicos y posibles y mal descritas
“tradiciones culturales” secuenciadas en diversos ámbitos mediterráneos, que en poco o nada ayudan por el momento a la
dialéctica que tratamos.
Nuevamente, en los inicios de este siglo XXI se ha intensificado la investigación en diversos yacimientos marroquíes,
valorándose sus posibles relaciones con los registros de cuevas
documentados en áreas costeras gaditanas y, principalmente,
malagueñas. Con anterioridad, algunos trabajos realizados por
investigadores marroquíes las centraban en las tradiciones alfareras desarrolladas en el norte de Marruecos, ligadas unas al
mundo de las impresas cardiales y otras al de las incisas-impresas. Lo cual no dejaba de ser una obviedad sin ningún tipo de
trasfondo cronocultural, menos aún cuando se conocen multitud
de casos en los que se combinan conjuntamente diversas técnicas de impresión, incisión, almagra…, en un mismo vaso cerámico. Asimismo, esta hipótesis de las dos tradiciones alfareras
ha sido retomada más recientemente por ciertos investigadores
(Manen et al., 2007; Marchand y Manen, 2010), para explicar
también la existencia en Portugal de dos tradiciones alfareras
A y B que acogerían en primer lugar el elemento cardial y en
segundo una variada muestra de impresas con instrumento, incisas, etc., en algún caso relacionado con tradiciones norteafricanas. A su vez, hipótesis sustentada por algunos aspectos técnicos novedosos en el trabajo del sílex como son el tratamiento
térmico y la presión. No insistiremos en este aspecto, pues ni
por cronologías absolutas ni por la existencia de secuencias estratigráficas no sólo en el área portuguesa, marroquí e incluso
peninsular, existen datos fehacientes como para aislar este tipo
de tradiciones con un matiz cultural diferenciado.
[page-n-7]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Como conclusión general sobre la vía africana, alguno de nosotros indicábamos recientemente (Carrasco y Martínez-Sevilla,
2014) con relación a las últimas investigaciones que vienen realizándose por un equipo alemán/marroquí en zonas del Norte de
Marruecos, entre el Río Muluya al Este y las montañas del Rif al
Oeste, sobre una serie de pequeños asentamientos al aire libre y
abrigos (Linstädter, 2010a, 2010b; Morales et al., 2013) con secuencias del Epipaleolítico/Neolítico, que por el momento, no
aportan excesivos datos para la comprensión de los orígenes del
Neolítico andaluz. Las cronologías absolutas procedentes de Ifri
Oudadane, Hassi Ouenzga entre otros, sobre especies vegetales autóctonas, de igual forma que las secuencias estratigráficas obtenidas en estos pequeños enclaves, no guardan una especial relevancia
en relación con lo similar conocido en el sur de Iberia. No sólo por
sus cronologías absolutas, sino por el uso de terminologías no muy
adecuadas como es por ejemplo “Epipaleolítico con cerámicas”.
De igual forma que el concepto de Neolítico Antiguo A, B y C, que
por sus dataciones absolutas ocuparía toda la secuencia neolítica de
Oudadane, poco contrastable con los desarrollos andaluces. En resumen, una investigación con posibilidades de futuro en orden a la
comprensión del Neolítico andaluz, pero no en el momento actual,
dado su estadio embrionario. También considerábamos sugerente
y de gran interés para el futuro, los registros cerámicos obtenidos
en los lejanos poblados de Nabta-Playa en el Sahara Oriental (Jórdeczka et al., 2010), considerados epipaleolíticos con cerámicas
impresas y cronologías absolutas muy altas del IX milenio BC.
Cerámicas realizadas con ruedecillas dentadas y otras con peines
arrastrados, tradiciones decorativas muy en sintonía con similares,
aunque más tardías, detectadas en algunas cuevas andaluzas adscritas al Neolítico Antiguo (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014).
Enlazando con lo anterior, recientemente se ha intentado relacionar la neolitización del sur de Iberia, en especial de la costa
malagueña, dentro de un proceso general con los movimientos
de poblaciones neolíticas antiguas pre-cardiales, de base ganadera, que se expandirían desde otros ambientes africanos más
meridionales a través del Atlas hasta el norte de Marruecos. El
fundamento de esta apreciación se ha justificado por un posible cambio climático entre el 6000-5300 BC en estos ecosistemas africanos que posibilitaría la emigración de algunas de
sus poblaciones al sur de Iberia (Cortés Sánchez et al., 2012).
Insistiéndose en que la llegada de “colonos” desde el norte de
África sería el modelo más viable para comprender los inicios
del Neolítico en esta área peninsular. Esta hipótesis sigue valorando el factor demográfico foráneo como determinante del
Neolítico andaluz. Cuestión que en un futuro puede constituir
una opción, como ya ha sido expuesto, pero que en la actualidad no está contrastada como así ha sido recientemente indicado
(García Borja et al., 2010 y 2014; Aura et al., 2013). Dentro de
esta hipótesis de determinismo climático que influye en el movimiento de poblaciones, es evidente establecer bien, en primer
lugar, las consecuencias reales de dichos cambios en los modos
de vida y su reflejo en la cultura material, para después valorar
las cronologías absolutas en los ámbitos geográficos propuestos
del Norte de Marruecos y la costa malagueña. Pues las cronologías absolutas que recientemente se han obtenido en la última
región, al margen de su importancia, no son antiguas en este
sentido ni fechan ningún tipo de registro material, por lo que
en la actualidad no pueden asociarse a los inicios del desarrollo
formal del Neolítico Antiguo andaluz.
Sin embargo, en este contexto de la formulación de la neolitización de la región costera andaluza existe un “factor novedoso”, que en cierta forma se ha considerado al margen de este
proceso por vía africana. Se trata de un nuevo modelo para la
comprensión del Neolítico Antiguo en gran parte de Andalucía.
Elaborado a partir de las últimas aportaciones (García Borja et
al., 2010 y 2014; Aura et al., 2013) obtenidas de las reelaboradas secuencias de las excavaciones antiguas realizadas principalmente por Jordá y Pellicer en Cueva de Nerja.
3.3. Nerja, regreso al pasado. ¿Otro modelo posible?
Los análisis tipológicos de las cerámicas de los niveles neolíticos de la Cueva de Nerja han sido la base de la formulación
de nuevas hipótesis neolitizadoras. No insistiremos sobre los
rituales funerarios realizados en esta cueva, fehacientemente
constatados para la Prehistoria Reciente (Pellicer, 1962; Pellicer y Acosta, 1986; Jordá et al., 1983; Pellicer, 1987; GonzálezTablas, 1990; Simón Vallejo, 2003). La formación de estructuras en negativo para las fosas de enterramiento realizadas
sobre sedimentos más antiguos están en la base de desfasadas
afirmaciones sobre las especies domesticas en el VIII milenio
B.C., como la presencia de cánidos considerados del Neolítico
Antiguo que cuando han sido datados son históricos (Carrasco
y Pachón, 2009), ni de sus inhumaciones solutrenses y mesolíticas cuando a lo sumo eran de un Neolítico Medio (Simón et
al., 2005), ni de su “tensador textil” bien fechado en los ¿inicios
del Cobre? (González Tablas, 1982 ) cuya revisión no deja duda
sobre su contexto del Neolítico Antiguo (Carrasco et al., 2009).
Tampoco entraremos en otro tipo de cuestiones que afectan a la
metodología arqueológica que se utilizó en las excavaciones,
propias de la época. Aunque sí comentaremos otros aspectos,
de elaboración más tardía, relacionados con ella, ya que pueden
en un futuro afectar a una mejor comprensión de los procesos
de neolitización acaecidos en algunas áreas concretas del sur
de Iberia.
En principio hemos de indicar que estos trabajos de reelaboración sobre la Cueva de Nerja (García Borja et al., 2010
y 2014; Aura et al., 2013, etc.) tienen aspectos muy positivos
pues cuantifican y documentan gran parte de sus registros cerámicos, hasta la fecha no bien conocidos. Otra cuestión es la
forzada adscripción de aquéllos a horizontes cronosecuenciales bien definidos. Asimismo las dataciones absolutas puntuales, con valor en sí mismas, que recientemente se vienen obteniendo de sus registros son de sumo interés, especialmente
como más relevante la antigua obtenida sobre hueso de Ovis
aries (Aura et al., 1998). Pero otras dataciones absolutas que
ha proporcionado este enclave no de vida corta o con un margen de error amplio, también fueron en su momento utilizadas
por algunos de nosotros para sustentar una visión global de las
ocupaciones funerarias que pudieron haber sucedido en esta
cueva. De igual forma que otras muchas dataciones, en la actualidad no muy tenidas en cuenta, procedentes de actuaciones
arqueológicas realizadas en diversos asentamientos y cuevas
funerarias andaluzas, como pueden ser entre otras Murciélagos de Albuñol, Carigüela, La Dehesilla, Parralejo, Cueva del
Nacimiento… (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014), que con
anterioridad fueron obviadas por su excesiva antigüedad y hoy
día lo son por no ajustarse a los parámetros imperantes. Es
decir, presentan una horquilla estadística muy alta, por haber165
[page-n-8]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
se obtenido de muestras de carbón o de especies animales no
domésticas, pero que en la actualidad pueden ser coherentes
para la comprensión de los primeros momentos del Neolítico,
no sólo en Andalucía sino en el resto de la Península.
Por tanto, hay que valorar todas estas aportaciones de la
Cueva de Nerja. Sin embargo, hay que sopesarlas teniendo en
cuenta cómo se ha ido generando el registro arqueológico de
esta cueva y sus cronologías absolutas. Podríamos preguntar si
se puede establecer una conexión segura entre la materialidad
artefactual generada y la nueva realidad de las dataciones radiométricas. Máxime si introducimos los sesgos de cómo afectan
las fosas funerarias y otras alteraciones estratigráficas al registro
generado y, a posteriori, hacerlo todo ello extensible a otros ámbitos del sur peninsular.
De este modo, reflexionaremos sobre algunos aspectos generales coincidentes en las últimas publicaciones generadas, todas ellas tienen puntos en común y de partida muy esclarecedores. En dichos aspectos subsisten viejos tópicos que nos remiten
al pasado más o menos lejano. Uno de ellos, por ejemplo, es
dar nuevo contenido a la “vieja” Cultura de las Cuevas, hacer
subsidiaria Andalucía del Neolítico valenciano, amén de hacer
de Nerja y la costa de Málaga el centro de un modelo irradiado
de neolitización hacia gran parte del interior andaluz (García et
al., 2010). Cuestiones todas ellas que, en nuestra opinión, no
dejan de ser en la actualidad meras formulaciones normativistas basadas en la tipología cerámica, procedentes de contextos
mal conocidos y peor estructurados. Su fiabilidad es discutible
para establecer una evolución sociocultural con fases concretas,
como se ha intentado para revalorizar una secuencia de “uso
doméstico” como asentamiento de la cueva de Nerja.
De manera simple, no abundaremos en lo expresado por
algunos de nosotros sobre el tema de la más que discutible
“Cultura de las Cuevas con Cerámica Decorada”, en especial
con cierta insistencia sobre las cuevas que constituyeron el
paradigma clásico, como Carigüela y Nerja, con importante
incidencia funeraria en ellas. Curiosamente ambas excavadas
en su momento por el mismo investigador (Pellicer, 1964; Pellicer y Acosta 1986), aplicando, por tanto, un mismo sistema
de excavación y documentación arqueológica. En ambas intervenciones, con sus secuelas posteriores, se ha obviado el
problema que plantea la remoción de sedimentos mediante la
reiterada creación de rituales de inhumación. Esta cuestión
relacionada con el contexto arqueológico y la formación del
registro ha sido obviada. Por otro lado, en Andalucía se conocen centenares de cavidades (cuevas, simas, diaclasas y demás
complejos cavernarios) con evidencias arqueológicas que jalonan buena parte de los sistemas kársticos de la Cordillera
Bética andaluza. Gran parte de ellas reconocidas en la bibliografía arqueológica, si bien muchas de ellas sólo conocidas
por publicaciones no especializadas, permaneciendo todavía
inéditas o sin una detallada publicación. Podemos indicar que
cuando aludimos a sus usos funerarios, es porque poseemos
suficientes argumentos para ello. Por ejemplo de “Carigüela”,
recientemente hemos visionado una fotografía antigua que
realizó C. Spahni sobre los registros óseos humanos exhumados en sus intervenciones arqueológicas, solamente de huesos
largos y cráneos podemos decir que ocupan intensamente la
superficie de una gran sala. De igual forma, sería difícil imaginar los que se debieron exhumar en las posteriores interven166
ciones realizadas en la citada cueva. En la Cueva de Nerja, con
las mismas técnicas de excavación utilizadas en Carigüela, no
nos atreveríamos a cuantificar el número de inhumaciones que
se debieron realizar en su Prehistoria Reciente. Aunque en
otro trabajo sí indicábamos que su número sobrepasaría ampliamente el centenar (Carrasco y Pachón, 2009). No abundaremos más, por obvio, sobre el carácter ritual y funerario de
esta cueva durante la Prehistoria Reciente, de igual forma que
ocurre en la mayor parte de cavidades conocidas en la costa malagueña, así como del resto de Andalucía. Aunque, qué
duda cabe, han podido, las que tuviesen condiciones físicas
para ello, tener ocupaciones estacionales en algún caso de tipo
doméstico o como refugios temporales, etc., pero no sólo durante la Prehistoria sino hasta tiempos históricos. Últimamente
se ha puesto de moda el status de cuadras, establos, apriscos o
asimilables para justificar algunas de estas ocupaciones, cuando en realidad, en la mayoría de los casos habría de establecer
qué condiciones físicas reunieron para darle tal uso, antes de
generalizar esta propuesta de forma sistemática. Da la impresión que es más aceptable reconocer para ellas este tipo de uso
social que aceptar la realidad sepulcral. Diríamos que si no tienen condiciones físicas para asentamientos humanos, tampoco
la debieron tener para estabular o refugiar una cierta cabaña
ganadera. Cuestión sobre la que no insistiremos, pero sobre la
que tenemos dudas más que justificadas, que no es necesario
exponer en esta ocasión.
La dialéctica presente en la auténtica naturaleza del uso de
las cuevas, asentamiento versus necrópolis, ha residido en los
apriorismos que tradicionalmente se han vertido sobre un más
que hipotético “modo de vida cavernario” para las comunidades neolíticas. De tal manera que el Neolítico Reciente marcaba la “salida de la cueva”, como indicábamos al principio de
este artículo. El posterior intento de secuenciar de una u otra
forma sus ricos materiales arqueológicos, profusamente decorados, no resiste una comparación con los proporcionados por
los asentamientos al aire libre, con conjuntos cerámicos cuantitativamente menos numerosos y con una decoración más somera. En su momento tomó cuerpo el concepto de “Cultura
de las Cuevas” como un complejo cultural (Navarrete Enciso,
1976) que posteriormente indicó una etapa cronológica en el
desarrollo del Neolítico del sur de Iberia (Navarrete Enciso et
al., 1991). A nivel teórico es sintomático cómo se conceptuaba el contexto sistémico o cultural desde la particularidad del
contexto arqueológico y su localización en cuevas, equiparando ambos sin distinguirlos (Schiffer, 1972, 1987). Las recientes aportaciones de los investigadores de la Cueva de Nerja insisten y abundan en dar contenido cultural a esta terminología
que no se sostiene, ni a nivel formal ni teórico. Aceptaríamos
esta nomenclatura por el peso de la tradición, sólo para aludir
a los registros del Neolítico de la mayor parte de cuevas de
uso ritual, con el fin de ser diferenciados de los domésticos
de los asentamientos al aire libre. Pero siendo conscientes que
unos y otros son expresiones arqueográficas, formales, de un
mismo complejo cultural, especialmente durante el sexto milenio BC. Aunque los ritos funerarios en cavidades se prolongó
en el tiempo. Tampoco fueron los únicos que se pueden asociar al Neolítico, pues conviven a partir del V milenio BC con
otras formas y ritos funerarios, relacionados con los inicios
del mundo megalítico. Asimismo, tampoco podemos pensar
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
que la única forma de tratar los cadáveres en el VI milenio
BC es exclusivamente su deposición en cuevas kársticas. En
otros casos, la inexistencia de este enclave natural nos indica
la inhumación en fosas realizadas ex profeso en el interior de
los mismos poblados, como por ejemplo pudo ocurrir, entre
otros, en el asentamiento de las Catorce Fanegas (Carrasco et
al., 1987, 2011b) e incluso en Cerro Virtud (Ruiz y Montero,
1999) y otros enclaves neolíticos documentados en tierras almerienses y de la Baja Andalucía. El problema es que este tipo
primario de inhumación al aire libre no se ha conservado en
el paisaje como ocurre con las cuevas, otras veces no han sido
detectados por localizarse en zonas colmatadas bajo amplios
horizontes de sedimentos. En definitiva, no consideramos que
la “Cultura de las Cuevas” sensu stricto conforme ninguna facies concreta, ni cronológica ni culturalmente, dentro del Neolítico. Cueva de Nerja fue utilizada al menos desde el Neolítico como lugar de enterramiento de las comunidades que
debieron asentarse en sus entornos cercanos. El problema de la
no aceptación del carácter funerario de estas cuevas se refleja
en los problemas estratigráficos de los mismos, sin entrar en la
metodología aplicada para su documentación por parte de sus
primeros investigadores. Ello plantea, en el estado actual de
la investigación, qué validez otorgar a dicha documentación
para estructurar una secuencia evolutiva sociocultural sobre
el Neolítico en pleno siglo XXI. No queremos decir que en su
momento fueran oportunas y tuvieran éxito, dentro del panorama de la época. Prueba de esta situación son las continuas
reelaboraciones que en la actualidad se realizan de sus registros funerarios, con el fin de adecuarlos, mejor justificarlos y
darles contenido secuencial con carácter habitacional. Estas
fosas de enterramiento son obviadas de las secuencias. Es posible que en los próximos años sigan proponiéndose nuevas
aportaciones bibliográficas, pero se debe realizar una auténtica
crítica del material exhumado, la metodología aplicada y su
contrastación con la investigación de los asentamientos inmediatos. Sólo así podremos valorar en sus justos términos toda
esta problemática.
El problema planteado es que Cueva de Nerja, desde sus
primeras excavaciones no ha cesado de ofrecer datos contradictorios relacionados con sus secuencias estratigráficas de la
Prehistoria Reciente. Ha aportado multitud de datos geológicos,
medioambientales, etc., de todo tipo y el mayor volumen conocido de dataciones radiométricas, no sólo extensible al sur peninsular. En recientes estudios, de nuevo se ha intentado situar
sus registros cerámicos a partir de las secuencias estratigráficas
y dataciones radiocarbonicas, pero según los autores “intentando discriminar aquellos aspectos de la cultura material que podrían no encontrarse en su posición originaria” (García Borja et
al., 2010). Una primera pregunta a resolver es qué metodología
de registro se siguió y, en consecuencia, en qué lugar de la secuencia estratigrafía se sitúan (¿todos, algunos?) para valorar el
cómputo de estos conjuntos, no concordantes con la secuencia
preestablecida, además de qué parámetros tecnotipológicos se
han seguido para secuenciar.
Pero al margen de esta pequeña cuestión, recientemente
sugeríamos sobre los registros arqueológicos de la Sima LJ11
(Carrasco et al., 2014) y, en general de todos los extraídos de
cuevas y simas de las Sierras de Loja/Alhama, de igual forma
que de otras oquedades andaluzas y geografías próximas, que
no se podían aislar motivos y técnicas para obtener secuencias
cronológicas precisas. La elaboración de tablas sintéticas puede ser útil para definir zonas/estilo, pero no para establecer una
secuencia cronológica de validez sociocultural en intervalos de
tiempo cortos. Y esto es así porque la mayoría de los esquemas
de motivos se han realizado a partir de registros obtenidos en
cuevas que no tienen un mínimo de garantía estratigráfica, por
lo que en nuestra opinión su secuenciación a nivel cronológico
no tiene validez desde estos parámetros. Sin embargo, a nivel
de técnicas empleadas para la plasmación de las decoraciones
cerámicas sí pueden ofrecer datos, aunque muy generales y sólo
para horizontes cronológicos sensu lato. En síntesis, la existencia o no de ciertas técnicas decorativas en estas cerámicas, pueden responder no sólo al momento cronológico de su realización
sino al sesgado conocimiento de la funcionalidad propia del yacimiento en cuestión: el carácter funerario o conductual específico dentro de un uso social diacrónico, tradiciones decorativas
relativas al concepto de estilo o con elementos identitarios.
En el caso de Cueva de Nerja, recientemente se ha intentado establecer una secuencia cronotipológica “ajustada” que no
parece responder a ningún tipo de argumento contrastado. No
tendría trascendencia y se podría considerar una particularidad,
como muchas otras, que a lo largo de los tiempos se ha ofertado por parte de los excavadores y posteriores investigadores
para este enclave arqueológico. Sin embargo, en esta ocasión,
el modelo de secuenciación para sus registros cerámicos, trasciende lo propiamente local, intentándose extrapolar al resto o
gran parte de Andalucía. Sustentándose para ello en hipotéticas
filiaciones con el recurso a los paralelos de yacimientos no bien
definidos e igualmente descontextualizados, presentes en otros
enclaves próximos o lejanos que igualmente serían objeto de
similares críticas, al menos desde nuestras actuales perspectivas. Por otra parte, sorprenden las ocupaciones “intensas” del
Neolítico antiguo entre el 5600 y 4800 cal BC subdivida en 4
fases, referenciándose períodos de entre 150 años para las más
antiguas y 200/300 para las más recientes. El Neolítico Medio
de igual forma se ha subdividido en dos fases: I (4800-4300 cal
BC) y II (4300-3700 cal BC) y el Neolítico final entre 37002900 cal BC. Grosso modo todo, salvo ciertas puntualizaciones,
nos parecería, como cualquier otro, correcto. Pero ¿sobre qué
base argumental y qué registros arqueológicos se ha elaborado esta cronosecuencia? Evidentemente sobre registros cerámicos y dataciones absolutas con valor solo en sí mismas. De
igual forma, llama la atención, entre otras cuestiones, que entre
5600/4800 BC (Neolítico Antiguo) se establezcan cuatro subfases a partir de tipologías cerámicas, cuando recientemente argumentábamos que ya constituiría un éxito si se pudiese definir
materialmente y de forma precisa todo este periodo. Igualmente
los autores aluden a fuertes ocupaciones epimagdalenienses y
neolíticas, cambios en las producciones líticas y dataciones para
la presencia de ocupaciones mesolíticas, pero que no han podido aislarse estratigráficamente. ¿Qué significa esto?
Asimismo se indica que el horizonte del Neolítico arcaico
impreso de Nerja, verdadera piedra de toque del modelo propuesto, se documenta por la posibilidad de su existencia en diferentes enclaves de la península italiana, sudeste de Francia y
País Valenciano especialmente en los yacimientos del Barranquet o de Mas d’Is, pero ausente en las cuevas valencianas. Indicándose como una de las características principales de este
167
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
horizonte arcaico “la heterogeneidad de técnicas decorativas
empleadas y la escasez de impresiones cardiales, siempre presentes aunque sea en escaso porcentaje”. La verdad, es que no
existe gran precisión en esta caracterización y más aún cuando
se afirma que “no es posible definir la vajilla de este horizonte
en la cueva de Nerja”. En cierta forma justificada por los autores, cuando indican que es difícil rastrear los materiales de los
poblados al aire libre con los de estos horizontes en las cuevas,
cuestión obvia sobre la que no insistiremos.
En estas especulaciones se comprueba la insistencia sublimada de intentar adecuar registros cerámicos a la existencia en
esta cueva de una fechación de posible Ovis aries por encima
del 5500 BC., en nuestra opinión sin viabilidad alguna. Lo cual
se significa cuando por parte de los autores se indica “que entre el 5600 y el 5300 cal BC la cerámica ya se caracteriza por:
una notable presencia porcentual de la técnica de la incisión,
utilización de colorante rojo en tratamientos a la almagra y en
el relleno de las decoraciones, de técnicas aplicadas (cordones),
asas pitorro, decoraciones pivotantes con concha no dentada,
ausencia de impresiones de punto y raya con arrastre y escasa
presencia testimonial de impresiones cardiales. Variables que
ofrecen escasa afinidad con los conjuntos impresos del Neolítico antiguo arcaico o cardial inicial del sur de Francia y Península Ibérica” (García Borja et al., 2010).
Al respecto nos preguntaríamos ¿en qué se diferencian o
se asemejan las ambiguas caracterizaciones expuestas para lo
arcaico europeo, el Barranquet y Mas d’Is y los registros de
Nerja, entre el 5600/5300 BC? Cuando todas las decoraciones
cerámicas de este horizonte considerado como “arcaico” grosso
modo serían similares a las estudiadas en la gran mayoría de los
conjuntos cerámicos de gran parte de los yacimientos andaluces
que consideramos Neolítico Epicardial. Aunque, efectivamente,
quizás es posible que esta denominación no se adecue estrictamente a la realidad, pues presupondría en Andalucía un fuerte
horizonte cardial anterior, cuestión que cada vez consideramos
más dudosa. Terminología que hemos paliado, cuando en trabajos anteriores siempre hemos considerado un Neolítico Antiguo
sensu stricto, que igualmente podría denominarse Arcaico, anterior al 5500 BC. Aunque el problema no reside en el tipo de
terminología empleada, sino en definir de forma concreta los
registros que lo configuran y esto en la actualidad es difícil de
precisar, por la inexistencia de verdaderas secuencias al aire libre. De igual forma que ponerse un tope del 5600 BC para las
primeras manifestaciones neolíticas en Andalucía, pues dados
sus amplios y variados registros cerámicos, ya posiblemente en
esta fecha, podría esperarse para ellos unos orígenes que consideramos más antiguos. Especialmente por su dispersión, complejidad y ocupación de los muy diferenciados nichos ecológicos que comprende el territorio andaluz.
4. ¿ÁREAS CULTURALES EN EL NEOLÍTICO
ANTIGUO? CULTURA DE LAS CERÁMICAS
IMPRESAS VS. CULTURA DE LAS CUEVAS
Tradicionalmente el problema de las cronologías neolíticas se
ha paliado con comparaciones y paralelos entre los conjuntos
cerámicos procedentes de las cuevas ubicadas en diferentes
ámbitos próximos o lejanos, lo que en cierta forma posibilitaba
algún tipo de cronología relativa. Ello establecía una “red cro168
nológica” entre los diferentes conjuntos materiales procedentes
de las variadas y diversificadas cavidades kársticas de Andalucía. De igual forma, las dataciones absolutas obtenidas procedentes de estas cuevas, como hemos indicado en múltiples
ocasiones (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014; Carrasco et al.,
2014), sólo afectan a la temporalidad de la muestra obtenida. A
no ser que se obtuviesen de conjuntos óseos perfectamente aislados en relación con los materiales artefactuales, o que éstos, a
su vez, formasen parte de un horizonte cultural medianamente
definido en el tiempo. En este último aspecto, obtendríamos
sólo ciertas temporalidades globales y no específicas de los
conjuntos funerarios estudiados, lo que en nuestra opinión ya
constituiría un éxito. Más aún, cuando comprobamos que desde
sus primeros momentos las investigaciones efectuadas sobre el
poblamiento neolítico en todo el sur peninsular, mayoritariamente se han realizado sobre la peculiaridad de estos contextos,
confundidos por comparaciones estilísticas o similares, de difícil cuantificación temporal. En este aspecto, somos conscientes
de la gran dificultad que ofrecen para su datación los registros
procedentes de cavidades funerarias, especialmente de aquellas
que intensamente fueron utilizadas en el tiempo. Por lo que es
compleja su secuenciación o atribuirles cronologías específicas
exclusivamente por tipologías, ya que de éstas no se conocen
orígenes ni pervivencias en el tiempo. Problema que se comprueba, especialmente, cuando se investigan y catalogan los
registros funerarios de cuevas del VI y V milenio BC.
Asimismo, las dataciones que recientemente se están aportando para fechar de forma novedosa algún tipo de cereal doméstico
o similar por debajo del 5500 BC no son relevantes en la actualidad para situar orígenes, pues se asume que a partir de esta cronología la mayor parte del territorio andaluz debió estar ocupado
por comunidades estables, ampliamente neolítizadas que implicaron también rituales de inhumación. La consolidación de estas
comunidades en el paisaje, asociadas a núcleos diversificados de
población con similares registros funerarios en tiempo y espacio,
muestran estabilidad y profundidad de poblamiento a la par que
una amplia antropización relacionada con los recursos a explotar
en áreas y nichos ecológicos diversificados.
A continuación vamos a puntualizar los conjuntos cerámicos
recientemente sistematizados de la Cueva de Nerja, dada la importancia que se le atribuye como centro o “foco neolitizador”
hacia otras áreas andaluzas. Está fuera de duda la importancia
de ciertas cuevas en orden a la búsqueda de una posible secuencia del Epipaleolítico/Neolítico. Especialmente en aquella en las
que de una u otra forma se han detectado registros arqueológicos
pleistocenos y holocenos, siendo el caso, entre otras, de Nerja
y Hoyo de la Mina en la costa oriental malagueña, Carigüela y
Malalmuerzo en el sector granadino de las Sierras Subbéticas,
de igual forma que Dehesilla en las Serranías de Cádiz. Sin embargo, es difícil a partir de ellas comprender la neolitización de
áreas andaluzas menos conocidas. En este aspecto, solamente
podríamos indicar que la relevancia de Nerja, en relación con
otras mencionadas o no, es el gran número de dataciones absolutas obtenidas de ella. No sólo las de vida corta sino las obtenidas de carbones o con un margen superior a los cien años, que
siempre hemos valorado. Es el caso de las dataciones de vida
corta que en la actualidad se obtienen de otros yacimientos en
cuevas como Murciélagos de Zuheros, donde se puede asumir
que son similares a las “incorrectas” de vida larga conocidas con
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
anterioridad. Valoraciones que no han podido realizarse o no ha
interesado también en otras cuevas como pueden ser, al margen
de las descritas, Cueva de las Majolicas, Ventanas, Prado Negro,
Parralejo, Cueva Chica, entre otras. Así, podemos indicar que
las dataciones de Carigüela se desestiman porque se han realizado sobre caballo salvaje y pólenes. De La Dehesilla y Parralejo, ya que se obtuvieron sobre carbones, algunas con márgenes
superiores a cien años y, básicamente, porque presentaban altas
cronologías, inaceptables para la investigación imperante. Del
resto de enclaves mencionados con registros si no más antiguos,
al menos similares a los que se han denominado “arcaicos” en
Nerja no tienen ningún tipo de datación absoluta.
Todo ello ha llevado a concluir que las dataciones consideradas “correctas” de vida corta sobre restos de especies domésticas, situadas por debajo del 5500 BC, son las únicas estimadas
en orden a los inicios neolíticos en Andalucía. En realidad sólo
fechan algún grano de cereal o de huesos de animales domésticos, no asociados a registros materiales, con valor en sí mismas
y cronologías asumibles para muchos de los conjuntos materiales conocidos de la mayoría de los enclaves neolíticos andaluces, considerados por su tipología no de los más antiguos, con
un sólo apoyo secuencial en la estratigrafía de las Peñas de los
Gitanos de Montefrío.
Considerándose algunos de los registros originales del horizonte arcaico de Nerja y las conclusiones que se han obtenido de
ellos, comprobamos la escasa aplicación que en la actualidad o en
un futuro próximo pudiesen tener en territorio andaluz. Conclusiones, en todo caso, obtenidas de supuestos no contrastados, a
veces haciéndose alusión a la tesis de M.S. Navarrete para sopesar la incidencia del cardial en Andalucía, sin considerar el año de
su publicación. Otras ofrece la impresión que se ha computado y
comparado con otros enclaves andaluces, que en nuestra opinión,
no se deben conocer pues algunos son inéditos, en otros son confundidos con otras formas de impresión y, en último caso, otros
proceden de asentamientos al aire libre, bien de superficie o de los
eximios sondeos de difícil cuantificación. A partir de estos datos
se llega a la conclusión que en territorio granadino se concentra el
90% de los vasos con impresión cardial en Andalucía. Cuestión
de difícil y dudosa contrastación en la actualidad, diríamos más
relacionada con fortuitas coyunturas que con la propia realidad
arqueológica. Supuesto aún más irreal, cuando se vuelve a insistir, consideramos en base a bibliografía antigua, que la muestra
cardial en Carigüela constituye una simple extensión del levantino y a partir de ella, una posterior dispersión al resto de Andalucía, sobre lo que hablaremos más adelante.
Se ha indicado que entre el 5400 y el 5100 cal BC coexisten
en Andalucía diferentes tradiciones alfareras: una que presenta
un elevado porcentaje de cerámicas impresas cardiales, otra que
incorpora entre sus técnicas decorativas las impresiones en boquique y finalmente las que presentan cerámicas con decoraciones
impresas utilizando multitud de instrumentos, con escasa muestra
cardial y uso frecuente de la almagra considerada como tradición
cerámica impresa-almagra que los autores (García Borja et al.,
2010) hacen “equiparable a la Cultura de las Cuevas”, lo que requiere algún tipo de comentario adicional. Es evidente que entre
la cronología comentada, no solamente existen este tipo de decoraciones cerámicas, sino otras muchas más, como por ejemplo
las esgrafiadas, peinadas, reticuladas, plásticas, excisas, acanaladas… De igual forma, las impresas cardiales no presentan en
ningún caso porcentajes altos ni componen una tradición unitaria,
pues siempre están asociadas a otros tipos de impresiones consideradas antiguas. Todas ellas situadas entre el 5500/4900 BC,
apenas sobrepasan un 10% del cómputo general. Una revisión
más técnica de las decoraciones cardiales en Carigüela, Ventanas, Montefrío, entre otras estaciones, es posible que no alcance
este porcentaje, que no es elevado en relación con otros tipos de
impresas. Seguramente, si se conociesen en profundidad los registros de La Esperilla y Morrón de Lebrija en la Baja Andalucía,
incluso los ofrecerían mayores que en los yacimientos granadinos. Asimismo, no existen dataciones absolutas para los cardiales
de estos asentamientos. ¿Por qué debemos considerar las cerámicas cardiales de Dehesilla, El Retamar, Nerja, etc., incluso las de
Carigüela, como posteriores a las procedentes del área levantina?
Más aún, es posible pensar que la abundancia cuantitativa de lo
cardial en aquella región representaría su flourit, más que considerarlo como los inicios de él en la Península. De todas formas,
con el registro actual, el cardial andaluz debe mejor relacionarse con el mundo de las impresas antiguas que con un horizonte “puro” aportado de no sabemos dónde, si europeo o africano,
como modelo de colonización pionera marítima (Zilhão, 1997,
2001; Bernabeu Aubán, 1996, 2002) o incluso autóctono. No
obstante, podemos indicar que es propio del sexto milenio BC,
posiblemente con orígenes y desarrollos en su primera mitad y
pervivencias más o menos destacadas a partir del 5500 BC.
La segunda separación cultural distinguida a partir de la tradición alfarera ha sido relacionada con la aparición de la impresión por boquique o “punto y raya”. Este tratamiento decorativo
ha sido revalorizado en los últimos años para definir cronológicamente horizontes neolíticos antiguos, incluso más antiguos
que los así considerados tradicionalmente para otros tipos de
impresas antiguas, incluso cardiales (Alday, 2009). Al respecto,
no consideramos de especial importancia este tipo de impresión
en relación con el gran grupo de las impresas, ni que tenga un
contenido cronológico preciso. De hecho aparecen en los conjuntos de las cuevas andaluzas como procedentes de múltiples
hallazgos. Solamente existen datos fiables de ellas, por estratigrafía y cronologías absolutas, en el poblado de Los Castillejos
de Montefrio. Comprobándose que se fechan por debajo del
5400 BC, pero es aproximadamente a partir del 5000 BC cuando tienen mejor representatividad y se consolidan como técnica
relevante de impresión de las decoraciones cerámicas.
Sobre la ambigüedad expresada para definir la tercera tradición no se podría precisar nada. Pues señalarse impresas desarrolladas con multitud de instrumentos, con pequeños porcentajes
de cardial, uso frecuente de almagras, etc., consideradas como
tradición cerámica impresa-almagra “equiparable a la Cultura
de las Cuevas” no deja de ser un galimatías, propio de lo que
representan los contextos funerarios de cuevas, propiciado por
la inexistencia de secuencias de asentamientos estables en ellas
y la tradicional y condicionada lectura sesgada de la que han
sido objeto. De aquí muchos de los equívocos y contradicciones
de sus registros arqueológicos dando lugar, sorprendentemente
en algunos casos, a revaloraciones como el propio concepto de
“Cultura de las Cuevas”, sobre el que de nuevo no insistiremos,
pues como ya en múltiples ocasiones se ha expuesto, en la actualidad no le comprobamos contenido alguno. A no ser que se
sobreentienda como un status ritualizado propio de las primeras
sociedades neolíticas.
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
Pero el problema expuesto de estas tradiciones cerámicas,
agrupadas de manera normativa como grupos culturales, es que
todas responden a un mismo supuesto y, en general, con mayor
o menor cronología aparecen en los diferentes yacimientos. La
cuestión de base está en aislarlos contextualmente, a ser posible
con un buen sustento estratigráfico y asociarlos a dataciones absolutas y no al contrario, como en la actualidad se realiza para
estos registros, construyendo un armazón cronológico y a continuación sustentarlo con conjuntos arqueológicos. De aquí, las
controversias tipológicas/cronológicas y la escasa o mala definición, que no pormenorizaremos, de las supuestas tradiciones
cerámicas en el Neolítico Andaluz.
Insistiendo sobre lo cardial, parece ser que ya no constituye
o no forma parte del horizonte cerámico más antiguo constatado
en Andalucía, cuestión no bien argumentada en base al registro
arqueológico actual de la Cueva de Nerja, pero sí utilizada para
incidir en la importancia de esta cueva como inicial foco neolitizador de una extensa zona de la geografía andaluza. Este modelo propuesto, insistimos, no tiene en la actualidad bases reales
en que sustentarse. Simplificando y de forma global, se centra
en la aparición en la “secuencia” de Nerja de unos registros cerámicos antiguos, llegados de no sabemos dónde. Supuestamente más antiguos que los propios cardiales, aunque una pequeña
muestra de ellos también se incluyen en este horizonte antiguo
“pre cardial”. Sin embargo, este momento antiguo también se
comprueba, no sabemos cómo, en los niveles más antiguos de
Carigüela asociados a cerámicas cardiales, considerándose este
horizonte posterior al inicial de Cueva de Nerja. El componente
cardial de esta cueva, a su vez propuesto como llegado desde la
región levantina, se expandiría más tarde a Nerja y costa malagueña superponiéndose a un supuesto horizonte cerámico más
antiguo. Todo este modelo tiene las siguientes debilidades. En
primer lugar ni están bien caracterizadas estas supuestas cerámicas antiguas de Nerja, ni están bien contextualizadas, ni en
último lugar incluso los investigadores dudan de su existencia
(García Borja et al., 2010; Aura et al., 2013). En otro sentido,
extraerse conclusiones sobre su existencia o no en los estratos
XV y XVI de Carigüela y de su posible asociación a lo cardial,
no deja de ser un hecho presunto.
Asimismo, volviendo sobre la llegada del cardial desde el
Levante a Carigüela y desde aquí hasta Nerja no se justifica en
el registro actual de sus apariciones. En la actualidad siguen
sin constatarse en el territorio que puede separar Sierra Harana, en donde se ubica Carigüela, Ventanas, posiblemente Prado
Negro, y el área levantina. En ese amplio espacio geográfico
se han detectado numerosos enclaves neolíticos, tanto en territorios giennenses como granadinos, que pudiésemos catalogar
como antiguos. Algunos con cronologías muy altas como las
proporcionadas por los antiguos niveles neolíticos del abrigo,
no cueva, del Nacimiento de Pontones (Rodríguez, 1979; Asquerino y López, 1881), otros con registros de la segunda mitad
del sexto milenio como son los de Cueva de la Pastora (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014) en las Sierras de Caniles, de igual
forma que Cueva Morenes (Sánchez et al., 1996), etc., en estos
mismos ámbitos serranos, no han proporcionado decoraciones
cardiales. Es decir el posible itinerario Levante/Sierra Harana
para justificar la llegada del cardial a Carigüela no se comprueba. Igualmente, no consideramos que ni por tipología de los
vasos, tecnología cerámica sensu stricto, incluso cronología,
170
exista una estrecha vinculación, incluso relación nítida entre el
cardial levantino y el granadino de Carigüela. En este modelo,
el siguiente paso sería una expansión del cardial hacia la costa
malagueña en donde ya estarían asentadas poblaciones neolíticas más arcaicas. Ejemplificándose o justificándose por este
motivo, según estos investigadores (García Borja et al., 2010;
Aura et al., 2013), su presencia en cuevas como Nerja, Cueva
de las Goteras de Mollina y Complejo del Humo 6 en Cala del
Moral (Málaga). Cuestión no comprobada y consideramos, alejada de la realidad, pues el posible itinerario desde Carigüela
hasta Nerja, precisamente tampoco lo atestigua. En teoría la
multitud de enclaves neolíticos que pudiésemos considerar antiguos, conocidos o inéditos, que jalonan esta posible vía hacia
la costa malagueña, no presentan precisamente una excesiva
muestra cardial. Diríamos que escasa o nula, en la actualidad
bien contabilizada como es un fragmento con motivos simbólicos procedente de una de las múltiples simas u oquedades que
jalonan las Sierras de Alhama/Loja como es Sima del Conejo
(Carrasco et al., 2010a, 2014), sin parangón entre los registros
conocidos de las cuevas de Sierra Harana, ni ninguna otra en
Andalucía. Este itinerario hacia la costa malagueña tampoco ha
proporcionado por este sector muestra cardial. Por el granadino, antes de llegar a Nerja, se han localizado otras cuevas, en
los escarpes interiores de las sierras locales que conforman la
Cordillera Bética volcada hacia el mar. Muy referenciadas en
bibliografía, que tampoco han proporcionado muestra cardial,
como son de oeste a este, Sima de los Intentos (Navarrete et al.,
1986) en Gualchos, Campanas (Mengíbar et al., 1983; Carrasco
et al., 2011a) en Lobres, Murciélagos (Góngora, 1868; Carrasco y Pachón, 2009) en Albuñol, exceptuándose de este clásico grupo de la costa granadina Cueva del Capitán (Navarrete,
1976), que en pequeña escala sí ha proporcionado cardiales,
pero muy diferenciadas de las constatadas en Carigüela. Cueva de Nerja, a unos treinta o cuarenta kilómetros en dirección
oeste, siguiendo la línea costera, aparece como un enclave aislado, no sólo respecto a las cuevas granadinas, sino con respecto a las otras cavidades malagueñas en donde se ha señalado
cardial, localizadas a similar distancia de las granadinas pero
por su sector oeste, como son Cueva del Higuerón en Rincón
de la Victoria y por contrastar Complejo del Humo 6 en Cala
el Moral. Respecto a los indicios de cardial en estas cuevas y
su relación con Carigüela, no lo consideramos muy apropiado
pues la impresión por natis de posible cardium no está presente
en ella, sí en Malalmuerzo en Moclín y el grueso del material
cerámico que lo acompaña, claramente funerario, tendría una
mejor relación con los registros documentados en el grupo de
Alhama/Loja, especialmente con los procedentes de la Sima
LJ11 (Carrasco et al., 2014). En relación con el registro cerámico considerado cardial del Complejo del Humo 6, debería
ser objeto de una revisión para caracterizarlo correctamente,
de igual manera que el resto de sus conjuntos de sumo interés
y claro matiz funerario, sin secuenciación estratigráfica y gran
cantidad de inhumaciones. En resumen Cueva de Nerja y las
dos oquedades señaladas del grupo Cala del Moral/Rincón de
la Victoria, serían los únicos enclaves que han proporcionado
cerámicas cardiales en todos los sectores costeros malagueños,
desde Nerja hasta la provincia de Cádiz. Con características tipológicas poco homogéneas entre ellas de igual forma que las
procedentes de Carigüela.
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Más extraño aún, es que se relacione Cueva de las Goteras
de Mollina con el grupo costero malagueño, supuestamente influenciado por el cardial de Carigüela. Enclave muy alejado no
sólo de la cueva granadina sino de las propias malagueñas, que
junto con Cueva del Toro de Antequera (Martin et al., 2004), el
fragmento localizado en Acinipo (Ronda) (inédito) y el de Cueva del Charcón de Alozaina (Jiménez y Conejo, 2006), constituyen los únicos datos conocidos sobre cardial en todo el extenso
interior de la Provincia de Málaga.
El panorama se ha incrementado en los últimos tiempos con
la aparición de muestras cardiales en la Baja Andalucía, cuya
“afiliación” o distancia con Carigüela es más lejana. Estas nuevas evidencias, no conocidas o interpretadas ofrecen nuevas
perspectivas para el estudio de su dispersión en el sur Peninsular. Recordemos que la cuestión del cardial en Andalucía se
creía resuelto a partir de un modelo explicativo escasamente
contrastado, en el que se admitían dos tradiciones cerámicas
que se corresponderían con dos ámbitos geográficos, diríamos
que ficticios, a ambos lados de una línea imaginaria que iría
desde Cueva de Nerja hasta Cueva de los Murciélagos de Zuheros (fig. 1) (ver Carrasco et al., 2011c: 6-7). Una centrada en
su parte Oriental o Alta Andalucía influenciada por el cardial de
Carigüela de procedencia levantina y otra centrada en lo que se
denominó parte occidental o Baja Andalucía, caracterizada por
la presencia en sus conjuntos cerámicos de abundantes decoraciones a la almagra junto a impresas no cardiales y otras muestras no bien especificadas. Adecuándose convenientemente ad
usum privatum a estos dos ámbitos geográficos los registros
cerámicos conocidos o manipulados de la época. Por ejemplo,
obviándose o catalogándose como “cardialoides” las escasas
muestras cardiales registradas en la supuesta Baja Andalucía
frente a la sobrevaloración de las mal descritas o peor computadas en Carigüela. En la actualidad, al margen de estas forzadas
divisiones territoriales, se comprueba lo artificial de este modelo y su escasa contrastación, que en cierta forma ha rarificado la
comprensión del cardial en Andalucía. Sobre ello efectuaremos
alguna observación y cómputo actualizado de su distribución.
Por su parte norte, Andalucía está limitada por Sierra Morena,
que se iniciaría por el este en el sector giennense prolongándose
hacia el oeste por tierras de Córdoba y zona norte de Sevilla, sierras también participadas por ámbitos meseteños y extremeños.
En este amplio territorio, salvo excepciones en el sector cordobés
y sevillano, no se ha documentado una mediana ocupación neolítica que justifique los numerosos abrigos con arte esquemático
localizado en sus entornos, principalmente giennense, cordobés
y manchego. Por supuesto, en ellas no se han descrito muestras
cerámicas con decoración cardial, aunque sí se han señalado
“cardialoides” en Cueva Chica de Cazalla de la Sierra (Amores,
2009), lo cual nos hace dudar de su no existencia.
Más hacia el sur, estarían las campiñas que delimitan la
cuenca del Guadalquivir. En el sector giennense, sin excesiva
contrastación se han señalado posibles cardiales en Llano de los
Horneros (Baeza), Cueva Prieta (Porcuna), Marroquíes Bajos
(Jaén) y Los Álamos (Fuentes de Andalucía) (Acosta, 1995) en
el sector sevillano.
En su parte meridional estas campiñas están delimitadas por
las escarpadas Cordilleras Subbéticas, que prácticamente se desarrollan en dirección Este/Oeste, desde el Cabo de la Nao en
Alicante hasta tierras gaditanas. Tradicionalmente, las amplias
áreas montañosas, sus pasillos intermedios y las vegas interiores
con abundantes surgencias de agua y pequeños ríos afluentes del
Guadalquivir que configuran estas sierras han sido consideradas
como un eje de progresión del poblamiento neolítico desde el
Levante hacia Andalucía, cuestión en ningún caso contrastada,
con iguales o más posibilidades incluso de reinvertirse esta dirección. Evidentemente, estas cordilleras han proporcionado
gran parte de los abundantísimos conjuntos neolíticos funerarios
de cuevas conocidas o no en la región andaluza. En este aspecto
su potencial arqueológico lo consideramos incuantificable, todo
relacionado con un rico patrimonio de manifestaciones esquemáticas plasmadas en sus oquedades y abrigos, propios de un
relieve calizo. Distinguiéndose núcleos importantes de cuevas
funerarias con ricos ajuares, propios del Neolítico Antiguo en
muchos casos asociados o próximos a manifestaciones esquemáticas, destacando entre ellos los núcleos de la transversal Alcaudete/Jaén y la denominada Subbética cordobesa, no habiéndose documentado en todos ellos ni una sola muestra cardial.
Sin embargo en el Subbético granadino, próximo a los citados
sectores giennenses y cordobeses, sus dos enclaves más importantes, por haber sido objeto de excavación, son el asentamiento
de las Peñas de los Gitanos (Arribas y Molina,1979) en Montefrío y la cueva funeraria de Malalmuerzo en Moclín (Carrasco et
al., 2011c), que en diferente grado, sí los han proporcionado. En
la parte final del sector Subbético granadino, en sus contactos
con los inicios de las Zonas Internas de la denominada Cordilleras Bética que bordean la costa de Granada y la parte oriental
de Málaga, emerge una imponente masa caliza configurada entre las Sierras de Alhama/Loja. Estas montañas están horadadas
por multitud de simas y diaclasas y grietas profundas, algunas
de las cuales han proporcionado ricos conjuntos funerarios del
Neolítico Antiguo, que junto con las cuevas clásicas de Alhama
han configurado uno de los más consistentes núcleos neolíticos
conocidos en territorio granadino. Una de sus simas, la denominada de El Conejo (Carrasco et al., 2010a, 2014), ha proporcionado un único fragmento cardial con motivos simbólicos. Pero,
especialmente tendríamos que mencionar Sierra Harana, en el
interior de la Provincia, en las estribaciones septentrionales de
la prominente Sierra Nevada, rodeada por amplios valles conformados por los afluentes del río Genil y por las altiplanicies
de la depresión de Guadix. Multitud de cuevas con conjuntos
antiguos neolíticos han sido documentadas en estas sierras discontinuas, que por su parte occidental desembocan en la gran
Vega de Granada. En concreto Sierra Harana ha proporcionado registros cerámicos con cardial, especialmente en Carigüela
(Pellicer, 1964; Navarrete, 1976) y posiblemente, a falta de análisis más precisos, Cueva de las Ventanas (Riquelme, 2002) en
Píñar y Cueva del Agua de Prado Negro (Iznalloz) (inédito). En
las estribaciones de la Sierra de la Yedra, paralela y próxima a la
anterior, en el término de Alfacar, Las Majolicas asentamiento
al aire libre y cueva funeraria, también ha proporcionado una
variada muestra cardial (Molina, 1970; Navarrete, 1976). En las
Zonas Internas de la cordillera que bordean la costa granadina,
las excavaciones de la Cueva del Capitán en Lobres, también
proporcionaron algunas cerámicas con este tipo de decoración.
Más hacia el oeste de los territorios granadinos y cordobeses, entraríamos en ámbitos interiores de la provincia de Málaga, documentándose cerámica cardial en Cueva de las Goteras
(Mollina) y Cueva del Toro (Antequera). Todavía más hacia el
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
oeste Cueva del Charcón (Alozaina) por el este y Acinipo al sur
de las anteriores ya en las proximidades al ámbito gaditano y
sevillano, dentro de la vertiente de la cabecera de los ríos que
desembocan en la costa atlántica. A partir de aquí se encuentran
las áreas más meridionales de Andalucía, en donde en los últimos tiempos se han señalado nuevos asentamientos y antiguas
cuevas funerarias con registros cardiales, de gran interés por antigüedad y proximidad a territorios africanos del otro lado del
Estrecho Gibraltar.
En el término de Arcos de la Frontera (Cádiz), en las últimas estribaciones del Penibético, y la Unidad del Campo de
Gibraltar se señalaron cerámicas “cardialoides” procedentes de
Cueva de la Dehesilla y Cueva del Parralejo, en nuestra opinión
cardiales, formando parte de los conjuntos funerarios excavados
en estas oquedades. Junto a ellos aparecen en el asentamiento al aire libre de Cabezo de Hortales (Prado del Rey, Cádiz).
Hacia el Sur de estos enclaves, se detectan yacimientos al aire
libre junto a la costa o en la conformada en la antigüedad por el
Lago Ligustinus de la desembocadura del Guadalquivir que los
han proporcionado, como son: en Cádiz, La Esperilla (Espera)
(Gutiérrez et al., 1996), El Retamar (Puerto Real) (Ramos et al.,
2002a y 2002b) y Bustos (Trebujena) (Lavado, 1990); en Sevilla, Cabezo de Lebrija (Caro et al., 1987 y 1999), ¿Los Pozos?
(Lebrija) (Acosta, 1995); y en Huelva, La Dehesa (Lucena del
Puerto) (Cámalich y Martín, 2013) (fig. 1).
En relación con la distribución de estos enclaves, cuevas
funerarias y asentamientos al aire libre que han proporcionado
muestras cardiales puede efectuarse una serie de observaciones
preliminares, relacionadas con los contextos en que aparecen
este tipo de cerámicas y la supuesta importancia de Carigüela, especialmente para sustentar el tradicional y “nuevo modelo
dual” de las dos tradiciones culturales (áreas culturales) basadas
en las cerámicas. Simplificando, una, básicamente singularizada
por la presencia de cerámica con cardial en la preconfigurada
Alta Andalucía y otra grosso modo caracterizada especialmente
por las cerámicas a la almagra, con impresiones no cardiales y
por otros tipos no bien delimitados.
Anteriormente indicábamos que, por cuestiones muy simples, las observaciones que pudiésemos realizar sobre la aparición del elemento cardial en Andalucía no pueden de ningún
modo ser consideradas definitivas. En primer lugar se trata de
una distribución sesgada e incompleta. Somos conscientes que
Fig. 1. 1.Cueva de la Murcielaguina (Castillo de Locubin); 2. Cueva de la Carigüela (Píñar); 3. Cueva de las Ventanas (Píñar); 4. Cueva
del Agua (Prado Negro); 5. Las Majolicas (Alfacar); 6. Cueva de Malalmuerzo (Moclín); 7. Peña de los Gitanos (Montefrio); 8. Sima del
Conejo (Alhama de Granada); 9. Cueva del Capitán (Lobres); 10. Cerro de las Animas (Vélez Rubio); 1. Cabecicos Negros (Cuevas de
Almanzora); 12. Llano Manzano (Mojacar); 13. Cabezo de las Eras (Cuevas de Almanzora); 14. Mojacar el Viejo (Mojacar); 15. Cueva
de las Goteras (Mollina); 16. Cueva del Toro (Antequera); 17. Acinipo (Ronda); 18. Cueva del Charcón (Alozaina); 19. Cueva de Nerja
(Nerja); 20. Cueva del Higuerón (Rincón de la Victoria); 21. Complejo del Humo 6 (Cala del Moral); 22. Cueva Chica de Santiago
(Cazalla de la Sierra); 23. Los Alamos (Fuentes de Andalucía); 24. Los Pozos (Lebrija); 25. El Cabezo (Lebrija); 26. Cueva de la Dehesilla
(Algar. Arcos de la Frontera); 27. Cueva del Parralejo (San José del Valle. Arcos de la Frontera); 28. Esperilla (Espera); 29. Cabezo de
Hortales (Prado del Rey); 30. Bustos (Trebujena); 31. EL Retamar (Puerto Real) y 32. La Dehesa (Lucena del Puerto).
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
salvo en áreas muy concretas, no existe un verdadero catálogo documental de su presencia. Hecho propiciado por la gran
dificultad que supone localizar este tipo de yacimientos, como
ocurre en las vegas, depresiones y márgenes de los ríos que
básicamente configuran los sistemas montañosos, verdadero
armazón vertebrador de gran parte de Andalucía, en donde se
ha documentado el mayor número de cuevas, conocidas o no
en bibliografía, con registros funerarios que en teoría estarían
asociados a sus correspondientes asentamientos al aire libre.
En segundo lugar, porque consideramos que muchas cerámicas que se han descrito con decoración de cardium, de igual
forma que otras que no lo han sido, deberían ser mejor contrastadas, a ser posible con métodos y medios más determinantes
recurriendo a los referentes experimentales y la documentación mediante microscopía binocular de dichos estigmas de
impresión. Esto, también se debería hacer extensible no sólo
a los registros obtenidos en prospecciones superficiales sino a
los procedentes de las escasas secuencias obtenidas en excavaciones. Pues son demasiadas dudas las que se observan en sus
diagnósticos finales que pueden alterar las actuales visiones
que se tienen sobre ellas, especialmente para una mejor comprensión de su real distribución por el territorio andaluz. En
tercer lugar, hemos de destacar que en la actualidad no se puede cuantificar el potencial real de lo cardial en el sur peninsular, pues la mayoría de sus hallazgos se debe a prospecciones
superficiales y excavaciones de urgencia o limpieza. De poblados al aire libre con excavaciones arqueológicas, las únicas
secuencias neolíticas con cardial sólo se han obtenido en Las
Peña de los Gitanos (Montefrío, Granada), Cabezo de Lebrija
(Lebrija, Sevilla), y con menor secuencia Cabecicos Negros
(Cuevas de Almanzora, Almería), posiblemente La Dehesa
(Lucena del Puerto, Huelva), El Retamar (Puerto Real, Cádiz),
pudiéndose añadir los procedentes de las antiguas excavaciones de los hermanos Siret en la cuenca del Almanzora como
Llano Manzano, Cabezo del Eral, Mojacar el Viejo y Cerro de
las Ánimas (Vélez Rubio) ya en el norte de la provincia almeriense procedente de las excavaciones de Federico de Motos.
Algunos de estos enclaves con investigaciones actualizadas.
En cuevas con actuaciones de excavación Carigüela (Píñar,
Granada), Las Majolicas (Alfacar, Granada), ¿Cueva de las
Ventanas? (Píñar, Granada), Cueva de Malalmuerzo (Moclín,
Granada), Cueva de Nerja (Nerja, Málaga), ¿Complejo del
Humo 6? (Cala del Moral, Málaga), Cueva del Toro (Antequera, Málaga), Dehesilla y Parralejo (Arcos de la Frontera,
Cádiz) y Cueva Chica (Cazalla de la Sierra, Sevilla), y otros
producto de prospecciones como Cueva de la Murcielaguina
(Castillo de Locubin, Jaén), El Charcón (Alozaina, Málaga).
El resto de los hallazgos, considerados de superficie, de
igual forma que los secuenciados de cuevas, pueden, en nuestra
opinión, tener un similar tratamiento estadístico, cronológico
y posiblemente de contextualización, como se ha realizado en
cueva de Nerja y otras igualmente significativas. En resumen,
escasos datos en este aspecto, para extraerse conclusiones de
validez sociocultural y menos aún sopesar un mayor impacto
del cardial en la Alta Andalucía en detrimento de la Baja Andalucía. Solamente una vista rápida sobre el boceto de distribución de esta muestra cerámica para comprobarse dicha afirmación (fig. 1). La línea imaginaria trazada entre Cueva de Nerja
y Cueva de los Murciélagos en Zuheros en los años ochenta
por parte de M. Pellicer y P. Acosta para separar durante el
Neolítico andaluz estos dos ámbitos territoriales y culturales,
en la actualidad no tiene sentido alguno. Aunque, consideramos de igual forma que este modelo desde un primer momento
tuvo poca contrastación, pues se obviaban o resaltaban ciertos
tipos cerámicos, según conveniencias o desconocimiento, para
su posterior y mejor justificación. ¿Sobre qué registros cerámicos contrastados se basaba el modelo propuesto? En aquellos
momentos, en la teórica Alta Andalucía sólo se conocían los
sobrevalorados de Carigüela y posteriormente de Majolicas,
el mal definido vaso de Cacín, algún vaso aislado en el Cerro
de las Ánimas de Vélez Rubio (Almería) y los fragmentos de
Cueva del Capitán (Lobres, Granada), no considerados estrictamente cardiales por parte de M. Pellicer. Estos escasos datos
fueron suficientes para considerar esta área geográfica como
subsidiaria, para este tipo de cerámicas, del área levantina y,
por consiguiente, caracterizada y diferenciada de la Baja Andalucía, por su mayor y casi exclusiva presencia cardial. Lo
cual contrastaba, pues ya en los mismos momentos en que se
emitió el modelo propuesto, esta área baja andaluza presentaba iguales o mejores argumentos para la comprensión del
cardial en Andalucía como podían ser La Dehesilla, Parralejo,
Cueva Chica, Cueva de Nerja, Cueva del Higuerón, Cueva de
las Goteras. Sin embargo las tradiciones cerámicas aquí se caracterizaron, incomprensiblemente, por impresas no cardiales,
almagras, lisas y otras, a su vez obviándose las cardiales bajo
el seudónimo de “cardialoides”, es decir sí pero no. Lo cual ha
tenido una cierta trascendencia en trabajos posteriores.
En la actualidad, si revisamos el mapa de dispersión de lo
cardial en Andalucía (fig. 1), comprobamos su distribución zonal de yacimientos. La Alta Andalucía ofrece un cómputo de
hallazgos menor que la Baja Andalucía. En esta última con localizaciones y agrupaciones de gran interés, con escasas o nulas
conexiones con Carigüela y sí con otros ámbitos geográficos
cercanos, en la actualidad no bien conocidos.
En el estado actual de las interpretaciones sobre los inicios
del Neolítico andaluz, cualquier modelo que se acerque a este
tema es siempre válido, pero expresaríamos que al menos se
sustentase en argumentos mínimamente contrastados y este no
es el caso que nos ocupa. Sobre la presencia de una fase previa
a lo cardial en Nerja, que formaría parte del horizonte neolítico
más arcaico de esta cueva, al margen de nuestras dudas sobre su
definición, no existen otro tipo de argumentos en esta ocasión
para sustentarla en Andalucía ni, fuera de ella, en otros ámbitos peninsulares. Hemos señalado en Andalucía de forma más o
menos precisada el cardial al menos en una treintena de enclaves, entre cuevas y asentamientos. No es que taxativamente no
aceptemos una fase precardial para los inicios del neolítico andaluz, pues en múltiples trabajos ya citados, alguno de nosotros
hemos expresado la posible presencia de una fase antigua con
o sin cardial, en nuestra opinión, muy posiblemente por encima
del 5500 BC. Apreciación siempre determinada por la secuencia estratigráfica, al margen de otras cuestiones, obtenida en el
poblado de Los Castillejos de Montefrío por proporcionar la
más completa y mejor documentada secuencia cronocultural de
un asentamiento neolítico. Se podrían señalar otras, como por
ejemplo el Cabezo de Lebrija, con secuencia más corta, de igual
forma que el Abrigo del Nacimiento, ocupación al aire libre,
bajo una gran cornisa, pero sin cardial, o Cerro Virtud de más
173
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
escasa estratigrafía, iniciada a principios de un Neolítico Medio.
Los Castillejos prueba la dificultad de desligar el elemento cardial de otros tipos de decoraciones antiguas, llámense impresas,
incisas, almagras antiguas o de otro tipo.
De igual forma presentar tipos decorativos, porcentajes de
sus apariciones, entre otros, sin tenerse en cuenta, ya desde un
principio de donde se extrajeron, no deja de ser un ejercicio
descriptivo. Sin embargo elevarlos a la categoría de interpretación social e identitaria plantea problemas. Hay que recordar
cómo las definiciones estratigráficas elaboradas sobre las intervenciones arqueológicas en cuevas, para los momentos de la
Prehistoria Reciente, han sufrido continuadas rectificaciones
y reelaboraciones con el avance de la investigación sobre los
asentamientos al aire libre, donde se expresaba con mayor exactitud, en vida corta, la realidad sociocultural de la formación
de sus fases. En este aspecto, consideramos que la no asunción
de la existencia real de una dicotomía entre “cuevas funerarias/
asentamientos al aire libre”, por parte de investigadores muy
apegados a ciertas tradiciones, como ha sido la existencia en
Andalucía de un “Neolítico de Cuevas con Cerámica Decorada”, no ayuda a la comprensión de muchos de los problemas
que, en general, afectan a los inicios de su Neolítico. Especialmente si se sigue insistiendo en secuenciarlo a partir de los
conjuntos extraídos de sus cuevas, pues de ellos solo se pueden
extraer conclusiones generales sobre tipos, decoraciones, modas
regionales, posibles “áreas-estilo”, porcentajes de apariciones,
etc., y obtenerse dataciones absolutas de ciertas muestras de tipo
orgánico, pero con valor en sí mismas, no para fechar conjuntos
cerrados o posibles niveles domésticos sin contrastar. Aún menos para obtenerse “cronologías concretas” de cincuenta, cien
años o incluso doscientos años entre ellos, como se ha intentado
efectuar con el modelo propuesto para Cueva de Nerja. En un
cómputo general, comprobamos que prácticamente todos los
tipos cerámicos y decoraciones que pudiésemos asociar o relacionar con las primeras fases del Neolítico en Andalucía, como
pueden entre otras ser: cardiales, impresas antiguas a peine, almagras, incisas, pivotantes, etc., se distribuyen y repiten con
mayor o menor insistencia en todos sus ámbitos geográficos.
Exceptuándose de esta globalidad algunas muestras cerámicas
con decoraciones no muy frecuentes como son las denominadas
“esgrafiadas”, “reticuladas” y “excisas”, en la actualidad sólo
documentadas en ámbitos granadinos.
Al hilo de estas breves reflexiones, se comprueba cómo en
la investigación andaluza aún en la actualidad se sigue intentado
diferenciar dos ámbitos durante el Neolítico Antiguo, en sí no
tanto por los registros cerámicos documentados en ellos, sino
especialmente por sus dos tipos de ocupaciones diferenciadas:
al “aire libre” y en “cuevas”, también relacionadas, con ámbitos concretos de la Baja y Alta Andalucía. En una investigación
reciente (Ceballos y Escacena, 2009) se han avanzado una serie
de consideraciones al respecto. A partir de la distribución del
elemento cardial (fig. 1) no se puede en la actualidad seguir considerando dos ficticios ámbitos territoriales. Aunque los datos
que aportamos no dejan de ser simples, justificados por una manifiesta falta de investigación, es evidente que la Baja Andalucía
presenta un mayor número de enclaves con cardial. También
es obvio, más en la Alta que en la Baja, que sus apariciones
o mayores porcentajes están más relacionados con trabajos de
excavación que con hallazgos aislados superficiales. Aunque en
174
la Baja, donde éstas se han efectuado, también las han proporcionado con más intensidad. Por lo que se puede concluir, que
la aparición o no del cardial y su conocimiento en Andalucía,
en buena medida ha estado condicionado por el mayor o menor
grado de intervenciones arqueológicas realizadas.
En segundo lugar, sus apariciones en cuevas y al aire libre,
está marcado exclusivamente por el diversificado biotopo del amplio territorio andaluz en que se distribuye, aunque existen zonas,
como es la costa occidental de Málaga, desde Torremolinos a Estepona, con poblamiento antiguo que no lo han proporcionado,
cuando al Este y al Oeste, sí se ha documentado, generalmente en
cuevas. En este aspecto, la presencia o no de afloramientos calcáreos, con sus correspondientes y variadas oquedades, marcan el
tipo de sepulturas o necrópolis utilizadas, si en “cueva” o al “aire
libre”, por las primeras poblaciones neolíticas.
Recientemente se ha sugerido algún tipo de modelo, no muy
concretado, para justificar el uso de las cuevas, no así de los segundos (Ceballos y Escacena, 2009). Se indica para ellas un uso
como asentamiento en el interior de las tierras altas andaluzas
con fuerte incidencia del cardial y el asentamiento al aire libre
en las zonas bajas, indicándose en un primer momento también
diferencias por sus registros arqueológicos. Aunque posteriormente, se argumenta que en cualquier caso el repertorio material
obtenido en los enclaves de la banda atlántica son similares a
los del interior, sugiriéndose la existencia, solo para todos estos
ámbitos, de un único horizonte cultural con influencias, no concretadas, llegadas por mar o por caminos costeros. Fundamentalmente materializadas por la alfarería de tradición cardial que
no llegó arraigar de forma importante en la Banda Atlántica. Por
otra parte, se hace hincapié en la mayor carga decorativa, mejor
conservación y mayor cantidad y documentación de los registros procedentes de las cuevas localizadas en Sierra Morena y
Sierras Subbéticas que en los enclaves al aire libre. Justificado
o bien por la mayor incidencia que tradicionalmente ha tenido
la investigación sobre las cuevas y por tanto un mayor conocimiento de sus registros o bien, porque en ellas estos se han
preservado mejor, haciéndose en este aspecto, una comparativa
entre los procedentes de El Retamar y La Dehesilla. Modelos
y opiniones que por nuestra parte, admiten algún sucinto comentario. En relación con la presencia o no del cardial como
definidor de ámbitos regionales, no tiene sentido, pues aparece
con mayor o menor insistencia en todos sus ámbitos. Aunque es
evidente una mayor orografía caliza en la Alta que en la Baja
Andalucía, determinante en la mayor o menor presencia de cuevas. Podemos estar de acuerdo, a tenor de los registros materiales actualmente conocidos, que puede existir para los inicios del
Neolítico andaluz, un horizonte más o menos homogéneo, globalmente bien representado en todos sus ámbitos. En algún caso
con ciertos matices diferenciadores que en nuestra opinión, no
dejarían de ser coyunturales, como podrían ser la mayor o menor presencia de ciertos tipos decorativos, especial tratamiento
de alguna superficie o pasta cerámica, etc.
Pero, aceptada grosso modo esta posible homogeneidad entre los registros procedentes de cuevas y asentamientos en la
Baja y Alta Andalucía, sin embargo, comprobamos cómo esta
cuestión se rarifica cuando por parte de los autores (Gavilán y
Escacena, 2009) se intenta establecer diferencias internas entre
ellos, especialmente por sus registros cerámicos. Y no por estrictas consideraciones tipológicas o de otro tipo, sino especial-
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
mente diríamos que de visualización. Es decir, por el grado de
conservación y carga decorativa que presentan, según procedencia de uno u otro ámbito, o por el mayor grado de conocimiento
que se tiene de los documentados en cuevas. Cuestión, con la
que no podemos estar de acuerdo, pues existe un trasfondo más
lógico y profundo que lo justifica. Concretando, las cuevas y los
asentamientos al aire libre pueden documentar producciones cerámicas con ciertas similitudes tipológicas, pero también existen
diferencias concretas, con tipos específicos para cada ámbito,
cuestión ya comentada. De igual forma que entre las producciones de unas y otros, a simple vista, se observan diferentes grados
de amortización y conservación. Desde las opciones explicativas de los autores para justificarlas, se da la impresión que la
buena conservación de los registros cerámicos de cuevas ha dependido exclusivamente del especial y homogéneo microclima
existente en ellas. Tipo de consideración que tradicionalmente,
no solamente en este caso, ha supuesto consecuencias negativas
en las investigaciones realizadas sobre el Neolítico andaluz. La
bondad y espectacularidad de los registros cerámicos de cuevas, así como sus excelentes conservaciones sólo se justifica
por su uso no doméstico y sí de representación o para contener las ofrendas, posiblemente alimenticias o de ritualizaciones
post mortem de los inhumados en ellas. Es decir con un uso no
amortizado y rodado como sucede con los procedentes de los
auténticos poblados al aire libre. De igual forma las cerámicas
sepulcrales ofrecen decoraciones más exuberantes y una fácil
reconstrucción posterior, lo que no sucede con las de poblados.
En resumen, en este apartado, ¿se puede seguir aún insistiendo sobre el carácter habitacional de cuevas de difícil acceso,
angostas, sin luz natural, húmedas, a veces grietas, simas, con
inhumaciones y registros cerámicos no utilizados?
De igual forma nos preguntaríamos: ¿dónde se localizan las
inhumaciones de los asentamientos del Neolítico Antiguo señalados en áreas sin afloramientos calcáreos? Sin excesivas dudas,
en el interior de los propios asentamientos, en fosas excavadas
en su subsuelo. Difíciles de detectar en zonas con gran sedimentación y fuertemente antropizadas del interior andaluz, no así en
otras áreas como pueden ser las costeras del Bajo Guadalquivir
o en ambientes áridos almerienses, en donde a veces han quedado al descubierto por la erosión, conteniendo todo tipo de restos
óseos y materiales.
5. SÍNTESIS
En páginas anteriores hemos intentado reflexionar sobre algunas cuestiones relacionadas con ciertos aspectos relativos a la
caracterización del Neolítico Antiguo en Andalucía. Especialmente, esta definición formal, fundamentalmente basada en los
conjuntos cerámicos y el significado de la decoración cardial,
sustenta viejos y nuevos modelos interpretativos. Lo cardial,
dentro de una visión normativa, ha servido para diferenciar en
Andalucía dos grupos o áreas culturales. En este trabajo hemos
reflexionado sobre lo irreal de este “nuevo modelo dual” de lo
cardial. De igual forma, la comprensión del cardial en el sur
de Iberia no debe justificarse como una simple extensión o influencia del área levantina, constituyendo en la actualidad una
cuestión más compleja de difícil solución. Particularmente, y
sin excesiva contrastación, las redes de irradiación de los nuevos modos de vida neolíticos por la vía norteafricana deben ser
analizadas como proceso factible o con mayores posibilidades
para el desarrollo del Neolítico del sur peninsular. Asimismo,
en el estado actual de los conocimientos se comprueba que en
el registro arqueológico es más que hipotético intentar aislar un
horizonte cerámico arcaico con ausencia de cardial. Pues éste
siempre ha aparecido asociado a otras cerámicas impresas o de
otros tipos. De momento no existe una sola cueva sepulcral o
asentamiento en el sur peninsular en donde se pueda constatar
un inicial horizonte de cerámicas antiguas sin estar asociadas a
fragmentos con decoración cardial. No es que no se considere
factible su existencia pero con el registro arqueológico actual
y menos aún en base a los procedentes de cuevas como Nerja,
Carigüela, Dehesilla es imposible su contrastación. Son precisamente estas cavidades en Andalucía, al margen de sus ricos
registros arqueológicos, los que en este aspecto han tenido posibilidades de facilitarlo, aunque en la actualidad las lecturas de
sus posibles “secuencias estratigráficas”, no lo hubiese propiciado. Solamente secuencias estratigráficas extensas próximas a
la primera mitad del VI mileno cal BC, son las que nos pueden
ofrecer datos significativos para aislar horizontes cerámicos antiguos bien contrastados o especies domesticadas antiguas. La
secuencia de Los Castillejos de Montefrío puede ser en la actualidad un ejemplo de esta situación, pues tiene posibilidades
de una mayor profundidad en su estratigrafía y aproximarse a
la cronología propuesta. Pero siempre teniéndose en cuenta que
los registros de cuevas presentan tipos característicos propios de
ambientes con una funcionalidad especial, como fue la funeraria
o ritual, muy diferenciados de los procedentes de asentamientos
domésticos. La escasez de cerámicas impresas con o sin cardial
es comprensible en estos últimos, no así en cuevas, en donde
son algo más frecuentes y mejor conservadas, por su status más
de tipo representativo que utilitario. Intentar justificar estos registros por la presencia de diferentes tipos de comunidades que
coexisten de manera paralela sólo conduciría en la actualidad
a una problemática de difícil solución, además de constituir un
normativismo que equipararía la formalidad de un único elemento material (un tipo de tratamiento decorativo) con el conjunto de la identidad comunitaria. Además, la tecnología lítica
de productos laminares nos está indicando el procedimiento de
talla por presión y calentamiento térmico desde fechas más tempranas a las de otros grupos neolíticos como los de las costas
mediterráneas francesas. Se podría tratar de una difusión tecnológica de sur a norte por la región mediterránea.
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[page-n-23]
Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 159-180.
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur
de la península ibérica. Reflexiones sobre algunos modelos
interpretativos desde los inicios del siglo XXI
Javier Carrasco Rus, Antonio Morgado
y Francisco Martínez-Sevilla
resumen
Las recientes investigaciones del Neolítico andaluz en los inicios del siglo XXI están incidiendo sobre sus orígenes y
posteriores desarrollos. Consideramos necesaria una reflexión al respecto, valorando las líneas interpretativas generadas desde
el siglo precedente y cómo están afectando a los nuevos planteamientos. Varios son los modelos que con mayor o menor
éxito han sido formulados. Desde esta perspectiva, intentaremos reflexionar sobre algunos de ellos, con especial atención al
recientemente propuesto de la reactualización de la llamada “Cultura de las Cuevas” y “Cultura de la cerámicas impresasalmagras” a partir de la secuencia de Cueva de Nerja, con su posible incidencia en otros ámbitos geográficos, especialmente de
Andalucía Oriental. Asimismo, puntualizamos sobre la actual dispersión de “lo cardial” en el ámbito andaluz y sus apariciones
en cuevas sepulcrales y asentamientos. De igual forma, abundaremos sobre la problemática de estos enclaves y sus conjuntos
arqueológicos, generalmente vinculados a tradiciones diferenciadas y ámbitos geográficos concretos. En definitiva, breves
reflexiones sobre el Neolítico andaluz que nos han permitido sumarnos al muy merecido homenaje de nuestro querido amigo
y colega Bernardo Martí.
p a l a b r a s c l a v e : Neolítico Antiguo, Andalucía,
cerámica cardial, Cultura de las Cuevas.
abstract
Settlement and development of neolithic groups in the south of the Iberian Peninsula. Reflections on some interpretive models
since the beginning of the 21st century. The 21st century research on the Neolithic in Andalusia has focused on its origin and
development. In this paper we consider several theoretical approaches by assessing the different interpretative lines of the
previous century and how these inform current thinking. Several models have been formulated with varying degrees of success
and here we reflect on some of these approaches, with special attention to the reactualized model of the “Culture of the Caves”
and the “Culture of the imprinted and almagras ceramics”, which emerged from the sequence of the “Cueva de Nerja”, and
evaluate their possible impact on other geographical areas such as eastern Andalucia. Furthermore, we will look at the current
dispersion of the cardial pottery in the Andalucia area and its appearances on burial caves and settlements. We also analyse the
problematic of archaeological sites and their archaeological remains linked to different traditions and specific geographical
areas. We conclude with some brief reflections on the Andalucia Neolithic which allow us to pay tribute to our dear friend and
colleague Bernardo Martí.
keywords:
Early Neolithic, Andalucía, cardial pottery, Culture of the Caves.
1. LA INVESTIGACIÓN DEL NEOLÍTICO EN
ANDALUCÍA EN EL SIGLO XX. UNA PRIMERA
VALORACIÓN
Alguno de nosotros hemos explicitado que la investigación
sobre el Neolítico andaluz ha estado, en los últimos años, condicionada por un modelo interpretativo discutible (Carrasco
y Pachón, 2009; Carrasco et al., 2009, 2010a, 2010b, 2011a,
2011c, 2012, 2014). Este modelo tiene dos pilares básicos. Por
un lado, su estructura evolutiva de sucesión sociocultural sustentada desde la aparente coherencia sedimentaria de las “ocupaciones” de cuevas equiparada a rango cultural. Los restos
arqueológicos existentes en estos particulares lugares se han
elevado a la categoría de “cultura” sin pasar por un adecuado
planteamiento sobre qué representan estos contextos. En segundo lugar, la caracterización cultural y los cambios de este
Neolítico han sido realizados desde el análisis tipológico (formal y descriptivo) de las cerámicas procedentes de estos contextos geoarqueológicos. Todo ello al margen de una falta de
cuestionamiento y autocrítica, por parte de los investigadores,
entre los cuales en un primer momento nos incluimos, sobre
la naturaleza conductual del uso de los sistemas cavernarios
en el Neolítico y los procesos postdeposicionales, naturales
o antrópicos, que permitieron la formación de estos registros.
159
[page-n-2]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
Por tanto, las reflexiones mantenidas en este artículo abordan el debate sobre la dimensión de la caracterización cultural
de los primeros agricultores y ganaderos del sur de Iberia. Para
ello debemos partir de la crítica a los planteamientos mantenidos hasta la fecha, excesivamente normativistas, aunque extrañamente siguen funcionando. No obstante, consideramos que
son necesarias unas primeras líneas historiográficas para la mejor comprensión del problema aquí planteado.
En principio, tendríamos que incidir sobre la hipótesis de
trabajo emitida a partir de los años veinte del siglo pasado por P.
Bosch Gimpera, de gran trascendencia y reiteración en el tiempo, en su momento inimaginable para este investigador. Así,
en su “Arqueología Prerromana Hispánica” (Bosch Gimpera,
1920), expuesta como apéndice a la “Hispania” de Schulten,
sistematizaba el Neolítico peninsular. Trabajo en el que distinguía durante este largo periodo de la Prehistoria Reciente,
cuatro grandes círculos culturales en la península, entre los
cuales destacaba la “Cultura Central o de las Cuevas”, donde
incluía Andalucía, caracterizada por el asentamiento en cueva y
la cerámica decorada. En consecutivas investigaciones (Bosch
Gimpera, 1945, 1954, etc.) siguió manteniendo su hipótesis, con
alguna nueva caracterización, como la relación de estos asentamientos en cueva y los abrigos con arte esquemático. Posteriores investigadores como L. Pericot, M. Martínez Santa-Olalla,
J. San Valero, entre otros, aceptaron este modelo, aunque con
algunas matizaciones sobre sus orígenes, sin que variara sustancialmente el trasfondo cultural.
Los trabajos más recientes del citado investigador (Bosch,
1956) introdujeron algunos cambios terminológicos. Así, sustituyó la denominación de “Cultura de las Cuevas”, que daba
nombre al círculo que nos interesa, por el de “Cultura de las
Cuevas con Cerámica Decorada”. Terminología que se ha seguido utilizando hasta el momento presente, en su tiempo considerada por M. Tarradell (1960) como “la mejor y la más apropiada de todas las dadas hasta el momento”, matizando que la
vida en cuevas y la cerámica decorada son las dos características más importantes de este Neolítico. Este autor establecía cuatro grupos culturales: Cataluña, Levante, Andalucía y Portugal,
precisando que no todos tenían una similar caracterización, pues
existían ciertos atributos formales que los singularizaba, como
por ejemplo la cerámica cardial, aparentemente ausente en el
grupo andaluz y el asentamiento en poblados, solo reconocido
en el área levantina. Sin entrar en el debate sobre este modelo,
por el tiempo en que se realizó, consideramos la escasa validez
de su aplicación para la comprensión del poblamiento de las
comunidades del Neolítico, al menos en Andalucía. Al respecto,
podemos apuntar que no sólo se puede constatar la formalidad
de las cerámicas decoradas en contextos cavernarios, aunque
nunca se llegó a establecer el verdadero alcance de la funcionalidad conductual de su aparición en estos lugares, obviando
la asociación de estos conjuntos con las inhumaciones en ellas
realizadas. Ello plantea una nueva problemática vinculada al reconocimiento de los asentamientos al aire libre y sus modos de
vida, más de tipo agrícola que la tradicionalmente considerada
de comunidades pastoriles, deducidas de estos supuestos “hábitats cavernarios”.
En esta dinámica historiográfica, a finales de los años cuarenta tuvieron lugar las excavaciones de Bernabò Brea en Arene Candide de la Liguria italiana (1946 y 1956), que marcarán
160
un hito en el estudio del Neolítico mediterráneo, especialmente
para la estructuración de los conjuntos arqueológicos conocidos
procedentes de cuevas. Se establecía sobre su secuencia estratigrafíca una nueva periodización en Antiguo, Medio y Superior,
con contenidos específicos que anteriormente habían sido considerados en bloque. Ahora se definió un horizonte Neolítico
antiguo, caracterizado en todo el Mediterráneo occidental por la
“ineludible” presencia de la cerámica impresa cardial. La estratigrafía obtenida de esta cueva italiana influyó de forma decisiva
en los trabajos de excavación realizados en la Cueva de Carigüela de Píñar (Granada) y en su posterior sistematización (Pellicer, 1964), que constituiría el segundo parámetro que enunciábamos. Aquí se describe una gran secuencia de asentamiento,
a pesar de la homogeneidad de sus estratos sedimentarios, gran
cantidad de restos óseos humanos exhumados (no bien documentados en toda la sucesión estratigráfica) y la irregular evolución de sus registros arqueográficos basados en la cerámica y
las concepciones tipológicas de la época. Esto último permitió
subdividir toda la secuencia en diferentes fases evolutivas, siguiendo modelos alóctonos.
En resumen, sin entrar en descripciones tipológicas o de
otro tipo que no vienen al caso en este lugar, consideramos globalmente que ni la configuración interna de la cueva en donde se
documentó la estratigrafía, unido a la no distinción del contexto
arqueológico, la gran potencia de sus deposiciones sedimentarias, geológicamente indiferenciada en un pasillo angosto como
es la zona D donde el nivel de ocupación subiría varios metros
por encima de su uso inicial, serían propios de un asentamiento
estable o temporal. Por lo que, en la actualidad, nos inclinamos
por otorgar a Carigüela una funcionalidad más de tipo ritualizado, de carácter funerario (Carrasco et al., 2010b). Ajustándose
esto último a los mismos parámetros observados para la gran
mayoría de las cuevas andaluzas conocidas, aunque con ciertas
matizaciones en este caso, más relacionadas con su continuada utilización temporal y colmatación, que con otros aspectos.
Todo lo cual, no fue óbice para seguir siendo considerada la
secuencia de ocupación neolítica paradigmática del Neolítico
andaluz, por no extendernos al resto de la península ibérica. Podemos decir que aún hizo más factible el modelo de asentamientos en cuevas de P. Bosch Gimpera, siendo totalmente asumido
y nunca cuestionado.
Por otra parte, este modelo y la secuencia de Carigüela
tuvieron el respaldo definitivo con la tesis de M.S. Navarrete
Enciso (1976) sobre el Neolítico de Cuevas con Cerámica Decorada en Andalucía Oriental. Trabajo que ha marcado un antes
y un después, pues ha constituido un continuo referente para las
investigaciones más recientes, especialmente las desarrolladas
en Andalucía. La autora siguió las interpretaciones expuestas
por P. Bosch, que junto a la secuencia de Arene Candide, fueron aplicadas a los conjuntos de Cueva de Carigüela. En dicha
tesis, se realizó un estudio preciso de las tipologías cerámicas,
en las que se corregían y adecuaban muchas de las alteraciones
observadas en el registro arqueológico obtenido por M. Pellicer.
Objeto de especial atención constituyeron los tipos cerámicos
de la secuencia neolítica. Estudio que, posteriormente, serviría
a la autora como parámetro de referencia y fiabilidad para sus
análisis del resto de los conjuntos cerámicos neolíticos procedentes de cuevas de Andalucía Oriental (Navarrete et al., 1991).
De esta forma, la formulación de la secuencia tipológica de Ca-
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
rigüela, construida ad hoc, se hizo cada vez más determinante,
marcando las pautas secuenciales del Neolítico en Andalucía,
constituyendo el modelo evolutivo. Todo ello sin cuestionarse el
uso social de la cavidad y, por ende, de las del resto del ámbito
andaluz, siguiendo las pautas marcadas por M. Tarradell (1964).
Admitiendo la cueva como tipo de asentamiento habitual durante el Neolítico, M.S. Navarrete planteará en su trabajo toda una
serie de problemas relacionados con esta única funcionalidad.
En este sentido, fue admitido, después de múltiples supuestos
y paralelos, un modelo que asumía para el Neolítico una doble
funcionalidad de la cueva como “habitación y enterramiento”
(Navarrete et al., 1991: 31), lo cual creó en su momento a esta
autora un problema de difícil solución, al comprobar la existencia de asentamientos al aire libre que habían proporcionado
similares conjuntos a los estudiados en cuevas, lo que en cierta
manera le era poco comprensible y, más aún, cuando estos dos
tipos de asentamientos estaban próximos entre sí ¿cómo explicar entonces esta diferencia? La respuesta a este interrogante no
consideramos actualmente que plantee excesivas dudas.
Las últimas dos décadas del siglo XX configuraron definitivamente la visión tradicional. Se consolidó la interpretación
“colonizadora” del Neolítico en Andalucía mediante un nuevo
modo de producción de alimentos pero manteniendo un sistema
de ocupación del territorio itinerante, cuya explicación estaba
sustentada en la asunción de la trashumancia del ganado, complementándose con una agricultura residual (Molina González,
1983: 43-44). Ello se deducía de unos aparentes asentamientos
esporádicos en cuevas o abrigos rocosos. Este patrón estaba sintéticamente basado en los ejemplos de las provincias de Granada –Carigüela (Navarrete Enciso, 1976: 85-258), el conjunto de
Alhama de Granada (McPherson, 1870; Mengíbar et al., 1981;
Botella et al., 1981; Navarrete et al., 1985)–, Málaga –Nerja
(Pellicer y Acosta, 1986 y 1997)–, la Subbética cordobesa (Gavilán Ceballos, 1989) e incluso Almería –Ambrosio (Jiménez
Navarro, 1962)–, entre otros. Este modelo sólo se vería alterado en el Neolítico Reciente, por la ruptura de esta homogeneidad en la segunda mitad del IV milenio BC (Navarrete Enciso,
1976; Molina González, 1983) con la aparición de frecuentes
asentamientos campesinos (Gossé, 1941; Lizcano Pretel et al.,
1991-92; Fernández-Miranda et al., 1993, Pérez Bareas et al.,
1999). En el mundo montañoso de la Subbética, la aparición
de los primeros asentamientos al aire libre se vinculaba a las
influencias de las regiones cercanas (Arribas y Molina, 1979;
Sáez y Martínez, 1981: 32).
El modelo tradicional se asimilaba a una especie de metáfora en la cual las comunidades del Neolítico “salen de las cavernas”, para asentarse en la llanura, expresado con la frase de “los
primeros hábitats al aire libre”. Pero ¿qué ocurre en los lugares
donde no había este tipo de hábitat cavernícola? Aparecía aquí
un tipo de explicación muy difundida en el Sureste: las zonas
más aluviales son ocupadas mediante una “colonización agrícola”, llevada a cabo por grupos procedentes de esta Cultura de
las Cuevas (p. ej. Mathers, 1984) que, con el paso del tiempo,
acabaron influyendo sobre las comunidades de procedencia. En
este sentido, las carencias de investigación sobre asentamientos al aire libre eran enormes, debido a la propia naturaleza de
las evidencias, pero conforme avanzaba la investigación (Sáez
y Martínez Fernández, 1981; Aguayo de Hoyos et al., 1987;
Carrasco et al., 1987; Ramos Muñoz y Martín Córdoba, 1987;
Aguayo et al., 1989-90; Ramos Muñoz et al., 1992) se descubría
y completaba en las zonas montañosas de la Cordillera Bética
un panorama que venía siendo simplificado en grupos de pastores con asentamientos estacionales en cavernas que, gradualmente y por la influencia de grupos vecinos del Sureste y valle
del Guadalquivir, iban adoptado la sedentarización, cuya causa
se sustentaba en el auge de una agricultura que pasaba de marginal a preponderante. Con este panorama la investigación se
introdujo en las primeras décadas del siglo XXI.
Podríamos avanzar algunas conclusiones generales, resumen de las influencias poco favorables que han tenido estas
interpretaciones para la investigación posterior sobre el poblamiento neolítico andaluz. En principio hemos de indicar
que todas las investigaciones realizadas sobre los registros
arqueológicos de las supuestas estratigrafías de asentamientos
en cuevas, especialmente los dedicados a tipologías cerámicas, tienen que enfrentarse a una realidad no valorada: proceder de contextos funerarios (Jiménez Brobeil, 1990) donde la
remoción reiterada del subsuelo debe ser tenida en cuenta. De
igual forma, podríamos asumir que el concepto de economía
pastoril y asentamientos poco estables que, tradicionalmente,
se han asociado sin solución de continuidad a las poblaciones
del Neolítico Antiguo/Medio, ha sido justificado, más que nada,
por la localización de estas cuevas ubicadas en altura y nichos
poco favorables a cualquier tipo de agricultura. Sin embargo, la
frecuentación, envergadura y consistencia de las inhumaciones
de ciertas cuevas indican estabilidad en los asentamientos, por
lo que parecen más vinculados a modos de vida aldeanos donde
la agricultura debió jugar un papel destacado. Por último, sólo
indicar que un horizonte antiguo con cerámica cardial o sin ella,
quizás más antiguo de lo que en la actualidad se admita, es factible en este Neolítico andaluz, pero no tenemos seguridad del
resto de cerámicas y tipos de decoraciones que lo configuraban
y completaban o precedían en origen y sus posteriores desarrollos hasta etapas más tardías. Desechándose, de igual forma, que
existiese una dualidad de poblamiento en cuevas/asentamientos
al aire libre en similares nichos ecológicos, como frecuentemente se ha admitido. Asimismo, no se puede admitir que las cuevas
tuviesen una generalizada utilización de asentamiento estable,
en ningún período neolítico y, menos aún, durante la Edad del
Cobre. En definitiva, hemos de partir de cero para la comprensión del poblamiento neolítico andaluz, centrándonos sólo, en el
caso que nos ocupa, en el posible conocimiento de algunos de
los yacimientos al aire libre que existan en la región y, en relación con ellos, la mayoría de cuevas como lugares ritualizados.
Desde de estas sucintas reflexiones introductorias, intentaremos adentrarnos particularmente en algunos factores relacionados con ellas, a partir de algunos innovadores datos y de otros
no tan novedosos, que en la actualidad siguen incidiendo sobre
modelos que poco o nada han ayudado a la comprensión de los
orígenes del Neolítico en Andalucía.
En nuestra opinión tres factores son los que han condicionado el desconocimiento que en la actualidad se tiene sobre esta
cuestión. En primer lugar, se centraría en el mal conocimiento
que se tiene de las últimas poblaciones de cazadores y recolectores y su distribución en Andalucía. En segundo lugar, el
desconocimiento de los modos de vida de las poblaciones epipaleolíticas y mesolíticas, lo que implica conocer el impacto y
asimilación de los nuevos modos de vida neolíticos. Asimismo,
161
[page-n-4]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
en tercer lugar, por desconocerse el momento concreto, a nivel
cronológico, en que se produjeron. Al margen de ello, sucintamente incidiremos en algunos aspectos tecnotipológicos de
ciertos registros arqueológicos y la consideración de algunos
yacimientos, como puede ser Cueva de Nerja o incluso la misma costa malagueña, últimamente reconsiderada dentro de un
nuevo modelo bifronte de los orígenes del Neolítico andaluz.
2. EL SUSTRATO MESOLÍTICO. ENTRE LA
CONTINUIDAD Y LA RUPTURA
La irrupción del Neolítico en el sur de Iberia hizo considerar
la pregunta sobre qué ocurrió con las últimas poblaciones de
cazadores y recolectores. Durante la segunda mitad del siglo se
consideró, a falta de mejores argumentos, un vacío poblacional
entre el Pleistoceno Superior/Holoceno Antiguo en Andalucía.
Este vacío es requerido para la argumentación del modelo dual:
la llegada del Neolítico viene de la mano de poblaciones exógenas a la península ibérica que ocuparían estos espacios. Una
traslación de la propuesta dualista argumentada para toda la fachada mediterránea del levante peninsular, que últimamente se
ha actualizado (García Atiénzar, 2013) incluyendo una perspectiva de confrontación, exclusión o autoexclusión de los grupos
depredadores frente a los agricultores y ganaderos (Jover Maestre, 2013; Jover Maestre y García Atiénzar 2014).
En el sur de Iberia la falta de evidencias de las últimas poblaciones de cazadores y recolectores ha hecho factible, en este
aspecto, todo tipo de formulaciones hipotéticas con mejores o
peores argumentos. Esta ausencia de documentación continua
siendo evidente. Algunos investigadores han intentado reforzar
sus propuestas argumentando que la realidad arqueológica de
las comunidades mesolíticas, si bien no está del todo configurada, sí esta perfilada (Aura et al., 2013). En nuestra opinión
todavía carecemos de un panorama esclarecedor de la ocupación y modos de vida de las poblaciones cazadores y recolectoras del VII milenio cal BC. Esto es debido a múltiples causas
que podríamos resumir en las siguientes. En primer lugar por la
manifiesta ausencia de proyectos de investigación e investigadores implicados en el estudio de estos momentos. En algunas
intervenciones arqueológicas no sistemáticas, a veces se llega
al extremo de la no distinción o confusión con los rasgos arqueográficos del Neolítico Antiguo o incluso Paleolítico, como
pudiera ser la Dehesilla (Acosta y Pellicer, 1990), en la cual una
revisión sobre los objetos líticos indica una diversidad tipológica impropia del Neolítico. En segundo lugar, porque las escasas
investigaciones realizadas se han centrado en el análisis desde
los registros de los supuestos “asentamientos en cuevas”, cuando en realidad, estas poblaciones, de igual forma que las precedentes del Paleolítico Superior, tendrían en los asentamientos al
aire libre uno de sus puntos fuertes. Efectivamente, a veces es
problemática la localización de los asentamientos mesolíticos
al aire libre, debido a sus posibles ubicaciones en lugares muy
antropizados, con débiles estructuras de imposible o difícil localización. En último lugar, los escasos asentamientos neolíticos
excavados no han proporcionado secuencias prolongadas, con
ausencia de datos sobre las pervivencias e imbricaciones de sus
registros. Sí podríamos indicar que, aunque escasos y anticuados, los elementos de referencia que poseemos son indicadores,
especialmente por su distribución y una ocupación territorial di162
versificada a fines del Pleistoceno e inicios del Holoceno en la
geografía andaluza (Fortea Pérez, 1986; Cortés Sánchez et al.,
1996). Cuestión nada novedosa, pues sería el resultado de una
ocupación y aprovechamiento territorial de los diferentes ecosistemas regionales en este amplio ámbito geográfico. A nivel
tecnotipológico, se sigue estableciendo la convergencia de estos
grupos mesolíticos de Europa Occidental con el tecnocomplejo
Capsiense superior a partir de la aparición de la técnica de talla por presión y ciertos elementos geométricos (Binder et al.,
2012), aunque la escasez de datos sobre estos momentos previos
a la aparición del “paquete neolítico” impide establecer la naturaleza de esta convergencia.
Sucintamente podemos referirnos al grado de ocupación
del territorio por parte de los últimos cazadores/recolectores.
Desde los mejor conocidos asentamientos de la costa mediterránea, cuyo mejor representante es la Cueva de Nerja (Aura
Tortosa et al., 2009), o del entorno del Estrecho de Gibraltar
(Ramos Muñoz y Lazarich González, 2002a, 2002b), a los
peor conocidos en el interior de la región, donde sólo se destacan algunas antiguas secuencias, como las de los abrigos
del Nacimiento (Asquerino y Lopez, 1981) y Valdecuevas
(Sarrión, 1980) en Jaén y Ambrosio en Almería (Jiménez
Navarro, 1962), pasando por algunos conjuntos superficiales
de la Subbética cordobesa (Asquerino, 1992). Investigaciones futuras deberán avanzar la verdadera dimensión de este
aprovechamiento diversificado y su gestión por los grupos
epipaleolíticos/mesolíticos. Ello nos permitirá calibrar la implantación de los nuevos sistemas productivos del Neolítico y
su reflejo a nivel poblacional.
A ello debemos indicar otra cuestión. Los lugares frecuentados entre el VIII y VI milenio, donde se puede mostrar la
transición entre los últimos cazadores y recolectores y los primeros grupos neolíticos, expresan la problemática de la atribución de los materiales arqueológicos a uno y otro contexto
cultural (Ramos Muñoz, 2000). Así se aprecia en la determinación antropológica de ciertos enterramientos en la Cueva de
Nerja adscritos a momentos del Paleolítico Superior o del Epipaleolítico (García Sánchez, 1982; Simón Vallejo, 2003), que
en recientes análisis contextuales con dataciones absolutas no
han podido resistir dichas atribuciones cronoculturales (Simón
et al., 2005). Este problema también está presente en otras secuencias, como los sobrevalorados estratos de estos momentos
de Bajondillo (Torremolinos, Málaga) (Cortés Sánchez, 2007),
con una escasa materialidad cultural cuyo aporte es la datación
radiométrica obtenida a la que se asocia un único objeto lítico.
Así, se presenta para caracterizar este horizonte mesolítico un
trapecio de lados cóncavos (Cortés Sánchez, 2007: 454), mientras que otro elemento geométrico con técnica de microburil
se asocia ya al nivel neolítico, análisis traceológicos posteriores revelaron lo apuntado, su funcionalidad como elemento de
hoz (Gibaja et al., 2009). Esto último, aunque anecdótico, es
sintomático del problema que estamos tratando o, dicho de un
modo más novelesco, la “levedad del ser” entre mesolítico y
neolítico de los artefactos.
Por último, en relación con lo expuesto, al margen de otras
consideraciones, tendríamos que hacer mención de los restos
humanos y las dataciones absolutas procedentes de Cueva del
[page-n-5]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Esqueleto (Cortes de la Frontera, Málaga).1 Esta inédita cavidad, cuyos materiales antropológicos fueron descubiertos a
principios de los setenta del siglo pasado, presentaba un cráneo
bien conservado y algunos otros escasos restos antropológicos
que han sido objeto de análisis por nosotros. En espera de la
publicación definitiva, podemos avanzar que los restos antropológicos han sido datados entre el VII y VI milenio cal BC.
¿Continuidad o cambio? Está claro que ello sugiere un pequeño
lugar que sirvió para la inhumación de un escaso número de
individuos. Una misma cavidad que continuó usándose como
lugar de enterramiento para las comunidades cronológicamente
situadas en el periodo de transición, sin diferencias sustanciales
a nivel de dieta o antropología.
3. LOS INICIOS DEL NEOLÍTICO
El origen del neolítico andaluz, en los últimos cincuenta años, ha
transitado como un desarrollo secundario del acaecido en otras
zonas peninsulares, especialmente la levantina. Esta última,
por su parte, considerada subsidiaria o receptora de lo ocurrido
previamente en las regiones más orientales del Mediterráneo.
Recientemente, para la comprensión del neolítico andaluz, se ha
insistido en la importancia que debió tener el sur de Italia en ese
trasiego de poblaciones, especies animales, nuevas tecnologías,
etc., entre ambas márgenes el Mediterráneo (García Borja et al.,
2010, 2014; Aura Tortosa et al., 2014). De igual forma, se ha
vuelto a retomar la vía africana como modelo explicativo para la
comprensión y justificación de las primeras comunidades neolíticas en el sur de Iberia (Cortés Sánchez et al., 2012). Desde esta
perspectiva, por su mayor proximidad al continente africano,
tomaría importancia en orden a su teórica mayor antigüedad,
todo lo acaecido a partir de finales del VII e inicios del VI milenio BC en las costas de Cádiz y Málaga, esta última cuestión
por comprobar. Más problemático resulta lo relacionado con las
reelaboraciones de secuenciación tipológica que últimamente
se están realizando sobre algunos de los antiguos registros de
ciertas cuevas. De forma sucinta, trataremos en mayor o menor
extensión algunos de estos puntos en los que se comprobara la
complejidad y problemática del origen del Neolítico andaluz.
3.1. El sol neolítico sale por oriente
Frecuentemente se ha insistido sobre su dependencia en
relación con el Neolítico levantino. Es decir neolíticos “puros”
llegados directamente desde Oriente, estableciéndose a modo
de “colonias” en esta área del mediterráneo peninsular (ver Juan
Cabanilles y García Puchol, 2013). Desde esta plataforma, se
irían especialmente extendiendo al área andaluza neolitizando
sus poblaciones indígenas en mayor o menos grado de evolución
cultural. Modelo justificado por la mayor presencia del elemento
cardial en la costa levantina, considerado en origen como
propio del Mediterráneo Oriental. Es lo que tradicionalmente ha
constituido la base del “modelo dual” ampliamente sustanciado
para explicar el boom del Neolítico inicial levantino y su
expansión. Modelo que se impuso por el desarrollo e insistencia
de las investigaciones realizadas sobre yacimientos de la región
1
En proceso de estudio por parte de los firmantes.
valenciana, bien por la pretendida escasez de “lo cardial” fuera
de esta región, no bien ajustada a la realidad o, por último,
por lo condicionado del desarrollo de la investigación sobre el
Neolítico en Andalucía.
En la actualidad, se vuelve a relanzar la consideración
del horizonte cardial andaluz como una “difusión” o importación levantina (García Borja et al., 2010, 2011, 2014). Esto
último puede ser cuestionado, considerar “lo cardial” como
prioritario para la comprensión de un horizonte definitorio del
Neolítico Antiguo en esta región, al igual que la cronología de
éstos como posteriores a las ofrecidas por la región levantina.
En realidad las dataciones absolutas en una u otra región son
paralelas, con la particularidad que la región valenciana tiene
una mayor perduración y representatividad hacia el 5300-5100
cal BC. Sin embargo, en el sur peninsular, algunos de nosotros
comprobamos la posibilidad de que pueda sobrepasar la barrera del 5500 cal BC (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014). En
este sentido, se comprobaría la mayor variedad y distribución
de yacimientos, aunque mal conocidos, ocupando un territorio
casi cuatro veces más extenso que la región valenciana y un
poblamiento ininterrumpido desde el Epipaleolítico. Por tanto, el horizonte de Neolítico Antiguo cardial no constituye un
fenómeno unitario, sino que forma parte de un espectro más
amplio, como es en general el mundo de las cerámicas antiguas impresas o de otros tipos no bien especificados. Por ello,
en el registro de los yacimientos neolíticos de Andalucía no
puede afirmarse con rotundidad que el horizonte de cerámicas
impresas cardiales sea anterior a las incisas, pintadas u otras,
o, incluso simplemente lisas.
De igual forma todo apunta a que existe una dicotomía entre
cerámicas de contextos funerarios (frecuentemente localizados
en cuevas) y los contextos domésticos. Desafortunadamente las
valoraciones cuantitativas sobre el repertorio cerámico siempre
se han realizado sobre las procedentes de los contextos cavernarios. El análisis de la cultura material cerámica de los escasos
asentamientos al aire libre excavados nos indica que no alcanza
una gran relevancia. Este fenómeno es más claramente identificable en la región valenciana, si comparamos el registro cerámico de las cuevas de L’Or o La Sarsa (por ejemplo) con asentamientos como Mas d’Is y Barranquet. Redundando en esta
cuestión, es evidente que existen algunos tipos cerámicos que
podrían apuntar en este sentido, como pueden ser los cuencos
pitorros y los vasos geminados con o sin decoración, impresa o
incisa, característicos de los yacimientos en cuevas. Formas con
escasa representación en el área levantina, por el contrario bien
reflejada en el Neolítico Antiguo andaluz. No obstante, la cerámica es sólo un elemento, debemos enriquecer el panorama de
la cultura material con otros que podrían ser más esclarecedores
del debate planteado, como sería la tecnología lítica o algunos
ítems singulares, como los brazaletes líticos, elementos de exorno individual con connotaciones identitarias.
Así, por ejemplo, la tecnología lítica parece quedar claro
que, al menos en los yacimientos del Neolítico Antiguo de la
región andaluza la técnica de talla por presión asociada al tratamiento térmico del sílex está bien atestiguada en la secuencia de
Los Castillejos de Montefrío desde sus inicios (Morgado y Pelegrin, 2012; Martínez et al., 2010), con preparación previa de
preformas de núcleos carenados o carenoides y el abandono de
los mismos durante el proceso de producción después del trata163
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
miento térmico. Debemos recordar que este tipo de tratamiento
ha sido datado en la costa francesa sólo a principios del V milenio cal BC (Binder y Gassin, 1988; Binder y Perlès, 1990; Léa,
2004; Léa et al., 2004). Las fechas más antiguas establecidas
en el sureste peninsular podrían indicar una difusión de dicho
procedimiento desde el sur. Junto a ello hay que citar el caso de
los brazaletes líticos.
Con estas simples reflexiones, y otras en las que abundaremos, intentamos cuestionar que en el registro arqueológico
actual no es muy viable reactualizar la tradicional hipótesis de
la supuesta antigüedad del Neolítico valenciano y su difusión
hacia la región sureña peninsular. La conclusión de la misma es
evidente: la neolitización del sur es subsidiaria de la levantina,
dentro de una ola de avance de este a oeste. Nada nuevo, el
sol (de ese nuevo mundo) siempre sale por oriente (ex oriente
lux). Desde un punto de vista cronológico y arqueográfico, no
consideramos totalmente demostrada la vía oriental, o de sus
intermediarios del área levantina, como decisiva ni prioritaria
para la comprensión de los orígenes del Neolítico andaluz. En
último caso, sí consideraríamos formular la hipótesis de unos
inicios precoces en Andalucía y un desarrollo en la zona levantina con el boom de lo cardial, como hecho más característico
del desarrollo del Neolítico en esa zona.
3.2. Llegan las pateras. La vía norteafricana
Una aproximación coherente en la búsqueda de posibles vías
de neolitización del sur de la península últimamente ha vuelto insistir en el modelo africano como una alternativa a la vía
oriental (Manen et al., 2007; Bernabeu Aubán et al., 2009: 91;
Gibaja y Carvalho, 2009; Carvalho, 2010). Modelo que no es
novedoso, ni en la actualidad esta contrastado, o por el momento no ofrece reales alternativas en relación con la vía oriental
para una comprensión de los orígenes neolíticos en Andalucía.
Sin embargo esta vía norteafricana en un futuro inmediato debe
ser tenida en cuenta.
En la actualidad las investigaciones que se realizan en áreas
del norte de África no son muy concluyentes en la búsqueda de
similitudes y analogías, ni por tipología de los registros ni por
sus cronologías con los ya contrastados en Andalucía. Por el
contrario sí es muy sugerente la antigüedad de algunos de los
asentamientos y registros localizados en el área del Estrecho de
Gibraltar, en las proximidades del continente africano, pero en
territorio andaluz. Dataciones absolutas muy próximas o superando el VI milenio cal BC (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014),
que por su antigüedad para los momentos de su obtención no
fueron muy tenidas en cuenta por ciertos sectores y, más modernamente, por haber sido extraídas de carbones y no de semillas,
huesos de animales domésticos o de huesos humanos. Pero que
sí sirvieron para que M. Pellicer y P. Acosta diesen a esta zona
occidental andaluza una primacía, en nuestra opinión no bien
justificada pero con posibilidades, en el proceso general de neolitización en relación con su sector oriental, tradicionalmente
considerado en este aspecto, como hemos indicado, subsidiario
del neolítico levantino.
Pero insistiendo en las investigaciones africanas, muy de
moda en los últimos tiempos, comprobamos una revaluación
en lo concerniente a las actividades desarrolladas por algunos
investigadores españoles en Marruecos (Bernal et al., 2008; Ramos et al., 2008). Estas investigaciones vienen focalizándose en
164
los registros arqueológicos obtenidos en ciertas cuevas o abrigos en los que se evidenciaban similitudes, especialmente en relación con las decoraciones cerámicas, reflejadas en las impresas cardiales, con las procedentes de algunas cuevas peninsulares. Estos paralelismos tipológicos han motivado que el factor
africano sea actualmente considerado como dinamizador en la
búsqueda de las motivaciones que debieron facilitar la neolitización del sur peninsular. Estas misiones arqueológicas arrojan
resultados no excesivamente halagüeños en relación o prelación
con lo conocido en Andalucía (Carrasco y Martínez-Sevilla,
2014; García Borja et al., 2010; Aura et al., 2013). Posiblemente porque sus registros proceden de ámbitos domésticos y sus
comparaciones con los andaluces mayoritariamente extraídos
de cuevas no admiten excesivas similitudes, cronológicamente
son más antiguos. De igual forma tienen pocas similitudes con
los igualmente conocidos de las cuevas clásicas de los mismos
entornos geográficos norteafricanos.
La alternativa del norte de África como dinamizador del
neolítico andaluz fue considerada desde el siglo pasado por diferentes investigadores. La presencia de cerámicas con decoraciones impresas cardiales y de otros tipos impresos e incisos en
diversos ámbitos africanos, similares a otras documentadas en
las cuevas andaluzas, sustentó este modelo explicativo hasta el
momento no bien justificado. Posteriormente nuevas investigaciones han vuelto a incidir en aspectos tipológicos concretos,
especialmente cerámicos que en poco o nada han ayudado a
una mejor comprensión de este neolítico norteafricano y aún
menos, en lo relacionado con las posibles y desconocidas facies arcaicas del andaluz. Además, se han considerado diversos estilos decorativos cerámicos y posibles y mal descritas
“tradiciones culturales” secuenciadas en diversos ámbitos mediterráneos, que en poco o nada ayudan por el momento a la
dialéctica que tratamos.
Nuevamente, en los inicios de este siglo XXI se ha intensificado la investigación en diversos yacimientos marroquíes,
valorándose sus posibles relaciones con los registros de cuevas
documentados en áreas costeras gaditanas y, principalmente,
malagueñas. Con anterioridad, algunos trabajos realizados por
investigadores marroquíes las centraban en las tradiciones alfareras desarrolladas en el norte de Marruecos, ligadas unas al
mundo de las impresas cardiales y otras al de las incisas-impresas. Lo cual no dejaba de ser una obviedad sin ningún tipo de
trasfondo cronocultural, menos aún cuando se conocen multitud
de casos en los que se combinan conjuntamente diversas técnicas de impresión, incisión, almagra…, en un mismo vaso cerámico. Asimismo, esta hipótesis de las dos tradiciones alfareras
ha sido retomada más recientemente por ciertos investigadores
(Manen et al., 2007; Marchand y Manen, 2010), para explicar
también la existencia en Portugal de dos tradiciones alfareras
A y B que acogerían en primer lugar el elemento cardial y en
segundo una variada muestra de impresas con instrumento, incisas, etc., en algún caso relacionado con tradiciones norteafricanas. A su vez, hipótesis sustentada por algunos aspectos técnicos novedosos en el trabajo del sílex como son el tratamiento
térmico y la presión. No insistiremos en este aspecto, pues ni
por cronologías absolutas ni por la existencia de secuencias estratigráficas no sólo en el área portuguesa, marroquí e incluso
peninsular, existen datos fehacientes como para aislar este tipo
de tradiciones con un matiz cultural diferenciado.
[page-n-7]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Como conclusión general sobre la vía africana, alguno de nosotros indicábamos recientemente (Carrasco y Martínez-Sevilla,
2014) con relación a las últimas investigaciones que vienen realizándose por un equipo alemán/marroquí en zonas del Norte de
Marruecos, entre el Río Muluya al Este y las montañas del Rif al
Oeste, sobre una serie de pequeños asentamientos al aire libre y
abrigos (Linstädter, 2010a, 2010b; Morales et al., 2013) con secuencias del Epipaleolítico/Neolítico, que por el momento, no
aportan excesivos datos para la comprensión de los orígenes del
Neolítico andaluz. Las cronologías absolutas procedentes de Ifri
Oudadane, Hassi Ouenzga entre otros, sobre especies vegetales autóctonas, de igual forma que las secuencias estratigráficas obtenidas en estos pequeños enclaves, no guardan una especial relevancia
en relación con lo similar conocido en el sur de Iberia. No sólo por
sus cronologías absolutas, sino por el uso de terminologías no muy
adecuadas como es por ejemplo “Epipaleolítico con cerámicas”.
De igual forma que el concepto de Neolítico Antiguo A, B y C, que
por sus dataciones absolutas ocuparía toda la secuencia neolítica de
Oudadane, poco contrastable con los desarrollos andaluces. En resumen, una investigación con posibilidades de futuro en orden a la
comprensión del Neolítico andaluz, pero no en el momento actual,
dado su estadio embrionario. También considerábamos sugerente
y de gran interés para el futuro, los registros cerámicos obtenidos
en los lejanos poblados de Nabta-Playa en el Sahara Oriental (Jórdeczka et al., 2010), considerados epipaleolíticos con cerámicas
impresas y cronologías absolutas muy altas del IX milenio BC.
Cerámicas realizadas con ruedecillas dentadas y otras con peines
arrastrados, tradiciones decorativas muy en sintonía con similares,
aunque más tardías, detectadas en algunas cuevas andaluzas adscritas al Neolítico Antiguo (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014).
Enlazando con lo anterior, recientemente se ha intentado relacionar la neolitización del sur de Iberia, en especial de la costa
malagueña, dentro de un proceso general con los movimientos
de poblaciones neolíticas antiguas pre-cardiales, de base ganadera, que se expandirían desde otros ambientes africanos más
meridionales a través del Atlas hasta el norte de Marruecos. El
fundamento de esta apreciación se ha justificado por un posible cambio climático entre el 6000-5300 BC en estos ecosistemas africanos que posibilitaría la emigración de algunas de
sus poblaciones al sur de Iberia (Cortés Sánchez et al., 2012).
Insistiéndose en que la llegada de “colonos” desde el norte de
África sería el modelo más viable para comprender los inicios
del Neolítico en esta área peninsular. Esta hipótesis sigue valorando el factor demográfico foráneo como determinante del
Neolítico andaluz. Cuestión que en un futuro puede constituir
una opción, como ya ha sido expuesto, pero que en la actualidad no está contrastada como así ha sido recientemente indicado
(García Borja et al., 2010 y 2014; Aura et al., 2013). Dentro de
esta hipótesis de determinismo climático que influye en el movimiento de poblaciones, es evidente establecer bien, en primer
lugar, las consecuencias reales de dichos cambios en los modos
de vida y su reflejo en la cultura material, para después valorar
las cronologías absolutas en los ámbitos geográficos propuestos
del Norte de Marruecos y la costa malagueña. Pues las cronologías absolutas que recientemente se han obtenido en la última
región, al margen de su importancia, no son antiguas en este
sentido ni fechan ningún tipo de registro material, por lo que
en la actualidad no pueden asociarse a los inicios del desarrollo
formal del Neolítico Antiguo andaluz.
Sin embargo, en este contexto de la formulación de la neolitización de la región costera andaluza existe un “factor novedoso”, que en cierta forma se ha considerado al margen de este
proceso por vía africana. Se trata de un nuevo modelo para la
comprensión del Neolítico Antiguo en gran parte de Andalucía.
Elaborado a partir de las últimas aportaciones (García Borja et
al., 2010 y 2014; Aura et al., 2013) obtenidas de las reelaboradas secuencias de las excavaciones antiguas realizadas principalmente por Jordá y Pellicer en Cueva de Nerja.
3.3. Nerja, regreso al pasado. ¿Otro modelo posible?
Los análisis tipológicos de las cerámicas de los niveles neolíticos de la Cueva de Nerja han sido la base de la formulación
de nuevas hipótesis neolitizadoras. No insistiremos sobre los
rituales funerarios realizados en esta cueva, fehacientemente
constatados para la Prehistoria Reciente (Pellicer, 1962; Pellicer y Acosta, 1986; Jordá et al., 1983; Pellicer, 1987; GonzálezTablas, 1990; Simón Vallejo, 2003). La formación de estructuras en negativo para las fosas de enterramiento realizadas
sobre sedimentos más antiguos están en la base de desfasadas
afirmaciones sobre las especies domesticas en el VIII milenio
B.C., como la presencia de cánidos considerados del Neolítico
Antiguo que cuando han sido datados son históricos (Carrasco
y Pachón, 2009), ni de sus inhumaciones solutrenses y mesolíticas cuando a lo sumo eran de un Neolítico Medio (Simón et
al., 2005), ni de su “tensador textil” bien fechado en los ¿inicios
del Cobre? (González Tablas, 1982 ) cuya revisión no deja duda
sobre su contexto del Neolítico Antiguo (Carrasco et al., 2009).
Tampoco entraremos en otro tipo de cuestiones que afectan a la
metodología arqueológica que se utilizó en las excavaciones,
propias de la época. Aunque sí comentaremos otros aspectos,
de elaboración más tardía, relacionados con ella, ya que pueden
en un futuro afectar a una mejor comprensión de los procesos
de neolitización acaecidos en algunas áreas concretas del sur
de Iberia.
En principio hemos de indicar que estos trabajos de reelaboración sobre la Cueva de Nerja (García Borja et al., 2010
y 2014; Aura et al., 2013, etc.) tienen aspectos muy positivos
pues cuantifican y documentan gran parte de sus registros cerámicos, hasta la fecha no bien conocidos. Otra cuestión es la
forzada adscripción de aquéllos a horizontes cronosecuenciales bien definidos. Asimismo las dataciones absolutas puntuales, con valor en sí mismas, que recientemente se vienen obteniendo de sus registros son de sumo interés, especialmente
como más relevante la antigua obtenida sobre hueso de Ovis
aries (Aura et al., 1998). Pero otras dataciones absolutas que
ha proporcionado este enclave no de vida corta o con un margen de error amplio, también fueron en su momento utilizadas
por algunos de nosotros para sustentar una visión global de las
ocupaciones funerarias que pudieron haber sucedido en esta
cueva. De igual forma que otras muchas dataciones, en la actualidad no muy tenidas en cuenta, procedentes de actuaciones
arqueológicas realizadas en diversos asentamientos y cuevas
funerarias andaluzas, como pueden ser entre otras Murciélagos de Albuñol, Carigüela, La Dehesilla, Parralejo, Cueva del
Nacimiento… (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014), que con
anterioridad fueron obviadas por su excesiva antigüedad y hoy
día lo son por no ajustarse a los parámetros imperantes. Es
decir, presentan una horquilla estadística muy alta, por haber165
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
se obtenido de muestras de carbón o de especies animales no
domésticas, pero que en la actualidad pueden ser coherentes
para la comprensión de los primeros momentos del Neolítico,
no sólo en Andalucía sino en el resto de la Península.
Por tanto, hay que valorar todas estas aportaciones de la
Cueva de Nerja. Sin embargo, hay que sopesarlas teniendo en
cuenta cómo se ha ido generando el registro arqueológico de
esta cueva y sus cronologías absolutas. Podríamos preguntar si
se puede establecer una conexión segura entre la materialidad
artefactual generada y la nueva realidad de las dataciones radiométricas. Máxime si introducimos los sesgos de cómo afectan
las fosas funerarias y otras alteraciones estratigráficas al registro
generado y, a posteriori, hacerlo todo ello extensible a otros ámbitos del sur peninsular.
De este modo, reflexionaremos sobre algunos aspectos generales coincidentes en las últimas publicaciones generadas, todas ellas tienen puntos en común y de partida muy esclarecedores. En dichos aspectos subsisten viejos tópicos que nos remiten
al pasado más o menos lejano. Uno de ellos, por ejemplo, es
dar nuevo contenido a la “vieja” Cultura de las Cuevas, hacer
subsidiaria Andalucía del Neolítico valenciano, amén de hacer
de Nerja y la costa de Málaga el centro de un modelo irradiado
de neolitización hacia gran parte del interior andaluz (García et
al., 2010). Cuestiones todas ellas que, en nuestra opinión, no
dejan de ser en la actualidad meras formulaciones normativistas basadas en la tipología cerámica, procedentes de contextos
mal conocidos y peor estructurados. Su fiabilidad es discutible
para establecer una evolución sociocultural con fases concretas,
como se ha intentado para revalorizar una secuencia de “uso
doméstico” como asentamiento de la cueva de Nerja.
De manera simple, no abundaremos en lo expresado por
algunos de nosotros sobre el tema de la más que discutible
“Cultura de las Cuevas con Cerámica Decorada”, en especial
con cierta insistencia sobre las cuevas que constituyeron el
paradigma clásico, como Carigüela y Nerja, con importante
incidencia funeraria en ellas. Curiosamente ambas excavadas
en su momento por el mismo investigador (Pellicer, 1964; Pellicer y Acosta 1986), aplicando, por tanto, un mismo sistema
de excavación y documentación arqueológica. En ambas intervenciones, con sus secuelas posteriores, se ha obviado el
problema que plantea la remoción de sedimentos mediante la
reiterada creación de rituales de inhumación. Esta cuestión
relacionada con el contexto arqueológico y la formación del
registro ha sido obviada. Por otro lado, en Andalucía se conocen centenares de cavidades (cuevas, simas, diaclasas y demás
complejos cavernarios) con evidencias arqueológicas que jalonan buena parte de los sistemas kársticos de la Cordillera
Bética andaluza. Gran parte de ellas reconocidas en la bibliografía arqueológica, si bien muchas de ellas sólo conocidas
por publicaciones no especializadas, permaneciendo todavía
inéditas o sin una detallada publicación. Podemos indicar que
cuando aludimos a sus usos funerarios, es porque poseemos
suficientes argumentos para ello. Por ejemplo de “Carigüela”,
recientemente hemos visionado una fotografía antigua que
realizó C. Spahni sobre los registros óseos humanos exhumados en sus intervenciones arqueológicas, solamente de huesos
largos y cráneos podemos decir que ocupan intensamente la
superficie de una gran sala. De igual forma, sería difícil imaginar los que se debieron exhumar en las posteriores interven166
ciones realizadas en la citada cueva. En la Cueva de Nerja, con
las mismas técnicas de excavación utilizadas en Carigüela, no
nos atreveríamos a cuantificar el número de inhumaciones que
se debieron realizar en su Prehistoria Reciente. Aunque en
otro trabajo sí indicábamos que su número sobrepasaría ampliamente el centenar (Carrasco y Pachón, 2009). No abundaremos más, por obvio, sobre el carácter ritual y funerario de
esta cueva durante la Prehistoria Reciente, de igual forma que
ocurre en la mayor parte de cavidades conocidas en la costa malagueña, así como del resto de Andalucía. Aunque, qué
duda cabe, han podido, las que tuviesen condiciones físicas
para ello, tener ocupaciones estacionales en algún caso de tipo
doméstico o como refugios temporales, etc., pero no sólo durante la Prehistoria sino hasta tiempos históricos. Últimamente
se ha puesto de moda el status de cuadras, establos, apriscos o
asimilables para justificar algunas de estas ocupaciones, cuando en realidad, en la mayoría de los casos habría de establecer
qué condiciones físicas reunieron para darle tal uso, antes de
generalizar esta propuesta de forma sistemática. Da la impresión que es más aceptable reconocer para ellas este tipo de uso
social que aceptar la realidad sepulcral. Diríamos que si no tienen condiciones físicas para asentamientos humanos, tampoco
la debieron tener para estabular o refugiar una cierta cabaña
ganadera. Cuestión sobre la que no insistiremos, pero sobre la
que tenemos dudas más que justificadas, que no es necesario
exponer en esta ocasión.
La dialéctica presente en la auténtica naturaleza del uso de
las cuevas, asentamiento versus necrópolis, ha residido en los
apriorismos que tradicionalmente se han vertido sobre un más
que hipotético “modo de vida cavernario” para las comunidades neolíticas. De tal manera que el Neolítico Reciente marcaba la “salida de la cueva”, como indicábamos al principio de
este artículo. El posterior intento de secuenciar de una u otra
forma sus ricos materiales arqueológicos, profusamente decorados, no resiste una comparación con los proporcionados por
los asentamientos al aire libre, con conjuntos cerámicos cuantitativamente menos numerosos y con una decoración más somera. En su momento tomó cuerpo el concepto de “Cultura
de las Cuevas” como un complejo cultural (Navarrete Enciso,
1976) que posteriormente indicó una etapa cronológica en el
desarrollo del Neolítico del sur de Iberia (Navarrete Enciso et
al., 1991). A nivel teórico es sintomático cómo se conceptuaba el contexto sistémico o cultural desde la particularidad del
contexto arqueológico y su localización en cuevas, equiparando ambos sin distinguirlos (Schiffer, 1972, 1987). Las recientes aportaciones de los investigadores de la Cueva de Nerja insisten y abundan en dar contenido cultural a esta terminología
que no se sostiene, ni a nivel formal ni teórico. Aceptaríamos
esta nomenclatura por el peso de la tradición, sólo para aludir
a los registros del Neolítico de la mayor parte de cuevas de
uso ritual, con el fin de ser diferenciados de los domésticos
de los asentamientos al aire libre. Pero siendo conscientes que
unos y otros son expresiones arqueográficas, formales, de un
mismo complejo cultural, especialmente durante el sexto milenio BC. Aunque los ritos funerarios en cavidades se prolongó
en el tiempo. Tampoco fueron los únicos que se pueden asociar al Neolítico, pues conviven a partir del V milenio BC con
otras formas y ritos funerarios, relacionados con los inicios
del mundo megalítico. Asimismo, tampoco podemos pensar
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
que la única forma de tratar los cadáveres en el VI milenio
BC es exclusivamente su deposición en cuevas kársticas. En
otros casos, la inexistencia de este enclave natural nos indica
la inhumación en fosas realizadas ex profeso en el interior de
los mismos poblados, como por ejemplo pudo ocurrir, entre
otros, en el asentamiento de las Catorce Fanegas (Carrasco et
al., 1987, 2011b) e incluso en Cerro Virtud (Ruiz y Montero,
1999) y otros enclaves neolíticos documentados en tierras almerienses y de la Baja Andalucía. El problema es que este tipo
primario de inhumación al aire libre no se ha conservado en
el paisaje como ocurre con las cuevas, otras veces no han sido
detectados por localizarse en zonas colmatadas bajo amplios
horizontes de sedimentos. En definitiva, no consideramos que
la “Cultura de las Cuevas” sensu stricto conforme ninguna facies concreta, ni cronológica ni culturalmente, dentro del Neolítico. Cueva de Nerja fue utilizada al menos desde el Neolítico como lugar de enterramiento de las comunidades que
debieron asentarse en sus entornos cercanos. El problema de la
no aceptación del carácter funerario de estas cuevas se refleja
en los problemas estratigráficos de los mismos, sin entrar en la
metodología aplicada para su documentación por parte de sus
primeros investigadores. Ello plantea, en el estado actual de
la investigación, qué validez otorgar a dicha documentación
para estructurar una secuencia evolutiva sociocultural sobre
el Neolítico en pleno siglo XXI. No queremos decir que en su
momento fueran oportunas y tuvieran éxito, dentro del panorama de la época. Prueba de esta situación son las continuas
reelaboraciones que en la actualidad se realizan de sus registros funerarios, con el fin de adecuarlos, mejor justificarlos y
darles contenido secuencial con carácter habitacional. Estas
fosas de enterramiento son obviadas de las secuencias. Es posible que en los próximos años sigan proponiéndose nuevas
aportaciones bibliográficas, pero se debe realizar una auténtica
crítica del material exhumado, la metodología aplicada y su
contrastación con la investigación de los asentamientos inmediatos. Sólo así podremos valorar en sus justos términos toda
esta problemática.
El problema planteado es que Cueva de Nerja, desde sus
primeras excavaciones no ha cesado de ofrecer datos contradictorios relacionados con sus secuencias estratigráficas de la
Prehistoria Reciente. Ha aportado multitud de datos geológicos,
medioambientales, etc., de todo tipo y el mayor volumen conocido de dataciones radiométricas, no sólo extensible al sur peninsular. En recientes estudios, de nuevo se ha intentado situar
sus registros cerámicos a partir de las secuencias estratigráficas
y dataciones radiocarbonicas, pero según los autores “intentando discriminar aquellos aspectos de la cultura material que podrían no encontrarse en su posición originaria” (García Borja et
al., 2010). Una primera pregunta a resolver es qué metodología
de registro se siguió y, en consecuencia, en qué lugar de la secuencia estratigrafía se sitúan (¿todos, algunos?) para valorar el
cómputo de estos conjuntos, no concordantes con la secuencia
preestablecida, además de qué parámetros tecnotipológicos se
han seguido para secuenciar.
Pero al margen de esta pequeña cuestión, recientemente
sugeríamos sobre los registros arqueológicos de la Sima LJ11
(Carrasco et al., 2014) y, en general de todos los extraídos de
cuevas y simas de las Sierras de Loja/Alhama, de igual forma
que de otras oquedades andaluzas y geografías próximas, que
no se podían aislar motivos y técnicas para obtener secuencias
cronológicas precisas. La elaboración de tablas sintéticas puede ser útil para definir zonas/estilo, pero no para establecer una
secuencia cronológica de validez sociocultural en intervalos de
tiempo cortos. Y esto es así porque la mayoría de los esquemas
de motivos se han realizado a partir de registros obtenidos en
cuevas que no tienen un mínimo de garantía estratigráfica, por
lo que en nuestra opinión su secuenciación a nivel cronológico
no tiene validez desde estos parámetros. Sin embargo, a nivel
de técnicas empleadas para la plasmación de las decoraciones
cerámicas sí pueden ofrecer datos, aunque muy generales y sólo
para horizontes cronológicos sensu lato. En síntesis, la existencia o no de ciertas técnicas decorativas en estas cerámicas, pueden responder no sólo al momento cronológico de su realización
sino al sesgado conocimiento de la funcionalidad propia del yacimiento en cuestión: el carácter funerario o conductual específico dentro de un uso social diacrónico, tradiciones decorativas
relativas al concepto de estilo o con elementos identitarios.
En el caso de Cueva de Nerja, recientemente se ha intentado establecer una secuencia cronotipológica “ajustada” que no
parece responder a ningún tipo de argumento contrastado. No
tendría trascendencia y se podría considerar una particularidad,
como muchas otras, que a lo largo de los tiempos se ha ofertado por parte de los excavadores y posteriores investigadores
para este enclave arqueológico. Sin embargo, en esta ocasión,
el modelo de secuenciación para sus registros cerámicos, trasciende lo propiamente local, intentándose extrapolar al resto o
gran parte de Andalucía. Sustentándose para ello en hipotéticas
filiaciones con el recurso a los paralelos de yacimientos no bien
definidos e igualmente descontextualizados, presentes en otros
enclaves próximos o lejanos que igualmente serían objeto de
similares críticas, al menos desde nuestras actuales perspectivas. Por otra parte, sorprenden las ocupaciones “intensas” del
Neolítico antiguo entre el 5600 y 4800 cal BC subdivida en 4
fases, referenciándose períodos de entre 150 años para las más
antiguas y 200/300 para las más recientes. El Neolítico Medio
de igual forma se ha subdividido en dos fases: I (4800-4300 cal
BC) y II (4300-3700 cal BC) y el Neolítico final entre 37002900 cal BC. Grosso modo todo, salvo ciertas puntualizaciones,
nos parecería, como cualquier otro, correcto. Pero ¿sobre qué
base argumental y qué registros arqueológicos se ha elaborado esta cronosecuencia? Evidentemente sobre registros cerámicos y dataciones absolutas con valor solo en sí mismas. De
igual forma, llama la atención, entre otras cuestiones, que entre
5600/4800 BC (Neolítico Antiguo) se establezcan cuatro subfases a partir de tipologías cerámicas, cuando recientemente argumentábamos que ya constituiría un éxito si se pudiese definir
materialmente y de forma precisa todo este periodo. Igualmente
los autores aluden a fuertes ocupaciones epimagdalenienses y
neolíticas, cambios en las producciones líticas y dataciones para
la presencia de ocupaciones mesolíticas, pero que no han podido aislarse estratigráficamente. ¿Qué significa esto?
Asimismo se indica que el horizonte del Neolítico arcaico
impreso de Nerja, verdadera piedra de toque del modelo propuesto, se documenta por la posibilidad de su existencia en diferentes enclaves de la península italiana, sudeste de Francia y
País Valenciano especialmente en los yacimientos del Barranquet o de Mas d’Is, pero ausente en las cuevas valencianas. Indicándose como una de las características principales de este
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
horizonte arcaico “la heterogeneidad de técnicas decorativas
empleadas y la escasez de impresiones cardiales, siempre presentes aunque sea en escaso porcentaje”. La verdad, es que no
existe gran precisión en esta caracterización y más aún cuando
se afirma que “no es posible definir la vajilla de este horizonte
en la cueva de Nerja”. En cierta forma justificada por los autores, cuando indican que es difícil rastrear los materiales de los
poblados al aire libre con los de estos horizontes en las cuevas,
cuestión obvia sobre la que no insistiremos.
En estas especulaciones se comprueba la insistencia sublimada de intentar adecuar registros cerámicos a la existencia en
esta cueva de una fechación de posible Ovis aries por encima
del 5500 BC., en nuestra opinión sin viabilidad alguna. Lo cual
se significa cuando por parte de los autores se indica “que entre el 5600 y el 5300 cal BC la cerámica ya se caracteriza por:
una notable presencia porcentual de la técnica de la incisión,
utilización de colorante rojo en tratamientos a la almagra y en
el relleno de las decoraciones, de técnicas aplicadas (cordones),
asas pitorro, decoraciones pivotantes con concha no dentada,
ausencia de impresiones de punto y raya con arrastre y escasa
presencia testimonial de impresiones cardiales. Variables que
ofrecen escasa afinidad con los conjuntos impresos del Neolítico antiguo arcaico o cardial inicial del sur de Francia y Península Ibérica” (García Borja et al., 2010).
Al respecto nos preguntaríamos ¿en qué se diferencian o
se asemejan las ambiguas caracterizaciones expuestas para lo
arcaico europeo, el Barranquet y Mas d’Is y los registros de
Nerja, entre el 5600/5300 BC? Cuando todas las decoraciones
cerámicas de este horizonte considerado como “arcaico” grosso
modo serían similares a las estudiadas en la gran mayoría de los
conjuntos cerámicos de gran parte de los yacimientos andaluces
que consideramos Neolítico Epicardial. Aunque, efectivamente,
quizás es posible que esta denominación no se adecue estrictamente a la realidad, pues presupondría en Andalucía un fuerte
horizonte cardial anterior, cuestión que cada vez consideramos
más dudosa. Terminología que hemos paliado, cuando en trabajos anteriores siempre hemos considerado un Neolítico Antiguo
sensu stricto, que igualmente podría denominarse Arcaico, anterior al 5500 BC. Aunque el problema no reside en el tipo de
terminología empleada, sino en definir de forma concreta los
registros que lo configuran y esto en la actualidad es difícil de
precisar, por la inexistencia de verdaderas secuencias al aire libre. De igual forma que ponerse un tope del 5600 BC para las
primeras manifestaciones neolíticas en Andalucía, pues dados
sus amplios y variados registros cerámicos, ya posiblemente en
esta fecha, podría esperarse para ellos unos orígenes que consideramos más antiguos. Especialmente por su dispersión, complejidad y ocupación de los muy diferenciados nichos ecológicos que comprende el territorio andaluz.
4. ¿ÁREAS CULTURALES EN EL NEOLÍTICO
ANTIGUO? CULTURA DE LAS CERÁMICAS
IMPRESAS VS. CULTURA DE LAS CUEVAS
Tradicionalmente el problema de las cronologías neolíticas se
ha paliado con comparaciones y paralelos entre los conjuntos
cerámicos procedentes de las cuevas ubicadas en diferentes
ámbitos próximos o lejanos, lo que en cierta forma posibilitaba
algún tipo de cronología relativa. Ello establecía una “red cro168
nológica” entre los diferentes conjuntos materiales procedentes
de las variadas y diversificadas cavidades kársticas de Andalucía. De igual forma, las dataciones absolutas obtenidas procedentes de estas cuevas, como hemos indicado en múltiples
ocasiones (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014; Carrasco et al.,
2014), sólo afectan a la temporalidad de la muestra obtenida. A
no ser que se obtuviesen de conjuntos óseos perfectamente aislados en relación con los materiales artefactuales, o que éstos, a
su vez, formasen parte de un horizonte cultural medianamente
definido en el tiempo. En este último aspecto, obtendríamos
sólo ciertas temporalidades globales y no específicas de los
conjuntos funerarios estudiados, lo que en nuestra opinión ya
constituiría un éxito. Más aún, cuando comprobamos que desde
sus primeros momentos las investigaciones efectuadas sobre el
poblamiento neolítico en todo el sur peninsular, mayoritariamente se han realizado sobre la peculiaridad de estos contextos,
confundidos por comparaciones estilísticas o similares, de difícil cuantificación temporal. En este aspecto, somos conscientes
de la gran dificultad que ofrecen para su datación los registros
procedentes de cavidades funerarias, especialmente de aquellas
que intensamente fueron utilizadas en el tiempo. Por lo que es
compleja su secuenciación o atribuirles cronologías específicas
exclusivamente por tipologías, ya que de éstas no se conocen
orígenes ni pervivencias en el tiempo. Problema que se comprueba, especialmente, cuando se investigan y catalogan los
registros funerarios de cuevas del VI y V milenio BC.
Asimismo, las dataciones que recientemente se están aportando para fechar de forma novedosa algún tipo de cereal doméstico
o similar por debajo del 5500 BC no son relevantes en la actualidad para situar orígenes, pues se asume que a partir de esta cronología la mayor parte del territorio andaluz debió estar ocupado
por comunidades estables, ampliamente neolítizadas que implicaron también rituales de inhumación. La consolidación de estas
comunidades en el paisaje, asociadas a núcleos diversificados de
población con similares registros funerarios en tiempo y espacio,
muestran estabilidad y profundidad de poblamiento a la par que
una amplia antropización relacionada con los recursos a explotar
en áreas y nichos ecológicos diversificados.
A continuación vamos a puntualizar los conjuntos cerámicos
recientemente sistematizados de la Cueva de Nerja, dada la importancia que se le atribuye como centro o “foco neolitizador”
hacia otras áreas andaluzas. Está fuera de duda la importancia
de ciertas cuevas en orden a la búsqueda de una posible secuencia del Epipaleolítico/Neolítico. Especialmente en aquella en las
que de una u otra forma se han detectado registros arqueológicos
pleistocenos y holocenos, siendo el caso, entre otras, de Nerja
y Hoyo de la Mina en la costa oriental malagueña, Carigüela y
Malalmuerzo en el sector granadino de las Sierras Subbéticas,
de igual forma que Dehesilla en las Serranías de Cádiz. Sin embargo, es difícil a partir de ellas comprender la neolitización de
áreas andaluzas menos conocidas. En este aspecto, solamente
podríamos indicar que la relevancia de Nerja, en relación con
otras mencionadas o no, es el gran número de dataciones absolutas obtenidas de ella. No sólo las de vida corta sino las obtenidas de carbones o con un margen superior a los cien años, que
siempre hemos valorado. Es el caso de las dataciones de vida
corta que en la actualidad se obtienen de otros yacimientos en
cuevas como Murciélagos de Zuheros, donde se puede asumir
que son similares a las “incorrectas” de vida larga conocidas con
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
anterioridad. Valoraciones que no han podido realizarse o no ha
interesado también en otras cuevas como pueden ser, al margen
de las descritas, Cueva de las Majolicas, Ventanas, Prado Negro,
Parralejo, Cueva Chica, entre otras. Así, podemos indicar que
las dataciones de Carigüela se desestiman porque se han realizado sobre caballo salvaje y pólenes. De La Dehesilla y Parralejo, ya que se obtuvieron sobre carbones, algunas con márgenes
superiores a cien años y, básicamente, porque presentaban altas
cronologías, inaceptables para la investigación imperante. Del
resto de enclaves mencionados con registros si no más antiguos,
al menos similares a los que se han denominado “arcaicos” en
Nerja no tienen ningún tipo de datación absoluta.
Todo ello ha llevado a concluir que las dataciones consideradas “correctas” de vida corta sobre restos de especies domésticas, situadas por debajo del 5500 BC, son las únicas estimadas
en orden a los inicios neolíticos en Andalucía. En realidad sólo
fechan algún grano de cereal o de huesos de animales domésticos, no asociados a registros materiales, con valor en sí mismas
y cronologías asumibles para muchos de los conjuntos materiales conocidos de la mayoría de los enclaves neolíticos andaluces, considerados por su tipología no de los más antiguos, con
un sólo apoyo secuencial en la estratigrafía de las Peñas de los
Gitanos de Montefrío.
Considerándose algunos de los registros originales del horizonte arcaico de Nerja y las conclusiones que se han obtenido de
ellos, comprobamos la escasa aplicación que en la actualidad o en
un futuro próximo pudiesen tener en territorio andaluz. Conclusiones, en todo caso, obtenidas de supuestos no contrastados, a
veces haciéndose alusión a la tesis de M.S. Navarrete para sopesar la incidencia del cardial en Andalucía, sin considerar el año de
su publicación. Otras ofrece la impresión que se ha computado y
comparado con otros enclaves andaluces, que en nuestra opinión,
no se deben conocer pues algunos son inéditos, en otros son confundidos con otras formas de impresión y, en último caso, otros
proceden de asentamientos al aire libre, bien de superficie o de los
eximios sondeos de difícil cuantificación. A partir de estos datos
se llega a la conclusión que en territorio granadino se concentra el
90% de los vasos con impresión cardial en Andalucía. Cuestión
de difícil y dudosa contrastación en la actualidad, diríamos más
relacionada con fortuitas coyunturas que con la propia realidad
arqueológica. Supuesto aún más irreal, cuando se vuelve a insistir, consideramos en base a bibliografía antigua, que la muestra
cardial en Carigüela constituye una simple extensión del levantino y a partir de ella, una posterior dispersión al resto de Andalucía, sobre lo que hablaremos más adelante.
Se ha indicado que entre el 5400 y el 5100 cal BC coexisten
en Andalucía diferentes tradiciones alfareras: una que presenta
un elevado porcentaje de cerámicas impresas cardiales, otra que
incorpora entre sus técnicas decorativas las impresiones en boquique y finalmente las que presentan cerámicas con decoraciones
impresas utilizando multitud de instrumentos, con escasa muestra
cardial y uso frecuente de la almagra considerada como tradición
cerámica impresa-almagra que los autores (García Borja et al.,
2010) hacen “equiparable a la Cultura de las Cuevas”, lo que requiere algún tipo de comentario adicional. Es evidente que entre
la cronología comentada, no solamente existen este tipo de decoraciones cerámicas, sino otras muchas más, como por ejemplo
las esgrafiadas, peinadas, reticuladas, plásticas, excisas, acanaladas… De igual forma, las impresas cardiales no presentan en
ningún caso porcentajes altos ni componen una tradición unitaria,
pues siempre están asociadas a otros tipos de impresiones consideradas antiguas. Todas ellas situadas entre el 5500/4900 BC,
apenas sobrepasan un 10% del cómputo general. Una revisión
más técnica de las decoraciones cardiales en Carigüela, Ventanas, Montefrío, entre otras estaciones, es posible que no alcance
este porcentaje, que no es elevado en relación con otros tipos de
impresas. Seguramente, si se conociesen en profundidad los registros de La Esperilla y Morrón de Lebrija en la Baja Andalucía,
incluso los ofrecerían mayores que en los yacimientos granadinos. Asimismo, no existen dataciones absolutas para los cardiales
de estos asentamientos. ¿Por qué debemos considerar las cerámicas cardiales de Dehesilla, El Retamar, Nerja, etc., incluso las de
Carigüela, como posteriores a las procedentes del área levantina?
Más aún, es posible pensar que la abundancia cuantitativa de lo
cardial en aquella región representaría su flourit, más que considerarlo como los inicios de él en la Península. De todas formas,
con el registro actual, el cardial andaluz debe mejor relacionarse con el mundo de las impresas antiguas que con un horizonte “puro” aportado de no sabemos dónde, si europeo o africano,
como modelo de colonización pionera marítima (Zilhão, 1997,
2001; Bernabeu Aubán, 1996, 2002) o incluso autóctono. No
obstante, podemos indicar que es propio del sexto milenio BC,
posiblemente con orígenes y desarrollos en su primera mitad y
pervivencias más o menos destacadas a partir del 5500 BC.
La segunda separación cultural distinguida a partir de la tradición alfarera ha sido relacionada con la aparición de la impresión por boquique o “punto y raya”. Este tratamiento decorativo
ha sido revalorizado en los últimos años para definir cronológicamente horizontes neolíticos antiguos, incluso más antiguos
que los así considerados tradicionalmente para otros tipos de
impresas antiguas, incluso cardiales (Alday, 2009). Al respecto,
no consideramos de especial importancia este tipo de impresión
en relación con el gran grupo de las impresas, ni que tenga un
contenido cronológico preciso. De hecho aparecen en los conjuntos de las cuevas andaluzas como procedentes de múltiples
hallazgos. Solamente existen datos fiables de ellas, por estratigrafía y cronologías absolutas, en el poblado de Los Castillejos
de Montefrio. Comprobándose que se fechan por debajo del
5400 BC, pero es aproximadamente a partir del 5000 BC cuando tienen mejor representatividad y se consolidan como técnica
relevante de impresión de las decoraciones cerámicas.
Sobre la ambigüedad expresada para definir la tercera tradición no se podría precisar nada. Pues señalarse impresas desarrolladas con multitud de instrumentos, con pequeños porcentajes
de cardial, uso frecuente de almagras, etc., consideradas como
tradición cerámica impresa-almagra “equiparable a la Cultura
de las Cuevas” no deja de ser un galimatías, propio de lo que
representan los contextos funerarios de cuevas, propiciado por
la inexistencia de secuencias de asentamientos estables en ellas
y la tradicional y condicionada lectura sesgada de la que han
sido objeto. De aquí muchos de los equívocos y contradicciones
de sus registros arqueológicos dando lugar, sorprendentemente
en algunos casos, a revaloraciones como el propio concepto de
“Cultura de las Cuevas”, sobre el que de nuevo no insistiremos,
pues como ya en múltiples ocasiones se ha expuesto, en la actualidad no le comprobamos contenido alguno. A no ser que se
sobreentienda como un status ritualizado propio de las primeras
sociedades neolíticas.
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
Pero el problema expuesto de estas tradiciones cerámicas,
agrupadas de manera normativa como grupos culturales, es que
todas responden a un mismo supuesto y, en general, con mayor
o menor cronología aparecen en los diferentes yacimientos. La
cuestión de base está en aislarlos contextualmente, a ser posible
con un buen sustento estratigráfico y asociarlos a dataciones absolutas y no al contrario, como en la actualidad se realiza para
estos registros, construyendo un armazón cronológico y a continuación sustentarlo con conjuntos arqueológicos. De aquí, las
controversias tipológicas/cronológicas y la escasa o mala definición, que no pormenorizaremos, de las supuestas tradiciones
cerámicas en el Neolítico Andaluz.
Insistiendo sobre lo cardial, parece ser que ya no constituye
o no forma parte del horizonte cerámico más antiguo constatado
en Andalucía, cuestión no bien argumentada en base al registro
arqueológico actual de la Cueva de Nerja, pero sí utilizada para
incidir en la importancia de esta cueva como inicial foco neolitizador de una extensa zona de la geografía andaluza. Este modelo propuesto, insistimos, no tiene en la actualidad bases reales
en que sustentarse. Simplificando y de forma global, se centra
en la aparición en la “secuencia” de Nerja de unos registros cerámicos antiguos, llegados de no sabemos dónde. Supuestamente más antiguos que los propios cardiales, aunque una pequeña
muestra de ellos también se incluyen en este horizonte antiguo
“pre cardial”. Sin embargo, este momento antiguo también se
comprueba, no sabemos cómo, en los niveles más antiguos de
Carigüela asociados a cerámicas cardiales, considerándose este
horizonte posterior al inicial de Cueva de Nerja. El componente
cardial de esta cueva, a su vez propuesto como llegado desde la
región levantina, se expandiría más tarde a Nerja y costa malagueña superponiéndose a un supuesto horizonte cerámico más
antiguo. Todo este modelo tiene las siguientes debilidades. En
primer lugar ni están bien caracterizadas estas supuestas cerámicas antiguas de Nerja, ni están bien contextualizadas, ni en
último lugar incluso los investigadores dudan de su existencia
(García Borja et al., 2010; Aura et al., 2013). En otro sentido,
extraerse conclusiones sobre su existencia o no en los estratos
XV y XVI de Carigüela y de su posible asociación a lo cardial,
no deja de ser un hecho presunto.
Asimismo, volviendo sobre la llegada del cardial desde el
Levante a Carigüela y desde aquí hasta Nerja no se justifica en
el registro actual de sus apariciones. En la actualidad siguen
sin constatarse en el territorio que puede separar Sierra Harana, en donde se ubica Carigüela, Ventanas, posiblemente Prado
Negro, y el área levantina. En ese amplio espacio geográfico
se han detectado numerosos enclaves neolíticos, tanto en territorios giennenses como granadinos, que pudiésemos catalogar
como antiguos. Algunos con cronologías muy altas como las
proporcionadas por los antiguos niveles neolíticos del abrigo,
no cueva, del Nacimiento de Pontones (Rodríguez, 1979; Asquerino y López, 1881), otros con registros de la segunda mitad
del sexto milenio como son los de Cueva de la Pastora (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014) en las Sierras de Caniles, de igual
forma que Cueva Morenes (Sánchez et al., 1996), etc., en estos
mismos ámbitos serranos, no han proporcionado decoraciones
cardiales. Es decir el posible itinerario Levante/Sierra Harana
para justificar la llegada del cardial a Carigüela no se comprueba. Igualmente, no consideramos que ni por tipología de los
vasos, tecnología cerámica sensu stricto, incluso cronología,
170
exista una estrecha vinculación, incluso relación nítida entre el
cardial levantino y el granadino de Carigüela. En este modelo,
el siguiente paso sería una expansión del cardial hacia la costa
malagueña en donde ya estarían asentadas poblaciones neolíticas más arcaicas. Ejemplificándose o justificándose por este
motivo, según estos investigadores (García Borja et al., 2010;
Aura et al., 2013), su presencia en cuevas como Nerja, Cueva
de las Goteras de Mollina y Complejo del Humo 6 en Cala del
Moral (Málaga). Cuestión no comprobada y consideramos, alejada de la realidad, pues el posible itinerario desde Carigüela
hasta Nerja, precisamente tampoco lo atestigua. En teoría la
multitud de enclaves neolíticos que pudiésemos considerar antiguos, conocidos o inéditos, que jalonan esta posible vía hacia
la costa malagueña, no presentan precisamente una excesiva
muestra cardial. Diríamos que escasa o nula, en la actualidad
bien contabilizada como es un fragmento con motivos simbólicos procedente de una de las múltiples simas u oquedades que
jalonan las Sierras de Alhama/Loja como es Sima del Conejo
(Carrasco et al., 2010a, 2014), sin parangón entre los registros
conocidos de las cuevas de Sierra Harana, ni ninguna otra en
Andalucía. Este itinerario hacia la costa malagueña tampoco ha
proporcionado por este sector muestra cardial. Por el granadino, antes de llegar a Nerja, se han localizado otras cuevas, en
los escarpes interiores de las sierras locales que conforman la
Cordillera Bética volcada hacia el mar. Muy referenciadas en
bibliografía, que tampoco han proporcionado muestra cardial,
como son de oeste a este, Sima de los Intentos (Navarrete et al.,
1986) en Gualchos, Campanas (Mengíbar et al., 1983; Carrasco
et al., 2011a) en Lobres, Murciélagos (Góngora, 1868; Carrasco y Pachón, 2009) en Albuñol, exceptuándose de este clásico grupo de la costa granadina Cueva del Capitán (Navarrete,
1976), que en pequeña escala sí ha proporcionado cardiales,
pero muy diferenciadas de las constatadas en Carigüela. Cueva de Nerja, a unos treinta o cuarenta kilómetros en dirección
oeste, siguiendo la línea costera, aparece como un enclave aislado, no sólo respecto a las cuevas granadinas, sino con respecto a las otras cavidades malagueñas en donde se ha señalado
cardial, localizadas a similar distancia de las granadinas pero
por su sector oeste, como son Cueva del Higuerón en Rincón
de la Victoria y por contrastar Complejo del Humo 6 en Cala
el Moral. Respecto a los indicios de cardial en estas cuevas y
su relación con Carigüela, no lo consideramos muy apropiado
pues la impresión por natis de posible cardium no está presente
en ella, sí en Malalmuerzo en Moclín y el grueso del material
cerámico que lo acompaña, claramente funerario, tendría una
mejor relación con los registros documentados en el grupo de
Alhama/Loja, especialmente con los procedentes de la Sima
LJ11 (Carrasco et al., 2014). En relación con el registro cerámico considerado cardial del Complejo del Humo 6, debería
ser objeto de una revisión para caracterizarlo correctamente,
de igual manera que el resto de sus conjuntos de sumo interés
y claro matiz funerario, sin secuenciación estratigráfica y gran
cantidad de inhumaciones. En resumen Cueva de Nerja y las
dos oquedades señaladas del grupo Cala del Moral/Rincón de
la Victoria, serían los únicos enclaves que han proporcionado
cerámicas cardiales en todos los sectores costeros malagueños,
desde Nerja hasta la provincia de Cádiz. Con características tipológicas poco homogéneas entre ellas de igual forma que las
procedentes de Carigüela.
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Más extraño aún, es que se relacione Cueva de las Goteras
de Mollina con el grupo costero malagueño, supuestamente influenciado por el cardial de Carigüela. Enclave muy alejado no
sólo de la cueva granadina sino de las propias malagueñas, que
junto con Cueva del Toro de Antequera (Martin et al., 2004), el
fragmento localizado en Acinipo (Ronda) (inédito) y el de Cueva del Charcón de Alozaina (Jiménez y Conejo, 2006), constituyen los únicos datos conocidos sobre cardial en todo el extenso
interior de la Provincia de Málaga.
El panorama se ha incrementado en los últimos tiempos con
la aparición de muestras cardiales en la Baja Andalucía, cuya
“afiliación” o distancia con Carigüela es más lejana. Estas nuevas evidencias, no conocidas o interpretadas ofrecen nuevas
perspectivas para el estudio de su dispersión en el sur Peninsular. Recordemos que la cuestión del cardial en Andalucía se
creía resuelto a partir de un modelo explicativo escasamente
contrastado, en el que se admitían dos tradiciones cerámicas
que se corresponderían con dos ámbitos geográficos, diríamos
que ficticios, a ambos lados de una línea imaginaria que iría
desde Cueva de Nerja hasta Cueva de los Murciélagos de Zuheros (fig. 1) (ver Carrasco et al., 2011c: 6-7). Una centrada en
su parte Oriental o Alta Andalucía influenciada por el cardial de
Carigüela de procedencia levantina y otra centrada en lo que se
denominó parte occidental o Baja Andalucía, caracterizada por
la presencia en sus conjuntos cerámicos de abundantes decoraciones a la almagra junto a impresas no cardiales y otras muestras no bien especificadas. Adecuándose convenientemente ad
usum privatum a estos dos ámbitos geográficos los registros
cerámicos conocidos o manipulados de la época. Por ejemplo,
obviándose o catalogándose como “cardialoides” las escasas
muestras cardiales registradas en la supuesta Baja Andalucía
frente a la sobrevaloración de las mal descritas o peor computadas en Carigüela. En la actualidad, al margen de estas forzadas
divisiones territoriales, se comprueba lo artificial de este modelo y su escasa contrastación, que en cierta forma ha rarificado la
comprensión del cardial en Andalucía. Sobre ello efectuaremos
alguna observación y cómputo actualizado de su distribución.
Por su parte norte, Andalucía está limitada por Sierra Morena,
que se iniciaría por el este en el sector giennense prolongándose
hacia el oeste por tierras de Córdoba y zona norte de Sevilla, sierras también participadas por ámbitos meseteños y extremeños.
En este amplio territorio, salvo excepciones en el sector cordobés
y sevillano, no se ha documentado una mediana ocupación neolítica que justifique los numerosos abrigos con arte esquemático
localizado en sus entornos, principalmente giennense, cordobés
y manchego. Por supuesto, en ellas no se han descrito muestras
cerámicas con decoración cardial, aunque sí se han señalado
“cardialoides” en Cueva Chica de Cazalla de la Sierra (Amores,
2009), lo cual nos hace dudar de su no existencia.
Más hacia el sur, estarían las campiñas que delimitan la
cuenca del Guadalquivir. En el sector giennense, sin excesiva
contrastación se han señalado posibles cardiales en Llano de los
Horneros (Baeza), Cueva Prieta (Porcuna), Marroquíes Bajos
(Jaén) y Los Álamos (Fuentes de Andalucía) (Acosta, 1995) en
el sector sevillano.
En su parte meridional estas campiñas están delimitadas por
las escarpadas Cordilleras Subbéticas, que prácticamente se desarrollan en dirección Este/Oeste, desde el Cabo de la Nao en
Alicante hasta tierras gaditanas. Tradicionalmente, las amplias
áreas montañosas, sus pasillos intermedios y las vegas interiores
con abundantes surgencias de agua y pequeños ríos afluentes del
Guadalquivir que configuran estas sierras han sido consideradas
como un eje de progresión del poblamiento neolítico desde el
Levante hacia Andalucía, cuestión en ningún caso contrastada,
con iguales o más posibilidades incluso de reinvertirse esta dirección. Evidentemente, estas cordilleras han proporcionado
gran parte de los abundantísimos conjuntos neolíticos funerarios
de cuevas conocidas o no en la región andaluza. En este aspecto
su potencial arqueológico lo consideramos incuantificable, todo
relacionado con un rico patrimonio de manifestaciones esquemáticas plasmadas en sus oquedades y abrigos, propios de un
relieve calizo. Distinguiéndose núcleos importantes de cuevas
funerarias con ricos ajuares, propios del Neolítico Antiguo en
muchos casos asociados o próximos a manifestaciones esquemáticas, destacando entre ellos los núcleos de la transversal Alcaudete/Jaén y la denominada Subbética cordobesa, no habiéndose documentado en todos ellos ni una sola muestra cardial.
Sin embargo en el Subbético granadino, próximo a los citados
sectores giennenses y cordobeses, sus dos enclaves más importantes, por haber sido objeto de excavación, son el asentamiento
de las Peñas de los Gitanos (Arribas y Molina,1979) en Montefrío y la cueva funeraria de Malalmuerzo en Moclín (Carrasco et
al., 2011c), que en diferente grado, sí los han proporcionado. En
la parte final del sector Subbético granadino, en sus contactos
con los inicios de las Zonas Internas de la denominada Cordilleras Bética que bordean la costa de Granada y la parte oriental
de Málaga, emerge una imponente masa caliza configurada entre las Sierras de Alhama/Loja. Estas montañas están horadadas
por multitud de simas y diaclasas y grietas profundas, algunas
de las cuales han proporcionado ricos conjuntos funerarios del
Neolítico Antiguo, que junto con las cuevas clásicas de Alhama
han configurado uno de los más consistentes núcleos neolíticos
conocidos en territorio granadino. Una de sus simas, la denominada de El Conejo (Carrasco et al., 2010a, 2014), ha proporcionado un único fragmento cardial con motivos simbólicos. Pero,
especialmente tendríamos que mencionar Sierra Harana, en el
interior de la Provincia, en las estribaciones septentrionales de
la prominente Sierra Nevada, rodeada por amplios valles conformados por los afluentes del río Genil y por las altiplanicies
de la depresión de Guadix. Multitud de cuevas con conjuntos
antiguos neolíticos han sido documentadas en estas sierras discontinuas, que por su parte occidental desembocan en la gran
Vega de Granada. En concreto Sierra Harana ha proporcionado registros cerámicos con cardial, especialmente en Carigüela
(Pellicer, 1964; Navarrete, 1976) y posiblemente, a falta de análisis más precisos, Cueva de las Ventanas (Riquelme, 2002) en
Píñar y Cueva del Agua de Prado Negro (Iznalloz) (inédito). En
las estribaciones de la Sierra de la Yedra, paralela y próxima a la
anterior, en el término de Alfacar, Las Majolicas asentamiento
al aire libre y cueva funeraria, también ha proporcionado una
variada muestra cardial (Molina, 1970; Navarrete, 1976). En las
Zonas Internas de la cordillera que bordean la costa granadina,
las excavaciones de la Cueva del Capitán en Lobres, también
proporcionaron algunas cerámicas con este tipo de decoración.
Más hacia el oeste de los territorios granadinos y cordobeses, entraríamos en ámbitos interiores de la provincia de Málaga, documentándose cerámica cardial en Cueva de las Goteras
(Mollina) y Cueva del Toro (Antequera). Todavía más hacia el
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
oeste Cueva del Charcón (Alozaina) por el este y Acinipo al sur
de las anteriores ya en las proximidades al ámbito gaditano y
sevillano, dentro de la vertiente de la cabecera de los ríos que
desembocan en la costa atlántica. A partir de aquí se encuentran
las áreas más meridionales de Andalucía, en donde en los últimos tiempos se han señalado nuevos asentamientos y antiguas
cuevas funerarias con registros cardiales, de gran interés por antigüedad y proximidad a territorios africanos del otro lado del
Estrecho Gibraltar.
En el término de Arcos de la Frontera (Cádiz), en las últimas estribaciones del Penibético, y la Unidad del Campo de
Gibraltar se señalaron cerámicas “cardialoides” procedentes de
Cueva de la Dehesilla y Cueva del Parralejo, en nuestra opinión
cardiales, formando parte de los conjuntos funerarios excavados
en estas oquedades. Junto a ellos aparecen en el asentamiento al aire libre de Cabezo de Hortales (Prado del Rey, Cádiz).
Hacia el Sur de estos enclaves, se detectan yacimientos al aire
libre junto a la costa o en la conformada en la antigüedad por el
Lago Ligustinus de la desembocadura del Guadalquivir que los
han proporcionado, como son: en Cádiz, La Esperilla (Espera)
(Gutiérrez et al., 1996), El Retamar (Puerto Real) (Ramos et al.,
2002a y 2002b) y Bustos (Trebujena) (Lavado, 1990); en Sevilla, Cabezo de Lebrija (Caro et al., 1987 y 1999), ¿Los Pozos?
(Lebrija) (Acosta, 1995); y en Huelva, La Dehesa (Lucena del
Puerto) (Cámalich y Martín, 2013) (fig. 1).
En relación con la distribución de estos enclaves, cuevas
funerarias y asentamientos al aire libre que han proporcionado
muestras cardiales puede efectuarse una serie de observaciones
preliminares, relacionadas con los contextos en que aparecen
este tipo de cerámicas y la supuesta importancia de Carigüela, especialmente para sustentar el tradicional y “nuevo modelo
dual” de las dos tradiciones culturales (áreas culturales) basadas
en las cerámicas. Simplificando, una, básicamente singularizada
por la presencia de cerámica con cardial en la preconfigurada
Alta Andalucía y otra grosso modo caracterizada especialmente
por las cerámicas a la almagra, con impresiones no cardiales y
por otros tipos no bien delimitados.
Anteriormente indicábamos que, por cuestiones muy simples, las observaciones que pudiésemos realizar sobre la aparición del elemento cardial en Andalucía no pueden de ningún
modo ser consideradas definitivas. En primer lugar se trata de
una distribución sesgada e incompleta. Somos conscientes que
Fig. 1. 1.Cueva de la Murcielaguina (Castillo de Locubin); 2. Cueva de la Carigüela (Píñar); 3. Cueva de las Ventanas (Píñar); 4. Cueva
del Agua (Prado Negro); 5. Las Majolicas (Alfacar); 6. Cueva de Malalmuerzo (Moclín); 7. Peña de los Gitanos (Montefrio); 8. Sima del
Conejo (Alhama de Granada); 9. Cueva del Capitán (Lobres); 10. Cerro de las Animas (Vélez Rubio); 1. Cabecicos Negros (Cuevas de
Almanzora); 12. Llano Manzano (Mojacar); 13. Cabezo de las Eras (Cuevas de Almanzora); 14. Mojacar el Viejo (Mojacar); 15. Cueva
de las Goteras (Mollina); 16. Cueva del Toro (Antequera); 17. Acinipo (Ronda); 18. Cueva del Charcón (Alozaina); 19. Cueva de Nerja
(Nerja); 20. Cueva del Higuerón (Rincón de la Victoria); 21. Complejo del Humo 6 (Cala del Moral); 22. Cueva Chica de Santiago
(Cazalla de la Sierra); 23. Los Alamos (Fuentes de Andalucía); 24. Los Pozos (Lebrija); 25. El Cabezo (Lebrija); 26. Cueva de la Dehesilla
(Algar. Arcos de la Frontera); 27. Cueva del Parralejo (San José del Valle. Arcos de la Frontera); 28. Esperilla (Espera); 29. Cabezo de
Hortales (Prado del Rey); 30. Bustos (Trebujena); 31. EL Retamar (Puerto Real) y 32. La Dehesa (Lucena del Puerto).
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
salvo en áreas muy concretas, no existe un verdadero catálogo documental de su presencia. Hecho propiciado por la gran
dificultad que supone localizar este tipo de yacimientos, como
ocurre en las vegas, depresiones y márgenes de los ríos que
básicamente configuran los sistemas montañosos, verdadero
armazón vertebrador de gran parte de Andalucía, en donde se
ha documentado el mayor número de cuevas, conocidas o no
en bibliografía, con registros funerarios que en teoría estarían
asociados a sus correspondientes asentamientos al aire libre.
En segundo lugar, porque consideramos que muchas cerámicas que se han descrito con decoración de cardium, de igual
forma que otras que no lo han sido, deberían ser mejor contrastadas, a ser posible con métodos y medios más determinantes
recurriendo a los referentes experimentales y la documentación mediante microscopía binocular de dichos estigmas de
impresión. Esto, también se debería hacer extensible no sólo
a los registros obtenidos en prospecciones superficiales sino a
los procedentes de las escasas secuencias obtenidas en excavaciones. Pues son demasiadas dudas las que se observan en sus
diagnósticos finales que pueden alterar las actuales visiones
que se tienen sobre ellas, especialmente para una mejor comprensión de su real distribución por el territorio andaluz. En
tercer lugar, hemos de destacar que en la actualidad no se puede cuantificar el potencial real de lo cardial en el sur peninsular, pues la mayoría de sus hallazgos se debe a prospecciones
superficiales y excavaciones de urgencia o limpieza. De poblados al aire libre con excavaciones arqueológicas, las únicas
secuencias neolíticas con cardial sólo se han obtenido en Las
Peña de los Gitanos (Montefrío, Granada), Cabezo de Lebrija
(Lebrija, Sevilla), y con menor secuencia Cabecicos Negros
(Cuevas de Almanzora, Almería), posiblemente La Dehesa
(Lucena del Puerto, Huelva), El Retamar (Puerto Real, Cádiz),
pudiéndose añadir los procedentes de las antiguas excavaciones de los hermanos Siret en la cuenca del Almanzora como
Llano Manzano, Cabezo del Eral, Mojacar el Viejo y Cerro de
las Ánimas (Vélez Rubio) ya en el norte de la provincia almeriense procedente de las excavaciones de Federico de Motos.
Algunos de estos enclaves con investigaciones actualizadas.
En cuevas con actuaciones de excavación Carigüela (Píñar,
Granada), Las Majolicas (Alfacar, Granada), ¿Cueva de las
Ventanas? (Píñar, Granada), Cueva de Malalmuerzo (Moclín,
Granada), Cueva de Nerja (Nerja, Málaga), ¿Complejo del
Humo 6? (Cala del Moral, Málaga), Cueva del Toro (Antequera, Málaga), Dehesilla y Parralejo (Arcos de la Frontera,
Cádiz) y Cueva Chica (Cazalla de la Sierra, Sevilla), y otros
producto de prospecciones como Cueva de la Murcielaguina
(Castillo de Locubin, Jaén), El Charcón (Alozaina, Málaga).
El resto de los hallazgos, considerados de superficie, de
igual forma que los secuenciados de cuevas, pueden, en nuestra
opinión, tener un similar tratamiento estadístico, cronológico
y posiblemente de contextualización, como se ha realizado en
cueva de Nerja y otras igualmente significativas. En resumen,
escasos datos en este aspecto, para extraerse conclusiones de
validez sociocultural y menos aún sopesar un mayor impacto
del cardial en la Alta Andalucía en detrimento de la Baja Andalucía. Solamente una vista rápida sobre el boceto de distribución de esta muestra cerámica para comprobarse dicha afirmación (fig. 1). La línea imaginaria trazada entre Cueva de Nerja
y Cueva de los Murciélagos en Zuheros en los años ochenta
por parte de M. Pellicer y P. Acosta para separar durante el
Neolítico andaluz estos dos ámbitos territoriales y culturales,
en la actualidad no tiene sentido alguno. Aunque, consideramos de igual forma que este modelo desde un primer momento
tuvo poca contrastación, pues se obviaban o resaltaban ciertos
tipos cerámicos, según conveniencias o desconocimiento, para
su posterior y mejor justificación. ¿Sobre qué registros cerámicos contrastados se basaba el modelo propuesto? En aquellos
momentos, en la teórica Alta Andalucía sólo se conocían los
sobrevalorados de Carigüela y posteriormente de Majolicas,
el mal definido vaso de Cacín, algún vaso aislado en el Cerro
de las Ánimas de Vélez Rubio (Almería) y los fragmentos de
Cueva del Capitán (Lobres, Granada), no considerados estrictamente cardiales por parte de M. Pellicer. Estos escasos datos
fueron suficientes para considerar esta área geográfica como
subsidiaria, para este tipo de cerámicas, del área levantina y,
por consiguiente, caracterizada y diferenciada de la Baja Andalucía, por su mayor y casi exclusiva presencia cardial. Lo
cual contrastaba, pues ya en los mismos momentos en que se
emitió el modelo propuesto, esta área baja andaluza presentaba iguales o mejores argumentos para la comprensión del
cardial en Andalucía como podían ser La Dehesilla, Parralejo,
Cueva Chica, Cueva de Nerja, Cueva del Higuerón, Cueva de
las Goteras. Sin embargo las tradiciones cerámicas aquí se caracterizaron, incomprensiblemente, por impresas no cardiales,
almagras, lisas y otras, a su vez obviándose las cardiales bajo
el seudónimo de “cardialoides”, es decir sí pero no. Lo cual ha
tenido una cierta trascendencia en trabajos posteriores.
En la actualidad, si revisamos el mapa de dispersión de lo
cardial en Andalucía (fig. 1), comprobamos su distribución zonal de yacimientos. La Alta Andalucía ofrece un cómputo de
hallazgos menor que la Baja Andalucía. En esta última con localizaciones y agrupaciones de gran interés, con escasas o nulas
conexiones con Carigüela y sí con otros ámbitos geográficos
cercanos, en la actualidad no bien conocidos.
En el estado actual de las interpretaciones sobre los inicios
del Neolítico andaluz, cualquier modelo que se acerque a este
tema es siempre válido, pero expresaríamos que al menos se
sustentase en argumentos mínimamente contrastados y este no
es el caso que nos ocupa. Sobre la presencia de una fase previa
a lo cardial en Nerja, que formaría parte del horizonte neolítico
más arcaico de esta cueva, al margen de nuestras dudas sobre su
definición, no existen otro tipo de argumentos en esta ocasión
para sustentarla en Andalucía ni, fuera de ella, en otros ámbitos peninsulares. Hemos señalado en Andalucía de forma más o
menos precisada el cardial al menos en una treintena de enclaves, entre cuevas y asentamientos. No es que taxativamente no
aceptemos una fase precardial para los inicios del neolítico andaluz, pues en múltiples trabajos ya citados, alguno de nosotros
hemos expresado la posible presencia de una fase antigua con
o sin cardial, en nuestra opinión, muy posiblemente por encima
del 5500 BC. Apreciación siempre determinada por la secuencia estratigráfica, al margen de otras cuestiones, obtenida en el
poblado de Los Castillejos de Montefrío por proporcionar la
más completa y mejor documentada secuencia cronocultural de
un asentamiento neolítico. Se podrían señalar otras, como por
ejemplo el Cabezo de Lebrija, con secuencia más corta, de igual
forma que el Abrigo del Nacimiento, ocupación al aire libre,
bajo una gran cornisa, pero sin cardial, o Cerro Virtud de más
173
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
escasa estratigrafía, iniciada a principios de un Neolítico Medio.
Los Castillejos prueba la dificultad de desligar el elemento cardial de otros tipos de decoraciones antiguas, llámense impresas,
incisas, almagras antiguas o de otro tipo.
De igual forma presentar tipos decorativos, porcentajes de
sus apariciones, entre otros, sin tenerse en cuenta, ya desde un
principio de donde se extrajeron, no deja de ser un ejercicio
descriptivo. Sin embargo elevarlos a la categoría de interpretación social e identitaria plantea problemas. Hay que recordar
cómo las definiciones estratigráficas elaboradas sobre las intervenciones arqueológicas en cuevas, para los momentos de la
Prehistoria Reciente, han sufrido continuadas rectificaciones
y reelaboraciones con el avance de la investigación sobre los
asentamientos al aire libre, donde se expresaba con mayor exactitud, en vida corta, la realidad sociocultural de la formación
de sus fases. En este aspecto, consideramos que la no asunción
de la existencia real de una dicotomía entre “cuevas funerarias/
asentamientos al aire libre”, por parte de investigadores muy
apegados a ciertas tradiciones, como ha sido la existencia en
Andalucía de un “Neolítico de Cuevas con Cerámica Decorada”, no ayuda a la comprensión de muchos de los problemas
que, en general, afectan a los inicios de su Neolítico. Especialmente si se sigue insistiendo en secuenciarlo a partir de los
conjuntos extraídos de sus cuevas, pues de ellos solo se pueden
extraer conclusiones generales sobre tipos, decoraciones, modas
regionales, posibles “áreas-estilo”, porcentajes de apariciones,
etc., y obtenerse dataciones absolutas de ciertas muestras de tipo
orgánico, pero con valor en sí mismas, no para fechar conjuntos
cerrados o posibles niveles domésticos sin contrastar. Aún menos para obtenerse “cronologías concretas” de cincuenta, cien
años o incluso doscientos años entre ellos, como se ha intentado
efectuar con el modelo propuesto para Cueva de Nerja. En un
cómputo general, comprobamos que prácticamente todos los
tipos cerámicos y decoraciones que pudiésemos asociar o relacionar con las primeras fases del Neolítico en Andalucía, como
pueden entre otras ser: cardiales, impresas antiguas a peine, almagras, incisas, pivotantes, etc., se distribuyen y repiten con
mayor o menor insistencia en todos sus ámbitos geográficos.
Exceptuándose de esta globalidad algunas muestras cerámicas
con decoraciones no muy frecuentes como son las denominadas
“esgrafiadas”, “reticuladas” y “excisas”, en la actualidad sólo
documentadas en ámbitos granadinos.
Al hilo de estas breves reflexiones, se comprueba cómo en
la investigación andaluza aún en la actualidad se sigue intentado
diferenciar dos ámbitos durante el Neolítico Antiguo, en sí no
tanto por los registros cerámicos documentados en ellos, sino
especialmente por sus dos tipos de ocupaciones diferenciadas:
al “aire libre” y en “cuevas”, también relacionadas, con ámbitos concretos de la Baja y Alta Andalucía. En una investigación
reciente (Ceballos y Escacena, 2009) se han avanzado una serie
de consideraciones al respecto. A partir de la distribución del
elemento cardial (fig. 1) no se puede en la actualidad seguir considerando dos ficticios ámbitos territoriales. Aunque los datos
que aportamos no dejan de ser simples, justificados por una manifiesta falta de investigación, es evidente que la Baja Andalucía
presenta un mayor número de enclaves con cardial. También
es obvio, más en la Alta que en la Baja, que sus apariciones
o mayores porcentajes están más relacionados con trabajos de
excavación que con hallazgos aislados superficiales. Aunque en
174
la Baja, donde éstas se han efectuado, también las han proporcionado con más intensidad. Por lo que se puede concluir, que
la aparición o no del cardial y su conocimiento en Andalucía,
en buena medida ha estado condicionado por el mayor o menor
grado de intervenciones arqueológicas realizadas.
En segundo lugar, sus apariciones en cuevas y al aire libre,
está marcado exclusivamente por el diversificado biotopo del amplio territorio andaluz en que se distribuye, aunque existen zonas,
como es la costa occidental de Málaga, desde Torremolinos a Estepona, con poblamiento antiguo que no lo han proporcionado,
cuando al Este y al Oeste, sí se ha documentado, generalmente en
cuevas. En este aspecto, la presencia o no de afloramientos calcáreos, con sus correspondientes y variadas oquedades, marcan el
tipo de sepulturas o necrópolis utilizadas, si en “cueva” o al “aire
libre”, por las primeras poblaciones neolíticas.
Recientemente se ha sugerido algún tipo de modelo, no muy
concretado, para justificar el uso de las cuevas, no así de los segundos (Ceballos y Escacena, 2009). Se indica para ellas un uso
como asentamiento en el interior de las tierras altas andaluzas
con fuerte incidencia del cardial y el asentamiento al aire libre
en las zonas bajas, indicándose en un primer momento también
diferencias por sus registros arqueológicos. Aunque posteriormente, se argumenta que en cualquier caso el repertorio material
obtenido en los enclaves de la banda atlántica son similares a
los del interior, sugiriéndose la existencia, solo para todos estos
ámbitos, de un único horizonte cultural con influencias, no concretadas, llegadas por mar o por caminos costeros. Fundamentalmente materializadas por la alfarería de tradición cardial que
no llegó arraigar de forma importante en la Banda Atlántica. Por
otra parte, se hace hincapié en la mayor carga decorativa, mejor
conservación y mayor cantidad y documentación de los registros procedentes de las cuevas localizadas en Sierra Morena y
Sierras Subbéticas que en los enclaves al aire libre. Justificado
o bien por la mayor incidencia que tradicionalmente ha tenido
la investigación sobre las cuevas y por tanto un mayor conocimiento de sus registros o bien, porque en ellas estos se han
preservado mejor, haciéndose en este aspecto, una comparativa
entre los procedentes de El Retamar y La Dehesilla. Modelos
y opiniones que por nuestra parte, admiten algún sucinto comentario. En relación con la presencia o no del cardial como
definidor de ámbitos regionales, no tiene sentido, pues aparece
con mayor o menor insistencia en todos sus ámbitos. Aunque es
evidente una mayor orografía caliza en la Alta que en la Baja
Andalucía, determinante en la mayor o menor presencia de cuevas. Podemos estar de acuerdo, a tenor de los registros materiales actualmente conocidos, que puede existir para los inicios del
Neolítico andaluz, un horizonte más o menos homogéneo, globalmente bien representado en todos sus ámbitos. En algún caso
con ciertos matices diferenciadores que en nuestra opinión, no
dejarían de ser coyunturales, como podrían ser la mayor o menor presencia de ciertos tipos decorativos, especial tratamiento
de alguna superficie o pasta cerámica, etc.
Pero, aceptada grosso modo esta posible homogeneidad entre los registros procedentes de cuevas y asentamientos en la
Baja y Alta Andalucía, sin embargo, comprobamos cómo esta
cuestión se rarifica cuando por parte de los autores (Gavilán y
Escacena, 2009) se intenta establecer diferencias internas entre
ellos, especialmente por sus registros cerámicos. Y no por estrictas consideraciones tipológicas o de otro tipo, sino especial-
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
mente diríamos que de visualización. Es decir, por el grado de
conservación y carga decorativa que presentan, según procedencia de uno u otro ámbito, o por el mayor grado de conocimiento
que se tiene de los documentados en cuevas. Cuestión, con la
que no podemos estar de acuerdo, pues existe un trasfondo más
lógico y profundo que lo justifica. Concretando, las cuevas y los
asentamientos al aire libre pueden documentar producciones cerámicas con ciertas similitudes tipológicas, pero también existen
diferencias concretas, con tipos específicos para cada ámbito,
cuestión ya comentada. De igual forma que entre las producciones de unas y otros, a simple vista, se observan diferentes grados
de amortización y conservación. Desde las opciones explicativas de los autores para justificarlas, se da la impresión que la
buena conservación de los registros cerámicos de cuevas ha dependido exclusivamente del especial y homogéneo microclima
existente en ellas. Tipo de consideración que tradicionalmente,
no solamente en este caso, ha supuesto consecuencias negativas
en las investigaciones realizadas sobre el Neolítico andaluz. La
bondad y espectacularidad de los registros cerámicos de cuevas, así como sus excelentes conservaciones sólo se justifica
por su uso no doméstico y sí de representación o para contener las ofrendas, posiblemente alimenticias o de ritualizaciones
post mortem de los inhumados en ellas. Es decir con un uso no
amortizado y rodado como sucede con los procedentes de los
auténticos poblados al aire libre. De igual forma las cerámicas
sepulcrales ofrecen decoraciones más exuberantes y una fácil
reconstrucción posterior, lo que no sucede con las de poblados.
En resumen, en este apartado, ¿se puede seguir aún insistiendo sobre el carácter habitacional de cuevas de difícil acceso,
angostas, sin luz natural, húmedas, a veces grietas, simas, con
inhumaciones y registros cerámicos no utilizados?
De igual forma nos preguntaríamos: ¿dónde se localizan las
inhumaciones de los asentamientos del Neolítico Antiguo señalados en áreas sin afloramientos calcáreos? Sin excesivas dudas,
en el interior de los propios asentamientos, en fosas excavadas
en su subsuelo. Difíciles de detectar en zonas con gran sedimentación y fuertemente antropizadas del interior andaluz, no así en
otras áreas como pueden ser las costeras del Bajo Guadalquivir
o en ambientes áridos almerienses, en donde a veces han quedado al descubierto por la erosión, conteniendo todo tipo de restos
óseos y materiales.
5. SÍNTESIS
En páginas anteriores hemos intentado reflexionar sobre algunas cuestiones relacionadas con ciertos aspectos relativos a la
caracterización del Neolítico Antiguo en Andalucía. Especialmente, esta definición formal, fundamentalmente basada en los
conjuntos cerámicos y el significado de la decoración cardial,
sustenta viejos y nuevos modelos interpretativos. Lo cardial,
dentro de una visión normativa, ha servido para diferenciar en
Andalucía dos grupos o áreas culturales. En este trabajo hemos
reflexionado sobre lo irreal de este “nuevo modelo dual” de lo
cardial. De igual forma, la comprensión del cardial en el sur
de Iberia no debe justificarse como una simple extensión o influencia del área levantina, constituyendo en la actualidad una
cuestión más compleja de difícil solución. Particularmente, y
sin excesiva contrastación, las redes de irradiación de los nuevos modos de vida neolíticos por la vía norteafricana deben ser
analizadas como proceso factible o con mayores posibilidades
para el desarrollo del Neolítico del sur peninsular. Asimismo,
en el estado actual de los conocimientos se comprueba que en
el registro arqueológico es más que hipotético intentar aislar un
horizonte cerámico arcaico con ausencia de cardial. Pues éste
siempre ha aparecido asociado a otras cerámicas impresas o de
otros tipos. De momento no existe una sola cueva sepulcral o
asentamiento en el sur peninsular en donde se pueda constatar
un inicial horizonte de cerámicas antiguas sin estar asociadas a
fragmentos con decoración cardial. No es que no se considere
factible su existencia pero con el registro arqueológico actual
y menos aún en base a los procedentes de cuevas como Nerja,
Carigüela, Dehesilla es imposible su contrastación. Son precisamente estas cavidades en Andalucía, al margen de sus ricos
registros arqueológicos, los que en este aspecto han tenido posibilidades de facilitarlo, aunque en la actualidad las lecturas de
sus posibles “secuencias estratigráficas”, no lo hubiese propiciado. Solamente secuencias estratigráficas extensas próximas a
la primera mitad del VI mileno cal BC, son las que nos pueden
ofrecer datos significativos para aislar horizontes cerámicos antiguos bien contrastados o especies domesticadas antiguas. La
secuencia de Los Castillejos de Montefrío puede ser en la actualidad un ejemplo de esta situación, pues tiene posibilidades
de una mayor profundidad en su estratigrafía y aproximarse a
la cronología propuesta. Pero siempre teniéndose en cuenta que
los registros de cuevas presentan tipos característicos propios de
ambientes con una funcionalidad especial, como fue la funeraria
o ritual, muy diferenciados de los procedentes de asentamientos
domésticos. La escasez de cerámicas impresas con o sin cardial
es comprensible en estos últimos, no así en cuevas, en donde
son algo más frecuentes y mejor conservadas, por su status más
de tipo representativo que utilitario. Intentar justificar estos registros por la presencia de diferentes tipos de comunidades que
coexisten de manera paralela sólo conduciría en la actualidad
a una problemática de difícil solución, además de constituir un
normativismo que equipararía la formalidad de un único elemento material (un tipo de tratamiento decorativo) con el conjunto de la identidad comunitaria. Además, la tecnología lítica
de productos laminares nos está indicando el procedimiento de
talla por presión y calentamiento térmico desde fechas más tempranas a las de otros grupos neolíticos como los de las costas
mediterráneas francesas. Se podría tratar de una difusión tecnológica de sur a norte por la región mediterránea.
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