El valle del Magro como vía de comunicación en época ibérica (siglos VI-I a.C.)
David Quixal Santos
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXIX, Valencia, 2012, p. 187-208
David QUIXAL SANTOS a
El valle del Magro como vía de comunicación
en época ibérica (siglos VI-I a.C.)
RESUMEN: El valle del río Magro / corredor de Hortunas es una subunidad geográfica de la Meseta de Requena-Utiel (Valencia) que tuvo un denso poblamiento durante época ibérica (siglos VI-I a.C.). El estudio arqueológico de los yacimientos, la cultura material recuperada y el análisis del territorio nos permiten demostrar
que fue una importante vía de comunicación entre la costa y el interior. Además, argumentamos que fue una
zona de transición y frontera entre los territorios de las ciudades ibéricas de Kelin (Caudete de las Fuentes) y
La Carència (Torís).
PALABRAS CLAVE: Edad del Hierro, poblamiento ibérico, vías de comunicación, SIG, Meseta de RequenaUtiel.
The Magro river valley as a road link in the Iron Age Iberia (6th-1st centuries B.C.)
ABSTRACT: The Magro river valley / Hortunas corridor is a secondary geographic unity inside the RequenaUtiel plateau (València). In this area there was a dense occupation during the Iron Age (6th-1st centuries B.C.).
The archaeological study of these sites, the material culture and the analysis of the territory allow us to show that
there was an important route linking the coast and the inland. Furthermore, it was a transitional and border area
between the territories of the Iberian cities of Kelin (Caudete de las Fuentes) and La Carència (Torís).
KEY WORDS: Iron Age, Iberian settlement pattern, road links, GIS, Requena-Utiel plateau.
a Becario de Investigación del Servei d’Investigació Prehistòrica, Diputació de València.
david.quixal@uv.es
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D. Quixal Santos
INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo nos centramos en el poblamiento en época ibérica (ss. VI-I a.C.) de una zona concreta:
el corredor de Hortunas, un tramo del valle del Magro ubicado entre los términos municipales de Requena
y Yátova, en el interior de la provincia de Valencia (fig. 1).1 Pese a que, a día de hoy, en dicho valle tan
sólo contamos con una excavación arqueológica, La Calerilla de Hortunas, y ésta es además de cronología
romana altoimperial, numerosos son los autores que en las últimas dos décadas han planteado la importancia
del mismo como vía de comunicación en la Antigüedad. A su vez, los estudios territoriales de los diferentes
oppida valencianos muestran que en esta zona podría existir una frontera teórica entre los territorios de Kelin
(Caudete de las Fuentes) y La Carència (Torís, Valencia). En relación con todo esto y a partir de un estudio
detallado del poblamiento durante la Protohistoria, intentaremos acercarnos a cuestiones tan importantes como
son la movilidad y las fronteras en un área de transición entre la costa y el interior valenciano.
Fig. 1. Ubicación de la zona de estudio en época ibérica.
DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA Y ARQUEOLÓGICA DE LA ZONA
El río Magro recibe su nombre en el punto donde se juntan las aguas de la rambla de la Torre y del río Madre,
cerca de la actual población de Utiel. En su curso superior transita por la Meseta de Requena-Utiel y se encajona
en las sierras de Las Cabrillas y Martés. Tras un curso medio atravesando la Hoya de Buñol, desemboca en el
Xúquer en la Ribera Alta. Nuestra investigación se centra en un tramo del curso alto, concretamente el paso del
río por el sureste de la actual comarca de Requena-Utiel, lo que constituye el corredor de orientación OesteEste de Hortunas (fig. 2), así como el sector occidental de la Hoya de Buñol-Chiva. Este valle cuaternario
1 El presente trabajo deriva del Trabajo de Investigación de Licenciatura que defendimos en julio de 2008 bajo la dirección de la Dra.
Consuelo Mata Parreño, en el marco de una beca predoctoral Cinc Segles de la Universitat de València (2007-2010). Del mismo modo,
la presentación de una parte del mismo recibió en el año 2009 el Primer Premio de Investigación del Instituto de Estudios Comarcales
de la Hoya Buñol-Chiva / Bancaixa.
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Fig. 2. Vista del corredor de Hortunas y la vega del Magro desde el Cerro Santo.
comienza por el Oeste a la altura de la aldea de La Portera. En el otro extremo, el Este, el corredor finaliza
donde actualmente se encuentra el Embalse de Forata (Yátova), por tanto, una zona de paisaje muy desvirtuado
respecto a siglos pasados. No obstante, el curso del río Magro, de dirección Noroeste-Sureste, no entra en el
corredor hasta la altura de la aldea de Hortunas de Arriba (a unos 5 km de La Portera), ya que, tras su paso por
Requena, atraviesa encajonado buena parte de la Sierra de las Cabrillas. Los otros límites naturales de esta
zona son, por el Norte, la mencionada Sierra de Las Cabrillas / La Herrada y, por el Sur, las estribaciones de
Sierra Martés. El río Magro, verdadero eje articulador, recibe las aguas del Mijares cerca de la aldea con la
que comparte el mismo nombre.
Esta área ha sido objeto de prospecciones en los años 1996 y, sobre todo, 2007, dentro del proyecto de estudio
del territorio de Kelin dirigido por la Dra. Consuelo Mata desde el Departament de Prehistòria i Arqueologia
(Universitat de València) y financiado por la Generalitat Valenciana. En dicho 2007 la investigación se centró
de forma selectiva en esta zona concreta y bien definida, cuyos resultados preliminares ya han sido publicados
(Quixal, Moreno y Mata, 2007). A su vez, algunos yacimientos del extremo occidental de la Hoya de Buñol
fueron visitados en 2007 y 2008 dentro del proyecto de investigación del territorio de La Carència dirigido por
Rosa Albiach (Servei d’Investigació Prehistòrica, Diputació de València). De la misma manera, se realizaron
las labores relativas al inventario y catalogación de los materiales arqueológicos recogidos en dicha campaña,
así como la revisión del registro material almacenado en el Museu de Prehistòria de la Diputació de València
de campañas precedentes, tanto de nuestro proyecto de investigación como de otras personas o grupos de
trabajo. Resultado directo de todo esto son los 19 yacimientos ibéricos documentados con diferente cronología
entre los ss. VI y I a.C. (Quixal, 2008) (tabla 1 y fig. 3).
A partir del estudio de sus ubicaciones, su tamaño, sus materiales, la presencia o no de estructuras
defensivas, su diacronía y otras variables recogidas en trabajos anteriores (Mata, Moreno y Quixal, e.p.), los
hemos categorizado como:
1. Poblados fortificados: Son los poblados ubicados en alto y con defensas, con un tamaño superior a
0,5 ha. Poseen un excelente control del territorio y son verdaderos hitos paisajísticos, aunque no dejan de
ser también lugares de hábitat de tamaño medio, donde se llevarían a cabo otro tipo de labores (agricultura,
ganadería, molienda, metalurgia, etc.). A este grupo pertenecen el Cerro Santo (Requena) y el Pico de los Ajos
(Yátova-Cortes de Pallás).
2. Atalayas: Se trata de un tipo de asentamiento semejante al anterior, con ubicaciones en altura y
potentes fortificaciones, pero con la diferencia de presentar un tamaño reducido, menor a 0,5 ha. Sin negar su
carácter de hábitat, su función principal, la que explica sus agrestes localizaciones, es el control y vigilancia
del territorio, de ahí que se dispongan en puntos estratégicos, controlando ríos, pasos, fronteras, etc. Sus
ocupaciones suelen ser más cortas que en el caso anterior y la riqueza y volumen de sus ajuares es mucho
menor. Las atalayas de esta zona son el Puntal de Eduardo (Requena) y Puntal del Viudo y Peñón de Mijares
(Yátova).
3. Hábitats rurales: Entendemos por hábitats o asentamientos rurales aquellos núcleos en llano que, de
forma temporal o permanente, tuvieron funcionalidad de hábitat. De nuevo son dos: Los Alerises y Hortunas
de Abajo (Requena).
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Tabla 1. Yacimientos de la zona de estudio.
Yacimiento
Ref.
Término
Carácter
Cronología
Cerro Hueco
R.086
Requena
Cueva-santuario
IV a.C. / Imperial
Los Alerises
R.072
Requena
Hábitat rural
VI - I a.C. / Imperial
El Paraíso
R.017
Requena
Indeterminadio
V - I a.C.
La Morreta
R.074
Requena
Establecimiento rural
IV - III a.C.
Prados de la Portera II
R.012
Requena
Establecimiento rural
IV - III a.C.
Prados de la Portera I
R.011
Requena
Indeterminadio
VI - IV a.C. / Imperial
Las Quinchas
R.104
Requena
Establecimiento rural
IV - III a.C.
Cueva de los Ángeles
R.064
Requena
Cueva-santuario
IV a.C. / Imperial
Puntal de Eduardo
R.007
Requena
Atalaya fortificada
Bronce / VI - IV a.C.
Cerro Santo
R.010
Requena
Poblado fortificado
Bronce / V - I a.C.
Los Lidoneros I
R.034
Requena
Establecimiento rural
III - II a.C.
Barranquillo del Espino
R.081
Requena
Establecimiento rural
III - II a.C. / Imperial
Los Lidoneros II
R.103
Requena
Establecimiento rural
IV - III a.C.
La Calerilla
R.105
Requena
Villa / necrópolis
II - I a.C. / Imperial
Hortunas de Abajo
R.039
Requena
Hábitat rural
V - IV a.C.
Los Villares del B. Malo
R.106
Requena
Establecimiento rural
V - IV a.C.
Puntal del Viudo
Y.002
Yátova
Atalaya fortificada
Bronce / IV - III a.C.
Collado del Viudo
Y.003
Yátova
Indeterminadio
IV - III a.C.
Pico de los Ajos
Y.001
Yátova
Poblado fortificado
VI - I a.C. / Imperial
Peñón de Mijares
Y.004
Yátova
Atalaya fortificada
Bronce / IV - III a.C.
El Peñón
Y.006
Yátova
Indeterminadio
IV - III a.C.
4. Establecimientos rurales: Se trata de estructuras auxiliares de explotación del campo como refugios,
corrales, almacenes, terrazas, basureros o campos de cultivo. No suelen presentar más que una fase de
ocupación y cuentan con ajuares escasos y básicos. Incluimos dentro de este grupo los yacimientos de La
Morreta, El Paraíso, Prados de la Portera I y II, Las Quinchas, Los Lidoneros I y II, Barranquillo del Espino y
Los Villares del Barranco Malo (Requena), y Collado del Viudo y El Peñón (Yátova).
5. Cuevas-santuario: Cuevas o covachas a las que se les asocia una funcionalidad cultual a partir del
material hallado en ellas. En esta zona se encuentran el Cerro Hueco y la Cueva de los Ángeles (Requena).
Caso aparte queda La Calerilla de Hortunas, conocida villa y necrópolis altoimperial (Martínez Valle,
1995), que también presenta material ibérico tardío. Precisamente la continuidad de su ocupación en época
romana provoca que desconozcamos el carácter y la entidad que tuvo el sitio en época ibérica.
En líneas generales, el poblamiento en esta área se caracteriza por un elevado porcentaje de yacimientos
en alto, especialmente si lo comparamos con otras zonas de ambos territorios (Albiach et al., 2007; Mata et al.,
2001a y b). Durante los siglos VI-V a.C. el poblamiento es reducido y centrado en asentamientos de entidad
o en altura. En el Ibérico Pleno (ss. IV-III a.C.) hay un aumento del número de núcleos (fig. 3), coincidiendo
con un proceso de ocupación de los suelos más fértiles del valle, los fluvisoles y regosoles de las riberas del
Magro y el Mijares, así como de las escasas zonas llanas (Quixal, 2008: 114-125). Del mismo modo, al igual
que hemos observado en torno a otros significativos núcleos ibéricos (Moreno y Quixal, 2009; Mata, Moreno
y Quixal, e.p.), observamos fenómenos de satelización de establecimientos rurales alrededor de un hábitat
estable, integrándose todo dentro de una estrategia productiva conjunta. Los Alerises y el Cerro Santo son los
dos mejores ejemplos de ello.
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Fig. 3. Yacimientos del valle del Magro durante el Ibérico Pleno (ss. IV-III a.C.).
EL VALLE DEL MAGRO COMO VÍA DE COMUNICACIÓN EN ÉPOCA IBÉRICA
La movilidad en la Protohistoria: estado de la cuestión
Los caminos y las vías han sido un objetivo de la Arqueología y la Historia Antigua abordado casi siempre
desde una perspectiva simple, centrándose únicamente en el trazado y la fisonomía de los mismos. En este
sentido, siempre han tenido más peso las investigaciones sobre las vías romanas, ya que por todos es conocida
su importancia en el aparato militar, político y económico romano, tanto en fase republicana como imperial
(Arasa y Roselló, 1995). Sólo en los últimos decenios se ha intentado profundizar más en el tema y concebir
los caminos como marco y, a la vez, producto de toda una serie de relaciones entre los agentes humanos y
los asentamientos (Ledo, 1995: 452-55). Los caminos nos pueden servir como documento a través del cual
acceder a la jerarquía existente entre los núcleos unidos y, por consiguiente, comprender mejor la estructura
de poblamiento. Aquí se plantea la cuestión de qué es causa y qué es consecuencia: los asentamientos del
trazado de los caminos o viceversa. El inicio del empleo de Sistemas de Información Geográfica (SIG)
en los años 90 amplió las posibilidades de análisis de este ámbito de estudio. La movilidad se convirtió,
especialmente en el campo de la Prehistoria, en un aspecto fundamental para comprender cómo las sociedades
pretéritas interpretaban, configuraban e interactuaban con su entorno. Se pasaba del estatismo procesual tan
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sólo interesado en el asentamiento como punto fijo, al estudio post-procesual de la movilidad como tipo de
relaciones entre las comunidades y el paisaje (Fairén, 2004: 26; Díaz del Río y Vicent, 2006).
Por lo que respecta a época ibérica no conocemos de forma exacta la fisonomía de los caminos ni sus
etapas, pero en algunos casos podemos rastrear sus trazados. Sin duda, los mejor conocidos son los accesos
a determinados poblados, entre los que destacan sin duda los del oppidum ibérico de Castellar de Meca
(Ayora, Valencia) por su carácter rupestre (Broncano y Alfaro, 1997). El problema es localizar caminos o vías
que comuniquen varios poblados, algo que se ha conseguido en contadas ocasiones, como es el caso de los
recientes hallazgos en el entorno de Ilici (Elx, Alicante) a partir de la anchura de las carriladas (Arasa, 2008 y
2009). Pese a que algunos trabajos han intentado aproximarse de forma general a las posibles vías o rutas que
estructuraban sus respectivas zonas de estudio (Arasa, 2001: 155-157; Oliver, 1996: 65-76; Pascual y García
Borja, 2010), básicamente la eclosión de la búsqueda de posibles viales en época ibérica se limita a los últimos
años y ha ido de la mano de la aplicación de SIGs (Grau, 2002; López, 2005).
Las comunicaciones entre la costa y la Meseta de Requena-Utiel
Tradicionalmente se ha considerado como principal itinerario histórico entre Valencia y Requena el paso por
la sierra de Las Cabrillas y el corredor de El Rebollar (Piqueras, 1997: 81-85) (fig. 4), camino que parece que
se construye en el s. XV por deseo de la ciudad de Valencia para abastecerse de trigo castellano (García de
Fuentes y García Ejarque, 1993: 144-149; Muñoz y Urzainqui, 2011), culminando en 1852 con la construcción
de la conocida como carretera de Las Cabrillas, precedente de la actual A-3 Madrid-Valencia. Pese a que
somos conscientes de que ésta ha sido la vía principal entre la costa y el interior, nos resulta sintomático que
durante toda la historia la presencia de un abrupto escalón geográfico en el Portillo de Buñol haya motivado la
búsqueda de alternativas, tal y como sucedió en el s. XVIII ante la construcción del Camino Real de Madrid,
que tuvo que aumentar su recorrido buscando el corredor del Cànyoles y la entrada a la Meseta por Almansa,
precisamente por donde transcurría en su día la propia Via Augusta.
Por otro lado, sabemos que en época medieval el valle del Magro (fig. 4) era atravesado por uno de los
ramales de la Vereda Real procedente de Cuenca, la cual desde la aldea de La Portera se dirigía hacia Torís y
Carlet (Hortelano, 2007), así como la presencia en él de una dehesa ganadera a finales del s. XV (Bernabéu,
1989, 17-18). Sin embargo, no parece tratarse en ninguno de los casos de una zona de paso significativa en una
Fig. 4. Recorrido de las dos principales rutas de acceso a la Meseta de Requena-Utiel (mediante Visor 3D ICV).
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escala amplia de vertebración entre reinos. Por lo que respecta a época ibérica, son varios los autores que han
apuntado la hipótesis de este valle como vía de comunicación importante entre el litoral y el interior, aunque
todos de forma bastante reciente y no siempre publicando el trabajo realizado.2 Tras la excavación de La
Calerilla de Hortunas por parte de Asunción Martínez Valle, en los diversos artículos derivados ya se apunta
esta idea aplicada a época romana, aunque admitiendo posibles precedentes ibéricos (Martínez Valle, 1995:
281). Entre finales de la década de los 90 del siglo pasado y lo que llevamos del presente se han publicado
otros trabajos que recogen directa o indirectamente esta idea (Medard, 1998: 177; Martínez Escribá, 1999:
119; Pérez Negre, 1999: 76; Albiach et al., 2007: 113-117; Díes, 2007: 139).
A continuación analizaremos esta cuestión a fin de corroborar, matizar o descartar esta hipótesis del valle del
Magro como vía de comunicación entre Kelin y La Carència y, al mismo tiempo, entre la costa y el interior. Para
ello abordaremos la movilidad en época ibérica de dos maneras diferentes aunque complementarias a su vez:
- Por un lado, intentaremos aproximarnos a los posibles caminos o zonas de tránsito a partir del estudio de
la orografía, calculando mediante un SIG los caminos óptimos que exijan un menor coste energético.
- Por otro, contrastaremos los resultados del primer punto con la interpretación que nosotros hacemos a
partir del resto de variables económicas, poblacionales o culturales.
¿Qué nos dice el análisis mediante un Sistema de Información Geográfica?
En primer lugar, hemos calculado mediante el SIG GRASS 6.3.0 el camino óptimo entre La Carència y
Kelin, a nivel comarcal, y entre los principales enclaves costeros y el interior meseteño a nivel suprarregional
para ver qué ruta es la que, en términos de geografía física, exigía un menor coste energético. De esta forma
podemos saber cuál era la ruta óptima para dirigirse hacia el Oeste tomando como puntos de referencia estos
oppida. Para ello, a partir de un Modelo Digital de Elevaciones de la provincia de Valencia, hemos generado
un mapa de pendientes y, a partir de éste, un mapa de costes (fig. 4). En este último se representa el coste
energético que un desplazamiento implica desde cualquier punto del mapa hasta un destino concreto. Al
trabajar con capas raster, cada celdilla adquiere un valor de coste energético por ser atravesada, en relación al
mapa de elevaciones que tiene vinculado y, por tanto, al calcular el camino óptimo lo que el SIG busca es la
ruta por aquellas celdillas con un menor coste/fricción, lo que en la realidad se traduce en una mayor facilidad
y velocidad de movimiento (Gutiérrez y Gould, 2000: 145-150; Bermúdez, 2006: 91-98).
El camino de mínimo coste obtenido coincide, a grandes rasgos, con el corredor de El Rebollar, tanto si lo
calculamos simplemente desde La Carència (fig. 5), como si extendemos la ruta tomando un origen costero, bien
desde Cullera, antiguo Portus Sucronem (Pérez Ballester, 2003), bien desde Valentia. Esto indica que el valle de
El Rebollar es la mejor opción en cuanto a costes de energía/tiempo para acceder al interior desde la costa.
Fig. 5. Mapa de costes y cálculo del camino óptimo
entre La Carència y Kelin (mediante GRASS GID).
2 Podemos citar como pionero en este campo a Luis Gimeno, si bien todos sus estudios han permanecido inéditos.
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¿Qué nos marca el estudio de los yacimientos, los materiales
y el resto de variables territoriales?
En este apartado pondremos en yuxtaposición aspectos de campos aparentemente muy diferentes, pero que,
al mismo tiempo, nos pueden aportar datos para valorar la presencia de movilidad en el valle del Magro. Sin
duda, la base la constituye el estudio de los materiales recuperados en prospección, principalmente cerámicos,
tanto en los yacimientos del valle como en los del corredor de El Rebollar. Éstos nos indican por dónde
pudieron fluir las principales redes de intercambio o comercio, bien sea a escala local / comarcal, con las
producciones propias de ambos territorios, bien a escala regional / suprarregional, con las importaciones de
otras zonas ibéricas, de otras partes del Mediterráneo o con la numismática.
Estudiando la distribución de las importaciones por épocas, pese a su escaso volumen en comparación con
otras áreas más próximas a la costa, observamos cómo el valle del Magro es en todo momento una de las zonas
con mayor densidad de importaciones de ambos territorios, mientras que ocurre todo lo contrario en cuanto
a volumen y diversidad de materiales autóctonos. En primer lugar, las importaciones fenicias tuvieron una
destacable penetración (ss. VII-VI a.C.), mucho mayor que la que tuvieron las púnicas en momentos posteriores
(ss. V-III a.C.). Sobre todo se trata de ánforas vinarias procedentes de la costa malagueña (Bonet et al., 2004:
213). De procedencia ática contamos con escasos ejemplos, aunque de nuevo vuelve a ser significativo que casi
la mitad de los yacimientos en los que ha aparecido cerámica griega en la Meseta de Requena-Utiel pertenecen
a esta zona (Pico de los Ajos, Hortunas de Abajo, Los Alerises, Cerro Hueco y Puntal del Viudo). Por último, los
materiales itálicos copan el total de importaciones que llegan en los ss. II-I a.C. Hemos observado como tónica
general una distribución desigual entre barniz negro campaniense (fig. 6.2 y 6.3), presente tan sólo en aquellos
asentamientos de importancia (aquí en Los Alerises y Pico de los Ajos), y las ánforas itálicas Dressel 1 (fig. 6.1),
de amplia distribución incluso por establecimientos rurales (Quixal, 2008: 130).
La circulación de cerámicas ibéricas a nivel suprarregional también se confirma con la presencia en el
Pico de los Ajos de un fragmento con decoración impresa asociable a producciones del Sureste peninsular
(Mata, 1985) (fig. 6.5), pero sobre todo por la presencia en algunos de sus yacimientos de cerámicas con
decoración figurada compleja. En el Cerro Santo podemos destacar una tinaja con posibles representaciones
de aves esquemáticas en serie (Aparicio y Latorre, 1977) que puede datarse en el s. II a.C. (Bonet e Izquierdo,
2004: 84) (fig. 7.6). Ésta se asemeja en cuanto a motivos y composición a un kalathos hallado en los niveles
iniciales de Valentia (Gómez Serrano, 1945: 284). Más interesantes son algunas decoraciones del Pico de los
Ajos, englobables dentro de las decoraciones complejas presentes en vasos singulares y/o de encargo entre
mediados del s. II a.C. y finales del I a.C. Se trata de representaciones de escenas simbólicas o mitológicas
compuestas por seres fantásticos e híbridos acompañados de figuras humanas, animales o vegetales. Pueden
hacer referencia a historias o leyendas que circulaban por el Mediterráneo y quedaban plasmadas en el vaso
siguiendo las pautas de representación ibérica (Bonet e Izquierdo, 2001: 300; 2004: 90). En este sentido
podemos citar la presencia de un fragmento cerámico localizado en superficie cuya decoración fue interpretada
como parte de un hipocampo (Martínez Escribá, 1999) y comparada acertadamente con los otros dos ejemplos
más claros de representaciones de estos seres, los vasos de hipocampos de Kelin (Pla, 1980; Mata, 1991) y
La Carència (Serrano Várez, 1987) (fig. 7.1, 7.2 y 7.3). Por otro lado, tenemos un fragmento informe en el
que aparece parte del cuerpo de un ser antropomorfo (Fletcher, 1980) que recientemente se ha datado como
perteneciente a un horizonte más antiguo que el caso anterior (primera mitad del s. II a.C.) (Bonet e Izquierdo,
2001). No obstante, consideramos que, a pesar de lo fragmentado de su estado, muestra elementos que podrían
asociarlo más con el grupo anteriormente descrito de representaciones de finales del s. II - mediados del I
a.C. Tanto la representación de una franja reticulada en su tronco, como la forma en la que se ha dibujado
la articulación del brazo con el cuerpo, una forma marcadamente curva, nos recuerdan las características de
los seres que aparecen en el Vaso de la Gigantomaquia de Kelin (fig. 7.4 y 7.5) (Pla, 1980). Precisamente, la
presencia de hipocampos en algunos vasos del mismo yacimiento da más peso a esta posible interpretación.
No pretendemos ser tajantes en que se trata de una representación igual, simplemente consideramos que puede
ser un individuo vinculable con este estilo tardío. De la misma manera, la forma triangular reticulada que se
asoma en el ángulo inferior derecho podría tratarse del extremo de la corola de una flor en vista longitudinal,
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si bien la mala conservación impide asegurarlo. No se conoce el lugar de producción de todos estos recipientes
con decoración compleja tardía (Bonet e Izquierdo, 2001 y 2004), si bien también se han documentado escenas
de este tipo en zonas costeras como Valentia (Serrano Marcos y Olmos, 2000), de ahí que planteemos que el
valle del Magro fue el eje en su redistribución, sin tener todavía claro en qué dirección.
Fig. 6. Materiales. (1) Borde de ánfora itálica del Pico de los Ajos; (2) borde de Lamb. 36 de Campaniense A del Pico de
los Ajos; (3) borde de Lamb. 5 de Cales de Los Alerises; (4) imitación ibérica de Lamb. 23 del Pico de los Ajos; (5) asa con
decoración impresa del Sureste peninsular del Pico de los Ajos; (6) lebes con engobe rojo local del Cerro Santo; (7) Lebes
producido en la Casa Guerra y localizado en el Cerro Santo.
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Fig. 7. Decoraciones complejas figuradas. (1) Vaso de los Hipocampos de Kelin (Pla, 1980); (2) representación de
hipocampo del Pico de los Ajos (Martínez Escribá, 1999); (3) representación de hipocampo de La Carència (Serrano
Várez, 1987); (4) representación antropomorfa del Pico de los Ajos (a partir de Fletcher, 1980); (5) vaso de los Nadadores
de Kelin (Pla, 1980); (6) representación de aves esquematizadas del Cerro Santo (Aparicio y Latorre, 1977).
Por otro lado, podemos enumerar toda una serie de materiales de procedencia local o comarcal cuya dispersión
debe considerarse como fruto de las redes de comercio internas. En este sentido, tenemos documentados
fragmentos de engobe rojo, una producción propia del territorio de Kelin durante el Ibérico Pleno (Mata, 1991:
140-141), en Los Alerises, Cerro Santo y Pico de los Ajos (fig. 6.6). De las ánforas ibéricas, en principio, no
podemos extraer ninguna información. Sin embargo, en el Cerro Santo y en Hortunas de Abajo, este último
con más dudas, se han documentado sendos fragmentos de lebetes de borde pendiente atribuibles al horno
cerámico de la Casa Guerra (Requena) (Duarte et al., 2000: 234-36) (fig. 6.7).
La presencia de monedas ibéricas en los yacimientos nos puede aportar información acerca de las redes
de circulación monetaria y, por ende, de las redes de intercambio y circulación de productos comerciales
(Ripollès, 1979). Las noticias que tenemos al respecto de esta zona son bastante pobres, ya que en la mayoría
de casos se trata de hallazgos casuales o clandestinos que han pasado a engrosar colecciones privadas. El mayor
corpus monetal procede del Pico de los Ajos, concretamente tres monedas de Ikalkusken/Ikalesken (Iniesta),
dos de Castulo, una de Arse, 14 monedas romanas republicanas (desde el 211 al 132 a.C.) y un as de Kelin
(Arroyo, Ribera y Mata, 1989: 367-371). El otro yacimiento en el que se han encontrado monedas ibéricas es
el Cerro Santo, concretamente en los años 60-70 procedentes, en teoría, de las cecas de Gili (sic) y Saiti (Pérez
Mínguez, 1988: 395). No hemos podido recoger más información al respecto, por lo que suponemos que
debieron quedar en manos de algún particular.3 Aunque el número de monedas documentadas es mínimo, la
procedencia de las mismas es muy significativa de cara a la finalidad última de este estudio. Ya algunos autores
han destacado la presencia de monedas de Ikalkusken/Ikalesken en el Pico de los Ajos como una prueba de
que el valle era la vía principal entre el interior meseteño y la costa (Albiach et al., 2007), argumento que se
refuerza con la presencia de una moneda de Kelin en el Pico de los Ajos y una de Kili/Gili en el Cerro Santo.
3 Pere Pau Ripollès desconocía esta referencia y nos comentó que estas monedas no forman parte de los fondos de ningún museo
conocido, por lo que deben de ser propiedad privada.
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El valle del Magro como vía de comunicación en época ibérica
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Independientemente de las cuestiones fronterizas que luego desarrollaremos, la circulación monetaria nos está
indicando movilidad comercial y contactos a lo largo del valle entre los diversos territorios ibéricos.
Al mismo tiempo, contamos con numerosas muestras de escritura, entre las que destacan de manera
sobresaliente los plomos escritos del Pico de los Ajos. Se conocen un total de cinco, todos escritos con alfabeto
levantino (Fletcher, 1980 y 1983). Del Pico de los Ajos el Museo de Prehistoria de Valencia posee además
una bala de honda de plomo con la incisión “ABER” (Fletcher, 1985: 22; Tomás, 1989). En último lugar, del
Cerro Santo procede un fragmento informe con decoración de tejadillos en la que se realizó post-cocción un
grafito en ibérico (Mata, 2001: 253). Más que por posibles relaciones filológicas entre los documentos, por lo
que nos interesa enumerar estos ejemplos es por la cantidad de textos que hay en una zona tan pequeña, lo que
está indicando sin duda un fuerte dinamismo y contacto con el exterior de los principales núcleos de la misma
entre los ss. IV-I a.C.
Sin embargo, los materiales no son el único campo de estudio para aproximarnos al carácter viario del
valle. A nivel territorial observamos una estructuración poblacional más compleja en todas las fases ibéricas
en el valle del Magro que en el corredor de El Rebollar, así como asentamientos siempre de mayor entidad en
el primero que en el segundo. La presencia de un buen número de asentamientos fortificados, además de otras
lecturas, nos está indicando una preocupación por el control y la seguridad en la zona, requisitos indispensables
para el éxito de un camino. Cinco son los asentamientos que pueden estar ejerciendo este papel y algunos de
ellos, como el Cerro Santo o el Pico de los Ajos, sin duda constituirían auténticos hitos paisajísticos. De igual
manera, su posición permite el establecimiento de interesantes redes de contacto visual entre ellos (fig. 8) y el
control de amplias cuencas visuales, estas últimas siempre coincidentes con los tramos más accesibles y las
tierras más fértiles. Por contra, en el corredor de El Rebollar tan sólo se ha documentado un poblado fortificado,
La Cárcama, que permanece aislado y muy alejado de otros asentamientos de semejante función. Por último, en
el valle del Magro se han podido contabilizar dos cuevas-santuario, el Cerro Hueco y la Cueva de los Ángeles,
posiblemente dos de los ejemplos mejor conocidos del área valenciana (Aparicio, 1997; Martínez Valle y
Castellano, 1995). Este tipo de espacios en más de una ocasión han sido relacionados con zonas de paso (GilMascarell, 1975; González Alcalde, 1993), e incluso en recientes estudios se ha planteado que allí se podrían
haber desarrollado cultos relacionados con la circulación y la protección de los viajes (Grau, 2000: 219).
Fig. 8. Intervisibilidades entre los principales poblados de los territorios de Kelin y La Carència.
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Conclusión
Por todo ello, teniendo en cuenta las peculiaridades del relieve (presencia de un río y mayor distancia, pero
pendientes más regulares), concentraciones de yacimientos y todo el resto de variables que hemos trabajado
(presencia de poblados con defensas, redes de visibilidad, presencia de materiales significativos, etc.),
consideramos que la ruta principal entre La Carència y Kelin entre los ss. VI-II/I a.C. fue el valle del Magro. Sin
embargo, no debemos considerar la comunicación entre estas dos ciudades ibéricas como un camino cerrado,
sino que necesariamente formaría parte de una vía mayor entre la costa (Portus Sucronem siguiendo el río Xúquer
/ Sucro o Valentia a partir del s. II a.C.) y el interior (Ikalkusken/Ikalesken), cruzando el Cabriel por el paso de
Vadocañas o del Pajazo (Albiach et al., 2007: 113-117; Quixal y Moreno, 2011).
Un reciente apunte sobre los caminos históricos en la Comarca de Requena-Utiel nos puede guiar hacia
la clave de esta cuestión (Hortelano, 2008: 202): se dice que para ir de Requena a Valencia por Las Cabrillas
hacía falta un día y medio, siendo éste el camino más rápido, pero cuando el viaje se hacía con cargamentos de
peso medio/alto era mejor seguir el valle del Magro, más largo (tres jornadas) e irregular, pero con cuestas más
accesibles (fig. 9). Pese a que el valle de El Rebollar pudo ser una vía de penetración durante la Protohistoria,
los cargamentos más pesados, correspondientes a importaciones (ánforas y vajillas, principalmente) y otros
productos foráneos que requiriesen de transporte rodado, circularían por el valle del Magro aprovechando
los menores desniveles, ya que, tal y como ya apuntaban autores en el s. XVIII (Fernández de Mesa, 1755,
citado en García de Fuentes y García Ejarque, 1993: 144-149), el camino de Las Cabrillas “sólo es bueno para
semejantes animales”. De la misma manera, creemos que ambos valles/corredores no serían dos zonas aisladas
o independientes, sino que formarían parte de una entidad o todo común, siendo incluso posible la comunicación
entre ambas, seguramente a través del valle del Mijares, zona apenas trabajada arqueológicamente.
Las comunicaciones no serían sólo de Este a Oeste, sino también a la inversa. En este sentido, a grandes líneas
planteamos que el camino, partiendo desde Kelin, seguiría el propio curso del río Madre / Magro por la zona del
actual pueblo de San Antonio y todas las aldeas de la vega. En esta zona encontramos algunos asentamientos
rurales ibéricos excavados parcialmente, como el Cerro Tocón o Los Aguachares (Vidal et al., 2004). Es lógico
que la vía pasase por el oppidum ubicado en la actual Requena, del que todavía no estamos en disposición de
aproximarnos ni a su entidad ni carácter (Martínez García, Cháfer y Espí, 2001). Al llegar a la Sierra de las
Cabrillas, consideramos que el camino evitaría seguir el cauce del río por ser excesivamente encajonado y,
en algunos puntos, prácticamente imposible de seguir, de ahí que hasta la actual aldea de Hortunas de Arriba
el camino bajaría por el sector oriental del llano de Campo Arcís, idea que queda reforzada por la presencia
en esa zona de un denso poblamiento y de la cueva-santuario del Cerro Hueco. Posteriormente atravesaría los
llanos y lomas de La Portera, donde tenemos una concentración de yacimientos en el entorno de Los Alerises,
y entraría en el corredor de Hortunas, reencontrándose con el río a los pies del Cerro Santo. A lo largo de
toda la fértil vega, el camino seguiría el curso del río hasta llegar a la altura de Hortunas de Abajo, donde nos
Fig.9. Perfiles topográficos del camino de Las Cabrillas (1) y del Magro (2) (mediante GRASS GIS).
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encontramos con una situación semejante a la de Las Cabrillas. El río se vuelve a encajonar, en este caso en
las estribaciones septentrionales de Sierra Martés, por lo que el camino necesariamente debía transcurrir por
otra zona más accesible, en este caso buscando el estrecho corredor creado por el río Mijares, en una zona
donde también encontramos un grupo de yacimientos en torno al Puntal del Viudo. Posteriormente, el camino
descendería de forma progresiva unos 100/50 m hasta acceder a las tierras más llanas de la Hoya de Buñol, donde
la comunicación hacia La Carència ya sería mucho más fácil de realizar, bien buscando de nuevo el río Magro
(tras la zona donde actualmente se encuentra el Pantano de Forata), o bien siguiendo la rambla de la Horteta.
Seguramente entre los siglos I a.C. y I d.C. el nuevo contexto sociopolítico romano derivado de la
refundación de Valentia desplazó el centro de poder y, por ende, el principal punto de recepción/distribución
de los materiales pasó de la desembocadura del Xúquer a la del Turia (Ribera, 2008). Todo ello motivaría
la primacía de la ruta de las Cabrillas, aunque tardando más de un siglo en hacerlo de forma consolidada
(fig. 10). El estado romano, impulsor de una importante política de obras públicas y caminos incluso por
zonas orográficamente muy complejas, seguramente permitiría construir o acondicionar ésta para hacerla
más accesible. Resultado directo de esto sería el surgimiento de hitos en el camino como el asentamiento
descubierto en una de las laderas de la sierra como consecuencia de la construcción de la carretera en 1827,
cuyos materiales han sido recientemente revisados (Arasa e Izquierdo, 2008).
No obstante, tenemos indicios para pensar que en época imperial el camino del Magro seguía siendo
utilizado. Además de una serie de asentamientos rurales en los términos de Macastre y Alborache, en La
Calerilla de Hortunas se erigió una necrópolis monumental en el s. I d.C. (Martínez Valle, 1995). Por todos es
sabida la costumbre romana de ubicar las necrópolis monumentales cerca de vías y lugares de paso (Abad y
Abascal, 2003). Finalmente, tal y como ya han apuntado otros autores (Albiach et al., 2007: 106-108), tenemos
la información extraída de una inscripción funeraria hallada por Luis Gil-Orozco en 1975 en el yacimiento
iberorromano de El Ardal, en las proximidades de Campo Arcís. Se trata de un bloque de piedra calcárea muy
porosa, escrito en una de sus caras, que ya en su día estudió de forma magistral Josep Corell (1996: 197) y que
actualmente forma parte de la decoración del patio de la misma finca-bodega de El Ardal. El campo epigráfico
apenas puede leerse, debido a su estado de conservación. Dice así:
... Junio Sosinaibole, (¿) hijo de Lucio Junio, gilitano, está aquí enterrado. Me mató a traición una banda
de salteadores. Mi hijo y mis yernos me han erigido este monumento.
Fig. 10. Trazado hipotético de la vía del Magro (1), con sus variantes Norte (1a) y Sur (1b), y de la Las Cabrillas (2).
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Aunque se trate de una inscripción del s. II d.C., podemos extraer varios aspectos interesantes. Por un
lado, la proximidad filológica “Gili - Kili”, puesto que de época ibérica conocemos numerosas monedas con
la leyenda “Kili”, en las que posteriormente se añade en caracteres latinos el término “Gili”. Los últimos
estudios tienden a ubicarla en algún yacimiento de la Hoya de Buñol (Ripollès, 2001: 109) y, cada vez más,
todo parece apuntar a la identificación de La Carència como sede de la ceca (Albiach et al., 2007: 107).
Independientemente de todo esto, lo significativo es que el contacto contemplado en época ibérica entre ambos
territorios parece mantenerse durante los primeros siglos del Imperio. El hecho de que un personaje con cierto
rango que con seguridad procedía de la Hoya de Buñol sea asaltado y asesinado justo en la entrada de lo que
antaño era el territorio de Kelin, nos está indicando que en un momento tan tardío aún se utiliza el valle como
vía de comunicación y circulación de personas y materiales, más si cabe si asumimos que en la mayoría de
ocasiones este tipo de ataques iba dirigido contra viajantes o comerciantes.
EL VALLE DEL MAGRO COMO ZONA LIMÍTROFE ENTRE DOS TERRITORIOS
Los Polígonos Thiessen son una herramienta que se incorporó a la Arqueología en la década de los 70 del
siglo pasado procedente de la Geografía Regional. Están orientados a aproximarse a las teóricas áreas de
control del territorio desde asentamientos de igual rango, así como a las posibles fronteras existentes entre los
mismos (García Sanjuán, 2005: 212-214 y 298-299). Se obtienen cruzando las mediatrices de las líneas que
unen los diferentes puntos o asentamientos, aunque en los últimos años se ha intentado precisar más tomando
como base mapas de costes. Siempre que sea posible, es interesante adaptarlos a la presencia de accidentes
geográficos (sierras, ríos, barrancos...) que pudieran funcionar como fronteras naturales.
Consuelo Mata, en un trabajo centrado en buscar los límites y/o fronteras de la Regio Edetania superando
la mera lectura de los clásicos (Mata, 2001), diferenció, siguiendo argumentos materiales y de Arqueología
Espacial, territorios polarizados por las principales ciudades ibéricas (Edeta, Arse, Kelin, La Carència, Saiti,
etc.). Por este motivo, se trazaron los Polígonos Thiessen entre las mismas para intentar acceder a sus fronteras.
El resultado es muy llamativo, ya la zona que nos atañe queda precisamente atravesada por la frontera teórica
entre Kelin y La Carència; concretamente la línea pasa de Noreste a Suroeste por el medio del corredor de
Hortunas, justo en la zona en la que encontramos una mayor densidad de yacimientos (fig. 11).
Fig. 11. Polígonos Thiessen entre Kelin y La Carència, y posición resultante del valle del Magro.
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Necesariamente debemos ser conscientes de las limitaciones de este tipo de herramientas de análisis que
no dejan de ser modelos teóricos y aproximativos a la organización territorial en la Antigüedad. Pese a ello,
nos parece interesante aplicarlos, siempre y cuando podamos matizarlos o modificarlos a partir de los datos
obtenidos en el trabajo de campo y teniendo en cuenta las posibles fronteras naturales. Tanto Las Cabrillas
como Sierra Martés son dos grandes unidades montañosas que podían actuar como delimitadores territoriales.
En cambio, el Magro, a diferencia de otros ríos como el Cabriel que actúan de frontera, sirve de articulación y
comunicación Oeste-Este, de forma contraria a un delimitador territorial.
Las prospecciones en el valle nos han permitido diferenciar dos grandes unidades de poblamiento,
reconocibles con un simple vistazo al mapa. Por un lado, encontramos todos los yacimientos pertenecientes
al término municipal de Requena, de los cuales el más oriental es Hortunas de Abajo, mientras que, por otro,
tenemos el grupo de yacimientos yatovenses. En medio tenemos una extensa área de 6 km de longitud y unas
2.000 ha sin ningún yacimiento documentado. Este vacío lo palpamos ya a la hora de planificar la campaña
de prospección del 2007, de ahí que decidiéramos efectuar una serie de prospecciones selectivas a fin de
determinar si era realmente una zona sin yacimientos, o si respondía a un déficit en la investigación por
tratarse de una zona actualmente poco habitada y transitoria entre dos términos municipales diferentes. Así
pudimos confirmar que efectivamente allí se da un vacío en el poblamiento de época ibérica, precisamente en
la zona con mayores dificultades orográficas de la posible vía (fig. 12). Este tipo de vacíos, tierras de nadie o
“black holes” (Groube, 1981), también han sido diferenciados actuando de frontera en otros contextos de la
Protohistoria peninsular, aunque, por lo general, a una escala bastante mayor (Montilla et al., 1989; Ruíz y
Molinos, 1989; Sacristán de Lama, 1989).
El poblamiento no es la única variable que está marcando la posibilidad de estar ante una zona de frontera
entre dos territorios. El estudio de nuevo de las intervisibilidades muestra dos grupos claramente diferenciables
y bien estructurados sobre todo en el Ibérico Pleno (fig. 12): en la cabecera del valle destacamos la excelente
Fig. 12. Intervisibilidades totales y cálculo de polígonos Thiessen entre el Cerro Santo y el Pico de los Ajos, con el área de
vacío poblacional intermedia (mediante GVSIG).
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comunicación visual entre el Puntal de Eduardo, el Cerro Santo y el Cerro de los Alerises. En el otro extremo,
vemos cómo la falta de contacto visual entre los dos núcleos más importantes, el Puntal del Viudo y el Pico
de los Ajos, parece haber sido paliada con el establecimiento de la pequeña atalaya del Peñón de Mijares,
visible desde ambos. Tan sólo el Cerro Santo y el Pico de los Ajos permiten la comunicación visual entre
ambos sectores pese a los casi 12 km de separación. Por otro lado, al estudiar las intervisibilidades entre la
totalidad de yacimientos, cabe destacar cómo en el Ibérico Pleno, momento de auge del poblamiento en la
zona, hay una fractura clara entre los yacimientos del llano de La Portera / corredor de Hortunas, plenamente
interconectados, y los del valle del Mijares en Yátova.
Tal y como hemos visto antes, en torno al valle del Magro encontramos dos cuevas-santuario. No es
el cometido del presente estudio el analizarlas desde las múltiples ópticas que éstas permiten, tan sólo las
incluimos porque son elementos que pueden tener una lectura integrada dentro del paisaje y el territorio del
que forman parte, más si cabe en el caso de Kelin dada la abundancia de las mismas. Pese a que se trata de un
fenómeno compartido por diferentes territorios ibéricos, las cuevas-santuario siempre han sido descritas de
forma muy homogénea y global en relación con unas características comunes, presentes desde los primeros
trabajos (González Alcalde, 1993; Gil-Mascarell, 1975). Sin embargo, recientes trabajos han planteado una
visión más novedosa integrándolas en el paisaje y en el poblamiento de un territorio concreto, en ese caso el de
La Serreta (Alcoi, Alacant) (Grau, 2000). En nuestro caso pensamos que estamos ante centros que excederían
el radio local y podrían tener importancia como centros aglutinadores a nivel simbólico a escala mayor,
catalizando a diferentes comunidades del área en determinados días o de forma esporádica. Y, como vimos
anteriormente, se relacionan con caminos, pero no se trata de caminos internos, sino vías que conectan el
territorio con sus vecinos. Los dos ejemplos de cuevas-santuario se ubican en el extremo oriental del territorio
de Kelin, cerca de la presumible zona limítrofe con el territorio de La Carència, por lo que podrían estar
marcando territorialidad, pertenencia a una determinada comunidad (Quixal, 2008).
A modo orientativo, hemos calculado los Polígonos Thiessen de los dos principales asentamientos de
nuestra área de estudio, los poblados fortificados de Cerro Santo y el Pico de los Ajos. En este caso, el lado
que separa ambos territorios teóricos sí que coincide plenamente con el vacío poblacional, lo que, a nuestro
parecer, refuerza la idea de que la frontera entre los territorios de Kelin y La Carència muy posiblemente
se pudiera encuadrar en esta zona. Aunque podamos pecar de repetitivos, consideramos necesario volver a
recalcar que estamos tratando modelos territoriales teóricos que, a diferencia de la actualidad, carecerían de
límites lineales, cerrados y exactos, sino que tendrían otra funcionalidad. Castro y González Marcén (1989:
9-15) distinguieron tres características que definen bien lo que eran las fronteras en la Antigüedad:
- Espacios de transición, donde no está definido el dominio de una u otra entidad política limítrofe.
- Fronteras “permeables”, espacios a través de los que se dan las comunicaciones y relaciones entre las
comunidades implicadas. Por tanto, es allí donde se expresará mejor la vinculación entre ellas, en caso de existir.
- Son únicamente entendibles en espacios que han vivido procesos de territorialización desde un lugar
central o que presentan una organización estatal. En nuestro caso consideramos que dado el propio carácter de
estas sociedades complejas debemos asociar más las fronteras al dúctil concepto de “áreas de influencia”, que
al más exigente “territorio político”.
Llegados a este punto estamos en condiciones de presentar abiertamente nuestra hipótesis de que tanto
el Pico de los Ajos como el grupo local del valle del Mijares (Puntal del Viudo, Peñón de Mijares, etc.)
pertenecerían al territorio ibérico de La Carència. El resto de yacimientos quedarían integrados dentro del
territorio de Kelin y el área de vacío o black hole podría actuar de frontera entre ambos, juntamente con el
macizo de Las Cabrillas por su propia condición orográfica. La distribución del poblamiento, la presencia
de fortificaciones y atalayas, las intervisibilidades, los grupos locales, los Polígonos Thiessen y, en ciertos
aspectos, los registros materiales parecen apuntar en esta dirección.
Un estudio bastante relacionado con todo lo que estamos aquí tratando, aunque de un área ibérica contestana,
es el realizado por Soria y Díes (1998). En él se investiga también una posible zona fronteriza, llegando a la
conclusión de que determinados asentamientos podrían haber sido establecidos en puntos estratégicos con la
función de estructurar el territorio, controlando subunidades o paisajes concretos (ibíd.: 431). Poblados como
El Castellaret (Moixent), el Pic del Frare (La Font de la Figuera) o, en un momento puntual, la Bastida de les
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Alcusses (Moixent), podrían estar protagonizando un papel en los fenómenos de territorialización en época
ibérica semejante al de asentamientos como El Molón (Camporrobles), La Cárcama (Requena) o, para el
caso que nos ocupa, el Cerro Santo o el Pico de los Ajos; el Cerro Santo para el territorio de Kelin, mientras
que el Pico de los Ajos para el de La Carència. Estaríamos ante verdaderos hitos territoriales en zonas donde
la pertenencia a una comunidad debía expresarse con mayor fuerza, por el simple hecho de encontrarse en
zonas fronterizas. Además, todos los ejemplos controlaban importantes pasos o vías: La Cárcama el valle de
El Rebollar, El Molón el tránsito hacia la Meseta (Lorrio, 2007) y, en el caso de los del Magro, la vía hacia
el litoral mediterráneo. Soria y Díes (1998: 433) los denominan “poblados periféricos” o “de frontera” y les
atribuyen un tamaño medio-grande (entre 4-5 ha), aunque consideramos que ese no es un factor primordial,
como sí lo son la ubicación, la visibilidad, el control del territorio, etc.
Por último, la propia evolución cronológica de los poblados sugiere la pertenencia a uno u otro territorio.
En el Ibérico Final (ss. II-I a.C.), momento posterior a la conquista romana y en el que las entidades territoriales
comienzan a perder su esencia, el sistema de atalayas desaparece, no así los poblados fortificados que perduran
sin problemas durante todo el siglo II a.C. En torno al 75 a.C. Kelin es destruida y abandonada, seguramente
dentro del marco de las guerras sertorianas que azotan la Hispania romano-republicana. Las ciudades que
apoyaron al bando perdedor, el sertoriano, sufrieron las consecuencias de la represión posterior (como Valentia
y Dianium) y, quizás, el final de Kelin pudiera estar relacionado con este hecho (Bonet y Ribera, 2003: 83-85).
Tras la caída del lugar central, el poblamiento de la comarca ve cómo muchos de los importantes poblados
fortificados se abandonan progresivamente (Cerro de la Peladilla de Fuenterrobles, El Molón de Camporrobles
o Cerro de San Cristóbal de Sinarcas) (Mata et al., 2001a: 85). Del mismo modo, se abandona también el
Cerro Santo, su principal poblado fortificado oriental, tal y como nos indican sus materiales, ya que no cuenta
con las primeras sigillata o material romano de ningún tipo. A su vez, al otro lado de Las Cabrillas, la ciudad
de La Carència también parece sufrir las consecuencias de esta represión, al presentar niveles de incendio en
torno a esos años (Albiach et al., 2007: 102-103 y 120). No obstante, la evolución posterior es completamente
dispar, ya que la ciudad perdura y experimenta un relativo periodo floreciente (en el caso de ser Kili, acuña
moneda bilingüe en torno al 50 a.C.) que le permitirá integrarse dentro del Imperio Romano y pervivir hasta
el s. III d.C. De forma sintomática, el Pico de los Ajos también se ocupa hasta bien entrado el Alto Imperio.
El que durante la fase ibérica fuera, a nuestro modo de ver, uno de los más importantes poblados fortificados
del territorio de La Carència, en el s. I a.C. no entra en la misma fase de decadencia y abandono que sus
vecinos occidentales, sino que se integra y perdura dentro del Imperio, lógicamente con otras funcionalidades
e inmerso en nuevas redes jerárquicas. Este hecho aporta mayor fuerza, si cabe, a nuestra hipótesis de que el
Pico de los Ajos y los yacimientos yatovenses deben ser entendidos dentro de la realidad territorial derivada
de La Carència (Quixal, 2010).
REFLEXIONES FINALES
A lo largo del trabajo hemos pretendido desarrollar un caso práctico en un ámbito aún naciente de la investigación
ibérica. Tras todas las variables manejadas, consideramos que estamos en condiciones de defender nuestra
hipótesis del valle del Magro como importante vía de comunicación durante la Protohistoria, al mismo tiempo
que ubicación del límite entre dos territorios ibéricos vecinos. Consideramos que, pese a que en los últimos
años la cultura material parece vivir un proceso de decadencia dentro de los estudios de Arqueología del
Paisaje o Territorio, necesariamente debemos continuar basándonos en ella como eje de toda investigación,
sobre todo cuando ampliamos la escala de análisis. Todo ello ha permitido observar cómo una zona que en la
actualidad presenta un poblamiento muy reducido y una circulación prácticamente marginal, en la Antigüedad
fue muy dinámica, con una densidad de poblamiento destacable e incluso con presencia de asentamientos
ibéricos de relativa importancia. Aspectos que, sin duda, van ligados a la presencia en el mismo de una vía o
camino que permitía la comunicación directa entre las ciudades y territorios de La Carència y Kelin, pero que,
al mismo tiempo, constituía un tramo más de la importante ruta de comunicación y distribución de materiales
que iba desde la costa hacia el interior y viceversa.
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Confiamos en que el desarrollo en los próximos años de los proyectos de investigación de los territorios
de Kelin y La Carència aportará más luz a éste y otros aspectos. Creemos que aunque en el futuro aparezcan
nuevos datos, hipótesis o enfoques al respecto, nuestra aproximación a la movilidad en época ibérica ha sido
interesante, precisamente por nuestra intención de ligarla con los patrones de poblamiento y territorialización.
Los iberos, por encima de transitar, ocupan y territorializan el paisaje, aprovechando la tierra y los recursos
naturales para fraguar sus intereses económicos y estableciendo puntos estratégicos, incluso a nivel simbólico,
para marcar su vinculación a él.
AGRADECIMIENTOS
Dentro de la larga lista de personas que ayudaron en la elaboración del Trabajo de Investigación, todas ellas ya
referidas en su momento, recalcamos nuestra gratitud a Consuelo Mata y Rosa Albiach por integrarnos dentro de sus
respectivos proyectos de investigación. También agradecemos al personal del SIP su amabilidad y disponibilidad para que
consultáramos los materiales de este estudio albergados en el Museu de Prehistòria de València, en especial a su directora,
Helena Bonet, y a Jaime Vives-Ferrándiz.
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David QUIXAL SANTOS a
El valle del Magro como vía de comunicación
en época ibérica (siglos VI-I a.C.)
RESUMEN: El valle del río Magro / corredor de Hortunas es una subunidad geográfica de la Meseta de Requena-Utiel (Valencia) que tuvo un denso poblamiento durante época ibérica (siglos VI-I a.C.). El estudio arqueológico de los yacimientos, la cultura material recuperada y el análisis del territorio nos permiten demostrar
que fue una importante vía de comunicación entre la costa y el interior. Además, argumentamos que fue una
zona de transición y frontera entre los territorios de las ciudades ibéricas de Kelin (Caudete de las Fuentes) y
La Carència (Torís).
PALABRAS CLAVE: Edad del Hierro, poblamiento ibérico, vías de comunicación, SIG, Meseta de RequenaUtiel.
The Magro river valley as a road link in the Iron Age Iberia (6th-1st centuries B.C.)
ABSTRACT: The Magro river valley / Hortunas corridor is a secondary geographic unity inside the RequenaUtiel plateau (València). In this area there was a dense occupation during the Iron Age (6th-1st centuries B.C.).
The archaeological study of these sites, the material culture and the analysis of the territory allow us to show that
there was an important route linking the coast and the inland. Furthermore, it was a transitional and border area
between the territories of the Iberian cities of Kelin (Caudete de las Fuentes) and La Carència (Torís).
KEY WORDS: Iron Age, Iberian settlement pattern, road links, GIS, Requena-Utiel plateau.
a Becario de Investigación del Servei d’Investigació Prehistòrica, Diputació de València.
david.quixal@uv.es
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D. Quixal Santos
INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo nos centramos en el poblamiento en época ibérica (ss. VI-I a.C.) de una zona concreta:
el corredor de Hortunas, un tramo del valle del Magro ubicado entre los términos municipales de Requena
y Yátova, en el interior de la provincia de Valencia (fig. 1).1 Pese a que, a día de hoy, en dicho valle tan
sólo contamos con una excavación arqueológica, La Calerilla de Hortunas, y ésta es además de cronología
romana altoimperial, numerosos son los autores que en las últimas dos décadas han planteado la importancia
del mismo como vía de comunicación en la Antigüedad. A su vez, los estudios territoriales de los diferentes
oppida valencianos muestran que en esta zona podría existir una frontera teórica entre los territorios de Kelin
(Caudete de las Fuentes) y La Carència (Torís, Valencia). En relación con todo esto y a partir de un estudio
detallado del poblamiento durante la Protohistoria, intentaremos acercarnos a cuestiones tan importantes como
son la movilidad y las fronteras en un área de transición entre la costa y el interior valenciano.
Fig. 1. Ubicación de la zona de estudio en época ibérica.
DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA Y ARQUEOLÓGICA DE LA ZONA
El río Magro recibe su nombre en el punto donde se juntan las aguas de la rambla de la Torre y del río Madre,
cerca de la actual población de Utiel. En su curso superior transita por la Meseta de Requena-Utiel y se encajona
en las sierras de Las Cabrillas y Martés. Tras un curso medio atravesando la Hoya de Buñol, desemboca en el
Xúquer en la Ribera Alta. Nuestra investigación se centra en un tramo del curso alto, concretamente el paso del
río por el sureste de la actual comarca de Requena-Utiel, lo que constituye el corredor de orientación OesteEste de Hortunas (fig. 2), así como el sector occidental de la Hoya de Buñol-Chiva. Este valle cuaternario
1 El presente trabajo deriva del Trabajo de Investigación de Licenciatura que defendimos en julio de 2008 bajo la dirección de la Dra.
Consuelo Mata Parreño, en el marco de una beca predoctoral Cinc Segles de la Universitat de València (2007-2010). Del mismo modo,
la presentación de una parte del mismo recibió en el año 2009 el Primer Premio de Investigación del Instituto de Estudios Comarcales
de la Hoya Buñol-Chiva / Bancaixa.
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El valle del Magro como vía de comunicación en época ibérica
189
Fig. 2. Vista del corredor de Hortunas y la vega del Magro desde el Cerro Santo.
comienza por el Oeste a la altura de la aldea de La Portera. En el otro extremo, el Este, el corredor finaliza
donde actualmente se encuentra el Embalse de Forata (Yátova), por tanto, una zona de paisaje muy desvirtuado
respecto a siglos pasados. No obstante, el curso del río Magro, de dirección Noroeste-Sureste, no entra en el
corredor hasta la altura de la aldea de Hortunas de Arriba (a unos 5 km de La Portera), ya que, tras su paso por
Requena, atraviesa encajonado buena parte de la Sierra de las Cabrillas. Los otros límites naturales de esta
zona son, por el Norte, la mencionada Sierra de Las Cabrillas / La Herrada y, por el Sur, las estribaciones de
Sierra Martés. El río Magro, verdadero eje articulador, recibe las aguas del Mijares cerca de la aldea con la
que comparte el mismo nombre.
Esta área ha sido objeto de prospecciones en los años 1996 y, sobre todo, 2007, dentro del proyecto de estudio
del territorio de Kelin dirigido por la Dra. Consuelo Mata desde el Departament de Prehistòria i Arqueologia
(Universitat de València) y financiado por la Generalitat Valenciana. En dicho 2007 la investigación se centró
de forma selectiva en esta zona concreta y bien definida, cuyos resultados preliminares ya han sido publicados
(Quixal, Moreno y Mata, 2007). A su vez, algunos yacimientos del extremo occidental de la Hoya de Buñol
fueron visitados en 2007 y 2008 dentro del proyecto de investigación del territorio de La Carència dirigido por
Rosa Albiach (Servei d’Investigació Prehistòrica, Diputació de València). De la misma manera, se realizaron
las labores relativas al inventario y catalogación de los materiales arqueológicos recogidos en dicha campaña,
así como la revisión del registro material almacenado en el Museu de Prehistòria de la Diputació de València
de campañas precedentes, tanto de nuestro proyecto de investigación como de otras personas o grupos de
trabajo. Resultado directo de todo esto son los 19 yacimientos ibéricos documentados con diferente cronología
entre los ss. VI y I a.C. (Quixal, 2008) (tabla 1 y fig. 3).
A partir del estudio de sus ubicaciones, su tamaño, sus materiales, la presencia o no de estructuras
defensivas, su diacronía y otras variables recogidas en trabajos anteriores (Mata, Moreno y Quixal, e.p.), los
hemos categorizado como:
1. Poblados fortificados: Son los poblados ubicados en alto y con defensas, con un tamaño superior a
0,5 ha. Poseen un excelente control del territorio y son verdaderos hitos paisajísticos, aunque no dejan de
ser también lugares de hábitat de tamaño medio, donde se llevarían a cabo otro tipo de labores (agricultura,
ganadería, molienda, metalurgia, etc.). A este grupo pertenecen el Cerro Santo (Requena) y el Pico de los Ajos
(Yátova-Cortes de Pallás).
2. Atalayas: Se trata de un tipo de asentamiento semejante al anterior, con ubicaciones en altura y
potentes fortificaciones, pero con la diferencia de presentar un tamaño reducido, menor a 0,5 ha. Sin negar su
carácter de hábitat, su función principal, la que explica sus agrestes localizaciones, es el control y vigilancia
del territorio, de ahí que se dispongan en puntos estratégicos, controlando ríos, pasos, fronteras, etc. Sus
ocupaciones suelen ser más cortas que en el caso anterior y la riqueza y volumen de sus ajuares es mucho
menor. Las atalayas de esta zona son el Puntal de Eduardo (Requena) y Puntal del Viudo y Peñón de Mijares
(Yátova).
3. Hábitats rurales: Entendemos por hábitats o asentamientos rurales aquellos núcleos en llano que, de
forma temporal o permanente, tuvieron funcionalidad de hábitat. De nuevo son dos: Los Alerises y Hortunas
de Abajo (Requena).
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D. Quixal Santos
Tabla 1. Yacimientos de la zona de estudio.
Yacimiento
Ref.
Término
Carácter
Cronología
Cerro Hueco
R.086
Requena
Cueva-santuario
IV a.C. / Imperial
Los Alerises
R.072
Requena
Hábitat rural
VI - I a.C. / Imperial
El Paraíso
R.017
Requena
Indeterminadio
V - I a.C.
La Morreta
R.074
Requena
Establecimiento rural
IV - III a.C.
Prados de la Portera II
R.012
Requena
Establecimiento rural
IV - III a.C.
Prados de la Portera I
R.011
Requena
Indeterminadio
VI - IV a.C. / Imperial
Las Quinchas
R.104
Requena
Establecimiento rural
IV - III a.C.
Cueva de los Ángeles
R.064
Requena
Cueva-santuario
IV a.C. / Imperial
Puntal de Eduardo
R.007
Requena
Atalaya fortificada
Bronce / VI - IV a.C.
Cerro Santo
R.010
Requena
Poblado fortificado
Bronce / V - I a.C.
Los Lidoneros I
R.034
Requena
Establecimiento rural
III - II a.C.
Barranquillo del Espino
R.081
Requena
Establecimiento rural
III - II a.C. / Imperial
Los Lidoneros II
R.103
Requena
Establecimiento rural
IV - III a.C.
La Calerilla
R.105
Requena
Villa / necrópolis
II - I a.C. / Imperial
Hortunas de Abajo
R.039
Requena
Hábitat rural
V - IV a.C.
Los Villares del B. Malo
R.106
Requena
Establecimiento rural
V - IV a.C.
Puntal del Viudo
Y.002
Yátova
Atalaya fortificada
Bronce / IV - III a.C.
Collado del Viudo
Y.003
Yátova
Indeterminadio
IV - III a.C.
Pico de los Ajos
Y.001
Yátova
Poblado fortificado
VI - I a.C. / Imperial
Peñón de Mijares
Y.004
Yátova
Atalaya fortificada
Bronce / IV - III a.C.
El Peñón
Y.006
Yátova
Indeterminadio
IV - III a.C.
4. Establecimientos rurales: Se trata de estructuras auxiliares de explotación del campo como refugios,
corrales, almacenes, terrazas, basureros o campos de cultivo. No suelen presentar más que una fase de
ocupación y cuentan con ajuares escasos y básicos. Incluimos dentro de este grupo los yacimientos de La
Morreta, El Paraíso, Prados de la Portera I y II, Las Quinchas, Los Lidoneros I y II, Barranquillo del Espino y
Los Villares del Barranco Malo (Requena), y Collado del Viudo y El Peñón (Yátova).
5. Cuevas-santuario: Cuevas o covachas a las que se les asocia una funcionalidad cultual a partir del
material hallado en ellas. En esta zona se encuentran el Cerro Hueco y la Cueva de los Ángeles (Requena).
Caso aparte queda La Calerilla de Hortunas, conocida villa y necrópolis altoimperial (Martínez Valle,
1995), que también presenta material ibérico tardío. Precisamente la continuidad de su ocupación en época
romana provoca que desconozcamos el carácter y la entidad que tuvo el sitio en época ibérica.
En líneas generales, el poblamiento en esta área se caracteriza por un elevado porcentaje de yacimientos
en alto, especialmente si lo comparamos con otras zonas de ambos territorios (Albiach et al., 2007; Mata et al.,
2001a y b). Durante los siglos VI-V a.C. el poblamiento es reducido y centrado en asentamientos de entidad
o en altura. En el Ibérico Pleno (ss. IV-III a.C.) hay un aumento del número de núcleos (fig. 3), coincidiendo
con un proceso de ocupación de los suelos más fértiles del valle, los fluvisoles y regosoles de las riberas del
Magro y el Mijares, así como de las escasas zonas llanas (Quixal, 2008: 114-125). Del mismo modo, al igual
que hemos observado en torno a otros significativos núcleos ibéricos (Moreno y Quixal, 2009; Mata, Moreno
y Quixal, e.p.), observamos fenómenos de satelización de establecimientos rurales alrededor de un hábitat
estable, integrándose todo dentro de una estrategia productiva conjunta. Los Alerises y el Cerro Santo son los
dos mejores ejemplos de ello.
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El valle del Magro como vía de comunicación en época ibérica
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Fig. 3. Yacimientos del valle del Magro durante el Ibérico Pleno (ss. IV-III a.C.).
EL VALLE DEL MAGRO COMO VÍA DE COMUNICACIÓN EN ÉPOCA IBÉRICA
La movilidad en la Protohistoria: estado de la cuestión
Los caminos y las vías han sido un objetivo de la Arqueología y la Historia Antigua abordado casi siempre
desde una perspectiva simple, centrándose únicamente en el trazado y la fisonomía de los mismos. En este
sentido, siempre han tenido más peso las investigaciones sobre las vías romanas, ya que por todos es conocida
su importancia en el aparato militar, político y económico romano, tanto en fase republicana como imperial
(Arasa y Roselló, 1995). Sólo en los últimos decenios se ha intentado profundizar más en el tema y concebir
los caminos como marco y, a la vez, producto de toda una serie de relaciones entre los agentes humanos y
los asentamientos (Ledo, 1995: 452-55). Los caminos nos pueden servir como documento a través del cual
acceder a la jerarquía existente entre los núcleos unidos y, por consiguiente, comprender mejor la estructura
de poblamiento. Aquí se plantea la cuestión de qué es causa y qué es consecuencia: los asentamientos del
trazado de los caminos o viceversa. El inicio del empleo de Sistemas de Información Geográfica (SIG)
en los años 90 amplió las posibilidades de análisis de este ámbito de estudio. La movilidad se convirtió,
especialmente en el campo de la Prehistoria, en un aspecto fundamental para comprender cómo las sociedades
pretéritas interpretaban, configuraban e interactuaban con su entorno. Se pasaba del estatismo procesual tan
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D. Quixal Santos
sólo interesado en el asentamiento como punto fijo, al estudio post-procesual de la movilidad como tipo de
relaciones entre las comunidades y el paisaje (Fairén, 2004: 26; Díaz del Río y Vicent, 2006).
Por lo que respecta a época ibérica no conocemos de forma exacta la fisonomía de los caminos ni sus
etapas, pero en algunos casos podemos rastrear sus trazados. Sin duda, los mejor conocidos son los accesos
a determinados poblados, entre los que destacan sin duda los del oppidum ibérico de Castellar de Meca
(Ayora, Valencia) por su carácter rupestre (Broncano y Alfaro, 1997). El problema es localizar caminos o vías
que comuniquen varios poblados, algo que se ha conseguido en contadas ocasiones, como es el caso de los
recientes hallazgos en el entorno de Ilici (Elx, Alicante) a partir de la anchura de las carriladas (Arasa, 2008 y
2009). Pese a que algunos trabajos han intentado aproximarse de forma general a las posibles vías o rutas que
estructuraban sus respectivas zonas de estudio (Arasa, 2001: 155-157; Oliver, 1996: 65-76; Pascual y García
Borja, 2010), básicamente la eclosión de la búsqueda de posibles viales en época ibérica se limita a los últimos
años y ha ido de la mano de la aplicación de SIGs (Grau, 2002; López, 2005).
Las comunicaciones entre la costa y la Meseta de Requena-Utiel
Tradicionalmente se ha considerado como principal itinerario histórico entre Valencia y Requena el paso por
la sierra de Las Cabrillas y el corredor de El Rebollar (Piqueras, 1997: 81-85) (fig. 4), camino que parece que
se construye en el s. XV por deseo de la ciudad de Valencia para abastecerse de trigo castellano (García de
Fuentes y García Ejarque, 1993: 144-149; Muñoz y Urzainqui, 2011), culminando en 1852 con la construcción
de la conocida como carretera de Las Cabrillas, precedente de la actual A-3 Madrid-Valencia. Pese a que
somos conscientes de que ésta ha sido la vía principal entre la costa y el interior, nos resulta sintomático que
durante toda la historia la presencia de un abrupto escalón geográfico en el Portillo de Buñol haya motivado la
búsqueda de alternativas, tal y como sucedió en el s. XVIII ante la construcción del Camino Real de Madrid,
que tuvo que aumentar su recorrido buscando el corredor del Cànyoles y la entrada a la Meseta por Almansa,
precisamente por donde transcurría en su día la propia Via Augusta.
Por otro lado, sabemos que en época medieval el valle del Magro (fig. 4) era atravesado por uno de los
ramales de la Vereda Real procedente de Cuenca, la cual desde la aldea de La Portera se dirigía hacia Torís y
Carlet (Hortelano, 2007), así como la presencia en él de una dehesa ganadera a finales del s. XV (Bernabéu,
1989, 17-18). Sin embargo, no parece tratarse en ninguno de los casos de una zona de paso significativa en una
Fig. 4. Recorrido de las dos principales rutas de acceso a la Meseta de Requena-Utiel (mediante Visor 3D ICV).
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El valle del Magro como vía de comunicación en época ibérica
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escala amplia de vertebración entre reinos. Por lo que respecta a época ibérica, son varios los autores que han
apuntado la hipótesis de este valle como vía de comunicación importante entre el litoral y el interior, aunque
todos de forma bastante reciente y no siempre publicando el trabajo realizado.2 Tras la excavación de La
Calerilla de Hortunas por parte de Asunción Martínez Valle, en los diversos artículos derivados ya se apunta
esta idea aplicada a época romana, aunque admitiendo posibles precedentes ibéricos (Martínez Valle, 1995:
281). Entre finales de la década de los 90 del siglo pasado y lo que llevamos del presente se han publicado
otros trabajos que recogen directa o indirectamente esta idea (Medard, 1998: 177; Martínez Escribá, 1999:
119; Pérez Negre, 1999: 76; Albiach et al., 2007: 113-117; Díes, 2007: 139).
A continuación analizaremos esta cuestión a fin de corroborar, matizar o descartar esta hipótesis del valle del
Magro como vía de comunicación entre Kelin y La Carència y, al mismo tiempo, entre la costa y el interior. Para
ello abordaremos la movilidad en época ibérica de dos maneras diferentes aunque complementarias a su vez:
- Por un lado, intentaremos aproximarnos a los posibles caminos o zonas de tránsito a partir del estudio de
la orografía, calculando mediante un SIG los caminos óptimos que exijan un menor coste energético.
- Por otro, contrastaremos los resultados del primer punto con la interpretación que nosotros hacemos a
partir del resto de variables económicas, poblacionales o culturales.
¿Qué nos dice el análisis mediante un Sistema de Información Geográfica?
En primer lugar, hemos calculado mediante el SIG GRASS 6.3.0 el camino óptimo entre La Carència y
Kelin, a nivel comarcal, y entre los principales enclaves costeros y el interior meseteño a nivel suprarregional
para ver qué ruta es la que, en términos de geografía física, exigía un menor coste energético. De esta forma
podemos saber cuál era la ruta óptima para dirigirse hacia el Oeste tomando como puntos de referencia estos
oppida. Para ello, a partir de un Modelo Digital de Elevaciones de la provincia de Valencia, hemos generado
un mapa de pendientes y, a partir de éste, un mapa de costes (fig. 4). En este último se representa el coste
energético que un desplazamiento implica desde cualquier punto del mapa hasta un destino concreto. Al
trabajar con capas raster, cada celdilla adquiere un valor de coste energético por ser atravesada, en relación al
mapa de elevaciones que tiene vinculado y, por tanto, al calcular el camino óptimo lo que el SIG busca es la
ruta por aquellas celdillas con un menor coste/fricción, lo que en la realidad se traduce en una mayor facilidad
y velocidad de movimiento (Gutiérrez y Gould, 2000: 145-150; Bermúdez, 2006: 91-98).
El camino de mínimo coste obtenido coincide, a grandes rasgos, con el corredor de El Rebollar, tanto si lo
calculamos simplemente desde La Carència (fig. 5), como si extendemos la ruta tomando un origen costero, bien
desde Cullera, antiguo Portus Sucronem (Pérez Ballester, 2003), bien desde Valentia. Esto indica que el valle de
El Rebollar es la mejor opción en cuanto a costes de energía/tiempo para acceder al interior desde la costa.
Fig. 5. Mapa de costes y cálculo del camino óptimo
entre La Carència y Kelin (mediante GRASS GID).
2 Podemos citar como pionero en este campo a Luis Gimeno, si bien todos sus estudios han permanecido inéditos.
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¿Qué nos marca el estudio de los yacimientos, los materiales
y el resto de variables territoriales?
En este apartado pondremos en yuxtaposición aspectos de campos aparentemente muy diferentes, pero que,
al mismo tiempo, nos pueden aportar datos para valorar la presencia de movilidad en el valle del Magro. Sin
duda, la base la constituye el estudio de los materiales recuperados en prospección, principalmente cerámicos,
tanto en los yacimientos del valle como en los del corredor de El Rebollar. Éstos nos indican por dónde
pudieron fluir las principales redes de intercambio o comercio, bien sea a escala local / comarcal, con las
producciones propias de ambos territorios, bien a escala regional / suprarregional, con las importaciones de
otras zonas ibéricas, de otras partes del Mediterráneo o con la numismática.
Estudiando la distribución de las importaciones por épocas, pese a su escaso volumen en comparación con
otras áreas más próximas a la costa, observamos cómo el valle del Magro es en todo momento una de las zonas
con mayor densidad de importaciones de ambos territorios, mientras que ocurre todo lo contrario en cuanto
a volumen y diversidad de materiales autóctonos. En primer lugar, las importaciones fenicias tuvieron una
destacable penetración (ss. VII-VI a.C.), mucho mayor que la que tuvieron las púnicas en momentos posteriores
(ss. V-III a.C.). Sobre todo se trata de ánforas vinarias procedentes de la costa malagueña (Bonet et al., 2004:
213). De procedencia ática contamos con escasos ejemplos, aunque de nuevo vuelve a ser significativo que casi
la mitad de los yacimientos en los que ha aparecido cerámica griega en la Meseta de Requena-Utiel pertenecen
a esta zona (Pico de los Ajos, Hortunas de Abajo, Los Alerises, Cerro Hueco y Puntal del Viudo). Por último, los
materiales itálicos copan el total de importaciones que llegan en los ss. II-I a.C. Hemos observado como tónica
general una distribución desigual entre barniz negro campaniense (fig. 6.2 y 6.3), presente tan sólo en aquellos
asentamientos de importancia (aquí en Los Alerises y Pico de los Ajos), y las ánforas itálicas Dressel 1 (fig. 6.1),
de amplia distribución incluso por establecimientos rurales (Quixal, 2008: 130).
La circulación de cerámicas ibéricas a nivel suprarregional también se confirma con la presencia en el
Pico de los Ajos de un fragmento con decoración impresa asociable a producciones del Sureste peninsular
(Mata, 1985) (fig. 6.5), pero sobre todo por la presencia en algunos de sus yacimientos de cerámicas con
decoración figurada compleja. En el Cerro Santo podemos destacar una tinaja con posibles representaciones
de aves esquemáticas en serie (Aparicio y Latorre, 1977) que puede datarse en el s. II a.C. (Bonet e Izquierdo,
2004: 84) (fig. 7.6). Ésta se asemeja en cuanto a motivos y composición a un kalathos hallado en los niveles
iniciales de Valentia (Gómez Serrano, 1945: 284). Más interesantes son algunas decoraciones del Pico de los
Ajos, englobables dentro de las decoraciones complejas presentes en vasos singulares y/o de encargo entre
mediados del s. II a.C. y finales del I a.C. Se trata de representaciones de escenas simbólicas o mitológicas
compuestas por seres fantásticos e híbridos acompañados de figuras humanas, animales o vegetales. Pueden
hacer referencia a historias o leyendas que circulaban por el Mediterráneo y quedaban plasmadas en el vaso
siguiendo las pautas de representación ibérica (Bonet e Izquierdo, 2001: 300; 2004: 90). En este sentido
podemos citar la presencia de un fragmento cerámico localizado en superficie cuya decoración fue interpretada
como parte de un hipocampo (Martínez Escribá, 1999) y comparada acertadamente con los otros dos ejemplos
más claros de representaciones de estos seres, los vasos de hipocampos de Kelin (Pla, 1980; Mata, 1991) y
La Carència (Serrano Várez, 1987) (fig. 7.1, 7.2 y 7.3). Por otro lado, tenemos un fragmento informe en el
que aparece parte del cuerpo de un ser antropomorfo (Fletcher, 1980) que recientemente se ha datado como
perteneciente a un horizonte más antiguo que el caso anterior (primera mitad del s. II a.C.) (Bonet e Izquierdo,
2001). No obstante, consideramos que, a pesar de lo fragmentado de su estado, muestra elementos que podrían
asociarlo más con el grupo anteriormente descrito de representaciones de finales del s. II - mediados del I
a.C. Tanto la representación de una franja reticulada en su tronco, como la forma en la que se ha dibujado
la articulación del brazo con el cuerpo, una forma marcadamente curva, nos recuerdan las características de
los seres que aparecen en el Vaso de la Gigantomaquia de Kelin (fig. 7.4 y 7.5) (Pla, 1980). Precisamente, la
presencia de hipocampos en algunos vasos del mismo yacimiento da más peso a esta posible interpretación.
No pretendemos ser tajantes en que se trata de una representación igual, simplemente consideramos que puede
ser un individuo vinculable con este estilo tardío. De la misma manera, la forma triangular reticulada que se
asoma en el ángulo inferior derecho podría tratarse del extremo de la corola de una flor en vista longitudinal,
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El valle del Magro como vía de comunicación en época ibérica
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si bien la mala conservación impide asegurarlo. No se conoce el lugar de producción de todos estos recipientes
con decoración compleja tardía (Bonet e Izquierdo, 2001 y 2004), si bien también se han documentado escenas
de este tipo en zonas costeras como Valentia (Serrano Marcos y Olmos, 2000), de ahí que planteemos que el
valle del Magro fue el eje en su redistribución, sin tener todavía claro en qué dirección.
Fig. 6. Materiales. (1) Borde de ánfora itálica del Pico de los Ajos; (2) borde de Lamb. 36 de Campaniense A del Pico de
los Ajos; (3) borde de Lamb. 5 de Cales de Los Alerises; (4) imitación ibérica de Lamb. 23 del Pico de los Ajos; (5) asa con
decoración impresa del Sureste peninsular del Pico de los Ajos; (6) lebes con engobe rojo local del Cerro Santo; (7) Lebes
producido en la Casa Guerra y localizado en el Cerro Santo.
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Fig. 7. Decoraciones complejas figuradas. (1) Vaso de los Hipocampos de Kelin (Pla, 1980); (2) representación de
hipocampo del Pico de los Ajos (Martínez Escribá, 1999); (3) representación de hipocampo de La Carència (Serrano
Várez, 1987); (4) representación antropomorfa del Pico de los Ajos (a partir de Fletcher, 1980); (5) vaso de los Nadadores
de Kelin (Pla, 1980); (6) representación de aves esquematizadas del Cerro Santo (Aparicio y Latorre, 1977).
Por otro lado, podemos enumerar toda una serie de materiales de procedencia local o comarcal cuya dispersión
debe considerarse como fruto de las redes de comercio internas. En este sentido, tenemos documentados
fragmentos de engobe rojo, una producción propia del territorio de Kelin durante el Ibérico Pleno (Mata, 1991:
140-141), en Los Alerises, Cerro Santo y Pico de los Ajos (fig. 6.6). De las ánforas ibéricas, en principio, no
podemos extraer ninguna información. Sin embargo, en el Cerro Santo y en Hortunas de Abajo, este último
con más dudas, se han documentado sendos fragmentos de lebetes de borde pendiente atribuibles al horno
cerámico de la Casa Guerra (Requena) (Duarte et al., 2000: 234-36) (fig. 6.7).
La presencia de monedas ibéricas en los yacimientos nos puede aportar información acerca de las redes
de circulación monetaria y, por ende, de las redes de intercambio y circulación de productos comerciales
(Ripollès, 1979). Las noticias que tenemos al respecto de esta zona son bastante pobres, ya que en la mayoría
de casos se trata de hallazgos casuales o clandestinos que han pasado a engrosar colecciones privadas. El mayor
corpus monetal procede del Pico de los Ajos, concretamente tres monedas de Ikalkusken/Ikalesken (Iniesta),
dos de Castulo, una de Arse, 14 monedas romanas republicanas (desde el 211 al 132 a.C.) y un as de Kelin
(Arroyo, Ribera y Mata, 1989: 367-371). El otro yacimiento en el que se han encontrado monedas ibéricas es
el Cerro Santo, concretamente en los años 60-70 procedentes, en teoría, de las cecas de Gili (sic) y Saiti (Pérez
Mínguez, 1988: 395). No hemos podido recoger más información al respecto, por lo que suponemos que
debieron quedar en manos de algún particular.3 Aunque el número de monedas documentadas es mínimo, la
procedencia de las mismas es muy significativa de cara a la finalidad última de este estudio. Ya algunos autores
han destacado la presencia de monedas de Ikalkusken/Ikalesken en el Pico de los Ajos como una prueba de
que el valle era la vía principal entre el interior meseteño y la costa (Albiach et al., 2007), argumento que se
refuerza con la presencia de una moneda de Kelin en el Pico de los Ajos y una de Kili/Gili en el Cerro Santo.
3 Pere Pau Ripollès desconocía esta referencia y nos comentó que estas monedas no forman parte de los fondos de ningún museo
conocido, por lo que deben de ser propiedad privada.
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Independientemente de las cuestiones fronterizas que luego desarrollaremos, la circulación monetaria nos está
indicando movilidad comercial y contactos a lo largo del valle entre los diversos territorios ibéricos.
Al mismo tiempo, contamos con numerosas muestras de escritura, entre las que destacan de manera
sobresaliente los plomos escritos del Pico de los Ajos. Se conocen un total de cinco, todos escritos con alfabeto
levantino (Fletcher, 1980 y 1983). Del Pico de los Ajos el Museo de Prehistoria de Valencia posee además
una bala de honda de plomo con la incisión “ABER” (Fletcher, 1985: 22; Tomás, 1989). En último lugar, del
Cerro Santo procede un fragmento informe con decoración de tejadillos en la que se realizó post-cocción un
grafito en ibérico (Mata, 2001: 253). Más que por posibles relaciones filológicas entre los documentos, por lo
que nos interesa enumerar estos ejemplos es por la cantidad de textos que hay en una zona tan pequeña, lo que
está indicando sin duda un fuerte dinamismo y contacto con el exterior de los principales núcleos de la misma
entre los ss. IV-I a.C.
Sin embargo, los materiales no son el único campo de estudio para aproximarnos al carácter viario del
valle. A nivel territorial observamos una estructuración poblacional más compleja en todas las fases ibéricas
en el valle del Magro que en el corredor de El Rebollar, así como asentamientos siempre de mayor entidad en
el primero que en el segundo. La presencia de un buen número de asentamientos fortificados, además de otras
lecturas, nos está indicando una preocupación por el control y la seguridad en la zona, requisitos indispensables
para el éxito de un camino. Cinco son los asentamientos que pueden estar ejerciendo este papel y algunos de
ellos, como el Cerro Santo o el Pico de los Ajos, sin duda constituirían auténticos hitos paisajísticos. De igual
manera, su posición permite el establecimiento de interesantes redes de contacto visual entre ellos (fig. 8) y el
control de amplias cuencas visuales, estas últimas siempre coincidentes con los tramos más accesibles y las
tierras más fértiles. Por contra, en el corredor de El Rebollar tan sólo se ha documentado un poblado fortificado,
La Cárcama, que permanece aislado y muy alejado de otros asentamientos de semejante función. Por último, en
el valle del Magro se han podido contabilizar dos cuevas-santuario, el Cerro Hueco y la Cueva de los Ángeles,
posiblemente dos de los ejemplos mejor conocidos del área valenciana (Aparicio, 1997; Martínez Valle y
Castellano, 1995). Este tipo de espacios en más de una ocasión han sido relacionados con zonas de paso (GilMascarell, 1975; González Alcalde, 1993), e incluso en recientes estudios se ha planteado que allí se podrían
haber desarrollado cultos relacionados con la circulación y la protección de los viajes (Grau, 2000: 219).
Fig. 8. Intervisibilidades entre los principales poblados de los territorios de Kelin y La Carència.
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Conclusión
Por todo ello, teniendo en cuenta las peculiaridades del relieve (presencia de un río y mayor distancia, pero
pendientes más regulares), concentraciones de yacimientos y todo el resto de variables que hemos trabajado
(presencia de poblados con defensas, redes de visibilidad, presencia de materiales significativos, etc.),
consideramos que la ruta principal entre La Carència y Kelin entre los ss. VI-II/I a.C. fue el valle del Magro. Sin
embargo, no debemos considerar la comunicación entre estas dos ciudades ibéricas como un camino cerrado,
sino que necesariamente formaría parte de una vía mayor entre la costa (Portus Sucronem siguiendo el río Xúquer
/ Sucro o Valentia a partir del s. II a.C.) y el interior (Ikalkusken/Ikalesken), cruzando el Cabriel por el paso de
Vadocañas o del Pajazo (Albiach et al., 2007: 113-117; Quixal y Moreno, 2011).
Un reciente apunte sobre los caminos históricos en la Comarca de Requena-Utiel nos puede guiar hacia
la clave de esta cuestión (Hortelano, 2008: 202): se dice que para ir de Requena a Valencia por Las Cabrillas
hacía falta un día y medio, siendo éste el camino más rápido, pero cuando el viaje se hacía con cargamentos de
peso medio/alto era mejor seguir el valle del Magro, más largo (tres jornadas) e irregular, pero con cuestas más
accesibles (fig. 9). Pese a que el valle de El Rebollar pudo ser una vía de penetración durante la Protohistoria,
los cargamentos más pesados, correspondientes a importaciones (ánforas y vajillas, principalmente) y otros
productos foráneos que requiriesen de transporte rodado, circularían por el valle del Magro aprovechando
los menores desniveles, ya que, tal y como ya apuntaban autores en el s. XVIII (Fernández de Mesa, 1755,
citado en García de Fuentes y García Ejarque, 1993: 144-149), el camino de Las Cabrillas “sólo es bueno para
semejantes animales”. De la misma manera, creemos que ambos valles/corredores no serían dos zonas aisladas
o independientes, sino que formarían parte de una entidad o todo común, siendo incluso posible la comunicación
entre ambas, seguramente a través del valle del Mijares, zona apenas trabajada arqueológicamente.
Las comunicaciones no serían sólo de Este a Oeste, sino también a la inversa. En este sentido, a grandes líneas
planteamos que el camino, partiendo desde Kelin, seguiría el propio curso del río Madre / Magro por la zona del
actual pueblo de San Antonio y todas las aldeas de la vega. En esta zona encontramos algunos asentamientos
rurales ibéricos excavados parcialmente, como el Cerro Tocón o Los Aguachares (Vidal et al., 2004). Es lógico
que la vía pasase por el oppidum ubicado en la actual Requena, del que todavía no estamos en disposición de
aproximarnos ni a su entidad ni carácter (Martínez García, Cháfer y Espí, 2001). Al llegar a la Sierra de las
Cabrillas, consideramos que el camino evitaría seguir el cauce del río por ser excesivamente encajonado y,
en algunos puntos, prácticamente imposible de seguir, de ahí que hasta la actual aldea de Hortunas de Arriba
el camino bajaría por el sector oriental del llano de Campo Arcís, idea que queda reforzada por la presencia
en esa zona de un denso poblamiento y de la cueva-santuario del Cerro Hueco. Posteriormente atravesaría los
llanos y lomas de La Portera, donde tenemos una concentración de yacimientos en el entorno de Los Alerises,
y entraría en el corredor de Hortunas, reencontrándose con el río a los pies del Cerro Santo. A lo largo de
toda la fértil vega, el camino seguiría el curso del río hasta llegar a la altura de Hortunas de Abajo, donde nos
Fig.9. Perfiles topográficos del camino de Las Cabrillas (1) y del Magro (2) (mediante GRASS GIS).
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El valle del Magro como vía de comunicación en época ibérica
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encontramos con una situación semejante a la de Las Cabrillas. El río se vuelve a encajonar, en este caso en
las estribaciones septentrionales de Sierra Martés, por lo que el camino necesariamente debía transcurrir por
otra zona más accesible, en este caso buscando el estrecho corredor creado por el río Mijares, en una zona
donde también encontramos un grupo de yacimientos en torno al Puntal del Viudo. Posteriormente, el camino
descendería de forma progresiva unos 100/50 m hasta acceder a las tierras más llanas de la Hoya de Buñol, donde
la comunicación hacia La Carència ya sería mucho más fácil de realizar, bien buscando de nuevo el río Magro
(tras la zona donde actualmente se encuentra el Pantano de Forata), o bien siguiendo la rambla de la Horteta.
Seguramente entre los siglos I a.C. y I d.C. el nuevo contexto sociopolítico romano derivado de la
refundación de Valentia desplazó el centro de poder y, por ende, el principal punto de recepción/distribución
de los materiales pasó de la desembocadura del Xúquer a la del Turia (Ribera, 2008). Todo ello motivaría
la primacía de la ruta de las Cabrillas, aunque tardando más de un siglo en hacerlo de forma consolidada
(fig. 10). El estado romano, impulsor de una importante política de obras públicas y caminos incluso por
zonas orográficamente muy complejas, seguramente permitiría construir o acondicionar ésta para hacerla
más accesible. Resultado directo de esto sería el surgimiento de hitos en el camino como el asentamiento
descubierto en una de las laderas de la sierra como consecuencia de la construcción de la carretera en 1827,
cuyos materiales han sido recientemente revisados (Arasa e Izquierdo, 2008).
No obstante, tenemos indicios para pensar que en época imperial el camino del Magro seguía siendo
utilizado. Además de una serie de asentamientos rurales en los términos de Macastre y Alborache, en La
Calerilla de Hortunas se erigió una necrópolis monumental en el s. I d.C. (Martínez Valle, 1995). Por todos es
sabida la costumbre romana de ubicar las necrópolis monumentales cerca de vías y lugares de paso (Abad y
Abascal, 2003). Finalmente, tal y como ya han apuntado otros autores (Albiach et al., 2007: 106-108), tenemos
la información extraída de una inscripción funeraria hallada por Luis Gil-Orozco en 1975 en el yacimiento
iberorromano de El Ardal, en las proximidades de Campo Arcís. Se trata de un bloque de piedra calcárea muy
porosa, escrito en una de sus caras, que ya en su día estudió de forma magistral Josep Corell (1996: 197) y que
actualmente forma parte de la decoración del patio de la misma finca-bodega de El Ardal. El campo epigráfico
apenas puede leerse, debido a su estado de conservación. Dice así:
... Junio Sosinaibole, (¿) hijo de Lucio Junio, gilitano, está aquí enterrado. Me mató a traición una banda
de salteadores. Mi hijo y mis yernos me han erigido este monumento.
Fig. 10. Trazado hipotético de la vía del Magro (1), con sus variantes Norte (1a) y Sur (1b), y de la Las Cabrillas (2).
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Aunque se trate de una inscripción del s. II d.C., podemos extraer varios aspectos interesantes. Por un
lado, la proximidad filológica “Gili - Kili”, puesto que de época ibérica conocemos numerosas monedas con
la leyenda “Kili”, en las que posteriormente se añade en caracteres latinos el término “Gili”. Los últimos
estudios tienden a ubicarla en algún yacimiento de la Hoya de Buñol (Ripollès, 2001: 109) y, cada vez más,
todo parece apuntar a la identificación de La Carència como sede de la ceca (Albiach et al., 2007: 107).
Independientemente de todo esto, lo significativo es que el contacto contemplado en época ibérica entre ambos
territorios parece mantenerse durante los primeros siglos del Imperio. El hecho de que un personaje con cierto
rango que con seguridad procedía de la Hoya de Buñol sea asaltado y asesinado justo en la entrada de lo que
antaño era el territorio de Kelin, nos está indicando que en un momento tan tardío aún se utiliza el valle como
vía de comunicación y circulación de personas y materiales, más si cabe si asumimos que en la mayoría de
ocasiones este tipo de ataques iba dirigido contra viajantes o comerciantes.
EL VALLE DEL MAGRO COMO ZONA LIMÍTROFE ENTRE DOS TERRITORIOS
Los Polígonos Thiessen son una herramienta que se incorporó a la Arqueología en la década de los 70 del
siglo pasado procedente de la Geografía Regional. Están orientados a aproximarse a las teóricas áreas de
control del territorio desde asentamientos de igual rango, así como a las posibles fronteras existentes entre los
mismos (García Sanjuán, 2005: 212-214 y 298-299). Se obtienen cruzando las mediatrices de las líneas que
unen los diferentes puntos o asentamientos, aunque en los últimos años se ha intentado precisar más tomando
como base mapas de costes. Siempre que sea posible, es interesante adaptarlos a la presencia de accidentes
geográficos (sierras, ríos, barrancos...) que pudieran funcionar como fronteras naturales.
Consuelo Mata, en un trabajo centrado en buscar los límites y/o fronteras de la Regio Edetania superando
la mera lectura de los clásicos (Mata, 2001), diferenció, siguiendo argumentos materiales y de Arqueología
Espacial, territorios polarizados por las principales ciudades ibéricas (Edeta, Arse, Kelin, La Carència, Saiti,
etc.). Por este motivo, se trazaron los Polígonos Thiessen entre las mismas para intentar acceder a sus fronteras.
El resultado es muy llamativo, ya la zona que nos atañe queda precisamente atravesada por la frontera teórica
entre Kelin y La Carència; concretamente la línea pasa de Noreste a Suroeste por el medio del corredor de
Hortunas, justo en la zona en la que encontramos una mayor densidad de yacimientos (fig. 11).
Fig. 11. Polígonos Thiessen entre Kelin y La Carència, y posición resultante del valle del Magro.
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Necesariamente debemos ser conscientes de las limitaciones de este tipo de herramientas de análisis que
no dejan de ser modelos teóricos y aproximativos a la organización territorial en la Antigüedad. Pese a ello,
nos parece interesante aplicarlos, siempre y cuando podamos matizarlos o modificarlos a partir de los datos
obtenidos en el trabajo de campo y teniendo en cuenta las posibles fronteras naturales. Tanto Las Cabrillas
como Sierra Martés son dos grandes unidades montañosas que podían actuar como delimitadores territoriales.
En cambio, el Magro, a diferencia de otros ríos como el Cabriel que actúan de frontera, sirve de articulación y
comunicación Oeste-Este, de forma contraria a un delimitador territorial.
Las prospecciones en el valle nos han permitido diferenciar dos grandes unidades de poblamiento,
reconocibles con un simple vistazo al mapa. Por un lado, encontramos todos los yacimientos pertenecientes
al término municipal de Requena, de los cuales el más oriental es Hortunas de Abajo, mientras que, por otro,
tenemos el grupo de yacimientos yatovenses. En medio tenemos una extensa área de 6 km de longitud y unas
2.000 ha sin ningún yacimiento documentado. Este vacío lo palpamos ya a la hora de planificar la campaña
de prospección del 2007, de ahí que decidiéramos efectuar una serie de prospecciones selectivas a fin de
determinar si era realmente una zona sin yacimientos, o si respondía a un déficit en la investigación por
tratarse de una zona actualmente poco habitada y transitoria entre dos términos municipales diferentes. Así
pudimos confirmar que efectivamente allí se da un vacío en el poblamiento de época ibérica, precisamente en
la zona con mayores dificultades orográficas de la posible vía (fig. 12). Este tipo de vacíos, tierras de nadie o
“black holes” (Groube, 1981), también han sido diferenciados actuando de frontera en otros contextos de la
Protohistoria peninsular, aunque, por lo general, a una escala bastante mayor (Montilla et al., 1989; Ruíz y
Molinos, 1989; Sacristán de Lama, 1989).
El poblamiento no es la única variable que está marcando la posibilidad de estar ante una zona de frontera
entre dos territorios. El estudio de nuevo de las intervisibilidades muestra dos grupos claramente diferenciables
y bien estructurados sobre todo en el Ibérico Pleno (fig. 12): en la cabecera del valle destacamos la excelente
Fig. 12. Intervisibilidades totales y cálculo de polígonos Thiessen entre el Cerro Santo y el Pico de los Ajos, con el área de
vacío poblacional intermedia (mediante GVSIG).
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comunicación visual entre el Puntal de Eduardo, el Cerro Santo y el Cerro de los Alerises. En el otro extremo,
vemos cómo la falta de contacto visual entre los dos núcleos más importantes, el Puntal del Viudo y el Pico
de los Ajos, parece haber sido paliada con el establecimiento de la pequeña atalaya del Peñón de Mijares,
visible desde ambos. Tan sólo el Cerro Santo y el Pico de los Ajos permiten la comunicación visual entre
ambos sectores pese a los casi 12 km de separación. Por otro lado, al estudiar las intervisibilidades entre la
totalidad de yacimientos, cabe destacar cómo en el Ibérico Pleno, momento de auge del poblamiento en la
zona, hay una fractura clara entre los yacimientos del llano de La Portera / corredor de Hortunas, plenamente
interconectados, y los del valle del Mijares en Yátova.
Tal y como hemos visto antes, en torno al valle del Magro encontramos dos cuevas-santuario. No es
el cometido del presente estudio el analizarlas desde las múltiples ópticas que éstas permiten, tan sólo las
incluimos porque son elementos que pueden tener una lectura integrada dentro del paisaje y el territorio del
que forman parte, más si cabe en el caso de Kelin dada la abundancia de las mismas. Pese a que se trata de un
fenómeno compartido por diferentes territorios ibéricos, las cuevas-santuario siempre han sido descritas de
forma muy homogénea y global en relación con unas características comunes, presentes desde los primeros
trabajos (González Alcalde, 1993; Gil-Mascarell, 1975). Sin embargo, recientes trabajos han planteado una
visión más novedosa integrándolas en el paisaje y en el poblamiento de un territorio concreto, en ese caso el de
La Serreta (Alcoi, Alacant) (Grau, 2000). En nuestro caso pensamos que estamos ante centros que excederían
el radio local y podrían tener importancia como centros aglutinadores a nivel simbólico a escala mayor,
catalizando a diferentes comunidades del área en determinados días o de forma esporádica. Y, como vimos
anteriormente, se relacionan con caminos, pero no se trata de caminos internos, sino vías que conectan el
territorio con sus vecinos. Los dos ejemplos de cuevas-santuario se ubican en el extremo oriental del territorio
de Kelin, cerca de la presumible zona limítrofe con el territorio de La Carència, por lo que podrían estar
marcando territorialidad, pertenencia a una determinada comunidad (Quixal, 2008).
A modo orientativo, hemos calculado los Polígonos Thiessen de los dos principales asentamientos de
nuestra área de estudio, los poblados fortificados de Cerro Santo y el Pico de los Ajos. En este caso, el lado
que separa ambos territorios teóricos sí que coincide plenamente con el vacío poblacional, lo que, a nuestro
parecer, refuerza la idea de que la frontera entre los territorios de Kelin y La Carència muy posiblemente
se pudiera encuadrar en esta zona. Aunque podamos pecar de repetitivos, consideramos necesario volver a
recalcar que estamos tratando modelos territoriales teóricos que, a diferencia de la actualidad, carecerían de
límites lineales, cerrados y exactos, sino que tendrían otra funcionalidad. Castro y González Marcén (1989:
9-15) distinguieron tres características que definen bien lo que eran las fronteras en la Antigüedad:
- Espacios de transición, donde no está definido el dominio de una u otra entidad política limítrofe.
- Fronteras “permeables”, espacios a través de los que se dan las comunicaciones y relaciones entre las
comunidades implicadas. Por tanto, es allí donde se expresará mejor la vinculación entre ellas, en caso de existir.
- Son únicamente entendibles en espacios que han vivido procesos de territorialización desde un lugar
central o que presentan una organización estatal. En nuestro caso consideramos que dado el propio carácter de
estas sociedades complejas debemos asociar más las fronteras al dúctil concepto de “áreas de influencia”, que
al más exigente “territorio político”.
Llegados a este punto estamos en condiciones de presentar abiertamente nuestra hipótesis de que tanto
el Pico de los Ajos como el grupo local del valle del Mijares (Puntal del Viudo, Peñón de Mijares, etc.)
pertenecerían al territorio ibérico de La Carència. El resto de yacimientos quedarían integrados dentro del
territorio de Kelin y el área de vacío o black hole podría actuar de frontera entre ambos, juntamente con el
macizo de Las Cabrillas por su propia condición orográfica. La distribución del poblamiento, la presencia
de fortificaciones y atalayas, las intervisibilidades, los grupos locales, los Polígonos Thiessen y, en ciertos
aspectos, los registros materiales parecen apuntar en esta dirección.
Un estudio bastante relacionado con todo lo que estamos aquí tratando, aunque de un área ibérica contestana,
es el realizado por Soria y Díes (1998). En él se investiga también una posible zona fronteriza, llegando a la
conclusión de que determinados asentamientos podrían haber sido establecidos en puntos estratégicos con la
función de estructurar el territorio, controlando subunidades o paisajes concretos (ibíd.: 431). Poblados como
El Castellaret (Moixent), el Pic del Frare (La Font de la Figuera) o, en un momento puntual, la Bastida de les
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Alcusses (Moixent), podrían estar protagonizando un papel en los fenómenos de territorialización en época
ibérica semejante al de asentamientos como El Molón (Camporrobles), La Cárcama (Requena) o, para el
caso que nos ocupa, el Cerro Santo o el Pico de los Ajos; el Cerro Santo para el territorio de Kelin, mientras
que el Pico de los Ajos para el de La Carència. Estaríamos ante verdaderos hitos territoriales en zonas donde
la pertenencia a una comunidad debía expresarse con mayor fuerza, por el simple hecho de encontrarse en
zonas fronterizas. Además, todos los ejemplos controlaban importantes pasos o vías: La Cárcama el valle de
El Rebollar, El Molón el tránsito hacia la Meseta (Lorrio, 2007) y, en el caso de los del Magro, la vía hacia
el litoral mediterráneo. Soria y Díes (1998: 433) los denominan “poblados periféricos” o “de frontera” y les
atribuyen un tamaño medio-grande (entre 4-5 ha), aunque consideramos que ese no es un factor primordial,
como sí lo son la ubicación, la visibilidad, el control del territorio, etc.
Por último, la propia evolución cronológica de los poblados sugiere la pertenencia a uno u otro territorio.
En el Ibérico Final (ss. II-I a.C.), momento posterior a la conquista romana y en el que las entidades territoriales
comienzan a perder su esencia, el sistema de atalayas desaparece, no así los poblados fortificados que perduran
sin problemas durante todo el siglo II a.C. En torno al 75 a.C. Kelin es destruida y abandonada, seguramente
dentro del marco de las guerras sertorianas que azotan la Hispania romano-republicana. Las ciudades que
apoyaron al bando perdedor, el sertoriano, sufrieron las consecuencias de la represión posterior (como Valentia
y Dianium) y, quizás, el final de Kelin pudiera estar relacionado con este hecho (Bonet y Ribera, 2003: 83-85).
Tras la caída del lugar central, el poblamiento de la comarca ve cómo muchos de los importantes poblados
fortificados se abandonan progresivamente (Cerro de la Peladilla de Fuenterrobles, El Molón de Camporrobles
o Cerro de San Cristóbal de Sinarcas) (Mata et al., 2001a: 85). Del mismo modo, se abandona también el
Cerro Santo, su principal poblado fortificado oriental, tal y como nos indican sus materiales, ya que no cuenta
con las primeras sigillata o material romano de ningún tipo. A su vez, al otro lado de Las Cabrillas, la ciudad
de La Carència también parece sufrir las consecuencias de esta represión, al presentar niveles de incendio en
torno a esos años (Albiach et al., 2007: 102-103 y 120). No obstante, la evolución posterior es completamente
dispar, ya que la ciudad perdura y experimenta un relativo periodo floreciente (en el caso de ser Kili, acuña
moneda bilingüe en torno al 50 a.C.) que le permitirá integrarse dentro del Imperio Romano y pervivir hasta
el s. III d.C. De forma sintomática, el Pico de los Ajos también se ocupa hasta bien entrado el Alto Imperio.
El que durante la fase ibérica fuera, a nuestro modo de ver, uno de los más importantes poblados fortificados
del territorio de La Carència, en el s. I a.C. no entra en la misma fase de decadencia y abandono que sus
vecinos occidentales, sino que se integra y perdura dentro del Imperio, lógicamente con otras funcionalidades
e inmerso en nuevas redes jerárquicas. Este hecho aporta mayor fuerza, si cabe, a nuestra hipótesis de que el
Pico de los Ajos y los yacimientos yatovenses deben ser entendidos dentro de la realidad territorial derivada
de La Carència (Quixal, 2010).
REFLEXIONES FINALES
A lo largo del trabajo hemos pretendido desarrollar un caso práctico en un ámbito aún naciente de la investigación
ibérica. Tras todas las variables manejadas, consideramos que estamos en condiciones de defender nuestra
hipótesis del valle del Magro como importante vía de comunicación durante la Protohistoria, al mismo tiempo
que ubicación del límite entre dos territorios ibéricos vecinos. Consideramos que, pese a que en los últimos
años la cultura material parece vivir un proceso de decadencia dentro de los estudios de Arqueología del
Paisaje o Territorio, necesariamente debemos continuar basándonos en ella como eje de toda investigación,
sobre todo cuando ampliamos la escala de análisis. Todo ello ha permitido observar cómo una zona que en la
actualidad presenta un poblamiento muy reducido y una circulación prácticamente marginal, en la Antigüedad
fue muy dinámica, con una densidad de poblamiento destacable e incluso con presencia de asentamientos
ibéricos de relativa importancia. Aspectos que, sin duda, van ligados a la presencia en el mismo de una vía o
camino que permitía la comunicación directa entre las ciudades y territorios de La Carència y Kelin, pero que,
al mismo tiempo, constituía un tramo más de la importante ruta de comunicación y distribución de materiales
que iba desde la costa hacia el interior y viceversa.
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Confiamos en que el desarrollo en los próximos años de los proyectos de investigación de los territorios
de Kelin y La Carència aportará más luz a éste y otros aspectos. Creemos que aunque en el futuro aparezcan
nuevos datos, hipótesis o enfoques al respecto, nuestra aproximación a la movilidad en época ibérica ha sido
interesante, precisamente por nuestra intención de ligarla con los patrones de poblamiento y territorialización.
Los iberos, por encima de transitar, ocupan y territorializan el paisaje, aprovechando la tierra y los recursos
naturales para fraguar sus intereses económicos y estableciendo puntos estratégicos, incluso a nivel simbólico,
para marcar su vinculación a él.
AGRADECIMIENTOS
Dentro de la larga lista de personas que ayudaron en la elaboración del Trabajo de Investigación, todas ellas ya
referidas en su momento, recalcamos nuestra gratitud a Consuelo Mata y Rosa Albiach por integrarnos dentro de sus
respectivos proyectos de investigación. También agradecemos al personal del SIP su amabilidad y disponibilidad para que
consultáramos los materiales de este estudio albergados en el Museu de Prehistòria de València, en especial a su directora,
Helena Bonet, y a Jaime Vives-Ferrándiz.
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