
Serie de Trabajos Varios 11
La covacha de Llatas (Andilla)
Francisco Jordá Cerdá
José Alcácer Grau
1949
, ISBN 84-00-03091-5 /
978-84-00-03091-9 , 42 p.
[page-n-1]
DlPUTAClON PROVINCIAL D V A L E N C I A . - I N ~ T I T U C I O N ALFONSO E L M A G N A N I M O
E
SERVI
SECCI ON
SERIE D E TRABAJO$ VARIOS
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A C O V A C H A DE"%;LATAS
FRANCISCO JORDA CERDA P JOSE ALCACER GRAU
Prólogo del Dr. Luis Pericot
[page-n-2]
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Y MUSÉO PROVIHC!BL DE PREHISTORIA
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L. Pericot Grarcía
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Colaboradores
M. Jornet Perales
Gr. Viñes Masip
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F. Ponsell Cortes
Agregados
D. Fletcher Valls
F. Jiménez Navarro
J. S.-Valero Aparisi
M. Vidal Mpez
.J. Alcácer Grau
E. Pl&Ballester
C . Visedo M0lt6
V. Pascua1 Pérea
,:
[page-n-3]
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DlPUTAClON PROVINCIAL DE VALENCIA.-INSTITUCION
ALFONSO EL M A G N A N i M - 0
SERVICIO DE I N V E S T I G A C I ~ P R E H I S T ~ R I C A
N
SECC16N DEL C. S. 1. C - INSTITUTO DIEGO DE VELAZQUEZ
SERIE D E TRABAJOS VARIOS
JUm.
II
LA C O V A C H A D E LLATAS
FRANCISCO JORDA CERDA Y JOSE ALCACER GRAU
Prálogo del Dr. Luis Pericot
VALENCIA
EDITORIAL PWENECH, A.
F.
S.
1949
[page-n-4]
ISSN 1989-540
[page-n-5]
PROLOGO
L a Dirección del S. I. P. m e pide unas palabras d e
introducción pa?*a el trabajo que sigue, y ~110m e proporciona intenso gozo. .Pues sólo hay una cosa que pueda comp~ararsepl placer de dar a luz u n trabajo cientifico, y es el de presentar el realizado por un &sc2pulo.
En éste v e el investigador quién evitará que las ideas
propias desaparezcan, quién, sin darse cuenta muchas
veces, seguirá difundiendo métodos y principios que
aprendió d e su maestro. En el caso presente, el gozo es
doble. Hace ya muchos años que, verano tras verano,
he trabajado con los señores Jordá y A l c á c e ~ .Juntos
hemos desafiado las tormentas e n los altos del ~ a b a l l ó ñ
(Dos Aguas) y el frio d e la noche en. las laderas del
Mondúber. Juntos nos hemos extasiado desde veinte
montañas\ diversas ante el maravilloso paisaje del llano
valenciano. Juntos también hemos gozado de las grandes alegrias que sólo la Prehistoria ofrece a quienes la
persiguen, la d e descubrir placas grabadas, puntas solutrenses o bellas piezas d e hueso, vestigios de seres que
vivieron hace veinticinco mil años.
C o n esta experiencia, G - O ~ O Z C O como nadie las aptitudes de ambas autores para la excavación arqueoló-
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4
gica. S u pulcritud y honelstidad cientlficas, su vocación
y paciencia, su d,edicación total a la excavación sin
rendirse a la fatiga que rproducen los más ricos yacimientos al prolongarse su estuüio día tras día. E s m u cho más dificil d e lo que se cree el realizar una excavación sin abandonarlb bajo ningún pretexto, y n o es
dificil encontrar excelentes cientificos d e la Prehistoria
incapaces d e realizar por si mismos una excavación d e
cierta envergadura. L a Única solución para evitar la fatiga y el descuido er, el trabajo d e equipo y el haberlo
comprendido asi desde el primer mom.ento ha sido urzo
d e los mayores aciertos d e la dirección del S. 1. P. Dos
o tres fuimos siempre ein la memorable primera campaña e n el poblado d e la Bastida d e Mogente, con la
que el S . I . P. inició sus trabajos e n 1928, y lo m i s m c
ocurrió a partir d e entonces e n las campañas del ParpalEó y e n cuantas excavaciones'ha venido realizando.
Elstol explica la colaboración d e los señores Jordá y
Alcbcer, a qzcie,nes yo pondría d e modelos d e rigor ex..
cauatorio. Para satisfacción d'e sus amigos, h o y nos
prueban que también han alcanzado su madurez c o m o
t e ó ~ i c o s .E trabajo que sigue es una muestra d e lo que
E
pueden ofrecernos. S e triata d e una estación d e imp~ort a n d a limitada, excavada cuidadosamente y cuyo m
terial se ha clasijicado y descrito con la mayor prec
sidn. Las consideraciones generales y ei2 planteamiento
d e los p ~ o b l e m a sc;ronolÓgicos y culturales muestran a
la v e z prudencia y domizjo d~ la bihliograf2a.
Precisamente el yacimiento d e la Covacha d e Llatus p e ~ t e n e c ea una época difícil d e nuestra Prehistoria,
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1'..,
-
[page-n-7]
d e la que tenemos pocos datos 4eguros. T o d a la e t a p ~ i
d e transición d e lo paleolítico a lo neoiítico está envuelta e n nieblas. E l Paleolítico superior es como u n
rayo d e luz, con industrias bien caracterizadas y su arte
maravilloso, y otro rayo d e luz es el Eneolitico. A n t e
una pieza d e hueso magdalenieiue n o hay confusicín
posible, como ?zo la hay ante u n fragmento d e vaso
c a m p a n i f o r m ~ incluso d e cgrámica cardial. Pero eno
tre aquélla y éste nos quedan d e cinco a siete mil años
que n o saibemlos cómo llenar con precisión. Estos miles
d e años son los que corresponden al Epipaleblitico o
Mesolitico, etapas con- dos vertientes, la primera, rnhs
larga, prolongación del Paleolitico, la segunda, más
corta, d e comienzo d e la neolitixación.
,Para llenar este osczcro periodo poseemos enormes
y
series d e m i c ~ o l i t o ~ s centenares d e figuras pintadas e n
los abrigos rocosos, Qewo todos estos documentos, faltos
d e puntos d e apioyo seguros, bailan, por decirlo asi,
dentro del espacio d e tiempo que indicamos, y es tant o más d e lamentar cuanto esta época tiene e n otras regiones europeas, concretamente e n los territorios bálticos, gracias a los prodigjos d e interpretación geológica y climatológica realizados $07 los sabios nórdicos, un
esquema seguro d e periodos perfectamente definidos y
con una cronologa'a absoluta irreprochable.
Podemos intentar resumir lo que puede ser un esquema d e estos tiempos aplicado a España para dar algún valor a esta introducción a la monografía que sigue.
Cuando termina el Paleolítico final., una pequeña
faja nórdica, desde Cataluña hasta el Oeste d e Astu-
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riias, ve extinguirs 1 Magdaleniense. Ein la misma @oca, la mayor parte d e España está ocupada por las poblaciones cazadoras con instrumental d e cardctsr epigravetiense, sobre las que empezaban a afluir elementos capsienser;, d e raiz semejante y procedentes del
N o r t e d e Africa. En la zona del Noroeste, una pablación arcaizante seguia con sus técnicas preasturiensles,
propias del Paleolítico inferior. En la región cantábrica el Magdaleniense se v e sustituido por el Aziliense,
que es m continuacidn degenerada. Esto puede durar
hasta el 8.000 a. C., o poco más tarde.
Después, la mayor parte d e España se v e influid6
Dar las industrias microliticas que todavía podemos llaw a r capsienses y suponer venidas del N o ~ t a e Ayrica.
d
Se funden e n u n Epigravetiense-capsiense las te'cnica:
de los indígenas y d e los recién llegados, todos ellos cazadores, aunque muc-has veces las hallamos separada:
como si se debieran a bandas independientes que circulaban por nuestras montañas. En u n primer m o m e n t o
d e esta etapa situam~osel final del nivel antiguo d e la
Cueva de la Cocina y Ia fase antigua de los c o n ~ k e r o s
d e Muge. U n segundo m o m e n t o , que llega hasta el
5.000 a. C . , abarca el segundo nivel d e la Cueva d e Itz
Cocina y la segunda fase d e M u g e . A estos milenios de
be corresponder la fase d e apogeo del estilo histo72cistu e n el arte rupestre levantino, que v a a entrar e n decadencia inmediatamente. El Preaslturiense del N o r oeste empieza a ser sustituido por el verdadero Asturirlnse cantábrico,
En el V.' milenio tenemos el desarrollo del Astu-
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riense y el nivel superior de la Cueva de la Cocina ;
empiezan a llegar los primeros elementos neoliticos.
Estos se hacen mús patentes en el 1V.O milenio, cuando
podemos hablar ya de Neolitico -antiguo, en el que fundamentalmente la masa de la po,blación era todavia del
viejo tronco eipigravetiense-capsiense. , ,
Durante estos dos últimos periodos llega la técnica
cerámica. Con ello se nos plantea un problema que los
autores del trabajo que sigue se han planteado a su vgz.
Ocurre con la cerámica lo que ocurrirá más tarde con
el hierro. Nunca sabremos cuándo y cómo empieza el
uso de la cetrámica en Espuña, pues aunque tuuiéramos
la suerte de encontrar la primera vasija que en ella se
usara, no podriamos darnos cuenta ni demostrar que
realmente fuese la primera.
Como muy antigua nos aparece la cerámica incisa
y cardial, estudiada por otro de nuestros discipulos, cl
Profesor San Valero, y que constituye uno de los elementos primordiales de la cultura que el Profesor Martinez Santa-Olalla ha denominado hispanomauritánica.
Sin duda se encuentra en el IV." milenio, en el Neolitico antiguo. Pero a nuestro juicio existe una cerúmica
más antigua en nuestros yacimientos levantinos, con 'la
que llenamos el V." milenio en qz~asuponemos la entrada de los primeros elementos de la nueva civilización.
Para suponerlo asi nos basamos en nuestra experimcia en las excavaciones de la Cueva de la Cocina,
donde hallamos cerámica tosca, lisa, rayada o con algún relieve y con asas tubulares horizontales, junto con
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'
%S sílex microlíticos del nivel superior. E n los niveles
sufi,sriores de la Cnseva de ales @allaetes» es esa cerdmica la que predomiaa, aunque con ella se niexcla alg h fragmanto con p.tsntillado o cart decoracidn carglz'wl.
Esta es lo que da interés a la estacidn objeto del present~ trabajo, p.ues también aqui se juntan coa la cerdmico las piexss de sílex ds vieja tradicidn epipaleol2ti;ca.
AGn inclindndonos por nuestra hipóteas, no. nos
atreveríamos a asegarar con demgsiada confianza que
llegwiú a demostrttrse que la cerúmica cardial es la scgsrnda eqpecie cerámica y no la primera entre las llegsdas Q. la Penhwla. Su misma riqueza parece presuponer m tipo mds sencillo anterior, paro este argzrmen-to
tgms paco valor trtstdndose de una zona ~ro~lincial
a
la qu,e la nueva .&í"cnica
llega formada desde lejos.
l sokcidn del problema esta en el e s t ~ d i ode los
k
mateeales cer4micos que possernos de yacrmientos ert
q.zise aquQlos na han sido consid~radoscon,swficiente
datenimiento y en la, etcavaci6~de niveles neotíticos
anbiguos danda ello sga posible. E Yeste sentido,la e$~
cawacidn de la Covacha de Llatm y su minqcioso anúlis& constituyen una pauta- y m r~saltadoapreciable.
Que s w autores Sgan por esta carnin~y acusa logrendarnos la solucián la E duda qtbe pla.~rtedbamos ¿Hz4a
:
bo una etafia lprotoneolitica en Levante, c,oa cerámica
lisa o rayada, anterior a la llegada de la czsltura hypalaomauritdnica con cerámica ricamente deco~ada?
t-
LUIS PERICOT
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LA COVACHA DE LLATAS
ANDILLA-VALENCIA
OBSERVACIONES SOBRE EL COMIENZO DEL NEOLlTlCO EN LEVANTE
El hallazgo de una [pequeña estación, cuyo breve
estudio se hace en estas páginas, nos da pie para echar
una ojeada a los problemas que plantea la aparición de
la cultura neolítica en la región levantina.
El fenómeno cultural del Neolítico con su secuela
de innovaciones e inventos que poco a poco van transformando todos los aspectos de la vida, no es autóctono, con frase de San Valero (l),en nuestra Península.
El mismo autor (2) al estudiar la expansión del Neolítico desde su área de origen en los valles del EufratesTígris-Nilo, hace resaltar que d a unidad geográfica del
Atlas con la Península existe. también en lo humano
cuando'llega al Estrecho la cultura neolítica~.
Con ello
señala de una manera evidente la existencia de una vía
(1) JuliOn San Valero Aparisi: "El Neolítico español y sus
relaciones. Esquema de una tesis doctoral", Cuadernos de Historia
Primitiva, año 1, núm. 1, Madrid, 1946.
(2) Ibid: "El Neolítico y la Península HispBnfca", Ac. Y
Mem. de la S. E. A. E. P., t. XXiii, Cuad. 1-4, Madrid, 1948.
[page-n-12]
1O
.
afro-hispánica de difusión neolitica. En sus trabajos se
observa de una manera clara la persistencia de una raíz
cultural inserta en el Mesolitico, que se refuerza con la
aportación de las invasiones o coloni~acionesneolíticas
del N. de Africa.
El único yacimiento metódicamente excavado en
Levante, en que lpodemos encontrar claramente marcada la transición o paso de los tiempos mesolíticoe a
los neoliticos es la icCueva de*la Cocinan, en cuyos niveles superiores junto con restos de utillaje de tipo mesolítico aparecen las novedades que los pueblos neolíticos
van introduciendo en las tierras peninsulares. Pericot
(3) en su avance al estudio de los materiales d e dicha
cueva pone de relieve este mestizaje cultural en los comienzos del Neolitics. Según él, el esquema tipol6gico de éste yacimiento viene dando las siguientes sucesiones : puntas triangulares de tradición paleolítica y
trapecios en el nivel inferior ; puntas triangulares con
qpgndice lateral en el nivel medio, propiamente meaolítico ; medias lunas con cerámica en el superior. Aunque tal sucesión no se haya comprobado en otras estaciones de un modo tan claro y evidente, parece que
refleja con. bastante seguridad el panorama cultural de
lla evolución del Mesolítico en Levante y su paso a la
cultura neolítica. E n la «Cueva de la Cocinan hay que
notar, además, que hasta el presente no se ha encontrado todavía un solo fragmento de cerámica cardial,
a pesar de ser grande el área excavada. Teniendo esto
en cuenta y a la vista de los trabajqs ya citados del San
(S) Luis Peri,cat: "La Queva de la Cacha (Dos-Aguas)",
Archivo de Prehistoria Levantina, T. II, phg. 39 y SS. VaIencia 1946.
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Valero, hemos de pensar que el N&olitico de la citada
cueva, situado en una regibn fianqueada por yacimientos con cerámica cardial, ha de ser por necesidad posterior a éstos o estar ligado, de un modo más .difícil de
explicar, a los yacimientos de la re@ón penibética que
aparecen libres de la técnica cardial. Creemos y luego
veremos las razones en que nos qpoyamgs, que el NeoJítico de la ~ C m i n a u con una evolucibn prapia, es pa,
ralelo cronológicamente a las yacimientos con cexárnica
cardial que lo limitan por eI norte y por el sur. E esS
tudio que vamos a hacer de los materiales de la aCavacha de Llatas~,nos orientara" en la discusiún de este
problema,
En toda la zona levantina, hay, pues, por lo que vemos, un periodo de cierta duracidn en que la cultura
rnicrolitica deja de ser mksolítica para transformarse
en neolitica. Ese momento de neolitdzación del Mesolítico está caracterizado par la desaparición del microburil, por- el predominio de las medias lunas y por l a '
aparicitin de la cerámica.
La desapaFición del microburil es tui problema tan
.oscura como el de su utilización. Pcr IQ que a nuestra
región se refiere podemos señalar que dicho instrumento aparece en el Paleolitico superior, dentro de los
niveles del Solutrense superior del «Parpall6>, (4) y que
continúa presentándose en los restantes niveles de dicha eueva ; y es el elemento constante en el Mesolitico
de la @Cuevade la Cocina» y aún se encuentra en su
Neolitico. Falta, sin embargo, hasta ahora en 143s nive(41 Luis Pericot: "La Cueva del Parpsllld CGanBía.)", Maarid,
1942.
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les Paleolíticos de la cccbva de les Mallaetes~(5). E n
el Bajo AragOn y regiDn catalana san escasos y faltan
o na parecen muy abundantes (@, No ha sido. señalada
su presencia en !os niveles de hoyo de la-Minau, M i laga (71, aunque bien ,pudiera tratarse de .una deficiencia de excavación, y son escasos en las relaciones de
Siret (8). Respecto a su posible utilización, nosotras
sugerirnos que se trata de un instrumento típico de culituba 'de cazadsres menores y debi6 usarse como ápice
de dardo de cerbatana.
Su desaparición está ligada á1 auge de la cultura
neolítica, de tal modo que existiendo en el Neolltieo,
de la cí-rCocinar~,
falta, como luego veremos, en la aCovacha de Llatasu, y en otras estaciones neolíticas de
la regiirn, cuyos conjuntos culturirles muestran un grado
m s de evolucidn.
á
($1 $obre esta cueva, todavía en curso de emavacidn por los
whores Pericot Y Jordá, bajo los auspídos del S. 1 P., se prepara
.
un avanoe de las resatrcdas obtenido hasta el mamento. Podemos
adelantar qae dentro de sus niveles neollticos es @aracte&tica la
falta de elementos geom&trieos.o Lz1rdenocagslenses, 3% que basta
ahora &lo se han encontrado tlies t~:~aec.lm,
(81 Para el Bajo Asa&;& vease, MaMn Almagro: "Las problemas del .lEpipaleolftieo gr Mealtfca en Espafia", Ampwfas,
T. PI, Barcelona, 1949,-Para b región del Priomto y sus aledafios,
Salvador Vflaeca: "Les estaeions tallers del Prfomt i extensionst',
Rer-ls,. 1936; y ver tambien del mismo: "L'estacio taller de sílex
de Bt. aregoriN,Mem. de .la Acad. de Cidncias y L e t m de Barcelona, 1934,
(7) Miguel Buch: "Avance al &tudio de la caverna de Hoyo
&e la Mina en MBlaga", Bol. Soc. MalagueRa de Ciencfírs, Mala@
1919-20;
(8) Luis Siret: ''LTspagne prehislwique", Revue des questiffns
scientifiques, Bruxelles, 1893.
[page-n-15]
La histaria de las medias lunas' les casi tan larga
como la de los'micr~buriieles,apareciendo a fknes del
PaIealítico supmíor. -Parace un demento derivade da
formas gravetienses o epi&rave*iensea@m su forma miis
tosca, aunque hay algunas sntadim imasl cuya tdc&,ca
de talla por ambas ca.ras recuerda el xetwue. solútrense,
Haata el pragente s 1ugm de srigea se mu9str.a imgreu
eiso eabiendo'cellalarto hacia el príjx-mo Oriente, dande es elem&ntocsnstante en e Natzifiense (9). En,el Norte
2
.de Ajrica Eje le encuentra en todos los c~njuntog.capSienses y oranienses y en las culturm de &;los derivaya
bas (10). Esl nuegtra zona levantina .@paree& durante
el MagdaXtniensg IV de áParpall6jo {11). Falta & los
dos niveles mesolíticos de XB~ crCueva dpj! la Cocina», g
luego ipodemoi seguir su eklución dentro del Neolí.
tico, durante el cual va perdiendo poco a podo su CFrácter microlítico, teminando por agrandarse corno
(9) D. A. E. Garrad: "Excavations ait the Cave of Shukah,
Palestine, 1928", Proceedings of tbe Prkhistorlc Society,. Cambridge,
1942.
(10) fCaymond Vaufrey: "Notes sur le Capden", L'Anthropologie, vol. 43, 1933, y utros trabajos del mismo autor cuyas t i t u l ~ s
pueden verse en la obra de Fredesic R. Wulsin: "The prehistoric
archaelogy of Northwest Africa'', Papers of Peabody Museum of
Uchaelogy and Ethnology, vol. XIX, niTm. 1, Oambridge, Massachusetts, en donde se expone con claridad el tema del Ne~liticoen
el norte de Africa, recogiendose una amplia bibliografía sobre el
mismo. Puede consultarse con fruto la obra de Martin Almagro:
"Preh'istoria del Norte de Africa y del Sahara español", Barcelona,
1946, la cual contiene una clara exposición de los problemas prehistóricos africanos junto a la m&sreciente bibliografía.
(11) Perieot: Ob. cit.
-
[page-n-16]
vemos que sucede en la «C&a de la Bnrna~,Boairenrente (l2), y en la crEreta del Pedregalx (Nassarr&s) (13).
E n cuanto a la cerámica hay que qSialanique en
Levante, según San Valero, la cardial ei Ia -más a ~ t i g u a .
Los tiestos con rayado irregular, c o i acmalado d-esigual, de bordes dentados, de series de puntos a ambos '
lados de un bordbn, con impresiones sobre corddn o
con trazos en espina o series de acanalados e n zig-za,
tenecen á un momento posterfof.
Sin embargo, cabría como ya hemos expuesto antes,
poner en relacíón estas cuevas sin cerámica cardial con
las de la región penibétifa y considerarla&corno cronológicamente iguales.
Como más iposible, creemos que en la zona levantina se produjeron dos facies de Neolltico inicial : una, *
que domina en las montañas cercanas a- la costa, con
cerámica cardial, con instrumentos d e hueso y escasez
de sílex geométricos, que :podemos considerar como el
momento de iniciacicin del Weolítico en nuestras tierras ;
otra, más estrechamente ligada a un medio mesolítico,
originada en el área montañosa que comprende ei reborde oriental de la meseta, sin cerámica cardial, hachas y azuelas, Ligeramente más tardía que la anterior.
La escasez de estaciones excavadas en Leyante con
tales culturas hace que sea dificil poder distinguir.estas
(12) k s materiales de esta cueva ,estan prózimos a ser publicados por el Dr. Julián San V a h o 'Aparisi.
(13) Jsidro Bailester Tormo: "La labor ael Servicio de Investigación Prehbtórica y su Museo en los aiios-1940 a 1948", Valencia. 1949.
,
.
,
[page-n-17]
dos fases, cuya característica esencial, a nuestro entender, es la diversidad de la técnica cerámica y la abundancia o escasez de sílex &eomdtricos. Sin embargo,
podemos asegurar que este Neolítico inicial se extienae
desde Levante hacia las tierras aragonesas y catalanas,
predominando en esta última región las estaciones con
cardial y en la aragonesa el Neolítico tipo ccCocinan.
Espeqamos que nuevas investigaciones en las tierras-que
hemos mencionado confirmen nuestro parecer.
Este proceso de neolitizacióa que acabamos de describir someramente hay que hacer notar que no debió
efectuarse en todas partes con igual intensidad, ní al
mismo tiempo. San Valero (14) señala que la región
valenciana y la zona de Almería fueron las primeras en
recibir los primeros embates de las avanzadillas neoIiticas africanas, y que la zona alicantina debió ex~perimentar estas influencias un poco, más tarde. Se apoya
para e110 en la dirección de los vientos predominantes
en el Mediterrcineo occidental que condicionaba una
arribada forzosa a las regiones citadas para aquellos
navegantes Crimitivos. Esta opinión no parece aventurada, aunque los hechos no respondan con claridad a
la misma. Nuevas exploraciones y excavaciones irin
aclarando el problema de los puntos de penetración.
Un detalle importante que no debemos olvidar es la
situación geográfica de todas las estaciones. Se encuentran ipor lo general en las zonas montañosas, alejadas
de las grandes valles, en cuevas situadas e n la zona
media de la montaña, y en terrenos poco aptos para el
cultivo. Condiciones que determinan necesariamente
-
-
(14) San Valero: "El Neolítico espaflol y..."
[page-n-18]
un g6nero de vida pastoril, cuyo elemento esencial eran
los c6pridas ;a tal economía de domesticación iba unida
la recolecciiín de la pequeña caza, atestiguada ésta por
Iús restos de mamíferos pequeños (excepcionalmente
encantramos huesos de eérvidos, berb.ívoros y rtjedores
en especial y, por el contrario, hay abundancia de restos de aves), La falta de hachas cilindricas y azuelas,
casi general como hemos p o d i d ~
comprobar, nos induce a creer que esta primera fase del1 Neolitico no tuvo
un cariicter agrícola. Más bien hay que suponer que
aquellos hombres vivieron dentro de un medio de vida
rnesolltic~,
incorporand,~ asimilando a su vida de cay
zadores una cultura pastoril.
El sistema de agricultura de aquellos hombres nos
viene dado por el esferoide de piedra perforado encontrado en la k%va de la S a r s a ~y estudiado por San
Valero (15). También Vilaseca ha dado a conocer los
de «Morera de Montsanb y el de: uArb~liu(16). Dichos
esferoides enmangados a largos p d w servían de azadáslayas para remover la tiefra. La piedra actuaba de peso
pasa facilitar la perforaci6n o arañazo de aquala. Posiblemente se utilizarían para sacar raíces y tubkrculos.
La pintura rupestre loosquirnana de ~(Tigerhock-Spruit)~
(17) que nos instruye acerca de la utilizacidn de dichos
instrumentos, nos muestra los mismos en manos de mu'
1151 J. San Valero: "El esferoide de piedra perforado de la
Cueva de la @ama", Publicaciones de la Junta Municipal de Argueologia de Cartagena, 1, 1945, 3 y 4.
(lo1 Salvador Vilaseca: "Más hallazgo^ ~rehfst6ricoeen Arhli", Ampurias, T, ií Barcelona, 19$1.
T,
f 17) Beuil: 'cA p m w s des boulm perforees du Gapsieil", L'Anthmpolmie, T. &S, 1EPlfi.
[page-n-19]
.jeres, lo que viene a aumentar más las ipruebas.de que
la recoleccidn y la primera agricultura £u6 una labor
esenkialmente femenina.
Este Pdeol.ítico pastoril y de montaña con agrieultura rudimentaria ha sido denominado por Santa OlaIIa (1.8) Neolítico hispano-rnauritano. San VaIero, Que
10 ha estudiado detenidamente, sigue en sus trabajos
identica denominacion (19). Nosotros preferimoe, sin
embargo, denminarla Neolz'tico inicial de montuñia.
Con ello evitamos una denominación de tipo, podría&oa decir, geopolítico, propugnando por otra que refleje,.en lo posible las características etnográficas, crunaldgieas p geográficas.
1
/
.DESSPIKtON Y $ITUACjON RE LA CUEVA
,
Durante. .el verano.ide 2948~uno nosotfosr-JosZ
de
! A l d c e r Crau- .hé coir~íisihnado,
por la D.ir?eceiOn'rdkl
8er*ioi@ de Investigaci6n Prahistbrica para, Hewslr a
>:cabo
r$rtis excavaeiones en el deqpoblade existeate -en
- el «Ceirro de la Gañada de Palomera», tGminolriraunieipral d e Vil.lar del Ar~~lbispo,
'provin~iade Yalsncia.
Mientras se desa~~ollaban mismas,' el maeeitro nakiolas
ha1 do dccih'a pbblaci6n, D. Vicente Llatas Burgos, iDelegado del S. 1. P. en la Comarca, di6 cuenta del dksowbrkt~iento~ ma pequeña c u ~ v a
de
situada, en,llt falda
'; &l. , c e r ~ p , d w d & realikabsn .las exeavaci~aes,
se
ys
[page-n-20]
término de Andilla, en la que una rebusca superficial
había dado unos sílex atípicos. Por si existieran materiales en la cueva que pudieran tener relación con el
mencionado despoblado, tras una consulta con el Director del S. 1. P., se procedió a su excavación, después
de haberle dado como nombre el de su descubridor, ya
que no tenía ninguno conocido, y así, con la denomínación de «Covacha de Llatas» lla damos a la publicidad.
Se encuentra situada en la vertiente norte del ya
mencionado cerro, hacia el extremo oriental del mismo
y a una altura, aproximadamente, de unos veinte metros sobre el barranco del Salobral en su confluencia
con el de la Hoz. La orientación norte hace que el sol
no dé en la boca de entrada por lo que resulta fría y
poco agradable para ser habitada. La bajada desde la
cueva al barranco es abrupta, aunque por la misma
boca pasa una como senda, que sin salvar grandes desniveles y dando la vuelta por la parte oriental del1 cerro
nos lleva a caminos más transitados, que por una parte
conducen a Villar del Arzobispo, y por otra, atravesando el barranco del Salobral y por el de la Hoz, nos
dirigen hacia Andilla. En la lámina 1." pueden verse
dos puntos de vista diferentes de la boca de la cueva
de
desde el <
vista A se observa el poblado de «Cerro de Cañada Pal o m e r a ~en lla cumbre.
La cueva es de reducidas dimensiones. Su boca
tiene forma triangular, midiendo su base 3'50 m. y su
altura máxima es de 1'50 m. Está formada por una
pared vertical que penetra unos 3'60 m. hacia el interior, en la cual se apoya otra con una inclinación de.40".
[page-n-21]
de modo que la cueva afecta la forma de pirámide
triangular apoyada horizontalmente sobre una de sus
caras, siendo otra de ellas su entrada. (Véase en la
figura f su planta y seccidn.)
Jaceiún
por m
-0
Fig. 1.8-Planta y sección de la-"Covacha de Llatasfl (Segiin J. Alcdcer)
[page-n-22]
10
La poca capacidad de la misma, la'daltii de ,c4alor,
salar por su situaciBn8y la existencia d e :un ,corral dle
ganados en su cercanía, hace que nuestra cbeva haya.
sido
frecuentada ; como ko iprue6a tadbiéh 61 Que
no tuviese nombre conacido aunque el ennegrecido de
las paredes haga pensar que !ha sido utilizada con alguna
intensidad, posiblemente como refugio temporal.
LRS E&CRVRCIONES
Dadas las características de la covacha, según se
desprende de lo dicho en el anterior apartado, la cantidad de tierras a remover y cribar en su excavación
era pequeña, por lo que pudo efectuarse totalmente en
una sola campaña. Sin embargo, no se intentó agotar
el yacimiento, dejándose a la derecha de la cueva,
según se entra, un pequeño testigo resguardado por
una losa.
Las tierras del suelo de la covacha fueron divididas,
como se ve en la fig. 1, en cuatro zonas ,paralelas a la
línea de la entrada, vaciándose la tierra en cada una
de ellas hasta llegar a la misma roca, alcanzando una
profundidad máxima de 0'87 m. La zona A ocupa la
parte interior de la covacha, teniendo un perímetro
triangular de unos 2'50 m. de lado por 1'50 de base.
Tan sólo se pudieron hacer en ella cuatro capas con una
,profundidad total de 0'55 m. La zona B alcanza desde la base de A hasta la línea de entrada, afectando una
[page-n-23]
forma trapezoidal con una anchura rn3xima de 1'50 m.
Esta, junto con la zona C , casi rectaaular y con un
ancho m6ximo de 2'50 m., fueron las únicas que permitieron llegar a la profundidad mayor. La zona D, exa
la excaterior por com,plet~ la covacha, s6l0
capas con un espesor total d e 0'35 m.
vación de dos
La tierra de las primeras capas era oscura y mantillosa en las zonas B y C, siendo cenicienta y suelta
en la zona A . Conforme se iba profundizando las tierras
iban siendo cada vez menos sueltas, conteniendo una
proporción mayor de arcilla que las hacía bastante apelmazadas, teniendo una coloracibn pardo clara. Casi al
final de la cueva apareció una capa con bastantes piedras y tierra clara apelmazada (tapaz), completamente
estéril desde el punto de vista arqueol6gico.
La parte más interesante de la excavación, por los
materiales que proporcionó, está comprendida dentro
d e las zonas B y C y en las primeras capas de la N ,ya
que en eIIas se encontraron las piezas más típicas e
importantes, y proporcionalmente -véase el cuadro
estadístico que adjuntamos- fueron las que libraron
las
mayor cantidad de rnateriales,~especialmente capas
1."y 2.". Menos fértil fué la 3.". La 4." y la 5" apenas si
.
prqporcionaron piezas clasificables. Y la 6." fué esteril
por completo, pareciendo sus tierras como producto
de la descomposición del suelo de la covacha.
Las tres primeras capas tuvieron un espesor de 0'15
m. ; 0'10 m. fué el de la 4:" ; la 5." alcanzó solamente
0'7 m. y la 6.", 0'25 m.
En el interior de la covacha, en la parte cornpren. dida entre las zonas A y B y en las tierras superficiales,
[page-n-24]
28
parece ser que existir4 un enterramienta ; tal se deduce
por lo menos de unos huesos largos y fragmentados que se encantramn, junto con dientes, muelas y restos de
vértebras. Lo incompleto y fragmentado del hallazgo y
la falta de todo otro dato de relacilin, hace que nos sea
completamente imposible sacar consecuencias claras
reqpecto al carácter del mismo. La situacion superficial
del enterramiento hizo que fuese destruido y que sea
inaprovechable para el estudio. Sin embargo, como veremm luego en la descripcién de los materiales, es po-*
sible que se encuentre en relación con alguno de los
fragmentos cerámicos que aparecieron en la primera
e q a , pudiendo considerarse como restos de un enterramiento tardío.
Por lo demás, y salvo esta contingencia excavatoria,
la tarea pudo realizarse limpiamente, encontrando completa norrnaIidad en la disposición y estructura de las
tierras, así como en la aparici0n de los distintos materiales, para cuya cofniprobaci6n, como hemos 2icho
anteriormente, hemos dejado un pequeño testigo a la
entrada de la cueva,
Los trabajos de campo .fueron Ilevad~s cabo por
a
obreros de Villar de1 Arzobispo, llevando la dirección
práctica de la excavación y ayudrindonoas con su larga
experiencia -como tantas otras veces ka venido haciéndolo- el veterano Capataz del S. 1. P. Salvador
Es$, á quien desde eastas líneas queremos testimoniar
nuestro afecto y agradecimiento, al mismo tiempo qué
enaltecer su laboriosidad, eficacia y cariño para todo
f que concierne a la Prehistoria.
o
[page-n-25]
IV
LOS MATERJRLES
Y SU €LI?SIFICRCIO~N
La metódica excavación de la covacha ha proporcionado diversas clases de instrumentos y otros varios'
-restos, especialmente iítiles de sílex, que son 10s más
numerosos, algunas ,piezas de cuarcita de tipologia poco
clara, bastantes fragmentos de cerámica, los restos de
un enterramiento, varios huesos de animales y algunos
moluscos. A continuaci&n, dentro de apartados generales y en sus correspondientes rúbricas, analizamos y
descr2bimos los distintos materiales encontrados.
Fueron recogidas un total de 5.351 piezas, de las
cuales son de cuarcita solamente unas 20. Su distribución en las distintas zonas y capas excavadas puede
verse en el cuadro estadístico que adjuntamos. T a n sólo
unas 400 piezas pueden ser encuadradas dentro d e los
tipos generalmente establecidos y admitidos. El número restante son lascas simples sin clasificación posible,
o deshecho de talla. La proporción del material aprovechable con respecto al total de piezas es,,pues de un
7 por 100.
Entre las piezas de sílex seleccionadas por su forma
típica o por la presencia de retoques intencionados,
hallamos que se encuentran en primer lugar, respecto
a su abundancia,, los- trapecios, siguiéndoles de cerca
[page-n-26]
las medias lunas, abundan también los raspadores, pero
y
entre ellos hemos incluído piezas poco tí~picas que podrían pertenecer a todas las épocas, vienen luego las
hojas de muesca, las hojitas de dorso rebajado, buriles
poco típicos y los triángulos de pedicelo lateral, habiendo apenas triiingulos. Como se puede apreciar faltan por completo los microburiles, debiendo señalar
que existe una lasquita con retoque semejante al del
microburil pero sin el golpe oblícuo del envds.
La descripción del matedal de piedra es como
sigue :
Medias lunas.-Hay un total de 21 ejemplares, siendo en su mayoría provinientes de las capas 1."y 2.". En
la 3." sólo encontramos una, y a una mayor profundidád desaparecen. Véanse en la figura 2.".
- Pueden agruparse en dos tipos. Unas, que ofrecen
el borde circular con retoques que han sido producidos
golpeando en sentido normal a la hoja y por una sola
cara. A nuestro entender caen dentro de una té'cnica
epigravetiense. Las denominaremos, lpor su técnica,
medias tunas de borde rebajado. EI otrcl tipo, más cercano a la forma del semfcír'culo -en contra del tipo
anterior que son simples sectores circulares- ofrece el
borde curvo retocado por ambas caras, ,retoques producidas por presi6n -lo que lo eniparentaría con las
técnicas solutrenses o sus derivadas- que dan lugar a
una especie d e bisel. Tipo que conviene denominar
media lunas d e borde en doble bisel.
Del primer tipo han alparecido 11 ejemplares mientras que del segundo' hay 10. Este últ!mo es muy escaso
:n el Nivel 1 d e la ((Cueva de la Cocina», en el cual,
[page-n-27]
sin;teLin%$rgh,son ~bundaf.ites.1as
mie&ak lmas detBr%r;rds:,
.
rebajado, pero-de un tipo mas tosco que las de l~ *esta-;ción de que tratamos, en las cuales hay que hacefli:.
notir la extremada delgadez de la hojita sobre la q u e *
Fig. 2.LMedias lunas de silex. Las nueve supeviores del tipo de borde m
doble bisel, las seis restante8 de borde rebajado. Tamafio natural.
(Según F. Jordá)
[page-n-28]
han sido construídas, la finura del retoque y la elegan',
cia del instrumento. Este tipo primero, por el contra- b , l *
. i
rio, aparece raras veces en el Bajo Aragó~i apenas se
y
señalan en la comarca del Priorato y aledaños. E n
cambio, en tales estaciones suelen ser frecuentes las del
segundo tipo, es decir, las medias lunas de borde en
doble bisel, semejantes en todo a las de la «Covacha
de L l a t a s ~y estrechamente emparentadas con ellas.
Creemos que se trata de un instrumento de gran utilidad para el establecimiento de una cronología.
Estos dos tipos de medias lunas correqponden por
lo que hemos podidc, observar a dos técnicas distlntas
de tallado. Se trata al parecer de un mismo instrumento
concebido por dos técnicas desiguales o producidas por
ambientes culturales distintos que se han venido a juntar
en nuestra cueva.
Si aceptamos la opinián de Almagro y otros autores
respécto a que las medias lunas de doble bisel (20) son
producto de una evolución y acusan una mayor modernidad, su convivencia en nuestra cueva con las de dorso
rebajado implicaría para éstas una fecha avanzada, pudiéndose estabiecer una clara evolución entre estas
medias lunas finas de borde rebajado y las más toscas de
la «Cueva de la Cocinai. Detalle que nos servirá para
la fijación cronolágica de la estación.
Trapecios.-Hay unos 28 ejemplares, siendo más
abundantes en lg 2." capa que en la l.".Los tipos discurren dentro de la mayor variedad, sin que nos sea
posible entresacar una serie que predomine entre los .-=:
,
S
t
(20) M. Almagro: "Los problemas del Epipaleolitico ..."
- ,
:
m
-
S
"
[page-n-29]
mismos, ya que aparecen desde los de bordes retocados
rectos hasta los de borde curvado y cóncavo a manera
de muesca. Los ápices de algunos son puntiagudos y
en otros, romos y redondeados. (Fig. 3.)
Fig. 3.LTrapecios y triángulos de silex. Tam. nat. (Segdn F. Jordá)
E n el cuadro de distribución de piezas que adjuntamos se puede observar que en la capa 1." hay una
mayor abundancia de medias lunas que de trapecios.
[page-n-30]
Al revés acontece en la capa S.", que presenta una
mayor cantidad de trapecios. Dado el !poco espesor de
las capas, 0'15 m., nos parece aventurado querer sacar
d e este hecho una conclusión de la distribución del4material y unas fases culturales a base de la mayor o menor abundancia de dichos instrumentos, Sin embargo,
podemos establecer para nuestra cueva, hecho general
que comprobamos en otras partes, que con el aumento
de medias lunas los traipecios sufren una notable disminucidn, aunque su desaparicion se efectiie muy tardiamente dentro ya del Eneolítico de la cultura de Almería.
Hojas de muesca.-De estas hojas se encontraron
17 ejerqplares, la mayorla de ellos distribuídos en la
segunda capa (fig. 4). Por lo general son poco típicas,
presentando la muesca muy irregular, con deficiencia
de talla, alejada ya de las bellas hojas de muesca del
Mesolítico de la cCocina-r>.Es curioso anotar que en
esta estací0n (21) entre los materiales de su nivel 1, que
coincide, como comprtrbaremos luego, con el nivel de
nuestra cueva, se encuentran las hojas de muesca en
una mayor proporción respecto a 10s demás instrumentos ; siendo asimismo escasas en las estaciones del Bajo
Atragón y del Priorato. Debemos admitir, pues, para la
cueva que nos ocupa, que las hojas de muesca son como
perduraeidn de una fase cultural que está representada
en todo su esplendor en la «Cueva de la Cocina)).
T~a'rángzllas.-S610 se encuentran 3 ejemplares, dos
en la capa 1."y uno en la 3.". u n o de ios dos de la 1.'
(213 Pericot: '%a meva de l Cocina (Dos Aguas)", en Archfa
vo, de Preh. Lev., T.11, phg. 39 y n:; Valenda, 1945.
[page-n-31]
está tallado a doble bisel, 10s otros dos ofrecen los bordes simplemente rebajados. Podemos considerar estos
tipos como ligados y emparentados a las medias lunas.
(Fig, 3.)
Tridngulos con i$éndice lateral. -Sólo se .encontraron cinco e n la primera capa. Típicos en el nivel
11 d e la «Cocina», dentro de nuestro yacimient& parecen raros y extemporáneoa (Fig. 3). Es posible que
estén reIacionados con las medias lunas, aunque su
aparición es más tardia que la de aquéllas.
Hojitas de borde fiebajado .-Dle este elemento, claramente paleolítico, aparecieron diez piezas (Fig. 4).
Todas tienen el característi~o
retoque en el1 borde y sólo una de ellas, qparecida en la primera capa, se ofrece completa. Consiste ésta en una bellisirna hojita retocada muy finamente; la cara superior presenta retoques en todo su borde izquierdo, el borde derecho s6lo
en su mitad superior, !o cual hace que el ápice aparezca redondeado. En la base los retoques han producido
a ambos lados una especie de muescas. La cara inferior lo eiívés presenta todo el borde izquierdo retocado
y el derecho sólo en su mitad inferior.
Raspadores.-Instrumentos con retoques, sqbre lascis y hojas de distintas formas, que determinan instrumentos semejantes a los llamados raspadores, hay unos
30, repartidos, como puede alpreciarse en nuestro cuadro estadístico, por todos los niveles. Siendo más abundantes en la capa segunda. Casi todos ellos son atlpicos y algunoti dudosos (Figs. 4 y 5).
Buriles.-El llamado golpe de buril aparece más o
menos claramente en unos doce sílex, proporci6n es-
[page-n-32]
Fig. $--Hojas de muesca y de dorso rebajado, y raspadores,;f.am. nnt.
(Según F. JordL)
casa con relación al total de las piezas utilizadas (Figura 5). Algunos d'e ellos están tallados sobre lascas, los
más solb* núcleo,
Ruederas.-Aparecieron unas cuantas piezas de no
muy grueso tamaño con un borde recto o poco curvado, con retoques a lo largo del mismo, que podemos
incluir bajo esta deaominación, aunque muchas veces
son imprecisas y paco típicas.
H o j a cuchillo.-Bajo esta denominación compren-
[page-n-33]
demos una serie de hojitas alargadas, que oscilan entre
lbs 2 cm, y 1 i 10 cm. g aparecen eri un total da-%O,
Algunas de ellas presentan retoques de uso (Fig, 5).
y gran hoja euokill~.Tamafia natural,
Fig, Cr-Raspadoas toscw, buriies
L
( S e e n F. JordL)
*.
I
~ilezas
ratocadas*-E% número de 14 se encuentran
unas piezas que contienen algunos retoques intencionadm, pero que par su dispasicihn ewtraiña, son difíciles
de encuadrar dentra de alguno de los tipos ya rnencbnados anteriormente. La &ayorria son piezas toscas y
disformes, acerca de cuyo uio es dificil pf~nuaciane.
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[page-n-34]
Cuadro estadistico del material de pledra
[page-n-35]
Deside las ,primeras capas fueron frecuentes aunque
no abundantemente los restos cerámiccis, presentándose por lo general muy fragmentados (Liim. 11). A exeepción de unos cuantos que presentan cierto pulido y son
color obscuro, pertenecientes a la primera capa, todos
los demás son bastos y de tono rojizo o pardi> amarillenta. La pasta cerámica tiene de común la impureza
de su masa, en la que abundan los pedazos de cuarzo
blanco. Su caccidn. es casi siempre imperfecta y desigual. En ningun caso nos ha sido posible reconstruir
la foma'de los vasos a que ipertenecian los fragmentos.
Uno de ellos, como puede verse en los perfiles que dibujamos (fig. 6). se asemeja a la forma típica de los
vasos argiricos, Pertenece a la primera capa, y po,r
su superficialidad lo creemos en relación con los restos del enterramiento d'e que hemos hablado al reseiiar lla excavacidn de la cueva. Se trataría, [pues, de un
.-
[page-n-36]
34
enterramiento argárico, del cual apenas si hemos recogido datos para poder juzgar, por lo que consideramos
- esta opiniOn como bastante hipot2tica y la lanzamos
con las consiguientes reservas.
De los restantes fragmentos, dos son los más interesantes y ambos [pertenecen a la 1." capa. Uno de
ellos, de barro, de color rojizo y de contextura recia,
está decorado can un cosdári cerca del borde, sobre
el que espaciadamente se han hecho impr'esiones digitales (fig. 7). El perfil d e este fragmento acusa una
k
fuerte exuasación tanto en la parte del borde como en
la inferior, de lo cual se podría concluir una mayor
modernidad para la cerámica que nos ocupa que para
los restantes materiales de la cueva, ya que recuerda
en cierto modo el perfil de las cerámicas hallstáticas,
pero la semejanza de su pasta y aspecto con la de otros
fragmentos encontrados en capas más inferiores nos
inclina a creer que la cerámica de que tratamos per-
r ,
.
.
[page-n-37]
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tenece a la misma eta~paque el restante material de
la' cueva.
El segundo fragmento está decorado con cuatro
líneas de incisiones acanaladas en zig-zag (fig. 8). Se
trata de un fragmento pequeño de color pardo claro,
Fig. 8 - Fragmento de cerámica decorado con incisiones acanaladas.
Tam. nat. (Segbn F. Jordá)
de aspecto antiguo y que con toda verosimilitud ha
sido recortado, por lo menos asi lo demuestra el redondeado de sus bordes. Aunque por la calidad de la
podía ser incluido dentro de las demás cerámicas, por su mejor cocción y cierto pulidp preferimos
considerarla como un producto tardío y quizá llegado a
la covacha en una época posterior. Sin embargo, por
sus caractensticas ,podría ser incluído dentro de las
cerámicas del Neolítico inicial en su fase'última.
Como vemos, los dos fragmentos de cerámica con
decoracicin arrojan poca luz para poder fijar con exactitud la posición cronol6gica de la cueva respecto del
Neolítico inicial. Sin embargo, su carácter tardío es
evidente, por lo que no habrá más remedio que aceptar para nuestra estación una posición algo más retrasada que la de otras estaciones.
[page-n-38]
LA FAUPJA
Son escaws los restos eneontrádos en esta estación.
b poc& huears hallados están en su inmensa mayoda
totm y fragmentado@,de tal manera, que es 'difícil para
un no especidista e r tareas de clas3ficgcihn paleontou
16gíc2a-precisar y dictaminar acerca d e los animales a
que pertenecen los distinto8 fragmentos de huesos.
Podemm, sin ernb-grg~~
adelantar;, mientras no tea@mas la clasificación defifiitíva debida-a un especialista
en la materia, y a tenor de .las rectjficacianes a que la
misma no& qbligue, que pertenecen e n Su mayor parte
a animales pequeiiqi, especialmente he&vbros y roedores, un colmillo de canido (?) y huesos de aves en
bastante bundancia, arin que nos sea posible predsar mis.
En mdwscos .se han encontrado dos Colgmbe
un Pectumculus perforados y que fueran utilízad~s,sin
ningtb gdnero dg duda, como objetos de adorno. Se
-encontró tmbi&nun Cardizlm adult! y varios' e j h p l a res de Hetix (alb-elt) candidisima y Helix (ibews) akpnensi~,que junto ron la fauna mencionada anteriormente, revelan un clima muy semejante al actual (22).
1
I
.
(22) mas rnaiwcqq hsn aib iasiflcadok sor noestro byea
mmmfiera r amigo D. &fan~d.el,
Vidal y bm, a quen debdlide' aquí
$ ~ ~ m d t ? c a mayuakt besintetera&ada.
su ~
,
I
,
[page-n-39]
CONSIDERACIONES GENERALES
El anterior análisis y descripción de los materiales
de la estación de que tratamos, nos invita a resumir en
breves líneas sus características esenciales, tratando de
poner de relieve una serie de hechos que importan al
[problema de la expansión del Neolítico. Dichos hechos
expuestos ordenada y sistemáticamente son los siguientes :
l." Carácter evolucionado de las medias lunas.
2." Escasez de las hojas de muesca.
3." Variedad en la forma de los trapecios.
4." Cerámicas con cordón y acanalados. No hay
cerámica cardial.
5." Desaparición de los microburiles.
6." Falta de hachas y azuelas.
La valoración etnológica de estos hechos nos da a
entender que se trata de un pueblo montañés de pequeños cazadores, cuya alimentación deMa completarse
con una agricultura incipiente. El colmillo de cánido
nos hace sospechar la domesticación de animales y por
tanto la iniciacidn de la vida pastoril. La raza debió
proceder de la mesolítica, recibiendo aportaciones afrjcanas. Todo lo cual conviene al Neolitico hispano-mauritano de Santa Olalla, como ya hemos indicado antes.
Al estudiar al principio la iniciación del Neolítico
en nuestra región, veíamos que iposiblemente existan dos
facies. La primera con cerámica cardial y poca fre-
[page-n-40]
cuencia de silex geométricos ; la segunda, sin cerámica
cardial y con abundancia de sílex geométricos, estando representada cada facies por estaciones tipos. La
&&va de la Sarsa)) ,para la primera ; la «Cocina» para
la segunda. El conjunto de materiales de la ctcovacha
de L l a t a s ~ acabamos de estudiar y que corresponde
que
a una fase primitiva del Neolítico, parece que se ha de
encuadrar en la facies de la «Cocina», como se desprende de los hechos expuestos hace un momento.
Si.analizamos ahora los elementos del nivel primero de la «Cocina» y los comparamos con los de nuestra
estación, vemos que, a pesar de las coincidencias, hay
ciertos detalles que vienen a indicar una distinción entre
ambas estaciones, distinción que a nuestro modo de
ver concierne a su carácter cronológico.
Las medias lunas son el elemento más interesante
para poder fijar la posición temporal de ambas estaciones. Hemos visto antes que había medias lunas de
dos tipos : las de borde rebajado y las de doble bisel.
Las de doble bisel parecen ser más tardías que las de
borde rebajado, y entre éktas, las talladas~sobrehoja
gruesa y que se acercan bastante al semicírculo en
forma de gajo de naranja, son más antiguas que las
talladas sobre hoja delgada y forma de sector circular
con retoque fino. E n la ([Covacha de L l a t a s ~
predominan estas últimas entre las de borde rebajado, junto
con las de doble bisel, al revés de lo que sucede en la
crCueva de la Cocina», donde predominan los gajos de
naranja toscos y son raras las medias lunas de doble
bisel. Todo ello nos conduce por tanto a considerar
[page-n-41]
b
99
afectados de una mayor modernidad .a b s materiales
de la estación que nos ocupa,
Igual argumento apoya la escasez de bojas de muesca, elemento puramente Mesolitico en la aCocina», escaso ya en su Neolftico y representado en nuestra estación con pobres ejemplares. También confirma la rnodernidad cronoliigica,. la gran variedad de tipos trapezoidaIes, que le dan a la cueva aspecto de caj6n d e
sastre, donde se refinen tipos d e procedencia diversa.
E n cuanto a la cerfamica, ya hemos hablado antes
de ello, conviene conceder una mayor modernidad al
yacimiento, debido a lalcalidad de su decoración.
La falta d e rnibroburiles es un datr, para fijar una
fecha mas reciente al Neolítico de la cueva de Llatas», ya que por su escasa representación en el Neolítico de la «Cocina» indicaba que dicho instrumento estaba en vías de desaparición.
Entre ambas estaciones podemos, pues, representarnos perfectamente la evolución del Neolitico inicial
en su f a r i ~ sno cardial, en nuestra región.
Como nuestra investigacilón se ha circunscrito a una
determinada área, sería injusto querer atribuir esta evolución a otras regiones de nuestra península. Sin embargo la semejanza de los materiales eqpuestos con la
de otras regiones, Bajo Aragón y zona Norte de Levante hasta Cataluña, nos invita a pensar si la concordancia que ya parece manifiesta durante los tiempos
Mesolíticos no se dar5 de igual modo durante los comienzos del Nealítico. N o dudamos que nuevas investigaciones pongan de relieve este doble aspecto que
hemos anunciado del Neolitico inicial.
.
[page-n-42]
40
Vamos a considerar, por último, un problema que
plantea la aparición de este Neolítico montañés y pastoril en nuestra región valenciana. Precisamente las características de ésta son las de llanura. A nuestro entender es evidente la existencia de un Neolítico de llanura
estrechamente emparentado con el de la montaña. La
continuada remoción de que ha sido objeto la llanura
valenciana, la huerta actual, ha sido causa más que suficiente para que hayan desaparecido gran número de
estaciones y que la mayoría de los hallazgos que se
efectúan sean superficiales y sin posibilidad de correxión
con otros datos. Sin erhbargo, en estos últimos años,
el S. 1. P. ha dedicado buena parte de sus esfuerzos a
la excavación y estudio de la importante estación de la
((Ereta del Pedregal», Navarrés, primeros restos palafíticos que se estudian en Erspaña. En este yacimiento,
cuyos niveles más profundos descansan sobre formaciones de turba, parece que se encuentran elementos
suficientes para caracterizar a un Neolítico de Ilanura,
agricultor y ganadero al par que cazador (23).
Pero este es asunto que no hemos de tratar nosotros
por ahora, y que excede los límites que nos habíamos
impuesto al escribir el presente trabajo.
(231 Isidro Ballester Tormo: Qbra citada en Ia nota 13
[page-n-43]
PROLOGO. por ~ u i s
~ericot. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
S
LA COVACHA DE LLATAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
1.-INTROPUCCION . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
9
9
Y SITUACION DE LA CUEVA . . . . . . . . .
17
EXCAVACIONES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
20
1V.-LOS MATERIALES Y SU GLASIFICACION ............
EL SILEX ................................................
23
23
L1.-DE6CRIPCIQN
111.-LAS
Medias lunas .............................................
Trapecios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Hojas de muesca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Triángulos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Triángulos con apéndice lateral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Hojitas de borde rebajado .................................
Raspadmes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Burilea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Raederas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Hojas de cuchillo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Piezas retocadas ..........................................
LA CERAMICA ..........................................
LA FAUNA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.-CONBIDERACIONES
GENERALES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
24
26
28
28
29
29
29
29
30
30
31
33
36
37
m ,
,
,'
.
[page-n-44]
. Wallá~dose jwrnaeidn E Biblioteca
en
a
General de la .Diputa&.lbrt. provZfici&E y m
renovaczón constante y natural de E es#@a
c4alixada de Prehistoria, ha ulitfiido en sus
publieaciows el f . 1. P. s~licItand9$e entiendarz ásgas recibidas a cambio de las del
reki$ieszda&o,
La desu;tenció.uaa tal sU1p~E4canos obligar6
a la susrpensi6n de los elzuios.
[page-n-45]
[page-n-46]
[page-n-47]
[page-n-48]
El S. 1 P. su Museo de PreBkkoria en 1928.-Valencia, 1929
.
La labor del 8.% P. y su Museo en el g w d o año 1929.-Valencia,
La labor del 6 5. F y su lMuSeo en el pasado &o 1930.-Vakncia,
.
La labor del S. 1 P. y %u
.
Mumo en el pasado afio 1931.-Valencia,
1930,
1931.
1932, (Con
La labor del B. 1 P. y su Museo en el pasado riña 1934.-Valencia* 1935. (Con
.
9 láminas).
La labor del S. f. P. y su Museo en los a708 1935 a 1939.-VaIenccí&, 1942
SERIE aE T R W J O S VA&XOS
1.-«El Castellet del Parque,», p r 1 Balhtcr Tormo.
.
2.-BEUQ notes sobre el poblat iberic de St. Miquel de Lliriaa, per D. Fletxer
5.-Colecció de treballs~del P. J, l?urg&s sobre prehistoria valenciana.
6.-Estudias sobre las cuevas
Ieoliticas vabncianas.-uC%va-Negra de BeIlúsw, por. G.. Tiñes, F. ~ o r ygJ. Royo Wmes; y m6va del -allb»,
por L. Pericot, 1 . AlcoM, V. So8 B i n a t y M. Vidal L ó m .
9
'I.-Apunk~ &re las estacdones pmhistbricas de la Srierra de Orihueh, por
Santiago Morena. Con notas de N P. Gómez Serrano.
.
8.-Sobre un interesante vaso eserito de San Miguel cie Liria, por Pío B e l t r a
9.+Fn enterramiento en cueva de Racafort, por 1 Ballestar Tormo, can el
.
CIENTIFI@AS
XXXII láminw)
.
[page-n-49]
[page-n-50]
DlPUTAClON PROVINCIAL D V A L E N C I A . - I N ~ T I T U C I O N ALFONSO E L M A G N A N I M O
E
SERVI
SECCI ON
SERIE D E TRABAJO$ VARIOS
L
A C O V A C H A DE"%;LATAS
FRANCISCO JORDA CERDA P JOSE ALCACER GRAU
Prólogo del Dr. Luis Pericot
[page-n-2]
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Y MUSÉO PROVIHC!BL DE PREHISTORIA
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Dííc$lol.
1 Bdiest~r m o
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L. Pericot Grarcía
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Colaboradores
M. Jornet Perales
Gr. Viñes Masip
(t)
F. Ponsell Cortes
Agregados
D. Fletcher Valls
F. Jiménez Navarro
J. S.-Valero Aparisi
M. Vidal Mpez
.J. Alcácer Grau
E. Pl&Ballester
C . Visedo M0lt6
V. Pascua1 Pérea
,:
[page-n-3]
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DlPUTAClON PROVINCIAL DE VALENCIA.-INSTITUCION
ALFONSO EL M A G N A N i M - 0
SERVICIO DE I N V E S T I G A C I ~ P R E H I S T ~ R I C A
N
SECC16N DEL C. S. 1. C - INSTITUTO DIEGO DE VELAZQUEZ
SERIE D E TRABAJOS VARIOS
JUm.
II
LA C O V A C H A D E LLATAS
FRANCISCO JORDA CERDA Y JOSE ALCACER GRAU
Prálogo del Dr. Luis Pericot
VALENCIA
EDITORIAL PWENECH, A.
F.
S.
1949
[page-n-4]
ISSN 1989-540
[page-n-5]
PROLOGO
L a Dirección del S. I. P. m e pide unas palabras d e
introducción pa?*a el trabajo que sigue, y ~110m e proporciona intenso gozo. .Pues sólo hay una cosa que pueda comp~ararsepl placer de dar a luz u n trabajo cientifico, y es el de presentar el realizado por un &sc2pulo.
En éste v e el investigador quién evitará que las ideas
propias desaparezcan, quién, sin darse cuenta muchas
veces, seguirá difundiendo métodos y principios que
aprendió d e su maestro. En el caso presente, el gozo es
doble. Hace ya muchos años que, verano tras verano,
he trabajado con los señores Jordá y A l c á c e ~ .Juntos
hemos desafiado las tormentas e n los altos del ~ a b a l l ó ñ
(Dos Aguas) y el frio d e la noche en. las laderas del
Mondúber. Juntos nos hemos extasiado desde veinte
montañas\ diversas ante el maravilloso paisaje del llano
valenciano. Juntos también hemos gozado de las grandes alegrias que sólo la Prehistoria ofrece a quienes la
persiguen, la d e descubrir placas grabadas, puntas solutrenses o bellas piezas d e hueso, vestigios de seres que
vivieron hace veinticinco mil años.
C o n esta experiencia, G - O ~ O Z C O como nadie las aptitudes de ambas autores para la excavación arqueoló-
[page-n-6]
4
gica. S u pulcritud y honelstidad cientlficas, su vocación
y paciencia, su d,edicación total a la excavación sin
rendirse a la fatiga que rproducen los más ricos yacimientos al prolongarse su estuüio día tras día. E s m u cho más dificil d e lo que se cree el realizar una excavación sin abandonarlb bajo ningún pretexto, y n o es
dificil encontrar excelentes cientificos d e la Prehistoria
incapaces d e realizar por si mismos una excavación d e
cierta envergadura. L a Única solución para evitar la fatiga y el descuido er, el trabajo d e equipo y el haberlo
comprendido asi desde el primer mom.ento ha sido urzo
d e los mayores aciertos d e la dirección del S. 1. P. Dos
o tres fuimos siempre ein la memorable primera campaña e n el poblado d e la Bastida d e Mogente, con la
que el S . I . P. inició sus trabajos e n 1928, y lo m i s m c
ocurrió a partir d e entonces e n las campañas del ParpalEó y e n cuantas excavaciones'ha venido realizando.
Elstol explica la colaboración d e los señores Jordá y
Alcbcer, a qzcie,nes yo pondría d e modelos d e rigor ex..
cauatorio. Para satisfacción d'e sus amigos, h o y nos
prueban que también han alcanzado su madurez c o m o
t e ó ~ i c o s .E trabajo que sigue es una muestra d e lo que
E
pueden ofrecernos. S e triata d e una estación d e imp~ort a n d a limitada, excavada cuidadosamente y cuyo m
terial se ha clasijicado y descrito con la mayor prec
sidn. Las consideraciones generales y ei2 planteamiento
d e los p ~ o b l e m a sc;ronolÓgicos y culturales muestran a
la v e z prudencia y domizjo d~ la bihliograf2a.
Precisamente el yacimiento d e la Covacha d e Llatus p e ~ t e n e c ea una época difícil d e nuestra Prehistoria,
.-
_
m
,
-_
8
1'..,
-
[page-n-7]
d e la que tenemos pocos datos 4eguros. T o d a la e t a p ~ i
d e transición d e lo paleolítico a lo neoiítico está envuelta e n nieblas. E l Paleolítico superior es como u n
rayo d e luz, con industrias bien caracterizadas y su arte
maravilloso, y otro rayo d e luz es el Eneolitico. A n t e
una pieza d e hueso magdalenieiue n o hay confusicín
posible, como ?zo la hay ante u n fragmento d e vaso
c a m p a n i f o r m ~ incluso d e cgrámica cardial. Pero eno
tre aquélla y éste nos quedan d e cinco a siete mil años
que n o saibemlos cómo llenar con precisión. Estos miles
d e años son los que corresponden al Epipaleblitico o
Mesolitico, etapas con- dos vertientes, la primera, rnhs
larga, prolongación del Paleolitico, la segunda, más
corta, d e comienzo d e la neolitixación.
,Para llenar este osczcro periodo poseemos enormes
y
series d e m i c ~ o l i t o ~ s centenares d e figuras pintadas e n
los abrigos rocosos, Qewo todos estos documentos, faltos
d e puntos d e apioyo seguros, bailan, por decirlo asi,
dentro del espacio d e tiempo que indicamos, y es tant o más d e lamentar cuanto esta época tiene e n otras regiones europeas, concretamente e n los territorios bálticos, gracias a los prodigjos d e interpretación geológica y climatológica realizados $07 los sabios nórdicos, un
esquema seguro d e periodos perfectamente definidos y
con una cronologa'a absoluta irreprochable.
Podemos intentar resumir lo que puede ser un esquema d e estos tiempos aplicado a España para dar algún valor a esta introducción a la monografía que sigue.
Cuando termina el Paleolítico final., una pequeña
faja nórdica, desde Cataluña hasta el Oeste d e Astu-
[page-n-8]
riias, ve extinguirs 1 Magdaleniense. Ein la misma @oca, la mayor parte d e España está ocupada por las poblaciones cazadoras con instrumental d e cardctsr epigravetiense, sobre las que empezaban a afluir elementos capsienser;, d e raiz semejante y procedentes del
N o r t e d e Africa. En la zona del Noroeste, una pablación arcaizante seguia con sus técnicas preasturiensles,
propias del Paleolítico inferior. En la región cantábrica el Magdaleniense se v e sustituido por el Aziliense,
que es m continuacidn degenerada. Esto puede durar
hasta el 8.000 a. C., o poco más tarde.
Después, la mayor parte d e España se v e influid6
Dar las industrias microliticas que todavía podemos llaw a r capsienses y suponer venidas del N o ~ t a e Ayrica.
d
Se funden e n u n Epigravetiense-capsiense las te'cnica:
de los indígenas y d e los recién llegados, todos ellos cazadores, aunque muc-has veces las hallamos separada:
como si se debieran a bandas independientes que circulaban por nuestras montañas. En u n primer m o m e n t o
d e esta etapa situam~osel final del nivel antiguo d e la
Cueva de la Cocina y Ia fase antigua de los c o n ~ k e r o s
d e Muge. U n segundo m o m e n t o , que llega hasta el
5.000 a. C . , abarca el segundo nivel d e la Cueva d e Itz
Cocina y la segunda fase d e M u g e . A estos milenios de
be corresponder la fase d e apogeo del estilo histo72cistu e n el arte rupestre levantino, que v a a entrar e n decadencia inmediatamente. El Preaslturiense del N o r oeste empieza a ser sustituido por el verdadero Asturirlnse cantábrico,
En el V.' milenio tenemos el desarrollo del Astu-
[page-n-9]
riense y el nivel superior de la Cueva de la Cocina ;
empiezan a llegar los primeros elementos neoliticos.
Estos se hacen mús patentes en el 1V.O milenio, cuando
podemos hablar ya de Neolitico -antiguo, en el que fundamentalmente la masa de la po,blación era todavia del
viejo tronco eipigravetiense-capsiense. , ,
Durante estos dos últimos periodos llega la técnica
cerámica. Con ello se nos plantea un problema que los
autores del trabajo que sigue se han planteado a su vgz.
Ocurre con la cerámica lo que ocurrirá más tarde con
el hierro. Nunca sabremos cuándo y cómo empieza el
uso de la cetrámica en Espuña, pues aunque tuuiéramos
la suerte de encontrar la primera vasija que en ella se
usara, no podriamos darnos cuenta ni demostrar que
realmente fuese la primera.
Como muy antigua nos aparece la cerámica incisa
y cardial, estudiada por otro de nuestros discipulos, cl
Profesor San Valero, y que constituye uno de los elementos primordiales de la cultura que el Profesor Martinez Santa-Olalla ha denominado hispanomauritánica.
Sin duda se encuentra en el IV." milenio, en el Neolitico antiguo. Pero a nuestro juicio existe una cerúmica
más antigua en nuestros yacimientos levantinos, con 'la
que llenamos el V." milenio en qz~asuponemos la entrada de los primeros elementos de la nueva civilización.
Para suponerlo asi nos basamos en nuestra experimcia en las excavaciones de la Cueva de la Cocina,
donde hallamos cerámica tosca, lisa, rayada o con algún relieve y con asas tubulares horizontales, junto con
[page-n-10]
'
%S sílex microlíticos del nivel superior. E n los niveles
sufi,sriores de la Cnseva de ales @allaetes» es esa cerdmica la que predomiaa, aunque con ella se niexcla alg h fragmanto con p.tsntillado o cart decoracidn carglz'wl.
Esta es lo que da interés a la estacidn objeto del present~ trabajo, p.ues también aqui se juntan coa la cerdmico las piexss de sílex ds vieja tradicidn epipaleol2ti;ca.
AGn inclindndonos por nuestra hipóteas, no. nos
atreveríamos a asegarar con demgsiada confianza que
llegwiú a demostrttrse que la cerúmica cardial es la scgsrnda eqpecie cerámica y no la primera entre las llegsdas Q. la Penhwla. Su misma riqueza parece presuponer m tipo mds sencillo anterior, paro este argzrmen-to
tgms paco valor trtstdndose de una zona ~ro~lincial
a
la qu,e la nueva .&í"cnica
llega formada desde lejos.
l sokcidn del problema esta en el e s t ~ d i ode los
k
mateeales cer4micos que possernos de yacrmientos ert
q.zise aquQlos na han sido consid~radoscon,swficiente
datenimiento y en la, etcavaci6~de niveles neotíticos
anbiguos danda ello sga posible. E Yeste sentido,la e$~
cawacidn de la Covacha de Llatm y su minqcioso anúlis& constituyen una pauta- y m r~saltadoapreciable.
Que s w autores Sgan por esta carnin~y acusa logrendarnos la solucián la E duda qtbe pla.~rtedbamos ¿Hz4a
:
bo una etafia lprotoneolitica en Levante, c,oa cerámica
lisa o rayada, anterior a la llegada de la czsltura hypalaomauritdnica con cerámica ricamente deco~ada?
t-
LUIS PERICOT
[page-n-11]
LA COVACHA DE LLATAS
ANDILLA-VALENCIA
OBSERVACIONES SOBRE EL COMIENZO DEL NEOLlTlCO EN LEVANTE
El hallazgo de una [pequeña estación, cuyo breve
estudio se hace en estas páginas, nos da pie para echar
una ojeada a los problemas que plantea la aparición de
la cultura neolítica en la región levantina.
El fenómeno cultural del Neolítico con su secuela
de innovaciones e inventos que poco a poco van transformando todos los aspectos de la vida, no es autóctono, con frase de San Valero (l),en nuestra Península.
El mismo autor (2) al estudiar la expansión del Neolítico desde su área de origen en los valles del EufratesTígris-Nilo, hace resaltar que d a unidad geográfica del
Atlas con la Península existe. también en lo humano
cuando'llega al Estrecho la cultura neolítica~.
Con ello
señala de una manera evidente la existencia de una vía
(1) JuliOn San Valero Aparisi: "El Neolítico español y sus
relaciones. Esquema de una tesis doctoral", Cuadernos de Historia
Primitiva, año 1, núm. 1, Madrid, 1946.
(2) Ibid: "El Neolítico y la Península HispBnfca", Ac. Y
Mem. de la S. E. A. E. P., t. XXiii, Cuad. 1-4, Madrid, 1948.
[page-n-12]
1O
.
afro-hispánica de difusión neolitica. En sus trabajos se
observa de una manera clara la persistencia de una raíz
cultural inserta en el Mesolitico, que se refuerza con la
aportación de las invasiones o coloni~acionesneolíticas
del N. de Africa.
El único yacimiento metódicamente excavado en
Levante, en que lpodemos encontrar claramente marcada la transición o paso de los tiempos mesolíticoe a
los neoliticos es la icCueva de*la Cocinan, en cuyos niveles superiores junto con restos de utillaje de tipo mesolítico aparecen las novedades que los pueblos neolíticos
van introduciendo en las tierras peninsulares. Pericot
(3) en su avance al estudio de los materiales d e dicha
cueva pone de relieve este mestizaje cultural en los comienzos del Neolitics. Según él, el esquema tipol6gico de éste yacimiento viene dando las siguientes sucesiones : puntas triangulares de tradición paleolítica y
trapecios en el nivel inferior ; puntas triangulares con
qpgndice lateral en el nivel medio, propiamente meaolítico ; medias lunas con cerámica en el superior. Aunque tal sucesión no se haya comprobado en otras estaciones de un modo tan claro y evidente, parece que
refleja con. bastante seguridad el panorama cultural de
lla evolución del Mesolítico en Levante y su paso a la
cultura neolítica. E n la «Cueva de la Cocinan hay que
notar, además, que hasta el presente no se ha encontrado todavía un solo fragmento de cerámica cardial,
a pesar de ser grande el área excavada. Teniendo esto
en cuenta y a la vista de los trabajqs ya citados del San
(S) Luis Peri,cat: "La Queva de la Cacha (Dos-Aguas)",
Archivo de Prehistoria Levantina, T. II, phg. 39 y SS. VaIencia 1946.
[page-n-13]
Valero, hemos de pensar que el N&olitico de la citada
cueva, situado en una regibn fianqueada por yacimientos con cerámica cardial, ha de ser por necesidad posterior a éstos o estar ligado, de un modo más .difícil de
explicar, a los yacimientos de la re@ón penibética que
aparecen libres de la técnica cardial. Creemos y luego
veremos las razones en que nos qpoyamgs, que el NeoJítico de la ~ C m i n a u con una evolucibn prapia, es pa,
ralelo cronológicamente a las yacimientos con cexárnica
cardial que lo limitan por eI norte y por el sur. E esS
tudio que vamos a hacer de los materiales de la aCavacha de Llatas~,nos orientara" en la discusiún de este
problema,
En toda la zona levantina, hay, pues, por lo que vemos, un periodo de cierta duracidn en que la cultura
rnicrolitica deja de ser mksolítica para transformarse
en neolitica. Ese momento de neolitdzación del Mesolítico está caracterizado par la desaparición del microburil, por- el predominio de las medias lunas y por l a '
aparicitin de la cerámica.
La desapaFición del microburil es tui problema tan
.oscura como el de su utilización. Pcr IQ que a nuestra
región se refiere podemos señalar que dicho instrumento aparece en el Paleolitico superior, dentro de los
niveles del Solutrense superior del «Parpall6>, (4) y que
continúa presentándose en los restantes niveles de dicha eueva ; y es el elemento constante en el Mesolitico
de la @Cuevade la Cocina» y aún se encuentra en su
Neolitico. Falta, sin embargo, hasta ahora en 143s nive(41 Luis Pericot: "La Cueva del Parpsllld CGanBía.)", Maarid,
1942.
[page-n-14]
les Paleolíticos de la cccbva de les Mallaetes~(5). E n
el Bajo AragOn y regiDn catalana san escasos y faltan
o na parecen muy abundantes (@, No ha sido. señalada
su presencia en !os niveles de hoyo de la-Minau, M i laga (71, aunque bien ,pudiera tratarse de .una deficiencia de excavación, y son escasos en las relaciones de
Siret (8). Respecto a su posible utilización, nosotras
sugerirnos que se trata de un instrumento típico de culituba 'de cazadsres menores y debi6 usarse como ápice
de dardo de cerbatana.
Su desaparición está ligada á1 auge de la cultura
neolítica, de tal modo que existiendo en el Neolltieo,
de la cí-rCocinar~,
falta, como luego veremos, en la aCovacha de Llatasu, y en otras estaciones neolíticas de
la regiirn, cuyos conjuntos culturirles muestran un grado
m s de evolucidn.
á
($1 $obre esta cueva, todavía en curso de emavacidn por los
whores Pericot Y Jordá, bajo los auspídos del S. 1 P., se prepara
.
un avanoe de las resatrcdas obtenido hasta el mamento. Podemos
adelantar qae dentro de sus niveles neollticos es @aracte&tica la
falta de elementos geom&trieos.o Lz1rdenocagslenses, 3% que basta
ahora &lo se han encontrado tlies t~:~aec.lm,
(81 Para el Bajo Asa&;& vease, MaMn Almagro: "Las problemas del .lEpipaleolftieo gr Mealtfca en Espafia", Ampwfas,
T. PI, Barcelona, 1949,-Para b región del Priomto y sus aledafios,
Salvador Vflaeca: "Les estaeions tallers del Prfomt i extensionst',
Rer-ls,. 1936; y ver tambien del mismo: "L'estacio taller de sílex
de Bt. aregoriN,Mem. de .la Acad. de Cidncias y L e t m de Barcelona, 1934,
(7) Miguel Buch: "Avance al &tudio de la caverna de Hoyo
&e la Mina en MBlaga", Bol. Soc. MalagueRa de Ciencfírs, Mala@
1919-20;
(8) Luis Siret: ''LTspagne prehislwique", Revue des questiffns
scientifiques, Bruxelles, 1893.
[page-n-15]
La histaria de las medias lunas' les casi tan larga
como la de los'micr~buriieles,apareciendo a fknes del
PaIealítico supmíor. -Parace un demento derivade da
formas gravetienses o epi&rave*iensea@m su forma miis
tosca, aunque hay algunas sntadim imasl cuya tdc&,ca
de talla por ambas ca.ras recuerda el xetwue. solútrense,
Haata el pragente s 1ugm de srigea se mu9str.a imgreu
eiso eabiendo'cellalarto hacia el príjx-mo Oriente, dande es elem&ntocsnstante en e Natzifiense (9). En,el Norte
2
.de Ajrica Eje le encuentra en todos los c~njuntog.capSienses y oranienses y en las culturm de &;los derivaya
bas (10). Esl nuegtra zona levantina .@paree& durante
el MagdaXtniensg IV de áParpall6jo {11). Falta & los
dos niveles mesolíticos de XB~ crCueva dpj! la Cocina», g
luego ipodemoi seguir su eklución dentro del Neolí.
tico, durante el cual va perdiendo poco a podo su CFrácter microlítico, teminando por agrandarse corno
(9) D. A. E. Garrad: "Excavations ait the Cave of Shukah,
Palestine, 1928", Proceedings of tbe Prkhistorlc Society,. Cambridge,
1942.
(10) fCaymond Vaufrey: "Notes sur le Capden", L'Anthropologie, vol. 43, 1933, y utros trabajos del mismo autor cuyas t i t u l ~ s
pueden verse en la obra de Fredesic R. Wulsin: "The prehistoric
archaelogy of Northwest Africa'', Papers of Peabody Museum of
Uchaelogy and Ethnology, vol. XIX, niTm. 1, Oambridge, Massachusetts, en donde se expone con claridad el tema del Ne~liticoen
el norte de Africa, recogiendose una amplia bibliografía sobre el
mismo. Puede consultarse con fruto la obra de Martin Almagro:
"Preh'istoria del Norte de Africa y del Sahara español", Barcelona,
1946, la cual contiene una clara exposición de los problemas prehistóricos africanos junto a la m&sreciente bibliografía.
(11) Perieot: Ob. cit.
-
[page-n-16]
vemos que sucede en la «C&a de la Bnrna~,Boairenrente (l2), y en la crEreta del Pedregalx (Nassarr&s) (13).
E n cuanto a la cerámica hay que qSialanique en
Levante, según San Valero, la cardial ei Ia -más a ~ t i g u a .
Los tiestos con rayado irregular, c o i acmalado d-esigual, de bordes dentados, de series de puntos a ambos '
lados de un bordbn, con impresiones sobre corddn o
con trazos en espina o series de acanalados e n zig-za,
tenecen á un momento posterfof.
Sin embargo, cabría como ya hemos expuesto antes,
poner en relacíón estas cuevas sin cerámica cardial con
las de la región penibétifa y considerarla&corno cronológicamente iguales.
Como más iposible, creemos que en la zona levantina se produjeron dos facies de Neolltico inicial : una, *
que domina en las montañas cercanas a- la costa, con
cerámica cardial, con instrumentos d e hueso y escasez
de sílex geométricos, que :podemos considerar como el
momento de iniciacicin del Weolítico en nuestras tierras ;
otra, más estrechamente ligada a un medio mesolítico,
originada en el área montañosa que comprende ei reborde oriental de la meseta, sin cerámica cardial, hachas y azuelas, Ligeramente más tardía que la anterior.
La escasez de estaciones excavadas en Leyante con
tales culturas hace que sea dificil poder distinguir.estas
(12) k s materiales de esta cueva ,estan prózimos a ser publicados por el Dr. Julián San V a h o 'Aparisi.
(13) Jsidro Bailester Tormo: "La labor ael Servicio de Investigación Prehbtórica y su Museo en los aiios-1940 a 1948", Valencia. 1949.
,
.
,
[page-n-17]
dos fases, cuya característica esencial, a nuestro entender, es la diversidad de la técnica cerámica y la abundancia o escasez de sílex &eomdtricos. Sin embargo,
podemos asegurar que este Neolítico inicial se extienae
desde Levante hacia las tierras aragonesas y catalanas,
predominando en esta última región las estaciones con
cardial y en la aragonesa el Neolítico tipo ccCocinan.
Espeqamos que nuevas investigaciones en las tierras-que
hemos mencionado confirmen nuestro parecer.
Este proceso de neolitizacióa que acabamos de describir someramente hay que hacer notar que no debió
efectuarse en todas partes con igual intensidad, ní al
mismo tiempo. San Valero (14) señala que la región
valenciana y la zona de Almería fueron las primeras en
recibir los primeros embates de las avanzadillas neoIiticas africanas, y que la zona alicantina debió ex~perimentar estas influencias un poco, más tarde. Se apoya
para e110 en la dirección de los vientos predominantes
en el Mediterrcineo occidental que condicionaba una
arribada forzosa a las regiones citadas para aquellos
navegantes Crimitivos. Esta opinión no parece aventurada, aunque los hechos no respondan con claridad a
la misma. Nuevas exploraciones y excavaciones irin
aclarando el problema de los puntos de penetración.
Un detalle importante que no debemos olvidar es la
situación geográfica de todas las estaciones. Se encuentran ipor lo general en las zonas montañosas, alejadas
de las grandes valles, en cuevas situadas e n la zona
media de la montaña, y en terrenos poco aptos para el
cultivo. Condiciones que determinan necesariamente
-
-
(14) San Valero: "El Neolítico espaflol y..."
[page-n-18]
un g6nero de vida pastoril, cuyo elemento esencial eran
los c6pridas ;a tal economía de domesticación iba unida
la recolecciiín de la pequeña caza, atestiguada ésta por
Iús restos de mamíferos pequeños (excepcionalmente
encantramos huesos de eérvidos, berb.ívoros y rtjedores
en especial y, por el contrario, hay abundancia de restos de aves), La falta de hachas cilindricas y azuelas,
casi general como hemos p o d i d ~
comprobar, nos induce a creer que esta primera fase del1 Neolitico no tuvo
un cariicter agrícola. Más bien hay que suponer que
aquellos hombres vivieron dentro de un medio de vida
rnesolltic~,
incorporand,~ asimilando a su vida de cay
zadores una cultura pastoril.
El sistema de agricultura de aquellos hombres nos
viene dado por el esferoide de piedra perforado encontrado en la k%va de la S a r s a ~y estudiado por San
Valero (15). También Vilaseca ha dado a conocer los
de «Morera de Montsanb y el de: uArb~liu(16). Dichos
esferoides enmangados a largos p d w servían de azadáslayas para remover la tiefra. La piedra actuaba de peso
pasa facilitar la perforaci6n o arañazo de aquala. Posiblemente se utilizarían para sacar raíces y tubkrculos.
La pintura rupestre loosquirnana de ~(Tigerhock-Spruit)~
(17) que nos instruye acerca de la utilizacidn de dichos
instrumentos, nos muestra los mismos en manos de mu'
1151 J. San Valero: "El esferoide de piedra perforado de la
Cueva de la @ama", Publicaciones de la Junta Municipal de Argueologia de Cartagena, 1, 1945, 3 y 4.
(lo1 Salvador Vilaseca: "Más hallazgo^ ~rehfst6ricoeen Arhli", Ampurias, T, ií Barcelona, 19$1.
T,
f 17) Beuil: 'cA p m w s des boulm perforees du Gapsieil", L'Anthmpolmie, T. &S, 1EPlfi.
[page-n-19]
.jeres, lo que viene a aumentar más las ipruebas.de que
la recoleccidn y la primera agricultura £u6 una labor
esenkialmente femenina.
Este Pdeol.ítico pastoril y de montaña con agrieultura rudimentaria ha sido denominado por Santa OlaIIa (1.8) Neolítico hispano-rnauritano. San VaIero, Que
10 ha estudiado detenidamente, sigue en sus trabajos
identica denominacion (19). Nosotros preferimoe, sin
embargo, denminarla Neolz'tico inicial de montuñia.
Con ello evitamos una denominación de tipo, podría&oa decir, geopolítico, propugnando por otra que refleje,.en lo posible las características etnográficas, crunaldgieas p geográficas.
1
/
.DESSPIKtON Y $ITUACjON RE LA CUEVA
,
Durante. .el verano.ide 2948~uno nosotfosr-JosZ
de
! A l d c e r Crau- .hé coir~íisihnado,
por la D.ir?eceiOn'rdkl
8er*ioi@ de Investigaci6n Prahistbrica para, Hewslr a
>:cabo
r$rtis excavaeiones en el deqpoblade existeate -en
- el «Ceirro de la Gañada de Palomera», tGminolriraunieipral d e Vil.lar del Ar~~lbispo,
'provin~iade Yalsncia.
Mientras se desa~~ollaban mismas,' el maeeitro nakiolas
ha1 do dccih'a pbblaci6n, D. Vicente Llatas Burgos, iDelegado del S. 1. P. en la Comarca, di6 cuenta del dksowbrkt~iento~ ma pequeña c u ~ v a
de
situada, en,llt falda
'; &l. , c e r ~ p , d w d & realikabsn .las exeavaci~aes,
se
ys
[page-n-20]
término de Andilla, en la que una rebusca superficial
había dado unos sílex atípicos. Por si existieran materiales en la cueva que pudieran tener relación con el
mencionado despoblado, tras una consulta con el Director del S. 1. P., se procedió a su excavación, después
de haberle dado como nombre el de su descubridor, ya
que no tenía ninguno conocido, y así, con la denomínación de «Covacha de Llatas» lla damos a la publicidad.
Se encuentra situada en la vertiente norte del ya
mencionado cerro, hacia el extremo oriental del mismo
y a una altura, aproximadamente, de unos veinte metros sobre el barranco del Salobral en su confluencia
con el de la Hoz. La orientación norte hace que el sol
no dé en la boca de entrada por lo que resulta fría y
poco agradable para ser habitada. La bajada desde la
cueva al barranco es abrupta, aunque por la misma
boca pasa una como senda, que sin salvar grandes desniveles y dando la vuelta por la parte oriental del1 cerro
nos lleva a caminos más transitados, que por una parte
conducen a Villar del Arzobispo, y por otra, atravesando el barranco del Salobral y por el de la Hoz, nos
dirigen hacia Andilla. En la lámina 1." pueden verse
dos puntos de vista diferentes de la boca de la cueva
de
desde el <
La cueva es de reducidas dimensiones. Su boca
tiene forma triangular, midiendo su base 3'50 m. y su
altura máxima es de 1'50 m. Está formada por una
pared vertical que penetra unos 3'60 m. hacia el interior, en la cual se apoya otra con una inclinación de.40".
[page-n-21]
de modo que la cueva afecta la forma de pirámide
triangular apoyada horizontalmente sobre una de sus
caras, siendo otra de ellas su entrada. (Véase en la
figura f su planta y seccidn.)
Jaceiún
por m
-0
Fig. 1.8-Planta y sección de la-"Covacha de Llatasfl (Segiin J. Alcdcer)
[page-n-22]
10
La poca capacidad de la misma, la'daltii de ,c4alor,
salar por su situaciBn8y la existencia d e :un ,corral dle
ganados en su cercanía, hace que nuestra cbeva haya.
sido
frecuentada ; como ko iprue6a tadbiéh 61 Que
no tuviese nombre conacido aunque el ennegrecido de
las paredes haga pensar que !ha sido utilizada con alguna
intensidad, posiblemente como refugio temporal.
LRS E&CRVRCIONES
Dadas las características de la covacha, según se
desprende de lo dicho en el anterior apartado, la cantidad de tierras a remover y cribar en su excavación
era pequeña, por lo que pudo efectuarse totalmente en
una sola campaña. Sin embargo, no se intentó agotar
el yacimiento, dejándose a la derecha de la cueva,
según se entra, un pequeño testigo resguardado por
una losa.
Las tierras del suelo de la covacha fueron divididas,
como se ve en la fig. 1, en cuatro zonas ,paralelas a la
línea de la entrada, vaciándose la tierra en cada una
de ellas hasta llegar a la misma roca, alcanzando una
profundidad máxima de 0'87 m. La zona A ocupa la
parte interior de la covacha, teniendo un perímetro
triangular de unos 2'50 m. de lado por 1'50 de base.
Tan sólo se pudieron hacer en ella cuatro capas con una
,profundidad total de 0'55 m. La zona B alcanza desde la base de A hasta la línea de entrada, afectando una
[page-n-23]
forma trapezoidal con una anchura rn3xima de 1'50 m.
Esta, junto con la zona C , casi rectaaular y con un
ancho m6ximo de 2'50 m., fueron las únicas que permitieron llegar a la profundidad mayor. La zona D, exa
la excaterior por com,plet~ la covacha, s6l0
capas con un espesor total d e 0'35 m.
vación de dos
La tierra de las primeras capas era oscura y mantillosa en las zonas B y C, siendo cenicienta y suelta
en la zona A . Conforme se iba profundizando las tierras
iban siendo cada vez menos sueltas, conteniendo una
proporción mayor de arcilla que las hacía bastante apelmazadas, teniendo una coloracibn pardo clara. Casi al
final de la cueva apareció una capa con bastantes piedras y tierra clara apelmazada (tapaz), completamente
estéril desde el punto de vista arqueol6gico.
La parte más interesante de la excavación, por los
materiales que proporcionó, está comprendida dentro
d e las zonas B y C y en las primeras capas de la N ,ya
que en eIIas se encontraron las piezas más típicas e
importantes, y proporcionalmente -véase el cuadro
estadístico que adjuntamos- fueron las que libraron
las
mayor cantidad de rnateriales,~especialmente capas
1."y 2.". Menos fértil fué la 3.". La 4." y la 5" apenas si
.
prqporcionaron piezas clasificables. Y la 6." fué esteril
por completo, pareciendo sus tierras como producto
de la descomposición del suelo de la covacha.
Las tres primeras capas tuvieron un espesor de 0'15
m. ; 0'10 m. fué el de la 4:" ; la 5." alcanzó solamente
0'7 m. y la 6.", 0'25 m.
En el interior de la covacha, en la parte cornpren. dida entre las zonas A y B y en las tierras superficiales,
[page-n-24]
28
parece ser que existir4 un enterramienta ; tal se deduce
por lo menos de unos huesos largos y fragmentados que se encantramn, junto con dientes, muelas y restos de
vértebras. Lo incompleto y fragmentado del hallazgo y
la falta de todo otro dato de relacilin, hace que nos sea
completamente imposible sacar consecuencias claras
reqpecto al carácter del mismo. La situacion superficial
del enterramiento hizo que fuese destruido y que sea
inaprovechable para el estudio. Sin embargo, como veremm luego en la descripcién de los materiales, es po-*
sible que se encuentre en relación con alguno de los
fragmentos cerámicos que aparecieron en la primera
e q a , pudiendo considerarse como restos de un enterramiento tardío.
Por lo demás, y salvo esta contingencia excavatoria,
la tarea pudo realizarse limpiamente, encontrando completa norrnaIidad en la disposición y estructura de las
tierras, así como en la aparici0n de los distintos materiales, para cuya cofniprobaci6n, como hemos 2icho
anteriormente, hemos dejado un pequeño testigo a la
entrada de la cueva,
Los trabajos de campo .fueron Ilevad~s cabo por
a
obreros de Villar de1 Arzobispo, llevando la dirección
práctica de la excavación y ayudrindonoas con su larga
experiencia -como tantas otras veces ka venido haciéndolo- el veterano Capataz del S. 1. P. Salvador
Es$, á quien desde eastas líneas queremos testimoniar
nuestro afecto y agradecimiento, al mismo tiempo qué
enaltecer su laboriosidad, eficacia y cariño para todo
f que concierne a la Prehistoria.
o
[page-n-25]
IV
LOS MATERJRLES
Y SU €LI?SIFICRCIO~N
La metódica excavación de la covacha ha proporcionado diversas clases de instrumentos y otros varios'
-restos, especialmente iítiles de sílex, que son 10s más
numerosos, algunas ,piezas de cuarcita de tipologia poco
clara, bastantes fragmentos de cerámica, los restos de
un enterramiento, varios huesos de animales y algunos
moluscos. A continuaci&n, dentro de apartados generales y en sus correspondientes rúbricas, analizamos y
descr2bimos los distintos materiales encontrados.
Fueron recogidas un total de 5.351 piezas, de las
cuales son de cuarcita solamente unas 20. Su distribución en las distintas zonas y capas excavadas puede
verse en el cuadro estadístico que adjuntamos. T a n sólo
unas 400 piezas pueden ser encuadradas dentro d e los
tipos generalmente establecidos y admitidos. El número restante son lascas simples sin clasificación posible,
o deshecho de talla. La proporción del material aprovechable con respecto al total de piezas es,,pues de un
7 por 100.
Entre las piezas de sílex seleccionadas por su forma
típica o por la presencia de retoques intencionados,
hallamos que se encuentran en primer lugar, respecto
a su abundancia,, los- trapecios, siguiéndoles de cerca
[page-n-26]
las medias lunas, abundan también los raspadores, pero
y
entre ellos hemos incluído piezas poco tí~picas que podrían pertenecer a todas las épocas, vienen luego las
hojas de muesca, las hojitas de dorso rebajado, buriles
poco típicos y los triángulos de pedicelo lateral, habiendo apenas triiingulos. Como se puede apreciar faltan por completo los microburiles, debiendo señalar
que existe una lasquita con retoque semejante al del
microburil pero sin el golpe oblícuo del envds.
La descripción del matedal de piedra es como
sigue :
Medias lunas.-Hay un total de 21 ejemplares, siendo en su mayoría provinientes de las capas 1."y 2.". En
la 3." sólo encontramos una, y a una mayor profundidád desaparecen. Véanse en la figura 2.".
- Pueden agruparse en dos tipos. Unas, que ofrecen
el borde circular con retoques que han sido producidos
golpeando en sentido normal a la hoja y por una sola
cara. A nuestro entender caen dentro de una té'cnica
epigravetiense. Las denominaremos, lpor su técnica,
medias tunas de borde rebajado. EI otrcl tipo, más cercano a la forma del semfcír'culo -en contra del tipo
anterior que son simples sectores circulares- ofrece el
borde curvo retocado por ambas caras, ,retoques producidas por presi6n -lo que lo eniparentaría con las
técnicas solutrenses o sus derivadas- que dan lugar a
una especie d e bisel. Tipo que conviene denominar
media lunas d e borde en doble bisel.
Del primer tipo han alparecido 11 ejemplares mientras que del segundo' hay 10. Este últ!mo es muy escaso
:n el Nivel 1 d e la ((Cueva de la Cocina», en el cual,
[page-n-27]
sin;teLin%$rgh,son ~bundaf.ites.1as
mie&ak lmas detBr%r;rds:,
.
rebajado, pero-de un tipo mas tosco que las de l~ *esta-;ción de que tratamos, en las cuales hay que hacefli:.
notir la extremada delgadez de la hojita sobre la q u e *
Fig. 2.LMedias lunas de silex. Las nueve supeviores del tipo de borde m
doble bisel, las seis restante8 de borde rebajado. Tamafio natural.
(Según F. Jordá)
[page-n-28]
han sido construídas, la finura del retoque y la elegan',
cia del instrumento. Este tipo primero, por el contra- b , l *
. i
rio, aparece raras veces en el Bajo Aragó~i apenas se
y
señalan en la comarca del Priorato y aledaños. E n
cambio, en tales estaciones suelen ser frecuentes las del
segundo tipo, es decir, las medias lunas de borde en
doble bisel, semejantes en todo a las de la «Covacha
de L l a t a s ~y estrechamente emparentadas con ellas.
Creemos que se trata de un instrumento de gran utilidad para el establecimiento de una cronología.
Estos dos tipos de medias lunas correqponden por
lo que hemos podidc, observar a dos técnicas distlntas
de tallado. Se trata al parecer de un mismo instrumento
concebido por dos técnicas desiguales o producidas por
ambientes culturales distintos que se han venido a juntar
en nuestra cueva.
Si aceptamos la opinián de Almagro y otros autores
respécto a que las medias lunas de doble bisel (20) son
producto de una evolución y acusan una mayor modernidad, su convivencia en nuestra cueva con las de dorso
rebajado implicaría para éstas una fecha avanzada, pudiéndose estabiecer una clara evolución entre estas
medias lunas finas de borde rebajado y las más toscas de
la «Cueva de la Cocinai. Detalle que nos servirá para
la fijación cronolágica de la estación.
Trapecios.-Hay unos 28 ejemplares, siendo más
abundantes en lg 2." capa que en la l.".Los tipos discurren dentro de la mayor variedad, sin que nos sea
posible entresacar una serie que predomine entre los .-=:
,
S
t
(20) M. Almagro: "Los problemas del Epipaleolitico ..."
- ,
:
m
-
S
"
[page-n-29]
mismos, ya que aparecen desde los de bordes retocados
rectos hasta los de borde curvado y cóncavo a manera
de muesca. Los ápices de algunos son puntiagudos y
en otros, romos y redondeados. (Fig. 3.)
Fig. 3.LTrapecios y triángulos de silex. Tam. nat. (Segdn F. Jordá)
E n el cuadro de distribución de piezas que adjuntamos se puede observar que en la capa 1." hay una
mayor abundancia de medias lunas que de trapecios.
[page-n-30]
Al revés acontece en la capa S.", que presenta una
mayor cantidad de trapecios. Dado el !poco espesor de
las capas, 0'15 m., nos parece aventurado querer sacar
d e este hecho una conclusión de la distribución del4material y unas fases culturales a base de la mayor o menor abundancia de dichos instrumentos, Sin embargo,
podemos establecer para nuestra cueva, hecho general
que comprobamos en otras partes, que con el aumento
de medias lunas los traipecios sufren una notable disminucidn, aunque su desaparicion se efectiie muy tardiamente dentro ya del Eneolítico de la cultura de Almería.
Hojas de muesca.-De estas hojas se encontraron
17 ejerqplares, la mayorla de ellos distribuídos en la
segunda capa (fig. 4). Por lo general son poco típicas,
presentando la muesca muy irregular, con deficiencia
de talla, alejada ya de las bellas hojas de muesca del
Mesolítico de la cCocina-r>.Es curioso anotar que en
esta estací0n (21) entre los materiales de su nivel 1, que
coincide, como comprtrbaremos luego, con el nivel de
nuestra cueva, se encuentran las hojas de muesca en
una mayor proporción respecto a 10s demás instrumentos ; siendo asimismo escasas en las estaciones del Bajo
Atragón y del Priorato. Debemos admitir, pues, para la
cueva que nos ocupa, que las hojas de muesca son como
perduraeidn de una fase cultural que está representada
en todo su esplendor en la «Cueva de la Cocina)).
T~a'rángzllas.-S610 se encuentran 3 ejemplares, dos
en la capa 1."y uno en la 3.". u n o de ios dos de la 1.'
(213 Pericot: '%a meva de l Cocina (Dos Aguas)", en Archfa
vo, de Preh. Lev., T.11, phg. 39 y n:; Valenda, 1945.
[page-n-31]
está tallado a doble bisel, 10s otros dos ofrecen los bordes simplemente rebajados. Podemos considerar estos
tipos como ligados y emparentados a las medias lunas.
(Fig, 3.)
Tridngulos con i$éndice lateral. -Sólo se .encontraron cinco e n la primera capa. Típicos en el nivel
11 d e la «Cocina», dentro de nuestro yacimient& parecen raros y extemporáneoa (Fig. 3). Es posible que
estén reIacionados con las medias lunas, aunque su
aparición es más tardia que la de aquéllas.
Hojitas de borde fiebajado .-Dle este elemento, claramente paleolítico, aparecieron diez piezas (Fig. 4).
Todas tienen el característi~o
retoque en el1 borde y sólo una de ellas, qparecida en la primera capa, se ofrece completa. Consiste ésta en una bellisirna hojita retocada muy finamente; la cara superior presenta retoques en todo su borde izquierdo, el borde derecho s6lo
en su mitad superior, !o cual hace que el ápice aparezca redondeado. En la base los retoques han producido
a ambos lados una especie de muescas. La cara inferior lo eiívés presenta todo el borde izquierdo retocado
y el derecho sólo en su mitad inferior.
Raspadores.-Instrumentos con retoques, sqbre lascis y hojas de distintas formas, que determinan instrumentos semejantes a los llamados raspadores, hay unos
30, repartidos, como puede alpreciarse en nuestro cuadro estadístico, por todos los niveles. Siendo más abundantes en la capa segunda. Casi todos ellos son atlpicos y algunoti dudosos (Figs. 4 y 5).
Buriles.-El llamado golpe de buril aparece más o
menos claramente en unos doce sílex, proporci6n es-
[page-n-32]
Fig. $--Hojas de muesca y de dorso rebajado, y raspadores,;f.am. nnt.
(Según F. JordL)
casa con relación al total de las piezas utilizadas (Figura 5). Algunos d'e ellos están tallados sobre lascas, los
más solb* núcleo,
Ruederas.-Aparecieron unas cuantas piezas de no
muy grueso tamaño con un borde recto o poco curvado, con retoques a lo largo del mismo, que podemos
incluir bajo esta deaominación, aunque muchas veces
son imprecisas y paco típicas.
H o j a cuchillo.-Bajo esta denominación compren-
[page-n-33]
demos una serie de hojitas alargadas, que oscilan entre
lbs 2 cm, y 1 i 10 cm. g aparecen eri un total da-%O,
Algunas de ellas presentan retoques de uso (Fig, 5).
y gran hoja euokill~.Tamafia natural,
Fig, Cr-Raspadoas toscw, buriies
L
( S e e n F. JordL)
*.
I
~ilezas
ratocadas*-E% número de 14 se encuentran
unas piezas que contienen algunos retoques intencionadm, pero que par su dispasicihn ewtraiña, son difíciles
de encuadrar dentra de alguno de los tipos ya rnencbnados anteriormente. La &ayorria son piezas toscas y
disformes, acerca de cuyo uio es dificil pf~nuaciane.
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[page-n-34]
Cuadro estadistico del material de pledra
[page-n-35]
Deside las ,primeras capas fueron frecuentes aunque
no abundantemente los restos cerámiccis, presentándose por lo general muy fragmentados (Liim. 11). A exeepción de unos cuantos que presentan cierto pulido y son
color obscuro, pertenecientes a la primera capa, todos
los demás son bastos y de tono rojizo o pardi> amarillenta. La pasta cerámica tiene de común la impureza
de su masa, en la que abundan los pedazos de cuarzo
blanco. Su caccidn. es casi siempre imperfecta y desigual. En ningun caso nos ha sido posible reconstruir
la foma'de los vasos a que ipertenecian los fragmentos.
Uno de ellos, como puede verse en los perfiles que dibujamos (fig. 6). se asemeja a la forma típica de los
vasos argiricos, Pertenece a la primera capa, y po,r
su superficialidad lo creemos en relación con los restos del enterramiento d'e que hemos hablado al reseiiar lla excavacidn de la cueva. Se trataría, [pues, de un
.-
[page-n-36]
34
enterramiento argárico, del cual apenas si hemos recogido datos para poder juzgar, por lo que consideramos
- esta opiniOn como bastante hipot2tica y la lanzamos
con las consiguientes reservas.
De los restantes fragmentos, dos son los más interesantes y ambos [pertenecen a la 1." capa. Uno de
ellos, de barro, de color rojizo y de contextura recia,
está decorado can un cosdári cerca del borde, sobre
el que espaciadamente se han hecho impr'esiones digitales (fig. 7). El perfil d e este fragmento acusa una
k
fuerte exuasación tanto en la parte del borde como en
la inferior, de lo cual se podría concluir una mayor
modernidad para la cerámica que nos ocupa que para
los restantes materiales de la cueva, ya que recuerda
en cierto modo el perfil de las cerámicas hallstáticas,
pero la semejanza de su pasta y aspecto con la de otros
fragmentos encontrados en capas más inferiores nos
inclina a creer que la cerámica de que tratamos per-
r ,
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.
[page-n-37]
,,,
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tenece a la misma eta~paque el restante material de
la' cueva.
El segundo fragmento está decorado con cuatro
líneas de incisiones acanaladas en zig-zag (fig. 8). Se
trata de un fragmento pequeño de color pardo claro,
Fig. 8 - Fragmento de cerámica decorado con incisiones acanaladas.
Tam. nat. (Segbn F. Jordá)
de aspecto antiguo y que con toda verosimilitud ha
sido recortado, por lo menos asi lo demuestra el redondeado de sus bordes. Aunque por la calidad de la
podía ser incluido dentro de las demás cerámicas, por su mejor cocción y cierto pulidp preferimos
considerarla como un producto tardío y quizá llegado a
la covacha en una época posterior. Sin embargo, por
sus caractensticas ,podría ser incluído dentro de las
cerámicas del Neolítico inicial en su fase'última.
Como vemos, los dos fragmentos de cerámica con
decoracicin arrojan poca luz para poder fijar con exactitud la posición cronol6gica de la cueva respecto del
Neolítico inicial. Sin embargo, su carácter tardío es
evidente, por lo que no habrá más remedio que aceptar para nuestra estación una posición algo más retrasada que la de otras estaciones.
[page-n-38]
LA FAUPJA
Son escaws los restos eneontrádos en esta estación.
b poc& huears hallados están en su inmensa mayoda
totm y fragmentado@,de tal manera, que es 'difícil para
un no especidista e r tareas de clas3ficgcihn paleontou
16gíc2a-precisar y dictaminar acerca d e los animales a
que pertenecen los distinto8 fragmentos de huesos.
Podemm, sin ernb-grg~~
adelantar;, mientras no tea@mas la clasificación defifiitíva debida-a un especialista
en la materia, y a tenor de .las rectjficacianes a que la
misma no& qbligue, que pertenecen e n Su mayor parte
a animales pequeiiqi, especialmente he&vbros y roedores, un colmillo de canido (?) y huesos de aves en
bastante bundancia, arin que nos sea posible predsar mis.
En mdwscos .se han encontrado dos Colgmbe
ningtb gdnero dg duda, como objetos de adorno. Se
-encontró tmbi&nun Cardizlm adult! y varios' e j h p l a res de Hetix (alb-elt) candidisima y Helix (ibews) akpnensi~,que junto ron la fauna mencionada anteriormente, revelan un clima muy semejante al actual (22).
1
I
.
(22) mas rnaiwcqq hsn aib iasiflcadok sor noestro byea
mmmfiera r amigo D. &fan~d.el,
Vidal y bm, a quen debdlide' aquí
$ ~ ~ m d t ? c a mayuakt besintetera&ada.
su ~
,
I
,
[page-n-39]
CONSIDERACIONES GENERALES
El anterior análisis y descripción de los materiales
de la estación de que tratamos, nos invita a resumir en
breves líneas sus características esenciales, tratando de
poner de relieve una serie de hechos que importan al
[problema de la expansión del Neolítico. Dichos hechos
expuestos ordenada y sistemáticamente son los siguientes :
l." Carácter evolucionado de las medias lunas.
2." Escasez de las hojas de muesca.
3." Variedad en la forma de los trapecios.
4." Cerámicas con cordón y acanalados. No hay
cerámica cardial.
5." Desaparición de los microburiles.
6." Falta de hachas y azuelas.
La valoración etnológica de estos hechos nos da a
entender que se trata de un pueblo montañés de pequeños cazadores, cuya alimentación deMa completarse
con una agricultura incipiente. El colmillo de cánido
nos hace sospechar la domesticación de animales y por
tanto la iniciacidn de la vida pastoril. La raza debió
proceder de la mesolítica, recibiendo aportaciones afrjcanas. Todo lo cual conviene al Neolitico hispano-mauritano de Santa Olalla, como ya hemos indicado antes.
Al estudiar al principio la iniciación del Neolítico
en nuestra región, veíamos que iposiblemente existan dos
facies. La primera con cerámica cardial y poca fre-
[page-n-40]
cuencia de silex geométricos ; la segunda, sin cerámica
cardial y con abundancia de sílex geométricos, estando representada cada facies por estaciones tipos. La
&&va de la Sarsa)) ,para la primera ; la «Cocina» para
la segunda. El conjunto de materiales de la ctcovacha
de L l a t a s ~ acabamos de estudiar y que corresponde
que
a una fase primitiva del Neolítico, parece que se ha de
encuadrar en la facies de la «Cocina», como se desprende de los hechos expuestos hace un momento.
Si.analizamos ahora los elementos del nivel primero de la «Cocina» y los comparamos con los de nuestra
estación, vemos que, a pesar de las coincidencias, hay
ciertos detalles que vienen a indicar una distinción entre
ambas estaciones, distinción que a nuestro modo de
ver concierne a su carácter cronológico.
Las medias lunas son el elemento más interesante
para poder fijar la posición temporal de ambas estaciones. Hemos visto antes que había medias lunas de
dos tipos : las de borde rebajado y las de doble bisel.
Las de doble bisel parecen ser más tardías que las de
borde rebajado, y entre éktas, las talladas~sobrehoja
gruesa y que se acercan bastante al semicírculo en
forma de gajo de naranja, son más antiguas que las
talladas sobre hoja delgada y forma de sector circular
con retoque fino. E n la ([Covacha de L l a t a s ~
predominan estas últimas entre las de borde rebajado, junto
con las de doble bisel, al revés de lo que sucede en la
crCueva de la Cocina», donde predominan los gajos de
naranja toscos y son raras las medias lunas de doble
bisel. Todo ello nos conduce por tanto a considerar
[page-n-41]
b
99
afectados de una mayor modernidad .a b s materiales
de la estación que nos ocupa,
Igual argumento apoya la escasez de bojas de muesca, elemento puramente Mesolitico en la aCocina», escaso ya en su Neolftico y representado en nuestra estación con pobres ejemplares. También confirma la rnodernidad cronoliigica,. la gran variedad de tipos trapezoidaIes, que le dan a la cueva aspecto de caj6n d e
sastre, donde se refinen tipos d e procedencia diversa.
E n cuanto a la cerfamica, ya hemos hablado antes
de ello, conviene conceder una mayor modernidad al
yacimiento, debido a lalcalidad de su decoración.
La falta d e rnibroburiles es un datr, para fijar una
fecha mas reciente al Neolítico de la cueva de Llatas», ya que por su escasa representación en el Neolítico de la «Cocina» indicaba que dicho instrumento estaba en vías de desaparición.
Entre ambas estaciones podemos, pues, representarnos perfectamente la evolución del Neolitico inicial
en su f a r i ~ sno cardial, en nuestra región.
Como nuestra investigacilón se ha circunscrito a una
determinada área, sería injusto querer atribuir esta evolución a otras regiones de nuestra península. Sin embargo la semejanza de los materiales eqpuestos con la
de otras regiones, Bajo Aragón y zona Norte de Levante hasta Cataluña, nos invita a pensar si la concordancia que ya parece manifiesta durante los tiempos
Mesolíticos no se dar5 de igual modo durante los comienzos del Nealítico. N o dudamos que nuevas investigaciones pongan de relieve este doble aspecto que
hemos anunciado del Neolitico inicial.
.
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40
Vamos a considerar, por último, un problema que
plantea la aparición de este Neolítico montañés y pastoril en nuestra región valenciana. Precisamente las características de ésta son las de llanura. A nuestro entender es evidente la existencia de un Neolítico de llanura
estrechamente emparentado con el de la montaña. La
continuada remoción de que ha sido objeto la llanura
valenciana, la huerta actual, ha sido causa más que suficiente para que hayan desaparecido gran número de
estaciones y que la mayoría de los hallazgos que se
efectúan sean superficiales y sin posibilidad de correxión
con otros datos. Sin erhbargo, en estos últimos años,
el S. 1. P. ha dedicado buena parte de sus esfuerzos a
la excavación y estudio de la importante estación de la
((Ereta del Pedregal», Navarrés, primeros restos palafíticos que se estudian en Erspaña. En este yacimiento,
cuyos niveles más profundos descansan sobre formaciones de turba, parece que se encuentran elementos
suficientes para caracterizar a un Neolítico de Ilanura,
agricultor y ganadero al par que cazador (23).
Pero este es asunto que no hemos de tratar nosotros
por ahora, y que excede los límites que nos habíamos
impuesto al escribir el presente trabajo.
(231 Isidro Ballester Tormo: Qbra citada en Ia nota 13
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PROLOGO. por ~ u i s
~ericot. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
S
LA COVACHA DE LLATAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
1.-INTROPUCCION . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
9
9
Y SITUACION DE LA CUEVA . . . . . . . . .
17
EXCAVACIONES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
20
1V.-LOS MATERIALES Y SU GLASIFICACION ............
EL SILEX ................................................
23
23
L1.-DE6CRIPCIQN
111.-LAS
Medias lunas .............................................
Trapecios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Hojas de muesca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Triángulos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Triángulos con apéndice lateral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Hojitas de borde rebajado .................................
Raspadmes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Burilea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Raederas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Hojas de cuchillo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Piezas retocadas ..........................................
LA CERAMICA ..........................................
LA FAUNA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.-CONBIDERACIONES
GENERALES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
24
26
28
28
29
29
29
29
30
30
31
33
36
37
m ,
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.
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. Wallá~dose jwrnaeidn E Biblioteca
en
a
General de la .Diputa&.lbrt. provZfici&E y m
renovaczón constante y natural de E es#@a
c4alixada de Prehistoria, ha ulitfiido en sus
publieaciows el f . 1. P. s~licItand9$e entiendarz ásgas recibidas a cambio de las del
reki$ieszda&o,
La desu;tenció.uaa tal sU1p~E4canos obligar6
a la susrpensi6n de los elzuios.
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El S. 1 P. su Museo de PreBkkoria en 1928.-Valencia, 1929
.
La labor del 8.% P. y su Museo en el g w d o año 1929.-Valencia,
La labor del 6 5. F y su lMuSeo en el pasado &o 1930.-Vakncia,
.
La labor del S. 1 P. y %u
.
Mumo en el pasado afio 1931.-Valencia,
1930,
1931.
1932, (Con
La labor del B. 1 P. y su Museo en el pasado riña 1934.-Valencia* 1935. (Con
.
9 láminas).
La labor del S. f. P. y su Museo en los a708 1935 a 1939.-VaIenccí&, 1942
SERIE aE T R W J O S VA&XOS
1.-«El Castellet del Parque,», p r 1 Balhtcr Tormo.
.
2.-BEUQ notes sobre el poblat iberic de St. Miquel de Lliriaa, per D. Fletxer
5.-Colecció de treballs~del P. J, l?urg&s sobre prehistoria valenciana.
6.-Estudias sobre las cuevas
Ieoliticas vabncianas.-uC%va-Negra de BeIlúsw, por. G.. Tiñes, F. ~ o r ygJ. Royo Wmes; y m6va del -allb»,
por L. Pericot, 1 . AlcoM, V. So8 B i n a t y M. Vidal L ó m .
9
'I.-Apunk~ &re las estacdones pmhistbricas de la Srierra de Orihueh, por
Santiago Morena. Con notas de N P. Gómez Serrano.
.
8.-Sobre un interesante vaso eserito de San Miguel cie Liria, por Pío B e l t r a
9.+Fn enterramiento en cueva de Racafort, por 1 Ballestar Tormo, can el
.
CIENTIFI@AS
XXXII láminw)
.
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