
Publicacions diverses
Romanos y visigodos en tierras valencianas
Helena Bonet Rosado
Manuel Gozalbes Fernández de Palencia
Rosa Albiach Descals
2003
, ISBN 84-7795-339-2
978-84-7795-339-5 , 302 p.
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ROMANOS :Y VISIGODOS
EN TIERRAS VALENCIANAS
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ROMANOS Y VISIGODOS
EN TIERRAS VALENCIANAS
HELENA BONET, ROSA ALBIACH Y MANUEL GOZALBES
(coords.)
VALENCIA
MMIII
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ROMANOS Y VISIGODOS
EN TIERRAS VALENCIANAS
HELENA BONET, ROSA ALBIACH Y MANUEL GOZALBES
(coords.)
Textos de
LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL, ROSA ALBIACH, CARMEN ARANEGUI, FERRAN ARASA,
HELENA BONET, PILAR CARMONA, ROSARIO CEBRIÁN, JAUME COLL, MARÍA JESÚS DE PEDRO, MANUEL
GOZALBES, ELENA GRAU, JOSÉ LUIS JIMÉNEZ, EMPAR JUAN, JOAQUIM JUAN CABANILLES, MANUEL
OLCINA, JOSÉ PÉREZ BALLESTER, ALBERT V. RIBERA, PERE P. RIPOLLÈS, MIQUEL ROSSELLÓ, LUIS
SÁNCHEZ GONZÁLEZ, ALFRED SANCHIS Y JUAN JOSÉ SEGUÍ
Dibujos de
ÁNGEL SÁNCHEZ Y FRANCISCO CHINER
Con la colaboración de
ISABEL CARUANA, FRANCESC X. DUARTE, FRANCESCA MINARDI,
JUAN SALAZAR, ALFRED SANCHIS, JERONI P. VALOR Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
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La edición del presente libro se ha realizado con motivo de la apertura al público de las nuevas salas de época romana del Museu de Prehistòria de València.
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
Presidente
Fernando Giner Giner
Diputado del Área de Cultura
Enrique Crespo Calatrava
Director Xarxa Museus
Francesc Ferrando Vila
Director Museu de Prehistòria i de les Cultures
de València
Joan Gregori i Berenguer
Directora del Servicio de Investigación
Prehistórica
Helena Bonet Rosado
Jefe de la Unidad de Difusión, Didáctica y
Exposiciones
Santiago Grau Gadea
Proyecto museológico
Rosa Albiach
Proyecto museográfico
Francisco Chiner
Equipo técnico
Rosa Albiach
Helena Bonet
Francisco Chiner
Manuel Gozalbes
Grafismo y dibujo
Ángel Sánchez
Coordinación montaje
Francisco Chiner
Mark Spiering
Documentación
Biblioteca SIP, Isabel Caruana, Francesc X.
Duarte, Francesca Minardi, Juan Salazar,
Jeroni P. Valor, Jaime Vives-Ferrándiz y
Alfred Sanchis.
Didáctica
Laura Fortea
Eva Ripollés
Coordinación restauración
Milagros Buendía
Inocencio Sarrión
Restauración
David Blanco, Beatriz Blas, Mila Buendía,
Sandra Cervera, Eva Cueco, Ana Adela
López, Carolina Mai, Ana Mª Martí, Izaskun
Martínez, Juan Ortí, Trinidad Pasies, Mara
Peiró, Elisa Perini, Inocencio Sarrión y
Raquel Tamayo
Versión valenciana de los textos
Unitat de Normalització Lingüística de la
Diputació de València
Producción montaje
Free Manipulación de obras de arte, S.L.
Instalación
H2OF, Navarro Aislamientos y
Recubrimientos S.L., Pepe Ludeña, Electrón,
Nou Segle, TECMAVAL S.L., Ocean,
Free S.L., Pablo Sedeño, Amparo Ripollés.
Composición musical
Luis Ivars
Audiovisual
NISA
Interactivo
Més a Més
Rotulación
Juanjo López
Animación vitrinas
Lucía Pizarro
Carlos Cuesta
César Martínez
Equipo mantenimiento
Vicente Calafat
Jesús Aroca
Juan Medina
Ayudantes montaje
Pepe Tamarit
Amadeo Moliner
Agradecimientos
MARQ, Alicante
MNAC, Gabinet Numismàtic de Catalunya
Museo Arqueológico Nacional, Madrid
Museo de Bellas Artes de Valencia
Museu Arqueològic de la Ciutat de Dénia
Museo Arqueológico de Llíria
Museu Arqueològic de Sagunt
Museu Arqueològic Municipal de Crevillent
Museo de Bellas Artes de Castellón
Museo Municipal d’Arqueología i Etnología,
la Vila Joiosa
Museu Municipal de l’Alcúdia d’Elx
Museo Municipal de Xàtiva
Museo Nacional de Cerámica González
Martí
Real Academia de la Historia, Madrid
SIAM, Ajuntament de València
Soprintendenza Archeologica di Pompei
Soprintendenza Archeologica di Roma
The Metropolitan Museum of Art, New York
Gas Natural
Martín Almagro, Ferran Arasa, Fernando
Benito, Joaquim Juan Cabanilles, Rosario
Cebrián, Mª Jesús de Pedro, Vicent Escrivá,
Antonio Espinosa, Elisa García, Josep
Gisbert, Pierre Guérin, Emilia Hernández,
Laurence Krougly, Bernat Martí, Javier Martí,
Asunción Martínez, Enrique Martínez
Cossent, Consuelo Mata, Magdalena
Monraval, Manuel Olcina, Arturo Oliver,
Trinidad Pasies, Alex Peña, Pau Pérez, Rafael
Pérez, Manuela Raga, Rafael Ramos, Albert
Ribera, Pere Pau Ripollès, Miquel Rosselló,
María José Sánchez, Marc Tiffagom, Julio
Trelis, Ángel Velasco y Xavi Vidal.
Fotografía
Archivo SIP, Archivo SIAM, Archivo MARQ,
Biblioteca Universitaria de la Universitat de
València, MNAC-Gabinet Numismàtic de
Catalunya, Museu d’Arqueologia de
Catalunya, Museu Arqueològic de la Ciutat
de Dénia, Museo Arqueológico de Llíria,
Museo Arqueológico Nacional-Madrid,
Museo Municipal d’Arqueología i
Etnología-la Vila Joiosa, Real Academia de
la Historia-Madrid, Soprintendenza
Archeologica di Pompei, Soprintendenza
Archeologica di Roma
L. Abad, J.M. Abascal, R. Albiach,
F. Alcántara, C. Aranegui, F. Arasa, H. Bonet,
J.M. Burriel, P. Carmona, I. Caruana,
J. Castelló, R. Cebrián, V. Escrivá, E. García,
J.M. Gil Carles, J.A. Gisbert, M. Gozalbes,
P. Guérin, E. Juan, A. Martínez, J.L. Jiménez,
C. Mata, M. Olcina, A. Poveda, A.V. Ribera,
P.P. Ripollès, M. Rosselló, J. Salazar,
M.J. Sánchez y M. Tiffagom.
Diseño gráfico y maqueta catálogo
Concha Fernández
Manuel Gozalbes
Ángel Sánchez
Realización e impresión
Federico Domenech, S.A.
© del texto: los autores
© del material gráfico: los propietarios, los
depositarios y/o los autores
© de la edición: Diputación de Valencia
Impreso en España / Printed in Spain
ISBN: 84-7795-339-2
Depósito legal: V-959-2003
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Cuando la Diputación de Valencia creó en 1927 el Servicio de Investigación Prehistórica y su
Museo de Prehistoria se propuso, de forma prioritaria, estudiar y conservar los testimonios más
remotos de nuestro pasado, desde los tiempos prehistóricos hasta la Cultura Ibérica. No obstante,
siempre mantuvo en el horizonte de sus proyectos proseguir en la investigación de una de las etapas
más sugestivas de nuestra historia, la Romanización, y sin abandonar este objetivo, a lo largo de más
de 75 años, se ha ido formando una rica colección de época romana procedente de distintas ciudades
y villas de la geografía valenciana.
Los fondos arqueológicos y documentales reunidos por el Servicio de Investigación Prehistórica y
que alberga el actual Museo de Prehistoria y de las Culturas de Valencia nos sorprenden, una vez más,
con motivo de la apertura de las nuevas salas dedicadas al mundo romano y visigodo. Si bien la romanización supuso el lento declive de nuestra Cultura Ibérica, rápidamente las tierras valencianas se convirtieron en uno de los territorios más prósperos de la Tarraconense. Ciudades como Lesera, Saguntum,
Edeta, Valentia, Saitabi, Dianium, Lucentum o Ilici son un claro exponente de la importancia de esta etapa
histórica y así queda reflejado en las salas, donde pueden contemplarse verdaderas obras de arte, desde
mosaicos, esculturas y tesoros numismáticos hasta inscripciones y objetos de la vida cotidiana y de
ultratumba, recuperado todo ello de nuestro espléndido patrimonio arqueológico.
Hoy, felizmente, la Diputación de Valencia, a través de su Servicio de Investigación Prehistórica,
ofrece a la sociedad valenciana una muestra de su legado romano, apostando por un nuevo concepto museográfico que, sobre la sólida base de su labor científica y patrimonial, permite al visitante
sumergirse de una forma más dinámica y didáctica en su pasado histórico.
FERNANDO GINER GINER
Presidente de la Diputación de Valencia
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El Área de Cultura de la Diputación de Valencia, de la que son parte importante el Museo de
Prehistoria y de las Culturas y el Servicio de Investigación Prehistórica, puede mostrar con verdadera satisfacción las nuevas salas dedicadas al mundo romano donde se ha apostado por una oferta
museística que combina el goce estético y el rigor científico con una moderna línea expositiva donde
los aspectos divulgativos y didácticos completan esa función tan importante, que nos compete desde
el Área de Cultura, cual es la transmisión de nuestro legado histórico de forma comprensible al amplio abanico de visitantes que recibe el museo.
Con motivo de la inauguración de la nuevas salas podemos, además, ofrecer este catálogo dedicado a los romanos y visigodos en tierras valencianas cuyos artículos, a cargo de investigadores de
prestigio del ámbito de las universidades y museos valencianos, nos permiten analizar el cambio
que supuso, en todas las manifestaciones culturales y sociales, la entrada de Roma en nuestras tierras. La lectura de sus páginas es una puesta al día de los trabajos de investigación sobre el mundo
romano, así como de los hallazgos arqueológicos más recientes, que nos acercan a la riqueza cultural
y a la importancia de este proceso histórico que nos introdujo en la órbita del Imperio Romano.
Es ésta, pues, una vez más una espléndida ocasión para valorar la importante labor que sigue llevando a cabo el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia en su continuada y
copiosa tarea por la conservación, investigación y difusión del patrimonio arqueológico valenciano.
VICENTE FERRER ROSELLÓ
Vicepresidente 1.º y Diputado del Área de Cultura
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CULMINACIÓN DE UNA ETAPA, INICIO DE OTRA
Con la apertura de la sala dedicada a la presencia romana en tierras ibéricas, el Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) pone colofón a su dimensionamiento temporal de investigación. En
efecto, tras setenta y seis años de vida operativa, la labor que comenzase a finales de los años 20 del
siglo XX con un nítido planteamiento de ciencia histórica centrado en nuestro más remoto pasado,
alcanza, con la simbólica inauguración de la Sala de Fondos Romanos, su límite académico en extensión, aunque no en intensidad. Roma es, al tiempo, el final de su campo de estudios y un nuevo
principio para el SIP.
El límite viene dado por la lógica del origen, planteamiento y finalidad del Servicio. En su trabajo
sobre periodos prehistóricos tuvo que encontrarse por fuerza con el mundo ibérico. Un universo que
solapaba el final de la Prehistoria a través de los periodos de los metales- especialmente, del broncecon aquellos en los que la escritura se convertía en elemento distintivo de lo que convencionalmente
llamamos Historia, la Antigüedad.
No se le escapa a nadie que conocer lo ibérico requiere imprescindiblemente conocer lo romano.
Su mutuo contacto precipitó un continuo de fenómenos fundamentales, desde la aculturación ibérica a la creación de nuevas formas socioculturales romanas. En ese contexto, adentrarse en la Antigüedad supone completar una visión auténticamente totalizadora de la Prehistoria que supera los
planteamientos académicos más rígidos. Lo que los humanos crean antes de usar la escritura no se
pierde repentinamente con la aparición de ésta. Al revés, el continuo que transcurre desde las primeras obras reconocibles como humanas, pasando por las primeras tecnologías líticas y los sistemas
primitivos de acumulación y distribución de excedentes y alcanzando periodos donde conviven los
metales y la escritura cuaja en un modo de producción bien definido, el esclavismo y una fórmula
cultural pareja, el clasicismo en nuestro ámbito romanizado.
Y es que Roma es algo más que Roma. Es el crisol del Mundo Mediterráneo Clásico: el legado
griego y semita, la inmensa sombra de Egipto y el Oriente Próximo, las culturas norteafricanas y
centroeuropeas, es Etruria, es Tartesos... Roma, esa Roma espléndida, republicana e imperial interactuará con los iberos de una forma absolutamente decisiva. Por eso es también simbólico que el SIP
de por concluido su campo de trabajo en el momento en que se alumbra el nombre de Valentia y su
peculiar, Valentini, veterani et veteres. Esos «valencianos, veteranos y nativos», fundidos en una nueva
sociedad, presentan una cosmovisión sustancialmente distinta a la arcaica, plantean una forma de
vida diferente, una nueva economía y tecnología, nuevas creencias y saberes. Una sociedad escriptórica en la que se remansan las formas socioculturales ibéricas y alumbran nuevas formas de entender el mundo. Una sociedad que el SIP estudia como culminación de un proceso milenario.
La posterior irrupción bárbara del norte, la imposición de los valores judeocristianos y la economía feudal romperán esa trayectoria coherente. El espacio visigodo mira hacia otra realidad, otra
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forma de pensar, otra economía, otra sociedad. Queda así abierto el camino a otras instituciones valencianas –la Generalitat, las universidaddes– para progresar en la investigación medieval.
El SIP, por su parte, ha cumplido con la primera fase de su proyecto original: poner las bases académicas para el estudio arqueológico e histórico de un periodo conocido, paradógicamente, como
prehistórico. Su desarrollo se ha completado. Ahora, su siguiente objetivo, es de crecimiento. Crecer
en el conocimiento de los periodos prehistóricos y antiguo, en la acumulación de datos y materiales
tangibles de información, en trabajos de investigación científica y académica, en la oferta que le propone a la sociedad valenciana actual para adentrarse en sus más profundos orígenes, para reflexionar sobre si, para conocerse mejor. Eso es el SIP ahora y en el futuro.
FRANCESC FERRANDO VILA
Director de la Xarxa de Museus de la Diputació de València
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INTRODUCCIÓN
HELENA BONET ROSADO
En el año 1927, cuando la Diputación de Valencia decide crear un Servicio de Investigación Prehistórica se habla de la necesidad de un Museo de Arqueología, dependiente de dicho Servicio, capaz de albergar las primeras colecciones. Objetivo que había de conseguirse de manera paulatina y que ya, el primer director del S.I.P., Isidro Ballester Tormo, consideró demasiado ambicioso y costoso optando por la
formación de un Museo de Prehistoria más acorde con la realidad de los medios y de sus colecciones.
Efectivamente, las excavaciones, adquisiciones y publicaciones de las primeras décadas se centraron en
el ámbito de la Prehistoria y de la Cultura Ibérica y así quedaba reflejado a través de las magníficas colecciones que se exhibían, y siguen exhibiéndose hoy, en las salas del Museo. Sin embargo, su interés
científico por todo el patrimonio valenciano, además de sus competencias administrativas, como museo provincial, para custodiar y conservar los materiales procedentes de las excavaciones y hallazgos
fortuitos hizo que, con el paso de los años, se fuese formando una importante colección de época clásica. Así, a título de ejemplo, a la importante colección de la ciudad greco-romana de Ampurias, adquirida en 1929, se añadieron sucesivamente los fondos procedentes de excavaciones, como las realizadas
en las necrópolis de Les Foies de Manuel y de Tisneres de Alzira, las villas rústicas de Los Tunos y los
Praos de Requena, del complejo de Pla de l’Arc de Llíria, los hornos alfareros de la Cargadora de Olocau, Rascanya de Llíria y Vilanova de Castelló o los yacimientos visigodos de Punta de l’Illa de Cullera
y Pla de Nadal de Riba-roja de Túria, por citar los más importantes.
El incremento y riqueza de los fondos de época romana, fruto de aquella trayectoria y de las ultimas adquisiciones e ingresos, hacía necesaria la renovación de la pequeña sala dedicada al mundo
romano y la consiguiente instalación de una exposición más amplia y actual que permitiese mostrar
la complejidad e importancia de una de las civilizaciones más poderosas y opulentas de la Antiguedad, el Imperio Romano.
Estas nuevas instalaciones muestran, por primera vez, algunas piezas de un enorme valor artístico
y científico, como es la colección de lápidas funerarias, lucernas y terracotas procedente de Roma; parte
del tesoro de denarios imperiales de Llíria, la orfebrería y la vajilla de la ciudad de Valentia o el esplendido mosaico de Font de Mussa de Benifaió que, junto con la conocida escultura en bronce del Apolo
de Pinedo, son referencias destacadas de los fondos romanos del Museo. Junto a estas obras excepcionales también se exponen objetos comunes de la vida cotidiana que nos ofrecen la otra cara de la Cultura Romana, la que nos acerca a la realidad diaria. Así, podemos contemplar piezas de adorno personal, juegos, instrumentos artesanales y agrícolas, monedas y sistemas de pesas y medidas, enseres de la
vida doméstica como la vajilla de mesa o de cocina, los envases de transporte destinados al comercio, e
inscripciones y ajuares funerarios que acompañaban a los difuntos a la ultratumba.
La exposición, donde se muestra con rigor científico, el lujo de lo cívico y lo privado con el bienestar
de lo utilitario y cotidiano, nos sumerge, pues, en una de las etapas históricas mejor documentadas por
la arqueología y las fuentes antiguas. A lo largo de seis apartados, y siguiendo la línea expositiva del
resto del Museo de Prehistoria, la sala del mundo romano y visigodo, que abarca desde el siglo II a.C.
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hasta el siglo VII de nuestra era, discurre por un itinerario temático que pretende ofrecer al visitante no
sólo la contemplación de los restos arqueológicos más sobresalientes sino también la posibilidad de
comprender y reflexionar sobre aquello que supuso la cultura romana en nuestras tierras.
El recorrido se inicia con la sala dedicada a la Romanización, presidida por el mosaico de Font de
Mussa, donde se muestran los cambios que sufrió la sociedad ibérica en los siglos de asimilación de la
nueva cultura y la adopción de las costumbres impuestas por Roma, a la vez que se presentan las ciudades romanas más importantes de las tierras valencianas: Lesera, Saguntum, Edeta, Valentia, Saitabi,
Dianium, Lucentum, Ilici o la que hoy ocupa el solar de la Vila Joiosa. A continuación, en la sala dedicada al comercio, recreado en el casco de una nave mercantil, se pueden ver los aspectos más importantes de las relaciones comerciales en el mundo mediterráneo: la circulación monetaria, los sistemas
de pesas y medidas, las vajillas de importación, las ánforas y los productos que se comercializaban. El
ámbito urbano viene representado por una maqueta, de carácter didáctico, de una ciudad romana,
complementada, por un lado, con objetos de la vida cotidiana y, por otro, con los elementos y materiales de construcción introducidos por los romanos. El ambiente relajado de la vida en el campo enmarca
la magnífica escultura en bronce del Apolo de Pinedo, complementada con los hallazgos de la villa de
Font de Mussa y del Pla de l’Arc de Llíria. La última sección de la etapa romana ofrece una rápida visión de la dualidad existente entre el mundo pagano y el cristiano, reflejada en los cultos religiosos y
los ritos funerarios. Dos importantes yacimientos visigodos, el monasterio de la Punta de l’Illa y la villa
aúlica del Pla de Nadal, cierran este recorrido de ocho siglos, con la intención de haber conseguido entablar un diálogo comprensible, original y sugerente entre la cultura romana y el público.
Una atención preferente a los escolares y la incorporación a las nuevas tecnologías hacen que la
vertiente lúdica y didáctica de estas nuevas salas se refleje en los correspondientes audiovisuales,
pantallas interactivas y maquetas táctiles, finalizando el itinerario en un área de ocio destinada a los
talleres didácticos.
Este catálogo, que lleva como título «Los romanos y visigodos en tierras valencianas», es una recopilación de los hallazgos más importantes de la arqueología romana y, sobre todo, es el resultado
de la puesta al día de la investigación arqueológica en toda la geografía valenciana realizada por 23
especialistas procedentes del ámbito universitario y de los museos. Los capítulos se estructuran siguiendo las áreas temáticas que articulan la exposición: Commercium, Urbs, Ager y Religio, precedidos
de las necesarias referencias a la historiografía romana valenciana, a los autores clásicos, a la historia
de Roma en nuestras tierras y a los aspectos paleoambientales y faunísticos.
No queremos finalizar esta introducción, sin agradecer la colaboración desinteresada de todos los
profesionales que han participado en los textos de este catálogo y, sobre todo, al equipo responsable
del proyecto y diseño de las nuevas salas del mundo romano, Rosa Albiach, Manuel Gozalbes, Francisco Chiner y Ángel Sánchez, que con su capacidad de trabajo, dedicación e ilusión han conseguido
que sea una realidad. Hay que hacer extensible este agradecimiento al resto de personas el Servicio
de Investigación Prehistórica y Museo de Prehistoria y de las Culturas, técnicos, becarios, bibliotecarios y administrativos que han apoyado y colaborado intensamente en el montaje y realización del
catálogo. De la misma manera expresar nuestro agradecimiento a los museos, instituciones, servicios
de arqueología y particulares que han colaborado en el montaje de las salas, bien cediendo las piezas
que ilustran las ciudades romanas valencianas, bien proporcionando la documentación y parte gráfica complementaria y necesaria para su realización. Esperemos que este proyecto, así como el catálogo, sea de su agrado y, en general, del público valenciano a quien, en definitiva, va dirigido.
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ÍNDICE DE CONTENIDOS
I / EXPLICATIONES ..................................................................................................................
17
La arqueología romana en la labor del Servicio de Investigación Prehistórica (1927-2002),
M. J. de Pedro y J. Juan Cabanilles..................................................................................................
19
Las antigüedades valencianas en la Real Academia de la Historia, R. Cebrián ...................
27
Autores clásicos, J. J. Seguí ...........................................................................................................
35
La presencia romana en los cronistas valencianos, L. Sánchez González ...............................
41
Autores modernos en torno a las ciudades romanas valencianas, C. Aranegui...................
47
II / TERRA .........................................................................................................................................
55
La llanura litoral valenciana en época antigua, P. Carmona ....................................................
57
El paisaje, E. Grau ..........................................................................................................................
63
Restos faunísticos en contextos urbanos, A. Sanchis ................................................................
69
III / HISTORIA..................................................................................................................................
77
La conquista romana y el proceso de romanización en el mundo ibérico,
H. Bonet y A.V. Ribera ....................................................................................................................
79
El imperio romano, A.V. Ribera....................................................................................................
91
El final del mundo romano y el periodo visigodo (siglos IV-VIII),
A. V. Ribera y M. Rosselló...............................................................................................................
103
IV / COMMERCIVM .....................................................................................................................
113
El comercio: rutas comerciales y puertos, J. Pérez Ballester .....................................................
115
La producción monetaria, P. P. Ripollès ......................................................................................
131
La circulación monetaria, M. Gozalbes ........................................................................................
141
V / AGER ............................................................................................................................................
149
El territorio, vías y centuriaciones, F. Arasa...............................................................................
151
Las villas. Explotaciones agrícolas, F. Arasa ..............................................................................
161
Hornos romanos y producción cerámica, J. Coll ......................................................................
167
Yacimientos no urbanos de época visigoda (siglos VI-VII), E. Juan y M. Rosselló .................
175
[page-n-17]
VI / VRBS .............................................................................................................................................
185
Urbanismo y arquitectura en las ciudades romanas valencianas, M. Olcina .......................
187
El escenario epigráfico en las ciudades, R. Cebrián ..................................................................
201
Las manifestaciones artísticas, J. L. Jiménez ...............................................................................
205
La vajilla romana, R. Albiach ........................................................................................................
215
La cultura del agua, J. L. Jiménez .................................................................................................
227
La ciudad tardoantigua, A.V. Ribera ...........................................................................................
235
VII / RELIGIO
....................................................................................................................................
243
Las necrópolis, L. Abad y J. M. Abascal .......................................................................................
245
Ritos funerarios paganos, L. Abad y J. M. Abascal.....................................................................
253
El cristianismo primitivo, M. Rosselló y A.V. Ribera..................................................................
259
La epigrafía funeraria, L. Abad, J. M. Abascal y R. Cebrián.......................................................
265
BIBLIOGRAFÍA..................................................................................................................................
273
ÍNDICES
Onomástico.....................................................................................................................................
291
Toponímico .....................................................................................................................................
295
[page-n-18]
• LA ARQUEOLOGÍA ROMANA EN LA LABOR DEL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN
PREHJSTÓR1CA ( 1927-2002)
~
LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HJSTOR1A
• AUTORES CLÁSICOS
,. LA PRESENCIA ROMANA EN LOS CRONISTAS VALENCIANOS
._AUTORES MODERNOS EN TORNO A LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS
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LA ARQUEOLOGÍA ROMANA EN LA LABOR
DEL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA (1927-2002)
M.ª JESÚS DE PEDRO Y JOAQUIM JUAN CABANILLES
Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia
Tras un periodo inicial marcado, sobre todo, por el interés despertado por los grandes hallazgos
de la arqueología prehistórica, la arqueología romana ha ido ocupando un lugar crecientemente importante en la vida cotidiana de la institución, como bien refleja la extensa nómina de yacimientos
romanos que hoy forman sus colecciones. Por acuerdo de la Comisión Provincial Permanente de la
Diputación de Valencia, el Museo de Prehistoria fue creado el 20 de octubre de 1927 como parte inseparable del Servicio de Investigación Prehistórica. Su primer director, Isidro Ballester, y un excepcional grupo de colaboradores, entre los que destaca Luis Pericot, impulsaron la creación de un centro
dedicado al estudio y recuperación del patrimonio arqueológico valenciano. Desde entonces, el SIP
ha dedicado sus principales esfuerzos a la realización de campañas de excavaciones arqueológicas
en diversos yacimientos valencianos, con el fin de construir un Museo de Prehistoria, centro de investigación y archivo documental de todas aquellas sociedades humanas que vivieron en las actuales tierras valencianas, desde el Paleolítico a la Romanización.
Se conmemora ahora, en 2002, el 75 aniversario de la institución, que coincide con la remodelación y ampliación de las salas permanentes de Época Romana, después de su instalación en 1995 en
la actual sede del Museu de Prehistòria, la antigua Casa de Beneficencia.
La historia del SIP y su Museo y la formación de las colecciones han sido tratadas con anterioridad. Nos ocuparemos ahora de los materiales de época romana, señalando el hecho de que I. Ballester, a la hora de concretar el nombre de la institución, dijera «si la Excma. Diputación Provincial decide,
pues, la creación de un Museo Arqueológico, seguramente que lo hará como parte de un Servicio de Investigaciones Arqueológicas que necesariamente, por la fuerza de las cosas, habrá de comprender aunque sea modestamente tres secciones: excavaciones, museo y publicaciones», y matiza: «Para lo Arqueológico, tan amplio, precisaría muchisimos miles de duros. El Museo Provincial de Prehistoria se puede montar gastando unos miles
de duros en excavaciones y algunas compras, acabando por ser así una cosa digna. El de Arqueología exigiría
no pocos millones de pesetas para merecer tal nombre. Quien mucho abarca… Así pues, a mi juicio los impresos han de llevar “Servicio de Investigación Prehistórica de la Excma. Diputación Provincial de Valencia”. De
aquí a un par de años… se debe cambiar la denominación dicha por Museo y Servicio de Investigación Prehistórica». Ello explica que, en sus primeros cincuenta años de actividad, cuando las excavaciones arqueológicas responden sobre todo a un programa de investigación y las intervenciones de salvamento son todavía escasas, sean las cuevas paleolíticas o neolíticas, los poblados de la Edad del
Bronce o las impresionantes ciudades ibéricas las que atraen la atención del SIP, mientras los yacimientos romanos y tardorromanos excavados no superen la docena. En efecto «el SIP se ocupó
[page-n-21]
20
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
mayormente de la Prehistoria del País Valenciano pero intervino asimismo en la
salvación de algunos de los materiales arqueológicos de la ciudad, como los aparecidos con motivo de la ampliación del Palau de la Generalitat». La creación
del Servicio de Investigación Arqueológica Municipal (SIAM) del
Ayuntamiento de Valencia, en 1948, limitó en buena medida dichas
intervenciones.
Aparte de las excavaciones, han sido frecuentes los hallazgos
casuales, donaciones y materiales procedentes de prospección, sin
olvidar las compras realizadas durante los primeros años. Las noticias recogidas por E. Pla en las «Actividades del SIP» y las memorias anuales redactadas por la dirección en «La labor del SIP y su
Museo», así como los diferentes artículos, cartas arqueológicas, catálogos de materiales y monografías publicados en la serie Trabajos Varios
o en la revista Archivo de Prehistoria Levantina, nos han permitido reconstruir esta historia de formación de las colecciones hasta bien entrados
los años 80 del pasado siglo. La documentación interna de la Institución,
es decir, los archivos y ficheros de yacimientos, registro, catalogación y
fotografía, han sido también de gran ayuda.
Lucerna procedente de Empúries
(Girona). Siglos II-III. Colección
Cazurro. [Museo de Prehistoria
de Valencia].
Estátera de bronce procedente de
Vélez Blanco (Almería). Colección Motos. [Museo de Prehistoria de Valencia].
La primera etapa, bajo la dirección de Isidro Ballester, está marcada por
la compra de materiales, concebida siempre como complemento del núcleo
propio. Así, en 1929 se adquiere la Colección Motos de la que forma parte
la estátera romana de bronce de Vélez Blanco. Y, en sesión de 21 de enero
de 1930, «se acordó adquirir un importante lote de objetos prehistóricos de Ampúrias que está formado por vasos, objetos de bronce y piezas de marfil y hueso griegos, ibéricos y romanos, producto de las excavaciones practicadas en la Colonia
Hispano-Griega de Ampúrias; y autorizar al Sr. Director del Servicio de Investigación Prehistórica de esta Corporación, para que adquiera dicho lote, y que su importe que es de 2.500 pesetas se satisfaga con cargo a la consignación especial que
por este concepto figura en el Presupuesto de Gastos del corriente año». Se trata
de los materiales de Empúries de la Colección Cazurro: vasos de terra sigillata y de paredes finas; ungüentarios, olpes y lucernas; colgantes, fíbulas,
instrumental médico romano, objetos de metal y piezas de marfil y hueso
diversas. Por último, la Colección Pérez Cabrero, comprada en 1930, y la
Colección Martínez y Martínez, de 1937, comprenden ungüentarios romanos de vidrio, cerámica sigillata y barniz negro campaniense, lucernas y lacrimatorios de cerámica, todo ello de Eivissa.
Diversas donaciones vienen a incrementar los fondos del Museo,
como la realizada por Martí Garcerán de la cueva y poblado de la Torre
del Mal Paso (Castellnovo), en 1943. Con posterioridad D. Fletcher y
F. Jordá excavaron la cueva, en 1946 y 1947, recuperando cuentas de collar de pasta vítrea, cerámicas ibéricas y romanas, lucernas, monedas y
objetos de bronce; y una cadenilla de oro. La exploración del poblado, en
1946, aportó igualmente cerámica ibérica decorada y terra sigillata hispánica, cerámica estampada y gris, y agujas de hueso. De la Cova de les Meravelles (Gandia) procede un lote de 34 monedas ibéricas y romanas, así
como lucernas e idolillos antropomorfos de cerámica, pertenecientes a la
Colección Ballester. Y de la necrópolis de Gaià (Pego), dos botellas de ce-
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LA ARQUEOLOGÍA ROMANA EN LA LABOR DEL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA • M.ª JESÚS DE PEDRO Y JOAQUIM JUAN CABANILLES
rámica descubiertas en 1944-45 y donadas al SIP por C. Giner Bolufer, datadas entre finales del siglo
VI e inicios del VII. Además, podemos citar los hallazgos casuales de 1950 en Casa Perot (Barxeta): vidrios, una sortija de oro y otros restos. O la visita de D. Fletcher a Guadasséquies, donde se recuperaron ánforas y tapones de ánfora, dolia, sillarejos y una estampilla circular en arcilla decorada con
una liebre y un racimo de uvas.
Las excavaciones realizadas en Valencia con motivo de trabajos en el subsuelo del Palau de la Generalitat, en 1929 y 1932, y posteriormente en las obras de ampliación del mismo, en 1945, dirigidas
por N. P. Gómez Serrano bajo la supervisión del SIP, dieron como resultado el hallazgo de construcciones republicanas y de época imperial, muros de opus incertum trabado
con arcilla. Los materiales asociados son cerámica campaniense, terra
sigillata aretina, sudgálica e hispánica, sigillata clara, cerámica común, lucernas y ánforas.
Entre 1950 y 1987 asistimos a un periodo de intensa actividad de
la institución, bajo la dirección de Domingo Fletcher y Enrique Pla,
que incluye la época de mayor estabilidad por lo que se refiere a la exposición de sus colecciones permanentes en el Palau de la Batlia, hasta
su traslado en 1982 a la Casa de Beneficencia. Se abandona la política inicial de compra y se incrementa el trabajo de campo. Las donaciones y los
hallazgos casuales, pero sobre todo las excavaciones y prospecciones serán
fundamentales en el crecimiento de las colecciones de materiales romanos.
Nos referiremos, en primer lugar, a las donaciones. De 1952 data
la Colección Jornet, de yacimientos de la Vall d’Albaida, en la que
destacan los vasos de terra sigillata con marcas de alfarero del Tossalet, Beniprí y Camí de la Pedrera (Bèlgida); la inscripción funeraria
de Otos y la cantimplora de bronce con decoración de pasta vítrea en
amarillo, verde y azul, de Bèlgida. Y la Colección Monzó, de yacimientos del Camp de Morvedre, que consta de cerámica ibérica, campaniense y terra sigillata de Els Arcs y Sabató (Estivella), Muntanyeta
de les Panses, Partida del Calvari, el Planet y Muntanya Redona (Albalat dels Tarongers). Entre 1952 y 1954 ingresan en el museo diferentes ánforas procedentes de la costa entre Eivissa y Dénia, concretamente dos ejemplares de Dressel 20 con marcas y estampilla. De los
años 60 es la donación de Luis Zalbidea de moldes y fragmentos de vasijas romanas del taller de terra sigillata de El Endrinal (Bronchales, Teruel); la Colección Saludes compuesta por cuatro cepos de ancla y veintidós ánforas procedentes de la zona de El Saler; y la colección donada por
E. Pastor Alberola, de Castelló de Rugat, formada por cerámica sigillata
aretina, hispánica y clara, ánforas, monedas, tegulae y dolia, de los yacimientos de Lauro, Ofra, Alt de la Perdiu, Xarxet, Pinar, entre otros.
Escultura femenina de mármol.
València la Vella (Riba-roja de
Túria). Siglos II-III. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
En 1963 se produce un hallazgo extraordinario en aguas cercanas a la playa de Pinedo, una estatua de bronce descubierta en una zona en la que anteriormente se han hallado ánforas y cepos de
ancla. Se trata de la estatua conocida en adelante como el Apolo de Pinedo, expuesto desde entonces
en las salas del Museo y objeto de una exposición monográfica del SIP en 1994, tras su limpieza y
restauración y tras habérsele reintegrado su pierna izquierda.
Las donaciones se suceden durante todo este periodo, de lo que son ejemplo: un osculatorio de la
Cova dels Francesos (Alzira); un amuleto fálico de bronce de Benibaire Alt (Carcaixent); una pequeña
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
pátera de barniz negro de Despenyaperros (Paterna); una
tegula con estampilla L HERENNI procedente del poblado de
Sant Antoni (Bocairent), además de cerámica sigillata,
paredes finas y marmorata; la estatuilla femenina de
piedra, de 30 cm de altura, procedente de Riba-roja de
Túria y donada por el Colegio María de Iciar de dicha
localidad en 1975; los materiales procedentes de las
prospecciones de N. P. Gómez Serrano, donados por
sus herederos en 1976; o las cerámicas romanas procedentes de varios puntos de Alzira, donadas por A.
Martínez Pérez en 1981, como principales referencias.
Las visitas a yacimientos realizadas por los
miembros del SIP, como comprobación de noticias
de hallazgos casuales y como documentación de restos arqueológicos diversos, permiten recuperar diversos materiales de época romana en Les Paretetes
dels Moros (Montcada), València la Vella (Riba-roja
de Túria), y la Solana (Utiel), donde se recogen ánforas, tegulae y cerámica sigillata hispánica. En Els Xarcons (Montserrat) se excava una sepultura romana
Estela funeraria de época imperial. El Reguero (Pedralba,
tardía y se recuperan cuentas de collar de vidrio y
Valencia). [Museo de Prehistoria de Valencia].
piedra, agujas y aretes de bronce, y una botella cerámica con asa, todo ello de época visigoda. Y en la
Falquia (Beneixida), procedentes de unas galerías subterráneas, se encuentran dos lucernas, vasijas,
cuentas de collar de pasta vítrea y una fíbula, de época tardorromana o visigoda.
De la Ereta dels Moros (Aldaia) procede un mármol decorado con una hoja de acanto. Y una visita realizada a Casa Zapata (Villargordo del Cabriel) motiva el ingreso, en 1965, de la inscripción romana IVNIAE L FIL ANTIQVAE, además de cerámica romana e ibérica. En las villas romanas de la Encolla
(Xiva) y Cambrillas (Xest) se recogen numerosos fragmentos de cerámica romana y una moneda de
Marco Antonio Gordiano Pio. Y en 1967 se produce el hallazgo en El Reguero (Pedralba) de una villa
romana en la que aparecieron fragmentos de cerámica sigillata hispánica y clara, cerámica común, fíbulas, dolia y dos lápidas romanas con inscripción funeraria.
Las excavaciones llevadas a cabo en estos años son, entre otras, la necrópolis de Les Foies (Manuel), del siglo III-IV, en la que se exhuman tres sepulturas en 1951; los materiales hallados compren-
Cuencos de terra sigillata hispánica. Llíria
(Valencia). [Museo de Prehistoria de Valencia].
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LA ARQUEOLOGÍA ROMANA EN LA LABOR DEL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA • M.ª JESÚS DE PEDRO Y JOAQUIM JUAN CABANILLES
den jarritos, cuencos y pequeños vasos cerámicos, un fragmento de cazo de bronce, una botella de
vidrio y ánforas. La cripta de El Romaní (Sollana), excavada en 1952 por D. Fletcher y E. Pla, en la
que se hallaron cuatro individuos y parte de su ajuar: una botella cerámica, un pendiente y tres anillos, uno de ellos de bronce con chatón decorado con una cruz, de época visigoda. El horno cerámico
de la Cargadora (Olocau), excavado por J. Alcácer en 1953, que aporta numerosos fragmentos de dolia,
vasijas de cerámica común y terra sigillata con marcas de alfarero, vasos de paredes finas y jarros. Y la
excavación de M. Tarradell, D. Fletcher y E. Pla en 1955, en Punta de l’Illa (Cullera), que permite identificar un edificio de carácter religioso y departamentos destinados a almacén. La intervención aquí
continúa en 1957 y 1966, y entre los materiales destacan las ánforas tardorromanas procedentes del
norte de África y de Siria, de Palestina y del Mar Negro, de los siglos IV a VI, y también hallazgos diversos como lucernas, tegulae, ampollas, un «Baco» de bronce, dos cruces de bronce del siglo VI, además de un conjunto de monedas vándalas.
Los trabajos de excavación se extienden, asimismo, a la Moleta dels Frares (Forcall),
cuya amplia cronología alcanza la segunda mitad del siglo III, de acuerdo
con los materiales recuperados: cerámicas ibéricas y campanienses, sigillata aretina, sudgálica, hispánica y clara, cerámica común romana, ánforas, objetos metálicos y monedas. Al Castell de Cullera, bajo la dirección
de E. Pla, en la zona del monasterio y en la parte baja de la ladera SO. Y
al Pla de l’Arc (Llíria), trabajos dirigidos por M. Gil-Mascarell, que ponen al descubierto una serie de construcciones de época augustea y
posterior; de aquí procede un oscillum de mármol blanco en una de cuyas caras hay una máscara trágica y en la otra una liebre agazapada,
además de cerámica sigillata y común, lucernas y vidrios.
Todos estos materiales y otros, como monedas e inscripciones
de diversas procedencias, ingresaron en el Museo y estuvieron expuestos en las salas del Palau de la Batlia, hasta 1982. Pero el SIP estuvo presente también en otras excavaciones cuyos materiales, por
diversos motivos, no fueron ingresados en el Museo. Así, en la factoría pesquera de la Punta de l’Arenal (Xàbia), hallazgos que pasaron a
formar parte de una colección particular; en el Fossaret de la Catedral
(Valencia), materiales –cerámica de barniz negro, terra sigillata, ceráÁnfora palestina hallada en
mica común, cerámica estampada y monedas– que se depositaron en el
Punta de l’Illa (Cullera, Valencia). Siglo VI. [Museo de PrehisMuseo Catedralicio; o en el horno de ánforas de Oliva, cuyos hallazgos,
toria de Valencia].
sobre todo ánforas que imitan las formas Dressel 2-4, fueron depositados
en el Ayuntamiento de dicha localidad. Mientras, el Departamento de Arqueología de la Universidad de Valencia asumía la dirección de las excavaciones en la ciudad, realizándose entre 1966-68 los trabajos en la Plaça de la Reina, dirigidos por M. Tarradell y G. Martín, cuyos resultados, en su mayoría, permanecen inéditos.
Entre los años setenta y ochenta, continuando con la labor de campo realizada por el SIP, se llevan a cabo algunas excavaciones con carácter de urgencia en la Balsa (Camporrobles), en Benibaire
(Carcaixent), en la villa romana de la Catorzena/la Campina (Potries), en el Pla de Penilla (Sumacàrcer), de donde proceden monedas y una lucerna, y en la necrópolis de Tisneres (Alzira), recientemente publicada. En Benifaraig (Alberic), aparecieron tres balsas de carácter artesano-industrial de
planta rectangular y pavimento de opus spicatum; los materiales recuperados son vasos de terra sigillata sudgálica, hispánica, clara A, lucente y clara D, lucernas, cerámica africana de cocina y común,
ánforas, dolia, material de construcción y diversas monedas de los emperadores Augusto, Adriano,
Claudio II y Constantino I, así como un ara funeraria de caliza gris con las letras picadas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Detalle del Mosaico procedente de la villa de Font de Mussa (Benifaió, Valencia). Siglo I-II. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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LA ARQUEOLOGÍA ROMANA EN LA LABOR DEL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA • M.ª JESÚS DE PEDRO Y JOAQUIM JUAN CABANILLES
Los trabajos en València la Vella (Riba-roja de Túria), a cargo de
G. Pereira y de C. Aranegui, entre 1978-80, permiten identificar una
compleja edificación interpretada recientemente como parte de
una instalación defensiva del siglo VI; y la excavación del Pla de
Nadal (Riba-roja de Túria), por E. Juan, pone al descubierto un
importante edificio de carácter civil de época visigoda y ha permitido la recuperación de numerosos elementos arquitectónicos y
decorativos, como arcos, frisos, sillares, columnas y capiteles, cruces y estelas.
A partir de 1987, con Bernat Martí en la dirección, después del traslado de la institución a la Casa de Beneficencia y la recuperación de los
espacios necesarios para almacenes, laboratorios, biblioteca y salas de
exposición, prosiguen las excavaciones y publicaciones y, sobre todo,
las tareas de inventario y catalogación de las colecciones y la gestión
de los archivos documentales, gráfico, fotográfico y de yacimientos. El
objetivo es ya el de atender al conjunto de fondos de época romana y,
si bien en 1991 la exposición «Un segle d’Arqueologia Valenciana»
muestra los resultados de lo que había sido una fructífera labor de investigación sobre nuestra Prehistoria y Cultura Ibérica hasta los límites
de la Romanización, las nuevas perspectivas se manifiestan poco
tiempo después, en 1994, cuando se dedica una exposición monográfica al «Apolo de Pinedo» y se inician los trabajos para el montaje de
las salas permanentes del Museu de Prehistòria, que serán inauguradas en 1995, con una sala dedicada a las colecciones de Época Romana
y a la Numismática.
Pendiente de oro de época imperial. C/ Embajador Vich (Valencia). [Museo de Prehistoria de
Valencia].
Las últimas adquisiciones, procedentes tanto de donaciones particulares como de excavaciones,
son la Colección Pallarés compuesta por un centenar de piezas, terracotas, inscripciones imperiales y
bajoimperiales, lucernas, cerámica común, barniz negro campaniense y terra sigillata, material de
construcción y esculturas de mármol, procedentes de Roma; las lápidas con inscripción procedentes
de Llíria, donadas por la familia Porcar; el tesoro de Monforte B, compuesto por 101 bronces datados entre los siglos I y IV; las cerámicas de los pozos votivos y el tesoro de Llíria, procedente de la
Calle Duc de Llíria, de más de seis mil denarios de los siglos I a principios del III; las agujas de
hueso para el cabello y otros materiales procedentes de la excavación de Los Tunos (Requena), villa
romana en la que destaca un conjunto termal; los elementos de construcción recuperados en los hor-
Áureo de Tiberio de la ceca de Lugdunum.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
nos romanos de Castelló de la Ribera; además de los materiales procedentes de las excavaciones
efectuadas en los últimos años en la Font de Mussa (Benifaió), villa romana imperial de la que se
conservan en el SIP cerámicas, objetos metálicos y óseos, restos de pintura mural y un mosaico. Materiales que, en adelante, pasarán a formar parte del nuevo montaje expositivo.
El impulso dado por el Ayuntamiento de Valencia a la arqueología de la ciudad, hacia la mitad de
la década de los ochenta, con la incorporación del nuevo SIAM a las excavaciones urbanas, bajo la
dirección de Albert Ribera, así como la importante labor investigadora de las universidades valencianas, y la gran actividad excavadora desarrollada igualmente por los museos locales y por la arqueología de gestión, en las últimas décadas, completan la tarea emprendida por el SIP hace setenta
y cinco años en el transcurso de los cuales la arqueología clásica, pese a no ser el objetivo primordial
de la institución, ha sido siempre atendida. Prueba de ello son los numerosos conjuntos inventariados y catalogados y el gran volumen de publicaciones dedicadas al tema.
Las exposiciones de los últimos años, como «Monedes d’ahir, tresors de hui» y «Els diners van i
vénen», o la elaboración de una Guía Didáctica sobre Numismática, pueden ser el exponente de la
permanente inquietud del SIP que, ahora bajo la dirección de Helena Bonet, acomete la ampliación y
remodelación de las salas de Época Romana y Visigoda, las cuales contarán en adelante con un espacio expositivo mayor, estructurado en función de una arquitectura interior diseñada de forma coherente con los contenidos a exponer que incorpora, además, las nuevas tecnologías de la información
y los recursos didácticos adecuados.
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS
EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
ROSARIO CEBRIÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
La fundación de la Real Academia de la Historia en 1738 supuso un importante avance en el estudio
de las antigüedades de España. A partir de entonces, la Institución reunió la información epigráfica y
arqueológica que, desde diferentes lugares de la Península, enviaban, sobre todo, los Correspondientes
en las provincias. Esta situación se mantuvo hasta 1844, momento en el que se crearon las Comisiones
Provinciales de Monumentos, provocando, en cierta medida, la pérdida de los privilegios de la Academia
como única conservadora de las antigüedades nacionales. A pesar de ello, la Real Academia de la Historia
sigue siendo fuente primordial para el estudio de la investigación arqueológica en España.
A finales del siglo XVIII, la creación de la Sala de Antigüedades se ocupó de aquellos proyectos de
carácter histórico que había iniciado la Academia, tales como la formación del Diccionario GeográficoHistórico de España, la Colección Lithológica y el monetario o Museo Numismático. Además, asumió la
tarea de reconocer y valorar los distintos descubrimientos de monumentos de antigüedad. Mientras,
en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia se archivaban los expedientes sobre las distintas noticias de antigüedades que se remitían y que, previamente, habían sido tratadas en las sesiones semanales de la Institución. De esta manera, poco a poco, se fue formando la Comisión de Antigüedades,
ordenada por provincias y que ha sido objeto de publicación por parte del Gabinete de Antigüedades.
En ella, se conservan multitud de informes y correspondencia sobre la gran parte de los yacimientos
arqueológicos excavados durante los siglos XVIII y XIX en España, hallazgos de inscripciones y monedas y disertaciones de carácter histórico.
Junto a esta información, la Biblioteca custodia una amplia documentación, que incluye no sólo
las obras impresas sino también los legados personales de los grandes intelectuales del momento,
entre los que se incluyen Luis José Velázquez de Velasco, Aureliano Fernández-Guerra, Fidel Fita,
Antonio Vives y Eduardo Saavedra, entre otros.
La remisión de informes de carácter arqueológico y epigráfico incluía, en ocasiones, planos, calcos, grabados y fotografías que se depositaron en la sección de Cartografía y Bellas Artes. En la actualidad, se ha iniciado la publicación de esta documentación gráfica, de gran interés para el estudio de
la arqueología y ciencias afines.
Por otra parte, la Real Academia de la Historia conserva una rica colección arqueológica, cuyas piezas, globalmente, quedan incluidas en el término de Bienes de Interés Cultural. Entre ellas, cabe destacar el conjunto de materiales arqueológicos, epigráficos y numismáticos, que llegaron a la Academia procedentes de donaciones o compras.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Hallazgos de La Alcudia (Elche, Alicante). [RAH].
Se trata de una relación de objetos encontrados el 26 de
marzo de 1776, remitida por José Caamaño, Diego de
Cuesta, Enrique Huertas y Leonardo Soler. En las últimas líneas se puede leer, ‘Dos Cientas y cincuenta medallas de diferentes emperadores... de plata y bien conservadas’.
Dibujo del mosaico de Baco de Sagunto. [RAH].
El mosaico, actualmente perdido, se encontró
en 1745 a consecuencia de los trabajos de reparación del Camino Real de Sagunto. Felipe V
ordenó su estudio y, gracias a ello, se conservan los informes y dibujos que nos permiten
conocerlo.
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
En este contexto, el estudio de la documentación sobre antigüedades valencianas obliga a prestar
atención tanto a la información archivada en la Comisión de Antigüedades como a la contenida en las
colecciones del fondo manuscrito de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, sin olvidar, el
análisis de los materiales arqueológicos procedentes del área valenciana y la colección de monedas
del Numario de la Academia. Con todo, este trabajo no pretende ser exhaustivo, ya que una buena
parte de los fondos sobre arqueología permanecen inéditos, a pesar de que la catalogación informatizada de los documentos ha sido ya emprendida por el Gabinete de Antigüedades, gracias al tesón de
su anticuario Martín Almagro-Gorbea.
La documentación de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia sobre la Comunidad Valenciana consta de 579 documentos, de los cuales 166 corresponden a Alicante, 59 a Castellón y 354 a Valencia. Las primeras noticias sobre antigüedades comenzaron a llegar a la Academia a
partir del año 1747, fecha en la que Cayetano Rebolledo de Palafox, alguacil mayor de Valencia, remitió un informe sobre el mosaico hallado en Puçol. En 1797 llegó a la Academia un dibujo de este
pavimento de manos de José Cornide, el cual lo había recibido de Gregorio Mayans.
Unos años más tarde, centraron el interés las excavaciones realizadas en la antigua Saguntum, en
la partida de Vizcarra, donde se situó la antigua Ilici y los hallazgos en Lucentum. En 1771, Alonso
Cano envió a la Academia una caja con monedas de época ibérica, romana, visigoda y árabe, además
de material arqueológico, entre el que se encontraban teselas del mosaico de Baco. En 1775, la Academia abrió un expediente sobre las antigüedades descubiertas en La Alcudia (Elche, Alicante); de
él, destaca el informe que elaboró la Sala de Antigüedades sobre la conveniencia o no de proseguir con
las excavaciones, concluyendo que no era necesario continuarlas ya que las antigüedades encontradas pertenecían, según el Conde de Lumiares, a los siglos XII y XIII. El ilustrado conde remitió en
1776 otro informe a la Academia donde daba cuenta de los hallazgos en la excavación realizada en
La Albufereta (Alicante), que incluía el dibujo de una estatua femenina de mármol.
En los primeros años del siglo XIX, la Sala de Antigüedades se preocupó por la formación de la colección epigráfica de España, siguiendo el proyecto impulsado en 1753 por Pedro Rodríguez de
Campomanes. Antonio de Valcárcel Pío de Saboya, Conde de Lumiares y Correspondiente de la
Academia, fue el encargado de recoger las inscripciones del reino de Valencia. En 1803, envió a la
Academia los dibujos y grabados de los epígrafes que había recogido, entre los que se hallaba la descripción y dibujo del ara funeraria encontrada en Altea y que hoy se conserva en el Museo de Bellas
Artes de Valencia (CIL II, 3578). Dos años más tarde, anunció a la Academia la remisión de su obra,
cuyo manuscrito original se conserva en la Biblioteca de la Academia (ms. 9/4772) y que fue publicada por la Institución a mediados del siglo XIX en las Memorias de la Real Academia de la Historia. Lumiares también informó del hallazgo del monumento funerario de Saenia Abra, en Finestrat (Alicante), del que sólo conocemos un dibujo realizado por B. Ribelles.
El 31 de octubre de 1806, en las obras de construcción del camarín en el santuario de Sant Miquel
de Llíria, se descubrió un recipiente cerámico con cerca de 1000 denarios republicanos, con una cronología entre los años 211 y 44 a.C. La Academia abrió, siete días después del hallazgo, un expediente sobre este asunto a partir del oficio remitido por José Canga Argüelles, en el que daba cuenta
del descubrimiento. Él mismo fue el encargado de realizar la catalogación de los 992 denarios hallados en Llíria; su informe pasó a José Antonio Conde, miembro de la Sala de Antigüedades, el cual escogió un total de 110 monedas, que fueron adquiridas por la Academia y pasaron a formar parte de
su colección numismática. La anécdota llegó cuando el 10 de noviembre de 1806, Gregorio Fábrega,
alcalde de Llíria, pretendió informar a la Academia del descubrimiento. Por error, el oficio remitido
llegó a la Sociedad Económica de Valencia, cuyo secretario Tomás de Otero lo envió a la Real Academia
de la Historia, aprovechando la ocasión para pedirle algunas monedas a fin de colocarlas en el gabinete
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Dibujo realizado por Luis José Velázquez del
texto de las inscripciones que se conservan en
la ermita de Nuestra Señora del Cid (La Iglesuela del Cid, Teruel). [RAH].
Dibujo de una estatuilla de Hércules hallada en Buñol,
remitida por José Cortines y Espinosa. [RAH].
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
Mapa con indicación del trazado de la vía
Augusta entre Ilici y Thiar, elaborado por
Fidel Fita. [RAH].
numismático del propio reino que está formando.
Desde la Academia se respondió no teniendo
este Rl Cuerpo otro dro. qe la inspección gral de
todas las antigüedades qe se descubran, no puede
disponer de las referidas monedas, y si algunas
elige pa aumentar la colección de su precioso museo, lo deberá ejecutar a costa de sus fondos, y
conviniéndose con el dueño, como qualq a otro
comprador particular (GN 1806/2(2)).
El cambio de rumbo en el estudio de las
antigüedades acaecido a partir de la segunda
mitad del siglo XIX, con el aumento en el número de excavaciones casi siempre con financiación privada, provocó la llegada a la Academia de un buen número de documentos en
los que se informaba de los hallazgos casuales. En este sentido, en el área valenciana hay
que destacar la labor de Vicente Boix y Ricarte, Miguel Cortés y López, José Cortines y Espinosa, Aureliano Ibarra y Manzoni, Pedro Ibarra y
Ruiz y de Enrique Palos y Navarro, sin olvidar al académico Antonio Cavanilles y Centi y al Conde
de Lumiares, los cuales mantuvieron correspondencia con la Academia.
Desde Alicante, Aureliano Ibarra y Manzoni y su sobrino Pedro Ibarra y Ruiz comunicaron en
1861 el descubrimiento de unas termas y de varios pavimentos musivos en La Alcudia, entre los que
se encontraba el mosaico de Galatea. Ibarra y Ruiz volvió a cartearse con la Academia a finales del
siglo XIX para dar cuenta del hallazgo de dos esfinges y un toro de piedra en Agost y para notificar el
hallazgo de la Dama de Elche.
En 1827, el alcalde y el administrador de correos de Alcalà de Xivert informaron a la Academia
del descubrimiento de varias antigüedades en la partida del Mas (CAI-CS/9/3929/1). La información ofrecida no permite identificar el lugar de hallazgo, aunque todo parece tratarse de una invención, pues en uno de los oficios que forman el expediente se llega a decir a propósito de tales restos
que tan pronto como percibieron el aire se redujo todo a polvo.
Ese mismo año, José Cortines y Espinosa remitió diversas noticias a la Academia. Entre ellas, destacan las referidas al descubrimiento de algunas antigüedades en el puerto de las Cabrillas (Buñol, Valencia), durante las obras de la carretera Madrid-Valencia, y el hallazgo de una inscripción de Alborache
(CIL II2 14/56), hoy perdida. Unos años más tarde, Miguel Cortés y López envió la copia del texto de
seis inscripciones romanas encontradas en Valencia. En 1857, un particular solicitó a la Academia permiso para realizar excavaciones en el castillo de Cullera, y aunque se concedió el citado permiso nada
sabemos sobre el resultado de su trabajo. También tenemos constancia de las intervenciones arqueológicas realizadas en Sant Feliu de Xàtiva y en el castillo de Montesa en la segunda mitad del siglo XIX.
A pesar de toda esta información, fue Sagunto la ciudad que acaparó el interés arqueológico a lo
largo del siglo XIX. Los problemas planteados sobre la conservación del pórtico superior del teatro de
Saguntum llevaron a Enrique Palos y Navarro a pedir a la Academia dinero para acometer los traba-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Estatuilla de Venus hallada en
Sagunto. S. II. [RAH].
Fue donada por D. Antonio
Delgado a la Academia en 1860.
Copia de la carta que Celestino Pujol remitió a Álvaro Campaner en 1877,
dando cuenta del hallazgo del tesoro monetario de Cheste. [RAH].
jos de restauración. Sin embargo, desde la Sala de Antigüedades se informó que la Institución no financiaría las obras. En 1858, la construcción de la línea férrea entre Valencia y Tarragona obligaba a la
demolición de las murallas, con el consiguiente peligro para la conservación del teatro; la Academia
decidió escribir a los correspondientes de Valencia y lugares cercanos para recabar información sobre
este asunto. Ante la orden de derribo por parte del Ministerio de la Guerra, la Institución exigió los
medios necesarios para preservar los objetos arqueológicos que se encontraban en el lugar. Ese
mismo año, por Real Orden, se concedió a la Academia permiso para excavar en el circo romano de
Saguntum. Antonio Delgado, Anticuario, viajó a Sagunto para evaluar el estado de sus antigüedades,
momento en el que se hizo entrega oficial del teatro de Sagunto a la Real Academia de la Historia para
que quedara bajo su tutela. Finalmente, en 1868, se procedió al vallado del teatro de Sagunto con dinero de la Diputación Provincial de Valencia.
Entre la documentación de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia se
encuentra el dibujo y situación de las inscripciones que se conservan empotradas en los muros de la
ermita de la Virgen del Cid (La Iglesuela del Cid, Teruel). En la antigüedad, esta localidad formó
parte del territorio del municipio de Lesera, identificada con el asentamiento ibero-romano de La Moleta dels Frares (El Forcall, Castellón) y, por ello, hemos creído conveniente incluir aquí esta informa-
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
ción. En el siglo XVIII, Luis José Velázquez de Velasco, Marqués de Valdeflores, realizó un dibujo de
las inscripciones conservadas en la ermita, que incluía la copia del texto de dos epígrafes que formaron parte del monumento funerario de los Domitii (CIL II2 14/ 778 y 779), una inscripción en lengua
ibérica y la inscripción que fecha la construcción en 1546. El dibujo fue copiado por alguien, del que
desconocemos su identidad, e incluido en la colección Antigüedades e Inscripciones, que se guarda en
el fondo manuscrito de la Biblioteca. En 1819, Salvador Campillo, desde Teruel, volvió a copiar las
inscripciones conservadas en la ermita de La Iglesuela del Cid, documento que fue presentado en la
Academia el 21 de mayo de ese mismo año.
El 4 de septiembre de 1804, Joaquín Lorenzo Villanueva remitió a la Academia una Memoria sobre
el fragmento de una cruz de piedra hallada entre las ruinas de la antigua Sétabis (ms. 9/5995), que leyó en
su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia. La cruz, supuestamente, fue encontrada por
algún labrador y colocada en la parte alta de la fachada de la ermita de Sant Feliu. En la actualidad,
se conserva en el Museu de l’Almodi. Representa la imagen de un cordero y una cruz en la parte
central, pero sólo conserva dos de sus cuatro brazos. En esta memoria, Villanueva consideró que estaba situada en el interior de un templo cristiano o bien tuvo un carácter funerario y fechó el relieve
entre los siglos VI y VII d.C.
La Biblioteca de la Real Academia de la Historia conserva legados de antiguos académicos, con
una buena parte de la correspondencia, borradores, dibujos, o fotografías, relacionados con el hallazgo de antigüedades a lo largo de los siglos XVIII y XIX, necesaria para completar el mapa de descubrimientos arqueológicos en España. Las menciones a las antigüedades valencianas se reparten en
las colecciones de Aureliano Fernández-Guerra, Fidel Fita, Enrique Flórez, Conde de Lumiares,
Agustín Sales, Luis José Velázquez y Jacobo Zóbel, entre otros.
El Catalogus Numismatum, escrito por Enrique Flórez, describe algunas monedas romanas halladas en Ilici, Saetabis y Saguntum que, posteriormente, se publicaron en 1757. En el legado manuscrito
de Aureliano Fernández-Guerra se conservan algunos grabados, fotografías y dibujos sobre antigüedades del área valenciana. Entre otros, el grabado de la inscripción cristiana (ms. 9/7387) descubierta el 10 de abril de 1770 en Valencia, la planta del edificio donde se encontró un mosaico en Elche
(ms. 9/7387), y una fotografía de un fragmento de relieve con representación humana, remitida
desde Denia por Roque Chabás (ms. 9/7369). Junto a esta documentación, encontramos apuntes de
Fernández-Guerra sobre distintos monumentos de antigüedad. Entre otros, recoge la noticia del hallazgo en 1740 de un columbario de mármol, tallado sobre piedra de Buixcarró (ms. 9/7363), aunque
copió la información de Antonio Valcarcel.
Fernández-Guerra realizó un estudio sobre las vías romanas de Hispania, que se leyó en la Academia el día 28 de diciembre de 1862, en contestación al discurso de Eduardo Saavedra. Sobre este
tema, elaboró unas fichas con situación de las mansiones emplazadas en la vía Augusta, en el tramo
entre Valentia y Carthago Noua. Junto al nombre de la mansio Sucronem, ad Statuas, ad Turres, ad Ello,
Aspis, Ilici, Thiar, ad Leones y Carthagine, mencionadas en el Anónimo de Ravenna y los vasos de Vicarello, citó la distancia de separación entre ellas, expresada en kilómetros y millas, y su correspondencia geográfica (ms. 9/7369). Para la realización de estas fichas se apoyó en la información facilitada
por Fidel Fita, que le envió un informe con el titulo Nota sobre el itinerario y otro sobre el trazado de la
vía romana desde Ilici a Thiar, que incluía un plano de la vía.
La Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Castellón informó a la Academia el
15 de septiembre de 1868 de algunos monumentos de antigüedad. Este informe, firmado por Pedro Sabau y Larroya y dirigido a José Amador de los Ríos, pasó a Fernández-Guerra y quedó archivado en su
colección (ms. 9/7389). Por una parte, se indica la existencia de un templo dedicado a Venus en Alme-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Dibujo remitido a la RAH por Joaquín Lorenzo Villanueva. 1804. [RAH].
Se trata de la cruz de piedra caliza hallada en Xàtiva con
el motivo del Agnus Dei. Es uno de los escasos vestigios
que se conservan de los inicios del cristianismo.
nara y se detallan los hallazgos arqueológicos en el
lugar: en aquel montón de escombros se encuentran restos de pavimento bastante bien conservados, bases de columnas con inscripciones, lápidas, y trozos de piedras
labradas, que indican la grandeza que aquel edificio tenía en antiguos. Muy cerca de este lugar, se localizó
un depósito de agua, de 40 pies de profundidad,
que contenía los restos de una estatua y de otras
edificaciones. Por otro lado, se alude a las excavaciones arqueológicas que se realizaron en 1846 en
Bejís, que pusieron al descubierto los restos de basamentos de columnas, trozos de piedras cinceladas y se
creía que tal vez pudieran ser parte de algún pavimento
de las fuentes o piscinas que tenían los gentiles en los
atrios o inmediaciones de sus templos o mezquitas para
sus purificaciones. Igualmente se descubrieron los cimientos de un edificio antiguo, que según su forma y localidad, no sería extraño fuese de algún templo dedicado a la Diosa Palas, de la que tomó el río que los baña y que se
forma en las inmediaciones de la villa, el nombre antiguo de Palencia.
La colección de Jacobo Zóbel de Zangróniz presenta también referencias a antigüedades valencianas. Entre sus papeles, se conserva la copia de la carta que Celestino Pujol y Camps envió a Álvaro
Campaner y Fuertes el 20 de octubre de 1877, acerca del hallazgo del tesoro de monedas encontrado
en Cheste, fechado en la Segunda Guerra Púnica. En ella, Pujol copió la carta que remitió a la Sociedad Arqueológica Valenciana dando cuenta del descubrimiento de una vasija, en cuyo interior se localizaron alrededor de 500 monedas de plata, 3 de oro, un torque de oro y tres brazaletes decorados con
cabezas de serpientes (ms. 11/8002). Un año más tarde, Zóbel estudió un conjunto de aproximadamente 50 monedas procedentes de este tesoro.
El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia conserva una variada colección de
materiales arqueológicos, que comprende objetos datados desde la época prehistórica hasta la edad
moderna. Entre las antigüedades romanas valencianas depositadas en la Academia, destaca una pequeña escultura de bronce, que representa a la diosa Venus, procedente de Sagunto y fechada en el
siglo II. La figura llegó a la Academia en 1860 de manos de Antonio Delgado, quién la adquirió de
Antonio María Blanco.
Este rápido examen de la información sobre antigüedades valencianas conservada en la Real Academia de la Historia sirve de ejemplo de la intensa labor que la Institución desarrolló durante casi dos
siglos y medio, consiguiendo reunir una de las colecciones documentales más importantes para el
estudio de la Historia. Por ello, la Academia se ha convertido en un punto de referencia básico para
la investigación arqueológica en España.
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AUTORES CLÁSICOS
JUAN JOSÉ SEGUÍ
Departament de Història Antiga i de la Cultura Escrita. Universitat de València
Los textos de los autores clásicos, especialmente de los historiadores y geógrafos grecorromanos, han sido y seguirán siendo una fuente insustituible de información sobre la antigüedad. Sin
su concurso muchos acontecimientos y circunstancias del pasado nos resultarían desconocidos o
no podrían ser bien interpretados. Esto rige también, como es lógico, para aquellos textos que se
refieren a las tierras valencianas durante la época romana. Pero, del mismo modo que acontece
con carácter general en las fuentes escritas, las nuestras no están exentas de limitaciones. Primero,
porque no son muy abundantes. En la práctica, se circunscriben esencialmente a unas pocas noticias transmitidas por un grupo escogido de autores. Existen muchas reelaboraciones, material de
segunda mano, que se nutre de los mismos fondos y que nada nuevo aporta, aunque da una imagen cuantitativa engañosa. Pero tampoco las más solventes escapan a las limitaciones epistemológicas de su tiempo, pues acotan hacia campos muy precisos el objeto de su atención o se dejan influir por estereotipos continuamente repetidos (topoi). Ante todo porque las fuentes clásicas
centran su interés en lo que llamaríamos la historia política que es, al margen de contados autores,
en la mayoría de los casos una historia militar. Los historiadores clásicos que, por descontado,
asumen conscientemente una visión ecuménica de la historia de Roma, utilizan el relato pormenorizado del proceso de constante incorporación de tierras y gentes como un escenario en el que se
visualiza la construcción del imperio universal. Las gestas militares permiten crear a los escritores
un panorama grandioso, en donde el genio romano y la providencia divina señalan un destino extraordinario: «imponer los principios de la paz, respetar a los sometidos y castigar a los soberbios»
(paci imponere morem, parcere subiectis et debellare superbos (Eneida VI, 852). Esta forma de organizar
el relato histórico a partir de la expansión romana conduce a marginar los aspectos históricos que
se alejan de ese nudo vertebrador, lo que produce con demasiada frecuencia a la hora de agruparlos un conjunto incoherente, deslavazado y pleno de silencios. Asimismo, tampoco debemos olvidar que la historia clásica era, en última instancia, un género literario, un arte tanto como una materia científica, en la que el rigor en el tratamiento de los hechos del pasado tenía siempre que
compaginarse, cuando no supeditarse, con las reglas de la retórica: elegancia en el lenguaje, claridad, concisión y orden en la narración, retrato personal y moral de los personajes e incorporación
de discursos y arengas. Finalmente, no podemos pasar por alto que entre los historiadores clásicos
existía una marcada inclinación por resaltar circunstancias singulares de las provincias o regiones
de que se tenía noticia, insertadas en sus obras como curiosidades dignas de ser reseñadas (paradoxografía). Un recurso para atraer a los lectores que en bastantes ocasiones derivaba hacia relatos
maravillosos, plagados de fantasías (mirabilia).
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Tito Livio, «De Secundo Bello Punico Libri X». Florencia, 14801490. [Biblioteca Universitaria,
Universitat de València].
Tito Livio realizó un extenso y
grandioso relato de la toma de Sagunto por Aníbal.
Retrato de Tito Livio. T. Livius,
«Historicus duobus libris auctus:
cum L. Flori epitome ... Leonardo
Aretino de primo bello punico», Venecia, 1520. [Biblioteca Universitaria, Universitat de València].
El historiador romano es uno de
los autores que nos ofrecen más
información sobre la conquista romana de las tierras valencianas.
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AUTORES CLÁSICOS • JUAN JOSÉ SEGUÍ
Si los historiadores forman el núcleo básico de nuestras fuentes escritas, hay que tener en cuenta
que bastantes textos de escritores de la antigüedad albergan informaciones históricas valiosas, pese a
proceder de otros campos científicos o literarios. Así ocurre en especial con la lírica, los epistolarios y
los repertorios técnicos o enciclopédicos. Todos desgranan ocasionalmente alguna noticia que puede
iluminarnos sobre aspectos económicos, sociales o culturales, temas por lo general muy descuidados
entre los historiadores antiguos.
Por último, se debe tener bien presente que durante la romanización las tierras valencianas nunca
mostraron unos rasgos que las individualizaran especialmente. Ni formaron una unidad administrativa común, ni presentaron a los ojos de Roma una base étnica diferenciada. Por consiguiente, las
fuentes jamás ofrecen un tratamiento colectivo, a no ser en las obras que se organizan siguiendo una
pauta geográfica, generalmente centrada en la zona costera, conforme a modelos muy trillados en
este tipo de enfoques (periégesis y corografías). Para los autores clásicos el principio hispánico está muy
arraigado y es el que se toma como marco de referencia. A lo sumo, se reconoce la diferencia entre las
gentes de la zona céltica y los de la ibérica o, lo que viene a ser lo mismo, la dicotomía entre el interior
y la costa. Así pues, la zona valenciana se engloba en marcos étnicos y territoriales superiores que impiden en la práctica reconocer si las noticias generales sobre iberos e hispanos pueden aplicársele con
seguridad, por lo que es mejor tomarlas con las debidas precauciones.
Partiendo de un criterio cronológico, el primer autor del periodo romano que nos ofrece un cuadro histórico estimable es, sin duda, el griego Polibio. Su excelente formación y su trato con el círculo de Escipión, en el que había entrado por su estancia en Roma como rehén tras la batalla de
Pidna (168 a.C.), le habían abierto puertas de archivos y el acceso a valiosas informaciones que le
permitieron escribir unas Historias en cuarenta libros (de los que se conservan completos sólo los
cinco primeros), donde se recogen los acontecimientos mediterráneos entre el 264 y el 146 a.C. Pese a
su marcada inclinación por Roma, Polibio procura ser metódico y objetivo, lo que se ve además favorecido por su conocimiento directo de muchos acontecimientos y países, incluida la Península Ibérica, que visitó en dos ocasiones. Gracias a su pluma podemos percibir la situación del territorio antes y durante la conquista romana, centrado en el relato de dos acontecimientos históricos
trascendentales, ligados entre sí: los tratados entre Cartago y Roma, en especial el del Ebro con Asdrúbal, que adscribiría las tierras al sur del río a los cartagineses, y el conflicto en torno a Sagunto
que iba a derivar en la II Guerra Púnica, con la subsiguiente anexión de toda la zona a la potencia romana (II, 13, 7 y III passim.). Pero también a Polibio debemos noticias precisas de gran interés: existencia de un templo de Afrodita al norte de Sagunto (III, 97, 6) o comportamiento del reyezuelo edetano Edecón como cliente de Escipión (X, 34 y 40).
Las informaciones provenientes de historiadores de época republicana decaen de aquí en delante
de forma muy notoria. Existe una causa externa, pues casi todas las obras de este periodo no se conservan (analística). Pero esta circunstancia es engañosa, ya que poco es lo que cabría esperar de sus
contenidos con relación a la zona valenciana al haber quedado muy atrás la conquista y, por tanto, no
presentar a los ojos de los historiadores, ningún interés militar. De todas formas, los nuevos gustos
que incorporan las corrientes históricas del momento ayudarán a paliar esta esterilidad. Gracias, por
un lado, a las modas etnográficas que animan a autores como Artemidoro o Posidonio que, aunque
hoy perdidos, fueron posteriormente utilizados o imitados por otros, como Estrabón, para introducir
menciones geográficas o costumbristas. Pero también por la supervivencia de algún tratado técnico
romano, como es el caso del libro de agricultura de Catón, de principios del siglo II a.C., donde se
mencionan los higos saguntinos (De agricultura X, 8, 1). El siglo I a.C. destaca por la aparición de las
monografías históricas, relatos especializados en acontecimientos concretos, de los que el mejor
ejemplo fue Salustio, que en sus Historias nos depara alguna noticia de interés sobre las batallas del
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sucrón y sobre la suerte de Valentia en tiempos de las guerras sertorianas (Hist. IV, Ep. Pomp. 6-8). En
este marco, aunque escuetas también, no son de menor valor las informaciones que nos llegan de autores contemporáneos a los últimos decenios de la República romana, como las reseñas de Cicerón
sobre la huida de sertorianos a Sicilia desde Dianium (Verr. I, 87; V, 146, 151 y 154) o acerca de las
concesiones de ciudadanía por Metelo y Pompeyo a los Fabios saguntinos (Balb. 50-51); también la
que nos sirve el anónimo autor de la Guerra de España sobre la participación de Sagunto junto a los
pompeyanos en contra de César (Bell. Hisp. 10, 1).
La Pax Augusta señala una nueva etapa. Animados por el espíritu de restauración que preside el gobierno del primer emperador romano, los escritores se lanzan a producir obras que tienen una pretensión tan universal como el naciente Imperio Romano. Aquí se sitúa la monumental Historia de Roma
de Tito Livio (Ab urbe condita) en 142 volúmenes, de los que se conservan 35, algunos incompletos, además de resúmenes posteriores (periochae). En general, Livio se centra en los mismos sucesos que relatara Polibio, pero sus fuentes no son las mismas, pues proceden de la analística, lo que contribuye a dar
un cuadro diferenciado. La pretensión de objetividad del historiador griego se pierde completamente
en el relato liviano. Con todo, a veces adquiere el rango de fuente inédita al darnos cuenta de noticias y
acontecimientos desconocidos, como los orígenes greco-latinos de Sagunto (XXI, 7), la liberación de los
rehenes iberos en esta ciudad el 217 a.C. (XXII, 22) y su definitiva conquista por las armas romanas entre el 214-212 a.C. (XXIV, 42), la revuelta legionaria contra Escipión en el Sucrón en el 206 a.C. (XXVIII,
24-29), las embajadas saguntinas a Roma posteriores a la liberación (XXVIII, 39; XXX, 21) o la fundación
de Valentia por Junio Bruto en el 138 a.C. (Per. 55). En el panorama historiográfico posterior tan sólo nos
facilita alguna información el hispano Anneo Floro en su Epítome, compilación de la historia romana
hasta los tiempos de Trajano, que incluye un resumen sin valor de la guerra saguntina (II, 5) y otro sobre el final de la guerra sertoriana, algo más interesante (III, 22).
Mucho más importante es la aportación que realiza el griego Estrabón. Aunque su obra histórica
no se ha conservado, han sobrevivido 17 libros de su Geografía. En el tercero recopila información
muy estimable sobre la Península Ibérica de historiadores y geógrafos, la mayoría perdidos, por lo
que muchos de sus datos son bastante más antiguos que los tiempos de Tiberio en los que pasó sus
últimos años. Estrabón nos suministra un caudal informativo único, aunque breve, sobre las ciudades, las gentes y los recursos de la zona, siendo de especial importancia la referencia a Hemeroskopeion
y su templo de Artemisa (III, 4, 6).
El cambio en la naturaleza de las informaciones de los autores clásicos que se advierte en Estrabón
se consolida con las aportaciones de C. Plinio Secundo («Plinio el Viejo»). Autor de una Historia Natural (Naturalis Historia), verdadera enciclopedia de saberes del mundo romano, en su libro tercero
nos facilita la mejor descripción de la organización territorial administrativa durante el siglo I d.C. de
las provincias hispanas. El actual territorio valenciano, adscrito a la provincia Citerior Tarraconensis,
nos aparece con los estatutos de las ciudades anteriores a la generalización de la categoría municipal
para todas las urbes hispanas por decisión de Vespasiano (III, 4, 19). Pero la obra de Plinio, en su inmenso caudal informativo, facilita datos desperdigados de inapreciable valor, como sus diversas referencias a Sagunto por sus producciones de higos y cerámica (XV, 19, 72 y XXXV, 12, 160) y por su templo de Diana (XVI, 79, 216), o su mención a la obtención de ostras en el litoral ilicitano (XXXII, 21, 62).
Alguna de sus reseñas no está exenta del gusto por los hechos prodigiosos, como cuando se hace eco
del portento de un niño que volvió al claustro materno el mismo año de la destrucción de la ciudad
saguntina (VII, 3, 35).
Pero también autores de géneros alejados del cultivo histórico se transforman en valiosas fuentes.
El más antiguo, todavía de finales de la República, es el afamado poeta C. Valerio Catulo, quien en
sus Carmina nos pone al corriente de la celebridad de los tejidos de lino de Saetabis (XII, 14, 17), pos-
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AUTORES CLÁSICOS • JUAN JOSÉ SEGUÍ
Claudio Ptolomeo, Cosmographia. Siglo XV.
[Biblioteca Universitaria, Universitat de
València].
Ptolomeo de Alejandría elaboró la geografía más precisa de la Antigüedad, cuya vigencia se prolongó durante siglos.
teriormente alabados por Grattio en su Cynegetica (XL). Ya en tiempos imperiales obtenemos de las
Satirae de Juvenal cabal conocimiento de la venta de vino saguntino en Roma y, aún más, de la despreciativa opinión que su baja calidad merecía entre sus consumidores (V, 24-32). Una actitud muy
parecida a la manifestada por Marcial en sus Epigramas (IV, 46, 14-15; VIII, 6, 2; XIV, 108) en lo concerniente a la cerámica de esta ciudad. Finalmente, en la gran obra épica de Silio Itálico (Punica), de
finales del siglo I, se nos presenta un cuadro mitológico egregio de los orígenes de Saetabis y Saguntum (I, 271-275; III, 14-16 y 371-375; XVI, 473-474). Entre los textos alto imperiales fuera del campo
histórico, hemos de insertar a C. Plinio Secundo (Plinio el Joven). En sus Epístolas se resalta la figura
de Voconius Romanus, un caballero saguntino al que le unía una estrecha amistad y a quien no duda
en recomendar a un senador y al mismo emperador Trajano (II, 13). Cierra todo este conjunto de autores la figura de Plutarco. En sus célebres biografías, aunque realizadas con fines filosóficos, incluye
acontecimientos históricos relativos a la guerra entre Sertorio (Sert. 18-21) y Pompeyo (Pomp. 18-20)
que son los únicos que nos dan un cuadro expositivo homogéneo de estos hechos, aunque su valor
real sea discutible.
Una mención muy especial merecen las descripciones geográficas. La Corografía de Pomponio
Mela, de época de Claudio, es muy breve y sin aportaciones de interés (II, 91-93). Todo lo contrario
acaece con la Geografía de Claudio Ptolomeo, del siglo II, cuyos topónimos sobre coordenadas permiten trazar un mapa de ciudades y de accidentes costeros que, pese a sus equivocaciones, es una
aportación de primer orden. También resulta muy interesante como fuente para las vías romanas de
la zona el llamado Itinerario de Antonino, seguramente del siglo III.
Escaso interés presentan las dos grandes historias romanas de finales del Alto Imperio. La de
Apiano de Alejandría añade muy poco –y con algún que otro error–, todo circunscrito al periodo de
las luchas entre romanos y cartagineses en Hispania (Iber. 6-7; Han. 2-3; Afric. 6). De igual manera
ocurre con la de Dión Casio, aunque es más rigurosa, con la agravante de que las partes iniciales de
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
su obra, en las que se refiere a acontecimientos hispanos, sólo las conservamos por el compendio
medieval de Zonaras (Ep. 8, 21; 9, 3-4).
La decadencia cultural de los dos últimos siglos del Imperio Romano tuvo un reflejo directo
en la producción literaria. Contamos con muy pocos autores de utilidad y la mayoría marcados por
preocupaciones escatológicas cristianas. Entre los
historiadores de la primera mitad del siglo V podemos destacar a Orosio, autor de unas Historias
(Historiarum adversum paganos libri VII), aunque su
valor concreto para el tema que nos ocupe es irrelevante (IV, 14, 1; V, 23, 6-8; VI, 16, 6-7). Más importancia tiene Idacio, cuya Chronica (1009-1017),
compuesta en la segunda mitad del referido siglo,
añade alguna nota de gran interés, como la mención de la llegada del emperador romano Mayoriano el 460 para ponerse al frente de una flota
preparada contra los vándalos, que éstos sin embargo destruyeron, y que, por otro texto, sabemos
estaba congregada ad Elecem (Marius, Epis. Avent.,
Chron., a. 460). Finalmente, dentro de la poesía
cristiana del siglo IV, contamos con el relato del
martirio del diácono Vicente (Peristephanon, V),
aunque su valor histórico es muy escaso. El suceso
Plinio el Viejo, «Historia Naturalis». Nápoles último tercio del
también fue recogido en algunas epístolas de San
siglo XV. [Biblioteca Universitaria, Universitat de València].
Agustín (n. 272, 275, 276 y 277=Patrol. Lat. 1252Verdadera enciclopedia de saberes del mundo romano, en su libro tercero nos facilita la mejor descripción de la organización
1261). Al margen de estas fuentes destaca el largo
territorial administrativa del siglo I de las provincias hispanas.
poema de Avieno, la Ora Maritima, de finales de finales del siglo IV o principios del V, que por sus
partes inspiradas en un viejo periplo resulta un texto de difícil y controvertida utilización (Or. mar.
449-505). También en este campo descriptivo sobresale el diccionario geográfico de Esteban de Bizancio, con mención de algunas ciudades de la zona, aunque el texto original se ha perdido y sólo
conservamos un resumen del siglo VI (Steph. Byz. 73, 125, 294, 380, 566 y 615).
Las fuentes escritas de los siglos visigodos constituyen un puro epigonismo de las tardorromanas. Las escuetas y descarnadas crónicas son lo único que se conserva de algún valor. La Historia
Gothorum, Vandalorum et Suevorum de San Isidoro sólo nos sirve de contexto general, mientras Juan
de Bíclara en su Chronica nos da la noticia del destierro en Valentia de Hermenegildo por el rey Leovigildo el año 584 (Ioh. Bicl. A. 584 3). Los concilios toledanos y, sobre todo, la Nomina Ovetensis, ya
del siglo VIII, nos facilitan algunos nombres de obispos y de sus sedes.
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LA PRESENCIA ROMANA EN LOS CRONISTAS VALENCIANOS
LUIS SÁNCHEZ GONZÁLEZ
En el marco de la cultura del Renacimiento el retorno a los clásicos griegos y romanos propició,
en gran medida, el examen de los antecedentes latinos de nuestra historia, al tiempo que suscitó un
inusitado interés por las antigüedades. La recogida de inscripciones, monedas y restos arqueológicos
de todo tipo se convirtió en una actividad más o menos habitual. Cabe recordar la inquietud del gobierno de Felipe II por acopiar datos de «los edificios señalados que en el pueblo hubiere, y los rastros de
edificios antiguos de su comarca, epitaphios, letreros y antiguayas [sic] de que hubiere noticia» a través de
sus célebres Relaciones, si bien no alcanzaron el Reino de Valencia. Afortunadamente, la preocupación del monarca por el conocimiento de sus posesiones nos ha brindado la oportunidad de disfrutar de las extraordinarias vistas plasmadas por Anton Van den Wyngaerde, por orden del propio rey,
y que nos ofrecen datos incognoscibles actualmente.
De mayor importancia, sin embargo, fueron las iniciativas más o menos individuales. Empresas
particulares como las de Juan Andrés Strany, sacerdote valenciano, del que Ximeno afirma que «no
perdonava gasto, trabajo, ni diligencia por descubrir inscripciones, y otros cualesquiera monumentos, y juntar
medallas, imágenes, y monedas antiguas». Su obra Nummismatum, Iconum, veterarumque plurimorum lapidum Hispaniae Inscriptionum explanatio, sufrió la misma incuria, para lamento del propio Gregorio
Mayans, que su colección numismática, fundida para modelar morteros de farmacopea. Caso similar
fue el Juan de Molina, conocido como Bachiller Molina, cuya obra Collectanea de las Piedras e Inscripciones antiguas de España, se halla desaparecida, pero fue de gran utilidad en su momento para otros
autores como Escolano. Particularmente interesante es el ejemplo de Llansol de Romaní. Estudió durante años las inscripciones romanas, viajando sin cesar por tierras valencianas, llegando a tal extremo de penuria económica, según Ximeno, que fue incapaz de publicar su manuscrito De los ríos y
antigüedades de España al carecer de peculio suficiente. El original, para mayor infortunio, acabó custodiado por «cierto religioso» que lo aprovechó para escribir su propia historia de Valencia. Nicolás
Antonio sospecha que tal erudito era Francisco Diago; sin embargo, Pérez Bayer, quien aún consultó
el documento, comentaba a Mayans que fue propiedad de Gaspar Escolano.
Precisamente Diago y Escolano forman, junto con Beuter, la tríada de grandes cronistas que convierten este período en un referente fundamental. Sus obras históricas son un exponente claro del
avance historiográfico respecto a épocas previas. Es cierto que adolecen de defectos, pero sus méritos deben llevarnos a una valoración positiva. No conviene subrayar sus carencias más que sus logros, especialmente, si se tienen en cuenta las circunstancias históricas. Las postrimerías del siglo XV
y los albores del XVI conforman el marco de la génesis de los estados modernos a través de la apari-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
P.A. Beuter, «Primera parte de la Historia de Valencia», Valencia,
1538. [Biblioteca Histórica. Universitat de València].
Pedro Antonio Beuter (1490/95-1555) es el iniciador de un nuevo modelo historiográfico, imitado posteriormente en múltiples variantes.
ción de las monarquías autoritarias. El ejemplo
hispánico es paradigmático. La Historia se emplea como apoyo para prestigiar la monarquía y
reforzar un pasado de unidad nacional, recalcando alusiones como la resistencia heroica de
Sagunto y Numancia frente al invasor exterior,
que se prolonga en la Reconquista cristiana de la
España dominada por los musulmanes. En ocasiones, la veracidad es anulada y no se duda en
recurrir a noticias y datos falsos, convenientemente aderezados para conseguir una impresión
de credibilidad.
Éste es el caso del religioso dominico Giovanni Nanni, conocido como Annio de Viterbo.
Autor de la obra Commentarii super opera diversorum auctorum de antiquitatibus loquentium, dedicada a los Reyes Católicos, influirá enormemente
en escritores posteriores, especialmente con sus
genealogías de reyes primitivos. Un ejemplo que
nos toca muy de cerca es la noticia que da acerca de la fundación de Roma por Romo, rey mítico de España. Esta ciudad sería la actual capital levantina, a la que los romanos posteriormente cambiarían el
nombre por el de Valentia. La causa de esta invención de Annio es su pretensión de adular a la familia
Borgia, en concreto a los papas Calixto III y Alejandro VI, ambos de origen valenciano, mediante la inversión de la noticia que da Solino sobre la fundación de Roma, llamada en un primer momento Valentia, traducida al griego como Rhome. Estas ficciones, y otras muchas, asentadas en la imaginaria atribución a escritores antiguos o en la simple invención de autores, generaron una lacra perdurable de
fraude. Incluso en el siglo XIX, la lucha contra los falsos cronicones y sus nefastas consecuencias para la
verdad histórica mereció el reconocimiento de la Real Academia de la Historia a Godoy Alcántara.
A pesar de todo, el panorama historiográfico mejora. Y mejora porque se anulan errores anteriores como la confusión de la Sagunto asediada por Aníbal con la ciudad de Sigüenza; porque se buscan explicaciones a los problemas, como la primera presencia romana en Valencia; y porque, sobre
todo, se intenta sostener lo que se escribe con datos objetivos procedentes de autores griegos y latinos y de restos arqueológicos. Un mérito indiscutible de estos cronistas valencianos es su extraordinario conocimiento de las fuentes, incluso de obras menores. Puede parecer poco bagaje en la actualidad, pero en su momento no lo fue y, para ser justos, cabe añadir que algunas de las teorías que
hoy se venden como novedad son ya intuidas, y hasta afirmadas, por alguno de los tres cronistas
que ahora pasamos a analizar.
Pedro Antonio Beuter (ca. 1490-1555), profesor universitario y eclesiástico, escribió Primera Part
de la Historia de Valencia, que tracta de les Antiguetats de Espanya y fundació de València (Valencia, 1538)
que años más tarde publicó en castellano. En realidad, no es una historia meramente valenciana,
sino que, como indica el título, se extiende al resto de España. Adelanta, en gran medida, el modelo
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LA PRESENCIA ROMANA EN LOS CRONISTAS VALENCIANOS • LUIS SÁNCHEZ GONZÁLEZ
historiográfico imperante durante siglos al achacar a la división de los españoles como causa de las
múltiples invasiones sufridas por la Península Ibérica. Esta característica es común con el otro rasgo
destacable, el valor, del que resalta numerosos ejemplos. Puede, por ello, considerarse como la precursora de las grandes crónicas nacionales que comienzan con Florián de Ocampo y culminan en
Juan de Mariana. Ya sólo el propio concepto supone un importante avance historiográfico. Pero, además, Beuter se preocupó de asentar su libro sobre cuantiosos datos, empezando por las fuentes clásicas, de las que muchas veces se lamenta por sus vacíos, y terminando en las inscripciones romanas,
algunas de las cuales hoy son conocidas gracias únicamente a su transcripción. Su gran virtud es
precisamente la búsqueda de apoyos donde sostener sus afirmaciones; no se puede negar su afán en
la búsqueda bibliográfica. Sin embargo, ahí radica también gran parte de su error, al conceder pábulo a obras repletas de falsedades históricas, que, si hoy mueven al asombro, entonces eran aceptadas sin dilación. Ejemplo claro de esta actitud es su credulidad ante las fundaciones de Sagunto por
los sages y de Valencia (bautizada como Roma) por el rey Romo, que toma de Annio de Viterbo. Habla también del cambio de nombre a Valencia, que atribuye a los Escipiones, pero no explica cómo se
conjuga esta teoría con la cita de las Periocas que habla de la fundación de una ciudad llamada Valencia por Bruto en el 138 a.C. En cualquier caso, sus esfuerzos por ofrecer la explicación más razonable son muchas veces encomiables. El resultado no es el más acertado, pero, dadas las limitaciones
del momento, debe valorarse positivamente, entre otras cosas, porque marca el camino a seguir y
sirve de modelo a otros autores.
Un caso extraordinario supone la figura de Martín de Viciana (1502-). Nacido en Burriana, este
caballero de noble familia estudió Derecho en Valencia y fue gran aficionado al estudio del pasado.
Fruto de esta loable inclinación es su obra Libro Primero de la Crónica de la Ínclita, y Coronada ciudad de
Valencia y de su Reino, impresa en Valencia en 1564, continuados por otros
tres libros que componen su Crónica de Valencia. Lamentablemente, no
existe copia alguna conocida de este primer libro, y no podemos disfrutar de su, a buen seguro, apasionante lectura. Sería, sin duda, un
privilegio para cualquier bibliófilo disponer de un ejemplar, pero,
salvo milagro «wiboradense», únicamente disponemos de testimonios restringidos como el de Ximeno, quien afirma que en esta obra
«descrive (sic) en el topográficamente nuestra Ciudad de Valencia; señala
su fundador, y primer nombre».
Gaspar Escolano (1560-1619), valenciano, cronista real y teólogo, miembro de la Academia de los Nocturnos, compuso la Década Primera de la Historia de la Insigne y Coronada ciudad y
Reino de Valencia, publicada en Valencia en 1610. En los inicios de esta obra el propio autor confiesa haber trabajado
durante ocho años en recopilar el material necesario (autores clásicos, inscripciones, monedas, etc.) para la elaboración de su trabajo y otros dos más en disponerlo. Aun
así, la precipitación última en su impresión explica, en
parte, una estructura deslavazada y confusa, sólo comprensible para el propio autor. A pesar de ello, el
Retrato de Martín de Viciana. Traver Calzada,
1997. Burriana.
La desaparición del primer tomo de su Crónica supone una pérdida irreparable.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
F. Diago, «Anales del Reyno de Valencia», Valencia, 1613.
[Biblioteca Histórica. Universitat de València].
F. Diago (ca. 1564-1615) fue rival acérrimo de Escolano. Su
obra supone una continuidad de la línea marcada por Beuter.
G. Escolano, «Decadas de la historia de la insigne y coronada
ciudad y Reino de Valencia», Valencia, 1610. [Biblioteca Histórica. Universitat de València].
Gaspar Escolano (1560-1619) supone un nuevo giro en la
historiografía valenciana, por su novedosa estructura y extraordinaria exhaustividad.
avance que supone su texto es indiscutible. Así, divide la primera Década (la segunda, aunque la
anunció, no llegó a publicarla) en dos partes de cinco libros cada una. En la primera nos habla de los
tiempos primitivos, remontándose hasta el Diluvio universal, de las divisiones antiguas de España,
de Sertorio, de los pueblos extranjeros llegados, de la Evangelización de España, de los martirios de
San Valero y San Vicente, hasta llegar en un relato más o menos cronológico hasta el reinado de Pedro III. A partir de ahí (libro IV) se ciñe a una descripción esmerada y detallada del Reino de Valencia, empezando por la capital, siendo de especial interés su preocupación por rastrear por doquier
los orígenes antiguos a partir de los restos perdurables de monumentos, inscripciones, etc. Escolano
rechaza ya las invenciones nacidas de Annio de Viterbo, dedicando un capítulo a demostrar la falsedad. Precisamente sucede al tratar la fundación de Roma (Valencia) señalando que «no podemos señalar con certeza quién fue el primero fundador de Valencia, ni en qué tiempo», recoge inscripciones que hoy
son conocidas gracias a él, y plantea problemas como la dualidad «Valentini veterani et veteres», aún
sin solucionar, ofreciendo diversas explicaciones. Existen, no obstante, algunas lagunas en su obra.
La principal, en mi opinión, el uso de fuentes sin criterio selectivo, de tal forma que emplea la información de Livio concediéndole la misma solvencia que a Floro o a Paulo Orosio. Resulta extraño tal
uso, porque también demuestra un amplio conocimiento de autores clásicos, a los que, por cierto,
traduce muy correctamente, como en el episodio del 138 a.C.
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El otro gran puntal de la historiografía valenciana de este tiempo es Francisco Diago (ca. 15641615), miembro de la Orden religiosa de los Dominicos y Cronista de la Corona de Aragón. Fue autor de los Anales del Reyno de Valencia, impresos en Valencia en 1613, amén de otras obras de carácter
histórico y religioso. Curiosamente, mantuvo una rivalidad personal con Escolano, al que constantemente alude negativamente en su obra, sin citarle expresamente, y se opone a sus argumentos; quizá
tuviera algo que ver el hecho de que Escolano le acusara de pretender «intertextualizar» la obra de
Llansol de Romaní. Diago, regresa al modelo tradicional iniciado por Beuter, y elabora una Historia
que sigue un orden cronológico. Así, tras explicar las razones de su obra, comienza con una descripción geográfica detallada del Reino en el libro I, para continuar con los tiempos prerromanos, donde
dedica especial atención a la llegada de pueblos extranjeros, en particular griegos y cartagineses, y el
asedio de la ciudad de Sagunto. Ya en el libro III habla de la venida de los romanos, siguiendo el relato de los historiadores clásicos, es especial Livio, la mayor parte de las veces, sin ningún espíritu
crítico. Así, enmaraña a los sedetanos con los edetanos, confunde topónimos, y traduce mal determinados episodios, como el ya mencionado de la fundación de Valencia. Similar actitud le acontece con
las inscripciones, basando razonamientos de lo más peregrino en un solo epígrafe, aunque, como en
el caso de la inscripción de Sertorio Abascanto, corrige a Escolano con acierto. En definitiva, no cabe
duda de que su aportación es meritoria, gracias a su ardua labor de recogida de datos por archivos,
libros e inscripciones. Pero no se puede evitar una cierta sensación de declive en comparación con
Beuter. Diago, es ya el último de los grandes cronistas. A partir de él las obras son de carácter menor
y abordan temas muy puntuales, al estilo de Vicente del Olmo. En similar decadencia hasta los libros
sufren materialmente un retroceso con peores encuadernaciones, impresiones y papel. En Valencia
será necesario esperar hasta el siglo XVIII, para que se recupere y supere el nivel de tiempos anteriores, con egregias figuras como Gregorio y Juan Antonio Mayans, el Conde de Lumiares, el Deán
Martí y un largo etcétera. Era difícil, no obstante, mantener la cota historiográfica alcanzada. Ojalá
sirvan estas páginas para mover a la curiosidad y la lectura de estas obras, ya clásicas.
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AUTORES MODERNOS EN TORNO
A LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS
CARMEN ARANEGUI
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
Reconstruir la historia de la investigación de la arqueología romana es un ejercicio de revalorización de la memoria prolijo y complicado. La historiografía es algo más que una crónica, porque enlaza una sucesión de estados de la cuestión que responden a lo que la investigación se formula en
cada momento, en relación con conceptos que atañen a la historia, a las bellas artes, entendidas en
un sentido amplio, y al pensamiento en general. Por eso esta historiografía es algo más que la enumeración de anticuarios en cualquiera de sus facetas.
ENTRE EL SIGLO XVI Y 1811
En el caso valenciano el primer capítulo de la arqueología romana está ligado al teatro de Sagunt, monumento que reúne las condiciones para la reflexión sobre el clasicismo que la sociedad cultivada de
cualquier lugar de Europa demandaba reiteradamente desde el Renacimiento. La arqueología romana estaba pendiente de armonizar teoría y práctica en la búsqueda de los valores universales en los que, por
principio, el humanismo creía, y la arquitectura clásica se erigió en paradigma de tales valores. El tratado
de Vitruvio y las ruinas de la antigüedad eran tenidos en cuenta en todas las academias, en todos los cenáculos eruditos, como exponentes de una visión del mundo equitativa, ajustada a normas, modelo por
excelencia del triunfo de la proporción suscrito, pasado el tiempo, por ilustrados y neoclásicos. Y no es
accidental que los restos de un teatro cobraran así protagonismo, no sólo cultural sino también político,
como se desprende de las repetidas llamadas de atención respecto a la necesidad de conservarlo.
Pero, volviendo al ambiente de los entendidos en arqueología romana, es conveniente recordar
que, dado que los libros de Vitruvio no van acompañados de ilustraciones, había una verdadero afán
de ver, dibujar, medir y modular los monumentos para contrastar la letra escrita con ejemplos, propuestos, no sin debate, en Italia, Francia e Inglaterra. Y también en España, gracias al valenciano José
Ortiz, deán de Xàtiva. Los arquitectos-arqueólogos iban a Italia para aprender su profesión que tenía
pendiente la definición de la normativa con la que realizar planos, alzados, secciones y perspectivas
de la arquitectura de la antigüedad. Así se buscaba la verdadera imagen de esa realidad hasta entonces imaginada que era la ciudad clásica de la que, hasta la Ilustración, sólo se conocían discursos canónicos, que, sin embargo, reclamaban el concurso de la forma. Y, en España, el único teatro que preservaba elementos constructivos a la vista era el de Sagunt.
La primera representación del teatro de Sagunt es la que realizó para Felipe II Van den Wyngaerde
en 1563 que no está hecha más que con un interés paisajístico, sin entrar en los análisis indispensa-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Detalle del dibujo que Van den Wyngaerde realizó de
Sagunt en 1563 por encargo de Felipe II.
En la parte central aparece la cavea del teatro, siendo ésta
la primera representación conocida que se tiene de este
magnífico monumento.
Puerta meridional del circo romano de Sagunt en la excavación dirigida por Ignacio Pascual Buyé a mediados de la década de los noventa.
D. Antonio Chabret y Fraga realizó la primera intervención
en el circo en la primera década del siglo XIX, cuando todavía
se conservaba gran parte del edificio. A partir de 1960 el desarrollo urbanístico destruyó paulatinamente los vestigios,
conservándose tan sólo hoy en día la puerta meridional.
bles para los objetivos aludidos más
arriba. Por eso, en la perspectiva de la historiografía que nos interesa, el modesto
plano que para la descripción epistolar del
teatro del Deán de Alicante Emmanuel
Martí (1663-1737) trazó Miñana, hacia
1705, abre la serie de los estudios sobre el
monumento, así como la contribución de
autores valencianos a los mismos. Martí
gozó de la consideración de la sociedad
valenciana y tuvo renombre internacional;
fue corresponsal de Gravina, de Montfaucon y de Gregorio Mayans y Siscar, y, sin
duda, desarrolló estudios valorados en su
tiempo. Sin embargo, el dedicado al teatro
de Sagunt fue polémico y se vio desmerecido por el plano, del que Ponz en 1789 escribió: ni es planta, ni es alzado, sino un conjunto de cosas que se le figuraron a quien no
era profesor, en alusión a estar trazado al margen de la convención académica, lo cual, a su vez, alimentó los desacuerdos expresados por Ortiz en 1812.
Unos treinta años más tarde E. Palos ofrece desde Sagunt otra versión del mismo teatro, acompañada de un plano con escala, dibujado tan a espaldas de cualquier pauta arquitectónica que suscita
las iras del más notable de los anticuarios valencianos, José Ortiz y Sanz (1739-1822), activo académico de número de San Fernando, traductor de Vitruvio al castellano, que ya había disentido del trabajo de Martí a quien, no obstante, tuvo que tratar como interlocutor académico. Distinto fue el talante con que arremetió contra Palos, de formación mucho más modesta, contra sus pretensiones de
ser subvencionado por parte de la Academia dado que Ortiz fue arrogante en su indiscutible saber y
despectivo, en consecuencia, con quienes no entendían la arqueología desde una práctica internacional e ilustrada. Ciertamente este autor puso su empeño en dotar a la Academia de San Fernando de
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AUTORES MODERNOS EN TORNO A LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • CARMEN ARANEGUI
una versión propia del tratado de Vitruvio que aspiraba a ser, a la vez, referencia ineludible para
cuantas obras se sometieran a su dictamen. Su plano del teatro de Sagunt constituye el inicio, luego
frustrado, de un proyecto a partir del que pretendía ilustrar la arquitectura romana, como bien se ve
en la triangulación del círculo de la orchestra, que supone un ejercicio de sello vitruviano repetido,
hasta la actualidad, por muchos de cuantos han estudiado éste u otro teatro latino. La ejecución de
maquetas a escala persigue, también, por su parte, el objetivo de crear modelos, siguiendo una práctica innovadora que se observa en las instituciones cultas de la época.
Distinto es el criterio de Laborde quien ilustra con grabados de corte más romántico, debidos a
manos expertas y refinadas, realizados a finales del siglo XVIII, tanto el paisaje como la perspectiva
del teatro de Sagunt, digno y predilecto edificio de la primera arqueología romana valenciana.
Antonio de Valcárcel Pío de Saboya (1748-1808), citado corrientemente por los valencianos
con el título de Conde de Lumiares –uno entre los muchos que ostentaba–, representa en esta
etapa la primera figura de sabio valenciano ilustrado y arqueólogo, convencido de la responsabilidad de recopilar y ordenar los documentos romanos legados por la antigüedad, sin la pretensión de crear una teoría como perseguía el debate sobre el teatro romano, sino como una noble
tarea, acorde con su relevancia social, de conjugar la historia y sus vestigios. Así lo prueba su disertación, prologada por Gregorio Mayans y Siscar, sobre los barros saguntinos, tan celebrados y estimados por los antiguos, monumentos dignos de aprecio, pero hasta ahora mirados con muy poca atención; por ellos sabemos las Familias que havía en Sagunto; el primor con que aquellos buenos ciudadanos
fomentaron las Fábricas, el modo con que signaban las piezas, y la excelencia de uno de los más célebres
Municipios de España en labrarlas, trabajo que lo convierte en ceramólogo avant la lettre. Para ello
no dudó en dotarse de un gabinete y en diagnosticar sobre el lugar la importancia de los yacimientos arqueológicos, adelantándose a su tiempo en el estudio de su ciudad natal, Alicante,
que identificó con Lucentum. Corresponsal de la Academia de la Historia, entregó a esta institu-
Plano del teatro romano de Sagunt realizado por Ortiz (1807).
En su trabajo se puede apreciar
la influencia de los cánones vitruvianos, que fueron adaptados a la configuración del teatro
saguntino.
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«Inscripciones y Antigüedades del Reino de Valencia» de D. Antonio Valcárcel Pío de Saboya ilustrada por
D. Antonio Delgado (1852) y lámina con capiteles procedentes de Sagunt.
El Conde de Lumiares representa la figura de sabio valenciano ilustrado y arqueólogo. Aunque su obra
estuvo acabada a principios del siglo XIX, no vió la luz hasta 1852. Su labor de recopilación dió como resultado una extensa documentación sobre las antigüedades romanas valencianas.
ción el original de sus Inscripciones y Antigüedades del Reino de Valencia en 1805, antes de los destrozos que supuso la Guerra de la Independencia, aunque el volumen, correctamente ilustrado
por el académico Antonio Delgado, no vio la luz hasta 1852.
Esta época asiste también a la creación de las primeras colecciones de rango institucional,
no estrictamente privadas, de piezas romanas valencianas. Destaca el Museo Arzobispal creado
en Valencia bajo el patrocinio del arzobispo Fabián y Fuero, en donde se depositaron los hallazgos de la villa del Puig, de la excavación de Puçol, así como algún mosaico sepulcral de Sagunt,
todo lo cual se dispersó, saqueó y, en definitiva, se perdió en el curso de la guerra de 1811. Parece que corrieron la misma suerte algunas antigüedades romanas que había en el Palacio Real
de Valencia.
Esta etapa de la historiografía, en el contexto español, otorga a los investigadores valencianos un
puesto de excelencia, a tenor de lo que la ciencia reclamaba del pasado romano en aquellos tiempos,
constituyendo una digna aportación historiográfica en la que, sin embargo, se evidencian marcadas
diferencias entre quienes tenían vinculación académica y quienes no la tenían, estando los primeros
integrados, casi sin excepción, en la jerarquía eclesiástica o en la aristocracia. La Academia de San
Carlos, creada en 1764, con su colección artística de la que formaban parte algunas piezas romanas,
fue un buen ejemplo de ello.
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AUTORES MODERNOS EN TORNO A LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • CARMEN ARANEGUI
EL ORIGEN ROMANO DE LAS CIUDADES
A partir de las guerras napoleónicas la arqueología romana va a experimentar, por una parte, el
proceso de democratización que es patente, en general, en la cultura y, por otra, un cambio de objetivos, de acuerdo con la concepción de la historia propia del momento. Respecto al primer punto cabe
señalar que los autores de los estudios son ahora, en mayor medida, profesionales liberales vinculados,
de alguna manera, a nuevas instituciones, bien sea a los museos que surgen tras la desamortización, o
a sociedades modernas, libres de muchos de los anticuados prejuicios académicos, como las creadas al
amparo de las Sociedades Económicas de Amigos del País. En relación con los objetivos, el interés por
lo particular predomina ahora sobre aquella despótica obsesión dieciochesca por lo universal, de modo
que no puede extrañarnos que el siglo XIX sea, sobre todo, el siglo en el que los arqueólogos escriben la
historia de las ciudades, entendidas ahora en su proyección humana.
El proceso de desamortización de los bienes de la iglesia comienza en 1835 y pone en marcha la
recuperación de los fondos histórico-artísticos para hacerlos accesibles al público. Para evitar la
pérdida de inmuebles y obras de interés, se constituyen las Juntas Científico-Artísticas en todo el
país, a la vez que empiezan a plantearse los museos provinciales. La creación de un museo depositario de tales riquezas se inicia en Valencia muy pronto, puesto que en 1836 se destina el convento
del Carmen para este fin, poniéndolo en 1838 bajo la dirección de la Academia de San Carlos. Tal
museo se inauguró en 1839 y, en 1864, se constituyó en su seno el Museo de Antigüedades, ubicado
en la capilla de Nuestra Señora de la Vida del secularizado convento del Carmen. Con las Juntas
Provinciales de Monumentos en funcionamiento desde 1842, se crea el Museo del Colegio de
Santo Domingo de Orihuela con rango provincial para Alicante, y en 1845 el de Castellón, todos
ellos anteriores a la apertura al público del Museo Arqueológico Nacional, en 1867, entidad que
había funcionado previamente como gabinete.
Foto y dibujo de los Vasos de Vicarello. Ilustración de
los cuatro vasos Apolinares de plata que fueron hallados al norte de Roma, en una estación termal en 1852.
Son vasos en forma de miliario que llevan escrito el itinerario para ir desde Gades hasta las Termas de Apolo,
emplazadas en Vicarello. En ellos se mencionan los
puntos de paso situados en tierras valencianas así como
las distancias entre ellos (Roma, Museo Capitolino).
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Sin embargo las juntas, que en el caso de Valencia se mantuvieron hasta finales de siglo, no parecen haber desempeñado una labor arqueológica propiamente dicha, más allá de la recomendación a
las ciudades de catalogar sus bienes así como, en Sagunt, de cuidar de la protección del teatro y del
circo, como consta en el artículo 3º del acta de constitución de la sección tercera –arquitectura y arqueología– de la de Valencia, que dice:
…habiendo tenido ocasión de admirar en la antigua Sagunto, hoy Murviedro, la magnífica
obra del Anfiteatro (sic) y los restos del Circo: le ordeno al Alcalde para que con el celo que le
distingue se dedique constantemente a su conservación para que algunos paredones y arcos no
se arruinasen. 2º. Cómo se adquiriría la posesión de la huerta y edificio que ocupa el antiquísimo Circo. 3º. Qué cantidad sería necesaria así para la conservación del Anfiteatro (sic) como
para la del Circo: añadiendo si el presupuesto municipal de aquella villa podría comprender alguna partida para este objeto. Fdo. Miguel Antonio Camacho, a 28 de marzo de 1842
De ahí el interés de la aparición de otras asociaciones, como se desprende de la solicitud de creación de una sociedad arqueológica que velara por la conservación de las antigüedades hecha al gobernador de Valencia en 1853 por Vicente Boix (1813-1880), cronista de Valencia. Con respecto a Sagunt, destaca la concentración que el mismo Boix hiciera de inscripciones y fragmentos
arquitectónicos en el teatro hacia 1860, actuación que pone en entredicho tanto el papel del Museo
Provincial como la autoridad de las juntas y comisiones, que debían canalizar hacia el mismo los objetos pertinentes. Pero más graves que esta decisión, que favoreció la unidad del patrimonio arqueológico saguntino, fueron otras mediante las cuales salieron antigüedades hacia Madrid.
Mayor repercusión, pese a su corta vida, tuvo entre nosotros la creación de la Sociedad Arqueológica Valenciana (1871-1881) a instancias de miembros de la Sociedad Económica de Amigos del País,
porque agrupó a coleccionistas, aficionados e investigadores, unidos por el interés de conocer y divulgar el pasado que, si bien todavía era entendido, básicamente, a partir de lo romano, se amplió en
esta institución a las novedades de la prehistoria y al debate sobre el darwinismo, con una posición
progresista que destaca en el ambiente español.
Pero, pese a ello, parecía sobreentenderse que las ciudades con historia, en nuestro medio, eran
ciudades de origen romano, de modo que Valencia, Sagunt, Ilici (L’Alcúdia d’Elx) y Dénia merecieron la atención de los anticuarios más acreditados y es en sus respectivos estudios arqueológicos
donde descubrimos los mejores resultados de la investigación decimonónica en arqueología clásica.
E.A. Llobregat resumió la categoría de Aureliano Ibarra y Manzoni (1834-1890), miembro fundador de la Academia Española de Roma, en el prólogo de la edición de su Illici, su situación y antigüedades (1879) por parte del Instituto de Estudios Alicantinos de la Diputación de Alicante en 1981, con
las siguientes palabras:
…muchas son las razones de ello: su calidad y riqueza de información la primordial, pues,
junto con la Historia de Denia, del canónigo Roque Chabás, son los dos grandes monumentos
de la historia y arqueología alicantinas que se salvan dentro de la copiosa producción decimonónica por la calidad de su información y la escrupulosidad de su investigación. Obras ambas dignas del más elevado juicio como continuadoras de la tradición ilustrada…
Es ciertamente encomiable ver el trabajo invertido en documentar metódicamente textos, inscripciones, capiteles, monedas… para dar a la ciudad en donde se ha tenido la fortuna de ver la luz una
carta de presentación que eleva no sólo su rango sino también las acciones a las que están llamados sus
hijos, pues estos libros suelen incluir un capítulo con la relación de ilustres del lugar. Y, lo que es más
importante, obras como ésta destierran un recurso amparado en la ignorancia que vinculaba el origen
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AUTORES MODERNOS EN TORNO A LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • CARMEN ARANEGUI
de las ciudades al diluvio universal y a los hijos de Noé, propio de
cronistas locales ajenos a la modernización de las fuentes históricas.
Roc Chabás (1844-1912) supone otro caso de ruptura con la falsa
tradición genealógica de la Diana Desenterrada de M.A. Palau (n.
1543), a favor del documento y no es accidental el nombre de la revista El Archivo fundada por el canónigo, incansable valedor de la
conservación del patrimonio arqueológico valenciano. Su Historia de
la ciudad de Denia de 1874 mantiene la identificación de Hemeroskopeion como germen de la ciudad romana, reuniendo cuantos documentos textuales y arqueológicos se conservan en el momento y
mostrándolos como pruebas de la tesis defendida que, si bien no ha
sido suscrita por la investigación contemporánea, no procede de una
lectura sesgada o inculta de todo tipo de fuentes.
v
El caso de Antonio Chabret (1846-1907) es diferente. Por una
parte porque se trata de un médico culto que emprende el objetivo
de glosar la historia de su ciudad, que ha recuperado su antiguo
nombre según acuerdo de su ayuntamiento de 4 de mayo de 1863,
sin el prurito de vincularse a la tradición ilustrada, como bien se
desprende de las deficientes imágenes de su obra, y, por otra, porque Saguntum es una ciudad ibérica cuya relación con Roma pasa
por la guerra contra Cartago, y a finales del siglo XIX, más que los
estudios sobre sus grandes monumentos, que ya se habían hecho,
su atractivo bascula hacia la heroicidad, la resistencia y la nobleza
de sus gentes ibéricas, hasta el punto de convertirse en sinónimo
de esa hispanidad que se crece contra el invasor, tan ensalzada por
el casticismo popular tras las guerras napoleónicas. Siendo la ciu-
«Memorias de la Sociedad Arqueológica Valenciana» de 1876.
Esta sociedad, de apenas diez
años de vida (1871-1881), pretendía conocer y divulgar el pasado
desde una posición progresista.
Estos investigadores de finales
del siglo XIX, recopilaron y analizaron con gran exhaustividad los
datos sobre los vestigios romanos
de sus respectivas localidades.
v
«Historia de la ciudad de Denia» de
D. Roque Chabas (1874), «Illici,
su situación y antigüedades» de
D. Aureliano Ibarra y Manzoni
(1879) y «Sagunto: Su Historia y
sus Monumentos» de D. Antonio
Chabret y Fraga (1888).
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
dad hispana con más referencias en los autores
clásicos, los textos sobre Sagunt son reiterativos hasta la saciedad en su temática sobre la
Segunda Guerra Púnica, principal, si no única,
razón de la atención que merece. De ello saca
partido Teodoro Llorente en el prólogo de la
obra de Chabret cuando escribe:
…los saguntinos, abandonados por los pueblos
comarcanos, envidiosos por su grandeza, abandonados también por la ingrata Roma, a cuya alianza lo
sacrifican todo; nos conmueven con su expectativa
ansiosa del esperado socorro, y nos indigna la llegada
de los mensajeros romanos, que en vez de auxilios
eficaces, no traen más que protestas inútiles, desoídas por el Senado de Cartago…
La expresión de juicios de valor es el método de narrar la historia, nada más lejos del
tratamiento de las fuentes promovido por los
ilustrados.
Estamos asistiendo a un cambio de mentalidad a favor de las raíces ibéricas de las señas de identidad valencianas, que tendrá su
repercusión en la asociación del topónimo Tyris de la Ora Maritima de Rufo Festo Avieno
Última restauración-rehabilitación del teatro romano de Sagunt.
con la ocupación inicial del solar de Valentia,
[Archivo SIP].
con tal de satisfacer una sensibilidad que reLas intervenciones realizadas en este teatro han sido numerosas y
muy diversas durante los siglos XIX y XX. Sin embargo, hasta el año
chaza el papel de la romanización en la confi1986 no se llevó a cabo una actuación global en todo el monumento.
guración cultural del País Valenciano y, al
postergarla, marca distancias con respecto a
otras regiones de España. Aunque esta posición ideológica apenas tiene resonancia, ni entre los historiadores ni entre los arqueólogos, goza de popularidad, sobre todo a partir de los descubrimientos
de finales del siglo XIX, y en especial de la Dama d’Elx en 1897, cuando se empieza a profesar una
admiración creciente hacia la cultura ibérica a lo ancho de toda la geografía valenciana.
Precisamente esa situación explica que a principios de los años sesenta un grupo de profesores e
investigadores replanteara la lectura de la fundación de Valencia con la excusa de su dos mil cien
aniversario. Las excavaciones de Tarradell en la entonces plaza de la Reina, las conferencias pronunciadas en el Ateneo Mercantil, los artículos editados en la revista Saitabi, que constituirían el primer
volumen de los Papeles del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia, insisten en la fecha
del 138 a.C. como punto de partida de la ciudad, aplicando una lectura crítica tanto de los textos
como de las clases cerámicas que se repiten en las excavaciones urbanas de aquellos momentos. Las
colaboraciones de D. Fletcher, E. Pla, J. San Valero, G. Martín, A. Ubieto, E.A. Llobregat, J. Llorca, denotan la amplia voluntad de consenso que marca el inicio de la normalización en lo que a la arqueología romana valenciana se refiere, la cual se verá crecientemente nutrida por estudios epigráficos y
numismáticos y, más tarde, por memorias de excavaciones cuando, a partir de los años ochenta, se
multipliquen las intervenciones arqueológicas.
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¡..
LA LLANURA LITORAL VALENCIANA EN ÉPOCA ANTIGUA
¡..
EL PAISAJE
¡..RESTOS FAUNÍSTICOS EN CONTEXTOS URBANOS
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LA LLANURA LITORAL VALENCIANA EN ÉPOCA ANTIGUA
PILAR CARMONA
Departamento de Geografía. Universitat de València
LA RECONSTRUCCIÓN PALEOGEOGRÁFICA DE LAS LLANURAS LITORALES
Reconstruir el paisaje de una llanura costera en época antigua es una tarea difícil, y aún lo es más
cuando ha experimentado un proceso de urbanización tan intenso como el nuestro. Por otro lado,
además de los cambios debidos a la urbanización, hay que contar también con las modificaciones
que se han producido durante los últimos milenios en todos los litorales mundiales. La invasión de
agua marina durante el episodio transgresivo postglaciar que culmina hacia el 6.000 B.P. originó una
costa de trazado más irregular, se formaron estuarios en las desembocaduras de los ríos, extensas bahías y albuferas en las costas bajas y la zapa marina creó acantilados en diversas formaciones continentales pleistocenas. Durante los dos o tres milenios que siguieron a la transgresión, los materiales
detríticos de la plataforma y los sedimentos aportados por los ríos continuaron siendo redistribuidos
por las corrientes litorales dando lugar a la aparición de nuevas formas tales como playas, flechas,
restingas y lagunas. Estos elementos morfológicos recién formados constituyen el entorno o incluso
el soporte físico de muchos establecimientos de época antigua. Una serie de variables determinó la
evolución geomórfica posterior. En primer lugar hay que contar con el factor eustático, el ritmo del
ascenso del nivel marino durante los primeros milenios del Holoceno y su estabilización posterior.
En segundo, la disposición de los elementos morfológicos preexistentes (de época pleistocena o anterior) que determinan la paleogeografía del espacio continental sobre el que avanzó la trangresión. En
tercero el rango de mareas que determina las asociaciones de ambientes estuarinos y deltaicos y, finalmente, las características hidrológicas y geomorfológicas del sistema fluvial afluente que aporta
agua y sedimento continental al litoral flandriense. Es necesario determinar el peso de cada una de
las variables relacionadas con los factores citados para explicar la evolución de cada caso en particular. No obstante, el último factor se ha mostrado clave en la evolución histórica de los litorales, ya
que está relacionado con la acción antrópica en las cuencas fluviales, la minería, tala de bosques,
prácticas agrícolas y sus efectos desencadenantes de la erosión. Las actividades humanas alteran las
condiciones ambientales a escalas de tiempo muy cortas y son capaces de cambiar sustancialmente
el sistema hidrológico. En el entorno de la cuenca mediterránea la deforestación extensiva relacionada con el avance de la agricultura, creó un panorama abierto y susceptible a la erosión hacia el
3.000 B.C. La degradación del medio natural repercutió en el empobrecimiento del suelo en las tierras altas (por lavado y erosión) y adversos efectos hidrológicos (cambios en los cauces y fuertes crecidas) en las tierras bajas y el litoral. Los estudios geoarqueológicos han puesto en evidencia tanto en
el Próximo Oriente como en toda la cuenca Mediterránea y norte de Europa que la extensión de las
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
SERRA CALDERONA
MAR MEDITERRÁNEO
Puerto
Aller del Colomer
Puerto
Fluvial
. VAtENTIA
· La Punta
La Conca
ABANICO ALUVIAL
BARRANCOS. RAMBLAS Y
RIOS
-
CIÉNAGA
MARJAL
CUATERNARIO
PLEISTOCENO
DUNAS
LAGUNA
GLACIS
FLECHA
ALUVIAL
HOLOCENO
MIOCENO
MESOZOICO
PROGRADACIONES
DELTAICAS
RESTINGA
CORDÓN LITORAL
Esquema geomorfológico de la llanura aluvial valenciana según Carmona y Ruiz. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
La llanura aluvial valenciana esta formada por una serie continua de glacis, abanicos aluviales, llanos de inundación y progradaciones deltaicas. La restinga litoral aísla de la influencia marina los ámbitos lagunares y pantanosos.
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LA LLANURA LITORAL VALENCIANA • PILAR CARMONA
prácticas agrícolas produjo erosión acelerada en los sistemas fluviales y aluvionamiento en los fondos de valle y litoral. Muchas investigaciones realizadas en el entorno de ciudades antiguas ubicadas en el litoral mediterráneo evidencian estas transformaciones, tal es el caso de la ciudad de Ostia,
puerto de Roma en el litoral del Tíber, la progradación del delta de la Medjerda en el ámbito lagunar
de la antigua Útica o los cambios drásticos en la paleogeografía de los yacimientos de los deltas del
sudeste de la península Ibérica
LA LLANURA LITORAL VALENCIANA
Las llanuras fluviales que rodean la Albufera de Valencia y la restinga litoral son el soporte fisiográfico del poblamiento antiguo romano y medieval valenciano. La llanura está modelada por una
sucesión ininterrumpida de abanicos fluviales de los ríos Carraixet, Turia, Torrent o Magro, llanuras
de inundación de los ríos Turia y Júcar, espacios deltaicos de transición hacia la laguna de la Albufera, ciénagas o marjales litorales (marjal de Puçol, El Palmar, Montolivet, etc.) y barreras litorales o
restingas con acumulaciones dunares que regularizan la línea de costa. El paisaje actual es fruto de
una larga y compleja evolución histórica ya que el entorno de algunas de nuestras ciudades litorales
más antiguas tales como Valentia, Sucro o Dianium y del poblamiento disperso ha cambiado drásticamente a lo largo del tiempo. A ello ha contribuido la acción antrópica y la variedad y dinamismo de
los elementos morfológicos implicados, entre ellos los pertenecientes a los ámbitos fluviales y los lagunares que son los que han experimentado los cambios más espectaculares.
LA LLANURA DEL RÍO TURIA
La bahía-laguna (antigua Albufera) del máximo de la transgresión flandriense abarcaba un espacio semiconfinado mucho más amplio que el actual. Por el norte se extendía hasta las actuales
desembocaduras del Carraixet y Turia y por el sur contactaba con el delta del Júcar y los ámbitos
marinos muy próximos a las montañas del Castell de Bairén en el abanico pleistoceno del Serpis.
En su borde septentrional se ubicó la ciudad de Valentia a orillas del río Turia sobre una terraza aluvial holocena de arcillas y limos fluviales. Los sedimentos de las excavaciones arqueológicas urbanas han permitido reconstruir importantes fluctuaciones ambientales desde su fundación hasta
época islámica (siglos XI-XII). Los primeros restos aparecen sobre limos y arcillas (estériles desde el
punto de vista arqueológico) con rasgos de hidromorfía, indicadores de ambientes pantanosos o
mal drenados. En época republicana (siglo II a.C.) y hasta los siglos II-III d.C., los restos urbanos
aparecen recubiertos por depósitos de inundaciones (capas de arenas masivas de espesor decimétrico) correspondientes a derrames arenosos y sedimentos overbank. Sin embargo, en época tardorromana (siglos V-VI) no hay registros de inundación violenta, se decantaban arcillas grises en la
ciudad y el análisis micromorfológico denota nuevamente un ambiente encharcado o cenagoso.
Desde la época islámica (siglos X-XI) el río inundaba Valencia de forma recurrente, depositando sedimento grueso (barras de cantos grava y arena) que sepultan con espesores decimétricos elementos constructivos del recinto islámico.
Según los hallazgos arqueológicos y documentos medievales la navegabilidad del río se mantuvo al menos desde época romana hasta la Alta Edad Media, pero desde los siglos XIV-XV la sustracción de agua para el riego y los cambios geomorfológicos en la desembocadura impidieron la navegación. El aporte sedimentario del río Turia ha sido clave en los cambios del litoral. Unas
excavaciones alejadas dos kilómetros de la actual línea de costa, pusieron al descubierto una sección
con una secuencia completa de progradación fluvial. La base del corte, a 0 m sobre el nivel de mar,
representa la línea de costa, constituida por paquetes de espesor métrico de arenas de backshore, du-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Esquema geomorfológico del litoral deltaico del rio Turia según Ruiz y Carmona. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
Las zonas pantanosas forman parte
del antiguo lagunar septentrional de
l’Albufera. La Punta es una antigua
progradación aluvial del Turia. Se han
destacado los caminos históricos que
enlazaban Valencia-Russafa y el litoral.
nas (con restos vegetales datados en el 2.320±60 y 2.295±55 B.P.) y arenas de ámbitos de aguas someras (datados entre el 2.330±65 B.P.). En techo aparecen entre 3 y 4 m de limos arenosos masivos fluviales, depósitos de desbordamiento del río Turia que contienen abundante cerámica de época histórica. La columna registra el proceso de progradación del río Turia en el litoral que provoca un
traslado horizontal de la línea de costa de dos kilómetros.
Los paquetes de arenas y gravas fluviales del cauce del Turia se distribuyen en tres sectores del
litoral, indicando sucesivas posiciones, desvíos o avulsiones del río (durante el Holoceno superior)
que son la muestra del proceso de relleno deltaico de la bahía o estuario flandriense. La posición
más meridional de la desembocadura del Turia, y más reciente en el tiempo, es la Punta d’En Silvestre. Quizás contemporánea a la época romana e islámica, la Punta formaba un delta de carga mixta,
con diques aluviales progradantes sobre las zonas palustres de Francs i Marjals, desaguando en el
margen septentrional de la Albufera, un sector denominado la Conca en época medieval, conectado
hidrológicamente con el lago de la Albufera.
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LA LLANURA LITORAL VALENCIANA • PILAR CARMONA
LA LLANURA DEL RÍO JÚCAR
La llanura deltaica del río Xúquer al sur de la Albufera de Valencia, fue asiento de poblamiento
romano y medieval y posiblemente de la ciudad romana de Sucro. Esta llanura se extiende entre Albalat de la Ribera, el Palmar (la Llonga), Cullera y la franja litoral meridional cuya influencia llega
más al sur de l’Estany Gran. Al igual que la del Turia, la sedimentación holocena del Júcar ha enterrado albuferas y humedales flandrienses bajo deltas lacustres y el cinturón de meandros. En el litoral aparecen zonas pantanosas residuales, cerradas a la influencia marina por una gruesa restinga
que hoy en día se extiende de forma ininterrumpida al norte y al sur de la montaña de Cullera. La
extensión de las lagunas flandrienses se identifica en el substrato con la aparición de conchas de Cerastoderma glaucum, bivalvo característico de albuferas de aguas salobres conectadas con el mar, a través de discontinuidades en la restinga. Hacia el sector continental, sobre el substrato pleistoceno somero, se extendían lagunas de agua dulce alimentadas por los acuíferos cársticos de la zona
montañosa. La máxima inundación marina (aguas salobres) pudo haber remontado vaguadas y el
valle del Júcar varios kilómetros aguas arriba hasta el área de Sueca y Favara.
Entre el 6.000-4.000 B.P. hubo una fase de progradación de deltas lacustres que abarcaron una
gran extensión al norte y sur del Júcar en los sectores de la Llonga o Punta Seca, Alter de la Calderería y els Allargats-l’Estany Gran. Inicialmente, estos cauces del Holoceno medio no desembocarían
en el mar. Se trata de sistemas fluviodeltaicos, deltas lacustres de cabecera de bahía que forman rellenos arenosos y fangosos extensos y someros que constituyen el substrato de la llanura de inundación. Así pues, durante el Holoceno superior las desembocaduras del Júcar se han desplazado decenas de kilómetros. La datación de un relleno de arena gruesa hacia el 4.000 B.P. señala la existencia
de una desembocadura meridional que seguía al menos hasta la zona del Estany Gran (els Allargats)
por detrás de la restinga. La restinga del sur de Cullera, de más de 2 km de anchura, ha progradado
considerablemente gracias a los aportes del Júcar. Realmente se trata de un delta dominado por el
oleaje, formado por apilamiento de barras de arena alargadas y alimentadas desde la desembocadura del río. A lo largo del Holoceno superior, las posiciones meridionales de la desembocadura del
Júcar aportaron abundante arena a la restinga frente a Tavernes, donde se preserva un cordón dunar
interior de más de 6 m de altura, ahora alejado de la línea de costa.
Cauce del río Júcar en la llanura de inundación. [Fot.
J. M. Ruiz].
La llanura deltaica del río
Júcar al sur de la Albufera
de Valencia, fue asiento de
poblamiento romano y
medieval y posiblemente
de la ciudad romana de
Sucro.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Panorámica de la llanura aluvial, la Albufera y la restinga.
[Fot. J.M. Ruiz].
La población en primer plano
es Sueca y al fondo se distingue el área metropolitana de
Valencia y los contornos de la
Serra Calderona.
El Grau Vell (Sagunt, València). [Fot. Archivo SIP].
El mar Mediterráneo junto
al Grau Vell y la zona de
marjal que se sitúa a sus
espaldas.
Sobre la plataforma deltaica y durante los últimos milenios se fue construyendo la cresta aluvial
o cinturón de meandros de la llanura del río Júcar. Sus diques aluviales están sobreelevados varios
metros sobre la llanura de inundación y la llanura costera. Esta superficie aluvial a cotas destacadas
y mejor drenada fue colonizada por las villae romanas hasta el área de Sueca-Fortaleny. No obstante,
la superficie aluvial más próxima al litoral, entre los meandros estrangulados de Tol·lo y Alcorcoix al
oeste de Cullera, no debió consolidarse como tierra firme hasta época medieval islámica. Los investigadores opinan que parte del poblamiento romano debió articularse en torno a la Vía Augusta cruzando el río Júcar a la altura de Albalat. El poblamiento aguas arriba del paso del Júcar es disperso y
aparece a veces enterrado bajo los sedimentos de este río. Sin duda el camino debía atravesar el río
por un vado (el Gual) ahora desaparecido como consecuencia de dragados llevados a cabo a principios del siglo XX. Desde allí, la Vía enlazaría con un ramal costero que se dirigía a Dianium. El Portum
Sucrone, ubicado en algún lugar de la costa, conectaría con el ramal litoral de la Vía hacia localidades
costeras como Dianium (Dénia) y Lucentum (el Tossal de Manises, Alicante). El topónimo de la Calzada que aparece en Xeraco, podría pertenecer a un camino que seguiría por debajo del castillo de
Bairén rodeando la marjal en dirección sur. Según la crónica de Jaume I (Llibre dels Feits) todavía en
la primera mitad del siglo XIII el tránsito por el litoral al sur de Cullera estaba interrumpido por golas que comunicaban con el mar las lagunas de Corbera y Bairén.
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EL PAISAJE
ELENA GRAU
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
El paisaje del territorio valenciano durante el período romano y visigodo se puede conocer gracias a los análisis arqueobotánicos y arqueozoológicos de una serie de restos de carácter biótico.
La evolución de la vegetación en las comarcas valencianas durante este período romano y visigodo, va en el sentido de una degradación de las formaciones boscosas como son los carrascales termófilos, incluidos en la orden de la Quercetalia ilicis, y el establecimiento de comunidades de garriga
tipo coscojares y lentiscares (Querco-Lentiscetum) y tomillares y romerales (Rosmarino-Erición ). Junto
a los ríos y ramblas, había una vegetación de ribera como la asociación Populetalia albae, con álamos,
chopos, fresnos y sauces. En las zonas de umbrías de las montañas o en las comarcas interiores se
desarrollaba una vegetación mesomediterránea caracterizada por el Quercetum rotundifoliae, con algunas formaciones supramediterráneas como el Quercion valentinae.
Los pinos habitaban de forma natural en las etapas de degradación de los carrascales, como sucede con el pino carrasco (Pinus halepensis), y de los alcornocales como sucede con el pino rodeno
(Pinus pinaster).
Además, encontramos una serie de taxones que bien podrían pertenecer a la variedad cultivada,
tales como Olea europaea (olivo), Vitis (vid) y algunas rosáceas. Hay que destacar la presencia de Ceratonia siliqua (algarrobo) en época romana desde el período republicano.
En todo momento se han explotado biotopos diferentes, como la ripisilva, montañas y llanuras,
siendo durante el período bajo-imperial y visigodo cuando se puede observar el máximo de degradación de esta vegetación. Dicha degradación está en relación con la acción antrópica (expansión demográfica, prácticas económicas) y el grado de respuesta de los suelos ante esta acción. Los suelos
estaban ya bastante erosionados y el clima, semejante al actual, tampoco favoreció la regeneración
del bosque ante la presión antrópica.
Estos biotopos (bosques, matorrales, marjales, etc.), permitían disponer de una gran variedad de
recursos como:
– madera, que se podía emplear tanto como combustible (en hogares de tipo doméstico o en hornos para diversas de actividades) como para material de construcción (hábitats, ingeniería naval, carruajes, muebles, instrumentos...).
– frutos y otros elementos vegetales (fibras, resinas...).
– caza de animales característicos de los distintos biotopos (suidos, aves...).
– pesca, tanto de especies de aguas marinas costeras, salobres y de agua dulce.
– moluscos marinos y terrestres...
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Pinar de la provincia de Castellón. [Archivo SIP].
Las comunidades vegetales valencianas sufrieron, durante el período romano y visigodo,
una degradación de las formaciones boscosas estableciéndose comunidades de garriga tipo
coscojares, lentiscares, tomillares y romerales. Los pinos habitaban en las etapas de degradación de los carrascales y de los alcornocales.
En este paisaje también se puede detectar la presencia de campos de cultivo como indican los restos de cereales, leguminosas y
frutales junto con especies de malas hierbas. Esta economía agrícola se completa con recursos ganaderos de especies de ovicaprinos, bovinos y suidos.
En época romana, la explotación de los recursos naturales está
en función del grado de romanización que haya alcanzado la
zona. Así existían territorios claramente romanizados con un poblamiento de llanura y con un espacio agrícola dedicado al cultivo
de la viña, el olivo y los cereales (ager) que estaba relacionado con
el hábito alimenticio de consumir pan, vino y aceite. Por otro
lado, existían otras zonas, con una superficie forestal explotada
mucho más extensa, que poseían un uso del espacio dedicado
principalmente a la ganadería y una alimentación fundamentalmente proteínica, basada en los productos de la ganadería, de la
caza y la recolección (saltus).
El ager valenciano contaría con una explotación intensa de los
suelos aluviales por medio de una agricultura de irrigación, que
ya había comenzado en época ibérica y que en época romana al-
Plano trasversal de diferentes carbones vistos al microscopio. [Fot. E. Grau].
Son los taxones más comunes del registro arqueológico de época romana en tierras valencianas. Existen especies que podrían pertenecer a
sus variedades cultivadas como el olivo y la vid.
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EL PAISAJE • ELENA GRAU ALMERO
canza un gran desarrollo favorecida entre otras causas
por la construcción de acueductos y otros sistemas de
canalización de las aguas de riego. Los datos geomorfológicos indican que, además, existían en época romana
una serie de marjales paralelas al litoral.
Las zonas que habían sido ganadas al bosque eran
aprovechadas para el cultivo de los cereales, la viña, el
olivo, frutales y hortalizas. De todos ellos tenemos conocimiento tanto por los restos carpológicos que han
quedado en los sedimentos como por las noticias de los
autores clásicos.
Otros datos indicativos de la presencia de la vid y del
olivo son las ánforas que contenían vino y aceite, los recipientes relacionados con su consumo, los hallazgos de
madera de vid o de olivo, de pepitas de uva o huesos de
aceituna y la existencia de estructuras relacionadas con la
elaboración del vino y el aceite (lagares y almazaras).
La viña y, posiblemente, el olivo se cultivan desde los
siglos VIII-VII a.C. en asentamientos vinculados con la colonización fenicia, como l’Alt de Benimaquia (Denia,
Alacant) y la Rábita (Guardamar del Segura, Alacant). En
el siglo VI a.C., aparecen restos de vid en el yacimiento
ibérico de Los Villares, confirmándose, a partir de este
momento, su presencia de manera sistemática en la totalidad de los asentamientos valencianos. A partir del siglo
V a.C., además de restos de vid y de olivo, encontramos
restos de higuera, almendro, granado y, posiblemente,
manzano. Entre los frutales, la vid es la especie más representada, seguida del olivo y de la higuera. Estos tres
cultivos constituyen la base sobre la que se asienta la arboricultura en el Mediterráneo.
Muy pocas son las fuentes que hacen referencia al
cultivo de la viña en Hispania durante la época republicana y cuando lo hacen son poco explícitas, como es el
caso de Varrón (Res. Rust., 1, 8, 1) que señala entre los
tipos de viña las de Hispania. Si a esto añadimos la escasez de datos arqueobotánicos sobre la vid para este
período, parece indicar que la extensión y explotación
de este cultivo era aún limitada. En cambio, para la
época alto-imperial, las fuentes escritas y arqueológicas
Diagrama antracológico de Valentia según Grau. [Dibujo A. Sánchez].
En el diagrama se observan las variaciones que afectaron a los diferentes taxones en época republicana, alto-imperial y bajo-imperial. Destacan, la importancia del Quercus en época republicana y el aumento de Olea en el alto-imperio.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Viñedo de Caudete de las Fuentes, Valencia. [Fot. C. Mata].
El ager era el espacio agrícola
dedicado al cultivo de los
alimentos básicos como el
pan, el vino y el aceite. La
vid se cultivó desde época
republicana y fué durante el
Imperio cuando su producción, destinada al comercio,
aumento considerablemente.
Olivo de Jaén. [Fot. C. Mata].
Aunque los iberos ya cultivaron el
olivo, fue durante el período romano cuando el aceite, utilizado
para diversos fines, se convirtió en
uno de los pilares de la economía
de la Hispania romana. Los latifundios de olivos ocuparon grandes
extensiones de territorio agrícola.
demuestran que la viña constituía la base agrícola fundamental de muchas de las explotaciones rurales de la Península. El vino hispánico era exportado en grandes cantidades según los testimonios
de Estrabón, Columela, etc. Algunos autores indican que los vinos hispánicos no eran muy apreciados por los romanos, tal es el caso del vino de Saguntum según Juvenal. Pero otros comentan, sin
embargo, que son muy estimados; así los vinos de Lauro elogiados por Plinio, los de Tarraco por Marcial y los de Saguntum por Frontón. Además, las fuentes escritas y arqueológicas muestran que la exportación de vino hispánico no sufrió ninguna interrupción con motivo del edicto de Domiciano que
ordenaba, en el año 92, arrancar la mitad de las cepas plantadas en las provincias.
Para el período bajo-imperial no existen, tampoco, muchas referencias de fuentes literarias sobre
la viña. Parece ser que el cultivo estaba más restringido en Hispania, dejándose de producir para el
mercado exterior. En Valentia hemos podido observar un descenso de los porcentajes de Vitis entre
los restos antracológicos de este período.
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EL PAISAJE • ELENA GRAU ALMERO
En cuanto al olivo, los romanos encontraron el terreno preparado para extender su cultivo por la Península Ibérica gracias a las experiencias llevadas a cabo con esta planta por los íberos. Buena parte de la
economía de la Hispania romana se basaba en el cultivo del olivo y en la producción de aceite. La exportación de aceite a Roma se hizo desde tiempos muy tempranos, siendo el territorio de Saguntum uno de
los que primeramente exportaron dicho producto.
Los frutales son también señalados entre los cultivos por los autores clásicos. Hemos podido testimoniar la presencia en tierras valencianas de higueras, algarrobos, perales, ciruelos y otros frutales de
la familia de las rosáceas. Entre las referencias de las fuentes literarias podemos destacar las de Plinio
en su obra Naturalis Historia sobre los higos (eran famosos los sacontini o de Sagunto), el peral, el manzano, el ciruelo, el melocotonero, y los injertos de ciruelo en manzano dando la malina y de ciruelo en
almendro dando la amygdalina.
El desarrollo de otras especies como el nogal (Juglans regia) parece también ligado a la romanización, ya que lo encontramos en los diagramas polínicos de Casablanca y Almenara (Castellón) del
período romano.
También existía una parte del territorio destinada a bosques en las tierras comunales de los municipios y colonias. Entre las actividades y oficios relacionados tradicionalmente con el bosque, la obtención de madera y su transporte fueron las más importantes. De la madera explotada como combustible se aprovechaban toda clase de especies y ramas de todos los calibres. Los árboles con
troncos más gruesos como los del Quercus, Cupressus, Ulmus,y Populus, son recomendados por Vitrubio para la construcción de viviendas, pero de hecho se emplearon también otros taxones como Juniperus en el caso del templo de Diana de Saguntum y los pinos carrascos y fresnos en las construcciones de Valentia.
La madera sirvió, asímismo, para la construcción naval, y dada la importancia de este medio de
transporte en el período romano, se utilizaron grandes cantidades de madera para la fabricación
tanto de navíos comerciales como de guerra.
Además, la madera fue empleada como combustible en todo tipo de hornos. Hemos documentado restos de fresno, olivo, pino carrasco y lentisco en un horno para fabricar vidrio en Valentia, y
aunque los tipos de hornos estudiados para el período romano son escasos observamos que no
existe una regla general a la hora de utilizar una u otra especie como combustible.
Los troncos más gruesos procedían de las montañas interiores y serían transportados por vía fluvial hasta las zonas llanas, como señala Estrabón para la antigüedad o como se ha venido haciendo a
lo largo de la historia por los madereros o raiers de los ríos Júcar y Turia.
Los bosques proporcionaban otros productos además de la madera, tales como la resina de los
pinos de la que se extraía la pez para impermeabilizar las ánforas, el corcho, algunos frutos e, indirectamente, la miel. Los Quercus producen además de la madera, corcho y bellotas, otros productos
como sucede con las coscojas que dan el cusculium, quermes vegetal usado para teñir los mantos
imperiales.
De la limpieza de los bosques, efectuada tradicionalmente, se obtiene también toda clase de pequeño ramaje para consumo doméstico de los hogares y hornos (de pan, yeso, cal, vidrio, etc.), y
para el forraje del ganado como es el caso de algunas leguminosas recomendadas por varios autores
latinos, tales como los Cytisus.
Hay que señalar la importancia de la explotación de la ripisilva. Algunos sauces se han cultivado
para obtener mimbre de sus ramas más jóvenes. Las plantaciones de sauces, según Catón, figuran
como las terceras por su rentabilidad siguiendo a las de viñas y a los huertos de regadío, y por de-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
lante de las de olivos. Algunos instrumentos se realizaban empleando estas maderas como el caso
del uso del fresno en el enmangue de algunas de las armas halladas en los niveles de destrucción de
Valentia en el 75 a.C., relacionados con las guerras sertorianas.
Otras especies de la ripisilva eran empleadas en la construcción de las techumbres de las viviendas como es el caso de la utilización de cañas (Arundo donax) en techos y paredes recomendada por
Vitrubio y atestiguada por el antracoanálisis de Valentia y en otros contextos arqueológicos. Según
Vitrubio, árboles que se pueden encontrar entre las especies de ribera, como los olmos y los chopos,
son idóneos para edificar.
Finalmente, los romanos también explotaron el esparto, siendo muy importante la zona destinada a dicha planta en Carthago Nova, conocida como campus spartarius. Ésta, sin duda, también se
cultivaría en otras zonas termomediterráneas de la Península aunque en menores cantidades. También fue importante el cultivo y la producción de lino, y según Plinio, los tejidos de este material de
eran los más famosos del mediterráneo.
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RESTOS FAUNÍSTICOS EN CONTEXTOS URBANOS
ALFRED SANCHIS
Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia
Los asentamientos de carácter urbano en época romana y visigoda, a diferencia de los hábitats rurales, concentraron a un gran número de personas. Este hecho provocó el aumento de las exigencias en
volumen de alimentos así como de los desechos originados a través de su consumo. Además, mientras
que en el campo se produce cierta autarquía en el tipo de economía animal, en las urbes el macellum es
el que rige las tendencias cárnicas a seguir según la disponibilidad de uno u otros productos.
La cocina o las tendencias cárnicas de la alimentación en el mundo romano están muy bien documentadas en los textos clásicos y en algunas representaciones artísticas como relieves o mosaicos, pero en este caso nos valemos del registro arqueológico para tratar de inferir más datos de
tipo económico.
Al analizar los residuos de una ciudad actual, podemos observar como prácticamente no existen
diferencias en su formación respecto a los de una urbe en la antigüedad. Si separamos los desechos
no orgánicos de los orgánicos, y a estos últimos les aplicamos un filtro temporal de dos mil años
–con todas las probables alteraciones que esto comporta– nos quedará un conjunto de materias duras, sobre todo huesos y conchas de animales y en menor medida esqueletos de peces.
Estos elementos sobrantes de la alimentación humana son los que han perdurado hasta nuestros
días y los que nos permiten valorar el papel ejercido por ciertos animales en las economías y sociedades pretéritas.
ANIMALES COMIDOS, ANIMALES QUERIDOS
Podemos dividir los restos de fauna presentes en los yacimientos arqueológicos urbanos en dos
categorías: por un lado los que han servido de manera directa o indirecta a la alimentación humana,
mediante una relación de explotación, y por otro los que no se han consumido y denotan ciertas
prácticas de carácter social y simbiótico, entendida la simbiosis como la relación existente entre individuos de diferentes especies, donde ambos simbiontes obtienen provecho de una vida en común.
Entre los primeros, cerdos, bóvidos, ovejas, cabras, pollos, gallinas y conejos son engordados y sacrificados para aprovechar su carne. Además, algunos de ellos aportan otros productos, como leche,
lana, pieles, plumas, huevos y materias primas para la fabricación de instrumentos (clavijas córneas
o diáfisis óseas). El segundo grupo de animales está compuesto por perros, gatos u otros de carácter
exótico que ofrecen al hombre su compañía y éste les alimenta.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Bajorrelieve que representa un establecimiento carnicero de época imperial.
[Museo de la civilización romana,
Roma].
Charcutero preparando la carne para
un cliente. En la tienda no aparecen
animales enteros y alguno de los
fragmentos están deshuesados. Los
embutidos y otros productos preparados también están representados.
Los restos de fauna pertenecientes a la alimentación humana aparecen normalmente fracturados,
con marcas del instrumental carnicero, consecuencia de haber sufrido distintos procesos desde el sacrificio del animal hasta su consumo y posterior abandono. En el ámbito urbano estos restos quedan concentrados en vertederos localizados en las proximidades de las casas, encontrados en fosas habilitadas
para esta función o formando parte de niveles de amortización de áreas domésticas. En cambio, los animales que han mantenido una relación no alimenticia con el hombre, suelen aparecer completos y en
ocasiones conservando la posición anatómica propia del enterramiento, que suele realizarse introduciendo a los animales en pequeñas fosas, situadas en zonas cercanas a las viviendas de sus dueños.
Desde el punto de vista económico, nos resultan de mayor interés las concentraciones óseas de
carácter alimenticio. Podríamos diferenciar las vinculadas a la comida diaria, de aquellas que son
consecuencia de festines de carácter ritual o festivo. En este último supuesto, las acumulaciones están formadas por un gran número de animales (aunque esto depende en buena medida de la cantidad de participantes en el acto) que son sacrificados, preparados, consumidos y abandonados –sus
despojos– en un breve espacio de tiempo.
Un ejemplo de banquete ritual de carácter público que conmemora la fundación de Valencia, se
localiza en la excavación de la C/ Roc Chabàs y ha sido datado en el 150-130 a.C. En la fosa, junto a
abundante material cerámico de mesa, aparecen las extremidades posteriores de individuos neonatos de diversas especies: ovicaprinos, toro, cerdo, caballo, gato, cáscaras de huevo y elementos malacológicos, además de un dedo humano. Otras ofrendas votivas (privadas) de carácter alimenticio se
manifiestan en niveles republicanos de L’Almoina (Valentia), como celebración de la construcción de
una vivienda. Más pruebas de estos conjuntos, originados en cortos períodos, las tenemos en un
pozo ritual situado en L’Almoina, en niveles augusteos, con un relleno, que además de abundantes
piezas cerámicas, presenta una elevada concentración de huesos de cerdo (y de otras especies) pertenecientes a 48 individuos, sacrificados entre el año y medio y los tres años de edad, donde aparecen
la mayoría de unidades anatómicas. Estos cerdos fueron consumidos en lo que parece ser un ritual
de refundación de la ciudad, después de su destrucción, en el 75 a.C.
En oposición a estos conjuntos, están los que son resultado de la alimentación del día a día que en
su gran mayoría son formaciones de génesis lenta. Se diferencian de los festines, por presentar una ma-
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RESTOS FAUNÍSTICOS EN CONTEXTOS URBANOS • ALFRED SANCHIS
yor abundancia taxonómica y una desigual representación de unidades anatómicas. Centrándonos en
este último hecho, podemos decir que esta desproporción está causada por procesos, previos a la deposición, a los que se ve sometido el cadáver animal, aunque también por otros de origen diagenético.
En las ciudades de la antigüedad, está probada la existencia de mercados. En éstos se localizaban
tanto carnicerías, donde se llevaría a cabo un procesado primario del animal, como charcuterías, lugares de venta de productos cárnicos más o menos preparados, como salchichas y embutidos. Es en
estos lugares donde se produciría el procesado secundario del animal. En ambos establecimientos es
factible que se generaran despojos, sobre todo aquellas partes marginales como las clavijas córneas,
la cabeza, los autópodos y los huesos de individuos de gran talla (bóvidos) consecuencia del proceso
de deshuesado de los miembros apendiculares. Los animales de talla media como cerdos y ovicaprinos eran descuartizados y las zonas cárnicas que se ponían a la venta contenían abundantes partes
óseas, siendo menos frecuente el descarnado de los huesos en éstos que en los individuos más grandes. Los conejos y aves a menudo se venderían enteros y en ocasiones vivos, por lo que el proceso
carnicero podría quedar vinculado en su totalidad con el procesado doméstico. Leguilloux es una investigadora que ha trabajado sobre conjuntos óseos
procedentes de charcuterías romanas en Aix-en-Provence. En Valentia
todavía no se han encontrado basureros vinculados a estas actividades lo que sería muy interesante a la hora de observar diferencias –fundamentalmente de representación de ciertas partes corporales– respecto a las desechos producidos en las
viviendas. En éstas últimas es donde se documenta el tratamiento final de los animales y se genera otro modelo de
basurero. Todo esto puede explicar la desigual presencia
de elementos anatómicos (destacando huesos fracturados asociados a zonas con gran cantidad de carne) en los
lugares de carácter doméstico que son los que habitualmente proporcionan mayor cantidad de huesos.
Lignereux y Peters han estudiado en la Gallia romana los
diferentes establecimientos urbanos susceptibles de manipular
carcasas o despojos de éstas y que pueden generar acumulaciones
óseas y que hay que distinguir de los de carácter meramente doméstico. En los mataderos podemos encontrar desechos vinculados al sacrificio y a la carnicería, como raquis y pelvis descarnadas así como huesos
marginales que no contienen mucha masa muscular, y también cabezas.
El aprovechamiento de las pieles en las tenerías puede concentrar falanges, metapodios, zonas superiores craneales y también cuernos y vértebras caudales. Los artesanos del cuerno se caracterizan por presentar
conjuntos con elevados porcentajes de clavijas córneas; los del hueso y
marfil, fragmentos de huesos largos; los establecimientos de salado de la
carne, cabezas y pies, ya que los elementos apendiculares que se salan
son exportados o vendidos; las tiendas de ahumado de los restos cárnicos
concentran sobre todo escápulas y mandíbulas, y las fábricas de engrudo
recuperan los huesos no utilizados dejando constancia de su actividad a
través de fragmentos de diáfisis y de zonas articulares no aprovechadas.
Los establecimientos de la carne y de las actividades generadas a partir
de ella se sitúan en las afueras de la ciudad, cerca de puertas y de cursos
de agua, evitando causar molestias a los habitantes de la urbe.
Lucerna del pozo augusteo ritual de
L’Almoina (Valencia). [SIAM].
El disco presenta una escena
donde dos personas están despiezando a un suido. Parece como si
se estuviera enunciando el banquete ritual que se iba a desarrollar a continuación.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Relieve en mármol de una pollería del siglo III. [Museo Torlonia de Roma].
En el caso de aves, conejos y
de animales jóvenes como los
cerdos es probable que se vendieran enteros o en fragmentos, siempre según las exigencias y gustos del cliente.
Además de los animales domésticos, en las acumulaciones osíferas de época romana, aparecen
también restos de especies silvestres, sobre todo venados y aves como perdices o palomos. La presencia de huesos de ciervo –aunque escasos– en niveles republicanos e imperiales en L’Almoina indica que la caza continua practicándose, existiendo en este momento zonas boscosas, como El Saler,
próximas a la ciudad. El papel de la caza en la economía es puntual y más bien marginal en las áreas
urbanas y algo más destacado en zonas rurales y villas, aunque se convierte con el paso de los años
en una actividad de prestigio vinculada a las elites.
Los conejos dejan pocos restos en los basureros, no porque no se consumieran sino porque sus
huesos se deterioran o los perros los han hecho desaparecer. Los romanos comienzan a domesticar el
conejo encerrando a los ejemplares silvestres capturados en pequeños recintos denominados
leporaria, aunque no es hasta época medieval cuando este animal es criado en conejeras.
Dejando por el momento el tema de la carne, es conveniente hablar de las mascotas ya que parece
ser que es en el mundo romano cuando estos hábitos se extienden fundamentalmente entre las clases
sociales más favorecidas. El perro, desde la domesticación de su agriotipo hasta la actualidad, ha sufrido un fuerte proceso de manipulación por parte del hombre que ha desembocado en la existencia
de más de 300 tipos, algunos de los cuales no desempeñan ninguna función específica aparte de la
de mera posesión y compañía. A este punto ya se había llegado en época republicana y sobre todo en
el Imperio. Son abundantes las referencias que nos hablan de perros con caracteres degenerativos:
los enanos, los acondroplásicos con enanismo en las extremidades, deformidades y cabezas voluminosas, y también los braquimélicos con huesos largos desproporcionados, estructura muy gruesa del
tejido esponjoso y diáfisis curvadas. Todos ellos eran considerados por las clases altas como animales de lujo, mientras que perros de talla media que no necesitaban tantos cuidados eran adoptados
por gentes más humildes.
Los gatos aparecen, en ocasiones, en depósitos de carácter ritual o algunos de sus huesos aislados
acompañando a la fauna de consumo en los vertederos. A pesar de esto, no son tan frecuentes como
los perros. Parece ser que el gato es introducido en época romana por legionarios procedentes de
Egipto, aunque no es hasta época medieval cuando se hace más presente en las ciudades sobre todo
por la expansión de la rata negra.
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RESTOS FAUNÍSTICOS EN CONTEXTOS URBANOS • ALFRED SANCHIS
Los caballos no suelen consumirse y cuando aparecen sus huesos con marcas de carnicería se los
relaciona con momentos puntuales o hambrunas. En niveles fundacionales de Valentia, en la calle
Conde de Trénor, se han documentado huesos de équido aserrados y con marcas que denotan su
consumo por parte de los primeros colonos. En otras ocasiones aparecen enterramientos de caballos,
asnos o burdéganos, conservando sus huesos la conexión anatómica y sin marcas carniceras. Estos
équidos son animales de monta o de carga que son arrojados a los vertederos dentro o fuera de la
ciudad. En L’Almoina, en niveles tardoimperiales, apareció un caballo, aunque en este caso no estaba completo debido a la alteración producida por una fosa posterior.
DIVERSIDAD DE ESPECIES
La utilización de alimentos de origen animal en las dietas es un hecho bastante arraigado en la
mayoría de culturas, siendo uno de los aportes proteínicos fundamentales. Los paralelos etnográficos nos muestran la existencia de diferentes preferencias a la hora de consumir ciertas especies. Se
documentan casos donde el hábito de ingestión de carne de un animal puede llegar a niveles casi obsesivos y, otros, donde la misma especie es repudiada. Esto queda explicado desde un punto de vista
social y cultural, aunque también depende en buena medida del gusto personal y de la disponibilidad de productos en el mercado.
Trasladando esta problemática al mundo que nos ocupa, obtenemos ejemplos de diversas tendencias
económicas en la explotación de ciertos animales. Así, los registros procedentes de yacimientos arqueológicos proporcionan suficientes datos como para realizar cálculos de la importancia relativa de unas especies
respecto a otras en diferentes lugares pero en similares cronologías. En un reciente trabajo, King ha valorado la influencia de la dieta itálica en las provincias romanas, evidenciándose patrones regionales relacionados con el mantenimiento de modelos locales que empiezan a modificarse debido a la introducción de
las ideas romanas en la dieta. A grandes rasgos puede decirse que los bóvidos son los predominantes en
centroeuropa, en Germania y en el norte de la Gallia. Los ovicaprinos con los bóvidos en segundo término
son los más importantes en Britannia. Los cerdos destacan en el sur de la Gallia y en Italia, mientras que en
la Península Ibérica, dependiendo de los lugares, son mayoritarios los cerdos o los ovicaprinos.
Se barajan factores que han podido influir en la preponderancia de ciertos taxones, desde el asentamiento de pobladores itálicos en nuevas colonias, al papel de las legiones (que transitan por mu-
Huesos de ovicaprinos de los niveles republicanos de L’Almoina
(Valencia). [SIAM. Fot. Marc Tiffagom].
Los huesos han sido fracturados como consecuencia del procesado carnicero antrópico y se han encontrado en fosas que funcionan como vertederos domésticos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
chas zonas) como exportadores e importadores de nuevos elementos culturales (entre los que puede
figurar la alimentación), hasta la importancia del sustrato indígena en los municipios.
Las diferencias pueden ser también diacrónicas. Se trata de evaluar si en una zona concreta se
produce un cambio o evolución desde el punto de vista económico. Nuestra propia experiencia se sitúa en Valentia, donde se han estudiado restos pertenecientes al yacimiento de L’Almoina y al de la
calle Conde de Trénor. Se ha obtenido una secuencia desde la fundación de la ciudad (138 a.C.) hasta
época visigoda, observándose cambios en el espectro faunístico. En el momento de la llegada de los
primeros colonos fundadores, los cerdos destacan como animal más consumido, hecho que coincide
con los datos que ofrecen ciudades francesas de similar cronología como Burdeos o Lyón. A lo largo
del período republicano, en la ciudad, las ovejas igualan a los suidos en importancia o incluso pueden llegar a superarlos como es el caso de otro yacimiento (Unión-Cortes) de Valencia, detectándose
también una mayor diversificación de especies que pensamos está relacionada con la existencia de
un verdadero mercado en la ciudad republicana.
En época alto-imperial los ovicaprinos y, fundamentalmente, las ovejas superan ya a los cerdos.
Esto parece ser común en la Península, como parece confirmar el yacimiento de Tiermes (Soria) con
niveles del siglo I-III, aunque en este lugar los bóvidos se sitúan por detrás de los ovicaprinos. En
Cerdeña, en Turris Libisonis (siglo I-III) el cerdo es la principal fuente de carne, que no cambiará hasta
el siglo IV donde los ovicaprinos son los más consumidos.
En Valentia, en niveles bajo-imperiales, se produce una variación destacada y los bóvidos son los
que mayores restos aportan, igualándose la representación de ovejas y cabras. En niveles del siglo V
del foro provincial de Tarraco, los ovicaprinos mantienen porcentajes del 60-90 %, comunes a toda
Cataluña, y se aprecia cierto aumento en la importancia de los bóvidos. En Arles (Francia), la representación específica es muy parecida a la descrita en Tarragona.
En el período visigodo, los ovicaprinos ocupan de nuevo el primer puesto, por delante de los bóvidos que parecen mantener su papel en la dieta. Esto coincide con lo observado en los niveles bajoimperiales y visigodos de Unión-Cortes.
ANIMALES PARA EL MATADERO
Los dientes (erupción y desgaste) y los
huesos (fusión de epífisis) nos informan
de la edad de muerte de un animal. Los
restos encontrados en lugares arqueológicos
pueden haber pertenecido a individuos que han muerto por
causas naturales como enfermedad o vejez o, por el contrario, haber sido provocada ésta de manera intencional.
Así, el hombre es el principal responsable del sacrificio de animales y de la consecuente acumulación de restos faunísticos en zonas de ocupación antiguas.
Asta de desmogue de un ciervo (Cervus elaphus). Font de Mussa (Benifaió, Valencia) [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Estos elementos tienen un carácter ritual. Una gran mayoría de astas que aparecen en contextos romanos fueron recogidas durante la muda por lo que en ocasiones no fue necesaria la caza del animal para su obtención.
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RESTOS FAUNÍSTICOS EN CONTEXTOS URBANOS • ALFRED SANCHIS
En el caso de la alimentación doméstica, hay que hacer referencia al matadero, por ser
el sitio donde se sacrifica a los animales, desde donde son distribuidos a mercados y
establecimientos carniceros y son preparados para su venta. Los animales explotados por su carne son individuos con un peso corporal importante pero que no
han llegado a la edad adulta, manteniendo su carne tierna, que hacen rentable la relación entre el gasto que supone su alimentación y los productos que ofrecen para el consumo humano.
La presencia de huesos de animales adultos e incluso seniles en yacimientos urbanos no resulta extraña, pudiendo
estar relacionados con actividades económicas como la obtención de leche o de lana (ovicaprinos). También puede deberse al mantenimiento de individuos reproductores (más
hembras que machos). Los bóvidos utilizados durante cierto
tiempo como bestias de carga en ocasiones son sacrificados,
aunque no es muy lógico que animales adultos o viejos, después de haber cumplido una función en su vida, sean explotados por su carne. En Valentia, en L’Almoina, aparecen sus
restos con marcas de carnicería que evidencian su consumo.
Cuchillo y cuchara procedentes de Ampurias. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Los instrumentos carniceros y
los relacionados con la alimentación no difieren mucho de
los empleados en la actualidad
en algunas zonas rurales.
MUESTRA ORIGINAL Y RECUPERADA
El procesado de los animales tiene como objeto su reducción hasta convertirlos en formas fáciles
de manipular, que se puedan cocinar y comer. Dependiendo del tamaño del animal este proceso
puede variar ligeramente.
Los animales grandes (bóvidos), una vez conducidos de su lugar de cría a la ciudad, son sacrificados empleando un hacha que realiza un corte a la altura de la nuca. Posteriormente son sangrados.
Si son de gran tamaño, se les sujeta boca abajo en el suelo, son abiertos en canal y se les extraen las
vísceras. También se les cortan los cuernos y la zona marginal de manos y pies. Finalmente se descuartizan y los pedazos grandes de carne son deshuesados. Los animales medianos (suidos, ovicaprinos) son sacrificados mediante una punción en la zona posterior del cuello y en dirección al corazón. A continuación se sangran. Se cuelgan de las patas traseras en el carnarium y se abren en canal
con un hacha de pequeño tamaño llamada securicula. Con un cuchillo se evisceran y después son
descuartizados, y algunos fragmentos cárnicos son deshuesados.
Animal vivo
Matadero
Carnicería
Charcutería
Ámbito doméstico
Proceso principal de producción de desechos en áreas urbanas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Algunos caracteres de los depósitos faunísticos urbanos.
Animales consumidos
Animales no consumidos
Alimentación
diaria doméstica
Banquetes
rituales
Enterramientos
mascotas/caballos
Ofrendas votivas
de animales*
Muy diversa y en
función del mercado
Menor diversidad
Enterramientos
individuales
(una especie)
Varias especies
(perros y gatos)
Muy intensa y con
marcas carniceras
muy presentes
Fracturación más
moderada y menos
marcas
No existen
No aparecen
Representación
anatómica
No están todas
las partes anatómicas
Presentes una gran
mayoría de partes
Presentes todas si no
hay alteración, y en
conexión anatómica
Puede tratarse de
animales enteros
o de partes
Edad de muerte
Jóvenes y subadultos
(carne) y algunos de
más edad
(otras explotaciones)
Subadultos (carne)
Muerte natural
(adultos por regla
general)
Suelen ser neonatos
Bastante escasa
Los animales silvestres
dan más sentido ritual
No
En ocasiones
Presentes
Poco presentes
No
No
Semi-activos
Activos durante
el ritual
Cerrados
Cerrados
Lenta
Rápida
Muy rápida
Rápida
Diversidad
de especies
Fracturación
antrópica/marcas
Presencia de
animales silvestres
Alteraciones
de perros
Depósitos activos
o cerrados
Velocidad de la
acumulación
* Algunas de ellas se incluyen junto a restos consumidos en banquetes rituales.
En la figura puede observarse cual es el proceso de génesis de desechos desde el animal vivo
hasta los últimos vestigios de éste en las casas de los consumidores. En los mataderos, que algunas
ocasiones pueden coincidir con la carnicerías, se concentran desechos como cabezas de grandes animales, clavijas córneas (las que no se venden), extremos de manos y pies y todas las partes blandas
que no se consumen. Estas últimas no se conservan. En las carnicerías se pueden generar los mismos
restos que en el matadero añadiendo huesos largos de animales grandes que han sido descarnados,
raquis, pelvis y escápulas, además de huesos con poca carne como metapodios, falanges y mandíbulas. A la charcutería (cuando es un establecimiento diferente a la carnicería) llegan despojos cárnicos
que pueden contener o no materia ósea (sobre todo fragmentos de costilla y algunos vertebrales) que
se utilizan para elaborar embutidos y similares. Los despojos que se generan en la charcutería son
más bien mínimos. La zona doméstica puede recibir productos –y despojos– de la carnicería y de la
charcutería. Del matadero o carnicería pueden llegar animales enteros como conejos o aves, por lo
que todos los huesos estarán presentes en los vertederos domésticos. El mismo modelo se origina en
caso de que estos animales lleguen vivos a las casas. En última instancia, los restos después de la
preparación y consumo del alimento se depositan en los basureros domésticos. Si la casa alberga un
perro, a éste se le puede alimentar con algunos huesos que ya no aparecerán en los depósitos. Otros
perros pueden acceder a estos lugares y engullir huesos, dejando constancia de su presencia a través
de las marcas de sus denticiones sobre restos que no han tragado pero sí roído y en las fracturas irregulares creadas en las diáfisis que han atacado.
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III liJIS TO RIA
A
• LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO
• EL IMPERlO ROMANO
• EL FINAL DEL MUNDO ROMANO Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS lV-VJH)
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO
DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO
HELENA BONET
Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia
ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
LA CONQUISTA ROMANA
La presencia de Roma en Iberia está directamente relacionada con hechos que tuvieron lugar en
el territorio valenciano, como el asedio y destrucción, por parte de Aníbal, de la ciudad ibérica de
Arse/Saguntum, aliada de Roma, aunque se encontraba al sur del Ebro, que era el limite norte de la
zona controlada por los púnicos según los pactos del antecesor de Aníbal, Asdrúbal, con Roma. Esta
aparente contradicción entre los dos tratados suscritos por Roma se ha interpretado como que el río
Hiberus de los textos antiguos no sería el Ebro sino el Xúquer, aunque también se piensa en una adulteración de la historia por parte de Roma para justificar su intervención en un territorio sobre el que
no tendría argumentos para hacer acto de presencia. Sea lo que fuere, el caso es que la toma de Arse
desencadenó una larga guerra que tuvo como escenario Iberia, el sur de la Galia, Italia, Sicilia, Numidia (Argelia) y África (Túnez).
Aunque el desembarco romano en la colonia griega de Emporion en el 218 a.C. marca la entrada
de Roma en Hispania, se puede asegurar que los romanos no llegaron altruisticamente para vengar a
sus aliados saguntinos, que también. Ya en el siglo IV a.C., en el 348, se tienen noticias de un posible
tratado anterior entre Roma y Cartago que delimitaba sus respectivas áreas de influencia en el cabo
de Palos, por lo que el País Valenciano quedaba fuera del ámbito púnico. A lo largo del siglo III a.C.,
especialmente en los yacimientos costeros, se encuentran más ánforas y otras cerámicas procedentes
del mundo púnico que del romano, aunque la presencia de ánforas grecoitálicas y de vajilla de pequeñas estampillas y de Cales ya es un indicio claro de la existencia de intereses comerciales romanos, anteriores a su llegada, en concurrencia con los cartagineses.
Pero además de estos intereses económicos, es innegable que lo que impelió a Roma a intervenir en
Hispania fue la política expansionista de la familia Bárquida, que con la rápida conquista de casi toda la
Península, la explotación de sus recursos minerales y la disponibilidad de los iberos como soldados, suponía un peligro de primer orden, más aún teniendo en cuenta las ansias de venganza que existían en
Cartago tras la reciente derrota en la Primera Guerra Púnica y la perdida de Sicilia, Córcega y Cerdeña.
Tras la ocupación de Arse y la audaz marcha de Aníbal a Italia, muy poco más se sabe sobre el desarrollo de los hechos en la zona valenciana, a no ser la recuperación de Arse por Roma en el 214 y la alianza del
general romano Escipión con el caudillo ibérico Edecón, que dominaría la zona edetana, en el 209. Con la
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Desarrollo de la Segunda Guerra Púnica. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
guerra ya prácticamente terminada en Hispania, en el 206, se sublevó la guarnición del campamento romano de Sucro, a orillas del Xúquer, lo que nos lleva a conocer la que debió ser la primera instalación fija
creada por Roma en el territorio valenciano y que posteriormente daría lugar a una ciudad. La ubicación
de este topónimo se ha discutido mucho, pero parece ser que se encuentra en Albalat de la Ribera.
Tras la Segunda Guerra Púnica, que concluyó con el dominio de buena parte de Hispania por
Roma, los historiadores antiguos no mencionan a las tribus ibéricas valencianas, Ilergavones, Edetanos y Contestanos, entre las que, a causa de la imposición de fuertes tributos, se sublevaron durante
los primeros años de la presencia romana, especialmente en el valle del Ebro y en Cataluña. Sin embargo, la arqueología valenciana ha puesto al descubierto gran cantidad de evidencias que muestran
que entre el paso del siglo III al II a.C. numerosos yacimientos ibéricos fueron destruidos y, en su mayor parte, no volvieron a ser ocupados. Entre ellos se encuentran algunos de los más grandes e importantes, como el Tossal de Sant Miquel de Llíria, la Serreta d’Alcoi, l’Illeta del Campello o la Escuera de San Fulgencio, amén de otros mucho más pequeños, que serían aldeas o fortines. Por esta
misma época, también se produjeron ocultaciones de joyas y monedas, bien representadas por los tesoros de Cheste, Moixent y los Villares.
Sin embargo, dado el escaso lapso de tiempo que media entre lo que sería la agresión cartaginesa
(230-218), la guerra entre romanos y cartagineses (218-205) y la probable represión romana a los indígenas (200-180), en la mayor parte de los casos es difícil asegurar con que episodio destructivo se deben relacionar los numerosos incendios y abandonos que atestigua la arqueología. Con todo, parece
ser que la gran mayoría de los casos conocidos se deben asociar a la intervención romana contra los
iberos al finalizar las guerras con Cartago.
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO • HELENA BONET Y ALBERT V. RIBERA
Conocidos los modos y maneras de actuar de Roma, uno de los grandes beneficiados del nuevo estado de cosas debió ser la destruida Arse/Saguntum, algunos de cuyos supervivientes fueron rescatados
y devueltos a su ciudad. Buena prueba de esta rápida recuperación nos la dan sus emisiones monetarias
y la reconstrucción de sus murallas a principios del siglo II a.C. Coetáneamente, la arqueología nos muestra que la vecina Edeta tuvo un destino muy diferente, al no ser reconstruida tras una violenta destrucción, que probablemente fuera obra de los mismos romanos.
Aunque Edeta y otros lugares importantes desaparecieron para siempre, otras ciudades se reconstruyeron al poco tiempo. El caso mejor conocido es el de los Villares, en Caudete de las Fuentes,
solar de la antigua Kelin, que llegó a acuñar monedas en el siglo II a.C. Pero en la zona valenciana, lo
poco que sabemos de los asentamientos ibéricos nos habla de la perduración de las técnicas y modelos
urbanos indígenas frente a lo que ocurre, por ejemplo, en el valle del Ebro donde en el siglo II a.C. aparecen algunas nuevas ciudades pobladas por indígenas, pero en las que la impronta urbana romana
es muy evidente. En nuestro territorio, además de Arse/Saguntum, el único caso que podría ser semejante es el de Ilici, o al menos su mosaico con nombres ibéricos, aunque el grado de conocimiento
científico de éste y otros aspectos de la ciudad ilicitana no permite mayores precisiones.
Mosaico de l´Alcúdia (Elx, Alicante) según
Abad. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
Fechado entre finales del siglo II e inicios del
I a.C., al interés de su motivo decorativo, roseta
central rodeada de una muralla almenada con
torres, hay que añadir el de los nombres ibéricos de altos personajes de la ciudad de Ilici, tal
vez magistrados. Se trata de un mosaico de fabricación local inspirado en modelos helenísticos avanzados del sur de Italia.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
LA FUNDACIÓN DE V
ALENTIA
La historiografía antigua habla de su fundación en el 138 a.C. y de su destrucción en el 75 a.C. Las
intensas y continuas excavaciones de los últimos 20 años han permitido confirmar reiteradamente la
veracidad y exactitud de ambos hechos. No tiene, pues, ninguna base arqueológica ni histórica la ya
caduca hipótesis de que por debajo de la ciudad romana existiera otra anterior, la Tyris que aparece en
un poema del siglo IV d.C. Lo que no se puede descartar es que en los alrededores de Valencia existiera algún centro ibérico anterior de relativa importancia, pero, aunque se conoce muy bien la arqueología de esta nueva ciudad romana, muy poco, o casi nada, se puede decir de su entorno.
En la época en que dice el historiador Tito Livio, el 138 a.C., una plataforma fluvial algo elevada
sobre el Turia y otros canales fluviales que la rodeaban, empezó a poblarse repentina y ampliamente
por gente que preferentemente utilizaba una cultura material (cerámica, sobre todo) y consumía productos alimenticios elaborados (vino, aceite, pescado) procedentes de Italia y de otras regiones del
Mediterráneo (África, Ibiza, Rodas, Cádiz, Libia,...).
Las motivaciones estratégicas de este nuevo centro urbano son evidentes, ya que se encuentra
justo a mitad de camino entre Tarraco y Carthago Nova (Cartagena), que eran las principales y únicas ciudades romanas de la provincia Citerior, situadas a 500 km, estando Valencia equidistante, a
250 km de cada una, prueba de su intencionada ubicación para controlar una amplia provincia en
la que aún era muy escasa la presencia romana directa. El momento de esta nueva fundación también coincide con una reforma de la red viaria de Hispania. No esta claro si la nueva fundación se
creó junto a la vía Hercúlea, la predecesora de la Vía Augusta, o si ésta se trasladó al lugar ocupado por la ciudad.
Termas de l’Almoina, Valencia. [Archivo SIAM].
Este edificio representa mejor que ningún otro lo que fue la fundación de Valencia: una nueva ciudad creada
a la medida de una población de procedencia itálica que conocía y usaba con normalidad los baños públicos.
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO • HELENA BONET Y ALBERT V. RIBERA
Los más antiguos vestigios de la presencia humana son basureros y restos de sacrificios y
ofrendas rituales propiciatorias para conseguir la aprobación divina, tal como era normal en la
religión romana. Las primeras construcciones son tiendas y fondos de cabañas. Hay que
tener en cuenta que los primeros pobladores se instalaron en un espacio natural y
eran ellos mismos los que tenían que levantar la nueva urbe. Dado que lo prioritario siempre era la erección de las murallas tuvieron, durante un tiempo,
que habitar en tiendas, cabañas y barracones, algo que tampoco les vendría de nuevo dado que procedían del ejército y estaban acostumbrados a levantar fortificaciones y a vivir en campamentos.
Con el paso del tiempo fue surgiendo una ciudad del
más puro aspecto romano, con una arquitectura totalmente ajena al mundo ibérico. El hallazgo de un cementerio de este periodo es otra prueba concluyente de la italianidad de estos primeros habitantes, como muestran los ritos de
inhumación y las ofrendas de cabezas de cerdo.
Lámina de oro en forma
de hoja procedente de
Valencia. Siglos II-I a.C.
[Museo de Prehistoria
de Valencia].
Si a esto unimos que los nombres de los magistrados que se conocen de esta época proceden del
centro-sur de Italia, que la tipología y el peso de las monedas de Valentia es semejante a otras acuñadas por Roma y que el mismo nombre de la ciudad, que significa fuerza y valor, es del mismo estilo
que otras colonias fundadas en Italia en el siglo II a.C., con topónimos alegóricos de virtudes militares, no cabe ninguna duda del origen y el ambiente cultural de la primera Valencia. Por todos estos
motivos, se ha supuesto que fue creada como una colonia de tipo latino.
La aparición de una ciudad de estas características en el 138 a.C. supuso un episodio muy trascendente, ya que dada su categoría se convertía en el principal centro urbano de un amplio territorio, por encima de los más importantes asentamientos ibéricos, Arse, Saetabis, la Carencia y Kelin.
Su ubicación topográfica facilitaba los contactos marítimos, como ha puesto de manifiesto la reciente
aparición de un puerto fluvial junto a las torres de Serranos. Debió ser también un importante centro
económico desde el que se redistribuirían hacia el interior buena parte de estos productos importados,
que aparecen en lugares tan alejados como Kelin (Caudete de las Fuentes), siempre acompañados por
monedas de Valentia. El influjo de esta nueva ciudad también se observa en las monedas de las cecas
ibéricas cercanas, Arse y Saiti, que adoptan su peso y cambian sus tipos, llegando Arse a reproducir el
mismo anverso que Valentia y a usar el alfabeto latino. La nueva colonia debió servir asimismo como
centro administrativo y fiscal, donde se recogerían y almacenarían los impuestos en especie a los que estaban obligados los iberos sometidos y que tendrían su acomodo en el horreum de l’Almoina.
EL CONFLICTO SERTORIANO EN TIERRAS VALENCIANAS
La pujanza y notoriedad de Valentia tuvo sus efectos negativos cuando entró en crisis la República romana y ésta y otras colonias creadas para consolidar la conquista se vieron envueltas en los
conflictos civiles que tenían su base en las reclamaciones de la plebe y de los pueblos itálicos y de las
colonias latinas de Italia para adquirir la ciudadanía romana. Cuando los disturbios llegaron a Hispania, se puso crudamente de manifiesto la importancia de Valentia, ya que como principal centro
itálico de un amplio territorio, se convirtió en objetivo militar de primer orden.
En el 83 a.C. llegó a Hispania Sertorio, huyendo de Italia, donde había vencido la reacción senatorial, contraria a las reformas sociales. Casi de la nada, consiguió reunir un eficaz ejército nutrido
tanto por romanos e itálicos, exiliados de Italia o instalados en Hispania, como por indígenas hispa-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Nivel de destrucción de época sertoriana de
Valentia. [Archivo SIAM].
Uno de los más impresionantes hallazgos arqueológicos acaecidos en Valencia ha sido el que ha tenido lugar en
una zona de l’Almoina, donde se han
encontrado los restos de más de 15 individuos masculinos jóvenes, con claros indicios de haber sido allí mismo
pasados por las armas, sin olvidar las
evidencias de actos tan crueles como el
empalamiento o las desmembraciones
de manos y piernas.
Glande de plomo del ejército de Pompeyo con inscripción
CNMAG. [Museo de Prehistoria de Valencia].
nos y númidas. En pocos años, consiguió hacerse con el
control de casi toda la península Ibérica, quedando reducidas las posesiones del Senado a la Bética, aislada por tierra, y a parte de Cataluña y del valle del Ebro. Es decir, que el País
Valenciano quedó en manos de los rebeldes. Los historiadores antiguos
citan expresamente que ilergavones y contestanos fueron aliados de Sertorio,
pero no dicen nada de los edetanos. Uno de los más grandes éxitos de Sertorio tuvo
lugar en tierras valencianas, en una ciudad que debía ser importante, llamada Lauro, que permaneció
fiel a Roma, por lo que en el 76 a.C. fue atacada y destruida por el general rebelde, que derrotó a Pompeyo cuando intentó socorrerla. Este lugar se ha llegado a identificar con Llíria, el Puig o algún otro sitio
cercano, pero en todos faltaría la confirmación arqueológica. En todo caso, parece ser que estaba en la
provincia de Valencia, lo que podría indicar que los edetanos no secundaron la rebelión.
En el 75 a.C., Valentia estaba en poder del bando antisenatorial, aunque no se conoce si se adhirió voluntariamente o fue sometida a la fuerza. Dada su condición de ciudad itálica lo más probable es la primera opción. Sea lo que fuere, en ese año, a los pies de las murallas de Valentia tuvo lugar una sangrienta
batalla entre Pompeyo, que venía desde el norte, y dos generales de Sertorio. La victoria del primero supuso la destrucción de la ciudad. Estos hechos históricos han sido corroborados por las excavaciones arqueológicas, que nos muestran como la ciudad fue totalmente arrasada, conociéndose hallazgos tan espeluznantes como los cuerpos troceados de 15 soldados con sus armas aparecidos en l’Almoina. También
se ha comprobado la destrucción de casas y edificios públicos. Destaca un tesoro de 195 denarios romanos, cuya pieza más moderna es del 77 a.C., lo que confirma la exactitud de la fecha histórica.
Tras esta victoria, Pompeyo se dirigió hacia el sur, a Sucro, donde se encontraba Sertorio esperando a otro ejército romano que venía desde Andalucía para romper el aislamiento de esta provincia. Aquí tuvo lugar otra batalla que a punto estuvo de costar la derrota y la vida a Pompeyo,
que sólo se salvó por la oportuna llegada del otro general romano procedente del sur. Sertorio se
retiró a Saguntum y desde allí abandonó las tierras valencianas, que en su parte norte y central
fueron recuperadas por Roma.
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO • HELENA BONET Y ALBERT V. RIBERA
Los historiadores se hacen eco de la importante intervención de otra ciudad valenciana en este
conflicto, Dianium (Dénia), que fue el puerto más utilizado por la facción rebelde y uno de sus últimos refugios, desde donde escaparon los supervivientes de esta rebelión. Aunque no se ha localizado la Dianium sertoriana, en los alrededores de Dénia se han descubierto varios yacimientos fortificados en altura, como la Penya de l’Aguila y Segaria, que son coetáneos a este conflicto y que
parecen formar un anillo defensivo alrededor de Dianium.
Aunque los historiadores no mencionan más destrucciones de este periodo, la arqueología ha
evidenciado que algunos asentamientos indígenas de importancia fueron arrasados en este momento, como Kelin y Torre la Sal (Ribera de Cabanes), que ya no volvieron a ser habitados.
Por lo que se deduce de la historia y la arqueología, el País Valenciano fue muy afectado por esta
contienda, ya que entre los años 76 y 75 a.C. fue surcado por ambos ejércitos, lo que conllevó saqueos continuos y la destrucción de varias ciudades a manos de unos u otros.
Dado que Sertorio basó gran parte de su éxito en la colaboración y respeto para con los indígenas, durante esta larga rebelión se ha supuesto que hubo un renacer del mundo ibérico, que estaría
atestiguado principalmente por algunas acuñaciones monetarias, entre las que se encontrarían algunas de Arse y Saetabis, que volverían y mantendrían el alfabeto ibérico.
PERVIVENCIAS Y TRANSFORMACIONES EN EL MUNDO IBÉRICO
A principios del siglo II a.C., con la nueva administración romana, se inicia un periodo conocido
como romanización que se entiende como un complejo proceso de interacción, entre conquistador
y conquistado, que se realizó a largo plazo y estuvo dotado de múltiples manifestaciones. Lejos de
la pretendida uniformidad que se tiende a ver bajo el epígrafe de Roma, la diversidad cultural de
los pueblos iberos conquistados hizo que este proceso fuera diferente de unas áreas culturales a
Cisterna púnica del Tossal
de Manises, Alicante. [Fot.
M. Olcina].
En la ciudad ibero-romana
de Lucentum, se han excavado una cisterna y viviendas púnicas anteriores a la
conquista romana. La cisterna, revestida con mortero
de cal, forma parte de una
casa con patio y conserva la
arqueta de decantación.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Tesoro de Cheste, Valencia. [Ajuntament de
València – Fot. Archivo SIAM].
Este grupo de joyas fue ocultado durante la
época de la Segunda Guerra Púnica o con motivo de la conquista romana. En todo caso, corresponde a un periodo muy cercano a la llegada de los romanos.
otras. Su difusión se realizó, esencialmente, a través de las ciudades por lo que la pronta romanización de una zona dependió del nivel cultural y urbano del territorio y de su grado de helenización. En este sentido, las tierras valencianas entraron rápidamente en la órbita romana jugando un
papel importante la ciudad de Arse/Saguntum así como otros núcleos ibéricos con una clara tradición cosmopolita, como l’Alcúdia d’Elx/Ilici o el Tossal de Manises/Lucentum. A su vez, la fundación de la colonia latina de Valentia, en el 138 a.C., supondrá un impulso más en la reorganización
y romanización del territorio pues la ciudad se fundó ex novo y con pobladores ajenos al mundo
indígena del entorno.
Sin embargo, el fuerte peso del elemento ibérico hará que durante los dos siglos del periodo
ibero-romano se mantenga muy arraigada la cultura indígena en todo el territorio y exista una pervivencia del sustrato cultural ibérico en prácticamente todas sus manifestaciones culturales. Así, la arqueología nos muestra que, a pesar de los cambios sociales, económicos, culturales, lingüísticos y
tecnológicos que se impusieron desde fechas tempranas, la cultura ibérica perduró y evolucionó a lo
largo de este periodo resultando incluso una de las etapas de máximo esplendor artístico. Esta pervivencia es mucho más evidente en ambientes rurales donde, incluso, los grandes núcleos muestran el
mismo paisaje urbano –ausencia de materiales y técnicas constructivas romanas– y una continuidad
ibérica en todos los aspectos de la vida cotidiana. La presencia de monedas, recipientes y vajilla romanas entre sus enseres domésticos, fruto de las relaciones comerciales con el mundo romano del
que forman parte, evidencian la asimilación de determinadas necesidades y gustos pero resulta insuficiente para poder determinar el grado de romanización.
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO • HELENA BONET Y ALBERT V. RIBERA
Por ello, se puede hablar de un proceso de asimilación gradual y desigual a través del cual los
cambios que va adoptando la sociedad ibérica se siguen con dificultad a lo largo del siglo II a.C. y se
muestran más evidentes a partir del siglo I a.C., pudiéndose dar por acabada la etapa de aculturación en época augustea, coincidiendo, por tanto, el final de la Cultura Ibérica con el cambio de era.
Nuevos modelos de organización territorial. A pesar de tener conocimiento, a través de los historiadores y geógrafos clásicos, de la existencia de las Regiones de Ilercavonia, Edetania y Contestania
ocupando gran parte de las actuales provincias de Castellón, Valencia y Alicante, no hay suficiente
documentación histórica ni arqueológica para poder remontar este concepto territorial más allá de la
baja época Ibérica, es decir, en el tránsito del siglo III al II a.C. Así, cuando los romanos ocuparon las
tierras habitadas por los ilercavones, edetanos y contestanos éstas estaban configuradas por distintos
territorios organizados alrededor de sus respectivas ciudades, y lo que se desprende de los estudios
sobre la organización del poblamiento de estas tierras es una tendencia generalizada hacia un cambio en el patrón de asentamiento desde los inicios del dominio romano.
Pero la actuación de Roma en la nueva organización territorial y administrativa no fue uniforme
ni la respuesta ibérica la misma ante su presencia. Como en todo proceso de cambio, determinados
territorios y sectores de la población se beneficiaron de la presencia romana mientras que otros salieron claramente perjudicados. La puesta en marcha de la nueva administración pasaba por favorecer
unas ciudades, y sus respectivos territorios, frente a otros. Así, mientras la mayoría de los grandes
centros ibéricos se revitalizaban como la Moleta dels Frares/Lesera, Arse/Saguntum, Los Villares/Kelin, Saiti/Saitabi, Tossal de Manises/Lucentum o l´Alcúdia/Ilici; otros, que gozaban de un fuerte poder en el periodo anterior, como es el caso de las ciudades del Tossal de Sant Miquel/Edeta, La Serreta o La Escuera, se destruyen y se abandonan.
En el área valenciana, como ocurre en la comarca del Maresme (Cataluña), los ejemplos mejor documentados de desmantelamiento de la red defensiva de fortificaciones y del abandono del hábitat
jerarquizado ibérico se ubican, preferentemente, en las tierras del interior mientras que los asentamientos costeros perviven e incluso se reestructuran y crecen, posiblemente para acoger y reorganizar los cambio de población.
Exceptuando la ciudad de Saguntum, y en menor medida Lucentum, que viven una fuerte monumentalización en el siglo II a.C., los yacimientos ibero-romanos valencianos no evidencian transformaciones urbanísticas como sucede en el valle del Ebro, con los oppida ibéricos del Cabezo de Alcalá
La Penya de l’Aguila, Dénia.
[Fot. Josép Castelló].
En este casi inaccesible lugar,
muy cercano a Denia, se construyó un complejo sistema de
fortificaciones con 3 recintos
paralelos, cuyo elaborado
diseño y técnica no parece
tener nada que ver con las tradiciones ibéricas. Los materiales que se han encontrado llevan a la época de las guerras
civiles de la primera mitad del
siglo I a.C.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
de Azaila o el Cabezo de las Minas de Botorrita. Así, los poblados
que cuentan con niveles bien fechados de este periodo, como el Puig
de la Misericòrdia de Vinaròs, el Torrelló d´Onda, Cerro Lucena de
Enguera, El Tossal de la Cala de Benidorm o L´Alcúdia d´Elx, mantendrán una continuidad ibérica en las manifestaciones urbanísticas
y culturales dando a entender que la presencia de Roma no llegó a
perturbar el ritmo y las costumbres indígenas.
En la costa, centros ibéricos de clara función comercial, como Torre
la Sal de Cabanes o el Grau Vell de Sagunto, se configuran como importantes puertos/fondeaderos cuyo auge económico se consolida en
estas centurias.
Vaso de Tanit de l’Alcúdia (Elx, Alicante).
[Museo Arqueológico Municipal de Elche
‘Alejandro Ramos Folqués’].
El estilo de Elx-Archena es el máximo exponente del auge de la cerámica ibérica
en la Baja Época. Este foco artístico, desarrolló un complejo imaginario ibérico, repleto de simbologías y divinidades,
donde las diosas aladas y las aves con las
alas extendidas son sus personajes más
representados.
En cuanto al poblamiento rural, a lo largo del siglo II a.C. se aprecia
un cambio generalizado en el patrón de asentamiento con el paulatino
abandono del hábitat concentrado y amurallado de la etapa anterior y
el desarrollo de un poblamiento disperso en pequeñas explotaciones
agrarias, sin amurallar, situadas en tierras óptimas para el cultivo y
bien comunicadas. Proceso que se verá acentuado a lo largo del siglo
I a.C. y culminará a partir del cambio de era con el sistema de explotación agraria de las villae romanas.
La ocupación sistemática de las tierras ubicadas en zonas llanas
refleja una evidente modificación del sistema de explotación agrícola ibérico, abandonando el autoconsumo y orientándose hacia la
intensificación de determinadas producciones que pudieran ser rentables para la exportación de los nuevos intereses romanos. La falta
de excavaciones de este tipo de asentamientos obliga a ser cautos a
la hora de hacer interpretaciones, sin embargo las prospecciones realizadas en las tierras valencianas nos muestran, a diferencia de lo
que ocurre en Cataluña, Valle del Ebro y Andalucía, la ausencia de
villas romanas republicanas y una continuidad de las explotaciones
agrícolas ibéricas a lo largo de todo el periodo íbero-romano que, de
forma natural, se convertirán en futuras villae de época imperial.
Continuidad ibérica en las manifestaciones culturales: el auge de la cerámica decorada. Durante la baja época ibérica se desarrolla una de
las expresiones artísticas más representativas de la Cultura Ibérica,
la pintura vascular de estilo figurativo y vegetal, con dos focos bien
definidos cronológica y geográficamente: el estilo Llíria-Oliva y el
estilo Elx/Archena. Ambos, a través de sus imágenes, introducen
una nueva dimensión al conocimiento de la sociedad y religión del
mundo ibérico.
Olpe procedente de Ilici. [Museo de l’Alcúdia – Fot. J.M. Abascal].
El olpe es una producción romana genuina del área alicantina en época imperial.
Junto con el jarro de dos asas es la forma más duradera de cerámica pintada de tradición indígena mientras que el resto de formas ibéricas, como las tinajas o kalathoi, tienden a desaparecer. Están decorados con motivos geométricos y vegetales
estilizados con una gran aceptación en el territorio alicantino y murciano.
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO • HELENA BONET Y ALBERT V. RIBERA
Los vasos pintados de Llíria, así como el coetáneo foco artístico de La Serreta d´Alcoi, se producen durante una etapa conflictiva, entre la Segunda
Guerra Púnica y primeros años de la conquista romana, desapareciendo ambos talleres a principios del siglo II a.C. Reflejan el
mundo y las actividades propias de la élite aristocrática ibérica a
través de escenas de danzas, cacerías, desfiles militares, procesiones, etc, acompañadas en muchas ocasiones de textos pintados que abogan por el merecido término de estilo narrativo.
A lo largo del siglo II a.C., se siguen produciendo vasos del
estilo Llíria aunque se observa una evolución en su temática
decorativa que se acentuará a partir del siglo I a.C. Los motivos vegetales son cada vez más abundantes y la decoración figurada seguirá las pautas marcadas en la centuria anterior
pero con cambios notables a nivel temático. Las escenas son
menos narrativas imponiéndose, poco a poco, un mundo
irreal con personajes y seres mitológicos que refleja los nuevos gustos de una sociedad en transición al mundo romano.
Evocan determinadas figuras del estilo de Elx, y se alejan,
cada vez más, de la realidad cotidiana, alcanzando este estilo
su punto culminante en los extraordinarios vasos, de época
sertoriana, de «los hipocampos» y «la lucha mítica» de Los
Villares/Kelin o el vaso «del ciclo de la vida» de Valentia.
Al sur de las tierras contestanas, la cerámica decorada del
estilo Elx/Archena es un claro exponente del esplendor del
mundo ibérico en la Baja Época. Su temática decorativa difiere
notablemente del estilo de Llíria al representar un mundo iconográfico repleto de simbologías y divinidades. Los protagonistas del imaginario ibérico de este estilo son las diosas aladas,
identificadas como la diosa Tanit, aves idealizadas con las alas
explayadas, lobos o carniceros, liebres, conejos, peces, sin que
falte la figura masculina y el caballo, todo ello acompañado de
gran riqueza de elementos geométricos y vegetales.
Su extraordinaria aceptación en todo el territorio alicantino y murciano queda reflejada en la larga pervivencia de
este estilo hasta época augustea y alto imperial con el ejemplo
de la necrópolis del Parque de las Naciones (Albufereta, Alicante) cuyas urnas cinerarias, de estilo Elx/Archena y de tradición ibérica, son un claro exponente del tránsito entre lo puramente indígena y lo romano.
Estela de Sinarcas, Valencia. Siglo I a.C. [Museo
de Prehistoria de Valencia].
A partir del siglo II a.C. se generalizan las inscripciones funerarias. La estela de Sinarcas señalaría la ubicación de alguna tumba, con un
epígrafe ibérico que se asemeja a los modelos
romanos en donde podrían figurar datos como
el nombre del difunto y su edad.
La convivencia de dos lenguas. El cambio lingüístico. El cambio lingüístico es una expresión más
del cambio cultural que se produjo durante la romanización. Como ha señalado Arasa, la lengua,
como medio de comunicación y expresión entre los pueblos, fue el principal vehículo de transmisión de la nueva cultura, teniendo un peso decisivo en la introducción del latín la presencia continuada del ejército y, en menor medida, comerciantes, colonos y funcionarios instalados, principalmente, en las ciudades. Además, su uso obligado en la nueva administración romana impuso a las
élites ibéricas aprender rápidamente el latín para poder ascender en la escala social.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Urna funeraria de la Calerilla de Hortunas (Requena, Valencia). [Fot. A. Martínez Valle].
Esta necrópolis, conocida por el monumento funerario dedicado a Domitia Justa,
muestra que el rito ibérico de incineración perduró hasta época alto imperial. Los
huesos calcinados del difunto se depositaban en urnas con tapaderas que
muestran una fuerte tradición indígena en el área edetana tanto en la tipología como en la decoración geométrica y vegetal.
Pero, curiosamente, con la llegada de los
romanos, la escritura ibérica no sólo no desaparece sino que su uso y área de expansión
aumenta considerablemente, eso sí, introduciendo soportes nuevos, como las teseras o pavimentos, y generalizándose la epigrafía en
piedra y las inscripciones monetales. Así, el uso
de la lengua ibérica se mantuvo, tanto en el
mundo urbano como rural, durante el periodo
ibero-romano como lo demuestran los epígrafes ibéricos sobre cerámicas de barniz negro o el conocido mosaico con antropónimos iberos, de finales del siglo II-principios del I a.C., de l´Alcúdia d´Elx. Su perduración hasta
bien entrada la época imperial se constata igualmente en los grafitos sobre terra sigillata y en las
inscripciones funerarias, como la de Requena datada en el siglo I o el subsellium de Saguntum, de
época de Claudio-Nerón.
Por otro lado, las inscripciones monetales en latín fueron un impulso decisivo en la expansión e
introducción del nuevo alfabeto a todos los rincones del Imperio. La sustitución, a mediados del siglo I a.C., de las monedas con leyenda ibérica por leyenda bilingüe, y, finalmente la generalización
de la leyenda latina es la prueba más evidente de la pronta imposición de la nueva lengua.
Para de Hoz, en este periodo, se produce una convivencia de la epigrafía latina e ibérica con lo
que ésta adopta algunos tipos de aquella, es el caso de las leyendas monetales y de las lápidas sepulcrales. Así, la estela de Sinarcas, datada en el siglo I a.C., es el ejemplo mejor conocido de cómo se
empiezan a utilizar, para la señalización de algunas tumbas, lápidas funerarias con epigrafía ibérica
siguiendo un modelo muy similar al romano –nombre del difunto, dedicación, filiación, edad, etc.–
Otras estelas funerarias ibéricas del área de Castellón como las de Bell-lloc, Cabanes o Canet lo Roig,
datadas en época tardo-ibérica, también recogen, a pesar de presentar unas características morfológicas y epigráficas más rústicas, la moda de grabar inscripciones funerarias, costumbre desconocida
antes de la presencia romana.
En contrapartida a esta nueva estética en el paisaje funerario, el rito ibérico de incineración con
deposición de los restos calcinados del difunto en una urna bajo tierra, sin ningún tipo de señalización, pervive hasta el siglo I, como en la necrópolis del Faperal (Albufereta, Alicante) donde las urnas cinerarias con decoración ibérica conviven con el rito de inhumación, o en la necrópolis de la Calerilla de Hortunas (Requena) con urnas funerarias, igualmente, de tradición ibérica.
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EL IMPERIO ROMANO
ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
INTRODUCCIÓN
El País Valenciano a lo largo y ancho del siglo I a.C. ya estaba inserto en el contexto de la fase
final de la Republica romana y de los inicios del Imperio, de manera que cualquier acontecimiento importante que tuviera lugar era totalmente dependiente de procesos políticos, económicos o sociales de carácter más general. Además, al tratarse de una zona «pacificada» desde los
inicios de la conquista romana en el siglo II a.C., sus pobladores apenas participaron, sino como
meros testigos o victimas, de los pocos hechos relevantes para los historiadores antiguos, los que
tenían que ver con episodios militares, que siempre tenían su razón de ser en enfrentamientos de
ejércitos venidos de fuera. Esta escasa relevancia histórica, que aumentara con la implantación
del Imperio, y que es algo casi general a toda Hispania, se suple con el recurso a otras fuentes de
información, especialmente la arqueología y sus acompañantes más valiosos para este época, la
epigrafía y la numismática.
Desde el final de las guerras civiles sertorianas (82-72 a.C.) se conoce muy poca información histórica. Las destrucciones de este episodio bélico afectaron a Valentia, Sucro, Lauro o Dianium, según
narran los autores antiguos, pero su efecto negativo, manifestado en el arrasamiento y en el castigo
de las ciudades, fue mucho más extendido, como atestiguan las excavaciones en Kelin (Caudete de
las Fuentes) o en Torre la Sal (Ribera de Cabanes). La condición de Dianium como ciudad estipendiaria, categoría nada envidiable pues significaba que tenía que pagar un tributo (stipendium) a Roma,
pudo ser un castigo por su participación a favor del vencido Sertorio.
Aun hay menos información del conflicto civil romano que enfrentó a César y Pompeyo, del que,
para nuestro territorio, los historiadores solo mencionan el paso de César por Saguntum camino hacia Andalucía, donde, junto con el valle del Ebro, tuvieron lugar los más encarnizados combates. En
relación con estos conflictos hay que poner el tesoro de casi 1.000 denarios hallado en Llíria en 1806
y que debió ser ocultado poco después del 44 a.C., lo que coincide plenamente con este momento de
inseguridad. El vacío provocado por la destrucción de la itálica Valentia debió ser ocupado por
Saguntum que se convertiría en el principal núcleo urbano de la zona. De la otra ciudad importante,
Saetabis, solo sabemos de ella a través de sus monedas, que ahora empiezan a usar el alfabeto latino
junto con el ibérico.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
LA ÉPOCA DE AUGUSTO: LAS JERARQUÍAS URBANAS
El largo reinado del primer emperador romano es un periodo de paz en el ámbito mediterráneo,
precedido por la conclusión definitiva de los conflictos civiles y la conquista de Egipto. Desde este
momento, las guerras tendrán lugar en las lejanas fronteras del Rhin y el Danubio o en los desiertos
de África y Siria. En Hispania aun se tuvo que someter a los últimos reductos en las montañas cantábricas, pero en el placido Mediterráneo la situación era bien distinta y las preocupaciones y prioridades del emperador eran de otro orden. Se era consciente de la caótica situación heredada de la caduca Republica y de los estragos causados por las guerras civiles y sus secuelas, como la
desmovilización de los grandes ejércitos reclutados y la necesidad de organizar y reconstruir no solo
la maltrecha y superpoblada Italia, sino a las ya numerosas provincias.
Como ya hemos adelantado, lo que vamos a exponer para la zona valenciana siempre será el reflejo
particular de una situación general al ámbito del Imperio. La plasmación de este nuevo estado de cosas
tuvo su reflejo más inmediato en las ciudades, que, de una manera u otra, se convirtieron en el sostén del
sistema a todos los niveles, desde el económico al administrativo. Desde Roma se hizo ver a las otras urbes que eran como clones suyos a una escala reducida y que tenían que funcionar como pequeñas Roma,
especialmente las nuevas colonias de ciudadanos romanos. Hay que tener en cuenta que la sociedad romana estaba muy jerarquizada, pero que también lo estaban las ciudades, cada una de las cuales tenía su
status diferencial, desde las mencionadas colonias romanas, en la cima, a las estipendiarias, en su base,
que eran las que habían ofrecido resistencia activa a la conquista, pasando por un amplio repertorio de
categorías intermedias: municipios romanos, colonias de derecho latino, ciudades federadas,...
Vista de Sagunt, Valencia. [Archivo SIP].
El municipio saguntino, que representa la continuidad de la ciudad ibérica, en contraposición a las nuevas fundaciones coloniales, alcanzó un
notable y prematuro desarrollo urbano desde los mismos inicios del Imperio romano, pero a partir de fines del siglo III experimentó un largo
declive, de modo y manera que en época medieval llegó a perder su antiguo nombre.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Esta jerarquización urbana no fue ningún invento de Augusto,
sino que era una herencia del largo proceso de la expansión de
Roma, que se había basado no solo en la sumisión de los enemigos sino también en su asimilación a través de la integración paulatina de sus ciudades (y sus ciudadanos) en el esquema romano y
en la instalación de colonias romanas y de sus aliados en los territorios sometidos. Como no podía ser de otra manera, el País Valenciano se vio afectado por este proceso de conquista y asimilación basado en el control de las ciudades. Si durante la conquista,
en el siglo II a.C., unas fueron destruidas, Edeta, otras creadas, Valentia, y otras fueron aliadas, Saguntum, con el advenimiento del
Imperio asistimos a la repetición del esquema, aunque esta política de reurbanización de Augusto se puede considerar como la
culminación y apogeo de este largo proceso, que supuso que en
unas pocas décadas se crearan una buena cantidad de nuevas colonias a lo largo de todo el Imperio y se procediera a la regularización, básicamente la municipalización, de muchas de las ciudades
existentes. En épocas posteriores se siguió aun con este esquema,
aunque nunca volvió a alcanzar las proporciones de este periodo.
Ya entrando en el área valenciana, el mejor exponente de los
nuevos tiempos es la antigua ciudad ibérica de Saguntum, fiel
aliada de Roma desde el siglo III a.C.. Como era habitual, por este
motivo siempre fue privilegiada. Se supone que desde un principio sería una ciudad federada hasta que en un momento indeterminado de mediados del siglo I a.C. se convirtió en municipio romano, uno de los primeros de Hispania. Recientemente, a través
de una nueva lectura de una moneda, se ha planteado que en el
siglo I a.C. adquirió el rango de colonia latina antes de convertirse
en municipio, con lo que tendríamos un ejemplo hispánico de lo
que era habitual en Italia en esta misma época, que las antiguas
colonias latinas se convirtieran en municipios romanos, con lo que
sus habitantes pasaban a ser ciudadanos romanos.
La arqueología y la rica epigrafía saguntina nos muestra que a lo
largo del reinado de Augusto la ciudad desarrolló una intensa actividad constructiva publica como consecuencia de la adquisición del
rango municipal, cambio jurídico al que ineludiblemente seguía una
profunda renovación urbanística. O lo que es lo mismo, cuando una
ciudad se convertía jurídicamente en romana adquiría lo que se llamaba la civitas y a continuación procedía a darse la imagen y el aspecto de una urbs verdaderamente romana. Esta mutación en la categoría urbana está en la base de la mayor parte de los grandes
proyectos urbanos de las ciudades del imperio.
Semis de Tiberio acuñado en Ilici. [Museo de Prehistoria de Valencia].
La creación de la colonia de Ilici en la época de Augusto supuso la llegada de licenciados romanos de las legiones que contribuyeron a desarrollar la romanización en
la zona valenciana meridional.
Anillo de oro procedente de Llíria.
Época imperial. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Reconstrucción infográfica de Lucentum y
su entorno hacia el cambio de Era. [Archivo
MARQ].
El municipio de Lucentum fue un pequeño enclave marítimo situado entre el mar
y un lago, la Albufereta, hoy desaparecido. Tuvo poca importancia en época romana y en el siglo III ya se había abandonado.
Hoy se pueden visitar sus restos recientemente abiertos al público.
En el territorio valenciano también se instaló una colonia romana, la Colonia Iulia Ilici Augusta.
Aunque el espacio elegido estaba ocupado por un importante y antiguo núcleo urbano ibérico, en
este tiempo y lugar lo que sucedió fue la instalación de colonos procedentes de dos legiones, que trajeron consigo el rango colonial, convirtiéndose así en la ciudad de mayor categoría. No hay información sobre lo que ocurrió con los pobladores indígenas, pero lo más probable es que la mayoría fueran despojados de sus tierras, como era habitual en estos casos, incluso en las colonias que se
crearon en la misma Italia. La arqueología y la epigrafía ilicitana no han sido aun muy explícitos
para con la fundación colonial, pero las acuñaciones monetarias, con sus estandartes legionarios, no
pueden ser más reveladores al respecto. También representan un templo de Juno, que podría ser uno
de los dos atestiguados en recientes excavaciones en la zona del foro.
El proceso de reorganización urbana afectó también a otras ciudades del territorio valenciano.
Unas, como Edeta, Saetabis y Lucentum se convirtieron en municipios de derecho latino, aunque de
ellos disponemos de menos información. Edeta aun está por ubicar con exactitud a pesar de la intensa actividad arqueológica y de los espectaculares hallazgos efectuados. Lo mismo sucede con Saetabis, famosa por su artesanía de lino, y cuyo amplio repertorio epigráfico se inicia ya en el 6 a.C. con
una dedicación a Cayo César, hijo adoptivo de Augusto. Solo muy recientemente ha aparecido un
edificio público de época romana, un probable ninfeo, que debía estar en la periferia. En los últimos
años se ha comprobado la amplia difusión de sus mármoles de Buixcarró. Se supone que la ciudad
ibérica y romana se encontraría en la ladera superior del castillo.
Mejor conocido es el pequeño municipio augusteo de Lucentum, que tan solo ocupaba 4’5 ha, y que se
asentaba sobre un anterior núcleo urbano de probable origen púnico. Su foro y sus termas revelan que en
la época de Augusto la ciudad fue remozada, eso si, a la escala de una pequeña ciudad como esta. No se
puede asegurar que el municipio de Dianium se remonte a esta etapa, aunque su condición de ciudad estipendiaria en la primera mitad del siglo I parecería entrar en contradicción con esta posibilidad.
Valentia entre el 10 a.C. y 10 d.C. empieza a dar algunos modestos pero claros indicios de su renacer, aunque durante este periodo solo se puede hablar de una especie de reocupación. De esta etapa
se conoce un gran mosaico de opus signinum en una zona probablemente publica al norte del foro.
Fue unas décadas más tarde cuando empezó a recuperar la forma urbana con todo su esplendor.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Junto a estas ciudades que se iban organizando dentro del esquema romano, hay que llamar la
atención sobre otros asentamientos menores dependientes de aquellas, que se crearon o desarrollaron con mayor intensidad en esta época. Nos referimos a los puertos que cada vez vamos conociendo mejor, especialmente el Grau Vell de Sagunt y el Portus Ilicitanus, la actual Santa Pola. Pero
había más, como el efímero de la Torre d’Onda, en Borriana, que no pasa del siglo I a.C., el Portus Sucrone, en Cullera, en la desembocadura del Xúquer, mencionado por autores tardíos, o el de tipo fluvial recientemente descubierto en Valentia junto al Turia. Dianium y Lucentum, por su ubicación junto
al mar eran ciudades portuarias.
LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA: LOS ÚLTIMOS RESCOLDOS IBÉRICOS
El proceso iniciado en el reinado de Augusto se fue desarrollando con sus sucesores. Las ciudades fueron adquiriendo paulatinamente y en la medida de sus posibilidades el aspecto de autenticas
urbes romanas. Que mejor ejemplo que el teatro de Saguntum para ilustrarlo. Con su reciente foro
monumental aterrazado y este nuevo gran edificio, el municipio saguntino fue el núcleo urbano más
sobresaliente de esta época.
En uno de los pocos textos coetáneos que conocemos, la descripción geográfica del gaditano
Pomponio Mela, encontramos que las ciudades más conocidas de nuestro territorio eran Saguntum y
Valentia, aunque su mención hay que verla más como un reflejo de su histórico pasado que de su esplendoroso presente, que en el caso del municipio también, pero en él de la antigua fundación itálica
no traduce su precaria situación en esos momentos. Aunque Valentia se fue recuperando, la numerosa evidencia arqueológica solo nos permite pensar en una modesta reurbanización que tiene sus
elementos más representativos fuera del antiguo recinto republicano: las termas de época de Tiberio
de la calle Cabillers y el edificio publico de la excavación Banys de l’Almirall. Topografía que indica
el inicio de la expansión del área urbana hacia el sudeste, signo evidente de vitalidad, que, no se detecta en la antigua área central, donde solo a fines de este periodo y, especialmente, en el Flavio, comienza una gran reforma urbana que debe coincidir con la creación de la colonia romana, episodio
que tuvo lugar en un momento indeterminado de la segunda mitad del siglo I.
Poco se puede decir de otras ciudades romanas. En Ilici se conocen algunas termas, que irían
completando los equipamientos de esta colonia. Para este periodo, los geógrafos antiguos mencionan también las ciudades de Sucro (¿Albalat de la Ribera?) y Allone (¿la Vila Joiosa?).
Los efectos de la llamada romanización no afectaron solo a los centros urbanos, sino que se hicieron ampliamente extensivos al mundo rural. Aunque son pocas las villas que se conocen con algún
detalle, ya se empieza a constatar el gran desarrollo que en algunas zonas cercanas a la costa alcanzarían las explotaciones intensivas destinadas al comercio exterior, que tienen su mejor expresión en
los alfares de ánforas para envasar estos productos, principalmente el vino y, en menor medida, el
aceite. Estas instalaciones casi industriales indican el alto grado de implantación de la economía de
tipo romano y la interacción del territorio valenciano en el circuito comercial que abarcaba buena
parte del Imperio. Estos alfares se conocen del norte al sur del País Valenciano, en Cervera del Maestrat, Saguntum, Catarroja, Oliva y Dénia, normalmente no muy alejados de alguna ciudad, que además de centro consumidor, sería el lugar donde se centralizaría la producción y desde donde se embarcaría al exterior. El primer caso mencionado estaría vinculado con Dertosa (Tortosa), a cuyo
territorio pertenecía la mayor parte de la actual provincia de Castellón.
Otro de los mejores indicios que atestiguan el cambio en las costumbres lo encontramos en la vajilla de uso cotidiano, que para este momento ya ha adoptado casi en su totalidad los tipos romanos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Valentia en época imperial.
Los hallazgos de los últimos 20 años han permitido una verdadera revolución en el conocimiento
urbanístico de la antigua
Valentia, que se ha convertido en la ciudad romana
mejor conocida.
El santuario de Edeta.
[Fot. Museo Arqueológico
de Llíria].
Las excavaciones de los últimos años han deparado el
descubrimiento de uno de
los conjuntos arquitectónicos más monumentales de
toda Hispania, formado
por un santuario asociado
a un complejo termal de
grandes dimensiones.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
La tradicional decoración pintada en rojo, de hondas raíces indígenas aun subsistió durante algún
tiempo, pero incluso estas ultimas cerámicas decoradas que podríamos denominar de tradición ibérica, ya se hacían con formas típicamente romanas. Algo parecido ocurre con el uso del alfabeto ibérico, proscrito de las monedas ya a mediados del siglo I a.C., aun se encuentran signos iberos en algunos grafitos sobre cerámicas aretinas de la época de Augusto y Tiberio, pero posteriormente ya
desaparecen, sustituidos por el omnipresente latín.
La primera mitad del siglo I también vio el final de las cecas de las ciudades provinciales, lo que
se enmarca en un proceso general a todo el Mediterráneo Occidental, que vio desaparecer las otrora
abundantes acuñaciones monetarias locales, sustituidas por las monedas emitidas en Roma. En el
ámbito valenciano, Saguntum aun acuñó en época de Tiberio e Ilici también cerró su taller a fines de
este mismo reinado. En el resto de Hispania, poco después, en la época de Claudio, también dejaron
de funcionar las pocas cecas que aun perduraban.
LA ÉPOCA FLAVIA: SE COMPLETA EL ESQUEMA
Los 30 años en que estuvo en el poder esta familia de raíces itálicas se produjeron profundos
cambios en la organización de la provincia hispana, especialmente tenida en cuenta al serle concedida el ius latii, lo que significaba que los hispanos ascendían globalmente en su categoría dentro del imperio y que las elites urbanas podían acceder con relativa facilidad a la ansiada ciudadanía romana. Esto significó un nuevo impulso para completar el entramado urbano del
territorio, que era sobre el que descansaba el sistema administrativo y fiscal del imperio. En el territorio valenciano, como en muchos otros lugares de Hispania, surgieron nuevos municipios, cuyos nuevos ciudadanos se adscribieron a la tribu Quirina, la de los Flavios. Pero ya no eran grandes y antiguas ciudades las beneficiarias, como la Saguntum o Saetabis de la época de Augusto,
sino que ahora se trata de pequeños núcleos que sirven para aglutinar territorios que aun no estarían muy integrados, como la Lesera del extremo noroeste de la provincia de Castelló, en la montañosa comarca de Els Ports de Morella, ubicada en el mismo lugar en altura que un anterior yacimiento ibérico y que apenas llegó a las 6 hectáreas. Otro nuevo municipio, Alonis, estaría en los
alrededores o por debajo de la Vila Joiosa, donde ha aparecido una inscripción de un magistrado
adscrito a la tribu Quirina y otras que mencionan un macellum (mercado), amen de varias funerarias. Esta ciudad llenaría el vacío entre Dianium, que también debió convertirse en municipio en
este momento, y Lucentum.
Pero junto a estas nuevas ciudades que se integran en la organización territorial, llama la atención el gran desarrollo que ahora alcanzan dos ciudades anteriores: Edeta y Valentia. De los inicios
del municipio edetano en la época de Augusto poco se puede decir, pero los hallazgos arqueológicos
de la ultima década certifican el esplendoroso momento que supuso la etapa Flavia, donde la confluencia de arqueología y epigrafía permiten entender la especial evolución de su urbanismo monumental. El gran complejo que se ha excavado al norte de la Llíria actual es una de las mejores muestras de la arquitectura romana hispánica. Esta formado por unas enormes y muy bien conservadas
termas de fines del siglo I, situadas junto a un pequeño templo que se ha relacionado con una especie de santuario oracular, que debe ser anterior, y que hay que considerar como un lugar sagrado
que dio pie a la construcción de este gran complejo a su alrededor. Hay que ver la mano y el dinero
del edetano Cornelio Nigrino, que parece que estuvo a punto de ser emperador en lugar de Trajano,
detrás de la edificación de esta gran obra. A pesar de las recientes excavaciones y los abundantes hallazgos, aun no se conoce la ubicación y las dimensiones exactas del municipio edetano. La inscripción más antigua que se ha encontrado es del reinado de Vespasiano.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Ninfeo de Saetabis.
Vista frontal de las
exedras. [Fot. F. BlayF. Molina].
A pesar de las continuas excavaciones, la
arqueología de Xàtiva romana ha sido
muy parca. Merece
destacarse la muy reciente aparición de
parte de un ninfeo,
del que se debe resaltar el uso de una técnica constructiva típica de Roma y poco
usada en Hispania.
Por esta misma época, o un poco antes, Valentia había alcanzado la categoría de colonia romana,
por lo que, junto a Ilici, era la ciudad del territorio valenciano de más alto rango jurídico. Esta nueva
condición coincide con una amplia renovación del urbanismo público y con la expansión hacia el sudeste, que duplica con creces la extensión de la anterior urbe republicana. De la zona del foro se conoce su pórtico oriental, la curia, la basílica, un mercado y otros edificios anexos, así como un ninfeo
situado un poco más hacia el este y que se alzó sobre el antiguo santuario republicano y junto a la
Vía Augusta. No ha de ser casualidad que la inscripción imperial más antigua que se conozca sea
una dedicada al Flavio Tito, lo que contrasta, por ejemplo, con el amplio repertorio julio-claudio de
la cercana Saguntum.
EL SIGLO II. EL APOGEO
A lo largo de esta centuria, coincidiendo con el ascenso de la dinastía Antonina, la primera de
origen provincial, concretamente hispánica, el Imperio llegó a su máxima extensión exterior y a su
pleno desarrollo interior con la consolidación y vitalidad de la organización urbana y territorial.
La mejor prueba de esto la tenemos en la construcción de edificios públicos tan grandes y costosos
como los circos dedicados a las carreras de carros de caballos. Por sus mismas dimensiones eran
algo que se podían permitir muy pocas ciudades. De hecho, en Hispania, además de los instalados
en las tres capitales provinciales, Tarraco, Emerita y Corduba, se conocen muy pocos y bastantes alejados entre sí: Olisipo, Mirobriga, Toletum, Calagurris. No deja de resultar un tanto peculiar, pues,
que en el territorio valenciano se hayan localizado dos muy cercanos entre sí, Valentia y Saguntum,
y construidos por la misma época, a mediados del siglo II. Detrás de este inusual alarde edilicio,
que suponía levantar estos recintos de 350 metros de largo por 70 de ancho, con paredes de 5 metros de grosor, debía haber una cierta rivalidad entre ambas ciudades vecinas por superar o emular en magnificencia a la otra.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Vista aérea del hemiciclo del circo de Valentia.
Siglo II. [Archivo SIAM].
La práctica sistemática y coordinada de la arqueología urbana permitió, a partir de los hallazgos dispersos de nueve excavaciones, proponer y demostrar la existencia de un circo de 350 m. de largo en
Valentia. Por sus dimensiones y técnica constructiva
es del todo semejante al que existió en Saguntum.
Del siglo II es el listado de ciudades del Imperio elaborado por el geógrafo egipcio Ptolomeo, que
junto a las ya conocidas nos permite saber de la existencia en la Contestania de una desconocida, Saitabicula, que por su nombre no debería estar alejada de Saetabis. También hace mención de Alonae e Iaspis,
topónimo este ultimo que también aparece en los itinerarios de carreteras y que debe estar en el Castillo del Rio, en Aspe. La identificación, gracias a la epigrafía, de Lesera con el yacimiento de la «Moleta
dels Frares» de Forcall, permite situar otro de los topónimos citados por Ptolomeo, Bisgargis, en Aragón y no en el norte del País Valenciano como se había hecho anteriormente. Precisamente la epigrafía
ha permitido suponer que en Jérica debió existir otra ciudad romana, dada la anómala gran cantidad
de inscripciones, 27, que se conocen en esta localidad, que supera en numero a las que han aparecido
en otras urbes mejor conocidas. Destaca una que hace mención a la construcción de un arco que costó
40.000 sestercios. Sin embargo, haría falta la confirmación arqueológica y, por descontado, conocer el
nombre que tendría.
Las residencias privadas destacan en este periodo más que en ningún otro, tanto en Valentia como en
Saguntum o Ilici, de donde proceden lujosas casas decoradas con mosaicos y pinturas murales.
Pero esta bonanza urbana no sería del todo general, porque ahora empiezan a insinuarse los primeros indicios de que algunas ciudades no pueden competir con sus vecinas y empiezan a haber
signos de decadencia urbana. El caso más notorio es el de Lucentum. Esta pequeña urbe portuaria
debió verse superada por su vecina Ilici, cuyo mejor puerto superaría al más expuesto de este siempre pequeño municipio, que a partir de fines del siglo II da inequívocas muestras de su deterioro.
A fines del siglo II, y tras casi dos siglos de Pax Romana, Hispania volvió a ser escenario de acontecimientos bélicos. Los primeros tuvieron lugar en la Betica, durante el reinado de Marco Aurelio,
cuando bandas de moros atravesaron el Estrecho y saquearon algunas ciudades andaluzas. Aunque
estas correrías no parece que afectaron a las tierras valencianas, un ciudadano de Edeta, enrolado en
el ejército, pereció en este conflicto, el Bello Maurico, como deja constancia su inscripción funeraria
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
hallada en Llíria. Otro episodio bélico de esta época también afectó a Hispania durante la guerra civil que siguió a la derrocación de Cómmodo, el malo de la película Gladiator. Bastantes hispanos
apoyaron a Clodio Albino frente a Septimio Severo, ambos africanos. La victoria de este último en
Lyon supuso la confiscación y su conversión en propiedades imperiales de los bienes de buena parte
de la aristocracia hispana, especialmente la de la Betica.
EL SIGLO III: EL FINAL DE LA PAX
Este siglo empieza con la concesión de la ciudadanía romana a los habitantes de condición libre
del imperio, lo que suponía la culminación jurídica de un largo proceso enraizado en los orígenes
mismos de Roma. Esto suponía cerrar la vieja puerta de las reclamaciones para acceder al rango de
romano de pleno derecho y abrir una nueva que dará lugar a otro tipo de organización social que se
iba a guiar por otros parámetros distintos a los de la antigüedad.
En el siglo III, a lo largo de todas las fronteras del Imperio, la Pax romana no fue más que un lejano recuerdo, como también lo fue la anterior estable dinastía Antonina, sustituida por un sinfín de
efímeros usurpadores militares que hicieron más por acabar con la Pax romana que los propios bárbaros. Aunque estos hechos inevitablemente afectaron también a la provincia hispana, dada su periférica situación en uno de los extremos del vasto imperio, pudo quedar al margen de la mayor parte
de las guerras civiles y de las invasiones de los pueblos limítrofes.
Las ciudades existentes parece que habían llegado al límite
de sus posibilidades y prácticamente no se conoce ningún edificio construido en esta centuria. Ahora es la epigrafía la que
nos da muestras de la actividad de la clase dirigente local, que
no escatimó ocasiones para manifestar, por medio de inscripciones, su lealtad al gobernante de turno, lo que, dada su rápida remoción del puesto, explica la relativamente abundante serie de
dedicaciones a estos breves personajes y a sus familias. Valentia y
Saguntum son las ciudades más aduladoras y, por ende, las que
manifiestan más indicios de actividad de su curia. Valentia homenajeó a Heliogábalo, Severo Alejandro, a su madre y a su esposa, a
los dos hijos de Decio, a Claudio II y a Aureliano. Saguntum a Treboniano Galo, Galieno, Claudio II (3 veces), Aureliano y Carino.
Con menor evidencia, otras ciudades del territorio valenciano
también manifestaron su adhesión epigráfica, caso de Edeta con la
mujer de Filipo I y Saetabis con Claudio II, lo que resalta la continuidad de estos centros urbanos y de su clase dirigente.
Pero a lo largo de esta centuria se documenta el abandono
de alguna ciudad, siendo el caso mejor constatado el de
Lucentum, aunque también parece suceder lo mismo en
Pedestal dedicado al emperador Aureliano. 270-275. [Archivo SIAM].
Este pedestal se halló en el área del foro de Valentia y fue erigido, junto a una
estatua, por el gobierno colonial al emperador reinante, en este caso Aureliano.
Es una de las ultimas inscripciones que se conocen de la época romana, aunque
el pedestal pertenece a una época anterior ya que, en la cara opuesta, albergó
otra dedicatoria imperial que fue borrada.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Nivel de destrucción de la casa de Terpsícore,
Valencia. [Archivo SIAM].
En varios lugares de la geografía valenciana
han aparecido evidencias de las destrucciones
ocurridas a fines del siglo III. En Valentia todas
las casas romanas que se han encontrado,
como esta, situada en el solar que hoy ocupan
las Cortes Valencianas, fueron arrasadas por
estas fechas.
Lesera. La arqueología del siglo III no registra
hechos positivos, como la construcción de
nuevos edificios, pero en algunos lugares sí
que se hace eco de actividades de tipo negativo, como sería el caso de niveles de destrucción, canales y desagües obstruidos y
cierta proliferación de ocultaciones monetarias. Mucho se ha escrito de unas invasiones
de pueblos germánicos que en la segunda
mitad del siglo III habrían alcanzado en dos
ocasiones el litoral mediterráneo hispánico,
llegando a destruir Tarraco. Aunque parece
que el final de Lucentum no se debe achacar
solo a este motivo, sino a un proceso lento
de decadencia económica, por lo menos en
Ilici y en Valentia sí que se ha señalado con
claridad la existencia de un episodio destructivo más o menos coetáneo unido a otras evidencias como
la colmatación definitiva de la red de cloacas. En Valentia se ha constatado la destrucción de todas las viviendas que se han excavado, con niveles de incendios y derrumbes asociados con monedas de Galieno
y Claudio II. En el mundo rural destacaríamos la aparición de tesoros de monedas, como los del Mas
d’Aragó, les Alqueries, Almenara y Crevillent, además del localizado en Valentia, todos cerca de la Vía
Augusta. No debe ser coincidencia que de este periodo, tras varios siglos sin presencia militar, se conozca la aparición de un destacamento legionario por la zona de Dénia.
Sea lo que fuere, bárbaros o revueltas civiles, el País Valenciano fue afectado en la década 260-270
por varias convulsiones de las que no escaparon algunas ciudades, aunque no se sabe a ciencia cierta
si fueron la causa de la posterior desaparición de algunas de ellas, como Edeta y Saguntum, durante
la Antigüedad Tardía.
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EL FINAL DEL MUNDO ROMANO
Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS IV-VIII)
ALBERT V. RIBERA Y MIQUEL ROSSELLÓ
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
LOS SIGLOS IV-V: EL FINAL DEL IMPERIO ROMANO
Al igual que para las etapas anteriores, son muy escasas las fuentes históricas, por lo que hay que
recurrir a un marco genérico para describir este momento. El paso del Alto al Bajo imperio romano
viene marcado por el debate histórico-arqueológico en torno a la llamada crisis del siglo III, largo periodo convulsivo cerrado por las reformas de Diocleciano y Constantino, que configuraron una organización política, social, económica y religiosa muy distinta a la del mundo romano clásico. Otro
paso de este proceso será la reorganización territorial plasmada en la nueva división provincial de
Diocleciano, por la que parte del País Valenciano se segregó de la Tarraconense y pasó a la nueva
provincia Cartaginense. Los antiguos territorios de los contestanos y edetanos se adscribieron a Cartagena, mientras él de los ilergavones dependió de Tarragona. Estos límites provinciales se mantendrán a lo largo del periodo tardoantiguo.
El único hecho histórico que conocemos para el siglo IV es el martirio de San Vicente, lo que indicaría que a principios del siglo IV Valentia debió ser un importante centro administrativo, como también dejan de manifiesto los hallazgos arqueológicos. En el territorio valenciano, pues, solo se dispone de la arqueología para conocer los avatares de esta etapa cambiante, aunque son muy pocos los
lugares que proporcionan información destacable. En Valentia e Ilici se vienen detectando reiterados
episodios destructivos similares. En otros núcleos urbanos, caso de Edeta y Saguntum, la escasez de
datos arqueológicos con posterioridad al siglo III, habla de la crisis urbana que se produjo a fines del
siglo III. La abundancia de ocultaciones monetarias entre los años 260-280 es un buen indicador de la
extensión de esta inestabilidad.
Valentia e Ilici no tardaron mucho en superar esta fase convulsiva. La arqueología ha demostrado
en ambas la rápida recuperación de la vida urbana tras la indudable debacle del siglo III. Sin embargo, no se produjo una mera reconstrucción de la dañada ciudad, sino que en la nueva Valentia
que surgió, encontramos tanto elementos de continuidad como de ruptura con respecto a la anterior.
Una temprana prueba sería la presencia en la ciudad del legatus iuridicus de la Tarraconensis, Allius
Maximus, que en el año 281 le dedica una inscripción al emperador Probo en el foro de Valentia. Este
personaje, el último que conocemos de la Valencia romana, pudo estar en relación con la inmediata
recuperación del pulso de la vida urbana, después del funesto periodo de los años 270-280. Pero esta
inscripción también enlazaría con el proceso de mayor control del poder central y la consiguiente
pérdida de poder y autonomía de las ciudades, rasgo característico de este periodo. La epigrafía sa-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Niveles tardíos del Grau Vell de Sagunt. [Fot. I. Caruana].
Durante los siglos IV y V florecieron varios establecimientos portuarios del litoral valenciano, como el Grau Vell de Sagunt, el Portus Sucronensis, bajo la actual Cullera, y el Portus Illicitanus, en Santa Pola.
guntina aun registra una dedicación al emperador Carino en el 283, la última que se conoce en esta
ciudad. Aunque hay muy poca información de la Saguntum de los siglos IV-V, llegándose a dudar de
su continuidad como sede urbana, las excavaciones en su puerto marítimo, el Grau Vell, manifiestan
una continua actividad edilicia y comercial durante el siglo IV y parte del V.
Saetabis y Dianium son parcas en noticias para esta época, pero su aparición en la etapa visigoda
como centros episcopales sugeriría su perduración a lo largo de estos siglos. Por el contrario, el silencio arqueológico e histórico que se cierne sobre Lesera, Edeta o Lucentum, permite suponer su desaparición o su conversión en pequeños núcleos rurales adscritos al territorio de otra ciudad. La arqueología ilicitana, con su basílica, erróneamente identificada con una sinagoga, también demuestra la
continuidad de la ciudad, que junto al Portus Ilicitanus, constituye una de las zonas más dinámicas
de esta época.
Coincidiendo, no casualmente, con la reducción del tamaño o la desaparición de las anteriores
ciudades romanas, se asiste al desarrollo de grandes villas rurales, por parte de las anteriores elites
urbana, poco dispuestas ahora a subvencionar los gastos públicos. Una buena muestra de estas residencias bajoimperiales la tenemos en «Els Banyets de la Reina» de Calp, en el Albir (Alfas del Pí) o la
Torre de Xauxelles (la Vila Joiosa).
Pero si del siglo IV sólo conocemos el dato histórico del martirio de San Vicente, para todo el País
Valenciano, con excepción del ataque vándalo al Portus Ilicitanus, no tenemos ninguna referencia histórica ni epigráfica del siglo V. No disponemos de información de temas tan importantes como del momento de la instauración de las sedes episcopales, que tuvo lugar en esta etapa, o de las destrucciones
a manos de los bárbaros, que a partir del 409 atravesaron los Pirineos y durante varios años se dedicaron a saquear Hispania, ..urbes incendunt.. dicen las fuentes al referirse a estos trágicos hechos. La provincia Tarraconense, especialmente su parte litoral, estuvo más o menos a salvo de estas correrías y se
consiguió mantener en manos del Imperio de Occidente casi hasta su final, siendo solo hacia los años
472-473 ocupada por los visigodos del rey Eurico. Entre el 410 y el 420 existen numerosos testimonios
de la huida de muchos hispanos de las clases acomodadas, especialmente al norte de África.
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EL FINAL DEL MUNDO ROMANO Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS IV-VIII) • ALBERT V. RIBERA Y MIQUEL ROSSELLÓ
El Imperio, muy ocupado con las invasiones en Italia y luego por los hunos de Atila, no pudo
prestar mucha atención a Hispania. Los vándalos se acabaron instalando en Karthago y se convirtieron en la potencia marítima preponderante del Mediterráneo occidental, saqueando Roma en el 455
y dominando Córcega, Cerdeña, Sicilia y las Baleares. Se conoce el ataque que la flota vándala llevó
a cabo en el año 460 contra la escuadra imperial surta en el Portus Illicitanus (Santa Pola), de resultas
del cual fueron destruidos los navíos romanos y destituido el mismo emperador Mayoriano, que
precisamente anduvo por estas tierras reuniendo un ejercito para atacar a los vándalos, que acabaron por anticiparse a sus intenciones. Este incidente refleja que la zona litoral hispana permaneció
bajo dominio romano casi hasta el final del Imperio de Occidente.
A pesar de todos estos episodios bélicos, los hallazgos arqueológicos manifiestan cierta continuidad de las relaciones comerciales con el norte de África y el Oriente Mediterráneo, que sólo se restablecieron plenamente a partir de las ultimas décadas del siglo V y se mantuvieron durante el VI y
parte del VII.
Los datos arqueológicos del siglo V son eminentemente destructivos. Sería el caso de dos edificios públicos y un pozo de Valentia, que fueron arrasados en la primera mitad del siglo V por un incendio. En uno se encontró un pequeño tesoro de 88 monedas de bronce, las más modernas de los
emperadores Arcadio (402-408) y Honorio (410-423). El circo de Valentia presenta indicios del abandono de su actividad original, lo que coincide con las fuentes, que se refieren a que hacia el 445 en la
mayor parte de las ciudades de Hispania
habían cesado los juegos de circo y teatro.
Aún hay alguna aislada referencia a la
reinstalación de estas actividades lúdicas
en el siglo VI, en concreto en Caesaraugusta
y a principios del siglo VII, cuando el rey
visigodo Sisebuto reprendió al obispo de
Tarragona por su desmedida afición a las
representaciones teatrales y a los juegos
con animales, pero éstas serían ya las excepciones que confirman la regla.
En otros yacimientos también se constatan episodios coetáneos similares, como
el Grau Vell, el puerto de Saguntum, que
acaba sus días en la primera mitad del siglo V, como atestiguan las monedas y las
cerámicas de su momento final. En Ilici
también se ha encontrado una ocultación
numismática y de joyas de los primeros
años del siglo V, con 3 monedas de oro, asimismo de Honorio y Arcadio, que se han
relacionado con el paso de los bárbaros. A
lo largo de toda Hispania, las numerosísiLa villa de Banys de la Reina (Calp, Alicante).
[Fot. J.M. Abascal – R. Cebrián].
El Bajo Imperio fue una época de auge de las
grandes residencias y factorías rurales, como la
recientemente excavada en el litoral de Calp.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
mas ocultaciones de monedas de inicios del siglo V
son la mejor prueba de la gran inseguridad existente
en este periodo.
Empiezan a haber indicios claros que el País Valenciano sufrió algún episodio destructivo a lo largo
del siglo V, sin que se pueda precisar aún ni el momento exacto ni, por consiguiente, la causa concreta
de esta catástrofe.
LOS INICIOS DEL DOMINIO VISIGODO
La expedición de los visigodos del rey Eurico en el
472, asentados en el sur de Francia y enfrentados a lo
que quedaba del poder romano, acabó con la sumisión
Pendiente procedente de Els Charcons (Montserrat,
de las últimas posesiones hispanas del agonizante ImValencia). Siglos VI-VII. [Museo de Prehistoria de Valencia].
perio romano de Occidente. Solo hubo cierta resistencia
entre los aristócratas romanos de Tarraco y Dertosa. El
Imperio no tardó en sucumbir, en el 476. El poder visigodo en sus primeros momentos no solo se preocupó de pacificar la península, sino que ya dio los primeros pasos para reconstruir de alguna manera la
infraestructura urbana, al menos en algunos lugares claves como Mérida. A partir de este momento, el
dominio político y militar visigodo, que no la llegada de nueva población, supuso el inicio de una larga
etapa de relativa tranquilidad y reconstrucción, sólo jalonada por alguna revuelta de la nobleza hispana,
eminentemente católica, que en muchos casos llegó a independizarse, especialmente en el sur de la península. Los nuevos amos eran acérrimos arrianos, pero estaban muy alejados de Hispania y sólo prestaron verdadera atención a los asuntos de la península cuando tuvieron que refugiarse en ella después
de ser expulsados de las Galias por los francos en el 507. Pero esta instalación de nueva gente apenas repercutió en el área mediterránea. Además, durante el primer tercio del siglo VI tampoco se puede hablar
de un auténtico estado visigodo independiente, ya que estuvieron muy tutelados por sus «primos», los
ostrogodos de Italia, para atajar la expansión de los francos. Este periodo «ostrogodo» (507-548) supuso
también la llegada de gente de esta etnia para ocupar los puestos claves y hacerse cargo de la situación.
Uno de estos ostrogodos, Theudis, llegó a ser rey, disfrutando de un largo reinado (531-549). La larga
etapa que iría desde la ocupación nominal visigoda (472-473) a las guerras civiles que surgieron a la
muerte de Theudis, con la peligrosa aparición de los bizantinos, significaría un dilatado lapso de paz y
tranquilidad. Al mismo tiempo, se creó un cierto distanciamiento con el poder central, unido a la recuperación de muchas ciudades, promovida por el clero y la nobleza local, que ahora son casi la misma
cosa. Al mismo tiempo, se registró un aumento de la autonomía y poder de varias regiones, especialmente en la Baetica, pero en absoluto exclusivo de esta provincia. Pero, como ya hemos indicado, nada
concreto sabemos de la zona valenciana en estos años.
En estos momentos crecería la figura del obispo, asumiendo el papel de jefe de la ciudad. El más antiguo obispo valenciano conocido es el ilicitano Juan, entre 514-517, del que sabemos de su existencia
por su correspondencia con el Papa, aunque puede tratarse de una confusión con un prelado de Tarragona. De Valentia, la mención segura más antigua que tenemos de este cargo es la de Justiniano, ya de
mediados del siglo VI. Dentro del contexto hispano bajoimperial, Valentia fue una ciudad importante y,
además, en ella tuvo lugar el martirio de San Vicente, sin ninguna duda el mártir hispánico más destacado y admirado en la época. Por consiguiente, se podría suponer, con muy pocas dudas, que ya en el
siglo IV alcanzaría el rango episcopal, más aún, si tenemos en cuenta que la organización episcopal hispánica ya debió estar completada a inicios del siglo V. De hecho, cuando encontramos esa primera refe-
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EL FINAL DEL MUNDO ROMANO Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS IV-VIII) • ALBERT V. RIBERA Y MIQUEL ROSSELLÓ
rencia segura, la del obispo Justiniano, gran constructor de edificios, ya se nos presenta como una sede
bien consolidada y organizada, donde tiene lugar un Concilio de la provincia Carthaginensis. Por lo
tanto, ya debería hacer mucho tiempo que disponía del rango episcopal.
Estos obispos procedían de la antigua nobleza hispánica, que con el tiempo adoptó la nueva religión pero siguió manteniendo las riendas del poder político y económico a escala local, ocupando el
vacío dejado por la extinta administración imperial. Es interesante reseñar que tres hermanos de Justiniano también fueron obispos de otras tantas ciudades de la Tarraconense. Bastantes ciudades estarían
gobernadas de facto por sus obispos, manteniendo esporádicos contactos con un poder central distante
que solo apareció por el territorio valenciano a mediados del siglo VI para hacer frente a la invasión bizantina y acabar con la práctica situación de autonomía de la nobleza y el clero hispano. Los últimos
decenios del siglo V y la primera mitad del VI parece ser que fueron un periodo tranquilo y semiautónomo en el que se reconocía formalmente la autoridad del rey visigodo de Tolosa, muy alejado, y luego
de sus sucesores en Hispania, que estuvieron muy ocupados por sus problemas internos y sus luchas
con los vascones, los suevos de Galicia, los francos en las Galias y con los bizantinos en África.
LOS BIZANTINOS Y LA REACCIÓN VISIGODA
El período de estabilidad de la primera mitad del siglo VI supuso una pequeña «época dorada» para
la diócesis episcopal valentina y la detentación de una virtual independencia bajo el episcopado de Justiniano. Esta situación se vio desbaratada con el advenimiento de Agila (549-555) y el inicio de continuos
enfrentamientos internos por la sucesión al trono, cuya consecuencia más grave fue la conquista de una
parte de Hispania por los ejércitos imperiales (554) llamados por el usurpador Atanagildo.
Los bizantinos ocuparon una franja costera cuyo límite norte no está del todo claro. El pacto entre
Atanagildo y los imperiales posiblemente estableciera como límite septentrional de las posesiones
bizantinas el río Xúquer. En cualquier caso, Dianium formaría parte de la provincia bizantina de Spaniae y Valentia quedaría excluida de la misma.
No será hasta el reinado de Leovigildo (569-586) cuando se invierta la tendencia de continuado
desorden y quebranto territorial, gracias al afianzamiento del poder real. Leovigildo puso en marcha
una serie de campañas militares, paralelamente a una profunda reorganización interna del reino, di-
Basílica de El Monastil
(Elda, Alicante). [Fot. A.
Poveda].
Este interesante yacimiento de altura, que
domina la Via Augusta,
debió estar integrado en
la línea defensiva bizantina, protegiendo Ilici,
durante las guerras con
los visigodos. En él se
han hallado restos de
una pequeña iglesia y algunas piezas de su mobiliario litúrgico.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Cerámicas de época visigoda encontradas en Valentia. [Archivo SIAM].
El repertorio de formas de los alfares
visigodos es aun bastante desconocido.
Los numerosos hallazgos de Valencia
serán muy útiles a la hora de establecer
las pautas que regían la elaboración de
las cerámicas de esta época.
rigidas contra los bizantinos, la rebelde aristocracia hispanorromana de algunas ciudades y regiones
de la Bética y la Cartaginense, el católico Reino de los suevos, el cual anexionará, y contra los siempre insumisos vascones. El balance de estas operaciones fue positivo y así lo señaló el contemporáneo Juan de Bíclaro en su Crónica: «vuelve admirablemente a sus límites primitivos la provincia de
los godos, que por diversas rebeliones había sido disminuida». Fue durante el reinado de este monarca cuando Valentia quedó integrada en el Reino visigodo de Toledo.
Prueba fehaciente de esta integración es la aparición de un obispo arriano, Ubiligisclo, en la sede
episcopal valentina, que fue uno de los que abjuraron de la fe arriana en el III Concilio de Toledo del
año 589. Su existencia iría paralela a la presencia de tropas godas en la ciudad, consecuencia tanto de
la reciente incorporación de estos territorios al dominio efectivo, no solo nominal, del Reino visigodo, como de su situación de frontera frente a los bizantinos. Con la ocupación bizantina de una
parte del País Valenciano, éste se convierte en tierra de frontera y Valentia, el más importante núcleo
urbano de la zona, en el principal enclave frente a las aspiraciones imperiales.
Consolidadas las posiciones, desde un punto de vista territorial, tanto por parte de los visigodos
como de los bizantinos, algunos autores defienden el establecimiento de un limes, presente en otras
partes del Imperio, constituido por dos líneas defensivas sucesivas, formadas a partir de una serie de
ciudades fortificadas, normalmente sedes episcopales y asiento de una ceca, y otras fortificaciones menores, tipo castellum, articuladas en torno a calzadas estratégicas (Vía Augusta). Valencia y su territorio
cumplen con el esquema anterior y la investigación ha podido confirmar la creación de asentamientos
fortificados que responden al modelo militar y administrativo creado por el estado visigodo para la organización, control y defensa del territorio. Un ejemplo elocuente lo constituye el castro fortificado de
València la Vella, en Riba-roja de Túria, o la transformación del Circo de Valentia en un área fortificada,
ambos hechos puestos en relación con la llegada de contingentes militares godos.
En el sistema defensivo bizantino se podría incluir el yacimiento en altura de El Monastil, en
Elda, que podría ser un castellum que defendería Ilici, que sería el núcleo bizantino más importante
del actual territorio valenciano.
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EL FINAL DEL MUNDO ROMANO Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS IV-VIII) • ALBERT V. RIBERA Y MIQUEL ROSSELLÓ
Valencia vuelve a mencionarse a raíz del exilio del rebelde católico Hermenegildo (a. 584), hijo
corregente de Leovigildo sublevado en la Bética y peligrosamente aliado con los bizantinos. Su estancia fue corta puesto que al año siguiente fue asesinado en la ciudad de Tarragona. El conflicto religioso entre arrianos y católicos terminó oficialmente con el III Concilio de Toledo en el año 589, que
significó la unidad bajo la fe católica.
EL SIGLO VII
A finales del siglo VI Toledo creó las sedes episcopales de Elo y Begastri para regir los destinos espirituales y temporales de los territorios conquistados a los bizantinos y que pertenecían a las sedes
de Ilici y Carthago Spartaria, todavía en manos bizantinas.
Desde el reinado de Leovigildo, por su ubicación fronteriza fue muy importante el papel estratégico y militar jugado por Valencia, que se mantuvo hasta la definitiva expulsión de los bizantinos,
tal como parece apuntar la emisión de moneda por parte de algunos monarcas (Gundemaro, Sisebuto, Suintila) en Saguntum y Valentia, emisiones que coinciden con el momento de mayor presión
visigoda frente a los bizantinos, que culminó con la destrucción de Cartagena en el 625, capital de la
provincia bizantina de Spania.
Con anterioridad, la sede de Saetabis estaba ya en manos de los visigodos desde época de Leovigildo, pues su veterano obispo Mutto firmó en el III Concilio de Toledo del 589. Las otras dos sedes
episcopales, Ilici y Dianium, parece que permanecieron bajo dominio bizantino hasta el último momento de la presencia imperial en Hispania. Ilici no aparece representada hasta el IV Concilio de Toledo del 633 y Dianium algo más tarde, en el V Concilio de Toledo del 636. Como ya apuntara en su
día el Dr. Llobregat, la importancia del puerto de Dianium sería un factor esencial en el mantenimiento de los bizantinos hasta el final.
La actividad comercial con el Mediterráneo, mayoritariamente ocupado por los imperiales, no
se interrumpió durante la ocupación bizantina y se constata su mantenimiento hasta después de su
expulsión de Hispania. Los asentamientos costeros fueron los principales destinatarios de los inter-
Triente de Gundemaro acuñado en Sagunto. [Gabinet Numismàtic de Catalunya].
La única referencia de la existencia de Saguntum durante el período visigodo nos la proporciona alguna rara
moneda de oro acuñada en la ciudad a lo largo del siglo VII. Tal vez se trate de emisiones relacionadas con tropas acantonadas aquí ante la amenaza bizantina.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
cambios comerciales. A parte de las ciudades ya se detecta, desde el siglo IV, un florecimiento de estos asentamientos a lo largo del litoral, principalmente abundantes al sur de Valencia. Algunos de
ellos, Punta de l’Illa (Cullera), Punta de l’Arenal (Xàbia), Baños de la Reina (Calp), Barrio de Benalúa (Alicante), Portus Ilicitanus (Santa Pola),...y otros peor conocidos, se mantienen activos durante
los siglos VI y VII.
La distribución de productos importados, principalmente las últimas producciones de vajilla
fina de mesa africana (sigillata), algunas cerámicas de cocina y ánforas, es un fenómeno propio de
las zonas costeras, tanto de ciudades como de monasterios y castros fortificados, asentamientos
vinculados a las élites urbanas, civiles, militares o eclesiásticas. La principal zona de aprovisionamiento fue el norte de África, que exportó las últimas cerámicas finas de mesa, la Africana D, ánforas que transportaban aceite y vino, y cerámica de cocina. Del Mediterráneo oriental llegaron ánforas de vino de Palestina y Siria y más esporádicamente, ungüentarios (Late Roman Unguentarium),
vajilla de mesa y de cocina.
Las últimas investigaciones en Valencia aún documentan materiales importados de la segunda
mitad del siglo VII, similares a los aparecidos en Roma, Marsella o Tarraco, como los últimos contenedores cilíndricos norteafricanos (Keay VIII, LXI, LXII), ánforas «globulares de fondo umbilicado», spatheia de reducidas dimensiones, formas tardías de Africana D (Hayes 91D, 109 B) y ollas
«Constantinople ware».
El final del Reino visigodo, principalmente a partir de la segunda mitad del siglo VII, estuvo marcado
por una serie de calamidades de las cuales se hace amplio eco las crónicas de la época, la legislación y
los cánones de los concilios. Sequía, malas cosechas, plagas de langosta, episodios cíclicos de la terrible
peste bubónica, hambres, y algunos episodios bélicos, principalmente contra los vecinos del norte, los
francos y vascones, y esporádicamente alguna escaramuza naval contra los bizantinos.
Uno de los problemas más graves fue la inestabilidad política, con continuos
y violentos problemas sucesorios protagonizados por diversos clanes familiares, y una clara y evidente ruptura social: problemas con los judíos, esclavos
fugitivos, bandolerismo, militarización de la vida civil y creciente autonomía
de la poderosa nobleza en un incipiente proceso de feudalización.
TEODOMIRO Y SU ÉPOCA
Fueron estos problemas sucesorios los que aceleraron el final
del Reino visigodo y la posterior conquista musulmana. La muerte
de Witiza en el 710 sin asociar al gobierno a ninguno de sus hijos,
ocasionó el intento de su familia de retener el trono. Tal pretensión
de sucesión dinástica en la figura de Akhila, hijo mayor del difunto Witiza, no prosperó debido a la enérgica oposición de una
buena parte de la nobleza visigoda, partidaria de la designación
real por elección, a pesar de que el joven Akhila logrará establecerse
en el nordeste, llegando a acuñar moneda. Mientras tanto, la asamblea
electiva designó a Rodrigo como rey. Los witizanos, por su parte, reclamaron la ayuda de los árabes para conseguir sus pretensiones políticas, ac-
Anillo procedente de El Romaní (Sollana, Valencia) de una tumba de época visigoda.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
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EL FINAL DEL MUNDO ROMANO Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS IV-VIII) • ALBERT V. RIBERA Y MIQUEL ROSSELLÓ
ción que no era extraña en la historia del Reino visigodo hispánico, con fatales precedentes en
época de Atanagildo y Sisenando que propiciaron la invasión del reino por los bizantinos y los
francos, respectivamente. La llegada del ejército árabe pilló por sorpresa a Rodrigo que fue derrotado y muerto en Guadalete.
La conquista musulmana se sucedió de manera fulminante y los hijos de Witiza y sus partidarios actuaron de acuerdo con los árabes, facilitando la toma o rendición de las ciudades más importantes del reino, a cambio de conservar la posesión de sus bienes patrimoniales. En las ciudades importantes que capitularon los visigodos conservaron sus bienes, además de su propia
organización política, religiosa y social, a cambio debieron tributar lo que la ley islámica imponía
a los no musulmanes.
En el sudeste de la península tuvo lugar uno de estos pactos entre un personaje visigodo, Teodomiro, y ‘Abd al-‘Aziz, que supuso la continuidad, durante algún tiempo, de las estructuras visigodas
hasta el inicio de la islamización del territorio, proceso que en esta zona no sería anterior al siglo IX.
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IV~ COMMERCIVM
~
EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS
~ LA PRODUCCIÓN MONETARIA
~ LA CIRCULACIÓN MONETARIA
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS
JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
COSTAS, PUERTOS Y FONDEADEROS
Costas. Como ha explicado bien P. Carmona más arriba, las costas valencianas entre el Ebro y el
Segura presentan aparentemente unas características poco aconsejables para las instalaciones portuarias. Es un litoral muy dinámico donde predominan las costas bajas y abiertas, formadas por
aportes aluviales de los ríos Millars, Palància, Túria, Xúquer, Vinalopó y Segura; depresiones y hundimientos costeros que dan lugar a numerosas zonas inundadas, lagunas, marjales, que se cierran
total o parcialmente al mar debido a las aportaciones de sedimentos precisamente de los ríos antes
mencionados, formando barras o restingas; y ocasionalmente, costas acantiladas que no permiten refugio alguno (Serra d’Irta, cabos de S. Antonio y la Nau, etc.).
Rutas de navegación y cargamentos. Los escasos pecios detectados en nuestras costas con cargamentos homogéneos nos hablan de rutas directas desde portus como Puteoli-Nápoles y posiblemente Gades, con cargamentos de vino y salazón de pescado hacia puertos como Saguntum y Dianium. Pero no
era fácil acceder hasta aquí por la falta de zonas resguardadas y de lugares con instalaciones suficientes para garantizar una carga y descarga cómoda. Además, y gracias a los estudios de Ruiz de
Arbulo, conocemos los problemas que tenía la navegación al abordar el litoral valenciano. Así, se
aconseja evitar siempre el Golfo de Valencia desviándose hacia Ibiza, ya se proceda del norte o del
sur del Mediterráneo y se señala como zona peligrosa el Cabo de San Antonio si se navega hacia el
sur de la península Ibérica. J. Molina llega a hablar de una zona de separación de influencia marítima (Carthago Nova y Tarraco) situada entre los cabos de San Antonio y de la Nau, debido a las turbulencias, mezcla de corrientes y vientos que se producen en el área.
Desde Italia, se alcanzaban nuestras costas por el peligroso aunque directo estrecho de Bonifacio,
debiendo luego pegarse las naves a las desprotegidas costas valencianas para llegar al destino elegido; también se podían alcanzar por el sur de Sicilia y de Cerdeña, para llegar por Ibiza o bien directamente a las costas alicantinas. Desde el estrecho de Gibraltar o Gades se debía seguir la corriente
hacia el este, subir a Ibiza y de allí bajar hacia las costas alicantinas. Dianium, situada al norte del
cabo de San Antonio y desde donde se ve Ibiza en días claros se revela junto al Grau Vell de Sagunt,
como uno de los puntos de atraque más interesantes de la costa valenciana en época romana.
La ruta preferente que llevaba nuestros vinos a la Roma imperial hacía que los barcos bordeasen
por el sur el archipiélago balear, al resguardo de los vientos de N y NE y alcanzasen el estrecho de
Bonifacio, para bajar luego hacia Ostia.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Rutas comerciales marítimas. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
A través de ellas se comercializaron el vino, el aceite y las salazones de pescado entre los puertos de la costa
valenciana y las principales ciudades romanas del Mediterráneo Occidental, entre los siglos III a.C. y III d.C
(elaboración propia a partir de Ruiz de Arbulo y Díes Cusí).
Pero estos importantes condicionantes náuticos de vientos y corrientes afectarían sólo a los grandes navíos que efectuaban rutas mediterráneas de altura, conectando portus de primer orden como
Gades, Ostia, Narbo o Tarraco. Sin embargo, el tradicional conocimiento de las costas mediterráneas
por parte de los expertos navegantes que las recorrían habitualmente, hacía que la navegación de cabotaje entre lugares costeros alejados una media de entre 100 y 200 km, pudiese dar lugar a una red
de intercambios comerciales que conectaban todo el territorio valenciano y a éste con áreas colindantes como Ibiza, Laietania, Carthago Nova, etc. Utilizarían para ello embarcaciones de menor calado,
transportarían cargamentos heterogéneos y realizarían trayectos que podían ir de puerto principal a
puerto secundario, o de secundario a secundario, como ha demostrado X. Nieto con el estudio del
pecio de Culip IV.
Estamos lejos sin embargo de agotar el conocimiento sobre las redes locales y regionales de transporte marítimo en época romana; cada nuevo pecio, cada fondeadero científicamente estudiado, nos
abre nuevas posibilidades de interpretación de unas rutas comerciales que en aquella época fueron
tan vitales para nuestros antecesores como ahora lo son los ferrocarriles o las autopistas.
El Portus. El concepto de Portus es para los especialistas, que se apoyan en la definición vitruviana de limén kleistós, un lugar cerrado abrigado de los vientos dominantes, capaz de albergar de-
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
pósitos en donde almacenar variadas mercancías (horrea), con posibilidad de reparar o construir embarcaciones (navalia), disponer de una zona comercial (emporium) o acoger grandes naves comerciales (oneraria) en una dársena a menudo artificial. Pero además de esta definición ‘arquitectónica’
existe otra más social y comercial, según la cual es un lugar enclavado en el marco de circuitos comerciales marítimos, de rutas en las que el portus es lugar de recepción y exportación de mercancías.
Éstas, procedentes de su territorio o de lugares más lejanos, son luego redistribuidas a puertos ‘secundarios’ de su entorno que podrían corresponder al término statio, o bien llevadas en viajes directos o con escalas técnicas a otros portus que tendrían igualmente el carácter de ‘principal’ con respecto a su zona de influencia. Un portus debe ser capaz también de admitir grandes naves con cargas
principales procedentes de otros portus mediterráneos.
Pero no debemos olvidar una matización importante: el portus, aún disponiendo de una completa infraestructura portuaria, puede perder su categoría de principal a lo largo de la historia debido a cambios políticos, estratégicos o comerciales. Así ocurrió con la dependencia mutua entre
Massalia y Narbo, la de este mismo portus y Emporion, Emporion y Tarraco y también entre algunos de
los puertos del territorio valenciano.
Vista aérea del Grau Vell de Sagunt.
El yacimiento de sitúa en la parcela triangular junto al mar. Las excavaciones y estudios dirigidos por la profesora C. Aranegui han confirmado su importancia
como principal infraestructura portuaria
de la zona entre los siglos V a.C. y IV d.C.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Pecio de «Bou Ferrer». La Vila Joiosa, Alicante. [Fot. Museo Municipal d’Arqueología i Etnología, la Vila Joiosa]
Con un cargamento de ánforas hispánicas del siglo I y bien conservado, fue descubierto recientemente y es
uno de los yacimientos subacuáticos más prometedores del País Valenciano.
En el Mediterráneo, y para la época en la que nos encontramos, El Pireo, Alejandría, Puteoli, Ostia-Roma, Narbo, serían portus de primera magnitud y con carácter de ‘principales’. En Hispania, Gades, Carthago Nova, Tarraco, Emporion y seguramente Saguntum, fueron durante todo el período o en
distintos momentos, portus principales en los circuitos mediterráneos y peninsulares.
La ausencia de protecciones o barreras naturales contra los vientos y temporales, así como la falta de
capacidad logística para la construcción de grandes infraestructuras portuarias, es habitual en Hispania;
es verdad que sí las encontramos en los grandes portus como Emporion, como demuestra el reciente descubrimiento de su dársena de época prerromana, y el conocido muelle de época republicana; Tarraco, con
un espigón que penetraba en el mar, que fue derruido no hace muchos años; o Carthago Nova, con epigrafía y dibujos antiguos que nos hablan de muelles construidos sobre arcos en su dársena natural.
Puertos en el territorio valenciano. Infraestructuras. En las tierras valencianas y atendiendo a las infraestructuras portuarias, destaca el Grau Vell de Sagunt, donde existe un posible espigón o muelle construído denominado ‘Trencatimons’ hoy sumergido, un torreón defensivo más antiguo y algunas estancias alargadas, presumible utilizadas como almacenes ya en época tardorromana. Recientes
trabajos subacuáticos realizados por Carlos De Juan, parecen indicar la existencia de un gran espigón
de más de 100 m de longitud. En Valentia mencionamos un posible horreum en las cercanías de su embarcadero fluvial, dotado además de unas escaleras de acceso a la ribera. En la zona portuaria de Dianium conocemos estructuras alargadas de almacenaje en batería y edificaciones semejantes se encuentran también frente al fondeadero de la Platja de La Vila Joiosa y en el Portus Ilicitanus (Santa Pola).
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Otras construcciones, relacionadas con actividades industriales o artesanales son más frecuentes
en las proximidades de los puertos: factorías de salazón, canteras, talleres de fabricación de ánforas,
etc., y se documentan en muchos de nuestros enclaves portuarios.
Ubicación. La falta generalizada de estructuras de protección como muelles, espigones, etc, hizo
que las zonas portuarias valencianas se localizasen y organizasen según criterios de optimización de
las condiciones costeras.
Así, en Cullera (¿Portus Sucronem?) y quizás en Calpe se aprovecharía la existencia de una península o promontorio saliente para su utilización como embarcadero o varadero, al abrigo de los predominantes y peligrosos vientos del E y NE; en Dianium, la ensenada portuaria varía su emplazamiento
según la fuerte dinámica costera de las barras arenosas, teniendo como única protección el afloramiento de barras rocosas paralelas a la costa, que ayudan a romper el oleaje de los temporales; el Grau
Vell de Sagunt, instalado sobre una restinga fósil, utilizó seguramente una laguna interior para proteger naves de pequeño calado y poder acceder a la ciudad de Saguntum por vía terrestre; en Valentia, el
acceso a la ciudad por vía fluvial se lograba por el sur con el paso al Turia de embarcaciones de poco
calado a través de las golas abiertas en la restinga de L’Albufera, entonces más próxima a la ciudad; y
por el norte con el sistema que luego veremos de fondeaderos externos, que estaban situados frente a
las actuales playas de La Malvarrosa y El Cabanyal. En Altea, se aprovechó la existencia de una barra
entre la isla de L’Olla y la costa; en El Tossal de Manises (Lucentum) se utilizó la ensenada existente al
pie del asentamiento, una antigua laguna contigua al mar (L’Albufereta); y el Portus Ilicitanus aprovechó una ensenada interior, protegida por el cabo de Santa Pola de los vientos dominantes de N y NE.
Principales puertos documentados. Saguntum. Los trabajos de C. Aranegui han contribuido mucho a
desvelar el papel de Arse-Saguntum y su puerto, el Grau Vell, que debió ser un importante portus o
mejor un emporion entre los siglos V y II a.C. en relación con el oppidum ibérico de Arse y su territorio,
pero también con el entorno costero próximo. Entre los siglos IV a.C. y V d.C., funcionó como un importante portus para un territorio más amplio, que incluiría las tierras comprendidas entre el río Millars y Puçol y hasta Jérica, en el Alto Palancia, por el interior. Los fondos bajos y arenosos, sujetos a
la acción de la dinámica marina superficial y a los fáciles saqueos y expolios, han facilitado con toda
seguridad la desaparición de pecios en el entorno del Grau Vell de Sagunt, entre Canet d’en Berenguer y Puçol, que serían testimonio de una navegación de altura y bajura que sólo conocemos por
los abundantes restos materiales (ánforas, vajilla cerámica, monedas) que se encuentran en Saguntum
y su territorio. Los recientes trabajos de documentación subacuática y terrestre auguran importantes
descubrimientos para el puerto de Saguntum.
Valentia. Situada a orillas del Túria, a 1’5 km del mar en época romana, los aterramientos debidos
a los enormes aportes sedimentarios del río en su desembocadura han provocado el retroceso de la
línea de costa actual alrededor de 1 km, y una subida del nivel del suelo de varios metros en la ciudad y su entorno. Esto hace imposible, como bien ha escrito A. Ribera, documentar resto alguno de
estructuras relacionadas con un puerto o embarcadero, pues deben encontrarse bajo varios metros
de sedimentos como ha ocurrido en otros lugares con dinámica fluvial parecida como en el yacimiento de San Rossore de Pisa.
La procedencia itálica de la mayor parte de las ánforas, vajilla de mesa y cocina de Valentia en época
republicana, demuestra el origen y las costumbres itálicas de sus pobladores, que recibieron suministros regulares sobre todo de Campania, pero también de Etruria y el Adriático. La existencia en la ciudad de importantes horrea en época republicana y altoimperial, ha hecho pensar a Ribera que estaríamos ante un importante centro comercial a escala regional, que llevaría todo el peso de la
comercialización y distribución de los productos itálicos, púnicos o del área del Estrecho en su entorno.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
/
• Barranc de I'Aiguaollva
• Roques de la Barbada
• Peñfscola
• Alcossebre
• Torre la Sal
• Platges Morro de Gos y "la Conxa·
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• Benafell
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El Calamó
• Gola d'Estany
• Torre Derrocada
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• Pineda
• El Saler
• El Perell6
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• Penya del Moro
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.. PORTVS ILICITANVS
. . PUERTOS
Fondeaderos y playas de varado
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Sección transversal de la estiba o disposición de la carga de ánforas en la bodega de una nave oneraria romana,
según Bost y otros. [Tratamiento gráfico A. Sánchez a partir de publicación].
El dibujo está basado en la reconstrucción del pecio de ‘Cabrera III’, publicada por Bost y otros autores,
una nave que transportaba aceite bético y tripolitano, aceitunas y salazones de pescado lusitanas desde Cádiz hacia Roma, a mediados del siglo III.
Es interesante constatar que junto a las modestas infraestructuras portuarias fluviales detectadas recientemente en la ciudad, el funcionamiento de los fondeaderos de El Saler y Malvarrosa-Cabanyal, se inicia o reactiva respectivamente hacia la mitad del siglo II a.C., coincidiendo con la fundación de la ciudad.
Dianium. En las proximidades de Dianium se han documentado recientemente varios pecios con
cargamentos homogéneos de procedencia itálica fechables en el tránsito de los siglos II-I a.C. (ánforas
Dressel 1), augusteos, o altoimperiales con cargamento de ánforas vinarias Dressel 2-4 de origen local (L’Almadrava), o con ánforas de salazón Dressel 7-11 de procedencia bética (Bou Ferrer). Este hecho, junto a la existencia de las infraestructuras portuarias antes mencionadas, apoya la posibilidad
de que estemos ante un portus importante que redistribuiría las cargas que le llegaban directamente
al menos desde las zonas de producción itálicas y béticas, además de los productos de la cercana
Ebusus, especialmente en época republicana y altoimperial.
Para el territorio ilicitano, parece que los puertos de Tossal de Manises (Lucentum) y Portus Ilicitanus se reparten la hegemonía en la llegada y redistribución de productos mediterráneos, si atendemos a los distintos estudios realizados sobre sus ánforas. El Tossal de Manises importante en época
tardorrepublicana (donde además en 1933 Figueras Pacheco encontró restos de una embarcación púnica o romana) y el Portus Ilicitanus en época imperial.
Fondeaderos. Embarcaderos de madera como los que existían en el propio Puerto de Valencia
hasta el siglo XIX, o varaderos en la playa, constituirían los lugares habituales de acceso a tierra de las
pequeñas embarcaciones.
¿Qué ocurría con la posible llegada de grandes naves onerarias? ¿y con los lugares de nuestro territorio que no podían disponer de unas mínimas condiciones para la instalación de embarcaderos?
v
Los trabajos e investigaciones tanto subacuáticas como en tierra de A. Fernández Izquierdo,
C. Aranegui, F. Arasa, A. Ribera, A. Espinosa y otros, han documentado la frecuencia de otra modalidad de aproximación naval a la costa: los fondeaderos. Son lugares situados en mar abierto, a menudo sin protección natural, ubicados frente a las desembocaduras de ríos y barrancos de escaso
caudal, pero que constituyen vías de acceso al interior del territorio. También los encontramos frente
a las restingas y barras que cierran parcialmente aquellas zonas bajas lacunosas, a veces albuferas,
que además de constituir un buen refugio para naves de menor calado permiten igualmente el ac-
Puertos, fondeaderos y playas de varado utilizados en época romana en el litoral del actual País Valenciano. [Tratamiento gráfico de A. Sánchez].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
ceso al interior y a menudo contienen manantiales (ullals) por lo que son aptos también para el aprovisionamiento de agua dulce.
Se sitúan a una distancia de la costa que oscila entre 250 m y 1.000 m aprovechando la existencia,
a profundidades de entre 4 y 20 m, de unas barras rocosas paralelas a la costa, seguramente antiguas
restingas o incluso dunas fósiles, que permiten el fondeo de embarcaciones de gran calado. El hallazgo de ánforas, cerámicas y cepos de plomo de una amplia cronología y la casi total ausencia de
pecios, abogan por este modelo de aproximación costera que conocemos como fondeadero.
Entre el Ebro y el Palància hallamos fondeaderos frente a las desembocaduras de los ríos Sec, Millars, y el Barranc d’Aiguaoliva, así como en las proximidades de depresiones inundadas con presencia de aguas dulces o en llanuras litorales como en Alcossebre, Cabanes, Oropesa, Benicàssim, Onda,
etc, desde donde en muchos casos parten caminos que cruzan perpendicularmente las planas castellonenses, salvan las sierras paralelas a la costa y llegan a las comarcas más interiores. La existencia
junto al mar en la zona de Cabanes, Burriana y Onda de importantes asentamientos de funcionalidad casi exclusivamente comercial en época republicana (La Torre d’Onda, La Torre de la Sal) nos
marca la posibilidad de este modelo de intercambios comerciales que ha estudiado bien F. Arasa.
Al norte de Valentia, encontramos los de La Malvarrosa y Cabanyal cerca de la desembocadura
del Barranc del Carraixet, una importante vía de penetración hacia el interior; al sur, Pinedo y El Saler, el primero en las proximidades de la desembocadura del Túria y el segundo frente a la restinga
que separaba el mar de L’Albufera.
El fondeadero de La Penya del Moro en la desembocadura del Xúquer, estaría en relación con la
existencia de ese Portus Sucronem citado en el Anónimo de Ravenna, que no sabemos si estaría en el
cabo de Cullera frente al que hay otro fondeadero o detrás de la montaña, como puerto fluvio-marítimo de Sucro (Cullera?) en una época en la que el río Xúquer era navegable unos 30 km al interior.
En la costa de La Marina debido al perfil acantilado y abrupto de parte de sus costas, hallamos
los fondeaderos en zonas muy concretas. En Xàbia se encuentra frente a la desembocadura del Gorgos, donde existe un asentamiento costero, Duanes, mientras que en Altea los fondeaderos están en
relación con la desembocadura del río Algar, así como frente a los lugares de La Punta de la Galera,
El Morro de Toix, El Racó de l’Albir (Alfàs del Pi) y el de L’Olla mencionado más arriba. Al oeste del
promontorio conocido como Illa de Benidorm, encontramos el fondeadero del Racó de l’Oix y otro
frente a la cala de Finestrat, en donde se ubica El Tossal de la Cala, centro
activo en época republicana; estos dos se resguardan además de los
vientos de Levante y NE, aunque están a merced de los ocasionales
ponientes que soplan desde el interior hacia el mar. En La Vila Joiosa,
el fondeadero está frente a la Platja de la Vila, abierta y baja con importante poblamiento romano, posiblemente un municipium, y manantiales de agua dulce.
De las comarcas de L’Alacantí y El Baix Vinalopó solo tenemos
documentación dispersa sobre la presencia de fondeaderos,
que evidentemente debieron existir dadas sus características costas bajas y las lagunas interiores que la conforman.
Pátera de cerámica de barniz negro de Cales (Campania). [Fot. Museu Arqueològic
de la Ciutat de Dénia].
Procede de un pecio romano republicano del litoral de Dénia (de finales del siglo II
o primera mitad del I a.C.). Formaba parte del cargamento secundario de vajilla de
mesa que acompañaba a otro principal de ánforas con vino itálico.
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Cepo de plomo. Siglos III a.C.-I d.C. [Museo de Prehistoria
de Valencia]
El cepo era la parte esencial del ancla de madera romana.
Su pérdida era frecuente en áreas de fondeadero.
LOS INTERCAMBIOS COMERCIALES EN ÉPOCA ROMANA
El período tardorrepublicano. Con el desembarco de los Escipiones en Emporion en el 218 a.C., los intercambios comerciales que hasta ese momento se llevaban a cabo entre la costa oriental peninsular y
otros puntos del Mediterráneo van a sufrir grandes cambios. Estamos inmersos en los inicios de la
Segunda Guerra Púnica, e Hispania para los romanos se reducía a la costa mediterránea desde los
Pirineos hasta la actual Almería y por el interior se extendía como máximo hasta la zona minera de
Cástulo en Jaén.
Aunque las principales bases romanas se localizaron pronto al norte y al sur del territorio valenciano (Tarraco y Carthago Nova respectivamente), a finales del siglo III a.C. nuestro territorio ya contaba con emplazamientos estrechamente relacionados con Roma, como la civitas foederata de Saguntum, o el campamento militar de Sucro.
A estos momentos corresponden los inicios de la actividad comercial marítima que detectamos a
través de la presencia de ánforas itálicas en los principales asentamientos ibéricos cercanos a la costa
de las comarcas valencianas, así como en los puertos, fondeaderos y zonas de atraque del litoral.
El vino. Las ánforas vinarias grecoitálicas procedían del sur de la costa tirrénica, en especial de
Campania y son más abundantes en la costa hispana que en las Galias entre finales del siglo III y la
mitad del siglo II a.C. Llegarían para satisfacer las necesidades de las legiones romanas, de los incipientes núcleos de itálicos (publicani, mercatores, negotiatores, veterani, etc) y un intercambio con los indígenas seguramente restringido aún a las élites de los oppida ibéricos. La inmediata asunción de las
explotaciones mineras anteriormente en manos púnicas (Sierra de Cartagena y área de Cástulo) hizo
también afluir grandes cantidades de vino hacia esos puntos, aunque no a nuestras tierras. Algún investigador ha puesto sin embargo de relieve la posibilidad de un alto consumo indígena de vino, basado en los significativos porcentajes de ánforas grecoitálicas en lugares como el Castell de Sagunt, el
Tossal de Manises o el Monastil de Elda.
El consumo de vino itálico en nuestras tierras se multiplicará extraordinariamente entre el último
tercio del s. II y la primera mitad del siglo I a.C., siguiendo una pauta que se repite en todo el Mediterráneo Occidental. La generalización en Italia de un nuevo tipo de explotación esclavista de la tierra con
grandes fundi dedicados al monocultivo de la vid, multiplicaba una oferta muy bien acogida por los
pueblos romanizados o en vías de romanización del Mediterráneo Central y Occidental, que se adherían
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Algunos de los principales envases de época romana
que aparecen en pecios y yacimientos costeros del
actual País Valenciano. [Museo de Prehistoria de
Valencia]
1. Ánfora vinaria Greco itálica evolucionada. Finales
del siglo III a mediados del siglo II a.C.
2. Ánfora vinaria Dressel 2-4 (Tarraconense). Fines del
siglo I a.C. a 1ª mitad siglo II d.C.
3. Ánfora de salazón de pescado tipo Beltrán IIB (Bética). Siglo II.
4. Ánfora olearia Dressel 20 (Bética). Mitad siglo I a
mediados del siglo III.
con entusiasmo a lo que Tchernia llamó ‘la cultura del pan y el vino’, que se imponía en Roma a partir
del control de fuentes de aprovisionamiento de cereales como Sicilia y Egipto y de la común producción
de vino que hemos comentado. El ánfora Dressel 1 fue el envase escogido por los viticultores del área tirrénica desde Sorrento (sur de Campania) hasta Cosa (norte de Etruria) mientras que el ánfora Lamboglia 2 y su sucesora, la Dressel 6, envasaron vino adriático procedente al parecer más del área picena y
nordadriática que de la brindisina. La Dressel 1 es con mucho la más frecuente en todo el Mediterráneo
Occidental, ya que la producción de vino adriático se orientó más hacia el Egeo y las costas de la antigua
Yugoslavia; sin embargo en algunos enclaves de las costas valencianas como Ilici y El Tossal de Manises
los hallazgos de ánforas Lamboglia 2 son mayoritarios frente a la Dressel 1. Este mismo fenómeno se repite en el área de Carthago Nova y ha servido para apoyar la hipótesis de una dependencia comercial del
área alicantina mencionada con respecto al portus de Carthago Nova en esta época.
Por el estudio de los pecios sabemos que las ánforas de vino itálico llegaban desde los más importantes puertos tirrénicos (Puteoli, Neapolis, Populonia, Cosa) en barcos de transporte (naues onerariae)
como cargamento homogéneo y en un trayecto directo o con muy pocas escalas hasta un puerto ‘principal’ de Occidente, desde donde se redistribuía en pequeñas naves hacia su área de influencia.
Vajilla cerámica y otros objetos. Estos envíos de vino se aprovechaban para comercializar otros productos de los que lamentablemente sólo han perdurado aquellos de naturaleza cerámica, metálica o
pétrea, que se entibaban en los huecos dejados por la carga de ánforas normalmente a proa y popa
de la embarcación. Entre ellas había un producto que tenía un coste de transporte nulo –pues el
barco se fletaba para el vino– y a menudo procedía de los mismos fundi y alfarerías que las ánforas:
nos estamos refiriendo a la vajilla de mesa barnizada de negro, la llamada ‘cerámica campaniense’ y
la cerámica de cocina itálica.
La primera, cuya técnica decorativa es en un primer momento de tradición ática, tuvo una gran
aceptación entre los habitantes de nuestras tierras, toda vez que no eran extraños a este tipo de vasos, pues fueron igualmente receptivos a los de barniz negro áticos y a los de imitación de éstos entre
los siglos IV y III a.C. Ligada al consumo del vino (cuencos y copas), constituyó poco a poco toda una
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
vajilla de mesa con platos, tazas y vasitos como formas más frecuentes. La cerámica de cocina itálica
aportaba novedades tecnológicas: casi toda oxidante (en las tierras valencianas la cerámica de cocina
era reductora, de color gris o negro), soportaba fuertes temperaturas y era apta tanto para el fuego
como para parrilla y horno, lo que pudo ayudar a un cambio en los hábitos alimenticios, línea de investigación que está ahora en pleno desarrollo. Unas y otras, empacadas en cajas con un número que
oscilaba aproximadamente entre las 500 y las 7.000 piezas por barco, constituían un beneficio añadido al de la comercialización del vino. Lámparas de aceite (lucernae), ungüentarios, vasitos para beber de paredes finas, etc., se añadían a menudo a estos cargamentos.
La aparición de pequeños porcentajes de ánforas vinarias griegas procedentes de las islas de Rodas, Quios o Cos, pueden ponerse en relación con botellas (lagynoi) y cuencos decorados con relieves
también de origen griego oriental y fabricados especialmente para el consumo del vino, que encontramos testimonialmente en las ciudades de Saguntum, Valentia, Ilici o Lesera.
Variados bienes de consumo se transportan en los mismos envíos: tegulae o tejas cerámicas, molinos de piedra, etc. Otros muchos no podremos detectarlos nunca, como tejidos (alfombras, túnicas,
velos), especias, animales y ciertamente esclavos.
Procedentes de la costa hispánica de la actual Cataluña, encontramos prácticamente en todos los
asentamientos valencianos costeros unos vasos ibéricos pintados de aspecto cilíndrico: los cálatos,
que mencionamos aquí porque es general la opinión de que se trata de un recipiente para el transporte. Es también el vaso ibérico predominante en el Mediterráneo Central y Occidental, fuera de
nuestra península: Golfo de León, costa ligur, costa tirrénica, Cerdeña, Sicilia y norte de África, entre
el último tercio del siglo II y la primera mitad del I a.C. Análisis recientes confirman lo que ya se sospechaba: el contenido de estos vasos debió ser un producto de panales de abejas: miel o cera, seguramente. Su difusión marítima se hizo a través de rutas comerciales romanas, como se deduce de los
hallazgos subacuáticos y de la precoz romanización del área tarraconense donde se fabricaron.
También podemos encontrar, siempre entre finales del siglo II y la primera mitad del I a.C., tanto
en los pecios como en yacimientos terrestres, vestigios de otros productos alimenticios: aceite y salazón de pescado, aunque en mucha menor cantidad que el vino.
Aceite. El aceite llegaba del Adriático en las llamadas ánforas ovoides brindisinas y de Túnez en
las Tripolitanas antiguas; posiblemente también de Ibiza, en las bicónicas Mañá E (PE 16 a PE 18).
Los tres tipos están bien atestiguados en las excavaciones de La Almoina en la ciudad de Valentia,
siendo las ebusitanas más frecuentes al sur del cabo de la Nau.
Salazón de pescado. La salazón de pescado fue otro de los bienes de consumo que llegan a las costas valencianas entre la mitad del siglo II y la mitad del I a.C.; su procedencia era tunecina y del ‘área
del Estrecho’, que engloba la bahía de Cádiz y puntos de la costa marroquí, como el territorio de Lixus. Se envasaba en ánforas tipo Mañá C2 (Túnez y área del Estrecho) y las CC.NN. o de los Campamentos Numantinos (Bahía de Cádiz), llamadas así por haberse encontrado en los campamentos romanos que asediaban Numancia hacia el 136-133 a.C. En algunos asentamientos costeros estas
importaciones de áreas púnicas superan incluso a los envases itálicos (El Tossal de Manises, La Torre
de la Sal), aunque en general tuvieron un carácter secundario en comparación con las importaciones
de vino itálico. Dado que las importaciones tunecinas prosiguieron con normalidad después de la
destrucción de Carthago, cabe pensar que llegarían ya dentro de circuitos comerciales itálicos.
Época Altoimperial. El vino. Durante la segunda mitad del siglo I a.C. asistimos a una reducción
drástica de las importaciones de vino itálico en el occidente romano, incluida Hispania. Las causas
son variadas, y se explican más por los efectos: una Roma que crece desmesuradamente absorbe
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
ahora la producción de vino suritálico y centroitálico y admitirá cada vez más vino de las provincias;
los viñedos son más competitivos allí, muchos de ellos en manos de personajes romanos de alto
rango (consular) o de sus familias; crisis del sistema esclavista en el ager itálico y desastres puntuales
en viñedos campanos; facilidad de transporte de los vinos tarraconenses, a través del Estrecho de
Bonifacio; auge de la producción vinaria del norte del Adriático, etc.
En Hispania, tras las Guerras Civiles y con Augusto, se aceleró el proceso de romanización, con
la concesión de estatutos coloniales y municipales a numerosos núcleos urbanos. Se estableció un
modelo romano de explotación del campo con la aparición de numerosas villae rusticae, y se dedicaron amplias extensiones al cultivo de la vid siguiendo el modelo iniciado en la Laietania, desde
donde llegaron a nuestras costas ánforas con vinos hispanos desde el 50/40 a.C. (en ánforas Pascual 1,
Dressel 2-4 y Laietanas o Tarraconense I).
En el siglo I encontramos ya testimonios tanto escritos como arqueológicos de la producción de
vino en tierras valencianas. Concretamente sobre el vino de Saguntum citado por Plinio, Juvenal,
Frontón y Marco Aurelio, como un vino popular, ordinario y barato. Estas citas permiten suponer la
producción y la comercialización a larga distancia del vino saguntino durante los siglos I-II, como
bien ha visto C. Aranegui.
Con respecto a las alusiones al vino de Lauro citado por Plinio y documentado en letreros pintados (tituli picti) sobre ánforas de Ostia y Castro Pretorio en Roma, en el actual estado de la investigación parece que se refieren a un vino tarraconense procedente de una localidad con ese nombre localizada en la comarca de El Vallès (Tarragona), aunque se acepta también la existencia de una Lauro
valenciana, que algunos han identificado como la sucesora de la antigua Edeta.
La producción de ánforas vinarias en nuestras tierras es muy extensa, con dos focos muy destacados: Saguntum y Dianium, con sus respectivos territorios. En el ager saguntino se han localizado al
menos cinco talleres productores: ciudad y puerto de Sagunt, Villa del Puig, Villa de Els Arcs (Estivella), y La Punta (La Vall d’Uixó), que quizás junto al Clot de Rascanya en Llíria produjeron ánforas
vinarias del tipo Dressel 2-4. La comercialización de estos vinos saguntinos, como nos indica la dispersión de sus marcas, llegó a las Islas Británicas, el interior de la Galia y Roma y están por supuesto
presentes también en ciudades meridionales como Ilici o El Tossal de Manises.
En el territorio de Dianium se han localizado hasta 15 talleres con hornos para la fabricación de ánforas, entre los que destacan los de L’Almadrava y los de Oliva. La producción de estos talleres se fecha
entre los siglos I-III, con envases para el transporte de vino de los tipos Dressel 2-4, Gaulois 4 (imitación
de las ánforas galas) y Oliva 3, aunque éstas últimas parece que fueron utilizadas para la exportación
de aceite. Estos productos eran comercializados a través del puerto de Dianium y seguramente están representados en los mismos asentamientos alicantinos mencionados para el vino saguntino.
Otros puntos del territorio valenciano registran también talleres anfóricos: El Más d’Aragó (Cervera del Maestrat), Castelló de la Ribera, y recientemente Paterna, con ánforas Dressel 2-4 que apuntan hacia un generalizado cultivo de la vid en las comarcas valencianas excepto en la mitad sur de la
actual provincia de Alicante, donde no disponemos de documentación suficiente.
A su vez, llegaron a nuestra tierra vinos procedentes de la Bética, del área del Estrecho. Se comercializaron en ánforas del tipo Haltern 70, que contenían el llamado defrutum o vino cocido, y a veces
aceitunas conservadas en él. No vinieron en cargamentos homogéneos, sino acompañando a otros
productos como aceite o salazones de pescado.
Salazón de pescado. Producto a base de trozos de túnidos salados que procedía de la Bahía de Cádiz, donde se han localizado más de una treintena de factorías dedicadas a su elaboración que tam-
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Conjunto de ánforas recuperadas en el litoral de El Saler en la década de los 60. [Foto Archivo SIP].
Pueden identificarse ánforas hispánicas de vino, aceite y salazones; itálicas y galas también vinarias, y africanas de aceite y salazones. Cubren un arco cronológico que está entre finales del siglo II a.C. y el siglo IV d.C.
bién envasarían diversas salsas de pescado. Las ánforas utilizadas son de los tipos Dressel 7-11 y
Beltrán II, y las encontramos desde época augustea hasta el siglo II.
Desde el Portus Ilicitanus (Santa Pola) hasta las costas castellonenses, tanto en hallazgos subacuáticos como en los registrados en las distintas ciudades romanas valencianas, estos envases de salazón y derivados del pescado son una constante durante el período citado.
Aceite. No son muy frecuentes los envases dedicados al transporte de aceite que aparecen en
nuestras costas; se trata casi siempre del ánfora Dressel 20, que transporta de forma masiva el aceite
bético entre la mitad del siglo I y los inicios del siglo III, constituyendo el suministro oficial de Roma
y de sus legiones desde Britania hasta la Dacia. Para el romano, el aceite era un bien imprescindible:
se usaba en la cocina, en fritos, salsas y asados, como combustible de las lucernae, y en el gimnasio y
la palestra de los establecimientos termales para aceitarse el cuerpo y el cabello.
El hallazgo en algunas villae rusticae de instalaciones para el prensado de aceite o vino (torcularia), podría indicar la existencia de un cierto autoabastecimiento de este producto.
Las ánforas Dressel 20 sólo son abundantes en el Portus Ilicitanus aunque están prácticamente ausentes en Ilici, lo que hace pensar en un trasvase de aceite a otros envases (dolia, odres de piel) para
su transporte a la ciudad ilicitana desde su puerto. Muy escasas en el resto del territorio alicantino,
las encontramos entre los hallazgos subacuáticos del área del Saler, un posible fondeadero frente a la
barra o restinga que delimita la laguna de L’Albufera, en consonancia con las que aparecen en Valentia. También en el área saguntina, al norte del Palància, se documenta en algunos fondeaderos,
siendo muy escasa en el denso poblamiento rural romano del interior. El pecio Culip IV (Girona),
muestra que estas ánforas llegarían a nuestras costas en cargamentos heterogéneos desde puertos
como Tarraco o Carthago Nova, o se redistribuirían desde Sagunto, si se confirma su importancia
como puerto principal en esa época.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sigillatas procedentes de Sagunt (Primus), Anna (Vitalis)
y Bugarra (Sabinus). [Museo de Prehistoria de Valencia].
Marcas sobre Terra Sigillata Sudgálica de los alfareros
Primus, Vitalis y Sabinus, que encontramos en el pecio Culip IV (Girona) y en ciudades romanas del actual País Valenciano, como Saguntum, Valentia, Edeta, Portus Illicitanus
y Lucentum.
Vajilla de mesa. Es ahora el momento de la cerámica
sigillata, es decir sellada o con marca de alfarero, de cocción oxidante y superficie de color rojo vivo brillante.
Las producciones itálicas aretinas de época augustea
son más frecuentes en las grandes ciudades como Saguntum, Valentia, Ilici; pronto son sustituidas por las que
vienen de talleres galos, las llamadas sigillatas sudgálicas que proceden principalmente de La Graufesenque,
localidad situada en las proximidades de Lyon. Su dispersión en Hispania es marítima, como prueban mapas
de hallazgos que se concentran en grandes ciudades de
la costa y penetran capilarmente hacia localidades del
interior, no llegando más allá de 50 km tierra adentro.
La concurrencia con talleres hispanos de sigillata establecidos siempre en el interior: Tricio en La Rioja, Granada, Andújar, Abella y Solsona en Cataluña y Bronchales en Teruel, seguramente impidió una distribución
más amplia. El pecio Culip IV ha demostrado la existencia de este comercio marítimo de sigillata sudgálica,
en este caso partiendo desde Narbo hacia uno de los
puertos de su área de influencia, Emporion, compartiendo carga con ánforas de aceite bético Dressel 20,
más de un millar de vasos de paredes finas también de
la Bética y otras mercancías menores.
Mármoles. A partir de época de Augusto, las ciudades costeras valencianas comienzan a monumentalizarse, utilizando mármoles y otras piedras calizas de
calidad para el revestimiento de edificios públicos y
mausoleos, tallar los repertorios decorativos de éstos,
realizar inscripciones conmemorativas o funerarias y en
menor medida esculturas de bulto redondo. A partir de
Augusto y durante los siglos I y II, llegaron todo tipo de
mármoles de diversas tonalidades, procedentes de los
lugares más lejanos del Imperio. Los mármoles blancos
eran importados sobre todo desde el puerto de Luni, situado junto a las canteras de Carrara en el norte de Italia; otros mármoles blancos usados aquí fueron los del
Pentélico y de la isla de Paros en el Egeo, junto a otros
de canteras hispanas difíciles de identificar.
Muestras de mármoles. [Fot. R. Cebrián]
Se utilizaron en monumentos públicos, religiosos y funerarios romanos del territorio valenciano. Todos son importados, excepto el de la cantera de Buixcarró (Barxeta, Valencia), de cierta calidad y belleza, que fue uno de los más
empleados.
Los mármoles de color que encontramos en el territorio valenciano, procedían de canteras del mar Egeo el caristium o cipollino; chium o portasanta; taenarium o rosso
antico y lacedaemonium o serpentino. De las costas de Turquía llegaba el Phrygium o pavonazzeto y de Túnez el Numidium o giallo antico.
Todos estos mármoles salían de puertos principales
como Nicomedia (Asia Menor), Pireo (Grecia), Ostia o
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Posible noray o pilón de amarre, hallado en las inmediaciones del Grau Vell (Sagunt). [Archivo SIP].
Por su peso y tamaño no debió estar muy lejos su lugar de uso, quizás en un muelle del establecimiento
portuario saguntino.
Luni, a menudo preparados para obras concretas y ya precortados por canteros en origen. La
importancia de este comercio hizo que durante
los siglos I y II las principales canteras del Imperio fueran pasando a propiedad estatal.
Su alto precio hizo que en las provincias occidentales a menudo se sustituyeran por calizas
locales, como la caliza gris de Sagunt o la bella
caliza marmórea de Buixcarró (Xàtiva).
Será en las ciudades más importantes como
Saguntum, Valentia, Lucentum o Ilici, donde encontremos una mayor cantidad y variedad de
mármoles importados, aunque su uso se reducirá preferentemente a finas placas para inscripciones (sobre todo funerarias), ya que las
piedras locales serán las destinadas a la construcción y embellecimiento de edificios públicos, mausoleos, aras, pedestales e inscripciones de carácter honorífico.
El siglo III y el Bajo Imperio. Es escasa la documentación de síntesis que disponemos sobre el comercio y los intercambios para esta época en nuestro territorio, sin embargo el estudio realizado
sobre los depósitos de ánforas en Ostia de las Termas del Nadador y de La Longarina refleja lo
que debió ocurrir; allí, desaparecen las exportaciones de vino hispano y hay una drástica reducción del vino galo a favor no de caldos itálicos, sino de otros que proceden del Egeo o el Norte de
África. El aceite ya no viene de la Bética, sino de Mauritania tingitana o de la Tripolitania.
Un reciente estudio sobre el conjunto de los recipientes anfóricos del Portus Ilicitanus, muestra
para esta época una actividad importante, siendo el vino la mercancía menos representada seguramente por el desarrollo de una viticultura local suficiente para el autoabastecimiento, pero no
para la exportación, como lo demuestra el hecho de que en el siglo III, la mayoría de talleres de ánforas vinarias valencianos conocidos, con excepciones como L’Almadrava en Dénia, han finalizado su actividad.
Los productos béticos y ahora también los lusitanos, siguen teniendo aceptación: el aceite bético,
escaso en el territorio valenciano, está presente durante el siglo III con las últimas ánforas Dressel 20
y sus sucesoras, Dressel 23, y son frecuentes los productos derivados del pescado, como delatan las
numerosas ánforas Almagro 50 y 51 que encontramos también más al norte en Valentia o en El Grau
Vell de Sagunt.
La gran capacidad productora y exportadora de las provincias romanas de Tripolitania y Mauritania Tingitana en estos momentos de crisis política y social del Imperio, se refleja en los envases del
Portus Ilicitanus con la presencia de ánforas de aceite tunecinas de los tipos Keay III a VII en el siglo
III y con envases más variados pero menos frecuentes para los siglos IV y V. Las importaciones de sa-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
lazones y salsas de pescado de procedencia africana son más escasas, al estar cubiertas casi en su totalidad por productos envasados en ánforas de la Bética. El puerto del Grau Vell de Sagunt, nos
ofrece un panorama semejante para el mismo período cronológico.
La vajilla de mesa y cocina importada está ahora representada por la Sigillata Africana A, que
aparece prácticamente en todos los yacimientos costeros o del interior de nuestro territorio que están
habitados durante los siglos II y III; lo mismo puede decirse de la cerámica africana de cocina, que
sustituye a la itálica en las postrimerías del siglo I, perdurando hasta el Bajo Imperio. Su transporte
fue necesariamente por mar, acompañando a cargamentos africanos de aceite o derivados de pescado procedentes de allí o bien de puertos principales de redistribución como Gades.
Los esporádicos pero constantes hallazgos subacuáticos de ánforas y otras cerámicas béticas y
africanas, en su mayoría descontextualizados en las costas valencianas entre Sagunt y Cullera, así
como los de Valentia, nos hablan de una relación comercial constante de las comarcas valencianas
con las romanizadas provincias africanas que se tratará más adelante en esta misma obra.
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LA PRODUCCIÓN MONETARIA
PERE P. RIPOLLÈS
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
La moneda fue un objeto conocido en nuestras tierras con anterioridad a la llegada de los romanos y en determinadas zonas costeras existió una incipiente economía monetaria. Arse fue la primera
ciudad ibérica valenciana que acuñó moneda, a partir de la segunda mitad del siglo IV a.C.; a lo
largo del III a.C. emitió una variada serie de denominaciones, entre las que destacan los hemióbolos
de plata que atestiguan que una parte de los servicios estaban monetizados y que con ellas se podían hacer pagos de reducida cuantía. La sociedad ibérica de Arse había llegado a esta situación
como consecuencia de los contactos con navegantes y comerciantes griegos y feno-púnicos del Mediterráneo occidental, de quienes aprendieron el uso de la moneda. En estas emisiones, los diseños y
el concepto mismo de moneda proceden del ámbito cultural greco-helenístico; la propia moneda y
su calidad muestran el elevado grado de organización social, política y económica que había alcanzado esta ciudad en una época temprana.
Durante los últimos años de la Segunda Guerra Púnica se fechan unas nuevas emisiones de dracmas de plata y de divisores de bronce de Arse y las primeras acuñaciones de plata de la ciudad ibérica de Saitabi. Unas y otras han sido puestas en relación con la financiación de los esfuerzos de guerra romanos, aunque ambas fueron cuantitativamente modestas, por lo que tuvieron escasa
incidencia en la masa monetaria que circulaba en la época, dominada esencialmente por la moneda
emporitana, cartaginesa y, en menor medida, por la romana. A pesar del corto período de tiempo
que hacía que los romanos estaban en la península Ibérica, en las acuñaciones de Arse y de Saitabi, se
observan, no obstante, algunos préstamos iconográficos romanos que revelan la rápida penetración
de su influencia.
En el caso de Arse, con una producción monetaria ya enraizada en la sociedad, pocos elementos
iconográficos se pueden relacionar con la influencia romana, de ellos la proa de nave elegida para
los divisores de bronce resulta ser el más notorio. Por lo que respecta a Saitabi la influencia romana
parece más sobresaliente, debido a que en su emisión de monedas de plata (didracmas, dracmas y
hemidracmas) el tipo de reverso fue directamente tomado de las emisiones de oro romanas de los
años 211-208 a.C. Quizás también podríamos proponer como influencia romana la metrología de las
monedas de plata en ambas ciudades, pues el peso medio de sus dracmas es de ca. 3,32 g, resultando
ser tres cuartos del peso de un denario.
La presencia de los romanos en Hispania tuvo unas consecuencias importantes para el desarrollo
de las culturas nativas y coloniales, tanto griegas como fenicio-púnicas, en tanto que mediatizó su
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Dracma pesada de Arse (Sagunto, Valencia). Fines del
siglo III a.C.
Después de haber sido liberada la ciudad por los romanos, Arse acuñó dracmas de plata con un peso más elevado que las anteriores, probablemente para adecuarlas al
denario romano, del que resultan ser tres cuartas partes.
posterior desarrollo y provocó en la población cambios forzosos de orden jurídico. Si bien en los dos
primeros tercios del siglo II a.C. la influencia romana sobre la producción monetaria de las ciudades
ibéricas valencianas fue poco apreciable, posteriormente se producirá una tendencia hacia la incorporación de modelos iconográficos, conceptos ideológicos y escritura latina.
La mayor parte de la producción monetaria de las ciudades ibéricas valencianas se produjo, pues,
durante el dominio romano de las provincias Hispanas, lo cual supone algún grado de intervención
romana en la puesta en marcha y desarrollo de estas emisiones, en cuestiones relacionadas con la autorización de las mismas y quizás en una posible orientación a la hora de la elección de los diseños
en algunas ciudades. Conviene señalar que de las cinco ciudades de nuestro territorio que acuñaron
moneda en esta época (cuatro ibéricas y una romana) sólo dos (Arse-Saguntum y Saitabi) tuvieron una
producción destacable y prolongada, ya que el resto (Kili, Kelin y Valentia) se caracterizó por su menor volumen de emisión y por su intermitencia.
La única ciudad que acuñó durante los primeros años del siglo II a.C. fue Arse y en sus monedas no
refleja ninguna influencia iconográfica romana, ya que mantuvo los diseños anteriores, como el retrato
de Heracles, el toro con rostro humano o sin él, el pecten y el delfín. No obstante, es probable que la
ciudad adaptara el peso de sus monedas de plata al peso del denario romano, pues con un peso medio
de unos 2,60 g, las dracmas seguían siendo de nuevo tres cuartos de aquél. No debe extrañar este proceder, pues es lógico que se busque una homologación y fácil conversión de ambos tipos de monedas.
La economía de las ciudades ibéricas valencianas comenzó a monetizarse con una mayor intensidad a partir del siglo II a.C., entendemos que como una lógica evolución del contexto mediterráneo
en el que se encontraban inmersas, aunque es evidente que el dominio romano contribuyó a potenciar este desarrollo, pues fue una sociedad con un creciente e importante nivel de monetización, favorecido por la necesidad de financiación de su aparato militar y estatal. Como consecuencia de la
Didracma de Saitabi (Xàtiva, Valencia). Fines del siglo III a.C.
Saitabi fue la segunda ciudad ibérica valenciana que se incorporó a
la acuñación de moneda; en el diseño del reverso muestra una clara
influencia romana al copiar el
águila de las monedas de oro romanas de los años ca. 211-208 a.C.
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LA PRODUCCIÓN MONETARIA • PERE P. RIPOLLÈS
Unidad de bronce de Kelin (Los Villares, Caudete de las
Fuentes, Valencia).
Hacia mediados del siglo II a.C., la estratégica posición de la
ciudad en la vía de penetración hacia el interior desde la
costa hizo que desde una fecha temprana conociera y utilizara la moneda. Sólo acuñó una emisión que se difundió en
un ámbito muy local.
progresiva ampliación de los intercambios en el seno de la sociedad ibérica valenciana, además de
las emisiones de plata y de bronce de Arse, hacia mediados de siglo se produjo la reanudación de las
acuñaciones de la ciudad de Saitabi, esta vez sólo en bronce, y la incorporación de Kelin y Kili, ambas
también en bronce. Posteriormente, poco tiempo después de la fundación de la ciudad de Valentia,
ésta también acuñó sus emisiones, facilitando a sus ciudadanos los pequeños intercambios y contribuyendo a la difusión del hábito monetario.
Todas las ciudades ibéricas valencianas, hacia mediados del siglo II a.C., utilizaron en sus unidades
mayores de bronce unos diseños similares, en el anverso una cabeza masculina, desnuda o diademada,
y en el reverso un jinete con lanza o palma, los cuales con el tiempo se convertirán por su enorme difusión en los diseños característicos del mundo ibérico y celtibérico. La uniformidad de diseños se ha intentado explicar de diversas formas, como una imposición o una sugerencia de las autoridades romanas o como una influencia libremente asumida de los tipos adoptados por las ciudades más
importantes sobre los centros emisores de menor rango. Los divisores también utilizaron en la mayor
parte de los casos tipos que no se pueden poner en relación directa con el mundo iconográfico romano
Otra característica común de las emisiones ibéricas valencianas de mediados del siglo II a.C., compartida con muchas otras cecas de la Citerior, fue el sistema de peso que siguieron. El patrón de peso
de las unidades de bronce oscila entre los 13,23 g de Arse y los 9,40 g de Kelin. Las ligeras variaciones
de peso tienen una importancia relativa teniendo en cuenta que las emisiones de bronce estaban destinadas a circular en el ámbito local de la ciudad, por lo que lo único importante era la coherencia interna del sistema monetario. Sin embargo, a pesar de que la moneda de bronce tuvo un propósito y
una circulación local parece que existió una tendencia, libre o inducida por las autoridades romanas, a
uniformizar la producción monetaria de las diversas ciudades, con el propósito de hacerla compatible
entre sí, lo cual explicaría no sólo el uso de diseños similares sino también de los pesos.
Unidad de bronce de Kili. Hacia mediados
del siglo II a.C.
Sus acuñaciones siguen el modelo de las monedas de Saitabi y de Arse; esta circunstancia y la dispersión de sus hallazgos permiten
situarla en la zona de la Hoya de Buñol.
133
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
A partir del último tercio del siglo II a.C., coincidiendo con la reciente fundación de la ciudad romana de Valentia, comenzó a hacerse más visible la
influencia cultural romana sobre la producción de
las ciudades ibéricas valencianas. Esto se aprecia en
la producción monetaria de Arse en la adopción de
los diseños más habituales del repertorio iconográfico monetal romano para sus unidades mayores de
bronce, ya que para el anverso se eligió el retrato de
Roma de los denarios y para el reverso la proa de
nave que fue el reverso característico del bronce romano. Estas piezas se acuñaron con un peso medio
superior, unos 20-21 g, lo cual las hizo prácticamente canjeables con una paridad presumiblemente
similar a la moneda de bronce romana.
Unidad y media/as de bronce de Arse-Saguntum (Sagunto, VaLa fundación de la ciudad romana de Valentia,
lencia), acuñado en ca. 130-72 a.C. [Numag-CN 2/3/2001, 296].
en el año 138 a.C., debió tener una incidencia sobre
La elección de diseños netamente romanos y el uso del lalas ciudades y asentamientos indígenas del entín en la leyenda del anverso reflejan los cambios sociales
torno que es difícil de valorar, porque si bien es
y culturales que ya se habían producido en estos años en
la ciudad.
verdad que sus primeros pobladores fueron veteranos del ejército romano, de origen itálico, según
sugieren los nomina que conocemos a partir de las
leyendas monetales, no es menos cierto que Arse
era ya en esos momentos una ciudad muy desarrollada y con un denso bagaje cultural y económico.
La producción monetaria de Valentia fue la única
que puede conceptuarse como romana de entre la
que se realizó en nuestro territorio durante los siglos II - I a.C.; tomó sus diseños de la moneda romana de plata, la cabeza de Roma para el anverso
y un caduceo sobre un haz de rayos en el reverso.
Se trataba de diseños que formaban parte de su
acerbo cultural itálico, mediante los cuales pudieron manifestar su vinculación con diversos miembros la gens Fabia, bajo cuyas órdenes habían estado luchando en las guerras lusitanas antes de ser
desmovilizados y asentados en Valentia. La producción monetaria de Valentia no fue especialmente voluminosa, pues se sitúa por detrás de la
que efectuó Arse y de Saitabi, pero a buen seguro contribuyó de forma sustancial a la fluidez de los
intercambios cotidianos. Tres son las emisiones que se conocen, emitidas cada una de ellas por un
par distinto de magistrados, identificados como cuestores.
En Arse, a la influencia romana que se manifiesta en los diseños, pronto se sumó la aparición de
leyendas latinas en las que se mencionan a presuntos magistrados con onomástica romana. También
de capital importancia fue la indicación del nombre latino de la ciudad, Saguntum, porque ello atestigua un progreso en las instituciones por parte de la sociedad italo-romana que habitaba en el territorio de Arse. Con toda probabilidad, la población italo-romana allí asentada y los contactos con Italia propiciaron estos cambios.
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LA PRODUCCIÓN MONETARIA • PERE P. RIPOLLÈS
Cuarto de bronce de Arse-Saguntum (Sagunto,
Valencia), acuñado por MA y MB, en ca. 7240/30 a.C. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Divisores como éste, con valor de un cuarto
y con los mismos diseños en anverso y reverso, fueron muy acuñados a lo largo de los
siglos II y I a.C. y significaron la popularización del uso de la moneda. Su romanización
se manifiesta en la aparición de magistrados
con onomástica romana.
Unidad de bronce bilingüe de SAETABI-saiti (Xàtiva, Valencia). Mediados del siglo I a.C.
Las emisiones bilingües suponen un claro testimonio del
progreso de la latinización de la sociedad ibérica, aunque el
mantenimiento de los diseños habituales muestra todavía
el importante peso de sus tradiciones culturales.
As de Valentia (Valencia). Fines del siglo II o inicios del I a.C. [Estocolmo, Royal Coin Cabinet].
La producción monetaria de Valentia fue la
única del territorio valenciano que puede
conceptuarse como romana durante los siglos II-I a.C.; tomó sus diseños de los denarios
romanos acuñados por Q. Fabius Maximus.
A mediados del siglo I a.C. la producción monetaria de las ciudades valencianas se romanizó todavía más, dentro de una lenta pero imparable evolución hacia la adopción de modos de vida romano. Arse-Saguntum continuó siendo la ciudad indígena valenciana que más estaba asimilando los
usos y costumbres romanos, pues fueron precisamente las monedas las que, a mediados del siglo I a.C.,
publicitaron la obtención del estatuto jurídico de colonia latina y documentan la edilidad como una
magistratura de gobierno de la ciudad; se cerró con ello más de siglo y medio en el que Arse-Saguntum ostentó el estatuto jurídico de ciudad federada.
La romanización progresó de forma más lenta en el resto de ciudades ibéricas. En las dos que todavía acuñaban moneda, Saitabi y Kili, la influencia romana en sus emisiones se manifestó hacia mediados del siglo I a.C., pero sólo en la latinización de sus topónimos, pues los diseños de anverso y
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Unidad de bronce bilingüe de GILI-kili. Mediados del siglo I a.C. [Museo de Prehistoria
de Valencia]
Esta emisión comparte muchas características con las monedas bilingües de Saetabi,
lo cual denota una proximidad geográfica
y un similar progreso de la latinización.
reverso se mantuvieron inmutables. Fue entonces cuando en Saitabi se acuñó una emisión con la leyenda latina SAETABI en anverso y la ibérica saiti en reverso; la misma estructura de acuñación presenta Kili, con la leyenda latina GILI en anverso y la ibérica kili en reverso.
Durante los últimos años del período republicano, la desaparición de los rasgos de identidad de
las ciudades indígenas y el cese de la emisión de Saitabi y de Kili coincidió con importantes transformaciones en el estatuto jurídico de algunas ciudades. De todas ellas, sólo dos acuñaron durante la
época imperial, Saguntum e Ilici. Las diferencias entre ambas fueron importantes, por lo menos al
principio, ya que mientras Saguntum tardó en adaptarse al modelo iconográfico de la moneda provincial (hasta el reinado de Tiberio no utilizó el retrato del emperador), en Ilici las acuñaciones se
ajustaron desde el inicio al modelo de acuñación romano.
La sociedad de Saguntum, después de un corto período en el que ostentó el estatuto de colonia,
durante el reinado de Augusto obtuvo el de municipio que mantendrá a lo largo de toda la época
imperial. Durante el reinado de este emperador emitió unas pocas emisiones que no habían sido
atribuidas a esta época debido a la ausencia del retrato imperial. Con toda seguridad pertenecen al
reinado de este emperador las acuñaciones a nombre de los magistrados L. Sempronius Vetto y
L. Fabius Post. en las que se menciona explícitamente la condición de municipio. Las características
políticas y sociales de la ciudad en ningún momento alentaron la posibilidad de realizar cambios en
los tradicionales diseños de sus monedas, por lo que no se adoptó el modelo de acuñación provincial, consistente en el uso del retrato del emperador en el anverso, rodeado con una leyenda que lo
identifica, y en el reverso una figura con un significado local, acompañada del nombre de la ciudad
emisora y, en muchas ocasiones, del tipo de estatuto jurídico que tenía.
Durante la época de Augusto se acuñó en Saguntum una rara emisión en la que en anverso se
muestra a Neptuno y en reverso a una Victoria sobre una proa de nave, acompañada de la leyenda
Π ΠΟΛ, para la que nosotros proponemos su desarrollo como ΣΑΓ[ΟΥΝΤΟΝ] ΠΟΛ[IC]. La mayor parte de los
hallazgos esporádicos conocidos de estas monedas se localizan en el territorio de Saguntum, lo cual,
unido a que los diseños del reverso son una variación de los que se habían estado utilizando hasta
ahora y a la verosimilitud del desarrollo de la leyenda, nos ha llevado a proponer su origen saguntino
a pesar de que la leyenda sea griega, pues una de las características de la población de Arse-Saguntum
fue su diversidad y heterogeneidad, propias de una ciudad comercial y abierta al Mediterráneo.
Las emisiones de Saguntum del reinado de Augusto no mencionaron el tipo de magistratura que
desempeñaron las personas que figuran en ellas; sin embargo, las emisiones posteriores sí que lo hicieron y sugiere que con el cambio de estatuto jurídico de colonia a municipio también se modificaron las magistraturas de gobierno de la ciudad o por lo menos las que se ocuparon de la fabricación
de la moneda. Mientras Saguntum fue una colonia las emisiones monetarias fueron controladas por
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LA PRODUCCIÓN MONETARIA • PERE P. RIPOLLÈS
los ediles, sin embargo, en las emisiones realizadas durante el reinado del emperador Tiberio el control lo detentaron los duunviros y en una pequeña porción los ediles, dando la impresión que el
duunvirato fue una magistratura más importante que el edilato. En consecuencia, todo parece indicar que con el cambio de estatuto jurídico de la ciudad también se cambió el tipo de magistraturas
de gobierno, aun cuando las funciones pudieran ser sustancialmente las mismas.
Durante el reinado de Tiberio, Saguntum sólo acuñó una emisión de moneda, que fue controlada
esencialmente por los duunviros, a cuyo nombre se conocen dupondios (?), ases y semis. Fue una
emisión importante desde el punto de vista del volumen de monedas emitidas y se adaptó de forma
canónica al modelo de moneda de época imperial, ya que el anverso que había estado siempre ocupado por una divinidad protectora de la ciudad, normalmente una figura femenina galeada, ahora
muestra al emperador Tiberio, convertido en el nuevo protector. En el reverso mantuvo su atracción
por los diseños de carácter marino, pues para los dupondios (?) continuó representando una proa de
nave, pero en este caso más compacta para permitir la existencia de una leyenda circular, y para los
ases y semis se eligió una nave de guerra tomada del modelo que se utilizó en los denarios romanos
acuñados por M. Antonio en los años 32-31 a.C.
Una característica habitual de los ases de Tiberio es la elevada cantidad que se contramarcaron. Tres
son los punzones que más se atestiguan sobre estas piezas, MS, CR y DD; de ellos el que más destaca numéricamente es DD, ya que lo encontramos aplicado sobre un 83 % de las monedas que se han conservado. Estas contramarcas proporcionaban una información complementaria y, aunque de algunas podemos saber el desarrollo de las abreviaturas, se desconoce la razón y el propósito que tuvieron.
La segunda ciudad localizada en el territorio valenciano que acuñó moneda en los últimos decenios
del siglo I a.C. y en los inicios del período imperial fue Ilici. Con anterioridad a su transformación en una
colonia, Ilici fue una importante ciudad ibérica que curiosamente nunca dispuso de moneda propia,
aunque los hallazgos en la ciudad y en su territorio atestiguan que fue ampliamente utilizada.
A partir de la década de los años cuarenta, cuando Ilici ya había obtenido el rango de colonia, acuñó
una emisión de semis, a nombre de los duunviros C. Salvius y Q. Terentius Montanus, que muestra en el
anverso un simpulum y en el reverso unas manos apalmadas. Poco después puso en circulación otras dos
a nombre del emperador Augusto; con ellas Ilici siguió el modelo de acuñación provincial romana con el
retrato del emperador en el anverso, mientras que en el reverso mostró en una de ellas un águila y un vexillum entre dos insignias, en clara alusión al origen militar de los colonos allí asentados, y en la otra un
templo de estructura netamente romana. Las tres primeras emisiones se caracterizan por estar formadas
sólo por semis, lo cual denota la intención de cubrir sólo las necesidades de moneda fraccionaria para pagos de escaso nivel. Los duunviros fueron los magistrados encargados del control de su acuñación.
As del municipio Saguntum (Sagunto, Valencia). 14-37 d.C.
Después del reinado del emperador Tiberio
el municipio romano de Saguntum no volvió a emitir moneda; desde ese momento
toda la moneda nueva utilizada en la ciudad procedió de la producción que se llevó
a cabo en ciudades provinciales y talleres
imperiales.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
v
138
As de bronce de la colonia Saguntum (Sagunto, Valencia). Hacia mediados del siglo I a.C.
La datación de ésta y de otras piezas que mencionan a los aed(iles)
col(oniae) en la leyenda del anverso
permiten conocer que Arse-Saguntum obtuvo el estatuto jurídico de
colonia latina hacia mediados del
siglo I a.C.
v
Semis de la colonia Ilici (Elx, Alicante). Reinado del emperador Augusto (27 a.C.-14 d.C.). [SIAM].
Ilici y Saguntum fueron las únicas
ciudades valencianas que acuñaron monedas en época imperial.
Las primeras emisiones de esta colonia se caracterizaron por estar
formadas sólo por semis, lo cual
denota la intención de utilizarlas
para cubrir las necesidades de moneda fraccionaria para pagos de
escasa cuantía.
A lo largo del reinado de Tiberio, Ilici realizó tres emisiones que pusieron en circulación un volumen de monedas netamente superior al que se había acuñado previamente. Ahora, además de semis
también se acuñaron ases de cobre, denotando la necesidad de moneda con un mayor poder adquisitivo, debido no sólo a la expansión de la economía monetizada, sino también a una presumible elevación de los precios. Los diseños continuaron remitiendo de forma directa al mundo cultural romano, al mostrar en los reversos enseñas militares, altares y dos personas togadas dándose la mano.
Después del reinado del emperador Tiberio ninguna ciudad romana localizada en el territorio valenciano emitió moneda, a pesar de que con Calígula ocho ciudades hispanas lo hicieron. De este
modo, después de ca. 37 y a lo largo de toda la época imperial la moneda nueva utilizada en el territorio valenciano procedió en su totalidad del exterior; en la época de los visigodos se volvieron a retomar las acuñaciones, pero sólo en dos ciudades, Valencia y Sagunto.
En los primeros tiempos del reinado de los visigodos el territorio valenciano estuvo dividido entre los visigodos y los bizantinos; los primeros dominaron la parte norte y los segundos la sur; la delimitación de ambas áreas es confusa, aunque la zona fronteriza debió estar por debajo de Valencia y
por encima de Cullera. Desde el año 624 Suintila anuló definitivamente el dominio bizantino en las
tierras valencianas, quedando a partir de entonces incorporado en su totalidad al reino visigodo.
Poco se puede decir sobre el dominio bizantino de las ciudades valencianas, salvo que parece que
fue superficial y efímero.
En el territorio valenciano sólo dos ciudades visigodas, Sagunto y Valentia, acuñaron moneda, a
pesar de que se tiene constancia de la existencia de obispados en Valencia, Xàtiva, Dénia, Elda y Elx.
Sus acuñaciones fueron poco importantes como se deduce de la rareza de las piezas conservadas y
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LA PRODUCCIÓN MONETARIA • PERE P. RIPOLLÈS
hasta hace muy poco tiempo se tenía la impresión de que la producción de ambas ciudades pudo ser
alternativa, ya que no se conocían emisiones de un mismo monarca en cada una de ellas; sin embargo, un triente inédito, acuñado por Égica y Witiza en Sagunto, dado a conocer recientemente, sugiere que se trata de ciudades que acuñaron de forma paralela y revela la importancia de Sagunto
como ciudad a pesar de no ser sede episcopal y de la escasez de datos sobre su historia en esos años.
La moneda que acuñaron estas ciudades fue el triente de oro, que correspondía a un 1/3 del solidus aureus acuñado por Constantino, con un peso teórico de 1/72 monedas por libra romana, unos
1,516 g, aunque los pesos reales están por debajo. Los trientes, por ser de oro y por el reducido volumen de acuñación, tuvieron un elevado valor como lo demuestra el que con tres piezas una persona
de nivel medio podía cubrir las necesidades alimenticias durante todo un año.
Las emisiones visigodas de la antigua ciudad de Sagunto se realizaron a nombre de tres monarcas: Gundemaro (609-612) (✠ GVNDEMARVS REX), Sisebuto (612-621) (✠ SISEBVTVS REX) y Égica y Witiza
(698-702) (✠ [I ]INM. N EGICA REX y ✠ VVITIZA REGES).
El diseño monetal es el mismo en las acuñaciones de los dos primeros y en ambas caras: el busto
del monarca de frente, con fíbula en el hombro izquierdo. El nombre de la ciudad aparece en el reverso de las acuñaciones de ambos monarcas con la forma SAC.VNTO IVSTV, que Miles consideraba
que ya sería la forma aceptada de su topónimo, aunque corresponda al ablativo de Saguntum.
Para las acuñaciones de Gundemaro y Sisebuto, y para las de Suintila de Valencia, se ha propuesto un origen militar, para financiar las tropas que se encontraban en esta zona defendiéndola de
los bizantinos, a los cuales Suintila consiguió expulsar definitivamente.
La última ocasión en la que Sagunto acuñó moneda fue durante el reinado conjunto de Égica y
Witiza. Los diseños varían sustancialmente y también la forma como se menciona a la ciudad. En el
anverso se muestran dos bustos enfrentados, con una cruz entre ellos, mientras que en el reverso se
representa un monograma cruciforme con las letras S-C-V-N-T-O, con la V intercalada.
El número de monedas que se conservan de la producción llevada a cabo por estos tres monarcas
es muy escaso, ya que del primero sólo se conoce una pieza, del segundo dos y del tercero una. De
momento es difícil valorar esta rareza por ser el oro un metal que ha sido muy reciclado a lo largo de
toda la historia, pero sugiere que el volumen de monedas que la ceca de Sagunto puso en circulación
fue escaso.
Por lo que se refiere a la ciudad de Valentia, ésta fue ocupada por los visigodos durante el reinado
de Eurico (466-484), ya que se sabe que en el año 506 había llegado a dominar Tortosa. En años pos-
Triente de Suintila (621-631), acuñado en Valentia (Valencia). [Universitat de València].
Las emisiones visigodas en las
ciudades valencianas, tanto las de
Valentia como las de Sagunto, fueron de escaso volumen según se
deduce de la rareza de los ejemplares conservados. La moneda
acuñada fue el triente de oro, que
correspondía a un 1/3 del solidus
aureus constantiniano, con un peso
teórico de 1/72 monedas por libra
romana, unos 1,516 g. aproximadamente.
139
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
teriores acuñó trientes de oro durante los reinados de Suintila (621-631), Chintila (636-639), Égica
687-702) y de Égica y Witiza (698-702). Los epítetos que se atribuyen a la ciudad son los de IVSTV en
las emisiones de Suintila y de P(I)VS en las de Chintila y Égica.
Los diseños fueron variados. Las acuñaciones de Suintila y de Khintila muestran un busto de
frente, con diferentes tipos de manto; las piezas de Égica utilizan en anverso un busto de perfil a derecha y en el reverso una cruz sobre tres peldaños; y, finalmente, las monedas de Égica y Witiza se
muestra en el anverso un cetro entre bustos enfrentatos y en el reverso un monograma cruciforme
con las letras V-N-T-A.
Las piezas acuñadas en Valencia por los cuatro monarcas mencionados fueron bastante escasas,
como en Sagunto, según se desprende de la reducida relación de monedas conocidas, una de Suintila, dos de Chintila y de Égica, y una del reinado conjunto de Égica y Witiza.
Las dos monedas que se conocen a nombre de Leovigildo, con leyenda VALENTA, se consideran
falsificaciones, una más antigua, del siglo XVII, y otra más reciente a partir del dibujo que de la primera publicó Heiss, en 1872.
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LA CIRCULACIÓN MONETARIA
MANUEL GOZALBES
Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia
LA MONETIZACIÓN DEL TERRITORIO VALENCIANO
La Segunda Guerra Púnica supuso en nuestras tierras el comienzo de una disponibilidad efectiva
de monedas y que éstas comenzasen a utilizarse habitualmente como medio de pago. Hasta el inicio
del conflicto, el dinero en forma de moneda había sido poco común; en los intercambios se habían utilizado el trueque y otras formas como la plata en bruto, de la que conocemos recortes y fragmentos informes. Aunque sabemos de algunos hallazgos monetarios anteriores al conflicto, fechables entre ca.
475 y el 237 a.C., son relativamente escasos y cubren un período demasiado prolongado que no permite
hablar de una monetización significativa del mundo ibérico. Se trata fundamentalmente de monedas
griegas de Emporion, Massalia o Sicilia de los siglos V-IV a.C., cartaginesas del siglo III a.C., o de las modestas y pioneras emisiones de Arse que sólo llegaron a conocerse en su entorno más inmediato.
Con el inicio del conflicto llegaron a la península Ibérica dos potencias fuertemente centralizadas
que reunían los requisitos necesarios para llevar a cabo acuñaciones a gran escala. Durante la guerra, los
soldados cobraron con unas monedas que luego utilizaron para pagar los bienes y servicios que consumían en sus relaciones con la población local. Aunque continuaban existiendo otras formas de intercambio o de dinero, la situación propició que mucha gente se habituase rápidamente a la utilización de monedas. Una de las ventajas que incorporaba el uso de las monedas era que tenían un valor garantizado
por la autoridad emisora. Sin embargo, al principio no se obtuvo una confianza total de los usuarios, ya
que encontramos muchas piezas de plata cizalladas con la intención de comprobar su composición metálica. Esto demuestra que la confianza en la calidad de las piezas no era total y que la moneda o sus
fragmentos mantenían su valor después de la comprobación; la plata era un metal apreciado y la importancia de su forma resultaba secundaria. El caso de las monedas de bronce fue diferente y su generalización más novedosa, ya que su carácter más fiduciario implicaba que su valor en circulación era una convención aceptada por todos a partir de un valor intrínseco muy reducido.
Para saber qué monedas se manejaron en nuestras tierras durante la Segunda Guerra Púnica lo
mejor es analizar la composición de los abundantes tesoros que se perdieron en aquellos años fruto
de la inestabilidad reinante (Orpesa, Cheste, Plana de Utiel, Villares, Moixent, Vallada y La Escuera).
En ellos vemos que aparecen fundamentalmente monedas de Emporion, Arse, Massalia y dracmas de
imitación ampuritana, junto a las piezas hispano-cartaginesas y romanas. El sistema monetario
griego de Emporion o Massalia era diferente del hispano-cartaginés y del romano, y por ello durante
algunos años la masa monetaria fue muy heterogénea tanto en lo que se refiere a la plata como al
[page-n-143]
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Torreblanca. Cómodo Qiie
Orpesa. fin. sHI 8 C
611
Bomol.ca 75a.C áll
Les Alqueries, 265 d. C
Benicató, 253·260 d
e
Horta Seca. 82 d.C . .
Almenara, 266 de
&
Romeu. 238 d. e
a
e
~ Edeta, 44 a.
LLfRIA "'LUria, pnnc1p1os S. 111 d.C
<ó> Partida de Mura. 301 d C
4tlt
~18. fin s 111 a C
&
•
Alaquas, Tra¡ano
a
gel Sagunt. mediados s./1 a.C
o el Salvador, 77 a.C
VALENCIA G el Roe Chablls, 270 d. C
G el Avellanes, pnncipfos s. V d.C
o ·en la ciudad'. Gordiano
Ceatilblanques, 44 a.C
Jalanc&, 199-tTOa.Ciift¡
-
Vallada, /in. s 111 a. e?
Molxent, lln. s.II/8.C
&
&
Benosueno. Honono
Pedreguer, s 1/a.C
&
Monlfort B. ca 388 .
eatxapets, 101 a e
1l8-
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Fonteta del Sarso Crevollent, 100 8 C
La Escuera, 1/n. s 111 a.
ELX
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P=
Q
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&& Dlanlum, 240d.C
Tossal de Manoses. Cómodo
La Coronela, s./1·1 a.C
L'Aicudia, 406 d.C
S ILICITANUS
~ ~~f'/b
Q
TESOROS DE ORO
g
TESOROS DE PLATA
8
0
TESOROS SIN DETERMINAR
TESOROS DE BRONCE O VELLÓN
[page-n-144]
LA CIRCULACIÓN MONETARIA • MANUEL GOZALBES
Denario de Q. MAX. Roma, 127 a.C. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Con la llegada de los romanos los denarios
se convirtieron en la moneda común de
plata. La ceca de Valentia tomó como modelo para sus emisiones la cornucopia que
aparece en el reverso de este denario.
bronce. Al principio de la guerra los romanos acuñaban en plata quadrigati (6,8 g), para pasar poco
después a fabricar denarios de 4,5 g, y victoriatos de 3,4 g que al final del conflicto habían rebajado
su peso hasta los 3,9 y 2,4 g respectivamente. Todas estas piezas llegaron a tierras valencianas. A pesar de la diversidad, todas las monedas debían aceptarse con facilidad, ya que hasta el momento no
había existido en nuestras tierras un sistema monetario propio (con la única excepción de Arse) y
por tanto la posible rigidez de esta situación no era conocida. Al final del conflicto los diferentes sistemas se habían aproximado en alguna medida, pero de poco sirvió ya que el romano fue el que finalmente se impuso como sistema de los vencedores.
EL PERÍODO REPUBLICANO
Las tierras valencianas quedaron incluidas dentro de la Hispania Citerior y por tanto en un contexto monetal plenamente romano. Ello supuso que Roma debía abastecer las necesidades y salarios
de las fuerzas de ocupación en un nuevo territorio, que todavía no estaba completamente controlado. Los levantamientos y resistencia de los iberos durante los primeros años del siglo II a.C. demuestran que la integración no fue inmediata. No obstante, ello no impidió que la población autóctona utilizase la moneda romana como medio habitual de pago si podían disponer de ella. El
hallazgo de ases romanos y de un denario forrado en el fortín ibérico del Puntal dels Llops (Olocau,
Valencia), cuya cronología no supera el 180-175 a.C., muestra esta actitud. En el tesoro de denarios
romanos de Jalance (Valencia), perdido durante estas primeras décadas de ocupación, resulta interesante comprobar que junto con las monedas se guardaron los recortes y fragmentos de plata en
bruto que todavía funcionaban como forma de dinero habitual.
A finales del siglo II a.C. el circulante estaba formado por ases y denarios romanos y por denarios y
una gran diversidad de bronces ibéricos de viejos y nuevos talleres. Las ciudades valencianas que acuñaron moneda cubrieron con ella sus necesidades a muy diferente nivel, como muestran los casos de ArseSaguntum (64%), Saitabi (66%), Kelin (18%) o Valentia (8%). En el resto del territorio sus monedas se mezclaban con las de otros talleres de la zona catalana, andaluza, o más tarde de las cecas del valle del Ebro.
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Los hallazgos de monedas de los siglos II-I a.C. en Kelin muestran un panorama en el que predominan las piezas acuñadas por la propia ciudad, junto a las que aparecen numerosos ejemplares de
Kili, Valentia, Arse-Saguntum, Kese o Cástulo y de muchos otros talleres ibéricos. Las monedas romanas de bronce también están presentes en cantidades significativas.
Mapa de los tesoros de moneda romana encontrados en tierras valencianas. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
143
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144
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Entre las monedas valencianas, las más abundantes fueron las de Arse-Saguntum, que cubrieron las necesidades de
buena parte de nuestro territorio. La influencia del taller fue
muy significativa en un radio de unos 100 km, y resulta interesante constatar como en Valentia abundaban sus divisores
de bronce, mientras que a Sagunto llegaban monedas de la lejana Saitabi y no de la cercana Valentia. La plata acuñada por
Arse jugó también un papel importante tal y como se comprueba a partir de los tesoros de Vall de Almonacid o de la
c/Sagunt de Valencia.
Tesoro de Jalance (Valencia). Comienzos del siglo II a.C.
El tesoro incluye junto a denarios romanos,
los fragmentos y recortes de plata en bruto
que todavía se utilizaban como dinero en los
intercambios.
Durante la segunda mitad del siglo II a.C. y hasta el final de
las guerras sertorianas en el 72 a.C., las emisiones ibéricas fueron especialmente abundantes y aportaron una gran diversidad
a la masa monetaria valenciana. Tesoros ocultados durante estos años son el tesoro castellonense de Borriol, formado por
bronces ibéricos y los alicantinos de Catxapets y Fonteta del
Sarso (Crevillent) compuestos exclusivamente por denarios republicanos y cuyos ejemplares más recientes se fechan respectivamente en los años 101 y 100 a.C. Los abundantes denarios
ibéricos acuñados a principios del siglo I a.C. en el valle del
Ebro no llegaron a territorio valenciano, que se nutría casi exclusivamente de la plata romana. En relación con las guerras
sertorianas, contamos con el conjunto de denarios romanos de
la c/Salvador de Valencia, que parece estar directamente relacionado con la lucha librada en la ciudad hacia el 75 a.C. Pocos
años más tarde, las guerras cesarianas provocaron la pérdida
de los tesoros de Edeta y Castilblanques, también formados con
plata romana. Vemos pues, que en el siglo I a.C. la moneda en
circulación en tierras valencianas era romana, exclusivamente
en el caso de la plata, mientras que en el caso del bronce se
mezclaba con las abundantes emisiones ibéricas.
LA ESTABILIDAD DEL SISTEMA ALTOIMPERIAL
As republicano procedente del Puntal dels
Llops (Olocau, Valencia). Hacia 211 a.C. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Durante la república la plata que circuló en
tierras valencianas era casi exclusivamente
romana. El bronce al principio llegó en cantidades significativas, pero no tardó en verse
acompañado y sustituido por las diversas
emisiones ibéricas.
Tras la reforma monetaria de Augusto cambiaron muchas cosas. En bronce se reorganizó la producción y se pusieron en funcionamiento numerosos talleres locales en las provincias, que en
el caso de Hispania mantuvieron su actividad sólo hasta el reinado de Claudio. Ilici y Saguntum fueron las únicas cecas valencianas que acuñaron moneda y sus habitantes se nutrieron en
buena medida de esta producción. Sin embargo con ella no se cubría más que una pequeña parte de las necesidades de moneda
de la costa valenciana, que fue cubierta también con la producción de otras ciudades hispanas, fundamentalmente del valle del
Ebro y de la costa mediterránea. Junto a estas producciones el papel jugado por las emisiones de la ceca de Roma fue mas bien
modesto, al situarse en una media próxima al 15%.
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LA CIRCULACIÓN MONETARIA • MANUEL GOZALBES
Tesoro de Castilblanques. Segunda
mitad del siglo I a.C. (Cortes de Pallás, Valencia).
Pulsera formada por denarios pertenecientes a un tesoro perdido durante
las guerras cesarianas, y que junto al
conjunto de Llíria, pone de manifiesto
la inestabilidad del período.
Los bronces que circulaban, tenían ahora un carácter propagandístico imperial y la temática de
las emisiones provinciales hispanas otorgaba una personalidad un poco más local al circulante. Este
contexto monetario se mantuvo vigente hasta el final de la dinastía julio-claudia, porque a mediados
del siglo I ya no se acuñaba moneda en Hispania. A partir de entonces la tendencia fue la progresiva
desaparición de estas emisiones autónomas entre el circulante y la paulatina integración en un contexto monetal producido casi íntegramente en Roma. Esta situación, en la que la moneda de oro, la
de plata y la de bronce tenían el mismo origen, se mantuvo plenamente vigente hasta mediados del
siglo III. Los hallazgos relacionados con este contexto altoimperial son de monedas de oro (tesoro de
Torreblanca), de plata (tesoros de Llíria y Alaquàs) y de bronce (tesoros de Horta Seca, Romeu de Sagunt y Dianium). Entre todos ellos destaca el tesoro de Llíria, compuesto por más de 6.000 denarios,
acuñados entre el último tercio del siglo I y comienzos del siglo III.
EL VELLÓN Y LAS REFORMAS
A mediados del siglo III tuvo lugar un importante cambio en el sistema monetario romano, que
desembocó en una práctica desaparición de las monedas de plata y de bronce. Tras unos años de
convivencia, la moneda acuñada durante los siglos I-III fue reemplazada por ‘antoninianos’ o ‘radiados’ de vellón que se fabricaban con una mezcla que tenía mucho cobre y poca plata. La transición
entre ambos sistemas se comprueba en el tesoro del Mas d’Aragó (Castellón), cuya excepcionalidad
radica precisamente en su formación mixta de los antiguos sestercios y los nuevos antoninianos.
As de Celsa (Velilla de Ebro, Zaragoza) del 44-35 a.C procedente de Carlet. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Durante las primeras décadas del siglo I la mayor parte del
bronce en circulación procedía de los talleres hispánicos que
funcionaron entre los reinados de Augusto y Calígula.
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146
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sestercio de Nerón de los años 64-66 procedente de Manises (Valencia).
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Con Nerón ya no se acuñaba moneda en Hispania, que se abasteció desde
aquel momento y hasta mediados del siglo III, casi exclusivamente de la
producción del taller de Roma.
Durante estos años comienzan a funcionar nuevas cecas en diferentes lugares del imperio, asociadas generalmente a un abastecimiento del
ejército en zonas fronterizas, iniciando una tendencia a la descentralización de la producción que tenderá a aumentar y que ya no se abandonará.
Los tesoros castellonenses de Les Alqueries, Almenara y Mas d’Aragó contienen entre un 24% y un 56% de monedas acuñadas en la zona de Siria, mostrando que aquí abundaron unas piezas de origen muy remoto por primera vez en nuestra historia monetaria. Las luchas relacionadas con la
usurpación de Póstumo en la Galia, y su paso a Hispania, producido
durante el reinado de Galieno, pudieron ser la causa directa de la pérdida de estos conjuntos.
Poco después los antoninianos de Claudio II, que sólo reinó durante
dos años, son los protagonistas de un panorama similar, protagonizando
un circulante que conocemos gracias al tesoro de la c/Roque Chabás de Valencia y a los numerosos hallazgos esporádicos de monedas de este emperador. La calidad del vellón había disminuido muy rápidamente y hacia el 270 las
imitaciones eran muy abundantes. Entre los antoninianos del Grau Vell de Sagunt, el 37% son irregulares, aunque debemos tener presente que en ocasiones resulta complicado establecer un límite entre lo
oficial y la imitación. Al igual que sucedió en muchas otras partes del imperio occidental, el tipo más
común entre las producciones irregulares fue el de las monedas póstumas de Claudio II.
El descenso de calidad en la producción estatal fue muy notable y por ello las imitaciones se habían integrado con facilidad en el circulante. La moneda oficial intentó
recuperarse y las imitaciones se hicieron menos habituales, lo que propició quizás
en alguna medida que se mitigasen las pérdidas de unas monedas más cuidadas.
Los intentos de recuperación tuvieron poco éxito, y finalmente el sistema monetario fue reformado por Diocleciano, creándose los nuevos folles y sus divisores radiados. Los hallazgos esporádicos de estas monedas de finales del
siglo III y principios del IV son relativamente escasos, tal y como se comprueba en el Grau Vell donde los ejemplares del 284-313 suponen sólo
un 1,63% sobre el total. Conocemos también de estos años dos depósitos monetales muy modestos como son el de la Partida de Mura (5
piezas) y el del Portus Ilicitanus (7 piezas). Entre las cecas imperiales
aparecen ahora como destacados los ejemplares procedentes de Roma,
Ticinum, Carthago y Cyzicus. El cierre de la ceca de Carthago en el 311
impidió que continuase siendo una de las principales abastecedoras de
moneda de la península Ibérica durante el resto de la centuria.
Tesoro de Llíria (Valencia). Inicios del siglo III. [Fot. V. Escrivá].
Formado por más de 6.000 denarios, acuñados entre los reinados de Nerón y Caracalla,
es uno de los tesoros más importantes que se conocen de época romana.
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LA CIRCULACIÓN MONETARIA • MANUEL GOZALBES
LAS PECULIARIDADES DEL BAJO IMPERIO
Hablar de hallazgos de monedas del siglo IV es referirse a piezas de bronce de las que desconocemos su nombre y que convencionalmente llamamos con el término genérico de nummi. Los cambios
más significativos de la producción monetaria de este período se refieren a constantes variaciones en
la metrología de las piezas, en su sistema de fraccionamiento y a la casi exclusiva temática militar de
sus tipos. Los pormenores de estos cambios son prescindibles en una visión general de la circulación
de estas monedas en nuestras tierras.
Hay que destacar que los hallazgos de monedas del siglo IV son en líneas generales los más frecuentes del mundo romano y que vuelven a ser comunes las imitaciones en nuestras tierras, del
mismo modo que lo fueron en el resto del imperio. La enorme producción, causa y efecto de la inflación de la época, unida al bajo valor de las piezas, hizo que su custodia fuese más descuidada que la
de otras monedas en períodos precedentes.
Los hallazgos de acuñaciones de la dinastía de Constantino son muy comunes. De ellas destaca su
reducido tamaño y peso, y la facilidad con que llegaron a nuestras tierras las piezas de todos los talleres
que produjeron moneda imperial. Fue una tónica mantenida durante un siglo en que el circulante de
cualquier provincia estaba formado por piezas de muy diverso
origen. Las tierras valencianas recibieron su aporte tanto de
talleres occidentales como orientales, aunque el porcentaje
de estos últimos fue sensiblemente menor, situándose
entre el 23,5% del Grau Vell y el 29% del Portus Ilicitanus. De las cecas occidentales las más comunes fueron Roma, Arelate y Treveri, y de las orientales
Constantinopla y Cyzicus. Junto a ellas llegaron
en menores cantidades piezas de Londinium, Lugdunum, Aquileia, Ticinum, Siscia, Sirmium, Tesalónica, Antioquía, Alejandría y Heraclea. Resulta curioso señalar que las tierras valencianas no han
proporcionado ningún tesoro de las décadas centrales del siglo IV, ya que entre el conjunto de la Partida de Mura (301) y el de Monforte B (ca. 388) no tenemos constancia de ningún hallazgo.
Uno de los indicadores más claros del contexto monetal de la segunda mitad del siglo IV es la presencia del tipo
FEL TEMP REPARATIO que tras su aparición en el 348 y el desarrollo de
sus múltiples variantes, pasó a protagonizar de forma muy significativa el circulante valenciano tanto en su forma oficial como en la de
imitaciones. Los reversos más comunes son los típicos del jinete clavando su lanza sobre un guerrero caído. A partir del 378 se produjo el
nuevo tipo REPARATIO REIPVB que fue el protagonista del circulante durante las últimas décadas del siglo IV y las primeras del V, también en
sus formas oficial e irregular, con su diseño del emperador ayudando
a una figura de una mujer arrodillada con corona torreada a levantarse.
Tesoro de Alqueries, Vila-real (Castellón). Hacia 265. [Museo de Bellas Artes de Castellón].
Los antoninianos acabaron con el sistema monetario altoimperial y protagonizaron el circulante durante unos
treinta y cinco años en la segunda mitad del siglo III . Fueron acuñados en
mayor número de cecas y en calidades
muy diversas.
Los tesoros de finales de siglo sintetizan de alguna forma las características de la moneda en
circulación durante este siglo, el de Monforte B, representativo de la heterogénea masa monetaria
de la mayor parte del siglo, y el de La Balsa de Camporrobles que muestra del circulante de finales
de la centuria con la presencia de los tipos REPARATIO REIPVB y GLORIA ROMANORVM.
147
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148
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Tesoro de La Alcudia d’Elx , Alicante.
Inicios del siglo V. [Museu de L’Alcudia
d’Elx].
Es el único tesoro valenciano que se conserva de monedas romanas de oro,
acompañadas en este caso por joyas.
Aunque circulaban, las monedas de oro
se perdían menos porque se custodiaban
con mayor celo que las de otros metales.
La información disponible para el siglo V únicamente nos
permite profundizar algo en las dos primeras décadas, ya que en
el transcurso de estos primeros años la información de hallazgos
en contextos estratigráficos se diluye rápidamente hasta desaparecer por completo. El cambio político con la llegada a la península Ibérica de suevos, vándalos y alanos en el 409 parece ser determinante en este cese del aprovisionamiento. Aunque los
hallazgos esporádicos de piezas acuñadas durante estos años
son muy escasos, debemos considerar que se trata de un momento en el que parece que utilizaron intensamente las monedas
de períodos precedentes, a pesar de que en algunos casos existieron prohibiciones explícitas respecto a su uso. A estos años pertenece el tesoro de La Alcudia de Elche del 406, que formado por
tres monedas y joyas es el único tesoro de oro del período romano que conservamos. En el extremo opuesto encontramos el
tesorillo de la c/Avellanas de Valencia, compuesto por los bronces conocidos como AE 4, que muestran las características de un
circulante en el que las piezas son de un tamaño diminuto y
donde ni siquiera su acumulación da la impresión de ser representativa del concepto riqueza.
Nummus de Constantino del año 321
procedente del Corral de la Negra (Bélgida, Valencia). [Museo de Prehistoria
de Valencia].
La inflación del período y el bajo valor
de las piezas propicia que los hallazgos
de monedas del siglo IV sean especialmente abundantes. Las cecas son muy
diversas y predominan las emisiones
occidentales (75%) frente a las orientales (25%).
Una última referencia, que de alguna forma se encuentra aislada
del resto, pero que resulta de gran importancia para el conocimiento
del uso de moneda durante la Antigüedad Tardía valenciana, la proporciona el yacimiento de la Punta de la Illa de Cullera. Los hallazgos
nos informan sobre las monedas en uso durante el siglo VI, lo que resulta excepcional, porque ningún otro yacimiento valenciano cuenta
con una muestra monetal representativa tan tardía. El conjunto revela que se continuaban utilizando las monedas romanas del siglo IV,
pero sobre todo que llegaban piezas vándalas y bizantinas acuñadas
en el norte de África en el siglo VI.
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V~AGER
~ EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURlAClONES
~ LAS VILLAS. EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS
~ HORNOS ROMANOS Y PRODUCCIÓN CERÁMICA
~YACIMIENTOS NO URBANOS DE ÉPOCA VISIGODA (SIGLOS VI-VU)
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EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURIACIONES
FERRAN ARASA
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
LA RED VIARIA
Las vías romanas pueden clasificarse en diferentes tipos según su importancia. Así, Sículo Flaco,
agrimensor del siglo I, distingue entre viae publicae, viae vicinales y diverticula o caminos de acceso a
las propiedades. De la misma manera, según su acabado las vías recibían diferentes denominaciones: Ulpiano, a principios del siglo III, distinguía diferentes tipos de caminos según estuvieran hechos de tierra (viae terrenae), de grava (glarea stratae) o pavimentados (silice stratae). La variedad observada entre las vías, incluso en un mismo itinerario, dependía de la solidez del terreno natural y
de los materiales y recursos disponibles.
Para construir una vía, los topógrafos (gromatici) estudiaban cuidadosamente el terreno y elegían
los lugares más aptos para su paso. En primer lugar se excavaban dos pequeñas trincheras paralelas
(sulci), y a continuación se excavaba el espacio intermedio hasta alcanzar un suelo firme (fossa). Aquí
se preparaba un lecho de mortero, arena y piedras sobre el que se depositaban tres capas de piedras,
grava y arena (statumen, rudus y nucleus), y finalmente se preparaba el empedrado (summa crusta),
abombado en el centro para facilitar el desagüe. Dos bordes enlosados (margines o crepidines) ceñían
la calzada (agger), a lo largo de los cuales se disponían piedras en forma de cuña para consolidarlos
(gomphi). Dos fosas laterales recogían el agua de lluvia. Las vías se construían por tramos, lo que explica los ligeros cambios de dirección que en ocasiones se observan sobre el terreno.
En la ascensión de montañas se solía utilizar el trazado en zig-zag, de manera que desde un ángulo se veía el siguiente. Cuando la vía atravesaba una zona rocosa se aprovechaba el firme natural,
sin necesidad de cimentarla, tallando carriladas que servían como raíles para las ruedas de los carros.
Estos trabajos eran necesarios cuando la calzada atravesaba terrenos difíciles como fuertes pendientes
o junto a acantilados. Uno de los casos mejor conocidos es el de La Roca Tallada, entre Palanques (Els
Ports, Castelló) y Castellote (Teruel), donde fue necesario abrir un paso tallado en la roca en un collado con fuertes pendientes. Algunos ejemplos de carriladas pueden observarse en el Mas de Mestres
de Baix (Morella), posiblemente en una vía de carácter local que se dirigía hacia la ciudad de Lesera
(La Moleta dels Frares, Forcall), y en Arguinas (Segorbe) en la vía que remontaba el río Palància.
La documentación escrita sobre los caminos romanos es de dos tipos: los itinerarios, o guías de
carreteras, y las fuentes epigráficas, fundamentalmente los miliarios. La existencia de los itinerarios
debe ponerse en relación con el servicio público de transporte, organizado por el emperador Augusto con la finalidad de disponer de un servicio de información rápido y eficaz. El cursus publicus
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
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EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURIACIONES • FERRAN ARASA
La vía Augusta a su
paso por el Pla de l’Arc,
entre Bell-lloc y la Pobla Tornesa (la Plana
Alta).
Este es uno de los tramos mejor conservados de la vía, con un
trazado rectilíneo de
8’2 km que apunta a
una referencia orográfica.
garantizaba el transporte de mensajes, personas y mercancías que viajaban por cuenta de la administración estatal. Para ello se estableció en las carreteras más importantes una red de estaciones de
posta para al cambio de caballos (mutationes) y para el descanso y manutención de los funcionarios
de la administración estatal en camino (mansiones), entre los que se encontraban los correos (cursores). Estas estaciones estaban situadas a una distancia regular según su función, menor en el caso de
los stabula para el cambio de caballos de los correos (12-14 km), y más larga para los hospitia que permitían pasar la noche (30-36 km).
LOS ITINERARIOS
v
Los itinerarios, verdaderas guías y mapas de carreteras de la época, eran de dos tipos: itineraria
adnotata y picta, según fueran solamente escritos, una guía con la relación de estaciones y distancias, o
tuvieran un formato cartográfico, lo más parecido a un mapa de carreteras actual. Los más importantes
que proporcionan información sobre el País Valenciano son los Vasos de Vicarello, el Itinerario de Antonino y el Anónimo de Rávena. Los más antiguos son los primeros, que se fechan en los reinados de Augusto y Tiberio. No tienen carácter oficial y en cada uno de ellos aparece escrito en 4 columnas el itinerario de Gades a Roma con la relación de 106 estaciones y las distancia entre ellas. La información que
proporcionan sobre tierras valencianas se refiere a los dos tercios septentrionales del trazado de la vía
Augusta. El Itinerario de Antonino es un elenco de estaciones y distancias que se fecha en época de Diocleciano, a finales del siglo III; la vía Augusta queda repartida en diferentes trayectos parciales, de los
que el segundo incluye su trazado por tierras valencianas. Finalmente, el Anónimo de Rávena es un documento tardío que posiblemente recoge información de un mapa del siglo III, al que se han añadido
otros datos más recientes hasta el siglo VIII. No incluye distancias entre las estaciones y añade dos vías
no citadas por el anterior que discurren por tierras valencianas: una que por Morella se dirigía hacia Caesaraugusta y otra que seguía la costa entre Portum Sucrone (Cullera) e Ilici.
Principales vías, ciudades y mansiones y las distancias que las separaban.
En el País Valenciano los itinerarios sólo citan la vía Augusta y otros dos caminos secundarios,
y omiten otras vías de importancia que sin duda debieron existir.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Los itinerarios nos proporcionan información sobre 25 estaciones de la red viaria principal en el
País Valenciano, de las que 6 son ciudades y pueden ser identificadas con seguridad (Saguntum, Valentia, Saetabis, Dianium, Lucentum e Ilici). Estas estaciones pertenecían a dos caminos: la vía Augusta y otra que tenía su principio y su final en ella siguiendo la costa entre el Xúquer y Elx. Entre
las de la vía Augusta había postas de carácter oficial, como las mencionadas ciudades e Intibili,
Ildum, Sebelaci, Sucro, Statuas, Turres, Ello, Aspis y Thiar; y posiblemente otros establecimientos privados, las denominadas genéricamente tabernae, entre las que podían encontrarse Novlas y Aras,
mencionadas únicamente por documentos privados como los Vasos de Vicarello. Entre las oficiales,
por su proximidad a otras estaciones, es posible plantear la función de mutatio de Statuas y Aspis.
Sus topónimos son en algunos casos de indudable origen ibérico, como Ildum e Intibili, y en otros
claramente latinos, como Alterum, Aras, Statuas, etc.
Las posibilidades de identificar las estaciones que no estaban situadas en
ciudades son bastante limitadas por la falta de evidencias; para ello pueden tenerse en cuenta las distancias mencionadas por los itinerarios y
miliarios, los yacimientos arqueológicos y su localización geográfica.
Según estos criterios, en la vía Augusta y siguiendo un recorrido
norte-sur, Intibili podría reducirse a Traiguera o La Jana; Ildum a L’Hostalot (Vilanova d’Alcolea), según la reducción tradicional que ha
venido a confirmar el miliario de Caracalla; Novlas a La Quadra de Na
Tora (Castelló de la Plana); Sebelaci, 2’9 km hacia el sur, posiblemente
en la partida de Ramonet (Almassora); Sucro a L’Alter de la Vintihuitena (Albalat de la Ribera); Statuas a Moixent; Turres hacia La Font de
la Figuera; Aras, tan sólo a 4’4 km al sur de Turres, posiblemente en la
encrucijada con el Camino de Aníbal; Ello, al Monastil (Elda); Aspis,
entre Novelda y Monfort; y Thiar, a Pilar de la Horadada. En la segunda vía mencionada parece razonable la reducción de dos poblaciones: Portum Sucrone a Cullera y Allon a La Vila Joiosa.
LOS MILIARIOS
Las fuentes epigráficas tan sólo dan noticia de la vía Augusta a través
de los miliarios y de un camino privado en una inscripción rupestre de Algimia de Almonacid. Los miliarios constituyen la mejor prueba para confirmar el origen romano de un camino. En tierras valencianas la vía Augusta
fue el único de los caminos romanos que –hasta donde hoy sabemos– se
amojonó con miliarios. Los hallazgos de Bétera y Segorbe, atribuidos a sendos caminos que desde Saguntum se dirigían hacia Edeta y Caesaraugusta,
respectivamente, parecen corresponder por sus proporciones a fustes de
columnas arquitectónicas más que a miliarios anepigráficos.
Los miliarios eran columnas de piedra que se erigían a una distancia de mil pasos (1.481’5 m). En su superficie se inscribía un texto con
información sobre el nombre del constructor o restaurador de la vía, el
Miliario de Borriol (la Plana Alta, Castellón) dedicado al emperador Decio. 250 d.C.
La abundancia de miliarios que pueden fecharse en el siglo III debió obedecer más
a razones propagandísticas que a obras de reconstrucción de la vía Augusta.
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EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURIACIONES • FERRAN ARASA
nombre de ésta y la distancia que los separaba
del punto de partida o de llegada. En el País Valenciano se han encontrado 24 de estos monumentos, labrados en piedras locales como la caliza y sobre todo la arenisca. Su distribución
geográfica es bastante desigual, pues en un
tramo de unos 100 km de la vía, entre el río Cervol y Xilxes, se han encontrado 20 ejemplares.
Destaca su reducido número en las comarcas
centrales, donde sólo se ha documentado uno
inseguro en Sagunt y otro en Valencia, y también en las meridionales, con dos más en
Orihuela y Pilar de la Horadada.
La mayor parte de estos monumentos se han
encontrado fragmentados y algunos han desaparecido. Tan sólo 14 conservan al menos una
parte de la inscripción y proporcionan alguna
información de interés para la historia de la vía;
de ellos, 8 pueden atribuirse a un emperador
determinado, en algunos casos con la fecha concreta de erección. Destaca la ausencia del emperador epónimo, Augusto, de quien hasta ahora
no se ha encontrado ningún miliario. El más anPortada del opúsculo del cronista Agustín Sales sobre el hallazgo
tiguo de los conocidos, incompleto y no conserdel miliario del emperador Adriano (117-138).
vado, se encontró en Les Coves de Vinromà y
El miliario fue encontrado en 1766 a la altura del puente de Pepuede atribuirse con dudas a Tiberio (33-34). A
ris y Valero, en las obras de reparación del Camino Real de
València a Xàtiva realizadas bajo el reinado de Carlos III.
continuación, el de Adriano (117-138) encontrado en Valencia, también desaparecido, es la
primera prueba de intervenciones en la parte
central del tramo valenciano de la vía. La mayor parte de los miliarios valencianos se fechan en el
siglo III y su presencia no debe obedecer en todos los casos a obras de refacción de la vía, sino a razones propagandísticas. Destacan entre ellos los de Vilanova d’Alcolea, dedicado a Caracalla (214);
el de Pilar de la Horadada, a Maximino (235-238); el de Borriol, a Decio (250); el de Xilxes, a Treboniano Galo (252); el de Sagunt, dudoso, a Carino (282-283); y el encontrado entre La Pobla Tornesa
y Borriol, desaparecido, el último de atribución segura, a Galerio (293-311). Finalmente, el de Pilar
de la Horadada debe corresponder a un emperador de esta misma época y el de La Jana debe ser
más tardío, posiblemente del siglo IV avanzado.
LA VÍA AUGUSTA
La red viaria romana en tierras valencianas estableció un esquema que aun siguen las principales carreteras actuales. Está constituida básicamente por un eje longitudinal, la vía Augusta, que
atraviesa de norte a sur nuestro país y une la mayoría de las principales ciudades de la época: Saguntum, Valentia, Saetabis e Ilici. Desde este camino arrancan en la mitad septentrional una serie de
ejes transversales que en dirección oeste permiten la comunicación de la zona costera con el valle
del Ebro y la Meseta a través de las tierras montañosas del interior. El más septentrional pasaba por
Morella y Forcall, otro seguía desde Sagunt por el valle del Palancia, en el centro arrancaba otro
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
desde València por Requena y finalmente –poco más allá de La Font de la Figuera– desde la vía Augusta seguía un último camino hacia Andalucía.
El topónimo vía Augusta figura en 5 miliarios: en los de Les Coves de Vinromà, Vilanova d’Alcolea y Borriol se conservaba completo y en los de La Pobla Tornesa y Castelló de la Plana, incompleto.
La presencia de este hodónimo nos permite no sólo confirmar su utilización a lo largo de al menos
tres siglos, sino también fijar el trazado general del camino. El inicio del cómputo de las millas en el
punto considerado el principio de la vía (caput viae) debía estar situado en la estación Summo Pyrenaeo, desde donde comenzaba la numeración en dirección sur. Ésta se conserva completa tan sólo en
los miliarios de Les Coves de Vinromà (278) y Vilanova d’Alcolea (283), y en el de Borriol puede restituirse la cifra de 298.
La vía Augusta fue sin duda el eje principal de comunicaciones de las provincias hispánicas con
Roma. El emperador Augusto debió iniciar su construcción después de la visita a Hispania en los
años 15-14 a.C. Fue jalonada con miliarios erigidos entre los años 8 y 2 a.C., que posiblemente reflejan su construcción progresiva en dos grandes tramos: el primero desde el Summus Pyrenaeus hasta
Castulo (Jaén), y el segundo desde esta ciudad hasta Gades (Cádiz), con una duración aproximada de
los trabajos de 12 años. Su longitud total según los itinerarios de la época es de 1.005 millas, o sea,
1.488 km. Pero a la hora de fijar su trazado hasta el valle del Guadalquivir, los ingenieros de Augusto no siguieron el viejo camino de Sierra Morena por Albacete, sino que como explica el geógrafo
Estrabón la llevaron a Carthago Nova, desviándola por el río Vinalopó hasta la llanura litoral donde
se encuentra Ilici (Elx). Desde Cartagena, la vía Augusta se dirigía hacia el oeste por Acci (Guadix), y
seguía por Corduba e Hispalis (Sevilla) hasta Gades. El emperador la dotó de un servicio de posta, o
sea, de la infraestructura necesaria para garantizar el transporte público.
De las vías romanas que atravesaban las tierras valencianas, la vía Augusta es la única de la que los
itinerarios dan las distancias entre las estaciones de posta. Según las cifras que transmiten, el cómputo
total de su trazado por tierras valencianas puede calcularse, con las correcciones necesarias, en unas
275 millas (407 km). Su trazado es en general mejor conocido en el tercio septentrional, donde encontramos algunos tramos bien conservados. Entre Dertosa (Tortosa) y la estación de Aras, que posiblemente refleja en su nombre el carácter sagrado del trivium o cruce con el Camino de Aníbal, había 177
millas (262 km). Hasta Valentia la vía sigue un trazado más o menos paralelo a la costa en dirección
SSO. Desde Dertosa sigue el corredor prelitoral de Godall hasta atravesar el río de la Sénia y entra en
tierras valencianas por Sant Joan del Pas. Después sigue el corredor central de Les Coves de Vinromà
por Sant Mateu hasta llegar al Pla de l’Arc, entre Bell-lloc y La Pobla Tornesa, donde se conserva un
tramo de más de 8 km, un magnífico ejemplo de trazado rectilíneo siguiendo una referencia orográfica.
Después desciende por el estrecho valle de Borriol hasta el llano litoral, atraviesa el río Millars y sigue
un largo trazado mal conocido por toda la comarca de la Plana Baixa hasta Almenara, desde donde se
dirige de nuevo en una tramo recto por el Camí Vell hasta Saguntum.
De Saguntum se dirige a Valentia en un largo tramo rectilíneo en el que posiblemente sirve de
kardo maximus a la centuriación de L’Horta Nord. Al sur de Valentia ejerce la misma función en la
centuriación de L’Horta Sud. Desde esta ciudad la vía cambia su orientación hacia el sur. Después de
rodear l’Albufera y atravesar el río Xúquer, se dirige por Alzira y Manuel hasta Xàtiva, desde donde
vira hacia el SO por el corredor del río Canyoles hasta La Font de la Figuera. Poco más allá de esta
población debía estar situada la estación de Aras, desde donde había 121 millas (179 km) hasta Carthago Nova. Desde Aras la vía gira hacia el SSE y se dirige hacia Villena para seguir el río Vinalopó
por Elda hasta Ilici, donde posiblemente servía de kardo maximus a la centuriación de esta colonia. De
allí vira de nuevo hacia el SSO y, después de atravesar el río Segura, sale de tierras valencianas por
Pilar de la Horadada hacia Carthago Nova.
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EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURIACIONES • FERRAN ARASA
OTRAS VÍAS
La segunda en importancia de las mencionadas por los itinerarios es una via per loca maritima que
desde de Sucro se dirigía hacia Ilici, es decir, un camino que tenía su inicio y su final en la vía Augusta siguiendo la costa entre el río Xúquer y esta ciudad del Baix Vinalopó. En su trazado estaban
situados Portum Sucrone, posiblemente Cullera, y las ciudades de Dianium (Dénia), La Vila Joiosa
(Allon ?) y Lucentum (el Tossal de Manises). Es posible que esta vía no fuera un camino carretero en
todo su trazado, dadas las dificultades orográficas que debía salvar entre Dénia y La Vila Joiosa.
La tercera y última de las mencionadas por los itinerarios es una vía transversal que tenía su inicio en la primera de las mansiones de la vía Augusta situada al sur de Dertosa, Intibili, para dirigirse
por la comarca de Els Ports de Morella hacia Contrebia, emplazada en las cercanías de Caesaraugusta.
De ésta nos queda un magnífico ejemplo de via per montes excisa, es decir, un camino cortado en la
roca, en el paraje conocido de forma muy expresiva como La Roca Tallada, por donde discurre el límite entre Castellón y Teruel.
Los itinerarios romanos no mencionan otras vías transversales cuya existencia parece indudable:
la que desde Saguntum se dirigía en dirección NO siguiendo el valle del río Palància hacia Caesaraugusta por Teruel; y la que desde Valentia se dirigía hacia el oeste por Requena y tierras de Cuenca hacia el centro de la Península.
Además de estas vías principales, la red viaria estaba constituida por otras de menor importancia
que comunicaban algunas ciudades entre sí, como debió ser el caso de Edeta (Llíria) con Saguntum y Valentia y de Saetabis con Dianium, por otras que comunicaban las tierras del interior, las vías locales y los
caminos privados como el mencionado en la inscripción rupestre de Algimia de Almonacid, donde se
avisa al caminante de que se encontraba en el camino privado (iter privatum) de Marco Bebio Severino.
LAS CENTURIACIONES
Posiblemente la imagen más conocida del paisaje rural romano sea la parcelación geométrica. El
sistema, llamado centuriación, era una práctica de origen militar pero con una aplicación mayoritariamente agraria. Inicialmente se utilizó para el reparto de tierras en los asentamientos coloniales,
pero con el tiempo su uso se extendió a toda división agraria. Su aplicación conllevaba la reestructuración de un territorio con la finalidad de ponerlo en explotación. Las operaciones de transformación que se realizaban eran de mayor impacto ambiental que la simple regularización, ya que podían
incluir la deforestación, la construcción de una red viaria, de una ciudad, de asentamientos menores,
de una infraestructura hidráulica, etc. La parcelación romana se presenta como una estructura regular, repetida, de orientación constante, fundada sobre el cruce de ejes perfectamente rectilíneos, trazados a intervalos idénticos y paralelos a dos ejes mayores: el kardo maximus (KM) y el decumanus
maximus (DM). Toda operación de agrimensura generaba documentos escritos, mojones de piedra
que fijaban los límites del territorio dividido (cippus terminalis).
La división geométrica del terreno podía hacerse utilizando unidades cuadradas o rectangulares. La centuriación consistía en la división regular del territorio en grandes cuadrados, las centurias. La centuria estándar era un cuadrado de 20 actus (35’5 m) de lado (710 x 710 m), cuyos límites eran caminos; dos actus
cuadrados equivalían a un iugerum. El origen del nombre radica en el hecho de que inicialmente se repartía entre 100 propietarios, a cada uno de los cuales se le adjudicaban 2 iugeri (2.523 m2), que equivalen a 1
heredium. La división per strigas et scamna era el sistema más antiguo de división agraria. Eran rectángulos
que podían disponerse de forma diferente. Las subdivisiones entre propiedades se establecían por medio
de rigores, es decir, de líneas divisorias que no se basaban en caminos. También había divisiones por otros
módulos rectangulares y por cuadrados atípicos, o sea, diferentes a 20 x 20 actus.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
La centuriación de L’Horta Nord, según
Cano. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
El territorio de la colonia de Valentia
fue parcelado geométricamente tomando como eje posiblemente la vía
Augusta.
Aunque hay referencias anteriores sobre las centuriaciones en tierras valencianas, como las de R.
Chevalier en 1961, que cita indicios en Valencia, y de García y Bellido en 1972, que publicó una breve
nota sobre la centuriación de Ilici, el verdadero inicio de la investigación puede situarse en 1974 con
la publicación de la obra Estudios sobre centuriaciones romanas en España, dirigida per V. M. Rosselló,
donde se estudiaban, entre otros, los catastros de Castelló de la Plana, L’Horta Nord, Ilici y el Vinalopó. Con posterioridad se publicaron otros trabajos como el de Bazzana sobre parcelaciones en la
Plana; de Rosselló en Caudete y Villena; de Pingarrón en L’Horta Sud; y de Ponce en Sax. En los últimos años, Ariño y Gurt en colaboración con otros autores y González Villaescusa han realizado una
revisión de algunos de estos trabajos.
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EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURIACIONES • FERRAN ARASA
Restitución de la centuriación de Elx, según Gurt y
otros. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
Éste es sin duda el mejor ejemplo conservado de
parcelaciones geométricas romanas en el País Valenciano.
LAS PRINCIPALES CENTURIACIONES VALENCIANAS
De norte a sur, la parcelación de Castelló de la Plana estudiada por López Gómez en 1974 parece
claramente medieval, posiblemente del siglo XIV. Ni sus características morfológicas ni el módulo
permiten atribuirle un origen romano. Las referencias documentales al amojonamiento de la Devesa
de Castelló y los topónimos que designan a los caminos apuntan en la misma línea. Entre Castelló
de la Plana y Nules, Bazzana ha identificado vestigios de parcelaciones y de un itinerario que considera prerromano que puede estar relacionado con ellas. El conjunto es una yuxtaposición de parcelaciones pequeñas y divergentes, en ocasiones parcialmente solapadas, donde el módulo es de 1.160
m, es decir, de 32 actus. El cambio sucesivo de orientación dependería del curso del camino preexistente, El Caminàs. Pero estos cambios de orientación corresponden más bien a varios parcelarios de
pequeña extensión, en los que el módulo no es uniforme y la retícula no es estrictamente ortogonal,
sino que está muy adaptada al terreno y condicionada por las líneas de drenaje.
En la comarca de L’Horta Nord se conservan vestigios de la centuriación conocida como de La
Séquia de Montcada. Los vestigios geométricos llevaron a Cano, en 1974, a plantear la existencia
de un parcelario del que la vía Augusta, prácticamente coincidente con la carretera de Barcelona
(N-340), podía ser el kardo maximus. Muchos de los límites cartografiados concuerdan con divisorias de los municipios actuales, rectos y formando ángulos rectos, y con las acequias y obras de
drenaje. La máxima densidad de trazas se conserva entre Meliana y Massamagrell. Albalat señala
el eje de la parcelación, que tendría un total de 120 centurias (6.048 ha). Posteriormente, Sales, que
ha estudiado el regadío de La Séquia de Montcada, propone un nuevo kardo en una línea recta que
uniría El Monestir del Puig y El Pont de la Trinitat de València, y destaca también que dicha acequia tiene que ser posterior a la centuriación. González Villaescusa, que ha revisado esta centuria-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
ción, señala la presencia de un módulo de 706 x 706 m y destaca también que no tiene relación alguna con el sistema de regadío existente en la zona, dada la incoherencia del parcelario con la estructura general de irrigación.
En la comarca de L’Horta Sud, Pingarrón estudió una reducida centuriación alineada con el itinerario del Camí Reial de Madrid que posiblemente sigue la vía Augusta y se extiende entre Benetússer y Silla. El eje de la carretera N-340 es paralelo al esquema de unas 10 ó 12 centurias que comprenden entre 3.000 y 4.200 ha. Caminos secundarios, acequias, límites municipales y algún antiguo
muro conservan las trazas centuriales. La especial situación geográfica permite pensar en una probable bonificación de la orilla de la cercana Albufera, ya que algunos componentes del sistema de regadío de Favara se adaptan a la geometría parcelaria. Esta parcelación, que algunos autores consideran
insegura, ha sido revisada por González Villaescusa, quien señala la presencia de un módulo de 706
x 706 m, la prolonga al norte del río Turia y propone su identificación con la que se efectuaría en
tiempos de la fundación colonial de Valentia en el 138 a.C.
La centuriación de Ilici, estudiada por Gonzálvez Pérez en 1974, es la más espectacular del País
Valenciano con sus 225 centurias (11.340 ha), su centro situado en la ciudad y los límites fosilizados
en la red viaria y urbana actual. El kardo maximus, orientado de N a S, sigue una calle de la población
y la carretera de Dolores hasta L’Alcúdia, por lo que debía ser un tramo de la vía Augusta. El decumanus maximus coincide con El Camí de Viscarra, y las acequias de riego muestran muchos rastros
coincidentes con la cuadrícula catastral, como La Séquia Major que presenta tramos en zig-zag. La
parcelación se conserva de manera más perfecta en la zona más valiosa y ocupada, es decir, la regada. Esta restitución inicial fue criticada por Corzo, quien corrigió la orientación. Posteriormente,
Gorges dio por buenas ambas propuestas y las puso en relación con dos asentamientos coloniales
consecutivos, uno de César y el otro de Augusto. La última revisión efectuada por Gurt, Lanuza y
Palet confirma la propuesta de Gonzálvez, fija una orientación de 7’5º respecto del norte geográfico,
establece un módulo canónico de 710 x 710 m y considera posible una extensión mayor que la indicada por aquél, desde la sierra hasta la albufera, ocupando todo el llano de Elx. En cuanto a las relaciones morfológicas entre la ciudad y el parcelario, la colonia se localiza aproximadamente en el centro de la pertica, aunque las orientaciones son diferentes, hecho que puede explicarse porque
centuriatio y trama urbana no nacen simultáneamente en el tiempo. Sin embargo, ambas estructuras
no se organizan de forma independiente, ya que la ciudad ocupa el espacio de media centuria.
Finalmente, en cuanto a las cuatro parcelaciones estudiadas por Rosselló entre Caudete y Villena,
González Villaescusa ha señalado su posible origen medieval. Este mismo autor ha indicado la existencia de una centuriación en Llíria con un módulo de 706 m, de la que a penas quedan trazas. Finalmente, las parcelaciones estudiadas por Llobregat en El Pinós, formada por unas 25 centurias, y por
Ponce en Sax, con unas 2.500 ha, no han sido revisadas.
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LAS VILLAS. EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS
FERRAN ARASA
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
En una cultura eminentemente urbana como la romana, la articulación del territorio descansaba sobre el conjunto de ciudades que se distribuyen principalmente por la fachada litoral. Los territoria de
las diferentes ciudades dibujaban un mosaico de grandes unidades territoriales con límites –en ocasiones basados en accidentes físicos– que a penas podemos restituir. El territorio era la superficie de tierra
adscrita a una ciudad, delimitada por sus fronteras (fines) y sobre la que ésta ejercía la jurisdicción. Los
límites se señalizaban con mojones (termini); justamente el hecho de no conocerse ninguno de ellos en
tierras valencianas impide la delimitación de los territorios de las diferentes ciudades.
La ciudad ejercía el papel de «lugar central» y contaba con núcleos menores de población que tenían sus propias divisiones territoriales y estaban subordinados al núcleo urbano: los vici, castella y
fora. Los vici, aldeas donde residía parte de la población rural, y los pagi, circunscripciones o distritos, eran piezas fundamentales en el control que la ciudad ejercía sobre su territorio. Los castella tenían una función defensiva y normalmente estaban ubicados en lugares elevados. Los fora eran centros comerciales dispuestos a lo largo de las grandes vías de comunicación; con una periodicidad
normalmente semanal se organizaban los mercados (nundinae) a donde acudían los campesinos y artesanos de los alrededores.
A partir del reinado de Augusto se desarrolla un modelo de ocupación del territorio rural que
descansa sobre las villae, con cuya implantación se abandonan definitivamente los asentamientos
ibéricos y la población se establece en el llano, sobre las mismas tierras de cultivo. Este tipo de
asentamientos constituye la base del poblamiento rural y son los más numerosos. El término villa se
aplica a la edificación de una propiedad rural o fundus; si éste está situado cerca de la ciudad se le
denomina fundus suburbanus. La definición de villa no es fácil, ya que los mismos autores antiguos
utilizan el término para designar cosas diferentes. Puede ser tanto una lujosa mansión señorial
como una modesta construcción dedicada a los trabajos agrícolas. Para la arqueología no siempre
resulta clara su identificación, y suelen considerarse villas los asentamientos de mayor superficie
con restos constructivos importantes y elementos suntuarios. Por debajo de esta categoría quedan
numerosos asentamientos que pueden considerarse casas de labor o masías; su superficie y la importancia de los restos arquitectónicos son menores, y los elementos suntuarios son ausentes total o
parcialmente. El hecho de que se realicen trabajos agrícolas no permite hacer una diferenciación entre ellos: todos los asentamientos rurales los realizan, excepto aquellos que son exclusivamente residenciales, que también se consideran villas. Ambas funciones, residencial y agropecuaria, son normalmente convergentes.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Planta de la zona excavada
de la villa de Benicató (Nules). [Tratamiento gráfico
A. Sánchez].
Se trata de una de las pocas
villas valencianas excavadas
con cierta extensión. Alrededor de un patio porticado
(peristylum), en cuyo centro
había un estanque circular,
se distribuían las diferentes
dependencias de la villa.
Termas
Peristilo
En general, las villas son edificaciones que siguen los modelos arquitectónicos urbanos, pero sin las
restricciones de espacio que suelen existir en las ciudades. Por ello la superficie ocupada por una villa
puede llegar a ser muy extensa, incluso de varias hectáreas, aunque no toda esté construida, pues los
espacios abiertos como patios y jardines son elementos frecuentes que están integrados en el conjunto.
La forma del edificio y la distribución de las dependencias están relacionadas con su localización geográfica y el clima. De esta manera, el ambulacrum o corredor en la fachada es propio de la villa en forma
de bloque rectangular que se da en los países septentrionales y el peristylum o patio porticado es la unidad espacial fundamental de la villa mediterránea, fuertemente influida por la arquitectura helenística.
Según Columela, la villa se divide en tres partes: urbana, rustica y fructuaria. La pars urbana o zona residencial es la domus de los propietarios, la pars rustica es aquella donde viven los trabajadores y la pars
fructuaria es el conjunto de almacenes, graneros, almazaras, lagares, corrales, etc. La zona residencial
pretende proporcionar a los propietarios todo el confort y el lujo del que pueden disfrutar las casas urbanas, por lo que resulta más fácil determinar su presencia, como es el caso de las termas (balneum).
Los programas decorativos de las villas incluyen una serie de elementos suntuarios como pavimentos
mosaicos, esculturas, revestimientos de mármol (crustae), etc. En las villas mediterráneas, alrededor de
un patio porticado –en cuyo centro suele haber un estanque (lacus)– se distribuyen las diferentes estancias como el comedor (triclinium), el salón (oecus), el archivo (tablinum) y las habitaciones (cubicula).
En cuanto a la pars fructuaria, en relación con el tipo de planta puede encontrarse formando un
mismo bloque con la zona residencial o separada de él. Los elementos que suelen aparecer en élla
son las almazaras y lagares, corrales, almacenes, graneros y hornos. Algunas de estas zonas con funciones específicas, como los corrales, almacenes y graneros (granaria), no siempre pueden identificarse con seguridad. De las almazaras (torcularia), los restos que suelen encontrarse son los contrapesos de piedra de la prensa (prelum) y, en las excavaciones, las balsas o depósitos donde se vierte el
aceite o se fermenta el vino. Los hornos cerámicos (figlinae) abastecían a las explotaciones agrícolas
de grandes recipientes para el transporte y almacenamiento, como ánforas y dolia, además de material cerámico para la construcción (lateres, tegulae) y cerámica común.
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LAS VILLAS. EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS • FERRAN ARASA
LAS VILLAE VALENCIANAS
Entre los siglos I y II se alcanza el máximo apogeo en la
ocupación del territorio valenciano, lo que sin duda es reflejo de un importante aumento demográfico. La inmensa
mayoría de los asentamientos rurales pueden fecharse en
este período. A partir del siglo III se observa una significativa reducción en su número, lo que sin duda refleja una
creciente disminución de la población. Con el paso al siglo
IV, la situación se estabiliza y aunque tanto el número de
asentamientos ocupados como su importancia es notablemente inferior, el poblamiento rural parece experimentar
una cierta recuperación. La crisis demográfica debió suponer el abandono de tierras de cultivo, con la consiguiente
repercusión en la estructura de la propiedad, y una notable
disminución de la presión sobre el medio natural.
Grandes contrapesos de prensa procedentes de la
villa de La Torrassa (Vila-real-Betxí).
Estos bloques de piedra son en ocasiones las
únicas evidencias de la existencia de las instalaciones para la obtención de vino o aceite
(torcularium).
En el País Valenciano no se conoce el poblamiento rural más que de manera bastante superficial. Entre los estudios de conjunto basados en prospecciones y en la revisión de excavaciones anteriores destacan los realizados por Pingarrón entre los ríos Palancia y Magro, y por nosotros mismos en las comarcas
septentrionales del litoral valenciano, aunque hasta ahora el único publicado ha sido el de Járrega sobre
el Alto Palancia. Las villas excavadas en extensión y por tanto mejor conocidas son igualmente muy escasas. De ellas, algunas fueron excavadas en los siglos XVIII (El Vilar en El Puig; Els Banys de la Reina en
Calp) o XIX (Algorós en Elx). Otras son sólo conocidas por algún monumento (L’Arc de Cabanes; La Torre de Sant Josep de La Vila Joiosa), o principalmente por destacados hallazgos suntuarios como algunas
Reconstrucción del torcularium de la
villa de La Canyada Joana [Museu Arqueològic Municipal de Crevillent].
Construido en el siglo IV, se trata de
uno de los mejores ejemplos conocidos en el País Valenciano de este tipo
de instalaciones.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vista de la villa romana de Casa Ferrer I,
cercana a Lucentum.
Siglos I - III . [Fot. Arqueogestión].
Recreación artística
de la doble prensa encontrada en el lagar
(torcularium) de la
villa romana del Parque de las Naciones
(Alicante). [Dibujo
P. Rosser-J. Sáez].
esculturas (L’Ereta dels Moros en Aldaia) o mosaicos (El Poaig de Montcada). Finalmente, algunas han
sido parcialmente excavadas, pero los resultados de la investigación no han sido dados a conocer más
que de manera resumida (Benicató de Nules; el Circuito de Cheste; El Parc de les Nacions de Alacant;
La Canyada Joana de Crevillent).
Algunos de estos asentamientos fueron amplias y lujosas mansiones, en ocasiones propiedad de
ricas familias asentadas en las principales ciudades. La epigrafía confirma la presencia de personajes
de la élite social, sobre todo magistrados municipales, en diversas localidades del territorio de Saguntum, como Onda, Nules y Almenara; Valentia, como posiblemente es el caso de Torrent; Dianium,
como La Font d’En Carròs, etc. Otras, por su cercanía al núcleo urbano pueden considerarse villas
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LAS VILLAS. EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS • FERRAN ARASA
suburbanas, como sucede con Can Porcar (Llíria) y El Parc de les Nacions (Alacant). Un caso excepcional es el de la villa de El Vilar (El Puig), donde una inscripción funeraria del siglo II que menciona a
los propietarios explica que ésta se hallaba circundada por muros y contaba con baños y jardines. Pocas de estas villas han sido excavadas suficientemente como para determinar el tipo arquitectónico al
que pertenecían. Entre ellas cabe citar la de Benicató (Nules), con un amplio peristilo de 22 x 24 m en
cuyo centro se encuentra un estanque circular alrededor del que se distribuían diferentes dependencias, entre las que había unas termas y varias habitaciones. Ésta puede ser el modelo de las grandes
villae existentes en la Plana de Castelló, en el sector septentrional del territorio saguntino, como La
Torrassa (Betxí–Vila-real), L’Alter (Xilxes), L’Alqueria (Moncofa), El Pla (La Llosa) y La Muntanyeta
dels Estanys (Almenara). En las comarcas meridionales, la villa de El Parc de les Nacions (Alacant)
es la que presenta una mayor superficie, con 1’4 ha.
La zona residencial se ha excavado parcialmente en algunos casos, como El Parc de les Nacions
(Alacant), donde se descubrieron dos patios y habitaciones decoradas con pintura mural y cornisas
de estuco. En ella es relativamente frecuente la presencia de pequeñas instalaciones termales que
pueden estar situadas en uno de los laterales del peristilo y decorados con mosaicos, como es el caso
de Benicató (Nules). Termas se han identificado en algunas de las villas mejor conocidas como la recientemente excavada en El Palau (Borriana), y las ya conocidas de L’Horta Seca (La Vall d’Uixó), El
Vilar (El Puig), Can Porcar (Llíria), La Font de Mussa (Benifaió), L’Ofra (Castelló de Rugat), Els
Banys de la Reina (Calp), L’Albir (L’Alfàs del Pi), La Torre de Baix (La Vila Joiosa), L’Illeta dels Banyets (El Campello), El Parc de les Nacions (Alacant), etc. Un caso singular es el de El Mas d’Aragó
(Cervera del Maestre), donde se excavó lo que parece ser una gran natatio, una piscina de 22 x 7 m.
Los programas decorativos de las villas comprenden fundamentalmente esculturas y pavimentos mosaicos, además de la pintura mural, los estucos y los revestimientos de mármol. Entre las
primeras se encuentran esculturas de jardín como las hermas de Baco de El Mas de Víctor (Rossell), El Cabeçolet (Sagunt), y Fondos (Turís), y el oscillum de Can Porcar (Llíria). Retratos imperiales como el de Adriano de El Palmar (Borriol). Entre la escultura ideal hay representaciones de
Baco como la de L’Ereta dels Moros (Aldaia) y de El Trull dels Moros (Sagunt); de Afrodita como
El Arco de Cabanes (Castellón). Siglo II. [Archivo SIP].
Se encuentra situado junto a
la Vía Augusta, en el ámbito
de la villa del mas de l’Arc,
por lo que podría tratarse
de un monumento privado.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
la de València la Vella (Riba-roja del Túria); de Eros dormido como las tres de Algorós (Elx), etc.
Un caso singular es el de El Vilar (El Puig), donde se encontraron varios relieves y al menos diez
esculturas, entre las que pueden identificarse dos de Attis y otras de Baco, Narciso, Eros y Sátiro.
Los pavimentos mosaicos decoraban estancias nobles como los comedores (triclinia) y algunas salas
de los baños, como es el caso de Benicató (Nules), L’Horta Seca (La Vall d’Uixó), Can Porcar (Llíria),
etc. En una situación parecida a la que se observa en las casas urbanas, son escasos los signina, más
abundantes los polícromos y los más frecuentes los bícromos. Hay que mencionar los mosaicos polícromos de los trabajos de Hércules de Can Porcar (Llíria), los de Petrer y Algorós de Elx (entre los que
destacan los de Galatea y las estaciones), y los posibles mosaicos parietales de vermiculatum de esta última que representaban a un centauro, Apolo y una figura femenina, etc. También son importantes los
bícromos de Benicató (Nules), los numerosos de El Vilar (El Puig), el de las nueve Musas de El Poaig
(Montcada), el recientemente recuperado de La Font de Mussa (Benifaió), los de La Punta de l’Arenal
(Xàbia) y Els Banys de la Reina (Calp) o el signinum de L’Horta Seca (La Vall d’Uixó), etc.
La importancia de la producción agrícola en la economía de las villas se comprueba por la identificación de almazaras y lagares, almacenes y hornos para la fabricación de ánforas. De los primeros,
se han excavado algunos como los de L’Horta Seca (La Vall d’Uixó), El Trull dels Moros (Puçol), El
Mas dels Foressos (Picassent), El Parc de les Nacions (Alacant), La Canyada Joana (Crevillent), etc,
pero su identificación resulta más fácil a partir del hallazgo de los contrapesos de las prensas, como
los de La Torrassa (Betxí-Vila-real). En la villa de El Parc de les Nacions (Alacant) se excavó un edificio identificado como un almacén. Los hornos cerámicos dedicados a la producción de ánforas son
igualmente abundantes: El Mas d’Aragó (Cervera del Maestre), La Punta (La Vall d’Uixó), L’Hort de
Pepica (Catarroja), Oliva, L’Almadrava y Jesús Pobre (Dénia), etc. Entre los contenedores que se producían son mayoritarios los destinados al transporte de vino, como los fabricados en el territorio de
Saguntum, de donde se conoce la única referencia literaria sobre la elaboración de esta bebida. Las
factorías de salazones son frecuentes en la mitad meridional del litoral valenciano: Cullera, la más
septentrional, La Punta de l’Arenal (Xàbia), Els Banys de la Reina (Calp), L’Illeta dels Banyets (El
Campello), El Cap de l’Horta y L’Albufereta (Alacant), Moncaio (Guardamar), etc.
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HORNOS ROMANOS Y PRODUCCIÓN CERÁMICA
JAUME COLL
Museo Nacional de Cerámica y de las Artes Suntuarias «González Martí»
INTRODUCCIÓN
El sistema económico implantado por la civilización romana se fundamentaba en la producción agrícola de la llamada trilogía mediterránea, el olivo, la vid y el trigo. Su cultivo y los procesos de elaboración que exigían los productos derivados para ser comercializados, –esencialmente
aceite y vino–, estaban fuertemente atomizados en los diversos centros de explotación o fundus. De
ese modo, la finca rústica como unidad de producción básica no sólo debía poseer las instalaciones
esenciales para los trabajos agrícolas, el procesado del producto y su conversión en un bien monetizable, sino que además, debía disponer de las instalaciones auxiliares para fabricar los contenedores que facilitaban su distribución. El ánfora fue el envase por excelencia de la antigüedad,
como gran elemento cerámico capaz de contener y transportar decenas de litros de preciados bienes desde el productor hasta el distribuidor sin necesidad de trasvases intermedios. Ello exigió
que las explotaciones agrarias se especializaran también en cerámica (opus cretaria), e instalaran talleres alfareros (officinae figulariae, officinae figliniae) que se destinaron no sólo a la fabricación de las
ánforas o tinajas (opus doliare) sino a todos los bienes cerámicos precisos para facilitar la vida en el
medio rural y a satisfacer de algún modo la autosuficiencia en otros elementos esenciales, como ladrillos, tejas, ollas, cántaros, lebrillos, cazuelas, etc. Un ejemplo de esta concentración productiva
se testimonia en Pompeya, donde las familias de los Stlaborii, Vibii y Cornelii aparecen como productores de vino y salsas de pescado, al tiempo que dueños de tejares y fábricas de ánforas, vasa
vinaria (para vino) y vasa faecaria (para garum).
Además, la complejidad de la sociedad romana se manifiesta también en la multiplicidad de
razones que favorecían la instalación de centros de producción cerámica fuera de las propias ciudades. La existencia de pesquerías que explotaban la riqueza marina, tanto para la fabricación de
salazones como para las conocidas salsas de pescado o garum, así como la consolidación de grandes comerciantes (mercatores, negotiatores) dedicados a la distribución mayorista, del mismo modo
que la explotación de los propios productos cerámicos como bienes de comercio por la especialización en producciones de calidad reconocida (opus figlinum), que eran destinadas a un consumo
masivo (terra sigillata, lucernas, cerámica de cocina, etc.), favorecieron también la atomización de
talleres. Éstos instalaron oficinas en las riberas costeras, en los puntos de embarque, en los lugares
donde las arcillas tenían las propiedades requeridas para confeccionar determinados productos,
como la naturaleza calcáreo-ferruginosa necesaria para la terra sigillata, barros refractarios para la
cerámica de cocina, etc. Existían además necesidades rituales que exigían la instalación de alfare-
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168
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Masd'AragO
Cervera del Maestral
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Ribera
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HORNOS DE TIPOLOGIA DESCONOCIDA
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HORNOS RECTANGULARES DE PILASTRA CENTRAL
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HORNOS RECTANGULARES CON ARCOS DE SUSTENTACIÓN
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HORNOS CIRCULARES CON PILASTRA CENTRAL
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HORNOS CIRCULARES CON ARCOS DE SUSTENTACIÓN
HORNOS CIRCULARES SIMPLES
TALLER DOCUMENTADO POR DESECHOS DE ALFAR
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HORNOS ROMANOS Y PRODUCCIÓN CERÁMICA • JAUME COLL
Fresco de una escena de una taberna vasaria. S. I. Pompeya [Soprintendenza Archeologica de Pompeya].
En la imagen puede verse el torno bajo romano, formado por una sola rueda de gran diámetro sobre un
eje estático, mientras el alfarero se sienta en un pequeño escabel.
rías en las cercanías de santuarios o lugares de culto, especializadas en la producción de los exvotos o de los vasos utilizados en los diversos ritos, como es bien conocido para Cumas según las
fuentes literarias latinas.
El hecho de que la cerámica fuese tan necesaria y disponible para todas las capas de la sociedad,
hizo de sus productos bienes muy económicos involucrando en su fabricación sistemas de organización y producción muy rentables. La mano de obra de los grandes talleres estaba constituida básicamente por esclavos, altamente especializados en todos los niveles de la jerarquía del taller, a pesar de
que la propiedad pertenecía siempre a hombres libres (civis o liberti) posesores del terreno (domini
praedii), el oficio podía ser ejercido por empresarios (officinatores) con la autorización del primero si
no lo ejercía aquel directamente. Su importancia llegó a ser tal que incluso se ha indicado que la industria de la cerámica fue en parte la base de la riqueza de algunos miembros de la dinastía de los
Antoninos y de los Severos. Como ha puesto de manifiesto Peacock, en el mundo romano existían
talleres con diferentes niveles técnicos y sociales, desde la pequeña unidad familiar, pasando por el
taller artesano con especialistas externos a la familia –libres o esclavos–, hasta grandes factorías altamente especializadas en determinados productos. Existieron talleres ambulantes que en ocasiones
seguían a las tropas en sus desplazamientos, constituidos por parte de las cannabae que las acompañaban, e incluso talleres del propio ejército para proveer a éste de tejas, ladrillos y productos de primera necesidad. Sin embargo, dentro de esta variabilidad se daba una base tecnológica uniforme y
utilizada en casi todos los niveles.
TECNOLOGÍA BÁSICA DE LA PRODUCCIÓN CERÁMICA ROMANA
v
La producción cerámica en el mundo romano incorporaba plenamente una serie de avances técnicos
consolidados durante el último milenio anterior a la Era en el Mediterráneo occidental, aunque en Oriente
contaba con varios milenios de antigüedad. El proceso más tecnificado incluía la preparación del barro por
molturación de la arcilla y el batido en balsas, así como la levigación para conseguir barros con diferentes
tamaños de partícula que se destinaban a productos también diferenciados. La conformación se realizaba mediante el torno rápido de inercia movido por un auxiliar, a veces combinado con un molde que
se rellenaba interiormente, así como el molde estático usado en estampillas, punzones, e incluso moldes
para piezas no realizadas por revolución como figurillas (sigilla). La cerámica romana extendió el uso de
Mapa de los hallazgos de hornos y talleres romanos en la Comunidad Valenciana.
La intensa explotación del campo contribuyó a que las explotaciones rústicas instalaran talleres cerámicos para dar salida a su productos. En el caso del actual territorio valenciano éstos se especializaron generalmente en ánforas por la gran producción de vino.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Horno romano de Higueruelas, Valencia según A. Mrakic.
[Tratamiento gráfico A. Sánchez].
Se observa la superficie de la parrilla, o suelo perforado del
laboratorio, así como el sistema de soporte formado por arcos en la cámara de combustión y las perforaciones que trasmiten el calor.
los engobes brillantes, también llamados barnices antiguos, que se aplicaban sobre producciones como la
terra sigillata (vasa samia), cerámica cubierta de un lustroso engobe rojo, a veces con elementos en relieve
(emblemata), o las llamadas cerámicas lucentes, en ese caso con engobe irisado de brillo metálico. Pero también extendió los primeros vidriados de plomo de color melado, verde o pardo, teñidos con óxidos metálicos y que requerían ser cocidos en cobijas, procedimiento técnico que se convertiría en la base de la loza
musulmana y de las posteriores producciones desde la Edad Media hasta hoy.
La cocción se hacía de forma generalizada en hornos de convección y tiro directo, implantados
en la península Ibérica desde los primeros contactos con los semitas, destacables por poseer espacios separados para el lugar donde se realizaba la combustión y para el que recibía las piezas a cocer, que en general no eran afectadas directamente por las llamas sino sólo por los gases calientes.
El horno (furnus) más extendido era el de tiro vertical, donde la cámara de combustión, u hogar, se
separaba de la cámara de cocción, o laboratorio, mediante un piso perforado (parrilla). La cúpula o
bóveda que cerraba la cámara de cocción por arriba solía no ser fija, construyéndose con cascotes y
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HORNOS ROMANOS Y PRODUCCIÓN CERÁMICA • JAUME COLL
tierra. Sin embargo, en las zonas de fronteras, especialmente en el limes británico, se utilizaron profusamente hornos de convección horizontales, e incluso hornos de doble boca de carga con evacuación vertical de humos en el centro, bajo la cual se disponían las cerámicas a cocer. Al ser los hornos
sencillas estructuras semiexcavadas, en el limes se usaron incluso hornos móviles, que se construían
con un pilar hueco transportable que se insertaba en un hoyo circular de cerca de un metro de diámetro con una rampa lateral para la carga de combustible. Sobre el pilar se disponían radialmente
barras o ladrillos triangulares para formar la parrilla, mientras los muros de la cámara de cocción se
hacían con adobes preparados en el terreno o tierra apisonada. Estas estructuras permitían trasladar rápidamente los talleres en caso de la aparición de problemas bélicos en las fronteras. Sin embargo, los hornos romanos instalados en las villae rusticae, y en los centros de producción y comercio solían ser construcciones estables que duraban varios años, incluso hasta varias décadas. En
general existían hornos de pequeño tamaño (de uno a dos metros cúbicos de capacidad) para la
cocción de cerámica común o lozas para la mesa, y otros mayores, de hasta cerca de cuarenta metros cúbicos, para ánforas, tinajas ladrillos y tejas. En general partían de dos tipologías básicas, por
un lado los hornos de planta circular, y por otro los de planta cuadrangular. La cámara de combustión o inferior (furnus, focus, ignis) se excavaba en el suelo, yendo precedida de la boca de alimentación del combustible (praefurnium) que comunicaba con un espacio rehundido, especie de antesala
excavada desde donde se alimentaba el combustible durante la cocción. En las grandes instalaciones ésta llegaba a tener el aspecto de una gran habitación semisubterránea, ya que en ella se abrían
todas las bocas de carga de combustible de varios hornos, siendo también el espacio donde se almacenaba la madera usada para quemar. En la cámara de combustión se situaban los arcos o muros
que, levantados aproximadamente hasta la altura del suelo exterior, sostendrían la parrilla (opus
suspensus, opus pensile). Si bien los hornos romanos más simples, y también los más antiguos, tenían
un pilar o muro para el soporte de la parrilla, la estructura más corriente de sustentación consistía
en una serie de arcos paralelos a la boca de carga del combustible. Algunos
hornos poseían dos bocas de carga paralelas, pero lo corriente era
que tuvieran sólo una con un largo túnel, de uno o dos metros, por donde se introducía la madera usada como
combustible. La longitud del túnel de carga
permitía que, en los hornos menores, la
combustión se realizara en él, por lo
que al laboratorio –lugar donde se depositaban las piezas a cocer– llega-
Restitución gráfica de de la Almadrava de Denia.
[Dibujo F. Chiner].
La representación muestra las diversas partes del
horno restituídas. El alfarero introduce la leña en
la cámara de combustión que soporta con unos
arcos la habitación, cubierta con una cúpula,
donde se colocaban las ánforas a cocer, llamada
cámara de cocción o laboratorio.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Moldes para sigillatas de Bronchales. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Los vasos de terra sigillata se realizaban sobre moldes de arcilla cocida que tenían impresa la decoración. Éstos se rellenaban con barro fluido, de forma que
el dibujo se cubriera bien, en una capa de cierto grosor que luego era terminada interiormente al torno. Al secar, la masa se contraía de forma que se despegaba del molde. Posteriormente recibía el baño de barbotina roja, muy
fluida y con fundentes de potasio, que se convertiría en el barniz rojo.
ban únicamente gases calientes. Esta separación permitía un mayor
control de la cocción en las fases críticas. Sin embargo, en los hornos
mayores destinados a ánforas o tinajas, se suplía un corredor corto
con una mayor altura de la cámara de combustión. Los muros del laboratorio se realizaban con adobes, tapial o ladrillos, resultando más
económicos y fiables los primeros. La cubierta podía ser fija en los
hornos de ladrillo o en los de adobe o tapial con muro exterior de
piedra, aunque en general se buscaba la economía constructiva por
lo que era corriente que la bóveda fuera efímera, construida con
fragmentos de piezas fallidas, tegulae y tierra. Por otra parte, en el
caso de la producción de ladrillos o material de construcción, la etnografía documenta que muchos hornos no disponían de muros,
siendo posible que algunos hornos romanos tuvieran únicamente estructuras subterráneas cuya parte visible exterior sería la propia parrilla (hornos de parrilla-plataforma). El laboratorio se conformaba,
en ese caso, con el mismo material a cocer, como evidencian los hornos especializados en ladrillos.
Finalmente, en función del producto, los romanos usaron una serie de procedimientos para mejorar las condiciones de cocción desarrollando la transmisión del calor por radiación. Ello era esencial en
los hornos para la terra sigillata, ya que ésta debía cocerse en atmós-
Restitución gráfica del taller cerámico de la Almadrava de Denia.
[Dibujo F. Chiner].
En la presente imagen se presenta
una vista hipotética del centro alfarero de la Almadrava de Denia.
En primer plano se observan los
pequeños cubos de los hornos, y
detrás los cobertizos usados como
talleres o secaderos.
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HORNOS ROMANOS Y PRODUCCIÓN CERÁMICA • JAUME COLL
Horno de la Cargadora (Olocau, Valencia). [Archivo SIP].
La estructura sigue la configuración general de un
horno, con pilar central, doble galería de arcos y suelo
perforado o parrilla. Los materiales de esta estructura,
que incluye arcos de rodeno y capas de mortero, no son
habituales en los hornos cerámicos que suelen construirse con ladrillo y barro o materiales refractarios para
resistir las altas temperaturas.
fera oxidante y de forma uniforme. Para ello idearon un sistema de tubos internos que cruzaban el
laboratorio en vertical por donde circulaban los gases y el calor, dejando un espacio para colocar las
pilas de platos o vasos, con lo que las piezas se cocían por el calor irradiado por los propios tubuli.
En el caso de la cerámica vidriada, los romanos usaron las primeras cajas, o cobijas, conocidas en el
Mediterráneo occidental.
TESTIMONIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL TERRITORIO VALENCIANO
En la antigüedad romana, la producción alfarera valenciana tuvo ya renombre, a juzgar por las
palabras de Plinio el Viejo, quien en su Historia Natural (XXXV, cap. 12) menciona los cálices de Saguntum en Hispania, vasos que Valcárcel en 1769 asoció de forma errónea a la abundante terra sigillata
que aparecía en aquella ciudad. Desconocemos todavía las características materiales de esa producción mencionada por el gran historiador, aunque se han descubierto gran número de talleres alfareros romanos en la Comunidad Valenciana. La bibliografía sobre los hallazgos de hornos en territorio
valenciano no es abundante. Los hornos más antiguos encontrados hasta el momento, de época republicana, siguen la estructura de los hornos cerámicos ibéricos. En el caso de los hornos mayores, se
trata en general de estructuras de planta circular, con un muro longitudinal adosado al fondo de la
cámara de combustión, o bien con un pilar oblongo o rectangular central para sostener la parrilla.
Debieron dedicarse a la fabricación de ánforas o de todo tipo de loza de uso doméstico o industrial,
en especial contenedores, representando en realidad la continuación de los alfares ibéricos prerromanos. Un ejemplo de ello puede ser el horno de Rascanya de Liria. Los hornos menores, especializados
en la fabricación de pequeños vasos o platos, eran de planta circular, con un diámetro aproximado de
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Panel de Ariadna iniciándose en los
ritos dionisíacos. Villa de Fabius Rufus. Siglo I a.C.-I d.C. [Museo Arqueológico Nacional de Nápoles].
La escena sugiere el vertido de vino
tomado de la crátera a un pequeño
cántaros usado para beber.
un metro, y cuya cámara de combustión
podía poseer, aún no siendo esencial, un
pilar central para sostener la parrilla. Se
han localizado hornos semejantes en la
ciudad de Valentia y en Paterna. En el
caso de los pequeños hornos del área
urbana, podrían abastecer el consumo
al por menor de los vinos en las tabernae vinariae o en los hospitium, e incluso relacionarse con santuarios de
culto acuático.
En época imperial, a medida que la
producción agrícola se incrementaba y
se consolidaban las redes de distribución comercial de los productos del medio rural, se comenzaron a instalar en los fundus talleres y hornos cerámicos para la producción de los
contenedores necesarios para distribuir sus productos. De ese modo aparecen centros ceramistas en el
ager, como vemos en el caso del horno romano de la Vall d’Uixó, en la villa de El Rebollar (Requena), en
Paterna, en Oliva, Catarroja o Castelló de la Ribera, a veces agrupados en conjuntos como puede verse
en el caso del Mas d’Aragó o de La Llovatera (Ribarroja). Los productos se marcaban en ocasiones en el
propio taller sobre el barro verde, lo cual nos permite conocer su distribución. Procedentes de la zona de
Oliva se han localizado las marcas F, MF y CA VI estampilladas sobre las ánforas, mientras de la villa del
Mas d’Aragó parece ser la marca L EV HER O. La demanda de material de construcción también ocasionó
la instalación de hornos especializados en la cocción de ladrillos (opus latericium) o tejas (tegulae, imbricis), como ocurrió en Rascanya (Liria) o Higueruelas, donde se conservan dos hornos de planta cuadrada de alguna officina lateraria o tegularia, al parecer del tipo de parrilla-plataforma. Las estampillas de
L’Almadrava documentan incluso el nombre del dominus del predio en el siglo III, el senador Lucius Lucretius, y del esclavo que se encargaba de la figlina, Felicio, así como del ciudadano Lucius Sulpicius Sabinus. Incluso existen talleres que por sus dimensiones parece que pudieran ponerse en relación con la actividad de mercatores especializados en la redistribución de productos agrícolas, caso en el que por su
especial ubicación a la orilla del mar parece que podemos situar la alfarería de la Almadrava de Dénia,
donde se han hallado un conjunto notable de estampillas sobre la producción anfórica (PH.I; SAT; PL.CIS;
CAL.CIS; FI; C.C.V.LM.F.S.), lo cual nos permitirá ir identificándolas en sus puntos de destino y conocer la
distribución comercial que tuvieron los productos elaborados en Dianium. Posiblemente existieron también alfares en Estivella (estampilla MPM), mientras en El Puig de Santa Maria han aparecido sellos con
las inscripciones BC Materni Sacynto, SALVI, GEMINI y MARINI. Las producciones de esos talleres eran muy
variadas, aunque entre ellas destaca por su interés comercial una especialización general en ánforas vinarias del llamado tipo Oliva (Dressel 2/4), típica de los primeros siglos de la Era.
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YACIMIENTOS NO URBANOS
DE ÉPOCA VISIGODA (SIGLOS VI-VII)
EMPAR JUAN
Colaboradora Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia
MIQUEL ROSSELLÓ
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
El conocimiento que tenemos sobre el mundo rural de época visigoda en la zona valenciana es
todavía bastante irregular, sin embargo se viene constatando, al igual que ocurre en otras partes del
Mediterráneo, que a parte de los sitios urbanos que asumen funciones episcopales, económicas y estratégico-militares, caso de Valentia, aparecen una serie de asentamientos privilegiados y característicos de este período, al cual tenemos que definir ya como altomedieval, íntimamente relacionados
con el núcleo urbano: son los centros monásticos, castros fortificados y residencias rurales.
Paralelamente, la distribución de productos importados, principalmente las últimas producciones de vajilla de mesa africana (sigillata) y ánforas, se produce preferentemente en estos mismos sitios: ciudades, normalmente sedes episcopales; castros fortificados, ubicados en zonas de frontera;
monasterios, generalmente relacionados con las ciudades; y residencias rurales, vinculadas a las élites urbanas, civiles, militares o eclesiásticas.
Como ejemplos paradigmáticos de lo anteriormente expuesto contamos en el territorium de Valentia con tres yacimientos excepcionales: el monasterio de Punta de l’Illa (Cullera), el castro fortificado de València la Vella (Riba-roja de Túria) y la villa áulica de Pla de Nadal (Riba-roja de Túria).
EL MONASTERIO DE PUNTA DE L’ILLA (CULLERA)
El yacimiento se hallaba situado en una antigua isla, actualmente unida a tierra firme, próxima a la
costa cullerense y excavado por el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia
(años 1955, 1957 y 1966) antes de su destrucción para la construcción de bloques de apartamentos.
El yacimiento fue frecuentado desde la prehistoria, aunque parece que no hubo asentamiento
más o menos estable hasta época tardorromana.
Las diferentes campañas de excavación documentaron tres grupos de estructuras y un importante conjunto de materiales que fueron calificadas, en aquel momento, como «factoría de época
constantiniana». Investigaciones posteriores han identificado los restos de l’Illa con un conjunto monástico y, más concretamente, con el cenobio que el obispo Justiniano de Valencia mandara construir
en una isla en honor a San Vicente Mártir, tal como se colige de la lectura de su epitafio, así como fechar el momento de destrucción y abandono del conjunto en el último cuarto del siglo VI.
En el centro del islote y en lugar prominente se alzaban los restos de una estructura de planta rectangular, orientada E-W, con muros de mampostería asentados sobre banquetas de cimentación de
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vista aérea de la antigua ínsula
de la costa de Cullera (València)
donde se localizaba el monasterio
de Punta de l’Illa. [Archivo SIP].
En la antigua ínsula, llamada
Punta de l’Illa del Portitxol o Illa
dels Pensaments el obispo Justiniano (siglo VI) mandó construir
un monasterio en conmemoración de la llegada del cuerpo de
san Vicente Mártir.
1,10 m de anchura, con unas dimensiones de 13,50 x 8,75 m y subdividido en varios departamentos.
Este edificio presentaba una serie de peculiaridades que lo diferenciaban claramente de los otros grupos de estructuras, tales como su ubicación privilegiada en el centro de la isla y en el lugar más elevado, su orientación este-oeste, la solidez de sus muros, mejores acabados (pavimento, probablemente
de signinum, de 10 cm de espesor, enlucidos), la presencia de elementos arquitectónicos de cierta riqueza (pilar in situ con basa moldurada, pequeña basa de mármol quizás perteneciente a una columnilla de ventana, el extremo de un brazo de cruz patada de piedra toba calcárea) así como la recuperación
de significativos materiales de carácter litúrgico: gran pátera de mármol, gran cruz de bronce para colgar, pequeña cruz de bronce enlazada con tres láminas rematadas con enganches que formaría parte de
una pieza más compleja (corona votiva, incensario, lampadario...). En la misma estancia se recuperaron
un tesorillo de monedas y varios ungüentarios cerámicos de origen oriental –Palestina o Panfilia– cuyo
contenido, probablemente óleo santificado, estaba relacionado con usos litúrgicos y curativos.
Estas peculiaridades apuntan a que el citado edificio pudo haber tenido una funcionalidad cultual, como iglesia o capilla conmemorativa.
En la parte oriental de la ínsula se concentraban unas construcciones rectangulares, cuatro en total, dispuestas en batería, sin divisiones internas y orientadas norte-sur. Realizadas también en
Vista desde poniente del conjunto de edificaciones excavadas en el año 1955 en el
yacimiento de Punta de l’Illa (Cullera,
València). [Archivo SIP].
La primera campaña de excavaciones se
centró en la parte más alta del peñón,
localizándose un edificio dividido en
tres departamentos donde se recuperaron, entre otros, un tesorillo de 40 monedas, dos cruces litúrgicas de bronce y
abundante cerámica.
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YACIMIENTOS NO URBANOS DE ÉPOCA VISIGODA • EMPAR JUAN Y MIQUEL ROSSELLÓ
Detalle del diario de excavaciones de Punta de l’Illa
(Cullera, València) del año 1955 manuscrito por
D. Enrique Pla. [Biblioteca SIP].
Se aprecian los dibujos a mano alzada de un candil islámico y el fondo estampillado de un ungüentario
cristiano oriental.
mampostería, se caracterizaban por su sencillez y
presentaban dimensiones de 10 x 4,20 m para la
más pequeña y 19 x 5,25 m para la mayor. En uno
de estos tinglados, el único que pudo excavarse, se
hallaron, especialmente junto a los muros, gran
cantidad de ánforas, mayoritariamente identificadas como grandes contenedores cilíndricos olearios del norte de África (Túnez) y, en menor medida, ánforas del Mediterráneo oriental (Gaza,
Siria-Palestina, Egeo), en las que se exportaría, entre otros, el reputado y apreciadísimo vino de
Gaza, así como pequeñas ánforas de fondo cóncavo-convexo con decoración incisa a peine procedentes de Ibiza y norte de África. Estos tinglados
se han interpretado como un cellarium y no es extraña su presencia en ámbitos basilicales y monacales próximos, como el caso de la basílica de «Es Cap des Port» en Menorca. Es muy probable que los
canales de distribución de algunos de estos productos, susceptibles de ser usados en la liturgia cristiana y popularizados por sus cualidades terapéuticas, caso del vino de Gaza (el obispo Gregorio de
Tours referencia su empleo en la Eucaristía) y de los óleos de los ungüentarios (quizá utilizados en la
ceremonia del bautismo o en el sacramento de la extremaunción), estuvieran directamente controlados
por la propia Iglesia.
En el extremo occidental del peñón se excavaron pequeños departamentos, también levantados
con mampostería.
Parece ser que todo el conjunto, o al menos la parte meridional más desguarnecida, estaba protegido por un muro o cerca, tal como quedó reflejado en los minuciosos diarios de excavación de Enric
Pla y Miquel Tarradell.
Minuciosos diarios de excavación que, junto al estudio de las fuentes históricas, han permitido reintegrar del olvido una importante parte de nuestro pasado y dotar de contenido histórico al voluminoso
y excepcional conjunto de materiales recuperados antes de que la especulación urbanística acabara con
uno de los yacimientos más singulares para el conocimiento de nuestra Antigüedad Tardía.
EL CASTRO HISPANOVISIGODO DE «VALÈNCIA LA VELLA» (RIBA-ROJA DE TÚRIA)
El yacimiento de València la Vella se encuentra situado sobre una terraza entre el margen derecho
del río Turia y el Barranco de la Cabrasa, depresiones topográficas que aprovecha como defensas naturales, distante a unos 3 km al SE de Riba-roja de Túria. Su ubicación en una terraza fluvial del Turia le permite el control del paso a lo largo del río, vía natural de comunicación entre la costa y el interior. Se trata de un punto estratégico con una marcada funcionalidad militar, estructurado para la
defensa y control del territorio.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vista general de la ubicación del yacimiento de València la Vella (Riba-roja de
Túria, Valencia).
Ubicado estratégicamente sobre una terraza fluvial delimitada por el río Turia
y el Barranc de la Cabrasa, que aprovecha como defensas naturales.
Alzado de un tramo de muralla del castro
fortificado de València la Vella (Riba-roja
de Túria, Valencia).
La muralla tiene una anchura de entre
1,80 y 2,00 m., formada por una doble pared de mampostería trabada con hormigón
de cal y relleno interior de piedras y hormigón, está reforzada con diversas torres cuadradas (3 x 3 m.) de similar aparejo, calculándose que encerraba una superficie
aproximada de 4 ha.
Las referencias sobre el yacimiento se rastrean desde el siglo XIV donde aparece el nombre de
«València la Vella» en un documento del Consell de València a propósito de un proyecto de transvase
de agua del Júcar al Turia. Posteriormente, casi todos los cronistas regnícolas y diferentes eruditos
han tratado, con mayor o menor acierto, sobre las ruinas de València la Vella, convirtiéndose en uno
de los yacimientos arqueológicos valencianos del que contamos con noticias más antiguas. Merece
destacar la monografía que hiciera Valls David en 1902, en donde aparece la planta del yacimiento.
El nombre de València la Vella tendría relación con la supuesta existencia de una primitiva Valencia que luego fue abandonada al trasladarse al emplazamiento actual, tradición que ha sido rechazada por todos los investigadores, antiguos y modernos, y totalmente rebatida por la arqueología.
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YACIMIENTOS NO URBANOS DE ÉPOCA VISIGODA • EMPAR JUAN Y MIQUEL ROSSELLÓ
A pesar de la monumentalidad del conjunto y las controversias sobre su origen, no será hasta finales
de la década de los años 70, a raíz de la destrucción de una buena parte del tramo occidental del recinto,
cuando el Servicio de Investigación Prehistórica realice tres cortas campañas de excavación que permitieron comprobar la existencia de estructuras constructivas en el interior del recinto y fijar su cronología
cuando menos bajoimperial, descartando otras cronologías más tempranas aventuradas por la historiografía que pretendía con ello dar reputada antigüedad y un nombre honorable a las ruinas.
Lo característico y definitorio del lugar, de una superficie aproximada de 4 Ha, es la existencia de
una potente muralla que se adapta a la topografía del terreno, dibujando una planta trapezoidal que
rodea al yacimiento. La muralla, de entre 1,80 y 2,00 m de anchura, está formada por un doble paramento de mampostería trabada con hormigón de cal y, entre ambos, un relleno interno de piedras y
hormigón. En algunos tramos se detectan mampuestos colocados oblicuamente a modo de spicatum
y la ocasional utilización, principalmente en las hiladas inferiores, de sillares reaprovechados bien
escuadrados. La argamasa sobrante de la trabazón de los mampuestos se utiliza a modo de tosco enfoscado para tapar las uniones, dándole un aspecto muy característico. El alzado máximo conservado llega, en algunos puntos, hasta cerca de los tres metros.
La cerca aparece reforzada por torres cuadradas de 3 x 3 m, de proyección exterior que traban con la
muralla y con similar aparejo. Son torres macizas, con relleno interior de piedras y hormigón de cal.
En el interior del recinto son visibles diversas estructuras, todavía por excavar, de las que destaca un
gran edificio situado al sur, próximo a la muralla, en el que se centraron las tres campañas de excavación.
Se trata de un edificio de planta rectangular de unos 25 x 7 m. El aparejo utilizado es el mismo que el de
la muralla, mampostería trabada con mortero de cal y gravas, mortero que sirve a su vez para tapar la
unión entre mampuestos a modo de enfoscado. Además, se reutilizan sillares y elementos arquitectónicos
altoimperiales de caliza dolomítica gris azulada (probablemente procedentes de la cercana Llíria) en las
zonas activas de la construcción –esquinas y jambas– y como basamento de los muros.
Los pioneros trabajos del SIP, un análisis de las características técnicas y constructivas de los restos conservados, su ubicación en el territorio, los paralelos con otros yacimientos de similares características, el estudio de los materiales cerámicos prospectados y el análisis de los datos históricos,
han posibilitado estructurar una serie de hipótesis de trabajo para abordar una aproximación histórica del conjunto.
València la Vella tiene paralelos con una serie de yacimientos peninsulares de similares características y cronología (Recópolis, Puig Rom, Begastri...).
El material cerámico recuperado proporciona una cronología centrada entre mediados-finales del siglo VI y mediados del siglo VII y cabe destacar la presencia de importaciones de vajilla de mesa de Sigillata Africana Clara (Hayes 91, 99, 101, 103, 104, 105), abundantes ungüentarios orientales (Late Roman
Unguentarium), cerámica africana de cocina y ánforas africanas y del Mediterráneo oriental. La recuperación de molinos de piedra para cereales y las abundantes escorias de mineral de hierro, son otros indicios de algunas de las actividades económicas y de transformación que se realizaban en el lugar.
El significado de un establecimiento defensivo de estas características, en un contexto de finales
del siglo VI, se ha relacionado con el complejo momento histórico de reorganización y control de este
territorio por parte del estado visigodo frente a la ocupación bizantina del sur y sudeste hispanos y
frente a la amplia autonomía adquirida por las aristocracias locales –civiles y episcopales– de algunas regiones peninsulares. Momento que coincide con un profundo proceso de ‘bizantinización’ político-ideológica que afecta al reino visigodo a partir de Leovigildo, muy patente en la organización
militar del reino visigodo, adoptando el modelo bizantino –presente en la misma provincia imperial
Spaniae– en la estructuración de los diferentes sistemas defensivos de frontera.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
v
Alzado de un tramo de muralla del castro
fortificado de València la Vella (Riba-roja de
Túria, València).
v
Planta del recinto de València la Vella (Riba-roja de Túria, Valencia) extraida de la
obra de Rafael Valls David, Pallantia (Valencia, la vieja), de 1902.
Se trata de un testimonio gráfico de gran valor puesto que representa el aspecto que tenía el recinto antes de las diversas destrucciones, algunas de ellas
muy recientes, que han mermado irremediablemente un yacimiento único, por
su cronología y características, en toda la Comunidad Valenciana.
La actividad militar de Leovigildo va a permitir consolidar su posición territorial y establecer un
limes defensivo frente a la provincia bizantina hispana. Este limes estaría formado por dos líneas defensivas sucesivas o doble limes. Una primera línea formada por fortificaciones tipo castrum y castellum estratégicamente situadas controlando el territorio circundante y articuladas en torno a calzadas
estratégicas y estructuradas en función de los centros urbanos. La segunda lo conformarían ciudades
amuralladas, generalmente con funciones episcopales y centros emisores de moneda.
Valencia quedaría integrada dentro de esta línea defensiva en época de Leovigildo, pues su sede
episcopal aparece representada en el III Concilio de Toledo del 589, y la existencia de un obispo
arriano en la silla episcopal (Ubiligisclo) es una prueba segura de la presencia de importantes contingentes militares visigodos.
Valencia, tierra de frontera, va a adquirir en estos momentos una fundamental importancia estratégica frente al dominio imperial en el sudeste peninsular, y el espectacular recinto fortificado de
València la Vella solo se comprende en función de la política de afirmación territorial emprendida
por el monarca que lo convertirá en un eslabón del sistema defensivo frente a los bizantinos.
Eslabón de la primera línea defensiva en función de la defensa de la ciudad de Valencia y su territorio y, sobre todo, del control de la vía natural –río Turia– que comunica Valencia y el litoral con
las tierras del interior, en un intento de controlar las rutas de acceso al levante bizantino y tener una
base firme y estable desde donde estructurar el sistema fronterizo de defensa frente a los imperiales.
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YACIMIENTOS NO URBANOS DE ÉPOCA VISIGODA • EMPAR JUAN Y MIQUEL ROSSELLÓ
LA VILLA ÁULICA VISIGÓTICA DE «PLA DE NADAL» (RIBA-ROJA DE TÚRIA).
En el término municipal de Riba-roja de Túria, a unos 20 kilómetros al noroeste de la ciudad de
Valencia se encuentra el yacimiento visigótico de Pla de Nadal, que toma el nombre de la partida en
que se asienta, al pie de la loma dels Carasols, sobre una ligera elevación de la llanura circundante.
La transformación del entorno en campos de naranjos que dio lugar a su descubrimiento ha modificado la topografía del lugar, afectando incluso a parte de las estructuras que ya habían sido destruidas cuando se produjo el hallazgo. Las primeras informaciones llegadas al Servicio de Investigación
Prehistórica de la Diputación de Valencia datan de 1971. Los trabajos de excavación arqueológica se
desarrollaron sistemáticamente a lo largo de ocho campañas, entre los años 1981 y 1989. En 1999 se
iniciaron las obras de restauración y puesta en valor del yacimiento recientemente finalizadas.
Los restos descubiertos configuran una trama espacial metrológicamente jerarquizada. Resulta notable la rígida simetría de los espacios respecto de un plano norte-sur, señalado por las puertas que se
abren, centradas, en ambos muros del mayor espacio conservado. La crujía meridional, única conservada, está formada por una nave rectangular, o aula, de 17 m de longitud por 5,30 m de anchura, provista de ventanas, tres a cada lado de las puertas mencionadas, en sus lados mayores. Por su parte, los
flancos menores se abrían a sendos atrios o vestíbulos cuadrangulares accesibles a través de tres arcos
adovelados de herradura sobre impostas bajas, de extraordinario interés para la historia de la arquitectura no solamente en las tierras valencianas. La transición hacia los ámbitos exteriores se realiza por
medio de al menos tres pórticos, con pilares cúbicos flanqueados por habitaciones avanzadas; el meridional aparece dispuesto en torno al estrecho vano de la puerta central como nartex principal. Este singular recinto nobiliario presenta un pavimento de tierra batida en su planta baja, funcionalmente destinada al almacenamiento de grano, vino o aceite, como prueba la presencia de fragmentos de doliae,
ruedas de molino y un mortero manuales. Al nordeste de la edificación se han conservado, muy deficitariamente, los restos de una posible exedra de aparato, hecho arquitectónico que nos remite al lujoso
modelo de residencia rústica organizada en torno a un peristilo central. Asimismo, recientes estudios
realizados por Charles Bonnet y Julia Beltrán en el palacio episcopal de época visigótica de Barcelona
han señalado las similitudes en la organización de los espacios con el edificio de Pla de Nadal.
La mayoría de las estructuras conservadas fueron realizadas con mampostería revocada con toscos enlucidos, si bien también se recurrió puntualmente al empleo de sillería de toba y, significativamente, al reaprovechamiento de calizas dolomíticas de labra romana, provenientes probablemente
de monumentos clásicos arruinados de la antigua Edeta y emplazadas como impostas.
Los restos conservados forman parte de un complejo palacial que ofrece múltiples evidencias de
la existencia de una planta alta, de estructura lígnea, conformada por pavimentos de opus signinum
tal vez enmarcados por bandas de ladrillos bizcochados, en la que se ubicarían las estancias propiamente dominicales, profusamente decoradas en sus paramentos.
En este sentido, una de las singularidades más notorias del edificio de Pla de Nadal reside precisamente en su gran riqueza escultórico-arquitectónica, habiéndose recuperado unas 800 piezas de piedra
labrada, de las que 400 corresponden a las fábricas del mismo y otras tantas a elementos ornamentales.
Entre estos últimos, el grupo más representativo es el constituido por los frisos, tallados a bisel,
que muestran los motivos decorativos de trifolios o pentafolios enlazados, roleos clasicistas de vid,
con racimos, trifolios y palmetas, y veneras separadas por trifolios opuestos y unidos por el tallo.
Los capiteles de factura plenamente visigoda presentan una marcada influencia estética bizantina, siendo uno de éstos, de tamaño mediano y forma troncopiramidal, una original evolución del
corintio vitrubiano, con las hojas de acanto convertidas en pencas rehundidas, volutas indicadas con
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Villa nobiliaria de Pla de Nadal (Riba-roja de Túria, València). Panorámica desde el este. [Archivo SIP].
Conserva la nave central rectangular con ventanas y contrafuertes, dos vestíbulos y tres pórticos flanqueados
por habitaciones. Entre sus más de ochocientos elementos arquitectónicos destacan arcos de herradura, capiteles, celosías y piezas decoradas que presentan relieves de roleos vegetales, trifolios o flores de loto y veneras.
perforaciones de trépano y ábaco cuadrado con rosetas tetrafolias o cruces, sustitutivas de los florones canónicos, centradas sobre una banda de motivos incisos a bisel compuestos en zigzag.
Por otra parte, cabe catalogar como soportes accesorios una serie de objetos arquitectónicos de
menores dimensiones con una doble interpretación funcional: balaustres y elementos ornamentales
y compositivos pertenecientes, en su mayor parte, a un orden de vanos originalmente situado en
una altura muy superior a la de los muros conservados. Entre estos últimos se encontraría un salmer
de ventana geminada con arquillos de herradura.
Otro grupo numeroso lo constituyen las celosías circulares de piedra calada, destacando las cruces caladas, lisas o trabajadas a bisel por sus dos caras, que frecuentemente conservan restos de la
oscura pigmentación original y los pies de inserción. Las tracerías de las mismas albergarían con
toda probabilidad fragmentos de yeso especular, lo que redundaría a favor de la atribución funcional de algunas de estas piezas como óculos de iluminación translúcidos.
Especialmente significativas resultan una reducida serie de placas decorativas discoidales o trapezoidales, de prácticamente segura inserción parietal. En cuanto a la ubicación de las primeras parece adecuada la hipótesis de su instalación en las enjutas de los arcos, de acuerdo con modelos constructivos bizantinos y omeyas. Por lo que se refiere a las dos únicas placas trapezoidales, de
dimensiones medias, una de las cuales se ha conservado íntegramente, parece tratarse de claves adoveladas de los dinteles de las puertas de acceso de algunos de sus pórticos. Estas piezas encierran en sí
mismas los tres principales motivos ornamentales desarrollados en este monumento y constituyen auténticas claves de todo su elaborado programa iconográfico.
Entre las piezas singulares destaca un pequeño medallón con anagrama, orlado de roleos vegetales similares a los que se encuentran en frisos y placas decorativas de esta misma construcción. La
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YACIMIENTOS NO URBANOS DE ÉPOCA VISIGODA • EMPAR JUAN Y MIQUEL ROSSELLÓ
Capitel visigodo de tradición bizantina. Pla de Nadal (Riba-roja de
Túria, Valencia). Siglo VII. [Museo de Prehistoria de Valencia].
parte central está ocupada por un anagrama en forma
de cruz en el que pueden identificarse las letras T, E, B
en el brazo vertical; D, E, M en el horizontal y nuevamente en el vertical I y R, que según la lectura realizada por el latinista Josep Corell puede transcribirse
como Tebdemir. Nombre similar al epígrafe Tevdinir
grafiado en el reverso de una venera y que cabría entender como referidos a un mismo personaje.
En las villae tardorromanas es frecuente la presencia,
generalmente en los mosaicos, del nombre del propietario
trazado en un anagrama, como en el caso de Villa Fortunatus
de Fraga o en el de la villa de Cuevas de Soria. También en la
arquitectura bizantina encontramos frecuentemente anagramas con el nombre del dignatario bajo cuyo mandato se construye el edificio. Asimismo en la arquitectura de época visigoda se encuentran anagramas cruciformes en los frisos de las fachadas exteriores de Quintanilla de las Viñas. En este sentido, el anagrama orlado de Pla de Nadal podría
corresponder al nombre del fundador o propietario de esta magnífica quinta palaciega, algún significado personaje de origen germánico perteneciente a la sociedad hispanovisigoda del siglo VII.
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VIAVRBS
• URBANISMO Y ARQUJTECTURA EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS
• EL ESCENARIO EPIGRÁFICO EN LAS CIUDADES
• LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS
• LA VAJILLA ROMANA
,. LA CULTURA DEL AGUA
• LA CIUDAD TARDOANTIGUA
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URBANISMO Y ARQUITECTURA
EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS
MANUEL OLCINA
MARQ. Museo Arqueológico Provincial. Alicante
En nuestra historia, la civilización romana es la primera que ha dejado huellas reconocibles en el
territorio. La racionalidad y solidez de la configuración urbana y la creación de construcciones monumentales que marcaban de manera rotunda en el ámbito de las ciudades (y también en el medio
rural), sus códigos culturales, sociales, económicos e ideológicos, transformaron, como en ningún
momento anterior, el paisaje del occidente europeo. Tal presencia se debe al papel fundamental de la
urbanización que Roma utiliza como instrumento de consolidación de los territorios adquiridos y difusión de sus modelos culturales de tal manera que el esplendor del Alto Imperio (siglos I y II) se
debe en buena medida a que está cimentado en una extensa red de ciudades.
LA CIUDAD. CUESTIONES GENERALES
En el mundo romano, la ciudad puede definirse desde el punto de vista de su configuración física y funcional y desde el de su constitución jurídica. En el primer aspecto se muestra como una
aglomeración destacada, definida por un límite (pomerium) concretado a menudo por la muralla y en
la que se distribuyen los edificios y complejos arquitectónicos mínimos (foro, termas, templos), que
posibilitan el modo de vida romano. El enriquecimiento y crecimiento de las ciudades dió lugar a la
aparición en las áreas periurbanas de grandes monumentos funerarios en los cementerios, barrios de
villas, instalaciones artesanales y, a veces, edificios de espectáculos que diluyeron la imagen compacta del núcleo urbano.
Jurídicamente la ciudad se define como una entidad que disfrutaba de amplia autonomía administrativa cuya plasmación legal, en los niveles más altos, se concreta en dos regímenes: colonias y municipios.
Las colonias por lo general llevan aparejadas la implantación de población de ciudadanos en una ciudad
creada ex novo o en núcleos indígenas, mientras que los municipios suponen la promoción jurídica de éstos. Paisaje urbano romano y privilegio administrativo no siempre coinciden, pero es evidente que este
último desencadenó en muchos casos la renovación y monumentalización de la trama urbana. De igual
modo, las poblaciones que habían realizado un esfuerzo por aproximarse a los patrones urbanos romanos fueron asimismo recompensadas con la promoción jurídica. Dependerá de las circunstancias propias
de cada ciudad el grado de desarrollo urbano y su despliegue arquitectónico.
Volviendo al aspecto físico, la forma urbana en una fundación ex novo corresponde al modelo colonial: límite amurallado, regularidad de su trama con calles de trazado ortogonal delimitando man-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Las ciudades romanas valencianas.
[Dibujo A. Sánchez].
zanas (insulae) cuadradas o rectangulares, emplazamiento del foro en la intersección de las
vías principales (cardo y decumano). Pero este
patrón, que es la imagen que comúnmente se
asocia a la ciudad romana, no es automáticamente transportable a aquellas ciudades que
arrancan de realidades preexistentes, donde los
condicionamientos de tipo orográfico o constructivo pueden dar lugar a formas variables
dentro de la tendencia a la regularidad y a la
distribución racional de los espacios públicos y
privados. Del mismo modo, la ciudad romana
no es un fenómeno de implantación uniforme
en el tiempo y en los distintos territorios. Las
bases culturales de las regiones adquiridas y la
evolución del propio estado romano, determinaron los ritmos de implantación y los modelos.
A partir de estas premisas y ciñéndonos al
caso del urbanismo romano en las tierras valencianas analizaremos las etapas de creación
de las ciudades y las características de cada una
de ellas según el estado actual de la investigación. Teniendo en cuenta las definiciones básicas ya mencionadas, al final del proceso, el mapa urbano romano estará ocupado por nueve ciudades, de norte a
sur: Lesera (El Forcall, Castellón), Saguntum (Sagunto, Valencia), Edeta (Llíria, Valencia), Valentia (Valencia), Saetabis (Xàtiva, Valencia), Dianium (Dènia, Alicante), el municipio de nombre latino debatido emplazado en La Vila Joiosa (Alicante), Lucentum (Alicante) e Ilici (La Alcudia de Elche).
EL PROCESO DE DESARROLLO URBANO Y ARQUITECTÓNICO
ROMA Y LAS CIUDADES IBÉRICAS. Cuando Roma venció a Cartago en la Segunda Guerra Púnica a finales del siglo III a.C. incorporó a sus dominios los pueblos íberos del oriente y mediodía peninsular.
En tierras valencianas los edetanos, en el centro, y los contestanos en el sur contaban con varios núcleos de población que pueden ser considerados ciudades mientras que la Ilercavonia al norte, presentaba menos rasgos urbanos. En algunas de ellas, la arqueología ha mostrado destrucciones que
podrían situarse en el escenario de la represión de las revueltas indígenas dirigida por Catón (inicios
del siglo II a.C.). Creemos que estos hechos serán decisivos en el proceso de conformación del mapa
y la configuración particular de las ciudades romanas. Así, la destrucción de Edeta, la capital de los
edetanos, y su posterior decaimiento estaría en el origen de la discontinuidad física y retardo de su
monumentalización. En Lucentum la destrucción detectada en las últimas excavaciones y la atonía
durante el siglo II a.C. serían causas de su escaso desarrollo posterior frente a otras ciudades cercanas. Por el contrario, ciudades ibéricas tan destacadas como Arse, Saiti y la radicada en la Alcudia de
Elche llegarán a ser importantes ciudades romanas (Saguntum, Saetabis e Ilici respectivamente) que
tienen como características comunes la no ruptura física, y la promoción jurídica y monumentalización
augustea. Como conclusión a este primer momento Roma se apoyó para consolidar su poder en los
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URBANISMO Y ARQUITECTURA EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • MANUEL OLCINA
centros urbanos existentes, pero no en todos. Un indicio de aquéllo se encuentra en Sagunto donde
la primera construcción romana documentada (primer cuarto del siglo II a.C.) es una torre que formaría parte de una muralla en la parte superior del cerro del Castell al E del núcleo ibérico. En definitiva, el modelo de control territorial pasó por quebrar la estructura de poblamiento anulando la capacidad rectora de algunas ciudades (y por tanto alterar la jerarquía social) y apoyarse en otras
según sus intereses.
LA ETAPA REPUBLICANA. Hasta la constitución del poder personal de Octavio Augusto quien inauguró un periodo muy distinto de organización de las tierras conquistadas, Roma se limitará a proyectar su modelo de ciudad en contados casos, sólo en aquellas fundaciones de nueva creación de
las cuales tenemos un magnífico ejemplo en Valentia.
Sin embargo, en Sagunto, especialmente ligada a Roma por su fidelidad durante la Segunda
Guerra Púnica, a lo largo del siglo II a.C. se construye, en el área que cercaría la primera muralla romana indicada arriba, un complejo arquitectónico aterrazado presidido por un templo de cella tripartita y alto podio precedido por una cisterna. Probablemente se trata de un capitolium que, según
algunos autores, presidiría un foro. Entre el 100 a.C. y época de Augusto, frente al templo y sobre la
vertiente sur, se levantó un acceso en rampas sostenido por bóvedas paralelas. Estas construcciones
aterrazadas que integran el edificio religioso muestran una fuerte influencia de la arquitectura centroitálica que sugiere el deseo de la sociedad indígena saguntina de vincularse lo más posible a
Roma asumiendo monumentalmente sus símbolos ideológicos, aunque quizá cabría pensar en un
colectivo romano tempranamente radicado que impulsa tales realizaciones.
La profundidad de adopción de formulas arquitectónicas de tal trascendencia no se advierte en
otras poblaciones de origen prerromano mejor documentadas. Así, en Lucentum, a finales del siglo II
o principios del siguiente, se construye una potente muralla romana con torres de zócalo de sillería y
cuerpo superior de adobes, pero su perfecta adaptación al perímetro fortificado precedente y la ausencia por el momento de configuración urbana interior más bien parece responder a la creación de
un fortín (sólo abarca 3 ha) que no descartamos fuera levantado durante las guerras civiles sertorianas (80-73 a.C.). En La Alcudia de Elche sólo se constata la aparición de elementos que pueden sugerir la adopción de edificios singulares de tipología romana como el mosaico helenístico con nombres
ibéricos escritos en grafía latina de finales del siglo II a.C.
La fundación de Valentia. Es el hecho más trascendente desde el punto de vista del urbanismo y la
arquitectura romana en este periodo. A pocos km al sur de Sagunto y sobre la misma vía Heraklea,
Valentia nace en el año 138 a.C. como asentamiento en terreno virgen de los veteranos que habían luchado contra Viriato al mando del cónsul D. Junio Bruto.
Según las excavaciones arqueológicas en los primeros años tendría más el aspecto de un campamento militar, con tiendas, cabañas y barracones. Hacia el final del siglo II a.C. el asentamiento fue
dotándose de construcciones más sólidas, entre ellas la muralla. La ciudad se extendería sobre un
área junto al río de 10 ha de forma rectangular algo deformada con el eje mayor N-S y el centro situado bajo la actual Basílica de los Desamparados. En la Plaça de l’Almoina, justo detrás de este
templo, las excavaciones han puesto al descubierto varios edificios que muestran las pautas urbanas
y arquitectónicas. Destacan las termas, de las más antiguas de la Península y similares a las que en
su tiempo se realizaban en Italia. De pequeño tamaño con sólo tres habitaciones (vestuario, sala caliente y tibia), su característica principal es que todavía no consta de calefacción a través de cámara
de aire (hypocaustum) bajo los pisos de las salas calientes. Unicamente la bañera del caldarium recibía
agua caliente desde una caldera situada en la sala del horno contigua. Junto a este edificio, hacia poniente estaría el foro republicano del que se conocen las tabernae (tiendas o talleres) que delimitarían
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vestigios del templo republicano de Sagunto (Valencia).
Siglo II a.C. [Fot. M. Olcina].
Este edificio sacro perdurará y mantendrá su preeminencia en el foro construído en época augustea.
La llamada ‘torre del toro’ de
la muralla republicana de
Lucentum. Finales del siglo
II o inicios del siglo I a.C.
[Fot. Archivo MARQ].
Se conserva el zócalo de sillería sobre el que se desarrollaba el cuerpo superior
de adobes.
uno de los lados. Al norte, separado por una calle, una construcción con varias naves paralelas interiores interpretada como un horreum o almacén. Este conjunto de edificios y otros hallazgos dispersos marcan una orientación de los espacios construidos y viales rigurosamente ortogonal N-S y E-O
con manzanas (insulae) de planta cuadrangular o rectangular.
En Valentia se fecha con precisión la introducción en nuestras tierras de materiales de construcción típicamente romanos como son la argamasa de cal, los morteros hidráulicos (signinum) y pavimentos cerámicos.
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URBANISMO Y ARQUITECTURA EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • MANUEL OLCINA
La forma urbana, la tipología arquitectónica y los materiales de construcción empleados en fechas tan tempranas hablan claramente de una fundación romana. Pero además, el componente humano de esta época, conocido por el nombre de los magistrados monetales o el ritual de enterramiento en necrópolis como la de la calle Quart, señala el origen itálico. Su andadura histórica, sin
embargo quedó temporalmente truncada. En el año 75 a.C., Valentia, envuelta en la guerra civil, fue
destruida por los ejércitos de Pompeyo enfrentado al rebelde itálico Sertorio. La ciudad se cubrió de
ruinas y quedó prácticamente abandonada, aunque renació al inicio de la etapa imperial. La crisis
bélica tuvo su repercusión en el plano urbanístico puesto que la nueva configuración como ciudad
romana será algo más tardía que la de otros núcleos cercanos de origen indígena como Sagunto.
EL ALTO IMPERIO. En poco más de cien años se conformó el mapa de las ciudades romanas valencianas. No fue un proceso uniforme puesto que algunas nacieron tempranamente, con el primer emperador, Augusto (31-14) y otras fueron constituyéndose progresivamente hasta finales del siglo I.
Gran parte del equipamiento urbano será financiado por las élites locales movidas por un afán de
prestigio y emulación en un ambiente de fuerte competitividad. Un segmento social no despreciable
en la monumentalización urbana fueron los libertos que por medio de actos de liberalidad cívica, entre los que está la construcción de edificios, conseguían alcanzar el reconocimiento de la comunidad.
El impulso augusteo. Octavio Augusto acomete la reorganización del dilatado territorio conquistado por Roma y una de sus medidas principales, ya comenzada con César, fue la extensión del modelo de ciudad mediante la promoción jurídica de las ciudades preexistentes y la fundación de otras,
fenómenos que desencadenaron una autentica revolución en el plano urbanístico puesto que las ciudades tuvieron que dotarse de los espacios necesarios para desarrollar la administración y el modo
de vida romano de tal manera que es a partir de Augusto cuando podemos hablar del comienzo de
la generalización de la ciudad romana. Con estos edificios se extienden los nuevos materiales y técnicas de construcción: uso masivo de la argamasa en los aparejos de piedra y del opus caementicium
(hormigón de mortero de cal), el ladrillo, la teja, etc, aunque no se olvidan algunos materiales tradicionales como el adobe.
Termas republicanas de Valentia.
Una de las primeras de Hispania y que reafirman el carácter italico de sus habitantes en la primera andadura histórica de la ciudad.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
En el caso valenciano, el primer impulso sólo alcanzó a
cuatro ciudades: Saguntum, Saitabi, Ilici y Lucentum. No es casual esta lista puesto que son viejos núcleos prerromanos en
los que, al menos en las tres primeras no se advierte ruptura
de poblamiento y parecen haber sido favorecidas por Roma
desde el primer momento de conquista o más tarde (el caso
de Lucentum). Son ciudades que, por su evolución histórica,
estarían en condiciones de asumir el nuevo status y reformar
el paisaje construido.
Es Saguntum la que con más rotundidad se monumentaliza. Sin vecinos que pudieran rivalizar con ella, puesto que
Valentia permanecía casi deshabitada y Edeta aún no había nacido como ciudad, la vieja aliada de Roma, promocionada a
municipium durante los primeros años del reinado de Augusto, acomete y planifica en este periodo toda una serie de
edificios y reformas urbanas adaptadas a las condiciones topográficas previas. Es decir, la renovación urbana no supuso
el traslado del espacio habitado.
Gárgola de terracota con forma de perro.
Roma. Época Imperial. [Museo de Prehistoria
de Valencia].
Por la epigrafía sabemos de la reconstrucción de las murallas que en este periodo augusteo se renuevan o construyen
como elemento de dignificación de la ciudad más que como
elemento defensivo. Se acomete la monumentalización con la construcción del foro y continuando
con el teatro en los primeros emperadores julio-claudios aunque, muy probablemente, ya entrara en
la planificación augustea y se ejecutara una vez concluido el complejo forense.
El foro es el espacio público romano por excelencia donde se reúnen aquellos edificios que albergan los organismos de la vida civil (basílica o edificio judicial, la curia o lugar de reunión del senado
municipal entre otros) y de carácter religioso como los templos articulados en torno a una plaza comúnmente rectangular y porticada.
El foro de Sagunto se construyó en la parte superior de la montaña en el mismo lugar que se situaba el templo republicano que fue respetado y privilegiado para presidir toda la nueva configuración arquitectónica. Desde el punto de vista urbano, este nuevo foro seguiría perpetuando el área
central de la ciudad. Dado que se estableció sobre el área en declive para conseguir un plano de circulación y articulación horizontal de los diferentes y grandes edificios, hubo que practicar desmontes y construir nuevos y enormes aterrazamientos sobre la base de altos muros con contrafuertes. La
planta resultante estaba configurada por una plaza rectangular presidida al norte por el viejo templo
republicano y junto a éste la curia. Recayendo a los lados largos de la plaza, al E sucesión de tabernae
y al O la basílica. La formidable obra fue pagada por Cneo Baebio Gemino, miembro de una de las
familias más poderosas y antiguas de Sagunto. Su acción quedó reflejada en forma de inscripción
monumental en las losas que pavimentaban la plaza.
Teatro y foro crearían un imponente efecto escenográfico que quedaba subrayado desde el puente
sobre el río Palància situado en la prolongación del eje visual que pasaba entre ambos edificios. La
imagen de Saguntum en las primeras décadas del siglo I sería la de una ciudad desarrollada por la ladera norte desde la parte superior ocupando incluso el antiguo recinto ibérico donde se encuentran
numerosas construcciones romanas, fundamentalmente cisternas. De la trama urbana interior, que se
mostraría escalonada, prácticamente nada ha quedado. La intensa urbanización del núcleo medieval
y la constante utilización del castillo ha borrado sus huellas.
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URBANISMO Y ARQUITECTURA EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • MANUEL OLCINA
En Saetabis, aunque desconocemos la extensión precisa del núcleo romano es muy posible que
en parte se emplazara en la misma área que el ibérico Saiti (del que se calcula una extensión de 8
ha) indicando una continuidad de poblamiento. La dispersión de los hallazgos la sitúan en la ladera norte de la cresta de la sierra del Castell y en el plano del escalón que le precede (área de
Montsant, San Fèlix, Bellveret y les Santes), no ocupando el área urbana medieval y moderna que
se desarrolló al pie de esa zona. A pesar de no conocer edificios singulares en parte por falta de investigaciones sistemáticas, es seguro que su monumentalización se daría en época augustea,
puesto que la ciudad recibió en ese tiempo el estatuto municipal. La riqueza derivada del lino y
los tejidos, cuya calidad es señalada por autores clásicos ya desde mediados del siglo I a.C. contribuiría al embellecimiento urbano.
En Lucentum la renovación urbana comenzará a mediados del siglo I a.C. y se intensificará en
época augustea con el acicate en este momento de la concesión del estatuto de municipio. Entre
aquella fecha y principios del siglo I se plasma la trama urbana con red de calles que tienden a la ortogonalidad delimitando insulae de variada extensión. Esta distribución nada tiene que ver con la
ocupación precedente, tal como vamos conociendo a partir de las últimas excavaciones. Con Augusto se levanta en el centro de la ciudad el foro, que actualmente está en proceso de excavación y
aparecen los primeros edificios típicos romanos como las termas que muestran todavía rasgos de los
edificios balnearios republicanos (con el hypocaustum limitado a la bañera y el caldario). A mediados
del siglo I éstas serán reformadas por M. Popilio Onyxs, sacerdote del culto Imperial, y muy proba-
Vista aérea de Sagunto (Valencia). [Paisajes españoles].
La ciudad romana imperial se desarrolló en la parte superior, donde se levantaron el foro y el teatro, y vertiente norte
del Cerro del Castillo.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vista aérea del Tossal de Manises (Lucentum). [Fot. Archivo MARQ].
blemente un liberto rico, que sufraga con esta obra y un templo (conocido por la epigrafía), parte del
escenario arquitectónico de esta pequeña ciudad que no superó, intramuros, las 3 ha de extensión.
La antigua capital meridional de los contestanos se convierte de facto en la colonia de Ilici en
época augustea, probablemente alrededor del 27 a.C. y con deductio, es decir, con instalación de un
contingente humano y reparto de tierras. Fueron legionarios veteranos como atestigua una emisión
monetal del 19 a.C. Además de los espacios y edificios oficiales necesarios para desarrollar la nueva
condición jurídica, el contingente de ciudadanos romanos llegados promovería aquellas construcciones que dieran satisfacción a su estilo de vida. Unos y otros supondrían una auténtica revolución urbana y arquitectónica de la que en realidad por ahora poco sabemos. Consta la erección de un templo a Juno cuya fachada se muestra en una emisión monetal poco posterior al año 12 a.C. La imagen
representa un templo sobre podio con cuatro columnas en la parte anterior. Recientemente se ha excavado un sector que se ha identificado con el foro en el que se encuentran dos templos. El que se ha
exhumado por completo no correspondería por su forma al ilustrado en las monedas ya que presenta sólo dos columnas en fachada.
La ciudad tendría una forma oblonga de perímetro algo irregular con el eje mayor N-S y de 10 ha
de extensión. Las calles excavadas, la dirección de los edificios y el trazado de las cloacas marcan
pautas ortogonales NO-SE, ya consolidadas en el último cuarto del siglo I a.C. pero de las que no
queda claro si su trazado originario es romano o ibérico.
La etapa Julio-Claudia y Flavia. Durante ambas dinastías de emperadores, que abarcan el siglo I, las
ciudades de promoción augustea van progresivamente monumentalizándose con la construcción de
edificios públicos tales como el teatro de Sagunto, los dos grandes complejos termales de Ilici situados casi enfrentados en los límites oeste y este, las termas de la Muralla en Lucentum, e incluso aparecen las viviendas de clara tipología romana en estas dos últimas ciudades.
Para la construcción del teatro saguntino, el único documentado hasta ahora en las ciudades romanas valencianas, se acondicionó la ladera de la montaña sobre la que se acomodó la cavea (graderío semicircular). La escena, apoyada sobre potentes muros que salvaban el desnivel, presentaba una fachada en tres órdenes columnados superpuestos. De este edificio cabría destacar también el abundante
uso del opus caementicium revestido de mampostería concertada (opus vittatum). Respecto a otro tipo de
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URBANISMO Y ARQUITECTURA EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • MANUEL OLCINA
edificios de espectáculos de este momento en Ilici es posible que existiera un anfiteatro, hoy desaparecido y conocido sólo por referencias de época moderna. Al parecer se situaría junto al lado norte de la
ciudad, flanqueando la entrada por ese lado. En cuanto a los edificios termales, tanto los de Ilici como
el de Lucentum muestran los avances técnicos y el despliegue de salas que caracteriza estos edificios en
época altoimperial. Están dotados de vestuarios (apodyterium), sala fría (frigidarium), caliente
(caldarium) y tibia (tepidarium). El sistema de hypocausta (cámaras bajo los pisos por donde circula el
aire caliente originado por combustión de leña en el horno), afecta tanto al caldario como al tepidario y
la evacuación de humos se efectúa a través de las paredes mediante cámaras de aire construidas con
tubos o separadores cerámicos. Estas termas cuentan ya con amplias natationes (piscinas de agua fría).
Las mejores viviendas de tipo romano excavadas en Ilici, de finales del siglo I, se encuentran sobre todo en el lado oriental y responden, aunque de manera no rigurosa, a las de tipo pompeyano.
Presentan un desarrollo en profundidad de las distintas dependencias estructuradas alrededor de
un atrio columnado y con patios posteriores porticados con estanques cuyas paredes forman casetones cuadrangulares y semicirculares..
Pero lo más sobresaliente de los periodos julio-Claudio y flavio es la creación de varias ciudades
que constituirían la ‘segunda oleada’ urbanizadora. Un hecho trascendental fue la extensión del Ius Latii a Hispania por Vespasiano (73-74) que permitió la conversión a municipios de numerosos núcleos
de población y con ello el proceso de monumentalización y reorganización del espacio urbano.
En Dianium los datos arqueológicos muestran la creación de una población al pie de la vertiente
septentrional del cerro del Castell a partir de mediados del siglo I. Se terraplena una zona húmeda, alrededor de lo que hoy se conoce como l’Hort de Morand, y se trazan calles orientadas N-S y E-O. Hacia el norte, en la Avinguda de les Indústries, nace un barrio portuario con dos edificios de almacenaje.
Es posible que Dianium contara con un acueducto puesto que de aquí proviene una inscripción dedicada a un ciudadano que a sus expensas «trajo agua saludable a través de lugares difíciles».
El caso de Dénia supone la fundación de una entidad urbana sin continuidad con el emplazamiento anterior. Este enclave había sido la base naval de Sertorio y los vestigios arqueológicos indican una ocupación de la primera mitad del siglo I a.C. en la ladera septentrional del cerro del Castell,
Vista de las termas de
la partida de Mura en
Llíria (Valencia). Finales del siglo I. [Fot.
Museo Arqueológico
de Llíria].
El conjunto está formado por unas termas grandes y otras
pequeñas, y es el mayor complejo valenciano de este tipo.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Reconstrucción infográfica de la ‘Domus de
Tepsicore’ (Valencia). [Archivo SIAM].
donde se conserva alguna construcción de sillería interpretada como parte de la fortificación. Puesto
que no existen vestigios de época ibérica, probablemente Dianium nace físicamente con el conflicto
sertoriano o poco antes, consolidándose a partir de entonces como enclave portuario redistribuidor
de la comarca. A partir de Augusto, con la intensa explotación del territorio según el modelo romano
de villae pasó a ser un centro productor y a estar en disposición económica y social para convertirse
física y jurídicamente en ciudad romana, lo cual implicó su creación ex novo. Es posible también que
su papel en el conflicto civil supusiera el que no entrara en las primeras promociones jurídicas augusteas, lo cual pudo retrasar su definitiva configuración urbanística y monumentalización.
En Edeta la ciudad romana también aparece completamente desplazada del núcleo anterior, indígena situado en el cerro de San Miguel, el cual después de la destrucción de principios del siglo II a.C.
muestra escasa presencia humana hasta un momento indeterminado del siglo I a.C. Lo que se constata es una ocupación en esos dos siglos de lugares en llano, nunca como entidad urbana definida
sino dedicadas muy posiblemente a la explotación agrícola.
Domus de Ilici (l’Alcudia d’Elx,
Alicante). [Fot. Archivo MARQ].
Vista del patio porticado (peristilo) con estanque central cuyas
paredes estaban decoradas con
casetones cuadrangulares y semicirculares.
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URBANISMO Y ARQUITECTURA EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • MANUEL OLCINA
Los vestigios constructivos relacionables con el municipio remiten a un periodo que comienza en
la segunda mitad del siglo I situados al norte del núcleo histórico de la Llíria actual. Destaca el gran
complejo termal de época flavia vinculado a un pequeño templo en la partida de Mura y de los que
se ha excavado una superficie de casi 4000 m2. Son dos edificios de sillería independientes, probablemente para uso separado masculino y femenino situados en ángulo que flanquean una gran palestra
al aire libre. Presentan un recorrido lineal en las distintas dependencias (vestuario-frigidario, tepidario y caldario) y un desarrollado sistema de calefacción por hypocaustum.
Al oeste, se ha excavado una serie de construcciones que parecen corresponder a viviendas. Al
sur, también cercanos a las termas y a estas edificaciones, varios monumentos funerarios alineados
en las calles Duc de Llíria y Sant Vicent indicarían una vía en área extraurbana. Al norte de las termas, en Ca Porcar se halló el mosaico de los Trabajos de Hércules que correspondería a una villa suburbana. En la misma dirección, junto al antiguo camino de Valencia se encontraba la base incompleta de un arco que da nombre a la zona (Pla de l’Arc). Con los pocos datos de que se dispone, la
ciudad de Edeta parece haberse desarrollado al oeste de las termas de Mura. Si bien el municipio
quedaría configurado desde el punto de vista urbano en época flavia, algunos de sus investigadores
sitúan la promoción jurídica con Augusto. Pero no lo creemos probable puesto que, además del claro
momento de urbanización, el extenso corpus epigráfico no cuenta con inscripciones de época augustea y casi la totalidad se agrupa a finales del siglo I y en el siglo II . Varias lápidas pertenecen a
M. Cornelius Nigrinus Curiatus Maternus uno de los hijos más conspicuos de Edeta, rival de Trajano a
la sucesión del Imperio del que cabe sospechar financió parte del ornato edilicio.
Valentia renace como ciudad también a mediados del siglo I. Aunque ya a partir de finales del siglo anterior se tiene constancia de presencia humana esporádica, es a partir de aquella fecha cuando
se consolida el núcleo habitado tal como atestiguan algunas construcciones entre las destacan unas
pequeñas termas en la Plaza de la Reina.
Un gran cambio tendrá lugar en las últimas décadas del siglo I. Valentia comienza a dotarse de grandes construcciones públicas como el foro, emplazado en la actual Plaza de la Virgen y Basílica de los Desamparados, y a crecer hacia el este y sudeste doblando la superficie de la ciudad republicana. El foro
estaría configurado por una enorme plaza rectangular porticada presidida por el templo, ahora dedicado al Culto Imperial. Inmediato a él emplazó el mercado (macellum), edificio cerrado con patio central
y rodeado de tiendas dedicadas a la venta de alimentos y una monumental fuente pública (ninfeo). El
abastecimiento de agua constante no podía faltar en esta nueva ciudad. Restos de un acueducto se han
localizado en la calle Quart. El agua conducida llegaría a un gran depósito distribuidor (castellum aquae)
mencionado en una inscripción y que se levantaría entre las calles de Cabillers y Avellanes.
En este momento ya se constatan las viviendas familiares de las clases pudientes que responden a la
planta de casa itálica. La más destacada es la llamada domus de Tepsicore, hallada en el Palau de les
Corts, con atrio, jardín porticado trasero y decorada con espléndidos mosaicos y pinturas murales.
Esta ampliación urbana obligó a realizar obras de infraestructura y acondicionamiento del terreno, principalmente a desviar o cegar los canales fluviales que rodeaban la colonia republicana. La
ciudad imperial muestra una planta de calles de trazado ortogonal. El cardo máximo seguía el trazado de la actual calle del Salvador y el decumano máximo el de Cavallers y Quart cruzándose en el
área central junto al foro. Posiblemente el alcance y profundidad de esta fase urbana está ligada a la
instalación de un importante contingente humano durante el reinado de Vespasiano (69-79). Serían
los veterani que aparecen en las inscripciones posteriores.
Las dos últimas ciudades que nos quedan por considerar se encuentran a ambos extremos del territorio valenciano.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Foro Valentia en época imperial. [Archivo SIAM].
El templo estaba situado en el área donde se levantó la catedral gótica. Al fondo el circo romano, en el límite oriental
de la ciudad romana.
Lesera ubicado al norte, en Forcall, fue un núcleo ibérico situado sobre una meseta alargada que supera
los 800 m de altura que recibió el estatuto municipal en época flavia probablemente como consecuencia
del edicto de Vespasiano lo que posiblemente desencadenó la monumentalización de la que sólo se conocen por ahora indicios. Sin embargo no pasó de ser una pequeña ciudad que llenaría un gran vacío en la
administración territorial en un territorio sin tradición urbana ya desde época ibérica plena. Se conoce
muy poco de su estructura física: el camino de acceso, un lienzo de muralla de 70 m de longitud, un gran
muro de opus caementicium, posible resto de un acueducto y que delimitaría, con la muralla, el área forense
situada en la terraza superior. La topografía impondría una red viaria principal de dirección N-S.
La localidad romana de la que menos sabemos de su localización concreta, estructura urbana y
arquitectura es la que existió en La Vila Joiosa. No se conoce si quiera su nombre latino cierto, aunque algunos investigadores la identifican con Allon o Allonis citada en algunas fuentes de tipo geográfico. Del carácter de ciudad, que en todo caso debió ser pequeña, no se duda ya que aparecen magistrados entre sus inscripciones y éstas apuntan claramente a una promoción jurídica de época
flavia. También la epigrafía menciona la existencia de un macellum (mercado) que fue restaurado con
dinero propio por Marco Sempronio Himne lo que indica un cierto grado de desarrollo arquitectónico y una clase social de conducta urbana. Sobre su ubicación, la dispersión de hallazgos y ubicación de las construcciones más destacadas (el monumento funerario de la Torre de San José), apuntan a los alrededores del río Torres al norte de la población actual.
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URBANISMO Y ARQUITECTURA EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • MANUEL OLCINA
El siglo II. Especialmente en su primera mitad la mayoría de las ciudades romanas alcanzan su plenitud, pero al mismo tiempo ya se advierten síntomas de decadencia. El primer fenómeno se comprueba
en Saguntum, Valentia, e Ilici, mientras que la crisis, muy aguda, es manifiesta en Lucentum.
La imagen urbana de Sagunto en el siglo II parece apuntar a una intensa ocupación de villas al
exterior del pomerium en la llanura entre la muralla y el río y en la confluencia de las vía Augusta y la
que comunicaba con el puerto (el Grau Vell), al pie de la ladera oriental. En esas áreas el paisaje construido estaba salpicado por construcciones privadas, como la domus del solar de la calle Romeu, o las
desaparecidas junto a la parroquia del Salvador, y grandes monumentos funerarios como el de la
Gens Sergia o el que se emplaza en el colegio Romeu. Posiblemente, debido a la incomodidad del emplazamiento en altura, la dinámica urbana se orientó a espacios mejor comunicados con el entorno
geográfico evitando el aislamiento de la ocupación cimera. Síntoma de este hecho es que el foro a
partir del siglo I, va perdiendo importancia como lo indica la escasa presencia de inscripciones honoríficas posteriores consolidándose otro posible centro cívico alrededor del Ayuntamiento y Plaza Mayor. El desplazamiento del centro de gravedad urbano puede explicar la posición del circo, construido a mediados del siglo II junto al cauce del río que interrumpe la anterior comunicación entre
puente y el elevado centro urbano augusteo.
Valentia sigue equipándose de edificios de carácter público como son las termas de la calle Salvador, pero lo más sobresaliente es la construcción del circo a mediados del siglo II.
Los circos son las mayores construcciones, en superficie, de todo el mundo romano, capaces de
albergar a miles de espectadores ávidos de contemplar carreras de carros. Su forma es alargada, con
las gradas perimetrales y una barrera central (spina) alrededor de la cual competían los carros. Debido a su elevado coste y la enorme superficie de terreno que requiere es el edificio de espectáculos
Vista de la excavación de
l’Almoina (Valencia). [Archivo SIAM].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Entrada al recinto de Lesera
(La Moleta dels Frares,
Castellón). [Fot. F. Arasa].
La más septentrional de las
ciudades romanas valencianas recibió el estatuto municipal en época flavia. Fue
abandonada en el siglo III.
menos construido. Por ello sólo están presentes en las ciudades más importantes. En tierras valencianas
en Sagunto y en Valencia. El primero, hoy desaparecido, se situó frente a la ciudad junto al río. El de Valentia se ha descubierto recientemente gracias a las excavaciones en distintos solares de la ciudad. Se
construyó en el lado de levante entre las actuales calles Barón de Petrés, donde se situarían las carceres o
compartimentos desde donde tomaban la salida los carros, hasta la calle de la Pau, emplazamiento de la
cabecera, de forma semicircular. Ambos edificios muestran características semejantes como son las dimensiones (350 x 70 metros el de Valentia y alrededor de 350 x 73 metros el de Saguntum) y que las gradas serían de madera apoyadas en los muros perimetrales.
En Lucentum el panorama es completamente distinto. Ya en época flavia las cloacas se ciegan y a
mediados del siglo II se documentan expolios de materiales de construcción. En el siglo III la ciudad
está prácticamente abandonada. Su crisis, en términos concretos, hay que entenderla desde el punto
de vista económico por la competencia y erosión de su desarrollo que le supondría la vecina Ilici con
mejores condiciones para concentrar la actividad comercial y mayor capacidad de producción agrícola en el marco de un espacio geográfico reducido
EL FINAL DE UN CICLO URBANO. El siglo III es un periodo que actúa a modo de bisagra en la historia de
las ciudades romanas. Se hace evidente las huellas de declive en forma de abandonos de edificios o
sectores urbanos e, incluso, como en el caso de Lucentum y también Lesera, sufrirán el despoblamiento.
Las causas del decaimiento son múltiples dentro de un clima de crisis generalizado. Pero desde un
punto de vista urbanístico, probablemente las ciudades durante el Alto Imperio estaban sobredimensionadas respecto a su capacidad económica. La iniciativa privada causante en gran parte del embellecimiento compulsivo de sus lugares de origen o residencia, deserta de esta actividad y el mantenimiento de la infraestructura urbana y de los edificios públicos recae en la caja municipal que no es
capaz de disponer de los recursos suficientes. Las clases pudientes invertirán a partir de esta época en
sus residencias campestres. Villae suntuosas como las de Calpe, Xauxelles en Villajoyosa o de Algorós
en el Campo de Elche, de los siglos III y IV, son buena muestra de este fenómeno.
Muchas ciudades valencianas sobrevivirán, e incluso con vigor durante el siglo IV, como Valentia
o la propia Ilici. Pero el escenario construido y la vida urbana serán distintos.
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EL ESCENARIO EPIGRÁFICO EN LAS CIUDADES
ROSARIO CEBRIÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
La epigrafía constituye un elemento consustancial al marco urbano de las ciudades antiguas; la
necesidad de trasladar a los ciudadanos un sistema de referencias que permitieran identificar los
edificios, los afanes de notoriedad de determinados individuos y la proyección pública de la política
y la religión, se fundieron en una práctica epigráfica progresivamente marcada por tendencias uniformes y rasgos comunes, de modo que las ciudades se convirtieron en escenarios epigráficos singularizados sólo por las tradiciones locales y las dimensiones del espacio monumental.
Las ciudades se constituyeron como centros cívicos y sociales, donde el control imperial de las
obras públicas, con programas decorativos oficiales, logró la uniformidad de los criterios constructivos. Lógicamente, la financiación privada tuvo un peso importante en la construcción de los espacios públicos de las ciudades y sus evergetas no olvidaron dejar constancia epigráfica de ello.
En la monumentalización jugó un papel destacado la epigrafía. Desde Augusto, se extendió la
costumbre de honrar a los emperadores y a los miembros de la familia imperial con pedestales de estatuas erigidas en los foros. También, las elites locales utilizaron los pedestales con estatuas honoríficas como forma de auto-representación y mostrar su rango social. Tampoco fueron ajenos a esta
práctica los sectores de la población que contaron con la solvencia económica suficiente para imitar
la costumbre de las elites.
Las ciudades valencianas demostraron su prestigio y la riqueza de sus elites al utilizar la epigrafía en los lugares públicos. No sólo colocaron pedestales de estatua con inscripción en los foros sino
que además los edificios públicos se transformaron en soportes epigráficos de grandes dimensiones.
El escenario epigráfico presentado por las diferentes ciudades del área valenciana durante la época
imperial nos ofrece una multitud de soportes en los que aparecen los nombres de los emperadores,
miembros de su familia y de las personas más importantes, sus cargos y sus méritos, que se situaron
preferentemente en los foros.
De entre todas ellas, fue Saguntum la ciudad más monumental ya que contó con unas circunstancias históricas excepcionales, suficientes para crear un escenario urbano propio de las capitales de las
provincias hispanas. Cn. Baebius Geminus inauguró la participación privada en la construcción de la
ciudad, al pagar el foro con el dinero que dejó en su testamento (CIL II2/14, 374). Le siguieron los individuos que desempeñaron cargos dentro de las magistraturas locales y aquellos que consiguieron
los honores del orden ecuestre y senatorial, entre los que se situaron miembros de las familias de los
Aemilii, Calpurnii, Fabii, Fuluii, Licinii, etc, sin olvidar a los Baebii. Junto a ellos, la comunidad de los
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Inscripción del foro de Saguntum. [Archivo SIP].
Fragmento de inscripción monumental con letras de bronce que se situó en el foro de Saguntum y que conmemora su contrucción por el rico
saguntino Cn. Baebius Geminus.
Pedestal de Viria Acte de l’Almoina (Valencia).
Pedestal tallado sobre piedra caliza de buixcarró del
foro de Valentia. En él se menciona a Viria Acte, una liberta que desempeñó un papel importante en la vida
pública de la colonia.
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EL ESCENARIO EPIGRÁFICO EN LAS CIUDADES • ROSARIO CEBRIÁN
saguntini expresó su lealtad al emperador Augusto y miembros de su familia con la dedicación de
dos pedestales de estatua (CIL II2/14, 305 y 306).
En los primeros años del siglo I, el foro de Saguntum albergaba numerosos pedestales epigráficos
con sus correspondientes estatuas, si aceptamos que la presencia de un pedestal honorífico presupone la existencia de una estatua de material lapídeo o metálico. Al mismo tiempo, se situó, al menos, una estatua ecuestre dedicada a C. Fabius Probus por su padre, el cual también pagó el soporte
de la estatua y el texto epigráfico (CIL II2/14, 385).
Saetabis fue otra de las ciudades valencianas que, muy pronto, inició la costumbre de erigir estatuas
en los lugares públicos. Entre los años 6-4 a.C. se levantó una estatua dedicada a C. Caesar y se honró a
Q. Iunius Iustus, magistrado municipal, en época de Tiberio (CIL II, 3620). Durante el siglo II, la zona pública de Saetabis contó con un pedestal de estatua ecuestre dedicado a M. Granius Superstes (CIL II, 3624).
También la colonia de Ilici documenta una dedicación al emperador Augusto por C. Maecius Celer (CIL II,
3555) sobre un soporte en forma de columna, tallada sobre caliza de Buixcarró extraída de una canteras
cercanas a Saetabis. Por otra parte, T. Statilius Taurus, patrono de Ilici durante la época de Augusto, fue
honrado con un pedestal de estatua (CIL II, 3556). Desconocemos la identidad de los espacios públicos
ocupados por los pedestales de Saetabis e Ilici, pues aún no han sido localizados sus respectivos foros.
El impulso urbanístico que vivió Valentia en época flavia se tradujo en la construcción de un importante conjunto arquitectónico monumental. Su nuevo foro albergó una estatua del emperador Tito (6979), probablemente dedicada por la comunidad de los Valentini (CIL II2/14, 13). La mentalidad abierta
de la población de la colonia en la que tuvo mucho que ver la presencia de inmigrantes y de un puerto
con actividad comercial, permitió a algunos ricos personajes contar con una estatua en la plaza pública. Entre ellos, encontramos a L. Scribonius Euphemus, el cual gracias a su riqueza personal consiguió
acceder al cargo de sevir augustal y poseer un pedestal epigráfico con estatua en el foro de la ciudad
(CIL II2/14, 29). La misma situación se repitió con Q. Sertorius Abascantus (CIL II2/14, 30), pero su pedestal de estatua, dedicado por sus libertos, debió situarse en su uilla, a juzgar por el lugar de hallazgo
de la inscripción, extramuros de la ciudad. Además, mandó construir un edículo con su dinero en la
zona pública de Valentia (CIL II2/14, 12).
El reconocimiento social también le llegó a Viria
Acte, una rica liberta que fue propietaria de un taller de arar(um) et signorum y que debió tener un
papel importante en la vida pública de Valentia,
ya que fue honrada con cuatro pedestales de estatua en el foro (CIL II2/14, 37, 81, 82 y 83). Junto a
ellos, se situaron los pedestales de algunos miembros femeninos de las familias más influyentes de la sociedad valenciana, como fueron los Sertorii y los Antonii (CIL II2/14, 43 y 76).
En Edeta, los pedestales de estatua que se situaron en su espacio
público nos presentan a M. Cornelius Nigrinus Curiatius Maternus,
que consiguió acceder al ordo senatorial por adlectio de los emperadores Vespasiano y Tito (CIL II2/14, 125, 126 y 127). Su carrera se
desarrolló entre finales del siglo I y principios del siglo II y fue una
de las personas más influyentes del municipio, ya que llegó a optar al trono imperial. También su hijo contó con un pedestal de estatua (CIL II2/14, 128). El resto de los pedestales honoríficos hallados en el municipio nos ofrecen los nombres de seis magistrados
municipales y de un individuo que perteneció al orden ecuestre.
Inscripción de las termas de Lucentum.
[MARQ].
M. Popilius Onyx financió la construcción
de unas termas en el municipio de Lucentum, dejando constancia de su acción en
una inscripción que se colocó a la entrada
del conjunto termal.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Inscripción de l’Almoina, Valencia.
Dintel de la puerta de entrada a un edificio religioso hallado en el foro de Valentia con la inscripción que menciona a
los dos personajes que pagaron su construcción.
La financiación privada en la construcción de edificios públicos se documenta también en Lucentum. Allí, el rico liberto M. Popillius Onyxs, que ocupó el cargo de seuir augustal, construyó un templo
(CIL II, 3563) y unas termas con su dinero. Los soportes utilizados en el cincelado de ambos textos
fueron incrustados en alguna de las paredes de los edificios. El municipio de Lucentum dedicó una
placa con inscripción a los emperadores Marco Aurelio y Cómodo (CIL II, 5958), que, probablemente, fue colgada de la fachada de algún edificio público, construido bajo sus mandatos.
En Dianium, habrá que esperar a la dinastía de los emperadores antoninos para ver erigir los primeros pedestales de estatua en su foro. La elite local, compuesta por las familias de los Cornelii, Granii, Sempronii, Terentii y Valerii, entre otros, utilizó los pedestales de estatua para demostrar su riqueza personal y prestigio social al resto de sus conciudadanos. Destacamos el pedestal que, por
gratitud, levantó el municipio para honrar la acción de un miembro de la elite social, del que desconocemos su nombre, el cual canalizó las aguas de lluvia y proporcionó a la población el suministro
de grano necesario para un año, debido a una mala cosecha (CIL II, 3586).
La reconstrucción del macellum de Villajoyosa a finales del siglo II fue realizada con el dinero de
M. Sempronius Hymnus y su hijo M. Sempronius Reburrus (CIL II, 3570). Su gesto quedó grabado en la
misma mesa del mercado.
No sólo los foros de las ciudades valencianas alojaron pedestales de estatua. Así, por ejemplo, en
los templos, los monumentos epigráficos informaban sobre los dioses venerados, las acciones realizadas individualmente en pro de las divinidades e incluso el nombre de la persona que costeó las
obras o el del dios venerado. Es el caso de la placa situada en la fachada del templo dedicado a las
Nymphas en Edeta por algunos miembros de la familia de los Sertorii (CIL II2/14, 121), de la donación
que M. Marcius Celsus realizó en el templo dedicado a Hércules en Valentia, que incluyó una estatua
del dios, un ara y unos bancos (CIL II2/14, 5) o la tabula ansata cincelada en la parte superior de la
puerta de entrada a un edificio religioso también de Valentia, en la que se lee que un edetano y L. Fabius Fabianus pagaron con su dinero la construcción y su decoración arquitectónica.
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LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS
JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
La importancia de una sociedad, ya sea antigua o moderna, viene determinada por diversos indicadores entre los que se encuentra el gusto por todo aquello que tenga que ver con el arte en sus diversas
expresiones. La antigua Roma no podía ser una excepción y de hecho, el devenir de la civilización romana estuvo presidido por el tantas veces aludido binomio constituido por el sentido práctico, utilitas,
y el gusto por la ostentación, por el ornato, decor. Ambos aspectos marcaron la personalidad de la mayor superpotencia del mundo antiguo, Roma, dominadora de orbi universo, no sólo desde el punto de
vista político, sino también desde el cultural, hasta el punto que si hoy en día estamos tan habituados a
hablar de la hegemonía política y cultural de los EE.UU, representada por la célebre expresión del american way of life, hace dos milenios imperaba un roman way of life en puntos tan distantes entre sí como
podía ser la costa galaica, Finis Terrae y la recóndita Palmira en la provincia de Siria.
Hasta alcanzar esa condición de potencia imperial, Roma tuvo que recorrer un largo trecho, espada en mano, con la que imponer un poderío militar que acabaría por dar paso a la introducción de
sus propias modas y costumbres entre el elemento indígena. A este lento proceso de asimilación del
conjunto de rasgos que definen a la cultura romana por todo aquel ajeno a ella, ya fuese fiel aliado o
sometido por la fuerza, se le denomina romanización. Ese poso cultural que alcanzaría su mayor expresión durante la época imperial ya fue depositándose en la etapa precedente, siglos II y I a.C., de la
mano de los veteranos e inmigrantes que cuando se asentaban en terreno conquistado hacían uso de
las técnicas imperantes en la península itálica en el campo de la construcción, de las modas en la decoración o de la vajilla y hasta de las lucernas con las que iluminaban sus viviendas.
ESCULTURA
Las manifestaciones de escultura romana en tierras valencianas no alcanzan el volumen constatado
en los grandes centros urbanos, como las capitales de provincia, Tarraco, Corduba, Augusta Emerita y además, en buena parte corresponden a hallazgos antiguos registrados en los siglos XVIII y XIX. No obstante y
a nivel general, constituyen un magnífico indicador del grado de sensibilidad cultural de quienes poblaron estas tierras en época romana, que puede ajustarse en la medida que se posee información relativa al
contexto en el que se integraban que, lejos de lo que pudiera imaginarse, no era exclusivamente urbano,
puesto que un número considerable de ejemplares documentados formaba parte de la decoración de importantes villae rurales, como en fecha reciente ha puesto de relieve Arasa en un trabajo de síntesis; aspecto que también se ha ocupado de abordar en este Catálogo dentro del apartado dedicado a las villas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Mercurio procedente posiblemente de
Valencia. Siglos I-II. Antigua Col. Rojas. [Fot. Archivo SIP].
Bronce de pequeño tamaño representando a Mercurio tocado con su característico sombrero (petasos) en su mano
derecha sostenía la bolsa con dinero
(marsupium) conservada parcialmente,
mientras que el brazo izquierdo, mutilado, estaría cubierto por un manto
(clámide).
Baco procedente de Aldaya, Valencia. Siglo II.
[Museo Arqueológico Nacional].
Es un tipo clásico de Baco joven que sostenía
un kantharos en la mano derecha cuyo vino
iba a parar a la boca de una pequeña pantera
sentada a sus pies, mientras que en su izquierda empuñaba otro de sus atributos característicos, el tirso.
Apolo de Pinedo. Siglo I. [Museo Prehistoria de Valencia].
Se trata de una estatua de bronce descubierta fortuitamente en 1963 por unos submarinistas frente a la playa de
Pinedo. El Apolo está inspirado en un prototipo de época
helenística avanzada atribuido a Demetrio de Mileto.
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LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Grupo de esculturas procedentes de la
villa del Puig de Cebolla (Valencia).
Grabado incluido en la obra de Alejandro de Laborde, «Voyage pittoresque et
historique de l’Espagne», París 1811.
Se muestran diversas esculturas, dos
de Attis, una de bulto redondo y
otra en relieve, un Dyonisos escanciador y varios miembros de su cortejo. Estas esculturas formaban parte
de la decoración de una lujosa villa
romana y fueron sustraidas durante
la Guerra de la Independencia.
Al margen de esta consideración, los conjuntos más importantes se
localizan en las ciudades más relevantes, caso de Saguntum, Valentia,
Ilici y en menor medida, Edeta, Dianium y Lucentum.
Los criterios de clasificación responden por una parte, al tipo de soporte empleado, ya sea bronce o piedra y por otra, a los temas escogidos: escultura religiosa, imperial, privada, decorativa, funeraria, etc.
En el apartado de estatuaria en bronce, el ejemplar más destacado corresponde a la imagen del dios Apolo recuperada del fondo
marino frente a la playa de Pinedo en 1963 y que en 1994 fue objeto
de un nuevo estudio por nuestra parte con motivo de la restitución
de su pierna derecha. Se trata de una copia romana del original realizado por Demetrio de Mileto a finales del siglo II a.C., representando a Apolo Delphinios. Esta imagen, cuya fecha hay que situar a
lo largo del siglo I, debía estar destinada formar parte de la decoración de una residencia privada de rango elevado, pues su calidad
denota un alto nivel económico de sus destinatarios a la vez que un
elevado buen gusto.
Togado de Sagunto. Siglo I. [Museu
Arqueològic de Sagunt].
Escultura de mármol representando
a un varón que viste la toga. Procede
de las excavaciones que González Simancas efectuó entre 1923 y 1926 en
el foro romano de Sagunto.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Ya a una escala inferior, aunque no por ello menos interesantes, cabe
mencionar diversos ejemplares de pequeños bronces, empezando por el
conjunto de 13 exvotos de Sagunto, fechados hacia el año 100 a.C., salvo
una imagen de peplófora y que fueron descubiertos en un edificio de
culto anterior a las obras de aterrazamiento del foro saguntino en época
augustea. En relación con el ámbito rural hay que mencionar dos imágenes de Mercurio, una de Chilches (Castellón) y la otra de La Alcudia de
Elche, así como un Neptuno de Dénia y una estatuilla de Traiguera (Castellón), cuya identificación con Baco no es del todo segura. Sagunto ha
deparado otra estatuilla de Mercurio, expuesta en el Museo Nacional de
Dinamarca y fechada entre la mitad del siglo i y la época de Trajano.
Retrato de niña. C/ San Vicente-Mesón
de Teruel, Valencia. Época imperial.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Cabeza de figura femenina infantil
seccionada a la altura del cuello con
una cinta que le sujeta el pelo. La
falta de acabado de la parte posterior denota su probable pertenencia
a un monumento funerario al que se
adosaría.
Por lo que atañe a escultura en piedra, sigue siendo muy útil la
síntesis que efectuara Abad en 1985 por lo que nos referiremos a las
novedades producidas con posterioridad a esa fecha. Así, las esculturas de Saguntum fueron objeto de una Exposición en 1990, cuyo catálogo ofrece el mejor estado de la cuestión. Igualmente en 1996 se
publicó una aproximación al primer Corpus de la plástica romana de
época imperial en Ilici, a cargo de Noguera; mientras que para la provincia de Castellón disponemos de sendos estudios publicados por
Arasa en los años 1998 y 2000. Todos estos trabajos, muy recientes,
han permitido disponer de visiones de conjunto sobre esta importante manifestación de la cultura romana. A estas labores de recopilación habría que añadir otras aportaciones dedicadas, bien al estudio
de hallazgos abordados muy someramente, como el que realizamos
sobre una herma báquica de Valencia, bien a la revisión de antiguos
hallazgos como el acaecido en la calle de la Paz en Valencia en 1899,
en la que junto con V. Lerma sugerimos una posible identificación
con la imagen de un atleta joven.
LA DECORACIÓN DE PAVIMENTOS
La huella que de las manifestaciones artísticas de época republicana ha
quedado en tierras valencianas se hace patente de manera principal en
los pavimentos decorados, ya que de otras manifestaciones como la
pintura mural o la escultura, apenas si queda rastro de esta época.
Terracota de flautista. Época imperial.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Fragmento de placa de terracota con
representación de un personaje joven masculino de perfil en actitud
de tocar la doble flauta (aulós).
Durante los siglos II y I a.C. la técnica más extendida y mejor
conocida es la del opus signinum que pervive al menos durante
la primera época imperial. Se componía de una mezcla de polvo
cerámico y cal con agua que antes de fraguar podía incrustársele teselas –piezas cúbicas de piedra–, de diferentes colores, formando motivos
decorativos que destacaban sobre la superficie que resultaba de color rojizo por efecto del polvo cerámico. Su incorporación a la cultura romana
significó toda una revolución, ya que lo habitual eran los pavimentos de
tierra apisonada o de tierra y cenizas que debían resultar muy incómodos a juzgar por el comentario de un personaje incluido por Varrón en
sus Sátiras Menipeas (80-60 a.C.), que reclamaba pavimentos de mosaico
para las calles de su ciudad, harto del polvo que provocaban los suelos
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LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Pavimento de opus signinum. C/ Roque Chabás, Valencia. [Fot. Archivo SIAM].
Pavimento sobre fondo rojo anaranjado decorado con teselas de color blanco formando
un motivo de puntillado, mientras que en
otra zona de la habitación la decoración es a
base de un reticulado de rombos. Ambas decoraciones quedan separadas por una banda
ornamentada con círculos. Siglo I a. C.
de tierra. Otro tipo de pavimento que seguramente, haría las delicias del personaje de Varrón, es el descubierto en las termas republicanas de l’Almoina en Valencia, constituido
por losetas cerámicas en forma de escama,
asentadas sobre una preparación de mortero
de cal, arena, grava y cerámica triturada que
cubría el vestuario, apodyterium, la habitación
templada, tepidarium y la cálida, caldarium. Pavimentos de losetas en forma de escama idénticos a los de Valencia se han localizado en
ciudades del sur del Lacio y Campania en la
Península Itálica.
La difusión de pavimentos con la técnica
del opus signinum en Hispania discurre de la
mano de la expansión romana en la Península
Ibérica, lo que explica su presencia a lo largo
de toda la franja costera mediterránea peninsular, así como en el valle del Ebro. En el área
que nos ocupa, este tipo se localiza en las principales ciudades como Saguntum, Valentia , Lucentum e Ilici. El caso de Ilici posee un interés particular, ya
que junto a un ejemplar de estas características apareció en una estancia contigua, un mosaico denominado «helenístico» en atención, tanto a su técnica en la que se combinan las típicas teselas de piedra con
otras de cerámica junto con pequeños guijarros a modo de teselas, como por los detalles de su decoración,
basada en un rosetón central de sectores de círculos secantes rodeado por varias cenefas con diferentes
motivos, algunos de ellos, como las postas o la muralla torreada, extraidos del repertorio ornamental de la
musivaria del Mediterráneo oriental de los siglos III y II a.C., con buenos paralelos en mosaicos de Delos,
fechados entre el último cuarto del siglo II y los inicios del siglo I a.C., así como en un ejemplar de Viterbo,
de finales del siglo II a.C. En territorio hispano un motivo semejante se evidencia en un mosaico procedente de la sierra minera de La Unión (Murcia). Como contrapunto, estos motivos decorativos se acompañan de una serie de palabras ibéricas escritas con grafía latina, probablemente, nombres.
La vigencia de este tipo de pavimento alcanzó el siglo I, llegando a coexistir con los más antiguos
de opus tessellatum. A los comienzos del siglo I pertenece el hallazgo reciente producido en 1994 en la
calle Roc Chabás de Valencia, en el transcurso de una excavación arqueológica y que parece corresponder a una gran estancia de una domus, a juzgar por las dimensiones de lo conservado. La decoración, a base de teselas blancas, consiste en el clásico motivo de reticulado en forma de rombos y se
adivina la presencia de un emblema central de forma circular. Una banda decorada con círculos da
paso a otro sector decorado a base de líneas discontinuas de teselas blancas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
En aquellas regiones donde había calado la moda del opus signinum, a lo largo del siglo I cobró fuerza una nueva modalidad constituida por el empleo de teselas blancas y negras. Las tierras valencianas han deparado un número considerable de realizaciones de este tipo, prácticamente la mitad del total de mosaicos atestiguados por Abad en el Corpus realizado en 1985, con
algunos interesantes exponentes, como el recuperado en la villa del Puig de Benicató (Castellón)
que muestra un variado repertorio de motivos geométricos, al igual que los mosaicos del Puig
de Cebolla y un ejemplar encontrado en Sagunto en 1953. Otro mosaico bícromo de tema geométrico se encontraba entre los que dibujó Cavanilles en el siglo XVIII procedentes de Calpe. En
cambio otro ejemplar de La Alcudia de Elche ofrece una combinación de motivos figurados de
carácter marino junto con caballos, aves y en el centro, toros, leones, jabalíes y perros rodeando
un círculo central.
LOS MOSAICOS POLÍCROMOS
Ya bien entrado el siglo II se produce la reafirmación de la técnica del mosaico –opus tessellatum–
polícromo. Junto con el gusto por el empleo de teselas de distintos colores se constata un esquema
compositivo basado en la partición del tapiz en pequeños registros destinados a plasmar episodios
o personajes de la tradición y mitología grecohelenística. Esta disposición se evidencia en tres ejemplares procedentes de Llíria, Moncada y Sagunto que ilustran distintas alusiones a la mitología clásica, así, mientras que el ejemplar edetano exhibe los Trabajos de Hércules en torno a un cuadro
central con la representación de Hércules y Onfalía, el mosaico de Sagunto recrea el Castigo de
Dirce y en el mosaico de Moncada el tema escogido son las Nueve Musas. Estos ejemplos denotan
un gusto por los temas mitológicos como exponente de un refinamiento y de un nivel cultural que
podía resultar una mera apariencia, puesto que se encuentran lejos de las elevadas cotas de calidad
que contienen las grandes composiciones de clara concepción pictórica. Como muestra, basta con
contemplar el mosaico de Llíria para comprobar como la figura de Hércules se repite en la misma
actitud en varios de sus trabajos, lo que no deja de ser un signo evidente de limitación en el repertorio iconográfico –los denominados cartones– en consonancia con la categoría tanto del comitente,
como del taller que lo ejecutó.
Un exponente de mayor entidad lo constituye el mosaico recuperado en la domus excavada recientemente bajo el Palau de Les Corts Valencianes, fechado en la segunda mitad del siglo II, que en
su emblema central y a pesar de su notable deterioro, ha podido identificarse a la Musa Terpsícore
con la lira apoyada sobre un ara o pedestal y acompañada por un personaje masculino mínimamente conservado que pudiera tratarse de un filósofo, todo ello en medio de un paisaje rocoso.
Otra composición destacada de finales del siglo II o comienzos del III y destruida ya en época antigua, debía decorar el gran patio circular de 22 m de diámetro de una de las residencias excavadas
en fecha reciente en los Baños de la Reina (Calpe, Alicante). Su emblema central debió ser polícromo,
mientras que el resto de la superficie quedaba resuelto por un tapiz de teselas blancas y negras con
motivos vegetales y geométricos.
Otras referencias a la mitología clásica ocupan también un lugar destacado. Así, el tema de Baco
cabalgando a lomos de una pantera constituía el emblema de un mosaico descubierto en Sagunto en
el siglo XVIII, hoy desaparecido. Una representación de Medusa figura en un mosaico descubierto en
la calle Reloj Viejo de Valencia. La villa de Algorós, en las cercanías de Elche deparó varios mosaicos,
uno de ellos con una representación de la ninfa Galatea cabalgando sobre un caballo marino –hipocampo–, mientras que otro debía mostrar a las Cuatro Estaciones, representadas por sendos erotes,
de los que sólo se conserva uno.
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LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Mosaico de las Nueve
Musas. El Pouatxo, Moncada. Siglo III. [Museo de
Bellas Artes de ValenciaFot. F. Alcántara].
Mosaico polícromo hallado de manera casual
en 1920 en la partida del
Pouatxo de Moncada.
Representa los bustos de
las Nueve Musas con sus
respectivos nombres y
atributos con una disposición a base de tres cuadros en tres filas.
La práctica totalidad de los mosaicos polícromos que acabamos de citar se caracteriza por reservar la policromía a los motivos figurados del emblema o a los representados en cuadros, mientras
que la superficie restante se reducía a dos colores, blanco y negro por razones de economía.
Por su elevado número, superior al de los mosaicos con escenas figuradas, merecen ser destacados los mosaicos con decoraciones estrictamente geométricas, presentes en numerosos puntos como
Sagunto, Valencia, Villajoyosa, Elche, Petrel, Santa Pola, etc.
Otro tipo de pavimento muy apreciado por la calidad de sus materiales, era el opus sectile, constituido a base de placas de mármol recortadas con las que se formaban composiciones geométricas o
florales. Sagunto en 1956 proporcionó el descubrimiento de un interesante conjunto de mosaicos de
este tipo en la sede de la Sociedad Musical Lira Saguntina, al que hay que añadir la serie de habitaciones pavimentadas con mármoles de diferentes colores y procedencias, descubiertas en los Baños
de la Reina de Calpe en excavaciones recientes.
La nómina de mosaicos romanos en tierras valencianas se ha visto incrementada en fecha reciente con el ejemplar descubierto en la Font de Musa en Benifayó que a falta de su pertinente estudio, se revela como uno de los exponentes de mayor calidad.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
PINTURA MURAL
Al igual que los pavimentos, los muros de las construcciones podían recibir una decoración pictórica a base de composiciones meramente ornamentales o más elaboradas de carácter figurado.
Aunque el conjunto de vestigios recogidos dista mucho de constituir un Corpus importante, hallazgos recientes localizados en Valencia, Grau Vell de Sagunto, Llíria, Tossal de Manises, etc., han incorporado un interesante volumen de información a la ya conocida de antiguo y procedente de Castellón (Almenara, villas del Puig de Benicató y de Onda), Valencia (Alcudia, Daimuz, Gandía, Llíria,
Sagunto, Valencia) y Alicante (Villajoyosa, Tossal de Manises, Elche).
Sin duda, el hallazgo más espectacular ha sido el registrado en las excavaciones en el Palau
de les Corts de Valencia con la recuperación de los restos de la domus del mosaico de Terpsícore
que ha deparado los vestigios de una exquisita decoración pictórica con representaciones alegóricas de diversas provincias romanas, bajo forma de figuras femeninas de cuerpo entero. Hasta
el momento se han restituido tres figuras ataviadas con túnica y manto y acompañadas de los
símbolos más característicos de las provincias que representan, en los tres casos norteafricanas
cuyo nombre, escrito en griego, reza a los pies de cada una de ellas, Mauritania, Africa Proconsular y Egipto. Se trata de un hallazgo excepcional, ya que se trata del único ejemplo en pintura
en el que aparecen varias provincias aisladas en el centro de paneles y con su correspondiente
leyenda. A tenor de las dimensiones de la estancia y del esquema compositivo de la decoración
pictórica debía ser mayor el número de provincias representadas pudiendo constituir una visión
simbólica del Imperio.
A escasa distancia de la denominada domus de Terpsícore, en recientes excavaciones realizadas en
la plaza de Cisneros se ha recuperado otro interesante conjunto de restos de diversas composiciones
destacando por una parte, las imitaciones de mármoles con la presencia de un titulus pictus de dudosa lectura, relacionado con la raíz PORC, y acabado en M, ¿PORCIVM?. La técnica, que se aparta de los
graffiti incisos más frecuentes y la discreta posición que ocupa el nombre, disimulado dentro de una
banda de separación entre el zócalo y la zona media, parece estar apuntando algo tan poco habitual
en pintura mural romana, como es la firma del pintor. Otro hallazgo interesante lo constituye la re-
Pintura mural romana con
representación del dios
Mercurio. Cárcel de San
Vicente, Valencia. [Fot. Archivo SIAM].
Mercurio aparece tocado
con su bonete característico dotado de dos alas
muy exageradas (petasos).
Decoraba la estancia de
una casa romana de los siglos I-II.
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LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
presentación de una cabeza femenina situada entre dos guirnaldas y coronada con una diadema dorada y que porta unos
llamativos pendientes, detalles que unidos a la presencia de
un elemento vegetal a la derecha de la cabeza, apuntan, salvando las distancias, a dos composiciones procedentes de
Pompeya, alusivas a la Venus Pompeyana. Una posible
representación de Venus en esta zona cobraría sentido en
calidad de protectora de los marineros, ya que su lugar
de descubrimiento prácticamente coincide con el emplazamiento del puerto fluvial de Valentia.
El hallazgo de restos in situ permite una mejor comprensión del vínculo establecido entre la decoración pictórica y su
soporte. Así, bajo la denominada Cárcel de San Vicente en Valencia se recuperó una buena parte del zócalo de una estancia
doméstica decorada con una imitación de mármol cipollino junto
con una interesante representación de Mercurio o Hypnos y un bucráneo. La misma valoración merece el hallazgo de varios zócalos
decorados con imitaciones de mármoles en Llíria, así como parte
de la decoración hallada in situ en la estancia norte de la Domus de
la Puerta Oriental en Lucentum (Tossal de Manises, Alicante).
Una última mención merece El Grau Vell de Sagunto que ha proporcionado restos de diversas decoraciones correspondientes a dos
etapas cronológicas diferentes, la primera, fechada en el siglo II se caracteriza por la existencia de zócalos decorados con simples moteados e interpaneles en la zona media con representaciones de candelabros vegetales. Mayor interés tienen las imitaciones de lastras
marmóreas datadas a finales del siglo III o comienzos del IV por la escasez de testimonios de esa época.
Pintura mural romana con representación de provincia romana. Siglo II. Palau de Les Corts Valencianes, Valencia.
[Fot. Archivo SIAM].
Esta pintura mural decoraba la estancia de una de las casas más lujosas documentadas hasta el presente en la Valentia romana.
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LA VAJILLA ROMANA
ROSA ALBIACH
Servicio de Investigación Prehistórica. Valencia
Los restos materiales que la arqueología pone a nuestro alcance para acercarnos al estudio del pasado nos revelan la vajilla y los objetos domésticos como los más abundantes y variados. Las continuas
investigaciones de las piezas contextualizadas van estableciendo clasificaciones según su procedencia,
su función y su cronología de manera que, en sí mismas, llegan a constituir una gran ayuda para entender e interpretar algunos aspectos de la vida cotidiana y la dinámica de los circuitos comerciales.
Aunque el territorio que ocupaba la cultura romana fue muy amplio, las cerámicas presentes en
sus asentamientos coinciden mayoritariamente en ser las mismas, exceptuando las producciones locales, ya que existió una gran demanda y una red comercial organizada que abastecía de estos productos a todos los centros redistribuidores del ámbito romano.
Así pues, también las cerámicas romanas de los yacimientos valencianos, trátese ya tanto de ciudades como de establecimientos rurales, son similares a las que hallamos en el resto del territorio romanizado. Llegaron a estas tierras a partir del siglo III a.C. acompañando a los nuevos habitantes itálicos
que poseían diferentes costumbres alimenticias y, en un primer momento, convivieron con las cerámicas ibéricas, las cuales, poco a poco, fueron desapareciendo. Con el tiempo, perduraron y se ampliaron
estas importaciones así como los lugares de procedencia y, de igual modo, también fueron manufacturadas diversas cerámicas en la península Ibérica. Este cambio ofreció un nuevo y amplio mercado para
la introducción de nuevos productos de primera necesidad así como una oportunidad para los artesanos, los navegantes y los comerciantes, creándose de este modo una red de importaciones y exportaciones que aumentó y consolidó las relaciones de la península con los pueblos del Mediterráneo.
LAS PRODUCCIONES CERÁMICAS
Los recipientes asociados a la alimentación fueron variando su tipología y su materia dependiendo de las modas y la dinámica del mercado. Estos se hicieron mayoritariamente de cerámica,
elaborada a torno y cocida en hornos específicos, aunque también los hubo de vidrio, madera, metal
(plata, bronce o hierro), marfil e incluso de piedra. Sobre ellos se aplicaron diferentes tratamientos y
decoraciones con engobes, pinturas, apliques, incisiones y grabados. La tipología en los objetos abarcaba desde el servicio de mesa hasta los objetos de cocina y almacenaje, con distintos tamaños y características morfológicas que diferían dependiendo de la arcilla, la cocción y la calidad del barniz,
esta última en el caso de la vajilla.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Pedreras de la Barda
.
Brossenal
Benicató
•
SAGVNTVM
c!!!s. Grau Vell
EDETA c!!!5
.
Valencia la Vella
!:!!!:!VALENTIA
• Punta de l'llla
Saitabi
DIANIVM
c!!!s
oGarganes
c!!!s LA VILA JOIOSA
• Albufereta
ILICI
E!!!s LVCENTVM
E!!!s
P~rtus • Tabarca
llicitanus
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
Se fueron creando centros productores en diversos puntos del Mediterráneo, destacando los de la
península Itálica, la Galia, Hispania, el norte de África y el Próximo Oriente. Hispania mantuvo relaciones comerciales con todos estos talleres y, así, en los yacimientos valencianos encontramos una
gran variedad de importaciones de vajilla de mesa y otras cerámicas de uso doméstico.
La comercialización de las producciones cerámicas de vajilla, sobre todo las provenientes de la península Itálica y del norte de África, fueron una carga subsidiaria en los barcos porque prioritariamente se
transportaban ánforas con vino, aceite, salazones y cereales así como otros productos alimenticios.
LA VAJILLA FINA
Dentro de esta denominación se incluyen las piezas que se usaron en relación con el servicio de
mesa, las cuales destacan por su calidad y porque existe una buena sistematización de ellas, lo que
las convierte, en ocasiones, en un excelente fósil director. La vajilla fina más usada para la consumición fue la producción industrial de piezas cerámicas barnizadas por el interior y exterior, consistente en una solución arcillosa inicialmente de color negro denominada barniz negro y a partir del
último tercio del siglo I a.C. de color rojo, conocida como terra sigillata. En ocasiones, la marca del
alfarero era impresa en el interior de la pieza, donde constaba el praenomen abreviado, el nomen y el
cognomen y, ocasionalmente, se incluía entre la decoración de la pieza. Los recipientes más habituales
fueron los cuencos, las copas, los vasos, los platos y las fuentes de diferentes tamaños, con o sin pie.
Se realizaron en Italia, la Galia e Hispania y, a partir del siglo II, en el norte de África. Las piezas de
lujo eran escasas y se hacían de plata.
Época republicana: siglos II-I a.C. El origen de la cerámica de mesa romana se remonta a finales
del siglo IV a.C. cuando los talleres áticos entran en crisis y son sustituidos por un grupo de fábricas
itálicas con nuevas piezas de barniz negro que serán más económicas y se suministrarán a los compradores habituales del Mediterráneo occidental. Éstas últimas siguieron la tradición ática pero con
formas diferentes, con una calidad muy inferior y decoraciones decadentes basadas en estampillados de palmetas hechas con punzones y rosetas dentro de círculos puntillados a ruedecilla. Se elaboraron en la península Itálica a partir del siglo III a.C., con centros de producción en Campania (Nápoles o Cales) y en Etruria, y son conocidas como campanienses. La llegada a Iberia de las cerámicas de
barniz negro se produjo en este momento conviviendo con otras piezas itálicas de tradición helenística pero fue a partir de inicios del siglo II a.C. cuando se intensificaron las importaciones campanas,
producidas en grandes cantidades y a bajo precio. Hubo imitaciones de barniz negro elaboradas en
talleres locales, como las de Cataluña.
v
Estas cerámicas están presentes en los yacimientos valencianos que tienen una cronología enmarcada entre los siglos II-I a.C. que, o bien fueron asentamientos ibéricos que perduraron en su
ocupación hasta este momento, o bien se romanizaron como en el caso de las ciudades de Saguntum (Sagunto) y Lucentum (Tossal de Manises, Alicante) y, sobre todo, en las nuevas fundaciones
como lo fue la colonia de Valentia (Valencia). Las formas cerámicas más habituales aparecidas en
estos yacimientos son los cuencos de paredes rectas o con ala, los platos, las copas, las páteras y los
tinteros. Las tendencias comerciales de esta vajilla, establecidas entre las tierras valencianas y la
Península Itálica, pueden apreciarse desde el año 138 a.C. en los niveles fundacionales de Valentia,
donde Ribera ha constatado un predominio de la campaniense A y en menor medida la campa-
Yacimientos valencianos destacados con publicaciones de cerámicas romanas.
Estas investigaciones han permitido conocer algunas producciones de cerámicas locales e importaciones, y establecer
las relaciones comerciales entre las tierras valencianas y los diferentes pueblos del Mediterráneo.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vajilla doméstica de
época republicana. Siglos II-I a.C. Procedencia diversa. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Vajilla de uso habitual
en los yacimientos valencianos entre los siglos II-I a.C. donde destaca la convivencia de la
cerámica ibérica con las
piezas romanas de barniz negro, paredes finas
y cerámica común.
niense B de buena calidad, la etrusca, así como las producciones de barniz negro de Cales. Entre al
año 100 a.C. y el momento de destrucción de la ciudad en el 75 a.C. predominan la campaniense
B de Cales junto a la beoide sobre la campaniense A, tres producciones también existentes en Ilici
(l’Alcúdia d’Elx) en este momento. Quedan ya como importaciones minoritarias la B etrusca, la
Byrsa 661 y la campaniense C.
Época imperial: siglos I-III. Con la llegada del Imperio los artesanos de diversos talleres de la
ciudad de Arezzo (Etruria, Italia) impusieron sus producciones, que se han denominado terra sigillata aretina, iniciándose sobre el año 40 a.C. y perdurando hasta mediados del siglo I, con un área
de difusión por todo el ámbito romano. Se trata de una cerámica de calidad excelente ya que tiene
una arcilla muy depurada con un barniz anaranjado muy bueno. Se elaboraron piezas lisas y decoradas con temas vegetales y humanos, fabricándose a molde y a torno. Podemos distinguir la copa
y el plato, llamados también servicio, las fuentes de variados tamaños y otras piezas adicionales
como las grandes copas y cuencos, en ocasiones decoradas en relieve con temas mitológicos enmarcados con cenefas vegetales. Los sellos de oficina podían tener una disposición radial o central, con forma circular, oblonga o in planta pedis, esta última con una cronología a partir del año
15. Esta producción se comercializó por vía marítima acompañando al vino itálico transportado en
ánforas Dressel 1.
Dentro del territorio valenciano, destacan las ciudades de Ilici y Saguntum por su mayor proporción de piezas encontradas, incorporándose recientemente Valentia tras el hallazgo de un conjunto
de aretinas en un depósito votivo datado entre los años 5 a.C. y 10. En ellas, así como en Lucentum, el
Portus Ilicitanus (Santa Pola), Lesera (Moleta dels Frares, Forcall, Castellón) y en El Monastil (Elda), se
ha podido constatar un comercio superior de piezas lisas sobre las decoradas. Los estudios realizados en Ilici por Montesinos evidencian que una gran variedad de centros de producción situados en
la Península Itálica y la Galia abastecieron a esta ciudad, como se ha podido comprobar con las primeras producciones de cerámicas de barniz negro con sellos latinos que son anteriores al 15 a.C. y
proceden de Arezzo, que será el mayor centro abastecedor para Ilici. También es considerable la cantidad de sigillatas aretinas que proceden de Ateius, seguidas por las de Roma e Italia central, Puteoli,
Lyon, el norte de los Alpes, el sur de la Galia y el valle del Po. Entre ellas abundan los platos y las copas sin decoración, destacando los caliciformes decorados tanto con frisos de ovas dobles con len-
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
güeta simple como con círculos concéntricos y rosetas, las figuras en relieve de grifo, de amorcillo,
de esqueleto y de Hércules. Así, también las aretinas encontradas en Valentia tienen un origen mayoritariamente de Arezzo y en menor proporción de Puteoli, resaltando una copa decorada con un
friso de mujeres acompañadas por niños.
La última producción de Arezzo, llamada aretina tardoitálica, llegó desde mediados del siglo I a
las ciudades de Ilici, Saguntum y Valentia. Se importaron, además, producciones del noreste de Cataluña y cerámicas oxidantes de barniz rojo que imitaban y se comercializaban junto con estas.
Los alfareros aretinos instalaron, al poco tiempo, nuevos talleres o sucursales en otros lugares de
la Península Itálica como Pisa, y también en el sur de la Galia, como Lyon (Graufesenque), Banassac
y Montans y, además, en otros lugares de la zona central y oriental gala. Esta cerámica pronto adquirió un importante desarrollo y su comercialización entró en auge a mediados del siglo I, abarcando
su difusión todo el mercado del imperio romano y extinguiéndose a partir de la primera mitad del
siglo III. Esta producción se conoce como terra sigillata sudgálica, su arcilla es de color rosado intenso con desgrasante de cuarzo visible y tiene un barniz brillante de tono violáceo, de calidad
buena. Se elaboraron piezas lisas y decoradas, donde los temas decorativos predominantes fueron los vegetales, incluyendo también
los animales y los humanos. La Graufesenque, entre los años 4070, realizó una producción minoritaria llamada marmorata, de barniz amarillo veteado en marrón, algunas con marca de oficina.
De nuevo, y para estas producciones de la Galia que llegarían a las tierras valencianas por vía marítima, destacan las ciudades de Saguntum e
Ilici dado su mayor porcentaje de hallazgos y los estudios realizados. En estas ciudades se aprecia la abundancia de importaciones desde las primeras
producciones, con un predominio de las piezas lisas (copas y platos) sobre las
decoradas, incluyendo algún ejemplar de marmorata. En Ilici, entre las piezas decoradas, el vaso más habitual fue el Dragendorff 37, seguido del 29 y 30, donde
destacan motivos como la alternancia de guirnaldas ondulantes con plantas o figuras, bandas de paneles o arcadas con figuras, gallones, medallones con motivos
cruciformes, metopas divididas y motivos vegetales, entre otros. Los sellos alfareros, presentes sobre todo en las piezas lisas, remiten como mayor fuente de importación a la Graufesenque y en menor medida a Montans o Banassac. Estas cerámicas también se han documentado en algunos asentamientos rurales o
costeros y en las ciudades de Valentia, Lesera, el Municipium Liria Edetanorum (Liria) dentro de 7 pozos votivos, Lucentum, el Portus Illicitanus y el Monastil.
Copa de terra sigillata sudgálica decorada con la figura del dios Mercurio. Siglo I. Ampurias. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
A partir de finales del siglo I a.C. la terra sigillata,
barnizada de color rojo,
fue la vajilla cerámica más
utilizada para el consumo.
Hubo una gran demanda
y una red comercial organizada que abastecía de
estos productos a todo el
mundo romano.
Dentro de las producciones romanas provinciales también hubo imitaciones
de cerámicas sigillatas hechas en Hispania, que se difundieron hacia mediados
del siglo I. Su producción, a la que actualmente denominamos terra sigillata
hispánica, se realizó en talleres situados en diversos puntos de la península
Ibérica: Tricio, Corella, Liédana, Pompaelo, Abella, Solsona, Bronchales, Andujar y Granada, y empezó imitando algunos tipos galos. Según los centros de
producción, variaron las arcillas desde amarillas a anaranjadas y rosadas, con un barniz anaranjado
o marrón rojizo, de calidad buena que degeneró con el tiempo. Esta producción perduró hasta fines
de los siglos V y VI, conociéndose como hispánica tardía. Las decoraciones consistieron, sobre todo,
en franjas de rosetas o círculos, alternando algunas con motivos vegetales y figuras animales o humanas. Su difusión fue general en el mundo romano, llegando al sur de la Galia, Italia y el norte de
África, aunque predominaron en Hispania.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Centros productores y redistribuidores de cerámica que mantuvieron relaciones comerciales con yacimientos valencianos.
Los materiales cerámicos romanos que encontramos en los yacimientos valencianos indican la existencia de relaciones
comerciales destacadas con la península Itálica, la Galia, Hispania, el norte de Africa y el Próximo Oriente.
La presencia de estas cerámicas en nuestros yacimientos está relacionada, sobre todo, con talleres de la Rioja, de Teruel y de Andujar, y su porcentaje es elevado respecto del resto del servicio de
mesa, como se desprende del estudio de Escrivá en el caso de Valentia. Esta ciudad presenta el mayor volumen de sigillata hispánica en las tierras valencianas, con su mayor índice entre mediados
del siglo I y mediados del siglo III d.C. debido, probablemente, a su papel de centro redistribuidor,
que perdurará con piezas tardías hasta finales del siglo VI en que serán sustituidas por la cerámica
africana. La gran mayoría de las piezas eran de procedencia riojana (Arenzana de Arriba, Bezares,
Tricio, Nájera) ya desde los años 60-65, con una comercialización marítima desde Dertosa y con un
predominio de los vasos hemiesféricos o carenados junto a alguna forma cerrada, como la cantimplora y, mayoritariamente, tenían un sello del alfarero. En menor medida están documentadas las
cerámicas de Bronchales ya desde los años 80-85, con una vía terrestre para su comercialización,
que fue local y regional. En términos generales, en Valentia, el porcentaje de piezas lisas es mayor
que el de las decoradas, como también ocurre en el Portus Illicitanus, y entre estas últimas destaca
como más abundante la forma Dragendorff 37 con ovas, lengüetas, círculos, ángulos y puntas de
flecha, con frisos de metopas y círculos con animales o motivos verticales estilizados. Le siguen en
proporción la forma Dragendorff 29 y 37, con predominio del estilo de metopas con motivos figurados humanos, animales y escenas. Así mismo, han sido documentadas en Saguntum un conjunto
de hispánicas entre las que predomina una buena calidad, también con algunos ejemplares de
Bronchales y una mayor proporción de formas decoradas sobre las lisas, como ocurre en Ilici
donde existe una cantidad de hispánicas escasa que Montesinos relaciona con una disminución de
estas cerámicas hacia el sur del territorio valenciano. También cabe destacar su presencia en el Municipium Liria Edetanorum, la ciudad de Dianium (Denia), el Monastil y, en la provincia de Castellón
en les Carrasques (La Jana).
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
La proliferación en este momento del hábitat rural en villae (villas) queda, en muchos casos, constatada por la presencia de estas cerámicas, que además de indicarnos la difusión de esta producción nos
muestran una mayor perduración en las zonas del interior que en la costa del territorio valenciano.
Los talleres productores de cerámicas en el norte de África, a partir de finales del siglo I, tomaron protagonismo dentro del círculo comercial del mundo romano y se difundieron por vía marítima a través de
la cuenca mediterránea. La primera exportación masiva de esta cerámica, que actualmente conocemos
como terra sigillata clara A, fue producida en el África Proconsular (Numidia y parte oriental de Mauritania). Esta cerámica se documenta en las tierras valencianas, tanto en sus ciudades como en las numerosas
villae, desde finales de época Julio-Claudia, como se ha visto en Valentia. A partir del siglo III se introduce
de forma masiva la cerámica africana A tardía y la terra sigillata clara C, que inició su fabricación en este
momento, prolongándose hasta el siglo IV. Ambas poseían una arcilla rojiza con un barniz anaranjado de
poca calidad, carecían de sellos alfareros y las decoraciones fueron escasas, aunque en ocasiones incluían
algunos motivos en relieve aplicado y estampado, o barbotina de hojas de agua, ruedecilla y temas vegetales o figurados. Estas producciones también han sido documentadas en las ciudades de Saguntum y su
puerto del Grau Vell, el Municipium Liria Edetanorum, el Portus Illicitanus y en Lucentum, con un bajo porcentaje, dada la evolución de la ciudad, como indican Olcina y Pérez.
Desde mediados del siglo II y a lo largo del III, también llegan a las tierras valencianas las producciones del sureste de la Galia, denominadas lucente, con un barniz que tiene irisaciones metálicas y
una tipología compuesta de vasos, jarros y copas.
Antigüedad tardía: siglos IV-VII. Las producciones del norte de África siguieron siendo preferentes dentro del ámbito comercial romano hasta el siglo VI, en que se fabricaron los últimos testimonios
a gran escala, y quedaron solamente producciones minoritarias, pero perduraron las exportaciones.
Las cerámicas de los siglos IV-VI se denominan terra sigillata clara D. La arcilla seguirá siendo rojiza
y su barniz anaranjado y de baja calidad. La decoración se hacía en relieve aplicado o con punzón y
estampado y, en muchos casos, carecía de decoración. Los motivos consistían en estampillas, palmetas, rosetas, círculos concéntricos y reticulados. Durante los siglos V y VI surgieron motivos de animales, símbolos cristianos, cruces geminadas y escenas con figuras humanas, todas ellas característi-
Vajilla doméstica de época imperial procedente de yacimientos valencianos. Siglos
I-III. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Vajilla de uso habitual en tierras valencianas entre los siglos I-III donde predominan las piezas de terra sigillata
acompañadas de cerámica común. Los
recipientes más habituales fueron los
cuencos, las copas, los vasos, los platos, las jarras y las fuentes de diferentes tamaños, con o sin pie.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
cas de las producciones de sigillata paleocristiana anaranjada y gris (Galia), la cual fue muy escasa a
partir de la segunda mitad del siglo VI, como se ha visto en Valentia.
La presencia de la terra sigillata clara D se ha documentado en la provincia de Castellón, donde tres
asentamientos atestiguan la continuidad romana durante los siglos V-VI. Estos yacimientos son Pou de Llobet (Albocàsser), Benicató (Nules) y el Brosseral (Cabanes), así como también el fondeadero de les Pedreres de la Barbada (Benicarló), según ha estudiado Arasa. Más al sur, estas cerámicas se encuentran en Saguntum y en su puerto, y en Valentia donde Rosselló ha documentado que llega, esporádicamente, vajilla
de mesa oriental llamada Late Roman C (Focea) y Late Roman D (Chipre), cerámica egipcia o copta y
otras producciones (Fine Byzantine Wares). Otros importantes asentamientos con esta perduración son el
Portus Illicitanus, la necrópolis de l’Albufereta y el Monastil entre mediados del siglo IV y finales del siglo V
y, también, Garganes (Altea, Alicante) con actividad comercial elevada desde mediados del siglo IV hasta
mediados del siglo VI, en que destaca el alto porcentaje de cerámicas estampilladas. La existencia de estas
cerámicas en las villae ha permitido constatar una proliferación del hábitat rural durante el siglo IV.
LOS VASOS PARA BEBER
Cáliz de vidrio de época
imperial. Tisneres (Alcira,
Valencia). [Museo de Prehistoria de Valencia].
Los recipientes de vidrio usados para beber
se impusieron, a partir
del siglo I, sobre los vasos de cerámica común
con paredes muy delgadas, y perduraron hasta inicios del siglo II.
Los vasos, cubiletes o cálices usados más asiduamente para beber eran
de cerámica común con paredes muy delgadas, llamados paredes finas,
a los cuales, a partir del siglo I, se añadieron y se impusieron las piezas
de vidrio. Durante los siglos II-I a.C. estos se importaron desde la península Itálica aunque también hubo imitaciones en Iberia y en la isla
de Ibiza. Inicialmente no presentaban decoración o bien tenían incisiones
y barbotina. A partir de mediados del siglo I, además de importarse, sobre todo se produjeron en diferentes puntos de Hispania, mayoritariamente en la Bética, y perduraron hasta inicios del siglo II. Su decoración
se basaba en engobes, motivos incisos y «a peine», tratamiento arenoso, a
barbotina y a ruedecilla y los llamados «cáscara de huevo».
Por lo que respecta a los yacimientos valencianos, los vasos para beber documentados se ciñen a las características y procedencias descritas, pero además cabe
señalar la posible producción de éstos en tierras de Sagunto ya que son mencionados como cálices o copas saguntinas por Plinio en su Historia Natural (XXXV,
160-161) y por Marcial en su obra poético-satírica (IV, 46, 12-17; VIII, 6, 1-4; XIV,
108), aunque también se ha considerado que podría tratarse de sigillatas hispánicas; esta ciudad, además, también ofrece ejemplares itálicos. En Valentia los cubiletes de paredes finas ya están presentes en el momento fundacional (138 a.C.) y
en época tardo-augustea (8 a.C. - 9) con un origen itálico (de Etruria y del sur) e
hispano (gris catalana), y también son producidos a finales del siglo I a.C., como
se ha visto en la excavación de un horno en l’Almoina. En Ilici aparecen en los niveles de mediados del I a.C. a mediados del I, como
también en la necrópolis de l’Albufereta (el Campello, Alicante),
donde han sido estudiados los vasos de época imperial.
Vasos de paredes finas de época imperial. Ibiza y Ampurias. [Museo de Prehistoria de
Valencia].
Los cubiletes usados más asiduamente para beber eran de cerámica con paredes muy
delgadas. Entre su decoración se podía incluir la barbotina, como en el caso de estas
dos piezas que tienen motivos aplicados de hojas de piña y palmas con hojas de agua.
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
Cerámica común de cocina. Siglos I-V. Font de Mussa (Benifaió, Valencia) y Llíria (Valencia). [Museo de Prehistoria de
Valencia].
El menaje de cocina comprendía las piezas que iban al
fuego y otras para la contención de provisiones. Había
ollas y cazuelas para cocinar
directamente al fuego o al
horno, orzas para la fritura o
asado de alimentos y tapaderas para cubrir los recipientes.
LA CERÁMICA COMÚN Y DE COCINA
Dentro de este amplio grupo se encuentran los recipientes de servicio
de mesa y de cocina usados para el aprovisionamiento, preparación,
transformación, conservación y almacenaje de alimentos, algunos de ellos
con un uso multifuncional. En general, el conjunto de materiales consistía
en urnas para contener y transportar agua y también para conservar alimentos, jarras con una o dos asas para calentar y escanciar líquidos, vasos
para beber y medir capacidades, platos y fuentes para servir así como
para comer y preparar alimentos líquidos y sólidos, cuencos para lavarse
las manos y transformar alimentos, recipientes para uso en la higiene personal y tareas domésticas, orzas para la elaboración de salsas o condimentos, morteros, tapones, tapaderas con función también de platos, coladores y embudos. El menaje de cocina comprendía las piezas que iban al
fuego para guisar o freír, entre las que había ollas para la cocción de alimentos y contención de provisiones, orzas para la fritura o asado, cazuelas de variados tamaños para cocinar directamente al fuego o al horno y
para usarse con trípode, y además las tapaderas.
Estas cerámicas fueron cocidas tanto de modo reductor como oxidante,
generalmente sin tratamiento posterior, excepto las producciones africanas
de cocina con un engobe interior o algunos ejemplares de cuencos y jarras
decorados con trazos lineales de pintura.
Las importaciones que llegaron a las tierras valencianas procedían de la
península Itálica, el norte de África, algunos ejemplares orientales, pero, sobre
todo, las piezas más utilizadas fueron las producciones locales, existiendo un
comercio regional, con una mayor presencia en los asentamientos rurales.
Época republicana: siglos II-I a.C. Durante los siglos II-I a.C la mayor
parte de los recipientes que conocemos provenían de la península Itálica y
eran para la cocción de alimentos; se trataba de ollas, sartenes, morteros,
tapaderas y cazuelas, entre ellas las rojas pompeyanas, que poseían un engobe rojo en su interior, como se ha documentado en Valentia. Acompañando a este conjunto había algunas piezas de origen púnico, jarritas de
Jarra de bronce. Siglo I . Els
Horts (Vallada, Valencia).
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Los recipientes asociados a la
alimentación se hicieron mayoritariamente de cerámica aunque también los hubo de vidrio, madera, marfil, piedra y
metal de plata, hierro o bronce,
como es el caso de esta pieza.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
cerámica gris, páteras, kalathos y tinajas ibéricas pintadas junto a jarras de cerámica común para verter líquidos y otros recipientes para cocinar. En la ciudad de Saguntum también han sido estudiadas
estas importaciones itálicas y púnicas (ibicencas y cartaginesas), por Pascual y Aranegui, como también un alto porcentaje de cerámica ibérica local y otras producciones locales y regionales de los alrededores de la ciudad.
Época imperial: siglos I-III. En época augustea, como se ha podido ver en Valentia, continuaron
las importaciones itálicas de cazuelas altas y morteros, y de la Campania llegaron cazuelas bajas
y tapaderas además de platos rojos pompeyanos. Del África Proconsular y Byzacena (Túnez) se
importaron cazuelas altas y bajas, tapaderas, y también diversos recipientes consistentes en boles,
cuencos, jarras y olpes, y también algún ejemplar oriental como las jarritas. También hubo producciones locales de ollas, tapaderas y jarras, diferenciándose diversos grupos atendiendo a la
pasta. A finales del siglo I e inicios del siglo II, el conjunto de materiales de cocina continuó teniendo una procedencia itálica, africana y de producción local, entre los cuales se han estudiado
platos/tapadera y cazuelas africanas en Valentia, y, dentro de las cerámicas comunes locales, en el
Municipium Liria Edetanorum se conoce un amplio repertorio en relación con la transformación y
contención de alimentos, además de jarras para líquidos, vino o aceite. A mediados del siglo II se
ampliaron los tipos cerámicos de cazuelas, vasos globulares y ollas. Ya en el siglo III, el lote de
material más importante fue el de origen africano, como se puede apreciar en Saguntum. Esta visión se repite en la provincia de Alicante, donde en el Portus Illicitanus los estudios efectuados
por Sánchez han podido establecer diferencias entre importaciones y producciones locales o regionales, así como también ha sido estudiada la cerámica común de los yacimientos del valle del
río Vinalopó (Alicante). En Ilici los estratos augusteos presentan vasos, platos y olpes con decoración pintada, y en los niveles del siglo II gran parte de los materiales tienen una procedencia africana. En la Villajoyosa se ha documentado cerámica africana de cocina y común y en la isla de Tabarca se han hallado restos de ocupación romana con materiales desde el siglo II hasta el siglo IV
provenientes del norte de África.
Antigüedad Tardía: siglos IV-VII. La dinámica del este de Hispania,
según Gutiérrez, estaba dentro de la evolución de la economía mediterránea, con un mercado en las ciudades portuarias y en los centros rurales costeros surtido de
abundantes importaciones que, con el tiempo, dieron paso a las producciones locales
orientadas al autoconsumo. Las cerámicas que conocemos en los yacimientos
valencianos para los siglos IV-VI tienen un
origen diverso, y destacan en proporción
las producidas en Cartago, Cerdeña, el sur
de Italia o Sicilia, que corresponden a fuentes, cuencos, cazuelas y tapaderas, y se han
podido diferenciar por Reynolds en el valle
Cerámica común de época visigoda de
yacimientos valencianos. Siglos VI-VII.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
del río Vinalopó. También se conocen cazuelas altas y bajas de cerámica hecha a mano o torneta de
las provincias de Alicante y Murcia, documentadas en el Monastil entre mediados del siglo IV y final
del siglo V, perdurando hasta el siglo VII. En Ilici, a mediados del siglo IV, destacan los materiales de
procedencia africana y las cerámicas comunes hechas a mano con desgrasante de mica dorada.
Entre mediados del siglo VI y la primera mitad del VII, hubo un predominio de productos africanos, como se ha podido ver en Valentia, con ollas sin asas, cazuelas, morteros, cuencos, orzas con
tubo vertedor, jarras de un asa y pico vertedor y también tapaderas, que evidencian la intensa relación con el África bizantina. También del Mediterráneo oriental se importaba cerámica de cocina
como ollas (algunas del área de Constantinopla y Palestina), cazuelas, jarros con asas dobles sobre
montadas y ampollas con pitorro. En la Punta de l’Illa (Cullera), Valencia la Vella (Riba-roja de Túria) y en Alicante, también se conocen ungüentarios litúrgicos contenedores de aceite consagrado de
Palestina o Panfilia. Todo este conjunto se acompañó de cerámicas a mano o a torno lento procedente
del Mediterráneo central (Lipari) y de Sicilia, como también de Ibiza llegaron cuencos, algunos con
tubo vertedor y ánforas pequeñas.
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LA CULTURA DEL AGUA
JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
LA RECOGIDA Y EL ALMACENAMIENTO DE AGUAS
La civilización romana no podía ser una excepción a la hora de conceder una importancia vital a
la disponibilidad de un bien tan preciado como el agua. Hasta la puesta en funcionamiento de los
acueductos que en el caso de la ciudad de Roma se atestigua a partir del siglo IV a.C., los núcleos de
población se abastecían por medio de manantiales, pozos subterráneos y cisternas para recogida y
almacenamiento del agua de lluvia; procedimientos que siguieron vigentes incluso cuando a partir
de comienzos del siglo I los acueductos se instalaron definitivamente en el paisaje urbano.
La antigua Roma concedía una importancia singular a las fuentes naturales, imbuidas de un carácter sacralizante, al ser asociadas con las Ninfas, o en otros casos con las Náyades o las Musas. Un
buen ejemplo de este proceso lo constituye Valentia, donde ya en su primera fase republicana existía
un santuario relacionado con el agua. Localizado en el solar de l’Almoina, estaba dotado de un gran
pozo de 1,82 x 1,54 m, revestido con bloques escuadrados, así como de una piscina o depósito de 6,8
x 4,9 m. Sobre este conjunto republicano, se construyó un gran ninfeo bien entrado el siglo I y tiempo
después, en el siglo XI, se instaló una alberca monumental y, junto al antiguo pozo romano, se colocó
una gran noria. Edeta (Llíria, Valencia) proporciona otro interesante exponente de culto relacionado
con las aguas en este caso, merced a una inscripción que confirma la existencia de un templo dedicado a las Ninfas, templum Nympharum, en la fuente que suministraba el agua a la ciudad.
A partir de la baja época ibérica comienza a evidenciarse el empleo de cisternas rectangulares o
en forma de bañera para el almacenamiento de agua. El control militar romano a partir del 218 a.C.
no alterará esta situación, sino que mejorarán las técnicas constructivas de los aljibes. Así, no faltan
ejemplos de cisternas «a bagnarola», como la atestiguada en Sagunto, delante del templo capitolino,
que quedó amortizada hacia el año 100 a.C. A este tipo pertenece también la cisterna más antigua
documentada en la ciudad ibero-romana de Lucentum (Tossal de Manises, Alicante) con una cronología de finales del siglo III a.C. Precisamente, Lucentum constituye el mejor ejemplo de la importancia
que poseía un buen sistema de almacenamiento de agua cuando, según todos los indicios no dispuso de un acueducto, dificultad que se salvó con una red de cisternas de las que hasta el momento
se han documentado 17.
El foro de Saguntum en época imperial estaba dotado de una gran cisterna de dos naves y una longitud de unos 60 m que se extendía a lo largo de su lado meridional, por debajo del nivel de la plaza y
cumplía la función de recoger las aguas procedentes de las cubiertas de los pórticos del conjunto forense.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Reconstrucción del ninfeo de la Almoina, Valencia. [Archivo SIAM].
Valencia en su fase romano imperial contó con una gran fuente monumental situada en un punto privilegiado cerca
del cruce de las dos calles principales. Este monumento que debió incluir una gran fachada adornada con esculturas
es un buen exponente del nivel de desarrollo urbano que poseía la ciudad a finales del siglo I.
El empleo de norias para la obtención de agua ya está atestiguado en la cultura romana. Con este
procedimiento se abasteció uno de los inmuebles situados en el enclave romano de Baños de la
Reina que ocupa una franja litoral situada entre el casco urbano de Calpe (Alicante) y su puerto a los
pies del Peñón de Ifach. Este sistema hidraúlico fechado a comienzos del siglo I estaba compuesto
por una noria y cuatro grandes aljibes tallados en la roca y comunicados con tuberías de plomo. La
noria se abastecía de las filtraciones de una bolsa de agua situada bajo ella, que rezuma directamente
de la roca con un caudal aún hoy muy estable y con una potabilidad confirmada por análisis. En
cambio, otra vivienda contigua se abastecía a partir de pozos.
EL TRANSPORTE DE AGUA
La técnica constructiva de los acueductos sobre arquerías (arcuationes) tuvo su inicio en Roma con
la construcción en el 144 a.C. del Aqua Marcia. Sin embargo, hasta los comienzos del siglo I dicho procedimiento no alcanzaría su plena afirmación en la cultura del agua. Esta situación se evidencia en
tierras valencianas, donde se han documentado diversas conducciones, todas ellas de época imperial.
Saguntum dispuso de un acueducto que debía tomar las aguas de un punto no localizado del río
Palància. Los primeros restos se localizan en la partida de Figueroles, a 1,5 km al suroeste de la ciudad para a continuación adentrarse por el barrio de Las Balsas o «Clot del Moro», siendo muy probable que entre ambos trechos la conducción se elevase sobre arquerías; aunque resulta evidente que la
mayor parte del trazado se adaptaría a la configuración del terreno, como se observa en un tramo de
unos 350 m de longitud que discurre por encima de la carretera local Sagunto-Gilet. La traza del
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LA CULTURA DEL AGUA • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Puente-acueducto sobre el barranco de la Cueva del Gato (Chelva-Calles, Valencia). Siglo I.
[Fot. Archivo SIP].
Este puente de tres arcos con una longitud de 36 m y una altura máxima rasante de 33 m
constituye la fábrica más espectacular del acueducto de Peña Cortada.
acueducto se pierde por el interior del casco urbano, aunque gracias al testimonio de Chabret, hace
poco más de un siglo podía seguirse por las calles Dos de Mayo, Acueducto y San Ramón.
Un claro exponente del elevado nivel de desarrollo alcanzado por Valentia, ya bien entrado el siglo I,
lo constituye el acueducto cuya fuente de suministro se situaba al oeste, en la actual zona de Manises y
Ribarroja. De esta conducción se han localizado tres tramos en diversos puntos de la calle Quart, que
han venido a sumarse al que ya se conocía cerca de la cárcel Modelo. Gracias a una inscripción se sabe
que este acueducto se adentraba en la ciudad por la llamada Porta Sucronensis, situada en la parte meridional, entre las actuales calles de Cabillers y Avellanes, donde con mucha probabilidad se emplazaría
el castellum divisorium para la distribución del agua por el interior de la ciudad.
El acueducto conocido como la Peña Cortada, que atraviesa varios municipios de la actual comarca de Los Serranos en Valencia, constituye el ejemplo más espectacular de construcción hidraúlica romana en tierras valencianas con sus más de 26 km de trazado discontínuo que median entre la
toma de aguas en Tuéjar hasta los últimos restos localizados en el término de Domeño. Su tramo inicial, comprendido entre las localidades de Tuéjar y Chelva, ha quedado perpetuado en la acequia
mayor de Chelva, lo que ha contribuido a mantener la memoria de la obra romana, a pesar de las sucesivas refacciones que han borrado su traza original. Este acueducto ofrece una cumplida muestra de los
recursos técnicos que estaban al alcance de los ingenieros romanos en materia de conducción de agua,
donde la mayor parte discurre en forma de canal tallado en la roca siguiendo una curva de nivel, salvo
cuando las exigencias del terreno obligaban a construir puentes de dimensiones acordes con el obstáculo a salvar y que en ocasiones revisten una gran espectacularidad, como el puente del Arco que salva
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
el barranco del Convento, objeto de varias refacciones o el puente
de la rambla de Alcotas que en la actualidad muestra el único arco
que ya señalara Cavanilles a finales del siglo XVIII, de los seis que
pudo contemplar Marés en 1681. Más imponente resulta el ejemplar que salva el barranco de la Cueva del Gato con sus tres arcos
y una altura máxima rasante que supera los 33 m. Una vez rebasado este puente, el canal gira bruscamente en dirección este para
seguir a través de un impresionante cortado, conocido como La
Serrada o Peña Cortada que da nombre al acueducto. A continuación se sucede una alternancia de tramos tallados en la roca, bien
a cielo abierto, bien en galería cubierta con la particularidad de
que cada vez que la conducción debía sortear un barranco lo realizaba por medio de un puente. La brusca interrupción de los últimos restos localizados en el término de Domeño y su acusada lejanía de los grandes centros urbanos como Edeta, Valentia o
Saguntum dejan abierta la cuestión de su destino final llegando a
preguntarse sí realmente llegó a prestar servicio. Una situación semejante se ha planteado recientemente en el acueducto de CellaAlbarracín con el que guarda estrechas concomitancias.
Roca tallada perteneciente al acueducto de
Peña Cortada (Los Serranos, Valencia). [Fot.
J. L. Jiménez].
Este corte en la roca de más de 20 m. de altura
da nombre al acueducto romano que tomaba
las aguas del actual río Tuéjar. Se conservan
tramos en una longitud de 27 km atravesando
los actuales términos de Tuéjar, Chelva, Calles
y Domeño. La cuestión de su destino final sigue siendo una incógnita.
Al margen de los ejemplos comentados de acueductos sobre arcuationes, podían darse otras soluciones como la posibilidad de canales de madera sostenidos mediante puntales también de madera formando una V invertida, circunstancia que
pudo darse en los acueductos I y II de Ribarroja.
Los establecimientos rurales también se beneficiaron de los
adelantos técnicos relacionados con las infraestructuras hidraúlicas, como puede apreciarse en la villa recientemente descubierta en L’Horta Vella (Bétera, Valencia).
LA DISTRIBUCIÓN URBANA
De acuerdo con las prescripciones vitruvianas el agua que llegaba a las ciudades debía distribuirse
atendiendo a tres grados de necesidad. En primer lugar, la destinada a uso doméstico (viviendas y
fuentes), a continuación, la reservada a los edificios públicos, sobre todo las termas y por último, la dedicada a las fuentes decorativas y juegos de agua; de manera que en caso de una pérdida de la cantidad aportada a raíz de una rotura o avería, las restricciones en el suministro comenzaban por los juegos de agua y fuentes decorativas, a continuación las termas y en último lugar el uso doméstico.
Las termas como expresión del ocio urbano había empezado a cobrar fuerza en la Península Itálica a partir del siglo II a.C., a la vez que se incorporaba a las nuevas fundaciones de colonias. En este
sentido, es muy revelador que Valentia ya contara con unas termas en su primera fase urbana con
unas características que concuerdan con los modelos itálicos en boga.
El nuevo régimen político representado por el Principado de Augusto significaría el espaldarazo
definitivo a la inclusión de los baños públicos en los programas monumentales urbanos: Este hecho
se hace patente, tanto en la propia Roma que a comienzos del siglo I ya contaba con 170 instalaciones
de este tipo, como en el gran número de ciudades repartidas por toda la geografía del Imperio, dotadas de más de un edificio para baños. Es el caso de Valentia en su fase imperial que dispuso de al
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LA CULTURA DEL AGUA • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
menos dos conjuntos enclavados en sendas zonas escogidas en las inmediaciones de las puertas septentrional y meridional y en estrecha relación con el trazado de su calle más importante, el kardo maximus. Los restos de la primera construcción se localizaron entre la actual calle Cabillers y la plaza de
la Reina. Su edificación se remonta a la época del emperador Claudio, a mediados del siglo I y sería
desmantelado en las postrimerías de ese mismo siglo. Vestigios de otro edificio situado en la entrada
norte aparecieron en una excavación realizada recientemente en la calle Salvador. Su fecha de construcción se remonta al siglo II y debió permanecer en funcionamiento hasta la segunda mitad del siglo III. Otro ejemplo de gran interés lo constituye el caso de la ciudad ibero-romana de Lucentum
(Tossal de Manises, Alicante), donde a pesar de las limitaciones derivadas de la falta de un acueducto, dispuso de dos baños públicos; como también son dos los nuevos conjuntos termales descubiertos en Ilici con una clara disposición periférica.
Cisterna tipo de bañera, Tossal de
Manises, Alicante. [Fot. M. Olcina].
Depósito para almacenamiento de
agua situado junto a la torre VIII
del sistema defensivo de la ciudad
prerromana. Su cronología, finales
del siglo III a. C. y tipo constructivo
denotan una marcada influencia
cartaginesa de época bárquida.
Termas grandes y santuario de la Partida de
Mura (Lliria, Valencia).
[Fot. Museo Arqueológico de Llíria].
La civitas edetanorum,
municipio de derecho latino de época augustea,
cuenta con el conjunto
termal más importante de
las tierras valencianas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Villa romana de L´Horta Vella (Bétera, Valencia). Siglo II.
[Fot. Josep M. Burriel].
Estructuras correspondientes a la sala con piscina de agua
fría (frigidarium) de un complejo termal perteneciente a un
establecimiento privado rural. Conserva el muro más alto,
4,50 m. en edificios de este tipo en la Comunidad Valenciana. A la derecha se ilustran las letrinas con su sistema de
desagüe y la piscina de agua fría y el pavimento de ladrillo.
Atendiendo al grado de conservación de los restos, no cabe duda que el conjunto de mayor entidad
en tierras valencianas, se localiza en la Partida de Mura en la antigua Edeta (Llíria). Fruto de excavaciones recientes se ha recuperado un complejo constituido por un santuario dotado de un área religiosa
presidida por un templo y unas termas dobles que conservan el circuito de baño completo. Este conjunto podría tener un carácter medicinal y utilizaría el agua como elemento terapeútico, siendo traída
por un acueducto del que se conserva parte de su traza en uno de los extremos del complejo. La datación de esta gran obra en época flavia permite ponerla en relación con personajes locales muy influyentes y poderosos a nivel político y económico, como es el caso de M. Cornelius Nigrinus Curiatus Maternus, mencionado en una inscripción monumental conservada en una mínima parte. El ejemplo
edetano demuestra que las termas pasaron también a engrosar la nómina de edificios englobados en el
fenómeno del evergetismo, término empleado para las donaciones efectuadas por los miembros de las
capas sociales más influyentes con las que se ganaban la lealtad de sus súbditos al mismo tiempo que
elevaban su propio prestigio personal. Dentro de este mismo fenómeno hay que incluir la financiación
de la construcción de una de las termas de Lucentum por parte de M. Popilius Onyxs.
Una consecuencia lógica del enorme calado que tuvo la moda urbana del baño fue su extensión al
ámbito rural, como lo demuestra el elevado número de villas de recreo dotadas de instalaciones que
reflejaban a escala reducida los modelos urbanos. En este apartado cabría destacar las termas de los
Tunos en Requena y el reciente descubrimiento de un frigidarium (baño frío) en L’Horta Vella (Bétera)
con un muro de más de cuatro metros de altura que todavía conserva parte de la cubierta abovedada.
Las fuentes monumentales representaban otro signo de distinción en los paisajes urbanos, de ahí su
situación en puntos muy frecuentados como las calles más importantes, lo que fomentaba la estima de la
ciudadanía, a la vez que proporcionaba un sello de prestigio de cara al elemento foráneo. La Valentia imperial contó entre su programa monumental con una gran fuente, ninfeo, según la terminología de la
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LA CULTURA DEL AGUA • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Termas de la muralla de Lucentum. Siglo I. [Fot. Archivo MARQ].
Son las mayores termas públicas de la ciudad con una superficie aproximada
de 340 m2. Se dejaron de utilizar en un momento indeterminado del siglo II.
época, situada al borde del kardo maximus casi en su intersección con el decumanus maximus y muy próxima al foro. Esta zona poseía un significado especial al haber albergado previamente un santuario dedicado al culto a las aguas en época republicana. La prueba más evidente de su importancia simbólica radica en que la construcción del ninfeo, a finales del siglo I, respetó la gran cisterna del área sacra
republicana llegando al extremo de hacer coincidir su línea de fachada meridional con la pared norte del
pozo republicano. El ninfeo es un gran edificio de planta cuadrangular, de 21 m de lado, dotado en su interior de un depósito de planta cuadrada de 8 m de lado y revestido con mortero hidraúlico. Dos pequeñas fuentes de escasa profundidad se adosan a la cara interna del muro norte del edificio, quedando adelantadas y alineadas con respecto al depósito central. El ninfeo se completaría con un alto muro
extendido a lo largo del lado meridional y del que no ha quedado rastro, aunque cabe suponer que estaría decorado con la típica sucesión de nichos. Numerosos fragmentos y placas de revestimiento de mármol aparecieron en un vertedero muy próximo de cronología tardorromana, donde también se recuperó
la mitad de un labrum tallado en Buixcarró con decoración floral en el borde interno. Esta fuente estaría
situada en la parte delantera del ninfeo, como se ha reconocido en otros ejemplos documentados.
Dos inscripciones se pueden asociar a este edificio. La primera es un ara recuperada en 1905 con
una dedicación a las ninfas por parte de Marco Valerio Munito como promesa, seguramente en agradecimiento por su salud. La segunda inscripción es una placa fragmentada de mármol blanco aparecida en la Almoina, formando parte del nivel de destrucción del ninfeo, frente a su fachada norte. La
placa estaba dedicada, con sus cargos y títulos honoríficos, al emperador Antonino Pío y debió estar
colocada en un lugar destacado de la fachada norte del ninfeo.
Finalmente, hay que mencionar el hallazgo muy reciente de otro ninfeo en un solar de la calle Sariers de Xátiva, cuyas características y dimensiones ponen de relieve la importancia que llegó a alcanzar el municipio romano de Saetabi.
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LA CIUDAD TARDOANTIGUA
ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
Hay que huir del tópico de ciudades arrasadas por los bárbaros, convertidas en campos de ruinas, como el panorama típico para definir un supuesto decrépito mundo urbano de esta época. El
largo periodo tardoantiguo (siglos IV-VIII) no es una etapa sin ciudades, todo lo contrario, pero tampoco hay que buscar en él a las esplendorosas urbes del Imperio Romano, aunque las hubo, como
Constantinopla o Ravenna. Las ciudades de este momento, tantas veces citadas por las fuentes históricas, se regían por otros parámetros, los de su época. Los grupos episcopales y los palacios sustituyen a los foros como centros de poder, varias modestas viviendas, con talleres, basureros, corrales y
huertos, ocupan el espacio de una sola domus romana. Los recintos urbanos se hacen más pequeños,
no solo por el evidente retroceso demográfico, sino por necesidades mínimas de tipo militar que no
cumplían las extensas (o inexistentes) murallas romanas. No se puede hablar de la decadencia de la
ciudad, sino de su evolución para adaptarse a los nuevos tiempos, en los que la figura de un poder
civil autónomo desaparece, sustituido por la nueva centralización del Bajo Imperio y, más tarde, por
el poder religioso, que acaba convirtiendo al obispo en el representante y gobernante de la ciudad,
situación de facto ya reconocida por el emperador Justiniano.
Estos planteamientos generales van siendo ampliamente constatados para toda el área mediterránea. Para la zona valenciana, sin embargo, los datos de que disponemos se reducen prácticamente a la ciudad de Valencia, carencia que en parte se puede suplir por el gran volumen de información que esta ciudad ha proporcionado.
LA ÚLTIMA ÉPOCA DE LAS CIUDADES ROMANAS
Valentia e Ilici sufrieron los efectos de lo que se viene en llamar la crisis del siglo III, manifestados
entre los años 260-280 por destrucciones, incendios y abandonos. Muchas viviendas ya no fueron reparadas, como sucedió en la parte norte de Valentia, abandonándose barrios enteros, dentro del proceso general de reducción del espacio urbano. Otros efectos comunes a Valentia e Ilici serían la colmatación de algunas cloacas.
El primer elemento a destacar en algunas ciudades de este periodo es la perduración de la vida
urbana como tal, siempre dentro de las pautas de la época bajoimperial. Aunque la información arqueológica solo es elocuente para Valentia y, en mucha menor medida, para Ilici, se supone que las
que alcanzaron el rango episcopal, caso de Saetabis y Dianium, debieron mantener siempre la catego-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
ría urbana. En Valentia e Ilici se percibe la continuidad física del antiguo centro público romano y que
el pulso y la imagen de la urbs clásica aun parece estar vivo.
En Valentia la continuidad urbana se manifiesta en la zona del foro y en el viario, que se mantienen en uso varios siglos más. Los síntomas más claros de la recuperación urbana son los nuevos edificios que se levantan y las obras de reparación en los ya existentes. El ejemplo más claro nos lo da
un edificio público de l’Almoina. También se ha detectado una nueva canalización paralela al decumanus maximus. Una nueva zona artesanal surgió al noroeste de la ciudad, cerca del puerto fluvial
romano, que fue el único barrio extramuros al que no se le supone un origen funerario o religioso.
Otro edificio que mantendría su uso original hasta el siglo V fue el circo, no en balde en el siglo IV
creció aun más la afición a esta clase de espectáculos. Su largo muro oriental, de 350 m. de largo y 5
de ancho, pudo ser usado como muralla urbana.
Sólo a partir de finales del siglo V se detectan las primeras grandes transformaciones urbanas, la
reorganización del espacio, el expolio sistemático de algunos edificios romanos y el primer cementerio dentro de la ciudad.
Basílica de Ilici (La Alcudia d’Elx, Alicante).
Este edificio se conocía desde principios
del siglo XX, pero no ha sido hasta hace
poco cuando se ha explicado con claridad. Con anterioridad se había interpretado erroneamente como una sinagoga.
El mosaico también se había prestado a
confusas digresiones, hasta que se ha reconocido en él un fragmento del naufragio de Jonás, tema recurrente en la iconografía cristiana del siglo IV.
Casa con mosaico del
Palmeral (Portus Ilicitanus). [Fot. M.J. Sánchez].
El puerto de Ilici fue
un activo centro comercial de la Antigüedad Tardía, como
demuestran esta gran
casa del siglo IV con
su mosaico y una factoría para elaborar salazones de pescado.
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LA CIUDAD TARDOANTIGUA • ALBERT V. RIBERA
Reconstrucción del centro episcopal de Valentia. [Archivo SIAM].
La excavaciones en el solar de L’Almoina y
en la Cárcel de San Vicente, en pleno centro
de Valencia, han permitido reconstruir como
sería el conjunto episcopal durante la época
visigoda.
LA CRISTIANIZACIÓN
DE LA TOPOGRAFÍA
Los edificios de los foros de Valentia e
Ilici sólo perderían su función original a
partir del siglo V , como los restantes de
Hispania. La inevitable cristianización de
algunos de los espacios públicos ya empezaría a partir de la segunda mitad del siglo
IV . Este proceso seguiría un ritmo lento
pero continuado, como da a entender la
compleja realidad hispana de la primera
mitad del siglo IV, que retratan una sociedad en proceso de cristianización que aún
conserva costumbres arraigadas no sólo en
el paganismo cotidiano sino también en el
oficial. La confusión alcanzaba a los altos
cargos eclesiásticos, que en esta época inicial del cristianismo «legal» llegaban a simultanear, como si tal cosa, sus cargos religiosos con sus prebendas y cargos civiles, que aún conservaban en su desempeño ceremonias y ritos
paganos, difíciles de conciliar con la práctica cristiana.
Ya desde el siglo IV San Vicente fue objeto de especial veneración por la comunidad cristiana universal, como atestiguan las tempranas referencias de Prudencio y San Agustín y las iglesias que
desde muy pronto se le dedicaron en varios lugares. La ciudad que vio su martirio y acogió su
cuerpo santificado poseería edificios notables para albergar los restos mortales de un gran mártir, lo
que en esa época era muy excepcional, servía para acrecentar el prestigio de la ciudad y la convertía
en un centro de atracción de peregrinos.
La situación de los núcleos episcopales en las tramas urbanas romanas no sigue una regla fija, al
depender de muchos condicionantes. Son más normales los casos en que se instalan en la periferia
interna de la ciudad, alejados de los céntricos foros, siendo más corriente que se encuentren junto a
las murallas, como parece suceder con la basílica de Ilici. La motivación de esta excéntrica situación
sería la plena vigencia, en este momento inicial, de las instituciones civiles y religiosas paganas, que
impedirían que en el área forense hubiera espacio para la nueva religión.
Pero tampoco faltan ejemplos de ubicación de los centros episcopales en los alrededores del foro
y del uso de los antiguos edificios romanos como iglesias u otras dependencias eclesiásticas. Se conocen varios foros «cristianizados» en África o en la misma Roma. Para Valencia parece bastante
clara su situación al sur y sudeste del foro romano. La reciente hipótesis sobre la exacta ubicación del
episodio martirial en un edificio del foro que albergaba la supuesta celda, abre toda una serie de es-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Baptisterio de Valentia. L’Almoina. [Archivo SIAM].
Uno de los edificios más emblemáticos y monumentales
de los núcleos episcopales era su baptisterio. El de Valencia acaba de ser identificado en las excavaciones del solar
de l’Almoina. Está construido con grandes sillares romanos y presenta la particularidad de estar situado junto al
ábside de la catedral y no en los pies de la basílica como
suele ser habitual.
clarecedoras posibilidades. Este edificio público, o al menos parte de él, por su especial simbolismo
para la pujante religión cristiana, debió ser muy pronto, dentro aun del siglo IV, adscrito al culto y
convertido en una especie de oratorio o capilla. Su total arrasamiento en el siglo V no llevó aparejada
su reconstrucción, pero muy pronto, tal vez demasiado pronto para lo que suele ser normal, sobre
sus escombros se empezaron a alzar tumbas, pero no por encima del espacio que ocupó la supuesta
celda, sobre la que se excavó un sencillo pozo, sino alrededor de ella. Por lo que parece, a pesar de la
destrucción del edificio, a lo largo del resto del siglo V y del VI, se mantuvo vivo el recuerdo de la
existencia de este lugar tan especial, que pudo estar rematado con algún elemento conmemorativo.
La ubicación en esta misma zona de una gran catedral pudo ser facilitada, además de por la
atracción del lugar martirial, por que hubiera disponibilidad del espacio necesario, una vez que el
foro dejó de cumplir con su función original.
Característica común a los muros construidos en esta época, tanto de los grandes edificios del
área episcopal, como de estas modestas mansiones, es que la mayor parte de las piedras parecen proceder del expolio de paredes de la época romana, lo que da lugar a una técnica constructiva muy
simple y un tanto descuidada, pero no exenta de solidez.
LOS GRUPOS EPISCOPALES: EL NUEVO CENTRO DE PODER URBANO
A la hora de entender lo que fue un grupo episcopal, no tenemos
que pensar en una serie de iglesias y edificios aislados rodeados por
cementerios desordenados, que se extendían caprichosamente, sino
que, más bien al contrario, el área episcopal sería como un gran
barrio perfectamente delimitado, algo abigarrado pero ordenado,
donde residían las jerarquías eclesiásticas más importantes de la
ciudad y de todo su amplio entorno jurisdiccional. El de Valencia ocuparía una superficie mínima de 150 por 100 m. en la
Anagrama de Teudemir. Pla de Nadal (Riba-roja de Túria). [Museo de
Prehistoria de Valencia].
La aparición de esta pieza, junto con un grafito de un antropónimo
muy parecido, permite plantear, con argumentos a considerar, la posibilidad de relacionar este personaje con el Teodomiro de las fuentes
históricas, que, de esta manera, muy bien pudo ser el usuario e, incluso, el constructor de este edificio de tintes palaciegos.
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LA CIUDAD TARDOANTIGUA • ALBERT V. RIBERA
misma zona del Alcázar de la etapa islámica, con lo que habría una perpetuación de las funciones rectoras y religiosas de la ciudad en los mismos lugares. Existía una gran diferencia entre los monumentales edificios de esta zona episcopal, con los más modestos de carácter doméstico que en la misma
época se encuentran en el resto de la ciudad. En sus elementos esenciales, el conjunto que se está empezando a descubrir en Valencia parece encajar bien con modelos del Adriático y de África y Oriente.
Valencia y su territorio disfrutarían de una amplia autonomía bajo el gobierno episcopal de Justiniano en la primera mitad del siglo VI, organizador de un concilio, creador de una importante producción literaria y promotor de una ingente actividad edilicia. La iniciativa episcopal debió ser la
primera y principal en reanimar el tejido urbano y en recuperar la cohesión perdida, convirtiéndose
en el indispensable elemento de la transmisión de la perdurabilidad de la estructura urbana, ahora
ya rehabilitada como centro de poder. Este obispo entra en el grupo de los grandes «obispos-constructores» que destacaron por sus actividades de mecenazgo edilicio, religioso y civil, en sus respectivas sedes. Justiniano, al hacerse cargo de la sede, tuvo que restaurar antiguos templos y construyó
otros nuevos, lo que indica la presencia de varias iglesias.
Del recinto del complejo episcopal valentino conocemos una pequeña pero sustancial parte, lejos
de una visión completa del mismo, pero bastante aproximada, gracias a la investigación arqueológica de los últimos años, tanto por la excavación como por la prospección geofísica, y también por el
análisis de la epigrafía y las fuentes escritas.
La prospección geofísica realizada en la plaza de l’Almoina ha permitido comprobar la existencia
de una gran construcción con ábside poligonal. Sus naves laterales conectarían con sendas capillas,
una cruciforme, la más meridional, con funciones funerarias claras, se interpreta como la iglesia funeraria de un obispo, muy probablemente Justiniano. La septentrional parece corresponder a un
baptisterio. Las referencias biográficas del obispo Justiniano y la coetánea cronología arqueológica
apuntan hacia este prelado como el promotor de la construcción de esta catedral. Es muy posible que
por su especial devoción a San Vicente, se llevara a cabo un traslado de las reliquias del santo desde
la basílica de la Roqueta hasta la catedral, con la dedicación de un altar.
Aún estaba en pie la antigua curia romana, que se mantuvo durante todo el período visigodo y
parte del islámico. Cuando la curia dejó de cumplir su cometido original, a partir del siglo V, se readaptó a diferentes usos, al contrario de lo que ocurre con otros edificios públicos que no corrieron la
misma suerte y sirvieron de cantera de materiales de construcción. La readaptación de la curia va
pareja a la «cristianización» de la topografía urbana, proceso relacionado con la posterior instalación
de un cementerio. Delante de la curia se construyó un monumental pozo hecho con enormes sillares
de piedra. La presencia de un gran pozo es algo normal en los centros episcopales, donde suelen
aparecer en el atrio o en relación con el baptisterio. Al otro lado del cardo maximus, se extendía el antiguo ninfeo, otro de los edificios, junto con la curia, que perduró hasta el periodo islámico.
La restitución que podemos presentar del conjunto de Valencia guarda bastantes semejanzas con
algunos edificios del norte de Italia y la costa dálmata, en los que normalmente se encuentra una capilla cruciforme al lado del ábside de la catedral.
De los restantes núcleos episcopales del País Valenciano poco se sabe. El de Saetabis se localiza en
la ladera del Castell, en la zona de la ermita de S. Feliu, donde han aparecido algunos elementos litúrgicos, como fragmentos de cruz y canceles y una inscripción del obispo Athanasio del siglo VII. De
Dianium tampoco se conoce mucho de esta época, excepción hecha de un mosaico sepulcral y alguna
otra pieza aparecida en el siglo XIX y de las modestas construcciones de las excavaciones prácticamente inéditas del Hort de Morand. De Ilici provienen varias piezas del equipamiento litúrgico,
como mesas de altar, canceles calados y basas de columnas, además de conocerse el emplazamiento
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Interior del monumento funerario conocido como Cárcel de
San Vicente (Valencia). [Archivo SIAM].
La tradición local siempre
asoció esta construcción con
la cárcel en que sufrió martirio San Vicente. Sin embargo, se trata de un mausoleo del siglo VI situado sobre
la Via Augusta. En la cercana excavación de l’Almoina, se ha localizado el
espacio que debió acoger
este episodio martirial.
de dos iglesias. Una, situada en la periferia urbana, es una basílica pavimentada con mosaico, que
parece corresponder a una época tan temprana como el siglo IV, lo que la convierte en el edificio cristiano más antiguo de las tierras valencianas. La otra está en la zona del foro y se construyó sobre un
templo romano. Las recientes excavaciones de los grandes baños romanos de Edeta muestran un
claro ejemplo de cristianización de la topografía, al convertirse parte de las instalaciones termales en
iglesia y, tal vez, en un conjunto monástico, en el que no falta alguna tumba monumental.
LA CIUDAD DE LOS MUERTOS
Al igual que sucede en la dinámica urbana, la ciudad de los muertos presenta, respecto a la fase
romana clásica, síntomas de continuidad junto a otros de ruptura. La continuidad viene marcada por
la perduración de los antiguos cementerios romanos, como sería, en Valencia, hasta los siglos V o VI,
la necrópolis de la Boatella, de donde procede una lauda sepulcral de mosaico, que evidencia la
transformación del cementerio pagano en cristiano y que llegaron a enterrarse personajes importantes, como él que pudo costear esta lujosa tumba y el monumento funerario al que pertenecería, ya
que este tipo de cubiertas aparecen dentro de iglesias o de monumentos funerarios.
Del entorno rural de Valencia, a lo largo del siglo IV, y siempre al lado de la Vía Augusta, se conocen otras 2 zonas funerarias, de carácter distinto entre sí. La situada hacia el norte es la continuación
de otra del siglo II. Al siglo IV pertenece un mausoleo en el que aparecieron tres sarcófagos de plomo
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LA CIUDAD TARDOANTIGUA • ALBERT V. RIBERA
y algunos restos de ajuar. Debe tratarse del cementerio, probablemente pagano, de una villa cercana.
La necrópolis de la Roqueta, al sur, por el contrario, sería de origen cristiano y confirmaría la tradición que sitúa en este lugar la tumba de San Vicente, que debería estar debajo de la actual iglesia.
Por primera vez en el interior del recinto urbano, al norte de la catedral se extendía, a lo largo del siglo VI, una necrópolis de tradición hispanorromana, cuyas tumbas, muy sencillas, de tejas planas y en
ánfora, se aglutinan sobre el espacio del antiguo edificio que fue testigo del martirio de San Vicente,
arrasado en el siglo V. Otra área cementerial estaba en torno al mausoleo cruciforme, en los cuatro ángulos de la estructura. Son inhumaciones individuales en grandes cistas de piedras, que corresponden con
toda probabilidad a altas jerarquías eclesiásticas o elementos privilegiados de la sociedad
El cementerio episcopal estaría en la propia catedral. A parte de la inhumación del centro del crucero del mausoleo cruciforme, se sospecha que en la nave que da acceso al crucero, pudieron ubicarse sarcófagos en las pequeñas capillas laterales que a modo de arcosolios aparecen en ella. A partir de finales del siglo VI y hasta el VIII, sobre el anterior cementerio, aparecieron nuevas tumbas,
ahora más numerosas, de carácter familiar y formadas por grandes cistas realizadas con sillares y losas de piedra procedentes de construcciones romanas. Esta nueva necrópolis, de la plena fase visigoda, presenta características peculiares que la convierten en un caso único. Coetánea a esta segunda
necrópolis, se edificó una construcción con ábside de herradura, en relación a la cual gira la ordenación de las sepulturas y que cumpliría la función de una memoria del lugar martirial, tal como sucede en un edificio similar del anfiteatro de Tarragona.
LA CIUDAD RURALIZADA
Uno de los tópicos, ciertamente valido para esta época, es la ruralización de la sociedad, entendida
como el traslado de buena parte de la población urbana al campo. Pero otro de los rasgos de esta etapa
es la conversión del espacio urbano, otrora básicamente de representación y residencial, en un lugar dedicado a actividades de subsistencia propias del campo o la periferia, como puede ser el cultivo de pequeños huertos, la cría de animales domésticos o la elaboración de productos artesanales, todas ellas llevadas a cabo fuera de las ciudades en la época romana, tal como sucede con los cementerios.
En relación con estas modestas viviendas, tanto fuera como dentro de los recinto de esta época,
destaca la presencia de silos de sencilla construcción, excavados en la tierra y con la base recubierta
de cantos rodados. En muchos casos se inutilizan con escombros después de un corto periodo de utilización. En una época tan castigada por las hambrunas, como los siglos VI y VII, se explica esta proliferación de lugares para guardar el grano, sin olvidar el papel centralizador y fiscalizador de la autoridad, en este caso el obispo, que controlaba la actividad económica y los suministros de su diócesis.
También podrían ser pequeños almacenes familiares, ligados a la vuelta a la manipulación directa del
grano por los usuarios, al desaparecer los grandes molinos y las panaderías.
Otra característica ineludible del paisaje urbano de este periodo son la abundancia de grandes y
pequeñas fosas usadas como vertederos y que en origen también se pudieron formar por el expolio
de materiales de construcción. En algunos casos, sus dimensiones fueron considerables.
Al tratar el degradado panorama urbano de este momento, no hay que olvidar el auge que tomaron las construcciones en madera, difíciles pero no imposibles de detectar y que ahora surgen hasta
en los centros de los antiguos núcleos urbanos, que en muchos casos aparecen ocupados por los agujeros de los postes de las cabañas, fenómeno que encontramos desde Italia al norte de Africa. En Valencia aparecen sobre el pavimento del antiguo ninfeo. Otro grupo de posibles cabañas tardoantiguas se ha podido constatar en la periferia sudeste, en un lugar muy cercano a un canal fluvial.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
EPÍLOGO: LA INVASIÓN ISLÁMICA
La llegada de los musulmanes a inicios del siglo VIII no supuso, en un principio, un cambio radical en el panorama urbano del País Valenciano. Más bien al contrario, ya que los nuevos invasores
pactaron con el dignatario visigodo Teodomiro, que gobernaba estas tierras, la concesión de una
considerable autonomía en un territorio que comprendía parte de las actuales provincias de Alicante, Murcia y Albacete, incluyendo, según los textos árabes, las ciudades de Urîûla (Orihuela), que
sería la principal, Lqnt (Alicante), Iyih (Tolmo de Minateda, Hellín), Ils (Ilici), Lûrqa (Lorca), Bqsra
(Begastri, Cehegin), Mûla (Mula) y una misteriosa Blntla, que podría ser la misma Valencia, hipótesis
que se ha reforzado tras la aparición en el Pla de Nadal de Ribaroja de un anagrama en el que se lee
sin ningún problema Tebdemir. Gracias a este pacto, en una amplia zona del sudeste peninsular perduró durante casi más de medio siglo el modo de vida visigodo. Las ciudades, aunque no fueran sedes episcopales, eran bastante frecuentes en esta época tan avanzada, ya que servían como punto de
referencia a la hora de definir un territorio. Los indicios arqueológicos de esta época serían, además
del palacio de Pla de Nadal, algunas tumbas del cementerio episcopal de Valencia y el nivel superior
de l’Alcudia de Elche, además de los recientes hallazgos del Tolmo de Minateda (Hellín), el Cerro de
la Almagra (Mula) y Begastri (Cehegín) en las provincias de Albacete y Murcia.
Sólo a partir de la mitad del siglo VIII empezaría la instalación de contingentes árabes en el sur
del territorio valenciano y de beréberes en el centro y norte, iniciándose un lento pero continuado
proceso de islamización y arabización de la sociedad y, por ende, de las ciudades.
La arqueología urbana valenciana para los siglos VIII y parte del IX es prácticamente muda y no
permite, de momento, seguir los pasos de este periodo de transición hacia la ciudad islámica, en el
que, a grandes rasgos, sabemos que Valencia perdería su anterior importancia, Ilici fue trasladada
desde su ancestral ubicación en l’Alcudia a la que ocupa actualmente Elche, Saguntum consumaría
su retroceso urbano perdiendo su ancestral topónimo, conociéndose como Murbiter (contracción de
muros viejos) precedente del actual Morvedre, mientras que Saetabis se convirtió momentáneamente
en el principal centro urbano de la zona.
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VII~ RELIGIO
• LAS NECRÓPOLIS
• RITOS FUNERARJOS PAGANOS
,. EL CRISTIANISMO PRIMITIVO
• LA EPIGRAFÍA FUNERARIA
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LAS NECRÓPOLIS
LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
Universidad de Alicante
LA MUERTE Y LA TUMBA
Las necrópolis son una fuente de información de primer orden para el conocimiento de las
culturas antiguas, sobre todo desde que el desarrollo de nuevos métodos de excavación y registro
ha permitido documentar aspectos del ritual hasta ahora ignorados: los procesos de cremación e
inhumación, la deposición del cadáver, la recogida de los restos, la preparación del terreno, etc.
Hoy se pueden obtener también datos antropológicos del máximo interés a partir del estudio de
los huesos, incluso de los quemados, como son los referentes a la edad y al sexo de los difuntos,
las enfermedades que han padecido y el tipo de alimentación de que han disfrutado. Todo ello se
ha plasmado en los últimos años en un cuerpo doctrinal que ha recibido el nombre de «arquelogía de la muerte».
Los ritos y los monumentos funerarios documentados en la Comunidad Valenciana en época romana hunden sus raíces en el sustrato ibérico, una cultura que se caracteriza por su carácter cremador, enterramiento selectivo, tumbas en hoyo y superestructuras en forma de monumentos tumulares. Las tumbas, agrupadas en necrópolis, suelen disponerse a lo largo de los caminos que llevan a
las ciudades, un hecho que se ve reforzado con su integración en el ámbito cultural romano, en un
momento en que están en proceso de desarrollo lo que se llaman las vías funerarias; esto es, la utilización de los caminos, en los tramos más próximos a la ciudad, como verdaderos escaparates donde
lucir el rango económico y social alcanzado por las principales familias. Los edificios funerarios comienzan a adquirir monumentalidad, con altos cuerpos pétreos que se alzan sobre el suelo, para ser
vistos desde lejos por los caminantes que se aproximan a la ciudad; a veces se decoran con las efigies
de los difuntos, sus retratos o epígrafes alusivos a su vida.
La tumba romana puede ser individual, familiar o colectiva, y estar rodeada por un recinto que la
delimita y protege. Sus tipos son bastante variados, aunque casi todos tienen en común su carácter
subterráneo. Cuando se trata de grandes monumentos construidos sobre el terreno, la tumba propiamente dicha suele estar debajo, en un hueco o habitáculo excavado. En un primer momento, priman
los elementos arquitectónicos y epigráficos, produciéndose con el paso del tiempo una incorporación de temas iconográficos –retratos, escenas alusivas a menesteres y oficios– y un reforzamiento
del deseo de individualización que lleva en ocasiones a romper el vínculo familiar de la sepultura y
a privatizar los enterramientos; la fórmula hoc monumentum heredes non sequetur (que este monumento no pase a los herederos) es buena muestra de ello.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Necrópolis de La Boatella, Valencia. [Archivo SIP].
Descubierta en los años cuarenta, se encontraba en la salida
meridional de la ciudad romana de Valentia, flanqueando
la vía Augusta; junto a ella se
alinean los enterramientos de
inhumación que en un primer
momento, siglo II, coexisten con
los de cremación. Diversas partes de la necrópolis se han ido
documentando en sucesivas excavaciones de salvamento a lo
largo de los años.
Torre funeraria de Daimuz
(Valencia).
Actualmente desmontada, se
conoce gracias a los dibujos
del viajero francés Alexandre de Laborde, realizados a
finales del siglo XVIII . Es un
monumento turriforme de
cámara cerrada muy similar
al de Villajoyosa, aunque más
elaborado, y datado como él
en el segundo tercio del siglo II. Conservaba la inscripción que indicaba que se había
construido por una disposición testamentaria de Baebia
Quieta.
En los últimos años, el progreso de las excavaciones, y ante todo de las de salvamento y prevención en las proximidades de las principales ciudades romanas valencianas, ha puesto al descubierto
numerosos vestigios de tumbas aisladas y de necrópolis que, en ocasiones, han proporcionado datos
muy interesantes. Cabe destacar las necrópolis de la ciudad de Valentia, recogidas en un número monográfico de la revista Saitabi, dedicado al ilustre canónigo y arqueólogo dianense Roc Chabás, y las
que en estas fechas se están encontrando en la ciudad de Villajoyosa, correspondientes en su mayor
parte a época ibérica y al Alto Imperio. En casi todas las ocasiones, lo encontrado corresponde a la
tumba propiamente dicha, habiendo desaparecido los elementos de la superestructura y señaliza-
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LAS NECRÓPOLIS • LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
ción de los enterramientos. De los restos monumentales conservados, casi siempre conocidos de antiguo, se han realizado nuevos estudios y propuestas de interpretación, como ocurre por ejemplo
con edificios de Sagunto, Daimuz o Villajoyosa.
La mayor parte de las tumbas eran simples fosas excavadas en el suelo que, si bien en un primer
momento se abren en las necrópolis establecidas, con el paso del tiempo tienden a ocupar otras
áreas, en ocasiones incluso restos de antiguos edificios. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el antiguo
vicus romano de Baños de la Reina (Calpe), que a finales del siglo IV –la fecha de referencia la da una
moneda de Magnencio datada entre 350 y 353– se utilizó como área cementerial, llegando a romper
incluso el mosaico que pavimentaba el patio central para albergar un mayor número de tumbas;
como muestra de la precipitación de estos enterramientos, baste decir que los cascotes resultantes
quedaron amontonados junto a las sepulturas. Estas eran simples, estaban cubiertas por grandes lajas y carecían de ajuar, excepto una de ellas, que contenía una pequeña jarrita de cerámica. Al parecer carecían de señalización al exterior. Las fosas de las tumbas podían estar cubiertas también por
tejas (tegulae) dispuestas en forma de V invertida, una fórmula que fue ganando importancia a medida que nos adentramos en el Imperio.
LOS EDIFICIOS MONUMENTALES
La mayor parte de las tumbas carecía de hitos de señalización, o éstos eran lo suficientemente
simples como para haber desaparecido en el curso de los siglos. Sin embargo, sobre ellas podían
también alzarse monumentos y edificios de muy diverso tipo que, además de señalar su ubicación,
llamaban la atención de los vivos acerca del individuo o de los individuos allí enterrados y hacían
que, gracias a su majestuosidad, riqueza o textos escritos, el viajero se detuviera y dedicara un recuerdo al difunto. Por ello no es de extrañar que estos monumentos alcanzaran en ocasiones altas
cotas de desarrollo arquitectónico y complejidad ornamental.
La mayoría serían, como parece lógico, los más sencillos, unos monolitos indicadores de la
tumba, en forma de estela, con o sin inscripción, o de altar. Entre estos últimos se cuentan el pequeño monumento de la Almoina de Valencia, cuya propuesta de reconstrucción ha realizado José
L. Jiménez, y el dedicado a Domitia Iusta, en la Calerilla de Hortunas, en Requena; éste último, de considerables dimensiones, es un edificio cuadrangular, rematado por sendos cornua –especie de cilindros que
rematan los laterales en su parte superior– con una
inscripción alusiva a la persona de ese nombre allí enterrada y erotes que simulan sostenerla. Este monumento sirvió de referencia a una necrópolis de cremación que se desarrolla a su alrededor; sobre algunos de
ellos se edificaron edificios más pequeños ya en época
flavia, lo que daría una fecha ante quem para el de Domitia Iusta. Posiblemente a un monumento similar de
la ciudad de Valentia, perteneciente a la familia de los
Decoración desaparecida del techo de la tumba del BanAntonii, corresponde el conjunto de sillares con insquete, en la necrópolis de Carmona (Sevilla) según
cripción y figuras de Atis que ha estudiado recienteR. Jaldón. Siglo I.
mente José L. Jiménez.
Muestra una decoración de rosas y pétalos, que hace refeA veces, la superestructura funeraria puede adquirir la forma de un edificio de uno o más pisos, los lla-
rencia a la costumbre de origen griego del «día de la
rosa», propia del culto de Diónisos y Adonis, que consiste
en cubrir la tumba de flores rojas, principalmente rosas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Torre de San José, la Vila Joiosa (Alicante).
Se conserva en bastante buen estado en la actualidad
y es un ejemplo, como el de Daimuz, de los monumentos funerarios en forma de torre característicos de
los primeros siglos del Imperio, aunque en este caso
sus elementos decorativos quedaron sin terminar.
mados monumentos turriformes, muy extendidos a lo largo y a lo ancho del Imperio Romano.
Su versión más antigua es la que se incluye bajo
la denominación común de monumentos de
friso dórico; están compuestos por un zócalo
moldurado, un cuerpo cuadrangular coronado
por un friso con triglifos y metopas –de donde
les viene el nombre– y decorado, casi siempre,
con cabezas de toros y rosetas; son éstos los motivos que encontramos en varios sillares de un
monumento de Sagunto, identificado hace algunos años como tal por Almagro Gorbea. Algunos de estos edificios podrían ser en realidad el
basamento de un cuerpo superior sobre el que
se alzaba un pequeño templete en cuyos intercolumnios podrían situarse diversas estatuas.
Mucho más abundantes en el litoral mediterráneo español son otros monumentos relacionados con los anteriores, aunque con una estructura
propia, que reciben el nombre de torres funerarias. En las tierras valencianas existían dos testimonios de gran interés, aunque uno de ellos fue destruido a principios del siglo veinte. Son los de Villajoyosa y Daimuz, en la provincia de Alicante el primero y en la de Valencia el segundo, más lujoso y mejor terminado que aquel. Se conocen desde antiguo, gracias a los dibujos que en el siglo
XVIII realizaron el ilustrado valenciano Antonio de Valcárcel, Conde de Lumiares, y el viajero francés Alejandro de Laborde.
El monumento de Villajoyosa, que hoy se encuentra adosado al edificio social de un camping en
las afueras de la población, conserva un basamento de cuatro gradas y un cuerpo central, separados
por una moldura; las esquinas presentan pilastras lisas, labradas en los mismos sillares de la pared;
carecen de capitel, aunque debió pertenecerles uno de orden corintio que se conserva en las proximidades del monumento.
El interior era hueco y estaba formado por una cámara cubierta por una bóveda de medio cañón,
cuyo arranque eran los propios sillares de las paredes. No existía subdivisión interna ni tampoco entrada a la cámara, ya que la que actualmente se utiliza es consecuencia de la rotura de un sillar hecha
con posterioridad, tal vez, y a juzgar por los materiales aparecidos en el interior del monumento, durante la Edad Media. La única comunicación original con el exterior era un pequeño orificio abierto
en uno de sus lados, que debía servir para recibir las libaciones, ya que la forma en que está labrado,
con una marcada inclinación hacia dentro, así permite asegurarlo. No se ha conservado vestigio alguno de la cubrición, aunque suponemos, dado el elevado número de paralelos que se conocen, que
pudo ser una pequeña pirámide, elemento de honda tradición funeraria desde su empleo en el antiguo Egipto. Pirámides de lados rectos, o de lados curvos, resultan bastante frecuentes como coronamiento de edificios funerarios en todo el mundo romano.
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LAS NECRÓPOLIS • LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
El monumento de Daimuz era muy similar al de Villajoyosa, aunque más complejo, y de él hoy
sólo se conservan unos cuantos sillares repartidos por las casas próximas. El cuerpo principal tenía
las pilastras estriadas en sus ángulos y los capiteles corintios estaban completamente labrados; en la
cara principal se abría un pequeño pseudo-edículo, esto es, una especie de nicho de escasa profundidad, flanqueado por dos pilastras similares a las de las esquinas, sobre un basamento común en el
que se leía la inscripción Baebia Quieta ex testamento suo; es decir, el nombre de la difunta, Baebia
Quieta, y la disposición testamentaria que motivó la construcción. Es posible que en el interior de
esta pequeña hornacina, que carecía de la profundidad suficiente como para albergar una estatua,
existiera un relieve en estuco o una pintura, como sabemos que ocurría por ejemplo en la Torre de
los Escipiones de Tarragona. También en este caso el interior era hueco y estaba cubierto con una bóveda de medio cañón, todo lo cual ha desaparecido en la actualidad.
Relacionados con este tipo de monumentos deben estar otros descubiertos en Liria, que ha estudiado recientemente Carmen Aranegui. Jalonan una calle, sin duda una de esas vías funerarias a las
que nos hemos referido con anterioridad, y en sus proximidades se han encontrado una inscripción
reutilizada como losa pavimental y restos de pavimentos hidráulicos. Lo que se conserva son dos monumentos funerarios, con parte de su alzado in situ. El primero es de planta rectangular, se alza sobre
una zapata de sillería y se ha propuesto su reconstrucción como un arco de
un solo vano, un fornix, con pilastras en sus ángulos exteriores, según
una tipología de monumentos funerarios conocida pero poco frecuente
en el mundo romano.
El segundo edificio es también de planta rectangular y consta de un sólido basamento de sillería, sobre el cual se alza el edificio propiamente dicho; tiene éste una amplia cámara interior, con un loculus en su centro que
conservaba parte del ajuar de la tumba; los materiales apuntan hacia una
fecha flavia, que podría ser indicativa para el resto de los monumentos.
Todos estos monumentos se incluyen en un grupo relativamente
amplio de edificios similares que encontramos en muchos lugares
del Imperio Romano, entre los que destaca la mal llamada Torre de
los Escipiones de Tarragona, por la errónea identificación de las figuras que adornan su fachada principal con la de los generales romanos de ese nombre que murieron en el curso de la Segunda
Guerra Púnica. Se trata en realidad de dos representaciones del
dios Atis, cuya simbología funeraria hemos visto también en el
monumento de los Antonii de Valencia.
Emparentados con los monumentos turriformes se encuentran otros que tienen apariencia de templo y que por
ello reciben el nombre de naomorfos; esta semejanza
puede reducirse a la fachada principal, pero también
puede extenderse al resto del edificio, llegando a configurar un verdadero templo en cuanto a la forma, aun-
Restitución parcial de la Torre de la Vila Joiosa (Alicante). Maqueta de C. Salvadores sobre propuesta de L. Abad y M. Bendala
El interior era una cámara cubierta con una bóveda de cañón, de sillería, que se conserva en muy buen estado. Un
proyecto desarrollado hace varios años proponía el desmonte de la parte superior, moderna, y la reposición en su
lugar de las piezas conservadas de capiteles y cornisas, para dar idea de cómo era el monumento original.
Seguramente estaba coronado con una pequeña pirámide de la que no se han conservado restos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Tumba de Banys de la Reina. Calpe (Alicante).
El gran patio circular de Banys de la
Reina fue cortado en los siglos IV y V
para insertar un buen número de tumbas como ésta. Se trata de sepulturas de
inhumación, normalmente sin ajuar,
cuyo perímetro está formado por lajas
de piedra poco trabajadas.
Necrópolis Av. Constitución, 260 (Valencia).
Siglo III. [Fot. R. Albiach].
El cementerio se localiza al norte de la ciudad
junto a la vía Augusta. Los edificios funerarios
se situaban junto a ella y en segundo término
se disponían, paralelas a la vía, las tumbas en
fosa con cubierta de tejas. Todos los enterramientos son inhumaciones a excepción de un
bustum al que se le construyó un edificio.
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LAS NECRÓPOLIS • LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
El sarcófago llamado de Proserpina se recuperó del mar en las proximidades del Portus Ilicitanus (Santa Pola, Alicante).
[Museu d’Arqueologia de Catalunya].
Debe su nombre a la historia de la diosa que lleva esculpida e ilustra su rapto a manos de Plutón, dios del Hades, y la
incesante búsqueda de su madre. Se data a finales del siglo II, y es un sarcófago de friso continuo de los más antiguos
de Hispania.
que su finalidad sea básicamente funeraria. El ejemplo más característico de este tipo de templostumba es en la península Ibérica el llamado Mausoleo de Fabara, en la provincia de Zaragoza, que
reproduce un templo próstilo, tetrástilo y seudoperíptero, de orden toscano; la cámara funeraria,
abovedada, se abre en el podio y se comunica con la principal, también abovedada. La cubierta exterior era a dos aguas, a semejanza de la de los templos, y en su frontón se conservan aún huellas de la
inscripción que indica que el edificio estuvo dedicado a Lucius Aemilius Lupus.
En las tierras valencianas existió al menos un monumento de este tipo dedicado a la familia de los
Sergii, en Saguntum. Lo conocemos gracias a los dibujos y a la descripción de un viajero italiano, Michelangelo Accursio, que lo visitó en el año 1526. Se trata de un edificio rectangular, cuyas dos fachadas mayores tenían seis pilastras sobre las que volteaban cinco arcos, delimitando unas a modo de edículas en
las que estaban colocadas las inscripciones de los Sergii que han dado nombre al monumento, algunas
de las cuales aún se conservan; una de las fachadas menores –posiblemente la trasera, porque carece de
ingreso–, tenía cuatro pilastras también estriadas y carecía de ellas en las esquinas.
Hubo otros monumentos relacionados con estos edificios naomorfos, pero mucho más pequeños,
en ocasiones monolíticos. Muy interesante es la parte conservada del frontón de un edificio de este
tipo existente en Cabanes, en la provincia de Castellón, con dos rostros frontales; el del centro es el
de un joven con corona, inserto a su vez en una corona adornada con cintas a modo de infulae; la
otra representa una figura femenina de más edad, con la cabeza velada, que posiblemente sea un trasunto de las representaciones del invierno que conocemos en mosaico y en otras artes romanas; en
este caso parece una alegoría del paso del tiempo, de la fría estación invernal que trae la muerte a la
tierra, flanqueando el rostro de un joven heroizado, vencedor.
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RITOS FUNERARIOS PAGANOS
LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
Universidad de Alicante
EL RITUAL FUNERARIO
En la Antigüedad fue corriente la creación de un complejo ritual alrededor de los principales pasos
en el ciclo biológico y social de los individuos: el nacimiento, el matrimonio y la muerte. El más allá fue
en todo el Mediterráneo un lugar común, un destino irrenunciable pero no necesariamente trágico;
para alcanzarlo con éxito bastaba tomar las precauciones debidas para hacer el viaje en las condiciones
adecuadas, con la protección ritual o divina necesaria y con el conveniente mantenimiento por parte de
los herederos de ese definitivo lugar de reposo. Espacio funerario, ceremonial y recuerdo se conviertieron así en los elementos decisivos para garantizar ese viaje final de los individuos.
En diversas ocasiones, sin embargo, se ha insistido en la aparente incredulidad de los romanos en
el más allá: unos por convicción doctrinal y otros por falta de reflexión imaginaron la muerte como
la nada, un sueño sin despertar que difícilmente explica tantas precauciones y tan complejos rituales
y la consiguiente complicación de la arquitectura funeraria
La cultura romana es una de las pocas que a lo largo de su existencia ha experimentado un cambio de rito funerario; la cremación constituye el ritual predominante durante la República y los comienzos del Imperio, y a ella le sucede, a partir del segundo tercio del siglo II, la inhumación. Este
cambio, cuyos motivos no están aún suficientemente claros para los investigadores, tiene hondas
repercusiones en el ambiente funerario romano; cambia el tipo de tumba, que necesita ahora mayor
espacio para cada individuo; cambia también el recipiente en el que se deposita el cadáver, en el
caso de que existiera; de una pequeña urna cerámica o de piedra, se pasa ahora a una caja de madera o de plomo o, en los casos de mayor riqueza, de piedra: en una palabra, se da el paso de la
urna al sarcófago.
El tránsito hacia el más allá podía ser diseñado por cada individuo según sus creencias y sus propias posibilidades. Idéntico resultado ofrecían los complejos ceremoniales de un funeral imperial
que el más sencillo entierro de un esclavo; en ambos casos sus actuaciones tenían un destino común.
Las diferencias entre la calidad y cantidad de los ritos y la actitud ante la muerte hacen que podamos
hablar de un auténtico «plan de salvación» individual más allá del que, de manera globalizada y respondiendo a patrones comunes para todos, ofrecían determinadas sectas y doctrinas. Para completar
este plan de salvación era precisa la protección de los dioses o un complejo ritual de purificación,
que evitaran al individuo una existencia angustiosa en el más allá. Ambas soluciones eran válidas y
compatibles con cualquier mentalidad pre-cristiana.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Reconstrucción de un ritual funerario según los hallazgos de la
necrópolis de la calle Cañete de
Valencia. [Dibujo F. Chiner].
El difunto yace ya en la fosa,
acompañado por unas ofrendas contenidas en varios recipientes y la cabeza de un jabalí, mientras en la superficie
parientes y amigos llevan a
cabo los ritos funerarios que
conllevan lamentos, libaciones
y sacrificio de animales.
Botella de vidrio de un ajuar de la necrópolis de Tisneres (Alzira, Valencia). Siglos IIIII. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Las ceremonias del funeral (funera) podían reconciliar al
hombre con los dioses que velaban el sueño de los muertos y,
más aún, paliaban también la angustia sobre el destino del
difunto entre quienes le sobrevivían. Eran por tanto muy importantes y variaban en función del rango económico y social
de la persona; conocemos de este modo el funus translaticium
o normal; el funus militare, dedicado a los soldados, el funus
publicum, reservado para los personajes de importancia pública
relevante, y el funus imperatorum, dedicado a los emperadores; todos ellos tenían en común la celebración de una procesión funeraria
(pompa), que debía hacerse de noche, con el difunto conducido en una parihuela o feretrum, hasta la
necrópolis, que las leyes obligan a situar fuera de la ciudad; sólo en casos excepcionales –emperadores, por ejemplo– podía enterrarse dentro del recinto urbano.
El cadáver se quemaba o se inhumaba, según la época, pero también en el primer caso se acababa enterrando las cenizas, y algunos autores hablan de la costumbre del os resectum, el corte de
una pequeña parte del cuerpo, por regla general un dedo, que se salvaba de la quema y era enterrado junto con las cenizas. Y en el caso de las cremaciones, hay que distinguir entre las primarias
y las secundarias, esto es, entre aquellas en las que la quema del cadáver ha tenido lugar en el
mismo sitio donde luego se va a construir la tumba, y aquellas otras –la mayoría– en las que la
cremación se ha efectuado en un lugar común, siendo las cenizas las que se recogen y depositan
en la tumba definitiva.
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RITOS FUNERARIOS PAGANOS • LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
Alrededor de la tumba y en la casa del difunto se desarrollaban una serie de ceremonias, que comenzaban con un banquete ritual, el silicernium, y duraban nueve días. Con posterioridad, el banquete se repetía periódicamente, o bien el día del cumpleaños del difunto –dies natalis– o bien el día
de los difuntos, durante las fiestas llamadas parentalia y lemuria. En estas ceremonias participaba figuradamente el propio difunto, a quien se invocaba de diversas maneras y al que se ofrecían alimentos y bebidas, las libationes.
Todos estos actos son importantes para que el difunto conserve su individualidad en el más allá,
sin diluirse en el anonimato de la masa común; la queja de los muertos, en las pocas ocasiones que
tienen de ponerse en comunicación con los vivos, es precisamente que éstos olvidan con demasiada
facilidad las atenciones que deben tener con ellos. Este es uno de los motivos por los que en el
mundo romano, los collegia funeraticia, esto es, las asociaciones que reunían a los miembros de una
profesión o de un grupo social que vivían en un mismo lugar, se ocuparon también de atender las
necesidades relacionadas con el sepelio de sus integrantes para, mediante el pago de una cuota, asegurarse el lugar de enterramiento y, lo que es más importante, la continuidad de los ritos funerarios
tras el momento de la muerte. En algunas tumbas se conserva todavía el conducto que permitía a los
difuntos recibir las ofrendas depositadas por los vivos. Así, por ejemplo, en el monumento turriforme de Villajoyosa, el orificio practicado en la pared permitía que las libaciones vertidas por quienes participaban en esos ritos se derramaran por el interior hueco del edificio, cayendo al suelo en el
lugar donde estaría enterrado el cadáver de la persona o de las personas honradas. Otras veces, la
propia tumba está decorada con elementos alusivos a estos rituales; en la necrópolis de Carmona, en
la provincia de Sevilla, por ejemplo, los techos de algunas tumbas están pintados con rosas y pétalos
de rosas, alusivos a la costumbre de esparcir flores en la fiesta llamada rosalia.
Un conjunto de tumbas excavado en Valentia por Pierre Guérin arroja nueva luz sobre aspectos
del ritual funerario. La necrópolis se ubica a lo largo del decumano máximo, fuera del recinto urbano,
y se utilizó desde la fundación de la ciudad hasta el siglo IV. En la fase republicana del siglo II a.C., coexisten sin orden aparente inhumaciones y cremaciones, con tumbas en fosa, tumbas de cámara o hipogeos y un ustrinum que se reutilizó para inhumaciones. La presencia desde un primer momento
de tumbas de cremación e inhumación hizo pensar a los autores en la posible coexistencia de una
población indígena y otra foránea, aunque un estudio más profundo de los ajuares y de los ritos funerarios permitió matizar esta hipótesis, en el sentido de que ambos correspondían a una población
exógena, que posiblemente debido a su composición heterogénea alternaba ambos ritos; algunos aspectos concretos, como la inhumación en hipogeo junto con cabezas de cerdo y de jabalí partidas
Decoración parietal desaparecida de la tumba del Banquete de Carmona (Sevilla) según R. Jaldón. Siglo I.
Representa una comida ritual en la que los participantes conversan, beben de vasos en forma de animal o tocan la flauta;
a los lados, dos figuras que se aproximan; una porta un plato con viandas y otra lleva un tirso y una corona. Es la representación gráfica de una de las ceremonias que tienen por objeto mantener en paz las almas de los muertos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Orificio de libación de la Torre funeraria de
San José en la Vila Joiosa (Alicante).
En un lateral se abre un orificio tallado en
la unión de dos sillares, de forma que los
líquidos que se vierten desde el exterior se
derramen por el interior hasta el fondo de
la tumba, donde se encontrarían los restos
de los allí enterrados. Es un ejemplo monumental de los llamados «orificios de libación» que tienen como finalidad que los
difuntos puedan participar directamente
de las ofrendas realizadas en su memoria.
Lauda en mosaico de Severina, procedente de Denia.
Siglo V. [Museo de Bellas Artes de Valencia].
Cubría un sepulcro de sillería y pertenece a un tipo de
mosaico sepulcral bastante frecuente en el mundo tardorromano, sobre todo en el norte de África y en las
costas del Mediterráneo occidental. En la parte superior lleva un epígrafe funerario y en la inferior un elemento decorativo.
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RITOS FUNERARIOS PAGANOS • LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
longitudinalmente, parecen estar en relación con ceremonias funerarias en honor de Ceres propias
del mundo itálico, aunque la presencia de tumbas de cámara y de estrígilos parece apuntar más bien
hacia un ambiente helénico, propio de la Magna Grecia o de Etruria.
En el caso de la cremación, las cenizas se recogen por regla general en una urna cerámica, correspondiente a los tipos de recipientes característicos de cada momento y de cada lugar, que pueden taparse con platos también de cerámica. Más raras, aunque se conocen algunos ejemplos, son las urnas de vidrio que, dada su fragilidad, pueden meterse dentro de un recipiente de plomo. En el caso
de la inhumación, los contenedores son muy diversos, desde simples cajas de madera y ánforas reaprovechadas hasta cajas de piedra, algunas decoradas con mucha complejidad. De estas últimas,
que son las que la arqueología conoce como sarcófagos, existen algunos ejemplares en la Comunidad Valenciana, si bien la mayoría corresponden ya a un momento tardío, en relación con enterramientos de época y seguramente religión cristiana.
El más famoso de los paganos es el de Santa Pola, recuperado en el mar en las proximidades de
esta ciudad. Es de taller romano y, sin duda, el encargo de un rico ilicitano para su última morada;
es un sarcófago antiguo, de la segunda mitad del siglo II y representa escenas del rapto de Proserpina: en el centro, Plutón se dispone a raptar a la joven, que cae a tierra víctima de la sorpresa; a la
derecha, consumado el rapto, el dios conduce a Proserpina en su carro en dirección al Hades; a la izquierda, Ceres recorre la tierra en su carro con una antorcha en cada mano buscando a la hija desaparecida. En uno de los lados menores, aparece una escena muy significativa: una figura envuelta en
un manto, con la cabeza velada, es presentada por Mercurio a Plutón, quien la acoge benévolamente; es una alusión al Hermes Psicompompos, esto es, al Mercurio conductor de las almas de los
difuntos hacia el Más Allá, y a la entrega de estas almas al dios de los infiernos. Todos ellos, como se
ve, temas relacionados con el mundo de la muerte y sobre todo con la necesidad del hombre de aferrarse a mitos y creencias que le permitan una cierta supervivencia en el Más Allá.
Religión y mundo funerario se dieron la mano con el fin de garantizar una potencial existencia
en el otro mundo, con el fin de asegurar un descanso pacífico en un espacio del que a veces se dudaba pero con el que no se podían correr riesgos. De la complicación del panteón en los albores del
mundo clásico comenzarán a surgir fuerzas relacionadas con la muerte, con la protección de los difuntos, con el control del mundo subterráneo, y la propia creencia en estas manifestaciones hará que
paralelamente se desarrollen los más complejos rituales relacionados con la muerte. Los panteones
del mundo clásico y las creencias de ultratumba se desarrollaron así casi al mismo tiempo, en un
proceso de complicación formal que tiene mucho que ver con el crecimiento de los intercambios y
con el carácter cosmopolita de los principales centros urbanos.
En palabras de P. Veyne, «la tumba es la morada eterna en que todo se prolonga una vez que ha
cesado y donde la nada adopta las apariencias consoladoras de una monótona identidad». Semejante identidad entre el mundo de los vivos y el de los muertos es algo consustancial a la arqueología de la muerte en el mundo romano; el arte se pone al servicio de la desesperanza y del sufrimiento para aliviar el miedo que causa el desconocimiento. De ahí la íntima relación que existe entre
el arte y el mundo de la muerte, una relación que se estrecha o se distiende en proporción directa
con la preocupación por el más allá.
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EL CRISTIANISMO PRIMITIVO
MIQUEL ROSSELLÓ Y ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO VALENCIANO
Dentro de la sociedad romana, el cristianismo se veía como una más de las diversas y variadas
religiones nacidas en el Mediterráneo Oriental (Egipto, Siria, Asia Menor,..) que poco a poco se iban
introduciendo en el flexible panteón pagano. Concretamente se confundía o se consideraba una modalidad del judaísmo, que, por otra parte, estaba ampliamente difundido a través de las numerosas
comunidades hebraicas del Imperio, considerablemente aumentadas tras las revueltas judías de los
siglos I y II, que culminaron con la Diáspora.
A pesar del tópico que circula sobre las crueles y continuas persecuciones que los pérfidos romanos sometían a los primeros cristianos, la verdad es que, durante los tres primeros siglos de vida de
esta nueva religión, lo más habitual fue una tranquila convivencia que, a la larga, propició la difusión y organización de esta nueva fe.
Son muy escasos los testimonios cristianos hispanos anteriores al siglo IV, entre los que se incluyen
un más que hipotético viaje evangelizador de San Pablo y los más reales mártires de Tarragona de mediados del siglo III, que ya nos muestran comunidades urbanas organizadas en torno a un obispo. Para
el País Valenciano nada se sabe hasta inicios del siglo IV, con la primera y más importante noticia, el
martirio del diacono de Caesaraugusta, Vicente, que tuvo lugar en Valencia en el 304, dentro de la última y más grande persecución, la de Diocleciano. Este episodio martirial marca el inicio del cristianismo antiguo valenciano, sin que ello signifique que con anterioridad no hubiera ya algunas comunidades, habida cuenta de la relativa amplia difusión conseguida por esta creencia a lo largo del siglo III.
Este primer cristianismo fue un fenómeno esencialmente urbano y mediterráneo, por lo que Valentia,
Saguntum, Dianium o Ilici, dinámicas ciudades costeras, debieron acoger con bastante probabilidad a
sus adeptos. El fracaso de la gran persecución Tetrárquica, la ascensión al trono de Constantino, el primer emperador cristiano, y su Edicto de Milán, en el 313, por el que definitivamente se permitía el
culto de los seguidores de Cristo, marcan una década decisiva para el relanzamiento, ya imparable, de
esta religión. El siglo IV ve su progresivo desarrollo, indisolublemente unido al poder imperial, al
tiempo que se asiste al paulatino deterioro de los antiguos cultos, que a fines de este siglo fueron definitivamente proscritos por Teodosio. Aunque menos conocidas, a partir de este momento, y especialmente en la parte Oriental del Imperio, hubo violentas persecuciones contra los paganos, que vieron
sus estatuas destruidas, sus templos convertidos en escombros o transformados en iglesias y, paradojas
de la vida, algunos de sus seguidores acabaron siendo martirizados hasta la muerte por los cristianos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sarcófago de Valentia. [Museo de Bellas Artes de Valencia].
Se trata de un sarcófago estrigillado fabricado en Roma hacia el siglo IV.
Habría que considerar el martirio de San Vicente como el punto de partida seguro para el cristianismo valenciano. El impacto de este episodio fue muy grande a nivel general, ligado al desarrollo del
culto a los mártires promovido por el Papa Dámaso en la segunda mitad del siglo IV. Desde un principio fue un personaje muy venerado del que ya hablan San Agustín y Prudencio y al que se le dedicaron
muchas iglesias desde el siglo V o quizás antes. Los orígenes del núcleo episcopal de Valencia están en
estrecha relación con el episodio martirial de San Vicente, algo que no debe extrañar, habida cuenta que
la gran reputación exterior del mártir debió tener su justa correspondencia en la ciudad que fue testimonio de su pasión. Esta base ideológica explicaría un soporte material, cuya monumentalidad estamos
solo empezando a ver como supera, con creces, cualquier previsión. Los indicios arqueológicos de la
zona de l’Almoina avalan una probable cristianización temprana de algunos espacios dentro de la zona del foro. Nos referimos a algunos hallazgos litúrgicos de los siglos IV y V, realizados entre los escombros
de un edificio público, que solo se explican por la existencia en ese
mismo lugar de un temprano culto cristiano, presumiblemente ligado a la existencia de un lugar martirial. Sería el caso de un extraordinario bol de vidrio decorado con escenas bíblicas. De ser cierta
esta suposición, dispondríamos de un temprano ejemplo de un espacio romano cristianizado, carácter que, por otra parte, se constata con
total seguridad en esta misma área para las etapas posteriores.
Otro testimonio inequívoco de la temprana cristianización asociada
al culto de San Vicente lo tenemos en la necrópolis hallada en el monasterio de la Roqueta, junto al tradicional lugar de enterramiento del
mártir, lo que verifica arqueológicamente su autenticidad. Con él también se relaciona un sarcófago del siglo IV fabricado en Roma.
De Ilici también se dispone de uno de los más antiguos edificios
dedicados al culto cristiano, su basílica pavimentada con mosaicos,
Inscripción del obispo setabense Atanasio. [Museo Municipal de Játiva].
Es la única inscripción completa de un obispo del territorio valenciano en
la Antigüedad Tardía. Reutiliza un pedestal romano más antiguo. También
es uno de los pocos, pero muy expresivos restos del obispado de Saetabis.
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EL CRISTIANISMO PRIMITIVO • MIQUEL ROSSELLÓ Y ALBERT V. RIBERA
erróneamente interpretada como sinagoga, que se data en el siglo IV. Los más antiguos e irrefutables datos del cristianismo
valenciano proceden de las dos colonias romanas existentes, lo
que habla del referido carácter urbano de los inicios de esta
nueva religión.
Lucerna norteafricana
con crismón invertido.
Siglos IV-V. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Por el contrario, las zonas rurales debieron permanecer paganas durante varios siglos más, como atestiguan los reiterados cánones de los concilios de la época visigoda que no cesan
de mencionar, y reprobar, la perduración en las zonas rurales
de prácticas religiosas ajenas al cristianismo. La misma denominación de paganos, que deriva de pagus, aldea, ya define
con claridad la procedencia de esta palabra.
LA ORGANIZACIÓN DEL CRISTIANISMO:
LAS SEDES EPISCOPALES
Las sedes episcopales se sobrepusieron, en lo esencial, a los antiguos conventus jurídicos romanos y las sedes metropolitanas a las capitales de las cinco provincias bajoimperiales. A falta de datos más precisos, es de la opinión general que la red diocesana en la fachada
mediterránea hispana estaría ya formada en época temprana, al menos en
aquellas ciudades más importantes. Para los primeros decenios del siglo V
constatamos que la zona valenciana estaba rodeada de ciudades con sede
episcopal ya establecida, caso de Zaragoza, Tarragona, Barcelona, Cartagena y,
más allá del mar, las islas Baleares. Es lícito suponer que sería por estas fechas, o
poco tiempo después, cuando las principales ciudades de la zona (Valentia, Saetabis, Dianium, Ilici) adquirirán rango de sede episcopal.
Valentia desde la etapa paleocristiana debió ser la sede de un obispado importante, del que se
conocen algunos de sus personajes más destacados. El primero de los prelados conocidos y, a su
vez, el que mayor huella dejó en la sede fue Justiniano, del cual sabemos que ocupaba la cátedra
episcopal en el año 546 cuando se celebró un concilio provincial en su ciudad. Otros posteriores
fueron Ubiligisclo, obispo arriano de nombre germánico, lo que es un buen indicio para suponer
la presencia efectiva de visigodos en Valencia, o su coetáneo católico, Celsino, con el que formaría
una no muy común dualidad episcopal. Este doble obispado no debió estar exento de conflictos,
ya que era reflejo de la inicial segregación entre romanos, católicos, y germanos, arrianos. Eutropio fue otro ilustre obispo de la sede valentina, que antes había sido abad del importante monasterio Servitano y en calidad de tal participó en la organización del Concilio III de Toledo. Posteriormente se irán sucediendo varios obispos de los que sólo conocemos sus nombres, al aparecer
citados en las actas de los concilios toledanos: Marino, Musitacio, Anesio, Félix, Suinterico, Hospital, Sármata y Ubitisclo, último obispo conocido antes de Jaime I.
De los restantes obispados apenas conocemos la relación de los obispos que asistieron a los concilios toledanos. De Saetabis, además de la existencia de Mutto, Florencio, Athanasio, Isidoro, Asturio
y otro Isidoro, solo se puede destacar que del obispo Athanasio se conserva una inscripción del año
séptimo de su pontificado.
La lista de obispos dianenses solo la conocemos a partir del 636, puesto que hacía poco tiempo
que acababa de pasar la ciudad a manos de los visigodos, una vez expulsados los bizantinos. Antes
261
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262
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sarcófago de Elda. Siglo
gico de Elda].
IV.
[Museo Arqueoló-
Fragmento de un sarcófago de Elda con escenas
del episodio de Jonás, uno de los más representados en la primera iconografía cristiana.
y durante la presencia bizantina en la ciudad desconocemos si hubo obispo. En cambio, la ocupación
bizantina no propició, al contrario que en los casos de Cartagena (Begastri) y Elche (Elo), la creación
de un obispado visigodo paralelo. Se conocen los obispos Antonio, Maurelo, Félix y Marciano.
Juan es el primer prelado del que se tiene noticia de la sede ilicitana y también el más antiguo
conocido del País Valenciano. Aparece en una decretal del Papa Hormisdas del año 517 en la que
se nombra a este obispo de Elche Vicario apostólico para las provincias de Hispania, en época del
dominio ostrogodo de Teodorico el Grande sobre el reino visigodo. No será hasta más de un siglo
después, en el año 633, cuando tengamos noticias de otro obispo al frente de la sede, Serpentino.
Esta larga ausencia se explica, al igual que en el caso de Dénia, por estar ocupada por los bizantinos. Le sucedió Ubínibal, que también fue obispo de la sede elotana, de corta existencia y creada
por los visigodos cuando la ocupación bizantina de la sede de Ilici para regir los territorios de ésta
que permanecían en su poder. Leandro también rigió las dos sedes. Émmila y Oppa cierran la nómina de obispos ilicitanos.
La organización episcopal sufrió alteraciones con la ocupación bizantina
de parte de las diócesis de Saetabis, Dianium, Ilici y Carthagonova, incluidas
estas tres últimas sedes, lo que obligo a la creación de un efímero obispado en Elo, que hasta hace poco se relacionaba con Elda, aunque
últimamente se ha identificado con el yacimiento de El Tolmo de
Minateda (Hellín, Albacete). En cualquier caso, aunque estuviera emplazada fuera del actual territorio valenciano, estuvo ligada con el obispado de Ilici y sujeta a los avatares
de la política y conquistas territoriales de visigodos y bizantinos a lo largo de la segunda mitad del siglo VI y primer cuarto del VII. La más moderna y de vida más corta
de las sedes aquí relacionadas fue fundada, al igual que
Bigastri en relación con Cartagena, en oposición a la sede,
en poder de los bizantinos, de Ilici. Una vez expulsados
los imperiales de Hispania, la sede elotana dejó de tener
sentido y fue absorbida por la más antigua de Ilici. Sanable es el único obispo independiente de la sede.
Inscripcion cristiana del año 395. Roma. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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EL CRISTIANISMO PRIMITIVO • MIQUEL ROSSELLÓ Y ALBERT V. RIBERA
EL CRISTIANISMO Y LA CONQUISTA ISLÁMICA
La sociedad visigoda se mostró básicamente pactista con los recién llegados, y buena parte de las
altas jerarquías, tanto civiles como eclesiásticas, optaron por adaptarse a la nueva situación. Ejemplos
paradigmáticos de uno y otro estamento los tenemos en Oppas, metropolitano de Sevilla, y de Teodomiro, gobernador de Auriola. En otras ciudades, en cambio, en las que hubo resistencia o se produjo la
huida del obispo, no hubo pacto, caso del metropolitano Próspero de Tarragona. En el área valenciana,
el Pacto de Teodomiro supuso, desde un punto de vista religioso, una continuidad del estado de cosas
en esta zona meridional del país, y que se puede extender a parte del área valenciana. El Pacto estableció que no se quemarían las iglesias y que no se forzaría a los cristianos a abandonar su religión.
El elemento cristiano (mozárabe) fue todavía importante durante los primeros siglos de la dominación islámica, hasta la instauración del califato por Abd al-Rahman III. La estructura eclesiástica continuó vigente bajo el gobierno de los diferentes emires, gozando de una relativa libertad y vitalidad,
aunque ya privada del enorme poder político que había detentado con los monarcas visigodos, que
les permitió seguir celebrando concilios. Prueba de esa vitalidad de la iglesia hispana durante el emirato es la controversia adopcionista protagonizada por Elipando, metropolitano de Toledo y primado de la Iglesia en la España musulmana, y el obispo Félix de Urgel, bajo la autoridad carolingia de la Iglesia franca. El extraordinario eco en toda la Cristiandad occidental
de la herejía implicó, en las dos últimas décadas del siglo VIII, a monarcas (Abdal-Rahman I, Hixham I, Al-Hakham I, Carlomagno, Alfonso II el Casto...), papas
(Adriano I, León III), obispos y pensadores de la Iglesia (Paulino de
Aquileya, Alcuino de York, Beato, Heterio...), así como la celebración
de diferentes concilios y asambleas (Concilio de Sevilla de 784, Concilio de Ratisbona de 792, Concilio de Frankfurt de 794, Asamblea Episcopal de Aquisgrán de 799).
La mayoría de las sedes episcopales de época visigoda pervivieron y, en
el caso de las sedes más importantes, se conocen series ininterrumpidas de obispos hasta finales del siglo IX. La situación en las sedes episcopales valencianas
nos es bastante desconocida. Se conoce un prelado de Elche, de nombre Teudeguto, en el Concilio de Córdoba de 862. En Valencia la sede continuaría por lo
menos hasta finales del siglo VIII, momento en que la ciudad fue arrasada por
Abd al-Rahman I en el año 778. De Xàtiva no tenemos noticias de obispos de
la sede durante época emiral, en cambio, hay una noticia interesante, acontecida a principios del siglo IX, sobre la huida de unos monjes de Xàtiva a la
isla cercana de Formentera.
Todo apunta que la red episcopal del País Valenciano perduró hasta el siglo IX en el caso de Elche; en Valencia la sede quedaría desmantelada en el siglo VIII; en Xàtiva solo tenemos noticias de una comunidad monástica que
huye de tierras musulmanas a una isla todavía en poder del imperio bizantino; y de Dénia no tenemos ninguna información. Parece que, aún con los
escasos datos disponibles, las sedes de Elche y Valencia, ciudades mencionadas en el Pacto (si se acepta que Balantala es Valencia), tienen cierta
continuidad; las dos restantes, Xàtiva y Dénia, que no se nombran en el
Pacto, posiblemente desaparecerían con la llegada de los musulmanes.
Cruz litúrgica procedente del conjunto monástico de Punta de l’Illa (Cullera, Valencia). Siglo VI. [Museo de Prehistoria de Valencia].
263
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA
LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
Universidad de Alicante
ROSARIO CEBRIÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
No hay dos inscripciones iguales. Cada inscripción es un documento original y genuino, resultado de horas de paciente labor por parte de un cantero, un quadratario o un aficionado; seguramente algunos epígrafes son resultado de más de un intento por obtener un producto que se quebraba en el último momento, en el que aparecían repentinas grietas o que no quedaba al gusto del
cliente o del fabricante una vez terminado.
Si las canteras del mundo romano están llenas de objetos quebrados en el momento de iniciarse
el transporte o de dar los últimos retoques para su envío a un taller, las officinae epigráficas debieron
ser escenario de mil y un fracasos que terminarían convertidos en placas para cubrir paredes, teselas
de mosaico o piezas de opus sectile en el mejor de los casos. El precio de los productos de calidad a
pie de cantera y el transporte hacían de los materiales nobles un producto que se aprovechaba hasta
el final, incluso en sus retazos; las simples calizas tenían un destino menos noble, y los fracasos epigráficos terminarían con frecuencia en hornos de cal.
Cada uno de los cientos de miles de epígrafes que quedan del mundo romano tiene su historia
particular, aunque el estudio de estos soportes ha sido relegado con frecuencia por los estudios del
contenido, más evidente y a fin de cuentas objeto primordial de la comunicación entre el fabricante y
el resto de la sociedad. Sólo en los últimos cuarenta años se ha revalorizado el soporte, tanto por la
necesidad del historiador de analizar el contexto en que se generan sus fuentes como por las propias
tendencias de la arqueología y de la historia del arte.
Las tierras valencianas han proporcionado hasta la fecha cerca de 1.200 inscripciones latinas, con
un reparto muy desigual no sólo por provincias sino también dentro de éstas entre unas zonas y
otras. La provincia de Valencia, con importantes ciudades antiguas en su solar, acumula casi el 70%
del total del conjunto, repartiéndose el resto casi por igual entre Alicante y Castellón.
Desde el punto de vista geográfico, la epigrafía latina del territorio es eminentemente urbana, es
decir, se concentra mayoritariamente en las ciudades y en su periferia inmediata; sólo una pequeña
parte de los hallazgos procede de zonas rurales alejadas de los grandes centros urbanos. De ello es
buena prueba la cuantificación de las inscripciones saguntinas tras la reciente edición del nuevo fascículo del Corpus Inscriptionum Latinarum con los epígrafes de la parte meridional del conventus Tarraconensis; Saguntum y su territorium concentran algo más de 500 inscripciones, Valentia algo más de
150; Edeta unas 115, y cantidades por debajo del centenar se registran en ciudades como Saetabis, el
núcleo cercano a Jérica y en todas las alicantinas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
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CANTERAARQUITECTÓNICA
CANTERA EPIGRAFICA
MILIARIOS
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA • LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
La mayor parte de las inscripciones procede de la región situada al norte del río
Júcar, es decir, de las ciudades del sur del convento Tarraconense, con clara diferencia sobre la zona sur, correspondiente al convento Cartaginense. Tal diferencia parece tener diversas explicaciones.
En efecto, las ciudades meridionales del conventus Tarraconensis
fueron lugar de residencia y centros de promoción de importantes
familias con un fuerte protagonismo en la vida de Hispania durante los dos primeros siglos de nuestra Era; sus ciudades se
vieron favorecidas con programas arquitectónicos a los que siguió un desarrollo epigráfico importante, que se manifiesta en
ocasiones a través de las series de pedestales forenses; en el territorio circundante y en las necrópolis urbanas asoman con
fuerza sus epígrafes funerarios y los de sus libertos.
Otro factor que condiciona la dispersión de los epígrafes es
la riqueza del suelo y sus posibilidades de aprovechamiento,
como se observa en los territorios de Ilici, Dianium o en la zona
cercana a Villar del Arzobispo, en donde el volumen de textos
parece estar más en relación con la densidad demográfica y la
actividad agrícola que con la fuerza de los grupos familiares.
Una tercera razón que explica la distribución de los epígrafes es
la cercanía a la costa, pues la mayor concentración de población
y su reflejo epigráfico guardan relación con la intensidad de las
actividades industriales y comerciales relacionadas con el tráfico
portuario y los intercambios marítimos.
LA EPIGRAFÍA FUNERARIA
Del conjunto de inscripciones conocido hasta la fecha en las
tierras valencianas, más del 60%, unos 750 textos, son de tipo funerario; este conjunto es bastante heterogéneo en sus modelos
formales y en los materiales utilizados.
Estela de Tempestiva, hallada en Pedralba.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Las estelas, hincadas en el suelo, se utilizaron para señalar el lugar de una sepultura
en las necrópolis.
En las necrópolis se situaron buena parte de los monumentos
epigráficos atestiguados en el área valenciana. En ellas, cada sepultura contó con un elemento distintivo, con el fin de realizar las ceremonias funerarias en honor
del difunto, aunque bien es verdad que no todos poseyeron inscripción y otros muchos se enterraron
en columbarios o simplemente en tierra, sin que se les recordara con un epitafio. La gran diversidad
de las sepulturas reflejaba todos los estamentos de la sociedad.
v
Los distintos talleres lapidarios que trabajaron en el área valenciana ofrecieron a su clientela una
variada gama de soportes pétreos con inscripción para señalizar sus tumbas en las necrópolis. A lo
largo del período imperial, su producción siguió los estilos y las modas desarrolladas en Roma y en
las capitales provinciales de Tarraco y Carthago Noua. El ambiente artesanal de las officinae lapidarias valencianas se caracterizó por una forma de trabajo similar, repitiéndose los mismos tipos de soportes en
El aprovisionamiento del material lapídeo para la realización de soportes epigráficos se obtuvo de las canteras cercanas a
los núcleos urbanos. La dispersión de las inscripciones valencianas muestra un mayor uso de la epigrafía en las ciudades
y desde aquí se difundió a las zonas rurales. [Tratamiento gráfico R. Cebrián-A. Sánchez].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Placa funeraria de Otacilia
Silvana de Valentia. [Ajuntament de València].
En las necrópolis, las placas
funerarias se insertaron en
estructuras arquitectónicas,
preferentemente en forma
de mausoleos.
Epígrafe del monumento
funerario de algunos miembros de la familia de los
Caecilii de Edeta. [Museo
de Prehistoria de Valencia].
La aparición de varias inscripciones en el mismo soporte evidencia el carácter
colectivo de los mausoleos
funerarios.
v
268
cada período en función de las modas del momento. Sólo a partir de finales del siglo I, los talleres lapidarios de las ciudades valencianas se alejaron de los modelos canónicos y comenzaron a imprimir
un estilo propio a sus manufacturas. Es el caso de las officinae identificadas en la zona del Alto Palancia y en Villajoyosa, a partir de su producción epigráfica de carácter funerario. El taller de Jérica-Viver, en activo desde finales del siglo I y la primera mitad del siglo II, centró su producción en la elaboración de soportes funerarios, preferentemente bloques y estelas, a los que dotó de una decoración
arquitectónica figurada en la cara frontal del monumento. En Villajoyosa se produjeron aras funerarias con una tipología estandarizada, caracterizadas por la inserción de un motivo decorativo en
forma de lengüetas alrededor del foculus.
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA • LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
LOS MATERIALES
La piedra más utilizada en la realización de los soportes funerarios con
inscripción fue la misma que se empleó en la construcción de edificios de
carácter publico y privado, de producción local. De esta manera, se consiguió abaratar el coste final del monumento. Sólo unos pocos, los mejor situados social y económicamente hicieron uso de materiales importados.
El material local fue utilizado en la construcción de un gran número de
mausoleos monumentales, en los que la inscripción se grabó en uno de los
bloques del edificio. Es el caso, entre otros, del de M. Cornelius Nigrinus Cu2
riatius Maternus (CIL II /14, 124), el rico senador de origen edetano que,
probablemente, fue enterrado en su propia uilla a las afueras de la ciudad;
del de Domitia Iusta (La Calerilla, Requena), en el que se combinaron dos
tipos de piedra local, una arenisca de color amarillo y una caliza de color
gris; y del de Baebia Quieta en Daimuz.
Junto a la piedra de producción local se empleó la caliza de buixcarró,
producida en Saetabis y que tuvo una gran aceptación entre los talleres lapidarios del área valenciana, encargados de elaborar, entre otros, los monumentos funerarios con inscripción. Su demanda tuvo mucho que ver con sus
excelentes cualidades para el pulido, su apariencia marmórea y su precio, inferior a los mármoles que circulaban a través de las redes comerciales del
Mediterráneo. En el ámbito funerario, lógicamente fue Saetabis la ciudad que
más usó este material para la elaboración de placas, aras, bloques e incluso
estelas, pero también se documentan soportes funerarios realizados con esta
caliza, sobre todo, en Valentia.
Los mármoles importados hacen su aparición en las necrópolis de Saguntum, Edeta, Valentia y Dianium en forma de placa, aunque también hay
Urceus tallado en una de las caras
ejemplos de aras realizadas sobre materiales marmóreos. El matrimonio de
laterales de un ara hallada en Riba2
roja de Túria. [Museo de Bellas
libertos formado por Corn(elia) Pantera y L. Lic(inius) Nicomedes (CIL II /14,
Artes de Valencia].
156), posiblemente relacionados con Nigrinus, pagaron un soporte funeraEn ocasiones, en los soportes
rio realizado en mármol blanco, importado de las canteras de Carrara (Itaepigráficos de carácter funeralia). También el ara funeraria de un miembro femenino de la familia de los
rio se grabaron algunos de los
2
objetos utilizados en las cereMarcii en Valentia (CIL II /14, 70) y la placa funeraria de Capraria en Diamonias religiosas.
nium (CIL II, 5963), utilizaron este tipo de mármol. El monumento funera2
rio de Baebius Eros Chilonianus y su esposa (CIL II /14, 407) fue tallado sobre una placa de mármol blanco, importado de las canteras de la isla de Paros (Egeo, Grecia). En su
epitafio se escribieron las medidas de su sepultura, un monumento de 20 x 20 pies. El mármol de Hipona (Túnez) se utilizó en las placas funerarias de algunos libertos de la familia de los Fulcinii (CIL
2
2
II /14, 120 a) y de la liberta Iulia Tyche (CIL II /14, 64) en Valentia.
LOS SOPORTES
Los tipos de los soportes epigráficos utilizados en el ámbito funerario del área valenciana proporcionan una valiosa información sobre los monumentos que se situaron en las necrópolis. En los grandes centros urbanos, como Saguntum, Valentia o Edeta, las necrópolis albergaron una gran variedad
de monumentos epigráficos, mientras que en las zonas rurales y núcleos pequeños predominó la señalización de los lugares de enterramiento mediante soportes en forma de estelas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Placa funeraria de la Vila Joiosa (Alicante). [Museo Municipal d’Arqueologia i
Etnologia, la Vila Joiosa].
La placa funeraria de Voconia Macedonia se puede singularizar por la curiosa
forma circular del soporte, que sirvió para tapar o sellar el nicho funerario de
esta joven de 26 años de edad, que debió morir en los albores del siglo III.
Las familias más solventes económicamente construyeron conjuntos monumentales, tipo mausoleo,
en cuyo interior fueron enterrados sus miembros.
La aparición de soportes con forma de paralelepípedos permite conocer el nombre de algunas
de estas familias, como la de los Sergii en Sagun2
tum (CIL II /14, 337-346), los Domitii en Lesera
2
(CIL II /14, 778-779) o los Antonii en Valentia (CIL
2
II /14, 24-25). En la inscripción funeraria de L.
Antonius Crescens, el ordo Valentinorum (veteranorum) fue el encargado de otorgar el lugar de la sepultura, de cubrir los gastos económicos del entierro
y de pagar una estatua en su honor. También los soportes en forma de placa se insertaron en algunas de estas estructuras, siempre en un lugar destacado que no ofreciese dudas sobre quién o quienes estaban allí enterrados. Las placas funerarias atestiguadas en el área
valenciana corresponden principalmente a libertos y esclavos, que fueron enterrados en el interior
del mausoleo de sus patronos.
En las necrópolis urbanas se situaron los columbarios o sepulturas en común, donde algunas placas pudieron servir como cierre de los loculi, pequeños nichos donde se colocaban las urnas cinerarias. En el interior de los columbaria también se colocaron las aras funerarias de pequeño tamaño.
La presencia de estelas nos informa de la existencia de áreas funerarias a cielo abierto, donde fueron
hincadas en el suelo para señalar el lugar de enterramiento.
LA DECORACIÓN
La población empleó la decoración en los monumentos epigráficos para acentuar el valor conmemorativo y de señalización del soporte, teniendo siempre en cuenta el lugar donde iba a colocarse.
Los motivos decorativos que se representaron en algunos de los soportes colocados en las necrópolis
estuvieron en estrecha relación con el mundo de los difuntos y las creencias, cultos y ritos de la población romana. La importancia del culto a los difuntos y del hábito epigráfico explica la cantidad y
diversidad de los motivos decorativos de carácter funerario utilizados para señalar el lugar de enterramiento.
Los estamentos sociales que hicieron un mayor uso de los elementos decorativos en los soportes
funerarios fueron los libertos, a pesar de que, lógicamente, la ornamentación aumentaría el coste del
producto. La explicación hay que buscarla en el afán por destacar de algunas familias, enriquecidas
gracias a la explotación de los recursos agrarios del entorno o a las actividades comerciales y, por
tanto, con los suficientes recursos económicos para costeárselo.
En las necrópolis valencianas, la decoración aparece, en un mayor número de ocasiones, en los
monumentos funerarios exentos: aras, bloques y estelas. En ocasiones, las aras contaron con el gra-
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA • LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
Inscripción funeraria de dos libertos de la familia Egnatia
de Saguntum. [Museu Arqueològic de Sagunt].
Los libertos podían ser enterrados en los mausoleos de sus
patronos. La placa fue grabada en dos momentos distintos.
Estela de Fabia Pieris. [Museo de Prehistoria de Valencia].
La gran altura de las estelas edetanas confirma que fueron
empleadas para señalizar las sepulturas en áreas funerarias a cielo abierto.
bado de la patera y el urceus, objetos empleados por los
sacerdotes en las libaciones realizadas a los dioses. También se representaron animales con carácter funerario, ta2
les como el águila, que alude al difunto (CIL II /14, 156),
pájaros con referencia al alma del difunto (CIL II 3578,
2
II /14, 584), delfines como símbolo del tránsito de las almas al más allá, etc. Desde Roma, se extendió la costumbre de representar el busto de los difuntos en sus propios
epitafios. Entre ellos, destacamos la estela de M. Acilius
Eros (CIL II, 5975) en Almoines.
Junto a los motivos figurativos, aparecen en algunos soportes funerarios los motivos vegetales
como elementos secundarios: rosetas, roleos de vides, hojas de palma, peltas, etc.
271
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ÍNDICE ONOMÁSTICO
Los índices son selectivos y en ellos los números en cursiva remiten a ilustraciones.
No se ha incluido en ningún caso la toponimia de los mapas.
Abd Al-’Aziz 111
Abd Al-Rahmán I 263
Abd Al-Rahmán III 263
Acilius Eros, M. 271
Adriano I, papa 263
Adriano 155, 155, 165
Aemilius Lupus, Lucius 251
Afrodita 37, 165
Agila, ver Akhila
Akhila 107, 110
Albino, Clodio 100
Alcuino de York 263
Alejandro VI 42
Alfonso II 263
Al-Hakham I 263
Amador de los Ríos, J. 33
Anesio 261
Aníbal 36, 42, 79
Annio de Viterbo 42, 43, 44
Antonii 270
Antonino Pío 233
Antonio 262
Antonio, Nicolás 41
Antonius Crescens, L. 270
Apiano de Alejandría 39
Apolo Delphinios 207
Apolo 166, 206, 207
Arcadio 105
Artemidoro 37
Artemisa 38
Asdrúbal 37, 79
Asturio 261
Atanagildo 107
Atanasio 239, 260, 261
Athanasio, ver Atanasio
Atis 166, 207, 247, 249
Augusto 92, 93, 94, 126, 128, 138, 144, 145, 156, 189,
191, 193, 201
Aureliano 100, 100
Avieno, Rufo Festo 40, 54
Baco 165, 166, 206, 210
Baebia Quieta 246, 249, 269
Baebii 201
Baebio Gemino, Cneo; ver Baebius Geminus Cn.
Baebius Eros Chilonianus 269
Baebius Geminus, Cn. 192, 201, 202
Ballester, col. 20
Beato 263
Bebio Severino, M. 157
Beuter, Pedro Antonio 41, 42, 42, 45
Bíclaro, Juan de 40, 108
Blanco, Antonio María 34
Boix y Ricarte, Vicente 31, 52
Borgia 42
Caesar, C. 203
Calígula 145
Calíxto III 42
Camacho, Miguel Antonio 52
Campaner y Fuertes, Álvaro 32, 34
Campillo, Salvador 33
Canga Argüelles, José 29
Cano, Alonso 29
Caracalla 146, 155
Carino 100, 104, 155
Carlomagno 263
Catón 37, 67, 188
Cavanilles, Antonio 31, 210, 230
Cazurro, col. 20
Celsino 261
Ceres 257
César 38, 91, 191
César, Cayo; ver Caesar, C.
Cicerón 38
Claudio II 100, 101, 146
Claudio 144
Columela 66
Cómodo 204
Conde de Lumiares, ver Valcárcel Pío de Saboya
Conde, José Antonio 29
Constantino 103, 147, 148, 259
Cornelia Pantera 269
Cornelii 167
Cornelio Nigrino; ver Cornelius Nigrinus Curiatus
Maternus, M.
Cornelius Nigrinus Curiatus Maternus, M. 97, 197, 203,
232, 269
[page-n-293]
292
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Cornide, José 29
Cortés y López, Miguel 31
Cortines y Espinosa, José 30, 31
Chabàs, Roc 33, 52, 53, 53
Chabret, Antonio 48, 53, 53, 54
Chintila 140
Dámaso 260
Decio, Trajano 155
Delgado, Antonio 32, 32, 34, 50, 50
Demetrio de Mileto 207
Diago, Francisco 41, 44, 45
Diana 38
Diocleciano 103, 146, 259
Dión Casio 39
Dirce 210
Domiciano 66
Domitia Iusta 247, 269
Domitii 33, 270
Dyonisos 207
Edecón 37, 79
Égica 139, 140
Egnatia 271
Émmila 262
Eros 166
Escipión 37, 79
Escolano, Gaspar 41, 43, 44, 45
Esteban de Bizancio 40
Estrabón 37, 38, 66, 67, 156
Eurico 104, 105, 139
Fabia Pieris 271
Fabián y Fuero 50
Fabius Fabianus, L. 204
Fabius Probus, C. 203
Fábrega, Gregorio 29
Felicio 174
Felipe II 41, 47
Felipe V 28
Félix 261, 262
Fernández-Guerra, Aureliano 27, 33
Fidel Fita 27, 31, 33
Filipo I 100
Florencio 261
Flórez, Enrique 33
Florián de Ocampo 43
Floro, A. 38, 44
Frontón 66, 126
Fulcinii 269
Galatea 31, 166, 210
Galerio 155
Galieno 100, 101, 146
Giner Bolufer C., 21
Godoy Alcántara 42
Granius Superstes, M. 203
Grattio 39
Gravina 48
Gregorio de Tours 177
Gundemaro 109, 139
Hades 251, 257
Heliogábalo 100
Hércules 30, 166 204, 210, 219
Hermenegildo 40, 109, 197
Hermes Psicompompos 257
Heterio 263
Hixham I 263
Honorio 105
Hormisdas 262
Hospital 261
Hypnos 213
Ibarra y Manzoni, Aureliano 31, 52, 53
Ibarra y Ruiz, Pedro 31
Idacio 40
Isidoro 261
Iulia Tyche 269
Iunius, Iustus, Q. 203
Jaume I 62
Jonás 262
Jornet, col. 21
Juan, obispo 106, 262
Junio Bruto 38
Juno 94, 194
Justiniano 106, 107, 175, 235, 239, 261
Juvenal 39, 66, 126
Khintila 140
Laborde, A. de 49, 207, 246, 248
León III 263
Leovigildo 40, 107, 109, 140, 179, 180
Licinius Nicomedes, L. 269
Livio, Tito 36, 38, 44, 82
Lucretius, Lucius 174
Llansol de Romaní 41, 45
Llorente, Teodoro 54
Maecius Celer, C. 203
Magnencio 247
Marcial 39, 66, 222
Marciano 262
Marcius Celsus, M. 204
Marco Aurelio 126, 204
Marés 230
Mariana, Juan de 43
Marino 261
Marqués de Valdeflores; ver Velázquez de Velasco, L.J.
Martí Garcerán 20
Martí, Deán 45, 48
Martí, Emmanuel; ver Martí, Deán.
Martín de Viciana 43, 43
Martínez y Martínez, col. 20
Maurelo 262
Maximino 155
Maximus, Allius 103
Mayans y Siscar, Gregorio 29, 41, 45, 48, 49
Mayans, Juan Antonio 45
Mayoriano 40, 105
Medusa 210
Mercurio 206, 208, 211, 213, 219, 257
Metelo 38
Miñana 48
Molina, Juan de 41
Montfaucon 48
Monzó, col. 21
Motos, col. 20
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ÍNDICE ONOMÁSTICO
Murviedro 52
Musas 166, 210, 211, 227
Musitáceo 261
Mutto 109
Nanni, Giovanni; ver Annio de Viterbo
Narciso 166
Náyades 227
Neptuno 136, 208
Nerón 146, 146
Ninfas 227
Olmo, Vicente del 45
Oppa 262
Oppas 263
Orosio, Paulo 40, 44
Ortiz y Sanz, J. 47, 48, 49
Otero, Tomás de 29
Palau, M.A. 53
Palos y Navarro, Enrique 31, 48
Pallarés, col. 25
Paulino de Aquileya 263
Pérez Bayer 41
Pérez Cabrero, col. 20
Plinio 38, 40, 66, 67, 68, 122, 126, 163
Plinio Segundo, C. 39
Plutarco, 39
Plutón 251, 257
Polibio 37
Pompeyo 38, 39, 84, 91, 191
Pomponio Mela 39
Ponz, A. 48
Popilio Onyxs, M.; ver Popillius Onyxs, M.
Popillius Onyxs, M. 193, 203, 204, 232
Posidonio 37
Probo 103
Proserpina 251, 257
Próspero 263
Prudencio 237, 260
Ptolomeo, Claudio 39, 39, 99
Pujol y Camps, Celestino 32, 34
Rebolledo de Palafox, Cayetano 29
Ribelles, Bartolomé 29
Rodrigo 110, 111
Rodríguez de Campomanes, Pedro 29
Romo 42, 43
Saavedra, Eduardo 27, 33
Sabau y Larroya, Pedro 33-34
Saenia Abra 29
Sales, Agustín 33, 154
Saluder, col. 21
Salustio 37
San Agustín 40, 237, 260
San Isidoro 40
San Pablo 259
San Valero 44
San Vicente 40, 44, 103, 104, 106, 175, 237, 239, 240, 240,
241, 260
Sátiro 166
Scribonus Euphemus, L. 203
Sempronio Himne, Marco; ver Sempronius Himnus, M.
Sempronius Hymnus, M. 198, 204
Sempronius Reburrus, M. 204
Septimio Severo 100
Sergii 270
Serpentino 262
Sertorio Abascanto; ver Sertorius Abascantus
Sertorio 39, 44, 83, 84, 85, 91, 191, 195
Sertorius Abascantus, Q. 45, 203
Severina 256
Severo, Alejandro 100
Silio Itálico 39
Silvana, Otacilia 268
Sisebuto 105, 139
Statilius Taurus, T. 203
Stlaborii 167
Strany, Juan Andrés 41
Suinterico 261
Suintila 139, 139, 140
Sulpicius Sabinus, Lucius 174
Tanit 89
Tempestiva 267
Teodomiro 110, 111, 242, 263
Teodorico 262
Teodosio 259
Terpsícore 210, 211
Teudeguto 263
Tiberio 25, 93, 137, 138, 155
Tito 203
Treboniano Galo 100, 155
Ubiligisclo 108, 261
Ubínibal 262
Ubitisclo 180, 261
Valcárcel Pío de Saboya, Antonio 29, 31, 33, 45, 49, 50, 248
Valerio Catulo, C. 38
Valerio Munito, Marco 233
Varrón 65, 208
Velázquez de Velasco, L.J. 27, 30, 33
Venus 33, 34, 213
Vespasiano 38, 97, 195, 197, 203
Vibii 167
Vicarello 33, 51
Victoria 136
Villanueva, Joaquín Lorenzo 33, 34
Viria Acte 202, 203
Vitrubio 47, 48, 49, 67, 68,
Vives, Antonio 27
Vizcarra 29
Voconia Macedonia 270
Voconius Romanus 39
Witiza 110, 111, 139, 140
Wyngaerde, Anton Van den 41, 47, 48
Ximeno 41, 43
Zóbel, J. 33, 34
Zonaras 40
293
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[page-n-296]
ÍNDICE TOPONÍMICO
Abella 128, 219
Acci 156
Agost 31
Aix-en-Provence 71
Alacant 62
Alaquàs 145
Albalat de la Ribera 61, 62, 80, 95, 154
Albalat dels Tarongers 21
Alberic 23
Albir, l’ 104
Albocàsser 222
Albufera 59, 60, 61, 62, 119, 122, 127, 156, 160
Albufereta, l’ 29, 89, 119, 166, 222,
Alcalà de Xivert 31
Alcira, ver Alzira
Alcoi 80, 89
Alcorcoix 62
Alcúdia d’Elx; ver Alcúdia, l’
Alcúdia, l’ 28, 29, 31, 31, 33, 81, 81, 86-88, 88, 90, 93, 94,
95, 97-99, 101, 103, 105, 107, 108, 109, 124, 125, 126,
127, 128, 129, 136-138, 138, 144, 148, 148, 153, 188,
192, 193, 195, 196, 200, 203, 208, 209, 210, 218, 219,
222, 224, 225, 231, 235, 236, 236, 237, 239, 242, 260,
262
Aldaia 22, 165, 206
Alfàs del Pi, l’ 104, 122
Algar 122
Algimia de Almonacid 154, 157
Algorós 163, 166, 210
Allargats 61
Allon, ver Allonis
Allone, ver Allonis
Allonis 95, 97, 154, 157, 198
Almadrava, l’ 121, 126, 129, 156, 166, 171, 172, 174
Almassora 154
Almenara 33, 101, 141, 164, 165
Almoina, l’ 70, 71, 72-75, 73, 82, 83, 84, 84, 125, 189, 199,
202, 204, 209, 222, 227, 228, 233, 236, 238, 239, 247,
260
Almoines, 271
Alonae 99
Alqueria, l’ 165
Alqueries, les 101, 146, 147
Alt de Benimaquia, l’ 65
Alt de la Perdiu 21
Altea 29, 119, 122, 222
Alter de la Caldereria 61
Alter de la Vintihuitena, l’ 154
Alter, l’ 165
Alterum 154
Alzira 21, 22, 23, 156, 222, 254
Ampurias 20, 20, 75, 79, 117, 118, 123, 128, 141, 219, 222
Andújar 128, 219, 220
Anna 128
Aras 154, 156
Arcs, els 21, 165
Arelate, ver Arles
Arezzo 218, 219
Arguinas 151
Arles 74, 147
Arse 83, 85, 119, 131, 132, 132-134, 141, 148; ver también
Arse-Saguntum y Sagunt
Arse-Saguntum 79, 80, 86, 87, 119, 134, 135, 135, 143,
144; ver también Arse y Sagunt
Aspe 99
Aspis 33, 154
Auriola 263
Baetica, ver Bética
Bairén 59, 62
Balsa, La 23, 147
Banassac 219
Banys de la Reina 104, 105, 110, 163, 165, 166, 210, 211,
228, 247, 250
Baños de la Reina, ver Banys de la Reina
Barxeta 21
Begastri 109, 179, 242, 262
Bejís 34
Bèlgida 21, 148
Bel-lloc 90, 156
Bellveret 193
Benalúa, barrio de 110
Beneixida 22
Benetússer 160
Benibaire 23
Benibaire Alt 21
Benicarló 222
[page-n-297]
296
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Benicató 162, 164-166, 222
Benidorm 88
Benifaió 24, 26, 165, 166, 211, 223
Benifaraig 23
Beniprí 21
Bétera 154, 232, 232
Bética 106, 126, 130
Bigastri, ver Begastri
Bisgargis 99
Boatella 246
Bocairent 22
Borriana 95, 122, 165
Borriol 144, 154, 155, 156, 165
Bou Ferrer 118, 121
Bronchales 21, 128, 172, 219, 220
Brosseral 222
Bugarra 128
Buixcarró 33, 94, 128, 129, 233
Buñol 30, 31
Burdeos 74
Burriana, ver Borriana
Ca Porcar, ver Can Porcar
Cabanes 88, 90, 122, 163, 165, 222, 251
Cabanyal, el 119, 122
Cabeçolet, el 165
Cabrillas, puerto de las 31
Caesaraugusta 105, 153, 154, 157, 259
Calagurris 98
Calçada 62
Calerilla de Hortunas 90, 90, 247, 269
Cales 122, 217, 218
Calp 104, 105, 110, 119, 165, 210, 211, 228, 247
Calpe, ver Calp
Cambrillas 22
Camí de la Pedrera 21
Camí de Viscarra, el 160
Caminàs, el 159
Camp de Morvedre 21
Campania 119, 122, 123, 217, 224
Campello, Illeta del 80
Campina 23
Camporrobles 23, 147
Can Porcar 165, 166, 197
Canet d’en Berenguer 119
Canet lo Roig 90
Canyada Joana, la 163, 164, 166
Canyoles 156
Cap de l’Horta, el 166
Cap des Port, Es 177
Carcaixent 21, 23
Carencia 83
Cargadora, la 23, 173
Carlet 145
Carmona 247, 255, 255
Carraixet 59
Carrara 128, 269
Carrasques 220
Cartagena 103, 109, 156, 262
Cartago 37, 53, 54, 79, 80, 105, 125, 146
Carthaginensis 107
Carthago Nova 33, 68, 82, 109, 115, 118, 123, 124, 127, 156
Casa Ferrer 164
Casa Perot 21
Casa Zapata 22
Castellnovo, 20
Castelló de la Ribera 26, 126, 174
Castelló de Rugat 21, 165
Castellote 151
Castilblanques 144, 145
Castillo del Rio 99
Castulo 123, 143, 156
Catarroja 95, 174
Catorzena 23
Catxapets 144
Caudete de las Fuentes 66, 81
Cehegín 242
Celsa 145
Cerro de la Almagra 242
Cerro Lucena 88
Cervera del Maestrat 95, 126, 165, 166
Cervera del Maestre, ver Cervera del Maestrat
Cervol 155
Charcons, els; ver Xarcons, els
Cheste 22, 32, 80, 86, 141, 164
Chilches, ver Xilxes
Colonia Iulia Ilici Augusta, ver Ilici
Constantinopla 147
Contrebia 157
Corbera 62
Corduba 98
Corella 219
Corral de la Negra 148
Cosa 124
Cova de les Meravelles 20
Cova dels Francesos 21
Coves de Vinromà, les 155, 156
Crevillent 101, 164, 166
Cueva del Gato 229, 230
Cuevas de Soria 183
Cullera 23, 23, 31, 61, 62, 95, 104, 110, 119, 122, 130, 148,
154, 157, 166, 175-177, 176, 177, 225, 263
Cumas 169
Cyzicus 146, 147
Daimuz 246, 248, 249, 269
Dénia 38, 53, 59, 62, 85, 91, 94, 95, 97, 104, 107, 109, 115,
118, 119, 121, 122, 126, 129, 145, 195, 196, 204, 208,
220, 235, 239, 256, 261, 263, 269
Dertosa 95, 106, 156, 220
Despenyaperros 22
Devesa de Castelló 159
Dianium ver Dénia
Domeño 229, 230
Duanes 122
Ebro 79, 122
Ebusus, ver Ibiza
Edeta, ver Llíria
Eivissa, ver Ibiza
Elche, ver Elx
Elda 107, 108, 123, 154, 156, 262
Elecem 40
[page-n-298]
ÍNDICE TOPONÍMICO
Ello, ver Elo
Elo 33, 109, 154, 262
Elx 159, 160, 263; ver también Alcudia, l’
Emerita 98, 106
Emporion, ver Ampurias
Empúries, ver Ampurias
Encolla 22
Endrinal, el 21
Enguera 88
Ereta dels Moros, l’ 22, 164, 165
Escuera de San Fulgencio 80, 87, 141
Estany Gran, 61
Estivella 21, 126, 174
Etruria 119
Falquia 22
Favara 61, 251
Figueroles 228
Finestrat 29, 122
Foies, les 22
Fondos 165
Font de la Figuera 154
Font de Mussa 24, 26, 74, 165, 166, 211, 223
Font d’en Carròs, la 164
Fonteta del Sarso 144
Fortaleny 62
Fraga 183
Gades 115, 116, 118, 153, 156
Gaià 20
Gandia 20
Garganes 222
Gili, ver Kili
Gorgos 122
Granada 219
Grau Vell 62, 88, 95, 104, 104, 105, 115, 117, 118, 119,
128, 129, 129, 130, 146, 147, 199, 213, 221
Graufesenque, la 128, 219
Guadasséquies 21
Gual 62
Guardamar 166
Hellín 242, 262
Hemeroskopeion 38, 53
Hiberus 79
Higueruelas 170, 174
Hort de Morand, l’ 195, 239
Hort de Pepica, l’ 166
Horta Nord, l’ 157, 159
Horta Seca, l’ 145, 165, 166
Horta Sud, l’ 160
Horta Vella, l’ 232, 232
Hostalot, l’ 154
Iaspis 99
Ibiza 20, 115, 116, 121, 222
Iglesuela del Cid, la 30, 32, 33
Ildum 154
Ilici; ver Alcúdia, l’
Illa de Benidorm, ver Isla de Benidorm
Illeta dels Banyets, la 165, 166
Intibili 154, 157
Isla de Benidorm 122
Jaén 66
Jalance 143, 144
Jana, la 154, 155, 220
Jérica 99, 119, 265, 268
Jesús Pobre 166
Júcar, ver Xúquer
Karthago, ver Cartago
Kelin 81, 83, 85, 87, 89, 91, 133, 133, 143
Kese 143
Kili 133, 135, 136, 136, 143
Lauro 21, 66, 84, 91, 126
Leones 33
Lesera, ver Moleta dels Frares
Liédana 219
Lixus 125
Llíria 22, 25, 81, 84, 87, 89, 91, 93, 93, 94, 96, 97, 99, 100,
101, 103, 104, 126, 128, 144, 145, 146, 160, 188, 192,
195, 196, 197, 203, 204, 210, 219-221, 223, 224, 227,
231, 232, 240, 249, 265, 268, 269
Llonga, la 61
Llosa, la 165
Llovatera, la 174
Lucentum, ver Tossal de Manises
Lugdunum 25
Luni 128, 129
Lyón 74, 128, 218, 219
Magre 59
Malvarrosa, la 119, 122
Manises 146, 229
Manuel 22, 156
Mas d’Aragó 101, 126, 145, 146, 165, 166, 174
Mas de Mestres de Baix 151
Mas de Víctor 165
Mas dels Foressos 166
Massalia 117, 141
Massamagrell 159
Meliana 159
Mérida, ver Emerita
Millars 115, 119, 156
Mirobriga 98
Moixent 80, 141, 154
Moleta dels Frares, la 23, 32, 87, 99, 101, 104, 125, 151,
198, 200, 200, 218, 219, 270
Monastil, el 107, 108, 123, 154, 218, 219, 220, 222, 225
Moncaio 166
Moncofa 165
Monforte 147, 154
Montans 219
Montcada 22, 166, 210, 211
Montesa 31
Montolivet 59
Montsant 193
Montserrat 22, 106
Morella 153, 155
Morro de Toix, el 122
Mula 242
Municipium Liria Edetanorum, ver Llíria
Muntanya Redona 21
Muntanyeta de les Panses 21
Muntanyeta dels Estanys, la 165
Mura 195, 197, 231, 232
297
[page-n-299]
298
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Nápoles 217
Narbo 116-118, 128
Neapolis 124
Nicomedia 128
Novelda 154
Novlas 154
Nules 162, 164, 165, 166, 222
Numancia 42
Ofra, l’ 21, 165
Olisipo 98
Oliva 23, 95, 166, 174
Olla, l’ 119, 122
Olocau 23, 143, 144, 173
Onda 164
Orihuela 155
Orpesa 141
Ostia 115, 116, 118, 126, 128, 129
Otos 21
Palància 115, 122, 151, 157, 192, 228
Palanques 151
Palau, el 165
Palmar, el 59, 61, 165
Palmeral 236
Parc de les Nacions, ver Parque de las Naciones
Paretetes dels Moros, les 22
Paros 128
Parque de las Naciones 89, 164, 164, 165, 166
Partida de Mura 146, 147
Partida del Calvari 21
Paterna 22, 126, 174
Pedralba 22, 22, 267
Pedreres de la Barbada 222
Pego 20
Pentélico 128
Penya de l’Águila 87
Penya del Moro, la 122
Peña Cortada 229, 229, 230, 230
Peñón de Ifach 228
Petrer 166
Picassent 166
Pilar de la Horadada 154, 155, 156
Pinar 21
Pinedo 21, 122, 206, 207
Pinós, el 160
Pireo, el 118, 128
Pla de l’Arc 23, 153, 156, 197
Pla de Nadal 25, 181-183, 182, 183, 238, 242
Pla de Penilla 23
Pla, el 165
Planet, el 21
Poaig, el 164, 166, 211
Pobla Tornesa, la 156
Pompaelo 219
Populonia 124
Portum Sucrone 33, 62, 95, 104, 119, 122, 153, 157
Portus Ilicitanus, ver Santa Pola
Portus Sucronensis, ver Portum Sucrone
Potries 23
Pou de Llobet 222
Pouatxo, el; ver Poaig, el
Puçol 29, 50, 119, 166
Puig de Benicató 210
Puig de Cebolla 207, 210
Puig de la Misericòrdia 88
Puig de Santa Maria, el 50, 84, 126, 159, 174
Puig Rom 179
Puig, el; ver Puig de Santa Maria, el
Punta d’En Silvestre 60
Punta de l’Arenal 23, 110, 122
Punta de l’Illa 23, 23, 110, 148, 175-177, 176, 177, 225,
263
Punta de la Galera, la 122
Punta Seca 61
Punta, la 126, 166
Puntal dels Llops 143, 144
Puteoli 115, 118, 124, 218, 219
Quadra de Na Tora, la 154
Quintanilla de las Viñas 183
Rábita 65
Racó de l’Albir, el 122
Racó de l’Oix 122
Ramonet, partida de 154
Rascanya 173, 174
Rebollar, el 174
Recópolis 179
Reguero, el 22, 22
Requena 25, 90, 90, 157, 174, 232, 247, 269
Riba-roja de Túria 22, 25, 108, 166, 177-183, 178, 180,
182, 183, 225, 238, 268
Ribera de Cabanes 85, 91
Roca Tallada, la 151, 157
Romaní, el 23, 110
Rossell 165
Sabató 21
Saetabi 33, 38, 39, 83, 85, 91, 94, 97, 98, 99, 100, 104, 109,
131, 132, 132-136, 135, 136, 143, 144, 233, 235, 239,
242, 260, 265, 269
Sagunt 28, 31, 32, 32, 34, 37, 38, 39, 42, 43, 45, 47, 48, 48,
49, 50, 50, 52, 53, 54, 66, 67, 84, 87, 90, 91, 92, 93, 95,
97-101, 103-105, 104, 109, 109, 115, 117, 118, 119, 123,
125-130, 128, 129, 134, 135, 136, 137, 137, 138, 138,
139, 140, 144-146, 173, 188, 189, 190, 192, 193, 194,
197, 199-201, 202, 203, 207, 208, 210, 211, 217, 219222, 224, 227, 228, 242, 248, 251, 265, 269, 270, 271
Sagunto, ver Sagunt
Saguntum, ver Sagunt
Saitabi, ver Saetabi
Saitabicula 99
Saiti 83, 87, 135, 188, 193; ver también Saetabi
Saler, el 21, 72, 121, 122, 127, 127
San Félix 193
Sant Antoni 22
Sant Miquel de Llíria 29, 80, 87
Santa Pola 95, 104, 105, 110, 118, 119, 121, 127-129, 146,
147, 218-222, 234, 236, 251, 257
Santes, les 193
Sármata 261
Sax 160
Sebelaci 154
Segorbe 154
[page-n-300]
ÍNDICE TOPONÍMICO
Segura 115
Séquia de Montcada, la 159
Séquia Major, la 160
Serpis 59
Serreta, la 80, 87, 89
Sevilla 263
Silla 160
Sinarcas 89, 90
Solana 22
Sollana 23, 110
Solsona 128, 219
Sorrento 124
Statuas 33, 154
Sucro 38, 59, 61, 80, 84, 91, 95, 122, 123, 154, 157
Sucronem, ver Portum Sucrone
Sueca 61, 62, 62
Sumacàrcer 23
Tabarca 224
Tarraco, ver Tarragona
Tarragona 66, 74, 82, 98, 101, 103, 106, 115-118, 123, 126,
127, 241, 249, 259
Tavernes 61
Thiar 31, 33, 154
Ticinum 146
Tiermes 74
Tisneres 23, 222, 254
Tol·lo 62
Toletum 98
Tolmo de Minateda 242, 262
Tolosa 107
Torrassa, la 163, 165, 166
Torre Blanca 145
Torre d’Onda 95
Torre de Baix, la 165
Torre de la Sal, la 125
Torre de Xauxelles 104
Torre del Mal Paso 20
Torre la Sal 85, 88, 91
Torrelló d´Onda 88
Torrent 59
Torres 198
Tossal de la Cala 88, 122
Tossal de Manises 49, 62, 85, 86, 87, 94, 94, 95, 99, 100,
101, 104, 119, 121, 123-126, 128, 129, 188, 189, 190,
192, 193, 194, 194, 195, 200, 203, 204, 213, 217, 218,
219, 221, 227, 231, 231, 232, 233
Tossal de Sant Miquel de Llíria, ver Sant Miquel de
Llíria
Tossalet 21
Traiguera 154, 208
Treveri 157
Tricio 128, 219
Trull dels Moros 165, 166
Tuéjar 229
Tunos, los 25, 232
Túria 59, 60, 60, 61, 67, 115, 119, 122, 177, 180
Turís 165
Turres 33, 154
Turris Libisonis 74
Tyris 54, 82
Unión, la 209
Utiel 22, 141
Valencia 21, 23, 25, 33, 38, 42, 45, 51, 54, 59, 65, 66-68,
70, 71, 73-75, 82, 83, 84, 82-84, 86, 89, 91, 93-95, 96, 97101, 99, 100, 101, 103, 105-110, 108, 118, 119, 122, 125,
127-129, 133-135, 138, 139, 140, 143, 144, 160, 189191, 191, 196, 198, 199, 199, 200, 202, 203, 204, 204,
206, 208, 209, 209, 211, 213, 213, 217, 219, 221, 222,
224, 225, 227, 229, 230, 232, 235-242, 237, 238, 240,
246, 246, 247, 250, 254, 255, 259, 260, 260, 261, 263,
265, 268, 269
València la Vella 21, 22, 25, 108, 166, 177-180, 178, 180,
225
Valentia, ver Valencia
Vall d’Albaida 21
Vall d’Almonacid 144
Vall d’Uixó, la 165, 166, 174
Vallada 141, 223
Vallès, El 126
Vélez Blanco 20, 20
Vila Joiosa, la 95, 97, 104, 118, 122, 154, 163, 165, 198,
204, 224, 246, 248, 248, 249, 255, 256, 268, 270
Vila real 147
Vilanova d’Alcolea 154-156
Vilar, el 163, 165, 166
Villar del Arzobispo 267
Villares, los 65, 80, 81, 89, 141
Villargordo del Cabriel 22
Villena 156
Vinalopó 115, 156, 224
Vinaròs 88
Viver 268
Xàbia 23, 110, 122, 166
Xarcons, els 22, 106
Xartet 21
Xàtiva 31, 34
Xeraco 62
Xilxes 155, 165, 208
Xiva 22
Xúquer 61, 61, 62, 67, 79, 80, 95, 107, 115, 122, 267
299
[page-n-301]
[page-n-302]
El libro Romanos y visigodos en tierras valencianas se acabó de imprimir
en los talleres de Federico Domenech, S. A.
el día 17 de febrero, festividad de San Rómulo mártir.
[page-n-303]
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[page-n-306]
-
ROMANOS :Y VISIGODOS
EN TIERRAS VALENCIANAS
•
[page-n-2]
[page-n-3]
[page-n-4]
ROMANOS Y VISIGODOS
EN TIERRAS VALENCIANAS
HELENA BONET, ROSA ALBIACH Y MANUEL GOZALBES
(coords.)
VALENCIA
MMIII
[page-n-5]
[page-n-6]
ROMANOS Y VISIGODOS
EN TIERRAS VALENCIANAS
HELENA BONET, ROSA ALBIACH Y MANUEL GOZALBES
(coords.)
Textos de
LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL, ROSA ALBIACH, CARMEN ARANEGUI, FERRAN ARASA,
HELENA BONET, PILAR CARMONA, ROSARIO CEBRIÁN, JAUME COLL, MARÍA JESÚS DE PEDRO, MANUEL
GOZALBES, ELENA GRAU, JOSÉ LUIS JIMÉNEZ, EMPAR JUAN, JOAQUIM JUAN CABANILLES, MANUEL
OLCINA, JOSÉ PÉREZ BALLESTER, ALBERT V. RIBERA, PERE P. RIPOLLÈS, MIQUEL ROSSELLÓ, LUIS
SÁNCHEZ GONZÁLEZ, ALFRED SANCHIS Y JUAN JOSÉ SEGUÍ
Dibujos de
ÁNGEL SÁNCHEZ Y FRANCISCO CHINER
Con la colaboración de
ISABEL CARUANA, FRANCESC X. DUARTE, FRANCESCA MINARDI,
JUAN SALAZAR, ALFRED SANCHIS, JERONI P. VALOR Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
[page-n-7]
La edición del presente libro se ha realizado con motivo de la apertura al público de las nuevas salas de época romana del Museu de Prehistòria de València.
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
Presidente
Fernando Giner Giner
Diputado del Área de Cultura
Enrique Crespo Calatrava
Director Xarxa Museus
Francesc Ferrando Vila
Director Museu de Prehistòria i de les Cultures
de València
Joan Gregori i Berenguer
Directora del Servicio de Investigación
Prehistórica
Helena Bonet Rosado
Jefe de la Unidad de Difusión, Didáctica y
Exposiciones
Santiago Grau Gadea
Proyecto museológico
Rosa Albiach
Proyecto museográfico
Francisco Chiner
Equipo técnico
Rosa Albiach
Helena Bonet
Francisco Chiner
Manuel Gozalbes
Grafismo y dibujo
Ángel Sánchez
Coordinación montaje
Francisco Chiner
Mark Spiering
Documentación
Biblioteca SIP, Isabel Caruana, Francesc X.
Duarte, Francesca Minardi, Juan Salazar,
Jeroni P. Valor, Jaime Vives-Ferrándiz y
Alfred Sanchis.
Didáctica
Laura Fortea
Eva Ripollés
Coordinación restauración
Milagros Buendía
Inocencio Sarrión
Restauración
David Blanco, Beatriz Blas, Mila Buendía,
Sandra Cervera, Eva Cueco, Ana Adela
López, Carolina Mai, Ana Mª Martí, Izaskun
Martínez, Juan Ortí, Trinidad Pasies, Mara
Peiró, Elisa Perini, Inocencio Sarrión y
Raquel Tamayo
Versión valenciana de los textos
Unitat de Normalització Lingüística de la
Diputació de València
Producción montaje
Free Manipulación de obras de arte, S.L.
Instalación
H2OF, Navarro Aislamientos y
Recubrimientos S.L., Pepe Ludeña, Electrón,
Nou Segle, TECMAVAL S.L., Ocean,
Free S.L., Pablo Sedeño, Amparo Ripollés.
Composición musical
Luis Ivars
Audiovisual
NISA
Interactivo
Més a Més
Rotulación
Juanjo López
Animación vitrinas
Lucía Pizarro
Carlos Cuesta
César Martínez
Equipo mantenimiento
Vicente Calafat
Jesús Aroca
Juan Medina
Ayudantes montaje
Pepe Tamarit
Amadeo Moliner
Agradecimientos
MARQ, Alicante
MNAC, Gabinet Numismàtic de Catalunya
Museo Arqueológico Nacional, Madrid
Museo de Bellas Artes de Valencia
Museu Arqueològic de la Ciutat de Dénia
Museo Arqueológico de Llíria
Museu Arqueològic de Sagunt
Museu Arqueològic Municipal de Crevillent
Museo de Bellas Artes de Castellón
Museo Municipal d’Arqueología i Etnología,
la Vila Joiosa
Museu Municipal de l’Alcúdia d’Elx
Museo Municipal de Xàtiva
Museo Nacional de Cerámica González
Martí
Real Academia de la Historia, Madrid
SIAM, Ajuntament de València
Soprintendenza Archeologica di Pompei
Soprintendenza Archeologica di Roma
The Metropolitan Museum of Art, New York
Gas Natural
Martín Almagro, Ferran Arasa, Fernando
Benito, Joaquim Juan Cabanilles, Rosario
Cebrián, Mª Jesús de Pedro, Vicent Escrivá,
Antonio Espinosa, Elisa García, Josep
Gisbert, Pierre Guérin, Emilia Hernández,
Laurence Krougly, Bernat Martí, Javier Martí,
Asunción Martínez, Enrique Martínez
Cossent, Consuelo Mata, Magdalena
Monraval, Manuel Olcina, Arturo Oliver,
Trinidad Pasies, Alex Peña, Pau Pérez, Rafael
Pérez, Manuela Raga, Rafael Ramos, Albert
Ribera, Pere Pau Ripollès, Miquel Rosselló,
María José Sánchez, Marc Tiffagom, Julio
Trelis, Ángel Velasco y Xavi Vidal.
Fotografía
Archivo SIP, Archivo SIAM, Archivo MARQ,
Biblioteca Universitaria de la Universitat de
València, MNAC-Gabinet Numismàtic de
Catalunya, Museu d’Arqueologia de
Catalunya, Museu Arqueològic de la Ciutat
de Dénia, Museo Arqueológico de Llíria,
Museo Arqueológico Nacional-Madrid,
Museo Municipal d’Arqueología i
Etnología-la Vila Joiosa, Real Academia de
la Historia-Madrid, Soprintendenza
Archeologica di Pompei, Soprintendenza
Archeologica di Roma
L. Abad, J.M. Abascal, R. Albiach,
F. Alcántara, C. Aranegui, F. Arasa, H. Bonet,
J.M. Burriel, P. Carmona, I. Caruana,
J. Castelló, R. Cebrián, V. Escrivá, E. García,
J.M. Gil Carles, J.A. Gisbert, M. Gozalbes,
P. Guérin, E. Juan, A. Martínez, J.L. Jiménez,
C. Mata, M. Olcina, A. Poveda, A.V. Ribera,
P.P. Ripollès, M. Rosselló, J. Salazar,
M.J. Sánchez y M. Tiffagom.
Diseño gráfico y maqueta catálogo
Concha Fernández
Manuel Gozalbes
Ángel Sánchez
Realización e impresión
Federico Domenech, S.A.
© del texto: los autores
© del material gráfico: los propietarios, los
depositarios y/o los autores
© de la edición: Diputación de Valencia
Impreso en España / Printed in Spain
ISBN: 84-7795-339-2
Depósito legal: V-959-2003
[page-n-8]
Cuando la Diputación de Valencia creó en 1927 el Servicio de Investigación Prehistórica y su
Museo de Prehistoria se propuso, de forma prioritaria, estudiar y conservar los testimonios más
remotos de nuestro pasado, desde los tiempos prehistóricos hasta la Cultura Ibérica. No obstante,
siempre mantuvo en el horizonte de sus proyectos proseguir en la investigación de una de las etapas
más sugestivas de nuestra historia, la Romanización, y sin abandonar este objetivo, a lo largo de más
de 75 años, se ha ido formando una rica colección de época romana procedente de distintas ciudades
y villas de la geografía valenciana.
Los fondos arqueológicos y documentales reunidos por el Servicio de Investigación Prehistórica y
que alberga el actual Museo de Prehistoria y de las Culturas de Valencia nos sorprenden, una vez más,
con motivo de la apertura de las nuevas salas dedicadas al mundo romano y visigodo. Si bien la romanización supuso el lento declive de nuestra Cultura Ibérica, rápidamente las tierras valencianas se convirtieron en uno de los territorios más prósperos de la Tarraconense. Ciudades como Lesera, Saguntum,
Edeta, Valentia, Saitabi, Dianium, Lucentum o Ilici son un claro exponente de la importancia de esta etapa
histórica y así queda reflejado en las salas, donde pueden contemplarse verdaderas obras de arte, desde
mosaicos, esculturas y tesoros numismáticos hasta inscripciones y objetos de la vida cotidiana y de
ultratumba, recuperado todo ello de nuestro espléndido patrimonio arqueológico.
Hoy, felizmente, la Diputación de Valencia, a través de su Servicio de Investigación Prehistórica,
ofrece a la sociedad valenciana una muestra de su legado romano, apostando por un nuevo concepto museográfico que, sobre la sólida base de su labor científica y patrimonial, permite al visitante
sumergirse de una forma más dinámica y didáctica en su pasado histórico.
FERNANDO GINER GINER
Presidente de la Diputación de Valencia
[page-n-9]
[page-n-10]
El Área de Cultura de la Diputación de Valencia, de la que son parte importante el Museo de
Prehistoria y de las Culturas y el Servicio de Investigación Prehistórica, puede mostrar con verdadera satisfacción las nuevas salas dedicadas al mundo romano donde se ha apostado por una oferta
museística que combina el goce estético y el rigor científico con una moderna línea expositiva donde
los aspectos divulgativos y didácticos completan esa función tan importante, que nos compete desde
el Área de Cultura, cual es la transmisión de nuestro legado histórico de forma comprensible al amplio abanico de visitantes que recibe el museo.
Con motivo de la inauguración de la nuevas salas podemos, además, ofrecer este catálogo dedicado a los romanos y visigodos en tierras valencianas cuyos artículos, a cargo de investigadores de
prestigio del ámbito de las universidades y museos valencianos, nos permiten analizar el cambio
que supuso, en todas las manifestaciones culturales y sociales, la entrada de Roma en nuestras tierras. La lectura de sus páginas es una puesta al día de los trabajos de investigación sobre el mundo
romano, así como de los hallazgos arqueológicos más recientes, que nos acercan a la riqueza cultural
y a la importancia de este proceso histórico que nos introdujo en la órbita del Imperio Romano.
Es ésta, pues, una vez más una espléndida ocasión para valorar la importante labor que sigue llevando a cabo el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia en su continuada y
copiosa tarea por la conservación, investigación y difusión del patrimonio arqueológico valenciano.
VICENTE FERRER ROSELLÓ
Vicepresidente 1.º y Diputado del Área de Cultura
[page-n-11]
[page-n-12]
CULMINACIÓN DE UNA ETAPA, INICIO DE OTRA
Con la apertura de la sala dedicada a la presencia romana en tierras ibéricas, el Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) pone colofón a su dimensionamiento temporal de investigación. En
efecto, tras setenta y seis años de vida operativa, la labor que comenzase a finales de los años 20 del
siglo XX con un nítido planteamiento de ciencia histórica centrado en nuestro más remoto pasado,
alcanza, con la simbólica inauguración de la Sala de Fondos Romanos, su límite académico en extensión, aunque no en intensidad. Roma es, al tiempo, el final de su campo de estudios y un nuevo
principio para el SIP.
El límite viene dado por la lógica del origen, planteamiento y finalidad del Servicio. En su trabajo
sobre periodos prehistóricos tuvo que encontrarse por fuerza con el mundo ibérico. Un universo que
solapaba el final de la Prehistoria a través de los periodos de los metales- especialmente, del broncecon aquellos en los que la escritura se convertía en elemento distintivo de lo que convencionalmente
llamamos Historia, la Antigüedad.
No se le escapa a nadie que conocer lo ibérico requiere imprescindiblemente conocer lo romano.
Su mutuo contacto precipitó un continuo de fenómenos fundamentales, desde la aculturación ibérica a la creación de nuevas formas socioculturales romanas. En ese contexto, adentrarse en la Antigüedad supone completar una visión auténticamente totalizadora de la Prehistoria que supera los
planteamientos académicos más rígidos. Lo que los humanos crean antes de usar la escritura no se
pierde repentinamente con la aparición de ésta. Al revés, el continuo que transcurre desde las primeras obras reconocibles como humanas, pasando por las primeras tecnologías líticas y los sistemas
primitivos de acumulación y distribución de excedentes y alcanzando periodos donde conviven los
metales y la escritura cuaja en un modo de producción bien definido, el esclavismo y una fórmula
cultural pareja, el clasicismo en nuestro ámbito romanizado.
Y es que Roma es algo más que Roma. Es el crisol del Mundo Mediterráneo Clásico: el legado
griego y semita, la inmensa sombra de Egipto y el Oriente Próximo, las culturas norteafricanas y
centroeuropeas, es Etruria, es Tartesos... Roma, esa Roma espléndida, republicana e imperial interactuará con los iberos de una forma absolutamente decisiva. Por eso es también simbólico que el SIP
de por concluido su campo de trabajo en el momento en que se alumbra el nombre de Valentia y su
peculiar, Valentini, veterani et veteres. Esos «valencianos, veteranos y nativos», fundidos en una nueva
sociedad, presentan una cosmovisión sustancialmente distinta a la arcaica, plantean una forma de
vida diferente, una nueva economía y tecnología, nuevas creencias y saberes. Una sociedad escriptórica en la que se remansan las formas socioculturales ibéricas y alumbran nuevas formas de entender el mundo. Una sociedad que el SIP estudia como culminación de un proceso milenario.
La posterior irrupción bárbara del norte, la imposición de los valores judeocristianos y la economía feudal romperán esa trayectoria coherente. El espacio visigodo mira hacia otra realidad, otra
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forma de pensar, otra economía, otra sociedad. Queda así abierto el camino a otras instituciones valencianas –la Generalitat, las universidaddes– para progresar en la investigación medieval.
El SIP, por su parte, ha cumplido con la primera fase de su proyecto original: poner las bases académicas para el estudio arqueológico e histórico de un periodo conocido, paradógicamente, como
prehistórico. Su desarrollo se ha completado. Ahora, su siguiente objetivo, es de crecimiento. Crecer
en el conocimiento de los periodos prehistóricos y antiguo, en la acumulación de datos y materiales
tangibles de información, en trabajos de investigación científica y académica, en la oferta que le propone a la sociedad valenciana actual para adentrarse en sus más profundos orígenes, para reflexionar sobre si, para conocerse mejor. Eso es el SIP ahora y en el futuro.
FRANCESC FERRANDO VILA
Director de la Xarxa de Museus de la Diputació de València
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INTRODUCCIÓN
HELENA BONET ROSADO
En el año 1927, cuando la Diputación de Valencia decide crear un Servicio de Investigación Prehistórica se habla de la necesidad de un Museo de Arqueología, dependiente de dicho Servicio, capaz de albergar las primeras colecciones. Objetivo que había de conseguirse de manera paulatina y que ya, el primer director del S.I.P., Isidro Ballester Tormo, consideró demasiado ambicioso y costoso optando por la
formación de un Museo de Prehistoria más acorde con la realidad de los medios y de sus colecciones.
Efectivamente, las excavaciones, adquisiciones y publicaciones de las primeras décadas se centraron en
el ámbito de la Prehistoria y de la Cultura Ibérica y así quedaba reflejado a través de las magníficas colecciones que se exhibían, y siguen exhibiéndose hoy, en las salas del Museo. Sin embargo, su interés
científico por todo el patrimonio valenciano, además de sus competencias administrativas, como museo provincial, para custodiar y conservar los materiales procedentes de las excavaciones y hallazgos
fortuitos hizo que, con el paso de los años, se fuese formando una importante colección de época clásica. Así, a título de ejemplo, a la importante colección de la ciudad greco-romana de Ampurias, adquirida en 1929, se añadieron sucesivamente los fondos procedentes de excavaciones, como las realizadas
en las necrópolis de Les Foies de Manuel y de Tisneres de Alzira, las villas rústicas de Los Tunos y los
Praos de Requena, del complejo de Pla de l’Arc de Llíria, los hornos alfareros de la Cargadora de Olocau, Rascanya de Llíria y Vilanova de Castelló o los yacimientos visigodos de Punta de l’Illa de Cullera
y Pla de Nadal de Riba-roja de Túria, por citar los más importantes.
El incremento y riqueza de los fondos de época romana, fruto de aquella trayectoria y de las ultimas adquisiciones e ingresos, hacía necesaria la renovación de la pequeña sala dedicada al mundo
romano y la consiguiente instalación de una exposición más amplia y actual que permitiese mostrar
la complejidad e importancia de una de las civilizaciones más poderosas y opulentas de la Antiguedad, el Imperio Romano.
Estas nuevas instalaciones muestran, por primera vez, algunas piezas de un enorme valor artístico
y científico, como es la colección de lápidas funerarias, lucernas y terracotas procedente de Roma; parte
del tesoro de denarios imperiales de Llíria, la orfebrería y la vajilla de la ciudad de Valentia o el esplendido mosaico de Font de Mussa de Benifaió que, junto con la conocida escultura en bronce del Apolo
de Pinedo, son referencias destacadas de los fondos romanos del Museo. Junto a estas obras excepcionales también se exponen objetos comunes de la vida cotidiana que nos ofrecen la otra cara de la Cultura Romana, la que nos acerca a la realidad diaria. Así, podemos contemplar piezas de adorno personal, juegos, instrumentos artesanales y agrícolas, monedas y sistemas de pesas y medidas, enseres de la
vida doméstica como la vajilla de mesa o de cocina, los envases de transporte destinados al comercio, e
inscripciones y ajuares funerarios que acompañaban a los difuntos a la ultratumba.
La exposición, donde se muestra con rigor científico, el lujo de lo cívico y lo privado con el bienestar
de lo utilitario y cotidiano, nos sumerge, pues, en una de las etapas históricas mejor documentadas por
la arqueología y las fuentes antiguas. A lo largo de seis apartados, y siguiendo la línea expositiva del
resto del Museo de Prehistoria, la sala del mundo romano y visigodo, que abarca desde el siglo II a.C.
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hasta el siglo VII de nuestra era, discurre por un itinerario temático que pretende ofrecer al visitante no
sólo la contemplación de los restos arqueológicos más sobresalientes sino también la posibilidad de
comprender y reflexionar sobre aquello que supuso la cultura romana en nuestras tierras.
El recorrido se inicia con la sala dedicada a la Romanización, presidida por el mosaico de Font de
Mussa, donde se muestran los cambios que sufrió la sociedad ibérica en los siglos de asimilación de la
nueva cultura y la adopción de las costumbres impuestas por Roma, a la vez que se presentan las ciudades romanas más importantes de las tierras valencianas: Lesera, Saguntum, Edeta, Valentia, Saitabi,
Dianium, Lucentum, Ilici o la que hoy ocupa el solar de la Vila Joiosa. A continuación, en la sala dedicada al comercio, recreado en el casco de una nave mercantil, se pueden ver los aspectos más importantes de las relaciones comerciales en el mundo mediterráneo: la circulación monetaria, los sistemas
de pesas y medidas, las vajillas de importación, las ánforas y los productos que se comercializaban. El
ámbito urbano viene representado por una maqueta, de carácter didáctico, de una ciudad romana,
complementada, por un lado, con objetos de la vida cotidiana y, por otro, con los elementos y materiales de construcción introducidos por los romanos. El ambiente relajado de la vida en el campo enmarca
la magnífica escultura en bronce del Apolo de Pinedo, complementada con los hallazgos de la villa de
Font de Mussa y del Pla de l’Arc de Llíria. La última sección de la etapa romana ofrece una rápida visión de la dualidad existente entre el mundo pagano y el cristiano, reflejada en los cultos religiosos y
los ritos funerarios. Dos importantes yacimientos visigodos, el monasterio de la Punta de l’Illa y la villa
aúlica del Pla de Nadal, cierran este recorrido de ocho siglos, con la intención de haber conseguido entablar un diálogo comprensible, original y sugerente entre la cultura romana y el público.
Una atención preferente a los escolares y la incorporación a las nuevas tecnologías hacen que la
vertiente lúdica y didáctica de estas nuevas salas se refleje en los correspondientes audiovisuales,
pantallas interactivas y maquetas táctiles, finalizando el itinerario en un área de ocio destinada a los
talleres didácticos.
Este catálogo, que lleva como título «Los romanos y visigodos en tierras valencianas», es una recopilación de los hallazgos más importantes de la arqueología romana y, sobre todo, es el resultado
de la puesta al día de la investigación arqueológica en toda la geografía valenciana realizada por 23
especialistas procedentes del ámbito universitario y de los museos. Los capítulos se estructuran siguiendo las áreas temáticas que articulan la exposición: Commercium, Urbs, Ager y Religio, precedidos
de las necesarias referencias a la historiografía romana valenciana, a los autores clásicos, a la historia
de Roma en nuestras tierras y a los aspectos paleoambientales y faunísticos.
No queremos finalizar esta introducción, sin agradecer la colaboración desinteresada de todos los
profesionales que han participado en los textos de este catálogo y, sobre todo, al equipo responsable
del proyecto y diseño de las nuevas salas del mundo romano, Rosa Albiach, Manuel Gozalbes, Francisco Chiner y Ángel Sánchez, que con su capacidad de trabajo, dedicación e ilusión han conseguido
que sea una realidad. Hay que hacer extensible este agradecimiento al resto de personas el Servicio
de Investigación Prehistórica y Museo de Prehistoria y de las Culturas, técnicos, becarios, bibliotecarios y administrativos que han apoyado y colaborado intensamente en el montaje y realización del
catálogo. De la misma manera expresar nuestro agradecimiento a los museos, instituciones, servicios
de arqueología y particulares que han colaborado en el montaje de las salas, bien cediendo las piezas
que ilustran las ciudades romanas valencianas, bien proporcionando la documentación y parte gráfica complementaria y necesaria para su realización. Esperemos que este proyecto, así como el catálogo, sea de su agrado y, en general, del público valenciano a quien, en definitiva, va dirigido.
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ÍNDICE DE CONTENIDOS
I / EXPLICATIONES ..................................................................................................................
17
La arqueología romana en la labor del Servicio de Investigación Prehistórica (1927-2002),
M. J. de Pedro y J. Juan Cabanilles..................................................................................................
19
Las antigüedades valencianas en la Real Academia de la Historia, R. Cebrián ...................
27
Autores clásicos, J. J. Seguí ...........................................................................................................
35
La presencia romana en los cronistas valencianos, L. Sánchez González ...............................
41
Autores modernos en torno a las ciudades romanas valencianas, C. Aranegui...................
47
II / TERRA .........................................................................................................................................
55
La llanura litoral valenciana en época antigua, P. Carmona ....................................................
57
El paisaje, E. Grau ..........................................................................................................................
63
Restos faunísticos en contextos urbanos, A. Sanchis ................................................................
69
III / HISTORIA..................................................................................................................................
77
La conquista romana y el proceso de romanización en el mundo ibérico,
H. Bonet y A.V. Ribera ....................................................................................................................
79
El imperio romano, A.V. Ribera....................................................................................................
91
El final del mundo romano y el periodo visigodo (siglos IV-VIII),
A. V. Ribera y M. Rosselló...............................................................................................................
103
IV / COMMERCIVM .....................................................................................................................
113
El comercio: rutas comerciales y puertos, J. Pérez Ballester .....................................................
115
La producción monetaria, P. P. Ripollès ......................................................................................
131
La circulación monetaria, M. Gozalbes ........................................................................................
141
V / AGER ............................................................................................................................................
149
El territorio, vías y centuriaciones, F. Arasa...............................................................................
151
Las villas. Explotaciones agrícolas, F. Arasa ..............................................................................
161
Hornos romanos y producción cerámica, J. Coll ......................................................................
167
Yacimientos no urbanos de época visigoda (siglos VI-VII), E. Juan y M. Rosselló .................
175
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VI / VRBS .............................................................................................................................................
185
Urbanismo y arquitectura en las ciudades romanas valencianas, M. Olcina .......................
187
El escenario epigráfico en las ciudades, R. Cebrián ..................................................................
201
Las manifestaciones artísticas, J. L. Jiménez ...............................................................................
205
La vajilla romana, R. Albiach ........................................................................................................
215
La cultura del agua, J. L. Jiménez .................................................................................................
227
La ciudad tardoantigua, A.V. Ribera ...........................................................................................
235
VII / RELIGIO
....................................................................................................................................
243
Las necrópolis, L. Abad y J. M. Abascal .......................................................................................
245
Ritos funerarios paganos, L. Abad y J. M. Abascal.....................................................................
253
El cristianismo primitivo, M. Rosselló y A.V. Ribera..................................................................
259
La epigrafía funeraria, L. Abad, J. M. Abascal y R. Cebrián.......................................................
265
BIBLIOGRAFÍA..................................................................................................................................
273
ÍNDICES
Onomástico.....................................................................................................................................
291
Toponímico .....................................................................................................................................
295
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• LA ARQUEOLOGÍA ROMANA EN LA LABOR DEL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN
PREHJSTÓR1CA ( 1927-2002)
~
LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HJSTOR1A
• AUTORES CLÁSICOS
,. LA PRESENCIA ROMANA EN LOS CRONISTAS VALENCIANOS
._AUTORES MODERNOS EN TORNO A LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS
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LA ARQUEOLOGÍA ROMANA EN LA LABOR
DEL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA (1927-2002)
M.ª JESÚS DE PEDRO Y JOAQUIM JUAN CABANILLES
Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia
Tras un periodo inicial marcado, sobre todo, por el interés despertado por los grandes hallazgos
de la arqueología prehistórica, la arqueología romana ha ido ocupando un lugar crecientemente importante en la vida cotidiana de la institución, como bien refleja la extensa nómina de yacimientos
romanos que hoy forman sus colecciones. Por acuerdo de la Comisión Provincial Permanente de la
Diputación de Valencia, el Museo de Prehistoria fue creado el 20 de octubre de 1927 como parte inseparable del Servicio de Investigación Prehistórica. Su primer director, Isidro Ballester, y un excepcional grupo de colaboradores, entre los que destaca Luis Pericot, impulsaron la creación de un centro
dedicado al estudio y recuperación del patrimonio arqueológico valenciano. Desde entonces, el SIP
ha dedicado sus principales esfuerzos a la realización de campañas de excavaciones arqueológicas
en diversos yacimientos valencianos, con el fin de construir un Museo de Prehistoria, centro de investigación y archivo documental de todas aquellas sociedades humanas que vivieron en las actuales tierras valencianas, desde el Paleolítico a la Romanización.
Se conmemora ahora, en 2002, el 75 aniversario de la institución, que coincide con la remodelación y ampliación de las salas permanentes de Época Romana, después de su instalación en 1995 en
la actual sede del Museu de Prehistòria, la antigua Casa de Beneficencia.
La historia del SIP y su Museo y la formación de las colecciones han sido tratadas con anterioridad. Nos ocuparemos ahora de los materiales de época romana, señalando el hecho de que I. Ballester, a la hora de concretar el nombre de la institución, dijera «si la Excma. Diputación Provincial decide,
pues, la creación de un Museo Arqueológico, seguramente que lo hará como parte de un Servicio de Investigaciones Arqueológicas que necesariamente, por la fuerza de las cosas, habrá de comprender aunque sea modestamente tres secciones: excavaciones, museo y publicaciones», y matiza: «Para lo Arqueológico, tan amplio, precisaría muchisimos miles de duros. El Museo Provincial de Prehistoria se puede montar gastando unos miles
de duros en excavaciones y algunas compras, acabando por ser así una cosa digna. El de Arqueología exigiría
no pocos millones de pesetas para merecer tal nombre. Quien mucho abarca… Así pues, a mi juicio los impresos han de llevar “Servicio de Investigación Prehistórica de la Excma. Diputación Provincial de Valencia”. De
aquí a un par de años… se debe cambiar la denominación dicha por Museo y Servicio de Investigación Prehistórica». Ello explica que, en sus primeros cincuenta años de actividad, cuando las excavaciones arqueológicas responden sobre todo a un programa de investigación y las intervenciones de salvamento son todavía escasas, sean las cuevas paleolíticas o neolíticas, los poblados de la Edad del
Bronce o las impresionantes ciudades ibéricas las que atraen la atención del SIP, mientras los yacimientos romanos y tardorromanos excavados no superen la docena. En efecto «el SIP se ocupó
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
mayormente de la Prehistoria del País Valenciano pero intervino asimismo en la
salvación de algunos de los materiales arqueológicos de la ciudad, como los aparecidos con motivo de la ampliación del Palau de la Generalitat». La creación
del Servicio de Investigación Arqueológica Municipal (SIAM) del
Ayuntamiento de Valencia, en 1948, limitó en buena medida dichas
intervenciones.
Aparte de las excavaciones, han sido frecuentes los hallazgos
casuales, donaciones y materiales procedentes de prospección, sin
olvidar las compras realizadas durante los primeros años. Las noticias recogidas por E. Pla en las «Actividades del SIP» y las memorias anuales redactadas por la dirección en «La labor del SIP y su
Museo», así como los diferentes artículos, cartas arqueológicas, catálogos de materiales y monografías publicados en la serie Trabajos Varios
o en la revista Archivo de Prehistoria Levantina, nos han permitido reconstruir esta historia de formación de las colecciones hasta bien entrados
los años 80 del pasado siglo. La documentación interna de la Institución,
es decir, los archivos y ficheros de yacimientos, registro, catalogación y
fotografía, han sido también de gran ayuda.
Lucerna procedente de Empúries
(Girona). Siglos II-III. Colección
Cazurro. [Museo de Prehistoria
de Valencia].
Estátera de bronce procedente de
Vélez Blanco (Almería). Colección Motos. [Museo de Prehistoria de Valencia].
La primera etapa, bajo la dirección de Isidro Ballester, está marcada por
la compra de materiales, concebida siempre como complemento del núcleo
propio. Así, en 1929 se adquiere la Colección Motos de la que forma parte
la estátera romana de bronce de Vélez Blanco. Y, en sesión de 21 de enero
de 1930, «se acordó adquirir un importante lote de objetos prehistóricos de Ampúrias que está formado por vasos, objetos de bronce y piezas de marfil y hueso griegos, ibéricos y romanos, producto de las excavaciones practicadas en la Colonia
Hispano-Griega de Ampúrias; y autorizar al Sr. Director del Servicio de Investigación Prehistórica de esta Corporación, para que adquiera dicho lote, y que su importe que es de 2.500 pesetas se satisfaga con cargo a la consignación especial que
por este concepto figura en el Presupuesto de Gastos del corriente año». Se trata
de los materiales de Empúries de la Colección Cazurro: vasos de terra sigillata y de paredes finas; ungüentarios, olpes y lucernas; colgantes, fíbulas,
instrumental médico romano, objetos de metal y piezas de marfil y hueso
diversas. Por último, la Colección Pérez Cabrero, comprada en 1930, y la
Colección Martínez y Martínez, de 1937, comprenden ungüentarios romanos de vidrio, cerámica sigillata y barniz negro campaniense, lucernas y lacrimatorios de cerámica, todo ello de Eivissa.
Diversas donaciones vienen a incrementar los fondos del Museo,
como la realizada por Martí Garcerán de la cueva y poblado de la Torre
del Mal Paso (Castellnovo), en 1943. Con posterioridad D. Fletcher y
F. Jordá excavaron la cueva, en 1946 y 1947, recuperando cuentas de collar de pasta vítrea, cerámicas ibéricas y romanas, lucernas, monedas y
objetos de bronce; y una cadenilla de oro. La exploración del poblado, en
1946, aportó igualmente cerámica ibérica decorada y terra sigillata hispánica, cerámica estampada y gris, y agujas de hueso. De la Cova de les Meravelles (Gandia) procede un lote de 34 monedas ibéricas y romanas, así
como lucernas e idolillos antropomorfos de cerámica, pertenecientes a la
Colección Ballester. Y de la necrópolis de Gaià (Pego), dos botellas de ce-
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LA ARQUEOLOGÍA ROMANA EN LA LABOR DEL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA • M.ª JESÚS DE PEDRO Y JOAQUIM JUAN CABANILLES
rámica descubiertas en 1944-45 y donadas al SIP por C. Giner Bolufer, datadas entre finales del siglo
VI e inicios del VII. Además, podemos citar los hallazgos casuales de 1950 en Casa Perot (Barxeta): vidrios, una sortija de oro y otros restos. O la visita de D. Fletcher a Guadasséquies, donde se recuperaron ánforas y tapones de ánfora, dolia, sillarejos y una estampilla circular en arcilla decorada con
una liebre y un racimo de uvas.
Las excavaciones realizadas en Valencia con motivo de trabajos en el subsuelo del Palau de la Generalitat, en 1929 y 1932, y posteriormente en las obras de ampliación del mismo, en 1945, dirigidas
por N. P. Gómez Serrano bajo la supervisión del SIP, dieron como resultado el hallazgo de construcciones republicanas y de época imperial, muros de opus incertum trabado
con arcilla. Los materiales asociados son cerámica campaniense, terra
sigillata aretina, sudgálica e hispánica, sigillata clara, cerámica común, lucernas y ánforas.
Entre 1950 y 1987 asistimos a un periodo de intensa actividad de
la institución, bajo la dirección de Domingo Fletcher y Enrique Pla,
que incluye la época de mayor estabilidad por lo que se refiere a la exposición de sus colecciones permanentes en el Palau de la Batlia, hasta
su traslado en 1982 a la Casa de Beneficencia. Se abandona la política inicial de compra y se incrementa el trabajo de campo. Las donaciones y los
hallazgos casuales, pero sobre todo las excavaciones y prospecciones serán
fundamentales en el crecimiento de las colecciones de materiales romanos.
Nos referiremos, en primer lugar, a las donaciones. De 1952 data
la Colección Jornet, de yacimientos de la Vall d’Albaida, en la que
destacan los vasos de terra sigillata con marcas de alfarero del Tossalet, Beniprí y Camí de la Pedrera (Bèlgida); la inscripción funeraria
de Otos y la cantimplora de bronce con decoración de pasta vítrea en
amarillo, verde y azul, de Bèlgida. Y la Colección Monzó, de yacimientos del Camp de Morvedre, que consta de cerámica ibérica, campaniense y terra sigillata de Els Arcs y Sabató (Estivella), Muntanyeta
de les Panses, Partida del Calvari, el Planet y Muntanya Redona (Albalat dels Tarongers). Entre 1952 y 1954 ingresan en el museo diferentes ánforas procedentes de la costa entre Eivissa y Dénia, concretamente dos ejemplares de Dressel 20 con marcas y estampilla. De los
años 60 es la donación de Luis Zalbidea de moldes y fragmentos de vasijas romanas del taller de terra sigillata de El Endrinal (Bronchales, Teruel); la Colección Saludes compuesta por cuatro cepos de ancla y veintidós ánforas procedentes de la zona de El Saler; y la colección donada por
E. Pastor Alberola, de Castelló de Rugat, formada por cerámica sigillata
aretina, hispánica y clara, ánforas, monedas, tegulae y dolia, de los yacimientos de Lauro, Ofra, Alt de la Perdiu, Xarxet, Pinar, entre otros.
Escultura femenina de mármol.
València la Vella (Riba-roja de
Túria). Siglos II-III. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
En 1963 se produce un hallazgo extraordinario en aguas cercanas a la playa de Pinedo, una estatua de bronce descubierta en una zona en la que anteriormente se han hallado ánforas y cepos de
ancla. Se trata de la estatua conocida en adelante como el Apolo de Pinedo, expuesto desde entonces
en las salas del Museo y objeto de una exposición monográfica del SIP en 1994, tras su limpieza y
restauración y tras habérsele reintegrado su pierna izquierda.
Las donaciones se suceden durante todo este periodo, de lo que son ejemplo: un osculatorio de la
Cova dels Francesos (Alzira); un amuleto fálico de bronce de Benibaire Alt (Carcaixent); una pequeña
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
pátera de barniz negro de Despenyaperros (Paterna); una
tegula con estampilla L HERENNI procedente del poblado de
Sant Antoni (Bocairent), además de cerámica sigillata,
paredes finas y marmorata; la estatuilla femenina de
piedra, de 30 cm de altura, procedente de Riba-roja de
Túria y donada por el Colegio María de Iciar de dicha
localidad en 1975; los materiales procedentes de las
prospecciones de N. P. Gómez Serrano, donados por
sus herederos en 1976; o las cerámicas romanas procedentes de varios puntos de Alzira, donadas por A.
Martínez Pérez en 1981, como principales referencias.
Las visitas a yacimientos realizadas por los
miembros del SIP, como comprobación de noticias
de hallazgos casuales y como documentación de restos arqueológicos diversos, permiten recuperar diversos materiales de época romana en Les Paretetes
dels Moros (Montcada), València la Vella (Riba-roja
de Túria), y la Solana (Utiel), donde se recogen ánforas, tegulae y cerámica sigillata hispánica. En Els Xarcons (Montserrat) se excava una sepultura romana
Estela funeraria de época imperial. El Reguero (Pedralba,
tardía y se recuperan cuentas de collar de vidrio y
Valencia). [Museo de Prehistoria de Valencia].
piedra, agujas y aretes de bronce, y una botella cerámica con asa, todo ello de época visigoda. Y en la
Falquia (Beneixida), procedentes de unas galerías subterráneas, se encuentran dos lucernas, vasijas,
cuentas de collar de pasta vítrea y una fíbula, de época tardorromana o visigoda.
De la Ereta dels Moros (Aldaia) procede un mármol decorado con una hoja de acanto. Y una visita realizada a Casa Zapata (Villargordo del Cabriel) motiva el ingreso, en 1965, de la inscripción romana IVNIAE L FIL ANTIQVAE, además de cerámica romana e ibérica. En las villas romanas de la Encolla
(Xiva) y Cambrillas (Xest) se recogen numerosos fragmentos de cerámica romana y una moneda de
Marco Antonio Gordiano Pio. Y en 1967 se produce el hallazgo en El Reguero (Pedralba) de una villa
romana en la que aparecieron fragmentos de cerámica sigillata hispánica y clara, cerámica común, fíbulas, dolia y dos lápidas romanas con inscripción funeraria.
Las excavaciones llevadas a cabo en estos años son, entre otras, la necrópolis de Les Foies (Manuel), del siglo III-IV, en la que se exhuman tres sepulturas en 1951; los materiales hallados compren-
Cuencos de terra sigillata hispánica. Llíria
(Valencia). [Museo de Prehistoria de Valencia].
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LA ARQUEOLOGÍA ROMANA EN LA LABOR DEL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA • M.ª JESÚS DE PEDRO Y JOAQUIM JUAN CABANILLES
den jarritos, cuencos y pequeños vasos cerámicos, un fragmento de cazo de bronce, una botella de
vidrio y ánforas. La cripta de El Romaní (Sollana), excavada en 1952 por D. Fletcher y E. Pla, en la
que se hallaron cuatro individuos y parte de su ajuar: una botella cerámica, un pendiente y tres anillos, uno de ellos de bronce con chatón decorado con una cruz, de época visigoda. El horno cerámico
de la Cargadora (Olocau), excavado por J. Alcácer en 1953, que aporta numerosos fragmentos de dolia,
vasijas de cerámica común y terra sigillata con marcas de alfarero, vasos de paredes finas y jarros. Y la
excavación de M. Tarradell, D. Fletcher y E. Pla en 1955, en Punta de l’Illa (Cullera), que permite identificar un edificio de carácter religioso y departamentos destinados a almacén. La intervención aquí
continúa en 1957 y 1966, y entre los materiales destacan las ánforas tardorromanas procedentes del
norte de África y de Siria, de Palestina y del Mar Negro, de los siglos IV a VI, y también hallazgos diversos como lucernas, tegulae, ampollas, un «Baco» de bronce, dos cruces de bronce del siglo VI, además de un conjunto de monedas vándalas.
Los trabajos de excavación se extienden, asimismo, a la Moleta dels Frares (Forcall),
cuya amplia cronología alcanza la segunda mitad del siglo III, de acuerdo
con los materiales recuperados: cerámicas ibéricas y campanienses, sigillata aretina, sudgálica, hispánica y clara, cerámica común romana, ánforas, objetos metálicos y monedas. Al Castell de Cullera, bajo la dirección
de E. Pla, en la zona del monasterio y en la parte baja de la ladera SO. Y
al Pla de l’Arc (Llíria), trabajos dirigidos por M. Gil-Mascarell, que ponen al descubierto una serie de construcciones de época augustea y
posterior; de aquí procede un oscillum de mármol blanco en una de cuyas caras hay una máscara trágica y en la otra una liebre agazapada,
además de cerámica sigillata y común, lucernas y vidrios.
Todos estos materiales y otros, como monedas e inscripciones
de diversas procedencias, ingresaron en el Museo y estuvieron expuestos en las salas del Palau de la Batlia, hasta 1982. Pero el SIP estuvo presente también en otras excavaciones cuyos materiales, por
diversos motivos, no fueron ingresados en el Museo. Así, en la factoría pesquera de la Punta de l’Arenal (Xàbia), hallazgos que pasaron a
formar parte de una colección particular; en el Fossaret de la Catedral
(Valencia), materiales –cerámica de barniz negro, terra sigillata, ceráÁnfora palestina hallada en
mica común, cerámica estampada y monedas– que se depositaron en el
Punta de l’Illa (Cullera, Valencia). Siglo VI. [Museo de PrehisMuseo Catedralicio; o en el horno de ánforas de Oliva, cuyos hallazgos,
toria de Valencia].
sobre todo ánforas que imitan las formas Dressel 2-4, fueron depositados
en el Ayuntamiento de dicha localidad. Mientras, el Departamento de Arqueología de la Universidad de Valencia asumía la dirección de las excavaciones en la ciudad, realizándose entre 1966-68 los trabajos en la Plaça de la Reina, dirigidos por M. Tarradell y G. Martín, cuyos resultados, en su mayoría, permanecen inéditos.
Entre los años setenta y ochenta, continuando con la labor de campo realizada por el SIP, se llevan a cabo algunas excavaciones con carácter de urgencia en la Balsa (Camporrobles), en Benibaire
(Carcaixent), en la villa romana de la Catorzena/la Campina (Potries), en el Pla de Penilla (Sumacàrcer), de donde proceden monedas y una lucerna, y en la necrópolis de Tisneres (Alzira), recientemente publicada. En Benifaraig (Alberic), aparecieron tres balsas de carácter artesano-industrial de
planta rectangular y pavimento de opus spicatum; los materiales recuperados son vasos de terra sigillata sudgálica, hispánica, clara A, lucente y clara D, lucernas, cerámica africana de cocina y común,
ánforas, dolia, material de construcción y diversas monedas de los emperadores Augusto, Adriano,
Claudio II y Constantino I, así como un ara funeraria de caliza gris con las letras picadas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Detalle del Mosaico procedente de la villa de Font de Mussa (Benifaió, Valencia). Siglo I-II. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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LA ARQUEOLOGÍA ROMANA EN LA LABOR DEL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA • M.ª JESÚS DE PEDRO Y JOAQUIM JUAN CABANILLES
Los trabajos en València la Vella (Riba-roja de Túria), a cargo de
G. Pereira y de C. Aranegui, entre 1978-80, permiten identificar una
compleja edificación interpretada recientemente como parte de
una instalación defensiva del siglo VI; y la excavación del Pla de
Nadal (Riba-roja de Túria), por E. Juan, pone al descubierto un
importante edificio de carácter civil de época visigoda y ha permitido la recuperación de numerosos elementos arquitectónicos y
decorativos, como arcos, frisos, sillares, columnas y capiteles, cruces y estelas.
A partir de 1987, con Bernat Martí en la dirección, después del traslado de la institución a la Casa de Beneficencia y la recuperación de los
espacios necesarios para almacenes, laboratorios, biblioteca y salas de
exposición, prosiguen las excavaciones y publicaciones y, sobre todo,
las tareas de inventario y catalogación de las colecciones y la gestión
de los archivos documentales, gráfico, fotográfico y de yacimientos. El
objetivo es ya el de atender al conjunto de fondos de época romana y,
si bien en 1991 la exposición «Un segle d’Arqueologia Valenciana»
muestra los resultados de lo que había sido una fructífera labor de investigación sobre nuestra Prehistoria y Cultura Ibérica hasta los límites
de la Romanización, las nuevas perspectivas se manifiestan poco
tiempo después, en 1994, cuando se dedica una exposición monográfica al «Apolo de Pinedo» y se inician los trabajos para el montaje de
las salas permanentes del Museu de Prehistòria, que serán inauguradas en 1995, con una sala dedicada a las colecciones de Época Romana
y a la Numismática.
Pendiente de oro de época imperial. C/ Embajador Vich (Valencia). [Museo de Prehistoria de
Valencia].
Las últimas adquisiciones, procedentes tanto de donaciones particulares como de excavaciones,
son la Colección Pallarés compuesta por un centenar de piezas, terracotas, inscripciones imperiales y
bajoimperiales, lucernas, cerámica común, barniz negro campaniense y terra sigillata, material de
construcción y esculturas de mármol, procedentes de Roma; las lápidas con inscripción procedentes
de Llíria, donadas por la familia Porcar; el tesoro de Monforte B, compuesto por 101 bronces datados entre los siglos I y IV; las cerámicas de los pozos votivos y el tesoro de Llíria, procedente de la
Calle Duc de Llíria, de más de seis mil denarios de los siglos I a principios del III; las agujas de
hueso para el cabello y otros materiales procedentes de la excavación de Los Tunos (Requena), villa
romana en la que destaca un conjunto termal; los elementos de construcción recuperados en los hor-
Áureo de Tiberio de la ceca de Lugdunum.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
nos romanos de Castelló de la Ribera; además de los materiales procedentes de las excavaciones
efectuadas en los últimos años en la Font de Mussa (Benifaió), villa romana imperial de la que se
conservan en el SIP cerámicas, objetos metálicos y óseos, restos de pintura mural y un mosaico. Materiales que, en adelante, pasarán a formar parte del nuevo montaje expositivo.
El impulso dado por el Ayuntamiento de Valencia a la arqueología de la ciudad, hacia la mitad de
la década de los ochenta, con la incorporación del nuevo SIAM a las excavaciones urbanas, bajo la
dirección de Albert Ribera, así como la importante labor investigadora de las universidades valencianas, y la gran actividad excavadora desarrollada igualmente por los museos locales y por la arqueología de gestión, en las últimas décadas, completan la tarea emprendida por el SIP hace setenta
y cinco años en el transcurso de los cuales la arqueología clásica, pese a no ser el objetivo primordial
de la institución, ha sido siempre atendida. Prueba de ello son los numerosos conjuntos inventariados y catalogados y el gran volumen de publicaciones dedicadas al tema.
Las exposiciones de los últimos años, como «Monedes d’ahir, tresors de hui» y «Els diners van i
vénen», o la elaboración de una Guía Didáctica sobre Numismática, pueden ser el exponente de la
permanente inquietud del SIP que, ahora bajo la dirección de Helena Bonet, acomete la ampliación y
remodelación de las salas de Época Romana y Visigoda, las cuales contarán en adelante con un espacio expositivo mayor, estructurado en función de una arquitectura interior diseñada de forma coherente con los contenidos a exponer que incorpora, además, las nuevas tecnologías de la información
y los recursos didácticos adecuados.
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS
EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
ROSARIO CEBRIÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
La fundación de la Real Academia de la Historia en 1738 supuso un importante avance en el estudio
de las antigüedades de España. A partir de entonces, la Institución reunió la información epigráfica y
arqueológica que, desde diferentes lugares de la Península, enviaban, sobre todo, los Correspondientes
en las provincias. Esta situación se mantuvo hasta 1844, momento en el que se crearon las Comisiones
Provinciales de Monumentos, provocando, en cierta medida, la pérdida de los privilegios de la Academia
como única conservadora de las antigüedades nacionales. A pesar de ello, la Real Academia de la Historia
sigue siendo fuente primordial para el estudio de la investigación arqueológica en España.
A finales del siglo XVIII, la creación de la Sala de Antigüedades se ocupó de aquellos proyectos de
carácter histórico que había iniciado la Academia, tales como la formación del Diccionario GeográficoHistórico de España, la Colección Lithológica y el monetario o Museo Numismático. Además, asumió la
tarea de reconocer y valorar los distintos descubrimientos de monumentos de antigüedad. Mientras,
en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia se archivaban los expedientes sobre las distintas noticias de antigüedades que se remitían y que, previamente, habían sido tratadas en las sesiones semanales de la Institución. De esta manera, poco a poco, se fue formando la Comisión de Antigüedades,
ordenada por provincias y que ha sido objeto de publicación por parte del Gabinete de Antigüedades.
En ella, se conservan multitud de informes y correspondencia sobre la gran parte de los yacimientos
arqueológicos excavados durante los siglos XVIII y XIX en España, hallazgos de inscripciones y monedas y disertaciones de carácter histórico.
Junto a esta información, la Biblioteca custodia una amplia documentación, que incluye no sólo
las obras impresas sino también los legados personales de los grandes intelectuales del momento,
entre los que se incluyen Luis José Velázquez de Velasco, Aureliano Fernández-Guerra, Fidel Fita,
Antonio Vives y Eduardo Saavedra, entre otros.
La remisión de informes de carácter arqueológico y epigráfico incluía, en ocasiones, planos, calcos, grabados y fotografías que se depositaron en la sección de Cartografía y Bellas Artes. En la actualidad, se ha iniciado la publicación de esta documentación gráfica, de gran interés para el estudio de
la arqueología y ciencias afines.
Por otra parte, la Real Academia de la Historia conserva una rica colección arqueológica, cuyas piezas, globalmente, quedan incluidas en el término de Bienes de Interés Cultural. Entre ellas, cabe destacar el conjunto de materiales arqueológicos, epigráficos y numismáticos, que llegaron a la Academia procedentes de donaciones o compras.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Hallazgos de La Alcudia (Elche, Alicante). [RAH].
Se trata de una relación de objetos encontrados el 26 de
marzo de 1776, remitida por José Caamaño, Diego de
Cuesta, Enrique Huertas y Leonardo Soler. En las últimas líneas se puede leer, ‘Dos Cientas y cincuenta medallas de diferentes emperadores... de plata y bien conservadas’.
Dibujo del mosaico de Baco de Sagunto. [RAH].
El mosaico, actualmente perdido, se encontró
en 1745 a consecuencia de los trabajos de reparación del Camino Real de Sagunto. Felipe V
ordenó su estudio y, gracias a ello, se conservan los informes y dibujos que nos permiten
conocerlo.
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
En este contexto, el estudio de la documentación sobre antigüedades valencianas obliga a prestar
atención tanto a la información archivada en la Comisión de Antigüedades como a la contenida en las
colecciones del fondo manuscrito de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, sin olvidar, el
análisis de los materiales arqueológicos procedentes del área valenciana y la colección de monedas
del Numario de la Academia. Con todo, este trabajo no pretende ser exhaustivo, ya que una buena
parte de los fondos sobre arqueología permanecen inéditos, a pesar de que la catalogación informatizada de los documentos ha sido ya emprendida por el Gabinete de Antigüedades, gracias al tesón de
su anticuario Martín Almagro-Gorbea.
La documentación de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia sobre la Comunidad Valenciana consta de 579 documentos, de los cuales 166 corresponden a Alicante, 59 a Castellón y 354 a Valencia. Las primeras noticias sobre antigüedades comenzaron a llegar a la Academia a
partir del año 1747, fecha en la que Cayetano Rebolledo de Palafox, alguacil mayor de Valencia, remitió un informe sobre el mosaico hallado en Puçol. En 1797 llegó a la Academia un dibujo de este
pavimento de manos de José Cornide, el cual lo había recibido de Gregorio Mayans.
Unos años más tarde, centraron el interés las excavaciones realizadas en la antigua Saguntum, en
la partida de Vizcarra, donde se situó la antigua Ilici y los hallazgos en Lucentum. En 1771, Alonso
Cano envió a la Academia una caja con monedas de época ibérica, romana, visigoda y árabe, además
de material arqueológico, entre el que se encontraban teselas del mosaico de Baco. En 1775, la Academia abrió un expediente sobre las antigüedades descubiertas en La Alcudia (Elche, Alicante); de
él, destaca el informe que elaboró la Sala de Antigüedades sobre la conveniencia o no de proseguir con
las excavaciones, concluyendo que no era necesario continuarlas ya que las antigüedades encontradas pertenecían, según el Conde de Lumiares, a los siglos XII y XIII. El ilustrado conde remitió en
1776 otro informe a la Academia donde daba cuenta de los hallazgos en la excavación realizada en
La Albufereta (Alicante), que incluía el dibujo de una estatua femenina de mármol.
En los primeros años del siglo XIX, la Sala de Antigüedades se preocupó por la formación de la colección epigráfica de España, siguiendo el proyecto impulsado en 1753 por Pedro Rodríguez de
Campomanes. Antonio de Valcárcel Pío de Saboya, Conde de Lumiares y Correspondiente de la
Academia, fue el encargado de recoger las inscripciones del reino de Valencia. En 1803, envió a la
Academia los dibujos y grabados de los epígrafes que había recogido, entre los que se hallaba la descripción y dibujo del ara funeraria encontrada en Altea y que hoy se conserva en el Museo de Bellas
Artes de Valencia (CIL II, 3578). Dos años más tarde, anunció a la Academia la remisión de su obra,
cuyo manuscrito original se conserva en la Biblioteca de la Academia (ms. 9/4772) y que fue publicada por la Institución a mediados del siglo XIX en las Memorias de la Real Academia de la Historia. Lumiares también informó del hallazgo del monumento funerario de Saenia Abra, en Finestrat (Alicante), del que sólo conocemos un dibujo realizado por B. Ribelles.
El 31 de octubre de 1806, en las obras de construcción del camarín en el santuario de Sant Miquel
de Llíria, se descubrió un recipiente cerámico con cerca de 1000 denarios republicanos, con una cronología entre los años 211 y 44 a.C. La Academia abrió, siete días después del hallazgo, un expediente sobre este asunto a partir del oficio remitido por José Canga Argüelles, en el que daba cuenta
del descubrimiento. Él mismo fue el encargado de realizar la catalogación de los 992 denarios hallados en Llíria; su informe pasó a José Antonio Conde, miembro de la Sala de Antigüedades, el cual escogió un total de 110 monedas, que fueron adquiridas por la Academia y pasaron a formar parte de
su colección numismática. La anécdota llegó cuando el 10 de noviembre de 1806, Gregorio Fábrega,
alcalde de Llíria, pretendió informar a la Academia del descubrimiento. Por error, el oficio remitido
llegó a la Sociedad Económica de Valencia, cuyo secretario Tomás de Otero lo envió a la Real Academia
de la Historia, aprovechando la ocasión para pedirle algunas monedas a fin de colocarlas en el gabinete
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Dibujo realizado por Luis José Velázquez del
texto de las inscripciones que se conservan en
la ermita de Nuestra Señora del Cid (La Iglesuela del Cid, Teruel). [RAH].
Dibujo de una estatuilla de Hércules hallada en Buñol,
remitida por José Cortines y Espinosa. [RAH].
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
Mapa con indicación del trazado de la vía
Augusta entre Ilici y Thiar, elaborado por
Fidel Fita. [RAH].
numismático del propio reino que está formando.
Desde la Academia se respondió no teniendo
este Rl Cuerpo otro dro. qe la inspección gral de
todas las antigüedades qe se descubran, no puede
disponer de las referidas monedas, y si algunas
elige pa aumentar la colección de su precioso museo, lo deberá ejecutar a costa de sus fondos, y
conviniéndose con el dueño, como qualq a otro
comprador particular (GN 1806/2(2)).
El cambio de rumbo en el estudio de las
antigüedades acaecido a partir de la segunda
mitad del siglo XIX, con el aumento en el número de excavaciones casi siempre con financiación privada, provocó la llegada a la Academia de un buen número de documentos en
los que se informaba de los hallazgos casuales. En este sentido, en el área valenciana hay
que destacar la labor de Vicente Boix y Ricarte, Miguel Cortés y López, José Cortines y Espinosa, Aureliano Ibarra y Manzoni, Pedro Ibarra y
Ruiz y de Enrique Palos y Navarro, sin olvidar al académico Antonio Cavanilles y Centi y al Conde
de Lumiares, los cuales mantuvieron correspondencia con la Academia.
Desde Alicante, Aureliano Ibarra y Manzoni y su sobrino Pedro Ibarra y Ruiz comunicaron en
1861 el descubrimiento de unas termas y de varios pavimentos musivos en La Alcudia, entre los que
se encontraba el mosaico de Galatea. Ibarra y Ruiz volvió a cartearse con la Academia a finales del
siglo XIX para dar cuenta del hallazgo de dos esfinges y un toro de piedra en Agost y para notificar el
hallazgo de la Dama de Elche.
En 1827, el alcalde y el administrador de correos de Alcalà de Xivert informaron a la Academia
del descubrimiento de varias antigüedades en la partida del Mas (CAI-CS/9/3929/1). La información ofrecida no permite identificar el lugar de hallazgo, aunque todo parece tratarse de una invención, pues en uno de los oficios que forman el expediente se llega a decir a propósito de tales restos
que tan pronto como percibieron el aire se redujo todo a polvo.
Ese mismo año, José Cortines y Espinosa remitió diversas noticias a la Academia. Entre ellas, destacan las referidas al descubrimiento de algunas antigüedades en el puerto de las Cabrillas (Buñol, Valencia), durante las obras de la carretera Madrid-Valencia, y el hallazgo de una inscripción de Alborache
(CIL II2 14/56), hoy perdida. Unos años más tarde, Miguel Cortés y López envió la copia del texto de
seis inscripciones romanas encontradas en Valencia. En 1857, un particular solicitó a la Academia permiso para realizar excavaciones en el castillo de Cullera, y aunque se concedió el citado permiso nada
sabemos sobre el resultado de su trabajo. También tenemos constancia de las intervenciones arqueológicas realizadas en Sant Feliu de Xàtiva y en el castillo de Montesa en la segunda mitad del siglo XIX.
A pesar de toda esta información, fue Sagunto la ciudad que acaparó el interés arqueológico a lo
largo del siglo XIX. Los problemas planteados sobre la conservación del pórtico superior del teatro de
Saguntum llevaron a Enrique Palos y Navarro a pedir a la Academia dinero para acometer los traba-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Estatuilla de Venus hallada en
Sagunto. S. II. [RAH].
Fue donada por D. Antonio
Delgado a la Academia en 1860.
Copia de la carta que Celestino Pujol remitió a Álvaro Campaner en 1877,
dando cuenta del hallazgo del tesoro monetario de Cheste. [RAH].
jos de restauración. Sin embargo, desde la Sala de Antigüedades se informó que la Institución no financiaría las obras. En 1858, la construcción de la línea férrea entre Valencia y Tarragona obligaba a la
demolición de las murallas, con el consiguiente peligro para la conservación del teatro; la Academia
decidió escribir a los correspondientes de Valencia y lugares cercanos para recabar información sobre
este asunto. Ante la orden de derribo por parte del Ministerio de la Guerra, la Institución exigió los
medios necesarios para preservar los objetos arqueológicos que se encontraban en el lugar. Ese
mismo año, por Real Orden, se concedió a la Academia permiso para excavar en el circo romano de
Saguntum. Antonio Delgado, Anticuario, viajó a Sagunto para evaluar el estado de sus antigüedades,
momento en el que se hizo entrega oficial del teatro de Sagunto a la Real Academia de la Historia para
que quedara bajo su tutela. Finalmente, en 1868, se procedió al vallado del teatro de Sagunto con dinero de la Diputación Provincial de Valencia.
Entre la documentación de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia se
encuentra el dibujo y situación de las inscripciones que se conservan empotradas en los muros de la
ermita de la Virgen del Cid (La Iglesuela del Cid, Teruel). En la antigüedad, esta localidad formó
parte del territorio del municipio de Lesera, identificada con el asentamiento ibero-romano de La Moleta dels Frares (El Forcall, Castellón) y, por ello, hemos creído conveniente incluir aquí esta informa-
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
ción. En el siglo XVIII, Luis José Velázquez de Velasco, Marqués de Valdeflores, realizó un dibujo de
las inscripciones conservadas en la ermita, que incluía la copia del texto de dos epígrafes que formaron parte del monumento funerario de los Domitii (CIL II2 14/ 778 y 779), una inscripción en lengua
ibérica y la inscripción que fecha la construcción en 1546. El dibujo fue copiado por alguien, del que
desconocemos su identidad, e incluido en la colección Antigüedades e Inscripciones, que se guarda en
el fondo manuscrito de la Biblioteca. En 1819, Salvador Campillo, desde Teruel, volvió a copiar las
inscripciones conservadas en la ermita de La Iglesuela del Cid, documento que fue presentado en la
Academia el 21 de mayo de ese mismo año.
El 4 de septiembre de 1804, Joaquín Lorenzo Villanueva remitió a la Academia una Memoria sobre
el fragmento de una cruz de piedra hallada entre las ruinas de la antigua Sétabis (ms. 9/5995), que leyó en
su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia. La cruz, supuestamente, fue encontrada por
algún labrador y colocada en la parte alta de la fachada de la ermita de Sant Feliu. En la actualidad,
se conserva en el Museu de l’Almodi. Representa la imagen de un cordero y una cruz en la parte
central, pero sólo conserva dos de sus cuatro brazos. En esta memoria, Villanueva consideró que estaba situada en el interior de un templo cristiano o bien tuvo un carácter funerario y fechó el relieve
entre los siglos VI y VII d.C.
La Biblioteca de la Real Academia de la Historia conserva legados de antiguos académicos, con
una buena parte de la correspondencia, borradores, dibujos, o fotografías, relacionados con el hallazgo de antigüedades a lo largo de los siglos XVIII y XIX, necesaria para completar el mapa de descubrimientos arqueológicos en España. Las menciones a las antigüedades valencianas se reparten en
las colecciones de Aureliano Fernández-Guerra, Fidel Fita, Enrique Flórez, Conde de Lumiares,
Agustín Sales, Luis José Velázquez y Jacobo Zóbel, entre otros.
El Catalogus Numismatum, escrito por Enrique Flórez, describe algunas monedas romanas halladas en Ilici, Saetabis y Saguntum que, posteriormente, se publicaron en 1757. En el legado manuscrito
de Aureliano Fernández-Guerra se conservan algunos grabados, fotografías y dibujos sobre antigüedades del área valenciana. Entre otros, el grabado de la inscripción cristiana (ms. 9/7387) descubierta el 10 de abril de 1770 en Valencia, la planta del edificio donde se encontró un mosaico en Elche
(ms. 9/7387), y una fotografía de un fragmento de relieve con representación humana, remitida
desde Denia por Roque Chabás (ms. 9/7369). Junto a esta documentación, encontramos apuntes de
Fernández-Guerra sobre distintos monumentos de antigüedad. Entre otros, recoge la noticia del hallazgo en 1740 de un columbario de mármol, tallado sobre piedra de Buixcarró (ms. 9/7363), aunque
copió la información de Antonio Valcarcel.
Fernández-Guerra realizó un estudio sobre las vías romanas de Hispania, que se leyó en la Academia el día 28 de diciembre de 1862, en contestación al discurso de Eduardo Saavedra. Sobre este
tema, elaboró unas fichas con situación de las mansiones emplazadas en la vía Augusta, en el tramo
entre Valentia y Carthago Noua. Junto al nombre de la mansio Sucronem, ad Statuas, ad Turres, ad Ello,
Aspis, Ilici, Thiar, ad Leones y Carthagine, mencionadas en el Anónimo de Ravenna y los vasos de Vicarello, citó la distancia de separación entre ellas, expresada en kilómetros y millas, y su correspondencia geográfica (ms. 9/7369). Para la realización de estas fichas se apoyó en la información facilitada
por Fidel Fita, que le envió un informe con el titulo Nota sobre el itinerario y otro sobre el trazado de la
vía romana desde Ilici a Thiar, que incluía un plano de la vía.
La Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Castellón informó a la Academia el
15 de septiembre de 1868 de algunos monumentos de antigüedad. Este informe, firmado por Pedro Sabau y Larroya y dirigido a José Amador de los Ríos, pasó a Fernández-Guerra y quedó archivado en su
colección (ms. 9/7389). Por una parte, se indica la existencia de un templo dedicado a Venus en Alme-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Dibujo remitido a la RAH por Joaquín Lorenzo Villanueva. 1804. [RAH].
Se trata de la cruz de piedra caliza hallada en Xàtiva con
el motivo del Agnus Dei. Es uno de los escasos vestigios
que se conservan de los inicios del cristianismo.
nara y se detallan los hallazgos arqueológicos en el
lugar: en aquel montón de escombros se encuentran restos de pavimento bastante bien conservados, bases de columnas con inscripciones, lápidas, y trozos de piedras
labradas, que indican la grandeza que aquel edificio tenía en antiguos. Muy cerca de este lugar, se localizó
un depósito de agua, de 40 pies de profundidad,
que contenía los restos de una estatua y de otras
edificaciones. Por otro lado, se alude a las excavaciones arqueológicas que se realizaron en 1846 en
Bejís, que pusieron al descubierto los restos de basamentos de columnas, trozos de piedras cinceladas y se
creía que tal vez pudieran ser parte de algún pavimento
de las fuentes o piscinas que tenían los gentiles en los
atrios o inmediaciones de sus templos o mezquitas para
sus purificaciones. Igualmente se descubrieron los cimientos de un edificio antiguo, que según su forma y localidad, no sería extraño fuese de algún templo dedicado a la Diosa Palas, de la que tomó el río que los baña y que se
forma en las inmediaciones de la villa, el nombre antiguo de Palencia.
La colección de Jacobo Zóbel de Zangróniz presenta también referencias a antigüedades valencianas. Entre sus papeles, se conserva la copia de la carta que Celestino Pujol y Camps envió a Álvaro
Campaner y Fuertes el 20 de octubre de 1877, acerca del hallazgo del tesoro de monedas encontrado
en Cheste, fechado en la Segunda Guerra Púnica. En ella, Pujol copió la carta que remitió a la Sociedad Arqueológica Valenciana dando cuenta del descubrimiento de una vasija, en cuyo interior se localizaron alrededor de 500 monedas de plata, 3 de oro, un torque de oro y tres brazaletes decorados con
cabezas de serpientes (ms. 11/8002). Un año más tarde, Zóbel estudió un conjunto de aproximadamente 50 monedas procedentes de este tesoro.
El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia conserva una variada colección de
materiales arqueológicos, que comprende objetos datados desde la época prehistórica hasta la edad
moderna. Entre las antigüedades romanas valencianas depositadas en la Academia, destaca una pequeña escultura de bronce, que representa a la diosa Venus, procedente de Sagunto y fechada en el
siglo II. La figura llegó a la Academia en 1860 de manos de Antonio Delgado, quién la adquirió de
Antonio María Blanco.
Este rápido examen de la información sobre antigüedades valencianas conservada en la Real Academia de la Historia sirve de ejemplo de la intensa labor que la Institución desarrolló durante casi dos
siglos y medio, consiguiendo reunir una de las colecciones documentales más importantes para el
estudio de la Historia. Por ello, la Academia se ha convertido en un punto de referencia básico para
la investigación arqueológica en España.
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AUTORES CLÁSICOS
JUAN JOSÉ SEGUÍ
Departament de Història Antiga i de la Cultura Escrita. Universitat de València
Los textos de los autores clásicos, especialmente de los historiadores y geógrafos grecorromanos, han sido y seguirán siendo una fuente insustituible de información sobre la antigüedad. Sin
su concurso muchos acontecimientos y circunstancias del pasado nos resultarían desconocidos o
no podrían ser bien interpretados. Esto rige también, como es lógico, para aquellos textos que se
refieren a las tierras valencianas durante la época romana. Pero, del mismo modo que acontece
con carácter general en las fuentes escritas, las nuestras no están exentas de limitaciones. Primero,
porque no son muy abundantes. En la práctica, se circunscriben esencialmente a unas pocas noticias transmitidas por un grupo escogido de autores. Existen muchas reelaboraciones, material de
segunda mano, que se nutre de los mismos fondos y que nada nuevo aporta, aunque da una imagen cuantitativa engañosa. Pero tampoco las más solventes escapan a las limitaciones epistemológicas de su tiempo, pues acotan hacia campos muy precisos el objeto de su atención o se dejan influir por estereotipos continuamente repetidos (topoi). Ante todo porque las fuentes clásicas
centran su interés en lo que llamaríamos la historia política que es, al margen de contados autores,
en la mayoría de los casos una historia militar. Los historiadores clásicos que, por descontado,
asumen conscientemente una visión ecuménica de la historia de Roma, utilizan el relato pormenorizado del proceso de constante incorporación de tierras y gentes como un escenario en el que se
visualiza la construcción del imperio universal. Las gestas militares permiten crear a los escritores
un panorama grandioso, en donde el genio romano y la providencia divina señalan un destino extraordinario: «imponer los principios de la paz, respetar a los sometidos y castigar a los soberbios»
(paci imponere morem, parcere subiectis et debellare superbos (Eneida VI, 852). Esta forma de organizar
el relato histórico a partir de la expansión romana conduce a marginar los aspectos históricos que
se alejan de ese nudo vertebrador, lo que produce con demasiada frecuencia a la hora de agruparlos un conjunto incoherente, deslavazado y pleno de silencios. Asimismo, tampoco debemos olvidar que la historia clásica era, en última instancia, un género literario, un arte tanto como una materia científica, en la que el rigor en el tratamiento de los hechos del pasado tenía siempre que
compaginarse, cuando no supeditarse, con las reglas de la retórica: elegancia en el lenguaje, claridad, concisión y orden en la narración, retrato personal y moral de los personajes e incorporación
de discursos y arengas. Finalmente, no podemos pasar por alto que entre los historiadores clásicos
existía una marcada inclinación por resaltar circunstancias singulares de las provincias o regiones
de que se tenía noticia, insertadas en sus obras como curiosidades dignas de ser reseñadas (paradoxografía). Un recurso para atraer a los lectores que en bastantes ocasiones derivaba hacia relatos
maravillosos, plagados de fantasías (mirabilia).
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Tito Livio, «De Secundo Bello Punico Libri X». Florencia, 14801490. [Biblioteca Universitaria,
Universitat de València].
Tito Livio realizó un extenso y
grandioso relato de la toma de Sagunto por Aníbal.
Retrato de Tito Livio. T. Livius,
«Historicus duobus libris auctus:
cum L. Flori epitome ... Leonardo
Aretino de primo bello punico», Venecia, 1520. [Biblioteca Universitaria, Universitat de València].
El historiador romano es uno de
los autores que nos ofrecen más
información sobre la conquista romana de las tierras valencianas.
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AUTORES CLÁSICOS • JUAN JOSÉ SEGUÍ
Si los historiadores forman el núcleo básico de nuestras fuentes escritas, hay que tener en cuenta
que bastantes textos de escritores de la antigüedad albergan informaciones históricas valiosas, pese a
proceder de otros campos científicos o literarios. Así ocurre en especial con la lírica, los epistolarios y
los repertorios técnicos o enciclopédicos. Todos desgranan ocasionalmente alguna noticia que puede
iluminarnos sobre aspectos económicos, sociales o culturales, temas por lo general muy descuidados
entre los historiadores antiguos.
Por último, se debe tener bien presente que durante la romanización las tierras valencianas nunca
mostraron unos rasgos que las individualizaran especialmente. Ni formaron una unidad administrativa común, ni presentaron a los ojos de Roma una base étnica diferenciada. Por consiguiente, las
fuentes jamás ofrecen un tratamiento colectivo, a no ser en las obras que se organizan siguiendo una
pauta geográfica, generalmente centrada en la zona costera, conforme a modelos muy trillados en
este tipo de enfoques (periégesis y corografías). Para los autores clásicos el principio hispánico está muy
arraigado y es el que se toma como marco de referencia. A lo sumo, se reconoce la diferencia entre las
gentes de la zona céltica y los de la ibérica o, lo que viene a ser lo mismo, la dicotomía entre el interior
y la costa. Así pues, la zona valenciana se engloba en marcos étnicos y territoriales superiores que impiden en la práctica reconocer si las noticias generales sobre iberos e hispanos pueden aplicársele con
seguridad, por lo que es mejor tomarlas con las debidas precauciones.
Partiendo de un criterio cronológico, el primer autor del periodo romano que nos ofrece un cuadro histórico estimable es, sin duda, el griego Polibio. Su excelente formación y su trato con el círculo de Escipión, en el que había entrado por su estancia en Roma como rehén tras la batalla de
Pidna (168 a.C.), le habían abierto puertas de archivos y el acceso a valiosas informaciones que le
permitieron escribir unas Historias en cuarenta libros (de los que se conservan completos sólo los
cinco primeros), donde se recogen los acontecimientos mediterráneos entre el 264 y el 146 a.C. Pese a
su marcada inclinación por Roma, Polibio procura ser metódico y objetivo, lo que se ve además favorecido por su conocimiento directo de muchos acontecimientos y países, incluida la Península Ibérica, que visitó en dos ocasiones. Gracias a su pluma podemos percibir la situación del territorio antes y durante la conquista romana, centrado en el relato de dos acontecimientos históricos
trascendentales, ligados entre sí: los tratados entre Cartago y Roma, en especial el del Ebro con Asdrúbal, que adscribiría las tierras al sur del río a los cartagineses, y el conflicto en torno a Sagunto
que iba a derivar en la II Guerra Púnica, con la subsiguiente anexión de toda la zona a la potencia romana (II, 13, 7 y III passim.). Pero también a Polibio debemos noticias precisas de gran interés: existencia de un templo de Afrodita al norte de Sagunto (III, 97, 6) o comportamiento del reyezuelo edetano Edecón como cliente de Escipión (X, 34 y 40).
Las informaciones provenientes de historiadores de época republicana decaen de aquí en delante
de forma muy notoria. Existe una causa externa, pues casi todas las obras de este periodo no se conservan (analística). Pero esta circunstancia es engañosa, ya que poco es lo que cabría esperar de sus
contenidos con relación a la zona valenciana al haber quedado muy atrás la conquista y, por tanto, no
presentar a los ojos de los historiadores, ningún interés militar. De todas formas, los nuevos gustos
que incorporan las corrientes históricas del momento ayudarán a paliar esta esterilidad. Gracias, por
un lado, a las modas etnográficas que animan a autores como Artemidoro o Posidonio que, aunque
hoy perdidos, fueron posteriormente utilizados o imitados por otros, como Estrabón, para introducir
menciones geográficas o costumbristas. Pero también por la supervivencia de algún tratado técnico
romano, como es el caso del libro de agricultura de Catón, de principios del siglo II a.C., donde se
mencionan los higos saguntinos (De agricultura X, 8, 1). El siglo I a.C. destaca por la aparición de las
monografías históricas, relatos especializados en acontecimientos concretos, de los que el mejor
ejemplo fue Salustio, que en sus Historias nos depara alguna noticia de interés sobre las batallas del
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sucrón y sobre la suerte de Valentia en tiempos de las guerras sertorianas (Hist. IV, Ep. Pomp. 6-8). En
este marco, aunque escuetas también, no son de menor valor las informaciones que nos llegan de autores contemporáneos a los últimos decenios de la República romana, como las reseñas de Cicerón
sobre la huida de sertorianos a Sicilia desde Dianium (Verr. I, 87; V, 146, 151 y 154) o acerca de las
concesiones de ciudadanía por Metelo y Pompeyo a los Fabios saguntinos (Balb. 50-51); también la
que nos sirve el anónimo autor de la Guerra de España sobre la participación de Sagunto junto a los
pompeyanos en contra de César (Bell. Hisp. 10, 1).
La Pax Augusta señala una nueva etapa. Animados por el espíritu de restauración que preside el gobierno del primer emperador romano, los escritores se lanzan a producir obras que tienen una pretensión tan universal como el naciente Imperio Romano. Aquí se sitúa la monumental Historia de Roma
de Tito Livio (Ab urbe condita) en 142 volúmenes, de los que se conservan 35, algunos incompletos, además de resúmenes posteriores (periochae). En general, Livio se centra en los mismos sucesos que relatara Polibio, pero sus fuentes no son las mismas, pues proceden de la analística, lo que contribuye a dar
un cuadro diferenciado. La pretensión de objetividad del historiador griego se pierde completamente
en el relato liviano. Con todo, a veces adquiere el rango de fuente inédita al darnos cuenta de noticias y
acontecimientos desconocidos, como los orígenes greco-latinos de Sagunto (XXI, 7), la liberación de los
rehenes iberos en esta ciudad el 217 a.C. (XXII, 22) y su definitiva conquista por las armas romanas entre el 214-212 a.C. (XXIV, 42), la revuelta legionaria contra Escipión en el Sucrón en el 206 a.C. (XXVIII,
24-29), las embajadas saguntinas a Roma posteriores a la liberación (XXVIII, 39; XXX, 21) o la fundación
de Valentia por Junio Bruto en el 138 a.C. (Per. 55). En el panorama historiográfico posterior tan sólo nos
facilita alguna información el hispano Anneo Floro en su Epítome, compilación de la historia romana
hasta los tiempos de Trajano, que incluye un resumen sin valor de la guerra saguntina (II, 5) y otro sobre el final de la guerra sertoriana, algo más interesante (III, 22).
Mucho más importante es la aportación que realiza el griego Estrabón. Aunque su obra histórica
no se ha conservado, han sobrevivido 17 libros de su Geografía. En el tercero recopila información
muy estimable sobre la Península Ibérica de historiadores y geógrafos, la mayoría perdidos, por lo
que muchos de sus datos son bastante más antiguos que los tiempos de Tiberio en los que pasó sus
últimos años. Estrabón nos suministra un caudal informativo único, aunque breve, sobre las ciudades, las gentes y los recursos de la zona, siendo de especial importancia la referencia a Hemeroskopeion
y su templo de Artemisa (III, 4, 6).
El cambio en la naturaleza de las informaciones de los autores clásicos que se advierte en Estrabón
se consolida con las aportaciones de C. Plinio Secundo («Plinio el Viejo»). Autor de una Historia Natural (Naturalis Historia), verdadera enciclopedia de saberes del mundo romano, en su libro tercero
nos facilita la mejor descripción de la organización territorial administrativa durante el siglo I d.C. de
las provincias hispanas. El actual territorio valenciano, adscrito a la provincia Citerior Tarraconensis,
nos aparece con los estatutos de las ciudades anteriores a la generalización de la categoría municipal
para todas las urbes hispanas por decisión de Vespasiano (III, 4, 19). Pero la obra de Plinio, en su inmenso caudal informativo, facilita datos desperdigados de inapreciable valor, como sus diversas referencias a Sagunto por sus producciones de higos y cerámica (XV, 19, 72 y XXXV, 12, 160) y por su templo de Diana (XVI, 79, 216), o su mención a la obtención de ostras en el litoral ilicitano (XXXII, 21, 62).
Alguna de sus reseñas no está exenta del gusto por los hechos prodigiosos, como cuando se hace eco
del portento de un niño que volvió al claustro materno el mismo año de la destrucción de la ciudad
saguntina (VII, 3, 35).
Pero también autores de géneros alejados del cultivo histórico se transforman en valiosas fuentes.
El más antiguo, todavía de finales de la República, es el afamado poeta C. Valerio Catulo, quien en
sus Carmina nos pone al corriente de la celebridad de los tejidos de lino de Saetabis (XII, 14, 17), pos-
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AUTORES CLÁSICOS • JUAN JOSÉ SEGUÍ
Claudio Ptolomeo, Cosmographia. Siglo XV.
[Biblioteca Universitaria, Universitat de
València].
Ptolomeo de Alejandría elaboró la geografía más precisa de la Antigüedad, cuya vigencia se prolongó durante siglos.
teriormente alabados por Grattio en su Cynegetica (XL). Ya en tiempos imperiales obtenemos de las
Satirae de Juvenal cabal conocimiento de la venta de vino saguntino en Roma y, aún más, de la despreciativa opinión que su baja calidad merecía entre sus consumidores (V, 24-32). Una actitud muy
parecida a la manifestada por Marcial en sus Epigramas (IV, 46, 14-15; VIII, 6, 2; XIV, 108) en lo concerniente a la cerámica de esta ciudad. Finalmente, en la gran obra épica de Silio Itálico (Punica), de
finales del siglo I, se nos presenta un cuadro mitológico egregio de los orígenes de Saetabis y Saguntum (I, 271-275; III, 14-16 y 371-375; XVI, 473-474). Entre los textos alto imperiales fuera del campo
histórico, hemos de insertar a C. Plinio Secundo (Plinio el Joven). En sus Epístolas se resalta la figura
de Voconius Romanus, un caballero saguntino al que le unía una estrecha amistad y a quien no duda
en recomendar a un senador y al mismo emperador Trajano (II, 13). Cierra todo este conjunto de autores la figura de Plutarco. En sus célebres biografías, aunque realizadas con fines filosóficos, incluye
acontecimientos históricos relativos a la guerra entre Sertorio (Sert. 18-21) y Pompeyo (Pomp. 18-20)
que son los únicos que nos dan un cuadro expositivo homogéneo de estos hechos, aunque su valor
real sea discutible.
Una mención muy especial merecen las descripciones geográficas. La Corografía de Pomponio
Mela, de época de Claudio, es muy breve y sin aportaciones de interés (II, 91-93). Todo lo contrario
acaece con la Geografía de Claudio Ptolomeo, del siglo II, cuyos topónimos sobre coordenadas permiten trazar un mapa de ciudades y de accidentes costeros que, pese a sus equivocaciones, es una
aportación de primer orden. También resulta muy interesante como fuente para las vías romanas de
la zona el llamado Itinerario de Antonino, seguramente del siglo III.
Escaso interés presentan las dos grandes historias romanas de finales del Alto Imperio. La de
Apiano de Alejandría añade muy poco –y con algún que otro error–, todo circunscrito al periodo de
las luchas entre romanos y cartagineses en Hispania (Iber. 6-7; Han. 2-3; Afric. 6). De igual manera
ocurre con la de Dión Casio, aunque es más rigurosa, con la agravante de que las partes iniciales de
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
su obra, en las que se refiere a acontecimientos hispanos, sólo las conservamos por el compendio
medieval de Zonaras (Ep. 8, 21; 9, 3-4).
La decadencia cultural de los dos últimos siglos del Imperio Romano tuvo un reflejo directo
en la producción literaria. Contamos con muy pocos autores de utilidad y la mayoría marcados por
preocupaciones escatológicas cristianas. Entre los
historiadores de la primera mitad del siglo V podemos destacar a Orosio, autor de unas Historias
(Historiarum adversum paganos libri VII), aunque su
valor concreto para el tema que nos ocupe es irrelevante (IV, 14, 1; V, 23, 6-8; VI, 16, 6-7). Más importancia tiene Idacio, cuya Chronica (1009-1017),
compuesta en la segunda mitad del referido siglo,
añade alguna nota de gran interés, como la mención de la llegada del emperador romano Mayoriano el 460 para ponerse al frente de una flota
preparada contra los vándalos, que éstos sin embargo destruyeron, y que, por otro texto, sabemos
estaba congregada ad Elecem (Marius, Epis. Avent.,
Chron., a. 460). Finalmente, dentro de la poesía
cristiana del siglo IV, contamos con el relato del
martirio del diácono Vicente (Peristephanon, V),
aunque su valor histórico es muy escaso. El suceso
Plinio el Viejo, «Historia Naturalis». Nápoles último tercio del
también fue recogido en algunas epístolas de San
siglo XV. [Biblioteca Universitaria, Universitat de València].
Agustín (n. 272, 275, 276 y 277=Patrol. Lat. 1252Verdadera enciclopedia de saberes del mundo romano, en su libro tercero nos facilita la mejor descripción de la organización
1261). Al margen de estas fuentes destaca el largo
territorial administrativa del siglo I de las provincias hispanas.
poema de Avieno, la Ora Maritima, de finales de finales del siglo IV o principios del V, que por sus
partes inspiradas en un viejo periplo resulta un texto de difícil y controvertida utilización (Or. mar.
449-505). También en este campo descriptivo sobresale el diccionario geográfico de Esteban de Bizancio, con mención de algunas ciudades de la zona, aunque el texto original se ha perdido y sólo
conservamos un resumen del siglo VI (Steph. Byz. 73, 125, 294, 380, 566 y 615).
Las fuentes escritas de los siglos visigodos constituyen un puro epigonismo de las tardorromanas. Las escuetas y descarnadas crónicas son lo único que se conserva de algún valor. La Historia
Gothorum, Vandalorum et Suevorum de San Isidoro sólo nos sirve de contexto general, mientras Juan
de Bíclara en su Chronica nos da la noticia del destierro en Valentia de Hermenegildo por el rey Leovigildo el año 584 (Ioh. Bicl. A. 584 3). Los concilios toledanos y, sobre todo, la Nomina Ovetensis, ya
del siglo VIII, nos facilitan algunos nombres de obispos y de sus sedes.
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LA PRESENCIA ROMANA EN LOS CRONISTAS VALENCIANOS
LUIS SÁNCHEZ GONZÁLEZ
En el marco de la cultura del Renacimiento el retorno a los clásicos griegos y romanos propició,
en gran medida, el examen de los antecedentes latinos de nuestra historia, al tiempo que suscitó un
inusitado interés por las antigüedades. La recogida de inscripciones, monedas y restos arqueológicos
de todo tipo se convirtió en una actividad más o menos habitual. Cabe recordar la inquietud del gobierno de Felipe II por acopiar datos de «los edificios señalados que en el pueblo hubiere, y los rastros de
edificios antiguos de su comarca, epitaphios, letreros y antiguayas [sic] de que hubiere noticia» a través de
sus célebres Relaciones, si bien no alcanzaron el Reino de Valencia. Afortunadamente, la preocupación del monarca por el conocimiento de sus posesiones nos ha brindado la oportunidad de disfrutar de las extraordinarias vistas plasmadas por Anton Van den Wyngaerde, por orden del propio rey,
y que nos ofrecen datos incognoscibles actualmente.
De mayor importancia, sin embargo, fueron las iniciativas más o menos individuales. Empresas
particulares como las de Juan Andrés Strany, sacerdote valenciano, del que Ximeno afirma que «no
perdonava gasto, trabajo, ni diligencia por descubrir inscripciones, y otros cualesquiera monumentos, y juntar
medallas, imágenes, y monedas antiguas». Su obra Nummismatum, Iconum, veterarumque plurimorum lapidum Hispaniae Inscriptionum explanatio, sufrió la misma incuria, para lamento del propio Gregorio
Mayans, que su colección numismática, fundida para modelar morteros de farmacopea. Caso similar
fue el Juan de Molina, conocido como Bachiller Molina, cuya obra Collectanea de las Piedras e Inscripciones antiguas de España, se halla desaparecida, pero fue de gran utilidad en su momento para otros
autores como Escolano. Particularmente interesante es el ejemplo de Llansol de Romaní. Estudió durante años las inscripciones romanas, viajando sin cesar por tierras valencianas, llegando a tal extremo de penuria económica, según Ximeno, que fue incapaz de publicar su manuscrito De los ríos y
antigüedades de España al carecer de peculio suficiente. El original, para mayor infortunio, acabó custodiado por «cierto religioso» que lo aprovechó para escribir su propia historia de Valencia. Nicolás
Antonio sospecha que tal erudito era Francisco Diago; sin embargo, Pérez Bayer, quien aún consultó
el documento, comentaba a Mayans que fue propiedad de Gaspar Escolano.
Precisamente Diago y Escolano forman, junto con Beuter, la tríada de grandes cronistas que convierten este período en un referente fundamental. Sus obras históricas son un exponente claro del
avance historiográfico respecto a épocas previas. Es cierto que adolecen de defectos, pero sus méritos deben llevarnos a una valoración positiva. No conviene subrayar sus carencias más que sus logros, especialmente, si se tienen en cuenta las circunstancias históricas. Las postrimerías del siglo XV
y los albores del XVI conforman el marco de la génesis de los estados modernos a través de la apari-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
P.A. Beuter, «Primera parte de la Historia de Valencia», Valencia,
1538. [Biblioteca Histórica. Universitat de València].
Pedro Antonio Beuter (1490/95-1555) es el iniciador de un nuevo modelo historiográfico, imitado posteriormente en múltiples variantes.
ción de las monarquías autoritarias. El ejemplo
hispánico es paradigmático. La Historia se emplea como apoyo para prestigiar la monarquía y
reforzar un pasado de unidad nacional, recalcando alusiones como la resistencia heroica de
Sagunto y Numancia frente al invasor exterior,
que se prolonga en la Reconquista cristiana de la
España dominada por los musulmanes. En ocasiones, la veracidad es anulada y no se duda en
recurrir a noticias y datos falsos, convenientemente aderezados para conseguir una impresión
de credibilidad.
Éste es el caso del religioso dominico Giovanni Nanni, conocido como Annio de Viterbo.
Autor de la obra Commentarii super opera diversorum auctorum de antiquitatibus loquentium, dedicada a los Reyes Católicos, influirá enormemente
en escritores posteriores, especialmente con sus
genealogías de reyes primitivos. Un ejemplo que
nos toca muy de cerca es la noticia que da acerca de la fundación de Roma por Romo, rey mítico de España. Esta ciudad sería la actual capital levantina, a la que los romanos posteriormente cambiarían el
nombre por el de Valentia. La causa de esta invención de Annio es su pretensión de adular a la familia
Borgia, en concreto a los papas Calixto III y Alejandro VI, ambos de origen valenciano, mediante la inversión de la noticia que da Solino sobre la fundación de Roma, llamada en un primer momento Valentia, traducida al griego como Rhome. Estas ficciones, y otras muchas, asentadas en la imaginaria atribución a escritores antiguos o en la simple invención de autores, generaron una lacra perdurable de
fraude. Incluso en el siglo XIX, la lucha contra los falsos cronicones y sus nefastas consecuencias para la
verdad histórica mereció el reconocimiento de la Real Academia de la Historia a Godoy Alcántara.
A pesar de todo, el panorama historiográfico mejora. Y mejora porque se anulan errores anteriores como la confusión de la Sagunto asediada por Aníbal con la ciudad de Sigüenza; porque se buscan explicaciones a los problemas, como la primera presencia romana en Valencia; y porque, sobre
todo, se intenta sostener lo que se escribe con datos objetivos procedentes de autores griegos y latinos y de restos arqueológicos. Un mérito indiscutible de estos cronistas valencianos es su extraordinario conocimiento de las fuentes, incluso de obras menores. Puede parecer poco bagaje en la actualidad, pero en su momento no lo fue y, para ser justos, cabe añadir que algunas de las teorías que
hoy se venden como novedad son ya intuidas, y hasta afirmadas, por alguno de los tres cronistas
que ahora pasamos a analizar.
Pedro Antonio Beuter (ca. 1490-1555), profesor universitario y eclesiástico, escribió Primera Part
de la Historia de Valencia, que tracta de les Antiguetats de Espanya y fundació de València (Valencia, 1538)
que años más tarde publicó en castellano. En realidad, no es una historia meramente valenciana,
sino que, como indica el título, se extiende al resto de España. Adelanta, en gran medida, el modelo
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LA PRESENCIA ROMANA EN LOS CRONISTAS VALENCIANOS • LUIS SÁNCHEZ GONZÁLEZ
historiográfico imperante durante siglos al achacar a la división de los españoles como causa de las
múltiples invasiones sufridas por la Península Ibérica. Esta característica es común con el otro rasgo
destacable, el valor, del que resalta numerosos ejemplos. Puede, por ello, considerarse como la precursora de las grandes crónicas nacionales que comienzan con Florián de Ocampo y culminan en
Juan de Mariana. Ya sólo el propio concepto supone un importante avance historiográfico. Pero, además, Beuter se preocupó de asentar su libro sobre cuantiosos datos, empezando por las fuentes clásicas, de las que muchas veces se lamenta por sus vacíos, y terminando en las inscripciones romanas,
algunas de las cuales hoy son conocidas gracias únicamente a su transcripción. Su gran virtud es
precisamente la búsqueda de apoyos donde sostener sus afirmaciones; no se puede negar su afán en
la búsqueda bibliográfica. Sin embargo, ahí radica también gran parte de su error, al conceder pábulo a obras repletas de falsedades históricas, que, si hoy mueven al asombro, entonces eran aceptadas sin dilación. Ejemplo claro de esta actitud es su credulidad ante las fundaciones de Sagunto por
los sages y de Valencia (bautizada como Roma) por el rey Romo, que toma de Annio de Viterbo. Habla también del cambio de nombre a Valencia, que atribuye a los Escipiones, pero no explica cómo se
conjuga esta teoría con la cita de las Periocas que habla de la fundación de una ciudad llamada Valencia por Bruto en el 138 a.C. En cualquier caso, sus esfuerzos por ofrecer la explicación más razonable son muchas veces encomiables. El resultado no es el más acertado, pero, dadas las limitaciones
del momento, debe valorarse positivamente, entre otras cosas, porque marca el camino a seguir y
sirve de modelo a otros autores.
Un caso extraordinario supone la figura de Martín de Viciana (1502-). Nacido en Burriana, este
caballero de noble familia estudió Derecho en Valencia y fue gran aficionado al estudio del pasado.
Fruto de esta loable inclinación es su obra Libro Primero de la Crónica de la Ínclita, y Coronada ciudad de
Valencia y de su Reino, impresa en Valencia en 1564, continuados por otros
tres libros que componen su Crónica de Valencia. Lamentablemente, no
existe copia alguna conocida de este primer libro, y no podemos disfrutar de su, a buen seguro, apasionante lectura. Sería, sin duda, un
privilegio para cualquier bibliófilo disponer de un ejemplar, pero,
salvo milagro «wiboradense», únicamente disponemos de testimonios restringidos como el de Ximeno, quien afirma que en esta obra
«descrive (sic) en el topográficamente nuestra Ciudad de Valencia; señala
su fundador, y primer nombre».
Gaspar Escolano (1560-1619), valenciano, cronista real y teólogo, miembro de la Academia de los Nocturnos, compuso la Década Primera de la Historia de la Insigne y Coronada ciudad y
Reino de Valencia, publicada en Valencia en 1610. En los inicios de esta obra el propio autor confiesa haber trabajado
durante ocho años en recopilar el material necesario (autores clásicos, inscripciones, monedas, etc.) para la elaboración de su trabajo y otros dos más en disponerlo. Aun
así, la precipitación última en su impresión explica, en
parte, una estructura deslavazada y confusa, sólo comprensible para el propio autor. A pesar de ello, el
Retrato de Martín de Viciana. Traver Calzada,
1997. Burriana.
La desaparición del primer tomo de su Crónica supone una pérdida irreparable.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
F. Diago, «Anales del Reyno de Valencia», Valencia, 1613.
[Biblioteca Histórica. Universitat de València].
F. Diago (ca. 1564-1615) fue rival acérrimo de Escolano. Su
obra supone una continuidad de la línea marcada por Beuter.
G. Escolano, «Decadas de la historia de la insigne y coronada
ciudad y Reino de Valencia», Valencia, 1610. [Biblioteca Histórica. Universitat de València].
Gaspar Escolano (1560-1619) supone un nuevo giro en la
historiografía valenciana, por su novedosa estructura y extraordinaria exhaustividad.
avance que supone su texto es indiscutible. Así, divide la primera Década (la segunda, aunque la
anunció, no llegó a publicarla) en dos partes de cinco libros cada una. En la primera nos habla de los
tiempos primitivos, remontándose hasta el Diluvio universal, de las divisiones antiguas de España,
de Sertorio, de los pueblos extranjeros llegados, de la Evangelización de España, de los martirios de
San Valero y San Vicente, hasta llegar en un relato más o menos cronológico hasta el reinado de Pedro III. A partir de ahí (libro IV) se ciñe a una descripción esmerada y detallada del Reino de Valencia, empezando por la capital, siendo de especial interés su preocupación por rastrear por doquier
los orígenes antiguos a partir de los restos perdurables de monumentos, inscripciones, etc. Escolano
rechaza ya las invenciones nacidas de Annio de Viterbo, dedicando un capítulo a demostrar la falsedad. Precisamente sucede al tratar la fundación de Roma (Valencia) señalando que «no podemos señalar con certeza quién fue el primero fundador de Valencia, ni en qué tiempo», recoge inscripciones que hoy
son conocidas gracias a él, y plantea problemas como la dualidad «Valentini veterani et veteres», aún
sin solucionar, ofreciendo diversas explicaciones. Existen, no obstante, algunas lagunas en su obra.
La principal, en mi opinión, el uso de fuentes sin criterio selectivo, de tal forma que emplea la información de Livio concediéndole la misma solvencia que a Floro o a Paulo Orosio. Resulta extraño tal
uso, porque también demuestra un amplio conocimiento de autores clásicos, a los que, por cierto,
traduce muy correctamente, como en el episodio del 138 a.C.
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LA PRESENCIA ROMANA EN LOS CRONISTAS VALENCIANOS • LUIS SÁNCHEZ GONZÁLEZ
El otro gran puntal de la historiografía valenciana de este tiempo es Francisco Diago (ca. 15641615), miembro de la Orden religiosa de los Dominicos y Cronista de la Corona de Aragón. Fue autor de los Anales del Reyno de Valencia, impresos en Valencia en 1613, amén de otras obras de carácter
histórico y religioso. Curiosamente, mantuvo una rivalidad personal con Escolano, al que constantemente alude negativamente en su obra, sin citarle expresamente, y se opone a sus argumentos; quizá
tuviera algo que ver el hecho de que Escolano le acusara de pretender «intertextualizar» la obra de
Llansol de Romaní. Diago, regresa al modelo tradicional iniciado por Beuter, y elabora una Historia
que sigue un orden cronológico. Así, tras explicar las razones de su obra, comienza con una descripción geográfica detallada del Reino en el libro I, para continuar con los tiempos prerromanos, donde
dedica especial atención a la llegada de pueblos extranjeros, en particular griegos y cartagineses, y el
asedio de la ciudad de Sagunto. Ya en el libro III habla de la venida de los romanos, siguiendo el relato de los historiadores clásicos, es especial Livio, la mayor parte de las veces, sin ningún espíritu
crítico. Así, enmaraña a los sedetanos con los edetanos, confunde topónimos, y traduce mal determinados episodios, como el ya mencionado de la fundación de Valencia. Similar actitud le acontece con
las inscripciones, basando razonamientos de lo más peregrino en un solo epígrafe, aunque, como en
el caso de la inscripción de Sertorio Abascanto, corrige a Escolano con acierto. En definitiva, no cabe
duda de que su aportación es meritoria, gracias a su ardua labor de recogida de datos por archivos,
libros e inscripciones. Pero no se puede evitar una cierta sensación de declive en comparación con
Beuter. Diago, es ya el último de los grandes cronistas. A partir de él las obras son de carácter menor
y abordan temas muy puntuales, al estilo de Vicente del Olmo. En similar decadencia hasta los libros
sufren materialmente un retroceso con peores encuadernaciones, impresiones y papel. En Valencia
será necesario esperar hasta el siglo XVIII, para que se recupere y supere el nivel de tiempos anteriores, con egregias figuras como Gregorio y Juan Antonio Mayans, el Conde de Lumiares, el Deán
Martí y un largo etcétera. Era difícil, no obstante, mantener la cota historiográfica alcanzada. Ojalá
sirvan estas páginas para mover a la curiosidad y la lectura de estas obras, ya clásicas.
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AUTORES MODERNOS EN TORNO
A LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS
CARMEN ARANEGUI
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
Reconstruir la historia de la investigación de la arqueología romana es un ejercicio de revalorización de la memoria prolijo y complicado. La historiografía es algo más que una crónica, porque enlaza una sucesión de estados de la cuestión que responden a lo que la investigación se formula en
cada momento, en relación con conceptos que atañen a la historia, a las bellas artes, entendidas en
un sentido amplio, y al pensamiento en general. Por eso esta historiografía es algo más que la enumeración de anticuarios en cualquiera de sus facetas.
ENTRE EL SIGLO XVI Y 1811
En el caso valenciano el primer capítulo de la arqueología romana está ligado al teatro de Sagunt, monumento que reúne las condiciones para la reflexión sobre el clasicismo que la sociedad cultivada de
cualquier lugar de Europa demandaba reiteradamente desde el Renacimiento. La arqueología romana estaba pendiente de armonizar teoría y práctica en la búsqueda de los valores universales en los que, por
principio, el humanismo creía, y la arquitectura clásica se erigió en paradigma de tales valores. El tratado
de Vitruvio y las ruinas de la antigüedad eran tenidos en cuenta en todas las academias, en todos los cenáculos eruditos, como exponentes de una visión del mundo equitativa, ajustada a normas, modelo por
excelencia del triunfo de la proporción suscrito, pasado el tiempo, por ilustrados y neoclásicos. Y no es
accidental que los restos de un teatro cobraran así protagonismo, no sólo cultural sino también político,
como se desprende de las repetidas llamadas de atención respecto a la necesidad de conservarlo.
Pero, volviendo al ambiente de los entendidos en arqueología romana, es conveniente recordar
que, dado que los libros de Vitruvio no van acompañados de ilustraciones, había una verdadero afán
de ver, dibujar, medir y modular los monumentos para contrastar la letra escrita con ejemplos, propuestos, no sin debate, en Italia, Francia e Inglaterra. Y también en España, gracias al valenciano José
Ortiz, deán de Xàtiva. Los arquitectos-arqueólogos iban a Italia para aprender su profesión que tenía
pendiente la definición de la normativa con la que realizar planos, alzados, secciones y perspectivas
de la arquitectura de la antigüedad. Así se buscaba la verdadera imagen de esa realidad hasta entonces imaginada que era la ciudad clásica de la que, hasta la Ilustración, sólo se conocían discursos canónicos, que, sin embargo, reclamaban el concurso de la forma. Y, en España, el único teatro que preservaba elementos constructivos a la vista era el de Sagunt.
La primera representación del teatro de Sagunt es la que realizó para Felipe II Van den Wyngaerde
en 1563 que no está hecha más que con un interés paisajístico, sin entrar en los análisis indispensa-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Detalle del dibujo que Van den Wyngaerde realizó de
Sagunt en 1563 por encargo de Felipe II.
En la parte central aparece la cavea del teatro, siendo ésta
la primera representación conocida que se tiene de este
magnífico monumento.
Puerta meridional del circo romano de Sagunt en la excavación dirigida por Ignacio Pascual Buyé a mediados de la década de los noventa.
D. Antonio Chabret y Fraga realizó la primera intervención
en el circo en la primera década del siglo XIX, cuando todavía
se conservaba gran parte del edificio. A partir de 1960 el desarrollo urbanístico destruyó paulatinamente los vestigios,
conservándose tan sólo hoy en día la puerta meridional.
bles para los objetivos aludidos más
arriba. Por eso, en la perspectiva de la historiografía que nos interesa, el modesto
plano que para la descripción epistolar del
teatro del Deán de Alicante Emmanuel
Martí (1663-1737) trazó Miñana, hacia
1705, abre la serie de los estudios sobre el
monumento, así como la contribución de
autores valencianos a los mismos. Martí
gozó de la consideración de la sociedad
valenciana y tuvo renombre internacional;
fue corresponsal de Gravina, de Montfaucon y de Gregorio Mayans y Siscar, y, sin
duda, desarrolló estudios valorados en su
tiempo. Sin embargo, el dedicado al teatro
de Sagunt fue polémico y se vio desmerecido por el plano, del que Ponz en 1789 escribió: ni es planta, ni es alzado, sino un conjunto de cosas que se le figuraron a quien no
era profesor, en alusión a estar trazado al margen de la convención académica, lo cual, a su vez, alimentó los desacuerdos expresados por Ortiz en 1812.
Unos treinta años más tarde E. Palos ofrece desde Sagunt otra versión del mismo teatro, acompañada de un plano con escala, dibujado tan a espaldas de cualquier pauta arquitectónica que suscita
las iras del más notable de los anticuarios valencianos, José Ortiz y Sanz (1739-1822), activo académico de número de San Fernando, traductor de Vitruvio al castellano, que ya había disentido del trabajo de Martí a quien, no obstante, tuvo que tratar como interlocutor académico. Distinto fue el talante con que arremetió contra Palos, de formación mucho más modesta, contra sus pretensiones de
ser subvencionado por parte de la Academia dado que Ortiz fue arrogante en su indiscutible saber y
despectivo, en consecuencia, con quienes no entendían la arqueología desde una práctica internacional e ilustrada. Ciertamente este autor puso su empeño en dotar a la Academia de San Fernando de
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AUTORES MODERNOS EN TORNO A LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • CARMEN ARANEGUI
una versión propia del tratado de Vitruvio que aspiraba a ser, a la vez, referencia ineludible para
cuantas obras se sometieran a su dictamen. Su plano del teatro de Sagunt constituye el inicio, luego
frustrado, de un proyecto a partir del que pretendía ilustrar la arquitectura romana, como bien se ve
en la triangulación del círculo de la orchestra, que supone un ejercicio de sello vitruviano repetido,
hasta la actualidad, por muchos de cuantos han estudiado éste u otro teatro latino. La ejecución de
maquetas a escala persigue, también, por su parte, el objetivo de crear modelos, siguiendo una práctica innovadora que se observa en las instituciones cultas de la época.
Distinto es el criterio de Laborde quien ilustra con grabados de corte más romántico, debidos a
manos expertas y refinadas, realizados a finales del siglo XVIII, tanto el paisaje como la perspectiva
del teatro de Sagunt, digno y predilecto edificio de la primera arqueología romana valenciana.
Antonio de Valcárcel Pío de Saboya (1748-1808), citado corrientemente por los valencianos
con el título de Conde de Lumiares –uno entre los muchos que ostentaba–, representa en esta
etapa la primera figura de sabio valenciano ilustrado y arqueólogo, convencido de la responsabilidad de recopilar y ordenar los documentos romanos legados por la antigüedad, sin la pretensión de crear una teoría como perseguía el debate sobre el teatro romano, sino como una noble
tarea, acorde con su relevancia social, de conjugar la historia y sus vestigios. Así lo prueba su disertación, prologada por Gregorio Mayans y Siscar, sobre los barros saguntinos, tan celebrados y estimados por los antiguos, monumentos dignos de aprecio, pero hasta ahora mirados con muy poca atención; por ellos sabemos las Familias que havía en Sagunto; el primor con que aquellos buenos ciudadanos
fomentaron las Fábricas, el modo con que signaban las piezas, y la excelencia de uno de los más célebres
Municipios de España en labrarlas, trabajo que lo convierte en ceramólogo avant la lettre. Para ello
no dudó en dotarse de un gabinete y en diagnosticar sobre el lugar la importancia de los yacimientos arqueológicos, adelantándose a su tiempo en el estudio de su ciudad natal, Alicante,
que identificó con Lucentum. Corresponsal de la Academia de la Historia, entregó a esta institu-
Plano del teatro romano de Sagunt realizado por Ortiz (1807).
En su trabajo se puede apreciar
la influencia de los cánones vitruvianos, que fueron adaptados a la configuración del teatro
saguntino.
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«Inscripciones y Antigüedades del Reino de Valencia» de D. Antonio Valcárcel Pío de Saboya ilustrada por
D. Antonio Delgado (1852) y lámina con capiteles procedentes de Sagunt.
El Conde de Lumiares representa la figura de sabio valenciano ilustrado y arqueólogo. Aunque su obra
estuvo acabada a principios del siglo XIX, no vió la luz hasta 1852. Su labor de recopilación dió como resultado una extensa documentación sobre las antigüedades romanas valencianas.
ción el original de sus Inscripciones y Antigüedades del Reino de Valencia en 1805, antes de los destrozos que supuso la Guerra de la Independencia, aunque el volumen, correctamente ilustrado
por el académico Antonio Delgado, no vio la luz hasta 1852.
Esta época asiste también a la creación de las primeras colecciones de rango institucional,
no estrictamente privadas, de piezas romanas valencianas. Destaca el Museo Arzobispal creado
en Valencia bajo el patrocinio del arzobispo Fabián y Fuero, en donde se depositaron los hallazgos de la villa del Puig, de la excavación de Puçol, así como algún mosaico sepulcral de Sagunt,
todo lo cual se dispersó, saqueó y, en definitiva, se perdió en el curso de la guerra de 1811. Parece que corrieron la misma suerte algunas antigüedades romanas que había en el Palacio Real
de Valencia.
Esta etapa de la historiografía, en el contexto español, otorga a los investigadores valencianos un
puesto de excelencia, a tenor de lo que la ciencia reclamaba del pasado romano en aquellos tiempos,
constituyendo una digna aportación historiográfica en la que, sin embargo, se evidencian marcadas
diferencias entre quienes tenían vinculación académica y quienes no la tenían, estando los primeros
integrados, casi sin excepción, en la jerarquía eclesiástica o en la aristocracia. La Academia de San
Carlos, creada en 1764, con su colección artística de la que formaban parte algunas piezas romanas,
fue un buen ejemplo de ello.
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AUTORES MODERNOS EN TORNO A LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • CARMEN ARANEGUI
EL ORIGEN ROMANO DE LAS CIUDADES
A partir de las guerras napoleónicas la arqueología romana va a experimentar, por una parte, el
proceso de democratización que es patente, en general, en la cultura y, por otra, un cambio de objetivos, de acuerdo con la concepción de la historia propia del momento. Respecto al primer punto cabe
señalar que los autores de los estudios son ahora, en mayor medida, profesionales liberales vinculados,
de alguna manera, a nuevas instituciones, bien sea a los museos que surgen tras la desamortización, o
a sociedades modernas, libres de muchos de los anticuados prejuicios académicos, como las creadas al
amparo de las Sociedades Económicas de Amigos del País. En relación con los objetivos, el interés por
lo particular predomina ahora sobre aquella despótica obsesión dieciochesca por lo universal, de modo
que no puede extrañarnos que el siglo XIX sea, sobre todo, el siglo en el que los arqueólogos escriben la
historia de las ciudades, entendidas ahora en su proyección humana.
El proceso de desamortización de los bienes de la iglesia comienza en 1835 y pone en marcha la
recuperación de los fondos histórico-artísticos para hacerlos accesibles al público. Para evitar la
pérdida de inmuebles y obras de interés, se constituyen las Juntas Científico-Artísticas en todo el
país, a la vez que empiezan a plantearse los museos provinciales. La creación de un museo depositario de tales riquezas se inicia en Valencia muy pronto, puesto que en 1836 se destina el convento
del Carmen para este fin, poniéndolo en 1838 bajo la dirección de la Academia de San Carlos. Tal
museo se inauguró en 1839 y, en 1864, se constituyó en su seno el Museo de Antigüedades, ubicado
en la capilla de Nuestra Señora de la Vida del secularizado convento del Carmen. Con las Juntas
Provinciales de Monumentos en funcionamiento desde 1842, se crea el Museo del Colegio de
Santo Domingo de Orihuela con rango provincial para Alicante, y en 1845 el de Castellón, todos
ellos anteriores a la apertura al público del Museo Arqueológico Nacional, en 1867, entidad que
había funcionado previamente como gabinete.
Foto y dibujo de los Vasos de Vicarello. Ilustración de
los cuatro vasos Apolinares de plata que fueron hallados al norte de Roma, en una estación termal en 1852.
Son vasos en forma de miliario que llevan escrito el itinerario para ir desde Gades hasta las Termas de Apolo,
emplazadas en Vicarello. En ellos se mencionan los
puntos de paso situados en tierras valencianas así como
las distancias entre ellos (Roma, Museo Capitolino).
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Sin embargo las juntas, que en el caso de Valencia se mantuvieron hasta finales de siglo, no parecen haber desempeñado una labor arqueológica propiamente dicha, más allá de la recomendación a
las ciudades de catalogar sus bienes así como, en Sagunt, de cuidar de la protección del teatro y del
circo, como consta en el artículo 3º del acta de constitución de la sección tercera –arquitectura y arqueología– de la de Valencia, que dice:
…habiendo tenido ocasión de admirar en la antigua Sagunto, hoy Murviedro, la magnífica
obra del Anfiteatro (sic) y los restos del Circo: le ordeno al Alcalde para que con el celo que le
distingue se dedique constantemente a su conservación para que algunos paredones y arcos no
se arruinasen. 2º. Cómo se adquiriría la posesión de la huerta y edificio que ocupa el antiquísimo Circo. 3º. Qué cantidad sería necesaria así para la conservación del Anfiteatro (sic) como
para la del Circo: añadiendo si el presupuesto municipal de aquella villa podría comprender alguna partida para este objeto. Fdo. Miguel Antonio Camacho, a 28 de marzo de 1842
De ahí el interés de la aparición de otras asociaciones, como se desprende de la solicitud de creación de una sociedad arqueológica que velara por la conservación de las antigüedades hecha al gobernador de Valencia en 1853 por Vicente Boix (1813-1880), cronista de Valencia. Con respecto a Sagunt, destaca la concentración que el mismo Boix hiciera de inscripciones y fragmentos
arquitectónicos en el teatro hacia 1860, actuación que pone en entredicho tanto el papel del Museo
Provincial como la autoridad de las juntas y comisiones, que debían canalizar hacia el mismo los objetos pertinentes. Pero más graves que esta decisión, que favoreció la unidad del patrimonio arqueológico saguntino, fueron otras mediante las cuales salieron antigüedades hacia Madrid.
Mayor repercusión, pese a su corta vida, tuvo entre nosotros la creación de la Sociedad Arqueológica Valenciana (1871-1881) a instancias de miembros de la Sociedad Económica de Amigos del País,
porque agrupó a coleccionistas, aficionados e investigadores, unidos por el interés de conocer y divulgar el pasado que, si bien todavía era entendido, básicamente, a partir de lo romano, se amplió en
esta institución a las novedades de la prehistoria y al debate sobre el darwinismo, con una posición
progresista que destaca en el ambiente español.
Pero, pese a ello, parecía sobreentenderse que las ciudades con historia, en nuestro medio, eran
ciudades de origen romano, de modo que Valencia, Sagunt, Ilici (L’Alcúdia d’Elx) y Dénia merecieron la atención de los anticuarios más acreditados y es en sus respectivos estudios arqueológicos
donde descubrimos los mejores resultados de la investigación decimonónica en arqueología clásica.
E.A. Llobregat resumió la categoría de Aureliano Ibarra y Manzoni (1834-1890), miembro fundador de la Academia Española de Roma, en el prólogo de la edición de su Illici, su situación y antigüedades (1879) por parte del Instituto de Estudios Alicantinos de la Diputación de Alicante en 1981, con
las siguientes palabras:
…muchas son las razones de ello: su calidad y riqueza de información la primordial, pues,
junto con la Historia de Denia, del canónigo Roque Chabás, son los dos grandes monumentos
de la historia y arqueología alicantinas que se salvan dentro de la copiosa producción decimonónica por la calidad de su información y la escrupulosidad de su investigación. Obras ambas dignas del más elevado juicio como continuadoras de la tradición ilustrada…
Es ciertamente encomiable ver el trabajo invertido en documentar metódicamente textos, inscripciones, capiteles, monedas… para dar a la ciudad en donde se ha tenido la fortuna de ver la luz una
carta de presentación que eleva no sólo su rango sino también las acciones a las que están llamados sus
hijos, pues estos libros suelen incluir un capítulo con la relación de ilustres del lugar. Y, lo que es más
importante, obras como ésta destierran un recurso amparado en la ignorancia que vinculaba el origen
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AUTORES MODERNOS EN TORNO A LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • CARMEN ARANEGUI
de las ciudades al diluvio universal y a los hijos de Noé, propio de
cronistas locales ajenos a la modernización de las fuentes históricas.
Roc Chabás (1844-1912) supone otro caso de ruptura con la falsa
tradición genealógica de la Diana Desenterrada de M.A. Palau (n.
1543), a favor del documento y no es accidental el nombre de la revista El Archivo fundada por el canónigo, incansable valedor de la
conservación del patrimonio arqueológico valenciano. Su Historia de
la ciudad de Denia de 1874 mantiene la identificación de Hemeroskopeion como germen de la ciudad romana, reuniendo cuantos documentos textuales y arqueológicos se conservan en el momento y
mostrándolos como pruebas de la tesis defendida que, si bien no ha
sido suscrita por la investigación contemporánea, no procede de una
lectura sesgada o inculta de todo tipo de fuentes.
v
El caso de Antonio Chabret (1846-1907) es diferente. Por una
parte porque se trata de un médico culto que emprende el objetivo
de glosar la historia de su ciudad, que ha recuperado su antiguo
nombre según acuerdo de su ayuntamiento de 4 de mayo de 1863,
sin el prurito de vincularse a la tradición ilustrada, como bien se
desprende de las deficientes imágenes de su obra, y, por otra, porque Saguntum es una ciudad ibérica cuya relación con Roma pasa
por la guerra contra Cartago, y a finales del siglo XIX, más que los
estudios sobre sus grandes monumentos, que ya se habían hecho,
su atractivo bascula hacia la heroicidad, la resistencia y la nobleza
de sus gentes ibéricas, hasta el punto de convertirse en sinónimo
de esa hispanidad que se crece contra el invasor, tan ensalzada por
el casticismo popular tras las guerras napoleónicas. Siendo la ciu-
«Memorias de la Sociedad Arqueológica Valenciana» de 1876.
Esta sociedad, de apenas diez
años de vida (1871-1881), pretendía conocer y divulgar el pasado
desde una posición progresista.
Estos investigadores de finales
del siglo XIX, recopilaron y analizaron con gran exhaustividad los
datos sobre los vestigios romanos
de sus respectivas localidades.
v
«Historia de la ciudad de Denia» de
D. Roque Chabas (1874), «Illici,
su situación y antigüedades» de
D. Aureliano Ibarra y Manzoni
(1879) y «Sagunto: Su Historia y
sus Monumentos» de D. Antonio
Chabret y Fraga (1888).
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
dad hispana con más referencias en los autores
clásicos, los textos sobre Sagunt son reiterativos hasta la saciedad en su temática sobre la
Segunda Guerra Púnica, principal, si no única,
razón de la atención que merece. De ello saca
partido Teodoro Llorente en el prólogo de la
obra de Chabret cuando escribe:
…los saguntinos, abandonados por los pueblos
comarcanos, envidiosos por su grandeza, abandonados también por la ingrata Roma, a cuya alianza lo
sacrifican todo; nos conmueven con su expectativa
ansiosa del esperado socorro, y nos indigna la llegada
de los mensajeros romanos, que en vez de auxilios
eficaces, no traen más que protestas inútiles, desoídas por el Senado de Cartago…
La expresión de juicios de valor es el método de narrar la historia, nada más lejos del
tratamiento de las fuentes promovido por los
ilustrados.
Estamos asistiendo a un cambio de mentalidad a favor de las raíces ibéricas de las señas de identidad valencianas, que tendrá su
repercusión en la asociación del topónimo Tyris de la Ora Maritima de Rufo Festo Avieno
Última restauración-rehabilitación del teatro romano de Sagunt.
con la ocupación inicial del solar de Valentia,
[Archivo SIP].
con tal de satisfacer una sensibilidad que reLas intervenciones realizadas en este teatro han sido numerosas y
muy diversas durante los siglos XIX y XX. Sin embargo, hasta el año
chaza el papel de la romanización en la confi1986 no se llevó a cabo una actuación global en todo el monumento.
guración cultural del País Valenciano y, al
postergarla, marca distancias con respecto a
otras regiones de España. Aunque esta posición ideológica apenas tiene resonancia, ni entre los historiadores ni entre los arqueólogos, goza de popularidad, sobre todo a partir de los descubrimientos
de finales del siglo XIX, y en especial de la Dama d’Elx en 1897, cuando se empieza a profesar una
admiración creciente hacia la cultura ibérica a lo ancho de toda la geografía valenciana.
Precisamente esa situación explica que a principios de los años sesenta un grupo de profesores e
investigadores replanteara la lectura de la fundación de Valencia con la excusa de su dos mil cien
aniversario. Las excavaciones de Tarradell en la entonces plaza de la Reina, las conferencias pronunciadas en el Ateneo Mercantil, los artículos editados en la revista Saitabi, que constituirían el primer
volumen de los Papeles del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia, insisten en la fecha
del 138 a.C. como punto de partida de la ciudad, aplicando una lectura crítica tanto de los textos
como de las clases cerámicas que se repiten en las excavaciones urbanas de aquellos momentos. Las
colaboraciones de D. Fletcher, E. Pla, J. San Valero, G. Martín, A. Ubieto, E.A. Llobregat, J. Llorca, denotan la amplia voluntad de consenso que marca el inicio de la normalización en lo que a la arqueología romana valenciana se refiere, la cual se verá crecientemente nutrida por estudios epigráficos y
numismáticos y, más tarde, por memorias de excavaciones cuando, a partir de los años ochenta, se
multipliquen las intervenciones arqueológicas.
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¡..
LA LLANURA LITORAL VALENCIANA EN ÉPOCA ANTIGUA
¡..
EL PAISAJE
¡..RESTOS FAUNÍSTICOS EN CONTEXTOS URBANOS
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LA LLANURA LITORAL VALENCIANA EN ÉPOCA ANTIGUA
PILAR CARMONA
Departamento de Geografía. Universitat de València
LA RECONSTRUCCIÓN PALEOGEOGRÁFICA DE LAS LLANURAS LITORALES
Reconstruir el paisaje de una llanura costera en época antigua es una tarea difícil, y aún lo es más
cuando ha experimentado un proceso de urbanización tan intenso como el nuestro. Por otro lado,
además de los cambios debidos a la urbanización, hay que contar también con las modificaciones
que se han producido durante los últimos milenios en todos los litorales mundiales. La invasión de
agua marina durante el episodio transgresivo postglaciar que culmina hacia el 6.000 B.P. originó una
costa de trazado más irregular, se formaron estuarios en las desembocaduras de los ríos, extensas bahías y albuferas en las costas bajas y la zapa marina creó acantilados en diversas formaciones continentales pleistocenas. Durante los dos o tres milenios que siguieron a la transgresión, los materiales
detríticos de la plataforma y los sedimentos aportados por los ríos continuaron siendo redistribuidos
por las corrientes litorales dando lugar a la aparición de nuevas formas tales como playas, flechas,
restingas y lagunas. Estos elementos morfológicos recién formados constituyen el entorno o incluso
el soporte físico de muchos establecimientos de época antigua. Una serie de variables determinó la
evolución geomórfica posterior. En primer lugar hay que contar con el factor eustático, el ritmo del
ascenso del nivel marino durante los primeros milenios del Holoceno y su estabilización posterior.
En segundo, la disposición de los elementos morfológicos preexistentes (de época pleistocena o anterior) que determinan la paleogeografía del espacio continental sobre el que avanzó la trangresión. En
tercero el rango de mareas que determina las asociaciones de ambientes estuarinos y deltaicos y, finalmente, las características hidrológicas y geomorfológicas del sistema fluvial afluente que aporta
agua y sedimento continental al litoral flandriense. Es necesario determinar el peso de cada una de
las variables relacionadas con los factores citados para explicar la evolución de cada caso en particular. No obstante, el último factor se ha mostrado clave en la evolución histórica de los litorales, ya
que está relacionado con la acción antrópica en las cuencas fluviales, la minería, tala de bosques,
prácticas agrícolas y sus efectos desencadenantes de la erosión. Las actividades humanas alteran las
condiciones ambientales a escalas de tiempo muy cortas y son capaces de cambiar sustancialmente
el sistema hidrológico. En el entorno de la cuenca mediterránea la deforestación extensiva relacionada con el avance de la agricultura, creó un panorama abierto y susceptible a la erosión hacia el
3.000 B.C. La degradación del medio natural repercutió en el empobrecimiento del suelo en las tierras altas (por lavado y erosión) y adversos efectos hidrológicos (cambios en los cauces y fuertes crecidas) en las tierras bajas y el litoral. Los estudios geoarqueológicos han puesto en evidencia tanto en
el Próximo Oriente como en toda la cuenca Mediterránea y norte de Europa que la extensión de las
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
SERRA CALDERONA
MAR MEDITERRÁNEO
Puerto
Aller del Colomer
Puerto
Fluvial
. VAtENTIA
· La Punta
La Conca
ABANICO ALUVIAL
BARRANCOS. RAMBLAS Y
RIOS
-
CIÉNAGA
MARJAL
CUATERNARIO
PLEISTOCENO
DUNAS
LAGUNA
GLACIS
FLECHA
ALUVIAL
HOLOCENO
MIOCENO
MESOZOICO
PROGRADACIONES
DELTAICAS
RESTINGA
CORDÓN LITORAL
Esquema geomorfológico de la llanura aluvial valenciana según Carmona y Ruiz. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
La llanura aluvial valenciana esta formada por una serie continua de glacis, abanicos aluviales, llanos de inundación y progradaciones deltaicas. La restinga litoral aísla de la influencia marina los ámbitos lagunares y pantanosos.
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LA LLANURA LITORAL VALENCIANA • PILAR CARMONA
prácticas agrícolas produjo erosión acelerada en los sistemas fluviales y aluvionamiento en los fondos de valle y litoral. Muchas investigaciones realizadas en el entorno de ciudades antiguas ubicadas en el litoral mediterráneo evidencian estas transformaciones, tal es el caso de la ciudad de Ostia,
puerto de Roma en el litoral del Tíber, la progradación del delta de la Medjerda en el ámbito lagunar
de la antigua Útica o los cambios drásticos en la paleogeografía de los yacimientos de los deltas del
sudeste de la península Ibérica
LA LLANURA LITORAL VALENCIANA
Las llanuras fluviales que rodean la Albufera de Valencia y la restinga litoral son el soporte fisiográfico del poblamiento antiguo romano y medieval valenciano. La llanura está modelada por una
sucesión ininterrumpida de abanicos fluviales de los ríos Carraixet, Turia, Torrent o Magro, llanuras
de inundación de los ríos Turia y Júcar, espacios deltaicos de transición hacia la laguna de la Albufera, ciénagas o marjales litorales (marjal de Puçol, El Palmar, Montolivet, etc.) y barreras litorales o
restingas con acumulaciones dunares que regularizan la línea de costa. El paisaje actual es fruto de
una larga y compleja evolución histórica ya que el entorno de algunas de nuestras ciudades litorales
más antiguas tales como Valentia, Sucro o Dianium y del poblamiento disperso ha cambiado drásticamente a lo largo del tiempo. A ello ha contribuido la acción antrópica y la variedad y dinamismo de
los elementos morfológicos implicados, entre ellos los pertenecientes a los ámbitos fluviales y los lagunares que son los que han experimentado los cambios más espectaculares.
LA LLANURA DEL RÍO TURIA
La bahía-laguna (antigua Albufera) del máximo de la transgresión flandriense abarcaba un espacio semiconfinado mucho más amplio que el actual. Por el norte se extendía hasta las actuales
desembocaduras del Carraixet y Turia y por el sur contactaba con el delta del Júcar y los ámbitos
marinos muy próximos a las montañas del Castell de Bairén en el abanico pleistoceno del Serpis.
En su borde septentrional se ubicó la ciudad de Valentia a orillas del río Turia sobre una terraza aluvial holocena de arcillas y limos fluviales. Los sedimentos de las excavaciones arqueológicas urbanas han permitido reconstruir importantes fluctuaciones ambientales desde su fundación hasta
época islámica (siglos XI-XII). Los primeros restos aparecen sobre limos y arcillas (estériles desde el
punto de vista arqueológico) con rasgos de hidromorfía, indicadores de ambientes pantanosos o
mal drenados. En época republicana (siglo II a.C.) y hasta los siglos II-III d.C., los restos urbanos
aparecen recubiertos por depósitos de inundaciones (capas de arenas masivas de espesor decimétrico) correspondientes a derrames arenosos y sedimentos overbank. Sin embargo, en época tardorromana (siglos V-VI) no hay registros de inundación violenta, se decantaban arcillas grises en la
ciudad y el análisis micromorfológico denota nuevamente un ambiente encharcado o cenagoso.
Desde la época islámica (siglos X-XI) el río inundaba Valencia de forma recurrente, depositando sedimento grueso (barras de cantos grava y arena) que sepultan con espesores decimétricos elementos constructivos del recinto islámico.
Según los hallazgos arqueológicos y documentos medievales la navegabilidad del río se mantuvo al menos desde época romana hasta la Alta Edad Media, pero desde los siglos XIV-XV la sustracción de agua para el riego y los cambios geomorfológicos en la desembocadura impidieron la navegación. El aporte sedimentario del río Turia ha sido clave en los cambios del litoral. Unas
excavaciones alejadas dos kilómetros de la actual línea de costa, pusieron al descubierto una sección
con una secuencia completa de progradación fluvial. La base del corte, a 0 m sobre el nivel de mar,
representa la línea de costa, constituida por paquetes de espesor métrico de arenas de backshore, du-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Esquema geomorfológico del litoral deltaico del rio Turia según Ruiz y Carmona. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
Las zonas pantanosas forman parte
del antiguo lagunar septentrional de
l’Albufera. La Punta es una antigua
progradación aluvial del Turia. Se han
destacado los caminos históricos que
enlazaban Valencia-Russafa y el litoral.
nas (con restos vegetales datados en el 2.320±60 y 2.295±55 B.P.) y arenas de ámbitos de aguas someras (datados entre el 2.330±65 B.P.). En techo aparecen entre 3 y 4 m de limos arenosos masivos fluviales, depósitos de desbordamiento del río Turia que contienen abundante cerámica de época histórica. La columna registra el proceso de progradación del río Turia en el litoral que provoca un
traslado horizontal de la línea de costa de dos kilómetros.
Los paquetes de arenas y gravas fluviales del cauce del Turia se distribuyen en tres sectores del
litoral, indicando sucesivas posiciones, desvíos o avulsiones del río (durante el Holoceno superior)
que son la muestra del proceso de relleno deltaico de la bahía o estuario flandriense. La posición
más meridional de la desembocadura del Turia, y más reciente en el tiempo, es la Punta d’En Silvestre. Quizás contemporánea a la época romana e islámica, la Punta formaba un delta de carga mixta,
con diques aluviales progradantes sobre las zonas palustres de Francs i Marjals, desaguando en el
margen septentrional de la Albufera, un sector denominado la Conca en época medieval, conectado
hidrológicamente con el lago de la Albufera.
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LA LLANURA LITORAL VALENCIANA • PILAR CARMONA
LA LLANURA DEL RÍO JÚCAR
La llanura deltaica del río Xúquer al sur de la Albufera de Valencia, fue asiento de poblamiento
romano y medieval y posiblemente de la ciudad romana de Sucro. Esta llanura se extiende entre Albalat de la Ribera, el Palmar (la Llonga), Cullera y la franja litoral meridional cuya influencia llega
más al sur de l’Estany Gran. Al igual que la del Turia, la sedimentación holocena del Júcar ha enterrado albuferas y humedales flandrienses bajo deltas lacustres y el cinturón de meandros. En el litoral aparecen zonas pantanosas residuales, cerradas a la influencia marina por una gruesa restinga
que hoy en día se extiende de forma ininterrumpida al norte y al sur de la montaña de Cullera. La
extensión de las lagunas flandrienses se identifica en el substrato con la aparición de conchas de Cerastoderma glaucum, bivalvo característico de albuferas de aguas salobres conectadas con el mar, a través de discontinuidades en la restinga. Hacia el sector continental, sobre el substrato pleistoceno somero, se extendían lagunas de agua dulce alimentadas por los acuíferos cársticos de la zona
montañosa. La máxima inundación marina (aguas salobres) pudo haber remontado vaguadas y el
valle del Júcar varios kilómetros aguas arriba hasta el área de Sueca y Favara.
Entre el 6.000-4.000 B.P. hubo una fase de progradación de deltas lacustres que abarcaron una
gran extensión al norte y sur del Júcar en los sectores de la Llonga o Punta Seca, Alter de la Calderería y els Allargats-l’Estany Gran. Inicialmente, estos cauces del Holoceno medio no desembocarían
en el mar. Se trata de sistemas fluviodeltaicos, deltas lacustres de cabecera de bahía que forman rellenos arenosos y fangosos extensos y someros que constituyen el substrato de la llanura de inundación. Así pues, durante el Holoceno superior las desembocaduras del Júcar se han desplazado decenas de kilómetros. La datación de un relleno de arena gruesa hacia el 4.000 B.P. señala la existencia
de una desembocadura meridional que seguía al menos hasta la zona del Estany Gran (els Allargats)
por detrás de la restinga. La restinga del sur de Cullera, de más de 2 km de anchura, ha progradado
considerablemente gracias a los aportes del Júcar. Realmente se trata de un delta dominado por el
oleaje, formado por apilamiento de barras de arena alargadas y alimentadas desde la desembocadura del río. A lo largo del Holoceno superior, las posiciones meridionales de la desembocadura del
Júcar aportaron abundante arena a la restinga frente a Tavernes, donde se preserva un cordón dunar
interior de más de 6 m de altura, ahora alejado de la línea de costa.
Cauce del río Júcar en la llanura de inundación. [Fot.
J. M. Ruiz].
La llanura deltaica del río
Júcar al sur de la Albufera
de Valencia, fue asiento de
poblamiento romano y
medieval y posiblemente
de la ciudad romana de
Sucro.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Panorámica de la llanura aluvial, la Albufera y la restinga.
[Fot. J.M. Ruiz].
La población en primer plano
es Sueca y al fondo se distingue el área metropolitana de
Valencia y los contornos de la
Serra Calderona.
El Grau Vell (Sagunt, València). [Fot. Archivo SIP].
El mar Mediterráneo junto
al Grau Vell y la zona de
marjal que se sitúa a sus
espaldas.
Sobre la plataforma deltaica y durante los últimos milenios se fue construyendo la cresta aluvial
o cinturón de meandros de la llanura del río Júcar. Sus diques aluviales están sobreelevados varios
metros sobre la llanura de inundación y la llanura costera. Esta superficie aluvial a cotas destacadas
y mejor drenada fue colonizada por las villae romanas hasta el área de Sueca-Fortaleny. No obstante,
la superficie aluvial más próxima al litoral, entre los meandros estrangulados de Tol·lo y Alcorcoix al
oeste de Cullera, no debió consolidarse como tierra firme hasta época medieval islámica. Los investigadores opinan que parte del poblamiento romano debió articularse en torno a la Vía Augusta cruzando el río Júcar a la altura de Albalat. El poblamiento aguas arriba del paso del Júcar es disperso y
aparece a veces enterrado bajo los sedimentos de este río. Sin duda el camino debía atravesar el río
por un vado (el Gual) ahora desaparecido como consecuencia de dragados llevados a cabo a principios del siglo XX. Desde allí, la Vía enlazaría con un ramal costero que se dirigía a Dianium. El Portum
Sucrone, ubicado en algún lugar de la costa, conectaría con el ramal litoral de la Vía hacia localidades
costeras como Dianium (Dénia) y Lucentum (el Tossal de Manises, Alicante). El topónimo de la Calzada que aparece en Xeraco, podría pertenecer a un camino que seguiría por debajo del castillo de
Bairén rodeando la marjal en dirección sur. Según la crónica de Jaume I (Llibre dels Feits) todavía en
la primera mitad del siglo XIII el tránsito por el litoral al sur de Cullera estaba interrumpido por golas que comunicaban con el mar las lagunas de Corbera y Bairén.
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EL PAISAJE
ELENA GRAU
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
El paisaje del territorio valenciano durante el período romano y visigodo se puede conocer gracias a los análisis arqueobotánicos y arqueozoológicos de una serie de restos de carácter biótico.
La evolución de la vegetación en las comarcas valencianas durante este período romano y visigodo, va en el sentido de una degradación de las formaciones boscosas como son los carrascales termófilos, incluidos en la orden de la Quercetalia ilicis, y el establecimiento de comunidades de garriga
tipo coscojares y lentiscares (Querco-Lentiscetum) y tomillares y romerales (Rosmarino-Erición ). Junto
a los ríos y ramblas, había una vegetación de ribera como la asociación Populetalia albae, con álamos,
chopos, fresnos y sauces. En las zonas de umbrías de las montañas o en las comarcas interiores se
desarrollaba una vegetación mesomediterránea caracterizada por el Quercetum rotundifoliae, con algunas formaciones supramediterráneas como el Quercion valentinae.
Los pinos habitaban de forma natural en las etapas de degradación de los carrascales, como sucede con el pino carrasco (Pinus halepensis), y de los alcornocales como sucede con el pino rodeno
(Pinus pinaster).
Además, encontramos una serie de taxones que bien podrían pertenecer a la variedad cultivada,
tales como Olea europaea (olivo), Vitis (vid) y algunas rosáceas. Hay que destacar la presencia de Ceratonia siliqua (algarrobo) en época romana desde el período republicano.
En todo momento se han explotado biotopos diferentes, como la ripisilva, montañas y llanuras,
siendo durante el período bajo-imperial y visigodo cuando se puede observar el máximo de degradación de esta vegetación. Dicha degradación está en relación con la acción antrópica (expansión demográfica, prácticas económicas) y el grado de respuesta de los suelos ante esta acción. Los suelos
estaban ya bastante erosionados y el clima, semejante al actual, tampoco favoreció la regeneración
del bosque ante la presión antrópica.
Estos biotopos (bosques, matorrales, marjales, etc.), permitían disponer de una gran variedad de
recursos como:
– madera, que se podía emplear tanto como combustible (en hogares de tipo doméstico o en hornos para diversas de actividades) como para material de construcción (hábitats, ingeniería naval, carruajes, muebles, instrumentos...).
– frutos y otros elementos vegetales (fibras, resinas...).
– caza de animales característicos de los distintos biotopos (suidos, aves...).
– pesca, tanto de especies de aguas marinas costeras, salobres y de agua dulce.
– moluscos marinos y terrestres...
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Pinar de la provincia de Castellón. [Archivo SIP].
Las comunidades vegetales valencianas sufrieron, durante el período romano y visigodo,
una degradación de las formaciones boscosas estableciéndose comunidades de garriga tipo
coscojares, lentiscares, tomillares y romerales. Los pinos habitaban en las etapas de degradación de los carrascales y de los alcornocales.
En este paisaje también se puede detectar la presencia de campos de cultivo como indican los restos de cereales, leguminosas y
frutales junto con especies de malas hierbas. Esta economía agrícola se completa con recursos ganaderos de especies de ovicaprinos, bovinos y suidos.
En época romana, la explotación de los recursos naturales está
en función del grado de romanización que haya alcanzado la
zona. Así existían territorios claramente romanizados con un poblamiento de llanura y con un espacio agrícola dedicado al cultivo
de la viña, el olivo y los cereales (ager) que estaba relacionado con
el hábito alimenticio de consumir pan, vino y aceite. Por otro
lado, existían otras zonas, con una superficie forestal explotada
mucho más extensa, que poseían un uso del espacio dedicado
principalmente a la ganadería y una alimentación fundamentalmente proteínica, basada en los productos de la ganadería, de la
caza y la recolección (saltus).
El ager valenciano contaría con una explotación intensa de los
suelos aluviales por medio de una agricultura de irrigación, que
ya había comenzado en época ibérica y que en época romana al-
Plano trasversal de diferentes carbones vistos al microscopio. [Fot. E. Grau].
Son los taxones más comunes del registro arqueológico de época romana en tierras valencianas. Existen especies que podrían pertenecer a
sus variedades cultivadas como el olivo y la vid.
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EL PAISAJE • ELENA GRAU ALMERO
canza un gran desarrollo favorecida entre otras causas
por la construcción de acueductos y otros sistemas de
canalización de las aguas de riego. Los datos geomorfológicos indican que, además, existían en época romana
una serie de marjales paralelas al litoral.
Las zonas que habían sido ganadas al bosque eran
aprovechadas para el cultivo de los cereales, la viña, el
olivo, frutales y hortalizas. De todos ellos tenemos conocimiento tanto por los restos carpológicos que han
quedado en los sedimentos como por las noticias de los
autores clásicos.
Otros datos indicativos de la presencia de la vid y del
olivo son las ánforas que contenían vino y aceite, los recipientes relacionados con su consumo, los hallazgos de
madera de vid o de olivo, de pepitas de uva o huesos de
aceituna y la existencia de estructuras relacionadas con la
elaboración del vino y el aceite (lagares y almazaras).
La viña y, posiblemente, el olivo se cultivan desde los
siglos VIII-VII a.C. en asentamientos vinculados con la colonización fenicia, como l’Alt de Benimaquia (Denia,
Alacant) y la Rábita (Guardamar del Segura, Alacant). En
el siglo VI a.C., aparecen restos de vid en el yacimiento
ibérico de Los Villares, confirmándose, a partir de este
momento, su presencia de manera sistemática en la totalidad de los asentamientos valencianos. A partir del siglo
V a.C., además de restos de vid y de olivo, encontramos
restos de higuera, almendro, granado y, posiblemente,
manzano. Entre los frutales, la vid es la especie más representada, seguida del olivo y de la higuera. Estos tres
cultivos constituyen la base sobre la que se asienta la arboricultura en el Mediterráneo.
Muy pocas son las fuentes que hacen referencia al
cultivo de la viña en Hispania durante la época republicana y cuando lo hacen son poco explícitas, como es el
caso de Varrón (Res. Rust., 1, 8, 1) que señala entre los
tipos de viña las de Hispania. Si a esto añadimos la escasez de datos arqueobotánicos sobre la vid para este
período, parece indicar que la extensión y explotación
de este cultivo era aún limitada. En cambio, para la
época alto-imperial, las fuentes escritas y arqueológicas
Diagrama antracológico de Valentia según Grau. [Dibujo A. Sánchez].
En el diagrama se observan las variaciones que afectaron a los diferentes taxones en época republicana, alto-imperial y bajo-imperial. Destacan, la importancia del Quercus en época republicana y el aumento de Olea en el alto-imperio.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Viñedo de Caudete de las Fuentes, Valencia. [Fot. C. Mata].
El ager era el espacio agrícola
dedicado al cultivo de los
alimentos básicos como el
pan, el vino y el aceite. La
vid se cultivó desde época
republicana y fué durante el
Imperio cuando su producción, destinada al comercio,
aumento considerablemente.
Olivo de Jaén. [Fot. C. Mata].
Aunque los iberos ya cultivaron el
olivo, fue durante el período romano cuando el aceite, utilizado
para diversos fines, se convirtió en
uno de los pilares de la economía
de la Hispania romana. Los latifundios de olivos ocuparon grandes
extensiones de territorio agrícola.
demuestran que la viña constituía la base agrícola fundamental de muchas de las explotaciones rurales de la Península. El vino hispánico era exportado en grandes cantidades según los testimonios
de Estrabón, Columela, etc. Algunos autores indican que los vinos hispánicos no eran muy apreciados por los romanos, tal es el caso del vino de Saguntum según Juvenal. Pero otros comentan, sin
embargo, que son muy estimados; así los vinos de Lauro elogiados por Plinio, los de Tarraco por Marcial y los de Saguntum por Frontón. Además, las fuentes escritas y arqueológicas muestran que la exportación de vino hispánico no sufrió ninguna interrupción con motivo del edicto de Domiciano que
ordenaba, en el año 92, arrancar la mitad de las cepas plantadas en las provincias.
Para el período bajo-imperial no existen, tampoco, muchas referencias de fuentes literarias sobre
la viña. Parece ser que el cultivo estaba más restringido en Hispania, dejándose de producir para el
mercado exterior. En Valentia hemos podido observar un descenso de los porcentajes de Vitis entre
los restos antracológicos de este período.
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EL PAISAJE • ELENA GRAU ALMERO
En cuanto al olivo, los romanos encontraron el terreno preparado para extender su cultivo por la Península Ibérica gracias a las experiencias llevadas a cabo con esta planta por los íberos. Buena parte de la
economía de la Hispania romana se basaba en el cultivo del olivo y en la producción de aceite. La exportación de aceite a Roma se hizo desde tiempos muy tempranos, siendo el territorio de Saguntum uno de
los que primeramente exportaron dicho producto.
Los frutales son también señalados entre los cultivos por los autores clásicos. Hemos podido testimoniar la presencia en tierras valencianas de higueras, algarrobos, perales, ciruelos y otros frutales de
la familia de las rosáceas. Entre las referencias de las fuentes literarias podemos destacar las de Plinio
en su obra Naturalis Historia sobre los higos (eran famosos los sacontini o de Sagunto), el peral, el manzano, el ciruelo, el melocotonero, y los injertos de ciruelo en manzano dando la malina y de ciruelo en
almendro dando la amygdalina.
El desarrollo de otras especies como el nogal (Juglans regia) parece también ligado a la romanización, ya que lo encontramos en los diagramas polínicos de Casablanca y Almenara (Castellón) del
período romano.
También existía una parte del territorio destinada a bosques en las tierras comunales de los municipios y colonias. Entre las actividades y oficios relacionados tradicionalmente con el bosque, la obtención de madera y su transporte fueron las más importantes. De la madera explotada como combustible se aprovechaban toda clase de especies y ramas de todos los calibres. Los árboles con
troncos más gruesos como los del Quercus, Cupressus, Ulmus,y Populus, son recomendados por Vitrubio para la construcción de viviendas, pero de hecho se emplearon también otros taxones como Juniperus en el caso del templo de Diana de Saguntum y los pinos carrascos y fresnos en las construcciones de Valentia.
La madera sirvió, asímismo, para la construcción naval, y dada la importancia de este medio de
transporte en el período romano, se utilizaron grandes cantidades de madera para la fabricación
tanto de navíos comerciales como de guerra.
Además, la madera fue empleada como combustible en todo tipo de hornos. Hemos documentado restos de fresno, olivo, pino carrasco y lentisco en un horno para fabricar vidrio en Valentia, y
aunque los tipos de hornos estudiados para el período romano son escasos observamos que no
existe una regla general a la hora de utilizar una u otra especie como combustible.
Los troncos más gruesos procedían de las montañas interiores y serían transportados por vía fluvial hasta las zonas llanas, como señala Estrabón para la antigüedad o como se ha venido haciendo a
lo largo de la historia por los madereros o raiers de los ríos Júcar y Turia.
Los bosques proporcionaban otros productos además de la madera, tales como la resina de los
pinos de la que se extraía la pez para impermeabilizar las ánforas, el corcho, algunos frutos e, indirectamente, la miel. Los Quercus producen además de la madera, corcho y bellotas, otros productos
como sucede con las coscojas que dan el cusculium, quermes vegetal usado para teñir los mantos
imperiales.
De la limpieza de los bosques, efectuada tradicionalmente, se obtiene también toda clase de pequeño ramaje para consumo doméstico de los hogares y hornos (de pan, yeso, cal, vidrio, etc.), y
para el forraje del ganado como es el caso de algunas leguminosas recomendadas por varios autores
latinos, tales como los Cytisus.
Hay que señalar la importancia de la explotación de la ripisilva. Algunos sauces se han cultivado
para obtener mimbre de sus ramas más jóvenes. Las plantaciones de sauces, según Catón, figuran
como las terceras por su rentabilidad siguiendo a las de viñas y a los huertos de regadío, y por de-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
lante de las de olivos. Algunos instrumentos se realizaban empleando estas maderas como el caso
del uso del fresno en el enmangue de algunas de las armas halladas en los niveles de destrucción de
Valentia en el 75 a.C., relacionados con las guerras sertorianas.
Otras especies de la ripisilva eran empleadas en la construcción de las techumbres de las viviendas como es el caso de la utilización de cañas (Arundo donax) en techos y paredes recomendada por
Vitrubio y atestiguada por el antracoanálisis de Valentia y en otros contextos arqueológicos. Según
Vitrubio, árboles que se pueden encontrar entre las especies de ribera, como los olmos y los chopos,
son idóneos para edificar.
Finalmente, los romanos también explotaron el esparto, siendo muy importante la zona destinada a dicha planta en Carthago Nova, conocida como campus spartarius. Ésta, sin duda, también se
cultivaría en otras zonas termomediterráneas de la Península aunque en menores cantidades. También fue importante el cultivo y la producción de lino, y según Plinio, los tejidos de este material de
eran los más famosos del mediterráneo.
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RESTOS FAUNÍSTICOS EN CONTEXTOS URBANOS
ALFRED SANCHIS
Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia
Los asentamientos de carácter urbano en época romana y visigoda, a diferencia de los hábitats rurales, concentraron a un gran número de personas. Este hecho provocó el aumento de las exigencias en
volumen de alimentos así como de los desechos originados a través de su consumo. Además, mientras
que en el campo se produce cierta autarquía en el tipo de economía animal, en las urbes el macellum es
el que rige las tendencias cárnicas a seguir según la disponibilidad de uno u otros productos.
La cocina o las tendencias cárnicas de la alimentación en el mundo romano están muy bien documentadas en los textos clásicos y en algunas representaciones artísticas como relieves o mosaicos, pero en este caso nos valemos del registro arqueológico para tratar de inferir más datos de
tipo económico.
Al analizar los residuos de una ciudad actual, podemos observar como prácticamente no existen
diferencias en su formación respecto a los de una urbe en la antigüedad. Si separamos los desechos
no orgánicos de los orgánicos, y a estos últimos les aplicamos un filtro temporal de dos mil años
–con todas las probables alteraciones que esto comporta– nos quedará un conjunto de materias duras, sobre todo huesos y conchas de animales y en menor medida esqueletos de peces.
Estos elementos sobrantes de la alimentación humana son los que han perdurado hasta nuestros
días y los que nos permiten valorar el papel ejercido por ciertos animales en las economías y sociedades pretéritas.
ANIMALES COMIDOS, ANIMALES QUERIDOS
Podemos dividir los restos de fauna presentes en los yacimientos arqueológicos urbanos en dos
categorías: por un lado los que han servido de manera directa o indirecta a la alimentación humana,
mediante una relación de explotación, y por otro los que no se han consumido y denotan ciertas
prácticas de carácter social y simbiótico, entendida la simbiosis como la relación existente entre individuos de diferentes especies, donde ambos simbiontes obtienen provecho de una vida en común.
Entre los primeros, cerdos, bóvidos, ovejas, cabras, pollos, gallinas y conejos son engordados y sacrificados para aprovechar su carne. Además, algunos de ellos aportan otros productos, como leche,
lana, pieles, plumas, huevos y materias primas para la fabricación de instrumentos (clavijas córneas
o diáfisis óseas). El segundo grupo de animales está compuesto por perros, gatos u otros de carácter
exótico que ofrecen al hombre su compañía y éste les alimenta.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Bajorrelieve que representa un establecimiento carnicero de época imperial.
[Museo de la civilización romana,
Roma].
Charcutero preparando la carne para
un cliente. En la tienda no aparecen
animales enteros y alguno de los
fragmentos están deshuesados. Los
embutidos y otros productos preparados también están representados.
Los restos de fauna pertenecientes a la alimentación humana aparecen normalmente fracturados,
con marcas del instrumental carnicero, consecuencia de haber sufrido distintos procesos desde el sacrificio del animal hasta su consumo y posterior abandono. En el ámbito urbano estos restos quedan concentrados en vertederos localizados en las proximidades de las casas, encontrados en fosas habilitadas
para esta función o formando parte de niveles de amortización de áreas domésticas. En cambio, los animales que han mantenido una relación no alimenticia con el hombre, suelen aparecer completos y en
ocasiones conservando la posición anatómica propia del enterramiento, que suele realizarse introduciendo a los animales en pequeñas fosas, situadas en zonas cercanas a las viviendas de sus dueños.
Desde el punto de vista económico, nos resultan de mayor interés las concentraciones óseas de
carácter alimenticio. Podríamos diferenciar las vinculadas a la comida diaria, de aquellas que son
consecuencia de festines de carácter ritual o festivo. En este último supuesto, las acumulaciones están formadas por un gran número de animales (aunque esto depende en buena medida de la cantidad de participantes en el acto) que son sacrificados, preparados, consumidos y abandonados –sus
despojos– en un breve espacio de tiempo.
Un ejemplo de banquete ritual de carácter público que conmemora la fundación de Valencia, se
localiza en la excavación de la C/ Roc Chabàs y ha sido datado en el 150-130 a.C. En la fosa, junto a
abundante material cerámico de mesa, aparecen las extremidades posteriores de individuos neonatos de diversas especies: ovicaprinos, toro, cerdo, caballo, gato, cáscaras de huevo y elementos malacológicos, además de un dedo humano. Otras ofrendas votivas (privadas) de carácter alimenticio se
manifiestan en niveles republicanos de L’Almoina (Valentia), como celebración de la construcción de
una vivienda. Más pruebas de estos conjuntos, originados en cortos períodos, las tenemos en un
pozo ritual situado en L’Almoina, en niveles augusteos, con un relleno, que además de abundantes
piezas cerámicas, presenta una elevada concentración de huesos de cerdo (y de otras especies) pertenecientes a 48 individuos, sacrificados entre el año y medio y los tres años de edad, donde aparecen
la mayoría de unidades anatómicas. Estos cerdos fueron consumidos en lo que parece ser un ritual
de refundación de la ciudad, después de su destrucción, en el 75 a.C.
En oposición a estos conjuntos, están los que son resultado de la alimentación del día a día que en
su gran mayoría son formaciones de génesis lenta. Se diferencian de los festines, por presentar una ma-
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RESTOS FAUNÍSTICOS EN CONTEXTOS URBANOS • ALFRED SANCHIS
yor abundancia taxonómica y una desigual representación de unidades anatómicas. Centrándonos en
este último hecho, podemos decir que esta desproporción está causada por procesos, previos a la deposición, a los que se ve sometido el cadáver animal, aunque también por otros de origen diagenético.
En las ciudades de la antigüedad, está probada la existencia de mercados. En éstos se localizaban
tanto carnicerías, donde se llevaría a cabo un procesado primario del animal, como charcuterías, lugares de venta de productos cárnicos más o menos preparados, como salchichas y embutidos. Es en
estos lugares donde se produciría el procesado secundario del animal. En ambos establecimientos es
factible que se generaran despojos, sobre todo aquellas partes marginales como las clavijas córneas,
la cabeza, los autópodos y los huesos de individuos de gran talla (bóvidos) consecuencia del proceso
de deshuesado de los miembros apendiculares. Los animales de talla media como cerdos y ovicaprinos eran descuartizados y las zonas cárnicas que se ponían a la venta contenían abundantes partes
óseas, siendo menos frecuente el descarnado de los huesos en éstos que en los individuos más grandes. Los conejos y aves a menudo se venderían enteros y en ocasiones vivos, por lo que el proceso
carnicero podría quedar vinculado en su totalidad con el procesado doméstico. Leguilloux es una investigadora que ha trabajado sobre conjuntos óseos
procedentes de charcuterías romanas en Aix-en-Provence. En Valentia
todavía no se han encontrado basureros vinculados a estas actividades lo que sería muy interesante a la hora de observar diferencias –fundamentalmente de representación de ciertas partes corporales– respecto a las desechos producidos en las
viviendas. En éstas últimas es donde se documenta el tratamiento final de los animales y se genera otro modelo de
basurero. Todo esto puede explicar la desigual presencia
de elementos anatómicos (destacando huesos fracturados asociados a zonas con gran cantidad de carne) en los
lugares de carácter doméstico que son los que habitualmente proporcionan mayor cantidad de huesos.
Lignereux y Peters han estudiado en la Gallia romana los
diferentes establecimientos urbanos susceptibles de manipular
carcasas o despojos de éstas y que pueden generar acumulaciones
óseas y que hay que distinguir de los de carácter meramente doméstico. En los mataderos podemos encontrar desechos vinculados al sacrificio y a la carnicería, como raquis y pelvis descarnadas así como huesos
marginales que no contienen mucha masa muscular, y también cabezas.
El aprovechamiento de las pieles en las tenerías puede concentrar falanges, metapodios, zonas superiores craneales y también cuernos y vértebras caudales. Los artesanos del cuerno se caracterizan por presentar
conjuntos con elevados porcentajes de clavijas córneas; los del hueso y
marfil, fragmentos de huesos largos; los establecimientos de salado de la
carne, cabezas y pies, ya que los elementos apendiculares que se salan
son exportados o vendidos; las tiendas de ahumado de los restos cárnicos
concentran sobre todo escápulas y mandíbulas, y las fábricas de engrudo
recuperan los huesos no utilizados dejando constancia de su actividad a
través de fragmentos de diáfisis y de zonas articulares no aprovechadas.
Los establecimientos de la carne y de las actividades generadas a partir
de ella se sitúan en las afueras de la ciudad, cerca de puertas y de cursos
de agua, evitando causar molestias a los habitantes de la urbe.
Lucerna del pozo augusteo ritual de
L’Almoina (Valencia). [SIAM].
El disco presenta una escena
donde dos personas están despiezando a un suido. Parece como si
se estuviera enunciando el banquete ritual que se iba a desarrollar a continuación.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Relieve en mármol de una pollería del siglo III. [Museo Torlonia de Roma].
En el caso de aves, conejos y
de animales jóvenes como los
cerdos es probable que se vendieran enteros o en fragmentos, siempre según las exigencias y gustos del cliente.
Además de los animales domésticos, en las acumulaciones osíferas de época romana, aparecen
también restos de especies silvestres, sobre todo venados y aves como perdices o palomos. La presencia de huesos de ciervo –aunque escasos– en niveles republicanos e imperiales en L’Almoina indica que la caza continua practicándose, existiendo en este momento zonas boscosas, como El Saler,
próximas a la ciudad. El papel de la caza en la economía es puntual y más bien marginal en las áreas
urbanas y algo más destacado en zonas rurales y villas, aunque se convierte con el paso de los años
en una actividad de prestigio vinculada a las elites.
Los conejos dejan pocos restos en los basureros, no porque no se consumieran sino porque sus
huesos se deterioran o los perros los han hecho desaparecer. Los romanos comienzan a domesticar el
conejo encerrando a los ejemplares silvestres capturados en pequeños recintos denominados
leporaria, aunque no es hasta época medieval cuando este animal es criado en conejeras.
Dejando por el momento el tema de la carne, es conveniente hablar de las mascotas ya que parece
ser que es en el mundo romano cuando estos hábitos se extienden fundamentalmente entre las clases
sociales más favorecidas. El perro, desde la domesticación de su agriotipo hasta la actualidad, ha sufrido un fuerte proceso de manipulación por parte del hombre que ha desembocado en la existencia
de más de 300 tipos, algunos de los cuales no desempeñan ninguna función específica aparte de la
de mera posesión y compañía. A este punto ya se había llegado en época republicana y sobre todo en
el Imperio. Son abundantes las referencias que nos hablan de perros con caracteres degenerativos:
los enanos, los acondroplásicos con enanismo en las extremidades, deformidades y cabezas voluminosas, y también los braquimélicos con huesos largos desproporcionados, estructura muy gruesa del
tejido esponjoso y diáfisis curvadas. Todos ellos eran considerados por las clases altas como animales de lujo, mientras que perros de talla media que no necesitaban tantos cuidados eran adoptados
por gentes más humildes.
Los gatos aparecen, en ocasiones, en depósitos de carácter ritual o algunos de sus huesos aislados
acompañando a la fauna de consumo en los vertederos. A pesar de esto, no son tan frecuentes como
los perros. Parece ser que el gato es introducido en época romana por legionarios procedentes de
Egipto, aunque no es hasta época medieval cuando se hace más presente en las ciudades sobre todo
por la expansión de la rata negra.
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RESTOS FAUNÍSTICOS EN CONTEXTOS URBANOS • ALFRED SANCHIS
Los caballos no suelen consumirse y cuando aparecen sus huesos con marcas de carnicería se los
relaciona con momentos puntuales o hambrunas. En niveles fundacionales de Valentia, en la calle
Conde de Trénor, se han documentado huesos de équido aserrados y con marcas que denotan su
consumo por parte de los primeros colonos. En otras ocasiones aparecen enterramientos de caballos,
asnos o burdéganos, conservando sus huesos la conexión anatómica y sin marcas carniceras. Estos
équidos son animales de monta o de carga que son arrojados a los vertederos dentro o fuera de la
ciudad. En L’Almoina, en niveles tardoimperiales, apareció un caballo, aunque en este caso no estaba completo debido a la alteración producida por una fosa posterior.
DIVERSIDAD DE ESPECIES
La utilización de alimentos de origen animal en las dietas es un hecho bastante arraigado en la
mayoría de culturas, siendo uno de los aportes proteínicos fundamentales. Los paralelos etnográficos nos muestran la existencia de diferentes preferencias a la hora de consumir ciertas especies. Se
documentan casos donde el hábito de ingestión de carne de un animal puede llegar a niveles casi obsesivos y, otros, donde la misma especie es repudiada. Esto queda explicado desde un punto de vista
social y cultural, aunque también depende en buena medida del gusto personal y de la disponibilidad de productos en el mercado.
Trasladando esta problemática al mundo que nos ocupa, obtenemos ejemplos de diversas tendencias
económicas en la explotación de ciertos animales. Así, los registros procedentes de yacimientos arqueológicos proporcionan suficientes datos como para realizar cálculos de la importancia relativa de unas especies
respecto a otras en diferentes lugares pero en similares cronologías. En un reciente trabajo, King ha valorado la influencia de la dieta itálica en las provincias romanas, evidenciándose patrones regionales relacionados con el mantenimiento de modelos locales que empiezan a modificarse debido a la introducción de
las ideas romanas en la dieta. A grandes rasgos puede decirse que los bóvidos son los predominantes en
centroeuropa, en Germania y en el norte de la Gallia. Los ovicaprinos con los bóvidos en segundo término
son los más importantes en Britannia. Los cerdos destacan en el sur de la Gallia y en Italia, mientras que en
la Península Ibérica, dependiendo de los lugares, son mayoritarios los cerdos o los ovicaprinos.
Se barajan factores que han podido influir en la preponderancia de ciertos taxones, desde el asentamiento de pobladores itálicos en nuevas colonias, al papel de las legiones (que transitan por mu-
Huesos de ovicaprinos de los niveles republicanos de L’Almoina
(Valencia). [SIAM. Fot. Marc Tiffagom].
Los huesos han sido fracturados como consecuencia del procesado carnicero antrópico y se han encontrado en fosas que funcionan como vertederos domésticos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
chas zonas) como exportadores e importadores de nuevos elementos culturales (entre los que puede
figurar la alimentación), hasta la importancia del sustrato indígena en los municipios.
Las diferencias pueden ser también diacrónicas. Se trata de evaluar si en una zona concreta se
produce un cambio o evolución desde el punto de vista económico. Nuestra propia experiencia se sitúa en Valentia, donde se han estudiado restos pertenecientes al yacimiento de L’Almoina y al de la
calle Conde de Trénor. Se ha obtenido una secuencia desde la fundación de la ciudad (138 a.C.) hasta
época visigoda, observándose cambios en el espectro faunístico. En el momento de la llegada de los
primeros colonos fundadores, los cerdos destacan como animal más consumido, hecho que coincide
con los datos que ofrecen ciudades francesas de similar cronología como Burdeos o Lyón. A lo largo
del período republicano, en la ciudad, las ovejas igualan a los suidos en importancia o incluso pueden llegar a superarlos como es el caso de otro yacimiento (Unión-Cortes) de Valencia, detectándose
también una mayor diversificación de especies que pensamos está relacionada con la existencia de
un verdadero mercado en la ciudad republicana.
En época alto-imperial los ovicaprinos y, fundamentalmente, las ovejas superan ya a los cerdos.
Esto parece ser común en la Península, como parece confirmar el yacimiento de Tiermes (Soria) con
niveles del siglo I-III, aunque en este lugar los bóvidos se sitúan por detrás de los ovicaprinos. En
Cerdeña, en Turris Libisonis (siglo I-III) el cerdo es la principal fuente de carne, que no cambiará hasta
el siglo IV donde los ovicaprinos son los más consumidos.
En Valentia, en niveles bajo-imperiales, se produce una variación destacada y los bóvidos son los
que mayores restos aportan, igualándose la representación de ovejas y cabras. En niveles del siglo V
del foro provincial de Tarraco, los ovicaprinos mantienen porcentajes del 60-90 %, comunes a toda
Cataluña, y se aprecia cierto aumento en la importancia de los bóvidos. En Arles (Francia), la representación específica es muy parecida a la descrita en Tarragona.
En el período visigodo, los ovicaprinos ocupan de nuevo el primer puesto, por delante de los bóvidos que parecen mantener su papel en la dieta. Esto coincide con lo observado en los niveles bajoimperiales y visigodos de Unión-Cortes.
ANIMALES PARA EL MATADERO
Los dientes (erupción y desgaste) y los
huesos (fusión de epífisis) nos informan
de la edad de muerte de un animal. Los
restos encontrados en lugares arqueológicos
pueden haber pertenecido a individuos que han muerto por
causas naturales como enfermedad o vejez o, por el contrario, haber sido provocada ésta de manera intencional.
Así, el hombre es el principal responsable del sacrificio de animales y de la consecuente acumulación de restos faunísticos en zonas de ocupación antiguas.
Asta de desmogue de un ciervo (Cervus elaphus). Font de Mussa (Benifaió, Valencia) [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Estos elementos tienen un carácter ritual. Una gran mayoría de astas que aparecen en contextos romanos fueron recogidas durante la muda por lo que en ocasiones no fue necesaria la caza del animal para su obtención.
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RESTOS FAUNÍSTICOS EN CONTEXTOS URBANOS • ALFRED SANCHIS
En el caso de la alimentación doméstica, hay que hacer referencia al matadero, por ser
el sitio donde se sacrifica a los animales, desde donde son distribuidos a mercados y
establecimientos carniceros y son preparados para su venta. Los animales explotados por su carne son individuos con un peso corporal importante pero que no
han llegado a la edad adulta, manteniendo su carne tierna, que hacen rentable la relación entre el gasto que supone su alimentación y los productos que ofrecen para el consumo humano.
La presencia de huesos de animales adultos e incluso seniles en yacimientos urbanos no resulta extraña, pudiendo
estar relacionados con actividades económicas como la obtención de leche o de lana (ovicaprinos). También puede deberse al mantenimiento de individuos reproductores (más
hembras que machos). Los bóvidos utilizados durante cierto
tiempo como bestias de carga en ocasiones son sacrificados,
aunque no es muy lógico que animales adultos o viejos, después de haber cumplido una función en su vida, sean explotados por su carne. En Valentia, en L’Almoina, aparecen sus
restos con marcas de carnicería que evidencian su consumo.
Cuchillo y cuchara procedentes de Ampurias. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Los instrumentos carniceros y
los relacionados con la alimentación no difieren mucho de
los empleados en la actualidad
en algunas zonas rurales.
MUESTRA ORIGINAL Y RECUPERADA
El procesado de los animales tiene como objeto su reducción hasta convertirlos en formas fáciles
de manipular, que se puedan cocinar y comer. Dependiendo del tamaño del animal este proceso
puede variar ligeramente.
Los animales grandes (bóvidos), una vez conducidos de su lugar de cría a la ciudad, son sacrificados empleando un hacha que realiza un corte a la altura de la nuca. Posteriormente son sangrados.
Si son de gran tamaño, se les sujeta boca abajo en el suelo, son abiertos en canal y se les extraen las
vísceras. También se les cortan los cuernos y la zona marginal de manos y pies. Finalmente se descuartizan y los pedazos grandes de carne son deshuesados. Los animales medianos (suidos, ovicaprinos) son sacrificados mediante una punción en la zona posterior del cuello y en dirección al corazón. A continuación se sangran. Se cuelgan de las patas traseras en el carnarium y se abren en canal
con un hacha de pequeño tamaño llamada securicula. Con un cuchillo se evisceran y después son
descuartizados, y algunos fragmentos cárnicos son deshuesados.
Animal vivo
Matadero
Carnicería
Charcutería
Ámbito doméstico
Proceso principal de producción de desechos en áreas urbanas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Algunos caracteres de los depósitos faunísticos urbanos.
Animales consumidos
Animales no consumidos
Alimentación
diaria doméstica
Banquetes
rituales
Enterramientos
mascotas/caballos
Ofrendas votivas
de animales*
Muy diversa y en
función del mercado
Menor diversidad
Enterramientos
individuales
(una especie)
Varias especies
(perros y gatos)
Muy intensa y con
marcas carniceras
muy presentes
Fracturación más
moderada y menos
marcas
No existen
No aparecen
Representación
anatómica
No están todas
las partes anatómicas
Presentes una gran
mayoría de partes
Presentes todas si no
hay alteración, y en
conexión anatómica
Puede tratarse de
animales enteros
o de partes
Edad de muerte
Jóvenes y subadultos
(carne) y algunos de
más edad
(otras explotaciones)
Subadultos (carne)
Muerte natural
(adultos por regla
general)
Suelen ser neonatos
Bastante escasa
Los animales silvestres
dan más sentido ritual
No
En ocasiones
Presentes
Poco presentes
No
No
Semi-activos
Activos durante
el ritual
Cerrados
Cerrados
Lenta
Rápida
Muy rápida
Rápida
Diversidad
de especies
Fracturación
antrópica/marcas
Presencia de
animales silvestres
Alteraciones
de perros
Depósitos activos
o cerrados
Velocidad de la
acumulación
* Algunas de ellas se incluyen junto a restos consumidos en banquetes rituales.
En la figura puede observarse cual es el proceso de génesis de desechos desde el animal vivo
hasta los últimos vestigios de éste en las casas de los consumidores. En los mataderos, que algunas
ocasiones pueden coincidir con la carnicerías, se concentran desechos como cabezas de grandes animales, clavijas córneas (las que no se venden), extremos de manos y pies y todas las partes blandas
que no se consumen. Estas últimas no se conservan. En las carnicerías se pueden generar los mismos
restos que en el matadero añadiendo huesos largos de animales grandes que han sido descarnados,
raquis, pelvis y escápulas, además de huesos con poca carne como metapodios, falanges y mandíbulas. A la charcutería (cuando es un establecimiento diferente a la carnicería) llegan despojos cárnicos
que pueden contener o no materia ósea (sobre todo fragmentos de costilla y algunos vertebrales) que
se utilizan para elaborar embutidos y similares. Los despojos que se generan en la charcutería son
más bien mínimos. La zona doméstica puede recibir productos –y despojos– de la carnicería y de la
charcutería. Del matadero o carnicería pueden llegar animales enteros como conejos o aves, por lo
que todos los huesos estarán presentes en los vertederos domésticos. El mismo modelo se origina en
caso de que estos animales lleguen vivos a las casas. En última instancia, los restos después de la
preparación y consumo del alimento se depositan en los basureros domésticos. Si la casa alberga un
perro, a éste se le puede alimentar con algunos huesos que ya no aparecerán en los depósitos. Otros
perros pueden acceder a estos lugares y engullir huesos, dejando constancia de su presencia a través
de las marcas de sus denticiones sobre restos que no han tragado pero sí roído y en las fracturas irregulares creadas en las diáfisis que han atacado.
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III liJIS TO RIA
A
• LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO
• EL IMPERlO ROMANO
• EL FINAL DEL MUNDO ROMANO Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS lV-VJH)
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO
DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO
HELENA BONET
Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia
ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
LA CONQUISTA ROMANA
La presencia de Roma en Iberia está directamente relacionada con hechos que tuvieron lugar en
el territorio valenciano, como el asedio y destrucción, por parte de Aníbal, de la ciudad ibérica de
Arse/Saguntum, aliada de Roma, aunque se encontraba al sur del Ebro, que era el limite norte de la
zona controlada por los púnicos según los pactos del antecesor de Aníbal, Asdrúbal, con Roma. Esta
aparente contradicción entre los dos tratados suscritos por Roma se ha interpretado como que el río
Hiberus de los textos antiguos no sería el Ebro sino el Xúquer, aunque también se piensa en una adulteración de la historia por parte de Roma para justificar su intervención en un territorio sobre el que
no tendría argumentos para hacer acto de presencia. Sea lo que fuere, el caso es que la toma de Arse
desencadenó una larga guerra que tuvo como escenario Iberia, el sur de la Galia, Italia, Sicilia, Numidia (Argelia) y África (Túnez).
Aunque el desembarco romano en la colonia griega de Emporion en el 218 a.C. marca la entrada
de Roma en Hispania, se puede asegurar que los romanos no llegaron altruisticamente para vengar a
sus aliados saguntinos, que también. Ya en el siglo IV a.C., en el 348, se tienen noticias de un posible
tratado anterior entre Roma y Cartago que delimitaba sus respectivas áreas de influencia en el cabo
de Palos, por lo que el País Valenciano quedaba fuera del ámbito púnico. A lo largo del siglo III a.C.,
especialmente en los yacimientos costeros, se encuentran más ánforas y otras cerámicas procedentes
del mundo púnico que del romano, aunque la presencia de ánforas grecoitálicas y de vajilla de pequeñas estampillas y de Cales ya es un indicio claro de la existencia de intereses comerciales romanos, anteriores a su llegada, en concurrencia con los cartagineses.
Pero además de estos intereses económicos, es innegable que lo que impelió a Roma a intervenir en
Hispania fue la política expansionista de la familia Bárquida, que con la rápida conquista de casi toda la
Península, la explotación de sus recursos minerales y la disponibilidad de los iberos como soldados, suponía un peligro de primer orden, más aún teniendo en cuenta las ansias de venganza que existían en
Cartago tras la reciente derrota en la Primera Guerra Púnica y la perdida de Sicilia, Córcega y Cerdeña.
Tras la ocupación de Arse y la audaz marcha de Aníbal a Italia, muy poco más se sabe sobre el desarrollo de los hechos en la zona valenciana, a no ser la recuperación de Arse por Roma en el 214 y la alianza del
general romano Escipión con el caudillo ibérico Edecón, que dominaría la zona edetana, en el 209. Con la
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Desarrollo de la Segunda Guerra Púnica. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
guerra ya prácticamente terminada en Hispania, en el 206, se sublevó la guarnición del campamento romano de Sucro, a orillas del Xúquer, lo que nos lleva a conocer la que debió ser la primera instalación fija
creada por Roma en el territorio valenciano y que posteriormente daría lugar a una ciudad. La ubicación
de este topónimo se ha discutido mucho, pero parece ser que se encuentra en Albalat de la Ribera.
Tras la Segunda Guerra Púnica, que concluyó con el dominio de buena parte de Hispania por
Roma, los historiadores antiguos no mencionan a las tribus ibéricas valencianas, Ilergavones, Edetanos y Contestanos, entre las que, a causa de la imposición de fuertes tributos, se sublevaron durante
los primeros años de la presencia romana, especialmente en el valle del Ebro y en Cataluña. Sin embargo, la arqueología valenciana ha puesto al descubierto gran cantidad de evidencias que muestran
que entre el paso del siglo III al II a.C. numerosos yacimientos ibéricos fueron destruidos y, en su mayor parte, no volvieron a ser ocupados. Entre ellos se encuentran algunos de los más grandes e importantes, como el Tossal de Sant Miquel de Llíria, la Serreta d’Alcoi, l’Illeta del Campello o la Escuera de San Fulgencio, amén de otros mucho más pequeños, que serían aldeas o fortines. Por esta
misma época, también se produjeron ocultaciones de joyas y monedas, bien representadas por los tesoros de Cheste, Moixent y los Villares.
Sin embargo, dado el escaso lapso de tiempo que media entre lo que sería la agresión cartaginesa
(230-218), la guerra entre romanos y cartagineses (218-205) y la probable represión romana a los indígenas (200-180), en la mayor parte de los casos es difícil asegurar con que episodio destructivo se deben relacionar los numerosos incendios y abandonos que atestigua la arqueología. Con todo, parece
ser que la gran mayoría de los casos conocidos se deben asociar a la intervención romana contra los
iberos al finalizar las guerras con Cartago.
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO • HELENA BONET Y ALBERT V. RIBERA
Conocidos los modos y maneras de actuar de Roma, uno de los grandes beneficiados del nuevo estado de cosas debió ser la destruida Arse/Saguntum, algunos de cuyos supervivientes fueron rescatados
y devueltos a su ciudad. Buena prueba de esta rápida recuperación nos la dan sus emisiones monetarias
y la reconstrucción de sus murallas a principios del siglo II a.C. Coetáneamente, la arqueología nos muestra que la vecina Edeta tuvo un destino muy diferente, al no ser reconstruida tras una violenta destrucción, que probablemente fuera obra de los mismos romanos.
Aunque Edeta y otros lugares importantes desaparecieron para siempre, otras ciudades se reconstruyeron al poco tiempo. El caso mejor conocido es el de los Villares, en Caudete de las Fuentes,
solar de la antigua Kelin, que llegó a acuñar monedas en el siglo II a.C. Pero en la zona valenciana, lo
poco que sabemos de los asentamientos ibéricos nos habla de la perduración de las técnicas y modelos
urbanos indígenas frente a lo que ocurre, por ejemplo, en el valle del Ebro donde en el siglo II a.C. aparecen algunas nuevas ciudades pobladas por indígenas, pero en las que la impronta urbana romana
es muy evidente. En nuestro territorio, además de Arse/Saguntum, el único caso que podría ser semejante es el de Ilici, o al menos su mosaico con nombres ibéricos, aunque el grado de conocimiento
científico de éste y otros aspectos de la ciudad ilicitana no permite mayores precisiones.
Mosaico de l´Alcúdia (Elx, Alicante) según
Abad. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
Fechado entre finales del siglo II e inicios del
I a.C., al interés de su motivo decorativo, roseta
central rodeada de una muralla almenada con
torres, hay que añadir el de los nombres ibéricos de altos personajes de la ciudad de Ilici, tal
vez magistrados. Se trata de un mosaico de fabricación local inspirado en modelos helenísticos avanzados del sur de Italia.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
LA FUNDACIÓN DE V
ALENTIA
La historiografía antigua habla de su fundación en el 138 a.C. y de su destrucción en el 75 a.C. Las
intensas y continuas excavaciones de los últimos 20 años han permitido confirmar reiteradamente la
veracidad y exactitud de ambos hechos. No tiene, pues, ninguna base arqueológica ni histórica la ya
caduca hipótesis de que por debajo de la ciudad romana existiera otra anterior, la Tyris que aparece en
un poema del siglo IV d.C. Lo que no se puede descartar es que en los alrededores de Valencia existiera algún centro ibérico anterior de relativa importancia, pero, aunque se conoce muy bien la arqueología de esta nueva ciudad romana, muy poco, o casi nada, se puede decir de su entorno.
En la época en que dice el historiador Tito Livio, el 138 a.C., una plataforma fluvial algo elevada
sobre el Turia y otros canales fluviales que la rodeaban, empezó a poblarse repentina y ampliamente
por gente que preferentemente utilizaba una cultura material (cerámica, sobre todo) y consumía productos alimenticios elaborados (vino, aceite, pescado) procedentes de Italia y de otras regiones del
Mediterráneo (África, Ibiza, Rodas, Cádiz, Libia,...).
Las motivaciones estratégicas de este nuevo centro urbano son evidentes, ya que se encuentra
justo a mitad de camino entre Tarraco y Carthago Nova (Cartagena), que eran las principales y únicas ciudades romanas de la provincia Citerior, situadas a 500 km, estando Valencia equidistante, a
250 km de cada una, prueba de su intencionada ubicación para controlar una amplia provincia en
la que aún era muy escasa la presencia romana directa. El momento de esta nueva fundación también coincide con una reforma de la red viaria de Hispania. No esta claro si la nueva fundación se
creó junto a la vía Hercúlea, la predecesora de la Vía Augusta, o si ésta se trasladó al lugar ocupado por la ciudad.
Termas de l’Almoina, Valencia. [Archivo SIAM].
Este edificio representa mejor que ningún otro lo que fue la fundación de Valencia: una nueva ciudad creada
a la medida de una población de procedencia itálica que conocía y usaba con normalidad los baños públicos.
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO • HELENA BONET Y ALBERT V. RIBERA
Los más antiguos vestigios de la presencia humana son basureros y restos de sacrificios y
ofrendas rituales propiciatorias para conseguir la aprobación divina, tal como era normal en la
religión romana. Las primeras construcciones son tiendas y fondos de cabañas. Hay que
tener en cuenta que los primeros pobladores se instalaron en un espacio natural y
eran ellos mismos los que tenían que levantar la nueva urbe. Dado que lo prioritario siempre era la erección de las murallas tuvieron, durante un tiempo,
que habitar en tiendas, cabañas y barracones, algo que tampoco les vendría de nuevo dado que procedían del ejército y estaban acostumbrados a levantar fortificaciones y a vivir en campamentos.
Con el paso del tiempo fue surgiendo una ciudad del
más puro aspecto romano, con una arquitectura totalmente ajena al mundo ibérico. El hallazgo de un cementerio de este periodo es otra prueba concluyente de la italianidad de estos primeros habitantes, como muestran los ritos de
inhumación y las ofrendas de cabezas de cerdo.
Lámina de oro en forma
de hoja procedente de
Valencia. Siglos II-I a.C.
[Museo de Prehistoria
de Valencia].
Si a esto unimos que los nombres de los magistrados que se conocen de esta época proceden del
centro-sur de Italia, que la tipología y el peso de las monedas de Valentia es semejante a otras acuñadas por Roma y que el mismo nombre de la ciudad, que significa fuerza y valor, es del mismo estilo
que otras colonias fundadas en Italia en el siglo II a.C., con topónimos alegóricos de virtudes militares, no cabe ninguna duda del origen y el ambiente cultural de la primera Valencia. Por todos estos
motivos, se ha supuesto que fue creada como una colonia de tipo latino.
La aparición de una ciudad de estas características en el 138 a.C. supuso un episodio muy trascendente, ya que dada su categoría se convertía en el principal centro urbano de un amplio territorio, por encima de los más importantes asentamientos ibéricos, Arse, Saetabis, la Carencia y Kelin.
Su ubicación topográfica facilitaba los contactos marítimos, como ha puesto de manifiesto la reciente
aparición de un puerto fluvial junto a las torres de Serranos. Debió ser también un importante centro
económico desde el que se redistribuirían hacia el interior buena parte de estos productos importados,
que aparecen en lugares tan alejados como Kelin (Caudete de las Fuentes), siempre acompañados por
monedas de Valentia. El influjo de esta nueva ciudad también se observa en las monedas de las cecas
ibéricas cercanas, Arse y Saiti, que adoptan su peso y cambian sus tipos, llegando Arse a reproducir el
mismo anverso que Valentia y a usar el alfabeto latino. La nueva colonia debió servir asimismo como
centro administrativo y fiscal, donde se recogerían y almacenarían los impuestos en especie a los que estaban obligados los iberos sometidos y que tendrían su acomodo en el horreum de l’Almoina.
EL CONFLICTO SERTORIANO EN TIERRAS VALENCIANAS
La pujanza y notoriedad de Valentia tuvo sus efectos negativos cuando entró en crisis la República romana y ésta y otras colonias creadas para consolidar la conquista se vieron envueltas en los
conflictos civiles que tenían su base en las reclamaciones de la plebe y de los pueblos itálicos y de las
colonias latinas de Italia para adquirir la ciudadanía romana. Cuando los disturbios llegaron a Hispania, se puso crudamente de manifiesto la importancia de Valentia, ya que como principal centro
itálico de un amplio territorio, se convirtió en objetivo militar de primer orden.
En el 83 a.C. llegó a Hispania Sertorio, huyendo de Italia, donde había vencido la reacción senatorial, contraria a las reformas sociales. Casi de la nada, consiguió reunir un eficaz ejército nutrido
tanto por romanos e itálicos, exiliados de Italia o instalados en Hispania, como por indígenas hispa-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Nivel de destrucción de época sertoriana de
Valentia. [Archivo SIAM].
Uno de los más impresionantes hallazgos arqueológicos acaecidos en Valencia ha sido el que ha tenido lugar en
una zona de l’Almoina, donde se han
encontrado los restos de más de 15 individuos masculinos jóvenes, con claros indicios de haber sido allí mismo
pasados por las armas, sin olvidar las
evidencias de actos tan crueles como el
empalamiento o las desmembraciones
de manos y piernas.
Glande de plomo del ejército de Pompeyo con inscripción
CNMAG. [Museo de Prehistoria de Valencia].
nos y númidas. En pocos años, consiguió hacerse con el
control de casi toda la península Ibérica, quedando reducidas las posesiones del Senado a la Bética, aislada por tierra, y a parte de Cataluña y del valle del Ebro. Es decir, que el País
Valenciano quedó en manos de los rebeldes. Los historiadores antiguos
citan expresamente que ilergavones y contestanos fueron aliados de Sertorio,
pero no dicen nada de los edetanos. Uno de los más grandes éxitos de Sertorio tuvo
lugar en tierras valencianas, en una ciudad que debía ser importante, llamada Lauro, que permaneció
fiel a Roma, por lo que en el 76 a.C. fue atacada y destruida por el general rebelde, que derrotó a Pompeyo cuando intentó socorrerla. Este lugar se ha llegado a identificar con Llíria, el Puig o algún otro sitio
cercano, pero en todos faltaría la confirmación arqueológica. En todo caso, parece ser que estaba en la
provincia de Valencia, lo que podría indicar que los edetanos no secundaron la rebelión.
En el 75 a.C., Valentia estaba en poder del bando antisenatorial, aunque no se conoce si se adhirió voluntariamente o fue sometida a la fuerza. Dada su condición de ciudad itálica lo más probable es la primera opción. Sea lo que fuere, en ese año, a los pies de las murallas de Valentia tuvo lugar una sangrienta
batalla entre Pompeyo, que venía desde el norte, y dos generales de Sertorio. La victoria del primero supuso la destrucción de la ciudad. Estos hechos históricos han sido corroborados por las excavaciones arqueológicas, que nos muestran como la ciudad fue totalmente arrasada, conociéndose hallazgos tan espeluznantes como los cuerpos troceados de 15 soldados con sus armas aparecidos en l’Almoina. También
se ha comprobado la destrucción de casas y edificios públicos. Destaca un tesoro de 195 denarios romanos, cuya pieza más moderna es del 77 a.C., lo que confirma la exactitud de la fecha histórica.
Tras esta victoria, Pompeyo se dirigió hacia el sur, a Sucro, donde se encontraba Sertorio esperando a otro ejército romano que venía desde Andalucía para romper el aislamiento de esta provincia. Aquí tuvo lugar otra batalla que a punto estuvo de costar la derrota y la vida a Pompeyo,
que sólo se salvó por la oportuna llegada del otro general romano procedente del sur. Sertorio se
retiró a Saguntum y desde allí abandonó las tierras valencianas, que en su parte norte y central
fueron recuperadas por Roma.
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO • HELENA BONET Y ALBERT V. RIBERA
Los historiadores se hacen eco de la importante intervención de otra ciudad valenciana en este
conflicto, Dianium (Dénia), que fue el puerto más utilizado por la facción rebelde y uno de sus últimos refugios, desde donde escaparon los supervivientes de esta rebelión. Aunque no se ha localizado la Dianium sertoriana, en los alrededores de Dénia se han descubierto varios yacimientos fortificados en altura, como la Penya de l’Aguila y Segaria, que son coetáneos a este conflicto y que
parecen formar un anillo defensivo alrededor de Dianium.
Aunque los historiadores no mencionan más destrucciones de este periodo, la arqueología ha
evidenciado que algunos asentamientos indígenas de importancia fueron arrasados en este momento, como Kelin y Torre la Sal (Ribera de Cabanes), que ya no volvieron a ser habitados.
Por lo que se deduce de la historia y la arqueología, el País Valenciano fue muy afectado por esta
contienda, ya que entre los años 76 y 75 a.C. fue surcado por ambos ejércitos, lo que conllevó saqueos continuos y la destrucción de varias ciudades a manos de unos u otros.
Dado que Sertorio basó gran parte de su éxito en la colaboración y respeto para con los indígenas, durante esta larga rebelión se ha supuesto que hubo un renacer del mundo ibérico, que estaría
atestiguado principalmente por algunas acuñaciones monetarias, entre las que se encontrarían algunas de Arse y Saetabis, que volverían y mantendrían el alfabeto ibérico.
PERVIVENCIAS Y TRANSFORMACIONES EN EL MUNDO IBÉRICO
A principios del siglo II a.C., con la nueva administración romana, se inicia un periodo conocido
como romanización que se entiende como un complejo proceso de interacción, entre conquistador
y conquistado, que se realizó a largo plazo y estuvo dotado de múltiples manifestaciones. Lejos de
la pretendida uniformidad que se tiende a ver bajo el epígrafe de Roma, la diversidad cultural de
los pueblos iberos conquistados hizo que este proceso fuera diferente de unas áreas culturales a
Cisterna púnica del Tossal
de Manises, Alicante. [Fot.
M. Olcina].
En la ciudad ibero-romana
de Lucentum, se han excavado una cisterna y viviendas púnicas anteriores a la
conquista romana. La cisterna, revestida con mortero
de cal, forma parte de una
casa con patio y conserva la
arqueta de decantación.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Tesoro de Cheste, Valencia. [Ajuntament de
València – Fot. Archivo SIAM].
Este grupo de joyas fue ocultado durante la
época de la Segunda Guerra Púnica o con motivo de la conquista romana. En todo caso, corresponde a un periodo muy cercano a la llegada de los romanos.
otras. Su difusión se realizó, esencialmente, a través de las ciudades por lo que la pronta romanización de una zona dependió del nivel cultural y urbano del territorio y de su grado de helenización. En este sentido, las tierras valencianas entraron rápidamente en la órbita romana jugando un
papel importante la ciudad de Arse/Saguntum así como otros núcleos ibéricos con una clara tradición cosmopolita, como l’Alcúdia d’Elx/Ilici o el Tossal de Manises/Lucentum. A su vez, la fundación de la colonia latina de Valentia, en el 138 a.C., supondrá un impulso más en la reorganización
y romanización del territorio pues la ciudad se fundó ex novo y con pobladores ajenos al mundo
indígena del entorno.
Sin embargo, el fuerte peso del elemento ibérico hará que durante los dos siglos del periodo
ibero-romano se mantenga muy arraigada la cultura indígena en todo el territorio y exista una pervivencia del sustrato cultural ibérico en prácticamente todas sus manifestaciones culturales. Así, la arqueología nos muestra que, a pesar de los cambios sociales, económicos, culturales, lingüísticos y
tecnológicos que se impusieron desde fechas tempranas, la cultura ibérica perduró y evolucionó a lo
largo de este periodo resultando incluso una de las etapas de máximo esplendor artístico. Esta pervivencia es mucho más evidente en ambientes rurales donde, incluso, los grandes núcleos muestran el
mismo paisaje urbano –ausencia de materiales y técnicas constructivas romanas– y una continuidad
ibérica en todos los aspectos de la vida cotidiana. La presencia de monedas, recipientes y vajilla romanas entre sus enseres domésticos, fruto de las relaciones comerciales con el mundo romano del
que forman parte, evidencian la asimilación de determinadas necesidades y gustos pero resulta insuficiente para poder determinar el grado de romanización.
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO • HELENA BONET Y ALBERT V. RIBERA
Por ello, se puede hablar de un proceso de asimilación gradual y desigual a través del cual los
cambios que va adoptando la sociedad ibérica se siguen con dificultad a lo largo del siglo II a.C. y se
muestran más evidentes a partir del siglo I a.C., pudiéndose dar por acabada la etapa de aculturación en época augustea, coincidiendo, por tanto, el final de la Cultura Ibérica con el cambio de era.
Nuevos modelos de organización territorial. A pesar de tener conocimiento, a través de los historiadores y geógrafos clásicos, de la existencia de las Regiones de Ilercavonia, Edetania y Contestania
ocupando gran parte de las actuales provincias de Castellón, Valencia y Alicante, no hay suficiente
documentación histórica ni arqueológica para poder remontar este concepto territorial más allá de la
baja época Ibérica, es decir, en el tránsito del siglo III al II a.C. Así, cuando los romanos ocuparon las
tierras habitadas por los ilercavones, edetanos y contestanos éstas estaban configuradas por distintos
territorios organizados alrededor de sus respectivas ciudades, y lo que se desprende de los estudios
sobre la organización del poblamiento de estas tierras es una tendencia generalizada hacia un cambio en el patrón de asentamiento desde los inicios del dominio romano.
Pero la actuación de Roma en la nueva organización territorial y administrativa no fue uniforme
ni la respuesta ibérica la misma ante su presencia. Como en todo proceso de cambio, determinados
territorios y sectores de la población se beneficiaron de la presencia romana mientras que otros salieron claramente perjudicados. La puesta en marcha de la nueva administración pasaba por favorecer
unas ciudades, y sus respectivos territorios, frente a otros. Así, mientras la mayoría de los grandes
centros ibéricos se revitalizaban como la Moleta dels Frares/Lesera, Arse/Saguntum, Los Villares/Kelin, Saiti/Saitabi, Tossal de Manises/Lucentum o l´Alcúdia/Ilici; otros, que gozaban de un fuerte poder en el periodo anterior, como es el caso de las ciudades del Tossal de Sant Miquel/Edeta, La Serreta o La Escuera, se destruyen y se abandonan.
En el área valenciana, como ocurre en la comarca del Maresme (Cataluña), los ejemplos mejor documentados de desmantelamiento de la red defensiva de fortificaciones y del abandono del hábitat
jerarquizado ibérico se ubican, preferentemente, en las tierras del interior mientras que los asentamientos costeros perviven e incluso se reestructuran y crecen, posiblemente para acoger y reorganizar los cambio de población.
Exceptuando la ciudad de Saguntum, y en menor medida Lucentum, que viven una fuerte monumentalización en el siglo II a.C., los yacimientos ibero-romanos valencianos no evidencian transformaciones urbanísticas como sucede en el valle del Ebro, con los oppida ibéricos del Cabezo de Alcalá
La Penya de l’Aguila, Dénia.
[Fot. Josép Castelló].
En este casi inaccesible lugar,
muy cercano a Denia, se construyó un complejo sistema de
fortificaciones con 3 recintos
paralelos, cuyo elaborado
diseño y técnica no parece
tener nada que ver con las tradiciones ibéricas. Los materiales que se han encontrado llevan a la época de las guerras
civiles de la primera mitad del
siglo I a.C.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
de Azaila o el Cabezo de las Minas de Botorrita. Así, los poblados
que cuentan con niveles bien fechados de este periodo, como el Puig
de la Misericòrdia de Vinaròs, el Torrelló d´Onda, Cerro Lucena de
Enguera, El Tossal de la Cala de Benidorm o L´Alcúdia d´Elx, mantendrán una continuidad ibérica en las manifestaciones urbanísticas
y culturales dando a entender que la presencia de Roma no llegó a
perturbar el ritmo y las costumbres indígenas.
En la costa, centros ibéricos de clara función comercial, como Torre
la Sal de Cabanes o el Grau Vell de Sagunto, se configuran como importantes puertos/fondeaderos cuyo auge económico se consolida en
estas centurias.
Vaso de Tanit de l’Alcúdia (Elx, Alicante).
[Museo Arqueológico Municipal de Elche
‘Alejandro Ramos Folqués’].
El estilo de Elx-Archena es el máximo exponente del auge de la cerámica ibérica
en la Baja Época. Este foco artístico, desarrolló un complejo imaginario ibérico, repleto de simbologías y divinidades,
donde las diosas aladas y las aves con las
alas extendidas son sus personajes más
representados.
En cuanto al poblamiento rural, a lo largo del siglo II a.C. se aprecia
un cambio generalizado en el patrón de asentamiento con el paulatino
abandono del hábitat concentrado y amurallado de la etapa anterior y
el desarrollo de un poblamiento disperso en pequeñas explotaciones
agrarias, sin amurallar, situadas en tierras óptimas para el cultivo y
bien comunicadas. Proceso que se verá acentuado a lo largo del siglo
I a.C. y culminará a partir del cambio de era con el sistema de explotación agraria de las villae romanas.
La ocupación sistemática de las tierras ubicadas en zonas llanas
refleja una evidente modificación del sistema de explotación agrícola ibérico, abandonando el autoconsumo y orientándose hacia la
intensificación de determinadas producciones que pudieran ser rentables para la exportación de los nuevos intereses romanos. La falta
de excavaciones de este tipo de asentamientos obliga a ser cautos a
la hora de hacer interpretaciones, sin embargo las prospecciones realizadas en las tierras valencianas nos muestran, a diferencia de lo
que ocurre en Cataluña, Valle del Ebro y Andalucía, la ausencia de
villas romanas republicanas y una continuidad de las explotaciones
agrícolas ibéricas a lo largo de todo el periodo íbero-romano que, de
forma natural, se convertirán en futuras villae de época imperial.
Continuidad ibérica en las manifestaciones culturales: el auge de la cerámica decorada. Durante la baja época ibérica se desarrolla una de
las expresiones artísticas más representativas de la Cultura Ibérica,
la pintura vascular de estilo figurativo y vegetal, con dos focos bien
definidos cronológica y geográficamente: el estilo Llíria-Oliva y el
estilo Elx/Archena. Ambos, a través de sus imágenes, introducen
una nueva dimensión al conocimiento de la sociedad y religión del
mundo ibérico.
Olpe procedente de Ilici. [Museo de l’Alcúdia – Fot. J.M. Abascal].
El olpe es una producción romana genuina del área alicantina en época imperial.
Junto con el jarro de dos asas es la forma más duradera de cerámica pintada de tradición indígena mientras que el resto de formas ibéricas, como las tinajas o kalathoi, tienden a desaparecer. Están decorados con motivos geométricos y vegetales
estilizados con una gran aceptación en el territorio alicantino y murciano.
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LA CONQUISTA ROMANA Y EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN EN EL MUNDO IBÉRICO • HELENA BONET Y ALBERT V. RIBERA
Los vasos pintados de Llíria, así como el coetáneo foco artístico de La Serreta d´Alcoi, se producen durante una etapa conflictiva, entre la Segunda
Guerra Púnica y primeros años de la conquista romana, desapareciendo ambos talleres a principios del siglo II a.C. Reflejan el
mundo y las actividades propias de la élite aristocrática ibérica a
través de escenas de danzas, cacerías, desfiles militares, procesiones, etc, acompañadas en muchas ocasiones de textos pintados que abogan por el merecido término de estilo narrativo.
A lo largo del siglo II a.C., se siguen produciendo vasos del
estilo Llíria aunque se observa una evolución en su temática
decorativa que se acentuará a partir del siglo I a.C. Los motivos vegetales son cada vez más abundantes y la decoración figurada seguirá las pautas marcadas en la centuria anterior
pero con cambios notables a nivel temático. Las escenas son
menos narrativas imponiéndose, poco a poco, un mundo
irreal con personajes y seres mitológicos que refleja los nuevos gustos de una sociedad en transición al mundo romano.
Evocan determinadas figuras del estilo de Elx, y se alejan,
cada vez más, de la realidad cotidiana, alcanzando este estilo
su punto culminante en los extraordinarios vasos, de época
sertoriana, de «los hipocampos» y «la lucha mítica» de Los
Villares/Kelin o el vaso «del ciclo de la vida» de Valentia.
Al sur de las tierras contestanas, la cerámica decorada del
estilo Elx/Archena es un claro exponente del esplendor del
mundo ibérico en la Baja Época. Su temática decorativa difiere
notablemente del estilo de Llíria al representar un mundo iconográfico repleto de simbologías y divinidades. Los protagonistas del imaginario ibérico de este estilo son las diosas aladas,
identificadas como la diosa Tanit, aves idealizadas con las alas
explayadas, lobos o carniceros, liebres, conejos, peces, sin que
falte la figura masculina y el caballo, todo ello acompañado de
gran riqueza de elementos geométricos y vegetales.
Su extraordinaria aceptación en todo el territorio alicantino y murciano queda reflejada en la larga pervivencia de
este estilo hasta época augustea y alto imperial con el ejemplo
de la necrópolis del Parque de las Naciones (Albufereta, Alicante) cuyas urnas cinerarias, de estilo Elx/Archena y de tradición ibérica, son un claro exponente del tránsito entre lo puramente indígena y lo romano.
Estela de Sinarcas, Valencia. Siglo I a.C. [Museo
de Prehistoria de Valencia].
A partir del siglo II a.C. se generalizan las inscripciones funerarias. La estela de Sinarcas señalaría la ubicación de alguna tumba, con un
epígrafe ibérico que se asemeja a los modelos
romanos en donde podrían figurar datos como
el nombre del difunto y su edad.
La convivencia de dos lenguas. El cambio lingüístico. El cambio lingüístico es una expresión más
del cambio cultural que se produjo durante la romanización. Como ha señalado Arasa, la lengua,
como medio de comunicación y expresión entre los pueblos, fue el principal vehículo de transmisión de la nueva cultura, teniendo un peso decisivo en la introducción del latín la presencia continuada del ejército y, en menor medida, comerciantes, colonos y funcionarios instalados, principalmente, en las ciudades. Además, su uso obligado en la nueva administración romana impuso a las
élites ibéricas aprender rápidamente el latín para poder ascender en la escala social.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Urna funeraria de la Calerilla de Hortunas (Requena, Valencia). [Fot. A. Martínez Valle].
Esta necrópolis, conocida por el monumento funerario dedicado a Domitia Justa,
muestra que el rito ibérico de incineración perduró hasta época alto imperial. Los
huesos calcinados del difunto se depositaban en urnas con tapaderas que
muestran una fuerte tradición indígena en el área edetana tanto en la tipología como en la decoración geométrica y vegetal.
Pero, curiosamente, con la llegada de los
romanos, la escritura ibérica no sólo no desaparece sino que su uso y área de expansión
aumenta considerablemente, eso sí, introduciendo soportes nuevos, como las teseras o pavimentos, y generalizándose la epigrafía en
piedra y las inscripciones monetales. Así, el uso
de la lengua ibérica se mantuvo, tanto en el
mundo urbano como rural, durante el periodo
ibero-romano como lo demuestran los epígrafes ibéricos sobre cerámicas de barniz negro o el conocido mosaico con antropónimos iberos, de finales del siglo II-principios del I a.C., de l´Alcúdia d´Elx. Su perduración hasta
bien entrada la época imperial se constata igualmente en los grafitos sobre terra sigillata y en las
inscripciones funerarias, como la de Requena datada en el siglo I o el subsellium de Saguntum, de
época de Claudio-Nerón.
Por otro lado, las inscripciones monetales en latín fueron un impulso decisivo en la expansión e
introducción del nuevo alfabeto a todos los rincones del Imperio. La sustitución, a mediados del siglo I a.C., de las monedas con leyenda ibérica por leyenda bilingüe, y, finalmente la generalización
de la leyenda latina es la prueba más evidente de la pronta imposición de la nueva lengua.
Para de Hoz, en este periodo, se produce una convivencia de la epigrafía latina e ibérica con lo
que ésta adopta algunos tipos de aquella, es el caso de las leyendas monetales y de las lápidas sepulcrales. Así, la estela de Sinarcas, datada en el siglo I a.C., es el ejemplo mejor conocido de cómo se
empiezan a utilizar, para la señalización de algunas tumbas, lápidas funerarias con epigrafía ibérica
siguiendo un modelo muy similar al romano –nombre del difunto, dedicación, filiación, edad, etc.–
Otras estelas funerarias ibéricas del área de Castellón como las de Bell-lloc, Cabanes o Canet lo Roig,
datadas en época tardo-ibérica, también recogen, a pesar de presentar unas características morfológicas y epigráficas más rústicas, la moda de grabar inscripciones funerarias, costumbre desconocida
antes de la presencia romana.
En contrapartida a esta nueva estética en el paisaje funerario, el rito ibérico de incineración con
deposición de los restos calcinados del difunto en una urna bajo tierra, sin ningún tipo de señalización, pervive hasta el siglo I, como en la necrópolis del Faperal (Albufereta, Alicante) donde las urnas cinerarias con decoración ibérica conviven con el rito de inhumación, o en la necrópolis de la Calerilla de Hortunas (Requena) con urnas funerarias, igualmente, de tradición ibérica.
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EL IMPERIO ROMANO
ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
INTRODUCCIÓN
El País Valenciano a lo largo y ancho del siglo I a.C. ya estaba inserto en el contexto de la fase
final de la Republica romana y de los inicios del Imperio, de manera que cualquier acontecimiento importante que tuviera lugar era totalmente dependiente de procesos políticos, económicos o sociales de carácter más general. Además, al tratarse de una zona «pacificada» desde los
inicios de la conquista romana en el siglo II a.C., sus pobladores apenas participaron, sino como
meros testigos o victimas, de los pocos hechos relevantes para los historiadores antiguos, los que
tenían que ver con episodios militares, que siempre tenían su razón de ser en enfrentamientos de
ejércitos venidos de fuera. Esta escasa relevancia histórica, que aumentara con la implantación
del Imperio, y que es algo casi general a toda Hispania, se suple con el recurso a otras fuentes de
información, especialmente la arqueología y sus acompañantes más valiosos para este época, la
epigrafía y la numismática.
Desde el final de las guerras civiles sertorianas (82-72 a.C.) se conoce muy poca información histórica. Las destrucciones de este episodio bélico afectaron a Valentia, Sucro, Lauro o Dianium, según
narran los autores antiguos, pero su efecto negativo, manifestado en el arrasamiento y en el castigo
de las ciudades, fue mucho más extendido, como atestiguan las excavaciones en Kelin (Caudete de
las Fuentes) o en Torre la Sal (Ribera de Cabanes). La condición de Dianium como ciudad estipendiaria, categoría nada envidiable pues significaba que tenía que pagar un tributo (stipendium) a Roma,
pudo ser un castigo por su participación a favor del vencido Sertorio.
Aun hay menos información del conflicto civil romano que enfrentó a César y Pompeyo, del que,
para nuestro territorio, los historiadores solo mencionan el paso de César por Saguntum camino hacia Andalucía, donde, junto con el valle del Ebro, tuvieron lugar los más encarnizados combates. En
relación con estos conflictos hay que poner el tesoro de casi 1.000 denarios hallado en Llíria en 1806
y que debió ser ocultado poco después del 44 a.C., lo que coincide plenamente con este momento de
inseguridad. El vacío provocado por la destrucción de la itálica Valentia debió ser ocupado por
Saguntum que se convertiría en el principal núcleo urbano de la zona. De la otra ciudad importante,
Saetabis, solo sabemos de ella a través de sus monedas, que ahora empiezan a usar el alfabeto latino
junto con el ibérico.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
LA ÉPOCA DE AUGUSTO: LAS JERARQUÍAS URBANAS
El largo reinado del primer emperador romano es un periodo de paz en el ámbito mediterráneo,
precedido por la conclusión definitiva de los conflictos civiles y la conquista de Egipto. Desde este
momento, las guerras tendrán lugar en las lejanas fronteras del Rhin y el Danubio o en los desiertos
de África y Siria. En Hispania aun se tuvo que someter a los últimos reductos en las montañas cantábricas, pero en el placido Mediterráneo la situación era bien distinta y las preocupaciones y prioridades del emperador eran de otro orden. Se era consciente de la caótica situación heredada de la caduca Republica y de los estragos causados por las guerras civiles y sus secuelas, como la
desmovilización de los grandes ejércitos reclutados y la necesidad de organizar y reconstruir no solo
la maltrecha y superpoblada Italia, sino a las ya numerosas provincias.
Como ya hemos adelantado, lo que vamos a exponer para la zona valenciana siempre será el reflejo
particular de una situación general al ámbito del Imperio. La plasmación de este nuevo estado de cosas
tuvo su reflejo más inmediato en las ciudades, que, de una manera u otra, se convirtieron en el sostén del
sistema a todos los niveles, desde el económico al administrativo. Desde Roma se hizo ver a las otras urbes que eran como clones suyos a una escala reducida y que tenían que funcionar como pequeñas Roma,
especialmente las nuevas colonias de ciudadanos romanos. Hay que tener en cuenta que la sociedad romana estaba muy jerarquizada, pero que también lo estaban las ciudades, cada una de las cuales tenía su
status diferencial, desde las mencionadas colonias romanas, en la cima, a las estipendiarias, en su base,
que eran las que habían ofrecido resistencia activa a la conquista, pasando por un amplio repertorio de
categorías intermedias: municipios romanos, colonias de derecho latino, ciudades federadas,...
Vista de Sagunt, Valencia. [Archivo SIP].
El municipio saguntino, que representa la continuidad de la ciudad ibérica, en contraposición a las nuevas fundaciones coloniales, alcanzó un
notable y prematuro desarrollo urbano desde los mismos inicios del Imperio romano, pero a partir de fines del siglo III experimentó un largo
declive, de modo y manera que en época medieval llegó a perder su antiguo nombre.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Esta jerarquización urbana no fue ningún invento de Augusto,
sino que era una herencia del largo proceso de la expansión de
Roma, que se había basado no solo en la sumisión de los enemigos sino también en su asimilación a través de la integración paulatina de sus ciudades (y sus ciudadanos) en el esquema romano y
en la instalación de colonias romanas y de sus aliados en los territorios sometidos. Como no podía ser de otra manera, el País Valenciano se vio afectado por este proceso de conquista y asimilación basado en el control de las ciudades. Si durante la conquista,
en el siglo II a.C., unas fueron destruidas, Edeta, otras creadas, Valentia, y otras fueron aliadas, Saguntum, con el advenimiento del
Imperio asistimos a la repetición del esquema, aunque esta política de reurbanización de Augusto se puede considerar como la
culminación y apogeo de este largo proceso, que supuso que en
unas pocas décadas se crearan una buena cantidad de nuevas colonias a lo largo de todo el Imperio y se procediera a la regularización, básicamente la municipalización, de muchas de las ciudades
existentes. En épocas posteriores se siguió aun con este esquema,
aunque nunca volvió a alcanzar las proporciones de este periodo.
Ya entrando en el área valenciana, el mejor exponente de los
nuevos tiempos es la antigua ciudad ibérica de Saguntum, fiel
aliada de Roma desde el siglo III a.C.. Como era habitual, por este
motivo siempre fue privilegiada. Se supone que desde un principio sería una ciudad federada hasta que en un momento indeterminado de mediados del siglo I a.C. se convirtió en municipio romano, uno de los primeros de Hispania. Recientemente, a través
de una nueva lectura de una moneda, se ha planteado que en el
siglo I a.C. adquirió el rango de colonia latina antes de convertirse
en municipio, con lo que tendríamos un ejemplo hispánico de lo
que era habitual en Italia en esta misma época, que las antiguas
colonias latinas se convirtieran en municipios romanos, con lo que
sus habitantes pasaban a ser ciudadanos romanos.
La arqueología y la rica epigrafía saguntina nos muestra que a lo
largo del reinado de Augusto la ciudad desarrolló una intensa actividad constructiva publica como consecuencia de la adquisición del
rango municipal, cambio jurídico al que ineludiblemente seguía una
profunda renovación urbanística. O lo que es lo mismo, cuando una
ciudad se convertía jurídicamente en romana adquiría lo que se llamaba la civitas y a continuación procedía a darse la imagen y el aspecto de una urbs verdaderamente romana. Esta mutación en la categoría urbana está en la base de la mayor parte de los grandes
proyectos urbanos de las ciudades del imperio.
Semis de Tiberio acuñado en Ilici. [Museo de Prehistoria de Valencia].
La creación de la colonia de Ilici en la época de Augusto supuso la llegada de licenciados romanos de las legiones que contribuyeron a desarrollar la romanización en
la zona valenciana meridional.
Anillo de oro procedente de Llíria.
Época imperial. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Reconstrucción infográfica de Lucentum y
su entorno hacia el cambio de Era. [Archivo
MARQ].
El municipio de Lucentum fue un pequeño enclave marítimo situado entre el mar
y un lago, la Albufereta, hoy desaparecido. Tuvo poca importancia en época romana y en el siglo III ya se había abandonado.
Hoy se pueden visitar sus restos recientemente abiertos al público.
En el territorio valenciano también se instaló una colonia romana, la Colonia Iulia Ilici Augusta.
Aunque el espacio elegido estaba ocupado por un importante y antiguo núcleo urbano ibérico, en
este tiempo y lugar lo que sucedió fue la instalación de colonos procedentes de dos legiones, que trajeron consigo el rango colonial, convirtiéndose así en la ciudad de mayor categoría. No hay información sobre lo que ocurrió con los pobladores indígenas, pero lo más probable es que la mayoría fueran despojados de sus tierras, como era habitual en estos casos, incluso en las colonias que se
crearon en la misma Italia. La arqueología y la epigrafía ilicitana no han sido aun muy explícitos
para con la fundación colonial, pero las acuñaciones monetarias, con sus estandartes legionarios, no
pueden ser más reveladores al respecto. También representan un templo de Juno, que podría ser uno
de los dos atestiguados en recientes excavaciones en la zona del foro.
El proceso de reorganización urbana afectó también a otras ciudades del territorio valenciano.
Unas, como Edeta, Saetabis y Lucentum se convirtieron en municipios de derecho latino, aunque de
ellos disponemos de menos información. Edeta aun está por ubicar con exactitud a pesar de la intensa actividad arqueológica y de los espectaculares hallazgos efectuados. Lo mismo sucede con Saetabis, famosa por su artesanía de lino, y cuyo amplio repertorio epigráfico se inicia ya en el 6 a.C. con
una dedicación a Cayo César, hijo adoptivo de Augusto. Solo muy recientemente ha aparecido un
edificio público de época romana, un probable ninfeo, que debía estar en la periferia. En los últimos
años se ha comprobado la amplia difusión de sus mármoles de Buixcarró. Se supone que la ciudad
ibérica y romana se encontraría en la ladera superior del castillo.
Mejor conocido es el pequeño municipio augusteo de Lucentum, que tan solo ocupaba 4’5 ha, y que se
asentaba sobre un anterior núcleo urbano de probable origen púnico. Su foro y sus termas revelan que en
la época de Augusto la ciudad fue remozada, eso si, a la escala de una pequeña ciudad como esta. No se
puede asegurar que el municipio de Dianium se remonte a esta etapa, aunque su condición de ciudad estipendiaria en la primera mitad del siglo I parecería entrar en contradicción con esta posibilidad.
Valentia entre el 10 a.C. y 10 d.C. empieza a dar algunos modestos pero claros indicios de su renacer, aunque durante este periodo solo se puede hablar de una especie de reocupación. De esta etapa
se conoce un gran mosaico de opus signinum en una zona probablemente publica al norte del foro.
Fue unas décadas más tarde cuando empezó a recuperar la forma urbana con todo su esplendor.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Junto a estas ciudades que se iban organizando dentro del esquema romano, hay que llamar la
atención sobre otros asentamientos menores dependientes de aquellas, que se crearon o desarrollaron con mayor intensidad en esta época. Nos referimos a los puertos que cada vez vamos conociendo mejor, especialmente el Grau Vell de Sagunt y el Portus Ilicitanus, la actual Santa Pola. Pero
había más, como el efímero de la Torre d’Onda, en Borriana, que no pasa del siglo I a.C., el Portus Sucrone, en Cullera, en la desembocadura del Xúquer, mencionado por autores tardíos, o el de tipo fluvial recientemente descubierto en Valentia junto al Turia. Dianium y Lucentum, por su ubicación junto
al mar eran ciudades portuarias.
LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA: LOS ÚLTIMOS RESCOLDOS IBÉRICOS
El proceso iniciado en el reinado de Augusto se fue desarrollando con sus sucesores. Las ciudades fueron adquiriendo paulatinamente y en la medida de sus posibilidades el aspecto de autenticas
urbes romanas. Que mejor ejemplo que el teatro de Saguntum para ilustrarlo. Con su reciente foro
monumental aterrazado y este nuevo gran edificio, el municipio saguntino fue el núcleo urbano más
sobresaliente de esta época.
En uno de los pocos textos coetáneos que conocemos, la descripción geográfica del gaditano
Pomponio Mela, encontramos que las ciudades más conocidas de nuestro territorio eran Saguntum y
Valentia, aunque su mención hay que verla más como un reflejo de su histórico pasado que de su esplendoroso presente, que en el caso del municipio también, pero en él de la antigua fundación itálica
no traduce su precaria situación en esos momentos. Aunque Valentia se fue recuperando, la numerosa evidencia arqueológica solo nos permite pensar en una modesta reurbanización que tiene sus
elementos más representativos fuera del antiguo recinto republicano: las termas de época de Tiberio
de la calle Cabillers y el edificio publico de la excavación Banys de l’Almirall. Topografía que indica
el inicio de la expansión del área urbana hacia el sudeste, signo evidente de vitalidad, que, no se detecta en la antigua área central, donde solo a fines de este periodo y, especialmente, en el Flavio, comienza una gran reforma urbana que debe coincidir con la creación de la colonia romana, episodio
que tuvo lugar en un momento indeterminado de la segunda mitad del siglo I.
Poco se puede decir de otras ciudades romanas. En Ilici se conocen algunas termas, que irían
completando los equipamientos de esta colonia. Para este periodo, los geógrafos antiguos mencionan también las ciudades de Sucro (¿Albalat de la Ribera?) y Allone (¿la Vila Joiosa?).
Los efectos de la llamada romanización no afectaron solo a los centros urbanos, sino que se hicieron ampliamente extensivos al mundo rural. Aunque son pocas las villas que se conocen con algún
detalle, ya se empieza a constatar el gran desarrollo que en algunas zonas cercanas a la costa alcanzarían las explotaciones intensivas destinadas al comercio exterior, que tienen su mejor expresión en
los alfares de ánforas para envasar estos productos, principalmente el vino y, en menor medida, el
aceite. Estas instalaciones casi industriales indican el alto grado de implantación de la economía de
tipo romano y la interacción del territorio valenciano en el circuito comercial que abarcaba buena
parte del Imperio. Estos alfares se conocen del norte al sur del País Valenciano, en Cervera del Maestrat, Saguntum, Catarroja, Oliva y Dénia, normalmente no muy alejados de alguna ciudad, que además de centro consumidor, sería el lugar donde se centralizaría la producción y desde donde se embarcaría al exterior. El primer caso mencionado estaría vinculado con Dertosa (Tortosa), a cuyo
territorio pertenecía la mayor parte de la actual provincia de Castellón.
Otro de los mejores indicios que atestiguan el cambio en las costumbres lo encontramos en la vajilla de uso cotidiano, que para este momento ya ha adoptado casi en su totalidad los tipos romanos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Valentia en época imperial.
Los hallazgos de los últimos 20 años han permitido una verdadera revolución en el conocimiento
urbanístico de la antigua
Valentia, que se ha convertido en la ciudad romana
mejor conocida.
El santuario de Edeta.
[Fot. Museo Arqueológico
de Llíria].
Las excavaciones de los últimos años han deparado el
descubrimiento de uno de
los conjuntos arquitectónicos más monumentales de
toda Hispania, formado
por un santuario asociado
a un complejo termal de
grandes dimensiones.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
La tradicional decoración pintada en rojo, de hondas raíces indígenas aun subsistió durante algún
tiempo, pero incluso estas ultimas cerámicas decoradas que podríamos denominar de tradición ibérica, ya se hacían con formas típicamente romanas. Algo parecido ocurre con el uso del alfabeto ibérico, proscrito de las monedas ya a mediados del siglo I a.C., aun se encuentran signos iberos en algunos grafitos sobre cerámicas aretinas de la época de Augusto y Tiberio, pero posteriormente ya
desaparecen, sustituidos por el omnipresente latín.
La primera mitad del siglo I también vio el final de las cecas de las ciudades provinciales, lo que
se enmarca en un proceso general a todo el Mediterráneo Occidental, que vio desaparecer las otrora
abundantes acuñaciones monetarias locales, sustituidas por las monedas emitidas en Roma. En el
ámbito valenciano, Saguntum aun acuñó en época de Tiberio e Ilici también cerró su taller a fines de
este mismo reinado. En el resto de Hispania, poco después, en la época de Claudio, también dejaron
de funcionar las pocas cecas que aun perduraban.
LA ÉPOCA FLAVIA: SE COMPLETA EL ESQUEMA
Los 30 años en que estuvo en el poder esta familia de raíces itálicas se produjeron profundos
cambios en la organización de la provincia hispana, especialmente tenida en cuenta al serle concedida el ius latii, lo que significaba que los hispanos ascendían globalmente en su categoría dentro del imperio y que las elites urbanas podían acceder con relativa facilidad a la ansiada ciudadanía romana. Esto significó un nuevo impulso para completar el entramado urbano del
territorio, que era sobre el que descansaba el sistema administrativo y fiscal del imperio. En el territorio valenciano, como en muchos otros lugares de Hispania, surgieron nuevos municipios, cuyos nuevos ciudadanos se adscribieron a la tribu Quirina, la de los Flavios. Pero ya no eran grandes y antiguas ciudades las beneficiarias, como la Saguntum o Saetabis de la época de Augusto,
sino que ahora se trata de pequeños núcleos que sirven para aglutinar territorios que aun no estarían muy integrados, como la Lesera del extremo noroeste de la provincia de Castelló, en la montañosa comarca de Els Ports de Morella, ubicada en el mismo lugar en altura que un anterior yacimiento ibérico y que apenas llegó a las 6 hectáreas. Otro nuevo municipio, Alonis, estaría en los
alrededores o por debajo de la Vila Joiosa, donde ha aparecido una inscripción de un magistrado
adscrito a la tribu Quirina y otras que mencionan un macellum (mercado), amen de varias funerarias. Esta ciudad llenaría el vacío entre Dianium, que también debió convertirse en municipio en
este momento, y Lucentum.
Pero junto a estas nuevas ciudades que se integran en la organización territorial, llama la atención el gran desarrollo que ahora alcanzan dos ciudades anteriores: Edeta y Valentia. De los inicios
del municipio edetano en la época de Augusto poco se puede decir, pero los hallazgos arqueológicos
de la ultima década certifican el esplendoroso momento que supuso la etapa Flavia, donde la confluencia de arqueología y epigrafía permiten entender la especial evolución de su urbanismo monumental. El gran complejo que se ha excavado al norte de la Llíria actual es una de las mejores muestras de la arquitectura romana hispánica. Esta formado por unas enormes y muy bien conservadas
termas de fines del siglo I, situadas junto a un pequeño templo que se ha relacionado con una especie de santuario oracular, que debe ser anterior, y que hay que considerar como un lugar sagrado
que dio pie a la construcción de este gran complejo a su alrededor. Hay que ver la mano y el dinero
del edetano Cornelio Nigrino, que parece que estuvo a punto de ser emperador en lugar de Trajano,
detrás de la edificación de esta gran obra. A pesar de las recientes excavaciones y los abundantes hallazgos, aun no se conoce la ubicación y las dimensiones exactas del municipio edetano. La inscripción más antigua que se ha encontrado es del reinado de Vespasiano.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Ninfeo de Saetabis.
Vista frontal de las
exedras. [Fot. F. BlayF. Molina].
A pesar de las continuas excavaciones, la
arqueología de Xàtiva romana ha sido
muy parca. Merece
destacarse la muy reciente aparición de
parte de un ninfeo,
del que se debe resaltar el uso de una técnica constructiva típica de Roma y poco
usada en Hispania.
Por esta misma época, o un poco antes, Valentia había alcanzado la categoría de colonia romana,
por lo que, junto a Ilici, era la ciudad del territorio valenciano de más alto rango jurídico. Esta nueva
condición coincide con una amplia renovación del urbanismo público y con la expansión hacia el sudeste, que duplica con creces la extensión de la anterior urbe republicana. De la zona del foro se conoce su pórtico oriental, la curia, la basílica, un mercado y otros edificios anexos, así como un ninfeo
situado un poco más hacia el este y que se alzó sobre el antiguo santuario republicano y junto a la
Vía Augusta. No ha de ser casualidad que la inscripción imperial más antigua que se conozca sea
una dedicada al Flavio Tito, lo que contrasta, por ejemplo, con el amplio repertorio julio-claudio de
la cercana Saguntum.
EL SIGLO II. EL APOGEO
A lo largo de esta centuria, coincidiendo con el ascenso de la dinastía Antonina, la primera de
origen provincial, concretamente hispánica, el Imperio llegó a su máxima extensión exterior y a su
pleno desarrollo interior con la consolidación y vitalidad de la organización urbana y territorial.
La mejor prueba de esto la tenemos en la construcción de edificios públicos tan grandes y costosos
como los circos dedicados a las carreras de carros de caballos. Por sus mismas dimensiones eran
algo que se podían permitir muy pocas ciudades. De hecho, en Hispania, además de los instalados
en las tres capitales provinciales, Tarraco, Emerita y Corduba, se conocen muy pocos y bastantes alejados entre sí: Olisipo, Mirobriga, Toletum, Calagurris. No deja de resultar un tanto peculiar, pues,
que en el territorio valenciano se hayan localizado dos muy cercanos entre sí, Valentia y Saguntum,
y construidos por la misma época, a mediados del siglo II. Detrás de este inusual alarde edilicio,
que suponía levantar estos recintos de 350 metros de largo por 70 de ancho, con paredes de 5 metros de grosor, debía haber una cierta rivalidad entre ambas ciudades vecinas por superar o emular en magnificencia a la otra.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Vista aérea del hemiciclo del circo de Valentia.
Siglo II. [Archivo SIAM].
La práctica sistemática y coordinada de la arqueología urbana permitió, a partir de los hallazgos dispersos de nueve excavaciones, proponer y demostrar la existencia de un circo de 350 m. de largo en
Valentia. Por sus dimensiones y técnica constructiva
es del todo semejante al que existió en Saguntum.
Del siglo II es el listado de ciudades del Imperio elaborado por el geógrafo egipcio Ptolomeo, que
junto a las ya conocidas nos permite saber de la existencia en la Contestania de una desconocida, Saitabicula, que por su nombre no debería estar alejada de Saetabis. También hace mención de Alonae e Iaspis,
topónimo este ultimo que también aparece en los itinerarios de carreteras y que debe estar en el Castillo del Rio, en Aspe. La identificación, gracias a la epigrafía, de Lesera con el yacimiento de la «Moleta
dels Frares» de Forcall, permite situar otro de los topónimos citados por Ptolomeo, Bisgargis, en Aragón y no en el norte del País Valenciano como se había hecho anteriormente. Precisamente la epigrafía
ha permitido suponer que en Jérica debió existir otra ciudad romana, dada la anómala gran cantidad
de inscripciones, 27, que se conocen en esta localidad, que supera en numero a las que han aparecido
en otras urbes mejor conocidas. Destaca una que hace mención a la construcción de un arco que costó
40.000 sestercios. Sin embargo, haría falta la confirmación arqueológica y, por descontado, conocer el
nombre que tendría.
Las residencias privadas destacan en este periodo más que en ningún otro, tanto en Valentia como en
Saguntum o Ilici, de donde proceden lujosas casas decoradas con mosaicos y pinturas murales.
Pero esta bonanza urbana no sería del todo general, porque ahora empiezan a insinuarse los primeros indicios de que algunas ciudades no pueden competir con sus vecinas y empiezan a haber
signos de decadencia urbana. El caso más notorio es el de Lucentum. Esta pequeña urbe portuaria
debió verse superada por su vecina Ilici, cuyo mejor puerto superaría al más expuesto de este siempre pequeño municipio, que a partir de fines del siglo II da inequívocas muestras de su deterioro.
A fines del siglo II, y tras casi dos siglos de Pax Romana, Hispania volvió a ser escenario de acontecimientos bélicos. Los primeros tuvieron lugar en la Betica, durante el reinado de Marco Aurelio,
cuando bandas de moros atravesaron el Estrecho y saquearon algunas ciudades andaluzas. Aunque
estas correrías no parece que afectaron a las tierras valencianas, un ciudadano de Edeta, enrolado en
el ejército, pereció en este conflicto, el Bello Maurico, como deja constancia su inscripción funeraria
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
hallada en Llíria. Otro episodio bélico de esta época también afectó a Hispania durante la guerra civil que siguió a la derrocación de Cómmodo, el malo de la película Gladiator. Bastantes hispanos
apoyaron a Clodio Albino frente a Septimio Severo, ambos africanos. La victoria de este último en
Lyon supuso la confiscación y su conversión en propiedades imperiales de los bienes de buena parte
de la aristocracia hispana, especialmente la de la Betica.
EL SIGLO III: EL FINAL DE LA PAX
Este siglo empieza con la concesión de la ciudadanía romana a los habitantes de condición libre
del imperio, lo que suponía la culminación jurídica de un largo proceso enraizado en los orígenes
mismos de Roma. Esto suponía cerrar la vieja puerta de las reclamaciones para acceder al rango de
romano de pleno derecho y abrir una nueva que dará lugar a otro tipo de organización social que se
iba a guiar por otros parámetros distintos a los de la antigüedad.
En el siglo III, a lo largo de todas las fronteras del Imperio, la Pax romana no fue más que un lejano recuerdo, como también lo fue la anterior estable dinastía Antonina, sustituida por un sinfín de
efímeros usurpadores militares que hicieron más por acabar con la Pax romana que los propios bárbaros. Aunque estos hechos inevitablemente afectaron también a la provincia hispana, dada su periférica situación en uno de los extremos del vasto imperio, pudo quedar al margen de la mayor parte
de las guerras civiles y de las invasiones de los pueblos limítrofes.
Las ciudades existentes parece que habían llegado al límite
de sus posibilidades y prácticamente no se conoce ningún edificio construido en esta centuria. Ahora es la epigrafía la que
nos da muestras de la actividad de la clase dirigente local, que
no escatimó ocasiones para manifestar, por medio de inscripciones, su lealtad al gobernante de turno, lo que, dada su rápida remoción del puesto, explica la relativamente abundante serie de
dedicaciones a estos breves personajes y a sus familias. Valentia y
Saguntum son las ciudades más aduladoras y, por ende, las que
manifiestan más indicios de actividad de su curia. Valentia homenajeó a Heliogábalo, Severo Alejandro, a su madre y a su esposa, a
los dos hijos de Decio, a Claudio II y a Aureliano. Saguntum a Treboniano Galo, Galieno, Claudio II (3 veces), Aureliano y Carino.
Con menor evidencia, otras ciudades del territorio valenciano
también manifestaron su adhesión epigráfica, caso de Edeta con la
mujer de Filipo I y Saetabis con Claudio II, lo que resalta la continuidad de estos centros urbanos y de su clase dirigente.
Pero a lo largo de esta centuria se documenta el abandono
de alguna ciudad, siendo el caso mejor constatado el de
Lucentum, aunque también parece suceder lo mismo en
Pedestal dedicado al emperador Aureliano. 270-275. [Archivo SIAM].
Este pedestal se halló en el área del foro de Valentia y fue erigido, junto a una
estatua, por el gobierno colonial al emperador reinante, en este caso Aureliano.
Es una de las ultimas inscripciones que se conocen de la época romana, aunque
el pedestal pertenece a una época anterior ya que, en la cara opuesta, albergó
otra dedicatoria imperial que fue borrada.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Nivel de destrucción de la casa de Terpsícore,
Valencia. [Archivo SIAM].
En varios lugares de la geografía valenciana
han aparecido evidencias de las destrucciones
ocurridas a fines del siglo III. En Valentia todas
las casas romanas que se han encontrado,
como esta, situada en el solar que hoy ocupan
las Cortes Valencianas, fueron arrasadas por
estas fechas.
Lesera. La arqueología del siglo III no registra
hechos positivos, como la construcción de
nuevos edificios, pero en algunos lugares sí
que se hace eco de actividades de tipo negativo, como sería el caso de niveles de destrucción, canales y desagües obstruidos y
cierta proliferación de ocultaciones monetarias. Mucho se ha escrito de unas invasiones
de pueblos germánicos que en la segunda
mitad del siglo III habrían alcanzado en dos
ocasiones el litoral mediterráneo hispánico,
llegando a destruir Tarraco. Aunque parece
que el final de Lucentum no se debe achacar
solo a este motivo, sino a un proceso lento
de decadencia económica, por lo menos en
Ilici y en Valentia sí que se ha señalado con
claridad la existencia de un episodio destructivo más o menos coetáneo unido a otras evidencias como
la colmatación definitiva de la red de cloacas. En Valentia se ha constatado la destrucción de todas las viviendas que se han excavado, con niveles de incendios y derrumbes asociados con monedas de Galieno
y Claudio II. En el mundo rural destacaríamos la aparición de tesoros de monedas, como los del Mas
d’Aragó, les Alqueries, Almenara y Crevillent, además del localizado en Valentia, todos cerca de la Vía
Augusta. No debe ser coincidencia que de este periodo, tras varios siglos sin presencia militar, se conozca la aparición de un destacamento legionario por la zona de Dénia.
Sea lo que fuere, bárbaros o revueltas civiles, el País Valenciano fue afectado en la década 260-270
por varias convulsiones de las que no escaparon algunas ciudades, aunque no se sabe a ciencia cierta
si fueron la causa de la posterior desaparición de algunas de ellas, como Edeta y Saguntum, durante
la Antigüedad Tardía.
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EL FINAL DEL MUNDO ROMANO
Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS IV-VIII)
ALBERT V. RIBERA Y MIQUEL ROSSELLÓ
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
LOS SIGLOS IV-V: EL FINAL DEL IMPERIO ROMANO
Al igual que para las etapas anteriores, son muy escasas las fuentes históricas, por lo que hay que
recurrir a un marco genérico para describir este momento. El paso del Alto al Bajo imperio romano
viene marcado por el debate histórico-arqueológico en torno a la llamada crisis del siglo III, largo periodo convulsivo cerrado por las reformas de Diocleciano y Constantino, que configuraron una organización política, social, económica y religiosa muy distinta a la del mundo romano clásico. Otro
paso de este proceso será la reorganización territorial plasmada en la nueva división provincial de
Diocleciano, por la que parte del País Valenciano se segregó de la Tarraconense y pasó a la nueva
provincia Cartaginense. Los antiguos territorios de los contestanos y edetanos se adscribieron a Cartagena, mientras él de los ilergavones dependió de Tarragona. Estos límites provinciales se mantendrán a lo largo del periodo tardoantiguo.
El único hecho histórico que conocemos para el siglo IV es el martirio de San Vicente, lo que indicaría que a principios del siglo IV Valentia debió ser un importante centro administrativo, como también dejan de manifiesto los hallazgos arqueológicos. En el territorio valenciano, pues, solo se dispone de la arqueología para conocer los avatares de esta etapa cambiante, aunque son muy pocos los
lugares que proporcionan información destacable. En Valentia e Ilici se vienen detectando reiterados
episodios destructivos similares. En otros núcleos urbanos, caso de Edeta y Saguntum, la escasez de
datos arqueológicos con posterioridad al siglo III, habla de la crisis urbana que se produjo a fines del
siglo III. La abundancia de ocultaciones monetarias entre los años 260-280 es un buen indicador de la
extensión de esta inestabilidad.
Valentia e Ilici no tardaron mucho en superar esta fase convulsiva. La arqueología ha demostrado
en ambas la rápida recuperación de la vida urbana tras la indudable debacle del siglo III. Sin embargo, no se produjo una mera reconstrucción de la dañada ciudad, sino que en la nueva Valentia
que surgió, encontramos tanto elementos de continuidad como de ruptura con respecto a la anterior.
Una temprana prueba sería la presencia en la ciudad del legatus iuridicus de la Tarraconensis, Allius
Maximus, que en el año 281 le dedica una inscripción al emperador Probo en el foro de Valentia. Este
personaje, el último que conocemos de la Valencia romana, pudo estar en relación con la inmediata
recuperación del pulso de la vida urbana, después del funesto periodo de los años 270-280. Pero esta
inscripción también enlazaría con el proceso de mayor control del poder central y la consiguiente
pérdida de poder y autonomía de las ciudades, rasgo característico de este periodo. La epigrafía sa-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Niveles tardíos del Grau Vell de Sagunt. [Fot. I. Caruana].
Durante los siglos IV y V florecieron varios establecimientos portuarios del litoral valenciano, como el Grau Vell de Sagunt, el Portus Sucronensis, bajo la actual Cullera, y el Portus Illicitanus, en Santa Pola.
guntina aun registra una dedicación al emperador Carino en el 283, la última que se conoce en esta
ciudad. Aunque hay muy poca información de la Saguntum de los siglos IV-V, llegándose a dudar de
su continuidad como sede urbana, las excavaciones en su puerto marítimo, el Grau Vell, manifiestan
una continua actividad edilicia y comercial durante el siglo IV y parte del V.
Saetabis y Dianium son parcas en noticias para esta época, pero su aparición en la etapa visigoda
como centros episcopales sugeriría su perduración a lo largo de estos siglos. Por el contrario, el silencio arqueológico e histórico que se cierne sobre Lesera, Edeta o Lucentum, permite suponer su desaparición o su conversión en pequeños núcleos rurales adscritos al territorio de otra ciudad. La arqueología ilicitana, con su basílica, erróneamente identificada con una sinagoga, también demuestra la
continuidad de la ciudad, que junto al Portus Ilicitanus, constituye una de las zonas más dinámicas
de esta época.
Coincidiendo, no casualmente, con la reducción del tamaño o la desaparición de las anteriores
ciudades romanas, se asiste al desarrollo de grandes villas rurales, por parte de las anteriores elites
urbana, poco dispuestas ahora a subvencionar los gastos públicos. Una buena muestra de estas residencias bajoimperiales la tenemos en «Els Banyets de la Reina» de Calp, en el Albir (Alfas del Pí) o la
Torre de Xauxelles (la Vila Joiosa).
Pero si del siglo IV sólo conocemos el dato histórico del martirio de San Vicente, para todo el País
Valenciano, con excepción del ataque vándalo al Portus Ilicitanus, no tenemos ninguna referencia histórica ni epigráfica del siglo V. No disponemos de información de temas tan importantes como del momento de la instauración de las sedes episcopales, que tuvo lugar en esta etapa, o de las destrucciones
a manos de los bárbaros, que a partir del 409 atravesaron los Pirineos y durante varios años se dedicaron a saquear Hispania, ..urbes incendunt.. dicen las fuentes al referirse a estos trágicos hechos. La provincia Tarraconense, especialmente su parte litoral, estuvo más o menos a salvo de estas correrías y se
consiguió mantener en manos del Imperio de Occidente casi hasta su final, siendo solo hacia los años
472-473 ocupada por los visigodos del rey Eurico. Entre el 410 y el 420 existen numerosos testimonios
de la huida de muchos hispanos de las clases acomodadas, especialmente al norte de África.
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EL FINAL DEL MUNDO ROMANO Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS IV-VIII) • ALBERT V. RIBERA Y MIQUEL ROSSELLÓ
El Imperio, muy ocupado con las invasiones en Italia y luego por los hunos de Atila, no pudo
prestar mucha atención a Hispania. Los vándalos se acabaron instalando en Karthago y se convirtieron en la potencia marítima preponderante del Mediterráneo occidental, saqueando Roma en el 455
y dominando Córcega, Cerdeña, Sicilia y las Baleares. Se conoce el ataque que la flota vándala llevó
a cabo en el año 460 contra la escuadra imperial surta en el Portus Illicitanus (Santa Pola), de resultas
del cual fueron destruidos los navíos romanos y destituido el mismo emperador Mayoriano, que
precisamente anduvo por estas tierras reuniendo un ejercito para atacar a los vándalos, que acabaron por anticiparse a sus intenciones. Este incidente refleja que la zona litoral hispana permaneció
bajo dominio romano casi hasta el final del Imperio de Occidente.
A pesar de todos estos episodios bélicos, los hallazgos arqueológicos manifiestan cierta continuidad de las relaciones comerciales con el norte de África y el Oriente Mediterráneo, que sólo se restablecieron plenamente a partir de las ultimas décadas del siglo V y se mantuvieron durante el VI y
parte del VII.
Los datos arqueológicos del siglo V son eminentemente destructivos. Sería el caso de dos edificios públicos y un pozo de Valentia, que fueron arrasados en la primera mitad del siglo V por un incendio. En uno se encontró un pequeño tesoro de 88 monedas de bronce, las más modernas de los
emperadores Arcadio (402-408) y Honorio (410-423). El circo de Valentia presenta indicios del abandono de su actividad original, lo que coincide con las fuentes, que se refieren a que hacia el 445 en la
mayor parte de las ciudades de Hispania
habían cesado los juegos de circo y teatro.
Aún hay alguna aislada referencia a la
reinstalación de estas actividades lúdicas
en el siglo VI, en concreto en Caesaraugusta
y a principios del siglo VII, cuando el rey
visigodo Sisebuto reprendió al obispo de
Tarragona por su desmedida afición a las
representaciones teatrales y a los juegos
con animales, pero éstas serían ya las excepciones que confirman la regla.
En otros yacimientos también se constatan episodios coetáneos similares, como
el Grau Vell, el puerto de Saguntum, que
acaba sus días en la primera mitad del siglo V, como atestiguan las monedas y las
cerámicas de su momento final. En Ilici
también se ha encontrado una ocultación
numismática y de joyas de los primeros
años del siglo V, con 3 monedas de oro, asimismo de Honorio y Arcadio, que se han
relacionado con el paso de los bárbaros. A
lo largo de toda Hispania, las numerosísiLa villa de Banys de la Reina (Calp, Alicante).
[Fot. J.M. Abascal – R. Cebrián].
El Bajo Imperio fue una época de auge de las
grandes residencias y factorías rurales, como la
recientemente excavada en el litoral de Calp.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
mas ocultaciones de monedas de inicios del siglo V
son la mejor prueba de la gran inseguridad existente
en este periodo.
Empiezan a haber indicios claros que el País Valenciano sufrió algún episodio destructivo a lo largo
del siglo V, sin que se pueda precisar aún ni el momento exacto ni, por consiguiente, la causa concreta
de esta catástrofe.
LOS INICIOS DEL DOMINIO VISIGODO
La expedición de los visigodos del rey Eurico en el
472, asentados en el sur de Francia y enfrentados a lo
que quedaba del poder romano, acabó con la sumisión
Pendiente procedente de Els Charcons (Montserrat,
de las últimas posesiones hispanas del agonizante ImValencia). Siglos VI-VII. [Museo de Prehistoria de Valencia].
perio romano de Occidente. Solo hubo cierta resistencia
entre los aristócratas romanos de Tarraco y Dertosa. El
Imperio no tardó en sucumbir, en el 476. El poder visigodo en sus primeros momentos no solo se preocupó de pacificar la península, sino que ya dio los primeros pasos para reconstruir de alguna manera la
infraestructura urbana, al menos en algunos lugares claves como Mérida. A partir de este momento, el
dominio político y militar visigodo, que no la llegada de nueva población, supuso el inicio de una larga
etapa de relativa tranquilidad y reconstrucción, sólo jalonada por alguna revuelta de la nobleza hispana,
eminentemente católica, que en muchos casos llegó a independizarse, especialmente en el sur de la península. Los nuevos amos eran acérrimos arrianos, pero estaban muy alejados de Hispania y sólo prestaron verdadera atención a los asuntos de la península cuando tuvieron que refugiarse en ella después
de ser expulsados de las Galias por los francos en el 507. Pero esta instalación de nueva gente apenas repercutió en el área mediterránea. Además, durante el primer tercio del siglo VI tampoco se puede hablar
de un auténtico estado visigodo independiente, ya que estuvieron muy tutelados por sus «primos», los
ostrogodos de Italia, para atajar la expansión de los francos. Este periodo «ostrogodo» (507-548) supuso
también la llegada de gente de esta etnia para ocupar los puestos claves y hacerse cargo de la situación.
Uno de estos ostrogodos, Theudis, llegó a ser rey, disfrutando de un largo reinado (531-549). La larga
etapa que iría desde la ocupación nominal visigoda (472-473) a las guerras civiles que surgieron a la
muerte de Theudis, con la peligrosa aparición de los bizantinos, significaría un dilatado lapso de paz y
tranquilidad. Al mismo tiempo, se creó un cierto distanciamiento con el poder central, unido a la recuperación de muchas ciudades, promovida por el clero y la nobleza local, que ahora son casi la misma
cosa. Al mismo tiempo, se registró un aumento de la autonomía y poder de varias regiones, especialmente en la Baetica, pero en absoluto exclusivo de esta provincia. Pero, como ya hemos indicado, nada
concreto sabemos de la zona valenciana en estos años.
En estos momentos crecería la figura del obispo, asumiendo el papel de jefe de la ciudad. El más antiguo obispo valenciano conocido es el ilicitano Juan, entre 514-517, del que sabemos de su existencia
por su correspondencia con el Papa, aunque puede tratarse de una confusión con un prelado de Tarragona. De Valentia, la mención segura más antigua que tenemos de este cargo es la de Justiniano, ya de
mediados del siglo VI. Dentro del contexto hispano bajoimperial, Valentia fue una ciudad importante y,
además, en ella tuvo lugar el martirio de San Vicente, sin ninguna duda el mártir hispánico más destacado y admirado en la época. Por consiguiente, se podría suponer, con muy pocas dudas, que ya en el
siglo IV alcanzaría el rango episcopal, más aún, si tenemos en cuenta que la organización episcopal hispánica ya debió estar completada a inicios del siglo V. De hecho, cuando encontramos esa primera refe-
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EL FINAL DEL MUNDO ROMANO Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS IV-VIII) • ALBERT V. RIBERA Y MIQUEL ROSSELLÓ
rencia segura, la del obispo Justiniano, gran constructor de edificios, ya se nos presenta como una sede
bien consolidada y organizada, donde tiene lugar un Concilio de la provincia Carthaginensis. Por lo
tanto, ya debería hacer mucho tiempo que disponía del rango episcopal.
Estos obispos procedían de la antigua nobleza hispánica, que con el tiempo adoptó la nueva religión pero siguió manteniendo las riendas del poder político y económico a escala local, ocupando el
vacío dejado por la extinta administración imperial. Es interesante reseñar que tres hermanos de Justiniano también fueron obispos de otras tantas ciudades de la Tarraconense. Bastantes ciudades estarían
gobernadas de facto por sus obispos, manteniendo esporádicos contactos con un poder central distante
que solo apareció por el territorio valenciano a mediados del siglo VI para hacer frente a la invasión bizantina y acabar con la práctica situación de autonomía de la nobleza y el clero hispano. Los últimos
decenios del siglo V y la primera mitad del VI parece ser que fueron un periodo tranquilo y semiautónomo en el que se reconocía formalmente la autoridad del rey visigodo de Tolosa, muy alejado, y luego
de sus sucesores en Hispania, que estuvieron muy ocupados por sus problemas internos y sus luchas
con los vascones, los suevos de Galicia, los francos en las Galias y con los bizantinos en África.
LOS BIZANTINOS Y LA REACCIÓN VISIGODA
El período de estabilidad de la primera mitad del siglo VI supuso una pequeña «época dorada» para
la diócesis episcopal valentina y la detentación de una virtual independencia bajo el episcopado de Justiniano. Esta situación se vio desbaratada con el advenimiento de Agila (549-555) y el inicio de continuos
enfrentamientos internos por la sucesión al trono, cuya consecuencia más grave fue la conquista de una
parte de Hispania por los ejércitos imperiales (554) llamados por el usurpador Atanagildo.
Los bizantinos ocuparon una franja costera cuyo límite norte no está del todo claro. El pacto entre
Atanagildo y los imperiales posiblemente estableciera como límite septentrional de las posesiones
bizantinas el río Xúquer. En cualquier caso, Dianium formaría parte de la provincia bizantina de Spaniae y Valentia quedaría excluida de la misma.
No será hasta el reinado de Leovigildo (569-586) cuando se invierta la tendencia de continuado
desorden y quebranto territorial, gracias al afianzamiento del poder real. Leovigildo puso en marcha
una serie de campañas militares, paralelamente a una profunda reorganización interna del reino, di-
Basílica de El Monastil
(Elda, Alicante). [Fot. A.
Poveda].
Este interesante yacimiento de altura, que
domina la Via Augusta,
debió estar integrado en
la línea defensiva bizantina, protegiendo Ilici,
durante las guerras con
los visigodos. En él se
han hallado restos de
una pequeña iglesia y algunas piezas de su mobiliario litúrgico.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Cerámicas de época visigoda encontradas en Valentia. [Archivo SIAM].
El repertorio de formas de los alfares
visigodos es aun bastante desconocido.
Los numerosos hallazgos de Valencia
serán muy útiles a la hora de establecer
las pautas que regían la elaboración de
las cerámicas de esta época.
rigidas contra los bizantinos, la rebelde aristocracia hispanorromana de algunas ciudades y regiones
de la Bética y la Cartaginense, el católico Reino de los suevos, el cual anexionará, y contra los siempre insumisos vascones. El balance de estas operaciones fue positivo y así lo señaló el contemporáneo Juan de Bíclaro en su Crónica: «vuelve admirablemente a sus límites primitivos la provincia de
los godos, que por diversas rebeliones había sido disminuida». Fue durante el reinado de este monarca cuando Valentia quedó integrada en el Reino visigodo de Toledo.
Prueba fehaciente de esta integración es la aparición de un obispo arriano, Ubiligisclo, en la sede
episcopal valentina, que fue uno de los que abjuraron de la fe arriana en el III Concilio de Toledo del
año 589. Su existencia iría paralela a la presencia de tropas godas en la ciudad, consecuencia tanto de
la reciente incorporación de estos territorios al dominio efectivo, no solo nominal, del Reino visigodo, como de su situación de frontera frente a los bizantinos. Con la ocupación bizantina de una
parte del País Valenciano, éste se convierte en tierra de frontera y Valentia, el más importante núcleo
urbano de la zona, en el principal enclave frente a las aspiraciones imperiales.
Consolidadas las posiciones, desde un punto de vista territorial, tanto por parte de los visigodos
como de los bizantinos, algunos autores defienden el establecimiento de un limes, presente en otras
partes del Imperio, constituido por dos líneas defensivas sucesivas, formadas a partir de una serie de
ciudades fortificadas, normalmente sedes episcopales y asiento de una ceca, y otras fortificaciones menores, tipo castellum, articuladas en torno a calzadas estratégicas (Vía Augusta). Valencia y su territorio
cumplen con el esquema anterior y la investigación ha podido confirmar la creación de asentamientos
fortificados que responden al modelo militar y administrativo creado por el estado visigodo para la organización, control y defensa del territorio. Un ejemplo elocuente lo constituye el castro fortificado de
València la Vella, en Riba-roja de Túria, o la transformación del Circo de Valentia en un área fortificada,
ambos hechos puestos en relación con la llegada de contingentes militares godos.
En el sistema defensivo bizantino se podría incluir el yacimiento en altura de El Monastil, en
Elda, que podría ser un castellum que defendería Ilici, que sería el núcleo bizantino más importante
del actual territorio valenciano.
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EL FINAL DEL MUNDO ROMANO Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS IV-VIII) • ALBERT V. RIBERA Y MIQUEL ROSSELLÓ
Valencia vuelve a mencionarse a raíz del exilio del rebelde católico Hermenegildo (a. 584), hijo
corregente de Leovigildo sublevado en la Bética y peligrosamente aliado con los bizantinos. Su estancia fue corta puesto que al año siguiente fue asesinado en la ciudad de Tarragona. El conflicto religioso entre arrianos y católicos terminó oficialmente con el III Concilio de Toledo en el año 589, que
significó la unidad bajo la fe católica.
EL SIGLO VII
A finales del siglo VI Toledo creó las sedes episcopales de Elo y Begastri para regir los destinos espirituales y temporales de los territorios conquistados a los bizantinos y que pertenecían a las sedes
de Ilici y Carthago Spartaria, todavía en manos bizantinas.
Desde el reinado de Leovigildo, por su ubicación fronteriza fue muy importante el papel estratégico y militar jugado por Valencia, que se mantuvo hasta la definitiva expulsión de los bizantinos,
tal como parece apuntar la emisión de moneda por parte de algunos monarcas (Gundemaro, Sisebuto, Suintila) en Saguntum y Valentia, emisiones que coinciden con el momento de mayor presión
visigoda frente a los bizantinos, que culminó con la destrucción de Cartagena en el 625, capital de la
provincia bizantina de Spania.
Con anterioridad, la sede de Saetabis estaba ya en manos de los visigodos desde época de Leovigildo, pues su veterano obispo Mutto firmó en el III Concilio de Toledo del 589. Las otras dos sedes
episcopales, Ilici y Dianium, parece que permanecieron bajo dominio bizantino hasta el último momento de la presencia imperial en Hispania. Ilici no aparece representada hasta el IV Concilio de Toledo del 633 y Dianium algo más tarde, en el V Concilio de Toledo del 636. Como ya apuntara en su
día el Dr. Llobregat, la importancia del puerto de Dianium sería un factor esencial en el mantenimiento de los bizantinos hasta el final.
La actividad comercial con el Mediterráneo, mayoritariamente ocupado por los imperiales, no
se interrumpió durante la ocupación bizantina y se constata su mantenimiento hasta después de su
expulsión de Hispania. Los asentamientos costeros fueron los principales destinatarios de los inter-
Triente de Gundemaro acuñado en Sagunto. [Gabinet Numismàtic de Catalunya].
La única referencia de la existencia de Saguntum durante el período visigodo nos la proporciona alguna rara
moneda de oro acuñada en la ciudad a lo largo del siglo VII. Tal vez se trate de emisiones relacionadas con tropas acantonadas aquí ante la amenaza bizantina.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
cambios comerciales. A parte de las ciudades ya se detecta, desde el siglo IV, un florecimiento de estos asentamientos a lo largo del litoral, principalmente abundantes al sur de Valencia. Algunos de
ellos, Punta de l’Illa (Cullera), Punta de l’Arenal (Xàbia), Baños de la Reina (Calp), Barrio de Benalúa (Alicante), Portus Ilicitanus (Santa Pola),...y otros peor conocidos, se mantienen activos durante
los siglos VI y VII.
La distribución de productos importados, principalmente las últimas producciones de vajilla
fina de mesa africana (sigillata), algunas cerámicas de cocina y ánforas, es un fenómeno propio de
las zonas costeras, tanto de ciudades como de monasterios y castros fortificados, asentamientos
vinculados a las élites urbanas, civiles, militares o eclesiásticas. La principal zona de aprovisionamiento fue el norte de África, que exportó las últimas cerámicas finas de mesa, la Africana D, ánforas que transportaban aceite y vino, y cerámica de cocina. Del Mediterráneo oriental llegaron ánforas de vino de Palestina y Siria y más esporádicamente, ungüentarios (Late Roman Unguentarium),
vajilla de mesa y de cocina.
Las últimas investigaciones en Valencia aún documentan materiales importados de la segunda
mitad del siglo VII, similares a los aparecidos en Roma, Marsella o Tarraco, como los últimos contenedores cilíndricos norteafricanos (Keay VIII, LXI, LXII), ánforas «globulares de fondo umbilicado», spatheia de reducidas dimensiones, formas tardías de Africana D (Hayes 91D, 109 B) y ollas
«Constantinople ware».
El final del Reino visigodo, principalmente a partir de la segunda mitad del siglo VII, estuvo marcado
por una serie de calamidades de las cuales se hace amplio eco las crónicas de la época, la legislación y
los cánones de los concilios. Sequía, malas cosechas, plagas de langosta, episodios cíclicos de la terrible
peste bubónica, hambres, y algunos episodios bélicos, principalmente contra los vecinos del norte, los
francos y vascones, y esporádicamente alguna escaramuza naval contra los bizantinos.
Uno de los problemas más graves fue la inestabilidad política, con continuos
y violentos problemas sucesorios protagonizados por diversos clanes familiares, y una clara y evidente ruptura social: problemas con los judíos, esclavos
fugitivos, bandolerismo, militarización de la vida civil y creciente autonomía
de la poderosa nobleza en un incipiente proceso de feudalización.
TEODOMIRO Y SU ÉPOCA
Fueron estos problemas sucesorios los que aceleraron el final
del Reino visigodo y la posterior conquista musulmana. La muerte
de Witiza en el 710 sin asociar al gobierno a ninguno de sus hijos,
ocasionó el intento de su familia de retener el trono. Tal pretensión
de sucesión dinástica en la figura de Akhila, hijo mayor del difunto Witiza, no prosperó debido a la enérgica oposición de una
buena parte de la nobleza visigoda, partidaria de la designación
real por elección, a pesar de que el joven Akhila logrará establecerse
en el nordeste, llegando a acuñar moneda. Mientras tanto, la asamblea
electiva designó a Rodrigo como rey. Los witizanos, por su parte, reclamaron la ayuda de los árabes para conseguir sus pretensiones políticas, ac-
Anillo procedente de El Romaní (Sollana, Valencia) de una tumba de época visigoda.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
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EL FINAL DEL MUNDO ROMANO Y EL PERIODO VISIGODO (SIGLOS IV-VIII) • ALBERT V. RIBERA Y MIQUEL ROSSELLÓ
ción que no era extraña en la historia del Reino visigodo hispánico, con fatales precedentes en
época de Atanagildo y Sisenando que propiciaron la invasión del reino por los bizantinos y los
francos, respectivamente. La llegada del ejército árabe pilló por sorpresa a Rodrigo que fue derrotado y muerto en Guadalete.
La conquista musulmana se sucedió de manera fulminante y los hijos de Witiza y sus partidarios actuaron de acuerdo con los árabes, facilitando la toma o rendición de las ciudades más importantes del reino, a cambio de conservar la posesión de sus bienes patrimoniales. En las ciudades importantes que capitularon los visigodos conservaron sus bienes, además de su propia
organización política, religiosa y social, a cambio debieron tributar lo que la ley islámica imponía
a los no musulmanes.
En el sudeste de la península tuvo lugar uno de estos pactos entre un personaje visigodo, Teodomiro, y ‘Abd al-‘Aziz, que supuso la continuidad, durante algún tiempo, de las estructuras visigodas
hasta el inicio de la islamización del territorio, proceso que en esta zona no sería anterior al siglo IX.
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IV~ COMMERCIVM
~
EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS
~ LA PRODUCCIÓN MONETARIA
~ LA CIRCULACIÓN MONETARIA
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS
JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
COSTAS, PUERTOS Y FONDEADEROS
Costas. Como ha explicado bien P. Carmona más arriba, las costas valencianas entre el Ebro y el
Segura presentan aparentemente unas características poco aconsejables para las instalaciones portuarias. Es un litoral muy dinámico donde predominan las costas bajas y abiertas, formadas por
aportes aluviales de los ríos Millars, Palància, Túria, Xúquer, Vinalopó y Segura; depresiones y hundimientos costeros que dan lugar a numerosas zonas inundadas, lagunas, marjales, que se cierran
total o parcialmente al mar debido a las aportaciones de sedimentos precisamente de los ríos antes
mencionados, formando barras o restingas; y ocasionalmente, costas acantiladas que no permiten refugio alguno (Serra d’Irta, cabos de S. Antonio y la Nau, etc.).
Rutas de navegación y cargamentos. Los escasos pecios detectados en nuestras costas con cargamentos homogéneos nos hablan de rutas directas desde portus como Puteoli-Nápoles y posiblemente Gades, con cargamentos de vino y salazón de pescado hacia puertos como Saguntum y Dianium. Pero no
era fácil acceder hasta aquí por la falta de zonas resguardadas y de lugares con instalaciones suficientes para garantizar una carga y descarga cómoda. Además, y gracias a los estudios de Ruiz de
Arbulo, conocemos los problemas que tenía la navegación al abordar el litoral valenciano. Así, se
aconseja evitar siempre el Golfo de Valencia desviándose hacia Ibiza, ya se proceda del norte o del
sur del Mediterráneo y se señala como zona peligrosa el Cabo de San Antonio si se navega hacia el
sur de la península Ibérica. J. Molina llega a hablar de una zona de separación de influencia marítima (Carthago Nova y Tarraco) situada entre los cabos de San Antonio y de la Nau, debido a las turbulencias, mezcla de corrientes y vientos que se producen en el área.
Desde Italia, se alcanzaban nuestras costas por el peligroso aunque directo estrecho de Bonifacio,
debiendo luego pegarse las naves a las desprotegidas costas valencianas para llegar al destino elegido; también se podían alcanzar por el sur de Sicilia y de Cerdeña, para llegar por Ibiza o bien directamente a las costas alicantinas. Desde el estrecho de Gibraltar o Gades se debía seguir la corriente
hacia el este, subir a Ibiza y de allí bajar hacia las costas alicantinas. Dianium, situada al norte del
cabo de San Antonio y desde donde se ve Ibiza en días claros se revela junto al Grau Vell de Sagunt,
como uno de los puntos de atraque más interesantes de la costa valenciana en época romana.
La ruta preferente que llevaba nuestros vinos a la Roma imperial hacía que los barcos bordeasen
por el sur el archipiélago balear, al resguardo de los vientos de N y NE y alcanzasen el estrecho de
Bonifacio, para bajar luego hacia Ostia.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Rutas comerciales marítimas. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
A través de ellas se comercializaron el vino, el aceite y las salazones de pescado entre los puertos de la costa
valenciana y las principales ciudades romanas del Mediterráneo Occidental, entre los siglos III a.C. y III d.C
(elaboración propia a partir de Ruiz de Arbulo y Díes Cusí).
Pero estos importantes condicionantes náuticos de vientos y corrientes afectarían sólo a los grandes navíos que efectuaban rutas mediterráneas de altura, conectando portus de primer orden como
Gades, Ostia, Narbo o Tarraco. Sin embargo, el tradicional conocimiento de las costas mediterráneas
por parte de los expertos navegantes que las recorrían habitualmente, hacía que la navegación de cabotaje entre lugares costeros alejados una media de entre 100 y 200 km, pudiese dar lugar a una red
de intercambios comerciales que conectaban todo el territorio valenciano y a éste con áreas colindantes como Ibiza, Laietania, Carthago Nova, etc. Utilizarían para ello embarcaciones de menor calado,
transportarían cargamentos heterogéneos y realizarían trayectos que podían ir de puerto principal a
puerto secundario, o de secundario a secundario, como ha demostrado X. Nieto con el estudio del
pecio de Culip IV.
Estamos lejos sin embargo de agotar el conocimiento sobre las redes locales y regionales de transporte marítimo en época romana; cada nuevo pecio, cada fondeadero científicamente estudiado, nos
abre nuevas posibilidades de interpretación de unas rutas comerciales que en aquella época fueron
tan vitales para nuestros antecesores como ahora lo son los ferrocarriles o las autopistas.
El Portus. El concepto de Portus es para los especialistas, que se apoyan en la definición vitruviana de limén kleistós, un lugar cerrado abrigado de los vientos dominantes, capaz de albergar de-
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
pósitos en donde almacenar variadas mercancías (horrea), con posibilidad de reparar o construir embarcaciones (navalia), disponer de una zona comercial (emporium) o acoger grandes naves comerciales (oneraria) en una dársena a menudo artificial. Pero además de esta definición ‘arquitectónica’
existe otra más social y comercial, según la cual es un lugar enclavado en el marco de circuitos comerciales marítimos, de rutas en las que el portus es lugar de recepción y exportación de mercancías.
Éstas, procedentes de su territorio o de lugares más lejanos, son luego redistribuidas a puertos ‘secundarios’ de su entorno que podrían corresponder al término statio, o bien llevadas en viajes directos o con escalas técnicas a otros portus que tendrían igualmente el carácter de ‘principal’ con respecto a su zona de influencia. Un portus debe ser capaz también de admitir grandes naves con cargas
principales procedentes de otros portus mediterráneos.
Pero no debemos olvidar una matización importante: el portus, aún disponiendo de una completa infraestructura portuaria, puede perder su categoría de principal a lo largo de la historia debido a cambios políticos, estratégicos o comerciales. Así ocurrió con la dependencia mutua entre
Massalia y Narbo, la de este mismo portus y Emporion, Emporion y Tarraco y también entre algunos de
los puertos del territorio valenciano.
Vista aérea del Grau Vell de Sagunt.
El yacimiento de sitúa en la parcela triangular junto al mar. Las excavaciones y estudios dirigidos por la profesora C. Aranegui han confirmado su importancia
como principal infraestructura portuaria
de la zona entre los siglos V a.C. y IV d.C.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Pecio de «Bou Ferrer». La Vila Joiosa, Alicante. [Fot. Museo Municipal d’Arqueología i Etnología, la Vila Joiosa]
Con un cargamento de ánforas hispánicas del siglo I y bien conservado, fue descubierto recientemente y es
uno de los yacimientos subacuáticos más prometedores del País Valenciano.
En el Mediterráneo, y para la época en la que nos encontramos, El Pireo, Alejandría, Puteoli, Ostia-Roma, Narbo, serían portus de primera magnitud y con carácter de ‘principales’. En Hispania, Gades, Carthago Nova, Tarraco, Emporion y seguramente Saguntum, fueron durante todo el período o en
distintos momentos, portus principales en los circuitos mediterráneos y peninsulares.
La ausencia de protecciones o barreras naturales contra los vientos y temporales, así como la falta de
capacidad logística para la construcción de grandes infraestructuras portuarias, es habitual en Hispania;
es verdad que sí las encontramos en los grandes portus como Emporion, como demuestra el reciente descubrimiento de su dársena de época prerromana, y el conocido muelle de época republicana; Tarraco, con
un espigón que penetraba en el mar, que fue derruido no hace muchos años; o Carthago Nova, con epigrafía y dibujos antiguos que nos hablan de muelles construidos sobre arcos en su dársena natural.
Puertos en el territorio valenciano. Infraestructuras. En las tierras valencianas y atendiendo a las infraestructuras portuarias, destaca el Grau Vell de Sagunt, donde existe un posible espigón o muelle construído denominado ‘Trencatimons’ hoy sumergido, un torreón defensivo más antiguo y algunas estancias alargadas, presumible utilizadas como almacenes ya en época tardorromana. Recientes
trabajos subacuáticos realizados por Carlos De Juan, parecen indicar la existencia de un gran espigón
de más de 100 m de longitud. En Valentia mencionamos un posible horreum en las cercanías de su embarcadero fluvial, dotado además de unas escaleras de acceso a la ribera. En la zona portuaria de Dianium conocemos estructuras alargadas de almacenaje en batería y edificaciones semejantes se encuentran también frente al fondeadero de la Platja de La Vila Joiosa y en el Portus Ilicitanus (Santa Pola).
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Otras construcciones, relacionadas con actividades industriales o artesanales son más frecuentes
en las proximidades de los puertos: factorías de salazón, canteras, talleres de fabricación de ánforas,
etc., y se documentan en muchos de nuestros enclaves portuarios.
Ubicación. La falta generalizada de estructuras de protección como muelles, espigones, etc, hizo
que las zonas portuarias valencianas se localizasen y organizasen según criterios de optimización de
las condiciones costeras.
Así, en Cullera (¿Portus Sucronem?) y quizás en Calpe se aprovecharía la existencia de una península o promontorio saliente para su utilización como embarcadero o varadero, al abrigo de los predominantes y peligrosos vientos del E y NE; en Dianium, la ensenada portuaria varía su emplazamiento
según la fuerte dinámica costera de las barras arenosas, teniendo como única protección el afloramiento de barras rocosas paralelas a la costa, que ayudan a romper el oleaje de los temporales; el Grau
Vell de Sagunt, instalado sobre una restinga fósil, utilizó seguramente una laguna interior para proteger naves de pequeño calado y poder acceder a la ciudad de Saguntum por vía terrestre; en Valentia, el
acceso a la ciudad por vía fluvial se lograba por el sur con el paso al Turia de embarcaciones de poco
calado a través de las golas abiertas en la restinga de L’Albufera, entonces más próxima a la ciudad; y
por el norte con el sistema que luego veremos de fondeaderos externos, que estaban situados frente a
las actuales playas de La Malvarrosa y El Cabanyal. En Altea, se aprovechó la existencia de una barra
entre la isla de L’Olla y la costa; en El Tossal de Manises (Lucentum) se utilizó la ensenada existente al
pie del asentamiento, una antigua laguna contigua al mar (L’Albufereta); y el Portus Ilicitanus aprovechó una ensenada interior, protegida por el cabo de Santa Pola de los vientos dominantes de N y NE.
Principales puertos documentados. Saguntum. Los trabajos de C. Aranegui han contribuido mucho a
desvelar el papel de Arse-Saguntum y su puerto, el Grau Vell, que debió ser un importante portus o
mejor un emporion entre los siglos V y II a.C. en relación con el oppidum ibérico de Arse y su territorio,
pero también con el entorno costero próximo. Entre los siglos IV a.C. y V d.C., funcionó como un importante portus para un territorio más amplio, que incluiría las tierras comprendidas entre el río Millars y Puçol y hasta Jérica, en el Alto Palancia, por el interior. Los fondos bajos y arenosos, sujetos a
la acción de la dinámica marina superficial y a los fáciles saqueos y expolios, han facilitado con toda
seguridad la desaparición de pecios en el entorno del Grau Vell de Sagunt, entre Canet d’en Berenguer y Puçol, que serían testimonio de una navegación de altura y bajura que sólo conocemos por
los abundantes restos materiales (ánforas, vajilla cerámica, monedas) que se encuentran en Saguntum
y su territorio. Los recientes trabajos de documentación subacuática y terrestre auguran importantes
descubrimientos para el puerto de Saguntum.
Valentia. Situada a orillas del Túria, a 1’5 km del mar en época romana, los aterramientos debidos
a los enormes aportes sedimentarios del río en su desembocadura han provocado el retroceso de la
línea de costa actual alrededor de 1 km, y una subida del nivel del suelo de varios metros en la ciudad y su entorno. Esto hace imposible, como bien ha escrito A. Ribera, documentar resto alguno de
estructuras relacionadas con un puerto o embarcadero, pues deben encontrarse bajo varios metros
de sedimentos como ha ocurrido en otros lugares con dinámica fluvial parecida como en el yacimiento de San Rossore de Pisa.
La procedencia itálica de la mayor parte de las ánforas, vajilla de mesa y cocina de Valentia en época
republicana, demuestra el origen y las costumbres itálicas de sus pobladores, que recibieron suministros regulares sobre todo de Campania, pero también de Etruria y el Adriático. La existencia en la ciudad de importantes horrea en época republicana y altoimperial, ha hecho pensar a Ribera que estaríamos ante un importante centro comercial a escala regional, que llevaría todo el peso de la
comercialización y distribución de los productos itálicos, púnicos o del área del Estrecho en su entorno.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
/
• Barranc de I'Aiguaollva
• Roques de la Barbada
• Peñfscola
• Alcossebre
• Torre la Sal
• Platges Morro de Gos y "la Conxa·
(
•
' L'OIIa
• Benafell
Torre d'Onda
El Calamó
• Gola d'Estany
• Torre Derrocada
1
1 i;.
•
SAGVNTVM
. VALENTIA
._. Malvarrosa/Cabanyal
• Pineda
• El Saler
• El Perell6
~ PORTVSSVCRONEM
• Penya del Moro
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• Ouanes
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l 'OII;> ~ • • Morro de To•x
Racó de L'O•x , •
/
: Oesemb. R. Algar
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•
F1nestrat
Plat¡a de la Vi la
_.. LVCENTVM
.. PORTVS ILICITANVS
. . PUERTOS
Fondeaderos y playas de varado
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Sección transversal de la estiba o disposición de la carga de ánforas en la bodega de una nave oneraria romana,
según Bost y otros. [Tratamiento gráfico A. Sánchez a partir de publicación].
El dibujo está basado en la reconstrucción del pecio de ‘Cabrera III’, publicada por Bost y otros autores,
una nave que transportaba aceite bético y tripolitano, aceitunas y salazones de pescado lusitanas desde Cádiz hacia Roma, a mediados del siglo III.
Es interesante constatar que junto a las modestas infraestructuras portuarias fluviales detectadas recientemente en la ciudad, el funcionamiento de los fondeaderos de El Saler y Malvarrosa-Cabanyal, se inicia o reactiva respectivamente hacia la mitad del siglo II a.C., coincidiendo con la fundación de la ciudad.
Dianium. En las proximidades de Dianium se han documentado recientemente varios pecios con
cargamentos homogéneos de procedencia itálica fechables en el tránsito de los siglos II-I a.C. (ánforas
Dressel 1), augusteos, o altoimperiales con cargamento de ánforas vinarias Dressel 2-4 de origen local (L’Almadrava), o con ánforas de salazón Dressel 7-11 de procedencia bética (Bou Ferrer). Este hecho, junto a la existencia de las infraestructuras portuarias antes mencionadas, apoya la posibilidad
de que estemos ante un portus importante que redistribuiría las cargas que le llegaban directamente
al menos desde las zonas de producción itálicas y béticas, además de los productos de la cercana
Ebusus, especialmente en época republicana y altoimperial.
Para el territorio ilicitano, parece que los puertos de Tossal de Manises (Lucentum) y Portus Ilicitanus se reparten la hegemonía en la llegada y redistribución de productos mediterráneos, si atendemos a los distintos estudios realizados sobre sus ánforas. El Tossal de Manises importante en época
tardorrepublicana (donde además en 1933 Figueras Pacheco encontró restos de una embarcación púnica o romana) y el Portus Ilicitanus en época imperial.
Fondeaderos. Embarcaderos de madera como los que existían en el propio Puerto de Valencia
hasta el siglo XIX, o varaderos en la playa, constituirían los lugares habituales de acceso a tierra de las
pequeñas embarcaciones.
¿Qué ocurría con la posible llegada de grandes naves onerarias? ¿y con los lugares de nuestro territorio que no podían disponer de unas mínimas condiciones para la instalación de embarcaderos?
v
Los trabajos e investigaciones tanto subacuáticas como en tierra de A. Fernández Izquierdo,
C. Aranegui, F. Arasa, A. Ribera, A. Espinosa y otros, han documentado la frecuencia de otra modalidad de aproximación naval a la costa: los fondeaderos. Son lugares situados en mar abierto, a menudo sin protección natural, ubicados frente a las desembocaduras de ríos y barrancos de escaso
caudal, pero que constituyen vías de acceso al interior del territorio. También los encontramos frente
a las restingas y barras que cierran parcialmente aquellas zonas bajas lacunosas, a veces albuferas,
que además de constituir un buen refugio para naves de menor calado permiten igualmente el ac-
Puertos, fondeaderos y playas de varado utilizados en época romana en el litoral del actual País Valenciano. [Tratamiento gráfico de A. Sánchez].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
ceso al interior y a menudo contienen manantiales (ullals) por lo que son aptos también para el aprovisionamiento de agua dulce.
Se sitúan a una distancia de la costa que oscila entre 250 m y 1.000 m aprovechando la existencia,
a profundidades de entre 4 y 20 m, de unas barras rocosas paralelas a la costa, seguramente antiguas
restingas o incluso dunas fósiles, que permiten el fondeo de embarcaciones de gran calado. El hallazgo de ánforas, cerámicas y cepos de plomo de una amplia cronología y la casi total ausencia de
pecios, abogan por este modelo de aproximación costera que conocemos como fondeadero.
Entre el Ebro y el Palància hallamos fondeaderos frente a las desembocaduras de los ríos Sec, Millars, y el Barranc d’Aiguaoliva, así como en las proximidades de depresiones inundadas con presencia de aguas dulces o en llanuras litorales como en Alcossebre, Cabanes, Oropesa, Benicàssim, Onda,
etc, desde donde en muchos casos parten caminos que cruzan perpendicularmente las planas castellonenses, salvan las sierras paralelas a la costa y llegan a las comarcas más interiores. La existencia
junto al mar en la zona de Cabanes, Burriana y Onda de importantes asentamientos de funcionalidad casi exclusivamente comercial en época republicana (La Torre d’Onda, La Torre de la Sal) nos
marca la posibilidad de este modelo de intercambios comerciales que ha estudiado bien F. Arasa.
Al norte de Valentia, encontramos los de La Malvarrosa y Cabanyal cerca de la desembocadura
del Barranc del Carraixet, una importante vía de penetración hacia el interior; al sur, Pinedo y El Saler, el primero en las proximidades de la desembocadura del Túria y el segundo frente a la restinga
que separaba el mar de L’Albufera.
El fondeadero de La Penya del Moro en la desembocadura del Xúquer, estaría en relación con la
existencia de ese Portus Sucronem citado en el Anónimo de Ravenna, que no sabemos si estaría en el
cabo de Cullera frente al que hay otro fondeadero o detrás de la montaña, como puerto fluvio-marítimo de Sucro (Cullera?) en una época en la que el río Xúquer era navegable unos 30 km al interior.
En la costa de La Marina debido al perfil acantilado y abrupto de parte de sus costas, hallamos
los fondeaderos en zonas muy concretas. En Xàbia se encuentra frente a la desembocadura del Gorgos, donde existe un asentamiento costero, Duanes, mientras que en Altea los fondeaderos están en
relación con la desembocadura del río Algar, así como frente a los lugares de La Punta de la Galera,
El Morro de Toix, El Racó de l’Albir (Alfàs del Pi) y el de L’Olla mencionado más arriba. Al oeste del
promontorio conocido como Illa de Benidorm, encontramos el fondeadero del Racó de l’Oix y otro
frente a la cala de Finestrat, en donde se ubica El Tossal de la Cala, centro
activo en época republicana; estos dos se resguardan además de los
vientos de Levante y NE, aunque están a merced de los ocasionales
ponientes que soplan desde el interior hacia el mar. En La Vila Joiosa,
el fondeadero está frente a la Platja de la Vila, abierta y baja con importante poblamiento romano, posiblemente un municipium, y manantiales de agua dulce.
De las comarcas de L’Alacantí y El Baix Vinalopó solo tenemos
documentación dispersa sobre la presencia de fondeaderos,
que evidentemente debieron existir dadas sus características costas bajas y las lagunas interiores que la conforman.
Pátera de cerámica de barniz negro de Cales (Campania). [Fot. Museu Arqueològic
de la Ciutat de Dénia].
Procede de un pecio romano republicano del litoral de Dénia (de finales del siglo II
o primera mitad del I a.C.). Formaba parte del cargamento secundario de vajilla de
mesa que acompañaba a otro principal de ánforas con vino itálico.
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Cepo de plomo. Siglos III a.C.-I d.C. [Museo de Prehistoria
de Valencia]
El cepo era la parte esencial del ancla de madera romana.
Su pérdida era frecuente en áreas de fondeadero.
LOS INTERCAMBIOS COMERCIALES EN ÉPOCA ROMANA
El período tardorrepublicano. Con el desembarco de los Escipiones en Emporion en el 218 a.C., los intercambios comerciales que hasta ese momento se llevaban a cabo entre la costa oriental peninsular y
otros puntos del Mediterráneo van a sufrir grandes cambios. Estamos inmersos en los inicios de la
Segunda Guerra Púnica, e Hispania para los romanos se reducía a la costa mediterránea desde los
Pirineos hasta la actual Almería y por el interior se extendía como máximo hasta la zona minera de
Cástulo en Jaén.
Aunque las principales bases romanas se localizaron pronto al norte y al sur del territorio valenciano (Tarraco y Carthago Nova respectivamente), a finales del siglo III a.C. nuestro territorio ya contaba con emplazamientos estrechamente relacionados con Roma, como la civitas foederata de Saguntum, o el campamento militar de Sucro.
A estos momentos corresponden los inicios de la actividad comercial marítima que detectamos a
través de la presencia de ánforas itálicas en los principales asentamientos ibéricos cercanos a la costa
de las comarcas valencianas, así como en los puertos, fondeaderos y zonas de atraque del litoral.
El vino. Las ánforas vinarias grecoitálicas procedían del sur de la costa tirrénica, en especial de
Campania y son más abundantes en la costa hispana que en las Galias entre finales del siglo III y la
mitad del siglo II a.C. Llegarían para satisfacer las necesidades de las legiones romanas, de los incipientes núcleos de itálicos (publicani, mercatores, negotiatores, veterani, etc) y un intercambio con los indígenas seguramente restringido aún a las élites de los oppida ibéricos. La inmediata asunción de las
explotaciones mineras anteriormente en manos púnicas (Sierra de Cartagena y área de Cástulo) hizo
también afluir grandes cantidades de vino hacia esos puntos, aunque no a nuestras tierras. Algún investigador ha puesto sin embargo de relieve la posibilidad de un alto consumo indígena de vino, basado en los significativos porcentajes de ánforas grecoitálicas en lugares como el Castell de Sagunt, el
Tossal de Manises o el Monastil de Elda.
El consumo de vino itálico en nuestras tierras se multiplicará extraordinariamente entre el último
tercio del s. II y la primera mitad del siglo I a.C., siguiendo una pauta que se repite en todo el Mediterráneo Occidental. La generalización en Italia de un nuevo tipo de explotación esclavista de la tierra con
grandes fundi dedicados al monocultivo de la vid, multiplicaba una oferta muy bien acogida por los
pueblos romanizados o en vías de romanización del Mediterráneo Central y Occidental, que se adherían
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Algunos de los principales envases de época romana
que aparecen en pecios y yacimientos costeros del
actual País Valenciano. [Museo de Prehistoria de
Valencia]
1. Ánfora vinaria Greco itálica evolucionada. Finales
del siglo III a mediados del siglo II a.C.
2. Ánfora vinaria Dressel 2-4 (Tarraconense). Fines del
siglo I a.C. a 1ª mitad siglo II d.C.
3. Ánfora de salazón de pescado tipo Beltrán IIB (Bética). Siglo II.
4. Ánfora olearia Dressel 20 (Bética). Mitad siglo I a
mediados del siglo III.
con entusiasmo a lo que Tchernia llamó ‘la cultura del pan y el vino’, que se imponía en Roma a partir
del control de fuentes de aprovisionamiento de cereales como Sicilia y Egipto y de la común producción
de vino que hemos comentado. El ánfora Dressel 1 fue el envase escogido por los viticultores del área tirrénica desde Sorrento (sur de Campania) hasta Cosa (norte de Etruria) mientras que el ánfora Lamboglia 2 y su sucesora, la Dressel 6, envasaron vino adriático procedente al parecer más del área picena y
nordadriática que de la brindisina. La Dressel 1 es con mucho la más frecuente en todo el Mediterráneo
Occidental, ya que la producción de vino adriático se orientó más hacia el Egeo y las costas de la antigua
Yugoslavia; sin embargo en algunos enclaves de las costas valencianas como Ilici y El Tossal de Manises
los hallazgos de ánforas Lamboglia 2 son mayoritarios frente a la Dressel 1. Este mismo fenómeno se repite en el área de Carthago Nova y ha servido para apoyar la hipótesis de una dependencia comercial del
área alicantina mencionada con respecto al portus de Carthago Nova en esta época.
Por el estudio de los pecios sabemos que las ánforas de vino itálico llegaban desde los más importantes puertos tirrénicos (Puteoli, Neapolis, Populonia, Cosa) en barcos de transporte (naues onerariae)
como cargamento homogéneo y en un trayecto directo o con muy pocas escalas hasta un puerto ‘principal’ de Occidente, desde donde se redistribuía en pequeñas naves hacia su área de influencia.
Vajilla cerámica y otros objetos. Estos envíos de vino se aprovechaban para comercializar otros productos de los que lamentablemente sólo han perdurado aquellos de naturaleza cerámica, metálica o
pétrea, que se entibaban en los huecos dejados por la carga de ánforas normalmente a proa y popa
de la embarcación. Entre ellas había un producto que tenía un coste de transporte nulo –pues el
barco se fletaba para el vino– y a menudo procedía de los mismos fundi y alfarerías que las ánforas:
nos estamos refiriendo a la vajilla de mesa barnizada de negro, la llamada ‘cerámica campaniense’ y
la cerámica de cocina itálica.
La primera, cuya técnica decorativa es en un primer momento de tradición ática, tuvo una gran
aceptación entre los habitantes de nuestras tierras, toda vez que no eran extraños a este tipo de vasos, pues fueron igualmente receptivos a los de barniz negro áticos y a los de imitación de éstos entre
los siglos IV y III a.C. Ligada al consumo del vino (cuencos y copas), constituyó poco a poco toda una
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
vajilla de mesa con platos, tazas y vasitos como formas más frecuentes. La cerámica de cocina itálica
aportaba novedades tecnológicas: casi toda oxidante (en las tierras valencianas la cerámica de cocina
era reductora, de color gris o negro), soportaba fuertes temperaturas y era apta tanto para el fuego
como para parrilla y horno, lo que pudo ayudar a un cambio en los hábitos alimenticios, línea de investigación que está ahora en pleno desarrollo. Unas y otras, empacadas en cajas con un número que
oscilaba aproximadamente entre las 500 y las 7.000 piezas por barco, constituían un beneficio añadido al de la comercialización del vino. Lámparas de aceite (lucernae), ungüentarios, vasitos para beber de paredes finas, etc., se añadían a menudo a estos cargamentos.
La aparición de pequeños porcentajes de ánforas vinarias griegas procedentes de las islas de Rodas, Quios o Cos, pueden ponerse en relación con botellas (lagynoi) y cuencos decorados con relieves
también de origen griego oriental y fabricados especialmente para el consumo del vino, que encontramos testimonialmente en las ciudades de Saguntum, Valentia, Ilici o Lesera.
Variados bienes de consumo se transportan en los mismos envíos: tegulae o tejas cerámicas, molinos de piedra, etc. Otros muchos no podremos detectarlos nunca, como tejidos (alfombras, túnicas,
velos), especias, animales y ciertamente esclavos.
Procedentes de la costa hispánica de la actual Cataluña, encontramos prácticamente en todos los
asentamientos valencianos costeros unos vasos ibéricos pintados de aspecto cilíndrico: los cálatos,
que mencionamos aquí porque es general la opinión de que se trata de un recipiente para el transporte. Es también el vaso ibérico predominante en el Mediterráneo Central y Occidental, fuera de
nuestra península: Golfo de León, costa ligur, costa tirrénica, Cerdeña, Sicilia y norte de África, entre
el último tercio del siglo II y la primera mitad del I a.C. Análisis recientes confirman lo que ya se sospechaba: el contenido de estos vasos debió ser un producto de panales de abejas: miel o cera, seguramente. Su difusión marítima se hizo a través de rutas comerciales romanas, como se deduce de los
hallazgos subacuáticos y de la precoz romanización del área tarraconense donde se fabricaron.
También podemos encontrar, siempre entre finales del siglo II y la primera mitad del I a.C., tanto
en los pecios como en yacimientos terrestres, vestigios de otros productos alimenticios: aceite y salazón de pescado, aunque en mucha menor cantidad que el vino.
Aceite. El aceite llegaba del Adriático en las llamadas ánforas ovoides brindisinas y de Túnez en
las Tripolitanas antiguas; posiblemente también de Ibiza, en las bicónicas Mañá E (PE 16 a PE 18).
Los tres tipos están bien atestiguados en las excavaciones de La Almoina en la ciudad de Valentia,
siendo las ebusitanas más frecuentes al sur del cabo de la Nau.
Salazón de pescado. La salazón de pescado fue otro de los bienes de consumo que llegan a las costas valencianas entre la mitad del siglo II y la mitad del I a.C.; su procedencia era tunecina y del ‘área
del Estrecho’, que engloba la bahía de Cádiz y puntos de la costa marroquí, como el territorio de Lixus. Se envasaba en ánforas tipo Mañá C2 (Túnez y área del Estrecho) y las CC.NN. o de los Campamentos Numantinos (Bahía de Cádiz), llamadas así por haberse encontrado en los campamentos romanos que asediaban Numancia hacia el 136-133 a.C. En algunos asentamientos costeros estas
importaciones de áreas púnicas superan incluso a los envases itálicos (El Tossal de Manises, La Torre
de la Sal), aunque en general tuvieron un carácter secundario en comparación con las importaciones
de vino itálico. Dado que las importaciones tunecinas prosiguieron con normalidad después de la
destrucción de Carthago, cabe pensar que llegarían ya dentro de circuitos comerciales itálicos.
Época Altoimperial. El vino. Durante la segunda mitad del siglo I a.C. asistimos a una reducción
drástica de las importaciones de vino itálico en el occidente romano, incluida Hispania. Las causas
son variadas, y se explican más por los efectos: una Roma que crece desmesuradamente absorbe
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
ahora la producción de vino suritálico y centroitálico y admitirá cada vez más vino de las provincias;
los viñedos son más competitivos allí, muchos de ellos en manos de personajes romanos de alto
rango (consular) o de sus familias; crisis del sistema esclavista en el ager itálico y desastres puntuales
en viñedos campanos; facilidad de transporte de los vinos tarraconenses, a través del Estrecho de
Bonifacio; auge de la producción vinaria del norte del Adriático, etc.
En Hispania, tras las Guerras Civiles y con Augusto, se aceleró el proceso de romanización, con
la concesión de estatutos coloniales y municipales a numerosos núcleos urbanos. Se estableció un
modelo romano de explotación del campo con la aparición de numerosas villae rusticae, y se dedicaron amplias extensiones al cultivo de la vid siguiendo el modelo iniciado en la Laietania, desde
donde llegaron a nuestras costas ánforas con vinos hispanos desde el 50/40 a.C. (en ánforas Pascual 1,
Dressel 2-4 y Laietanas o Tarraconense I).
En el siglo I encontramos ya testimonios tanto escritos como arqueológicos de la producción de
vino en tierras valencianas. Concretamente sobre el vino de Saguntum citado por Plinio, Juvenal,
Frontón y Marco Aurelio, como un vino popular, ordinario y barato. Estas citas permiten suponer la
producción y la comercialización a larga distancia del vino saguntino durante los siglos I-II, como
bien ha visto C. Aranegui.
Con respecto a las alusiones al vino de Lauro citado por Plinio y documentado en letreros pintados (tituli picti) sobre ánforas de Ostia y Castro Pretorio en Roma, en el actual estado de la investigación parece que se refieren a un vino tarraconense procedente de una localidad con ese nombre localizada en la comarca de El Vallès (Tarragona), aunque se acepta también la existencia de una Lauro
valenciana, que algunos han identificado como la sucesora de la antigua Edeta.
La producción de ánforas vinarias en nuestras tierras es muy extensa, con dos focos muy destacados: Saguntum y Dianium, con sus respectivos territorios. En el ager saguntino se han localizado al
menos cinco talleres productores: ciudad y puerto de Sagunt, Villa del Puig, Villa de Els Arcs (Estivella), y La Punta (La Vall d’Uixó), que quizás junto al Clot de Rascanya en Llíria produjeron ánforas
vinarias del tipo Dressel 2-4. La comercialización de estos vinos saguntinos, como nos indica la dispersión de sus marcas, llegó a las Islas Británicas, el interior de la Galia y Roma y están por supuesto
presentes también en ciudades meridionales como Ilici o El Tossal de Manises.
En el territorio de Dianium se han localizado hasta 15 talleres con hornos para la fabricación de ánforas, entre los que destacan los de L’Almadrava y los de Oliva. La producción de estos talleres se fecha
entre los siglos I-III, con envases para el transporte de vino de los tipos Dressel 2-4, Gaulois 4 (imitación
de las ánforas galas) y Oliva 3, aunque éstas últimas parece que fueron utilizadas para la exportación
de aceite. Estos productos eran comercializados a través del puerto de Dianium y seguramente están representados en los mismos asentamientos alicantinos mencionados para el vino saguntino.
Otros puntos del territorio valenciano registran también talleres anfóricos: El Más d’Aragó (Cervera del Maestrat), Castelló de la Ribera, y recientemente Paterna, con ánforas Dressel 2-4 que apuntan hacia un generalizado cultivo de la vid en las comarcas valencianas excepto en la mitad sur de la
actual provincia de Alicante, donde no disponemos de documentación suficiente.
A su vez, llegaron a nuestra tierra vinos procedentes de la Bética, del área del Estrecho. Se comercializaron en ánforas del tipo Haltern 70, que contenían el llamado defrutum o vino cocido, y a veces
aceitunas conservadas en él. No vinieron en cargamentos homogéneos, sino acompañando a otros
productos como aceite o salazones de pescado.
Salazón de pescado. Producto a base de trozos de túnidos salados que procedía de la Bahía de Cádiz, donde se han localizado más de una treintena de factorías dedicadas a su elaboración que tam-
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Conjunto de ánforas recuperadas en el litoral de El Saler en la década de los 60. [Foto Archivo SIP].
Pueden identificarse ánforas hispánicas de vino, aceite y salazones; itálicas y galas también vinarias, y africanas de aceite y salazones. Cubren un arco cronológico que está entre finales del siglo II a.C. y el siglo IV d.C.
bién envasarían diversas salsas de pescado. Las ánforas utilizadas son de los tipos Dressel 7-11 y
Beltrán II, y las encontramos desde época augustea hasta el siglo II.
Desde el Portus Ilicitanus (Santa Pola) hasta las costas castellonenses, tanto en hallazgos subacuáticos como en los registrados en las distintas ciudades romanas valencianas, estos envases de salazón y derivados del pescado son una constante durante el período citado.
Aceite. No son muy frecuentes los envases dedicados al transporte de aceite que aparecen en
nuestras costas; se trata casi siempre del ánfora Dressel 20, que transporta de forma masiva el aceite
bético entre la mitad del siglo I y los inicios del siglo III, constituyendo el suministro oficial de Roma
y de sus legiones desde Britania hasta la Dacia. Para el romano, el aceite era un bien imprescindible:
se usaba en la cocina, en fritos, salsas y asados, como combustible de las lucernae, y en el gimnasio y
la palestra de los establecimientos termales para aceitarse el cuerpo y el cabello.
El hallazgo en algunas villae rusticae de instalaciones para el prensado de aceite o vino (torcularia), podría indicar la existencia de un cierto autoabastecimiento de este producto.
Las ánforas Dressel 20 sólo son abundantes en el Portus Ilicitanus aunque están prácticamente ausentes en Ilici, lo que hace pensar en un trasvase de aceite a otros envases (dolia, odres de piel) para
su transporte a la ciudad ilicitana desde su puerto. Muy escasas en el resto del territorio alicantino,
las encontramos entre los hallazgos subacuáticos del área del Saler, un posible fondeadero frente a la
barra o restinga que delimita la laguna de L’Albufera, en consonancia con las que aparecen en Valentia. También en el área saguntina, al norte del Palància, se documenta en algunos fondeaderos,
siendo muy escasa en el denso poblamiento rural romano del interior. El pecio Culip IV (Girona),
muestra que estas ánforas llegarían a nuestras costas en cargamentos heterogéneos desde puertos
como Tarraco o Carthago Nova, o se redistribuirían desde Sagunto, si se confirma su importancia
como puerto principal en esa época.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sigillatas procedentes de Sagunt (Primus), Anna (Vitalis)
y Bugarra (Sabinus). [Museo de Prehistoria de Valencia].
Marcas sobre Terra Sigillata Sudgálica de los alfareros
Primus, Vitalis y Sabinus, que encontramos en el pecio Culip IV (Girona) y en ciudades romanas del actual País Valenciano, como Saguntum, Valentia, Edeta, Portus Illicitanus
y Lucentum.
Vajilla de mesa. Es ahora el momento de la cerámica
sigillata, es decir sellada o con marca de alfarero, de cocción oxidante y superficie de color rojo vivo brillante.
Las producciones itálicas aretinas de época augustea
son más frecuentes en las grandes ciudades como Saguntum, Valentia, Ilici; pronto son sustituidas por las que
vienen de talleres galos, las llamadas sigillatas sudgálicas que proceden principalmente de La Graufesenque,
localidad situada en las proximidades de Lyon. Su dispersión en Hispania es marítima, como prueban mapas
de hallazgos que se concentran en grandes ciudades de
la costa y penetran capilarmente hacia localidades del
interior, no llegando más allá de 50 km tierra adentro.
La concurrencia con talleres hispanos de sigillata establecidos siempre en el interior: Tricio en La Rioja, Granada, Andújar, Abella y Solsona en Cataluña y Bronchales en Teruel, seguramente impidió una distribución
más amplia. El pecio Culip IV ha demostrado la existencia de este comercio marítimo de sigillata sudgálica,
en este caso partiendo desde Narbo hacia uno de los
puertos de su área de influencia, Emporion, compartiendo carga con ánforas de aceite bético Dressel 20,
más de un millar de vasos de paredes finas también de
la Bética y otras mercancías menores.
Mármoles. A partir de época de Augusto, las ciudades costeras valencianas comienzan a monumentalizarse, utilizando mármoles y otras piedras calizas de
calidad para el revestimiento de edificios públicos y
mausoleos, tallar los repertorios decorativos de éstos,
realizar inscripciones conmemorativas o funerarias y en
menor medida esculturas de bulto redondo. A partir de
Augusto y durante los siglos I y II, llegaron todo tipo de
mármoles de diversas tonalidades, procedentes de los
lugares más lejanos del Imperio. Los mármoles blancos
eran importados sobre todo desde el puerto de Luni, situado junto a las canteras de Carrara en el norte de Italia; otros mármoles blancos usados aquí fueron los del
Pentélico y de la isla de Paros en el Egeo, junto a otros
de canteras hispanas difíciles de identificar.
Muestras de mármoles. [Fot. R. Cebrián]
Se utilizaron en monumentos públicos, religiosos y funerarios romanos del territorio valenciano. Todos son importados, excepto el de la cantera de Buixcarró (Barxeta, Valencia), de cierta calidad y belleza, que fue uno de los más
empleados.
Los mármoles de color que encontramos en el territorio valenciano, procedían de canteras del mar Egeo el caristium o cipollino; chium o portasanta; taenarium o rosso
antico y lacedaemonium o serpentino. De las costas de Turquía llegaba el Phrygium o pavonazzeto y de Túnez el Numidium o giallo antico.
Todos estos mármoles salían de puertos principales
como Nicomedia (Asia Menor), Pireo (Grecia), Ostia o
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EL COMERCIO: RUTAS COMERCIALES Y PUERTOS • JOSÉ PÉREZ BALLESTER
Posible noray o pilón de amarre, hallado en las inmediaciones del Grau Vell (Sagunt). [Archivo SIP].
Por su peso y tamaño no debió estar muy lejos su lugar de uso, quizás en un muelle del establecimiento
portuario saguntino.
Luni, a menudo preparados para obras concretas y ya precortados por canteros en origen. La
importancia de este comercio hizo que durante
los siglos I y II las principales canteras del Imperio fueran pasando a propiedad estatal.
Su alto precio hizo que en las provincias occidentales a menudo se sustituyeran por calizas
locales, como la caliza gris de Sagunt o la bella
caliza marmórea de Buixcarró (Xàtiva).
Será en las ciudades más importantes como
Saguntum, Valentia, Lucentum o Ilici, donde encontremos una mayor cantidad y variedad de
mármoles importados, aunque su uso se reducirá preferentemente a finas placas para inscripciones (sobre todo funerarias), ya que las
piedras locales serán las destinadas a la construcción y embellecimiento de edificios públicos, mausoleos, aras, pedestales e inscripciones de carácter honorífico.
El siglo III y el Bajo Imperio. Es escasa la documentación de síntesis que disponemos sobre el comercio y los intercambios para esta época en nuestro territorio, sin embargo el estudio realizado
sobre los depósitos de ánforas en Ostia de las Termas del Nadador y de La Longarina refleja lo
que debió ocurrir; allí, desaparecen las exportaciones de vino hispano y hay una drástica reducción del vino galo a favor no de caldos itálicos, sino de otros que proceden del Egeo o el Norte de
África. El aceite ya no viene de la Bética, sino de Mauritania tingitana o de la Tripolitania.
Un reciente estudio sobre el conjunto de los recipientes anfóricos del Portus Ilicitanus, muestra
para esta época una actividad importante, siendo el vino la mercancía menos representada seguramente por el desarrollo de una viticultura local suficiente para el autoabastecimiento, pero no
para la exportación, como lo demuestra el hecho de que en el siglo III, la mayoría de talleres de ánforas vinarias valencianos conocidos, con excepciones como L’Almadrava en Dénia, han finalizado su actividad.
Los productos béticos y ahora también los lusitanos, siguen teniendo aceptación: el aceite bético,
escaso en el territorio valenciano, está presente durante el siglo III con las últimas ánforas Dressel 20
y sus sucesoras, Dressel 23, y son frecuentes los productos derivados del pescado, como delatan las
numerosas ánforas Almagro 50 y 51 que encontramos también más al norte en Valentia o en El Grau
Vell de Sagunt.
La gran capacidad productora y exportadora de las provincias romanas de Tripolitania y Mauritania Tingitana en estos momentos de crisis política y social del Imperio, se refleja en los envases del
Portus Ilicitanus con la presencia de ánforas de aceite tunecinas de los tipos Keay III a VII en el siglo
III y con envases más variados pero menos frecuentes para los siglos IV y V. Las importaciones de sa-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
lazones y salsas de pescado de procedencia africana son más escasas, al estar cubiertas casi en su totalidad por productos envasados en ánforas de la Bética. El puerto del Grau Vell de Sagunt, nos
ofrece un panorama semejante para el mismo período cronológico.
La vajilla de mesa y cocina importada está ahora representada por la Sigillata Africana A, que
aparece prácticamente en todos los yacimientos costeros o del interior de nuestro territorio que están
habitados durante los siglos II y III; lo mismo puede decirse de la cerámica africana de cocina, que
sustituye a la itálica en las postrimerías del siglo I, perdurando hasta el Bajo Imperio. Su transporte
fue necesariamente por mar, acompañando a cargamentos africanos de aceite o derivados de pescado procedentes de allí o bien de puertos principales de redistribución como Gades.
Los esporádicos pero constantes hallazgos subacuáticos de ánforas y otras cerámicas béticas y
africanas, en su mayoría descontextualizados en las costas valencianas entre Sagunt y Cullera, así
como los de Valentia, nos hablan de una relación comercial constante de las comarcas valencianas
con las romanizadas provincias africanas que se tratará más adelante en esta misma obra.
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LA PRODUCCIÓN MONETARIA
PERE P. RIPOLLÈS
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
La moneda fue un objeto conocido en nuestras tierras con anterioridad a la llegada de los romanos y en determinadas zonas costeras existió una incipiente economía monetaria. Arse fue la primera
ciudad ibérica valenciana que acuñó moneda, a partir de la segunda mitad del siglo IV a.C.; a lo
largo del III a.C. emitió una variada serie de denominaciones, entre las que destacan los hemióbolos
de plata que atestiguan que una parte de los servicios estaban monetizados y que con ellas se podían hacer pagos de reducida cuantía. La sociedad ibérica de Arse había llegado a esta situación
como consecuencia de los contactos con navegantes y comerciantes griegos y feno-púnicos del Mediterráneo occidental, de quienes aprendieron el uso de la moneda. En estas emisiones, los diseños y
el concepto mismo de moneda proceden del ámbito cultural greco-helenístico; la propia moneda y
su calidad muestran el elevado grado de organización social, política y económica que había alcanzado esta ciudad en una época temprana.
Durante los últimos años de la Segunda Guerra Púnica se fechan unas nuevas emisiones de dracmas de plata y de divisores de bronce de Arse y las primeras acuñaciones de plata de la ciudad ibérica de Saitabi. Unas y otras han sido puestas en relación con la financiación de los esfuerzos de guerra romanos, aunque ambas fueron cuantitativamente modestas, por lo que tuvieron escasa
incidencia en la masa monetaria que circulaba en la época, dominada esencialmente por la moneda
emporitana, cartaginesa y, en menor medida, por la romana. A pesar del corto período de tiempo
que hacía que los romanos estaban en la península Ibérica, en las acuñaciones de Arse y de Saitabi, se
observan, no obstante, algunos préstamos iconográficos romanos que revelan la rápida penetración
de su influencia.
En el caso de Arse, con una producción monetaria ya enraizada en la sociedad, pocos elementos
iconográficos se pueden relacionar con la influencia romana, de ellos la proa de nave elegida para
los divisores de bronce resulta ser el más notorio. Por lo que respecta a Saitabi la influencia romana
parece más sobresaliente, debido a que en su emisión de monedas de plata (didracmas, dracmas y
hemidracmas) el tipo de reverso fue directamente tomado de las emisiones de oro romanas de los
años 211-208 a.C. Quizás también podríamos proponer como influencia romana la metrología de las
monedas de plata en ambas ciudades, pues el peso medio de sus dracmas es de ca. 3,32 g, resultando
ser tres cuartos del peso de un denario.
La presencia de los romanos en Hispania tuvo unas consecuencias importantes para el desarrollo
de las culturas nativas y coloniales, tanto griegas como fenicio-púnicas, en tanto que mediatizó su
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Dracma pesada de Arse (Sagunto, Valencia). Fines del
siglo III a.C.
Después de haber sido liberada la ciudad por los romanos, Arse acuñó dracmas de plata con un peso más elevado que las anteriores, probablemente para adecuarlas al
denario romano, del que resultan ser tres cuartas partes.
posterior desarrollo y provocó en la población cambios forzosos de orden jurídico. Si bien en los dos
primeros tercios del siglo II a.C. la influencia romana sobre la producción monetaria de las ciudades
ibéricas valencianas fue poco apreciable, posteriormente se producirá una tendencia hacia la incorporación de modelos iconográficos, conceptos ideológicos y escritura latina.
La mayor parte de la producción monetaria de las ciudades ibéricas valencianas se produjo, pues,
durante el dominio romano de las provincias Hispanas, lo cual supone algún grado de intervención
romana en la puesta en marcha y desarrollo de estas emisiones, en cuestiones relacionadas con la autorización de las mismas y quizás en una posible orientación a la hora de la elección de los diseños
en algunas ciudades. Conviene señalar que de las cinco ciudades de nuestro territorio que acuñaron
moneda en esta época (cuatro ibéricas y una romana) sólo dos (Arse-Saguntum y Saitabi) tuvieron una
producción destacable y prolongada, ya que el resto (Kili, Kelin y Valentia) se caracterizó por su menor volumen de emisión y por su intermitencia.
La única ciudad que acuñó durante los primeros años del siglo II a.C. fue Arse y en sus monedas no
refleja ninguna influencia iconográfica romana, ya que mantuvo los diseños anteriores, como el retrato
de Heracles, el toro con rostro humano o sin él, el pecten y el delfín. No obstante, es probable que la
ciudad adaptara el peso de sus monedas de plata al peso del denario romano, pues con un peso medio
de unos 2,60 g, las dracmas seguían siendo de nuevo tres cuartos de aquél. No debe extrañar este proceder, pues es lógico que se busque una homologación y fácil conversión de ambos tipos de monedas.
La economía de las ciudades ibéricas valencianas comenzó a monetizarse con una mayor intensidad a partir del siglo II a.C., entendemos que como una lógica evolución del contexto mediterráneo
en el que se encontraban inmersas, aunque es evidente que el dominio romano contribuyó a potenciar este desarrollo, pues fue una sociedad con un creciente e importante nivel de monetización, favorecido por la necesidad de financiación de su aparato militar y estatal. Como consecuencia de la
Didracma de Saitabi (Xàtiva, Valencia). Fines del siglo III a.C.
Saitabi fue la segunda ciudad ibérica valenciana que se incorporó a
la acuñación de moneda; en el diseño del reverso muestra una clara
influencia romana al copiar el
águila de las monedas de oro romanas de los años ca. 211-208 a.C.
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LA PRODUCCIÓN MONETARIA • PERE P. RIPOLLÈS
Unidad de bronce de Kelin (Los Villares, Caudete de las
Fuentes, Valencia).
Hacia mediados del siglo II a.C., la estratégica posición de la
ciudad en la vía de penetración hacia el interior desde la
costa hizo que desde una fecha temprana conociera y utilizara la moneda. Sólo acuñó una emisión que se difundió en
un ámbito muy local.
progresiva ampliación de los intercambios en el seno de la sociedad ibérica valenciana, además de
las emisiones de plata y de bronce de Arse, hacia mediados de siglo se produjo la reanudación de las
acuñaciones de la ciudad de Saitabi, esta vez sólo en bronce, y la incorporación de Kelin y Kili, ambas
también en bronce. Posteriormente, poco tiempo después de la fundación de la ciudad de Valentia,
ésta también acuñó sus emisiones, facilitando a sus ciudadanos los pequeños intercambios y contribuyendo a la difusión del hábito monetario.
Todas las ciudades ibéricas valencianas, hacia mediados del siglo II a.C., utilizaron en sus unidades
mayores de bronce unos diseños similares, en el anverso una cabeza masculina, desnuda o diademada,
y en el reverso un jinete con lanza o palma, los cuales con el tiempo se convertirán por su enorme difusión en los diseños característicos del mundo ibérico y celtibérico. La uniformidad de diseños se ha intentado explicar de diversas formas, como una imposición o una sugerencia de las autoridades romanas o como una influencia libremente asumida de los tipos adoptados por las ciudades más
importantes sobre los centros emisores de menor rango. Los divisores también utilizaron en la mayor
parte de los casos tipos que no se pueden poner en relación directa con el mundo iconográfico romano
Otra característica común de las emisiones ibéricas valencianas de mediados del siglo II a.C., compartida con muchas otras cecas de la Citerior, fue el sistema de peso que siguieron. El patrón de peso
de las unidades de bronce oscila entre los 13,23 g de Arse y los 9,40 g de Kelin. Las ligeras variaciones
de peso tienen una importancia relativa teniendo en cuenta que las emisiones de bronce estaban destinadas a circular en el ámbito local de la ciudad, por lo que lo único importante era la coherencia interna del sistema monetario. Sin embargo, a pesar de que la moneda de bronce tuvo un propósito y
una circulación local parece que existió una tendencia, libre o inducida por las autoridades romanas, a
uniformizar la producción monetaria de las diversas ciudades, con el propósito de hacerla compatible
entre sí, lo cual explicaría no sólo el uso de diseños similares sino también de los pesos.
Unidad de bronce de Kili. Hacia mediados
del siglo II a.C.
Sus acuñaciones siguen el modelo de las monedas de Saitabi y de Arse; esta circunstancia y la dispersión de sus hallazgos permiten
situarla en la zona de la Hoya de Buñol.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
A partir del último tercio del siglo II a.C., coincidiendo con la reciente fundación de la ciudad romana de Valentia, comenzó a hacerse más visible la
influencia cultural romana sobre la producción de
las ciudades ibéricas valencianas. Esto se aprecia en
la producción monetaria de Arse en la adopción de
los diseños más habituales del repertorio iconográfico monetal romano para sus unidades mayores de
bronce, ya que para el anverso se eligió el retrato de
Roma de los denarios y para el reverso la proa de
nave que fue el reverso característico del bronce romano. Estas piezas se acuñaron con un peso medio
superior, unos 20-21 g, lo cual las hizo prácticamente canjeables con una paridad presumiblemente
similar a la moneda de bronce romana.
Unidad y media/as de bronce de Arse-Saguntum (Sagunto, VaLa fundación de la ciudad romana de Valentia,
lencia), acuñado en ca. 130-72 a.C. [Numag-CN 2/3/2001, 296].
en el año 138 a.C., debió tener una incidencia sobre
La elección de diseños netamente romanos y el uso del lalas ciudades y asentamientos indígenas del entín en la leyenda del anverso reflejan los cambios sociales
torno que es difícil de valorar, porque si bien es
y culturales que ya se habían producido en estos años en
la ciudad.
verdad que sus primeros pobladores fueron veteranos del ejército romano, de origen itálico, según
sugieren los nomina que conocemos a partir de las
leyendas monetales, no es menos cierto que Arse
era ya en esos momentos una ciudad muy desarrollada y con un denso bagaje cultural y económico.
La producción monetaria de Valentia fue la única
que puede conceptuarse como romana de entre la
que se realizó en nuestro territorio durante los siglos II - I a.C.; tomó sus diseños de la moneda romana de plata, la cabeza de Roma para el anverso
y un caduceo sobre un haz de rayos en el reverso.
Se trataba de diseños que formaban parte de su
acerbo cultural itálico, mediante los cuales pudieron manifestar su vinculación con diversos miembros la gens Fabia, bajo cuyas órdenes habían estado luchando en las guerras lusitanas antes de ser
desmovilizados y asentados en Valentia. La producción monetaria de Valentia no fue especialmente voluminosa, pues se sitúa por detrás de la
que efectuó Arse y de Saitabi, pero a buen seguro contribuyó de forma sustancial a la fluidez de los
intercambios cotidianos. Tres son las emisiones que se conocen, emitidas cada una de ellas por un
par distinto de magistrados, identificados como cuestores.
En Arse, a la influencia romana que se manifiesta en los diseños, pronto se sumó la aparición de
leyendas latinas en las que se mencionan a presuntos magistrados con onomástica romana. También
de capital importancia fue la indicación del nombre latino de la ciudad, Saguntum, porque ello atestigua un progreso en las instituciones por parte de la sociedad italo-romana que habitaba en el territorio de Arse. Con toda probabilidad, la población italo-romana allí asentada y los contactos con Italia propiciaron estos cambios.
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LA PRODUCCIÓN MONETARIA • PERE P. RIPOLLÈS
Cuarto de bronce de Arse-Saguntum (Sagunto,
Valencia), acuñado por MA y MB, en ca. 7240/30 a.C. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Divisores como éste, con valor de un cuarto
y con los mismos diseños en anverso y reverso, fueron muy acuñados a lo largo de los
siglos II y I a.C. y significaron la popularización del uso de la moneda. Su romanización
se manifiesta en la aparición de magistrados
con onomástica romana.
Unidad de bronce bilingüe de SAETABI-saiti (Xàtiva, Valencia). Mediados del siglo I a.C.
Las emisiones bilingües suponen un claro testimonio del
progreso de la latinización de la sociedad ibérica, aunque el
mantenimiento de los diseños habituales muestra todavía
el importante peso de sus tradiciones culturales.
As de Valentia (Valencia). Fines del siglo II o inicios del I a.C. [Estocolmo, Royal Coin Cabinet].
La producción monetaria de Valentia fue la
única del territorio valenciano que puede
conceptuarse como romana durante los siglos II-I a.C.; tomó sus diseños de los denarios
romanos acuñados por Q. Fabius Maximus.
A mediados del siglo I a.C. la producción monetaria de las ciudades valencianas se romanizó todavía más, dentro de una lenta pero imparable evolución hacia la adopción de modos de vida romano. Arse-Saguntum continuó siendo la ciudad indígena valenciana que más estaba asimilando los
usos y costumbres romanos, pues fueron precisamente las monedas las que, a mediados del siglo I a.C.,
publicitaron la obtención del estatuto jurídico de colonia latina y documentan la edilidad como una
magistratura de gobierno de la ciudad; se cerró con ello más de siglo y medio en el que Arse-Saguntum ostentó el estatuto jurídico de ciudad federada.
La romanización progresó de forma más lenta en el resto de ciudades ibéricas. En las dos que todavía acuñaban moneda, Saitabi y Kili, la influencia romana en sus emisiones se manifestó hacia mediados del siglo I a.C., pero sólo en la latinización de sus topónimos, pues los diseños de anverso y
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Unidad de bronce bilingüe de GILI-kili. Mediados del siglo I a.C. [Museo de Prehistoria
de Valencia]
Esta emisión comparte muchas características con las monedas bilingües de Saetabi,
lo cual denota una proximidad geográfica
y un similar progreso de la latinización.
reverso se mantuvieron inmutables. Fue entonces cuando en Saitabi se acuñó una emisión con la leyenda latina SAETABI en anverso y la ibérica saiti en reverso; la misma estructura de acuñación presenta Kili, con la leyenda latina GILI en anverso y la ibérica kili en reverso.
Durante los últimos años del período republicano, la desaparición de los rasgos de identidad de
las ciudades indígenas y el cese de la emisión de Saitabi y de Kili coincidió con importantes transformaciones en el estatuto jurídico de algunas ciudades. De todas ellas, sólo dos acuñaron durante la
época imperial, Saguntum e Ilici. Las diferencias entre ambas fueron importantes, por lo menos al
principio, ya que mientras Saguntum tardó en adaptarse al modelo iconográfico de la moneda provincial (hasta el reinado de Tiberio no utilizó el retrato del emperador), en Ilici las acuñaciones se
ajustaron desde el inicio al modelo de acuñación romano.
La sociedad de Saguntum, después de un corto período en el que ostentó el estatuto de colonia,
durante el reinado de Augusto obtuvo el de municipio que mantendrá a lo largo de toda la época
imperial. Durante el reinado de este emperador emitió unas pocas emisiones que no habían sido
atribuidas a esta época debido a la ausencia del retrato imperial. Con toda seguridad pertenecen al
reinado de este emperador las acuñaciones a nombre de los magistrados L. Sempronius Vetto y
L. Fabius Post. en las que se menciona explícitamente la condición de municipio. Las características
políticas y sociales de la ciudad en ningún momento alentaron la posibilidad de realizar cambios en
los tradicionales diseños de sus monedas, por lo que no se adoptó el modelo de acuñación provincial, consistente en el uso del retrato del emperador en el anverso, rodeado con una leyenda que lo
identifica, y en el reverso una figura con un significado local, acompañada del nombre de la ciudad
emisora y, en muchas ocasiones, del tipo de estatuto jurídico que tenía.
Durante la época de Augusto se acuñó en Saguntum una rara emisión en la que en anverso se
muestra a Neptuno y en reverso a una Victoria sobre una proa de nave, acompañada de la leyenda
Π ΠΟΛ, para la que nosotros proponemos su desarrollo como ΣΑΓ[ΟΥΝΤΟΝ] ΠΟΛ[IC]. La mayor parte de los
hallazgos esporádicos conocidos de estas monedas se localizan en el territorio de Saguntum, lo cual,
unido a que los diseños del reverso son una variación de los que se habían estado utilizando hasta
ahora y a la verosimilitud del desarrollo de la leyenda, nos ha llevado a proponer su origen saguntino
a pesar de que la leyenda sea griega, pues una de las características de la población de Arse-Saguntum
fue su diversidad y heterogeneidad, propias de una ciudad comercial y abierta al Mediterráneo.
Las emisiones de Saguntum del reinado de Augusto no mencionaron el tipo de magistratura que
desempeñaron las personas que figuran en ellas; sin embargo, las emisiones posteriores sí que lo hicieron y sugiere que con el cambio de estatuto jurídico de colonia a municipio también se modificaron las magistraturas de gobierno de la ciudad o por lo menos las que se ocuparon de la fabricación
de la moneda. Mientras Saguntum fue una colonia las emisiones monetarias fueron controladas por
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LA PRODUCCIÓN MONETARIA • PERE P. RIPOLLÈS
los ediles, sin embargo, en las emisiones realizadas durante el reinado del emperador Tiberio el control lo detentaron los duunviros y en una pequeña porción los ediles, dando la impresión que el
duunvirato fue una magistratura más importante que el edilato. En consecuencia, todo parece indicar que con el cambio de estatuto jurídico de la ciudad también se cambió el tipo de magistraturas
de gobierno, aun cuando las funciones pudieran ser sustancialmente las mismas.
Durante el reinado de Tiberio, Saguntum sólo acuñó una emisión de moneda, que fue controlada
esencialmente por los duunviros, a cuyo nombre se conocen dupondios (?), ases y semis. Fue una
emisión importante desde el punto de vista del volumen de monedas emitidas y se adaptó de forma
canónica al modelo de moneda de época imperial, ya que el anverso que había estado siempre ocupado por una divinidad protectora de la ciudad, normalmente una figura femenina galeada, ahora
muestra al emperador Tiberio, convertido en el nuevo protector. En el reverso mantuvo su atracción
por los diseños de carácter marino, pues para los dupondios (?) continuó representando una proa de
nave, pero en este caso más compacta para permitir la existencia de una leyenda circular, y para los
ases y semis se eligió una nave de guerra tomada del modelo que se utilizó en los denarios romanos
acuñados por M. Antonio en los años 32-31 a.C.
Una característica habitual de los ases de Tiberio es la elevada cantidad que se contramarcaron. Tres
son los punzones que más se atestiguan sobre estas piezas, MS, CR y DD; de ellos el que más destaca numéricamente es DD, ya que lo encontramos aplicado sobre un 83 % de las monedas que se han conservado. Estas contramarcas proporcionaban una información complementaria y, aunque de algunas podemos saber el desarrollo de las abreviaturas, se desconoce la razón y el propósito que tuvieron.
La segunda ciudad localizada en el territorio valenciano que acuñó moneda en los últimos decenios
del siglo I a.C. y en los inicios del período imperial fue Ilici. Con anterioridad a su transformación en una
colonia, Ilici fue una importante ciudad ibérica que curiosamente nunca dispuso de moneda propia,
aunque los hallazgos en la ciudad y en su territorio atestiguan que fue ampliamente utilizada.
A partir de la década de los años cuarenta, cuando Ilici ya había obtenido el rango de colonia, acuñó
una emisión de semis, a nombre de los duunviros C. Salvius y Q. Terentius Montanus, que muestra en el
anverso un simpulum y en el reverso unas manos apalmadas. Poco después puso en circulación otras dos
a nombre del emperador Augusto; con ellas Ilici siguió el modelo de acuñación provincial romana con el
retrato del emperador en el anverso, mientras que en el reverso mostró en una de ellas un águila y un vexillum entre dos insignias, en clara alusión al origen militar de los colonos allí asentados, y en la otra un
templo de estructura netamente romana. Las tres primeras emisiones se caracterizan por estar formadas
sólo por semis, lo cual denota la intención de cubrir sólo las necesidades de moneda fraccionaria para pagos de escaso nivel. Los duunviros fueron los magistrados encargados del control de su acuñación.
As del municipio Saguntum (Sagunto, Valencia). 14-37 d.C.
Después del reinado del emperador Tiberio
el municipio romano de Saguntum no volvió a emitir moneda; desde ese momento
toda la moneda nueva utilizada en la ciudad procedió de la producción que se llevó
a cabo en ciudades provinciales y talleres
imperiales.
137
[page-n-139]
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
v
138
As de bronce de la colonia Saguntum (Sagunto, Valencia). Hacia mediados del siglo I a.C.
La datación de ésta y de otras piezas que mencionan a los aed(iles)
col(oniae) en la leyenda del anverso
permiten conocer que Arse-Saguntum obtuvo el estatuto jurídico de
colonia latina hacia mediados del
siglo I a.C.
v
Semis de la colonia Ilici (Elx, Alicante). Reinado del emperador Augusto (27 a.C.-14 d.C.). [SIAM].
Ilici y Saguntum fueron las únicas
ciudades valencianas que acuñaron monedas en época imperial.
Las primeras emisiones de esta colonia se caracterizaron por estar
formadas sólo por semis, lo cual
denota la intención de utilizarlas
para cubrir las necesidades de moneda fraccionaria para pagos de
escasa cuantía.
A lo largo del reinado de Tiberio, Ilici realizó tres emisiones que pusieron en circulación un volumen de monedas netamente superior al que se había acuñado previamente. Ahora, además de semis
también se acuñaron ases de cobre, denotando la necesidad de moneda con un mayor poder adquisitivo, debido no sólo a la expansión de la economía monetizada, sino también a una presumible elevación de los precios. Los diseños continuaron remitiendo de forma directa al mundo cultural romano, al mostrar en los reversos enseñas militares, altares y dos personas togadas dándose la mano.
Después del reinado del emperador Tiberio ninguna ciudad romana localizada en el territorio valenciano emitió moneda, a pesar de que con Calígula ocho ciudades hispanas lo hicieron. De este
modo, después de ca. 37 y a lo largo de toda la época imperial la moneda nueva utilizada en el territorio valenciano procedió en su totalidad del exterior; en la época de los visigodos se volvieron a retomar las acuñaciones, pero sólo en dos ciudades, Valencia y Sagunto.
En los primeros tiempos del reinado de los visigodos el territorio valenciano estuvo dividido entre los visigodos y los bizantinos; los primeros dominaron la parte norte y los segundos la sur; la delimitación de ambas áreas es confusa, aunque la zona fronteriza debió estar por debajo de Valencia y
por encima de Cullera. Desde el año 624 Suintila anuló definitivamente el dominio bizantino en las
tierras valencianas, quedando a partir de entonces incorporado en su totalidad al reino visigodo.
Poco se puede decir sobre el dominio bizantino de las ciudades valencianas, salvo que parece que
fue superficial y efímero.
En el territorio valenciano sólo dos ciudades visigodas, Sagunto y Valentia, acuñaron moneda, a
pesar de que se tiene constancia de la existencia de obispados en Valencia, Xàtiva, Dénia, Elda y Elx.
Sus acuñaciones fueron poco importantes como se deduce de la rareza de las piezas conservadas y
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LA PRODUCCIÓN MONETARIA • PERE P. RIPOLLÈS
hasta hace muy poco tiempo se tenía la impresión de que la producción de ambas ciudades pudo ser
alternativa, ya que no se conocían emisiones de un mismo monarca en cada una de ellas; sin embargo, un triente inédito, acuñado por Égica y Witiza en Sagunto, dado a conocer recientemente, sugiere que se trata de ciudades que acuñaron de forma paralela y revela la importancia de Sagunto
como ciudad a pesar de no ser sede episcopal y de la escasez de datos sobre su historia en esos años.
La moneda que acuñaron estas ciudades fue el triente de oro, que correspondía a un 1/3 del solidus aureus acuñado por Constantino, con un peso teórico de 1/72 monedas por libra romana, unos
1,516 g, aunque los pesos reales están por debajo. Los trientes, por ser de oro y por el reducido volumen de acuñación, tuvieron un elevado valor como lo demuestra el que con tres piezas una persona
de nivel medio podía cubrir las necesidades alimenticias durante todo un año.
Las emisiones visigodas de la antigua ciudad de Sagunto se realizaron a nombre de tres monarcas: Gundemaro (609-612) (✠ GVNDEMARVS REX), Sisebuto (612-621) (✠ SISEBVTVS REX) y Égica y Witiza
(698-702) (✠ [I ]INM. N EGICA REX y ✠ VVITIZA REGES).
El diseño monetal es el mismo en las acuñaciones de los dos primeros y en ambas caras: el busto
del monarca de frente, con fíbula en el hombro izquierdo. El nombre de la ciudad aparece en el reverso de las acuñaciones de ambos monarcas con la forma SAC.VNTO IVSTV, que Miles consideraba
que ya sería la forma aceptada de su topónimo, aunque corresponda al ablativo de Saguntum.
Para las acuñaciones de Gundemaro y Sisebuto, y para las de Suintila de Valencia, se ha propuesto un origen militar, para financiar las tropas que se encontraban en esta zona defendiéndola de
los bizantinos, a los cuales Suintila consiguió expulsar definitivamente.
La última ocasión en la que Sagunto acuñó moneda fue durante el reinado conjunto de Égica y
Witiza. Los diseños varían sustancialmente y también la forma como se menciona a la ciudad. En el
anverso se muestran dos bustos enfrentados, con una cruz entre ellos, mientras que en el reverso se
representa un monograma cruciforme con las letras S-C-V-N-T-O, con la V intercalada.
El número de monedas que se conservan de la producción llevada a cabo por estos tres monarcas
es muy escaso, ya que del primero sólo se conoce una pieza, del segundo dos y del tercero una. De
momento es difícil valorar esta rareza por ser el oro un metal que ha sido muy reciclado a lo largo de
toda la historia, pero sugiere que el volumen de monedas que la ceca de Sagunto puso en circulación
fue escaso.
Por lo que se refiere a la ciudad de Valentia, ésta fue ocupada por los visigodos durante el reinado
de Eurico (466-484), ya que se sabe que en el año 506 había llegado a dominar Tortosa. En años pos-
Triente de Suintila (621-631), acuñado en Valentia (Valencia). [Universitat de València].
Las emisiones visigodas en las
ciudades valencianas, tanto las de
Valentia como las de Sagunto, fueron de escaso volumen según se
deduce de la rareza de los ejemplares conservados. La moneda
acuñada fue el triente de oro, que
correspondía a un 1/3 del solidus
aureus constantiniano, con un peso
teórico de 1/72 monedas por libra
romana, unos 1,516 g. aproximadamente.
139
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140
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
teriores acuñó trientes de oro durante los reinados de Suintila (621-631), Chintila (636-639), Égica
687-702) y de Égica y Witiza (698-702). Los epítetos que se atribuyen a la ciudad son los de IVSTV en
las emisiones de Suintila y de P(I)VS en las de Chintila y Égica.
Los diseños fueron variados. Las acuñaciones de Suintila y de Khintila muestran un busto de
frente, con diferentes tipos de manto; las piezas de Égica utilizan en anverso un busto de perfil a derecha y en el reverso una cruz sobre tres peldaños; y, finalmente, las monedas de Égica y Witiza se
muestra en el anverso un cetro entre bustos enfrentatos y en el reverso un monograma cruciforme
con las letras V-N-T-A.
Las piezas acuñadas en Valencia por los cuatro monarcas mencionados fueron bastante escasas,
como en Sagunto, según se desprende de la reducida relación de monedas conocidas, una de Suintila, dos de Chintila y de Égica, y una del reinado conjunto de Égica y Witiza.
Las dos monedas que se conocen a nombre de Leovigildo, con leyenda VALENTA, se consideran
falsificaciones, una más antigua, del siglo XVII, y otra más reciente a partir del dibujo que de la primera publicó Heiss, en 1872.
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LA CIRCULACIÓN MONETARIA
MANUEL GOZALBES
Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia
LA MONETIZACIÓN DEL TERRITORIO VALENCIANO
La Segunda Guerra Púnica supuso en nuestras tierras el comienzo de una disponibilidad efectiva
de monedas y que éstas comenzasen a utilizarse habitualmente como medio de pago. Hasta el inicio
del conflicto, el dinero en forma de moneda había sido poco común; en los intercambios se habían utilizado el trueque y otras formas como la plata en bruto, de la que conocemos recortes y fragmentos informes. Aunque sabemos de algunos hallazgos monetarios anteriores al conflicto, fechables entre ca.
475 y el 237 a.C., son relativamente escasos y cubren un período demasiado prolongado que no permite
hablar de una monetización significativa del mundo ibérico. Se trata fundamentalmente de monedas
griegas de Emporion, Massalia o Sicilia de los siglos V-IV a.C., cartaginesas del siglo III a.C., o de las modestas y pioneras emisiones de Arse que sólo llegaron a conocerse en su entorno más inmediato.
Con el inicio del conflicto llegaron a la península Ibérica dos potencias fuertemente centralizadas
que reunían los requisitos necesarios para llevar a cabo acuñaciones a gran escala. Durante la guerra, los
soldados cobraron con unas monedas que luego utilizaron para pagar los bienes y servicios que consumían en sus relaciones con la población local. Aunque continuaban existiendo otras formas de intercambio o de dinero, la situación propició que mucha gente se habituase rápidamente a la utilización de monedas. Una de las ventajas que incorporaba el uso de las monedas era que tenían un valor garantizado
por la autoridad emisora. Sin embargo, al principio no se obtuvo una confianza total de los usuarios, ya
que encontramos muchas piezas de plata cizalladas con la intención de comprobar su composición metálica. Esto demuestra que la confianza en la calidad de las piezas no era total y que la moneda o sus
fragmentos mantenían su valor después de la comprobación; la plata era un metal apreciado y la importancia de su forma resultaba secundaria. El caso de las monedas de bronce fue diferente y su generalización más novedosa, ya que su carácter más fiduciario implicaba que su valor en circulación era una convención aceptada por todos a partir de un valor intrínseco muy reducido.
Para saber qué monedas se manejaron en nuestras tierras durante la Segunda Guerra Púnica lo
mejor es analizar la composición de los abundantes tesoros que se perdieron en aquellos años fruto
de la inestabilidad reinante (Orpesa, Cheste, Plana de Utiel, Villares, Moixent, Vallada y La Escuera).
En ellos vemos que aparecen fundamentalmente monedas de Emporion, Arse, Massalia y dracmas de
imitación ampuritana, junto a las piezas hispano-cartaginesas y romanas. El sistema monetario
griego de Emporion o Massalia era diferente del hispano-cartaginés y del romano, y por ello durante
algunos años la masa monetaria fue muy heterogénea tanto en lo que se refiere a la plata como al
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142
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Torreblanca. Cómodo Qiie
Orpesa. fin. sHI 8 C
611
Bomol.ca 75a.C áll
Les Alqueries, 265 d. C
Benicató, 253·260 d
e
Horta Seca. 82 d.C . .
Almenara, 266 de
&
Romeu. 238 d. e
a
e
~ Edeta, 44 a.
LLfRIA "'LUria, pnnc1p1os S. 111 d.C
<ó> Partida de Mura. 301 d C
4tlt
~18. fin s 111 a C
&
•
Alaquas, Tra¡ano
a
gel Sagunt. mediados s./1 a.C
o el Salvador, 77 a.C
VALENCIA G el Roe Chablls, 270 d. C
G el Avellanes, pnncipfos s. V d.C
o ·en la ciudad'. Gordiano
Ceatilblanques, 44 a.C
Jalanc&, 199-tTOa.Ciift¡
-
Vallada, /in. s 111 a. e?
Molxent, lln. s.II/8.C
&
&
Benosueno. Honono
Pedreguer, s 1/a.C
&
Monlfort B. ca 388 .
eatxapets, 101 a e
1l8-
..:>Q
Fonteta del Sarso Crevollent, 100 8 C
La Escuera, 1/n. s 111 a.
ELX
e áli
P=
Q
o
&& Dlanlum, 240d.C
Tossal de Manoses. Cómodo
La Coronela, s./1·1 a.C
L'Aicudia, 406 d.C
S ILICITANUS
~ ~~f'/b
Q
TESOROS DE ORO
g
TESOROS DE PLATA
8
0
TESOROS SIN DETERMINAR
TESOROS DE BRONCE O VELLÓN
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LA CIRCULACIÓN MONETARIA • MANUEL GOZALBES
Denario de Q. MAX. Roma, 127 a.C. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Con la llegada de los romanos los denarios
se convirtieron en la moneda común de
plata. La ceca de Valentia tomó como modelo para sus emisiones la cornucopia que
aparece en el reverso de este denario.
bronce. Al principio de la guerra los romanos acuñaban en plata quadrigati (6,8 g), para pasar poco
después a fabricar denarios de 4,5 g, y victoriatos de 3,4 g que al final del conflicto habían rebajado
su peso hasta los 3,9 y 2,4 g respectivamente. Todas estas piezas llegaron a tierras valencianas. A pesar de la diversidad, todas las monedas debían aceptarse con facilidad, ya que hasta el momento no
había existido en nuestras tierras un sistema monetario propio (con la única excepción de Arse) y
por tanto la posible rigidez de esta situación no era conocida. Al final del conflicto los diferentes sistemas se habían aproximado en alguna medida, pero de poco sirvió ya que el romano fue el que finalmente se impuso como sistema de los vencedores.
EL PERÍODO REPUBLICANO
Las tierras valencianas quedaron incluidas dentro de la Hispania Citerior y por tanto en un contexto monetal plenamente romano. Ello supuso que Roma debía abastecer las necesidades y salarios
de las fuerzas de ocupación en un nuevo territorio, que todavía no estaba completamente controlado. Los levantamientos y resistencia de los iberos durante los primeros años del siglo II a.C. demuestran que la integración no fue inmediata. No obstante, ello no impidió que la población autóctona utilizase la moneda romana como medio habitual de pago si podían disponer de ella. El
hallazgo de ases romanos y de un denario forrado en el fortín ibérico del Puntal dels Llops (Olocau,
Valencia), cuya cronología no supera el 180-175 a.C., muestra esta actitud. En el tesoro de denarios
romanos de Jalance (Valencia), perdido durante estas primeras décadas de ocupación, resulta interesante comprobar que junto con las monedas se guardaron los recortes y fragmentos de plata en
bruto que todavía funcionaban como forma de dinero habitual.
A finales del siglo II a.C. el circulante estaba formado por ases y denarios romanos y por denarios y
una gran diversidad de bronces ibéricos de viejos y nuevos talleres. Las ciudades valencianas que acuñaron moneda cubrieron con ella sus necesidades a muy diferente nivel, como muestran los casos de ArseSaguntum (64%), Saitabi (66%), Kelin (18%) o Valentia (8%). En el resto del territorio sus monedas se mezclaban con las de otros talleres de la zona catalana, andaluza, o más tarde de las cecas del valle del Ebro.
v
Los hallazgos de monedas de los siglos II-I a.C. en Kelin muestran un panorama en el que predominan las piezas acuñadas por la propia ciudad, junto a las que aparecen numerosos ejemplares de
Kili, Valentia, Arse-Saguntum, Kese o Cástulo y de muchos otros talleres ibéricos. Las monedas romanas de bronce también están presentes en cantidades significativas.
Mapa de los tesoros de moneda romana encontrados en tierras valencianas. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
143
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144
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Entre las monedas valencianas, las más abundantes fueron las de Arse-Saguntum, que cubrieron las necesidades de
buena parte de nuestro territorio. La influencia del taller fue
muy significativa en un radio de unos 100 km, y resulta interesante constatar como en Valentia abundaban sus divisores
de bronce, mientras que a Sagunto llegaban monedas de la lejana Saitabi y no de la cercana Valentia. La plata acuñada por
Arse jugó también un papel importante tal y como se comprueba a partir de los tesoros de Vall de Almonacid o de la
c/Sagunt de Valencia.
Tesoro de Jalance (Valencia). Comienzos del siglo II a.C.
El tesoro incluye junto a denarios romanos,
los fragmentos y recortes de plata en bruto
que todavía se utilizaban como dinero en los
intercambios.
Durante la segunda mitad del siglo II a.C. y hasta el final de
las guerras sertorianas en el 72 a.C., las emisiones ibéricas fueron especialmente abundantes y aportaron una gran diversidad
a la masa monetaria valenciana. Tesoros ocultados durante estos años son el tesoro castellonense de Borriol, formado por
bronces ibéricos y los alicantinos de Catxapets y Fonteta del
Sarso (Crevillent) compuestos exclusivamente por denarios republicanos y cuyos ejemplares más recientes se fechan respectivamente en los años 101 y 100 a.C. Los abundantes denarios
ibéricos acuñados a principios del siglo I a.C. en el valle del
Ebro no llegaron a territorio valenciano, que se nutría casi exclusivamente de la plata romana. En relación con las guerras
sertorianas, contamos con el conjunto de denarios romanos de
la c/Salvador de Valencia, que parece estar directamente relacionado con la lucha librada en la ciudad hacia el 75 a.C. Pocos
años más tarde, las guerras cesarianas provocaron la pérdida
de los tesoros de Edeta y Castilblanques, también formados con
plata romana. Vemos pues, que en el siglo I a.C. la moneda en
circulación en tierras valencianas era romana, exclusivamente
en el caso de la plata, mientras que en el caso del bronce se
mezclaba con las abundantes emisiones ibéricas.
LA ESTABILIDAD DEL SISTEMA ALTOIMPERIAL
As republicano procedente del Puntal dels
Llops (Olocau, Valencia). Hacia 211 a.C. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Durante la república la plata que circuló en
tierras valencianas era casi exclusivamente
romana. El bronce al principio llegó en cantidades significativas, pero no tardó en verse
acompañado y sustituido por las diversas
emisiones ibéricas.
Tras la reforma monetaria de Augusto cambiaron muchas cosas. En bronce se reorganizó la producción y se pusieron en funcionamiento numerosos talleres locales en las provincias, que en
el caso de Hispania mantuvieron su actividad sólo hasta el reinado de Claudio. Ilici y Saguntum fueron las únicas cecas valencianas que acuñaron moneda y sus habitantes se nutrieron en
buena medida de esta producción. Sin embargo con ella no se cubría más que una pequeña parte de las necesidades de moneda
de la costa valenciana, que fue cubierta también con la producción de otras ciudades hispanas, fundamentalmente del valle del
Ebro y de la costa mediterránea. Junto a estas producciones el papel jugado por las emisiones de la ceca de Roma fue mas bien
modesto, al situarse en una media próxima al 15%.
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LA CIRCULACIÓN MONETARIA • MANUEL GOZALBES
Tesoro de Castilblanques. Segunda
mitad del siglo I a.C. (Cortes de Pallás, Valencia).
Pulsera formada por denarios pertenecientes a un tesoro perdido durante
las guerras cesarianas, y que junto al
conjunto de Llíria, pone de manifiesto
la inestabilidad del período.
Los bronces que circulaban, tenían ahora un carácter propagandístico imperial y la temática de
las emisiones provinciales hispanas otorgaba una personalidad un poco más local al circulante. Este
contexto monetario se mantuvo vigente hasta el final de la dinastía julio-claudia, porque a mediados
del siglo I ya no se acuñaba moneda en Hispania. A partir de entonces la tendencia fue la progresiva
desaparición de estas emisiones autónomas entre el circulante y la paulatina integración en un contexto monetal producido casi íntegramente en Roma. Esta situación, en la que la moneda de oro, la
de plata y la de bronce tenían el mismo origen, se mantuvo plenamente vigente hasta mediados del
siglo III. Los hallazgos relacionados con este contexto altoimperial son de monedas de oro (tesoro de
Torreblanca), de plata (tesoros de Llíria y Alaquàs) y de bronce (tesoros de Horta Seca, Romeu de Sagunt y Dianium). Entre todos ellos destaca el tesoro de Llíria, compuesto por más de 6.000 denarios,
acuñados entre el último tercio del siglo I y comienzos del siglo III.
EL VELLÓN Y LAS REFORMAS
A mediados del siglo III tuvo lugar un importante cambio en el sistema monetario romano, que
desembocó en una práctica desaparición de las monedas de plata y de bronce. Tras unos años de
convivencia, la moneda acuñada durante los siglos I-III fue reemplazada por ‘antoninianos’ o ‘radiados’ de vellón que se fabricaban con una mezcla que tenía mucho cobre y poca plata. La transición
entre ambos sistemas se comprueba en el tesoro del Mas d’Aragó (Castellón), cuya excepcionalidad
radica precisamente en su formación mixta de los antiguos sestercios y los nuevos antoninianos.
As de Celsa (Velilla de Ebro, Zaragoza) del 44-35 a.C procedente de Carlet. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Durante las primeras décadas del siglo I la mayor parte del
bronce en circulación procedía de los talleres hispánicos que
funcionaron entre los reinados de Augusto y Calígula.
145
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sestercio de Nerón de los años 64-66 procedente de Manises (Valencia).
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Con Nerón ya no se acuñaba moneda en Hispania, que se abasteció desde
aquel momento y hasta mediados del siglo III, casi exclusivamente de la
producción del taller de Roma.
Durante estos años comienzan a funcionar nuevas cecas en diferentes lugares del imperio, asociadas generalmente a un abastecimiento del
ejército en zonas fronterizas, iniciando una tendencia a la descentralización de la producción que tenderá a aumentar y que ya no se abandonará.
Los tesoros castellonenses de Les Alqueries, Almenara y Mas d’Aragó contienen entre un 24% y un 56% de monedas acuñadas en la zona de Siria, mostrando que aquí abundaron unas piezas de origen muy remoto por primera vez en nuestra historia monetaria. Las luchas relacionadas con la
usurpación de Póstumo en la Galia, y su paso a Hispania, producido
durante el reinado de Galieno, pudieron ser la causa directa de la pérdida de estos conjuntos.
Poco después los antoninianos de Claudio II, que sólo reinó durante
dos años, son los protagonistas de un panorama similar, protagonizando
un circulante que conocemos gracias al tesoro de la c/Roque Chabás de Valencia y a los numerosos hallazgos esporádicos de monedas de este emperador. La calidad del vellón había disminuido muy rápidamente y hacia el 270 las
imitaciones eran muy abundantes. Entre los antoninianos del Grau Vell de Sagunt, el 37% son irregulares, aunque debemos tener presente que en ocasiones resulta complicado establecer un límite entre lo
oficial y la imitación. Al igual que sucedió en muchas otras partes del imperio occidental, el tipo más
común entre las producciones irregulares fue el de las monedas póstumas de Claudio II.
El descenso de calidad en la producción estatal fue muy notable y por ello las imitaciones se habían integrado con facilidad en el circulante. La moneda oficial intentó
recuperarse y las imitaciones se hicieron menos habituales, lo que propició quizás
en alguna medida que se mitigasen las pérdidas de unas monedas más cuidadas.
Los intentos de recuperación tuvieron poco éxito, y finalmente el sistema monetario fue reformado por Diocleciano, creándose los nuevos folles y sus divisores radiados. Los hallazgos esporádicos de estas monedas de finales del
siglo III y principios del IV son relativamente escasos, tal y como se comprueba en el Grau Vell donde los ejemplares del 284-313 suponen sólo
un 1,63% sobre el total. Conocemos también de estos años dos depósitos monetales muy modestos como son el de la Partida de Mura (5
piezas) y el del Portus Ilicitanus (7 piezas). Entre las cecas imperiales
aparecen ahora como destacados los ejemplares procedentes de Roma,
Ticinum, Carthago y Cyzicus. El cierre de la ceca de Carthago en el 311
impidió que continuase siendo una de las principales abastecedoras de
moneda de la península Ibérica durante el resto de la centuria.
Tesoro de Llíria (Valencia). Inicios del siglo III. [Fot. V. Escrivá].
Formado por más de 6.000 denarios, acuñados entre los reinados de Nerón y Caracalla,
es uno de los tesoros más importantes que se conocen de época romana.
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LA CIRCULACIÓN MONETARIA • MANUEL GOZALBES
LAS PECULIARIDADES DEL BAJO IMPERIO
Hablar de hallazgos de monedas del siglo IV es referirse a piezas de bronce de las que desconocemos su nombre y que convencionalmente llamamos con el término genérico de nummi. Los cambios
más significativos de la producción monetaria de este período se refieren a constantes variaciones en
la metrología de las piezas, en su sistema de fraccionamiento y a la casi exclusiva temática militar de
sus tipos. Los pormenores de estos cambios son prescindibles en una visión general de la circulación
de estas monedas en nuestras tierras.
Hay que destacar que los hallazgos de monedas del siglo IV son en líneas generales los más frecuentes del mundo romano y que vuelven a ser comunes las imitaciones en nuestras tierras, del
mismo modo que lo fueron en el resto del imperio. La enorme producción, causa y efecto de la inflación de la época, unida al bajo valor de las piezas, hizo que su custodia fuese más descuidada que la
de otras monedas en períodos precedentes.
Los hallazgos de acuñaciones de la dinastía de Constantino son muy comunes. De ellas destaca su
reducido tamaño y peso, y la facilidad con que llegaron a nuestras tierras las piezas de todos los talleres
que produjeron moneda imperial. Fue una tónica mantenida durante un siglo en que el circulante de
cualquier provincia estaba formado por piezas de muy diverso
origen. Las tierras valencianas recibieron su aporte tanto de
talleres occidentales como orientales, aunque el porcentaje
de estos últimos fue sensiblemente menor, situándose
entre el 23,5% del Grau Vell y el 29% del Portus Ilicitanus. De las cecas occidentales las más comunes fueron Roma, Arelate y Treveri, y de las orientales
Constantinopla y Cyzicus. Junto a ellas llegaron
en menores cantidades piezas de Londinium, Lugdunum, Aquileia, Ticinum, Siscia, Sirmium, Tesalónica, Antioquía, Alejandría y Heraclea. Resulta curioso señalar que las tierras valencianas no han
proporcionado ningún tesoro de las décadas centrales del siglo IV, ya que entre el conjunto de la Partida de Mura (301) y el de Monforte B (ca. 388) no tenemos constancia de ningún hallazgo.
Uno de los indicadores más claros del contexto monetal de la segunda mitad del siglo IV es la presencia del tipo
FEL TEMP REPARATIO que tras su aparición en el 348 y el desarrollo de
sus múltiples variantes, pasó a protagonizar de forma muy significativa el circulante valenciano tanto en su forma oficial como en la de
imitaciones. Los reversos más comunes son los típicos del jinete clavando su lanza sobre un guerrero caído. A partir del 378 se produjo el
nuevo tipo REPARATIO REIPVB que fue el protagonista del circulante durante las últimas décadas del siglo IV y las primeras del V, también en
sus formas oficial e irregular, con su diseño del emperador ayudando
a una figura de una mujer arrodillada con corona torreada a levantarse.
Tesoro de Alqueries, Vila-real (Castellón). Hacia 265. [Museo de Bellas Artes de Castellón].
Los antoninianos acabaron con el sistema monetario altoimperial y protagonizaron el circulante durante unos
treinta y cinco años en la segunda mitad del siglo III . Fueron acuñados en
mayor número de cecas y en calidades
muy diversas.
Los tesoros de finales de siglo sintetizan de alguna forma las características de la moneda en
circulación durante este siglo, el de Monforte B, representativo de la heterogénea masa monetaria
de la mayor parte del siglo, y el de La Balsa de Camporrobles que muestra del circulante de finales
de la centuria con la presencia de los tipos REPARATIO REIPVB y GLORIA ROMANORVM.
147
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Tesoro de La Alcudia d’Elx , Alicante.
Inicios del siglo V. [Museu de L’Alcudia
d’Elx].
Es el único tesoro valenciano que se conserva de monedas romanas de oro,
acompañadas en este caso por joyas.
Aunque circulaban, las monedas de oro
se perdían menos porque se custodiaban
con mayor celo que las de otros metales.
La información disponible para el siglo V únicamente nos
permite profundizar algo en las dos primeras décadas, ya que en
el transcurso de estos primeros años la información de hallazgos
en contextos estratigráficos se diluye rápidamente hasta desaparecer por completo. El cambio político con la llegada a la península Ibérica de suevos, vándalos y alanos en el 409 parece ser determinante en este cese del aprovisionamiento. Aunque los
hallazgos esporádicos de piezas acuñadas durante estos años
son muy escasos, debemos considerar que se trata de un momento en el que parece que utilizaron intensamente las monedas
de períodos precedentes, a pesar de que en algunos casos existieron prohibiciones explícitas respecto a su uso. A estos años pertenece el tesoro de La Alcudia de Elche del 406, que formado por
tres monedas y joyas es el único tesoro de oro del período romano que conservamos. En el extremo opuesto encontramos el
tesorillo de la c/Avellanas de Valencia, compuesto por los bronces conocidos como AE 4, que muestran las características de un
circulante en el que las piezas son de un tamaño diminuto y
donde ni siquiera su acumulación da la impresión de ser representativa del concepto riqueza.
Nummus de Constantino del año 321
procedente del Corral de la Negra (Bélgida, Valencia). [Museo de Prehistoria
de Valencia].
La inflación del período y el bajo valor
de las piezas propicia que los hallazgos
de monedas del siglo IV sean especialmente abundantes. Las cecas son muy
diversas y predominan las emisiones
occidentales (75%) frente a las orientales (25%).
Una última referencia, que de alguna forma se encuentra aislada
del resto, pero que resulta de gran importancia para el conocimiento
del uso de moneda durante la Antigüedad Tardía valenciana, la proporciona el yacimiento de la Punta de la Illa de Cullera. Los hallazgos
nos informan sobre las monedas en uso durante el siglo VI, lo que resulta excepcional, porque ningún otro yacimiento valenciano cuenta
con una muestra monetal representativa tan tardía. El conjunto revela que se continuaban utilizando las monedas romanas del siglo IV,
pero sobre todo que llegaban piezas vándalas y bizantinas acuñadas
en el norte de África en el siglo VI.
[page-n-150]
V~AGER
~ EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURlAClONES
~ LAS VILLAS. EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS
~ HORNOS ROMANOS Y PRODUCCIÓN CERÁMICA
~YACIMIENTOS NO URBANOS DE ÉPOCA VISIGODA (SIGLOS VI-VU)
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EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURIACIONES
FERRAN ARASA
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
LA RED VIARIA
Las vías romanas pueden clasificarse en diferentes tipos según su importancia. Así, Sículo Flaco,
agrimensor del siglo I, distingue entre viae publicae, viae vicinales y diverticula o caminos de acceso a
las propiedades. De la misma manera, según su acabado las vías recibían diferentes denominaciones: Ulpiano, a principios del siglo III, distinguía diferentes tipos de caminos según estuvieran hechos de tierra (viae terrenae), de grava (glarea stratae) o pavimentados (silice stratae). La variedad observada entre las vías, incluso en un mismo itinerario, dependía de la solidez del terreno natural y
de los materiales y recursos disponibles.
Para construir una vía, los topógrafos (gromatici) estudiaban cuidadosamente el terreno y elegían
los lugares más aptos para su paso. En primer lugar se excavaban dos pequeñas trincheras paralelas
(sulci), y a continuación se excavaba el espacio intermedio hasta alcanzar un suelo firme (fossa). Aquí
se preparaba un lecho de mortero, arena y piedras sobre el que se depositaban tres capas de piedras,
grava y arena (statumen, rudus y nucleus), y finalmente se preparaba el empedrado (summa crusta),
abombado en el centro para facilitar el desagüe. Dos bordes enlosados (margines o crepidines) ceñían
la calzada (agger), a lo largo de los cuales se disponían piedras en forma de cuña para consolidarlos
(gomphi). Dos fosas laterales recogían el agua de lluvia. Las vías se construían por tramos, lo que explica los ligeros cambios de dirección que en ocasiones se observan sobre el terreno.
En la ascensión de montañas se solía utilizar el trazado en zig-zag, de manera que desde un ángulo se veía el siguiente. Cuando la vía atravesaba una zona rocosa se aprovechaba el firme natural,
sin necesidad de cimentarla, tallando carriladas que servían como raíles para las ruedas de los carros.
Estos trabajos eran necesarios cuando la calzada atravesaba terrenos difíciles como fuertes pendientes
o junto a acantilados. Uno de los casos mejor conocidos es el de La Roca Tallada, entre Palanques (Els
Ports, Castelló) y Castellote (Teruel), donde fue necesario abrir un paso tallado en la roca en un collado con fuertes pendientes. Algunos ejemplos de carriladas pueden observarse en el Mas de Mestres
de Baix (Morella), posiblemente en una vía de carácter local que se dirigía hacia la ciudad de Lesera
(La Moleta dels Frares, Forcall), y en Arguinas (Segorbe) en la vía que remontaba el río Palància.
La documentación escrita sobre los caminos romanos es de dos tipos: los itinerarios, o guías de
carreteras, y las fuentes epigráficas, fundamentalmente los miliarios. La existencia de los itinerarios
debe ponerse en relación con el servicio público de transporte, organizado por el emperador Augusto con la finalidad de disponer de un servicio de información rápido y eficaz. El cursus publicus
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
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EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURIACIONES • FERRAN ARASA
La vía Augusta a su
paso por el Pla de l’Arc,
entre Bell-lloc y la Pobla Tornesa (la Plana
Alta).
Este es uno de los tramos mejor conservados de la vía, con un
trazado rectilíneo de
8’2 km que apunta a
una referencia orográfica.
garantizaba el transporte de mensajes, personas y mercancías que viajaban por cuenta de la administración estatal. Para ello se estableció en las carreteras más importantes una red de estaciones de
posta para al cambio de caballos (mutationes) y para el descanso y manutención de los funcionarios
de la administración estatal en camino (mansiones), entre los que se encontraban los correos (cursores). Estas estaciones estaban situadas a una distancia regular según su función, menor en el caso de
los stabula para el cambio de caballos de los correos (12-14 km), y más larga para los hospitia que permitían pasar la noche (30-36 km).
LOS ITINERARIOS
v
Los itinerarios, verdaderas guías y mapas de carreteras de la época, eran de dos tipos: itineraria
adnotata y picta, según fueran solamente escritos, una guía con la relación de estaciones y distancias, o
tuvieran un formato cartográfico, lo más parecido a un mapa de carreteras actual. Los más importantes
que proporcionan información sobre el País Valenciano son los Vasos de Vicarello, el Itinerario de Antonino y el Anónimo de Rávena. Los más antiguos son los primeros, que se fechan en los reinados de Augusto y Tiberio. No tienen carácter oficial y en cada uno de ellos aparece escrito en 4 columnas el itinerario de Gades a Roma con la relación de 106 estaciones y las distancia entre ellas. La información que
proporcionan sobre tierras valencianas se refiere a los dos tercios septentrionales del trazado de la vía
Augusta. El Itinerario de Antonino es un elenco de estaciones y distancias que se fecha en época de Diocleciano, a finales del siglo III; la vía Augusta queda repartida en diferentes trayectos parciales, de los
que el segundo incluye su trazado por tierras valencianas. Finalmente, el Anónimo de Rávena es un documento tardío que posiblemente recoge información de un mapa del siglo III, al que se han añadido
otros datos más recientes hasta el siglo VIII. No incluye distancias entre las estaciones y añade dos vías
no citadas por el anterior que discurren por tierras valencianas: una que por Morella se dirigía hacia Caesaraugusta y otra que seguía la costa entre Portum Sucrone (Cullera) e Ilici.
Principales vías, ciudades y mansiones y las distancias que las separaban.
En el País Valenciano los itinerarios sólo citan la vía Augusta y otros dos caminos secundarios,
y omiten otras vías de importancia que sin duda debieron existir.
153
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154
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Los itinerarios nos proporcionan información sobre 25 estaciones de la red viaria principal en el
País Valenciano, de las que 6 son ciudades y pueden ser identificadas con seguridad (Saguntum, Valentia, Saetabis, Dianium, Lucentum e Ilici). Estas estaciones pertenecían a dos caminos: la vía Augusta y otra que tenía su principio y su final en ella siguiendo la costa entre el Xúquer y Elx. Entre
las de la vía Augusta había postas de carácter oficial, como las mencionadas ciudades e Intibili,
Ildum, Sebelaci, Sucro, Statuas, Turres, Ello, Aspis y Thiar; y posiblemente otros establecimientos privados, las denominadas genéricamente tabernae, entre las que podían encontrarse Novlas y Aras,
mencionadas únicamente por documentos privados como los Vasos de Vicarello. Entre las oficiales,
por su proximidad a otras estaciones, es posible plantear la función de mutatio de Statuas y Aspis.
Sus topónimos son en algunos casos de indudable origen ibérico, como Ildum e Intibili, y en otros
claramente latinos, como Alterum, Aras, Statuas, etc.
Las posibilidades de identificar las estaciones que no estaban situadas en
ciudades son bastante limitadas por la falta de evidencias; para ello pueden tenerse en cuenta las distancias mencionadas por los itinerarios y
miliarios, los yacimientos arqueológicos y su localización geográfica.
Según estos criterios, en la vía Augusta y siguiendo un recorrido
norte-sur, Intibili podría reducirse a Traiguera o La Jana; Ildum a L’Hostalot (Vilanova d’Alcolea), según la reducción tradicional que ha
venido a confirmar el miliario de Caracalla; Novlas a La Quadra de Na
Tora (Castelló de la Plana); Sebelaci, 2’9 km hacia el sur, posiblemente
en la partida de Ramonet (Almassora); Sucro a L’Alter de la Vintihuitena (Albalat de la Ribera); Statuas a Moixent; Turres hacia La Font de
la Figuera; Aras, tan sólo a 4’4 km al sur de Turres, posiblemente en la
encrucijada con el Camino de Aníbal; Ello, al Monastil (Elda); Aspis,
entre Novelda y Monfort; y Thiar, a Pilar de la Horadada. En la segunda vía mencionada parece razonable la reducción de dos poblaciones: Portum Sucrone a Cullera y Allon a La Vila Joiosa.
LOS MILIARIOS
Las fuentes epigráficas tan sólo dan noticia de la vía Augusta a través
de los miliarios y de un camino privado en una inscripción rupestre de Algimia de Almonacid. Los miliarios constituyen la mejor prueba para confirmar el origen romano de un camino. En tierras valencianas la vía Augusta
fue el único de los caminos romanos que –hasta donde hoy sabemos– se
amojonó con miliarios. Los hallazgos de Bétera y Segorbe, atribuidos a sendos caminos que desde Saguntum se dirigían hacia Edeta y Caesaraugusta,
respectivamente, parecen corresponder por sus proporciones a fustes de
columnas arquitectónicas más que a miliarios anepigráficos.
Los miliarios eran columnas de piedra que se erigían a una distancia de mil pasos (1.481’5 m). En su superficie se inscribía un texto con
información sobre el nombre del constructor o restaurador de la vía, el
Miliario de Borriol (la Plana Alta, Castellón) dedicado al emperador Decio. 250 d.C.
La abundancia de miliarios que pueden fecharse en el siglo III debió obedecer más
a razones propagandísticas que a obras de reconstrucción de la vía Augusta.
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EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURIACIONES • FERRAN ARASA
nombre de ésta y la distancia que los separaba
del punto de partida o de llegada. En el País Valenciano se han encontrado 24 de estos monumentos, labrados en piedras locales como la caliza y sobre todo la arenisca. Su distribución
geográfica es bastante desigual, pues en un
tramo de unos 100 km de la vía, entre el río Cervol y Xilxes, se han encontrado 20 ejemplares.
Destaca su reducido número en las comarcas
centrales, donde sólo se ha documentado uno
inseguro en Sagunt y otro en Valencia, y también en las meridionales, con dos más en
Orihuela y Pilar de la Horadada.
La mayor parte de estos monumentos se han
encontrado fragmentados y algunos han desaparecido. Tan sólo 14 conservan al menos una
parte de la inscripción y proporcionan alguna
información de interés para la historia de la vía;
de ellos, 8 pueden atribuirse a un emperador
determinado, en algunos casos con la fecha concreta de erección. Destaca la ausencia del emperador epónimo, Augusto, de quien hasta ahora
no se ha encontrado ningún miliario. El más anPortada del opúsculo del cronista Agustín Sales sobre el hallazgo
tiguo de los conocidos, incompleto y no conserdel miliario del emperador Adriano (117-138).
vado, se encontró en Les Coves de Vinromà y
El miliario fue encontrado en 1766 a la altura del puente de Pepuede atribuirse con dudas a Tiberio (33-34). A
ris y Valero, en las obras de reparación del Camino Real de
València a Xàtiva realizadas bajo el reinado de Carlos III.
continuación, el de Adriano (117-138) encontrado en Valencia, también desaparecido, es la
primera prueba de intervenciones en la parte
central del tramo valenciano de la vía. La mayor parte de los miliarios valencianos se fechan en el
siglo III y su presencia no debe obedecer en todos los casos a obras de refacción de la vía, sino a razones propagandísticas. Destacan entre ellos los de Vilanova d’Alcolea, dedicado a Caracalla (214);
el de Pilar de la Horadada, a Maximino (235-238); el de Borriol, a Decio (250); el de Xilxes, a Treboniano Galo (252); el de Sagunt, dudoso, a Carino (282-283); y el encontrado entre La Pobla Tornesa
y Borriol, desaparecido, el último de atribución segura, a Galerio (293-311). Finalmente, el de Pilar
de la Horadada debe corresponder a un emperador de esta misma época y el de La Jana debe ser
más tardío, posiblemente del siglo IV avanzado.
LA VÍA AUGUSTA
La red viaria romana en tierras valencianas estableció un esquema que aun siguen las principales carreteras actuales. Está constituida básicamente por un eje longitudinal, la vía Augusta, que
atraviesa de norte a sur nuestro país y une la mayoría de las principales ciudades de la época: Saguntum, Valentia, Saetabis e Ilici. Desde este camino arrancan en la mitad septentrional una serie de
ejes transversales que en dirección oeste permiten la comunicación de la zona costera con el valle
del Ebro y la Meseta a través de las tierras montañosas del interior. El más septentrional pasaba por
Morella y Forcall, otro seguía desde Sagunt por el valle del Palancia, en el centro arrancaba otro
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
desde València por Requena y finalmente –poco más allá de La Font de la Figuera– desde la vía Augusta seguía un último camino hacia Andalucía.
El topónimo vía Augusta figura en 5 miliarios: en los de Les Coves de Vinromà, Vilanova d’Alcolea y Borriol se conservaba completo y en los de La Pobla Tornesa y Castelló de la Plana, incompleto.
La presencia de este hodónimo nos permite no sólo confirmar su utilización a lo largo de al menos
tres siglos, sino también fijar el trazado general del camino. El inicio del cómputo de las millas en el
punto considerado el principio de la vía (caput viae) debía estar situado en la estación Summo Pyrenaeo, desde donde comenzaba la numeración en dirección sur. Ésta se conserva completa tan sólo en
los miliarios de Les Coves de Vinromà (278) y Vilanova d’Alcolea (283), y en el de Borriol puede restituirse la cifra de 298.
La vía Augusta fue sin duda el eje principal de comunicaciones de las provincias hispánicas con
Roma. El emperador Augusto debió iniciar su construcción después de la visita a Hispania en los
años 15-14 a.C. Fue jalonada con miliarios erigidos entre los años 8 y 2 a.C., que posiblemente reflejan su construcción progresiva en dos grandes tramos: el primero desde el Summus Pyrenaeus hasta
Castulo (Jaén), y el segundo desde esta ciudad hasta Gades (Cádiz), con una duración aproximada de
los trabajos de 12 años. Su longitud total según los itinerarios de la época es de 1.005 millas, o sea,
1.488 km. Pero a la hora de fijar su trazado hasta el valle del Guadalquivir, los ingenieros de Augusto no siguieron el viejo camino de Sierra Morena por Albacete, sino que como explica el geógrafo
Estrabón la llevaron a Carthago Nova, desviándola por el río Vinalopó hasta la llanura litoral donde
se encuentra Ilici (Elx). Desde Cartagena, la vía Augusta se dirigía hacia el oeste por Acci (Guadix), y
seguía por Corduba e Hispalis (Sevilla) hasta Gades. El emperador la dotó de un servicio de posta, o
sea, de la infraestructura necesaria para garantizar el transporte público.
De las vías romanas que atravesaban las tierras valencianas, la vía Augusta es la única de la que los
itinerarios dan las distancias entre las estaciones de posta. Según las cifras que transmiten, el cómputo
total de su trazado por tierras valencianas puede calcularse, con las correcciones necesarias, en unas
275 millas (407 km). Su trazado es en general mejor conocido en el tercio septentrional, donde encontramos algunos tramos bien conservados. Entre Dertosa (Tortosa) y la estación de Aras, que posiblemente refleja en su nombre el carácter sagrado del trivium o cruce con el Camino de Aníbal, había 177
millas (262 km). Hasta Valentia la vía sigue un trazado más o menos paralelo a la costa en dirección
SSO. Desde Dertosa sigue el corredor prelitoral de Godall hasta atravesar el río de la Sénia y entra en
tierras valencianas por Sant Joan del Pas. Después sigue el corredor central de Les Coves de Vinromà
por Sant Mateu hasta llegar al Pla de l’Arc, entre Bell-lloc y La Pobla Tornesa, donde se conserva un
tramo de más de 8 km, un magnífico ejemplo de trazado rectilíneo siguiendo una referencia orográfica.
Después desciende por el estrecho valle de Borriol hasta el llano litoral, atraviesa el río Millars y sigue
un largo trazado mal conocido por toda la comarca de la Plana Baixa hasta Almenara, desde donde se
dirige de nuevo en una tramo recto por el Camí Vell hasta Saguntum.
De Saguntum se dirige a Valentia en un largo tramo rectilíneo en el que posiblemente sirve de
kardo maximus a la centuriación de L’Horta Nord. Al sur de Valentia ejerce la misma función en la
centuriación de L’Horta Sud. Desde esta ciudad la vía cambia su orientación hacia el sur. Después de
rodear l’Albufera y atravesar el río Xúquer, se dirige por Alzira y Manuel hasta Xàtiva, desde donde
vira hacia el SO por el corredor del río Canyoles hasta La Font de la Figuera. Poco más allá de esta
población debía estar situada la estación de Aras, desde donde había 121 millas (179 km) hasta Carthago Nova. Desde Aras la vía gira hacia el SSE y se dirige hacia Villena para seguir el río Vinalopó
por Elda hasta Ilici, donde posiblemente servía de kardo maximus a la centuriación de esta colonia. De
allí vira de nuevo hacia el SSO y, después de atravesar el río Segura, sale de tierras valencianas por
Pilar de la Horadada hacia Carthago Nova.
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EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURIACIONES • FERRAN ARASA
OTRAS VÍAS
La segunda en importancia de las mencionadas por los itinerarios es una via per loca maritima que
desde de Sucro se dirigía hacia Ilici, es decir, un camino que tenía su inicio y su final en la vía Augusta siguiendo la costa entre el río Xúquer y esta ciudad del Baix Vinalopó. En su trazado estaban
situados Portum Sucrone, posiblemente Cullera, y las ciudades de Dianium (Dénia), La Vila Joiosa
(Allon ?) y Lucentum (el Tossal de Manises). Es posible que esta vía no fuera un camino carretero en
todo su trazado, dadas las dificultades orográficas que debía salvar entre Dénia y La Vila Joiosa.
La tercera y última de las mencionadas por los itinerarios es una vía transversal que tenía su inicio en la primera de las mansiones de la vía Augusta situada al sur de Dertosa, Intibili, para dirigirse
por la comarca de Els Ports de Morella hacia Contrebia, emplazada en las cercanías de Caesaraugusta.
De ésta nos queda un magnífico ejemplo de via per montes excisa, es decir, un camino cortado en la
roca, en el paraje conocido de forma muy expresiva como La Roca Tallada, por donde discurre el límite entre Castellón y Teruel.
Los itinerarios romanos no mencionan otras vías transversales cuya existencia parece indudable:
la que desde Saguntum se dirigía en dirección NO siguiendo el valle del río Palància hacia Caesaraugusta por Teruel; y la que desde Valentia se dirigía hacia el oeste por Requena y tierras de Cuenca hacia el centro de la Península.
Además de estas vías principales, la red viaria estaba constituida por otras de menor importancia
que comunicaban algunas ciudades entre sí, como debió ser el caso de Edeta (Llíria) con Saguntum y Valentia y de Saetabis con Dianium, por otras que comunicaban las tierras del interior, las vías locales y los
caminos privados como el mencionado en la inscripción rupestre de Algimia de Almonacid, donde se
avisa al caminante de que se encontraba en el camino privado (iter privatum) de Marco Bebio Severino.
LAS CENTURIACIONES
Posiblemente la imagen más conocida del paisaje rural romano sea la parcelación geométrica. El
sistema, llamado centuriación, era una práctica de origen militar pero con una aplicación mayoritariamente agraria. Inicialmente se utilizó para el reparto de tierras en los asentamientos coloniales,
pero con el tiempo su uso se extendió a toda división agraria. Su aplicación conllevaba la reestructuración de un territorio con la finalidad de ponerlo en explotación. Las operaciones de transformación que se realizaban eran de mayor impacto ambiental que la simple regularización, ya que podían
incluir la deforestación, la construcción de una red viaria, de una ciudad, de asentamientos menores,
de una infraestructura hidráulica, etc. La parcelación romana se presenta como una estructura regular, repetida, de orientación constante, fundada sobre el cruce de ejes perfectamente rectilíneos, trazados a intervalos idénticos y paralelos a dos ejes mayores: el kardo maximus (KM) y el decumanus
maximus (DM). Toda operación de agrimensura generaba documentos escritos, mojones de piedra
que fijaban los límites del territorio dividido (cippus terminalis).
La división geométrica del terreno podía hacerse utilizando unidades cuadradas o rectangulares. La centuriación consistía en la división regular del territorio en grandes cuadrados, las centurias. La centuria estándar era un cuadrado de 20 actus (35’5 m) de lado (710 x 710 m), cuyos límites eran caminos; dos actus
cuadrados equivalían a un iugerum. El origen del nombre radica en el hecho de que inicialmente se repartía entre 100 propietarios, a cada uno de los cuales se le adjudicaban 2 iugeri (2.523 m2), que equivalen a 1
heredium. La división per strigas et scamna era el sistema más antiguo de división agraria. Eran rectángulos
que podían disponerse de forma diferente. Las subdivisiones entre propiedades se establecían por medio
de rigores, es decir, de líneas divisorias que no se basaban en caminos. También había divisiones por otros
módulos rectangulares y por cuadrados atípicos, o sea, diferentes a 20 x 20 actus.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
La centuriación de L’Horta Nord, según
Cano. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
El territorio de la colonia de Valentia
fue parcelado geométricamente tomando como eje posiblemente la vía
Augusta.
Aunque hay referencias anteriores sobre las centuriaciones en tierras valencianas, como las de R.
Chevalier en 1961, que cita indicios en Valencia, y de García y Bellido en 1972, que publicó una breve
nota sobre la centuriación de Ilici, el verdadero inicio de la investigación puede situarse en 1974 con
la publicación de la obra Estudios sobre centuriaciones romanas en España, dirigida per V. M. Rosselló,
donde se estudiaban, entre otros, los catastros de Castelló de la Plana, L’Horta Nord, Ilici y el Vinalopó. Con posterioridad se publicaron otros trabajos como el de Bazzana sobre parcelaciones en la
Plana; de Rosselló en Caudete y Villena; de Pingarrón en L’Horta Sud; y de Ponce en Sax. En los últimos años, Ariño y Gurt en colaboración con otros autores y González Villaescusa han realizado una
revisión de algunos de estos trabajos.
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EL TERRITORIO, VÍAS Y CENTURIACIONES • FERRAN ARASA
Restitución de la centuriación de Elx, según Gurt y
otros. [Tratamiento gráfico A. Sánchez].
Éste es sin duda el mejor ejemplo conservado de
parcelaciones geométricas romanas en el País Valenciano.
LAS PRINCIPALES CENTURIACIONES VALENCIANAS
De norte a sur, la parcelación de Castelló de la Plana estudiada por López Gómez en 1974 parece
claramente medieval, posiblemente del siglo XIV. Ni sus características morfológicas ni el módulo
permiten atribuirle un origen romano. Las referencias documentales al amojonamiento de la Devesa
de Castelló y los topónimos que designan a los caminos apuntan en la misma línea. Entre Castelló
de la Plana y Nules, Bazzana ha identificado vestigios de parcelaciones y de un itinerario que considera prerromano que puede estar relacionado con ellas. El conjunto es una yuxtaposición de parcelaciones pequeñas y divergentes, en ocasiones parcialmente solapadas, donde el módulo es de 1.160
m, es decir, de 32 actus. El cambio sucesivo de orientación dependería del curso del camino preexistente, El Caminàs. Pero estos cambios de orientación corresponden más bien a varios parcelarios de
pequeña extensión, en los que el módulo no es uniforme y la retícula no es estrictamente ortogonal,
sino que está muy adaptada al terreno y condicionada por las líneas de drenaje.
En la comarca de L’Horta Nord se conservan vestigios de la centuriación conocida como de La
Séquia de Montcada. Los vestigios geométricos llevaron a Cano, en 1974, a plantear la existencia
de un parcelario del que la vía Augusta, prácticamente coincidente con la carretera de Barcelona
(N-340), podía ser el kardo maximus. Muchos de los límites cartografiados concuerdan con divisorias de los municipios actuales, rectos y formando ángulos rectos, y con las acequias y obras de
drenaje. La máxima densidad de trazas se conserva entre Meliana y Massamagrell. Albalat señala
el eje de la parcelación, que tendría un total de 120 centurias (6.048 ha). Posteriormente, Sales, que
ha estudiado el regadío de La Séquia de Montcada, propone un nuevo kardo en una línea recta que
uniría El Monestir del Puig y El Pont de la Trinitat de València, y destaca también que dicha acequia tiene que ser posterior a la centuriación. González Villaescusa, que ha revisado esta centuria-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
ción, señala la presencia de un módulo de 706 x 706 m y destaca también que no tiene relación alguna con el sistema de regadío existente en la zona, dada la incoherencia del parcelario con la estructura general de irrigación.
En la comarca de L’Horta Sud, Pingarrón estudió una reducida centuriación alineada con el itinerario del Camí Reial de Madrid que posiblemente sigue la vía Augusta y se extiende entre Benetússer y Silla. El eje de la carretera N-340 es paralelo al esquema de unas 10 ó 12 centurias que comprenden entre 3.000 y 4.200 ha. Caminos secundarios, acequias, límites municipales y algún antiguo
muro conservan las trazas centuriales. La especial situación geográfica permite pensar en una probable bonificación de la orilla de la cercana Albufera, ya que algunos componentes del sistema de regadío de Favara se adaptan a la geometría parcelaria. Esta parcelación, que algunos autores consideran
insegura, ha sido revisada por González Villaescusa, quien señala la presencia de un módulo de 706
x 706 m, la prolonga al norte del río Turia y propone su identificación con la que se efectuaría en
tiempos de la fundación colonial de Valentia en el 138 a.C.
La centuriación de Ilici, estudiada por Gonzálvez Pérez en 1974, es la más espectacular del País
Valenciano con sus 225 centurias (11.340 ha), su centro situado en la ciudad y los límites fosilizados
en la red viaria y urbana actual. El kardo maximus, orientado de N a S, sigue una calle de la población
y la carretera de Dolores hasta L’Alcúdia, por lo que debía ser un tramo de la vía Augusta. El decumanus maximus coincide con El Camí de Viscarra, y las acequias de riego muestran muchos rastros
coincidentes con la cuadrícula catastral, como La Séquia Major que presenta tramos en zig-zag. La
parcelación se conserva de manera más perfecta en la zona más valiosa y ocupada, es decir, la regada. Esta restitución inicial fue criticada por Corzo, quien corrigió la orientación. Posteriormente,
Gorges dio por buenas ambas propuestas y las puso en relación con dos asentamientos coloniales
consecutivos, uno de César y el otro de Augusto. La última revisión efectuada por Gurt, Lanuza y
Palet confirma la propuesta de Gonzálvez, fija una orientación de 7’5º respecto del norte geográfico,
establece un módulo canónico de 710 x 710 m y considera posible una extensión mayor que la indicada por aquél, desde la sierra hasta la albufera, ocupando todo el llano de Elx. En cuanto a las relaciones morfológicas entre la ciudad y el parcelario, la colonia se localiza aproximadamente en el centro de la pertica, aunque las orientaciones son diferentes, hecho que puede explicarse porque
centuriatio y trama urbana no nacen simultáneamente en el tiempo. Sin embargo, ambas estructuras
no se organizan de forma independiente, ya que la ciudad ocupa el espacio de media centuria.
Finalmente, en cuanto a las cuatro parcelaciones estudiadas por Rosselló entre Caudete y Villena,
González Villaescusa ha señalado su posible origen medieval. Este mismo autor ha indicado la existencia de una centuriación en Llíria con un módulo de 706 m, de la que a penas quedan trazas. Finalmente, las parcelaciones estudiadas por Llobregat en El Pinós, formada por unas 25 centurias, y por
Ponce en Sax, con unas 2.500 ha, no han sido revisadas.
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LAS VILLAS. EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS
FERRAN ARASA
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
En una cultura eminentemente urbana como la romana, la articulación del territorio descansaba sobre el conjunto de ciudades que se distribuyen principalmente por la fachada litoral. Los territoria de
las diferentes ciudades dibujaban un mosaico de grandes unidades territoriales con límites –en ocasiones basados en accidentes físicos– que a penas podemos restituir. El territorio era la superficie de tierra
adscrita a una ciudad, delimitada por sus fronteras (fines) y sobre la que ésta ejercía la jurisdicción. Los
límites se señalizaban con mojones (termini); justamente el hecho de no conocerse ninguno de ellos en
tierras valencianas impide la delimitación de los territorios de las diferentes ciudades.
La ciudad ejercía el papel de «lugar central» y contaba con núcleos menores de población que tenían sus propias divisiones territoriales y estaban subordinados al núcleo urbano: los vici, castella y
fora. Los vici, aldeas donde residía parte de la población rural, y los pagi, circunscripciones o distritos, eran piezas fundamentales en el control que la ciudad ejercía sobre su territorio. Los castella tenían una función defensiva y normalmente estaban ubicados en lugares elevados. Los fora eran centros comerciales dispuestos a lo largo de las grandes vías de comunicación; con una periodicidad
normalmente semanal se organizaban los mercados (nundinae) a donde acudían los campesinos y artesanos de los alrededores.
A partir del reinado de Augusto se desarrolla un modelo de ocupación del territorio rural que
descansa sobre las villae, con cuya implantación se abandonan definitivamente los asentamientos
ibéricos y la población se establece en el llano, sobre las mismas tierras de cultivo. Este tipo de
asentamientos constituye la base del poblamiento rural y son los más numerosos. El término villa se
aplica a la edificación de una propiedad rural o fundus; si éste está situado cerca de la ciudad se le
denomina fundus suburbanus. La definición de villa no es fácil, ya que los mismos autores antiguos
utilizan el término para designar cosas diferentes. Puede ser tanto una lujosa mansión señorial
como una modesta construcción dedicada a los trabajos agrícolas. Para la arqueología no siempre
resulta clara su identificación, y suelen considerarse villas los asentamientos de mayor superficie
con restos constructivos importantes y elementos suntuarios. Por debajo de esta categoría quedan
numerosos asentamientos que pueden considerarse casas de labor o masías; su superficie y la importancia de los restos arquitectónicos son menores, y los elementos suntuarios son ausentes total o
parcialmente. El hecho de que se realicen trabajos agrícolas no permite hacer una diferenciación entre ellos: todos los asentamientos rurales los realizan, excepto aquellos que son exclusivamente residenciales, que también se consideran villas. Ambas funciones, residencial y agropecuaria, son normalmente convergentes.
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162
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Planta de la zona excavada
de la villa de Benicató (Nules). [Tratamiento gráfico
A. Sánchez].
Se trata de una de las pocas
villas valencianas excavadas
con cierta extensión. Alrededor de un patio porticado
(peristylum), en cuyo centro
había un estanque circular,
se distribuían las diferentes
dependencias de la villa.
Termas
Peristilo
En general, las villas son edificaciones que siguen los modelos arquitectónicos urbanos, pero sin las
restricciones de espacio que suelen existir en las ciudades. Por ello la superficie ocupada por una villa
puede llegar a ser muy extensa, incluso de varias hectáreas, aunque no toda esté construida, pues los
espacios abiertos como patios y jardines son elementos frecuentes que están integrados en el conjunto.
La forma del edificio y la distribución de las dependencias están relacionadas con su localización geográfica y el clima. De esta manera, el ambulacrum o corredor en la fachada es propio de la villa en forma
de bloque rectangular que se da en los países septentrionales y el peristylum o patio porticado es la unidad espacial fundamental de la villa mediterránea, fuertemente influida por la arquitectura helenística.
Según Columela, la villa se divide en tres partes: urbana, rustica y fructuaria. La pars urbana o zona residencial es la domus de los propietarios, la pars rustica es aquella donde viven los trabajadores y la pars
fructuaria es el conjunto de almacenes, graneros, almazaras, lagares, corrales, etc. La zona residencial
pretende proporcionar a los propietarios todo el confort y el lujo del que pueden disfrutar las casas urbanas, por lo que resulta más fácil determinar su presencia, como es el caso de las termas (balneum).
Los programas decorativos de las villas incluyen una serie de elementos suntuarios como pavimentos
mosaicos, esculturas, revestimientos de mármol (crustae), etc. En las villas mediterráneas, alrededor de
un patio porticado –en cuyo centro suele haber un estanque (lacus)– se distribuyen las diferentes estancias como el comedor (triclinium), el salón (oecus), el archivo (tablinum) y las habitaciones (cubicula).
En cuanto a la pars fructuaria, en relación con el tipo de planta puede encontrarse formando un
mismo bloque con la zona residencial o separada de él. Los elementos que suelen aparecer en élla
son las almazaras y lagares, corrales, almacenes, graneros y hornos. Algunas de estas zonas con funciones específicas, como los corrales, almacenes y graneros (granaria), no siempre pueden identificarse con seguridad. De las almazaras (torcularia), los restos que suelen encontrarse son los contrapesos de piedra de la prensa (prelum) y, en las excavaciones, las balsas o depósitos donde se vierte el
aceite o se fermenta el vino. Los hornos cerámicos (figlinae) abastecían a las explotaciones agrícolas
de grandes recipientes para el transporte y almacenamiento, como ánforas y dolia, además de material cerámico para la construcción (lateres, tegulae) y cerámica común.
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LAS VILLAS. EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS • FERRAN ARASA
LAS VILLAE VALENCIANAS
Entre los siglos I y II se alcanza el máximo apogeo en la
ocupación del territorio valenciano, lo que sin duda es reflejo de un importante aumento demográfico. La inmensa
mayoría de los asentamientos rurales pueden fecharse en
este período. A partir del siglo III se observa una significativa reducción en su número, lo que sin duda refleja una
creciente disminución de la población. Con el paso al siglo
IV, la situación se estabiliza y aunque tanto el número de
asentamientos ocupados como su importancia es notablemente inferior, el poblamiento rural parece experimentar
una cierta recuperación. La crisis demográfica debió suponer el abandono de tierras de cultivo, con la consiguiente
repercusión en la estructura de la propiedad, y una notable
disminución de la presión sobre el medio natural.
Grandes contrapesos de prensa procedentes de la
villa de La Torrassa (Vila-real-Betxí).
Estos bloques de piedra son en ocasiones las
únicas evidencias de la existencia de las instalaciones para la obtención de vino o aceite
(torcularium).
En el País Valenciano no se conoce el poblamiento rural más que de manera bastante superficial. Entre los estudios de conjunto basados en prospecciones y en la revisión de excavaciones anteriores destacan los realizados por Pingarrón entre los ríos Palancia y Magro, y por nosotros mismos en las comarcas
septentrionales del litoral valenciano, aunque hasta ahora el único publicado ha sido el de Járrega sobre
el Alto Palancia. Las villas excavadas en extensión y por tanto mejor conocidas son igualmente muy escasas. De ellas, algunas fueron excavadas en los siglos XVIII (El Vilar en El Puig; Els Banys de la Reina en
Calp) o XIX (Algorós en Elx). Otras son sólo conocidas por algún monumento (L’Arc de Cabanes; La Torre de Sant Josep de La Vila Joiosa), o principalmente por destacados hallazgos suntuarios como algunas
Reconstrucción del torcularium de la
villa de La Canyada Joana [Museu Arqueològic Municipal de Crevillent].
Construido en el siglo IV, se trata de
uno de los mejores ejemplos conocidos en el País Valenciano de este tipo
de instalaciones.
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164
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vista de la villa romana de Casa Ferrer I,
cercana a Lucentum.
Siglos I - III . [Fot. Arqueogestión].
Recreación artística
de la doble prensa encontrada en el lagar
(torcularium) de la
villa romana del Parque de las Naciones
(Alicante). [Dibujo
P. Rosser-J. Sáez].
esculturas (L’Ereta dels Moros en Aldaia) o mosaicos (El Poaig de Montcada). Finalmente, algunas han
sido parcialmente excavadas, pero los resultados de la investigación no han sido dados a conocer más
que de manera resumida (Benicató de Nules; el Circuito de Cheste; El Parc de les Nacions de Alacant;
La Canyada Joana de Crevillent).
Algunos de estos asentamientos fueron amplias y lujosas mansiones, en ocasiones propiedad de
ricas familias asentadas en las principales ciudades. La epigrafía confirma la presencia de personajes
de la élite social, sobre todo magistrados municipales, en diversas localidades del territorio de Saguntum, como Onda, Nules y Almenara; Valentia, como posiblemente es el caso de Torrent; Dianium,
como La Font d’En Carròs, etc. Otras, por su cercanía al núcleo urbano pueden considerarse villas
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LAS VILLAS. EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS • FERRAN ARASA
suburbanas, como sucede con Can Porcar (Llíria) y El Parc de les Nacions (Alacant). Un caso excepcional es el de la villa de El Vilar (El Puig), donde una inscripción funeraria del siglo II que menciona a
los propietarios explica que ésta se hallaba circundada por muros y contaba con baños y jardines. Pocas de estas villas han sido excavadas suficientemente como para determinar el tipo arquitectónico al
que pertenecían. Entre ellas cabe citar la de Benicató (Nules), con un amplio peristilo de 22 x 24 m en
cuyo centro se encuentra un estanque circular alrededor del que se distribuían diferentes dependencias, entre las que había unas termas y varias habitaciones. Ésta puede ser el modelo de las grandes
villae existentes en la Plana de Castelló, en el sector septentrional del territorio saguntino, como La
Torrassa (Betxí–Vila-real), L’Alter (Xilxes), L’Alqueria (Moncofa), El Pla (La Llosa) y La Muntanyeta
dels Estanys (Almenara). En las comarcas meridionales, la villa de El Parc de les Nacions (Alacant)
es la que presenta una mayor superficie, con 1’4 ha.
La zona residencial se ha excavado parcialmente en algunos casos, como El Parc de les Nacions
(Alacant), donde se descubrieron dos patios y habitaciones decoradas con pintura mural y cornisas
de estuco. En ella es relativamente frecuente la presencia de pequeñas instalaciones termales que
pueden estar situadas en uno de los laterales del peristilo y decorados con mosaicos, como es el caso
de Benicató (Nules). Termas se han identificado en algunas de las villas mejor conocidas como la recientemente excavada en El Palau (Borriana), y las ya conocidas de L’Horta Seca (La Vall d’Uixó), El
Vilar (El Puig), Can Porcar (Llíria), La Font de Mussa (Benifaió), L’Ofra (Castelló de Rugat), Els
Banys de la Reina (Calp), L’Albir (L’Alfàs del Pi), La Torre de Baix (La Vila Joiosa), L’Illeta dels Banyets (El Campello), El Parc de les Nacions (Alacant), etc. Un caso singular es el de El Mas d’Aragó
(Cervera del Maestre), donde se excavó lo que parece ser una gran natatio, una piscina de 22 x 7 m.
Los programas decorativos de las villas comprenden fundamentalmente esculturas y pavimentos mosaicos, además de la pintura mural, los estucos y los revestimientos de mármol. Entre las
primeras se encuentran esculturas de jardín como las hermas de Baco de El Mas de Víctor (Rossell), El Cabeçolet (Sagunt), y Fondos (Turís), y el oscillum de Can Porcar (Llíria). Retratos imperiales como el de Adriano de El Palmar (Borriol). Entre la escultura ideal hay representaciones de
Baco como la de L’Ereta dels Moros (Aldaia) y de El Trull dels Moros (Sagunt); de Afrodita como
El Arco de Cabanes (Castellón). Siglo II. [Archivo SIP].
Se encuentra situado junto a
la Vía Augusta, en el ámbito
de la villa del mas de l’Arc,
por lo que podría tratarse
de un monumento privado.
165
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
la de València la Vella (Riba-roja del Túria); de Eros dormido como las tres de Algorós (Elx), etc.
Un caso singular es el de El Vilar (El Puig), donde se encontraron varios relieves y al menos diez
esculturas, entre las que pueden identificarse dos de Attis y otras de Baco, Narciso, Eros y Sátiro.
Los pavimentos mosaicos decoraban estancias nobles como los comedores (triclinia) y algunas salas
de los baños, como es el caso de Benicató (Nules), L’Horta Seca (La Vall d’Uixó), Can Porcar (Llíria),
etc. En una situación parecida a la que se observa en las casas urbanas, son escasos los signina, más
abundantes los polícromos y los más frecuentes los bícromos. Hay que mencionar los mosaicos polícromos de los trabajos de Hércules de Can Porcar (Llíria), los de Petrer y Algorós de Elx (entre los que
destacan los de Galatea y las estaciones), y los posibles mosaicos parietales de vermiculatum de esta última que representaban a un centauro, Apolo y una figura femenina, etc. También son importantes los
bícromos de Benicató (Nules), los numerosos de El Vilar (El Puig), el de las nueve Musas de El Poaig
(Montcada), el recientemente recuperado de La Font de Mussa (Benifaió), los de La Punta de l’Arenal
(Xàbia) y Els Banys de la Reina (Calp) o el signinum de L’Horta Seca (La Vall d’Uixó), etc.
La importancia de la producción agrícola en la economía de las villas se comprueba por la identificación de almazaras y lagares, almacenes y hornos para la fabricación de ánforas. De los primeros,
se han excavado algunos como los de L’Horta Seca (La Vall d’Uixó), El Trull dels Moros (Puçol), El
Mas dels Foressos (Picassent), El Parc de les Nacions (Alacant), La Canyada Joana (Crevillent), etc,
pero su identificación resulta más fácil a partir del hallazgo de los contrapesos de las prensas, como
los de La Torrassa (Betxí-Vila-real). En la villa de El Parc de les Nacions (Alacant) se excavó un edificio identificado como un almacén. Los hornos cerámicos dedicados a la producción de ánforas son
igualmente abundantes: El Mas d’Aragó (Cervera del Maestre), La Punta (La Vall d’Uixó), L’Hort de
Pepica (Catarroja), Oliva, L’Almadrava y Jesús Pobre (Dénia), etc. Entre los contenedores que se producían son mayoritarios los destinados al transporte de vino, como los fabricados en el territorio de
Saguntum, de donde se conoce la única referencia literaria sobre la elaboración de esta bebida. Las
factorías de salazones son frecuentes en la mitad meridional del litoral valenciano: Cullera, la más
septentrional, La Punta de l’Arenal (Xàbia), Els Banys de la Reina (Calp), L’Illeta dels Banyets (El
Campello), El Cap de l’Horta y L’Albufereta (Alacant), Moncaio (Guardamar), etc.
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HORNOS ROMANOS Y PRODUCCIÓN CERÁMICA
JAUME COLL
Museo Nacional de Cerámica y de las Artes Suntuarias «González Martí»
INTRODUCCIÓN
El sistema económico implantado por la civilización romana se fundamentaba en la producción agrícola de la llamada trilogía mediterránea, el olivo, la vid y el trigo. Su cultivo y los procesos de elaboración que exigían los productos derivados para ser comercializados, –esencialmente
aceite y vino–, estaban fuertemente atomizados en los diversos centros de explotación o fundus. De
ese modo, la finca rústica como unidad de producción básica no sólo debía poseer las instalaciones
esenciales para los trabajos agrícolas, el procesado del producto y su conversión en un bien monetizable, sino que además, debía disponer de las instalaciones auxiliares para fabricar los contenedores que facilitaban su distribución. El ánfora fue el envase por excelencia de la antigüedad,
como gran elemento cerámico capaz de contener y transportar decenas de litros de preciados bienes desde el productor hasta el distribuidor sin necesidad de trasvases intermedios. Ello exigió
que las explotaciones agrarias se especializaran también en cerámica (opus cretaria), e instalaran talleres alfareros (officinae figulariae, officinae figliniae) que se destinaron no sólo a la fabricación de las
ánforas o tinajas (opus doliare) sino a todos los bienes cerámicos precisos para facilitar la vida en el
medio rural y a satisfacer de algún modo la autosuficiencia en otros elementos esenciales, como ladrillos, tejas, ollas, cántaros, lebrillos, cazuelas, etc. Un ejemplo de esta concentración productiva
se testimonia en Pompeya, donde las familias de los Stlaborii, Vibii y Cornelii aparecen como productores de vino y salsas de pescado, al tiempo que dueños de tejares y fábricas de ánforas, vasa
vinaria (para vino) y vasa faecaria (para garum).
Además, la complejidad de la sociedad romana se manifiesta también en la multiplicidad de
razones que favorecían la instalación de centros de producción cerámica fuera de las propias ciudades. La existencia de pesquerías que explotaban la riqueza marina, tanto para la fabricación de
salazones como para las conocidas salsas de pescado o garum, así como la consolidación de grandes comerciantes (mercatores, negotiatores) dedicados a la distribución mayorista, del mismo modo
que la explotación de los propios productos cerámicos como bienes de comercio por la especialización en producciones de calidad reconocida (opus figlinum), que eran destinadas a un consumo
masivo (terra sigillata, lucernas, cerámica de cocina, etc.), favorecieron también la atomización de
talleres. Éstos instalaron oficinas en las riberas costeras, en los puntos de embarque, en los lugares
donde las arcillas tenían las propiedades requeridas para confeccionar determinados productos,
como la naturaleza calcáreo-ferruginosa necesaria para la terra sigillata, barros refractarios para la
cerámica de cocina, etc. Existían además necesidades rituales que exigían la instalación de alfare-
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168
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Masd'AragO
Cervera del Maestral
o
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CatarrOJa
Castellet
Castelló de la
Ribera
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Tossal de Manoses
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HORNOS DE TIPOLOGIA DESCONOCIDA
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HORNOS RECTANGULARES DE PILASTRA CENTRAL
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0
HORNOS RECTANGULARES CON ARCOS DE SUSTENTACIÓN
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HORNOS CIRCULARES CON PILASTRA CENTRAL
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T
HORNOS CIRCULARES CON ARCOS DE SUSTENTACIÓN
HORNOS CIRCULARES SIMPLES
TALLER DOCUMENTADO POR DESECHOS DE ALFAR
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HORNOS ROMANOS Y PRODUCCIÓN CERÁMICA • JAUME COLL
Fresco de una escena de una taberna vasaria. S. I. Pompeya [Soprintendenza Archeologica de Pompeya].
En la imagen puede verse el torno bajo romano, formado por una sola rueda de gran diámetro sobre un
eje estático, mientras el alfarero se sienta en un pequeño escabel.
rías en las cercanías de santuarios o lugares de culto, especializadas en la producción de los exvotos o de los vasos utilizados en los diversos ritos, como es bien conocido para Cumas según las
fuentes literarias latinas.
El hecho de que la cerámica fuese tan necesaria y disponible para todas las capas de la sociedad,
hizo de sus productos bienes muy económicos involucrando en su fabricación sistemas de organización y producción muy rentables. La mano de obra de los grandes talleres estaba constituida básicamente por esclavos, altamente especializados en todos los niveles de la jerarquía del taller, a pesar de
que la propiedad pertenecía siempre a hombres libres (civis o liberti) posesores del terreno (domini
praedii), el oficio podía ser ejercido por empresarios (officinatores) con la autorización del primero si
no lo ejercía aquel directamente. Su importancia llegó a ser tal que incluso se ha indicado que la industria de la cerámica fue en parte la base de la riqueza de algunos miembros de la dinastía de los
Antoninos y de los Severos. Como ha puesto de manifiesto Peacock, en el mundo romano existían
talleres con diferentes niveles técnicos y sociales, desde la pequeña unidad familiar, pasando por el
taller artesano con especialistas externos a la familia –libres o esclavos–, hasta grandes factorías altamente especializadas en determinados productos. Existieron talleres ambulantes que en ocasiones
seguían a las tropas en sus desplazamientos, constituidos por parte de las cannabae que las acompañaban, e incluso talleres del propio ejército para proveer a éste de tejas, ladrillos y productos de primera necesidad. Sin embargo, dentro de esta variabilidad se daba una base tecnológica uniforme y
utilizada en casi todos los niveles.
TECNOLOGÍA BÁSICA DE LA PRODUCCIÓN CERÁMICA ROMANA
v
La producción cerámica en el mundo romano incorporaba plenamente una serie de avances técnicos
consolidados durante el último milenio anterior a la Era en el Mediterráneo occidental, aunque en Oriente
contaba con varios milenios de antigüedad. El proceso más tecnificado incluía la preparación del barro por
molturación de la arcilla y el batido en balsas, así como la levigación para conseguir barros con diferentes
tamaños de partícula que se destinaban a productos también diferenciados. La conformación se realizaba mediante el torno rápido de inercia movido por un auxiliar, a veces combinado con un molde que
se rellenaba interiormente, así como el molde estático usado en estampillas, punzones, e incluso moldes
para piezas no realizadas por revolución como figurillas (sigilla). La cerámica romana extendió el uso de
Mapa de los hallazgos de hornos y talleres romanos en la Comunidad Valenciana.
La intensa explotación del campo contribuyó a que las explotaciones rústicas instalaran talleres cerámicos para dar salida a su productos. En el caso del actual territorio valenciano éstos se especializaron generalmente en ánforas por la gran producción de vino.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Horno romano de Higueruelas, Valencia según A. Mrakic.
[Tratamiento gráfico A. Sánchez].
Se observa la superficie de la parrilla, o suelo perforado del
laboratorio, así como el sistema de soporte formado por arcos en la cámara de combustión y las perforaciones que trasmiten el calor.
los engobes brillantes, también llamados barnices antiguos, que se aplicaban sobre producciones como la
terra sigillata (vasa samia), cerámica cubierta de un lustroso engobe rojo, a veces con elementos en relieve
(emblemata), o las llamadas cerámicas lucentes, en ese caso con engobe irisado de brillo metálico. Pero también extendió los primeros vidriados de plomo de color melado, verde o pardo, teñidos con óxidos metálicos y que requerían ser cocidos en cobijas, procedimiento técnico que se convertiría en la base de la loza
musulmana y de las posteriores producciones desde la Edad Media hasta hoy.
La cocción se hacía de forma generalizada en hornos de convección y tiro directo, implantados
en la península Ibérica desde los primeros contactos con los semitas, destacables por poseer espacios separados para el lugar donde se realizaba la combustión y para el que recibía las piezas a cocer, que en general no eran afectadas directamente por las llamas sino sólo por los gases calientes.
El horno (furnus) más extendido era el de tiro vertical, donde la cámara de combustión, u hogar, se
separaba de la cámara de cocción, o laboratorio, mediante un piso perforado (parrilla). La cúpula o
bóveda que cerraba la cámara de cocción por arriba solía no ser fija, construyéndose con cascotes y
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HORNOS ROMANOS Y PRODUCCIÓN CERÁMICA • JAUME COLL
tierra. Sin embargo, en las zonas de fronteras, especialmente en el limes británico, se utilizaron profusamente hornos de convección horizontales, e incluso hornos de doble boca de carga con evacuación vertical de humos en el centro, bajo la cual se disponían las cerámicas a cocer. Al ser los hornos
sencillas estructuras semiexcavadas, en el limes se usaron incluso hornos móviles, que se construían
con un pilar hueco transportable que se insertaba en un hoyo circular de cerca de un metro de diámetro con una rampa lateral para la carga de combustible. Sobre el pilar se disponían radialmente
barras o ladrillos triangulares para formar la parrilla, mientras los muros de la cámara de cocción se
hacían con adobes preparados en el terreno o tierra apisonada. Estas estructuras permitían trasladar rápidamente los talleres en caso de la aparición de problemas bélicos en las fronteras. Sin embargo, los hornos romanos instalados en las villae rusticae, y en los centros de producción y comercio solían ser construcciones estables que duraban varios años, incluso hasta varias décadas. En
general existían hornos de pequeño tamaño (de uno a dos metros cúbicos de capacidad) para la
cocción de cerámica común o lozas para la mesa, y otros mayores, de hasta cerca de cuarenta metros cúbicos, para ánforas, tinajas ladrillos y tejas. En general partían de dos tipologías básicas, por
un lado los hornos de planta circular, y por otro los de planta cuadrangular. La cámara de combustión o inferior (furnus, focus, ignis) se excavaba en el suelo, yendo precedida de la boca de alimentación del combustible (praefurnium) que comunicaba con un espacio rehundido, especie de antesala
excavada desde donde se alimentaba el combustible durante la cocción. En las grandes instalaciones ésta llegaba a tener el aspecto de una gran habitación semisubterránea, ya que en ella se abrían
todas las bocas de carga de combustible de varios hornos, siendo también el espacio donde se almacenaba la madera usada para quemar. En la cámara de combustión se situaban los arcos o muros
que, levantados aproximadamente hasta la altura del suelo exterior, sostendrían la parrilla (opus
suspensus, opus pensile). Si bien los hornos romanos más simples, y también los más antiguos, tenían
un pilar o muro para el soporte de la parrilla, la estructura más corriente de sustentación consistía
en una serie de arcos paralelos a la boca de carga del combustible. Algunos
hornos poseían dos bocas de carga paralelas, pero lo corriente era
que tuvieran sólo una con un largo túnel, de uno o dos metros, por donde se introducía la madera usada como
combustible. La longitud del túnel de carga
permitía que, en los hornos menores, la
combustión se realizara en él, por lo
que al laboratorio –lugar donde se depositaban las piezas a cocer– llega-
Restitución gráfica de de la Almadrava de Denia.
[Dibujo F. Chiner].
La representación muestra las diversas partes del
horno restituídas. El alfarero introduce la leña en
la cámara de combustión que soporta con unos
arcos la habitación, cubierta con una cúpula,
donde se colocaban las ánforas a cocer, llamada
cámara de cocción o laboratorio.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Moldes para sigillatas de Bronchales. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Los vasos de terra sigillata se realizaban sobre moldes de arcilla cocida que tenían impresa la decoración. Éstos se rellenaban con barro fluido, de forma que
el dibujo se cubriera bien, en una capa de cierto grosor que luego era terminada interiormente al torno. Al secar, la masa se contraía de forma que se despegaba del molde. Posteriormente recibía el baño de barbotina roja, muy
fluida y con fundentes de potasio, que se convertiría en el barniz rojo.
ban únicamente gases calientes. Esta separación permitía un mayor
control de la cocción en las fases críticas. Sin embargo, en los hornos
mayores destinados a ánforas o tinajas, se suplía un corredor corto
con una mayor altura de la cámara de combustión. Los muros del laboratorio se realizaban con adobes, tapial o ladrillos, resultando más
económicos y fiables los primeros. La cubierta podía ser fija en los
hornos de ladrillo o en los de adobe o tapial con muro exterior de
piedra, aunque en general se buscaba la economía constructiva por
lo que era corriente que la bóveda fuera efímera, construida con
fragmentos de piezas fallidas, tegulae y tierra. Por otra parte, en el
caso de la producción de ladrillos o material de construcción, la etnografía documenta que muchos hornos no disponían de muros,
siendo posible que algunos hornos romanos tuvieran únicamente estructuras subterráneas cuya parte visible exterior sería la propia parrilla (hornos de parrilla-plataforma). El laboratorio se conformaba,
en ese caso, con el mismo material a cocer, como evidencian los hornos especializados en ladrillos.
Finalmente, en función del producto, los romanos usaron una serie de procedimientos para mejorar las condiciones de cocción desarrollando la transmisión del calor por radiación. Ello era esencial en
los hornos para la terra sigillata, ya que ésta debía cocerse en atmós-
Restitución gráfica del taller cerámico de la Almadrava de Denia.
[Dibujo F. Chiner].
En la presente imagen se presenta
una vista hipotética del centro alfarero de la Almadrava de Denia.
En primer plano se observan los
pequeños cubos de los hornos, y
detrás los cobertizos usados como
talleres o secaderos.
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HORNOS ROMANOS Y PRODUCCIÓN CERÁMICA • JAUME COLL
Horno de la Cargadora (Olocau, Valencia). [Archivo SIP].
La estructura sigue la configuración general de un
horno, con pilar central, doble galería de arcos y suelo
perforado o parrilla. Los materiales de esta estructura,
que incluye arcos de rodeno y capas de mortero, no son
habituales en los hornos cerámicos que suelen construirse con ladrillo y barro o materiales refractarios para
resistir las altas temperaturas.
fera oxidante y de forma uniforme. Para ello idearon un sistema de tubos internos que cruzaban el
laboratorio en vertical por donde circulaban los gases y el calor, dejando un espacio para colocar las
pilas de platos o vasos, con lo que las piezas se cocían por el calor irradiado por los propios tubuli.
En el caso de la cerámica vidriada, los romanos usaron las primeras cajas, o cobijas, conocidas en el
Mediterráneo occidental.
TESTIMONIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL TERRITORIO VALENCIANO
En la antigüedad romana, la producción alfarera valenciana tuvo ya renombre, a juzgar por las
palabras de Plinio el Viejo, quien en su Historia Natural (XXXV, cap. 12) menciona los cálices de Saguntum en Hispania, vasos que Valcárcel en 1769 asoció de forma errónea a la abundante terra sigillata
que aparecía en aquella ciudad. Desconocemos todavía las características materiales de esa producción mencionada por el gran historiador, aunque se han descubierto gran número de talleres alfareros romanos en la Comunidad Valenciana. La bibliografía sobre los hallazgos de hornos en territorio
valenciano no es abundante. Los hornos más antiguos encontrados hasta el momento, de época republicana, siguen la estructura de los hornos cerámicos ibéricos. En el caso de los hornos mayores, se
trata en general de estructuras de planta circular, con un muro longitudinal adosado al fondo de la
cámara de combustión, o bien con un pilar oblongo o rectangular central para sostener la parrilla.
Debieron dedicarse a la fabricación de ánforas o de todo tipo de loza de uso doméstico o industrial,
en especial contenedores, representando en realidad la continuación de los alfares ibéricos prerromanos. Un ejemplo de ello puede ser el horno de Rascanya de Liria. Los hornos menores, especializados
en la fabricación de pequeños vasos o platos, eran de planta circular, con un diámetro aproximado de
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Panel de Ariadna iniciándose en los
ritos dionisíacos. Villa de Fabius Rufus. Siglo I a.C.-I d.C. [Museo Arqueológico Nacional de Nápoles].
La escena sugiere el vertido de vino
tomado de la crátera a un pequeño
cántaros usado para beber.
un metro, y cuya cámara de combustión
podía poseer, aún no siendo esencial, un
pilar central para sostener la parrilla. Se
han localizado hornos semejantes en la
ciudad de Valentia y en Paterna. En el
caso de los pequeños hornos del área
urbana, podrían abastecer el consumo
al por menor de los vinos en las tabernae vinariae o en los hospitium, e incluso relacionarse con santuarios de
culto acuático.
En época imperial, a medida que la
producción agrícola se incrementaba y
se consolidaban las redes de distribución comercial de los productos del medio rural, se comenzaron a instalar en los fundus talleres y hornos cerámicos para la producción de los
contenedores necesarios para distribuir sus productos. De ese modo aparecen centros ceramistas en el
ager, como vemos en el caso del horno romano de la Vall d’Uixó, en la villa de El Rebollar (Requena), en
Paterna, en Oliva, Catarroja o Castelló de la Ribera, a veces agrupados en conjuntos como puede verse
en el caso del Mas d’Aragó o de La Llovatera (Ribarroja). Los productos se marcaban en ocasiones en el
propio taller sobre el barro verde, lo cual nos permite conocer su distribución. Procedentes de la zona de
Oliva se han localizado las marcas F, MF y CA VI estampilladas sobre las ánforas, mientras de la villa del
Mas d’Aragó parece ser la marca L EV HER O. La demanda de material de construcción también ocasionó
la instalación de hornos especializados en la cocción de ladrillos (opus latericium) o tejas (tegulae, imbricis), como ocurrió en Rascanya (Liria) o Higueruelas, donde se conservan dos hornos de planta cuadrada de alguna officina lateraria o tegularia, al parecer del tipo de parrilla-plataforma. Las estampillas de
L’Almadrava documentan incluso el nombre del dominus del predio en el siglo III, el senador Lucius Lucretius, y del esclavo que se encargaba de la figlina, Felicio, así como del ciudadano Lucius Sulpicius Sabinus. Incluso existen talleres que por sus dimensiones parece que pudieran ponerse en relación con la actividad de mercatores especializados en la redistribución de productos agrícolas, caso en el que por su
especial ubicación a la orilla del mar parece que podemos situar la alfarería de la Almadrava de Dénia,
donde se han hallado un conjunto notable de estampillas sobre la producción anfórica (PH.I; SAT; PL.CIS;
CAL.CIS; FI; C.C.V.LM.F.S.), lo cual nos permitirá ir identificándolas en sus puntos de destino y conocer la
distribución comercial que tuvieron los productos elaborados en Dianium. Posiblemente existieron también alfares en Estivella (estampilla MPM), mientras en El Puig de Santa Maria han aparecido sellos con
las inscripciones BC Materni Sacynto, SALVI, GEMINI y MARINI. Las producciones de esos talleres eran muy
variadas, aunque entre ellas destaca por su interés comercial una especialización general en ánforas vinarias del llamado tipo Oliva (Dressel 2/4), típica de los primeros siglos de la Era.
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YACIMIENTOS NO URBANOS
DE ÉPOCA VISIGODA (SIGLOS VI-VII)
EMPAR JUAN
Colaboradora Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia
MIQUEL ROSSELLÓ
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
El conocimiento que tenemos sobre el mundo rural de época visigoda en la zona valenciana es
todavía bastante irregular, sin embargo se viene constatando, al igual que ocurre en otras partes del
Mediterráneo, que a parte de los sitios urbanos que asumen funciones episcopales, económicas y estratégico-militares, caso de Valentia, aparecen una serie de asentamientos privilegiados y característicos de este período, al cual tenemos que definir ya como altomedieval, íntimamente relacionados
con el núcleo urbano: son los centros monásticos, castros fortificados y residencias rurales.
Paralelamente, la distribución de productos importados, principalmente las últimas producciones de vajilla de mesa africana (sigillata) y ánforas, se produce preferentemente en estos mismos sitios: ciudades, normalmente sedes episcopales; castros fortificados, ubicados en zonas de frontera;
monasterios, generalmente relacionados con las ciudades; y residencias rurales, vinculadas a las élites urbanas, civiles, militares o eclesiásticas.
Como ejemplos paradigmáticos de lo anteriormente expuesto contamos en el territorium de Valentia con tres yacimientos excepcionales: el monasterio de Punta de l’Illa (Cullera), el castro fortificado de València la Vella (Riba-roja de Túria) y la villa áulica de Pla de Nadal (Riba-roja de Túria).
EL MONASTERIO DE PUNTA DE L’ILLA (CULLERA)
El yacimiento se hallaba situado en una antigua isla, actualmente unida a tierra firme, próxima a la
costa cullerense y excavado por el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia
(años 1955, 1957 y 1966) antes de su destrucción para la construcción de bloques de apartamentos.
El yacimiento fue frecuentado desde la prehistoria, aunque parece que no hubo asentamiento
más o menos estable hasta época tardorromana.
Las diferentes campañas de excavación documentaron tres grupos de estructuras y un importante conjunto de materiales que fueron calificadas, en aquel momento, como «factoría de época
constantiniana». Investigaciones posteriores han identificado los restos de l’Illa con un conjunto monástico y, más concretamente, con el cenobio que el obispo Justiniano de Valencia mandara construir
en una isla en honor a San Vicente Mártir, tal como se colige de la lectura de su epitafio, así como fechar el momento de destrucción y abandono del conjunto en el último cuarto del siglo VI.
En el centro del islote y en lugar prominente se alzaban los restos de una estructura de planta rectangular, orientada E-W, con muros de mampostería asentados sobre banquetas de cimentación de
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vista aérea de la antigua ínsula
de la costa de Cullera (València)
donde se localizaba el monasterio
de Punta de l’Illa. [Archivo SIP].
En la antigua ínsula, llamada
Punta de l’Illa del Portitxol o Illa
dels Pensaments el obispo Justiniano (siglo VI) mandó construir
un monasterio en conmemoración de la llegada del cuerpo de
san Vicente Mártir.
1,10 m de anchura, con unas dimensiones de 13,50 x 8,75 m y subdividido en varios departamentos.
Este edificio presentaba una serie de peculiaridades que lo diferenciaban claramente de los otros grupos de estructuras, tales como su ubicación privilegiada en el centro de la isla y en el lugar más elevado, su orientación este-oeste, la solidez de sus muros, mejores acabados (pavimento, probablemente
de signinum, de 10 cm de espesor, enlucidos), la presencia de elementos arquitectónicos de cierta riqueza (pilar in situ con basa moldurada, pequeña basa de mármol quizás perteneciente a una columnilla de ventana, el extremo de un brazo de cruz patada de piedra toba calcárea) así como la recuperación
de significativos materiales de carácter litúrgico: gran pátera de mármol, gran cruz de bronce para colgar, pequeña cruz de bronce enlazada con tres láminas rematadas con enganches que formaría parte de
una pieza más compleja (corona votiva, incensario, lampadario...). En la misma estancia se recuperaron
un tesorillo de monedas y varios ungüentarios cerámicos de origen oriental –Palestina o Panfilia– cuyo
contenido, probablemente óleo santificado, estaba relacionado con usos litúrgicos y curativos.
Estas peculiaridades apuntan a que el citado edificio pudo haber tenido una funcionalidad cultual, como iglesia o capilla conmemorativa.
En la parte oriental de la ínsula se concentraban unas construcciones rectangulares, cuatro en total, dispuestas en batería, sin divisiones internas y orientadas norte-sur. Realizadas también en
Vista desde poniente del conjunto de edificaciones excavadas en el año 1955 en el
yacimiento de Punta de l’Illa (Cullera,
València). [Archivo SIP].
La primera campaña de excavaciones se
centró en la parte más alta del peñón,
localizándose un edificio dividido en
tres departamentos donde se recuperaron, entre otros, un tesorillo de 40 monedas, dos cruces litúrgicas de bronce y
abundante cerámica.
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YACIMIENTOS NO URBANOS DE ÉPOCA VISIGODA • EMPAR JUAN Y MIQUEL ROSSELLÓ
Detalle del diario de excavaciones de Punta de l’Illa
(Cullera, València) del año 1955 manuscrito por
D. Enrique Pla. [Biblioteca SIP].
Se aprecian los dibujos a mano alzada de un candil islámico y el fondo estampillado de un ungüentario
cristiano oriental.
mampostería, se caracterizaban por su sencillez y
presentaban dimensiones de 10 x 4,20 m para la
más pequeña y 19 x 5,25 m para la mayor. En uno
de estos tinglados, el único que pudo excavarse, se
hallaron, especialmente junto a los muros, gran
cantidad de ánforas, mayoritariamente identificadas como grandes contenedores cilíndricos olearios del norte de África (Túnez) y, en menor medida, ánforas del Mediterráneo oriental (Gaza,
Siria-Palestina, Egeo), en las que se exportaría, entre otros, el reputado y apreciadísimo vino de
Gaza, así como pequeñas ánforas de fondo cóncavo-convexo con decoración incisa a peine procedentes de Ibiza y norte de África. Estos tinglados
se han interpretado como un cellarium y no es extraña su presencia en ámbitos basilicales y monacales próximos, como el caso de la basílica de «Es Cap des Port» en Menorca. Es muy probable que los
canales de distribución de algunos de estos productos, susceptibles de ser usados en la liturgia cristiana y popularizados por sus cualidades terapéuticas, caso del vino de Gaza (el obispo Gregorio de
Tours referencia su empleo en la Eucaristía) y de los óleos de los ungüentarios (quizá utilizados en la
ceremonia del bautismo o en el sacramento de la extremaunción), estuvieran directamente controlados
por la propia Iglesia.
En el extremo occidental del peñón se excavaron pequeños departamentos, también levantados
con mampostería.
Parece ser que todo el conjunto, o al menos la parte meridional más desguarnecida, estaba protegido por un muro o cerca, tal como quedó reflejado en los minuciosos diarios de excavación de Enric
Pla y Miquel Tarradell.
Minuciosos diarios de excavación que, junto al estudio de las fuentes históricas, han permitido reintegrar del olvido una importante parte de nuestro pasado y dotar de contenido histórico al voluminoso
y excepcional conjunto de materiales recuperados antes de que la especulación urbanística acabara con
uno de los yacimientos más singulares para el conocimiento de nuestra Antigüedad Tardía.
EL CASTRO HISPANOVISIGODO DE «VALÈNCIA LA VELLA» (RIBA-ROJA DE TÚRIA)
El yacimiento de València la Vella se encuentra situado sobre una terraza entre el margen derecho
del río Turia y el Barranco de la Cabrasa, depresiones topográficas que aprovecha como defensas naturales, distante a unos 3 km al SE de Riba-roja de Túria. Su ubicación en una terraza fluvial del Turia le permite el control del paso a lo largo del río, vía natural de comunicación entre la costa y el interior. Se trata de un punto estratégico con una marcada funcionalidad militar, estructurado para la
defensa y control del territorio.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vista general de la ubicación del yacimiento de València la Vella (Riba-roja de
Túria, Valencia).
Ubicado estratégicamente sobre una terraza fluvial delimitada por el río Turia
y el Barranc de la Cabrasa, que aprovecha como defensas naturales.
Alzado de un tramo de muralla del castro
fortificado de València la Vella (Riba-roja
de Túria, Valencia).
La muralla tiene una anchura de entre
1,80 y 2,00 m., formada por una doble pared de mampostería trabada con hormigón
de cal y relleno interior de piedras y hormigón, está reforzada con diversas torres cuadradas (3 x 3 m.) de similar aparejo, calculándose que encerraba una superficie
aproximada de 4 ha.
Las referencias sobre el yacimiento se rastrean desde el siglo XIV donde aparece el nombre de
«València la Vella» en un documento del Consell de València a propósito de un proyecto de transvase
de agua del Júcar al Turia. Posteriormente, casi todos los cronistas regnícolas y diferentes eruditos
han tratado, con mayor o menor acierto, sobre las ruinas de València la Vella, convirtiéndose en uno
de los yacimientos arqueológicos valencianos del que contamos con noticias más antiguas. Merece
destacar la monografía que hiciera Valls David en 1902, en donde aparece la planta del yacimiento.
El nombre de València la Vella tendría relación con la supuesta existencia de una primitiva Valencia que luego fue abandonada al trasladarse al emplazamiento actual, tradición que ha sido rechazada por todos los investigadores, antiguos y modernos, y totalmente rebatida por la arqueología.
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YACIMIENTOS NO URBANOS DE ÉPOCA VISIGODA • EMPAR JUAN Y MIQUEL ROSSELLÓ
A pesar de la monumentalidad del conjunto y las controversias sobre su origen, no será hasta finales
de la década de los años 70, a raíz de la destrucción de una buena parte del tramo occidental del recinto,
cuando el Servicio de Investigación Prehistórica realice tres cortas campañas de excavación que permitieron comprobar la existencia de estructuras constructivas en el interior del recinto y fijar su cronología
cuando menos bajoimperial, descartando otras cronologías más tempranas aventuradas por la historiografía que pretendía con ello dar reputada antigüedad y un nombre honorable a las ruinas.
Lo característico y definitorio del lugar, de una superficie aproximada de 4 Ha, es la existencia de
una potente muralla que se adapta a la topografía del terreno, dibujando una planta trapezoidal que
rodea al yacimiento. La muralla, de entre 1,80 y 2,00 m de anchura, está formada por un doble paramento de mampostería trabada con hormigón de cal y, entre ambos, un relleno interno de piedras y
hormigón. En algunos tramos se detectan mampuestos colocados oblicuamente a modo de spicatum
y la ocasional utilización, principalmente en las hiladas inferiores, de sillares reaprovechados bien
escuadrados. La argamasa sobrante de la trabazón de los mampuestos se utiliza a modo de tosco enfoscado para tapar las uniones, dándole un aspecto muy característico. El alzado máximo conservado llega, en algunos puntos, hasta cerca de los tres metros.
La cerca aparece reforzada por torres cuadradas de 3 x 3 m, de proyección exterior que traban con la
muralla y con similar aparejo. Son torres macizas, con relleno interior de piedras y hormigón de cal.
En el interior del recinto son visibles diversas estructuras, todavía por excavar, de las que destaca un
gran edificio situado al sur, próximo a la muralla, en el que se centraron las tres campañas de excavación.
Se trata de un edificio de planta rectangular de unos 25 x 7 m. El aparejo utilizado es el mismo que el de
la muralla, mampostería trabada con mortero de cal y gravas, mortero que sirve a su vez para tapar la
unión entre mampuestos a modo de enfoscado. Además, se reutilizan sillares y elementos arquitectónicos
altoimperiales de caliza dolomítica gris azulada (probablemente procedentes de la cercana Llíria) en las
zonas activas de la construcción –esquinas y jambas– y como basamento de los muros.
Los pioneros trabajos del SIP, un análisis de las características técnicas y constructivas de los restos conservados, su ubicación en el territorio, los paralelos con otros yacimientos de similares características, el estudio de los materiales cerámicos prospectados y el análisis de los datos históricos,
han posibilitado estructurar una serie de hipótesis de trabajo para abordar una aproximación histórica del conjunto.
València la Vella tiene paralelos con una serie de yacimientos peninsulares de similares características y cronología (Recópolis, Puig Rom, Begastri...).
El material cerámico recuperado proporciona una cronología centrada entre mediados-finales del siglo VI y mediados del siglo VII y cabe destacar la presencia de importaciones de vajilla de mesa de Sigillata Africana Clara (Hayes 91, 99, 101, 103, 104, 105), abundantes ungüentarios orientales (Late Roman
Unguentarium), cerámica africana de cocina y ánforas africanas y del Mediterráneo oriental. La recuperación de molinos de piedra para cereales y las abundantes escorias de mineral de hierro, son otros indicios de algunas de las actividades económicas y de transformación que se realizaban en el lugar.
El significado de un establecimiento defensivo de estas características, en un contexto de finales
del siglo VI, se ha relacionado con el complejo momento histórico de reorganización y control de este
territorio por parte del estado visigodo frente a la ocupación bizantina del sur y sudeste hispanos y
frente a la amplia autonomía adquirida por las aristocracias locales –civiles y episcopales– de algunas regiones peninsulares. Momento que coincide con un profundo proceso de ‘bizantinización’ político-ideológica que afecta al reino visigodo a partir de Leovigildo, muy patente en la organización
militar del reino visigodo, adoptando el modelo bizantino –presente en la misma provincia imperial
Spaniae– en la estructuración de los diferentes sistemas defensivos de frontera.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
v
Alzado de un tramo de muralla del castro
fortificado de València la Vella (Riba-roja de
Túria, València).
v
Planta del recinto de València la Vella (Riba-roja de Túria, Valencia) extraida de la
obra de Rafael Valls David, Pallantia (Valencia, la vieja), de 1902.
Se trata de un testimonio gráfico de gran valor puesto que representa el aspecto que tenía el recinto antes de las diversas destrucciones, algunas de ellas
muy recientes, que han mermado irremediablemente un yacimiento único, por
su cronología y características, en toda la Comunidad Valenciana.
La actividad militar de Leovigildo va a permitir consolidar su posición territorial y establecer un
limes defensivo frente a la provincia bizantina hispana. Este limes estaría formado por dos líneas defensivas sucesivas o doble limes. Una primera línea formada por fortificaciones tipo castrum y castellum estratégicamente situadas controlando el territorio circundante y articuladas en torno a calzadas
estratégicas y estructuradas en función de los centros urbanos. La segunda lo conformarían ciudades
amuralladas, generalmente con funciones episcopales y centros emisores de moneda.
Valencia quedaría integrada dentro de esta línea defensiva en época de Leovigildo, pues su sede
episcopal aparece representada en el III Concilio de Toledo del 589, y la existencia de un obispo
arriano en la silla episcopal (Ubiligisclo) es una prueba segura de la presencia de importantes contingentes militares visigodos.
Valencia, tierra de frontera, va a adquirir en estos momentos una fundamental importancia estratégica frente al dominio imperial en el sudeste peninsular, y el espectacular recinto fortificado de
València la Vella solo se comprende en función de la política de afirmación territorial emprendida
por el monarca que lo convertirá en un eslabón del sistema defensivo frente a los bizantinos.
Eslabón de la primera línea defensiva en función de la defensa de la ciudad de Valencia y su territorio y, sobre todo, del control de la vía natural –río Turia– que comunica Valencia y el litoral con
las tierras del interior, en un intento de controlar las rutas de acceso al levante bizantino y tener una
base firme y estable desde donde estructurar el sistema fronterizo de defensa frente a los imperiales.
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YACIMIENTOS NO URBANOS DE ÉPOCA VISIGODA • EMPAR JUAN Y MIQUEL ROSSELLÓ
LA VILLA ÁULICA VISIGÓTICA DE «PLA DE NADAL» (RIBA-ROJA DE TÚRIA).
En el término municipal de Riba-roja de Túria, a unos 20 kilómetros al noroeste de la ciudad de
Valencia se encuentra el yacimiento visigótico de Pla de Nadal, que toma el nombre de la partida en
que se asienta, al pie de la loma dels Carasols, sobre una ligera elevación de la llanura circundante.
La transformación del entorno en campos de naranjos que dio lugar a su descubrimiento ha modificado la topografía del lugar, afectando incluso a parte de las estructuras que ya habían sido destruidas cuando se produjo el hallazgo. Las primeras informaciones llegadas al Servicio de Investigación
Prehistórica de la Diputación de Valencia datan de 1971. Los trabajos de excavación arqueológica se
desarrollaron sistemáticamente a lo largo de ocho campañas, entre los años 1981 y 1989. En 1999 se
iniciaron las obras de restauración y puesta en valor del yacimiento recientemente finalizadas.
Los restos descubiertos configuran una trama espacial metrológicamente jerarquizada. Resulta notable la rígida simetría de los espacios respecto de un plano norte-sur, señalado por las puertas que se
abren, centradas, en ambos muros del mayor espacio conservado. La crujía meridional, única conservada, está formada por una nave rectangular, o aula, de 17 m de longitud por 5,30 m de anchura, provista de ventanas, tres a cada lado de las puertas mencionadas, en sus lados mayores. Por su parte, los
flancos menores se abrían a sendos atrios o vestíbulos cuadrangulares accesibles a través de tres arcos
adovelados de herradura sobre impostas bajas, de extraordinario interés para la historia de la arquitectura no solamente en las tierras valencianas. La transición hacia los ámbitos exteriores se realiza por
medio de al menos tres pórticos, con pilares cúbicos flanqueados por habitaciones avanzadas; el meridional aparece dispuesto en torno al estrecho vano de la puerta central como nartex principal. Este singular recinto nobiliario presenta un pavimento de tierra batida en su planta baja, funcionalmente destinada al almacenamiento de grano, vino o aceite, como prueba la presencia de fragmentos de doliae,
ruedas de molino y un mortero manuales. Al nordeste de la edificación se han conservado, muy deficitariamente, los restos de una posible exedra de aparato, hecho arquitectónico que nos remite al lujoso
modelo de residencia rústica organizada en torno a un peristilo central. Asimismo, recientes estudios
realizados por Charles Bonnet y Julia Beltrán en el palacio episcopal de época visigótica de Barcelona
han señalado las similitudes en la organización de los espacios con el edificio de Pla de Nadal.
La mayoría de las estructuras conservadas fueron realizadas con mampostería revocada con toscos enlucidos, si bien también se recurrió puntualmente al empleo de sillería de toba y, significativamente, al reaprovechamiento de calizas dolomíticas de labra romana, provenientes probablemente
de monumentos clásicos arruinados de la antigua Edeta y emplazadas como impostas.
Los restos conservados forman parte de un complejo palacial que ofrece múltiples evidencias de
la existencia de una planta alta, de estructura lígnea, conformada por pavimentos de opus signinum
tal vez enmarcados por bandas de ladrillos bizcochados, en la que se ubicarían las estancias propiamente dominicales, profusamente decoradas en sus paramentos.
En este sentido, una de las singularidades más notorias del edificio de Pla de Nadal reside precisamente en su gran riqueza escultórico-arquitectónica, habiéndose recuperado unas 800 piezas de piedra
labrada, de las que 400 corresponden a las fábricas del mismo y otras tantas a elementos ornamentales.
Entre estos últimos, el grupo más representativo es el constituido por los frisos, tallados a bisel,
que muestran los motivos decorativos de trifolios o pentafolios enlazados, roleos clasicistas de vid,
con racimos, trifolios y palmetas, y veneras separadas por trifolios opuestos y unidos por el tallo.
Los capiteles de factura plenamente visigoda presentan una marcada influencia estética bizantina, siendo uno de éstos, de tamaño mediano y forma troncopiramidal, una original evolución del
corintio vitrubiano, con las hojas de acanto convertidas en pencas rehundidas, volutas indicadas con
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Villa nobiliaria de Pla de Nadal (Riba-roja de Túria, València). Panorámica desde el este. [Archivo SIP].
Conserva la nave central rectangular con ventanas y contrafuertes, dos vestíbulos y tres pórticos flanqueados
por habitaciones. Entre sus más de ochocientos elementos arquitectónicos destacan arcos de herradura, capiteles, celosías y piezas decoradas que presentan relieves de roleos vegetales, trifolios o flores de loto y veneras.
perforaciones de trépano y ábaco cuadrado con rosetas tetrafolias o cruces, sustitutivas de los florones canónicos, centradas sobre una banda de motivos incisos a bisel compuestos en zigzag.
Por otra parte, cabe catalogar como soportes accesorios una serie de objetos arquitectónicos de
menores dimensiones con una doble interpretación funcional: balaustres y elementos ornamentales
y compositivos pertenecientes, en su mayor parte, a un orden de vanos originalmente situado en
una altura muy superior a la de los muros conservados. Entre estos últimos se encontraría un salmer
de ventana geminada con arquillos de herradura.
Otro grupo numeroso lo constituyen las celosías circulares de piedra calada, destacando las cruces caladas, lisas o trabajadas a bisel por sus dos caras, que frecuentemente conservan restos de la
oscura pigmentación original y los pies de inserción. Las tracerías de las mismas albergarían con
toda probabilidad fragmentos de yeso especular, lo que redundaría a favor de la atribución funcional de algunas de estas piezas como óculos de iluminación translúcidos.
Especialmente significativas resultan una reducida serie de placas decorativas discoidales o trapezoidales, de prácticamente segura inserción parietal. En cuanto a la ubicación de las primeras parece adecuada la hipótesis de su instalación en las enjutas de los arcos, de acuerdo con modelos constructivos bizantinos y omeyas. Por lo que se refiere a las dos únicas placas trapezoidales, de
dimensiones medias, una de las cuales se ha conservado íntegramente, parece tratarse de claves adoveladas de los dinteles de las puertas de acceso de algunos de sus pórticos. Estas piezas encierran en sí
mismas los tres principales motivos ornamentales desarrollados en este monumento y constituyen auténticas claves de todo su elaborado programa iconográfico.
Entre las piezas singulares destaca un pequeño medallón con anagrama, orlado de roleos vegetales similares a los que se encuentran en frisos y placas decorativas de esta misma construcción. La
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YACIMIENTOS NO URBANOS DE ÉPOCA VISIGODA • EMPAR JUAN Y MIQUEL ROSSELLÓ
Capitel visigodo de tradición bizantina. Pla de Nadal (Riba-roja de
Túria, Valencia). Siglo VII. [Museo de Prehistoria de Valencia].
parte central está ocupada por un anagrama en forma
de cruz en el que pueden identificarse las letras T, E, B
en el brazo vertical; D, E, M en el horizontal y nuevamente en el vertical I y R, que según la lectura realizada por el latinista Josep Corell puede transcribirse
como Tebdemir. Nombre similar al epígrafe Tevdinir
grafiado en el reverso de una venera y que cabría entender como referidos a un mismo personaje.
En las villae tardorromanas es frecuente la presencia,
generalmente en los mosaicos, del nombre del propietario
trazado en un anagrama, como en el caso de Villa Fortunatus
de Fraga o en el de la villa de Cuevas de Soria. También en la
arquitectura bizantina encontramos frecuentemente anagramas con el nombre del dignatario bajo cuyo mandato se construye el edificio. Asimismo en la arquitectura de época visigoda se encuentran anagramas cruciformes en los frisos de las fachadas exteriores de Quintanilla de las Viñas. En este sentido, el anagrama orlado de Pla de Nadal podría
corresponder al nombre del fundador o propietario de esta magnífica quinta palaciega, algún significado personaje de origen germánico perteneciente a la sociedad hispanovisigoda del siglo VII.
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VIAVRBS
• URBANISMO Y ARQUJTECTURA EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS
• EL ESCENARIO EPIGRÁFICO EN LAS CIUDADES
• LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS
• LA VAJILLA ROMANA
,. LA CULTURA DEL AGUA
• LA CIUDAD TARDOANTIGUA
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URBANISMO Y ARQUITECTURA
EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS
MANUEL OLCINA
MARQ. Museo Arqueológico Provincial. Alicante
En nuestra historia, la civilización romana es la primera que ha dejado huellas reconocibles en el
territorio. La racionalidad y solidez de la configuración urbana y la creación de construcciones monumentales que marcaban de manera rotunda en el ámbito de las ciudades (y también en el medio
rural), sus códigos culturales, sociales, económicos e ideológicos, transformaron, como en ningún
momento anterior, el paisaje del occidente europeo. Tal presencia se debe al papel fundamental de la
urbanización que Roma utiliza como instrumento de consolidación de los territorios adquiridos y difusión de sus modelos culturales de tal manera que el esplendor del Alto Imperio (siglos I y II) se
debe en buena medida a que está cimentado en una extensa red de ciudades.
LA CIUDAD. CUESTIONES GENERALES
En el mundo romano, la ciudad puede definirse desde el punto de vista de su configuración física y funcional y desde el de su constitución jurídica. En el primer aspecto se muestra como una
aglomeración destacada, definida por un límite (pomerium) concretado a menudo por la muralla y en
la que se distribuyen los edificios y complejos arquitectónicos mínimos (foro, termas, templos), que
posibilitan el modo de vida romano. El enriquecimiento y crecimiento de las ciudades dió lugar a la
aparición en las áreas periurbanas de grandes monumentos funerarios en los cementerios, barrios de
villas, instalaciones artesanales y, a veces, edificios de espectáculos que diluyeron la imagen compacta del núcleo urbano.
Jurídicamente la ciudad se define como una entidad que disfrutaba de amplia autonomía administrativa cuya plasmación legal, en los niveles más altos, se concreta en dos regímenes: colonias y municipios.
Las colonias por lo general llevan aparejadas la implantación de población de ciudadanos en una ciudad
creada ex novo o en núcleos indígenas, mientras que los municipios suponen la promoción jurídica de éstos. Paisaje urbano romano y privilegio administrativo no siempre coinciden, pero es evidente que este
último desencadenó en muchos casos la renovación y monumentalización de la trama urbana. De igual
modo, las poblaciones que habían realizado un esfuerzo por aproximarse a los patrones urbanos romanos fueron asimismo recompensadas con la promoción jurídica. Dependerá de las circunstancias propias
de cada ciudad el grado de desarrollo urbano y su despliegue arquitectónico.
Volviendo al aspecto físico, la forma urbana en una fundación ex novo corresponde al modelo colonial: límite amurallado, regularidad de su trama con calles de trazado ortogonal delimitando man-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Las ciudades romanas valencianas.
[Dibujo A. Sánchez].
zanas (insulae) cuadradas o rectangulares, emplazamiento del foro en la intersección de las
vías principales (cardo y decumano). Pero este
patrón, que es la imagen que comúnmente se
asocia a la ciudad romana, no es automáticamente transportable a aquellas ciudades que
arrancan de realidades preexistentes, donde los
condicionamientos de tipo orográfico o constructivo pueden dar lugar a formas variables
dentro de la tendencia a la regularidad y a la
distribución racional de los espacios públicos y
privados. Del mismo modo, la ciudad romana
no es un fenómeno de implantación uniforme
en el tiempo y en los distintos territorios. Las
bases culturales de las regiones adquiridas y la
evolución del propio estado romano, determinaron los ritmos de implantación y los modelos.
A partir de estas premisas y ciñéndonos al
caso del urbanismo romano en las tierras valencianas analizaremos las etapas de creación
de las ciudades y las características de cada una
de ellas según el estado actual de la investigación. Teniendo en cuenta las definiciones básicas ya mencionadas, al final del proceso, el mapa urbano romano estará ocupado por nueve ciudades, de norte a
sur: Lesera (El Forcall, Castellón), Saguntum (Sagunto, Valencia), Edeta (Llíria, Valencia), Valentia (Valencia), Saetabis (Xàtiva, Valencia), Dianium (Dènia, Alicante), el municipio de nombre latino debatido emplazado en La Vila Joiosa (Alicante), Lucentum (Alicante) e Ilici (La Alcudia de Elche).
EL PROCESO DE DESARROLLO URBANO Y ARQUITECTÓNICO
ROMA Y LAS CIUDADES IBÉRICAS. Cuando Roma venció a Cartago en la Segunda Guerra Púnica a finales del siglo III a.C. incorporó a sus dominios los pueblos íberos del oriente y mediodía peninsular.
En tierras valencianas los edetanos, en el centro, y los contestanos en el sur contaban con varios núcleos de población que pueden ser considerados ciudades mientras que la Ilercavonia al norte, presentaba menos rasgos urbanos. En algunas de ellas, la arqueología ha mostrado destrucciones que
podrían situarse en el escenario de la represión de las revueltas indígenas dirigida por Catón (inicios
del siglo II a.C.). Creemos que estos hechos serán decisivos en el proceso de conformación del mapa
y la configuración particular de las ciudades romanas. Así, la destrucción de Edeta, la capital de los
edetanos, y su posterior decaimiento estaría en el origen de la discontinuidad física y retardo de su
monumentalización. En Lucentum la destrucción detectada en las últimas excavaciones y la atonía
durante el siglo II a.C. serían causas de su escaso desarrollo posterior frente a otras ciudades cercanas. Por el contrario, ciudades ibéricas tan destacadas como Arse, Saiti y la radicada en la Alcudia de
Elche llegarán a ser importantes ciudades romanas (Saguntum, Saetabis e Ilici respectivamente) que
tienen como características comunes la no ruptura física, y la promoción jurídica y monumentalización
augustea. Como conclusión a este primer momento Roma se apoyó para consolidar su poder en los
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URBANISMO Y ARQUITECTURA EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • MANUEL OLCINA
centros urbanos existentes, pero no en todos. Un indicio de aquéllo se encuentra en Sagunto donde
la primera construcción romana documentada (primer cuarto del siglo II a.C.) es una torre que formaría parte de una muralla en la parte superior del cerro del Castell al E del núcleo ibérico. En definitiva, el modelo de control territorial pasó por quebrar la estructura de poblamiento anulando la capacidad rectora de algunas ciudades (y por tanto alterar la jerarquía social) y apoyarse en otras
según sus intereses.
LA ETAPA REPUBLICANA. Hasta la constitución del poder personal de Octavio Augusto quien inauguró un periodo muy distinto de organización de las tierras conquistadas, Roma se limitará a proyectar su modelo de ciudad en contados casos, sólo en aquellas fundaciones de nueva creación de
las cuales tenemos un magnífico ejemplo en Valentia.
Sin embargo, en Sagunto, especialmente ligada a Roma por su fidelidad durante la Segunda
Guerra Púnica, a lo largo del siglo II a.C. se construye, en el área que cercaría la primera muralla romana indicada arriba, un complejo arquitectónico aterrazado presidido por un templo de cella tripartita y alto podio precedido por una cisterna. Probablemente se trata de un capitolium que, según
algunos autores, presidiría un foro. Entre el 100 a.C. y época de Augusto, frente al templo y sobre la
vertiente sur, se levantó un acceso en rampas sostenido por bóvedas paralelas. Estas construcciones
aterrazadas que integran el edificio religioso muestran una fuerte influencia de la arquitectura centroitálica que sugiere el deseo de la sociedad indígena saguntina de vincularse lo más posible a
Roma asumiendo monumentalmente sus símbolos ideológicos, aunque quizá cabría pensar en un
colectivo romano tempranamente radicado que impulsa tales realizaciones.
La profundidad de adopción de formulas arquitectónicas de tal trascendencia no se advierte en
otras poblaciones de origen prerromano mejor documentadas. Así, en Lucentum, a finales del siglo II
o principios del siguiente, se construye una potente muralla romana con torres de zócalo de sillería y
cuerpo superior de adobes, pero su perfecta adaptación al perímetro fortificado precedente y la ausencia por el momento de configuración urbana interior más bien parece responder a la creación de
un fortín (sólo abarca 3 ha) que no descartamos fuera levantado durante las guerras civiles sertorianas (80-73 a.C.). En La Alcudia de Elche sólo se constata la aparición de elementos que pueden sugerir la adopción de edificios singulares de tipología romana como el mosaico helenístico con nombres
ibéricos escritos en grafía latina de finales del siglo II a.C.
La fundación de Valentia. Es el hecho más trascendente desde el punto de vista del urbanismo y la
arquitectura romana en este periodo. A pocos km al sur de Sagunto y sobre la misma vía Heraklea,
Valentia nace en el año 138 a.C. como asentamiento en terreno virgen de los veteranos que habían luchado contra Viriato al mando del cónsul D. Junio Bruto.
Según las excavaciones arqueológicas en los primeros años tendría más el aspecto de un campamento militar, con tiendas, cabañas y barracones. Hacia el final del siglo II a.C. el asentamiento fue
dotándose de construcciones más sólidas, entre ellas la muralla. La ciudad se extendería sobre un
área junto al río de 10 ha de forma rectangular algo deformada con el eje mayor N-S y el centro situado bajo la actual Basílica de los Desamparados. En la Plaça de l’Almoina, justo detrás de este
templo, las excavaciones han puesto al descubierto varios edificios que muestran las pautas urbanas
y arquitectónicas. Destacan las termas, de las más antiguas de la Península y similares a las que en
su tiempo se realizaban en Italia. De pequeño tamaño con sólo tres habitaciones (vestuario, sala caliente y tibia), su característica principal es que todavía no consta de calefacción a través de cámara
de aire (hypocaustum) bajo los pisos de las salas calientes. Unicamente la bañera del caldarium recibía
agua caliente desde una caldera situada en la sala del horno contigua. Junto a este edificio, hacia poniente estaría el foro republicano del que se conocen las tabernae (tiendas o talleres) que delimitarían
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Vestigios del templo republicano de Sagunto (Valencia).
Siglo II a.C. [Fot. M. Olcina].
Este edificio sacro perdurará y mantendrá su preeminencia en el foro construído en época augustea.
La llamada ‘torre del toro’ de
la muralla republicana de
Lucentum. Finales del siglo
II o inicios del siglo I a.C.
[Fot. Archivo MARQ].
Se conserva el zócalo de sillería sobre el que se desarrollaba el cuerpo superior
de adobes.
uno de los lados. Al norte, separado por una calle, una construcción con varias naves paralelas interiores interpretada como un horreum o almacén. Este conjunto de edificios y otros hallazgos dispersos marcan una orientación de los espacios construidos y viales rigurosamente ortogonal N-S y E-O
con manzanas (insulae) de planta cuadrangular o rectangular.
En Valentia se fecha con precisión la introducción en nuestras tierras de materiales de construcción típicamente romanos como son la argamasa de cal, los morteros hidráulicos (signinum) y pavimentos cerámicos.
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La forma urbana, la tipología arquitectónica y los materiales de construcción empleados en fechas tan tempranas hablan claramente de una fundación romana. Pero además, el componente humano de esta época, conocido por el nombre de los magistrados monetales o el ritual de enterramiento en necrópolis como la de la calle Quart, señala el origen itálico. Su andadura histórica, sin
embargo quedó temporalmente truncada. En el año 75 a.C., Valentia, envuelta en la guerra civil, fue
destruida por los ejércitos de Pompeyo enfrentado al rebelde itálico Sertorio. La ciudad se cubrió de
ruinas y quedó prácticamente abandonada, aunque renació al inicio de la etapa imperial. La crisis
bélica tuvo su repercusión en el plano urbanístico puesto que la nueva configuración como ciudad
romana será algo más tardía que la de otros núcleos cercanos de origen indígena como Sagunto.
EL ALTO IMPERIO. En poco más de cien años se conformó el mapa de las ciudades romanas valencianas. No fue un proceso uniforme puesto que algunas nacieron tempranamente, con el primer emperador, Augusto (31-14) y otras fueron constituyéndose progresivamente hasta finales del siglo I.
Gran parte del equipamiento urbano será financiado por las élites locales movidas por un afán de
prestigio y emulación en un ambiente de fuerte competitividad. Un segmento social no despreciable
en la monumentalización urbana fueron los libertos que por medio de actos de liberalidad cívica, entre los que está la construcción de edificios, conseguían alcanzar el reconocimiento de la comunidad.
El impulso augusteo. Octavio Augusto acomete la reorganización del dilatado territorio conquistado por Roma y una de sus medidas principales, ya comenzada con César, fue la extensión del modelo de ciudad mediante la promoción jurídica de las ciudades preexistentes y la fundación de otras,
fenómenos que desencadenaron una autentica revolución en el plano urbanístico puesto que las ciudades tuvieron que dotarse de los espacios necesarios para desarrollar la administración y el modo
de vida romano de tal manera que es a partir de Augusto cuando podemos hablar del comienzo de
la generalización de la ciudad romana. Con estos edificios se extienden los nuevos materiales y técnicas de construcción: uso masivo de la argamasa en los aparejos de piedra y del opus caementicium
(hormigón de mortero de cal), el ladrillo, la teja, etc, aunque no se olvidan algunos materiales tradicionales como el adobe.
Termas republicanas de Valentia.
Una de las primeras de Hispania y que reafirman el carácter italico de sus habitantes en la primera andadura histórica de la ciudad.
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En el caso valenciano, el primer impulso sólo alcanzó a
cuatro ciudades: Saguntum, Saitabi, Ilici y Lucentum. No es casual esta lista puesto que son viejos núcleos prerromanos en
los que, al menos en las tres primeras no se advierte ruptura
de poblamiento y parecen haber sido favorecidas por Roma
desde el primer momento de conquista o más tarde (el caso
de Lucentum). Son ciudades que, por su evolución histórica,
estarían en condiciones de asumir el nuevo status y reformar
el paisaje construido.
Es Saguntum la que con más rotundidad se monumentaliza. Sin vecinos que pudieran rivalizar con ella, puesto que
Valentia permanecía casi deshabitada y Edeta aún no había nacido como ciudad, la vieja aliada de Roma, promocionada a
municipium durante los primeros años del reinado de Augusto, acomete y planifica en este periodo toda una serie de
edificios y reformas urbanas adaptadas a las condiciones topográficas previas. Es decir, la renovación urbana no supuso
el traslado del espacio habitado.
Gárgola de terracota con forma de perro.
Roma. Época Imperial. [Museo de Prehistoria
de Valencia].
Por la epigrafía sabemos de la reconstrucción de las murallas que en este periodo augusteo se renuevan o construyen
como elemento de dignificación de la ciudad más que como
elemento defensivo. Se acomete la monumentalización con la construcción del foro y continuando
con el teatro en los primeros emperadores julio-claudios aunque, muy probablemente, ya entrara en
la planificación augustea y se ejecutara una vez concluido el complejo forense.
El foro es el espacio público romano por excelencia donde se reúnen aquellos edificios que albergan los organismos de la vida civil (basílica o edificio judicial, la curia o lugar de reunión del senado
municipal entre otros) y de carácter religioso como los templos articulados en torno a una plaza comúnmente rectangular y porticada.
El foro de Sagunto se construyó en la parte superior de la montaña en el mismo lugar que se situaba el templo republicano que fue respetado y privilegiado para presidir toda la nueva configuración arquitectónica. Desde el punto de vista urbano, este nuevo foro seguiría perpetuando el área
central de la ciudad. Dado que se estableció sobre el área en declive para conseguir un plano de circulación y articulación horizontal de los diferentes y grandes edificios, hubo que practicar desmontes y construir nuevos y enormes aterrazamientos sobre la base de altos muros con contrafuertes. La
planta resultante estaba configurada por una plaza rectangular presidida al norte por el viejo templo
republicano y junto a éste la curia. Recayendo a los lados largos de la plaza, al E sucesión de tabernae
y al O la basílica. La formidable obra fue pagada por Cneo Baebio Gemino, miembro de una de las
familias más poderosas y antiguas de Sagunto. Su acción quedó reflejada en forma de inscripción
monumental en las losas que pavimentaban la plaza.
Teatro y foro crearían un imponente efecto escenográfico que quedaba subrayado desde el puente
sobre el río Palància situado en la prolongación del eje visual que pasaba entre ambos edificios. La
imagen de Saguntum en las primeras décadas del siglo I sería la de una ciudad desarrollada por la ladera norte desde la parte superior ocupando incluso el antiguo recinto ibérico donde se encuentran
numerosas construcciones romanas, fundamentalmente cisternas. De la trama urbana interior, que se
mostraría escalonada, prácticamente nada ha quedado. La intensa urbanización del núcleo medieval
y la constante utilización del castillo ha borrado sus huellas.
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En Saetabis, aunque desconocemos la extensión precisa del núcleo romano es muy posible que
en parte se emplazara en la misma área que el ibérico Saiti (del que se calcula una extensión de 8
ha) indicando una continuidad de poblamiento. La dispersión de los hallazgos la sitúan en la ladera norte de la cresta de la sierra del Castell y en el plano del escalón que le precede (área de
Montsant, San Fèlix, Bellveret y les Santes), no ocupando el área urbana medieval y moderna que
se desarrolló al pie de esa zona. A pesar de no conocer edificios singulares en parte por falta de investigaciones sistemáticas, es seguro que su monumentalización se daría en época augustea,
puesto que la ciudad recibió en ese tiempo el estatuto municipal. La riqueza derivada del lino y
los tejidos, cuya calidad es señalada por autores clásicos ya desde mediados del siglo I a.C. contribuiría al embellecimiento urbano.
En Lucentum la renovación urbana comenzará a mediados del siglo I a.C. y se intensificará en
época augustea con el acicate en este momento de la concesión del estatuto de municipio. Entre
aquella fecha y principios del siglo I se plasma la trama urbana con red de calles que tienden a la ortogonalidad delimitando insulae de variada extensión. Esta distribución nada tiene que ver con la
ocupación precedente, tal como vamos conociendo a partir de las últimas excavaciones. Con Augusto se levanta en el centro de la ciudad el foro, que actualmente está en proceso de excavación y
aparecen los primeros edificios típicos romanos como las termas que muestran todavía rasgos de los
edificios balnearios republicanos (con el hypocaustum limitado a la bañera y el caldario). A mediados
del siglo I éstas serán reformadas por M. Popilio Onyxs, sacerdote del culto Imperial, y muy proba-
Vista aérea de Sagunto (Valencia). [Paisajes españoles].
La ciudad romana imperial se desarrolló en la parte superior, donde se levantaron el foro y el teatro, y vertiente norte
del Cerro del Castillo.
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Vista aérea del Tossal de Manises (Lucentum). [Fot. Archivo MARQ].
blemente un liberto rico, que sufraga con esta obra y un templo (conocido por la epigrafía), parte del
escenario arquitectónico de esta pequeña ciudad que no superó, intramuros, las 3 ha de extensión.
La antigua capital meridional de los contestanos se convierte de facto en la colonia de Ilici en
época augustea, probablemente alrededor del 27 a.C. y con deductio, es decir, con instalación de un
contingente humano y reparto de tierras. Fueron legionarios veteranos como atestigua una emisión
monetal del 19 a.C. Además de los espacios y edificios oficiales necesarios para desarrollar la nueva
condición jurídica, el contingente de ciudadanos romanos llegados promovería aquellas construcciones que dieran satisfacción a su estilo de vida. Unos y otros supondrían una auténtica revolución urbana y arquitectónica de la que en realidad por ahora poco sabemos. Consta la erección de un templo a Juno cuya fachada se muestra en una emisión monetal poco posterior al año 12 a.C. La imagen
representa un templo sobre podio con cuatro columnas en la parte anterior. Recientemente se ha excavado un sector que se ha identificado con el foro en el que se encuentran dos templos. El que se ha
exhumado por completo no correspondería por su forma al ilustrado en las monedas ya que presenta sólo dos columnas en fachada.
La ciudad tendría una forma oblonga de perímetro algo irregular con el eje mayor N-S y de 10 ha
de extensión. Las calles excavadas, la dirección de los edificios y el trazado de las cloacas marcan
pautas ortogonales NO-SE, ya consolidadas en el último cuarto del siglo I a.C. pero de las que no
queda claro si su trazado originario es romano o ibérico.
La etapa Julio-Claudia y Flavia. Durante ambas dinastías de emperadores, que abarcan el siglo I, las
ciudades de promoción augustea van progresivamente monumentalizándose con la construcción de
edificios públicos tales como el teatro de Sagunto, los dos grandes complejos termales de Ilici situados casi enfrentados en los límites oeste y este, las termas de la Muralla en Lucentum, e incluso aparecen las viviendas de clara tipología romana en estas dos últimas ciudades.
Para la construcción del teatro saguntino, el único documentado hasta ahora en las ciudades romanas valencianas, se acondicionó la ladera de la montaña sobre la que se acomodó la cavea (graderío semicircular). La escena, apoyada sobre potentes muros que salvaban el desnivel, presentaba una fachada en tres órdenes columnados superpuestos. De este edificio cabría destacar también el abundante
uso del opus caementicium revestido de mampostería concertada (opus vittatum). Respecto a otro tipo de
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edificios de espectáculos de este momento en Ilici es posible que existiera un anfiteatro, hoy desaparecido y conocido sólo por referencias de época moderna. Al parecer se situaría junto al lado norte de la
ciudad, flanqueando la entrada por ese lado. En cuanto a los edificios termales, tanto los de Ilici como
el de Lucentum muestran los avances técnicos y el despliegue de salas que caracteriza estos edificios en
época altoimperial. Están dotados de vestuarios (apodyterium), sala fría (frigidarium), caliente
(caldarium) y tibia (tepidarium). El sistema de hypocausta (cámaras bajo los pisos por donde circula el
aire caliente originado por combustión de leña en el horno), afecta tanto al caldario como al tepidario y
la evacuación de humos se efectúa a través de las paredes mediante cámaras de aire construidas con
tubos o separadores cerámicos. Estas termas cuentan ya con amplias natationes (piscinas de agua fría).
Las mejores viviendas de tipo romano excavadas en Ilici, de finales del siglo I, se encuentran sobre todo en el lado oriental y responden, aunque de manera no rigurosa, a las de tipo pompeyano.
Presentan un desarrollo en profundidad de las distintas dependencias estructuradas alrededor de
un atrio columnado y con patios posteriores porticados con estanques cuyas paredes forman casetones cuadrangulares y semicirculares..
Pero lo más sobresaliente de los periodos julio-Claudio y flavio es la creación de varias ciudades
que constituirían la ‘segunda oleada’ urbanizadora. Un hecho trascendental fue la extensión del Ius Latii a Hispania por Vespasiano (73-74) que permitió la conversión a municipios de numerosos núcleos
de población y con ello el proceso de monumentalización y reorganización del espacio urbano.
En Dianium los datos arqueológicos muestran la creación de una población al pie de la vertiente
septentrional del cerro del Castell a partir de mediados del siglo I. Se terraplena una zona húmeda, alrededor de lo que hoy se conoce como l’Hort de Morand, y se trazan calles orientadas N-S y E-O. Hacia el norte, en la Avinguda de les Indústries, nace un barrio portuario con dos edificios de almacenaje.
Es posible que Dianium contara con un acueducto puesto que de aquí proviene una inscripción dedicada a un ciudadano que a sus expensas «trajo agua saludable a través de lugares difíciles».
El caso de Dénia supone la fundación de una entidad urbana sin continuidad con el emplazamiento anterior. Este enclave había sido la base naval de Sertorio y los vestigios arqueológicos indican una ocupación de la primera mitad del siglo I a.C. en la ladera septentrional del cerro del Castell,
Vista de las termas de
la partida de Mura en
Llíria (Valencia). Finales del siglo I. [Fot.
Museo Arqueológico
de Llíria].
El conjunto está formado por unas termas grandes y otras
pequeñas, y es el mayor complejo valenciano de este tipo.
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Reconstrucción infográfica de la ‘Domus de
Tepsicore’ (Valencia). [Archivo SIAM].
donde se conserva alguna construcción de sillería interpretada como parte de la fortificación. Puesto
que no existen vestigios de época ibérica, probablemente Dianium nace físicamente con el conflicto
sertoriano o poco antes, consolidándose a partir de entonces como enclave portuario redistribuidor
de la comarca. A partir de Augusto, con la intensa explotación del territorio según el modelo romano
de villae pasó a ser un centro productor y a estar en disposición económica y social para convertirse
física y jurídicamente en ciudad romana, lo cual implicó su creación ex novo. Es posible también que
su papel en el conflicto civil supusiera el que no entrara en las primeras promociones jurídicas augusteas, lo cual pudo retrasar su definitiva configuración urbanística y monumentalización.
En Edeta la ciudad romana también aparece completamente desplazada del núcleo anterior, indígena situado en el cerro de San Miguel, el cual después de la destrucción de principios del siglo II a.C.
muestra escasa presencia humana hasta un momento indeterminado del siglo I a.C. Lo que se constata es una ocupación en esos dos siglos de lugares en llano, nunca como entidad urbana definida
sino dedicadas muy posiblemente a la explotación agrícola.
Domus de Ilici (l’Alcudia d’Elx,
Alicante). [Fot. Archivo MARQ].
Vista del patio porticado (peristilo) con estanque central cuyas
paredes estaban decoradas con
casetones cuadrangulares y semicirculares.
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Los vestigios constructivos relacionables con el municipio remiten a un periodo que comienza en
la segunda mitad del siglo I situados al norte del núcleo histórico de la Llíria actual. Destaca el gran
complejo termal de época flavia vinculado a un pequeño templo en la partida de Mura y de los que
se ha excavado una superficie de casi 4000 m2. Son dos edificios de sillería independientes, probablemente para uso separado masculino y femenino situados en ángulo que flanquean una gran palestra
al aire libre. Presentan un recorrido lineal en las distintas dependencias (vestuario-frigidario, tepidario y caldario) y un desarrollado sistema de calefacción por hypocaustum.
Al oeste, se ha excavado una serie de construcciones que parecen corresponder a viviendas. Al
sur, también cercanos a las termas y a estas edificaciones, varios monumentos funerarios alineados
en las calles Duc de Llíria y Sant Vicent indicarían una vía en área extraurbana. Al norte de las termas, en Ca Porcar se halló el mosaico de los Trabajos de Hércules que correspondería a una villa suburbana. En la misma dirección, junto al antiguo camino de Valencia se encontraba la base incompleta de un arco que da nombre a la zona (Pla de l’Arc). Con los pocos datos de que se dispone, la
ciudad de Edeta parece haberse desarrollado al oeste de las termas de Mura. Si bien el municipio
quedaría configurado desde el punto de vista urbano en época flavia, algunos de sus investigadores
sitúan la promoción jurídica con Augusto. Pero no lo creemos probable puesto que, además del claro
momento de urbanización, el extenso corpus epigráfico no cuenta con inscripciones de época augustea y casi la totalidad se agrupa a finales del siglo I y en el siglo II . Varias lápidas pertenecen a
M. Cornelius Nigrinus Curiatus Maternus uno de los hijos más conspicuos de Edeta, rival de Trajano a
la sucesión del Imperio del que cabe sospechar financió parte del ornato edilicio.
Valentia renace como ciudad también a mediados del siglo I. Aunque ya a partir de finales del siglo anterior se tiene constancia de presencia humana esporádica, es a partir de aquella fecha cuando
se consolida el núcleo habitado tal como atestiguan algunas construcciones entre las destacan unas
pequeñas termas en la Plaza de la Reina.
Un gran cambio tendrá lugar en las últimas décadas del siglo I. Valentia comienza a dotarse de grandes construcciones públicas como el foro, emplazado en la actual Plaza de la Virgen y Basílica de los Desamparados, y a crecer hacia el este y sudeste doblando la superficie de la ciudad republicana. El foro
estaría configurado por una enorme plaza rectangular porticada presidida por el templo, ahora dedicado al Culto Imperial. Inmediato a él emplazó el mercado (macellum), edificio cerrado con patio central
y rodeado de tiendas dedicadas a la venta de alimentos y una monumental fuente pública (ninfeo). El
abastecimiento de agua constante no podía faltar en esta nueva ciudad. Restos de un acueducto se han
localizado en la calle Quart. El agua conducida llegaría a un gran depósito distribuidor (castellum aquae)
mencionado en una inscripción y que se levantaría entre las calles de Cabillers y Avellanes.
En este momento ya se constatan las viviendas familiares de las clases pudientes que responden a la
planta de casa itálica. La más destacada es la llamada domus de Tepsicore, hallada en el Palau de les
Corts, con atrio, jardín porticado trasero y decorada con espléndidos mosaicos y pinturas murales.
Esta ampliación urbana obligó a realizar obras de infraestructura y acondicionamiento del terreno, principalmente a desviar o cegar los canales fluviales que rodeaban la colonia republicana. La
ciudad imperial muestra una planta de calles de trazado ortogonal. El cardo máximo seguía el trazado de la actual calle del Salvador y el decumano máximo el de Cavallers y Quart cruzándose en el
área central junto al foro. Posiblemente el alcance y profundidad de esta fase urbana está ligada a la
instalación de un importante contingente humano durante el reinado de Vespasiano (69-79). Serían
los veterani que aparecen en las inscripciones posteriores.
Las dos últimas ciudades que nos quedan por considerar se encuentran a ambos extremos del territorio valenciano.
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Foro Valentia en época imperial. [Archivo SIAM].
El templo estaba situado en el área donde se levantó la catedral gótica. Al fondo el circo romano, en el límite oriental
de la ciudad romana.
Lesera ubicado al norte, en Forcall, fue un núcleo ibérico situado sobre una meseta alargada que supera
los 800 m de altura que recibió el estatuto municipal en época flavia probablemente como consecuencia
del edicto de Vespasiano lo que posiblemente desencadenó la monumentalización de la que sólo se conocen por ahora indicios. Sin embargo no pasó de ser una pequeña ciudad que llenaría un gran vacío en la
administración territorial en un territorio sin tradición urbana ya desde época ibérica plena. Se conoce
muy poco de su estructura física: el camino de acceso, un lienzo de muralla de 70 m de longitud, un gran
muro de opus caementicium, posible resto de un acueducto y que delimitaría, con la muralla, el área forense
situada en la terraza superior. La topografía impondría una red viaria principal de dirección N-S.
La localidad romana de la que menos sabemos de su localización concreta, estructura urbana y
arquitectura es la que existió en La Vila Joiosa. No se conoce si quiera su nombre latino cierto, aunque algunos investigadores la identifican con Allon o Allonis citada en algunas fuentes de tipo geográfico. Del carácter de ciudad, que en todo caso debió ser pequeña, no se duda ya que aparecen magistrados entre sus inscripciones y éstas apuntan claramente a una promoción jurídica de época
flavia. También la epigrafía menciona la existencia de un macellum (mercado) que fue restaurado con
dinero propio por Marco Sempronio Himne lo que indica un cierto grado de desarrollo arquitectónico y una clase social de conducta urbana. Sobre su ubicación, la dispersión de hallazgos y ubicación de las construcciones más destacadas (el monumento funerario de la Torre de San José), apuntan a los alrededores del río Torres al norte de la población actual.
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URBANISMO Y ARQUITECTURA EN LAS CIUDADES ROMANAS VALENCIANAS • MANUEL OLCINA
El siglo II. Especialmente en su primera mitad la mayoría de las ciudades romanas alcanzan su plenitud, pero al mismo tiempo ya se advierten síntomas de decadencia. El primer fenómeno se comprueba
en Saguntum, Valentia, e Ilici, mientras que la crisis, muy aguda, es manifiesta en Lucentum.
La imagen urbana de Sagunto en el siglo II parece apuntar a una intensa ocupación de villas al
exterior del pomerium en la llanura entre la muralla y el río y en la confluencia de las vía Augusta y la
que comunicaba con el puerto (el Grau Vell), al pie de la ladera oriental. En esas áreas el paisaje construido estaba salpicado por construcciones privadas, como la domus del solar de la calle Romeu, o las
desaparecidas junto a la parroquia del Salvador, y grandes monumentos funerarios como el de la
Gens Sergia o el que se emplaza en el colegio Romeu. Posiblemente, debido a la incomodidad del emplazamiento en altura, la dinámica urbana se orientó a espacios mejor comunicados con el entorno
geográfico evitando el aislamiento de la ocupación cimera. Síntoma de este hecho es que el foro a
partir del siglo I, va perdiendo importancia como lo indica la escasa presencia de inscripciones honoríficas posteriores consolidándose otro posible centro cívico alrededor del Ayuntamiento y Plaza Mayor. El desplazamiento del centro de gravedad urbano puede explicar la posición del circo, construido a mediados del siglo II junto al cauce del río que interrumpe la anterior comunicación entre
puente y el elevado centro urbano augusteo.
Valentia sigue equipándose de edificios de carácter público como son las termas de la calle Salvador, pero lo más sobresaliente es la construcción del circo a mediados del siglo II.
Los circos son las mayores construcciones, en superficie, de todo el mundo romano, capaces de
albergar a miles de espectadores ávidos de contemplar carreras de carros. Su forma es alargada, con
las gradas perimetrales y una barrera central (spina) alrededor de la cual competían los carros. Debido a su elevado coste y la enorme superficie de terreno que requiere es el edificio de espectáculos
Vista de la excavación de
l’Almoina (Valencia). [Archivo SIAM].
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Entrada al recinto de Lesera
(La Moleta dels Frares,
Castellón). [Fot. F. Arasa].
La más septentrional de las
ciudades romanas valencianas recibió el estatuto municipal en época flavia. Fue
abandonada en el siglo III.
menos construido. Por ello sólo están presentes en las ciudades más importantes. En tierras valencianas
en Sagunto y en Valencia. El primero, hoy desaparecido, se situó frente a la ciudad junto al río. El de Valentia se ha descubierto recientemente gracias a las excavaciones en distintos solares de la ciudad. Se
construyó en el lado de levante entre las actuales calles Barón de Petrés, donde se situarían las carceres o
compartimentos desde donde tomaban la salida los carros, hasta la calle de la Pau, emplazamiento de la
cabecera, de forma semicircular. Ambos edificios muestran características semejantes como son las dimensiones (350 x 70 metros el de Valentia y alrededor de 350 x 73 metros el de Saguntum) y que las gradas serían de madera apoyadas en los muros perimetrales.
En Lucentum el panorama es completamente distinto. Ya en época flavia las cloacas se ciegan y a
mediados del siglo II se documentan expolios de materiales de construcción. En el siglo III la ciudad
está prácticamente abandonada. Su crisis, en términos concretos, hay que entenderla desde el punto
de vista económico por la competencia y erosión de su desarrollo que le supondría la vecina Ilici con
mejores condiciones para concentrar la actividad comercial y mayor capacidad de producción agrícola en el marco de un espacio geográfico reducido
EL FINAL DE UN CICLO URBANO. El siglo III es un periodo que actúa a modo de bisagra en la historia de
las ciudades romanas. Se hace evidente las huellas de declive en forma de abandonos de edificios o
sectores urbanos e, incluso, como en el caso de Lucentum y también Lesera, sufrirán el despoblamiento.
Las causas del decaimiento son múltiples dentro de un clima de crisis generalizado. Pero desde un
punto de vista urbanístico, probablemente las ciudades durante el Alto Imperio estaban sobredimensionadas respecto a su capacidad económica. La iniciativa privada causante en gran parte del embellecimiento compulsivo de sus lugares de origen o residencia, deserta de esta actividad y el mantenimiento de la infraestructura urbana y de los edificios públicos recae en la caja municipal que no es
capaz de disponer de los recursos suficientes. Las clases pudientes invertirán a partir de esta época en
sus residencias campestres. Villae suntuosas como las de Calpe, Xauxelles en Villajoyosa o de Algorós
en el Campo de Elche, de los siglos III y IV, son buena muestra de este fenómeno.
Muchas ciudades valencianas sobrevivirán, e incluso con vigor durante el siglo IV, como Valentia
o la propia Ilici. Pero el escenario construido y la vida urbana serán distintos.
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EL ESCENARIO EPIGRÁFICO EN LAS CIUDADES
ROSARIO CEBRIÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
La epigrafía constituye un elemento consustancial al marco urbano de las ciudades antiguas; la
necesidad de trasladar a los ciudadanos un sistema de referencias que permitieran identificar los
edificios, los afanes de notoriedad de determinados individuos y la proyección pública de la política
y la religión, se fundieron en una práctica epigráfica progresivamente marcada por tendencias uniformes y rasgos comunes, de modo que las ciudades se convirtieron en escenarios epigráficos singularizados sólo por las tradiciones locales y las dimensiones del espacio monumental.
Las ciudades se constituyeron como centros cívicos y sociales, donde el control imperial de las
obras públicas, con programas decorativos oficiales, logró la uniformidad de los criterios constructivos. Lógicamente, la financiación privada tuvo un peso importante en la construcción de los espacios públicos de las ciudades y sus evergetas no olvidaron dejar constancia epigráfica de ello.
En la monumentalización jugó un papel destacado la epigrafía. Desde Augusto, se extendió la
costumbre de honrar a los emperadores y a los miembros de la familia imperial con pedestales de estatuas erigidas en los foros. También, las elites locales utilizaron los pedestales con estatuas honoríficas como forma de auto-representación y mostrar su rango social. Tampoco fueron ajenos a esta
práctica los sectores de la población que contaron con la solvencia económica suficiente para imitar
la costumbre de las elites.
Las ciudades valencianas demostraron su prestigio y la riqueza de sus elites al utilizar la epigrafía en los lugares públicos. No sólo colocaron pedestales de estatua con inscripción en los foros sino
que además los edificios públicos se transformaron en soportes epigráficos de grandes dimensiones.
El escenario epigráfico presentado por las diferentes ciudades del área valenciana durante la época
imperial nos ofrece una multitud de soportes en los que aparecen los nombres de los emperadores,
miembros de su familia y de las personas más importantes, sus cargos y sus méritos, que se situaron
preferentemente en los foros.
De entre todas ellas, fue Saguntum la ciudad más monumental ya que contó con unas circunstancias históricas excepcionales, suficientes para crear un escenario urbano propio de las capitales de las
provincias hispanas. Cn. Baebius Geminus inauguró la participación privada en la construcción de la
ciudad, al pagar el foro con el dinero que dejó en su testamento (CIL II2/14, 374). Le siguieron los individuos que desempeñaron cargos dentro de las magistraturas locales y aquellos que consiguieron
los honores del orden ecuestre y senatorial, entre los que se situaron miembros de las familias de los
Aemilii, Calpurnii, Fabii, Fuluii, Licinii, etc, sin olvidar a los Baebii. Junto a ellos, la comunidad de los
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Inscripción del foro de Saguntum. [Archivo SIP].
Fragmento de inscripción monumental con letras de bronce que se situó en el foro de Saguntum y que conmemora su contrucción por el rico
saguntino Cn. Baebius Geminus.
Pedestal de Viria Acte de l’Almoina (Valencia).
Pedestal tallado sobre piedra caliza de buixcarró del
foro de Valentia. En él se menciona a Viria Acte, una liberta que desempeñó un papel importante en la vida
pública de la colonia.
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EL ESCENARIO EPIGRÁFICO EN LAS CIUDADES • ROSARIO CEBRIÁN
saguntini expresó su lealtad al emperador Augusto y miembros de su familia con la dedicación de
dos pedestales de estatua (CIL II2/14, 305 y 306).
En los primeros años del siglo I, el foro de Saguntum albergaba numerosos pedestales epigráficos
con sus correspondientes estatuas, si aceptamos que la presencia de un pedestal honorífico presupone la existencia de una estatua de material lapídeo o metálico. Al mismo tiempo, se situó, al menos, una estatua ecuestre dedicada a C. Fabius Probus por su padre, el cual también pagó el soporte
de la estatua y el texto epigráfico (CIL II2/14, 385).
Saetabis fue otra de las ciudades valencianas que, muy pronto, inició la costumbre de erigir estatuas
en los lugares públicos. Entre los años 6-4 a.C. se levantó una estatua dedicada a C. Caesar y se honró a
Q. Iunius Iustus, magistrado municipal, en época de Tiberio (CIL II, 3620). Durante el siglo II, la zona pública de Saetabis contó con un pedestal de estatua ecuestre dedicado a M. Granius Superstes (CIL II, 3624).
También la colonia de Ilici documenta una dedicación al emperador Augusto por C. Maecius Celer (CIL II,
3555) sobre un soporte en forma de columna, tallada sobre caliza de Buixcarró extraída de una canteras
cercanas a Saetabis. Por otra parte, T. Statilius Taurus, patrono de Ilici durante la época de Augusto, fue
honrado con un pedestal de estatua (CIL II, 3556). Desconocemos la identidad de los espacios públicos
ocupados por los pedestales de Saetabis e Ilici, pues aún no han sido localizados sus respectivos foros.
El impulso urbanístico que vivió Valentia en época flavia se tradujo en la construcción de un importante conjunto arquitectónico monumental. Su nuevo foro albergó una estatua del emperador Tito (6979), probablemente dedicada por la comunidad de los Valentini (CIL II2/14, 13). La mentalidad abierta
de la población de la colonia en la que tuvo mucho que ver la presencia de inmigrantes y de un puerto
con actividad comercial, permitió a algunos ricos personajes contar con una estatua en la plaza pública. Entre ellos, encontramos a L. Scribonius Euphemus, el cual gracias a su riqueza personal consiguió
acceder al cargo de sevir augustal y poseer un pedestal epigráfico con estatua en el foro de la ciudad
(CIL II2/14, 29). La misma situación se repitió con Q. Sertorius Abascantus (CIL II2/14, 30), pero su pedestal de estatua, dedicado por sus libertos, debió situarse en su uilla, a juzgar por el lugar de hallazgo
de la inscripción, extramuros de la ciudad. Además, mandó construir un edículo con su dinero en la
zona pública de Valentia (CIL II2/14, 12).
El reconocimiento social también le llegó a Viria
Acte, una rica liberta que fue propietaria de un taller de arar(um) et signorum y que debió tener un
papel importante en la vida pública de Valentia,
ya que fue honrada con cuatro pedestales de estatua en el foro (CIL II2/14, 37, 81, 82 y 83). Junto a
ellos, se situaron los pedestales de algunos miembros femeninos de las familias más influyentes de la sociedad valenciana, como fueron los Sertorii y los Antonii (CIL II2/14, 43 y 76).
En Edeta, los pedestales de estatua que se situaron en su espacio
público nos presentan a M. Cornelius Nigrinus Curiatius Maternus,
que consiguió acceder al ordo senatorial por adlectio de los emperadores Vespasiano y Tito (CIL II2/14, 125, 126 y 127). Su carrera se
desarrolló entre finales del siglo I y principios del siglo II y fue una
de las personas más influyentes del municipio, ya que llegó a optar al trono imperial. También su hijo contó con un pedestal de estatua (CIL II2/14, 128). El resto de los pedestales honoríficos hallados en el municipio nos ofrecen los nombres de seis magistrados
municipales y de un individuo que perteneció al orden ecuestre.
Inscripción de las termas de Lucentum.
[MARQ].
M. Popilius Onyx financió la construcción
de unas termas en el municipio de Lucentum, dejando constancia de su acción en
una inscripción que se colocó a la entrada
del conjunto termal.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Inscripción de l’Almoina, Valencia.
Dintel de la puerta de entrada a un edificio religioso hallado en el foro de Valentia con la inscripción que menciona a
los dos personajes que pagaron su construcción.
La financiación privada en la construcción de edificios públicos se documenta también en Lucentum. Allí, el rico liberto M. Popillius Onyxs, que ocupó el cargo de seuir augustal, construyó un templo
(CIL II, 3563) y unas termas con su dinero. Los soportes utilizados en el cincelado de ambos textos
fueron incrustados en alguna de las paredes de los edificios. El municipio de Lucentum dedicó una
placa con inscripción a los emperadores Marco Aurelio y Cómodo (CIL II, 5958), que, probablemente, fue colgada de la fachada de algún edificio público, construido bajo sus mandatos.
En Dianium, habrá que esperar a la dinastía de los emperadores antoninos para ver erigir los primeros pedestales de estatua en su foro. La elite local, compuesta por las familias de los Cornelii, Granii, Sempronii, Terentii y Valerii, entre otros, utilizó los pedestales de estatua para demostrar su riqueza personal y prestigio social al resto de sus conciudadanos. Destacamos el pedestal que, por
gratitud, levantó el municipio para honrar la acción de un miembro de la elite social, del que desconocemos su nombre, el cual canalizó las aguas de lluvia y proporcionó a la población el suministro
de grano necesario para un año, debido a una mala cosecha (CIL II, 3586).
La reconstrucción del macellum de Villajoyosa a finales del siglo II fue realizada con el dinero de
M. Sempronius Hymnus y su hijo M. Sempronius Reburrus (CIL II, 3570). Su gesto quedó grabado en la
misma mesa del mercado.
No sólo los foros de las ciudades valencianas alojaron pedestales de estatua. Así, por ejemplo, en
los templos, los monumentos epigráficos informaban sobre los dioses venerados, las acciones realizadas individualmente en pro de las divinidades e incluso el nombre de la persona que costeó las
obras o el del dios venerado. Es el caso de la placa situada en la fachada del templo dedicado a las
Nymphas en Edeta por algunos miembros de la familia de los Sertorii (CIL II2/14, 121), de la donación
que M. Marcius Celsus realizó en el templo dedicado a Hércules en Valentia, que incluyó una estatua
del dios, un ara y unos bancos (CIL II2/14, 5) o la tabula ansata cincelada en la parte superior de la
puerta de entrada a un edificio religioso también de Valentia, en la que se lee que un edetano y L. Fabius Fabianus pagaron con su dinero la construcción y su decoración arquitectónica.
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LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS
JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
La importancia de una sociedad, ya sea antigua o moderna, viene determinada por diversos indicadores entre los que se encuentra el gusto por todo aquello que tenga que ver con el arte en sus diversas
expresiones. La antigua Roma no podía ser una excepción y de hecho, el devenir de la civilización romana estuvo presidido por el tantas veces aludido binomio constituido por el sentido práctico, utilitas,
y el gusto por la ostentación, por el ornato, decor. Ambos aspectos marcaron la personalidad de la mayor superpotencia del mundo antiguo, Roma, dominadora de orbi universo, no sólo desde el punto de
vista político, sino también desde el cultural, hasta el punto que si hoy en día estamos tan habituados a
hablar de la hegemonía política y cultural de los EE.UU, representada por la célebre expresión del american way of life, hace dos milenios imperaba un roman way of life en puntos tan distantes entre sí como
podía ser la costa galaica, Finis Terrae y la recóndita Palmira en la provincia de Siria.
Hasta alcanzar esa condición de potencia imperial, Roma tuvo que recorrer un largo trecho, espada en mano, con la que imponer un poderío militar que acabaría por dar paso a la introducción de
sus propias modas y costumbres entre el elemento indígena. A este lento proceso de asimilación del
conjunto de rasgos que definen a la cultura romana por todo aquel ajeno a ella, ya fuese fiel aliado o
sometido por la fuerza, se le denomina romanización. Ese poso cultural que alcanzaría su mayor expresión durante la época imperial ya fue depositándose en la etapa precedente, siglos II y I a.C., de la
mano de los veteranos e inmigrantes que cuando se asentaban en terreno conquistado hacían uso de
las técnicas imperantes en la península itálica en el campo de la construcción, de las modas en la decoración o de la vajilla y hasta de las lucernas con las que iluminaban sus viviendas.
ESCULTURA
Las manifestaciones de escultura romana en tierras valencianas no alcanzan el volumen constatado
en los grandes centros urbanos, como las capitales de provincia, Tarraco, Corduba, Augusta Emerita y además, en buena parte corresponden a hallazgos antiguos registrados en los siglos XVIII y XIX. No obstante y
a nivel general, constituyen un magnífico indicador del grado de sensibilidad cultural de quienes poblaron estas tierras en época romana, que puede ajustarse en la medida que se posee información relativa al
contexto en el que se integraban que, lejos de lo que pudiera imaginarse, no era exclusivamente urbano,
puesto que un número considerable de ejemplares documentados formaba parte de la decoración de importantes villae rurales, como en fecha reciente ha puesto de relieve Arasa en un trabajo de síntesis; aspecto que también se ha ocupado de abordar en este Catálogo dentro del apartado dedicado a las villas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Mercurio procedente posiblemente de
Valencia. Siglos I-II. Antigua Col. Rojas. [Fot. Archivo SIP].
Bronce de pequeño tamaño representando a Mercurio tocado con su característico sombrero (petasos) en su mano
derecha sostenía la bolsa con dinero
(marsupium) conservada parcialmente,
mientras que el brazo izquierdo, mutilado, estaría cubierto por un manto
(clámide).
Baco procedente de Aldaya, Valencia. Siglo II.
[Museo Arqueológico Nacional].
Es un tipo clásico de Baco joven que sostenía
un kantharos en la mano derecha cuyo vino
iba a parar a la boca de una pequeña pantera
sentada a sus pies, mientras que en su izquierda empuñaba otro de sus atributos característicos, el tirso.
Apolo de Pinedo. Siglo I. [Museo Prehistoria de Valencia].
Se trata de una estatua de bronce descubierta fortuitamente en 1963 por unos submarinistas frente a la playa de
Pinedo. El Apolo está inspirado en un prototipo de época
helenística avanzada atribuido a Demetrio de Mileto.
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LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Grupo de esculturas procedentes de la
villa del Puig de Cebolla (Valencia).
Grabado incluido en la obra de Alejandro de Laborde, «Voyage pittoresque et
historique de l’Espagne», París 1811.
Se muestran diversas esculturas, dos
de Attis, una de bulto redondo y
otra en relieve, un Dyonisos escanciador y varios miembros de su cortejo. Estas esculturas formaban parte
de la decoración de una lujosa villa
romana y fueron sustraidas durante
la Guerra de la Independencia.
Al margen de esta consideración, los conjuntos más importantes se
localizan en las ciudades más relevantes, caso de Saguntum, Valentia,
Ilici y en menor medida, Edeta, Dianium y Lucentum.
Los criterios de clasificación responden por una parte, al tipo de soporte empleado, ya sea bronce o piedra y por otra, a los temas escogidos: escultura religiosa, imperial, privada, decorativa, funeraria, etc.
En el apartado de estatuaria en bronce, el ejemplar más destacado corresponde a la imagen del dios Apolo recuperada del fondo
marino frente a la playa de Pinedo en 1963 y que en 1994 fue objeto
de un nuevo estudio por nuestra parte con motivo de la restitución
de su pierna derecha. Se trata de una copia romana del original realizado por Demetrio de Mileto a finales del siglo II a.C., representando a Apolo Delphinios. Esta imagen, cuya fecha hay que situar a
lo largo del siglo I, debía estar destinada formar parte de la decoración de una residencia privada de rango elevado, pues su calidad
denota un alto nivel económico de sus destinatarios a la vez que un
elevado buen gusto.
Togado de Sagunto. Siglo I. [Museu
Arqueològic de Sagunt].
Escultura de mármol representando
a un varón que viste la toga. Procede
de las excavaciones que González Simancas efectuó entre 1923 y 1926 en
el foro romano de Sagunto.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Ya a una escala inferior, aunque no por ello menos interesantes, cabe
mencionar diversos ejemplares de pequeños bronces, empezando por el
conjunto de 13 exvotos de Sagunto, fechados hacia el año 100 a.C., salvo
una imagen de peplófora y que fueron descubiertos en un edificio de
culto anterior a las obras de aterrazamiento del foro saguntino en época
augustea. En relación con el ámbito rural hay que mencionar dos imágenes de Mercurio, una de Chilches (Castellón) y la otra de La Alcudia de
Elche, así como un Neptuno de Dénia y una estatuilla de Traiguera (Castellón), cuya identificación con Baco no es del todo segura. Sagunto ha
deparado otra estatuilla de Mercurio, expuesta en el Museo Nacional de
Dinamarca y fechada entre la mitad del siglo i y la época de Trajano.
Retrato de niña. C/ San Vicente-Mesón
de Teruel, Valencia. Época imperial.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Cabeza de figura femenina infantil
seccionada a la altura del cuello con
una cinta que le sujeta el pelo. La
falta de acabado de la parte posterior denota su probable pertenencia
a un monumento funerario al que se
adosaría.
Por lo que atañe a escultura en piedra, sigue siendo muy útil la
síntesis que efectuara Abad en 1985 por lo que nos referiremos a las
novedades producidas con posterioridad a esa fecha. Así, las esculturas de Saguntum fueron objeto de una Exposición en 1990, cuyo catálogo ofrece el mejor estado de la cuestión. Igualmente en 1996 se
publicó una aproximación al primer Corpus de la plástica romana de
época imperial en Ilici, a cargo de Noguera; mientras que para la provincia de Castellón disponemos de sendos estudios publicados por
Arasa en los años 1998 y 2000. Todos estos trabajos, muy recientes,
han permitido disponer de visiones de conjunto sobre esta importante manifestación de la cultura romana. A estas labores de recopilación habría que añadir otras aportaciones dedicadas, bien al estudio
de hallazgos abordados muy someramente, como el que realizamos
sobre una herma báquica de Valencia, bien a la revisión de antiguos
hallazgos como el acaecido en la calle de la Paz en Valencia en 1899,
en la que junto con V. Lerma sugerimos una posible identificación
con la imagen de un atleta joven.
LA DECORACIÓN DE PAVIMENTOS
La huella que de las manifestaciones artísticas de época republicana ha
quedado en tierras valencianas se hace patente de manera principal en
los pavimentos decorados, ya que de otras manifestaciones como la
pintura mural o la escultura, apenas si queda rastro de esta época.
Terracota de flautista. Época imperial.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Fragmento de placa de terracota con
representación de un personaje joven masculino de perfil en actitud
de tocar la doble flauta (aulós).
Durante los siglos II y I a.C. la técnica más extendida y mejor
conocida es la del opus signinum que pervive al menos durante
la primera época imperial. Se componía de una mezcla de polvo
cerámico y cal con agua que antes de fraguar podía incrustársele teselas –piezas cúbicas de piedra–, de diferentes colores, formando motivos
decorativos que destacaban sobre la superficie que resultaba de color rojizo por efecto del polvo cerámico. Su incorporación a la cultura romana
significó toda una revolución, ya que lo habitual eran los pavimentos de
tierra apisonada o de tierra y cenizas que debían resultar muy incómodos a juzgar por el comentario de un personaje incluido por Varrón en
sus Sátiras Menipeas (80-60 a.C.), que reclamaba pavimentos de mosaico
para las calles de su ciudad, harto del polvo que provocaban los suelos
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LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Pavimento de opus signinum. C/ Roque Chabás, Valencia. [Fot. Archivo SIAM].
Pavimento sobre fondo rojo anaranjado decorado con teselas de color blanco formando
un motivo de puntillado, mientras que en
otra zona de la habitación la decoración es a
base de un reticulado de rombos. Ambas decoraciones quedan separadas por una banda
ornamentada con círculos. Siglo I a. C.
de tierra. Otro tipo de pavimento que seguramente, haría las delicias del personaje de Varrón, es el descubierto en las termas republicanas de l’Almoina en Valencia, constituido
por losetas cerámicas en forma de escama,
asentadas sobre una preparación de mortero
de cal, arena, grava y cerámica triturada que
cubría el vestuario, apodyterium, la habitación
templada, tepidarium y la cálida, caldarium. Pavimentos de losetas en forma de escama idénticos a los de Valencia se han localizado en
ciudades del sur del Lacio y Campania en la
Península Itálica.
La difusión de pavimentos con la técnica
del opus signinum en Hispania discurre de la
mano de la expansión romana en la Península
Ibérica, lo que explica su presencia a lo largo
de toda la franja costera mediterránea peninsular, así como en el valle del Ebro. En el área
que nos ocupa, este tipo se localiza en las principales ciudades como Saguntum, Valentia , Lucentum e Ilici. El caso de Ilici posee un interés particular, ya
que junto a un ejemplar de estas características apareció en una estancia contigua, un mosaico denominado «helenístico» en atención, tanto a su técnica en la que se combinan las típicas teselas de piedra con
otras de cerámica junto con pequeños guijarros a modo de teselas, como por los detalles de su decoración,
basada en un rosetón central de sectores de círculos secantes rodeado por varias cenefas con diferentes
motivos, algunos de ellos, como las postas o la muralla torreada, extraidos del repertorio ornamental de la
musivaria del Mediterráneo oriental de los siglos III y II a.C., con buenos paralelos en mosaicos de Delos,
fechados entre el último cuarto del siglo II y los inicios del siglo I a.C., así como en un ejemplar de Viterbo,
de finales del siglo II a.C. En territorio hispano un motivo semejante se evidencia en un mosaico procedente de la sierra minera de La Unión (Murcia). Como contrapunto, estos motivos decorativos se acompañan de una serie de palabras ibéricas escritas con grafía latina, probablemente, nombres.
La vigencia de este tipo de pavimento alcanzó el siglo I, llegando a coexistir con los más antiguos
de opus tessellatum. A los comienzos del siglo I pertenece el hallazgo reciente producido en 1994 en la
calle Roc Chabás de Valencia, en el transcurso de una excavación arqueológica y que parece corresponder a una gran estancia de una domus, a juzgar por las dimensiones de lo conservado. La decoración, a base de teselas blancas, consiste en el clásico motivo de reticulado en forma de rombos y se
adivina la presencia de un emblema central de forma circular. Una banda decorada con círculos da
paso a otro sector decorado a base de líneas discontinuas de teselas blancas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
En aquellas regiones donde había calado la moda del opus signinum, a lo largo del siglo I cobró fuerza una nueva modalidad constituida por el empleo de teselas blancas y negras. Las tierras valencianas han deparado un número considerable de realizaciones de este tipo, prácticamente la mitad del total de mosaicos atestiguados por Abad en el Corpus realizado en 1985, con
algunos interesantes exponentes, como el recuperado en la villa del Puig de Benicató (Castellón)
que muestra un variado repertorio de motivos geométricos, al igual que los mosaicos del Puig
de Cebolla y un ejemplar encontrado en Sagunto en 1953. Otro mosaico bícromo de tema geométrico se encontraba entre los que dibujó Cavanilles en el siglo XVIII procedentes de Calpe. En
cambio otro ejemplar de La Alcudia de Elche ofrece una combinación de motivos figurados de
carácter marino junto con caballos, aves y en el centro, toros, leones, jabalíes y perros rodeando
un círculo central.
LOS MOSAICOS POLÍCROMOS
Ya bien entrado el siglo II se produce la reafirmación de la técnica del mosaico –opus tessellatum–
polícromo. Junto con el gusto por el empleo de teselas de distintos colores se constata un esquema
compositivo basado en la partición del tapiz en pequeños registros destinados a plasmar episodios
o personajes de la tradición y mitología grecohelenística. Esta disposición se evidencia en tres ejemplares procedentes de Llíria, Moncada y Sagunto que ilustran distintas alusiones a la mitología clásica, así, mientras que el ejemplar edetano exhibe los Trabajos de Hércules en torno a un cuadro
central con la representación de Hércules y Onfalía, el mosaico de Sagunto recrea el Castigo de
Dirce y en el mosaico de Moncada el tema escogido son las Nueve Musas. Estos ejemplos denotan
un gusto por los temas mitológicos como exponente de un refinamiento y de un nivel cultural que
podía resultar una mera apariencia, puesto que se encuentran lejos de las elevadas cotas de calidad
que contienen las grandes composiciones de clara concepción pictórica. Como muestra, basta con
contemplar el mosaico de Llíria para comprobar como la figura de Hércules se repite en la misma
actitud en varios de sus trabajos, lo que no deja de ser un signo evidente de limitación en el repertorio iconográfico –los denominados cartones– en consonancia con la categoría tanto del comitente,
como del taller que lo ejecutó.
Un exponente de mayor entidad lo constituye el mosaico recuperado en la domus excavada recientemente bajo el Palau de Les Corts Valencianes, fechado en la segunda mitad del siglo II, que en
su emblema central y a pesar de su notable deterioro, ha podido identificarse a la Musa Terpsícore
con la lira apoyada sobre un ara o pedestal y acompañada por un personaje masculino mínimamente conservado que pudiera tratarse de un filósofo, todo ello en medio de un paisaje rocoso.
Otra composición destacada de finales del siglo II o comienzos del III y destruida ya en época antigua, debía decorar el gran patio circular de 22 m de diámetro de una de las residencias excavadas
en fecha reciente en los Baños de la Reina (Calpe, Alicante). Su emblema central debió ser polícromo,
mientras que el resto de la superficie quedaba resuelto por un tapiz de teselas blancas y negras con
motivos vegetales y geométricos.
Otras referencias a la mitología clásica ocupan también un lugar destacado. Así, el tema de Baco
cabalgando a lomos de una pantera constituía el emblema de un mosaico descubierto en Sagunto en
el siglo XVIII, hoy desaparecido. Una representación de Medusa figura en un mosaico descubierto en
la calle Reloj Viejo de Valencia. La villa de Algorós, en las cercanías de Elche deparó varios mosaicos,
uno de ellos con una representación de la ninfa Galatea cabalgando sobre un caballo marino –hipocampo–, mientras que otro debía mostrar a las Cuatro Estaciones, representadas por sendos erotes,
de los que sólo se conserva uno.
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LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Mosaico de las Nueve
Musas. El Pouatxo, Moncada. Siglo III. [Museo de
Bellas Artes de ValenciaFot. F. Alcántara].
Mosaico polícromo hallado de manera casual
en 1920 en la partida del
Pouatxo de Moncada.
Representa los bustos de
las Nueve Musas con sus
respectivos nombres y
atributos con una disposición a base de tres cuadros en tres filas.
La práctica totalidad de los mosaicos polícromos que acabamos de citar se caracteriza por reservar la policromía a los motivos figurados del emblema o a los representados en cuadros, mientras
que la superficie restante se reducía a dos colores, blanco y negro por razones de economía.
Por su elevado número, superior al de los mosaicos con escenas figuradas, merecen ser destacados los mosaicos con decoraciones estrictamente geométricas, presentes en numerosos puntos como
Sagunto, Valencia, Villajoyosa, Elche, Petrel, Santa Pola, etc.
Otro tipo de pavimento muy apreciado por la calidad de sus materiales, era el opus sectile, constituido a base de placas de mármol recortadas con las que se formaban composiciones geométricas o
florales. Sagunto en 1956 proporcionó el descubrimiento de un interesante conjunto de mosaicos de
este tipo en la sede de la Sociedad Musical Lira Saguntina, al que hay que añadir la serie de habitaciones pavimentadas con mármoles de diferentes colores y procedencias, descubiertas en los Baños
de la Reina de Calpe en excavaciones recientes.
La nómina de mosaicos romanos en tierras valencianas se ha visto incrementada en fecha reciente con el ejemplar descubierto en la Font de Musa en Benifayó que a falta de su pertinente estudio, se revela como uno de los exponentes de mayor calidad.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
PINTURA MURAL
Al igual que los pavimentos, los muros de las construcciones podían recibir una decoración pictórica a base de composiciones meramente ornamentales o más elaboradas de carácter figurado.
Aunque el conjunto de vestigios recogidos dista mucho de constituir un Corpus importante, hallazgos recientes localizados en Valencia, Grau Vell de Sagunto, Llíria, Tossal de Manises, etc., han incorporado un interesante volumen de información a la ya conocida de antiguo y procedente de Castellón (Almenara, villas del Puig de Benicató y de Onda), Valencia (Alcudia, Daimuz, Gandía, Llíria,
Sagunto, Valencia) y Alicante (Villajoyosa, Tossal de Manises, Elche).
Sin duda, el hallazgo más espectacular ha sido el registrado en las excavaciones en el Palau
de les Corts de Valencia con la recuperación de los restos de la domus del mosaico de Terpsícore
que ha deparado los vestigios de una exquisita decoración pictórica con representaciones alegóricas de diversas provincias romanas, bajo forma de figuras femeninas de cuerpo entero. Hasta
el momento se han restituido tres figuras ataviadas con túnica y manto y acompañadas de los
símbolos más característicos de las provincias que representan, en los tres casos norteafricanas
cuyo nombre, escrito en griego, reza a los pies de cada una de ellas, Mauritania, Africa Proconsular y Egipto. Se trata de un hallazgo excepcional, ya que se trata del único ejemplo en pintura
en el que aparecen varias provincias aisladas en el centro de paneles y con su correspondiente
leyenda. A tenor de las dimensiones de la estancia y del esquema compositivo de la decoración
pictórica debía ser mayor el número de provincias representadas pudiendo constituir una visión
simbólica del Imperio.
A escasa distancia de la denominada domus de Terpsícore, en recientes excavaciones realizadas en
la plaza de Cisneros se ha recuperado otro interesante conjunto de restos de diversas composiciones
destacando por una parte, las imitaciones de mármoles con la presencia de un titulus pictus de dudosa lectura, relacionado con la raíz PORC, y acabado en M, ¿PORCIVM?. La técnica, que se aparta de los
graffiti incisos más frecuentes y la discreta posición que ocupa el nombre, disimulado dentro de una
banda de separación entre el zócalo y la zona media, parece estar apuntando algo tan poco habitual
en pintura mural romana, como es la firma del pintor. Otro hallazgo interesante lo constituye la re-
Pintura mural romana con
representación del dios
Mercurio. Cárcel de San
Vicente, Valencia. [Fot. Archivo SIAM].
Mercurio aparece tocado
con su bonete característico dotado de dos alas
muy exageradas (petasos).
Decoraba la estancia de
una casa romana de los siglos I-II.
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LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
presentación de una cabeza femenina situada entre dos guirnaldas y coronada con una diadema dorada y que porta unos
llamativos pendientes, detalles que unidos a la presencia de
un elemento vegetal a la derecha de la cabeza, apuntan, salvando las distancias, a dos composiciones procedentes de
Pompeya, alusivas a la Venus Pompeyana. Una posible
representación de Venus en esta zona cobraría sentido en
calidad de protectora de los marineros, ya que su lugar
de descubrimiento prácticamente coincide con el emplazamiento del puerto fluvial de Valentia.
El hallazgo de restos in situ permite una mejor comprensión del vínculo establecido entre la decoración pictórica y su
soporte. Así, bajo la denominada Cárcel de San Vicente en Valencia se recuperó una buena parte del zócalo de una estancia
doméstica decorada con una imitación de mármol cipollino junto
con una interesante representación de Mercurio o Hypnos y un bucráneo. La misma valoración merece el hallazgo de varios zócalos
decorados con imitaciones de mármoles en Llíria, así como parte
de la decoración hallada in situ en la estancia norte de la Domus de
la Puerta Oriental en Lucentum (Tossal de Manises, Alicante).
Una última mención merece El Grau Vell de Sagunto que ha proporcionado restos de diversas decoraciones correspondientes a dos
etapas cronológicas diferentes, la primera, fechada en el siglo II se caracteriza por la existencia de zócalos decorados con simples moteados e interpaneles en la zona media con representaciones de candelabros vegetales. Mayor interés tienen las imitaciones de lastras
marmóreas datadas a finales del siglo III o comienzos del IV por la escasez de testimonios de esa época.
Pintura mural romana con representación de provincia romana. Siglo II. Palau de Les Corts Valencianes, Valencia.
[Fot. Archivo SIAM].
Esta pintura mural decoraba la estancia de una de las casas más lujosas documentadas hasta el presente en la Valentia romana.
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LA VAJILLA ROMANA
ROSA ALBIACH
Servicio de Investigación Prehistórica. Valencia
Los restos materiales que la arqueología pone a nuestro alcance para acercarnos al estudio del pasado nos revelan la vajilla y los objetos domésticos como los más abundantes y variados. Las continuas
investigaciones de las piezas contextualizadas van estableciendo clasificaciones según su procedencia,
su función y su cronología de manera que, en sí mismas, llegan a constituir una gran ayuda para entender e interpretar algunos aspectos de la vida cotidiana y la dinámica de los circuitos comerciales.
Aunque el territorio que ocupaba la cultura romana fue muy amplio, las cerámicas presentes en
sus asentamientos coinciden mayoritariamente en ser las mismas, exceptuando las producciones locales, ya que existió una gran demanda y una red comercial organizada que abastecía de estos productos a todos los centros redistribuidores del ámbito romano.
Así pues, también las cerámicas romanas de los yacimientos valencianos, trátese ya tanto de ciudades como de establecimientos rurales, son similares a las que hallamos en el resto del territorio romanizado. Llegaron a estas tierras a partir del siglo III a.C. acompañando a los nuevos habitantes itálicos
que poseían diferentes costumbres alimenticias y, en un primer momento, convivieron con las cerámicas ibéricas, las cuales, poco a poco, fueron desapareciendo. Con el tiempo, perduraron y se ampliaron
estas importaciones así como los lugares de procedencia y, de igual modo, también fueron manufacturadas diversas cerámicas en la península Ibérica. Este cambio ofreció un nuevo y amplio mercado para
la introducción de nuevos productos de primera necesidad así como una oportunidad para los artesanos, los navegantes y los comerciantes, creándose de este modo una red de importaciones y exportaciones que aumentó y consolidó las relaciones de la península con los pueblos del Mediterráneo.
LAS PRODUCCIONES CERÁMICAS
Los recipientes asociados a la alimentación fueron variando su tipología y su materia dependiendo de las modas y la dinámica del mercado. Estos se hicieron mayoritariamente de cerámica,
elaborada a torno y cocida en hornos específicos, aunque también los hubo de vidrio, madera, metal
(plata, bronce o hierro), marfil e incluso de piedra. Sobre ellos se aplicaron diferentes tratamientos y
decoraciones con engobes, pinturas, apliques, incisiones y grabados. La tipología en los objetos abarcaba desde el servicio de mesa hasta los objetos de cocina y almacenaje, con distintos tamaños y características morfológicas que diferían dependiendo de la arcilla, la cocción y la calidad del barniz,
esta última en el caso de la vajilla.
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216
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Pedreras de la Barda
.
Brossenal
Benicató
•
SAGVNTVM
c!!!s. Grau Vell
EDETA c!!!5
.
Valencia la Vella
!:!!!:!VALENTIA
• Punta de l'llla
Saitabi
DIANIVM
c!!!s
oGarganes
c!!!s LA VILA JOIOSA
• Albufereta
ILICI
E!!!s LVCENTVM
E!!!s
P~rtus • Tabarca
llicitanus
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
Se fueron creando centros productores en diversos puntos del Mediterráneo, destacando los de la
península Itálica, la Galia, Hispania, el norte de África y el Próximo Oriente. Hispania mantuvo relaciones comerciales con todos estos talleres y, así, en los yacimientos valencianos encontramos una
gran variedad de importaciones de vajilla de mesa y otras cerámicas de uso doméstico.
La comercialización de las producciones cerámicas de vajilla, sobre todo las provenientes de la península Itálica y del norte de África, fueron una carga subsidiaria en los barcos porque prioritariamente se
transportaban ánforas con vino, aceite, salazones y cereales así como otros productos alimenticios.
LA VAJILLA FINA
Dentro de esta denominación se incluyen las piezas que se usaron en relación con el servicio de
mesa, las cuales destacan por su calidad y porque existe una buena sistematización de ellas, lo que
las convierte, en ocasiones, en un excelente fósil director. La vajilla fina más usada para la consumición fue la producción industrial de piezas cerámicas barnizadas por el interior y exterior, consistente en una solución arcillosa inicialmente de color negro denominada barniz negro y a partir del
último tercio del siglo I a.C. de color rojo, conocida como terra sigillata. En ocasiones, la marca del
alfarero era impresa en el interior de la pieza, donde constaba el praenomen abreviado, el nomen y el
cognomen y, ocasionalmente, se incluía entre la decoración de la pieza. Los recipientes más habituales
fueron los cuencos, las copas, los vasos, los platos y las fuentes de diferentes tamaños, con o sin pie.
Se realizaron en Italia, la Galia e Hispania y, a partir del siglo II, en el norte de África. Las piezas de
lujo eran escasas y se hacían de plata.
Época republicana: siglos II-I a.C. El origen de la cerámica de mesa romana se remonta a finales
del siglo IV a.C. cuando los talleres áticos entran en crisis y son sustituidos por un grupo de fábricas
itálicas con nuevas piezas de barniz negro que serán más económicas y se suministrarán a los compradores habituales del Mediterráneo occidental. Éstas últimas siguieron la tradición ática pero con
formas diferentes, con una calidad muy inferior y decoraciones decadentes basadas en estampillados de palmetas hechas con punzones y rosetas dentro de círculos puntillados a ruedecilla. Se elaboraron en la península Itálica a partir del siglo III a.C., con centros de producción en Campania (Nápoles o Cales) y en Etruria, y son conocidas como campanienses. La llegada a Iberia de las cerámicas de
barniz negro se produjo en este momento conviviendo con otras piezas itálicas de tradición helenística pero fue a partir de inicios del siglo II a.C. cuando se intensificaron las importaciones campanas,
producidas en grandes cantidades y a bajo precio. Hubo imitaciones de barniz negro elaboradas en
talleres locales, como las de Cataluña.
v
Estas cerámicas están presentes en los yacimientos valencianos que tienen una cronología enmarcada entre los siglos II-I a.C. que, o bien fueron asentamientos ibéricos que perduraron en su
ocupación hasta este momento, o bien se romanizaron como en el caso de las ciudades de Saguntum (Sagunto) y Lucentum (Tossal de Manises, Alicante) y, sobre todo, en las nuevas fundaciones
como lo fue la colonia de Valentia (Valencia). Las formas cerámicas más habituales aparecidas en
estos yacimientos son los cuencos de paredes rectas o con ala, los platos, las copas, las páteras y los
tinteros. Las tendencias comerciales de esta vajilla, establecidas entre las tierras valencianas y la
Península Itálica, pueden apreciarse desde el año 138 a.C. en los niveles fundacionales de Valentia,
donde Ribera ha constatado un predominio de la campaniense A y en menor medida la campa-
Yacimientos valencianos destacados con publicaciones de cerámicas romanas.
Estas investigaciones han permitido conocer algunas producciones de cerámicas locales e importaciones, y establecer
las relaciones comerciales entre las tierras valencianas y los diferentes pueblos del Mediterráneo.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vajilla doméstica de
época republicana. Siglos II-I a.C. Procedencia diversa. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Vajilla de uso habitual
en los yacimientos valencianos entre los siglos II-I a.C. donde destaca la convivencia de la
cerámica ibérica con las
piezas romanas de barniz negro, paredes finas
y cerámica común.
niense B de buena calidad, la etrusca, así como las producciones de barniz negro de Cales. Entre al
año 100 a.C. y el momento de destrucción de la ciudad en el 75 a.C. predominan la campaniense
B de Cales junto a la beoide sobre la campaniense A, tres producciones también existentes en Ilici
(l’Alcúdia d’Elx) en este momento. Quedan ya como importaciones minoritarias la B etrusca, la
Byrsa 661 y la campaniense C.
Época imperial: siglos I-III. Con la llegada del Imperio los artesanos de diversos talleres de la
ciudad de Arezzo (Etruria, Italia) impusieron sus producciones, que se han denominado terra sigillata aretina, iniciándose sobre el año 40 a.C. y perdurando hasta mediados del siglo I, con un área
de difusión por todo el ámbito romano. Se trata de una cerámica de calidad excelente ya que tiene
una arcilla muy depurada con un barniz anaranjado muy bueno. Se elaboraron piezas lisas y decoradas con temas vegetales y humanos, fabricándose a molde y a torno. Podemos distinguir la copa
y el plato, llamados también servicio, las fuentes de variados tamaños y otras piezas adicionales
como las grandes copas y cuencos, en ocasiones decoradas en relieve con temas mitológicos enmarcados con cenefas vegetales. Los sellos de oficina podían tener una disposición radial o central, con forma circular, oblonga o in planta pedis, esta última con una cronología a partir del año
15. Esta producción se comercializó por vía marítima acompañando al vino itálico transportado en
ánforas Dressel 1.
Dentro del territorio valenciano, destacan las ciudades de Ilici y Saguntum por su mayor proporción de piezas encontradas, incorporándose recientemente Valentia tras el hallazgo de un conjunto
de aretinas en un depósito votivo datado entre los años 5 a.C. y 10. En ellas, así como en Lucentum, el
Portus Ilicitanus (Santa Pola), Lesera (Moleta dels Frares, Forcall, Castellón) y en El Monastil (Elda), se
ha podido constatar un comercio superior de piezas lisas sobre las decoradas. Los estudios realizados en Ilici por Montesinos evidencian que una gran variedad de centros de producción situados en
la Península Itálica y la Galia abastecieron a esta ciudad, como se ha podido comprobar con las primeras producciones de cerámicas de barniz negro con sellos latinos que son anteriores al 15 a.C. y
proceden de Arezzo, que será el mayor centro abastecedor para Ilici. También es considerable la cantidad de sigillatas aretinas que proceden de Ateius, seguidas por las de Roma e Italia central, Puteoli,
Lyon, el norte de los Alpes, el sur de la Galia y el valle del Po. Entre ellas abundan los platos y las copas sin decoración, destacando los caliciformes decorados tanto con frisos de ovas dobles con len-
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
güeta simple como con círculos concéntricos y rosetas, las figuras en relieve de grifo, de amorcillo,
de esqueleto y de Hércules. Así, también las aretinas encontradas en Valentia tienen un origen mayoritariamente de Arezzo y en menor proporción de Puteoli, resaltando una copa decorada con un
friso de mujeres acompañadas por niños.
La última producción de Arezzo, llamada aretina tardoitálica, llegó desde mediados del siglo I a
las ciudades de Ilici, Saguntum y Valentia. Se importaron, además, producciones del noreste de Cataluña y cerámicas oxidantes de barniz rojo que imitaban y se comercializaban junto con estas.
Los alfareros aretinos instalaron, al poco tiempo, nuevos talleres o sucursales en otros lugares de
la Península Itálica como Pisa, y también en el sur de la Galia, como Lyon (Graufesenque), Banassac
y Montans y, además, en otros lugares de la zona central y oriental gala. Esta cerámica pronto adquirió un importante desarrollo y su comercialización entró en auge a mediados del siglo I, abarcando
su difusión todo el mercado del imperio romano y extinguiéndose a partir de la primera mitad del
siglo III. Esta producción se conoce como terra sigillata sudgálica, su arcilla es de color rosado intenso con desgrasante de cuarzo visible y tiene un barniz brillante de tono violáceo, de calidad
buena. Se elaboraron piezas lisas y decoradas, donde los temas decorativos predominantes fueron los vegetales, incluyendo también
los animales y los humanos. La Graufesenque, entre los años 4070, realizó una producción minoritaria llamada marmorata, de barniz amarillo veteado en marrón, algunas con marca de oficina.
De nuevo, y para estas producciones de la Galia que llegarían a las tierras valencianas por vía marítima, destacan las ciudades de Saguntum e
Ilici dado su mayor porcentaje de hallazgos y los estudios realizados. En estas ciudades se aprecia la abundancia de importaciones desde las primeras
producciones, con un predominio de las piezas lisas (copas y platos) sobre las
decoradas, incluyendo algún ejemplar de marmorata. En Ilici, entre las piezas decoradas, el vaso más habitual fue el Dragendorff 37, seguido del 29 y 30, donde
destacan motivos como la alternancia de guirnaldas ondulantes con plantas o figuras, bandas de paneles o arcadas con figuras, gallones, medallones con motivos
cruciformes, metopas divididas y motivos vegetales, entre otros. Los sellos alfareros, presentes sobre todo en las piezas lisas, remiten como mayor fuente de importación a la Graufesenque y en menor medida a Montans o Banassac. Estas cerámicas también se han documentado en algunos asentamientos rurales o
costeros y en las ciudades de Valentia, Lesera, el Municipium Liria Edetanorum (Liria) dentro de 7 pozos votivos, Lucentum, el Portus Illicitanus y el Monastil.
Copa de terra sigillata sudgálica decorada con la figura del dios Mercurio. Siglo I. Ampurias. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
A partir de finales del siglo I a.C. la terra sigillata,
barnizada de color rojo,
fue la vajilla cerámica más
utilizada para el consumo.
Hubo una gran demanda
y una red comercial organizada que abastecía de
estos productos a todo el
mundo romano.
Dentro de las producciones romanas provinciales también hubo imitaciones
de cerámicas sigillatas hechas en Hispania, que se difundieron hacia mediados
del siglo I. Su producción, a la que actualmente denominamos terra sigillata
hispánica, se realizó en talleres situados en diversos puntos de la península
Ibérica: Tricio, Corella, Liédana, Pompaelo, Abella, Solsona, Bronchales, Andujar y Granada, y empezó imitando algunos tipos galos. Según los centros de
producción, variaron las arcillas desde amarillas a anaranjadas y rosadas, con un barniz anaranjado
o marrón rojizo, de calidad buena que degeneró con el tiempo. Esta producción perduró hasta fines
de los siglos V y VI, conociéndose como hispánica tardía. Las decoraciones consistieron, sobre todo,
en franjas de rosetas o círculos, alternando algunas con motivos vegetales y figuras animales o humanas. Su difusión fue general en el mundo romano, llegando al sur de la Galia, Italia y el norte de
África, aunque predominaron en Hispania.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Centros productores y redistribuidores de cerámica que mantuvieron relaciones comerciales con yacimientos valencianos.
Los materiales cerámicos romanos que encontramos en los yacimientos valencianos indican la existencia de relaciones
comerciales destacadas con la península Itálica, la Galia, Hispania, el norte de Africa y el Próximo Oriente.
La presencia de estas cerámicas en nuestros yacimientos está relacionada, sobre todo, con talleres de la Rioja, de Teruel y de Andujar, y su porcentaje es elevado respecto del resto del servicio de
mesa, como se desprende del estudio de Escrivá en el caso de Valentia. Esta ciudad presenta el mayor volumen de sigillata hispánica en las tierras valencianas, con su mayor índice entre mediados
del siglo I y mediados del siglo III d.C. debido, probablemente, a su papel de centro redistribuidor,
que perdurará con piezas tardías hasta finales del siglo VI en que serán sustituidas por la cerámica
africana. La gran mayoría de las piezas eran de procedencia riojana (Arenzana de Arriba, Bezares,
Tricio, Nájera) ya desde los años 60-65, con una comercialización marítima desde Dertosa y con un
predominio de los vasos hemiesféricos o carenados junto a alguna forma cerrada, como la cantimplora y, mayoritariamente, tenían un sello del alfarero. En menor medida están documentadas las
cerámicas de Bronchales ya desde los años 80-85, con una vía terrestre para su comercialización,
que fue local y regional. En términos generales, en Valentia, el porcentaje de piezas lisas es mayor
que el de las decoradas, como también ocurre en el Portus Illicitanus, y entre estas últimas destaca
como más abundante la forma Dragendorff 37 con ovas, lengüetas, círculos, ángulos y puntas de
flecha, con frisos de metopas y círculos con animales o motivos verticales estilizados. Le siguen en
proporción la forma Dragendorff 29 y 37, con predominio del estilo de metopas con motivos figurados humanos, animales y escenas. Así mismo, han sido documentadas en Saguntum un conjunto
de hispánicas entre las que predomina una buena calidad, también con algunos ejemplares de
Bronchales y una mayor proporción de formas decoradas sobre las lisas, como ocurre en Ilici
donde existe una cantidad de hispánicas escasa que Montesinos relaciona con una disminución de
estas cerámicas hacia el sur del territorio valenciano. También cabe destacar su presencia en el Municipium Liria Edetanorum, la ciudad de Dianium (Denia), el Monastil y, en la provincia de Castellón
en les Carrasques (La Jana).
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
La proliferación en este momento del hábitat rural en villae (villas) queda, en muchos casos, constatada por la presencia de estas cerámicas, que además de indicarnos la difusión de esta producción nos
muestran una mayor perduración en las zonas del interior que en la costa del territorio valenciano.
Los talleres productores de cerámicas en el norte de África, a partir de finales del siglo I, tomaron protagonismo dentro del círculo comercial del mundo romano y se difundieron por vía marítima a través de
la cuenca mediterránea. La primera exportación masiva de esta cerámica, que actualmente conocemos
como terra sigillata clara A, fue producida en el África Proconsular (Numidia y parte oriental de Mauritania). Esta cerámica se documenta en las tierras valencianas, tanto en sus ciudades como en las numerosas
villae, desde finales de época Julio-Claudia, como se ha visto en Valentia. A partir del siglo III se introduce
de forma masiva la cerámica africana A tardía y la terra sigillata clara C, que inició su fabricación en este
momento, prolongándose hasta el siglo IV. Ambas poseían una arcilla rojiza con un barniz anaranjado de
poca calidad, carecían de sellos alfareros y las decoraciones fueron escasas, aunque en ocasiones incluían
algunos motivos en relieve aplicado y estampado, o barbotina de hojas de agua, ruedecilla y temas vegetales o figurados. Estas producciones también han sido documentadas en las ciudades de Saguntum y su
puerto del Grau Vell, el Municipium Liria Edetanorum, el Portus Illicitanus y en Lucentum, con un bajo porcentaje, dada la evolución de la ciudad, como indican Olcina y Pérez.
Desde mediados del siglo II y a lo largo del III, también llegan a las tierras valencianas las producciones del sureste de la Galia, denominadas lucente, con un barniz que tiene irisaciones metálicas y
una tipología compuesta de vasos, jarros y copas.
Antigüedad tardía: siglos IV-VII. Las producciones del norte de África siguieron siendo preferentes dentro del ámbito comercial romano hasta el siglo VI, en que se fabricaron los últimos testimonios
a gran escala, y quedaron solamente producciones minoritarias, pero perduraron las exportaciones.
Las cerámicas de los siglos IV-VI se denominan terra sigillata clara D. La arcilla seguirá siendo rojiza
y su barniz anaranjado y de baja calidad. La decoración se hacía en relieve aplicado o con punzón y
estampado y, en muchos casos, carecía de decoración. Los motivos consistían en estampillas, palmetas, rosetas, círculos concéntricos y reticulados. Durante los siglos V y VI surgieron motivos de animales, símbolos cristianos, cruces geminadas y escenas con figuras humanas, todas ellas característi-
Vajilla doméstica de época imperial procedente de yacimientos valencianos. Siglos
I-III. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Vajilla de uso habitual en tierras valencianas entre los siglos I-III donde predominan las piezas de terra sigillata
acompañadas de cerámica común. Los
recipientes más habituales fueron los
cuencos, las copas, los vasos, los platos, las jarras y las fuentes de diferentes tamaños, con o sin pie.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
cas de las producciones de sigillata paleocristiana anaranjada y gris (Galia), la cual fue muy escasa a
partir de la segunda mitad del siglo VI, como se ha visto en Valentia.
La presencia de la terra sigillata clara D se ha documentado en la provincia de Castellón, donde tres
asentamientos atestiguan la continuidad romana durante los siglos V-VI. Estos yacimientos son Pou de Llobet (Albocàsser), Benicató (Nules) y el Brosseral (Cabanes), así como también el fondeadero de les Pedreres de la Barbada (Benicarló), según ha estudiado Arasa. Más al sur, estas cerámicas se encuentran en Saguntum y en su puerto, y en Valentia donde Rosselló ha documentado que llega, esporádicamente, vajilla
de mesa oriental llamada Late Roman C (Focea) y Late Roman D (Chipre), cerámica egipcia o copta y
otras producciones (Fine Byzantine Wares). Otros importantes asentamientos con esta perduración son el
Portus Illicitanus, la necrópolis de l’Albufereta y el Monastil entre mediados del siglo IV y finales del siglo V
y, también, Garganes (Altea, Alicante) con actividad comercial elevada desde mediados del siglo IV hasta
mediados del siglo VI, en que destaca el alto porcentaje de cerámicas estampilladas. La existencia de estas
cerámicas en las villae ha permitido constatar una proliferación del hábitat rural durante el siglo IV.
LOS VASOS PARA BEBER
Cáliz de vidrio de época
imperial. Tisneres (Alcira,
Valencia). [Museo de Prehistoria de Valencia].
Los recipientes de vidrio usados para beber
se impusieron, a partir
del siglo I, sobre los vasos de cerámica común
con paredes muy delgadas, y perduraron hasta inicios del siglo II.
Los vasos, cubiletes o cálices usados más asiduamente para beber eran
de cerámica común con paredes muy delgadas, llamados paredes finas,
a los cuales, a partir del siglo I, se añadieron y se impusieron las piezas
de vidrio. Durante los siglos II-I a.C. estos se importaron desde la península Itálica aunque también hubo imitaciones en Iberia y en la isla
de Ibiza. Inicialmente no presentaban decoración o bien tenían incisiones
y barbotina. A partir de mediados del siglo I, además de importarse, sobre todo se produjeron en diferentes puntos de Hispania, mayoritariamente en la Bética, y perduraron hasta inicios del siglo II. Su decoración
se basaba en engobes, motivos incisos y «a peine», tratamiento arenoso, a
barbotina y a ruedecilla y los llamados «cáscara de huevo».
Por lo que respecta a los yacimientos valencianos, los vasos para beber documentados se ciñen a las características y procedencias descritas, pero además cabe
señalar la posible producción de éstos en tierras de Sagunto ya que son mencionados como cálices o copas saguntinas por Plinio en su Historia Natural (XXXV,
160-161) y por Marcial en su obra poético-satírica (IV, 46, 12-17; VIII, 6, 1-4; XIV,
108), aunque también se ha considerado que podría tratarse de sigillatas hispánicas; esta ciudad, además, también ofrece ejemplares itálicos. En Valentia los cubiletes de paredes finas ya están presentes en el momento fundacional (138 a.C.) y
en época tardo-augustea (8 a.C. - 9) con un origen itálico (de Etruria y del sur) e
hispano (gris catalana), y también son producidos a finales del siglo I a.C., como
se ha visto en la excavación de un horno en l’Almoina. En Ilici aparecen en los niveles de mediados del I a.C. a mediados del I, como
también en la necrópolis de l’Albufereta (el Campello, Alicante),
donde han sido estudiados los vasos de época imperial.
Vasos de paredes finas de época imperial. Ibiza y Ampurias. [Museo de Prehistoria de
Valencia].
Los cubiletes usados más asiduamente para beber eran de cerámica con paredes muy
delgadas. Entre su decoración se podía incluir la barbotina, como en el caso de estas
dos piezas que tienen motivos aplicados de hojas de piña y palmas con hojas de agua.
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
Cerámica común de cocina. Siglos I-V. Font de Mussa (Benifaió, Valencia) y Llíria (Valencia). [Museo de Prehistoria de
Valencia].
El menaje de cocina comprendía las piezas que iban al
fuego y otras para la contención de provisiones. Había
ollas y cazuelas para cocinar
directamente al fuego o al
horno, orzas para la fritura o
asado de alimentos y tapaderas para cubrir los recipientes.
LA CERÁMICA COMÚN Y DE COCINA
Dentro de este amplio grupo se encuentran los recipientes de servicio
de mesa y de cocina usados para el aprovisionamiento, preparación,
transformación, conservación y almacenaje de alimentos, algunos de ellos
con un uso multifuncional. En general, el conjunto de materiales consistía
en urnas para contener y transportar agua y también para conservar alimentos, jarras con una o dos asas para calentar y escanciar líquidos, vasos
para beber y medir capacidades, platos y fuentes para servir así como
para comer y preparar alimentos líquidos y sólidos, cuencos para lavarse
las manos y transformar alimentos, recipientes para uso en la higiene personal y tareas domésticas, orzas para la elaboración de salsas o condimentos, morteros, tapones, tapaderas con función también de platos, coladores y embudos. El menaje de cocina comprendía las piezas que iban al
fuego para guisar o freír, entre las que había ollas para la cocción de alimentos y contención de provisiones, orzas para la fritura o asado, cazuelas de variados tamaños para cocinar directamente al fuego o al horno y
para usarse con trípode, y además las tapaderas.
Estas cerámicas fueron cocidas tanto de modo reductor como oxidante,
generalmente sin tratamiento posterior, excepto las producciones africanas
de cocina con un engobe interior o algunos ejemplares de cuencos y jarras
decorados con trazos lineales de pintura.
Las importaciones que llegaron a las tierras valencianas procedían de la
península Itálica, el norte de África, algunos ejemplares orientales, pero, sobre
todo, las piezas más utilizadas fueron las producciones locales, existiendo un
comercio regional, con una mayor presencia en los asentamientos rurales.
Época republicana: siglos II-I a.C. Durante los siglos II-I a.C la mayor
parte de los recipientes que conocemos provenían de la península Itálica y
eran para la cocción de alimentos; se trataba de ollas, sartenes, morteros,
tapaderas y cazuelas, entre ellas las rojas pompeyanas, que poseían un engobe rojo en su interior, como se ha documentado en Valentia. Acompañando a este conjunto había algunas piezas de origen púnico, jarritas de
Jarra de bronce. Siglo I . Els
Horts (Vallada, Valencia).
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Los recipientes asociados a la
alimentación se hicieron mayoritariamente de cerámica aunque también los hubo de vidrio, madera, marfil, piedra y
metal de plata, hierro o bronce,
como es el caso de esta pieza.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
cerámica gris, páteras, kalathos y tinajas ibéricas pintadas junto a jarras de cerámica común para verter líquidos y otros recipientes para cocinar. En la ciudad de Saguntum también han sido estudiadas
estas importaciones itálicas y púnicas (ibicencas y cartaginesas), por Pascual y Aranegui, como también un alto porcentaje de cerámica ibérica local y otras producciones locales y regionales de los alrededores de la ciudad.
Época imperial: siglos I-III. En época augustea, como se ha podido ver en Valentia, continuaron
las importaciones itálicas de cazuelas altas y morteros, y de la Campania llegaron cazuelas bajas
y tapaderas además de platos rojos pompeyanos. Del África Proconsular y Byzacena (Túnez) se
importaron cazuelas altas y bajas, tapaderas, y también diversos recipientes consistentes en boles,
cuencos, jarras y olpes, y también algún ejemplar oriental como las jarritas. También hubo producciones locales de ollas, tapaderas y jarras, diferenciándose diversos grupos atendiendo a la
pasta. A finales del siglo I e inicios del siglo II, el conjunto de materiales de cocina continuó teniendo una procedencia itálica, africana y de producción local, entre los cuales se han estudiado
platos/tapadera y cazuelas africanas en Valentia, y, dentro de las cerámicas comunes locales, en el
Municipium Liria Edetanorum se conoce un amplio repertorio en relación con la transformación y
contención de alimentos, además de jarras para líquidos, vino o aceite. A mediados del siglo II se
ampliaron los tipos cerámicos de cazuelas, vasos globulares y ollas. Ya en el siglo III, el lote de
material más importante fue el de origen africano, como se puede apreciar en Saguntum. Esta visión se repite en la provincia de Alicante, donde en el Portus Illicitanus los estudios efectuados
por Sánchez han podido establecer diferencias entre importaciones y producciones locales o regionales, así como también ha sido estudiada la cerámica común de los yacimientos del valle del
río Vinalopó (Alicante). En Ilici los estratos augusteos presentan vasos, platos y olpes con decoración pintada, y en los niveles del siglo II gran parte de los materiales tienen una procedencia africana. En la Villajoyosa se ha documentado cerámica africana de cocina y común y en la isla de Tabarca se han hallado restos de ocupación romana con materiales desde el siglo II hasta el siglo IV
provenientes del norte de África.
Antigüedad Tardía: siglos IV-VII. La dinámica del este de Hispania,
según Gutiérrez, estaba dentro de la evolución de la economía mediterránea, con un mercado en las ciudades portuarias y en los centros rurales costeros surtido de
abundantes importaciones que, con el tiempo, dieron paso a las producciones locales
orientadas al autoconsumo. Las cerámicas que conocemos en los yacimientos
valencianos para los siglos IV-VI tienen un
origen diverso, y destacan en proporción
las producidas en Cartago, Cerdeña, el sur
de Italia o Sicilia, que corresponden a fuentes, cuencos, cazuelas y tapaderas, y se han
podido diferenciar por Reynolds en el valle
Cerámica común de época visigoda de
yacimientos valencianos. Siglos VI-VII.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
del río Vinalopó. También se conocen cazuelas altas y bajas de cerámica hecha a mano o torneta de
las provincias de Alicante y Murcia, documentadas en el Monastil entre mediados del siglo IV y final
del siglo V, perdurando hasta el siglo VII. En Ilici, a mediados del siglo IV, destacan los materiales de
procedencia africana y las cerámicas comunes hechas a mano con desgrasante de mica dorada.
Entre mediados del siglo VI y la primera mitad del VII, hubo un predominio de productos africanos, como se ha podido ver en Valentia, con ollas sin asas, cazuelas, morteros, cuencos, orzas con
tubo vertedor, jarras de un asa y pico vertedor y también tapaderas, que evidencian la intensa relación con el África bizantina. También del Mediterráneo oriental se importaba cerámica de cocina
como ollas (algunas del área de Constantinopla y Palestina), cazuelas, jarros con asas dobles sobre
montadas y ampollas con pitorro. En la Punta de l’Illa (Cullera), Valencia la Vella (Riba-roja de Túria) y en Alicante, también se conocen ungüentarios litúrgicos contenedores de aceite consagrado de
Palestina o Panfilia. Todo este conjunto se acompañó de cerámicas a mano o a torno lento procedente
del Mediterráneo central (Lipari) y de Sicilia, como también de Ibiza llegaron cuencos, algunos con
tubo vertedor y ánforas pequeñas.
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LA CULTURA DEL AGUA
JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
LA RECOGIDA Y EL ALMACENAMIENTO DE AGUAS
La civilización romana no podía ser una excepción a la hora de conceder una importancia vital a
la disponibilidad de un bien tan preciado como el agua. Hasta la puesta en funcionamiento de los
acueductos que en el caso de la ciudad de Roma se atestigua a partir del siglo IV a.C., los núcleos de
población se abastecían por medio de manantiales, pozos subterráneos y cisternas para recogida y
almacenamiento del agua de lluvia; procedimientos que siguieron vigentes incluso cuando a partir
de comienzos del siglo I los acueductos se instalaron definitivamente en el paisaje urbano.
La antigua Roma concedía una importancia singular a las fuentes naturales, imbuidas de un carácter sacralizante, al ser asociadas con las Ninfas, o en otros casos con las Náyades o las Musas. Un
buen ejemplo de este proceso lo constituye Valentia, donde ya en su primera fase republicana existía
un santuario relacionado con el agua. Localizado en el solar de l’Almoina, estaba dotado de un gran
pozo de 1,82 x 1,54 m, revestido con bloques escuadrados, así como de una piscina o depósito de 6,8
x 4,9 m. Sobre este conjunto republicano, se construyó un gran ninfeo bien entrado el siglo I y tiempo
después, en el siglo XI, se instaló una alberca monumental y, junto al antiguo pozo romano, se colocó
una gran noria. Edeta (Llíria, Valencia) proporciona otro interesante exponente de culto relacionado
con las aguas en este caso, merced a una inscripción que confirma la existencia de un templo dedicado a las Ninfas, templum Nympharum, en la fuente que suministraba el agua a la ciudad.
A partir de la baja época ibérica comienza a evidenciarse el empleo de cisternas rectangulares o
en forma de bañera para el almacenamiento de agua. El control militar romano a partir del 218 a.C.
no alterará esta situación, sino que mejorarán las técnicas constructivas de los aljibes. Así, no faltan
ejemplos de cisternas «a bagnarola», como la atestiguada en Sagunto, delante del templo capitolino,
que quedó amortizada hacia el año 100 a.C. A este tipo pertenece también la cisterna más antigua
documentada en la ciudad ibero-romana de Lucentum (Tossal de Manises, Alicante) con una cronología de finales del siglo III a.C. Precisamente, Lucentum constituye el mejor ejemplo de la importancia
que poseía un buen sistema de almacenamiento de agua cuando, según todos los indicios no dispuso de un acueducto, dificultad que se salvó con una red de cisternas de las que hasta el momento
se han documentado 17.
El foro de Saguntum en época imperial estaba dotado de una gran cisterna de dos naves y una longitud de unos 60 m que se extendía a lo largo de su lado meridional, por debajo del nivel de la plaza y
cumplía la función de recoger las aguas procedentes de las cubiertas de los pórticos del conjunto forense.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Reconstrucción del ninfeo de la Almoina, Valencia. [Archivo SIAM].
Valencia en su fase romano imperial contó con una gran fuente monumental situada en un punto privilegiado cerca
del cruce de las dos calles principales. Este monumento que debió incluir una gran fachada adornada con esculturas
es un buen exponente del nivel de desarrollo urbano que poseía la ciudad a finales del siglo I.
El empleo de norias para la obtención de agua ya está atestiguado en la cultura romana. Con este
procedimiento se abasteció uno de los inmuebles situados en el enclave romano de Baños de la
Reina que ocupa una franja litoral situada entre el casco urbano de Calpe (Alicante) y su puerto a los
pies del Peñón de Ifach. Este sistema hidraúlico fechado a comienzos del siglo I estaba compuesto
por una noria y cuatro grandes aljibes tallados en la roca y comunicados con tuberías de plomo. La
noria se abastecía de las filtraciones de una bolsa de agua situada bajo ella, que rezuma directamente
de la roca con un caudal aún hoy muy estable y con una potabilidad confirmada por análisis. En
cambio, otra vivienda contigua se abastecía a partir de pozos.
EL TRANSPORTE DE AGUA
La técnica constructiva de los acueductos sobre arquerías (arcuationes) tuvo su inicio en Roma con
la construcción en el 144 a.C. del Aqua Marcia. Sin embargo, hasta los comienzos del siglo I dicho procedimiento no alcanzaría su plena afirmación en la cultura del agua. Esta situación se evidencia en
tierras valencianas, donde se han documentado diversas conducciones, todas ellas de época imperial.
Saguntum dispuso de un acueducto que debía tomar las aguas de un punto no localizado del río
Palància. Los primeros restos se localizan en la partida de Figueroles, a 1,5 km al suroeste de la ciudad para a continuación adentrarse por el barrio de Las Balsas o «Clot del Moro», siendo muy probable que entre ambos trechos la conducción se elevase sobre arquerías; aunque resulta evidente que la
mayor parte del trazado se adaptaría a la configuración del terreno, como se observa en un tramo de
unos 350 m de longitud que discurre por encima de la carretera local Sagunto-Gilet. La traza del
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LA CULTURA DEL AGUA • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Puente-acueducto sobre el barranco de la Cueva del Gato (Chelva-Calles, Valencia). Siglo I.
[Fot. Archivo SIP].
Este puente de tres arcos con una longitud de 36 m y una altura máxima rasante de 33 m
constituye la fábrica más espectacular del acueducto de Peña Cortada.
acueducto se pierde por el interior del casco urbano, aunque gracias al testimonio de Chabret, hace
poco más de un siglo podía seguirse por las calles Dos de Mayo, Acueducto y San Ramón.
Un claro exponente del elevado nivel de desarrollo alcanzado por Valentia, ya bien entrado el siglo I,
lo constituye el acueducto cuya fuente de suministro se situaba al oeste, en la actual zona de Manises y
Ribarroja. De esta conducción se han localizado tres tramos en diversos puntos de la calle Quart, que
han venido a sumarse al que ya se conocía cerca de la cárcel Modelo. Gracias a una inscripción se sabe
que este acueducto se adentraba en la ciudad por la llamada Porta Sucronensis, situada en la parte meridional, entre las actuales calles de Cabillers y Avellanes, donde con mucha probabilidad se emplazaría
el castellum divisorium para la distribución del agua por el interior de la ciudad.
El acueducto conocido como la Peña Cortada, que atraviesa varios municipios de la actual comarca de Los Serranos en Valencia, constituye el ejemplo más espectacular de construcción hidraúlica romana en tierras valencianas con sus más de 26 km de trazado discontínuo que median entre la
toma de aguas en Tuéjar hasta los últimos restos localizados en el término de Domeño. Su tramo inicial, comprendido entre las localidades de Tuéjar y Chelva, ha quedado perpetuado en la acequia
mayor de Chelva, lo que ha contribuido a mantener la memoria de la obra romana, a pesar de las sucesivas refacciones que han borrado su traza original. Este acueducto ofrece una cumplida muestra de los
recursos técnicos que estaban al alcance de los ingenieros romanos en materia de conducción de agua,
donde la mayor parte discurre en forma de canal tallado en la roca siguiendo una curva de nivel, salvo
cuando las exigencias del terreno obligaban a construir puentes de dimensiones acordes con el obstáculo a salvar y que en ocasiones revisten una gran espectacularidad, como el puente del Arco que salva
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
el barranco del Convento, objeto de varias refacciones o el puente
de la rambla de Alcotas que en la actualidad muestra el único arco
que ya señalara Cavanilles a finales del siglo XVIII, de los seis que
pudo contemplar Marés en 1681. Más imponente resulta el ejemplar que salva el barranco de la Cueva del Gato con sus tres arcos
y una altura máxima rasante que supera los 33 m. Una vez rebasado este puente, el canal gira bruscamente en dirección este para
seguir a través de un impresionante cortado, conocido como La
Serrada o Peña Cortada que da nombre al acueducto. A continuación se sucede una alternancia de tramos tallados en la roca, bien
a cielo abierto, bien en galería cubierta con la particularidad de
que cada vez que la conducción debía sortear un barranco lo realizaba por medio de un puente. La brusca interrupción de los últimos restos localizados en el término de Domeño y su acusada lejanía de los grandes centros urbanos como Edeta, Valentia o
Saguntum dejan abierta la cuestión de su destino final llegando a
preguntarse sí realmente llegó a prestar servicio. Una situación semejante se ha planteado recientemente en el acueducto de CellaAlbarracín con el que guarda estrechas concomitancias.
Roca tallada perteneciente al acueducto de
Peña Cortada (Los Serranos, Valencia). [Fot.
J. L. Jiménez].
Este corte en la roca de más de 20 m. de altura
da nombre al acueducto romano que tomaba
las aguas del actual río Tuéjar. Se conservan
tramos en una longitud de 27 km atravesando
los actuales términos de Tuéjar, Chelva, Calles
y Domeño. La cuestión de su destino final sigue siendo una incógnita.
Al margen de los ejemplos comentados de acueductos sobre arcuationes, podían darse otras soluciones como la posibilidad de canales de madera sostenidos mediante puntales también de madera formando una V invertida, circunstancia que
pudo darse en los acueductos I y II de Ribarroja.
Los establecimientos rurales también se beneficiaron de los
adelantos técnicos relacionados con las infraestructuras hidraúlicas, como puede apreciarse en la villa recientemente descubierta en L’Horta Vella (Bétera, Valencia).
LA DISTRIBUCIÓN URBANA
De acuerdo con las prescripciones vitruvianas el agua que llegaba a las ciudades debía distribuirse
atendiendo a tres grados de necesidad. En primer lugar, la destinada a uso doméstico (viviendas y
fuentes), a continuación, la reservada a los edificios públicos, sobre todo las termas y por último, la dedicada a las fuentes decorativas y juegos de agua; de manera que en caso de una pérdida de la cantidad aportada a raíz de una rotura o avería, las restricciones en el suministro comenzaban por los juegos de agua y fuentes decorativas, a continuación las termas y en último lugar el uso doméstico.
Las termas como expresión del ocio urbano había empezado a cobrar fuerza en la Península Itálica a partir del siglo II a.C., a la vez que se incorporaba a las nuevas fundaciones de colonias. En este
sentido, es muy revelador que Valentia ya contara con unas termas en su primera fase urbana con
unas características que concuerdan con los modelos itálicos en boga.
El nuevo régimen político representado por el Principado de Augusto significaría el espaldarazo
definitivo a la inclusión de los baños públicos en los programas monumentales urbanos: Este hecho
se hace patente, tanto en la propia Roma que a comienzos del siglo I ya contaba con 170 instalaciones
de este tipo, como en el gran número de ciudades repartidas por toda la geografía del Imperio, dotadas de más de un edificio para baños. Es el caso de Valentia en su fase imperial que dispuso de al
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LA CULTURA DEL AGUA • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
menos dos conjuntos enclavados en sendas zonas escogidas en las inmediaciones de las puertas septentrional y meridional y en estrecha relación con el trazado de su calle más importante, el kardo maximus. Los restos de la primera construcción se localizaron entre la actual calle Cabillers y la plaza de
la Reina. Su edificación se remonta a la época del emperador Claudio, a mediados del siglo I y sería
desmantelado en las postrimerías de ese mismo siglo. Vestigios de otro edificio situado en la entrada
norte aparecieron en una excavación realizada recientemente en la calle Salvador. Su fecha de construcción se remonta al siglo II y debió permanecer en funcionamiento hasta la segunda mitad del siglo III. Otro ejemplo de gran interés lo constituye el caso de la ciudad ibero-romana de Lucentum
(Tossal de Manises, Alicante), donde a pesar de las limitaciones derivadas de la falta de un acueducto, dispuso de dos baños públicos; como también son dos los nuevos conjuntos termales descubiertos en Ilici con una clara disposición periférica.
Cisterna tipo de bañera, Tossal de
Manises, Alicante. [Fot. M. Olcina].
Depósito para almacenamiento de
agua situado junto a la torre VIII
del sistema defensivo de la ciudad
prerromana. Su cronología, finales
del siglo III a. C. y tipo constructivo
denotan una marcada influencia
cartaginesa de época bárquida.
Termas grandes y santuario de la Partida de
Mura (Lliria, Valencia).
[Fot. Museo Arqueológico de Llíria].
La civitas edetanorum,
municipio de derecho latino de época augustea,
cuenta con el conjunto
termal más importante de
las tierras valencianas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Villa romana de L´Horta Vella (Bétera, Valencia). Siglo II.
[Fot. Josep M. Burriel].
Estructuras correspondientes a la sala con piscina de agua
fría (frigidarium) de un complejo termal perteneciente a un
establecimiento privado rural. Conserva el muro más alto,
4,50 m. en edificios de este tipo en la Comunidad Valenciana. A la derecha se ilustran las letrinas con su sistema de
desagüe y la piscina de agua fría y el pavimento de ladrillo.
Atendiendo al grado de conservación de los restos, no cabe duda que el conjunto de mayor entidad
en tierras valencianas, se localiza en la Partida de Mura en la antigua Edeta (Llíria). Fruto de excavaciones recientes se ha recuperado un complejo constituido por un santuario dotado de un área religiosa
presidida por un templo y unas termas dobles que conservan el circuito de baño completo. Este conjunto podría tener un carácter medicinal y utilizaría el agua como elemento terapeútico, siendo traída
por un acueducto del que se conserva parte de su traza en uno de los extremos del complejo. La datación de esta gran obra en época flavia permite ponerla en relación con personajes locales muy influyentes y poderosos a nivel político y económico, como es el caso de M. Cornelius Nigrinus Curiatus Maternus, mencionado en una inscripción monumental conservada en una mínima parte. El ejemplo
edetano demuestra que las termas pasaron también a engrosar la nómina de edificios englobados en el
fenómeno del evergetismo, término empleado para las donaciones efectuadas por los miembros de las
capas sociales más influyentes con las que se ganaban la lealtad de sus súbditos al mismo tiempo que
elevaban su propio prestigio personal. Dentro de este mismo fenómeno hay que incluir la financiación
de la construcción de una de las termas de Lucentum por parte de M. Popilius Onyxs.
Una consecuencia lógica del enorme calado que tuvo la moda urbana del baño fue su extensión al
ámbito rural, como lo demuestra el elevado número de villas de recreo dotadas de instalaciones que
reflejaban a escala reducida los modelos urbanos. En este apartado cabría destacar las termas de los
Tunos en Requena y el reciente descubrimiento de un frigidarium (baño frío) en L’Horta Vella (Bétera)
con un muro de más de cuatro metros de altura que todavía conserva parte de la cubierta abovedada.
Las fuentes monumentales representaban otro signo de distinción en los paisajes urbanos, de ahí su
situación en puntos muy frecuentados como las calles más importantes, lo que fomentaba la estima de la
ciudadanía, a la vez que proporcionaba un sello de prestigio de cara al elemento foráneo. La Valentia imperial contó entre su programa monumental con una gran fuente, ninfeo, según la terminología de la
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LA CULTURA DEL AGUA • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Termas de la muralla de Lucentum. Siglo I. [Fot. Archivo MARQ].
Son las mayores termas públicas de la ciudad con una superficie aproximada
de 340 m2. Se dejaron de utilizar en un momento indeterminado del siglo II.
época, situada al borde del kardo maximus casi en su intersección con el decumanus maximus y muy próxima al foro. Esta zona poseía un significado especial al haber albergado previamente un santuario dedicado al culto a las aguas en época republicana. La prueba más evidente de su importancia simbólica radica en que la construcción del ninfeo, a finales del siglo I, respetó la gran cisterna del área sacra
republicana llegando al extremo de hacer coincidir su línea de fachada meridional con la pared norte del
pozo republicano. El ninfeo es un gran edificio de planta cuadrangular, de 21 m de lado, dotado en su interior de un depósito de planta cuadrada de 8 m de lado y revestido con mortero hidraúlico. Dos pequeñas fuentes de escasa profundidad se adosan a la cara interna del muro norte del edificio, quedando adelantadas y alineadas con respecto al depósito central. El ninfeo se completaría con un alto muro
extendido a lo largo del lado meridional y del que no ha quedado rastro, aunque cabe suponer que estaría decorado con la típica sucesión de nichos. Numerosos fragmentos y placas de revestimiento de mármol aparecieron en un vertedero muy próximo de cronología tardorromana, donde también se recuperó
la mitad de un labrum tallado en Buixcarró con decoración floral en el borde interno. Esta fuente estaría
situada en la parte delantera del ninfeo, como se ha reconocido en otros ejemplos documentados.
Dos inscripciones se pueden asociar a este edificio. La primera es un ara recuperada en 1905 con
una dedicación a las ninfas por parte de Marco Valerio Munito como promesa, seguramente en agradecimiento por su salud. La segunda inscripción es una placa fragmentada de mármol blanco aparecida en la Almoina, formando parte del nivel de destrucción del ninfeo, frente a su fachada norte. La
placa estaba dedicada, con sus cargos y títulos honoríficos, al emperador Antonino Pío y debió estar
colocada en un lugar destacado de la fachada norte del ninfeo.
Finalmente, hay que mencionar el hallazgo muy reciente de otro ninfeo en un solar de la calle Sariers de Xátiva, cuyas características y dimensiones ponen de relieve la importancia que llegó a alcanzar el municipio romano de Saetabi.
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LA CIUDAD TARDOANTIGUA
ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
Hay que huir del tópico de ciudades arrasadas por los bárbaros, convertidas en campos de ruinas, como el panorama típico para definir un supuesto decrépito mundo urbano de esta época. El
largo periodo tardoantiguo (siglos IV-VIII) no es una etapa sin ciudades, todo lo contrario, pero tampoco hay que buscar en él a las esplendorosas urbes del Imperio Romano, aunque las hubo, como
Constantinopla o Ravenna. Las ciudades de este momento, tantas veces citadas por las fuentes históricas, se regían por otros parámetros, los de su época. Los grupos episcopales y los palacios sustituyen a los foros como centros de poder, varias modestas viviendas, con talleres, basureros, corrales y
huertos, ocupan el espacio de una sola domus romana. Los recintos urbanos se hacen más pequeños,
no solo por el evidente retroceso demográfico, sino por necesidades mínimas de tipo militar que no
cumplían las extensas (o inexistentes) murallas romanas. No se puede hablar de la decadencia de la
ciudad, sino de su evolución para adaptarse a los nuevos tiempos, en los que la figura de un poder
civil autónomo desaparece, sustituido por la nueva centralización del Bajo Imperio y, más tarde, por
el poder religioso, que acaba convirtiendo al obispo en el representante y gobernante de la ciudad,
situación de facto ya reconocida por el emperador Justiniano.
Estos planteamientos generales van siendo ampliamente constatados para toda el área mediterránea. Para la zona valenciana, sin embargo, los datos de que disponemos se reducen prácticamente a la ciudad de Valencia, carencia que en parte se puede suplir por el gran volumen de información que esta ciudad ha proporcionado.
LA ÚLTIMA ÉPOCA DE LAS CIUDADES ROMANAS
Valentia e Ilici sufrieron los efectos de lo que se viene en llamar la crisis del siglo III, manifestados
entre los años 260-280 por destrucciones, incendios y abandonos. Muchas viviendas ya no fueron reparadas, como sucedió en la parte norte de Valentia, abandonándose barrios enteros, dentro del proceso general de reducción del espacio urbano. Otros efectos comunes a Valentia e Ilici serían la colmatación de algunas cloacas.
El primer elemento a destacar en algunas ciudades de este periodo es la perduración de la vida
urbana como tal, siempre dentro de las pautas de la época bajoimperial. Aunque la información arqueológica solo es elocuente para Valentia y, en mucha menor medida, para Ilici, se supone que las
que alcanzaron el rango episcopal, caso de Saetabis y Dianium, debieron mantener siempre la catego-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
ría urbana. En Valentia e Ilici se percibe la continuidad física del antiguo centro público romano y que
el pulso y la imagen de la urbs clásica aun parece estar vivo.
En Valentia la continuidad urbana se manifiesta en la zona del foro y en el viario, que se mantienen en uso varios siglos más. Los síntomas más claros de la recuperación urbana son los nuevos edificios que se levantan y las obras de reparación en los ya existentes. El ejemplo más claro nos lo da
un edificio público de l’Almoina. También se ha detectado una nueva canalización paralela al decumanus maximus. Una nueva zona artesanal surgió al noroeste de la ciudad, cerca del puerto fluvial
romano, que fue el único barrio extramuros al que no se le supone un origen funerario o religioso.
Otro edificio que mantendría su uso original hasta el siglo V fue el circo, no en balde en el siglo IV
creció aun más la afición a esta clase de espectáculos. Su largo muro oriental, de 350 m. de largo y 5
de ancho, pudo ser usado como muralla urbana.
Sólo a partir de finales del siglo V se detectan las primeras grandes transformaciones urbanas, la
reorganización del espacio, el expolio sistemático de algunos edificios romanos y el primer cementerio dentro de la ciudad.
Basílica de Ilici (La Alcudia d’Elx, Alicante).
Este edificio se conocía desde principios
del siglo XX, pero no ha sido hasta hace
poco cuando se ha explicado con claridad. Con anterioridad se había interpretado erroneamente como una sinagoga.
El mosaico también se había prestado a
confusas digresiones, hasta que se ha reconocido en él un fragmento del naufragio de Jonás, tema recurrente en la iconografía cristiana del siglo IV.
Casa con mosaico del
Palmeral (Portus Ilicitanus). [Fot. M.J. Sánchez].
El puerto de Ilici fue
un activo centro comercial de la Antigüedad Tardía, como
demuestran esta gran
casa del siglo IV con
su mosaico y una factoría para elaborar salazones de pescado.
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LA CIUDAD TARDOANTIGUA • ALBERT V. RIBERA
Reconstrucción del centro episcopal de Valentia. [Archivo SIAM].
La excavaciones en el solar de L’Almoina y
en la Cárcel de San Vicente, en pleno centro
de Valencia, han permitido reconstruir como
sería el conjunto episcopal durante la época
visigoda.
LA CRISTIANIZACIÓN
DE LA TOPOGRAFÍA
Los edificios de los foros de Valentia e
Ilici sólo perderían su función original a
partir del siglo V , como los restantes de
Hispania. La inevitable cristianización de
algunos de los espacios públicos ya empezaría a partir de la segunda mitad del siglo
IV . Este proceso seguiría un ritmo lento
pero continuado, como da a entender la
compleja realidad hispana de la primera
mitad del siglo IV, que retratan una sociedad en proceso de cristianización que aún
conserva costumbres arraigadas no sólo en
el paganismo cotidiano sino también en el
oficial. La confusión alcanzaba a los altos
cargos eclesiásticos, que en esta época inicial del cristianismo «legal» llegaban a simultanear, como si tal cosa, sus cargos religiosos con sus prebendas y cargos civiles, que aún conservaban en su desempeño ceremonias y ritos
paganos, difíciles de conciliar con la práctica cristiana.
Ya desde el siglo IV San Vicente fue objeto de especial veneración por la comunidad cristiana universal, como atestiguan las tempranas referencias de Prudencio y San Agustín y las iglesias que
desde muy pronto se le dedicaron en varios lugares. La ciudad que vio su martirio y acogió su
cuerpo santificado poseería edificios notables para albergar los restos mortales de un gran mártir, lo
que en esa época era muy excepcional, servía para acrecentar el prestigio de la ciudad y la convertía
en un centro de atracción de peregrinos.
La situación de los núcleos episcopales en las tramas urbanas romanas no sigue una regla fija, al
depender de muchos condicionantes. Son más normales los casos en que se instalan en la periferia
interna de la ciudad, alejados de los céntricos foros, siendo más corriente que se encuentren junto a
las murallas, como parece suceder con la basílica de Ilici. La motivación de esta excéntrica situación
sería la plena vigencia, en este momento inicial, de las instituciones civiles y religiosas paganas, que
impedirían que en el área forense hubiera espacio para la nueva religión.
Pero tampoco faltan ejemplos de ubicación de los centros episcopales en los alrededores del foro
y del uso de los antiguos edificios romanos como iglesias u otras dependencias eclesiásticas. Se conocen varios foros «cristianizados» en África o en la misma Roma. Para Valencia parece bastante
clara su situación al sur y sudeste del foro romano. La reciente hipótesis sobre la exacta ubicación del
episodio martirial en un edificio del foro que albergaba la supuesta celda, abre toda una serie de es-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Baptisterio de Valentia. L’Almoina. [Archivo SIAM].
Uno de los edificios más emblemáticos y monumentales
de los núcleos episcopales era su baptisterio. El de Valencia acaba de ser identificado en las excavaciones del solar
de l’Almoina. Está construido con grandes sillares romanos y presenta la particularidad de estar situado junto al
ábside de la catedral y no en los pies de la basílica como
suele ser habitual.
clarecedoras posibilidades. Este edificio público, o al menos parte de él, por su especial simbolismo
para la pujante religión cristiana, debió ser muy pronto, dentro aun del siglo IV, adscrito al culto y
convertido en una especie de oratorio o capilla. Su total arrasamiento en el siglo V no llevó aparejada
su reconstrucción, pero muy pronto, tal vez demasiado pronto para lo que suele ser normal, sobre
sus escombros se empezaron a alzar tumbas, pero no por encima del espacio que ocupó la supuesta
celda, sobre la que se excavó un sencillo pozo, sino alrededor de ella. Por lo que parece, a pesar de la
destrucción del edificio, a lo largo del resto del siglo V y del VI, se mantuvo vivo el recuerdo de la
existencia de este lugar tan especial, que pudo estar rematado con algún elemento conmemorativo.
La ubicación en esta misma zona de una gran catedral pudo ser facilitada, además de por la
atracción del lugar martirial, por que hubiera disponibilidad del espacio necesario, una vez que el
foro dejó de cumplir con su función original.
Característica común a los muros construidos en esta época, tanto de los grandes edificios del
área episcopal, como de estas modestas mansiones, es que la mayor parte de las piedras parecen proceder del expolio de paredes de la época romana, lo que da lugar a una técnica constructiva muy
simple y un tanto descuidada, pero no exenta de solidez.
LOS GRUPOS EPISCOPALES: EL NUEVO CENTRO DE PODER URBANO
A la hora de entender lo que fue un grupo episcopal, no tenemos
que pensar en una serie de iglesias y edificios aislados rodeados por
cementerios desordenados, que se extendían caprichosamente, sino
que, más bien al contrario, el área episcopal sería como un gran
barrio perfectamente delimitado, algo abigarrado pero ordenado,
donde residían las jerarquías eclesiásticas más importantes de la
ciudad y de todo su amplio entorno jurisdiccional. El de Valencia ocuparía una superficie mínima de 150 por 100 m. en la
Anagrama de Teudemir. Pla de Nadal (Riba-roja de Túria). [Museo de
Prehistoria de Valencia].
La aparición de esta pieza, junto con un grafito de un antropónimo
muy parecido, permite plantear, con argumentos a considerar, la posibilidad de relacionar este personaje con el Teodomiro de las fuentes
históricas, que, de esta manera, muy bien pudo ser el usuario e, incluso, el constructor de este edificio de tintes palaciegos.
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LA CIUDAD TARDOANTIGUA • ALBERT V. RIBERA
misma zona del Alcázar de la etapa islámica, con lo que habría una perpetuación de las funciones rectoras y religiosas de la ciudad en los mismos lugares. Existía una gran diferencia entre los monumentales edificios de esta zona episcopal, con los más modestos de carácter doméstico que en la misma
época se encuentran en el resto de la ciudad. En sus elementos esenciales, el conjunto que se está empezando a descubrir en Valencia parece encajar bien con modelos del Adriático y de África y Oriente.
Valencia y su territorio disfrutarían de una amplia autonomía bajo el gobierno episcopal de Justiniano en la primera mitad del siglo VI, organizador de un concilio, creador de una importante producción literaria y promotor de una ingente actividad edilicia. La iniciativa episcopal debió ser la
primera y principal en reanimar el tejido urbano y en recuperar la cohesión perdida, convirtiéndose
en el indispensable elemento de la transmisión de la perdurabilidad de la estructura urbana, ahora
ya rehabilitada como centro de poder. Este obispo entra en el grupo de los grandes «obispos-constructores» que destacaron por sus actividades de mecenazgo edilicio, religioso y civil, en sus respectivas sedes. Justiniano, al hacerse cargo de la sede, tuvo que restaurar antiguos templos y construyó
otros nuevos, lo que indica la presencia de varias iglesias.
Del recinto del complejo episcopal valentino conocemos una pequeña pero sustancial parte, lejos
de una visión completa del mismo, pero bastante aproximada, gracias a la investigación arqueológica de los últimos años, tanto por la excavación como por la prospección geofísica, y también por el
análisis de la epigrafía y las fuentes escritas.
La prospección geofísica realizada en la plaza de l’Almoina ha permitido comprobar la existencia
de una gran construcción con ábside poligonal. Sus naves laterales conectarían con sendas capillas,
una cruciforme, la más meridional, con funciones funerarias claras, se interpreta como la iglesia funeraria de un obispo, muy probablemente Justiniano. La septentrional parece corresponder a un
baptisterio. Las referencias biográficas del obispo Justiniano y la coetánea cronología arqueológica
apuntan hacia este prelado como el promotor de la construcción de esta catedral. Es muy posible que
por su especial devoción a San Vicente, se llevara a cabo un traslado de las reliquias del santo desde
la basílica de la Roqueta hasta la catedral, con la dedicación de un altar.
Aún estaba en pie la antigua curia romana, que se mantuvo durante todo el período visigodo y
parte del islámico. Cuando la curia dejó de cumplir su cometido original, a partir del siglo V, se readaptó a diferentes usos, al contrario de lo que ocurre con otros edificios públicos que no corrieron la
misma suerte y sirvieron de cantera de materiales de construcción. La readaptación de la curia va
pareja a la «cristianización» de la topografía urbana, proceso relacionado con la posterior instalación
de un cementerio. Delante de la curia se construyó un monumental pozo hecho con enormes sillares
de piedra. La presencia de un gran pozo es algo normal en los centros episcopales, donde suelen
aparecer en el atrio o en relación con el baptisterio. Al otro lado del cardo maximus, se extendía el antiguo ninfeo, otro de los edificios, junto con la curia, que perduró hasta el periodo islámico.
La restitución que podemos presentar del conjunto de Valencia guarda bastantes semejanzas con
algunos edificios del norte de Italia y la costa dálmata, en los que normalmente se encuentra una capilla cruciforme al lado del ábside de la catedral.
De los restantes núcleos episcopales del País Valenciano poco se sabe. El de Saetabis se localiza en
la ladera del Castell, en la zona de la ermita de S. Feliu, donde han aparecido algunos elementos litúrgicos, como fragmentos de cruz y canceles y una inscripción del obispo Athanasio del siglo VII. De
Dianium tampoco se conoce mucho de esta época, excepción hecha de un mosaico sepulcral y alguna
otra pieza aparecida en el siglo XIX y de las modestas construcciones de las excavaciones prácticamente inéditas del Hort de Morand. De Ilici provienen varias piezas del equipamiento litúrgico,
como mesas de altar, canceles calados y basas de columnas, además de conocerse el emplazamiento
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Interior del monumento funerario conocido como Cárcel de
San Vicente (Valencia). [Archivo SIAM].
La tradición local siempre
asoció esta construcción con
la cárcel en que sufrió martirio San Vicente. Sin embargo, se trata de un mausoleo del siglo VI situado sobre
la Via Augusta. En la cercana excavación de l’Almoina, se ha localizado el
espacio que debió acoger
este episodio martirial.
de dos iglesias. Una, situada en la periferia urbana, es una basílica pavimentada con mosaico, que
parece corresponder a una época tan temprana como el siglo IV, lo que la convierte en el edificio cristiano más antiguo de las tierras valencianas. La otra está en la zona del foro y se construyó sobre un
templo romano. Las recientes excavaciones de los grandes baños romanos de Edeta muestran un
claro ejemplo de cristianización de la topografía, al convertirse parte de las instalaciones termales en
iglesia y, tal vez, en un conjunto monástico, en el que no falta alguna tumba monumental.
LA CIUDAD DE LOS MUERTOS
Al igual que sucede en la dinámica urbana, la ciudad de los muertos presenta, respecto a la fase
romana clásica, síntomas de continuidad junto a otros de ruptura. La continuidad viene marcada por
la perduración de los antiguos cementerios romanos, como sería, en Valencia, hasta los siglos V o VI,
la necrópolis de la Boatella, de donde procede una lauda sepulcral de mosaico, que evidencia la
transformación del cementerio pagano en cristiano y que llegaron a enterrarse personajes importantes, como él que pudo costear esta lujosa tumba y el monumento funerario al que pertenecería, ya
que este tipo de cubiertas aparecen dentro de iglesias o de monumentos funerarios.
Del entorno rural de Valencia, a lo largo del siglo IV, y siempre al lado de la Vía Augusta, se conocen otras 2 zonas funerarias, de carácter distinto entre sí. La situada hacia el norte es la continuación
de otra del siglo II. Al siglo IV pertenece un mausoleo en el que aparecieron tres sarcófagos de plomo
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LA CIUDAD TARDOANTIGUA • ALBERT V. RIBERA
y algunos restos de ajuar. Debe tratarse del cementerio, probablemente pagano, de una villa cercana.
La necrópolis de la Roqueta, al sur, por el contrario, sería de origen cristiano y confirmaría la tradición que sitúa en este lugar la tumba de San Vicente, que debería estar debajo de la actual iglesia.
Por primera vez en el interior del recinto urbano, al norte de la catedral se extendía, a lo largo del siglo VI, una necrópolis de tradición hispanorromana, cuyas tumbas, muy sencillas, de tejas planas y en
ánfora, se aglutinan sobre el espacio del antiguo edificio que fue testigo del martirio de San Vicente,
arrasado en el siglo V. Otra área cementerial estaba en torno al mausoleo cruciforme, en los cuatro ángulos de la estructura. Son inhumaciones individuales en grandes cistas de piedras, que corresponden con
toda probabilidad a altas jerarquías eclesiásticas o elementos privilegiados de la sociedad
El cementerio episcopal estaría en la propia catedral. A parte de la inhumación del centro del crucero del mausoleo cruciforme, se sospecha que en la nave que da acceso al crucero, pudieron ubicarse sarcófagos en las pequeñas capillas laterales que a modo de arcosolios aparecen en ella. A partir de finales del siglo VI y hasta el VIII, sobre el anterior cementerio, aparecieron nuevas tumbas,
ahora más numerosas, de carácter familiar y formadas por grandes cistas realizadas con sillares y losas de piedra procedentes de construcciones romanas. Esta nueva necrópolis, de la plena fase visigoda, presenta características peculiares que la convierten en un caso único. Coetánea a esta segunda
necrópolis, se edificó una construcción con ábside de herradura, en relación a la cual gira la ordenación de las sepulturas y que cumpliría la función de una memoria del lugar martirial, tal como sucede en un edificio similar del anfiteatro de Tarragona.
LA CIUDAD RURALIZADA
Uno de los tópicos, ciertamente valido para esta época, es la ruralización de la sociedad, entendida
como el traslado de buena parte de la población urbana al campo. Pero otro de los rasgos de esta etapa
es la conversión del espacio urbano, otrora básicamente de representación y residencial, en un lugar dedicado a actividades de subsistencia propias del campo o la periferia, como puede ser el cultivo de pequeños huertos, la cría de animales domésticos o la elaboración de productos artesanales, todas ellas llevadas a cabo fuera de las ciudades en la época romana, tal como sucede con los cementerios.
En relación con estas modestas viviendas, tanto fuera como dentro de los recinto de esta época,
destaca la presencia de silos de sencilla construcción, excavados en la tierra y con la base recubierta
de cantos rodados. En muchos casos se inutilizan con escombros después de un corto periodo de utilización. En una época tan castigada por las hambrunas, como los siglos VI y VII, se explica esta proliferación de lugares para guardar el grano, sin olvidar el papel centralizador y fiscalizador de la autoridad, en este caso el obispo, que controlaba la actividad económica y los suministros de su diócesis.
También podrían ser pequeños almacenes familiares, ligados a la vuelta a la manipulación directa del
grano por los usuarios, al desaparecer los grandes molinos y las panaderías.
Otra característica ineludible del paisaje urbano de este periodo son la abundancia de grandes y
pequeñas fosas usadas como vertederos y que en origen también se pudieron formar por el expolio
de materiales de construcción. En algunos casos, sus dimensiones fueron considerables.
Al tratar el degradado panorama urbano de este momento, no hay que olvidar el auge que tomaron las construcciones en madera, difíciles pero no imposibles de detectar y que ahora surgen hasta
en los centros de los antiguos núcleos urbanos, que en muchos casos aparecen ocupados por los agujeros de los postes de las cabañas, fenómeno que encontramos desde Italia al norte de Africa. En Valencia aparecen sobre el pavimento del antiguo ninfeo. Otro grupo de posibles cabañas tardoantiguas se ha podido constatar en la periferia sudeste, en un lugar muy cercano a un canal fluvial.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
EPÍLOGO: LA INVASIÓN ISLÁMICA
La llegada de los musulmanes a inicios del siglo VIII no supuso, en un principio, un cambio radical en el panorama urbano del País Valenciano. Más bien al contrario, ya que los nuevos invasores
pactaron con el dignatario visigodo Teodomiro, que gobernaba estas tierras, la concesión de una
considerable autonomía en un territorio que comprendía parte de las actuales provincias de Alicante, Murcia y Albacete, incluyendo, según los textos árabes, las ciudades de Urîûla (Orihuela), que
sería la principal, Lqnt (Alicante), Iyih (Tolmo de Minateda, Hellín), Ils (Ilici), Lûrqa (Lorca), Bqsra
(Begastri, Cehegin), Mûla (Mula) y una misteriosa Blntla, que podría ser la misma Valencia, hipótesis
que se ha reforzado tras la aparición en el Pla de Nadal de Ribaroja de un anagrama en el que se lee
sin ningún problema Tebdemir. Gracias a este pacto, en una amplia zona del sudeste peninsular perduró durante casi más de medio siglo el modo de vida visigodo. Las ciudades, aunque no fueran sedes episcopales, eran bastante frecuentes en esta época tan avanzada, ya que servían como punto de
referencia a la hora de definir un territorio. Los indicios arqueológicos de esta época serían, además
del palacio de Pla de Nadal, algunas tumbas del cementerio episcopal de Valencia y el nivel superior
de l’Alcudia de Elche, además de los recientes hallazgos del Tolmo de Minateda (Hellín), el Cerro de
la Almagra (Mula) y Begastri (Cehegín) en las provincias de Albacete y Murcia.
Sólo a partir de la mitad del siglo VIII empezaría la instalación de contingentes árabes en el sur
del territorio valenciano y de beréberes en el centro y norte, iniciándose un lento pero continuado
proceso de islamización y arabización de la sociedad y, por ende, de las ciudades.
La arqueología urbana valenciana para los siglos VIII y parte del IX es prácticamente muda y no
permite, de momento, seguir los pasos de este periodo de transición hacia la ciudad islámica, en el
que, a grandes rasgos, sabemos que Valencia perdería su anterior importancia, Ilici fue trasladada
desde su ancestral ubicación en l’Alcudia a la que ocupa actualmente Elche, Saguntum consumaría
su retroceso urbano perdiendo su ancestral topónimo, conociéndose como Murbiter (contracción de
muros viejos) precedente del actual Morvedre, mientras que Saetabis se convirtió momentáneamente
en el principal centro urbano de la zona.
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VII~ RELIGIO
• LAS NECRÓPOLIS
• RITOS FUNERARJOS PAGANOS
,. EL CRISTIANISMO PRIMITIVO
• LA EPIGRAFÍA FUNERARIA
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LAS NECRÓPOLIS
LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
Universidad de Alicante
LA MUERTE Y LA TUMBA
Las necrópolis son una fuente de información de primer orden para el conocimiento de las
culturas antiguas, sobre todo desde que el desarrollo de nuevos métodos de excavación y registro
ha permitido documentar aspectos del ritual hasta ahora ignorados: los procesos de cremación e
inhumación, la deposición del cadáver, la recogida de los restos, la preparación del terreno, etc.
Hoy se pueden obtener también datos antropológicos del máximo interés a partir del estudio de
los huesos, incluso de los quemados, como son los referentes a la edad y al sexo de los difuntos,
las enfermedades que han padecido y el tipo de alimentación de que han disfrutado. Todo ello se
ha plasmado en los últimos años en un cuerpo doctrinal que ha recibido el nombre de «arquelogía de la muerte».
Los ritos y los monumentos funerarios documentados en la Comunidad Valenciana en época romana hunden sus raíces en el sustrato ibérico, una cultura que se caracteriza por su carácter cremador, enterramiento selectivo, tumbas en hoyo y superestructuras en forma de monumentos tumulares. Las tumbas, agrupadas en necrópolis, suelen disponerse a lo largo de los caminos que llevan a
las ciudades, un hecho que se ve reforzado con su integración en el ámbito cultural romano, en un
momento en que están en proceso de desarrollo lo que se llaman las vías funerarias; esto es, la utilización de los caminos, en los tramos más próximos a la ciudad, como verdaderos escaparates donde
lucir el rango económico y social alcanzado por las principales familias. Los edificios funerarios comienzan a adquirir monumentalidad, con altos cuerpos pétreos que se alzan sobre el suelo, para ser
vistos desde lejos por los caminantes que se aproximan a la ciudad; a veces se decoran con las efigies
de los difuntos, sus retratos o epígrafes alusivos a su vida.
La tumba romana puede ser individual, familiar o colectiva, y estar rodeada por un recinto que la
delimita y protege. Sus tipos son bastante variados, aunque casi todos tienen en común su carácter
subterráneo. Cuando se trata de grandes monumentos construidos sobre el terreno, la tumba propiamente dicha suele estar debajo, en un hueco o habitáculo excavado. En un primer momento, priman
los elementos arquitectónicos y epigráficos, produciéndose con el paso del tiempo una incorporación de temas iconográficos –retratos, escenas alusivas a menesteres y oficios– y un reforzamiento
del deseo de individualización que lleva en ocasiones a romper el vínculo familiar de la sepultura y
a privatizar los enterramientos; la fórmula hoc monumentum heredes non sequetur (que este monumento no pase a los herederos) es buena muestra de ello.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Necrópolis de La Boatella, Valencia. [Archivo SIP].
Descubierta en los años cuarenta, se encontraba en la salida
meridional de la ciudad romana de Valentia, flanqueando
la vía Augusta; junto a ella se
alinean los enterramientos de
inhumación que en un primer
momento, siglo II, coexisten con
los de cremación. Diversas partes de la necrópolis se han ido
documentando en sucesivas excavaciones de salvamento a lo
largo de los años.
Torre funeraria de Daimuz
(Valencia).
Actualmente desmontada, se
conoce gracias a los dibujos
del viajero francés Alexandre de Laborde, realizados a
finales del siglo XVIII . Es un
monumento turriforme de
cámara cerrada muy similar
al de Villajoyosa, aunque más
elaborado, y datado como él
en el segundo tercio del siglo II. Conservaba la inscripción que indicaba que se había
construido por una disposición testamentaria de Baebia
Quieta.
En los últimos años, el progreso de las excavaciones, y ante todo de las de salvamento y prevención en las proximidades de las principales ciudades romanas valencianas, ha puesto al descubierto
numerosos vestigios de tumbas aisladas y de necrópolis que, en ocasiones, han proporcionado datos
muy interesantes. Cabe destacar las necrópolis de la ciudad de Valentia, recogidas en un número monográfico de la revista Saitabi, dedicado al ilustre canónigo y arqueólogo dianense Roc Chabás, y las
que en estas fechas se están encontrando en la ciudad de Villajoyosa, correspondientes en su mayor
parte a época ibérica y al Alto Imperio. En casi todas las ocasiones, lo encontrado corresponde a la
tumba propiamente dicha, habiendo desaparecido los elementos de la superestructura y señaliza-
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LAS NECRÓPOLIS • LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
ción de los enterramientos. De los restos monumentales conservados, casi siempre conocidos de antiguo, se han realizado nuevos estudios y propuestas de interpretación, como ocurre por ejemplo
con edificios de Sagunto, Daimuz o Villajoyosa.
La mayor parte de las tumbas eran simples fosas excavadas en el suelo que, si bien en un primer
momento se abren en las necrópolis establecidas, con el paso del tiempo tienden a ocupar otras
áreas, en ocasiones incluso restos de antiguos edificios. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el antiguo
vicus romano de Baños de la Reina (Calpe), que a finales del siglo IV –la fecha de referencia la da una
moneda de Magnencio datada entre 350 y 353– se utilizó como área cementerial, llegando a romper
incluso el mosaico que pavimentaba el patio central para albergar un mayor número de tumbas;
como muestra de la precipitación de estos enterramientos, baste decir que los cascotes resultantes
quedaron amontonados junto a las sepulturas. Estas eran simples, estaban cubiertas por grandes lajas y carecían de ajuar, excepto una de ellas, que contenía una pequeña jarrita de cerámica. Al parecer carecían de señalización al exterior. Las fosas de las tumbas podían estar cubiertas también por
tejas (tegulae) dispuestas en forma de V invertida, una fórmula que fue ganando importancia a medida que nos adentramos en el Imperio.
LOS EDIFICIOS MONUMENTALES
La mayor parte de las tumbas carecía de hitos de señalización, o éstos eran lo suficientemente
simples como para haber desaparecido en el curso de los siglos. Sin embargo, sobre ellas podían
también alzarse monumentos y edificios de muy diverso tipo que, además de señalar su ubicación,
llamaban la atención de los vivos acerca del individuo o de los individuos allí enterrados y hacían
que, gracias a su majestuosidad, riqueza o textos escritos, el viajero se detuviera y dedicara un recuerdo al difunto. Por ello no es de extrañar que estos monumentos alcanzaran en ocasiones altas
cotas de desarrollo arquitectónico y complejidad ornamental.
La mayoría serían, como parece lógico, los más sencillos, unos monolitos indicadores de la
tumba, en forma de estela, con o sin inscripción, o de altar. Entre estos últimos se cuentan el pequeño monumento de la Almoina de Valencia, cuya propuesta de reconstrucción ha realizado José
L. Jiménez, y el dedicado a Domitia Iusta, en la Calerilla de Hortunas, en Requena; éste último, de considerables dimensiones, es un edificio cuadrangular, rematado por sendos cornua –especie de cilindros que
rematan los laterales en su parte superior– con una
inscripción alusiva a la persona de ese nombre allí enterrada y erotes que simulan sostenerla. Este monumento sirvió de referencia a una necrópolis de cremación que se desarrolla a su alrededor; sobre algunos de
ellos se edificaron edificios más pequeños ya en época
flavia, lo que daría una fecha ante quem para el de Domitia Iusta. Posiblemente a un monumento similar de
la ciudad de Valentia, perteneciente a la familia de los
Decoración desaparecida del techo de la tumba del BanAntonii, corresponde el conjunto de sillares con insquete, en la necrópolis de Carmona (Sevilla) según
cripción y figuras de Atis que ha estudiado recienteR. Jaldón. Siglo I.
mente José L. Jiménez.
Muestra una decoración de rosas y pétalos, que hace refeA veces, la superestructura funeraria puede adquirir la forma de un edificio de uno o más pisos, los lla-
rencia a la costumbre de origen griego del «día de la
rosa», propia del culto de Diónisos y Adonis, que consiste
en cubrir la tumba de flores rojas, principalmente rosas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Torre de San José, la Vila Joiosa (Alicante).
Se conserva en bastante buen estado en la actualidad
y es un ejemplo, como el de Daimuz, de los monumentos funerarios en forma de torre característicos de
los primeros siglos del Imperio, aunque en este caso
sus elementos decorativos quedaron sin terminar.
mados monumentos turriformes, muy extendidos a lo largo y a lo ancho del Imperio Romano.
Su versión más antigua es la que se incluye bajo
la denominación común de monumentos de
friso dórico; están compuestos por un zócalo
moldurado, un cuerpo cuadrangular coronado
por un friso con triglifos y metopas –de donde
les viene el nombre– y decorado, casi siempre,
con cabezas de toros y rosetas; son éstos los motivos que encontramos en varios sillares de un
monumento de Sagunto, identificado hace algunos años como tal por Almagro Gorbea. Algunos de estos edificios podrían ser en realidad el
basamento de un cuerpo superior sobre el que
se alzaba un pequeño templete en cuyos intercolumnios podrían situarse diversas estatuas.
Mucho más abundantes en el litoral mediterráneo español son otros monumentos relacionados con los anteriores, aunque con una estructura
propia, que reciben el nombre de torres funerarias. En las tierras valencianas existían dos testimonios de gran interés, aunque uno de ellos fue destruido a principios del siglo veinte. Son los de Villajoyosa y Daimuz, en la provincia de Alicante el primero y en la de Valencia el segundo, más lujoso y mejor terminado que aquel. Se conocen desde antiguo, gracias a los dibujos que en el siglo
XVIII realizaron el ilustrado valenciano Antonio de Valcárcel, Conde de Lumiares, y el viajero francés Alejandro de Laborde.
El monumento de Villajoyosa, que hoy se encuentra adosado al edificio social de un camping en
las afueras de la población, conserva un basamento de cuatro gradas y un cuerpo central, separados
por una moldura; las esquinas presentan pilastras lisas, labradas en los mismos sillares de la pared;
carecen de capitel, aunque debió pertenecerles uno de orden corintio que se conserva en las proximidades del monumento.
El interior era hueco y estaba formado por una cámara cubierta por una bóveda de medio cañón,
cuyo arranque eran los propios sillares de las paredes. No existía subdivisión interna ni tampoco entrada a la cámara, ya que la que actualmente se utiliza es consecuencia de la rotura de un sillar hecha
con posterioridad, tal vez, y a juzgar por los materiales aparecidos en el interior del monumento, durante la Edad Media. La única comunicación original con el exterior era un pequeño orificio abierto
en uno de sus lados, que debía servir para recibir las libaciones, ya que la forma en que está labrado,
con una marcada inclinación hacia dentro, así permite asegurarlo. No se ha conservado vestigio alguno de la cubrición, aunque suponemos, dado el elevado número de paralelos que se conocen, que
pudo ser una pequeña pirámide, elemento de honda tradición funeraria desde su empleo en el antiguo Egipto. Pirámides de lados rectos, o de lados curvos, resultan bastante frecuentes como coronamiento de edificios funerarios en todo el mundo romano.
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LAS NECRÓPOLIS • LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
El monumento de Daimuz era muy similar al de Villajoyosa, aunque más complejo, y de él hoy
sólo se conservan unos cuantos sillares repartidos por las casas próximas. El cuerpo principal tenía
las pilastras estriadas en sus ángulos y los capiteles corintios estaban completamente labrados; en la
cara principal se abría un pequeño pseudo-edículo, esto es, una especie de nicho de escasa profundidad, flanqueado por dos pilastras similares a las de las esquinas, sobre un basamento común en el
que se leía la inscripción Baebia Quieta ex testamento suo; es decir, el nombre de la difunta, Baebia
Quieta, y la disposición testamentaria que motivó la construcción. Es posible que en el interior de
esta pequeña hornacina, que carecía de la profundidad suficiente como para albergar una estatua,
existiera un relieve en estuco o una pintura, como sabemos que ocurría por ejemplo en la Torre de
los Escipiones de Tarragona. También en este caso el interior era hueco y estaba cubierto con una bóveda de medio cañón, todo lo cual ha desaparecido en la actualidad.
Relacionados con este tipo de monumentos deben estar otros descubiertos en Liria, que ha estudiado recientemente Carmen Aranegui. Jalonan una calle, sin duda una de esas vías funerarias a las
que nos hemos referido con anterioridad, y en sus proximidades se han encontrado una inscripción
reutilizada como losa pavimental y restos de pavimentos hidráulicos. Lo que se conserva son dos monumentos funerarios, con parte de su alzado in situ. El primero es de planta rectangular, se alza sobre
una zapata de sillería y se ha propuesto su reconstrucción como un arco de
un solo vano, un fornix, con pilastras en sus ángulos exteriores, según
una tipología de monumentos funerarios conocida pero poco frecuente
en el mundo romano.
El segundo edificio es también de planta rectangular y consta de un sólido basamento de sillería, sobre el cual se alza el edificio propiamente dicho; tiene éste una amplia cámara interior, con un loculus en su centro que
conservaba parte del ajuar de la tumba; los materiales apuntan hacia una
fecha flavia, que podría ser indicativa para el resto de los monumentos.
Todos estos monumentos se incluyen en un grupo relativamente
amplio de edificios similares que encontramos en muchos lugares
del Imperio Romano, entre los que destaca la mal llamada Torre de
los Escipiones de Tarragona, por la errónea identificación de las figuras que adornan su fachada principal con la de los generales romanos de ese nombre que murieron en el curso de la Segunda
Guerra Púnica. Se trata en realidad de dos representaciones del
dios Atis, cuya simbología funeraria hemos visto también en el
monumento de los Antonii de Valencia.
Emparentados con los monumentos turriformes se encuentran otros que tienen apariencia de templo y que por
ello reciben el nombre de naomorfos; esta semejanza
puede reducirse a la fachada principal, pero también
puede extenderse al resto del edificio, llegando a configurar un verdadero templo en cuanto a la forma, aun-
Restitución parcial de la Torre de la Vila Joiosa (Alicante). Maqueta de C. Salvadores sobre propuesta de L. Abad y M. Bendala
El interior era una cámara cubierta con una bóveda de cañón, de sillería, que se conserva en muy buen estado. Un
proyecto desarrollado hace varios años proponía el desmonte de la parte superior, moderna, y la reposición en su
lugar de las piezas conservadas de capiteles y cornisas, para dar idea de cómo era el monumento original.
Seguramente estaba coronado con una pequeña pirámide de la que no se han conservado restos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Tumba de Banys de la Reina. Calpe (Alicante).
El gran patio circular de Banys de la
Reina fue cortado en los siglos IV y V
para insertar un buen número de tumbas como ésta. Se trata de sepulturas de
inhumación, normalmente sin ajuar,
cuyo perímetro está formado por lajas
de piedra poco trabajadas.
Necrópolis Av. Constitución, 260 (Valencia).
Siglo III. [Fot. R. Albiach].
El cementerio se localiza al norte de la ciudad
junto a la vía Augusta. Los edificios funerarios
se situaban junto a ella y en segundo término
se disponían, paralelas a la vía, las tumbas en
fosa con cubierta de tejas. Todos los enterramientos son inhumaciones a excepción de un
bustum al que se le construyó un edificio.
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LAS NECRÓPOLIS • LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
El sarcófago llamado de Proserpina se recuperó del mar en las proximidades del Portus Ilicitanus (Santa Pola, Alicante).
[Museu d’Arqueologia de Catalunya].
Debe su nombre a la historia de la diosa que lleva esculpida e ilustra su rapto a manos de Plutón, dios del Hades, y la
incesante búsqueda de su madre. Se data a finales del siglo II, y es un sarcófago de friso continuo de los más antiguos
de Hispania.
que su finalidad sea básicamente funeraria. El ejemplo más característico de este tipo de templostumba es en la península Ibérica el llamado Mausoleo de Fabara, en la provincia de Zaragoza, que
reproduce un templo próstilo, tetrástilo y seudoperíptero, de orden toscano; la cámara funeraria,
abovedada, se abre en el podio y se comunica con la principal, también abovedada. La cubierta exterior era a dos aguas, a semejanza de la de los templos, y en su frontón se conservan aún huellas de la
inscripción que indica que el edificio estuvo dedicado a Lucius Aemilius Lupus.
En las tierras valencianas existió al menos un monumento de este tipo dedicado a la familia de los
Sergii, en Saguntum. Lo conocemos gracias a los dibujos y a la descripción de un viajero italiano, Michelangelo Accursio, que lo visitó en el año 1526. Se trata de un edificio rectangular, cuyas dos fachadas mayores tenían seis pilastras sobre las que volteaban cinco arcos, delimitando unas a modo de edículas en
las que estaban colocadas las inscripciones de los Sergii que han dado nombre al monumento, algunas
de las cuales aún se conservan; una de las fachadas menores –posiblemente la trasera, porque carece de
ingreso–, tenía cuatro pilastras también estriadas y carecía de ellas en las esquinas.
Hubo otros monumentos relacionados con estos edificios naomorfos, pero mucho más pequeños,
en ocasiones monolíticos. Muy interesante es la parte conservada del frontón de un edificio de este
tipo existente en Cabanes, en la provincia de Castellón, con dos rostros frontales; el del centro es el
de un joven con corona, inserto a su vez en una corona adornada con cintas a modo de infulae; la
otra representa una figura femenina de más edad, con la cabeza velada, que posiblemente sea un trasunto de las representaciones del invierno que conocemos en mosaico y en otras artes romanas; en
este caso parece una alegoría del paso del tiempo, de la fría estación invernal que trae la muerte a la
tierra, flanqueando el rostro de un joven heroizado, vencedor.
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RITOS FUNERARIOS PAGANOS
LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
Universidad de Alicante
EL RITUAL FUNERARIO
En la Antigüedad fue corriente la creación de un complejo ritual alrededor de los principales pasos
en el ciclo biológico y social de los individuos: el nacimiento, el matrimonio y la muerte. El más allá fue
en todo el Mediterráneo un lugar común, un destino irrenunciable pero no necesariamente trágico;
para alcanzarlo con éxito bastaba tomar las precauciones debidas para hacer el viaje en las condiciones
adecuadas, con la protección ritual o divina necesaria y con el conveniente mantenimiento por parte de
los herederos de ese definitivo lugar de reposo. Espacio funerario, ceremonial y recuerdo se conviertieron así en los elementos decisivos para garantizar ese viaje final de los individuos.
En diversas ocasiones, sin embargo, se ha insistido en la aparente incredulidad de los romanos en
el más allá: unos por convicción doctrinal y otros por falta de reflexión imaginaron la muerte como
la nada, un sueño sin despertar que difícilmente explica tantas precauciones y tan complejos rituales
y la consiguiente complicación de la arquitectura funeraria
La cultura romana es una de las pocas que a lo largo de su existencia ha experimentado un cambio de rito funerario; la cremación constituye el ritual predominante durante la República y los comienzos del Imperio, y a ella le sucede, a partir del segundo tercio del siglo II, la inhumación. Este
cambio, cuyos motivos no están aún suficientemente claros para los investigadores, tiene hondas
repercusiones en el ambiente funerario romano; cambia el tipo de tumba, que necesita ahora mayor
espacio para cada individuo; cambia también el recipiente en el que se deposita el cadáver, en el
caso de que existiera; de una pequeña urna cerámica o de piedra, se pasa ahora a una caja de madera o de plomo o, en los casos de mayor riqueza, de piedra: en una palabra, se da el paso de la
urna al sarcófago.
El tránsito hacia el más allá podía ser diseñado por cada individuo según sus creencias y sus propias posibilidades. Idéntico resultado ofrecían los complejos ceremoniales de un funeral imperial
que el más sencillo entierro de un esclavo; en ambos casos sus actuaciones tenían un destino común.
Las diferencias entre la calidad y cantidad de los ritos y la actitud ante la muerte hacen que podamos
hablar de un auténtico «plan de salvación» individual más allá del que, de manera globalizada y respondiendo a patrones comunes para todos, ofrecían determinadas sectas y doctrinas. Para completar
este plan de salvación era precisa la protección de los dioses o un complejo ritual de purificación,
que evitaran al individuo una existencia angustiosa en el más allá. Ambas soluciones eran válidas y
compatibles con cualquier mentalidad pre-cristiana.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Reconstrucción de un ritual funerario según los hallazgos de la
necrópolis de la calle Cañete de
Valencia. [Dibujo F. Chiner].
El difunto yace ya en la fosa,
acompañado por unas ofrendas contenidas en varios recipientes y la cabeza de un jabalí, mientras en la superficie
parientes y amigos llevan a
cabo los ritos funerarios que
conllevan lamentos, libaciones
y sacrificio de animales.
Botella de vidrio de un ajuar de la necrópolis de Tisneres (Alzira, Valencia). Siglos IIIII. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Las ceremonias del funeral (funera) podían reconciliar al
hombre con los dioses que velaban el sueño de los muertos y,
más aún, paliaban también la angustia sobre el destino del
difunto entre quienes le sobrevivían. Eran por tanto muy importantes y variaban en función del rango económico y social
de la persona; conocemos de este modo el funus translaticium
o normal; el funus militare, dedicado a los soldados, el funus
publicum, reservado para los personajes de importancia pública
relevante, y el funus imperatorum, dedicado a los emperadores; todos ellos tenían en común la celebración de una procesión funeraria
(pompa), que debía hacerse de noche, con el difunto conducido en una parihuela o feretrum, hasta la
necrópolis, que las leyes obligan a situar fuera de la ciudad; sólo en casos excepcionales –emperadores, por ejemplo– podía enterrarse dentro del recinto urbano.
El cadáver se quemaba o se inhumaba, según la época, pero también en el primer caso se acababa enterrando las cenizas, y algunos autores hablan de la costumbre del os resectum, el corte de
una pequeña parte del cuerpo, por regla general un dedo, que se salvaba de la quema y era enterrado junto con las cenizas. Y en el caso de las cremaciones, hay que distinguir entre las primarias
y las secundarias, esto es, entre aquellas en las que la quema del cadáver ha tenido lugar en el
mismo sitio donde luego se va a construir la tumba, y aquellas otras –la mayoría– en las que la
cremación se ha efectuado en un lugar común, siendo las cenizas las que se recogen y depositan
en la tumba definitiva.
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RITOS FUNERARIOS PAGANOS • LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
Alrededor de la tumba y en la casa del difunto se desarrollaban una serie de ceremonias, que comenzaban con un banquete ritual, el silicernium, y duraban nueve días. Con posterioridad, el banquete se repetía periódicamente, o bien el día del cumpleaños del difunto –dies natalis– o bien el día
de los difuntos, durante las fiestas llamadas parentalia y lemuria. En estas ceremonias participaba figuradamente el propio difunto, a quien se invocaba de diversas maneras y al que se ofrecían alimentos y bebidas, las libationes.
Todos estos actos son importantes para que el difunto conserve su individualidad en el más allá,
sin diluirse en el anonimato de la masa común; la queja de los muertos, en las pocas ocasiones que
tienen de ponerse en comunicación con los vivos, es precisamente que éstos olvidan con demasiada
facilidad las atenciones que deben tener con ellos. Este es uno de los motivos por los que en el
mundo romano, los collegia funeraticia, esto es, las asociaciones que reunían a los miembros de una
profesión o de un grupo social que vivían en un mismo lugar, se ocuparon también de atender las
necesidades relacionadas con el sepelio de sus integrantes para, mediante el pago de una cuota, asegurarse el lugar de enterramiento y, lo que es más importante, la continuidad de los ritos funerarios
tras el momento de la muerte. En algunas tumbas se conserva todavía el conducto que permitía a los
difuntos recibir las ofrendas depositadas por los vivos. Así, por ejemplo, en el monumento turriforme de Villajoyosa, el orificio practicado en la pared permitía que las libaciones vertidas por quienes participaban en esos ritos se derramaran por el interior hueco del edificio, cayendo al suelo en el
lugar donde estaría enterrado el cadáver de la persona o de las personas honradas. Otras veces, la
propia tumba está decorada con elementos alusivos a estos rituales; en la necrópolis de Carmona, en
la provincia de Sevilla, por ejemplo, los techos de algunas tumbas están pintados con rosas y pétalos
de rosas, alusivos a la costumbre de esparcir flores en la fiesta llamada rosalia.
Un conjunto de tumbas excavado en Valentia por Pierre Guérin arroja nueva luz sobre aspectos
del ritual funerario. La necrópolis se ubica a lo largo del decumano máximo, fuera del recinto urbano,
y se utilizó desde la fundación de la ciudad hasta el siglo IV. En la fase republicana del siglo II a.C., coexisten sin orden aparente inhumaciones y cremaciones, con tumbas en fosa, tumbas de cámara o hipogeos y un ustrinum que se reutilizó para inhumaciones. La presencia desde un primer momento
de tumbas de cremación e inhumación hizo pensar a los autores en la posible coexistencia de una
población indígena y otra foránea, aunque un estudio más profundo de los ajuares y de los ritos funerarios permitió matizar esta hipótesis, en el sentido de que ambos correspondían a una población
exógena, que posiblemente debido a su composición heterogénea alternaba ambos ritos; algunos aspectos concretos, como la inhumación en hipogeo junto con cabezas de cerdo y de jabalí partidas
Decoración parietal desaparecida de la tumba del Banquete de Carmona (Sevilla) según R. Jaldón. Siglo I.
Representa una comida ritual en la que los participantes conversan, beben de vasos en forma de animal o tocan la flauta;
a los lados, dos figuras que se aproximan; una porta un plato con viandas y otra lleva un tirso y una corona. Es la representación gráfica de una de las ceremonias que tienen por objeto mantener en paz las almas de los muertos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Orificio de libación de la Torre funeraria de
San José en la Vila Joiosa (Alicante).
En un lateral se abre un orificio tallado en
la unión de dos sillares, de forma que los
líquidos que se vierten desde el exterior se
derramen por el interior hasta el fondo de
la tumba, donde se encontrarían los restos
de los allí enterrados. Es un ejemplo monumental de los llamados «orificios de libación» que tienen como finalidad que los
difuntos puedan participar directamente
de las ofrendas realizadas en su memoria.
Lauda en mosaico de Severina, procedente de Denia.
Siglo V. [Museo de Bellas Artes de Valencia].
Cubría un sepulcro de sillería y pertenece a un tipo de
mosaico sepulcral bastante frecuente en el mundo tardorromano, sobre todo en el norte de África y en las
costas del Mediterráneo occidental. En la parte superior lleva un epígrafe funerario y en la inferior un elemento decorativo.
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RITOS FUNERARIOS PAGANOS • LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
longitudinalmente, parecen estar en relación con ceremonias funerarias en honor de Ceres propias
del mundo itálico, aunque la presencia de tumbas de cámara y de estrígilos parece apuntar más bien
hacia un ambiente helénico, propio de la Magna Grecia o de Etruria.
En el caso de la cremación, las cenizas se recogen por regla general en una urna cerámica, correspondiente a los tipos de recipientes característicos de cada momento y de cada lugar, que pueden taparse con platos también de cerámica. Más raras, aunque se conocen algunos ejemplos, son las urnas de vidrio que, dada su fragilidad, pueden meterse dentro de un recipiente de plomo. En el caso
de la inhumación, los contenedores son muy diversos, desde simples cajas de madera y ánforas reaprovechadas hasta cajas de piedra, algunas decoradas con mucha complejidad. De estas últimas,
que son las que la arqueología conoce como sarcófagos, existen algunos ejemplares en la Comunidad Valenciana, si bien la mayoría corresponden ya a un momento tardío, en relación con enterramientos de época y seguramente religión cristiana.
El más famoso de los paganos es el de Santa Pola, recuperado en el mar en las proximidades de
esta ciudad. Es de taller romano y, sin duda, el encargo de un rico ilicitano para su última morada;
es un sarcófago antiguo, de la segunda mitad del siglo II y representa escenas del rapto de Proserpina: en el centro, Plutón se dispone a raptar a la joven, que cae a tierra víctima de la sorpresa; a la
derecha, consumado el rapto, el dios conduce a Proserpina en su carro en dirección al Hades; a la izquierda, Ceres recorre la tierra en su carro con una antorcha en cada mano buscando a la hija desaparecida. En uno de los lados menores, aparece una escena muy significativa: una figura envuelta en
un manto, con la cabeza velada, es presentada por Mercurio a Plutón, quien la acoge benévolamente; es una alusión al Hermes Psicompompos, esto es, al Mercurio conductor de las almas de los
difuntos hacia el Más Allá, y a la entrega de estas almas al dios de los infiernos. Todos ellos, como se
ve, temas relacionados con el mundo de la muerte y sobre todo con la necesidad del hombre de aferrarse a mitos y creencias que le permitan una cierta supervivencia en el Más Allá.
Religión y mundo funerario se dieron la mano con el fin de garantizar una potencial existencia
en el otro mundo, con el fin de asegurar un descanso pacífico en un espacio del que a veces se dudaba pero con el que no se podían correr riesgos. De la complicación del panteón en los albores del
mundo clásico comenzarán a surgir fuerzas relacionadas con la muerte, con la protección de los difuntos, con el control del mundo subterráneo, y la propia creencia en estas manifestaciones hará que
paralelamente se desarrollen los más complejos rituales relacionados con la muerte. Los panteones
del mundo clásico y las creencias de ultratumba se desarrollaron así casi al mismo tiempo, en un
proceso de complicación formal que tiene mucho que ver con el crecimiento de los intercambios y
con el carácter cosmopolita de los principales centros urbanos.
En palabras de P. Veyne, «la tumba es la morada eterna en que todo se prolonga una vez que ha
cesado y donde la nada adopta las apariencias consoladoras de una monótona identidad». Semejante identidad entre el mundo de los vivos y el de los muertos es algo consustancial a la arqueología de la muerte en el mundo romano; el arte se pone al servicio de la desesperanza y del sufrimiento para aliviar el miedo que causa el desconocimiento. De ahí la íntima relación que existe entre
el arte y el mundo de la muerte, una relación que se estrecha o se distiende en proporción directa
con la preocupación por el más allá.
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EL CRISTIANISMO PRIMITIVO
MIQUEL ROSSELLÓ Y ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO VALENCIANO
Dentro de la sociedad romana, el cristianismo se veía como una más de las diversas y variadas
religiones nacidas en el Mediterráneo Oriental (Egipto, Siria, Asia Menor,..) que poco a poco se iban
introduciendo en el flexible panteón pagano. Concretamente se confundía o se consideraba una modalidad del judaísmo, que, por otra parte, estaba ampliamente difundido a través de las numerosas
comunidades hebraicas del Imperio, considerablemente aumentadas tras las revueltas judías de los
siglos I y II, que culminaron con la Diáspora.
A pesar del tópico que circula sobre las crueles y continuas persecuciones que los pérfidos romanos sometían a los primeros cristianos, la verdad es que, durante los tres primeros siglos de vida de
esta nueva religión, lo más habitual fue una tranquila convivencia que, a la larga, propició la difusión y organización de esta nueva fe.
Son muy escasos los testimonios cristianos hispanos anteriores al siglo IV, entre los que se incluyen
un más que hipotético viaje evangelizador de San Pablo y los más reales mártires de Tarragona de mediados del siglo III, que ya nos muestran comunidades urbanas organizadas en torno a un obispo. Para
el País Valenciano nada se sabe hasta inicios del siglo IV, con la primera y más importante noticia, el
martirio del diacono de Caesaraugusta, Vicente, que tuvo lugar en Valencia en el 304, dentro de la última y más grande persecución, la de Diocleciano. Este episodio martirial marca el inicio del cristianismo antiguo valenciano, sin que ello signifique que con anterioridad no hubiera ya algunas comunidades, habida cuenta de la relativa amplia difusión conseguida por esta creencia a lo largo del siglo III.
Este primer cristianismo fue un fenómeno esencialmente urbano y mediterráneo, por lo que Valentia,
Saguntum, Dianium o Ilici, dinámicas ciudades costeras, debieron acoger con bastante probabilidad a
sus adeptos. El fracaso de la gran persecución Tetrárquica, la ascensión al trono de Constantino, el primer emperador cristiano, y su Edicto de Milán, en el 313, por el que definitivamente se permitía el
culto de los seguidores de Cristo, marcan una década decisiva para el relanzamiento, ya imparable, de
esta religión. El siglo IV ve su progresivo desarrollo, indisolublemente unido al poder imperial, al
tiempo que se asiste al paulatino deterioro de los antiguos cultos, que a fines de este siglo fueron definitivamente proscritos por Teodosio. Aunque menos conocidas, a partir de este momento, y especialmente en la parte Oriental del Imperio, hubo violentas persecuciones contra los paganos, que vieron
sus estatuas destruidas, sus templos convertidos en escombros o transformados en iglesias y, paradojas
de la vida, algunos de sus seguidores acabaron siendo martirizados hasta la muerte por los cristianos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sarcófago de Valentia. [Museo de Bellas Artes de Valencia].
Se trata de un sarcófago estrigillado fabricado en Roma hacia el siglo IV.
Habría que considerar el martirio de San Vicente como el punto de partida seguro para el cristianismo valenciano. El impacto de este episodio fue muy grande a nivel general, ligado al desarrollo del
culto a los mártires promovido por el Papa Dámaso en la segunda mitad del siglo IV. Desde un principio fue un personaje muy venerado del que ya hablan San Agustín y Prudencio y al que se le dedicaron
muchas iglesias desde el siglo V o quizás antes. Los orígenes del núcleo episcopal de Valencia están en
estrecha relación con el episodio martirial de San Vicente, algo que no debe extrañar, habida cuenta que
la gran reputación exterior del mártir debió tener su justa correspondencia en la ciudad que fue testimonio de su pasión. Esta base ideológica explicaría un soporte material, cuya monumentalidad estamos
solo empezando a ver como supera, con creces, cualquier previsión. Los indicios arqueológicos de la
zona de l’Almoina avalan una probable cristianización temprana de algunos espacios dentro de la zona del foro. Nos referimos a algunos hallazgos litúrgicos de los siglos IV y V, realizados entre los escombros
de un edificio público, que solo se explican por la existencia en ese
mismo lugar de un temprano culto cristiano, presumiblemente ligado a la existencia de un lugar martirial. Sería el caso de un extraordinario bol de vidrio decorado con escenas bíblicas. De ser cierta
esta suposición, dispondríamos de un temprano ejemplo de un espacio romano cristianizado, carácter que, por otra parte, se constata con
total seguridad en esta misma área para las etapas posteriores.
Otro testimonio inequívoco de la temprana cristianización asociada
al culto de San Vicente lo tenemos en la necrópolis hallada en el monasterio de la Roqueta, junto al tradicional lugar de enterramiento del
mártir, lo que verifica arqueológicamente su autenticidad. Con él también se relaciona un sarcófago del siglo IV fabricado en Roma.
De Ilici también se dispone de uno de los más antiguos edificios
dedicados al culto cristiano, su basílica pavimentada con mosaicos,
Inscripción del obispo setabense Atanasio. [Museo Municipal de Játiva].
Es la única inscripción completa de un obispo del territorio valenciano en
la Antigüedad Tardía. Reutiliza un pedestal romano más antiguo. También
es uno de los pocos, pero muy expresivos restos del obispado de Saetabis.
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EL CRISTIANISMO PRIMITIVO • MIQUEL ROSSELLÓ Y ALBERT V. RIBERA
erróneamente interpretada como sinagoga, que se data en el siglo IV. Los más antiguos e irrefutables datos del cristianismo
valenciano proceden de las dos colonias romanas existentes, lo
que habla del referido carácter urbano de los inicios de esta
nueva religión.
Lucerna norteafricana
con crismón invertido.
Siglos IV-V. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Por el contrario, las zonas rurales debieron permanecer paganas durante varios siglos más, como atestiguan los reiterados cánones de los concilios de la época visigoda que no cesan
de mencionar, y reprobar, la perduración en las zonas rurales
de prácticas religiosas ajenas al cristianismo. La misma denominación de paganos, que deriva de pagus, aldea, ya define
con claridad la procedencia de esta palabra.
LA ORGANIZACIÓN DEL CRISTIANISMO:
LAS SEDES EPISCOPALES
Las sedes episcopales se sobrepusieron, en lo esencial, a los antiguos conventus jurídicos romanos y las sedes metropolitanas a las capitales de las cinco provincias bajoimperiales. A falta de datos más precisos, es de la opinión general que la red diocesana en la fachada
mediterránea hispana estaría ya formada en época temprana, al menos en
aquellas ciudades más importantes. Para los primeros decenios del siglo V
constatamos que la zona valenciana estaba rodeada de ciudades con sede
episcopal ya establecida, caso de Zaragoza, Tarragona, Barcelona, Cartagena y,
más allá del mar, las islas Baleares. Es lícito suponer que sería por estas fechas, o
poco tiempo después, cuando las principales ciudades de la zona (Valentia, Saetabis, Dianium, Ilici) adquirirán rango de sede episcopal.
Valentia desde la etapa paleocristiana debió ser la sede de un obispado importante, del que se
conocen algunos de sus personajes más destacados. El primero de los prelados conocidos y, a su
vez, el que mayor huella dejó en la sede fue Justiniano, del cual sabemos que ocupaba la cátedra
episcopal en el año 546 cuando se celebró un concilio provincial en su ciudad. Otros posteriores
fueron Ubiligisclo, obispo arriano de nombre germánico, lo que es un buen indicio para suponer
la presencia efectiva de visigodos en Valencia, o su coetáneo católico, Celsino, con el que formaría
una no muy común dualidad episcopal. Este doble obispado no debió estar exento de conflictos,
ya que era reflejo de la inicial segregación entre romanos, católicos, y germanos, arrianos. Eutropio fue otro ilustre obispo de la sede valentina, que antes había sido abad del importante monasterio Servitano y en calidad de tal participó en la organización del Concilio III de Toledo. Posteriormente se irán sucediendo varios obispos de los que sólo conocemos sus nombres, al aparecer
citados en las actas de los concilios toledanos: Marino, Musitacio, Anesio, Félix, Suinterico, Hospital, Sármata y Ubitisclo, último obispo conocido antes de Jaime I.
De los restantes obispados apenas conocemos la relación de los obispos que asistieron a los concilios toledanos. De Saetabis, además de la existencia de Mutto, Florencio, Athanasio, Isidoro, Asturio
y otro Isidoro, solo se puede destacar que del obispo Athanasio se conserva una inscripción del año
séptimo de su pontificado.
La lista de obispos dianenses solo la conocemos a partir del 636, puesto que hacía poco tiempo
que acababa de pasar la ciudad a manos de los visigodos, una vez expulsados los bizantinos. Antes
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sarcófago de Elda. Siglo
gico de Elda].
IV.
[Museo Arqueoló-
Fragmento de un sarcófago de Elda con escenas
del episodio de Jonás, uno de los más representados en la primera iconografía cristiana.
y durante la presencia bizantina en la ciudad desconocemos si hubo obispo. En cambio, la ocupación
bizantina no propició, al contrario que en los casos de Cartagena (Begastri) y Elche (Elo), la creación
de un obispado visigodo paralelo. Se conocen los obispos Antonio, Maurelo, Félix y Marciano.
Juan es el primer prelado del que se tiene noticia de la sede ilicitana y también el más antiguo
conocido del País Valenciano. Aparece en una decretal del Papa Hormisdas del año 517 en la que
se nombra a este obispo de Elche Vicario apostólico para las provincias de Hispania, en época del
dominio ostrogodo de Teodorico el Grande sobre el reino visigodo. No será hasta más de un siglo
después, en el año 633, cuando tengamos noticias de otro obispo al frente de la sede, Serpentino.
Esta larga ausencia se explica, al igual que en el caso de Dénia, por estar ocupada por los bizantinos. Le sucedió Ubínibal, que también fue obispo de la sede elotana, de corta existencia y creada
por los visigodos cuando la ocupación bizantina de la sede de Ilici para regir los territorios de ésta
que permanecían en su poder. Leandro también rigió las dos sedes. Émmila y Oppa cierran la nómina de obispos ilicitanos.
La organización episcopal sufrió alteraciones con la ocupación bizantina
de parte de las diócesis de Saetabis, Dianium, Ilici y Carthagonova, incluidas
estas tres últimas sedes, lo que obligo a la creación de un efímero obispado en Elo, que hasta hace poco se relacionaba con Elda, aunque
últimamente se ha identificado con el yacimiento de El Tolmo de
Minateda (Hellín, Albacete). En cualquier caso, aunque estuviera emplazada fuera del actual territorio valenciano, estuvo ligada con el obispado de Ilici y sujeta a los avatares
de la política y conquistas territoriales de visigodos y bizantinos a lo largo de la segunda mitad del siglo VI y primer cuarto del VII. La más moderna y de vida más corta
de las sedes aquí relacionadas fue fundada, al igual que
Bigastri en relación con Cartagena, en oposición a la sede,
en poder de los bizantinos, de Ilici. Una vez expulsados
los imperiales de Hispania, la sede elotana dejó de tener
sentido y fue absorbida por la más antigua de Ilici. Sanable es el único obispo independiente de la sede.
Inscripcion cristiana del año 395. Roma. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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EL CRISTIANISMO PRIMITIVO • MIQUEL ROSSELLÓ Y ALBERT V. RIBERA
EL CRISTIANISMO Y LA CONQUISTA ISLÁMICA
La sociedad visigoda se mostró básicamente pactista con los recién llegados, y buena parte de las
altas jerarquías, tanto civiles como eclesiásticas, optaron por adaptarse a la nueva situación. Ejemplos
paradigmáticos de uno y otro estamento los tenemos en Oppas, metropolitano de Sevilla, y de Teodomiro, gobernador de Auriola. En otras ciudades, en cambio, en las que hubo resistencia o se produjo la
huida del obispo, no hubo pacto, caso del metropolitano Próspero de Tarragona. En el área valenciana,
el Pacto de Teodomiro supuso, desde un punto de vista religioso, una continuidad del estado de cosas
en esta zona meridional del país, y que se puede extender a parte del área valenciana. El Pacto estableció que no se quemarían las iglesias y que no se forzaría a los cristianos a abandonar su religión.
El elemento cristiano (mozárabe) fue todavía importante durante los primeros siglos de la dominación islámica, hasta la instauración del califato por Abd al-Rahman III. La estructura eclesiástica continuó vigente bajo el gobierno de los diferentes emires, gozando de una relativa libertad y vitalidad,
aunque ya privada del enorme poder político que había detentado con los monarcas visigodos, que
les permitió seguir celebrando concilios. Prueba de esa vitalidad de la iglesia hispana durante el emirato es la controversia adopcionista protagonizada por Elipando, metropolitano de Toledo y primado de la Iglesia en la España musulmana, y el obispo Félix de Urgel, bajo la autoridad carolingia de la Iglesia franca. El extraordinario eco en toda la Cristiandad occidental
de la herejía implicó, en las dos últimas décadas del siglo VIII, a monarcas (Abdal-Rahman I, Hixham I, Al-Hakham I, Carlomagno, Alfonso II el Casto...), papas
(Adriano I, León III), obispos y pensadores de la Iglesia (Paulino de
Aquileya, Alcuino de York, Beato, Heterio...), así como la celebración
de diferentes concilios y asambleas (Concilio de Sevilla de 784, Concilio de Ratisbona de 792, Concilio de Frankfurt de 794, Asamblea Episcopal de Aquisgrán de 799).
La mayoría de las sedes episcopales de época visigoda pervivieron y, en
el caso de las sedes más importantes, se conocen series ininterrumpidas de obispos hasta finales del siglo IX. La situación en las sedes episcopales valencianas
nos es bastante desconocida. Se conoce un prelado de Elche, de nombre Teudeguto, en el Concilio de Córdoba de 862. En Valencia la sede continuaría por lo
menos hasta finales del siglo VIII, momento en que la ciudad fue arrasada por
Abd al-Rahman I en el año 778. De Xàtiva no tenemos noticias de obispos de
la sede durante época emiral, en cambio, hay una noticia interesante, acontecida a principios del siglo IX, sobre la huida de unos monjes de Xàtiva a la
isla cercana de Formentera.
Todo apunta que la red episcopal del País Valenciano perduró hasta el siglo IX en el caso de Elche; en Valencia la sede quedaría desmantelada en el siglo VIII; en Xàtiva solo tenemos noticias de una comunidad monástica que
huye de tierras musulmanas a una isla todavía en poder del imperio bizantino; y de Dénia no tenemos ninguna información. Parece que, aún con los
escasos datos disponibles, las sedes de Elche y Valencia, ciudades mencionadas en el Pacto (si se acepta que Balantala es Valencia), tienen cierta
continuidad; las dos restantes, Xàtiva y Dénia, que no se nombran en el
Pacto, posiblemente desaparecerían con la llegada de los musulmanes.
Cruz litúrgica procedente del conjunto monástico de Punta de l’Illa (Cullera, Valencia). Siglo VI. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA
LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
Universidad de Alicante
ROSARIO CEBRIÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
No hay dos inscripciones iguales. Cada inscripción es un documento original y genuino, resultado de horas de paciente labor por parte de un cantero, un quadratario o un aficionado; seguramente algunos epígrafes son resultado de más de un intento por obtener un producto que se quebraba en el último momento, en el que aparecían repentinas grietas o que no quedaba al gusto del
cliente o del fabricante una vez terminado.
Si las canteras del mundo romano están llenas de objetos quebrados en el momento de iniciarse
el transporte o de dar los últimos retoques para su envío a un taller, las officinae epigráficas debieron
ser escenario de mil y un fracasos que terminarían convertidos en placas para cubrir paredes, teselas
de mosaico o piezas de opus sectile en el mejor de los casos. El precio de los productos de calidad a
pie de cantera y el transporte hacían de los materiales nobles un producto que se aprovechaba hasta
el final, incluso en sus retazos; las simples calizas tenían un destino menos noble, y los fracasos epigráficos terminarían con frecuencia en hornos de cal.
Cada uno de los cientos de miles de epígrafes que quedan del mundo romano tiene su historia
particular, aunque el estudio de estos soportes ha sido relegado con frecuencia por los estudios del
contenido, más evidente y a fin de cuentas objeto primordial de la comunicación entre el fabricante y
el resto de la sociedad. Sólo en los últimos cuarenta años se ha revalorizado el soporte, tanto por la
necesidad del historiador de analizar el contexto en que se generan sus fuentes como por las propias
tendencias de la arqueología y de la historia del arte.
Las tierras valencianas han proporcionado hasta la fecha cerca de 1.200 inscripciones latinas, con
un reparto muy desigual no sólo por provincias sino también dentro de éstas entre unas zonas y
otras. La provincia de Valencia, con importantes ciudades antiguas en su solar, acumula casi el 70%
del total del conjunto, repartiéndose el resto casi por igual entre Alicante y Castellón.
Desde el punto de vista geográfico, la epigrafía latina del territorio es eminentemente urbana, es
decir, se concentra mayoritariamente en las ciudades y en su periferia inmediata; sólo una pequeña
parte de los hallazgos procede de zonas rurales alejadas de los grandes centros urbanos. De ello es
buena prueba la cuantificación de las inscripciones saguntinas tras la reciente edición del nuevo fascículo del Corpus Inscriptionum Latinarum con los epígrafes de la parte meridional del conventus Tarraconensis; Saguntum y su territorium concentran algo más de 500 inscripciones, Valentia algo más de
150; Edeta unas 115, y cantidades por debajo del centenar se registran en ciudades como Saetabis, el
núcleo cercano a Jérica y en todas las alicantinas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
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Portus llicitanus
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CANTERAARQUITECTÓNICA
CANTERA EPIGRAFICA
MILIARIOS
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA • LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
La mayor parte de las inscripciones procede de la región situada al norte del río
Júcar, es decir, de las ciudades del sur del convento Tarraconense, con clara diferencia sobre la zona sur, correspondiente al convento Cartaginense. Tal diferencia parece tener diversas explicaciones.
En efecto, las ciudades meridionales del conventus Tarraconensis
fueron lugar de residencia y centros de promoción de importantes
familias con un fuerte protagonismo en la vida de Hispania durante los dos primeros siglos de nuestra Era; sus ciudades se
vieron favorecidas con programas arquitectónicos a los que siguió un desarrollo epigráfico importante, que se manifiesta en
ocasiones a través de las series de pedestales forenses; en el territorio circundante y en las necrópolis urbanas asoman con
fuerza sus epígrafes funerarios y los de sus libertos.
Otro factor que condiciona la dispersión de los epígrafes es
la riqueza del suelo y sus posibilidades de aprovechamiento,
como se observa en los territorios de Ilici, Dianium o en la zona
cercana a Villar del Arzobispo, en donde el volumen de textos
parece estar más en relación con la densidad demográfica y la
actividad agrícola que con la fuerza de los grupos familiares.
Una tercera razón que explica la distribución de los epígrafes es
la cercanía a la costa, pues la mayor concentración de población
y su reflejo epigráfico guardan relación con la intensidad de las
actividades industriales y comerciales relacionadas con el tráfico
portuario y los intercambios marítimos.
LA EPIGRAFÍA FUNERARIA
Del conjunto de inscripciones conocido hasta la fecha en las
tierras valencianas, más del 60%, unos 750 textos, son de tipo funerario; este conjunto es bastante heterogéneo en sus modelos
formales y en los materiales utilizados.
Estela de Tempestiva, hallada en Pedralba.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Las estelas, hincadas en el suelo, se utilizaron para señalar el lugar de una sepultura
en las necrópolis.
En las necrópolis se situaron buena parte de los monumentos
epigráficos atestiguados en el área valenciana. En ellas, cada sepultura contó con un elemento distintivo, con el fin de realizar las ceremonias funerarias en honor
del difunto, aunque bien es verdad que no todos poseyeron inscripción y otros muchos se enterraron
en columbarios o simplemente en tierra, sin que se les recordara con un epitafio. La gran diversidad
de las sepulturas reflejaba todos los estamentos de la sociedad.
v
Los distintos talleres lapidarios que trabajaron en el área valenciana ofrecieron a su clientela una
variada gama de soportes pétreos con inscripción para señalizar sus tumbas en las necrópolis. A lo
largo del período imperial, su producción siguió los estilos y las modas desarrolladas en Roma y en
las capitales provinciales de Tarraco y Carthago Noua. El ambiente artesanal de las officinae lapidarias valencianas se caracterizó por una forma de trabajo similar, repitiéndose los mismos tipos de soportes en
El aprovisionamiento del material lapídeo para la realización de soportes epigráficos se obtuvo de las canteras cercanas a
los núcleos urbanos. La dispersión de las inscripciones valencianas muestra un mayor uso de la epigrafía en las ciudades
y desde aquí se difundió a las zonas rurales. [Tratamiento gráfico R. Cebrián-A. Sánchez].
267
[page-n-269]
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Placa funeraria de Otacilia
Silvana de Valentia. [Ajuntament de València].
En las necrópolis, las placas
funerarias se insertaron en
estructuras arquitectónicas,
preferentemente en forma
de mausoleos.
Epígrafe del monumento
funerario de algunos miembros de la familia de los
Caecilii de Edeta. [Museo
de Prehistoria de Valencia].
La aparición de varias inscripciones en el mismo soporte evidencia el carácter
colectivo de los mausoleos
funerarios.
v
268
cada período en función de las modas del momento. Sólo a partir de finales del siglo I, los talleres lapidarios de las ciudades valencianas se alejaron de los modelos canónicos y comenzaron a imprimir
un estilo propio a sus manufacturas. Es el caso de las officinae identificadas en la zona del Alto Palancia y en Villajoyosa, a partir de su producción epigráfica de carácter funerario. El taller de Jérica-Viver, en activo desde finales del siglo I y la primera mitad del siglo II, centró su producción en la elaboración de soportes funerarios, preferentemente bloques y estelas, a los que dotó de una decoración
arquitectónica figurada en la cara frontal del monumento. En Villajoyosa se produjeron aras funerarias con una tipología estandarizada, caracterizadas por la inserción de un motivo decorativo en
forma de lengüetas alrededor del foculus.
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA • LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
LOS MATERIALES
La piedra más utilizada en la realización de los soportes funerarios con
inscripción fue la misma que se empleó en la construcción de edificios de
carácter publico y privado, de producción local. De esta manera, se consiguió abaratar el coste final del monumento. Sólo unos pocos, los mejor situados social y económicamente hicieron uso de materiales importados.
El material local fue utilizado en la construcción de un gran número de
mausoleos monumentales, en los que la inscripción se grabó en uno de los
bloques del edificio. Es el caso, entre otros, del de M. Cornelius Nigrinus Cu2
riatius Maternus (CIL II /14, 124), el rico senador de origen edetano que,
probablemente, fue enterrado en su propia uilla a las afueras de la ciudad;
del de Domitia Iusta (La Calerilla, Requena), en el que se combinaron dos
tipos de piedra local, una arenisca de color amarillo y una caliza de color
gris; y del de Baebia Quieta en Daimuz.
Junto a la piedra de producción local se empleó la caliza de buixcarró,
producida en Saetabis y que tuvo una gran aceptación entre los talleres lapidarios del área valenciana, encargados de elaborar, entre otros, los monumentos funerarios con inscripción. Su demanda tuvo mucho que ver con sus
excelentes cualidades para el pulido, su apariencia marmórea y su precio, inferior a los mármoles que circulaban a través de las redes comerciales del
Mediterráneo. En el ámbito funerario, lógicamente fue Saetabis la ciudad que
más usó este material para la elaboración de placas, aras, bloques e incluso
estelas, pero también se documentan soportes funerarios realizados con esta
caliza, sobre todo, en Valentia.
Los mármoles importados hacen su aparición en las necrópolis de Saguntum, Edeta, Valentia y Dianium en forma de placa, aunque también hay
Urceus tallado en una de las caras
ejemplos de aras realizadas sobre materiales marmóreos. El matrimonio de
laterales de un ara hallada en Riba2
roja de Túria. [Museo de Bellas
libertos formado por Corn(elia) Pantera y L. Lic(inius) Nicomedes (CIL II /14,
Artes de Valencia].
156), posiblemente relacionados con Nigrinus, pagaron un soporte funeraEn ocasiones, en los soportes
rio realizado en mármol blanco, importado de las canteras de Carrara (Itaepigráficos de carácter funeralia). También el ara funeraria de un miembro femenino de la familia de los
rio se grabaron algunos de los
2
objetos utilizados en las cereMarcii en Valentia (CIL II /14, 70) y la placa funeraria de Capraria en Diamonias religiosas.
nium (CIL II, 5963), utilizaron este tipo de mármol. El monumento funera2
rio de Baebius Eros Chilonianus y su esposa (CIL II /14, 407) fue tallado sobre una placa de mármol blanco, importado de las canteras de la isla de Paros (Egeo, Grecia). En su
epitafio se escribieron las medidas de su sepultura, un monumento de 20 x 20 pies. El mármol de Hipona (Túnez) se utilizó en las placas funerarias de algunos libertos de la familia de los Fulcinii (CIL
2
2
II /14, 120 a) y de la liberta Iulia Tyche (CIL II /14, 64) en Valentia.
LOS SOPORTES
Los tipos de los soportes epigráficos utilizados en el ámbito funerario del área valenciana proporcionan una valiosa información sobre los monumentos que se situaron en las necrópolis. En los grandes centros urbanos, como Saguntum, Valentia o Edeta, las necrópolis albergaron una gran variedad
de monumentos epigráficos, mientras que en las zonas rurales y núcleos pequeños predominó la señalización de los lugares de enterramiento mediante soportes en forma de estelas.
269
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Placa funeraria de la Vila Joiosa (Alicante). [Museo Municipal d’Arqueologia i
Etnologia, la Vila Joiosa].
La placa funeraria de Voconia Macedonia se puede singularizar por la curiosa
forma circular del soporte, que sirvió para tapar o sellar el nicho funerario de
esta joven de 26 años de edad, que debió morir en los albores del siglo III.
Las familias más solventes económicamente construyeron conjuntos monumentales, tipo mausoleo,
en cuyo interior fueron enterrados sus miembros.
La aparición de soportes con forma de paralelepípedos permite conocer el nombre de algunas
de estas familias, como la de los Sergii en Sagun2
tum (CIL II /14, 337-346), los Domitii en Lesera
2
(CIL II /14, 778-779) o los Antonii en Valentia (CIL
2
II /14, 24-25). En la inscripción funeraria de L.
Antonius Crescens, el ordo Valentinorum (veteranorum) fue el encargado de otorgar el lugar de la sepultura, de cubrir los gastos económicos del entierro
y de pagar una estatua en su honor. También los soportes en forma de placa se insertaron en algunas de estas estructuras, siempre en un lugar destacado que no ofreciese dudas sobre quién o quienes estaban allí enterrados. Las placas funerarias atestiguadas en el área
valenciana corresponden principalmente a libertos y esclavos, que fueron enterrados en el interior
del mausoleo de sus patronos.
En las necrópolis urbanas se situaron los columbarios o sepulturas en común, donde algunas placas pudieron servir como cierre de los loculi, pequeños nichos donde se colocaban las urnas cinerarias. En el interior de los columbaria también se colocaron las aras funerarias de pequeño tamaño.
La presencia de estelas nos informa de la existencia de áreas funerarias a cielo abierto, donde fueron
hincadas en el suelo para señalar el lugar de enterramiento.
LA DECORACIÓN
La población empleó la decoración en los monumentos epigráficos para acentuar el valor conmemorativo y de señalización del soporte, teniendo siempre en cuenta el lugar donde iba a colocarse.
Los motivos decorativos que se representaron en algunos de los soportes colocados en las necrópolis
estuvieron en estrecha relación con el mundo de los difuntos y las creencias, cultos y ritos de la población romana. La importancia del culto a los difuntos y del hábito epigráfico explica la cantidad y
diversidad de los motivos decorativos de carácter funerario utilizados para señalar el lugar de enterramiento.
Los estamentos sociales que hicieron un mayor uso de los elementos decorativos en los soportes
funerarios fueron los libertos, a pesar de que, lógicamente, la ornamentación aumentaría el coste del
producto. La explicación hay que buscarla en el afán por destacar de algunas familias, enriquecidas
gracias a la explotación de los recursos agrarios del entorno o a las actividades comerciales y, por
tanto, con los suficientes recursos económicos para costeárselo.
En las necrópolis valencianas, la decoración aparece, en un mayor número de ocasiones, en los
monumentos funerarios exentos: aras, bloques y estelas. En ocasiones, las aras contaron con el gra-
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA • LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
Inscripción funeraria de dos libertos de la familia Egnatia
de Saguntum. [Museu Arqueològic de Sagunt].
Los libertos podían ser enterrados en los mausoleos de sus
patronos. La placa fue grabada en dos momentos distintos.
Estela de Fabia Pieris. [Museo de Prehistoria de Valencia].
La gran altura de las estelas edetanas confirma que fueron
empleadas para señalizar las sepulturas en áreas funerarias a cielo abierto.
bado de la patera y el urceus, objetos empleados por los
sacerdotes en las libaciones realizadas a los dioses. También se representaron animales con carácter funerario, ta2
les como el águila, que alude al difunto (CIL II /14, 156),
pájaros con referencia al alma del difunto (CIL II 3578,
2
II /14, 584), delfines como símbolo del tránsito de las almas al más allá, etc. Desde Roma, se extendió la costumbre de representar el busto de los difuntos en sus propios
epitafios. Entre ellos, destacamos la estela de M. Acilius
Eros (CIL II, 5975) en Almoines.
Junto a los motivos figurativos, aparecen en algunos soportes funerarios los motivos vegetales
como elementos secundarios: rosetas, roleos de vides, hojas de palma, peltas, etc.
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ÍNDICE ONOMÁSTICO
Los índices son selectivos y en ellos los números en cursiva remiten a ilustraciones.
No se ha incluido en ningún caso la toponimia de los mapas.
Abd Al-’Aziz 111
Abd Al-Rahmán I 263
Abd Al-Rahmán III 263
Acilius Eros, M. 271
Adriano I, papa 263
Adriano 155, 155, 165
Aemilius Lupus, Lucius 251
Afrodita 37, 165
Agila, ver Akhila
Akhila 107, 110
Albino, Clodio 100
Alcuino de York 263
Alejandro VI 42
Alfonso II 263
Al-Hakham I 263
Amador de los Ríos, J. 33
Anesio 261
Aníbal 36, 42, 79
Annio de Viterbo 42, 43, 44
Antonii 270
Antonino Pío 233
Antonio 262
Antonio, Nicolás 41
Antonius Crescens, L. 270
Apiano de Alejandría 39
Apolo Delphinios 207
Apolo 166, 206, 207
Arcadio 105
Artemidoro 37
Artemisa 38
Asdrúbal 37, 79
Asturio 261
Atanagildo 107
Atanasio 239, 260, 261
Athanasio, ver Atanasio
Atis 166, 207, 247, 249
Augusto 92, 93, 94, 126, 128, 138, 144, 145, 156, 189,
191, 193, 201
Aureliano 100, 100
Avieno, Rufo Festo 40, 54
Baco 165, 166, 206, 210
Baebia Quieta 246, 249, 269
Baebii 201
Baebio Gemino, Cneo; ver Baebius Geminus Cn.
Baebius Eros Chilonianus 269
Baebius Geminus, Cn. 192, 201, 202
Ballester, col. 20
Beato 263
Bebio Severino, M. 157
Beuter, Pedro Antonio 41, 42, 42, 45
Bíclaro, Juan de 40, 108
Blanco, Antonio María 34
Boix y Ricarte, Vicente 31, 52
Borgia 42
Caesar, C. 203
Calígula 145
Calíxto III 42
Camacho, Miguel Antonio 52
Campaner y Fuertes, Álvaro 32, 34
Campillo, Salvador 33
Canga Argüelles, José 29
Cano, Alonso 29
Caracalla 146, 155
Carino 100, 104, 155
Carlomagno 263
Catón 37, 67, 188
Cavanilles, Antonio 31, 210, 230
Cazurro, col. 20
Celsino 261
Ceres 257
César 38, 91, 191
César, Cayo; ver Caesar, C.
Cicerón 38
Claudio II 100, 101, 146
Claudio 144
Columela 66
Cómodo 204
Conde de Lumiares, ver Valcárcel Pío de Saboya
Conde, José Antonio 29
Constantino 103, 147, 148, 259
Cornelia Pantera 269
Cornelii 167
Cornelio Nigrino; ver Cornelius Nigrinus Curiatus
Maternus, M.
Cornelius Nigrinus Curiatus Maternus, M. 97, 197, 203,
232, 269
[page-n-293]
292
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Cornide, José 29
Cortés y López, Miguel 31
Cortines y Espinosa, José 30, 31
Chabàs, Roc 33, 52, 53, 53
Chabret, Antonio 48, 53, 53, 54
Chintila 140
Dámaso 260
Decio, Trajano 155
Delgado, Antonio 32, 32, 34, 50, 50
Demetrio de Mileto 207
Diago, Francisco 41, 44, 45
Diana 38
Diocleciano 103, 146, 259
Dión Casio 39
Dirce 210
Domiciano 66
Domitia Iusta 247, 269
Domitii 33, 270
Dyonisos 207
Edecón 37, 79
Égica 139, 140
Egnatia 271
Émmila 262
Eros 166
Escipión 37, 79
Escolano, Gaspar 41, 43, 44, 45
Esteban de Bizancio 40
Estrabón 37, 38, 66, 67, 156
Eurico 104, 105, 139
Fabia Pieris 271
Fabián y Fuero 50
Fabius Fabianus, L. 204
Fabius Probus, C. 203
Fábrega, Gregorio 29
Felicio 174
Felipe II 41, 47
Felipe V 28
Félix 261, 262
Fernández-Guerra, Aureliano 27, 33
Fidel Fita 27, 31, 33
Filipo I 100
Florencio 261
Flórez, Enrique 33
Florián de Ocampo 43
Floro, A. 38, 44
Frontón 66, 126
Fulcinii 269
Galatea 31, 166, 210
Galerio 155
Galieno 100, 101, 146
Giner Bolufer C., 21
Godoy Alcántara 42
Granius Superstes, M. 203
Grattio 39
Gravina 48
Gregorio de Tours 177
Gundemaro 109, 139
Hades 251, 257
Heliogábalo 100
Hércules 30, 166 204, 210, 219
Hermenegildo 40, 109, 197
Hermes Psicompompos 257
Heterio 263
Hixham I 263
Honorio 105
Hormisdas 262
Hospital 261
Hypnos 213
Ibarra y Manzoni, Aureliano 31, 52, 53
Ibarra y Ruiz, Pedro 31
Idacio 40
Isidoro 261
Iulia Tyche 269
Iunius, Iustus, Q. 203
Jaume I 62
Jonás 262
Jornet, col. 21
Juan, obispo 106, 262
Junio Bruto 38
Juno 94, 194
Justiniano 106, 107, 175, 235, 239, 261
Juvenal 39, 66, 126
Khintila 140
Laborde, A. de 49, 207, 246, 248
León III 263
Leovigildo 40, 107, 109, 140, 179, 180
Licinius Nicomedes, L. 269
Livio, Tito 36, 38, 44, 82
Lucretius, Lucius 174
Llansol de Romaní 41, 45
Llorente, Teodoro 54
Maecius Celer, C. 203
Magnencio 247
Marcial 39, 66, 222
Marciano 262
Marcius Celsus, M. 204
Marco Aurelio 126, 204
Marés 230
Mariana, Juan de 43
Marino 261
Marqués de Valdeflores; ver Velázquez de Velasco, L.J.
Martí Garcerán 20
Martí, Deán 45, 48
Martí, Emmanuel; ver Martí, Deán.
Martín de Viciana 43, 43
Martínez y Martínez, col. 20
Maurelo 262
Maximino 155
Maximus, Allius 103
Mayans y Siscar, Gregorio 29, 41, 45, 48, 49
Mayans, Juan Antonio 45
Mayoriano 40, 105
Medusa 210
Mercurio 206, 208, 211, 213, 219, 257
Metelo 38
Miñana 48
Molina, Juan de 41
Montfaucon 48
Monzó, col. 21
Motos, col. 20
[page-n-294]
ÍNDICE ONOMÁSTICO
Murviedro 52
Musas 166, 210, 211, 227
Musitáceo 261
Mutto 109
Nanni, Giovanni; ver Annio de Viterbo
Narciso 166
Náyades 227
Neptuno 136, 208
Nerón 146, 146
Ninfas 227
Olmo, Vicente del 45
Oppa 262
Oppas 263
Orosio, Paulo 40, 44
Ortiz y Sanz, J. 47, 48, 49
Otero, Tomás de 29
Palau, M.A. 53
Palos y Navarro, Enrique 31, 48
Pallarés, col. 25
Paulino de Aquileya 263
Pérez Bayer 41
Pérez Cabrero, col. 20
Plinio 38, 40, 66, 67, 68, 122, 126, 163
Plinio Segundo, C. 39
Plutarco, 39
Plutón 251, 257
Polibio 37
Pompeyo 38, 39, 84, 91, 191
Pomponio Mela 39
Ponz, A. 48
Popilio Onyxs, M.; ver Popillius Onyxs, M.
Popillius Onyxs, M. 193, 203, 204, 232
Posidonio 37
Probo 103
Proserpina 251, 257
Próspero 263
Prudencio 237, 260
Ptolomeo, Claudio 39, 39, 99
Pujol y Camps, Celestino 32, 34
Rebolledo de Palafox, Cayetano 29
Ribelles, Bartolomé 29
Rodrigo 110, 111
Rodríguez de Campomanes, Pedro 29
Romo 42, 43
Saavedra, Eduardo 27, 33
Sabau y Larroya, Pedro 33-34
Saenia Abra 29
Sales, Agustín 33, 154
Saluder, col. 21
Salustio 37
San Agustín 40, 237, 260
San Isidoro 40
San Pablo 259
San Valero 44
San Vicente 40, 44, 103, 104, 106, 175, 237, 239, 240, 240,
241, 260
Sátiro 166
Scribonus Euphemus, L. 203
Sempronio Himne, Marco; ver Sempronius Himnus, M.
Sempronius Hymnus, M. 198, 204
Sempronius Reburrus, M. 204
Septimio Severo 100
Sergii 270
Serpentino 262
Sertorio Abascanto; ver Sertorius Abascantus
Sertorio 39, 44, 83, 84, 85, 91, 191, 195
Sertorius Abascantus, Q. 45, 203
Severina 256
Severo, Alejandro 100
Silio Itálico 39
Silvana, Otacilia 268
Sisebuto 105, 139
Statilius Taurus, T. 203
Stlaborii 167
Strany, Juan Andrés 41
Suinterico 261
Suintila 139, 139, 140
Sulpicius Sabinus, Lucius 174
Tanit 89
Tempestiva 267
Teodomiro 110, 111, 242, 263
Teodorico 262
Teodosio 259
Terpsícore 210, 211
Teudeguto 263
Tiberio 25, 93, 137, 138, 155
Tito 203
Treboniano Galo 100, 155
Ubiligisclo 108, 261
Ubínibal 262
Ubitisclo 180, 261
Valcárcel Pío de Saboya, Antonio 29, 31, 33, 45, 49, 50, 248
Valerio Catulo, C. 38
Valerio Munito, Marco 233
Varrón 65, 208
Velázquez de Velasco, L.J. 27, 30, 33
Venus 33, 34, 213
Vespasiano 38, 97, 195, 197, 203
Vibii 167
Vicarello 33, 51
Victoria 136
Villanueva, Joaquín Lorenzo 33, 34
Viria Acte 202, 203
Vitrubio 47, 48, 49, 67, 68,
Vives, Antonio 27
Vizcarra 29
Voconia Macedonia 270
Voconius Romanus 39
Witiza 110, 111, 139, 140
Wyngaerde, Anton Van den 41, 47, 48
Ximeno 41, 43
Zóbel, J. 33, 34
Zonaras 40
293
[page-n-295]
[page-n-296]
ÍNDICE TOPONÍMICO
Abella 128, 219
Acci 156
Agost 31
Aix-en-Provence 71
Alacant 62
Alaquàs 145
Albalat de la Ribera 61, 62, 80, 95, 154
Albalat dels Tarongers 21
Alberic 23
Albir, l’ 104
Albocàsser 222
Albufera 59, 60, 61, 62, 119, 122, 127, 156, 160
Albufereta, l’ 29, 89, 119, 166, 222,
Alcalà de Xivert 31
Alcira, ver Alzira
Alcoi 80, 89
Alcorcoix 62
Alcúdia d’Elx; ver Alcúdia, l’
Alcúdia, l’ 28, 29, 31, 31, 33, 81, 81, 86-88, 88, 90, 93, 94,
95, 97-99, 101, 103, 105, 107, 108, 109, 124, 125, 126,
127, 128, 129, 136-138, 138, 144, 148, 148, 153, 188,
192, 193, 195, 196, 200, 203, 208, 209, 210, 218, 219,
222, 224, 225, 231, 235, 236, 236, 237, 239, 242, 260,
262
Aldaia 22, 165, 206
Alfàs del Pi, l’ 104, 122
Algar 122
Algimia de Almonacid 154, 157
Algorós 163, 166, 210
Allargats 61
Allon, ver Allonis
Allone, ver Allonis
Allonis 95, 97, 154, 157, 198
Almadrava, l’ 121, 126, 129, 156, 166, 171, 172, 174
Almassora 154
Almenara 33, 101, 141, 164, 165
Almoina, l’ 70, 71, 72-75, 73, 82, 83, 84, 84, 125, 189, 199,
202, 204, 209, 222, 227, 228, 233, 236, 238, 239, 247,
260
Almoines, 271
Alonae 99
Alqueria, l’ 165
Alqueries, les 101, 146, 147
Alt de Benimaquia, l’ 65
Alt de la Perdiu 21
Altea 29, 119, 122, 222
Alter de la Caldereria 61
Alter de la Vintihuitena, l’ 154
Alter, l’ 165
Alterum 154
Alzira 21, 22, 23, 156, 222, 254
Ampurias 20, 20, 75, 79, 117, 118, 123, 128, 141, 219, 222
Andújar 128, 219, 220
Anna 128
Aras 154, 156
Arcs, els 21, 165
Arelate, ver Arles
Arezzo 218, 219
Arguinas 151
Arles 74, 147
Arse 83, 85, 119, 131, 132, 132-134, 141, 148; ver también
Arse-Saguntum y Sagunt
Arse-Saguntum 79, 80, 86, 87, 119, 134, 135, 135, 143,
144; ver también Arse y Sagunt
Aspe 99
Aspis 33, 154
Auriola 263
Baetica, ver Bética
Bairén 59, 62
Balsa, La 23, 147
Banassac 219
Banys de la Reina 104, 105, 110, 163, 165, 166, 210, 211,
228, 247, 250
Baños de la Reina, ver Banys de la Reina
Barxeta 21
Begastri 109, 179, 242, 262
Bejís 34
Bèlgida 21, 148
Bel-lloc 90, 156
Bellveret 193
Benalúa, barrio de 110
Beneixida 22
Benetússer 160
Benibaire 23
Benibaire Alt 21
Benicarló 222
[page-n-297]
296
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Benicató 162, 164-166, 222
Benidorm 88
Benifaió 24, 26, 165, 166, 211, 223
Benifaraig 23
Beniprí 21
Bétera 154, 232, 232
Bética 106, 126, 130
Bigastri, ver Begastri
Bisgargis 99
Boatella 246
Bocairent 22
Borriana 95, 122, 165
Borriol 144, 154, 155, 156, 165
Bou Ferrer 118, 121
Bronchales 21, 128, 172, 219, 220
Brosseral 222
Bugarra 128
Buixcarró 33, 94, 128, 129, 233
Buñol 30, 31
Burdeos 74
Burriana, ver Borriana
Ca Porcar, ver Can Porcar
Cabanes 88, 90, 122, 163, 165, 222, 251
Cabanyal, el 119, 122
Cabeçolet, el 165
Cabrillas, puerto de las 31
Caesaraugusta 105, 153, 154, 157, 259
Calagurris 98
Calçada 62
Calerilla de Hortunas 90, 90, 247, 269
Cales 122, 217, 218
Calp 104, 105, 110, 119, 165, 210, 211, 228, 247
Calpe, ver Calp
Cambrillas 22
Camí de la Pedrera 21
Camí de Viscarra, el 160
Caminàs, el 159
Camp de Morvedre 21
Campania 119, 122, 123, 217, 224
Campello, Illeta del 80
Campina 23
Camporrobles 23, 147
Can Porcar 165, 166, 197
Canet d’en Berenguer 119
Canet lo Roig 90
Canyada Joana, la 163, 164, 166
Canyoles 156
Cap de l’Horta, el 166
Cap des Port, Es 177
Carcaixent 21, 23
Carencia 83
Cargadora, la 23, 173
Carlet 145
Carmona 247, 255, 255
Carraixet 59
Carrara 128, 269
Carrasques 220
Cartagena 103, 109, 156, 262
Cartago 37, 53, 54, 79, 80, 105, 125, 146
Carthaginensis 107
Carthago Nova 33, 68, 82, 109, 115, 118, 123, 124, 127, 156
Casa Ferrer 164
Casa Perot 21
Casa Zapata 22
Castellnovo, 20
Castelló de la Ribera 26, 126, 174
Castelló de Rugat 21, 165
Castellote 151
Castilblanques 144, 145
Castillo del Rio 99
Castulo 123, 143, 156
Catarroja 95, 174
Catorzena 23
Catxapets 144
Caudete de las Fuentes 66, 81
Cehegín 242
Celsa 145
Cerro de la Almagra 242
Cerro Lucena 88
Cervera del Maestrat 95, 126, 165, 166
Cervera del Maestre, ver Cervera del Maestrat
Cervol 155
Charcons, els; ver Xarcons, els
Cheste 22, 32, 80, 86, 141, 164
Chilches, ver Xilxes
Colonia Iulia Ilici Augusta, ver Ilici
Constantinopla 147
Contrebia 157
Corbera 62
Corduba 98
Corella 219
Corral de la Negra 148
Cosa 124
Cova de les Meravelles 20
Cova dels Francesos 21
Coves de Vinromà, les 155, 156
Crevillent 101, 164, 166
Cueva del Gato 229, 230
Cuevas de Soria 183
Cullera 23, 23, 31, 61, 62, 95, 104, 110, 119, 122, 130, 148,
154, 157, 166, 175-177, 176, 177, 225, 263
Cumas 169
Cyzicus 146, 147
Daimuz 246, 248, 249, 269
Dénia 38, 53, 59, 62, 85, 91, 94, 95, 97, 104, 107, 109, 115,
118, 119, 121, 122, 126, 129, 145, 195, 196, 204, 208,
220, 235, 239, 256, 261, 263, 269
Dertosa 95, 106, 156, 220
Despenyaperros 22
Devesa de Castelló 159
Dianium ver Dénia
Domeño 229, 230
Duanes 122
Ebro 79, 122
Ebusus, ver Ibiza
Edeta, ver Llíria
Eivissa, ver Ibiza
Elche, ver Elx
Elda 107, 108, 123, 154, 156, 262
Elecem 40
[page-n-298]
ÍNDICE TOPONÍMICO
Ello, ver Elo
Elo 33, 109, 154, 262
Elx 159, 160, 263; ver también Alcudia, l’
Emerita 98, 106
Emporion, ver Ampurias
Empúries, ver Ampurias
Encolla 22
Endrinal, el 21
Enguera 88
Ereta dels Moros, l’ 22, 164, 165
Escuera de San Fulgencio 80, 87, 141
Estany Gran, 61
Estivella 21, 126, 174
Etruria 119
Falquia 22
Favara 61, 251
Figueroles 228
Finestrat 29, 122
Foies, les 22
Fondos 165
Font de la Figuera 154
Font de Mussa 24, 26, 74, 165, 166, 211, 223
Font d’en Carròs, la 164
Fonteta del Sarso 144
Fortaleny 62
Fraga 183
Gades 115, 116, 118, 153, 156
Gaià 20
Gandia 20
Garganes 222
Gili, ver Kili
Gorgos 122
Granada 219
Grau Vell 62, 88, 95, 104, 104, 105, 115, 117, 118, 119,
128, 129, 129, 130, 146, 147, 199, 213, 221
Graufesenque, la 128, 219
Guadasséquies 21
Gual 62
Guardamar 166
Hellín 242, 262
Hemeroskopeion 38, 53
Hiberus 79
Higueruelas 170, 174
Hort de Morand, l’ 195, 239
Hort de Pepica, l’ 166
Horta Nord, l’ 157, 159
Horta Seca, l’ 145, 165, 166
Horta Sud, l’ 160
Horta Vella, l’ 232, 232
Hostalot, l’ 154
Iaspis 99
Ibiza 20, 115, 116, 121, 222
Iglesuela del Cid, la 30, 32, 33
Ildum 154
Ilici; ver Alcúdia, l’
Illa de Benidorm, ver Isla de Benidorm
Illeta dels Banyets, la 165, 166
Intibili 154, 157
Isla de Benidorm 122
Jaén 66
Jalance 143, 144
Jana, la 154, 155, 220
Jérica 99, 119, 265, 268
Jesús Pobre 166
Júcar, ver Xúquer
Karthago, ver Cartago
Kelin 81, 83, 85, 87, 89, 91, 133, 133, 143
Kese 143
Kili 133, 135, 136, 136, 143
Lauro 21, 66, 84, 91, 126
Leones 33
Lesera, ver Moleta dels Frares
Liédana 219
Lixus 125
Llíria 22, 25, 81, 84, 87, 89, 91, 93, 93, 94, 96, 97, 99, 100,
101, 103, 104, 126, 128, 144, 145, 146, 160, 188, 192,
195, 196, 197, 203, 204, 210, 219-221, 223, 224, 227,
231, 232, 240, 249, 265, 268, 269
Llonga, la 61
Llosa, la 165
Llovatera, la 174
Lucentum, ver Tossal de Manises
Lugdunum 25
Luni 128, 129
Lyón 74, 128, 218, 219
Magre 59
Malvarrosa, la 119, 122
Manises 146, 229
Manuel 22, 156
Mas d’Aragó 101, 126, 145, 146, 165, 166, 174
Mas de Mestres de Baix 151
Mas de Víctor 165
Mas dels Foressos 166
Massalia 117, 141
Massamagrell 159
Meliana 159
Mérida, ver Emerita
Millars 115, 119, 156
Mirobriga 98
Moixent 80, 141, 154
Moleta dels Frares, la 23, 32, 87, 99, 101, 104, 125, 151,
198, 200, 200, 218, 219, 270
Monastil, el 107, 108, 123, 154, 218, 219, 220, 222, 225
Moncaio 166
Moncofa 165
Monforte 147, 154
Montans 219
Montcada 22, 166, 210, 211
Montesa 31
Montolivet 59
Montsant 193
Montserrat 22, 106
Morella 153, 155
Morro de Toix, el 122
Mula 242
Municipium Liria Edetanorum, ver Llíria
Muntanya Redona 21
Muntanyeta de les Panses 21
Muntanyeta dels Estanys, la 165
Mura 195, 197, 231, 232
297
[page-n-299]
298
ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Nápoles 217
Narbo 116-118, 128
Neapolis 124
Nicomedia 128
Novelda 154
Novlas 154
Nules 162, 164, 165, 166, 222
Numancia 42
Ofra, l’ 21, 165
Olisipo 98
Oliva 23, 95, 166, 174
Olla, l’ 119, 122
Olocau 23, 143, 144, 173
Onda 164
Orihuela 155
Orpesa 141
Ostia 115, 116, 118, 126, 128, 129
Otos 21
Palància 115, 122, 151, 157, 192, 228
Palanques 151
Palau, el 165
Palmar, el 59, 61, 165
Palmeral 236
Parc de les Nacions, ver Parque de las Naciones
Paretetes dels Moros, les 22
Paros 128
Parque de las Naciones 89, 164, 164, 165, 166
Partida de Mura 146, 147
Partida del Calvari 21
Paterna 22, 126, 174
Pedralba 22, 22, 267
Pedreres de la Barbada 222
Pego 20
Pentélico 128
Penya de l’Águila 87
Penya del Moro, la 122
Peña Cortada 229, 229, 230, 230
Peñón de Ifach 228
Petrer 166
Picassent 166
Pilar de la Horadada 154, 155, 156
Pinar 21
Pinedo 21, 122, 206, 207
Pinós, el 160
Pireo, el 118, 128
Pla de l’Arc 23, 153, 156, 197
Pla de Nadal 25, 181-183, 182, 183, 238, 242
Pla de Penilla 23
Pla, el 165
Planet, el 21
Poaig, el 164, 166, 211
Pobla Tornesa, la 156
Pompaelo 219
Populonia 124
Portum Sucrone 33, 62, 95, 104, 119, 122, 153, 157
Portus Ilicitanus, ver Santa Pola
Portus Sucronensis, ver Portum Sucrone
Potries 23
Pou de Llobet 222
Pouatxo, el; ver Poaig, el
Puçol 29, 50, 119, 166
Puig de Benicató 210
Puig de Cebolla 207, 210
Puig de la Misericòrdia 88
Puig de Santa Maria, el 50, 84, 126, 159, 174
Puig Rom 179
Puig, el; ver Puig de Santa Maria, el
Punta d’En Silvestre 60
Punta de l’Arenal 23, 110, 122
Punta de l’Illa 23, 23, 110, 148, 175-177, 176, 177, 225,
263
Punta de la Galera, la 122
Punta Seca 61
Punta, la 126, 166
Puntal dels Llops 143, 144
Puteoli 115, 118, 124, 218, 219
Quadra de Na Tora, la 154
Quintanilla de las Viñas 183
Rábita 65
Racó de l’Albir, el 122
Racó de l’Oix 122
Ramonet, partida de 154
Rascanya 173, 174
Rebollar, el 174
Recópolis 179
Reguero, el 22, 22
Requena 25, 90, 90, 157, 174, 232, 247, 269
Riba-roja de Túria 22, 25, 108, 166, 177-183, 178, 180,
182, 183, 225, 238, 268
Ribera de Cabanes 85, 91
Roca Tallada, la 151, 157
Romaní, el 23, 110
Rossell 165
Sabató 21
Saetabi 33, 38, 39, 83, 85, 91, 94, 97, 98, 99, 100, 104, 109,
131, 132, 132-136, 135, 136, 143, 144, 233, 235, 239,
242, 260, 265, 269
Sagunt 28, 31, 32, 32, 34, 37, 38, 39, 42, 43, 45, 47, 48, 48,
49, 50, 50, 52, 53, 54, 66, 67, 84, 87, 90, 91, 92, 93, 95,
97-101, 103-105, 104, 109, 109, 115, 117, 118, 119, 123,
125-130, 128, 129, 134, 135, 136, 137, 137, 138, 138,
139, 140, 144-146, 173, 188, 189, 190, 192, 193, 194,
197, 199-201, 202, 203, 207, 208, 210, 211, 217, 219222, 224, 227, 228, 242, 248, 251, 265, 269, 270, 271
Sagunto, ver Sagunt
Saguntum, ver Sagunt
Saitabi, ver Saetabi
Saitabicula 99
Saiti 83, 87, 135, 188, 193; ver también Saetabi
Saler, el 21, 72, 121, 122, 127, 127
San Félix 193
Sant Antoni 22
Sant Miquel de Llíria 29, 80, 87
Santa Pola 95, 104, 105, 110, 118, 119, 121, 127-129, 146,
147, 218-222, 234, 236, 251, 257
Santes, les 193
Sármata 261
Sax 160
Sebelaci 154
Segorbe 154
[page-n-300]
ÍNDICE TOPONÍMICO
Segura 115
Séquia de Montcada, la 159
Séquia Major, la 160
Serpis 59
Serreta, la 80, 87, 89
Sevilla 263
Silla 160
Sinarcas 89, 90
Solana 22
Sollana 23, 110
Solsona 128, 219
Sorrento 124
Statuas 33, 154
Sucro 38, 59, 61, 80, 84, 91, 95, 122, 123, 154, 157
Sucronem, ver Portum Sucrone
Sueca 61, 62, 62
Sumacàrcer 23
Tabarca 224
Tarraco, ver Tarragona
Tarragona 66, 74, 82, 98, 101, 103, 106, 115-118, 123, 126,
127, 241, 249, 259
Tavernes 61
Thiar 31, 33, 154
Ticinum 146
Tiermes 74
Tisneres 23, 222, 254
Tol·lo 62
Toletum 98
Tolmo de Minateda 242, 262
Tolosa 107
Torrassa, la 163, 165, 166
Torre Blanca 145
Torre d’Onda 95
Torre de Baix, la 165
Torre de la Sal, la 125
Torre de Xauxelles 104
Torre del Mal Paso 20
Torre la Sal 85, 88, 91
Torrelló d´Onda 88
Torrent 59
Torres 198
Tossal de la Cala 88, 122
Tossal de Manises 49, 62, 85, 86, 87, 94, 94, 95, 99, 100,
101, 104, 119, 121, 123-126, 128, 129, 188, 189, 190,
192, 193, 194, 194, 195, 200, 203, 204, 213, 217, 218,
219, 221, 227, 231, 231, 232, 233
Tossal de Sant Miquel de Llíria, ver Sant Miquel de
Llíria
Tossalet 21
Traiguera 154, 208
Treveri 157
Tricio 128, 219
Trull dels Moros 165, 166
Tuéjar 229
Tunos, los 25, 232
Túria 59, 60, 60, 61, 67, 115, 119, 122, 177, 180
Turís 165
Turres 33, 154
Turris Libisonis 74
Tyris 54, 82
Unión, la 209
Utiel 22, 141
Valencia 21, 23, 25, 33, 38, 42, 45, 51, 54, 59, 65, 66-68,
70, 71, 73-75, 82, 83, 84, 82-84, 86, 89, 91, 93-95, 96, 97101, 99, 100, 101, 103, 105-110, 108, 118, 119, 122, 125,
127-129, 133-135, 138, 139, 140, 143, 144, 160, 189191, 191, 196, 198, 199, 199, 200, 202, 203, 204, 204,
206, 208, 209, 209, 211, 213, 213, 217, 219, 221, 222,
224, 225, 227, 229, 230, 232, 235-242, 237, 238, 240,
246, 246, 247, 250, 254, 255, 259, 260, 260, 261, 263,
265, 268, 269
València la Vella 21, 22, 25, 108, 166, 177-180, 178, 180,
225
Valentia, ver Valencia
Vall d’Albaida 21
Vall d’Almonacid 144
Vall d’Uixó, la 165, 166, 174
Vallada 141, 223
Vallès, El 126
Vélez Blanco 20, 20
Vila Joiosa, la 95, 97, 104, 118, 122, 154, 163, 165, 198,
204, 224, 246, 248, 248, 249, 255, 256, 268, 270
Vila real 147
Vilanova d’Alcolea 154-156
Vilar, el 163, 165, 166
Villar del Arzobispo 267
Villares, los 65, 80, 81, 89, 141
Villargordo del Cabriel 22
Villena 156
Vinalopó 115, 156, 224
Vinaròs 88
Viver 268
Xàbia 23, 110, 122, 166
Xarcons, els 22, 106
Xartet 21
Xàtiva 31, 34
Xeraco 62
Xilxes 155, 165, 208
Xiva 22
Xúquer 61, 61, 62, 67, 79, 80, 95, 107, 115, 122, 267
299
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El libro Romanos y visigodos en tierras valencianas se acabó de imprimir
en los talleres de Federico Domenech, S. A.
el día 17 de febrero, festividad de San Rómulo mártir.
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La arqueología romana en la labor del Servicio de Investigación Prehistórica (1927-2002)
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