
Publicacions diverses
Homenaje a Domingo Fletcher Valls (13 de junio de 1984)
Enrique Pla Ballester
Antonio Tovar Llorente
1984
, 64 p.
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EXCMA. DIPUTACION DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
HOMENAJEA
DOMINGO FLETCHER VALLS
(13 de junio de 1984)
Valencia, 1984
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EXCMA. DIPUTACION DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACION PREIDSTORICA
HOMENAJEA
DOMINGO FLETCHER VALLS
(13 de junio de 1984)
Valencia, 1984
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Oepósiro Legal: V. 1012-1984
Jmprim4>: Feden
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INDI CE
Página
PRESENTACION ...............................
7
BIOGRAFIA DE DOMINGO FLETCHER
Por Enriqu e Pla BaJiester . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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BIBLIOGRAFIA DE DOM INGO FLETCHER .....
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ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUD IOS IB ERICOS
Por Antonio Tovar Loreme. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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PRESENTACION
Cuando hace unos años la Diputación Provincial celebró el cincuenta
aniversario de la creación de su Servicio de Investigación Prehistórica, todos
tuvimos ocasión de reflexionar sobre la magnitud y el alcance de la obra realizada por esta institución tan enraizada en la vida cultural valenciana.
Nadie pudo olvidar entonces, y hemos de recordarlo justamente ahora, el
esfuerzo requerido a los miembros del Servicio de Investigación Prehistórica,
a lo largo de sus más de cincuenta años de existencia, para poder llevar a tér·
mino esta labor ejemplar en relación con el estudio y protección de nuestro
patrimonio arqueológico, de la que son exponentes el prestigio científico
alcanzado, su amplia labor de difusión y cottcienciación y el Museo de Prehistoria que de ella depende. Por ello, ahora, cuando la Diputación Provincial se honra en homenajear a Don Domingo Fletcher Valls, nombrándole
Director H onorario del Servicio de Investigación Prehistórica, resulta difícil
separar a la persona que lo dirigió durante más de treinta años, de la propia
institución en que ha quedado plasmada su fecunda labor.
La Diputación Provincial quiere manifestar su reconocimiento a Don
Domingo Fletcher Valls por la tarea realizada y por el modo en que ha sido
efectuada. Los avances en el conocimiento de nuestra Prehistoria y de la
extraordinaria Cultura Ibérica que floreciera en nuestras tierras, la preocupación constante por nuestro patrimonio más allá de unos medios insuficientes, le han tenido como principal protagonista desde su puesto de Director del
S. L P.
Quede, pues, constancia de su obra ejemplar, y de los méritos científicos y
humanos que en él concurren, así como del público homenaje que le tributa la
Corporación Provincial.
ANTONIO ASVNCION
(Presidente de la Excma. Diputación)
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PRESENTACIÓ
Quan fa uns anys laDiputació Provincial celebra el cinquanta aniversari
de la creació del seu Servei d'Investigació Prehistórica, tots tinguerem l'ocasió de reflexionar sobre la magnitud i l'abast de l'obra realitzada per aquesta
instituci6 tan al'l'elada a la vida cultural valenciana. Ningú no pogué oblidar
aleshores, i hem de recordar-lo justament ara, l'esfor~ requerit als membres
del Seruei d'Investigació Prehistórica, al llar-g dels seus més de cinquanta
anys d'existencia, pera poder portm· a terme aquesta tasca exemplar pel que
fa a l'estudi i protecció del nostre patrimoni arqueologic, del qual són exponents el prestigi científic assolit, la seua amplia feina de di{usió i concienciació i el Museu de Prelústoria que en depén. Per alto, ara, quan la Diputació
Provincial s'honra d'homenatjar En Domingo Fletcher Valls, nomenant-ho
Cap Honorari del Servei d'Investigació Prehistórica, resulta difícil de separarla persona que el dirigí durant més de trenta anys, de la propia institució
en que ha restat plasmada la seua fecunda tasca.
La Diputació Provincial vol manifestar el seu reconeixement a En
Domingo Fletcher Valls perla labor realitzada i perla manera en que ha
estat efectuada. Els avan~os al coneixement de la nostra Prehistoria i de {'extraordinaria Cultura Iberica que florira a les nostres terres, la preocupació
constant pel nostre p.atrimoni més enlla d'uns mitjans insuficients, li han tingut, principal protagonista des del seu lloc de Cap del S. L P.
Quede, dones, constancia de la seua obra exemplar~ i dels merits científics i humans que en ell concorren, així com del públic homenatge que li tributa la C01poració Provincial.
ANTONI ASUNCIÓ
(Presidente de la Excma. Diputación)
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DOMINGO FLETCHER VALLS
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Es para mí una satisfacción trazar la semblanza de quien ha sido
durante más de treinta años el titular del puesto que, en la actualidad y por
causas meramente cronológicas, ocupo, y que, aunque administrativamente fuera un superior, en realidad ha sido siempre un amigo, un compañero de trabajo con el que he compartido las alegrías y los temores, más las
primeras que los segundos, que durante el transcurso de tantos años ha
deparado la consolidación primero y la expansión después·, del Servicio de
Investigación Prehistórica. La compenetración de ambos en el interés y el
esfuerzo por el desarrollo científico del Servicio ha sido absoluta, por lo
que pudimos mantener el que se ha venido llamando espíritu del S ervicio,
heredado de don Isidro Ballester Tormo y cuyas características principales
han sido la plena y absoluta dedicación a sus tareas, la modestia personal,
la independencia científica, la escueta publicidad respecto a los yacimientos y lugares de interés arqueológico, la más estricta vigilancia de las excavaciones y la absoluta negativa a ser objeto de elogios y alabanzas
públicas.
Domingo Fletcher Valls ha sido y, afortunadamente sigue siéndolo,
refractario a todo protagonismo, incluso en aquellos hechos en los que jugó
un papel decisivo y en los que, favoreciendo al Servicio, se mantuvo en un
segundo plano. A pesar, podríamos decir, de sus esfuerzos, ha llegado a
alcanzar, internacionalmente y en el mundo científico, un justo y merecido
reconocimiento. Lo que Domingo Fletcher no ha querido nunca es ser
popular. Por ello, dejando aparte su modestia personal, puedo decir que su
característica más importante ha sido su absoluta y total dedicación a la
Arqueología Valenciana y, por tanto, al Servicio de I nvestigación
Prehistórica.
Nació Domingo Fletcher Valls en la ciudad de Valencia el19 de agosto
de 1912, en el seno de una modesta familia de la que él fue el único
varón.
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Sus estudios de Bachillerato los cursó en nuestro entrañable Instituto
"Luis Vi ves", de donde pasó a estudiar la carrera de Filosofía y Letras en
nuestra Universidad, licenciándose en 1934 con Premio Extraordinario.
Fueron sus años universitarios decisivos para el futuro de Domingo
Fletcher, por la feliz circunstancia de haber coincidido en la Universidad
con los profesores don Luís Gonzalbo París, catedrático de Arqueología,
Epigrafía y Numismática y don Luís P ericot García que, por uno de esos
absurdos tan frecuentes en la provisión de cátedras, siendo ya un prehistoriador conocido ocupaba la cátedra de Historia Moderna y Contemporánea
de España, pero que explicó un curso libre de P rehistoria, al que tuvo
acceso Domingo Fletcher. La colaboración del Dr. Pericot Gru·cía con don
Isidro Ballester Tormo, que por entonces acababa de fundar el Servicio de
Investigación Prehistórica, fue la causa de que sus alumnos más aficionados a la Arqueología y Prehistoria, entre los que se contaba Domingo Fletcher, frecuentru·an este organismo y colaborru·an en sus investigaciones y
excavaciones. Por ello, Domingo Fletcher fue nombrado en 1931 Agregado
del Servicio y en 1932, Colaborador, puestos totalmente gratuitos y en los
que desruTolló una brillante labor de estudio y prospección. Este contacto
con el Servicio ya no dejaría de mantenerse hasta nuestros días.
Durante el curso 1934-1935, realizó en la Universidad Central los cursos de Doctorado, siendo esta primera estancia en Madrid también fructífera, pues tuvo ocasión de entrru· en contacto con el gran maestro de la
Prehistoria, el Dr. Hugo Obermaier y con el especialista en a1·queología
pre-romana don Antonio García y Bellido. En el . curso de 1935-1936,
estuvo de Profesor Ayudante de las Cáted!·as de Prehistoria y Arqueología
de la Universidad Central. Y fue durante estos años cuando publicó sus
primeros estudios: "Art Rupestre. Al voltant de les troballes de Castelló"
en la revista que entonces se publicaba en Valencia República de les Lletres
{1935), "Nuevas aportaciones gráficas pru·a el conocimiento de la Etnografía ibérica", en Inuestigacióny Progreso (Madrid, 1936) en el que daba las
primeras noticias sobre el Tossal de Sant Miquel de Llíria en una revista
científica a nivel nacional, y "El poblado ibérico de San Miguel de L iria"
en el periódico ABC del día 30 de enero de 1936.
También durante el curso de 1935- 1936 fue profesor de Arquitectura
y Escultw·a en los Cursos para Extranjeros organizados por la Universidad
Central.
Desde el año 1936 hasta después de 1939 su permanencia en filas fue
una interrupción en su vida universitaria y científica. No obstante, las
pocas veces que pudo gozar de permisos fueron suficientes para que no
perdiera el contacto con el Servicio de Investigación Prehistórica y con los
demás centros cultw·ales, actuando, cuando las circunstancias lo permitie14
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ron, de Secretario de la Secció Hist<':n·ico-A1·tistica de l'Institut d'Estudis
Valencians, organismo que, a pesru· de su efímera vida, realizó durante los
tres años que duró la guerra civil una importante y meritoria labor. Fue
bajo el patrocinío de este Institut, que había acogido en su seno al Servicio
de Investigación Prehistólica que pudo publicar su folleto " Breus notes
sobre el poblat iberic de S t. Miquel de Llíria" , que constituyó el número 2
de una serie de publicaciones de dicho Servicio que bajo el epígrafe de
Serie de Treballs Solts se iniciru·a en 1937 y que, transformándose en la
Serie de Trabajos Varios, todavía se continúa publicando.
Terminada la guerra civil volvió Domingo Fletcher a la Universidad
Central, colaborando con el Profesor don Julio Martínez Santa-Olalla, de
cuya cátedra de Historia Primitiva del Hombre fue Profesor Ayudante
durante el curso de 1940-1941.
Su fecunda labor y preparación científica en la Universidad Central
hubo de interrumpirse en 1941 por el fallecimiento de su padre y la necesidad que tuvo de dedicarse a tareas no científicas durante algunos años,
pues no hemos de olvidru· que, como se dijo al principio, era el único hijo
varón de la familia. Entonces dio clases en varios centros privados de enseñanza de Valencia y, hasta 1950, trabajó en una empresa comercial totalmente ajena a sus aficiones, pero en la que desarrolló una actividad tan
idónea como correspondia a su cru·ácter.
A pesa1· de estos inconvenientes, Domingo Fletcher no dejó nunca de
estar en contacto con la ru·queología. Su relación con el Seminario de Historia Primitiva del Hombre de la Universidad Central, le había conectado
con la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, dependiente de
la Dil'ección General de Bellas Al·tes,.Ja que durante los años 1941 a 1944
le designó para la dirección de varias campañas de excavaciones, entre las
que debemos destacar como muestra, además, del amplio espectro de sus
conocimientos, las que realiza1·a en los niveles de !a Edad del Bronce de la
cueva de la Pileta en Benaoján (Málaga), las del poblado ibérico del
Cabezo del Tío Pío en Archena (Murcia) y las de la necrópolis visigótica de
Castiltierra (Segovia). El Servicio de Investigación Prehistórica, con el que
seguía manteniendo un estrecho contacto, le encru·gó, en 1941, la excavación del yacimiento romano de El Secano, de Monforte del Cid (Alacant),
donde en 1936 ya había efectuado una prospección y, en 1946, la del
poblado ibérico de la Cueva y Torre del Mal Paso en Castellnovo
(Castelló).
Al ser creada en Valencia el dia 26 de marzo de 1945 la Sección de Prehistoria del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, adscribiéndola al Servicio de Investigación Prehistórica, Domingo Fletcher fue
nombrado Secretario de la Sección, cru·go que ocupó hasta 1953. Igualmente durante estos años y a partir del curso 1945-1946 fue profesor de
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Clases Prácticas de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Valencia. Y en 1948 fue nombrado director de número del Centro de Cultw·a Valenciana, distinción que se hizo (irme al leer el día 3 de mayo del
año siguiente su discurso de ingreso.
A la muerte de don Isidro Ballester Tormo, Director del Servicio de
Investigación Prehistórica, el día 13 de agosto de 1950, la Excma. Diputación Provincial de Valencia nombró, para sustituirle, a Domingo Fletcher
Valls, que tomó posesión del cargo el día l. o de septiembre siguiente, iniciándose entonces la etapa más brillante de su vida y de la del Servicio, y lo
que significó que, al poco tiempo, fuera uno de los investigadores en esta
ciencia de mayor prestigio de toda la Península.
Domingo Fletcher se encontró frente a una situación poco favorable en
aquellos momentos. El Servicio de Investigación Prehistórica era ya un
organismo científico consolidado administrativamente, de amplio prestigio
entre los investigadores nacionales y extranjeros,pero con muchas carencias debidas, principalmente, a la escasez de personal y con un problema
de primerísima importancia: la prácticamente inexistencia del Museo de
Prehistoria. El Servicio, con su Museo, después de unas cortas vicisitudes
acaecidas durante los dos primeros años después de su fundación, había
sido instalado en los entresuelos y bajos del P alau de la Generalitat, local
que aunque tenía una prestancia y belleza excepcionales, era de una insuficiencia total, ya que al estar realizándose en él obras de restauración, solo
se podía disponer de muy poco espacio. La Excma. Diputación había ya
decidido trasladar todas las dependencias e instalaciones a este Palacio,
dejando libres los locales que ocupaba en el Pala u del Temple, edificio que
compartía con Gobierno Civil, por lo que al tener que efectuar las últimas
obras de adaptación, forzó al Servicio a vaciar las salas del Museo que
exhibían los materiales pertenecientes a las culturas que iban desde el
Paleolítico - con las excepcionales piezas de Cova Negra de Xativa y de la
Cova del Parpalló de Gandía- a la Edad del Bronce y, mientras se decidía
qué local se iba a destinar para Museo de Prehistoria, que se instalaran las
vitrinas en los pasillos y salón de actos del Palau del Temple. Como es
lógico, esta precaria situación del Museo fue causa de hondas preocupaciones durante los primeros años de su actividad al frente del Servicio de
Investigación Prehistórica.
El detentar en tal momento la representación de la Prehistoria valenciana, junto a su prestigio científico, fue la causa de que ese mismo año de
1950 se le nombrara Delegado Provincial de Excavaciones Arqueológicas
por la Dirección General de Bellas Artes, cargo que desempeñó, como en él
es habitual, con toda dedicación y autoridad, intentando, con los escasos
medios de que disponía, controlru· todas las excavaciones, prospecciones y
rebuscas que se realizaban en el territorio de su jurisdicción. En 1951 se le
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designó vocal permanente de la Comisión Organizadora de los Congresos
Arqueológicos Nacionales.
Dw·ante estos primeros años de la dirección de Domingo Fletcher se
encauzó casi toda la actividad del Servicio a la ampliación de las relaciones
científicas y bibliográficas con organismos e instituciones dedicadas a la
Prehistoria y a la Arqueología, tanto nacionales como extranjeros, y al
incremento o iniciación, en su caso, de los ficheros y archivos que facilitaran la labor investigadora. Fue por estos años también cuando se empezaron a tener ayudas personales - gratuitas, naturalmente- , de postgraduados universitarios dedicados a nuestras materias.
L as tareas de excavaciones y publicaciones fueron reemprendidas
rápidamente e incrementadas dentro de lo que las disponibilidades económicas del Servicio lo permitieron, debiendo destacar que el espíritu de
austeridad de Domingo Fletcher, heredado sin duda de su antecesor don
Isidro Ballester Tormo hizo que fueran espléndidos los resultados.
A pesar de su tendencia a no tomar parte en cw·sos y reuniones, mas o
menos científicos, que se celebraban, y se siguen celebrando, bajo el patrocinio de organismos nacionales y extranjeros, exceptuando los de imprescindible asistencia como los Congresos Nacionales de Arqueología, las
reuniones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, etc., en
julio de 1951, e invitado por el profesm Nino Lamboglia, director del Istituto Internazionale di Studi Liguri, con el que siempre le unió una gran
amistad, tomó parte en los Cursos Internacionales de Estudios Ligures,
pronunciando el día 25 de dicho mes, en el Museo Bicknell, de Bordighera
(Italia), una conferencia sobre " Los problemas del origen y cronología de
la cerámica ibérica."
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas nombró a Domingo
Fletcher, en 1953, Jefe de la Sección de Prehistoria en Valencia. La Dirección de Bellas Artes le designó, en 1954, Apoderado del Servicio de
Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, con jw·isdicción regional,
puesto al frente del cual consiguió logros muy destacables. Y en concepto
ae tal, la misma Dirección General le nombró, en 1955, Director Técnico
de las obras de restauración del Teatro Romano de Sagunto, consiguiendo
en los años que estuvo al frente de ellas que se efectuaran grandes progresos y se encauzara el plan de trabajos para el futuro.
A principios del mes de septiembre de 1955, la Excma. Diputación de
Valencia hizo entrega al Servicio de Investigación Prehistórica de unos
nuevos locales en el Palau de la Batllía, edificio situado en la Plaza de
Manises y enfrentado con el Palau de la Generalitat, para que instalara en
ellos todas sus dependencias. El día 16 de dicho mes se inició el traslado
de todas las que quedaban en el Palau de la Generalitat -despachos,
biblioteca, laboratorios, ~lmacenes y Sala de la Cultura Ibérica del
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Museo- a los nuevos locales, a los que, también, una vez terminado el
traslado de éstas, se llevaron las vitrinas del Museo que había en el Palau
del Temple. Aunque en principio, los nuevos locales eran suficientes para
instalar en ellos todas las dependencias del Servicio, por el propio y natural crecimiento de éste y por ir restándose de· ellos algunas partes para ser
destinadas a dependencias de la Diputación, pronto quedaTon insuficientes, provocando todo ello una serie de problemas ante los que Domingo
Fletcher hubo de enfrentarse, no siempre con éxito. De todas formas, consiguió unas instalaciones dignas que, a fuerza de economías, pudieron ser,
poco a poco, mejoradas. Las preocupaciones y problemas que por estas
causas tuvo Domingo Fletcher no hay necesidad de mencionarlas pues son
comprensibles, pero sí diré que consiguió la instalación de todas las dependencias del Servicio, con más o menos estrecheces, pero con decoro suficiente. Y en estos locales y durante veintiocho años, Domingo Fle tcher
Valls, trabajó, estudió e investigó intensamente, no solo dedicado a la
organización y funcionamiento del Servicio, que a pesar de las insuficiencias materiales, alcanzó bajo su dirección un elevado nivel en el campo de
la investigación que le situó entre los primeros de España, sino también a
la edición de los estudios sobre Prehistoria, propios y ajenos, que incrementaron de forma espectacular las publicaciones del Servicio.
E ste período de casi treinta años, que podemos considerar de plena
madurez, colocó a Domingo Fletcher en un lugar preeminente en los estudios ibéricos y, en especial, en los relativos a la Epigrafía, en cuyo campo
es actualmente una de las primeras figUTas mundiales. Aunque sus investigaciones en estos temas se iniciaron muy pronto, fue a raíz de la preparación de la recopilación de letreros ibéricos para ser publicados en el libro
" Inscripciones ibéricas del Museo de Prehistoria de Valencia" aparecido
en 1953, cuando Domingo Fletcber encaminó sus principales y más fTuctuosas investigaciones hacia este campo. La cantidad de estudios que a él
ha dedicado puede verse en la bibliograña que a continuación se da. De la
calidad no soy yo el más indicado pa1·a hablaT, pero los elogios y opiniones
de ilustres especialistas en la materia, así lo han puesto de manifiesto. Pero
no fue sólo entre los temas de epigrafía entre los que destaca Domingo
Fletcher: sus estudios sobre arqueología y etnografía de los iberos han sido
fundamentales en el prog1·eso del conocimiento de estos antepasados
nuestros. Desde sus primeros escarceos con la arqueología valenciana, fu e
el Tossal de Sant Miquel de Llíria objeto de sus preocupaciones, las que
han perdurado hasta nuestros días. La publicación en 1960 de su monografía " Problemas de la Cultw·a Ibérica" fue fundamental en los estudios del
iberismo: Podemos afirmar sin ninguna clase de reservas que fue el punto
de partida de las generaciones actuales que se dedican a esta específica
fase de la historia valenciana antigua. Y, después de casi un cuarto de siglo
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de haber sido publicada, exceptuando algunos aspectos muy particulares,
sigue gozando de vigencia. Y simultaneando con sus estudios sobre epigraña, ha seguido preocupándose de los demás aspectos del iberismo, como lo
prueban sus publicaciones sobre la "Cueva y Torre del Mal Paso" en Castellnovo, los dos volúmenes sobre "La Bastida de les Alcuses" de Moixent
(1965 y 1969}, el extraordinario estudio de la necrópolis de " La Solivella"
de Alcalá de Xivert (1965), el del poblado de "El Solaig" de Betxí y, entre
otros, el de la necrópolis de " L'Orley" de la Vall d'Uxó.
Pero sus estudios e investigaciones no se han limitado a temas de nuestra Cultura Ibérica. El espectro de sus conocimientos ha abarcado, con
autoridad, todo el campo de la Prehistoria valenciana, desde el Paleolítico
y Mesolítico hasta tiempos ya Protohistóricos y de Historia de la Antigüedad: desde unas "Notas sobre el Paleolítico superior" publicadas en 1941
y unas equilibradas síntesis sobre el Paleolítico y Mesolítico valencianos
aparecidas dos en 1956 y una en 1958, hasta el estudio de la cripta visigótica de "El Romaní" de Sollana, pasando por temas neolíticos (véase
Bibliograña inserta después, en 1956 y 1963), eneolíticos (sus estudios
sobre " La Ladera del Castillo" de Chiva, en 1957 y sobre " La Ereta del
Pedregal" de Navarrés, en 1961}, de la Edad del Bronce ("Castillarejo de
los Moros" de Andilla, en 1950, " La Muntanyeta de Cabrera" del Vedat
de Torrent, en 1956 y " La Ereta del Castellar" de Villafranca, en 1968) y
de época romana (1955, 1956, 1958, 1959, 1964 y 1966, entre otros
muchos), debiendo destacarse aquí los publicados sobre la famosa e incógnita Tyris y la Valentía romana (1953, 1954 y 1962}. Respecto a este
último tema, debo señalar que Domingo Fletcher creía que, efectivamente,
la Tyris mencionada en la literatura clásica era la antecesora de la Valentía
romana, hasta que profundizando en su estudio llegó a la conclusión de
que Valentía no tenía ningún asentamiento pre-romano anterior a su fundación y, contra lo que había afirmado anteriormente, rectificó su opinión y
publicó los resultados de sus estudios, opuestos a su creencia anterior y,
porqué no decirlo, a sus deseos de que la Tyris ibérica estuviera ubicada
donde luego estuvo Valentía y, después, su ciudad natal.
La labor divulgadora de Domingo Fletcber ha sido muy amplia, con
multitud de artículos en los medios de comunicación valencianos y en
revistas y publicaciones locales, por lo que sólo mencionaremos su
pequeño libro " Nociones de Prehistoria" que ha tenido en sus dos ediciones (1952 y 1977} una amplia difusión y que ha sido guía de aficionados y
arqueólogos; la primera edición, aparecida en una época en la que eran
escasos los manuales de Prehistoria, llegó hasta a ser recomendada en
algunas Universidades españolas.
La labor editorial del Servicio, bajo la dirección de Domingo Fletcher,
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se incrementó de forma notable. De la serie "Archivo de Prehistoria
Levantina" se publicaron catorce tomos y de la "Serie de Trabajos
Varios", sesenta y dos. Además, se editaron nueve libros o folletos de
diverso tipo y, anualmente, las memorias de actividades. En todas estas
series, además de ser preparadas y corregidas personalmente por
Domingo Fletcher, él mismo publicó un buen número de trabajos y monografías del más alto interés.
Su obligada permanencia en el despacho de la dirección, con toda su
carga burocrática, redujo en gran manera su actividad prospectora y excavadora, de manera que para efectuar muchas de las prospecciones que
llevó a cabo, aprovechaba los días de fiesta, en los que el Servicio y su
Museo estaban cerrados. Su labor de excavaciones se concretó a las de la
"Cova Negra" de Xátiva (1950 y 1953), de la "Cova de les Rates Penades"
de Rotova (1951), de la necrópolis romana de " Les Foises" de Manuel
(1951), del " Tossal de Sant Míquel" de Llíria (1951 y 1953), de la cripta
visigótica de "El Romaní" de Sollana (1952), el salvamento, en colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de Valencia, de un mosaico romano en la
calle del Reloj Viejo (1952), la excavación de una covacha eneolitica en la
" Ladera del Castillo" de Chiva (1953), la de la necrópolis ibérica de "La
Solivella" de Alcalá de Xivert (1961) y a los trabajos en "El Fossaret" de
la Cateru·al de Valencia (1963). He dejado apa1te sus estudios sobre los
acueductos romanos de Riba-roja, porque su realización retrata perfectamente una faceta de su carácter. Aprovechando los fines de semana y los
petíodos de vacaciones, en los que se trasladaba a la casa que posee en
dicha población, en lugar de dedicarse al descanso, empleó su tiempo libre
en recorrer un buen número de quilómetros, durante dos o tres años a partir de 1952, fotografiando, sacando croquis de plantas y perfiles y estudiando los restos de tales conducciones de agua. Y fue una labor
providencial, pues gracias a sus estudios podemos tener una idea bastante
completa de ellas, ya que en la actualidad algunos acueductos han desaparecido y apenas quedan restos de los demás, a pesar de los esfuerzos realizados por Domingo Fletcher ante las autoridades locales y provinciales.
Su labor, por muy callada que intentara que fuera, sobrepasó los límites del Servicio y transcendió a organismos no específicamente arqueológiCQS ni provinciales. Por la labor efectuada en defensa del Patrimonio
Histórico-Artístico, fue nombrado, en 1959, Vocal del Comité Ejecutivo
de los Congresos Nacionales de Arqueología y Delegado de los mismos en
tierras valencianas; en 1960, Jefe del Servicio de Defensa del Patrimonio
Artístico Nacional en las Jefaturas de Servicios de Protección Civil; en
1967, y por el Excmo. Ayuntamiento de Val encía, Cronista Oficial de la
Ciudad; en 1971, Vocal de la Comisión Nacional de Defensa del Arte
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Rupestre; en 1974, Vocal del Patronato del Museo de Bellas Artes de
Valencia y, en 1979, Vocal de la Junta Superior de Excavaciones y Exploraciones. Todos estos puestos, algunos de ellos ubicados en Madrid, fueron servidos lealmente por Domingo Fletcher Valls que, sin abandonar sus
obligaciones en el Servicio de Investigación Prehistórica, acudió regularmente a las reuniones a las que se le convocaba, lo que es una muestra más
de su capacidad de trabajo.
La organización del Servicio fue uno de los objetivos primordiales de
Domingo Fletcher. La biblioteca, que contaba alrededor de 2.000 volúmenes cuando se hizo cargo de la dirección, alcanzaba un número superior a
los 23.000 cuando, el18 de agosto de 1982, se jubiló. Los departamentos
de trabajo fueron debidamente atendidos, creándose unos ficheros de
yacimientos arquelógicos valencianos, otros de artículos y estudios sobre
arqueología, que han servido para la confección de los " Repertorios de
Bibliografía Arque lógica Valenciana" , otros de fotograbados que han
resultado muy útiles para la reutilización de gráficos en las publicaciones y
otro, de material fotográfico, conteniendo las indicaciones necesarias para
poder utilizar los más de 13.000 negativos que posee el Servicio. Sin contar los que tenian la relación de fondos arqueológicos, guardados en los
almacenes, y que permitieron en todo momento y con rapidez poder consultar cualquier objeto que hubiera en ellos.
Todos estos medios de trabajo hicieron que el Servicio fuera el lugar al
que acudieran los estudiantes de nuestra Universidad para la realización
de sus trabajos de curso, de sus tesis de Licenciatura y de sus tesis de Doctorado, paxa la ampliación de sus estudios, a todos los cuales aconsejaba
Domingo Fletcher, les aclaraba conceptos y les ayudaba plena y totalmente. Podemos decir, sin exagerar, que las actuales generaciones de prehistoriadores y arqueólogos, algunos de cuyos componentes ocupan
puestos docentes e n la Facultad de Geografía e Historia o se hallan al
fxente de organismos de investigación, han pasado por el Servicio y han
recibido sus consejos y aclaraciones, por lo que puedo afirmar la existencia
de una escuela de Arqueología y Prehistoria valenciana en la que el Servicio de Investigación Prehistórica ha jugado un primordial papel, debido
principalmente a los conocimientos y personalidad de Domingo Fletcher.
Sus merecimientos le hicieron acreedor a que algunas sociedades e instituciones científicas le acogieran en su seno. Así, en 1949 fue nombrado
correspondiente de la Associagao dos Arqueologos Portugueses de Lisboa;
en 1950, correspondiente de la Société Préhistorique de L' ATiege de
Tarascon-sur-Ariege; en 1954, correspondiente del Deutschen Archaologischen Instituts de Berlín; en 1959, correspondiente de La Hispanic
Society of America de Nueva York, sociedad que en 197 4lo elevó a la cate21
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goría de miembro de la misma, y, en 1967, Académico Correspondiente de
la Real Academia de la Historia.
Y por las mismas razones, obtuvo el premio " Martorell, Nacional de
Arqueología" concedido por el Excmo. Ayuntamiento de Barcelona en
1957, por su estudio sobre el poblado ibérico de La Bastida de les Alcuses,
y en ese mismo año el premio "Conde de Lumiares" patrocinado por la
Comisión Provincial de Monumentos de Alicante por su Bibliografía
Arqueológica de tal provincia; años después, en 1961, se le otorgaba el
"Cerdá Reig" del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de la
Institución "Alfonso el Magnánimo" de la Excma. Diputación de Valencia,
por su labor investigadora.
El día 19 de agosto de 1982, por razones de edad, Domingo Fletcher
Valls fue jubilado por la Corporación provincial. Y dentro de esta lamentable, pero administrativamente obligada decisión, que en este caso ha
recaído sobre una persona que goza de la plenitud de sus facultades mentales, hemos de felicitarle, aparte de por haber llegado a ella, porque se ha
librado del último, por ahora, traslado del Servicio de Investigación Prehistórica que, afortunadamente para él, se inició durante los úJtimos días
de su vida administrativa y que le ha evitado los problemas y preocupoaciones que ya tuvo que soportar en 1955, cuando se instaló en el Palau de
la Batllia el Servicio y el Museo, "su Museo de Prehistoria".
La jubilación de Domingo Fletcher no ha interrumpido su colaboración
con el Servicio ni, mucho menos, la continuación de su labor investigadora.
Todos, o casi todos los días posteriores a su jubilación, y por ventura para
los que hemos tenido que recoger la antorcha de sus manos, Domingo Fletcher Valls viene a la biblioteca, donde consulta datos para sus futuros trabajos y se mantiene al día de las novedades arquelógicas que van
surgiendo.
Puede estar seguro Domingo que los que todavía permanecemos en el
Servicio, procuraremos mantenerlo siguiendo las directrices que marcó y,
dentro de nuestras posibilidades, continuaremos intentando que siga
siendo el centro valenciano de investigación que él, durante tantos
años, deseara.
Valencia, junio de 1984.
ENRIQUE PLA BALLESTER
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43
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-------------
-- - - - - - - - -
[page-n-45]
ESTADO ACTUAL
DE LOS
ESTUDIOS IBERICOS
P or
ANTONIO TOVAR LORENTE
(De la Real Academia de la Historia)
[page-n-46]
[page-n-47]
Conferencia pronunciada el día 13 de junio de 1984
en el acto de Homenaje a Domingo Fletcher Valls
Querido y admirado Domingo Fletcher, señoras y señores:
Cuando el Servicio de Investigación Prehistórica en el que tanto has
trabajado te reconoce como Director honorario, tengo el inmerecido honor
de que, quizá como el más viejo de tus amigos y colegas, se me haya encargado de hablar hoy. Interpreto esta oportunidad que me da la celebración
de tus méritos y trabajos, como el encargo de situar tu labor en su tiempo,
es decir, de mostrar que todo trabajo científico se ha de ordenar en una
verdadera sucesión, como nos enseñaron los griegos, que disponían la pléyade de sus filósofos en diadochaí, en sucesión de directores de escuelas,
casi en dinastías.
Aprovecharé también la ocasión para examinar, desde mi punto de
vista, el estado actual de los estudios ibéricos, y señalar algunas de las
perspectivas que ofrecen, en especial en lo relativo a la epigrafía y lengua,
y a la relación con la lengua vasca. Me atreveré a señalar que si, en la época
de Fletcher, en nuestra época, nuestro avance ha sido más bien una llamada a la prudencia en el viejo tema de la equiparación de vasco e ibérico,
es posible que, sin abandonar nunca la cautela, se puedan revisar otra vez,
en muchas partes de la Península, elementos más o menos de aspecto
vasco, que, si no coincidentes del todo, están sin duda relacionados con el
ibérico y pertenecen en común al remoto mundo de lo indígena, de lo
preindoeuropeo.
Domingo Fletcher ocupa un lugar preeminente en los estudios ibéricos.
Dlli'ante muchos años ha sido él quien, particularmente en las tres provincias valencianas, ha impulsado, ha favorecido, ha buscado, ha coordinado,
ha sido generosísimo en la comunicación de sus hallazgos, ha publicado las
47
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inscripciones y, sobre todo, las ha estudiado como nadie, transcribiéndolas
y dibujándolas, examinándolas durante días y días, haciendo con cada una
de las palabras ibéricas todas las comparaciones y referencias que pueden
guiar en el oscmísimo campo de la interpretación.
Si repasamos, por ejemplo, una de sus últimas publicaciones, la de Los
plomos ibéricos de Yátoua (Valencia) , 1980, podemos ver cómo ha conseguido analizar estos dificilísimos textos epigráficos. Debajo de una escritUl'a halla otra, y sus ojos y su habilidad de dibujante consiguen desdoblar
la caótica apariencia del original, y llegar a darnos el calco separado de los
dos textos del plomo, desglosando el más reciente del que estaba debajo,
semiborrado, y a veces en caracteres pequeños.
El prestigio del Servicio y la diligencia de Domingo Fletcher son la
causa de que en todo el antiguo reino de Valencia se haya acudido siempre
a él con los hallazgos, que ya no se esconden, ni caen en manos de mercachifles para exportarlos, ni se pierden para la ciencia. Los plomos de
Yá tova, precisamente, fueron abandonados por unos excavadores clandestinos, que no reconocieron afortunadamente en aquel "paquete" formado
con tierra alrededor el hallazgo importantísimo. Cultos ciudadanos del
pueblo de Buñol se dieron cuenta del valor de aquéllo y lo depositaron en
el Museo de Prehistoria de la Diputación. Por suerte, pero no por casualidad, pues nadie como Fletcher podía estudiar y publicar en pocos meses el
dificilísimo material. En esa cultura difundida por todo el país, por la que
los ciudadanos pueden darse cuenta del valor de algo en peligro de perderse, y saben adónde hay que llevar las inscripciones, se refleja la entusiasta labor de años del Museo de la Diputación. En esa labor, que yo
recuerdo iniciada antes de la guerra civil de 1936, Domingo Fletcher es un
eslabón que ha servido medio siglo a la continuidad científica, y a su difu.sión en la cultura de la gente, también de la no profesional. El enriquecimiento de la epigraña ibérica, el aumento, ininterrumpido y creciente, de
inscripciones, no es una casualidad, y se debe al celo y al entusiasmo de
Fletcher y al prestigio del Servicio de Investigación Prehistórica.
Cuando Fletcher comenzaba a trabajar en el Museo de Prehistoria, los
estudios ibéricos vivían en Valencia una etapa brillante. Dirigía el Servicio
su fundador, don Isidro BallesterTormo, y enseñaba Prehistoria en la Universidad don Luis Pericot García, maestro de tantos y tantos prehistoriadores valencianos. P or aquellos años, antes de la guerra civil, se
comenzaron las excavaciones de Liria. La colección de los vasos de Liria,
orgullo del Museo, comenzaba a formarse. A los primeros descubrimientos
pertenece el sensacional letrero ibérico gudua deis dea. Ya saben Vdes. la
historia: Pericot presentó en la Universidad de Barcelona a una estudiante
vasca la inscripción, sin acompañarla de la figura que la contiene en el fragmento cerámico; la estudiante pensó en las palabras vascas gudu, 'com-
48
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bate', y deitu, ' llamar', y entonces pareció por un momento comprobada la
vieja tesis de la identidad vasco-ibérica. Un texto ibérico resultaba inteligible por el vasco. En vano don Julio Urquijo, el patriarca de la erudición
vasca, hacía notar unos años después (Boletín de la Real Sociedad Vascongada ! , 1945, 123 ss.) que en la frase era un poco raro que el artículo -a apareciera pospuesto, y en esta forma, a las dos palabras, y que, lo mismo que
la morfología, la sintaxis no fuera mlly vasca, apa1te de que si deitu
recuerda al latín dictum, gudu no está exento de la sospecha de ser un germanismo en vasco.
El significado de la frase ibérica les pareció a muchos vascólogos eminentes que podía ser con todo "llamada de guerra", como ilustrando la pintura. En tal sentido opinaron J. Caro Baroja, (Boletín de la Real Academia
Española XXV, 196 s s. y 202), A. higaray (en nota que publica Caro
Baroja, ibid.), y Severo Altube (Homenajea don Julio de Urquijo !, 351 ss.).
En la pintw·a se ve una barca ocupada por guerreros, dos de ellos con sus
escudos ibéricos convexos, enfrentada a la vez con otra barca, ocupada por
un guen·ero con su escudo y un perro que ladra, y que parece que la ha sorprendido por detrás, y con otro guerrero, que desde tierra firme responde
tendiendo su arco a una flecha que le disparan desde la primera barca. Los
peces que se ven en el vaso debajo de las barcas, y el ave marina que vuela
sobre ellos, nos hacen pensar en una escena de ataque por sorpresa
en la Albufera.
Las excavaciones de Liria continuaron, gracias a la actividad del Servicio de la Diputación, y hoy la colección valenciana es sin duda la más rica
que existe en epigrafía ibérica. Ya hemos dicho la parte que en ella tiene
Domingo Fletcher.
El comienzo de las excavaciones de Liria nos ha llevado al tiempo en
que el desciframiento de la escritura ibérica por don Manuel GómezMoreno empezaba a ser aceptado. Desde 1922 ese descif1·amiento estaba
publicado, y desde 1925, Gómez-Moreno, en un segundo artículo, la había
explicado de modo más completo, a la vez que presentaba un mapa etnológico de la Península que se mantiene hoy, después de medio siglo ya cumplido, casi por entero. Pero los estudiosos somos rutinarios, y amantes de
nuestras capillitas y colegas. Es muy difícil romper además con el prestigio
de grandes figuras, y con el peso de la tradición. Ni sesudos sabios tudescos, ni eminentes arqueólogos de rivales grupos y escuelas, aceptaban las
lectUl'as de Gómez-Moreno, y sólo algunos numismáticos, hacia 1929,
empezaron a utilizarlas, por la sencilla razón de que, ahora sí, las monedas
se podían leer. Pericot y Ballester Tormo, y el joven Fletcher, como también don Pío Beltrán, leían al modo de Gómez-Moreno los materiales que
iban apareciendo, y el problema ibérico, con inscripciones que ya no eran
49
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el galimatías de las transcripciones de Hübner, se podía plantear de
otro modo.
Así fue posible descubrir que la escritura ibérica había sido utilizada
también por los celtíberos, y confirmar y precisar el mapa etnológico que
Gómez-Moreno había trazado. A mí me tocó, como lingüista, sacar algún
partido del descubdmiento. Recordemos, con mis intentos, algunos trabajos de Caro Baroja.
Julio Caro Baroja trató en ellos de lo que él llamó vasco-iberismo, es
decir, de una equiparación o identificación del vasco con el ibérico, que,
por una parte, tenía a su favor un gran prestigio científico, mas por otra,
también una tradición antiquísima, casi bíblica, pues arranca del pasaje
del Génesis en que Tuba!, hijo de Jafet, aparece como padre de los iberos,
pasaje en el que a San Jerónimo, al comentarlo y traducir el comentario de
Eusebio se le ocurrió añadir a Iberi la explicación de qui et Hispani. Todavía hoy en Tbilisi, la capital de Georgia, la Academia de Ciencias de aquella república soviética publica una revista que se llama Anuario de
lingüística ibero-caucásica; en ella naturalmente se admite la relación con
el vasco y con ese supuesto antepasado ibero. Lo mismo que en Georgia, la
Iberia caucásica, arraigó la idea de Tuba! como antepasado en toda
España, y muy particularmente entre los escritores vascos, desde Esteban
de Garibay (1571). El origen latino del castellano y de las otras lenguas
románicas estaba ya claro para Aldrete, por ejemplo, en su libro de 1606,
pero el enigma de los orígenes del euskera invitó a mantener la descendencia tubálica a los vascos durante un par de siglos más. Y uno de los fundadores de la lingüística moderna, Guillermo de Humboldt, aprendió en su
viaje a las provincias vascongadas en 180lla identificación de vasco e ibérico, y las consiguientes relaciones con Georgia y con Italia (estas últimas,
en verdad, eran resultado de las invenciones del falsario Annio de Viterbo,
adulador de Fernando el Católico) y resumió, puso al día y divulgó toda la
tradición vasca, aceptada también por Lorenzo Hervás, en su famosa Comprobación de las investigaciones sobre los primitivos habitantes de Hispania
por medio de la lengua vasca (1821) .
El prestigio de Humboldt, y la continuidad, casi siempre admirable, de
la ciencia alemana, aseguraron como indiscutible la vieja doctrina vascoiberista, y cuando en 1893 el gran epigrafista E. Hübner publicaba los
Monumenta linguae Ibericae, confundía todos los restos de lenguas antiguas de la Península en una sola lengua, con el erróneo genitivo de singular
linguae Ibericae. Y tomando como base el Corpus de Hübner, el genial
romanista y vascólogo Hugo Schuchardt publicaba en las actas de la Academia de Viena, en 1907, una monografía, "Die iberische Deklination", en
la que se ofrecía al final, de la mezcla de restos que ahora sabemos son ibéricos, celtibéricos, lusitanos, del Sudoeste, etc., un desmedrado cuadro
50
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que Gerhard Bah.r, en su tesis doctoral de Gottingen (publicada póstuma
en Eusko-Jakintza II, 1948, Biarritz) no pudo apoyar en ningún punto,
como seguidor ya de las lecturas de Gómez-Moreno.
Tuvimos que hacer un esfuerzo muy grande para romper con esta
fuerte tradición que paralizó largo tiempo los estudios ibéricos, y todavía,
cuando no se es prudente con la comparación vasca, los pone en peligro de
caer en el error y en el disparate. Iberistas españoles y extrajeros que se
creen que, sin conocimientos del euskera, basta abrir un diccionario para
encontrar la clave de una palabra ibérica, no deben continuar trabajando
sin estudiar una lengua que, afortunadamente, está descifrada pues que se
habla como lengua viva. Ya con las bases de las lecturas de Gómez-Moreno
se pudo ver cuántas propuestas disparatadas había en materia de interpretación del ibérico, y que en Humboldt se presentaban como artículo de fe.
Hubo que limitarse a comparar datos seguros y a lograr así un mínimo
aceptable, abandonando precipitadas conclusiones de la comparación
vasco-ibérica. A esta tarea se sumó enseguida, con su sabiduría lingüística
y su admirable conocimiento del euskera, Luis Michelena, que siguió la
tradición critica de Urquijo y reforzó la actitud reservada frente a la identificación tradicional.
En los últimos decenios se ha progresado mucho en el conocimiento de
los restos lingüísticos de la antigua Hispania. El celtíbero y el lusitano se
dibujan con perfiles bastante claros, en mucha mayor medida el primero
que el segundo, pero nuestro conocimiento de la lengua ibérica no ha
podido avanzar tanto. Y es que el celtibérico y el lusitano son lenguas
indoeuropeas, y todo el instrumental del método comparativo está a disposición del que quiere trabajar sobre las inscripciones. Pero el ibérico pertenece sin duda al mundo preindoeuropeo, y no tenemos ni método seguro,
ni referencias ordenadas para analizarlo. Después nos habremos de ocupar
de las posibles conexiones del ibérico, que nos llevan a campos lingüísticos
estudiados en mayor o menor medida, pero con historia más corta, sin los
milenios de continuidad que nos enseñan tanto sobre las lenguas
indoeuropeas.
La situación del desciframiento del ibérico se puede comparar a la del
etrusco. El etrusco es conocido por millares de inscripciones, con una tan
extensa como la de la momia de Zagreb, con sus aproximadamente 1270
palabras de texto seguido con fórmulas repetidas, pero podemos decir sin
atenuantes que es una lengua no descifrada. Sólo en, por ejemplo, fórmulas sepulcrales, que se repiten a menudo, se entiende algo con seguridad,
pero cuanto más extenso es el texto, la dificultades son mayores. Aun en el
caso de la bilingüe famosa de Pyrgi, donde un texto fenicio glosa como en
compendio la más extensa en etrusco, la dificultades que quedan son todavía insuperables.
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El problema es semejante en ibérico. La inundación de inscripciones
extensas, como el conjunto de Yátova, con 165 palabras en tres plomos,
con diez caras si separamos las superposiciones, o el de Pech-Maho, con
sus más de 100, me deja, al menos a mi, abrumado y perplejo. El desciframiento puede intentarse en una breve estela donde se pueden esperar fórmulas, o acaso en los letreros que ilustran las pinturas de vasos, pero en un
texto extenso, de cuya natw·aleza no sabemos nada, y que además, con lo
que parecen numerales, hace pensar en que se trate de cuentas o inventarios, hay que tener paciencia.
Una lengua inclasificada, es decir, no incluída dentro de una familia, es
por de pronto indescifrable, y sólo por el estudio de lo conocido (onomástica, especialmente nombres propios identificables, o también palabras
extranjeras prestadas) se puede ir rompiendo algún sello impenetrable.
Pero aun así, la experiencia del etrusco nos enseña que por esta vía no son
muy accesibles la morfología y la sintaxis. Lo que sabemos sobre la estructura de una lengua una vez que podemos partir de que es indoeuropea,
semítica, etc., no nos lo dan penosas deducciones que, con mucho trabajo,
podemos intentar alrededor de ese punto de claridad que es una palabra
identificada o casi. Pero las tinieblas nos envuelven cuando leemos las inscripciones que se custodian en el Museo de Prehistoria de Valencia. Las
contemplamos llenos de admiración, pero la augusta esfinge esconde
su secreto.
LOS IBEROS: LA CULTURA ffiERICA
El nombre de iberos, íberes, muy raro íberoi en griego, iberi en latín,
parece enigmático. Sin duda hay que relacionarlo con el gran río peninsular
que da al Mediterráneo, el Ebro, Iberus en latín. En castellano y en catalán,
pervive con el acento del griego iber, en la primera sílaba, y lo mismo ocurre con el de Fontibre (de Ponte Iben) , del lugar donde nace el río. Es natural que tengamos el acento griego como en otra palabra popula1·, Isidro
(frente a la forma culta Isidoro, Isidoros con su acento latino), pues lo
mismo ocurre con otro nombre geográfico, el de Adra (Abdera), provincia
de Almería, y los topónimos perviven en la lengua hablada (cf. para estas
palabras Menéndez Pidal, Manual de gramática histórica española § 6, 4).
Por eso yo me inclino, contra la idea general, a pensar que el nombre primitivo es el del río, y no el del pueblo que habitaba en las orillas de su
cw·so bajo.
P ues el nombre del Ebro se explica por las palabras vascas ibai 'río' e
ibar 'vega'. Los griegos se encontraron. con que los iberos llamaban al más
caudaloso río de la vertiente mediterránea ibar 'río', el río por
excelencia.
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Las dos formas ibar e ibai están sin duda entre sí en una xelación que se
explica por sufijos que en vasco (y parece que también en ibérico, cf. ildun/
r, Tovar, Léxico de las inscripciones ibéricas, Estudios Menéndez Pidal TI
273- 323, especialmente p. 310) cambian. En este caso tenemos i/r (también intervienen en otros casos s, n, y otros fonemas) y podemos comparar
amai 'límite'/ amar 'diez' (fin, sin duda, de contar los dedos de las manos),
y para confirmarlo: amaika 'once' (algo así como un derivado adjetival de
'diez', 'el que sigue a diez'); también se puede recordar -lwr/-koi, doble
forma del sufijo vasco que significa 'propenso a'.
Los griegos jonios que exploraron las costas mediterráneas de España
oyeron Ibar en la boca de los indígenas, y siguiendo la evolución de su dialecto, se supone, que lo mismo que del siglo Vil al VI, de Mada- hicieron
Medoi, lo convirtieron en íber.
Que llamaran íberes a los indígenas del país del íber pudo ser de bido a
que los indígenas llevaran en su lengua un étnico derivado del nombre del
río. Muy posiblemente no, pero de todas maneras en griego se creó una formación radical, sin añadir nada al tema íber. Paralelos a íberes serían nombres de pueblos extranjeros que hallamos en griego: Kares, Kílikes. La
identidad de la forma no decide gramaticalmente si lo primitivo es la acepción de un río o la de un pueblo, pero si se acepta la etimología vasca del
nombre del río (ciertamente hipotética, mientras no la encontráramos confirmada en fuentes iberas), la semántica parece asegurar que el nombre fue
primitivamente el del río.
Los iberos ocupaban en la época de los viajes de los jonios la fachada
meditérranea de la Península, por lo que esta fue llamada Iberia. L os conocimientos que fueron alcanzando los griegos, entre los siglos VI y V, de la
Península, les mostraron la presencia de celtas en el Sudoeste, al norte del
Algarve, y que allí comenzaba una extensa Keltiké, que según Heródoto se
extendía por todo el Occidente de Europa, hasta las fuentes del Danubio.
En los autors griegos más antiguos se denomina Celtica la mitad noroccidental de la Península, como opuesta a la mitad mediterránea ibérica, pero
ya Polibio designa como Iberia a toda la Península, y esa es la palabra
griega para lo que los romanos, con palabra aprendida de los cartagineses,
llamaron Hispania.
El territorio en que aparecen los iberos históricos, los que conocieron
griegos y romanos, es muy extenso. La comparación de ciertas formas lingüísticas que se repiten en los textos ibéricos, nos ha permitido demostrar
la homogeneidad lingüística de un territorio que se documenta muy bien.
Las monedas de Urci, hacia Almería, muestran en su leyenda ibérica
Urcescen la misma terminación que las de Sagunto y las de los ilergetes,
ausetanos, layetanos, indigetes (Unticescen), y la ciudad de Narbona
(Neroncen). En monedas de Ilíbexis (Granada) hallamos la misma palabra
53
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cestin que en una inscripción de Liria. Monedas de Obulco (Porcuna, Jaén)
nos dan duidui como Liria, iltir como Cástulo, Alcoy, Liria, Cabanes, Barcelona, Ullastret, los indigetes, Lérida y Cogul; monedas de esta misma
ceca ofrecen iscer, que aparece en Cástulo , Alcoy, Liria, los indigetes (y
escer tambián en Liria), y nos dan también adin, como Liria, Sinarcas,
Sagunto, Tarragona, Azaila, y como leemos en va1·ios nombres de la turma
Satluitana (donde también hay -aden), en una inscripción romana de
Sofuentes, al norte de Egea, y en Ensérune.
La epigrafía pues, nos permite afirmar que desde Porcuna, Granada y
Almería se hablaba la misma lengua por toda la costa mediterránea, hasta
Ampurias, Narbona y Ensérune, y por el interior hasta el país de los ilergetes por Lél'ida y Zaragoza, y de los vascones en Alagón y Sofuentes. El
estudio de estas palabras o elementos de composición permite, aunque no
sepamos en general el significado, sostener que la misma lengua se
hablaba en todo este territorio, como presentamos hace ya tiempo en
mapas (Zephyrus VII, 1956, 81-83, AncientLanguages o{ Spain and Portugal, Nueva York 1961, 50 ss.). Esta unidad de la lengua ibérica la admiten
J. Maluquer de Motes (prólogo a Arribas, p. 20) y Antonio Arribas, Los iberos, Barcelona 1965, 27, que exagera un poco quizá al llevar los límites
hasta el Ródano y hasta las columnas de Hércules. Por su parte L. Pericot,
en su libro Cerámica ibérica, fotografías de Toni Vida), Barcelona 1979, p.
11, insiste resueltamente en la unidad de todo el territorio en que la lengua
aparece con tan innegables coincidencias.
Un problema dificil es el de si hubo también iberos en la Bética al
Oeste de Porcuna. Es bien sabido que un río de Huelva, el que ahora se
llama Tinto, se llamaba Hiberus en Avieno (Ora 248, cf. Schulten, Iber.
Landeskunde I 336 ss.) e íber en Estrabón (III 5, 9 p. 175). Un testimonio
antiguo, que se refiere (hacia 400 a. C.) a los viajes de Hércules y utiliza
varias fuentes, que coinciden con Avieno y Heródoto, el de Herodoro de
Heraclea (Fragmente griech. Historiker I pp. 215 s, 502 s, Jacoby), llama
iberos a todos los pueblos de la zona del estrecho de Gibraltru· y mucho
más al Este, es decir, el territorio de Tartessos en su más amplio sentido, y
considera como tribus de una misma 1·aza a los cinetes, gletes, tartesios,
elbisinios, mastienos y celcianos, con una corrupción al fin de este texto en
la que parece se menciona el Ródano (cf. A. Schulten, Fontes Hisp. Antiquae II 37 s.) . ¿Se llamaron realmente iberos los pobladores de todo el Sw·
de la Península? ¿Son miembros de la misma comunidad étnica que hallamos en la Andalucía oriental y en toda la costa del Este? ¿O iberos en este
punto no significa otra cosa que hispanos? Con los datos lingüísticos, no es
fácil dar una respuesta. Pero habremos aún de volver sobre este
punto.
El precoz desarrollo de la cultma tartesia, la presión de los invasores
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celtas en toda Andalucía, particulru·mente sobre la occidental, así como
sobre el Alentejo, y la colonización fenicia y púnica, no nos permiten ver si
la base étnica de la Andalucía occidental era semejante a la que se nos
manifiesta en el mundo ibérico propiamente tal, en los límites que la lengua nos señala. E 1Hiberus de Avi eno, íber de Estrabón, podría ser un indicio de que sí, de que en aquella región un poco marginal se mantuvo
conciencia de que eran iberos. Pero cuando contemplamos el tesoro de
Carambolo, o los relieves de Osuna, o se estudian las cerámicas de Andalucía occidental, nos encontramos con otras tradiciones que la ibérica propiamente tal.
Es cierto que todavía hace pocos años, al final de su vida, podía investigador tan competente como Pericot, en su citado libro Cerámica ibérica p.
8, aseverar que "no existe definición satisfactoria y una cronología evidente" sobre los iberos, pero el número grande de inscipciones, cuya lectura es clara, permite, aun sin considerar descifrada la lengua, conocer la
identidad de ella en toda la provincia epigráfica.
Basándonos también en la arquelogía de ese territorio, especialmente
en la típica cerámica, que coincide con lo que la epigrafía nos asegura como
ibérico, podemos intentar una explicación cronológica del desarrollo de
esta cultura, dejando ahora el problema, mucho más difícil, de sus orígenes. Como dice Maluquer (l. cit. p. 9) , refiriéndose a como plantean los
ru·queólogos estas cuestiones, " la cuestión de origen ha sido sustituída por
la de formación de tal o cual pueblo o cultura".
La presencia epigráfica y ru·queológica de los iberos permite partir de
la idea de P. Bosch Gimpera (presentada por Pericot, op. cit. p. 11) de que
los iberos son una etnia que existe en la Edad del Hierro, y cuya cultura
tomó rasgos caractetisticos, determinados en buena parte por influencias
coloniaJe púnicas y griegas, en el siglo VI.
La cultura ibérica, dentro de la unidad que la lingüística descubre,
muestra diferencias regionales, que resultan sin duda de que las forma s
cultw·ales ibéricas toman sus rasgos definitivos en la región del alto Guadalquivir, y se extienden, segw·amente favorecidas para su expansión por
una preexistente comunidad étnica y lingüística, de Sudeste a Noroeste.
P ericot (Cerámica ibérica p. 236 s.) insiste en " la importancia del substrato
ibérico en el Este y Sur de España en unas fechas relativamente elevadas
pat·a el desarrollo d e la p1·imcro etapa de lo ibérico".
Es en la región entre la Sierra Morena y la Sierra Nevada, alrededor del
alto Guadalquivir, donde se dan las condiciones para la formación de una
cultura, en un territorio relativamente protegido contra las invasiones
indoew·opeas y la presión de las colonizaciones. Allí, sobre la larga tradición cultural de la región de Almería, vienen a confluir influencias
trutesias.
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Una muestra innegable de estas influencias tartesias es la escritura
ibérica, cuya forma más antigua es la llamada tartesia o bástulo-turdetana,
es decir, la del Algarve y todo el Sm de la Península, que seguimos pensando se formó hacia el año 700 a. C. en el Sudoeste, territorio en que competían influencias griegas con fenicias. El elemento silábico no puede ser
del tipo que se llama secundario, es decir, formado sobre la base de let1·as
alfabéticas, a menos que esto se pudiera demostrar. La hipótesis de que el
elemento silábico de la escritura alfabética sea una herencia de los silabarios del II milenio es la más obvia para explicar su presencia en el I a. C. El
argumento que expuse en 1943 (v. Estudios sobre las primitivas lenguas
hispánicas p. 17-20) de que el silabismo se mantuviera obedeciendo a conveniencias fonológicas de la lengua para la que se inventó, sigue teniendo
valor. Se trata de un arcaísmo en zona marginal, semejante al uso de silabarios de antiguo abolengo en Chipre hasta tiempos bastante tardíos. No
se han hallado, que sepamos, huellas de un siJabismo sistemático y completo en nuestra Península. Se puede pensar que un indígena dueño de las
escrituras griega y fenicia, y quizá empapado del silabismo que l. J. Gelb
considera inherente aún al alfabeto fenicio, o un colonizador compenett·ado con la cultura indígena, forjó alrededor de la fecha que suponemos la
escritw.·a cuya alta antigüedad parece que se confirma cada vez más en las
excavaciones en Portugal.
En la cultma ibérica que toma sus rasgos característicos en la región
del alto Guadalquivir podemos ver un juego de influencias que es, un siglo
después de que se formara la escritura del Sudoeste, una combinación
semejante de elementos distintos: la metalurgia de los exvotos ibéricos de
Sierra Morena, que surje en el siglo VI, es de tradición indígena, pero la
irú"luencia griega es innegable. Más griega, pero a la vez oriental, es la
escultura en piedra que florece en los antiguos reinos de Murcia y Valencia. No olvidemos que es ese territorio donde los iberos, en casos que
parece podemos considerar poco normales, adoptaron servilmente la
escritw·a jónica para escribir los plomos de Alcoy y Mula.
Contribuyen con tradiciones formativas al ibérico la cultura tartesia,
que sabemos extendió su influencia por todo el Sur de España, basta
incluir la Contestania, y supervivencias de la cultura del Argar, más remota
en el tiempo, pero la última de las que sucesivamente tuvieron su centro en
la regióu de Almena. La alta cultura tartesia explica, con modelos como los
legendarios Gárgoris y Habidis, o el más histórico Argantonio, la existencia
de la monarquía en el Sur.
El estudio que hace Pericot de la cerámica ibérica explica la extensión
de las formas características con que aparecen en la historia los iberos, y
nos orienta sobre la cronología de la difusión de su cultw.·a.
Los tipos más antiguos de la cerámica ibérica pintada son los de
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Galera, Toya y el Cigarralejo (Pericot, op. cit. p. 241). Se fechan en el siglo
VI. Vienen después los tipos de Verdolay, junto a Murcia, y los de Elche y
Archena. Lil·ia, donde el hallazgo de un fragmento ático de figuras negras
fechable en 476 a. C. acredita un comienzo antiguo, continúa los tipos de
Verdolay (ibid. p. 243i. Al siglo IV pertenece la cerámica ibérica del Bajo
Aragón (ibid. p. 245); al IV-ID, Ensérune (ibid. p. 27 4); las piezas cerámicas de Azaila corresponden al siglo ID (ibid. p. 250).
La extensión de los estilos cerámicos ibéricos a Celtiberia se fecha,
según Pericot (p. 268), en los siglos III y II.
Aquí tendríamos que resolver la duda que plantea el periplo de Avieno
(Ora 4 72 ss.), al decir que el territorio de los iberos, en el que" están situados en gran extensión hasta las cimas del Pirineo", comienza precisamente
en la costa, hacia el cabo de la Nao, frente a la isla de Ibiza.
Además es cierto que pocos versos antes, en el462 s., el piloto marseUés dice, refiriéndose, parece, porque el texto es sumamente impreciso y
difícil, a la misma región del cabo de la Nao: hic terminus quondam stetit/
Tartessiorum. Allí, o quizá un poco al Norte, más cerca del J úcar, "estuvo
antaño el límite de los tartesios". Pero ese límite de los tartesios, que fue
límite político, o de supremacía comercial, pertenecía ya al pasado en la
fecha del periplo, hacia 520 a. C. No había ya allí límite político ninguno, y
la epigrafía nos enseña que en el momento en que jonios, como nuestro
marsellés, habían introducido su escritma en Alcoy y en Mula, lo que sería
unos cuantos lustros después del periplo, les dieron escritura para escribir
en la misma lengua que descubrimos de Urci a Ensérune. Quizá el piloto
marsellés encontró en la costa de Murcia y Alicante tantos elementos coloniales griegos y fenicios, que sólo al llegar al cabo de la Nao creyó encontrar
verdaderos iberos. Pero la difusión de la lengua ibera la epigrafía nos la
asegma también en el Sudeste, y en tiempo no muy posterior, dos siglos a
lo más, a las observaciones de un piloto que hay que suponer vio menos del
interior que de la costa.
Podemos, pues, defender la extensión de la cultura ibérica (lengua,
escritw·a, cerámica, arte, etc.), con variantes regionales, pero con unidad
que se extiende desde Urci por la Bastetania, la Contestania, la Edetania,
las tribus de la costa catalana {ilercaones, lacetanos, cosetanos, layetanos,
indigetes) y la zona de Narbona y Ensérune, por la costa de Rosellón y el
Languedoc. El amplio territorio de los ilergetes es también epigráficamente ibero.
Dos monumentos epigráficos son preciosos por presentarnos la zona
subpirenaica un poco al Sm de donde se debía hablar el euskera: me
refiero al famoso documento que es la turma Salluitana (CIL I 2 709, VI
37045, cf. N. Criníti, L' epígrafe di Asculum di Gn. Pompeo Strabone, Milán
1970), y al importantísimo documento, encontrado hace pocos años, de la
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Tabula Contrebiensis ( G. Fatás, Contrebia Belaisca, II, Tabula Contrebiensis, Universidad de Zaragoza, 1981).
Los nombres que contiene la primera, de soldados a quienes el general
Cn. Pompeyo Estrabón, el padre del Magno, concede ciudadanía romana
por sus méritos en la guerra contra los socios itálicos en 89 a. C., nos da una
lista de 49 nombres ibéricos, de ellos uno repetido y tres incompletos, que
pertenecen a diez ciudades: desgraciadamente sólo son entre estas de
identificación segura Zaragoza y Lérida, y de probable, Egea; Succonsa, la
otra cuyo nombre se conocía de antes, se cita en Ptolomeo, y se puede
suponer estaba entre Huesca y Lérida.
Las personas ibéricas de la segunda, que es un arbitraje que el senado
de Contrebia Belaisca dio, confirmado por el imperator C. Valerio Flacco
en 87 a. C., en un pleito que tenían los de Alagón contra los de Salluia
(Zaragoza) sobre terrenos por Jos que pasaban aguas para el riego, son,
aparte de seis magistrados de Contrebia que llevan nombres celtibéricos
como los escritos en letras ibéricas en el bronce de Botorrita, sólo dos: el
de [.. C]assius hijo de [.Jeihar, Salluiensis, y el de Turibas hijo de Teitabas,
Allauonensis. Estos tres nombres, pues el zaragozano hijo de Jeihar tiene
praenomen y nomen romano, son ibéricos, pero nuevos, aunque sólo leihar
con su h plantea problema. Estos nombres nos aseguran de que en ten·itorio que Ptolomeo nos da como vascón, tenemos nombres ibéricos: en
Segia, en Alauon y también en una inscripción latina con el nombre (en su
primer elemento quizá no ibérico, v. María L. Albertos, La onomástica personal primitiva de Hispania, Salamanca 1966, p. 237) de Turciradin, de
Sofuentes, al Norte de Egea (GIL TI 2976).
J. Coromínas comentó (Entre dos llenguatges, II, Barcelona 1976, 132141) otra inscripción (CIL II 5840), procedente de la alta Ribagorza, dándola como en "vasco ribagorzano" del siglo l. Los dos nombres indígenas
que en ella se leen (ambos en dativo): Tannaepaeseri y Asterdumari, son, el
primero, ibérico en sus dos elementos: Tanne-(M. L. Albertos, op. cit. 220),
y cf. Baesadine, Baesisceris, etc. (ibid. 47), si bien en Aquitania también
tenemos Dann-, y este sería un caso en que se descubre un fondo común
ibero-aquitano; en cuanto al segundo nombre, más que ibérico, en el que
no parece se encuentre nada semejante, podría ser del fondo vascopirenaico, como defiende Corominas, que alega la palabra vasca azter
'indagacíon, examen', y otras parecidas, y el nombre personal Aster en
diplomas gascones de los siglos IX y XI, entre otros. La dificultad que hay
en -dum- podría resolverse, a mi juicio, con la falta o rareza de m en ibérico,
y explicar así una confusión gráfica del vasco dun 'que tiene', palabra
muy frecuente.
Desde el punto de vista del vasco notaremos aún que resulta sorprendente en esta inscripción la existencia en tiempos romanos, como supone
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C01·ominas, de un dativo de singular en -eri -ari, de la declinación basada
en el artículo, es decir, determinada, que no se pensaría fuera tan antigua.
Pero la verdad es que falta documentación en este punto.
Es posible que en esta inscripción tuviéramos un testimonio de la relación entre el ibérico y el vasco, en territorio donde se podría esperar más
bien vasco o aquitano(que podemos considerar idénticos entre sí). Quizá
hasta allí llegaba, entre personas de posición social relativamente elevada,
que hacían poner una lápida, la influencia del ibél'ico.
LA LENGUA ffiERICA
Hacer algunas consideraciones sobre la lengua ibérica es muy difícil y
muy expuesto a errar. Sin embargo no resistimos a la tentación de errar
porque, al menos, por ese peligroso camino, podemos acercarnos a la cuestión de los orígenes y relaciones de una lengua no descifrada.
La proposición siguiente: el ibero es una lengua no descifrada, nos permite enunciru· a continuación esta otra: el ibero no es indoeuropeo. Una
lengua de La que poseemos tantos documentos como los que se exhiben en
el Museo de Valencia, y en otros más, no estruia indescifrada, una vez que
se lee con seguridad, si fuera indoew·opea. Hasta lenguas que durante
mucho tiempo no fueron reconocidas como indoeuropeas, cual el licio y el
lidio, pudieron identificru·se como herederas aunque muy cambiadas de Las
antiguas lenguas indoeuropeas anatólicas. Pero la dificultad para reconocerlas como tales estaba en su escritura, con más puntos oscuros que la
ibérica, y en que han tenido una lru·ga evolución, una vez disuelta la antigua
familia anatólica del hetita, en el Oeste del Asia Menor.
Es cierto que en la pátera de Tivissa {Gómez-Moreno, Misceláneas,
Madrid 1949, núm. 36, cf. Arribas, op. cit. p. 154, G. Nicoloni, Les iberes,
Pru·ís 1973, pp. 51 y 129 s.) se ha señalado que se lee:
Boutintibas sani cifsto urcetices
La tercera palabra podría ser en indoeuropeo un aoristo medio (del
tipo del véneto donasto 'dedit', fagsto 'feci t') del verbo kwer-, bien atestiguado en indio karati 'él hace', galés para!' hace, causa', irlandés cruth
'figura', galés pryd 'figura, tiempo'. Así lo explicó L. Michelena (Emerita
XX, 1952, 151 ss.) y lo aceptó V. Pisani, Archiv. glottol. ital. XXVIII 104 s.
y Paideia IX 13.
Pero en el millru·lru·go de voces ibéricas que se han reunido (v. el Léxico
de las inscripciones ibéricas de Jaime Siles, próximo a aparecer), no se
repite otro caso, ni en desinencias, tipos de flexión, ni, salvo en algún posible préstamo, en vocablos, se halla nada que se pueda comparar a
lenguas indoeuropeas.
Descartada así la comparación, es decir, el origen indoeuropeo, no
59
[page-n-60]
parece hasta ahora más tentadora, a juzgar por su fortuna, la que intenté
con el beréber. En un trabajo de 1946 (incluído luego en Estudios sobre las
primitivas lenguas hispánicas, Buenos Aires 1949) propuse interpretar
eban(en) de ciertas inscripciones ibéricas como el beréber y semítico eban
'piedra' más un elemento pronominal-en, que se halla así pospuesto, no al
poseedor, sino al poseído, en beréber, y que, pospuesto al poseedor yo
considero que es el gentivo vasco que H. Gavelllamó determinativo, aplicado especialmente a personas y seres animados: en vasco se dice Peruren
harria 'piedra de P edro', a diferencia del ibérico Balceadin lsbedarticer
ebanen ' B. hijo de Isbedar (en una forma adjetival) piedra-de-él'. Con un
elemento pronominal posesivo distinto tenemos en líbico Msult bn-s
'Musulamia tumba-su' (Tovar, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y
Arqueología, Valladolid, X, 1943/44, 36), y en beréber actual tamazi ·tense patria él-su (patria de él)' (V. Estudios p. 61 ss. y 90 ss. ' The Ancient Languages of Spain and Portugal p. 62 ss.) . Para hacer verdaderamente digna
de tomar en cuenta mi hipótesis, recordaré que en la epigrafía hebraica de
todos los tiempos eban significa 'lápida', y el epigrafista J. G. Février,
Studi orientalí in onore di G. della Vida, Roma 1956 (I 282 ss.) publicó una
serie de inscripciones latinas de Libia en las que aparece, en cada una, La
palabra aban escrita así, en caracteres latinos, en inscripciones romanas
con nombres indígenas.
Pero la verdad es que si admitimos la posibilidad, señalada por
alguien, de que eban 'lápida' en ibero fuera un préstamo púnico, sólo nos
quedaría el -en ibérico con paralelos en beréber. Recordaremos todavía
que J. Pokorny, en un trabajo de 1950 (Die Sprache I 244), utilizó mi construcción beréber-ibero-vasca para explicar (pues en vasco -en además de
para el genitivo sirve como pronombre relativo) los orígenes del relativo
infijado en irlandés antiguo, en ejemplos comó inna aimsire m-bíte-som
isind fognam 'del tiempo en que (n, asimilada a la b que sigue) están en servicio', sechí churuth do-n-d-rón 'de cualquier forma que (n) yo lo (d) hiciera
(primera persona singular del perfecto de di-ro-gní)'. Este complicado
juego de relaciones, que puede parecer poco creíble, adquiere sentido dentro de la idea de un sustrato camítico en el Occidente de EuTopa, hipótesis
que mantuvo Pokorny de un modo que ahora no se estila, pero que puede
tomarse en cuenta según indicaciones resultantes de la léxico-estadística y
la tipología, a las que Juego nos referiremos.
No han faltado, natw·almente, intentos de relacionar directamente el
ibero con las lenguas semíticas. Me limitaré a citar dos trabajos que no me
parecen convincentes. Primero el de.Juan de Gorostiaga, Boletín de la Real
Sociedad Vascongada IX, 1953, 105-109, titulado Interpretación, traducción y análisis del plomo de Castellón. Sin verdadero análisis, da por
seguro que se trata del contrato que hace un dueño con dos constructores
60
[page-n-61]
para la reparación de dos casas. No hace caso de la separación de palabras
con puntos y así consigue aisla!' dos veces la palabra bait 'casa' y una vez el
plural betin; adunin lo tarduce por adun 'señor', pero en conjunto no ha
explicado las palabras. En el segundo intento que reseñamos, Assaig d'
interpretació d' algunes inscripcions "iberiques" mitjanc;:ant el fenici i el
púnic (Oriens Antiquus VII, 1968, 223-244), su autor, J. M. Sola i Solé,
parte de identificar, como su precW'sor, el ibero con el púnico, lo que, de
ser cierto, aseguraría mejores resultados que los que él alcanza. De una
inscripción de Liria saca lo siguiente: 'bitiiba (sin explicar) de Banitewbar
hijo de Balcewni'. De la del Cerro de los Santos Bastulaiacun: ms 'estatua',
z 'esta', un déictico du, la preposición l y el nombre propio fenicio Yakun
'estatua está aq uí para Yakun'. Nada le detiene: la incripción de Ibiza, Tirtanos Abulocum Letondunos ge. Beligios, toda identificada: nombre, gentilidad, filiación y étnico en celtibérico, es traducida así: 'Tirtan Osabul ha
erigido (o dedicado) a su señor el sepulcro de Yws'. Basta todo esto para
probar que, al menos hasta ahora, el semítico no ha dado resultados.
Una comparación del ibérico que, si lo identificamos demasiado con el
vasco, podría consideral'se tradicional, es la que se supone con las lenguas
caucásicas, especialmente con la más importante y la más antiguamente
atestiguada, el georgiano. Como la investigación comparada del ibero (lengua no descifrada) con las lenguas caucásicas es todavía inexistente, no
podemos hacer más que dar brevemente cuenta de la comparación vascocaucásica. En nuestro tiempo, después de H. Schuchal'dt y C. C. Uhlenbeck, han sido K. Bouda y R. Lafon los principales mantenedores, con
trabajos principalmente en el campo del léxico, e intentos del segundo de
estos autores en el de la mmfología, de la relación entre al vasco y las lenguas caucásicas 'recordemos del primero Baskisch-kaukasische Etymologien, Heidelberg 1949, y varios artículos que siguieron; del segundo Eludes
basques et caucasiques, Salamanca 1952, y otros que cita Michelena en la
obra a que nos referimos a continuación).
En 1961 hicimos un trabajo en el que colaboraron varios autores: además de los dos citados y Michelena, W. Vycichl y el inventor del método,
M. Swadesh; bajo el título El método léxico-estadístico y su aplicación a
las relaciones del vascuence (Boletín de la Real Sociedad Vascongada XVII
249-281), se pueden ver hasta cierto punto confirmadas las semejanzas
léxicas entre el vasco y el complejo mundo caucásico. Nos resultaba un
7'52 % de palabras comunes, en la lista de 100 de Swadesh, al vasco y al
georgiano, representante en nuestro trabajo del grupo meridional, otro
7'52 común al vasco y al circasiano, representante del caucásico noroccidental, y sólo un 5'37 %a vasco y avar, del grupo del Nordeste, y geográficamente más distante. Aun siendo escéptico sobre el método léxico-estadístico.(yo no lo soy, por cierto) y admitiendo que, por debajo del5
61
[page-n-62]
%, puede intervenir demasiado la pura casualidad, un 7'5 % tiene
cierta sigificación.
Michelena, uno de los principales colaboradores en aquel trabajo, no
oculta, en el capítulo que escribió después para el volumen Le langage que
dirigió A. Martinet (Encyclopédie de la Pléyade, París 1968, 1414-1437),
su escepticismo ante la idea, que justificaba en cierto modo el título de su
trabajo, L' euskaro-caucasien, de que dos islas lingüísticas como el vasco
(aun añadiéndole el ibero) y el grupo caucásico de lenguas, más de veinte o
veinticinco en las tres zonas en que se clasifican, podl'ían haber conservado
elementos comunes de una amplísima área lingüística cuya unidad habrían
roto poderosas familias de lenguas, como la indoeuropea. Realmente las
distancias, aun suponiendo, para lo que cada vez se halla menos fundamento, que el Mediterráneo hubiera sido elemento de difusión e intercambio lingüístico, son demasiado grandes y los obstáculos, insuperables.
Sin embargo la léxico-estadística no cierra del todo la puerta a las
numerosas comparaciones léxicas reunidas por los citados autores, a los
que se puede añadir, con sus prejuicios, A. Trombetti.
El non liquet pronunciado por Michelena al final de su citado trabajo es
una prudente advertencia, pero no es una prohibición de seguir examinando críticamente la posibilidad.
No hace muchos años (EuskeraXXIV, 1979, 13-33) apliqué consideraciones tipológicas que, efectivamente, como las léxicas (estadísticas o no),
no tienen más que un valor de indicio (D eeters, cit. por Michelena p. 1415),
al vasco comparado con el avar y el georgiano, y la verdad es que en la tipología de orden de palabras podemos afirmar que las dos lenguas caucásicas
comparadas comparten con el vasco tres rasgos muy importantes del tipo
ill de Greenberg: S (sujeto) O (objeto) V (verbo), pos (posiciones), y orden
G (genitivo) N (nombre); son distintas (aparte de que el georgiano, en contacto con la literatura griega al menos desde el siglo VI, es una lengua más
bien SVO) en que el vasco coincide con lenguas occidentales, como beréber y galés, en los rasgos N A(djetivo) y N D(emostrativo). En la tipología
cuantificada propuesta también por Greenberg, la verdad es que el vasco
comparte la misma altw·a con el avar y con el georgiano en el índice de síntesis, en el de aglutinación (con índice aún mayor en georgiano) y en la que
Greenberg llama" flexión pura". El índice bajo en vasco de composición es
mínimo en georgiano y medio en avar, el muy bajo de derivación en vasco lo
es aún más en las dos lenguas caucásicas estudiadas, el medio del vasco en
número de prefijos es alto en avar y muy alto en georgiano, el alto de sufijos
en vasco es muy alto en avar, y aún más en georgiano.
En cambio el vasco tiene en aislamiento un índice alto, como vemos
que es una tendencia en las lenguas de Europa occidental y en el beréber,
mientras que el georgiano tiene un índice medio y el avar, bajo; en la con62
[page-n-63]
cordancia es bajísimo el índice del vasco, y en cambio es medio el del georgiano y alto el del avar; en los otros rasgos flexivos que la concordancia,
también el vasco es bajísimo, mientras que el avar es alto y el
georgiano, altísimo.
En resumen, y para probar la significación de la tipología cuantificada,
sorprende en este experimento la semejanza tipológica de dos lenguas caucásicas vecinas, que coinciden en grado en tres índices, y sólo una vez se
alejan una de otra en más de un grado de los cinco que establecimos (muy
alto, alto, medio, bajo, muy bajo) para valorar los índices numéricos (ver
nuestro trabajo en Euskalerriaren naioarteko jardunaldiak, Real Academia
Vasca, Bilbao 1981, 139 ss. , especialmente 152 ss.). Nótese también la
proximidad de las dos lenguas caucásicas en siete de los diez índices,
mientras que en los sintácticos, el vasco es muy distinto. No nos atrevemos
a sacar consecuencias, pero sf a llamar la atención sobre la coherencia de
los resultados.
Sobre la relación del ibérico con el vasco habría de repetir cosas que
he dicho ya. Sigo pensando como en 1954: "el vasco no es un descendiente
del ibérico, aunque haya elementos comunes a una y otra lengua" (EL euskeray sus parientes, Madrid 1954, 38 ss.). En esto coincidimos la mayoría
de los estudiosos que leemos con el desciframiento de Gomez-Moreno las
inscripciones. Las coincidencias que podemos señalar entre el vasco y el
ibérico, tanto en léxico (donde pueden ser homofonías cuando el contexto
ibérico no nos ayuda), como en la fonología, son, lo repetiremos (ibid. p.
55), " profundas y reveladoras".
Me atrevería a decir que el vasco es el único camino, erizado de dificultades y rodeado de abismos, por el que podemos aspirar a entender algo
más de las inscripciones ibéricas. A todo iberista le recomendaría, no que
se comprara un diccionario vasco, sino que estudiara bien el euskera ..
Y dejadme que termine otra vez lleno de dudas ante las tinieblas que
nos rodean. La lengua ibérica es preindoeuropea, y me atrevería a decir
que más preindoeuropea (más exótica) que el etrusco. Podría tener más
elementos camíticos que mi olvidado ebanen, porque un sustrato camítico
hispánico se puede suponer sobre la base del vasco. La explicación iberocaucásica no se ha comenzado a investigar aún, pero buenos conocedores
del georgiano tendrían la palabra.
La tipologíA permite suponer que el vasco tiene a la vez conexiones (de
origen posiblemente) con Asia, pero también influencias camíticas que se
pueden suponer en el extremo Occidente de Europa.
Y al terminar el examen de los elementos de comparación de que disponemos para ls textos ibéricos, tengo que dar fin a esta exposición.
Hubiera querido examinar nuevas cuestiones y puntos de vista, y hasta
haber aportado propuestas nuevas de desciframiento, pero he intentado
63
[page-n-64]
más bien presentar el problema en su conjunto. No tengo derecho a retener
más vuestra atención.
Si comencé recordando el estado de los estudios ibéricos cuando Fletcher y sus coetáneos los heredamos de nuestros maestros, terminaré
expresando nuestra esperama y nuestro deseo de que nuestros compañeros y discípulos puedan, ahora que disponen de materiales más abundantes, como entonces no nos atrevíamos a soñar, avanzar en el conocimiento
del enigma, que nosotros dejamos no resuelto, mientras tal vez sonríe la
esfinge ibérica.
64
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EXCMA. DIPUTACION DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
HOMENAJEA
DOMINGO FLETCHER VALLS
(13 de junio de 1984)
Valencia, 1984
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[page-n-3]
EXCMA. DIPUTACION DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACION PREIDSTORICA
HOMENAJEA
DOMINGO FLETCHER VALLS
(13 de junio de 1984)
Valencia, 1984
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Oepósiro Legal: V. 1012-1984
Jmprim4>: Feden
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INDI CE
Página
PRESENTACION ...............................
7
BIOGRAFIA DE DOMINGO FLETCHER
Por Enriqu e Pla BaJiester . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
11
BIBLIOGRAFIA DE DOM INGO FLETCHER .....
23
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUD IOS IB ERICOS
Por Antonio Tovar Loreme. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
45
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PRESENTACION
Cuando hace unos años la Diputación Provincial celebró el cincuenta
aniversario de la creación de su Servicio de Investigación Prehistórica, todos
tuvimos ocasión de reflexionar sobre la magnitud y el alcance de la obra realizada por esta institución tan enraizada en la vida cultural valenciana.
Nadie pudo olvidar entonces, y hemos de recordarlo justamente ahora, el
esfuerzo requerido a los miembros del Servicio de Investigación Prehistórica,
a lo largo de sus más de cincuenta años de existencia, para poder llevar a tér·
mino esta labor ejemplar en relación con el estudio y protección de nuestro
patrimonio arqueológico, de la que son exponentes el prestigio científico
alcanzado, su amplia labor de difusión y cottcienciación y el Museo de Prehistoria que de ella depende. Por ello, ahora, cuando la Diputación Provincial se honra en homenajear a Don Domingo Fletcher Valls, nombrándole
Director H onorario del Servicio de Investigación Prehistórica, resulta difícil
separar a la persona que lo dirigió durante más de treinta años, de la propia
institución en que ha quedado plasmada su fecunda labor.
La Diputación Provincial quiere manifestar su reconocimiento a Don
Domingo Fletcher Valls por la tarea realizada y por el modo en que ha sido
efectuada. Los avances en el conocimiento de nuestra Prehistoria y de la
extraordinaria Cultura Ibérica que floreciera en nuestras tierras, la preocupación constante por nuestro patrimonio más allá de unos medios insuficientes, le han tenido como principal protagonista desde su puesto de Director del
S. L P.
Quede, pues, constancia de su obra ejemplar, y de los méritos científicos y
humanos que en él concurren, así como del público homenaje que le tributa la
Corporación Provincial.
ANTONIO ASVNCION
(Presidente de la Excma. Diputación)
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PRESENTACIÓ
Quan fa uns anys laDiputació Provincial celebra el cinquanta aniversari
de la creació del seu Servei d'Investigació Prehistórica, tots tinguerem l'ocasió de reflexionar sobre la magnitud i l'abast de l'obra realitzada per aquesta
instituci6 tan al'l'elada a la vida cultural valenciana. Ningú no pogué oblidar
aleshores, i hem de recordar-lo justament ara, l'esfor~ requerit als membres
del Seruei d'Investigació Prehistórica, al llar-g dels seus més de cinquanta
anys d'existencia, pera poder portm· a terme aquesta tasca exemplar pel que
fa a l'estudi i protecció del nostre patrimoni arqueologic, del qual són exponents el prestigi científic assolit, la seua amplia feina de di{usió i concienciació i el Museu de Prelústoria que en depén. Per alto, ara, quan la Diputació
Provincial s'honra d'homenatjar En Domingo Fletcher Valls, nomenant-ho
Cap Honorari del Servei d'Investigació Prehistórica, resulta difícil de separarla persona que el dirigí durant més de trenta anys, de la propia institució
en que ha restat plasmada la seua fecunda tasca.
La Diputació Provincial vol manifestar el seu reconeixement a En
Domingo Fletcher Valls perla labor realitzada i perla manera en que ha
estat efectuada. Els avan~os al coneixement de la nostra Prehistoria i de {'extraordinaria Cultura Iberica que florira a les nostres terres, la preocupació
constant pel nostre p.atrimoni més enlla d'uns mitjans insuficients, li han tingut, principal protagonista des del seu lloc de Cap del S. L P.
Quede, dones, constancia de la seua obra exemplar~ i dels merits científics i humans que en ell concorren, així com del públic homenatge que li tributa la C01poració Provincial.
ANTONI ASUNCIÓ
(Presidente de la Excma. Diputación)
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DOMINGO FLETCHER VALLS
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Es para mí una satisfacción trazar la semblanza de quien ha sido
durante más de treinta años el titular del puesto que, en la actualidad y por
causas meramente cronológicas, ocupo, y que, aunque administrativamente fuera un superior, en realidad ha sido siempre un amigo, un compañero de trabajo con el que he compartido las alegrías y los temores, más las
primeras que los segundos, que durante el transcurso de tantos años ha
deparado la consolidación primero y la expansión después·, del Servicio de
Investigación Prehistórica. La compenetración de ambos en el interés y el
esfuerzo por el desarrollo científico del Servicio ha sido absoluta, por lo
que pudimos mantener el que se ha venido llamando espíritu del S ervicio,
heredado de don Isidro Ballester Tormo y cuyas características principales
han sido la plena y absoluta dedicación a sus tareas, la modestia personal,
la independencia científica, la escueta publicidad respecto a los yacimientos y lugares de interés arqueológico, la más estricta vigilancia de las excavaciones y la absoluta negativa a ser objeto de elogios y alabanzas
públicas.
Domingo Fletcher Valls ha sido y, afortunadamente sigue siéndolo,
refractario a todo protagonismo, incluso en aquellos hechos en los que jugó
un papel decisivo y en los que, favoreciendo al Servicio, se mantuvo en un
segundo plano. A pesar, podríamos decir, de sus esfuerzos, ha llegado a
alcanzar, internacionalmente y en el mundo científico, un justo y merecido
reconocimiento. Lo que Domingo Fletcher no ha querido nunca es ser
popular. Por ello, dejando aparte su modestia personal, puedo decir que su
característica más importante ha sido su absoluta y total dedicación a la
Arqueología Valenciana y, por tanto, al Servicio de I nvestigación
Prehistórica.
Nació Domingo Fletcher Valls en la ciudad de Valencia el19 de agosto
de 1912, en el seno de una modesta familia de la que él fue el único
varón.
13
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Sus estudios de Bachillerato los cursó en nuestro entrañable Instituto
"Luis Vi ves", de donde pasó a estudiar la carrera de Filosofía y Letras en
nuestra Universidad, licenciándose en 1934 con Premio Extraordinario.
Fueron sus años universitarios decisivos para el futuro de Domingo
Fletcher, por la feliz circunstancia de haber coincidido en la Universidad
con los profesores don Luís Gonzalbo París, catedrático de Arqueología,
Epigrafía y Numismática y don Luís P ericot García que, por uno de esos
absurdos tan frecuentes en la provisión de cátedras, siendo ya un prehistoriador conocido ocupaba la cátedra de Historia Moderna y Contemporánea
de España, pero que explicó un curso libre de P rehistoria, al que tuvo
acceso Domingo Fletcher. La colaboración del Dr. Pericot Gru·cía con don
Isidro Ballester Tormo, que por entonces acababa de fundar el Servicio de
Investigación Prehistórica, fue la causa de que sus alumnos más aficionados a la Arqueología y Prehistoria, entre los que se contaba Domingo Fletcher, frecuentru·an este organismo y colaborru·an en sus investigaciones y
excavaciones. Por ello, Domingo Fletcher fue nombrado en 1931 Agregado
del Servicio y en 1932, Colaborador, puestos totalmente gratuitos y en los
que desruTolló una brillante labor de estudio y prospección. Este contacto
con el Servicio ya no dejaría de mantenerse hasta nuestros días.
Durante el curso 1934-1935, realizó en la Universidad Central los cursos de Doctorado, siendo esta primera estancia en Madrid también fructífera, pues tuvo ocasión de entrru· en contacto con el gran maestro de la
Prehistoria, el Dr. Hugo Obermaier y con el especialista en a1·queología
pre-romana don Antonio García y Bellido. En el . curso de 1935-1936,
estuvo de Profesor Ayudante de las Cáted!·as de Prehistoria y Arqueología
de la Universidad Central. Y fue durante estos años cuando publicó sus
primeros estudios: "Art Rupestre. Al voltant de les troballes de Castelló"
en la revista que entonces se publicaba en Valencia República de les Lletres
{1935), "Nuevas aportaciones gráficas pru·a el conocimiento de la Etnografía ibérica", en Inuestigacióny Progreso (Madrid, 1936) en el que daba las
primeras noticias sobre el Tossal de Sant Miquel de Llíria en una revista
científica a nivel nacional, y "El poblado ibérico de San Miguel de L iria"
en el periódico ABC del día 30 de enero de 1936.
También durante el curso de 1935- 1936 fue profesor de Arquitectura
y Escultw·a en los Cursos para Extranjeros organizados por la Universidad
Central.
Desde el año 1936 hasta después de 1939 su permanencia en filas fue
una interrupción en su vida universitaria y científica. No obstante, las
pocas veces que pudo gozar de permisos fueron suficientes para que no
perdiera el contacto con el Servicio de Investigación Prehistórica y con los
demás centros cultw·ales, actuando, cuando las circunstancias lo permitie14
[page-n-15]
ron, de Secretario de la Secció Hist<':n·ico-A1·tistica de l'Institut d'Estudis
Valencians, organismo que, a pesru· de su efímera vida, realizó durante los
tres años que duró la guerra civil una importante y meritoria labor. Fue
bajo el patrocinío de este Institut, que había acogido en su seno al Servicio
de Investigación Prehistólica que pudo publicar su folleto " Breus notes
sobre el poblat iberic de S t. Miquel de Llíria" , que constituyó el número 2
de una serie de publicaciones de dicho Servicio que bajo el epígrafe de
Serie de Treballs Solts se iniciru·a en 1937 y que, transformándose en la
Serie de Trabajos Varios, todavía se continúa publicando.
Terminada la guerra civil volvió Domingo Fletcher a la Universidad
Central, colaborando con el Profesor don Julio Martínez Santa-Olalla, de
cuya cátedra de Historia Primitiva del Hombre fue Profesor Ayudante
durante el curso de 1940-1941.
Su fecunda labor y preparación científica en la Universidad Central
hubo de interrumpirse en 1941 por el fallecimiento de su padre y la necesidad que tuvo de dedicarse a tareas no científicas durante algunos años,
pues no hemos de olvidru· que, como se dijo al principio, era el único hijo
varón de la familia. Entonces dio clases en varios centros privados de enseñanza de Valencia y, hasta 1950, trabajó en una empresa comercial totalmente ajena a sus aficiones, pero en la que desarrolló una actividad tan
idónea como correspondia a su cru·ácter.
A pesa1· de estos inconvenientes, Domingo Fletcher no dejó nunca de
estar en contacto con la ru·queología. Su relación con el Seminario de Historia Primitiva del Hombre de la Universidad Central, le había conectado
con la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, dependiente de
la Dil'ección General de Bellas Al·tes,.Ja que durante los años 1941 a 1944
le designó para la dirección de varias campañas de excavaciones, entre las
que debemos destacar como muestra, además, del amplio espectro de sus
conocimientos, las que realiza1·a en los niveles de !a Edad del Bronce de la
cueva de la Pileta en Benaoján (Málaga), las del poblado ibérico del
Cabezo del Tío Pío en Archena (Murcia) y las de la necrópolis visigótica de
Castiltierra (Segovia). El Servicio de Investigación Prehistórica, con el que
seguía manteniendo un estrecho contacto, le encru·gó, en 1941, la excavación del yacimiento romano de El Secano, de Monforte del Cid (Alacant),
donde en 1936 ya había efectuado una prospección y, en 1946, la del
poblado ibérico de la Cueva y Torre del Mal Paso en Castellnovo
(Castelló).
Al ser creada en Valencia el dia 26 de marzo de 1945 la Sección de Prehistoria del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, adscribiéndola al Servicio de Investigación Prehistórica, Domingo Fletcher fue
nombrado Secretario de la Sección, cru·go que ocupó hasta 1953. Igualmente durante estos años y a partir del curso 1945-1946 fue profesor de
15
[page-n-16]
Clases Prácticas de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Valencia. Y en 1948 fue nombrado director de número del Centro de Cultw·a Valenciana, distinción que se hizo (irme al leer el día 3 de mayo del
año siguiente su discurso de ingreso.
A la muerte de don Isidro Ballester Tormo, Director del Servicio de
Investigación Prehistórica, el día 13 de agosto de 1950, la Excma. Diputación Provincial de Valencia nombró, para sustituirle, a Domingo Fletcher
Valls, que tomó posesión del cargo el día l. o de septiembre siguiente, iniciándose entonces la etapa más brillante de su vida y de la del Servicio, y lo
que significó que, al poco tiempo, fuera uno de los investigadores en esta
ciencia de mayor prestigio de toda la Península.
Domingo Fletcher se encontró frente a una situación poco favorable en
aquellos momentos. El Servicio de Investigación Prehistórica era ya un
organismo científico consolidado administrativamente, de amplio prestigio
entre los investigadores nacionales y extranjeros,pero con muchas carencias debidas, principalmente, a la escasez de personal y con un problema
de primerísima importancia: la prácticamente inexistencia del Museo de
Prehistoria. El Servicio, con su Museo, después de unas cortas vicisitudes
acaecidas durante los dos primeros años después de su fundación, había
sido instalado en los entresuelos y bajos del P alau de la Generalitat, local
que aunque tenía una prestancia y belleza excepcionales, era de una insuficiencia total, ya que al estar realizándose en él obras de restauración, solo
se podía disponer de muy poco espacio. La Excma. Diputación había ya
decidido trasladar todas las dependencias e instalaciones a este Palacio,
dejando libres los locales que ocupaba en el Pala u del Temple, edificio que
compartía con Gobierno Civil, por lo que al tener que efectuar las últimas
obras de adaptación, forzó al Servicio a vaciar las salas del Museo que
exhibían los materiales pertenecientes a las culturas que iban desde el
Paleolítico - con las excepcionales piezas de Cova Negra de Xativa y de la
Cova del Parpalló de Gandía- a la Edad del Bronce y, mientras se decidía
qué local se iba a destinar para Museo de Prehistoria, que se instalaran las
vitrinas en los pasillos y salón de actos del Palau del Temple. Como es
lógico, esta precaria situación del Museo fue causa de hondas preocupaciones durante los primeros años de su actividad al frente del Servicio de
Investigación Prehistórica.
El detentar en tal momento la representación de la Prehistoria valenciana, junto a su prestigio científico, fue la causa de que ese mismo año de
1950 se le nombrara Delegado Provincial de Excavaciones Arqueológicas
por la Dirección General de Bellas Artes, cargo que desempeñó, como en él
es habitual, con toda dedicación y autoridad, intentando, con los escasos
medios de que disponía, controlru· todas las excavaciones, prospecciones y
rebuscas que se realizaban en el territorio de su jurisdicción. En 1951 se le
16
[page-n-17]
1
designó vocal permanente de la Comisión Organizadora de los Congresos
Arqueológicos Nacionales.
Dw·ante estos primeros años de la dirección de Domingo Fletcher se
encauzó casi toda la actividad del Servicio a la ampliación de las relaciones
científicas y bibliográficas con organismos e instituciones dedicadas a la
Prehistoria y a la Arqueología, tanto nacionales como extranjeros, y al
incremento o iniciación, en su caso, de los ficheros y archivos que facilitaran la labor investigadora. Fue por estos años también cuando se empezaron a tener ayudas personales - gratuitas, naturalmente- , de postgraduados universitarios dedicados a nuestras materias.
L as tareas de excavaciones y publicaciones fueron reemprendidas
rápidamente e incrementadas dentro de lo que las disponibilidades económicas del Servicio lo permitieron, debiendo destacar que el espíritu de
austeridad de Domingo Fletcher, heredado sin duda de su antecesor don
Isidro Ballester Tormo hizo que fueran espléndidos los resultados.
A pesar de su tendencia a no tomar parte en cw·sos y reuniones, mas o
menos científicos, que se celebraban, y se siguen celebrando, bajo el patrocinio de organismos nacionales y extranjeros, exceptuando los de imprescindible asistencia como los Congresos Nacionales de Arqueología, las
reuniones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, etc., en
julio de 1951, e invitado por el profesm Nino Lamboglia, director del Istituto Internazionale di Studi Liguri, con el que siempre le unió una gran
amistad, tomó parte en los Cursos Internacionales de Estudios Ligures,
pronunciando el día 25 de dicho mes, en el Museo Bicknell, de Bordighera
(Italia), una conferencia sobre " Los problemas del origen y cronología de
la cerámica ibérica."
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas nombró a Domingo
Fletcher, en 1953, Jefe de la Sección de Prehistoria en Valencia. La Dirección de Bellas Artes le designó, en 1954, Apoderado del Servicio de
Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, con jw·isdicción regional,
puesto al frente del cual consiguió logros muy destacables. Y en concepto
ae tal, la misma Dirección General le nombró, en 1955, Director Técnico
de las obras de restauración del Teatro Romano de Sagunto, consiguiendo
en los años que estuvo al frente de ellas que se efectuaran grandes progresos y se encauzara el plan de trabajos para el futuro.
A principios del mes de septiembre de 1955, la Excma. Diputación de
Valencia hizo entrega al Servicio de Investigación Prehistórica de unos
nuevos locales en el Palau de la Batllía, edificio situado en la Plaza de
Manises y enfrentado con el Palau de la Generalitat, para que instalara en
ellos todas sus dependencias. El día 16 de dicho mes se inició el traslado
de todas las que quedaban en el Palau de la Generalitat -despachos,
biblioteca, laboratorios, ~lmacenes y Sala de la Cultura Ibérica del
17
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Museo- a los nuevos locales, a los que, también, una vez terminado el
traslado de éstas, se llevaron las vitrinas del Museo que había en el Palau
del Temple. Aunque en principio, los nuevos locales eran suficientes para
instalar en ellos todas las dependencias del Servicio, por el propio y natural crecimiento de éste y por ir restándose de· ellos algunas partes para ser
destinadas a dependencias de la Diputación, pronto quedaTon insuficientes, provocando todo ello una serie de problemas ante los que Domingo
Fletcher hubo de enfrentarse, no siempre con éxito. De todas formas, consiguió unas instalaciones dignas que, a fuerza de economías, pudieron ser,
poco a poco, mejoradas. Las preocupaciones y problemas que por estas
causas tuvo Domingo Fletcher no hay necesidad de mencionarlas pues son
comprensibles, pero sí diré que consiguió la instalación de todas las dependencias del Servicio, con más o menos estrecheces, pero con decoro suficiente. Y en estos locales y durante veintiocho años, Domingo Fle tcher
Valls, trabajó, estudió e investigó intensamente, no solo dedicado a la
organización y funcionamiento del Servicio, que a pesar de las insuficiencias materiales, alcanzó bajo su dirección un elevado nivel en el campo de
la investigación que le situó entre los primeros de España, sino también a
la edición de los estudios sobre Prehistoria, propios y ajenos, que incrementaron de forma espectacular las publicaciones del Servicio.
E ste período de casi treinta años, que podemos considerar de plena
madurez, colocó a Domingo Fletcher en un lugar preeminente en los estudios ibéricos y, en especial, en los relativos a la Epigrafía, en cuyo campo
es actualmente una de las primeras figUTas mundiales. Aunque sus investigaciones en estos temas se iniciaron muy pronto, fue a raíz de la preparación de la recopilación de letreros ibéricos para ser publicados en el libro
" Inscripciones ibéricas del Museo de Prehistoria de Valencia" aparecido
en 1953, cuando Domingo Fletcber encaminó sus principales y más fTuctuosas investigaciones hacia este campo. La cantidad de estudios que a él
ha dedicado puede verse en la bibliograña que a continuación se da. De la
calidad no soy yo el más indicado pa1·a hablaT, pero los elogios y opiniones
de ilustres especialistas en la materia, así lo han puesto de manifiesto. Pero
no fue sólo entre los temas de epigrafía entre los que destaca Domingo
Fletcher: sus estudios sobre arqueología y etnografía de los iberos han sido
fundamentales en el prog1·eso del conocimiento de estos antepasados
nuestros. Desde sus primeros escarceos con la arqueología valenciana, fu e
el Tossal de Sant Miquel de Llíria objeto de sus preocupaciones, las que
han perdurado hasta nuestros días. La publicación en 1960 de su monografía " Problemas de la Cultw·a Ibérica" fue fundamental en los estudios del
iberismo: Podemos afirmar sin ninguna clase de reservas que fue el punto
de partida de las generaciones actuales que se dedican a esta específica
fase de la historia valenciana antigua. Y, después de casi un cuarto de siglo
18
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de haber sido publicada, exceptuando algunos aspectos muy particulares,
sigue gozando de vigencia. Y simultaneando con sus estudios sobre epigraña, ha seguido preocupándose de los demás aspectos del iberismo, como lo
prueban sus publicaciones sobre la "Cueva y Torre del Mal Paso" en Castellnovo, los dos volúmenes sobre "La Bastida de les Alcuses" de Moixent
(1965 y 1969}, el extraordinario estudio de la necrópolis de " La Solivella"
de Alcalá de Xivert (1965), el del poblado de "El Solaig" de Betxí y, entre
otros, el de la necrópolis de " L'Orley" de la Vall d'Uxó.
Pero sus estudios e investigaciones no se han limitado a temas de nuestra Cultura Ibérica. El espectro de sus conocimientos ha abarcado, con
autoridad, todo el campo de la Prehistoria valenciana, desde el Paleolítico
y Mesolítico hasta tiempos ya Protohistóricos y de Historia de la Antigüedad: desde unas "Notas sobre el Paleolítico superior" publicadas en 1941
y unas equilibradas síntesis sobre el Paleolítico y Mesolítico valencianos
aparecidas dos en 1956 y una en 1958, hasta el estudio de la cripta visigótica de "El Romaní" de Sollana, pasando por temas neolíticos (véase
Bibliograña inserta después, en 1956 y 1963), eneolíticos (sus estudios
sobre " La Ladera del Castillo" de Chiva, en 1957 y sobre " La Ereta del
Pedregal" de Navarrés, en 1961}, de la Edad del Bronce ("Castillarejo de
los Moros" de Andilla, en 1950, " La Muntanyeta de Cabrera" del Vedat
de Torrent, en 1956 y " La Ereta del Castellar" de Villafranca, en 1968) y
de época romana (1955, 1956, 1958, 1959, 1964 y 1966, entre otros
muchos), debiendo destacarse aquí los publicados sobre la famosa e incógnita Tyris y la Valentía romana (1953, 1954 y 1962}. Respecto a este
último tema, debo señalar que Domingo Fletcher creía que, efectivamente,
la Tyris mencionada en la literatura clásica era la antecesora de la Valentía
romana, hasta que profundizando en su estudio llegó a la conclusión de
que Valentía no tenía ningún asentamiento pre-romano anterior a su fundación y, contra lo que había afirmado anteriormente, rectificó su opinión y
publicó los resultados de sus estudios, opuestos a su creencia anterior y,
porqué no decirlo, a sus deseos de que la Tyris ibérica estuviera ubicada
donde luego estuvo Valentía y, después, su ciudad natal.
La labor divulgadora de Domingo Fletcber ha sido muy amplia, con
multitud de artículos en los medios de comunicación valencianos y en
revistas y publicaciones locales, por lo que sólo mencionaremos su
pequeño libro " Nociones de Prehistoria" que ha tenido en sus dos ediciones (1952 y 1977} una amplia difusión y que ha sido guía de aficionados y
arqueólogos; la primera edición, aparecida en una época en la que eran
escasos los manuales de Prehistoria, llegó hasta a ser recomendada en
algunas Universidades españolas.
La labor editorial del Servicio, bajo la dirección de Domingo Fletcher,
19
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se incrementó de forma notable. De la serie "Archivo de Prehistoria
Levantina" se publicaron catorce tomos y de la "Serie de Trabajos
Varios", sesenta y dos. Además, se editaron nueve libros o folletos de
diverso tipo y, anualmente, las memorias de actividades. En todas estas
series, además de ser preparadas y corregidas personalmente por
Domingo Fletcher, él mismo publicó un buen número de trabajos y monografías del más alto interés.
Su obligada permanencia en el despacho de la dirección, con toda su
carga burocrática, redujo en gran manera su actividad prospectora y excavadora, de manera que para efectuar muchas de las prospecciones que
llevó a cabo, aprovechaba los días de fiesta, en los que el Servicio y su
Museo estaban cerrados. Su labor de excavaciones se concretó a las de la
"Cova Negra" de Xátiva (1950 y 1953), de la "Cova de les Rates Penades"
de Rotova (1951), de la necrópolis romana de " Les Foises" de Manuel
(1951), del " Tossal de Sant Míquel" de Llíria (1951 y 1953), de la cripta
visigótica de "El Romaní" de Sollana (1952), el salvamento, en colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de Valencia, de un mosaico romano en la
calle del Reloj Viejo (1952), la excavación de una covacha eneolitica en la
" Ladera del Castillo" de Chiva (1953), la de la necrópolis ibérica de "La
Solivella" de Alcalá de Xivert (1961) y a los trabajos en "El Fossaret" de
la Cateru·al de Valencia (1963). He dejado apa1te sus estudios sobre los
acueductos romanos de Riba-roja, porque su realización retrata perfectamente una faceta de su carácter. Aprovechando los fines de semana y los
petíodos de vacaciones, en los que se trasladaba a la casa que posee en
dicha población, en lugar de dedicarse al descanso, empleó su tiempo libre
en recorrer un buen número de quilómetros, durante dos o tres años a partir de 1952, fotografiando, sacando croquis de plantas y perfiles y estudiando los restos de tales conducciones de agua. Y fue una labor
providencial, pues gracias a sus estudios podemos tener una idea bastante
completa de ellas, ya que en la actualidad algunos acueductos han desaparecido y apenas quedan restos de los demás, a pesar de los esfuerzos realizados por Domingo Fletcher ante las autoridades locales y provinciales.
Su labor, por muy callada que intentara que fuera, sobrepasó los límites del Servicio y transcendió a organismos no específicamente arqueológiCQS ni provinciales. Por la labor efectuada en defensa del Patrimonio
Histórico-Artístico, fue nombrado, en 1959, Vocal del Comité Ejecutivo
de los Congresos Nacionales de Arqueología y Delegado de los mismos en
tierras valencianas; en 1960, Jefe del Servicio de Defensa del Patrimonio
Artístico Nacional en las Jefaturas de Servicios de Protección Civil; en
1967, y por el Excmo. Ayuntamiento de Val encía, Cronista Oficial de la
Ciudad; en 1971, Vocal de la Comisión Nacional de Defensa del Arte
20
[page-n-21]
Rupestre; en 1974, Vocal del Patronato del Museo de Bellas Artes de
Valencia y, en 1979, Vocal de la Junta Superior de Excavaciones y Exploraciones. Todos estos puestos, algunos de ellos ubicados en Madrid, fueron servidos lealmente por Domingo Fletcher Valls que, sin abandonar sus
obligaciones en el Servicio de Investigación Prehistórica, acudió regularmente a las reuniones a las que se le convocaba, lo que es una muestra más
de su capacidad de trabajo.
La organización del Servicio fue uno de los objetivos primordiales de
Domingo Fletcher. La biblioteca, que contaba alrededor de 2.000 volúmenes cuando se hizo cargo de la dirección, alcanzaba un número superior a
los 23.000 cuando, el18 de agosto de 1982, se jubiló. Los departamentos
de trabajo fueron debidamente atendidos, creándose unos ficheros de
yacimientos arquelógicos valencianos, otros de artículos y estudios sobre
arqueología, que han servido para la confección de los " Repertorios de
Bibliografía Arque lógica Valenciana" , otros de fotograbados que han
resultado muy útiles para la reutilización de gráficos en las publicaciones y
otro, de material fotográfico, conteniendo las indicaciones necesarias para
poder utilizar los más de 13.000 negativos que posee el Servicio. Sin contar los que tenian la relación de fondos arqueológicos, guardados en los
almacenes, y que permitieron en todo momento y con rapidez poder consultar cualquier objeto que hubiera en ellos.
Todos estos medios de trabajo hicieron que el Servicio fuera el lugar al
que acudieran los estudiantes de nuestra Universidad para la realización
de sus trabajos de curso, de sus tesis de Licenciatura y de sus tesis de Doctorado, paxa la ampliación de sus estudios, a todos los cuales aconsejaba
Domingo Fletcher, les aclaraba conceptos y les ayudaba plena y totalmente. Podemos decir, sin exagerar, que las actuales generaciones de prehistoriadores y arqueólogos, algunos de cuyos componentes ocupan
puestos docentes e n la Facultad de Geografía e Historia o se hallan al
fxente de organismos de investigación, han pasado por el Servicio y han
recibido sus consejos y aclaraciones, por lo que puedo afirmar la existencia
de una escuela de Arqueología y Prehistoria valenciana en la que el Servicio de Investigación Prehistórica ha jugado un primordial papel, debido
principalmente a los conocimientos y personalidad de Domingo Fletcher.
Sus merecimientos le hicieron acreedor a que algunas sociedades e instituciones científicas le acogieran en su seno. Así, en 1949 fue nombrado
correspondiente de la Associagao dos Arqueologos Portugueses de Lisboa;
en 1950, correspondiente de la Société Préhistorique de L' ATiege de
Tarascon-sur-Ariege; en 1954, correspondiente del Deutschen Archaologischen Instituts de Berlín; en 1959, correspondiente de La Hispanic
Society of America de Nueva York, sociedad que en 197 4lo elevó a la cate21
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goría de miembro de la misma, y, en 1967, Académico Correspondiente de
la Real Academia de la Historia.
Y por las mismas razones, obtuvo el premio " Martorell, Nacional de
Arqueología" concedido por el Excmo. Ayuntamiento de Barcelona en
1957, por su estudio sobre el poblado ibérico de La Bastida de les Alcuses,
y en ese mismo año el premio "Conde de Lumiares" patrocinado por la
Comisión Provincial de Monumentos de Alicante por su Bibliografía
Arqueológica de tal provincia; años después, en 1961, se le otorgaba el
"Cerdá Reig" del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de la
Institución "Alfonso el Magnánimo" de la Excma. Diputación de Valencia,
por su labor investigadora.
El día 19 de agosto de 1982, por razones de edad, Domingo Fletcher
Valls fue jubilado por la Corporación provincial. Y dentro de esta lamentable, pero administrativamente obligada decisión, que en este caso ha
recaído sobre una persona que goza de la plenitud de sus facultades mentales, hemos de felicitarle, aparte de por haber llegado a ella, porque se ha
librado del último, por ahora, traslado del Servicio de Investigación Prehistórica que, afortunadamente para él, se inició durante los úJtimos días
de su vida administrativa y que le ha evitado los problemas y preocupoaciones que ya tuvo que soportar en 1955, cuando se instaló en el Palau de
la Batllia el Servicio y el Museo, "su Museo de Prehistoria".
La jubilación de Domingo Fletcher no ha interrumpido su colaboración
con el Servicio ni, mucho menos, la continuación de su labor investigadora.
Todos, o casi todos los días posteriores a su jubilación, y por ventura para
los que hemos tenido que recoger la antorcha de sus manos, Domingo Fletcher Valls viene a la biblioteca, donde consulta datos para sus futuros trabajos y se mantiene al día de las novedades arquelógicas que van
surgiendo.
Puede estar seguro Domingo que los que todavía permanecemos en el
Servicio, procuraremos mantenerlo siguiendo las directrices que marcó y,
dentro de nuestras posibilidades, continuaremos intentando que siga
siendo el centro valenciano de investigación que él, durante tantos
años, deseara.
Valencia, junio de 1984.
ENRIQUE PLA BALLESTER
22
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Oloca u (Valencia). Penya Roja. Noticiario Arqueológico Hispánico, III-IV, 195455, p. 260, noticia núm. 851. (Por error tipográfico se inserta en este trabajo La descripción de la campaña de excavaciones realizada en la Cova Negra de
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Játiva (Valencia). Cova Negra. Noticiario Arqueológico Hispánico, ill-IV, 195455, p. 289, noticia núm. 97 4. (Por error tipográfico se atribuye a Cova Negra la descripción de la excavaciones en San Miguel de Liria).
Olocau (Valencia). La Cargadora. Noticiario Arqueológico Hispánico, III-IV,
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Lallana (Valencia) (Error por Sollana). Noticiario Arqueológico Hispánico, IllIV, 1954-55, p.323, noticia núm. 1128.
Navarrés (Valencia). Noticiario Arqueológico Hispánico, ill-IV, 1954-55, p. 331.
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ESTADO ACTUAL
DE LOS
ESTUDIOS IBERICOS
P or
ANTONIO TOVAR LORENTE
(De la Real Academia de la Historia)
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[page-n-47]
Conferencia pronunciada el día 13 de junio de 1984
en el acto de Homenaje a Domingo Fletcher Valls
Querido y admirado Domingo Fletcher, señoras y señores:
Cuando el Servicio de Investigación Prehistórica en el que tanto has
trabajado te reconoce como Director honorario, tengo el inmerecido honor
de que, quizá como el más viejo de tus amigos y colegas, se me haya encargado de hablar hoy. Interpreto esta oportunidad que me da la celebración
de tus méritos y trabajos, como el encargo de situar tu labor en su tiempo,
es decir, de mostrar que todo trabajo científico se ha de ordenar en una
verdadera sucesión, como nos enseñaron los griegos, que disponían la pléyade de sus filósofos en diadochaí, en sucesión de directores de escuelas,
casi en dinastías.
Aprovecharé también la ocasión para examinar, desde mi punto de
vista, el estado actual de los estudios ibéricos, y señalar algunas de las
perspectivas que ofrecen, en especial en lo relativo a la epigrafía y lengua,
y a la relación con la lengua vasca. Me atreveré a señalar que si, en la época
de Fletcher, en nuestra época, nuestro avance ha sido más bien una llamada a la prudencia en el viejo tema de la equiparación de vasco e ibérico,
es posible que, sin abandonar nunca la cautela, se puedan revisar otra vez,
en muchas partes de la Península, elementos más o menos de aspecto
vasco, que, si no coincidentes del todo, están sin duda relacionados con el
ibérico y pertenecen en común al remoto mundo de lo indígena, de lo
preindoeuropeo.
Domingo Fletcher ocupa un lugar preeminente en los estudios ibéricos.
Dlli'ante muchos años ha sido él quien, particularmente en las tres provincias valencianas, ha impulsado, ha favorecido, ha buscado, ha coordinado,
ha sido generosísimo en la comunicación de sus hallazgos, ha publicado las
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inscripciones y, sobre todo, las ha estudiado como nadie, transcribiéndolas
y dibujándolas, examinándolas durante días y días, haciendo con cada una
de las palabras ibéricas todas las comparaciones y referencias que pueden
guiar en el oscmísimo campo de la interpretación.
Si repasamos, por ejemplo, una de sus últimas publicaciones, la de Los
plomos ibéricos de Yátoua (Valencia) , 1980, podemos ver cómo ha conseguido analizar estos dificilísimos textos epigráficos. Debajo de una escritUl'a halla otra, y sus ojos y su habilidad de dibujante consiguen desdoblar
la caótica apariencia del original, y llegar a darnos el calco separado de los
dos textos del plomo, desglosando el más reciente del que estaba debajo,
semiborrado, y a veces en caracteres pequeños.
El prestigio del Servicio y la diligencia de Domingo Fletcher son la
causa de que en todo el antiguo reino de Valencia se haya acudido siempre
a él con los hallazgos, que ya no se esconden, ni caen en manos de mercachifles para exportarlos, ni se pierden para la ciencia. Los plomos de
Yá tova, precisamente, fueron abandonados por unos excavadores clandestinos, que no reconocieron afortunadamente en aquel "paquete" formado
con tierra alrededor el hallazgo importantísimo. Cultos ciudadanos del
pueblo de Buñol se dieron cuenta del valor de aquéllo y lo depositaron en
el Museo de Prehistoria de la Diputación. Por suerte, pero no por casualidad, pues nadie como Fletcher podía estudiar y publicar en pocos meses el
dificilísimo material. En esa cultura difundida por todo el país, por la que
los ciudadanos pueden darse cuenta del valor de algo en peligro de perderse, y saben adónde hay que llevar las inscripciones, se refleja la entusiasta labor de años del Museo de la Diputación. En esa labor, que yo
recuerdo iniciada antes de la guerra civil de 1936, Domingo Fletcher es un
eslabón que ha servido medio siglo a la continuidad científica, y a su difu.sión en la cultura de la gente, también de la no profesional. El enriquecimiento de la epigraña ibérica, el aumento, ininterrumpido y creciente, de
inscripciones, no es una casualidad, y se debe al celo y al entusiasmo de
Fletcher y al prestigio del Servicio de Investigación Prehistórica.
Cuando Fletcher comenzaba a trabajar en el Museo de Prehistoria, los
estudios ibéricos vivían en Valencia una etapa brillante. Dirigía el Servicio
su fundador, don Isidro BallesterTormo, y enseñaba Prehistoria en la Universidad don Luis Pericot García, maestro de tantos y tantos prehistoriadores valencianos. P or aquellos años, antes de la guerra civil, se
comenzaron las excavaciones de Liria. La colección de los vasos de Liria,
orgullo del Museo, comenzaba a formarse. A los primeros descubrimientos
pertenece el sensacional letrero ibérico gudua deis dea. Ya saben Vdes. la
historia: Pericot presentó en la Universidad de Barcelona a una estudiante
vasca la inscripción, sin acompañarla de la figura que la contiene en el fragmento cerámico; la estudiante pensó en las palabras vascas gudu, 'com-
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bate', y deitu, ' llamar', y entonces pareció por un momento comprobada la
vieja tesis de la identidad vasco-ibérica. Un texto ibérico resultaba inteligible por el vasco. En vano don Julio Urquijo, el patriarca de la erudición
vasca, hacía notar unos años después (Boletín de la Real Sociedad Vascongada ! , 1945, 123 ss.) que en la frase era un poco raro que el artículo -a apareciera pospuesto, y en esta forma, a las dos palabras, y que, lo mismo que
la morfología, la sintaxis no fuera mlly vasca, apa1te de que si deitu
recuerda al latín dictum, gudu no está exento de la sospecha de ser un germanismo en vasco.
El significado de la frase ibérica les pareció a muchos vascólogos eminentes que podía ser con todo "llamada de guerra", como ilustrando la pintura. En tal sentido opinaron J. Caro Baroja, (Boletín de la Real Academia
Española XXV, 196 s s. y 202), A. higaray (en nota que publica Caro
Baroja, ibid.), y Severo Altube (Homenajea don Julio de Urquijo !, 351 ss.).
En la pintw·a se ve una barca ocupada por guerreros, dos de ellos con sus
escudos ibéricos convexos, enfrentada a la vez con otra barca, ocupada por
un guen·ero con su escudo y un perro que ladra, y que parece que la ha sorprendido por detrás, y con otro guerrero, que desde tierra firme responde
tendiendo su arco a una flecha que le disparan desde la primera barca. Los
peces que se ven en el vaso debajo de las barcas, y el ave marina que vuela
sobre ellos, nos hacen pensar en una escena de ataque por sorpresa
en la Albufera.
Las excavaciones de Liria continuaron, gracias a la actividad del Servicio de la Diputación, y hoy la colección valenciana es sin duda la más rica
que existe en epigrafía ibérica. Ya hemos dicho la parte que en ella tiene
Domingo Fletcher.
El comienzo de las excavaciones de Liria nos ha llevado al tiempo en
que el desciframiento de la escritura ibérica por don Manuel GómezMoreno empezaba a ser aceptado. Desde 1922 ese descif1·amiento estaba
publicado, y desde 1925, Gómez-Moreno, en un segundo artículo, la había
explicado de modo más completo, a la vez que presentaba un mapa etnológico de la Península que se mantiene hoy, después de medio siglo ya cumplido, casi por entero. Pero los estudiosos somos rutinarios, y amantes de
nuestras capillitas y colegas. Es muy difícil romper además con el prestigio
de grandes figuras, y con el peso de la tradición. Ni sesudos sabios tudescos, ni eminentes arqueólogos de rivales grupos y escuelas, aceptaban las
lectUl'as de Gómez-Moreno, y sólo algunos numismáticos, hacia 1929,
empezaron a utilizarlas, por la sencilla razón de que, ahora sí, las monedas
se podían leer. Pericot y Ballester Tormo, y el joven Fletcher, como también don Pío Beltrán, leían al modo de Gómez-Moreno los materiales que
iban apareciendo, y el problema ibérico, con inscripciones que ya no eran
49
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el galimatías de las transcripciones de Hübner, se podía plantear de
otro modo.
Así fue posible descubrir que la escritura ibérica había sido utilizada
también por los celtíberos, y confirmar y precisar el mapa etnológico que
Gómez-Moreno había trazado. A mí me tocó, como lingüista, sacar algún
partido del descubdmiento. Recordemos, con mis intentos, algunos trabajos de Caro Baroja.
Julio Caro Baroja trató en ellos de lo que él llamó vasco-iberismo, es
decir, de una equiparación o identificación del vasco con el ibérico, que,
por una parte, tenía a su favor un gran prestigio científico, mas por otra,
también una tradición antiquísima, casi bíblica, pues arranca del pasaje
del Génesis en que Tuba!, hijo de Jafet, aparece como padre de los iberos,
pasaje en el que a San Jerónimo, al comentarlo y traducir el comentario de
Eusebio se le ocurrió añadir a Iberi la explicación de qui et Hispani. Todavía hoy en Tbilisi, la capital de Georgia, la Academia de Ciencias de aquella república soviética publica una revista que se llama Anuario de
lingüística ibero-caucásica; en ella naturalmente se admite la relación con
el vasco y con ese supuesto antepasado ibero. Lo mismo que en Georgia, la
Iberia caucásica, arraigó la idea de Tuba! como antepasado en toda
España, y muy particularmente entre los escritores vascos, desde Esteban
de Garibay (1571). El origen latino del castellano y de las otras lenguas
románicas estaba ya claro para Aldrete, por ejemplo, en su libro de 1606,
pero el enigma de los orígenes del euskera invitó a mantener la descendencia tubálica a los vascos durante un par de siglos más. Y uno de los fundadores de la lingüística moderna, Guillermo de Humboldt, aprendió en su
viaje a las provincias vascongadas en 180lla identificación de vasco e ibérico, y las consiguientes relaciones con Georgia y con Italia (estas últimas,
en verdad, eran resultado de las invenciones del falsario Annio de Viterbo,
adulador de Fernando el Católico) y resumió, puso al día y divulgó toda la
tradición vasca, aceptada también por Lorenzo Hervás, en su famosa Comprobación de las investigaciones sobre los primitivos habitantes de Hispania
por medio de la lengua vasca (1821) .
El prestigio de Humboldt, y la continuidad, casi siempre admirable, de
la ciencia alemana, aseguraron como indiscutible la vieja doctrina vascoiberista, y cuando en 1893 el gran epigrafista E. Hübner publicaba los
Monumenta linguae Ibericae, confundía todos los restos de lenguas antiguas de la Península en una sola lengua, con el erróneo genitivo de singular
linguae Ibericae. Y tomando como base el Corpus de Hübner, el genial
romanista y vascólogo Hugo Schuchardt publicaba en las actas de la Academia de Viena, en 1907, una monografía, "Die iberische Deklination", en
la que se ofrecía al final, de la mezcla de restos que ahora sabemos son ibéricos, celtibéricos, lusitanos, del Sudoeste, etc., un desmedrado cuadro
50
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que Gerhard Bah.r, en su tesis doctoral de Gottingen (publicada póstuma
en Eusko-Jakintza II, 1948, Biarritz) no pudo apoyar en ningún punto,
como seguidor ya de las lecturas de Gómez-Moreno.
Tuvimos que hacer un esfuerzo muy grande para romper con esta
fuerte tradición que paralizó largo tiempo los estudios ibéricos, y todavía,
cuando no se es prudente con la comparación vasca, los pone en peligro de
caer en el error y en el disparate. Iberistas españoles y extrajeros que se
creen que, sin conocimientos del euskera, basta abrir un diccionario para
encontrar la clave de una palabra ibérica, no deben continuar trabajando
sin estudiar una lengua que, afortunadamente, está descifrada pues que se
habla como lengua viva. Ya con las bases de las lecturas de Gómez-Moreno
se pudo ver cuántas propuestas disparatadas había en materia de interpretación del ibérico, y que en Humboldt se presentaban como artículo de fe.
Hubo que limitarse a comparar datos seguros y a lograr así un mínimo
aceptable, abandonando precipitadas conclusiones de la comparación
vasco-ibérica. A esta tarea se sumó enseguida, con su sabiduría lingüística
y su admirable conocimiento del euskera, Luis Michelena, que siguió la
tradición critica de Urquijo y reforzó la actitud reservada frente a la identificación tradicional.
En los últimos decenios se ha progresado mucho en el conocimiento de
los restos lingüísticos de la antigua Hispania. El celtíbero y el lusitano se
dibujan con perfiles bastante claros, en mucha mayor medida el primero
que el segundo, pero nuestro conocimiento de la lengua ibérica no ha
podido avanzar tanto. Y es que el celtibérico y el lusitano son lenguas
indoeuropeas, y todo el instrumental del método comparativo está a disposición del que quiere trabajar sobre las inscripciones. Pero el ibérico pertenece sin duda al mundo preindoeuropeo, y no tenemos ni método seguro,
ni referencias ordenadas para analizarlo. Después nos habremos de ocupar
de las posibles conexiones del ibérico, que nos llevan a campos lingüísticos
estudiados en mayor o menor medida, pero con historia más corta, sin los
milenios de continuidad que nos enseñan tanto sobre las lenguas
indoeuropeas.
La situación del desciframiento del ibérico se puede comparar a la del
etrusco. El etrusco es conocido por millares de inscripciones, con una tan
extensa como la de la momia de Zagreb, con sus aproximadamente 1270
palabras de texto seguido con fórmulas repetidas, pero podemos decir sin
atenuantes que es una lengua no descifrada. Sólo en, por ejemplo, fórmulas sepulcrales, que se repiten a menudo, se entiende algo con seguridad,
pero cuanto más extenso es el texto, la dificultades son mayores. Aun en el
caso de la bilingüe famosa de Pyrgi, donde un texto fenicio glosa como en
compendio la más extensa en etrusco, la dificultades que quedan son todavía insuperables.
51
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El problema es semejante en ibérico. La inundación de inscripciones
extensas, como el conjunto de Yátova, con 165 palabras en tres plomos,
con diez caras si separamos las superposiciones, o el de Pech-Maho, con
sus más de 100, me deja, al menos a mi, abrumado y perplejo. El desciframiento puede intentarse en una breve estela donde se pueden esperar fórmulas, o acaso en los letreros que ilustran las pinturas de vasos, pero en un
texto extenso, de cuya natw·aleza no sabemos nada, y que además, con lo
que parecen numerales, hace pensar en que se trate de cuentas o inventarios, hay que tener paciencia.
Una lengua inclasificada, es decir, no incluída dentro de una familia, es
por de pronto indescifrable, y sólo por el estudio de lo conocido (onomástica, especialmente nombres propios identificables, o también palabras
extranjeras prestadas) se puede ir rompiendo algún sello impenetrable.
Pero aun así, la experiencia del etrusco nos enseña que por esta vía no son
muy accesibles la morfología y la sintaxis. Lo que sabemos sobre la estructura de una lengua una vez que podemos partir de que es indoeuropea,
semítica, etc., no nos lo dan penosas deducciones que, con mucho trabajo,
podemos intentar alrededor de ese punto de claridad que es una palabra
identificada o casi. Pero las tinieblas nos envuelven cuando leemos las inscripciones que se custodian en el Museo de Prehistoria de Valencia. Las
contemplamos llenos de admiración, pero la augusta esfinge esconde
su secreto.
LOS IBEROS: LA CULTURA ffiERICA
El nombre de iberos, íberes, muy raro íberoi en griego, iberi en latín,
parece enigmático. Sin duda hay que relacionarlo con el gran río peninsular
que da al Mediterráneo, el Ebro, Iberus en latín. En castellano y en catalán,
pervive con el acento del griego iber, en la primera sílaba, y lo mismo ocurre con el de Fontibre (de Ponte Iben) , del lugar donde nace el río. Es natural que tengamos el acento griego como en otra palabra popula1·, Isidro
(frente a la forma culta Isidoro, Isidoros con su acento latino), pues lo
mismo ocurre con otro nombre geográfico, el de Adra (Abdera), provincia
de Almería, y los topónimos perviven en la lengua hablada (cf. para estas
palabras Menéndez Pidal, Manual de gramática histórica española § 6, 4).
Por eso yo me inclino, contra la idea general, a pensar que el nombre primitivo es el del río, y no el del pueblo que habitaba en las orillas de su
cw·so bajo.
P ues el nombre del Ebro se explica por las palabras vascas ibai 'río' e
ibar 'vega'. Los griegos se encontraron. con que los iberos llamaban al más
caudaloso río de la vertiente mediterránea ibar 'río', el río por
excelencia.
52
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Las dos formas ibar e ibai están sin duda entre sí en una xelación que se
explica por sufijos que en vasco (y parece que también en ibérico, cf. ildun/
r, Tovar, Léxico de las inscripciones ibéricas, Estudios Menéndez Pidal TI
273- 323, especialmente p. 310) cambian. En este caso tenemos i/r (también intervienen en otros casos s, n, y otros fonemas) y podemos comparar
amai 'límite'/ amar 'diez' (fin, sin duda, de contar los dedos de las manos),
y para confirmarlo: amaika 'once' (algo así como un derivado adjetival de
'diez', 'el que sigue a diez'); también se puede recordar -lwr/-koi, doble
forma del sufijo vasco que significa 'propenso a'.
Los griegos jonios que exploraron las costas mediterráneas de España
oyeron Ibar en la boca de los indígenas, y siguiendo la evolución de su dialecto, se supone, que lo mismo que del siglo Vil al VI, de Mada- hicieron
Medoi, lo convirtieron en íber.
Que llamaran íberes a los indígenas del país del íber pudo ser de bido a
que los indígenas llevaran en su lengua un étnico derivado del nombre del
río. Muy posiblemente no, pero de todas maneras en griego se creó una formación radical, sin añadir nada al tema íber. Paralelos a íberes serían nombres de pueblos extranjeros que hallamos en griego: Kares, Kílikes. La
identidad de la forma no decide gramaticalmente si lo primitivo es la acepción de un río o la de un pueblo, pero si se acepta la etimología vasca del
nombre del río (ciertamente hipotética, mientras no la encontráramos confirmada en fuentes iberas), la semántica parece asegurar que el nombre fue
primitivamente el del río.
Los iberos ocupaban en la época de los viajes de los jonios la fachada
meditérranea de la Península, por lo que esta fue llamada Iberia. L os conocimientos que fueron alcanzando los griegos, entre los siglos VI y V, de la
Península, les mostraron la presencia de celtas en el Sudoeste, al norte del
Algarve, y que allí comenzaba una extensa Keltiké, que según Heródoto se
extendía por todo el Occidente de Europa, hasta las fuentes del Danubio.
En los autors griegos más antiguos se denomina Celtica la mitad noroccidental de la Península, como opuesta a la mitad mediterránea ibérica, pero
ya Polibio designa como Iberia a toda la Península, y esa es la palabra
griega para lo que los romanos, con palabra aprendida de los cartagineses,
llamaron Hispania.
El territorio en que aparecen los iberos históricos, los que conocieron
griegos y romanos, es muy extenso. La comparación de ciertas formas lingüísticas que se repiten en los textos ibéricos, nos ha permitido demostrar
la homogeneidad lingüística de un territorio que se documenta muy bien.
Las monedas de Urci, hacia Almería, muestran en su leyenda ibérica
Urcescen la misma terminación que las de Sagunto y las de los ilergetes,
ausetanos, layetanos, indigetes (Unticescen), y la ciudad de Narbona
(Neroncen). En monedas de Ilíbexis (Granada) hallamos la misma palabra
53
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cestin que en una inscripción de Liria. Monedas de Obulco (Porcuna, Jaén)
nos dan duidui como Liria, iltir como Cástulo, Alcoy, Liria, Cabanes, Barcelona, Ullastret, los indigetes, Lérida y Cogul; monedas de esta misma
ceca ofrecen iscer, que aparece en Cástulo , Alcoy, Liria, los indigetes (y
escer tambián en Liria), y nos dan también adin, como Liria, Sinarcas,
Sagunto, Tarragona, Azaila, y como leemos en va1·ios nombres de la turma
Satluitana (donde también hay -aden), en una inscripción romana de
Sofuentes, al norte de Egea, y en Ensérune.
La epigrafía pues, nos permite afirmar que desde Porcuna, Granada y
Almería se hablaba la misma lengua por toda la costa mediterránea, hasta
Ampurias, Narbona y Ensérune, y por el interior hasta el país de los ilergetes por Lél'ida y Zaragoza, y de los vascones en Alagón y Sofuentes. El
estudio de estas palabras o elementos de composición permite, aunque no
sepamos en general el significado, sostener que la misma lengua se
hablaba en todo este territorio, como presentamos hace ya tiempo en
mapas (Zephyrus VII, 1956, 81-83, AncientLanguages o{ Spain and Portugal, Nueva York 1961, 50 ss.). Esta unidad de la lengua ibérica la admiten
J. Maluquer de Motes (prólogo a Arribas, p. 20) y Antonio Arribas, Los iberos, Barcelona 1965, 27, que exagera un poco quizá al llevar los límites
hasta el Ródano y hasta las columnas de Hércules. Por su parte L. Pericot,
en su libro Cerámica ibérica, fotografías de Toni Vida), Barcelona 1979, p.
11, insiste resueltamente en la unidad de todo el territorio en que la lengua
aparece con tan innegables coincidencias.
Un problema dificil es el de si hubo también iberos en la Bética al
Oeste de Porcuna. Es bien sabido que un río de Huelva, el que ahora se
llama Tinto, se llamaba Hiberus en Avieno (Ora 248, cf. Schulten, Iber.
Landeskunde I 336 ss.) e íber en Estrabón (III 5, 9 p. 175). Un testimonio
antiguo, que se refiere (hacia 400 a. C.) a los viajes de Hércules y utiliza
varias fuentes, que coinciden con Avieno y Heródoto, el de Herodoro de
Heraclea (Fragmente griech. Historiker I pp. 215 s, 502 s, Jacoby), llama
iberos a todos los pueblos de la zona del estrecho de Gibraltru· y mucho
más al Este, es decir, el territorio de Tartessos en su más amplio sentido, y
considera como tribus de una misma 1·aza a los cinetes, gletes, tartesios,
elbisinios, mastienos y celcianos, con una corrupción al fin de este texto en
la que parece se menciona el Ródano (cf. A. Schulten, Fontes Hisp. Antiquae II 37 s.) . ¿Se llamaron realmente iberos los pobladores de todo el Sw·
de la Península? ¿Son miembros de la misma comunidad étnica que hallamos en la Andalucía oriental y en toda la costa del Este? ¿O iberos en este
punto no significa otra cosa que hispanos? Con los datos lingüísticos, no es
fácil dar una respuesta. Pero habremos aún de volver sobre este
punto.
El precoz desarrollo de la cultma tartesia, la presión de los invasores
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celtas en toda Andalucía, particulru·mente sobre la occidental, así como
sobre el Alentejo, y la colonización fenicia y púnica, no nos permiten ver si
la base étnica de la Andalucía occidental era semejante a la que se nos
manifiesta en el mundo ibérico propiamente tal, en los límites que la lengua nos señala. E 1Hiberus de Avi eno, íber de Estrabón, podría ser un indicio de que sí, de que en aquella región un poco marginal se mantuvo
conciencia de que eran iberos. Pero cuando contemplamos el tesoro de
Carambolo, o los relieves de Osuna, o se estudian las cerámicas de Andalucía occidental, nos encontramos con otras tradiciones que la ibérica propiamente tal.
Es cierto que todavía hace pocos años, al final de su vida, podía investigador tan competente como Pericot, en su citado libro Cerámica ibérica p.
8, aseverar que "no existe definición satisfactoria y una cronología evidente" sobre los iberos, pero el número grande de inscipciones, cuya lectura es clara, permite, aun sin considerar descifrada la lengua, conocer la
identidad de ella en toda la provincia epigráfica.
Basándonos también en la arquelogía de ese territorio, especialmente
en la típica cerámica, que coincide con lo que la epigrafía nos asegura como
ibérico, podemos intentar una explicación cronológica del desarrollo de
esta cultura, dejando ahora el problema, mucho más difícil, de sus orígenes. Como dice Maluquer (l. cit. p. 9) , refiriéndose a como plantean los
ru·queólogos estas cuestiones, " la cuestión de origen ha sido sustituída por
la de formación de tal o cual pueblo o cultura".
La presencia epigráfica y ru·queológica de los iberos permite partir de
la idea de P. Bosch Gimpera (presentada por Pericot, op. cit. p. 11) de que
los iberos son una etnia que existe en la Edad del Hierro, y cuya cultura
tomó rasgos caractetisticos, determinados en buena parte por influencias
coloniaJe púnicas y griegas, en el siglo VI.
La cultura ibérica, dentro de la unidad que la lingüística descubre,
muestra diferencias regionales, que resultan sin duda de que las forma s
cultw·ales ibéricas toman sus rasgos definitivos en la región del alto Guadalquivir, y se extienden, segw·amente favorecidas para su expansión por
una preexistente comunidad étnica y lingüística, de Sudeste a Noroeste.
P ericot (Cerámica ibérica p. 236 s.) insiste en " la importancia del substrato
ibérico en el Este y Sur de España en unas fechas relativamente elevadas
pat·a el desarrollo d e la p1·imcro etapa de lo ibérico".
Es en la región entre la Sierra Morena y la Sierra Nevada, alrededor del
alto Guadalquivir, donde se dan las condiciones para la formación de una
cultura, en un territorio relativamente protegido contra las invasiones
indoew·opeas y la presión de las colonizaciones. Allí, sobre la larga tradición cultural de la región de Almería, vienen a confluir influencias
trutesias.
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Una muestra innegable de estas influencias tartesias es la escritura
ibérica, cuya forma más antigua es la llamada tartesia o bástulo-turdetana,
es decir, la del Algarve y todo el Sm de la Península, que seguimos pensando se formó hacia el año 700 a. C. en el Sudoeste, territorio en que competían influencias griegas con fenicias. El elemento silábico no puede ser
del tipo que se llama secundario, es decir, formado sobre la base de let1·as
alfabéticas, a menos que esto se pudiera demostrar. La hipótesis de que el
elemento silábico de la escritura alfabética sea una herencia de los silabarios del II milenio es la más obvia para explicar su presencia en el I a. C. El
argumento que expuse en 1943 (v. Estudios sobre las primitivas lenguas
hispánicas p. 17-20) de que el silabismo se mantuviera obedeciendo a conveniencias fonológicas de la lengua para la que se inventó, sigue teniendo
valor. Se trata de un arcaísmo en zona marginal, semejante al uso de silabarios de antiguo abolengo en Chipre hasta tiempos bastante tardíos. No
se han hallado, que sepamos, huellas de un siJabismo sistemático y completo en nuestra Península. Se puede pensar que un indígena dueño de las
escrituras griega y fenicia, y quizá empapado del silabismo que l. J. Gelb
considera inherente aún al alfabeto fenicio, o un colonizador compenett·ado con la cultura indígena, forjó alrededor de la fecha que suponemos la
escritw.·a cuya alta antigüedad parece que se confirma cada vez más en las
excavaciones en Portugal.
En la cultma ibérica que toma sus rasgos característicos en la región
del alto Guadalquivir podemos ver un juego de influencias que es, un siglo
después de que se formara la escritura del Sudoeste, una combinación
semejante de elementos distintos: la metalurgia de los exvotos ibéricos de
Sierra Morena, que surje en el siglo VI, es de tradición indígena, pero la
irú"luencia griega es innegable. Más griega, pero a la vez oriental, es la
escultura en piedra que florece en los antiguos reinos de Murcia y Valencia. No olvidemos que es ese territorio donde los iberos, en casos que
parece podemos considerar poco normales, adoptaron servilmente la
escritw·a jónica para escribir los plomos de Alcoy y Mula.
Contribuyen con tradiciones formativas al ibérico la cultura tartesia,
que sabemos extendió su influencia por todo el Sur de España, basta
incluir la Contestania, y supervivencias de la cultura del Argar, más remota
en el tiempo, pero la última de las que sucesivamente tuvieron su centro en
la regióu de Almena. La alta cultura tartesia explica, con modelos como los
legendarios Gárgoris y Habidis, o el más histórico Argantonio, la existencia
de la monarquía en el Sur.
El estudio que hace Pericot de la cerámica ibérica explica la extensión
de las formas características con que aparecen en la historia los iberos, y
nos orienta sobre la cronología de la difusión de su cultw.·a.
Los tipos más antiguos de la cerámica ibérica pintada son los de
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Galera, Toya y el Cigarralejo (Pericot, op. cit. p. 241). Se fechan en el siglo
VI. Vienen después los tipos de Verdolay, junto a Murcia, y los de Elche y
Archena. Lil·ia, donde el hallazgo de un fragmento ático de figuras negras
fechable en 476 a. C. acredita un comienzo antiguo, continúa los tipos de
Verdolay (ibid. p. 243i. Al siglo IV pertenece la cerámica ibérica del Bajo
Aragón (ibid. p. 245); al IV-ID, Ensérune (ibid. p. 27 4); las piezas cerámicas de Azaila corresponden al siglo ID (ibid. p. 250).
La extensión de los estilos cerámicos ibéricos a Celtiberia se fecha,
según Pericot (p. 268), en los siglos III y II.
Aquí tendríamos que resolver la duda que plantea el periplo de Avieno
(Ora 4 72 ss.), al decir que el territorio de los iberos, en el que" están situados en gran extensión hasta las cimas del Pirineo", comienza precisamente
en la costa, hacia el cabo de la Nao, frente a la isla de Ibiza.
Además es cierto que pocos versos antes, en el462 s., el piloto marseUés dice, refiriéndose, parece, porque el texto es sumamente impreciso y
difícil, a la misma región del cabo de la Nao: hic terminus quondam stetit/
Tartessiorum. Allí, o quizá un poco al Norte, más cerca del J úcar, "estuvo
antaño el límite de los tartesios". Pero ese límite de los tartesios, que fue
límite político, o de supremacía comercial, pertenecía ya al pasado en la
fecha del periplo, hacia 520 a. C. No había ya allí límite político ninguno, y
la epigrafía nos enseña que en el momento en que jonios, como nuestro
marsellés, habían introducido su escritma en Alcoy y en Mula, lo que sería
unos cuantos lustros después del periplo, les dieron escritura para escribir
en la misma lengua que descubrimos de Urci a Ensérune. Quizá el piloto
marsellés encontró en la costa de Murcia y Alicante tantos elementos coloniales griegos y fenicios, que sólo al llegar al cabo de la Nao creyó encontrar
verdaderos iberos. Pero la difusión de la lengua ibera la epigrafía nos la
asegma también en el Sudeste, y en tiempo no muy posterior, dos siglos a
lo más, a las observaciones de un piloto que hay que suponer vio menos del
interior que de la costa.
Podemos, pues, defender la extensión de la cultura ibérica (lengua,
escritw·a, cerámica, arte, etc.), con variantes regionales, pero con unidad
que se extiende desde Urci por la Bastetania, la Contestania, la Edetania,
las tribus de la costa catalana {ilercaones, lacetanos, cosetanos, layetanos,
indigetes) y la zona de Narbona y Ensérune, por la costa de Rosellón y el
Languedoc. El amplio territorio de los ilergetes es también epigráficamente ibero.
Dos monumentos epigráficos son preciosos por presentarnos la zona
subpirenaica un poco al Sm de donde se debía hablar el euskera: me
refiero al famoso documento que es la turma Salluitana (CIL I 2 709, VI
37045, cf. N. Criníti, L' epígrafe di Asculum di Gn. Pompeo Strabone, Milán
1970), y al importantísimo documento, encontrado hace pocos años, de la
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Tabula Contrebiensis ( G. Fatás, Contrebia Belaisca, II, Tabula Contrebiensis, Universidad de Zaragoza, 1981).
Los nombres que contiene la primera, de soldados a quienes el general
Cn. Pompeyo Estrabón, el padre del Magno, concede ciudadanía romana
por sus méritos en la guerra contra los socios itálicos en 89 a. C., nos da una
lista de 49 nombres ibéricos, de ellos uno repetido y tres incompletos, que
pertenecen a diez ciudades: desgraciadamente sólo son entre estas de
identificación segura Zaragoza y Lérida, y de probable, Egea; Succonsa, la
otra cuyo nombre se conocía de antes, se cita en Ptolomeo, y se puede
suponer estaba entre Huesca y Lérida.
Las personas ibéricas de la segunda, que es un arbitraje que el senado
de Contrebia Belaisca dio, confirmado por el imperator C. Valerio Flacco
en 87 a. C., en un pleito que tenían los de Alagón contra los de Salluia
(Zaragoza) sobre terrenos por Jos que pasaban aguas para el riego, son,
aparte de seis magistrados de Contrebia que llevan nombres celtibéricos
como los escritos en letras ibéricas en el bronce de Botorrita, sólo dos: el
de [.. C]assius hijo de [.Jeihar, Salluiensis, y el de Turibas hijo de Teitabas,
Allauonensis. Estos tres nombres, pues el zaragozano hijo de Jeihar tiene
praenomen y nomen romano, son ibéricos, pero nuevos, aunque sólo leihar
con su h plantea problema. Estos nombres nos aseguran de que en ten·itorio que Ptolomeo nos da como vascón, tenemos nombres ibéricos: en
Segia, en Alauon y también en una inscripción latina con el nombre (en su
primer elemento quizá no ibérico, v. María L. Albertos, La onomástica personal primitiva de Hispania, Salamanca 1966, p. 237) de Turciradin, de
Sofuentes, al Norte de Egea (GIL TI 2976).
J. Coromínas comentó (Entre dos llenguatges, II, Barcelona 1976, 132141) otra inscripción (CIL II 5840), procedente de la alta Ribagorza, dándola como en "vasco ribagorzano" del siglo l. Los dos nombres indígenas
que en ella se leen (ambos en dativo): Tannaepaeseri y Asterdumari, son, el
primero, ibérico en sus dos elementos: Tanne-(M. L. Albertos, op. cit. 220),
y cf. Baesadine, Baesisceris, etc. (ibid. 47), si bien en Aquitania también
tenemos Dann-, y este sería un caso en que se descubre un fondo común
ibero-aquitano; en cuanto al segundo nombre, más que ibérico, en el que
no parece se encuentre nada semejante, podría ser del fondo vascopirenaico, como defiende Corominas, que alega la palabra vasca azter
'indagacíon, examen', y otras parecidas, y el nombre personal Aster en
diplomas gascones de los siglos IX y XI, entre otros. La dificultad que hay
en -dum- podría resolverse, a mi juicio, con la falta o rareza de m en ibérico,
y explicar así una confusión gráfica del vasco dun 'que tiene', palabra
muy frecuente.
Desde el punto de vista del vasco notaremos aún que resulta sorprendente en esta inscripción la existencia en tiempos romanos, como supone
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C01·ominas, de un dativo de singular en -eri -ari, de la declinación basada
en el artículo, es decir, determinada, que no se pensaría fuera tan antigua.
Pero la verdad es que falta documentación en este punto.
Es posible que en esta inscripción tuviéramos un testimonio de la relación entre el ibérico y el vasco, en territorio donde se podría esperar más
bien vasco o aquitano(que podemos considerar idénticos entre sí). Quizá
hasta allí llegaba, entre personas de posición social relativamente elevada,
que hacían poner una lápida, la influencia del ibél'ico.
LA LENGUA ffiERICA
Hacer algunas consideraciones sobre la lengua ibérica es muy difícil y
muy expuesto a errar. Sin embargo no resistimos a la tentación de errar
porque, al menos, por ese peligroso camino, podemos acercarnos a la cuestión de los orígenes y relaciones de una lengua no descifrada.
La proposición siguiente: el ibero es una lengua no descifrada, nos permite enunciru· a continuación esta otra: el ibero no es indoeuropeo. Una
lengua de La que poseemos tantos documentos como los que se exhiben en
el Museo de Valencia, y en otros más, no estruia indescifrada, una vez que
se lee con seguridad, si fuera indoew·opea. Hasta lenguas que durante
mucho tiempo no fueron reconocidas como indoeuropeas, cual el licio y el
lidio, pudieron identificru·se como herederas aunque muy cambiadas de Las
antiguas lenguas indoeuropeas anatólicas. Pero la dificultad para reconocerlas como tales estaba en su escritura, con más puntos oscuros que la
ibérica, y en que han tenido una lru·ga evolución, una vez disuelta la antigua
familia anatólica del hetita, en el Oeste del Asia Menor.
Es cierto que en la pátera de Tivissa {Gómez-Moreno, Misceláneas,
Madrid 1949, núm. 36, cf. Arribas, op. cit. p. 154, G. Nicoloni, Les iberes,
Pru·ís 1973, pp. 51 y 129 s.) se ha señalado que se lee:
Boutintibas sani cifsto urcetices
La tercera palabra podría ser en indoeuropeo un aoristo medio (del
tipo del véneto donasto 'dedit', fagsto 'feci t') del verbo kwer-, bien atestiguado en indio karati 'él hace', galés para!' hace, causa', irlandés cruth
'figura', galés pryd 'figura, tiempo'. Así lo explicó L. Michelena (Emerita
XX, 1952, 151 ss.) y lo aceptó V. Pisani, Archiv. glottol. ital. XXVIII 104 s.
y Paideia IX 13.
Pero en el millru·lru·go de voces ibéricas que se han reunido (v. el Léxico
de las inscripciones ibéricas de Jaime Siles, próximo a aparecer), no se
repite otro caso, ni en desinencias, tipos de flexión, ni, salvo en algún posible préstamo, en vocablos, se halla nada que se pueda comparar a
lenguas indoeuropeas.
Descartada así la comparación, es decir, el origen indoeuropeo, no
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parece hasta ahora más tentadora, a juzgar por su fortuna, la que intenté
con el beréber. En un trabajo de 1946 (incluído luego en Estudios sobre las
primitivas lenguas hispánicas, Buenos Aires 1949) propuse interpretar
eban(en) de ciertas inscripciones ibéricas como el beréber y semítico eban
'piedra' más un elemento pronominal-en, que se halla así pospuesto, no al
poseedor, sino al poseído, en beréber, y que, pospuesto al poseedor yo
considero que es el gentivo vasco que H. Gavelllamó determinativo, aplicado especialmente a personas y seres animados: en vasco se dice Peruren
harria 'piedra de P edro', a diferencia del ibérico Balceadin lsbedarticer
ebanen ' B. hijo de Isbedar (en una forma adjetival) piedra-de-él'. Con un
elemento pronominal posesivo distinto tenemos en líbico Msult bn-s
'Musulamia tumba-su' (Tovar, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y
Arqueología, Valladolid, X, 1943/44, 36), y en beréber actual tamazi ·tense patria él-su (patria de él)' (V. Estudios p. 61 ss. y 90 ss. ' The Ancient Languages of Spain and Portugal p. 62 ss.) . Para hacer verdaderamente digna
de tomar en cuenta mi hipótesis, recordaré que en la epigrafía hebraica de
todos los tiempos eban significa 'lápida', y el epigrafista J. G. Février,
Studi orientalí in onore di G. della Vida, Roma 1956 (I 282 ss.) publicó una
serie de inscripciones latinas de Libia en las que aparece, en cada una, La
palabra aban escrita así, en caracteres latinos, en inscripciones romanas
con nombres indígenas.
Pero la verdad es que si admitimos la posibilidad, señalada por
alguien, de que eban 'lápida' en ibero fuera un préstamo púnico, sólo nos
quedaría el -en ibérico con paralelos en beréber. Recordaremos todavía
que J. Pokorny, en un trabajo de 1950 (Die Sprache I 244), utilizó mi construcción beréber-ibero-vasca para explicar (pues en vasco -en además de
para el genitivo sirve como pronombre relativo) los orígenes del relativo
infijado en irlandés antiguo, en ejemplos comó inna aimsire m-bíte-som
isind fognam 'del tiempo en que (n, asimilada a la b que sigue) están en servicio', sechí churuth do-n-d-rón 'de cualquier forma que (n) yo lo (d) hiciera
(primera persona singular del perfecto de di-ro-gní)'. Este complicado
juego de relaciones, que puede parecer poco creíble, adquiere sentido dentro de la idea de un sustrato camítico en el Occidente de EuTopa, hipótesis
que mantuvo Pokorny de un modo que ahora no se estila, pero que puede
tomarse en cuenta según indicaciones resultantes de la léxico-estadística y
la tipología, a las que Juego nos referiremos.
No han faltado, natw·almente, intentos de relacionar directamente el
ibero con las lenguas semíticas. Me limitaré a citar dos trabajos que no me
parecen convincentes. Primero el de.Juan de Gorostiaga, Boletín de la Real
Sociedad Vascongada IX, 1953, 105-109, titulado Interpretación, traducción y análisis del plomo de Castellón. Sin verdadero análisis, da por
seguro que se trata del contrato que hace un dueño con dos constructores
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para la reparación de dos casas. No hace caso de la separación de palabras
con puntos y así consigue aisla!' dos veces la palabra bait 'casa' y una vez el
plural betin; adunin lo tarduce por adun 'señor', pero en conjunto no ha
explicado las palabras. En el segundo intento que reseñamos, Assaig d'
interpretació d' algunes inscripcions "iberiques" mitjanc;:ant el fenici i el
púnic (Oriens Antiquus VII, 1968, 223-244), su autor, J. M. Sola i Solé,
parte de identificar, como su precW'sor, el ibero con el púnico, lo que, de
ser cierto, aseguraría mejores resultados que los que él alcanza. De una
inscripción de Liria saca lo siguiente: 'bitiiba (sin explicar) de Banitewbar
hijo de Balcewni'. De la del Cerro de los Santos Bastulaiacun: ms 'estatua',
z 'esta', un déictico du, la preposición l y el nombre propio fenicio Yakun
'estatua está aq uí para Yakun'. Nada le detiene: la incripción de Ibiza, Tirtanos Abulocum Letondunos ge. Beligios, toda identificada: nombre, gentilidad, filiación y étnico en celtibérico, es traducida así: 'Tirtan Osabul ha
erigido (o dedicado) a su señor el sepulcro de Yws'. Basta todo esto para
probar que, al menos hasta ahora, el semítico no ha dado resultados.
Una comparación del ibérico que, si lo identificamos demasiado con el
vasco, podría consideral'se tradicional, es la que se supone con las lenguas
caucásicas, especialmente con la más importante y la más antiguamente
atestiguada, el georgiano. Como la investigación comparada del ibero (lengua no descifrada) con las lenguas caucásicas es todavía inexistente, no
podemos hacer más que dar brevemente cuenta de la comparación vascocaucásica. En nuestro tiempo, después de H. Schuchal'dt y C. C. Uhlenbeck, han sido K. Bouda y R. Lafon los principales mantenedores, con
trabajos principalmente en el campo del léxico, e intentos del segundo de
estos autores en el de la mmfología, de la relación entre al vasco y las lenguas caucásicas 'recordemos del primero Baskisch-kaukasische Etymologien, Heidelberg 1949, y varios artículos que siguieron; del segundo Eludes
basques et caucasiques, Salamanca 1952, y otros que cita Michelena en la
obra a que nos referimos a continuación).
En 1961 hicimos un trabajo en el que colaboraron varios autores: además de los dos citados y Michelena, W. Vycichl y el inventor del método,
M. Swadesh; bajo el título El método léxico-estadístico y su aplicación a
las relaciones del vascuence (Boletín de la Real Sociedad Vascongada XVII
249-281), se pueden ver hasta cierto punto confirmadas las semejanzas
léxicas entre el vasco y el complejo mundo caucásico. Nos resultaba un
7'52 % de palabras comunes, en la lista de 100 de Swadesh, al vasco y al
georgiano, representante en nuestro trabajo del grupo meridional, otro
7'52 común al vasco y al circasiano, representante del caucásico noroccidental, y sólo un 5'37 %a vasco y avar, del grupo del Nordeste, y geográficamente más distante. Aun siendo escéptico sobre el método léxico-estadístico.(yo no lo soy, por cierto) y admitiendo que, por debajo del5
61
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%, puede intervenir demasiado la pura casualidad, un 7'5 % tiene
cierta sigificación.
Michelena, uno de los principales colaboradores en aquel trabajo, no
oculta, en el capítulo que escribió después para el volumen Le langage que
dirigió A. Martinet (Encyclopédie de la Pléyade, París 1968, 1414-1437),
su escepticismo ante la idea, que justificaba en cierto modo el título de su
trabajo, L' euskaro-caucasien, de que dos islas lingüísticas como el vasco
(aun añadiéndole el ibero) y el grupo caucásico de lenguas, más de veinte o
veinticinco en las tres zonas en que se clasifican, podl'ían haber conservado
elementos comunes de una amplísima área lingüística cuya unidad habrían
roto poderosas familias de lenguas, como la indoeuropea. Realmente las
distancias, aun suponiendo, para lo que cada vez se halla menos fundamento, que el Mediterráneo hubiera sido elemento de difusión e intercambio lingüístico, son demasiado grandes y los obstáculos, insuperables.
Sin embargo la léxico-estadística no cierra del todo la puerta a las
numerosas comparaciones léxicas reunidas por los citados autores, a los
que se puede añadir, con sus prejuicios, A. Trombetti.
El non liquet pronunciado por Michelena al final de su citado trabajo es
una prudente advertencia, pero no es una prohibición de seguir examinando críticamente la posibilidad.
No hace muchos años (EuskeraXXIV, 1979, 13-33) apliqué consideraciones tipológicas que, efectivamente, como las léxicas (estadísticas o no),
no tienen más que un valor de indicio (D eeters, cit. por Michelena p. 1415),
al vasco comparado con el avar y el georgiano, y la verdad es que en la tipología de orden de palabras podemos afirmar que las dos lenguas caucásicas
comparadas comparten con el vasco tres rasgos muy importantes del tipo
ill de Greenberg: S (sujeto) O (objeto) V (verbo), pos (posiciones), y orden
G (genitivo) N (nombre); son distintas (aparte de que el georgiano, en contacto con la literatura griega al menos desde el siglo VI, es una lengua más
bien SVO) en que el vasco coincide con lenguas occidentales, como beréber y galés, en los rasgos N A(djetivo) y N D(emostrativo). En la tipología
cuantificada propuesta también por Greenberg, la verdad es que el vasco
comparte la misma altw·a con el avar y con el georgiano en el índice de síntesis, en el de aglutinación (con índice aún mayor en georgiano) y en la que
Greenberg llama" flexión pura". El índice bajo en vasco de composición es
mínimo en georgiano y medio en avar, el muy bajo de derivación en vasco lo
es aún más en las dos lenguas caucásicas estudiadas, el medio del vasco en
número de prefijos es alto en avar y muy alto en georgiano, el alto de sufijos
en vasco es muy alto en avar, y aún más en georgiano.
En cambio el vasco tiene en aislamiento un índice alto, como vemos
que es una tendencia en las lenguas de Europa occidental y en el beréber,
mientras que el georgiano tiene un índice medio y el avar, bajo; en la con62
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cordancia es bajísimo el índice del vasco, y en cambio es medio el del georgiano y alto el del avar; en los otros rasgos flexivos que la concordancia,
también el vasco es bajísimo, mientras que el avar es alto y el
georgiano, altísimo.
En resumen, y para probar la significación de la tipología cuantificada,
sorprende en este experimento la semejanza tipológica de dos lenguas caucásicas vecinas, que coinciden en grado en tres índices, y sólo una vez se
alejan una de otra en más de un grado de los cinco que establecimos (muy
alto, alto, medio, bajo, muy bajo) para valorar los índices numéricos (ver
nuestro trabajo en Euskalerriaren naioarteko jardunaldiak, Real Academia
Vasca, Bilbao 1981, 139 ss. , especialmente 152 ss.). Nótese también la
proximidad de las dos lenguas caucásicas en siete de los diez índices,
mientras que en los sintácticos, el vasco es muy distinto. No nos atrevemos
a sacar consecuencias, pero sf a llamar la atención sobre la coherencia de
los resultados.
Sobre la relación del ibérico con el vasco habría de repetir cosas que
he dicho ya. Sigo pensando como en 1954: "el vasco no es un descendiente
del ibérico, aunque haya elementos comunes a una y otra lengua" (EL euskeray sus parientes, Madrid 1954, 38 ss.). En esto coincidimos la mayoría
de los estudiosos que leemos con el desciframiento de Gomez-Moreno las
inscripciones. Las coincidencias que podemos señalar entre el vasco y el
ibérico, tanto en léxico (donde pueden ser homofonías cuando el contexto
ibérico no nos ayuda), como en la fonología, son, lo repetiremos (ibid. p.
55), " profundas y reveladoras".
Me atrevería a decir que el vasco es el único camino, erizado de dificultades y rodeado de abismos, por el que podemos aspirar a entender algo
más de las inscripciones ibéricas. A todo iberista le recomendaría, no que
se comprara un diccionario vasco, sino que estudiara bien el euskera ..
Y dejadme que termine otra vez lleno de dudas ante las tinieblas que
nos rodean. La lengua ibérica es preindoeuropea, y me atrevería a decir
que más preindoeuropea (más exótica) que el etrusco. Podría tener más
elementos camíticos que mi olvidado ebanen, porque un sustrato camítico
hispánico se puede suponer sobre la base del vasco. La explicación iberocaucásica no se ha comenzado a investigar aún, pero buenos conocedores
del georgiano tendrían la palabra.
La tipologíA permite suponer que el vasco tiene a la vez conexiones (de
origen posiblemente) con Asia, pero también influencias camíticas que se
pueden suponer en el extremo Occidente de Europa.
Y al terminar el examen de los elementos de comparación de que disponemos para ls textos ibéricos, tengo que dar fin a esta exposición.
Hubiera querido examinar nuevas cuestiones y puntos de vista, y hasta
haber aportado propuestas nuevas de desciframiento, pero he intentado
63
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más bien presentar el problema en su conjunto. No tengo derecho a retener
más vuestra atención.
Si comencé recordando el estado de los estudios ibéricos cuando Fletcher y sus coetáneos los heredamos de nuestros maestros, terminaré
expresando nuestra esperama y nuestro deseo de que nuestros compañeros y discípulos puedan, ahora que disponen de materiales más abundantes, como entonces no nos atrevíamos a soñar, avanzar en el conocimiento
del enigma, que nosotros dejamos no resuelto, mientras tal vez sonríe la
esfinge ibérica.
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