La artesanía del esparto durante la Edad del Hierro. Estudio de las colecciones del Museu de Prehistòria de València
Carmen María Martínez Varea
Yolanda Carrión Marco
Jaime Vives-Ferrándiz Sánchez
2024
Museu de Prehistòria de València
[page-n-1]
Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXV, 2024, e2
Permanent IRI: http://mupreva.org/pub/1621
Creative Commons BY-NC-SA 4.0 ES
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Carmen María MARTÍNEZ VAREA a, Yolanda CARRIÓN MARCO b
y Jaime VIVES-FERRÁNDIZ SÁNCHEZ c
La artesanía del esparto durante la Edad
del Hierro. Estudio de las colecciones
del Museu de Prehistòria de València
RESUMEN: Desde el Paleolítico, las fibras vegetales han formado parte de la cultura material de
los grupos humanos pero su carácter perecedero dificulta su conservación y documentación en los
yacimientos arqueológicos. Esto provoca una visión sesgada de las artesanías en el pasado que puede
ser corregida con una metodología interdisciplinar. En este trabajo proponemos una aplicación de
esta metodología al estudio de una colección de objetos elaborados con fibras vegetales datados entre
los siglos VI-V y III-II a.C. El análisis arqueobotánico, morfológico y tecnológico de los restos ha
permitido identificar diferentes preparaciones, técnicas y grados de especialización en la artesanía del
esparto de época ibérica.
PALABRAS CLAVE: cultura ibérica, cestería, cuerda, estera, fibras vegetales.
Esparto handicrafts during the Iron Age. A study of the collections
of the Museum of Prehistory in Valencia
ABSTRACT: Plant fibers have been part of the material culture of human groups from the Palaeolithic.
However, their perishable character hinders their preservation and documentation in archaeological
sites. Their misrepresentation produces a biased perception of the past handicrafts that can be overcome
with an interdisciplinary methodology. In this paper, we apply this methodology to the study of an
assemblage of objects made with plant fibers, dating from 6th-5th century to 3rd-2nd century. Based
on their archaeobotanical, morphological and technical study, we have identified different processes,
techniques and specialization degrees of the Iberian esparto handicrafts.
KEYWORDS: Iberian culture, basketry, cord, mat, plant fiber.
a
b
c
GIR PREHUSAL - Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología, Universidad de Salamanca.
carmarv@usal.es | https://orcid.org/0000-0003-0680-2605
PREMEDOC-GIUV2015-213. Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de
València. yolanda.carrion@uv.es | https://orcid.org/0000-0003-4064-249X
Servei d’Investigació Prehistòrica, Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
jaime.vivesferrandiz@dival.es | https://orcid.org/0000-0003-0812-8351
Recibido: 12/12/2023. Aceptado: 15/01/2024. Publicado en línea: 18/04/2024.
[page-n-2]
2
C. M. Martínez Varea, Y. Carrión Marco y J. Vives-Ferrándiz Sánchez
1. INTRODUCCIÓN
El trabajo de las materias primas vegetales ha estado unido a la humanidad desde el Paleolítico.
Evidencias como las de Abri du Maras (Ardèche, Francia) (Hardy et al., 2020), Dzudzuana (Imereti,
Georgia) (Kvavadze et al., 2009), Lascaux (Dordogne, Francia) (Delluc y Delluc, 1979), Ohalo II
(Kinneret, Israel) (Nadel et al., 1994), Santa Maira (Alicante, España) (Aura et al., 2020) o Cueva de
los Murciélagos de Albuñol (Granada, España) (Martínez-Sevilla et al., 2023) manifiestan el control
de estas técnicas desde hace al menos 50.000 años. A partir del Neolítico las evidencias de cestería se
incrementan, posiblemente por un aumento de las necesidades de almacenamiento doméstico, como
muestran los conjuntos excepcionales de la ya mencionada Cueva de los Murciélagos (Góngora, 1868
citado en Badal et al., 2016: 272-273; Alfaro Giner, 1980; Martínez-Sevilla et al., 2023), Cueva del Toro
(Málaga, España) (Martín Socas y Cámalich Massieu, 2004) o La Draga (Girona, España) (Piqué et al.,
2018; Romero-Brugués et al., 2021). Para el periodo Calcolítico y de la Edad del Bronce se conocen
abundantes elementos de esparto y otras materias primas vegetales (junco, enea…), como en Fuente
Álamo (Almería), Castellón Alto (Granada) (Buxó, 2010), Terlinques, Cabezo Redondo (Alicante),
Lloma de Betxí (Valencia), etc. (López Mira, 2001, 2009).
En la Edad del Hierro, se han documentado elementos de cestería en varios yacimientos peninsulares, en
algunos casos en estados de conservación excepcionales, que permiten atestiguar la maestría de la técnica,
así como la ubicuidad de estos elementos, que, sin embargo, no se conservan más que en condiciones
concretas (Alfaro Giner, 1984). Contamos también con instrumental de trabajo como agujas de hierro,
punzones o tijeras (Pla, 1968), si bien gran parte del utillaje estaría realizado, sobre todo, en material
perecedero. Para este periodo disponemos, además, de las referencias de las fuentes clásicas griegas y
romanas, en las que la península se denomina “Spartarion Pedion” o “Campus Spartarius”, en alusión a las
grandes extensiones de esparto del sureste peninsular. Estrabón menciona que desde la península ibérica
se exportaba esparto a otras partes del Imperio romano (Estrabón, III, 4, 9, en Rabanal, 1985: 43) y Plinio
insiste en la importancia del esparto en Iberia (Historia Natural XXXVII, 13, 203, en Rabanal, 1985: 7879). También Q. Horacio Flacco (Epodos, IV, 2, en Rabanal, 1985: 63) y Plinio (Historia Natural, XIX,
26-30, en Rabanal, 1985: 76-77; Bejarano, 1987: 156-157), detallan métodos de recolección y señalan el
prestigio de las cuerdas de esparto ibéricas. Los tratados de agricultura de Catón (De Agricultura) y Varrón
(Res Rusticae) refieren usos cotidianos de las fibras vegetales, concretamente del esparto, en las actividades
agrarias (Alfaro Giner, 1984).
Las condiciones especiales que requieren estos artefactos elaborados en materiales perecederos para
conservarse explican su escasa frecuencia en el registro arqueológico. Ahora bien, debieron ser una parte
fundamental de la cultura material de las sociedades del pasado. Su infrarrepresentación genera una visión
sesgada que, sin embargo, podemos matizar aplicando métodos y estrategias de investigación concretas
que se han demostrado válidas en el contexto cronológico que nos ocupa (Carrión Marco y Vives-Ferrándiz
Sánchez, 2019). El hecho de que sean parcialmente invisibles no debería ser razón para considerarlos
elementos no esenciales por parte del pensamiento arqueológico (Hurcombe, 2014). Así, un primer paso
para empezar a incrementar nuestro conocimiento histórico sobre los usos y el trabajo de las fibras vegetales
es la recopilación e identificación de evidencias directas e indirectas en un marco definido metodológica
y teóricamente. Nuestra mirada a la experiencia artesanal se basa en la materialidad de las secuencias
operativas de manufactura, identificando desde la materia prima hasta su procesado, las técnicas de
elaboración y la funcionalidad a partir de los objetos, sus improntas, los útiles y sus contextos.
Así, en este trabajo presentamos un conjunto de evidencias directas, es decir, objetos realizados en fibras
vegetales, recuperados en diferentes yacimientos valencianos datados en la Edad del Hierro, y que forman
parte de los fondos depositados y conservados en el Museu de Prehistòria de València (en adelante MPV).
En la discusión incorporamos también evidencias indirectas, como las improntas de los objetos conservadas
en diferentes materiales y los propios útiles o herramientas.
APL XXXV, 2024
[page-n-3]
La artesanía del esparto durante la Edad del Hierro
3
La fundación del Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) y su museo en 1927 marcó un punto
de inflexión en el desarrollo de la arqueología valenciana en general, y la cultura ibérica en particular.
Desde sus inicios el museo se concibió con el objetivo de crear una colección arqueológica a través de sus
propias excavaciones en el territorio valenciano (de Pedro Michó, 2006). Entre todos ellos destacamos la
investigación sobre la cultura ibérica impulsada con proyectos de excavación y estudio de colecciones,
así como iniciativas encaminadas a la divulgación y la puesta en valor patrimonial, como exposiciones y
trabajos de musealización de yacimientos (Bonet Rosado et al., 2017). Así, en diferentes etapas se iniciaron
los proyectos de excavación de los asentamientos que tratamos en este estudio, como La Bastida de les
Alcusses (Moixent) en 1928, el Tossal de Sant Miquel (Llíria) en 1933, Los Villares (Caudete de las
Fuentes) en 1956, La Monravana (Llíria) en 1958, el Puntal dels Llops (Olocau) en 1978 y el Castellet de
Bernabé (Llíria) en 1984, y cuyos materiales se conservan en los almacenes del museo.
Los yacimientos abarcan cronologías entre los siglos VI-V y el III-II a.C. Todos ellos son contextos de
hábitat, aunque mantienen diferencias en la organización interna y en su relación con el territorio (fig. 1).
El material más numeroso que tratamos procede de los asentamientos del antiguo territorio de la ciudad
de Edeta, identificada en el Tossal de Sant Miquel (Bonet Rosado, 1995). En esta área se han identificado
pequeños asentamientos dedicados a la explotación de los recursos agrícolas y ganaderos, como el Castellet
de Bernabé o La Monravana, y una red defensiva de fortines, como el Puntal dels Llops (Bonet Rosado et al.,
2007). Todos estos lugares fueron abandonados violentamente en el tránsito del siglo III al II a.C. y se han
documentado incendios que carbonizaron los materiales vegetales. Por su parte, La Bastida de les Alcusses
es un oppidum amurallado que controlaba recursos y territorio en la cabecera del río Cànyoles. Fue también
destruido con violencia hacia el 325 a.C. (Vives-Ferrándiz Sánchez, 2022). Finalmente, Los Villares es un
gran asentamiento con una dilatada ocupación entre los siglos VII y I a.C. y que ha sido identificado con la
antigua ciudad de Kelin, que ejerció el control sobre un amplio territorio con asentamientos dependientes
(Mata Parreño, 2019).
Hasta la fecha solo algunos objetos realizados en fibras vegetales habían sido publicados (por ejemplo,
del Puntal dels Llops: Alfaro Giner, 1984; Bonet Rosado y Mata Parreño, 2002). La gran mayoría ha
permanecido inédita o contaba con referencias genéricas en las publicaciones, y sin identificación
arqueobotánica ni morfotecnológica.
Fig. 1. Localización de los
yacimientos estudiados en este
trabajo (mapa de elaboración
propia a partir del Institut
Cartogràfic Valencià).
APL XXXV, 2024
[page-n-4]
4
C. M. Martínez Varea, Y. Carrión Marco y J. Vives-Ferrándiz Sánchez
2. MATERIALES Y MÉTODOS
Se han estudiado 63 piezas arqueológicas procedentes de seis yacimientos: el Castellet de Bernabé (Llíria)
(Guérin, 2003) (44 piezas), el Puntal dels Llops (Olocau) (Bonet Rosado y Mata Parreño, 2002) (12 piezas),
La Monravana (Fletcher, 1947) (tres piezas), Los Villares (Caudete de las Fuentes) (Mata Parreño, 1991,
2019) (dos piezas), el Tossal de Sant Miquel (Llíria) (Bonet Rosado, 1995) (una pieza) y La Bastida de
les Alcusses (Moixent) (Bonet Rosado y Vives-Ferrándiz Sánchez, 2011) (una pieza). Estos asentamientos
representan diferentes ámbitos culturales ibéricos y abarcan un arco cronológico que va desde el siglo
VI-V a.C. hasta inicios del siglo II a.C. Salvo una de las muestras que está mineralizada, todas han sufrido
un proceso de carbonización que ha permitido la conservación de las fibras (que, de otro modo, habrían
desaparecido por procesos naturales de biodegradación al tratarse de un material muy frágil), pero también
la conservación de la forma, ya que la combustión se detuvo antes de que fueran reducidas a cenizas; el
estado de conservación es variable, desde algunas que conservan la estructura de la pieza trabajada, hasta
otras que presentan un aspecto más desestructurado (tabla 1).
Tabla 1. Identificación, contexto, cronología y características de los objetos estudiados. Tipo de trabajo:
torsión (To.); trenzado (Tr.). Materia prima (MP): esparto (E.); enea (En.). Elementos: hebras, manojos y
pleitas expresados en número. Medidas: longitud (L.), anchura (A.) y grosor (G.) expresados en cm.
Yacimiento Pieza
Castellet
de Bernabé
1
MPV
Área
Objeto
Tipo MP Trabajo
Elementos Entramado Medidas (L/A/G)
Datación
a 45933 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/2/-
1,3 / 0,4 / 0,4
III-II a.C.
b 45933 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/2/-
1,2 / 0,4 /0,4
c 45933 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
- / 2 /-
3,0 / 0,5 / 0,5
d 45933 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
- / 2 /-
5,9 / 0,5 /0,5
e 45933 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/2/-
3,1 / 0,5 / 0,5
a 45931 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/3/-
6,1 / 1 / 1
b 45931 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/3/-
5,6 / 1,1 / 1,1
c 45931 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/3/-
4,9 / 1,4 / 1,3
Capa 1
Capa 1
Capa 1
Capa 1
Capa 1
2
Capa 1
Capa 1
Capa 1
III-II a.C.
3
45927 V. 13
Suelo
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
8-10 / 3 / -
5,9 / 1,0 / 0,6
4
45926 V. 13
Capa 3
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
10 / 3 / -
3,6 / 1,2-1,6 / 0,5-0,9 III-II a.C.
5
a 45935 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
7,2 / 0,4 / 0,3
b 45935 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
2,1 / 0,5 / 0,3
c 45935 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
2,4 / 0,5 / 0,4
d 45935 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
3,0 / 0,5 / 0,5
Capa 1
Capa 1
Capa 1
Capa 1
APL XXXV, 2024
III-II a.C.
III-II a.C.
[page-n-5]
La artesanía del esparto durante la Edad del Hierro
5
Tabla 1. (cont.)
Yacimiento Pieza
MPV
Área
Objeto
Tipo MP Trabajo
Elementos Entramado Medidas (L/A/G)
e 45935 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
3,0 / 0,5 / 0,5
f 45932 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
2,9 / 0,9 / 0,5
Capa 1
Capa 1
Datación
6
45934 Cata 4
Capa 1
Nudo
Tr.
E.
Picado
-
4,5 / 3,1 / 1,6
III-II a.C.
7
48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
4/3/-
7,7 / 0,4 / 0,4
III-II a.C.
III-II a.C.
8
9
a 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
6/3/-
7,0 / 0,7 / 0,4
b 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
7-8 / 3 / -
6,7 / 0,7 / 0,5
c 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
6/3/-
14,1 / 0,8 / 0,5
d 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
- / 3 /-
6,5 / 0,8 / 0,5
e 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
6/3/-
11,7 / 0,8 / 0,5
f 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
6-7 / 3 / -
9,3 / 0,8 / 0,5
g 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
6/3/-
6,9 / 0,8 / 0,5
h 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
7/3/-
6,9 / 0,9 / 0,5
a 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
9/3/-
7,2 / 0,9 / 0,5
b 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
8-10 / 3 / -
13,3 / 0,9 / 0,5
c 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
8/3/-
11,5 / 0,9 / 0,5
d 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
-/3/-
8,7 / 1,0 / 0,5
e 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
8/3/-
10,1 / 1 / 0,7
III-II a.C.
f 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
10 / 3 / -
9,3 / 1,0 / 0,6
g 48678 D. 27
Cuerda
Nudo
Tr.
E.
Crudo
-/3/-
4,4 / 1,9 / 1,4
h 48678 D. 27
Cuerda
Nudo
Tr.
E.
Crudo
-/3/-
3,5 / 2,2 / 1,4
64796 V. 12
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
2,2 / 0,6 / 0,6
III-II a. C.
11 a 24256 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
7,2 / 0,9 / 0,5
III-II a. C.
b 24256 D. 27
Cuerda
Nudo
Tr.
E.
Picado
-/3/-
15,3 / 0,9 / 0,4
c 24256 D. 27
Cuerda
Nudo
Tr.
E.
Picado
-/3/-
15,1 / 1,4 / 0,4
Estera
E.
Picado
13 a 45928 V. 13
Pleita o Tr.
estera
E.
Crudo
b 45928 V. 13
Pleita o Tr.
estera
E.
c 45928 V. 13
Pleita o Tr.
estera
¿Cesta? Tr.
10
12
45929 Cata 4
Capa 1
Suelo
Suelo
Suelo
14
45930 Cata 4
Capa 1
cf. Cestería 6,2 / 4,3 / 0,8
diagonal
cruzada
III-II a. C.
>13 / - / -
Cestería
trenzada?
5,2 / 2,6 / 1,5
III-II a. C.
Crudo
>13 / - / -
Cestería
trenzada?
3,5 / 1,8 / 0,8
E.
Crudo
>13 / - / -
Cestería
trenzada?
4,2 / 1,5 / 0,9
E.
Crudo
Picado
10 / 3 / -
9,3 / 2,1 / 1,1
III-II a. C.
APL XXXV, 2024
[page-n-6]
6
C. M. Martínez Varea, Y. Carrión Marco y J. Vives-Ferrándiz Sánchez
Tabla 1. (cont.)
Yacimiento Pieza
Monravana
15
Área
Objeto
45936 Cata 4
Capa 1
Materia
prima
6439
Tipo MP Trabajo
Elementos Entramado Medidas (L/A/G)
Datación
En. Crudo
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
8-13 / 3 / -
9,6-13 / 1,1-1,3 / 0,7 III-II a. C.
16 a 47773
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
10-12 / 3 / -
8,3 / 1,3 / -
b 47773
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
10-12 / 3 / -
8,3 / 1,3 / -
cf. estera Tr.
E.
Picado
-/3/-
Cestería
trenzada
Cestería
diagonal
cruzada
Los Villares/ 17
Kelin
Puntal
dels Llops
MPV
45920 V. 2-E3
0119
- / 1,6 / 0,4
III-II a. C.
II a.C.
18
45919 C. XXI- Pleita
III
Capa 6
Tr.
E.
Picado?
10 / - / -
19
45922 D. 4
Capa 1
Cuerda
To.
E.
Picado
-/2/-
4,1 / 0,9 / 0,7
III-II a. C.
20
45924 D. 4
Capa 1
Cuerda
To.
E.
Picado
-/3/-
5,8 / 1,7 / 1
III-II a. C.
21
45921 D. 4
Capa 1
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
5,1 / 1 / -
III-II a. C.
22
47776 I-cata
D-b
Capa 4
Cuerda
Nudo
E.
Picado
1,4 / 0,9 / -
III-II a. C.
III-II a. C.
VI-V a.C.
23 a 45256 D. 4
Estera
Tr.
E.
Picado
-/-/2
Rastrillado
Cestería
diagonal
cruzada
3,9 / 3,2 / -
b 45256 D. 4
Estera
Tr.
E.
Picado
-/-/2
Rastrillado
Cestería
diagonal
cruzada
2,3 / 1,8 / -
c 45256 D. 4
Estera
Tr.
E.
Picado
Rastrillado
Cestería
diagonal
cruzada
5 / 3,5 / -
d 45256 D. 4
Estera Tr.
(extremo
o asa)
E.
Picado
Capa 4
Capa 4
Capa 4
Capa 4
4 / 1,2 / -
24
45923 D. 4
Capa 1
Estera
E.
Crudo
25
45925 D. 4
Capa 1
Indet.
E.
Crudo
Picado
III-II a. C.
47775 I-cata
D-b
Capa 5
Materia
prima
E.
Crudo
III-II a. C.
47777 Calle/
D. 5
Capa 2
Materia
prima
E.
Crudo
III-II a. C.
Tossal de
Sant Miquel
45918 D. 19
Capa 3
Materia
prima
E.
Crudo
III-II a. C.
Bastida de
les Alcusses
47774 D. 277
1166
Materia
prima
E.
Crudo
IV a. C.
APL XXXV, 2024
Cestería
en espiral
5,2 / 3,9 / 0,7
III-II a. C.
[page-n-7]
La artesanía del esparto durante la Edad del Hierro
7
Hemos combinado una metodología que podríamos denominar como “clásica”, de carácter descriptivo,
con métodos actuales de la arqueometría, encaminada a la identificación arqueobotánica, morfológica y
tecnológica de cada pieza. En primer lugar, se ha realizado un estudio macroscópico de los materiales
con el objetivo de determinar el procesado de la materia prima y la técnica de elaboración, efectuando un
análisis descriptivo de las piezas de acuerdo con la nomenclatura empleada por Alfaro Giner (1984) y Pardo
de Santayana et al. (2014). Para ello hemos utilizado una lupa binocular Leica M165C con aumentos entre
3,75x y 60x. Además, se ha diseñado una base de datos ad hoc y se ha consultado literatura especializada
etnobotánica (Rivera y Obón, 1991; Pardo de Santayana et al., 2014; Fajardo et al., 2015) y arqueológica
(Alfaro Giner, 1984) para la descripción formal de los objetos y las técnicas empleadas. Se han tomado
medidas de anchura, longitud y espesor de las piezas siempre que ha sido posible. Inicialmente cada pieza
o fragmento ha sido estudiado por separado y, posteriormente, en función de sus características, contexto e
información estratigráfica, se han agrupado en objetos o número mínimo de individuos y se ha localizado
espacialmente en los asentamientos (tabla 1). Este proceder tiene en cuenta el estado de conservación de
la colección, la tasa de fragmentación y manifiesta la unidad contabilizada combinada con la información
de la tipología, la técnica, la materia prima, su tratamiento y la técnica de elaboración, lo que permite la
comparativa futura, tanto con futuros objetos hallados en estos yacimientos como con conjuntos de otras
áreas ya publicados.
La determinación de la materia prima se ha realizado mediante observación macroscópica y microscópica.
Para ello se han tomado muestras de algunas piezas que han sido observadas bajo microscopio electrónico
de barrido Hitachi S-4800 en el Servicio Central de Soporte a la Investigación Experimental (SCSIE) de la
Universitat de València. A continuación, se ha procedido a su comparación con materiales de la colección
de referencia del Laboratori d’Arqueologia Milagro Gil-Mascarell de la Universitat de València y con
literatura especializada (Evert, 2006; Corrêa et al., 2017).
Para definir el tipo de conservación de una de las muestras (MPV 45919) se han realizado microanálisis
por energía dispersiva de rayos X en el microscopio electrónico de barrido emisión de campo (FESEM)
SCIOS 2 FIB-SEM equipado con el detector Oxford Ultim Max 170 y con el software AzTec INCA.
3. RESULTADOS
Las 63 piezas analizadas equivalen a un número mínimo de elementos manufacturados de 25. A estos se
suman cinco conjuntos de materia prima sin procesar procedentes de cuatro yacimientos (tabla 1).
3.1. Materias primas
En la colección estudiada, 58 piezas han sido elaboradas con esparto (Stipa tenacissima). Hay también
conjuntos de hojas de esparto sin trabajar en el Castellet de Bernabé, el Puntal dels Llops, el Tossal de Sant
Miquel y La Bastida de les Alcusses. Destacan por su cantidad las halladas en el Tossal de Sant Miquel
(MPV 45918). Además, hay un conjunto de hojas de enea (Typha sp.) del Castellet de Bernabé (MPV
45936) (fig. 2).
El esparto (Stipa tenacissima o Macrochloa tenacissima) es una planta herbácea perenne y cespitosa,
que forma matas de hasta 1,5 metros de diámetro. Sus flores se reúnen en una espiga densa situada en el
extremo de un pedúnculo que puede alcanzar los 1,8 metros de altura. Sus hojas, muy abundantes, rígidas
y coriáceas, se envuelven sobre sí mismas para reducir la transpiración, una adaptación a condiciones
secas (fig. 3) (Fos y Codoñer, 2011: 101). De esta forma, quedan en el interior los estomas paracíticos,
compuestos por el ostiolo, dos células oclusivas y dos células anexas, ordenados en líneas longitudinales
y protegidos por abundantes tricomas simples. En el envés de la hoja se pueden observar las células
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Fig. 2. Materia prima no trabajada: a) hojas de esparto del Tossal de Sant Miquel (MPV 45918); b) hojas de enea del
Castellet de Bernabé (MPV 45936).
Fig. 3. Hojas de esparto procedentes de las piezas analizadas; a: junto a MPV 45930; b y c: MPV 45918. Se observa
cómo la hoja se envuelve sobre sí misma (a y b) y los abundantes tricomas del haz de la hoja (c).
epidérmicas alargadas de paredes onduladas, dispuestas paralelas al eje de la hoja, así como las células
silicosas (fig. 4b, e, h) (Evert, 2006). Estas características han sido observadas en las muestras tomadas de
las piezas arqueológicas (fig. 4c, f, i).
El esparto es una especie de una gran amplitud ecológica, que se desarrolla en suelos pobres, pedregosos,
limosos, calizos, yesosos o arcillosos desde el nivel del mar hasta altitudes de más de 2.000 m s.n.m., siendo
especialmente abundante en zonas con precipitación comprendida entre 200 y 400 mm anuales, donde puede
dar lugar a formaciones de espartales, en las que esta especie es dominante. Coloniza generalmente suelos
calizos muy pobres o con elevada pendiente donde no pueden crecer otras especies, generando bandas o parches
dependiendo de la topografía y de los flujos de agua y sedimentos (Maestre et al., 2007; Fos y Codoñer, 2011).
El albardín (Lygeum spartum) es una poácea similar al esparto. Es una planta herbácea perenne
y cespitosa, cuyos tallos alcanzan los 70 cm. Su inflorescencia es en forma de espiguilla, dispuesta de
forma solitaria, cubierta de pelos sedosos y rodeada de una vaina a modo de espata lanceolada. Sus hojas,
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Lygeum spartum
Stipa tenacissima
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Muestras arqueológicas
MPV 45918
Fig. 4. Detalles de la anatomía de hojas actuales de Lygeum spartum, Stipa tenacissima y arqueológicas (MPV 45918):
envés de la hoja (a, b, c), haz de la hoja (d, e, f) y detalle de los estomas paracíticos dispuestos linealmente en el haz,
protegidos por tricomas (g, h, i).
junciformes, coriáceas, duras y tenaces, se enrollan sobre sí mismas para reducir la transpiración (Rivera y
Obón, 1991: 1081). Los estomas son, como en el caso del esparto, paracíticos, protegidos por abundantes
tricomas simples. Ahora bien, a diferencia del esparto, estos están presentes tanto en el haz como en el envés
de la hoja (fig. 4a, d, g). Por esta razón, nos inclinamos a pensar que los restos arqueológicos estudiados
están elaborados con hojas de Stipa tenacissima, ya que no se observan estomas en el envés (fig. 4b, c).
La enea (Typha sp.) es una planta herbácea de tallos rectos simples de entre 0,5 y 3 metros de altura, e
inflorescencia en espiga. Sus hojas, alternas, lineares y envainantes, son de envés convexo y haz plano y su
anchura varía según la especie, desde 3 a 25 mm (Cirujano, 2008). Se encuentran divididas internamente
en compartimentos de aerénquima. Las células epidérmicas alargadas, dispuestas paralelamente al eje de
la hoja, son de paredes lisas y los estomas son tetracíticos, es decir, presentan cuatro células anexas, dos
laterales y dos polares (Evert, 2006; Corrêa et al., 2017) (fig. 5). En la península ibérica encontramos T.
angustifolia, T. domingensis y T. latifolia. Estas especies viven en suelos encharcados gran parte del año o
permanentemente, generalmente en agua dulce, si bien T. domingensis tolera ambientes subsalinos.
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Fig. 5. Hojas de Typha sp. actuales
(a y c) y arqueológicas (b y d)
(MPV 46936): se observa la
disposición de los estomas y su
estructura.
3.2. Trabajo de la materia prima
Las hojas del esparto se han empleado tradicionalmente para la elaboración de objetos. Se arrancan con facilidad
con la mano, generalmente con la ayuda de pequeños bastones de hueso o madera (denominados arrancaderas,
collazos o talisas), entre julio y octubre, cuando el suelo está duro, para así evitar arrancar las matas. Después
de su secado, las hojas pueden ser empleadas directamente (esparto en crudo), o bien someterlas a un procesado
más elaborado: una vez seco, se procede al cocido o enriado, sumergiendo el esparto en agua y, a continuación, se
pone de nuevo a secar y se pica con una maza de madera (esparto picado) y se rastrilla para liberar las fibras más
finas. Se obtiene así el esparto rastrillado o deshilado, que es un material de mayor suavidad y plasticidad (Alfaro
Giner, 1984; Rivera y Obón, 1991: 1071-1076; Pardo de Santayana et al., 2014: 191-197).
En el conjunto estudiado hemos documentado estos dos tipos de trabajo del esparto, aunque desigualmente
representados: en crudo, donde todavía es visible la morfología original de la hoja, y picado, donde se
observan las fibras separadas que conformaban la hoja. De los objetos identificados, 14 han sido elaborados
con materia prima trabajada (picada y rastrillada), a las que cabe sumar dos piezas que combinan ambos
tipos de tratamiento de la materia prima. La elección del tipo de materia prima parece depender del objeto
confeccionado (ver apartado 3.3), aunque Alfaro (1984: 68) identifica el picado como de mayor calidad.
En el caso de la enea, sus hojas se han empleado tradicionalmente para elaborar esteras, trenzados,
sombrajos y asientos. Apenas requieren procesado: la planta se corta en julio o agosto y se pone a secar al
sol durante varios días. Una vez secas, las hojas se pueden trabajar directamente, en ocasiones remojándolas
previamente unos minutos, tejiendo trenzados de tres cabos o retorciéndolas, formando cordones. Las hojas
también se han empleado como aislante en techos y paredes (Rivera y Obón, 1991: 1091). En el conjunto
de hojas recuperado no se observan evidencias de trabajo.
3.3. Objetos identificados y técnicas de elaboración
En general, el carácter fragmentado de los restos analizados en este trabajo dificulta la caracterización de
los objetos manufacturados, a excepción de las cuerdas. La mayor parte de las piezas documentadas son
fragmentos de cuerdas y nudos (45) que forman parte de un mínimo de 18 elementos. De estos, cinco estarían
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La artesanía del esparto durante la Edad del Hierro
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elaborados mediante torsión (11 fragmentos) y 13 mediante trenzado (34 fragmentos). La mayor parte de las
cuerdas trenzadas son de esparto en crudo (fig. 6b), si bien se conservan algunos ejemplares elaborados con
esparto picado (fig. 6a y c). Cabe destacar que seis de los siete fragmentos de cuerda trenzada cuya anchura
es inferior a 0,6 cm están realizados en esparto picado. Estas cuerdas finas pudieron ser utilizadas para unir
las pleitas para configurar cestos y esteras (fig. 7). Las cuerdas elaboradas mediante torsión requieren de la
utilización de esparto picado. Dentro de este tipo de cuerdas encontramos dos formatos diferentes: cuerdas
con una anchura superior a 1 cm (fig. 6d) y cordelillos con una anchura en torno a 0,5 cm (fig. 7c). Estas
últimas, como las trenzadas estrechas, pudieron ser utilizadas para unir diferentes piezas. La ondulación de
algunas de ellas apoya esta hipótesis (fig. 7c).
Las cuerdas son también elementos primarios para confeccionar otros artefactos por lo que no podemos
descartar que algunas formaran parte de objetos más complejos, como cestas o esteras. Este sería el caso
de uno de los restos recuperados en el Castellet de Bernabé (14; MPV 45930). A pesar de su mal estado
de conservación, presenta un gran fragmento de cuerda trenzada dispuesta perpendicularmente a otro
elemento mal conservado e inidentificable, así como una fina cuerda trenzada de esparto picado que
podría unir ambos elementos, constituyendo un objeto más complejo, posiblemente una cesta (fig. 7a).
Otro fragmento de cuerda trenzada de esparto picado del mismo yacimiento (5; MPV 45935), de poca
anchura y grosor, invita a pensar que se utilizara para unir diferentes piezas de esparto en la confección
de otro objeto. De hecho, el resto 5e presenta una ondulación que podría ser consecuencia de su empleo
en una unión.
Una serie de elementos compuestos de Los Villares, Castellet de Bernabé y Puntal dels Llops no
ofrecen dudas en su identificación como esteras. De Los Villares procede una pieza formada a partir
de pleitas (18; MPV 45919) (fig. 8a). En el Castellet de Bernabé se recuperó un fragmento de posible
estera elaborada con esparto picado, aunque el estado de conservación dificulta su descripción (12;
MPV 45929). Se observa un elemento horizontal con el cual se cruzan perpendicularmente por arriba
y por debajo de forma alterna seis manojos confeccionados mediante la torsión de las fibras (fig. 8b).
Procedentes del Puntal dels Llops, Alfaro Giner publicó en 1984 tres fragmentos de estera de esparto
picado elaborada mediante la técnica de cestería cruzada diagonal (MPV 45256). Está confeccionada
mediante pleitas independientes cosidas entre sí (Alfaro Giner, 1984: 157) (fig. 8c). Los fragmentos
conservados corresponden, precisamente, a la unión de dos pleitas, y es visible el cordelillo utilizado
Fig. 6. Cuerdas anchas trenzadas de esparto picado del Castellet de Bernabé (11b y c; MPV 24256) (a y c), de esparto
crudo de La Monravana (15; MPV 6439) (b) y cuerda elaborada mediante torsión del Castellet de Bernabé (2a; MPV
45931) (d). Escalas 2 cm.
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Fig. 7. Cordelillos trenzados (14; MPV 45930 y 5a; MPV 45935) (a y b), cordelillo elaborado mediante torsión (1d;
MPV 45933) del Castellet de Bernabé (c) y muestra actual de cordelillo uniendo pleitas de unas aguaderas (d) (colección
familia Varea Palomero) y en un baleo (e) (colección familia Martínez Vicente). En el primer caso (a), el cordelillo se
utilizó para unir distintos elementos, entre ellos una cuerda ancha trenzada de esparto picado. Escalas 2 cm.
para unirlas, si bien no es posible identificar si está elaborado por torsión o trenzado. En el mismo
departamento se halló un fragmento compuesto de un cordelillo elaborado por torsión, alrededor del cual
se enrolla otro cordelillo trenzado (fig. 8e) y que podría ser un asa o el extremo de la estera anteriormente
descrita (fig. 8g). En este mismo yacimiento se recuperó una pieza hasta ahora inédita (24; MPV 45923):
se trata de un fragmento de estera redonda o la base de una cesta, confeccionada mediante la técnica de
cestería en espiral, y elaborada con esparto crudo (fig. 8f).
Hemos podido identificar detalles de las técnicas de manufactura de diversos objetos. Las cuerdas
trenzadas están confeccionadas por tres ramales o haces, cada uno de los cuales está formado por entre 6
y 10 hebras, aunque llega a haber hasta 13 hebras en fragmentos de cuerda de La Monravana (15; MPV
6439). Por otro lado, seis de las diez cuerdas elaboradas mediante torsión presentan dos cabos, y los cuatro
restantes, de mayor grosor, tres. Estos se configuran antes de unirlos mediante torsión con una dirección del
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Fig. 8. Esteras de Los Villares (MPV 45919) (a), Castellet de Bernabé (MPV 45929) (b) y Puntal dels Llops (MPV
45256) (c, d y e), fragmento central de estera o base del Puntal dels Llops (MPV 45923) (f) y ejemplo actual de remate
y asa de un baleo (g) (colección familia Martínez Vicente). Escalas 2 cm.
giro contraria a la que se ha seguido en la confección de los cabos (Alfaro Giner, 1984: 187). Ahora bien,
dado que en todos los casos se trata de fragmentos mediales, no es posible definir la dirección adquirida en
cada fase de elaboración.
En lo que respecta a las esteras conservadas, se han documentado tres técnicas diferentes. La técnica
de cestería cruzada diagonal, basada en la unión de pleitas, se ha empleado en la confección de, al menos,
dos piezas. La anchura de los haces o ramales en estas manufacturas varía entre 0,4 cm en la pieza del
Puntal dels Llops (23; MPV 45256) (fig. 8c) y los 0,7 cm en la de Los Villares (18; MPV45919) (fig. 8a). El
fragmento de estera del Castellet de Bernabé (12; MPV 45929) podría ser la zona de unión de dos recinchos
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(fig. 8b). Con dudas atribuimos a una pieza de Los Villares la técnica de cestería trenzada (17; MPV 45920),
si bien el reducido tamaño de la pieza impide asegurarlo. Se observan tres fragmentos de cuerdas trenzadas
de tres manojos de 0,4 cm de anchura, dispuestas paralelamente. Esta misma técnica podría haber sido
utilizada para confeccionar una manufactura del Castellet de Bernabé (13; MPV 45928), si bien, de nuevo,
el estado de conservación impide caracterizarla con seguridad. Finalmente, se ha documentado la técnica
de cestería en espiral para confeccionar una estera circular o un cesto en el Puntal dels Llops (24; MPV
45923): se han conservado los elementos fijos dispuestos de forma concéntrica, entrelazados por fibras que
giran en espiral sobre ellos (fig. 8f).
3.4. Conservación
La conservación de la mayoría de las piezas ha sido posible gracias a su carbonización. Todos los materiales
analizados proceden de asentamientos abandonados tras episodios violentos en los que se incendiaron, total
o parcialmente, los espacios en los que se recuperaron. Ello ha permitido, paradójicamente, la conservación
de estos restos.
La excepción es una pieza de Los Villares (18; MPV 45919) cuyas fibras no están carbonizadas. Una
pequeña muestra de esta pieza fue sometida a microanálisis por energía dispersiva de rayos X, revelando
que su conservación ha sido posible gracias a la metalización por cobre (fig. 9), ya que sobre esta estera
o pleita se depositó escoria de bronce. El contacto con objetos metálicos es un agente conservador de
materias de origen vegetal: gracias a su corrosión, las sales metálicas van depositándose sobre las células
vegetales, al mismo tiempo que estas se degradan, de modo que pueden acabar reemplazándolas con el
tiempo. Además, la corrosión de los objetos metálicos puede inhibir el desarrollo de microorganismos
que descomponen la materia orgánica (Chen et al., 1998; Moulherat et al., 2002; Carrión Marco y VivesFerrándiz Sánchez, 2019). Los altos valores de sílice en esta muestra nos indican que todavía se conserva
la fibra vegetal.
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Fig. 9. Composición elemental de la pieza MPV 45919 de Los Villares-Kelin.
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4. DISCUSIÓN
4.1. ¿Una actividad invisible? El esparto en el registro arqueológico
La cultura material de una sociedad está integrada por objetos de muy distinta naturaleza. En el ámbito
mediterráneo y en condiciones normales, la materia prima condiciona la visibilidad en el registro: aquellos
elementos elaborados en materiales minerales, como los instrumentos líticos, la vajilla cerámica o los útiles
metálicos, o en materia animal dura, como hueso, asta, cuerno, marfil o concha, se conservan mejor. Por el
contrario, aquellos útiles elaborados en materias perecederas, como pieles, madera o fibras vegetales, rara
vez se conservan en el registro arqueológico. Esto puede generar una visión sesgada del pasado. Ahora bien,
la aplicación de métodos y estrategias de investigación concretas permiten matizar esa imagen, como ya se
ha demostrado en el contexto cronológico y geográfico que nos ocupa aplicando protocolos de identificación
determinados (Carrión Marco y Vives-Ferrándiz Sánchez, 2019).
El esparto es una de estas materias perecederas cuya caracterización depende de contar con condiciones
de conservación específicas y de la aplicación de métodos de investigación adecuados a su correcta
manipulación e identificación. Así, para abordar el estudio del trabajo del esparto en la antigüedad debemos
recurrir a diferentes tipos de evidencias (Hurcombe, 2014). Por un lado, contamos con testimonios directos
primarios constituidos por los propios objetos elaborados con esparto, materia prima perecedera que se
conserva en condiciones excepcionales (de extrema aridez, por ejemplo), o cuando ha sufrido procesos
de carbonización o mineralización o ha estado embebida en agua. Las cuerdas, cestas, esteras, pleitas de
esparto, así como los restos de materia prima que hemos presentado en este trabajo, constituyen evidencias
excepcionales de una actividad cotidiana con poca visibilidad por las condiciones de conservación habituales.
En el caso de haberse visto afectados por el fuego, la forma de los objetos solo se mantiene cuando no se
sobrepasa el grado de torrefacción; por el contrario, la carbonización preserva la estructura interna de
la madera, pero hace que estos elementos puedan sufrir un alto grado de fragmentación, quedando así
enmascarados entre otros restos carbonizados (residuos de combustible dispersos o elementos constructivos
colapsados con el incendio, por ejemplo). Por ello, aunque el fuego es un elemento conservador, es más
frecuente identificar estos objetos en estado de desecación, mineralización o saturados de agua (di Lernia
et al., 2012; Romero-Brugués et al., 2021).
Otro tipo son las llamadas evidencias directas secundarias, que incluye las improntas de dichos tejidos,
cestas y cuerdas en otros materiales, por motivos fortuitos, funcionales u ornamentales. En La Bastida de
les Alcusses se han recuperado goterones de plomo, procedentes de los procesos de fundición del metal en
trabajos metalúrgicos, en los que hay improntas de un objeto de esparto trenzado sin picar (fig. 10). Por otro
lado, en la base de recipientes de cerámica se han conservado estas huellas, quizás porque en el espacio de
trabajo de alfarería se manipulaba la arcilla sobre un elemento trenzado o quizás por motivos ornamentales:
es el caso de un gran recipiente de almacenamiento realizado a mano de Los Villares, fechado hacia el siglo
VI a.C., donde hay improntas de pleita de esparto (MPV 7387) (Mata Parreño, 2006: 126, fig. 4)1 o en urnas
realizadas a mano de la necrópolis de Les Moreres (Crevillent, Alicante), que se fechan entre el siglo VIII
y VII a.C., en las que se documentan improntas de diversos tipos de elementos trenzados (González Prats,
2002: 91, fig. 78; 111, fig. 95; 126, fig. 107; 144, fig. 120). En otros casos, las marcas también pudieron
realizarse conscientemente con un objetivo decorativo: es el caso de un hogar de El Oral (San Fulgencio,
Alicante) realizado con arcilla que ha conservado una decoración con improntas de elementos de esparto
(Abad y Sala, 1993).
1
Esta no es la única pieza con estas improntas en el yacimiento, pues hay ocho piezas más fechadas entre los siglos VII y VI a.C.
Agradecemos esta información a Consuelo Mata Parreño.
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C. M. Martínez Varea, Y. Carrión Marco y J. Vives-Ferrándiz Sánchez
Fig. 10. Goterón de plomo fundido con
improntas de esparto trenzado, procedente de
La Bastida de les Alcusses. Longitud 7,6 cm
(Archivo Museu de Prehistòria de València).
Las herramientas son testimonios indirectos primarios. Para el trabajo del esparto se requieren útiles
variados y específicos porque solo se usan para realizar una parte concreta del trabajo. La mayoría están
realizados en materiales perecederos, lo que dificulta su identificación arqueológica por los mismos
motivos expuestos más arriba. Así, para la recolección, tradicionalmente, se han empleado pequeños
bastones de madera o hueso, denominados arrancaderas, collazos o talisas, que no han sido identificados
en ningún yacimiento arqueológico hasta la fecha. Con el objetivo de picar el esparto, se emplea una maza
de madera y, como soporte, un tronco o una piedra. Una maza de madera de fresno del Tossal de les Basses
(Alicante) (Carrión Marco y Rosser, 2010) es un testimonio excepcional del repertorio de objetos que no
se suelen conservar; aunque no es del mismo tipo que las empleadas en el trabajo del esparto documentado
etnográficamente, no podemos descartar que fuera utilizada para el trabajo de este tipo de materia prima.
Cantos alisados o pulidos se documentan en diferentes contextos ibéricos y pudieron haber servido también
para este fin. Así, en la Illeta dels Banyets (El Campello, Alicante), Perdiguero Asensi (2016) propone
el uso de cantos para el picado, y en El Oral también se ha planteado el uso de piedras como elementos
pasivos de percusión (Abad y Sala, 1993: 174). Para el rastrillado se utiliza un peine de púas metálicas, no
identificadas en conjuntos arqueológicos de esta época hasta la fecha.
La elaboración de objetos requiere pocos instrumentos, pero son muy específicos de esta artesanía.
Las agujas esparteras son características por su morfología, que no ha cambiado hasta hoy en día: se
trata de una lámina curvada de entre unos 10 y 14 cm de longitud y 0,5-1 cm de anchura, en cuya parte
proximal, aplanada, hay uno o dos orificios. Las agujas sirvieron para unir pleitas y hacer remates. Se han
documentado en diferentes yacimientos de época ibérica; por ejemplo, en La Bastida de les Alcusses y en
Covalta (Albaida, Valencia) hay diferentes tipos de agujas de hierro, incluyendo las de pleita que son largas,
anchas y curvadas, y agujas rectas (fig. 11). El instrumental para corte incluiría diferentes herramientas,
desde tijeras formadas por dos hojas unidas por una barra curva a modo de muelle, hasta cuchillos, pequeñas
hoces y otros instrumentos cortantes. Finalmente, una serie de herramientas como punzones rectos pudieron
ser elementos multifuncionales, utilizados en diferentes artesanías (Pla, 1968).
Las representaciones de cestería o elementos relacionados con el esparto son excepcionales y constituyen
una fuente de información indirecta y secundaria sobre estos objetos. Dentro de este grupo podemos incluir
los objetos esqueumórficos, que son aquellos que retienen elementos u ornamentos de otros materiales
y que con frecuencia ya no son necesarios para su funcionamiento. Este aspecto ha sido poco tratado
por la investigación y, aunque no es este el lugar para entrar en detalles, queremos apuntar que parte del
repertorio cerámico de cocina y almacenaje de la Edad del Hierro presenta elementos visuales que refieren
formalmente a los contenedores hechos con fibras vegetales y con elementos vegetales como cuerdas. Sin
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Fig. 11. Agujas y tijeras de hierro de La Bastida de les Alcusses. Longitudes máximas: a) 13,9 cm; b) 10,5 cm; c) 16 cm;
d) 21 cm (Archivo Museu de Prehistòria de València).
ánimo de ser exhaustivos encontramos desde recipientes, como cestas o lebrillos con asas de espuertas,
hasta elementos concretos aplicados, como cordones en ollas o asas trenzadas en jarras o tinajas (Mata
Parreño y Bonet Rosado, 1992; Bonet Rosado, 1995: 148, n. 318; 73, n. 15; 174, n. 42).
En definitiva, a través de los cuatro tipos de testimonios vemos que el esparto formó parte de la vida
cotidiana durante la Edad del Hierro en el este peninsular y que una estrategia y metodología encaminada a
su identificación permite visibilizar su presencia en los contextos arqueológicos.
4.2. Artefactos cotidianos, artefactos privativos
“…quien desee valorar debidamente este portento de planta tiene que imaginarse cuan amplio uso se hace
del esparto en todos los países en las arboladuras de los navíos, en los andamiajes de los edificios en
construcción y en otras necesidades de la vida.”
Así expresaba Plinio el Viejo (HN, XIX, 8, 28-30; Bejarano, 1987: 157) las amplias posibilidades de
usos y funcionalidades del esparto, que abarcan objetos y elementos para el trabajo agropecuario, para
las necesidades de las personas en el ámbito de la casa, como equipamientos residenciales, elementos
personales o de la indumentaria: cuerdas, cestas, colmenas, cinchas, baleos, fundas, serones, esparteñas,
redes, esteras, cofines, aguaderas, etc. Si bien hay criterios diferentes para clasificar el amplio repertorio de
objetos de esparto, según su forma, tamaño, uso, etc. (Fajardo et al., 2015), seguiremos un criterio funcional
para relacionar los objetos arqueológicos documentados con sus contextos.
Las cuerdas son los elementos más abundantes pero ninguno de los contextos nos permite especificar
usos. Fueron versátiles para hacer ligaduras, amarres, sujeciones, etc. y hemos podido distinguir las cuerdas
–normalmente de anchuras en torno a 1 cm– de los cordelillos finos –de anchuras inferiores a 0,6 cm– que
unían elementos complejos. Con todo, en los asentamientos que hemos estudiado no hay cuerdas gruesas, del
tipo sogas o maromas, como las documentadas en El Cigarralejo (Mula, Murcia) (Alfaro Giner, 1984: 193)
compuestas por elementos trenzados sobre los que se enroscan otras cuerdas con diámetros de unos 2 cm.
Las longitudes máximas conservadas en el repertorio analizado no sobrepasan los 15 cm, pero sin duda hubo
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cuerdas muy largas porque de La Monravana (15; MPV 6439) procede un ejemplar constituido por un número
mínimo de 40 fragmentos cortados (¿quizás fragmentados en el momento de la extracción en excavación en
1958 y para su almacenamiento en el museo?). Tienen el mismo grosor y las hebras no están sometidas a
ningún tipo de torsión, lo que nos lleva a considerar que se trata de una misma cuerda que pudo sobrepasar los
4 m de longitud. No es un caso excepcional, pues en Coimbra del Barranco Ancho también se ha documentado
una cuerda de unos 4-5 m recuperada en la denominada casa M (Gallardo Carrillo et al., 2017).
Los usos de las cuerdas debieron de ser diversos, desde colgar recipientes cerámicos, como se ha
documentado en el Tossal de les Basses donde hay un fragmento con restos de esparto en torno al borde2
hasta la unión de vigas y postes en la construcción, como se ha dado a conocer en Peñalosa (Baños de la
Encina, Jaén), en contextos del Bronce argárico (Contreras Cortés, 2010). En El Amarejo (Bonete, Albacete)
hay fragmentos de cuerdas que se relacionan con un uso ritual del depósito votivo de los siglos IV-III a.C.
(Broncano Rodríguez, 1989). Por nuestra parte, no tenemos datos contextuales para precisar los usos, pero
todos fueron asentamientos permanentes con vocación agropecuaria. Las cuerdas están documentadas en
espacios identificados como viviendas, talleres y almacenes en el Puntal dels Llops y en el Castellet de
Bernabé. En este último, hay cuerdas en la calle (cata 4, que corresponde al sector oriental de la plaza)
(Guérin, 2003: 77) y en tres espacios (departamentos 12, 13 y 27) que pudieron tener dos plantas debido
a las escaleras de obra adosadas a ellos. Aunque en dos de ellos hubo actividad metalúrgica –de plomo en
el 13 y, con más dudas, de hierro en el 12 (Guérin 2003: 265-266)–, no hay datos para poder relacionar
indudablemente las cuerdas con las actividades mencionadas o con alguna fase del trabajo metalúrgico.
Las esteras son elementos que estaban sobre el pavimento de algunas estancias, como el departamento
4 del Puntal dels Llops, en la vivienda 2 de Los Villares y en el Castellet de Bernabé. En este último
asentamiento, se documentó en el departamento 22, que es un pequeño recinto que forma parte de una
destacada casa de cinco habitaciones (Guérin 2003: 38 y 261).3 Aquí también se localizó un fragmento en
la calle, que podría explicarse porque también había objetos en los espacios de circulación o porque las
rebuscas o saqueos con motivo del abandono del yacimiento, bien documentadas, los dispersaron. Según
Alfaro Giner (1997: 196), las esteras del Puntal dels Llops y el Castellet de Bernabé, así como las de El
Cigarralejo, pudieron ser empleadas para dormir, aunque los datos contextuales no permiten confirmarlo.
Cabe destacar que las esteras que estaban elaboradas con esparto picado se encuentran en espacios
socialmente diferentes. Así, el ajuar y equipamiento de la vivienda 2 de Los Villares destaca sobre las casas
del resto del asentamiento (Mata Parreño, 2019). Por su parte, el Puntal dels Llops, que fue un pequeño
fortín con 17 estancias distribuidas a ambos lados de una calle central, sirvió de residencia a un caballero
de alto rango con su familia y sirvientes. De hecho, el departamento 4, de donde procede la estera MPV
45256, es el reciento más rico en ajuares, incluyendo una completa panoplia de jinete y caballo (Bonet
Rosado y Mata Parreño, 2002). Estos objetos de esparto picado pudieron considerarse de mayor calidad por
su suavidad y plasticidad, y contribuirían a la distinción social de las estancias.
Otras evidencias arqueológicas apuntan a usos específicos del esparto: como aislante en la Illeta dels
Banyets (Perdiguero Asensi, 2016), para la confección de cofines para el prensado de olivas en este mismo
yacimiento (Martínez Carmona, 2014), como filtro de las impurezas de la miel sobre embudos cerámicos
en Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia),4 o para la fabricación de esteras utilizadas en trabajos
de alfarería (Alfaro Giner, 1997: 207). Este último uso queda también atestiguado por las improntas que
quedan de estas esteras en las bases de los recipientes cerámicos, como en las piezas elaboradas a mano
de Los Villares o Les Moreres que hemos mencionado arriba. Su presencia también está documentada en
espacios con talleres metalúrgicos, desde cuerdas en un taller del Castellet de Bernabé hasta fragmentos
2
3
4
Documentado en excavación por ARPA Patrimonio S.L. Información inédita facilitada por F. A. Molina Mas.
No hemos localizado esta pieza entre los materiales depositados en el Museo de Prehistoria de Valencia pero se menciona en la
memoria de excavación.
https://www.um.es/coimbra/?page_id=391
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La artesanía del esparto durante la Edad del Hierro
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de pleita de Los Villares conservada por la mineralización provocada por el contacto con escoria de cobre
o bronce. Las improntas sobre goterones de plomo en La Bastida de les Alcusses invitan a pensar que
había objetos de esparto indeterminados (¿esteras? ¿cestos?) en contextos donde se fundía el metal, pero
no podemos concretar la funcionalidad de los objetos trenzados en los espacios de trabajo metalúrgico. En
todo caso, en actividades mineras y metalúrgicas de época romana el equipamiento elaborado con esparto
(cestos, cuerdas, calzado, etc.) debió tener un papel relevante (Gosner 2021).
4.3. Las escalas de la artesanía doméstica
El esparto crece en gran parte de la península ibérica, siendo muy común en las zonas cálidas de montañas
bajas y medias. Lo hace en espacios abiertos, sobre suelos secos y pedregosos, normalmente de forma
dispersa, aunque puede formar comunidades extensas (Maestre et al., 2007; Fos y Codoñer, 2011: 101). Se
ha sugerido que los espartales actúan como etapas intermedias en la degradación de encinares, pinares de
pino carrasco o matorrales esclerófilos mediterráneos dominados por especies como la coscoja, el lentisco y
el espino negro. La presencia de esparto es, pues, compatible con el paisaje que se desarrollaría en el entorno
de los yacimientos de nuestro estudio, ya que los análisis paleobotánicos indican la existencia de paisajes
de pino carrasco y otras especies características de la vegetación esclerófila mediterránea, como acebuche,
lentisco, carrasca/coscoja, romero, madroño o leguminosas, entre otras. El uso de estos recursos leñosos
está ampliamente documentado, tanto para cubrir las necesidades de combustible en ámbito doméstico y
artesanal, como su empleo para la elaboración de enseres, elementos constructivos, muebles, etc. (Grau,
1990; Carrión Marco, 2005; Pérez Jordà et al., 2011). Los datos apuntan a que, en general, todas estas
necesidades se satisfacían con maderas locales, sin preferencias marcadas para los usos no especializados,
aunque hay una predilección, por ejemplo, del pino y la carrasca, para la construcción. El aprovechamiento
sistemático de un gran número de especies que estarían disponibles en el entorno lleva a pensar en un
abanico más amplio de plantas utilizadas, que no habrían quedado representadas en el registro (caso de
otras herbáceas), salvo en condiciones excepcionales, como es el caso que nos ocupa.
La presencia de acumulaciones de esparto en algunos de los contextos estudiados podría indicar que
el acopio de materia prima se haría en espacios próximos a la casa y que este trabajo se realizaba en el
espacio doméstico. En el Tossal de Sant Miquel hay restos de esparto no trabajado en el departamento
19 (MPV 45918) considerado una despensa del contiguo departamento 20. También en La Bastida de les
Alcusses hay hojas de esparto sin trabajar (MPV 47774) en una estancia con agujas esparteras y un telar
(departamento 277) ubicada en una casa del sector occidental (fig. 12). Finalmente, también hay hojas de
esparto no tratadas en la calle del Puntal dels Llops, junto al departamento 5 (MPV 47777).
Hasta época reciente, el trabajo del esparto ha sido una actividad común, realizada en el ámbito
doméstico preferentemente durante los meses de invierno, cuando se elaboraban elementos que podemos
considerar sencillos o se reparaban otros, y con una especialización en la confección de piezas complejas.
Así, las cuerdas elaboradas mediante trenzado son más sencillas, de manera que una única persona puede
confeccionarlas, mientras que las cuerdas logradas mediante torsión requieren la participación de dos o tres
personas (Alfaro Giner, 1984). Con los datos presentados podemos plantear que en época ibérica habría una
organización del trabajo con diferentes grados de especialización, según la pericia de las personas y el destino
de los objetos manufacturados: por un lado, se daría un trabajo para elaborar elementos sencillos (cuerdas
trenzadas, que de hecho son los elementos más frecuentes en nuestro conjunto, y elementos elaborados
mediante pleitas de esparto crudo) o reparaciones; por otro lado, habría una artesanía especializada que
llevaría a cabo la confección de objetos complejos, por ejemplo, esteras de esparto picado, a las cuales solo
accederían las élites. Hemos visto que las esteras de esparto picado se concentran en espacios destacados
socialmente. Paradigmático es el contexto del Puntal dels Llops, con la estera de esparto picado en el
departamento 4 cuya riqueza material es manifiesta sobre el resto.
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C. M. Martínez Varea, Y. Carrión Marco y J. Vives-Ferrándiz Sánchez
Agujas esparteras
Impronta en plomo
Fig. 12. Distribución de las agujas esparteras y de los goterones de plomo con improntas de esparto en La Bastida de les
Alcusses. El área sombreada en gris indica el almacén central y el punto verde el departamento 277.
Al margen de los aspectos que atañen a la especialización del trabajo, queremos concluir con un
comentario relativo a su escala, según sea doméstica o supradoméstica. Existen pocas evidencias de
espacios que puedan definirse como talleres para el trabajo del esparto. Aunque es difícil su identificación
arqueológica debido a la sencillez de las infraestructuras, estos requerirían de lugares amplios, como patios,
así como estructuras para el cocido de la materia prima. Estos rasgos solo han sido documentados en la
Illeta dels Banyets, en la denominada “Casa del Horno” (Perdiguero Asensi, 2016). La casi total ausencia
de estas evidencias nos lleva a pensar que se trabajaría en espacios domésticos habilitados para tal fin, tanto
para hacer piezas sencillas como las más especializadas, y a diferentes escalas. Diversos estudios indican
que desde el ámbito doméstico o comunitario se puede dar una especialización tanto de productos como de
conocimientos técnicos (Gosner, 2021: 14).
La distribución de las herramientas en los asentamientos nos puede dar más argumentos en este sentido.
Solo en el oppidum de La Bastida de les Alcusses contamos con datos estadísticamente representativos
de su distribución espacial. En la zona excavada hay 33 agujas esparteras (fig. 12) que se reparten
irregularmente en diversos espacios domésticos del asentamiento, y doce de ellas se ubican en diferentes
espacios abiertos adyacentes a un almacén colectivo. Este panorama indica que parte de la manufactura
del esparto se realizaba en las casas, bien para uso propio, bien para su intercambio o comercialización,
pero también había un trabajo a escala supradoméstica vinculado a los espacios públicos del oppidum, al
igual que se ha planteado para otras actividades económicas de este lugar (Vives-Ferrándiz Sánchez, 2022).
Desgraciadamente, no sabemos qué objetos se producían en cada uno de los espacios señalados –¿las agujas
en torno al almacén estarían vinculadas a la producción de contenedores de esparto?– o si diferían entre
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La artesanía del esparto durante la Edad del Hierro
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ellos, y tampoco podemos contrastar esta significativa distribución con los datos de otros asentamientos,
pues La Bastida es el único asentamiento ibérico donde contamos con la suficiente información para
elaborar este tipo de análisis.
5. CONCLUSIONES
Con este trabajo hemos pretendido contribuir al conocimiento de las técnicas y las tipologías en la manufactura
de fibras vegetales desde una perspectiva arqueológica. Se han documentado las formas materiales del
trabajo de dos fibras vegetales –esparto y enea– en asentamientos de diferentes cronologías, funcionalidades
y tradiciones culturales fechados en la Edad del Hierro. En las muestras estudiadas, que abarcan un arco
temporal entre el siglo VI y el II a.C., se han reconocido diferentes preparaciones de la materia prima,
técnicas y la confección de objetos con diversos grados de especialización y escala organizativa.
Aunque el repertorio es reducido y sesgado por los problemas de conservación de este tipo de materiales,
hemos otorgado profundidad y especificidad histórica y cultural a unas artesanías consideradas, hoy en
día, parte de un patrimonio material e inmaterial valioso que debe salvaguardarse. La mecanización y
la introducción de nuevas materias primas plásticas a partir de mediados del siglo XX conllevaron el
progresivo abandono del uso de las materias vegetales, reducidas a la elaboración de objetos artesanales
descentrados de la vida cotidiana y el trabajo agrario a los que habían estado vinculados durante milenios.
Desde la arqueología podemos contribuir al conocimiento de unas artesanías que configuran gran parte de
la cultura material de las sociedades del pasado, a través de su contextualización histórica y cultural. Visto
en perspectiva histórica, es destacable la continuidad desde la antigüedad en el uso de técnicas y modos de
confeccionar objetos hasta nuestros días.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Helena Bonet Rosado y Consuelo Mata Parreño su ayuda en la identificación del material del Puntal
dels Llops con la documentación de las excavaciones y su interés por el desarrollo de este trabajo, y a María Martín
Seijo por su revisión del manuscrito original.
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APL XXXV, 2024
[page-n-25]
Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXV, 2024, e2
Permanent IRI: http://mupreva.org/pub/1621
Creative Commons BY-NC-SA 4.0 ES
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Carmen María MARTÍNEZ VAREA a, Yolanda CARRIÓN MARCO b
y Jaime VIVES-FERRÁNDIZ SÁNCHEZ c
La artesanía del esparto durante la Edad
del Hierro. Estudio de las colecciones
del Museu de Prehistòria de València
RESUMEN: Desde el Paleolítico, las fibras vegetales han formado parte de la cultura material de
los grupos humanos pero su carácter perecedero dificulta su conservación y documentación en los
yacimientos arqueológicos. Esto provoca una visión sesgada de las artesanías en el pasado que puede
ser corregida con una metodología interdisciplinar. En este trabajo proponemos una aplicación de
esta metodología al estudio de una colección de objetos elaborados con fibras vegetales datados entre
los siglos VI-V y III-II a.C. El análisis arqueobotánico, morfológico y tecnológico de los restos ha
permitido identificar diferentes preparaciones, técnicas y grados de especialización en la artesanía del
esparto de época ibérica.
PALABRAS CLAVE: cultura ibérica, cestería, cuerda, estera, fibras vegetales.
Esparto handicrafts during the Iron Age. A study of the collections
of the Museum of Prehistory in Valencia
ABSTRACT: Plant fibers have been part of the material culture of human groups from the Palaeolithic.
However, their perishable character hinders their preservation and documentation in archaeological
sites. Their misrepresentation produces a biased perception of the past handicrafts that can be overcome
with an interdisciplinary methodology. In this paper, we apply this methodology to the study of an
assemblage of objects made with plant fibers, dating from 6th-5th century to 3rd-2nd century. Based
on their archaeobotanical, morphological and technical study, we have identified different processes,
techniques and specialization degrees of the Iberian esparto handicrafts.
KEYWORDS: Iberian culture, basketry, cord, mat, plant fiber.
a
b
c
GIR PREHUSAL - Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología, Universidad de Salamanca.
carmarv@usal.es | https://orcid.org/0000-0003-0680-2605
PREMEDOC-GIUV2015-213. Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de
València. yolanda.carrion@uv.es | https://orcid.org/0000-0003-4064-249X
Servei d’Investigació Prehistòrica, Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
jaime.vivesferrandiz@dival.es | https://orcid.org/0000-0003-0812-8351
Recibido: 12/12/2023. Aceptado: 15/01/2024. Publicado en línea: 18/04/2024.
[page-n-2]
2
C. M. Martínez Varea, Y. Carrión Marco y J. Vives-Ferrándiz Sánchez
1. INTRODUCCIÓN
El trabajo de las materias primas vegetales ha estado unido a la humanidad desde el Paleolítico.
Evidencias como las de Abri du Maras (Ardèche, Francia) (Hardy et al., 2020), Dzudzuana (Imereti,
Georgia) (Kvavadze et al., 2009), Lascaux (Dordogne, Francia) (Delluc y Delluc, 1979), Ohalo II
(Kinneret, Israel) (Nadel et al., 1994), Santa Maira (Alicante, España) (Aura et al., 2020) o Cueva de
los Murciélagos de Albuñol (Granada, España) (Martínez-Sevilla et al., 2023) manifiestan el control
de estas técnicas desde hace al menos 50.000 años. A partir del Neolítico las evidencias de cestería se
incrementan, posiblemente por un aumento de las necesidades de almacenamiento doméstico, como
muestran los conjuntos excepcionales de la ya mencionada Cueva de los Murciélagos (Góngora, 1868
citado en Badal et al., 2016: 272-273; Alfaro Giner, 1980; Martínez-Sevilla et al., 2023), Cueva del Toro
(Málaga, España) (Martín Socas y Cámalich Massieu, 2004) o La Draga (Girona, España) (Piqué et al.,
2018; Romero-Brugués et al., 2021). Para el periodo Calcolítico y de la Edad del Bronce se conocen
abundantes elementos de esparto y otras materias primas vegetales (junco, enea…), como en Fuente
Álamo (Almería), Castellón Alto (Granada) (Buxó, 2010), Terlinques, Cabezo Redondo (Alicante),
Lloma de Betxí (Valencia), etc. (López Mira, 2001, 2009).
En la Edad del Hierro, se han documentado elementos de cestería en varios yacimientos peninsulares, en
algunos casos en estados de conservación excepcionales, que permiten atestiguar la maestría de la técnica,
así como la ubicuidad de estos elementos, que, sin embargo, no se conservan más que en condiciones
concretas (Alfaro Giner, 1984). Contamos también con instrumental de trabajo como agujas de hierro,
punzones o tijeras (Pla, 1968), si bien gran parte del utillaje estaría realizado, sobre todo, en material
perecedero. Para este periodo disponemos, además, de las referencias de las fuentes clásicas griegas y
romanas, en las que la península se denomina “Spartarion Pedion” o “Campus Spartarius”, en alusión a las
grandes extensiones de esparto del sureste peninsular. Estrabón menciona que desde la península ibérica
se exportaba esparto a otras partes del Imperio romano (Estrabón, III, 4, 9, en Rabanal, 1985: 43) y Plinio
insiste en la importancia del esparto en Iberia (Historia Natural XXXVII, 13, 203, en Rabanal, 1985: 7879). También Q. Horacio Flacco (Epodos, IV, 2, en Rabanal, 1985: 63) y Plinio (Historia Natural, XIX,
26-30, en Rabanal, 1985: 76-77; Bejarano, 1987: 156-157), detallan métodos de recolección y señalan el
prestigio de las cuerdas de esparto ibéricas. Los tratados de agricultura de Catón (De Agricultura) y Varrón
(Res Rusticae) refieren usos cotidianos de las fibras vegetales, concretamente del esparto, en las actividades
agrarias (Alfaro Giner, 1984).
Las condiciones especiales que requieren estos artefactos elaborados en materiales perecederos para
conservarse explican su escasa frecuencia en el registro arqueológico. Ahora bien, debieron ser una parte
fundamental de la cultura material de las sociedades del pasado. Su infrarrepresentación genera una visión
sesgada que, sin embargo, podemos matizar aplicando métodos y estrategias de investigación concretas
que se han demostrado válidas en el contexto cronológico que nos ocupa (Carrión Marco y Vives-Ferrándiz
Sánchez, 2019). El hecho de que sean parcialmente invisibles no debería ser razón para considerarlos
elementos no esenciales por parte del pensamiento arqueológico (Hurcombe, 2014). Así, un primer paso
para empezar a incrementar nuestro conocimiento histórico sobre los usos y el trabajo de las fibras vegetales
es la recopilación e identificación de evidencias directas e indirectas en un marco definido metodológica
y teóricamente. Nuestra mirada a la experiencia artesanal se basa en la materialidad de las secuencias
operativas de manufactura, identificando desde la materia prima hasta su procesado, las técnicas de
elaboración y la funcionalidad a partir de los objetos, sus improntas, los útiles y sus contextos.
Así, en este trabajo presentamos un conjunto de evidencias directas, es decir, objetos realizados en fibras
vegetales, recuperados en diferentes yacimientos valencianos datados en la Edad del Hierro, y que forman
parte de los fondos depositados y conservados en el Museu de Prehistòria de València (en adelante MPV).
En la discusión incorporamos también evidencias indirectas, como las improntas de los objetos conservadas
en diferentes materiales y los propios útiles o herramientas.
APL XXXV, 2024
[page-n-3]
La artesanía del esparto durante la Edad del Hierro
3
La fundación del Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) y su museo en 1927 marcó un punto
de inflexión en el desarrollo de la arqueología valenciana en general, y la cultura ibérica en particular.
Desde sus inicios el museo se concibió con el objetivo de crear una colección arqueológica a través de sus
propias excavaciones en el territorio valenciano (de Pedro Michó, 2006). Entre todos ellos destacamos la
investigación sobre la cultura ibérica impulsada con proyectos de excavación y estudio de colecciones,
así como iniciativas encaminadas a la divulgación y la puesta en valor patrimonial, como exposiciones y
trabajos de musealización de yacimientos (Bonet Rosado et al., 2017). Así, en diferentes etapas se iniciaron
los proyectos de excavación de los asentamientos que tratamos en este estudio, como La Bastida de les
Alcusses (Moixent) en 1928, el Tossal de Sant Miquel (Llíria) en 1933, Los Villares (Caudete de las
Fuentes) en 1956, La Monravana (Llíria) en 1958, el Puntal dels Llops (Olocau) en 1978 y el Castellet de
Bernabé (Llíria) en 1984, y cuyos materiales se conservan en los almacenes del museo.
Los yacimientos abarcan cronologías entre los siglos VI-V y el III-II a.C. Todos ellos son contextos de
hábitat, aunque mantienen diferencias en la organización interna y en su relación con el territorio (fig. 1).
El material más numeroso que tratamos procede de los asentamientos del antiguo territorio de la ciudad
de Edeta, identificada en el Tossal de Sant Miquel (Bonet Rosado, 1995). En esta área se han identificado
pequeños asentamientos dedicados a la explotación de los recursos agrícolas y ganaderos, como el Castellet
de Bernabé o La Monravana, y una red defensiva de fortines, como el Puntal dels Llops (Bonet Rosado et al.,
2007). Todos estos lugares fueron abandonados violentamente en el tránsito del siglo III al II a.C. y se han
documentado incendios que carbonizaron los materiales vegetales. Por su parte, La Bastida de les Alcusses
es un oppidum amurallado que controlaba recursos y territorio en la cabecera del río Cànyoles. Fue también
destruido con violencia hacia el 325 a.C. (Vives-Ferrándiz Sánchez, 2022). Finalmente, Los Villares es un
gran asentamiento con una dilatada ocupación entre los siglos VII y I a.C. y que ha sido identificado con la
antigua ciudad de Kelin, que ejerció el control sobre un amplio territorio con asentamientos dependientes
(Mata Parreño, 2019).
Hasta la fecha solo algunos objetos realizados en fibras vegetales habían sido publicados (por ejemplo,
del Puntal dels Llops: Alfaro Giner, 1984; Bonet Rosado y Mata Parreño, 2002). La gran mayoría ha
permanecido inédita o contaba con referencias genéricas en las publicaciones, y sin identificación
arqueobotánica ni morfotecnológica.
Fig. 1. Localización de los
yacimientos estudiados en este
trabajo (mapa de elaboración
propia a partir del Institut
Cartogràfic Valencià).
APL XXXV, 2024
[page-n-4]
4
C. M. Martínez Varea, Y. Carrión Marco y J. Vives-Ferrándiz Sánchez
2. MATERIALES Y MÉTODOS
Se han estudiado 63 piezas arqueológicas procedentes de seis yacimientos: el Castellet de Bernabé (Llíria)
(Guérin, 2003) (44 piezas), el Puntal dels Llops (Olocau) (Bonet Rosado y Mata Parreño, 2002) (12 piezas),
La Monravana (Fletcher, 1947) (tres piezas), Los Villares (Caudete de las Fuentes) (Mata Parreño, 1991,
2019) (dos piezas), el Tossal de Sant Miquel (Llíria) (Bonet Rosado, 1995) (una pieza) y La Bastida de
les Alcusses (Moixent) (Bonet Rosado y Vives-Ferrándiz Sánchez, 2011) (una pieza). Estos asentamientos
representan diferentes ámbitos culturales ibéricos y abarcan un arco cronológico que va desde el siglo
VI-V a.C. hasta inicios del siglo II a.C. Salvo una de las muestras que está mineralizada, todas han sufrido
un proceso de carbonización que ha permitido la conservación de las fibras (que, de otro modo, habrían
desaparecido por procesos naturales de biodegradación al tratarse de un material muy frágil), pero también
la conservación de la forma, ya que la combustión se detuvo antes de que fueran reducidas a cenizas; el
estado de conservación es variable, desde algunas que conservan la estructura de la pieza trabajada, hasta
otras que presentan un aspecto más desestructurado (tabla 1).
Tabla 1. Identificación, contexto, cronología y características de los objetos estudiados. Tipo de trabajo:
torsión (To.); trenzado (Tr.). Materia prima (MP): esparto (E.); enea (En.). Elementos: hebras, manojos y
pleitas expresados en número. Medidas: longitud (L.), anchura (A.) y grosor (G.) expresados en cm.
Yacimiento Pieza
Castellet
de Bernabé
1
MPV
Área
Objeto
Tipo MP Trabajo
Elementos Entramado Medidas (L/A/G)
Datación
a 45933 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/2/-
1,3 / 0,4 / 0,4
III-II a.C.
b 45933 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/2/-
1,2 / 0,4 /0,4
c 45933 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
- / 2 /-
3,0 / 0,5 / 0,5
d 45933 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
- / 2 /-
5,9 / 0,5 /0,5
e 45933 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/2/-
3,1 / 0,5 / 0,5
a 45931 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/3/-
6,1 / 1 / 1
b 45931 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/3/-
5,6 / 1,1 / 1,1
c 45931 Cata 4
Cuerda
To.
E.
Picado
-/3/-
4,9 / 1,4 / 1,3
Capa 1
Capa 1
Capa 1
Capa 1
Capa 1
2
Capa 1
Capa 1
Capa 1
III-II a.C.
3
45927 V. 13
Suelo
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
8-10 / 3 / -
5,9 / 1,0 / 0,6
4
45926 V. 13
Capa 3
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
10 / 3 / -
3,6 / 1,2-1,6 / 0,5-0,9 III-II a.C.
5
a 45935 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
7,2 / 0,4 / 0,3
b 45935 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
2,1 / 0,5 / 0,3
c 45935 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
2,4 / 0,5 / 0,4
d 45935 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
3,0 / 0,5 / 0,5
Capa 1
Capa 1
Capa 1
Capa 1
APL XXXV, 2024
III-II a.C.
III-II a.C.
[page-n-5]
La artesanía del esparto durante la Edad del Hierro
5
Tabla 1. (cont.)
Yacimiento Pieza
MPV
Área
Objeto
Tipo MP Trabajo
Elementos Entramado Medidas (L/A/G)
e 45935 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
3,0 / 0,5 / 0,5
f 45932 Cata 4
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
2,9 / 0,9 / 0,5
Capa 1
Capa 1
Datación
6
45934 Cata 4
Capa 1
Nudo
Tr.
E.
Picado
-
4,5 / 3,1 / 1,6
III-II a.C.
7
48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
4/3/-
7,7 / 0,4 / 0,4
III-II a.C.
III-II a.C.
8
9
a 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
6/3/-
7,0 / 0,7 / 0,4
b 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
7-8 / 3 / -
6,7 / 0,7 / 0,5
c 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
6/3/-
14,1 / 0,8 / 0,5
d 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
- / 3 /-
6,5 / 0,8 / 0,5
e 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
6/3/-
11,7 / 0,8 / 0,5
f 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
6-7 / 3 / -
9,3 / 0,8 / 0,5
g 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
6/3/-
6,9 / 0,8 / 0,5
h 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
7/3/-
6,9 / 0,9 / 0,5
a 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
9/3/-
7,2 / 0,9 / 0,5
b 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
8-10 / 3 / -
13,3 / 0,9 / 0,5
c 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
8/3/-
11,5 / 0,9 / 0,5
d 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
-/3/-
8,7 / 1,0 / 0,5
e 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
8/3/-
10,1 / 1 / 0,7
III-II a.C.
f 48678 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
10 / 3 / -
9,3 / 1,0 / 0,6
g 48678 D. 27
Cuerda
Nudo
Tr.
E.
Crudo
-/3/-
4,4 / 1,9 / 1,4
h 48678 D. 27
Cuerda
Nudo
Tr.
E.
Crudo
-/3/-
3,5 / 2,2 / 1,4
64796 V. 12
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
2,2 / 0,6 / 0,6
III-II a. C.
11 a 24256 D. 27
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
7,2 / 0,9 / 0,5
III-II a. C.
b 24256 D. 27
Cuerda
Nudo
Tr.
E.
Picado
-/3/-
15,3 / 0,9 / 0,4
c 24256 D. 27
Cuerda
Nudo
Tr.
E.
Picado
-/3/-
15,1 / 1,4 / 0,4
Estera
E.
Picado
13 a 45928 V. 13
Pleita o Tr.
estera
E.
Crudo
b 45928 V. 13
Pleita o Tr.
estera
E.
c 45928 V. 13
Pleita o Tr.
estera
¿Cesta? Tr.
10
12
45929 Cata 4
Capa 1
Suelo
Suelo
Suelo
14
45930 Cata 4
Capa 1
cf. Cestería 6,2 / 4,3 / 0,8
diagonal
cruzada
III-II a. C.
>13 / - / -
Cestería
trenzada?
5,2 / 2,6 / 1,5
III-II a. C.
Crudo
>13 / - / -
Cestería
trenzada?
3,5 / 1,8 / 0,8
E.
Crudo
>13 / - / -
Cestería
trenzada?
4,2 / 1,5 / 0,9
E.
Crudo
Picado
10 / 3 / -
9,3 / 2,1 / 1,1
III-II a. C.
APL XXXV, 2024
[page-n-6]
6
C. M. Martínez Varea, Y. Carrión Marco y J. Vives-Ferrándiz Sánchez
Tabla 1. (cont.)
Yacimiento Pieza
Monravana
15
Área
Objeto
45936 Cata 4
Capa 1
Materia
prima
6439
Tipo MP Trabajo
Elementos Entramado Medidas (L/A/G)
Datación
En. Crudo
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
8-13 / 3 / -
9,6-13 / 1,1-1,3 / 0,7 III-II a. C.
16 a 47773
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
10-12 / 3 / -
8,3 / 1,3 / -
b 47773
Cuerda
Tr.
E.
Crudo
10-12 / 3 / -
8,3 / 1,3 / -
cf. estera Tr.
E.
Picado
-/3/-
Cestería
trenzada
Cestería
diagonal
cruzada
Los Villares/ 17
Kelin
Puntal
dels Llops
MPV
45920 V. 2-E3
0119
- / 1,6 / 0,4
III-II a. C.
II a.C.
18
45919 C. XXI- Pleita
III
Capa 6
Tr.
E.
Picado?
10 / - / -
19
45922 D. 4
Capa 1
Cuerda
To.
E.
Picado
-/2/-
4,1 / 0,9 / 0,7
III-II a. C.
20
45924 D. 4
Capa 1
Cuerda
To.
E.
Picado
-/3/-
5,8 / 1,7 / 1
III-II a. C.
21
45921 D. 4
Capa 1
Cuerda
Tr.
E.
Picado
-/3/-
5,1 / 1 / -
III-II a. C.
22
47776 I-cata
D-b
Capa 4
Cuerda
Nudo
E.
Picado
1,4 / 0,9 / -
III-II a. C.
III-II a. C.
VI-V a.C.
23 a 45256 D. 4
Estera
Tr.
E.
Picado
-/-/2
Rastrillado
Cestería
diagonal
cruzada
3,9 / 3,2 / -
b 45256 D. 4
Estera
Tr.
E.
Picado
-/-/2
Rastrillado
Cestería
diagonal
cruzada
2,3 / 1,8 / -
c 45256 D. 4
Estera
Tr.
E.
Picado
Rastrillado
Cestería
diagonal
cruzada
5 / 3,5 / -
d 45256 D. 4
Estera Tr.
(extremo
o asa)
E.
Picado
Capa 4
Capa 4
Capa 4
Capa 4
4 / 1,2 / -
24
45923 D. 4
Capa 1
Estera
E.
Crudo
25
45925 D. 4
Capa 1
Indet.
E.
Crudo
Picado
III-II a. C.
47775 I-cata
D-b
Capa 5
Materia
prima
E.
Crudo
III-II a. C.
47777 Calle/
D. 5
Capa 2
Materia
prima
E.
Crudo
III-II a. C.
Tossal de
Sant Miquel
45918 D. 19
Capa 3
Materia
prima
E.
Crudo
III-II a. C.
Bastida de
les Alcusses
47774 D. 277
1166
Materia
prima
E.
Crudo
IV a. C.
APL XXXV, 2024
Cestería
en espiral
5,2 / 3,9 / 0,7
III-II a. C.
[page-n-7]
La artesanía del esparto durante la Edad del Hierro
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Hemos combinado una metodología que podríamos denominar como “clásica”, de carácter descriptivo,
con métodos actuales de la arqueometría, encaminada a la identificación arqueobotánica, morfológica y
tecnológica de cada pieza. En primer lugar, se ha realizado un estudio macroscópico de los materiales
con el objetivo de determinar el procesado de la materia prima y la técnica de elaboración, efectuando un
análisis descriptivo de las piezas de acuerdo con la nomenclatura empleada por Alfaro Giner (1984) y Pardo
de Santayana et al. (2014). Para ello hemos utilizado una lupa binocular Leica M165C con aumentos entre
3,75x y 60x. Además, se ha diseñado una base de datos ad hoc y se ha consultado literatura especializada
etnobotánica (Rivera y Obón, 1991; Pardo de Santayana et al., 2014; Fajardo et al., 2015) y arqueológica
(Alfaro Giner, 1984) para la descripción formal de los objetos y las técnicas empleadas. Se han tomado
medidas de anchura, longitud y espesor de las piezas siempre que ha sido posible. Inicialmente cada pieza
o fragmento ha sido estudiado por separado y, posteriormente, en función de sus características, contexto e
información estratigráfica, se han agrupado en objetos o número mínimo de individuos y se ha localizado
espacialmente en los asentamientos (tabla 1). Este proceder tiene en cuenta el estado de conservación de
la colección, la tasa de fragmentación y manifiesta la unidad contabilizada combinada con la información
de la tipología, la técnica, la materia prima, su tratamiento y la técnica de elaboración, lo que permite la
comparativa futura, tanto con futuros objetos hallados en estos yacimientos como con conjuntos de otras
áreas ya publicados.
La determinación de la materia prima se ha realizado mediante observación macroscópica y microscópica.
Para ello se han tomado muestras de algunas piezas que han sido observadas bajo microscopio electrónico
de barrido Hitachi S-4800 en el Servicio Central de Soporte a la Investigación Experimental (SCSIE) de la
Universitat de València. A continuación, se ha procedido a su comparación con materiales de la colección
de referencia del Laboratori d’Arqueologia Milagro Gil-Mascarell de la Universitat de València y con
literatura especializada (Evert, 2006; Corrêa et al., 2017).
Para definir el tipo de conservación de una de las muestras (MPV 45919) se han realizado microanálisis
por energía dispersiva de rayos X en el microscopio electrónico de barrido emisión de campo (FESEM)
SCIOS 2 FIB-SEM equipado con el detector Oxford Ultim Max 170 y con el software AzTec INCA.
3. RESULTADOS
Las 63 piezas analizadas equivalen a un número mínimo de elementos manufacturados de 25. A estos se
suman cinco conjuntos de materia prima sin procesar procedentes de cuatro yacimientos (tabla 1).
3.1. Materias primas
En la colección estudiada, 58 piezas han sido elaboradas con esparto (Stipa tenacissima). Hay también
conjuntos de hojas de esparto sin trabajar en el Castellet de Bernabé, el Puntal dels Llops, el Tossal de Sant
Miquel y La Bastida de les Alcusses. Destacan por su cantidad las halladas en el Tossal de Sant Miquel
(MPV 45918). Además, hay un conjunto de hojas de enea (Typha sp.) del Castellet de Bernabé (MPV
45936) (fig. 2).
El esparto (Stipa tenacissima o Macrochloa tenacissima) es una planta herbácea perenne y cespitosa,
que forma matas de hasta 1,5 metros de diámetro. Sus flores se reúnen en una espiga densa situada en el
extremo de un pedúnculo que puede alcanzar los 1,8 metros de altura. Sus hojas, muy abundantes, rígidas
y coriáceas, se envuelven sobre sí mismas para reducir la transpiración, una adaptación a condiciones
secas (fig. 3) (Fos y Codoñer, 2011: 101). De esta forma, quedan en el interior los estomas paracíticos,
compuestos por el ostiolo, dos células oclusivas y dos células anexas, ordenados en líneas longitudinales
y protegidos por abundantes tricomas simples. En el envés de la hoja se pueden observar las células
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Fig. 2. Materia prima no trabajada: a) hojas de esparto del Tossal de Sant Miquel (MPV 45918); b) hojas de enea del
Castellet de Bernabé (MPV 45936).
Fig. 3. Hojas de esparto procedentes de las piezas analizadas; a: junto a MPV 45930; b y c: MPV 45918. Se observa
cómo la hoja se envuelve sobre sí misma (a y b) y los abundantes tricomas del haz de la hoja (c).
epidérmicas alargadas de paredes onduladas, dispuestas paralelas al eje de la hoja, así como las células
silicosas (fig. 4b, e, h) (Evert, 2006). Estas características han sido observadas en las muestras tomadas de
las piezas arqueológicas (fig. 4c, f, i).
El esparto es una especie de una gran amplitud ecológica, que se desarrolla en suelos pobres, pedregosos,
limosos, calizos, yesosos o arcillosos desde el nivel del mar hasta altitudes de más de 2.000 m s.n.m., siendo
especialmente abundante en zonas con precipitación comprendida entre 200 y 400 mm anuales, donde puede
dar lugar a formaciones de espartales, en las que esta especie es dominante. Coloniza generalmente suelos
calizos muy pobres o con elevada pendiente donde no pueden crecer otras especies, generando bandas o parches
dependiendo de la topografía y de los flujos de agua y sedimentos (Maestre et al., 2007; Fos y Codoñer, 2011).
El albardín (Lygeum spartum) es una poácea similar al esparto. Es una planta herbácea perenne
y cespitosa, cuyos tallos alcanzan los 70 cm. Su inflorescencia es en forma de espiguilla, dispuesta de
forma solitaria, cubierta de pelos sedosos y rodeada de una vaina a modo de espata lanceolada. Sus hojas,
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Lygeum spartum
Stipa tenacissima
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Muestras arqueológicas
MPV 45918
Fig. 4. Detalles de la anatomía de hojas actuales de Lygeum spartum, Stipa tenacissima y arqueológicas (MPV 45918):
envés de la hoja (a, b, c), haz de la hoja (d, e, f) y detalle de los estomas paracíticos dispuestos linealmente en el haz,
protegidos por tricomas (g, h, i).
junciformes, coriáceas, duras y tenaces, se enrollan sobre sí mismas para reducir la transpiración (Rivera y
Obón, 1991: 1081). Los estomas son, como en el caso del esparto, paracíticos, protegidos por abundantes
tricomas simples. Ahora bien, a diferencia del esparto, estos están presentes tanto en el haz como en el envés
de la hoja (fig. 4a, d, g). Por esta razón, nos inclinamos a pensar que los restos arqueológicos estudiados
están elaborados con hojas de Stipa tenacissima, ya que no se observan estomas en el envés (fig. 4b, c).
La enea (Typha sp.) es una planta herbácea de tallos rectos simples de entre 0,5 y 3 metros de altura, e
inflorescencia en espiga. Sus hojas, alternas, lineares y envainantes, son de envés convexo y haz plano y su
anchura varía según la especie, desde 3 a 25 mm (Cirujano, 2008). Se encuentran divididas internamente
en compartimentos de aerénquima. Las células epidérmicas alargadas, dispuestas paralelamente al eje de
la hoja, son de paredes lisas y los estomas son tetracíticos, es decir, presentan cuatro células anexas, dos
laterales y dos polares (Evert, 2006; Corrêa et al., 2017) (fig. 5). En la península ibérica encontramos T.
angustifolia, T. domingensis y T. latifolia. Estas especies viven en suelos encharcados gran parte del año o
permanentemente, generalmente en agua dulce, si bien T. domingensis tolera ambientes subsalinos.
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Fig. 5. Hojas de Typha sp. actuales
(a y c) y arqueológicas (b y d)
(MPV 46936): se observa la
disposición de los estomas y su
estructura.
3.2. Trabajo de la materia prima
Las hojas del esparto se han empleado tradicionalmente para la elaboración de objetos. Se arrancan con facilidad
con la mano, generalmente con la ayuda de pequeños bastones de hueso o madera (denominados arrancaderas,
collazos o talisas), entre julio y octubre, cuando el suelo está duro, para así evitar arrancar las matas. Después
de su secado, las hojas pueden ser empleadas directamente (esparto en crudo), o bien someterlas a un procesado
más elaborado: una vez seco, se procede al cocido o enriado, sumergiendo el esparto en agua y, a continuación, se
pone de nuevo a secar y se pica con una maza de madera (esparto picado) y se rastrilla para liberar las fibras más
finas. Se obtiene así el esparto rastrillado o deshilado, que es un material de mayor suavidad y plasticidad (Alfaro
Giner, 1984; Rivera y Obón, 1991: 1071-1076; Pardo de Santayana et al., 2014: 191-197).
En el conjunto estudiado hemos documentado estos dos tipos de trabajo del esparto, aunque desigualmente
representados: en crudo, donde todavía es visible la morfología original de la hoja, y picado, donde se
observan las fibras separadas que conformaban la hoja. De los objetos identificados, 14 han sido elaborados
con materia prima trabajada (picada y rastrillada), a las que cabe sumar dos piezas que combinan ambos
tipos de tratamiento de la materia prima. La elección del tipo de materia prima parece depender del objeto
confeccionado (ver apartado 3.3), aunque Alfaro (1984: 68) identifica el picado como de mayor calidad.
En el caso de la enea, sus hojas se han empleado tradicionalmente para elaborar esteras, trenzados,
sombrajos y asientos. Apenas requieren procesado: la planta se corta en julio o agosto y se pone a secar al
sol durante varios días. Una vez secas, las hojas se pueden trabajar directamente, en ocasiones remojándolas
previamente unos minutos, tejiendo trenzados de tres cabos o retorciéndolas, formando cordones. Las hojas
también se han empleado como aislante en techos y paredes (Rivera y Obón, 1991: 1091). En el conjunto
de hojas recuperado no se observan evidencias de trabajo.
3.3. Objetos identificados y técnicas de elaboración
En general, el carácter fragmentado de los restos analizados en este trabajo dificulta la caracterización de
los objetos manufacturados, a excepción de las cuerdas. La mayor parte de las piezas documentadas son
fragmentos de cuerdas y nudos (45) que forman parte de un mínimo de 18 elementos. De estos, cinco estarían
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elaborados mediante torsión (11 fragmentos) y 13 mediante trenzado (34 fragmentos). La mayor parte de las
cuerdas trenzadas son de esparto en crudo (fig. 6b), si bien se conservan algunos ejemplares elaborados con
esparto picado (fig. 6a y c). Cabe destacar que seis de los siete fragmentos de cuerda trenzada cuya anchura
es inferior a 0,6 cm están realizados en esparto picado. Estas cuerdas finas pudieron ser utilizadas para unir
las pleitas para configurar cestos y esteras (fig. 7). Las cuerdas elaboradas mediante torsión requieren de la
utilización de esparto picado. Dentro de este tipo de cuerdas encontramos dos formatos diferentes: cuerdas
con una anchura superior a 1 cm (fig. 6d) y cordelillos con una anchura en torno a 0,5 cm (fig. 7c). Estas
últimas, como las trenzadas estrechas, pudieron ser utilizadas para unir diferentes piezas. La ondulación de
algunas de ellas apoya esta hipótesis (fig. 7c).
Las cuerdas son también elementos primarios para confeccionar otros artefactos por lo que no podemos
descartar que algunas formaran parte de objetos más complejos, como cestas o esteras. Este sería el caso
de uno de los restos recuperados en el Castellet de Bernabé (14; MPV 45930). A pesar de su mal estado
de conservación, presenta un gran fragmento de cuerda trenzada dispuesta perpendicularmente a otro
elemento mal conservado e inidentificable, así como una fina cuerda trenzada de esparto picado que
podría unir ambos elementos, constituyendo un objeto más complejo, posiblemente una cesta (fig. 7a).
Otro fragmento de cuerda trenzada de esparto picado del mismo yacimiento (5; MPV 45935), de poca
anchura y grosor, invita a pensar que se utilizara para unir diferentes piezas de esparto en la confección
de otro objeto. De hecho, el resto 5e presenta una ondulación que podría ser consecuencia de su empleo
en una unión.
Una serie de elementos compuestos de Los Villares, Castellet de Bernabé y Puntal dels Llops no
ofrecen dudas en su identificación como esteras. De Los Villares procede una pieza formada a partir
de pleitas (18; MPV 45919) (fig. 8a). En el Castellet de Bernabé se recuperó un fragmento de posible
estera elaborada con esparto picado, aunque el estado de conservación dificulta su descripción (12;
MPV 45929). Se observa un elemento horizontal con el cual se cruzan perpendicularmente por arriba
y por debajo de forma alterna seis manojos confeccionados mediante la torsión de las fibras (fig. 8b).
Procedentes del Puntal dels Llops, Alfaro Giner publicó en 1984 tres fragmentos de estera de esparto
picado elaborada mediante la técnica de cestería cruzada diagonal (MPV 45256). Está confeccionada
mediante pleitas independientes cosidas entre sí (Alfaro Giner, 1984: 157) (fig. 8c). Los fragmentos
conservados corresponden, precisamente, a la unión de dos pleitas, y es visible el cordelillo utilizado
Fig. 6. Cuerdas anchas trenzadas de esparto picado del Castellet de Bernabé (11b y c; MPV 24256) (a y c), de esparto
crudo de La Monravana (15; MPV 6439) (b) y cuerda elaborada mediante torsión del Castellet de Bernabé (2a; MPV
45931) (d). Escalas 2 cm.
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Fig. 7. Cordelillos trenzados (14; MPV 45930 y 5a; MPV 45935) (a y b), cordelillo elaborado mediante torsión (1d;
MPV 45933) del Castellet de Bernabé (c) y muestra actual de cordelillo uniendo pleitas de unas aguaderas (d) (colección
familia Varea Palomero) y en un baleo (e) (colección familia Martínez Vicente). En el primer caso (a), el cordelillo se
utilizó para unir distintos elementos, entre ellos una cuerda ancha trenzada de esparto picado. Escalas 2 cm.
para unirlas, si bien no es posible identificar si está elaborado por torsión o trenzado. En el mismo
departamento se halló un fragmento compuesto de un cordelillo elaborado por torsión, alrededor del cual
se enrolla otro cordelillo trenzado (fig. 8e) y que podría ser un asa o el extremo de la estera anteriormente
descrita (fig. 8g). En este mismo yacimiento se recuperó una pieza hasta ahora inédita (24; MPV 45923):
se trata de un fragmento de estera redonda o la base de una cesta, confeccionada mediante la técnica de
cestería en espiral, y elaborada con esparto crudo (fig. 8f).
Hemos podido identificar detalles de las técnicas de manufactura de diversos objetos. Las cuerdas
trenzadas están confeccionadas por tres ramales o haces, cada uno de los cuales está formado por entre 6
y 10 hebras, aunque llega a haber hasta 13 hebras en fragmentos de cuerda de La Monravana (15; MPV
6439). Por otro lado, seis de las diez cuerdas elaboradas mediante torsión presentan dos cabos, y los cuatro
restantes, de mayor grosor, tres. Estos se configuran antes de unirlos mediante torsión con una dirección del
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Fig. 8. Esteras de Los Villares (MPV 45919) (a), Castellet de Bernabé (MPV 45929) (b) y Puntal dels Llops (MPV
45256) (c, d y e), fragmento central de estera o base del Puntal dels Llops (MPV 45923) (f) y ejemplo actual de remate
y asa de un baleo (g) (colección familia Martínez Vicente). Escalas 2 cm.
giro contraria a la que se ha seguido en la confección de los cabos (Alfaro Giner, 1984: 187). Ahora bien,
dado que en todos los casos se trata de fragmentos mediales, no es posible definir la dirección adquirida en
cada fase de elaboración.
En lo que respecta a las esteras conservadas, se han documentado tres técnicas diferentes. La técnica
de cestería cruzada diagonal, basada en la unión de pleitas, se ha empleado en la confección de, al menos,
dos piezas. La anchura de los haces o ramales en estas manufacturas varía entre 0,4 cm en la pieza del
Puntal dels Llops (23; MPV 45256) (fig. 8c) y los 0,7 cm en la de Los Villares (18; MPV45919) (fig. 8a). El
fragmento de estera del Castellet de Bernabé (12; MPV 45929) podría ser la zona de unión de dos recinchos
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(fig. 8b). Con dudas atribuimos a una pieza de Los Villares la técnica de cestería trenzada (17; MPV 45920),
si bien el reducido tamaño de la pieza impide asegurarlo. Se observan tres fragmentos de cuerdas trenzadas
de tres manojos de 0,4 cm de anchura, dispuestas paralelamente. Esta misma técnica podría haber sido
utilizada para confeccionar una manufactura del Castellet de Bernabé (13; MPV 45928), si bien, de nuevo,
el estado de conservación impide caracterizarla con seguridad. Finalmente, se ha documentado la técnica
de cestería en espiral para confeccionar una estera circular o un cesto en el Puntal dels Llops (24; MPV
45923): se han conservado los elementos fijos dispuestos de forma concéntrica, entrelazados por fibras que
giran en espiral sobre ellos (fig. 8f).
3.4. Conservación
La conservación de la mayoría de las piezas ha sido posible gracias a su carbonización. Todos los materiales
analizados proceden de asentamientos abandonados tras episodios violentos en los que se incendiaron, total
o parcialmente, los espacios en los que se recuperaron. Ello ha permitido, paradójicamente, la conservación
de estos restos.
La excepción es una pieza de Los Villares (18; MPV 45919) cuyas fibras no están carbonizadas. Una
pequeña muestra de esta pieza fue sometida a microanálisis por energía dispersiva de rayos X, revelando
que su conservación ha sido posible gracias a la metalización por cobre (fig. 9), ya que sobre esta estera
o pleita se depositó escoria de bronce. El contacto con objetos metálicos es un agente conservador de
materias de origen vegetal: gracias a su corrosión, las sales metálicas van depositándose sobre las células
vegetales, al mismo tiempo que estas se degradan, de modo que pueden acabar reemplazándolas con el
tiempo. Además, la corrosión de los objetos metálicos puede inhibir el desarrollo de microorganismos
que descomponen la materia orgánica (Chen et al., 1998; Moulherat et al., 2002; Carrión Marco y VivesFerrándiz Sánchez, 2019). Los altos valores de sílice en esta muestra nos indican que todavía se conserva
la fibra vegetal.
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Fig. 9. Composición elemental de la pieza MPV 45919 de Los Villares-Kelin.
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4. DISCUSIÓN
4.1. ¿Una actividad invisible? El esparto en el registro arqueológico
La cultura material de una sociedad está integrada por objetos de muy distinta naturaleza. En el ámbito
mediterráneo y en condiciones normales, la materia prima condiciona la visibilidad en el registro: aquellos
elementos elaborados en materiales minerales, como los instrumentos líticos, la vajilla cerámica o los útiles
metálicos, o en materia animal dura, como hueso, asta, cuerno, marfil o concha, se conservan mejor. Por el
contrario, aquellos útiles elaborados en materias perecederas, como pieles, madera o fibras vegetales, rara
vez se conservan en el registro arqueológico. Esto puede generar una visión sesgada del pasado. Ahora bien,
la aplicación de métodos y estrategias de investigación concretas permiten matizar esa imagen, como ya se
ha demostrado en el contexto cronológico y geográfico que nos ocupa aplicando protocolos de identificación
determinados (Carrión Marco y Vives-Ferrándiz Sánchez, 2019).
El esparto es una de estas materias perecederas cuya caracterización depende de contar con condiciones
de conservación específicas y de la aplicación de métodos de investigación adecuados a su correcta
manipulación e identificación. Así, para abordar el estudio del trabajo del esparto en la antigüedad debemos
recurrir a diferentes tipos de evidencias (Hurcombe, 2014). Por un lado, contamos con testimonios directos
primarios constituidos por los propios objetos elaborados con esparto, materia prima perecedera que se
conserva en condiciones excepcionales (de extrema aridez, por ejemplo), o cuando ha sufrido procesos
de carbonización o mineralización o ha estado embebida en agua. Las cuerdas, cestas, esteras, pleitas de
esparto, así como los restos de materia prima que hemos presentado en este trabajo, constituyen evidencias
excepcionales de una actividad cotidiana con poca visibilidad por las condiciones de conservación habituales.
En el caso de haberse visto afectados por el fuego, la forma de los objetos solo se mantiene cuando no se
sobrepasa el grado de torrefacción; por el contrario, la carbonización preserva la estructura interna de
la madera, pero hace que estos elementos puedan sufrir un alto grado de fragmentación, quedando así
enmascarados entre otros restos carbonizados (residuos de combustible dispersos o elementos constructivos
colapsados con el incendio, por ejemplo). Por ello, aunque el fuego es un elemento conservador, es más
frecuente identificar estos objetos en estado de desecación, mineralización o saturados de agua (di Lernia
et al., 2012; Romero-Brugués et al., 2021).
Otro tipo son las llamadas evidencias directas secundarias, que incluye las improntas de dichos tejidos,
cestas y cuerdas en otros materiales, por motivos fortuitos, funcionales u ornamentales. En La Bastida de
les Alcusses se han recuperado goterones de plomo, procedentes de los procesos de fundición del metal en
trabajos metalúrgicos, en los que hay improntas de un objeto de esparto trenzado sin picar (fig. 10). Por otro
lado, en la base de recipientes de cerámica se han conservado estas huellas, quizás porque en el espacio de
trabajo de alfarería se manipulaba la arcilla sobre un elemento trenzado o quizás por motivos ornamentales:
es el caso de un gran recipiente de almacenamiento realizado a mano de Los Villares, fechado hacia el siglo
VI a.C., donde hay improntas de pleita de esparto (MPV 7387) (Mata Parreño, 2006: 126, fig. 4)1 o en urnas
realizadas a mano de la necrópolis de Les Moreres (Crevillent, Alicante), que se fechan entre el siglo VIII
y VII a.C., en las que se documentan improntas de diversos tipos de elementos trenzados (González Prats,
2002: 91, fig. 78; 111, fig. 95; 126, fig. 107; 144, fig. 120). En otros casos, las marcas también pudieron
realizarse conscientemente con un objetivo decorativo: es el caso de un hogar de El Oral (San Fulgencio,
Alicante) realizado con arcilla que ha conservado una decoración con improntas de elementos de esparto
(Abad y Sala, 1993).
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Esta no es la única pieza con estas improntas en el yacimiento, pues hay ocho piezas más fechadas entre los siglos VII y VI a.C.
Agradecemos esta información a Consuelo Mata Parreño.
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C. M. Martínez Varea, Y. Carrión Marco y J. Vives-Ferrándiz Sánchez
Fig. 10. Goterón de plomo fundido con
improntas de esparto trenzado, procedente de
La Bastida de les Alcusses. Longitud 7,6 cm
(Archivo Museu de Prehistòria de València).
Las herramientas son testimonios indirectos primarios. Para el trabajo del esparto se requieren útiles
variados y específicos porque solo se usan para realizar una parte concreta del trabajo. La mayoría están
realizados en materiales perecederos, lo que dificulta su identificación arqueológica por los mismos
motivos expuestos más arriba. Así, para la recolección, tradicionalmente, se han empleado pequeños
bastones de madera o hueso, denominados arrancaderas, collazos o talisas, que no han sido identificados
en ningún yacimiento arqueológico hasta la fecha. Con el objetivo de picar el esparto, se emplea una maza
de madera y, como soporte, un tronco o una piedra. Una maza de madera de fresno del Tossal de les Basses
(Alicante) (Carrión Marco y Rosser, 2010) es un testimonio excepcional del repertorio de objetos que no
se suelen conservar; aunque no es del mismo tipo que las empleadas en el trabajo del esparto documentado
etnográficamente, no podemos descartar que fuera utilizada para el trabajo de este tipo de materia prima.
Cantos alisados o pulidos se documentan en diferentes contextos ibéricos y pudieron haber servido también
para este fin. Así, en la Illeta dels Banyets (El Campello, Alicante), Perdiguero Asensi (2016) propone
el uso de cantos para el picado, y en El Oral también se ha planteado el uso de piedras como elementos
pasivos de percusión (Abad y Sala, 1993: 174). Para el rastrillado se utiliza un peine de púas metálicas, no
identificadas en conjuntos arqueológicos de esta época hasta la fecha.
La elaboración de objetos requiere pocos instrumentos, pero son muy específicos de esta artesanía.
Las agujas esparteras son características por su morfología, que no ha cambiado hasta hoy en día: se
trata de una lámina curvada de entre unos 10 y 14 cm de longitud y 0,5-1 cm de anchura, en cuya parte
proximal, aplanada, hay uno o dos orificios. Las agujas sirvieron para unir pleitas y hacer remates. Se han
documentado en diferentes yacimientos de época ibérica; por ejemplo, en La Bastida de les Alcusses y en
Covalta (Albaida, Valencia) hay diferentes tipos de agujas de hierro, incluyendo las de pleita que son largas,
anchas y curvadas, y agujas rectas (fig. 11). El instrumental para corte incluiría diferentes herramientas,
desde tijeras formadas por dos hojas unidas por una barra curva a modo de muelle, hasta cuchillos, pequeñas
hoces y otros instrumentos cortantes. Finalmente, una serie de herramientas como punzones rectos pudieron
ser elementos multifuncionales, utilizados en diferentes artesanías (Pla, 1968).
Las representaciones de cestería o elementos relacionados con el esparto son excepcionales y constituyen
una fuente de información indirecta y secundaria sobre estos objetos. Dentro de este grupo podemos incluir
los objetos esqueumórficos, que son aquellos que retienen elementos u ornamentos de otros materiales
y que con frecuencia ya no son necesarios para su funcionamiento. Este aspecto ha sido poco tratado
por la investigación y, aunque no es este el lugar para entrar en detalles, queremos apuntar que parte del
repertorio cerámico de cocina y almacenaje de la Edad del Hierro presenta elementos visuales que refieren
formalmente a los contenedores hechos con fibras vegetales y con elementos vegetales como cuerdas. Sin
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Fig. 11. Agujas y tijeras de hierro de La Bastida de les Alcusses. Longitudes máximas: a) 13,9 cm; b) 10,5 cm; c) 16 cm;
d) 21 cm (Archivo Museu de Prehistòria de València).
ánimo de ser exhaustivos encontramos desde recipientes, como cestas o lebrillos con asas de espuertas,
hasta elementos concretos aplicados, como cordones en ollas o asas trenzadas en jarras o tinajas (Mata
Parreño y Bonet Rosado, 1992; Bonet Rosado, 1995: 148, n. 318; 73, n. 15; 174, n. 42).
En definitiva, a través de los cuatro tipos de testimonios vemos que el esparto formó parte de la vida
cotidiana durante la Edad del Hierro en el este peninsular y que una estrategia y metodología encaminada a
su identificación permite visibilizar su presencia en los contextos arqueológicos.
4.2. Artefactos cotidianos, artefactos privativos
“…quien desee valorar debidamente este portento de planta tiene que imaginarse cuan amplio uso se hace
del esparto en todos los países en las arboladuras de los navíos, en los andamiajes de los edificios en
construcción y en otras necesidades de la vida.”
Así expresaba Plinio el Viejo (HN, XIX, 8, 28-30; Bejarano, 1987: 157) las amplias posibilidades de
usos y funcionalidades del esparto, que abarcan objetos y elementos para el trabajo agropecuario, para
las necesidades de las personas en el ámbito de la casa, como equipamientos residenciales, elementos
personales o de la indumentaria: cuerdas, cestas, colmenas, cinchas, baleos, fundas, serones, esparteñas,
redes, esteras, cofines, aguaderas, etc. Si bien hay criterios diferentes para clasificar el amplio repertorio de
objetos de esparto, según su forma, tamaño, uso, etc. (Fajardo et al., 2015), seguiremos un criterio funcional
para relacionar los objetos arqueológicos documentados con sus contextos.
Las cuerdas son los elementos más abundantes pero ninguno de los contextos nos permite especificar
usos. Fueron versátiles para hacer ligaduras, amarres, sujeciones, etc. y hemos podido distinguir las cuerdas
–normalmente de anchuras en torno a 1 cm– de los cordelillos finos –de anchuras inferiores a 0,6 cm– que
unían elementos complejos. Con todo, en los asentamientos que hemos estudiado no hay cuerdas gruesas, del
tipo sogas o maromas, como las documentadas en El Cigarralejo (Mula, Murcia) (Alfaro Giner, 1984: 193)
compuestas por elementos trenzados sobre los que se enroscan otras cuerdas con diámetros de unos 2 cm.
Las longitudes máximas conservadas en el repertorio analizado no sobrepasan los 15 cm, pero sin duda hubo
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cuerdas muy largas porque de La Monravana (15; MPV 6439) procede un ejemplar constituido por un número
mínimo de 40 fragmentos cortados (¿quizás fragmentados en el momento de la extracción en excavación en
1958 y para su almacenamiento en el museo?). Tienen el mismo grosor y las hebras no están sometidas a
ningún tipo de torsión, lo que nos lleva a considerar que se trata de una misma cuerda que pudo sobrepasar los
4 m de longitud. No es un caso excepcional, pues en Coimbra del Barranco Ancho también se ha documentado
una cuerda de unos 4-5 m recuperada en la denominada casa M (Gallardo Carrillo et al., 2017).
Los usos de las cuerdas debieron de ser diversos, desde colgar recipientes cerámicos, como se ha
documentado en el Tossal de les Basses donde hay un fragmento con restos de esparto en torno al borde2
hasta la unión de vigas y postes en la construcción, como se ha dado a conocer en Peñalosa (Baños de la
Encina, Jaén), en contextos del Bronce argárico (Contreras Cortés, 2010). En El Amarejo (Bonete, Albacete)
hay fragmentos de cuerdas que se relacionan con un uso ritual del depósito votivo de los siglos IV-III a.C.
(Broncano Rodríguez, 1989). Por nuestra parte, no tenemos datos contextuales para precisar los usos, pero
todos fueron asentamientos permanentes con vocación agropecuaria. Las cuerdas están documentadas en
espacios identificados como viviendas, talleres y almacenes en el Puntal dels Llops y en el Castellet de
Bernabé. En este último, hay cuerdas en la calle (cata 4, que corresponde al sector oriental de la plaza)
(Guérin, 2003: 77) y en tres espacios (departamentos 12, 13 y 27) que pudieron tener dos plantas debido
a las escaleras de obra adosadas a ellos. Aunque en dos de ellos hubo actividad metalúrgica –de plomo en
el 13 y, con más dudas, de hierro en el 12 (Guérin 2003: 265-266)–, no hay datos para poder relacionar
indudablemente las cuerdas con las actividades mencionadas o con alguna fase del trabajo metalúrgico.
Las esteras son elementos que estaban sobre el pavimento de algunas estancias, como el departamento
4 del Puntal dels Llops, en la vivienda 2 de Los Villares y en el Castellet de Bernabé. En este último
asentamiento, se documentó en el departamento 22, que es un pequeño recinto que forma parte de una
destacada casa de cinco habitaciones (Guérin 2003: 38 y 261).3 Aquí también se localizó un fragmento en
la calle, que podría explicarse porque también había objetos en los espacios de circulación o porque las
rebuscas o saqueos con motivo del abandono del yacimiento, bien documentadas, los dispersaron. Según
Alfaro Giner (1997: 196), las esteras del Puntal dels Llops y el Castellet de Bernabé, así como las de El
Cigarralejo, pudieron ser empleadas para dormir, aunque los datos contextuales no permiten confirmarlo.
Cabe destacar que las esteras que estaban elaboradas con esparto picado se encuentran en espacios
socialmente diferentes. Así, el ajuar y equipamiento de la vivienda 2 de Los Villares destaca sobre las casas
del resto del asentamiento (Mata Parreño, 2019). Por su parte, el Puntal dels Llops, que fue un pequeño
fortín con 17 estancias distribuidas a ambos lados de una calle central, sirvió de residencia a un caballero
de alto rango con su familia y sirvientes. De hecho, el departamento 4, de donde procede la estera MPV
45256, es el reciento más rico en ajuares, incluyendo una completa panoplia de jinete y caballo (Bonet
Rosado y Mata Parreño, 2002). Estos objetos de esparto picado pudieron considerarse de mayor calidad por
su suavidad y plasticidad, y contribuirían a la distinción social de las estancias.
Otras evidencias arqueológicas apuntan a usos específicos del esparto: como aislante en la Illeta dels
Banyets (Perdiguero Asensi, 2016), para la confección de cofines para el prensado de olivas en este mismo
yacimiento (Martínez Carmona, 2014), como filtro de las impurezas de la miel sobre embudos cerámicos
en Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia),4 o para la fabricación de esteras utilizadas en trabajos
de alfarería (Alfaro Giner, 1997: 207). Este último uso queda también atestiguado por las improntas que
quedan de estas esteras en las bases de los recipientes cerámicos, como en las piezas elaboradas a mano
de Los Villares o Les Moreres que hemos mencionado arriba. Su presencia también está documentada en
espacios con talleres metalúrgicos, desde cuerdas en un taller del Castellet de Bernabé hasta fragmentos
2
3
4
Documentado en excavación por ARPA Patrimonio S.L. Información inédita facilitada por F. A. Molina Mas.
No hemos localizado esta pieza entre los materiales depositados en el Museo de Prehistoria de Valencia pero se menciona en la
memoria de excavación.
https://www.um.es/coimbra/?page_id=391
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de pleita de Los Villares conservada por la mineralización provocada por el contacto con escoria de cobre
o bronce. Las improntas sobre goterones de plomo en La Bastida de les Alcusses invitan a pensar que
había objetos de esparto indeterminados (¿esteras? ¿cestos?) en contextos donde se fundía el metal, pero
no podemos concretar la funcionalidad de los objetos trenzados en los espacios de trabajo metalúrgico. En
todo caso, en actividades mineras y metalúrgicas de época romana el equipamiento elaborado con esparto
(cestos, cuerdas, calzado, etc.) debió tener un papel relevante (Gosner 2021).
4.3. Las escalas de la artesanía doméstica
El esparto crece en gran parte de la península ibérica, siendo muy común en las zonas cálidas de montañas
bajas y medias. Lo hace en espacios abiertos, sobre suelos secos y pedregosos, normalmente de forma
dispersa, aunque puede formar comunidades extensas (Maestre et al., 2007; Fos y Codoñer, 2011: 101). Se
ha sugerido que los espartales actúan como etapas intermedias en la degradación de encinares, pinares de
pino carrasco o matorrales esclerófilos mediterráneos dominados por especies como la coscoja, el lentisco y
el espino negro. La presencia de esparto es, pues, compatible con el paisaje que se desarrollaría en el entorno
de los yacimientos de nuestro estudio, ya que los análisis paleobotánicos indican la existencia de paisajes
de pino carrasco y otras especies características de la vegetación esclerófila mediterránea, como acebuche,
lentisco, carrasca/coscoja, romero, madroño o leguminosas, entre otras. El uso de estos recursos leñosos
está ampliamente documentado, tanto para cubrir las necesidades de combustible en ámbito doméstico y
artesanal, como su empleo para la elaboración de enseres, elementos constructivos, muebles, etc. (Grau,
1990; Carrión Marco, 2005; Pérez Jordà et al., 2011). Los datos apuntan a que, en general, todas estas
necesidades se satisfacían con maderas locales, sin preferencias marcadas para los usos no especializados,
aunque hay una predilección, por ejemplo, del pino y la carrasca, para la construcción. El aprovechamiento
sistemático de un gran número de especies que estarían disponibles en el entorno lleva a pensar en un
abanico más amplio de plantas utilizadas, que no habrían quedado representadas en el registro (caso de
otras herbáceas), salvo en condiciones excepcionales, como es el caso que nos ocupa.
La presencia de acumulaciones de esparto en algunos de los contextos estudiados podría indicar que
el acopio de materia prima se haría en espacios próximos a la casa y que este trabajo se realizaba en el
espacio doméstico. En el Tossal de Sant Miquel hay restos de esparto no trabajado en el departamento
19 (MPV 45918) considerado una despensa del contiguo departamento 20. También en La Bastida de les
Alcusses hay hojas de esparto sin trabajar (MPV 47774) en una estancia con agujas esparteras y un telar
(departamento 277) ubicada en una casa del sector occidental (fig. 12). Finalmente, también hay hojas de
esparto no tratadas en la calle del Puntal dels Llops, junto al departamento 5 (MPV 47777).
Hasta época reciente, el trabajo del esparto ha sido una actividad común, realizada en el ámbito
doméstico preferentemente durante los meses de invierno, cuando se elaboraban elementos que podemos
considerar sencillos o se reparaban otros, y con una especialización en la confección de piezas complejas.
Así, las cuerdas elaboradas mediante trenzado son más sencillas, de manera que una única persona puede
confeccionarlas, mientras que las cuerdas logradas mediante torsión requieren la participación de dos o tres
personas (Alfaro Giner, 1984). Con los datos presentados podemos plantear que en época ibérica habría una
organización del trabajo con diferentes grados de especialización, según la pericia de las personas y el destino
de los objetos manufacturados: por un lado, se daría un trabajo para elaborar elementos sencillos (cuerdas
trenzadas, que de hecho son los elementos más frecuentes en nuestro conjunto, y elementos elaborados
mediante pleitas de esparto crudo) o reparaciones; por otro lado, habría una artesanía especializada que
llevaría a cabo la confección de objetos complejos, por ejemplo, esteras de esparto picado, a las cuales solo
accederían las élites. Hemos visto que las esteras de esparto picado se concentran en espacios destacados
socialmente. Paradigmático es el contexto del Puntal dels Llops, con la estera de esparto picado en el
departamento 4 cuya riqueza material es manifiesta sobre el resto.
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Agujas esparteras
Impronta en plomo
Fig. 12. Distribución de las agujas esparteras y de los goterones de plomo con improntas de esparto en La Bastida de les
Alcusses. El área sombreada en gris indica el almacén central y el punto verde el departamento 277.
Al margen de los aspectos que atañen a la especialización del trabajo, queremos concluir con un
comentario relativo a su escala, según sea doméstica o supradoméstica. Existen pocas evidencias de
espacios que puedan definirse como talleres para el trabajo del esparto. Aunque es difícil su identificación
arqueológica debido a la sencillez de las infraestructuras, estos requerirían de lugares amplios, como patios,
así como estructuras para el cocido de la materia prima. Estos rasgos solo han sido documentados en la
Illeta dels Banyets, en la denominada “Casa del Horno” (Perdiguero Asensi, 2016). La casi total ausencia
de estas evidencias nos lleva a pensar que se trabajaría en espacios domésticos habilitados para tal fin, tanto
para hacer piezas sencillas como las más especializadas, y a diferentes escalas. Diversos estudios indican
que desde el ámbito doméstico o comunitario se puede dar una especialización tanto de productos como de
conocimientos técnicos (Gosner, 2021: 14).
La distribución de las herramientas en los asentamientos nos puede dar más argumentos en este sentido.
Solo en el oppidum de La Bastida de les Alcusses contamos con datos estadísticamente representativos
de su distribución espacial. En la zona excavada hay 33 agujas esparteras (fig. 12) que se reparten
irregularmente en diversos espacios domésticos del asentamiento, y doce de ellas se ubican en diferentes
espacios abiertos adyacentes a un almacén colectivo. Este panorama indica que parte de la manufactura
del esparto se realizaba en las casas, bien para uso propio, bien para su intercambio o comercialización,
pero también había un trabajo a escala supradoméstica vinculado a los espacios públicos del oppidum, al
igual que se ha planteado para otras actividades económicas de este lugar (Vives-Ferrándiz Sánchez, 2022).
Desgraciadamente, no sabemos qué objetos se producían en cada uno de los espacios señalados –¿las agujas
en torno al almacén estarían vinculadas a la producción de contenedores de esparto?– o si diferían entre
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ellos, y tampoco podemos contrastar esta significativa distribución con los datos de otros asentamientos,
pues La Bastida es el único asentamiento ibérico donde contamos con la suficiente información para
elaborar este tipo de análisis.
5. CONCLUSIONES
Con este trabajo hemos pretendido contribuir al conocimiento de las técnicas y las tipologías en la manufactura
de fibras vegetales desde una perspectiva arqueológica. Se han documentado las formas materiales del
trabajo de dos fibras vegetales –esparto y enea– en asentamientos de diferentes cronologías, funcionalidades
y tradiciones culturales fechados en la Edad del Hierro. En las muestras estudiadas, que abarcan un arco
temporal entre el siglo VI y el II a.C., se han reconocido diferentes preparaciones de la materia prima,
técnicas y la confección de objetos con diversos grados de especialización y escala organizativa.
Aunque el repertorio es reducido y sesgado por los problemas de conservación de este tipo de materiales,
hemos otorgado profundidad y especificidad histórica y cultural a unas artesanías consideradas, hoy en
día, parte de un patrimonio material e inmaterial valioso que debe salvaguardarse. La mecanización y
la introducción de nuevas materias primas plásticas a partir de mediados del siglo XX conllevaron el
progresivo abandono del uso de las materias vegetales, reducidas a la elaboración de objetos artesanales
descentrados de la vida cotidiana y el trabajo agrario a los que habían estado vinculados durante milenios.
Desde la arqueología podemos contribuir al conocimiento de unas artesanías que configuran gran parte de
la cultura material de las sociedades del pasado, a través de su contextualización histórica y cultural. Visto
en perspectiva histórica, es destacable la continuidad desde la antigüedad en el uso de técnicas y modos de
confeccionar objetos hasta nuestros días.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Helena Bonet Rosado y Consuelo Mata Parreño su ayuda en la identificación del material del Puntal
dels Llops con la documentación de las excavaciones y su interés por el desarrollo de este trabajo, y a María Martín
Seijo por su revisión del manuscrito original.
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