Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular. Los restos de cetáceo de La Vital (Gandía)
Josep Lluís Pascual Benito
Alfred Sanchis Serra
2019
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BALLENAS Y DELFINES EN LA PREHISTORIA PENINSULAR.
LOS RESTOS DE CETÁCEO DE LA VITAL (GANDIA)
Josep Lluís Pascual Benito, Alfred Sanchis y Josep Pascual Beneyto
ABSTRACT
The presence of marine mammal remains in prehistoric contexts of the Iberian Peninsula is rare. For this reason, the assemblage recovered in an archaeological site located at the Serpis river mouth, with occupations between
the ancient epicardial Neolithic and contemporary times is exceptional.
In two of the final Neolithic / Chalcolithic structures of the Sanxo Llop
Lidl sector excavated in 2016, various cetacean remains have been documented. In one of them a whale’s rib and in the other several remains belonging to a dolphin. Previously, in two structures of other two sectors of
the same site excavated between 2004 and 2006, the Alqueria de Sant Andreu and La Vital, two fragments of vertebrae of a large cetacean had been
documented, whose marks allow to affirm their use as tables of work or
anvils. In this communication all these remains of marine mammals are
disclosed and those documented in various prehistoric and ancient sites of
the Iberian Peninsula are reviewed.
EL YACIMIENTO DE LA VITAL
El yacimiento de La Vital se ubica en la llanura litoral sobre una terraza
de la margen derecha del río Serpis, a su paso por el término municipal de
Gandia. Actualmente su cota sobre el nivel del mar se sitúa sobre los 17 m
y dista unos 2,5 km de la línea de costa, aunque el estudio geomorfológico
indica que durante el Neolítico estaría en torno a 1 km.
En los últimos años esta zona ha sufrido una intensa urbanización, y
como consecuencia se han desarrollado diversas campañas de excavaciones
Recursos marins en el passat. IV Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2019): 165-192.
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
FIGURA 1. Sanxo Llop Lidl. Vista aérea de la excavación de 2016. A la izquierda se
encontraba la Alquería de Sant Andreu y a la derecha La Vital.
arqueológicas en las que se han documentado abundantes estructuras, testigo de la amplia secuencia detectada en el yacimiento, con ocupaciones del
Neolítico antiguo epicardial, calcolíticas, Bronce final, Hierro antiguo, romanas, islámicas, bajomedievales y contemporáneas. Para las fases prehistóricas
la mayor parte de las estructuras son subterráneas, sobre todo silos y fosas,
de las que se han excavado varios centenares (figura 1) y en menor número
posibles estructuras de hábitat, hogares y enterramientos individuales o dobles, algunos de ellos asociados a depósitos animales (Pascual Beneyto et al.,
2008; Pérez Jordá et al., 2011; García Borja et al., 2013; Pascual Beneyto, 2015).
LOS RESTOS DE CETÁCEO DE LA VITAL Y SU CONTEXTO
Los restos de cetáceos que aquí se presentan se documentaron en las excavaciones efectuadas entre 2004 y 2006 en los sectores denominados Alquería de Sant Andreu y La Vital respectivamente, y en 2016 en el sector
denominado Sanxo Llop Lidl, en un total de cuatro estructuras calcolíticas
excavadas en el subsuelo datadas entre 2800 y 2300 cal BC.
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Ante la ausencia de material comparativo y la falta de especialistas en
esqueletos de cetáceos, la clasificación de estos materiales se realiza a nivel de orden -Cetacea- y de suborden -misticetos (ballenas) y odontocetos
(delfines)-. En primer lugar se describen los restos documentados y las características de las estructuras donde aparecieron. Los restos hallados en
las campañas de 2004 y 2006 ya habían sido objeto de publicación, mientras que los de la campaña 2016 permanecían inéditos y los materiales que
los acompañan se encuentran actualmente en proceso de estudio. En este
trabajo se presenta el estudio preliminar de los restos faunísticos y se mencionan someramente los otros materiales arqueológicos que acompañaban
a los restos de cetáceos en cada una de las estructuras.
Sanxo Llop Lidl (2016). Estructura 124
Se trata de una estructura de planta circular, base plana y forma troncocónica, con un diámetro máximo de 3 m en la base y una profundidad de 1,68 m.
En su excavación se distinguieron tres unidades estratigráficas:
-UE 124.001, de 1,15 m de potencia, formada por un sedimento de arenas y arcillas con fracción variada (gravas, cantos y bloques) que contenía
abundante material prehistórico: 2427 fragmentos cerámicos, 186 restos de
industria lítica tallada en sílex con puntas de flecha de aletas y pedúnculo,
barro cocido (más de 20 kg), industria ósea (tres punzones sobre diáfisis
con toda la superficie trabajada, una pieza indeterminada sobre candil de
ciervo y un estrangulado sobre diáfisis hendida) y diversos adornos, entre
los que destacan una cuenta discoidal en proceso de fabricación sobre disco
de cardidae y un fragmento de brazalete de piedra caliza. Los restos faunísticos son abundantes, con 312 restos malacológicos y 256 de vertebrados,
cuyo análisis provisional muestra la presencia de mamíferos de talla media
(182), Bos taurus (12 restos craneales y postcraneales), ovicaprinos (14 restos
craneales y postcraneales), Ovis aries (1), Capra hircus (1), Sus domesticus
(14 restos craneales y postcraneales), Cervus elaphus (24 restos dentales y
de asta de muda), Lynx pardinus (un calcáneo completo), Vulpes vulpes
(un canino), Canis familiaris (1), Oryctolagus cuniculus (3 restos craneales y postcraneales), aves de tamaño grande (3 fragmentos de diáfisis) y un
resto de pez. El origen del conjunto se relaciona mayoritariamente con el
consumo humano al aparecer diversos huesos con marcas de corte, aunque
algunos restos presentan mordeduras de carnívoros, posiblemente perros.
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FIGURA 2. Estructura 124 de Sanxo Llop Lidl con la costilla de cetáceo antes de su
extracción.
-UE 124.002, de 0,15-0,20 m de profundidad, formada por una importante
concentración de grandes bloques y un sedimento arenoso poco compacto.
-UE 124.003, de 0,30 m de potencia con abundante fracción, 233 fragmentos de cerámica, barro cocido escaso (169 g), industria lítica en sílex
tallado, un fragmento de molino, algunos carbones, 28 restos de malacofauna y abundante fauna de vertebrados con 595 restos, entre los que destaca
la presencia de dos esqueletos parcialmente completos de Canis familiaris adultos (229 restos), además de Felis sp. (9 restos craneales y postcraneales), Sus sp. (31 restos craneales y postcraneales), ovicaprinos (25), Bos
taurus (18 restos craneales y postcraneales), leporidae (7 restos craneales y
postcraneales), rodentia (7 restos postcraneales), ave indeterminada (2 restos postcraneales) y pequeños fragmentos indeterminados, de los que dos
se encuentran quemados y una diáfisis mordida por carnívoros.
En la base de la UE. 124.001, junto a la pared y en posición horizontal,
se documentó una costilla de ballena casi completa (figuras 2 y 3) que, tras
su descubrimiento se trasladó al Laboratorio de restauración del Museu de
Prehistòria de València donde fue consolidada y restaurada (ver Cernieri et
al. en este volumen). Se trata de una costilla derecha, de las anteriores, que
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FIGURA 3. Costilla de cetáceo de la estructura 124 de Sanxo Llop Lidl.
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conserva parte de la articulación distal y la zona del cuello proximal, donde
falta la articulación. Su longitud es de 83 cm, la anchura máxima en la parte
distal 20,2 cm y el espesor 6,4 cm. El ancho de la zona medial es de 13 cm y
del extremo proximal de 7 cm. Presenta en su superficie dos tipos de marcas
antrópicas, unas longitudinales de corte con dimensiones diversas (entre 28
y 10 mm) en la cara medial o interna, cerca del borde craneal, en la zona más
distal, donde la costilla es más plana, y algunos impactos de percusión en la
cara externa (figura 3).
Sanxo Llop Lidl (2016). Estructura 151
Estructura de planta circular, base irregular y forma troncocónica, con un
diámetro máximo de 1,86 m en la base y una profundidad de 0,98 m. Se
distinguieron en su excavación dos UUEE:
-UE 151.001, de 52 cm de potencia máxima, formada por un sedimento
compacto de arcillas y arenas, con escasa fracción y material arqueológico abundante: 302 fragmentos cerámicos, 39 restos de talla de sílex, escaso
barro cocido (44 g), un bruñidor sobre candil biselado de asta de ciervo,
165 restos de fauna, con presencia de mamíferos de talla media (141), ovicaprinos (13), Sus sp. (8), Bos taurus (2) y Vulpes vulpes (1) y 56 restos de
malacofauna marina.
-UE 151.002, de 46 cm de potencia, formada por un sedimento compacto
de arenas y algunas arcillas, con abundantes restos de materia orgánica y
fracción escasa (gravas, cantos y algun bloque). Restos materiales variados:
237 fragmentos de cerámica, 16 restos de industria tallada en sílex, barro
cocido (300 g), cinco fragmentos de molino, carbones, restos humanos de
un individuo masculino adulto (mandíbula y extremidad inferior derecha
-fémur y coxal-), 37 restos de malacofauna y 388 de fauna, con mamíferos de
talla media (329) y grande (1), ovicaprinos (28), Ovis aries (22), Sus domesticus (5), Bos taurus (2) y Cervus elaphus (1 fragmento de asta).
En la UE 151.002 se documentaron numerosos restos de cetáceo odontoceto (delfín) (figura 4). Del esqueleto craneal (figura 5): un cráneo fragmentado y 27 fragmentos de cráneo (NMI: 1), un fragmento de mandíbula
que conserva tres dientes, 26 dientes sueltos (NME: 24), dos huesos perióticos (uno derecho y otro izquierdo) y un fragmento de bulla timpánica.
Del esqueleto postcraneal (figura 6): 34 fragmentos de cuerpos vertebrales
(NME: 32) y 47 de discos vertebrales (10 enteros, 8 de aproximadamente la
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FIGURA 4. Estructura 151 de Sanxo Llop Lidl. Cráneo y otros restos de delfínido durante el proceso de excavación.
mitad, tres de un cuarto y 26 fragmentos de tamaño más reducido) (NME:
21), dos fragmentos de escápula (uno de la derecha y otro de la izquierda),
un húmero, una ulna, un radio, 14 fragmentos de costilla y 94 pequeños fragmentos indeterminados. Estos restos no presentan alteración, todas las fracturas son postdeposicionales y algunas recientes consecuencia del proceso
de excavación. No se observa ninguna evidencia de manipulación antrópica.
En algunos casos estos huesos presentan modificaciones diagenéticas sobre
la cortical vinculada a procesos químicos de las raíces de las plantas.
Alqueria de Sant Andreu (2005). Estructura 18
Estructura de planta circular, sección irregular y fondo cóncavo, con un diámetro de la boca de 1,07 m, de la base 0,94 m y una profundidad máxima en
torno a 1 m. La base es muy irregular al estar excavada sobre gravas. Se le ha
calculado una capacidad de 345 l. Este silo forma parte del denominado Grupo 5, datado entre el 2600 y el 2450 cal BC y formado por una vivienda (casa 5)
en cuyo entorno próximo se sitúan una estructura de combustión (103) y dos
silos (18 y 98). Algo más alejado, pero formando parte de este grupo, se en-
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FIGURA 5. Esqueleto craneal de delfínido de la estructura 151 de Sanxo Llop Lidl.
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FIGURA 6. Esqueleto postcraneal de delfínido de la estructura 151 de Sanxo Llop Lidl.
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cuentra otro silo con gran capacidad de almacenaje (69) (Gómez Puche et al.,
2011: 65, figs. 4.17 y 4.22, cuadro 4.5). El silo 18 se excavó mediante dos UUEE:
-UE 18.001, con una potencia entre 20 y 25 cm, formada por un sedimento marrón oscuro con gran cantidad de gravas y cantos. El material
arqueológico es escaso: 25 fragmentos atípicos de cerámica, industria lítica
en sílex, dos restos de Bos taurus (Pascual Beneyto et al. 2008: tabla 3) y uno
de malacofauna marina.
-UE 18.002, de 75 a 80 cm de potencia, formada por un sedimento marrón con algunas arenas y fracción compuesta por gravas, cantos y algún
bloque. Materiales abundantes: 270 fragmentos cerámicos correspondientes a cinco vasos, industria lítica en sílex, 235 restos de fauna (201 de indeterminados, 4 de Bos taurus, 20 de Sus domesticus, 1 de Ovis aries y 9 de
ovicaprinos) y 36 restos de malacofauna marina.
En la UE 18.002 se documentó un disco vertebral de balénido casi completo, de 31 cm de diámetro, perteneciente a un individuo joven ya que no se
encuentra fusionado con el resto del cuerpo vertebral (figura 7: A). Su tamaño y morfología han servido para descartar que pertenezca a especies como el
cachalote o el rorcual, y atribuir el resto a otra especie de gran tamaño que, en
opinión de L. López, podría pertenecer a Eubalena glacialis (ballena franca o
de los vascos) (Pascual Beneyto et al., 2008: 65; Iborra y López, 2011: 116). En
la parte central de una cara articular presenta profundas señales de sección
en V con longitudes comprendidas entre 12,6 y 20 mm por una anchura en su
parte central de 2 a 2,5 mm, que sugieren ser consecuencia de la utilización
de una herramienta robusta (hacha, azuela o cincel) posiblemente de metal
lanzada por percusión (Pascual Benito, 2011a: 207, fig. 15.4: 4).
La Vital (2006), silo 20
Estructura de planta circular, sección globular y fondo cóncavo, con un diámetro máximo de 1,81 m, de la boca de 1,07 m, de la base 1,44 m y una
profundidad de 1,58 m, con una capacidad de 2913 l. Este silo se ubica en
el extremo sur del denominado Grupo 8, datado entre el 2400 y el 2200 cal
BC y formado por estructuras con una funcionalidad muy diversa, restos de
una posible estructura de habitación (casa 15) asociada a dos cubetas y varias fosas y silos, entre ellos el silo 20 de las que dista 30 m, otro con hallazgos metálicos (2 punzones y un escoplo) y un enterramiento campaniforme
(Gómez Puche et al., 2011: 75, fig. 4.30, cuadro 4.8).
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FIGURA 7. A: vértebra de cetáceo del silo 18 de la Alquería de Sant Andreu. B: fragmentos de vértebra de cetáceo del silo 20 de La Vital.
En la UUEE 3.009 del silo 20 se documentaron 237 fragmentos cerámicos pertenecientes a 22 vasos y escasa industria lítica (seis restos de talla,
una punta de flecha de largas aletas y pedúnculo de retoque plano cubriente
y bifacial) (García Puchol y Gibaja 2011, fig. 12.5: 10), un fragmento de metabasita pulido y dos abrasivos de arenisca. Destaca el registro faunístico,
con 60 restos de malacofauna marina y un “depósito singular de fauna concentrado” en el relleno inicial compuesto por 330 huesos y fragmentos, con
la presencia de varias mandíbulas prácticamente enteras y restos parciales
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de un ovicaprino en conexión anatómica. Existe diversidad de especies y
elementos anatómicos. Los huesos pertenecen a dos ovejas, cinco cabras,
dos ovicaprinos infantiles, seis cerdos, seis bovinos, un caballo, un ciervo,
un corzo y una cabra montés. Un conjunto faunístico en el que destaca la
diversidad de especies, la abundancia de elementos del miembro anterior
y de la cabeza y la presencia de abundantes marcas de carnicería, así como
mordeduras de cánido en determinados huesos, por lo que se supone que
los materiales fueron depositados en varias fases y algunos de ellos responden a un “acto especial” (García Puchol et al., 2011: 94).
En la UE 3.009 del silo 20 se documentaron dos fragmentos de un disco
vertebral de balénido (figura 7: B), al parecer de un individuo juvenil, pues
no se encuentra fusionado al resto del cuerpo de la vértebra (Iborra y López,
2011). El fragmento de mayor tamaño, de 15,8 x 13,6 x 6,5 cm, presenta en la
superficie plana de la única faceta articular conservada y en el borde abundantes señales longitudinales de corte de dos tipos producidas por diversos
instrumentos de filo lítico. Las primeras ubicadas en la zona central, con
una longitud entre 14 y 37 mm por una anchura entre 0,8 y 1,5 mm, y otras
similares localizadas junto al borde en sentido perpendicular a las anteriores, que también parecen estar hechas con un instrumento de filo lítico. Las
segundas son incisiones mucho más finas y abundantes, con una disposición paralela y un espesor inferior a 0,5 mm, producto de la abrasión. La
superficie opuesta se encuentra fragmentada mostrando el tejido esponjoso
interior (Pascual Benito, 2011b: 207, fig. 15.4: 5).
EVIDENCIAS DE RESTOS DE CETÁCEO EN YACIMIENTOS
ARQUEOLÓGICOS
Restos de cetáceos en contextos arqueológicos de cazadores recolectores
Existen evidencias de la explotación de mamíferos marinos, sobre todo
focas y, en menor número, delfines y ballenas, por los grupos de cazadores
recolectores que vivieron en el litoral del sur de la península ibérica entre
MIS 6 y MIS 1 (ca 150-9 ka BP), en contextos del Paleolítico medio y superior
(figura 8). Durante el Paleolítico medio los restos de cetáceo se localizan en
tres yacimientos meridionales. En Gorham’s Cave (Gibraltar) con 12 restos
de Cetacea (Aura et al., 2016: tabla 4), en los niveles inferiores de Vanguard
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FIGURA 8. Yacimientos prehistóricos de la península ibérica con restos de cetáceo.
Cave (Gibraltar), asociados a industria musteriense de hace más de 115.000
años, donde han sido identificados un metacarpo y una vértebra de delfín
común (Delphinus delphis) con marcas de carnicería, una vértebra de delfín
mular (Tursiops truncatus) y una ulna de delfín no identificado (Stringer et
al., 2014: tabla 2), y en Figueira Brava (Arrabida, Portugal) con seis vértebras
de Delphinus delphis, tres de ellas con marcas de corte (Álvarez-Fernández,
2015: 196, fig. 5).
En el Paleolítico superior inicial las evidencias de cetáceos son más escasas en yacimientos meridionales, con restos de Delphinidae en Gorham’s
Cave (Aura et al., 2016: tablas 6 y 7), y están mejor representados en yacimientos más septentrionales. De contextos auriñacienses procede un fragmento de diente de cachalote (Physeter macrocefalus) en el nivel 18 de la
Cueva del Castillo (Álvarez-Fernández, 2015: 199, fig. 7), y en los niveles
gravetienses y solutrenses de la Garma A se han citado dos dientes de foca o
delfín (Corchón y Álvarez-Fernández, 2008: 60).
Durante el Magdaleniense, los restos de cetáceos –sobre todo dientes- son
más abundantes y se utilizan como soporte o materia prima de industria ósea
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para fabricar adornos, instrumentos y piezas decoradas o esculpidas. En menor número se constata el aprovechamiento de cetáceos para la alimentación.
En el Magdaleniense medio antiguo de las Caldas se han documentado dientes de mamíferos marinos (foca, cachalote, calderón) perforados:
uno de cachalote (Physeter macrocephalus catodon), decorado con un
bisonte en una cara y un cetáceo en la otra —balénido o cría de cachalote—, y otros cuatro dientes con perforaciones completas o iniciadas:
uno de foca vitulina y tres de delfín piloto o calderón (Globicephala mela)
que presentan una perforación bipolar iniciada, y tres no modificados
que corresponden a una especie no determinada de delfínido (Corchón y
Álvarez-Fernández, 2008: 62).
En Francia también son escasos los dientes de cetáceo documentados.
El más conocido es un diente perforado de cachalote procedente del Magdaleniense de Mas d’Azil con tres perforaciones y la representación en altorrelieve de dos cabras (Poplin, 1983). Dientes de cetáceo se mencionan
en Marsoulas e Isturitz (Corchón y Álvarez-Fernández, 2008: 60) y en el
Magdaleniense medio de Duruthy aparecen tres dientes no modificados de
odontocetos de talla mediana, quizás de Globicephala mela (Pétillon, 2016).
Recientemente se ha constatado que el gran contorno recortado de bisonte
del Magdaleniense medio de Isturitz fue facetado sobre un soporte procedente del cráneo de un gran cetáceo (Ibíd.: 29).
Los huesos de cetáceo también han servido como materia prima para
la fabricación de armas e instrumentos, como se ha constatado en 11 yacimientos de la vertiente norte de los Pirineos datados en la segunda mitad del Magdaleniense medio y la primera mitad del Magdaleniense tardío
(ca 17500-15000 cal BP), donde se hallaron 109 artefactos confeccionados
sobre hueso de ballena, en su mayoría azagayas de grandes dimensiones.
Su distribución geográfica indica un origen atlántico, y que estos objetos
fueron transportados desde la costa hasta la parte central de los Pirineos
a distancias de al menos 350 km, que muestran la existencia de una red de
interacción duradera que incluía la circulación de las herramientas habituales (Pétillon, 2013). De la extensión de esas redes nos informa el objeto
confeccionado en hueso de gran cetáceo documentado en el Magdaleniense
reciente de Andernach-Martinsberg (Renania), yacimiento situado a unos
1000 km del mar y, por tanto, de cualquier fuente de aprovisionamiento de
este material (Pétillon, 2013 y 2016).
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En otros casos, los restos óseos de cetáceo, parecen indicar una finalidad alimenticia. En el litoral mediterráneo destacan los abundantes restos de delfín junto a otros de foca hallados en la Cueva de Nerja, la mayor
parte quemados y con marcas de carnicería, lo que indica su consumo
(Pérez y Raga, 1998; Morales-Pérez et al., 2019). De delfín se han identificado 167 restos (cráneo y mandíbulas, elementos vertebrales y costillas)
de al menos tres especies: 30 de delfín común (Delphinus delphis), cuatro
de delfín mular (Tursiops truncatus) y uno de calderón (Grampus griseus), además de una costilla de un gran cetáceo indeterminado de más
de 8 m de longitud (Aura et al., 2016: tabla 4).
En yacimientos de la región cantábrica otros restos de cetáceos están
presentes en el nivel VII de Las Caldas, donde se citan, sin poder discriminarlos, dos restos de Delphinus o de Stenella (Mariezkurrena, 2011: 92),
y en el Magdaleniense reciente y final de la Cueva de Santa Catalina (niveles III y II), se menciona la presencia de 41 fragmentos de vértebras y de
costillas de grandes cetáceos (Ibíd., 2011: 92; Corchón y Álvarez-Fernández, 2008: 60; Berganza et al., 2012: 177). En Francia también son escasos,
con una costilla de probable cachalote del Abri de La Croze (Corchón y
Álvarez-Fernández, 2008: 60).
En dos yacimientos peninsulares se infiere de forma indirecta la utilización de cetáceos con fines alimenticios, a partir de la presencia de
pequeños crustáceos que viven en la piel de las ballenas y que resulta
imposible arrancarlos de un cadáver de ballena sin cortar la carne. Estos crustáceos se fijan en la piel del cetáceo en su estadio larval y con
su crecimiento quedan incrustados, sin que se desprendan en vida de
la ballena pese a la descamación de la piel. En las capas superiores del
Magdaleniense de Nerja, datadas entre hace 14.500 y 13.500 años, se ha
inferido el consumo de Balaenoptera (Eubalaena australis / Eubalaena
glacialis), en base a la presencia de 167 restos de balanos pertenecientes a
dos géneros –Tubicinella major y Cetopirus complanatus–, muchos de los
cuales se encontraron quemados en el interior de un hogar. La presencia
de estos pequeños crustáceos evidencia el trasporte de ciertas piezas de
las ballenas a la cueva para el aprovechamiento y consumo de su carne,
piel y grasa (Álvarez-Fernández et al., 2014). Algo semejante ocurre en el
Magdaleniense medio antiguo de Las Caldas, por un fragmento de balano
-Coronula diadema-, evidencia del procesado y transporte de carne de ba-
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llena 60 km al interior, probablemente Megaptera novaeanglia (Corchón,
2007/2008; Corchón y Álvarez-Fernández, 2008).
Así mismo, son escasas aunque significativas las representaciones de
cetáceos en diversos yacimientos magdalenienses de la península ibérica y
el SW francés, tanto en soportes muebles (Las Caldas, Arancou, La Vache)
como rupestres (Tito Bustillo) (Serangeli, 2001).
Durante el Mesolítico los yacimientos con restos de cetáceos también son esporádicos, si exceptuamos los del área septentrional europea
(Clark, 1947). En el Mediterráneo destaca la Grotta dell’Uzzo, en el noroeste de Sicilia, donde se documentaron numerosos huesos de delfines y
ballenas en la fase de transición del Mesolítico al Neolítico, la mayor parte fragmentos de vértebras y costillas, algunas con marcas de carnicería.
El análisis de isótopos estables en colágeno de una gran muestra de restos
de la fase mesolítica (11100-8500 cal BP) indica una escasa dependencia
de los recursos marinos, mientras que un humano y un zorro de la fase de
transición Mesolítico-Neolítico (8770-7850 cal BP) adquirieron al menos
1/3 de su proteína de los cetáceos, por lo que estos animales deberían
haber estado disponibles y consumidos anualmente para poder ingerir
tanta carne de ellos (Mannino et al., 2015). Otro yacimiento mesolítico
donde se menciona la presencia de odontocetos es la necrópolis de Téviec
en Morbihan (VIII milenio cal BP) donde se documentaron dos restos
de cetáceo en el conchero (Cassen y Vaquero, 2000: 645) y, en una de las
tumbas, un inhumado estaba cubierto por astas de ciervo y el hogar ritual
asociado contenía un hueso de cetáceo (Bouvry, 2007: 144).
Fuera de Europa se documenta el carroñeo de grandes mamíferos marinos en el yacimiento de Dungo V (Angola), de donde proceden dos esqueletos de ballena, uno de los cuales se asociaba a numerosos chopers y lascas
de cuarzo que fueron utilizados para el despedazado de la misma hace más
de un millón de años (Gutiérrez et al., 2010). El consumo de cetáceos se
infiere también a partir de los grabados rupestres de Bangudae (Corea del
Sur) donde existen numerosas representaciones de la caza de ballenas datadas hace más de 4000 años (Lee y Robineau, 2004).
Restos de cetáceos durante la prehistoria reciente
Durante el Neolítico final y el Calcolítico son varios los yacimientos peninsulares donde se han documentado restos óseos de cetáceo que, excepto en
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
una ocasión, se ubican en la fachada atlántica y, en algunos casos, se utilizan como materia prima para la confección de diversos objetos.
En la casa 21 del poblado calcolítico de Almizaraque (Cuevas de Almazora, Almería), se localizaron numerosos ídolos, entre ellos un sandaliforme
de 25 cm de longitud, al parecer confeccionado “sobre el cráneo de una ballena según observación del profesor F. Poplin” (Maicas, 2007: 121, fig. III.74).
En la fase I de Papa Uvas (Aljaraque, Huelva), se documentaron diversos
fragmentos óseos de mamíferos marinos pertenecientes, por el tamaño de
las vértebras, a cetáceos de más de 4 m de longitud, probablemente ballenas o cachalotes: 29 restos pertenecientes a un individuo en las campañas
1976/79 (Morales, 1985: 256) y 8 restos de dos individuos en la campaña
1986/87 (Morales y Cereijo, 1992: 100).
En Portugal, la presencia de huesos de cetáceos es más numerosa. En
dos yacimientos calcolíticos del estuario del Tajo se han constatado sendos
fragmentos de costilla de cetáceo con numerosas señales producidas por instrumento cortante, uno procedente de Leceia (Bacarena) y el otro de Alpena
(Trafaria). La primera es una porción proximal de costilla seccionada por
ambos lados, con profundas, intensas y aleatorias marcas de corte que indican que la pieza se empleó como soporte para el corte o yunque (Cardoso,
1995: fig. 2 y 3). En la segunda se observa en el lado utilizado un alisamiento
intencional y en el otr0, varios cortes poco acentuados, habiendo sido interpretada como una paleta o un soporte para colorante, por los restos de colorante rojo observados en una ranura del reverso (Zbyszewski, 1977; Cardoso,
1995: 198). En Zambujal (Torres Vedras) se citan cuatro fragmentos óseos
de una ballena de gran tamaño, entre los que hay un fragmento de cuerpo vertebral (Driesch y Boessneck, 1976: 96). Además, en cinco yacimientos
calcolíticos cercanos a la costa del centro de Portugal (Palmela, Dolmen das
Conchadas, Praia das Maçãs, Verdelha dos Ruivos y Pedra do Ouro), gracias
a la aplicación de diversos métodos para la identificación de la materia prima, se ha detectado el uso de marfil de cachalote (Physeter macrocephalus)
para la elaboración de 17 elementos de adorno personal, en especial botones
con perforación en V además de cuentas y cilindros (Cardoso y Schuhmacher, 2012; Schuhmacher et al., 2013). A parte de los restos óseos hallados en
yacimientos atlánticos cabe mencionar las representaciones de cachalotes
gravadas en algunas tumbas megalíticas del norte de Portugal, Galicia y la
Bretaña francesa (Cassen y Vaquero, 2000).
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
Durante la Edad del Bronce, las evidencias de restos de cetáceos en la
península ibérica son más escasas. En el poblado argárico de Zapata (Lorca)
se documentó un “fragmento interno de un maxilar de cachalote (Physeter
macrocephalus)”, determinado por M. Luis de Panw, conservador de las colecciones de la Universidad de Bruselas (Siret y Siret, 1890: 497), y en Fuente Álamo (Cuevas del Almanzora) se menciona la presencia de un vértebra
caudal de un cachalote subadulto de cronología incierta, pues apareció en
los horizontes I-VII que abarcan entre la Cultura de El Argar y época islámica (Manhart et al., 2015: 230). Entre los adornos de la necrópolis de San
Antón (Orihuela), aunque no se menciona en la publicación, por la foto
que la acompaña, resulta probable la presencia de un disco vertebral de un
delfín con amplia perforación central (Furgús, 1937: fig. 6).
En la fase III del Pic dels Corbs (Sagunt) se han identificado dos restos de cetáceo, un fragmento indeterminado de diáfisis que presenta fuerte
abrasión en su superficie (PC 1996, 1-XI, K3II, UE 1019, B13, BT, VS) y un canino de 62,17 mm de longitud, diámetro ap raíz: 11,73; diámetro transversal
raíz: 17,93; diámetro máximo cuerpo: 19,63 (PC 2000, 243, UE 1.238, B92)
(Barrachina y Sanchis, 2008: 64).
Fuera de la península ibérica, los restos de cetáceo también son escasos
en otras regiones mediterráneas durante la Prehistoria reciente. En el Neolítico final griego se han documentado dos vértebras de ballena en Saliagos
y otra en Phaistos (Bernal et al., 2016). En el SE francés se han mencionado
restos de delfín en niveles del Neolítico final couronnien de Collet-Redon
(Martigues – Bouches-du-Rhône) (Cauliez et al., 2006: 10). Otros restos
aparecen en un yacimiento atlántico en contexto funerario megalítico,
en un compartimento de la tumba de corredor de La Planche (Puare, l’île
d’Yeu, Vendée), de donde proceden tres dientes de cachalote hallados en
un lecho de cantos sobre el que se depositó un inhumado cubierto de arena
marina (Cassen y Vaquero, 2000: 645).
Sin embargo, en contextos que van del Mesolítico a la Edad del Hierro de
un buen número de yacimientos costeros del norte de Europa (Dinamarca, Inglaterra, NW de Francia, Holanda, Irlanda, Noruega, Escocia y Suecia), se han
documentado numerosos restos de cetáceo que atestiguan el consumo de estos
mamíferos por las comunidades que habitaban el litoral en esa zona, a los que
hay que sumar muchos grabados rupestres datados entre el Neolítico y la Edad
de Bronce que ilustran su captura (Clark, 1947; Lee y Robineau, 2004: 57).
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
Restos de cetáceos en la Antigüedad
Los restos de cetáceo conocidos en la Europa mediterránea y el Norte de África durante la Antigüedad son algo más numerosos, con al menos 22 enclaves
(Bernal et al., 2016: tabla 1), especialmente en el área del Estrecho de Gibraltar, donde existe una concentración de 13 yacimientos y 23 contextos desde
época fenicia a tardorromana, en los que se han documentado una elevada
variedad de especies (Bernal y Monclova, 2011 y 2012). El taxón más representado es el rorcual común con cuatro atestaciones y con una el cachalote, la
ballena gris, la falsa orca y el delfín (Bernal et al., 2016: fig. 9). Dario Bernal
considera probable que en la Antigüedad se aprovecharan los arenamientos
de grandes mamíferos marinos de manera sistemática, con la posibilidad de
que algunos fuesen naturales y otros inducidos, y también que los cetáceos
fueran pescados, arguyendo dos evidencias, el episodio de la caza de una orca
transmitido por Opiano y una vértebra de Motya (ss. VI-V a.C.) con una punta
de bronce clavada (Bernal y Monclova, 2011: 115; 2012: 180).
En la península ibérica, fuera del área del Estrecho, además de los yacimientos recogidos en los trabajos de D. Bernal (A Lanzada en Pontevedra,
Monte Molinäo en el Algarve y Bocca do Río) las noticias se reducen a dos
restos de cetáceos en Myrtilis (Mértola, Portugal) procedentes de unidades
estratigráficas datadas en el periodo romano republicano, uno de ellos con
marcas de corte (Moreno-García et al., 2017: 190) y, en ambiente mediterráneo, a la presencia de la ballena de Cuvier (Liphius cavirostris) en el yacimiento de la Antigüedad tardía de la Solana (Cubelles) (Esteve, 1995: 138)
y a restos de cetáceo procedentes del Grau Vell (Sagunt) de época tardorromana (Iborra, 2017: 190).
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Las fuentes de aprovisionamiento
Diversos investigadores coinciden en que la explicación más plausible de la
presencia de cetáceos en yacimientos prehistóricos es el aprovechamiento
de animales varados en las playas (Morales, 1985: 256; Cassen y Vaquero,
2000: 645; Mulville, 2002; Cardoso, 1995: 194; Corchón, 2007/2008: 190;
Corchón y Álvarez-Fernández, 2008: 63; Cardoso y Schuhmacher, 2012;
Álvarez-Fernández et al., 2013; Pétillon, 2016).
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
La distribución actual de cetáceos parece no coincidir exactamente con
la documentada arqueológicamente. En el Estrecho de Gibraltar estudios
recientes han documentado delfines (comunes, listados o mulares), calderones comunes, orcas y cachalotes como especies residentes y no migradoras (Bernal y Monclova, 2012: 20).
En el País Valenciano, desde 1990 se empezaron a recoger datos de varamientos de cetáceos de manera coordinada por la Consellería de Medio
Ambiente y la Unidad de Zoología Marina del Instituto Cavanilles de la Universitat de València. Entre los años 1990 y 2009 se registraron un total de 933
varamientos, en los que se documentaron nueve especies de cetáceos. La mayoría corresponden al delfín listado (Stenella coeruleoalba), el 72,3% del total
de animales identificados, al que sigue el delfín mular (Tursiops truncatus)
con un 11%. El resto de las especies aparecieron varadas esporádicamente:
rorcual común (Balaenoptera physalus), cachalote (Physeter macrocephalus), calderón común (Globicephala melas), calderón gris (Grampus griseus),
zifio de Cuvier (Ziphius cavirostris), delfín común (Delphinus delphis) y sólo
un varamiento de orca bastarda (Orcinus orca) (Gozalbes et al., 2010).
El uso de los restos de cetáceos
Los restos de cetáceos documentados en La Vital no parece que fueran restos
de alimentación por la ausencia de marcas de carnicería en todos ellos o la
presencia de marcas que, como veremos, responden a otro motivo. Además,
el análisis de isótopos estables del carbono y del nitrógeno en tres humanos
enterrados en La Vital descarta el consumo de recursos de origen marino. Si
tomamos como referencia de los valores marinos de carbono a la ballena, se
puede decir que durante el Calcolítico de La Vital el consumo de recursos
marinos es inexistente o tan pequeño como para no aparecer reflejado en la
signatura del colágeno óseo (Salazar-García, 2011: 142).
Las evidencias halladas en el Mediterráneo han identificado varios usos
para los restos de ballena: para la salazón de pescado, para la fabricación de
artefactos, como biocombustible o para la producción de aceite y de grasa
(Bernal et al. 2016: 294-295).
En nuestro caso, las señales de corte presentes en tres piezas de ballena
de La Vital -dos vértebras y una costilla- indican su uso como elementos
pasivos o yunques. Las marcas antrópicas que en ellas se observan se ubican en su superficie plana o en el borde, y difieren en la longitud, espesor y
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
profundidad de la incisión, por lo que se supone que fueron producidas por
diversas acciones de corte y percusión que, a falta de un análisis microscópico detallado, muestran trazas de, al menos, tres instrumentos diferentes.
La utilización de diversos huesos de cetáceos de grandes dimensiones
como mesas de trabajo para cortar o trabajar se encuentra bien documentada (Bernal y Monclova, 2011 y 2012: 180; Bernal et al., 2016). Se han
interpretado así siete ejemplares. El más antiguo corresponde a la costilla
seccionada del Calcolítico de Leceia mencionada anteriormente (Cardoso, 1995). En Atenas, ca. 850 a.C., parte de una escápula de rorcual común
con multitud de cortes en una superficie y un orificio cuadrangular, se
interpreta como una mesa de trabajo, sustentada con patas encastradas
en varios huecos realizados en torno al perímetro de la pieza (Bernal y
Monclova, 2012: fig. 8a), al igual que un fragmento de húmero con marcas de corte procedente de la colonia romana de los siglos I-IV d.C, de
Porto Torres (Italia) (Bernal et al., 2016: 918). No obstante, el sistema más
habitual es la reutilización de vértebras, pues la horizontalidad de sus
caras articulares unida a sus dimensiones (en torno a 30 cm de diámetro)
y a su gran estabilidad (altura en torno a 20 cm) las convierten en óptimos soportes. Se conocen cuatro ejemplos: Un fragmento con numerosas
marcas de corte procedente de la nuraga de Li Brandali (Cerdeña) en
contexto de la Edad del Bronce, entre 1000 y 900 BC, interpretado como
una tabla de cortar (Ibíd.: 918). En el islote de Motya (Sicilia), en contexto
púnico de los siglos VI-V a.C., cuatro vértebras de cachalote fueron interpretadas como yunques para el machacado de murícidos, por hallarse
en el relleno de un pozo con percutores de piedra y numerosas conchas
de Murex machacadas (Bernal y Monclova, 2012.: fig. 8b). En Baelo Claudia (Tarifa), en época romano-republicana (190-40 a.C.), una vértebra de
grandes dimensiones, posiblemente de un rorcual común, con multitud
de huellas de corte en ambas caras articulares (Ibíd.: fig. 8c) y en las
factorías conserveras de Iulia Traducta (Algeciras), ca. 500 d.C., una vértebra de cetáceo, quizás rorcual común, con múltiples cortes en la faceta
articular conservada (Ibíd.: fig. 8d). Estos hallazgos verifican su empleo
a lo largo de toda la Antigüedad, que parece ser generalizado en todo el
Mediterráneo Oriental, central y hasta el Estrecho de Gibraltar. La interpretación como mesas portátiles de trabajo encuentra refrendo en el
registro iconográfico en la cerámica griega con diversas escenas que usan
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
este tipo de artilugios. Este tipo de “yunques” de hueso es más eficiente
que otros soportes -madera o piedra-: no mella los cuchillos, se limpia
con más facilidad y no se deforma por el uso prolongado (Ibíd.: 183).
Más escasos son los ejemplos en los que restos de cetáceos participan en
rituales funerarios, como parece suceder con el delfín de Sanxo Llop asociado a un posible enterramiento secundario de un varón adulto, pues se
limitan a solo un caso distanciado geográfica y culturalmente, un hueso de
cetáceo presente en un hogar asociado a una tumba del conchero mesolítico de Téviec (Bouvry, 2007).
En definitiva, los hallazgos de Sanxo Llop enriquecen la documentación
que teníamos sobre el aprovechamiento de los recursos litorales. Las comunidades humanas que habitaron durante el III milenio a.C. en la desembocadura del Serpis utilizaron gran variedad de recursos marinos con fines
muy diversos: gasterópodos de roca (lapas y bígaros) recolectados con fin
alimentario, diversas conchas de molusco (bivalvos, gasterópodos y escafópodos) para fabricar objetos de adorno personal y utensilios (Pascual Benito,
2011 a y b) y vértebras de mantarraya (raya látigo) y de tiburón (musola) para
confeccionar cuentas de collar (Pascual Benito y Marlasca, en este volumen).
A estos restos malacológicos e ictiológicos hay que añadir la presencia
de materiales de origen marino que no son habituales en contextos prehistóricos. Un delfín depositado como posible ofrenda funeraria en un enterramiento secundario, y grandes huesos de cetáceo (vértebras y costilla)
utilizadas como instrumentos pasivos o yunques. Es probable que cuando
se estudie detenidamente la totalidad de los restos faunísticos procedentes
de las excavaciones recientes de Sanxo Llop y de otros yacimientos litorales,
el número de restos de mamíferos marinos aumente.
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
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BALLENAS Y DELFINES EN LA PREHISTORIA PENINSULAR.
LOS RESTOS DE CETÁCEO DE LA VITAL (GANDIA)
Josep Lluís Pascual Benito, Alfred Sanchis y Josep Pascual Beneyto
ABSTRACT
The presence of marine mammal remains in prehistoric contexts of the Iberian Peninsula is rare. For this reason, the assemblage recovered in an archaeological site located at the Serpis river mouth, with occupations between
the ancient epicardial Neolithic and contemporary times is exceptional.
In two of the final Neolithic / Chalcolithic structures of the Sanxo Llop
Lidl sector excavated in 2016, various cetacean remains have been documented. In one of them a whale’s rib and in the other several remains belonging to a dolphin. Previously, in two structures of other two sectors of
the same site excavated between 2004 and 2006, the Alqueria de Sant Andreu and La Vital, two fragments of vertebrae of a large cetacean had been
documented, whose marks allow to affirm their use as tables of work or
anvils. In this communication all these remains of marine mammals are
disclosed and those documented in various prehistoric and ancient sites of
the Iberian Peninsula are reviewed.
EL YACIMIENTO DE LA VITAL
El yacimiento de La Vital se ubica en la llanura litoral sobre una terraza
de la margen derecha del río Serpis, a su paso por el término municipal de
Gandia. Actualmente su cota sobre el nivel del mar se sitúa sobre los 17 m
y dista unos 2,5 km de la línea de costa, aunque el estudio geomorfológico
indica que durante el Neolítico estaría en torno a 1 km.
En los últimos años esta zona ha sufrido una intensa urbanización, y
como consecuencia se han desarrollado diversas campañas de excavaciones
Recursos marins en el passat. IV Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2019): 165-192.
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
FIGURA 1. Sanxo Llop Lidl. Vista aérea de la excavación de 2016. A la izquierda se
encontraba la Alquería de Sant Andreu y a la derecha La Vital.
arqueológicas en las que se han documentado abundantes estructuras, testigo de la amplia secuencia detectada en el yacimiento, con ocupaciones del
Neolítico antiguo epicardial, calcolíticas, Bronce final, Hierro antiguo, romanas, islámicas, bajomedievales y contemporáneas. Para las fases prehistóricas
la mayor parte de las estructuras son subterráneas, sobre todo silos y fosas,
de las que se han excavado varios centenares (figura 1) y en menor número
posibles estructuras de hábitat, hogares y enterramientos individuales o dobles, algunos de ellos asociados a depósitos animales (Pascual Beneyto et al.,
2008; Pérez Jordá et al., 2011; García Borja et al., 2013; Pascual Beneyto, 2015).
LOS RESTOS DE CETÁCEO DE LA VITAL Y SU CONTEXTO
Los restos de cetáceos que aquí se presentan se documentaron en las excavaciones efectuadas entre 2004 y 2006 en los sectores denominados Alquería de Sant Andreu y La Vital respectivamente, y en 2016 en el sector
denominado Sanxo Llop Lidl, en un total de cuatro estructuras calcolíticas
excavadas en el subsuelo datadas entre 2800 y 2300 cal BC.
166
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
Ante la ausencia de material comparativo y la falta de especialistas en
esqueletos de cetáceos, la clasificación de estos materiales se realiza a nivel de orden -Cetacea- y de suborden -misticetos (ballenas) y odontocetos
(delfines)-. En primer lugar se describen los restos documentados y las características de las estructuras donde aparecieron. Los restos hallados en
las campañas de 2004 y 2006 ya habían sido objeto de publicación, mientras que los de la campaña 2016 permanecían inéditos y los materiales que
los acompañan se encuentran actualmente en proceso de estudio. En este
trabajo se presenta el estudio preliminar de los restos faunísticos y se mencionan someramente los otros materiales arqueológicos que acompañaban
a los restos de cetáceos en cada una de las estructuras.
Sanxo Llop Lidl (2016). Estructura 124
Se trata de una estructura de planta circular, base plana y forma troncocónica, con un diámetro máximo de 3 m en la base y una profundidad de 1,68 m.
En su excavación se distinguieron tres unidades estratigráficas:
-UE 124.001, de 1,15 m de potencia, formada por un sedimento de arenas y arcillas con fracción variada (gravas, cantos y bloques) que contenía
abundante material prehistórico: 2427 fragmentos cerámicos, 186 restos de
industria lítica tallada en sílex con puntas de flecha de aletas y pedúnculo,
barro cocido (más de 20 kg), industria ósea (tres punzones sobre diáfisis
con toda la superficie trabajada, una pieza indeterminada sobre candil de
ciervo y un estrangulado sobre diáfisis hendida) y diversos adornos, entre
los que destacan una cuenta discoidal en proceso de fabricación sobre disco
de cardidae y un fragmento de brazalete de piedra caliza. Los restos faunísticos son abundantes, con 312 restos malacológicos y 256 de vertebrados,
cuyo análisis provisional muestra la presencia de mamíferos de talla media
(182), Bos taurus (12 restos craneales y postcraneales), ovicaprinos (14 restos
craneales y postcraneales), Ovis aries (1), Capra hircus (1), Sus domesticus
(14 restos craneales y postcraneales), Cervus elaphus (24 restos dentales y
de asta de muda), Lynx pardinus (un calcáneo completo), Vulpes vulpes
(un canino), Canis familiaris (1), Oryctolagus cuniculus (3 restos craneales y postcraneales), aves de tamaño grande (3 fragmentos de diáfisis) y un
resto de pez. El origen del conjunto se relaciona mayoritariamente con el
consumo humano al aparecer diversos huesos con marcas de corte, aunque
algunos restos presentan mordeduras de carnívoros, posiblemente perros.
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
FIGURA 2. Estructura 124 de Sanxo Llop Lidl con la costilla de cetáceo antes de su
extracción.
-UE 124.002, de 0,15-0,20 m de profundidad, formada por una importante
concentración de grandes bloques y un sedimento arenoso poco compacto.
-UE 124.003, de 0,30 m de potencia con abundante fracción, 233 fragmentos de cerámica, barro cocido escaso (169 g), industria lítica en sílex
tallado, un fragmento de molino, algunos carbones, 28 restos de malacofauna y abundante fauna de vertebrados con 595 restos, entre los que destaca
la presencia de dos esqueletos parcialmente completos de Canis familiaris adultos (229 restos), además de Felis sp. (9 restos craneales y postcraneales), Sus sp. (31 restos craneales y postcraneales), ovicaprinos (25), Bos
taurus (18 restos craneales y postcraneales), leporidae (7 restos craneales y
postcraneales), rodentia (7 restos postcraneales), ave indeterminada (2 restos postcraneales) y pequeños fragmentos indeterminados, de los que dos
se encuentran quemados y una diáfisis mordida por carnívoros.
En la base de la UE. 124.001, junto a la pared y en posición horizontal,
se documentó una costilla de ballena casi completa (figuras 2 y 3) que, tras
su descubrimiento se trasladó al Laboratorio de restauración del Museu de
Prehistòria de València donde fue consolidada y restaurada (ver Cernieri et
al. en este volumen). Se trata de una costilla derecha, de las anteriores, que
168
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
FIGURA 3. Costilla de cetáceo de la estructura 124 de Sanxo Llop Lidl.
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
conserva parte de la articulación distal y la zona del cuello proximal, donde
falta la articulación. Su longitud es de 83 cm, la anchura máxima en la parte
distal 20,2 cm y el espesor 6,4 cm. El ancho de la zona medial es de 13 cm y
del extremo proximal de 7 cm. Presenta en su superficie dos tipos de marcas
antrópicas, unas longitudinales de corte con dimensiones diversas (entre 28
y 10 mm) en la cara medial o interna, cerca del borde craneal, en la zona más
distal, donde la costilla es más plana, y algunos impactos de percusión en la
cara externa (figura 3).
Sanxo Llop Lidl (2016). Estructura 151
Estructura de planta circular, base irregular y forma troncocónica, con un
diámetro máximo de 1,86 m en la base y una profundidad de 0,98 m. Se
distinguieron en su excavación dos UUEE:
-UE 151.001, de 52 cm de potencia máxima, formada por un sedimento
compacto de arcillas y arenas, con escasa fracción y material arqueológico abundante: 302 fragmentos cerámicos, 39 restos de talla de sílex, escaso
barro cocido (44 g), un bruñidor sobre candil biselado de asta de ciervo,
165 restos de fauna, con presencia de mamíferos de talla media (141), ovicaprinos (13), Sus sp. (8), Bos taurus (2) y Vulpes vulpes (1) y 56 restos de
malacofauna marina.
-UE 151.002, de 46 cm de potencia, formada por un sedimento compacto
de arenas y algunas arcillas, con abundantes restos de materia orgánica y
fracción escasa (gravas, cantos y algun bloque). Restos materiales variados:
237 fragmentos de cerámica, 16 restos de industria tallada en sílex, barro
cocido (300 g), cinco fragmentos de molino, carbones, restos humanos de
un individuo masculino adulto (mandíbula y extremidad inferior derecha
-fémur y coxal-), 37 restos de malacofauna y 388 de fauna, con mamíferos de
talla media (329) y grande (1), ovicaprinos (28), Ovis aries (22), Sus domesticus (5), Bos taurus (2) y Cervus elaphus (1 fragmento de asta).
En la UE 151.002 se documentaron numerosos restos de cetáceo odontoceto (delfín) (figura 4). Del esqueleto craneal (figura 5): un cráneo fragmentado y 27 fragmentos de cráneo (NMI: 1), un fragmento de mandíbula
que conserva tres dientes, 26 dientes sueltos (NME: 24), dos huesos perióticos (uno derecho y otro izquierdo) y un fragmento de bulla timpánica.
Del esqueleto postcraneal (figura 6): 34 fragmentos de cuerpos vertebrales
(NME: 32) y 47 de discos vertebrales (10 enteros, 8 de aproximadamente la
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
FIGURA 4. Estructura 151 de Sanxo Llop Lidl. Cráneo y otros restos de delfínido durante el proceso de excavación.
mitad, tres de un cuarto y 26 fragmentos de tamaño más reducido) (NME:
21), dos fragmentos de escápula (uno de la derecha y otro de la izquierda),
un húmero, una ulna, un radio, 14 fragmentos de costilla y 94 pequeños fragmentos indeterminados. Estos restos no presentan alteración, todas las fracturas son postdeposicionales y algunas recientes consecuencia del proceso
de excavación. No se observa ninguna evidencia de manipulación antrópica.
En algunos casos estos huesos presentan modificaciones diagenéticas sobre
la cortical vinculada a procesos químicos de las raíces de las plantas.
Alqueria de Sant Andreu (2005). Estructura 18
Estructura de planta circular, sección irregular y fondo cóncavo, con un diámetro de la boca de 1,07 m, de la base 0,94 m y una profundidad máxima en
torno a 1 m. La base es muy irregular al estar excavada sobre gravas. Se le ha
calculado una capacidad de 345 l. Este silo forma parte del denominado Grupo 5, datado entre el 2600 y el 2450 cal BC y formado por una vivienda (casa 5)
en cuyo entorno próximo se sitúan una estructura de combustión (103) y dos
silos (18 y 98). Algo más alejado, pero formando parte de este grupo, se en-
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
FIGURA 5. Esqueleto craneal de delfínido de la estructura 151 de Sanxo Llop Lidl.
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
FIGURA 6. Esqueleto postcraneal de delfínido de la estructura 151 de Sanxo Llop Lidl.
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
cuentra otro silo con gran capacidad de almacenaje (69) (Gómez Puche et al.,
2011: 65, figs. 4.17 y 4.22, cuadro 4.5). El silo 18 se excavó mediante dos UUEE:
-UE 18.001, con una potencia entre 20 y 25 cm, formada por un sedimento marrón oscuro con gran cantidad de gravas y cantos. El material
arqueológico es escaso: 25 fragmentos atípicos de cerámica, industria lítica
en sílex, dos restos de Bos taurus (Pascual Beneyto et al. 2008: tabla 3) y uno
de malacofauna marina.
-UE 18.002, de 75 a 80 cm de potencia, formada por un sedimento marrón con algunas arenas y fracción compuesta por gravas, cantos y algún
bloque. Materiales abundantes: 270 fragmentos cerámicos correspondientes a cinco vasos, industria lítica en sílex, 235 restos de fauna (201 de indeterminados, 4 de Bos taurus, 20 de Sus domesticus, 1 de Ovis aries y 9 de
ovicaprinos) y 36 restos de malacofauna marina.
En la UE 18.002 se documentó un disco vertebral de balénido casi completo, de 31 cm de diámetro, perteneciente a un individuo joven ya que no se
encuentra fusionado con el resto del cuerpo vertebral (figura 7: A). Su tamaño y morfología han servido para descartar que pertenezca a especies como el
cachalote o el rorcual, y atribuir el resto a otra especie de gran tamaño que, en
opinión de L. López, podría pertenecer a Eubalena glacialis (ballena franca o
de los vascos) (Pascual Beneyto et al., 2008: 65; Iborra y López, 2011: 116). En
la parte central de una cara articular presenta profundas señales de sección
en V con longitudes comprendidas entre 12,6 y 20 mm por una anchura en su
parte central de 2 a 2,5 mm, que sugieren ser consecuencia de la utilización
de una herramienta robusta (hacha, azuela o cincel) posiblemente de metal
lanzada por percusión (Pascual Benito, 2011a: 207, fig. 15.4: 4).
La Vital (2006), silo 20
Estructura de planta circular, sección globular y fondo cóncavo, con un diámetro máximo de 1,81 m, de la boca de 1,07 m, de la base 1,44 m y una
profundidad de 1,58 m, con una capacidad de 2913 l. Este silo se ubica en
el extremo sur del denominado Grupo 8, datado entre el 2400 y el 2200 cal
BC y formado por estructuras con una funcionalidad muy diversa, restos de
una posible estructura de habitación (casa 15) asociada a dos cubetas y varias fosas y silos, entre ellos el silo 20 de las que dista 30 m, otro con hallazgos metálicos (2 punzones y un escoplo) y un enterramiento campaniforme
(Gómez Puche et al., 2011: 75, fig. 4.30, cuadro 4.8).
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
FIGURA 7. A: vértebra de cetáceo del silo 18 de la Alquería de Sant Andreu. B: fragmentos de vértebra de cetáceo del silo 20 de La Vital.
En la UUEE 3.009 del silo 20 se documentaron 237 fragmentos cerámicos pertenecientes a 22 vasos y escasa industria lítica (seis restos de talla,
una punta de flecha de largas aletas y pedúnculo de retoque plano cubriente
y bifacial) (García Puchol y Gibaja 2011, fig. 12.5: 10), un fragmento de metabasita pulido y dos abrasivos de arenisca. Destaca el registro faunístico,
con 60 restos de malacofauna marina y un “depósito singular de fauna concentrado” en el relleno inicial compuesto por 330 huesos y fragmentos, con
la presencia de varias mandíbulas prácticamente enteras y restos parciales
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
de un ovicaprino en conexión anatómica. Existe diversidad de especies y
elementos anatómicos. Los huesos pertenecen a dos ovejas, cinco cabras,
dos ovicaprinos infantiles, seis cerdos, seis bovinos, un caballo, un ciervo,
un corzo y una cabra montés. Un conjunto faunístico en el que destaca la
diversidad de especies, la abundancia de elementos del miembro anterior
y de la cabeza y la presencia de abundantes marcas de carnicería, así como
mordeduras de cánido en determinados huesos, por lo que se supone que
los materiales fueron depositados en varias fases y algunos de ellos responden a un “acto especial” (García Puchol et al., 2011: 94).
En la UE 3.009 del silo 20 se documentaron dos fragmentos de un disco
vertebral de balénido (figura 7: B), al parecer de un individuo juvenil, pues
no se encuentra fusionado al resto del cuerpo de la vértebra (Iborra y López,
2011). El fragmento de mayor tamaño, de 15,8 x 13,6 x 6,5 cm, presenta en la
superficie plana de la única faceta articular conservada y en el borde abundantes señales longitudinales de corte de dos tipos producidas por diversos
instrumentos de filo lítico. Las primeras ubicadas en la zona central, con
una longitud entre 14 y 37 mm por una anchura entre 0,8 y 1,5 mm, y otras
similares localizadas junto al borde en sentido perpendicular a las anteriores, que también parecen estar hechas con un instrumento de filo lítico. Las
segundas son incisiones mucho más finas y abundantes, con una disposición paralela y un espesor inferior a 0,5 mm, producto de la abrasión. La
superficie opuesta se encuentra fragmentada mostrando el tejido esponjoso
interior (Pascual Benito, 2011b: 207, fig. 15.4: 5).
EVIDENCIAS DE RESTOS DE CETÁCEO EN YACIMIENTOS
ARQUEOLÓGICOS
Restos de cetáceos en contextos arqueológicos de cazadores recolectores
Existen evidencias de la explotación de mamíferos marinos, sobre todo
focas y, en menor número, delfines y ballenas, por los grupos de cazadores
recolectores que vivieron en el litoral del sur de la península ibérica entre
MIS 6 y MIS 1 (ca 150-9 ka BP), en contextos del Paleolítico medio y superior
(figura 8). Durante el Paleolítico medio los restos de cetáceo se localizan en
tres yacimientos meridionales. En Gorham’s Cave (Gibraltar) con 12 restos
de Cetacea (Aura et al., 2016: tabla 4), en los niveles inferiores de Vanguard
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
FIGURA 8. Yacimientos prehistóricos de la península ibérica con restos de cetáceo.
Cave (Gibraltar), asociados a industria musteriense de hace más de 115.000
años, donde han sido identificados un metacarpo y una vértebra de delfín
común (Delphinus delphis) con marcas de carnicería, una vértebra de delfín
mular (Tursiops truncatus) y una ulna de delfín no identificado (Stringer et
al., 2014: tabla 2), y en Figueira Brava (Arrabida, Portugal) con seis vértebras
de Delphinus delphis, tres de ellas con marcas de corte (Álvarez-Fernández,
2015: 196, fig. 5).
En el Paleolítico superior inicial las evidencias de cetáceos son más escasas en yacimientos meridionales, con restos de Delphinidae en Gorham’s
Cave (Aura et al., 2016: tablas 6 y 7), y están mejor representados en yacimientos más septentrionales. De contextos auriñacienses procede un fragmento de diente de cachalote (Physeter macrocefalus) en el nivel 18 de la
Cueva del Castillo (Álvarez-Fernández, 2015: 199, fig. 7), y en los niveles
gravetienses y solutrenses de la Garma A se han citado dos dientes de foca o
delfín (Corchón y Álvarez-Fernández, 2008: 60).
Durante el Magdaleniense, los restos de cetáceos –sobre todo dientes- son
más abundantes y se utilizan como soporte o materia prima de industria ósea
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
para fabricar adornos, instrumentos y piezas decoradas o esculpidas. En menor número se constata el aprovechamiento de cetáceos para la alimentación.
En el Magdaleniense medio antiguo de las Caldas se han documentado dientes de mamíferos marinos (foca, cachalote, calderón) perforados:
uno de cachalote (Physeter macrocephalus catodon), decorado con un
bisonte en una cara y un cetáceo en la otra —balénido o cría de cachalote—, y otros cuatro dientes con perforaciones completas o iniciadas:
uno de foca vitulina y tres de delfín piloto o calderón (Globicephala mela)
que presentan una perforación bipolar iniciada, y tres no modificados
que corresponden a una especie no determinada de delfínido (Corchón y
Álvarez-Fernández, 2008: 62).
En Francia también son escasos los dientes de cetáceo documentados.
El más conocido es un diente perforado de cachalote procedente del Magdaleniense de Mas d’Azil con tres perforaciones y la representación en altorrelieve de dos cabras (Poplin, 1983). Dientes de cetáceo se mencionan
en Marsoulas e Isturitz (Corchón y Álvarez-Fernández, 2008: 60) y en el
Magdaleniense medio de Duruthy aparecen tres dientes no modificados de
odontocetos de talla mediana, quizás de Globicephala mela (Pétillon, 2016).
Recientemente se ha constatado que el gran contorno recortado de bisonte
del Magdaleniense medio de Isturitz fue facetado sobre un soporte procedente del cráneo de un gran cetáceo (Ibíd.: 29).
Los huesos de cetáceo también han servido como materia prima para
la fabricación de armas e instrumentos, como se ha constatado en 11 yacimientos de la vertiente norte de los Pirineos datados en la segunda mitad del Magdaleniense medio y la primera mitad del Magdaleniense tardío
(ca 17500-15000 cal BP), donde se hallaron 109 artefactos confeccionados
sobre hueso de ballena, en su mayoría azagayas de grandes dimensiones.
Su distribución geográfica indica un origen atlántico, y que estos objetos
fueron transportados desde la costa hasta la parte central de los Pirineos
a distancias de al menos 350 km, que muestran la existencia de una red de
interacción duradera que incluía la circulación de las herramientas habituales (Pétillon, 2013). De la extensión de esas redes nos informa el objeto
confeccionado en hueso de gran cetáceo documentado en el Magdaleniense
reciente de Andernach-Martinsberg (Renania), yacimiento situado a unos
1000 km del mar y, por tanto, de cualquier fuente de aprovisionamiento de
este material (Pétillon, 2013 y 2016).
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
En otros casos, los restos óseos de cetáceo, parecen indicar una finalidad alimenticia. En el litoral mediterráneo destacan los abundantes restos de delfín junto a otros de foca hallados en la Cueva de Nerja, la mayor
parte quemados y con marcas de carnicería, lo que indica su consumo
(Pérez y Raga, 1998; Morales-Pérez et al., 2019). De delfín se han identificado 167 restos (cráneo y mandíbulas, elementos vertebrales y costillas)
de al menos tres especies: 30 de delfín común (Delphinus delphis), cuatro
de delfín mular (Tursiops truncatus) y uno de calderón (Grampus griseus), además de una costilla de un gran cetáceo indeterminado de más
de 8 m de longitud (Aura et al., 2016: tabla 4).
En yacimientos de la región cantábrica otros restos de cetáceos están
presentes en el nivel VII de Las Caldas, donde se citan, sin poder discriminarlos, dos restos de Delphinus o de Stenella (Mariezkurrena, 2011: 92),
y en el Magdaleniense reciente y final de la Cueva de Santa Catalina (niveles III y II), se menciona la presencia de 41 fragmentos de vértebras y de
costillas de grandes cetáceos (Ibíd., 2011: 92; Corchón y Álvarez-Fernández, 2008: 60; Berganza et al., 2012: 177). En Francia también son escasos,
con una costilla de probable cachalote del Abri de La Croze (Corchón y
Álvarez-Fernández, 2008: 60).
En dos yacimientos peninsulares se infiere de forma indirecta la utilización de cetáceos con fines alimenticios, a partir de la presencia de
pequeños crustáceos que viven en la piel de las ballenas y que resulta
imposible arrancarlos de un cadáver de ballena sin cortar la carne. Estos crustáceos se fijan en la piel del cetáceo en su estadio larval y con
su crecimiento quedan incrustados, sin que se desprendan en vida de
la ballena pese a la descamación de la piel. En las capas superiores del
Magdaleniense de Nerja, datadas entre hace 14.500 y 13.500 años, se ha
inferido el consumo de Balaenoptera (Eubalaena australis / Eubalaena
glacialis), en base a la presencia de 167 restos de balanos pertenecientes a
dos géneros –Tubicinella major y Cetopirus complanatus–, muchos de los
cuales se encontraron quemados en el interior de un hogar. La presencia
de estos pequeños crustáceos evidencia el trasporte de ciertas piezas de
las ballenas a la cueva para el aprovechamiento y consumo de su carne,
piel y grasa (Álvarez-Fernández et al., 2014). Algo semejante ocurre en el
Magdaleniense medio antiguo de Las Caldas, por un fragmento de balano
-Coronula diadema-, evidencia del procesado y transporte de carne de ba-
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
llena 60 km al interior, probablemente Megaptera novaeanglia (Corchón,
2007/2008; Corchón y Álvarez-Fernández, 2008).
Así mismo, son escasas aunque significativas las representaciones de
cetáceos en diversos yacimientos magdalenienses de la península ibérica y
el SW francés, tanto en soportes muebles (Las Caldas, Arancou, La Vache)
como rupestres (Tito Bustillo) (Serangeli, 2001).
Durante el Mesolítico los yacimientos con restos de cetáceos también son esporádicos, si exceptuamos los del área septentrional europea
(Clark, 1947). En el Mediterráneo destaca la Grotta dell’Uzzo, en el noroeste de Sicilia, donde se documentaron numerosos huesos de delfines y
ballenas en la fase de transición del Mesolítico al Neolítico, la mayor parte fragmentos de vértebras y costillas, algunas con marcas de carnicería.
El análisis de isótopos estables en colágeno de una gran muestra de restos
de la fase mesolítica (11100-8500 cal BP) indica una escasa dependencia
de los recursos marinos, mientras que un humano y un zorro de la fase de
transición Mesolítico-Neolítico (8770-7850 cal BP) adquirieron al menos
1/3 de su proteína de los cetáceos, por lo que estos animales deberían
haber estado disponibles y consumidos anualmente para poder ingerir
tanta carne de ellos (Mannino et al., 2015). Otro yacimiento mesolítico
donde se menciona la presencia de odontocetos es la necrópolis de Téviec
en Morbihan (VIII milenio cal BP) donde se documentaron dos restos
de cetáceo en el conchero (Cassen y Vaquero, 2000: 645) y, en una de las
tumbas, un inhumado estaba cubierto por astas de ciervo y el hogar ritual
asociado contenía un hueso de cetáceo (Bouvry, 2007: 144).
Fuera de Europa se documenta el carroñeo de grandes mamíferos marinos en el yacimiento de Dungo V (Angola), de donde proceden dos esqueletos de ballena, uno de los cuales se asociaba a numerosos chopers y lascas
de cuarzo que fueron utilizados para el despedazado de la misma hace más
de un millón de años (Gutiérrez et al., 2010). El consumo de cetáceos se
infiere también a partir de los grabados rupestres de Bangudae (Corea del
Sur) donde existen numerosas representaciones de la caza de ballenas datadas hace más de 4000 años (Lee y Robineau, 2004).
Restos de cetáceos durante la prehistoria reciente
Durante el Neolítico final y el Calcolítico son varios los yacimientos peninsulares donde se han documentado restos óseos de cetáceo que, excepto en
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
una ocasión, se ubican en la fachada atlántica y, en algunos casos, se utilizan como materia prima para la confección de diversos objetos.
En la casa 21 del poblado calcolítico de Almizaraque (Cuevas de Almazora, Almería), se localizaron numerosos ídolos, entre ellos un sandaliforme
de 25 cm de longitud, al parecer confeccionado “sobre el cráneo de una ballena según observación del profesor F. Poplin” (Maicas, 2007: 121, fig. III.74).
En la fase I de Papa Uvas (Aljaraque, Huelva), se documentaron diversos
fragmentos óseos de mamíferos marinos pertenecientes, por el tamaño de
las vértebras, a cetáceos de más de 4 m de longitud, probablemente ballenas o cachalotes: 29 restos pertenecientes a un individuo en las campañas
1976/79 (Morales, 1985: 256) y 8 restos de dos individuos en la campaña
1986/87 (Morales y Cereijo, 1992: 100).
En Portugal, la presencia de huesos de cetáceos es más numerosa. En
dos yacimientos calcolíticos del estuario del Tajo se han constatado sendos
fragmentos de costilla de cetáceo con numerosas señales producidas por instrumento cortante, uno procedente de Leceia (Bacarena) y el otro de Alpena
(Trafaria). La primera es una porción proximal de costilla seccionada por
ambos lados, con profundas, intensas y aleatorias marcas de corte que indican que la pieza se empleó como soporte para el corte o yunque (Cardoso,
1995: fig. 2 y 3). En la segunda se observa en el lado utilizado un alisamiento
intencional y en el otr0, varios cortes poco acentuados, habiendo sido interpretada como una paleta o un soporte para colorante, por los restos de colorante rojo observados en una ranura del reverso (Zbyszewski, 1977; Cardoso,
1995: 198). En Zambujal (Torres Vedras) se citan cuatro fragmentos óseos
de una ballena de gran tamaño, entre los que hay un fragmento de cuerpo vertebral (Driesch y Boessneck, 1976: 96). Además, en cinco yacimientos
calcolíticos cercanos a la costa del centro de Portugal (Palmela, Dolmen das
Conchadas, Praia das Maçãs, Verdelha dos Ruivos y Pedra do Ouro), gracias
a la aplicación de diversos métodos para la identificación de la materia prima, se ha detectado el uso de marfil de cachalote (Physeter macrocephalus)
para la elaboración de 17 elementos de adorno personal, en especial botones
con perforación en V además de cuentas y cilindros (Cardoso y Schuhmacher, 2012; Schuhmacher et al., 2013). A parte de los restos óseos hallados en
yacimientos atlánticos cabe mencionar las representaciones de cachalotes
gravadas en algunas tumbas megalíticas del norte de Portugal, Galicia y la
Bretaña francesa (Cassen y Vaquero, 2000).
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
Durante la Edad del Bronce, las evidencias de restos de cetáceos en la
península ibérica son más escasas. En el poblado argárico de Zapata (Lorca)
se documentó un “fragmento interno de un maxilar de cachalote (Physeter
macrocephalus)”, determinado por M. Luis de Panw, conservador de las colecciones de la Universidad de Bruselas (Siret y Siret, 1890: 497), y en Fuente Álamo (Cuevas del Almanzora) se menciona la presencia de un vértebra
caudal de un cachalote subadulto de cronología incierta, pues apareció en
los horizontes I-VII que abarcan entre la Cultura de El Argar y época islámica (Manhart et al., 2015: 230). Entre los adornos de la necrópolis de San
Antón (Orihuela), aunque no se menciona en la publicación, por la foto
que la acompaña, resulta probable la presencia de un disco vertebral de un
delfín con amplia perforación central (Furgús, 1937: fig. 6).
En la fase III del Pic dels Corbs (Sagunt) se han identificado dos restos de cetáceo, un fragmento indeterminado de diáfisis que presenta fuerte
abrasión en su superficie (PC 1996, 1-XI, K3II, UE 1019, B13, BT, VS) y un canino de 62,17 mm de longitud, diámetro ap raíz: 11,73; diámetro transversal
raíz: 17,93; diámetro máximo cuerpo: 19,63 (PC 2000, 243, UE 1.238, B92)
(Barrachina y Sanchis, 2008: 64).
Fuera de la península ibérica, los restos de cetáceo también son escasos
en otras regiones mediterráneas durante la Prehistoria reciente. En el Neolítico final griego se han documentado dos vértebras de ballena en Saliagos
y otra en Phaistos (Bernal et al., 2016). En el SE francés se han mencionado
restos de delfín en niveles del Neolítico final couronnien de Collet-Redon
(Martigues – Bouches-du-Rhône) (Cauliez et al., 2006: 10). Otros restos
aparecen en un yacimiento atlántico en contexto funerario megalítico,
en un compartimento de la tumba de corredor de La Planche (Puare, l’île
d’Yeu, Vendée), de donde proceden tres dientes de cachalote hallados en
un lecho de cantos sobre el que se depositó un inhumado cubierto de arena
marina (Cassen y Vaquero, 2000: 645).
Sin embargo, en contextos que van del Mesolítico a la Edad del Hierro de
un buen número de yacimientos costeros del norte de Europa (Dinamarca, Inglaterra, NW de Francia, Holanda, Irlanda, Noruega, Escocia y Suecia), se han
documentado numerosos restos de cetáceo que atestiguan el consumo de estos
mamíferos por las comunidades que habitaban el litoral en esa zona, a los que
hay que sumar muchos grabados rupestres datados entre el Neolítico y la Edad
de Bronce que ilustran su captura (Clark, 1947; Lee y Robineau, 2004: 57).
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
Restos de cetáceos en la Antigüedad
Los restos de cetáceo conocidos en la Europa mediterránea y el Norte de África durante la Antigüedad son algo más numerosos, con al menos 22 enclaves
(Bernal et al., 2016: tabla 1), especialmente en el área del Estrecho de Gibraltar, donde existe una concentración de 13 yacimientos y 23 contextos desde
época fenicia a tardorromana, en los que se han documentado una elevada
variedad de especies (Bernal y Monclova, 2011 y 2012). El taxón más representado es el rorcual común con cuatro atestaciones y con una el cachalote, la
ballena gris, la falsa orca y el delfín (Bernal et al., 2016: fig. 9). Dario Bernal
considera probable que en la Antigüedad se aprovecharan los arenamientos
de grandes mamíferos marinos de manera sistemática, con la posibilidad de
que algunos fuesen naturales y otros inducidos, y también que los cetáceos
fueran pescados, arguyendo dos evidencias, el episodio de la caza de una orca
transmitido por Opiano y una vértebra de Motya (ss. VI-V a.C.) con una punta
de bronce clavada (Bernal y Monclova, 2011: 115; 2012: 180).
En la península ibérica, fuera del área del Estrecho, además de los yacimientos recogidos en los trabajos de D. Bernal (A Lanzada en Pontevedra,
Monte Molinäo en el Algarve y Bocca do Río) las noticias se reducen a dos
restos de cetáceos en Myrtilis (Mértola, Portugal) procedentes de unidades
estratigráficas datadas en el periodo romano republicano, uno de ellos con
marcas de corte (Moreno-García et al., 2017: 190) y, en ambiente mediterráneo, a la presencia de la ballena de Cuvier (Liphius cavirostris) en el yacimiento de la Antigüedad tardía de la Solana (Cubelles) (Esteve, 1995: 138)
y a restos de cetáceo procedentes del Grau Vell (Sagunt) de época tardorromana (Iborra, 2017: 190).
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Las fuentes de aprovisionamiento
Diversos investigadores coinciden en que la explicación más plausible de la
presencia de cetáceos en yacimientos prehistóricos es el aprovechamiento
de animales varados en las playas (Morales, 1985: 256; Cassen y Vaquero,
2000: 645; Mulville, 2002; Cardoso, 1995: 194; Corchón, 2007/2008: 190;
Corchón y Álvarez-Fernández, 2008: 63; Cardoso y Schuhmacher, 2012;
Álvarez-Fernández et al., 2013; Pétillon, 2016).
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La distribución actual de cetáceos parece no coincidir exactamente con
la documentada arqueológicamente. En el Estrecho de Gibraltar estudios
recientes han documentado delfines (comunes, listados o mulares), calderones comunes, orcas y cachalotes como especies residentes y no migradoras (Bernal y Monclova, 2012: 20).
En el País Valenciano, desde 1990 se empezaron a recoger datos de varamientos de cetáceos de manera coordinada por la Consellería de Medio
Ambiente y la Unidad de Zoología Marina del Instituto Cavanilles de la Universitat de València. Entre los años 1990 y 2009 se registraron un total de 933
varamientos, en los que se documentaron nueve especies de cetáceos. La mayoría corresponden al delfín listado (Stenella coeruleoalba), el 72,3% del total
de animales identificados, al que sigue el delfín mular (Tursiops truncatus)
con un 11%. El resto de las especies aparecieron varadas esporádicamente:
rorcual común (Balaenoptera physalus), cachalote (Physeter macrocephalus), calderón común (Globicephala melas), calderón gris (Grampus griseus),
zifio de Cuvier (Ziphius cavirostris), delfín común (Delphinus delphis) y sólo
un varamiento de orca bastarda (Orcinus orca) (Gozalbes et al., 2010).
El uso de los restos de cetáceos
Los restos de cetáceos documentados en La Vital no parece que fueran restos
de alimentación por la ausencia de marcas de carnicería en todos ellos o la
presencia de marcas que, como veremos, responden a otro motivo. Además,
el análisis de isótopos estables del carbono y del nitrógeno en tres humanos
enterrados en La Vital descarta el consumo de recursos de origen marino. Si
tomamos como referencia de los valores marinos de carbono a la ballena, se
puede decir que durante el Calcolítico de La Vital el consumo de recursos
marinos es inexistente o tan pequeño como para no aparecer reflejado en la
signatura del colágeno óseo (Salazar-García, 2011: 142).
Las evidencias halladas en el Mediterráneo han identificado varios usos
para los restos de ballena: para la salazón de pescado, para la fabricación de
artefactos, como biocombustible o para la producción de aceite y de grasa
(Bernal et al. 2016: 294-295).
En nuestro caso, las señales de corte presentes en tres piezas de ballena
de La Vital -dos vértebras y una costilla- indican su uso como elementos
pasivos o yunques. Las marcas antrópicas que en ellas se observan se ubican en su superficie plana o en el borde, y difieren en la longitud, espesor y
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Ballenas y delfines en la prehistoria peninsular
profundidad de la incisión, por lo que se supone que fueron producidas por
diversas acciones de corte y percusión que, a falta de un análisis microscópico detallado, muestran trazas de, al menos, tres instrumentos diferentes.
La utilización de diversos huesos de cetáceos de grandes dimensiones
como mesas de trabajo para cortar o trabajar se encuentra bien documentada (Bernal y Monclova, 2011 y 2012: 180; Bernal et al., 2016). Se han
interpretado así siete ejemplares. El más antiguo corresponde a la costilla
seccionada del Calcolítico de Leceia mencionada anteriormente (Cardoso, 1995). En Atenas, ca. 850 a.C., parte de una escápula de rorcual común
con multitud de cortes en una superficie y un orificio cuadrangular, se
interpreta como una mesa de trabajo, sustentada con patas encastradas
en varios huecos realizados en torno al perímetro de la pieza (Bernal y
Monclova, 2012: fig. 8a), al igual que un fragmento de húmero con marcas de corte procedente de la colonia romana de los siglos I-IV d.C, de
Porto Torres (Italia) (Bernal et al., 2016: 918). No obstante, el sistema más
habitual es la reutilización de vértebras, pues la horizontalidad de sus
caras articulares unida a sus dimensiones (en torno a 30 cm de diámetro)
y a su gran estabilidad (altura en torno a 20 cm) las convierten en óptimos soportes. Se conocen cuatro ejemplos: Un fragmento con numerosas
marcas de corte procedente de la nuraga de Li Brandali (Cerdeña) en
contexto de la Edad del Bronce, entre 1000 y 900 BC, interpretado como
una tabla de cortar (Ibíd.: 918). En el islote de Motya (Sicilia), en contexto
púnico de los siglos VI-V a.C., cuatro vértebras de cachalote fueron interpretadas como yunques para el machacado de murícidos, por hallarse
en el relleno de un pozo con percutores de piedra y numerosas conchas
de Murex machacadas (Bernal y Monclova, 2012.: fig. 8b). En Baelo Claudia (Tarifa), en época romano-republicana (190-40 a.C.), una vértebra de
grandes dimensiones, posiblemente de un rorcual común, con multitud
de huellas de corte en ambas caras articulares (Ibíd.: fig. 8c) y en las
factorías conserveras de Iulia Traducta (Algeciras), ca. 500 d.C., una vértebra de cetáceo, quizás rorcual común, con múltiples cortes en la faceta
articular conservada (Ibíd.: fig. 8d). Estos hallazgos verifican su empleo
a lo largo de toda la Antigüedad, que parece ser generalizado en todo el
Mediterráneo Oriental, central y hasta el Estrecho de Gibraltar. La interpretación como mesas portátiles de trabajo encuentra refrendo en el
registro iconográfico en la cerámica griega con diversas escenas que usan
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JOSEP LLUÍS PASCUAL BENITO, ALFRED SANCHIS Y JOSEP PASCUAL BENEYTO
este tipo de artilugios. Este tipo de “yunques” de hueso es más eficiente
que otros soportes -madera o piedra-: no mella los cuchillos, se limpia
con más facilidad y no se deforma por el uso prolongado (Ibíd.: 183).
Más escasos son los ejemplos en los que restos de cetáceos participan en
rituales funerarios, como parece suceder con el delfín de Sanxo Llop asociado a un posible enterramiento secundario de un varón adulto, pues se
limitan a solo un caso distanciado geográfica y culturalmente, un hueso de
cetáceo presente en un hogar asociado a una tumba del conchero mesolítico de Téviec (Bouvry, 2007).
En definitiva, los hallazgos de Sanxo Llop enriquecen la documentación
que teníamos sobre el aprovechamiento de los recursos litorales. Las comunidades humanas que habitaron durante el III milenio a.C. en la desembocadura del Serpis utilizaron gran variedad de recursos marinos con fines
muy diversos: gasterópodos de roca (lapas y bígaros) recolectados con fin
alimentario, diversas conchas de molusco (bivalvos, gasterópodos y escafópodos) para fabricar objetos de adorno personal y utensilios (Pascual Benito,
2011 a y b) y vértebras de mantarraya (raya látigo) y de tiburón (musola) para
confeccionar cuentas de collar (Pascual Benito y Marlasca, en este volumen).
A estos restos malacológicos e ictiológicos hay que añadir la presencia
de materiales de origen marino que no son habituales en contextos prehistóricos. Un delfín depositado como posible ofrenda funeraria en un enterramiento secundario, y grandes huesos de cetáceo (vértebras y costilla)
utilizadas como instrumentos pasivos o yunques. Es probable que cuando
se estudie detenidamente la totalidad de los restos faunísticos procedentes
de las excavaciones recientes de Sanxo Llop y de otros yacimientos litorales,
el número de restos de mamíferos marinos aumente.
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