Areas litorales y recursos marins durante el Paleolítico-Mesolítico de la región mediterránea ibérica. Sesgos y evidencias
Joan Emili Aura Tortosa
2019
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AREAS LITORALES Y RECURSOS MARINOS DURANTE
EL PALEOLÍTICO-MESOLÍTICO DE LA REGIÓN
MEDITERRÁNEA IBÉRICA. SESGOS Y EVIDENCIAS
J. Emili Aura Tortosa
ABSTRACT
Aquatic and marine resources concentrate diverse analytical perspectives
that converge in emphasizing their involvement in human evolution. The
Iberian Mediterranean region is one of the European reference areas to
analyze the evolution of the use of coastal areas and marine resources between hunter-gatherer-fisher societies of Prehistory. In this paper the continental margin morphology is related to the conservation of the coastal
sites and, therefore, with the evidences of exploitation of marine resources.
The available data show important differences between coastal sectors and
an evolutionary process characterized by an expansion of the diet and a
significant increase of these resources at the end of the Paleolithic. This
evolutionary dynamic can be related to technological adjustments, with
changes in human mobility and possibly, with the forms of interaction between groups, including their symbolization.
INTRODUCCIÓN
La capacidad biológica y cultural de nuestro género se fundamentó en su
versatilidad adaptativa, lo que le aportó flexibilidad ante las fluctuaciones
climáticas y amplió considerablemente su dieta y sus posibilidades de expansión geográfica (Ungar et al., 2006; Archer et al., 2014). Los estudios
evolutivos sobre los requisitos bioquímicos y nutricionales de la encefalización humana señalan que los medios acuáticos fueron una importante
fuente para la obtención de los necesarios ácidos poliinsaturados (Hockett
Recursos marins en el passat. IV Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2019): 15-45.
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y Haws, 2003; Cunane y Stewart, 2010 y 2014; Crawford, 2010; Joordens et al.,
2014). En estos procesos adaptativos se obtuvieron nutrientes básicos para
los cambios neurobiológicos que fundaron los desarrollos cognitivos y de
comportamiento que perfilan nuestras características sociales.
La obtención de estos nutrientes de alto valor ha convertido a los
medios acuáticos en un factor clave para la evolución humana (Bailey y
Parkington, 1998; Erlandson, 2001; Bailey, 2004; Tobias, 2010; Parkington,
2010; Tattersall, 2014) y también para su propia dispersión geográfica (Lahr
y Foley, 1994; Boivin, 2013). Un impulso que ha llegado a propiciar nuevas
lecturas de la hipótesis del mono acuático, aunque sigue estando rechazada
por la paleoantropología académica (Bender et al., 2012; Foley y Lahr, 2014).
La valorización de las áreas litorales y lacustres ha recorrido un largo
camino hasta llegar a esta situación. Se menciona frecuentemente una cita
de Ch. Darwin, bastante despectiva, referida a la relación entre capacidad
tecnológica y consumo de moluscos entre los nativos de la Patagonia. La
atención temprana a las representaciones marinas en el arte paleolítico
occidental, favoreció un cambio en la observación del medio marino (Breuil
y St. Périer, 1927). No obstante, su revaloración económica se inicia a partir
de los trabajos de J. G. D. Clark (1948) sobre el Paleolítico final y Mesolítico
del N de Europa. Una propuesta más reciente los consideró como un
indicador de la presión demográfica y de la necesidad de aumentar la
“productividad”, mediante una mayor inversión de energía en su obtención
y procesado (Osborn, 1977). Esta percepción tuvo otros desarrollos a
partir de la relación establecida entre recursos acuáticos, incremento del
sedentarismo, densidad demográfica y aumento de la complejidad sociocultural (Yesner, 1980) y del propio desarrollo del concepto broad spectrum
revolution (Stiner, 2001; Zeder, 2012).
El reconocimiento de la importancia de los hábitats litorales y de los
recursos acuáticos muestra un nuevo punto de inflexión a partir de establecer su relación con la emergencia de la Humanidad moderna (McBrearty
y Brooks, 2000). A esta nueva situación se añade un mayor consenso sobre su generalización al final del Pleistoceno, en paralelo a la constatación
de la diversidad de trayectorias regionales, influidas por diversos factores
geográficos, ecológicos, sociales e históricos (Erlandson, 2001 y 2010). Es
importante retener que no existe una trayectoria única, ni en su ritmo ni
en sus consecuencias. Recientemente, se ha añadido la identificación de
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sus piezas esqueléticas para fabricar armas de caza y objetos de adorno personal y el interés por identificar su circulación en regiones alejadas de sus
lugares de obtención (Pétillon, 2013; Álvarez-Fernández, 2015).
Estas referencias resumen un cambio de enfoque sustancial. Lo destacable es que se ha producido desde la convergencia de diferentes áreas
disciplinares que afectan a cinco campos de análisis y en cuyo centro de
gravedad podemos situar la relación establecida entre nutrición y proceso
de encefalización (figura 1). La aportación de la bioquímica permite relacionar los cambios de comportamiento, socio-demográficos a largo plazo,
con la versatilidad adaptativa de nuestro género, a través del estudio de los
ajustes tecno-económicos. Además, la elección de las áreas litorales para
el asentamiento, sobre todo los márgenes continentales, abre la discusión
sobre la historia de la dispersión humana, o el uso de las costas y grandes
cuencas como viales de comunicación. Por último, las dietas basadas en
recursos acuáticos / marinos, y los sistemas de asentamiento vinculados,
siguen siendo objeto de discusión en la teoría antropológica, por sus implicaciones en desarrollos tecno-económicos y sociales específicos.
FIGURA 1. Relación de los cinco campos de análisis
planteados sobre los recursos acuáticos / marinos. En su
centro se sitúa la nutrición y proceso de encefalización.
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EL SECTOR CENTRO-MERIDIONAL DE LA REGIÓN
MEDITERRÁNEA IBÉRICA
En este texto se analizan las áreas litorales del sector situado entre 36° - 40°
de latitud N de la región mediterránea ibérica. Su historia es larga. Se trata
de una de las áreas europeas de referencia para analizar la evolución del
uso de los recursos marinos entre las sociedades cazadoras-recolectoraspescadoras de la Prehistoria (Colonese et al., 2010; Aura et al., 2016). En su
sector más meridional, las galerias de La Pileta soportan representaciones
paleolíticas de fauna marina (Breuil et al., 1915), en un sitio alejado varias
decenas de kilómetros de la costa. También proceden de aquí las primeras
acumulaciones antrópicas de moluscos y peces, descritas como concheros,
y la primera identificación de restos de mamíferos marinos (Such, 1920).
Años más tarde, las cuevas de Gibraltar ampliarían la lista de especies y su
asociación a contextos neandertales (Garrod, 1928).
A pesar de que algunas de las referencias bibliográficas superan los 100
años, persisten sesgos en la observación de estas evidencias, que pueden
ser extensibles a una buena parte de las áreas litorales del Mediterráneo
occidental. A los problemas de visibilidad se añade cierta desatención por
la información sobre los sitios litorales, la explotación de los recursos acuáticos / marinos, los equipos tecnológicos que se les asocian o su aportación
a nuestra percepción de la movilidad de los grupos humanos. La fragmentación de los datos regionales, su representatividad y los cambios diacrónicos más evidentes serán también tratados, siguiendo de cerca un trabajo
reciente (Aura et al., 2016).
La ocupación de las áreas litorales: el relato continental
Algunos de los yacimientos paleolíticos del Mediterráneo occidental se encuentran hoy en día sobre la misma costa o a una distancia relativamente
cercana de la orilla del mar, entendiendo como tal menos de 10 km. Pero,
es evidente que durante el Paleolítico se situaron a distancias mayores, en
función de la transgresión-regresión de las aguas marinas (Shackleton et
al., 1984). Por tanto, la capacidad de estos yacimientos para analizar la ocupación de las áreas litorales es limitada, más bien muestra una parte de las
relaciones de los yacimientos costeros con los interiores, pero no la ocupación de las áreas litorales.
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Los recursos acuáticos conocidos en esta región son, fundamentalmente, marinos; por esta razón preferimos utilizar este término. Las primeras
evidencias sobre su consumo se datan en MIS 6 y proceden de yacimientos
situados actualmente sobre la misma costa del Mar de Alborán: Bajondillo, Humo-3 y los sitios de Gibraltar (Cortés et al., 2015; Ramos et al., 2011;
Barton, 2000; Brown et al., 2011). En paralelo, se documentan los primeros
usos de malacofauna marina, con fines no alimentarios (Zilhão et al., 2010).
Por su parte, en todo el golfo de Valencia no se conocen sitios similares y
las evidencias del consumo de recursos marinos se podría situar entre fines
del MIS 3 y MIS 2 (Casabó, 1999). Los yacimientos que conocemos son interiores o al menos lo suficientemente alejados de la costa para convertir en
invisibles estos recursos. Sobre esta cuestión volveremos más adelante. Esta
separación entre costa e interior no cambiará cuando se generalice el uso de
los adornos personales fabricados sobre materiales de procedencia marina
y se mantendrá prácticamente hasta el final del Paleolítico.
La variabilidad de la paleogeografía costera ante la transgresión
La costa del área analizada tiene una longitud lineal aproximada de 1175 km.
Su diversidad geomorfológica y batimétrica ha afectado de forma desigual
a la conservación de los yacimientos costeros paleolíticos y, por tanto, a
las evidencias de la explotación de sus recursos (Aura et al., 2016). Esta situación está ligada estrechamente a la morfología y superficie irregular del
margen continental, que se extiende hasta los 100-160 m de profundidad,
donde se sitúa el punto de fractura de la pendiente (Maestro et al., 2013). La
extensión media de esta plataforma es de 18 km, con valores extremos entre
2 km y 85 km en el área de estudio. Esta diversidad ocasiona que existan
sectores con una estrecha plataforma, que han conservado sitios costeros,
frente a otros con amplias superficies de playas bajas, donde los sitios paleolíticos deben encontrarse bajo las aguas marinas.
La figura 2 muestra estas diferencias, comparando la tierra emergida durante el LGM, con una cota aproximada del nivel del mar de -120 m, respecto de la línea de costa actual. Se puede observar que la orilla del Mar de Alborán presenta el margen continental más estrecho de toda la región mediterránea ibérica. Su extensión ofrece algo más de 4 km entre Nerja y Adra y
un mínimo de 2 km en cabo Sacratif (Maestro et al., 2013; Fernandez-Salas
et al., 2015). Esta batimetría abrupta amortiguó los efectos de la inundación
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FIGURA 2. Principales yacimientos paleolíticos que actualmente tienen una localización litoral; se incluyen también yacimientos interiores con representaciones marinas. La tierra emergida corresponde a la cota -120 m.s.n.m., que sería la posición de
la línea de costa durante el Último Máximo Glacial (a partir de Aura et al., 2019). En
trazo blanco se indica la línea de costa actual. La batimetría y el modelo digital del
terreno se basan en EMODnet Bathymetry (http://www.emodnet-bathymetry.eu).
causada por el ascenso del nivel del mar, así se ha observado al menos en
Nerja (Jordá Pardo et al., 2011). A esta situación se añade el hecho de ser una
de las áreas de mayor productividad primaria de todo el Mar Mediterráneo
(Coll et al., 2010), lo que pudo favorecer procesos adaptativos regionales y
cierta concentración de sitios paleolíticos (Aura et al., 2016).
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Por su parte, la anchura del margen continental en el sector situado al
norte del Cabo de la Nao es muy variable. Alcanza los 15 km al sur del propio
cabo, más de 40 km enfrente de Gandia y los 85 km al sur del delta del Ebro.
En el Golfo de Valencia no se conocen yacimientos litorales orientados a
la explotación de los recursos acuáticos hasta bien avanzado el Holoceno,
momento en que la posición de la línea de costa y las barras litorales fijaron
una posición muy cercana a la actual. La cartografia digital permite medir
la magnitud y ciclos de la inundación, que ha sido considerable (Aura et
al., 2019). La tierra emergida del margen continental mediterráneo ibérico
se ha reducido en 23.314 km2 desde el Último Máximo Glacial (= UMG, ca.
25 – 20 ka cal BP): una superficie comparable al territorio actual del País
Valenciano (= 23.255 km2).
Distancia a la línea de costa y densidad de los restos de fauna marina
La dispersión de la fauna marina ha mostrado que existe una relación entre
la densidad de sus restos y la distancia a la línea de costa (Aura et al., 2001).
La discusión sobre si estos recursos pueden ser considerados como complementarios, a partir de la relación coste/beneficio que implica su obtención,
procesado y consumo, puede ser analizada en el contexto del uso de las
pequeñas presas y también de las referencias etnológicas.
El consumo de pequeñas presas fue común a lo largo del Paleolítico superior ibérico —se rastrea también en momentos anteriores (Sanchis y Fernández, 2008; Pérez Ripoll y Villaverde, 2015) —, y está concentrado sobre
todo en Lagomorpha, si nos atenemos a la evolución de su NISP (Aura et
al., 2002a). En contraste con esta estabilidad, la aportación de los recursos acuáticos a la dieta muestra un incremento neto al final del Paleolítico
(Aura et al., 2016). Las causas de estas diferencias merecen ser investigadas.
La importancia de las pequeñas presas es similar en todos los yacimientos, pero ¿a qué distancia de los campamentos fueron obtenidas? (Jones,
2006). La explotación de los lagomorfos se ha llegado a considerar como
una pauta estructural del Paleolítico superior-Epipaleolítico ibérico: NISP
con valores altos (70 / 90%), de un recurso que se considera abundante
y con una reducida movilidad (Aura et al., 2009). Si aceptamos que estas
cualidades son las que explican una presencia similar en casi todos los sitios, podemos inferir que son presas obtenidas cerca de los campamentos
y que su abundancia facilitó que no fueron trasladadas lejos de sus lugares
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de obtención. El mismo argumento puede ser aplicado a gran parte de los
recursos marinos. Su ausencia en los sitios paleolíticos anteriores al Último
Máximo Glacial se debe a que fueron consumidos allí donde fueron obtenidos: en los yacimientos costeros hoy sumergidos (Aura et al., 2001). Al
margen de estas pautas quedan las especies utilizadas para fabricar adornos, que fueron mayoritariamente marinas y se encuentran tanto en sitios
costeros como en los alejados de la costa (Soler, 2001).
Nuestro conocimiento de los recursos acuáticos / marinos
Ya se ha mencionado que la denominación de recursos acuáticos es genérica, pues la mayoría de especies identificadas en los sitios arqueológicos de
la región mediterránea ibérica suelen ser marinas. Las excepciones son alguna especie de molusco fluvial utilizada para el adorno personal (cf. Theodoxus fluviatilis), la familia terrestre comestible más citada (cf. Helicidae),
los salmónidos no anfídromos y algún restro de nutria (Llorente, 2015).
Las faunas marinas ofrecen una gran diversidad taxonómica de invertebrados (gasterópodos, bivalvos, crustáceos y equinodermos) y también vertebrados (peces, aves y mamíferos). Su representación esta claramente afectada por las posibilidades de conservación de sus elementos esqueléticos,
por su procesado y por las técnicas empleadas en su recuperación. De entre
los diferentes recursos marinos potenciales, los malacológicos tienen una
gran visibilidad, pero son numerosos los sitios en los que se cita la presencia
de especies marinas, pero no su clasificación específica, su cuantificación o
densidad. En algún momento se ha valorado un aporte por la intervención
de agentes naturales (aves y mamíferos) frente a la actividad humana, pero
suele aceptarse su origen antrópico. Aparte de la malacofauna, nuestro conocimiento de la presencia de equinodermos y crustáceos empieza a disponer de algunas referencias (Villalba et al., 2007; Álvarez-Fernández et al.,
2018), mientras que colecciones importantes de peces, aves y mamíferos
marinos han podido ser estudiadas en el sector más meridional (Aura et
al., 2016, con referencias).
Los listados de especies marinas suelen multiplicar el número de las terrestres, aportando una diversidad que ha sido interpretada en términos paleogeográficos, ecológicos y estacionales. Por ejemplo, los cambios observados en la frecuencia de bivalvos de fondo arenoso y de sustrato rocoso fueron
relacionados en Nerja con el ascenso del nivel el mar al final de Pleistoceno
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(Aura et al., 1989; Aura et al., 2001). También, la identificación de especies
atlánticas “frias”: caso de los gádidos (Rodrigo Garcia, 1991), del salmón (Morales y Roselló, 2008), de balanos asociados a la ballena austral (ÁlvarezFernández et al., 2013). Y otro tanto se puede afirmar sobre diversas especies
de aves marinas (Hernández Carrasquilla; 1995) y moluscos (Serrano et al.,
1997; Jordá Pardo et al., 2003). Su identificación ha sido correlacionada con
los datos de las SST proporcionados por el sondeo MD-950243, sobre todo
con los estadiales GS 2 y GS 1 (Cacho et al., 2001).
Las variaciones diacrónicas
En un trabajo anterior se utilizaron unos índices básicos para medir los
cambios diacrónicos producidos en la proporción de recursos marinos en
diferentes sitios de la región centro-meridional ibérica durante el Paleolítico medio y superior (Aura et al., 2016). Para ello se establecieron tres divisiones temporales mayores: una referida al Paleolítico medio (MIS 6 a MIS
3) y otras dos al Paleolítico superior. La primera (MIS 2-3) engloba los conjuntos datados hasta el Último Máximo Glacial y la segunda los posteriores,
hasta el tránsito Pleistoceno-Holoceno (MIS 2). A partir de los recuentos de
invertebrados, peces, aves y mamíferos marinos se obtuvo un índice general
sobre la proporción de restos marinos y terrestres (IM/T). Para los mamíferos medianos y grandes (> 25 kg) se obtuvo un índice de mamíferos marinos (Imm), que resume la proporción entre restos de mamíferos terrestres
y marinos. Un tercer índice se refiere a las pequeñas presas de vertebrados
marinos (Ippmv) y pretende mostrar la proporción de vertebrados terrestres y marinos (peces, aves y pequeños mamíferos). Para su elaboración se
utilizaron los recuentos a partir del NR /NISP.
Estos recuentos indican cambios a largo plazo en la amplitud de la dieta,
sobre todo si comparamos los extremos (figura 3). Durante las dos primeras
divisiones, la dieta estuvo basada en los mamíferos terrestres, pero hubo
incrementos significativos en la cantidad y diversidad de restos marinos.
Estos índices permiten argumentar un uso complementario, quizás estacional, de la explotación de los recursos marinos hasta bien entrado el MIS 2.
Coincidiendo con el Magdaleniense se aprecia un incremento considerable
de recursos marinos (invertebrados, peces, aves y mamíferos) y también del
número de yacimientos costeros en el sector meridional, donde es posible
reconocer auténticos concheros (Aura et al., 2015). También en el sector
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FIGURA 3. Evolución de los índices descritos en el texto que muestran la evolución del uso de los recursos marinos en el sector meridional de la región mediterránea ibérica. IM/T: índice general sobre la proporción de restos marinos -invertebrados, peces, aves y mamíferos marinos- y terrestres; Imm:
índice de mamíferos marinos, con respecto a los terrestres; marinos Ippmv: pequeñas presas marinas de vertebrados -peces, aves y pequeños mamíferos-.
central se atisban estos cambios, citándose la identificación de cinco restos
de Phocidae en les Cendres, situada entre de 10-15 km de la costa (Villaverde
et al., 1999).
La dieta no visible: análisis de isótopos sobre restos humanos
Los estudios sobre la dieta humana han tenido su principal apoyo en los
restos bioarqueológicos y en inferencias extraídas de datos paleoambientales y locacionales. A partir de esta documentación, los argumentos a favor
de una dieta basada sobre animales y vegetales terrestres se han convertido
en hegemónicos. A ello ha ayudado también el sesgo en la conservación de
sitios costeros vinculados a la explotación del medio marino.
A esta perspectiva bioarqueológica se ha añadido la molecular, aportando los resultados del análisis de isótopos sobre restos humanos (Richards et
al., 2001; Drucker y Bocherens, 2004). Su ventaja es que permite inferencias
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sobre el origen marino y terrestre de la dieta durante el Paleolítico y Mesolítico, con independencia de la procedencia de los restos humanos, ya sea de
yacimientos costeros o de interiores. Estas diferencias permiten comparaciones sobre la dieta de individuos de un mismo grupo, una escala inviable
para los estudios bioarqueológicos (Lee-Thorp, 2008).
Esta técnica se basa en el principio de que la composición isotópica
del alimento consumido se registra en los tejidos de su cuerpo, pudiendo ser analizado a partir de la recuperación del colágeno. La abundancia
relativa de los isótopos de carbono estables 13C y 12C (d 13C) y los ratios de
los isótopos de nitrógeno, 15N y 14N (d 15N), permiten establecer la procedencia marina o terrestre de los alimentos y por tanto la paleodieta
(Chisholm et al., 1982).
En nuestra región existen pocos análisis de isótopos todavía, pero los
publicados indican un consumo mayoritario de proteínas terrestres (Salazar et al., 2018). Para los neandertales se ha sugerido que consumieron una gran variedad de alimentos, incluyendo vegetales, lo que viene
a coincidir con los datos bioarqueológicos (Salazar et al., 2013). Para el
Paleolítico superior mediterráneo, no existen estudios publicados, salvo
los del yacimiento pirenaico de Balma Guilanyà, donde se describe una
dieta basada en recursos terrestres, sin evidencia de consumo de recursos
marinos (García-Guixé et al., 2009). Es a partir del Mesolítico cuando se
dispone de un número mayor de muestras y cuando se identifica, claramente, una traza isotópica del consumo de recursos marinos en las poblaciones del centro-sur de la región mediterránea ibérica. Se trata de un
consumo variable y nunca dominante, en El Collao (García-Guixé et al.,
2005; Gibaja et al., 2015), Santa Maira y Cingle del Mas Nou (Salazar-García et al., 2014). En otros yacimientos mesolíticos ni siquiera se observa
el consumo de recursos marinos, como los de Penya del Comptador (Salazar-García et al., 2014) y La Corona (Fernández-López de Pablo et al.,
2013). La mayoría de estos sitios se localiza a una distancia superior a los
30 km de la línea de costa actual. Sólo El Collao mantiene una situación
próxima al litoral-marjal (Fernández-López de Pablo y Gabriel, 2016).
La explotación de las áreas litorales: extracción
En los sitios costeros del sur que se vieron menos afectados por la transgresión marina se han encontrado equipos en piedra y hueso que no han
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sido descritos hasta ahora en los sitios interiores. Tampoco se encuentran
a lo largo de todo el Paleolítico superior, pues sólo se identifican en las
ocupaciones del Magdaleniense superior-final y Epipaleolítico (ca. 15 – 11
ky cal BP). Por ahora son los únicos ejemplos que podrían relacionarse con
la explotación del medio marino, pero una vez más, la dificultad está en
la representatividad de los sitios conocidos y en la discusión sobre su funcionalidad. Una parte sustancial de los argumentos que los relacionan con
actividades de extracción están basados en su asociación a contextos con
numerosos recursos marinos.
El primero es un tipo de punta fina de hueso, a menudo corta y doble
(Aura y Pérez Herrero, 1998). Para su fabricación se ha identificado el empleo
de huesos largos de alcatraz (Sula basana), una escápula de conejo (Oryctolagus cuniculus), y soportes de mesofauna obtenidos mediante ranurado y
fragmentación. Desde los primeros trabajos de síntesis dedicados a la pesca
en la Prehistoria, se ha propuesto que algunas puntas de hueso dobles, cortas y finas, pudieron servir como anzuelos rectos. Sus paralelos etnográficos
indican que pudieron ser utilizadas para la pesca, montados como proyectil,
como anzuelo compuesto o en línea (Bradfield, 2019), o incluso para la caza
de aves (Averbough, 2003). El conjunto más numeroso procede de la Cueva
de Nerja, y se han identificado también en Hoyo de la Mina (Such, 1920; Aura
et al., 2013). Fuera del ámbito mediterráneo existe un conjunto significativo
en el yacimiento mesolítico de Aizpea, donde la pesca fluvial está documentada (Barandiarán y Cava, 2001). Estas puntas finas y cortas no se han descrito
en los sitios orientados solo a la explotación de mamíferos terrestres de tamaño medio y pequeñas presas. Su espesor, también su longitud, las separa de
las puntas magdalenienses encontradas en estos sitios interiores.
En esta region se han descrito también 14 puntas dentadas o arpones sobre hueso y asta (Mejillones, Nerja, Higuerón, Victoria y Hoyo de la Mina),
un número reducido en comparación con lo conocido más al norte (Villaverde y Román, 2004), pero donde los restos de peces marinos publicados
son bastante escasos (Aura, 1995). Por ahora no se ha identificado el aprovechamiento de las piezas esqueléticas de delfines, ballenas o focas, para la
fabricación de instrumentos de hueso.
El segundo grupo de objetos se documenta en varios yacimientos costeros: Nerja, Complejo Humo, Hoyo de la Mina, Cueva Víctoria y Cueva
del Higuerón. Se trata de macroútiles líticos fabricados sobre cantos y
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asociados a los depósitos que contienen miles de restos marinos, incluyendo mamíferos (Aura et al., 2013).
El estudio de las huellas de uso que presentan estos macroútiles sólo ha
podido ser realizado en Nerja. Se trata de cantos, posiblemente recogidos
en las playas, que presentan señales de talla y percusión, restos de ocre e incluso pintura. Su observación macroscópica ha permitido identificar estrías
y pulidos en bordes y caras, que por su posición y características han sido
relacionados con el trabajo de materias blandas, posiblemente piel. Estos
equipos se asocian en Nerja durante el GS 1 a los restos de foca monje (MNI:
5, Morales et al., 2018) y a elevadas densidades de bivalvos (23.489 MNI por
m3 de sedimentos) y también de peces (7387 NISP por m3 de sedimentos),
de los que más de la mitad corresponden a especies migratorias (Aura et al.,
2002b; Jordá Pardo et al., 2016).
Como hipótesis, se ha propuesto que estos macroútiles intervinieron en
el curtido de pieles con características especiales, como las de los mamíferos marinos (Aura y Jardón, 2006). El empleo de estas pieles para la construcción de botes para interceptar o direccionar los bancos de peces hacia
la costa es una hipótesis plausible. Combina la presencia de un conjunto de
macroútiles singular, los resultados de su estudio funcional y su contexto
bioarqueológico y paleogeográfico, pues la morfología del margen continental pudo ser clave para poder capturar las especies migratorias de aguas
profundas (gádidos, escómbridos, carángidos y belónidos, cf. Whitehead et
al., 1986) desde la misma costa durante el GS 1 (Aura et al., 2016).
Recursos marinos y simbolización
Las representaciones de fauna marina en el arte parietal paleolítico no son
muy frecuentes (Cleyet-Merle, 1990) y es Grotte Cosquer, el yacimiento
mediterráneo, el que concentra un mayor número de representaciones:
nueve focas, cuatro peces, tres pingünos / alcas y algunos signos de discutida lectura (Clottes y Courtin, 1994). En el sur de Iberia se han identificado seis figuras de pisciformes y siete de focas en cuatro sitios. Excepto la
figura grabada del pisciforme de Ardales, el resto está realizado mediante
pintura negra (La Pileta y Cueva del Tesoro) y roja (Nerja) (Sanchidrián,
1990, 1994; Ramos et al., 2009; Cantalejo et al., 2006). Los peces y pisciformes son motivos de gran tamaño, a menudo en posición vertical y en los
que no es posible identificar una especie concreta. Su posición topográfica
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suele ser singular, formando composiciones aisladas, separadas del resto
de las especies más comunes (cabras, uros, caballos, ciervos). Dos peces de
La Pileta se encuentran en una pequeña galería y las seis focas de Nerja se
disponen en posición vertical sobre tres estalagmitas. En un caso ocupan
una localización central, como es el gran pez de La Pileta que da nombre
a una sala y en cuyo interior es posible reconocer un antropomorfo o una
foca (Breuil et al., 1915; Sanchidrián, 1990).
La edad atribuida a estas representaciones está basada en criterios técnicos, formales y estilísticos, puesto que en ningún caso existen dataciones
directas. A partir de estos criterios se han manejado cronologías muy diversas, entre finales del MIS 3 y MIS 2, aunque existe cierto consenso sobre la
edad Magdaleniense de las representaciones de fauna marina. Esta cronología es la propuesta para los dos conjuntos más importantes de pisciformes
y focas (Sanchidrián, 1990).
Ocupación de las áreas litorales y asentamiento
La evidencia bioarqueológica de la región centro-meridional ibérica indica
un incremento bruto de los restos marinos al final del Paleolítico y en el
Mesolítico (figura 3), pero todavía resulta difícil medir su impacto en el
global de la dieta. Otro tanto se puede decir sobre cómo influyeron estos
cambios sobre la movilidad y la demografía de los grupos humanos.
La dispersión de los recursos marinos puede ser significativa de la
movilidad de los grupos humanos, no sólo a efectos de medir la relación
costa-interior como planteamos hace años (Aura y Pérez Ripoll, 1992). Su
transporte permite relacionar las estrategias de subsistencia, los ajustes tecnológicos y la discusión sobre el uso de sistemas residenciales y logísticos.
Por igual, la identificación en sitios alejados de la costa de adornos y representaciones de fauna marina son evidencias claras sobre las relaciones
entre sitios y grupos.
Estas tendencias incorporan un nuevo elemento durante el Mesolítico: la
identificación de campamentos al aire libre, de larga ocupación si nos guiamos por la presencia de enterramientos y localizados muy cerca de la costa o
de albuferas. Su número es limitado todavía (El Collao o el Retamar, ya en la
vertiente de Cádiz), pero si lo sumamos a sitios cercanos a medios acuáticos
(Estanys d’Almenara, Albufera d’Anna, Casa Corona…) es posible percibir un
cambio en el asentamiento, al menos una mayor visibilidad que antes no se
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
observaba. Lo que no se ha planteado hasta ahora es si estos cambios permiten la discusión sobre una movilidad residencial o logística (Binford, 1980).
DISCUSIÓN
Las nueve cuestiones tratadas para la región centro-meridional ibérica pretenden resaltar los problemas y sesgos encontrados en el estudio de las áreas
litorales y de los recursos marinos. Se trata de temas que abarcan tres grandes cuestiones. En primer lugar, la visibilidad de sitios litorales y de la explotación de los recursos marinos. En segundo, como esta primera cuestión
sesga nuestra observación de las variaciones diacrónicas. Por último, cómo
han influido las dos cuestiones anteriores sobre nuestra capacidad para relacionarlas con los ajustes tecnológicos, la movilidad de los grupos humanos y
las formas de interacción entre grupos, incluida su simbolización.
Visibilidad de sitios litorales y de los recursos acuáticos/marinos
Nuestro conocimiento sobre esta cuestión constata que existen importantes
diferencias entre sitios y regiones. Las ocupaciones litorales resultan invisibles en los sectores costeros que no conservan los yacimientos relacionados
con la explotación marina. Esta conservación está estrechamente ligada a las
características del margen continental y a su batimetria. No se trata de una
conclusión nueva o reciente. El profesor Rosselló Verger (1980) escribió hace
40 años que la regresión del Würm II pudo hacer emerger el equivalente
a un tercio del territorio del País Valenciano y que la transgresión posterior inundó muchos yacimientos, pues los conocidos entonces se situaban
por encima de la cota +30 m sobre el nivel del mar. Esta tierra, actualmente
inundada, fue un gran corredor de comunicación y un territorio con una
gran diversidad ecológica: marjales, estuarios y barras litorales (Aura et al.,
2019). Conocer su extensión es una información decisiva a la hora de analizar
la distribución y relaciones entre los yacimientos (Barton et al, 2018).
Esta enorme inundación, filtra y sesga nuestra capacidad de observar la
ocupación de las áreas litorales y la explotación de los recursos marinos, pues
suele plantearse a través de los datos obtenidos en los sitios interiores. Sobre
esta situación incide lo conocido sobre cazadores-recolectores-pescadores
históricos, que indican que los recursos marinos no fueron transportados a
más de 10 km de sus lugares de origen (Meehan, 1977). Ambos aspectos dis-
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J. EMILI AURA TORTOSA
torsionan completamente nuestra percepción de la ocupación de las áreas
litorales, del uso de sus recursos y de la movilidad de los grupos humanos sobre este corredor litoral. Si estos argumentos son aceptables, cabe pensar que
estas áreas fueron más importantes de lo que los datos conocidos indican.
Por último, la información paleogeográfica y paleoecológica potencial
que ofrecen los taxones marinos es bastante mayor que la de la fauna terrestre, tal y como muestran los ejemplos conocidos. Por tanto, la falta de
recuperación y/o estudio de los restos de fauna marina impide múltiples
inferencias que van más allá de aspectos estrictamente paleoeconómicos.
Las variaciones diacrónicas
Por ahora no se ha podido establecer ninguna relación entre estas variaciones y
los cambios paleoambientales. Sólo el incremento de la aridez señalado postLGM para el SE de Iberia (Burke et al., 2014; Barton et al., 2018) podría plantear
alguna conexión. La única correlación posible es que al final del Paleolítico se
reconoce una disminución de los restos de grandes mamíferos (Equus sp. y
Bos sp.), lo que coincide con un incremento de los recursos marinos y de sitios
claramente volcados en su explotación (Aura y Pérez Ripoll, 1992).
A pesar de estas circunstancias, la región meridional muestra una de las
trayectorias más antiguas y continuas en la explotación de los recursos marinos, siendo posible reconocer a lo largo del Paleolítico medio y superior
dos situaciones (Aura et al., 2016):
a) Un uso complementario de los recursos marinos, posiblemente estacional, en las ocupaciones asociadas a los neandertales. Los recursos explotados se concentran en moluscos, gasterópodos en su mayoría, y mamíferos
marinos varados en las playas. Para las aves se ha propuesto su aporte antrópico en las continentales, pero no en las marinas; los restos de peces son
anecdóticos. No se han descrito equipos técnicos ligados a la extracción y
consumo de los recursos mencionados.
b) La identificación de sociedades con una clara orientación marítima al
final del Paleolítico superior se concentra en las costas del Mar de Alborán.
La explotación de una gran variedad de invertebrados (gasterópodos, bivalvos, crustáceos y equinodermos), muestra un incremento significativo de bivalvos, peces, aves y mamíferos marinos. Las ocupaciones contienen equipos
que hemos relacionado con su extracción y procesado, concentrándose aquí
las representaciones de fauna marina en el arte paleolítico regional.
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
Por su parte, en la región central estas tendencias están más amortiguadas, sirviendo la actual región de Murcia (Martínez Andreu, 1989)
como transición entre las costas del Mar de Alborán y las del Golfo de
Valencia.
Los datos conocidos para el Mesolítico introducen matices importantes
en la segunda de las situaciones descritas. Las novedades mayores son la
identificación de concheros al aire libre que en algún caso incluyen enterramientos (Ramos y Lazarich, 2002) o un cementerio (Gibaja et al., 2015).
Además, se constata el transporte de recursos marinos a distancias superiores a 30 km y los análisis de isótopos muestran el consumo de recursos
marinos en yacimientos interiores (Aura et al., 2015).
Existen datos pendientes de publicación que pueden aportar una nueva
perspectiva a estos comentarios. Los resultados del análisis de isótopos estables en los restos de los humanos del Paleolítico superior y Epipaleolítico
serán claves para contrastar si el patrón de consumo de recursos marinos
que se deriva de contextos mesolíticos, escaso pero presente, se repite o
cambia y en qué dirección. En la región meridional esta expectativa permanece claramente abierta a partir de los datos bioarqueológicos (Aura et al.,
2002b; Jordá Pardo et al., 2003), aunque los datos conocidos para los restos
humanos neolíticos de Nerja muestran un bajo consumo de recursos marinos (Salazar-García et al., 2017).
Otras referencias, que exceden los límites geográficos de este trabajo,
pueden servir para abrir perspectivas. Así, a partir de la identificación de
huellas de uso sobre útiles líticos se ha inferido el procesado del pescado
durante el Paleolítico medio, aunque no se han recuperado sus restos óseos
(Hardy y Moncel, 2011). Otra evidencia procede de los Balcanes, donde se
han identificado restos de lípidos de recursos acuáticos en el interior de los
vasos del primer Neolítico (Cramp et al., 2018).
Su correlación con ajustes tecnológicos, la movilidad y la simbolización
En el sector más meridional se conserva un número significativo de sitios
vinculados a la explotación de recursos marinos. Los datos indican que a lo
largo del Paleolítico medio y del superior, la explotación de estas áreas litorales tuvo un componente complementario, quizás estacional, dentro de
un sistema de movilidad residencial en el que se integró el uso de recursos
marinos hasta bien entrado el MIS 2.
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J. EMILI AURA TORTOSA
Al final del Paleolítico se produjo un claro incremento que coincidió con
la identificación de ajustes tecnológicos y la concentración de las representaciones marinas pintadas y grabadas. La expresión más visible de ajustes
tecnológicos relacionados con el medio marino la hemos establecido con
las puntas finas. Mientras que para la explotación de las áreas litorales hemos indicado la presencia de macroútiles líticos, con huellas de trabajo sobre materiales blandos (piel, fibras vegetales) y que pudieron participar en
la fabricación de medios de transporte. Su relevancia debe empezar a formar parte de la discusión en unas latitudes que no cuentan con evidencias
directas ni con una tradición comparable a la de las costas del Mar Báltico
y del Mar del Norte (Fisher, 1995). En nuestra área de estudio, el conjunto
de útiles sobre madera y fibras vegetales recuperados en el sitio neolítico de
La Draga (Bosch et al., 2006) es lo más cercano a los yacimientos del norte
de Europa. Sólo existe una vaga referencia a una posible canoa, destruida,
en las proximidades del yacimiento de la Edad del Bronce de El Pla, en el
marjal de Pego-Oliva (Aparicio Pérez et al., 1983: 236).
La figura 4 muestra la comparación entre algunas variables relacionadas
con la explotación del medio acuático/marino en el sur y el norte de Europa.
Se trata de datos bioarqueológicos, tecno-económicos y simbólicos que
permiten una mirada panorámica sobre estas actividades. La diferencia más
notable entre ambas regiones se sitúa en la conservación de canoas, remos
y aparejos fabricados sobre madera y fibras vegetales. Materiales orgánicos
en definitiva, ya que el resto de variables se reconoce en ambas regiones.
Una desigual conservación que puede ser explicada en buena medida desde
factores paleoambientales y ecológicos —la conservación de turberas—,
pero también históricos y económicos —la draga de estuarios y del Mar del
Norte, o el amplio desarrollo de una arqueología submarina mesolítica—.
Argumentar sobre estas bases la construcción de formas simples de
transporte para el medio marino, se acerca a la especulación. Pero, debemos
recordar los trabajos de V. Guerrero (2009) sobre la navegación prehistórica
y la evidencia de abundantes restos de especies migratorias de aguas
profundas entre la ictiofauna de Nerja (Aura et al., 2002b).
El transporte de los recursos marinos a yacimientos interiores quedó
limitado en gran medida a objetos con un valor funcional o simbólico. Pero,
la realidad es que en el sector meridional no conocemos datos sobre yacimientos situados entre 10 y 30 km respecto de la línea de costa. El único
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
FIGURA 4. Presencia/ausencia de algunas variables bioarqueológicas, tecno-económicas y simbólicas indicativas de la explotación del medio acuático/marino en el sur
y el norte de Europa. Las diferencias se concentran, básicamente, en los equipos fabricados sobre madera y fibras vegetales (canoas, remos y aparejos de pesca).
caso conocido por ahora del transporte de alimentos marinos a distancias
superiores a los 30 km se encuentra en el sector central. En Coves de Santa
Maira se ha identificado un conjunto significativo de restos de bivalvos y de
peces marinos cuya finalidad no fue simbólica (Aura et al., 2015).
De nuevo, nos encontramos ante una documentación fragmentada. Una
situación que impide una valoración global de la región mediterránea, pero
también indica elementos singulares para su sector meridional. Existen factores regionales que pueden explicar la larga tradición en la explotación de
los recursos marinos que se registra aquí: desde la batimetría de su margen
continental a la alta productividad de las costas del Mar de Alborán (Aura et
al., 2016). Pero, estos mismos factores han podido ser el origen de procesos
regionales ligados a una disponibilidad espacial y temporal de los recursos
en una de las regiones más áridas del continente. La información sobre la
presencia de mamíferos marinos varados, de los que posiblemente utilizaron su carne, pero también su grasa y piel (Álvarez-Fernández et al., 2013),
sobre colonias de cria de focas (Morales-Pérez et al., 2018) y de bancos de
peces migratorios pudo provocar algo más que ajustes tecnológicos.
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J. EMILI AURA TORTOSA
El impacto de los recursos marinos tuvo escala regional al final del Paleolítico y debió repercutir sobre la movilidad de los grupos humanos y las
relaciones entre grupos, alcanzando su representación las paredes de sitios
costeros (Nerja y Tesoro) pero también los alejados entre 30 y 45 km de la
costa actual (Pileta y Ardales). Es posible que estemos ante uno de los grupos más antiguos de pescadores prehistóricos identificados en Europa, pero
hasta ahora no conocemos sus mecanismos de relación con los grupos del
sector central ni si llegaron a constituir grupos especializados, paralelos a
los grupos de cazadores del interior.
La frecuencia de útiles retocados, su reavivado y la densidad de restos de
fabricación han sido utilizados para investigar la relación entre tecnología y
movilidad (Barton, 1998). La distancia a la que son trasladados los recursos
marinos desde sus lugares de obtención, pueden ser también un buen referente para investigar estos cambios. Los datos del sector meridional, pero
también el transporte de recursos marinos señalado para la región central,
aportan elementos razonables a la discusión sobre si al final del Paleolítico
se adoptó un sistema más logístico en el uso de los yacimientos o al menos
se redujo la movilidad residencial.
CONCLUSIONES
En las últimas décadas se ha producido un cambio sustancial en la valoración de la explotación de los recursos acuáticos y de la ocupación de las
áreas litorales. Lo destacable es que se ha alcanzado desde áreas disciplinares diversas y en cuyo centro podemos situar la relación establecida entre
una dieta rica en recursos acuáticos y el proceso de encefalización.
El planteamiento desarrollado en este trabajo ha pretendido destacar
los sesgos que debe abordar el estudio de los cambios en la ocupación
humana de las áreas litorales y el papel de los recursos marinos en las
sociedades de cazadores-recolectores-pescadores prehistóricos. Las diferencias observadas entre los sectores central y meridional de la región
mediterránea ibérica son importantes. La visibilidad de los sitios litorales, de sus faunas y el reducido número de análisis de isótopos sobre
restos humanos disponible impiden avanzar en una discusión global, a
escala de región mediterránea ibérica en su conjunto. Los datos de los
sectores central y meridional muestran escenarios y trayectorias diferentes, cuestión que nos vuelve a situar ante una pregunta planteada en otros
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
trabajos: ¿es razonable combinar datos tan diversos en la elaboración de
una propuesta general?.
La ocupación de las áreas litorales supuso una ampliación de la dieta
para las poblaciones que habitaron la región mediterránea ibérica. Al comienzo del período estudiado (MIS 6 – MIS 3/2), se aprecia un uso reducido
y continuo, quizás estacional, de los recursos marinos en las ocupaciones
de los neandertales y los primeros cromañones. Las diferencias entre las
muestras reflejadas en los índices (figura 3) no parecen deberse a diferencias técnicas, ni tampoco cognitivas. Deben ser valoradas en el marco de los
yacimientos conservados / conocidos, las estrategias de subsistencia, y en
relación con éstas, la movilidad y la demografía de estas poblaciones.
Los registros conservados para el final del Paleolítico (MIS 2 – MIS 1)
muestran un aumento de la visibilidad y diversidad de recursos marinos explotados. Una trayectoria que se continúa en el Mesolítico con los primeros
concheros al aire libre que incluyen enterramientos. Los índices manejados
muestran un uso sistemático de vertebrados e invertebrados marinos, incluyendo taxones estacionales y con altas tasas de reproducción. También
se han identificado cambios tecnológicos que podrían relacionarse con las
nuevas estrategias económicas y con cambios en la movilidad de los grupos humanos. Las evidencias conocidas indican que los recursos marinos
constituyeron una parte sustancial de los conjuntos bioarqueológicos y que
los sitios con recursos marinos se multiplicaron en el sector meridional. Se
trata de cuevas costeras en las que se acumulan palimpsestos de faunas y
equipos de extracción que pueden relacionarse con prácticas económicas
simples, pero también con prácticas sociales de escala regional. La disponibilidad estacional de algunas especies o el aprovechamiento de grandes
cetáceos varados podrían haber fomentado una mayor interacción entre los
grupos. Por ahora no se pueden establecer las implicaciones de estas tendencias evolutivas, pero si se ha planteado la posibilidad de que estos grupos necesitaron algún medio de transporte costero para abordar y direccionar los bancos de pesca. Los yacimientos conocidos en las costas del Mar de
Alborán otorgan rasgos propios a estos grupos de cazadores-recolectorespescadores, desconocidos por ahora en el resto de la región mediterránea
ibérica y en el sur de Europa. Estas afirmaciones merecen ser investigadas
para comprender su verdadero alcance.
35
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J. EMILI AURA TORTOSA
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo forma parte del Proyecto Aico/2018/125 de la Generalitat Valenciana,
Direcció General d’Universitat, Investigació i Ciència, Conselleria d’Educació,
Cultura i Esports.
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AREAS LITORALES Y RECURSOS MARINOS DURANTE
EL PALEOLÍTICO-MESOLÍTICO DE LA REGIÓN
MEDITERRÁNEA IBÉRICA. SESGOS Y EVIDENCIAS
J. Emili Aura Tortosa
ABSTRACT
Aquatic and marine resources concentrate diverse analytical perspectives
that converge in emphasizing their involvement in human evolution. The
Iberian Mediterranean region is one of the European reference areas to
analyze the evolution of the use of coastal areas and marine resources between hunter-gatherer-fisher societies of Prehistory. In this paper the continental margin morphology is related to the conservation of the coastal
sites and, therefore, with the evidences of exploitation of marine resources.
The available data show important differences between coastal sectors and
an evolutionary process characterized by an expansion of the diet and a
significant increase of these resources at the end of the Paleolithic. This
evolutionary dynamic can be related to technological adjustments, with
changes in human mobility and possibly, with the forms of interaction between groups, including their symbolization.
INTRODUCCIÓN
La capacidad biológica y cultural de nuestro género se fundamentó en su
versatilidad adaptativa, lo que le aportó flexibilidad ante las fluctuaciones
climáticas y amplió considerablemente su dieta y sus posibilidades de expansión geográfica (Ungar et al., 2006; Archer et al., 2014). Los estudios
evolutivos sobre los requisitos bioquímicos y nutricionales de la encefalización humana señalan que los medios acuáticos fueron una importante
fuente para la obtención de los necesarios ácidos poliinsaturados (Hockett
Recursos marins en el passat. IV Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2019): 15-45.
[page-n-2]
J. EMILI AURA TORTOSA
y Haws, 2003; Cunane y Stewart, 2010 y 2014; Crawford, 2010; Joordens et al.,
2014). En estos procesos adaptativos se obtuvieron nutrientes básicos para
los cambios neurobiológicos que fundaron los desarrollos cognitivos y de
comportamiento que perfilan nuestras características sociales.
La obtención de estos nutrientes de alto valor ha convertido a los
medios acuáticos en un factor clave para la evolución humana (Bailey y
Parkington, 1998; Erlandson, 2001; Bailey, 2004; Tobias, 2010; Parkington,
2010; Tattersall, 2014) y también para su propia dispersión geográfica (Lahr
y Foley, 1994; Boivin, 2013). Un impulso que ha llegado a propiciar nuevas
lecturas de la hipótesis del mono acuático, aunque sigue estando rechazada
por la paleoantropología académica (Bender et al., 2012; Foley y Lahr, 2014).
La valorización de las áreas litorales y lacustres ha recorrido un largo
camino hasta llegar a esta situación. Se menciona frecuentemente una cita
de Ch. Darwin, bastante despectiva, referida a la relación entre capacidad
tecnológica y consumo de moluscos entre los nativos de la Patagonia. La
atención temprana a las representaciones marinas en el arte paleolítico
occidental, favoreció un cambio en la observación del medio marino (Breuil
y St. Périer, 1927). No obstante, su revaloración económica se inicia a partir
de los trabajos de J. G. D. Clark (1948) sobre el Paleolítico final y Mesolítico
del N de Europa. Una propuesta más reciente los consideró como un
indicador de la presión demográfica y de la necesidad de aumentar la
“productividad”, mediante una mayor inversión de energía en su obtención
y procesado (Osborn, 1977). Esta percepción tuvo otros desarrollos a
partir de la relación establecida entre recursos acuáticos, incremento del
sedentarismo, densidad demográfica y aumento de la complejidad sociocultural (Yesner, 1980) y del propio desarrollo del concepto broad spectrum
revolution (Stiner, 2001; Zeder, 2012).
El reconocimiento de la importancia de los hábitats litorales y de los
recursos acuáticos muestra un nuevo punto de inflexión a partir de establecer su relación con la emergencia de la Humanidad moderna (McBrearty
y Brooks, 2000). A esta nueva situación se añade un mayor consenso sobre su generalización al final del Pleistoceno, en paralelo a la constatación
de la diversidad de trayectorias regionales, influidas por diversos factores
geográficos, ecológicos, sociales e históricos (Erlandson, 2001 y 2010). Es
importante retener que no existe una trayectoria única, ni en su ritmo ni
en sus consecuencias. Recientemente, se ha añadido la identificación de
16
[page-n-3]
Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
sus piezas esqueléticas para fabricar armas de caza y objetos de adorno personal y el interés por identificar su circulación en regiones alejadas de sus
lugares de obtención (Pétillon, 2013; Álvarez-Fernández, 2015).
Estas referencias resumen un cambio de enfoque sustancial. Lo destacable es que se ha producido desde la convergencia de diferentes áreas
disciplinares que afectan a cinco campos de análisis y en cuyo centro de
gravedad podemos situar la relación establecida entre nutrición y proceso
de encefalización (figura 1). La aportación de la bioquímica permite relacionar los cambios de comportamiento, socio-demográficos a largo plazo,
con la versatilidad adaptativa de nuestro género, a través del estudio de los
ajustes tecno-económicos. Además, la elección de las áreas litorales para
el asentamiento, sobre todo los márgenes continentales, abre la discusión
sobre la historia de la dispersión humana, o el uso de las costas y grandes
cuencas como viales de comunicación. Por último, las dietas basadas en
recursos acuáticos / marinos, y los sistemas de asentamiento vinculados,
siguen siendo objeto de discusión en la teoría antropológica, por sus implicaciones en desarrollos tecno-económicos y sociales específicos.
FIGURA 1. Relación de los cinco campos de análisis
planteados sobre los recursos acuáticos / marinos. En su
centro se sitúa la nutrición y proceso de encefalización.
17
[page-n-4]
J. EMILI AURA TORTOSA
EL SECTOR CENTRO-MERIDIONAL DE LA REGIÓN
MEDITERRÁNEA IBÉRICA
En este texto se analizan las áreas litorales del sector situado entre 36° - 40°
de latitud N de la región mediterránea ibérica. Su historia es larga. Se trata
de una de las áreas europeas de referencia para analizar la evolución del
uso de los recursos marinos entre las sociedades cazadoras-recolectoraspescadoras de la Prehistoria (Colonese et al., 2010; Aura et al., 2016). En su
sector más meridional, las galerias de La Pileta soportan representaciones
paleolíticas de fauna marina (Breuil et al., 1915), en un sitio alejado varias
decenas de kilómetros de la costa. También proceden de aquí las primeras
acumulaciones antrópicas de moluscos y peces, descritas como concheros,
y la primera identificación de restos de mamíferos marinos (Such, 1920).
Años más tarde, las cuevas de Gibraltar ampliarían la lista de especies y su
asociación a contextos neandertales (Garrod, 1928).
A pesar de que algunas de las referencias bibliográficas superan los 100
años, persisten sesgos en la observación de estas evidencias, que pueden
ser extensibles a una buena parte de las áreas litorales del Mediterráneo
occidental. A los problemas de visibilidad se añade cierta desatención por
la información sobre los sitios litorales, la explotación de los recursos acuáticos / marinos, los equipos tecnológicos que se les asocian o su aportación
a nuestra percepción de la movilidad de los grupos humanos. La fragmentación de los datos regionales, su representatividad y los cambios diacrónicos más evidentes serán también tratados, siguiendo de cerca un trabajo
reciente (Aura et al., 2016).
La ocupación de las áreas litorales: el relato continental
Algunos de los yacimientos paleolíticos del Mediterráneo occidental se encuentran hoy en día sobre la misma costa o a una distancia relativamente
cercana de la orilla del mar, entendiendo como tal menos de 10 km. Pero,
es evidente que durante el Paleolítico se situaron a distancias mayores, en
función de la transgresión-regresión de las aguas marinas (Shackleton et
al., 1984). Por tanto, la capacidad de estos yacimientos para analizar la ocupación de las áreas litorales es limitada, más bien muestra una parte de las
relaciones de los yacimientos costeros con los interiores, pero no la ocupación de las áreas litorales.
18
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
Los recursos acuáticos conocidos en esta región son, fundamentalmente, marinos; por esta razón preferimos utilizar este término. Las primeras
evidencias sobre su consumo se datan en MIS 6 y proceden de yacimientos
situados actualmente sobre la misma costa del Mar de Alborán: Bajondillo, Humo-3 y los sitios de Gibraltar (Cortés et al., 2015; Ramos et al., 2011;
Barton, 2000; Brown et al., 2011). En paralelo, se documentan los primeros
usos de malacofauna marina, con fines no alimentarios (Zilhão et al., 2010).
Por su parte, en todo el golfo de Valencia no se conocen sitios similares y
las evidencias del consumo de recursos marinos se podría situar entre fines
del MIS 3 y MIS 2 (Casabó, 1999). Los yacimientos que conocemos son interiores o al menos lo suficientemente alejados de la costa para convertir en
invisibles estos recursos. Sobre esta cuestión volveremos más adelante. Esta
separación entre costa e interior no cambiará cuando se generalice el uso de
los adornos personales fabricados sobre materiales de procedencia marina
y se mantendrá prácticamente hasta el final del Paleolítico.
La variabilidad de la paleogeografía costera ante la transgresión
La costa del área analizada tiene una longitud lineal aproximada de 1175 km.
Su diversidad geomorfológica y batimétrica ha afectado de forma desigual
a la conservación de los yacimientos costeros paleolíticos y, por tanto, a
las evidencias de la explotación de sus recursos (Aura et al., 2016). Esta situación está ligada estrechamente a la morfología y superficie irregular del
margen continental, que se extiende hasta los 100-160 m de profundidad,
donde se sitúa el punto de fractura de la pendiente (Maestro et al., 2013). La
extensión media de esta plataforma es de 18 km, con valores extremos entre
2 km y 85 km en el área de estudio. Esta diversidad ocasiona que existan
sectores con una estrecha plataforma, que han conservado sitios costeros,
frente a otros con amplias superficies de playas bajas, donde los sitios paleolíticos deben encontrarse bajo las aguas marinas.
La figura 2 muestra estas diferencias, comparando la tierra emergida durante el LGM, con una cota aproximada del nivel del mar de -120 m, respecto de la línea de costa actual. Se puede observar que la orilla del Mar de Alborán presenta el margen continental más estrecho de toda la región mediterránea ibérica. Su extensión ofrece algo más de 4 km entre Nerja y Adra y
un mínimo de 2 km en cabo Sacratif (Maestro et al., 2013; Fernandez-Salas
et al., 2015). Esta batimetría abrupta amortiguó los efectos de la inundación
19
[page-n-6]
J. EMILI AURA TORTOSA
FIGURA 2. Principales yacimientos paleolíticos que actualmente tienen una localización litoral; se incluyen también yacimientos interiores con representaciones marinas. La tierra emergida corresponde a la cota -120 m.s.n.m., que sería la posición de
la línea de costa durante el Último Máximo Glacial (a partir de Aura et al., 2019). En
trazo blanco se indica la línea de costa actual. La batimetría y el modelo digital del
terreno se basan en EMODnet Bathymetry (http://www.emodnet-bathymetry.eu).
causada por el ascenso del nivel del mar, así se ha observado al menos en
Nerja (Jordá Pardo et al., 2011). A esta situación se añade el hecho de ser una
de las áreas de mayor productividad primaria de todo el Mar Mediterráneo
(Coll et al., 2010), lo que pudo favorecer procesos adaptativos regionales y
cierta concentración de sitios paleolíticos (Aura et al., 2016).
20
[page-n-7]
Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
Por su parte, la anchura del margen continental en el sector situado al
norte del Cabo de la Nao es muy variable. Alcanza los 15 km al sur del propio
cabo, más de 40 km enfrente de Gandia y los 85 km al sur del delta del Ebro.
En el Golfo de Valencia no se conocen yacimientos litorales orientados a
la explotación de los recursos acuáticos hasta bien avanzado el Holoceno,
momento en que la posición de la línea de costa y las barras litorales fijaron
una posición muy cercana a la actual. La cartografia digital permite medir
la magnitud y ciclos de la inundación, que ha sido considerable (Aura et
al., 2019). La tierra emergida del margen continental mediterráneo ibérico
se ha reducido en 23.314 km2 desde el Último Máximo Glacial (= UMG, ca.
25 – 20 ka cal BP): una superficie comparable al territorio actual del País
Valenciano (= 23.255 km2).
Distancia a la línea de costa y densidad de los restos de fauna marina
La dispersión de la fauna marina ha mostrado que existe una relación entre
la densidad de sus restos y la distancia a la línea de costa (Aura et al., 2001).
La discusión sobre si estos recursos pueden ser considerados como complementarios, a partir de la relación coste/beneficio que implica su obtención,
procesado y consumo, puede ser analizada en el contexto del uso de las
pequeñas presas y también de las referencias etnológicas.
El consumo de pequeñas presas fue común a lo largo del Paleolítico superior ibérico —se rastrea también en momentos anteriores (Sanchis y Fernández, 2008; Pérez Ripoll y Villaverde, 2015) —, y está concentrado sobre
todo en Lagomorpha, si nos atenemos a la evolución de su NISP (Aura et
al., 2002a). En contraste con esta estabilidad, la aportación de los recursos acuáticos a la dieta muestra un incremento neto al final del Paleolítico
(Aura et al., 2016). Las causas de estas diferencias merecen ser investigadas.
La importancia de las pequeñas presas es similar en todos los yacimientos, pero ¿a qué distancia de los campamentos fueron obtenidas? (Jones,
2006). La explotación de los lagomorfos se ha llegado a considerar como
una pauta estructural del Paleolítico superior-Epipaleolítico ibérico: NISP
con valores altos (70 / 90%), de un recurso que se considera abundante
y con una reducida movilidad (Aura et al., 2009). Si aceptamos que estas
cualidades son las que explican una presencia similar en casi todos los sitios, podemos inferir que son presas obtenidas cerca de los campamentos
y que su abundancia facilitó que no fueron trasladadas lejos de sus lugares
21
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J. EMILI AURA TORTOSA
de obtención. El mismo argumento puede ser aplicado a gran parte de los
recursos marinos. Su ausencia en los sitios paleolíticos anteriores al Último
Máximo Glacial se debe a que fueron consumidos allí donde fueron obtenidos: en los yacimientos costeros hoy sumergidos (Aura et al., 2001). Al
margen de estas pautas quedan las especies utilizadas para fabricar adornos, que fueron mayoritariamente marinas y se encuentran tanto en sitios
costeros como en los alejados de la costa (Soler, 2001).
Nuestro conocimiento de los recursos acuáticos / marinos
Ya se ha mencionado que la denominación de recursos acuáticos es genérica, pues la mayoría de especies identificadas en los sitios arqueológicos de
la región mediterránea ibérica suelen ser marinas. Las excepciones son alguna especie de molusco fluvial utilizada para el adorno personal (cf. Theodoxus fluviatilis), la familia terrestre comestible más citada (cf. Helicidae),
los salmónidos no anfídromos y algún restro de nutria (Llorente, 2015).
Las faunas marinas ofrecen una gran diversidad taxonómica de invertebrados (gasterópodos, bivalvos, crustáceos y equinodermos) y también vertebrados (peces, aves y mamíferos). Su representación esta claramente afectada por las posibilidades de conservación de sus elementos esqueléticos,
por su procesado y por las técnicas empleadas en su recuperación. De entre
los diferentes recursos marinos potenciales, los malacológicos tienen una
gran visibilidad, pero son numerosos los sitios en los que se cita la presencia
de especies marinas, pero no su clasificación específica, su cuantificación o
densidad. En algún momento se ha valorado un aporte por la intervención
de agentes naturales (aves y mamíferos) frente a la actividad humana, pero
suele aceptarse su origen antrópico. Aparte de la malacofauna, nuestro conocimiento de la presencia de equinodermos y crustáceos empieza a disponer de algunas referencias (Villalba et al., 2007; Álvarez-Fernández et al.,
2018), mientras que colecciones importantes de peces, aves y mamíferos
marinos han podido ser estudiadas en el sector más meridional (Aura et
al., 2016, con referencias).
Los listados de especies marinas suelen multiplicar el número de las terrestres, aportando una diversidad que ha sido interpretada en términos paleogeográficos, ecológicos y estacionales. Por ejemplo, los cambios observados en la frecuencia de bivalvos de fondo arenoso y de sustrato rocoso fueron
relacionados en Nerja con el ascenso del nivel el mar al final de Pleistoceno
22
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
(Aura et al., 1989; Aura et al., 2001). También, la identificación de especies
atlánticas “frias”: caso de los gádidos (Rodrigo Garcia, 1991), del salmón (Morales y Roselló, 2008), de balanos asociados a la ballena austral (ÁlvarezFernández et al., 2013). Y otro tanto se puede afirmar sobre diversas especies
de aves marinas (Hernández Carrasquilla; 1995) y moluscos (Serrano et al.,
1997; Jordá Pardo et al., 2003). Su identificación ha sido correlacionada con
los datos de las SST proporcionados por el sondeo MD-950243, sobre todo
con los estadiales GS 2 y GS 1 (Cacho et al., 2001).
Las variaciones diacrónicas
En un trabajo anterior se utilizaron unos índices básicos para medir los
cambios diacrónicos producidos en la proporción de recursos marinos en
diferentes sitios de la región centro-meridional ibérica durante el Paleolítico medio y superior (Aura et al., 2016). Para ello se establecieron tres divisiones temporales mayores: una referida al Paleolítico medio (MIS 6 a MIS
3) y otras dos al Paleolítico superior. La primera (MIS 2-3) engloba los conjuntos datados hasta el Último Máximo Glacial y la segunda los posteriores,
hasta el tránsito Pleistoceno-Holoceno (MIS 2). A partir de los recuentos de
invertebrados, peces, aves y mamíferos marinos se obtuvo un índice general
sobre la proporción de restos marinos y terrestres (IM/T). Para los mamíferos medianos y grandes (> 25 kg) se obtuvo un índice de mamíferos marinos (Imm), que resume la proporción entre restos de mamíferos terrestres
y marinos. Un tercer índice se refiere a las pequeñas presas de vertebrados
marinos (Ippmv) y pretende mostrar la proporción de vertebrados terrestres y marinos (peces, aves y pequeños mamíferos). Para su elaboración se
utilizaron los recuentos a partir del NR /NISP.
Estos recuentos indican cambios a largo plazo en la amplitud de la dieta,
sobre todo si comparamos los extremos (figura 3). Durante las dos primeras
divisiones, la dieta estuvo basada en los mamíferos terrestres, pero hubo
incrementos significativos en la cantidad y diversidad de restos marinos.
Estos índices permiten argumentar un uso complementario, quizás estacional, de la explotación de los recursos marinos hasta bien entrado el MIS 2.
Coincidiendo con el Magdaleniense se aprecia un incremento considerable
de recursos marinos (invertebrados, peces, aves y mamíferos) y también del
número de yacimientos costeros en el sector meridional, donde es posible
reconocer auténticos concheros (Aura et al., 2015). También en el sector
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J. EMILI AURA TORTOSA
FIGURA 3. Evolución de los índices descritos en el texto que muestran la evolución del uso de los recursos marinos en el sector meridional de la región mediterránea ibérica. IM/T: índice general sobre la proporción de restos marinos -invertebrados, peces, aves y mamíferos marinos- y terrestres; Imm:
índice de mamíferos marinos, con respecto a los terrestres; marinos Ippmv: pequeñas presas marinas de vertebrados -peces, aves y pequeños mamíferos-.
central se atisban estos cambios, citándose la identificación de cinco restos
de Phocidae en les Cendres, situada entre de 10-15 km de la costa (Villaverde
et al., 1999).
La dieta no visible: análisis de isótopos sobre restos humanos
Los estudios sobre la dieta humana han tenido su principal apoyo en los
restos bioarqueológicos y en inferencias extraídas de datos paleoambientales y locacionales. A partir de esta documentación, los argumentos a favor
de una dieta basada sobre animales y vegetales terrestres se han convertido
en hegemónicos. A ello ha ayudado también el sesgo en la conservación de
sitios costeros vinculados a la explotación del medio marino.
A esta perspectiva bioarqueológica se ha añadido la molecular, aportando los resultados del análisis de isótopos sobre restos humanos (Richards et
al., 2001; Drucker y Bocherens, 2004). Su ventaja es que permite inferencias
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
sobre el origen marino y terrestre de la dieta durante el Paleolítico y Mesolítico, con independencia de la procedencia de los restos humanos, ya sea de
yacimientos costeros o de interiores. Estas diferencias permiten comparaciones sobre la dieta de individuos de un mismo grupo, una escala inviable
para los estudios bioarqueológicos (Lee-Thorp, 2008).
Esta técnica se basa en el principio de que la composición isotópica
del alimento consumido se registra en los tejidos de su cuerpo, pudiendo ser analizado a partir de la recuperación del colágeno. La abundancia
relativa de los isótopos de carbono estables 13C y 12C (d 13C) y los ratios de
los isótopos de nitrógeno, 15N y 14N (d 15N), permiten establecer la procedencia marina o terrestre de los alimentos y por tanto la paleodieta
(Chisholm et al., 1982).
En nuestra región existen pocos análisis de isótopos todavía, pero los
publicados indican un consumo mayoritario de proteínas terrestres (Salazar et al., 2018). Para los neandertales se ha sugerido que consumieron una gran variedad de alimentos, incluyendo vegetales, lo que viene
a coincidir con los datos bioarqueológicos (Salazar et al., 2013). Para el
Paleolítico superior mediterráneo, no existen estudios publicados, salvo
los del yacimiento pirenaico de Balma Guilanyà, donde se describe una
dieta basada en recursos terrestres, sin evidencia de consumo de recursos
marinos (García-Guixé et al., 2009). Es a partir del Mesolítico cuando se
dispone de un número mayor de muestras y cuando se identifica, claramente, una traza isotópica del consumo de recursos marinos en las poblaciones del centro-sur de la región mediterránea ibérica. Se trata de un
consumo variable y nunca dominante, en El Collao (García-Guixé et al.,
2005; Gibaja et al., 2015), Santa Maira y Cingle del Mas Nou (Salazar-García et al., 2014). En otros yacimientos mesolíticos ni siquiera se observa
el consumo de recursos marinos, como los de Penya del Comptador (Salazar-García et al., 2014) y La Corona (Fernández-López de Pablo et al.,
2013). La mayoría de estos sitios se localiza a una distancia superior a los
30 km de la línea de costa actual. Sólo El Collao mantiene una situación
próxima al litoral-marjal (Fernández-López de Pablo y Gabriel, 2016).
La explotación de las áreas litorales: extracción
En los sitios costeros del sur que se vieron menos afectados por la transgresión marina se han encontrado equipos en piedra y hueso que no han
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J. EMILI AURA TORTOSA
sido descritos hasta ahora en los sitios interiores. Tampoco se encuentran
a lo largo de todo el Paleolítico superior, pues sólo se identifican en las
ocupaciones del Magdaleniense superior-final y Epipaleolítico (ca. 15 – 11
ky cal BP). Por ahora son los únicos ejemplos que podrían relacionarse con
la explotación del medio marino, pero una vez más, la dificultad está en
la representatividad de los sitios conocidos y en la discusión sobre su funcionalidad. Una parte sustancial de los argumentos que los relacionan con
actividades de extracción están basados en su asociación a contextos con
numerosos recursos marinos.
El primero es un tipo de punta fina de hueso, a menudo corta y doble
(Aura y Pérez Herrero, 1998). Para su fabricación se ha identificado el empleo
de huesos largos de alcatraz (Sula basana), una escápula de conejo (Oryctolagus cuniculus), y soportes de mesofauna obtenidos mediante ranurado y
fragmentación. Desde los primeros trabajos de síntesis dedicados a la pesca
en la Prehistoria, se ha propuesto que algunas puntas de hueso dobles, cortas y finas, pudieron servir como anzuelos rectos. Sus paralelos etnográficos
indican que pudieron ser utilizadas para la pesca, montados como proyectil,
como anzuelo compuesto o en línea (Bradfield, 2019), o incluso para la caza
de aves (Averbough, 2003). El conjunto más numeroso procede de la Cueva
de Nerja, y se han identificado también en Hoyo de la Mina (Such, 1920; Aura
et al., 2013). Fuera del ámbito mediterráneo existe un conjunto significativo
en el yacimiento mesolítico de Aizpea, donde la pesca fluvial está documentada (Barandiarán y Cava, 2001). Estas puntas finas y cortas no se han descrito
en los sitios orientados solo a la explotación de mamíferos terrestres de tamaño medio y pequeñas presas. Su espesor, también su longitud, las separa de
las puntas magdalenienses encontradas en estos sitios interiores.
En esta region se han descrito también 14 puntas dentadas o arpones sobre hueso y asta (Mejillones, Nerja, Higuerón, Victoria y Hoyo de la Mina),
un número reducido en comparación con lo conocido más al norte (Villaverde y Román, 2004), pero donde los restos de peces marinos publicados
son bastante escasos (Aura, 1995). Por ahora no se ha identificado el aprovechamiento de las piezas esqueléticas de delfines, ballenas o focas, para la
fabricación de instrumentos de hueso.
El segundo grupo de objetos se documenta en varios yacimientos costeros: Nerja, Complejo Humo, Hoyo de la Mina, Cueva Víctoria y Cueva
del Higuerón. Se trata de macroútiles líticos fabricados sobre cantos y
26
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
asociados a los depósitos que contienen miles de restos marinos, incluyendo mamíferos (Aura et al., 2013).
El estudio de las huellas de uso que presentan estos macroútiles sólo ha
podido ser realizado en Nerja. Se trata de cantos, posiblemente recogidos
en las playas, que presentan señales de talla y percusión, restos de ocre e incluso pintura. Su observación macroscópica ha permitido identificar estrías
y pulidos en bordes y caras, que por su posición y características han sido
relacionados con el trabajo de materias blandas, posiblemente piel. Estos
equipos se asocian en Nerja durante el GS 1 a los restos de foca monje (MNI:
5, Morales et al., 2018) y a elevadas densidades de bivalvos (23.489 MNI por
m3 de sedimentos) y también de peces (7387 NISP por m3 de sedimentos),
de los que más de la mitad corresponden a especies migratorias (Aura et al.,
2002b; Jordá Pardo et al., 2016).
Como hipótesis, se ha propuesto que estos macroútiles intervinieron en
el curtido de pieles con características especiales, como las de los mamíferos marinos (Aura y Jardón, 2006). El empleo de estas pieles para la construcción de botes para interceptar o direccionar los bancos de peces hacia
la costa es una hipótesis plausible. Combina la presencia de un conjunto de
macroútiles singular, los resultados de su estudio funcional y su contexto
bioarqueológico y paleogeográfico, pues la morfología del margen continental pudo ser clave para poder capturar las especies migratorias de aguas
profundas (gádidos, escómbridos, carángidos y belónidos, cf. Whitehead et
al., 1986) desde la misma costa durante el GS 1 (Aura et al., 2016).
Recursos marinos y simbolización
Las representaciones de fauna marina en el arte parietal paleolítico no son
muy frecuentes (Cleyet-Merle, 1990) y es Grotte Cosquer, el yacimiento
mediterráneo, el que concentra un mayor número de representaciones:
nueve focas, cuatro peces, tres pingünos / alcas y algunos signos de discutida lectura (Clottes y Courtin, 1994). En el sur de Iberia se han identificado seis figuras de pisciformes y siete de focas en cuatro sitios. Excepto la
figura grabada del pisciforme de Ardales, el resto está realizado mediante
pintura negra (La Pileta y Cueva del Tesoro) y roja (Nerja) (Sanchidrián,
1990, 1994; Ramos et al., 2009; Cantalejo et al., 2006). Los peces y pisciformes son motivos de gran tamaño, a menudo en posición vertical y en los
que no es posible identificar una especie concreta. Su posición topográfica
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suele ser singular, formando composiciones aisladas, separadas del resto
de las especies más comunes (cabras, uros, caballos, ciervos). Dos peces de
La Pileta se encuentran en una pequeña galería y las seis focas de Nerja se
disponen en posición vertical sobre tres estalagmitas. En un caso ocupan
una localización central, como es el gran pez de La Pileta que da nombre
a una sala y en cuyo interior es posible reconocer un antropomorfo o una
foca (Breuil et al., 1915; Sanchidrián, 1990).
La edad atribuida a estas representaciones está basada en criterios técnicos, formales y estilísticos, puesto que en ningún caso existen dataciones
directas. A partir de estos criterios se han manejado cronologías muy diversas, entre finales del MIS 3 y MIS 2, aunque existe cierto consenso sobre la
edad Magdaleniense de las representaciones de fauna marina. Esta cronología es la propuesta para los dos conjuntos más importantes de pisciformes
y focas (Sanchidrián, 1990).
Ocupación de las áreas litorales y asentamiento
La evidencia bioarqueológica de la región centro-meridional ibérica indica
un incremento bruto de los restos marinos al final del Paleolítico y en el
Mesolítico (figura 3), pero todavía resulta difícil medir su impacto en el
global de la dieta. Otro tanto se puede decir sobre cómo influyeron estos
cambios sobre la movilidad y la demografía de los grupos humanos.
La dispersión de los recursos marinos puede ser significativa de la
movilidad de los grupos humanos, no sólo a efectos de medir la relación
costa-interior como planteamos hace años (Aura y Pérez Ripoll, 1992). Su
transporte permite relacionar las estrategias de subsistencia, los ajustes tecnológicos y la discusión sobre el uso de sistemas residenciales y logísticos.
Por igual, la identificación en sitios alejados de la costa de adornos y representaciones de fauna marina son evidencias claras sobre las relaciones
entre sitios y grupos.
Estas tendencias incorporan un nuevo elemento durante el Mesolítico: la
identificación de campamentos al aire libre, de larga ocupación si nos guiamos por la presencia de enterramientos y localizados muy cerca de la costa o
de albuferas. Su número es limitado todavía (El Collao o el Retamar, ya en la
vertiente de Cádiz), pero si lo sumamos a sitios cercanos a medios acuáticos
(Estanys d’Almenara, Albufera d’Anna, Casa Corona…) es posible percibir un
cambio en el asentamiento, al menos una mayor visibilidad que antes no se
28
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
observaba. Lo que no se ha planteado hasta ahora es si estos cambios permiten la discusión sobre una movilidad residencial o logística (Binford, 1980).
DISCUSIÓN
Las nueve cuestiones tratadas para la región centro-meridional ibérica pretenden resaltar los problemas y sesgos encontrados en el estudio de las áreas
litorales y de los recursos marinos. Se trata de temas que abarcan tres grandes cuestiones. En primer lugar, la visibilidad de sitios litorales y de la explotación de los recursos marinos. En segundo, como esta primera cuestión
sesga nuestra observación de las variaciones diacrónicas. Por último, cómo
han influido las dos cuestiones anteriores sobre nuestra capacidad para relacionarlas con los ajustes tecnológicos, la movilidad de los grupos humanos y
las formas de interacción entre grupos, incluida su simbolización.
Visibilidad de sitios litorales y de los recursos acuáticos/marinos
Nuestro conocimiento sobre esta cuestión constata que existen importantes
diferencias entre sitios y regiones. Las ocupaciones litorales resultan invisibles en los sectores costeros que no conservan los yacimientos relacionados
con la explotación marina. Esta conservación está estrechamente ligada a las
características del margen continental y a su batimetria. No se trata de una
conclusión nueva o reciente. El profesor Rosselló Verger (1980) escribió hace
40 años que la regresión del Würm II pudo hacer emerger el equivalente
a un tercio del territorio del País Valenciano y que la transgresión posterior inundó muchos yacimientos, pues los conocidos entonces se situaban
por encima de la cota +30 m sobre el nivel del mar. Esta tierra, actualmente
inundada, fue un gran corredor de comunicación y un territorio con una
gran diversidad ecológica: marjales, estuarios y barras litorales (Aura et al.,
2019). Conocer su extensión es una información decisiva a la hora de analizar
la distribución y relaciones entre los yacimientos (Barton et al, 2018).
Esta enorme inundación, filtra y sesga nuestra capacidad de observar la
ocupación de las áreas litorales y la explotación de los recursos marinos, pues
suele plantearse a través de los datos obtenidos en los sitios interiores. Sobre
esta situación incide lo conocido sobre cazadores-recolectores-pescadores
históricos, que indican que los recursos marinos no fueron transportados a
más de 10 km de sus lugares de origen (Meehan, 1977). Ambos aspectos dis-
29
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torsionan completamente nuestra percepción de la ocupación de las áreas
litorales, del uso de sus recursos y de la movilidad de los grupos humanos sobre este corredor litoral. Si estos argumentos son aceptables, cabe pensar que
estas áreas fueron más importantes de lo que los datos conocidos indican.
Por último, la información paleogeográfica y paleoecológica potencial
que ofrecen los taxones marinos es bastante mayor que la de la fauna terrestre, tal y como muestran los ejemplos conocidos. Por tanto, la falta de
recuperación y/o estudio de los restos de fauna marina impide múltiples
inferencias que van más allá de aspectos estrictamente paleoeconómicos.
Las variaciones diacrónicas
Por ahora no se ha podido establecer ninguna relación entre estas variaciones y
los cambios paleoambientales. Sólo el incremento de la aridez señalado postLGM para el SE de Iberia (Burke et al., 2014; Barton et al., 2018) podría plantear
alguna conexión. La única correlación posible es que al final del Paleolítico se
reconoce una disminución de los restos de grandes mamíferos (Equus sp. y
Bos sp.), lo que coincide con un incremento de los recursos marinos y de sitios
claramente volcados en su explotación (Aura y Pérez Ripoll, 1992).
A pesar de estas circunstancias, la región meridional muestra una de las
trayectorias más antiguas y continuas en la explotación de los recursos marinos, siendo posible reconocer a lo largo del Paleolítico medio y superior
dos situaciones (Aura et al., 2016):
a) Un uso complementario de los recursos marinos, posiblemente estacional, en las ocupaciones asociadas a los neandertales. Los recursos explotados se concentran en moluscos, gasterópodos en su mayoría, y mamíferos
marinos varados en las playas. Para las aves se ha propuesto su aporte antrópico en las continentales, pero no en las marinas; los restos de peces son
anecdóticos. No se han descrito equipos técnicos ligados a la extracción y
consumo de los recursos mencionados.
b) La identificación de sociedades con una clara orientación marítima al
final del Paleolítico superior se concentra en las costas del Mar de Alborán.
La explotación de una gran variedad de invertebrados (gasterópodos, bivalvos, crustáceos y equinodermos), muestra un incremento significativo de bivalvos, peces, aves y mamíferos marinos. Las ocupaciones contienen equipos
que hemos relacionado con su extracción y procesado, concentrándose aquí
las representaciones de fauna marina en el arte paleolítico regional.
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
Por su parte, en la región central estas tendencias están más amortiguadas, sirviendo la actual región de Murcia (Martínez Andreu, 1989)
como transición entre las costas del Mar de Alborán y las del Golfo de
Valencia.
Los datos conocidos para el Mesolítico introducen matices importantes
en la segunda de las situaciones descritas. Las novedades mayores son la
identificación de concheros al aire libre que en algún caso incluyen enterramientos (Ramos y Lazarich, 2002) o un cementerio (Gibaja et al., 2015).
Además, se constata el transporte de recursos marinos a distancias superiores a 30 km y los análisis de isótopos muestran el consumo de recursos
marinos en yacimientos interiores (Aura et al., 2015).
Existen datos pendientes de publicación que pueden aportar una nueva
perspectiva a estos comentarios. Los resultados del análisis de isótopos estables en los restos de los humanos del Paleolítico superior y Epipaleolítico
serán claves para contrastar si el patrón de consumo de recursos marinos
que se deriva de contextos mesolíticos, escaso pero presente, se repite o
cambia y en qué dirección. En la región meridional esta expectativa permanece claramente abierta a partir de los datos bioarqueológicos (Aura et al.,
2002b; Jordá Pardo et al., 2003), aunque los datos conocidos para los restos
humanos neolíticos de Nerja muestran un bajo consumo de recursos marinos (Salazar-García et al., 2017).
Otras referencias, que exceden los límites geográficos de este trabajo,
pueden servir para abrir perspectivas. Así, a partir de la identificación de
huellas de uso sobre útiles líticos se ha inferido el procesado del pescado
durante el Paleolítico medio, aunque no se han recuperado sus restos óseos
(Hardy y Moncel, 2011). Otra evidencia procede de los Balcanes, donde se
han identificado restos de lípidos de recursos acuáticos en el interior de los
vasos del primer Neolítico (Cramp et al., 2018).
Su correlación con ajustes tecnológicos, la movilidad y la simbolización
En el sector más meridional se conserva un número significativo de sitios
vinculados a la explotación de recursos marinos. Los datos indican que a lo
largo del Paleolítico medio y del superior, la explotación de estas áreas litorales tuvo un componente complementario, quizás estacional, dentro de
un sistema de movilidad residencial en el que se integró el uso de recursos
marinos hasta bien entrado el MIS 2.
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J. EMILI AURA TORTOSA
Al final del Paleolítico se produjo un claro incremento que coincidió con
la identificación de ajustes tecnológicos y la concentración de las representaciones marinas pintadas y grabadas. La expresión más visible de ajustes
tecnológicos relacionados con el medio marino la hemos establecido con
las puntas finas. Mientras que para la explotación de las áreas litorales hemos indicado la presencia de macroútiles líticos, con huellas de trabajo sobre materiales blandos (piel, fibras vegetales) y que pudieron participar en
la fabricación de medios de transporte. Su relevancia debe empezar a formar parte de la discusión en unas latitudes que no cuentan con evidencias
directas ni con una tradición comparable a la de las costas del Mar Báltico
y del Mar del Norte (Fisher, 1995). En nuestra área de estudio, el conjunto
de útiles sobre madera y fibras vegetales recuperados en el sitio neolítico de
La Draga (Bosch et al., 2006) es lo más cercano a los yacimientos del norte
de Europa. Sólo existe una vaga referencia a una posible canoa, destruida,
en las proximidades del yacimiento de la Edad del Bronce de El Pla, en el
marjal de Pego-Oliva (Aparicio Pérez et al., 1983: 236).
La figura 4 muestra la comparación entre algunas variables relacionadas
con la explotación del medio acuático/marino en el sur y el norte de Europa.
Se trata de datos bioarqueológicos, tecno-económicos y simbólicos que
permiten una mirada panorámica sobre estas actividades. La diferencia más
notable entre ambas regiones se sitúa en la conservación de canoas, remos
y aparejos fabricados sobre madera y fibras vegetales. Materiales orgánicos
en definitiva, ya que el resto de variables se reconoce en ambas regiones.
Una desigual conservación que puede ser explicada en buena medida desde
factores paleoambientales y ecológicos —la conservación de turberas—,
pero también históricos y económicos —la draga de estuarios y del Mar del
Norte, o el amplio desarrollo de una arqueología submarina mesolítica—.
Argumentar sobre estas bases la construcción de formas simples de
transporte para el medio marino, se acerca a la especulación. Pero, debemos
recordar los trabajos de V. Guerrero (2009) sobre la navegación prehistórica
y la evidencia de abundantes restos de especies migratorias de aguas
profundas entre la ictiofauna de Nerja (Aura et al., 2002b).
El transporte de los recursos marinos a yacimientos interiores quedó
limitado en gran medida a objetos con un valor funcional o simbólico. Pero,
la realidad es que en el sector meridional no conocemos datos sobre yacimientos situados entre 10 y 30 km respecto de la línea de costa. El único
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
FIGURA 4. Presencia/ausencia de algunas variables bioarqueológicas, tecno-económicas y simbólicas indicativas de la explotación del medio acuático/marino en el sur
y el norte de Europa. Las diferencias se concentran, básicamente, en los equipos fabricados sobre madera y fibras vegetales (canoas, remos y aparejos de pesca).
caso conocido por ahora del transporte de alimentos marinos a distancias
superiores a los 30 km se encuentra en el sector central. En Coves de Santa
Maira se ha identificado un conjunto significativo de restos de bivalvos y de
peces marinos cuya finalidad no fue simbólica (Aura et al., 2015).
De nuevo, nos encontramos ante una documentación fragmentada. Una
situación que impide una valoración global de la región mediterránea, pero
también indica elementos singulares para su sector meridional. Existen factores regionales que pueden explicar la larga tradición en la explotación de
los recursos marinos que se registra aquí: desde la batimetría de su margen
continental a la alta productividad de las costas del Mar de Alborán (Aura et
al., 2016). Pero, estos mismos factores han podido ser el origen de procesos
regionales ligados a una disponibilidad espacial y temporal de los recursos
en una de las regiones más áridas del continente. La información sobre la
presencia de mamíferos marinos varados, de los que posiblemente utilizaron su carne, pero también su grasa y piel (Álvarez-Fernández et al., 2013),
sobre colonias de cria de focas (Morales-Pérez et al., 2018) y de bancos de
peces migratorios pudo provocar algo más que ajustes tecnológicos.
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J. EMILI AURA TORTOSA
El impacto de los recursos marinos tuvo escala regional al final del Paleolítico y debió repercutir sobre la movilidad de los grupos humanos y las
relaciones entre grupos, alcanzando su representación las paredes de sitios
costeros (Nerja y Tesoro) pero también los alejados entre 30 y 45 km de la
costa actual (Pileta y Ardales). Es posible que estemos ante uno de los grupos más antiguos de pescadores prehistóricos identificados en Europa, pero
hasta ahora no conocemos sus mecanismos de relación con los grupos del
sector central ni si llegaron a constituir grupos especializados, paralelos a
los grupos de cazadores del interior.
La frecuencia de útiles retocados, su reavivado y la densidad de restos de
fabricación han sido utilizados para investigar la relación entre tecnología y
movilidad (Barton, 1998). La distancia a la que son trasladados los recursos
marinos desde sus lugares de obtención, pueden ser también un buen referente para investigar estos cambios. Los datos del sector meridional, pero
también el transporte de recursos marinos señalado para la región central,
aportan elementos razonables a la discusión sobre si al final del Paleolítico
se adoptó un sistema más logístico en el uso de los yacimientos o al menos
se redujo la movilidad residencial.
CONCLUSIONES
En las últimas décadas se ha producido un cambio sustancial en la valoración de la explotación de los recursos acuáticos y de la ocupación de las
áreas litorales. Lo destacable es que se ha alcanzado desde áreas disciplinares diversas y en cuyo centro podemos situar la relación establecida entre
una dieta rica en recursos acuáticos y el proceso de encefalización.
El planteamiento desarrollado en este trabajo ha pretendido destacar
los sesgos que debe abordar el estudio de los cambios en la ocupación
humana de las áreas litorales y el papel de los recursos marinos en las
sociedades de cazadores-recolectores-pescadores prehistóricos. Las diferencias observadas entre los sectores central y meridional de la región
mediterránea ibérica son importantes. La visibilidad de los sitios litorales, de sus faunas y el reducido número de análisis de isótopos sobre
restos humanos disponible impiden avanzar en una discusión global, a
escala de región mediterránea ibérica en su conjunto. Los datos de los
sectores central y meridional muestran escenarios y trayectorias diferentes, cuestión que nos vuelve a situar ante una pregunta planteada en otros
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Áreas litorales y recursos marinos durante el Paleolítico-Mesolítico
trabajos: ¿es razonable combinar datos tan diversos en la elaboración de
una propuesta general?.
La ocupación de las áreas litorales supuso una ampliación de la dieta
para las poblaciones que habitaron la región mediterránea ibérica. Al comienzo del período estudiado (MIS 6 – MIS 3/2), se aprecia un uso reducido
y continuo, quizás estacional, de los recursos marinos en las ocupaciones
de los neandertales y los primeros cromañones. Las diferencias entre las
muestras reflejadas en los índices (figura 3) no parecen deberse a diferencias técnicas, ni tampoco cognitivas. Deben ser valoradas en el marco de los
yacimientos conservados / conocidos, las estrategias de subsistencia, y en
relación con éstas, la movilidad y la demografía de estas poblaciones.
Los registros conservados para el final del Paleolítico (MIS 2 – MIS 1)
muestran un aumento de la visibilidad y diversidad de recursos marinos explotados. Una trayectoria que se continúa en el Mesolítico con los primeros
concheros al aire libre que incluyen enterramientos. Los índices manejados
muestran un uso sistemático de vertebrados e invertebrados marinos, incluyendo taxones estacionales y con altas tasas de reproducción. También
se han identificado cambios tecnológicos que podrían relacionarse con las
nuevas estrategias económicas y con cambios en la movilidad de los grupos humanos. Las evidencias conocidas indican que los recursos marinos
constituyeron una parte sustancial de los conjuntos bioarqueológicos y que
los sitios con recursos marinos se multiplicaron en el sector meridional. Se
trata de cuevas costeras en las que se acumulan palimpsestos de faunas y
equipos de extracción que pueden relacionarse con prácticas económicas
simples, pero también con prácticas sociales de escala regional. La disponibilidad estacional de algunas especies o el aprovechamiento de grandes
cetáceos varados podrían haber fomentado una mayor interacción entre los
grupos. Por ahora no se pueden establecer las implicaciones de estas tendencias evolutivas, pero si se ha planteado la posibilidad de que estos grupos necesitaron algún medio de transporte costero para abordar y direccionar los bancos de pesca. Los yacimientos conocidos en las costas del Mar de
Alborán otorgan rasgos propios a estos grupos de cazadores-recolectorespescadores, desconocidos por ahora en el resto de la región mediterránea
ibérica y en el sur de Europa. Estas afirmaciones merecen ser investigadas
para comprender su verdadero alcance.
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J. EMILI AURA TORTOSA
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo forma parte del Proyecto Aico/2018/125 de la Generalitat Valenciana,
Direcció General d’Universitat, Investigació i Ciència, Conselleria d’Educació,
Cultura i Esports.
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