Serie de Trabajos Varios 104
La vegetación mediterránea y atlántica de la Península Ibérica: nuevas secuencias antracológicas
Yolanda Carrión Marco
2005
, ISBN 84-7795-392-9
978-84-7795-392-0 , 314 p.
[page-n-1]
por
Y01 AYDA
....&RJ~N M@c,
[page-n-2]
A Javier y Lorena
[page-n-3]
SERVICIO DE INVESTIGACI~NPREHIST~RICA
DPUTACI~NPROVINCIAL,DE VALENCIA
SERTE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 104
NUEVAS SECUENCIAS ANTRACOL~GICAS
Por
YOLANDA
CARRI~N
~
VALENCIA
2005
R C O
[page-n-4]
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACI~NPREHIST~RICA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 104
I.S.B.N.:84-7795-392-9
Depósito Legal: V-4372-2005
Imprime: Artegraf Impressors
© de la edición digital: Museu de Prehistòria de València, 2011 -- ISSN 1989-0540
[page-n-5]
AGRADECIMIENTOS
Antes de empezar la presentación de este trabajo, merecen
una mención especial las personas que han contribuido de una u
otra forma a que hoy pueda estar acabado. Me siento muy afortunada de que sean tan numerosas.
En primer lugar, quiero expresarle todo mi agradecimiento a
la Dra. Emestina Badal. Si una día me interesé por la
Antracología fue porque ella me contagió su entusiasmo en el trabajo y depositó en mí una confianza profesional y humana que
espero vea compensada, al menos en parte, con este trabajo.
Al Dr. Joan Bemabeu Aubán, Catedrático del Departamento
de Prehistoria y Arqueología de la Universitat de Valencia, quiero agradecerle su apoyo cientifico, sus consejos y la posibilidad
de iniciar mis labores de muestre0 en sus yacimientos.
Al Dr. Bemat Martí Oliver, del Servicio de Investigación
Prehistórica de la Diputación de Valencia, le tengo que agradecer
sus valiosos consejos, la lectura de textos y sus recomendaciones
bibliográficas, que han enriquecido no sólo este trabajo, sino mi
formación en general.
Al Dr. Emili Aura, del Departamento de Prehistoria y
Arqueología de la Universitat de Valencia, al Dr. Rui Parreira y a
Elena Morán, de la Fortaleza de Sagres, al Dr. Carlos Fernández
Rodríguez, de la Universidad de León, al Dr. Jesús Sesma Sesma,
del Museo de Navarra, al Dr. Carlos Tavares y la Dra. Joaquina
Soares, del Museo Arqueológico de Setúbal, les agradezco enormemente que me hayan confiado los materiales de sus excavaciones. En todo momento han mostrado interés por mi trabajo y
siempre han estado disponiblespara resolver las constantes dudas
que se han ido planteando.
Para la realización de esta tesis he contado con el apoyo económico del Ministerio de Educación y Cultura, mediante una
beca de Formación de Personal Universitario, con la que he tenido la oportunidad de viajar a otros centros de investigación para
completar mi formación. Quiero agradecer al Dr. Dominique
Marguerie y a todo el personal del Laboratoire d'Anthropologie
de 1'Université de Rennes 1 su acogida, dedicación y ayuda en el
análisis dendrológico del material. A Isabelle Théry, Chargé de
Recherches de la C.N.RS., por su invitación para participar en un
proyecto sobre hogueras experimentales. Al Dr. Pablo Ramil-
Rego y al personal del Departamento de Bioloxia Vegetal de la
Universidad de Santiago de Compostela les agradezco que me
hayan dedicado un tiempo muy valioso en más de una ocasión.
Las enseñanzas recibidas de todos ellos han sido siempre muy
interesantes y el trabajo en equipo, gratificante.
A la Dra. Isabel Figueiral quiero agradecerle que haya aceptado formar parte del tribunal de mi tesis. Una vez más, su valoración de mi trabajo será muy valiosa para mí.
A todo el personal del Departamento de Prehistoria y
Arqueología de la Universitat de Valencia, y a mis compañeros y
amigos Inés Domingo, Esther López, Magdalena Gómez,
Amparo Valcárcel, Carlos Verdasco, Dídac Roman, Guillermo
Pascual, Eva Collado, Agustín Diez, Tomás Hurtado, Rosa
García, Nuria Lledó y Rosa Puig, les quiero agradecer su apoyo,
su amistad, su interés, las charlas, los cafés y todas esas pequeñas
cosas que han hecho más agradable el trabajo de cada día.
A Maria Ntinou, porque han sido muchos años los que hemos
compartido trabajo, inquietudes y horas, muchas horas de agradable compañía en el laboratorio y amistad fuera de él. No voy a
negar que se nota enormemente su ausencia, pero a pesar de la
distancia, estos meses también la he tenido cerca de mí cada vez
que la he necesitado, como siempre. Gracias, Maria.
A Oreto Garcia tengo que agradecerle especialmente su experiencia previa, sus consejos y su ayuda, aún en momentos en que
ella misma tenía muchas ocupaciones.
Guiliem Pérez ha compartido conmigo muchas horas de laboratorio y algunos días de agobio y de mal humor. Le tengo que
agradecer la corrección de textos y sus consejos, que nie han sido
siempre muy útiles.
Elena Estrelles y Ana Ivars, del jardín Botánico de la
Universitat de Valencia, me han ayudado pacientemente en la
identificación de algunos carbones indeterminados.
Al personal del Departamento de Microscopía Electrónica
del Servicio Central de soporte a la Investigación Experimental
de la Universidad de Valencia, por ayudarme en el manejo del
microscopio electrónico para la realización de las fotos del carbón.
[page-n-6]
A Concha Francés y Roberto Soria, porque han solucionado
constantemente mi escaso don para los trámites burocráticos, que
últimamente han sido infínitos.
Agradezco sinceramente a las i~umerabies
personas que han
participado conmigo año tras año en las campañas de excavaciones y dedicaron parte de su tiempo a recoger carbón. Todos ellos
han puesto su grano de arena en este trabajo.
A todos los que han leido, corregido y aportado siempre
valiosas sugerencias a los textos.
A Pau, porque ha compartido conmigo día a dia todos los
meses de redacción. Su apoyo ha sido fundamental para seguir
adelante.
A todos los miembros de mi familia les quiero agradecer su
apoyo incondicional y estoy segura de que sabrán perdonarme
que haya estado un poco "ausente" estos últimos meses. De mis
padres aprendí desde pequeña a respetar la naturaleza, mi trabajo, a seguir mis ilusiones y todas las más valiosas enseñanzas que
recibiré jamás; estaré satisfecha si este trabajo las refleja.
[page-n-7]
Introducción ..................................................................................................................................................................................
.
Capltuio 1 EL MARCO BIOGEOGR~FICODE LA PEN~NSULAIBÉRICA: UN PEQUE~~O
CONTINENTE DE CONTRASTES........................................................................................................................
1.1. BIOGEOGRAF~A
GENERAL DE LA PENfNSULA IBÉRICA . EL LÍMITE ENTRE
LAS DOS REGIONES Y LOS PISOS BIOCLIMATICOS ..................................................................................
1.2. LA VEGETACI~NDE LA PEN~JsULAIBÉRICA . DISTRTBUCI~N
GENERAL
Y ESTRATEGIASDE ADAPTACI~NEN LAS DOS REGIONES BIOGEOGRAFICAS................................
1.3. EL MEDIO BIOGEOGRAFICO
ACTUAL DE LOS YACIMIENTOS ................................................................
1.3.1. Los yacimientos del sector noroccidental ....................................................................................................
1.3.2. Los yacimientos del sector oriental ..............................................................................................................
1.3.3. El sector sudoriental ....................................................................................................................................
1.3.4. El sector sudoccidental ................................................................................................................................
1.3.5. El sector occidental .....................................................................................................................................
1.3.6. Las Bardenas Reales ....................................................................................................................................
1.4. UN COMENTARIOA LA VEGETACI~NPOTENCIAL ....................................................................................
.
Capítuio 11 METODOLOG~A....................................................................................................................................................
11.1.EVOLUCI~NHIST~RICA
.............DE
.....LA
....DISCIPLINA
..................
II.2. EL MÉTODO ANTRACOL~GICO......................................................................................................................
II.2.1. La recogida de leña y la formación del registro antracol6gico...................................................................
II.2.2. La recogida y análisis del carbón: la problemática del tamaño de los fragmentos y de la muestra ..........
11.2.3. En el laboratorio: los principios de la determinación anatómica del carbón..............................................
II.2.4. El tratamiento de los datos antracológicos..................................................................................................
II.2.5. El significado paleoecológico del carbón: realidad y limitaciones de la interpretación ............................
11.2.6. Carbón y radiocarbono ................................................................................................................................
II.3. METODOLOG~A
ANTRACOL~GICAAPLICADA ..........................................................................................
II.3.1. Metodología de campo ................................................................................................................................
11.3.1.1. Método de muestre0 empleado en los yacimientos arqueológicos en cueva ................................
ii.3.1.2. Método de muesíreo empleado en los yacimientos arqueológicos al aire libre ............................
[page-n-8]
11.3.1.3. Método de muestre0 aplicado a depósitos naturales de carbón ..................................................
II.3.2. Metodología de laboratorio ........................................................................................................................
11.3.2.1. El número defiagtnentos de carbón analizados............................................................................
Ll.3.2.2. La dispersión de los taxones por el estrato arqueológico ............................................................
.
Capitulo IiI LA n O R A IDENTIFICADA ..............................................................................................................................
111.1. DESCRIPCI~NANAT~MICA,ECOL~GICAY E T N O G ~ ~DE
I CLOS
A TAXONES ................................
111.1.1. Gimnospermas ..........................................................................................................................................
111.1.2. Gnetales ....................................................................................................................................................
III.1.3. Angiospermas Monocotiledóneas ..............................................................................................................
III.1.4. Angiospermas Dicotiledóneas ..................................................................................................................
III.2. PRIMERA APROXIMACI~NA LA CARACTERIZACI~NFLO&STICA DE LAS DOS
REGIONES BIOGEOGR~ICAS ....................................................................................................................
III.3. ALTERACIONESANATÓMICAS OBSERVADAS EN EL CARB~NANALIZADO.....................................
III.3.1. Vitrificación de los tejidos celulares ........................................................................................................
III.3.2. Ataque de hongos e insectos xilófagos ....................................................................................................
.
.
Capitulo IV ANTRACOLOG~AEN DEP~SITOSNATURALES LOS PALEOINCENDIOS
COMO MODELADORES DEL PAISAJE ..........................................................................................................
IV.1. INVESTIGACI~NACTUAL Y EXPERIMENTACI~NSOBRE LA DINAMICA
DE LOS INCENDIOS NATURALES ..................................................................................................................
IV.1.1. Deñnición y características de los incendios naturales. Efectos sobre la cubierta vegetal ......................
IV.1.2. Evidencias tras el incendio: aspectos tafonómicos ....................................................................................
IK1.2. 1.El transporte y actrmulación del carbón tras elfitego ................................................................
IK1.2.2. El carbón accmirlado tras 1m incendio. jes reflejo de la vegetación preexistente? ....................
IK1.2.3. Alteraciones observadas en el carbón procedente de incendios naturales ................................
IV.1.3. Objetivos y perspectivas del estudio antracológico en depósitos naturales y metodología empleada ....
IV.2. ANALISIS ANTRACOL~GICODE DIVERSOS DEP~SITOSNATURALES DEL SECTOR
NOROCCIDENTAL DE LA PENhJSULA IBÉRICA ........................................................................................
IV.2.1. El depósito de Mougiís ..............................................................................................................................
R 2 . 1 .1. Reszrltados del análisis antracológico ..........................................................................................
IK2.1.2. Análisis tafonómico de los restos ................................................................................................
IV.2.2. Aniilisis antracológicodel depósito natural de Frexulfe ..........................................................................
IV.2.3. Aniilisis antracológico del perfil de Balouta ............................................................................................
IV.2.4. Conclusiones. La validez del análisis antracológico en depósitos naturales ............................................
Capitulo V. DENDROLOG~AAPLICADAAL ESTUDIO DE LOS CARBONES ARQUEOL~GICOS..........................
V. 1. DESARROLLO DE LA DISCIPLINA. BASES. LÍMITES Y PERSPECTIVAS ................................................
V.2. IVIÉTODO DE ANALISIS ......................................................................................................................................
v.3. ANALISIS ANTRACOL~GICOY DENDROL~GICODEL YACIMIENTO DE O CASTELO ......................
V.3.1. Presentación del yacimiento y descripción de las estructuras ....................................................................
V.3.2. Resultados del análisis antracológico ........................................................................................................
V.3.3. Resultados del aniílisis dendrológico ..........................................................................................................
K3.3.1. Tmncos de gran calibre ................................................................................................................
K3.3.2. Ramas de pequeño calibre ............................................................................................................
v.4. ANALISIS ANTRACOL~GICOY DENDROL~GICODE LA VILLA ROMANADE NOVILLE ................
V.4.1. Descripción del yacimiento ........................................................................................................................
V.4.2. Resultados del anhlisis antracológico ........................................................................................................
V.4.3. Resultados del aniílisis dendrológico ..........................................................................................................
V.5. EL USO DE LA MADERA EN LAS TÉCNICAS CONSTRUCTNASROMANAS A PARTIR
DE LOS DATOS DENDROL~GICOS................................................................................................................
[page-n-9]
V.6. DENDROLOGh EN EL DOLMEN CAMPANIFORME DE TRES MONTES ................................................
V.6.1. Tres Montes en el contexto del Campaniforme del Alto Ebro ..................................................................
V.6.2. Resultados del análisis dendrol6gico ........................................................................................................
V.6.3. La explotación de Junipertts.Valoración ecológica y etnológica ..............................................................
V.6.4. Conclusiones ..............................................................................................................................................
.
Capitulo Vi LA PROBLE~~%~TICA
ARQUEOLÓGICA DE LOS YACIMIENTOS
DEL NOROESTE PENINSULAR ............................................................................................................................
VI.1. LA SECUENCIA CULTüiUL ............................................................................................................................
VI 1.1. El Paleolítico superior y el Epipaleolítico en el noroeste ibérico ............................................................
VI.1.2. El Neolítico en el noroeste peninsular: de la aparición de la agricultura al fenómeno tumular ..............
VI.1.3. La Edad del Bronce en el noroeste peninsular. Orígenes de la investigación y nuevos enfoques ..........
VI.2. PRESENTACI~NDE LOS YACIMIENTOS ......................................................................................................
VI.2.1. La Cova da ValiHa (Castroverde. Lugo) ..................................................................................................
VI.2.2. El yacimiento de Xestido 111(Abadín. Lugo) ..........................................................................................
VI.2.3. El yacimiento de Prado do Inferno (Muras. Lugo) ..................................................................................
VI.2.4. La Pala da Vella (Biobra, Ourense) ..........................................................................................................
.
.
Capitulo M I RESULTADOS ANTRACOL~GICOSDE LOS YACIMIENTOS EUROSIBERIANOS .........................
W.1. ANALISIS ANTRACOLÓGICO DE LA COVA DA VALmA ........................................................................
W.2. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE XESTIDO 111.......................................................
W.3. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE PRADO DO iNFERN0
W.4. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE PALA DA VELLA ..............................................
VII.4. 1. Resultados antracológicosdel Nivel 2 ....................................................................................................
VII.4.2. Resultados y descripción de los espectros antracológicosdel Nivel 1 ..................................................
W.4.3. Interpretación ecológica de los datos antracológicosdel Nivel 1 ..........................................................
....................................
.
Capitulo VIiI LA SECUENCIA DE VEGETACI~NDEL NOROESTE PENINSULAR. DISCUSIÓN DE LOS
DATOS ANTRACOL~GICOSY POL~NICOS .....................................................................................................
VIII.i . S~NTESISDE LOS RESULTADOS ANTRACOL~GICOS ..........................................................................
VIII.2. LA VEGETACIÓN DEL PLEISTOCENO SUPERIOR-HOLOCENO DEL NOROESTE
PENINSULAR Y ZONAS LIM~TROFES ..........................................................................................................
VIII.2.1. Interestadial Würmiense ........................................................................................................................
VIII.2.2. El Pleniglaciar (25000-15000 BP) ........................................................................................................
VIII.2.3. El Tardiglaciar (15000-10000 BP) ........................................................................................................
VIII.2.4. El Holoceno: fase anatéxmica y óptimo climático (10000-6000 BP) ....................................................
VIII.2.5. Fase holocena de influencia antr6pica (a partir de 6000 BP) ................................................................
.
Capitulo IX LA PROBLEM~MCAARQUEOLÓGICA DE LOS YACiMíENTOS
DE LA R E G I ~ NMEDITERRÁNEA ........................................................................................................................
IX.1. LA SECUENCIA CULTURAL ............................................................................................................................
IX 1.1. El Magdaleniense en la fachada mediterránea peninsular ......................................................................
IX.1.2.Del Epipaleolítico al Neolítico. tQu6 aporta el carbón a la discusión arqueológica? ............................
IX.1.3. Las sociedades complejas del sudeste.La importancia de los condicionantes medioambientales
en el contexto de la cultura argárica ....................................................................................................................
IX.2. PRESENTACI~NDE LOS YACIMIENTOS ......................................................................................................
IX.2.1. Los yacimientos del sector oriental ..........................................................................................................
m 2.1.1.La Cova de Santa Maira (Castell de Castells. Alacant) ..............................................................
kX2.1.2. L'Rbric de la Falguera (Alcoi, Alacant) .....................................................................................
122.1. El Mas d'ls (Penciguila. Alacant) ................................................................................................
IX.2.2. Los yacimientos portugueses ....................................................................................................................
.
[page-n-10]
UC2.2.1. Vale Pincel I (Sines. Portugal) ....................................................................................................
UC2.2.2. Ponta da Passadeira (Setiibal. Portugal) ....................................................................................
UC2.2.3.El Monumento 7 de la necrópolis de Alcalar (Portimao. Algarve) ............................................
IX.2.3. Fuente Aíamo (Cuevas de Almamora, Almería) ......................................................................................
.
Capitulo X RESULTADOS ANTRACOL~GICOSDE LOS YACIMIENTOS DE LA REGIóN MEDITE~U~~EA
....
x.1.ANALISIS ANTRACOL~GICODE LES COVES DE SANTA MAIRA ..........................................................
X.1.1. Resultados del análisis ..............................................................................................................................
X.1.2. Interpretación de la secuencia y paleovegetación ......................................................................................
X.2. ANALISIS ANTRACOL~GICODE L'ABRIC DE LA FALGUERA ................................................................
X.2.1. Resultados antracológicosdel Sector 1 ......................................................................................................
X.2.2. Resultados antracolbgicosde los sectores 2 y 3 ........................................................................................
X.2.3 Interpretación de la secuencia de los sectores 2 y 3 ....................................................................................
X.2.4. Resultados antracológicosde tres hogares mesolíticos ..............................................................................
X.2.5. La paleovegetación de La Falguera: valoración global de las secuencias ................................................
X.3. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DEL MAS D'IS ...........................................................
X.3.l. Resultados antracológicos ..........................................................................................................................
X.3.2. Fases antracológicas e interpretación de la secuencia.Aproximación paleoecológica y etnográfica
x.4. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE VALE PINCEL I ....................................................
X.4.1. Resultados antracológicos ..........................................................................................................................
X.4.2. La recogida de leña: interpretación etnológica a partir del análisis de 28 estructuras de combustión ....
X.4.3. Algunas cuestiones ecológicas a partir del carbón de Vale Pincel 1 ..........................................................
x.5. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE PONTA DA PASSADEIRA ....................................
X.5.1. Resultados atracológicos ............................................................................................................................
X.5.2. El bosque sumergido en las aguas del estuario ..........................................................................................
X.6. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL MONüMENTO 7 DE LA NECR~POLISDE ALCALAR ..................
X.6.1. Resultados antracológicos. El uso y selección de la madera en la construcción,
fundación y reutilización del Monumento 7 ........................................................................................................
X 6.1.1.Las hogueras infiatumitlares ........................................................................................................
X 6.1.2. Estructuras de combustión exteriores ..........................................................................................
X 6.1.3. Nivel de profnación del nicho oeste ............................................................................................
X 6.1.4. Destrucción y reutilización del túmulo ..........................................................................................
X.7. A N ~ I S I S
ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE FIJENTE ALAMO ..............................................
X.7.1. Resultados antracológicosy aproximación a la paleovegetación ..............................................................
X.7.2. El uso de la madera y la explotación del paisaje ......................................................................................
X.7.3. Conclusiones ..............................................................................................................................................
.......
.
.
Capitulo XI LA SECUENCIA DE VEGETACIÓN DE LA FACHADA MEDITERRhEA DISCUSIÓN DE LOS
DATOS ANTRACOL~GICOSY POL~NICOS ......................................................................................................
XI. 1. SÍNTESIS DE LOS RESULTADOS ANTRACOL~GICOS ............................................................................
XI. 2.LA VEGETACI~NTARDIGLACIAL-HOLOCENADE LA FACHADA MEDITER&~EA
PENINSULAR A PARTIR DE LOS ESTUDIOS PAEOBOTANICOS ..............................................................
XI.2. 1 El Tardiglaciar (15000-10000 BP) ............................................................................................................
X1.2.2. El Holoceno: fase anatérmica y óptimo climhtico (10000-circa 6800 BP) ..........................................
XI.2.3. La aparición de la adcultura y el comienzo de la dinámica antrópica del paisaje ................................
.
.
Capítulo XII CARACTERIZACI~NFLOR~STICA
Y ECOL~GICADE LAS REGIONES EUROSIBERIANA
Y M E D I T E F ~ ~ N EEL
A L~~MITE
ENTRE AMBAS ..............................................................................................
.
.
Capítulo XJiI CONCLUSIONES
..............................................................................................................................................
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El trabajo que presentamos es el resultado de la tesis doctoral
de título "Afinidades y diferencias de las secuencias antracológicas en las vertientes mediterránea y atlántica de la
Ibérica", presentada en la Universitat de Val6ncia en julio de
2003.
Desde las primeras evidencias del uso del fuego hace unos
400.000 años, las sociedades prehistóricas han dejado testimonio
material de su relación con el medio vegetal circundante a lo
largo de los años. Éste constituye una importante fuente de recursos y el marco en el que se desarrollan todas las actividades
humanas, a la vez que supone un reflejo directo de las condiciones climáticas imperantes en el momento. La constante interacción de los grupos humanos con el medioambiente ha dado como
resultado cambios profundos de éste último.
La Arqueología ha ido mostrando paulatinamente un interés
mayor por el conocimiento de los paisajes y condiciones climáticas del pasado. De hecho, en la actualidad, estos factores se consideran fundamentales en la interpretación del conjunto de las
evidencias arqueológicas; efectivamente, es frecuente que algunas vías de investigación o hipótesis interpretativas se basen en
preceptos medioambientales para explicar cambios culturales a
gran escala. De este modo, el desarrollo de algunas actividades
económicas, el establecimiento de diferentes tipos de hábitat o el
uso de ciertos recursos, están determinados en gran medida por
las condiciones cümáticas, geográficas o ecológicas del medio.
La recogida de leña como combustible por parte de los grupos humanos constituye la muestra directa de la gestión antrópica del medio más frecuente en la mayor parte de yacimientos prehistóricos. Su relación directa con los lugares de hábitat, con la
actividad y economía humanos, hace del carbón un material susceptible de aportar una valiosa información ecológica, pero también etnológica y arqueológica. Presenta las ventajas de ser recogido y acarreado al yacimiento directamente por los grupos
humanos desde un entorno inmediato al mismo, de manera que
ofrece una imagen muy local de la vegetación. La reconstrucckn
de este marco ambiental para la actividad humana supone el
conocimiento de la vegetación circundante a los asentamientos
humanos, la disponibilidad potencial de ciertos recursos vegeta-
les, la explotación de éstos por parte de los grupos humanos, el
uso de la madera como recurso básico para hogares, hornos,
construcción, fabricación de útiles, etc.; de esta manera, la información aportada por el carbón constituye un pilar fundamental en
la interpretación global del registro material recuperado en contextos arqueológicos.
La Antracología es una rama de la Arqueobotánica que se
integra dentro de1 grupo de las Ciencias Medioambientales aplicadas a la Arqueología y consiste en la identificación del carbón
procedente de yacimientos arqueológicos y depósitos naturales.
Los primeros pasos de esta disciplina arrancan de finales del siglo
XIX, aunque el método no estaba en absoluto consolidado y los
resultados interpretativos eran muy limitados. La recogida y tratamiento del carbón como una evidencia material de la actividad
humana, que había de ser cuantificada e interpretada en un determinado marco crono-cultural, supusieron conceptos fundamentales para la completa fiabilidad y representatividad del carbón
arqueológico. Ha sido en las últimas décadas cuando se ha producido un salto cuantitativo y cualitativo. La multiplicación de
los estudios de ámbito regional y los avances en el campo de la
metodología, que se nutren frecuentemente de la experimentación y aplicación de nuevas tecnologías, ha permitido que la
Antracología se consolide como una disciplina de creciente interés en el ámbito de la Arqueologia.
En nuestro trabajo se incluye el análisis de carbón de diferentes contextos arqueológicos, y también de material procedente de depósitos naturales sin aparente relación con la actividad
humana, que han sido interpretados como niveles de incendio.
Los análisis de micro y macrocarbones en este tipo de contextos
son numerosos, destacando su aplicación a suelos y fondos lagunares, y frecuentemente vinculados con otras disciplinas tales
como Edafología o Geología. Sus principales objetivos en las
últimas décadas se han centrado en el estudio de la recurrencia de
los incendios, la acumulación natural del carbón tras éstos o los
movimientospostdeposicionales de los diferentes horizontes edáficos. El estudio de macrocarbones para la identificación de las
especies vegetales y la reconstrucción del paisaje abre una nueva
vía de investigaciónpara este material, cuyos resultados permiten
[page-n-12]
ser integrados en secuencias regionales de vegetación. Las
secuencias que presentamos en este trabajo han sido elaboradas a
partir de los datos obtenidos a partir de carbón de diferente naturaleza (arqueológicoy natural), y ambos resultan representativos
y comparables.
Cuando hace algunos años iniciamos nuestra investigaciónen
el marco de la Antracología, el panorama a nivel peninsular era
extremadamente desigual: los trabajos se concentraban en aquellos ámbitos donde la disciplina contaba con un g q o de investigación de mayor tradición, mientras que otras regiones se encontraban prácticamente desatendidas. Esta tendencia sigue constituyendo un hecho aún hoy en día, pero poco a poco se ha comenzado a trabajar en nuevas regiones y se van cubriendo los vacíos
en el mapa peninsular.
Los trabajos de campo llevados a cabo por el Departamento
de Prehistoria y Arqueología de la Universitat de Valencia se han
centrado fundamentalmente en la zona de Alicante, de donde
contábamos con abundantematerial para nuestro estudio. Cuando
llegó hasta nuestras manos gran cantidad de material procedente
de yacimientos arqueológicos y depósitos naturales del noroeste
peninsular, nos encontramos ante una gran heterogeneidad de
material, tanto geográfica como cronológicamente. Esto nos
llevó a plantear la estructura de nuestra Tesis Doctoral, iniciando
estudios antracológicos en regiones en las que apenas se contaba
con datos al respecto, en forma de análisis comparativo entre las
fachadas mediterránea y atlántica de la península Ibérica. Con
esta idea, hemos ido incorporando algunos yacimientos de otras
regiones.
En nuestro trabajo planteamos los tres objetivos básicos que
han constituido los pilares de la disciplina antracológica: metodológico, paleoecológico y paleoetnobotánico. Evidentemente, la
heterogeneidad del material analizado ha requerido una adaptación tanto de la metodología como de las vías de interpretación
de los resultados. La primera parte está dedicada a la presentación
del marco biogeográfico actual de los yacimientos, así como a
todo tipo de cuestiones metodológicas. De este modo, se presentan ampliamente las regiones en las que hemos trabajado, de las
que se recoge información geográfica, climática y de vegetación,
fundamentalmente. Consideramos este punto de primordial
importancia para la comprensión de los datos obtenidos a partir
de nuestros análisis, teniendo en cuenta la idea de que el paisaje
tal y como lo conocemos actualmente es el resultado de miles de
años de fluctuaciones climáticas y de interacción humana con su
entorno inmediato.
La metodología antracológicase encuentra en constante estado de revisión y renovación, de manera que hemos intentado
recopilar las últimas tendencias en este ámbito, además de realizar nuestra aportación con la adaptación de los mbtodos tradicionales a la problemática especifica de cada uno de los yacimientos
tratados.
También se realiza una descripción de la flora identifícada en
el carbón, incluyendo la problemática de la identificación, las
preferencias ecológicas y los usos etnográficosde cada una de las
especies que se han documentado a lo largo de la Historia. En
este capítulo hemos incidido en los problemas más frecuentes de
identificación de los taxones que aparecen en los yacimientos
arqueológicosdebido a cuestiones anatómicas, pero también queremos exponer un catálogo de alteraciones ocurridas bien por el
propio proceso de combustión, bien por procesos postdeposicionales, o por el propio estado de conservación del material; alteraciones que impiden frecuentemente la identificación botánica,
pero a cuyas causas no se presta a veces la atención requerida
para su correcta interpretación. Pensamos que la observación sistemática de estas alteracionespuede ofiecer una interesanteinformación de tipo arqueológico y etnológico, tales como las condiciones de la combustión, las tendencias en la recogida de leña,
etc.
La aplicación de nuevos metodos de análisis e interpretación
a la disciplina antracológica, nos ha llevado a la realización de
dos capítulos en los que exponemos los resultados de éstos. En el
cuarto capítulo hemos incluido los análisis de diversos depósitos
naturales de carbón, procedentes de incendios, sin relación con
yacimientos arqueológicos, lo que implica un planteamiento de
interpretación totalmente diferente. El quinto capítulo está dedicado a la disciplina de la Dendrología, que consiste en la observación de los anillos de crecimiento de los vegetales, con el fin
de extraer información de tipo ecológica y etnográfica. Hemos
aplicado esta metodología a tres yacimientos que presentaban
abundante madera de construcción de gran tamaño.
El resto del trabajo se estructura en dos grandes bloques, uno
dedicado a los yacimientos de la región Mediterránea y el otro a
los de la Eurosiberiana. Para cada uno de los bloques, comenzamos exponiendo el contexto arqueológico y la secuencia cultural
regional, ya que la totalidad del material analizado en esta parte
procede de yacimientos arqueológicos de diversa cronología.
Seguidamente, se presentan los resultados de los análisis, y una
síntesis de la secuencia de vegetación regional obtenida a través
de otros análisis paleobotánicos, ya que uno de los principales
objetivos de nuestro trabajo es la integración de los resultados
obtenidos en esta secuencia, con el fin de contrastar, corroborar o
matizar algunos de los datos existentes.
Sin embargo, en ningún momento se ha dejado de lado la
interpretación humana del registro antracológico, teniendo en
cuenta que una parte importante de éste se encuentra asociado a
contextos arqueológicos entre los que se ha documentado frecuentemente la presencia de estructuras de combustión, elementos constructivosy evidencias de otros usos especializadosde los
recursos vegetales. Desde nuestro punto de vista, la gestión del
medio vegetal en general, la explotación de las formaciones
vegetales circundantes a los lugares de actividad humana o la
selección de determinadas especies son aspectos fundamentales a
tener en cuenta para comprender la dinámica del paisaje reciente.
La última parte de nuestro trabajo sintetiza los aspectos más
relevantes de los resultados obtenidos y se orienta fundamentalmente a la discriminación de los criterios florísticos que definen
ambas regiones biogeográñcas. Ésta ha sido elaborada a partir de
nuestros datos y del conjunto de secuencias de referencia antes
descritas. Con nuestra aportación pretendemos contrastar la
información existente, sobre todo de aquellas zonas en las que
ésta era escasa.
En cuanto a las dataciones que se incluyen en el texto, se
expresan en fechas de radiocarbono (BP) si no están calibradas,
mientras que las calibradas aparecen en años reales (BC), con la
abreviatura "cal." Hemos mantenido las dataciones calibradas o
no, tal y como aparecen en la fuente original de donde han sido
tomadas.
[page-n-13]
Capítulo 1
EL MARCO BIOGEOGRAE"ICO DE LA PENÍNSULA IBERICA:
UN PEQUENO CONTINENTE DE CONTRASTES
1.1. BIOGEOGRAF~AGENEXAL DE LA
PENÍNSULA IBÉRICA. EL L~MITE
ENTRE LAS DOS REGIONES Y LOS
PISOS BIOCLIMATICOS
La Biogeogrda es una rama de la Geografia que trata sobre
la distribución de los seres vivos sobre la Tierra, es decir, de la
relación entre lo fisico y lo biótico (Rivas Martínez, 1987: 12). El
territorio de la peninsula Ibérica está dividido en dos grandes
regiones biogeográficas, Eurosiberiana y Mediterránea, desigualmente repartidas a lo largo de éste: a la región Eurosiberiana sólo
pertenecen algunas comarcas luso-galaico-cantábrico-pirenaicas,
mientras que el resto pertenece a la región Mediterránea. Éstas
regiones constituyen dos grandes unidades con rasgos climáticos,
florísticos y paisajísticos característicos y diferenciados. Uno de
los principales criterios utilizados a la hora de reconocer y delimitar las diferentes áreas biogeográficas es la cartografía de
aquellas especies que tienen una distribución territorial ligada a
un área concreta más o menos amplia, lo que se denomina "endemismos". Según este criterio, podemos afirmar que las dos regiones biogeográficas de la peninsula vienen marcadas por sendos
"elementos florísticos" eurosiberiano y mediterráneo, deñnidos
por una serie de especies vegetales con afinidades en cuanto a su
origen, exigencias ecológicas y10 coincidencia de sus áreas de
distribución (Costa et alii, 1997: 33).
La peninsula Ibérica, por su situacióny su Historia, constituye un mosaico biogeográfico en el que podemos encontrar: rasgos subtropicales vegetando en área mediterránea, un elemento
boreo-alpino acantonado en las montañas del sur de Europa
durante los Mos glaciales y otro saharo-índico, expandido con la
aridez ñnipliocénica; esto ha llevado a algunos autores a definir
la península como "un elemento relicto paleomediterráneo, de
gran significado geobotánico" (Costa et alii, 1997: 33). Por su
apertura a dos mares y los contrastes climáticos que generan sus
montañas y la altura de sus mesetas, se considera como un pequeño continente en el que están presentes más de la mitad de las
especies de plantas superiores de toda Europa, algunas de ellas de
forma exclusiva, dando lugar también a una gran diversidad de
comunidades vegetales (izco Sevillano, 1993: 7).
Como consecuencia de los cambios climáticos cuaternarios,
la línea de división entre las dos regiones biogeográfícas ha fluctuado a lo largo de la Historia, dejando en los territorios circundantes a este límite numerosos vestigios de los movimientos de la
flora y vegetación acaecidos por estos cambios (fig. 1.1).
Territorio atlAnlico + atta
mTerritoriocarpetano-aiihniico
RIVAS MARTINU
- - 1982
0Territoriosubmediterr&neo
Fig. 1.1. Limite de las dos regiones biogeogr4ficas de la península
Ibérica establecido por varios autores, a partir de Costa et alii
(1997).
[page-n-14]
S
A pesar de la importancia que adquiere el elemento floristico
para la delimitación de las dos regiones biogeográficas, el criterio más importante a este efecto es el ombroclima, ya que en la
región Mediterránea, independientemente de la cantidad de precipitación media anual, existe un periodo más o menos prolongado de aridez o sequía estival (Rivas-Marthez, 1987: 15). De este
modo, existen una serie de zonas "isla" entre las dos regiones,
que han podido variar su pertenencia a cualquiera de ellas, ante
una variación en los índices de precipitaciones acaecidos a lo
largo de la Historia. Con este criterio, algunos autores utilizan la
terminología "Iberia seca" e "Iberia húmeda", argumentando que
el principal factor modelador del paisaje en latitudes templadocálidas es el régimen hídrico (Costa et alii, 1997: 34), lo que
genera los conceptos de "mediterraneidad" frente a "atlanticidad"
u "oceaneidad".
Con el objetivo de deslindar los límites de la región
Mediterriuiea de la Eurosiberiana y la Saharo-Arábiga tomando
como criterio el ombroclima, Rivas-Marthez estableció los llamados fndices de Mediterraneidad (Im)(Rivas-Martinez, 1987:
27-28). Éstos son un cociente entre la evapotranspiración potencial (ETP) de los meses de verano y la precipitación media del
mismo periodo (P). Por ejemplo, para calcular el Im3 se toman
las medias de los meses de junio, julio y agosto, de manera que
el periodo estudiado es amplio y resulta muy significativo. Se
considera que existe una influencia mediterránea o mediterraneidad cuando el Im3 es mayor a 2,5, independientemente de la
posición geográfica del lugar analizado. En este hecho tienen una
gran influencia los factores microclimáticos y10 orográficos,
entre los cuales el relieve adquiere una importancia preponderante. Esto ha llevado a algunos autores a criticar el carácter arbitrario del establecimientode la línea divisoria entre las dos regiones
(Bolbs, 1989), y a invalidar el "principio de continuidad de áreas"
utilizado por algunas escuelas. En su lugar, el autor propone un
carácter sinuoso de la línea, quedando ésta difuminada por la
existencia de numerosas y pequeñas "islas".
Albentosa Sánchez (1991) realizó una división climhtica de
la península Ibérica en la que se aborda este límite entre las dos
grandes regiones. Dentro de la franja de contacto existe lo que el
autor denomina el "clima ocehnico de transición", que presentaría algunos matices de continentalidad respecto al oceánico propiamente dicho, provocados por el alejamiento del mar e influencia del relieve (temperaturas algo más bajas que en la costa y con
mayor amplitud anual y menores precipitaciones, concentradas
sobre todo en invierno). Pertenecen a este ámbito las cuencas del
interior de los Montes de Galicia y de la Cordillera Cantábrica,
por debajo de los 500-600 m. Por otro lado, al norte de la cuenca
del Duero, pie de la Cordillera Cantábrica, la Galicia interior en
general y la cuenca alta del Miño, se sitúa el "clima interior de
matiz continental suavizado", donde las características de continentalización anteriores se acentúan aún más.
Son varios los autores que matizan esta división de la península Ibérica en dos grandes regiones biogeográficas puesto que,
una vez definidas ambas, hay que decir que la mayor parte del
territorio peninsular presenta un carácter de transición entre ellas,
acuñándose calificativos como "zonas subatlánticas" o "submediterráneas" (Bolos, 1985), en contraste con los criterios establecidos por Rivas Marthez (1973; Rivas Marthez et alii, 1990),
que no es partidario de individualizaresta área de transición (fig.
1.1).
Los pisos bioclimáticos o termoclimáticos se definen como
"cada uno de los tipos o espacios termoclimáticos que se suceden
en una cliserie altitudinal o latitudinal" (Rivas-Martínez, 1987:
21-22; Rivas Martínez et alii, 2002) y se refieren a las variaciones climáticas y, en consecuencia, de vegetación, que genera el
relieve o, lo que es igual, la variación en altitud. Los factores termoclima y ombroclima influyen directamente en la estructura y
composición del paisaje vegetal, por lo que éste se adaptará al
medio teniendo en cuenta que, con un aumento de la altitud y la
latitud, la temperatura media anual desciende y las precipitaciones aumentan. Este sistema fue creado con el fui de facilitar la
lectura de la distribución de la vegetación definiendo su zonación
en bandas, cinturones o pisos (Ozenda, 1975; Rivas Martínez,
1981). El riesgo de heladas es también un buen indicador termoclimático, ya que a una continentalidad más acusada, la amplitud
térmica entre las medias extremas del año y la posibilidad de
heladas, aumentan. Según este modelo, en la península Ibérica
podemos encontrar cuatro pisos bioclimhticos para la región
Eurosiberiana y cinco para la Mediterránea. Sus datos climáticos
quedan resumidos en el cuadro 1.1 (Rivas Marthez, 1987: 2223), donde T se refiere a la temperatura media anual, m a la temperatura media mínima del mes más frio, M a la temperatura
media mhxima del mes más fn'o, It es el índice de termicidad, y
H son los meses en los que existe estadísticamente riesgo de heladas (Enero=I.. . Diciembre=XII).
Según la precipitación media anual (P), se pueden distinguir
en cada piso una serie de ''unidades ombroclimáticas", que ejercen una influencia directa sobre la composición de la vegetación.
Los valores de los ombroclimas de la península Ibérica están
representados en el cuadro 1.2 (Rivas Martinez, 1987: 26).
Desde su origen, este modelo se ha convertido en un paradigma de la BiogeograAa, tan asentado como criticado por otros
autores (Bolos, 1989). Éstos Últimos argumentan que sólo se basa
en los índices de tennicidad o termoclimas (calculados a partir de
la temperatura media anual y la media de las mínimas del mes
más fifo), sin tener en cuenta el criterio hídrico más que para realizar subdivisiones posteriores. Para ellos, este hecho invalida en
parte la aplicación del modelo a la región Mediterránea, donde el
factor hídrico adquiere gran importancia.
Como modelo alternativo para los climas mediterráneos, existe el propuesto anteriormente por Emberger (1933), que prima los
valores de precipitación media anual y evaporación (basadas en
las máximas del mes más cálido y en las mínimas del mes más
fn'o) para realizar una nueva clasificación de la vegetación (fig.
1.2). ksta sigue los pasos inversos al modelo de Ozenda (1975), es
decir, que el autor representó estaciones con vegetación ya conocida utilizando como coordenadas los índices propuestos y después trazó las curvas que englobaran tipos semejantes de vegetación (Emberger, 1933, citado en Costa et alii, 1997: 38).
Los yacimientos de nuestro estudio se distribuyen fundamentalmente por la franja periférica de la península Ibérica (fig. 1.3).
En la región Mediterránea, la mayor parte se encuentran en los
pisos tcrmomeditenáneoy mesomediterráneo, teniendo representados ambos extremos, oriental y occidental del primero. En la
región Eurosiberiana, los yacimientos estudiados se concentran
en el sector noroccidental de la península, desde la costa hacia el
interior, hasta el mismo límite actual de ambas regiones. Esta Última zona resulta de especial interés para delimitar los factores
orográficos y microclimáticos que delimitan el tránsito de las
formaciones vegetales típicas eurosiberianas a mediterráneas, así
como para observar los contrastes que se dan dentro de esta
extensa región desde las zonas más continentales a las costeras.
[page-n-15]
Cuadro 1.1. Valores de las temperaturas de los pisos bioclirnáticos de la península Ibérica, según Rivas-Martínez (1987).
130
Lisboa
Y 7 7
95
-----/ ; o 5
MEDITERRANEO
87.5
85
TEMPLADO
(SUBHühEDO)
Cuadro 1.2. Valores de precipitación de los ombroclimas de la
península Ibérica, según Rivas-Martínez (1987).
Soria
Las diferencias biogeográficas de las zonas en las que se
localizan los yacimientos se deben en gran medida a las condiciones de temperatura y precipitación imperantes en cada una de
ellas, que están a su vez en relación con factores como la orografía, la orientación y exposición a zonas de mayor influencia
marítima o continental, etc. La confluencia de todos estos factores puede hacer que las condiciones biogeográficas difieran por
ejemplo en las fachadas oriental y occidental del mismo piso termomediterráneo, o en ambas vertientes de una cadena montañosa. Los datos ciiiáticos de diversas estaciones meteorológicas
situadas en enclaves más o menos cercanos a los yacimientos de
estudio reflejan los contrastes que pueden producirse en regiones
cercanas, las diferencias fundamentales que existen entre las dos
grandes regiones biogeográficas, o la existencia de "islas microclimáticas" en la zona del límite entre ambas (cuadro 1.3). En las
tablas climáticas, T se refiere a la temperatura media anual, M a
la temperatura media máxima del mes más fkío, m a la temperatura media mínima del mes más fkío, It es el índice de termicidad, Dlh son los días estadísticamente libres de heladas, P es la
media anual en mm,Pv es la precipitación media
-precipitación
de verano (junio, julio y agosto) e Im3 es el indice de mediterraneidad.
Huesca
2n 6i
2
3
7
~
/
57,s
55
/ 52,s
Burgos 50
e b n
Teme
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MEDITERRÁNEO
SEMI-ARIDO
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Ciudad Real
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O
.
Y
O
2
-m
Fig. 1.2. Distribución de las unidades biociimlticas rnediterrlneas
en la península Ibérica, según Emberger (1933).
[page-n-16]
0Colino o Termotemplado
m
Moníano o Mesotemplado
Alpino y Subalpino o
Supratemplado
0Mesomediterráneo
m Supramediterráneo
u
..
m
I
Oromediterráneo y
Criomediterráneo
Fig. 1.3. Distribución de las principales zonas de estudio sobre los pisos termoclim~ticosde la península Ibkrica (Rivas-Martinez, 1987; Rivas
Martinez et alii, 2002).
Podemos observar que en las estaciones localizadas en la
actual línea divisoria entre las dos regiones biogeográficas
(Orense, Ponferrada y Villafranca del Bierzo en León, y
Monforte de Lemos y Puebla de Brollón en Lugo) localizadas en
los horizontes mesomediterráneo medio o superior, presentan un
ombroclima subhúmedo (600-1.000 mm) y contrastan con los de
L~igo,que se encuentra en la vertiente occidental de las sierras
orientales gallegas, ya en horizonte bioclimático submontano.
Los factores principales que marcan esta diferencia son: una
menor amplitud térmica entre M y m, un aumento considerable
de las precipitaciones medias anuales, así como de las estivales y
una reducción en el valor de Im3, que nos indica una lejanía de
las influencias mediterráneas.
Las diferencias se acentúan si comparamos estos enclaves
atlánticos con los de la franja costera mediterránea, destacando
los 1.908 m n de Tui y los 1965 mm de Peinador, ambos cercanos a la desembocadura del Miño, frente a valores entre 350-600
mm para las estaciones del sector oriental peninsular, o los 300200 del sudeste, donde además las precipitaciones estivales se
reducen considerablemente.
La acción reguladora del océano sobre los territorios litorales
los individualiza de zonas más interiores, sobre todo si éstos últimos se encuentran aislados por relieves marcados. De este modo,
las montañas del interior ejercen de barrera a estas condiciones,
traduciéndose de forma climática en un aumento de los contrastes térmicos y del riesgo de heladas, y un gran contraste de precipitaciones entre sus vertientes oceánicas e interiores. Así, por
ejemplo, destaca la ausencia total de riesgos de heladas en Bares
(A Coruña), en Vera (Almería) y en Aguiias (Murcia), situados en
extremos opuestos de la península, y caracterizados también por
un menor contraste entre M y m, mientras que éste contraste es
acusado en zonas del interior gallego o en las Bardenas Reales de
Navarra.
1.2, LA VEGETACIÓNDE LA PENÍNSULA
IBÉRICA. DISTRIBUCIÓN GENERAL Y
ESTRATEGIAS DE ADAPTACI~NEN LAS
DOS REGIONES BIOGEOGRAFICAS
A grandes rasgos, la presencia de dos dominios biogeográficos en la península Ibérica desemboca en la existencia de dos
estrategias bióticas en los bosques de cada territorio: en la Iberia
húmedo-atlántica dominan las especies planocaducifolias, mientras que en la mediterránea dominan los perennifolios xerofiticos
de hoja plana o acicular y periodos vegetativos largos con los que
soportan las irregularidades de las precipitaciones y de la insolación en esta región.
La región Eurosiberiana o atlántica de la península Ibérica
está representada en tres provincias corológicas: cantabro-atlántica, orocantábrica y pirenaica, aunque con el objetivo de delimitar
la zona en la que se concentran los yacimientos de nuestro estudio, nos centraremos más en la primera. En general, la vegetación
de esta zona se caracteriza fundamentalmente por los bosques
caducifolios, siendo el género Qilercirs el elemento más genuino,
desde su expansión masiva hace algo menos de 10.000 años. Sin
embargo, en los bosques atlánticos, el estrato arbóreo suele ser
pluriespecífico, aunque con una especie dominante que permite
hablar de carballedas, hayedos, melojares, encinares, abedulares,
[page-n-17]
Cuadro 1.3. Datos climhticos de algunas estaciones meteorolbgicas cercanas a los yacimientos de estudio, a partir de Rivas-Martíuez (1987) y
Medeiros (1987).
etc. (Izco Sevillano, 1987, 1993; Bellot Rodríguez, 1978; Costa
et alii, 1990). La etapa madura de estos bosques presenta un sotobosque desarrollado y umbroso; las tasas de insolación pueden
caer por debajo del 10 %, lo que da origen a la desaparición de
los arbustos y hierbas con yemas cercanas al suelo, mientras que
favorecc el dcsarrollo dc las hcrbáceas con rizoma o bulbo (Izco
Sevillano, 1993: 10).
La flora actual del sector noroccidental de la península es el
resultado de "aportaciones" de diverso origen: atlántico,
medioeuropeo, lusitano-duriense e ibero de meseta (Izco
Sevillano, 1987). El carballo o roble albar (Qirercirs robirr) es el
principal elemento atlántico; el haya (F'aprs gdvatica) lo es del
medioeuropeo, de carácter muy continental, que suple la proximidad al mar migrando por las zonas de mayor altitud de la
Cordillera Cantábrica y las sierras de Ancares, Cebreiro y Caurel,
aunque su presencia en la península es posiblemente anterior al
Holoceno (Rodríguez Guitián et alii, 1996a, 1996b; Ramil Rego,
1992; Gómez Orellana, 2002). La flora mediterránea penetra por
dos vías, una costera, que afecta a las tierras bajas del Miño-Sil y
otra interior. El alcornoque (Quercirs si~ber)caracteriza a la primera, y la carrasca (Quemis rotirndifolia) a la segunda, aunque
ésta última también puede hallarse de forma relicta en afloramientos calizos de zonas eurosiberianas próximas a las mediterráneas. La ausencia de grandes cadenas montañosas en la mayor
parte del temtorio, favorece la penetración de humedad atlántica
a tierras más interiores, y se constituye de este modo el dominio
del carbailo (Qzrercz~srvbirr). Éste se distribuye tanto por el piso
colino, acompañado de especies como el acebo, el castaño, el
fresno o los arces, como por el montano, ocupando las llanuras
lucenses denominadas Terra Chá. En la zona sudorienta1 de este
[page-n-18]
sector, ya casi en contacto con las tierras de la meseta, las sierras
de Ancares y Caurel constituyen el límite que marca el comienzo
de la continentalidad, ante la cual, el carballo da paso progresivamente al melojo (Qitercus pj)reiiaicu). Éste presenta las hojas
cubiertas por una trama de pelos estrellados con el fin de limitar
la transpiración en los periodos de déficit hídrico estival. Estas
montañas de la dorsal gallega constituyen también el hábitat más
occidental para los hayedos, que no avanzan ante una mayor
influencia oceánica (Romo Diez, 1997: 38).
El paso a las tierras interiores de la meseta viene marcado por
la pérdida progresiva de la influencia oceánica y por tanto, un
considerable aumento de la continentalidad, con una mayor
amplitud térmica e irregularidades en el régimen pluviométrico.
La especie que mejor caracteriza las tierras mediterráneas del
interior es probablemente la carrasca (Qitercits rohtítdifoliu), y se
encuentra distribuida desde los 300 hasta más de 1.000 m de altitud, tolerando inviernos cnidos, veranos calurosos y secos, y
bajos nutrientes del suelo. Por las características morfológicas de
sus hojas que tratan de evitar la transpiración, la gran producción
de fnitos o la rápida diseminación de éstos, esta especie presenta
grandes cualidades adaptativas que permiten su desarrollo en
condiciones de suelo, exposición, clima, altihid, etc. realmente
variadas. Por el contrario, no soporta un régimen excesivamente
lluvioso, en cuyo caso deja paso a los robledales, ni demasiado
frio y continental, donde la sustituyen los sabinares albares, presentes frecuentemente en las montañas interiores de la península,
junto con los pinos de montaña y los melojares. Actualmente, los
camscales se encuentran en regresión, debido fundarnentalinente a la actividad antrópica. Mientras que en la mitad occidental de
la península no aparecen más que de forma adehesada, en la
Meseta sur los cultivos han sustituido casi por completo estas formaciones (Romo Diez, 1997: 40-41 ).
En el sector sudoccidental de la península, es decir, sur de
Portugal, Andalucía occidental y Extremadura, la vegetación está
dominada por la presencia de especies típicamente mediterráneas, de hojas coriáceas y espinosas, y también por constituir el
límite más meridional para algunas especies templadas. La especie arbórea característica es el alcornoque, ocupando las zonas de
pluviosidad más elevada, sobre substratos silíceos y descalcificados, de clima templado y con precipitaciones entre 500 y 1.O00
m n anuales, aunque en general, el Algarve se caracteriza actualmente por la dominancia del algarrobo (Ceratonia siliqirrr), el
palmito (Clianiaerops hiiniilis), las jaras (Cistirs) y el pino piñonero (Piíilrs pinea), aunque éste último ha sido progresivamente
siistihiido por el pino rodeno o marítimo ( R piltaster) (Ribeiro et
alii, 198%).
En general, en toda la costa sudoccidental portuguesa se reúnen especies vegetales ligadas a las condiciones cálidas y secas
imperantes en este ámbito, entre las que se observan estrategias
adaptativas a la falta de agua, tales como las plantas carnosas,
generalmente introducidas (Agave), de hojas coriáceas (Arbirtirs
itnedo, Qirercirs cocc$zra), plantas aromáticas (Rosniariítits offciifalis), etc. Al sur del Tajo, la importancia de la flora eurosiberiana y mediterránea constituye un 29 y 46 % respectivamente
(Medeiros, 1987: 103).
El sector sudoriental peninsular se caracteriza por presentar
grandes contrastes biogeográficos, al convivir zonas montañosas
de gran pluviosidad con un importante desarrollo forestal, y las
regiones más áridas que se pueden encontrar actualmente en la
península, donde sólo se desarrollan los espartales, algunos matorrales bajos de cornicabra, araar, espino cambrón y ciertos carrascales relictos en las sierras.
. ... .
.'.. .. '.. .
Vegetación mediterránea
Flg. 1.4. Mapa de distribución de las especies vegetales de carhcter
mediterrsneo en Galicia, a partir de Serrano Cambón (1998).
Los pinares constituyen un elemento clave de la vegetación
mediterránea. Ya hemos mencionado la presencia de pino salgareño y10 albar en las zonas de montaña, y hay que señalar también la presencia de extensos pinares de pino piñonero sobre suelos arenosos de las zonas menos frías de la Meseta (Romo Diez,
1997: 39). Los bosques de pino camsco se extienden por todas
las zonas próximas al litoral mediterráneo, desde Cataluña hasta
la costa andaluza; constituyen formaciones no muy densas, que
permiten la infiltración de grandes cantidades de luz solar y el
desarrollo de un sotobosque característico, que alberga especies
como la coscoja, el lentisco, el acebuche, el palmito y numerosas
especies de labiadas, entre otras (Costa et alii, 1997: 365 y SS.).
Hasta la franja litoral y sublitoral oriental descienden también las
formaciones de carrasca1mesomediterráneasa través de las crestas de las montañas (Costa et alii, 1997: 298).
El palmito (Cl~aí~taerops
Iiuniilis) merece un comentario
especial, ya que actualmente es el Único representante europeo
autóctono de la flora terciaria dominada por las palmáceas. Se
desarrolla en zonas con ausencia de temperaturas rigurosas invernales y prefiere las lluvias escasas; con estas preferencias es un
buen indicador del piso tennomeditel~áneo.
Éste es a grandes rasgos el mosaico de formaciones vegetales
y especies dominantes que se distribuyen actualmente en la
península Ibérica. Establecer cuáles de éstas son estrictamente
características de cada región resulta más dificil. Hemos observado cómo las especies se distribuyen fundamentalmenteen fuución de las condiciones climáticas y edáficas que las favorecen,
pero dada la existencia de áreas microclimáticas y10 edáficas o
"islas", esta distribución no resulta tan estricta. Prueba de ello es
el hecho de encontrar bosques caducifolios bien desarrollados
(Iiayedos, alisedas, robledales, abedulares, etc.) en macizos montañosos de áreas cuyo macroclima es el mediterráneo (Amigo y
Romero, 1994). Es el caso de los hayedos calcícolas de los puertos de Beceite (Castellón-Tarragona), los más meridionales de la
[page-n-19]
península, donde las especies características de estas formaciones
como el
se ven sustituidas por otras de carácter submedite~~áneo
boj, la aulaga o el espliego (Costa et alii, 1997: 91). Y del mismo
modo, existen bosques perennifolios esclerófilos en ámbito atlántico (fig. 1.4) (Costa et alii, 1997: 35; Serrano Cambón, 1993: 15;
Rodríguez Guitián y Guitián Rivera, 1993).
Los recientes estudios paleobotánicos ponen a menudo de
manifiesto la presencia desde tiempos prehistóricos de algunos de
los elementos florales que se consideraban introducciones más
recientes, así como la presencia de algunas especies en dreas más
extensas que las conocemoshoy en día. Uno de los objetivos fiindamentales de nuestro trabajo es observar, a través del estudio del
carbón de diversos yacimientos distribuidos tanto en ámbito
atlántico como mediterráneo de la península Ibérica, cómo ha
influido la historia de las formaciones vegetales del pasado en su
distribución actual, y cuáles son los elementos genuinos de cada
región.
1.3. EL MEDIO BIOGEOGRÁFICO ACTUAL
DE LOS YACIMIENTOS
1.3.1. LOS YACIMIENTOS DEL SECTOR
NOROCCIDENTAL
Los yacimientos del sector noroccidental estudiados se
encuentran ampliamente distribuidos por el territorio, ocupando
enclaves biogeográficos muy diferenciados, desde la franja costera hasta las montañas interiores (fig. 1.5). Resultan de especial
interés los yacimientos situados en la zona de tránsito entre las
dos regiones biogeográficas, caso de Pala da Velita (Concdlo de
Rubiá, Biobra, Ourense), O Castelo (As Laias, Verín, Ourense) y
el perfil de Balouta (Serra dos Ancares, LeónILugo), aunque los
tres presentan características biogeográficas bien diferenciadas
entre si.
El yacimiento de Pala da Vella se encuentra situado en la vertiente sur de la Sierra de la Encina de la Lastra, a 830 m sobre el
nivel del mar, y unos 400 m sobre el río Sil (foto 1.1). La Sierra
de la Encina de la Lastra forma parte de las últimas estribaciones
de las Sierras de Ancares y Caurel, donde se encuentra el depósito natural de Balouta. Estas sierras se desarrollan entre las actuales provincias de Ourense, Lugo y León, alcanzando cotas de casi
2.000 m en los picos de Miravales (1.969), Mostallar (1.935) o
pico Cuiña (1.998). El tránsito de las tierras atlánticas a las mediterráneas se da en esta zona fundamentalmentepor el factor orográfico; el conjunto de estas sierras constituye una importante
barrera que separa las sierras centrales gallegas, de mayor
influencia atlántica, y las tierras más continentales castellanas,
aisladas por el norte de esta influencia oceánica por la Cordillera
Cantábrica (Rodríguez Guitián et alii, 1996a).
Por el contrario, la red fluvial supone un corredor natural para
las condiciones de termicidad y meditemeidad meridionales,
que suavizan la continentalidad de las tierras cercanas al valle. El
sistema Miño-Sil es la cuenca más importante de Galicia, tanto
en superficie como en caudal. La orientación del Sil coincide con
la de las principales arterias fluviales que drenan la Meseta hacia
el Atlántico, y las sierras de Queixa, Invernadeim y Caurel constituyen su principal divisoria de aguas @faz-Fierros Viqueira el
alii, 1993). Este mosaico de influencias hace que el sector noroccidental de la península se encuentre situado en un enclave de
tránsito entre diversas zonas biogeográficas, cuyo limite se
encuentra enormeniente sujeto a factores orográficos y edáficos.
Estos condicionantesorográficos se dejan notar también en la
distribución de los pisos bioclimáticos. Actualmente, el yacimiento de Pala da Vella se encuentra en el límite entre los pisos
meso y supramediterráneoy O Castelo en el mesomediterráneo.
El piso mesomediterráneomuestra una marcada dependencia con
respecto al curso del Miño-Sil, que permite la entrada de influencias oceánicas hacia el interior, bañando las tierras circundantes a
ambos yacimientos. Al siireste del valle se desarrolla el piso
supramediterráneo que cubre gran parte de la Submeseta Norte.
Las montañas de Ancares y Caurel, así como la Cordillera
Cantábrica, pertenecen al piso montano, ya de la región
Eurosiberiana. También penetra por el valle del Miño la influencia oceánica, que se traduce en una extensión del piso colino
hacia el interior.
El substrato general de todo el sector noroccidental es ácido,
altemando pizarras y cuarcitas fundamentalmente, pero en la
zona más sudoriental se dan varios afloramientos calizos (IGME,
1981, 1982). La mayor permeabilidad de estos materiales calcáreos permite la formación de acuiferos de cierta importancia en
los aluviones y terrazas del Sil, así como la escasa fluctuación
estaciona1 del nivel de inundación del río. Esta percolación del
agua es también la responsable de la formación del sistema kárstic0 que se desarrolla en estas sierras y que da lugar a numerosas
cavidades y abrigos naturales, que reciben en esta región el nombre de "palas" (Femández Rodríguez et alii, 1996). El factor edáfico es también un condicionante fundamental de la distribución
de ciertas especies vegetales en la región.
La dinámica actual de la vegetación en el área del valle del
Sil y zona montañosa oriental gallega se encuentra totalmente
condicionada por este mosaico de influencias de tipo oceánico y
mediterráneo que provoca la orografía del terreno (Costa et alii,
1997: 288-289; Guitián et crlii, 1992). El valle del Sil y las zonas
próximas a éste se encuentran ocupadas por formaciones arbustivas que constituyen las orlas de los verdaderos bosques de melojo y encina, con la presencia esporádica de alcornoque o carrasca
(Ortiz et alii, 1991). En el sistema Ancares-Caurel, los encinares
se encuentran relegados únicamente a algunos afloramientos calcáreos, con una menor presencia de elementos mediterráneos que
en las tierras inmediatas al valle del Sil. Por ejemplo, especies
como Daphne giridíirnr, Pistacia terebi~ttltirs,Arbirtirs irnedo,
Plrillyrea an~rsfifolia,Osyris alba o Asparagus acirtifoliirs, aparecen en el Caurel, pero ya no en los Ancares (Costa et alii, 1997:
289). Rigueiro Rodríguez (1997) opina que este desarrollo tan
localizado tiene carácter relicto de épocas de mayor xericidad.
Los melojares de este sistema se desarrollan por toda la franja de
contacto con la región Eurosiberiana, de la que toman algunos
elementos como Uex eirropaeirs, Litlzodora d ~ ~ t r sMercrrrialis
a,
perennis, Polysticltirm setiferirm, Eiphorbin anrygdaloides,
Melittis ntel~~sophyli~nr,
etc., que ya no se adentran más en ámbito mediterráneo.
Al otro lado del Sil, en la vertiente sur, los macizos de Queixe
y Manzaneda alcanzan también cotas de hasta 1.800 m. Esta zona
presenta aún un marcado carácter atlántico, con presencia entre
los melojares de especies como Qire~cirsrobin: Ilex aqirifoliirnr o
Cog>Iirsavellana en la vertiente occidental (Costa et alii, 1997:
232-233; Torres Luna et alii, 1993).
Para la zona litoral contamos con dos yacimientos: el depósito natural de Mougás (Oia, Pontevedra) y la villa romana de
Noville (El Ferrol, A Coruña), ambos cercanos a la actual línea de
[page-n-20]
Fig. 1.5. Mapa ñsico del sector noroccidental de la península Ibérica con la situación de los yacimientos estudiados y de los principales elementos orogrhficos.
costa. Esta costa atlántica se caracteriza por su carácter accidentado de origen fundamentalmente tectónico, donde las rías son
los principales elementos del paisaje (Pérez Alberti, 1986a y b;
Diez, 1996). Estas áreas litorales son actualmenteunas de las más
antropizadas del noroeste peninsular, debido a una concentración
masiva de la población en estos territorios desde tiempos prehis-
Foto 1.1. Paisaje actual del yacimiento de Pala da Veiia
(foto Y. Carrión).
tóricos, por el carácter más benigno del clima h n t e a las zonas
interiores. Esta antropización se deja notar, no sólo en la deforestación provocada por el poblamiento y las actividades agropecuarias, sino también por la repoblación masiva de Ezrcnliptrrs
globrrhrs, Pinzrs rndintn y Pinirs pi~taster(Izco, 1987, 1996). La
mayor parte del territorio costero atlántico está actualmente
cubierto por brezales, entre los que tienen también gran peso
Qrrercrrs roblir conio elemento arbóreo (Díaz-Fernández et nlii,
1995), así como numerosas formaciones de carácter mediterráneo
en su zona más meridional, coino es el caso de los encinares,
alcornocales, lauredas o melojares, que albergan especies como
Arbltria rniedo, Osyriir nlbn, Rltamnzrs rilrrtent~is,Olecr errropnen
o S~ililnsnspercr, entre otras (Serrano Cambón, 1993). En esta
zona adquieren también gran importancia las formaciones de
Iiumedales, entre las que destacan Sulix ntroci~ieren,Frr~~igirln
nllirrs y Ul~nirsglctbrn (Izco, 1987), así como las formaciones
sobre playas, dunas, marismas y otros medios litorales afectados
directamente por la salinidad (Guitián Rivera, 1989).
Otro grupo de yacimientos estudiados se localiza en las denominadas Sierras Septentrionales de Lugo (Ramil-Rego, 1992). Se
trata de los yaciniientos arqueológicos de Xestido 111 (Abadín,
Lugo) y prado do lnfemo ( M ~ ~ ~ s , - L Uy~del
O ) ,depósito natural
de Frexulfe (Ferreira do Valadouro, Lugo). Estas sierras confor-
[page-n-21]
man el límite más occidental de los Montes Galaico-Asturianos,
que constituyen la separación natural entre las zonas litorales y
sublitorales cantábricas y la meseta de Lugo y alcanzan altitudes
de algo más de 1.O00 m en las cimas de su eje principal, la Serra
do Xistral. Constituyen a d e b una vía de migración de muchos
elementos de vegetación medioeuropeos, que siguiendo las cotas
más altas de las sierras, buscan una "compensación altitudinal" al
descenso en latitud que experimentan (Ramil-Rego, 1992).
Geológicamente, se trata de una zona de dominio granítico,
aunque existe relativa variedad al estar rodeada de cumbres cuarcíticas y dominios de gneises en las plataformas aplanadas de
transición a los valles interiores (López Cordeiro, 2002: 62). El
predominio de los substratos graníticos hace que el paisaje esté
articulado en domos graníticos con áreas lacustres intercaladas.
La red fluvial discunre muy encajada por la naturaleza de este
substrato, así como por formaciones del relieve resultante de la
acción glaciar (Arce Duarte, 1978; Pérez Alberti, 1986b: 26-28).
La Sena do Xistral hace de divisoria de aguas entre la red fluvial cantábrica y la atlántica, ésta última representada fundamentalmente en los sistemas del Eume y el Miño (Losa Quintana,
1973; Vales, 1993). A su vez, el río Eume sirve de división natural entre las sierras de Xistral y la Carba, y su curso alto discurre
encajado entre A Balsa y Muras, donde se localiza el abrigo rocoso de Prado do Inferno, en una ladera a 520 m de altitud, rodeado por otros relieves mayores, aunque suaves (Montouto, 807 m;
Peñote, 882 m; Mosqueiros, 646 m).
También en la Serra do Xistral, a 611 m de altitud, se encuentra el yacimiento de Xestido Iii, localizado en un enclave de
fondo de valle, en una pequeña elevación que sirve de vía natural
entre los dos extremos del río, rodeado de medios turbosos
(Ramil Soneira et alii, 1991; Ramil-Rego, 1992: 127). La vegetación actual del lugar está dominada por los brezales, aunque en
las vertientes umbrosas aún se desarrollan formaciones caducifolias densas. Las formaciones de ribera, con gran entidad en el
entorno del yacimiento, están dominadas por Corylirs avellana,
AInirs gl~rtinosay Bettrlaptrbesceiis(Ramil Soneira et alii, 1991).
Más cerca de la costa y en el valle del río Ouro (que desemboca cerca de la ría de Foz), se encuentra el depósito natural de
Frexulfe. En esta zona, las Sierras Septentrionales van perdiendo
altitud progresivamente hacia su vertiente cantábrica.
Más al sur, en el monte da Croa, se encuentra el yacimiento
arqueológico de la Cova da Valiña (Castroverde,Lugo), a caballo
entre la meseta de Lugo y las Sierras Orientales gallegas, cuyas
últimas estribaciones enmarcan las tierras bajas de la meseta. El
yacimiento se localiza sobre un afloramiento calizo, en una ladera a 20 m sobre el río Valiña, y a 620 sobre el nivel del mar (Llana
Rodríguez y Soto Barreiro, 1991; Llana Rodríguez et alii, 1991;
Guitián Rivera, 1993).
La barrera que constituyen las Sierras Septentrionales, tanto
por su orientación más o menos paralela a la costa como por su
altitud, condicionan en gran medida la biogeografia de la región.
La mayor parte de este territorio se integra dentro del piso bioclimático colino, que se extiende desde el nivel del mar hasta los
1.000 m en algunos enclaves de estas sierras, favorecido por la
influencia oceánica. En las vertientes interiores de las sierras.
hacia la meseta de Lugo, comienza el piso montano. En general,
las Sierras Septentrionales lucenses constituyen las Últimas estribaciones de las vías migratorias de numerosas especies eurosiberianas procedentes del continente, que alcanzan su límite más
occidental en estos enclaves montañosos (Ramii-Rego, 1992: 2021) y entre las que se encuentran Fagrrs gvatica, Qiierciis
petraea, Fraxiniis excelsior: Salir caprea, Taxtrs baccata, Ulnius
glabra o Vaccinium irliginosiim (Izco, 1987). Del mismo modo,
se conocen las vías de migración de la flora mediterránea hasta
estos enclaves tan septentrionales, a través de los valles fluviales
que discurren de sur a norte, y a través del sector noroccidental
de la meseta.
1.3.2. LOS YACIMIENTOS DEL SECTOR ORIENTAL
Para la zona oriental de la península, contamos con tres yacimientos arqueológicos localizados en el piso mesomediterráneo:
la Cova de Santa Maira, el Abric de La Falguera y el Mas d'Is
(fig. 1.6). A grandes rasgos, éstos constituyen la zona de cabecera del valle del río Alcoi o Serpis. Se trata de una serie de pequeños valles que confluyen en la denominada "hoya de Alcoi", originada por una falla y por la que discurre el río principal. En su
cabecera, este río se denomina Polop, que unos pocos kilómetros
más adelante confluye con el río Bamell; a su llegada a Alcoi y
tras incorporar las aguas del Molinar, el Polop-Bamell recibe el
nombre de río Alcoi o Serpis (Bernabé Maestre, 1975). El
Barxell-Polop constituye un valle alto en el que se asienta actualmente un hábitat disperso dominado por masías y explotaciones
de secano entre las que destacan el cereal, el olivo y la vid.
El Abric de La Falguera o Falaguera (Alcoi, Alacant) se
encuentra situado sobre una de las paredes del llamado Barranc
de les Coves, sobre la cabecera del río Polop. El conjunto de este
río y sus bamuicos tributarios constituyen las estribaciones más
septentrionales del parque natural del Carrasca1 de la Font Roja
(Mapa Geológico IGME, 820 y 821). El citado barranco se desarrolla a lo largo de aproximadamente 350 m en dirección SENW,a una altitud media de 850-900 m sobre el nivel del mar; está
delimitado por abruptas paredes verticales, que llegan a alcanzar
20 m de altura en algunas zonas, condicionantes orográficos que
determinan el desarrollo de la vegetación diferencial del fondo
con respecto a zonas más altas o de ladera. La red de barrancos
que se encajan en la vertiente derecha del Polop se encuentra
actualmente inactiva durante la mayor parte del año, pero constituyen enclaves húmedos y sombreados en cuyo fondo se desarrolla una vegetación muy característica. El Barranc de les Coves
(foto 1.2) se encuentra totalmente colonizado por una densa formación entre la que destacan por su abundancia la carrasca
(Qirercirs rotimdifolia) y el pino carrasco (Pinlrs halepe~tsis)con
presencia de algún fresno (Frasinlrs oni~rs),higuera (Ficirs cal+
ca) y cerezo silvestre (hmiirs aviion). El cortejo arbustivo que
acompaña a este estrato arbóreo está formado fundamentalmente
por coscoja (Qirerciis coccifea), sabina (hrniper~rsphoenicea),
romero (Rosniaii1nis oflcinalis), aliaga morisca (Ules pa~vzjio1.11s)y jaras (Cistirs albidrs); también están presentes algunas lianas y trepadoras, como la hiedra ( M e r a Aelix) o la rubia (Rubia
peregr-ina). La vegetación arbórea se localiza exclusivamente en
el fondo del barranco y ésta contrasta con las vertientes más
expuestas a la insolación, en las que sólo se desarrolla un matorral bastante degradado, algunas de ellas abancaladas y ocupadas
por cultivos.
Las vertientes de estos barrancos constituyen las últimas estribaciones septentrionales del parque natural de la Font Roja, cuya
cumbre alcanza los 1.200 m de altitud, y donde se desarrolla una
densa formación supramediterránea dominada por el quejigo
(Qirerciis faginea) y otras especies caducifolias (Costa et alii,
1997). Este enclave es considerado un refugio de vegetación, al
tratarse de uno de los pocos vestigios de formaciones caducifolias
[page-n-22]
que se encuentran en la actualidad en esta zona (Costa, 1986).
El conjunto de les Coves de Santa Maira se encuentra situado en la solana de la sierra de Alfaro, en la comarca de La Marina
Alta. La cueva se sitúa a 640 m de altitud sobre el nivel del mar
y a 35 m sobre el nivel del barranco de Famorca, formando parte
del conjunto del río Gorgos. Al norte y suroeste de la cueva se
alinean las sierras de Alfaro y Serrella, de 1.166 y 1.35 1 m de
altihid respectivamente, mientras que al siideste, los relieves no
sobrepasan los 1.O00 m y se escalonan hasta la cuenca baja del
Gorgos. El yacimiento se encuentra en el piso mesomediterráneo
inferior, en una zona donde la red de barrancos permite la entrada de condiciones más cálidas de la costa a estas tierras interiores. En cuanto a las formaciones vegetales, la zona se encuentra
igualmente en series de vegetación dominadas por la carrasca,
pero presentan otro elemento más termófilo, como es el lentisco
(foto 1.3). Efectivaniente, el fondo del barranco aparece cubierto por una vegetación típica mediterránea, encabezada por la
carrasca, la coscoja, el lentisco (Pistacia le~ztisctrs)y adelfas
(Neriunz olennder), mientras las abruptas paredes que lo enmarcan se encuentran prhcticamente despobladas de vegetación,
puesto que su escaso desarrollo edáfico apenas permite el asentamiento de algunos enebros. Por lo tanto, de nuevo la particular
orografia del barranco marca un desarrollo diferencial de la
cubierta vegetal.
El yacimiento al aire libre del Mas d71s(Pendguila, Alacant),
ocupa una terraza de la cabecera del río PenBguila, donde se desarrolla una antigua plataforma fluvial cortada hoy en día por
barrancos profundamente encajados, resultado de intensos procesos erosivos que resultan especialmente efectivos sobre el substrato margoso de la zona, y que han dado lugar al paraje conocido como Les Puntes (Bernabeu et alii, 2002) (foto 1.4). El yacimiento se localiza a unos 610 metros de altitud y ocupa uno de
estos tramos de la antigiia plataforma, de unas 10 I~ectáreas.
Actualmente, la zona se encuentra intensamente explotada agrí-
Fig. 1.6. Mapa físico del sector oriental de la penfnsula Ibérica con la situación de los yacimientos estudiados y de los principales
elementos orogrificos.
Foto 1.2. Paisaje actual del Barranc de les Coves y del entorno del
Abric de La Fatguera (foto Y. Carrión).
Foto 1.3. Paisaje actual del yacimiento de Santa Maira
(foto C. I7erdasco).
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áreas recientemente recolonizadas, está compuesto por romero,
jaras (Cistirs albidrs), Ge~tistoy UIes pan~ijlorzrsentre otras
leguminosas, Lavandirla, Daplrire gnidizinr, Ezphorbia, Rublrs,
fllj?nlzrs,etc. Asociadas a los fondos de barranco aparecen algunas agrupaciones de chopos, adelfas y juncos.
1.3.3. EL SECTOR SUDORIENTAL
Foto 1.4. Vista abrea de Les Pontes del n o Alcoi.
colamente, y son pocos los enclaves que conservan algo de la
vegetación nahiral del lugar, correspondiente en la mayor parte
de los casos a fondos de barranco, pendientes pronunciadas no
aptas para el cultivo y lindes de campos. La vegetación natural
que se puede observar en estos enclaves está dominada por la
carrasca y el pino carrasco en aqiiellas zonas en las que se conserva más intacta, coincidiendo generalmente con las vertientes y
fondos de barranco (foto 1.5). Estas especies se acompañan de un
matorral arbustivo alto compuesto fundamentalmentepor majuelo (Cratnegirs nronog)jnn),coscoja y Rosn sp., foinlaciones que
dominan en solitario en todos los lindes de los campos de ciiltivo. El matorral más bajo, que se desarrolla sobre todo en las vertientes escarpadas de los barrancos y coino vegetación pionera en
Foto 1.5. Paisaje actunl del entorno del yacimiento del Mas d'1s
(foto Y. Carribn).
El sudeste peninsular se caracteriza por ser uno de los ámbitos más áridos de Europa (las precipitaciones no superan los 350
mm anuales, salvo en las zonas montañosas, donde pueden alcanzar 750 mm). El efecto de los episodios glaciales se dejó sentir de
forma mucho más tenue en todo el sur de la península Ibérica,
donde se refugiaron las especies más cálidas, hecho que ha inarcado la historia de las formaciones vegetales de esta zona hasta la
achialidad.
El yacimiento de Fuente Aiaiiio se encuentra sihiado en una
zona de media ladera, a unos 250 in de altitud en las estribaciones de la Sierra de Alniagro, en la vertiente izquierda del río
Almanzora. El yacimiento está rodeado casi en su totalidad por
sistemas montañosos más elevados (esíribaciones de las sierras
de Los Filabres, Almagro y Almagrera, y algo más al sur, la
Cabrera). Estas sierras pertenecen al ComplejoAlpiijárride, único
representante de la cordillera Bética en esta zona de la depresión
de Vera y la cuenca del Almanzora (fig. 1.7). En la actualidad, el
paisaje está bastante antropizado por cultivos, de cítricos y granados fi~ndamentalmente.
La vegetación natural dominante en las
cimas y vertientes rocosas está co~iipuestapor un matorral estepario de Arfe~riisio,Osyris, tomillos, jaras, Arrtlijjllis cyrisoides y
Stiycr terrocissin~a.
Las zonas de piedemonte, más áridas y salinas,
están cubiertas fi~ndanientalmentepor formaciones de Atriplex
Ircrli~rilrs(foto 1.6). La vegetación de las ramblas, inactivas durante la mayor parte del año, constituye un mosaico en el que los
fondos están citbiertos de adelfas, enmarcados en las orillas por
Tanmr.i~(Castro Nogiteira, 1982).
Sin embargo, considerar que la vegetación climácica del sector almeriense no ha podido conteniplar el desarrollo arbóreo más
que en algunas sierras, es una idea atacada por diversos autores
(García Latorre y Garcia Latorre, 1996a, b, c y d; Manuel y Gil,
1998). La Sierra de Cabrera, sih~adaal sur de nuestra zona de
estudio, constihiye un caso muy interesante en cuanto a su cobertusa vegetal, pues alberga formaciones relictas en enclaves muy
Foto 1.6. Paisaje actual del entorno de Fuente Alamo
(Schubart et al¡¡, 2000).
[page-n-24]
Fig. 1.7. Mapa físico del sector sudoriental de la península Ibérica con la situación de Fuente Álamo y otros yacimientos arghricos citados
en el texto.
puntuales que o h c e n condiciones biogeográficas diferentes a los
territorios semiáridos dominantes: en la solana, fundamentalmente silícea, se ha localizado una formación de alcornoques
(Qzrercus slrber) entre los 600 y 750 m, que constituían un denso
bosque antes de su explotación intensiva para las actividades
mineras durante el siglo XIX (Garcia Latorre y Garcia Latorre,
1996b; Sánchez Picón, 1996); y en la vertiente de umbría, de
substrato calizo, existe actualmente una población de quejigos
(Querclrsfaginea), especie poco común para esta zona de alta aridez, que se desarrolla sobre todo en fondos de barranco, acompañada de especies termófilas como el palmito (Cllnnlaerops 11zoni-
Foto 1.7. Pinares de Pinrcs halepensis cercanos al yacimiento de
Fuente Álamo (Schubart et alii, 2000).
lis), el algarrobo (Ceratonin siliqirn) o la coscoja (Garcia Latorre
y Garcia Latorre 1996a). En general, la documentación medieval
y moderna habla de la existencia hasta bien entrado el siglo XIX
de bosques de pinos, encinas, madroños y alcornoques (Manuel y
Gil, 1998: 77). En la actualidad aún se asientan algunos bosquetes de pino carrasco entre la que se pueden encontrar algunas
especies arbustivas (lentisco, coscoja, romero, etc.) en las vertientes orientadas al norte (foto 1.7).
1.3.4. EL SECTOR SUDOCCIDENTAL
La necrópolis de Alcalar se encuentra a unos 50 m de altitud,
como la mayor parte de los relieves cercanos a ésta, con la excepción de la Sierra de Monchique, situada más al norte, que supera
los 1.000 m. El arco formado por las Sierras de Monchique y
Caldeir20 enmarcan biogeográfícamente la provincia del
Algarve, dominada por llanuras litorales y donde se encuentran
las áreas con los índices de precipitación más bajos de toda la
costa atlántica peninsular (Ribeiro et alii, 1987a y b) a pesar de
que los fondos de valle, situados prácticamente al nivel del mar
(unos 10 m), se convierten en corredores por los que penetran las
infiuencias de la costa (fig. 1.8).
El medio más próximo al yacimiento presenta en la actualidad un aspecto muy antropizado, al hacerse patente la reiterada
explotación agrícola en la zona, facilitada por la suave orografia
del terreno. Sin embargo, la mayor parte de los campos de cultivo que lo rodean se encuentran en estado de abandono y están
comenzando a ser recolonizados por la vegetación, que había
quedado reducida a las márgenes de los campos y a algunos relieves algo más impracticables para el cultivo. Al este del yacimiento, los valles muestran también evidencias de actividades
[page-n-25]
ganaderas: los fondos están cubiertos de pastos, mientras que la
vegetación arbustiva de las vertientes presenta indicios de haber
sufrido el ramoneo continuado del ganado. La vegetación actual
del entorno muestra un matorral bastante degradado por la deforestación antrópica para la puesta en cultivo de la zona (foto 1.8).
Ésta esta dominada por Qirercirs coccifra, Pistacia lentiscirs,
varias especies de jara (Cistirs albinirs, C. monspelliensis y C.
sah~ifoliirs), Rhanltlnus alaternrrs, Phillyrea arrgtrstifolia,
Jirniperirsphoenicea, Qirercirs rohrndifolia, Chanraerops hirntilis,
Arbirhts irnedo, etc. y un denso matorral bajo que presenta gran
cantidad de especies de leguminosas y labiadas. Este matorral se
hace más denso y alto, alcanzando un porte casi impenetrable de
hasta 2 m de altura, hacia la cima de las colinas situadas al este,
donde la actividad agrícola es más escasa. El olivo es el elemento dominante en los cultivos.
1.3.5. EL SECTOR OCCIDENTAL
Fig. 1.8. Mapa físico de los sectores sudoccidental y occidental de la
península Ibérica, con la distribución de los yacimientos
estudiados.
Foto 1.8. Paisaje actual del entorno de la necrópolis de Alcalar
(foto Y. Carrión).
En la vertiente más occidental y septentrional de la franja termomediterránea de la península se encuentran situados los yacimientos de Ponta da Passadeira marreiro, Setúbal) y Vale Pincel
1 (Sines) (fig. 1.8). Ambos se localizan en el piso termomediterráneo, justo en la franja litoral arenosa. El yacimiento arqueológico de Ponta da Passadeira se localiza sobre el cordón arenoso
de la margen izquierda del estuario del río Tajo (foto 1.9). Esta
zona ha suñido en los últimos años el continuo avance del río
sobre el cordón dunar, lo que ha originado procesos de erosión
intensa sobre la plataforma arenosa. Se calcula que en los últimos
50 años se puede haber perdido al menos una decena de metros.
El yacimiento de Vale Pincel 1 se sitúa sobre una plataforma arenosa en la franja litoral del Alentejo.
Estos yacimientos se encuentran en lo que algunos autores
denominan el dominio florístico del Alentejo occidental (Ribeiro
et alii, 1987b: 548), que coincide con una estrecha franja a lo
largo del litoral central portugués. Este dominio se encuentra subdividido en dos zonas: al norte del Tajo, abundan los afloramientos calcáreos en los que Olea eitropaea desempeña un importante papel, mientras que al sur, en las vastas planicies arenosas litorales, dominan Pinirs pinea y r! pinaster, aunque en general, el
estrato arbóreo es poco frecuente en esta zona, siendo más común
un matorral alto dominado por géneros como Cishrs,
Heliantlrenltlrrni, Jimiperlrs, E~ica,W, etc. En la franja inmedia-
Foto 1.9. Paisaje actual del entorno del estuario del Tajo, donde se
ubica el yacimiento de Ponta da Passadeira (Soares, 1996).
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tamente interior, se evidencia la influencia directa oceánica en
una mayor humedad, con la progresiva desaparición de las citadas especies de pino.
Este dominio florístico está encabezado por elementos meditemineos, abundantes sobre todo en la franja más meridional y en
las zonas litorales en que la estación de sequía dura más de dos
meses, favorecidas no sólo por los condicionantes climáticos,
sino también por la naturaleza de los suelos. Así, según el factor
climhtico, los porcentajes de elementos atlánticos y mediterráneos en la zona comprendida entre el Montego y el Tajo son del 38
y 42 % respectivamente, mientras que al sur del Tajo presentan el
29 y 46 %. Pero entre el Montego y el Tajo, las especies mediterráneas alcanzan un 56 % en los substratos calcáreos (Ribeiro et
alii, 1987b: 580). Una de las formaciones vegetales más características de la zona son los matorrales denominados "matagal" o
maquis: se trata de formaciones compuestas fundamentalmente
por arbustos de hoja perenne, distribuidos de forma tan densa que
no permiten el desarrollo de otras plantas anuales de pequeño
porte. Algunas de estas formaciones están formadas casi exclusivamente por un género, entre los que son fiecuentes las jaras o
leguminosas.
1.3.6. LAS BARDENAS REALES
El yacimiento megalítico de Tres Montes (Bardenas Reales,
Navarra), se encuentra situado cerca de la población de Tudela y
del río Ebro, a 370 m de altitud sobre un pequeño cerro testigo
entre los campos de cereales de lo que se conoce como la Bardena
Tabular (ElóseguiAldasoro y UrsÚa Sesma, 1994). El término de
"bardenas" parece hacer mención a las zonas bajas de pasto,
designadaspor el vocablo aragonés 'pardina". Éstas se dividen en
varias zonas diferenciadas, entre las que son más conocidas la
Bardena Blanca, la Bardena Negra, Lanzaduria o el Plano.
Concretamente, el yacimiento de Tres Montes se sitúa entre las
bardenas Blanca y Negra, cerca de la intersección del Barranco
de Tudela y el Val de Santa Catalina, que confoman un tramo de
la antigua Cañada Real de Montes de Cierzo a Ejea (fig. 1.9)
(Elósegui Aldasoro et alii, 1990).
El medio biogeográfico de las Bardenas está muy condicionado por su situación geográfica, ya que se encuentra bajo
influencia mediterránea muy continental, con precipitaciones
escasas e irregulares (entre 400 y 500 mm anuales), un largo
periodo de sequía estival e inviernos ftíos, factores que le confieren un aspecto estepario y subdesértico. Las temperaturas presentan máximos estivales de hasta 40" C, y minimas de -5". El
carácter torrencial de las lluvias genera fuertes procesos erosivos
y una escorrentía superficial que no apoyan el desarrollo de las
formaciones vegetales. Sin embargo, una de las características
topográficas más espectaculares de las Bardenas es precisamente
la erosión diferencial de las arcillas y las areniscas que componen
el substrato geológico de la zona. Las capas de areniscas cementadas que formaban parte de las antiguas terrazas fluviales son
más resistentes a la erosión que las arcillas, por lo que dan lugar
a planos colgados, cerros testigos, cabezos, mesas y multitud de
relieves tabulares cortados por barrancos y paleocanales.
Fig. 1.9. Mapa físico de las Bardenas Reales de Navarra, con la situación del dolmen de %es Montes.
[page-n-27]
1.4. UN COMENTARIO A LA VEGETACI~N
POTENCIAL
Foto 1.10. Paisaje actual del entorno del dolmen de Tres Montes
(foto J. Sesma).
La vegetación es poco densa en la mayor parte de la zona,
aunque se distinguen numerosas unidades perfectamente adaptadas a los diferentes medios de las Bardenas. El cerro de Tres
Montes se encuentra colonizado por romerales y tomillares, siendo ésta la vegetación natural que ocupa la mayor parte del territorio, sobre todo en zonas de ladera y suelos pedregosos, aunque
se ha extendido aún más por acción de tala y pastoreo (foto 1.10).
Se trata de un matorral bajo y poco denso, compuesto por
Ros~~im.irizrs
oficinalis, Linzrni si~fizrticoszini, leguminosas y
varias especies de jaras (Heliantl~e~~izrni
cinereirni szrbsp. nrbeIlirni, H. pil/os~rlii,Fzrniaria ericoides, E tlij71ilflo.n) (Elósegui
Aldasoro y Ursúa Sesiiia, 1994). En laderas orientadas al norte,
puede aparecer el boj entre estos romerales. En los fondos de
barrancos que cruzan toda la Bardena Blanca en dirección NESO, se asientan fom~acionesdominadas por Ta~nalixcanarie~~sis,
adaptadas a las condiciones de salinidad y de arrastre de arenas
que provocan las avenidas toreenciales. Éstas se acompañan de
juncales y pastos, y en las zonas en las que existe ima mayor acumulación de sal, éstos dejan paso a una vegetación adaptada a
saladares y espartales, entre los que se puede encontrar especies
coino Szraeda brevifolia, A~iples-hnliniirs, Salicor7iia mr~~osissinia, Salsola iterrliiculatln,Arten~isiaherba-alba y varias especies
del género Limoniirnl.
Sólo en algunos enclaves de las Bardenas se desarrolla la
vegetación arbórea, compuesta fundamentalmentepor pinares, y
arbustiva alta, de coscoja. Los pinares de pino carrasco se desarrollan únicamente en las laderas de la Bardena Negra y el
Vedado de Eguaras, que coinciden con los enclaves de máxima
precipitación media anual (por encima de 500 mm). Los pinares
son poco densos, y permiten el desarrollo de un estrato arbustivo
muy rico, entre el que destacan Qzrercirs cocc!fera, RRlíanirs
Iycioides, Pliillyrea cr~grstifolia,Rlianinirs crlate17tirs. Jririiperirs
ox~?cedrirs,Jliriiperirs plioeniceae y Pistacia lentisczrs. Sólo en
algunas zonas con orientación al norte y suelos más profundos
quedan algunos ejemplares de carrasca y quejigo, con la presencia de madroño y otras especies propias del carrascal.
El sistema de clasificación de los pisos bioclimáticos de
Rivas-Maetínez (1 987) se ha convertido en uno de los principales
criterios a la hora de delimitar las "series de vegetación", d e f í das como "cada una de las unidades geobotánicas sucesionistas y
paisajísticas que tratan de expresar todo el conjunto de comunidades vegetales que pueden hallarse en unos espacios teselares
afines como resiiltado del proceso de sucesión, lo que incluye
tanto los tipos de vegetación representativos de la etapa madura
del ecosistema vegetal como las comunidades iniciales o subseriales qiie las reemplazan" (Rivas-Martínez, 1987: 12). La vegetación climácica o potencial es aquella que presenta una perfecta
integración con el medio en el que se asienta (temperatura,humedad, insolación, suelo, fauna, etc.), de manera que si no recibe
influencia externa que impida su desarrollo, es estable y se considera la Última etapa de la sucesión (Climent, 1985). Sin embargo, este sistema ha recibido nun~erosascríticas en cuanto a su
aplicación real a la evolución de las formaciones vegetales.
Realmente, los sistemas de clasificación basados en los pisos
bioclimáticos presentan ciertas ventajas organizativas y actualmente se sigue utilizando el término "piso de vegetación" en sentido amplio. Sin embargo, estos conceptos deben ser matizados,
sobre todo a la hora de aplicarlos de forma rígida a la realidad. En
nuestra opinión, los datos empíricos obtenidos a partir de sucesivos estudios paleobotánicos, desmienten frecuentemente (o al
menos matizan) la aplicación del modelo. Hemos considerado
oportuno presentar a grandes rasgos las series de vegetación
dadas para nuestras zonas de estudio y convertirlas en un elemento cuya validez cuestionar a la luz de los nuevos datos que
ofrecemos, como se planteará de nuevo en los correspondientes
capítulos de síntesis de los resultados de ambas regiones.
En el sector noroccidental de la peilínsula Ibérica, las series
dominantes son las de robledales; concretamente, las series del
melojo (Qzrercirs pj)renoica) de la región Eiirosiberiana se desarrollan por áreas cuyo clima presenta un matiz mediterráneo de
sequía estival. Aparecen en la Galicia eurosiberiana más continental (Ancares y Caurel), continuando por la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica y los valles del Navia y Narcea en
la vertiente septentrional (fig. 1.10). Es el caso de la serie supramesomediterránea salmantina y leonesa subhúmeda silicícola del
roble inelojo (Qirercrrs pj~reriaica), Geriisto falcatae-Qrierceto
pjs'ennicae signietinit, donde se encuentra situado el yacimiento
de Pala da Vella, y cuyas etapas de sucesión dan lugar a un matorral denso de especies de Cytiszrs, Genista y Pte~-iniirniaqirili1111111.
Coincidiendo con el valle del Sil, desde su unión con el Miño
hasta su inflexión en la confliiencia con el río Cabrera, se desarrolla en una estracha franja la serie supra-mesomediterránea
orensana subhúmeda-húmeda silicícola del alcornoqiie
(Pl~~sosperino
coi7iirbie1ise-Querceto subei-is signzetirn~). Este
dato es importante en la medida en que marca la penetración de
la influencia mediterránea desde la costa al interior a través de los
valles fluviales, un punto clave para comprender la distribución
de las formaciones vegetales actiiales y en el pasado en esta zona.
Hacia el noroeste y coincidiendo con la vertiente sur-sureste
de las sierras de Ancares y Caurel, se extiende la serie montanocolina orocantábrica acidófíla del roble melojo (Linario trionritl~opliorae-Qzrerceto
pj?reliaicnesignietzrnl). El matorral resultante de sil degradación estaría constituido por Erica nragonensis,
[page-n-28]
W-
SERIES
PISO
1 Rtrsco aculeati-Quercetum roboris
Colino
2 Senecio bayonensis-Alnetum glirtinosae
Colino
3 lhccinio ntyrtilli-Qtrercetum roboris
Montano
4 Linario triornithophorae-Qiterceturnpyrenaicae
Montano
5 Lirz~tloherniquesi-Betuletirnr celtibericae
Montano
6 Ontphalodo nitidae-Fagettrm sylvaticae
Montano
Fig. 1.10. Distribución de las series de vegetación potencial en un corte desde la costa atihntica gallega hasta la sierra de O Courei, a partir de
Izco Sevillano
Geriistellri tiidentato, Duboecia cantríbrica y Ltrzlrla lactea. Es
importante notar la variación de las especies integrantes de las
series de vegetación en función del substrato. Las cotas más altas
de las sierras de Ancares y Caurel, estarían ocupadas por series de
roble peciolado, del abedul y del haya, lo que marcaría el paso
hacia las vertientes occidentales de las mismas, de un ámbito
atlántico propiamente dicho.
En el sector oriental peninsular, la mayor parte de las series
de vegetación de nuestra área de estudio están dominadas por la
carrasca. En general, los territorios más interiores, donde se
encuentran los yacimientos de La Falguera y el Mas d'Is, pertenecen a la serie mesomediterránea manchega y aragonesa basófila de la encina (Bipleirro rigidi-Qtrerceto rohrndifoliae signietirni), mientras que en áreas más cercanas a la franja termomedistemánea se desarrolla la faciación termófila murciano-manchega
con Pistacia lentisclrs; en esta h n j a se sitúa el yacimiento de
Santa Maira. En las cotas más elevadas, como el mencionado parque de la Font Roja o la Semt de Serrella, cerca de Penáguila, se
localizan algunos enclaves de la serie supramediterráneacastellano-maestrazgo-manchega basófila de Qlrercus rotrrndifolia
(Jlrnipero tltlrrifeae- Qlrerceto ~vhrndifoliaesigmehtm) (RivasMartínez, 1987).
En el sector sudorienta1peninsular, la mayor parte de la zona
en la que se encuentra el yacimiento de Fuente Aíamo pertenece
a la serie de vegetación termomediterránea murciano-almeriense
semiárido-árida de Ziziplitrs lohrs o azufaifo (Ziziphehr lotiis signtehnn), salvo la línea a lo largo del valle del Almanzora, donde
se asienta una geoserie riparia mediterránea típica. En una franja
más interior discurre la serie termomediterránea murciano-almeriense y alpujarreña semiárida de Pistucia Ie~itiscirs
(Chantaeropo-Rhanineto lycioidis signietimt) (Rivas Martinez,
1987).
En la zona de las Bardenas Reales, el intenso modelado
antrópico del paisaje enmascara en gran medida lo que debió ser
la vegetación natural de la zona, condicionada y limitada sin
embargo por las características climáticas y el modelado erosivo
natural. Algunos autores consideran que la vegetación potencial
de esta región correspondería en la Bardena Negra y el Plano a un
carrasca1 mesomediterráneo (B~plelrro-Quercetolatinidfoliae
signtetirm) hoy en día desmantelado fundamentalmente por la
explotación maderera (Rivas-Martínez, 1987; Elósegui Aldasoro
y Ursúa Sesma, 1994). En la Bardena Blanca, de suelos mucho
más salinos y menor precipitación, la vegetación potencial sería
un coscojar mesomediterráneo de la serie Rltunrno-Querceto coccijerue signtetlrni, además de las formaciones edafófílas de saladares y espartales.
[page-n-29]
Capítulo 11
METODOLOGÍA
n. 1. EVOLUCIÓN HIST~RICADE LA
DISCIPLINA
La Antracología es la ciencia que se encarga del análisis de
los carbones procedentes de contextos arqueológicos y depósitos
naturales. Como ciencia, ésta ha ido evolucionando desde su
nacimiento a finales del siglo XIX hasta la actualidad. El motor
de esta evolución ha sido la preociipacióii inetodológica constante y su desarrollo paralelo a la Arqueología. La disciplina ha
experimentado saltos cualitativos en su trayectoria, desde la realización únicamente de listas florales a partir del carbón recogido
en los hogares, hasta el surgimiento de un verdadero interés por
el conocimiento del medioambiente que sirvió de niarco para el
desarrollo de las actividades humanas. Destacan dentro de esta
línea los trabajos pioneros de Momot (1955), Santa (1961), Santa
y Vemet (1968) o Follieri (1969, 1974). Con el desarrollo del
método del C14 para lograr dataciones absolutas, el carbón
adquirió un interés añadido para la investigación arqueológica, y
se continuó trabajando en el campo metodológico con el fin de
mejorar las técnicas de recogida y conservación del mismo.
El verdadero avance de la metodología antracológica llegó
con la utilización del microscopio de reflexión, que permitía una
observación directa del carbón, sin apenas preparación y que además, lo conservaba en un perfecto estado para su posterior datación por C14 (Vemet, 1973). La mayor ventaja es que la rapidez
de este método permitía analizar un mayor volumen de fragmentos de carbón y cuantificar los datos, lo que suponía una mayor
solidez de los resultados.
Durante los años 70 y 80 se multiplican los estudios antracológicos, dirigidos en su mayoría por J. L. Vemet (Vemet, 1979,
1980; Bazile-Robert, 1979; Krauss-Marguet, 1980; Thiébault,
1983; Chabal, 1982, 1988; Heinz, 1983, 1988; Figueiral, 1987,
1990; Solari, 1993; Badal, 1988).
En la década de los 90 se siguen realizando cada vez más
estudios antracológicos de carácter regional, pero también hay
que destacar los avances llevados a cabo en el campo de la metodología. Se ha hecho incidencia sobre ciertos problemas metodo-
lógicos, aplicados a yacimientos concretos (Badal 1990, 1992;
Chabal 1991, 1992; Figueiral, 1992; Grau, 1990a y b, 1992;
March, 1992), entre los que destacan cuestiones como la unidad
de recuento del carbón, por peso o fragmentos, el tamaño de las
muestras, tanto en lo que respecta al calibre de los carbones como
al níunero de fragmentos a analizar, el tratamiento del carbón disperso y concentrado, así como el problema de la representatividad paleoecológica del carbón. En la actualidad, se siguen miiltiplicando los estudios antracológicos, que incluyen nuevos ámbitos cronológicos y geográficos (Leroyer y Heinz, 1992;
Uzquiano, 1992; Ntinou, 1996, 2000; de Haro Pozo, 1998;
Théry-Paiisot, 1998; Durand, 1998; Camón Marco, 2000a;
Allué, 2002), que gracias al trabajo conjunto y comparado de
varias disciplinas paleobotánicas (palinologia y carpología, sobre
todo) permiten la realización de secuencias regionales cada vez
más completas.
Los estudios experimentales se han constituido recientemente como una nueva vía de investigación en Antracología, sobre
todo aplicados a la solución de ciertos problemas metodológicos
que se plantean en el ámbito arqueológico respecto a la interpretación del paleoambiente. Destaca el trabajo de Fabre (1996)
sobre los resultados ecológicos de la explotación humana sobre el
encinar, con un estudio sobre poblaciones actuales e históricas,
con el fin de establecer los criterios selectivos y tafonómicos que
han permitido la formación de este registro arqueológico.
Otro trabajo en el que se aborda la Antracología experimental es el de Théry-Parisot (1998, 2001), en el que se tratan una
serie de problemas de interpretación del registro arqueológico,
desde la recogida de leña, el aporte humano de ésta al yacimiento o la conservación del carbón hasta la actualidad. La autora
aborda temas tan problemáticos como los criterios de selección
de determinadas especies en función de su poder caloriñco o
características mecánicas, la identificación del estado de la madera recogida en la anatomía del carbón (madera viva o muerta a
partir de la existencia de hongos de descomposición)y los factores mecánicos que pueden alterar el estado de conservación del
carbón (hielo-deshielo, hongos, vitrificación, etc.).
[page-n-30]
También en el campo de la identificación anatómica de las
especies se producen avances con la aplicación de métodos estadísticos para la discriminación de los criterios morfoméhicos que
pueden llevar a la distinción de especies confiictivas por sus
semejanzas anatómicas (Arnold-Simard, 1993; Terral 1997). La
comparación de numerosos individuos de varias poblaciones
actuales de OIea eirropnea, ha permitido la selección de una serie
de criterios anatómicos y morfométricos que pueden resultar útiles en la distinción de la variedad cultivada y silvestre. Esto supone la posibilidad de obtener una valiosa información paleoetnológica a partir de los restos de madera carbonizada. Con el mismo
fin se aplican recientemente métodos estadísticos e informáticos,
que permiten la digitalización de las imágenes para una más fácil
discriminación de los caracteres anatómicos de las especies
(Piqué y Piqué, 1992). De este modo, se puede realizar el proceso inverso, es decir, determinar la especie mediante la comparación de las imágenes de referencia obtenidas.
El registro antracológico encierra una valiosa información de
tipo paleoetnográfica y arqueobotánica con relación a la utilización de la madera y otros recursos vegetales en la Prehistoria.
Como ocurre en general en Arqueología, toda reconstrucción de
una actividad del pasado se asienta sobre la base de la observación actual. Los estudios etnográficos llevados a cabo sobre las
sociedades tradicionales presentes se han constituido como un
pilar fundamental para la base de la interpretación de la gestión
de estos recursos por parte de los grupos humanos del pasado. La
observación de las comunidades campesinas para las que la leña
es su única fuente de combustible no sólo ha ofiecido la posibilidad de verificar la validez del método antracologico, sino que
también ha aportado otras valiosas vías de interpretación de las
actividades humanas frente a la gestión del bosque, tales como el
aprovisionamientode leña, la construcción en madera, la alimentación del ganado, la gestión del bosque para la actividad agrícola, etc. Destacan en este campo los trabajos de Ntinou (2000) para
la aldea de Sarakini en Tracia, o Peña-Chocarro et nlii (2000)
para el Rif occidental, en Marruecos.
Los últimos avances en Antracología han permitido también
que esta disciplina participe dictamente de la discusión arqueológica, contribuyendo de manera sistemática a la identificación
de posibles mezclas o infiltraciones de material en los llamados
"contextos arqueológicos aparentes" ( C M ) (Bernabeu et alii,
1999a y b). De este modo, el carbón contribuye a la validación o
cuestión de ciertas dataciones radiocarbónicas, así como a la atribución de las especies vegetales características de cada periodo.
A partir del gran paso que supuso en los años 50 la lectura
paleoecológica del carbón prehistórico y hasta la actualidad, las
posibilidades de interpretación de este registro han ido multiplicándose hacia líneas muy variadas dentro de la Paleobotánica, la
Paleoecología y la Paleoetnología, hasta su constitución como
uno de los pilares fundamentales dentro de las ciencias auxiliares
de la Arqueología. Su aplicación sistemática reciente en la mayor
parte de trabajos de investigación realizados, hace que cada vez
sea más completo el mapa paleoecológico en el ámbito tanto cronológico como geográfico.
FORMACI~NDEL
REGISTRO
RECONSTRUCCI~)
DEL PAISAJE
RECONSTRUCCI~N
DE LAS ACTIVIDADES
IDENTIFICACI~N
YACIMIENTO
Fig. 2.1. Sfntesis de la metodología empleada en Antracologla.
[page-n-31]
iI.2.1. LA RECOGIDA DE LERA Y LA FORMACI~N
DEL REGISTRO ANTRACOL~GICO
Los restos de fuegos se documentan por primera vez hace
aproximadamente 400.000 años, pero es a partir del Paleolitico
superior cuando éstos se generalizan en el registro arqueológico.
Los grupos humanos prehistóricos aprovecharon los recursos
vegetales que les ofrecía el entorno inmediato de su lugar de
hábitat y entre ellos, la leña constituía un combustible imprescindible para alimentar los hogares domésticos y una preciada materia prima para la construcción y la elaboración de útiles. Así pues,
la recogida de leña supone una actividad recurrente y programada dentro de las tareas habituales realizadas por el grupo. Por lo
tanto, la presencia de madera en los lugares de hábitat prehistóricos es frecuente, ya que esta materia prima está ligada a las actividades más cotidianas del grupo, sobre todo en aquellas sociedades en las que la leña constituye el único combustible.
La madera se conserva únicamente en condiciones de humedad o aridez extremas o en medios anaeróbicos, pero fuera de
estos ambientes desaparece si no ha sufrido un proceso previo de
carbonización. En ese proceso se pueden distinguir cuatro fases
sucesivas: la deshidratación, la torrefacción, la pirólisis o carbonización y la cumburación. Durante las dos primeras, la madera
pierde el 35 % de su peso total, en forma de vapor de agua, de gas
carbónico y diversos componentes orgánicos. Si la combustión se
detiene en la torrefacción, los frutos y las semillas conservan su
morfologia externa y por tanto su identificación botánica es posible. La combustión en sentido estricto comprende la pirólisis y la
cumburación, que se suceden rápidamente a partir de los 270" C,
con la desintegración química de la celulosa y la lignina. Así
pues, si en la fase de pirólisis se interrumpe el aporte de oxígeno
y la combustión se detiene, se produce la calcinación y la formación de carbones (Chabal et alii, 1999: 52). De este modo, el carbón se define como "un residuo muy rico en carbono que se
forma a partir de la quema de la parte leñosa del vegetal, en una
atmósfera demasiado pobre en oxígeno para permitir una combustión integral, y tras el escape del agua y los elementos volátiles que contenga la madera" (Jones y Chaloner, 1991a: 1150). La
madera conserva su estructura interna cuando está torrefactada o
carbonizada. En caso de que la temperatura llegue a 700' C, el
proceso se completa con la cumburación, que reduce las brasas a
cenizas. La aparición de madera fresca en un yacimiento constituye un caso excepcional, sobre todo en nuestra zona de estudio,
donde las condiciones ambientales no son propicias para su conservación.
En un yacimiento podemos encontrar los restos carbonizados
de dos formas: dispersos por los niveles arqueológicos, o concentrados, asociados a estructuras (fig. 2.1). En cuanto al carbón
que aparece disperso por los sedimentos en niveles de ocupación,
en vertederos, etc., generalmente éste es el resultado del vaciado
y limpieza de diversos hogares u otras actividades domésticas.
Durante la Prehistoria, los grupos humanos han alimentado los
hogares con leña recogida en las formaciones vegetales más
inmediatas a su hábitat. La interpretación ecológica del registro
antracológico parte del principio de que la recogida de leña por
parte de los grupos humanos para los que ésta supone su principal combustible no es selectiva, sino que está en función de su
disponibilidad y abundancia en el medio; por lo tanto, estas recogidas aleatorias suponen un muestre0 involuntario de las forma-
ciones vegetales existentes en el entorno al lugar de hábitat. La
continuidad de esta actividad acaba por ofrecer una muestra
representativa de éstas formaciones, si el carbón es el resultado
de un tiempo de actividad lo suficientemente prolongado como
para representar la totalidad o gran parte de las especies existentes en el territorio explotado (Chabal, 1988).
Ciertas estructuras excavadas como los silos, fosos, etc., que
han perdido su funcionalidad original, se reutilizan frecuentemente como basureros o se colmatan de forma natural a partir de
los sedimentos de la superficie del yacimiento. En este caso, los
resultados antracológicos de su relleno serán similares a los del
nivel arqueológico del que procede (Bernabeu y Badal, 1990;
1992).
Se ha demostrado que los carbones dispersos por los niveles
arqueológicos,fruto de los restos del combustible doméstico, dan
unos resultados ecológicos satisfactorios y por tanto se pueden
interpretar en términos de vegetación (Badal, 1990; Chabal,
1988, 1997; Ntinou, 2000). Por lo tanto, los carbones recuperados en contextos arqueológicospermiten conocer el paisaje vegetal donde vivían los grupos humanos en un momento dado de la
historia de un lugar, así como los posibles cambios en éste a lo
largo del tiempo. Además, a partir de estos datos se puede hacer
inferencias de orden climático o medioambiental, no sólo en lo
referente a la vegetación, sino también a las condiciones climáticas y edáfícas que hacen posible su desarrollo, o al grado de
degradación o regeneración del paisaje.
El carbón puede aparecer también en conjuntos cerrados, es
decir, de forma concentrada, asociado a hogares, hornos, elementos constructivos de madera, tumbas, útiles, etc. En este caso, la
presencia de carbón es el resultado de una acción más concreta y
puntual en el tiempo, y los datos ecológicos obtenidos a partir de
este tipo de carbón se hallan generalmente distorsionadospor una
recogida selectiva de la madera en base a la función que ésta ha
de desempeñar.
Las estructuras de combustión domésticas y10 especializadas
(hogares, hornos, piras, etc.) son acontecimientos breves en el
tiempo y el carbón que contienen oti-ece generalmente poca
diversidad de especies. Estos datos pueden ser complementarios
de los resultados obtenidos en los carbones dispersos, pero
nunca deben ser cuantificados o interpretados en términos de
vegetación. En el caso de los hogares, éstos suelen contener los
restos carbonizados de la madera aportada en la última recogida
de leña, por lo que la imagen de la vegetación a partir de ellos
será muy limitada, dando como resultado una sobrerrepresentación de las últimas especies explotadas con respecto a su valor
real en la naturaleza. Sin embargo, estos datos si pueden resultar
interesantes para realizar inferencias sobre el uso de la madera
como combustible y de la posible selección de determinadas
especies vegetales en función de sus cualidades físicas o mecánicas.
La madera utilizada para la construcción (postes, vigas y otros
elementos constructivos) también es generalmente objeto de una
fuerte selección en función de sus cualidades técnicas y mecánicas y dependiendo del fin a que ésta sea destinada. Normalmente,
las necesidades de materia prima para la construcción se cubren
con maderas locales, aunque la búsqueda de determinadas cualidades del soporte puede llevar a los grupos humanos a desplazarse a una mayor distancia si éstas no se encuentran en el entorno
inmediato al hábitat. Por tanto, estos resultados antracológicos
deben ser interpretados desde un punto de vista etnológico y se
debe descartar hacer una reconstrucción del paisaje vegetal a par-
[page-n-32]
tir de material de construcción, pues la representatividad de la
cubierta vegetal del entorno puede aparecer falseada por el alto
grado de selección de especies (Chabal, 1991, 1997).
A la hora de realizar una interpretación del carbón procedente de una estructura, únicamente la presencia de determinadas
especies puede complementar cualitativamente la información
proporcionada por el carbón disperso en los niveles arqueológicos. Sin embargo, estos datos sí resultan adecuados para conocer
el uso de los recursos vegetales de una zona con distintas finalidades, como por ejemplo, como combustible para los fuegos
domésticos, la madera de construcción, las herramientas, los
rituales, la alimentación del ganado, etc. (Badal, 1999; Ntinou,
2000,2002; Ntinou et alii, 1999; Carrión Marco, 2002).
Así pues, el carbón que aparece en un yacimiento arqueológico es el resultado de actividades antrópicas diversas y como tal,
cada tipo de registro antracológico exige una interpretación diferente. La presencia de carbón en un yacimiento arqueológico se
explica por este aporte antrópico de madera al lugar de hábitat;
sin embargo, la presencia de material carbonizado en un depósito natural tiene otros orígenes y por tanto unas vías de tratamiento e interpretación diferentes. La cuestión de los depósitos naturales con presencia de carbón será desarrollada en otro punto de
este trabajo (capítulo IV). Del mismo modo se exige en cada uno
de los casos la aplicación de diferentes estrategias de recogida y
estudio del carbón con el objetivo de llegar a una interpretación
coherente del mismo.
11.2.2. LA RECOGIDA Y ANALISIS DEL CARBÓN:
LA PROBLEMATICA
DEL TAMA.ÑO DE LOS
FRAGMENTOS Y DE LA MUESTRA
El material carbonizado que aparece en un yacimiento constituye una valiosa fuente de información sobre el medioambiente
y las actividades de los grupos humanos en el pasado. Pero esta
información, como ocurre con la mayor parte del material
arqueológico, sólo se hace patente a través del planteamiento de
las preguntas adecuadas y del establecimiento de una metodología enfocada a cubrir los objetivos previamente trazados.
Es evidente, como han hecho incidencia diversos autores, la
importancia de una recogida por separado del carbón concentrado y el disperso, para su posterior estudio e interpretación individualiida (Chabal, 1990, 1991; Badal, 1990) por lo que es conveniente aplicar unas estrategias de recogida adecuadas para cada
uno de ellos. El proceso de recogida y tratamiento del material
carbonizado discurre generalmente de forma paralela al proceso
de excavación, con el fin de adecuar estas estrategias a la problemática del propio yacimiento y a las condiciones de conservación
y abundancia del material. Esta recogida debe ser sistemática,
cubriendo todos los niveles y superficie excavados. El carbón
concentrado se recoge generalmente en su totalidad, tras haber
documentado perfectamente mediante dibujos, fotografía, etc. la
estructura a la que se encuentra asociado. Sin cmbargo, la gran
abundancia de carbón en algunos yacimientos o una superficie de
excavación muy amplia, imposibilitan la recogida de la totalidad
del carbón disperso, o la hacen simplemente innecesaria para
alcanzar los objetivos de interpretación trazados; en estos casos,
se aplican diferentes estrategias de muestreo.
Una muestra antracológicase define como el conjunto de carbón contenido en una unidad de muestreo, que corresponde, bien
a las capas artificiales establecidas en el proceso de excavación,
bien a las cuadrículas que comprendan un mismo estrato arqueo-
lógico, bien a una estructura (Badal, 1990). Las muestras se
tomarán siguiendo la cuadrícula de excavación y su tamaño
puede variar desde la totalidad del cuadro, la mitad, un cuarto,
etc., en función de las necesidades que imponga el propio yacimiento, procurando siempre que toda la superficie excavada
quede muestreada, para evitar de este modo que los datos antracológicos queden falseados por una distribución no uniforme de
los taxones o de sus valores relativos en la superficie (Chabal,
1991, 1997). Diversos estudios han demostrado que, en caso de
que no sea posible realizar el muestreo en toda la superficie excavada, existe una superficie mínima de 4 mZpara que los resultados sean representativos del total (Badal, 1992; Badal y Heinz,
1991; Badal et alii, 2003).
El carbón se recoge mediante un sistema de tamizado del
sedimento en seco o con agua, con mallas de diferente apertura;
es recomendable que ésta sea de entre 4 y 2 mm para tener representados diferentes tamaños de carbón.
En 1988, Buxó describe la técnica de la flotación para la
recogida de semillas aplicada al yacimiento de Lattes (Hérault).
La técnica de la flotación en cuba consiste en la utilización de una
corriente de agua y aire para la remoción del sedimento y flotación de los restos orgánicos. Una malla de calibre muy fino permite la recuperación de los restos de flotación, mientras que
aquellos que no han flotado quedan atrapados junto a los restos
de cuba en otra malla de 5 mm. El carbón recuperado en ambas
mallas es el más adecuado para realizar el estudio, mientras que
el que queda junto con los residuos de. fondo de cuba no suele
añadir nueva información a los resultados del primero (Buxó,
1988, 1990, 1997).
En cuanto al tamaño recomendable del carbón, Chabal(199 1)
demuestra la conveniencia, por comodidad de recogida e identificación, de seleccionar los carbones recogidos con una malla de
tamizado de 4 6 5 mm.Bazile-Robert (1982) realizó por primera
vez una serie de experimentaciones sobre combustión de maderas actuales y llegó a la conclusión de que no todas las especies
sufien una misma fragmentación durante el proceso. Chabal
(1991) retoma esta experimentación y rebate los resultados de
Bazile-Robert al demostrar una ley totalmente contraria, es decir,
que todas las especies trazan la misma curva de fragmentación
durante el proceso de combustión. Este resultado implica que
tanto los carbones de más de 4-5 mm como los de menor tamaño
ofrecen una información comparable. Entre los segundos sólo
aparecerán aquellas especies poco frecuentes, que pueden dar una
información florística complementaria, pero no indispensable en
cuanto a su representatividad ecológica. Esto supone también la
viabilidad del uso de los fragmentos de carbón como unidad de
medida, en lugar del peso de las muestras (Chabal, 1988, 1992,
1994, 1997). A partir de sucesivas experimentaciones y trabajos
realizados sobre esta cuestión (Badal, 1988,1990; Badal y Heinz,
1991) se ha establecido que, dada la independencia de los resultados antracológicos con respecto al tamaño del carbón, es perfcctamente viable la recogida de aquellos fragmentos mayores a
5 mm en los casos en que el estrato sobre el que se trabaja sea rico
en carbón (se considera "rico" un estrato que contiene aproximadamente unos 100 carbones mayores de 5 mm por cuadrícula de
1 mzy 5 cm de potencia). Sólo en aquellos casos en que no se dé
esta abundancia, se exige la realización de un esfuerzo en la recogida de carbón de menor tamaño hasta obtener un número representativo de fragmentos que aseguren unos resultados fiables.
La cuestión del número de fragmentos de carbón a analizar
para obtener unos resultados sólidos y representativos también ha
[page-n-33]
sido puesta en tela de juicio y objeto de numerosos trabajos experimentales. Schweingruber fue el primero en realizar una "curva
de esfuerzo-rendimiento" para establecer el número adecuando
de fragmentos de carbón que debía ser analizado por muestra
(Badal y Heinz, 1991). Ésta consiste en una representación grática en forma de curva acumulativa, en la que se visualiza el orden
de aparición de cada nuevo taxón con respecto al número de fragmentos analizado hasta el momento. De esta manera se hace
patente que, ante una mayor riqueza en especies, la curva tardará
más en estabilizarse. La estabilización de la curva indica el número mínimo de fragmentos a partir del cual tendremos ya representadas todas las especies frecuentes, que son las que van a ofiecer la principal información cuantitativa. Las especies menos fiecuentes pueden seguir apareciendo si se aumenta el número de
fragmentos analizados, pero no resultan representativas cuantitativamente, aunque pueden proporcionar también una información
ecológica complementaria a la anterior. Algunos autores establecen el número recomendable de hgmentos de carbón a analizar
entre 250 y 400 (Chabal, 1997); sin embargo, otros estudios han
demostrado que este número depende en gran medida de la riqueza taxonómica de la muestra, de manera que puede variar entre
200 y 800 el número de fragmentos de carbón necesarios para
obtener una información representativa de las formaciones vegetales de las que proceden (Badal y Heinz, 1991).
En conclusión, las estrategias de muestre0 en la recogida y
análisis del carbón deben adaptarse en primer lugar a las condiciones del yacimiento (riqueza de material, uniformidad en la distribución espacial de los taxones, etc.), así como a la naturaleza
del carbón y el tipo de información que se pretenda extraer del
mismo.
11.2.3. EN EL LABORATORIO: LOS PRINCIPIOS DE LA
DETERMINACIÓN ANATÓMICA DEL CARBÓN
El análisis antracológico se basa en la identificación botánica
de las especies vegetales a las que pertenece el carbón. Esta identificación se realiza a partir de criterios anatómicos y biométricos, mediante la observación de los elementos básicos de la
madera que caracterizan y diferencian a las especies vegetales.
Este método no es destructivo ni requiere ningún tipo de tratamiento químico, de manera que el carbón puede ser utilizado posteriormente para la realización de dataciones radiocarbónicas
(Vernet, 1973; Vemet et alii, 1979).
El carbón se observa a través de un microscopio Óptico de luz
a reflexión de campo claro-oscuro, con diferentes objetivos que
van desde 50 a 1.000 aumentos. Para ello se practican cortes limpios al fragmento buscando los tres planos anatómicos de la
madera: transversal, longitudinal tangencia1 y longitudinal radial
(Vemet, 1973). Cuando la profundidad de campo o la magnificación requeridas para la observación de ciertos elementos anatómicos es mayor, se utiliza un microscopio electrónico de barrido
(S.E.M.), quc pcrmitc clevar considerablemente los aumentos.
Para la observación en este microscopio, el carbón se metaliza
tras haber sido fijado en una platina portaobjetos e introducido en
una campana de vaciado.
La madera, al quemarse, preserva su estructura anatómica,
cuya comparación con una colección actual de referencia y10 la
bibliografía especializada en anatomía vegetal (Metcalfe y Chalk,
1950; Greguss, 1955, 1959; Jacquiot, 1955; Jacquiot et alii, 1973;
Schweinpber 1978,1990; Queiroz y Van der Burgh, 1989; RiouNivert, 1996, entre otros) permite su identificación (fig. 2.2).
Las Gimnospermas presentan una estructura homóxila, con
ausencia de vasos (salvo en las Cinetales) y una reducida cantidad
de parénquima. El sistema axial consta principal o totalmente de
traqueidas. Éstas forman membranas gruesas en el leño tardío y
reciben el nombre de fibrotraqueidas. Las traqueidas de las
Gimnospermas están comunicadas entre sí por puntuaciones areoladas, de cuya distribución depende el movimiento del agua en
el xilema. Los radios se componen de células parenquimáticas y,
en algunos casos, también de traqueidas horizontales, que presentan puntuaciones areoladas igual que en el sistema axial.
Tienen generalmente una sola célula de anchura y altura variable. Algunas Gimnospermas presentan conductos resiníferos,
tanto en el sistema axial como en el radiomedular (Esau, 1985;
Fahn, 1982; Greguss, 1955; Jacquiot, 1955; Schweingruber,
1990; Riou-Nivert, 1996).
La existencia y situación de los conductos resiníferos, la presencia o ausencia de traqueidas horizontales o la forma y número de las puntuaciones de los campos de cruce, son algunas de las
principales claves de identificación de las Gimnospermas.
Las Angiospermas Monocotiledóneasse caracterizanpor presentar un solo cotiledón en el embrión y carecer de crecimiento
secundario, es decir, en grosor. El tallo de las monocotiledóneas
está compuesto por un tejido denominado fundamental, entre el
que se encuentran los haces libero-leñosos, encargados de la conducción de sustancias y compuestos tanto por células de floema
como de xilema. Estos haces están generalmente rodeados de
fibras y su disposición (estructura radial, concéntrica, colateral,
etc.) es el criterio fundamental de determinación de las
Monocotiledóneas (Metcalfe, 1960; Schweingruber, 1990).
Las Angiospermas Dicotiledóneas son aquéllas cuyo embrión
consta de dos cotiledones y su anatomía es más compleja que las
Gimnospermas por presentar una especializacibn de los tejidos.
Poseen vasos, que están formados por elementos unidos entre sí
a través de perforaciones de morfología variable. Éstos son la
base del tejido conductor y pueden presentar una distribución
uniforme a lo largo de todo el anillo de crecimiento, o tener un
tamaño notablemente mayor en el leño temprano. En el primer
caso hablaremos de porosidad difusa y en el segundo, de porosidad en anillo. El parénquima puede aparecer asociado a los vasos
(paratraqueal) o independiente de éstos (apotraqueal) bien de
forma concentrada o difusa. Los radios están compuestos de células de parénquima, y pueden ser homogéneos, si están formados
por células procumbentes u horizontales, o heterogéneos, si combinan éstas con células verticales (Esau, 1985; Fahn, 1982;
Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweinpber, 1978,
1990).
La distribución de los vasos y el parénquima en el plano
transversal, las dimensiones y morfología de los radios, así como
el tipo de puntuaciones, perforaciones o existencia de engrosamientos en espiral en la observación longitudinal de los vasos,
son algunos de los criterios más importantes en la determinación
de las Dicotiledóneas.
Con la observación de estos criterios se llega a la identificación del género y, frecuentemente, de la especie, aunque en ocasiones no se puede precisar más que la familia.
Independientemente del rango de determinación, cada unidad
identificada recibe el nombre de taxón. Aunque se ha hablado de
la validez comparable del análisis de carbones de diferente tamaño, el grado de determinación depende frecuentemente de éste.
Todos los fragmentos son susceptibles de ser determinados a través de un microscopio de reflexión, pero en realidad, cuanto más
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GIMNOSPERMAS
ANGIOSPERMAS
Madera inicial con
Canal resinífero A
,.
aniiio poroso
C.
Madera final-
Punteaduras areoladas
Traqueidasde paredes
elgadas con punteaduras
.Fibras intewasculares[@y
de paredes delgadas
''@'
Radio multiseriado
A. Morfología de algunos elementos de los vasos:
perforación escalarifome (1, 2 y 4), perforación
simple (3,s y 6), engrosamientos espirales (6).
miembros de
los vasos
B.Partes de los elementos traqueales
primarios y células parenquimhticas.
C.Morfología de los elementos traqueales y fibras:
punteaduras areoladas circulares (5 y 6),
punteaduras en disposición escalariforme (7),
perforación escalariforme (8 y 9).
Fig. 2.2. Principales elementos anat6micos de la madera, a partir de Esau (1985) y Johnson, (1994).
[page-n-35]
pequeño es, más posibilidades existen de que falte algún elemento anatómico clave para su identificación botánica. Algunas especies vegetales tienen una estructura anatómica muy caracteristica, que permite su rápida determinación. Por el contrario, otras
especies o incluso géneros presentan ciertas similitudes entre
ellos, lo que exige una observación detallada de todos sus elementos sobre los tres planos anatómicos antes de llegar o aproximarse a su identificación. La existencia de numerosos fragmentos de muy reducido tamaño, aumenta el grado de indeterminación y la posibilidad de error, con lo que es aconsejable subsanarlo con el análisis de un número mayor de fragmentos.
II.2.4. EL TRATAMIENTO DE LOS DATOS
ANTRACOL~GICOS
Una vez analizado el carbón y obtenida la lista floral de los
taxones, se procede al tratamiento de los datos para su posterior
interpretación. En Antracología se cuantifican los resultados para
obtener las frecuencias absolutas y relativas de cada taxón. Esta
cuantificación se basa en el recuento de los fragmentos de carbón
(Bazile-Robert, 1982; Chabal, 1997). Las proporciones de cada
taxón con respecto al total de las especies leñosas para una muestra constituyen un "espectro antracológico". Los espectros se disponen de forma gráfica en un diagrama antracológico, que permite una lectura sincrónica y diacrónica de la vegetación. Cada
espectro (lectura horizontal del diagrama) muestra las frecuencias
de los taxones leñosos hallados para un momento concreto, y permite reconstruir las especies existentes en el área de aprovisionamiento (Chabal, 1988, 1991, 1997). La lectura vertical del diagrama ofrece una visión diacrónica sobre los posibles cambios en
las frecuencias de los taxones a lo largo de la secuencia (variación
de porcentajes, aparición o desaparición de taxones, etc.). Esta
representación gráfica de los datos facilita en gran medida la
comparación entre varios registros antracológicos, procedentes
de diferentes yacimientos, regiones, etc., comparaciones que se
apoyan frecuentemente sobre la realización de pruebas estadísticas para establecer de forma objetiva el grado de semejanza o
diversidad de las muestras.
Como se ha mencionado anteriormente en este mismo capitulo, la realización de recuentos y obtención de frecuencias relativas del carbón se basa en la idea de que se ha analizado un
niimero de fragmentos suficientemente amplio para que los datos
obtenidos puedan tomarse como representativos del total. Pero en
algunos casos, la escasez de material en un yacimiento hace
imposible este tipo de cuantificación y exige un tratamiento diferente de los datos. Éstos se pueden representar en forma de cuadros de presencia o ausencia de los taxones, que permitan igualmente una lectura sincrónica y diacrónica de los datos, aunque
con las limitaciones que supone no conocer las frecuencias relativas de los mismos.
Los resultados del carbón procedente de estructuras arqueológicas requieren igualmente otros tipos de tratamiento y presentación de los datos. Generalmente la información se resume en
forma de múltiples tipos de gráficos que representen los porcentajes de los taxones y, lo que es importante, que permitan una
fácil lectura y comparación entre ellos si fuera necesario.
11.2.5. EL SIGNIFICADO PAILEOECOL~GICO
DEL
CARBÓN: REALIDAD Y LIMITACIONES DE LA
INTERPRETACI~N
Según Chabal, para que una muestra de carbón pueda ser
interpretada de forma ecológica debe cumplir las siguientes condiciones:
Que se trate de carbón disperso, proveniente de la limpieza
sucesiva de fuegos domésticos.
Que este carbón sea resultado de una actividad con duración
temporal suficiente.
Que haya sido muestreado correctamente (Chabal, 1988).
Pero, tcuhles son los límites de la reconstrucción de la vegetación a partir de los datos antracológicos? La idea de que a partir del registro antracológico se puede llegar al conocimiento de
las formaciones vegetales del pasado se asienta sobre el precepto
de que los grupos humanos explotan de manera aleatoria su
entorno vegetal para la obtención de leña, con los únicos criterios
de una disponibilidad más o menos inmediata al lugar de hábitat,
la facilidad de recogida y en algunos casos, que el combustible
presente las características apropiadas para la función especifica
que ha de desempeñar. Por tanto, si la hipótesis de que la recogida de leña se efectúa en función de la cercanía y abundancia en
el medio es cierta, los restos del combustible doméstico ofiecen
una aproximación fidedigna no sólo a las especies del pasado,
sino también a sus frecuencias en el medio al recoger las especies
dominantes (Vernet, 1973; Chabal, 1988; Ntinou, 2000).
Esta teoría ha sido objeto de múltiples revisiones a lo largo de
la historia de la consolidación del método antracológico. Es cierto que en el registro antracológico se ha demostrado que varios
hogares contemporáneos de un yacimiento pueden ofrecer diferente contenido taxonómico, por lo que no es muy viable interpretar una selección fuerte del combustibleutilizado; al contrario,
la recogida parece oportunista.
Sin embargo, algunos estudios etnográficos sobre poblaciones tradicionales actuales sí demuestran la preferencia por algunas especies, o al menos el rechazo a otras no tan valoradas. Pero
esta selección parece que tiene más un componente cultural que
en función de la actividad a que sea destinada la leña (PeñaChocarro et nlii, 2000). Del mismo modo se puede dar el caso del
rechazo sistemático de aquellas especies que se explotan para la
obtención de un recurso complementario que no sea la leña
(Badal, 1998).
Algunos autores postulan la absoluta imposibilidad de traducir los datos antracológicos del combustible doméstico en términos de una reconstrucción de la vegetación, alegando una selección del combustible utilizado (Smart y Hoffman, 1988). La
madera de cada una de las especies vegetales presenta características físicas y mecánicas diferentes que pueden ser potencialmente explotadas, si éstas son conocidas por los grupos humanos.
Dada la existencia de estas diferencias, no cabe duda de la selección de la madera para ciertas actividades específicas, como es el
caso de la construcción, en el que la búsqueda de fustes de cierto
calibre, rectos, maderas densas y resistentes a condiciones de
intemperie, etc., puede llevar al recorrido de distancias más alejadas del hhbitat si éstas no se encuentran disponibles en las
inmediaciones, y desechar de este modo las especies existentes
en el medio circundante.
Pero la problemática se plantea al aplicar o no esta misma
teoría con respecto a la recogida de combustible para los hogares
domésticos no especializados. Esta actividad debió ser muy fre-
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cuente en el pasado, sobre todo en aquellas comunidades en que
la leña es el único combustible, formando parte de las tareas más
cotidianas. Con esta idea surge una teoría que viene a matizar la
anterior de Smart y Hoffian respecto a la selección del combustible, consistente en la aplicación del "principio del mínimo
esfuerzo'' (PME) (Shackleton y Price, 1992). Los autores hacen
una diferenciación en las estrategias de la recogida de leña con
respecto al grado de explotación de un paisaje vegetal. Cuando
un grupo se establece en un medio que aún no ha sido explotado
intensivamente,éste aplica ciertos criterios de selección del combustible favorecidos por la disponibilidad y abundancia de un
amplio abanico de especies. Pero a medida que la explotación
continuada de las formaciones vegetales hace que éstas vayan
adquiriendo un grado cada vez mayor de degradación, o la población y las necesidades de combustible se incrementan, la disponibilidad y la posibilidad de selección de éste se reducen. En este
momento se plantea una doble estrategia: bien se comienzan a
utilizar las especies menos valoradas en un primer momento, bien
se amplía el área de captación de leña.
Estudios experimentales han demostrado que gran parte de las
característicasde la leña que constituyen los criterios de su selección no se encuentran en la utilización de diferentes especies
vegetales, sino en las propias condicionesde combustión (Chabal,
1994, 1991, 1997; Théry-Parisot, 1998,2001). Los criterios findamentales a la hora de encontrar un "buen combustible" son la
inflamabilidad, el poder calorífico, la temperatura alcanzada, la
altura de las llamas, la duración de la combustión, etc. La observación etnográfica coincide en señalar que algunas de las características más frecuentes que hacen que un combustible sea apreciado son "que encienda rápido y que arda mucho tiempo" (PeñaChacorro et alii, 2000: 414). En estas características intluyen
sobre todo parámetros como el estado inicial de la leña, su calibre,
etc., independientemente de la especie utilizada.
Estos parámetros se han valorado gracias a la observación del
proceso de combustión a partir de una serie de hogueras experimentales utilizando combustible en diferente estado (ThéryParisot, 1998,2001). Uno de los factores que más influye en las
propiedades de combustión es la tasa de humedad de la madera.
Se ha comprobado que una misma especie no presenta iguales
características en cuanto a su infiamabilidad, duración de la combustión, producción de humo, etc. si ésta se encuentra en estado
húmedo o seco.
En relación también con el estado de la madera se ha postulado la posibilidad de que gran parte del combustible se basara en
la recogida de leña muerta (Théry-Parisot, 1998; Peña-Chacorro
et alii, 2000). La experimentación realizada para la observación
de hongos de descomposición en el carbón no ha podido dar
como resultado la discriminación del uso de madera muerta o
viva, ya que cabe la doble posibilidad de que ésta haya sido contaminada en el pie vivo del árbol o estando ya muerta, bien en la
naturaleza o durante un proceso de almacenamiento (ThéryParisot, 1998).
Otro factor que influyenotablemente en la infiamabilidaddel
combustible es el diámetro de la madera utilizada. Generalmente
se precisa de ramas de pequeño calibre para prender la hoguera,
y madera de mayor diámetro para mantenerla encendida. Incluso
se contempla la importancia que debían tener las hojas y otros
órganos vegetativos de la planta para ayudar a iniciar el proceso
de combustión.
Por lo tanto, estas argumentaciones minimizan la necesidad
de selección de las especies vegetales para obtener la combustión
deseada. En su lugar, un conocimiento de las propiedades del
combustible a partir de la utilización de maderas en diferente
estado o de morfología variable podía cubrir todas las necesidades de combustión. A esto se añade que los fuegos domésticos o
especializados probablemente debían requerir en un momento
dado diferentes características de combustión: en función del fin
a que fueran destinados (calefacción, procesado de alimentos,
alumbrado, ahumado, ahuyentar animales, etc.), podía resultar
más conveniente una combustión rápida o lenta, con grandes Hamas o únicamente brasas, con producción o no de humo, etc.
Según esta idea, no se puede argumentar una selección de maderas partiendo de la hipótesis de búsqueda de "un buen combustible", ya que existirían muchos buenos combustibles según cada
finalidad a que se oriente el fuego (Théry-Parisot, 1998).
En conclusión, sobre la cuestión de la selección de la madera
utilizada en los fuegos domésticos, parece que los autores estan de
acuerdo en un punto: dos factores que juegan un importante papel
en la recogida de leña son la disponibilidad y la abundancia en el
medio más o menos cercano al lugar de hábitat.
Por lo tanto, el carbón prehistórico sí nos permite realizar una
aproximación al entorno vegetal del pasado, pero es en la interpretación que realizamos desde nuestra perspectiva actual donde
debemos ser cautelosos. Aún aceptando la posibilidad de traducir
los datos antracológicos en términos de vegetación, existen algunas cuestiones a debate. Evidentemente, la presencia de una especie en el carbón prehistórico, indica su presencia pasada en la
naturaleza, pero su ausencia no .garantiza la aplicación de esta
misma hipótesis. La presencia y Cecuencias de las diferentes
especies nos ofrecen únicamente una serie de claves, en cuya
interpretaciónjuega un papel fundamental la comparación con las
formaciones vegetales actuales o con otros registros paleobotániCOS.
Es importante, a la hora de interpretar el paleopaisaje, el
conocimiento de la flora y vegetación actuales de la zona, así
como su organización en diferentes comunidades vegetales. Una
comunidad vegetal se define como un conjunto más o menos
homogéneo de plantas pertenecientes a distintas especies, que
ocupan un área o medio determinados (Rivas-Martinez, 1987). El
asentamiento de una comunidad vegetal en una zona depende de
factores térmicos, edáficos, de humedad e insolación, etc. (Elhai,
1968; Terradas, 2001). La formación mejor integrada con esta
serie de factores, sin alteración por parte de elementos externos,
constituye la vegetación climácica o potencial. Pero ésta, pocas
veces se perpetúa; al contrario, la vegetación es un elemento muy
dinámico y las comunidades se van sucediendo unas a otras. La
sucesión será progresiva o regresiva, según se acerque o aleje respectivamente, de la vegetación climácica, pasando por una serie
de fases de vegetación transitoria. La regeneración de la vegetación climácica no es siempre posible y a veces se constituye una
formación estable, adaptada perfectamente a las condiciones del
medio, denominada paraclimácica (Chent, 1985).
La imagen de la vegetación resultante de un análisis antracológico nos permite realizar una serie de inferencias sobre el
medioambiente, no sólo en lo referente a la vegetación, sino también a las condiciones climáticas y edáficas que hacen posible su
desarrollo, así como al grado de degradación o regeneración del
paisaje. Pero la interpretación ecológica del carbón también tiene
una serie de limitaciones que es necesario tener presentes
(Chabal, 1991). A partir de las frecuencias relativas de los taxones, no podemos conocer su biomasa total, ni su distribución real
en el espacio. Así, sin que se dé ningún cambio en la vegetación,
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la imagen de un espectro antracológico cambiará cualitativa y
cuantitativamentepor ejemplo si se amplía el radio de captticiión
de leña desde el yacimiento y10 se incluyen nuevas especies. Por
todo ello, la reconstrucción de la vegetación del pasado nunca
podrá ser total, y las hipótesis que se elaboren a partir de los
resultados antracológicos deben ser consecuentes con los datos
que se posean y limitadas a los mismos.
Ii.2.6. C A R B ~ N
Y RADIOCARBONO
La identificación botánica del carbón en el laboratorio se realiza directamente sobre el material, sin ningún tipo de tratamiento químico que destruya o contamine las muestras, de manera que
este material puede ser posteriormente utilizado para la realización de dataciones radiocarbónicas. Diversos autores mostraron
ya la conveniencia de realizar en primer lugar el análisis anatómico del carbón y utilizar después este material para la datación
radiométrica, ya que este método destruye totalmente la muestra
(Vemet et alii, 1979). En la actualidad se evita enviar a datar el
carbón sin su previo análisis, pero este orden no se debe únicamente a una cuestión práctica: estudios recientes han demostrado
que la Antracología puede ayudar a resolver problemas relacionados directamente con la interpretación arqueológica y10 paleoecológica (Bemabeu et alii, 1999a y b).
Las dataciones radiocarbónicas, desde sus inicios en los años
60 hasta la actualidad, se han ido multiplicando hasta convertirse
en un apoyo fundamental, tanto a la Arqueología como la
Paleoecología, para situar en una escala temporal los conjuntos
arqueológicos, los cambios climáticos, la aparición o desaparición de ciertas especies vegetales, etc. La aplicación del método
AMS (AcceleratorMass Spectrometry)para las dataciones radiocarbónicas fue propuesta por primera vez por Muller (1977), y
ésta supuso un gran avance en este campo.
En los últimos tiempos, las dataciones se han multiplicado
considerablemente, pero no por ello el resultado de algunas de
ellas deja de ser problemático. Para algunos autores, sólo la realización de series de dataciones regionales cada vez más abundantes ayuda a discriminar las fechas que parecen incoherentes
con el contexto general (Fábregas Valcarce, 2001). Muchas de
estas fechas son automáticamente discriminadas al ser asociadas
a contextos de contaminación y10 problemas tafonómicos que no
se pueden identificar sobre el terreno.
Es el caso por ejemplo, para la península Ibérica, de las dataciones existentes para el contexto de la expansión de la agricultura en el que, dada la gran cantidad de fechas radiocarbono ya
asentadas empíricamente, se cuestionan sistemáticamente aquéllas anteriores a cal. 6800 BP y los contextos de los que proceden
(Bemabeu et alii, 1999a). La datación de algunos de estos contextos mediante el método de AMS ha puesto de manifiesto la
existencia de dataciones incoherentes, resultado con toda probabilidad de la mezcla de fragmentos de carbón procedentes de contextos diferentes. Algunos autores ya subrayaron en este sentido
las ventajas del método AMS, que pemiite la datación a partir de
un material más reducido, aconsejando la utilización de semillas
para contextos neolíticos (Monge Soares, 1994: 499).
El análisis anatómico previo del carbón que ha de ser datado
mediante radiocarbono, es decir, el conocimiento de las especies
que se envían, ha puesto en evidencia la posibilidad de conocer el
origen de estas contaminaciones y evitar gran parte de las fechas
incoherentes.
En los yacimientos arqueológicos con una secuencia tempom1 más o menos amplia son frecuentes los niveles mixtos o de
contacto, que pueden incluir remociones antiguas que no pueden
ser observadas a simple vista, debidas bien a procesos postdeposicionales, bien a la actividad antrópica, y que presentan una
mezcla de material de los dos estratos en contacto; es lo que se
conoce como "Contextos ArqueológicosAparentes" (Bemabeu et
alii, 1999a y b). Entre estos materiales se encuentra también el
carbón. El conocimiento de las especies o géneros vegetales que
caracterizan sistemáticamente cada periodo se ha convertido en
un punto clave a la hora de detectar estos niveles de remoción o
infiltración de materiales. De este modo y a la hora de datar, la
selección de especies que no ofrecen ninguna duda en cuanto a su
contexto de procedencia, es decir, que son perfectamente coherentes con el nivel al que pertenecen, puede evitar la obtención de
fechas erróneas.
n.3.METODOLOG~AANTRACOL~GICA
APLICADA
La obtención de unos buenos resultados antracológicos
depende en gran medida de la aplicación de una recogida y tratamiento del carbón rigurosos y sistemáticos. La metodología antes
descrita resulta una base de partida fundamental, pero en la práctica, somos conscientes de que, bien por el propio sistema de
excavación, bien por las características de cada yacimiento,
siempre es necesaria una adaptación constante del método a las
características y objetivos de cada lugar y material. El principal
problema con el que nos hemos encontrado en nuestro caso ha
sido el de la diversa naturaleza de los yacimientos estudiados. La
existencia de carbón tanto de origen antrópico como natural, así
como la propia diversidad cronológica y geográfica de los yacimientos, ha requerido una revisión constante de los criterios aplicados a la recogida, procesado y, sobre todo, a las vías de interpretación a seguir en cada caso.
Ii.3.1. METODOLOG~ADE CAMPO
1.3.1.1. Método de muestreo enpleado en los yaciínientos
arqrreológicosen cueva
Los cinco yacimientos arqueológicos en cueva de nuestro
estudio (1'Abric de la Falguera, Coves de Santa Maira, Pala da
Vella, Prado do Infemo y Cova da Valiña), han ofrecido grandes
cantidades de material carbonizado. La metodología empleada
para la recogida de estos restos ha transcurrido paralela al proceso de excavación de los yacimientos. La existencia de una estratigrafia compleja, con evidencias de diferentes periodos culturales, así como la propia morfología de los abrigos y cuevas, ha
dificultado en algunos casos las labores de muestreo. La excavación se ha realizado en todos los casos sobre una cuadrícula de 1
m de lado, subdividida en subcuadros de menor tamaño (50 6 33
cm de lado). Los levantamientos se han realizado en capas artificiales de entre 5 y 10 cm de potencia, y siguiendo los estratos
naturales. El carbón disperso se ha recogido sistemáticamente
durante el proceso de excavación, mediante el sistema de tamizado en seco, con tamices de apertura de malla de 2 y 5 mm, y se
han tomado además muestras de sedimento de cada capa artificial
o unidad estratigráfica para su tamizado mediante el sistema de
flotación en cuba (Badal et alii, 2003). Generalmente, se han
tomado una o dos muestras de sedimento de 10 a 12 litros por
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capa, pero en el caso del yacimiento de Pala da Vella, se ha transportado al laboratorio casi la totalidd del sedimento pwt ser procesado mediante flotación, ya que, debido a su gran plasticidad,
resultaba imposible identificar en el campo los restos orgánicos
de reducido tamaño.
La propia orografía interna de los yacimientos y algunos
otros problemas añadidos han condicionado en gran medida la
elección del área muestreada. En el caso de La Falguera o Pala da
Vella, la existencia en planta de grandes bloques de piedra calcárea arrastrados por el b m n c o en el primer caso y desprendidos
de techo y comisa, rompía parte de la estratigrafia y hacía cuestionar la validez de las zonas próximas a éstos, por la posible
infiltración de material de épocas más recientes. También en el
caso de Santa Maira y La Falguera se ha observado un fenómeno
de arrastre y acumulación de sedimento en las zonas más próximas a las paredes de los abrigos, que dan como resultado que los
estratos adquieran una morfología de cuña en esta zona; se ha
comprobado que esta pérdida de horizontalidad puede dar lugar a
una mezcla de material, por lo que se ha evitado tomar muestras
de estos cuadros.
Se ha recogido por separado el carbón perteneciente a hogares, manchas carbonosas y10 cenicientas, relleno de cubetas, etc.
En estos casos se ha tomado una muestra de la totalidad del sedimento para flotación. En el caso de La Falguera, era frecuente la
aparición de manchas orgánicas en los niveles neolíticos. Cada
una de ellas fue individualizada del resto en un principio, pero
como se desarrollará en el capitulo correspondiente (capítulo X),
a partir de la observación de los datos estratigráficos y los resultados antracológicos, se ha comprobado que todos correspondían
a un sólo nivel de fuego. Por ello, en sucesivas campañas y a la
luz de los nuevos datos, se ha planteado otra estrategia de recogida del carbón en estos niveles. fiste es un ejemplo de la adaptación del método a las necesidades que impone en cada momento el propio proceso de excavación.
En Pala da Vella existe una gran diferencia en cuanto al contenido de carbón de los dos niveles de ocupación del yacimiento.
La mayor parte del material procede del Nivel 1, perteneciente a
la Edad del Bronce, mientras que el Nivel 2, del Neolítico final,
ha resultado casi estéril en cuanto a carbón. La metodología
empleada en ambos ha sido similar, pero no ha sido posible obtener unos resultados más satisfactoriospara este Nivel 2 a pesar de
haber realizado un mayor esfuerzo de muestreo. En este caso, la
escasez de carbón viene marcada por la falta de continuidad del
nivel, parte del cual había sido arrasado por la caída de grandes
bloques calcáreos del techo.
En conclusión, la aplicación de la metodología clásica de
recogida de carbón y toma de muestras en el yacimiento debe
estar en continua adaptación a las exigencias del mismo. El proceso de excavación, la abundancia y estado del material y la problemática del propio yacimiento son factores que condicionan
sistemáticamentelas técnicas empleadas para la recuperación del
carbón.
11.3.1.2. Método de nmirestreo enpleado e11 los yacintie~mtos
arqueológicos al aire libre
En nuestro estudio se ha analizado el carbón de 8 yacimientos arqueológicos al aire libre (Ponta da Passadeira, Vale Pincel 1,
Mas d'Is, Fuente Aiamo, Tres Montes, Alcalar, Noville y O
Castelo). En el caso de los poblados al aire libre, la mayor o
menor abundancia de carbón depende de la variabilidad de las
condiciones de conservación del mismo. El carbón disperso es
muy escaso en general, ya que está constantemente sometido a
procesos de arrastre por viento, agua, agentes bióticos, etc., y por
ello suele aparecer bastante rodado, en mal estado de conservación y en fragmentos de muy reducido tamaño. La mayor parte
del carbón recuperado en estos yacimientos procede de estructuras arqueológicas: hogares domésticos y10 especializados,hornos
y material de construcción, fundamentalmente.
En el caso del yacimiento de Mas D'ls, el carbón recuperado
de forma dispersa por los niveles arqueológicos es muy escaso, a
pesar del esfuerzo de muestreo realizado. este proviene fundamentalmente de niveles de relleno que colmatan las estructuras
tras su abandono, aunque también se cuenta con un suelo de cabaña. El carbón procedente de los rellenos naturales es de pequeño
tamaíio y se encuentra muy rodado y en mal estado de conservación. La metodología empleada para su recogida ha sido adaptada a un yacimiento de características particulares. La existencia
de una estratigrañahorizontal a lo largo de una gran superficie ha
llevado a la individualización de sectores de excavación de 40 m
de lado, que se han subdividido en una cuadrícula de 1 m de lado,
sobre la que se ha realizado la toma de muestras para su tamizado con agua. La naturaleza margosa del sedimento ha imposibilitado totalmente el tamizado en seco en el propio yacimiento y el
uso de un sistema clásico de flotación, ya que la mayor parte del
material quedaba en el fondo de la cuba, atrapado por el sedimento. El volumen de sedimento lavado ha sido considerable,
procedente de muestras de un volumen constante que han sido
tomadas cubriendo prácticamente la totalidad de la superficie
excavada, pero a pesar del esfuerzo, la cantidad de carbón disperso es muy pobre. Sin embargo, han sido identificadas una
serie de estructuras que han ofrecido una mayor abundancia de
restos carbonizados. Se ha identificadoun gran número de agujeros de poste asociados a la construcción de una cabafia neolítica,
cuyo sedimento de relleno ha sido objeto de un exhaustivo muestreo con el fin de identificar restos orgánicos que ayudaran a
determinar los materiales utilizados para este fin. El carbón recuperado en estos agujeros de poste es muy escaso, por lo que se
deduce que el fuego no afectó directamente a estas estructuras y
no se ha conservado la madera carbonizada. Existen también
varias estructuras de combustión, algunas de las cuales han proporcionado un número bastante elevado de fragmentos de carbón.
En estos casos se ha recogido la totalidad del carbón.
Un caso particular lo constituyen las estructuras excavadas
que se han colmatado, bien de forma natural, bien porque han
sido utilizadas de basureros. En el Mas d'Is han aparecido una
serie de fosos en cuyo relleno se han recuperado también algunos
fragmentos de carbón asociados a material arqueológico. Los
basureros y rellenos de estructuras abandonadasofrecen una imagen paleoecológica válida y comparable a aquélla del nivel
arqueológico al que pertenecen (Chabal, 1991,1997; Bernabeu y
Badal, 1990, 1992).
El yacimiento argárico de Fuente Álamo y los castros romanos de Noville y O Castelo han ofrecido una mayor cantidad de
carbón, procedente en su totalidad de niveles de incendio en los
que se ha preservado gran parte de las estructuras constructivas
en madera. En la metodología de recogida de este material es
muy importante la documentación en planta de cada uno de los
elementos constructivos reconocibles, así como su localización,
orientación, etc., y un levantamiento individualizado de cada uno
de ellos. La información que se extrae de este proceso es muy
valiosa, ya que puede ayudar a interpretar la localización inicial
de estos elementos y su funcionalidad. Si el grado de fragmenta-
[page-n-39]
ción del carbón no es muy elevado, las posibilidades de análisis
de los restos antracológicos se amplían sobremanera, al permitir
la observación de otros parámetros dendrológicos que pueden
complementar la información paleoecológica y etnográfica en lo
que refiere a la explotación de la madera y el trabajo de la misma
(ver capitulo V).
en el campo fueron almacenados a 5" C. Las muestras tomadas
so11uniformes, entre 500 y 1.000 g~amosde peso en húmedo, y
cada muestra corresponde a 5 cm de espesor de la columna, aunque en algunos casos no sobrepasaban 1 ó 2 cm con el objetivo de
evitar la mezcla de facies diferenciadas (Gómez Orellana, 2002).
11.3.2. METODOLOG~A
DE LABORATORIO
11.3.1.3. Método de nirrestreo aplicado a depósitos natr~rales
de carbón
Las acumulaciones de materia orgánica carbonizada identificadas en ciertos niveles de los depósitos naturales de Mougás,
Frexulfe y Balouta responden a un origen totalmente diferente a
los anteriores yacimientos descritos. En este caso no es el factor
antrópico el responsable del aporte del carbón, sino la recurrencia
más o menos frecuente de inceiidios naturales que afectan a parte
de la cobertura vegetal de un área. Las hipótesis de formación y
acumulación de este material, así como su representatividad paleoecológica serán tratadas más ampliamente en el capitulo N.
La toma de muestras de los perfiles se ha llevado a cabo
siguiendo la metodología clásica descrita en Birks y Birks (1980),
por personal del Departamento de Bioloxia Vegetal de la Escuela
Politécnica Superior de la Universidad de Santiago de
Compostela. Ésta se realizó de manera manual, previa limpieza
de los perfiles, respetando los estratos diferenciados. Los macrorrestos vegetales visibles más grandes se recogieron por separado
en el mismo perfil, y después se obtuvo una mayor cantidad de
material carbonizado a través del lavado de muestras de sedimento. Los niveles más consolidados se extrajeron a bloque en
columnas. Las muestras se conservaron en cámaras a una temperatura de -25" C hasta el momento de si1 procesado para evitar la
desecación. Los carbones recogidos y etiquetados directamente
II.3.2.1. El nriniero de fingnte~itosde carbón analizados
Para que una muestra de carbón sea representativa, debe ser
analizado un número mínimo de fragmentos para obtener al
menos la presencia de los taxones más frecuentes. Este número
puede variar considerablemente en función de la riqueza taxonómica de las muestras (Badal y Heinz, 1991). La curva esfuerzorendimiento es eficaz para observar cuál es el número de carbones
necesario para que se estabilice la aparición de nuevos taxones.
La gran cantidad de carbón recuperado en el yacimiento de
Pala da Vella, sobre todo en el Nivel 1, sirvió de base para la realización de un trabajo en el que ya se abordaba inetodológicamente la cuestión del número de fragmentos a analizar (Carrión
Marco, 2000a). Esta abundancia de carbón permitió realizar un
esfuerzo de análisis para observar el comportamiento cualitativo
y cuantitativo de los taxones a medida que aumentamos el número de carbones analizados, hasta llegar a una estabilización en
ambos aspectos. Para ello, se realizaron curvas taxonómicas de
esfuerzo-rendimientoy curvas de la variación de los porcentajes
de los taxones dominantes. Los resultados se presentan por cada
unidad estratigráfica en curvas taxonómicas y de porcentajes de
los taxones más abundantes para comprobar su estabilización.
En la muestra 5 han sido analizados 1.165 fragmentos de carbón. A nivel cualitativo, se han hallado 12 taxones diferentes (fig.
TAXA
14
12 -
e
Rhamn 14s-Phyllirea
10 -
cf. Osyris s p .
cf. Salix- Populrrs
Taxus b a c c a t a
8 -
Qtrerctis cadtrcifolio
,
O
200
400
,
,
600
,
(
,
,
800
,
,
)
,
1 O00
,
,
<
1200
N o F R A G M ENTOS
Fig. 2.3. Curva taxonómica de la Muestra Antracológica 5 de Pala da Veiia.
[page-n-40]
%
80
I
I
I
I
A
1
1
I
O
'200
400
600
A
I
800
A
A
1
1
l
1
1000
1200
N ° F R A G M ENTOS
-+--Querczrs perennifolio +Q u e r c u s caducifolio
Fig. 2.4. Curva de porcentajes de Qrrercrrs perennüoiio y Quercrrs caducifoiio de la Muestra Antracológica 5 de Pala da Vella.
TAXA
18
16 -
Erica s p .
14
cf. Osyris s p .
Con ifera
cf. Sorbus-Crataegus
Pislacia terebinihus
Taxus baccatn
Sorbus-Crataegus
cf. Arbutus unedo
12 10
-
O
200
400
1
I
l
1
l
I
600
800
1000
1200
1400
1600
N oF R A G M E N T O S
Mg. 2.5. Curva taxonómica de la Muestra Antracológica 4 de Pala da Vella.
1
[page-n-41]
O
200
400
600
800
1000
1200
1400
1600
N ° F R A G M ENTO S
+Quercus perennifolio
+Q u e r c u s caducifolio
Fig. 2.6. Cuwa de porcentajes de Qrrercirs perennifolio y Quercirs caducifolio de la Muestra Antracológica 4 de Pala da Vella.
TAXA
16 -
cf. Osyris sp.
Hedera helix
14 -
Pinus tp. nigra-sylvestris
Piplus sp.
Juniperus sp.
Pinus c f. P. nigra-sylvesrris
12 -
10 -
cf. Leguminosa
8
Prtrnus sp.
Taxus b a c c a t a
Sorbus-Crataegus
Leguminosa
Arbutus unedo
caducifolio
Quercus perennifolio
O
200
400
600
800
i000
1200
1400
1600
N°FRAGM ENTOS
Fig.2.7. Cuwa taxonómka de la Muestra Antracológica 3 de Pala da Vella.
[page-n-42]
N ° F R A G M ENTOS
-
-8-
Quercus perennifolio
+Quercus c a d u c ~ o l i o
Fig. 2.8. Cuma de porcentajes de Qrtercrts perennifolio y Qrrercus caducifoiio de la Muestra Antracológica 3 de Pala da Veiia.
2.3). El último de eilos ha aparecido en el fragmento número
1.040, pero un 75 % de los taxones se documentan ya en los 300
primeros fragmentos. El resto de taxones que aparecen posteriormente corresponden a las especies poco frecuentes cuantitativamente hablando.
En cuanto a los porcentajes, se observa que los taxones más
abundantes se estabilhn aproximadamentea los 300 fragmentos
(fig. 2.4).
Por lo tanto, en esta muestra, con 300 fragmentos de carbón
tendríamos representados la mayor parte de los taxones y todos
los que presentan porcentajes significativos. Con el análisis de
1.165 fragmentos hemos obtenido sólo 4 nuevos taxones de porcentajes muy reducidos, de manera que al aumentar el esfuerzo
no hemos aumentado los rendimientos proporcionalmente.
En la muestra 4 se han analizado 1.613 carbones. La curva
taxonómica (fig. 2.5) muestra una tendencia a la aparición constante de nuevos taxones, puesto que en el fragmento número
1.601 aparece el Úitimo. Sin embargo, la curva presenta una dinámica escalonada, es decir, que entre 1 y 300 fragmentos aproximadamente, aparecen 8 taxones, entre 500 y 700,3 nuevos, etc.
Con 300 fragmentos analizados sólo tendríamos representado
algo más de un 50 % de los taxones. Se necesitan 1.061 fragmentos de carbón para tener representados un 80 % de los taxones. Pero en 618 fragmentos ya aparecen las especies mbs representativas cuantitativamente. Hay que añadir que algunos de los
últimos taxones que aparecen, tales como cf. Prirnirs sp. y cf.
Sorbtrs-Crataegrs, correspondenprobablemente a taxones que ya
habían sido identificados anteriormente en la misma muestra,
pero que a falta de algíin elemento clave para su determinación
han quedado por confirmar.
Cuantitativamente hablando, los porcentajes de Qirerctrs
perennifolio y caducifolio presentan únicamente pequeñas fluctuaciones a partir de los 400 fragmentos y quedan estabilizados
completamente a los 600 (fig. 2.6).
Por lo tanto, el número de fragmentos a analizar en esta
muestra seria algo mayor que en la muestra anterior, alrededor de
600, para tener representados los taxones piincipales y la estabilización de sus porcentajes. Pero de nuevo, el aumento de esfuerzo no ha llevado paralelo un igual aumento de rendimiento en los
resultados obtenidos.
La muestra antracológica 3 traza una curva taxonómica de
muy rápido crecimiento (fig. 2.7). En los 100 primeros carbones
analizados aparecen ya 8 taxones, que suponen más del 50 % del
total. La curva se estabiüza a partir de aquí, pero si seguimos
aumentando el número de fragmentos analizados, encontramos
que a partir del 1.119, la curva vuelve a presentar una tendencia
de crecimiento rápido, apareciendo 6 taxones nuevos. Pero en
realidad, 3 de los nuevos taxones, Pi~~irs
tp. n i p , Piniis cf. P. tp.
~iigray Pinirs sp., pueden pertenecer probablemente a una sola
especie y esta aparente variedad se debe a problemas de identificación, por lo que el crecimiento de la curva es sólo ficticio.
Además, porcentualmente hablando, este último grupo de taxones no representa siquiera un I % del total de la muestra.
A nivel cuantitativo (fig. 2.8) la curva de porcentajes de
Qire~ctisperennifolio se estabiliza de 500 a 600 carbones, mientras que la de Qirerctrs caducifolio parece mostrar una continua
tendencia ascendente (desde los 300 fragmentos hasta el final,
aumenta un 7 % de forma uniforme). En esta muestra sería aconsejable el análisis de unos 500 ó 600 fragmentos de carbón para
que se estabiüzaran los porcentajes de los taxones hallados.
[page-n-43]
1A
AA
m
cf. F r a n g u l a s p .
Fraxinus s p .
Sorbus-Crataegus
Prunus s p ,
perennifolio
Qttercus caducifolio
Arbtrtus u n e d o
N°FRAGM ENTOS
Fig. 2.9. Curva taxon6mica de la Muestra Antracológica 2 de Pala da Veiia.
-
I
O
200
400
600
800
1 O00
N°FRAGM ENTOS
+Qtrercus
perennifolio t-Quercus caduc$olio
Fig. 2.10. Curva de porcentajes de Quercirs perennifolio y Quercus caducifolio de la MuestraAntracol6gica 2 de Pala da Vella.
La curva taxonórnica de la muestra antracológica 2 se estabiliza rápidamente. A los 200 fragmentos aparece ya un 80 % del
total de los taxones identificados (fig. 2.9) y la c w a de porcentajes está completamente estabilizada a los 300 fragmentos analizados (fig. 2.10).
Se ha analizado un total de 1.037 fragmentos de carbón pertenecientes a la muestra antracológica 1 y se han hallado 11 taxones. Un 80 % de elios quedan registrados ya en los 200 primeros
fragmentos (fig. 2.11). Con el análisis de 300 carbones quedan
estabilizados también los porcentajes de los principales taxones
(fig. 2.12).
Para el resto de yacimientos de nuestro estudio hemos aplicado este mismo método de comprobación de estabilización de
las curvas, con el fin de determinar si el número de fragmentos
analizado era representativo del total a niveles cuantitativo y cualitativo. En general, las diferencias entre los resultados varían en
relación a la naturaleza del propio yacimiento. Por ejemplo, el
carbón recuperado en los niveles de yacimientos prehistóricos
[page-n-44]
TAXA
12
10
.
Conifera
-
Fraxinus s p .
Pinus tp. n igra-sylvestris
Sorbus-Crataegus
Quercus caducifolio
~
200
O
1
400
1
1
~
600
1
1
1
1
1
800
1
1
1
1 O00
N°FRAGM ENTOS
Fig. 2.11. Cuwa taxonómica de la Muestra Antracológica 1 de Pala da Vella.
%
O
200
400
600
800
1000
1200
N°FRAGM E N T O S
-Quercus
perennvolio
+Quercus caducifolio
Fig. 2.12. Curva de porcentajes de Qrrerccrs pereunifolioy Qrrercrrs cadncifoiio de la Muestra Antracológica 1 de Pala da Veiia.
[page-n-45]
TAXA
12
Pistacia cf. P. terebinthus
10 -
Leguminosa
8 -
Buxus sempervirens
64-
Indeterminada 11
2-
Quercus perennifolio
0 2
O
I
1
1
I
1
50
1O0
150
200
250
300
NoFRAGMENTOS
Fig.2.13. Curva taxonómica de ia Muestra Antracológica 4A.13 de Santa Maira.
Yo
100 1
80 -
I
O
50
100
m
I
I
l
150
200
250
300
NoFRAGMENTOS
-M-
Quercus perennifolio -eJuniperus sp.
+Quercus caducifolio
Hg. 2.14. Curva de porcentajes de Qrrercrrs perennifolio, Jrrnipen~sy Qr~ercrtscaducifolio de la Muestra Antracológica 4A.13 de Santa Maira.
[page-n-46]
presenta en general una mayor variedad taxonómica que el de los
depósitos naturales y por tanto, ha sido necesario analizar un
mayor número de fragmentos en los primeros para que se estabilicen las curvas. Esto se debe a que el carbón procedente de un
estrato prehistórico refleja la recogida de leña realizada durante
un periodo de tiempo prolongado, que puede ser incluso de varios
cientos de años, mientras que los depósitos naturales reflejan un
episodio de incendio muy puntual, en el que la pobreza taxonómica suele ser una constante.
En el yacimiento de Santa Maira, las curvas taxonómicas y de
porcentajes de los taxones más frecuentes evidencian un comportamiento diferente en cada uno de los espectros analizados.
Para la muestra antracológica 4A.13 se ha analizado un total
de 250 fragmentos de carbón y se han hallado Únicamente 10
taxones, pero a los 43 fragmentos aparecen representados ya el
80 % de los mismos (fig. 2.13). Si a esto añadimos el criterio
cuantitativo, vemos que los taxones más frecuentes, Qzrercus
perennifolio, Jintiperus sp. y Qzrerctis caducifolio, que constituyen entre los tres más del 93 % del total, aparecen ya en los 11
primeros fragmentos analizados, coincidiendo con el modelo
observado en Pala da Vella de aparición de los taxones con mayores porcentajes en los primeros lugares. El resto tiene una presencia anecdótica porcentualmente hablando, aunque algunas de
ellas están presentes en la mayor parte de espectros. En cuanto a
los valores relativos de estos taxones, las curvas se estabilizan
aproximadamente en unos 100 fragmentos (fig. 2.14).
La muestra antracológica 3.17 presenta una gran pobreza
taxonómica: se han identificado 6 taxones en 300 fragmentos de
carbón. La estabilización de las curvas se produce de forma bastante rápida a todos los niveles. A los 8 fragmentos analizados
aparecen de nuevo los tres taxones más frecuentes (Querclrs
perennifolio, Jintiyerlrs sp. y Qirerclrs caducifolio), que constituyen un 96 % del total (fig. 2.15). Los porcentajes aparecen estabilizado~de nuevo a los 100 fragmentos, salvo pequeñas fluctuaciones de las curvas (fig. 2.16).
La muestra antracológica 16 presenta una mayor riqueza
taxonómica que las anteriores: se ha analizado un total de 250
fragmentos de carbón y se han identificado 14 taxones, que trazan una curva escalonada gradualmente, dando un aspecto a simple vista de inestabilidad hasta el final (fig. 2.17). Sin embargo,
el patrón observado hasta el momento se repite, ya que en el fragmento 17 tenemos representados los 5 taxones que constituyen
porcentualmente un 80 % del total. Los porcentajes de los más
frecuentes quedan estabilizados aproximadamente a los 75 fragmentos (fig. 2.18). Se puede observar que los taxones que ostentan los mayores porcentajes se estabilizan algo más tarde que el
resto, pudiendo presentar pequeñas fluctuaciones en las curvas.
Es el caso de Jlrniperirs sp., que supera el 50 % de forma constante, mientras que Prirntrs sp., que se mantiene casi siempre por
debajo del 15 %, aparece estabilizada desde un primer momento.
En conclusión, vemos que se repiten algunos de los criterios
observados en Pala da VeUa, tales como la aparición en primer
lugar de los taxones que van a ser los dominantes porcentualmente o la aparición de algunas especies poco frecuentes que
impiden la completa estabilización de la curva. Pero en general,
en Santa Maira se obtiene una estabilización de las curvas más
rápida, es decir, que tenemos muestras representativas cuantitativa y cualitativamente con un menor número de fragmentos de
carbón analizados. Con ello se confirma el modelo de que esta
estabilización está en relación con la riqueza taxonómica de la
muestra. Santa Maira constituye un ejemplo de pobreza florística
ya que únicamente tres taxones (Qirerclrs perennifolio, Juniperus
sp. y Qrrercw caducifolio) consliluyen al me11os un 75-80 % del
total de los restos de base a techo de la secuencia, mientras que la
mayor parte de los taxones restantes tiene una presencia muy
modesta. En la mayor parte de las muestras se ha analizado entre
150 y 250 fragmentos de carbón, dando unos resultados satisfactorios. Sin embargo, analizando una media de sólo 100 fragmentos por muestra tendríamos ya una información muy representativa a nivel cuantitativo, que ofrecería una imagen bastante aproximada a la que hemos obtenido. El mayor número de fiagmentos analizados nos ha permitido la obtención de una lista taxonómica más amplia (aunque esté compuesta en gran medida por
taxones de presencia puntual), que nos ayuda a situar bioclimáticamente las formaciones vegetales ante las que nos hallamos.
Para el yacimiento de La Falguera, existe cierta riqueza taxonómica en la mayor parte de las muestras, aunque de nuevo, son
unos pocos taxones los que ostentan los porcentajes más altos en
toda la secuencia. Como ejemplo, se presentan las curvas de tres
muestras de este yacimiento.
En la Unidad Estratigrhfica 3 151, correspondiente a uno de
los niveles mesolíticos, se han identificado 13 taxones en 222
fragmentos de carbón analizados. La curva taxonómica ofrece un
aspecto de inestabilidad hasta casi el final, debido a la aparición
constante de nuevos taxones (fig. 2.19). Hasta el fragmento 14
aparecen los taxones dominantes, que constituyen porcentualmente más de un 80 % del total de los restos. El resto presenta
unos porcentajes más modestos, sobre todo los dos últimos, de los
que sólo se ha identificado un fragmento. Algo más de importancia adquieren taxones como por ejemplo, Przmlrs sp
- y- RhnnmlrsPltillyren, porque aunque sus porcentajes en esta muestra apenas
sobrepasan el 3 % cada uno, aparecen de forma constante a lo
largo de toda la secuencia. Por lo tanto, en 222 framentos
de carbón analizados tenemos representados los taxones más frecuentes
y algunos "raros" que pueden constituir un importante apoyo a la
interpretación ecológica. En cuanto a las curvas de estabilización
de los porcentajes, éstas presentan ciertas fluctuaciones en los
valores de los tres taxones representados (fig. 2.20).
En la Unidad Estratigráfica 2055 se ha analizádo un total de
401 fragmentos de carbón y se han identificado 14 taxones. La
mayor parte de éstos aparecen al comienzo de la curva, a los 44
fragmentos (fig. 2.21). Estos 12 primeros taxones constituyen
cuantitativamente más del 92 % del total, y al analizar más fragmentos de carbón sólo aparecen otros dos, que presentan porcentajes muy modestos. Es llamativo, sin embargo, que dos de los
taxones que presentan los mayores porcentajes, Qtrerciis caducifolio y Frnsíntcs sp., no aparecen hasta el fragmento 26 y 42 respectivamente, lo que contrasta con la tendencia general de aparición de los taxones más frecuentes en los primeros fragmentos
analizados. Pensamos que la causa puede estar en una desigual
repartición de estos taxones en la superficie muestreada. Los porcentajes de Qirerclrs peremifolio, Querclrs caducifolio y
Frasinlrs sp. se estabilian aproximadamente a los 175 fragmentos, aunque las curvas presentan ciertas fluctuaciones hasta el
final (fig. 2.22).
En las Unidades Estratigráficas 202812023, que corresponden
a una de las capas artificiales de los niveles de corral, han sido
identificados 19 taxones en 3 16 fragmentos de carbón analizados,
con lo que podemos hablar de cierta riqueza taxonómica. Debido
probablemente a esta riqueza, la curva taxonómica presenta una
inestabilidad hasta el final, con la aparición constante de nuevos
taxones (fig. 2.23). Sin embargo, los cuatro primeros constituyen
[page-n-47]
TAXA
8
76-
Olea euro4aea
5-
Salix-Populus
Prunus sp.
o+
O
1
5
50
1O0
I
1
I
I
150
200
250
300
350
NoFRAGMENTOS
Fig. 2.15. Curva taxonómica de la Muestra Antracológica 3.17 de Santa Maiia.
%
'o
60
40
20
o
O
50
100
150
200
250
300
350
NO FRAGMENTOS
-m-
Quercusperennifolio
+Juniperus sp.
t--Quercus caducifolio
Fig. 2.16. Curva de porcentajes de Qrcercrcs perennifolio, Jicniperirs y Quercrcs caducifolio de la Muestra Antracológica 3.17 de Santa Maira.
[page-n-48]
TAXA
14
12
1o
8
6
4
Quercus caducifolio
2
O
O
50
100
150
200
250
300
NO FRAGMENTOS
Fig. 2.17. Cuwa taxonómica de la Muestra Antracológica 16 de Santa Maira.
O
50
100
150
200
250
NoFRAGMENTOS
1 -+- Juniperus sp. tQuercus coducifolio
-O-
Prunus sp.
1
Fig. 2.18. Cuwa de porcentajes de Jiinipenis, Qitercics caducifolio y Prrrrtcrs de la Muestra Antracológica 16 de Santa Maira.
[page-n-49]
cuantitativamentemás del 70 % del total. Salvo Acer sp, Qireiciis
sp y Listacea que sobrepasan el 2 % cada uno, el resto de los
taxones superan escasamente el 1 % o tienen una presencia puntual. En cuanto a los porcentajes de los taxones más frecuentes,
las curvas de Querciis perennifolio y Fraxiniis sp. se estabilizan
aproximadamente a los 125 fragmentos analizados, aunque presentan ciertas fluctuaciones, sobre todo Frax$niis sp. (fig. 2.24).
En el caso de las muestras procedentes de depósitos naturales
de carbón, la pobreza taxonómica suele ser una constante, como
se ha mencionado. La superficie muestreada también es reducida,
debido al método de muestre0 específico de estos perfiles basado
en la extracción de columnas polínicas. Se ha tomado como
ejemplo el depósito de Frexulfe para ejemplificar el comportamiento de este tipo de muestras. La totalidad del carbón procede
de una única muestra, que corresponde a una bolsada de materia
orgánica procedente de un episodio puntual de incendio. Por lo
tanto, a prioii, es lógica la escasez de taxones en comparación
con los yacimientos anteriores, dada la brevedad temporal que
cubre este depósito, además del reflejo muy local de la flora.
Efectivamente, en 250 hgmentos de carbón analizados se han
identificado únicamente 6 taxones, dos de los cuales (Qi4ercirs
caducifolio y COJ-J)IIIS
m)elIana)constituyen más de un 81 % del
total (fig. 2.25). Los 6 taxones aparecen representados ya en los
46 primeros fragmentos analizados, siendo el último el taxón
"corteza", que bien podría corresponder a algunos de los ya aparecidos anteriormente. Estamos pues, ante un ejemplo de rápida
estabilización de la cima taxonómica, en la que además no se da
la presencia de especies poco frecuentes, con lo que puede argumentar casi con total seguridad que en este caso tenemos representado el total de los taxones existentes en el depósito. En cuan-
to a la estabilización de los porcentajes del taxón dominante,
Qj~erct~s
caducifolio, ésta se produce a los 75 fragmentos, de
manera que también a este nivel resulta representativa la muestra
analizada (fig. 2.26).
El depósito de Mougás también se caracteriza por una cierta
pobreza taxonómica a lo largo de toda la secuencia. Hemos tomado como ejemplo una de las muestras más ricas en taxones para
la realización de las curvas, concretamente la que se tomó a una
profundidad entre 120-125 cm. En 100 fragmentos de carbón
analizados se han identificado 8 taxones, el último de los cuales
aparece en el fragmento 60 (fig. 2.27). El taxón más frecuente es
Qzrercus caducifolio, que constituye un 56 % del total. El resto de
los taxones no tienen una presencia muy importante porcentualmente hablando, debido a que existe también un alto índice de
indeterminación (casi un 20 %). Por lo tanto, como ocurría en
Frexulfe, la existencia de uno o dos taxones claramente dominantes, hace que en un menor número de fragmentos analizados
tengamos ya una imagen muy representativa del total. Sin embargo, en este caso la cuwa de los porcentajes de Qiierctu caducifolio no se estabiliza en los 100 fragmentos analizados, presentando una tendencia clara a disminuir. Al comienzo del análisis, éste
constituye un 80 % o más del total hasta los 30 fragmentos analizados. Aunque la estabilización no se produce, la tendencia
marcada indica que la importancia relativa de este taxón disminuye considerablemente con respecto al inicio de la cuwa, de
forma paralela a la progresión de otros taxones (fig. 2.28).
Cada uno de los yacimientos analizados presenta un comportamiento diferente en cuanto a la estabilización de las curvas
taxonómicas y de porcentajes pero, por lo general, se ha logrado
estimar un número mínimo de hgmentos de carbón necesarios
TAXA
m
Pistacia terebinthus
uercus perennifolio
1
O
50
100
150
200
250
NO FRAGMENTOS
Fig. 2.19. Cuma taxonómica de la Unidad Estratigrhfica 3151 de La Falguera.
[page-n-50]
50
O
100
150
200
250
NoFRAGMENTOS
-m-
Quercusperennifolio
-A-
Quercus caducifolio -+-Juniperus sp.
I
I
Fig. 2.20. Curva de porcentajes de Jirnipens, Ql~ercitscaducifoüo y Quercirs perennifolio de la Unidad Estratigrafica 3151 de La Falguera.
TAXA
O
100
200
300
400
NoFRAGMENTOS
Hg. 2.21. Curva taxonómica de la Unidad Estratigr4fica 2055 de La Falguera.
[page-n-51]
%
60
O
50
100
150
200
250
300
350
400
450
No FRAGMENTOS
-m-- Quercusperennifolio
-A-
Quercus caducifolio
-O-
Fraxinus sp.
Fig. 2.22. Cuwa de porcentajes de Qitercus perennifolio, Qrtercus caducifolio y Fruwin~rssp. de la Unidad Estratigrhfica 2055 de La Falguera.
TAXA
20
18
16
14
12
1o
8
6
4
2
O
O
50
100
150
200
250
300
350
NoFRAGMENTOS
Fig. 2.23. Curva taxonómica de las Unidades Estratigráficas 202812023 de La Falguera.
[page-n-52]
%
60
I
O
1O0
50
150
200
300
250
350
NoFRAGMENTOS
-m-
Quercus perennifolio -a-- Fraxinus sp.
Fig. 2.24. Cuwa de porcentajes de Quercits perennifolio y Fr&us
sp. de las Unidades Estratigr6ficas 202812023 de La Falguera.
TAXA
m
O
50
I
l
100
150
1
1
200
250
300
NoFRAGMENTOS
Fig. 2.25. Curva taxonómica del depósito de Frexulfe.
[page-n-53]
%
m
50
O
I
m
I
1
1
1
I
100
150
200
250
NoDE FRAGMENTOS
Fig. 2.26. Curva de porcentajes de Quercus caducifolio del depósito de Frexuife.
TAXA
8
6
Monocotiledónea
4
2
Quercus caducifolio
o
O
20
40
60
80
100
120
NoFRAGMENTOS
Fig. 2.27. Curva taxonómica de la muestra tomada a 120-125 cm del depósito de MougBs.
[page-n-54]
Yo
---c.,
O
20
1
'I
I
1
40
60
80
100
120
NoFRAGMENTOS
Fig. 2.28. Curva de porcentajes de Qnercrrs caducifolio del depósito de Mougás.
para obtener resultados satisfactorios y representativos. A partir
de nuestras observaciones podemos concluir lo siguiente:
Los primeros fragmentos de carbón analizados en una
muestra suelen corresponder a los que van a ser los taxones dominantes porcentualmente, puesto que la probabilidad de que aparezcan es mucho mayor que en los menos
frecuentes.
En general, las curvas de los espectros en los que son frecuentes las especies "raras", tardan mucho más en estabilizarse que aquellos en los que sólo aparecen las especies
más frecuentes (Chabal, 1991). Es el caso de las muestras
4 y 3 de Pala da Vella, en las que la curva no se ha estabilizado cualitativamente aún superados los 1.500 fragmentos de carbón analizados. Por lo tanto, la mayor o menor
rapidez de estabilización taxonómica y porcentual de las
muestras antracológicas depende de su riqueza específica,
que es reflejo del tipo de formación vegetal de la que provienen; es decir, una formación conlpuesta únicamente por
una o dos especies dominantes presentará una rápida estabilización tanto a nivel taxonómico como porcentual,
mientras que en otra que presente una mayor diversidad de
especies será necesario un número mayor de fragmentos
para que esto ocurra (Badal y Heinz, 1991).
Si añadimos el factor cuantitativo, se observa que los taxones que aparecen en últimos lugares impidiendo la estabilización de las curvas, corresponden generalmente a taxones poco frecuentes, que ostentan porcentajes muy bajos y
una presencia puntual en muchos casos.
Estos taxones poco frecuentes pueden ofkcer una información ecológica complementaria de tipo cualitativo. Por
ejemplo, tomando como referente la muestra antracológica
5 de Pala da Vella, se observa que a los 400 carbones tenemos representados ya los taxones dominantes que nos van
a informar acerca de la formación vegetal ante la que nos
hallamos. Pero si continuamos aumentando el número de
fragmentos analizados, superados los 1.O00 aparecen dos
taxones, cf. Osj~rissp. y Rlian~nirs-Pfiilbren.Sus porcentajes son mínimos respecto al total, pero su sola presencia
puede ofrecer una información ecológica muy interesante,
al informamos sobre la influencia de carácter mediterráneo
que denotan. Por lo tanto, la información ofrecida por estos
taxones no es fundamental a la hora de interpretar los
espectros antracológicos, pero puede ser complementaria a
nivel cualitativo.
La naturaleza del propio yacimiento también influye de
manera considerable en el comportamiento de las curvas.
En los yacimientos arqueológicos, el carbón de una muestra puede corresponder a cientos de años de actividad
humana, que reflejan una gran variedad de especies vegetales utilizadas. Por otro lado, en los depósitos naturales el
carbón procede de incendios que corresponden a un episodio corto en el tiempo, que afecta a una determinada área y
a las especies que la cubren.
Valorando todos los factores mencionados, consideramos
que no se puede establecer un número mínimo recomendable de fragmentos de carbón a analizar, puesto que en cada
caso, éste puede variar desde más de 600 a 100, dependiendo en primer lugar del tipo de yacimiento y procedencia del carbón y por otro lado, del tipo de información que
se desee extraer del análisis, es decir, si se priman los criterios cualitativos o cuantitativos.
[page-n-55]
11.3.2.2. La dispersión de los taxones por el estrato arqzreológico
Una de las condiciones que, según Chabal (1991, 1997), se
debe cumplir para que el carbón se pueda interpretar de forma
ecológica, es que se haya practicado un correcto muestreo de la
superficie. Si los taxones y los porcentajes de éstos están repartidos de manera uniforme por el estrato, los resultados serán similares si se muestrea un área mayor o menor. Sin embargo, si la
repartición no es uniforme, los resultados pueden variar considerablemente de una zona a otra, por lo que un muestreo insuficiente dará como resultado una imagen falsa o muy parcial del
contenido del estrato. Los procesos de acumulación y dispersión
del carbón influyen de forma importante en esta repartición de los
taxones y sus íiecuencias; así por ejemplo, en zonas donde exista una importante acumulación de carbón, o en aquéllas que se
hayan dispersado poco desde su foco de origen (úogares, etc.),
puede darse una sobremepresentación de algunos taxones, que no
se detecte en otras zonas de la superficie.
Para comprobar cómo se da esta repartición de los taxones en
el estrato arqueológico, hemos tomado como ejemplo algunas
muestras de dos yacimientos en los que la superficie excavada ha
sido bastante amplia, Pala da Vella y La Falguera.
En el yacimiento de Pala da Vella, hemos tomado las muestras 4 y 3, que son las que presentan una mayor riqueza taxonómica, para observar esta repartición en el estrato. Las capas
arqueológicas en las que han sido tomadas las muestras antracológicas 4 y 3 se encuentran a una profundidad de 60-70 cm y 5060 cm, respectivamente. Ambas han sido recogidas en los cuadros llQ, l l R y 124.
En la muestra antracológica 4 (cuadro 2.1), observando la
riqueza absoluta de taxones de cada sector, se puede ver que su
número oscila entre 7 y 12, si exceptuamos el sector 5 del cuadro
1l Q y el 2 del cuadro 1IR, porque en ellos sólo se han recuperado 1 y 3 fragmentos de carbón respectivamente. La escasísima
cantidad de carbón que ofrecen estos sectores no es casual. La
existencia de grandes bloques de piedra en la estratigrafia de la
cueva hace que la potencia de algunos eshatos sea desigual de
unas zonas a otras. En el caso de estos dos sectores, en esta capa
se ha extraído apenas un centimetro de potencia de sedimento,
frente a unos 10 aproximadamente en el resto, por lo que también
el volumen de carbón es dispar. Consideramos pues, que los datos
que aportan estos sectores por separado distorsionan la imagen
general que queremos trazar.Hemos dividido en cuatro gnipos las
frecuencias relativas totales de los taxones para la muestra, que
quedan representados en diferentes sombreados, de más oscuro a
más claro: mayores de 10 %, de 5 a 10 %, de 1 a 4,99 % y menores de 1 %. Los taxones de las dos primeras categorías (más del
4,99 %), están presentes en todos los sectores de los tres cuadros,
con la excepción los dos mencionados anteriormente por su
pobreza en carbón. Del resto de taxones, Frdntrs sp., Primirs sp.,
Sorbzrs-Crataegzrs y Tmrs baccata están presentes en varios de
los sectores. Los demás corresponden a especies cuya presencia cs
esporádica en toda la secuencia y se documentan a veces de forma
única en algún sector.
En la muestra antracológica 3 existen también diferencias
muy marcadas en cuanto a la riqueza específica de cada sector,
originada por el número de carbones analizado en cada uno, que
también resulta dispar (cuadro 2.2). Por ejemplo, los sectores 2 y
6 del cuadro 1lQ sólo han proporcionado un fragmento de carbón
cada uno y el sector 5 del cuadro 12Q,13 fragmentos. Realizando
la misma agrupación de taxones que en el ejemplo anterior, por
porcentajes, podemos observar que todos los que presentan porcentajes mayores al 4,99 % se encuentran representados en todos
los sectores, con la excepción de los citados amba por su escasez
de carbón. En el sector 3 del cuadro 1IR, por ejemplo, se han analizado sólo 50 carbones, un número inferior al de la mayor parte
de los sectores, y por lo tanto, su riqueza específica es también
menor; sin embargo se encuentran representados los 5 taxones de
mayores porcentajes, es decir Arbutzrs zrnedo, Leguminosae,
Qzrercirs caducifolio, Querctrs perennifolio y Quercirs sp. Esto
corrobora la rápida estabilización de las curvas taxonómicas que
observábamos anteriormente, es decir, que en pocos fragmentos
de carbón aparecen los taxones más importantes porcentualmente. Los taxones cuya frecuencia está entre el 4,99 y el 1 %
(Sorbirs-Crataegzrs y Przrnzrs sp.) se hallan representados en
muchos sectores, igual que Tarz~.rbaccata, que se encuentra muy
cercano al 1 %. El resto, tienen una presencia muy puntual, no
sólo en esta muestra sino en los porcentajes generales de toda la
secuencia.
En conclusión, queda demostrada la validez del muestreo realizado en Pala da Vella, puesto que los taxones más frecuentes, es
decir, aquellos que nos van a aportar la principal información
ecológica, se hallan uniformemente repartidos por el estrato
arqueológico y el número de sectores muestreados es suficientemente amplio para que éstos queden todos representados. Incluso
tenemos constancia de algunos taxones muy poco frecuentes, que
complementan la información de forma cualitativa.
En el caso del yacimiento de La Falguera contábamos de
entrada con una repartición más o menos uniforme del volumen
de sedimento por cuadros y sectores. Uno de los objetivos de este
análisis, además de comprobar la validez del muestreo realizado,
consiste en comprobar la siguiente hipótesis: una repartición no
uniforme de los taxones y sus porcentajes en el estrato pueden ser
los responsables de que las curvas taxonómicas y de porcentajes
tarden más en estabilizarse.
En la Unidad Estratigráfíca 2055A-C, para una cantidad
constante de sedimentopor muestra (aproximadamente 10 litros),
el número de carbones recuperados es bastante dispar, lo que ya
indica a prio1.i una repartición desigual del material carbonizado
por el estrato arqueológico (cuadro 2.3). El número absoluto de
taxones determinado en cada muestra es muy variable, oscilando
entre 3 y 11, aunque es importante notar que existe una gran
riqueza taxonómica relativa, ya que en muestras en las que se han
recuperado únicamente 1O fragmentos de carbón se han identificado hasta 8 taxones diferentes. Realizando la misma división de
los taxones que en Pala da Vella, es decir, en cuanto a su porcentaje total en la muestra, vemos que los que tienen los mayores
porcentajes (> 10 %), con excepción de Q~rercrrsperennifolio, no
están presentes en todos los subcuadros muestreados, incluso en
aquéllos en los que se ha analizado un mayor níunero de carbones. Así por ejemplo, en el cuadro F2-2055C, Frasinzrs sp. sólo
aparece en uno de los subcuadros. Lo mismo ocurre con Qzrercirs
caducifolio, que esta ausente en los subcuadros 1 y 3 del cuadro
F2-2055C, y en el 1 del cuadro F2-2055B. Esta es sin duda, la
causa de que en la curva taxonómica de esta muestra, estos taxones no aparecieran en los primeros lugares, ya que se debe haber
comenzado el análisis por alguno de estos subcuadros. De esta
forma, se confirma que una repartición desigual de los taxones en
el estrato arqueológicopuede dar unos resultados muy dispares si
no se muestrea la superficie adecuada.
Los taxones con porcentajes entre 5 y 10 (Juniperzrs sp. y
hznlzrs sp.) y entre 1 y 4,99 también están ausentes de algunos
[page-n-56]
Cuadro 2.1. Presencia-ausenciapor cuadros y sectores de los diferentes taxones identificados en la Muestra Antracológica 4 de Pala da Vella.
subcuadros; los de porcentajes menores de 1, sólo están presentes de forma puntual en alguna de las muestras.
En las Unidades Estratigráficas 202812023 el número de
taxones identificado en cada subcuadro oscila también entre 3 y
12, y de nuevo vemos que existe una cierta riqueza taxonómica,
ya que en los subcuadros en los que se ha recuperado un menor
número de carbones existe una relativa variedad (cuadro 2.4). Se
puede observar que los taxones dominantes en el total de la muestra, es decir, que constituyen más del 10 % cada uno, son de
nuevo Fraxinirs sp., Qzderms caducifolio y Querctrs perennifolio.
De éstos, Quercus caducifolio no está presente en todos los subcuadros a pesar de que el número de fragmentos analiizado en
algunos de ellos es relativamente alto. Esto indica una vez más
una repartición desigual de los taxones por el estrato. En este
caso, Fraxint(s sp. si está presente en toda la superficiedel estrato. Veremos que este taxón juega un papel especial en esta unidad
estratigráfica, que pertenece a lo que se han identificado como
niveles de corral en los que el fresno se encuentra sobrerrepresentado por una utilización especializada del mismo como alimento para el ganado. Efectivamente, Fraxinirs sp. representa un
22,47 % del total de la muestra, llegando a sobrepasar el 50 % en
algunos de los subcuadros. Jirnipertrs sp. es el único taxón incluido en la categoría entre 5-10 %, y aparece representado en 7 de
los 12 subcuadros muestreados. El resto de taxones aparecen de
forma más puntual.
Podemos establecer algunas diferencias en la dispersión de
los taxones por el estrato arqueológico con respecto a los resulta-
dos observados en el yacimiento de Pala da Vella. En éste último,
las diferencias en cuanto a la cantidad de carbón recuperado en
cada sector se deben fundamentalmente a una diferencia en el
volumen de sedimento tratado, mientras que en La Falguera, éste
ha sido constante por muestra. En Pala da Vella, el menor número de carbones analiizado se refleja perfectamente en el número de
taxones identificado y en la ausencia de algunos de los más
importantes porcentualmente hablando. En La Falguera no se
produce esta correlación, ya que la ausencia de los taxones más
importantes no se justifica siempre en un número bajo de carbones analizado. Todos estos factores concluyen en la existencia de
una disttibución desigual del carbón de La Falguera, no sólo en
cuanto a la repartición de los taxones en el estrato, sino también
en cuanto al volumen de carbón. Sin embargo, la estabilización
de las curvas taxonómicas y de porcentajes realizadas en el apartado anterior sobre estas mismas unidades estratigrbficas de La
Falguera demuestran que el muestreo llevado a cabo recoge una
información representativa.
En conclusión, el número de carbones analizados necesarios
para obtener una informaciónrepresentativa tanto a nivel cualitativo como cuantitativo, depende de cada yacimiento y se debe
adecuar a las condiciones del mismo. La mayor o menor riqueza
taxonómica o la repartición de los mismos en el estrato arqueológico pueden infiuir en la rapidez de estabilización de las curvas
taxonómicas y de porcentajes, factores que deben ser subsanados
mediante el muestreo de una superficie lo bastante amplia para
que los resultados sean representativos.
[page-n-57]
Cuadro 22. Presencia-ausenciapor cuadros y sectores de los diferentes taxones identiñcados en la Muestra Antracológica 3 de Pala da Vella.
Cuadro 2.3. Presencia-ausenciapor cuadros de los diferentes taxones identificados en la Unidad estratigrdfica 2055 A-C de La Falguera.
[page-n-58]
Cuadro 2.4. Presencia-ausenciapor cuadros de los diferentes taxones identificados en las Unidades Estratigráficas 202812023 de La Falguera.
[page-n-59]
Capítulo III
LA FLORA IDENTIFICADA
La base del análisis antracológico es la identificación botánica del carbón, para la que se ha seguido la metodología descrita
en el capítulo anterior. Las condiciones de análisis han sido variables, de acuerdo con la diferente naturaleza y estado de conservación del carbón de los yacimientos. En algunos casos, generalmente coincidiendo con los yacimientos arqueológicos prehistóricos al aire iibre, el carb6n es de muy reducido tamaño, se
encuentra muy rodado y en mal estado de conservación, lo que ha
dificultado en gran medida su análisis en cuanto a la obtención de
buenos planos anatómicos y la representación de todos los elementos necesarios para su identificación. Este ha sido el caso por
ejemplo del carbón procedente del Mas d'Is. Otro factor que ha
generado ciertos problemas en la identifícación es la naturaleza
de los sedimentos muy arcillosos o margosos, como en la cueva
de Pala da Vella o el Mas d'Is, hecho que influye directamente en
la conservación de los elementos anatómicos del carbón, que aparecían frecuentemente cegados y por tanto, irreconocibles. Esta
es la causa de que en algunos casos los porcentajes de indeterminación sean bastante altos. En algunos casos, un elevado número
de carbones recuperados en cada muestra hace posible paliar este
problema mediante el análisis de un mayor número de fragmentos, de manera que la representatividad de los datos no se vea
afectada por el alto grado de indeterminación,como se ha demostrado en el apartado dedicado a la metodología en el caso de Pala
de Vella.
En el grupo de fragmentos indetenninables se incluyen los
carbones cuyo estado de conservación no ha permitido su identificación, como ocurre con los nudos, de los que sólo se obtiene el
plano longitudinal tangencial, y los Cagmentos de corteza o
médula, compuestos por células parenquimáticas. Sólo se ha
identificado la presencia de fragmentos de corteza cuando se ha
corroborado con la conservación de la morfologia externa, que
permitía a f i a r l o con seguridad. Esta identificación ha resultado de gran interés para el análisis de cuestiones tafonómicas en
depósitos natutales de carbón (ver capítulo IV).
La determinación del carbón se ha llevado a cabo a diferentes rangos, según lo han permitido las características del mismo.
En algunos casos se ha realizado la identificación completa, de
género y especie. En caso contrario, es muy frecuente la identificación únicamente del género o incluso de la familia, por las
semejanzas anatómicas que existen entre algunas de ellas.
Incluso en el caso del taxón Rhamntrs-Phillyrea, dos géneros pertenecientes a familias diferentes presentan unas características
anatómicas tan similares que no permiten realizar una individualización de ninguna de ellas. En el caso de los pinos, hemos
encontrado en general ciertas dificultades a la hora de realizar la
identificación de la especie. La comparación con la colección de
referencia ha puesto de manifiesto la gran variabilidad intraespecífica que puede existir entre varios individuos, lo que plantea
más dudas a la hora de aplicar los criterios al carbón prehistórico.
Cuando realizamos una identificación con altas probabilidades de ser correcta, pero por falta de alghn elemento que lo conh e , no podemos asegurarlo, anteponemos "cf." a nuestra identificación. En otros casos, hemos identificado con seguridad el
género, pero es la especie lo que cabe confirmar, de manera que
"cf." precede hnicamente a la especie (Chabal, 1991); es el caso
de Fraxinlrs cf. E acelsior o Erica cf. E. arborea.
Hemos encontrado también algunos taxones que finalmente
ha sido imposible identificar, y aparecen como Indeterminada.
Para estos casos se han descrito sus csracteristicas anatómicas.
Generalmente, son taxones de presencia puntual en algún yacimiento, hecho que dificulta la posibilidad de establecer una serie
de criterios comparativos que ayudaran a su identificación.
La identificación del carbón se ha realizado en el laboratorio
del Departamento de hehistoria y Arqueología de la Universitat
de Valencia, que cuenta con un completo equipo óptico apropiado para el estudio del carbón y con abundante bibliogratla especializada (Greguss, 1955, 1959; Jacquiot, 1955; Jacquiot et alii,
1973; Schweingruber 1978, 1990) y una completa colección de
referencia que incluye maderas actuales carbonizadas de más de
300 especies de leñosas de todo el Mediterráneo, con varios individuos de cada especie, muestreados en diferentes ambientes ecológicos. Las fotografías del carbón se han realizado en un
Microscopio Electrónico de Barrido Hitachi S-4100 de Emisión
de Campo, en el Laboratorio de Microscopía Electrónica del
[page-n-60]
Servicio Central de Soporte a la Investigación Experimental
(SCSIE), de la Universitat de Valencia. Las fotografias han sido
digitalizadas mediante el programa de captación de imágenes
EMIP 3.0 (Electron Microscope Image Processing).
En este capítulo se ha incluido también un apartado en el que
se realiza la descripción de algunos aspectos relacionados con el
uso de los recursos vegetales, tanto en la actualidad como en el
pasado. Para ello se cuenta con registros prehistóricos, de sociedades indígenas tradicionales, de la cultura popular actual o bien
de nuestra propia sociedad industrial, así como de abundante
bibliografía especializada. Las sociedades actuales y del pasado
han utilizado los recursos vegetales que les ofrecía el medio para
multitud de h e s . La madera, además de constituir un combustible natural y renovable, supone también una materia prima para
la construcción y elaboración de Útiles. El conocimiento de las
cualidades fisicas y mecánicas de cada tipo de madera, es decir,
su densidad, su dureza, su facilidad para ser trabajada, su resistencia a condiciones de intemperie o inmersión, etc., amplían las
posibilidades de utilización de este recurso. Estas cualidades de
la madera están en relación con su densidad y composición química, es decir, su contenido en diversas sustancias. Algunas de
ellas son conocidas desde la antigüedad, y se han empleado tradicionalmente sistemas de sangrado del tronco del árbol para la
obtención de estos productos (Johnson, 1994: 56). Algunos testimonios excepcionales de la Prehistoria muestran ejemplos de la
utilización de la madera como base de la construcción de los
hábitats, en los que se aprecia un gran dominio de las técnicas
constructivas y un perfecto conocimiento de las cualidades físicas y mecánicas de las especies utilizadas. Entre estos ejemplos,
los yacimientos litorales neolíticos de Clairvaux-les-Lacs y
Chalain (Jura) (Pétrequin, 1997), La Marmotta (Fugazzola et alii,
1993, 1999; Fugamla y Mineo, 1995; Fugazzola y Pessina,
1999) o La Draga (Bosch et alii, 1996, 1999,2000) constituyen
un conjunto de registros formidables.
Pero ademhs de la madera y sus componentes, el bosque ofrece otros recursos, como bayas y h t o s que son consumidos por
humanos y animales, un gran potencial pecuario de pastos, hojas
y ramas, sustancias naturales tales como gomas o resinas que han
sido empleadas ampliamente tanto tradicional como artesanalmente, etc. Las sociedades tradicionales también utilizan las propiedades medicinales y curativas de algunas especies vegetales
que las hacen muy preciadas; el conocimiento y manejo de estas
plantas tóxicas forma parte de la primitiva cultura popular, en las
que se utilizan estas sustancias, no sólo para sanar, sino también
como veneno aplicado frecuentementea los Útiles de caza (Mulet
Pascua], 1997: 11).
De la mayor parte de estos usos no han quedado evidencias
en el registro arqueológico, pero debemos suponer que serían
mucho mhs amplios de lo que conocemos. Algunos estudios
sobre fosilización de restos vegetales en poblaciones lacustres
actuales, han demostrado que, tnis un periodo de 15-20 años de
aporte de material vegetal al lugar de hábitat, el porcentaje de este
material representado en el registro es muchisimo menor al utilizado, sobre todo en cuanto al uso de plantas medicinales, que se
vale fundamentalmentede hojas, frutos, tubérculos, y otros órganos vegetativos de difícil conservación (Pétrequin, 1989: 128129). Los autores han cuantificado el volumen de plantas medicinales utilizado, y éste es muy bajo en comparación con las de
uso ahentario, pero la riqueza en especies es de 10 a 20 veces
más importante en las primeras. En el resto de registros (hogares,
hornos, madera de construcción, etc.) también se pierde gran parte
del volumen utilizado, por lo que sólo nos llega una pequeña
muestra a través del registro arqueológico.
En fin, los árboles y el bosque han formado parte desde siempre de nuestras sociedades, no sólo como marco medioambiental,
sino como parte activa de toda actividad. Los grupos humanos
han tomado de estos árboles todo lo que les ofrecían, desde una
sombra para el descanso hasta el alimento para subsistir. Por ello,
es frecuente que también se incluyan dentro del sistema de creencias, mitos y tradiciones de las sociedades, entre los que los
ritos asociados con la fertilidad de la tierra y el ciclo agrícola son
los más extendidos.
En la identificación del carbón también se ha prestado atención a algunos fenómenos de alteración de la esúuctura anatómica de la madera. Algunos de estos fenómenos, entre los que se
encuentran la vitrificación del tejido celular, los traumatismos
mecánicos en la madera o la acción de hongos y xilófagos, son un
reciente tema de estudio por parte de los anatomistas, para determinar los agentes que los generan y10 reproducir expenmentalmente las condiciones que propician su aparición. A partir de la
observación de algunos de estos fenómenos en nuestro material
de estudio, presentamos una serie de imágenes de identificación
de los mismos y de sus contextos de aparición, con el fin de aportar un nuevo punto de vista a la interpretación.
Tras el análisis del carbón, hemos llegado a la identificación
de los taxones que se describen a continuación, por familias,
géneros y especies, ofreciendo especial atención a los problemas
de identificación de cada uno de ellos.
m. 1. DESCRIPCI~NANAT~MICA,
ECOLÓGICA Y ETNOGRÁF'ICA DE
LOS TAXONES
FAMLU: CUPRESSACEAE
Los diferentes géneros de la familia de las cupresáceas se
caracterizan por presentar una madera homóxila, tipica de las
Gimnospermas en general, y una ausencia de canales resiníferos
y de traqueidas horizontales. Las punteaduras de los campos de
cruce presentan morfologías propias de esta familia: taxodioides
y cupresoides. Las primeras se caracterizan por presentar un
campo regularmente redondeado o elíptico y una apertura muy
cercana por su forma y dimensiones a este contorno, tangente a
éste en dos puntos. Las punteaduras cupresoides se caracterizan
por tener una apertura u orificio mucho más estrecho que el
campo en general pero de fonna claramente elíptica, quedando
completamente dentro de éste (Jacquiot, 1955: 12;
Schweingruber, 1990: 22). Una de las dificultades que puede
ofrecer esta familia a la hora de la identificación es la formación
de canales traumáticos, característicos de la mayor parte de los
géneros que no poseen verdaderos canales resiníferos. Éstos son
el resultado de una lesión mecánica en la madera, una elevación
anómala de la temperatura (caso de un incendio, por ejemplo) o
ataques de parásitos. Estos falsos canales se detectan y diferencian de los reales porque las células que los bordean son traqueidas de paredes gruesas, y no las células epiteliales que delimitan
los canales resiníferos (Jacquiot, 1955: 15). De esta familia
hemos identificado el género Jz~nipenisy, con algunas dudas,
Tetraclinis articzrlata.
[page-n-61]
La individualización del género Jtrnipenrs ha sido relativamente sencilla en el carbón analizado, únicamente dificultada
ocasionalmentepor el pequeño tamaño de los fragmentos de carbón. Sin embargo no ha sido posible la distinción de las especies,
aunque probablemente tengamos representadas gran cantidad de
ellas, dada la amplitud geográfica y ecológica de procedencia de
las muestras. Greguss (1955) establece un criterio de diferenciación de las especies del género hniperzrs en base a la altura de
los radios, de manera que se distribuyen en dos grupos. Por un
lado, las especies que presentan radios cortos, que oscilan entre 1
a 6 células de altura, siendo la media 2-4. Pertenecen a este grupo
las especies Juniper~rsconimunis, J. excelsa, J. subirla y J. tiiuri-
fera. Por otro lado, se encuentra el grupo de especies que presentan radios largos, de más de 6 células de altura (pudiendo alcanzar hasta 12-15), al que pertenecen J. oaycedrrrs, J. phoenicea y
J. plioeiidissinia. Para determinar el grupo al que pertenece el
carbón es necesaria la observación de un número mínimo de
radios, de manera que la media resultante de su recuento sea
representativa, ya que la observación de la colección actual de
referencia ha puesto de manifiesto una gran variabilidad intraespecifica. El tamaño de nuestro carbón, generalmente reducido, no
ha permitido realizar estos recuentos. Onicamente el carbón procedente del yacimiento de Tres Montes (Bardenas Reales,
Navarra) ha ofrecido mayores posibilidades para un estudio anatómico detallado, ya que al tratarse de material de construcción,
se han preservado fragmentos de gran tamaño. En este caso se
puede a f m a r con seguridad que la totalidad del carbón identificado como Junipents pertenece al tipo de radios cortos según la
clasificación de Greguss (1959, es decir, que podría pertenecer a
las especies Jlrniperrcs communis, J. excelsa, J. sabina o J. thurifera, o estar presentes varias de ellas. Aunque no podemos llegar
a la determinación de la especie, podemos afirmar con toda seguridad que entre los restos identificados en el total de los yacimientos se encuentran al menos dos especies de hrn@ertrs en
base a la altura de sus radios (fotos 3.2 y 3.3).
En cuanto a la identificación de Tetraclirtis artic~rlata,la
escasez de fragmentos identificados como tal y su pequeño tamaño nos han hecho mantener ciertas dudas en esta identificación a
pesar de la observación de algunos de los criterios fundamentales
de su caracterización anatómica.
Género: Jmi@e~irssp.
Nombre común: Enebro, sabina,
Foto 3.1. Jiiniperrcs sp. Plano transversal
Foto 3.2. Jitrtiperrrs sp. Plano longitudfnal tangencial.
. ., anatómica;
pescn~cion
Plano transversal (P.T.): Madera homóxila, sin canales resiniferos. Transición gradual de la madera inicial a la final.
Frecuentes falsos anillos de crecimiento. Parénquima difuso (foto
3.1).
Foto 3.3. Jwnipents sp. Plano longitudinal tangencia].
[page-n-62]
Foto 3.4. Jr~itiper.irs
sp. Plano longitudinal radial.
Plano longitudinal radial.
Foto 3.5. c t Tetracliiris nrficrrlnfr~.
Plano longitudinal tangencia1 (P.L.T.): Radios uniseriados.
En cuanto a la altura de los radios, se han ideníifícado dos tipos,
uno entre 1 y 5 células (foto 3.2) y otro de hasta 12-15 células
(foto 3.3).
Plano longitudiil radial (P.L.R.): Radios homogéneos, sin
traqueidas horizontales. 2 a 4 punteaduras cupresoides por campo
de cruce (foto 3.4) (Greguss, 1955; Jacquiot, 1955;
Schweingruber 1978, 1990).
EcoIoa'~
El género Jimiperus tiene una distribución muy amplia espacial y altitudinalmente, desde el nivel del mar hasta los 2.000 m.
El enebro común (J. coniniunis) encuentra su óptimo en los pisos
colino, montano y subalpino. Los sabinares de J. thirrifea y J.
phoenicea se distribuyen en la península entre los 900 y 1.200 m
de altitud el primero, y desde el nivel del mar el segundo, colonizando preferentemente las altas parameras continentales y siendo
la segunda más resistente a las bajas precipitaciones pero mbs
sensible al frío. La mayoría se instalan sobre terrenos calizos
(Romo Diez, 1997: 92-97). En general, Jmiiperirs es un género
heliófilo, propio de formaciones secundarias colonizadoras de
suelos degradados, bien por acción antrópica o bien porque las
condiciones climáticas y edbticas no permitan el desarrollo de
otro tipo de formación.
Foto 3.6. cf. Tehflclinis artic~tlnta.Plano longitudinal radial. DetaUe
de punteadura.
Usos 1) awro~)echamiento:
Los sabinarcs y cncbrales, debido a su estructura abierta y
con ramas bajas, han favorecido la práctica del pastoreo, documentada desde hace siglos. Mediante la destilación seca de la
madera se obtiene el aceite de miera o brea de enebro, muy utilizada con íines terapéuticos (Peris et alii, 1996: 59). Su madera es
extraordinariamente apta para la construcción, sobre todo por su
resistencia ante los cambios bruscos de temperatura y humedad.
Sin embargo, su uso para este fin se ve muy limitado por su lento
crecimiento. No resiste bien los golpes, por lo que se evita para
los enmangues de herramientas (Ntinou, 2000).
La leña de Jimipenrs tiene un elevado poder calorifico. En la
Prehistoria se ha documentado su frecuente utilización como
combustible en momentos del Pleistoceno final, cuando estas
especies debieron ser abundantes por la abundancia de formaciones abiertas en el paisaje; es el caso de la Cova de les Cendres, la
Ratlla del Bubo (Badal y Carrión, 2001) y Cova Bolumini (Badal,
1995).
El empleo de los enebros y10 sabinas para la construcción
esta documentado en algunos yacimientos arqueológicos.
Aunque frecuentemente presentan un tronco nudoso y retorcido,
se ha comprobado que los individuos que crecen sin presión ni
[page-n-63]
(Costa et alii,1997: 444-445; Romo Díez, 1997: 106). No es frecuente su presencia en el registro antracológico, limitándose a
algunos yacimientos del sudeste peninsular, como Los Millares
(Rodriguez Ariza, 1992) o Fuente Aiamo (Schoch y
Schweingruber, 1982).
elevada competencia pueden adquirir un fuste recto, apropiado
para esta práctica (Ntinou, 2000).
Especie: cf. Tetraclinis articulata.
Nombre común: sabina mora, ciprés de Cartagena, araar,
tuya articulada, alerce afiicano (Costa et alii, 1997: 444; Romo
Díez, 1997: 106; González y Jiménez, 2000).
u i ó n anatómia:
P.T.: Madera homóxila. Límite del anillo de crecimiento raramente visible.
P.L.T.: Radios uniseriados, con una altura media de 8 a 12
células, de morfología redondeada y con paredes gruesas en la
madera final.
P.L.R.: Radios homocelulares. De 1 6 2 punteaduras cupresoides muy juntas por campo de cruce (fotos 3.5 y 3.6).
Punteaduras areoladas uniseriadas, con dos aberturas visibles
(Greguss, 1955; Jacquiot, 1955; Schweingruber 1990).
Ecolo&:
La única especie que existe actualmente del género,
Tetraclinis artictrlata, es relicta en la península ibérica, y sólo se
conocen algunas poblaciones distribuidas por la sierra de la
Unión, en Murcia y en el cerro de San Antón, en Málaga
(González y Jiménez, 2000), en condiciones climáticas de tipo
mediterráneo semiárido, con precipitaciones que jamás superan
los 400 mm anuales, inviernos suaves y sin riesgo de heladas.
Manifiesta una preferencia sobre suelos básicos, aunque también
se puede encontrar sobre substratos ácidos (Costa et alii, 1997:
446). Es una especie heliófila, puesto que sus plántulas requieren
de la insolación directa para desa~ollarse.Dan lugar a forn~aciones muy abiertas, llegando a ser dominantes con porte arbóreo.
Se acompaña frecuentemente de pino carrasca, lentisco, palmito,
coscoja, algarrobo, mirto, acebuche, torvisco, romero, diversas
especies de Cisttrs, Cle~riatiscirrosa, Gertista unibellafa, Osyris
qiradriprtitn, etc. (González y Jiménez, 2000: 28-29).
Usos v a w i e n t ~ :
La explotación de esta especie se remonta a época prehistórica, para la obtención de la sandaraca, una resina muy fuerte que
exuda el tronco y que era utilizada como cola natural, uso que aún
se documenta actualmente entre poblaciones norteafiicanas. En
época romana existen testimonios de la utilización de esta resina,
de olor penetrante, en algunos oficios religiosos, asi como de su
madera para la elaboración de trabajos de carpintería, por ser de
muy buena calidad para este fin, de grano f í o , fácil de trabajar y
resistente a la putrefacción, a los ataques fúngicos y al rozamiento. Sin embargo, como combustible resulta de mediana calidad
F A M I . : PINACEAE
De la familia de las pináceas hemos identificado en nuestro
análisis diversas especies del género Pinus; éste no suele ofrecer
ningún problema para su individualizacióndel resto de coníferas,
caracterizado por la presencia de canales resiníferos longitudinales y radiales, y de traqueadas horizontales en los radios
(Schweingruber, 1990; Jacqiiiot, 1955, Greguss, 1955). La identificación de las diferentes especies de pino se realiza sobre todo
en base a la distribución de los canales resiníferos a lo largo de
los anillos de crecimiento, visible en el plano transversal, y sobre
todo la morfología de las punteaduras de los campos de cruce y
de las paredes de las traqueidas horizontales, visibles en el plano
longitudinal radial. El cuadro 3.1 muestra una síntesis de los
caracteres anatómicos que individualizan cada una de las especies. Algunas especies de pino ofrecen menores problemas para
su identificación, aunque en general dependen de la calidad y
tamaño del fragmento a analizar, ya que raramente se llega a una
identificación sólida si no es a partir de una combinación de
varios de los criterios antes descritos.
La especie de pino que generalmente ha ofrecido una mayor
garantía de identificación ha sido l? Itnlepe~isis.Ésta se caracteriza a diferencia del resto de las especies, por una distribución de
los canales resiníferos a lo largo de todo el anillo
(Schweingniber, 1990), criterio que debe ser complementado por
la morfología pinoide y número de punteaduras en los campos de
cruce. El taxón Pirtlrs 'p. pinea-pinaster ha sido deterniinado
básicamente en función de la posición de los canales resiníferos
en la madera de transición y más raramente en la final, y la presencia de dos a cuatro punteaduras de tipo taxodioide por campo
de cnice. No hemos podido realizar tina distinción entre ambas
especies, pues pensamos que no tenemos criterios suficientes
para ello. Únicamente en los yacimientos de Ponta da Passadeira
y Vale Pincel 1 se ha determinado con seguridadPirtirspiiiea,avalado además por la presencia de brácteas de piña y piñones de
esta especie. Varios autores han establecido diversos elementos
de distinción entre estas dos especies. Algunos coinciden en la
existencia de una notable diferencia de tamaño de los canales
resiníferos, entre 200-300 pm para l? pirtaster y 100-150 pm para
l? pirrea, así como su posición, tanto en el leño tardío como en el
de transición o únicamente en el tardío, respectivamente
(Jacquiot, 1955; Figueiral, 1995b). Un último criterio sería la
morfología de las paredes de las traqueidas horizontales, denta-
CANALES
PUNTEADURAS DE LOS
TRAQUEIDAS
ALTURA DE
LOS CANALES
EN
CAMPOS DE CRUCE
TRANSVERS.
LOS RADIOS
P. lralepensis
100-200 pm
todo el anillo
1 a 4, pinoides
lisas a dentadas
Sal0
l? nigra
100-150 pi
leño tardío
1 a 2, fenestriformes
dentadas
1O
8 a 15
ANATOM~AI D L ~ E T R ODE
ESPECIE
l?piiiaster
200-300 pm
leño tardío
2 a 5, pinoides-piceoides
lisas
l? pinea
100-150 pm
leño tardío
2 a 4, pinoides-piceoides
lisas
8a15
l?sylvestris
100-150 pm
leño tardío
1 a 2, fenestrifomes
muy dentadas
10 a 12
Cuadro 3.1. Principales características anatómicas de las especies de pino, a partir de Jacquiot (1955) y Schweingruber (1990).
[page-n-64]
das en el caso de i? pinaster, y lisas en P.pinea. Otros criterios,
como el número de punteaduras por campo de cruce y su morfología, pueden resultar menos sólidos, pues se solapan en ambas
especies (Jacquiot, 1955; Greguss 1955; Schweingruber, 1990).
Nuestra propia observación en individuos actuales nos lleva a
pensar que un criterio bastante sólido es el tamaño de las punteaduras de los campos de cruce, mucho mhs grande en i? pinaster,
llegando incluso a aproximarse a una morfología fenestriforme
(Badal y Carrión, inédito). En todo caso, para llegar a esta conclusión se precisa de la observación de numerosos campos de
cruce y, frecuentemente,de su medición sistemática en el microscopio electrónico, de manera que no siempre es posible un análisis del material a este nivel.
El taxón Piiitrs tp. qh)estris-nigra ha sido determinado en
función de la morfología de las punteaduras fenestriformesde los
campos de cruce, que individualizan este grupo del resto de los
pinos. Algunos autores han establecido ciertos criterios de distinción entre estas dos especie, que se basan fundamentalmente en
la situación de los canales resiniferos dentro del anillo de crecimiento y la morfología de las paredes de las traqueidas horizontales (concretamente, el grado en que éstas se encuentran dentadas). Estudios realizados en poblaciones de pinos actuales han
llevado al establecimiento de una escala para medir la situación
de los canales resiníferos, donde el inicio del leño temprano sería
O y el límite externo del anillo sería 1. Así, cuando los canales se
encuentran rondando valores del 0,75 se trata de i? inigra y cuando sobrepasan valores de 0,9 sería i? sylvesiris. Cuando los canales se encuentran en la zona comprendida entre estos dos valores,
es imposible su identificación (Bazile-Robert, 1979). El problema en la mayor parte del material arqueológico, como ocurre en
nuestro caso, viene dado por el reducido tamaño de los fragmentos de carbón, que no permiten la observación más que de un
número muy reducido de canales por cada uno de ellos, insuficiente para poder establecer una media representativa.
Especie: Pincrs kalepensis.
Nombre común: Pino camsco.
Foto 3.7. Pilrrrs Itnleperisis. Plano iransversal.
Foto 3.8. Pinrrs hnlepersis. Plano longitudinal radial.
P.T.: Madera homóxila, con canales resiníferos distribuidos
por todo el anillo, aunque los de la madeia final presentan células epiteliales de paredes gruesas. Transición de la madera inicial
a la final de gradual a muy abrupta (foto 3.7).
P.L.T.: Radios uniseriados, con una altura media de 10 células y un máximo de 22. Canales resiniferos horizontales con células epiteliales de paredes gruesas.
P.L.R.: Radios heterocelulares, con traqueidas horizontales
generalmente de paredes algo dentadas, aunque en ocasiones
pueden ser lisas. De 1 a 314 punteaduras pinoides por campo de
cruce. Punteaduras areoladas uniseriadas, pequeñas en la madera
final y más grandes en la inicial (foto 3.8) (Greguss, 1955;
Jacquiot, 1955; Schweingruber 1978, 1990).
Foto 3.9. Pilrrrspinen-pinnster. Plano transversal.
[page-n-65]
Foto 3.10. Pinrrspinea-pinaster. Plano longitudinal radial.
Especie: Piiiirs tp. pinerr-pinnster.
Nombre común: Pino piñonero, pino rodeno, pino resinero.
Foto 3.12. Pintrs nigra-sj~I~~estris.
Plano longitudinnl radial.
Punteaduras areoladas uniseriadas, con morfología piceoide en la
madera final (foto 3.10) (Greguss, 1955; Jacquiot, 1955;
Schweingniber 1978, 1990).
:-
P.T.: Madera homóxila, con canales resiníferos distribuidos a
lo largo de la madera de transición. Límite del anillo generalmente visible (foto 3.9).
P.L.T.: Radios uniseriados, con una altura media de 8 a 15
células. Canales resiníferos horizontales.
P.L.R.: Radios heterocelulares, con traqueidas horizontales
generalmente de paredes lisas, ocasionalmente un poco dentadas.
De 2 a 4 punteaduras pinoides a taxodioides por campo de cruce.
Especie: Piturs tp. sj~1vestr.i~-~iigrcr.
Nombre común: Pino albar, pino salgareño.
Descripción anatómica:
P.T.: Madera homóxila, con canales resiniferos situados hacia
la madera final. Transición de la madera inicial a la final generalmente abrupta (foto 3.11).
P.L.T.:Radios uniseriados, con una altura de 8 a 15 células y
canales resiníferos horizontales.
P.L.R.: Radios heterocelulares, con traqueidas horizontales
de paredes dentadas. 1 ó 2 punteaduras fenestrifonnes por campo
de cruce. Punteaduras areoladas uniseriadas, pequeñas en la
madera final y más grandes en la inicial (foto 3.12) (Greguss,
1955; Jacquiot, 1955; Schweingmber 1978, 1990).
w:
Foto 3.11. Pinus rrigrn-sylvestris. Plano transversal.
Ecolooía de los
El género Pirtlrs aparece ampliamente distribuido por todo el
hemisferio norte y en todos los pisos de vegetación. En la península Ibérica constituyen un elemento clave de los paisajes, sobre
todo meditemtneos. En general, todas las especies de pino son
heliófilas y resistentes en mayor o menor medida a fuertes contrastes de temperatura y humedad, aunque cuando ésta última se
hace más elevada, los pinos suelen entrar en competencia con
otras especies planifolias (Romo Diez, 1997: 72). Son especies
pioneras, que generalmente no presentan una preferencia marcada por ningún tipo de substrato y se adaptan a condiciones extremas de desarrollo edáfico (Costa et alii, 1997: 367). La figura 3.1
resume la distribución actual de las diferentes especies de pino
por el ámbito mediterráneo, en función de la altitud y latitud
sobre las que se desarrolla cada una de ellas.
El pino carrasco y el piñonero encuentran su óptimo fundamentakente por debajo de los 800 metros de altitud, entre los
[page-n-66]
Altitud
30
35
40
I
1
1
45
1
OROMEDITERRANEO
MONTANOMEDITERRANEO
1
i2500
,-.
( SUPRAMEDITERRANEO
L.
MEDITERRANEO
INFRAMEDITERRANEF)
?.A
35
40
45
Latitud
Fig. 3.1. Distribución biogeogrftfica actual de las diferentes e:species de pino (a partir de Costa et alii, 1997: 358, modificado).
pisos termomediterráneoy mesomediterráneo inferior. El primero es la especie de pino más ampliamente repartida por todo el
Mediterráneo, alcanzaiido latitudes entre 46 y 32" C, y altitudes
desde el nivel del mar a los 1.600 metros en las montañas meridionales de la península Ibérica. La distribución actual del pino
piñonero se debe en gran medida a actividades de repoblación, y
poco tiene que ver con su área espontánea de crecimiento. En origen se desarrolla fundamentalmente sobre suelos arenosos y
empobrecidos, con un clima poco riguroso, ya que no soporta
temperaturas inferiores a -5" C durante varios días (Romo Díez,
1997: 76), aunque esta debilidad se ve aumentada cuando se
encuentra también sometido a vientos húmedos marítimos (Costa
et olii, 1997: 375).
EI pino rodeio o resinero (P piifnster) tiene una distribución
fundamentalmente mediterráneo-occidental y atlántica, desde la
costa hasta las zonas más continentales, donde soporta rigurosos
fi-íos invernales; como el piñonero, muestra cierta preferencia por
suelos ácidos y arenosos, pobres en nutrientes (Costa et crlii,
1997: 383).
Tanto el pino rodeno conio el piñonero han sido frecuente
objeto de debate en cuanto a su carácter aiitóctono en la península Ibérica y el origen foráneo de las poblaciones actuales
(Figueiral, 1995b; Figueiral y Terral, 2002; Camón et nlii, 2000).
Actualmente, numerosos datos procedentes de registros polínicos
documentan estas especies desde momentos antiguos y, recientemente, los análisis antracológicostambién se han integrado a esta
problemática, mostrando la presencia de estas especies en la
península desde momentos pleistocenos (Figueiral, 1995b; Aira,
1986; Aira et nlii, 1989; Ramil-Rego, 1992; Mateus, 1989;
Mateus y Queiroz, 1993; Dupré, 1988a; Camón et alii, 2000;
Badal, 1998; Ntinou y Carrión, en prensa).
Las especies de montaña (P ~iigray P sl>lvestris) son muy
resistentes a los Cios invernales. El pino salgareño se encuentra
frecuentemente en zonas montañosas submediterráneas sobre
suelos poco desarrollados, y en el piso bioclimático montano
entre los 800 y los 1.500 ni. (Riou-Nivert, 1996: 204-205). Esta
especie Iia jugado un importante papel en las formaciones vegetales pleistocenas de la mitad oriental de la península Ibérica,
hallándose restos de la misma liasta la actual línea de costa
(Badal, 1990; Badal y Carrión, 2001), siendo ya uno de los pinos
más extendidos en Europa durante el Terciario (Costa et nlii,
1997: 391). El pino albar (P sj)li~estris)se desarrolla entre los
1.O00 y los 2.000 in en zonas continentales o de montaña sometidas a fuertes contrastes térmicos, que incluyen Cecuentes heladas. Cuando la aridez se acenhia niás, el pino albar se ve sustituido por el salgareño, y viceversa, ya que el primero requiere
precipitaciones por encima de los 600 mm y un mínimo estival de
200 (Costa el crlii, 1997: 171; Romo Diez, 1997: 78-82;
Castroviejo e/ nlii, 1986: 171-172).
Tdentificacióede las p&:
Entre el carbón analizado en este trabajo, se han identificado
otros órganos vegetativos de las plantas, además de la madera.
Entre ellos destaca un número relativamente elevado de brácteas
de piña (foto 3.13), que en algunos casos aparecían completas o
al menos permitían una comparación biométrica con las actuales.
Para la identificación de las brácteas de piña han sido utilizados
dos criterios fundamentalmente: el tamaño de las mismas y la
morfología de la apófisis, si ésta no se encontraba muy erosionada. En la figura 3.2 se muestra un esquema de las características
morfológicas fundamentales de las piñas de las especies de pino
identificadas.
[page-n-67]
Fig. 3.2 Morfología de las piñas de diferentes especies de pino
(a partir de Costa et nlii, 1997: 362, modificado)
Según estos criterios se ha llegado a la determinación con
seguridad de al menos dos especies: Piriirs piriea (foto 3.14A) y
P. haleperisis (foto 3.14B). En el caso del primero, se han identificado además numerosos restos de cáscaras de piñón y el propio
fhlto, que evidencian todo el proceso de recuperación y tratamiento de este recurso, como se mencionará en el capítulo correspondiente (capítulo X).
Usos v aprovechamiento:
Los pinos en general han sido especies ampliamente utilizadas por los grupos humanos desde la Prehistoria, debido a su
abundancia y gran extensión por todo el tenitorio peninsular.
Existen evidencias de su aprovechamiento en gran parte de los
yacimientos, bien como combustible, bien para obtener sus fnitos. Se ha documentado la utilización de los pinos como combustible en la mayor parte de yacimientos arqueológicos de la
región Mediterránea. Destaca por su abundancia la presencia de
la especie Pirtirs tp. riigra (que debiójugar un importantepapel en
los paisajes pleniglaciales y tardiglaciales) en la Cova de les
Cendres (Badal y Camión, 2001), en la Cova Bolumini (Badal,
1995) o el Tossal de la Roca (Uzquiano, 1990); de Piíiirs halepensis en los niveles holocenos de la Cova de les Cendres (Badal,
1990); o de Piriirs pinaster en diversos yacimientos portugueses,
como en los niveles pleistocenos y holocenos de Cabeco do Porto
Marinho (Figueiral, 1995b). En contextos más recientes se ha
identificado esta especie en Cunho, Buraco da Pala, abrigo de
Fraga d'Aia, S. Lourenqo, Alto de Santa Ana o Vinha da Soutilha
(Figueiral, 1995b).
La madera de las diferentes especies de pino presenta algunas
características comunes en cuanto a su dureza y resistencia, pero
la propia morfología de los troncos ha establecidopreferencias en
cuanto a su utilización para fines constructivos. Por ejemplo, el
tronco del pino carrasco es tortuoso y su madera semipesada y
muy dura, pero a pesar de ello existen algunos registros prehistóricos en los que esta especie ha servido de base para la elaboración de diferentes elementos constructivos, como es el caso de
los poblados de Castellón Alto o El Malagón, donde se documenta la utilización de madera de pino canrasco para la elaboración de postes y de pino salgareño para las vigas (Rodríguez
Ariza, 1992; Rodríguez et alii, 1996; Molina González et alii,
1997). También en el yacimiento del Bronce de la Lloma de Betxí
(Paterna, Valencia) el pino carrasco es una de las especies más
utilizadas para la elaboración de los elementos constructivos (de
Pedro y Grau, 1991; de Pedro, 1998: 234-237), como también se
ha documentado en yacimientos ibéricos como el Castellet de
Bernabé y el Puntal dels Llops (Grau, 1990b).
La madera de pino albar es actualmente la más utilizada
comercialmente,muy apreciada por ser muy compacta, muy estable y secar fácilmente, aunque no resiste a la podredumbre. Por
el contrario, la madera del pino salgareño se astilla con mucha
facilidad, por lo que no resulta tan fácil de trabajar. El pino albar
sobre todo, produce troncos rectos y con pocos nudos, por lo que
se conoce su utilización actual y desde tiempos prehistóricos para
la construcción. En época histórica ha sido muy utilizada para
postes, traviesas y otros elementos de construcción (Johnson,
1994: 288).
La madera del pino piñonero es blanquecina o amarillenta,
bastante resinosa y pesada; el porte particular de este árbol (las
ramas presentan una tendencia a engrosar tanto como la guía,
dando lugar a una copa amplia y aparasolada) ofrece troncos altos
(de 20 a 30 m) y muy rectos, por lo que ha sido muy utilizado
para la construcción (Costa et alii, 1997: 373). Sin embargo, el
principal recurso extraído del pino piñonero son los piñones,
motivo fundamental por el que se han realizado grandes repoblaciones desde época romana. Las piñas son grandes y globulosas
Foto 3.13. Brhctea de pifia. Plano transversal
[page-n-68]
Especie: Tanlrs baccnta.
Nombre común: Tejo.
Descripción anatómica:
P.T.: Madera homóxila, con transición gradual entre la madera inicial y la final. Canales resiníferos y parénquima ausentes.
P.L.T.: Radios uniseriados, raramente biseriados (Jacquiot,
1955: 38) de 5 a 12 células de altura media.
P.L.R: Radios homogéneos. Traqueidas horizontales ausentes. 2 a 4 punteaduras piceoides o cupresoides por campo de
cruce. Punteaduras areoladas uniseriadas, presentes sólo en las
paredes radiales, pequeñas y poco densas en la madera final, y
grandes y numerosas en la inicial. Engrosamientos en espiral
visibles en las traqueidas longitudinales, inclinados aproximadamente unos 60' sobre la vertical (foto 3.15) (Greguss, 1955;
Jacquiot, 1955; Schweingruber 1978, 1990).
Foto 3.14. Brhctea de piña de Pinrrspinea procedente del yacimiento de Vale Pincel 1(A) y de Pinrrs lralepensis procedente del
yacimiento de La Falguera (B).
y contienen unos piñones de gran tamaño (15-20 x 6-8 mm) protegidos por una cáscara gruesa y muy dura, y provistos de un ala
rudimentaria que se desprende al caer (Costa et alii 1997: 373374). Estos h t o s son de un gran valor nutritivo por su alto contenido calórico. Una piña puede contener hasta 100 piñones, que
alcanzan su madurez tres años después de la fecundación. La
recolección de los piñones está documentada a lo largo de la
Prehistoria en yacimientos de la península Ibérica como en la
Cueva de Nerja (Málaga) (Badal, 1998,20Ola), Gorham's Cave
(Metcalfe, 1958) o Vale Pincel 1(Badal y Carrión, inédito). La
presencia de estos fnitos es frecuente en los yacimientos arqueológicos y las evidencias muestran que debió ser un recurso muy
apreciado por los grupos humanos, ya que en ocasiones, la recolección se realizaba incluso en zonas alejadas al lugar de hábitat
(Rhode y Madsen, 1998).
La presencia de restos de piñas y10 piñones carbonizados en
los yacimientos es resultado de la recogida de la piña entera antes
de su madurez, para evitar que los piííones se diseminen. De este
modo, se abren con ayuda del calor de las brasas del fuego. Estas
prácticas de recogida de las piñas se han mantenido hasta la
actualidad en algunas regiones de la península Ibérica; las piñas
se recogen en invierno, cuando ya están maduras pero todavía
cerradas, para evitar que se abran por efecto del calor y se diseminen los piñones. Para ello se utiliza un instrumento denominado gorguz, que consta de un mango largo que sirve al mismo
tiempo para trepar al árbol, y una punta de hierro recta y otra
curva mediante la cual se desprende la piña (Badal, 2001a: 102).
Los piñones del resto de las especies no son tan apreciados,
aunque actualmente, en el Magreb se consumen los del pino
carrasco con miel o torrefactados. En Grecia, se emplea también
la resina de esta especie para revestir el interior de cubas y barriles, y para embadurnar los tapones de corcho, para evitar que el
vino se agrie; así, éste toma un gusto peculiar y recibe el nombre
de retsiizn (Romo Díez, 1997: 73).
Ecoloda:
Esta especie es propia de zonas montañosas, de ambiente
húmedo y fresco. Es indiferente ante la cantidad de insolación
que recibe, de manera que puede permanecer toda su vida en
zonas de umbría permanente, pero prefiere las zonas de humedad
atmosférica elevada, con un ombrociima entre húmedo y subhúmedo, y una influencia no demasiado continental. Soporta bien el
frío invernal y los suelos.calcáreos, rocosos y secos (Riou-Nivert,
1996: 234-235). Por ello se sitúa frecuentemente en cantiles,
barrancos o zonas pedregosas, como planta subrupícola, aunque
también habita en suelos profundos. No tolera bien la acidez.
El tejo es una especie muy antigua y ha sido progresivamente sustituida por otras más modernas a lo largo de la Historia, por
lo que su presencia actual en toda Europa es bastante reducida. En
la península Ibérica tiene una amplia distribución espacial, aunque se concentra claramente en la mitad septentrional, y en las
montañas del sector sudoriental. En la región Eurosiberiana suele
formar parte del cortejo de robledales, hayedos, abetales, etc.,
Foto 3.15. T m s bnccatfl.Plano longitudinal radial.
[page-n-69]
aunque son ambientes propicios para su desarrollo las zonas de
alta montaña (por encima de los 1.O00 m), suelos húmedos y profundos, umbrías como grietas o valles encajados, etc. Resiste
temperaturas relativamente altas si tiene suficiente humedad para
ello (Costa et alii, 1997: 202,205; Romo Díez, 1997: 113). En la
región Mediterránea es frecuente en gran parte de los sistemas
montañosos centrales (Romo Díez, 1997: 113).
Y sos v aprovechankm:
La madera del tejo, de grano muy fino, es muy apreciada por
su dureza, flexibilidad y resistencia a condiciones de intemperie
(Galhn Cela et alii, 1998: 61-62). Ha sido muy utilizada desde el
Neolítico para la elaboración de instrumentos tales como enmangues, arcos, flechas, palas para extracción minera, vallados y
construcción en general. Suele trabajarse en verde, lo que facilita la tarea debido a su posterior dureza, y al secarse no pierde iiinguna de sus cualidades ni mengua de tamaño (Abella, 1997: 99).
Durante la Prehistoria se ha documentado la utilización de madeiri de tejo para elaborar varios tipos de enrnangues de útiles (entre
ellos, de hoces) y esphtulas, como ha quedado evidencia en algunos yacimientos del norte de Italia (Follieri, 1970, 1974).
También se han hallado en Clairveaux-les-Lacs numerosos arcos
de sección en " D , elaborados en madera de tejo, algunos de los
cuales aparecían completos, documentando una longitud de entre
165 y 170 cm (Baudais, 1985; Pétrequin, 1989).
Todas las partes de esta planta son venenosas, por contener
un alcaloide, la taxina, excepto la parte carnosa del fruto que
rodea la semilla para posibilitar su dispersión por medio de las
aves (Castroviejo et alii, 1986: 189). Sin embargo, sus usos medicinales son amplios, incluyendo incluso su aplicación como antídoto contra la mordedura de víbora (Abella, 1997: 101).
111.1.2. GNETALES
Las Gnetales son un orden perteneciente a las
Gimnospermas, que se encuentra a caballo entre éstas y las
Angiospermas: su madera es bastante similar a las primeras, con
sus características traqueidas longitudinales de morfología cuadrada, pero también poseen vasos. Presentan además ciertos
caracteres arcaizantes tales como las perforaciones foraminadas,
que constituyen un obstbculo para el transporte de savia por los
vasos. La familia de las Ephedraceae es monogenérica, pero se
conocen al menos 60 especies de las misma, repartidas por la
mayor parte de las regiones templadas y cálidas del planeta
(Castroviejo et alii, 1986).
Foto 3.16. Epltedra sp. Plano transversal.
Perforaciones foraminadas (foto 3.17) (Greguss, 1959;
Schweingruber 1990).
Ecolo~ía:
Existen numerosas especies de Ephedra y todas ellas suelen
desarrollarse sobre suelos calcáreos, pedregosos, arenales salinos
y substratos yesosos, soportando bien condiciones de aridez acusada. Se encuentra desde el nivel del mar hasta los 1.100-1.200 m
de altitud. Son frecuentesen matorrales esclerófilosheliófilos y en
las primeras etapas de sustitución de los carrascales y sabinares
negrales litorales y sublitorales.La especie E. clis/nclo,n es característica de las dunas marítimas de la mitad oriental peninsular,
mientras que E. itebr-oderisis se desarrolla preferentemente en el
FAMILIA: EPHEDRA CEAE
Género: Ephedra sp.
Nombre común: belcho, trompetera, arnacho, efedra fina,
uva marina.
Descripción anatómica:
P.T.: Porosidad difusa a semiporosa. Vasos casi exclusivamente aislados, con morfología poligonal. Límite de los anillos
de crecimiento visible. Frecuentes anillos discontinuos.
Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.16).
P.L.T.: Radios de 2 a 5 células de anchura, con morfología
muy variable.
P.L.R.: Radios muy heterogéneos, formados exclusivamente
por células verticales y cuadradas, con formas muy irregulares.
Foto 3.17. Ephedra sp. Plano longitudinal radial.
[page-n-70]
seno de carrascales continentales, llegando a los 1.700 m de altitud. E. PagiIis se suele localizar también en zonas litorales, compartiendo ecótopo frecuentemente con la sabina negral. Es característica del sur de la península Ibérica (Castroviejo et alii, 1986;
Mulet Pascual, 1997: 176-177).
Usos v anrovechamient~:
Todas las especies de este género poseen un componente quimico denominado efedrina, que tiene una estructura y acción
semejantes a la neurotransmisora adrenalina, por lo que se utiliza
en medicina popular como broncodilatadora, hipertensiva, vasoconstrictora, estimulante y antidepresivo (Galán Cela et alii,
1998). También es útil en urticarias y alergias. Acelera el ritmo
cardíaco y los movimientos respiratorios y disminuye las secreciones del organismo (Mulet Pascual, 1997: 176-177; Peris et
alii, 1995: 255). Por estas propiedades, se ha utilizado de forma
tradicional en el tratamiento de procesos asmáticos, bronquitis o
urticarias, entre otros, aunque su uso ha de ser muy moderado
debido a la alta toxicidad de esta planta (Stiibing y Peris, 1998).
Se ha documentado la presencia esporádica de este género
entre los restos del combustible doméstico de yacimientos como
la Cova de les Cendres (Badal, 1990), Los Millares, el Cerro de
la Virgen o la Temra del Reloj (Rodríguez Ariza, 1992).
El grupo de las Angiospermas Monocotiledóneas se caracteriza por tener una sola hoja germina1 o cotiledón, e incluye varias
familias entre las que se encuentran las Liliaceae, Agavaceae,
Iridaceae (lirios), Gramineae u Orchidaceae, entre otras. Muchas
crecen a partir de tuberobulbos y bulbos y raras veces se ramifican. Pocas inonocotiledóneas del Mediterráneo son leñosas, pero
algunas presentan tallos fibrosos gruesos que pueden conservarse carbonizados, aunque en general, el registro antracológico de
estas especies es más escaso, y las condiciones de conservación
no siempre son las óptimas para el análisis de los restos. En la
familia de las liliáceas existen varias especies leñosas con mayo-
Foto 3.18. Angiosperma Monoeotiledónea.Plano transversal.
res posibilidades de preservarse en el registro antracológico en
condiciones normales, tales como las especies del género
Asparagus o Snrila.~; también algunas gramíneas han sido identificadas en forma de carbón.
La gran similitud anatómica que presentan las
Monocotiledóneas no nos ha permitido realizar una identificación
del género o incluso la familia a la que pertenecen las que hemos
analizado en este trabajo, pero es muy viable que estén presentes
varias de ellas, ya que este taxón aparece en varios yacimientos
situados en ambientes geográficos y ecológicos diferentes.
anatómlcq:
P.T.: Cutícula o epidermis ondulada. Córtex compuesto por
varias filas de células de paredes gruesas. Haces vasculares con 2
a 4 vasos grandes de xilema alrededor del floema, a veces algunos más de menor tamaño (foto 3.18).
P.L.: Células de los haces libero-leñosos y fibras de morfología fusiforme (Metcalfe, 1960; Schweinbruber, 1990).
Ecolopía:
La ecología de las Monocotiledóneas es muy amplia ya que
incluye diversas familias y géneros que se distribuyen por todo el
territorio peninsular y por todos los pisos de vegetación. Como
rasgo común de la mayor parte de las familias, se puede mencionar su preferencia por los terrenos rocosos, de garriga o herbosos,
y otras zonas de bosque abierto donde reciben cierta insolación,
salvo especies como Rirsctrs aciflenhcs o Sniiiax aspera, que prefieren zonas de mayor umbría. Las gramíneas se desarrollan frecuentemente en bordes de campos de cultivo, caminos, baldíos,
pedregales y pastos. Sin embargo, Arulido donm prefiere zonas
húmedas, proliferando en terrenos pantanosos o zanjas de drenaje (Burnie, 1995: 255 y SS.).
Usos v aprovech-:
Desde los comienzos de la economía de producción en el
Neolítico, los cereales son una de las bases de la alimentación
humana, que se ha consolidado como uno de los cultivos mediterráneos de secano más extendidos. Los granos de cereal están
presentes en la mayor parte de yacimientos arqueológicos a partir del Neolitico, documentándose frecuentemente su producción
masiva y conservación en grandes estructuras de almacenamiento, como en el caso de los yacimientos de Niiiet y Jovades
(Bemabeu, 1995; Bernabeu y Badal, 1990, 1992) o la Lloma de
Betxí, donde se almacenan además en grandes recipientes cerámicos (de Pedro, 1998), entre otros. Además del consumo de sus
granos, se ha utilizado el tallo para otros fmes tales como la constmcción de techumbres, elaboración de utensilios de cesteria, alimentación del ganado, etc. Generalmente no se conservan estas
prácticas en el registro arqueológico debido a la fragilidad y el
carácter perecedero del material, pero la observación de las prácticas llevadas a cabo por sociedades tmdicionales ha puesto de
manifiesto la importancia de estas actividades dentro del propio
ciclo agrícola (Ntinou, 2000). En uno de nuestros yacimientos de
estudio, el abrigo de La Falguera, se ha recuperado una serie de
materia vegetal que puede estar en relación directa con estas
prácticas de alimentación del ganado, ya que se trata de fragmentos de tallo de herbáceas, probablemente algún tipo de gramínea, conservados sin carbonizar en los estratos de corral del
abrigo (ver capitulo X).
Las Monocotiledóneas, por la morfología flexible de sus
tallos, han sido frecuentemente utilizadas en labores de trenzado
[page-n-71]
y cestería. Entre ellas, el esparto (Stipa tenacissima) ha sido la
especie más utilizada con este fin, constatándose este uso en yacimientos arqueológicos que han conservado de manera excepcional utensilios elaborados en este material. Es el caso de yacimientos como la Cova de les Cendres (Alicante) para el
Neolítico; El Rincón de Almendricos, Zapata y El Barranco de la
Viuda (Murcia), Cabezo Redondo, Terlinques y San Antón
(Alicante) y La Cardosilla y La Lloma de Betxi (Valencia) para
la Edad del Bronce (López Mira, 2001-2002). Destaca el material recuperado en el yacimiento de Terlinques, en el que se ha
conservado un registro excepcional entre el que se encuentran
incluso varios husos con hilo enrollado en el interior de un cesto
de esparto (Machado Yanes et alii, 2004).
En el poblado ibérico del Coll del Moro (Gandesa, Terra Alta)
se han identificado restos de fibras, posiblemente de lino, muy
mineralizadas en el fondo de unas piletas, conservadas gracias al
medio húmedo y anaerobio, que se integran dentro del proceso
denominado de "enriado" (fermentación en agua de las fibras a
partir de los microorganismosque ellas mismas transportan), con
el ñn de hacerlas aptas para el trenzado (Alonso y Juan, 1994:
139). De este proceso existen paralelos en algunos yacimientos
de los lagos suizos (Geijer, 1979).
Además de estos testimonios directos, se multiplican en otros
yacimientos los registros indirectos sobre esta actividad, como las
imprentas de esteras vegetales en el material cerámico o en fragmentas de arcilla de paredes y techos, lo que pone de manifiesto la
amplia utilización de estas especies vegetales para gran cantidad
de actividadescotidianas durante la Prehistoria. En época romana,
Vitrubio describe la utilización del esparto y cañas entrelazadas
para la construcción de bóvedas, al realizar un entramado plástico
que permitiera su adaptación a los espacios (Vitrubio, 1982).
Algunos autores proponen ciertos criterios de distinción,
basados fundamentalmente en la anchura y morfología de los
radios (Jacquiot et alii, 1973: 146). En cuanto a la anchura,
Jacquiot distingue dos grupos de especies: las de radios de hasta
5 células, entre las que se encuentranA. opalzrs, A. platanoides y
A. campestre; y las de radios de hasta 8 células, que incluye A.
psezrdoplatanzrs y A. rnonspesszrlanztm. En cuanto a la morfología, es frecuente encontrar radios multiseriados heterogéneos,
con una fila de células cuadradas marginales en A. opahrs, y en la
mayor parte de los radios uniseriados en A. pseztdoplatanus y A.
monspessulanzrm (en el resto de especies es menos fkecuente,
aunque también están presentes). Un úitimo criterio seria el
tamaño de los vasos, ya que en especies como A. monspesszrlanirm miden de 20 a 50 pm, mientras que el tamaño general en las
otras especies oscila entre 50-100 pm. Además, en el caso de A.
campestre se observa una clara disminución del tamaño de los
vasos hacia la madera final, que en el resto de las especies permanece invariable (Jacquiot et alii, 1973: 144).
En nuestro anáiisis no hemos realizado una identificación de
la especie. Todos los fragmentos de carbón identificados como
Acer proceden de los yacimientos localizados en el sector oriental peninsular, de manera que si añadimos un criterio ecológico,
las especies existentes en esta región son Acer opalzts y A. monspessulanzrni. Las características anatómicas observadas en el carbón analizado son coherentes con las antes descritas para estas
especies, por lo que sería viable que se tratara de alguna de ellas
o de ambas. Pero dado que no hemos podido diferenciarlas únicamente con los criterios anatómicos, hemos mantenido la identificación en el rango de género.
Género: Acer sp.
Nombre común: arce.
III.1.4. ANGIOSPERMAS DICOTILED~NEAS
Descripción anatómica:
FAMILíA: ACERACEAE
De esta familia se ha identificado el género Acer. Las diferentes especies que lo integran presentan grandes similitudes
entre sí, por lo que resulta dificil su identificación.
radiales de 2 a 4, con un tamaño muy similar en la madera inicial
y final del anillo. Límite de los anillos de crecimiento muy visi-
Foto 3.19. Acer sp. Plano transversal.
Foto 3.20. Acer sp. Plano longitudinal tangencial.
P.T.:Porosidad difusa, con vasos muy numerosos y pequeños
(entre 30-60 [cmde diámetro), generalmente aislados o en grupos
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ble. Parénquima fundamentalmente apotraqueal, difuso (foto
3.19).
P.L.T.: Radios uniseriados, y multiseriados, de hasta 517 células de anchura, y entre 10 y 40 de altura. Radios de morfología
característica, alargados y apuntados en los extremos, compuestos por células redondeadas pero de tamaño variable (foto 3.20).
P.L.R.: Radios fundamentalmentehomogéneos. Los uniseriados heterogéneos, compuestos exclusivamente por células cuadradas. huiteaduras de los campos de cruce pequeñas, elípticas y
poco numerosas. Punteaduras intervasculares grandes, de circulares a elípticas. Perforaciones simples. Engrosamientos en espiral
muy finos (Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber
1978, 1990).
Ecoloeia:
Las diferentes especies del género Acer se distribuyen sobre
todo por la mitad septentrional y oriental de la península ibérica.
No son exigentes en cuanto al substrato, ya que se encuentran
tanto sobre suelos calizos como siliceos, pero sí requieren un
mínimo grado de humedad edbfica y ambiental (Romo Diez,
1997: 267).
Las especies A. canpestre, A. pseirdoplatanirs y A. platanoides habitan en el norte de la península, en zonas de media montaña, aunque huyen de finos demasiado rigurosos. Suelen encontrarse en el seno de formaciones de caducifolios (robledales, alisedas, hayedos, etc.) en forma de pies aislados, y por sí solos no
dan lugar a formaciones importantes.
Las especies A. opalzrs y A. mo~tspessirlantmise encuentran
por toda la mitad oriental de la península, salvo en zonas de extrema aridez. Viven preferentemente en bosques claros de carrasca,
quejigo y formaciones mixtas de caducifolios, aunque en ocasiones se asientan en lugares pedregosos como pies de cantil, resistiendo la sequedad estival.
Usos v aprovechamient~:
La madera del arce es dura, tenaz y de densidad media. Seca
bien, auuque lentamente y resulta bastante estable. Su densidad y
fina textura convierten esta madera en un material constructivo
apreciado por su resistencia a la abrasión y a las condiciones de
intemperie, aunque también resulta apropiada para la fabricación
de pequeños objetos, tales como mangos de herramientas, toneles, piezas de carpintería, etc. (Johnson, 1994: 254; Romo Díez,
1997: 265-269). En efecto, varios tipos de recipientes elaborados
en madera de Acer cf. platanoides han sido recuperados en los
yacimientos de Polada y Barche di Solferino (Follieri, 1970,
1974).
Las hojas se aprovechan para la alimentación del ganado, ya
que son muy nutritivas. Las hojas y semillas del arce real (Acer
platanoides) se pueden consumir crudas o cocidas, y su savia es
azucarada por su alto contenido en sacarosa y sales minerales, y
se consume tras si1 extracción y fermentación (Romo Díez, 1997:
269).
FAMILIA: ANACARDZACEAE
De esta familia se ha identificado fácilmente el género
Pistacia. La diferenciación entre las especies P. lentisctrs y P.
terebinthirs requiere unos criterios algo más detallados. La especie perennifolia (P. le~ztiscirs)presenta un anillo semiporoso,
menos marcado que la especie caducifolia (l? terebintlilrs), cuyos
vasos son de mayor tamaño y se distribuyen de manera clara a lo
largo del comienzo del anillo. Los canales secretores en los radios
Foto 3.21. Pistncin leritisciis. Plano transversal.
son mucho más frecuentes en P. le~ltiscirs(Schweingruber, 1990).
Varios autores proponen también una diferenciación en base a la
anchura de los radios (Greguss, 1959; Schweingruber, 1990); P.
lentiscirs los tiene uniseriados o biseriados, siendo muy raros los
de tres células de anchura, mientras que P. terebiiithlrs los tiene
preferentemente bi- o triseriados.
A partir de estos criterios hemos realizado una diferenciación
entre estas dos especies en nuestro material. Sin embargo, ésta se
limita a los casos en que se han podido observar con claridad la
conjunción de varios criterios. En caso contrario, la identificación
ha permanecido en el rango de género.
Foto 3.22. Pistncia lentiscris. Plano longitudinal tangencial.
[page-n-73]
Foto 3.23. Pistacia terebintltcrs.Plano transversal.
Especie: Pistacia le~itiscirs.
Nombre común: lentisco.
Descrioción anatómica:
P.T.: Anillo semiporoso y vasos del leño tardío agrupados
radial y tangencialmente, a veces formando flamas. Parénquima
paratraqueal. Frecuentes tílides (foto 3.21).
P.L.T.: Radios uniseriados y biseriados en su mayor parte,
raramente triseriados. Canales resiníferos en la sección tangencia] de los radios (foto 3.22).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con células verticales marginales. Perforación simple. Engrosamientos en espiral en todos los
elementos del sistema axial salvo en los vasos más grandes del
leño temprano (Greguss, 1959; Schweingruber 1978, 1990).
Pistacia terebiíitliirs (cornicabra, terebinto) se pude distinguir
de F! leíitiscirs ante criterios como: la presencia frecuente de tílides, un anillo poroso más marcado (foto 3.23) y la mayor anchura de los radios (bi- o triseriados) (foto 3.24) (Schweingruber
1978, 1990).
Ecología:
El lentisco se distribuye por gran parte de la península
Ibérica, sobre todo en el piso termomediterráneo,huyendo de las
zonas interiores muy continentales y de las muy húmedas, y
constituye un elemento fundamental del matorral esclerófílo
mediterráneo. También ocupa afloramientos rocosos y laderas
pedregosas que no son aptas para el desarrollo de una vegetación
de carácter más forestal (Romo Diez, 1997: 271).
La cornicabra o terebinto se distribuye por gran parte de la
península Ibérica, sobre todo en el piso mesomediterráneo,
huyendo de las zonas interiores muy continentales y de las muy
húmedas del norte. Tolera el frío, pero no las heladas muy intensas. Es característica del ámbito mediterráneo o de ambientes
euosiberianos térmicos o submediterráneos (Costa et alii, 1997:
439-440). Es frecuente que aparezcan ejemplares más o menos
Foto 3.24. Pistacia terebirttlircs. Plano longitudinal tangencial.
aislados en los matorrales heliófílos que surgen en claros o márgenes de los bosques de encina, quejigo o melojo, como consecuencia de su degradación, pero no suele formar bosques donde
esta especie sea predominante (Romo Díez, 1997: 271; Mesa
Jiménez et alii, 1996).
Usos v aorovechamiatQ:
Las maderas del lentisco y del terebinto no son de buena calidad para la construcción, pero sí para la fabricación de piezas de
pequeño tamaño, ya que producen varas rectas. El fruto del lentisco es consumido por animales domésticos (Romo Díez, 1997:
271; Galán Cela et alii, 1998: 76-77).
La almáciga es una resina o goma que se extrae de estas plantas mediante la realización de incisiones, muy utilizada actualmente en la industria, para la elaboración de barnices, pero que
también ha sido mascada por el hombre. También se extrae de las
drupas un aceite que se ha utilizado para el alumbrado y se consume actualmente en poblaciones árabes (Mulet Pascual, 1991:
337-338).
De ambas especies se extrae también otra resina, llamada trementina de Kíos, con propiedades aromáticas, diuréticas y estimulantes, muy apreciada en los países mediterráneos; con ella se
ha documentado la elaboración de un incienso que se emplea a
falta del verdadero en muchas localidades.
El fruto del terebinto es consumido por aves silvestres y animales domésticos, ya que constituye un extraordinario recurso
energético, aunque sus estructuras vegetativas no son muy apreciadas por los rebaños (Romo Díez, 1997: 271;Galán Cela et alii,
1998: 76-77). La cornicabra forma parte frecuentemente de los
que algunos autores han denominado "etnoecosisternas", formaciones que constituyen un tipo especial de dehesa que se genera
por si sola, con la simple actividad del ganado. Uno de los mejores ejemplos se encuentra en el macizo de Mágina (Jaén) (Mesa
y Delgado, 1995; Costa et alii, 1997: 441-444).
Durante la Prehistoria se ha documentado el uso de la madera de Pistacia como combustible de forma abundante en algunos
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yacimientos como en la Lloma de Betxi (de Pedro, 1998: 234237), pero no existe testimonio directo del uso de otras partes de
la planta.
Especie: Neritim oleander.
Nombre común: Adelfa, laurel rosa.
:P.T.: Porosidad difusa. Vasos pequeños, aislados o en grupos
radiales, muy espaciados. Parénquima apotraqueal, en ocasiones
paratraqueal. Radios poco visibles, de células muy pequeñas que
se confunden con las fibras de paredes gruesas (foto 3.25).
P.L.T.: Radios uni- o biseriados, ocasionalmente triseriados,
con 10-15 células de altura maxima. Punteaduras intervasculares
vestidas (foto 3.26).
P.L.R.: Radios heterogéneos: los uniseriados compuestos
exclusivamente por células verticales; los biltriseriados con
numerosas filas de células verticales y cuadradas. Punteaduras
intervasculares vestidas. Punteaduras de los campos de cruce
vaso-radio grandes y alargadas. Fibras con morfología libriforme.
Perforación simple (Schweingruber, 1990).
Ecología:
En general, todos los géneros y especies de esta familia son
de distribución preferentemente tropical y subtropical. Incluyen
una gran variedad, desde herbáceas hasta grandes árboles, lianas
y trepadoras, que se caracterizan por poseer látex lechoso.
En la península Ibérica, las adelfas se distribuyen fundamentalmente en los cuadrantes sureste y suroeste hasta el valle del
Guadiana. Ocupan fondos de barranco y ramblas con nivel fieático más o menos profundo, orillas de río y ambientes de agua
superficial en general. No soporta las heladas, aunque cultivada
si puede vivir en lugares más fifos (Stiibing y Peris, 1998). Son
características de los pisos termomediterráneo y mesomeditemíneo inferior (Mulet Pascual, 1997: 284).
Foto 3.26. Neriicrtt oleander. Plano longitudinal tangencial.
Usos y aprovechamient~:
Las adelfas son muy tóxicas en todos sus órganos vegetativos. Los animales las rehuyen, e incluso se ha documentado su
utilización como veneno para alejar parásitos o ratas (Stübing y
Peris, 1998). Actualmente, en el Sahara occidental se utiliza su
madera lavada y seca para fabricar pipas, y su carbón, junto al
m f i e y salitre, es uno de los componentes básicos para la fabricación de pólvora. La infusión de sus hojas también se utiliza
como abortivo (Mulet Pascual, 1997: 284-285). Actualmente
también se confeccionan cortinas con sus varas.
En el registro prehistórico es poco frecuente hallar restos de
la utilización de esta especie, ni siquiera como combustible, aunque no hay que descartar que ya se conocieran algunas de sus
propiedades.
FAMILIA: ARALIACEAE
Especie: Heder0 helix.
Nombre común: Hiedra.
Pescriwción anatómica:
P.T.:Madera semiporosa. Vasos en grupos generalmente con
orientación tangencial. Parénquima paratraqueal y apotraqueal
difuso (foto 3.27).
P.L.T.: Radios de 4-8 células de anchura, muy altos, de más
de 100 células (Greguss, 1959). En los radios más anchos es frecucntc cncontrar cspacios intcrcclularcs (foto 3.28).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con varias filas de células verticales marginales. Punteaduras intervasculares grandes, alternas.
Aberturas en los campos de cruce vaso-radio muy grandes.
Perforación simple (Greguss, 1959; Schweingruber, 1990).
Foto 3.25. Neri1111ioleaiider. Plano transversal.
Ecoloda:
La hiedra es una planta trepadora, silvícola, con una amplia
distribución geográfica, que se desarrolia generalmente en el seno
de bosques húmedos o zonas frescas de umbría constante. Se dis-
[page-n-75]
Foto 3.27. Hedern Itelix. Plano transversal.
tribuye por zonas de baja o media altitud, trepando por los árboles
o por el sotobosque e incluso el roquedo si no encuentra otro soporte mayor (Mulet Pascual, 1997: 204; Galán Cela ef nlii, 1998: 85).
Foto 3.29. Alnits sp. Plano transversal.
Usos v a~rovechamient~:
La madera de esta especie no es de buena calidad por ser niuy
porosa. Sus bayas, y en menor medida, sus hojas, resultan tóxicas
para el ser humano (Pesis et alii, 1996: 73). La ingestión masiva de
sus fnitos puede resultar mortal, pero en cantidades controladas
posee ciertos principios tóxicos que Iian sido aprovechados para el
tratamiento de dolencias del sistema nervioso y de algunas manifestaciones reumáticas, de dolencias en el estómago, hígado, vesícula biliar, etc. (Mulet Pascual, 1997: 204-205).
FAMZLL4: BETULACEAE
De la familia de las betuláceas hemos identificado los géneros Alrilrs y Betlrln, aunque en ninguno de los dos casos se ha
podido deteminar la especie. Ambos se caracterizan fundamentalmente por la presencia de perforaciones de tipo escalariforme
con barras fmas y numerosas.
Las diferentes especies del género Ahtlcs no presentan criterios claros de diferenciación.Algunos autores proponen la morfología de los radios como elemento distintivo (Jacquiot et alii,
1973: 104); de este modo, el grupo formado por A. ghrtiltosa, A.
Nicana y A. cordato se caracteriza por la presencia de radios agregados, mientras que A. viridis no posee este elemento. En cuanto
Foto 3.28. Hedern Irelix. Plano longitudinal tangencial.
Foto 3.30. Alnrrs sp. Plano longitudinal tangencial.
[page-n-76]
Foto 3.31. Al~rirssp. Plano longitudinal radial.
Foto 3.32. Betirln sp. Plano transversal.
al primer grupo, una mayor precisión resulta compleja, ya que los
autores proponen una mayor entidad de los radios heterogéneos
en A. iricanu, y homogéneos en A. gltrtinosa y A. corduta. En
nuestro material, los radios observados son fundamentalmente
homogéneos, y los agregados bastante frecuentes, pero no hemos
considerado estos criterios sólidos para realizar una identifícación de rango específico. Ecológicamente, es Ahilrs glutinosa la
especie extendida actualmente en el territorio peninsular, cuyos
caracteres anatómicos resultan coherentes con los observados en
el carbón de nuestro estudio.
En cuanto a Bettrla, tampoco se ha llegado a una identificación
de las diferentes especies en base a sus criterios anatómicos
(Schweingruber, 1990). Greguss propone una diferenciación de las
especies a partir de las dimensiones de los radios; Bettrla peridirln
puede presentar radios más altos (hasta 30 células) que B. ptrbescens (=B. alba, Costa et alii, 1997: 178) (hasta 15 células), pero
ésta última tiene radios de una a cuatro células de anchura, mientras que B. pendula no sobrepasa las 3 células (Greguss, 1959).
En ambos casos hemos considerado más oportuno la determinación únicamente del género.
Ecoloda:
El aliso se desarrolla desde el nivel del mar hasta los 1.4001.500 metros de altitud. Es frecuente en todas las montañas del
norte peninsular, aunque también se puede encontrar en algunas
montañas del sur con alta pluviosidad y substrato silíceo (Romo
Díez, 1997: 168). Es un árbol propio de formaciones de ribera,
torrentes, humedales y suelos que mantienen un nivel freático elevado todo el año. Requiere cierto desarrollo edáfico y huye de los
suelos carbonatados, pero en la Iberia húmeda éstos se lavan con
gran facilidad y suele aparecer en todas las formaciones de ribera.
También es posible encontrar alisos fuera de ambientes cstrictamente ribereños, en afloramientosde acuíferos, formando rodales
en zonas de media ladera o como pies dispersos en otras formaciones mixtas caducifolias, siempre que cuente con condiciones
favorables para su desarrollo (Costa et alii, 1997: 469472).
Género: Ahtirs sp.
Nombre común: Aliso.
Descri~ciónanatómicc
P.T.: Porosidad difusa a semiporosa, con vasos en grupos de
2 a 6 o en filas radiales. Limite de los anillos de crecimiento
ondulados en zonas de radios agregados. Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.29).
P.L.T.: Radios uniseriados, de hasta 25 células de altura.
Radios agregados frecuentes, con una anchura de 2-3 células
(foto 3.30).
P.L.R.: Radios homogéneos. Punteaduras de los campos de
cruce pequeñas y numerosas. Perforaciones escalariformes fkecuentemente con más de 20 barras finas (foto 3.31) (Greguss,
1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber 1978, 1990).
Ysos v aprovechamient~:
La madera del aliso es blanda, de densidad media y tiene una
textura muy fina, por lo que se sierra con facilidad y da buenos
acabados, de manera que se ha empleado fkecuentemente en la
elaboración de objetos pequeños y ebanistería. Presenta la ventaja de que es imputrescible sumergida en agua, por lo que es un
material de construcción muy apreciado en obras hidráulicas,
represas y pilones sumergidos. Efectivamente, durante la
Prehistoria ya se documenta el uso de madera de Ahirrs cf. gllrfinosa para la elaboración de útiles en los yacimientos del norte de
Italia de PoIada y Barche di Solfcrino, entre los que se han hallado varios recipientes y contenedores (Follieri, 1970, 1974).
Género: Betula sp.
Nombre común: Abedul.
n anathuca:
P.T.: Porosidad difusa, con una distribución uniforme de los
vasos. Limite de los anillos visible. Vasos aislados o en pequeños
grupos radiales de 2 a 4. Tamaño de los vasos variable, depen-
[page-n-77]
diendo del lugar de crecimiento. Parénquima apotraqueal, difuso.
Radios agregados muy poco frecuentes (foto 3.32).
P.L.T.: Radios bi- a cuatriseries, con una altura media de entre
10 a 15 células (foto 3.33).
P.L.R.: Radios homogéneos. Punteaduras de los campos de
cruce pequeñas y numerosas. Perforaciones escalariformes de 10
a 25 barras muy fuias (Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973;
Schweingruber 1978, 1990).
Ecologia:
El abedul se extiende por casi todas las zonas Mas y húmedas de Europa y en la península ibérica se desarrolla sobre todo
por el sector noroccidental, la cornisa cantábrica y montañas pirenaicas (Romo Diez, 1997: 165). La especie más extendida en el
sector noroccidental peninsular es Betida alba, mientras que B.
pe~idirlaocupa fundamentalmenteel nororiental. Ambas soportan
grandes oscilaciones térmicas, el frio, e incluso temperaturas elevadas en verano si la humedad edáfica es suficiente. Prefiere los
suelos de carácter ácido o descarbonatado, y húmedos.
Es un árbol de crecimiento rápido, pionero, que coloniza Cecuentemente matorrales abiertos y claros de bosques de caducifolios gracias a su rapidez de expansión (gran producción de fnitos ligeros y alados, regeneración vegetativa y ge-ación
fácil,
etc.). Su carácter heliófilo lo excluye generalmente del seno de
formaciones forestales muy densas y umbrosas, por lo que suele
aparecer formando rodales en riberas, fondos de valles, biotopos
higroturbosos, etc., y salpicando formaciones eurosiberianas o
submediterráneas de robles, hayas, melojos y otros bosques mixtos en forma de pies aislados (Costa et alii, 1997: 179-182).
pastores del norte de la península ibérica fabrican cuencos con
madera de abedul para el procesado de la leche y elaboración de
quesos, debido a su resistencia al agrietamiento. La resina o brea
que se obtiene del abedul es muy utilizada para sellar recipientes y
tratar la superficie de las embarcaciones de madera. También se
extrae una savia que se utiliza para la elaboración de vino o la Ilarnada cerveza de abedul, gracias a su capacidad de fermentar.
En las sociedades tradicionales más septentrionales del planeta, el abedul es la fuente fundamental de aprovisionamientode
los recursos vegetales, en mayor medida cuanto más nos acercamos a los polos. Este Brbol proporcional leña de gran calidad,
corteza y ramas de pequeño tamaño para encender el fuego,
madera de buena calidad para la elaboración de Útiles, trineos,
refugios, etc. En Noruega se ha documentado incluso la construcción de cabañas sólo con planchas de corteza de abedul, por
sus extraordinarias cualidades de impermeabilidady resistencia a
la putrefacción en condiciones de intemperie (Abelia, 1997: 24).
Del mismo modo, en el registro prehistórico, se documenta esta
misma dominancia del abedul en momentos de máximo rigor climático, que hacían de este taxón una de las principales fuentes de
aprovisionamiento de combustible y madera en general, ante la
escasez de cubierta vegetal arbórea de otra naturaleza, como evidencia su abundancia en los niveles pleistocenos del abrigo de
Boila (Epiros, Grecia) (Ntinou, 2000).
Usos v aprovechamiento:
La madera del abedul presenta diferentes características en
cuanto a sus propiedades físicas y mecánicas según las especies:
es más resistente y dura, la de B. alba
mientras la de Betirlrrpet~d~drr
es de grano fino, blanda y poco duradera. La pulpa de ésta iíltima
ha sido muy utilizada para la fabricación de papel y carbón vegetal
(Romo Diez, 1997: 164-165; Johnson, 1994: 257). Actualmente, los
FAMILL4: BUXACEAE
Esta familia no ha presentado problemas para la identificación del taxón Birsirs sp., ya que resultan muy características las
perforaciones escalariformes y la morfología de los radios en el
plano tangencial, de células muy redondeadas y alargadas en los
extremos. Sin embargo, resulta imposible realizar una distinción
de las diferentes especies de este género en base a sus criterios
anatómicos. Las dos especies de boj que se encuentran actualmente en la península íbérica son Blrxirs sempervire~isy B. balemica. Ambas son especies vicariantes, es decir, que su variación
taxonómica se debe a la deriva genética de un mismo arquetipo o
especie ancestral en distintas localidades geográficas.
Foto 3.33. Betr~fg
sp. Plano longitudinal tangencial.
Foto 3.34. B l w s sp. Plano transversal.
[page-n-78]
barras. Punteaduras intervasculares pequeñas, redondeadas y
muy numerosas (foto 3.36) (Greguss, 1959; Jacquiot et alii,
1973; Schweingruber 1990).
Ecolgaia:
El boj se encuentra en algunas zonas montañosas de substrato calizo de la península Ibérica, fundamentalmente por los
Pirineos, el sector noreste, en el sistenia Ibérico y sierras de
MBgina y Cazorla, desde el nivel del mar hasta altitudes de 2.1002.200 m (Romo Diez, 1997: 255). Tolera suelos pizarrosos o granítico~.Se puede asentar sobre laderas pedregosas y umbrosas,
aunque también es fiecuente en el sotobosque de bosques marcescentes y sus orlas espinosas (Mulet Pascual, 1997: 103). En
las etapas de degradación de estos bosques, el boj se expande
rápidamente y puede dar lugar a un matorral alto casi monoespecifico (GalBn Cela et alii, 1998; Masclans, 1980).
La especie baleárica tolera mejor la aridez, pero soporta mal
los fríos invemales. Prefiere substratos calizos y dolomíticos, y se
desarrolla frecuenteniente en el seno de bosques de Pirizrs halepemis.
Foto 3.35. Birsrrs sp. Plano longitudinal tangencial.
Especie: Bzrsirs sp.
Nombre común: boj.
m p c i ó n anatómica:
P.T.: Porosidad difusa. Vasos pequeños, infrecuentes y generalmente aislados. Límite de los anillos de crecimiento poco visible. Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.34).
P.L.T.: Radios generalmente biseriados, raramente de 1 ó 3,
con una altura media de 6 a 12 células. Células centrales de los
radios pequeñas y redondeadas, y las de los extremos, más grandes y alargadas (foto 3.35).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con 1 a 3 células verticales marginales y cuadradas. Perforaciones escalariformes de 5 a 10
Foto 3.36. Brruirs sp. Plano longitudinal radial.
La madera de boj es de textura muy f í a y uniforme, y su
grano recto y a veces irregular. Es muy pesada, de manera que
incluso después de secada apenas flota en el agua. Para su utilización se debe dejar secar lentamente, ya que de lo contrario ésta se
agrieta; si se hace de este modo, resulta muy adecuada para su trabajo. Se ha documentado desde la Prehistoria su utilización para
la elaboración de útiles tales conio arcos, enmangues, peines,
tablillas, mangos de herramientas, hiladoras, etc. (Johnson, 1994:
257). En algunos yacimientos arqueol6gicos se ha dociunentadoel
uso de esta especie también como combustible doméstico, como
en el caso de los hogares de La Draga (Bosch et alii, 1999) o de
forma más puntual en los niveles pleistocenos de Buraca Grande,
Portugal (Figueiral y Terral, 2002).
Los ñutos y hojas del boj son tóxicos, pero se han utilizado
en infusión con algunos Gnes terapéuticos y para la obtención de
tintes (Romo Diez, 1997: 255) e incluso algunos autores se han
referido al boj como un sustituto del lúpulo-en la fabricación de
la cerveza, además de los amplios usos medicinales que se conocen de este género (Mulet Pascual, 1997: 104).
FAMILIA: CAPRIFOLIACEAE
De esta familia se han identificado los géneros Saniblrcirs y
Vibinnirni, aunque en ninguno de los casos se ha llegado a la
determinación de la especie a la que corresponden.
Algunos autores proponen una deteminación de las diferentes especies de San~bucicsen base a la altura de sus radios; S.
nigra y S. maderensis tendrían un máximo de 20 células de altura, mientras que S. racentosa, un máximo de 15 (Schweingruber,
1990). Sin embargo, la fiecuente observación de radios que se
encuentran dentro de ambos intervalos en el material analizado
nos impide realizar la determinación más allá del género.
En cuanto a Vibutnunr, el rasgo más característico para la
identificación del género son las punteaduras con formas muy
alargadas hasta desembocar en perforaciones escalariformes muy
altas (hasta 40 barras). Greguss propone una distinción de las
especies en función de la presencia de engrosamientos en espiral;
según el autor, ?l tinzrs sería la única especie que presentaría este
elemento anatómico (Gregus, 1959). Sin embargo, otros autores
proponen una presencia &cuente de engrosamientos también en
[page-n-79]
P.T.: Porosidad difusa a semiporosa. Vasos con paredes finas,
agrupados de fonna tangencial y diagonal. Llmite de los anillos
de crecimiento visible, marcado por un tamaño diferencial de los
vasos de la madera inicial y final. Parénquima apotraqueal, difüso (foto 3.37).
P.L.T.: Radios de 2 a 4 células de anchura, y de 10 a 30 de
altura (foto 3.38).
P.L.R: Radios heterogéneos, generalmente con 1 ó 2 células
verticales y cuadradas marginales. hinteaduras intervasculares
redondeadas. Punteaduras de los campos de cruce grandes y ovaladas (Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber
1978, 1990).
Foto 3.37. Smbucirs sp. Plano transversal.
l? lantana, aunque éstos no son siempre visibles (Schweingruber,
1990). La observación de las diferentes especies de Vibirinirni en
la colección de referencia apoya esta segunda hipótesis. Otros
autores proponen un criterio de diferenciaciónbasado en el tamaño medio de los vasos, ya que mientras en l? optrlirs éstos oscilan
entre 20-50 kcm de diámetro, en l? lantaiia van de 30 a 70 pm
(Jacquiot et alii, 1973: 170). En nuestro material, se han identificado frecuentemente los engrosamientos en espiral, pero ante la
variabilidad que se ha observado en varios individuos de una
misma especie, hemos optado por mantener la identificación en
el rango de género.
Género: Sarnbucirs sp.
Nombre común: saúco.
Foto 3.38. Satnbrrcrrs sp. Plano longitndinal tangencial.
Ecología:
El saúco habita desde el nivel del mar hasta los 1.O00 metros
de altitud aproximadamente. Se distribuye por gran parte de la
península Ibérica, aunque es más frecuente en todo el norte
peninsular, debido a su preferencia por los ambientes frescos y
suelos profundos y húmedos; por ello es frecuente también
encontrarlo formando parte de la vegetación característica de los
cursos de agua, sobre todo en forma de sotos y en claros de estos
bosquetes de ribera (Romo Diez, 1997: 295). A pesar de estas
preferencias, también es frecuente hallarlo adaptado a suelos calcáreos pedregosos, taludes, escombreras de origen antrópico,
suelos mal drenados, etc. Tolera tanto zonas umbrosas como a
pleno sol. La especie S. nigra encuentra su óptimo en la región
Eurosiberiana, mientras que S. raceniosa está más ampliamente
distribuido por la región Mediterránea.
ysos v aprovechamiento:
Los fnitos, flores, raíz y corteza interna del saúco han sido
ampliamente utilizados en medicina popular. Las bayas también
han sido empleadaspara la elaboración de tintes, incluso para dar
un color mhs vivo al vino. Estas propiedades tintóreas eran ya
conocidas desde la antigüedad, pues Vigilio citaba en sus obras
un colorante que se obtenía de los frutos del llamado saúco menor
(S. ebi~lns),conocido con el nombre de "afeite del Dios Pan"
(Mulet Pascua!, 1991: 406; 1997: 386). Los frutos del saúco también son consumidos por los humanos (Romo Diez, 1997: 295).
La madera del saúco es pesada y dura. Se deja secar muy lentamente antes de su manipulación, pues se agrieta con gran facilidad. Se emplea fundamentalmente para la elaboración de
pequeños utensilios, tales como cucharas, cajas, peines, etc. La
médula se extrae con mucha facilidad de las ramas jóvenes y se
ha utilizado tradicionalmentepara la elaboración de canutillos de
tejedor, flautas o cerbatanas (Abella, 1997: 165). En el yacimiento lacustre de La Draga se ha documentado el uso de madera de
saúco para la elaboración de diversos enmangues de útiles liticos
(Bosch et alii, 1996, 1999). Aparece entre los restos de combustible doméstico en yacimientos como Los Millares, El Malagón o
el Cerro de la Virgen (Rodríguez Ariza, 1992).
Género: Vibirrnuni sp.
Nombre común: durillo, barbadejo, lantana, viburno.
, .
Descripció~anatomicq:
P.T.:Porosidad difusa. Vasos relativamente pequeños, generalmente aislados. Parénquima apotraqueal, difuso. Radios a
veces poco visibles en este plano anatómico (foto 3.39).
P.L.T.: Radios uni- o biseriados, raramente de 3 células de
anchura; los uniseriados, compuestos exclusivamente por células
[page-n-80]
Foto 3.39. I4b1rrnnrn sp. Plano transversal.
Foto 3.40. i4birrnrrr11sp. Plano longitudinal tangencial.
verticales, de morfología oval o rectangular. Altura media de los
radios de 8 a 15 células (foto 3.40)
P.L.R.: Radios heterogéneos, con varias filas de células verticales y cuadradas marginales. Perforaciones escalariformes de
más de 25 barras y hasta 40. Punteaduras intervasculares cercanas a las perforaciones también con tendencia escalariforme (y
presencia de miiltiples formas intermedias). Engrosamientos en
espiral muy finos y no siempre visibles en los extremos de los
elementos de los vasos (Greguss, 1959; Jacquiot et nlii, 1973;
Schweingmber, 1978, 1990).
de las hojas maceradas en lejía para ennegrecer los cabellos. De
la corteza de la raíz se obtiene una sustancia viscosa muy empleada para elaborar la liga en la caza de pájaros. De su madera se
fabrican flautas.
La escasez de este género en el registro antracobgico muestra su recolección como combustible ocasional. Se ha identifícado lqbi~nnrnitirtirs en la Cova de les Cendres (Badal, 1990).
Ecoloda:
El género Kbinnum es característico de bosques subhúmedos
o húmedos, de perennifolios o mixtos, y de los matorrales que los
orlan; dentro de éstos, suelen ocupar ecótopos umbrosos y fondos
de valle (Stübing y Peris, 1998).
La especie K luntnna se desarrolla en el seno de bosques y
matorrales caducifolios húmedos. K tinirs es característica de los
bosques esclerófilos mediterráneos (carrascales y alcornocales)
con cierto grado de humedad, y de los matorrales termo y mesomediterráneos litorales y sublitorales; puede dar lugar a un matorral denso junto a otras especies mediterráneas (Galán Cela et
nlii, 1998). Ambas especies se desarrollan preferentemente sobre
suelos calcáreos (Mulet Pascual, 1997: 437-438). F! opirlris es
característico de la mitad septentrionalpeninsular, desarrollándose en el seno de bosques caducifolios y zonas húmedas a lo largo
de los valles fluviales; requiere un clima más Cesco que las anteriores (Galán Cela et alii, 1998).
Usos v aprovechamiento:
Todas las especies de T4bur1tuniposeen gran cantidad de sustancias tóxicas utilizadas tradicionalmente para múltiples fines.
Las flores y fiutos contienen sacarosa, invertina, emulsina, ácido
valeriánico y un glucósido; las hojas y bayas poseen funciones
astringentes, antiespasmódicas y calmantes del dolor (Font Quer,
1973: 757; Galán Cela et alii, 1998). Se ha documentado el uso
FAMLIA: CISTACEAE
La familia de las cistáceas contiene un gran número de géneros y especies; sin embargo, en nuestro análisis no hemos identificado más que el género Cistirs. Son elementos clave para su
Foto 3.41. Cistus sp. Plano transversal.
[page-n-81]
/n~~rifo/izis,
que pueden soportar fuertes heladas (Herrera el alii,
1994: 28).
Foto 3.42. Cishts sp. Plano longitudinal tangencial.
identificación la presencia de radios uniseriados muy heterogéneos y de punteaduras intervasculares vestidas.
Género: Cist~rssp.
Nombre común: Jara, estepa.
. .
at ' :
~
~
c
solitarios
~
y poco~frecuentes. Parénquima apotraqueal,difuso. Limite de anillo visible.
Falsos anillos frecuentes (foto 3.41).
P.L.T.: Radios uniseriados o bisellados, de hasta 30 céluias de
altura (foto 3.42).
P.L.R.: adiós muy heterogéneos,
con varias filas de células
verticales marginales. Radios uniseriados compuestos exclusivamete por células verticales. Vasos y fibrotraqueidas con finos
engrosamientos en espiral, no siempre visibles. Punteaduras
intervasculares grandes, vestidas. Perforación simple (Greguss,
1959; Schweingniber 1990).
df',EBVasos
usos v aprovechamiento:
De C. lndnnifer se extrae una resina, llamada "ládano",
empleada antiguamente en medicina y hasta la actualidad en perfumería. Además, su madera es una de las más duras que existen,
se astilla fácilmente y da lugar a fragmentos afilados y duros, por
lo que resulta apropiada para la fabricación de objetos de pequeño tamaño. Presenta una elevada velocidad de combustión y
poder calorifico, de modo que ha sido tradicionalmente empleada para alimentar los hornos de pan. De ella se extrae el "picón",
un carbón vegetal de excelente calidad. Las jaras en general son
un mal pasto para el ganado; sólo las cabras toleran sus hojas,
aunque prefieren las flores y cápsulas (Herrera et dii, 1994).
Se ha documentado que antiguamente se consumía una especie de espuma blanca que exudan los tallos de las jaras, denominada mángala o mangla, muy apreciada por su sabor enormemente azucarado. En los jarales crece también una sorprendenteriqueza y diversidad de hongos consumible para los humanos. Además,
son enclaves frecuentemente seleccionados para la instalación de
colmenas, ya que la miel procedente de estas flores es una de las
más apreciadaspor los humanos (Fronti, 1996).Todas estas cualidades de las jaras son ampliamente explotadas en la cultura popular tradicional y probablemente se tuviera ya un conocimiento de
ellas desde la Prehistoria. La recolección de miel ha quedado
documentada en testimonios como las pinturas de la Cueva de la
Araña en Bicorp, y la apicultura propiamente dicha en las colmenas recuperadas en numerosos yacimientos ibéricos desde el siglo
111 BC, tales como el Puntal dels Llops, La Monravana, el Tossal
de Sant Miquel de Llíria o el Castellet de Bernabé (Mata y Bonet,
1992; Bonet y Mata, 1997), por lo que es muy probable que ya se
tuviera
de las flores pan este fín.
~ conocimiento
d de las cualidades
~
FAMILIA: COMPOSITAE
Existe gran variedad de géneros y especies leñosas pertenecientes a esta familia; sin embargo, por su gran similitud entre
M:
Las jaras se distribuyen por gran parte del territorio peninsular, aunque alcanzan su máximo desarrollo en las tierras mediterráneas, por su gran éxito adaptativo a sus condiciones: son plantas pirófitas, muy resistentes a los incendios repetitivos, y su
éxito de regeneración se debe a estrategias de germinación a partir de semillas que quedan enterradas durante el fuego. Del
mismo modo, se encuentran perfectamente adaptadas a un prolongado periodo de sequía, llegando algunas especies a perder las
hojas para menguar la transpiración (C. populifoliirs) (Climent,
1985).
En general, se desarrollan sobre suelos pobres y degradados
y sobre substratos ácidos o libres de cal, aunque hay excepciones,
como C. albidlrs, que prefiere los suelos calizos, o C. clirsii. C.
salvifolizrs y C. monspeliensis, que toleran la cal. Soportan climas contrastados, secos, soleados y de veranos calurosos. Las
dos especies de mayor amplitud ecológica son C. ladanifer y C.
Foto 3.43. Composita. Plano transversal.
[page-n-82]
Foto 3.44. Composita. Plano longitudinal tangencial.
ellas y por su gran variabilidad intraespecifica no hemos llegado
a la detenninación de ninguna. Algunos de los caracteres anatómicos típicos a nivel de familia son los radios con células de morfología cuadrangular visible en los planos transversal y tangencial, la gran heterogeneidad de los radios y las punteaduras intervasculares ovaladas y muy alargadas.
a n a t o .m :
,
-ciÓn
P.T.: Porosidad difusa a semiporosa. Vasos generalmente en
grupos radiales y en ocasiones, tangenciales.Límite de los anillos
de crecimiento frecuentemente ondulado. Radios compuestos por
células cortas y de morfología muy cuadrada (foto 3.43).
P.L.T.: Radios comvuestos Dor células de morfoloda variable, desde ovalada a poligonal. Anchura media de 3 a 5 células y
frecuentemente de más; altura de hasta 1 milímetro (foto 3.44).
P.L.R.: Radios muy heterogéneos, compuestos exclusivamente por células cuadradas y verticales. Punteaduras intervasculares
alargadas y oblicuas, con morfología tendente a engrosamientos
en espiral. Perforación simple (Greguss, 1959; Schweingruber
1990).
-
Foto 3.45. Cory111savellana. Plano transversal.
Punteaduras de los campos de cruce grandes y alargadas.
Perforaciones escalariformes con un máximo de 5 a 10 barras.
Frecuentes engrosamientos en espiral en los extremos de los elementos de los vasos (foto 3.47) (Greguss, 1959; Jacquiot et alii,
1973; Schweingruber 1978, 1990).
Ecologia:
El avellano es una especie claramente eurosiberiana que se
distribuye actualmente desde el sector noroccidental de la peninsula hasta el Pirineo oriental; hacia el sur, su presencia disminuye progresivamente y aparece únicamente en algunas montañas de
los sistemas Ibérico y Central (Romo Diez, 1997: 166).
Altitudinahente, se distribuye desde el nivel del mar a los 1.600-
Especie: Cog)lirsavellana.
Nombre común: Avellano.
, .
Descrinción anatoma:
P.T.: Porosidad difusa, con vasos en grupos radiales anchos.
Límite de los anillos de crecimiento ondulados. Parénquima apotraqueal, difuso o en pequeños grupos. Frecuentes radios agregados (foto 3.45).
P.L.T.: Radios uniseriados y agregados, compuestos por 2-3
células de anchura, la mayoría con una altura de entre 10 y 25
células, máximo 40 (foto 3.46).
P.L.R.: Radios generalmente heterogéneos, con una o dos
filas de células cuadradas y verticales, raramente homogéneos.
Foto 3.46. Cor3,l1sai~ellnrra.Plano longitodinal taagencial.
[page-n-83]
características es frecuente su utilización para la realización de
zarzos. Además, la madera del avellano se emplea para la elaboración de útiles de pequeño tamaíío, enmangues, ensamblajes de
piezas de madera, etc. (Abella, 1997: 135).
FAMILIA: CHENOPODIACEAE
Esta familia incluye gran número de géneros y especies, de
gran similitud anatómica entre ellas, y además presentan cierta
variabilidad incluso dentro de la misma especie, lo que dificulta
en mayor medida su identificación.Algunos de los criterios más
fiables son la existencia de radios visibles y su anchura, así como
la presencia de engrosamientosen espiral (Schweingruber, 1990);
sin embargo, la observación de los distintos géneros disponibles
en nuestra colección de referencia ha puesto de manifiesto que en
una misma especie pueden ser visibles o no los engrosamientos.
Según el criterio de la presencia y anchura de los radios, el carbón analizado podría pertenecer a los géneros Atriplex, Salsola o
Sicaeda.
Foto 3.47. Corylus avellnrrn. Plano longitudinal radial.
1.800 m, siempre en ambientes tkescos y húmedos. Se discute el
carácter arbóreo de esta especie, ya que frecuentemente presenta
varios ejes que surgen simultáneamente de una cepa basal, pero se
pueden encontrar formaciones con predominio de esta especie o
pequeños bosquetes puros de la misma. Generalmente se desarrolla en el seno de bosques mixtos de caducifolios, tales como hayedos, robledales o formaciones ribereñas, en forma de pies aislados, o en agrupaciones en zonas aclaradas, repisas, grietas y otras
zonas menos aptas para el desarrollo de otras especies arbóreas
(Costa et alii, 1997: 209-2 10).
Usos v aprovechamiem:
Las avellanas constiiuyen un importante recurso consumido
ampliamente por los humanos y por animales silvestres. Las silvestres se recolectan por toda el área de distribución de esta especie y aunque suelen dar menor cantidad de fruto y ser algo más
pequeñas que las cultivadas, tienen mejor sabor. Una vez recolectadas se suelen poner a secar unos días al sol, pues con esta
estrategia se acentúa su sabor y su capacidad de conservación
para el almacenamiento. Son frutos muy nutritivos, con un elevado contenido en grasas y proteínas (Romo Díez, 1997: 166;
Abella, 1997: 134). Existen evidencias de la recolección humana
de las avellanas desde época prehistórica, al quedar registradas
grandes acumulaciones de estos h t o s en yacimientos como la
Cueva de los Canes (Asturias) o la Cueva de la Uña (León)
popazo, 1996), así como en numerosos castros del noroeste ibérico (Cortejada, Fozara, Peneda Viso, etc.) (Dopazo ct d i , 1996:
320).
Los usos de las diferentes partes vegetativas del avellano se
encuentran actualmente muy extendidos en la península Ibérica:
con su corteza se elaboran gran variedad de recipientes, cestos,
asientos de sillas, etc., por su fácil trabajo si se humedece constantemente durante el proceso. La obtención de varas ñnas y flexibles también es una práctica tradicional para cestería, tejidos y
cordajes, que se trabajan en verde, ya que al secar, se contraen y
sujetan firmemente lo que se haya tejido con ellas. Por estas
P.T.:La madera de esta familia incluye floema de tipo concéntrico. Vasos en grupos múltiples radiales localizados generalmente junto al floema. Radios generalmentepoco visibles en este
plano (foto 3.48).
P.L.T.: Radios de 3 a 5 células de anchura, generalmente más,
de morfología muy variable (foto 3.49).
P.L.R.: Radios muy heterogéneos, compuestos exclusivamente por células verticales de morfología muy irregular. Frecuentes
engrosamientos en espiral en los vasos, muy marcados.
Perforaciones simples. Frecuentes inclusiones de cristales
(Greguss, 1959; Schweingruber 1990).
u:
Las diferentes especies de la familia de las quenopodiáceas
son características de medios semiáridos con un cierto componente de salinidad. En general, la mayor parte de géneros y especies de esta familia soportan bien las condiciones de aridez y altas
Foto 3.48. Chenopodiacea. Plano transversal.
[page-n-84]
Foto 3.49. Chenopodiacea. Plano longitudinaltangenciat.
temperaturas estivales, aunque algunas de ellas toleran bien las
bajas temperaturas invernales y son algo más exigentes en humedad (es el caso de Siraeda vera). Otras como Salsola o Atriplm se
distribuyen preferentemente por zonas litorales y sublitorales,
sobre suelos poco consolidados (margas, arenas o yesos, aunque
son indiferentes a la composición química del mismo).
Su localización en zonas interiores suele estar fuertemente
ligada a la existencia de cuencas endorreicas o lagunas saladas
que se desecan completamente en verano, dejando una costra
salada siiperficial, donde se acompañan frecuentemente de
Tarr~ar.dI( C i j a n o Bracainonte, 1991:27; Stübing y Peris, 1998).
Usos v aprovechamient~:
No existen muchas noticias acerca del uso de las quenopodiáceas con fines medicinales a pesar de que se tiene conocimiento de las propiedades de algunas de ellas (Salsola es hipotensora, por ejemplo), ya que resultan bastante tóxicas en general.
Su presencia en la Prehistoria es muy escasa, por lo que no
debieron ser muy consideradas para su recolección, aunque a esto
se puede añadir su falta de conservación, ya que la mayor parte
de ellas no son leñosas. Esta familia es muy poco Cecuente en el
registro antracológico (se ha documentado la presencia de
Atrrples ltalinlirs en Castellón Alto, por ejemplo -Rodríguez
Ariza, 1992), aunque aparece de forma más o menos abundante
en los registros polínicos de algunos yacimientos arqueológicos o
cercanos a ellos, como Malladetes, Calaveres, Cova de 190r,
Ereta del Pedregal (Dupré, 1988a), Ojos de Villaverde (Camón er
alii, 2001a), Carihuela, Cova Beneito, Cueva de Perneras, Cueva
del Algarrobo (Carrión et alii, 1998,1999), etc., donde si quedan
reflejadas las especies no leñosas de esta familia.
FAMLCL4: ERTCACEAE
De la familia de las ericáceas se han identificado los taxones
Arbutlrs trnedo, Erica sp. y cf. Tbcciiiitrrn sp. Como familia, algunos de los rasgos característicos de todas las especies son las pun-
teaduras intervasculares pequeíías, redondeadas y muy numerosas, y las perforaciones simples con apariencia vertical, al tener
el diámetro menor al del vaso.
La especie Arbtrttrs trnedo no ofrece ningún problema para su
identificación, ya que resulta muy característica de ésta la presencia de perforaciones escalariformes, los espesos engrosamientos en espiral y las punteaduras intervasculares típicas de las ericáceas (Schweingruber, 1990).
El género Eiica tampoco suele presentar problemas para su
determinación, pero resulta dificil llegar a la identificación a
nivel de especie, ya que la mayor parte son muy similares entre
sí. Queiroz y Van der Burgh proponen algunos criterios de distinción de las especies a partir fundamentalmente de la anchura de
los radios (Queiroz y Van der Burgh, 1989). Eiica arborea, E.
atrstralis y E. ciiierea tienen radios bastante anchos, que pueden
alcanzar 7-8 células; E. herbacea, E. mtrltiflora, E. scoparia, E.
tern~iitalis,E. t~inbellatay E. vagaiis los tienen más estrechos, de
4-5 células como máximo. E. Iusitarlica, que tiene radios de hasta
5 células de anchura, sería un modelo intermedio. Existen también especies con radios exclusivamente uniseriados, como E.
ciliaris o E. tetralix, aunque la segunda posee otro criterio de
identificación: la presencia de perforaciones escalariformes de
hasta 5 barras.
En nuestro material de estudio se han identificado dos tipos
de Enccl. Por un lado, un grupo con radios que oscilan entre 3-5
células de anchura, de modo que las posibilidades para la determinación son demasiado amplias y mantenemos la identificación
en el género. Sin embargo, hemos individualizado el taxón Erica
cf. E. arboren, en aquellos casos en que era visible la existencia
de radios multiseriados de al menos 5 y hasta 7 células de anchura. Este taxón ha sido identificado únicamente en algunos yacimientos del sector noroccidental de la península, donde aparece
de forma frecuente conjuntamente con el taxón E d a sp.
En algunos casos, se ha determinado el taxón Ericaceae,
generalmente en ramitas de pequeño tamaño o en fragmentos en
los que sólo han podido ser identificados algunos de los elementos característicos de esta familia, fundamentalmente las punteaduras, los radios y10 las perforaciones, pero que no nos han permitido asegurar su pertenencia al género Erica.
En cuanto al taxón cf. Vacciriiirnt sp., éste se ha individualizado en función de la presencia de las características típicas de la
familia de la erichceas, más ciertos caracteres anatómicos particulares tales como el reducido tamaño del diámetro de los vasos,
la presencia de radios uniseriados con morfología celular fusiforme y la presencia de perforaciones escalariformes más altas que
otras especies de E r b . Algunos autores proponen una diferenciación de las diferentes especies del género Tbcciriiirr~ren base
fundamentalmente a la anchura de sus radios; en Ci i~itis-irlnea
estbn ausentes los radios multiseriados, mientras que en Ci rnyrtiIltrs pueden llegar a las 6-8 células de ancliura (Schweingruber,
1990: 387). Sin embargo, Greguss (1959) propone para el primero una anchura rnedia de los radios de 1 a 4 células. En el plano
transversal, K uligiiios~rmpresenta una distribución de los vasos
en grupos radiales y10 tangenciales (Schweingruber, 1990: 387).
La anchura de los radios observados en nuestro material oscila entre 2 y 4 células, de manera que hemos mantenido la identificación a nivel de género, por no poseer criterios concluyentes al
respecto. Hemos mantenido además algunas dudas en cuanto a
esta identificación porque sólo se ha documentado en un número
muy reducido de casos, y creemos que sería necesaria la observación de más individuos para consolidar estos criterios.
[page-n-85]
Especie: Arbutrrs rrnedo.
Nombre común: Madroño.
Descripción anatómica:
P.T.: Porosidad difisa a semiporosa. Vasos de 20-50 pm de
diámetro, más pequeños hacia la madera final, con forma angulosa o redonda, solitarios o en grupos con orientación radial o filas
cortas. Densidad variable. Anillo de crecimiento visible y falsos
frecuentemente. Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.50).
P.L.T.: Radios bi- o triseriados en su mayor parte, con altura
entre 5-20 células; algunos uniseriados (foto 3.51).
Foto 3.52. Ar.birfws irnedo. Plano longitudinal radial.
P.L.R.: Radios heterogéneos, con células centrales procumbentes y una o dos fílas de células cuadradas o verticales marginales. Los radios uniseriados están compuestos únicamente por
células verticales. Perforaciones simples, con el diámetro menor
al del vaso, típicas de las Ericaceae y en los vasos pequeños, a
veces escalarifonne, con 1 a 4 barras (foto 3.52) Engrosamientos
en espiral muy densos en todos los vasos y fibrotraqueidas.
Punteaduras intervasculares poco numerosas, de tamaño medio,
redondeadas. Punteaduras de los campos de cruce vaso-radio
muy numerosas y de morfología variable, grandes (Greguss,
1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber 1990).
Foto 3.50. Arbutrrs rriredo. Plano transversal.
&&y&:
El madroño se desarrolla desde el nivel del mar hasta al
menos los 1.000 m de altitud, en zonas mediterráneas de clima
suave sin fuertes heladas, huyendo de los ambientes continentales. Requiere un ombroclima húmedo o subhúmedo, pudiendo
adaptarse a un seniiárido si las condiciones edáficas o ambientales son favorables en cuanto a humedad.
Generalmente, las formaciones de madroño se asocian a fases
de siistitución progresiva de bosqiies climácicos de encinares,
quejigares, alcornocales, etc. Tras un incendio, el madroño tiene
gran facilidad para rebrotar y formar gran número de renuevos de
raíz, eliminando así a sus competidores y creando formaciones
casi monoespecíficas (Costa et nlii, 1997: 423; Romo Díez, 1997:
199).
Foto 3.51. Arbrttrrs irltedo. Plano longitudinal tangencial.
usos v avrovechamient~:
Los frutos del madroño son comestibles y además, históricamente, se ha documentado su uso para la obtención de bebidas
alcohólicas o vinagre, por lo que es muy probable que ya se
conocieran estas propiedades desde la Prehistoria. Podría ser
pnieba de esta explotación los restos de madroños hallados en
algunos yacimientos neolíticos del sur de Italia (Badal, 2002).
Las hojas son muy ricas en taninos y se han utilizado para curtir
y teñir pieles.
Su madera era muy apreciada para fabricar carbón vegetal,
pero es de dificil combustión natural (Mulet Pascual, 1991: 69).
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A pesar de ello, se ha documentado frecuentemente durante la
Prehistoria como combustible, en yacimientos como la Cova de
les Cendres, Les Jovades (Badal, 1990), Los Millares (Rodríguez
Ariza, 1992), la Lloma de Betxí (Grau, 1990b) o Pala da Vella
(Carrión Marco, 2000a y b).
Gbnero: Erica sp.
Nombre común: Brezo.
. . anatómicq:
DescI.1Dclón
P.T.: Generalmente porosidad difusa, a veces semiporosa.
Vasos aislados, pequeños, de diámetro entre 20-60 pm, que
decrecen en tamaño y densidad hacia la madera final.
Parénquima apotraqueal, difuso (fotos 3.53 y 3.55).
P.L.T.: Radios de dos tipos, unos uniseriados, cortos, de 1-8
células, con forma ovalada, y multiseriados, de 3-5 células de
anchura y hasta 25 de altura, generalmentemenos (foto 3.54). En
algunos casos se han documentado radios de hasta 718 cdulas de
anchura (foto 3.56).
P.L.R.: Radios uniseriados compuestos exclusivamente por
células cuadradas verticales, y multiseriados también heterogéneos, con células centrales procumbentes y 1-2 filas marginales de
células verticales. Perforación simple, característica de las
Ericaceae por tener el diámetro menor al del vaso. Punteaduras
intervasculares pequeñas y muy numerosas (Greguss, 1959;
Foto 3.53. Elica sp. Plano transversal.
Foto 3.55. Erica cf. E. arboren. Plano transversal.
Foto 3.54. Erica sp. Plano longitudinal tangencial.
Foto 3.56. Erica cf. E. arboren. Plano longitudinal tangencial.
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Jacquiot et alii, 1973; Queiroz y Van der Burgh, 1989;
Schweingruber 1990).
Ecologie:
Actualmente, el noroeste peninsular es la zona que presenta
una mayor riqueza y expansión de este género, con gran variedad
de especies. Forman parte del cortejo florístico de bosques mixtos de caducifolios, o de sus etapas de sustitución en bosques
aclarados. También se encuentran ocupando laderas de solana, en
forma de brezales con Genista tridentata, que han adquirido el
rango de "pseudo-climhcicos", por ser las mejor adaptadas a la
presión de los fuegos recurrentes que han degradado el bosque
original y el suelo en el que se asentaba (Rodríguez Guitián et
alii, 1996a). Algunas especies se asocian también a zonas húmedas, tipo márgenes de agua, vaguadas, torrenteras, etc. Es el caso
de E. rnackiana, E. terminalis o E. hrsitariica.
Todas las especies del género Erica se extienden desde el
nivel del mar hasta aproximadamente 1.200-1.500 m, algunas
incluso más. En cuanto al substrato, son más frecuentes y variadas en terrenos silíceos (E. ciliaris, E. untbellata, E. arboren, E.
Iirsitanica, E. scoparin), aunque algunas de ellas toleran bien
también los suelos calizos (E. nlackiana, E. terntinalis, E. cblereo, E. ozrstralis, E. vagarts, E. nttrltflora) (Castroviejo et alii,
1993: 484-506; Burnie, 1995:165-166).
.
. anatód:
P.T.: Porosidad difusa, con vasos muy numerosos, generalmente aislados y de muy pequeño tamaño. Padnquima apotraqueal, difuso (foto 3.57).
P.L.T.: Radios de dos tipos: uniseriados, de hasta 6 células de
altura y morfología fusiforme; y bi- a cuatriseriados, de hasta 20
células de altura. Células axialmente alargadas, angulosas y de
tamaño variado (foto 3.58).
P.L.R.: Radios heterogéneos, compuestos exclusivamente por
células verticales y cuadradas. Perforación escalariforme de 5 a 10
barras y ocasionalmente simple. Numerosas formas de transición
entre punteaduras alargadas y perforaciones escalariformes (foto
3.59) (Greguss, 1959; Jacquiot etalii, 1973; Schweingruber 1990).
Usos v aprovechamient~:
La presencia de brezos entre la leña utilizada como combustible por los gnipos humanos se ha documentado desde tiempos
prehistóricos. Son conocidas las cualidades de esta leña para
prender fuegos, ya que queman rápidamente y producen tina gran
llama. Existen evidencias de este uso en yacimientos como la
Lloma de Betxí (Grau, 1990b; de Pedro, 1998), Los Millares, El
Malagón (Rodríguez Ariza, 1992), la Cova de les Cendres o la
Cova de l'Or (Badal, 1990).
Género: cf. Ihcciniimi sp.
Nombre común: arhndano, mirtillo.
Foto 3.57. Cf. Ihcci~tiiriiisp. Plano transversal.
Foto 3.58. Cf. Ihcciriiitrrt sp. Plano iongitndinal tangencial.
Foto 3.59. Cf. Víccinitrirc sp. Plano longiíudinal radial.
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Ecolopia:
Este género se encuentra en matorrales y pastos de montaña,
alcanzando altitudes de hasta 3.000 m. Es más abundante desde
el sistema Central hacia el norte de la península (Galán Cela et
alii, 1998).
usos y a~rovech-:
Sus fnitos son muy apreciados por gran cantidad de animales
y por el ser humano (Galán Cela et alii, 1998).
FAMILIA: FAGACEAE
La identificación del género Qtremrs es sencilla, debido a
que posee unos caracteres muy específicos (cadenas de células de
parénquima muy típicas en el plano transversal, radios uniseriados y multiseriados muy anchos, etc.). La distinción entre los dos
tipos, perennifolio y caducifolio, también es relativamente fácil
ya que la segunda presenta una zona porosa muy marcada con
grandes vasos al comienzo del anillo, que corresponde a la estación favorable para el crecimiento, generalmente a finales de primavera o principios de verano (esta estación de rápido crecimiento es la que genera el anillo de vasos para la circulación de
grandes cantidades de savia); por el contrario, Qrierctrs perennifolio presenta una porosidad difusa.
La identificación de la especie si resulta dificil en base únicamente a los criterios anatómicos. En cuanto a Qrrerrtcs caducifolio, para algunos autores, la relación entre los vasos del leño
temprano y el tardío puede ser un criterio de identificación de las
diferentes especies (Greguss, 1959; Badal, 1990), así como la
disposición de los vasos en el anillo, en una o varias filas (Heinz,
1990). Aplicando este último criterio pensamos que sí existen
evidencias de la existencia de al menos dos grupos de Qtrerctrs
caducifolios. Por un lado, se ha identificado una serie de individuos que presenta una sola fila de vasos muy grandes en el inicio
del anillo (foto 3.60) y por otro, un grupo que presenta al menos
dos o tres filas de vasos más pequeños (foto 3.61). Se ha comprobado cn la colccción dc rcfcrcncia que Qtrerctrs robrn- y Q.
fwiriea por un lado, y Q. p~~re~iaica
por otro presentan estas
características respectivamente. Sin embargo, en ramas de
pequeño calibre de ambas especies, este criterio se invalida al
presentar una estructura similar, con varias filas de vasos. En este
trabajo no hemos realizado la identificación en el rango de especie por considerar que los criterios propuestos no son muy sólidos, pero creemos que las tres especies podrían estar presentes en
el carbón analizado y se hará un comentario en los resultados de
cada uno de los yacimientos en los que hayan sido identificadas
varias especies.
Para Qirerc~rsperennifolio, no es posible realizar una distinción de la especie.
Se ha identificado en algunos yacimientos el taxón Qtterctrs
cf. Q. strber, en base a algunos criterios anatómicos como la presencia de vasos de gran tamaño (hasta 300 lim de diámetro), pero
sin formar un verdadero anillo al comienzo de la madera inicial.
Sin embargo, este taxón ha sido determinado únicamente cuando
los criterios anatómicos se apoyaban a su vez en la presencia de
corcho o súber, algunas veces incluso en posición anatómica.
En aquellos casos en que no se ha podido realizar siquiera la
distinción entre Q~rerctrscaducifolio y perennifolio, debido a la
falta de un anillo de crecimiento completo, del plano transversal
en su totalidad o al mal estado del carbón, se ha dejado la identificación en rango genérico (Querclrs sp.).
Género: Qtrerctrs. Tipo: Caducifolio.
Nombre común: Roble, quejigo, rebollo, melojo, carballo, etc.
Descripción anatómicq:
P.T.: Porosidad en anillo, con una o varias filas de vasos mhs
o menos compactos, y de tamaño variable, que superan generalmente los 200 hasta 500 km. Los vasos decrecen en tamaño hacia
la madera final, hasta unos 50 km y se distribuyen de forma aislada o en grupos orientados radialmente, con densidad variable.
Frecuentes tílides en los vasos de la madera inicial. Fibras libriformes de paredes gruesas agrupadas en la zona porosa de la
madera inicial. Parénquima paratraqueal y apotraqueal concentrado en bandas diagonales y tangenciales (fotos 3.60 y 3.61).
P.L.T.: Radios uniseriados de unas 10 células de altura, y
multiseriados, de unas 15 células de anchura media y hasta más
de un centímetro de aihira (Jacquiot et alii, 1973).
P.L.R.: Radios homogéneos, a veces con células cuadradas en
los uniseriados. Perforación simple. Fibrotraqueidas vasicéntricas con punteaduras pequeñas. Punteaduras intervasculares grandes, elípticas, opuestas y a veces alternas. Punteaduras vaso-radio
pequeñas, de redondeadas a elípticas. Parénquima con abundantes punteaduras en la pared radial (Greguss, 1959; Jacquiot et alii,
1973; Schweingruber 1978, 1990).
Ecología:
Los robles tienen por lo general una gran resistencia al frío
pero, por el contrario, son muy sensibles a las heladas tardías
(Costa et alii, 1997). Su carácter caducifolio es una respuesta
adaptativa a la existencia de una estación desfavorable para su
crecimiento.
El carballo o roble pedunculado (Qtrerctrs robrrr) es mucho
más resistente al frío, mientras que el roble albar (Q. petraea)
soporta mayores condiciones de mediterraneidad. Por esta razón,
el primero es típico de la región Eurosiberiana, extendiéndose
desde el nivel del mar a los 1.100 m, y no hallamos Q. petruea en
toda Galicia salvo en las Sierras de Ancares y Caurel, entre los
500 y casi los 2.000 m (Díaz-Fernández et di¡, 1995).
Foto 3.60. Qrterc~tscaducifolio. Plano transversal.
[page-n-89]
El melojo (Qrrercirspyrenaica) posee una hoja que comparte
características de los caducifolios y los perennifolios, pues conserva durante el invierno las hojas secas y posee además una
cubierta foliar pubescente que mitiga la transpiración durante el
verano. Esta característica permite al melojo la ocupación del
área llamada submediterránea,que se encuentra en el limite entre
las regiones biogeográficas Eurosiberiana y Mediterránea, aunque en general habita todo el cuadrante noroccidental peninsular,
entre los 400 y los 1.600 m (Castroviejo et alii, 1990: 25-27;
Costa et alii, 1997). Prefiere siibstratos silíceos y raramente se
encuentra sobre caliza.
En la mitad oriental de la península es el quejigo la especie
característica. Generalmentese desarrolla entre los 500 y 1.500 m
de altitud. Aunque las temperaturas que requiere son similares a
las otras especies descritas, sí cambian sus necesidades hídricas,
ya que soporta precipitaciones de incluso 250-300 mm.
Usos y aprovecharmie9Io:
Las bellotas de los robles han servido de alimento al ganado
desde la antigüedad, así como su madera para la fabricación de
carbón, hasta el punto de que estas prácticas han llegado a suponer una amenaza a la perduración de estos bosques (Romo Díez,
1997: 158). La presencia masiva de bellotas en numerosos yacimientos arqueológicos holocenos evidencia la explotación de
este recurso desde la Prehistoria (Dopazo, 1996; Dopazo et alii,
1996; Ramil-Rego, 1993b).
La explotación de los robles para la obtencibn de leña como
combustible está ampliamente documentada desde la Prehistoria
en gran parte de los yacimientos europeos. La gran expansión de
estas especies durante el Holoceno y la alta potencialidad de
combustible que se extrae de los grandes troncos debieron hacer
de los robles una de las maderas más preciadas para este fin. En
la península Ibérica, aparecen evidencias de este uso en la mayor
parte de yacimientos peninsulares, y de forma abundante sobre
todo en el sector noroccidental, como es el caso de Pala da Vella
(Carrión Marco, 2000a y b), y numerosos yacimientos del norte
de Portugal, como Chan de Parada, Chan do Cavalhal, Meninas
do Castro, Outeiro de Gregos, Bouca do Frade, Lavra o Castelo
de Matos (Figueiral, 1993; Vemet y Figueiral, 1993), así como en
algunos de la fachada meditednea, como La Falguera (Carrión
Marco, 1999, 2002), la Cova de I'Or o la Cova de les Cendres
(Badal, 1990).
Del mismo modo, su utilización como materia prima para la
construcción ha quedado registrada en toda Europa, como constituye un ejemplo excepcional el registro de los yacimientos de
Clairvaux-les-Lacs (Pétrequin, 1989), el yacimiento de Makri
(Ntinou, 2000), el de Castro de Penices (Figueiral, 1995a), La
Draga (Bosch et alii, 1999) -donde además se ha documentado la
elaboración de diversos útiles relacionados con la siega de vegetales-, o el de O Castelo, en este mismo trabajo (ver capítulo V).
La madera de las diferentes especies de roble presenta propiedades físicas y mecanicas variables. La madera del caballo (Q.
robtrr) es muy nudosa y dificil de trabajar, mientras que la del
roble albar (Q. petraea) es más dura, clara y dócil. La del quejigo
(Q. faginea) es densa y duradera, y en lugares donde los árboles
experimentan un crecimiento óptimo, se obtienen buenas piezas
utilizadas actualmente para carpintería de diferente índole. La calidad de la madera del melojo (Q. pyrentaica) y el roble peludo (Q.
prrbescents) es similar, ya que ambas son muy deformables y aptas
para trabajos de carpintería, por lo que han sido en época histórica
las especies más castigadas por las prácticas de tala para la obtención de madera, en turnos de 10 a 20 años, lo que provocó la degeneración y debilitamiento de estos bosques (Abella, 1997: 52).
En comunidades ganaderas tradicionales se ha documentado
frecuentementeel almacenamiento de las hojas de los robles para
la alimentación del ganado como forraje invernal (Romo Diez,
1997: 157). Esta práctica se encuentra bien documentada en algunas comunidades actuales, como es el caso de los Pomakos, en
Tracia (Badal, 1999; Ntinou, 2000). En el caso de algunas especies, tales como Q. robtrr o Q. faginea, la corteza y especialmente las agallas son muy ricas en taninos y han sido utilizadas para
la realización de tintes y colorantes (Romo Díez, 1997: 153,159).
Genero: Qiterciis. Tipo: Perennifolio.
Nombre común: Encina, carrasca, coscoja.
Descri~cibnanatómica:
P.T.: Porosidad difusa, con una tendencia a la concentración
de los vasos en áreas radiales de la madera %al. Vasos de hasta
150 pm de diámetro en la madera inicial y decrecen hasta unas
50 pm en la final. Fibras libriformes de paredes gruesas, poco
frecuentes en especies perennifolias, concentradas entre los
vasos. Parknquima abundante, paratraqueal y apotraqueal en bandas diagonales y tangenciales, con paredes muy finas (foto 3.62).
P.L.T.: Radios de dos tipos, uniseriados, de unas 10 células de
altura y multiseriados, que pueden alcanzar 25-30 células de
anchura y algunos milímetros de altura.
P.L.R.: Radios homogéneos. Perforación simple. Punteaduras
intervasculares grandes, elípticas, opuestas y a vcccs altcmas.
Punteaduras radio-vaso pequeñas, redondeadas a elípticas, a
veces con tendencia fenestriforme (Greguss, 1959; Jacquiot et
alii, 1973; Schweingruber 1978, 1990).
w:
Foto 3.61. Qrrercrts eaducifolio. Plano transversal.
La carrasca, Qirercrrs ilex subsp. rotrritdifolia, Qrrercrrs ilex
subsp. ballota (Costa et alii, 1997: 272 y SS.; Castroviejo et alii,
1990: 19-20) o simplemente Qrrerctrs ballota (Romo Díez, 1997:
151) es el árbol propio de toda la tierra de carácter mediterráneo
[page-n-90]
sometida a una fuerte continentaiización. Se encuentra desde el
nivel del mar hasta algo más de 1.S00 m. Huye de zonas muy áridas y muy Mas. Resiste sin embargo condiciones de mayor
sequía que los robles caducifoiios, que la sustituyen en las zonas
más húmedas y lluviosas. Es también muy resistente a acciones
humanas como poda, tala, fuego, etc. La continentalidad condiciona la simplicidad estructural de los encinares y carrascales
interiores, que presentan frecuentemente un estrato arbóreo casi
monoespecífico (Costa et alii, 1997: 278-279). La idea de algunos autores de considerar los carrascales como la vegetación climácica de la mayor parte del territorio t e d i o levantino, considerando los coscojares, lentiscares, pinares o acebuchares como
etapas de sustitución de los anteriores (Costa et alii, 1982; Rivas
Marthez, 1987), está siendo contrastada a la luz de los datos cada
vez más numerosos de los estudios paleobotánicos.
La coscoja (Qtterctrs coccifea) es un arbusto esclerófilo
caracteristico de toda la región Mediterránea, que acompaña frecuentemente formaciones de encinares o carrascales (Costa et
alii, 1997: 413 y SS.). Es mucho menos exigente en requerimientos hídricos y suele dar lugar a formaciones abiertas de tipo garriga, aunque en condiciones favorables puede alcanzar un porte
arbóreo. A pesar de que su gran extensión actual en la región
Mediterránea peninsular se debe fundamentalmente a estados de
regresión del encinar, en el ámbito termomediterráneo y transición al mesomediterráneo, la coscoja constituye una etapa de
vegetación del ecosistema terminal, alcanzando tallas importantes y albergando en su seno gran variedad de especies arbustivas
(Costa et alii, 1997: 416).
Junto a ellas, la madera y los pastos y hongos que se producen
en su seno, constituyen la base de la economía de amplias regiones peninsulares (Abella, 1997: 55). Las dehesas extremeñas
constituyen un formidable ejemplo de ecosistema antrópico en
equiíibrio.
La corteza de la encina es muy rica en taninos y se ha utilizado para elaborar tintes (Romo Diez, 1997: 151, 156). Además,
la corteza de árboles de entre 50 y 80 años se utiliza como fertilizante en agricultura biológica por aportar a la tierra calcio orgánico muy asimilable.
Aunque en el registro arqueológico no han quedado evidencias
de la mayor parte de las actividades mencionadas, Qtrerctrsperennifolio fue uno de los taxones más utilizados como combustible
por los grupos humanos en toda la región Mediterránea. De nuevo,
sería probablemente la gran disponibilidad de estas especies, debido a su gran expansión durante el Holoceno, lo que llevaría a su
explotación masiva como combustible y materia prima para la
construcción. Prueba de ello es su abundancia en el registro antracológico de gran parte de yacimientos de la región Mediterránea,
siendo especialmente abundantes en la Cova de les Cendres, la
Cova de l'Or (Badal, 1990), La Falguera (Carrión Marco, 1999,
2002) o la Lloma de Betxí (Grau, 1990b), entre otros.
Especie: Qtrercus sttber.
Nombre común: Alcornoque.
. . anatómim:
Usos v a v r o v e c h ~ :
Las bellotas de la carrasca son muy dulces y ricas en calorías, con un 50 % de fécula, varios azúcares, algo de grasa, vitamina C y caroteno, y han sido consumidas a lo largo de la Historia
tanto por el ganado como por el ser humano, incluso mediante la
elaboración de una harina para ser mezclada con la del cereal con
la que se elaboraba pan. Su producción es muy regular, aproximadamente cada dos años se da una cosecha muy abundante.
P.T.: Madera semiporosa, con tina mayor densidad de vasos
en el leño temprano. Vasos de hasta 300 pm de diámetro en la
madera inicial y decrecen hasta 100 pm en la final. Parénquima
abundante, parairaqueal y apotraqueal en bandas diagonales y
tangenciales, con paredes muy finas. Frecuentes tilides (foto
3.63).
P.L.T.: Radios de dos tipos, uniseriados, de unas 10 células de
altura y multiseriados, que pueden alcanzar 25-30 células de
anchura y algunos milímetros de altura.
P.L.R.: Radios homogéneos. Perforación simple. Punteaduras
Foto 3.62. Qicercrcs perennifolio. Plano transversal.
Foto 3.63. Qrtercrcs srrber. Plano transversal.
[page-n-91]
intervasculares grandes, elípticas, opuestas y a veces alternas.
Punteaduras areoladas muy pequegas en las fibrotraqueidas.
Punteaduras radio-vaso pequeñas, redondeadas a elípticas, a
veces con tendencia fenestriforme (Greguss, 1959; Jacquiot et
nlii, 1973; Schweingruber 1978, 1990).
Ecolopia:
El alcornoque presenta una amplia distribución por el territorio peninsular, aunque prefiere un clima suave de tendencia ocehnica y por ello evita los ámbitos muy continentales; también
huye de los substratos calizos (Costa et nlii, 1997: 300-302). Se
sitúa generalmente entre los 0-800 metros de altitud y en zonas
con precipitaciones entre 600-1 .O00 mm. A grandes rasgos, ocupa
los territorios mediterráneos subhúmedos que vivieron con baja
intensidad los episodios glaciales cuate~narios.
Usos v aprovechamient~:
El principal recurso extraído del alcornoque es su corteza. El
corcho, debido a su composición rica en celulosa, lignina, suberina y ceras, resulta un material muy ligero, con excelentes propiedades de impermeabilidad, incombustibilidad y elasticidad y
es también un buen aislante térmico. acústico v vibratorio (Costa
et nlii, 1997: 306). La extracción de'corcho o 'descorche" todo
su proceso de transformación es una actividad tradicional que se
ha desarrollado sobre todo desde finales del siglo
- .asado.
En aquel1os lugares en los que los
formaban
parte de la vegetación natural de la zona, la madera de éstos también fue aprovechada como combustible para los fuegos domésyacimientos
como ha quedado documentado en
noroeste de Porhiga'* 'Om0
de
do
Meninas do Castro Tigueira1, lgg3; Vernet y Figueiral, 1993)
en sudeste peninsular
en Los
Terrera del Reloj o Loma de la Balunca (RodríguezMza, 1992).
;
'
F m L 4 : LABiATAE
Los géneros y especies pertenecientes a esta familia son
numerosos, y por sus características anatómicas resulta complejo
Foto 3.65. Labiata. Plano longitudinal tangencial.
reabr
una diferenciación entre el]os. La v*abilidad
en las especies de la colección de referencia no nos ha permitido
una detemiinación más allá de la familia, ya que
criterios
que amentan los anatomistas, como la
de
mientos en espiral (Schweingruber, 1990), por ejemplo, pueden
ser
o menos visibles en una misma especie dependiendo del
individuo. Sólo se ha podido llegar a la identificación completa
de Rosnlal.illlrs oflCinalis, porque esta especie presenta una
característica distribución en flama de los vasos fibras en el
plano transversal, además de una ondiilación típica del limite del
anillo, que la diferencia del resto de labiadas.
Familia: Labiatae.
Nombre comiin: Labiadas.
Descripción anatómica:
P.T.: Madera semiporosa, con una mayor densidad de vasos
en la madera inicial. Vasos en bandas tangenciales, y diagonales
hacia la madera final. Parénquima ocasionalmente paratraqueal
(foto 3.64).
P.L.T.: Radios uni- a triseriados, con una altura de 8 a 15
células de morfología bastante irregular (foto 3.65).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con numerosas filas de células
verticales y cuadradas. Punteaduras intervascularesgrandes y alargadas. Punteaduras grandes en los campos de cruce vaso-radio.
Engrosarnientos en espiral poco frecuentes, finos y muy espaciados (Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingmber 1990).
Especie: Rosntnrintrs ofici~ialis.
Nombre común: Romero.
Foto 3.64. Labiata. Plano transversal.
Descri-tómia:
P.T.: Porosidad de difusa a semiporosa. Vasos generalmente en
grupos irregulares y flamas diagonales. Parénquima paratraqueal,
también en grupos diagonales. Límite del anillo visible, frecuentemente ondulado. Frecuentes radios agregados (foto 3.66).
[page-n-92]
de herbáceas o arbustos leñosos. Algunas especies son endémicas
de la península Ibérica (es el caso de varias especies de SaIi?ia).
Se pueden encontrar en el seno de encinares, alcomocales y
quejigales, aunque también dan lugar a matorrales secos de sustitución donde aparecen frecuentemente asociadas a diversas
especies de jara. Se desarrollan sobre diferentes tipos de substrato; por ejemplo, algunas especies de Lavandlrla prefieren suelos
silíceos, mientras que otras del mismo género son calcícolas
(Galán Cela et nlii, 1998).
Foto 3.66. Rosntnrintcs offíci~tnlis.Plano transversal.
P.L.T.: Radios uni- a triseriados, de hasta unas 30 células de
altura. Parénquima fusiforme (foto 3.67).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con varias filas de células marginales cuadradas y verticales. Perforación simple.
En@osamientos en
(Gre@ss, 1959; Schwehgniber,
1990).
La familia de las labiadas se encuentra extendida por todo el
planeta y es una de las más ampliamente distribuidas en ámbito
mediterráneo, formando parte fundamental de su vegetación
característica. Consta de numerosos géneros y especies
(Lai~andtila,Rosniarinirs, Thyntlrs, SaRta, Siderifis, Pliloniis, etc.)
Foto 3.67. Rosntadnirs offícinnlis.Plano longitudinal tangendal.
Usos v aprovechamient~:
Uno de los principales atractivos de las especies de labiadas
es que la mayor parte de ellas son aromáticas, de manera que se
utilizan para la elaboración de productos de cosmética y perfumería, aunque esta cualidad también ha sido explotada por sus
propiedades fungicidas y bactericidas. En medicina tradicional se
ha utilizado el aceite de romero para realizar baños contra el reumatismo y activar la circulación de la sangre. Muchas de estas
especies también son consumidas por el ser humano, fundamentalmente en forma de infusiones (Galán Cela et alii, 1998).
Las formaciones de labiadas también constituyen un paraje
idóneo para la colocación de colmenas, explotación que se
remonta a tiempos prehistóricos y de la que existen numerosos
testimonios directos e indirectos (ver Cistaceae).
En cuanto a su uso como combustible durante la Prehistoria,
no han quedado reflejadas de manera masiva en el
las
registro antracológico, aunque sin duda serían explotadas frecuentemente, en parte por su amplia disponibüidad en el maton.al
mediterráneo y por resultar adecuadas para prender el fuego, ya
que arden rápidamente y producen mucha llama.
FAMILIA: LEGUMLNOSAE
Por su anatomía, es muy dificil la determinación de las leguminosas, pues son varios los géneros de esta familia los que presentan unas características muy similares. Para Schweingruber
(1990), el único criterio para determinar las leguminosas es la
anchura de los radios; así, por ejemplo, Cytistrs scoparitrs los
tiene de 1 a 517 células, Genistu-Lygos de 1 a más de 5 y Ules
eta.opaetrs de 2 a 415. &eguss ( 1 9 G ) ~ r o ~ o nuna
e diferenciación
a partir de la morfología de los radios, homogéneos o lieterogéneos. Ulex y Genista presentarían radios homogéneos, mientras
que Cj7tistrs los tendría heterogéneos.
Marguerie y Hunot (1992; Marguerie, 1995a) proponen la
distinción del género Ulex frente al grupo formado por Cytistis,
Genista y Spartiirni, identificadas en una serie de yacimientos de
la Bretaña francesa, en base a su comparación con las especies
que se desarrollan actualmente en la región.
Por la estructura que presenta en su plano transversal y, sobre
todo, por la anchura de sus radios, los carbones de leguminosa
identiticados en este estudio podrían corresponder a especies de
cualquiera de estos géneros, entre otros. Se ha identificado un
grupo que presentan radios generalmente entre 3-5 células de
anchura (foto 3.68), y otro con radios multiseries (foto 3.69). Sin
embargo, a partir de la observación de varias especies de leguminosa de la colección de referencia se ha comprobado que un
mismo género puede presentar gran variabilidad en la anchura de
sus radios, dependiendopor ejemplo, de la proximidad a la médula, donde son sensiblemente más estrechos, y van ensanchando
hacia la madurez de la planta. Del mismo modo, se ha observado
que un mismo género puede presentar a veces radios homogéneos y heterogéneos, demanera que no lo consideraremos en este
[page-n-93]
Foto 3.68. Leguminosa. Plano transversal.
Foto 3.70. Leguminosa. Plano longitudinal tangencial.
caso un criterio para precisar más nuestra identificación. La similitud que existe entre los diferentes géneros de legun~inosas,así
como la gran variabilidad intragenérica, nos hacen mantener la
identificación únicamente en el rango de familia.
menos 617 células de anchura. Parénquima fusiforme (foto 3.70).
P.L.R.: Radios heterogéneos. Perforación simple.
Engrosamientos en espiral muy marcados. Punteaduras intervasculares vestidas (Greguss, 1959; Schweingruber 1978, 1990).
w D c i ó n anat,jmice
P.T.: Madera semiporosa. Vasos agrupados en grandes llamas
o bandas tangenciales a diagonales. Los del leño temprano relativamente pequeños y los de la madera final apenas más grandes
que el parénquima. Parénquima paratraqueal, asociado a vasos y
traqiieidas en bandas tangenciales y diagonales (fotos 3.68 y
3.69).
P.L.T.: Radios desde uniseriados a multiseriados de hasta al
Foto 3.69. Leguminosa. Plano transversat.
&QlQ&:
Las leguminosas como familia se encuentran representadas
en gran variedad de ambientes, desde el nivel del mar a la alta
montaña, por lo que no ofrecen una información ecológica precisa. Si podemos decir que son matorrales heliófilos y que forman
parte a menudo de las formaciones de degradación de bosques o
del cortejo arbustivo de éstos. En el sector noroccidental peninsular actualmente aparecen frecuentemente formando matorrales
de los bosques caducifolios y de sustitución de bosques degradados acompañadospor diversas especies de Ericaceae, con las que
generan un matorral "pseudo-climácico" en vertientes de solana
(Rodríg~iezGuitián et alii, 1996a). También en la región
Mediterránea se desarrollan gran variedad de géneros, y forman
parte del matorral esclerófilo mediterráneo.
Ysos v aprovechamient~:
No se conocen demasiado bien las propiedades de las leguminosas, aunque se ha documentado el carácter tóxico de algunas
de ellas (Genista, por ejemplo) para los animales a través de su
consumo (Mulet Pascual, 1 997).
Si se ha documentado ampliamente su uso como combustible
en el pasado, evidenciado de forma muy abundante en el registro
antracológico en yacimientos como la Cova de les Cendres, la
Cueva de Nerja, Les Jovades (Badal, 1990), la Lloma de Betxí
(Grau, 1990b; de Pedro, 1998: 234-237), en los yacimientos del
Cobre-Bronce de la Depresión de Baza (Rodríguez Ariza, 1992)
o en varios yacimientos del norte de Portugal, como Chan de
Parada, Chan do Cavalhal, Meninas do Castro, Outeiro de
Gregos, Bouqa do Frade, Lavra o Castelo de Matos (Figueiral,
1993; Vemet y Figueiral, 1993), entre otros.
Además, existen evidencias de la utilizaci6n de ramas de
diversas especies de leguminosaspara la construcción en periodo
[page-n-94]
romano, aprovechando el calibre y la flexibilidad de algunas de
ellas, como se ha documentado en e1 relleno de paredes de yacimientos como el Castro de Penices (NW Portugal) (Figueiral,
1995a).
FAMILIA: LOR4NTHACE.IE
Especie: Kscttnt sp.
Nombre común: muérdago.
. .
anatómica:
P.T.: Madera bastante homogénea. Médula generalmente no
visible. Posoridad difusa. Vasos no visibles, que apenas se distinguen del parénquima axial y radial; casi todas las células presentan una misma morfologia en el plano transversal. Fibras de paredes gruesas en pequeños grupos o formando bandas tangenciales
(foto 3.71).
P.L.T.: Radios uni- a triseriados, con células de morfología
oval, que a veces no pueden ser diferenciados de los elementos de
los vasos. Parénquima ocasionalmente fusiforme.
P.L.R.: Radios muy heterogéneos, compuestos exclusivamente por células verticales, que difícilmente pueden distinguirse de
las células del parénquima axial. Punteaduras intervasculares
alargadas horizontalmente. Perforación simple. Frecuente presencia de cristales (Greguss, 1959; Schweingruber, 1990).
Ecología:
El muérdago es una planta muy primitiva evolutivamente,
que ha logrado sobrevivir hasta la actualidad en condiciones muy
diferentes, gracias a su condición de parásito. Se asienta sobre
diferentes especies arbóreas y extrae su fluido vital, adquiriendo
un porte esférico que le hace resistente a los estímulos de la luz
aunque no le impide realizar su propia fotosíntesis (Mulet
Pascual, 1997: 444). Presenta una distribución geográfica y ecológica muy irregular, ya que en algunas zonas aparece de forma
abundante, y en otras vecinas puede estar totalmente ausente. En
general, se distinguen dos especies de Visctrnt por su ccología: i7
albrrm es de clima fiío y hiímedo y se extiende por toda la Europa
húmeda, mientras que K cruciahrn? es una especie norteaficana
que puede desarrollarse ocasionalmente en el suroeste de la
península Ibérica, de características más termófilas que la especie
anterior (Abella, 1997: 72).
La atracción que ejercen sus fnitos sobre las aves silvestres
constituye su principal medio de diseminación de las semillas, ya
que éstas se esparcen gracias a sus excrementos. Si éstos caen
sobre materia viva de otros árboles, rápidamente generan un filamento que se adhiere a su corteza, y una especie de aguijón que
se hunde en la madera para la extracción de la savia.
usos v aprovecha-:
Las bayas viscosas del muérdago son un apreciado alimento
para numerosas especies de aves, aunque para el ser humano presentan cierta toxicidad. Con esta sustancia se elabora la liga para
la caza de pájaros. También se han utilizado sus múltiples propiedades medicinales, que parecen variar en función del árbol
sobre el que se encuentra parasitando (Font Quer, 1973; Mulet
Pacual, 1997: 445).
Las hojas y tallos tiernos son un buen forraje para los animales, y además estimulan en vacas, cabras y ovejas la producción
de leche; también las aves de corral consumen sus bayas (Abella,
1997: 72).
El muérdago es una de las especies vegetales sobre las que se
han desarrollado más leyendas y usos rituales, sobre todo en los
países nórdicos, ya que el hecho de que nunca hubiera tocado el
suelo le confería un cadcter extraterrenal y un gran poder de protección.
Se ha documentado su presencia esporádica en el registro
antracológico de yacimientos como la Cueva de Nerja, la Cova
de les Cendres (Badal, 1990), Los Millares o Fuente Amarga
(Rodríguez Anza, 1992).
FMILiA: MALOLDEAE (ROSACEAE)
La familia de las rosáceas se divide en varios grupos, entre
ellos las maloideas o pomoideas, que incluyen diversos géneros
que presentan ciertos problemas de identificación. En general, la
mayor parte de ellos no pueden ser determinados en base a sus
criterios anatómicos, pues presentan características muy s i d a res entre sí. Sólo hemos individualizado del resto el taxón
Sorbrrs-Crntaegtu en los casos en que presentaban radios exclusivamente biseriados y triseriados (foto 3.73). Hemos mantenido
la identificación en el rango de familia cuando el carbón presentaba radios más estrechos. El taxbn Maloideae agrupa todas las
especies de esta familia que presentan radios uni- y10 biseriados,
frecuentemente ambos tipos dentro del mismo radio, es decir, el
resto de géneros salvo los dos mencionados antes (foto 3.74).
Dentro de este grupo se incluyen géneros como Anlelanchier,
Cotoneaster, Pyrtrs, etc.
GBneros: Sorbtrs-Crataegtrs.
Nombre común: Serbal-Majuelo, espino albar.
-a:
Foto 3.71. W S C I Isp.
I ~ Plano transversal.
. .,
P.T.: Porosidad difusa a semiporosa, con mayor densidad de
vasos en la madera inicial. Vasos generalmente solitarios, pequeños (entre 20-50 pm), numerosos y más o menos regularmente
distribuidos. Parénquima apotraqueal, difuso, raramente en cortas
bandas tangenciales (foto 3.72).
P.L.T.: Radios biseriados o triseriados, de células bastante
regulares, y de 5 a 15 células de altura media (foto 3.73).
[page-n-95]
Foto 3.72. Sor&?ts-Cr~~~t~~eg~~s.
Plano transversal.
Foto 3.74. Maloidea. Plano longitudinal tangencial.
P.L.R.: Radios generalmente homogéneos. Perforación simple. Engrosamientos en espiral muy finos, a veces ausentes.
Punteaduras intervasculares no abundantes, opuestas en filas
horizontales, generalmente pequeñas. Punteadiiras vaso-radio
redondeadas y numerosas (Greguss, 1959; Jacqiiiot et alii, 1973;
Schweingmber, 1978, 1990).
pcrria, S. t o ~ n ~ i ~ ~se
a l pueden
is)
encontrar tanto en bosques de
caducifolios como mixtos con pinares, pinsapares y abetales. Se
desarrollan desde los 500 hasta los 1.500-2.000 m de altitud, aunque S. at(crryariano se encuentra generalmente por debajo de los
1.000 m, en los pisos subalpino y inontano. S. wia se distribiiye
por casi todas las montañas peninsulares, aunque se hace más
escaso hacia occidente. S. torntil~alisse encuentra de forma más
esporádica en la península Ibérica, siendo más raro hacia el sur y
el sector noroccidental (Hemera et alii, 1992: 24-25).
Las diferentes especies de Crataeglrs (C. 111011og)~110,C. Iaevigata, C. o~ycalpa)se distribuyen por casi todo el temitoiio
peninsular, frecuentemente asociadas a bosques mixtos de planocaducifolios, que adquieren mayor importancia en la región
Eiirosiberiana y zonas montañosas Minedas de la Mediterrhnea
(Costa e? nlii, 1997: 107,439; Romo Diez, 1997: 204-205).
: S -&
En general, la familia de las Maloideae se desarrollan en el
seno de bosques más o menos degradados de cadiicifolios, localizadas sobre todo en orlas o claros sin llegar a formar masas densas (Romo Díez, 1997).
Las diferentes especies del género Sorbirs (S. aria, S. airctr-
Foto 3.73. Sorbirs-Cratnegrrs. Plano longitudinal tangencial.
Usos v a v r o v e c h a w :
La madera de Sorbia es dura, homogénea y bastante difícil de
tmbajar, pero resillta apropiada para la elaboración de utensilios
de pequeño tamaño, sobre todo aquéllos que han de ser expuestos a un continuo desgaste, como los rodillos, ejes de carro y
mangos de herramientas, que se fabrican actualmente en Galicia
con estas especies. Las varas también se utilizan para la elaboración de cierres y cercados (Hemesa et alii, 1992: 23). Los fnitos
de casi todas las especies son comestibles, algunos muy apreciados por el ser humano, como los de Sorbtrs clor~~estica
(Mulet
Pascual, 1991: 134-136, 436439; Peris et alii, 1996: 138). Sin
embargo, a menudo se procura el mantenimiento de estos fnitos
en el árbol, porque sirven de alimento a numerosas aves salvajes
(Romo Díez, 1997).
La madera de varias especies de Maloideae ha sido documentada en yacimientos prehistóricos como combustible para el fiiego
doméstico. Son ejemplos el yacimiento del Bronce de la Lloma de
Betxí, donde es probable también que fueran utilizadas para la
realización de elementos constructivos (de Pedro, 1998: 234237), La RatUa del Bubo, la Cova de les Cendres (Badal, 1990),
~ o s . ~ i ~ aorele Cerro
s
de la Virgen (Rodriguez Ariza, 1992).
[page-n-96]
FAMILIA: OLEACEAE
De esta familia se han identificado los taxones Frasinirs sp. y
Olea ein.opnea (posiblemente esté presente también Phillyreri,
aunque no se puede individualizar del taxón identificado como
Rl~nnmirs-Pl~illyrea
-ver Rbamnaceae). Frnxirtirs y OIea tienen
una anatomía bien diferente entre ellos y no dejan lugar a dudas
al menos en cuanto a la asignación del género.
En cuanto al primero, las diferentes especies del género
Fm-inirs tienen una anatomía muy cercana entre sí y es difícil su
dctcnninación. Según Schweingruber, Frnsinus excelsior se diferencia del grupo formadopor K ornirs y E an~rstifoliaporque los
primeros tienen las franjas de parénquima menos marcadas en el
inicio del anillo, y un tamaño mayor de los vasos que lo forman
(Schweingruber, 1990). Otros anatomistas proponen una determinación en base a la anchura de los radios (Greguss, 1959;
Jacquiot et alii, 1973). Frasil1us angirstifoliay E oniirs tienen los
radios biseries o triseries, mientras que E escelsior los tiene más
anchos, pudiendo llegar a 5 céliilas (Jacquiot et alii, 1973). Según
este criterio, hemos distinguido dos taxones: Frnxinirs sp. que
incluye las especies con radios más estrechos (2 ó 3), y Frasinirs
cf. l? escelsior, que incluye los individuos en los que se ha identificado radios de 3 a 5 células de anchura. Éste último se ha
documentado exclusivamente en algunos yacimientos del noroeste peninsular, en los que aparece también junto al taxón
Fraxiinrs sp., por lo que es posible que estemos ante la presencia
de varias especies de fiesno conviviendo en un mismo territorio.
En cuanto a Ole0 eirropea, no existen problemas para la
identificación de la especie, pero es más difícil distinguir la variedad silvestre de la cultivada. Esta cuestión resulta de sumo interés para la documentación en el registro arqueológico de la
domesticación de la especie, pero lamentablemente, los criterios
anatómicos manejados a tal efecto son aún débiles a la hora de
aplicarlos al material arqueológico. Estos criterios han sido objeto de investigación tanto a través de los componentes químicos de
la madera, como a través de sus características anatómicas y biométricas (Terral, 1996, 1997). La posibilidad de discriminación
entre estas especies se ve dificultada por otros factores tales como
Ecolopia:
El fresno es una especie que requiere un aporte importante de
humedad, por lo que se encuentra frecuentementeasociado a cursos de agua formando parte de bosques de ribera, en formaciones
de caducifolios y umbrías de montaña. F. escelsior requiere suelos profundos, húmedos y ricos en materia orgánica. Se extiende
por todo el norte de la península Ibkrica, desde el nivel del mar a
Foto 3.75. F r ~ ~ ~ rsp.
r rPlano
s
transversal.
Foto 3.76. Fr~~.rinrts
sp. Plano longihtdinal tangencial.
las condiciones ecológicas del medio o el proceso de gestión y
manipulación humana sobre la variedad silvestre, llevada a cabo
desde el Neolitico. Los criterios seleccionados para realizar esta
individualización (entre los que se encuentra por ejemplo el
número de vasos agrupados en el plano transversal) se deben
aplicar sobre un elevado número de casos para que resulte representativo, de tal forma que no siempre es posible obtener un
material arqueológico que ofrezca estas posibilidades. En nuestro
caso, no hemos podido determinar la variedad, cultivada o silvestre, en base a los criterios anatómicos.
Genero: Frasinirs sp.lFraxinirs cf. l? evcelsior.
Nombre común: Fresno.
Pescripción anatómica:
P.T.: Porosidad en anillo. Los vasos del anillo se organizan
frecuentemente en dos filas. Tienen un tamaño de 100-120 pm.
Los vasos del leño tardío se distribuyen en filas o pequeños grupos de 2-4, con orientación radial. Parénquima paratraqueal, vasicéntrico o en bandas tangenciales (fotos 3.75 y 3.77).
P.L.T.: En base a la anchura de los radios, hemos distinguido
unos individuos de generalmente de 2 6 3 células de anchura
(foto 3.76), y otro grupo de 3 ó 4, frecuentemente de más (foto
3.78); todos presentan una altura de 20 células como máximo.
P.L.R.: Radios homogéneos. Parénquima vasicéntrico con
células cuadradas. Perforación simple. Punteaduras intervasculares numerosas y alternas. Punteaduras vaso-radio numerosas y
pequeñas (Greguss, 1959; Jacquiot et nlii, 1973; Schweingniber
1978, 1990).
[page-n-97]
Foto 3.77. Frnx71ircscf. E eucelsior. Plano transversal.
los 1.500 m, sin llegar a formar bosques, sino en los claros de formaciones de caducifolios, barrancos y torrenteras (Costa et nlii,
1997: 481-482; Romo Díez, 1997: 284-286; Masclans, 1981).
En ámbito mediterráneo, la especie más extendida es el Eresno de hoja estrecha (Frax7nirs a~igzrsffolia)y en toda la franja
más oriental de la región, el .fresno de flor (Fraxilirrs 017111s)
(Romo Díez, 1997: 283, 286). Estas especies resisten mayores
condiciones de aridez que las de la región Eurosiberiana.F: o~nlrs
soporta la falta de agua en el suelo y puede vivir en enclaves algo
más secos con un mínimo de humedad ambiental (Blanco, 1993).
Usos v avrovechamienu:
La madera de ffesno tiene unas extraordinarias cualidades de
resistencia y rigidez, aunque se dobla al vapor sin dificultad,
obteniéndose de este modo ramas de gran flexibilidad (Jobnson,
1994: 267). Es de buena calidad, textura fina y fácil de trabajar.
Se ha documentado su uso desde tiempos prehistóricos para la
fabricación de arcos y otras armas y herramientas, por lo fácil que
resulta la obtención de varas muy flexibles a partir de sus ramas
(Mulet Pascual, 1991: 191). Sin embargo, no resulta apropiada
para exteriores por su carácter perecedero sobre todo si se
encuentra en contacto con la tierra, a menos de que sea previamente tratada. La tala se debe adaptar al fin para el que sea destinada la madera del Eresno. Las ramas jóvenes son muy flexibles,
y se han utilizado frecuentemente para la elaboración de utensilios de cestería, que han de mojarse frecuentemente para que no
se agrieten (Abella, 1997: 79-80).
Un testimonio excepcional de la utilización del fresno por las
sociedades prehistóricas lo tenemos en los yacimientos litorales
neolíticos de Clairvaux-les-Lacs y Chalain (Jura) (Pétrequin,
1997). Allí se documentó la utilización de la madera, mayoritariamente de Fraxintrs excelsior, para la construcción de cabañas
elevadas sobre postes; esta especie se utilizaba para alzar la
estructura de postes y vigas transversales más gruesas. También
se ha documentado su uso, junto a otras maderas, para la elaboración de tablas de recubrimiento de suelos y paredes. En estos
mismos yacimientos se lian recuperado también diversos objetos
realizados en fresno, de los que destacan armaduras de flecha,
enmangues de hachas y mazos y recipientes en forma de cuencos
de diferente tamaño realizados en nudos de la madera. En la
Lloma de Betxí (Bronce), se ha identificado la especie Fraxilnrs
oxycarpo en relación con su uso para actividades constructivas
(de Pedro, 1998).
En tiempos más recientes se sigue utilizando para la construcción y las hojas son consumidas por el ganado, práctica que
se ha documentado desde la Prehistoria en yacimientos como La
Falguera (Camión Marco, 2002).
Especie: Olea elrropaea.
Nombre común: Acebuche, olivo.
-ción
anatómicq:
P.T.: Porosidad difusa. Vasos en grupos radiales de 2 a 4, con
paredes gruesas. Límite del anillo poco visible. Parénquima paratraqueal y en bandas radiales de una a tres células de anchura
(foto 3.79).
P.L.T.: Radios de 2-3 células de anchura, raramente uniseriados, de hasta 12 células de altura. Células centrales redondeadas,
y más alargadas en los extremos (foto 3.80).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con 1-3 filas de células verticales marginales. Punteaduras intervasculares pequeñas y muy
numerosas. Punteaduras vaso-radio muy pequeñas. Perforación
simple (Greguss, 1959; Jacquiot et nlii, 1973; Schweingruber
1990; Teml, 1996, 1997).
Foto 3.78. Frnsinircs cf. E a-celsior. Plano longitudinal tangencial.
Ecnlopía:
Actuali~~ente,
el olivo es uno de los cultivos más extendidos
en la región Mediterránea. Es muy sensible al frío, aunque en el
sur de la península puede superar los 1.O00 m de altitud en abrigos soleados y soporta bien la aridez. El área de la variedad cultivada es bastante mayor que la del acebuche. Éste último es un
buen indicador de un clima termomediterráneo, cálido y con
influencia marítima aunque de carácter seco o semiárido (Romo
Díez, 1997: 287). Forma parte de matorrales de carácter mixto en
[page-n-98]
Foto 3.79. OIea eriropnea. Plano transversal.
los que aparecen también otras especies termófilas, xerófilas y
generalmente pereidfolias, que se desarrollan en ámbitos mediterráneos no continentales, con altas temperatusas y precipitaciones escasas, correspondiendo a grandes rasgos a la zona ocupada
por le palmito (CltantneropsItirntilis) (Costa et alii, 1997: 416).
-Q:
El olivo genera troncos muy retorcidos y de poca altura. Su
madera se seca lentamente y tiene tendencia a agrietarse. Sin
embargo, presenta gran resistencia a la absasión y a los hongos.
Es de textura fina y grano irregular, y aunque es dificil de aserrar,
se trabaja bien a mano y a máquina, por lo que resulta muy apreciada en ebanistería y carpintería (Johnson, 1994: 274). Vitnibio
Foto 3.80. OIea europaen. Plano longitudinal tangencial.
ya mencionó la gran calidad de esta madera como soporte constsuctivo por su extraordinaria resistencia a "la intemperie, la carcoma o los años", y a la descomposición incluso en condiciones
de extrema humedad (Vitnibio, 1982). Su utilización para la elaboración de utensilios en madera ha quedado documentada desde
época prehistórica en el yacimiento de La Draga, donde se han
recuperado los restos de un arco o bastón realizado sobre tina
vara de esta especie (Bosch et rrlii, 1996, 1999).
El olivo ha sido cultivado en la mayor parte de los países
mediterráneos desde la segunda Edad del Hierro (siglo IV BC),
aunque existen testimonios de una temprana gestión de la especie
silvestre (Badal, 1990, 1999; Teml, 1996, 1997). Esta especie se
cultiva pasa la extracción de su fmto comestible y del aceite que
éste contiene. Las aceitunas maduras son las que se utilizan para
obtener aceite por prensado (Monteiso, 1999).
El Cuto del acebuche, la acebuchina, es más pequeña que la
aceituna, y es consumida por el ganado, así como las hojas, tanto
de la variedad cultivada como de la silvestre. Las hojas de acebuche contienen un gran valor energético, al presentar un alto
porcentaje de proteína bmta y un contenido en materia grasa claramente mayor al de otras especies consideradas como forrajes
clásicos, incluidas las herbáceas. Este uso del acebuche como alimento para el ganado ha sido documentado desde la Prehistoria
en algunos yacimientos arqueológicos, tales como la Cova de les
Cendres, Santa Maira o Cova Bolumini (Badal, 1990,1999).
También se ha documentado su uso frecuente en tiempos prehistóricos holocenos como combustible pasa los fuegos domésticos. Así, apasece de forma abundante en ambos extremos del
Mediterráneo penins~ilar,en yacimientos como la Lloma de Betxí
(de Pedro, 1998), la Cova de les Cendres (Badal, 1990) o el
Abrigo da Pena d9Agua(Figueiral, 1998). También se ha documentado la utilización de gran cantidad de leña de Olen einvpaen
en relación con las actividades metalúrgicas en el yacimiento de
Los Millares (Rodriguez Ariza, 1992).
FAMILIA: PRUNOIDEAE (ROSACEAE)
De esta familia se ha identificado únicámente el género
Prinnrs; la determinación de la especie es mucho más compleja.
La porosidad semidifusa o en anillo en el plano transversal y,
sobre todo, la morfología de los radios, pueden ser útiles para
especificar esta identificación. Scliweingiuber incluye en el
grupo de especies que presentan madera semiporosa y radios que
pueden llegar a 7 células de anchura, las siguientes: P. pndia, P.
ntnhaleb, I? frlrticosa, P. spiltosn, R do~ttesticn,P. cernsifrn y P.
rantbirr+ii(Schweingniber, 1990). Greguss añade un criterio de
diferenciación mediante el níimero de vasos que conforman los
grupos de éstos en el plano transversal, por ejemplo, I? mahnlel,
tiene 2-6, P. pndirs 2-4, P. spiirtosu 3-4, etc. (Greguss, 1959).
Otros autores consideran el diámetro de los vasos y la anchura de los radios como criterios para diferenciar las especies de
Printtrs, género que denominan también Ceraslrs (Jacquiot e/ alii,
1973: 66) o Antigdahrs (Bazile-Robert, 1980) para algunas especies. Éstos no resultan unos criterios muy sólidos, pues algunas
de las variables se solapan: por ejemplo, P. aviirnt tiene radios de
3 a 4 células, I? padirs de 1 a 6, y I? ntnhaleb de 4 a 6. Lo mismo
ocurre con el tamaño de los vasos, ya que R aaljilrm los tiene entre
30 a 50 km, P. ntnhaleb de 15 a 65 pm, y P. espinosa de 20 a 50
cm (Bazile-Robert, 1980: 778).
No nos decantamos por ninguna de las especies a partir de
estos criterios, pero es muy probable que en función de una cierta variedad de anchura de los radios observada en nuestro mate-
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rial, estemos ante la presencia de varias especies de este género,
sobre todo teniendo en cuenta la amplitud biogeográfica y cronológica de procedencia del material.
Género: Przniirs sp.
Nombre común: Pruno.
-cien anatómica:
P.T.: Zona semiporosa a porosidad difusa, con mayor densidad de vasos. Los del lefio tardío se distribuyen en pequeños ppos radiales de 2-3 vasos de media. Son en general pequeños, de
entre 20-30 lim. Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.81).
P.L.T.: Radios multiseriados, con una media de 3-5 células de
anchura, aunque es frecuente encontrar de 6-7 células. Es característico en el género Prlntzrs que los radios tengan células marginales verticales en todo su contorno externo. También tiene
radios uniseriados, de unas 10 células de altura (foto 3.82).
P.L.R.: Todos los radios son heterogéneos, los uniseriados
formados exclusivamente por células verticales o cuadradas.
Perforación simple. Engrosamientos en espiral densos, pero
finos, casi perpendiculares al eje longitudinal de la célula
(Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber 1978,
1990).
Ecologiía:
En el sector noroccidental de la península Ibérica se encuentran actualmente las especies R mahaleb, R padzrs, R aviirnl
(diferentes especies de cerezo silvestre) y R spiriosa (endrino).
Éstas son características de zonas de media montaña, con
ambientes fkescos y substratos húmedos, por lo que se encuentran
a menudo asociadas a cursos de agua. También es frecuente que
formen parte del cortejo de bosques de caducifolios, sobre todo
en sus claros. Se pueden encontrar en suelos calizos bien drenados. Sobre todo R niahaleb es característico de zonas de transición de clima y vegetación mediterráneos y atlánticos (Romo
Díez, 1997: 216-2 17; Masclans, 1981), aunyue también están
presentes en la región Mediterránea R padzrs y R spinosn.
Foto 3.82. Prrmics sp. Plano longitudinal tangencial.
R lt~sitanicase encuentra distribuido ampliamente en la
península Ibérica, más concentrado en la mitad occidental, en
enclaves sombríos con humedad elevada y temperaturas suaves
gran parte del año, tales como gargantas encajadas y cauces de
torrentes y arroyos sobre substratos silíceos; formando parte de
bosques relictos de laiirifolios (Romo Diez, 1997: 215).
usos v aprovechamiem:
La madera de Prrrnirs es bastante resistente, aunque no muy
rígida, ya que presenta una tendencia a torcerse durante el proceso de secado. No es especialmente apreciada para la construcción, debido a su carácter blando y poco elástico, que hace que se
agriete con facilidad con los cambios de humedad, por lo que
resulta poco adecuada para los exteriores. Sí se utiliza a menudo
para la fabricación de mangos y otros Útiles de pequeño tamaño
(Johnson, 1994: 276).
En general, los frutos camosos de este género resultan muy
apreciados para consumo liurnano, principal fín con el que se cultivan actualmente la mayor parte de especie y de la almendra de
algunas de ellas (Przrnzrs dzrlcis, Prrniirs arnierriaca) se extrae un
aceite empleado para múltiples fines (Romo Diez, 1997: 211218).
FAMILL4: R4NUNCULACEAE
De esta familia sólo se ha identificado el género Cleniatis.
Existen varias especies de éste en la península Ibérica.
Schweingruber (1990) proponc una diferenciación de la especie
C. vitalba por el tamaño de los vasos de la madera inicial, de
mayor tamaño. C. cirrliosa se diferencia de C. canpan~#loray C.
Jlanmizrla en que la primera presenta los engrosamientos en espiral en vasos más anchos, mientras que las segundas los presentan
únicamente en los estrechos.
Foto 3.81. Prrrnirs sp. Plano transversal.
GBnero: Cleniatis sp.
Nombre común: Clemátide, flámula, vidriera, hierba muermera, gata rabiosa, enredadera de cola.
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Ecolopia:
Las especies del género Clematis son sarmentosasy lianoides
y se desarrollan desde el nivel del mar a los 1.300 m de altitud,
generalmente en el seno de formaciones boscosas esclerófilas,
como carrascales, alcornocales o coscojares (Mulet Pascual,
1997: 138).
La especie C. vitalba se localiza frecuentemente en bosques
de caducifolios ribereños y sus orlas espinosas, siendo característica de la mitad septentrional de la península y más exigente en
humedad que el resto de especies. C.frannnz110y C. cirrliosa son
marcadamente meditenráneas, y se desarrollan en lugares frescos
con cierta humedad edáfica, siendo frecuente en bosques galería,
arbustedas y matorrales de vaguada. C. crin1panflora es endémica de la península Ibérica, y se distribuye fundamentalmente en
su mitad occidental (Galán Cela et alii, 1998).
Foto 3.83. Clenratis sp. Plano transversal.
Usos v a~rovechamienIp:
Las ranunculáceas, como familia, son plantas tóxicas en
todas sus partes vegetativas. Son innumerables los usos medicinales de Clenlatis, aunque en dosis altas pueden provocar importantes trastornos. Son muy tóxicas también para los animales
Wulet Pascual, 1997: 26-27), pero se ha comprobado que si se
dejan secar, las hojas pierden esta cualidad y de este modo se utilizan para el consumo del ganado (Castroviejo et alii, 1986).
Peschción anatómic .
P.T.: Porosidad en anillo. Vasos de la madera inicial de gran
tamaño, aislados, y en la madera fmal, pequeños y en grupos tangenciales. Zona de la madera final muy estrecha. Limite de los
anillos de crecimiento generalmente no visible. Parénquima apotraqueal y pmtraqueal (foto 3.83).
P.L.T.: Radios de 5 a 15/20 células de anchura, de morfologia
muy irregular y de más de 1 mm de altura (foto 3.84).
P.L.R.: Radios heterogéneos, formados casi exclusivamente
por células cuadradas. Perforaciones simples. Punteaduras intervasculares pequeñas, numerosas y con tendencia a formar engrosamiento en espiral. Se pueden encontrar verdaderos engrosamientos en algunos vasos estrechos (Greguss, 1959;
Schweingruber 1990).
FAMILIA: RHAMNACEAE
De la familia de las ramnáceas se han identificado los taxones cf. Fra~~grln
sp. y Rhnnwirs-Pl~illyrea.
Frangrla ahrtrs -conocida también con el nombre de
Rlinninirs firn~girln(Jacquiot et alii, 1973) - se diferencia de l?
azorica en que la segunda no forma un anillo semiporoso, sino
que presenta una porosidad totalmente difusa, con una menor
densidad de vasos (Schweingruber, 1990).
Rhnntnzrs-Pire constituyeun caso excepcional, ya que los
dos géneros que agrupa este taxón pertenecen a dos familias diferentes, Rhamnaceae y Oleaceae, respectivamente, pero dada su
gran similitud anatómica es imposible realizar una diferenciación
entre ambas. Únicamente se barajan como criterio la presencia de
Foto 3.84. Cleniat;~
sp. Plano longitudinal tangencial.
Foto 3.85. Frangrrla sp. Plano transversal.
[page-n-101]
Foto 3.86. Frattgrtla sp. Plano longitudinal tangencial.
Boto 3.87. Rltn~ttn~rs-PltillJ>ren.
Plano transversal.
fibras radiales características de las oleáceas en Pltillyrea
(Schweingruber, 1990), pero hemos mantenido la identificación
que incluye ambos géneros porque nos parece un criterio no aplicable frecuentemente a nuestro material arqueológico.
a las traqueidas vasculares y el parénquima paratraqueal, al que
frecuentemente apenas superan en diámetro (foto 3.87).
P.L.T.: Radios uniseriados o biseriados, de 10-15 células de
altura (foto 3.88).
P.L.R.: Radios heterogéneos. Perforación simple. Engrosamiento~en espiral (Gregiiss, 1959; Jacquiot et alii, 1973;
Schweingruber 1978,1990).
Género: cf. Frattgrrla sp.
Nombre común: A.rracliui.
Descri~ciónanatómica:
P.T.: Madera semiporosa a porosidad difusa. Muy poca densidad de vasos, aislados o en pequeñas filas o grupos radiales.
Anillo de crecimiento poco marcado, sólo por el tamaño mayor
de los vasos de la madera inicial. Parénquima poco abundante,
paratraqueal (foto 3.85).
P.L.T.: Radios biseriados o íriseriados, de 10 a 20 células de
aihm media. Radios uniseriados muy heterogéneos (foto 3.86).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con una fila marginal de células
cuadradas o verticales. Perforación simple. Engrosamientos en
espiral finos (Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973;
Scliweingruber 1990).
&ología:
El género Rl~amnirsse puede encontrar en varios pisos bioclimaticos. El aladierno (Rhamnrrs alaternrrs) es más propio de
ámbito termo-mesomediterráneo, formando parte de la vegetación de sustitución de bosques muy alterados (Romo Diez, 1997:
&&.&:
Esta especie es propia de bosques de caducifolios, con suelos
profundos y húmedos, aunque se desarrolla actualmente también
en formaciones colino-montanas de vertientes pedregosas y pronunciadas bien drenadas de las Sierras de Ancares y Caurel,
acompañadas de Prirnirs spinosa e Ilex nqrrifoliirnt, entre otras
(Rigueiro Rodríguez, 1997). También aparece formando parte de
bosques de ribera, junto a Frminrrs, Salis y Santblrcirs (Mulet
Pascual, 1991: 190).
Géneros: Rhanatrrs-Phillyrea.
Nombre común: Aladierno-Labiémago.
Descripción anatólgica:
P.T.: Madera semiporosa, con mayor densidad de vasos en el
leño temprano. Vasos muy pequeños, agrupados en flamas junto
Foto 3.88. Rhatrrnirs-PltillJ~rea.
Plano longitudinal tangencial.
[page-n-102]
258), aunque se puede encontrar hasta en un supramediterráneo
inferior (Heinz, 1990). El resto de especies se pueden encontrar
fácilmente en el supra e incluso oromeditemáneo. Rhai~inirsoleoides suele buscar zonas cálidas y secas, aunque no tanto como
Rhaninrnns lycioides, que se instala sobre zonas de muy poca pluviosidad (Peris et alii, 1996: 131-132).
El labiérnago es una especie típica del ámbito mediterráneo,
propia de encinares y carrascales y de los matorrales que colonizan los espacios aclarados por su degradación, incluso en zonas
pedregosas y cantiles. Se puede encontrar desde el nivel del mar
hasta los 900 ó 1.000 metros de altitud, preferentemente en
ambientes cálidos y secos, porque no tolera las heladas frecuentes o temperaturas muy bajas (Romo Diez, 1997: 290).
Usos v aorovechamien&:
La madera, tanto del aladierno como la del labiérnago, es
muy homogénea, dura y pesada. Se utiliza en tornería y ebanistería (Romo Diez, 1997: 258,290).
Es muy apreciada como combustible y para la elaboración de
carbón vegetal. Desde la Prehistoria se ha documentado su presencia más o menos abundante en yacimientos como Buraca
Grande (Figueiral y Terral, 20021, la Cueva de Nerja, la Cova de
s
1990), Los Millares o el cerro de la Virgen
les ~ e n d r e(~adai,
(Rodríguez Ariza, 1992).
FAhfEIA: ROSOlDEAE (ROSACEAE)
De este grupo sólo se ha identificado el género Rosa. Existen
numerosas especies de éste en la península Ibérica, pero ninguna
de ellas puede ser diferenciada en base a sus criterios anatómicos.
Gbnero: Rosa sp.
Nombre común: escaramujo, rosa silvestre, rosa mosqueta.
Descripción anatómi~:
P.T.: Porosidad en anillo a madera semiporosa. Vasos generalmente solitarios, bastante cspaciados entre sí. Límite del aiiilto
muy visible. Parénquima apotraqueal, difuso, y ocasionalmente
paratraqueal (foto 3.89).
Foto 3.89. Rosa sp. Plano transversal.
Foto 3.90. Rosa sp. Plano longitudinal tangencial.
P.L.T: Radios uniseriados, compuestos fundamentalmente
por células alargadas, con una altura de 3 a 12, y multiseriados,
generalmente de más de 6 células de anchura y hasta 10 mm de
altura (foto 3.90).
P.L.R.: Radios heterogéneos, los uniseriados compuestos
exclusivamente por células verticales, y los multiseriados con
numerosas filas de células cuadradas y verticales marginales.
Perforación simple. Finos engrosamientos en espiral (Greguss,
1959; Schweingruber, 1990).
Ecolopia:
Existen numerosas especies de este género, de dificil distinción entre ellas. Su distribución también es mal conocida, aunque
en general, son más frecuentes en la mitad septentrional de la
península Ibérica (Galán Cela et alii, 1998).
Todas presentan un porte arbustivo, con cierto carácter trepador en ocasiones, que suelen desarrollarse frecuentemente en el
seno de bosques mixtos de caducifolios, favorecidas por sus condiciones de umbría y humedad, aunque también se pueden encontrar formando parte de la vegetación de las orlas y espacios aclarados de estas mismas formaciones. Por ejemplo, R. canina y R.
peiidrrli~iaentre otras son características del complejo arbustivo
de bosques planocaducifolios, sobre todo de diversas especies de
se encuentra frecuentementeen zonas próroble; R. senrpei.i~irens
ximas al litoral. También existen especies de alta montaña, como
R. nroirtrrna (Costa el nlii, 1997: 107; Galán Cela et alii, 1998).
Usos v a~rovechamient~:
A algunas especies de rosa silvestre se atribuyen numerosos
usos medicinales en la cultura popular tradicional. Los fructiciilos de Rosa ccninrina pulverizados se utilizaron frecuentemente
coino febrífugos y contra las piedras del riñón (por su semejanza
morfológica a éstas), antes de que algunos autores demostraran
que provocaban una influencia tóxica sobre la médula oblonga o
bulbo raquídeo y graves trastornos sobre el sistema nervioso en
general (Font Quer, 1973: 332).
[page-n-103]
La permanencia de sus h t o s durante el invierno resulta
excelente para la alimentación de los animales silvestres durante
este periodo. También se ha documentado el consumo humano de
los de algunas especies, en forma de mermeladas (Stübing y
Peris, 1998).
La presencia de restos de estas especies en contextos arqueológicos no es muy frecuente. No debió constituir un apreciado
combustible para el fuego, y su presencia esporádica en algunos
yacimientos se debe probablemente a su recogida casual junto a
otra leña (recordemos que puede adquirir uti porte trepador). Si es
posible que se tuviera conocimiento de las propiedades medicinales de esta planta y se hiciera uso de ellas.
FAMILIA: SlstCICACEAE
De la familia de las salicáceas se ha identificado el taxón
Salix-Poptrhrs. Estos dos géneros difícilmente pueden ser distinguidos en base a sus criterios anatómicos, ya que presentan
muchas semejanzas entre sí. Algunos autores proponen una distinción entre ambos tomando como criterio la morfología de sus
radios (Schweingruber, 1990; Jacquiot et alii, 1973). El género
Salis tiene los radios heterogéneos y Populirs, homogéneos. Pero
en algunos casos, en Salix están ausentes las células marginales
de los radios heterogéneos, de manera que sólo en los casos en
que éstas sean visibles se llegará a la individualización del género Sulis. En el carbón analizado se han determinado los dos tipos
de radios, de manera que se ha podido individualizar el taxón
Salix sp., cuando presentaba visiblemente radios heterogéneos;
en caso contrario, se ha dejado la determinación como SalixPop~rlirs.En los yacimientos en los que aparece este último taxón,
es muy posible que estén presentes los dos géneros, ya que se
desarrollan en ámbitos ecológicos similares.
En cuanto a la anchura de los radios, la mayoría de anatomista~dicen que ambos géneros tienen exclusivamente radios
uniseriados, salvo Greguss, que documenta radios biseriados en
algunas especies de Popirlrrs (I! iiigra, P robusto), pero nunca en
el género Salis (Greguss, 1959). Sin embargo, en otros estudios
antracológicos se ha documentado esta misma presencia de espe-
Foto 3.91. Snlis-Poprrlrrs. Plano transversal.
cies identificadas como Salix, y que presentaban radios biseriados e incluso triseriados (Ntinou, 1996: 78), además de encontrar
individuos con estas mismas características en la colección de
referencia. Esto puede deberse a variaciones individuales de origen genético o ecológico (Jacquiot et alii, 1973).
Gdneros: Salix-Popzilzrs.
Nombre común: Sauce, chopo, álamo.
W p c i ó n anatómica:
P.T:Porosidad difusa a semiporosa. Vasos aislados, o, generalmente en filas radiales cortas, en gran densidad y de diámetro
entre 50-100 pm. Parénquima apotraqueal, difuso, a veces terminal en bandas disconthuas uniseriadas (fotos 3.91 y 3.93).
P.L.T: Radios uniseriados o biseriados, de unas 10-15 células
de altura (foto 3.94).
P.L.R: Radios generalmente homogéneos (foto 3.92), en ocasiones heterogéneos (foto 3.95). Perforación simple. Punteaduras
intervasculares grandes, alternas, distribuidas en varias filas.
Aberturas de los campos de cruce vaso-radio grandes y simples
(Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber 1978,
1990).
Ecoloda:
Los sauces y chopos tienen una distribución muy amplia en
toda la península Ibérica, desde el nivel del mar hasta los 9001.500 m de altitud, tanto en la región Mediterránea como en la
Eurosiberiana. hicamente huyen de las zonas excesivamente
áridas del sureste peninsular. Como característica común a todas
las especies está su preferencia por suelos húmedos, permeables
y profundos, por lo que están asociadas frecuentemente a cursos
de agua o zonas con la capa ñ-eática cercana a la superficie
(Romo Díez, 1997).
gsos v avrovechamient~:
La madera de las salicáceas es homogénea, blanda, ligera y
flexible. Algunas especies de chopo pueden tener una madera
Foto 3.92. SRI~.Y-Poprtlirs.
Plano longitodinal tangencial.
[page-n-104]
Foto 3.93. Sn1i.v sp. Plano transversal.
Foto 3.95. Satis sp. Plano longitudinal radial.
estable y dura, que no se agrita fácilmente ni se astilla, por lo que
resulta algo mhs resistente, pero en general, no soportan bien la
permanencia a la intemperie ni en condiciones que favorezcan la
putrefacción, por lo que no resulta una buena madera para la
construcción (Johnson, 1994; F.A.O., 1980).
La madera de sauce arde rápidamente. Se ha documentado en
numerosos yacimientos arqueológicos el uso de estas especies
como combustible, aunque en ningún caso se selecciona de forma
dominante.
La flexibilidad que caracteriza sobre todo a la madera de
algunos sauces hace que sus ramas más finas sean muy preciadas
para su uso en cestería, para trenzar cercados, atar las p m s , para
fabricar aros de toneles, etc. La cestería se realiza con casi todas
las especies de sauce, salvo las enanas, y las ramas se trabajan en
verde, o bien se deja secar para descortezarlo, cuando se utiliza
para los trabajos más finos (Romo Diez, 1997: 184-199; Mulet
Pascual, 1991:398; Abella, 1997: 221). Ya se han mencionado las
evidencias arqueológicas de las actividades de cestería en la
F'rehistoria (ver Monocotiledóneas) y es muy probable que se utilizaran las ramas flexibles de sauce también con este fin.
La corteza tambibn ha sido utilizada para la elaboración de
pequetios objetos, como demuestra el hallazgo de un corcho o
flotador para la pesca realizado en corteza de Populzrs trabajada,
recuperado en Clairvaux-les-Lacs (Pbtrequin, 1989).
De las salicáceas se extrae una sustancia denominada salicina, especialmente concentrada en la corteza de algunas especies
de sauce, de la que surgió la obtención por síntesis del ácido aceti1 salicílico, cuyas propiedades analgésicas y antiinflamatorias
han sido ampliamente explotadas hasta la actualidad (Font Quer,
1973; Mulet Pascual, 1997: 364).
Género: Osyl7s sp.
Nombre común: Retama loca, guardalobo, bayón.
Foto 3.94. Satix sp. Plano longitudinal tangencial.
0;scripción anatómica:
P.T.:Zona semiporosa. Vasos aislados en la madera final, con
muy poca densidad. Tienen un diámetro entre 30 y 50 pm.
Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.96).
P.L.T.: Radios uniseriados y de 2 ó 3 células de anchura y
hasta 1 mm de altura. Es %cuente encontrar en un mismo radio
algunos tramos biseriados o triseriados, y otros uniseriados no
necesariamente en los extremos del mismo (foto 3.97).
P.L.R.: Radios muy heterogéneos, compuestos casi exclusivamente por células verticales. Punteaduras intervasculares espaciadas. Campos de cruce vaso-radio con grandes aberturas.
Perforación simple (Greguss, 1959; Schweingruber 1990).
[page-n-105]
registro antracológico de algunos yacimientos, como en la Cova
de les Cendres o la Cova de I'Or (Badal, 1990). No debió constituir un combustible muy apreciado, sino que probablemente su
presencia se deba a su recogida junto a otras especies.
FAMILIA: TAMARICACEAE
Se ha identificado el género Tania~is.En la península Ibérica
se pueden encontrar actualmente cuatro especies del mismo, aunque no se pueden distinguir en base a sus características anatómicas.
Género: Taniari;-sp.
Nombre común: taray, taraje, tamariz.
Foto 3.96. Oglris sp. Plano transversal.
&&&:
La familia de las Santalaceae en general, son hemiparásitos
en las raíces de otras plantas, de las que extraen agua y minerales. El género Osyris se puede encontrar en muy diversos medios,
asociada a encinares, matorrales, dunas o acantilados costeros
(Castroviejo et alii, 1997). 0. qlradrrpartita es una especie endémica de la península Ibérica que se distribuye por toda la franja
costera sudorienta1 y meridional, siendo característica del piso
termomediterráneo, mientras que 0. alba lo es del mesomeditenáneo.
OsjM se ha documentado de forma muy esporádica en el
Foto 3.97. Osyris sp. Plano Iongitudinal tangencial.
Descripción anatómica:
P.T.: Porosidad en anillo a madera semiporosa. Vasos solitarios o en pequeños grupos de dos o tres, generalmente tangenciales, con frecuentes inclusiones. Parénquimaparatraqueal vasicéntrico o en grandes gnipos, aunque ocasionalmente también apotraqueal, difuso o en bandas tangenciales (foto 3.98).
P.L.T.: Radios de 6 a 20 células de anchura y hasta 2 mm de
altura. Parénquima frecuentemente fusiforme (foto 3.99).
P.L.R.: Radios heterogéneos con una o dos filas de células
marginales cuadradas y verticales. Punteaduras intemasculares
pequeñas y muy numerosas. Perforación simple (Greguss, 1959;
Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber, 1990).
Ecoloda:
El género Tanmlix es uno de los principales componentes de
los paisajes ribereiios de medios áridos y semiáridos de todo el
Meditenáneo, por su resistencia a condiciones de sequía y salinidad, gracias a si1 sistema radical que profundiza de forma considerable (hasta 25-30 m) en busca del agua del substrato. Si disponen de humedad suficiente, pueden dar lugar a formaciones en
forma de bosquete-galería y alcanzar altitudes de hasta 8 m, en las
que el sotobosque se empobrece por falta de luz. Los tarayales más
halófilos, situados en marismas y saladares interiores, se pueden
Foto 3.98. Tatttrark sp. Plano transversal.
[page-n-106]
fiable este criterio, y hemos mantenido la identificación en el
rango de género.
Genero: Daphne sp.
Nombre común: torvisco, laureola macho.
P.T.: Médula generalmente no visible. Porosidad difusa a
semiporosa. Vasos muy espaciados, agrupados en flamas radiales
y10 diagoilales, los más grandes rodeados de grupos de menor
tamaño. Parénquima apotraqueal, muy abundante, aunque más en
la madera fuial, en bandas uniseriadas (foto 3.100).
P.L.T.: Radios generalmente uniseriados, ocasionalmente
biseriados, con una altura media de 15 células de morfología
redondeada a alargada axialmente. Frecuentes células fusiformes
(foto 3.101).
P.L.R.: Radios heterogéneos, compuestos fundamentalmente
por células cuadradas y verticales. Perforación simple (Greguss,
1959; Schweingruber 1990).
Foto 3.99. Tantarix sp. Plano longitudinal tangencial.
acompañar de numerosas quenopodiáceas, como Sarcocornia,
Saliconlia, Siraerla o Atrfvlex, entre otras (Costa et alii, 1997: 491493). Estos bosquetes marcan el límite de inundación de una salina, de manera que la existencia de bandas sucesivas de tarays de
diferente edad es un excelente indicador de la evolución de estos
medios lagunares (Cirujano Bracamonte, 1991: 27).
Usos v a~rovechamient~:
La madera del taray es muy flexible y sus ramas muy elásticas. Su corteza y agallas contienen grau cantidad de taninos y se
emplean para la elaboración de tintes y para curtir pieles, utilización que fue introducida en la península Ibérica por los árabes.
Actualmente se han observado estos mismos usos en sociedades
tradicionales de Marruecos (Romo Diez, 1997: 182-183). Las
diversas especies de taray se repueblan en medios arenosos con
el objetivo de fijar dunas en peligro de desaparición, gracias a su
potente sistema radical.
En las zonas donde este género es frecuente (ámbitos áridos
y semiáridos fundamentalmente), se ha documentado su uso
como conlbustible en los yacimiento arqueológicos, como es el
caso de Los Millares, El Malagón, el Cerro de la Virgen,
Castellón Alto, Fuente Amarga, Loma de Balunca o Terrera del
Reloj (Rodríguez Ariza, 1992).
F M L L 4 : THYMELAECEAE
De esta familia sólo se ha identificado el taxón Dapllne sp.
Las diferentes especies de este género existentes en la península
Ibérica son muy cercanas entre sí anatómicamente hablando.
Ecológicamente, D. alpina, D. cneorirni y D. lairreola no se
encuentran más que en la región pirenaica. Las especies D. gnidizrnt, D. niezereurii y D. oleoides son muy similares entre sí y
algunos autores proponen una distinción de la especie en función
del grosor de las paredes de las células que forman los grupos de
vasos; así, D. gnidiirm presentaría las paredes celulares mucho
más finas en los vasos que las otras dos (Schweingruber, 1990).
La poca cantidad de fragmentos pertenecientes a este taxón determinados en nuestro análisis nos ha impedido valorar de forma
Ecolo&:
Las diferentes especies del género Daphne se desarrollan en
matorrales secos y claros de bosques esclerófilos perennifolios, sus
orlas y etapas de degradación. Toleran substratos calizos, ácidos e
incluso con alto contenido en yesos (Stübing y Peris, 1998).
En la península Ibérica se encuentran varias especies del género. D. gnidirrni es propia del piso termomediterráneo, aunque ocasionalmente se puede encontrar también en el mesomeditedneo,
y de desarrolla Iiecuentementeen el seno de formaciones dominadas por carrasca o formando parte de la garriga típica mediterránea. D. larrreola es más característica del piso mesomediterráneo.
D. cneorirni y D. oleoides son especies propias de ámbito montañoso, y se puede desarrollar hasta los 2.500 m de altitud.
Usos v wovechamiento:
Estas especies son altamente venenosas. Se ha documentado
la prñctica, actualmente prohibida, de envenenar las aguas de los
Foto 3.100. Daphrte sp. Plano transversal.
[page-n-107]
Foto 3.101. Dapltrte sp. Plano longitudinal tangencia].
Foto 3.102. ul~tttissp. Plano transversal.
ríos con sus raíces y hojas para facilitar la pesca (Stübing y Peris,
1998). Aunque los fmtos son muy vistosos como reclamo, los
animales rehuyen de comerlos y respetan estas especies, por lo
que se expanden rápidamente en zonas sometidas a intenso pastoreo (Galán Cela et alii, 1998).
No es muy necuente en el registro arqueológico, pero se
documenta su utilización esporádica conio combustible en algunos yacimientos de ámbito mediterdneo, como en la Cova de
I'Or (Badal, 1990).
parte frecuentemente de bosques-galería o de humedales, generalmente en forma de individuos o grupos aislados, sin llegar a
fonnar masas forestales extensas. En general, prefieren los suelos
con cierto desarrollo y humedad (Romo Diez, 1997: 136-137).
Ul11no ntiiior es la especie característica de la Iberia mediterránea, por su mayor resistencia a la escasez de humedad y al menor
desarrollo edáfico, y por su preferencia por los substratos básicos
(Costa et alii, 1997: 485). No suele desairoliarse por encima de
los 1.200 m de altitud, a diferencia del llamado "olmo de montaña" (Ulnil~sglabra), que puede alcanzar los 1.400 m. Éste último
también es más resistente al frío, y necesita un mayor desarrollo
edáfico y grado de humedad para sobrevivir (Romo Díez, 1997:
136-137).
FAMILi.4: ULMACEAE
Género: U/n?lrs SD.
Nombre común: olmo.
D e s c r i p c i,ó .n :
P.T.: Auillo poroso, con tina a tres filas de vasos grandes en la
madera inicial. En la madera final, vasos agrupados en bandas bia cuatriseriadas más o menos largas de orientación tangencia1y10
oblicua. Frecuentes tilides en los vasos del anillo. Parénquima
paratraqueal muy abundante en la madera inicial y entre los grupos de vasos de la madera final (foto 3.102).
P.L.T.: Radios de 4-5 céliilas de anchura media
(Schweingniber, 1990), aunque pueden encontrarse de 2 a 7 células (Greguss, 1959); 30 a 50 células de altura aproximada (foto
3.103).
P.L.R.: Radios generalmente homogéneos, y ocasionalmente
heterogéneos, con una fila de células marginales cuadradas.
Perforación simple. Engrosamientos en espiral presentes en los
vasos pequeños y traqueidas (Greguss, 1959; Jacquiot et alii,
1973; Schweingniber 1978, 1990).
Las diferentes especies del género UInrtrs no se pueden diferenciar en base a los criterios anatómicos (Schweingruber, 1990).
Los olmos son especies típicas de paisajes de ribera y forman
Foto 3.103. uli~~irs
sp. Plano longitudinal tangencial.
[page-n-108]
En la actualidad, las poblaciones de olmos están sufriendo un
enorme daño a causa de la enfermedad de la "grafiosis", provocada por un hongo denominado Cetarocystis rrlnli, que se desarrolla en el interior de su sistema vascular y provoca la muerte
de las células del parénquima del leño y degrada las paredes de
los vasos, además de bloquear el transporte normal de agua de la
planta (Costa et alii, 1997: 489-490).
La madera del olmo es dura y pesada, lo que unido a la destrucción masiva de poblaciones a causa de la grafiosis, ha llevado a que estas maderas sean menos apreciadas en los últimos
tiempos. Sin embargo, sus cualidades de resistencia a condiciones de humedad constante han hecho del olmo una especie frecuentemente utilizada desde la antigüedad para fines específicos,
tales como la construcción de embarcaciones, troncos perforados
para la canalización de agua, construcción sobre puntales en el
agua, etc. (Johnson, 1994: 283).
Sus hojas son bastante apreciadas por el ganado, y se utilizan
actualmente para su alimentación en épocas de escasez de pastos.
Incluso se ha documentado el consumo humano de los brotes
jóvenes. Efectivamente, la utilización de las hoias del olmo para
-alimentar el ganado es-una práctica muy extendida por todo el
ámbito europeo, de la que existen evidencias desde la Prehistoria
(Vernet, 1991; Thiébault, 1988, 1995; Halstead, 1998).
FAMILIA: HTACEAE
Género: Vitis sp.
Nombre común: vid, vidueño, viña.
Descripción anatómi~:
P.T.: Porosidad en anillo, raramente semiporosa, aunque el
anillo de vasos de la madera inicial no suele ser continuo, con
vasos de gran tamaño. Los vasos de la madera &al se distnbu~en
en filas o pequeños grupos con orientación radial. Limite de los
anillos frecuentemente ondulado. Frecuentes tílides (foto 3.104).
Foto 3.105. Ktis sp. Plano longiiudinal tangencial.
P.L.T.: Radios de 5 a 20 células de anchura y mas de 2 mm de
altura (foto 3.105).
P.L.R.: Radios de homogéneos a heterogéneos, a menudo con
una o dos filas de células marginales cuadradas o verticales.
Perforación simple en los vasos más grandes y escalariforme en
los más estrechos de la madera fínal. Punteaduras intervasculares
también con tendencia escalariforme (Greguss, 1959;
Schweingruber, 1990).
No es posible realizar la distinción entre las subespecies silanatómicos (schWngniber,
vestre y cultivadaen base a
1990).
~ a s u b e s ~ e csilvestre
ie
habita de forma natural en el seno de
bosques ripaios y en sus orlas espinosas. La vid se ciiltiva en la
mayor parte del territorio mediterráneo.
Foto 3.104. Ktis sp. Plano transversal.
Usos v a-vechamienta:
La vid constituye uno de los cultivos de secano más extendidos en el ámbito mediterráneo; se cultiva con seguridad desde la
Edad del Hierro (siglo W BC), para el aprovechamiento de sus
h t o s mediante su consumo directo y para la elaboración de vino,
siendo muy poco frecuente en contextos anteriores. Una de las
primeras manifestaciones del cultivo y procesado de la vid para
la obtención de vino fue documentada en el Alt de Benimaquia
(Denia, Alicante), con la presencia de semillas de vid y diversas
estructuras de prensado y decantación (Gómez y Guerin, 1995;
Mata et alii, 1997).
En medicina popular son múltiples las propiedades que se
atribuyen a la vid; sus hojas contienen sustancias que aumentan
la resistencia de los capilares, siendo útiles en el tratamiento de
cualquier tipo de hemorragia interna (Mulet Pascual, 1997: 446447). El zumo de la uva es muy rico en glúcidos. El vino tiene un
alto contenido en taninos y ácidos orgánicos, por lo que en cantidades controladas resulta aconsejable para las prevenciones de
enfermedades circulatorias y cardíacas.
[page-n-109]
Foto 3.106. Indeterminada 1. Plano transversal.
Foto 3.108. Indeterminada L. Plano longitudinal radial.
La presencia de esta especie no es muy frecuente en el registro arqueológico en forma de restos de combustible doméstico,
pero sí se documenta de manera abundante en forma de semilias
almacenadas para la producción de vino (Mata et nlii, 1997).
células de altura media. Canales transversales en los radios (foto
3.107).
P.L.R.: Radios homogéneos. Punteaduras intervasculares de
pequeñas a grandes, con tendencia escalarifonne (foto 3.108).
Este taxón ha sido identificado en el yacimiento de Xestido m.
INDETERMINADA I
pescrivción anatómica:
P.T.:Porosidad difusa. Vasos grandes, de 100-120 pm de diámetro, poco frecuentes, aislados o en grupos radiales de 2.
Parénquima paratraqueal vasicéntrico (foto 3.106).
P.L.T.: Radios de una a cuatro células de anchura y de 15-20
Descrhción anatómi~:
P.T.: Porosidad difusa. Vasos poco frecuentes, pequeños y
aislados o en grupos radiales de 2-4, con morfología poligonal
(foto 3.109).
Foto 3.107. Indeterminada 1. Plano longitudinal tangencial.
Foto 3.109. Indeterminada 11. Plano transversal.
[page-n-110]
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[page-n-111]
Foto 3.114. Indeterminada 1V. Plano longitudinaltangencial.
grupos radiales de 2. Parénquima paratraqueal vasicéntrico.
Fibras radiales (foto 3.1 13).
P.L.T.: Radios biseriados (foto 3.114).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con varias filas de células cuadradas marginales. Perforación simple.
Este taxón ha sido identificado en el yacimiento de La
Falguera.
m.2.PRIMERA APROXIMACI~NA LA
CARACTETUZACI~NFLOR^STICA DE
LAS DOS REGIONES
BIOGEOGFZÁFICAS
La península Ibérica se caracteriza, como hemos mencionado
anteriormente,por dos grandes unidades biogeográficas que conforman las regiones Mediterránea y Eurosiberiana. Cada una de
ellas presenta unos rasgos ciiiticos y paisajísticos diferenciados
y, por tanto, una desigual repartición de los elementos florísticos
en el temtorio peninsular. La distribución de las especies vegetales en estas dos regiones está condicionada en gran medida por la
Historia de los grandes periodos glaciales cuaternarios, que han
provocado importantes movimientos de las masas forestales
hasta establecerse en su ubicación actual; pero también está condicionada por las características climáticas actuales que marcan
las áreas óptimas para el desarrollo de las especies, según las exigencias ecológicas de las mismas.
Con el fin de realizar una primera aproximación a la distribución de la flora identificada en el temtorio peninsular, hemos
elaborado un cuadro de presencia-ausencia de los taxones en los
yacimientos estudiados que ilustre rápidamente la distribución de
los mismos espacial y cronológicamente (cuadro 3.2). A la presencia de los taxones hemos añadido un matiz cuantitativo, representando aquellos taxones que han dado como resultado una presencia más continua o esporádica. De esta manera, podemos
hallar interesantes diferencias en cuanto a la repartición de taxones que aparecen en ambas regiones.
Hemos representado también la escala cronológica de los
yacimientos estudiados a partir de algunas de las dataciones
radiocarbónicas obtenidas en ellos, o de su asignación cronoestratigráfica relativa. Así, los que presentan una secuencia prolongada se han representado en cada uno de los momentos correspondientes, para delimitar al mismo tiempo los cambios de vegetación detectables diacrónicamente.
A partir de todos estos datos, podemos delimitar ya un grupo
de taxones de fuerte afinidad con alguna de las dos regiones biogeográficas, es decir, que su presencia se limita exclusivamentea
una de ellas (hemos excluido los taxones que aparecen de manera muy puntual). Para la región Eurosiberiana aparecen con estas
características Ahtirs sp., Betirla sp., Cog~Iilsai)ellma, Erka cf.
E. arborea y Frnsiltirs cf. E excelsior..Para la Mediterránea tenemos Arbirtirs irnedo, Acer sp., Birsirs sp., Labiatae, Olea eirropaea,
Pi~tirshalepertsis, Pistacia lentiscirs y Rosntarilitls oficinalis.
Hemos clasificado otro grupo de taxones que están presentes
en ambas regiones biogeográficas, pero que tienen una importancia porcentual sensiblementemayor en alguna de ellas. Así, en la
región Mediterránea tienen una presencia más frecuente e importante cuantitativamente taxones como Hedera Itelis, hntiperirs
sp., Rhaninirs-Pirea Salix-Poprrlirs, Qirercus perennifolio o
los pinos en general, mientras que Qirercils caducifolio tiene una
presencia más continua en la Eurosiberiana. En estos casos, la
presencia escasa de algunos taxones en una de las regiones,
puede indicar su localización al límite de las condiciones ambientales requeridas para su desarrollo. En este sentido comentaremos
la presencia de Arbutils irnedo, especie de preferencia mediterránea, en la zona límite entre ésta y la región Eurosiberiana, fuertemente representado en el yacimiento de Pala da Vella. Tambibn
Qirercus perennifolio caracteriza en gran medida las áreas mediterráneas, y su escasa presencia en la región Eurosiberiana se
reduce únicamente a algunas zonas costeras que probablemente
reciban influencias cálidas de tierras más meridionales a Lravks de
los valles fluviales (depósito de Mougás) y a la zona l í í t e entre
ambas regiones (Pala da Vella), igual que ocurre con el madroño.
En cuanto al taxón Rltannlics-Phillyea, por razones anatómicas
que ya hemos expuesto, éste puede incluir varias especies de
estos dos géneros, pero ambos están mejor representados en la
región Mediterránea. Lo mismo ocurre con Salix-Populirs. En la
región Eurosiberana existe una mayor variedad de especies que
conforman los bosques de ribera, mientras que sólo algunas especies de sauce y10 chopo soportan mejor la falta de humedad
ambiental y edáfica, de manera que constituyen el principal componente de las ripisilvas mediterráneas.
En el caso de algunos taxones como Erica sp., Leguminosae,
Qirercirs caducifolio o Cistaceae, que aparecen de forma frecuente en ambas regiones pero claramente asociados a formaciones
vegetales o nichos ecológicos diferentes, se intuye la existencia
de diferentes especies del tnismo género o familia en cada una de
las regiones. En efecto, en las citadas familias existe gran variedad de géneros que presentan preferencias ambientales, edáficas
y10 ciimáticas, para su desarrollo óptimo.
Por último, existe un grupo de taxones que aparecen en relación a algunas características especificas del medio del yacimiento en el que se han identificado, que favorecen su desawllo.
Taxones como Chenopodiaceae y Tantaiix sp. han sido identificados exclusivamente en el yacimiento de Fuente Aiamo (Aimería),
único representante del sector sudorienta1peninsular, caracteriza-
[page-n-112]
h
1
REGION EUROSIRERIANA
11
REGION MEDIERRANEA
m Taxones presentes en las regiones Mediterránea o Eurosiberiana en porcentajes superiores al 10
m Taxoiies presentes en ambas regiones en porcentajes superiores al 10
%
%
( Taxones presentes en ambas regiones en porcentajes de 1 a 10 %
+
Taxones poco representativosporcentualniente o con presencia muy puntual en algún yacimiento
Cuadro 3.2. Distribución biogeogr6fica de los taxones identificados a partir de su presencia en los yacimientos de estudio.
1
[page-n-113]
do por la aridez y salinidad del medio. Qirerctrs strber o Querctrs
cf. Q. suber ha sido identificado en los yacimientos de Alcalar,
Vale Pincel 1 y Ponta da Passadeira, los tres en el sector occidental-sudoccidental peninsular, evidenciando la preferencia de esta
especie por las zonas cálidas de substrato ácido, como muestra su
distribución actual en este sector. Pinirs pinea también presenta
una distribuciónpreferentemente en yacimientos de medios costeros arenosos y10 de substrato ticido o descarbonatado.
Esta distribución de los taxones apunta ya algunas consideraciones previas sobre la cuestión de la caracterización florística y
paisajística de las dos regiones biogeográficas. Este tema se desarrollará más ampliamente en el capítulo correspondiente a la
discusión final, de forma conjunta con la valoración de los resultados obtenidos en el análisis de cada uno de los yacimientos.
Se han analizado algunos fenómenos de alteración de la
estructura anatómica del carbón, como la vitrificación del tejido
celular. En la mayor parte de los fragmentos en los que se ha
apreciado la vitrificación, el grado de ésta no ha imposibilitado la
determinación anatómica, siendo muy reducido el porcentaje de
casos en los que se ha tenido que incluir el carbón en el grupo de
indeterminables.
En la vitrificación, las células vegetales entran en un proceso
de fusión y homogeneización que deforma su estructura original,
pudiendo llegar a tomar el aspecto de una superficie cristalina
totalmente cegada y que lleva por tanto, a la desaparición de algunos de los criterios anatómicos de determinación del carbón
(Théry-Parisot, 1998: 206-212). Este fenómeno se ha detectado
en el carbón procedente de yacimientos arqueológicos, pero en la
mayor parte de los casos suele constituir un pequeño porcentaje
con respecto al total.
La vitrificación se encuentra actualmente en proceso de estudio, pero se barajan algunas hipótesis sobre las causas que la
generan, como la combustión a altas temperaturas (Fabre, 1996;
Tardy, 1998), una tasa de humedad elevada en la madera (Thinon,
1992) o el estado verde de la leña (Scheel-Ybert, 1998).
En las carboneras, donde se hace más frecuente la presencia
de este fenómeno, la combustión se realiza de forma lenta, en un
medio con poco oxígeno, sin apenas llamas (Fabre, 1996). En los
incendios naturales, el porcentaje de mat&al carbonizado vitrificado es algo más elevado, unido a otros tipos de alteración de la
estructura anatómica (ver capítulo IV). En un fuego de suelo se
reproducen de nuevo las condiciones mencionadas antes, es
decir, el fuego se transmite de forma lenta, en un medio muy
pobre en oxígeno. En el caso del carbón procedente de turberas
es frecuente encontrar este tipo de deformación en el carbón. En
estos casos, la formación del carbón se produce en un medio
anaeróbico, con una tasa de humedad elevada.
En suma, los autores están de acuerdo en que existen algunos
parámetros comunes en las características de la combustión que
lleva a la vitrificación del material carbonizado, tales como una
carbonización lenta, en un medio reductor, y con una tasa de
humedad elevada. Sin embargo, no resulta sencillo reproducir
artificialmente este fenómeno. La experimentación llevada a
cabo en este campo no ha logrado obtener carbón vitrificado en
hogueras al aire libre salvo fiagmentos aislados, pero sí realizadas en un medio reductor, es decir, con poca entrada de oxígeno
(Théry-Parisot, 1998). Al quemarse, la madera libera una serie de
gases, de manera que si la combustión se realiza en un medio
reductor o se produce una interrupción bmsca del proceso de
pirólisis, puede dar lugar a la acumulación de sustancias, como el
alquitrán, en la estructura celular de la madera, dándole este
aspecto cegado y cristalino. La determinación de grandes porcentajes de vitrificación que hemos identificado en algunas
Foto 3.115. Erica sp. Plano transversal Carbón vitrificado procedente del perfil de Balouta.
Foto 3.116. Betula sp. Plano transversal Carbón vitrificado
procedente de una estructura de combustión del
yacimiento de Xestido IiI.
m.3.ALTERACIONES ANAT~MICAS
OBSERVADAS EN EL CARBÓNANALIZADO
JJI.3.1. VITRIFICACI~N
DE LOS TEJIDOS CELULARES
[page-n-114]
Foto 3.117. cf. Leguminosa. Plano transversal. Carbón vitrificado
procedente del perfil de Balouta.
estructuras arqueológicas cuya combustión se ha realizado bajo
condiciones de entrada de oxígeno y liberación de gases escasas
apoya esta última hipótesis (Carrión Marco, en prensa; Carrión y
Badal, en prensa, b).
En el carbón analizado en este trabajo se ha identificado frecuentemente el fenómeno de la vitrificación. Ésta aparece en
diversos grados, desde muy débil, de modo que no constituye
ningún problema a la hora de determinar el carbón (fotos 3.115 y
3.116), una vitrificación media que puede enmascarar algunos
elementos anatómicos (foto 3.11 7), hasta la completa fusión del
tejido celular de manera que el carbón resulta totalmente indeterminable (foto 3.118).
En cuanto al contexto en el que se da este fenómeno, se ha
documentado también en el carbón disperso por niveles arqueológicos, aunque se da de forma mucho más frecuente asociado a
estructuras de combustión (fotos 3.116 y 10.6), y en niveles de
incendio natural (fotos 3.1 15, 3.1 17 y 3.118). Generalmente, su
presencia es ocasional, aunque ya se ha mencionado su abundancia en algunos contextos específicos. Es el caso de las hogueras
documentadas en el Monumento 7 de la necrópolis de Alcalar, en
algunas de las cuales el material vitrificado constituía casi el 100
%. Como rasgo característico, todas estas hogueras fueron apagadas con tierra o lajas de esquisto (probablemente antes de finalizar la combustión).
Aunque probablemente existan otros factores en relación al
fenómeno de la vitrificación, a la luz de los datos disponibles
podemos argumentar al menos dos causas que parecen evidentes:
la combustión en un medio con poca entrada de oxígeno, y una
escasa liberación de gases durante el proceso de combustión, que
hace que ciertas sustancias, como el alquitrán, queden atrapadas
en el carbón.
Foto 3.118. Indeterminable. Plano transversal. Carbón vitrificado
procedente del perfil de Balouta.
IiI.3.2. ATAQUE DE HONGOS E INSECTOS
XIL~FAGOS
La presencia de este tipo de alteraciones en el carbón es frecuente. Las hifas producidas por los hongos son de dimensiones
microscópicas y sólo se pueden estudiar si se individualizan de
los organismos sobre los que se desarrollan. Esto hace que su presencia pase frecuentementedesapercibida en el carbón y maderas
arqueológicos, si no se trabaja a los aumentos necesarios para
observar su existencia (Carlile y Watkinson, 1994). El hongo se
desarrolla a través de un micelio en el interior de la estructura de
la madera en forma de filamentos que se pueden apreciar en todas
direcciones desde unas paredes celulares a otras. Se transmite por
la estructura celular a través de las punteaduras inteilrasculares y
ataca fundamentalmentea las paredes, que sufren un importante
adelgazamiento y pérdida de consistencia. Como resultado de
este ataque interno, la madera se hace más blanda y se rompe
fácilmente a través de fisuras longitudinales y transversales.
No todas las especies vegetales ni todas las partes de la madera presentan una misma resistencia al ataque de los hongos; por
ejemplo, en los pinos, la madera ñnal aparece mucho más alterada que la inicial, tomando las células un aspecto sinuoso cercano
a la vitrificación.
El estudio del carbón con presencia de hongos recuperado en
yacimientos arqueológicos ha servido como base de estudio para
determinar el estado inicial de la madera utilizada como combustible, es decir, si existía una recolección de madera muerta. La
experimentación llevada a cabo para la reproducción del estado
de putrefacción de maderas actuales que sirvieran de referencia
ha dado como resultado el perfecto conocimiento de las deformaciones anatómicas provocadas por los hongos de descomposición de la madera para su reconocimiento en material prehistórico (Théry, 1998). Blanchette (1991, 2000) también realizó una
exhaustiva descripción de diversos casos de contaminación por
hongos en madera arqueológica, en la que determinaba la exis-
[page-n-115]
tencia de dos grandes grupos en base al tipo de ataque observado.
Por un lado, los hongos que se agrupan en la subdivisión taxonómica de los Basidiomycota pueden degradar todos los componentes de las paredes celulares, incluida la lignina. Por otro lado,
las subdivisiones Ascomj~cotay Deirterontycota provocan la descomposición de la superficie de la madera en contacto con humedad excesiva; dentro de éstos, un primer tipo se caracteriza por
realizar cavidades en la pared celular secundaria, mientras que
otro tipo la erosiona completamente (Blanchette, 2000: 190-192).
En el carbón, son varios lo criterios de distorsión anatómica
que ayudan a determinar la existencia de hongos de descomposición, como por ejemplo la existencia de los filamentos del micelio, las células deformadas, con aspecto sinuoso y dentadas, las
zonas lagunares provocadas por la fractura de las células, etc.,
que dan al carbón un aspecto esquelético y desestructurado
(Théry, 1998,2001; Carrión y Badal, en prensa, a). Sin embargo,
no se ha podido llegar a la determinación del momento en que se
produce la contaminación de la madera en el pasado, es decir, si
se recogían ramas muertas contaminadas, ramas vivas contaminadas en el pie del árbol, o ramas sanas que se hubieran contaminado durante algún proceso más o menos prolongado de almacenamiento (Théry, 1998).
A pesar de que no se haya llegado a una demostración sólida,
sin duda la madera muerta existente en las formaciones vegetales
sería aprovechada por los grupos humanos, pues la observación
de la práctica de leííateo en sociedades en las que la leña constituye el principal combustible corrobora el oportunismo de esta
actividad y cómo se valora un ahorro de esfuerzo (Badal, 2001b).
Al tiempo, la madera muerta gana en combustibilidad, ya que
contiene más oxígeno a medida que ésta se degrada y va dejando
huecos en su estructura anatómica, por lo que puede resultar muy
conveniente para prender un fuego, por ejemplo. Pero también
existe una contrapartida a estas ventajas, ya que el uso de la
madera muerta y generalmente contaminada se debió ver limitado por el propio estado de la misma; un grupo de autores han rea-
lizado experimentos que corroboran la importante pérdida de
masa y de consistencia de la madera contaminada tras la inoculación de diferentes especies de hongo (Wilcox, 1968, citado en
Blanchette, 2000: 191; Blanchette, 1991; Curling et alii, 2002).
Por lo tanto, rara vez sería seleccionada para la elaboración de
elementos constructivos.
Por otro lado, algunos autores han documentadolo que podriamos denominar una "relación simbiótica" entre el hombre y el
bosque, en el sentido de que la explotación antrópica de éste mantiene su salud frente al ataque de los xilófagos (Mahmood et nlii,
1999; Hagerberg y Wallander, 2002: 144). De este modo, la experimentación en este campo ha demostrado que el bosque en su
estado más natural es mucho más susceptible de verse afectado
por el ataque de hongos que aquéllos en los que se da una explotación antrópica. Es probable que la poda sistemática de ramas o
la limpieza de madera muerta del suelo reduzca considerablemente el riesgo de contaminación.
En cuanto a los insectos xilófagos, éstos viven y se alimentan
de la madera durante todo su ciclo de vida. Su elevada capacidad
reproductora los convierte en grandes destructores de los organismos vegetales. Pueden atacar a plantas vivas y también a la
madera muerta. La humedad, la temperatura y el contenido en
hongos de descomposición influyen directamente en el ataque y
desarrollo de estos insectos en el interior de la madera.
Los datos más reveladores en cuanto a presencia de xilófagos
proceden de conjuntos arqueológicos cerrados, sobre todo madera de construcción, en la que se ha observado una presencia más
constante y en mayor grado de ataque de estos microorganismos.
Esto se debe a su permanencia sin carbonizar bajo condiciones de
intemperie y, frecuentemente, de alta humedad, dos parámetros
fundamentales para la contaminación de la madera (Carrión y
Badal, en prensa, a). El resto de contextos no ofrecen más que
casos aislados de presencia de hongos e insectos xilófagos, por lo
que resulta imposible conocer el origen de la contaminación y
extraer cualquier conclusión etnológica al respecto.
Foto 3.119. Galería de ailófago identificada sobre un carbón de
Qrrercrrs caducifolio procedente del yacimiento de Santa Maira.
Foto 3.120. Galena de xllófago identificada sobre un carbón de
Leguminosa procedente del yacimiento de O Castelo.
Plano transversal.
Plano transversal.
[page-n-116]
Foto 3.121. Galería de rilófago identificada sobre un carbón
Indeterminable procedente del yacimiento de Mas d'ls. Plano
transversal.
Foto 3.123. Micelios de hongo identificados sobre un carbón de
Leguminosa procedente de Santa Maira. Plano L.T.
Foto 3.122. Micelios de hongo identificados sobre un carbón de
J~triiperrtssp. procedente de Tres Montes. Plano L.T.
Foto 3.124. Micelios de hongo identificados sobre un carbón de
Frnx7nrts sp. procedente de La Falguera. Plano L.T.
En el carbón analizado se ha documentado la presencia de
hongos y de insectos xilófagos. Ambos aprovechan la estructura
anatómica de la madera para desarrollarse a lo largo de los vasos
o de las partes que ofrecen una menor resistencia a su ataque.
Se ha identificado la presencia de galerías producidas por
insectos xilófagos en tres casos (fotos 3.119 a 3.121). El insecto
va consumiendo los tejidos vegetales y dejando sus excrementos
en su lugar, de manera que las galerías son fácilmente reconoci-
bles, al encontrarse relíenas de partes de tejido celular completamente desordenado. En ocasiones aprovecha las partes menos
resistentes de la madera o aquéllas que le facilitan su avance; éste
puede ser el caso de un xilófago documentado a lo largo de la
médula de una ramita de Qire~nrscaducifolio (foto 3.119). En los
tres casos el carbón procede de yacimientos arqueológicos.
En cuanto a los hongos, las fotos 3.122 a 3.127 muestran
ejemplos en los que se ha identificado su presencia. Hemos docu-
[page-n-117]
Foto 3.125. Miceiios de hongo identificados sobre un carbón de
Indeterminada iii procedente de La Falguera. Plano T.
Foto 3.127. Micelios de hongo identificados sobre un carbón de Wtis
sp. procedente del Mas d9Ts.Plano L.T.
el ataque de los hongos: son característicos la desestruchiración
de los tejidos y el progresivo adelgazamiento y fractura de las
paredes celulares.
Todos los casos de hongos han sido identificados sobre carbón procedente de yacimientos arqiieológicos. Como se ha mencionado anteriormente, la presencia de hongos en el carbón no es
indicativo del momento de contaminación de la madera, que
podría ser anterior o posterior a su recogida, por lo que no se piieden hacer inferencias sobre la utilización de leña muerta o el
almacenamientode la misma. Por otro lado, consideramos casual
el hecho de que no se haya identificado la presencia de hongos en
el carbón procedente de incendios naturales, ya que debía existir
madera muerta en el siielo o ramas contaminadas en los individuos vivos. Sería necesario un estudio más profundo al respecto
para llegar a determinar parámetros más sólidos.
Foto 3.126. Miceiios de hongo identificados sobre un carbón de
Behrla sp. procedente de Xestido 111. Plano L.T.
mentado diversos grados en el ataque de la madera por parte de
los hongos. En algunos casos éste es sólo incipiente, detectándose ocasionalmente algunos filamentos aislados (foto 3.122). En
otros casos, se puede obsewar la transmisión del micelio de unos
elementos a otros, generalmente a trav6s de punteaduras intervasculares (fotos 3.1 23,3.124 y 3.125), hasta que la madera aparece totalmente contaminada (foto 3.126). La foto 3.127 muestra
algunos detalles de cómo se ve afectada la estructura celular por
[page-n-118]
[page-n-119]
Capítulo IV
ANTRACOLOGÍAEN DEPÓSITOS NATURALES. LOS PALEOINCENDIOS
COMO MODELADORES DEL PAISAJE
IV.1. INVESTIGACI~NACTUAL Y EXPERIMENTACI~NSOBRE LA DINÁMICADE
LOS INCENDIOS NATURALES
w.1.i.DEFINICI~N Y CARACTEI~STICASDE LOS
INCENDIOS NATURALES. EFECTOS SOBRE LA
CUBIERTA VEGETAL
Los incendios naturales afectan geográficamente desde la
tundra ártica hasta el bosaue ecuatorial. En ámbito mediterráneo,
la recurrencia de incendios y su rápida propagación, debido fundamentalmente al pcriodo dc scquia cstival coincidicndo con las
temperaturas más elevadas, constituye una amenaza constante
para la conservación de las masas forestales (Reyna, 1988), pero
este fenómeno no es exclusivo de esta región: de hecho, las tasas
más elevadas de incendios en la península Ibérica se encuentran
actualmente en su sector noroccidental (Rigueiro Rodríguez,
1997).
Un incendio se define como "una combustión, es decir, una
combinación rápida de una sustancia combustible con el oxígeno,
que se propaga libremente en el tiempo y el espacio" (Trabaud,
1991: 908). Para que se inicie un incendio es necesaria la conjunción de tres elementos: la existencia de combustible, de oxígeno y de un desencadenante del fuego. En cuanto al primero de
los condicionantes, se documenta la existencia de paleoincendios
desde el surgimiento de las primeras masas forestales sobre la tierra, en el Devónico, hace unos 375 millones de años, mientras
que el desencadenamientodel incendio es generalmenteprovocado por rayos o actividad volcánica. El fuego forma parte integrante de los ecosistemas, ya que ayuda a la preservación de su
equilibrio: la descomposición de la materia vegetal es tan esencial para la biosfera como su formación. Sin embargo, es cierto
que el fuego puede llegar a ser un gran desestabilizador de los
ecosistemas (Barbero et alii, 1987a, 1991: 1154). Los incendios
naturales constituyen un elemento clave modelador de paisajes,
al incidir directamente sobre el desarrollo y composición de la
cubierta vegetal, la erosión, la emisión de gases a la atmósfera, el
aporte de nutrientes al suelo, etc. Pero estos condicionantes van a
incidir a su vez en la recurrencia y propagación de nuevos fuegos
posteriores.
Los incendios pueden acabar con toda la masa vegetal del
área a la que afectan. Su propagación, duración y alcance están
sujetos a la disponibilidad de los elementos citados (combustible
y oxígeno) y a una serie de determinantes ambientales. Entre
ellos, es fundamental la cantidad de calor transferida entre la
vegetación en llamas y aquélla intacta: la temperatura de inflamación varia entre 260 y 450' C, dependiendo de otro factor
clave, que es el grado de humedad que contienen los vegetales. A
estos factores también se añaden la sequía ambiental, la presencia de viento o la propia naturaleza de la masa vegetal.
Efectivamente, no todos los vegetales responden de la misma
forma ante un incendio. En general, en función de esta respuesta
al fuego, podemos distinguir tres grupos. En primer lugar, algunas especies ven disminuida su importancia cuantitativa tras un
incendio; pertenecen a este grupo las herbáceas vivaces y algunas
leñosas bajas que tienen una mala capacidad regenerativa ylo
reproductiva. Otras especies son resistentes al fuego, como aquéllas anuales de ciclo corto que presentan reservas subterráneas
profundas o arbustos que constituyen formaciones preforestales.
Por último, están las especies que tienen un débil carácter competitivo en condiciones normales, y que aprovechan la deforestación provocada por el paso del fuego para instalarse; son las
denominadas especies pirófitas, y a la vez que se ven beneficiadas por los efectos del fuego, ayudan a su propagación (es el caso
de las agujas y conos de los pinos, que tienen un alto grado de
idamabilidad) (Barbero eb alii, 1991: 1154).
Los incendios se pueden clasificar en tres tipos: de suelo, de
superficie y de cimas (Trabaud, 1991: 909; Albini, 1993) (fig.
4.1). Los incendios de superficie son generalmente los primeros
que se producen. Sus llamas no alcanzan más de unos 2 metros
de altura y afectan fundamentalmentea los estratos más bajos de
vegetación, sin llegar a destruir la masa arbórea. Si el fuego de
superficie gana intensidad, se puede propagar en altura, alcanzar
las cimas de los árboles y extenderse de forma paralela al fuego
de superficie. Estos incendios pueden ser provocados también
[page-n-120]
por la acción del viento que transporta pequeñas partículas incandescentes en suspensión, a partir de iui fuego de origen. Por íiltimo, los incendios de suelo afectan a la materia orgánica acumulada sobre el suelo mineral y se propagan únicamente con condiciones de sequedad ambiental y viento. Lo más frecuente es que
sucedan a un fuego de superficie, pero también pueden ganar
intensidad y provocar a su vez incendios de supei+ficiey de cimas.
Los efectos más inmediatos de un incendio forestal son la
pérdida general de biomasa, el rejuvenecimiento constante de los
sistemas ecológicos forestales y la paulatina transformación de
las comunidades vegetales en otras formaciones en las que intervienen especies pirófitas (Prieto, 1990: 29). Otros efectos son la
erosión provocada por la pérdida de cubierta vegetal, y a más
largo plazo, la disniinución de la traiispiración y las precipitaciones (Moore, 2000).
Como hemos visto, la propia estructura de la formación vegetal preexistente al fiiego es determinante para el comienzo de
éste, su propagación, duración, etc. La densidad de la formación
determina la cantidad de insolación recibida por los vegetales que
la conforman y por el substrato sobre el que se asientan, lo que
supone una mayor o menor pérdida de contenido en agua. La
existencia de madera muerta, hojarasca seca, cortezas, piñas y
otros órganos vegetativos de gran idamabilidad también favorecen una rápida propagación del fuego.
Se ha comprobado que es aniesgado a f m a r que unas especies presenten una mayor inflamabilidad respecto a otras. Por
ejemplo, la experimentación ha demostrado que el tiempo de
radiación necesafio para que se inicie la combustión es menor en
una encina que en un pino c m s c o , pero la materia orgánica del
suelo producida por el pino es más inflamable que la de la eucina. Por lo tanto, es en el carácter de las forinaciones donde se precisan estas diferencias (Trabaud, 1976). La presencia de un estrato arbustivo muy bajo aumenta notablemente la probabilidad de
incendios, pero a su vez, hace poco probable la propagación de
un incendio de cimas, al existir una "niptura" en altusa entre
ambos estratos de vegetación (Trabaud, 1991: 911).
En general, la regeneración de la vegetación tras un incendio
se produce a partir de aquellas especies que han sobrevivido con
I
DE SUELO
I
t
mayor éxito al efecto del fuego, esto es, las denominadas especies
pirófitas, cuyas regeneración vegetativa se ve estiniuiada por
éste. Éstas suelen presentar cortezas duras o coriáceas y10 rizomas o semillas resistentes al fuego que le peimiten una rápida
regeneración (Rigueiro Rodríguez, 1997). Sin embargo, esta
regeneración es para algunos autores iuia cuestión más compleja,
que ha sido frecuentemente objeto de estudio a partir de los
incendios forestales actuales. Las observaciones realizadas por
Trabaiid (1996) en Le Bas Languedoc sobre la resistencia de
diversas especies de Qirercirs y su regeneración tras fiiegos reciirrentes ha dado como resultado algiinos aspectos interesantes.
Tras el incendio, la riqueza específica y la biomasa se ven mermadas considerablemeiite y son necesarios al menos tres años
para que se alcance una cierta variedad de especies, aunque en un
principio, éstas son diferentes a las de origen. Es el momento de
instalación de aquellas especies pirófítas, cuya expansión se ve
favorecida por el filego. Pasados unos 5 años, surge el estrato de
vegetación de 2 a 4 metros de altura y la curva de la riqueza específica se estabiliza. La experimentación mediante la quema de
parcelas con una recurrencia más o menos frecuente, dio como
resultado la existencia del mismo número de individuos de
Qirercics con su regeneración tras el fuego, pero sí se observó una
disminución en su ritmo de crecimiento.
Estas observaciones están en relación con el modelo de la
"composición flosística inicial" que argumenta que, si no existe
otra perturbación a la regeneración de la vegetación tras un incendio, ésta se repone con las mismas especies de origen, aunque
exista una pequeña variación en sus porcentajes. De esta manera,
nace el concepto de "autosucesión", que contrasta con otros
modelos de sustitución de las comunidades vegetales climácicas.
Sin embargo, la recurrencia de los fuegos en un periodo corto
de tiempo crea un efecto cíclico y puede llegar a i~npedirla regeneración completa de las comunidades vegetales. En los primeros
años tras el incendio, cuando se asientan las especies pirófitas,
formaciones arbustivas, etc., el riesgo de que se desencadene un
nuevo incendio es mayor. Si esto ocurre, las consecuencias son
más graves, pues se acelera la erosión y la pérdida de nutsientes
del suelo, con lo que continúa el asentamiento sólo de aquellas
DE SUPERFICIE
PROPAGACION
COMBUSTION
RESTOS
I
sequedad ambiental
y viento
DE CIMAS
I
t
1
1
I
I
viento, particiilas iilcandescentes
desde fuego de origen
viento, partículas incandescentes
desde fuego de osigen
-
lenta, con
poco oxígeno
poco n~tinerosos
(liojarasca.. .)
muy rápida,
temperahira alta
rápida, temperatura
muy alta
muchas ramitas,
corteza, madera
madera de todos
los calibres
Fig. 4.1. Esquema de los diferentes tipos de incendio propuestos por Trabaud (1991) y Albini (1993).
[page-n-121]
especies poco exigentes que soportan estas condiciones. Por este
motivo, algunos autores dicen que la multiplicación de los incendios niarca una tendencia de desarrollo de un estrato arbustivo
monoespecífico y de carácter mediterráneo de las comunidades
vegetales (Barbero et nlii, 1991: 1154).
iV.1.2. EVIDENCIAS TRAS EL INCENDIO: ASPECTOS
TAFON~MICOS
11?1.2. 1. El tra.csyorte acr~~irrrlrrción
del carbóri tras el
.F/ego
Las acum~ilacionesde material carbonizado en los sedimentos o en los fondos lagunares, son testimonio directo de los incendios del pasado. Los procesos de transporte, acumiilación y preservación de estos restos son objeto de numerosos estudios que
tratan de establecer modelos válidos para interpretar los depósitos de carbón fmto de los paleoincendios. La experimentación y
la observación de los fuegos modernos son la principal fuente de
hipótesis al respecto. Se ha demostrado que la propia naturaleza
del depósito es muy diversa atendiendo a las características del
fuego y de la vegetación preexistente.
Una de las cuestiones más polémicas acerca de los depósitos
nahiraíes de carbón es establecer n~odelosde transporte y acumulación del material carbonizado, es decir, detem~inarsi éste
"viaja" a grandes distancias desde su lugar de origen. Esto es muy
importante en la medida que se intente reconstruir la vegetación
del área quemada, pues el arrastre del material y deposición en
otro Iiigar puede falsear esta imagen.
Para algunos autores, los restos carbonizados tras un incendio, son rápidamente dispersados por acción del agua y10 el viento, de manera que los depósitos que llegan hasta nosotros han
quedado atrapados en ambientes específicos, como los lagunares.
Pero si se ha dado un transporte del carbón por los agentes viento o agua, se observa una selección en el tamaño del carbón redepositado (Scott y Jones, 1994; Scott et alii, 2000). Una experiinentacióti que preseiita argumentos discordantes con la idea de
un frecuente transporte del material es la llevada a cabo por
Blackford (2000), en la que se realizó un muestre0 de toda la
superficie de un área afectada por un incendio en el SW de
Inglaterra, y de las zonas circundantes no quemadas. El autor
llega a la concliisión de que las pequeñas partículas de carbón
(< 125 jim) pueden ser transportadas fácilmente por el viento,
pero que no existe mucho movimiento de los fragmentos más
grandes, salvo algo de fragmentación secundaria por procesos
postdeposicionales. De acuerdo con esto, las acumulaciones de
carbón más importantes se dan en el centro del área quemada,
mientras que sólo una pequeña parte es transportada fuera de ésta
(Blackford, 2000: 33).
Otros experimentos han dado como resultado una mayor
importancia de los procesos de transporte por flotado (Nichols et
nlii, 2000), aunque la mayoría de autores están de acuerdo en que
cl factor tamaño del carbón es un condicionante importante a la
hora de la deposición inmediata del material cerca del lugar de
origen (Gardner y Whitlock, 2001; Whitlock y Millspaugh, 1996;
Bégin y Marguerie, 2002).
Durante un incendio se pueden llegar a quemar todos los
órganos vegetativos de las plantas, pero hasta nosotros sólo llega
una imagen parcial de este material. Por un lado, esto se debe a
causas de conservación diferencial; por otro, puede deberse a
razones de transporte de los órganos más ligeros, tales como
hojas, cortezas, aciculas, etc., cuya ausencia es notable en la
mayor parte de los depósitos, en los que el carbón es el material
mejor representado. En los incendios actuales se observa que la
presencia de los diferentes órganos vegetativos puede dar una
imagen del tipo de fuego que ha tenido lugar. Por ejemplo, los
fuegos de superficie apenas afectan a los árboles, pero en su
lugar, dejan gran cantidad de restos de corteza, hojas y ramas de
pequeño calibre (Scott y Jones, 1994: 97; Scott et alii, 2000). Si
tras el incendio intervienen diferentes agentes de transporte es
cuando los diferentes órganos se separan durante el proceso en
fiinción de su peso, densidad, facilidad para ser traiispoitados,
etc. (Nichols et alii, 2000).
La observación de incendios actuales ha demostrado incluso
que, aunque no se de un importante proceso de transporte del
material, las propias acumulaciones de carbón en capas visibles
pueden resultar engañosas. Tras un incendio, se prodiice inmediatamente iuia capa de materia orgánica que contiene cenizas,
hojas y aciculas, fragmentos de corteza, ramas, etc. carbonizados
o no. Pero la mayor parte del estrato maduro de la formación, es
decir, los pies de los árboles, peimanecen en posición vertical
durante años. De este modo, un árbol muerto tras el incendio,
puede caer al cabo de varias décadas, creando una acumulación
de madera y carbón separada del horizonte del fuego por la capa
de materia orgánica acumulada durante este periodo (Godbout,
2002: 80).
IK1.2.2. El carbón actrnltrlado tras 1111 iiice~idio,jes reflejo
de la vegetación preexisteii te?
Hemos visto que, según el tipo de incendio desencadenado y
el alcance del mismo, éste no afecta por igual a todos los vegetales de una formación ni a todos sus estratos. En los depósitos de
carbón que llegan hasta nuestros días sólo tenemos reflejada la
vegetación leñosa que se ha quemado, mientras que aquélla de las
áreas inmediatas al fuego, que no se ha visto afectada por éste, no
queda documentada. En los depósitos acumulados tras un incendio, es muy frecuente que gran parte del carbón pertenezca a una
sola especie o al menos ésta aparezca sobrerrepresentada con un
pobre cortejo florístico. En los trabajos realizados por Tardy
(1998) sobre los incendios naturales en la Guyana francesa, el
autor compara los resultados de los depósitos naturales de carbón
con los de origen antrópico y en estos últimos no encuentra esta
pobreza taxonóinica, con lo que concluye que el carbón de un
incendio sufre frecuentemente una deposición inmediata y refleja un entorno mucho más local que el que resulta de la recolección aiitrópica de leña (Tardy, 1998: 95).
Otro estudio que incide sobre la representación de un área de
vegetación muy local es el de Scott et alii (2000), basado en la
observación del carbón acumulado tras varios incendios que afectaron el sudeste de Inglaterra. La zona en cuestión estaba ocupada por una formación dominada por Callirncr i>trlga~+s
con presencia de Erica sp., y Piílirs syIi)esbis y Bettrla pendtrla como
únicos árboles. Tras un fuego de superficie producido en un área
donde Calltinu eiri la especie doniinante, dsh es prácticamente la
Única que queda representada en el carbón. Pero si quedan representados gran cantidad de fragmentos de corteza y hojas de abedul, acículas de pino y ramas de pequeño calibre de ambas (Scott
et alii, 2000: 3). Por lo tanto, estamos ante un caso de deposición
inmediata del material calcinado, y de una fiel representación, no
del medio vegetal propiamente dicho, pero sí del área afectada
por el fuego.
Un aspecto muy interesante sobre el que inciden los autores
y que será retomado en otras experimentacioneses la cuestión de
[page-n-122]
los depósitos en posición secundaria tras el arrastre por agua
(Scott et alii, 2000; Nichols et alii, 2000). La mayor parte de ellos
están de acuerdo en que no todas las especies son transportadas
por el agua con la misma facilidad, en función de su densidad
(además de la cuestión que ya hemos mencionado anteriormente
de la poca probabilidad de transporte de fkagmentos de cierto
tamaño). Por este motivo, algunos autores argumentan que la
poca variedad de taxones hallados en un depósito puede ser una
imagen falsa, resultado de un proceso selectivo de transporte y
que scría nccesario valorar otras variables para ver si sc encuentra en posición primaria o secundaria (Nichols et alii, 2000: 55).
Gardner y Whitlock (2001) llevaron a cabo el estudio del carbón de fuegos modernos recuperado en sedimentos lacustres, con
el fui de determinar si el volumen de éste era representativo de la
biomasa inicial de la zona afectada por los incendios. Los resultados al respecto no fueron determinantes, pues se observó que
una gran acumulación de carbón podía corresponder tanto a un
área quemada grande, como a una pequeña con gran densidad de
biomasa. A esto se añade el factor transporte, pues la cantidad de
carbón depositado en el lago no correspondía necesariamente a
aquél producido en el incendio. Sin embargo, si se volvió a señalar que el transporte de material se limitaba a los fragmentos más
pequeños, pues la acumulación de carbón seguía siendo notablemente mayor en los lagos más próximos al centro del fuego
(Gardner y Whitlock, 2001).
Un experimento llevado a cabo anteriormente por Nanassy y
Fung (1975) mediante ESR (Electro Spin Resonance), demostró
que con una combustión de hasta 300" C durante unos 5 minutos
no se daba pérdida de masa, pero a partir de cualquiera de estos
limites, ésta se aceleraba notablemente.
También sobre la cuestión de la representación de la biomasa
inicial, la experimentación llevada a cabo sobre la diferente producción de restos de las especies vegetales, ha dado como resultado que dos especies puedan ofiecer un mismo volumen de restos, pero con diferencias entre el material quemado y no quemado, lo que a largo plazo supone una diierencia considerable debido a la conservación diferencial de estos restos (Bégin y
Marguerie, 2002). Pero también quedó constancia de que estas
diferencias observadas sobre pies individuales se reducían dentro
de una masa forestal densa. Por lo tanto, la naturaleza de la formación determina en gran medida la producción de carbón.
En concliisión, el carbón acumulado tras los incendios naturales refleja generalmente una pequeña parte de las formaciones
vegetales existentes en el medio, que se reduce a aquéllas que se
han visto m8s profundamente afectadas por el fuego. Pero el factor determinante para poder reconstmir la vegetación del área
quemada es saber si el depósito se encuentra en posición primaria o ha siifrido algún proceso de arrastre. En el segundo caso, la
imagen de la vegetación puede aparecer deformada por un transporte selectivo. Por tanto, en estos casos podemos hablar de la
acción del fi~egosobre esas especies en iin área más o menos próxima, pero toda estimación cuantitativa resultaría arriesgada.
IK1.2.3. Alteraciories obser~~adas
en el carbón procedente de
incendios nafiwales
Es fiecuente que en el carbón procedente de incendios naturales se den alteraciones de la estructura celular de la madera.
Estos fenómenos se han observado también, aunque en menor
medida por regla general, en el carbón procedente de actividades
antrópicas (Tardy, 1998; Théry et alii, 1996).
Un fenómeno frecuente en el carbón procedente de incendios
naturales es la "homogeneización" de las paredes celulares de la
madera (Tardy, 1998; Jones y Chaloner, 1991a y b; Hather, 1991;
Scott et alii, 2000). Las paredes del xilema de los vegetales están
constituidas por fibras de celulosa ligadas en una matriz de lignina y polisacáridos. Las células se encuentran unidas unas a otras
por sus paredes y esta I í e a que separa dos paredes celulares es
visible al microscopio. La carbonización tras un incendio da frecuentemente como resultado la homogeneización de estos diferentes niveles celulares, de manera que esta separación entre
células no es visible (Jones y Chaloner, 1991a: 1151) (foto 4.1).
Estos mismos autores han realizado experimentaciones de
combustión con el fui de reproducir este fenómeno en función de
una variación de la temperatura, en unas condiciones de combustión lenta y con una entrada de oxígeno restringida, para imitar
las que se producen durante un incendio, donde el interior del
tronco se quema de esta forma (Jones y Chaloner, 1991b: 40). En
la pirólisis se apreciaron tres fases: la homogeneización de las
paredes celulares se da a una temperatura entre 220 y 230" C, a
partir de 340" comienzan a aparecer grietas en las paredes y por
encima de 600/700° las muestras se reducen completamente a
cenizas. Estas muestras se han comparado con fragmentos de
madera fósil, sin carbonizar, y se observa que en ellos aparece
este fenómeno.
Aunque éste es más frecuente en el carbón procedente de
incendios, se ha notado también su presencia en el carbón de
algunos yacimientos arqueológicos, donde su frecuencia es generalmente menor (Théry et alii, 1996). El aspecto que toma el carbón es nuevamente el de una homogeneización de las paredes
celulares y la aparición de zonas de compresión sobre todo en la
madera inicial. Esto ha llevado a los autores a tratar de delimitar
las condiciones necesarias para la formación de estas alteraciones. Para ello se ha efectuado una presión sobre el material con
una prensa mecánica, antes, durante y después del proceso de
combustión; sólo se ha logrado reproducir con una presión previa
a la carbonización. Esto ha llevado al planteamiento de una doble
hipótesis. Por iin lado, la escasez de este tipo de alteraciones en
Foto 4.1. Carbón de Leguminosa procedente de un ~ v ede
l incendio, con visible homogeneización de las paredes celulares
(Perfi de Balouta).
[page-n-123]
yacimientos arqueológicos podría deberse a que esta madera perteneciera a algún útil que hubiera suflido un trabajo previo a la
carbonización; por otro, es posible que entre el combustible utilizado estuviera presente algún fragmento de carbón en proceso de
fosilización, es decir, sometido a altas temperaturas y presiones
(Théry et alii, 1996).
Otro tipo de alteración de la estructura de la madera observada en el carbón procedente de incendios naturales es la "vitrificación" o "mineralización" de las paredes celulares. Ya se ha
desarrollado en el correspondiente apartado de anatomía (capítulo III) la descripción de este fenómeno y las hipótesis que se
barajan en cuanto a su génesis.
En el caso de los incendios naturales parece que este fenómeno es más frecuente que en depósitos de carbón de otra naturaleza. Algunos autores han intentado explicarlo a partir de la
diniimica generada por el propio fuego. Se ha observado que
durante un incendio se libera gran cantidad de anhídrido carbónico con el humo, pero parte de éste queda en la ceniza depositada
en el suelo. Esta acumulación de macronutrientes es la causa del
temporal enriquecimiento del suelo tras un incendio, pues éstos
son absorbidos por las plantas supervivientes durante el proceso
de regeneración. Pero esta acumulación provoca frecuentemente
la mineralización de la materia orgánica que entra en contacto
con ellos, de manera que parte del carbón depositado en el suelo
y cubierto con estas cenizas, puede sufrir este proceso (Noore,
2000; Rigueiro Rodríguez, 1997).
Por Último, la existencia de hongos visibles en la estructura
celular del carbón también es bastante frecuente en el material
procedente de incendios. En este caso resulta de gran interés realizar este tipo de observaciones, pues de la existencia de madera
muerta en el suelo de una formación depende en gran medida el
riesgo y las condiciones de propagación del fuego. Sin embargo,
la identificación de hongos de descomposición en el carbón tampoco nos permite discriminar si se trataba de madera muerta en el
suelo, o de madera contaminada en el pie del árbol vivo (ThéryParisot, f 998).
IV.1.3. OBJETIVOS Y PERSPECTIVAS DEL ESTUDIO
ANTRACOLÓCICO EN DEPÓSITOS NATURALES Y METODOLOG~EMPLEADA
La mayor parte de los estudios y observaciones realizadas a
partir de los incendios actuales tienen como objetivo establecer
ciertos parámetros, tales como las condiciones ambientales necesarias para que ocurran, su recurrencia, el transporte y deposición
del material carbonizado, la respuesta de la cubierta vegetal, etc.
El objetivo fundamental es poder llegar a interpretar estos mismos parámetros en un depósito de carbón fiwto de un incendio
pasado. Para ello se han aplicado toda una serie de análisis químicos, micro y macroscópicos.
Muchos estudios sobre los paleoincendios se han enfocado
fundamentalrncnteal conocimieiitode las condiciones atmosféricas del pasado a partir del cálculo de la recurrencia y la intensidad de los fuegos (Cope y Chaloner, 1980; Jones y Chaloner,
1991b; Flannigan et alii, 1998). La mayor parte de estudios que
se basan en la acumulación de carbón en fondos lacustres, utilizan una metodología de extracción del material a partir de columnas de sedimento y emplean un método de recuento de los microcarbones en láminas delgadas. En muchos de ellos, no se da
importancia a la determinación anatómica del carbón, sino simplemente a su presencia, para poder argumentar sobre cuestiones
como la recurrencia de los incendios, o el transporte y acumulación de este material en los fondos lagunares.
Algunos trabajos llevados a cabo en Canadá en medios turbosos inciden sobre el tema de la determinación de la frecuencia
de los fuegos a partir de las sucesivas capas de material carbonizado que aparecen en estos depósitos (Robichaud, 1999;
Godbout, 2002). Resulta muy interesante la diferencia en las frecuencias del fuego identificadas en las distintas áreas muestreadas. Por ejemplo, la fiecuencia registrada en un perfil de la turbera es mucho menor a aquélla obtenida en un medio forestal cercano, debido a que las herbáceas de condición húmeda de las cercanías de la turbera no ofrecen un buen combustible. Por lo tanto,
se observa que el registro antracológico corresponde a fuegos de
carácter muy local (Robichaud, 1999: 176).
Existen algunos estudios orientados a la determinación del
origen del fuego, natural o antrópico, un tema que se integra en la
discusión del impacto en el paisaje de las primeras prácticas agrícolas. Sin embargo, parece que los criterios que se han manejado
más frecuentemente no se basan en una evidencia directa, sino en
la interpretación de un conjunto de datos medioambientales. Por
ejemplo, Guilaine (2000-2001) establece que es la asociación de
polen de cereal, de plantas ruderales y de especies indicadoras de
medios vegetales abiertos lo que evidencia una intencionalidad
antrópica de la apertura del medio, pero también interpreta los
niveles de incendio mesolíticos documentados en el yacimiento de
Drassanes 1 (Barcelona) como un posible aclarado del bosque por
parte de los grupos humanos, con el fin de facilitar la actividad
cinegética. Evidentemente, esta Última afirmación es una hipótesis para cuya confirmación no existen datos empíricos directos.
Otro método utilizado para la identificación de incendios
antrópicos es el llevado a cabo por Bellomo (1993), basado en el
análisis arqueomagnético e isotérmico del sedimento infrayacente al nivel de cenizas y carbón del incendio. La experimentación
se basaba en diferentes métodos de quema controlada de parcelas. El resultado mostró una coincidencia de la sensibilidad magnética y de otros parámetros analizados entre las estructuras de
combustión de los yacimientos arqueológicos y las parcelas que
habían sido quemadas de forma recurrente (Bellomo, 1993: 240).
Por lo tanto, este método de anhlisis parece eficaz para establecer
los parámetros que definen los fuegos controlados recurrentes
sobre un área determinada.
Los estudios pedoantracológicosresultan de gran interés para
establecer los parámetros de transporte de los microcarbones tras
un incendio (Carcaillet y Talon, 1996; Carcaillet, 1997; Carcaillet
et alii, 1997; Carcaillet y Thinon, 1996; Talon et alii, 1998). Estos
estudios están enfocados a la reconstrucción de la paleovegetación leñosa incendiada, gracias a la identificación y datación de
los carbones que contienen los suelos (Carcaillet y Talon, 1996:
234). OCece un especial interés el estudio sobre los movimientos
postdeposicionales que sufre el carbón en el interior del suelo,
por agentes bióticos y abióticos.
Gracias a estos trabajos también se establecen ciertos parámetros de movimientos de los limites de la vegetación en el pasado, como consecuencia de los fuegos recurrentes, naturales y /o
de origen antrópico para la puesta en cultivo de zonas forestadas
(Carcaillet, 1997, 1998; Carcaillet et alii, 1997, 1998; Carcaillet
y Thinon, 1996; Talon et alii, 1998). La metodología empleada
por estos autores se basa en el análisis tanto de macrocarbones,
como de aquéllos microscópicos, que se montan en una lámina
delgada para su recuento y análisis. Mediante la estimación de la
concentración de carbón en ambos casos se trazan curvas a partir
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de las que se intenta reconstruir la periodicidad de los foegos.
Con ello se ha demostrado que los microcarbones ofrecen una
imagen más fiel de la periodicidad que los más grandes (mayores
de 700 pm) (Carcaillet e?alii, 2001: 474). Sin embargo, la cantidad constante de sedimento muestreado para la extracción de los
macrorrestos (5 muestras de 1 cm3), es apropiada para la estimación de la concentración, pero si atendemos a su contenido en
especies vegetales, es escaso para que resulte representativo.
Scott (2002) ha realizado un estudio sobre la relación entre la
concentración de carbón en los depósitos, la disponibilidad real
de combustible en el medio, es decir, la biomasa, y la frecuencia
de los incendios, pero en este caso, se apoya además en la comparación con el registro polínico. El autor llega a la conclusión de
que a partir del Holoceno, estos parámetros cambian completamente con la intervención humana sobre el medio.
A diferencia de muchos de los métodos expuestos, en nuestro
trabajo proponemos una atención especial al contenido taxonómico de las muestras, sin dejar de lado ciertas cuestiones tafonómicas. El conocimiento de las especies representadas en el carbón de los depósitos y la posibilidad de comparar los resultados
con los datos polinicos, ofrecen desde nuestro punto de vista unas
posibilidades de análisis e interpretación muy interesantes.
En la zona litoral y sublitoral del noroeste peninsular se han
llevado a cabo una serie de sondeos sobre suelos y depósitos
naturales por parte de personal del Departamento de Bioloxía
Vegetal de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de
Santiago de Compostela (Gómez Orellana, 2002). En los perfiles
sondeados se ha identificado frecuentemente la presencia más o
menos abundante de materia orgánica carbonizada procedente de
paleoincendios, que había quedado acumulada en forma de bolsadas o niveles con abundante carbón. Bste es bastante grande en
general y esto ha permitido su identificación botánica, generalmente sin problemas. En algunos casos, existe también un estudio del material polínico recuperado en los mismos niveles, lo
que ofrece una fuente de comparación directa para la reconstrucción de la vegetación del área quemada con respecto al total y
pennite integrar el episodio más o menos puntual del incendio
dentro de una secuencia poünica mucho más dilatada en el tiemPO.
El estudio de estos depósitos nos ha permitido analizar una
serie de cuestiones tafonómicas con respecto a la aciimulación
del carbón tras el incendio, así como cuestionarnos la representatividad ecológica de este material. A continuación presentamos el
estudio de los depósitos de Mougás, Frexulfe y Balouta como
ejemplos de la metodología empleada y las vías de interpretación
propuestas.
1x2.ANÁLISIS ANTRACOL~GICODE
DNERSOS DEP~SITOSNATURALES
DEL SECTOR NOROCCIDENTALDE LA
PENÍNSULA IBÉRICA
IK2.1.1. Resultados del análisis antracológico
El depósito de Mougás (Oia, Pontevedra) ha servido como
base de estudio para muchos trabajos paleoambientales realizados en el noroeste ibérico (Zbyszewski y Teixeira, 1949; Nonn,
1966; Franz, 1967; SaB, 1985; Saá y Díaz-Fierros, 1988; Costa et
alii, 1996; Gómez Orellana, 2002). Esta secuencia se ha convertido en un referente en el ámbito del Pleistoceno Superior del sector noroccidental de la península, ya que existe una completa
serie de dataciones radiocarbónicas para la misma. Las diversas
publicaciones existentes hasta el momento confírman la uniformidad del depósito, que ha quedado plasmada en la similitud de
las secuencias obtenidas a partir de cada una de las columnas
estratigráficas extraídas por los diferentes autores.
Este depósito ha resultado muy apropiado para realizar un
estudio antracológico, ya que ha ofrecido una gran cantidad de
carbón distribuida por todos los niveles, de tamaño fácilmente
identificable. Además, se ha publicado el análisis poiínico de la
columna estratigráfica a la que pertenecen también nuestras
muestras de carbón (Gómez-Orellana et alii, 1998; GómezOrellana, 2002), con lo que resulta especialmente interesante
correlacionar en la medida de lo posible los datos de ambos análisis para establecer el grado de validez de la reconstrucción de la
vegetación que proponemos.
La recogida de muestras se ha llevado acabo a partir de un
perfil estratigráfico preexistente proporcionado por el avance del
mar, que ha sido limpiado y reavivado para la toma del sedimento de cada nivel. Los carbones obtenidos a partir de estas muestras tienen entre 2 y S mm, y son bastante abundantes. Se ha analizado un total de 40 muestras (correspondientes a capas de 5
cm). La mayoría de ellas han oftecido un número muy reducido
de fragmentos de carbón (sólo en 6 de ellas se ha llegado a la
identificación de al menos 100 carbones, coincidiendo con los
niveles que presentaban visiblemente un mayor contenido en
materia orghnica). Sin embargo, dada la pobreza en el número de
taxones identificados, algunas muestras en las que hemos analizado entre 30 y 50 fragmentos de carbón, aparecen totalmente
estabilizadas a nivel taxonómico.
Se ha analizado un total de 1.O55 fragmentos de carbón y los
taxones identificados son: Cistaceae, corteza, Erica sp,
Ericaceae, Frasiirirs sp., Jtmiperirs sp., Leguminosae, Maloideae,
Monocotiledónea, Pinirs tp. pinea-pinastec Pinirs sp., Qirercirs
caducifolio, Qirercirs perennifolio, Quercirs sp, Salis sp., Ulnrirs
sp., c Indeterminable cf. Jbcirm sp.
Se ha elaborado un cuadro comparativo de presencia-ausencia de los distintos taxones según los resultados de los análisis
antracológico y poünico de Mougás. Para poder hacer una comparación directa de los resultados de ambos, hemos tomado únicamente las especies leñosas identificadas a través del polen
(Gómez-Orellana, 2002), aunque se tendrá en cuenta el volumen
total de vegetación arbórea y no arbórea (cuadro 4.1).
En cuanto a los resultados del análisis antracológico, los
taxones que presentan una mayor continuidad durante toda la
secuencia son: Ericn sp., Leguminosae y Q~ierctrscaducifolio. El
resto tiene una presencia muy esporádica, incluso en el caso de
Frasinirs sp. y Jtmiprits sp. se ha identificado un solo fragmento de cada uno de ellos. En el polen, los taxones leñosos que están
presentes en la mayor parte de la secuencia son: Ahriis sp., Betirla
sp., Callirna sp., Erica sp., Leguminosae, Qiierciis caducifolio
(tipo Q.J U ~ U I -y) Ulnr~rssp. El caso de Alnirs y Bettrln, presentes
de forma constante aunque no muy abundante en el polen, y que
no se han identificado en el carbón, podría poner en evidencia la
diferencia a nivel de escala espacial que representan ambos tipos
de registro, quedando reflejado en el carbón un entorno más localizado que en el polen, que puede viajar a mayor distancia y mostrar ecos de formaciones vegetales algo más alejadas. En el caso
del carbón, éste depende además del alcance del fuego, ya que no
[page-n-125]
Cuadro 4.1. Valores de los taxoues identificados en el perfil de Mougis y comparaci6n con su presencia en el polen (en sombreado). En el polen,
s61o se han representado los taxones leííosos (datos polfnicos a partir de G6mez-Orellana, 2002).
[page-n-126]
tendremos reprcsentadas las especies que no se hayan quemado.
En tal caso, podría darse la posibilidad de que el área ocupada por
los taxones anteriores que aparecen en el registro polínico, no
haya sido afectada por el fuego, al encontrarse, por ejemplo, en
una zona de mayor humedad, ya que se trata de especies que pueden formar parte de la vegetación de ribera.
En otros casos podemos sin embargo apreciar una coincidencia en la presencia de ciertos taxones. El taxón Rosaceae, identificado de forma bastante puntual tanto en polen como en carbón,
ha sido identificado en ambos casos en los mismos niveles (aunque con una presencia algo más continua en el polen). En el caso
de los pinos, son en general poco frecuentes, pero han sido identificados en ambos casos en los niveles superiores de la secuencia, y en los dos se ha llegado a una identificación de Piliirs tp.
pinea-piriaster.
Si analizamos más detalladamente los porcentajes de estos
taxones en aquellas muestras de carbón que por su abundancia lo
permiten, vemos que son Elica sp. y Qríercrrs caducifolio los que
suponen entre los dos casi el 100 % del carbón. En el caso de
Qr{elcrrs caducifolio, está presente en la mayor parte de la
secuencia, salvo en las muestras inferiores, donde Erica sp., que
presenta una continuidad desde la base hasta aproximadamentela
mitad de la secuencia, es el único taxón presente. Los mayores
porcentajes de Qrrerctrs caducifolio se dan en las muestras entre
120 y 140 cm, con porcentajes que alcanzan casi el 80 % en algunos casos.
Entre 150 y 185 cm se observan del mismo modo porcentajes elevados de Qirerczrs caducifolio, al tiempo que Erica sp. presenta porcentajes importantes, siendo ya cada vez más cercanos a
los de Qirercrrs caducifolio a partir de 170 cm, llegando a alcauzar ésta el 50 % del total.
De 185 cm a la base de la secuencia, es Erica sp. prácticamente el único taxón representado, aunque el número total de
carbones hallados en estos niveles es muy bajo. Este momento
coincide con el mínimo desarrollo arbóreo en la secuencia polínica y los valores máximos de Calluna sp. y En'ca sp.
Zonas polinicns
Cronolog.
Según estos datos podemos dividir la secuencia de Mougás
en cuatro momentos. El primero de ellos, desde el comienzo de
la secuencia hasta 210 cm de profundidad corresponde a un
momento de escaso desarrollo arbóreo, documentado tanto en el
polen como en el carbón. En el primero, el polen arbóreo supone
apenas un 5 % del total, y las herbáceas y Ericaceae alcanzan sus
caducifolio,
máximos valores. Salvo dos fragmentos de Q~~erczrs
éstas son las únicas especies representadas en el carbón.
Después hay un nivel estéril en cuanto a carbón de unos 15
cm, pero que en el polen sigue la misma dinámica que el anterior.
Una segunda fase, de 195 a 150 cm muestra un desarrollo
más o menos paralelo de E k a sp y Qrrercrls caducifolio, generalmente con una siipremacia del segundo. En el polen se observa todavía un gran desarrollo de las herbáceas y de Callrinn sp.
De 150 a 120 cm se dan los máximos valores de Qrrercirs
caducifolio, estando presentes otras especies aunque muy esporádicamente, como Leguminosae, Maloideae, Monocotiledónea,
Saiix sp. y U11tiirssp. En este momento, existe la mayor presencia de carbón en las muestras, que tal vez podría deberse a la
mayor densidad que se observa en la cobertura vegetal, domin a d o Qrrerczrs caducifolio, frente al momento anterior en que
parece que éstos comparten el espacio con zonas más aclaradas
ocupadas por Ericaceae. En polen, se detecta en este momento un
tipo mbrrr, aunligero aumento del polen arbóreo y de Qrre~~ars
que será en los niveles superiores de la secuencia cuando trace
una curva más importante.
Desde 120 cm al techo de la secuencia, en el carbón se observa una menor presencia de material, pero al tiempo, una mayor
diversidad taxonómica. Además de Qirer*cirs,están presentes
Fraxiriirs, Jlrnipenrs, Monocotiledónea, Pinrrs cf. pillen-pinaste~;
Pinrts sp., Maloideae y fiscirni sp. En polen, es el momento de
máximo desarrollo arbóreo y de Quercus tipo robirr, aunque también están presentes otras especies que ponen de manifiesto la
actividad humana sobre el medio, sobre todo Plantago e L~oetes.
A partir de los datos obtenidos, podemos decir que existe una
cierta cohereucia entre las secuencias polinica y antracológica,
Cal-acterisricnspolhiicas
FASE HOLOCENA DE
INFLUENCIA
ANTR~PICA
Poaceae- Asteraceae- (Planfngn)
Dominio del polen Iierbáceo (Poaceae)
Detrimento de @rererts rohtri [p.. Incremento de A1rrtt.r
Incremento de Planfngo
FASE HOLOCENA DE
DOMiNIO ARBÓREO
Poaceae- Qirercrls robrrr tp.- (Isoefes)
Domiiuo del polen herbeceo (Poaceae)
Icreinento y máximo de Qrrercrrs rohtrr tp.
Detriniento de Lig~~lflorne.
Optimo y regresión de Isoetes.
FASE HOLOCENA DE
EXPANSIÓNARBOREA
DRYAS ANTIGUO
Poaceae- Qilerciisrobrtr tp.- (Isoetes)
Don~iniodel polen hcrbácco (Poaceae)
Expansión de Qireimls iol>rrrtp.
Expansión de 1~oefe.s.
Poaeeae- Tubuliflorae
Dominio del polen IierbBceo (Poaceae)
Difusión de Tubuliflorae.
Curvas continuas de Benrla, Qirercirs robirr tp. y Pirrrts
Subzona "aw
Inicio de la curva de hoetes y Alisrria
Subzona "b"
Curva conrinua de &tcopodirnrt y Rnnt{ncitI~ts
Secuencia nn~ncológiccr
Presencia de Pirirrs, Jrrniprrir.~,Fi-axiiitts
Dominio de Qrtercirs caducifolio
Presencia de A4nloicIeae, Sc~lix.
Mínimo de taxoties arbustivos
Expansión de Qirercirs caducifolio
Regresión de la curva de Ericn.
Dominio del matorral de Ericaceae
Mínimo de taxones arbóreos
Fig. 4.2. Slnteds de los datos antracológicos y polúiicos del depbsito de Moug6s (datos polinicos a partir de Gómez-OreUana, 2002: 155).
[page-n-127]
pero también podemos observar algunas diferencias que vienen
marcadas por la propia naturaleza del registro (fig. 4.2).
La secuencia polínica es más estable en cuanto a presenciaausencia de los taxones a lo largo de todo el perfíl, mientras que
en el carbón podemos observar una sustitución progresiva de
Erica sp. por Qirerctrs caducifolio, que no están presentes desde
el comienzo de la secuencia. En general, los datos polínicos
muestran una mayor variedad taxonómica que los antracológicos,
que puede deberse a que el polen refleja ciertos ecos de formaciones vegetales algo más alejadas que el carbón no detecta,
como se ve también en la presencia, aunque no muy abundante
porcentualmente de Altius y Behrla, que no se encuentran en el
carbón.
Por otro lado, existe un pequeño desfase temporal en la dominancia de los diferentes taxones, apareciendo antes, por ejemplo,
los mayores porcentajes de Quercirs caducifolio en el carbón que
en el polen. En el caso del carbón, el incendio de una determinada masa forestal supone la presencia inmediata de carbón procedente de un Brea probablemente muy local, mientras que el polen
de las áreas no quemadas puede viajar a mayor distancia y su
deposición depende de muchos otros factores, incluso de que el
mayor o menor desarrollo de la cobertura vegetal lo permita.
Parte de este polen puede depositarse en la zona afectada por un
incendio, de manera que ante un sondeo en el lugar, éste reflejaría también la vegetación de áreas más alejadas que no han sido
afectadas por el fuego y cuya vegetación por tanto, no se encuentra representada en el registro antracológico.
IY2.1.2. Andlisis tafonórtlico de los restos
La posibilidad de una representación selectiva de restos carbonizados en el depósito de Mougás nos lleva directamente a
plantear ciertas cuestiones tafonómicas: principalmente se trata de
cuestionar el carácter primario o secundariodel depósito, es decir,
si el carbón ha sido transportando desde su foco de origen. A la
luz de los datos antracológicos,la pobreza taxonómica o más concretamente, el hecho de que sólo dos de los taxones constituyan
más del 90 % del carbón, podría reflejar un transporte diferencial
de ciertas especies y la redeposición de las mismas en el dcpósito
(Nichols et alii, 2000: SS), aunque para otros autores, esto puede
ser precisamente un indicio de una deposición inmediata del
material carbonizadoque refleja una formación vegetal muy limitada en cuanto a su riqueza taxonómica (Tardy, 1998: 95).
Las experimentaciones sobre arrastre por flotado de carbón
de diferentes especies ha dado como resultado una gran facilidad
de transporte de Quercc~fkente a otras, lo que podrla hacer suponer que en nuestro caso esta acumulación casi monoespecífica se
deba a una posición secundaria por transporte del agua (Nichols
et alii, 2000: 50). Sin embargo, la cuestión del tamaño de los
fragmentos hace poco viable esta hipótesis. Por un lado, los fragmentos de carbón recuperados tienen un tamaño variable y el
agua es un agente de transporte muy selectivo a este respecto; por
otro lado, la experimentación ha demostrado que los fragmentos
de carbón de cierto tamaño no son transportados a mucha distancia de su lugar de deposición inmediata (Gardner y Whitlock,
2001; Whitlock y Millspaugh, 1996). Por todo ello nos inclinamos más hacia la hipótesis de que el carbón se encontrara en
posición cercana a su lugar de producción.
En el material de Mougás se han identificado mayoritariamente fragmentos de xilema carbonizado (únicamente ha aparecido un fragmento de corteza). Es probable que los órganos más
ligeros (corteza, hojas, etc.) hayan sido transportados por viento
y10 agua, a lo quese-añade una conservación diferencial de estos
materiales en el registro antracológico.
La presencia de material carbonizado es constante en todo el
perfil, pero la cantidad de fragmentos de carbón recuperados en
cada nivel es muy variable para una misma cantidad de sedimento tratado. En general, las mayores acumulaciones de material
carbonizado coinciden con aquellos niveles en los que se aprecia
un dominio de Quercrrs caducifolio, mientras que los niveles en
los que domina Erica sp. son más pobres en carbón. Esto podría
indicar que existe una cierta relación entre la cantidad de carbón
acumulado en el sedimento y la biomasa original incendiada, lo
que avalaría de nuevo la hipótesis de la deposición inmediata del
material.
La observación actual de la deposición del carbón tras los
incendios ofrece unos interesantes parámetros sobre la diferente
acumulación y distribución del material carbonizado según la
naturaleza de la vegetación inicial. En este sentido, se ha observado que la vegetación dominada por arbustos ofrece generalmente una distribución de carbón mucho más uniforme por el
sedimento que aquélla resultado de la quema de especies arbóreas, ya que basta una gran rama de árbol para producir una gran
acumulación de carbón en el lugar donde cae (Robichaud, 1999:
111). No podemos corroborar la hipótesis de que las acumulaciones de Qrrercus en Mougás se deban a este factor, dada la poca
extensión en superficie del muestreo.
Por último, nos parece interesante valorar algunas cuestiones
de tipo ecológico sobre los taxones vegetales dominantes en
sp. y
Mougás, concretamente, sobre el comportamiento de EJ~CQ
Qirercrrs caducifolio. Hemos visto como la primera es dominante
desde e1 comienzo de la secuencia, cuando Qirercirs no está presente, y estos porcentajes se invierten hasta llegar a los valores
más altos de Qtrercus. Recordemos que la presencia dominante
de un taxón en un depósito natural no significa que éste lo sea en
el medio real, sino que es el que mBs ha sufrido el efecto del
fuego. Según esto, la dominancia alternante de Erica y Qirerct~s
en las diferentes capas de nuestra secuencia puede ser resultado,
no de un cambio real en la cubierta vegetal, sino de la sucesión
de incendios en Breas con diferente cubierta vegetal más o menos
próximas en el espacio. Sin embargo, la hipótesis de que los cambios detectados en el carbón correspondan a un cambio real de la
vegetación viene apoyada por los datos polínicos, en los que se
observa la misma curva de desaparición de Erica y el aumento
progresivo de Qt~ercirsrobtrr (Gomez Orellana, 2002: 153).
Además, la aparición de la curva continua de Qirercirs, coincide
cronológicamentecon los inicios del Holoceno, momento en que
se documenta la expansión de este taxón en la mayor parte de
secuencias del noroeste peninsular (Ramil-Rego, 1992).
IV.2.2.
ANALISIS ANTRACOL~GICODEL DEP~SITO
NATURAL DE FREXULFE
El perfíl muestreado en FrexuIb presentaba indicios de un
nivel de gran acumulación de materia orgánica carbonizada, restos de un fuego natural datado en una cronología aproximada de
5000 BP. Dado que todo el carbón recuperado pertenecía al
mismo nivel, se han analizado 250 fragmentos, cantidad que
resulta muy representativa dada la pobreza taxonómica del depósito (ver curvas en capitulo II).
El taxón dominante en Frexulfe es Querctis caducifolio,
representando un 71,6 % del total (cuadro 4.2). No se ha podido
detenninar la especie, pero es muy probable que estemos ante dos
[page-n-128]
Cuadro 4.2. Frecuencias absolutas y relativas de los taxones identificados en el depósito de Frexalfe.
grupos diferenciados anatómicamente, uno tipo Q. robtrr y otro
tipo Q.pyrznaica, tal y como se ha descrito en el comespondiente capítulo de flora. No hemos cuantificado estos dos grupos por
existir un gran número de casos en los que no podíamos decantamos por ninguno de ellos, debido bien al tamaño de los fragmentos, bien al alto porcentaje de ramitas jóvenes o Cagmentos
cercanos a la médula, en los que estas características anatómicas
se invalidan ante una gran variabilidad morfológica. Pero es
importante tener en cuenta la posible presencia de al menos dos
especies de roble, puesto que en la región Eurosiberiana son muy
frecuentes las formaciones mixtas de este tipo.
El siguiente taxbn en porcentaje es Cory1u.s avellana, con un
11,6 %. Esta especie tiene un marcado carácter eurosiberiano,
muy Cecuente en el seno de bosques mixtos de caducifolios, tales
como hayedos, robledales o formaciones ribereñas, adquiriendo
mayor importancia donde estas formaciones presentan una
estructura más aclarada.
Otros taxones que presentan porcentajes similares son Betrrla
sp. y Maloideae, con un 5,2 % y un 5,6 % respectivamente.
Ambos se encuentran de nuevo asociados a bosques de Qrrercrrs
típicos de ámbito eurosiberiano. El taxón Leguminosae constituye únicamente un 0,4 % (ha sido identificado 1 solo fragmento de
carbón).
De nuevo, podemos aplicar las hipótesis tafonómicas estudiadas para el depósito de Mougás, en el que también aparece un
alto porcentaje de Qrrerctrs, pero en Frexulfe, la mayor acumulación de carbón y el análisis de un mayor número de fragmentos
permite que los resultados sean más fiables estadísticamente.
Consideramos que el alto porcentaje de Qrrercrrs caducifolio
identificado en el depósito puede deberse a su dominancia real en
el medio, pero también puede aparecer algo sobremepresentado
por una mayor producción de materia carbonizada a partir de los
potentes troncos de los robles, aumentado por la deposición más
o menos inmediata de la madera quemada en el suelo.
La imagen que queda representada en el carbón de Frexulfe
remite a un bosque mixto de caducifolios con la dominancia de
una o varias especies de roble, en cuyo seno se desarrollan otras
especies caducifolias tipicas de ámbito eurosiberiano.A pesar de
que Qtrercto se encuentre sobreirepresentado con respecto al
total, la imagen es coherente con un robledal, en cuyas áreas más
aclaradas o lindes podrían adquirir una mayor importancia especies como Co~yhrsatellana, Bettrla o diferentes especies de
Maloideae. La casi total ausencia de taxones de matorral, de coniferas u otras indicadoras de procesos de aclarado del bosque apoyan esta hipótesis.
Los fragmentos de carbón analizados presentaban un tamaño
bastante grande, de al menos 5 mm y frecuentementemás, lo que
hace poco probable una dispersión natural del carbón a gran distancia (Blackford, 2000). Tampoco se observa una selección del
tamaño de las partículas ni de los taxones representados, por lo
que tampoco existen argumentos que indiquen un transporte por
agua (Scott y Jones, 1994;Scott et alii, 2000). Por lo tanto, el carbón de este depósito podría reflejar de manera más o menos exacta la vegetación del área afectada por el incendio.
Un 4,8 % del carbón analizado correspondía a fragmentos de
corteza, que podrían pertenecer a varios de los taxones identificados. En algunos casos se han documentado también fragmentos de carbón identifiicables de Qrrercris caducifolio y Corylus
avellana con partes de la corteza conservada. Además de los
fragmentos de corteza, entre el carbón analizado se ha documentado un porcentaje bastante alto de ramitas de pequeño calibre. La
presencia de este tipo de Órganos vegetativos en el depósito, que
resultan más ligeros que la madera, apoya de nuevo la hipótesis
de que el material no ha sufrido importantes procesos de transporte desde su lugar de origen.
Según la experimentación y la observación a partir de episodios de incendio actuales, la existencia de grandes cantidades de
corteza y ramitas entre los restos carbonizados puede deberse
bien a un fuego de superficie que afecte a los estratos más bajos
del bosque, bien a la existencia de madera muerta en el suelo
(Scott y Jones, 1994;Scott et alii, 2000). Un fuego Únicamente de
superficie afecta de manera más breve a los árboles vivos, de
manera que la gran cantidad de madera de especies arbóreas identificada en Frexulfe, hace más viable la hipótesis de que el fuego
hubiera afectado a varios estratos de vegetación.
En algunos casos se ha documentado la presencia de ramitas
de pequeño calibre que conservaban el diámetro completo, con
médula y corteza incluidas. La información complementaria de
tipo ecológico que se puede extraer de estos elementos es muy
valiosa, ya que se refiere al crecimiento medio y a la estación de
muerte, en este caso de quema, de los individuos. A partir de un
recuento de los anillos de crecimiento de estas ramitas y de su
diámetro total de la medula a la corteza, se ha calcuiado la anchura media de los anillo de crecimiento de las mismas; este mismo
método se ha aplicado a otros Cagmentos de carbón aunque no
conservaban el diámetro completo (cuadro 4.3). Numerosos estudios dendrológicos han demostrado que los valores medios de
crecimiento anual de un árbol son un buen indicador del medio
ecológico en el que se han desarrollado los individuos, es decir,
que presentarán valores más altos en medios favorables para el
crecimiento individual (espacios aclarados, sin fuerte competencia entre ellos). Además, la coincidencia de estos valores a lo
largo de todos los fragmentos analizados puede indicar el desarrollo de todos los individuos en un medio ecológico cercano.
Para ello, es recomendable tomar los valores de los fragmentos
de carbón pertenecientes a partes de la madera adulta, es decir,
con una débil curvatura de los anillos de crecimiento, ya que en
sus primeros años, el árbol experimenta una dinámica de crecimiento dispar (ver capítulo V).
Lamentablemente, en este yacimiento, los casos de fragmentos de este tipo son tan escasos que de ninguna manera los datos
obtenidos resultan representativos para realizar inferencias de
este tipo. Se han cuantificado únicamente 2 fragmentos de
Querctrs caducifolio con estas características, que dan un crecise
miento medio de 0,6 y 0,8 mm anuales. Para Cogdzrs avella~~a
han calculado las medias de 5 fragmentos, cuya anchura media
[page-n-129]
del anillo oscila entre 0,9 y 1,2 mm. Para el resto de fragmentos,
de curvatura fuerte o intermedia, los valores son mucho más desiguales. Aunque resulta arriesgado (por el escaso número de
casos tratado) afirmar que la cercanía de los valores indican el
desarrollo de los individuos analizados en un medio ecológico
similar, el hecho de que se c o n f i a r a esta hipótesis no haría más
que reafirmar la idea de que el carbón de este incendio refleja la
vegetación de un medio muy local.
La conservación de la corteza o parte de la misma en un fragmento de carbón resulta muy inleresante para determinar la estación de muerte del individuo. En este caso, únicamente se ha conservado la corteza en 9 fragmentos de carbón identificable, 5 de
Querctís caducifolio y 4 de Coq~ltrsavellana. Curiosamente, en
todos los fragmentos de Querclrs, el anillo se encontraba interrumpido en la madera final y en los de Cogtltrs, en la inicial. La
floración de la mayor parte de especies de roble se produce entre
los meses de abril y mayo, es decir, éstos son los meses en los que
genera los grandes vasos del comienzo del anillo para la conducción de la abundante savia requerida para esta actividad; la caída
de la hoja y el paro del crecimiento se producen en el mes de
noviembre. En cuanto al avellano, la floración transcurre entre los
meses de enero y abril, y la caída de la hoja en diciembre (Abella,
1997: 49, 137). Por lo tanto, ante los datos aportados por las cor-
Qtremrs cadtrcifolio
...
tezas observadas en Frexulfe, podemos lanzar dos hipótesis diferentes. Por un lado, que el episodio de incendio se hubiera producido entre los meses de enero a marzo, cuando el avellano se
encuentra en proceso de floración pero el roble todavía no; o bien
que éste se hubiera producido en cualquier otra época del año y
que estas diferencias se deban a la quema de madera caída en el
suelo, muerta en diferentesperiodos de crecimiento de los árboles.
w.2.3.
ANALISIS ANTRACOL~GICODEL PERFIL DE
BALOUTA
El perfil de Balouta presenta más de dos metros de potencia,
del que se han extraído 8 muestras con contenido de carbón procedente de incendios naturales. La fecha obtenida para este depósito mediante radiocarbono es de 4280 A 40 BP (GrN-20823).
Esta datación corresponde a los momentos de consolidación del
sistema agropastoril en el noroeste ibérico, en el que se documenta la práctica de incendios provocados sobre las masas forestales para la puesta en cultivo de las tierras (Peñalba, 1989;
Ramil-Rego, 1992; Fábregas Valcarce et alii, 1997: 475), además
de la quema periódica de los campos de cultivo para la limpieza
y enriquecimiento del suelo, técnica que se ha seguido practicando hasta épocas muy recientes (Sigaut, 1975).
8
...
M.final
Fuerte
0,8
...
Intermedia
Qtíerctrs cadlrcifolio
12
15
Qtrerctrs cad~~cifolio
34
25
1,4
Qlrerctrs cadrrcifolio
10
11
Qirerct~scad~rcifolio
14
Intermedia
03
...
...
24
0,6
...
Débil
0,8
Fuerte
...
Débil
M. inicial
Intermedia
Débil
Lo4
...
...
u
...
Débil
12
...
Débil
1,1
M. inicial
Débil
Qtiercrrs cadtrcifolio
11
13
Coiyltrs m>ellana
9
...
...
Coiylus avellana
13
14
03
Coiyltís avellana
24
23
C o y l i ~avellana
s
11
10
Coq)l~rs
avellana
13
11
Coryltrs a~>eIlana
14
13
Cuadro 4.3. Datos dendrológicos de Frexulfe.
Débil
[page-n-130]
HORIZONTE
PROF. (cm)
PESO CARBÓN (gr.)
CONCENTRAC. CARBÓN (glcm3)
B-1
1Al
0-15
6,829
0,0096
B-2
Grava
15-35
2,152
0,00147
B-3
1A2
35-45
0,348
0,0003
B-4
Grava
45-50
2,242
0,00241
B-5
Grava
0,464
0,00085
B-6
2A
50-80
80- 1O0
1,624
0,00088
B-7
B1
100-135
2,026
0,00161
B-8
B2
135-215
0,287
0,00015
MUESTRA
Cuadro 4.4 Descripcibn del perfil de Bsilouta y de las muestras analizadas.
El cuadro 4.4 presenta una descripción del perfil, con la profundidad a que han sido tomadas las muestras, el horizonte del
suelo al que pertenece y su contenido en carbón beso absoluto y
concentración por muestra). Destaca la presencia en todos los
niveles de materia orgánica carbonizada, aunque en concentraciones desiguales, siendo especialmente rica la muestra B-1 (la
más superficial), y más pobres las muestras B-3, B-5 y B-8.
Han sido identificados los siguientes taxones vegetales: Erica
sp., cf. Erica sp., Leguminosae, Q z r e ~ wcaducifolio, Qtremls sp.
e Indeterminable. Esta pobreza taxonómica hace que, a pesar del
número relativamente bajo de fragmentos analizados para algunas de las muestras, los resultados obtenidos sean bastante representativos.
Los taxones identificados no varían de forma sensible a lo
largo de toda la secuencia, al menos en cuanto a su presencia,
pero los porcentajes sí presentan una dinámica de alternancia en
el dominio de diferentes taxones. El taxón predominante en la
mayor parte de muestras (salvo en la más profunda) es Erica sp.,
llegando a alcanzar valores entre casi el 68 % y el 85 % de la
muestra B-6 a la B-3.
La muestra B-8, correspondiente a la base de la secuencia,
presenta una dominancia de Qirercils caducifolio en más de un 83
% del total. Para esta muestra no han podido ser analizados más
que 36 fragmentos de carbón, pero sólo se han determinado 4
taxones, la mayoría con una presencia muy puntual, de modo que
el alto porcentaje de Qzrerctrs resulta representativo. En cuanto a
la especie a la que pertenecen los fragmentos, hay que decir que
de nuevo se han identificado al menos dos tipos, uno con una fila
de grandes vasos al inicio del anillo (tipo Q. robirr) y otro con dos
o tres filas de vasos de menor tamaño (tipo Q. pyrettaica), que no
han sido cuantificados por sepanido, debido a las razones que
hemos argumentado anteriormente, pero en este caso sí hemos
observado una clara dominancia del primer tipo respecto al
segundo.
El perfil de Balouta se encuentra situado en la Serra dos
Anceres, entre las provincias dc Lugo y León, un complejo montañoso en el que se alcanzan cumbres de más de 1.900 m de altitud. Esta sierra junto a la del Caurel constituye una barrera montañosa que separa las zonas bañadas por la influencia oceánica de
las tierras continentales de la meseta. Por lo tanto, ecológicamente es muy probable que exista un predominio de las especies más
características del ámbito eurosiberiano, siendo las de influencia
mediterránea más escasas, aunque presentes.
En el resto de muestras desciende bruscamente el porcentaje
de Qirerctrs caducifolio y pasa a ser dominante Er.icn sp. En este
caso, también parece que existen argumentos anatómicos para
decir que están presentes diversas especies de este género, ya que
los fragmentos presentan una anchura bastante variable de los
radios. Se han identificado varios fragmentos con radios estrechos, de 213 células, otros con radios algo más anchos, entre 3 y
5 células, un tercer grupo de radios muy anchos, de hasta 718
células que podría corresponder al taxón que hemos identificado
en otros yacimientos como Erica cf. E. arboren, y multitud de
anchuras intermedias. La gran variedad existente en este depósito, así como la existencia de numerosas ramitas de pequeño calibre en las que los radios no reflejan la verdadera anchura que
alcanzan en el leño maduro, nos han hecho mantener la identificación únicamente en el rango de género. Sin embargo, pensamos
que debió existir una gran variedad de especies de brezo en la
vegetación del lugar. Este tipo de matorrales son muy &cuentes
en todas las fases de sustitución de las formaciones arbóreas de la
región Eurosiberiana, y suelen estar compuestos por numerosas
especies de brezos y leguminosas, llegando a establecerse en
algunos lugares como una formación muy estable, perfectamente
adaptada a su medio. En Balouta, el taxón Erica sp. también se
acompaña frecuentemente de Leguminosae, siendo éstas últimas
especialmente abundantes en las muestras B-7 y B-1, cn la que
alcanzan más de un 47 %.
En la muestra B-2, existe un alto porcentaje del taxón cf.
E r h sp. debido al mal estado del carbón y su pequeño tamaño
en esta muestra, por lo que era frecuente no poder observar algún
elemento anatómico importante para a f m a r con seguridad que
se trata de Ericn sp.
Existe un alto porcentaje de indeterminación en la mayor
parte de las muestras; más de un 80 % de estas Indeterminables
corresponden a nudos de la madera en los que no se pueden
observar los tres planos anatómicos. En la mayor parte de los
casos sólo se consigue obtener planos tangenciales, con los elementos en disposición concéntrica. Sin embargo, se ha observado en los vasos visibles la existencia de punteaduras pequeñas y
muy limerosas, tipo Ericaceae, y radios de características similares a éstas, por lo que es posible que al menos gran parte de
estos nudos pertenecieran a madera de esta familia. Los brezos en
general se caracterizan por presentar unos tallos leñosos muy
nudosos y un porte densamente ramificado. En Balouta, los porcentajes de nudos son mucho más elevados en las muestras en las
que domina el taxón Erica sp., siendo por ejemplo mucho más
modestos en las muestras dominadas por Qirerctrs sp. y
Leguminosae (B-8 y B-1, respectivamente). Estos porcentajes
vienen a apoyar nuestra hipótesis.
[page-n-131]
Fig. 4.3. Diagrama sntracológico del p e a de Balouta.
FASE ANTRACOL~GICA1
Dominio del robledal con
algiinas legiiminosas.
FASE ANTRACOLÓGICA2
Matorral dominado por Ericci.
FASE ANTRACOLÓGICA 3
Matomal "pseiido-clinihcico"
de Ericn y leguminosas.
Fig. 4.4. Hipótesis de reconstrucción de la evolución de la vegetación del entorno del perfil de Bslouta.
La dinámica de la vegetación que se observa en el perfil de
Balouta presenta al menos tres fases diferenciadas (figs. 4.3 y
4.4). En primer lugar existe una formación dominada por
Qtiercirs caducifolio, representada fundamentalmenteen la muestra B-8, en la que apenas se encuentran presentes otros taxones
(Fase Antracológica 1). Si bien es cierto que este taxón puede
estar algo sobrerrepresentadopor una mayor producción de volumen de madera quemada tras el incendio, así como por el menor
número de fragmentos de carbón analizados para este espectro,
nos parece indudablc su importancia en el medio, dado su elevado porcentaje. En este momento, el principal taxón arbustivo
acompañante es Leguminosa.
En una segunda fase (Fase Antracológica 2), que comprende
las muestras B-7 a B-3, se da un dominio de taxones arbustivos
entre los que destaca Erica sp. (y cf. E~icasp.). Los porcentajes
de Qzrerclis caducifolio han caído bruscamente de la muestra B-8
a la B-7, y no se recuperan en toda la secuencia, siendo incluso
inexistente este taxón en las muestras B-6, B-5, B-4 y B-l.
Si tenemos en cuenta que el primer episodio de fuego (repre-
sentado en la Fase Antracológica 1) afectó a una superficie cubierta por una formación dominada por Qirercirs cadiicifolio, en este
momento nos encontramos ante una formación de sustitución
compuesta probablemente por diferentes especies de brezos. La
recurrencia del fuego (aunque no podemos cuantificar los episodios de incendio que tuvieron lugar), impide la regeneración de la
vegetación arbórea a lo largo de toda la Fase Antracológica 2. Sólo
Leguminosa está también presente en esta fase, aunque en porcentajes mucho más bajos que E~ica.Ésta Última parece ser la
mejor adaptada al desarrollo tras la recurrencia de los fuegos.
Algunos estudios sobre fuegos actuales han demostrado que la
regeneración post-incendio culmina alcanzando la diversidad y
biomasa iniciales si no se produce otro episodio de incendio en un
corto periodo de tiempo (Reyna, 1988). En el caso de algunas
especies perfectamente adaptadas a la regeneración tras el fuego,
como es el caso de los pinos, se estima que son necesarios al.
menos unos 30 años entre incendios para que se logre una regeneración, ya que de otro modo, la población original no habría
alcanzado la madurez sexual y no tendría "stock" de piñas para su
[page-n-132]
reproducción (Abbas et alii, 1984; Barbero et alii, 198%: 53;
Reyna, 1988). Si la formación de origen es de robles, encinas o
alcornoques, sería necesario un mínimo de 200 años para recuperar su estructura (estos datos se pueden ver profundamente modificados en función de otros condicionantes tales como la tipología
del incendio, la climatología y edafología de la zona o la presión
antn5pica sobre el medio).
En el caso de Balouta, es evidente que en la segunda fase
estamos muy lejos de alcanzar la estructura original de la formación, y es muy diicil cuantificar el tiempo transcurrido entre
ellas, sobre todo porque no sabemos si existió algún nivel más de
incendio que no haya quedado registrado. Sin embargo, el hecho
de que a partir de la muestra B-7 no aparezca prácticamente ningún carbón de Que~nrs,nos lleva a pensar en una recurrencia
bastante próxima del fuego.
En una tercera fase (Fase Antracológica 3), Er-ica sp. reduce
ligeramente sus porcentajes y las leguminosas los aumentan progresivamente, equiparándose ambos taxones en la última muestra. El establecimiento de un matorral compuesto por brezos y
leguminosas, podría ser la respuesta al empobrecimiento paulatino del suelo, que impide por e! momento el desarrollo de la vegetación arbórea, siendo esta formación la que mejor se adapta a las
condiciones ambientales generadas tras el incendio; es lo que
algunos autores denominan una vegetación "pseudo-climácica"
(Rodríguez Guitián et alii, 1996a).
Sería muy interesante para verifícar la recurrencia de los fuegos en el perfil de Balouta que se realizaran dataciones sobre los
principales componentes de la flora reflejada en cada fase
(Qirerctrs caducifolio para la Fase 1, Erica para la Fase II y
Leguminosae para la Fase m).De este modo se cuantificaría el
tiempo transcurrido entre cada uno de los episodios de incendio,
y se podrían lanzar afirmaciones más firmes sobre cuestiones
como la regeneración de la cubierta vegetal.
Para comprobar que la secuencia de vegetación observada en
el carbón de Balouta es realmente un reflejo de las formaciones
locales preexistentes, es necesario valorar algunas ciiestiones
tafonómicas, es decir, si el carbón presenta evidencias de haber
sufrido procesos importantes de transporte. El tamaño del carbón
es variable, desde fragmentos de mayor tamaño (más de 5 mm),
hasta ramitas de muy pequeiio calibre. De éstas últimas existe un
porcentaje bastante notable, debido probablemente a la propia
naturaleza de las formaciones vegetales quemadas, ya que el
matorral de brezos y leguminosas es susceptible de dejar gran
cantidad de restos de este tipo.
Es curioso que en este depósito, a diferencia del anterior, no
se hayan documentadofragmentos de corteza sueltosjunto al carbón, y sólo se ha observado partes de ésta conservada en dos fragmentos de Erica sp., en las dos ocasiones situada en la madera
inicial del anillo. Puesto que tras un incendio es frecuente hallar
las diferentes partes vegetativas de las plantas a las que el fuego
ha afectado, no deja de ser sorprendente la total ausencia de corteza en cstc caso. Tal vez se deba a algún proceso de lavado
superficial del sedimento tras el incendio, que haya transportado
este tipo de restos, aunque si es así, éste proceso no debió ser muy
potente, ya que se han conservado en el depósito ramitas de muy
pequeño calibre, que también resultarían muy ligeras para el
transporte.
Por lo tanto, consideramos que el material acumulado en el
depósito de Balouta refleja la vegetación local preexistente al
incendio y que ésta ha sufrído una deposición más o menos inmediata en el sedimento.
~ 2 . 4 CONCLUSIONES.
.
LA VALIDEZ DEL ANALISIS
ANTRACOL~GICOEN DEPÓSITOS
NATURALES
Los incendios naturales son objeto de numerosos estudios, ya
que conocer su dinámica a lo largo de la historia supone una
mejor comprensión del paisaje actual, pues éste ha sido en parte
modelado por estos fuegos. Los incendios actuales sirven de referente para trazar las vías de interpretación de este registro carbonizado, que plantea toda una serie de cuestiones metodológicas,
tafonómicas y ecológicas. La experimentación ha permitido realizar una aproximación a la lectura de un registro de esta naturaleza: la frecuencia y entidad de los incendios, las condiciones de
transporte y sedimentación, los procesos postdeposicionales o la
composición y densidad de la cobertura vegetal preexistente, es
información que puede derivar de la aplicación de una buena
metodología de análisis. Con el estudio antracológico realizado
en los depósitos de Moughs, Fraxulfe y Balouta planteábamos el
objetivo de obtener una secuencia coherente, válida para ser integrada en las secuencias regionales de vegetación. Pero para ello
era necesario cuestionar algunos problemas tafonómicos que
ofrecía la propia naturaleza del depósito, y a partir de los cuales
hemos llegado a las siguientes conclusiones:
La presencia en menor o mayor cantidad de carbón a lo
largo de los perfiles denota la recurrencia de los fuegos
sobre la vegetación de la zona.
La concentración de carbón en los diferentes niveles de los
depósitos no es homogénea, hecho que puede estar en relación con la disponibilidad de biomasa en la formación que
ha sufndo el incendio. En los depósitos estudiados, el volumen del carbón parece representar en gran medida la biomasa inicial de la formación, ya que es mucho mayor en
los niveles donde se evidencian formaciones arbóreas bien
desarrolladas; por el contrario, las formaciones abiertas de
matorral dejan restos menos numerosos y compuestos en
gran parte por ramitas de pequeño calibre.
Tanto el tamaño grande de los carbones, como la cohercncia de la secuencia en general parecen indicar que el material de estos depósitos no ha sufndo ningún proceso importante de transporte, sino que la integración del carbón a!
sedimento ha sido más o menos inmediata. Esta hipótesis
se fundamenta sobre todo en la variabilidad del tamaño de
material o la presencia de diferentes partes vegetativas de
las plantas, ya que cualquier medio de transporte es selectivo en cuanto a estos parámetros.
Por lo tanto, el carbón de los depósitos estudiados refleja la
vegetación local preexistente a! incendio. Sin embargo, es
necesario tener en cuenta la posible sobrerrepresentación
de ciertos taxones arbóreos a la hora de interpretar el paisaje preexistente, como se ha mencionado amba.
En generd, se observa una notable pobreza taxonómica en
los depósitos. El Único que ha ofrecido una secuencia prolongada es el de Mougás. En él se aprecia un dominio inicial de Erica, y luego de Quercus, imagen que puede
encuadrarse en un momento de expansión de los segundos,
que se fecha hacia el 8500 BP en las secuencias regionales
(Ramil-Rego, 1992). Frexulfe se podria situar también en
esta fase de dominio del robledal, justo en los momentos
previos a su regresión generalizada a causa de las prácticas
agrícolas, imagen que queda bien plasmada en Balouta.
[page-n-133]
El polen, por su naturaleza, sufre
un transporte a mayor distancia que
el carbón; es por esto que suele
reflejar la cubierta vegetal de un área
mucho más amplia espacialmente y, a
meniido, una mayor diversidad
taxonómica.
El sedimento muestreado en los depósitos
naturales puede contener el carbón producto de
diversos incendios recurrentes, además del
polen procedente de las formaciones vegetales
de las áreas circundantes, que reflejará también
la vegetación que no ha sido afectada por el
fuego.
I
1
Fig. 4.5. Esquema sintetizado de la posible formación de un registro antracológico tras un incendio, comparada con el drea de alcance de la
diseminación polfnica.
La comparación de las secuencias antracológica con las
polínicas, que en el caso de Mougás se contaba con la referencia directa, pone de manitiesto ciertas diferencias en la
escala espacial y temporal existentes entre ambas (fig. 4.5).
El carbón refleja una vegetación mucho más local y detecta antes los cambios cualitativos y cuantitativos ocurridos
en las formaciones, debido probablemente a la deposición
espacialmente más inmediata del material. Del mismo
modo, los taxones representados pueden variar en ambos
registros en función del alcance del fuego, ya que el carbón
refleja un entorno mucho m8s inmediato, mientras que el
polen puede viajar a mayor distancia.
[page-n-134]
[page-n-135]
Capítulo V
DENDROLOGÍAAPLICADA AL ESTUDIO DE LOS
CARBONES ARQUEOLÓGICOS
V. l. DESARROLLO DE LA DISCIPLINA.
BASES, LÍMITES Y P E R S P E C ~ A S
La Dendrología se deíine como la identificación y determinación de los caracteres morfológicos y taxonómicos de las especies leñosas (Kaennel y Schweingruber, 1995: 72). Esta disciplina se integra en el marco de la Dendrocronología, cuya principal
materia de estudio es la datación de los árboles a partir de sus anillos de crecimiento (Kaennel y Schweingruber, 1995: 65).
Aunque éste constituye desde sus orígenes uno de los principales
intereses de la disciplina, en las últimas décadas se está explorando también la información ecológica, climática e histórica que
se registra en los anillos de crecimiento de las plantas. Desde sus
inicios, la Dendrología se orientó fundamentalmenteal estudio de
las maderas saturadas de agua procedentes de yacimientos
arqueológicos subacuáticos, donde el estado de conservación de
la madera era extraordinario y su estudio constituía un valiosisimo aporte al conocimiento de los usos y técnicas de trabajo de la
misma por parte de los grupos humanos (Petréqulli, 1989;
Dietrich, 1992). Posteriormente, esta disciplina ha experimentado un importante desarrollo metodológico paralelo al enorme
interés que suscitó la datación dendrocronológica
(Schweingruber, 1978; Lambert et alii, 1992: 43).
La Dendrología se aplica frecuentemente al estudio de
maderas conservadas de época histórica (Marguerie, 1991a,
1992b; Schweingmber, 1996; Bernard, 1993, 2000; Bernard y
Le Digol, 2001; Hunot y Marguerie, 1992; Gaudin, 1999; Hunot,
1992,2000; Lucas, 2000-2001; Guitton et nlii, 2002). Apartir de
la década de los 90 se han multiplicado los análisis dendrológicos orientados al estudio de material carbonizado procedente de
yacimientos arqueológicos y depósitos naturales. La
Dendrología se aplica también, aunque menos frecuentemente
por el momento, al estudio de madera o carbón prehistóricos
(Bemard, 1998; Marguerie, 1991a y b, 1992a, 1995a y b, 1998;
Marguerie y Marcoux, 2000, 2001), con un doble objetivo: la
obtención de una información de tipo etnográfico sobre la tala,
uso y trabajo de la madera por los grupos humanos, y ecológico,
con la reconstrucción de las condiciones ambientales y forestales en las que se desamoliaron los individuos estudiados. Es a
partir de la realización de numerosos estudios dendrológicos
sobre una misma región, cuando se obtiene además una serie
dendrocronológica, en la que se hacen patentes los principales
eventos climáticos ocurridos en ella y que permite a su vez la
correlación y datación de nuevas series dendrológicas
(Marguerie, 1991a y b; 1992a).
Los avances de esta disciplina se siguen complementando a
su vez con estudios sobre poblaciones vegetales actuales que
suponen una renovación metodológica e interpretativa constantes
(Renaudin, 1996). De este modo, la experimentación y observación sobre el terreno de las actividades humanas que afectan al
medio vegetal y las huelias que éstas dejan sobre la madera de los
árboles, coilstituyen una valiosa fuente de información e interesantes perspectivas de interpretación sobre el material arqueológico.
La base del estudio dendrológico de la madera o carbón es la
observación de los anillos de crecimiento de las especies vegetales. Cada uno de ellos corresponde a un año de crecimiento de la
planta. Éste se divide en varias partes: una zona denominada
"madera inicial" o "leño temprano", con células de mayor tamaño y un anillo de grandes vasos en las especies caducifolias,
correspondiente al periodo anual de mayor crecimiento vegetativoy por tanto, de mayor circulación de savia; y la "madera final"
o "leño tardío", correspondiente al periodo anual desfavorable
para el crecimiento, que se manifiesta en células estrechas y
vasos de pequeño tamaíio. El paso de una a la otra puede ser mhs
o menos brusco, haciéndose visible una zona denominada "madera de transición" (fig. 5.1). Existe una relación entre la anchura de
los anillos y el crecimiento anual real de la planta.
El análisis dendrológico se basa en la idea de que las características fisiológicas de un árbol y su ritmo más o menos regular
de crecimiento, pueden verse alterados por la acción de agentes
tanto internos como externos (Munaut, 1988), es decir, que además de los factores biológicos intrínsecos al propio individuo,
éste se encuentra bajo la influencia de otros agentes tales como el
clima, el grado de desarrollo forestal de la formación en la que se
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este ramaje almacenado a los animales. El resultado es un paisaje de árboles podados en forma de horquilla, que en la región
reciben el nombre turco de "qatal", con visibles cicatrices en su
anatomía.
En ambos casos, la observación de los anillos en el corte
transversal de la madera de los individuos afectados por estas
prácticas pone de manifiesto una tendencia de crecimiento cíclica, con una serie de anillos muy estrechos correspondientes a los
primeros años tras la poda, que luego comienzan a ensanchar
paulatinamente hasta llegar a la anchura original. Del mismo
modo, se observa en los anillos de los años afectados una mayor
proporción de madera inicial respecto a la final, casi inexistente
y por lo tanto, un mayor índice de porosidad (Renaudin, 1996;
Ntinou, com. pers.).
Una de las especies más utilizadas para la realización de estudios dendrocronológicos es Quet.c~rscaducifolio, ya que ofrece
varias ventajas al respecto:
Fig. 5.1. Partes del anillo de crecimiento en un Qrrercus
caducifotio (A) y un Pinus hnlepensis (B):
madera Inicial (1), madera final (3) y madera de transición (2).
encuentra, la acción de bacterias e insectos xilófagos o la actividad antrópica (Marguerie, 1991,1992a).
La acción antrópica sobre las plantas puede producirse a dos
niveles: por un lado, sobre el medio vegetal en general, como es
el caso de la explotación continuada de las formaciones vegetales
para la obtención de leña para el fuego o la deforestación masiva
para la puesta en práctica de la actividad ag'cola; en este caso, el
crecimiento de los árboles se ve modificado segim el nivel de
desarrollo general de la formación en la que se encuentran. Por
otro lado, existen prácticas que afectan a algunos individuos en
particular, tales como la poda para la obtención de ramaje para el
ganado o la elaboración de cercados (Renaudin, 1996; Ntinou,
2000; Rasmusen, 1990). El sistema de cercado de campos denominado "bocage" existente en la Bretaña fkancesa constituye un
buen ejemplo de gestión humana del bosque. Los árboles se
podan periódicamente (cada 6 a 10 años) para la utilización de
sus ramas como combustible para los hogares domésticos y de
sus hojas como forraje para el ganado. Este tipo de tratamiento
deja unas marcas visibles en la morfología externa del árbol,
entre las que destaca el desarrollo de troncos regulares y rectos,
pues la poda de las ramas bajas laterales del individuo favorece
su crecimiento en altura. Del mismo modo, esta práctica se hace
visible en la anatomía de la madera, ya que produce nnomalias en
los anillos de crecimiento del árbol correspondientes a los años
siguientes a la poda (Renaudin, 1996).
Estudios etnoarqueológicos recientes realizados en la región
de Tracia, entre Grecia y Bulgaria, muestran una gestión similar
de los árboles del bosque que rodea el hábitat (Ntinou, 2000;
Badal, 2002). En este caso, el objetivo es el aprovisionamiento
continuo de alimento para el ganado, de manera que se podan sistemáticamente las ramas jóvenes de los robles a lo largo del trayecto diario del ganado. Estas ramas se almacenan sobre el propio árbol, de manera que los dias de nieve se puede dar parte de
Aparecen frecuentemente y de fonna abundante en la
mayor parte de yacimientos arqueológicos franceses
(donde se ha venido desarrollando más ampliamente esta
disciplina); han sido muy utilizados para la construcción,
tanto en época prehistórica como histórica; y son abundantes en el paisaje actual, por lo que ofrecen una buena fuente de referencia en cuanto a sus parámetros de crecimiento.
Son especies sensibles a los estímulos bióticos y abióticos
externos, por lo que quedan fkcilmente registrados en su
ritmo de crecimiento.
Son especies caducifolias, por lo que presentan un límite
del anillo fácilmente visible aún a bajos aumentos, gracias
a la presencia de un anillo de grandes vasos al comienzo de
éste. Esto permite una sencilla medición de los anillos con
respecto a otras especies en las que éstos no son visibles a
través de la lupa.
La mayor parte de estudios dendrológicos se han aplicado
hasta la actualidad en zonas atlánticas, de manera que existen largas series comparativas para este ámbito. En el Mediterráneo,
existen importantes limitaciones para la aplicación de este tipo de
estudio. Una de las más importantes es la falta de conservación
de la madera en condiciones ambientales normales, a menos que
ésta se conserve en climas de aridez o humedad extremas o en
algún medio anaeróbico. La mayor variedad de especies vegetales utilizadas constituye también un problema para la correlación
de los datos dendrológicos. F. Guibal(1992, 1996) ha realizado
análisis dendrológicos a partir de material procedente de yacimientos arqueológicos en la h j a mediterránea h c e s a . Los
resultados obtenidos no han permitido la realización de una serie
dendrocronológica prolongada desde la actualidad, de manera
que los datos arqueológicos permanecen aislados. Por el contrario, son numerosos los barcos hundidos a lo largo de la costa
mediterránea, cuya madera conservada constituye una valiosa
fuente para la correlación de los datos dendrológicos. En la actualidad, se está manejando este material, junto a madera actual y
reexcavación de algunos yacimientos, para la realización de las
series.
En el yacimiento neolítico de La Marmotta, sumergido en las
aguas del Lago di Bracciano (Angdlara Sabazia, Roma, Italia),
N. Martinelli ha realizado un análisis dendrológico sobre 17 postes de Qtrercus tp. robtlr, con lo que se ha obtenido una curva
media de 140 años. El resto de material ha o h i d o series den-
[page-n-137]
drocronológicas tan breves que ha resultado imposible correlacionarlas entre ellas. No se ha obtenido una datación absoluta de
las series, pero constituyen una base de datos incipiente para
futuros análisis en la región (Fugazzola Delpino et alii, 1993).
Para el norte de Italia destaca el estudio llevado a cabo por P.
Nola (1996) sobre poblaciones de robles del valle del Po y la vertiente norte de los Apeninos. La originalidad de este análisis reside en la medición por separado de la madera inicial y final de
cada anillo, con la argumentación de que la segunda es mucho
más sensible a cualquier estimulo externo, climático o antrópico,
mientras que la madera inicial permanece mAs inalterable. Las
limitaciones de interpretación consisten en la falta de series elaboradas con este método para referenciar las curvas obtenidas. La
autora considera útiles estas mediciones para obtener una información complementaria sobre alteraciones de baja intensidad,
además de obtener curvas climáticas por meses, aunque se compruebe que la medición del anillo completo resulta suficientemente representativa.
En la península ibérica destaca el estudio dendrocronológico
del yacimiento lacustre de La Draga (Banyoles, Girona), donde
se han recuperado numerosos elementos en madera. La gran cantidad de material (al menos 348 estacas y pilares clavados, además de innumerable madera de construccióntumbada en el suelo)
ha permitido elaborar una tipologia de los elementos, ya que la
mayor parte presentaban evidencias de trabajo previo (biseles
simples y dobles, corte directo de troncos, tablas, planchas, etc.)
(Bosch et alii, 2000). Se han realizado mediciones dendrocronológicas sobre 233 troncos de roble. La conservación de su diámetro íntegro, que frecuentemente incluía la médula, la corteza e
incluso el cambium, ha permitido determinar la conteinporaneidad de la tala de algunos conjuntos y su adscripción a un medio
forestal uniforme.
En suma, son numerosas las especies sobre las que se ha realizado un análisis dendrológico en el Mediterráneo: Qtrercirs
canariensis y Pi~rtcspinaster(Aloui y Serre-Bachet, 1987), Pi~rlrs
pinea (Cherubini, 1993), Laris decidira (Bebber, 1990), Castanea
sativa (Génova y Gracia, 1984), Cedrus atlalrtica (Guibal, 1985;
Hill, 1984), Pinfcs sj~lvest?+is
(Gutiérrez, 1989; Tessier, 1987),
Pistacia le~rtisclrs(Liphschitz et alii, 1985), etc. Pero en general,
se detectan las mismas limitaciones en la mayor parte de los estudios:
La escasa presencia de madera en los yacimientos y la mala
conservación de los restos.
El insuficiente número de individuos en algunos yacimientos o la procedencia diversa de las maderas.
La diversidad de especies utilizadas que impiden a menudo
la comparación de series.
El solapamiento insuficiente entre algunas de las series
obtenidas, que provocan vacíos de información e impiden
una secuencia regresiva desde la actualidad.
A pesar de estas limitaciones, la observación dendrológica en
los carbones procedentes de yacimientos arqueológicos o depósitos naturales, hace de este análisis una importante fuente de información que complementa los datos paleoecológicos y etnográficos obtenidos a partir del análisis antracológico tradicional.
El análisis dendrológico de un fragmento de madera o carbón
no consiste Únicamente en la determinación de la especie vegetal
a la que pertenece, que se realiza a través del microscopio óptico
de reflexión, a grandes aumentos (entre 100 y 500); la observación del plano transversal leñoso a bajos aumentos (entre 8 y 32)
en la lupa binocular permite la determinación de una serie de criterios entre los que destacan (Marguerie, 1992a):
1. La anchura niedia de los anillos de crecimiento: como
hemos mencionado, este criterio es un reflejo directo del
crecimiento del individuo, que puede verse afectado por
múltiples factores bióticos y abióticos. La competencia
inter- e intraespecífíca dentro de una formación vegetal
influye en gran medida en el crecimiento individual. Así,en
el seno de una formación densa, donde la competencia por
el acceso a los recursos (luz, suelo, agua, etc.) es alta, el crecimiento será más limitado y generará anillos de crecimiento estrechos. En estos casos, el crecimiento en altura primará sobre el crecimiento en grosor, ya que los árboles intentarán acceder a la luz por encima del resto de las copas. Por
el contrario, dentro de una formación abierta donde esta
competencia se reduce, los individuos ven aumentada su
capacidad de crecimiento en grosor, lo que dará lugar a anillos más anchos. Los factores humanos (explotación intensiva de las formaciones vegetales, tala sistemática de ramas,
descortezado del árbol, etc.) también son fundamentalesen
el ritmo de crecimiento del individuo.
2. La crrrvatlrra de los anillos de crecimiento: los anillos de
crecimiento tienen un porte más curvado cuanto más cercanos a la médula se encuentran. Por lo tanto, este criterio
es útil para conocer la procedencia del material analizado
dentro de la madera de origen, es decir, si procede de la
parte central o exterior del tronco y, en caso de que se conserve el diámetro completo, si se trata de un tronco de gran
calibre o una rama. Se considera que la curvatura de un
anillo es fuerte cuando se hace visible a 25 aumcntos cn la
lupa; si no, es intermedia o débil. A partir de fragmentos de
madera actual se ha verificado que la curvatura de los anillos se hace patente a estos aumentos en fragmentos con
diámetro inferior a 5 cm (Hunot, 2000: 12).
3. La presencia de ntédlrla y/o corteza: la conservación del
radio completo del tronco o rama, desde la médula a la corteza ambas incluidas,. .
vermite conocer inmediatamente su
diámetro original y la edad de la madera, mediante el
recuento de los anillos de crecimiento. La conservación de
la corteza es también importante para conocer la estación
de tala del árbol, según su posición en el anillo. El anillo
más externo del tronco, que está en contacto con la corteza, es el último que ha formado la planta antes de ser cortada. Observando en qué fase de crecimiento se encuentra
(en el leño temprano o tardío), se puede conocer la estación
de tala.
4. La presencia de tilides: el xilema está dividido en albura y
duramen. La primera es activa y está compuesta por células que almacenan y trasladan substancias alimenticias,
mientras que el segundo está compuesto por células muertas completamente inactivas. Muchas de las diferencias
entre ambos son de tipo químico. Durante el proceso de
duraminización,es decir, de transformación de la albura en
[page-n-138]
duramen, el leño va perdiendo el agua y las substancias alimenticias almacenadas; en su lugar, se infiltran diferentes
aceites, gomas, resinas, taninos y otras substancias, que
impregnan las membranas y penetran en el interior de las
células. Estos cambios afectan a la resistencia del leño,
siendo el duramen más duradero y resistente al ataque de
los microorganismos que la albura (Esau, 1985: 275). El
resultado observable de este proceso es el color característico del duramen y la formación de tílides en las células traqueales (Chattaway, 1949). La visibilidad del duramen
depende en gran medida de factores propios de cada especie, ya que no en todas ellas las tílides son siempre observables, ni la albura tiene la misma longevidad, sino que se
transforma muy rápidamente en duramen. Bste resulta un
buen criterio en los robles, pero no en otras especies, caso
de las coníferas. En la madera conservada sin carbonizar se
puede observar el color característico del duramen; en el
carbón, este criterio desaparece y la identificación del
duramen se ciñe únicamente a la presencia de tílides.
5. La presencia de nladera de reacción: ésta se evidencia en
una deformación visible del tejido celular, con frecuente
aspecto redondeado y más corto de lo normal de fibras y
traqueidas, así como en marcados espacios interceliilares;
también se asocian a ella los anillos excéntricos (Kaennel
y Schweingruber, 1995). En cuanto a las causas que la
generan, parece ser resultado del peso ejercido en una planta por los elementos no perpendiculares al suelo, tales
como ramas, troncos inclinados o encorvados, etc. La
experimentación ha demostrado una correlación directa
entre la proporción de este tipo de fibras y la inclinación
del árbol (Esau, 1985: 275).
6. Lapresencia de grietas radiales de contracción: estas fracturas se detectan frecuentemente en la observación del
plano transversal de la madera. Las causas que las generan
se encuentran actualmente en proceso de análisis, aunque
parece evidente que se producen durante la combustión.
Algunos autores atribuyen su formación al estado verde de
la madera que, al quemarse, libera de forma rápida el agua
que aún contiene y da lugar a una brusca contracción de los
tejidos, produciendo en ellos numerosas roturas
(Marguerie, 1992 a y b; Théry-Parisot, 1998,2001; ScheelYbert, 1998).
7. Evidertcias de i~itrifcación11 otro tipo de ulteración de la
madera: ya se ha descrito anteriormente este tipo de fenómenos (capítulo m).Realmente, dado el estado actual de la
cuestión con respecto a las causas que los determinan, la
información que ofrece su presencia es aún limitada. En
síntesis, la evidencia de vitrificación puede hacer referencia a las condiciones especificas de la quema, entre las que
destacan como más barajadas la combustión lenta, anaeróbica, con madera verde, siendo difícil determinar la importancia de cada una de ellas.
8. La presencia de galeifas de silófagos o evidencias de la
acción de hongos: también se ha hecho referencia a ellos
anteriormente (capítulo m).La discusión más interesante
al respecto radica en la posibilidad de conocer el estado de
la leña recolectada por los humanos, es decir, si se aprovechaba la leña muerta del bosque. Sin embargo, la experimentación no ha logrado demostrar esta relación, ya que la
contaminación de la madera por parte de hongos y10 insectos xilófagos se puede producir en diversas etapas de la
vida del árbol, o incluso durante el periodo de almacenamiento de la leña recolectada (Théry-Parisot, 1998).
9. Evidencias del trabajo de la niadera: la madera ha sido trabajada por los humanos desde época prehistórica, utilizando para ello diversos útiles, entre los que son más frecuentes los líticos y metálicos. El perfecto estado de conservación de la madera en algunos yacimientos lacustres
(Petréquin, 1989, 1997; Petréquin y Petréquin, 1989;
Bosch et alii, 1996, 1999) ha permitido observar directamente las marcas producidas por actividades de abatimiento de troncos, preparación o acabado de las piezas de
madera. Es posible que la madera se utilice para actividades constructivas sin ningún tipo de preparación, pero también se han documentado numerosas actividades de manipulación de ésta, desde el descortezado, hasta el pulido de
las superficies para conseguir una forma predeterminada.
Estas actividades quedan evidenciadas a partir de la observación de la superticie de la madera o el carbón a través de
la lupa o el microscopio, en forma de trazas que indican la
dirección del trabajo. De esta forma, se identifican actividades de pulido, serrado, tala, etc., además de aproximarnos a los útiles empleados para ello.
Todos estos criterios son observables a través de la lupa binocular, a bajos aumentos. La medición de la anchura de los anillos
de crecimiento se realiza sobre un banco de medidas dendrocronológicas, que permite realizar un desplazamiento sobre la superficie de la madera o carbón con precisión de 0,01 mm. De esta
manera, una vez seleccionado uno de los radios a seguir para realizar el recuento, se va desplazando el banco y se envía una señal
informática al inicio de cada anillo. En la base de datos queda
registrado el número de anillos y la anchura de cada uno de ellos.
El programa utilizado para la captura de datos desde el banco
de medidas y su tratamiento gritfico y estadístico se denomina
TSAP (Time Series Analysis and Presentation). La base de datos
que se genera con la toma de medidas incliiye la longiiud total del
radio medido, el número total de anillos, la medición dctallada de
cada uno de ellos, el ritmo regular o particular del crecimiento,
además de otros datos complementarios, tales como la existencia
de deformaciones por la combustión, hongos o insectos, tílides,
corteza y10 médula, madera de reacción, peso de la muestra, etc.
De esta manera se logra una búsqueda rápida de las muestras a
partir de cualquiera de estos criterios.
Sobre el banco dendrológico, se realizan medidas sobre el
mayor número posible de porciones de la muestra, hasta obtener
el máximo número de anillos. De esta forma, se obtiene una
curva media de todos los valores medidos. Para que los resultados sean totalmente fiables se deben medir preferentemente partes de la muestra que corresponden a madera madura del árbol, es
decir, con poca curvatura de los anillos, y si es posible, con un
ritmo regular de crecimiento. En las curvas se suelen observar
"picos" o "caídas" del crecimiento, que pueden ser identificadas
cn otros individuos deserrollados en un mismo entorno. La base
de datos creada permite la elaboración de tests estadísticos para
confrontar series similares y la creación de familias o "dendrogrupos". Las curvas obtenidas mediante este sistema pueden ser
confrontadas con series dendrocronológicas regionales preexistentes, de manera que es posible darles una asignación cronológica exacta.
Los valores medios de la anchura de los anillos pueden ser
calculados también mediante el recuento de los anillos en la lupa,
y la medición del radio con un pie de rey electrónico de precisión
[page-n-139]
(0,Ol mm). De esta forma, no se obtiene información sobre cada
uno de los anillos, pero la anchura media fmal se obtiene igualmente con una gran precisión. Se ha efectuado un estudio comparativo entre los resultados de las medias de los anillos en el
banco dendrológico y con el pie de rey a partir de carbón procedente del yacimiento galo-romano de Mones (Sarthe), en el que
se han realizado las medidas sobre más de 150 fragmentos de carbón de Qt~erc~rs
y más de 834 anillos. Los resultados obtenidos
en ambos casos son tan similares (1,65 y 1,64 mm de anchura
media respectivamente) que no permiten privilegiar ninguno de
los dos sistemas de medidas (Marguerie y Hunot, com. pers.).
La representación gráfica de estos valores se realiza mediante
histogramas de clases de anchuras de los anillos. Su lectura permite apreciar la homogeneidad o heterogeneidad de los medios de
aprovisionamiento de madera. Estos valores ofrecen una mayor
información si pueden ser contrastados con series regionales preexistente~,o con valores medios de crecimiento actual de los árboles, ya que de esta forma se puede designar si el crecimiento es alto
o bajo con respecto a los valores regionales.
En este trabajo, hemos .realizado un estudio dendrológico de
tres yacimientos, dos de ellos de época romana loca'zados en el
noroeste peninsular, y un tercero de periodo campaniforme del
Alto valle del Ebro. La metodología empleada incluye diversos
sistemas de anáiisis: se han realizado mediciones sobre el banco
de algunas de las muestras que conservaban fragmentos de carbón de mayor tamaño. Al tiempo, todo el material ha sido medido con el pie de rey para el cálculo de las anchuras medias. En
cada uno de los casos, ha sido necesario adaptar la metodología
empleada a las caracteristicas específicas del material a analizar,
como se describe a continuación.
v. 3. ANALTSISANTRACOL~GICOY
López González, 2000). La larga serie de dataciones radiométricas obtenida a partir de restos de madera de los silos o los niveles asociados a éstos, muestra la prolongada secuencia de ocupación del poblado (cuadro 5.1).
Las estructuras de almacenamiento se concentran en la zona
amurallada, aunque también se han documentado algunas fuera
de este recinto. Se han hallado algunos lugares de hábitat en la
parte exterior de la muralla, entre los que se han documentado
restos de cabañas, pavimentos, hogares, canalizaciones de agua,
zonas de molienda, etc. La distribución de las estructuras aprovecha el sistema de aterrazamiento descrito anteriormente, pero
también el afloramiento de rocas graniticas, como es el caso de
niveles de ocupación localizados entre varios de estos afloramientos o incluso de trabajos de rebaje de la propia roca para la
elaboración de canalizaciones, piletas, fondos de cabaña, depósitos, hoyos de poste, etc. Este tipo de trabajo de la roca se ha asociado en varios de los cortes excavados a la canalización y almacenamiento de agua; en el Corte 9 se ha documentado incluso un
pequeño muro de contención que delimita claramente una zona
de piletas inmediata al lugar de hábitat.
La presencia de al menos dos momentos de ocupación se
hace patente por ejemplo en el Corte 27, donde se ha datado uno
de los muros en 367-198 BC, asociados a otras estructuras, aunque la mayor parte de ellas resultan inidentificables dado su estado de desmantelamiento. Sólo una de ellas ha sido identificada
como un silo. En este mismo sector se documentó una nueva zona
de almacenamiento con numerosos depósitos de cereal. Resulta
especialmente interesante el hallazgo de unas estructuras de
entramado vegetal a modo de cestos y un pequeño cuenco de
madera. Bajo estos restos se documenta la presencia de una ocupación anterior, datada en 515-384 BC.
En el Corte 29 destaca la presencia de material asociado a una
ocupación tardía, probablemente tardorromana, que se confirma
DENDROL~GICODEL YACIMIENTO
DE O CASTELO
V.3.1. PRESENTACI~NDEL YACIh'IIENTO Y
DESCRIPCI~NDE LAS ESTRUCTURAS
El yacimiento de O Castelo (As Laias, Ourense) ocupa unas
10 hectáreas. La pendiente sobre la que se asienta el poblado presenta un fuerte desnivel y frecuentes afloramientos de rocas graníticas, hechos que han condicionado en gran medida la estructura de las construcciones sobre un sistema de numerosos aterrazamientos de pequeña envergadura.
Los Últimos trabajos llevados a cabo en el yacimiento, en
1997, se han centrado fimdamentalmente en la parte más alta del
mismo, que conforma un pequeño recinto amuraliado con un
único acceso (Aívarez González y López González, informe
inédito). Los espacios aterrazados constituyen zonas de paso en
el interior del recinto, y en ellas también se distribuyen diferentes estructuras de almacenamiento, tipo silos u otras estructuras
circulares de mayor tamaño y con suelos muy cuidados, que
resultan más difíciles de clasificar.
Se han excavado diversos cortes, que presentaban en su
mayor parte muy poca potencia, pero en aquéllos en los que ésta
era mayor, se documentó la existencia de una estratigrafia con
varios niveles de ocupación evidenciados en la presencia de silos
superpuestos, o de estructuras de hábitat realizadas en madera y
adobes por debajo del nivel de la muralla (Aivarez González y
Cuadro 5.1. Dataciones radiom~tricasdel yacimiento de O Castelo.
[page-n-140]
con la datación de dos silos, de 59-94 AD y 79-218 AD, respectivamente. Esto denota una cierta continuidad de la funcionalidad
del lugar, relacionada con actividades de almacenamiento y procesado del cereal. Apoya también esta hipótesis la gran cantidad
de vasijas cerámicas halladas en la zona de entrada al recinto
amurallado, que han sido interpretadas por los arqueólogos como
unidades de medida de grano (A~varez González y López
González, 2000).
Una de las estructuras mis generalizadas en el poblado son
los silos de planta rectangular (1 x 1,5 m de media), con paredes
internas recubiertas con un entramado vegetal y consolidadas con
una capa más o menos gruesa de arcilla, que probablemente
actuara a su vez como aislante. El fondo aparece con una nueva
capa de arcilla y tablas de madera sobre las que reposa directamente el grano, aislado de la tierra del fondo. En algunos de ellos
se ha documentado una estructura de cierre del silo también a
base de tablas de madera (Álvarez Gonzhlez y López González,
2000: 526-527). En las terrazas inferiores (fuera del recinto amu-
rallado) apareció una nueva agrupación de silos cuadrangulares
recubiertos de barro y restos vegetales, que conservaban tablas de
madera en el fondo y abundante grano carbonizados durante el
incendio. La datación de uno de los silos ha dado una fecha de
367-198 BC.
Un tesorillo de monedas de plata y bronce de la época del
emperador Galiano, hallado en un nivel asociado al derrumbe de la
muralla, fecha la última ocupación del yacimiento. Su destrucción
a causa de un incendio ha permitido la conservación de todas estas
estructuras realizadas en materiales perecederos, así como la documentación de gran parte del contenido de cereal de los silos.
El derrumbe de las estructuras de madera ha dificultado frecuentemente la individualización de cada uno de los elementos.
Por ejemplo, en el caso de los silos, el derrumbe provoca la presencia de abundante material carbonizado en el interior, pero es
dificil saber si éste procede de la madera del fondo o de la cubierta. S610 la morfología de los fragmentos de madera puede ofrecer
algunos indicios sobre la procedencia del material, como es el
Cuadro 5.2. Descripción de las muestras de carbón procedentes del yacimiento de O Castelo.
[page-n-141]
caso de las ramitas de pequeño calibre que probablemente formaran parte del entramado de las paredes, o los fragmentos de
madera trabajados en escuadra que pertenecerían a las tablas del
fondo o del cierre. Por lo tanto, es muy importante en este caso
complementar el análisis antracológico tradicional con un detallado estudio dendrológico de la madera recuperada en el yacimiento, para obtener este tipo de información que podría pasar
desapercibida de otro modo.
Se ha analizado material de diversos cortes del yacimiento y
todos ellos han proporcionado grandes cantidades de restos carbonizados (cuadro 5.2).
El yacimiento de O Castelo ha ofrecido una gran riqueza en
carbón, básicamente de dos tipos: fragmentos de gran calibre,
procedentes probablemente de la destrucción de elementos de
madera de gran tamaño (a juzgar por el alto índice de fractura
secundaria observado) y ramitas de pequeño calibre. A pesar de
la abundancia de material y del gran número de muestras analizadas, la lista taxonómica ha resultado relativamente pobre; han
sido identif~cadoslos siguientes taxones: Arblrgrs tniedo, Erica
sp., Fraxinlrs cf. E exceisior, Leguminosa, Qtierctts caducifolio,
Quercus suber y Salix sp. Se han documentado numerosos fragmentas de corcho entre el material carbonizado; sin embargo, no
se ha identificado el taxón Qtrercus szrber más que en los casos en
que la corteza aparecía en posición anatómica en la madera. La
identificación resulta dificil en base únicamente a su estructura
anatómica.
Esta reducida lista floral es coherente con el hecho de que el
carbón del yacimiento de O Castelo proceda en su mayor parte de
elementos constructivos, ya que en este caso se da frecuentemente una selección de las especies vegetales según las características
físicas y mecánicas de la madera. Esta posee una dureza, resistencia, flexibilidad, etc. variables segíui la especie de la que se trate,
características que son seleccionadas según su adecuación a la
función que ha de desempeñar. En general, los resultados obtenidos a partir de la madera de construcción no son adecuados para
realizar inferencias de orden ecológico ya que, debido a esta selección previa, la imagen resultante sería muy parcial. En el caso de
O Castelo, se han utilizado únicamente 7 taxones. A partir de su
presencia en el material carbonizado podemos conocer la existencia más o menos cercana de éstos al yacimiento, pero no podemos
conocer la estructura real de las formaciones vegetales.
En la flora de O Castelo tenemos representados diversos
estratos de la vegetación, arbóreo y arbustivo, con taxones que
ofrecen además soportes de muy diferente calibre. Por ejemplo,
los robles desarrollan troncos de varios metros de altura y gran
diámetro, por lo que son frecuentes para la elaboración de los elementos constructivos de gran tamaño (vigas, postes, elementos de
cubierta, etc.). Los brezos y leguminosas ofrecen ramitas de
pequeño calibre, muy apropiadas para el relleno dc estructuras
(muros, techumbre, etc.).
El taxón mejor representado en el yacimiento es Qirerczrs
caducifolio, aunque con toda seguridad, esta sobremepresentación se debe a su selección por las mencionadas ventajas que presenta para su uso en la construcción. Efectivamente, todos los
fragmentos de gran tamaño (con excepción de dos de ellos, pertenecientes a Fraxinus cf. R excelsior), son de Q~reirirscaducifolio. En las ramitas de pequeño calibre está representada la totalidad de los taxones identificados.
Aunque no podemos cuantificar la importancia real de cada
uno de ellos en el medio, éstos están en coherencia con las formaciones vegetales características de la región, por lo que podemos suponer que pudieron abastecerse de ellos en un entorno más
o menos inmediato. La formación incluiría la presencia de
Que~rtíscaducifolio y10 Qirercusszrber y Arbutus zrnedo, con brezos y leguminosas como elementos arbustivos. No podemos
conocer la proporción de la vegetación arbórea con respecto a la
arbustiva, aunque los estudios paleobotánicos muestran que en
estos momentos debía existir un alto índice de deforestación,
sobre todo en zonas llanas, aptas para la agricultura, como en el
caso de O Castelo, próximo al valle del Miño (Ramil-Rego, 1992,
1993a; Muñoz Sobrino, 1995,2001; Gómez-Orellana, 2002). Las
formaciones arbustivas de brezos y leguminosas son muy características de las fases de degradación de la vegetación arbórea en
los medios ácidos del noroeste peninsular, constituyendo una de
las series mejor adaptadas a la actividad antrópica continuada
(Rodríguez Guitián et alii, 1996a).
La presencia del madroño es característica de toda la franja
de contacto de la región Eurosiberiana con territorios mediterráneos o submediterráneos, de manera que es frecuente su presencia en otras zonas interiores del noroeste peninsular (Carrión
Marco, 2000a y b). Del mismo modo, el alcornoque también
alcanza estas tierras submediterráneas a través de los valles fluviales más meridionales. También están presentes algunos taxones de ribera, como el fi-esno y el sauce, lo que resulta coherente
con la proximidad del valle del Migo y sus tributarios.
V.33. RESULTADOS DEL ANALISIS DENDROL~GICO
Además de la identificación del carbón del yacimiento de O
Castelo, se ha realizado el análisis dendrológico de este material,
con el fin de obtener una información complementaria en cuanto
al entorno vegetal y el uso de la madera por los grupos humanos.
Con estos objetivos se ha realizado un recuento de los anillos y
mediciones con el pie de rey del radio mhximo conservado de
gran parte del material.
T(3.3.1. Troncos de gran calibre
Este material es producto probablemente de la destrucción de
elementos constructivos de gran tamaño, tipo postes y/o vigas, y
parece proceder en su mayor parte de troncos de individuos adultos, pues son abundantes los fragmentos que presentan anillos de
crecimiento con curvatura débil. Los taxones empleados para la
elaboración de estos elementos de gran tamaño se reducen casi
exclusivamente a Quercus caducifolio, con excepción de dos
fragmentos de Fraxinics cf. E excelsior, de manera que la selección de especies es muy marcada. El hecho de que el taxón dominante sea Quercirs caducifolio ha facilitado enormemente el
recuento de los anillos a través de la lupa.
Se ha seleccionado un total de 46 fragmentos que presentaban curviitura débil y un ritmo de crecimiento regular en todos
sus anillos para calcular sus anchuras medias con el pie de rey.
Algunas de las mediciones se han realizado sobre diferentes
radios del mismo fragmento, para obtener el máximo número
posible de anillos. La figura 5.2 muestra la distribución de los
individuos analizados en las diferentes clases establecidas para la
anchura media. Podemos observar que gran cantidad de los fragmentas analizados se distribuyen en las clases entre 1 y 2,5 mm
de anchura media. Sin embargo, la distribución es mucho más
amplia, cubriendo de 0,5 a 4,5 mm la gran mayoría de los frag-
[page-n-142]
0-0.25
0.25-0.5 0.5-0.75
0,75-1
I-1.25
1.25-1.5 1.5-1.75
1.75-2
2-2.25 2.25-2.5
ANCHURA MEDiA DEUlS AMLLOS
Fig. 5.2. Anchuras medias de los anillos de crecimiento del total de
los fragmentos de Qirercrrscaducifolio con dbbii curvatura procedentes del yacimiento de O Castelo
Fig. 5.3. Anchuras medias de los anillos de crecimiento de los fragmentos de Qrrercics caducifolio de la muestra C27.97.56 de O
Castelo.
mentos y unos pocos que escapan de este grupo, presentando
anchuras medias de hasta 8,5 mm. Esta amplitud indicaría que la
madera ha sido recogida en un medio vegetal bastante amplio.
El análisis de la morfología externa de los fragmentos de carbón nos ha permitido comprobar que la mayor parte de los elementos de madera empleados para la construcción debieron tener
formas escuadradas, y en muchos casos se han documentado las
trazas de este trabajo en la superficie del carbón. La observación
de la dirección de los elementos anatómicos de la madera en relación a los cortes practicados en la misma pone a menudo de
manifiesto la intencionalidad de éstos, en oposición a algunos
que muestran fragmentación secundaria iiatural. En el segundo de
los casos, la fractura se produce en sentido radial, provocado por
la mayor debilidad de la madera a lo largo de los elementos radiales. Pero en otros casos, la existencia de un corte en sentido tangencial, o incluso intermedio entre tangencia] y radial, evidencia
una intervención antrópica en la obtención de la siiperfície, ya
que la madera no tiene tendencia natural a fracturar en este sentido. La observación detallada de las superficies ha permitido evidenciar un pulido característico del corte o serrado antrópico.
Únicamente en dos casos se han documentado formas circuiares,
una sobre Qiiercrrs caducifolio y otra sobre Frasiniis cf. F: escelsior. Lamentablemente, el grado de fragmentación es tan elevado
que resulta prácticamente imposible estimar la morfología y calibre de las piezas, aunque se aprecia una tendencia generalizada
a formas rectilíneas y escuadradas.
También se han identificado dos fragmentos de madera que
presentan intencionalmente formas apuntadas, ambas sobre
Qirercrrs caducifolio, una de ellas que presenta un bisel y la otra,
dos superficies trabajadas que dan una forma trapezoidal bastante apuntada. No conocemos la funcionalidad de estas formas, sin
embargo, existe documentación sobre cl trabajo de cuñas para el
ensamblaje de piezas o el apoyo de unas en otras (Adam, 1984).
En una de las muestras de este yacimiento que presentaban
una mayor abundancia de material de gran tamaño (C27.97.56) se
ha realizado mediciones sobre un banco dendrocronológico.
Dado el origen constructivo de la madera y su alto índice de fragmentación dentro de la misma muestra, a priori parece obvio que
varios de los fragmentos pertenecieran a una misma tabla o tronco, pero en el caso de esta muestra no existía una asociación tan
clara a ninguna estructura. Ésta se tomó de una zona adosada al
interior de la muralla, por lo que la madera podría haber formado
parte de algún elemento constructivo de refuerzo, aunque no se
descarta que procediera de otro tipo de estnictura arrasada (un
silo, por ejemplo, ya que se halló una gran cantidad de semillas
dispersas en el sector). En cualquier caso, el análisis dendrológico puede resultar útil para comprobar si todos los fragmentosprocedían de un mismo tronco, o si el material tiene procedencia
diversa como resultado del arrastre.
Se han medido 28 fragmentos de carbón de calibre diverso (el
máximo radio conservado era de algo más de 55 mm). El cuadro
5.3 muestra las características destacadas de cada uno de los
fragmentos en cuanto al recuento de los anillos, si1 anchura
media, su ritmo de crecimiento, etc. La mayor parte de los fragmentos presentan su zona próxima a la médula, aunque ésta no se
ha observado en ningún caso, por lo que la curvatura es fuerte o
intermedia. Ésta no es la parte óptima de la madera para calcular
las anchuras medias de los anillos de crecimiento de fonna que
resulten representativos, ya que durante los primeros años de la
planta, éste es muy irregular entre individuos, no respondiendo
directamente a estímulos externos. Esto se hace patente en nuestro caso (fig. 5.3), donde se observa que existe una amplia distribución de los valores medios, que oscilan entre 0,67 y 2,28 mm.
Se documenta también que el ritmo de crecimiento predominante es irregular. Esta irregularidad no parece deberse únicamente a
la cercanía de la médula, pues se da en todo el radio observado,
más allá de los primeros años del individuo, por lo que puede
estar generada por otras causas climáticas y10 antrópicas.
Las curvas resultantes de las mediciones se presentan en la
figura 5.4. Las 28 curvas obtenidas han dado lugar a 6 curvas
medias (56-M1 a 56-M6), algunas de las cuales se solapan claramente. La media 56-M1 tiene un total de 34 anillos, la 56-M2,57
anillos y la 56-M4,22 anillos. En ellas se puede observar claramente la irregularidad del crecimiento en los anillos más cercanos a la médula. A partir del séptimo año se produce una caída
brusca del crecimiento. En las medias, aparecen al menos tres
picos de crecimiento significativos (en los años 23,36 y 42, señalados con flechas), que permiten correlacionarlas perfectamente.
Con estas tres curvas se ha obtenido otra media (56-Q2), que
cubre un total de 57 anillostaños.
Las otras medias (56-M3 con 49 anillos, 56-M5 con 49 anillos y 56-M6 con 54 anillos) presentan algunas diferencias con
[page-n-143]
respecto a las anteriores. Se observa la misma dinámica de caídas
del crecimiento seguidas por picos, pero los tres mayores se localizan en los años 26,35 y 43. A partir de estas curvas se ha obtenido la media 56-41, igualmente con un total de 57 anillos/años.
La totalidad de los hgrnentos de esta muestra presentan una
coincidencia de los picos y caídas del crecimiento, por lo que se
puede afirmar que toda la madera fue obtenida en el seno de una
misma formación. Las curvas 56-M3, 56-M5 y 56-M6 muestran
además una coincidencia total de los valores de cada anillo, por
lo que se puede afirmar que pertenecerían a un mismo individuo
(56-41). Lo mismo se puede decir de 56-M1, 56-M2 y 56-M4,
que formarjan el individuo 56-42.
La estructura de las curvas, con varias caídas importantes de
crecimiento, seguidas cada una por un pico que asciende de forma
más brusca, es caracteristica de una explotación antrópica cíclica
del medio. La caída del crecimiento progresiva indica el estrés que
sufren los individuos por influencia antrópica, que puede ser
resultado por ejemplo de la tala sistemática de ramas secundarias,
de descortezado, etc. El primer año de recuperación del ritmo de
crecimiento del individuo se manifiesta en un gran pico.
En síntesis, con este análisis se ha mostrado que el carbón de
la muestra C27.97.56 procedía de una misma estructura no localizada, ya que todos los fkagmentos formaban parte de al menos
dos troncos, talados en una misma formación.
K3.3.2. Ranias de peque50 calibre
Entre este tipo de material existe una mayor riqueza taxonómica que en la madera de gran calibre, aunque también se observa una tendencia a la selección; se han identificado Arbirttrs
~cnedo,Erica sp., Leguminosae, Qirerctcs sitber y Salix sp.
Cuadro 53. Datos dendrológicos de los fragmentos de Qrrercris caducifolio de la muestra C27.97.56 de O Castelo.
[page-n-144]
En las ramas de pequeño calibre se ha observado una tendencia general a la conservación de la corteza, desde una pequeña
parte hasta todo el perímetro. En otros muchos casos en los que
ésta no se ha conservado, la morfología externa de la rama parecía indicar que se trataba igualmente del último anillo, de manera que se podía considerar el diámetro completo.
Fig. 5.4. Montaje dendro16gico del carbón de la muestra C27.97.56
de O Castelo.
En cuanto al calibre de las ramitas utilizadas, la figura 5.5
muestra una gráfica de distribución de los ditimetros para cada
uno de los taxones. Se han establecido aleatoriamente cuatro clases de diámetros: menor de 5, de 5 a 10, de 10 a 15 y mayor de
15 mm. Es bastante llamativo que existe una selección en el
tamaño de las ramitas recogidas, predominando el diámetro de 5
a 10 mm. Sobre todo, en Erica, Arbuttrs rniedo y Leguminosae,
casi todas las ramitas analizadas están en esta categoría. En
Qliemus sliber se observa una mayor variedad de dihmetros, aunque hay un predominio de las ramitas de 10 a 15 mm. El hecho
de que en este taxón también se encuentren diámetros mayores
(más de 20 mm en este caso) y menores (5 a 10 rnm) podría
deberse a la utilización de las ramas de calibre variado desprendidas de los troncos de mayor tamaño empleados en otros elementos constructivos.
En general, la existencia de calibres similares a partir de
especies de porte totalmente diferente, arbóreo y arbustivo, corrobora la selección del tamaño del material utilizado. De acuerdo
con los datos arqueológicos disponibles para el yacimiento, estas
ramitas formaban parte fundamentalmente del revestimiento de
las paredes de diversas estructuras de almacenamiento.Las ramas
eran utilizadas sin ningún tipo de tratamiento, incluso sin descortezar, Únicamente eliminando las ramas secundarias, ya que no se
han observado evidencias de la existencia de ramificaciones, además de seleccionarse varas rectas, uniformes y poco nudosas.
Junto al material carbonizado, se ha documentado la presencia de fragmentos de barro con imprentas del material vegetal al
que recubrían: se trata de huecos circulares que reflejan un diámetro similar al documentadoen las ramitas, lo que unido a algunos restos de barro pegados en algunas de ellas, corrobora su utilización para realizar estructuras revestidas con barro y materia
vegetal.
La medición del ditimetro íntegro de las ramas ha aportado
una valiosa información sobre el calibre seleccionado para la
construcción, así como sobre la época de tala en los casos en los
que se conservaba la corteza. Se han realizado mediciones sobre
un total de 100 ramitas que presentaban el radio completo desde
la médula hasta la cortcza. Los resultados se pueden observar en
el cuadro 5.4, en el que se presenta los taxones a los que pertenecen las ramas, el diámetro completo, el número de anillos, la
anchura media de los mismos y la situación del anillo con respecto a la corteza. Dado que se trata en todos los casos de ramas
de pequeño calibre, la curvatura de los anillos es muy fuerte en
todos los casos. La distribución de los individuos en las clases de
anchuras medias (fig. 5.6) muestra una concentración de la mayor
parte de los valores entre 0,5 y 3 mm,aunque los extremos oscilan entre 0,5 y 5,s mrn.
En cuanto a la estación de recogida de las ramas, esta información se extrae de la situación de la corteza en el anillo de crecimiento: en el leño temprano, perteneciente a la estación favorable para el crecimiento de la planta, o eii el tardío, a la estación
desfavorable (foto 5.1). La figura 5.7 representa la posición del
anillo, en el leño fuial o inicial, con respecto a la corteza, según
taxones. Las ramas de Arbirtlrs iniedo han sido recogidas casi en
su totalidad durante la estación desfavorable para el desarrollo de
la planta. Lo contrario ocurre con Erica sp., donde predomina
claramente la posición de la corteza en la madera inicial. En
Leguminosa y Qlrerrlis caducifolio hay un predominio de cortezas en la madera fuial, aunque la relación está más igualada. La
existencia de madera cortada en diferentes épocas del año nos
informa de una actividad prolongada en el tiempo, tal vez inten-
[page-n-145]
0 > 1 5 mm.
UM.final
L-i 11-15 mm.
#S-10 mm.
Fig. 5.5. Valores de los dihmetros de la ramitas de O Castelo.
Fig. 5.7. Posición del anillo de crecimiento con respecto a la corteza
en la ramitas de O Castelo.
CASOS
0-0,s 0.5-1 1-1.5 1,s-2 2-2,s 2.5-3 3-3.5 3.5-4 44.5 4.5-5 5-5.5 5.5-6 64.5 6.5-1
ANCHURA MEDIA DE LOS ANILLOS
Fig. 5.6. Anchuras medias de los anillos de crecimiento de las ramitas de pequeño calibre del yacimiento de O Castelo.
cionadamente, para obtener diferente grado de flexibilidad de la
madera o tal vez como consecuencia del almacenamiento de la
misma, ya que la construcción exige una cierta planificación.
No se han hallado evidencias masivas de hongos u otros descomponedores de la madera, frecuentes cuando ésta ha sufiido
periodos prolongados de almacenamiento. La experimentación
ha demostrado que la existencia de hongos en la madera puede
deberse a la contaminación del Brbol vivo, de la madera mut:r(a
en el suelo del bosque o durante su almacenamiento, sin poder
discriminar ningimo de los tres casos (Théry-Parisot, 1998). Sin
embargo, la inexistencia de este tipo de contaminación hace poco
viable un largo almacenamiento de la madera. Únicamente se ha
encontrado una ramita de Leguminosa afectada por un xilófago,
del que se observa perfectamente la galería excavada (foto
3.120).
Foto 5.1. Ramita de Snliu-Poptizcs con presencia de corteza en la
madera final.
[page-n-146]
[page-n-147]
Cuadro 5.4. Datos del anaílisis dendrológico de 100 ramitas de pequeño calibre del yacimiento de O Castelo.
[page-n-148]
V. 4. AN&ISIS ANTRACOL~GICOY DENDROLÓGICO DE LA VILLA ROMANA
DE NOVILLE
V.4.1. DESCRIPCI~NDEL YACiMIENTO
La existencia de los restos arqueológicosromanos de Noville
(Mugardos, A Coruña) es conocida desde muy antiguo, con la
publicación en los años 20 de las primeras noticias en la
Geograjía General del Reino de Galícia, de Carré Aldao. Las primeras intervenciones tuvieron lugar en los años 40, a cargo del
capellán A. Rodríguez Fraíz y a mediados de los 60 por el cronista oficial de Neda, A. Vázquez Rey (Pérez Losada, 2000: 2 19).
Las campañas de excavación más recientes se llevaron a cabo
durante los años 1988 y 1989 bajo la dirección de F. Pérez
Losada, de la Universidad de Vigo, trabajos que han dado lugar a
un gran número de publicaciones durante la primera mitad de los
años 90 (Pérez Losada, 1990-1991, 1991, 1993, 1995; Pérez
Losada et alii, 1989, 1992). La superficie excavada ascendía al
menos a 430 m', de los cuales unos 29 se localizaban en la zona
intermareal. Esta superñcie corresponde únicamente a un 15 %
del tamaño total que se estima para el yacimiento (pérez Losada,
2000).
Apartir, tanto de los trabajos de excavación como de las prospecciones geofisicas, se ha documentado prácticamente la totalidad de la planta del yacimiento, consistente en la zona residencial
de la villa romana, con tres naves dispuestas en una planta en U
sobre un patio abierto y porticado orientado a la ría. El éxito de
la prospección geofísica consistió en la localización de una serie
de edificaciones de menor tamaño dispersas por las zonas más o
menos próximas a las estructuras principales, lo que ha permitido conocer la planimetria y articulación del territorio de Noville
y hablar de éste como un "conjunto" a pesar de que la exhumación de los restos sólo ha afectado a una pequeña parte del
mismo.
El cuerpo principal de la villa se distribuye en dos naves laterales paralelas que presentan una estnictura y longitud desiguales,
unidas por otro cuerpo transversal. En el brazo oeste de la villa se
encuentra el sector B, la parte más excavada del yacimiento pero
aún no delimitada completamente por encontrarse en la zona
NOVILLE
PLANIMETRIA
GENERAL
Fig. 5.8. Planta general de la villa romana de Novüle, a partir de
PBrez Losada (2000).
intermareal (fig. 5.8). Presenta lo que se ha interpretado como un
gran muro de sillares graníticos de contención marina, tipo malecón con funciones de puerto o embarcadero. En este sector se ha
documentado también un pequeño conjunto terma1 (fig. 5.8, cata
1) (Pérez Losada, 2000: 221). Se ha documentado también una
zona destinada a las labores de cocina (fig. 5.8, cata 2), que presenta un pavimento de tierra pisada y un horno circular sobreelevado con numerosos paralelos en otros yacimientosromanos de la
zona, cuya morfología ha perdurado hasta época reciente en los
hornos de pan exteriores de la arquitectura iradicional gallega. La
galería transversal de unión entre las naves (fig. 5.8, cata 4) presentaba la morfología de un gran espacio comdo, sin subdivisiones internas, donde se encontraba la zona de entrada principal a la
villa. La nave oriental parece ser la zona residencial, en la que sólo
se ha excavado la cabecera (fig. 5.8, sector A), rematada en forma
de ábside semicircular.
En general, los restos materiales recuperados durante el proceso de excavación no resultan muy abundantes, con excepción
de los estrictamente arquitectónicos. La cerámica ha constituido
una de las piezas fundamentales a la hora de la atribución cronológica del yacimiento. En su mayor parte se trata de cerámica de
cocina o mesa, de producción local, que engloban formas y facturas de tradición "castrexa" hasta típicamente romanas, algunas
consideradas de imitación "paleocristiana". Se han identificado
algunos fragmentos de ánfora de tipo lusitano o bético y algunas
norteafricanas y orientales. Han sido recuperadas también algunas piezas de vajilla de mesa realizadas en vidrio, tipo botellas y
ungüentarios globulares.
Tanto el material como la estratigrafia del yacimiento indican
una ocupación del mismo entre mediados o fuiales del siglo IiI
hasta inicios o mediados del VI d.C., aunque no se descarta una
ocupación anterior evidenciada en algunos materiales altoimperiales, que podría correspondera la etapa fundacional del edificio,
entre mediados del siglo 11-III d.c. (Pérez Losada, 2000: 224).
El análisis de los restos evidencia la existencia de una econod a en relación directa con el mar, como vía de comunicación
principal o como base productiva primaria, que se refleja en los
abundantes restos malacológicos que hacen pensar en una intensa actividad marisquera, tanto en la costa rocosa como en los
sedimentos marinos. También hay evidencias de actividad agrícola, ganadera y de pesca en la ría. Todo ello ha llevado a los
autores a pensar en Noville como algo más que una granja agropecuaria de autoconsumo (el modelo más extendido en todo el
noroeste), siendo probablemente un ejemplo de "célula productiva" que genera excedentes destinados a su comercialización
(Pérez Losada, 2000: 225).
En Noville se ha recuperado cierta cantidad de restos vegetales carbonizados procedentes, probablemente en su mayor parte,
de elementos constructivos en madera desmantelados por el
incendio. Se ha analizado un total de 9 muestras de carbón. El
número de fragmentos en cada una de ellas no era muy abundante aunque sí de gran tamaño y con mucha fragmentación secundaria, lo que hace suponer en muchos casos que pertenecieran a
un mismo hgmento de madera original. Como es frecuente en el
carbón procedente de elementos constructivos, el número de
taxones es relativamente escaso y se repite en las diferentes
muestras, producto de una selección de la madera. Se ha analizado un total de 335 fragmentos de carbón y se han identificado los
[page-n-149]
Cuadro 5.5. Frecuencias absolutas y relativas de los taxones identificados en Noville.
siguientes taxones: Alnirs sp., Coiylirs ai?elIana,Fraxinics cf. E
excelsior, Leguminosa, Pinirs tp.pinea-pinaster; Qirercirs caducifolio, Salix sp. y Salix-Popirhrs (cuadro 5.5).
Los dos taxones mejor representados en el carbón son Pinirs
tp. pinea-pinaster y ~l,ercirscaducifolio, con un 35,82 % y un
47,16 %, respectivamente. Éstos aparecen en la mayor parte de
las muestras, por lo que se deduce que su utilización fue bastante frecuente en la construcción de la villa. En cuanto a Qirercirs
caducifolio, las características anatómicas observadas remiten a
lo que se ha descrito en el correspondiente apartado de anatomía
(capítulo m) como tipo Q. mbirr, aunque no podemos descartar
que existieran varias especies de roble en la zona. Los dos taxones anteriores están presentes en todas las muestras, siendo los
únicos identificados en algunas de ellas (1,5,6, 12 y 19).
Los siguientes taxones mhs abundantes son Salix sp. (935 %)
y Alnus sp. (4,78 %), pero aparecen concentrados en determinadas muestras, siendo inexistentes en el resto. Alnirs sp. constituye
un 36,36 % del total de la única muestra donde se ha identificado este taxón (Muestra 16). En cuanto a Salii: sp., hay que decir
que se ha individualizado este género en función de la morfología visiblemente heterogénea de sus radios, y se ha mantenido la
identificación Salix-Populirscuando éstos no eran visibles o eran
homogéneos, de manera que en muchos casos hay que asumir
que se trate del mismo género; ambos taxones aparecen en las
mismas muestras, concentrándose sobre todo en la 18, donde
constituye el 47,17 % del total de la misma.
El resto de taxones (Coiylirs avellana, Fraiinirs cf. E excelsior y Leguminosa) aparecen muy poco representados, por debajo del 1 % y de forma puntual en alguna muestra.
Dada la fuerte selección de las especies utilizadas, no podemos inferir de forma precisa en las formaciones vegetales existentes en la zona, pero sí en la presencia de estos taxones en el
medio. La situación costera dcl yacimiento, en la ría del Ferrol,
hace perfectamente viable que existieran formaciones cercanas
de Pinirs pinea y10 Pinirs pinaster en los suelos arenosos de la
branja litoral, lo que constituiría una vegetación perfectamente
adaptada a las condiciones edáficas de estos ámbitos (Figueiral,
1995b).
Qirercirs caducifolio también debió ser abundante en el
medio. Actualmente, las diferentes especies de roble se distribuyen ampliamente por todo el noroeste peninsular, desde el nivel
del mar a zonas de alta montaña. En esta zona, sería perfecta-
mente viable que las formaciones vegetales estuvieran dominadas por algunas especies de roble. La explotación de este taxón
queda evidenciada también en la abundante presencia de bellotas
identificadas en el estudio paleocarpológico (Dopazo, 1996).
También están representados taxones propios de humedales, riberas o zonas encharcadas, tales como AIntrs sp, Fraxinirs cf. E
excelsior y ocasionalmente, CoryIi~savellana.
No podemos inferir, sin embargo, en la importancia real de
estos taxones, ya que los porcentajes no son significativos al estar
distorsionados por una fuerte selección. Los estudios paleobotánicos han demostrado que la explotación antrópica intensiva de
los bosques a partir del establecimiento de los sistemas agrícolas
llevó sobre todo durante el Holoceno reciente a la reducción y
empobrecimiento de las formaciones boscosas cercanas a los
lugares de hábitat (Ramil Rego, 1992). En nuestro caso, es necesario realizar otro tipo de observaciones que describiremos a continuación para poder aproximarnos al grado de desarrollo de las
formaciones vegetales.
En todo caso, podemos argumentar que las especies vegetales seleccionadaspudieron ser recolectadas en las zonas cercanas
al yacimiento, a pesar de que en estas cronologías se documenta
frecuentemente un transporte de madera desde largas distancias
(Vitrubio, 1982).
La observación del carbón a bajos aumentos, con la metodología antes descrita, ha permitido extraer algunos interesantes
indicadores sobre el medio vegetal en el que se recolectó la
madera, así como sobre la explotación y trabajo de la misma.
En general, observando la curvatura de los anillos de los fragmentos de carbón analizados, es claramente visible un dominio
absoluto de curvaturas débil e intermedia, siendo muy poco frecuente la presencia de ramitas o fragmentos cercanos a la médula, que hagan pensar en un uso masivo de madera de pequeño
calibre. Sólo en la muestra 18 se da un dominio de ramitas de
muy pequeíío diámetro, correspondientes al taxón Salk sp., con
un 47,2 % del total de la muestra. Ya se han comentado las cualidades de la madera de sauce en cuanto a su flexibilidad, por lo
que pensamos que la selección de ramitas de este género debe
estar en relación con un uso especializado de las mismas, tipo
trenzado, muy frecuente en la construcción, relleno y consolida-
[page-n-150]
Fig. 5.9. Algunos ejemplos de utilización de materiales vegetales
para la elaboración, relleno y revestimiento de paredes. A: fragmentos de tierra con improntas vegetales recuperado en el poblado
iberico del Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002); B: fragmentos
de barro con imprentas vegetales procedente de la villa romana de
Novilte; y C: hipótesis de reconstrucci6ndel relleno de paredes con
entramado vegetal, a partir de los restos hallados en el poblado del
bronce de Feudvar, Yugoslavia (Hinsel, 1992).
ción de paredes con un entramado vegetal. En Noville, este tipo
de técnica debió ser utilizada, pues junto al carbón, se ha documentado también la presencia de fragmentos de barro con
improntas vegetales; la observación de estos fragmentos a la lupa
ha mostrado la presencia de restos vegetales microscópicospegados a la superficie, entre los que se han identificado células de
conífera. Es probable pues, que el sistema constructivo de algunas paredes o techos se realizara con grandes piezas de madera,
rellenas con ramas de pequeño calibre entrelazadas y recubierto
con barro, técnica que se ha documentado en algunos yacimientos desde la Prehistoria (fig. 5.9).
El carbón analizado en la Muestra 15 presenta un caso interesante. Todos los fragmentos analizados son de cierto tamaño,
pero conservaban la curvatura externa. Su observación ha puesto
de manifiesto que se trataba de fragmentos que conservaban los
anillos cercanos a la médula (aunque no se ha documentado ningún caso con el radio completo). La morfología de estos fragmentos parece intencional, hipótesis avalada por la observación
de algunas superficies muy pulidas, cuya observación a la lupa
permite ver la dirección de estas iíneas de pulido.
Sblo hemos documentado 19 ramitas que presentaban el diámetro completo de médula a corteza incluida, 12 de Salix. sp. y 7
de Qtrerctis caducifolio (cuadro 5.6). El diámetro oscila entre 6 y
11 mm y en todas ellas se ha contado la presencia de 2 anillos; la
anchura media de los anillos se encuentra entre 3 y 5 mm, aunque en el caso de las ramas jóvenes, ésta no es significativa debido a la heterogeneidad del crecimiento durante los primeros años.
En cuanto a la época de tala, 17 de las ramitas presentan la
corteza en la madera final, es decir, en la estación desfavorable
para el crecimiento, y sólo 2 en la madera inicial. Esto indica una
mayor actividad de tala durante los meses desfavorables para el
crecimiento, es decir, desde finales de verano a invierno, aunque
este calendario no tiene que ser necesariamente válido para la
construcción de las estructuras, dada la posibilidad de que la
madera fuera almacenada antes de su utilización. Esta sería una
de las causas que podría explicar la presencia de leiia cortada en
varias estaciones.
El resto de fragmentos de carbón presentaban el diámetro
incompleto. También hemos realizado las mediciones de la
anchura de los anillos sobre los fragmentos más grandes y con
curvatura débil. Los resultados se pueden observar en el cuadro
5.6. En cada uno de los fragmentos analizados, el ritmo de crecimiento era constante, aunque diferente entre ellos, es decir, no se
ha observado en un mismo fragmento dos tendencias de crecimiento marcadamente diferentes.
Se han realizado mediciones sobre 51 fragmentos de carbón
de dos taxones diferentes (Pinics tp. pinea-pillaster y Qtcerctrr
caducifolio) y en conjunto, la anchura media de los anillos oscila
entre 1,3 y 8 mm.El intervalo es grande, pero las diferencias no
se observan en función de los dos taxones, sino que existe también gran variabilidad dentro de cada uno de ellos: de 1,3 a 8 mm
en Pi~itistp. pirtea-piitaster y de 1,6 a 6 mm en Qzrerm caducifolio. De forma más detallada podemos observar que en los
pinos, la mayor parte de valores se encuentran distribuidos aproximadamente entre 1,5 y 3 mm. Un grupo de 12 fragmentos presenta valores entre 3,6 y 5,7 mm y sólo un fragmento alcanza 8
mm de media. Para el caso de Qtcercus caducifolio, la mayor
parte de valores medios se encuentran entre 1,6 y 3 mm escapando claramente 6 casos, que alcanzan valores de hasta 6 mm. Estos
6 fragmentos proceden de tres muestras diferentes, por lo que no
es probable que pertenecieran a un mismo tronco. La figura 5.10
[page-n-151]
35
36
37
38
39
Quercics caducifolio
Qicerci4s caducifolio
Qlcercirs caducifolio
Qi~ercuscaducifolio
Qirercics caducifolio
20
27
39
33
13
12
9
17
16
7
1,6
3
2,3
2,1
13
...
...
...
...
...
Cuadro 5.6. Datos dendrológicos del carbón de Noville.
Débil
Débil
Débil
Débil
Débil
1
1
1
1
1
[page-n-152]
V. 5. EL USO DE LA MADERA EN LAS
T&CNICASCONSTRUCTIVAS ROMANAS A PARTIR DE LOS DATOS DENDROLOGICOS
CASOS
ANCHURA MEDIA DELOS ANILLOS
Fig. 5.10. Anchuras medias de los anillos de crecimiento del carbón
de Noville.
muestra la distribución de los valores medios obtenidos para la
anchura de los anillos de cada fragmento de carbón, donde se
puede observar la gran variabilidad de las anchuras medias.
En conclusión, se observan varias tendencias de crecimiento.
Lamentablemente, no podemos cuantificarlo, ya que sería necesario contar con series de referencia, actuales o a partir de otros
yacimientos, para poder comparar los datos. La comparación con
los valores obtenidos para Qitercrrs caducifolio en la franja mediterránea en Francia a partir de otros estudios dendrológicos
(Guibal, 1996), como referencia más cercana, muestra que efectivamente, el índice de crecimiento observado en nuestras muestras cs bastantc alto. Dcl mismo modo, los cstudios dcndrológicos realizados sobre material arqueológico en la Bretaña francesa desde el Neolítico a la Edad Media muestran que las medias de
la anchura de los anillos de crecimiento aumentan progresivamente a lo largo de la secuencia tratada (de 1,s mm para el
Neolítico, a 3 m m para la segunda Edad de Hierro), al tiempo que
se documenta el uso de maderas de menor calibre (ramas o troncos de individuos jóvenes) como consecuencia de la abertura del
medio forestal (Marguerie, 1991, 1992a).
Por lo tanto, el elevado crecimiento anual observado en el
carbón de Noville podría estar en relación con una formación
vegetal abierta, donde la competencia entre los individuos es baja
y permite un elevado desamollo en anchura de los troncos. En
poblaciones actuales de pino piñonero se ha comprobado como
varía sensiblemente la morfología de los árboles dependiendo del
tipo de formación en la que se desarrollan; así, en formaciones
densas, donde la competencia entre individuos es alta, los pinos
crecen mucho en altura y pierden pronto las ramas bajas, mientras que en formaciones abiertas, crecen más en anchura y
adquieren una forma globular con ramas bajas (Badal, 2001a:
102-103). La imagen de un medio abierto sen'a coherente con los
datos disponibles para esta cronología en el noroeste peninsular
(Ramil Rego, 1992).
El estudio del carbón procedente de los yacimientos de O
Castelo y Noville ha permitido realizar una aproximacióna la utilización de madera en algunas técnicas constructivas de época
romana. Según numerosos testimonios directos e indirectos, la
madera ha sido utilizada de forma muy frecuente en la construcción, tanto en paredes como en recubrimientos y otros elementos
de menor tamaño (Adam, 1984).
En cuanto a fa dirección de los cortes intencionales de la
madera documentados en el material del yacimiento de O
Castelo, éstos pueden ofrecer cierta información sobre las técnicas de tala y procesado de la madera para la construcción. Si
comparamos las formas más signiñcativasque se han reconocido
con la documentaciónque se posee sobre las técnicas romanas de
tala y elaboración de diversos elementos de construcción (vigas,
postes, tablas, etc.), podemos observar que existen ciertas coincidencias entre los diferentes métodos de seccionado del tronco de
la madera y los resultados que encontramos en los fragmentos de
carbón (fig. 5.1 1).
Como se ha descrito anteriormente, las piezas presentan por
lo general un corte en sentido tangencial y otro escuadrado en
sentido medio tangencial-radial, sin pasar por la médula (o al
menos no tenemos ningún caso en el que ésta aparezca). Además,
la escasa curvatura de los anillos indica que la pieza ha sido
extraída de una parte no muy próxima a ésta. En la figura 5.1 1 se
muestran diferentes métodos de corte de la madera, donde las formas resultantes tendrían un predominio del sentido tangencial o
tangencial-radial.
Se ha documentado la utilización de un aparejo mixto denominado opirs craticiirm, que combina un entramado de madera a
base de postes escuadrados verticales y horizontales y relleno de
arcilla. Existe también en la construcción tradicional una técnica,
denominada "zarzo", que emplea una mezcla de arena y arcilla,
frecuentemente con paja, sobre una apretada trama de ramas o
tallos entretejidos, que se apoya sobre algunos elementos de
mayor tamaño en sentido vertical y horizontal, que forman el
armazón de la estructura. Si estos soportes estaban muy separados
entre sí, también se solía emplear un entramado de listones de
madera de menor tamaño para asegurar la solidez de la estructura
(Johnson, 1994: 70-71). En Noville se han hallado fragmentos de
barro que conservan las improntas de las ramitas, coincidiendo
con el diámetro medio observado en éstas, por lo que es probable
que fiera utilizada alguna técnica similar para el recubrimiento de
las paredes y de manera que su contenido quedara totalmente aislado de la humedad exterior.
La cubierta de las construcciones también se realizaba generalmente en madera, con vigas de gran tamaño sujetando una
estructura de otras menores. Las técnicas de apuntalamiento y
triangulación en la construcción de estructuras en madera se
remontan en Europa probablemente al Neolítico del LBK, con la
construcción de palafitos. La obtención de largos maderos cuadrangulares debió ser muy laboriosa, pero al alcance de las hemmientas limitadas de la época (Johnson, 1984: 66-67; Gentizon y
Monnier, 1997). La documentación de algunas formas apuntadas
y biseladas entre el material de O Castelo podría estar en relación
con técnicas de ensamblaje de piezas de madera, como algunas de
[page-n-153]
las que se proponen en la figura 5.11. Para este tipo de estructuras
está también documentada la selección del roble en toda la arquitectura tradicional en madera en Europa (Johnson, 1984: 66-67).
En cuanto a la época de recogida de la leña en los yacimientos analizados, ante la gran variabilidad no podemos decidir si
existían preferencias al respecto. Sin embargo, por los textos
escritos de Vitrubio, sabemos que se tenía un perfecto conocimiento de las diferentes cualidades mecanicas de la madera según
fuera talada en cada época del año, es decir, que ésta debía cortarse a comienzos del otoño si se quería obtener una madera más
rígida, ya que en primavera, ésta estaba más porosa, frágil y flexible (Adam, 1984: 91). Sobre esto, el autor escribe que "el tiempo conveniente para cortar la madera es desde el principio de
otoño hasta antes de que empiece a soplar el viento Favonio. En
primavera no, porque todos los árboles están como encinta y
todos concentran su propio vigor en las hojas y en los fnitos, que
cada año crecen. Cuando, por imperiosas circunstancias, hubieran de ser cortados en otra época, resultan porosos y de poca consistencia" (Vitrubio, Libro Segundo, Capitulo IX, traducción de
Blánquez, 1982). Por lo tanto, la época de tala se adecua a las
propiedades que se esperen de la madera según la función que
fuera a desempeñar.
Hemos observado en el material del yacimiento de O Castelo
que es muy frecuente el uso de ramitas de pequeño calibre con la
corteza. En cuanto a los grandes troncos que han de servir de postes, vigas, etc. de la estructura constructiva principal, no se conoce la presencia de corteza, debido en parte a que no se conserva
ninguno con diámetro completo. En poblaciones recientes que
construyen fundamentalmenteen madera se documenta el almacenamiento de los troncos con la corteza durante varios meses
para asegurar su completo secado hasta que ésta cae de forma
natural, lo que ofiece mayores garantías ante el ataque de microorganismos. El almacenamiento durante largos periodos de tiempo (años, incluso) ha sido revelado claramente por los estudios
dendrocronológicos realizados sobre el material de construcción
de algunos yacimientos arqueológicos (Pétrequin y Pétrequin,
1989: 117). Por otro lado, en el yacimiento de Noville apenas se
ha documentado la presencia de corteza en el carbón.
El elevado índice de fragmentación del carbón impide lanzar
hipótesis más contundentes en cuanto a la morfología de las piezas constructivas. En otros vacimientos con buena conservación
de la madera, como es el caso del yacimiento neolítico de La
Draga (Bosch, 2000) se observa esta misma dualidad de utilización de ramas y palos con corteza, sin ningún tipo de preparación,
y de maderas trabajadas a las que se ha retirado la corteza. En este
caso, el descortezado fue interpretado por los autores para la reutilización de la corteza en recubrimientos y no por la propia estética o acabado de las piezas, ya que éste era poco cuidado en los
tablones, con presencia de nudos e incluso varios centímetros del
arranque de las ramas. Del.mismo modo, el extraordinario estado
de conservación ha permitido constatar el uso de otras materias
vegetales que no se conservan en condiciones normales, tales
como cordajes elaborados con plantas acuáticas, lianas, etc.
(Bosch et alii, 2000: 90).
En el yacimiento de Noville, la cantidad de carbón recuperada no es muy elevada. Tal vez la construcción se realizara preferentemente en piedra y el uso de madera debió ser más limitado.
Según Vitrubio la madera era frecuentemente utilizada para sustentar paredes gruesas de piedra, e incluso se utilizaba carbón
para el relleno de muros gruesos o de agujeros de cimientos
(Vitrubio, 1982). Por tanto, aún en las técnicas de construcción en
piedra, la madera era utilizada constantemente, ya que aligeraba
las estructuras y permitía un mejor ensamblaje de las piezas
(Charpentier, 1995).
V. 6. DENDROLOG~AEN EL DOLMEN
CAMPANIFORME DE TRES MONTES
V.6.1. TRES MONTES EN EL CONTEXTO DEL
CAMPANIFORME DEL ALTO EBRO
Fig. 5.11. Morfología de algunas piezas de madera trabajadas identificadas en el carbón de O Castelo y comparacióncon algunas t6cnicas de constrocci15nen madera conocidas para el mundo romano.
Las primeras noticias sobre el monumento se produjeron en
el marco de las prospecciones arqueológicas previas llevadas a
cabo en 1990 en las Bardenas Reales (Sesma Sesma y Garcia
Garcia, 1994). Los trabajos de investigación arqueológica en esta
zona comenzaron en 1985, y se seleccionó este enclave por su
estado poco antropizado, ya que estando en una zona muy céntrica del valle del Ebro, el 90 % de las tierras se comenzaron a roturar únicamente a comienzos del siglo XX. Esto ha permitido la
conservación de yacimientos al aire libre que en otras zonas más
antropizadas aparecerían totalmente desmantelados. A esto se une
la facilidad de su localización, gracias a la escasa cobertura vege-
[page-n-154]
tal del lugar. Efectivamente, tras la prospección se lograron localizar más de 400 yacimiento arqueológicos.
La primera intervención de urgencia en el yacimiento de Tres
Montes se realizó en 1991, y los primeros indicios materiales
hallados (un fragmento de cer4mica campaniforme marítima y
varias piedras en posición anómala) ya apuntaban al carácter
funerario de la estructura. Los restos antropológicos hallados tras
la realización de la primera cata eran muy escasos, aunque bastaron para confirmar la existencia de un nivel sepulcral. También se
documentó en esta intervención una estructura megalitica de
planta rectangular con una losa de cierre, interpretada en un primer momento como una posible cista campaniforme o una reutilización de un corredor dolménico, ante la ausencia aparente de
cámara propiamente dicha. Su existencia se corroboró mediante
una prospección geofisica llevada a cabo al año siguiente, en la
que se detectaba una cámara de forma ovalada o en herradura a
unos dos metros por debajo de la superñcie (foto 5.2). Las dataciones radiocarbónicas obtenidas fueron de 4330 110 BP y
4080 100 BP, corroborando el contexto cultural del hallazgo de
los fragmentos de campaniforme de las variedades marítima y
mixta (Sesma Sesma, 1993).
Los trabajos de excavación en extensión del monumento
dejaron a la luz una estructura con corredor de acceso a una
cámara rectangular de 4,20 m de longitud por 3,40 m de anchura
máximas y unos 2 m de profundidad excavados en los niveles
geológicos del cerro, con paredes recubiertas de troncos para
cuya colocación se trazaron pequeñas zanjas en la base de las
paredes; concretamente, se han documentado 65 troncos dispuestos en una zanja perimetral excavada a lo largo de las paredes, en
las que se encajaban los postes. El estado de conservación de
éstos es muy variable, desde una simple huella cenicienta a la
presencia de grandes fragmentos carbonizados que permiten la
recomposición de partes importantes del tronco (Andrés Rupérez
et alii, 2001). Adem4s de estos postes asociados al recubrimiento
de las paredes, se encontraron un gran poste ccntral, 4 próximos
a las paredes pero no apoyados en ellas y 5 cercanos a la puerta
de acceso, hasta completar un total de 75. Además de éstos, otros
restos de madera carbonizada han sido interpretados por su posición estratigráfica, orientación, etc. como pertenecientes posiblemente a la techumbre de la cámara. Corrobora esta hipótesis una
alineación externa de hoyos que podría haber sustentado el entramado de ramas de la techumbre, cubierto a su vez con un enlosado cuyo hundimiento selló dehitivamente el nivel sepulcral.
Para los autores, el perfecto sistema de sustentación interior
podría soportar el enorme peso de esta cubierta.
Se han hallado además varias posibles piezas muebles realizadas en madera, cuya reconstrucción o asignación funcional
resulta muy dificil debido al alto grado de fragmentación que presentan. Una de las muestras citadas parece corresponder a algún
tipo de recipiente en madera, que contenía en su interior varios
Foto 5.2. Vita cenital del dolmen de Tres Montes
(foto J. Sesma Sesma).
Foto 5.3. Restos de los postes de madera carbonizados en el
dolmen de Tres Montes (foto J. Sesma Sesma).
*
*
[page-n-155]
hgmentos cerámicas. Otra estructura adosada a la pared oriental de la cámara, formada por tres troncos presentaba una disposición singular que ha sido interpretada como un posible banco,
sobre el que descansada el vaso campaniforme que conformaba
el ajuar del último inhiunado.
El fondo y paredes de la fosa excavada aparecían recubiertos
por losetas calizas que presentaban un estado de gran alteración
por el fuego. Directamente debajo de &as se documentó un
lecho de materia blanquecina y muy pulvenzada, de la que no se
ha podido precisar su origen mineral (piedras calcinadas) o vegetallóseo (materia orgánica descompuesta). Los postes de madera
aparecían en un estado de conservación variable: de algunos se
conserva una parte importante de su diámetro original, mientras
que otros se reducen prácticamente a una impronta cenicienta en
las paredes del sepulcro (foto 5.3).
Los restos humanos se encontraban muy alterados por el
fuego y la humedad. La mayor parte aparecieron desarticulados y
amontonados en los márgenes de la cámara y la zona de entrada,
en aparentes paquetes secundarios, con sólo alguna conexión de
huesos largos, salvo un individuo infantil en posición fetal. El
único individuo que apareció en posición primaria, correspondiente probablemente al último inhumado, se encontraba en el
centro de la cámara, en posición replegada y con un vaso campaniforme marítimo boca abajo junto a la cabeza (foto 5.4) (Andrés
Rupérez et alii, 1997,2001). Los autores calculan que el número
de individuos representados está en tomo a 15.
En su interior se recuperó un ajuar de gran afinidad que denotaba la utilización del sepulcro en un periodo no muy prolongado
de tiempo. Entre el material recuperado destacan al menos tres
vasos campaniformesde estilo marítimo y mixto (fig. 5.12), fragmentos de cerhmica lisa, una aguja de hueso con orejeta perforada, 3 puntas de flecha de aletas y pedúnculo muy desarrollado,
dos cuentas y un posible remache de metal (Andrés Rupérez ei
alii, 2201). La convivencia de diferentes estilos de campaniforme
en un mismo monumento no es muy común, siendo frecuente la
presencia de un único recipiente; se ha documentado esta misma
asociación en los yacimiento extremeños de La Atalayuela, La
Pijotilla o La Palacina (Alday Ruiz, 2001).
El estudio que presentamos en este trabajo se basa fundamentalmente en el análisis de algunos de los postes perimetrales
del monumento. En muchos yacimientos en los que no se ha conservado la madera, existen otros indicios indirectos del uso de la
misma para la construcción, tales como improntas, agujeros de
poste, etc. En Tres Montes, el fuego ha sido el principal responsable de la conservación de este material. La acción del fuego
como agente destructor plantea un dilema en cuanto a si éste fue
intencionado o accidental. Para ambos casos se plantea otra doble
posibilidad en cuanto a la disposición de los restos, es decir, si
éstos se encuentran en la posición marcada por el hundimiento de
la estructura, o si existió una reorganización posterior de los mismos, antes de la clausura defuutiva del monumento (Andrés
Rupbrcz et alii, 2002: 200).
Aunque la cremación propiamente dicha no sea la práctica
funeraria imperante en momentos del Neolítico-Calcolítico, el
fuego se presenta como un elemento frecuente en los sepulcros,
con cierto significado ritual bien en la fundación, utilización o
clausura de los mismos (Masset, 1993,2002). En la sepultura de
Moulin-des-Perrieres (Neuvy-en-Dunois, Eure-et-Loire) se documenta el uso constructivo de la madera, así como una intencionalidad del uso del fuego como agente en la destrucción y clausura del lugar, ya que existe una aportación de piedras que ayu-
Foto 5.4. Restos humanos en posici6n primaria, correspondientesal
óltimo individuo inhumado en el dolmen de Tres Montes
(foto J. Sesma Sesma).
Fig. 5.12. Cerhmica campaniforme reenperada en el dolmen de Tres
Montes, a partir de Sesma Sesma (1993).
[page-n-156]
dan al sellado exterior de la estructura desmantelada por el fuego
(Masset, 1968). En Chaussée-Tirancourt el fuego fue utilizado
para hacer estallar los ortostatos que sellaron la entrada al monumento, que se cubrió posteriormente con una capa de piedras y
tierra, lo que dio origen a un depósito de cal viva directamente
sobre el nivel sepulcral (Leclerc y Masset, 1980). Algunos ejemplos peninsulares de esta práctica se encuentran en la Meseta
norte, tales como Los Morcales (Burgos) o la denominadas "tumbas-calero" del valle de Ambrona &a Peña de la Abuela. El
Túmulo de la Sima y La Tarayuela) para las que se argumenta que
el fuego se utilizó de forma intencionada en la clausura de estas
tumbas colectivas (Rojo Guerra y Kunst, 1999; Rojo Guerra et
alii, 2002: 21).
Otros casos muestran la presencia del fuego ligado a la construcción o uso de las estructuras funerarias. no necesariamente
relacionado con el momento de destrucción y sellado de las mismas, como evidencia la frecuente presencia de hogares (posiblemente rituales) asociados a las tumbas (López de Calle, 2002:
236; Arbogast et alii, 2003: 206; Morán y Parreira, en prensa).
Todos estos ejemplos llevan a los autores a considerar la posibilidad de aue el monumento de Tres Montes hubiera sido incendiado intencionalmente en el proceso de clausura del lugar. El
significado de una acción de estas características es mucho más
difuso, pero se plantea la hipótesis de que el fuego sacralizara y
preservara el lugar de futuras reutilizaciones, ya que no existen
evidencias de éstas (Andrés Rupérez et alii, 2002).
Para los autores, el dolmen de Tres Montes es, a pesar de la
escasez de materiales recuperados en él, una de las manifestaciones funerarias más representativas de la cuenca del Ebro, ya que
existen numerosas evidencias de una fiinción sacra del moniimento. Entre ellas, destaca la presencia de una serie de losas esteliformes cuidadamente inclinadas, posiblemente pertenecientes a
una construcción anterior, ahora colocadas en la entrada de la
cámara; también se incluyen entre estas evidencias la piedra
antropomórfica central o la subdivisión transversal de la cámara
principal por una serie de losas (Andrés Rupérez et rrlii, 1997:
305).
El dolmen de Tres Montcs se inscribe en la tradición de una
serie de monumentos megalíticos con paralelos en otros ámbitos
de la península Ibérica y el Languedoc, de finales del Neolitico o
comienzos del Calcolítico. Éstos se caracterizan por una p6rdida
de monumentalidad en sus estructuras exteriores, ya que se excavan parcialmente en el substrato, primando la anchura sobre la
altura, pero que adquieren detalles de mayor calidad técnica,
como es el caso de las losas perforadas (Andrés Rupérez et alii,
1997). Los dólmenes de Aizibita, Viana o Artajona en las mismas
Bardenas Reales (Armendáriz e Irigaray, 1991-1992b) o el de
Uñón en La Rioja (Iriarte Cortázar y Sesma Sesma, 1996) son
algunos ejemplos cercanos a Tres Montes.
El uso de la madera en la constnicción del dolmen de Tres
Montes no deja de ser un caso atípico, aunque algunos autores
postulan que este tipo de construcción debió ser muy frecuente en
los sepulcros colectivos neolíticos del centro-norte de Francia
(Guillot et alii, 1996; Masset, 1993), donde se documenta la
arquitectura mixta en piedra y madera. En estas regiones también
se documenta frecuentemente la falta de elementos pétreos en la
cubierta del monumento, siendo probable el uso de entramados
vegetales con este fin.
Las prospecciones llevadas a cabo en las Bardenas Reales
han puesto en evidencia una gran densidad de manifestaciones de
cronologia campaniforme en esta región, favorecidas por la esca-
sa actividad agrícola y el redescubrimientode muchas estructuras
a causa de la erosión natural de la zona (Sesma, 1993). Los yacimientos se distribuyen agrupados en zonas generalmente de
media altura o en terrazas de ríos, con una elevada intervisibilidad y controlando el paso natural de los barrancos (Beguiristáin,
1982; Baldellou y Moreno, 1987; Castiella Rodríguez, 1999). La
sencillez de las estructuras y la total ausencia de elementos defensivos han sido interpretadas por algunos autores como una breve
temporalidad de los asentamientos (Baldellou y Moreno, 1987),
movilidad que se ha propuesto tambibn para otras regiones
(Martín Valls y Delibes de Castro, 1989). De un total de 18 yacimientos identacados, sólo Tres Montes ha sido interpretado
como un monumento sepulcral, siendo el resto de habitación, testimonios que han arrojado algo más de luz sobre el panorama del
poblamiento campaniforme del valle del Alto Ebro.
V.6.2. RESULTADOS DEL A N ~ I S I SDENDROL~GICO
La totalidad de las muestras identifícadas de carbón de Tres
Montes pertenecían a un mismo taxón: Jlrniper~rssp. No se ha
podido determinar la especie a la que pertenecen las muestras,
pero corresponde a un grupo de especies de radios cortos (1 a 5
células), entre los que podría encontrarseJtrniperrrs tlitnifea, que
actualmentejuega un importantepapel en las series de vegetación
de la zona. Esto sería coherente con un paisaje abierto, del piso
supramediterráneo, con enebros/sabinas probablemente como
elemento dominante, aunque es evidente la marcada selección de
esta especie para elaboración de los elementos en madera del dolmen y por tanto, su sobremepresentación en el carbón. No podemos saber si la selección de Jlcniperlrs para la construcción del
dolmen se realizó en base a su dominancia en el medio o porque
éste presentaba las características apropiadas para ello. En gene1 4 los enebros y sabinas tienen troncos retorcidos y muy nudosos, aunque se ha comprobado que en condiciones favorables de
crecimiento sin competencia pueden dar lugar a fustes rectos
(Ntinoii, 2000) y concretamente, J. thrrr$rcr puede dar lugar a
troncos de porte arbóreo y de gran tamaño. En general, cada una
de las muestras aparecía bastante fragmentada, aunque en algunos casos era posible remontar parte del tronco. Se ha realizado
un análisis dendrológico sobre 11 de las muestras.
Los ejemplos de aplicación del método de análisis dendrológico sobre coníferas son escasos en general, realizados fundamentalmente allá donde éstas son el principal componente del
paisaje, ya que esto resulta fundamentalpara poder obtener series
regionales buenas y representativas. Estas especies no tienen los
limites de los anillos tan visibles a bajos aumentos como Qirercus
caducifolio, de manera que la observación sobre el banco de
medidas resulta algo más complicada.
Una dificultad añadida la constituyen los falsos anillos, ya
que cada uno de ellos constituye un error de un año. En los eneb r o ~y sabinas es muy frecuente la presencia de falsos anillos,
pero éstos se han detectado también en otras espccics como Pinus
I~alepeiisis,Pirit~smarz'tima y Pinirs pinea, y anillos perdidos en
Pinirs s~~lvestris,
Pinirs leircodemiis, Pintts nigrn y Larix decidua
(Guibal, 1996: 507).
Un fenómeno muy frecuente observado en Jlrnipertrs y causante de la presencia masiva de anillos perdidos es la formación
de anillos excéntricos (Esper, 2000: 255). Éstos son característicos sobre todo de los individuos que alcanzan cierta edad en los
que la corteza ha sufrido algún tipo de lesión; en tal caso, el cambium se vuelve inactivo en esa zona y los anillos crecen de forma
[page-n-157]
'0
'0
Aoillos del misni. ario. con dibrcnte iiurnem *.celular
,/
//
Radio con alta pr«hal>ilidadde perdida de ariill
I
i z en la
lirini inu
Fig. 5.13. Esquema de la formación de aniüos excénhicos en
Jlmiperus, a partir de Esper (2000).
irregular, haciéndose frecuente la existencia de un número diferente de células dentro del mismo anillo (fig. 5.13).
Existen sin embargo numerosos ejemplos de estudios dendrológicos sobre coníferas que han ofrecido buenos resultados
(Wiles et alii, 1999; Esper, 2000; Bhattacharyya et alií, 1988;
Bilham et alii, 1983). Esto se debe a que cuando existen series
regionales de referencia, se puede comprobar mediante la comparación de los resultados dónde se encuentra el falso anillo y se
puede llegar a la datación dendrocronológica de las series.
En nuestro caso esto no es posible, de modo que deberemos
limitar los objetivos a las posibilidades de interpretación, que
consisten en comparar las series obtenidas de los fragmentos,
para ver si proceden del mismo o de varios individuos, si éstos
fueron talados en un medio ecológico similar y si ofrecen algún
tipo de información ecológica sobre el grado de desarrollo o
explotación antrópica de las formaciones vegetales.
La observación a bajos aumentos de las muestras de Tres
Montes ha puesto en evidencia la dificultad de la medición de los
anillos, ya que éstos no eran siempre bien visibles a través de la
lupa y la escasa movilidad del banco de medidas no permitía
detectar los anillos falsos. En general, se observó que la mayor
parte de las muestras conservaban los anillos bastante cercanos a
la médula, aunque ésta estaba presente en pocas ocasiones (únicamente en varios fragmentos de las muestra TM12), por lo que
la curvatura era de fuerte a intermedia en todos los casos. El ritmo
de crecimiento era muy bajo a simple vista, con un predominio de
anillos extremadamenteestrechos, aunque en algunos fragmentos
se observaba una ruptura de esta tendencia con un visible aumento de la anchura de los anillos. De cada una de las muestras se han
realizado varias mediciones radiales en diferentes fragmentos
pertenecientes a priori al mismo poste, con el fin de obtener un
radio &al con el mayor número posible de anillos. En ningún
caso hemos elaborado curvas medias, ya que la falta de coincidencia de algunos picos debido a la presencia de falsos anillos
hubiera falseado la curva resultante.
El cuadro 5.7 muestra una sintesis de los resultados de las
mediciones. Es importante comentar que algunos de los radios
medidos son muy cortos, a pesar de que los fragmentos conservaban en general un diámetro mucho mayor. Se ha preferido
medir aquellas partes en las que se tenía una mejor visibilidad de
los anillos y obtener varios radios cortos de un mismo tronco, con
d fin de solapar posteriormente las curvas y disminuir de este
modo el riesgo de errores en el recuento de anillos. Se puede
observar que los valores de las anchuras son realmente bajos, ya
que las medias de cada radio oscilan entre 0,24 y 0,98 mm. La
gráfica de distribución de estos valores (fig. 5.14) refleja una tendencia bimodal, con la mayor parte de los casos entre 0 2 5 y
0,625, y otro pequeño grupo mucho más reducido entre 0,75 y 1
mm.
Las coincidencias de las curvas obtenidas para cada una de
las muestras muestran efectivamente una altísima probabilidad
de pertenecer a un mismo tronco. La correlación entre varias
muestras resulta mhs dificil, ya que la presencia de anillos falsos
impide la coincidencia exacta de los picos. En base a una estructura semejante de las curvas, se han elaborado dos montajes que
podrían corresponder a sendos medios vegetales explotados para
la obtención de troncos. El montaje 1 (fig. 5.15) está constituido
por las curvas de las muestras 6, 8, 18, 19 y 25. Éstas presentan
los mayores valores de crecimiento, siendo éste muy irregular, lo
que se puede observar en los diversos picos y cubetas que forman. Las líneas discontinuas marcan algunos de los eventos que
se han observado en curvas de muestras diferentes y que han ayudado a correlacionarlas. Con ello se hace patente el desplazamiento de algunos de los picos, provocado por la existencia de
falsos anillos. Este problema es común en la mayor parte de análisis dendrocronológicos realizados sobre coníferas y las curvas
sólo pueden ser corregidas cuando existen otras series regionales
de referencia o un número de muestras mayor para cada yacimiento; de esta forma, se puede detectar cuáles son los anillos
que sobran o faltan (Espcr, 2000: 254).
El montaje 2 (fig. 5.16) recoge otra serie de curvas que no ha
podido ser correlacionada con las anteriores, pero que presentan
algunos rasgos comunes entre ellas. Se trata de las muestras 5,7,
12,13 y 14. La muestra TM12 presenta una mayor irregularidad,
probablemente causada por el hecho de que arranca desde la
médula del individuo. Como característica común, destaca el
índice de crecimiento muy bajo, que se pone especialmente de
manifiesto en la parte final de las curvas más largas: TM7-1,
TM7-3, TM7-6, TM8-2, TM8-4 y TM11-2 sobrepasan los 100
anillos/años y reflejan perfectamente la progresiva disminución
del crecimiento de los individuos. La existencia de una sucesión
de picos (aumentos) y cubetas (disminución) de crecimiento,
como se aprecia bien en las curvas de la muestra TM13, han sido
establecidas por varios autores como características de la explotación antrópica de las formaciones vegetales. Sin embargo, la
disminución generalizada del crecimiento de los individuos, visible sobre todo en las muestras TM7 y TM5, puede tener otras
causas. Según algunos autores, se ha comprobado que el índice
de precipitaciones es uno de los principales factores que determinan un crecimiento de los individuos extremadamente bajo. Un
estudio llevado a cabo por Esper (2000) sobre JNniperus en
Pakistán dio como resultado valores de crecimiento entre 0,24 y
0,42 mm para los individuos situados en alta montaña, contras-
[page-n-158]
TM6-10
TM6-1 l
TM6-12
TM6-13
TM7-1
TM7-2
TM7-3
TM7-4
1
1
Jrriiiperirs sp.
Jlriiiperirs sp.
Jiriii~ericsso.
Jlriilpenrs sp.
J~tniperrdssp.
Jiriiiperrrs sp.
Jir~liperiusp.
Jiriii~~er~rs
so.
1
1
15,4
25,52
14.75
33,91
43,05
12,24
30,47
20.77
ANCHURA MEDiA DEJDS AMLLOS
29
47
17
1
1
70
155
39
120
54
Cuadro 5.7. Datos dendrológicos del carbón de
0,53
0,54
,
1
1
0.87
->0,48
0,28
0,3 1
0,25
0.38
Montes.
Fig. 5.14. Anchuras medias de los anillos de crecimiento del carbón
de 'Li.es Montes.
tando con el mayor crecimiento de aquéllos situados en los fondos de valle. La sensibilidad de Jz~niperrcsa la falta de precipitaciones se hacía d s patente en las curvas largas. Del mismo
modo, también la temperatura iníluye sensiblemente en el crecimiento de los enebros que crecen bajo condiciones ambientales
extremas. Las Bardenas Reales se caracterizan precisamente por
un singular régimen de precipitaciones, destacando la gran variabilidad interanual y una torrencialidad muy importante, con su
máximo en primavera. También las temperaturas anuales varían
considerablemente, pudiendo darse en verano contrastes de hasta
45" C de diferencia entre el día y la noche (Elósegui y Ursúa,
1994: 17-19).
Por último, las curvas obtenidas para la muestra TM11 no han
podido ser correlacionadas con los montajes anteriores en base a
su morfología (fig. 5.17). Ésta se caracteriza también por una
mayor variabilidad del crecimiento en los anillos más cercanos a
la médula, haciéndose éste menor de forma paulatina hacia el
final de las curvas.
La utilización masiva de la madera de Jllltiperi~spara la elaboración de la estructura del dolmen de Tres Montes evidencia la
selección preferente de este taxón, aunque ésta pudo ser el resultado de diversas causas, bien por las propias cualidades de la
madera, bien por su disponibilidad en el medio inmediato al
lugar. En general, la madera empleada para la construcción suele
ser cuidadosamente seleccionada en base a sus cualidades físicas
y10 mecánicas de manera que resulte adecuada al fin que ha de
desempeñar. El porte general de los troncos o su resistencia a la
humedad y10 condiciones de intemperie resultan cualidades muy
apreciadas. En el caso de Tres Montes, la morfología de los postes evidencia que se ha Uevado a cabo una cuidadosa selección
del diámetro de los troncos, de manera que éste resultara más o
menos homogéneo. Esto se conseguiría seleccionando individuos
de una edad similar.
El enebro o sabina no es estrictamente una especie arbórea,
ya que es muy frecuente que un mismo individuo presente numerosas ramificaciones desde la base, lo que resulta más característico de especies de porte arbustivo. Dentro de este género, J. tltutifea es una de las especies que presenta generalmenteun mayor
porte arbóreo, con un solo tronco de cierta entidad. En otros
[page-n-159]
Mg. 5.16. Montaje dendrológico2 de Tres Montes.
Fig. 5.15. Montaje dendrológico 1 de W s Montes.
Fig. 5.17. Curvas dendrológicas de la muestra TMll de Tres
Montes.
[page-n-160]
casos, se puede dar la existencia de pies con varios trancos desde
su base, sobre todo en condiciones de explotación intensiva de
los mismos (Bertaudiere et al. 2001). Un enebro con este porte
resultaría muy adecuado para la obtención simultánea de varios
troncos de calibre similar, ya que en algunos casos se han contabilizado hasta más de diez ramas basales en un individuo. En
poblaciones actuales de Marruecos se ha documentado la explotación intensiva de Jirnipen~st11unYera para diversos fines, entre
ellos la obtención de postes, resultando muy adecuada para este
fin por su dureza. Además, se ha comprobado la enorme capacidad de regeneración y supervivencia de esta especie fiente a una
explotación antrópica recurrente (Barbero et alii, 1990). Se ha
documentado que el crecimiento ramificado de los enebros puede
ser consecuencia de su adaptación a un medio climático severo,
así como a la explotación humana continuada. En Tres Montes,
ambas hipótesis habían sido ya planteadas a partir de los resultados dendrológicos.
La ausencia de otras especies vegetales en el carbón de Tres
Montes impide realizar cualquier aproximación a la composición
de las formaciones vegetales de la zona. El uso del enebro hace
evidente su presencia más o menos importante en los alrededores
del yacimiento, aunque sería interesante conocer su proporción
en el paisaje o la presencia-ausencia de otras especies arbóreas en
el lugar, ya que es posible que éste se seleccionarapor ser la única
de la que se podía extraer un tronco de mayor calibre ante un
dominio generalizado del matorral.
Otros estudios paleobotánicos podrían ayudar a resolver estas
cuestiones, aunque éstos son realmente escasos en la zona. Los
análisis polínicos llevados a cabo en los yacimientos de la Edad
del Bronce de h i y Aguila 1 y Monte Aguilar en las mismas
Bardenas Reales muestra para estos niveles un espectro de vegetación muy similar al actual, con el dominio de herbáceas y matas
características de medios áridos (Chenopodiaceae, Compositae,
Poaceae, etc.) y escasa representación de especies arbóreas
(Iriarte 1992,2001). Sin embargo, los niveles previos a esta ocupación evidencian una mayor cobertura arbórea con una importante presencia de Qzcercus t. ilex-coccifra y Pinlls. En este
momento también se dan los mayores porcentajes de
Cupressaceae (en esta familia se incluye el género Jzrniperus).
En generai, es durante toda la Prehistoria reciente cuando se
evidencia una importante intensificación de la deforestación en la
zona. Como se ha mencionado, en momentos previos a la ocupación de los yacimientos citados se evidencia todavía una impoitante presencia de los pinos, así como una mayor estabilidad de
los cursos de agua, reflejada en la presencia constante de especies
de ribera (Iriarte, 1992). La tendencia regresiva de la vegetación
se manifiesta de forma perfectamente paralela al desarrollo de las
curvas de Cerealia en la zona, de manera que apuntan a causas
fundamentalmente antrópicas. Un dato interesante es que en los
momentos en que se evidencia un abandono de los cultivos con
la regresión del polen de cereal, se produce una rápida recolonización de espacios por parte de los pinos, lo que parece evidenciar que este género juega un papel importante en la vegetación
potencial de la zona. Resulta pues lógico preguntarse por qué los
pinos no fueron utilizados en la construcción del monumento
megalitico de Tres Montes y cuál sería su importancia real en el
medio en aquellos momentos. Probablemente nos encontramos,
como apuntábamos anteriormente, ante una selección del material utilizado en base no sólo a su disponibilidad en el medio, sino
a cualidades intrínsecas de la madera que cumplan las funciones
a las que se destinan.
V.6.4. CONCLUSIONES
El estudio dendrológico del carbón del dolmen de Tres
Montes ha puesto en evidencia las dificultades de aplicación de
este método sobre las coníferas, Jttnipertrs en este caso. La existencia de falsos anillos ha quedado patente en el desplazamiento
de algunos anillos/años en las curvas resultantes, hecho que impide una perfecta correlación de todas ellas, incluso en las que proceden de un mismo individuo. La existencia de series regionales
de referencia o un número de muestras muy elevado por yacimiento permitirían realizar las correcciones necesarias, pero
lamentablementeno existen para nuestro caso. Los resultados del
análisis han permitido extraer algunas conclusiones interesantes:
Las curvas obtenidas a partir de los fragmentos de una
misma muestra presentan una buena correlación (a pesar
del mencionado desplazamiento de algunos anillos). Pero
entre las diferentes muestras se establecen importantes
diferencias en cuanto a la amplitud de los picos de las curvas, lo que c o n f í a que cada una de las muestras corresponde a un individuo.
Se han elaborado dos montajes a partir de las curvas obtenidas (únicamente una muestra ha quedado sin clara correlación), que podrían corresponder a dos formaciones diferentes explotadas para la obtención de los troncos, ante la
aparente falta de correlación entre ellas. Parece poco probable que ambos montajes pertenecieran a una misma formación y no llegaran a solaparse, dado el semejante calibre
de todos los postes utilizados (es posible que todos los
individuos tuvieran una edad similar, si se seleccionaba un
grosor de fuste determinado). Las diferencias entre las curvas se puede ver además acusadas por la existencia de anilíos excéntricos, que darían como resultado grandes diferencias incluso midiendo distintos radios de un mismo
individuo.
En general, el crecimiento anual de los individuos es muy
bajo. Dada la falta de fluctuaciones importantes del crecimiento en la mayor parte de las curvas, se baraja como
hipótesis una sensibilidad de la especie al clima de la
región. Efectivamente, se ha comprobado en otros ejemplos una mengua del crecimiento ante las escasas precipitaciones y grandes contrastes de temperatura, lo que provoca índices de crecimiento similares a los registrados en
Tres Montes.
En algunas curvas se ha detectado un ritmo de crecimiento
que podría corresponder a una explotación antrópica sistemática de la formación vegetal: éste se caracterizaría por
una sucesión de cubetas (correspondientes a los años de
explotación más intensiva), seguidos por bruscos picos de
crecimiento (correspondientesa la recuperación del individuo tras la explotación).
[page-n-161]
Capitulo VI
LA PROBLE~PL&TICAARQUEOL~GICADE LOS YACIMIENTOS
DEL NOROESTE PENINSULAR
Los yacimientos de la región Eurosiberiana de nuestro estudio se concentran en el sector noroccidental peninsular, desde la
fianja costera hasta la zona más continental, ya en contacto con
las tierras interiores de la Meseta, coincidiendo grosso modo con
la región gallega, pero distribuidos por gran variedad de ambientes ecológicos. Contamos con un número bastante elevado de
yacimientos para esta región, pero cubre una secuencia cronológica muy amplia, que hace que el panorama sea aún incompleto
para determinados momentos de la misma (fig. 6.1). Por esta
razón, la secuencia cultural que desarrollamos a continuación
recoge únicamente los periodos a los que se adscriben los yacimientos analizados, con el fm de presentar el contexto arqueológico cultural dentro del cual hemos planteado la pertinente problemática antracológica.
En la región Eurosibcriana contamos con dos tipos de yacimientos: los arqueológicos, con una secuencia más o menos prolongada, aunque la mayoría con una ocupación breve en el tiempo; y los depósitos naturales, originados tras fases de incendios
no asociados directamente a vestigios de actividad antrópica.
Metodológicamentehablando, esta división resulta muy emiquecedora, pues ha permitido integrar en una misma secuencia los
datos procedentes de registros de génesis muy diferente, a los
que se ha tenido que aplicar estrategias de recogida, procesado e
interpretación del material adecuadas. Los segundos son los que
han ofrecido una secuencia más prolongada, como es el caso del
depósito de Mougás, donde se ha logrado muestrear un perfil
cuyas dataciones más antiguas rondan el 18000 BP y que llega
hasta el Holoceno reciente. De esta f o m se ha obtenido una
secuencia de vegetación que sirve de referencia a otras más breves en el tiempo, procedentes de episodios de fuegos naturales
más aislados, o de niveles arqueológicos de ocupación puntual.
Para esta región contamos además con una completa secuencia
polinica, que ha resultado muy útil para contrastar, completar e
integrar nuestros datos.
En general, en el sector noroccidental peninsular, existen
grandes vacíos de conjuntos materiales con un contexto estratigráfico claro, sobre todo para 6pocas prehistóricas, lo que se atribuye a la difícultad de realizar prospecciones en áreas con densa
Fig. 6.1. Cronología de los yacimientos arqueológicos y depósitos
naturales estudiados en la región Eurosiberiana.
[page-n-162]
cubierta vegetal o muy activas geomorfológicamente. En las últimas décadas, sin embargo, esta visión de vacío ocupacional está
cambiando a la luz de los nuevos datos aportados por las prospecciones y excavaciones, aunque muchos de los resultados se
encuentran todavía en proceso de análisis o revisión.
VI.1. LA SECUENCIA CULTURAL
El Paleolítico superior se desarrolla en Europa durante el
Estadio Isotópico 2, es decir, desde el final del interestadio Wünn
IJ./iII hasta el Wünn IV o Tardiglaciar. Este periodo se caracteriza por una serie de innovaciones creativas que se manifiestan
entre los grupos de Horno sapiens sapiens, en cuanto a tecnología, explotación del medio y otras evidencias culturales, tales
como el apogeo de la talla laminar, la industria ósea y el comienzo del arte figurativo. Gran parte de las actividades humanas estaban sometidas a un condicionamiento ambiental cambiante con
las fluctuaciones climáticas que se producen en estos momentos.
La composición de las manadas de animales y la cobertura vegetal dan como resultado una cierta variedad de paisajes y ecosistemas, cuya fmctificación estacional de los recursos vegetales y
movimientos migratorios de los animales condicionaron los
periodos de sedentarismo estacional y migraciones de las poblaciones humanas (Otte, 2000; Price y Peterkin, 2000; Koetje,
2000; Pokines, 2000). La tendencia más generalizada en cuanto
al hábitat es la de ocupar cuevas y abrigos cercanos a la franja
costera y a poca altitud en el interior dominando amplias zonas
de captación de recursos, mientras que se ocupaban otras cuevas
y abrigos con peores condiciones para la realización de actividades especificas.
Para la península Ibérica, Breuil y Obermaier dividieron el
Paleolítico superior en dos grandes regiones: la cantábrica, que
presenta una estrecha relación evolutiva con el sudoeste francés
(Aquitania y Pirineo) y la meditednea, más semejante al
Mediodía Francés y el Meditemáneo occidental (citado en
Barandiarán et alii, 1998: 50). La región cantábrica presenta una
gran densidad de yacimientos pertenecientes al Paleolítico superior, enlazando con los grandes núcleos de ocupación de
Aquitania y el Pirineo occidental, aunque en el extremo opuesto,
es decir, el sector noroccidental peninsular, apenas existen evidencias de ocupación de este periodo.
La acumulación de agua en los casquetes glaciales durante
los episodios würmienses provocó descensos del nivel marino de
entre 100 y 170 metros (Shackleton y Opdyke, 1973; Chapell y
Shackleton, 1986). Para las costas peninsulares, los estudios aplicados al sector noroccidental peninsular muestran esta misma
dimimica de descenso del nivel marino entre 120-140 metros para
la costa norte de Portugal durante el máxiino glacial, dejando al
descubierto unos 5 a 7 km de t i m hoy sumergida, donde sin
duda proliferarían los asentamientos humanos (Días, 1985;
Rodrigues et alii, 1991). Yacimientos como El Castillo, Cueto de
la Mina, La Paloma, Morín, Santimamiñey Aitzbitarte N, son los
que presentan actualmente algunas de las secuencias más completas para todo el Paleolítico superior (Barandiarán et alii, 1998:
55; Bemaldo de Quirós, 1982).
En el sector noroccidental peninsular existe actualmente cierto vacío de información en lo que respecta a todo el Paleolítico.
Para algunos autores, esta ausencia de restos podía deberse a la
escasez de cuevas en toda la región, lo que habría obligado a los
grupos humanos a establecer lugares de hábitat al aire libre que
no se hubieran conservado hasta nuestros días (Obermaier, 1923),
aunque se llegó incluso a la idea de que esta área constituía una
zona límite donde no habían llegado las evidencias de este periodo (Breuil y Zbyszewski, 1942). Sin embargo, no hay que olvidar
la escasez de prospecciones realizadas en la zona. Además de la
existencia de yacimientos al aire libre de los que apenas se conserva material, otro problema añadido a la conservación de los
conjuntos en su contexto estratigráfico lo constituye el rejuvenecimiento continuo de los suelos sometidos a dinámicas de ladera
en varios yacimientos en cueva conocidos, y la mala conservación de los restos paleontológicos en los substratos ácidos dominantes en la región (Llana et alii, 1991-1992: 16).
Con el fín de la última glaciación y la instauración de las condiciones más atemperadas del Holoceno, la relativa uniformidad
magdaleniense de la península Ibérica se desintegra dando paso a
la adopción de diferentes estrategias regionales de adaptación a
las nuevas condiciones climáticas y ambientales durante el
Epipaleolítico. La desaparición de los grandes mamíferos de las
praderas y estepas reinantes en el continente europeo durante los
máximos glaciales, se sustituye por especies más pequeñas, propias de ambientes forestales que acompañan el desarrollo de la
cubierta vegetal templada. Estos cambios se traducen en la caza
de animales de pequeño tamaño, una atención especial a los
recursos acuáticos, la recolección de frutos y bayas conservables
a lo largo del año, etc.; en fin, un enriquecimiento y diversificación de los recursos, cuyas estrategias de explotación acentúan la
dinámica de sedentarización y migracionismo estacional observada durante el Magdaleniense, y que precisa de un utillaje especifico para el desarrollo de estas actividades.
En la región Eurosiberiana de la península Ibérica se pueden
distinguir dos estrategias de adaptación a las nuevas condiciones.
Por un lado, en toda la comisa cantábrica se desarrolla el complejo denominado Aziliense, heredero d i c t o de la tradición
magdaleniense, acentuándose el proceso de microlitización y
simplificación de las industrias líticas, continuidad que se observa en la falta de rupturas en la ocupación de los yacimientos de la
zona desde el Magdaleniense (Barandiarán et alii, 1998: 97-98).
Por otro, existen una serie de manifestaciones culturales postpaleolíticas caracterizadas por utilizar guijarros y otros soportes
macrolíticos para la fabricación de un utillaje lítico, que presenta
reminiscencias de tipos anteriores adaptados a las nuevas necesidades, entre las que destaca el Asturiense de la franja cantábrica
más occidental, y otras manifestaciones "pseudoasturienses" que
se concentran en la cuenca baja del Miño, en la frontera entre
Galicia y Portugal. Éstas se caracterizan por la presencia de útiles cercanos a los picos asturienses, hachas o hendedores y restos
de concheros con abundancia de especies típicamente holocenas.
En general, este periodo es poco conocido en el noroeste ibérico, existiendo una disíribución de la ocupación (o al menos de
los datos disponibles) desigual en el temtorio. Destaca cierta
concentración en las sierras septentrionales lucenses, gracias a la
actividad investigadora del Museo de Prehistoria de Villalba
(Lugo) (Suárez Otero y Fábregas Valcarce, 2000: 137).
Actualmente, la investigación sobre el Paleolítico-Epipaleolitico
en el noroeste peninsular ofrece otras perspectivas mas optimistas. La adscripción del yacimiento de Xestido iIi (Abadín, Lugo),
a una fase del Epipaleolitico avanzado le confíere un interés
especial en varios aspectos: la presencia de este yacimiento en
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una zona donde existía un gran vacío de evidencias de ocupación,
tanto del Paleolítico superior (con excepción de la Cova da
Vaüña) como del Epipaleolítico (se encuentra en las estribaciones
más occidentales del foco asturiense), así como por constituir uno
de los pocos testimonios de estructuras arqueológicas para este
periodo (Ramil Soneira et alii, 1986,1991).
Otros trabajos recientes han puesto de manifiesto la necesidad de intensificar las prospecciones, ya que existe cierta "invisibilidad" del registro arqueológico en determinadas áreas, que sí
se aprecia en las zonas en las que la cubierta vegetal es más escasa y existe acceso a cortes estratigráficos, demostrando por lo
tanto, que la prospección superficial no siempre es una buena
herramienta de detección de los restos. Resultan especialmente
interesantes los trabajos realizados en el área de Nordés
(Valadouro, Lugo), en la zona central de la Serra do Xistral,
donde se localiza el yacimiento de Xestido 111 (López Cordeiro,
2002: 64). En esta zona estaba documentada desde los años 70 la
presencia de niveles de ocupación del Paleoiítico superior fínal
(al norte de la Terra Chá, con dataciones próximas al 9000 BP) y
epipaleolíticos (con la datación del 7310 160 BP, 6500-5800
cal. BC de Xestido 111) (Femández Rodríguez y Ramil-Rego,
1992). En 1998, la construcción de una serie de parques eólicos
en la zona obligó a la realización de una intervención en forma de
prospección superficial, limpieza y documentación de perfiles y
realización de sondeos manuales con metodología de excavación
arqueológica. Como resultado, se obtuvo la localización de hasta
23 puntos de concentración de industrias líticas. La mayor parte
se caracterizan por la utilización de materias primas locales (cristal de roca, cuarzo y cuarcita) y por el predominio de los restos
de talla y lascas simples.
A partir de este estudio se constató un hecho interesante: la
ocupación sistemática de los espacios circulares definidos por
afloramientos rocosos que cumplen características de situación
dominante sobre el paisaje y zonas de tránsito o control de recursos, e intervisibilidad entre elios. Son ejemplos de estos emplazamientos la dorsal de Pena Vella o la que comunica la cuenca de
Meixóns con el área de Xestido, donde se ha recuperado una
industria Utica abundante. La proliferación en los últimos años de
este tipo de intervenciones están acabando con la imagen de
vacío ocupacional del sector noroccidental y en su lugar ha surgido una idea de "continuidad espacial en el paisaje", en la que la
heterogeneidad de concentración de restos se debe fundamentalmente a procesos postdeposicionales de tipo natural (López
Cordeiro, 2002).
*
VI.1.2. EL NEOL~TICOEN EL NOROESTE PENINSULAR: DE LAAPARICIÓN DE LA
AGRICULTURAAL FENÓMENO TUMULAR
El estado actual de la investigación sobre el Neolítico en el
sector noroccidental peninsular esta viviendo grandes avances en
la última década. La imagen de vacío de información, sobre todo
en lo que se refiere al inicio de la agricultura, y que resultaba
extensible a casi toda la franja cantábrica, está siendo matizada a
la luz de los nuevos datos arqueológicos y paleobotánicos. Es
cierto que hasta época muy reciente, la mayor parte de estudios
se han centrado sobre todo en los periodos con mayor tradición
en la investigación, como es el caso del megalitismo o la cultura
castreña en Galicia (Vázquez Varela, 1988: 329; Rodríguez
Casal, 1998: 956).
El Neolítico propiamente dicho, es decir, antes de la aparición del fenómeno megalítico, es un periodo mal conocido en la
Prehistoria del noroeste ibérico. Esta falta de datos ha sugerido en
varios momentos de la historia de la investigación, que la aparición del modo de vida neolítico (como innovación económica,
social y tecnológica) fuera contemporhnea al inicio del megalitismo. Esta hipótesis ha sido rebatida por el descubrimiento de un
Neolítico pre-megalítico, como se ha documentado en el yacimiento de O Reiro (Arteixo,A Coruña) en el que aparece un nivel
con restos de cereal y fragmentos cerámicas, datado en 6590 h 70
BP (CSIC 508), 5775-5260 cal. B.C. (Ramil Soneira, 1973; Saá
Otero, 1985; Saá Otero y Díaz-Fierros Viqueira, 1986, Fernández
Rodríguez y Ramil-Rego, 1992). La datación resulta un tanto
antigua dadas las cronologías de la secuencia regional, siendo
contemporánea al Epipaleolítico-Mesolítico reciente B (JuanCabanilles y Martí Oliver, 2002: 59), por lo que actualmente también se baraja su asdcripción a este periodo.
También apunta a la hipótesis de un Neolitico pre-megalitico
la existencia de íiagmentos cerhmicos en los suelos sobre los que
se asientan los megalitos o en los sedimentos de construcción del
túmulo de los mismos, que indican una anterioridad estratigráfica de la aparición de la cerámica (Suárez Otero y Fábregas
Valcarce, 2000: 138). Se trata de una cerámica en la que destacan
las decoraciones impresas (con matrices de diñcil identificación,
tipo conchas, punzones, etc.), incisas (sobre todo decoradas en
los bordes y en bandas onduladas)y lisas. Las formas son simples
(aunque en la mayor parte de los conjuntos son dificiles de
reconstruir debido al alto indice de fragmentación): hemiesféricas, vasos globulares, en forma de botella, ovoides, escudillas,
etc. Las evidencias de este primer Neolítico se extienden sobre
todo por la franja litoral atlántica, en la península de El Morrazo,
el litoral de Pontevedra o las proximidades de A Coruña, territorio que se amplía con el inicio del fenómeno megalítico. En la
industria íítica de O Reiro y A Cunchosa se evidencia en general
una perduración de la tradición microlaminar del Epipaleolítico
(Suhrez Otero y Fábregas Valcarce, 2000: 139; Siihrez Otero,
1983; Rodríguez Casal, 1998). En el caso de A Cunchosa, la cerámica e industria lítica documentadas en el primer momento de
ocupación han sido vinculadas por la similitud de los conjuntos
con un horizonte neolítico pre-megalítico de los niveles superiores del conchero de Moita do Sebastiao y otros yacimientos neoUticos de la Estremadura portuguesa, como Vale Pincel o A Fonte
Sesimbra, entre otros (Rodríguez Casal, 1997: 45 1; Suárez Otero,
1997: 488; Soares, 1992; Soares y Tavares da Silva, 1992). El
yacimiento de O Regueiriño (de la Peña Santos, 1984a) constituye un caso muy interesante en la investigación del Neolitico
atlántico en general, pues se ha documentado en él dos horizontes de ocupación, uno antiguo con rasgos típicos de origen europeo y alguna expresión más local de fines del V" rnilenio, y otro
algo más reciente con rasgos del Neolítico local (Suárez Otero,
1997: 493).
En la península de O Morrazo (Pontevedra) existen evidencias para este momento de una ocupación estrictamente costera
en la misma rasa litoral o en tomo a los cursos de agua de las
laderas inmediatas; yacimientos como O Fixón (con u& datación
de 4820 120BP-Garcia-Lastra Merino, 1984,1988), Ensenada
de Barra, O Rabelo, Lavapés o Punta do Cabalo presentan horizontes neolíticos con un escaso registro material que evidencian
ocupaciones breves (aunque en el caso de Lavapés, la existencia
de hogares, restos de molinos de mano, etc., no deja lugar a dudas
sobre el carácter habitacional del mismo). Este sistema de ocupa-
*
[page-n-164]
ción del territorio puede estar en relación con el que se observa
en el sur de Portugal para el Neolítico antiguo, es decir, una
amplia dispersión de la población que se traduce en pequeños
yacimientos de escaso registro material (Soares, 1992; Soares y
Tavares, 1992). Los conjuntos de materiales ofrecidos por estos
yacimientos se caracterizan por una cerámica de superficies pulidas y10 bruñidas, de muy buena calidad, la mayor parte con forma
de cuencos hemiesféricos, además de un grupo de cerámicas
decoradas mediante líneas corridas incisas formando triángulos o
reticulas, impresiones de espátula apuntada y biselada, ungulaciones y digitaciones y varios fragmentos con decoración incisa,
mediante líneas paralelas en el exterior y suaves impresiones con
punzón fino en el interior. Entre las formas, se han reconocido
dos cazuelas carenadas con agujeros de suspensión (de la Peña
Santos, l984b).
Este panorama de ocupación concentrada en la línea de costa
lleva a los autores a plantearse qué ocurre con los territorios más
interiores que aparecen densamente poblados en momentos posteriores, durante el megalitismo (Suárez Otero, 1997: 497). El
hallazgo de posibles asentamientos en la zona de transición al
interior gallego, tales como O Cotón (Santiago de Compostela)
de cronología epicardial o neolitico antiguo evolucionado, O
Torroso (Bocelo, A Coruña) y Rebordiños Iii (Mondariz,
Pontevedra) plantea la necesidad de prospecciones más intensivas en las zonas interiores, así como de analizar más a fondo la
posible relación de estos asentamientos con otros megaliticos
muy próximos espacialmente. En general, las evidencias apuntan
a un primer momento de neolitizaeión con rasgos propios de
momentos avanzados del Neolítico atlántico de otras regiones
europeas, mientras que la implantación de estos rasgos locales se
produce de foma paralela al desarrollo del fenómeno megalítico
(Suhrez Otero, 1997: 503).
Las facies más avanzadas del Neolítico en el noroeste coinciden con el surgimiento del fenómeno megalitico. El momento de
aparición de las primeras cámaras simples sin corredor se data a
mediados del V milenio cal. BC. Para algunos autores, la construcción de estos tipos coincide con enterramientos de carácter más
individual, quc en una scgunda ola de construcciones a comienzos
del IV milenio cal. BC adquieren el corredor y se convierten en
colectivos (Suárez Otero y Fábregas Valcarce, 2000: 141).
Recientes dataciones realizadas a partir de pinturas en los dólmenes de corredor muestran un intervalo entre 3900-3600 cal. BC
para el periodo inicial de estos monumentos (Carrera Ramírez y
Fábregas Valcarce, 2002: 162), coincidiendo con la cronología que
Alonso y Bello (1997) habían establecido para su surgimiento.
Una de las mayores concentraciones de manifestaciones del
fenómeno megalítico en el noroeste ibérico se da en la necrópolis Peinador-Galiñeiro, situada entre la ría de Vigo y la actual
frontera con Portugal (Abad Gallego, 1993) y con dataciones
situadas fundamentalmentea lo largo del iii Milenio cal. BC (de
la Peña Santos, 1985-1986). Algunas dataciones problemáticas
han sido invalidadas más recientemente, como la de 6575 35
BP (GrN-19620) para La Mámoa no 6 de Chan do Prado, incoherencia que ya fue apuntada por el autor según el material hallado
en ella, que contenía fragmentos de cerámica de tradición campaniforme y un diente de hoz (Abad Gallego, 1993). El ajuar
característico de estas construcciones incluye hachas y m e l a s
pulimentadas, puntas de flecha, láminas y laminillas de sílex,
microlitos, piezas de molino y numerosos fragmentos cerámicos,
algunos con decoración incisa y con impresiones de peine, que la
sitúan en un momento de tradición campaniforme.
*
La frecuente invalidación de fechas radiocarbónicas debido a
sus altas desviaciones constituye uno de los principales problemas a la hora de realizar periodizaciones sobre el fenómeno
megalítico, de manera que más recientemente, las hipótesis cronológicas se basan en la seriación tipológica de la arquitectura y
materiales de los monumentos, y en la extrapolación de los datos
del norte de Portugal (Alonso Matthías y Bello Diéguez, 1997:
507). Esta evolución se ha documentado bien en la serie de dataciones del dolmen de Dombate, con los siguientes periodos: uno
datado entre 3100-3030 cal. BC en el que se documenta la preparación y primeras utilizaciones del área de entrada al monumento en el límite del túmulo, otro datado entre 2817-2691 cal
BC, contemporáneo al sepulcro de corredor de Os Campiños
(Fábregas Valcarce y de la Fuente Andrés, 1991-1992) y un tercero que coincide ya con violaciones de los grupos campaniformes situado en la segunda mitad del IIi Milenio cal. BC (Alonso
Matthías y Bello Diéguez, 1995). El final del fenómeno megalític0 en el noroeste peninsular se da en la segunda mitad del iii
Milenio cal. BC, contando con una de las dataciones más recientes en el yacimiento de A Fontenla, del 4410 i 50 BP y se generalizan las inhumaciones en espacios pequeños, tipo cistas o fosas
simples, que anuncian la inhumación individual de los periodos
Campaniforme y del Bronce (Rodríguez Casal, 1998). En estos
momentos finales del periodo megalítico se documenta la existencia de representaciones esquemáticas antropomorfas en el
corredor de los monumentos funerarios, lo que ha sido interpretado por los autores como una mayor complejidad del ceremonial
de enterramiento (Bello Diéguez, 1995; Suárez Otero y Fábregas
Valcarce, 2000: 141).
El material asociado a las construcciones megalíticas está
compuesto por elementos de tradición epipaleolítica, otros propiamente neolíticos como puntas de flecha de base triangular,
hachas de piedra pulida de factura bastante tosca y cerámicas
lisas, impresas y con acanaladuras, además de un tercer grupo de
materiales encuadrables en conjuntos calcolíticos para momentos
más avanzados (Rodríguez Casal, 1997: 458; Fábregas y de la
Fuente Andrés, 1988). En momentos de pleno desarrollo tumular
existe una mayor variedad de útiles y elementos de adorno como
los collares de cuentas de variscita. En los momentos previos al
Campaniforme, la cerámica presenta una decoración a base de
motivos lineales, puntillados geométricos, cordones e impresiones de conchas de Pecten. Esta estratificación de los ajuares
megalíticos se ha documentadobien en los monumentos que presentan una ocupación prolongada, tales como la necrópolis de
Pamubeira (Rodriguez Casal, 1989), Os Campiños 6 (Fábregas y
de la Fuente Andrés, 1991-1992) o el dolmen de Dombate (Bello,
1996).
Otro tipo de manifestaciones funerarias neoirticas no asociadas a monumentos megaliticos se caracterizan por una enorme
variedad de tipos, cuyas causas geográficas, culturales, económicas, estéticas, etc. están aún por delimitar. Parece ser que la construcción de dólmenes y los enterramientos en cueva conviven de
forma sincrónica en zonas separadas, los segundos inevitablemente relegados a zonas de substrato calcáreo que permitan el
desarrollo de cavidades para ello (Fabián García, 1995;
Armendáriz y Etxebem'a, 1983; Apellániz y Nolte, 1967). Es el
caso del enterramiento del Nivel 2 de Pala da Vella, datado en
4500 35 BP (GrA-1021) y 4790
120 BP (GrN-19395)
(Fernández Rodríguez et alii, 1996). Es hacia la primera mitad
del iii rnilenio cal. BC cuando este tipo de enterramientos se
hacen más abundantes y adquieren generalmente un carácter
*
*
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colectivo. A este momento pertenece el Nivel 111de Peña Larga,
del 4470 k 160 BP y los niveles más antiguos de Urtao 11, con
fechas de 4490 i 170 y 4160 i 120 BP. Estas manifestaciones se
multiplican notablemente a partir de estas fechas y sólo decaen a
finales de la Edad del Bronce.
Los datos económicos disponibles para la introducción de la
agricultura y para las estrategias de subsistencia durante el
Neolítico en el noroeste son muy limitados. En el ámbito de la
agricultura, las evidencias se reducen prácticamente a la presencia, en la mayor parte de los estudios paleobotánicos, de plantas
niderales, un pequeño conjunto de cereales y la documentación
de procesos de deforestación llevados acabo para puesta en cultivo de espacios forestados; estas evidencias de deforestación
comienzan en el primer tercio del V milenio cal. BC, en forma de
episodios breves previos a la aparición del cereal en los yacimientos (Ramil-Rego, 1992). Las hipótesis que se han manejado
al respecto de estas prácticas están en relación con algún tipo de
aclarado del bosque para facilitar la caza de animales. Sólo a partir de mediados del V milenio BC se da la primera documentación
de polen de cereal en el noroeste, que se generaliza a la mayor
parte de los espectros en el IV milenio BC (Ramil-Rego, 1993b).
La abundante presencia en los yacimientos de hachas de sección
circular se ha puesto en relación con esta práctica y con la de preparar la tierra para el cultivo (Rodríguez Casal, 1997: 450).
En cuanto a la ganadería, la mala conservación del registro
óseo en los suelos ácidos merma en gran medida las posibilidades de documentación de esta práctica en la mayor parte de los
yacimientos, pero en general se puede decir que no existen evidencias de la presencia de animales domésticos para momentos
anteriores al megalitismo. Parece que la alimentación de los primeros grupos neolíticos se basaba aíui en gran medida en la caza
a pequeña escala y en la pesca (Rodríguez Casal, 1997: 450). Se
ha definido la economía de estos grupos como un sistema mixto,
en el que la agricultura y el pastoreo con trashumancia estaciona1
se complementan con la explotación de reciirsos naturales, dando
lugar a pequeñas comunidades agrícolas itinerantes (Aira y
Vázquez Varela, 1985).
El proceso de completa adopción del sistema agropecuario por
las sociedades neolíticas del noroeste peninsular ha sido estructurado en las sigiiientes fases (Fábregas Valcarce et crlii, 1997):
Desde aproximadamente el 7500 BP y en los momentos previos a la aparición del polen de cereal se documentan en las
proximidades de los asentalnientos humaiios procesos de
deforestación (Ramil Rego, 1992), asociados con el aclarado del bosque para facilitar la caza en un primer momento,
y posteriormente para la puesta en cultivo del terreno. En
estos momentos existe una continuidad con la economía
cazadora y de aprovechamientode los recursos marinos del
Epipaleolítico.
En torno a 5800-5500 BP en los territorios meridionales
gallegos y norte de Portugal y del 5500-5000 BP en los
septentrionales, se datan las primeras apariciones de polen
de cereal en los yacimientos (5490 i 90 BP en Pena Veira,
antes del 5475 40 BP en Chan do Lamoso, antes del 5400
i 40 BP en Lama de Porto Chao). Las evidencias sugieren
la existencia para estos momentos de grupos agropastorales itinerantes, que dan lugar en el registro arqueológico a
asentamientosde pequeñas dimensiones y una discontinuidad en la presencia del cereal en las secuencias.
En el V milenio BP se produce un incremento de la impor-
tancia relativa de la agricultura en el sistema económico,
evidenciada a través de la multiplicación de yacimientos,
de los restos carpológicos y polínicos (Ramil-Rego,
1993b), de los hallazgos de molinos, útiles pulimentados y
vasos de gran capacidad para el almacenamiento y de la
impronta humana en el paisaje. Se puede hablar ya de una
consolidación del sistema agrario, aunque las actividades
cinegéticas y de recolección de h t o s silvestres siguen
teniendo una importancia relativa en la alimentación
humana.
VI.1.3. LA EDAD DEL BRONCE EN EL NOROESTE
PENINSULAR. OR~GENESDE LA INVESTIGACI~N
Y NUEVOS ENFOQUES
Hasta fechas muy recientes, la metalurgia y las manifestaciones funerarias han sido los ímicos puntos de partida del estudio
de este periodo en el noroeste peninsular, y sólo a partir de los
años 80 se ha dado un nuevo enfoque a la investigación para
intentar completar los vacíos de información existentes en los
ámbitos económico, social y de otras facetas de la cultura material (Ruiz-Gálvez Priego, 1987; Suárez Otero, 1993). Dentro de
esta línea, el interés por el estudio de los lugares de hábitat supone un gran paso en la investigacióny una nueva perspectiva hacia
la diversificación del material recuperado en contexto (Csiado
Boado, 1991; Criado Boado et nlii, 1990, 1991).
La región atlántica (en la que se incluye Galicia, la Bretaña
francesa o el suroeste de Inglaterra) se tenía como zona pionera
en la adopción de la metalurgia, al recibir las influencias centroeuropeas de forma más temprana que otras áreas interiores de la
península Ibérica. Sin embargo, a pesar de estas primeras manifestaciones, la metalurgia a gran escala no se generaliza hasta el
Bronce Final. De hecho, es frecuente que en muchos yacimientos
datados en estos momentos tempranos esté ausente por completo
el metal, por lo que algunos autores argumentaban la poca coherencia de la clásica periodización basada únicamente en este
material (Ruiz-Gálvez Priego, 1987).
La Edad del Bronce se define actualmentepor la presencia de
elementos metálicos y tipos cerámicos concretos, como los vasos
Taraio, las formas tronco-cónicas o la perduración de tipos campaniforme~,sobre todo lisos, cerámicas de fondos planos y recipientes de hombros niuy marcados (Criado Boado et nlii, 1991).
Los nuevos asentamientos se sitúan buscando el dominio de
zonas de vaguada y valles fluviales. Parece ser que la tecnología
no permite en este momento el cultivo del fondo de estos valles,
de manera que se practica la tala y quema del bosque para la
puesta en cultivo, complenientadocon actividades de ganadería y
recolección de recursos silvestres (Fábregas Valcarce y RuizGálvez Priego, 1997; Fábregas Valcárce y Meijide Cameselle,
2000). El registro polínico y carpológico que ofrecen algunos
yacimientos del noroeste ibérico muestra una actividad agrícola
incipicntc basada en el cereal y Brassica, y apoyada en la recolección, entre la que tiene un papel fundamental la bellota
(Ramil-Rego, 1993b).
Este patrón de grupos humanos todavía móviles, que realizan
una ocupación y explotación extensivas del territorio, se inscribe
dentro de una tendencia general europea, cuyo carácter estacional
es la causa fundamental de la pobreza de información habitacional y económica durante el 111 milenio cal. BC, a pesar de la
orientación reciente de la investigación hacia estos ámbitos
(Ruiz-Gálvez Priego, 1993).
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La investigación de la Edad del Bronce en el noroeste peninsular presenta cierta concentraciónen determinadas áreas que han
sido objeto de prospecciones más o menos intensivas pero que,
desgraciadamente en la mayor parte de los casos, no han ido
acompañadas de otro tipo de intervención. Es el caso de las
penínsulas del Morrazo y Barbanza, el conjunto formado por la
Sierra de Bocelo y el valle del Furelos (A Coruña). Se trata en
todos los casos de yacimientos al aire libre.
En la península del Morrazo se han documentadovarios yacimientos, entre los que se encuentran el de O Fixón-A Costa da
Seixeira (Suárez Otero, 1983, 1993,1995; García-Lastra Merino,
1984) y Lavapés (de la Peña Santos, 1984c), que posteriormente
a su primera atribución cultural ofreció una datación algo más
antigua para su "horizonte reciente", de 3930 120 BP, 1980 cal.
BC (Gak-11188). El conjunto cerámico de O Fixbn-A Costa da
Seixeira corresponde a una concentración de material en superticie en torno a un pequeño curso de agua, que el autor situó en el
Bronce Inicial (aproximadamente a partir del 1800-1700 BC) y
cuya característica material más notable era una mduración de
rasgos campaniformesevolucionados,como decoraciones a grandes franjas y fnsos, junto a cerámicas lisas denominadas de uso
común y algunos pequeños cubiletes cilíndricos interpretados
como okndas funerarias (Suárez Otero, 1995, 1997).
En un enclave muy próximo, en zona de media ladera, se
encuentra el propio yacimiento de O Fixón, con una datación de
3830 120 BP para un nivel de cerámica campaniforme evolucionada de carácter muy local y un nivel inferior que resulta
inclasificable por el grado de fragmentación del conjunto cerámico (García-Lastra Merino, 1984).
El "horizonte reciente" de Lavapés contiene tambibn estructuras indefdbles de piedra y varios hogares y un conjunto cerámico de casi 4.000 fragmentos, casi todos con decoración incisa
rectilínea metopada, que recibe el nombre de tipo Penha (de la
Peña Santos, 1984~).Aparecieron también algunas piezas de
molino, hachas de piedra pulida, puntas de flecha y varios fragmentos de láminas, así como restos de escoria adherida al interior
de algunos fragmentos cerámicos.
El yacimiento de Portecelo, O Rosal, Pontevedra, supuso una
contradicción al citado modelo que sitúa al noroeste peninsular
como zona pionera en la adopción de la técnica del metal, al ser
uno de los primeros estudiados que presentaban una ausencia
total de este material y una industria lítica de tecnología muy simple, que en otro contexto parecería "más típica del Paleolítico que
de la Edad del Bronce" (Vázquez Varela y Cano Pan, 1988; Cano
Pan, 1989). La ampliación del estudio a otros yacimientos cercanos demostró que éste no constituía una excepción, de manera
que los autores crearon el término de "cultura de los cantos tallados", para la que se baraja una hipótesis funcional.
En A Coruña, una prospección llevada a cabo en 1988 en la
Sierra de O Bocelo y el valle del Furelos, puso de manifiesto
varias concentraciones de material de diversas épocas (Criado
Boado et aiii, 1991). Entre ellas, el yacimiento de A Lagoa ofreció gran cantidad de cerámica decorada a base de puntillado. Otro
conjunto de concentraciones de material se identificó en las
inmediaciones del yacimiento campaniforme de Morcigueira, en
la margen sur de la Sierra de O Bocelo (Vázquez Varela y Criado
Boado, 1981; Criado Boado et alii, 1991). El yacimiento de
Morcigueira (adscrito por lo autores al Bronce Inicial), junto al
de O Cargadoiro, en Vilar, Santiago de Compostela (Acuña
Castroviejo, 1987), constituye uno de los pocos testimonios de
esta cronología en tierras del interior noroccidental.
*
*
Por último, en el extremo suroeste de la península de
Barbanza (A Coruña) se sitúa el yacimiento de Os Pericos. Se
trata de un abrigo con niveles de ocupación humana, muy posiblemente un hábitat, con un supuesto enterramiento. El material
recuperado se reduce a un vaso decorado con líneas paralelas
puntilladas y motivos en zig-zag, realizado con un peine de púas
de sección cuadrada-rectangular, muy cercano al hallado en
Morcigueira (Vázquez Varela y Criado Boado, 1981).
El yacimiento de Pala da Vella constituye un ejemplo más en
vía de estudio de este periodo. En la provincia de Ourense apenas
hay yacimientos datados en este momento que sirvan de referente. Existen algunos yacimientos de la Edad del Bronce que fueron localizados mediante una campaña de prospección realizada
en la comarca de Bande, como son la Illa de Pazos o Corgueira,
en los que no se ha llevado a cabo ningún tipo de intervención
(Rodríguez Cao, 1991).
A pesar de la escasez de material que ofrecen los conjuntos
estudiados y el vacío de información a nivel regional, los estudios
más recientes sobre la Edad del Bronce en el noroeste peninsular
están orientados a matizar la imagen de esta región como una
zona marginal que se abastece de las tardías reminiscencias culturales llegadas desde otros puntos de la península, y a integrarlo
dentro de un fenómeno que traspasa sus propios limites geográficos. Así, la primera gran ocupación del valle del Duero en tierras
leonesas se produce con el fenómeno megalítico, como resultado
de una penetración de la franja atlántica a través del sudeste
gallego, como se documenta por la existencia de algunos ídolos
comunes a ambos temtorios (Delibes de Castro y Fernández
Manzano, 1983). Una vez más se evidencia que las montañas
orientales gallegas constituyen una vía de unión natural entre la
franja atlántica y la Meseta a través de la cual discurren influencias tanto culturales como ecológicas. El yacimiento de Pala da
Vella se encuentra situado en esta zona de paso natural, por lo que
constituye un importante testimonio cultural de las relaciones
entre estos dos ámbitos.
171.2. PRESENTACI~NDE LOS
YACIMIENTOS
VI.2.1. LA COVA DA v A L ~ ~(CASTROVERDE,
A
LUGO)
La Cova da Valiña se encuentra a 620 metros de altitud, cerca
del río Valiña, del que recibe su nombre. Su descubrimiento se
produjo en los años 60, durante las voladuras efectuadas en un
afloramiento calizo de la zona para extracción de piedra, trabajos
que han afectado a parte del yacimiento y que dejaron en evidencia gran cantidad de restos óseos en superficie, aunque no fue
hasta 1987 cuando se descubrió la existencia de un nivel contextualizado de ocupación humana prehistórica, que fue atribuido
desde un primer momento al Paleolítico superior inicial, cronología que se ha confirmado tras el estudio del conjunto lítico, perteneciente al complejo Perigordiense (Llana Rodríguez et alii,
1987; Llana Rodríguez y Soto Barreiro, 1991; Llana Rodríguez et
aiii, 1991; Villar Quinteiro, 1989).
La boca de la cueva se abre en dirección suroeste, con unas
dimensiones de 1,s metros de longitud y 1,65 de altura, aunque
parte de la entrada se encontraba cegada por sedimento. La cámara principal tiene unas dimensiones máximas de 8,s metros de
longitud, 2 de anchura y 1,s de altura (fig. 6.2). Al fondo existe
una gatera que da paso a una segunda cámara algo más pequeña
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Fig. 6.2. Planta de la Cova da Valiiía.
y con 80 cm de desnivel con respecto a la anterior, aunque la morfología original de la cavidad se encuentra también alterada por
los desprendimientos producidos por las voladuras. Durante las
campañas de excavación llevadas a cabo durante los años 1987 y
1988 uno de los principales objetivos era reinterpretar esta morfología original de la cueva y determinar el periodo de ocupación
que se evidenciaba a través del material recuperado en superficie,
es decir, contextualizar en estratigrafia los conjuntos lítico y óseo
(Soto Barreiro y Llana, 1989).
La estratigrafia del yacimiento se ha reconstruido tomando el
cuadro 12-D como referencia, ya que presentaba una mayor
potencia, y en los cuadros adyacentes los estratos adquirían una
inclinación considerable de manera que también su potencia era
visiblemente menor. Se han distinguido los siguientes tres ciclos
(Fernández Rodríguez et nlii, 1993a; Llana Rodríguez et nlii,
1991):
El Ciclo 1 comprende los niveles que van de la superficie a
los 63 cm de profundidad. Se trata de material desplazado con las
Fig. 6.3. Estratipaña general de la Cova da Valiiía. El Nivel IV
corresponde a la ocupación humana datada en c.34800 BP
(denominadoNivel Arqueológico 0.
últimas voladuras y por lo tanto, alóctono del entorno de la cueva.
Es un nivel sin estructura y con hcción caliza y esquistosa alteradas, de color marrón alternando con niveles centimétricos amarillentos.
El Ciclo 11 va de los 63 a los 74 cm de profundidad. Es un
sedimento plástico, de color marrón a negro, con algunos nódulos, aunque con menor fracción que el suprayacente. Algunos de
los niveles de este ciclo presentan evidencias de fases alternantes
de encharcamiento, que dejaban lechos arenosos en la superficie.
El Ciclo IiI corresponde a todos los niveles que aparecen por
debajo de los 74 cm de profundidad. Presenta un sedimento
marrón rojizo oscuro, con muy poca fracción. Es el nivel arqueológicamente fértil, dentro del cual se han detectado dos momentos de ocupación. El más antiguo ha sido datado a partir de un
fragmento de hueso en el 34800 + 19001- 1500 BP (GrN-17729)
(Llana Roáríguez, 1990; Fernández Rodríguez y Ramil Rego,
1992) y el m& reciente se encuentra casi totalmente desmantelado por la acción de los clandestinos, de manera que sólo se puede
constatar su existencia. De este momento más reciente se ha
documentadotambién la presencia de un posible empedrado wnservado únicamente en elcuadro 14-E, que parece indicar la existencia de estructuras de hábitat en zonas cercanas a la actual boca
de la cavidad.
La secuencia estratigráfica de A Valiña ha sido documentada
a partir de diversos trabajos arqueológicos realizados en diversas
áreas de la cavidad. El mayor problema que existe en la actualidad con respecto a esta secuencia es la falta de correlación entre
los diversos sondeos excavados, además de la atribución cronológica problemática de algunos niveles (fig. 6.3).
En la zona de entrada a la actual cavidad se ha documentado
la presencia de un nivel infrayacente al de los restos arqueológicos y separado de éste por una línea de piedras calizas en disposición horizontal (denominado Nivel V). De este nivel se ha obtenido una datación radiocarbónica: 31730 + 2880 / - 2110, GrN20833 (Fernández Rodriguez y Ramil Rego, 1992) que pone en
evidencia la incoherencia con la datación del nivel arqueológico
superior. Algunos autores argumentan una fase de deposición
comparable a la establecida para el nivel arqueológico 0,
pero
la inexistencia de industria antrópica y el límite claro con el nivel
superior llevan a considerar una fase de deposición diferenciada,
[page-n-168]
.
tras la que se produciría un episodio frío y algo húmedo que originaría la crioclastia de la caliza evidenciada en el nivel de gelifractos que separa ambos niveles (Llana Rodríguez et alii, 1996:
104). Por lo tanto, la datación resulta dudosa a la luz del resto de
las evidencias estratigráficas.
En la misma zona de la cavidad se reconoce la presencia de
otro nivel de aporte sedimentario exterior (VI), que incluye materiales paleontológicos, muy escasos y con un alto grado de fragmentación, en el que se ha documentado la presencia de restos
óseos de liebre ártica y Microtrrs nivalis (Llana Rodrígiiez et aiii,
1996: 103).
En el tramo opuesto a la galería volada en los años sesenta
(extremo sur) se ha obtenido otro perfil estratigráfico, estableciéndose una correlación entre éste y el antes referido (Llana
Rodríguez et alii, 1996). En éste se ha documentado la presencia
del nivel con restos arqueológicos (IV) y del nivel infrayacenteV,
pero las dataciones obtenidas para éste idtimo (16420 70 BP,
GrN-20836 y 21870 + 7801 - 710 BP GrN-20835 -Ramil-Rego y
Fernández Rodríguez, 1995) resultan muy problemáticas, quedando evidenciada la presencia de numerosas fosas de animales.
La secuencia arqueológica y10 palentológica ha quedado
dividida fundamentalmente en dos niveles (1 y 2) de los cuales,
el Nivel 1 correspondería a la ocupación Chatelperroniense
(31000-35000 BP). El carbón de nuestro estudio procede casi
íntegramente de este nivel, aunque también contamos con inatenal de un nivel superior (Nivel O), menos fiable estratigráficamente ya que puede contener cierta mezcla de materiales más
recientes.
El conjunto Iítico recuperado en A Valiña ha sido uno de los
criterios fundamentales para apoyar la adscripción cronológica
del yacimiento al Paleolítico superior inicial, por su similitud con
los complejos Perigordienses (Villar Quinteiro, 1989). Es una
industria realizada mayoritariamente sobre lasca, con un predominio del retoque abrupto. Los tipos característicos son los cuchillos de dorso tipo Abrí Audi, las piezas de dorso en general sobre
fracturas retocadas y un claro predominio de buriles sobre raspadores, ya que los primeros presentan además una factura muy
cuidada mientras que los segundos son de calidad mediocre; los
buriles diedros y sobre fractura retocada son los que alcanzan los
mayores porcentajes. Se han identificado además un fragmento
de punta de Chatelperron y otros tipos considerados arcaicos o
del substrato, pero según la autora, su escasez no permite apuntar
a una fase temprana del Perigordiense.
Los estudios paleontológicos realizados en A Valiña incluyen
un conjunto óseo de macromamíferos de unos 225 restos y otro
muy numeroso de micromamíferos, ambos procedentes del Nivel
Arqueológico 1 (Ciclo DI) (Fernández Rodríguez et alii, 1993a).
La especie dominante entre los macrorrestos es el conejo
(01yctoIrgrri.s crrnicirlrrs), acumulación posiblemente resultado
tanto de las actividades cinegéticas antrópicas, como del aporte
de otros depredadores. En general, las especies identificadas pertenecen a medios templados, tales como Eqrnrs, Bos/Bison,
Dicerorhinzrs merki y lagomorfos para espacios abiertos tipo pradera, y Cervrrs elapliiis, Cnpreolrrs o Srrs scrofa entre otros para
espacios forestales, además de otros carnívoros (Femández
Rodríguez et alii, 1995b). Destaca la ausencia total de otras especies frías identificadas en yacimientos europeos de esta cronología. En cuanto a la microfauna, la acumulación de este tipo de
restos parece estar en relación con la alimentación de aves rapaces nocturnas. Entre este conjunto, que asciende a un mínimo 15
especies diferentes, destaca la presencia del topillo nórdico
(Microtrrs oeco~iomrrs),presente en otras zonas del continente
europeo y probablemente aquí al límite más meridional de su
óptimo de temperatura y humedad. En general, dominan las especies de espacios abiertos tipo praderas o brezales, aunque no estarían ausentes algunas pequeñas áreas forestadas.
La secuencia polinica de la cueva servirá de referente a los
resultados antracológicos que presentamos en este trabajo y que
desarrollaremos más adelante. La confrontación o correlación de
los datos obtenidos a partir del carbón aporta una interesante
información ecológica desde la perspectiva antrópica de la gestión de los recursos vegetales.
VI.2.2. EL YACIMIENTO DE XESTIDO IIi
(ABAD@, LUGO)
Xestido 111 está situado en la margen izquierda del río
Pedrido, en el municipio de Abadín, Lugo, junto al puente de
Xestido, del que recibe el nombre. Las primeras noticias de la
existencia del yacimiento se produjeron durante las prospecciones llevadas a cabo en los términos municipales de Villalba,
Xermade y Abadín, en las que se recuperaron importantes conjuntos Iíticos realizados sobre sílex, cuarcita y cristal de roca
(Ramil Soneira y Vázquez Varela, 1976). En esos niomentos se
documentó también la existencia del yacimiento cercano de
Xestido 1, que fue atribuido al Paleolítico superior Iinal por los
materiales de superficie. Los trabajos realizados consistieron en
la prospección del área localizada entre unas rocas graníticas, que
había sido utilizada como corral para estabulación del ganado
hasta época muy reciente. Entre la industria Iítica se recuperó un
canto tallado unifacialmente en cuarzo, una lasca de cuarcita con
retoque discontinuo sobre frente recto, un perforador, una hoja de
cresta y varias liojas y lascas de sílex y cristal de roca sin retocar.
Debido a la remoción de este estrato, aparecían también varios
fragmentos de cerámica, muy rodados y de pequeño tamaño,
entre los que se encontraba uno de Terra Sigilata y otros de época
reciente. Aunque las piezas liticas resultaban atipicas y no permitían una cronología aproximada, desde un primer momento los
autores argumentaron la existencia de una ocupación precerámica, debido a la evidente no asociación de ambos restos. Este descubrimiento (junto a los otros conjuntos hallados en las prospecciones) resultaba además de gran interés porque ponía fin al tópico de que en Galicia no existía una industria litica sobre sílex
(Raniil Soneira y Vázquez Varela, 1976).
A unos escasos 100 inetros de este yaciniiento, y al aire libre,
se encuentra Xestido U1, cuya excavación se llevó a cabo en 1986,
en dos grandes cuadriculas, A y B, de 10 x 30 y 20 x 40 m respectivamente, aunque parte de ambas se encontraba afectada por
la presencia de la escombrera de una cantera (fig. 6.4). La excavación afectó a unos 32 m=y se realizó también el acondicionamiento y limpieza de los cortes (Ramd Soneira et alii, 1991).
En la estratigrafía del yacimiento destaca la poca profundidad
de los perfiles a pesar de poseer varios horizontes edáficos bien
diferenciados. Este escaso desarrollo se debe fundamentalmente
a un continuo rejuvenecimiento del suelo y dos episodios erosivos claros, provocados por las condiciones de alta precipitación
imperantes en la zona. Se han documentado dos horizontes A,
separados por una línea de gravas y piedras documentada en
todas las cuadrículas excavadas, y un horizonte B con muy poco
desarrollo (Martínez Cortizas, 1990). El horizonte 2A es el que
resulta fértil arqueológicamente (Nivel Arqueológico 1) (fig.
6.5).
[page-n-169]
Fig. 6.4. Planta general de1 yacimiento de Xestido iii.
NIVEL O (REMONTE)
HORIZONTE IA
HOREONTE 2A
PIEDRA
HORIZONTE B
1
Fig. 6.5. Estratigaffa del yacimiento de Xestido iii.
[page-n-170]
mentos de círculo (2 %), un triángulo, una punta triangular y
microlitos diversos. En conclusión, esta industria está constituida
por un alto porcentaje (87 %) de útiles del substrato paleolítico y
un bajo porcentaje de microlitos y microbunles. Sin embargo, las
laminillas presentan una morfología distintiva, con retoques cuidados, continuos o en forma de escotadura, que ha sido caracterizada como propia de momentos postpaleolíticos (Ramil Soneira
et alii, 1991). Es frecuente encontrar industrias del
Epipaleolitico-Mesolítico reciente con una pervivencia de elementos del substrato "sauvetenoide", cn los que abundan los
trihngulos pigmeos y las puntas microlíticas de doble dorso,
como ocurre también en Aizpea o Kampanoste Goikoa (Cava,
1985, 1994, 1997), de manera que parece que el yacimiento de
Xestido iII se incluye en esta facies.
En la cuadrícula A del yacimiento se documentó una estructura de combustión en la intersección de los cuadros A-10 y A-1 1
(Ramil Soneira et alii, 1986), con una morfologia de cubeta rectangular, y unas dimensiones de 65 x 85 cm, x 7,2 cm de profundidad (fig. 6.7). Se encuentra asociada al suelo de ocupación epipaleolítica del yacimiento (horizonte 2A), pero no descansa
directamente sobre éste, sino sobre una gran laja de granito con
evidencias de haber sufndo una fuerte alteración. También aparece rodeada de forma discontinua por una serie de bloques de granito descompuesto. En las cuadriculas donde se encontraba la
estructura y las adyacentes aparecía una gran concentración de
materia orgánica carbonizada. Sobre uno de estos fragmentos de
carbón se realizó una datación radiocarbónica que dio la fecha de
7310 h 120 BP (GrN-16839). Además de esta concentración de
materia orghnica, el análisis edafológico del yacimiento dio como
resultado una concentración de fósforo en el cuadro A-10 superior claramente al resto, que puede ser el resultado de una con-
5 cm.
7
Fig. 6.6. Material Utico del yacimiento de Xestido IiI.
La industria lítica recuperada en el Nivel Arqueológico 1 de
Xestido iII se compone de un conjunto de 114 útiles clasificables
(76 % de1 total de restos líticos), realizados casi exclusivamente
sobre cuarzo, aunque también existen algunas piezas sobre cuarcita (fig. 6.6). La presencia del sílex se ha documentado pero es
anecdótica. Los tipos mejor representados son los raspadores
(10,6 %), generalmente sobre lasca, lascas retocadas (21,6 %),
perforadores y buriles (24,7 %), láminas retocadas (6,2 %), laminitas retocadas y de dorso (22,7 %), puntas de Sauveterre y seg1
I"------'7"--""-T--------1
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50 cm.
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1
CUBETA DE COMBUSTIÓN
GRANITO DESCOMPUESTO
CARB~N
S
-
Fig. 6.7. Planta (izquierda) y secciones (derecha) de la estructura de combnsti6n documentada en el yacimiento de Xestido 111.
[page-n-171]
centración de restos óseos. A partir de estos datos, el autor argumentó la existencia de una estructura de combustión y una zona
de actividad próxima en el yacimiento (Martínez Cortizas, 1990).
La gran concentración de restos liticos de talla en este cuadro
confirma la hipótesis.
cológico comparte estos mismos objetivos. Los resultados obtenidos a partir del carbón ofrecerán una imagen mucho más local
que la proporcionada por el registro polínico, de manera que
podremos conocer el posible impacto de la actividad agrícola en
el medio más inmediato al yacimiento.
VI.2.3. EL YACIMIENTO DE PRADO DO INFERNO
(MIJRAS, LUGO)
VI.2.4. LA PALA DA VELLA (BIOBRA, OURENSE)
El abrigo de Prado do Inferno, denominado también Abrigo
Vida1 1en la publicación de las primeras noticias (AIonso del Rey
y Vázquez Varela, 1976a) se encuentra situado en el Concello de
Muras, Lugo, a 520 m de altitud, en posición de ladera sobre el
río Eume. Su descubrimiento fue h t o de unas prospecciones
arqueológicas realizadas en la zona, que pusieron de manifiesto
la existencia de materiales en superficie pertenecientes al
Paleolítico superior final (Ramil Soneira, 1971; Llana, 1990).
Los niveles más superficiales se encontraban algo desmantelados
por actividades de extracción de piedra.
La excavación del abrigo mostró la existencia de una estratigrafía comparable a la del yacimiento cercano de Pena Grande
(Villalba, Lugo), que ha sido adscrito por el material recuperado
al Paleolítico superior final. (Ramil Soneira, 1971; Alonso del
Rey y Vázquez Varela, 1976b; Llana, 1990). Ésta consta de un
estrato de tierra vegetal de color muy oscuro, arqueológicamente
estéril, y otro estrato de tierra gris, fértil, que apoya directamente
sobre la roca madre (Alonso del Rey y Vázquez Varela, 1976a).
El material adscrito al Paleolítico estaba constituido por una
industria mayoritariamente sobre lasca, entre la que destacaban
varios buriles, raspadores, puntas de La Gravette atípicas, hojas y
hojitas de borde rebajado y puntas azilienses. El yacimiento fue
interpretado como un lugar de hábitat y taller.
En 1990 se llevó a cabo otra intervención en el abrigo con el
fin de corroborar la contextualización de los hallazgos. El nivel
de ocupación paleolítica se encontraba muy desmantelado, pero
se pudo centrar la intervención en un nivel de ocupación posterior, del que proviene la mayor parte de los materiales, y atribuido al Neolitico de forma provisional, que actualmente incluye
una datación del 4140 120 BP (Ramil-Rego, 1992). Esta cronología resulta interesante, al tratarse de la primera evidencia de
cereal en el registro polínico, de modo que se integra en el
momento de aparición de la agricultura en zonas de altura.
Un estudio edafológico realizado en varios yacimientos de la
zona ha permitido la individualización de tres ciclos sedimentarios en Prado do Inferno (Martínez Cortizas, 1990). El más antiguo está constituido por un horizonte coluvial, que incluye uno
de color muy oscuro, húmico, en el que se encuentra la industria
asociada al Paleolítico superior. Por encima de éste, aparece un
segundo ciclo, formado por un horizonte 2BlC y 2A, en el que se
ha datado la ocupación neolítica y que contiene abundantes restos liticos y cerárnicos. El último ciclo está separado de los anteriores por una línea de piedras. Éste está formado por un horizonte 1BIC y un potente nivel orgánico u horizonte 1A. En su
base se ha documentado una nueva ocupación cerámica imposible de catalogar cronológicamente debido a que este nivel se
encuentra profundamente alterado por las actividades de extracción de piedra.
El análisis polínico realizado en el yacimiento ha permitido la
documentación de los procesos medioambientales previos a la
aparición del polen de cereal, así como evidencias directas de la
actividad agrícola. El principal objetivo de nuestro análisis antra-
El descubrimiento y comienzo de los estudios en este yacimiento fueron el resultado del trabajo de campo llevado a cabo
durante el otoño de 1990, en el que varias cavidades naturales
desarrolladas en afloramientos calizos del área orensana del valle
del Sil, fueron objeto de una campaña de prospección en el marco
de un proyecto de investigación de la Universidad de Santiago y
el Museo de Prehistoria y Arqueología de Villalba, Lugo
(Fernández Rodríguez et alii, 1993b). La zona en cuestión o&cía una importante potencialidad arqueológica, por ser una ruta
natural de paso desde la Meseta a Galicia. De partida, se contaba
con un inventario realizado por la Federación Galega de
Espeleoloxía, en el que constaban mhs de 60 cavidades, así como
la noticia de material recogido en superficie adscrito a la Edad del
Bronce y de época medieval. Se exploraron unas 40 cuevas de las
cuales unas 20 fueron intervenidas mediante pequeños sondeos
de 1 m2,que mostraron la existencia de abundantes restos antrópicos de diferentes épocas en al menos 10 de las cavidades.
En Pala da Vella se distinguieron ya dos momentos de ocupación, uno correspondiente a un enterramiento de época neolítica, y un nivel de la Edad del Bronce, ambos ofreciendo ya muy
buenas perspectivas para una intervención posterior, por la gran
cantidad de material que se recuperó únicamente en el sondeo.
Este primer sondeo afectaba escasamente a unos cuatro metros
cuadrados y se vio dificultado por la existencia de grandes bloques desprendidos del techo, que ocupaban gran parte de la
superficie intervenida, no permitiendo llegar al nivel de base sin
antes ampliar el área de trabajo (fig. 6.8).
Con el objetivo de completar la estratigrafia esbozada durante el sondeo de 1990 y obtener una secuencia cronocultural más
completa del yacimiento, se reanudaron los trabajos de excavación en 1991, dirigidos por Fernández Rodríguez y Villar
Quinteiro, de la Universidad de Santiago (Fernández Rodríguez
et alii, 1996). Con la realización también de otras dos catas en la
parte sur de la galería y en la entrada, se comprobó que la estratigrafia resultaba bastante homogénea en toda la cueva. Los trabajos realizados en el yacimiento de Pala da Vella han permitido
la individualización de tres estratos arqueológicos, dos de los
cuales presentan una evidencia antrópica de dos momentos culturales diferentes (fig. 6.9).
El sedimento de una parte de la cueva se encuentra sellado
por una costra estalagmitica que se está formando en la actualidad. Inmediatamente por debajo de ésta existía un nivel de
revuelto superficial en el que aparecía gran cantidad de material
moderno junto al prehistórico. A este nivel se le dio el nombre de
OB.
Por debajo de éste, se documentó otra costra calcárea más
extensa que se desarrollaba directamente sobre los niveles
arqueológicos. La potencia de esta costra era variable, pero en
algunos puntos alcanzaba de 5 a 7 cm. Los niveles arqueológicos
son tres, dos de ellos con evidencias antrópicas, de la Edad del
Bronce y del Neolítico, y el más profundo, que contiene únicamente restos faunísticos pleistocenos.
*
[page-n-172]
E1 Nivel 1 es muy potente (hasta 30-35 cm en algunos sectores) y se desarrolla por toda el área excavada. Se trata de un
sedimento marrón muy arcilíoso y plástico, producto de una
deposición de tipo coluvial. Este nivel contiene gran cantidad de
restos arqueológicos. El carbón es muy abundante en todas las
cuadrículas y las muestras provienen en su totalidad del carbón
disperso por el nivel arqueológico. Por el material recuperado,
que se encuentra todavía en fase de estudio, este nivel ha sido
adscrito a la Edad del Bronce. Se ha realizado además una datación sobre un fragmento de carbón, que ha dado una fecha de
3280 125 BP, 1877-1258 cal. BC (GrN-19394).
Por debajo está el Nivel 2, con presencia y potencia muy
variables a lo largo de la superfície excavada, ya que en algunos
puntos formaba cuña contra los grandes bloques desprendidos del
techo de la cueva, reduciéndose casi completamente al sedimento atrapado entre éstos, como testigo de un antiguo nivel arrasado por su desprendimiento. El aspecto que presentaba durante el
proceso de excavación era el de bolsadas de sedimento más fíno,
menos plástico y más limoso, de un color ocre, más claro que el
inmediatamente superior. Contiene unos 100 restos óseos humanos, pertenecientes al enterramiento del Neolitico final de al
menos un individuo. Los restos no aparecían en conexión anató-
*
mica, lo que corroboraba el citado desplazamiento sufrido por el
nivel, junto al sedimento y parte del material arqueológico. El
emplazamiento original no parece encontrarse muy lejos del
hallazgo de estos restos, ya que cerca de éstos se han encontrado
restos dispersos en superficie de al menos otros dos individuos.
El tipo de ritual se ha puesto en relación con el documentado en
cavidades del Neolítico/Calcolitico en el País Vasco
(Annendáriz, 1990), de manera que la deposición directa del
cuerpo en el suelo de la cavidad provoca a menudo una movilidad postdeposicional de los restos (Fernández Rodríguez y Villar
Quinteiro, 2003: 17). De este nivel se cuenta con dos dataciones,
una sobre una vértebra humana y otra sobre un fragmento de carbón, que dieron fechas de 4500 35 BP, 3356-2939 cal. BC
(GrA-1021) y 4790 120 BP, 3892-3139 cal. BC (GrN-19395),
respectivamente (Fernández Rodríguez et alii, 1996; Fernández
Rodríguez y Villar Quinteiro, 2003).
Por debajo de los bloques y sellado por éstos, aparecía el
Nivel 3, únicamente con restos paleontológicos asociados a fauna
del Pleistoceno. Está formado por un sedimento de carácter limoarenoso, que se ha identificado como el propio de la cueva, es
decir, no perteneciente a un aporte externo, y se apoya directamente sobre la roca natural de la cueva.
*
*
0
-
0
m
m Sondea (prospección 1990)
EH
Ampliación de sondea (1991)
FHl Excavación arqueológica (1991)
Fig. 6.8. Planta de la cueva de Pala da Vena y zona intervenida durante los trabajos de sondeo y excavaci6n del yacimiento, a partir de
Femández Rodríguez et alii (1996).
[page-n-173]
El material recuperado en la excavación de Pala da Vella es
abundante y es el resultado de un trabajo interdisciplinar, llevado
a cabo por varios miembros de la Universidad de Santiago. La
mayor parte de este material se encuentra actualmente en proceso de estudio y sólo contamos con datos prehinares, la mayoría
de ellos inéditos (fig. 6.10).
La industria litica no resulta muy representativa, reduciéndose casi exclusivamente a un pequeño conjunto de lascas y un
núcleo de lascas de cuarzo procedente del Nivel l. También se
utilizan cantos rodados de gran tamaño, aprovechando el material
aportado por el lecho del río. El conjunto iítico incluye un colgante realizado a partir de un prisma irregular de caliza recristalizada (alabastro), que presenta una perforación central. La superficie ha sufrido un proceso de pulido, cuyo resultado son unas
formas muy onduladas.
La mayor parte de restos cerámicas corresponden a pequeños
fragmentos de galbo y un mínimo porcentaje de bordes y cuellos.
Predominan las formas globulares y serniesféricas, de fondos
convexos, siendo especialmente frecuentes los vasos con forma
de cuenco. La decoración es poco frecuente, aunque sí se proporciona un cuidado especial de la superficie externa, mediante un
fino espatulado que da una apariencia bruñida. Las formas decorativas se limitan a algunas incisiones más o menos profundas,
algún cordón liso en la zona del cueiio y un sólo caso de decoración puntillada, recuperado en el Nivel 2. También se ha docu-
o
6 0 cm
PERFIL SUR
mentado la posible perforación de varios fragmentos cedimicos.
Este conjunto cerámico resulta muy interesante para la deñnición
del Neolitico final en el noroeste, pues ya se aprecian en él características tempranas de lo que va a ser el Calcolítico en la región
(Pérez Ortiz y Femández Rodríguez, en prensa).
En cuanto a la industria ósea, se ha recuperado otro colgante,
éste trabajado sobre un canino atrofiado de ciervo, así como un
pequeño punzón, del Nivel 1, sobre una diáfisis ósea, con una
longitud máxima de 55,4 mm y una anchura en la base de 8 mm.
Los restos faunísticos recuperados provienen de los tres niveles. Son muy abundantes e incluyen especies domésticas y salvajes, que se encuentran en proceso de análisis e interpretación.
Destaca la similitud de los espectros faunisticos de los niveles 1
y 2, probablemente producto de una influencia antrópica en el
aporte de las especies (Fernández Rodríguez et alii, 1996;
Femández Rodríguez y Villar Quiiteiro, 2003). Entre las especies domésticas, destacan en ambos niveles los ovicápridos y en
menor porcentaje, los bóvidos. El porcentaje de especies salvajes
es mucho menor. Se ha documentado la presencia de ungulados
como el corzo y el ciervo, y carnívoros de pequeño tamaño, tal
vez algún mustélido o un félido. Lo que parece ser una evidencia
es que estos carnívoros no son un agente acumulador de restos
óseos en la cueva, por su escasa representatividad en la muestra,
así como por el estudio de las marcas en los huesos.
m cosm*
m
MARRON
Fig. 6.9. Perfil sur de Pala da Vella.
0
IPIEORA
m
OCRE
[page-n-174]
Hg. 6.10. hrnzón de hueso (l),colgante sobre canino de ciervo (2) y
fragmentos cerAmicos (3 y 4) recuperados en Pala da Vella, a partir
de Ferntíndez Rodriguez et alii (1996).
También se encuentran en fase de estudio dos numerosos
conjuntos, de aves e ictiofauna, que pueden resultar muy interesantes para determinar la estacionalidad de la ocupación antrópica de la cueva. La mayor variedad de aves se da en el Nivel 2,
aunque el Nivel 1 también presenta un conjunto similar. En ellos
aparecen aves indicadoras de espacios forestales aclarados, que
en su mayor parte se mantienen hasta la actualidad. Entre ellas
destacan la perdiz (Alectods rufa) y la codorniz (Cotirmix cotur-
nix), especies de marcada preferencia mediterránea, que además
se presentan como un importante recurso cinegético para los
habitantes de la cueva. La orografía de la zona hace que sean también abundantes en los tres niveles las especies asociadas a
roquedos. La chova piquigualda (Pyrrhocorax graculirs) e
Hirundo sp., pertenecientes a esta categoría, son las únicas especies que se han identificado del Nivel 3.
Destaca también la gran cantidad de restos de lagomorfos
(Oryctolagus cunicultu y10 Leptrs) recuperados, sobre todo en el
Nivel 2 (supone un 50 % de los restos de este nivel), lo que puede
suponer el reflejo de una intensa actividad cinegética sobre estas
especies. Están presentes en los tres niveles.
El Nivel 3 ha aportado además otros huesos de gran tamaíío
altamente fosilizados, entre los que se encuentran especies como
el caballo, la cabra pirenaica, el ciervo y otros sobre los que no se
puede precisar más.
En cuanto a la microfauna, el conjunto recuperado es muy
importante, procedente en su mayor parte de egagrópilas producidas por aves nocturnas. De los niveles 1 y 2 se han identificado
casi 3.000 restos de numerosas especies de roedores, insectivoros, quirópteros y un carnívoro (Mustela nivalis). Las especies
más abundantes son Apodemus q~lvaticus(ratón de campo) y
Micmtus lusitanicirs. Es importante la presencia de la especie
Mus mirscul~rs/spretuscomo indicador de la colonización del
valle del Sil por la actividad agrícola procedente de la Meseta. El
Nivel 3 muestra unas características bien diferenciadas de los
niveles holocenos. Destaca la ausencia de especies asociadas a
ambientes mediterráneos y antropógenos.En cambio, hay indicadores tipicos de las pulsaciones Has y húmedas del Pleistoceno
superior cantábrico, como Microtus awalis y M. oeconomirs
(Femández Rodríguez et alii, 1996).
El análisis de los restos óseos humanos hallados cerca de la
pared norte de la cavidad muestra un predominio de los huesos
del fmal de las extremidades, es decir, metápodos y falanges.
También se han recuperado denticiones, tanto del maxilar como
de la mandíbula. Es destacable la ausencia de huesos largos y el
bajo porcentaje de vértebras, costillas y piezas craneales. Se trata
de un enterramiento sin ningún tipo de estructura asociada, adscrito por el material asociado a un momento del Neolitico final o
transición al Campaniforme. Entre el ajuar recuperado se encontraban los dos colgantes, varios bgtnentos cerámicas pertenecientes a una pieza de forma globular o hemiesférica con superficie acanalada y un vaso de paredes rectas decorado mediante la
impresión de un punzón de punta roma.
[page-n-175]
Capítulo VLI
RESULTADOS ANTRACOL~GICOSDE LOS YACIMIENTOS
EUROSIBERIANOS
VII.1. ANALISIS ANTRACOLÓGICO DE LA
COVA DA VALIÑA
La Cova da Valiña presenta un nivel arqueológico datado en
el Paleolítico superior inicial, con una fecha de
34800+19001-1500 BP (GrN-17729) (Fernhndez Rodriguez y
Ramil Rego, 1992). Los datos antracológicos que presentamos
corresponden fundamentalmcntc a este Nivel Arqueológico 1,
aunque también hemos incluido los resultados de un nivel superior, el Nivel O. Éste resulta menos fiable estratigráficamente, ya
que presenta evidencias de revuelto y una dificil asignación cronológica, pero presentamos los datos obtenidos únicamente como
referencia, dada la escasez de carbón recuperado en el nivel
arqueológico. Se ha analizado un total de 190 fragmentos de carbón entre los dos niveles, 106 del Nivel O y únicamente 84 para
Pinus tp. sylvestris-nigra
3
2,83
29
34,52
Qtrernrs caducifolio
Indeterminable
52
49,06
25
29,76
17
16,04
7
8,33
TOTAL
106
100
84
100
Cuadro 7.1. Frecuencias absolutas y relativas de los taxones identificados en los niveles O y 1 de la Cova da Valida.
el Nivel 1. La lista taxonómica de ambos es bastante homogénea
(cuadro 7.1). Sin embargo, cuantitativamente existen diferencias
muy significativas entre los dos espectros.
En el Nivel 1, el taxón dominante es Pintcs tp. nigra-sylvestris, con un 34,52 %, seguido por Qtrerctrs caducifolio, con un
29,76 % y por Betiila sp., con un 13,lO %. La importancia generalizada de las coníferas se deja notar en los altos porcentajes de
pino, en la existencia de un 8,33 % del taxón Coniferae (que no
se ha podido adscribir a ningún género debido al mal estado del
carbón) y en la presencia, aunque muy modesta, de Jlrniperzrs sp.,
que no aparece en el nivel superior. En cuanto a los pinos, no se
ha llegado a la determinación de la especie (R nigra o R sj)Ivesiris), puesto que las características anatómicas observadas (canales resiniferos en la madera de transición y traqueadas horizontales bastante dentadas), no marcan una tendencia definida hacia
ninguna de ellas. Sin embargo, hay que apuntar que Pinus sylvestris resulta ecológicamente mhs caracter'stico de esta región.
Tampoco se ha podido precisar la especie de Querctís caducifolio, aunque es muy probable que se encuentren representadas
en este yacimiento varias especies de este género, ya que se han
identificado los dos tipos descritos en el correspondiente apartado de anatomía como Q. mbtrr y Q. pyrenaica. El resto de taxones (cf. Clematis sp., Fraxintrs sp., Leguminosae)tienen una presencia muy puntual, ya que sólo se ha identificado un fragmento
de cada uno de ellos.
El predominio de los pinos de montaña, junto con Betula sp.,
indica la existencia de un paisaje abierto, aunque matizado por la
abundancia de Qtterctrs caducifolio. Probablemente existiera una
distribución diferencial de la vegetación, es decir, una mayor y
más densa cobertura vegetal en zonas como fondos de valle y piedemontes protegidos, mientras que las cumbres y laderas más
expuestas y con menor desarrollo edhfico estuvieran ocupadas
por formaciones de coníferas, salpicadas de abedules.
La cronología de este nivel nos remite a un momento de finales del Interglaciar Würm Ii-iii y comienzos del Würm 111, caracterizado por presentar unas condiciones muy húmedas y atemperadas. Estas condiciones de transición climática correspondientes
al Nivel 1 de AValiña se observan en los taxones vegetales docu-
[page-n-176]
mentados. En este sentido, la existencia de unas formaciones
abiertas incipientes dominadas por los pinos de montaña se matiza con la presencia de un porcentaje importante de taxones termófilos.
Se han realizado dos análisis polínicos preliminares en el
yacimiento, uno de ellos bajo la dirección de Mme. Arlette LeroiGourhan, a partir de una columna tomada en el cuadro 12-D
(Llana Rodríguez et alii, 1991; Llana Rodríguez et alii, 1996) y
otro más reciente realizado por P. Ramil-Rego, que incluía los
cuadros 12-D y 15-F (Fernández Rodríguez et nlii, 1993a; RamilRego et alii, 1996). En ambos casos se puso de manifiesto la baja
concentración de polen en el yacimiento. A pesar de que el muestreo se llevó a cabo en los tres ciclos sedimentarios, sólo se obtuvo un número importante de palinomorfos en una de las muestras
del Ciclo 111, correspondiente al sedimento sobre el pavimento
del Nivel Arqueológico 1. Los resultados evidencian un predominio de los taxones arbóreos, sobre todo Pintrs tp. qjlvestris,
acompañado por Abies y hrniperirs con porcentajes mucho más
reducidos. Los caducifolios están también representados, destacando la presencia de Bettrla, Qirercirs, Coiyltrs, Alntrs, Castanea
y Ulmirs. Bettrla es el que presenta un mayor porcentaje, mientras
que Qirercirs tiene una importancia mucho menor que en los
resultados de nuestro análisis antracológico. En cuanto a las herbáceas, el predominio de Poaceae está en relación con la existencia de amplios espacios deforestados.
Los análisis polinicos en medios kársticos ofrecen ciertas
limitaciones de interpretación, ya que, como señaló Dupré
(1988a), reflejan Únicamente un medio muy local y en ocasiones,
una cierta relación con la actividad antrópica. En este sentido, el
análisis polinico en cueva puede resultar un referente más directo para los resultados antracológicosque los realizados en medios
abiertos, donde el polen puede provenir de áreas muy alejadas. La
comparación directa de ambos análisis, antracológico y polínico,
nos muestra una cierta semejanza en cuanto a la imagen de la
vegetación representada, caracterizada por una dualidad de taxones típicos de espacios forestales templados y de paisajes más
abiertos. Sin embargo, existen ciertas diferencias en la representación taxonómica en ambos análisis, como la presencia en el
polen de algunos taxones tales como Abies, Alntrs, Coiylirs,
Castnnea, Ulnrirs o Erica entre otros, que no están presentes en el
carbón, así como al contrario, Fraxintrs, Leguminosaey Ephedra,
que se documentan en el carbón pero no en el polen. Por otro
lado, como resultado de la ausencia de ciertos taxones termófilos
en los resultados antracológicos, los porcentajes varían sensiblemente, siendo los de Quercirs marcadamente mayores que en el
polen. Todo ello indica una diferencia de representación espacial
de ambos materiales, es decir, que mientras el carbón es reflejo
de un entorno mucho más local y tal vez algo distorsionado por
el factor antrópico, el polen refleja la vegetación de un área más
amplia (Llana Rodríguez et alii, 1991; Fernández Rodríguez et
alii, 1993a).
Los resultados de los estudios paleontológicos realizados en
el Nivel 1 de A Valiña también inciden en la existencia de una
dualidad de espacios, forestados y abiertos, entre los que destacan Cervtrs elaphtrs, Capreoltrs o Strs scrofa para los primeros, y
Eqirirs, BosBison, Dicerorhinics nterki para los espacios abiertos
tipo pradera. A pesar de esta dualidad, ambos grupos de especies
pertenecen a espacios fundamentalmente templados, destacando
la ausencia total de especies frías identificadas en otros yacimientos europeos de esta cronología (Fernández Rodríguez et
alii, 1993a; Fernández Rodríguez et alii, 1995a). En la microfau-
na, si se ha documentado la presencia del topillo nórdico
(Microttrs oeconomiis), presente en otras zonas del continente
europeo y probablemente aquí al limite más meridional de su
óptimo de temperatura y humedad. En general, dominan las especies de espacios abiertos tipo praderas o brezales, aunque no estarían ausentes algunas pequeñas áreas forestadas.
En el Nivel O, el taxón dominante en el carbón, con más de
un 49 %, pasa a ser Q~rerctrscaducifolio. Este aumento se produce en detrimento fundamentalmente de las coníferas, ya que
Pintrs tp. nigra-sylvestris ostenta Únicamente un 2,83 %,
Coniferae un 0,94 % y Jtmipenrs sp. ha desaparecido por completo. Nos encontramos pues ante una dinámica de expansión de
Qtrercus ftente a las coníferas, que probablemente quedaran
acantonadas en enclaves favorables para su desarrollo. Sin
embargo, la pervivencia de espacios más abiertos se evidencia en
los porcentajes de Betirla sp. y Leguminosae, con un 15,9 % y un
9,43 % respectivamente. La primera ha aumentado ligeramente
sus porcentajes con respecto al Nivel 1 y probablemente haya
colonizado las zonas ocupadas anteriormente por los pinos, pero
sobre todo las leguminosas presentan ahora un gran desarrollo,
estando apenas presentes en el nivel anterior. Por lo tanto, la
expansión de las frondosas ha supuesto la casi total colonización
de los espacios, tanto de los más favorables y resguardados, con
el establecimiento de formaciones de Qirercus caducifolio, como
de las zonas montañosas, ocupadas por el abedul y tal vez por formaciones arbustivas de leguminosas allá donde no fuera posible
el desarrollo arbóreo, y como sotobosque de las formaciones
anteriores.
Esta imagen evidencia un cambio en las condiciones climáticas con respecto al Nivel 1: la importante expansión de Qirercirs
caducifolio indicaría la existencia de un ambiente templado propicio para su desarrollo, al tiempo que parecen establecerse unas
condiciones algo más húmedas, que marcan el retroceso de los
pinos hasta casi su desaparición y su sustitución por planifolios.
W.2. A N ~ I S I ANTRACOL~GICO
S
DEL
YACmNTO
DE XESTIDO m
El yacimiento al aire libre de Xestido III presenta un Único
nivel de ocupación, datado en 7310 160 BP, 6500-5800 cal. BC.
A partir del perfd del yacimiento se han realizado dos análisis
polínicos que corresponden al horizonte 2A, coincidiendo casi
exclusivamente con el nivel de ocupación (Aira et alii, 1989;
Ramil Rego, 1992). Se ha recuperado también gran cantidad de
carbón de este horizonte 2A, y del inferior 2B, anterior a la ocupación. El carbón del nivel de ocupación 2A procede, según los
arqueólogos, del relleno de la estructura de combustión y de la
dispersión de su contenido en los cuadros adyacentes (Ramii
Soneira et alii, 1986). Sin embargo, el análisis antracológico
puede indicar si existen diferencias importantes en el carbón procedente del interior de la estructura y del disperso por los cuadros
cercanos para poder elaborar hipótesis al respecto.
Hemos estudiado el carbón procedente del nivel 2A de forma
separada para los cuadros correspondientes a la estructura de
combustión (A-10 y A-11) y el resto de cuadros. Estos datos se
presentan junto con los del nivel 2B en el cuadro 7.2. Se ha analizado un total de 871 fragmentos de carbón para todo el yacimiento. El nivel 2B ha resultado extremadamenterico en materia
orgánica carbonizada, ya que ha ofrecido 742 fragmentos de carbón, mientras que en el superior (2A), únicamente se han recupe-
*
[page-n-177]
2B
NIVEL
CUADROS
2A
A-11112113, C-8n110, B-91101ll,A~-9/10111
TAXONES
N"
?o
'
Betula sp.
139
18,73
cf. Bettrla sp.
15
2,02
Ciataceae
1
0,13
cf. Cistaceae
1
0,13
cf. Clematis sp.
1
0,13
Coryl~tsavellar~a
178
23,99
cf. CotyIus avellana
1
0,13
4,58
Leguminosae
34
cf. Leguminosae
1
0,13
Monocotiledónea
1
0,13
323
4333
Qrtemrs sp.
2
0,27
cf. Vacciniutn sp.
2
Indeterminable
41
Indeterminada 1
2
Quercus caducifolio
TOTAL
742
C-10, C-7, A-13, A'-11
N"
?o
'
A-10, A-11 (Estructura)
N"
?o
'
46
55,42
2
4,35
2
2,41
33
71,74
7
8,43
1
1,20
5 --
10,87
24 -- 28,92
1
1,20
027
533
6
13,W
2
2,41
027
1O0
46
100
83
100
-
-
-
Cuadro 7.2. Frecuencias absolutas y relativas de los1 taxones identificados en el yacimiento de Xestido iíI.
rado 129 fragmentos, 83 de la estructura y 46 del resto. Han sido
identificados los siguientes taxones: Beíula sp., cf. Betrrla sp.,
Cistaceae, cf. Cistaceae, cf. Clematis sp., Coiyltrs ai)ellana,cf.
Corylrrs avellana, Leguminosae, cf. Leguminosae,
Monocotiledónea, Qlrerczrs caducifolio, Querc~rs sp., cf.
Vnccirrizrin sp., Indeterminable e Indeterminada 1.
Hay que destacar el elevado porccntaje de indeterminación,
no sólo en aquellos fragmentos en los que ha sido totalmente
imposible una aproximación a la identificación anatómica
(Indeterminable), sino que también se han dado numerosos casos
de falta de fiabilidad a la hora de asignar el carbón a determinado género o familia (cf. Cistaceae, cf. Clematis sp., cf.
Leguminosae, etc.), debido fundamentalmente al frecuente estado de vitrificación que presentaba el carbón del yacimiento.
Determinar las causas de este fenómeno resulta complejo en este
caso, pues no se ha hallado ningún criterio para discriminarlas, ya
que aparece carbón vitrifícado en ambos niveles, tanto en el procedente de la estructura como del disperso por el sedimento, afectando a la mayor parte de taxones identificados. Por lo tanto,
parece que las causas o los procesos que han generado este estado del carbón han afectado al yacimiento por completo en todos
sus niveles. Por esta razón, tal vez sería lógico pensar que los orígenes de la vitrificación en este caso se encuentren en causas edáficas, sedimentológicas y10 tafonómicas (naturaleza y humedad
del sedimento, proceso de desarrollo de los suelos, procesos postdeposicionales, etc.).
Los resultados antracológicos del nivel 2B muestran un claro
predominio de Quercus caducifolio, con un 4333 %, seguido de
Cor)~Irrsavellana y Beitrla sp., ambas con porcentajes similares
(23,99 % y 18,73 %, respectivamente). En cuanto a Qrremcs
caducifolio, no se ha podido llegar a la determinación de la especie, pero las características anatómicas apuntan más hacia
Qtrercrrs tipo robitr, según los criterios descritos en el correspondiente capitulo de flora. Los tres taxones anteriores constituyen
más del 95 % del total. Del resto, sólo Leguminosae tiene una
presencia más importante, ya que los demás están por debajo del
1 % (la mayoría se reducen a un solo h g n e n t o identificado).
En el nivel 2A, dominan Betula sp., Leguminosae y Qirercus
caducifolio, fundamentalmente. La riqueza taxonómica del Nivel
2A es mucho menor que la del nivel inferior. Mientras que en 2A
se han identificadocon seguridad únicamente 4 taxones, en 2B se
han identificado al menos 8. Esto se puede deber en parte a que
se ha analizado un mayor número de fragmentos de carbón en el
Nivel 2B, o también a su procedencia más variada (de un mayor
número de hogueras, por ejemplo).
Además de estas diferencias respecto a la riqueza taxonómica, existen otras importantes diferencias entre estos dos niveles.
avellana es mucho más reducida en 2A
La presencia de Cor))I~rs
que en 2B (es uno de los taxones dominantes en este último), del
mismo modo que Quercus caducifolio; en su lugar, en 2A adquieren un mayor protagonismo Betula sp. y Leguminosae.
Para comprobar hasta qué punto estas diferencias cuantitativas y cualitativas entre los dos niveles puede deberse al diferente número de carbones analizado para cada uno de ellos hemos
elaborado dos recuentos para el nivel 2B, a los 50 y a los 100 carbones analizados, para observar cual sería su comportamiento
taxonómico en caso de que se contara para éste con material
menos abundante, como es el caso del nivel 2A (cuadro 7.3).
Podemos observar que a los 50 fragmentos de carbón analizados
únicamente se han determinado 3 taxones y por lo tanto, los por-
[page-n-178]
TOTAL
50
100
100
100
Cuadro 73. Frecuencias de los taxones identificados en el nivel 2B
de Xestido a los 50 y 100 fragmentos de carbón analizados.
centajes de éstos difieren mucho de los obtenidos a partir del análisis de los 742 ñagmentos. A los 100, han aparecido 3 nuevos
taxones, que casi completan la lista taxonómica original (sólo faltarían algunos taxones, de los que se ha hallado únicamente 1 6 2
fragmentos). Sin embargo, los porcentajes son más próximos al
resultado final, con la excepción de Qtlercus caducifolio, que presenta un 71 % a los 100 fragmentos, debido probablemente a que
sólo se ha identificado un 1 % de Cogdlics avellana (en el total de
la muestra constituye casi un 24 %). La disparidad de los porcentajes de Co~ylusavellana se debe probablemente a una desigual repartición de este taxón en el estrato arqueológico, ya que
aparecía concentrado en dos de los cuadros (B9 y B1 l), constituyendo casi el 100 % en éstos.
Por lo tanto, algunas de estas diferencias pueden deberse
efectivamente a la mayor cantidad de material analizado para el
nivel 2B, aunque las evidentes concentraciones de CoryI1rs avellana en algunos cuadros del nivel 2B o de Leguminosae en algunos del nivel 2A, parecen ser resultado de una distribución diferencial de los taxones dentro del estrato arqueológico. Dentro del
nivel 2A también existen diferencias importantes entre los resultados de la estructura de combustión (cuadros A-10 y A-11) y los
cuadros adyacentes. En los cuadros que ocupa la estructura, el
taxón dominante es Betula sp., con un 55,42 %, siendo inexistente en el resto de cuadros. En segundo lugar aparece Qtercus
caducifolio con un 28,92 % y Leguminosae con 8,43 %. Para el
carbón disperso en el resto del nivel existe un claro predominio
de Leguminosae, con un 71,74 %, y Qtrerclrs caducifolio con un
10,87 %.
Retomando la hipótesis de que todo el carbón recuperado en
este nivel procede de la dispersión del material a partir de las
estructura de combustión, es necesario plantearse las causas de
estas diferencias en la dispersión de los taxones en el estrato
arqueológico 2A (fig. 7.1). Dada la homogeneidad taxonómica
del carbón disperso por los cuadros en los que no se encuentra la
cubeta, donde se da un dominio claro de Leguminosae, es poco
probable pensar que este carbón sea reflejo de una utilización
prolongada de la estructura, ya que en este caso existiría una
mayor variedad taxonómica (como ocurre en la mayor parte de
muestras de carbón disperso). Por lo tanto, es posible que estemos ante el reflejo de dos momentos de alimentación del fuego
no muy lejanos en el tiempo: por un lado, los restos del antiguo
contenido de la estructura ahora dispersos (fundamentalmente
leguminosas) y por otro, los restos de la última leña que ha alimentado el fuego, concentrados aún cerca de la cubeta, de manera que las diferencias taxonómicas pueden ser casuales, debidas a
la recogida de leña aleatoda.
Sin embargo, otra hipótesis a plantear es que estas diferencias
se deban a causas tafonómicas en la dispersióndel material, y que
todo éste (el carbón del nivel 2A) pertenezca a un mismo conjunto. En este caso, es posible que los fragmentos mls pequeños
hayan sido dispersados a los cuadros más alejados de la estructura, coincidiendo casi exclusivamente con las Ieguminosas, mientras que los Cagmentos de mayor tamaño (de taxones arbóreos
fundamentalmente) han quedado en las proximidades de la cubeta -uno de los fragmentos recuperados en el cuadro A-11, es el
que dio la datacibn existente para el yacimiento, y presentaba
unas dimensiones aproximadas de 4 x 12 x 13 x 10 cm (Ramil
Soneira et alii, 1991)-.
Analizando de forma conjunta los resultados del carbón procedente del Nivel Arqueológico 1 de Xestido ID (considerando la
hipótesis de que probablemente todo él proceda de la misma
estructura de combustión), vemos que el taxón dominante es
1
1
l
I
1
: A I : A ~ IB C
1
~ D I
l
-------L,---L----L----,----4----4-.
I
6
1
1
1
l
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
-------L----C----,-----,----4---.-J1
I
mPredominio de Leguminosae
0Predominio de Betula sp.
)Predominio de Qwercus caducifolio
mPredominio de Covylzrs avellana
Fig. 7.1. Dispersión de los tasones más frecuentes en el nivel ZA de
Xestido iii.
[page-n-179]
Quercirs caducifolio, con más de un 40 %, seguido de Betula sp.
y Cotyltrs avellana con un 21,24 y un 20,90 % respectivamente.
Del resto de taxones, sólo Leguminosae tiene una presencia más
continua (4,58 %), siendo el resto muy poco frecuentes.
La naturaleza del carbón de Xestido iii, procedente de una
estructura con un uso no demasiado prolongado en el tiempo, nos
impide realizar una reconstrucción de la vegetación a partir de los
datos antracológicos. Sin embargo, la comparación con los análisis polínicos obtenidos a partir de un perfil del yacimiento (Aira
et alii, 1989; Ramil Rego, 1992) muestran también la presencia
de los taxones Qzcextís, Cog~lttsy Befz~/n,de forma dominante.
Otros taxones leñosos que están presentes en el registro polínico
pero no en el antracológico son Alntrs, Salix, ~allzrna;Erica,
MNca y Hedera, cuya ausencia en el carbón puede ser resultado
de la propia recogida de leña por parte de los grupos humanos,
quedando representado en la hoguera un episodio puntual de alimentación del fuego y, por tanto, un número limitado de taxones
del medio vegetal circundante. A esto se une que el área geográfica representada en el carbón siempre es más local que en el
polen. Según los análisis polínicos de Xestido iiI, el periodo de
ocupación del yacimiento corresponde a un momento de caída
del polen arbóreo, con relación a los niveles inferiores, en el que
adquieren importancia Ericaceae y Poaceae. Es curioso que en el
carbón no aparece el taxón Ericaceae, por lo que es posible que
estas formaciones se localizaran en zonas algo más alejadas del
yacimiento y no estuvieran representadas entre las especies
seleccionadas para el fuego. Según los resultados del análisis
antracológico, la recogida de leíía para alimentar la estructura de
combustión se debió r e a l i i en un medio muy próximo al yacimiento, en el que estarían representados los taxones propios del
fondo del valle donde éste se localiza.
v11.3.ANALISIS ANTRACOL~GICODEL
YACIMIENTO DE PRADO
DO INEERNO
El abrigo de Prado do Infemo presentaba una gran complejidad edafológica, por lo que se realizaron cuatro columnas estratigráficas con el fin de obtener la mayor información posible
sobre los diferentes ciclos edáficos, ocupaciones humanas y
variaciones medioambientales. El análisis polínico realizado por
P. Ramil-Rego (1992: 162 y SS.)se ha llevado a cabo sobre estos
cuatro perfiles (A-D). Este análisis servirá de referente al estudio
antracológico que presentamos, ya que el carb6n se ha obtenido
de las mismas columnas del sondeo polínico.
El carbón analizado procede de 7 catas (019, 0110, 015, 016,
114, 115 y 116) que han oftecido una cantidad relativamente escasa de carbón. En la figura 7.2 se presenta la correlación de las
muestras antracológicas analizadas en tres de los perfiles. La
mayor parte de ellas corresponden a niveles neolíticos, salvo en
el p e a D, donde se han documentado niveles anteriores. Éstos
deben corresponder a momentos previos al Neolitico, ya que los
niveles posiblemente asociados al Paleolítico superior ñnal fueron documentados a mayor profundidad (Ramil Soneira, 1971;
Llana, 1990). No ha sido posible correlacionar las muestras procedentes de las catas 114 y 115 con el resto de la secuencia.
Se ha analizado un total de 365 fragmentos y se han identificado los siguientes taxones: Cishts sp., Coiylt~savellana, Erica
cf. E. nrborea, Erica sp., Jiniipenrs sp., Leguminosae, Querctcs
caducifolio, Qirercics sp. e Indeterminable. La distribución de los
taxones en las diferentes muestras analizadas permite observar
algunas diferencias interesantes (cuadro 7.4). En general, la con-
Nivel de turba d
1
0
1-1
a
Niveles de ocupación neolítici
Fig. 7.2. Correlación de los niveles de los perfiles muestreados en el abrigo de Prado do Inferno.
[page-n-180]
Indeterminable
TOTAL
6
27
1
11
1
16
6
1
1
4
43
16
6
50
1
1
7
5
3
Cuadro 7.4. Frecuencias absolutas y relativas de los taxones identificados en los periiles B, C y D del abrigo de Prado do Inferno.
centración de carbón en los niveles neolíticos es mucho mayor
que en los niveles infrayacentes, lo que puede apoyar la hipótesis
de una ocupación más intensa en los primeros, también propuesta a partir de los materiales arqueológicos (Ramil Soneira, 1971).
Los taxones mejor representados en la mayor parte de las
muestras son Erica cf. E. arborea y Quercus caducifolio; siguen
en importancia Erka sp. y Leguminosae. El resto de taxones
tiene una presencia puntual, que se reduce en algunos casos a una
de las muestras. Los niveles anteriores al Neolítico presentan una
mayor escasez de carbón, aunque se puede observar la misma
tendencia, con la única presencia de Erica cf. E. arborea,
Leguminosae y Querctrs caducifolio.
En cuanto a Qtrercirs caducifolio, no ha sido posible identificar la especie a la que pertenece, pero parece ser que cohabitarían al menos dos especies, ya que se han identificado ambos tipos
descritos wmo Quercus tp. robtrr y Q. tp. pyrenaica, con un predominio del primero. En el sector noroccidentalpeninsular es frecuente encontrar formaciones encabezadas por diversas especies
de roble, sobre todo en sus momentos de hegemoda, como se ha
documentado entre el 8500 BP y al menos el 6000 BP (RamilRego, 1992).
No existe una importante representación de otros taxones
arbóreos en el carbón de Prado do Infemo. Únicamente se ha
documentado un fragmento de Co~yIusavellana, que podría ser
un eco de formaciones ribereñas más alejadas del yacimiento, o
realmente tendría una menor representación en las formaciones.
Los taxones arbustivos mejor representados son los brezos.
La identificación de dos taxones, Erica cf. E. arborea y Erica sp.,
se ha realizado en base a la anchura de sus radios, por lo que
conocemos que existirían varias (al menos dos) especies de este
género. Los brezos son muy característicos de las formaciones de
sustibción en la región Eurosiberiana, ya que se adaptan perfcctamente a los suelos siliceos dominantes en la zona. En el caso de
Prado do Infemo, no podemos asegurar que su presencia abundante sea resultado de procesos deforestadores, ya que no contamos con una secuencia prolongada que permita observar posibles
cambios en las proporciones de los taxones. A pesar de que
Qtrercirs caducifolio es abundante, los brezos presentan porcentajes más elevados en todas las muestras de los niveles neolíticos,
por lo que podríamos estar ante un aclarado progresivo de las formaciones arbóreas.
Hemos correlacionado los resultados antracológicos con la
secuencia polinica, con el fin de observar mejor las posibles
variaciones de los taxones representados (fig. 7.3). En el registro
polinico, el taxón Ericaceae es dominante en toda la secuencia,
aunque el polen arbóreo presenta también bastante importancia.
En éste último están representados Qtiemtcs y Corylt~ssobre todo.
Esta imagen es perfectamente coherente con los resultados antracológicos. La hipótesis de retroceso progresivo de las formaciones arbóreas en los niveles neolíticos viene avalada por el registro polínico, que documenta un incremento del polen arbóreo en
los primeros niveles neoliticos (Nivel polínico 5), y un nuevo
descenso del mismo asociado a la aparición del cereal (Nivel
p o l í c o 6) (Ramil-Rego, 1992: 185).
En síntesis, la imagen que ofrecen los registros antracológico
y polínico de Prado do Infemo es el de una formación dominada
por los robles, previa al establecimiento de la agricultura, en la
que también están presentes Coryltis, Pinus pinastec Castanea o
Betula. El estrato arbustivo estaría dominado por los brezos. Con
la intensificación de la actividad agrícola, se detectan ciertas evidencias de expansión de los matorrales, entre los que se ha documentado también la presencia en el polen de varias especies
sinantrópicas.
La lista taxonómica obtenida a partir del carbón es mucho
más reducida que la polínica. Estas diferencias en cuanto a la presencia de determinados taxones están probablemente en relación
con el área real representada en cada uno de los registros, ya que
el carbón refleja un entomo mucho más local. Así, la presencia en
el polen de numerosos taxones de ribera (Alnics, Fraxinirs, Salix,
etc.) que no aparecen en el carbón, muestra que este ámbito no
fue muy frecuentado durante las actividades de recogida de leña.
Tampoco esthn presentes los pinos, de los que se han documentado al menos dos especies en el polen. Tal vez &tos se encontraran en zonas más alejadas del yacimiento, probablemente en
franjas de vegetación mhs elevadas altitudinalmente, a juzgar por
la presencia de especies de montaña (Piitus sylvesfris).
En cuanto a los resultados antracológicos de las catas 114 y
115, en ellas se da una dominancia absoluta de Querctrs caducifolio (cuadro 7.5). Los brezos (Erica cf. E. arborea y Erica sp.)
también presentan frecuencias muy importantes, aunque en este
caso, inferiores a Qiremrs. Siguen en importancia las leguminosas. No conocemos la correspondencia de estas muestras con las
[page-n-181]
Niveles
arqueológicos
Secuencia polínica
Niveles
polínicos
I
Secuencia antracológica
1
OTROS
NIVELES
CERAMICOS
Ericaceae (Querctrs-BettrlaCo~lus).
Presencia de cereal.
Incremento de Pteriditrm.
7
Erica-Qtreimrs-Leguminosae.
Presencia de Cog>lus.
Ericaceae (Qirems-Couylus).
Presencia de Castanea y Pintrs
pinaster.
@emrs-Coyltts-Eicaceae.
Incremento del polen arbóreo.
Ericaceae (Quercus-Corylws).
Detrimento del polen arbóreo.
Tp. Pinus pinaster y Castanea.
Fig. 73. Síntesis y correlación de los datos antracológicosy polínicos de los perfiles B, C y D del abrigo de Prado do Inferno (datos polínicos a
partir de Ramil-Rego, 1992).
tituían una fuente de alimentación. Algunos autores han relacionado esta presencia de h t o s silvestres con una perduración de
las actividades recolectoras en algunas áreas, aún en momentos
correspondientes al completo establecimiento de los sistemas
agrarios en el noroeste (Ramil Rego, 1993b; Fábregas Valcarce et
alii, 1997). Esto podría ser el resultado de la poca intensidad de
la actividad agrícola en lugares menos aptos para esta práctica.
v11.4. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL
YACIMIENTO DE PALA DA VELLA
Cuadro 7.5. Frecuencias absolutas y relativas de los taaones identificados en las catas 1/4 y 115 de Prado do Inferno.
del resto de los perfiles. La composición taxonómica es similar a
las descritas anteriormente pero destaca cierto desarrollo arbóreo,
por lo que estas muestras podrían corresponder a momentos algo
anteriores a los niveles neolíticos, coincidiendo con los máximos
de polen arbóreo. También es posible que esta abundancia de
Qtrerczcs se deba a una concentración de carbón de este taxón (un
hogar, por ejemplo), que no haya sido documentado.
La presencia de Qttemus caducifolio y Coiyltcs en la secuencia de Prado do Infemo se encuentra también avalada por el
registro carpológico, en el que se han documentado numerosos
restos de bellotas y avellanas (Ramil-Rego, 1993b). La presencia
importante de avellanas y de polen de esta especie frente a su
escasez en el registro antracológico, puede estar en relación con
la propia gestión de los recursos vegetales, es decir, que se practicara un leííateo menos intensivo en aquellas especies que cons-
~ 1 . 4 . 1RESULTADOS
.
ANTRACOL~GICOSDEL
NTVEL 2
El Nivel 2 de Pala da Vella ha ofrecido un número muy reducido de carbones, muy pequefios y en mal estado, fundamentalmente a causa del arrasamiento de estrato por los grandes bloques
desprendidos del techo, que ha mermado mucho su potencia y
disposición en algunos cuadros.
El carbón perteneciente a este nivel se ha recuperado en los
cuadros l l T y 12S, ambos excavados durante el sondeo de 1991,
cercanos al perfil sur, y corresponde en su totalidad a carbón disperso por el sedimento arqueológico, recuperado mediante la
extracción de muestras y tamizado por flotación. La profundidad
a la que éstas han sido tomadas oscila entre 1,68 y 0,90 m, aunque la potencia de las capas presenta una gran irregularidad. La
situación de los huesos humanos recuperados en este nivel, así
como el estado del propio estrato, confírmaban que éste sufrió un
proceso de arrasamientoque ha hecho perder gran parte del volumen de sedimento. A esto se añade la natural pobreza en carbón
[page-n-182]
Cuadro 7.6. Presencia de los taxones identifleados en el Nivel 2 de
Pala da Vella.
del estrato, puesto que ante la extracción de muestras del mismo
volumen que en el nivel superior y el esfueno de muestre0 realizado, el número de fragmentos de carbón es mucho menor.
En total, se han recuperado y analizado 18 fragmentos de carbón de este nivel (cuadro 7.6). Esta escasez, así como el alto
grado de indeterminación a causa de su estado, nos hace imposible extraer conclusiones interpretativas de la paleovegetación de
Pala da Vella en época neolítica. Sin embargo, la presencia de los
taxones identificados corrobora la información del nivel superior,
es decir, se observa ya en este momento una presencia dominante de Qirercils, documentándose también Leguminosae y Pnrnirs
sp. La total ausencia de Quercus perennifolio, en contraste con su
importancia en el nivel superior, puede deberse probablemente al
alto porcentaje de Qirercics sin determinar (Qirerctrs sp.) a causa
del tamaño del carbón, ya que si éste es muy pequeño, a veces es
imposible observar un anillo de crecimiento completo. Esta hipótesis es más viable que la ausencia de Qzrercirs perennifolio.
La única conclusión ecológica que se puede extraer de este
nivel, es que ya en cronologías de 4500 35 y 4790 rt 120 BP,
los principales elementos que conforman la vegetación en la
Edad del Bronce de Pala da Vella (como se verá en el siguiente
apartado) están presentes, por lo que probablemente el tipo de
formación estuviera muy relacionado con la imagen que poseemos de época posterior.
*
VII.4.2. RESULTADOS Y DESCRIPCIÓN DE LOS
ESPECTROS ANTRACOLÓGICOS DEL NIVEL 1
Casi la totalidad del carbón analizado en el yacimiento de Pala
da Vella pertenece a este nivel, que ha sido dividido en cinco
muestras antracológicas, coincidiendo con las capas artificiales
que se han seguido durante el proceso de excavación del mismo.
Para este nivel se ha analizado un total de 6.366 fragmentos de
carbón de origen disperso y se han identificado los siguientes
taxones: Arbrrtirs irriedo, cf. Arbutrcs irnedo, Coniferae, Erka sp.,
cf. Frangitla sp., Frnxiriirs sp., Hedera helix, hniperics sp.,
Leguminosae, cf. Leguminosae, cf. Oyris sp., Pinirs tp. ~ i g r a syliestris, Pinirs cf. r! nigra-sylvestris, Pinirs sp., Pistacia terebinthtrs, Prtrntrs sp., cf. Prtrnirs sp., Qiremrs caducifolio, Qirercirs
perennifolio, Qirercics sp., Rhamnirs-Pliillyrea, Salix-Populirs,
Sorbus-Crataegirs, cf. Sorbils-Crataegirs, Taxirs baccata e
Indeterminable (cuadro 7.7).
En la Muestra Antracológica 5, Qirerctrs perennifolio,
Qirercirs caducifolio y Arbirtus rrnedo ya suponen casi el 80 % del
porcentaje total. Qtrercus perennifolio presenta un elevado porcentaje respecto al siguiente taxón, que es Qirercirs caducifolio y
son los únicos que superan un 10 %. En el otro extremo, existen
6 taxones que no alcanzan el 1 %, y entre lo que hay que destacar cf. Osyris sp., Rlíamnirs-Philiyrea, cf. Salis-Popirlirs y Taxirs
baccata, porque si observamos sus frecuencias absolutas, se
puede comprobar que sólo se ha identificado un fragmento de
carbón de cada uno de ellos, de manera que responden a los taxones poco frecuentes, presentes en la lista floral gracias al alto
número de fragmentos analizado.
En la Muestra Antracológica 4 se observa de nuevo que el
taxón que presenta un mayor porcentaje con diferencia al resto es
Qirercirs perennifolio, aunque ha descendido algo respecto a la
muestra anterior (48,88 %). El siguiente taxón, Qirercirs caducifolio, aparece con un porcentaje ligeramente mayor (14,14 %),
pero a pesar de ello, la diferencia entre los porcentajes del primer
y segundo taxón sigue siendo amplia. Al igual que en la muestra
anterior, los cuatro primeros taxones, que coinciden en ésta,
suponen el 80 % del total de la muestra. Pocos taxones
(Leguminosae, Prunirs sp. y Sorbirs-Crataegirs), se mantienen
con porcentajes muy modestos, entre el 1 y el 5 %, mientras que
la mayoría no alcanza el 1 %. Son varios los taxones cuya ftecuencia absoluta es de un solo fragmento.
En la Muestra Antracológica 3 los porcentajes se mantienen
bastante homogéneos con respecto a las muestras anteriores. El
valor más alto sigue siendo el de Quercirs perennifolio, aunque
sigue la tendencia a disminuir ligeramente (46,28) y a reducir la
distancia con el segundo taxón, Qirernrs caducifolio, que ha
aumentado un poco su porcentaje (15,09 %). Destaca la presencia de Hedera Iielix y Jlrnipenrs sp., que han sido identificados
exclusivamente en esta muestra.
En la Muestra Antracológica 2 se observa otra vez como la
mayor parte de los fragmentos de carbón analizados se reparten
entre pocos taxones del total de los identificados: sólo cinco taxones (Q~iercirsperennifolio, Qirercirs caducifolio, Qzremirs sp.,
Arbi~tirsunedo y Leguminosae) suponen algo más del 84 % del
total de la muestra. Tanto Querctcs perennifolio como Q. caducifolio han reducido sus porcentajes (41,9 % y 12,74 %, respectivamente). Es posible que esta reducción sea debida al aumento del
taxón Querczrs sp. Observando también el alto porcentaje de indeterminación debido al estado de conservación del carbón en esta
muestra (12,84 %), es posible que el caso anterior tenga la misma
causa. El resto de taxones no alcanza en 1 % del total. En esta
muestra, la variedad taxonómica es sensiblemente menor, aunque
el número de fragmentos analizados sigue siendo lo suñcientemente alto como para resultar representativo. Incluso están representados algunos taxones poco frecuentesque no se van a volver a
repetir en la lista floral, como cf. Frangitla sp.
En la Muestra Antracológica 1, Qirercirs perennifolio se mantiene en un porcentaje casi exactamente igual a la anterior, mientras que Quercirs caducifolio aumenta de nuevo. A pesar de ser la
muestra en la que sus porcentajes se encuentran más cercanos, el
primero sigue mostrando una gran diferencia con el resto. El
resto de taxones presentan bajos porcentajes, algo mayores en el
caso de Arbutirs irnedo, Leguminosae, Prunirs sp., Tams baccata
y Sorbus-Crataegirs, y por debajo del 1 % el resto.
[page-n-183]
Pinirs tp. sj)Ivestns-nigra
5
0,32
7
0,11
Pintrs cf. sylvestris-nigra
1
0,06
1
0,02
Pinirs sp.
2
0,13
2
0,03
1
0,02
83
1,30
Pistacia terebi~itliirs
Prtmlrs sp.
1
6
0,52
cf. Prtrnirs sp.
0,19
0,06
21
1,30
1
0,06
25
Qtrerclrs caducifolio
130
11,2
228
14,l
237
Qirercirs perennifolio
639
54,8
788
48,9
Qlrercirs sp.
97
8,33
132
8,19
Rltan~nits-Phjdlirea
1
0,09
cf. Salix-Popultrs
1
0,09
Sorbus-Crataegtrs
12
1,03
cf. Sorbus-Cratnegics
2
19
l,l8
2
0,12
1,59
5
0,511
26
2,51
1
0,02
125
12,7
166
16
886
13,92
727
15,
46,3
411
41,9
430
41,5
2995
47,05
139
8,85
141
14,4
117
11,3
626
9,83
1
0,02
1
0,02
18
1,15
6
0,61
15
1,45
70
1,lO
2
0,03
Taxirs baccata
1
0,09
25
1,55
15
0,95
9
0,92
22
2,12
72
1,13
Indetenninable
96
8,24
146
9,06
173
11
126
12,8
96
9,26
637
10,Ol
1165
100
1612
100
1571
100
981
100
1037
100
6366
100
TOTAL
Cuadro 7.7. Frecuencias absolutas y relativas de los taxones identificados en el Nivel 1 de Pala da Vella.
W.4.3. INTERPRETACION ECOLOCICA DE LOS
DATOS ANTRACOL~~ICOS
DEL NIVEL 1
En el diagrama antracológico de Pala da Vella (fig. 7.4) se
puede observar que únicamente 9 taxones mantienen una presencia continuada en todas las muestras en mayor o menor porcentaje. Quereus perennifolio, Qirerclrs caducifolio, Qtrercirs sp.,
Arbtrttrs irnedo, Leguminosae, Tax-irsbaccata, Sorbtrs-Crataegtrs,
Prirnirs sp. y Frasinus sp. están presentes en todos los espectros,
aunque en porcentajes muy distantes. Porcentualmente hablando,
Quercirs perennifolio, Qtrerclrs caducifolio, Qtrelvirs sp., Arbrrtus
irnedo y Leguminosae son los taxones mejor representados; el
resto generalmente apenas supera el 1 % y un gran número de
taxones están por debajo de este porcentaje a lo largo de toda la
secuencia.
El taxón que presenta el mayor porcentaje en todos los espectros es Quercus perennifolio, que alcanza su mayor porcentaje
(54,8 %) en la muestra antracológica 5 y esta siempre por encima
del 40 % en el resto de muestras. Qirercirs caducifolio presenta
porcentajes bastante inferiores a los perennifolios, entre un 11 y
un 16 %, alcanzando su máximo valor en la muestra más superficial. Existe un ligero aumento del porcentaje de Querclrs caducifolio, progresivo de base a techo del diagrama, y más o menos
constante salvo en la muestra antracológica 2, que muestra un
leve descenso con respecto a la tendencia general. Esto puede ser
debido al mayor porcentaje que presenta esta misma muestra de
[page-n-184]
o
J H
+PPn
+
+
+
C
F
O
PTOE
O RPSP
ó
--
--
---
-
Fig. 7.4. Diagrama antracol6gico de Pala da Vella.
Quercirs sp. (14,37 %). Qirerctrs caducifolio está presente en la
mayor parte de los diagramas polinicos realizados en el noroeste
peninsular y de forma dominante hasta al menos el 6000 BP
(Ramil Rego, 1992; Aira Rodríguez y Saa Otero, 1988; López,
1986).
En el caso de Pala da Vella se observa un predominio de
Qirercirs perennifolio k n t e a la variedad caducifolia, de acuerdo
al carácter continental de la zona. Los caducifolios debieron ocupar puntos más localizados de umbría o mayor altitud, mientras
que los perennifolios debieron ser el principal elemento de la
vegetación en la franja altitudinal en la que se ubica la cueva.
Actualmente, ésta se encuentra en un piso mesomediterráneo en
el que Qzrercirs perennifolio juega un importante papel, sobre
todo en las vertientes continentales y crestones calcáreos de la
zona, donde los caducifolios carecen de las condiciones óptimas,
de modo que se desarrollan preferentemente en las vertientes oceánicas de las sierras orientales gallegas (fig. 7.5). El gran desarrollo de Qirerctrs perennifolio y la importante presencia de
Quercils caducifolio en la Edad del Bronce nos puede indicar la
Pertenencia de este paisaje al mismo piso bioclimático y una distribución similar de la vegetación.
Arbirtus icnedo es el taxón que presenta porcentajes más altos
después de Querctrs, con porcentajes muy estables en todos los
espectros antracológicos, cercanos al 10 %. Es frecuente encontrar esta especie formando parte del cortejo de los carrascales o
bosques mixtos de caducifolios, acompañado por Pistacia terebinthlrs, Crataegirs nzonogyna, Phillyrea, Erica, Hedera helh o
Berberis vulgaris (Costa et alii, 1997: 426). En Pala da Vella se
han identificado, aunque con una presencia muy puntual, algunas
de estas especies; Pistacia terebintlitrs, Sorbtrs-Crataegtrs,
Rhamntrs-Phillyrea, Erica sp. y Hedera hel& son taxones cuya
presencia se puede asociar a la existencia de este tipo de formación arbustiva de madroños y Quercus.
Leguminosae presenta un porcentaje muy uniforme en todos
los espectros, alrededor del 5 %. Los porcentajes que ostentan en
el carbón de Pala da Vella, sugieren su presencia moderada en las
formaciones vegetales, y dada la entidad que tienen los taxones
arbóreos, la hipótesis más viable es que las leguminosas formen
parte del sotobosque de un bosque mixto de Qirercics.
Las coníferas están muy poco representadas en el carbón de
Pala da Vella. Únicamente Taxirs baccnta mantiene una presencia
constante de base a techo de la secuencia. Sus porcentajes apenas
superan el 1 % o se encuentran por debajo de éste, salvo en el
último espectro, donde alcanza algo más del 2 %. Los pinos y
enebros tienen una presencia puma1 en algunos espectros del
diagrama. La casi total ausencia de pinos en el paisaje de Pala da
Vella nos podría reflejar una fuerte competencia entre éstos y las
frondosas (Costa et alii, 1997:22-23) que ocuparían zonas diferentes, aunque la presencia tan esporádica de los enebros, podría
indicar la existencia de individuos aislados en el sotobosque de
las formaciones de Qirercus. Lo mismo ocurriría con los pinos,
aunque en este caso también podría deberse a que éstos se sitúen
en cotas más altas, en un piso suprameditenráneo, en el que son
frecuentes también en otros ámbitos de la península Ibérica.
La vegetación de ribera no tiene una entidad muy llamativa
en el carbón de Pala da Vella. Taxones frecuentemente asociados
a estos medios, como Sorbirs-Cratnegus, Pnrr~trssp. o Fraxinus
sp. aparecen en todos los espectros del Nivel 1 de Pala da Vella,
aunque sus porcentajes son muy modestos, por lo que parece más
apropiada la hipótesis de que éstos formaran parte del cortejo del
bosque de Qirerc1rs. El curso de agua más cercano al yacimiento
es el río Sil, que discurre a algo más de 400 m de diferencia de
cota respecto a éste. La hipótesis del aprovechamiento de la leña
de las especies de ripisilva que se desarrollaran a lo largo del
curso del Sil, es poco viable. El alto desnivel desde la cueva hasta
el río, además de la pendiente bastante abrupta que los separa,
haría que el transporte de la leña hasta el yacimiento resultara
excesivamente costoso. Es más probable que la existencia de car-
[page-n-185]
bón de estas especies en Pala da Velia se explique por su presencia entre el cortejo del bosque de Querczts y que haya sido recolectada indiscriminadamentejunto al resto de especies componentes de esta formación. Corroboran esta segunda hipótesis, los
bajos porcentajes que presentan estos taxones en el carbón, que
desechan la idea de explotación de un medio en el que éstos sean
el principal componente.
En el carbón de Pala da Velia se han identificado también dos
fragmentos de Osyris sp., que junto a Pistacia terebi~zthus,
Rhamnrrs-Phillyea o el propio Qtrercus perennifolio, constituyen
taxones de marcado carácter mediterráneo, algunos de ellos localiados probablemente en uno de sus limites más septentrionales.
Actualmente, en la cuenca del Sil no es extraño encontrar algunas especies mediterráneas, como Daphne gnidiirm, Pistacia
terebinthzrs, Plg),ll~vaang~rst~YoIia,
Osyr?s alba o Asparagus acutifoliz(s, acompañadas de oiras especies de carácter eurosiberiano.
Incluso la carrasca y el madroño no penetran en tierras de gran
influencia eurosiberiana salvo por estos "pasillos mediterráneos"
que suponen los valles fluviales. Pero únicamente Quercus mtitndifolia, Cistls ladanifer o Cisttrs populifoliirs muestran una distribución más o menos continua; el resto dependen en gran medida de condiciones topográficas, edáficas y microclimáticas favorables, por lo que se encuentran mucho más localizadas. Otras
especies, como el madroño, se han adaptado a las condiciones de
oceaneidad.
En el análisis de los restos faunisticos realizado por C.
Fernhndez Rodríguez (Fernhndez Rodríguez et alii, 1996) se han
identificado restos de ciervo y cono, dos especies que se identifican con bosques de caducifolios y mixtos, con frondoso monte
bajo (Hofmann, 1993). También se han identificado dos especies
de espacios abiertos, asociadas generalmente a zonas de actividad humana, el ratón de campo (Apodemus sylvatic~rs)y el ratón
doméstico (Mtrs mtrscttlus). Estos resultados corroboran los
obtenidos a través del carbón, en cuanto a la presencia de un bosque mixto denso, con un reflejo muy moderado de la actividad
humana.
La imagen de la vegetación obtenida a partir del carbón de
Pala da VeIla no ha variado de forma sensible con respecto a la
actual, en lo que a presencia de taxones se refiere, pero el gran
porcentaje de Qtiercus caducifolio en el Bronce hace pensar que
la formación tuviera un porte mis forestal, ya que actualmente no
sobrepasa un matorral alto. Los procesos deforestadores generalizados detectados en otros antilisis paleobotániws no se registran
en Pala da Vella, bien por tratarse de una secuencia corta, bien
porque el medio más inmediato al yacimiento no fue explotado
de forma intensiva, al no constituir un entorno demasiado favorable para la puesta en cultivo de las tierras circundantes.
1. Brezales de altura
2, Brezales
3. Xesteiras
Fa Fraxinus angustifolia
Ba Berula alba
-:::y
...
4
L.
S
Cs Castanea sativa
Fig. 7.5. Situación actual de los carrascales de la Sierra del Courel en crestones calchreos, entre bosques caducifolios eurosiberlanos, a partir de
Costa el alii (1997).
[page-n-186]
[page-n-187]
Capítulo VIII
LA SECUENCIA DE VEGETACIÓN DEL NOROESTE PENINSULAR. DISCUSIÓN DE LOS DATOS ANTRACOLÓGICOSY POLÍNICOS
VIII. l. SÍNTESIS DE LOS RESULTADOS
ANTRACOL~GICOS
Los conjuntos antracológicosestudiados en este trabajo, tanto
los procedentes de yacimientos arqueológicos como de depósitos
naturales, han dado como resultado una larga secuencia que cubre
a grandes tramos sobre todo los últimos 18.000 años, además de
un episodio puntual datado hacia el 34000 BP que ha proporcionado el registro de la Cova da Valiña. Los importantes cambios
climáticos acaecidos en este periodo se hacen claramente patentes en el registro antracológico, con variaciones importantes en la
cubierta vegetal y en las especies que la componen. Para algunos
momentos de esta secuencia poseemos una mayor escasez de
informaci6n por ausencia de yacimientos correspondientes a esa
cronologia.
El material estudiado cubre diferentes ámbitos biogeográficos del sector noroccidental peninsular, de manera que somos
conscientes de las limitaciones de realizar generalizacionesa partir de nuestros datos.
El yacimiento de A Valiña es el que presenta una cronología
más antigua y establece la base de la secuencia hacia el 34000 BP,
ofreciendo una imagen muy puntual para este periodo, ya que
corresponde a un solo nivel de ocupación. Tras esta fecha existe
un gran vacío de información hasta cronologías cercanas al
18000BP con el inicio de la secuencia de Mougás. Algunos autores han propuesto el arranque de esta secuencia al menos en el
39900 BP (Butzer, 1967), aunque las Últimas revisiones han puesto dc manifiesto la invalidez de algunas de las fechas obtenidas
para el depósito, debido fundamentalmentea problemas metodológicos en cuanto a la recogida y tratamiento de las muestras
(Gómez Orellana, 2002: 151). Las fechas de 18200 k 900 BP
(Nonn, 1966) y 18030 k 160 BP (Brosche, 1982) si son coherentes para datar la base del depósito. Este depósito es el que ha ofrecid0 una secuencia continua más prolongada, con varias dataciones que hacen de este yacimiento una referencia obligada para
situar otras secuencias mhs cortas de la región. La datación más
reciente que se posee para este depósito es de 5330 i 60 BP
(Gómez Orellana, 2002). No existe datación para el techo del
depósito, pero debe llegar hasta fechas mucho más recientes.
El resto de coniuntos han ofrecido una secuencia mucho más
corta. En el caso de algunos de los yacimientos arqueológicos, la
totalidad del carbón analizado procede de estructuras de combustión (Xestido iiI) o de elementos constructivos (O Castelo,
Noville), por lo que se intentará corregir la distorsión de los resultados para ver si se pueden integrar con coherencia dentro de la
secuencia general.
La síntesis de los resultados antracológicos para cada yacimiento, integrados cronológicamente dentro de la secuencia climática y cultural del noroeste peninsular, representa claramente
la evolución de las principales formaciones vegetales identificadas y10 los taxones más significativos (fig. 8.1).
En general, se puede observar a grandes rasgos que las formaciones arbóreas más características del noroeste son las de
Qrrercirs caducifolio. Este taxón está presente en todos los yacimientos estudiados, en muchos de ellos con un claro predominio,
siendo bastante importante aún en momentos de máximo rigor
climático.
Para cronologías de la última glaciación, únicamente contamos con las referencias de la Cova da Valiña y el inicio de la
secuencia de Mougás. En ambos casos dominan las formaciones
abiertas de coníferas y10 de matorral. En Valiña, estas formaciones están encabezadas por pinos de montaña (Piltirs tp. nigrasylvestris), pero los porcentajes de Qrterczrs caducifolio siguen
siendo muy importantes. En Mougás, durante el Pleniglaciar, las
formaciones dominantes son de matorral, encabezado probablemente por varias especies de brezos.
Aproximadamente hacia el 15000 BP, con el comienzo del
Tardiglaciar, se detecta en la secuencia de Mougás un rápido y
progresivo aumento de Quercus caducifolio, al tiempo que se
reduce la importancia de los brezales. Lamentablemente, no contamos en este estudio con otras secuencias para comparar esta
evolución. Es justo en momentos previos a la llegada del
Holoceno, hacia el 11000 BP cuando se alcanza el máximo de
Qzrerczrs caducifolio estando casi totalmente ausentes otros taxones. A estos momentos de máximo dominio arbóreo en Mougás,
[page-n-188]
corresponden también las secuencias de Xestido 111y Frexulfe.
En el primen>, únicamente se contaba con el material procedente
de una estructura de combustión, por lo que los resultados son
sólo orientativos, pero muestran también la presencia en el medio
de Quercus caducifolio junto a otros taxones termófilos (Bettrla
sp., Coiylz4s avellana). Lo mismo ocurre en el depósito de
Frexulfe, donde los taxones termófilos son absolutamente dominantes, destacando los porcentajes de Quercics caducifolio y
Corylz~savellana.
Los resultados muestran pues, un dominio de las formaciones
arbóreas termófilas durante gran parte del Tardiglaciar y del
Holoceno inicial y medio, desde los enclaves más próximos a la
costa (Mougás) hasta zonas montañosas interiores. Las evidencias antracológicas no se ajustan a la periodización clásica del
Tardiglaciar, ya que desde comienzos del mismo, se da un desarrollo progresivo y sin interrupción de la vegetación arbórea
termófila, sin detectarse ninguna pulsación de regresión del
mismo; incluso coincidiendo con la cronología establecida para
el Dryas reciente se produce el comienzo de los máximos valores
de Qtrems caducifolio. Por lo tanto, el tránsito de los paisajes del
Pleistoceno al Holoceno en las secuencias antracológicas es gradual, casi de forma paralela al inicio del Tardiglacial (ca. 15000
BP), y enlaza directamente con el óptimo climático holoceno.
A partir de aproximadamente el 4500 BP comienza a detectarse en las secuencias antracológicas una débil regresión de las
formaciones arbóreas dominantes hasta el momento, y la progresiva expansión de nuevas formaciones arbustivas y de matorral,
como consecuencia de la deforestación antrópica del medio.
Otros estudios paleobotánicos han datado hacia el 6000 BP algunos episodios de deforestación previos a la aparición de la agricultura (Peñalba, 1989; Ramil Rego, 1992), que se acentúan a
partir de la generalización de ésta por todo el territorio, hacia el
4500 BP. En las secuencias antracológicas estudiadas, existen
diferentes dinámicas para la evolución de la vegetación.
En la secuencia de Mougás, el comienzo de la curva ascendente del matorral de Erica y Leguminosae se fecha hacia el 6000
BP en débiles porcentajes, pero esta tendencia se acentúa en
momentos más avanzados del 5500 BP. Sin embargo, en el depósito de Frexulfe, datado hacia el 5000 BP, no se detectan evidencias de estos procesos de deforestación, ya que más de un 90 %
del carbón analizado correspondía a taxones arbóreos termófilos.
En el perfil de Balouta si se puede observar el establecimiento
progresivo de un matorral compuesto por brezos y leguminosas
hacia el 4000 BP, tras la degradación de una formación fuertes
mente dominada por Q u e ~ i i caducifolio.
Los casos de Mougás y Balouta constituyen claros ejemplos
PRADO DO
NOVILLE
O CASTELO
( m.s.n.m.)
PALA DA
PERFIL DE
BALOUIA.
i ( m.s.n.m.) i
830 m.s.n.m)
(O m.s.n.m.)
131
al<.
FREXULFE
M?.
3.3 K.
4.3 ih
IO.6
-------------------SKI
u Formaciones abiertas de coníferas y10 rnatorraí,
.g Qtrercus caducifoiio y otros taxones termófilos.
0Qettercus perennifolio y fonnaciones mixtas.
0Matorral de brezos y leguminosas.
Formaciones edafóñlas.
Fig. 8.1. Síntesis de los resultados antracol6gicos de los yacimientos de la regibn Enrosiberiana.
[page-n-189]
de lo que algunos autores han denominado la vegetación "pseudo-climácica" en el noroeste peninsular, es decir, formaciones de
brezos y leguminosas perfectamente adaptadas a la continua
explotación humana del medio (Rodriguez Guitián et alii,
1996a), alcanzando valores de deforestación cercanos a los del
último gran ciclo glacial, pero esta vez de origen antrópico
(Ramil Rego, 1992).
En cronologías algo más recientes se sitúa el yacimiento de
Pala da Vella, que presenta un predominio de formaciones arbóreas mixtas de perennifolios y caducifolios, que constituyen la
vegetación característica de las zonas de transición entre las
regiones Emsiberiana y Mediterránea. En este yacimiento no se
detectan los procesos de deforestación citados, ya que, probablemente, el medio en el que se encuentra el yacimiento no constituyera una zona muy propicia para la actividad agrícola.
Los yacimientos de O Castelo y Noville constituyen un caso
especial, pues la finalidad constructiva hace que la madera utilizada en ellos esté sometida a una fuerte selección de especies,
que pueden falsear la imagen de la vegetación circundante. En
ambas, ha sido ampliamente utilizado Qlierctrs caducifolio, lo
que constituye una nueva prueba de explotación intensiva del
bosque de caducifolios. En el caso de Noville, el carbón nos da
información además sobre el desarrollo de formaciones de Piltlis
pinea y/o piitaster en las zonas costeras, donde el componente
edáfico arenoso constituye un medio óptimo para su desarrollo.
En conclusión, podemos detectar las siguientes fases de la
vegetación a través de los registros antracológicos:
Dominio de las formaciones abiertas de coníferas y/o estepas de matorral, durante los periodos más rigurosos del
Último ciclo glacial, y hasta el arranque del Tardiglaciar.
Comienzo de la curva ascendente de los taxones arbóreos
termófios, desde el 15000 BP, y reducción de las formaciones de matorral.
Dominio del robledal y los taxones termófilos, entre aproximadamente el 11000 y el 5500 BP.
A partir del 5500-5000, comienzo de la regrcsión de las formaciones arbóreas y establecimiento de un matorral "pseudo-climácico" (Rodríguez Guitián et alii, 1996a) o de la
"estepa cultural" (Ramil-Rego, 1992). La fecha en que
comienza a detectarse este proceso puede variar sensiblemente en función de la situación de cada yacimiento en un
ámbito más o menos apto para el desarrollo de la agricultura.
VIII. 2. LA VEGETACI~NDEL PLEISTOCENO SUPERIOR-HOLOCENO DEL
NOROESTE PENINSULAR Y ZONAS
LIMÍTROFES
Las secuencias de vegetación del sector noroccidental de la
península Ibénca se caracterizan por una redistribución de especies ante los cambios climáticos que se producen durante el
Pleistoceno y parte del Holoceno, y a partir del Holoceno medio
y sobre todo reciente, ante el impacto antrópico. La reorganización de la vegetación como respuesta a la variación climática
sigue fundamentalmente parámetros altitudinales e incluye la
migración de especies, la existencia de refugios de vegetación en
las zonas mon&osas, la expansión de estasespecies acantonadas
en momentos favorables para su desarrollo, la introducción de
especies antrópicas en momentos más recientes, etc., hasta conformar la imagen de la vegetación actual.
En el noroeste peninsular, el factor altitudinal juega un gran
papel en la migración de las especies y permite la instalación en
altura de algunos elementos centroeuropeos. A su vez, esta zona
comprende dos ámbitos diferenciados: las tierras de cariicter continental, que se encuentran aisladas de la iduencia oceánica por
barreras orográficas naturales, y que abarca todas las vertientes
sudorientales y meridionales de la cadena que forman la
Cordillera Cantábrica y las montañas orientales gallegas; y en las
vertientes occidentales de las montañas o en las cotas más altas
de éstas, se recibe ya una influencia atlántica, que se traduce en
unas diferentes características térmicas y ombroclimAticas, y en
una diferente dinámica de las especies vegetales. Hemos mencionado ya como las montañas que discurren paralelas a la costa
cantábrica y las sierras gallegas de Ancares, Cebreiro y Caurel,
actftan como eje vertebrador en la migración de ciertos elementos centroeuropeos continentales, salvando la proximidad al mar
al desplazarse por las cotas mhs altas de estos relieves; es el caso
de la penetración del haya (Fag~issylvatica) en la península
Ibérica (Rodriguez Guitián et alii, 1996a; 19961>;Ramil-Rego,
1992; Ramil-Rego et alii, 2000; Gómez Orellana, 2002).
El último gran ciclo glacial corresponde, en la cronología
alpina, al Würm, cuya seriación de estadiales e interestadiales fue
fijada a par& de las secuencias isotópicas oceánicas y de los hielos polares (Shackleton, 1987; Ruddiman et alii, 1989). Según la
periodización clásica, este ciclo se dividía en cuatro grandes estadiales, separados por interestadialesatemperados, el último de los
cuales (Würm N), incluye algunos de los máximos frios del ciclo
(Pleniglaciar) y el comienzo de la deglaciación hacia el interestadial Holoceno (Tardiglaciar). Las periodiiaciones más recientes
propuestas para el suroeste de Europa, que se han apoyado en
gran medida en resultados de análisis litoestratigráfícos y sedimentológicos, aceptan la existencia de ciertos cambios climáticos
a gran escala, pero establecen secuencias regionales con marcadas particularidades en cuanto a la intensidad de estas fluctuaciones. Así, para el suroeste europeo, el último ciclo glaciar comienza con una fase previa caracterizada por la rápida sucesión de
estadiales e interestadiales, denominada Prewüm, que corresponde a los estadios isotópicos 5d a 5a. Del 80000 al 60000 BP
se produce una gran fase estadial (estadio isotópico 4), denominado Estadial Wiirmiense Inicial; del 60000 al 25000 BP sucede
una fase de dominio del clima atemperado en general, que corresponde al estadio isotópico 3 y se denomina Interestadial
Würmiense. Un nuevo recrudecimiento climático marca el
comienzo del Estadial Würmiense Final, que se desarrolla entre
el 25000 y el 15000 BP. A partir de esta cronología, con el retroceso del Frente Polar hacia latitudes más septentrionales,
comienza a detectarse el calentamiento de las aguas oceánicas y
la progresiva fusión de los hieios continentales, que habían alcanzado su máximo desarrollo hacia el 18000BP, Esta etapa se denomina Tardiglaciar, cuya mejoría climática enlaza directamente
con el inicio del Holoceno.
Las secuencias antracológicas resultado de nuestro análisis,
así como otras obtenidas a partir de otros estudios paleobotánicos
(fig. 8.2) nos permitirán elaborar una secuencia de vegetación
para el noroeste de la península, y establecer la intensidad real de
los episodios glaciales y los movimientos de vegetación en este
ámbito, así como el comienzo de la acción antrópica sobre el paisaje.
[page-n-190]
Secuencias polinicas
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
Maceda
Cortegaqa
Agqadoura
Oia
SanXián
Mougiis
Caamafio
Sierras Septentrionales
Moucide
Porto de Río Boó
Area Longa
Serra dos Ancares
13
14
15
16
17
18
19
20
Lagoa de Lucenza
L a m a de Sanabria
~ a & n ade las Sanguijuelas
Lago de Ajo
nrbera de Braíiuelas
Lago de Las Pardillas
Quintanar de la Sierra
Serra da Estrela
21 Lagoa do Marinho
0 Secuencias antrscológicas
22 La Piedra
23 Serra da Aboboreira
Límite actual entre las dos regiones biogeográficas
Fig. 8.2. Situación de las secuencias de la región Eurosiberlaua citadas en el texto.
Este periodo comprende una serie de pulsaciones predominantemente atemperadas, dentro del ciclo glacial würmiense. El
anhlisis polinico de diversos niveles limnéticos de la franja litoral del noroeste ibérico han ofrecido una imagen de la vegetación
de este ámbito desde aproximadamente el 50000 BP (GómezOrellana, 2002). El depósito de Area Longa (Fazouro, O m), en el
litoral lucense, ha ofrecido una amplia secuencia desde fuiales
del Prewürm hasta el Holoceno reciente. Para momentos del
Interestadial se observa una expansión de taxones arbóreos planocaducifolios, fundamentalmente Qirerctcs robur tp. y Bettrla
(Gómez-Orellana, 2002: 117), aunque ésta se ve intempida
ocasionalmentepor algunos episodios de dominio de herbáceas y
arbustos, entre los que destaca la presencia de Poaceae, Callirna,
Erica y en menor medida, Leguminosae. Betirla es el taxón arbóreo caracteristico que acompaña estas formaciones. En suma, se
detectan al menos tres pulsaciones de predominio arbóreo equiparables a momentos previos al ciclo glacial, alternando con
fases de menor desarrollo arbóreo, en las que Quercus robur tp.
y Betula no llegan a desaparecer.
En el depósito de Moucide (Cangas de Foz, Lugo, O m) se
detecta también este Interestadial, dominado por formaciones
arbóreas termófilas caducifolias en las que Quercirs robur tp.
[page-n-191]
juega un importante papel, al menos hasta cronologías cercanas
al 41400 BP. A partir de este momento se detecta la débil caída
del polen arbóreo, a favor de estepas de Poaceae y Betula, en las
que siguen estando presentes los elementos termófilos citados.
Este momento se data en 33400 BP (Gómez-Orellana et alii,
2001; Gómez-Orellana, 2002: 130).
El perfil de Caamaño (Porto do Son, A Coruña, O m) ha ofrecido una imagen de vegetación para el Interestadial Würmiense
similar a las anteriores (entre 36050 BP y 28750 BP) con un
dominio de matorral de Poaceae, Callrrna, Erica, etc., acompañadas de Qrcercirs robur tp., Bettrla y Pinus sylvestris.
En dos de los perfiles de Caamaño (B y C) se documentaron
sendos niveles con macrorrestos vegetales, a partir de los que se
ha realizado un análisis antracológico (Badal, inédito). Existen
cinco dataciones para el perfil B, 36050 143011210 BP, 32340
i 240011800 BP, 30120 i 6701620 BP, 29400 rt 220011700 BP y
28750 1100/900 BP, y aunque no se dispone de ninguna para el
perfil C, parece que éste úitimo es mucho más reciente. Los resultados antracológicos del perfil B dieron más de un 90 % de Pinirs
sylvestris, mientras que en el C, al menos un 98 % del carbón pertenecía a Betula. Ambos taxones pueden desarrollarse de forma
conjunta, aunque el abedul es más exigente en lluvias de verano,
pero la gran diferencia entre ambos perfiles avala la no coetaneidad propuesta por las dataciones.
Para cronologías similares (34250 BP) se observa en Santa
María de Oia (O Rosal, Pontevedra, O m) una gran expansión del
polen arbóreo, cercana al 70 %, con un dominio de formaciones
planocaducifolias mixtas y hayedos, con especial importancia de
Qirercirs robrrr tp., Alnirs, Betula, Coryltrs y Ulmirs. Sólo se intercalan en esta fase dos breves momentos de expansión de las estepas de Poaceae, en las que siguen presentando gran importancia
los taxones anteriores. En el depósito de San Xián, localizado
junto al anterior, se representa bien uno de estos momentos de
expansión de la estepa de Erica y Poaceae fundamentalmente,
para una cronología del 36510 BP.
Durante los momentos más atemperados, tanto en Area
Longa como en Moucide y Caamaño, se detecta la presencia de
taxones de medios acuáticos (Nyniphaea, Alismn, Hvdrocharis,
Potaniogeton, Isoetes, etc.) e higroturbosos (Spagnunt,
Cyperaceae, Lycopodiirm, Juncaceae, Liliaceae, etc.), que evidencian la existencia de humedales. Si tenemos en cuenta que en
estos momentos la línea del nivel del mar se encontraría entre
501100 m por debajo del actual, suponemos debió existir un complejo de humedales y zonas encharcadas en la zona sublitoral del
noroeste peninsular, que se desecan durante los episodios estadiales (Gómez-Orellana, 2002: 120). Efectivamente, se ha comprobado que las fluctuaciones del nivel marino afectaron en gran
medida al régimen hidrico a escala regional (Rodrigues et nlii,
1991) lo que debió de constituir un importante condicionante
para los movimientos de la vegetación añadido a los factores
estrictamente climáticos.
En contraste con esta frania litoral. la Cova da Valiña ofrece
una imagen de la vegetación en ámbito más continental y de
montaña, para una cronología alrededor del 34800 + 19001- 1500
BP en la que se aprecia una dualidad de las formaciones termófílas planocaducifolias de Quercirs caducifolio y Betirla, y por otro
lado, unos importantes porcentajes de Pinlcs tp. sylvestris-nigra.
Los pinos se encuentran escasamente reoresentados en toda
la zona litoral: se han identificado en la mayor parte de los depósitos analizados aunque en muy escaso porcentaje (salvo en el
carbón de Caamaño), Pinuspinaster tp. y10 Pinirs sylvestris tp. El
*
*
primero puede corresponder a la vegetación edafófila de las
zonas arenosas litorales y sublitorales. En general, los pinos no
constituyen uno de los elementos más característicos de la vegetación del noroeste peninsular. Sin embargo, en la Cova da Valiña
están muy bien representados en momentos del Interestadial
Würmiense, probablemente como máximo representante de los
periodos Mas pleistocenos en ámbito interior de montaña. Pero la
existencia de un clima atemperado viene marcada por la abundante presencia de Quercrrs caducifolio, con una localización
probablemente restringida a enclaves muy protegidos durante los
periodos más rigurosos.
Observamos pues, ciertas similitudes y al tiempo, una diiámica diferente de los territorios costeros con respecto a las zonas
continentales. En todo el territorio del noroeste peninsular,
Quercus caducifolio es un elemento clave en las formaciones
vegetales, que se ve reducido, aunque sigue manteniendo una
curva constante, en los periodos de clima más riguroso. Mientras
que en las zonas costeras, la respuesta al recrudecimiento del
clima es el establecimiento de estepas de herbáceas y arbustos
tipo brezales, en las zonas interiores, los pinos de montaña parecen jugar un importante papel, asentándose probablemente sobre
los enclaves más empobrecidosy poco protegidos, donde los planocaducifolios no se desarrollan.
VIII.2.2. EL PLENIGLACIAR (25000-15000 BP)
El Pleniglaciar o Estadial Würmiense Final registra una de las
pulsaciones más frias del último ciclo glacial, que alcanza si1
máximo hacia el 20000-18000 BP, ocasionado por un nuevo
avance hacia el sur de las masas de hielo y del Frente Polar que
se sitúa en estos momentos en latitudes de 40-46" (fig. 8.3), provocando un marcado descenso de las temperaturas y de la humedad (Frenzel et nlii, 1992; Ruddiman y McIntyre, 1981). De este
modo, el sector noroccidental de la península Ibérica quedaba
directamente bajo la influencia de los vientos polares. Como consecuencia de este descenso, los casquetes glaciales continentales
alcanzan en este momento potencias de hasta 3.000 m y las lenguas de hielo penetran hacia el mar, cubriendo todo el norte de la
Europa continental, mientras que en latitudes más meridionales,
las montañas más altas mantienen nieves perpetuas en cotas cada
vez más bajas. Esta acumulación de agua en el continente provocó descensos del nivel marino de hasta 170 m, dejando grandes
áreas ernergidas (fig. 8.4) (Duplesy et alii, 1981; Ruddiman y
McIntyre, 1981;Zawing, 1992).
Las temperaturas medias anuales para el litoral atlántico
peninsular oscilan entre 6 y 10' C, y las precipitaciones no superan en ningún caso los 500 mm (Frenzel et alii, 1992). Se calcula que el descenso medio de temperatura en la península Ibérica
fue del orden de 5-7" C, mientras que en algunas zonas del norte
de Europa éste llegó a ser de hasta 14" C (Bennett et alii, 1991).
Teniendo en cuenta que el descenso de las temperaturas fue marcadamente menor en la Europa mediterránea que en el resto del
territorio, durante estos periodos más fríos de los ciclos glaciales
todo el sur de Europa debió constituir un refugio para la vegetación termófila del continente. De este modo, algunas especies
centroeuropeas se acantonan en el norte de la península Ibérica,
mientras que las de clima más cálido sobreviven el los temtorios
peninsulares más meridionales (Bennett et alii, 1991). A escala
más local, el descenso de los pisos bioclimáticos provocó una
readaptación en altura de las formaciones vegetales y la fauna
asociada.
[page-n-192]
Fig. 8.3. Situación del Frente Polar en el Atlzíntico. A: entre el 20000-16000 BP; B: entre el 90004000 BP, a partir de Ruddiman y McIntyre
(1981).
En el noroeste peninsular existía una práctica ausencia de
registros polínicos para el Pleniglaciar, debido a la situación altiiudinal de muchas de las turberas y lagos, que debieron estar
cubiertas de hielo durante este periodo. Del mismo modo, las
secuencias obtenidas son en general muy cortas, presentando hiatos debidos a la dinámica sedimentaria condicionadapor el clima,
que sella numerosos depósitos turbosos impidiendo nueva sedimentación. Recientemente, algunos estudios han ofrecido algunas secuencias para la zona litoral (Gomez-Orellana, 2002) y las
montañas interiores gallegas (Muñoz Sobrino, 1995,2001).
Para la h j a litoral y sublitoral, los registros polinicos de
Porto de N o Boó (Muras, Lugo, 600 m) (19680 i 220 BP),
Caamaño A (20160 270 BP), Mougás (ca. 18000 BP) y Santa
María de Oia, muestran un predominio de formaciones esteparias
de Poaceae, donde también están presentes Erica, Jlrnipenrs y
algunos taxones arbóreos en muy bajos porcentajes, tales como
Qzrei-cusrobirr tp., Cog~Iirs,
Betula o Pinrrs sylvestns tp. (GómezOrellana, 2002; Gómez-Orellana et alii, 2001). En la turbera de
Area Longa se registra para una datación de 16780 i 400 BP un
predominio del 80-90 % de polen no arbóreo, con formaciones
encabezadas por Poaceae y Ericaceae, con Pinirs como p ~ c i p a l
elemento arbóreo (Gómez-Orellana, 2002; Pérez Alberti y RamilRego, 1996) (fig. 8.5, A).
En el registro antracológico de Mougás también se hace
patente esta vegetación arbustiva dominada por Ericaceae, donde
los elementos arbóreos están casi ausentes. Sólo Qirercus caducifolio está presente de manera muy puntual.
El depósito de Rio Boó ha ofrecido también un nivel de
macrorrestos vegetales, a partir del cual se ha identificado una
clara dominancia de Pinus tp. sylvestns-nigra, con presencia
también de Erica y Leguminosae (Badal, inédito).
Las sierras orientales gallegas, comprendidas entre los ríos
Eo y Sil, ofrecen una serie de registros turbosos concentrados
sobre todo en las sierras de Ancares y Courel. Estas sierras transcurren a altitudes entre los 1.500 y 1.800 m, constituyendo un
nexo de unión con las estribaciones occidentales de la cordillera
Cantábrica, y una barrera orográfica hacia la "Galicia interior".
Las secuencias polinicas obtenidas para estos territorios también
muestran una hegemonía de las formaciones vegetales arbustivas
y herbáceas, con presencia dominante de Poaceae, Erica y
Callinza para las vertientes oceánicas, dejando paso en los enclaves más continentales a formaciones crioxéricas en las que redu-
*
cen su importancia las especies herbáceas húmedas, para dejar
paso a Artemisia y Chenopodiaceae (fig. 8.5, A). En estas zonas
montañosas también se dan porcentajes importantes de Piiars, y
están presentes ciertos elementos arbóreos caducifoiios (Muñoz
Sobrino, 2001).
En Lago de Ajo, situado a 1.570 m de altitud, en la vertiente
norte de la Cordillera Cantábrica, pero rodeado de cumbres cercanas a 2.400 m, el polen refleja hacia el 20000 BP una vegetación compuesta fundamentalmente por estepas de Artemisia,
Chenopodiaceae y Gramineae, que evidencian un clima más
árido que en la actualidad, pero moderadamente ñío, ya que recibe influencia oceánica directa a través de los valles fluviales:
están presentes Pinirs, Betida y algunos taxones termófilos caducifolios en menores porcentajes. Este dominio de las estepas se
prolongará hasta momentos cercanos al 12610 BP (McKeever,
1984, citado en Allen et alii, 1996; Watts, 1986).
El predominio de las formaciones de herbáceas se ha observado en otros territorios peninsulares continentales (Montserrat
Marti, 1992; Jalut et alii, 1992; Andrieu et alii, 1993; Reille,
1993a y b; Reille y Lowe, 1993; Reille y Andrieu, 1993, 1995);
así como también en el Macizo Central francés, donde las curvas
de Pinirs en las secuencias polinicas son muy importantes, y se
acompañan de Betirla y un mhimo porcentaje de taxones caducifolios termófilos como Fagtrs, Carpinirs, Co~~Iirs
y Ulmirs (de
Beaulieu y Reille, 1984, 1989, 1992a, 1992b; de Beaulieu et alii,
1982, 1994).
VIII.2.3. EL TARDIGLACIAR (15000-10000 BP)
A partir de aproximadamente el 16000BP comienza a documentarse en las secuencias oceánicas el inicio de la mejoría climktica, con el comienzo del retroceso del frente polar hacia su
posición actual, y el consiguiente aumento de las temperaturas.
En las secuencias continentales, este momento se detecta algo
más tarde, hacia el 15500-15000 BP (Ruddiman y McIntyre,
1981; Watts, 1986; Turner y Hannon, 1988), aunque los estudios
más recientes insisten en las grandes diferencias regionales respecto a las cronologías, situando su inicio incluso hacia el 17000
BP para los territorios montañosos del noroeste de la península
Ibérica (Muñoz Sobrino, 2001).
Este periodo se caracteriza por una serie de variaciones ciimáticas rápidas, con repercusión variable en el continente euro-
[page-n-193]
m%dra
Arbolada
Fig. 8.4. Mapa de Europa durante el Plenigladar, a partir de Zawing (1992).
peo, que establecen ciertas diferencias regionales; éstas hacen
que no siempre sea fácil aplicar la cronología clásica establecida
para el Tardiglaciar, realizada a paríir de los estudios polinicos en
Dinamarca, que denota al menos dos pulsaciones frías (Dryas)
separadas por un momento atemperado (Interestadio Tardiglacial
o B8lling-AllerOd). Para algunos autores, las rápidas oscilaciones
climáticas del Dryas estarían causadas por el avance hacia el sur
de las aguas £rías superñciales que bañarían las costas de Europa
como resultado del proceso de fusión de las masas de hielo con-
tinentales, situadas ya en zonas cercanas al Artico, más que a un
nuevo avance real de éstas (Bell y Walker, 1992: 67 y SS.). Estos
cambios parecen imperceptibles a nivel de temperatura en buena
parte de las regiones más septentrionales del Meditemineo,
donde las fases frias se traducen sobre todo en un aumento de la
aridez, sin recibir directamente temperaturas muy rigurosas. Del
mismo modo, estas pulsaciones tampoco quedarían registradas en
otras secuencias polínicas europeas de zonas poco sensibles a
estas variaciones climáticas, como se ha documentado en algunas
[page-n-194]
A) PLENIGLACIAR
Peiia Trevhca
N/Nw
-
B) TARDIGLACIAR
C) HOLOCENO MEDlO
D) HOLOCENO RECIENTE
;
20004
9 Quemts widucifolio y otros taxones mesófílos
9
Querncs perennifolio y otros taxones temófdos
Pinus pinaster/P. halepensis
p
$4
Estepa de Gramineae
~inussylvestris
rezos y leguminosas
4 JunipeMs
f
Artemisia
cereal
Fig. 8.5. Hipótesis de reconstrucción de la vegetación del noroeste
peninsular desde el Pleniglaciar hasta el Holoeeno reciente, a partir
de diversos estndlos paleobot4nicos.
turberas del norte de Francia (Sánchez Goñi, 1996: 529). El
retroceso y fusión de las masas de hielo continentales hacia el
norte, produce la paulatina elevación del nivel del mar hasta
alcanzar las cotas actuales.
Durante las pulsaciones frias del Dryas, gran parte de Europa
estaría cubierta de estepas, quedando refugiadas algunas especies
arbóreas solamente en las zonas más benignas del sur. En los episodios cálidos, las estepas se retiran al norte y los espacios
comienzan a ser colonizados por formacionespreforestales dominadas por coníferas y abedules. La migración de las especies y su
abundancia relativa es una respuesta a los cambios climáticos a
gran escala, pero también a aquéllos producidos por factores de
escala más local (orográficos, edáficos, etc.), dinámica que afecta a la composición florística de los bosques y va a perfilar las
especies genuinas de cada región.
Las pulsaciones del Dryas no se perciben generalmente en los
registros antracológicos, y en las secuencias polínicas tal vez se
deban a un descenso de la producción polínica, más que a un
cambio real en las formaciones vegetales. Por lo tanto, vamos a
utilizar esta periodización únicamente como referente cronológico, sin que por ello constituya en muchos casos una fase independiente en las secuencias que presentamos a continuación.
Las secuencias polhicas del Tardiglaciar disponibles para el
noroeste de la península Ibérica se distribuyen fundamentalmente por las regiones montañosas interiores (Ramil-Rego, 1992;
Ramil-Rego et alii, 1995; Allen et alii, 1996; Muñoz Sobrino,
1996,2001; Muñoz Sobrino e#alii, 1995, 1996a y b, 1997), siendo más escasas en otras zonas.
Para la zona litoral, existen registros polínicos de inicios del
Tardiglaciar en Area Longa (15950 BP), Moucide (13600 BP) y
Mougás (14100 y 13720 BP), los tres incluidos cronol6gicamente en el Dryas antiguo (Gómez-Orellana, 2002; Gómez-Orellana
et alii, 1998). La vegetación de estos depósitos refleja un paisaje
abierto, con dominio de taxones no arbóreos, entre los que destacan Poaceae y Cyperaceae en Moucide, y Asteraceae, Ericaceae
y Poaceae en Area Longa y Mougás. En zonas sublitorales también se da un dominio de Poaceae, como se observa en la secuencia de Pena Vella (Abadín, Lugo, 700 m), donde se acompaña de
Pinus syhestris y ciertos taxones termóflos caducifolios, como
Quercics iaobur tp. o Coyltrs (Ramil-Rego et alii, 1994,1998a).A
diferencia de esta imagen, en el registro antracológico de
Mougás, se aprecia ya hacia el 15000 BP una rápida expansión de
Querctrs caducifolio en detrimento de las formaciones arbustivas
de Ericaceae, hasta que en momentos cercanos al 13700, los primeros superan en porcentaje a las segundas.
Para las montañas interiores del noroeste ibérico, la secuencia polínica de Lagoa de Lucenza (Santos et alii, 2000) y Lagoa
de Lucenza 11(Muiloz Sobrino, 2001) (Quiroga, Lugo, Sierra del
Courel, 1.375 m) muestra un predominio de estepas herbaceas y
arbustivas crioxéricas, dominadas fundamentalmente por
Artemisia y Poaceae, y ocasionalmente, Epliedra y htnipertrs, y
muy bajos porcentajes de polen arbóreo, evidenciando la mayor
aridez con respecto a las zonas litorales. Esta imagen contrasta
con la vegetación documentada en las montañas galaico-minhotas, en las que la aridez no es tan acusada, y los porcentajes de
Arteniisia son mucho más reducidos; en su lugar, observamos en
Lagoa do Marinho (Gen%, 1.150 m) un estepa de Gramineae y
Compositae, acompañada de numerosos taxones termófilos, entre
los que destacan Qtierctrs robirr tp., Q u m s ilex tp., Coylus,
Castanea, Iiex, Carpinirs, etc. (Muiíoz Sobrino, 2001).
En Lago de Ajo se documenta para este momento un claro
[page-n-195]
dominio de Pittirs, Artentisia y Gramineae, y en menor medida,
Ericaceae y Chenopodiaceae, con presencia esporádica de
Quercirs, Betirla y otros taxones termófilos. Hacia el 13500 BP
comienza a detectarse un rápido aumento de la curva del polen
arbóreo (Allen et alii, 1996).
En las secuencias polínicas de la sierra de La Cabrera, se
observa en general una expansión de taxones característicos de una
"tundra seca de montaña" o "estepa alpina" (Allen et alii, 1996;
Muiíoz Sobrino et alii, 1997). En Laguna de la Roya (Zamora,
1.608 m), para cronologías entre 14559 y 12425 BP, la estepa se
compone fundamentalmente de Artentisia, Gramineae,
Caryophyllaceae y Chenopodiaceae, observándose un "eco" de
altitudes más bajas en un elevado porcentaje de Pinirs (Allen et
alii, 1996). En la Laguna de Sanabria (Menéndez Amor y
Florschütz, 1961a; Hannon, 1985, citado en Allen et alii, 1996;
Watts, 1986; Turner y Hannon, 1988; Allen et alii, 1996) y la
Laguna de las Sanguijuelas (Menéndez Amor y Florschütz,
1961a), la secuencia del Dryas antiguo (13700 300 BP) muestra
un paisaje formado por herbáceas sobre todo, con una importante
presencia de Artemisia, y algunos Pittirs diseminados. Qirercirs y
Betitla marcan la presencia esporádica de caducifolios.
La secuencia de Quintanar de la Sierra (Sierra de Neila,
Burgos, 1.470 m) resulta de gran interés por localizarse en la
línea de transición entre las dos regiones biogeográficas. Para una
cronología anterior al 13000 BP, se documenta un dominio de
estepas de herbáceas de Poaceae, Artentisia, Chenopodiaceae,
Heliantltemtmt, Plantago, Asteraceae y Cyperaceae, con Pinirs
como único elemento arbóreo importante (Peííalba, 1989;
Peñalba et nlii, 1997).
Por lo tanto, para momentos del Dryas antiguo en el noroeste y norte de la Meseta en la península Ibérica, se distinguen dos
zonas claras: una litoral-sublitoral, dominada por estepas de coinponentes herbáceos-húmedos, brezales y algunos taxones arbóreos termófílos, y otra interior y10 de alta montaña, donde las estepas están dominadas por elementos crioxéricos y pinos, fi~ndamentalmente (fig. 8.5, B). La secuencia de Lago de Ajo puede
reflejar una posición intermedia entre ambos ambientes, ya que
recibe influencia oceánica del Cantábrico, que se muestra en la
presencia de brezales y taxones arbóreos termófilos, y también
presenta taxones crioxéricos característicos de las estepas continentales.
Durante el Interestadio Tardiglacial, se documenta en la
mayor parte de registros polínicos del noroeste peninsular una
recoionización arbórea coherente con el resto de Europa (Lowe e/
alii, 1994). Las estepas, dominadas por Aytenlisia, son recolonizadas por formaciones arbustivas, y en gran parte del temtorio se
instala primero una vegetación arbórea de tipo boreal, dominada
por Pitizrs y Behrla, en sustituciónde las formaciones de Jlrniperirs
y Callirna, y algo más tarde, aparece Qiretnrs. Varios autores han
puesto de relieve la importancia que jugó la especie Pinirs s)~I~~estris en la recolonización de la vegetación, sobre todo en zonas
continentales, mientras que al otros enclaves iiiás oceánicos es
Betirla quien juega este papel (Muñoz Sobrino et alii, 1997; Van
Mourik, 1986; Saá Otero y González Porto, 2001). La presencia
de Artentisia en gran parte de los yacimientos analizados, sobre
todo en los que se ubican en la franja de contacto con la región
Mediterránea, evidencia una fuerte infiuencia de la continentalidad de las tierras de la Meseta.
En las secuencias de la franja costera del sector noroccidental peninsular no se encuentra bien representada esta fase. A grandes rasgos se observa que las estepas compuestas de Poaceae y
Erica se reducen considerablemente y dan lugar a la expansión
incipiente de Qtrercz~srobzrr tp., aunque sigue dominando el
polen no arbóreo (Gómez-Orellana, 2002; Gómez-Orellana et
alii, 1998). En el registro antracológico de Mougás, para momentos correspondientes al Interestadio Tradiglacial (aunque no existe datación absoluta para esta fase), se observa la continuidad de
la expansión de Qirercirs caducifolio que había comenzado hacia
el 15000 BP, y están presentes otros taxones arbóreos y arbustivos mesófilos, tales como Maloideae o cf. Printirs sp.; también
aparecen en muy bajos porcentajes Pittirs, Jirnipenn,
Legurninosae o Erica, que marcan la persistencia de formaciones
heliófilas y10 arbustivas. Es el momento de máxima riqueza taxonómica de la secuencia, favorecida probablemente por la mejoría
climática y la diversificación de las formaciones vegetales.
En la base de la secuencia de las Sierras Septentrionales de
Lugo (XCHI) también se documenta el Interestadio Tardiglacial,
que constituye la génesis del robledal que marcará la dinámica
holocena de todo el sector noroccidenal peninsular. Se documenta en este momento una expansión de Qzrercza, tal vez a partir de
la existencia de refugios. Las secuencias de Chan do Lamoso y
Pena Vella muestran el desarrollo de las formaciones de caducifolios mesófilos, dominadas principalmente por Qiiercrrs t-obur
tp. y Colylits, al tiempo que se reducen los porcentajes de Pinzrs
y Betirla (Ramil-Rego, 1992).
Sin embargo, en las montañas interiores, los porcentajes de
pinos siguen siendo más importantes que en las áreas litorales y
sublitorales, como se observa en las Brañas de Lamela (Serra dos
Ancares, 1.280 m), donde el dominio arbóreo lo protagonizan
Pittirs y Betirla en primer lugar, Qzrercirs, y todavía existe un alto
porcentaje de Poaceae y Artertiisia (Muñoz Sobrino, 1995,2001).
Es interesante la presencia en varias turberas de estas sierras,
tales como Pozo do Carballal (1.330 m), Brañas de Lamela, A
Golada (1.200 m), Porto Ancares (1.530) o Cespedosa (1.415 m),
de elementos de vegetación esclerófila como Qzrercits ilex tp.,
que marcan la continentalidad de este zimbito (Muñoz Sobrino,
2001; Miiñoz Sobrino et alii, 1997). En la turbera de Suárbol
(Serra dos Ancares, 1.O80 m), se han recuperado algunos macrorrestos vegetales, identificados como Behila, lo que corrobora la
importancia de este taxón en la recolonización arbórea del interestadio (Badal, inédito).
En Lagoa do Marinho, los porcentajes de Pinirs y Bet~rlason
más bajos, y adquieren una mayor importancia los taxones termófilos y de ambientes Iiúmedos, como Qirercirs robiil: Frasiltirs,
Frarigzrla, Hedera, etc., que constituyen un 80 % del polen arbóreo (Muñoz Sobrino, 2001).
Una dinámica similar se documenta en el sector más occidental de la Cordillera Cantábrica, datado hacía el 12610& 90 BP,
según la secuencia de Lago de Ajo, que pone iin a la dominancia
de Arteniisia (Allen et alii, 1996; Watts, 1986). En Laguna de La
Roya, se observa un registro polííico muy coherente con los
anteriores. La vegetación se encuentra dominada por herbáceas,
con Jlrr~iper~rs
y Pirztrs conlo únicos representantes de porte
arbustivo o arbóreo, formando una estepa o tundra de montaña
(Allen et alii, 1996: 129). A partir de un momento datado en el
12425 BP, el polen arbóreo comienza a tomar protagonismo, primero con la expansión de Pirtits, Betirla y Antiperirs, y luego con
la introducción de Qirercus.
En la Laguna de Sanabria, que se encuentra a una cota unos
400 m más baja que la anterior, se documenta la presencia esporádica de algunos caducifolios mesófilos, como Qirercirs y
Betitla, que ya estaban presentes ocasionalmente desde el Dryas
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antiguo (Menéndez Amor y Forschütz, 1961a; Watts, 1986;Allen
et alii, 1996). Pero será hacia el 12830 280 BP cuando Pirrtrs.
Bettrla y Querczrs constituyen verdaderas masas forestales en
extensión, a partir de los bosquetes presentes en la fase anterior.
Hacia el 11585 A 220 BP se llega a recuperar un 80 % de polen
arbóreo en Sanabria, alcanzando la supremacía de Qirerczrs sobre
Pinzrs y Betirla.
Quintana de la Sierra ofrece un registro polínico algo diferente para este mismo momento. Los taxones pioneros en la recolonización de las zonas pobladas por herbáceas durante el Dryas
antiguo, son Jirnipenrs, Salis e Hppophae, seguidos en la Z O 3~
por la instalación de la asociación Jirniperus-Betziln-Pintrs. La
ausencia de elementos mesófilos como el roble, hace comparable
este registro al de la vertiente meridional de los Alpes, que es viable aquí debido a la altitud y orientación septentrionalde la laguna. Este momento se data en las secuencias alpinas entre el 13350
i 170 y el 12540 170 BP, lo que corrobora una dinámica similar para todo el suroeste europeo. En la Zona 5, el polen arbóreo
supone de un 75-85 %. Pirrrrs experimenta un incremento brusco,
hasta alcanzar el 60-70 % y está presente también entre los macrorrestos vegetales de esta zona. Este incremento se da de forma
paralela a la caída de los valores de Bettrla y Jirniperirs. La presencia de Qzrerczrs iles y Q. caducifolio es pobre, pero continua
(Peñalba, 1989; Peñalba et alii, 1997).
Algo más al norte se encuentra la turbera de La Piedra
(Burgos, 900 m), en la que se han recuperado y analizado algunos macrorrestos vegetales sin carbonizar, conservados gracias al
ambiente húmedo, y que han ofrecido una datación cercana al
12000 BP. El único taxón identificado fue Pintrs nigra (Badal,
inédito). Esta especie no suele penetrar frecuentemente en ámbito eurosiberiano y, aunque es cierto que La Piedra se localiza en
la vertiente sur de la cordillera Cantábrica. se cuestionaba la
extensión del pino salgareño hacia zonas tan norteñas.
Actualmente, los estudios paleobotánicos han demostrado que su
área de distribución durante el Pleniglaciar y el ~ardi~laciár
fue
mucho mayor que en la actualidad.
La expansión generalizada del robledal por gran parte del
sector noroccidental de la península Ibérica supone el fin de
muchas comunidades estépicas, y la génesis de la vegetación
holocena. Parece ser, sin embargo, que existe un fuerte condicionante altitudinal para la distribución de estos taxones. En el caso
de Laguna de la Roya, la identificación de Betzrla entre los
macrorrestos recuperados en el lago, pero no de otras especies
arbóreas, ha llevado a la hipótesis del establecimiento de un bosque de Betirla y Jinriyertrs en las proximidades del lago, mientras
que Qtrerczrs y Pinzrs solo se desarrollarían en zonas de menor
altitud (Allen et alii, 1996).
En los mapas de vegetación europeos realizados por B. Huntley
(1990) a partir del registro fósil se detecta un modelo muy simple
para la vegetación tardiglacial europea. Concretamente
la
península Ibérica, en el 13000 BP existe en el sector noroccidental
una unidad de vegetación formada por Pirrzrs, Betirla, Qtr~rirsy
Chenopodiaceae. Bsta se distingue del sector nororientai ocupado
por Betzrla, Pintrs, Sali~,Qzrerctrs, Jiritipertrs y Ericaceae. Esta
vegetación concuerda con la que ocupa la mayor parte del centro y
norte de Europa para esta cronología.
Con el nuevo descenso latitudinal del Frente Polar y el recnidecimiento climático que se produce durante el Dryas reciente se
hace evidente en el noroeste peninsular un retroceso de la vegetación arbórea en todos los registros polínicos, y una nueva
expansión de Poaceae, Artenrisirr y Asteraceae (Ramil Rego,
*
*
1992,1993a; Muñoz Sobrino, 2001).
En la franja litoral y sublitoral noroccidental, las secuencias
muestran una tendencia a la nueva expansión de Poaceae, Erica
y Calltrna, en detrimento de los taxones arbóreos mesófilos. El
polen arbóreo se mantiene en valores del 40 %, pero aparece
dominado por Piirtrs en la mayor parte de los casos. La escasa
presencia de Qiremrs robzrr tp., Co~llirsy Befirla quedaría probablemente relegada a fondos de valle y enclaves protegidos
(Gómez-Orellana, 2002; Gómez-Orellana et alii, 1998). Sin
embargo, en la secuencia antracológica de Mougás, no se detecta
ningún retroceso de la vegetación arbórea desde el comienzo de
la curva ascendente de Qirmczrs caducifolio; al contrario, en
momentos previos al Holoceno, ya se ha alcanzado el máximo
desarrollo de este taxón.
En las Sierras Septentrionales de Lugo, la vegetación herbácea, dominada por Poaceae, presenta una supremacía sobre el
polen arbóreo o arbustivo, aunque algunos taxones mesófilos no
llegan a desaparecer, como demuestra la presencia de Qtrerctrs y
Cor~~lirs
(Ramil-Rego, 1992).
En las sierras de Ancares, Courel y montes de O Cebreiro, las
secuencias polínicas de depósitos como San Ciprián, Suárbol,
Cespedosa, Porto Ancares, Brañas de Lamela, A Golada, Pozo do
Carballal y Lagoa de Lucenza 11, muestran una nueva progresión
de las estepas de gramíneas, acompañadas de Artenrisia,
Compositae y Chenopodiaceae, que denotan además una mayor
xericidad de este periodo (Muñoz Sobrino, 1995, 2001). En la
turbera de Brañuelas (Montes de León, 1.O00 m), la vegetación es
preferentemente arbustiva, con Erica, Crrlltmrr, Cistaceae,
Th~~ritelaea,
etc., pero persisten de forma notable los caducifolios.
También están presentes las coníferas y algunos elementos esclerófilos, con lo que se evidencia una transición a las tierras continentales de la Meseta. En Lagoa de Marinho no se reduce el componente arbóreo, pero las formaciones de Bettrla y Quercirs que
se habían extendido durante el Interestadio se ven progresivamente sustituidas por Pirrtrs (Muñoz Sobrino, 2001).
Esta misma dinámica se observa en una nueva secuencia
obtenida para el área de Sanabria, en la Laguna de las
Sanguijuelas (1.080 m) y Lleguna (1.050 m) (Muñoz Sobrino,
2001; Muñoz Sobrino et alii, 2001), donde no se aprecia una
regresión del polen arbóreo, pero si un puntual detrimento de las
curvas de Qtrerctrs robirr a favor de la asociación Pirrirs-Betirla.
En la secuencia de Lago de Ajo están presentes también en
Betula y Pinzrs (Allen et alii,
este momento Qtrerctrs, Cor~>lirs,
1996), lo que muestra el efecto de una influencia atlántica para
esta h n j a cantábrica, que permite el mantenimiento de cierto
grado de humedad y la pervivencia de taxones mesófilos en un
momento de recrudecimiento climático (Ramil-Rego 1993a).
Otros taxones arbustivos, como Erica, Callirrra o Cistaceae
en las zonas más secas de las montañas septentrionales, muestran
una vegetación aclarada que no llega a tomar la calidad de estépica (Ramil Rego, 1992). Esto mismo se observa algo más al sur,
en Laguna de la Roya y Sanabria, donde también se instala Eiica
en los espacios aclarados, aunque son las herbáceas las que ostentan los mayores porcentajes, entre ellas, Gramineae, Artenrisia,
Caryophyllaceae, Chenopodiaceae y Compositae (Allen et alii,
1996). Bettrla, Pinzrs, Jzriripertrs y Qiierczrs están presentes, aunque en mínimos porcentajes. Con un registro polínico muy comparable al de la laguna de Sanabria para esta cronología,
Quintanar de la Sierra presenta un predominio de comunidades
estépicas de Poaceae y Callima, con Betzrla como único taxón
arbóreo con cierta representación (Peñalba et alii, 1997).
[page-n-197]
En las secuencias del norte de Portugal, también se reconoce
este retroceso de la vegetación arbórea, y el desarrollo de formaciones de Poaceae y Arteniisia @mil Rego, 1993a; Van der
Knaap y Van Leeuwer, 1995, 1997).
En general, el Dryas reciente no supuso una desaparición de
la vegetación mesófila que había comenzado a instalarse en el
noroeste peninsular durante el Interestadio Tardiglacial, sino una
regresión porcentual de los taxones más sensibles a la reducción
de la humedad, ya que ésta parece tener un menor efecto en la
fianja montañosa septentrional, cuya vertiente norte recibe
influencia directa oceánica, como se ha observado en Lago de
Ajo o en los registros turbosos de las Sierras Septentrionales
gallegas. La estación vegetativa se hace más corta, lo que favorece el desarrollo de formas vegetales de más corta vida, como las
herbáceas y algunas formaciones de brezal, con Erica y Callirna,
que adquieren mayor entidad hacia el final del Dryas. Es posible
que la regresión del polen arbóreo se deba únicamente a una
reducción de la producción polínica de ciertas especies, provocada a su vez por una reducción de la tasa de humedad más que a
un descenso real de las temperaturas.
v111.2.4. EL HOLOCENO: FASE ANATÉRMICAY
~ P T I M OCLIMATICO(10000-6000 BP)
Con la llegada del Holoceno, hacia el 10000 BP, el Frente
Polar se desplaza hacia el norte, hasta alcanzar su latitud actual,
cercana a Groenlandia (fig. 8.3). Con él, las aguas fnas superficiales oceánicas se retiran también al norte y se establece definitivamente la temperatura superficial actual, de unos 14" C, en todas
las costas de Europa occidental, dando ya a las zonas continentales características climáticas similares a las actuales en cuanto a
tasas de temperatura y humedad (Ruddiman y McIníyre, 1981).
Con la desaparición de la influencia periglacial, las tundras se desplazan hacia el norte y se ven sustituidas en gran parte de la
Europa templada por bosques mixtos, dominados por coníferas y
abedules (Huntley, 1990). La fusión de las masas de hielo continentales y marinas provoca la subida del nivel del nivel del mar
hasta aproximadamente cotas actuales de forma muy rápida (se ha
calculado la elevación de aproximadamente 1 cm al año), aunque
éste sufrirá pequeñas fluctuaciones a lo largo del Holoceno (Dias,
1985; Rodrigues et alii, 1991; Granja y Cawaiho, 1995) y una
profunda modificación en la morfología litoral y sublitoral de los
territorios continentales, causada por la inmersión de extensas
áreas, la reactivación de los procesos erosivos y la reestructuración de los sistemas hídricos.
En Europa, el Holoceno se divide en cinco periodos que han
sido delimitados por las secuencias polínicas: Preboreal(100008800 BP), Boreal (8800-7500 BP), Atlántico (7500-4700 BP),
Subboreal (4700-2800 BP) y Subatlántico (2800 BP a la actualidad).
El Holoceno inicial en el noroeste peninsular se caracteriza
por una rápida expansión de Qtierctrs, que pasa a encabezar todas
las secuencias de vegetación, convirtiéndose en el elemento más
representativo de la región, aunque las fechas varían ligeramente
en función del depósito.
En las Sierras Septentrionales se fecha este momento hacia el
9500 BP, alcanzando el óptimo en el 8500 BP (Ramil-Rego,
1992). En Laguna de la Roya (Allen et alii, 1996) la fecha de
9853 BP marca el fin de la expansión de las formaciones estépicas y la reexpansión de Quercirs, acompañado por Pinirs, fecha
similar a la de Lagoa de Lucenza, en la que se marca el fin de las
formaciones heliófilas dominadas por Poaceae hacia el 9750 BP
(Santos et alii, 2000: 624). En Lago de Ajo (Allen et alii, 1996)
Qtrerctrs mantiene porcentajes por encima del 30 % ya en el
10000 BP. En el lago de Las Pardillas, la vegetación arbórea es
dominante en un momento anterior al 9310 45 BP (Sánchez
Goñi y Hannon, 1999), con presencia de Qtrerctrs, Jirnipertrs,
Bettrla, y un predominio absoluto de Pintrs con un 40 % del total.
En Quintanar de la Sierra, la recolonización arbórea está dominada en un primer momento por Jirniperus y Bettrla, y se data el
comienzo de la expansión de Qtrerctrs en un momento algo posterior al 10120 160 BP, fecha considerada por los autores como
el verdadero comienzo de la recolonización forestal postglacial
(Peñalba et alii, 1997).
La progresión del nivel marino y la inestabilidad geomorfológica imperante en la franja litoral y sublitoral, provocan la desaparición de muchos humedales y ecosistemas turbosos, que
quedarán cubiertos por las aguas marinas, sellados, o al menos
modificados profundamente en cuanto a su dinámica. En general,
estos depósitos carecen de registro para el último tercio del
Holoceno, estableciéndosepara este periodo más reciente nuevos
depósitos en zonas más alejadas de la costa actual. En el depósito de Mougás se observa un importante cambio en cuanto a la
vegetación local, compuesta por taxones característicos de un
complejo hídrico de carácter continental durante el Dryas antiguo
(Ranunculaceae, Liliaceae, Lj~copoditrm,Umbelliferae, etc.), y
con el Holoceno, se produce una clara progresión de la curva de
Zsoetes, con óptimo en el Holoceno medio, que evidencia un sistema lagunar semiterrestre, con una acumulación permanente de
agua en la superficie. A partir del 5530 BP, descienden los taxones acuáticos y se expande Plaritago, como resultado de una colmatación del complejo hídrico y localización de un nivel coluvial
(Gómez-Orellana, 2002: 266).
En general, las secuencias pohicas litorales experimentanun
incremento del polen arbóreo desde comienzos del Holoceno, que
alcanza su óptimo entre el 8000 y el 6000 BP. En Mougás, el óptimo de Qzrerctrs rvbtrr tp. supone únicamente un 25 %, probablemente por la sobrerrepresentacióu de las formaciones locales, y se
acompaña de Betirla, Ulnitrs, Alnirs y Piritrs (Gómez-Orellana,
2002; Gómez-Orellana et alii, 1998). En el registro antracológico,
sin embargo, la vegetación del Holoceno inicial está marcada por
la continuación del dominio de Qiterctrs caducifolio, con presencia muy esporádica de brezos y leguminosas. Hacia el 9220 BP,
está presente un bajo porcentaje de Qirercirs perennifolio. La presencia de este taxón en el sector noroccidental se linita a algunos
enclaves puntuales, como la zona de contacto con la Meseta, o la
franja costera meridional (Rodríguez Guitián y Guitián Rivera,
1993). En Mougás, su presencia se puede explicar por ima expansión hacia el norte de estas especies, favorecida por el aumento de
temperatura del Holoceno.
En las Sierras Septentrionales,son Piiius y Betzrla los taxones
indicadores de la progresión postglacial de las masas forestales,
aunque el primero no ticnc gran entidad en las zonas en las que
no estaba presente durante el Tardiglacial (Ramil-Rego, 1992;
Aira et alii, 1992; Maldonado Ruiz, 1994). La hegemonía de
Quercta, que comienza a instalarse primero en las cotas más
bajas pero se expande rápidamente a gran parte del territorio, y la
aparición de Co~ylzrshacia el 8500 BP marcan el detrimento de
estos dos taxones pioneros. En cronologías cercanas al 95009400 BP, hacen también su aparición Ulnitrs, Fagirs, llflia y
Juglans. Esta diversidad marca el comienzo de la fase hegemónica del robledal, en la que se alcanza la mayor riqueza en caduci-
*
*
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folios, entre ellos, Cogtlirs, Ul~nirs,Acer; Vitis, Frasinirs, Tilia,
etc., entre el 8000 y el 6000 BP aproximadamente. El registro
antracológico del yacimiento de Xestido III se integra perfectamente en esta imagen, pues están presentes de forma abundante
Querctrs caducifolio, Co~yltrsavellana y Betula, que constituyen
los máximos representantes del desarrollo del bosque mesófilo
holoceno.
En las zonas de menor altitud se documentan también Al~iiis,
Santbuctrs, Frangzrla y Castanea, mientras que hacia el b i t e
altitudinal del bosque, el robledal se mezcla con Betirla e IIex
(Ramil-Rego, 1993a). S610 en las regiones montañosas más altas,
el robledal se ve sustituido por formaciones de Pinirs y Betirla,
junto a comunidades herbáceas de cumbres (Ramil-Rego, 1992).
Otros ejemplos de la hegemonía de Qitercirs se pueden
encontrar en las turberas de Ameneiros e Insua, en las Sierras
Centrales gallegas, hacia el 6590 80 BP, y en Touriz-11 y
Vilamor, acompañados por Betirla, Alnirs, Coyltrs, Castanea y
Salix (Ramil Rego, 1993a).
En la Laguna de Lucenza, se documenta entre el 9170 % 70
BP (Muñoz Sobrino, 2001) y el 8540 % 100 BP (Rami-Rego,
1993a) un amplio desarrollo de los bosques mesófilos de
Querctrs, con Behrla, Co~ylirsy Ulmtts, donde la presencia de
coníferas (Piniis q)li>estris, sobre todo) es muy reducida. El
momento de supremacía de Quercirs fiente a otros taxones pioneros, se fecha en 8350 i 80 BP (Santos et alii, 2000: 627). En
los depósitos de la Serra dos Ancares, se observa una vegetación
dominada por elementos del bosque mesófilo (Qttercirs robirr;
Coryltrs, Betula, Ilex, Tcrxtrs, etc.), con preseiicia, a partir del 8000
BP, de elementos más termófilos, como Qirercirs ilex tp. Sólo en
el piso subalpino se mantienen las formaciones de pastizales,
Ericaceae y Jmiipertrs (Muñoz Sobrino, 1995,2001).
Los elementos termófilos se hacen más abundantes hacia las
tierras continentales de la Meseta y las montañas galaico-miñoras. En la turbera de Brañuelas (Montes de León), se documenta
con el comienzo del Holoceno la presencia de polen de Qirercirs
ilex, Arblrtirs unedo, Pistacin, Olea, etc., y un dominio de formaciones de pinar-melojar (Muñoz Sobrino, 2001).
La secuencia de Chaira de Pedrafita (Macizo de Manzaneda,
Ourense, 1.320 m) constituye un ejemplo de vegetación turbosa
de altura, pues el predominio de herbáceas que muestra en su
base en una fecha del 7760 i 100 BP, enmascara el desarrollo
forestal general que se produce en este momento. Taxones mesófilos como Qiremtts, Co~ylirs,Alnirs y Ulnrits, se detectan con
muy baja representación, provenientes de cotas de menor altitud
(Ramil-Rego, 1993a). Algo similar ocurre en A Lagoa de Antela,
donde hasta después del 6595 i 45 BP, no se refleja la supremacía de Qirercirs, enmascarado por la vegetación local.
En la Laguna de la Roya, la vegetación local está dominada
por Betitla, reflejada en el registro polínico y en macrorrestos
vegetales, pero aproximadamente a partir del 9853 BP se pueden
apreciar los importantes porcentajes que ostentan Pintrs y
Qtrercirs, aunque nunca con valores como los que alcanzaron en
fechas anteriores al 10000 BP. También están presentes Co~ylirs
mtellana, Ulnitrs, Taxirs, Fraxinirs, Alnirs y Jini@erirs.La presencia de Olea en momentos tan tempranos de la secuencia constituye un ejemplo Único entre el resto de secuencias analizadas
(Allen er nlii, 1996).
En la Laguna de Sanabria se fecha en el 8160 i 190 BP el
momento en el que la curva de Qtrercirs supera las de Pi~rirsy
Behrla, y se produce la completa desaparición de Arteniisia
(Hannon, 1985; Turner y Hannon, 1988; Allen et alii, 1996). Los
*
taxones acompañantes son fundamentalmente Salis, CO~~IIIS,
Fraxinirs y Alnirs; los dos Últimos comienzan su curva aproximadamente hacia el 7000 BP. En el sondeo del Pantano de Sanabria
(McKeever, 1984), se fecha el máximo de Qirercits en el 9490 BP,
aunque a partir de este momento se detecta una caída momentánea
de sus valores en favor de Pinirs y Behrla. A comienzos del Boreal,
cuando finaliza esta secuencia, son estos tres taxones los que dominan la vegetación arbórea, con un 70 %, mientras que Jimipertis y
Artentisia desaparecen por completo en este momento.
En las secuencias holocenas de la Laguna de las Sanguijuelas
y Lleguna, se alcanza hacia el 8000 BP un 90 % de polen arbóreo, dominando Qzrerctrs robirr sobre Pinirs sylvestris y Bettrla,
que también tienen una importante presencia. Aparecen también
Querctrs ilex, Arbutirs irnedo, Ulnrirs, Frnintrs, Olea, Frangzrla,
Ilex, Pinirs pinnster; Jtrglnns, Snntbiictrs y Cistaceae (Muñoz
Sobrino, 2001).
En la laguna de Las Pardillas, el polen arbóreo es dominante
en la mayor parte de la secuencia, que comienza hacia el 9310
45 BP, con un importante desarrollo forestal encabezado por
Pi~rtrssobre todo, y Jtmiperirs, Betirla y Querciq sin embargo, la
datación de 8425 + 45 BP marca el inicio de la supremacía de los
taxones mesófilos, con un importante aumento de los valores de
Qttercirs, y la aparición de Ullnirs, Fraxiritrs y F~glrs(Sánchez
Goñi y Hannon, 1999). En el 6460 % 45 BP adquieren la hegemonía Qtrercirs caducifolio y Betirla, mientras que Qtrercirs ilex
desciende; el resto de taxones permanecen estables, pero en este
momento se produce la aparición de Taxirs, Iles, Ufis y Hedera,
como resultado de la diversificación taxonómica del bosque
mesófilo.
En Quintanar de la Sierra se data este mismo proceso de desarrollo taxonómico del bosque hacia el 8960 BP, cuando
Qtremrs y Pinirs alcanzan sus mayores valores, y se produce el
incremento de Salix, Rirntex y Cyperaceae (Peñalba et alii, 1997).
En esta secuencia se detecta sin embargo, la ausencia total de
algunos taxones que aparecen en Las Pardillas, a pesar de su proximidad, como Hedera, Zflia o Cogdils, que confieren un carácter más termófilo a la segunda. La diferente orientación de estos
depósitos (Las Pardillas hacia la cuenca del Ebro, al noreste, y
Quintanar al sur, hacia la cuenca del Duero), además de que
Quintanar se encuentra en un piso bioclimático inferior al de Las
Pardillas, hace que en éste último se reconozcan taxones termófilos como Ulntirs, Hedera, Tilia, Tnx-irs, Ilex, Fraxintis tipo-excelsio~:Qirercrrs caducifolio o Co~ylirsen fechas anteriores al 93 10
BP. La aparición tan temprana de Co~yltrsse atribuye por las
autoras a su expansión holocena desde refugios situados en la
cuenca del Ebro durante el último glacial (Sánchez Goñi y
Hannon, 1999: 55).
En el norte de Portugal, con el comienzo del Holoceno se
produce una expansión de Qtrercirs, Betirla y Erica, que se data
en el 7500 i 70 BP en Lagoa de Mannho (Ramil-Rego, 1993a).
Análisis poiínicos m8s recientes para este depósito han demostrado la presencia, desde inicios del Holoceno, de taxones perennifolios mediterráneos, como Qirerctrs ilex, aunque el máximo de
Qirercirs robirr se mantendrá hasta el 6000 BP (Muñoz Sobrino,
2001).
En la secuencia polínica de Charco da Candeira (Serra da
Estrela, Portugal, 1.400 m), los autores han identificado una fase
de "desarrollo del bosque xerotérmico", que comienza en el
10350 BP, y una fase de "desarrollo del bosque mesófilo", datada en el 8500 BP (Janssen y Woldringh, 1981; Van der Knaap y
Van Leeuwer, 1995,1997). La primera supone la expansión masi-
[page-n-199]
va de Qzrerczrs al menos a partir del 9950 BP, con el retroceso de
las formaciones de Betzrla alba, herbáceas, Pinzrs y Rzrmex, que
habían sido las dominantes hasta el momento. El segundo
momento se caracteriza por la morfología de pequeños dientes de
sierra de las curvas de Querczrs y Pinzrs, que marcan una serie de
fluctuaciones inversas entre sus porcentajes (Van der Knaap y
Van Leeuwer, 1995: 183-184).
En suma, a comienzos de Holoceno, las secuencias no sólo se
caracterizan por el establecimiento de formaciones mesófilas, en
las que Qzrerczrs robirr sobre todo, juega un papel fundamental,
sino que asistimos a una diversificación y enriquecimiento específico de las formaciones, favorecidas por el óptimo climático
holoceno. En el mapa de vegetación de Huntley para el conlienzo del Holoceno, la distribución de las unidades de vegetación
adquiere una gran complejidad, con una multiplicación de éstas
por unidad de espacio (Huntley, 1990). La mayor parte de la
península Ibérica se encuentra ocupada por P~IILIS,
Qirerciu,
Chenopodiaceae y Ericaceae, salvo el cuadrante noroeste, con
CoryI~rs,Qirercirs, Alnzrs y Wlnrzrs, y la franja septentrional que
coincide aproximadamentecon la Cordillera Cantábrica, ocupada
por Pinzrs, Betula, Chenopodiaceaey Qzrerczrs. En estos momentos se van configurando ya algunos de los elementos clave de la
vegetación característica de la zona de transición entre las dos
regiones biogeográficas, ya que se delimita el área de óptimo desarrollo de los taxones perennifolios mediterráneos en el noroeste, favorecidos por el aumento de la temperatura y una humedad
moderada.
v111.2.5. FASE HOLOCENADE INFLUENCIA ANTR~PICA (A PAFCMR DE 6000 BP)
En general, a partir del 6000 BP se mantiene la hegemonía del
bosque (fig. 8.5, C), con un Óptimo en cuanto a su desarrollo espacial y taxonómico, pero ya comienzan a detectarse ciertos indicios
de procesos de deforestación antrópica, previos a la aparición del
polen de cereal en las secuencias (Ramil-Rego, 1993a). Las principales evidencias del comienzo de estas prácticas es la reducción
de los porcentajes del polen de Qirerczrs y el aumento de Poaceae,
Ericaceae y Asteraceae, fundamentalmente.
Las secuencias polinicas litorales y sublitorales que habían
quedado selladas o cubiertas por el mar durante la fase anterior,
dejan paso a la formación de una nueva franja sublitoral de depósitos turbosos respecto a la nueva línea de costa, que ofrecen nuevas secuencias polinicas para el Holoceno reciente (GómezOrellana, 2002). El depósito de Mougás se encuentra activo hasta
al menos el 5530 BP, momento para el que se evidencia una
reducción del polen arbóreo hasta valores del 10 %; entre éstos,
sigue dominando Qzrer*czrsrobtrr tp. y Abrzrs. El polen de las herbáceas muestra el cambio de dinámica del depósito, con una
mayor inundación representada en el alto porcentaje de Zsoetes.
Plnntago se expande como resultado del comienzo de la actividad antrópica sobre el medio (Gómez-Orellana, 2002). El registro antracológico para este depósito muestra también una reducción de Querczrs caducifolio y el aumento progresivo de Ericn y
Leguminosae a partir del 5500 BP.
En la costa septentrional de Portugal, los depósitos turbosos
de Agugadoura (Esposende) y Cortegaca (Espinho), muestran a
partir del 3000 BP una vegetación local para las zonas costeras
compuesta de Ericaceae, Poaceae y Artenrisia, en los que el único
componente arbóreo corresponde a la vegetación edafófila de
suelos arenosos, como Pinzrspinen y Pirrirspinnster. Otros taxo-
nes, como Qtrerczu robtrc Qzrercirs ilex, Corylus, Olea, etc. constituyen únicamente un eco de las formaciones de la región
(Gómez-Orellana, 2002: 172, 178-179).
En las Sierras Septentrionales de Lugo se detecta a partir del
6000 BP una progresiva sustitución del bosque de Qtrerctrs que se
ve invadido por la rápida expansión de formaciones heliófilas
dominadas por Pinzrs halepensis, Poaceae, Ericaceae y
Asteraceae. El pino carrasco migra desde las zonas costeras hacia
el interior, ganando espacios que han quedado aclarados por los
procesos de tala (Ramil-Rego, 1992; Ramil-Rego et alii, 1994).
Esta dinámica es previa a la aparición de la primera evidencia de
cereal en esta región, que se da en la turbera de Tremoal da Pena
Veira en el 5490 i 90 BP (Ramil-Rego y Aira Rodríguez, 1993),
en Chan do Lamoso en el 5475 40 BP (Ramil-Rego et alii,
1994: 25) y en el 4140 120 BP en Prado do Infemo, para el caso
de los yacimientos arqueológicos (Ramil-Rego, 1992).
En general, la presencia del polen de cereal en la mayor parte
de las secuencias de este momento es mucho menor que la presencia de otros taxones sinantrópicos que van paralelos a la deforestación y actividad agrícola. Por ejemplo, en las Sierras
Septentrionales, el importante desarrollo arbóreo de la zona
enmascara los procesos regionales de deforestación, que quedan
plasmados en la aparición de taxones como Asphodelzs,
Plaritago, Liliaceae, Scrophulariaceae,etc. Con la consolidación
de la curva del cereal, el porcentaje total de polen arbóreo se
reduce, pero se genera una gran diversidad taxonómica en las formaciones, que adquieren ahora un carácter más arbustivo. Siguen
estando presentes Qzrercus, Coryliis, Ahtirs, Betuln, Pinirs,
Ulniirs, Tilin, Ilex, Fraxin~rs,Frnngzrla, Ca~pinirs,Castaneo,
Salix, Fagzrs. Arbirt~rs,Sarrtbircirs, etc.
Entre las Sierras Centrales y las Orientales, a lo largo del
valle del río Arnoia, se desarrolla la depresión de A Limia que
fue, antes de su desecación, uno de los medios hidromorfos más
importantes de la península Ibérica. Los datos paleobotánicos se
centran en los del depósito turbo-lacustre de A Lagoa de Antela
(600 m), donde el óptimo de Qirercirs se mantiene hasta la aparición de la curva del cereal, junto a Castanen,Poaceae y Pi~rlrs.En
este depósito, el detrimento del robledal viene acompañado además por un desarrollo muy llamativo de la curva de Alnirs, que
alcanza su óptimo en el 3100 50 BP (Ramil-Rego, 1993a).
También se detecta la transformación del medio turboso en una
laguna (Van Mourik, 1986).
En las montañas orientales gallegas también se detecta el
impacto de la agricultura en fechas más recientes que en las zonas
más bajas; es hacia el 3500 BP cuando la actividad anbrópica
comienza a favorecer el desanrollo masivo de Behrla, Ericn,
Cnllirna, Cistirs, Pintrs, etc., de forma paralela al polen de
Cerealia (Muñoz Sobrino, 1995,2001). En Lagoa de Lucenza, es
un solo taxón arbóreo, Betzrkn, el que pasa a tomar la supremacía
con el comienzo de la reducción del polen arbóreo y la caída de
Qirercirs. Las formaciones arbustivas y herbáceas adquieren una
mayor importancia como colonizadoras de los espacios aclarados, dominadas por Poaceae y Ericaceae (Aira Rodríguez, 1986).
Secuencias recientes realizadas en este depósito han datado en el
6060 i 160 BP la existencia de formaciones termófilas con
Qirercirs iles, OIea y Cishrs (Muñoz Sobrino, 2001). S610 hacia
el 3500 BP se detectan en este ámbito las evidencias deforestadoras de la actividad agrícola, que penetra por los valles del Lor,
el Sil y el Bierzo.
En la vertiente mediterránea de estas sierras, el yacimiento de
Pala da Vella evidencia el escaso impacto de la actividad agríco-
*
*
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la en este entorno montañoso; la vegetación que muestra el registro antracológico para un momento datado en el 3280 125 BP,
se encuentra dominada por Qtrerctrs, acompañado por Arbuttrs
iniedo y Leguminosae fundamentalmente. La altitud y pendiente
acusada de la ladera que se desarrolla a los pies de la cueva no
debieron permitir la instalación de la agricultura en estos momentos, lo que contribuyó al mantenimiento de la vegetación de tipo
arbóreo. Probablemente, sí se llevó a cabo una actividad ganadera por parte de los grupos humanos, como queda reflejado en el
registro faunístico fósil (Femández Rodríguez et alii, 1996).
Para los territorios montañosos circundantes al sector gallego
observamos una dinámica similar. En Laguna de la Roya, es a partir del 5000 BP cuando se produce un nuevo desarrollo de las
comunidades arbustivas y herbáceas (Allen et alii, 1996). Se trata
sobre todo de formaciones arbustivas de Ulex y Erica, y herbáceas de Pte~iniirnt,Gramineae, Umbelliferae y Rtrnies. Los taxones
arbóreos mejor representados son Qtrerciu y Pintrs, aunque experimentan un importante descenso a partir de este momento.
En la Laguna de Sanabria, la principal evidencia de la deforestación es la sustitución de la hegemonía de Qirercirs por un
aumento considerable de Pinirs, que alcanza sus máximos valores
hacia el 4000 BP (Watts, 1986; Allen et d i , 1996). Los sondeos
más recientes muestran incluso una recuperación del polen de
Qtrerctrs en momentos ya de presencia del cereal, datado en el
3050 + 79 BP (Muñoz Sobrino, 2001).
En el caso de Lago de Ajo (Watts, 1986; Allen et alii, 1996),
las formaciones de Ericaceae, Gramineae, Cyperaceae, Pla~rtago
y Ruma, entre otras, se desarrollan a partir del 4000-3000 BP,
como indicadoras de una creciente actividad humana.
En el lago de Las Pardillas, aproximadamentedesde del 4000
BP, se incrementan los porcentajes de Artemisin, Rlrmes,
Poaceae, Ericaceae y Cyperaceae, al tiempo que se establece la
curva continua de Fagtrs y se produce la caída de los caducifolios
en general (Sánchez Goñi y Hannon, 1999).
En el norte de Portugal se detecta un retroceso progresivo de
las formaciones termo-mesófilas paralelo a la expansión del cereal en las secuencias. En Lagoa do Marinho, se produce la casi
completa desaparición de Piliirs y Behrln, al tiempo que se inicia
el desarrollo de Callirna, Erica, Cistaceae, Cog?ltu, Ulnitrs,
Castartea, Olea, y la piimera aparición de Fagirs (Ramil-Rego,
1993a; Muñoz Sobrino, 2001).
En la secuencia de Charco da Candeira, del 5750 al 3250 BP
se produce una fase que los autores denominan de "dinámica
antropogénica del bosque" (Van der Knaap y Van Leeuwer, 1995,
1997). Con ella se documenta la expansión de las áreas abiertas,
con la progresión de diferentes especies de Erica (E. airstwlis, E.
arborea) y gramineas, aunque a mayor escala sigue prevaleciendo el dominio del robledal. Hacia el 4550 BP se alcanzan los
mínimos de Qtrerctrs y un importante descenso de Piritu, a favor
de taxones de espacios abiertos y suelos arenosos; supone el
máximo de Runlex acetosella y un aumento considerable de
Ericn nrborea. Los porcentajes arbóreos se recuperan considerablemente hacia el 3835 BP. Para los autores, esto se debe al descenso de la actividad ganadera y la puesta en cultivo de nuevas
tierras, documentada por la presencia de Chenopodiaceae,
Plantago, Rirnies obtirsifoliirs y Cerealia (Van der Knaap y Van
Leeuwer, 1995, 1997).
En la Serra da Aboboreira (NW Portugal) se ha realizado el
análisis antracológico de gran cantidad de yacimientos arqueológicos de diversa naturaleza y cronología (Vernet y Figueiral,
1993; Figueiral, 1993, 1995). El conjunto del valle del Duero y
*
las tierras altas de estas sierras, aproximadamenteentre los 400 y
1.250 metros de altitud, constituyen una zona muy interesante a
nivel biogeográfico pues se encuentra también en el límite entre
las regiones atlántica y mediterrhnea. En los monumentos funerarios neoliticos de esta región, entre ellos Cha da Parada, Mina
do Simao, Cha de Santinhos 1 y 2, Cabritos 1 y 3, Meninas do
Castro 2, Outeiro de Gregos 2, Touta e Igrejinhas (Vernet y
Figueiral, 1993; Figueral, 1993, 1995a), se observa un predominio de Qirerctrs, tanto cadiicifolio como perennifolio, acompañado por una importante y variada representación de la vegetación
de ribera, como Alntrs glirtinosa, Frangirla nlnrrs, Cle~iiatisvitalbu, Salis y Lo~ticera.Sin embargo, comienza ya a hacerse patente la importancia que adquiere Leguminosae en algunos yacimientos, tendencia que se acentúa durante el Calcolítico en Cha
de Parada 1 o Clia do Carvalhal, como resultado de la expansión
de los espacios abiertos, al tiempo que las especies de Qtrercirs
quedan reducidas ahora a Q. iles y Q. sirber. En la vegetación de
ribera adquieren ahora mayor importancia Sorbirs-Crataegtrs y
Monocotiledónea. A comienzos de la Edad del Bronce, se documenta la presencia de Qrrercto robtrr y Q. sirber en Meninas do
Castro 4 y de Q. pj~e~raica
y Leguminosae tipo C'7tistrs en
Outeiro de Gregos 1 y 5.
La naturaleza tan especifica de los yacimientos que han sido
objeto de este estudio hace que la información paleoecológica sea
muy limitada a nivel taxonómico, pero sí evidencia la presencia
de masas forestales de Qtrercirspj11'e1raicay Q. robtrr, en los cuales comienzan a abrirse progresivamente espacios poblados por
un matorral de leguminosas principalmente.
En la Serra da Estrela, la secuencia de Charco da Candeira
(Van der Knaap y Van Leeuwer, 1995,1997), muestra ya desde el
5750 BP una progresión de los espacios abiertos, con la presencia de polen de varias especies de Erica (E. ~irstralis,E. arboren), Silerre, Rimtes acetosella y Gramineae, y un descenso de
Bettrla alba y Qiremrs, que alcanza sus valores mínimos en el
4550 BP. La dinámica de la vegetación a partir de este momento
discurre paralela a la actividad ganadera que desarrollan los grupos humanos en esta región. Así, hacia el 41 15 BP se documenta
una recuperación arbórea de Pi~rtrsy Qtrerctrs, coincidiendo con
una reducción en la intensidad de esta actividad. Sin embargo, la
deforestación de tierras para el desarrollo de actividades agrícolas o ganaderas queda reflejado a pesar del aumento local de
Qtrercirs, en la presencia de taxones como Plnntngo, Ruines obtirsifoliirs, Smtliantirs grandtflorirs, Diantlitrs, Snx-igraga, Filago,
Chenopodiaceaey Cerealia. En el 3565 BP esta situación se acentúa, con la desecación casi completa del lago, pero resulta extraño el aumento en este momento de Al~riuglirtiriosa.
La fecha de la aparición del polen de cereal en los diagramas
polínicos de la región es variable, pero es general la tendencia a
la aparición de evidencias de los procesos deforestadores previos
a su presencia. Esta dinámica desemboca finalmente en la instalación de lo que Ramil-Rego ha denominado la "estepa cultural",
cuyo comienzo se establece hacia el 3680 + 35 BP, resultado de
la deforestación intensiva y generalizada en todo el territorio para
la puesta en cultivo de tierras (Ramil-Rego, 1992, 1993a) (fig.
8.5, D). En este momento se inicia en las Sierras Septentrionales
de Lugo la curva continua de Castanea, y aparece Jlrglans marcando el comienzo del Subatlántico, de acuerdo con todo el
sureste europeo. El resto de taxones arbóreos están en marcado
detrimento, hasta el punto que se alcanzan valores de caída de
polen arbóreo comparables al Último interestadial, pero por causas antrópicas (Ramil-Rego, 1992). La cubierta vegetal está
[page-n-201]
dominada por Poaceae, Erica, Callzrna, Ules, Thy~nelaea,
Gentiana, Cistaceae, etc. En 'louriz, en las Sierras Centrales
gallegas, la curva del cereal y Castanea, coinciden con la instalación de un paisaje fuertemente humanizado (Ramil-Rego,
1993a).
En la Laguna de la Roya, a partir del 2726 BP, se acentúa la
expansión de las comunidades arbustivas, sobre todo dominadas
por Ericaceae, como respuesta a la intensificación de fuegos
sucesivos. Pinzs, Betzrln, Alnrrs y Castanea se reducen hasta casi
desaparecer al final de la zona, mientras que Jlrgln~isaparece por
primera vez en el diagrama (Allen et alii, 1996).
En Las Pardillas, el primer polen de cereal se documenta en
momentos más recientes al 3220 45 BP (Sánchez Goñi y
Hannon, 1999), acompañado por Pirtzrs como mayor representante del escaso polen arbóreo, Fagzrs, que alcanza sus valores
máximos, Olea, Jrriiiperzrs, Castarten, Artentisia, Poaceae,
Cyperaceae, Ericaceae, Callzrna y Rirmes.
En una fecha muy similar, hacia el 3250 BP, se data en la
Serra da Estrela el comienzo de la deforestación a gran escala por
todo el territorio y el comienzo de lo que los autores han denominado un "paisaje cultural semi-deforestado" (Van der Knaap y
Van Leeuwer, 1995, 1997). Los porcentajes de Pirtzrs y Qzrerczrs
se reducen considerablemente y dejan espacios abiertos que se
colonizan por Erica, Genista, Sedzrm, Galizrm, Rurnex,
Papilionaceae, Plantago, Artentisia, Chenopodiaceae,
Haliniirrni/Ttrberalia,etc., mientras crece la curva del cereal. Esta
situación alcanza su mayor desarrollo con la implantación de los
cultivos romanos, hacia el 2370 BP.
Esta estepa cultural está muy bien representada en los registros polínicos de yacimientos arqueológicos gallegos de esta cronología. La fecha de aparición del cereal es algo variable: en
Castro de Penalba aparece a partir del 3000 BP (Aira Rodríguez
y Saá Otero, 1988), en Torroso, en el 2685 BP (Aira Rodrígiiez y
Saá Otero, 1988), después del 2460 + 50 BP en O Regueiriño y
A Fontenla (Aira Rodríguez y Guitián Ojea, 1984), en el 2800 BP
en Lavapés (López, 1984a), etc. En estas secuencias, aún se
puede observar la presencia de taxones arbóreos niesófilos en
momentos inmediatamente anteriores a la aparición del cereal,
aunque sus bajos porcentajes evidencian los procesos deforestadores generales.
Así, en Castro de Penalba, aparece la vegetación arbórea
dominada por Querczrs, Co~ylrrsy Al~iirsglzrtiriosa, y en Torroso
por Qzrerczrs, Co~ylzrs,
Alnzrs, Salis y Pi~tzis,aunque éstos suponen
únicamente el 12 y el 20 % del total, respectivamente. El resto de
la cubierta vegetal está dominada por Poaceae, Ericaceae,
Asteraceae, Asphodelzrs, Piarttago, E~irphorbia,Ranunculaceae,
Cruciferae, etc. Todos estos taxones muestran una progresión de
los espacios abiertos, una degradación del suelo y, en el caso de
Aspliodelzrs, una sucesión de incendios, tal vez para la obtención
de espacios aclarados para su puesta en cultivo o de pastos para
el ganado. En el caso de Pedra do Xesta, la aparición de polen de
Ericaceae y AspIiodeJehrs coincide con la aparición de las primeras
evidencias de carbón, evidencia de su estrecha relación con la
actividad humana (López, 1986).
En O Regueiriño y A Fontenla, la antropización del paisaje
antes de la aparición del cereal en el registro polínico viene marcada por la presencia de Plantago, Cruciferae, Um'ca, etc., a lo
que también se une el paulatino enfriamiento y pérdida de humedad que se da en el Sub-boreal, dinámica que los autores relacionan con el desarrollo de Abtzrs en este momento (Aira Rodríguez
y Guitián Ojea, 1984; Díaz-Fierros Viqueira et alii, 1979).
*
En el yacimiento de Lavapés se documenta la presencia de
Pirtzrs y Qzrercrrs, acompañados por varios taxones termófilos,
como BLLYZ~S,
Co~ylzrs,Jliglans. Ulntzrs y Popzrlzrs. Existe un gran
desarrollo de las Gramineae y Compositae. Con la aparición del
cereal, adquieren mayor importancia Castanea, Ulmus y Jlrglans,
además de numerosos taxones mderales (López, 1984a).
En O Fixón se da el caso de la ausencia total del polen de
cereal. La secuencia comienza con un bosque de Qzrerczrs y
Castanea, con formaciones ribereñas de Alnzrs y Populirs, acompañados por Bzmrs, Ul~nrrsy Jlrgla~is,en una fecha del 2870 BP
(López, 198413). Sin embargo, el polen arbóreo supone únicamente del 5 al 10 % del total, mientras que la mayor parte pertenece a Gramineae. En este caso, se produce el establecimiento de
una vegetación herbácea de pastizal, como resultado, no de la
actividad agrícola, sino ganadera, que logra mantener un equilibrio con la vegetación del entorno hasta fechas más recientes que
en los yacimientos donde se evidencia una intensa actividad agrícola.
En la Serra da Aboboreira, también se cuenta con un importante registro, en este caso antracológico, de yacimientos arqueológicos pertenecientes a la Edad del Bronce (Figueiral, 1993). En
estos yacimientos, con cronologías a partir del 2980 70 BP, se
observa la continuidad de las formaciones de Qzrerczrspj)renaic(1
y Q. 1-obzrr, acompafiados por Corylzrs avellana, Sorbtrs sp.,
Crataegzrs ntoriog)>na,Rex aqirifolizrrn y, a mayor altitud, Taxzrs
Numerosos taxobaccata, Sorbzrs arrcirpnria y Pinzrs s,~Ii)estris.
nes de ripisilva también están presentes, así como algunos que
evidencian la progresión de los espacios abiertos, como
Leguminosae, Arbzrhrs imedo, Bzrszrs se~itpervire~ts.
Cishrs sp.,
Erica sp., CoryIzrs y Betirla, una imagen muy similar a la que aparece en el Castro de Penices, en el que también se documenta la
presencia de un bosque de Qirercirs, vegetación de ribera y formaciones de espacios aclarados con leguminosas sobre todo
(Figueiral, 1993).
La imagen que ofrecen estos yacimientos es comparable a la
descrita para Pala da Vella; ejemplos como Bouqa do Frare, Lavra
y Castelo de Matos, con dataciones del c.700 BC, 2980 + 70 BP
y 2700 90 BP respectivamente (Figueiral, 1993), presentan un
bosque mixto de Qzrercrrs pyrertaica y Q. robzrr, y en las zonas
más bajas, Q. iles o Q. suber, acompañados por gran cantidad de
caducifolios que se asocian a su sotobosque o zonas de ribera,
entre ellos Cor))Iirs m~ellana,Sorbzrs sp., Crategzis nionogtrta,
Alnzrs glzrti~iosa,Solis sp., Frasi~tusartgzrst~oliay Betzrla cf.
prrbesce~is.Arblrtzrs zinedo, Bimrs sempe~.i~irerts,
Leguminosae,
Cishrs y Erica sp. están presentes también, progresando hacia el
final de la secuencia. Las coníferas presentan porcentajes menos
importantes, entre las que destacan Pinzrs sylvestris y Taszrs baccata. En Castro de Penices, para momentos del Bronce final
datado en 690 + 60 BC, y época romana, se documenta en la
mayor parte de los niveles una clara supremacía de Qrrerczrs
caducifolio, probablemente Q. rvbtrr, que aparece acompañado
por Crataegzrs nioirogyna, Corylzrs avellaita, Rosaceae (Sorbrrs
sp., tipo-@rus) y Frangzrla ahizrs. También está presente
Qtrerczrs suber, como elemento más termófilo y E r i a nrborea y
E. tebalis asociadas a éste, como consecuencia de un aclarado
del bosque, junto a varios géneros de LeguminosaelPapilionaceae
(Adenocarpus, Cj)tiszrsy Ules),como evidencias de la degradación paralela a la actividad humana de tala y quema. Un análisis
de semillas y h t o s ha mostrado también la presencia de
Piticcirni dzrrrrni/aestivzrnt, Horhrm ~>zrlgare,
Ave~tasp., J&is
y Vicia sp.
itinifira var. sj)Ii~estris
*
*
[page-n-202]
Una diferencia respecto a Pala da Vella radica en un mayor
predominio de los perennifolios en ésta última que en las secuencias portuguesas descritas. Esto puede ser el resultado de una
mayor influencia continental en el área donde se localiza aquélla.
Es muy posible que las coincidencias entre estas secuencias
estén provocadas en parte por la propia naturaleza del registro de
análisis, ya que las turberas se encuentran frecuentemente en
emplazamientos montañosos de altura y queda sobrerrepresentada en el polen la vegetación herbácea de alta montaña, mientras
que recoge sólo un eco de las formaciones boscosas de las zonas
de menor altitud. En le carbón, sin embargo, se refleja un entorno muy local, además de que en este registro no quedan reflejadas más que las especies leñosas.
En el caso de los yacimientos de cronología mis reciente de
nuestro estudio, O Castelo y Noville, resulta dificil integrar los
resultados antracológicos dentro de la secuencia regional trazada,
ya que el registro corresponde en su mayor parte a madera de
construcción, producto de un proceso de fuerte selección de la
materia prima. La necesidad de realizar elementos constructivos
de cierto tamaño llevaría a la selección de especies con troncos
del calibre necesario, es decir, fundamentalmente especies arbóreas, aún cuando no se encontraran en el medio más próximo al
yacimiento. En el caso de O Castelo, la fuerte presencia de
Qtrerctrs caducifolio en el registro antracológico se debe sin duda
a esta selección, aunque es muy probable que estuviera presente
m estepas arbiistivas preholocenas
primera expansión de elementos mesófilos y tenn6filos
detrimento arbóreo del Dryas reciente
0
en un medio cercano al yacimiento, como corrobora su aparición
en otras secuencias de la zona, pero resulta imposible realizar
inferencias sobre su importancia real en el medio. Lo mismo ocurre en Noville, donde además, la presencia de Piritrs tp. pineapir~mterrefleja un medio muy local, correspondiente a la ftanja
litoral arenosa donde se emplaza el yacimiento, junto a otros
taxones propios de humedales y10 zonas enchatcadas, que pueden
corresponder también a este medio, tales conio Frnsit~uscf. E
excelsior o Salix-Poptrltrs. La presencia de Alntrs puede corresponder, como se ha visto en otros yacimientos, a su progresión de
forma paralela a la antropización del paisaje.
La figura 8.6 muestra una síntesis de los datos polinicos y
antracológicos analizados. Evidentemente, se ha generalizado
seleccionando las principales formaciones vegetales documentadas para cada periodo, aunque las diferencias entre las distintas
zonas son notables. A grandes rasgos, se evidencia el contraste
entre las zonas de mayor influencia atlántica y aquéllas más continentales. En cronologías entre el 35000-30000 BP (momento
para el que contamos con escasos datos) se pude observar un
dominio de brezales en las zonas litorales, mientras que las interiores gozan de mayor desarrollo arbóreo, con bosques mixtos de
Qirernrs y Pintrs.
Durante el Pleniglaciar, las estepas son dominantes en la
mayor parte del territorio, aunque destacan las ericáceas y gramíneas en dominio puramente eurosiberiano frente a la presencia de
m máximo desarrollo arbóreoy óptimo de Qiremrs
0primera deforestación asociada a la presencia de cereal
u
desarrollo de la "estepacultiiral"
.
sparición del cereal y10
de plantas mderales
(c) registro antracológico
Fig. 8.6. Síntesis de los datos paleobot$nicos de las secuencias antracológicas (C) y polínicas (P) de la región Eurosiberiana.
[page-n-203]
Arteniisia en todas las secuencias de las zonas que conforman el
límite con la región Mediterránea.
Hacia el 13000 BP se generaliza en las secuencias la primera
expansión importante de taxones mesófilos, encabezados por
Quercus. Esta expansión sólo se ve interrumpida por un leve
retroceso de la vegetación arbórea y recolonización de las estepas
durante el Dryas reciente. Éste Únicamente se detecta en las
secuencias poünicas, ya que en el registro antracológico, el citado desarrollo arbóreo es continuo hasta el óvtimo climático holoceno. Tampoco se detecta claramcntc en las secuencias polínicas
de zonas litorales y sublitorales, ya que en éstas las formaciones
arbóreas carecen de importancia, aunque también podría deberse
a que el efecto del recnidecimiento climático y aumento de aridez se encontrara atenuado por la proximidad oceánica. Es posible que la presencia de una fase de detrimento arbóreo se deba a
un descenso de la producción polínica, más que a un retroceso
real de la vegetación arbórea, puesto que no se detecta en las
secuencias antracológicas.Algunos autores afírman que este descenso de la polinización de ciertas especies arbóreas da lugar a un
dominio de las formaciones arbustivas, pero que en ningún caso
se puede considerar el nuevo establecimiento de una vegetación
estépica (Muñoz Sobrino, 2001).
El mayor desarrollo de los bosques mesófilos se produce en
momentos inmediatamente posteriores al 10000 BP. En general,
es el momento de máximo desarrollo de Qirercas y otros taxones
caducifolios, aunque se observa la expansión incipiente de especies perennifolias mediterráneas o submediterráneas en las zonas
de contacto de ambas regiones. Destaca su presencia en las vertientes continentales de las Sierras Orientales gallegas (Ancares,
Courei, etc.).
El detrimento del óptimo arbóreo se produce de forma bastante paralela a la aparición del cereal en las secuencias, aunque
la cronología es bastante variable. Ésta depende en gran medida
de la aptitud de la zona para el desarrollo de la actividad agrícola. En algunas secuencias (Sierras Septentrionales, Sierra de la
Cabrera, Serra da Estrela y los yacimientos arqueológicos gallegos) se evidencia una fase de deforestación incipiente entre el
5500-3500 BP, a menudo de forma previa a la aparición continua
del cereal, en la que comienzan a extenderse los taxones arbustivos y heliófilos (Pinirs), como indicio de la abertura progresiva
de las formaciones vegetales.
A partir de aproximadamente el 3500 BP se establece la llamada "estepa cultural", en la que se detectan mínimos de polen
arbóreo comparables a algunas fases glaciales, pero ahora por
causas antrópicas. En esta fase, las formaciones de brezos y leguminosas adquieren carácter pseudo-cliácico. Esta imagen difiere en las secuencias antracológicas, en las que se mantiene el
dominio de los bosques mixtos de Querci~sy únicamente se
detecta un ligero aumento de la curva de las leguminosas en respuesta a estos procesos de deforestación generalizada.
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Capítulo IX
La región Mediterránea cubre la mayor parte de la península
Ibérica, y por lo tanto, dentro de ella están representadas condiciones bioclimhticas y ecológicas variadas, lo que se traduce en
una gran diversidad de estrategias de poblamiento humano y de
manifestaciones arqueológicas. En la secuencia que cubren los
yacimientos de estudio, que se distribuyen fundamentalmente a
lo largo de las fachadas oriental y occidental de la región, se
ponen de manifiesto estas diferencias en los lugares de hábitat, en
la cultura material, en las manifestaciones funerarias o en la gestión de los recursos naturales, visibles sobre todo cuando comparamos yacimientos de la misma cronología separados espacialmente (fig. 9.1).
Los yacimientos de que disponemos para esta región muestran características muy diferentes. Por un lado, algunos de ellos
presentan evidencias de una ocupación prolongada y ofrecen una
secuencia antracológica larga, con presencia de diversas estructuras domésticas. Otros evidencian una ocupación m8s puntual o
especializada, que corresponden a poblados en los que una parte
importante de la madera debía formar parte de la eshuctura constructiva de los mismos, como es el caso de Fuente Alamo. Por
último, contamos con dos construcciones de carácter funerario en
las que la madera recuperada en el interior de los grandes sepulcros ha desempeñado un papel constructivo o como combustible
ritual.
En el caso de los yacimientos con una ocupación larga, nuestro objetivo es la obtención de una secuencia paleoambiental en
la que se puedan detectar los cambios acaecidos en el paisaje,
bien por causas naturales o como resultado de una explotación
humana intensiva del mismo. En los casos donde se detecta una
utilización especiatiada de la madera, el carbón nos ofrecerá una
importante información acerca de la explotación de los recursos
vegetales para diferentes actividades.
La amplitud cronológica de esta secuencia y la presentación
de su contexto arqueológico nos exige el planteamiento de una
serie de problemáticas de la investigación en las que vamos a
integrar nuestros objetivos. Así, por ejemplo, cuestiones como a)
el tránsito Pleistoceno-Holoceno, b) el impacto de las primeras
sociedades agrícolas y ganaderas en el paisaje, c) los condiciona-
mientos de éste para el desarroiío del poblamiento humano, o d)
la gestión de los recursos vegetales, son problemas a los que los
datos antracológicos pueden aportar una interesante información
complementaria a otras disciplinas.
-
Fig. 9.1. Cronologfa de los yacimientos arqueológicos estudiados
en la región Mediterrsinea.
[page-n-206]
IX. 1. LA SECUENCIA CULTURAL
IX.1.X. EL MAGDALENENSE EN LA FACHADA
MEDITERRÁNEA PENINSULAR
Como se ha mencionado en el capítulo correspondiente a la
fachada atlántica (capítulo VI) el Paleolítico superior se caracteriza por una serie de innovacionestecnológicas y tipológicas asociadas a la presencia de la nueva especie humana Horno sapiens
sapiens (Arsuaga et alii, 2001), en las que se suceden diversas
fases a partir de la individualización de ciertos fósiles directores
en las secuencias francesas. En efecto, las industrias musterienses
se sustituyen por otras de talla laminar (modo 4), que se asocian
también al trabajo masivo del asta y hueso. Estas diferencias en
las industrias se hacen extensivas a todo el modo de vida y economía de los nuevos grupos del Paleolítico superior (%llaverde,
2001: 177). El Magdaleniense es la última de las fases del
Paleolítico superior, y se documenta aproximadamente a partir
del 15000 BP, prolongándose algunos de sus rasgos hasta el
Epipaleolítico mediterráneo. El comienzo de la mejora de las
condiciones climáticas con el Tardiglacialprovocó una expansión
de la población por toda Europa, aunque concentrada aún en las
áreas más benignas, que subsistían fundamentalmente de la caza
de los grandes herbívoros, siguiendo sus movimientos migratonos.
Breuil realizó una subdivisión del Magdaleniense en 6 estadios en función de la aparición de fósiles directores, periodización que no resultaba completamente adaptable a las caracten'sticas del Magdaleniensepeninsular (Barandiaráa et alii, 1998: 54),
lo que cuestiona el valor atribuido a los fósiles directores para
definir las variantes regionales. Si la periodización propuesta
para el Magdaleniense Cancés resulta ya difícil de aplicar a los
territorios cantábricos, más lo es para la fachada mediterránea
peninsular, ya que la economía estaba basada en la caza especializada del ciervo y la cabra, especies dominantes como resultado
de una mayor benignidad climática en este ámbito (Aura, 1988).
Por estas razones, los primeros investigadores dudaron incluso de
la existencia de un verdadero Magdaleniense mediterráneo, estableciendo un periodo particular denominado "SolútreoGravetiense" o "Epigravetiense", paralelo cronológicamente al
Solutrense final y al Magdaleniense inicial en la cornisa cantábrica, para explicar esta diferencias. Actualmente, esta cuestión
está superada, y se acepta sin lugar a dudas que el Magdaleniense
del Mediterráneo peninsular comparte las tendencias suprarregionales documentadas en la cornisa cantábrica, los Pirineos franceses y la Dordoña (Vidlaverde, 2001: 204). Sin embargo, esta afírmación no deja libre de problemática la cuestión del
Magdaleniense mediterráneo, ya que las fases de transición entre
el Solutrense y éste siguen permaneciendo algo oscuras, debido
fundamentalmente a la falta de registros; sólo en la cueva de
Parpalló se documenta con seguridad un Magdaleniense antiguo,
dividido en dos fases (A y B) (Aura, 1992, 1995). Para el
Magdaleniense medio, existen las dataciones de la Cova de les
Cendres, de 13320 170 BP y 13840 85 BP, o de Cova
Matutano de 13960 200 BP a 13220 I 2 7 0 BP.
El Magdaleniense superior se define por la abundancia de
arpones de hueso y asta. Para este momento existe una mayor
documentación de yacimientos, aunque la mayor parte de las
dataciones obtenidas se concentran cerca del 12000 BP, siendo de
nuevo mal conocido el inicio del periodo. Aura (1995) propone la
caracterización de este periodo por una industria sin arpones.
*
*
Destacan los registros de la Cova de les Cendres, por su representativo conjunto del Magdaleniense superior con arpones, que
dio una datación radiocarbónica por AMS de 12470 170 BP,
similares a los niveles documentados en Parpalló y Cova
Matutano, datados entre el 12000-11000 BP (Villaverde et alii,
1999).
El Tossal de la Roca también ofrece una secuencia desde el
15360 & 1100 BP, similar a la base del Magdaleniense de
Cendres, dataciones cercanas al 12000BP para el Magdaleniense
superior, y la consolidación de un Epipaleolítico aziloide (Cacho
et alii, 1995).
Esta Última fase del Magdaleniense constituye un proceso de
transformación industrial que supone la pérdida en importancia
absoluta y variedad de la industria ósea, de los buriles y de la
variedad de la industria microlaminar, con un notable aumento de
los útiles del substrato (muescas, denticulados, piezas de retoque
continuo, etc.).
En el plano económico, las estrategias de subsistencia en un
periodo que recoge los últimos frios glaciales son de tipo adaptativo al medio, siendo los movimientos migratonos estacionales
más marcados cuanto menor es la disponibilidad de obtener
recursos en un territorio (Enloe, 2000: 118), aunque en la fachada mediterránea estos efectos se dejaron sentir de manera mucho
más suavizada que en otras regiones europeas. El Magdaleniense
se caracteriza por el desarrollo de la caza especializada, para la
que se cuenta con una serie de mejoras técnicas en el armamento
(Viilaverde, 2001: 212). La actividad cinegética sobre los grandes
herbívoros se centró bhsicarnente en dos especies: el ciervo y la
cabra montés. Además, es frecuente la selección de las presas
abatidas, generalmente machos jóvenes, en su estado de máximo
contenido c h i c o .
Existen también evidencias de caza de pequeñas presas, entre
las que se observa una diversificación de especies, tales como el
conejo, las liebres, los erizos, aves, etc. y la explotación de recursos marinos como moluscos y peces (Martinez Valle, 2001: 129;
Sanchis, 2000,2001). Esta ampliación del espectro ha sido interpretada por diversos autores como una explotación más intensa de
los recursos disponibles mediante cortos recorridos de carácter
logístico, como consecuencia de la reducción de movilidad de los
grupos humanos (Villaverde y Martínez Valle, 1995).
*
IX.1.2. DEL EPIPALEOL~TICOAL NEOLÍTICO.
¿ Q ~ APORTA
O
EL CARBÓNA LA DISCUSIÓN
ARQUEOL~GICA?
Uno de los puntos clave de la investigación en la península es
la aparición de las primeras sociedades productoras de alimentos
del Neolítico en el marco de los últimos grupos cazadores y recolectores del Epipaleoütico. La abundancia de yacimientos y la
existencia de un foco de grupos "neolíticos puros" con algunas de
las cronologías más antiguas de la península Ibérica, hacen de la
fachada cer~tro-orientalpeninsular una de las áreas más interesantes para el estudio de las posibles evidencias de contacto,
aculturación o sustitución entre las dos culturas (Martí Oliver y
Juan-Cabanilles, 1997).
Ya entre los años 30 y 50, las excavaciones llevadas a cabo
en los yacimientos de la Cova de la Sarsa, La Cueva de la Cocina,
La Covacha de Llatas o la Cova de l'Or, asentaron los precedentes de lo que iba a ser el "modelo dual" de interpretación del proceso de neolitización de la vertiente meditenánea peninsular.
Este modelo propone la presencia de dos tradiciones culturales en
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el momento de la introducción de la economía de producción: por
un lado, los grupos epipaleolíticos geométricos de economía
cazadora-recolectora; por otro, los grupos neoliticos de econom'a
productora que además poseen la tecnología cerámica, la piedra
pulida y una industria lítica muy diferente a los conjuntos geométricos. Dada la ausencia de los ancestros silvestres de las especies domesticadas, la presencia del nuevo sistema económico en
la península sólo se entiende mediante la introducción foránea
(Marti, 1977; Martí et alii, 1980; Martí y Bemabeu, 1992; JuanCabanilles, 1992; Bernabeu et alii, 1993; Martí y Juan
Cabanilles, 1997; Bemabeu y Juan-Cabanilles, 1999; JuanCabanilles y Martí Oliver, 2002).
Las revisiones más recientes del modelo dual, sustentado en
la base empírica y en un migracionismo-aculturaciónpara la aparición del Neolítico en la península, retoman las cuestiones de
distribución del poblamiento durante la neolitización (Martí
Oliver y Juan-Cabanilles, 1997; Juan-Cabanilles y Martí Oliver,
2002). Los mapas trazados a partir de la distribución de asentamientos del Epipaleolitico-Mesolítico y del Neolítico antiguo
apoyan la idea de una "territorialidad excluyente", es decir, una
clara diferenciación de los espacios de ambos grupos, marcada
probablemente por la incompatibilidad entre los dos sistemas
&onómicos de explotación del medio (Juan-Cabanilles y Marti
Oliver, 2002: 45).
Las primeras noticias de la existencia de estratos mesolíticos
y neolíticos en el abrigo de La Falguera fueron acogidas con la
esperanza de que este yacimiento pudiera arrojar algo más de luz
sobre estas cuestiones y ofreciera una secuencia completa desde
el Epipaleolitico. El mismo interés presentaba la estratigrafia de
Santa Maira; sin embargo, ambas contienen un importante hiato
sedimentario entre los dos niveles de ocupación. Aún así, resulta
muy interesante comparar estos dos momentos, ya que el estudio
de la industria, de la economía, de la funcionalidad del yacimiento, de la gestión del medio, del aprovisionamiento de recursos,
etc., son un reflejo de los diferentes modos de vida de las íiltimas
sociedades cazadoras-recolectorasy los primeros productores.
A comienzos del Holoceno, en la vertiente mediterránea
peninsular existen grupos de cazadores-recolectorespertenecientes al Epipaleolítico microlaminar o Mesolitico antiguo (100008000 BP en la secuencia regional). Ambos términos se utilizan
para definir el mismo periodo temporal, pero mientras el primero
hace referencia directa a las perduraciones del Paleolítico superior, el segundo remarca la peculiaridad del periodo como un
tránsito entre el Paleolítico y el Neolítico, aunque los Últimos trabajos utilizan la terminología Epipaleolítico-Mesoliticoque equipara ambos términos para fases más evolucionadas (JuanCabanilles y Martí Oliver, 2002). Con la mejora climática holocena, los grupos humanos ven ampliado el abanico de recursos
explotables, ya que tanto el desarrollo de los bosques, como el
medio marino, ofrecen nuevas posibilidades de suministro alimenticio, y este hecho queda reflejado en una adaptación del utillaje y las técnicas de captura. Las industrias microlaminares se
caracterizan por el dominio de raspadores sobre buriles y por la
abundancia de laminitas de dorso (Fortea, 1973).
En nuestra zona de estudio se desarrolla la facies Mallaetes,
datada en este yacimiento en 10370 105 BP. Existen vestigios
también de este complejo en Rates Penades, Volcán del Faro,
Barranc Blanc, Meravelles, En Pardo y el Tossal de la Roca.
Hacia el 8000 BP de la secuencia regional, se desarrolla el complejo Epipaleolítico Geométrico o Mesolítico Reciente, caracterizado por el desarrollo de los microlitos geométricos, trapecios y
*
triángulos. En el tramo central del sector oriental peninsular se
documenta en Valltorta, Can Ballesta, Cocina, Casa de Lara y
Arenal de la Virgen; para los valles del Alcoi, la secuencia está
bien documentada en el Tossal de la Roca (Cacho et alii, 1995) y
en La Falguera (Barton et alii, 1990, 1999).
La reciente estructuración en fases del EpipaleoliticoMesolítico reciente (VIII-W milenio BP) se ha basado en la
secuencia de la cueva de la Cocina, generalizable a gran parte de
las evidencias de la fachada mediterránea (Fortea, 1973). Las
fases A y B, propuestas por Fortea a partir de los horizontes
Cocina 1 y 11respectivamente, se caracterizan por un utillaje geométrico dominado por trapecios y triángulos de retoque abmpto
en la primera, y por un dominio de los triángulos respecto a los
trapecios en la segunda, entre los que se encuentran los de lados
cóncavos y espina central, denominados tipo Cocina o Muge.
A éstos sigue una tercera fase C, que constituye la etapa de
desmantelamiento progresivo del poblamiento Epipaleolftico y
del inicio del Neolítico, caracterizada por una continuidad de los
elementos típicos epipaleolíticos, con la nueva incorporación de
otros de carácter neolítico (Juan-Cabanilles y Martí Oliver, 2002).
El horizonte IIi de Cocina es un referente de esta fase, en el que
queda reflejado este proceso de neolitización de los últimos cazadores-recolectores, cuyos momentos finales son ya cerámicas y
coinciden con los primeros indicios de expansión de la agricultura y ganadería en la región (Bemabeu et alii, 1999a).
La introducción de la economía de producción supone un
importante cambio en los modos de vida de los grupos humanos,
no sólo en lo que respecta al aprovisionamientoalimenticio, sino
a todo el conjunto de innovaciones materiales y de las ideas. La
introducción de la tecnología cerámica y de la piedra pulida, de
animales y plantas domésticos, la sedentarización en poblados de
mayor tamaño, el aumento de la complejidad social o las nuevas
prácticas religiosas relacionadas con la tierra y la fertilidad, son
algunos de los cambios detectados que se asocian a la nueva economia de producción (Marti Oliver y Juan-Cabanilles, 1987,
1997; Martí Oliver et alii, 1987, 1991; Martí Oliver, 1998; JuanCabanilles, 1992; Bemabeu, 1996). Los testimonios más antiguos
del modo de vida neolítico en la península Ibérica se localizan en
la vertiente mediterránea a inicios del W milenio BP. En nuestra
zona de estudio, las secuencias de la Cova de I'Or, la Cova de les
Cendres, Cova de la Sarsa y más recientemente, La Falguera sitúan la cronología del Neolítico Antiguo entre el 6800 y 5800 BP
(Bernabeu et alii, 2002).
El Neolítico antiguo se inscribe en la amplia tradición mediterránea de las cerámicas impresas (Bemabó Brea, 1956; Martí et
alii, 1980; Bemabeu, 1996, 1999), caracterizada por la presencia
de cerámicas cardiales en un primer momento (Neolítico IA) y
por cerámicas incisas o impresas no cardiales en un segundo
momento (Neolítico IB o Epicardial) (Bernabeu, 1989). A esto se
añade la individualización de un "contexto postcardial", caracterizado por la perduración de alguna técnica decorativa (incisión,
inciso-unpresión) o tratamiento cerárnico especial (peinado), en
un contexto general de cerámicas lisas (Juan-Cabanilles y Martí
Oliver, 2002: 53), representado en la fachada oriental peninsular
por el "horizonte de cerámicas peinadas" (Bernabeu, 1989). El
modelo de asentamiento propuesto para este periodo indica una
preferencia de hábitat en cuevas o abrigos, en las que se documenta una multifuncionalidad del espacio, aunque los nuevos
hallazgos de poblados al aire libre, están planteando más recientemente otros patrones de asentamiento (Bemabeu et alii, 1989,
2002).
[page-n-208]
El Neolítico Medio se desarrolla entre el 5800 y 4800 BP, e
incluye el Neolítico IC y IiA de la secuencia regional (Bemabeu,
1989). Para este periodo se cuenta con una mayor escasez de
información. En este momento desaparece la cerámica impresa
cardial y comienza el dominio de las incisas, acanaladas e impresas no cardiales. Además de las secuencias de referencia de la
Cova de 1'Or y la Cova de les Cendres, también se ha documentado este periodo en La Falguera y Santa Maira.
El Neolítico reciente (Neolítico IIB de la secuencia regional),
va del 4800 al 4200 BP y se caracteriza por la presencia de cerámicas esgrafiadas, algunas peinadas, decoración de cordones y
sobre todo, sin decoración, así como por la aparición de nuevos
tipos, como platos, escudillas, formas compuestas, carenadas,
etc. La información que se posee para este periodo proviene tanto
de cuevas como de poblados al aire libre, destacando los campos
de silos de Jovades y Niuet (Bemabeu, 1995).
Para la fachada atlhntica de la península Ibérica, existen dataciones epipaleolíticas hasta el 5750 cal. BC, y se documentan
complejos neolíticos cardiales desde el 5500 cal. BC en la
Estremadura y el Algarve (ZilMo, 2000: 150). El EpipaleolíticoMesolítico en Portugal está bien documentado desde mediados
del siglo XIX en los concheros de Muge y en los últimos años, en
el valle del Sado y en la costa alentejena (Carvalho, 2002). Los
yacimientos del valle del Sado han sido interpretados por numerosos autores como una estrategia adaptativa al ambiente estuarino dominante en esta región (Amaud, 1987, 1989, 1990; Clark,
2000: 210; Zilhiío, 2000: 155). Los restos malacológicos y faunísticos de estos yacimientos evidencian la existencia de asentamientos organizados dentro de un sistema de movimiento estacional a lo largo del río, para el aprovechamiento de los recursos
silvestres disponibles en cada época del año (caza hacia la parte
alta del río en invierno, y marisqueo y pesca en la desembocadura durante el verano). La existencia de "campamentos base" daría
como resultado un modelo de semisedentarismo (Soares, 1997).
En cuanto al material Iítico, existe para este momento un
dominio de los geométricos, cuya evolución se documenta bien
en los concheros de Muge y es aplicable a gran parte de los yacimientos del Alentejo y el Algarve. Ésta consiste en una sustitución progresiva de los trapecios por los segmentos en las fases
finales de ocupación (Carvalho, 2002: 243).
La primera aparición del Neolítico en Portugal se da en la
región del Algarve, hacia mediados del VI milenio cal. BC. La
aparición de elementos típicos del complejo neolitico en yaciniientos de tradición epipaleolítica-nlesolítica ha llevado a los
autores a una doble interpretación del registro. Por un lado,
Tavares y Soares (198 1, 1987; Tavares, 1989) interpretan la presencia de estos elementos como una aculturación del subs&ato
mesolítico, con la adquisición de las técnicas de la cerámica, de
la piedra pulida, la agricultura, etc. Este modelo ha sido criticado
por Zilhtio (1993, 1998, 2000), que argumenta la existencia de
problemas tafonómicos en los yacimientos con evidencias cerámicas junto a conjuntos epipaleolíticos. Las intervenciones
arqueológicas han demostrado que algunos de estos concheros
problemáticos se han formado mediante un proceso de yuxtaposición de las ocupaciones, y no necesariamente en acumulaciones
verticales sucesivas, lo que explicaría la aparente pero falsa relación estratigráfica de dos conjuntos, epipaleolítico y neolítico
(Arnaud, 1987).
En la mayor parte de los casos, la presencia de útiles pulimentados y10 cerámica se daba únicamente en los niveles superiores del conchero, lo que se traduce en una reutilización del
lugar por grupos neoliticos (Carvalho, 2002). Sólo el conchero de
Amoreiras, situado en el valle interior de Sado, presenta realmente evidencias de una temprana interacción de los grupos epipaleoliticos y neolíticos a lo largo del V milenio BC, con una
datación del 5990 75 BP, 5060-4720 cal. BC (Amaud, 2000).
Para el Neolítico antiguo portugués, se ha propuesto una
periodización en dos fases, cardial y epicardial, por comparación
de contextos de la fachada meditemánea peninsular y Francia.
Los últimos trabajos al respecto se han centrado en los yacimientos al aire libre de Sines (Tavares y Soares, 1981, 1982, 1987;
Soares, 1995, 1997; Tavares y Roche, 1997), la Gruta do
Caldeir50 (Zilhiío, 1990, 1992, 1993,2000) y el Abrigo da Pena
d'Agua (Zilhao y Carvalho, 1996), estos dos últimos algo más al
norte, en la Estremadura portuguesa, para los que se han obtenido dataciones del 6330 80 al 6130 -t 90 BP, y 6390 150 BP,
respectivamente.
En la Estremadura y el Alentejo, los primeros grupos neolíticos convivieron con los pobladores mesolíticos de los concheros,
concentrados en los estuarios del Tajo y el Sado, hasta que fueron
completamente disgregados o absorbidos coincidiendo con la
transición del VI al V milenio BC (Ferreira Bicho et alii, 2000:
15-16). Las diferencias fundamentales del registro material neolítico con respecto a la fachada oriental mediterránea son el predominio de segmentos frente a los triángulos de aquélla, así como
un menor peso de las cer4micas impresas cardiales. Hacia el
Neolítico medio se diversifícan las decoraciones cerámicas, aunque dominan las incisas.
Más al sur, también existe esta dualidad entre las comunidades cazadoras-recolectoras establecidas a lo largo de la costa
alentejana y los grupos neolíticos del Algarve occidental, representados en los yacimientos de Cabranosa, Padn%o(Carvalho,
2002: 247), Vale Pincel 1, Samouqueira 11 y Salema, en los que
existe un conjunto atribuible al contexto cardial/epicardial
(Soares, 1997; Juan-Cabanilles y Martí Oliver, 2002: 51; ZilhEo,
2000: 155).
Las semejanzas existentes entre los conjuntos del Neolítico
antiguo portugués y otros conjuntos peninsulares han planteado
la hipótesis de introducción del Neolítico en la costa atlántica a
través de la costa andaluza o bien a través de valle del Guadiana.
Para su presencia en la Estremadura portuguesa existen varios
modelos explicativos, que van desde la entrada de los grupos
neolíticos del valle del Ebro por la nita de la Meseta norte, hasta
la introducción de los elementos neolíticos por contacto con las
comunidades del Alga-ve (Carvalho, 2002: 247). En general,
dada la situación litoral de la mayor parte de los asentamientos
del Neolítico antiguo en el sur de Portugal y las dataciones antiguas, se propone la llegada de estos grupos desde las costas orientales peninsulares a través de un nita costera por mar, considerando la presencia de neolíticos en el interior de la Estremadura
desde la Mesesta como un episodio puntual y no como un proceso gradual de avance (Zilhao, 2000: 171).
En cl plano cconómico, cl modo dc vida neolítico supone una
diversificación de actividades con respecto a las sociedades cazadoras-recolectoras; por ejemplo, surge una gran cantidad de nuevas tareas y enseres ligados a la práctica agrícola, tales como la
siembra, recogida y aventado del cereal, el procesado de alimentos o el almacenamiento. La aparición de nuevos tipos y tecnologías liticas o de la cerámica viene a cubrir estas nuevas necesidades. Además de la introducción de especies domésticas vegetales
y animales, se detecta también una gestión diferente de los recursos vegetales silvestres. A través de los análisis paleobotánicos se
*
*
*
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pueden detectar algunas de estas actividades humanas con relación a la gestión del medio vegetal y la práctica agrícola.
Numerosos estudios antracológicos han puesto de manifiesto que
las primeras sociedades agrícolas se establecen siempre sobre un
medio vegetal no alterado, es decir, en su máximo desanrollo
forestal (Badal y Carrión, 2001; Badal, 2002). Pero, con la práctica continuada de una actividad agrícola, comienzan a documentarse procesos de roturación de espacios forestados (Mazoyer y
Roudart, 1997). La experimentacióny la conservación extraordinaria en lagos centroeuropeos de troncos con marcas de filos de
hachas de piedra, han puesto de manifiesto la eficacia de este
nuevo instrumental para el abatimiento de árboles de cierto tamaño. Esta práctica provoca una deforestación generalizada visible
en la mayor parte de las secuencias paleobotánicas.
Generalmente, la desaparición progresiva de ciertas especies de
carácter forestal se acompaña de la aparición de especies ligadas
a la actividad agrícola, colonizadoras de espacios deforestados,
malas hierbas, matorrales de sustitución de antiguos espacios
arbolados, etc.
En nuestro caso, es muy interesante evaluar a través del registro antracológico este grado de deforestación o respeto del equilibrio en el medio inmediato a cada yacimiento, ya que pensamos
que es un buen indicador de la importancia que adquiere la actividad agrícola en la zona. Es Cecuente que, en yacimientos situados en enclaves menos aptos para la agricultura o que han tenido
una funcionalidad distinta, no se detecte esta deforestación
(Carrión Marco, 2000a y b).
Los silos, fosas y otras estructuras excavadas están estrechamente relacionados con la actividad agrícola, concretamente con
el almacenamiento de sus productos. Con el tiempo, esta estructura se deteriora y es abandonada en cuanto a su uso original,
pero puede ser reutilizada como basurero en el que se acumula la
limpieza sucesiva de los suelos de ocupación del hábitat; entre
esta "basura" se encuentra el carbón procedente de los hogares
domésticos (Bernabeu y Badal, 1990, 1992). Además de información acerca de la actividad agrícola, el registro antracológico
también puede ofrecer datos sobre otras nuevas prácticas asociadas al Neolitico, tales como la ganadería. La estabulación del
ganado en cuevas y abrigos era una práctica frecuente, que ha
dejado como testigos los niveles de quema del suelo del corral
para su limpieza; estos niveles contienen gran cantidad de materia orgánica carbonizada que ofrece una interesante información
sobre el uso de determinadas especies vegetales para la alimentación o lecho de los animales (Badal, 1999; Brochier, 1990,2002;
Carrión Marco, 2002).
Por último, el carbón ofrece una importante aportación a la
discusión arqueológica sobre la neolitización, ya que ha puesto
de manifiesto la existencia de algunas fechas incoherentes, resultado de la datación de contextos arqueológicos aparentes
(Bemabeu et alii, 1999a y b). Ya se ha mencionado la necesidad
de realizar dataciones sobre especies previamente identificadas y
que no ofrezcan lugar a dudas sobre su posición estratigráfica y
su coherencia en la secuencia (ver Capitulo 11). Los yacimientos
con secuencias más o menos prolongadas han demostradola existencia frecuente de contextos de mezcla de materiales, que pueden pasar desapercibidos duiante los procesos de excavación. En
el contexto de la aparición de la agricultura en la península existen fechas muy antiguas dentro de la secuencia regional, y a la luz
de la revisión de los contextos de procedencia de algunas de ellas,
se cuestionan sistemáticamente aquéllas anteriores a cal. 6800
BP, 5600 a.c. (Bemabeu et alii, 1999a).
IX.1.3. LAS SOCIEDADES COMPLEJAS DEL SUDESTE.
LA IMPORTANCIA DE LOS CONDICIONANTES
MEDIOAMBIENTALES EN EL CONTEXTO DE
LA CULTURAARGÁRICA
La Cultura del Argar constituye una de las manifestaciones
del Bronce ibérico mejor conocidas, gracias al conocimiento de
poblados y enterramientos, y a la larga tradición de la investigación en este campo desde momentos tempranos (Siret y Siret,
1890). Esta cultura supone una ruptura con respecto a Los
Millares: muchos poblados calcolíticos se abandonan, aparecen
otros de nueva ubicación, los enterramientos pasan a ser individuales y a localizarse en el interior de los poblados, y desaparecen las manifestaciones simbólicas sobre cerámica e ídolos (del
Rincón, 1998), además de constituir la instauración del Estado,
frente a lo que diversos autores habían denominado el "sistema
colectivista de Los Millares" (Arteaga, 2000).
La génesis de la cultura del Argar ha sido un tema ampliamente debatido. La distribución espacial de los poblados de la
Edad del Cobre evidencia una dualidad de poblamiento, con centros tipo Millares, de subsistencia fundamentalmente agrícola, y
otros de pastores megalíticos situados en enclaves montañosos; la
idea de que los intereses de ambos entraran en conflicto no parece explicar el surgimiento de las fortificaciones en los poblados
(Martínez Padilla, 1986: 309).
A pesar del asentamiento de los poblados argáricos sobre
"suelo virgen", algunos autores apuntan hacia un arranque desde
fases pre-campaniformes de gran parte de la cultura material
argárica, especialmente en los que a materiales domésticos se
refiere (Schüle y Pellicer, 1966). La mayor parte de poblados
argáricos se han documentado en tomo a la cuenca baja del río
Almanzora, junto a sierras con abundantes yacimientos mineros
y vías naturales de paso desde la costa al interior, si bien es cierto que es justo en esta zona donde se han intensificado las intervenciones arqueológicas (Martínez Padilla, 1986: 3 10).
En general, estos poblados se caracterizan por la presencia de
una acrópolis amurallada que no alberga a toda la población, sino
que la mayor parte de las casas se distribuyen a lo largo de las
laderas aterrazadas, intercomunicadaspor un sistema de calles y
escaleras. Las casas suelen ser cuadrangulares, y presentar una
división interna del espacio doméstico según las diferentes funciones que se desarrollen en su interior: hogares, almacenamiento, actividades productivas como el tejido o la metalurgia, etc.
Esta complejidad de la construcción, así como la existencia de
actividades especializadas como la metalurgia, hace que la madera sea un recurso fundamental, presente en grandes cantidades
dentro de estos poblados.
La metalurgia, sigue siendo para algunos autores una actividad incipiente, restringida fundamentalmente a la producción de
objetos de prestigio que se encuentran sólo asociados a ajuares
funerarios, aunque es cierto que sí se documenta una mayor proporción de poblados ubicados cerca de estos recursos con respecto al Calcolítico (Montero Ruiz, 1994; Castro et alii, 2001).
Los estudios paleobotánicos han resultado de gran interés
para el conocimiento de las actividades productivas, detectando
los cambios en el uso de determinadas especies para la alimentación con respecto al Calcolítico, como es el caso de un notable
aumento del cultivo de leguminosas. Del mismo modo, el análisis de los hogares domésticos, hornos metalúrgicos y otros fuegos
especializados o no, puede ofrecer una interesante información
acerca de la gestión de los recursos vegetales y su posible utili-
[page-n-210]
zación selectiva para cada tipo de actividad productiva
(Rodríguez Ariza, 1992; Rodríguez Ariza y Vernet, 1991;
Rodriguez et alii, 1996).
Una de las bases fundamentales de la cultura argárica es la
"complejidad social", modelo definido ya por varios autores
desde el Calcolitico y analizado por Renfkew en la necrópolis de
Los Millares (citado en Chapman, 1991). El autor llegó a la conclusión de que no toda la población tenía derecho a ser enterrada
allí, del mismo modo que dentro de la propia necrópolis existían
evidencias de diferencias sociales, basadas en la envergadura de
las tumbas, la presencia de objetos de prestigio entre los ajuares
o el número de enterramientos por construcción. Pero este estudio no se complementa con el análisis de los poblados, en los que
se presupone del mismo modo una jerarquización interna y entre
los diversos centros.
Aunque muchos poblados han sido excavados sólo parcialmente, no se han manifestado grandes diferencias arquitectónicas, pero si se ha documentado una especialización en cuanto a
las actividades realizadas en cada uno de los espacios. Con esta
idea, algunos autores difieren del modelo anterior y son más partidarios de establecer las diferencias sociales sobre las bases del
sistema económico, es decir, sobre la existencia de grupos productores y no productores (Nocete, 1989), lo que se reflejaría en
la ordenación territorial y la existencia de "poblados abiertos"
orientados a la producción agropecuaria y otros fortificados, que
priman una ubicación con control visual sobre el territorio.
El yacimiento de Fuente Alamo supuso desde un primer
momento uno de los pilares en la interpretación de la ordenación
territorial de la zona de E1Argar. Su descubrimiento en una zona
en principio poco apta para la actividad agrícola y cerca de recursos mineros (Montero Ruiz, 1994), hizo lanzar la hipótesis temprana de su especialización metalúrgica dentro de un sistema de
dependencias entre poblados argáricos, en el que los de carácter
agrícola se situaban en las vegas más fértiles y abastecían a los
anteriores. En esta línea, algunos análisis sobre patrones de asentamiento en época argárica, postulaban un importante cambio en
la ubicación de los poblados con respecto al Cobre; yacimientos
como Campos o Almizaraque se localizaban preferentemente en
contacto con la vega y los territorios llanos más aptos para su
puesta en cultivo, "como lo venían haciendo sus antepasados,
antes de que se descubriera la metalurgia" (Schubart y Arteaga,
1986: 291). Con la irrupción de la actividad metalúrgica, los
poblados se trasladan a zonas de media montaña, donde dominan
afloramientos mineros, lugares de paso y, en resumen, el contacto "de las riquezas minerales de la serranía con los modos de vida
de la vega" (Schubart y Arteaga, 1986: 291).
Estas ideas se han ido contrastando más recientemente con
las evidencias arqueológicas, que proponen la irrupción de poblados agrícolas también en zonas de montaña (Risch y Ruiz Parra,
1994), fundamentados a partir de la hipótesis de que nos encontramos ante un entorno "ahora desértico, pero en la antigüedad
considerablemente más productivo" (Arteaga y Schubart, 1986:
303). La cuestión de saber si las condiciones medioambientales
de este entorno eran similares a las actuales o si la aridez existente en la actualidad tiene su origen en procesos más recientes,
resulta clave a la hora de asentar ciertas bases de la discusión
arqueológica. Algunas corrientes historiográficas consideran de
vital importancia el medio ambiente -en el caso del sureste, uno
de los más áridos de toda Europa- como motor del surgimiento
de las sociedades complejas. Según esta idea, sería la necesidad
de establecer unos sistemas de regadío para practicar la actividad
agrícola, lo que acabaría generando una sociedad jerarquizada
capaz de dirigir la construcción y uso de estas infkaestructuras
(Wittfogel, 1957, citado en Gilman y Thornes, 1985: 10;
Chapman, 1991). Más recientemente se ha puesto en tela de juicio esta hipótesis ante los nuevos datos paleoecológicos (Buxó,
1997) y la aplicación de nuevos sistemas de análisis con este fin
(Araus et alii, 1995).
El yacimiento de Fuente Alamo se ha integrado dentro de esta
problemática desde los inicios de las intervenciones en el mismo.
A partir ya de los años 70 surge el interés por la interacción paleoecología-economía-sociología, dentro de la cual Fuente h a m o
-y Gatas en los 80 (Chapman et alii, 1987; Castro et alii, 1999)constituye un ejemplo de trabajos sistemáticos. Este interés viene
suscitado por la necesidad de contextualizar las comunidades
humanas y sus actividades dentro de un medio que puede ayudar
a veces a explicar ciertas cuestiones. Sin embargo, los trabajos
más recientes realizados en este ámbito paleoambiental, inciden
sobre la necesidad de plantear el antílisis desde una perspectiva
histórica, puesto que el medio está constantemente sujeto a cambios y es generalmente el resultado de la acción antrópica continuada (Cámalich Massieu y Martín Socas, 1999).
Algunos estudios paleoambientales realizados en la zona de
la cuenca de Vera han puesto de manifiesto la importancia de factores no antrópicos en el proceso de desertificación del sudeste
peninsular (Castro et alii, 1994; Fedoroff y Courly, 1995). Los
autores aseguran que durante la Prehistoria, la influencia antrópica directa sobre el medio fue desestimable, en comparación con
los procesos naturales erosivos y climáticos que azotaron este
ámbito, y que se dejaron sentir sobre todo a comienzos de época
argárica. Durante este periodo, se ha documentado en los registros sedimentológicosuna intensificación de la aridez estival y de
la torrencialidad de las lluvias, lo que dio como resultado una
desestabilización natural de los suelos y el establecimiento de
"badlands" (Fedoroff y Courty, 1995: 126).
En este sentido, y puesto que numerosas hipótesis se asientan
sobre preceptos ecológicos, los resultados aportados por los restos paleobotánicos recuperados en el yacimiento de Fuente
h a m o constituyen una valiosa fuente de información que permitirá contrastar los datos arqueológicos disponibles para el yacimiento.
IX. 2. PRESENTACI~NDE LOS
YACIMIENTOS
IX.2.1. LOS YACIMIENTOS DEL SECTOR ORIENTAL
En la región central del este peninsular se cuenta con varios
yacimientos que han ofrecido una secuencia prolongada desde el
Paleolítico superior final hasta la Edad del Bronce (fig. 9.1). Esta
zona resulta de un interés arqueológico especial por constituir
uno de los principales y más antiguos focos ncoliticos dc la
península (Martí Oliver y Juan-Cabanilles, 1997; Juan-Cabanilles
y Mati Oliver, 2002). Con el objetivo de investigar los efectos del
proceso de neolitización y consolidación de los grupos agricultores sobre el territorio, comenzó en 1987 un proyecto de prospección en los valles prelitorales de las comarcas valencianas de
1'AlcoiA y el Comtat, dirigido por J. Bernabeu, E. Aura (ambos
del Departamento de Prehistoria y Arqueología de lYUniversitat
de Valencia) y M. Barton (Arizona State University). La zona
seleccionada para las prospecciones corresponde a 5 tramos de la
[page-n-211]
región conocida como "Les Valls de l'Alcoi o Serpis": el valle del
Polop, del Pedguila, del Serpis medio, del Serpis bajo y de la
Val1 d'AlcalB, más cercano a la costa (Bemabeu et alii, 1999a;
Barton et alii, 1999). Los yacimientos comprendidos en el presente trabajo, 1'Abric de La Falguera, Cova de Santa Maira y el
Mas d'Is, se encuentran situados en el arco que conforman los
valles de cabecera del río Serpis. El gran interés de los yacimientos de 1'Abric de La Falguera y Cova de Santa Maira radica en
que presentan niveles tanto del Epipaleolítico como del Neolítico
(además del Paleolítico superior en Santa Maira), clave para la
investigación sobre el momento de contacto entre ambos sistemas
económicos. El Mas d'Is constituye un ejemplo excepcional de
poblado neolítico cardial al aire libre, con una perduración de la
ocupación hasta el Neolítico final.
IX2.1.1. La Cova de Santa Maira (Castell de Castells,
Alacant)
La Cova o Coves de Santa Maira forman parte de un conjunto de conductos cársticos que se abren en varias bocas sobre el
barranco de Famorca. La cavidad conocida hasta el momento
presenta una planta subtriangular y se organiza sobre una galería
de unos 30 m de longitud y 10 m de anchura máximas, a la que
se accede al menos por tres bocas exteriores (fig. 9.2). Una de
ellas, la central, es una estrecha gatera ascendente; la boca este,
que recibe el nombre de Corral del Gordo por presentar evidencias de su utilización hasta época muy reciente como lugar de
estabulación del ganado (en ella se puede observar aún un murete de cerca); y la Boca Oeste, que da acceso a una cavidad con un
vestíbulo de unos 50 m*(Aura et alii, 2000: 76). En los sucesivos
trabajos realizados en este conjunto se ha intervenido en el Corral
del Gordo y en la cavidad de la Boca Oeste. En estos momentos,
la mayor parte del material recuperado en las últimas campañas
de excavación en el yacimiento se encuentra en fase de estudio
por parte de un equipo multidisciplinar y conesponde fundamentalmente a las intervenciones realizadas en la cavidad de la Boca
Oeste, incluyendo el material antracológico que presentamos.
Ya durante las primeras intervenciones en la cavidad se puso
de manifiesto la existencia de una secuencia con niveles del
Epipaleolítico microlaminar, del Epipaleolítico de muescas y
denticulados y del Neolítico. Las intervenciones realizadas en
ella durante los años 90 han tenido como objetivo fundamental
defínir esta secuencia tanto a nivel industrial, como paleoambiental y cronoestratigráñco, con el fin de caracterizar las formas
económicas de los últimos cazadores-recolectores"en un entorno
de orografia compleja" (Aura 2001), enmarcada en un proyecto
arqueológico y etnográfico sobre el poblamiento de media montaña y la utilización de las cuevas como corral para estabular el
ganado (Seguí y Aura, 1997; Aura, 2001).
Esta cavidad presentaba también ciertos problemas estratigráficos, marcados sobre todo por mpturas laterales de desplomes de
bloques, procesos erosivos, madrigueras, etc. Los niveles superiores presentan un sedimento suelto muy inestable, que apoya sobre
Fig. 9.2. Planta de las Cuevas de Santa Maira. 1: cavidad de la Boca Oeste; 2: cavidad de la Boca Este o Corral del Gordo.
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la pared oeste, resultado probablemente de la redeposición de otros
niveles arrasados, como se confirma al observar la mezcla de materiales que contienen cerámica a tomo, cerámica impresa o microlitos geométricos.A esto se une el aporte reciente de presas por parte
de zorros y mustélidos que ocupan estacionalmente la cueva. Hasta
el momento se han identificado varias unidades sedimentarias que
corresponden a diversos momentos de ocupación de la cavidad
(Aura et alii, 2000; fig. 9.3).
Los niveles 1 y 2 corresponden al Neoiítico y aparecen prácticamente desmantelados, con una presencia discontinua en la
superficie de la cueva, al ocupar los huecos dejados por el desplome de los grandes bloques que han arrasado parte de la estratigrafia existente. Estos paquetes sedimentarios son también los
más afectados por las madrigueras, favorecidas por la poca consistencia del sedimento, y se reducen paulatinamente a medida
que éste se hace más compacto y aumenta la fracción.
El Nivel 3 se ha adscrito al Mesolítico, y todavía presenta
evidencias de remociones actuales por madrigueras. Contiene
una industria de lascas sobre calizas locales fundamentalmente,
que conforman un conjunto de piezas retocadas, muescas y denticulado~
El Nivel 4A corresponde al Epipaleolítico, que se puede considerar de tradición magdaleniense e incorpora armaduras micro-
liticas, triiingulos, segmentos y puntas dobles.
Los Niveles 4B y 5 pertenecen al Magdaleniense superior
h a l . De estos niveles se ha recuperado un importante conjunto
microlaminar, que supera el 50 % del total de las piezas retocadas.
Esta secuencia estratigráfica se encuentra todavía sujeta a
modificaciones a la luz de los nuevos datos aportados por los
materiales en fase de estudio, pero se pueden apuntar ya algunas
cuestiones interesantes. Los niveles 4A y 4B forman un paquete
sedimentario más o menos uniforme de ocupaciones recurrentes,
sólo interrumpido por algunas pequeñas pulsaciones erosivas.
Pero el contacto de éstos con el Nivel 3 es netamente erosivo, al
encontrarse este último probablemente en posición secundaria
por los procesos antes descritos. Los niveles 1 y 2 corresponden
a un momento de uso de la cavidad como corral para la estabulación del ganado, hecho que ha quedado confínnado a través de
los datos microsedimentológicos(Verdasco, 1999,2002).
Tanto en esta cavidad como en la Boca Este (Corral del
Gordo), los niveles neolíticos se encuentran muy desmantelados,
pero a la luz del material recuperado en ellos, parece que corresponden ambos al Neolitico Ii de la secuencia regional (Bernabeu,
1989). No existe para ambas secuencias una correlación de los
niveles anteriores al Neolitico, pero en los dos casos se observa
Fig. 93. Síntesis de la secuencia crono-culturaly paleoambiental de Santa Maira, a partir de Aura (2001).
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un contacto erosivo que supone un hiato deposicional probablemente de varios milenios, hecho que queda c o n f i a d o con las
dataciones radiométricas. Entre estas dataciones se observa un
reflejo de los problemas estratigráficos detectados en la cueva, al
aparecer algunas incoherencias cronológicas. Esto puede deberse
al procedimiento de datación utilizado en algunos casos, pues la
datación convencional, es decir, a partir de diferentes fragmentos
de carbón, puede incurrir en mezclas de material de diferentes
contextos no apreciables a simple vista y en la obtención de una
fecha media. En cuanto a las dataciones por acelerador (AMS), la
presencia por ejemplo de un fragmento de Olea datada en 420 k
40 BP en niveles epipaleolíticos denota la percolación de material, bien a causa de los huecos dejados por la caida de bloques,
bien a través de una madriguera, o desprendidos directamente de
los cortes más altos. No pretendemos entrar en la discusión de la
validez estratigráfica de la secuencia descrita, ya que el material
arqueológico no parece indicar una mezcla en los niveles inferiores; pero en el caso del carbón, dada la facilidad con la que algunos fragmentos pueden desplazarse a niveles fuera de su contexto original por las causas amba citadas, conviene ser prudentes.
Uno de los objetivos del análisis antracológico de Santa
Maira, además de la obtención de una secuencia paleobotánica
que resulta muy interesante por el ámbito cronológico que abarca, es el de hacer hincapié en algunas cuestiones metodológicas:
se tratará de analizar si existen "incoherencias" en la secuencia de
vegetación, es decir, si aparecen taxones fuera de su ámbito cronológico habitual y de este modo, intentar detectar estos problemas estratigráficos.
LK2.1.2. L'Abric de la Falgirera (Alcoi, Alacant)
El conjunto del valle del Polop Alto ha sido objeto de varios
estudios espaciales recientes. Previamente, en 1981, el Museu
Arqueolbgic Municipal "Camil Visedo i Moltó" dlAlcoi llevó a
cabo una prospección arqueológica en el Barranc de les Coves ante
la notificación de la existencia de pinturas rupestres a lo largo del
mismo. Estos trabajos llevaron al hallazgo de varios abrigos con
manifestaciones de pinturas rupestres, y otros dos con sedimentación y evidencias de ocupación humana, de los cuales uno de ellos,
la Falguera, presentaba además evidencias de una intervención
clandestina. Este abrigo se abre en la pared derecha a tan sólo 1,s
m sobre el barranco, en un tramo en el que éste circula bastante
encajado. El abrigo se orienta en dirección SW y tiene unas dimensiones máximas de 16 m de longitud, 6 de profundidad y 4,50 de
altura hasta el punto medio de la visera, así como un desnivel total
de 2,08 m (Rubio y Barton, 1992). Actualmente, el abrigo se
encuentra cerrado por un pequeño muro de piedra, desmantelado
en parte, que pone en evidencia su uso como corral hasta época
bastante reciente (fig. 9.4; foto 9.1).
Ese mismo año, el museo Uevó a cabo una campaña de limpieza y regularización de perfiles de la cata abierta por los clandestinos y se realizaron las primeras planimetrías del barranco y
del abrigo, los dibujos de la estratigrafia visible en los cortes y
una primera aproximación cronológica y cultural a partir del
material recuperado. Con estos trabajos se documentó ya la existencia de una gran cantidad de material, que incluía fragmentos
de cerámica con decoración cardial, así como el desarrollo de una
amplia e interesante secuencia que abarcaba desde el Mesolítico
hasta la actualidad, con una importante potencia de los niveles
Neolíticos (Rubio y Barton, 1992). Se contaba también con una
datación radiocarbónica sobre una semilla carbonizada identificada como Olea sp. La datación, realizada por la Universidad de
Arizona, dio una fecha de 7410 70 cal BP (AA-2295) (Barton
et alii, 1990; Rubio y Barton, 1992).
Los trabajos en el abrigo se han reanudado en los últimos
años, llevándose a cabo diversas campañas durante 1998,1999 y
2001, bajo la dirección de Emili Aun Tortosa y Oreto Garcia
Pucho1 (Universitat de Valencia). En 1998 se llevó a cabo la primera excavación en extensión del abrigo a partir de uno de los
cortes existentes. Con ello se documentó la gran potencia estratigráfica que presentaban los niveles neoliticos, entre los cuales se
*
CLANDESTINA
o
Fig. 9.4. Planta del abrigo de La Falgnera con la situación de los sectores excavados (García Pnchol, 2002).
[page-n-214]
Foto 9.1. Vista exterior del Abric de La Falguera, con el muro de
cierre de las actividades pastorales recientes (foto O, Garcia).
PERFILA
observaron numerosas evidencias de fuego muy arrasadas, de las
que sólo quedaban algunas manchas aisladas (fig. 9.5). La morfología de las paredes del abrigo no permitió llegar hasta el fondo
de la estratigrafia, porque éstas se iban cerrando paulatinamente
sobre la superficie excavada hasta que ésta fue demasiado escasa
para continuar con los trabajos en este sector. El material recuperado era en general muy escaso, pero representativo: una punta de
flecha del Horizonte Campaniforme de Transición (HCT) y cerámicas incisa y peinadas encuadraban culturalmente los niveles
neolíticos excavados, pero no fue posible llegar a los cardiales, de
los que se recuperaron algunos fragmentos de cerámica durante
la campaña de 1981 (García y Aura, 2000).
En las campañas de 1999 y 2001 se abrieron nuevos sectores
(fig. 9.4), que han permitido la obtención de una secuencia
mucho más completa, dividida en ocho fases (García Puchol,
2002; García y Aura, en prensa):
Las Fases VI1 y ViII corresponden a los niveles mesolíticos.
Se trata de un sedimento amarillento con pequeñas gravas que
presenta cierta escasez de material, debido en parte a la pequeña
superficie excavada (aproximadamente 1,5 m') limitada por la
pendiente de las paredes del abrigo que se cerraban sobre la cata.
El material recuperado resulta sin embargo bastante representativo, y se han podido documentar al menos dos suelos de ocupación bien diferenciados. Entre las piezas líticas recuperadas se
encuentra una hojita de dorso curvo y varios geométricos de morfología trapezoidal, además del hallazgo de tres cubetas de combustión asociadas a uno de los niveles de ocupación. Aunque los
datos no son todavía definitivos, este mismo nivel había sido ya
identificado en la regularización de cortes de 1981 y los materiales recuperados en él dieron una cronología mesolítica.
Actualmente, esta adscripción se ha corroborado con dos dataciones radiocarbónicas (García y Molina, en prensa). En la Fase
W se ha documentado un suelo de ocupación con una alta densidad de restos arqueológicos (a pesar de que la superficie exca-
PERFIL B
Fig. 9.5. Corte estratigr6ficode La Falguera obtenido a partir de la regolarizaci6n de los perfiles A y B en 1981 (Carcla Puchol, 2002).
[page-n-215]
Falguera, éste parece ser de tipo erosivo, con un importante hiato
de información. Un estudio posterior de los materiales de estos
niveles puede ayudar a determinar con mayor exactitud la diferencia cronológica existente entre los dos niveles de contacto.
La Fase V consta de un sedimento muy similar al de la fase
anterior, limoso y con los mismos restos de fuego, entre los que
se han documentado los niveles H2 a H5. Estos fuegos aparecen
mejor conservados que en las fases más recientes, debido en gran
medida a que una costra estalagmítica, que separa esta fase de las
suprayacentes, los sellaba y protegía de procesos erosivos. Los
materiales -cerámica sin decoración, piedra tallada entre la que
destaca un trapecio y unos punzones de hueso, principalmentesituaban estos estratos en un momento poco preciso, hacia el final
del Neolítico IIB, corroborado con la datación de una semilla de
cereal localizada en el techo de esta fase, que dio una fecha de
4140 120 BP (García y Molina, en prensa; García y Aura, en
prensa).
La Fase IV no presenta una ruptura sedimentaria con respecto a los niveles infrayacentes, a pesar de la existencia de la costra
estalagmítica, y se ha individualizadoun nivel más de fuego, H1.
Los materiales recuperados en esta fase son básicamente cerámicas lisas y una punta de flecha de pedúnculo y aletas. Durante la
excavación del año 2001 se ha documentado la existencia de al
menos dos cubetas excavadas de morfología asimilable a la de un
silo, con un relleno muy oscuro, orgánico; el análisis detallado de
las muestras extraídas de estas estructuras ha puesto de manifiesto la práctica ausencia de material carbonizado en su interior,
siendo más probable que esta coloración marrón oscura-negra del
sedimento sea producto de su contacto con materia orgánica fresca en descomposición.
En la zona central del abrigo se documenta durante esta fase
la existencia de un pequeño canal de unos 50 cm de anchura relleno por un sedimento más suelto y con fracción pequeña, que se
ha interpretado como el resultado de la circulación del agua en
momentos de mayor actividad del barranco. Actualmente, sólo se
aprecia tras periodos de lluvias la reactivación de algunas goteras
del techo de la cueva, por lo que este paleocanal nos remite a un
momento de mayor humedad que el actual.
La Fase III corresponde a los niveles de contacto entre el
Horizonte Campaniforme de Transición y la Edad del Bronce. La
totalidad del material recuperado en estas unidades es prehistórico, destacando gran cantidad de cerámica a mano entre la cual se
han recuperado varios fragmentos de una posible quesera, restos
Iíticos tallados y un botón con perforación en V. Como estructuras identificadas en estos niveles destaca la presencia de una f í a
capa de gravas amarillenta en contacto ya con la fase inferior y
una mancha de cenizas que se ha interpretado como los restos de
un antiguo hogar desmantelado y redepositado en parte, ya que
no se apreciaba la capa de tierra rubefacta característica por debajo de éste. En esta fase se han recuperado algunos restos humanos distribuidos de forma dispersa, pero que indican la existencia
de algún tipo de enterramiento desmantelado.
La Fase 11 corresponde a un sedimento con abundantes gravas y más compacto que los anteriores, que contenía una mezcla
de materiales romanos y de la Edad del Bronce, aunque muy
escasos en general, reduciéndose prácticamente a unos pocos
fragmentos de cerámica a mano, dos fragmentos de cerámica a
tomo romana y restos líticos tallados.
La Fase 1 está formada por los estratos más superficiales, que
presentan un sedimento poco compacto y una mezcla, aunque
escasa, de materiales modernos. En algún momento de esta fase
*
Foto 9.2. Corte estratigráfico del suelo de ocupación con los
hogaresde la fase Vií, (foto O. García).
vada apenas sobrepasaba 1,5 m*) y tres hogares en cubeta más o
menos contemporáneos, uno de los cuales ofreció la datación de
7280 rt 40 BP (foto 9.2).
Con la Fase VI comienzan los niveles neolíticos, para cuya
base se ha obtcnido una datación de 6510 70 BP. Se trata de un
gran paquete de sedimentos de textura limosa con manchas cenicientas, rojizas y oscuras con carbones. Estas manchas parecían
ser los restos de fuegos sucesivos a lo largo del estrato, que en
algunas zonas mejor conservadaspresentaban una superficie quemada bastante amplia. En esta fase se han individualizado tres
niveles de fuego (H6, H7 y H8). Entre los materiales más significativos, se han hallado fragmentos de cerámica cardial, cerámica con decoración de gradina, fragmentos cerámicas con cordones lisos y decorados y un número bastante abundante de granos
de cereal carbonizados en la parte inferior del estrato. Se han
documentado al menos tres fosas de dimensiones variables, excavadas sobre los paquetes mesolíticos.
El material recuperado en esta fase presenta un gran paralelismo con el Neolítico 1 de la secuencia regional (Bernabeu,
1989). Dentro de esta fase, el nivel de contacto con la Fase W
presentaba una clara diferencia con respecto a los superiores. Se
trata de un sedimento poco compacto con cantos de pequeño y
mediano tamaño, posiblemente resultado de un proceso de formación natural muy rápido. Los materiales son poco abundantes:
sólo se han recuperado algunos fragmentos de cerámica y granos
de cereal. La zona de contacto con los estratos inferiores es muy
importantepara documentar la transición al Neolítico, pero en La
*
[page-n-216]
dentro de un modelo interdisciplinar en el que el estudio del
material lítico, cerámica, óseo, etc. se complementa coi1 un
enrnarque medioambiental obtenido a través de diversas disciplinas paleobotánicas, microsedimentología y estudios de fauna y
microfauna. El análisis antracológico de La Falguera se integra
dentro de estos objetivos. La abundancia y el buen estado de carbón han permitido obtener muestras muy representativas de cada
estrato, aunque algunos de ellos hayan dado muy poco material
arqueológico.
Foto 9.3. Niveles de quema de los suelos de corral en la secuencia
neolítica de La Falguera (foto O. Garcfa).
se detecta un episodio sedimentológico brusco en el que unos
grandes bloques irrumpen rellenando una gran fosa preexistente,
cuya morfología original nos es desconocida, pero que presenta
en su fondo una serie de bloques de mediano tamaño dispuestos
de una forma aparentemente intencional (García Puchol, 2002:
155). El vaciado de esta estructura afecta hasta los niveles neolíticos y su relleno tras la caída de los bloques con sedimento muy
suelto superficial se produce de forma muy rápida. La presencia
de esta fosa ha disminuido en gran medida la fiabilidad estratigráfica de algunos materiales procedentes de áreas adyacentes a
la misma, por lo que se ha evitado el muestreo antracológico en
estas zonas por peligro de contaminación.
Uno de los principales caracteres de la secuencia neolítica de
Falguera son las citadas laminaciones de fuegos, correspondientes a niveles de ocupación cíclica del abrigo como corral (foto
9.3). La morfología de estos niveles había sido ya descrita en
otros yacimientos, tales como Arene Candide (Bernabó Brea,
1956), Font-Juvénal (Brochier, 1990; Heinz y Thiébault, 1998),
la Balma de la Margineda (Brochier, 1995), Cova de les Cendres,
Cova Bolumini (Badal, 1999), Cova Santa Maira (Badal, 1999;
Verdasco, 2002), Cova del Parco, Cova de la Guineu, Cova del
Vidre (Bergadd, 1997), El Mirador (Vergés et alii, 2002) o La
Vaquera (Estremera Portela, 2003), entre otros. Estos niveles
constan de una capa inferior, de color marrón muy oscuro, generalmente sin restos arqueológicos y que corresponde a la tierra
rubefacta sobre la que se ha apagado el fuego o la combustión
orgánica a causa de su descomposición. Encima de este nivel aparece otro con numerosos restos orgánicos carbonizados, que
puede tener o no en su base una capa más cenicienta, correspondiente a la materia orgánica que se ha consumido completamente. Estos niveles son el resultado de la práctica de quemar cíclicamente los niveles de acumulación de excrementos de animales,
el forraje y otros restos orgánicos, para su limpieza y acondicionamiento. El contenido de estos niveles de corral se caracteriza
por la presencia constante de carbones, diversas fibras vegetales
y una clara asociación de fitolitos y esferolitos, resultado de la
acumulación de coproíitos de nimiantes (Brochier, 1990; Delhon
et alii, 2003; Kajale y Eksambekar, 1997).
La investigación llevada a cabo en La Falguera se integra
E2.1.3. El Mas d 1
' s (Pendguila, Alacant)
El yacimiento del Mas d'Is ha constituido un nuevo avance
en la investigación sobre el Neolítico, ya que ha ofrecido una de
las escasas evidencias de ocupación cardial al aire libre en el País
Valenciano. El interés y la originalidad de este yacimiento no
residen únicamente en su cronología, sino también en sus características peculiares, que han llevado a la adopción de nuevas
metodologías de excavación y muestreo. Las intervenciones en el
yacimiento comenzaron en el año 1998. Previamente, se contaba
con importantes colecciones de material de superficie de las prospecciones en la zona, donde ya se ponía de manifiesto la existencia de abundante cerámica cardial. Los restos se distribuían a lo
largo de una terraza abancalada de unos 1.100 m de longitud por
unos 200 de anchura máxima, con una estratigrafia horizontal, en
la que las estructuras y rellenos de diferente cronologia, desde el
Neolitico antiguo hasta la actualidad, se documentaron por diferentes sectores del mismo. Hasta el momento de realización de
este trabajo se llevaron a cabo 5 campañas de excavación, en las
que se ha intervenido en diversos sectores, y aún en la actualidad
se continúa trabajando en el yacimiento.
El método empleado para la puesta en evidencia de los niveles de ocupación y estructuras arqueológicas comenzó merlianle
la excavación con pala mecánica de una serie de zanjas de 40 m
de longitud por unos 70 cm de anchura. Tras la limpieza de los
primeros cortes obtenidos se documentó ya la existencia de algunas estructuras excavadas y algunos niveles con concentración de
carbones, aunque a lo largo de las sucesivas campañas se ha ido
ampliando considerablemente el número de zanjas realizadas.
Desde un primer momento se evidenció la homogeneidad de los
paquetes sedimentarios margosos y la .frecuente dificultad para
definir los cambios en la estratigrafia, asi como la escasez generalizada de restos orgánicos en el yacimiento. El carbón de este
estudio procede fundamentalmentede numerosas unidades estratigráficas de relleno y de diversas estructuras que presentaban
cierta concentración de materia orgánica carbonizada. De las
estructuras constructivas en madera, a pesar de que constan evidencias de su existencia, no han quedado restos directos de materia orgánica, puesto que probablemente no fueron afectadas por
el fuego.
Entre las evidencias arqueológicas documentadas destacan
diversas estructuras de ocupación y una serie de fosos excavados
y posteriormente colmatados por niveles de diferente cronología,
que denotan su funcionalidad desde época prehistórica. En los
sectores excavados se han documentado 5 fosos segmentados,
cuyo trazado parece indicar que su centro se encontraría fuera del
área del yacimiento, en el barranco, por lo que la erosión ha
hecho desaparecer buena parte de lo que éstos encerraran en su
perímetro. Esto hace que sea dificil concretar su relación con las
estructuras de hábitat documentadas, aunque los materiales del
relleno de los fosos evidencian su funcionamiento contemporáneo a las estructuras prehistóricas. A la luz de estas evidencias, la
[page-n-217]
SECTOR 107
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SECTOR 112
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FASE V
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Fig. 9.6. Corte estratigrhfico del Foso 2 del Mas d'Is (a partir de Bemabeu et alii, 2002, modicado).
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100.303
Fig. 9.7. Corte estratigr6ficodel Foso 3 del Mas d'Is (a partir de Bernabeu et alii, 2002, modificado).
hipótesis barajada actualmente por los autores es que estos fosos
delimitan un espacio de carácter excepcional que no se relaciona
directamente con el lugar de hábitat (Bernabeu y Orozco, en
prensa).
El Foso 2 (fig. 9.6) se localiza en los sectores 107/112, y está
excavado directamente sobre las margas naturales de la terraza.
Por el material descrito, éste debió excavarse como mínimo
durante el Neolítico 11, mismo periodo en que deja de ser funcional y comienza a colmatarse, proceso que acaba durante el
Campaniforme-Bronce, cuando desaparece completamente del
paisaje. Una datación de 830-780 BC cal. 2 0 procedente de uno
de los rellenos de colmatación superficiales del foso avala esta
hipótesis. Sin embargo, este foso presenta cierta problem&ticaen
cuanto a la adscripción cronológica de los niveles inferiores por
la escasez de material recuperado en ellos.
El Foso 3, localizado en los sectores 105/100/95, consta de
dos estructuras negativas que discurren paralelas por lo que parece ser un paleocauce (fig. 9.7). Estas características, así como el
tipo de sedimentación que se aprecia en los rellenos que parece
demostrar que es producto de una circulación continuada de
agua, hace plantear la hipótesis de que la función de estas estructuras estuviera en relación con este fin.
En estos mismos sectores se localiza también el Foso 4, de
unos 11 m de anchura y algo más de 3 metros de profundidad, y
el Foso 5 en los sectores 99/94, ambos muy próximos entre si, lo
que puede indicar una relación entre ellos. Estos dos fosos han
puesto de manifiesto un interesante sistema de paso y entrada
mediante diversos segmentos, cuya morfología (documentada en
las campañas de excavación más recientes) está siendo actualmente objeto de un análisis más detallado (Bernabeu y Orozco,
en prensa).
La secuencia obtenida tras las diversas campañas de excavación en el Mas d'Is cubre diversos periodos desde la actualidad
hasta el Neolitico antiguo cardial (Bemabeu et alii, 2002;
Bemabeu y Orozco, en prensa):
La Fase 1 corresponde a los niveles contemporáneos y subcontemporáneos del yacimiento, entre los que se incluyen las evidencias de las labores agrícolas recientes. El sedimento supeficial
es arc2los0, suelto y de color oscuro, con presencia de raíces y
algunas gravas y cantos, correspondiente a la tierra aportada más
recientemente para la siembra. En la base de este nivel, la mayor
parte de la superficie del bancal se encuentra afectada por las huellas de la reja del arado profundizando hasta los niveles arqueolbgicos, lo que constituye a veces un problema de remoción en los
primeros centímetros de la estratigrafía. Por esta razón, en todos
los sectores sobre los que se ha intervenido, se ha comenzado
excavando el contenido de estas iíneas de reja, y se ha regularizado la superficie para evitar mezclas de material.
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[page-n-219]
B. NEOLÍTICO Ii (FASE V)
-Zanjas mecánicas
Hipótesis sobre el trazado de los Fosos del N. 1
Areas del yacimiento en las que se ha excavado
niveles y estructuras del Neolítico 1
I
-Zanjas mecánicas
-----.Hipótesis sobre el trazado de los Fosos del N. 11
Areas del yacimiento en las que se ha excavado
niveles y estructuras del N. 11
Fig. 9.9. Planta de distribución de los niveles y estructuras neoiíticos del Mas d'Is. A: Neoiítico 1; B: Neolftico iI(a partir de Bernabeu et alii,
2002, modificado).
l
I
[page-n-220]
---
Agujeros de poste
Hipótesis de trazado de la CabaPLa 1
Fig. 9.10. Planta de las dos cabañas superpuestas en el Sector 80 del Mas dYIs.A: Cabafía 1; B: Cabaña 2.
fue abandonado más rápidamente. Efectivamente, el Foso 4 presenta rellenos de la Fase V, momento en que también parecen
encontrarse en funcionamiento el Foso 3 y, con mayores dudas,
el 2. Hacia el 5000 BP parece que ya han dejado de funcionar
todos los fosos, que se acaban de colmatar en momentos de la
Fase IV,desapareciendo completamente del paisaje. La propia
morfología de los fosos 4 y 5 parece avalar a prioli la relaci6n
entre ellos, ya que parecen discurrir bastante prbximos y más o
menos paralelos entre sí. No ocurre lo mismo con el Foso 3, de
trazado algo más irregular. El Foso 2 también resulta problenlático, ya que ni sus dimensiones mucho mSs reducidas que los anteriores, ni el escaso material recuperado en su relleno, permiten
relacionarlo con seguridad con el resto de fosos y estructuras.
Fig. 9.11. Planta de la cabaña excavada en el Sector 52.
220
Foto 9.4. Estructura de combustión del sector 82 del Mas d'ls.
[page-n-221]
IX.2.2. LOS YACIMIENTOS PORTUGUESES
Z2.2.I. Vale Pincel I (Sines, Portlrgal)
El yacimiento de Vale Pincel 1 se encuentra situado en una
terraza arenosa de la franja litoral alentejana (foto 9.5). En él se
han llevado a cabo diversas campañas de excavación hasta la
actualidad, por parte de C. Tavares da Silva y J. Soares (1981,
1987).
Para algunos autores, el yacimiento de Vale Pincel 1ha sido
uno de los pilares para el establecimiento de la secuencia regional del Neolítico portugués, ya que ha ofrecido algunas de las
fechas más antiguas: 6700 .t 60 BP, 5669-5448 cal. BC (ICEN724) y 6540 60 BP, 5574-5331 cal. BC (ICEN-723) (Soares,
1997). Estas dataciones han sido ampliamente discutidas por los
investigadores, y actualmente se plantean una serie de dudas
sobre su validez a la luz de las incoherencias con la secuencia
regional. El yacimiento de Vale Pincel 1presenta ciertos problemas estratigráficos agravados por la baja densidad de material
recuperada en él, que impide caracterizar culturalmente con fiabilidad algunos conjuntos (Zihao, 1993: 33). Una de las principales causas de estos problemas reside en la propia naturaleza del
yacimiento, en cuanto al substrato y las estructuras que se documentan en él. El yacimiento presenta dos fases de ocupación, una
del Epipaleolítico y otra más reciente, del Neolitico (Tavares y
Soares, 1987). Para los autores, Vale Pincel 1 constituye uno de
los elementos clave de lo aue éstos han denominado el Neolítico
antiguo pleno, representado también en el yacimiento de
Cabranosa (Sagres), frente al Neolítico antiguo evolucionado de
Salema o Vale Vistoso.
En Vale Pincel 1 se han identificado diversos "focos habitacionales" distribuidos por una amplia superficie de aproximadaniente 200 x 500 m. Actualmente, el yacimiento se encuentra cortado por un talud, resultado de las obras de construcción de una
autopista, que han afectado a una parte importante del área del
mismo. Estos focos están constituidos por fondos de cabaña
excavados unos 25 cm de profundidad en la arena, y de unos 10
m de longitud. Cada cabaña presentaba una pequeña cavidad destinada al hogar. En el exterior de éstas también se han documen-
*
Foto 9.5. Vista general de la zona excavada en Vale Pincel 1
(foto E. Badal).
tado hogares de gran tamaño en cavidades excavadas de dimensiones variables, de entre 0,9 a 1,4 m de longitud, 0,8 a 1,l m de
anchura, y 0,2 a 0,4 m de profundidad. En el interior de las cubetas fueron hallados numerosos cantos de piedra, algunos h c t u rados por acción del fuego, que han sido interpretados como un
elemento introducido intencionalmente para la conservación del
calor (Tavares y Soares, 1987: 668). Los autores también han
planteado la hipótesis de que estas estructuras hubieran sido reutilizadas como lugares de inhumación, a pesar de que en ningún
caso se han encontrado vestigios de huesos ni de cualquier otro
elemento que lo verifique (Soares y Tavares, 2000: 216).
Por encima de estas estructuras de habitación se han excavado una serie de empedrados más o menos circulares, de entre 0,4
y 1 m de diámetro, con numerosos paralelos en el Neolítico antiguo evolucionado del litoral alentejano, como se documentó en
los yacimientos de Salema, Vale Vistoso o Montum de Baixo. El
estado de calcinación de algunas de las piedras de estos empedrados ha llevado a su interpretación como zonas de limpieza y
vaciado de los hogares, ya quejunto a las piedras también era fiecuente encontrar cenizas y otra materia orgánica carbonizada.
Las estructuras de combustión en cubeta documentadas en la
base del nivel arqueológico de Vale Pincel 1mostraban un relleno de piedras entre las que se recuperó cerámica con decoración
impresa, realizada en su mayor parte con un punzón, aplicado de
fonna oblicua; y plástica, con mamelones y cordones verticales u
horizontales frecuentemente decorados con impresiones (fig.
9.12). La decoración cardial es rara. En general, se trata de formas simples y poco variadas, derivadas de la esfera. En la parte
superior del nivel, junto a las estructuras de empedrado, aparecen
las primeras decoraciones incisas, comparables a las de Salema.
La industria lítica tiene una base fundamentalmente laminar,
que revela el peso del substrato mesolítico regional. Ésta se
caracteriza por un predominio del utillaje laminar, aunque también están presentes los segmentos geométricos, los raspadores,
denticulados y elementos de hoz. En general, los autores han
caracterizado la industria lítica de Vale Pincel 1como compuesta
por útiles "poco especializados", es decir, con retoques parciales,
muy irregulares y poco profundos (Tavares y Soares, 1987: 670).
La técnica del microburil está bien representada en Vale Picel 1.
En general, el utillaje en piedra pulida es muy poco íi-ecuente:
éste se reduce a un hacha de sección transversal subcircular y un
fragmento de muela. Para los autores, la gran escasez de material
arqueológico es el resultado de una ocupación poco prolongada
en el lugar (Tavares y Soares, 1987).
El principal agente de distorsión de la estratigrafía problemática del yacimiento es la naturaleza arenosa del sedimento sobre
el que se han excavado numerosas estructuras neolíticas de almacenamiento. Estas arenas presentan poca consistencia y es fiecuente el desplome de algunas de las paredes con la consiguiente mezcla de material.
Zilhao (2000) argumenta que la mezcla de materiales o la
incoherente posición estratigráfica del iiiaterial neolího se pueden deber a procesos postdeposicionales antiguos, dificiles de
detectar durante el proceso de excavación, tal y como se ha documentado en otros yacimientos con dos niveles de ocupación en
contacto (Bernabeu et alii, 1999b y c). En el caso de Vale Pincel
1 existen dos momentos de ocupación en contacto estratigráfico
directo (Mesolitico y Neolítico), donde los conjuntos materiales
de la más reciente se encuentran en relación estratigráfica con los
niveles de ocupación más antiguos; esto puede deberse, por un
lado, a la mencionada inconsistencia de las arenas, pero también
[page-n-222]
Fig. 9.12. Material cerhmico y Mico recuperado en el yacimie!rito de Vale Pincel I,a partir de Tavares y Soares (1987).
a la propia excavación de las estructuras, que pueden provocar
remoción del fondo. De este modo, las dataciones podrían ser
válidas, pero no asociables a los conjuntos materiales neolíticos
(Zilh80,2000: 166).
En revisiones más recientes de este yacimiento, se ha propuesto su adscripción al Epipaleolítico-Mesolíticoreciente B, en
este caso, dada la escasez de datos industriales, por sus dataciones "dentro del espectro determinadopara estas facies", que oscilan de 7000 a 6500 BP (Juan-Cabanilles y Martí, 2002: 53). En el
caso de Vale Pincel 1, se ha incluido en el grupo de los primeros
contextos con cerámica en depósitos estratificados que culminan
una secuencia del Epipaleolítico-Mesolítico reciente (con independencia de la validez de sus dataciones) (Zilhao, 1998). La presencia de material cerámico en contextos epipaleolíticos-mesoliticos constituye para estos autores una evidencia del contacto
entre ambas poblaciones, o bien una reocupación neolítica de
enclaves mesolíticos, como puede ser el caso de Vale Pincel 1
(Zilhao, 1998; Juan-Cabalnilles y Martí, 2002).
IX.2.2.2. Ponta da Passadeira (Setiíbal, Port~rga])
El descubrimiento del yacimiento de Ponta da Passadeira en
1995 venia a cubrir un importante vacío de información sobre la
ocupación prehistórica de la península de Setúbal. Desde ese
momento, el Museo de Arqueologia e Etnografía de Setúbal
(MAEDS), la C b a r a Municipal de Barreiro y la Associa$Flo
Cultural "Moinho e Maré", llevaron a cabo una serie de intervenciones arqueológicas hasta la actualidad, en el marco de la
investigación sobre el poblamiento prehistórico del estuario del
Tajo (Soares, 1996) (fig. 9.13). La información que se posee de
este yacimiento es aún muy preliminar, pues la mayor parte del
material se encuentra en fase de estudio y apenas existen referencias publicadas del mismo.
Los trabajos realizados han puesto de manifiesto la existencia
de dos momentos de ocupación, uno del Paleolítico y otro del
Neolítico final (foto 9.6). La ocupación paleolítica se asentó
sobre un lecho arenoso. En él se recuperaron numerosos útiles de
piedra tallada sobre sílex y cuarcita, entre los que destacan los
núcleos, lascas y denticulados. El material no resultó muy significativo a la hora de concretar la cronología de la ocupación, y
tampoco se ha recuperado material carbonizado de estos niveles,
de modo que por el momento no existen dataciones radiocarbónicas.
El otro momento de ocupación se ha adscrito por los autores
al "Neolítico fínai", datado a partir de unos lodos orgánicos situados en la linea de playa actual a la misma cota que el yacimiento, dando una fecha de 4270 40 BP (Beta-134667). Las evidencias para este periodo son mucho más numerosas y significativas,
e incluyen diversas estructuras domésticas. La industria lítica
cuenta con varias piezas realizadas en piedra pulida, entre las que
destacan diversos fragmentos de molinos. También se han documentado cuchillos tallados sobre hojas de sílex. Otras evidencias
de las actividades económicas muestran la importancia de la
explotación de los recursos marinos por parte de los habitantes de
Passadeira, ya que se han documentado grandes acumulaciones
de bivalvos, que han sido identificados como almejas (Knet7pis
decirssata) y navajas (Solen ntarginafzrs) (foto 9.7).
También se excavaron dos hornos cerámicas, de cuyo interior
y nivel arqueológico se han recuperado numerosos fragmentos de
ceriimica (foto 9.8). Junto a ella aparecían fragmentos informes
de arcilla cocida, que han sido interpretado por los arqueólogos
como restos de diferentes fases de acondicionamiento de las
cámaras del horno y10 de soportes para la sujeción de las piezas
a cocer. Los homos presentan estructuras muy sencillas, recubiertas de arcilla y parece que continuamentedeterioradas a causa
de su ligereza (Soares, 1996). A pesar de la gran fragmentación
cerámica, se ha logrado reconstruir algunas de las piezas, que evidencian un predominio de las formas esféricas sin decoración.
Otras piezas recuperadas en el yacimiento fueron clasificadas
*
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TIERRA FIRME
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ZONA INTERMAREAL
Situación del yacimiento
Talud erosivo actual en pleamar
Raíces y troncos bajo
el actual nivel de las aguas
40 m
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Fig. 9.13. Situación del yacimiento de Ponta da Passadeira en relación con la línea de costa en el contexto del estuario del Tajo.
Foto 9.7. Nivel de aciimulación de almejas (I/enerrrpis dec~tss(ttn)y
navnjas (Soleri rttnrgirtntrrs) (Soares, 1996).
Foto 9.6. Corte estratigráfico de Ponta da Passadeira, donde se
observan los niveles paleolíticos (1) p los neoiíticos (2)
(Soares, 1996).
[page-n-224]
Foto 9.8. Nivel de acumulación de fragmentos ceriimicos procedentes de un horno (Soares, 1996).
como elementos "mágicos o religiosos". Se trata de ídolos corniformes elaborados en arcilla, con algunos signos grabados (básicamente, perforaciones y líneas rectas). Los arqueólogos han
relacionado la presencia de estos ídolos con la importancia económica que debieron adquirir los bóvidos durante el Neolítico
final-Calcolítico inicial con el aprovechamiento de los productos
secundarios.
El conjunto de evidencias del Neolítico final de Passadeira
muestra la existencia de unos grupos de agricultores, entre los
que se ha mantenido la importancia de la tradición recolectora de
recursos marinos, conviviendo perfectamente con la producción
de alimentos, imagen que converge con otras evidencias regionales dentro de las adaptaciones costeras del Neolítico en la fkanja
litoral portuguesa (Soares, 1996).
LY.2.2.3. El Monirinento 7 de la necrópolis de Alcalar
(Portimao,Algarve)
El conjunto megalítico de la necrópolis de Alcalar ha sido
objeto de varias intervenciones arqueológicas de excavación,
dentro de un proyecto de protección, estudio, conservación, restauración y puesta en valor de los restos. Durante el verano de
1987 se llevaron a cabo una serie de prospecciones selectivas en
el territorio circundante a la necrópolis, a lo largo de las Riberas
de Afio, Farelo y Torre, a partir de las cuales se realizaron diversas intervenciones de urgencia, como la excavación en el hipogeo
de Monte Canelas, las intervenciones para delimitar el monumento 11 de la necrópolis que estaba amenazado por la construcción de una central hidroeléctrica, y los sondeos en el poblado
calcolitico de Alcalar (Morán y Parreira, 1998).
En estos trabajos se integran las primeras intervenciones en la
necrópolis, especialmente en el Monumento 7 (Morán y Parreira,
1998,1999, en prensa), que era el que ofrecía un mejor estado de
conservación y por tanto, mayores posibilidades de estudio y
recuperación. Así, desde 1987 se han llevado a cabo diversas
campañas de excavación y restauración en el monumento, entre
las que destacan el levantamiento topográfico inicial de las
estructuras, la consolidación de la cripta y los nichos laterales, la
realización de diversos sondeos en el túmulo y desmantelamiento del mismo para la excavación arqueológica de los niveles infe-
Fig. 9.14. Planta del Monumento 7 de la necrópolis de Alcaiar, a
partir de Morán y Parreira (1999).
riores de ocupación. El Monumento 7 ocupa un área central preferencial dentro del conjunto de la necrópolis, interpretado por
ello como un sepulcro fundacional. La estructura megalítica está
constituida por una "mámoa" de forma regularmente circular,
rodeada por un murete de contención. Este espacio está recubierto por una estructura de piedra calcárea denominada "cairn",
cuya base se encuentra cuidadosamente regularizada para formar
una superficie horizontal, y que presenta un perímetro calzado
por grandes lajas de esquisto que refuerzan la contención de la
esiructura.
La cámara o tholos interior. de unos 3 m de diámetro, se
encuentra semi-excavada en el suelo y recubierta por una estructura en falsa cúpula formada por grandes lajas de piedra hoy desaparecidas en parte, y el suelo aparece recubierto por un empedrado de lajas calcáreas. En las paredes norte, sur y oeste se abren
tres nichos (fig. 9.14) (Morán y Parreira, 1998, 1999). En el sector oriental, el círculo del túmulo se encuentra cortado de forma
secante en línea recta por la fachada del monumento, que hace
función de acceso al mismo. Este acceso se efectúa a través de un
estrecho corredor, delimitado y cubierto por grandes lajas calizas
verticales, y segmentado en varios trozos, que van perdiendo
anchura progresivamente hacia la cámara central.
Las primeras intervenciones de excavación y alzado topográfico de las estructuras consistieron en la realización de zanias
para excavar en extensión y tener un referente de los diferentes
estratos arqueológicos. Tras estos primeros trabajos se documentó una estratigrafía con diversas fases constructivas, de abandono
y reuiüización del monumento en época posterior (fig. 9.15). Los
primeros trabajos que se documentan en el proceso de levantamiento del túmulo son los de preparación del terreno mediante su
aterrazamiento con una tierra muy rica en materia orgánica y
fragmentos cerámicos con una potencia entre 8 y 14 cm.
Directamente sobre este nivel, se han documentado al menos dos
[page-n-225]
hogueras que quedan justo por debajo de los primeros niveles de
construcción, y que han sido interpretadas como hogueras rituales fundacionales. Éstas presentan una tipología de cubeta
semiexcavada en el suelo. En el interior de una de ellas (Hoguera
1, foto 9.9) no se hallaron evidencias orgánicas de ninguna actividad relacionada con las hogueras, que no fuera la propia combustión de la madera, pero en la otra (Hoguera 2, foto 9.10) sí se
documentó la existencia de fragmentos de conchas mezcladas
con los restos de ceniza y carbón. También apareció en el interior
de ambas gran cantidad de fragmentos de muelas de granito, roca
que no se encuentra en las proximidades de la necrópolis ya que
es una zona fundamentalmentecalcárea; los afloramientos graniticos más cercanos se encuentran en la sierra de Monchique. La
presencia frecuente de rocas graniticas en el interior de la cubeta
de las hogueras ha sido interpretada por algunos autores como de
carácter puramente fimcional, por la propiedad de esta roca para
conservar el calor (Delibes y Zapatero, 1998: 340). Ambas
hogueras se apagaron en un corto espacio de tiempo (dificil de
determinar) con el propio sedimento de la base del monumento,
lo que dejó prácticamente inalterado el sedimento y las rocas de
relleno de las cubetas.
Tras estas actividades de preparación y sacralización del
lugar, se documenta la apertura de un espacio central circular y
una zanja en dirección E-W, destinados a constituir la cámara
principal y el corredor de acceso, respectivamente, ambas revestidas por lajas de piedra. El "tholos" fue construido mediante la
técnica de aproximación de hileras, dando lugar a una cubierta en
39
Foto 9.9. Hoguera 1 del Bfonumento 7 de Alcalar (foto E. Morhn).
37
38
36
35
I
I
'
1m
P
1 Tierra de superficie
21314 Violación
5 Dernimbe del cairn
6 Interior del nicho
8 Hoguera 3
9 Lajeado del nicho
10 Reconstrucción
11 Línea de excavación
de la roca
Fig. 9.15. Corte estratigrhfico del Monumento 7 de la necrópolis de Alcalar donde se aprecian las sucesivas fases de construccióny abandono, a
partir de Morán y Parreira (1999).
[page-n-226]
Foto 9.10. Hoguera 2 del Monumento 7 de Alcalar
(foto R. Parreira).
Foto 9.11. Hoguera 3 del Monumento 7 de Alcalar, localizada en el
interior del nicho oeste (foto E. Moriín).
falsa cúpula. Alrededor de la cámara principal se han documentado tres nichos que la rodean, con excepción del lado este, donde
se encuentra el corredor de acceso.
Alrededor de esta estructura se construyó un murete de contención de casi un metro de espesor, con un perímetro de unos 27
m, cortado en la línea de fachada de forma perpendicular aI trazado del corredor. Toda el área delimitada por este muro fue
cubierta por un nivel de piedras calcáreas ("caim"), encajadas sin
ningún tipo de cimentación, con una potencia variable entre 60 y
120 cm. Este nivel se encuentra reforzado en algunas partes del
perímetro por estructuras de refuemo en forma de segmentos circulares de piedras calcáreas. La entrada al interior del monumento fue sellada en época prehistórica por un estrato de tierra depositado en la boca del corredor, en forma de cuña contra la fachada. Además del monumento propiamente dicho, se ha documentado la existencia de un perímetro ritual, conservado en parte
junto a la fachada, consistente en un segundo círculo de piedras
junto a las que aparece un pequeño menhir. Para los autores, la
construcción de esta estructura tras el sellado de la entrada a la
cámara del monumento evidencia un cambio en la utilización
ritual del mismo (Morán y Parreira, 1998: 12). Las evidencias de
ocupación de los alrededores del monumento (posteriores a su
construcción) han sido datadas por AMS en 3860 40 BP, cal. 2
o 2465 y 2199 BC (Beta-180980), fecha que permite establecer
el tenninus ante qtient para la construcción del edificio tumular
(Morán y Parreira, en prensa). Por otro lado, el sellado de la
cámara se fecha en 3280 40 BP, cal. 2 o 1682-1448 BC, lo que
corrobora la prolongada utilización del monumento (Morán y
Parreira, en prensa).
Existen evidencias de una violación del monumento y expolio del sepulcro, pero curiosamente estas actividades fueron
seguidas de la reconstrucción de parte del nicho, con la constnicción de un murete más estrecho que las paredes originales adosado al interior de la cámara. En el interior del nicho oeste se halló
otra hoguera correspondiente a estos niveles de reutilización
(Hoguera 3, foto 9.11). Ésta no presentaba estructura de delimitación ni aparecieron restos pétreos, orgánicosu arqueológicos en
su interior, con la excepción de una gruesa capa de carbones. La
hoguera descansaba directamente sobre una preparación de
pequeñas placas de esquisto, que fue sellada tras su utilización
con dos grandes piedras calcáreas que aparecían quemadas. Una
datación AMS ha dado una fecha de 1250 k 40 BP, cal 2 o 668889 AD (Morán y Parreira, en prensa). Este momento se documenta también en el interior de la cámara, con los restos de una
hoguera y de alimentos, con una datación a partir del carbón de
la misma de 1150 110 BP, 775-1011 cal. AD. Las evidencias
apuntaban a una reutilización del monumento como abrigo o
estructura habitacional efmera, aunque tampoco se descarta el
expolio del interior de la cripta.
El abandono del monumento dio como resultado unos niveles de derrumbe del "cairn" y de sedimento acumulado sobre
éste. Sobre estos niveles de derrumbe se documenta la ~resencia
de un vaso cerámico que, junto a una moneda hallada en la zona
de la fachada, evidenciaban que el lugar fue frecuentado en época
romana, aunque éstos eran los únicos vestigios resultantes. Esta
presencia fue detectada también en otras áreas de la necrópolis,
con el hallazgo por ejemplo de una moneda de Claudio sobre el
corredor del Monumento 4 (Parreira, 1997).
Hay que mencionar también que a escasos metros del límite
occidental-noroccidental del monumento funerario se descubrió
la existencia de un nivel de conchero parcialmente arrasado, pero
que había sobrevivido a la construcción posterior por encontrarse a cotas más bajas; éste estaba compuesto por una gran acumulación de almejas (Tapes decussatz~s),de las cuales se obtuvieron
las siguientes dataciones (corregidas): 6095 60 BP (Sac-1593),
6070*70BP(Sac-1594), 6190*80BP(Sac-1601) y 6140*70
BP; las dataciones calibradas entre 5229 y 4863 cal. BC confirmaban la existencia de una ocupación anterior en el mismo lugar
en que se erigió posteriormente el monumento megalítico, aunque no se ha podido caracterizar culturalmente de forma precisa
debido a la casi total ausencia de material arqueológico.
*
*
IX.2.3. FUENTE ALAMO (CUEVAS DE ALMANZORA,
ALME&)
El yacimiento de Fuente h a m o fue excavado por primera
vez por los hermanos Siret (Siret y Siret, 1890) y desde ese
momento ya se documentó su importancia por constituir uno de
las manifestaciones argáricas "mhs tipicas". No fue hasta casi un
siglo después cuando se reanudaron las intervenciones en el
yacimiento, de las que son numerosas las noticias publicadas
(Arteaga y Schubart, 1980, 1981; Schubart, 1986; Schubart y
Arteaga, 1978, 1980, 1983, 1986; Schubart et alii, 1985,2000;
Pingel et alii, 1998).
Fuente h a m o se encuentra situado en pleno centro originario de la cultura de E1 Argar, del que constituye uno de los núcleos de ordenación territorial junto al yacimiento epónimo
(Tarradell, 1946). Posee una secuencia desde el comienzo del
[page-n-227]
FTJENTE ALAMO 1, ARGAR A
FA-1372
2020990 aC
FA-1382
1960*60 aC
OSCILACI~N
2000/1900-1800/1750 aC
FUENTEALAMO XI, ARGAR A
FA-775
174Oi70 aC
FA-643
173M70 aC
FA-1226
1660MO aC
FA-655
165M70 aC
OSCILACI~N
1800/1750-1650/1600aC
FUENTE ALAMO III, ARGAR B
FA-744
162MO aC
FA-1292
148W40 aC
OSCILACI~N
165011600-1500/1450 aC
FUENTE ALAMO IV,ARGAR B
FA-137
1560*80 aC
FA-208
155Oi60 aC
FA-229
1550I90 aC
FA-147
154M90 aC
FA-228
1520I60 aC
FA-138
1470h90 aC
FA-179
1450360 aC
FA-603
1430h60 aC
FA-757
140WO aC
FA-599
134M8O aC
OSCILACI~N
da, en la que apenas se documentan estructuras de hábitat, sino lo
que los autores definieron como "monumentos destacados"
(Schubart y Arteaga, 1986; Schubart et alii, 1985,2000; Pingel et
alii, 1998). Entre ellos se encuentra una gran construcción rectangular de uso indefinido, una cisterna ovalada y al menos cinco
estructuras circulares interpretadas como lugares de aimacenamiento de grano. Únicamente se documentaron algunas casas en
esta acrópolis, interpretadas como viviendas de gente destacada
en el poblado, de forma semi-rectangular a ovalada, con presencia ocasional de ábsides (foto 9.13). El resto de estructuras de
habitación se distribuían fundamentalmente a lo largo de varias
tenazas escalonadas en las laderas meridionales del cerro.
En cuanto a las sepulturas argáricas de Fuente Alamo, se han
documentado cinco tipos de enterramientos. Por un lado, en el
Horizonte I abundan los enterramientos en covachas artificiales
excavadas en la roca, con o sin "dromos" de entrada, como representantes de las fases argáricas más antiguas, con paralelos en
otros poblados de la misma cronología, como El Argar o
Lugarico Viejo (Siret y Siret, 1890, l b . 15). Se* los autores,
esta forma de enterramiento sería la "herencia" más directa de las
inhumaciones colectivas del Cobre. Tambibn existen en Fuente
Álamo hasta tres tipos de cista: a) w n entrada frontal, b) en fosa
150011450-140011350 aC
FUENTE ALAMO V, BRONCE TARDIO
FA-690
145M50 aC
FA-233
133&70 aC
FA-297
1300+70 aC
FA-644
121M90 aC
OSCILACI~N
Foto 9.12. Vista de la cima del yacimiento de Fuente Álamo
(Schubart ct nlii, 2000).
1400/1350-1200/1100 aC
Cuadro 9.1. Dataciones radiqmetricas del yacimiento de Fuente
Alamo.
Argar hasta d Bronce Tardío. Las series de dataciones realizadas
en el yacimiento han constituido un valioso aporte a la periodización del Bronce del sudeste (cuadro 9.1) (Schubart y Arteaga,
1986: 292).
Como se ha docuinentado en otros poblados de altura, Fuente
Álamo consta de una cima fortificada (foto 9.12), interpretada
por los hermanos Siret como el emplazamiento primitivo del
poblado, que se fue extendiendo progresivamente hacia la parte
meridional del cerro (Siret y Siret, 1890). Las últimas intervenciones han señalado el carácter específico de algunas de las
estructuras que allí se encuentran, por lo que las nuevas hipótesis
apuntan más a considerar este recinto como un área especializa-
Foto 9.13. Detalle de las casas de Fuente Álamo
(Schubart et di;, 2000).
[page-n-228]
Fig. 9.16. Ajt~aresfunerarios de las tumbas 1 y 18 de Fuente Álamo,
a partir de Siret y Siret (1890).
y c) cistas de pequeño tamaño. Las primeras son el tipo más cercano a los dólmenes megaííticos, y pueden ser también algún tipo
de derivación de las sepuliuras colectivas anteriores. Por último,
para las fases más avanzadas del poblado, existe una serie de
enterramientos en urnas sepulcrales.
La actividad económica doméstica detectada en Fuente
Aiamo a través de los registros faunísticos muestra un dominio
absoluto de vacunos, ovicaprinos, cerdos, caballos y perros. El
análisis de los huesos ha puesto de manifiesto un patrón de sacrifício de los individuos a muy elevada edad, lo que evidencia la
gran importancia del aprovechamientode los productos animales
secundarios. La importancia relativa de la caza se encuentra alrededor del 22 %, aproximadamente, y las especies silvestres más
explotadas eran los ciervos, jabalíes, conejos, cabras montesas,
linces, gatos salvajes y zorros (Schubart y Arteaga, 1986: 301).
En Fuente Aiamo escasean los elementos relacionables con la
existencia de una agricultura cerealista importante, salvo la presencia de algunos molinos barquiformes y las estructuras circulares interpretadas como posibles hórreos; sin embargo, se ha planteado la posibilidad de que el almacenamiento se realizara en
grandes recipientes cerámicas (Schubart y Arteaga, 1986: 304).
El análisis de las piedras de molino puso de manifiesto su utilización para moler grano aunque, ante la total ausencia de elementos de hoz, éste pudo ser transportado sin moler desde otros
poblados. Para los autores, visto él volumen de productos alimenticios manejado en Fuente hamo, este yacimiento pudo
constituir un enclave fundamental en la organización de todo el
sistema agropecuario del valle.
La iiietalurgia no parece haber alcanzado un gran auge en
Fuente Álamo. Su emplazamiento en un cerro que dominaba el
paso desde el llano a las montañas donde se localizaban los principales afloramientos minerales, llev6 a una temprana hipótesis
de especialización del poblado en esta actividad. Sin embargo,
los sucesivos trabajos de excavación han matizado esta idea en
función de la relativa escasez de útiles metálicos, que se reducen
principalmente a algunos elementos de los ajuares (Schubart y
Arteaga, 1986: 302) (fig. 9.16). La presencia únicamente de algunos moldes hace pensar en la realización de una parte del proceso iiíetalíirgico, que podría corresponder a la preparación de la
materia pri1na para la posterior fabricación de objetos en otros
enclaves, ya que si se ha documentado la circulación de piezas
acabadas entre los distintos poblados. Cot~oboiitesta idea el
hecho de que los moldes hallados en Fuente Álamo no coincidan
con los objetos metálicos recuperados en las tuiiibas.
[page-n-229]
Capítulo X
X.1. A N ~ I S I ANTRACOL~GICO
S
DE LES
COVES DE SANTA MAIRA
La secuencia cultural de Santa Maira que presentamos en este
trabajo está constituida por tres grandes niveles arqueológicos,
Magdaleniense supcrior final, Epipaleolíiico y Mesolítico, separados entre sí por sendos hiatos sediientarios. El carbón es muy
abundante en todos ellos. En las capas correspondientes al
Magdaleniense superior final existe una gran concentración de
carbón en el sedimento, acompañado por la presencia de grandes
bloques alterados por el fuego y fragmentos de arcilla rubefactada, lo que denota la gran actividad en cuanto al uso del fuego llevada a cabo en estos momentos. Existe una datación para esta
fase, en la capa más profunda de la secuencia realizada sobre un
metatarso de Capra pj~rerraica,que dio una fecha de 11590 70
BP.
Se ha analizado un total de 6.506 fragmentos de carbón y se
han identificado los siguientes taxones: Acer sp., Bráctea de piña,
Birstis sentperi)hwq Cistaceae, cf. Cleniatis sp., Coniferae, Erica
sp., fiasirriis sp., Hedera helis, Jtrniperirs sp., Labiatae,
Leguminosae, Maloideae, Monocotiledónea, Olea etr~vpaea,
Pilri~shalepensis, Piiitrs tp. nigra-sjtl)estris, Pintrs tp. pirreapinaste~ Pistacia lentisctrs, Pistacia terebiritltirs, Pistacia sp.,
Prirntrs sp., Qirercirs caducifolio, Qirercus perennifolio, Qirerctrs
sp., Rhaninirs-Phillyrea, Rosniarintrs oojci~ralis,Salix sp., SaliyPopirítrs, Sorbtrs-Crofnegirs,Visctrnr sp., Rtis sp., Indeterminable
e Indeterminada 11. Entre la flora identificada están representadas
especies tanto arbóreas, como de matorral, y algunas lianas y trepadoras.
Los taxones más recolectados por los grupos humanos que
habitaron la cueva de Santa Maira fueron las diferentes variedades & Qtrercus, tanto la caducifolia como la perenuifolia, y
Jirniperus sp., tendencia que se mantiene a lo largo de toda la
secuencia, con algunas variaciones en los porcentajes de cada
uno de los taxones. En general, las curvas trazadas por los taxo-
nes se caracterizan por su imeguiandad, dando un aspecto de
dientes de sierra, aunque a grandes rasgos se puede observar una
tendencia general de base a techo (fig. 10.1).
Jurripe~~tls
es el taxón mejor representado en las capas de la
base, llegando a superar porcentajes incluso del 60 % en algunas
de ellas. En Santa ~ a i i asin embargo, no están presentes de
forma abundante otras coniferas; únicamente se han documentado los pinos, de los que se han identificado al mcnos tres especies. La tendencia marcada por Rnipenrs, salvo algunos picos
que la rompen, es descendente, llegando casi a desparecer al final
de la secuencia.
Lo contrario ocurre con Qirercirs perennifolio, que presenta
una curva lentamente ascendente hacia el techo, aunque también
con importantes fluctuaciones de la dinámica general. Estos dos
taxones, Jlrniperirs y Qtrerctrs perennifolio, evidencian bien la
competencia espacial entre las coníferas y las frondosas, ya que
trazan curvas con una dinámica totalmente opuesta, tanto de
forma general, como en los pequeños picos y caídas de porcentajes que se producen en ambas.
Qire~lrscaducifolio se mantiene algo más estable a lo largo
de toda la secuencia, aunque presenta al menos tres caídas de los
porcentajes algo más sigdícativas. Es posible que éstas se deban
a fluctuaciones en la tasa de humedad ambiental o edáfica, ya que
los caducifolios son más sensibles al déficit hídrico. Se han identificado otros taxones caducifolios, aunque sus porcentajes son
mucho más reducidos, salvo en el caso de Prirntrs sp, que presenta una mayor continuidad de base a techo. Podemos observar
que la dinámica de este taxón discurre de forma muy paralela a la
de Qirercirs caducifolio, experimentando las mismas fluctuaciones.
Los taxones de matorral apenas están representados en la
paleovegetación de Santa Maira; únicamente Leguminosa y Olea
etrropaea tienen una presencia más continua, aunque muy modesta, mientras que otros taxones como Cistaceae, Erica sp.,
Labiatae o Rosnrarinta oflcinalis aparecen de forma puntual en
algunas de las capas. Parece que Jirnipenrs asume el papel colonizador de espacios en los momentos de máxima apertura de las
formaciones forestales. Esta casi total ausencia de estrato arbus-
[page-n-230]
tivo puede ser indicadora de que éste no fuera muy abundante en
los fondos de barranco o de que se hubieran explotado de forma
más intensiva las formaciones arbóreas. Del mismo modo, resulta curiosa la escasez de Ojea eirropaea en los niveles Holocenos,
pues esta especie suele ser abundante en otros contextos antracológicos de los pisos termomediterráneoy mesomediterrheo inferior (Badal, 1990).
Los taxones de ribera tampoco son frecuentes: el taxón mejor
representado es Salix-Popuhrs, pero en porcentajes que nunca
superan el 3 %.
X1.2. INTERPRETACI~NDE LA SECUENCIA Y
PACEOVEGETACI~N
La secuencia de Santa Maira ha sido dividida en 3 grandes
fases antracológicas, en función de la dinámica de sus principales taxones, caracterizada por presentar constantes fluctuaciones
de porcentajes, que enmascaran con un aspecto dentado las tendencias generales de las curvas (Carrión Marco, 2001) (fig.
10.1).
En la Fase Antracológica 3 existe un claro dominio de
Jwnipems sp., que presenta en todo momento porcentajes entre el
40 y el 60 %, incluso superiores. Los otros dos taxones más frecuentes son Qzrmirs caducifolio y Qtrercirs perennifolio, que presentan (salvo ciertas fluctuaciones) porcentajes entre el 20-30 %.
En las capas inferiores se puede observar una supremacía de la
variedad caducifolia sobre la perennifolia, pero rápidamente los
porcentajes de ambas quedan equiparados a lo largo de toda la
fase. Los elevados porcentajes de Junipertls para este momento
sugieren un gran desarrollo de formaciones abiertas colonizadoras con enebros y/o sabinas. Estas especies, tanto por su resistencia a grandes contrastes de temperatura y humedad, como por su
poca exigencia edáfica (poseen un potente sistema radical que les
permite desarrollarse en suelos pedregosos con pocos nutrientes,
donde otras especies no podrían siquiera instalarse), constituyen
un elemento colonizador de espacios empobrecidos o desprovistos de vegetación, por lo que debieron ser un elemento clave en
la vegetación de los suelos empobrecidos del Tardiglaciar. Como
formación dominante, presentan aspecto de bosque abierto o
estépico, con cierta pobreza en taxones arbóreos, entre los que
destacan el pino y la carrasca.
En Santa Maira, el importante porcentaje de Quercirs revela
sin embargo un paisaje con cierto desarrollo de la vegetación
arbórea. Aunque no se ha podido determinar la especie de
Qirercirs caducifolio, la más característica de la mayor parte de la
mitad oriental de la península Ibérica es el quejigo (Qirercirsfagi)lea). En cuanto a Qirercus perennifolio, tampoco ha sido posible
llegar a una distinción entre Quercirs rotirndifolfa y Quems coccijkra únicamente a partir de su anatomía. La presencia abundante del primero supondría la existencia de una formación esclerófila mediterránea o submediterráneade carácter arbóreo, mientras
que una formación dominada por coscoja presentaría un porte
más arbustivo. Probablemente ambas estén presentes en Santa
Maira, aunque los altos porcentajes de Quercirs caducifolio indican que la formación vegetal que observamos tendría un importante desarrollo del estrato arbóreo, pues el quejigo necesita cier-
Fig. 10.1. Diagrama antracológico de Santa Maira.
[page-n-231]
ta humedad y umbría proporcionada por la presencia de otras
especies arbóreas. Otros taxones que tienen una presencia más o
sp., Acer sp.
menos continua, aunque mucho menor, son Pn~~tirs
y Salix-Popultrs.
Al final de esta fase aparece un pequeño porcentaje de Pinirs
tp. aigra-sylvestrik (aproximadamenteun 3 %), estando presentes
también Pintrs halepensis y Pinus tp. pinea-pinaster. El primero
ya sólo aparecerá de forma esporádica (algún fragmento aislado)
en el resto de la secuencia. Los débiles porcentajes de pinos que
aparecen en Santa Maira pueden estar asociados como los eneb r o ~a la colonización de zonas poco aptas para otras especies
más exigentes, ya que no llegan a tener entidad como en otras
secuencias del mismo momento (Badal, 1990; Cacho et alii,
1995). El estrato arbustivo queda pobremente representado por
la presencia muy esporádica de taxones como leguminosas, labiadas, Erica sp., Btocirs sempervirens y Rhanzrttis-Phillyrea.
En la Fase Antracológica 2, la imagen de la vegetación no
presenta una ruptura brusca con respecto a las tendencias de la
anterior. Los taxones dominantes siguen siendo Junipenrs sp,
Que~*cirs
caducifolio y Qirercus perennifolio. El primero forma
una curva bastante irregular, con picos que oscilan aproximadamente entre el 25 y 50 %. Por su parte, Qtierctis caducifolio mantiene porcentajes constantes con respecto a la Fase Antracológica
3, acompañadonuevamente por especies como Acer sp. y Prttnrrs
sp., que en este momento consolidan algo más su presencia, con
porcentajes que no suelen sobrepasar el 5 %, pero de forma constante. Qzrercus perennifolio presenta una tendencia a aumentar,
que se acentúa al final de la fase, momento en que la curva de
Jlrttiperrrs presenta una disminución progresiva visible, hasta
alcanzar los porcentajes más bajos de la secuencia hasta el
momento, alrededor del 25 %.
Todavía está presente un reducido porcentaje de Pinrls tp.
nigrn-sylvesm's, aunque las otras especies de pino han desaparecido del registro; si aparecen en esta fase algunos fragmentos de
bráctea de piña, aunque no ha podido ser identificada la especie
de pino a la que pertenecen por tratarse de fragmentos de reducido tamaño. En este momento también aparecen OIea ertropnea,
Fraxirtirs sp, R h a n o t t r s - P i r a Pistacia sp., Heclera lrelis,
Erica sp., Buxtrs sentpenjirens, Rosntarinrrs offíciitalis,
Maloideae y I"isctrni sp., aunque la presencia de todos estos taxones es muy reducida.
En la Fase Antracológica 1, la dinámica que había comenzado
en la fase anterior se acentúa, con un claro dominio de Qirercirs
perennifolio que, tras alcanzar valores cercanos al 60 % al
comienzo, se estabiliza luego en porcentajes entre 35-40 %.
Qtrercirs caducifolio también mantiene porcentajes cercanos al 30
%. Se puede hablar ahora de un dominio de Qirercirs en general en
sp., que se reduce drásticamente
claro detrimento para Jlrttipe~*trs
hasta casi desaparecer al final de la secuencia. Como principales
taxones acompañantes están Prtmirs sp., que mantiene un valor
constante de aproximadamente 5 %, Leguminosae, que apt:nas
habían estado presentes en el resto de la secuencia y ahora llegan
a sobrepasar también el 5 % y Salir-Popit/its, en porcentajes más
bajos. De forma más esporádica aparecen Olea etrropaea, Hedwa
helix, Maloideae, Pistacia sp. y Viscirm sp. También hay algunos
fragmentos de bráctea de piña, aunque la presencia de los pinos en
general es ahora mucho menor, estando presente únicamente
Pinirs tp. nigra-sylveshis en porcentajes que no superan el 2 %.
Las constantes fluctuaciones de las curvas de los principales
taxones nos ha llevado a matizar de forma un poco más detallada
la división en las 3 fases antracológicas descritas, a partir de la
aplicación de un análisis de conglomerados, tomando como
variables los taxones principales en cada capa. De esta forma,
éstas se han subdividido en algunas subfases, que no presentan
entidad propia, pero marcan las irregularidades de los porcentajes de los taxones con respecto a su tendencia general. El dendrograma resultante de este análisis (fig. 10.2) muestra que, efectivamente, existen capas que aparecen fuera de lugar con respecto a su orden lógico dentro de la secuencia antracológica, como
la 25 o la 4A.13 entre otras (se hace muy evidente en el diagrama que suponen una ruptura con respecto a las capas adyacentes),
pero también se pueden observar algunas cuestiones interesantes.
En el dendrograma se observa la existencia de dos grandes grupos de capas, que se delimitan fundamentalmentepor las variables hniperus sp. y Quercus perennifolio; es decir, que el grupo
formado por las capas 3.9, 3.11, 3.13, 3.15, 3.17, 4A.6, 4A.7,
4A.8, 4A. 13 y 4A. 1, se caracteriza por la reducción de los porcentajes de Juniperiis al tiempo que aumentan los de Quercus. El
conjunto m8s claro de capas son las que constituyen la Fase
Antracológica 1(3.9,3.11, 3.13,3.15 y 3.17).
La individualización de dos subfases en la Fase
Antracológica 3 (3a y 3b) viene marcada por una agrupación de
las capas 26,24,23 y 22 (ya hemos dicho que la capa 25 presenta unas características diferentes, más semejantes a aquéllas de
las capas 4A.11 y 4A.12), también en función de su mayor porcentaje de Junipertrs sp.
La Fase Antracológica 3 se caracteriza por la dominancia de
Jtritipenrs sp., aunque la presencia importante de ambas vanedades de Qirercus no permiten hablar exclusivamente de una formación abierta, sobre todo por los altos porcentajes de Qtrercus
Rescales Distance Cluster Combine
0
C A S E
21
25
19
20
4A.4
4A.10
4A.2
4A.5
4A.9
15
18
4A.3
16
26
24
28
22
23
9
15
7
10
14
19
21
8
20
29
24
4A.12
23
22
17
25
3.9
3.11
3.13
3.15
3.17
4k6
4A.7
4A.8
4A.13
4A.1
5
10
-----.,----+-----
15
-'-----
20
- --- .
-
1
-
" y26
1
2
3
4
5
11
12
13
18
6
................................
J
-
25
+ -e--- +
d
Fig. 10.2. Resultados del an4lisis cluster de Santa Maira.
[page-n-232]
caducifolio. La presencia de este último hace más viable que estemos ante la representación de dos ambientes ecológicos diferentes, uno de ellos dominado por las fagáceas, y el otro por los eneb r o ~y10 sabinas. Por sus porcentajes, parece evidente el amplio
desarrollo de estas formaciones a enebros en estos momentos preholocenos de la secuencia, pero dados los importantes porcentajes de Quercns desde el inicio de la misma, no detectamos un
momento climático muy riguroso en ningún momento. Esta
importancia de Juniperrrs en la base puede venir marcada por
razones de diferente índole, como la orografía particular del
terreno, cuyas vertientes más escarpadas se recolonizan por las
formaciones vegetales a un ritmo muy inferior a los fondos de
valle, donde incluso las formaciones de fagáceas puede haber
quedado acantonada al abrigo de unas condiciones edáficas más
favorables. La presencia de OIea elrropaen en la Fase 3a, en
momentos anteriores al Holoceno, constituye un caso poco frecuente y lleva a la problemática de las dataciones de esta especie,
que se discutirá más adelante.
La Fase Antracológica 2 se caracteriza por momentos sucesivos de avance y retroceso de los porcentajes de JlrniperlrsQuercus aunque, en general, los segundos han ganado importancia con respecto a la fase anterior, sobre todo la variedad perennifolia. Las características de la formación vegetal ante la que nos
encontramos en estos momentos no han cambiado de forma sustancial con respecto a las fases anteriores, pero sí se puede observar una tendencia que nos marca un momento de transición hacia
momentos más avanzados del Holoceno: si los enebros habían
dominado claramente en porcentaje en la fase anterior, como
especies pioneras en la colonización de suelos, ahora ganan terreno los Qrrercus, especies más termófilas, con un marcado componente mediterráneo que viene dado por esta supremacía de la
variedad perennifolia. La subfase 2c constituye un momento de
transición, ya que Jlrnipernrs presenta todavía uno de los valores
más altos de la secuencia, mientras que los Qtrercrrs se reducen
visiblemente. Lo contrario ocurre en la Fase 2b, en la que es
Jlrnipertrs el que traza una curva descendiente mientras que
Q~rerctaperennifolio presenta porcentajes cercanos al 50 %. En
la Fase 2a se vuelve a producir el proceso contrario, es decir, el
porcentaje de Jlmipertrs aumenta levemente en detrimento de
Qirercus perennifolio, pero esta vez es también Q~rercirscaducifolio quien toma el relevo y adquiere una mayor importancia.
Junto a él, taxones como Prtrntrs sp. y Olen europaea ven también incrementados sus porcentajes.
En la Fase Antracolbgica 1 se observa como las formaciones
termófilas de Qlrercus se han consolidado como dominantes y
han ganado riqueza florística de carácter mediterráneo. La reducción de Jirniperirs podría deberse a que las primeras se han asentado más firmemente ganando espacios a zonas antes únicamente colonizadas por coníferas. Otra hipótesis es que se haya mantenido la cobertura vegetal diferencial entre las vertientes y los
fondos de valle (puesto que es patente hasta la actualidad) y estemos ante la cvidencia de un cambio en las estrategias de recogida de leña por parte de los grupos humanos.
El tránsito del Tardiglaciar al Holoceno inicial no presenta
importantes cambios de vegetación, al menos de forma brusca ni
en lo que a presencia de taxones se refiere. Sin embargo, si comparamos la base y el final de la secuencia, vemos que sí se han
producido cambios en las frecuencias de estos taxones que dan
una imagen totalmente diferente de las formaciones vegetales.
Manteniendo la idea de una vegetación diferencial en los fondos
y paredes del barranco, hemos elaborado una hipótesis de distri-
bución de los taxones vegetales en el entorno del yacimiento para
estos dos momentos (fig. 10.3). Según ésta, los Qtrercnrs habrían
ido ganando temtorio expandiéndose desde el fondo del barranco, donde probablemente hubieran quedado acantonados en
periodos menos favorables para su desarrollo. Así, mientras que
la Fase 3b presenta aún un eco de los periodos más rigurosos del
Tardiglaciar, la Fase 1 constituye ya un avance de los que va a ser
el óptimo climático holoceno.
En conclusión, la vegetación que refleja el carbón de Santa
Maira remite desde un primer momento y a lo largo de toda la
secuencia a dos ambientes ecológicos diferenciados. Las diferentes necesidades de humedad, luz, desarrollo edáfico, etc. que exigen Jnr?iipenrsy Qncerctrs, y dados los importantes porcentajes de
ambos, hacen pensar en un desarrollo diferencial de la vegetación
provocado posiblemente por la propia o r o d a del barranco. De
este modo, los fondos de valle resultarían más aptos para el asentamiento de formaciones termófilas de Qríercus al ser zonas protegidas y que canalizan una influencia termomediterránea de la
costa a tierras interiores, mientras que las paredes del barranco y
las laderas escarpadas y pedregosas albergarían una vegetación
pionera adaptada a estas condiciones (fig. 10.4). Aunque esta
hipótesis se apoya en la propia distribución actual de la vegetación, hay que tener en cuenta también la influencia que puede
representar el factor antrópico, es decir, el hecho de que los grupos humanos hayan explotado más intensivamente diferentes formaciones vegetales para el aprovisionamiento de leña.
X.2. ANÁLISISANTRACOL~GICODE
L'ABRIC DE LA FALGUERA
En el yacimiento de La Falguera se han llevado a cabo varias
campañas de excavación en las que se ha trabajado en tres sectores diferentes. Durante la primera campaña realizada en 1998, se
trabajó en el Sector 1, próximo a la cata clandestina, con objetivo de corroborar la estratigraña propuesta por los autores de la
regularización de los cortes. En este sector se obtuvo una secuencia modesta, sin alcanzar los niveles mesolíticos a causa del cierre de la pared del abrigo, y con ciertos problemas estratigráficos.
En las siguientes campañas se abrieron dos nuevos sectores (2 y
3) en los que se obtuvo una superficie de trabajo más amplia. Con
ello se logró alcanzar la base de la secuencia y comprender mejor
la historia sedimentaria del abrigo.
Con el material carbonizadorecuperado en el Sector 1 se realizó un análisis antracológico que dio como resultado un diagrama correspondienteúnicamente a los niveles neolíticos, ya que se
excluyeron las unidades más superfíciales ante la evidencia de su
posición estratigráfica dudosa (Carrión Marco, 1999). Apartir del
material recuperado en el Sector 2 se obtuvo otra secuencia antracológica mucho más fiable, desde la superficie hasta el contacto
con los niveles mesolíticos, que se completó hasta la base con la
información obtenida en el Sector 3. Estos dos sectores dieron
como resultado un diagrama antracológico completo de base a
techo de la secuencia.
Los problemas estratigráficos del Sector 1 se han ido confirmando a medida que se realizaban los estudios de materiales
recuperados en estos niveles, que resultan frecuentemente dificiles de
por
Y01 AYDA
....&RJ~N M@c,
[page-n-2]
A Javier y Lorena
[page-n-3]
SERVICIO DE INVESTIGACI~NPREHIST~RICA
DPUTACI~NPROVINCIAL,DE VALENCIA
SERTE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 104
NUEVAS SECUENCIAS ANTRACOL~GICAS
Por
YOLANDA
CARRI~N
~
VALENCIA
2005
R C O
[page-n-4]
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACI~NPREHIST~RICA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 104
I.S.B.N.:84-7795-392-9
Depósito Legal: V-4372-2005
Imprime: Artegraf Impressors
© de la edición digital: Museu de Prehistòria de València, 2011 -- ISSN 1989-0540
[page-n-5]
AGRADECIMIENTOS
Antes de empezar la presentación de este trabajo, merecen
una mención especial las personas que han contribuido de una u
otra forma a que hoy pueda estar acabado. Me siento muy afortunada de que sean tan numerosas.
En primer lugar, quiero expresarle todo mi agradecimiento a
la Dra. Emestina Badal. Si una día me interesé por la
Antracología fue porque ella me contagió su entusiasmo en el trabajo y depositó en mí una confianza profesional y humana que
espero vea compensada, al menos en parte, con este trabajo.
Al Dr. Joan Bemabeu Aubán, Catedrático del Departamento
de Prehistoria y Arqueología de la Universitat de Valencia, quiero agradecerle su apoyo cientifico, sus consejos y la posibilidad
de iniciar mis labores de muestre0 en sus yacimientos.
Al Dr. Bemat Martí Oliver, del Servicio de Investigación
Prehistórica de la Diputación de Valencia, le tengo que agradecer
sus valiosos consejos, la lectura de textos y sus recomendaciones
bibliográficas, que han enriquecido no sólo este trabajo, sino mi
formación en general.
Al Dr. Emili Aura, del Departamento de Prehistoria y
Arqueología de la Universitat de Valencia, al Dr. Rui Parreira y a
Elena Morán, de la Fortaleza de Sagres, al Dr. Carlos Fernández
Rodríguez, de la Universidad de León, al Dr. Jesús Sesma Sesma,
del Museo de Navarra, al Dr. Carlos Tavares y la Dra. Joaquina
Soares, del Museo Arqueológico de Setúbal, les agradezco enormemente que me hayan confiado los materiales de sus excavaciones. En todo momento han mostrado interés por mi trabajo y
siempre han estado disponiblespara resolver las constantes dudas
que se han ido planteando.
Para la realización de esta tesis he contado con el apoyo económico del Ministerio de Educación y Cultura, mediante una
beca de Formación de Personal Universitario, con la que he tenido la oportunidad de viajar a otros centros de investigación para
completar mi formación. Quiero agradecer al Dr. Dominique
Marguerie y a todo el personal del Laboratoire d'Anthropologie
de 1'Université de Rennes 1 su acogida, dedicación y ayuda en el
análisis dendrológico del material. A Isabelle Théry, Chargé de
Recherches de la C.N.RS., por su invitación para participar en un
proyecto sobre hogueras experimentales. Al Dr. Pablo Ramil-
Rego y al personal del Departamento de Bioloxia Vegetal de la
Universidad de Santiago de Compostela les agradezco que me
hayan dedicado un tiempo muy valioso en más de una ocasión.
Las enseñanzas recibidas de todos ellos han sido siempre muy
interesantes y el trabajo en equipo, gratificante.
A la Dra. Isabel Figueiral quiero agradecerle que haya aceptado formar parte del tribunal de mi tesis. Una vez más, su valoración de mi trabajo será muy valiosa para mí.
A todo el personal del Departamento de Prehistoria y
Arqueología de la Universitat de Valencia, y a mis compañeros y
amigos Inés Domingo, Esther López, Magdalena Gómez,
Amparo Valcárcel, Carlos Verdasco, Dídac Roman, Guillermo
Pascual, Eva Collado, Agustín Diez, Tomás Hurtado, Rosa
García, Nuria Lledó y Rosa Puig, les quiero agradecer su apoyo,
su amistad, su interés, las charlas, los cafés y todas esas pequeñas
cosas que han hecho más agradable el trabajo de cada día.
A Maria Ntinou, porque han sido muchos años los que hemos
compartido trabajo, inquietudes y horas, muchas horas de agradable compañía en el laboratorio y amistad fuera de él. No voy a
negar que se nota enormemente su ausencia, pero a pesar de la
distancia, estos meses también la he tenido cerca de mí cada vez
que la he necesitado, como siempre. Gracias, Maria.
A Oreto Garcia tengo que agradecerle especialmente su experiencia previa, sus consejos y su ayuda, aún en momentos en que
ella misma tenía muchas ocupaciones.
Guiliem Pérez ha compartido conmigo muchas horas de laboratorio y algunos días de agobio y de mal humor. Le tengo que
agradecer la corrección de textos y sus consejos, que nie han sido
siempre muy útiles.
Elena Estrelles y Ana Ivars, del jardín Botánico de la
Universitat de Valencia, me han ayudado pacientemente en la
identificación de algunos carbones indeterminados.
Al personal del Departamento de Microscopía Electrónica
del Servicio Central de soporte a la Investigación Experimental
de la Universidad de Valencia, por ayudarme en el manejo del
microscopio electrónico para la realización de las fotos del carbón.
[page-n-6]
A Concha Francés y Roberto Soria, porque han solucionado
constantemente mi escaso don para los trámites burocráticos, que
últimamente han sido infínitos.
Agradezco sinceramente a las i~umerabies
personas que han
participado conmigo año tras año en las campañas de excavaciones y dedicaron parte de su tiempo a recoger carbón. Todos ellos
han puesto su grano de arena en este trabajo.
A todos los que han leido, corregido y aportado siempre
valiosas sugerencias a los textos.
A Pau, porque ha compartido conmigo día a dia todos los
meses de redacción. Su apoyo ha sido fundamental para seguir
adelante.
A todos los miembros de mi familia les quiero agradecer su
apoyo incondicional y estoy segura de que sabrán perdonarme
que haya estado un poco "ausente" estos últimos meses. De mis
padres aprendí desde pequeña a respetar la naturaleza, mi trabajo, a seguir mis ilusiones y todas las más valiosas enseñanzas que
recibiré jamás; estaré satisfecha si este trabajo las refleja.
[page-n-7]
Introducción ..................................................................................................................................................................................
.
Capltuio 1 EL MARCO BIOGEOGR~FICODE LA PEN~NSULAIBÉRICA: UN PEQUE~~O
CONTINENTE DE CONTRASTES........................................................................................................................
1.1. BIOGEOGRAF~A
GENERAL DE LA PENfNSULA IBÉRICA . EL LÍMITE ENTRE
LAS DOS REGIONES Y LOS PISOS BIOCLIMATICOS ..................................................................................
1.2. LA VEGETACI~NDE LA PEN~JsULAIBÉRICA . DISTRTBUCI~N
GENERAL
Y ESTRATEGIASDE ADAPTACI~NEN LAS DOS REGIONES BIOGEOGRAFICAS................................
1.3. EL MEDIO BIOGEOGRAFICO
ACTUAL DE LOS YACIMIENTOS ................................................................
1.3.1. Los yacimientos del sector noroccidental ....................................................................................................
1.3.2. Los yacimientos del sector oriental ..............................................................................................................
1.3.3. El sector sudoriental ....................................................................................................................................
1.3.4. El sector sudoccidental ................................................................................................................................
1.3.5. El sector occidental .....................................................................................................................................
1.3.6. Las Bardenas Reales ....................................................................................................................................
1.4. UN COMENTARIOA LA VEGETACI~NPOTENCIAL ....................................................................................
.
Capítuio 11 METODOLOG~A....................................................................................................................................................
11.1.EVOLUCI~NHIST~RICA
.............DE
.....LA
....DISCIPLINA
..................
II.2. EL MÉTODO ANTRACOL~GICO......................................................................................................................
II.2.1. La recogida de leña y la formación del registro antracol6gico...................................................................
II.2.2. La recogida y análisis del carbón: la problemática del tamaño de los fragmentos y de la muestra ..........
11.2.3. En el laboratorio: los principios de la determinación anatómica del carbón..............................................
II.2.4. El tratamiento de los datos antracológicos..................................................................................................
II.2.5. El significado paleoecológico del carbón: realidad y limitaciones de la interpretación ............................
11.2.6. Carbón y radiocarbono ................................................................................................................................
II.3. METODOLOG~A
ANTRACOL~GICAAPLICADA ..........................................................................................
II.3.1. Metodología de campo ................................................................................................................................
11.3.1.1. Método de muestre0 empleado en los yacimientos arqueológicos en cueva ................................
ii.3.1.2. Método de muesíreo empleado en los yacimientos arqueológicos al aire libre ............................
[page-n-8]
11.3.1.3. Método de muestre0 aplicado a depósitos naturales de carbón ..................................................
II.3.2. Metodología de laboratorio ........................................................................................................................
11.3.2.1. El número defiagtnentos de carbón analizados............................................................................
Ll.3.2.2. La dispersión de los taxones por el estrato arqueológico ............................................................
.
Capitulo IiI LA n O R A IDENTIFICADA ..............................................................................................................................
111.1. DESCRIPCI~NANAT~MICA,ECOL~GICAY E T N O G ~ ~DE
I CLOS
A TAXONES ................................
111.1.1. Gimnospermas ..........................................................................................................................................
111.1.2. Gnetales ....................................................................................................................................................
III.1.3. Angiospermas Monocotiledóneas ..............................................................................................................
III.1.4. Angiospermas Dicotiledóneas ..................................................................................................................
III.2. PRIMERA APROXIMACI~NA LA CARACTERIZACI~NFLO&STICA DE LAS DOS
REGIONES BIOGEOGR~ICAS ....................................................................................................................
III.3. ALTERACIONESANATÓMICAS OBSERVADAS EN EL CARB~NANALIZADO.....................................
III.3.1. Vitrificación de los tejidos celulares ........................................................................................................
III.3.2. Ataque de hongos e insectos xilófagos ....................................................................................................
.
.
Capitulo IV ANTRACOLOG~AEN DEP~SITOSNATURALES LOS PALEOINCENDIOS
COMO MODELADORES DEL PAISAJE ..........................................................................................................
IV.1. INVESTIGACI~NACTUAL Y EXPERIMENTACI~NSOBRE LA DINAMICA
DE LOS INCENDIOS NATURALES ..................................................................................................................
IV.1.1. Deñnición y características de los incendios naturales. Efectos sobre la cubierta vegetal ......................
IV.1.2. Evidencias tras el incendio: aspectos tafonómicos ....................................................................................
IK1.2. 1.El transporte y actrmulación del carbón tras elfitego ................................................................
IK1.2.2. El carbón accmirlado tras 1m incendio. jes reflejo de la vegetación preexistente? ....................
IK1.2.3. Alteraciones observadas en el carbón procedente de incendios naturales ................................
IV.1.3. Objetivos y perspectivas del estudio antracológico en depósitos naturales y metodología empleada ....
IV.2. ANALISIS ANTRACOL~GICODE DIVERSOS DEP~SITOSNATURALES DEL SECTOR
NOROCCIDENTAL DE LA PENhJSULA IBÉRICA ........................................................................................
IV.2.1. El depósito de Mougiís ..............................................................................................................................
R 2 . 1 .1. Reszrltados del análisis antracológico ..........................................................................................
IK2.1.2. Análisis tafonómico de los restos ................................................................................................
IV.2.2. Aniilisis antracológicodel depósito natural de Frexulfe ..........................................................................
IV.2.3. Aniilisis antracológico del perfil de Balouta ............................................................................................
IV.2.4. Conclusiones. La validez del análisis antracológico en depósitos naturales ............................................
Capitulo V. DENDROLOG~AAPLICADAAL ESTUDIO DE LOS CARBONES ARQUEOL~GICOS..........................
V. 1. DESARROLLO DE LA DISCIPLINA. BASES. LÍMITES Y PERSPECTIVAS ................................................
V.2. IVIÉTODO DE ANALISIS ......................................................................................................................................
v.3. ANALISIS ANTRACOL~GICOY DENDROL~GICODEL YACIMIENTO DE O CASTELO ......................
V.3.1. Presentación del yacimiento y descripción de las estructuras ....................................................................
V.3.2. Resultados del análisis antracológico ........................................................................................................
V.3.3. Resultados del aniílisis dendrológico ..........................................................................................................
K3.3.1. Tmncos de gran calibre ................................................................................................................
K3.3.2. Ramas de pequeño calibre ............................................................................................................
v.4. ANALISIS ANTRACOL~GICOY DENDROL~GICODE LA VILLA ROMANADE NOVILLE ................
V.4.1. Descripción del yacimiento ........................................................................................................................
V.4.2. Resultados del anhlisis antracológico ........................................................................................................
V.4.3. Resultados del aniílisis dendrológico ..........................................................................................................
V.5. EL USO DE LA MADERA EN LAS TÉCNICAS CONSTRUCTNASROMANAS A PARTIR
DE LOS DATOS DENDROL~GICOS................................................................................................................
[page-n-9]
V.6. DENDROLOGh EN EL DOLMEN CAMPANIFORME DE TRES MONTES ................................................
V.6.1. Tres Montes en el contexto del Campaniforme del Alto Ebro ..................................................................
V.6.2. Resultados del análisis dendrol6gico ........................................................................................................
V.6.3. La explotación de Junipertts.Valoración ecológica y etnológica ..............................................................
V.6.4. Conclusiones ..............................................................................................................................................
.
Capitulo Vi LA PROBLE~~%~TICA
ARQUEOLÓGICA DE LOS YACIMIENTOS
DEL NOROESTE PENINSULAR ............................................................................................................................
VI.1. LA SECUENCIA CULTüiUL ............................................................................................................................
VI 1.1. El Paleolítico superior y el Epipaleolítico en el noroeste ibérico ............................................................
VI.1.2. El Neolítico en el noroeste peninsular: de la aparición de la agricultura al fenómeno tumular ..............
VI.1.3. La Edad del Bronce en el noroeste peninsular. Orígenes de la investigación y nuevos enfoques ..........
VI.2. PRESENTACI~NDE LOS YACIMIENTOS ......................................................................................................
VI.2.1. La Cova da ValiHa (Castroverde. Lugo) ..................................................................................................
VI.2.2. El yacimiento de Xestido 111(Abadín. Lugo) ..........................................................................................
VI.2.3. El yacimiento de Prado do Inferno (Muras. Lugo) ..................................................................................
VI.2.4. La Pala da Vella (Biobra, Ourense) ..........................................................................................................
.
.
Capitulo M I RESULTADOS ANTRACOL~GICOSDE LOS YACIMIENTOS EUROSIBERIANOS .........................
W.1. ANALISIS ANTRACOLÓGICO DE LA COVA DA VALmA ........................................................................
W.2. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE XESTIDO 111.......................................................
W.3. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE PRADO DO iNFERN0
W.4. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE PALA DA VELLA ..............................................
VII.4. 1. Resultados antracológicosdel Nivel 2 ....................................................................................................
VII.4.2. Resultados y descripción de los espectros antracológicosdel Nivel 1 ..................................................
W.4.3. Interpretación ecológica de los datos antracológicosdel Nivel 1 ..........................................................
....................................
.
Capitulo VIiI LA SECUENCIA DE VEGETACI~NDEL NOROESTE PENINSULAR. DISCUSIÓN DE LOS
DATOS ANTRACOL~GICOSY POL~NICOS .....................................................................................................
VIII.i . S~NTESISDE LOS RESULTADOS ANTRACOL~GICOS ..........................................................................
VIII.2. LA VEGETACIÓN DEL PLEISTOCENO SUPERIOR-HOLOCENO DEL NOROESTE
PENINSULAR Y ZONAS LIM~TROFES ..........................................................................................................
VIII.2.1. Interestadial Würmiense ........................................................................................................................
VIII.2.2. El Pleniglaciar (25000-15000 BP) ........................................................................................................
VIII.2.3. El Tardiglaciar (15000-10000 BP) ........................................................................................................
VIII.2.4. El Holoceno: fase anatéxmica y óptimo climático (10000-6000 BP) ....................................................
VIII.2.5. Fase holocena de influencia antr6pica (a partir de 6000 BP) ................................................................
.
Capitulo IX LA PROBLEM~MCAARQUEOLÓGICA DE LOS YACiMíENTOS
DE LA R E G I ~ NMEDITERRÁNEA ........................................................................................................................
IX.1. LA SECUENCIA CULTURAL ............................................................................................................................
IX 1.1. El Magdaleniense en la fachada mediterránea peninsular ......................................................................
IX.1.2.Del Epipaleolítico al Neolítico. tQu6 aporta el carbón a la discusión arqueológica? ............................
IX.1.3. Las sociedades complejas del sudeste.La importancia de los condicionantes medioambientales
en el contexto de la cultura argárica ....................................................................................................................
IX.2. PRESENTACI~NDE LOS YACIMIENTOS ......................................................................................................
IX.2.1. Los yacimientos del sector oriental ..........................................................................................................
m 2.1.1.La Cova de Santa Maira (Castell de Castells. Alacant) ..............................................................
kX2.1.2. L'Rbric de la Falguera (Alcoi, Alacant) .....................................................................................
122.1. El Mas d'ls (Penciguila. Alacant) ................................................................................................
IX.2.2. Los yacimientos portugueses ....................................................................................................................
.
[page-n-10]
UC2.2.1. Vale Pincel I (Sines. Portugal) ....................................................................................................
UC2.2.2. Ponta da Passadeira (Setiibal. Portugal) ....................................................................................
UC2.2.3.El Monumento 7 de la necrópolis de Alcalar (Portimao. Algarve) ............................................
IX.2.3. Fuente Aíamo (Cuevas de Almamora, Almería) ......................................................................................
.
Capitulo X RESULTADOS ANTRACOL~GICOSDE LOS YACIMIENTOS DE LA REGIóN MEDITE~U~~EA
....
x.1.ANALISIS ANTRACOL~GICODE LES COVES DE SANTA MAIRA ..........................................................
X.1.1. Resultados del análisis ..............................................................................................................................
X.1.2. Interpretación de la secuencia y paleovegetación ......................................................................................
X.2. ANALISIS ANTRACOL~GICODE L'ABRIC DE LA FALGUERA ................................................................
X.2.1. Resultados antracológicosdel Sector 1 ......................................................................................................
X.2.2. Resultados antracolbgicosde los sectores 2 y 3 ........................................................................................
X.2.3 Interpretación de la secuencia de los sectores 2 y 3 ....................................................................................
X.2.4. Resultados antracológicosde tres hogares mesolíticos ..............................................................................
X.2.5. La paleovegetación de La Falguera: valoración global de las secuencias ................................................
X.3. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DEL MAS D'IS ...........................................................
X.3.l. Resultados antracológicos ..........................................................................................................................
X.3.2. Fases antracológicas e interpretación de la secuencia.Aproximación paleoecológica y etnográfica
x.4. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE VALE PINCEL I ....................................................
X.4.1. Resultados antracológicos ..........................................................................................................................
X.4.2. La recogida de leña: interpretación etnológica a partir del análisis de 28 estructuras de combustión ....
X.4.3. Algunas cuestiones ecológicas a partir del carbón de Vale Pincel 1 ..........................................................
x.5. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE PONTA DA PASSADEIRA ....................................
X.5.1. Resultados atracológicos ............................................................................................................................
X.5.2. El bosque sumergido en las aguas del estuario ..........................................................................................
X.6. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL MONüMENTO 7 DE LA NECR~POLISDE ALCALAR ..................
X.6.1. Resultados antracológicos. El uso y selección de la madera en la construcción,
fundación y reutilización del Monumento 7 ........................................................................................................
X 6.1.1.Las hogueras infiatumitlares ........................................................................................................
X 6.1.2. Estructuras de combustión exteriores ..........................................................................................
X 6.1.3. Nivel de profnación del nicho oeste ............................................................................................
X 6.1.4. Destrucción y reutilización del túmulo ..........................................................................................
X.7. A N ~ I S I S
ANTRACOL~GICODEL YACIMIENTO DE FIJENTE ALAMO ..............................................
X.7.1. Resultados antracológicosy aproximación a la paleovegetación ..............................................................
X.7.2. El uso de la madera y la explotación del paisaje ......................................................................................
X.7.3. Conclusiones ..............................................................................................................................................
.......
.
.
Capitulo XI LA SECUENCIA DE VEGETACIÓN DE LA FACHADA MEDITERRhEA DISCUSIÓN DE LOS
DATOS ANTRACOL~GICOSY POL~NICOS ......................................................................................................
XI. 1. SÍNTESIS DE LOS RESULTADOS ANTRACOL~GICOS ............................................................................
XI. 2.LA VEGETACI~NTARDIGLACIAL-HOLOCENADE LA FACHADA MEDITER&~EA
PENINSULAR A PARTIR DE LOS ESTUDIOS PAEOBOTANICOS ..............................................................
XI.2. 1 El Tardiglaciar (15000-10000 BP) ............................................................................................................
X1.2.2. El Holoceno: fase anatérmica y óptimo climhtico (10000-circa 6800 BP) ..........................................
XI.2.3. La aparición de la adcultura y el comienzo de la dinámica antrópica del paisaje ................................
.
.
Capítulo XII CARACTERIZACI~NFLOR~STICA
Y ECOL~GICADE LAS REGIONES EUROSIBERIANA
Y M E D I T E F ~ ~ N EEL
A L~~MITE
ENTRE AMBAS ..............................................................................................
.
.
Capítulo XJiI CONCLUSIONES
..............................................................................................................................................
[page-n-11]
El trabajo que presentamos es el resultado de la tesis doctoral
de título "Afinidades y diferencias de las secuencias antracológicas en las vertientes mediterránea y atlántica de la
Ibérica", presentada en la Universitat de Val6ncia en julio de
2003.
Desde las primeras evidencias del uso del fuego hace unos
400.000 años, las sociedades prehistóricas han dejado testimonio
material de su relación con el medio vegetal circundante a lo
largo de los años. Éste constituye una importante fuente de recursos y el marco en el que se desarrollan todas las actividades
humanas, a la vez que supone un reflejo directo de las condiciones climáticas imperantes en el momento. La constante interacción de los grupos humanos con el medioambiente ha dado como
resultado cambios profundos de éste último.
La Arqueología ha ido mostrando paulatinamente un interés
mayor por el conocimiento de los paisajes y condiciones climáticas del pasado. De hecho, en la actualidad, estos factores se consideran fundamentales en la interpretación del conjunto de las
evidencias arqueológicas; efectivamente, es frecuente que algunas vías de investigación o hipótesis interpretativas se basen en
preceptos medioambientales para explicar cambios culturales a
gran escala. De este modo, el desarrollo de algunas actividades
económicas, el establecimiento de diferentes tipos de hábitat o el
uso de ciertos recursos, están determinados en gran medida por
las condiciones cümáticas, geográficas o ecológicas del medio.
La recogida de leña como combustible por parte de los grupos humanos constituye la muestra directa de la gestión antrópica del medio más frecuente en la mayor parte de yacimientos prehistóricos. Su relación directa con los lugares de hábitat, con la
actividad y economía humanos, hace del carbón un material susceptible de aportar una valiosa información ecológica, pero también etnológica y arqueológica. Presenta las ventajas de ser recogido y acarreado al yacimiento directamente por los grupos
humanos desde un entorno inmediato al mismo, de manera que
ofrece una imagen muy local de la vegetación. La reconstrucckn
de este marco ambiental para la actividad humana supone el
conocimiento de la vegetación circundante a los asentamientos
humanos, la disponibilidad potencial de ciertos recursos vegeta-
les, la explotación de éstos por parte de los grupos humanos, el
uso de la madera como recurso básico para hogares, hornos,
construcción, fabricación de útiles, etc.; de esta manera, la información aportada por el carbón constituye un pilar fundamental en
la interpretación global del registro material recuperado en contextos arqueológicos.
La Antracología es una rama de la Arqueobotánica que se
integra dentro de1 grupo de las Ciencias Medioambientales aplicadas a la Arqueología y consiste en la identificación del carbón
procedente de yacimientos arqueológicos y depósitos naturales.
Los primeros pasos de esta disciplina arrancan de finales del siglo
XIX, aunque el método no estaba en absoluto consolidado y los
resultados interpretativos eran muy limitados. La recogida y tratamiento del carbón como una evidencia material de la actividad
humana, que había de ser cuantificada e interpretada en un determinado marco crono-cultural, supusieron conceptos fundamentales para la completa fiabilidad y representatividad del carbón
arqueológico. Ha sido en las últimas décadas cuando se ha producido un salto cuantitativo y cualitativo. La multiplicación de
los estudios de ámbito regional y los avances en el campo de la
metodología, que se nutren frecuentemente de la experimentación y aplicación de nuevas tecnologías, ha permitido que la
Antracología se consolide como una disciplina de creciente interés en el ámbito de la Arqueologia.
En nuestro trabajo se incluye el análisis de carbón de diferentes contextos arqueológicos, y también de material procedente de depósitos naturales sin aparente relación con la actividad
humana, que han sido interpretados como niveles de incendio.
Los análisis de micro y macrocarbones en este tipo de contextos
son numerosos, destacando su aplicación a suelos y fondos lagunares, y frecuentemente vinculados con otras disciplinas tales
como Edafología o Geología. Sus principales objetivos en las
últimas décadas se han centrado en el estudio de la recurrencia de
los incendios, la acumulación natural del carbón tras éstos o los
movimientospostdeposicionales de los diferentes horizontes edáficos. El estudio de macrocarbones para la identificación de las
especies vegetales y la reconstrucción del paisaje abre una nueva
vía de investigaciónpara este material, cuyos resultados permiten
[page-n-12]
ser integrados en secuencias regionales de vegetación. Las
secuencias que presentamos en este trabajo han sido elaboradas a
partir de los datos obtenidos a partir de carbón de diferente naturaleza (arqueológicoy natural), y ambos resultan representativos
y comparables.
Cuando hace algunos años iniciamos nuestra investigaciónen
el marco de la Antracología, el panorama a nivel peninsular era
extremadamente desigual: los trabajos se concentraban en aquellos ámbitos donde la disciplina contaba con un g q o de investigación de mayor tradición, mientras que otras regiones se encontraban prácticamente desatendidas. Esta tendencia sigue constituyendo un hecho aún hoy en día, pero poco a poco se ha comenzado a trabajar en nuevas regiones y se van cubriendo los vacíos
en el mapa peninsular.
Los trabajos de campo llevados a cabo por el Departamento
de Prehistoria y Arqueología de la Universitat de Valencia se han
centrado fundamentalmente en la zona de Alicante, de donde
contábamos con abundantematerial para nuestro estudio. Cuando
llegó hasta nuestras manos gran cantidad de material procedente
de yacimientos arqueológicos y depósitos naturales del noroeste
peninsular, nos encontramos ante una gran heterogeneidad de
material, tanto geográfica como cronológicamente. Esto nos
llevó a plantear la estructura de nuestra Tesis Doctoral, iniciando
estudios antracológicos en regiones en las que apenas se contaba
con datos al respecto, en forma de análisis comparativo entre las
fachadas mediterránea y atlántica de la península Ibérica. Con
esta idea, hemos ido incorporando algunos yacimientos de otras
regiones.
En nuestro trabajo planteamos los tres objetivos básicos que
han constituido los pilares de la disciplina antracológica: metodológico, paleoecológico y paleoetnobotánico. Evidentemente, la
heterogeneidad del material analizado ha requerido una adaptación tanto de la metodología como de las vías de interpretación
de los resultados. La primera parte está dedicada a la presentación
del marco biogeográfico actual de los yacimientos, así como a
todo tipo de cuestiones metodológicas. De este modo, se presentan ampliamente las regiones en las que hemos trabajado, de las
que se recoge información geográfica, climática y de vegetación,
fundamentalmente. Consideramos este punto de primordial
importancia para la comprensión de los datos obtenidos a partir
de nuestros análisis, teniendo en cuenta la idea de que el paisaje
tal y como lo conocemos actualmente es el resultado de miles de
años de fluctuaciones climáticas y de interacción humana con su
entorno inmediato.
La metodología antracológicase encuentra en constante estado de revisión y renovación, de manera que hemos intentado
recopilar las últimas tendencias en este ámbito, además de realizar nuestra aportación con la adaptación de los mbtodos tradicionales a la problemática especifica de cada uno de los yacimientos
tratados.
También se realiza una descripción de la flora identifícada en
el carbón, incluyendo la problemática de la identificación, las
preferencias ecológicas y los usos etnográficosde cada una de las
especies que se han documentado a lo largo de la Historia. En
este capítulo hemos incidido en los problemas más frecuentes de
identificación de los taxones que aparecen en los yacimientos
arqueológicosdebido a cuestiones anatómicas, pero también queremos exponer un catálogo de alteraciones ocurridas bien por el
propio proceso de combustión, bien por procesos postdeposicionales, o por el propio estado de conservación del material; alteraciones que impiden frecuentemente la identificación botánica,
pero a cuyas causas no se presta a veces la atención requerida
para su correcta interpretación. Pensamos que la observación sistemática de estas alteracionespuede ofiecer una interesanteinformación de tipo arqueológico y etnológico, tales como las condiciones de la combustión, las tendencias en la recogida de leña,
etc.
La aplicación de nuevos metodos de análisis e interpretación
a la disciplina antracológica, nos ha llevado a la realización de
dos capítulos en los que exponemos los resultados de éstos. En el
cuarto capítulo hemos incluido los análisis de diversos depósitos
naturales de carbón, procedentes de incendios, sin relación con
yacimientos arqueológicos, lo que implica un planteamiento de
interpretación totalmente diferente. El quinto capítulo está dedicado a la disciplina de la Dendrología, que consiste en la observación de los anillos de crecimiento de los vegetales, con el fin
de extraer información de tipo ecológica y etnográfica. Hemos
aplicado esta metodología a tres yacimientos que presentaban
abundante madera de construcción de gran tamaño.
El resto del trabajo se estructura en dos grandes bloques, uno
dedicado a los yacimientos de la región Mediterránea y el otro a
los de la Eurosiberiana. Para cada uno de los bloques, comenzamos exponiendo el contexto arqueológico y la secuencia cultural
regional, ya que la totalidad del material analizado en esta parte
procede de yacimientos arqueológicos de diversa cronología.
Seguidamente, se presentan los resultados de los análisis, y una
síntesis de la secuencia de vegetación regional obtenida a través
de otros análisis paleobotánicos, ya que uno de los principales
objetivos de nuestro trabajo es la integración de los resultados
obtenidos en esta secuencia, con el fin de contrastar, corroborar o
matizar algunos de los datos existentes.
Sin embargo, en ningún momento se ha dejado de lado la
interpretación humana del registro antracológico, teniendo en
cuenta que una parte importante de éste se encuentra asociado a
contextos arqueológicos entre los que se ha documentado frecuentemente la presencia de estructuras de combustión, elementos constructivosy evidencias de otros usos especializadosde los
recursos vegetales. Desde nuestro punto de vista, la gestión del
medio vegetal en general, la explotación de las formaciones
vegetales circundantes a los lugares de actividad humana o la
selección de determinadas especies son aspectos fundamentales a
tener en cuenta para comprender la dinámica del paisaje reciente.
La última parte de nuestro trabajo sintetiza los aspectos más
relevantes de los resultados obtenidos y se orienta fundamentalmente a la discriminación de los criterios florísticos que definen
ambas regiones biogeográñcas. Ésta ha sido elaborada a partir de
nuestros datos y del conjunto de secuencias de referencia antes
descritas. Con nuestra aportación pretendemos contrastar la
información existente, sobre todo de aquellas zonas en las que
ésta era escasa.
En cuanto a las dataciones que se incluyen en el texto, se
expresan en fechas de radiocarbono (BP) si no están calibradas,
mientras que las calibradas aparecen en años reales (BC), con la
abreviatura "cal." Hemos mantenido las dataciones calibradas o
no, tal y como aparecen en la fuente original de donde han sido
tomadas.
[page-n-13]
Capítulo 1
EL MARCO BIOGEOGRAE"ICO DE LA PENÍNSULA IBERICA:
UN PEQUENO CONTINENTE DE CONTRASTES
1.1. BIOGEOGRAF~AGENEXAL DE LA
PENÍNSULA IBÉRICA. EL L~MITE
ENTRE LAS DOS REGIONES Y LOS
PISOS BIOCLIMATICOS
La Biogeogrda es una rama de la Geografia que trata sobre
la distribución de los seres vivos sobre la Tierra, es decir, de la
relación entre lo fisico y lo biótico (Rivas Martínez, 1987: 12). El
territorio de la peninsula Ibérica está dividido en dos grandes
regiones biogeográficas, Eurosiberiana y Mediterránea, desigualmente repartidas a lo largo de éste: a la región Eurosiberiana sólo
pertenecen algunas comarcas luso-galaico-cantábrico-pirenaicas,
mientras que el resto pertenece a la región Mediterránea. Éstas
regiones constituyen dos grandes unidades con rasgos climáticos,
florísticos y paisajísticos característicos y diferenciados. Uno de
los principales criterios utilizados a la hora de reconocer y delimitar las diferentes áreas biogeográficas es la cartografía de
aquellas especies que tienen una distribución territorial ligada a
un área concreta más o menos amplia, lo que se denomina "endemismos". Según este criterio, podemos afirmar que las dos regiones biogeográficas de la peninsula vienen marcadas por sendos
"elementos florísticos" eurosiberiano y mediterráneo, deñnidos
por una serie de especies vegetales con afinidades en cuanto a su
origen, exigencias ecológicas y10 coincidencia de sus áreas de
distribución (Costa et alii, 1997: 33).
La peninsula Ibérica, por su situacióny su Historia, constituye un mosaico biogeográfico en el que podemos encontrar: rasgos subtropicales vegetando en área mediterránea, un elemento
boreo-alpino acantonado en las montañas del sur de Europa
durante los Mos glaciales y otro saharo-índico, expandido con la
aridez ñnipliocénica; esto ha llevado a algunos autores a definir
la península como "un elemento relicto paleomediterráneo, de
gran significado geobotánico" (Costa et alii, 1997: 33). Por su
apertura a dos mares y los contrastes climáticos que generan sus
montañas y la altura de sus mesetas, se considera como un pequeño continente en el que están presentes más de la mitad de las
especies de plantas superiores de toda Europa, algunas de ellas de
forma exclusiva, dando lugar también a una gran diversidad de
comunidades vegetales (izco Sevillano, 1993: 7).
Como consecuencia de los cambios climáticos cuaternarios,
la línea de división entre las dos regiones biogeográfícas ha fluctuado a lo largo de la Historia, dejando en los territorios circundantes a este límite numerosos vestigios de los movimientos de la
flora y vegetación acaecidos por estos cambios (fig. 1.1).
Territorio atlAnlico + atta
mTerritoriocarpetano-aiihniico
RIVAS MARTINU
- - 1982
0Territoriosubmediterr&neo
Fig. 1.1. Limite de las dos regiones biogeogr4ficas de la península
Ibérica establecido por varios autores, a partir de Costa et alii
(1997).
[page-n-14]
S
A pesar de la importancia que adquiere el elemento floristico
para la delimitación de las dos regiones biogeográficas, el criterio más importante a este efecto es el ombroclima, ya que en la
región Mediterránea, independientemente de la cantidad de precipitación media anual, existe un periodo más o menos prolongado de aridez o sequía estival (Rivas-Marthez, 1987: 15). De este
modo, existen una serie de zonas "isla" entre las dos regiones,
que han podido variar su pertenencia a cualquiera de ellas, ante
una variación en los índices de precipitaciones acaecidos a lo
largo de la Historia. Con este criterio, algunos autores utilizan la
terminología "Iberia seca" e "Iberia húmeda", argumentando que
el principal factor modelador del paisaje en latitudes templadocálidas es el régimen hídrico (Costa et alii, 1997: 34), lo que
genera los conceptos de "mediterraneidad" frente a "atlanticidad"
u "oceaneidad".
Con el objetivo de deslindar los límites de la región
Mediterriuiea de la Eurosiberiana y la Saharo-Arábiga tomando
como criterio el ombroclima, Rivas-Marthez estableció los llamados fndices de Mediterraneidad (Im)(Rivas-Martinez, 1987:
27-28). Éstos son un cociente entre la evapotranspiración potencial (ETP) de los meses de verano y la precipitación media del
mismo periodo (P). Por ejemplo, para calcular el Im3 se toman
las medias de los meses de junio, julio y agosto, de manera que
el periodo estudiado es amplio y resulta muy significativo. Se
considera que existe una influencia mediterránea o mediterraneidad cuando el Im3 es mayor a 2,5, independientemente de la
posición geográfica del lugar analizado. En este hecho tienen una
gran influencia los factores microclimáticos y10 orográficos,
entre los cuales el relieve adquiere una importancia preponderante. Esto ha llevado a algunos autores a criticar el carácter arbitrario del establecimientode la línea divisoria entre las dos regiones
(Bolbs, 1989), y a invalidar el "principio de continuidad de áreas"
utilizado por algunas escuelas. En su lugar, el autor propone un
carácter sinuoso de la línea, quedando ésta difuminada por la
existencia de numerosas y pequeñas "islas".
Albentosa Sánchez (1991) realizó una división climhtica de
la península Ibérica en la que se aborda este límite entre las dos
grandes regiones. Dentro de la franja de contacto existe lo que el
autor denomina el "clima ocehnico de transición", que presentaría algunos matices de continentalidad respecto al oceánico propiamente dicho, provocados por el alejamiento del mar e influencia del relieve (temperaturas algo más bajas que en la costa y con
mayor amplitud anual y menores precipitaciones, concentradas
sobre todo en invierno). Pertenecen a este ámbito las cuencas del
interior de los Montes de Galicia y de la Cordillera Cantábrica,
por debajo de los 500-600 m. Por otro lado, al norte de la cuenca
del Duero, pie de la Cordillera Cantábrica, la Galicia interior en
general y la cuenca alta del Miño, se sitúa el "clima interior de
matiz continental suavizado", donde las características de continentalización anteriores se acentúan aún más.
Son varios los autores que matizan esta división de la península Ibérica en dos grandes regiones biogeográficas puesto que,
una vez definidas ambas, hay que decir que la mayor parte del
territorio peninsular presenta un carácter de transición entre ellas,
acuñándose calificativos como "zonas subatlánticas" o "submediterráneas" (Bolos, 1985), en contraste con los criterios establecidos por Rivas Marthez (1973; Rivas Marthez et alii, 1990),
que no es partidario de individualizaresta área de transición (fig.
1.1).
Los pisos bioclimáticos o termoclimáticos se definen como
"cada uno de los tipos o espacios termoclimáticos que se suceden
en una cliserie altitudinal o latitudinal" (Rivas-Martínez, 1987:
21-22; Rivas Martínez et alii, 2002) y se refieren a las variaciones climáticas y, en consecuencia, de vegetación, que genera el
relieve o, lo que es igual, la variación en altitud. Los factores termoclima y ombroclima influyen directamente en la estructura y
composición del paisaje vegetal, por lo que éste se adaptará al
medio teniendo en cuenta que, con un aumento de la altitud y la
latitud, la temperatura media anual desciende y las precipitaciones aumentan. Este sistema fue creado con el fui de facilitar la
lectura de la distribución de la vegetación definiendo su zonación
en bandas, cinturones o pisos (Ozenda, 1975; Rivas Martínez,
1981). El riesgo de heladas es también un buen indicador termoclimático, ya que a una continentalidad más acusada, la amplitud
térmica entre las medias extremas del año y la posibilidad de
heladas, aumentan. Según este modelo, en la península Ibérica
podemos encontrar cuatro pisos bioclimhticos para la región
Eurosiberiana y cinco para la Mediterránea. Sus datos climáticos
quedan resumidos en el cuadro 1.1 (Rivas Marthez, 1987: 2223), donde T se refiere a la temperatura media anual, m a la temperatura media mínima del mes más frio, M a la temperatura
media mhxima del mes más fn'o, It es el índice de termicidad, y
H son los meses en los que existe estadísticamente riesgo de heladas (Enero=I.. . Diciembre=XII).
Según la precipitación media anual (P), se pueden distinguir
en cada piso una serie de ''unidades ombroclimáticas", que ejercen una influencia directa sobre la composición de la vegetación.
Los valores de los ombroclimas de la península Ibérica están
representados en el cuadro 1.2 (Rivas Martinez, 1987: 26).
Desde su origen, este modelo se ha convertido en un paradigma de la BiogeograAa, tan asentado como criticado por otros
autores (Bolos, 1989). Éstos Últimos argumentan que sólo se basa
en los índices de tennicidad o termoclimas (calculados a partir de
la temperatura media anual y la media de las mínimas del mes
más fifo), sin tener en cuenta el criterio hídrico más que para realizar subdivisiones posteriores. Para ellos, este hecho invalida en
parte la aplicación del modelo a la región Mediterránea, donde el
factor hídrico adquiere gran importancia.
Como modelo alternativo para los climas mediterráneos, existe el propuesto anteriormente por Emberger (1933), que prima los
valores de precipitación media anual y evaporación (basadas en
las máximas del mes más cálido y en las mínimas del mes más
fn'o) para realizar una nueva clasificación de la vegetación (fig.
1.2). ksta sigue los pasos inversos al modelo de Ozenda (1975), es
decir, que el autor representó estaciones con vegetación ya conocida utilizando como coordenadas los índices propuestos y después trazó las curvas que englobaran tipos semejantes de vegetación (Emberger, 1933, citado en Costa et alii, 1997: 38).
Los yacimientos de nuestro estudio se distribuyen fundamentalmente por la franja periférica de la península Ibérica (fig. 1.3).
En la región Mediterránea, la mayor parte se encuentran en los
pisos tcrmomeditenáneoy mesomediterráneo, teniendo representados ambos extremos, oriental y occidental del primero. En la
región Eurosiberiana, los yacimientos estudiados se concentran
en el sector noroccidental de la península, desde la costa hacia el
interior, hasta el mismo límite actual de ambas regiones. Esta Última zona resulta de especial interés para delimitar los factores
orográficos y microclimáticos que delimitan el tránsito de las
formaciones vegetales típicas eurosiberianas a mediterráneas, así
como para observar los contrastes que se dan dentro de esta
extensa región desde las zonas más continentales a las costeras.
[page-n-15]
Cuadro 1.1. Valores de las temperaturas de los pisos bioclirnáticos de la península Ibérica, según Rivas-Martínez (1987).
130
Lisboa
Y 7 7
95
-----/ ; o 5
MEDITERRANEO
87.5
85
TEMPLADO
(SUBHühEDO)
Cuadro 1.2. Valores de precipitación de los ombroclimas de la
península Ibérica, según Rivas-Martínez (1987).
Soria
Las diferencias biogeográficas de las zonas en las que se
localizan los yacimientos se deben en gran medida a las condiciones de temperatura y precipitación imperantes en cada una de
ellas, que están a su vez en relación con factores como la orografía, la orientación y exposición a zonas de mayor influencia
marítima o continental, etc. La confluencia de todos estos factores puede hacer que las condiciones biogeográficas difieran por
ejemplo en las fachadas oriental y occidental del mismo piso termomediterráneo, o en ambas vertientes de una cadena montañosa. Los datos ciiiáticos de diversas estaciones meteorológicas
situadas en enclaves más o menos cercanos a los yacimientos de
estudio reflejan los contrastes que pueden producirse en regiones
cercanas, las diferencias fundamentales que existen entre las dos
grandes regiones biogeográficas, o la existencia de "islas microclimáticas" en la zona del límite entre ambas (cuadro 1.3). En las
tablas climáticas, T se refiere a la temperatura media anual, M a
la temperatura media máxima del mes más fkío, m a la temperatura media mínima del mes más fkío, It es el índice de termicidad, Dlh son los días estadísticamente libres de heladas, P es la
media anual en mm,Pv es la precipitación media
-precipitación
de verano (junio, julio y agosto) e Im3 es el indice de mediterraneidad.
Huesca
2n 6i
2
3
7
~
/
57,s
55
/ 52,s
Burgos 50
e b n
Teme
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MEDITERRÁNEO
SEMI-ARIDO
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Ciudad Real
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O
.
Y
O
2
-m
Fig. 1.2. Distribución de las unidades biociimlticas rnediterrlneas
en la península Ibérica, según Emberger (1933).
[page-n-16]
0Colino o Termotemplado
m
Moníano o Mesotemplado
Alpino y Subalpino o
Supratemplado
0Mesomediterráneo
m Supramediterráneo
u
..
m
I
Oromediterráneo y
Criomediterráneo
Fig. 1.3. Distribución de las principales zonas de estudio sobre los pisos termoclim~ticosde la península Ibkrica (Rivas-Martinez, 1987; Rivas
Martinez et alii, 2002).
Podemos observar que en las estaciones localizadas en la
actual línea divisoria entre las dos regiones biogeográficas
(Orense, Ponferrada y Villafranca del Bierzo en León, y
Monforte de Lemos y Puebla de Brollón en Lugo) localizadas en
los horizontes mesomediterráneo medio o superior, presentan un
ombroclima subhúmedo (600-1.000 mm) y contrastan con los de
L~igo,que se encuentra en la vertiente occidental de las sierras
orientales gallegas, ya en horizonte bioclimático submontano.
Los factores principales que marcan esta diferencia son: una
menor amplitud térmica entre M y m, un aumento considerable
de las precipitaciones medias anuales, así como de las estivales y
una reducción en el valor de Im3, que nos indica una lejanía de
las influencias mediterráneas.
Las diferencias se acentúan si comparamos estos enclaves
atlánticos con los de la franja costera mediterránea, destacando
los 1.908 m n de Tui y los 1965 mm de Peinador, ambos cercanos a la desembocadura del Miño, frente a valores entre 350-600
mm para las estaciones del sector oriental peninsular, o los 300200 del sudeste, donde además las precipitaciones estivales se
reducen considerablemente.
La acción reguladora del océano sobre los territorios litorales
los individualiza de zonas más interiores, sobre todo si éstos últimos se encuentran aislados por relieves marcados. De este modo,
las montañas del interior ejercen de barrera a estas condiciones,
traduciéndose de forma climática en un aumento de los contrastes térmicos y del riesgo de heladas, y un gran contraste de precipitaciones entre sus vertientes oceánicas e interiores. Así, por
ejemplo, destaca la ausencia total de riesgos de heladas en Bares
(A Coruña), en Vera (Almería) y en Aguiias (Murcia), situados en
extremos opuestos de la península, y caracterizados también por
un menor contraste entre M y m, mientras que éste contraste es
acusado en zonas del interior gallego o en las Bardenas Reales de
Navarra.
1.2, LA VEGETACIÓNDE LA PENÍNSULA
IBÉRICA. DISTRIBUCIÓN GENERAL Y
ESTRATEGIAS DE ADAPTACI~NEN LAS
DOS REGIONES BIOGEOGRAFICAS
A grandes rasgos, la presencia de dos dominios biogeográficos en la península Ibérica desemboca en la existencia de dos
estrategias bióticas en los bosques de cada territorio: en la Iberia
húmedo-atlántica dominan las especies planocaducifolias, mientras que en la mediterránea dominan los perennifolios xerofiticos
de hoja plana o acicular y periodos vegetativos largos con los que
soportan las irregularidades de las precipitaciones y de la insolación en esta región.
La región Eurosiberiana o atlántica de la península Ibérica
está representada en tres provincias corológicas: cantabro-atlántica, orocantábrica y pirenaica, aunque con el objetivo de delimitar
la zona en la que se concentran los yacimientos de nuestro estudio, nos centraremos más en la primera. En general, la vegetación
de esta zona se caracteriza fundamentalmente por los bosques
caducifolios, siendo el género Qilercirs el elemento más genuino,
desde su expansión masiva hace algo menos de 10.000 años. Sin
embargo, en los bosques atlánticos, el estrato arbóreo suele ser
pluriespecífico, aunque con una especie dominante que permite
hablar de carballedas, hayedos, melojares, encinares, abedulares,
[page-n-17]
Cuadro 1.3. Datos climhticos de algunas estaciones meteorolbgicas cercanas a los yacimientos de estudio, a partir de Rivas-Martíuez (1987) y
Medeiros (1987).
etc. (Izco Sevillano, 1987, 1993; Bellot Rodríguez, 1978; Costa
et alii, 1990). La etapa madura de estos bosques presenta un sotobosque desarrollado y umbroso; las tasas de insolación pueden
caer por debajo del 10 %, lo que da origen a la desaparición de
los arbustos y hierbas con yemas cercanas al suelo, mientras que
favorecc el dcsarrollo dc las hcrbáceas con rizoma o bulbo (Izco
Sevillano, 1993: 10).
La flora actual del sector noroccidental de la península es el
resultado de "aportaciones" de diverso origen: atlántico,
medioeuropeo, lusitano-duriense e ibero de meseta (Izco
Sevillano, 1987). El carballo o roble albar (Qirercirs robirr) es el
principal elemento atlántico; el haya (F'aprs gdvatica) lo es del
medioeuropeo, de carácter muy continental, que suple la proximidad al mar migrando por las zonas de mayor altitud de la
Cordillera Cantábrica y las sierras de Ancares, Cebreiro y Caurel,
aunque su presencia en la península es posiblemente anterior al
Holoceno (Rodríguez Guitián et alii, 1996a, 1996b; Ramil Rego,
1992; Gómez Orellana, 2002). La flora mediterránea penetra por
dos vías, una costera, que afecta a las tierras bajas del Miño-Sil y
otra interior. El alcornoque (Quercirs si~ber)caracteriza a la primera, y la carrasca (Quemis rotirndifolia) a la segunda, aunque
ésta última también puede hallarse de forma relicta en afloramientos calizos de zonas eurosiberianas próximas a las mediterráneas. La ausencia de grandes cadenas montañosas en la mayor
parte del temtorio, favorece la penetración de humedad atlántica
a tierras más interiores, y se constituye de este modo el dominio
del carbailo (Qzrercz~srvbirr). Éste se distribuye tanto por el piso
colino, acompañado de especies como el acebo, el castaño, el
fresno o los arces, como por el montano, ocupando las llanuras
lucenses denominadas Terra Chá. En la zona sudorienta1 de este
[page-n-18]
sector, ya casi en contacto con las tierras de la meseta, las sierras
de Ancares y Caurel constituyen el límite que marca el comienzo
de la continentalidad, ante la cual, el carballo da paso progresivamente al melojo (Qitercus pj)reiiaicu). Éste presenta las hojas
cubiertas por una trama de pelos estrellados con el fin de limitar
la transpiración en los periodos de déficit hídrico estival. Estas
montañas de la dorsal gallega constituyen también el hábitat más
occidental para los hayedos, que no avanzan ante una mayor
influencia oceánica (Romo Diez, 1997: 38).
El paso a las tierras interiores de la meseta viene marcado por
la pérdida progresiva de la influencia oceánica y por tanto, un
considerable aumento de la continentalidad, con una mayor
amplitud térmica e irregularidades en el régimen pluviométrico.
La especie que mejor caracteriza las tierras mediterráneas del
interior es probablemente la carrasca (Qitercits rohtítdifoliu), y se
encuentra distribuida desde los 300 hasta más de 1.000 m de altitud, tolerando inviernos cnidos, veranos calurosos y secos, y
bajos nutrientes del suelo. Por las características morfológicas de
sus hojas que tratan de evitar la transpiración, la gran producción
de fnitos o la rápida diseminación de éstos, esta especie presenta
grandes cualidades adaptativas que permiten su desarrollo en
condiciones de suelo, exposición, clima, altihid, etc. realmente
variadas. Por el contrario, no soporta un régimen excesivamente
lluvioso, en cuyo caso deja paso a los robledales, ni demasiado
frio y continental, donde la sustituyen los sabinares albares, presentes frecuentemente en las montañas interiores de la península,
junto con los pinos de montaña y los melojares. Actualmente, los
camscales se encuentran en regresión, debido fundarnentalinente a la actividad antrópica. Mientras que en la mitad occidental de
la península no aparecen más que de forma adehesada, en la
Meseta sur los cultivos han sustituido casi por completo estas formaciones (Romo Diez, 1997: 40-41 ).
En el sector sudoccidental de la península, es decir, sur de
Portugal, Andalucía occidental y Extremadura, la vegetación está
dominada por la presencia de especies típicamente mediterráneas, de hojas coriáceas y espinosas, y también por constituir el
límite más meridional para algunas especies templadas. La especie arbórea característica es el alcornoque, ocupando las zonas de
pluviosidad más elevada, sobre substratos silíceos y descalcificados, de clima templado y con precipitaciones entre 500 y 1.O00
m n anuales, aunque en general, el Algarve se caracteriza actualmente por la dominancia del algarrobo (Ceratonia siliqirrr), el
palmito (Clianiaerops hiiniilis), las jaras (Cistirs) y el pino piñonero (Piíilrs pinea), aunque éste último ha sido progresivamente
siistihiido por el pino rodeno o marítimo ( R piltaster) (Ribeiro et
alii, 198%).
En general, en toda la costa sudoccidental portuguesa se reúnen especies vegetales ligadas a las condiciones cálidas y secas
imperantes en este ámbito, entre las que se observan estrategias
adaptativas a la falta de agua, tales como las plantas carnosas,
generalmente introducidas (Agave), de hojas coriáceas (Arbirtirs
itnedo, Qirercirs cocc$zra), plantas aromáticas (Rosniariítits offciifalis), etc. Al sur del Tajo, la importancia de la flora eurosiberiana y mediterránea constituye un 29 y 46 % respectivamente
(Medeiros, 1987: 103).
El sector sudoriental peninsular se caracteriza por presentar
grandes contrastes biogeográficos, al convivir zonas montañosas
de gran pluviosidad con un importante desarrollo forestal, y las
regiones más áridas que se pueden encontrar actualmente en la
península, donde sólo se desarrollan los espartales, algunos matorrales bajos de cornicabra, araar, espino cambrón y ciertos carrascales relictos en las sierras.
. ... .
.'.. .. '.. .
Vegetación mediterránea
Flg. 1.4. Mapa de distribución de las especies vegetales de carhcter
mediterrsneo en Galicia, a partir de Serrano Cambón (1998).
Los pinares constituyen un elemento clave de la vegetación
mediterránea. Ya hemos mencionado la presencia de pino salgareño y10 albar en las zonas de montaña, y hay que señalar también la presencia de extensos pinares de pino piñonero sobre suelos arenosos de las zonas menos frías de la Meseta (Romo Diez,
1997: 39). Los bosques de pino camsco se extienden por todas
las zonas próximas al litoral mediterráneo, desde Cataluña hasta
la costa andaluza; constituyen formaciones no muy densas, que
permiten la infiltración de grandes cantidades de luz solar y el
desarrollo de un sotobosque característico, que alberga especies
como la coscoja, el lentisco, el acebuche, el palmito y numerosas
especies de labiadas, entre otras (Costa et alii, 1997: 365 y SS.).
Hasta la franja litoral y sublitoral oriental descienden también las
formaciones de carrasca1mesomediterráneasa través de las crestas de las montañas (Costa et alii, 1997: 298).
El palmito (Cl~aí~taerops
Iiuniilis) merece un comentario
especial, ya que actualmente es el Único representante europeo
autóctono de la flora terciaria dominada por las palmáceas. Se
desarrolla en zonas con ausencia de temperaturas rigurosas invernales y prefiere las lluvias escasas; con estas preferencias es un
buen indicador del piso tennomeditel~áneo.
Éste es a grandes rasgos el mosaico de formaciones vegetales
y especies dominantes que se distribuyen actualmente en la
península Ibérica. Establecer cuáles de éstas son estrictamente
características de cada región resulta más dificil. Hemos observado cómo las especies se distribuyen fundamentalmenteen fuución de las condiciones climáticas y edáficas que las favorecen,
pero dada la existencia de áreas microclimáticas y10 edáficas o
"islas", esta distribución no resulta tan estricta. Prueba de ello es
el hecho de encontrar bosques caducifolios bien desarrollados
(Iiayedos, alisedas, robledales, abedulares, etc.) en macizos montañosos de áreas cuyo macroclima es el mediterráneo (Amigo y
Romero, 1994). Es el caso de los hayedos calcícolas de los puertos de Beceite (Castellón-Tarragona), los más meridionales de la
[page-n-19]
península, donde las especies características de estas formaciones
como el
se ven sustituidas por otras de carácter submedite~~áneo
boj, la aulaga o el espliego (Costa et alii, 1997: 91). Y del mismo
modo, existen bosques perennifolios esclerófilos en ámbito atlántico (fig. 1.4) (Costa et alii, 1997: 35; Serrano Cambón, 1993: 15;
Rodríguez Guitián y Guitián Rivera, 1993).
Los recientes estudios paleobotánicos ponen a menudo de
manifiesto la presencia desde tiempos prehistóricos de algunos de
los elementos florales que se consideraban introducciones más
recientes, así como la presencia de algunas especies en dreas más
extensas que las conocemoshoy en día. Uno de los objetivos fiindamentales de nuestro trabajo es observar, a través del estudio del
carbón de diversos yacimientos distribuidos tanto en ámbito
atlántico como mediterráneo de la península Ibérica, cómo ha
influido la historia de las formaciones vegetales del pasado en su
distribución actual, y cuáles son los elementos genuinos de cada
región.
1.3. EL MEDIO BIOGEOGRÁFICO ACTUAL
DE LOS YACIMIENTOS
1.3.1. LOS YACIMIENTOS DEL SECTOR
NOROCCIDENTAL
Los yacimientos del sector noroccidental estudiados se
encuentran ampliamente distribuidos por el territorio, ocupando
enclaves biogeográficos muy diferenciados, desde la franja costera hasta las montañas interiores (fig. 1.5). Resultan de especial
interés los yacimientos situados en la zona de tránsito entre las
dos regiones biogeográficas, caso de Pala da Velita (Concdlo de
Rubiá, Biobra, Ourense), O Castelo (As Laias, Verín, Ourense) y
el perfil de Balouta (Serra dos Ancares, LeónILugo), aunque los
tres presentan características biogeográficas bien diferenciadas
entre si.
El yacimiento de Pala da Vella se encuentra situado en la vertiente sur de la Sierra de la Encina de la Lastra, a 830 m sobre el
nivel del mar, y unos 400 m sobre el río Sil (foto 1.1). La Sierra
de la Encina de la Lastra forma parte de las últimas estribaciones
de las Sierras de Ancares y Caurel, donde se encuentra el depósito natural de Balouta. Estas sierras se desarrollan entre las actuales provincias de Ourense, Lugo y León, alcanzando cotas de casi
2.000 m en los picos de Miravales (1.969), Mostallar (1.935) o
pico Cuiña (1.998). El tránsito de las tierras atlánticas a las mediterráneas se da en esta zona fundamentalmentepor el factor orográfico; el conjunto de estas sierras constituye una importante
barrera que separa las sierras centrales gallegas, de mayor
influencia atlántica, y las tierras más continentales castellanas,
aisladas por el norte de esta influencia oceánica por la Cordillera
Cantábrica (Rodríguez Guitián et alii, 1996a).
Por el contrario, la red fluvial supone un corredor natural para
las condiciones de termicidad y meditemeidad meridionales,
que suavizan la continentalidad de las tierras cercanas al valle. El
sistema Miño-Sil es la cuenca más importante de Galicia, tanto
en superficie como en caudal. La orientación del Sil coincide con
la de las principales arterias fluviales que drenan la Meseta hacia
el Atlántico, y las sierras de Queixa, Invernadeim y Caurel constituyen su principal divisoria de aguas @faz-Fierros Viqueira el
alii, 1993). Este mosaico de influencias hace que el sector noroccidental de la península se encuentre situado en un enclave de
tránsito entre diversas zonas biogeográficas, cuyo limite se
encuentra enormeniente sujeto a factores orográficos y edáficos.
Estos condicionantesorográficos se dejan notar también en la
distribución de los pisos bioclimáticos. Actualmente, el yacimiento de Pala da Vella se encuentra en el límite entre los pisos
meso y supramediterráneoy O Castelo en el mesomediterráneo.
El piso mesomediterráneomuestra una marcada dependencia con
respecto al curso del Miño-Sil, que permite la entrada de influencias oceánicas hacia el interior, bañando las tierras circundantes a
ambos yacimientos. Al siireste del valle se desarrolla el piso
supramediterráneo que cubre gran parte de la Submeseta Norte.
Las montañas de Ancares y Caurel, así como la Cordillera
Cantábrica, pertenecen al piso montano, ya de la región
Eurosiberiana. También penetra por el valle del Miño la influencia oceánica, que se traduce en una extensión del piso colino
hacia el interior.
El substrato general de todo el sector noroccidental es ácido,
altemando pizarras y cuarcitas fundamentalmente, pero en la
zona más sudoriental se dan varios afloramientos calizos (IGME,
1981, 1982). La mayor permeabilidad de estos materiales calcáreos permite la formación de acuiferos de cierta importancia en
los aluviones y terrazas del Sil, así como la escasa fluctuación
estaciona1 del nivel de inundación del río. Esta percolación del
agua es también la responsable de la formación del sistema kárstic0 que se desarrolla en estas sierras y que da lugar a numerosas
cavidades y abrigos naturales, que reciben en esta región el nombre de "palas" (Femández Rodríguez et alii, 1996). El factor edáfico es también un condicionante fundamental de la distribución
de ciertas especies vegetales en la región.
La dinámica actual de la vegetación en el área del valle del
Sil y zona montañosa oriental gallega se encuentra totalmente
condicionada por este mosaico de influencias de tipo oceánico y
mediterráneo que provoca la orografía del terreno (Costa et alii,
1997: 288-289; Guitián et crlii, 1992). El valle del Sil y las zonas
próximas a éste se encuentran ocupadas por formaciones arbustivas que constituyen las orlas de los verdaderos bosques de melojo y encina, con la presencia esporádica de alcornoque o carrasca
(Ortiz et alii, 1991). En el sistema Ancares-Caurel, los encinares
se encuentran relegados únicamente a algunos afloramientos calcáreos, con una menor presencia de elementos mediterráneos que
en las tierras inmediatas al valle del Sil. Por ejemplo, especies
como Daphne giridíirnr, Pistacia terebi~ttltirs,Arbirtirs irnedo,
Plrillyrea an~rsfifolia,Osyris alba o Asparagus acirtifoliirs, aparecen en el Caurel, pero ya no en los Ancares (Costa et alii, 1997:
289). Rigueiro Rodríguez (1997) opina que este desarrollo tan
localizado tiene carácter relicto de épocas de mayor xericidad.
Los melojares de este sistema se desarrollan por toda la franja de
contacto con la región Eurosiberiana, de la que toman algunos
elementos como Uex eirropaeirs, Litlzodora d ~ ~ t r sMercrrrialis
a,
perennis, Polysticltirm setiferirm, Eiphorbin anrygdaloides,
Melittis ntel~~sophyli~nr,
etc., que ya no se adentran más en ámbito mediterráneo.
Al otro lado del Sil, en la vertiente sur, los macizos de Queixe
y Manzaneda alcanzan también cotas de hasta 1.800 m. Esta zona
presenta aún un marcado carácter atlántico, con presencia entre
los melojares de especies como Qire~cirsrobin: Ilex aqirifoliirnr o
Cog>Iirsavellana en la vertiente occidental (Costa et alii, 1997:
232-233; Torres Luna et alii, 1993).
Para la zona litoral contamos con dos yacimientos: el depósito natural de Mougás (Oia, Pontevedra) y la villa romana de
Noville (El Ferrol, A Coruña), ambos cercanos a la actual línea de
[page-n-20]
Fig. 1.5. Mapa ñsico del sector noroccidental de la península Ibérica con la situación de los yacimientos estudiados y de los principales elementos orogrhficos.
costa. Esta costa atlántica se caracteriza por su carácter accidentado de origen fundamentalmente tectónico, donde las rías son
los principales elementos del paisaje (Pérez Alberti, 1986a y b;
Diez, 1996). Estas áreas litorales son actualmenteunas de las más
antropizadas del noroeste peninsular, debido a una concentración
masiva de la población en estos territorios desde tiempos prehis-
Foto 1.1. Paisaje actual del yacimiento de Pala da Veiia
(foto Y. Carrión).
tóricos, por el carácter más benigno del clima h n t e a las zonas
interiores. Esta antropización se deja notar, no sólo en la deforestación provocada por el poblamiento y las actividades agropecuarias, sino también por la repoblación masiva de Ezrcnliptrrs
globrrhrs, Pinzrs rndintn y Pinirs pi~taster(Izco, 1987, 1996). La
mayor parte del territorio costero atlántico está actualmente
cubierto por brezales, entre los que tienen también gran peso
Qrrercrrs roblir conio elemento arbóreo (Díaz-Fernández et nlii,
1995), así como numerosas formaciones de carácter mediterráneo
en su zona más meridional, coino es el caso de los encinares,
alcornocales, lauredas o melojares, que albergan especies como
Arbltria rniedo, Osyriir nlbn, Rltamnzrs rilrrtent~is,Olecr errropnen
o S~ililnsnspercr, entre otras (Serrano Cambón, 1993). En esta
zona adquieren también gran importancia las formaciones de
Iiumedales, entre las que destacan Sulix ntroci~ieren,Frr~~igirln
nllirrs y Ul~nirsglctbrn (Izco, 1987), así como las formaciones
sobre playas, dunas, marismas y otros medios litorales afectados
directamente por la salinidad (Guitián Rivera, 1989).
Otro grupo de yacimientos estudiados se localiza en las denominadas Sierras Septentrionales de Lugo (Ramil-Rego, 1992). Se
trata de los yaciniientos arqueológicos de Xestido 111 (Abadín,
Lugo) y prado do lnfemo ( M ~ ~ ~ s , - L Uy~del
O ) ,depósito natural
de Frexulfe (Ferreira do Valadouro, Lugo). Estas sierras confor-
[page-n-21]
man el límite más occidental de los Montes Galaico-Asturianos,
que constituyen la separación natural entre las zonas litorales y
sublitorales cantábricas y la meseta de Lugo y alcanzan altitudes
de algo más de 1.O00 m en las cimas de su eje principal, la Serra
do Xistral. Constituyen a d e b una vía de migración de muchos
elementos de vegetación medioeuropeos, que siguiendo las cotas
más altas de las sierras, buscan una "compensación altitudinal" al
descenso en latitud que experimentan (Ramil-Rego, 1992).
Geológicamente, se trata de una zona de dominio granítico,
aunque existe relativa variedad al estar rodeada de cumbres cuarcíticas y dominios de gneises en las plataformas aplanadas de
transición a los valles interiores (López Cordeiro, 2002: 62). El
predominio de los substratos graníticos hace que el paisaje esté
articulado en domos graníticos con áreas lacustres intercaladas.
La red fluvial discunre muy encajada por la naturaleza de este
substrato, así como por formaciones del relieve resultante de la
acción glaciar (Arce Duarte, 1978; Pérez Alberti, 1986b: 26-28).
La Sena do Xistral hace de divisoria de aguas entre la red fluvial cantábrica y la atlántica, ésta última representada fundamentalmente en los sistemas del Eume y el Miño (Losa Quintana,
1973; Vales, 1993). A su vez, el río Eume sirve de división natural entre las sierras de Xistral y la Carba, y su curso alto discurre
encajado entre A Balsa y Muras, donde se localiza el abrigo rocoso de Prado do Inferno, en una ladera a 520 m de altitud, rodeado por otros relieves mayores, aunque suaves (Montouto, 807 m;
Peñote, 882 m; Mosqueiros, 646 m).
También en la Serra do Xistral, a 611 m de altitud, se encuentra el yacimiento de Xestido Iii, localizado en un enclave de
fondo de valle, en una pequeña elevación que sirve de vía natural
entre los dos extremos del río, rodeado de medios turbosos
(Ramil Soneira et alii, 1991; Ramil-Rego, 1992: 127). La vegetación actual del lugar está dominada por los brezales, aunque en
las vertientes umbrosas aún se desarrollan formaciones caducifolias densas. Las formaciones de ribera, con gran entidad en el
entorno del yacimiento, están dominadas por Corylirs avellana,
AInirs gl~rtinosay Bettrlaptrbesceiis(Ramil Soneira et alii, 1991).
Más cerca de la costa y en el valle del río Ouro (que desemboca cerca de la ría de Foz), se encuentra el depósito natural de
Frexulfe. En esta zona, las Sierras Septentrionales van perdiendo
altitud progresivamente hacia su vertiente cantábrica.
Más al sur, en el monte da Croa, se encuentra el yacimiento
arqueológico de la Cova da Valiña (Castroverde,Lugo), a caballo
entre la meseta de Lugo y las Sierras Orientales gallegas, cuyas
últimas estribaciones enmarcan las tierras bajas de la meseta. El
yacimiento se localiza sobre un afloramiento calizo, en una ladera a 20 m sobre el río Valiña, y a 620 sobre el nivel del mar (Llana
Rodríguez y Soto Barreiro, 1991; Llana Rodríguez et alii, 1991;
Guitián Rivera, 1993).
La barrera que constituyen las Sierras Septentrionales, tanto
por su orientación más o menos paralela a la costa como por su
altitud, condicionan en gran medida la biogeografia de la región.
La mayor parte de este territorio se integra dentro del piso bioclimático colino, que se extiende desde el nivel del mar hasta los
1.000 m en algunos enclaves de estas sierras, favorecido por la
influencia oceánica. En las vertientes interiores de las sierras.
hacia la meseta de Lugo, comienza el piso montano. En general,
las Sierras Septentrionales lucenses constituyen las Últimas estribaciones de las vías migratorias de numerosas especies eurosiberianas procedentes del continente, que alcanzan su límite más
occidental en estos enclaves montañosos (Ramii-Rego, 1992: 2021) y entre las que se encuentran Fagrrs gvatica, Qiierciis
petraea, Fraxiniis excelsior: Salir caprea, Taxtrs baccata, Ulnius
glabra o Vaccinium irliginosiim (Izco, 1987). Del mismo modo,
se conocen las vías de migración de la flora mediterránea hasta
estos enclaves tan septentrionales, a través de los valles fluviales
que discurren de sur a norte, y a través del sector noroccidental
de la meseta.
1.3.2. LOS YACIMIENTOS DEL SECTOR ORIENTAL
Para la zona oriental de la península, contamos con tres yacimientos arqueológicos localizados en el piso mesomediterráneo:
la Cova de Santa Maira, el Abric de La Falguera y el Mas d'Is
(fig. 1.6). A grandes rasgos, éstos constituyen la zona de cabecera del valle del río Alcoi o Serpis. Se trata de una serie de pequeños valles que confluyen en la denominada "hoya de Alcoi", originada por una falla y por la que discurre el río principal. En su
cabecera, este río se denomina Polop, que unos pocos kilómetros
más adelante confluye con el río Bamell; a su llegada a Alcoi y
tras incorporar las aguas del Molinar, el Polop-Bamell recibe el
nombre de río Alcoi o Serpis (Bernabé Maestre, 1975). El
Barxell-Polop constituye un valle alto en el que se asienta actualmente un hábitat disperso dominado por masías y explotaciones
de secano entre las que destacan el cereal, el olivo y la vid.
El Abric de La Falguera o Falaguera (Alcoi, Alacant) se
encuentra situado sobre una de las paredes del llamado Barranc
de les Coves, sobre la cabecera del río Polop. El conjunto de este
río y sus bamuicos tributarios constituyen las estribaciones más
septentrionales del parque natural del Carrasca1 de la Font Roja
(Mapa Geológico IGME, 820 y 821). El citado barranco se desarrolla a lo largo de aproximadamente 350 m en dirección SENW,a una altitud media de 850-900 m sobre el nivel del mar; está
delimitado por abruptas paredes verticales, que llegan a alcanzar
20 m de altura en algunas zonas, condicionantes orográficos que
determinan el desarrollo de la vegetación diferencial del fondo
con respecto a zonas más altas o de ladera. La red de barrancos
que se encajan en la vertiente derecha del Polop se encuentra
actualmente inactiva durante la mayor parte del año, pero constituyen enclaves húmedos y sombreados en cuyo fondo se desarrolla una vegetación muy característica. El Barranc de les Coves
(foto 1.2) se encuentra totalmente colonizado por una densa formación entre la que destacan por su abundancia la carrasca
(Qirercirs rotimdifolia) y el pino carrasco (Pinlrs halepe~tsis)con
presencia de algún fresno (Frasinlrs oni~rs),higuera (Ficirs cal+
ca) y cerezo silvestre (hmiirs aviion). El cortejo arbustivo que
acompaña a este estrato arbóreo está formado fundamentalmente
por coscoja (Qirerciis coccifea), sabina (hrniper~rsphoenicea),
romero (Rosniaii1nis oflcinalis), aliaga morisca (Ules pa~vzjio1.11s)y jaras (Cistirs albidrs); también están presentes algunas lianas y trepadoras, como la hiedra ( M e r a Aelix) o la rubia (Rubia
peregr-ina). La vegetación arbórea se localiza exclusivamente en
el fondo del barranco y ésta contrasta con las vertientes más
expuestas a la insolación, en las que sólo se desarrolla un matorral bastante degradado, algunas de ellas abancaladas y ocupadas
por cultivos.
Las vertientes de estos barrancos constituyen las últimas estribaciones septentrionales del parque natural de la Font Roja, cuya
cumbre alcanza los 1.200 m de altitud, y donde se desarrolla una
densa formación supramediterránea dominada por el quejigo
(Qirerciis faginea) y otras especies caducifolias (Costa et alii,
1997). Este enclave es considerado un refugio de vegetación, al
tratarse de uno de los pocos vestigios de formaciones caducifolias
[page-n-22]
que se encuentran en la actualidad en esta zona (Costa, 1986).
El conjunto de les Coves de Santa Maira se encuentra situado en la solana de la sierra de Alfaro, en la comarca de La Marina
Alta. La cueva se sitúa a 640 m de altitud sobre el nivel del mar
y a 35 m sobre el nivel del barranco de Famorca, formando parte
del conjunto del río Gorgos. Al norte y suroeste de la cueva se
alinean las sierras de Alfaro y Serrella, de 1.166 y 1.35 1 m de
altihid respectivamente, mientras que al siideste, los relieves no
sobrepasan los 1.O00 m y se escalonan hasta la cuenca baja del
Gorgos. El yacimiento se encuentra en el piso mesomediterráneo
inferior, en una zona donde la red de barrancos permite la entrada de condiciones más cálidas de la costa a estas tierras interiores. En cuanto a las formaciones vegetales, la zona se encuentra
igualmente en series de vegetación dominadas por la carrasca,
pero presentan otro elemento más termófilo, como es el lentisco
(foto 1.3). Efectivaniente, el fondo del barranco aparece cubierto por una vegetación típica mediterránea, encabezada por la
carrasca, la coscoja, el lentisco (Pistacia le~ztisctrs)y adelfas
(Neriunz olennder), mientras las abruptas paredes que lo enmarcan se encuentran prhcticamente despobladas de vegetación,
puesto que su escaso desarrollo edáfico apenas permite el asentamiento de algunos enebros. Por lo tanto, de nuevo la particular
orografia del barranco marca un desarrollo diferencial de la
cubierta vegetal.
El yacimiento al aire libre del Mas d71s(Pendguila, Alacant),
ocupa una terraza de la cabecera del río PenBguila, donde se desarrolla una antigua plataforma fluvial cortada hoy en día por
barrancos profundamente encajados, resultado de intensos procesos erosivos que resultan especialmente efectivos sobre el substrato margoso de la zona, y que han dado lugar al paraje conocido como Les Puntes (Bernabeu et alii, 2002) (foto 1.4). El yacimiento se localiza a unos 610 metros de altitud y ocupa uno de
estos tramos de la antigiia plataforma, de unas 10 I~ectáreas.
Actualmente, la zona se encuentra intensamente explotada agrí-
Fig. 1.6. Mapa físico del sector oriental de la penfnsula Ibérica con la situación de los yacimientos estudiados y de los principales
elementos orogrificos.
Foto 1.2. Paisaje actual del Barranc de les Coves y del entorno del
Abric de La Fatguera (foto Y. Carrión).
Foto 1.3. Paisaje actual del yacimiento de Santa Maira
(foto C. I7erdasco).
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áreas recientemente recolonizadas, está compuesto por romero,
jaras (Cistirs albidrs), Ge~tistoy UIes pan~ijlorzrsentre otras
leguminosas, Lavandirla, Daplrire gnidizinr, Ezphorbia, Rublrs,
fllj?nlzrs,etc. Asociadas a los fondos de barranco aparecen algunas agrupaciones de chopos, adelfas y juncos.
1.3.3. EL SECTOR SUDORIENTAL
Foto 1.4. Vista abrea de Les Pontes del n o Alcoi.
colamente, y son pocos los enclaves que conservan algo de la
vegetación nahiral del lugar, correspondiente en la mayor parte
de los casos a fondos de barranco, pendientes pronunciadas no
aptas para el cultivo y lindes de campos. La vegetación natural
que se puede observar en estos enclaves está dominada por la
carrasca y el pino carrasco en aqiiellas zonas en las que se conserva más intacta, coincidiendo generalmente con las vertientes y
fondos de barranco (foto 1.5). Estas especies se acompañan de un
matorral arbustivo alto compuesto fundamentalmentepor majuelo (Cratnegirs nronog)jnn),coscoja y Rosn sp., foinlaciones que
dominan en solitario en todos los lindes de los campos de ciiltivo. El matorral más bajo, que se desarrolla sobre todo en las vertientes escarpadas de los barrancos y coino vegetación pionera en
Foto 1.5. Paisaje actunl del entorno del yacimiento del Mas d'1s
(foto Y. Carribn).
El sudeste peninsular se caracteriza por ser uno de los ámbitos más áridos de Europa (las precipitaciones no superan los 350
mm anuales, salvo en las zonas montañosas, donde pueden alcanzar 750 mm). El efecto de los episodios glaciales se dejó sentir de
forma mucho más tenue en todo el sur de la península Ibérica,
donde se refugiaron las especies más cálidas, hecho que ha inarcado la historia de las formaciones vegetales de esta zona hasta la
achialidad.
El yacimiento de Fuente Aiaiiio se encuentra sihiado en una
zona de media ladera, a unos 250 in de altitud en las estribaciones de la Sierra de Alniagro, en la vertiente izquierda del río
Almanzora. El yacimiento está rodeado casi en su totalidad por
sistemas montañosos más elevados (esíribaciones de las sierras
de Los Filabres, Almagro y Almagrera, y algo más al sur, la
Cabrera). Estas sierras pertenecen al ComplejoAlpiijárride, único
representante de la cordillera Bética en esta zona de la depresión
de Vera y la cuenca del Almanzora (fig. 1.7). En la actualidad, el
paisaje está bastante antropizado por cultivos, de cítricos y granados fi~ndamentalmente.
La vegetación natural dominante en las
cimas y vertientes rocosas está co~iipuestapor un matorral estepario de Arfe~riisio,Osyris, tomillos, jaras, Arrtlijjllis cyrisoides y
Stiycr terrocissin~a.
Las zonas de piedemonte, más áridas y salinas,
están cubiertas fi~ndanientalmentepor formaciones de Atriplex
Ircrli~rilrs(foto 1.6). La vegetación de las ramblas, inactivas durante la mayor parte del año, constituye un mosaico en el que los
fondos están citbiertos de adelfas, enmarcados en las orillas por
Tanmr.i~(Castro Nogiteira, 1982).
Sin embargo, considerar que la vegetación climácica del sector almeriense no ha podido conteniplar el desarrollo arbóreo más
que en algunas sierras, es una idea atacada por diversos autores
(García Latorre y Garcia Latorre, 1996a, b, c y d; Manuel y Gil,
1998). La Sierra de Cabrera, sih~adaal sur de nuestra zona de
estudio, constihiye un caso muy interesante en cuanto a su cobertusa vegetal, pues alberga formaciones relictas en enclaves muy
Foto 1.6. Paisaje actual del entorno de Fuente Alamo
(Schubart et al¡¡, 2000).
[page-n-24]
Fig. 1.7. Mapa físico del sector sudoriental de la península Ibérica con la situación de Fuente Álamo y otros yacimientos arghricos citados
en el texto.
puntuales que o h c e n condiciones biogeográficas diferentes a los
territorios semiáridos dominantes: en la solana, fundamentalmente silícea, se ha localizado una formación de alcornoques
(Qzrercus slrber) entre los 600 y 750 m, que constituían un denso
bosque antes de su explotación intensiva para las actividades
mineras durante el siglo XIX (Garcia Latorre y Garcia Latorre,
1996b; Sánchez Picón, 1996); y en la vertiente de umbría, de
substrato calizo, existe actualmente una población de quejigos
(Querclrsfaginea), especie poco común para esta zona de alta aridez, que se desarrolla sobre todo en fondos de barranco, acompañada de especies termófilas como el palmito (Cllnnlaerops 11zoni-
Foto 1.7. Pinares de Pinrcs halepensis cercanos al yacimiento de
Fuente Álamo (Schubart et alii, 2000).
lis), el algarrobo (Ceratonin siliqirn) o la coscoja (Garcia Latorre
y Garcia Latorre 1996a). En general, la documentación medieval
y moderna habla de la existencia hasta bien entrado el siglo XIX
de bosques de pinos, encinas, madroños y alcornoques (Manuel y
Gil, 1998: 77). En la actualidad aún se asientan algunos bosquetes de pino carrasco entre la que se pueden encontrar algunas
especies arbustivas (lentisco, coscoja, romero, etc.) en las vertientes orientadas al norte (foto 1.7).
1.3.4. EL SECTOR SUDOCCIDENTAL
La necrópolis de Alcalar se encuentra a unos 50 m de altitud,
como la mayor parte de los relieves cercanos a ésta, con la excepción de la Sierra de Monchique, situada más al norte, que supera
los 1.000 m. El arco formado por las Sierras de Monchique y
Caldeir20 enmarcan biogeográfícamente la provincia del
Algarve, dominada por llanuras litorales y donde se encuentran
las áreas con los índices de precipitación más bajos de toda la
costa atlántica peninsular (Ribeiro et alii, 1987a y b) a pesar de
que los fondos de valle, situados prácticamente al nivel del mar
(unos 10 m), se convierten en corredores por los que penetran las
infiuencias de la costa (fig. 1.8).
El medio más próximo al yacimiento presenta en la actualidad un aspecto muy antropizado, al hacerse patente la reiterada
explotación agrícola en la zona, facilitada por la suave orografia
del terreno. Sin embargo, la mayor parte de los campos de cultivo que lo rodean se encuentran en estado de abandono y están
comenzando a ser recolonizados por la vegetación, que había
quedado reducida a las márgenes de los campos y a algunos relieves algo más impracticables para el cultivo. Al este del yacimiento, los valles muestran también evidencias de actividades
[page-n-25]
ganaderas: los fondos están cubiertos de pastos, mientras que la
vegetación arbustiva de las vertientes presenta indicios de haber
sufrido el ramoneo continuado del ganado. La vegetación actual
del entorno muestra un matorral bastante degradado por la deforestación antrópica para la puesta en cultivo de la zona (foto 1.8).
Ésta esta dominada por Qirercirs coccifra, Pistacia lentiscirs,
varias especies de jara (Cistirs albinirs, C. monspelliensis y C.
sah~ifoliirs), Rhanltlnus alaternrrs, Phillyrea arrgtrstifolia,
Jirniperirsphoenicea, Qirercirs rohrndifolia, Chanraerops hirntilis,
Arbirhts irnedo, etc. y un denso matorral bajo que presenta gran
cantidad de especies de leguminosas y labiadas. Este matorral se
hace más denso y alto, alcanzando un porte casi impenetrable de
hasta 2 m de altura, hacia la cima de las colinas situadas al este,
donde la actividad agrícola es más escasa. El olivo es el elemento dominante en los cultivos.
1.3.5. EL SECTOR OCCIDENTAL
Fig. 1.8. Mapa físico de los sectores sudoccidental y occidental de la
península Ibérica, con la distribución de los yacimientos
estudiados.
Foto 1.8. Paisaje actual del entorno de la necrópolis de Alcalar
(foto Y. Carrión).
En la vertiente más occidental y septentrional de la franja termomediterránea de la península se encuentran situados los yacimientos de Ponta da Passadeira marreiro, Setúbal) y Vale Pincel
1 (Sines) (fig. 1.8). Ambos se localizan en el piso termomediterráneo, justo en la franja litoral arenosa. El yacimiento arqueológico de Ponta da Passadeira se localiza sobre el cordón arenoso
de la margen izquierda del estuario del río Tajo (foto 1.9). Esta
zona ha suñido en los últimos años el continuo avance del río
sobre el cordón dunar, lo que ha originado procesos de erosión
intensa sobre la plataforma arenosa. Se calcula que en los últimos
50 años se puede haber perdido al menos una decena de metros.
El yacimiento de Vale Pincel 1 se sitúa sobre una plataforma arenosa en la franja litoral del Alentejo.
Estos yacimientos se encuentran en lo que algunos autores
denominan el dominio florístico del Alentejo occidental (Ribeiro
et alii, 1987b: 548), que coincide con una estrecha franja a lo
largo del litoral central portugués. Este dominio se encuentra subdividido en dos zonas: al norte del Tajo, abundan los afloramientos calcáreos en los que Olea eitropaea desempeña un importante papel, mientras que al sur, en las vastas planicies arenosas litorales, dominan Pinirs pinea y r! pinaster, aunque en general, el
estrato arbóreo es poco frecuente en esta zona, siendo más común
un matorral alto dominado por géneros como Cishrs,
Heliantlrenltlrrni, Jimiperlrs, E~ica,W, etc. En la franja inmedia-
Foto 1.9. Paisaje actual del entorno del estuario del Tajo, donde se
ubica el yacimiento de Ponta da Passadeira (Soares, 1996).
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tamente interior, se evidencia la influencia directa oceánica en
una mayor humedad, con la progresiva desaparición de las citadas especies de pino.
Este dominio florístico está encabezado por elementos meditemineos, abundantes sobre todo en la franja más meridional y en
las zonas litorales en que la estación de sequía dura más de dos
meses, favorecidas no sólo por los condicionantes climáticos,
sino también por la naturaleza de los suelos. Así, según el factor
climhtico, los porcentajes de elementos atlánticos y mediterráneos en la zona comprendida entre el Montego y el Tajo son del 38
y 42 % respectivamente, mientras que al sur del Tajo presentan el
29 y 46 %. Pero entre el Montego y el Tajo, las especies mediterráneas alcanzan un 56 % en los substratos calcáreos (Ribeiro et
alii, 1987b: 580). Una de las formaciones vegetales más características de la zona son los matorrales denominados "matagal" o
maquis: se trata de formaciones compuestas fundamentalmente
por arbustos de hoja perenne, distribuidos de forma tan densa que
no permiten el desarrollo de otras plantas anuales de pequeño
porte. Algunas de estas formaciones están formadas casi exclusivamente por un género, entre los que son fiecuentes las jaras o
leguminosas.
1.3.6. LAS BARDENAS REALES
El yacimiento megalítico de Tres Montes (Bardenas Reales,
Navarra), se encuentra situado cerca de la población de Tudela y
del río Ebro, a 370 m de altitud sobre un pequeño cerro testigo
entre los campos de cereales de lo que se conoce como la Bardena
Tabular (ElóseguiAldasoro y UrsÚa Sesma, 1994). El término de
"bardenas" parece hacer mención a las zonas bajas de pasto,
designadaspor el vocablo aragonés 'pardina". Éstas se dividen en
varias zonas diferenciadas, entre las que son más conocidas la
Bardena Blanca, la Bardena Negra, Lanzaduria o el Plano.
Concretamente, el yacimiento de Tres Montes se sitúa entre las
bardenas Blanca y Negra, cerca de la intersección del Barranco
de Tudela y el Val de Santa Catalina, que confoman un tramo de
la antigua Cañada Real de Montes de Cierzo a Ejea (fig. 1.9)
(Elósegui Aldasoro et alii, 1990).
El medio biogeográfico de las Bardenas está muy condicionado por su situación geográfica, ya que se encuentra bajo
influencia mediterránea muy continental, con precipitaciones
escasas e irregulares (entre 400 y 500 mm anuales), un largo
periodo de sequía estival e inviernos ftíos, factores que le confieren un aspecto estepario y subdesértico. Las temperaturas presentan máximos estivales de hasta 40" C, y minimas de -5". El
carácter torrencial de las lluvias genera fuertes procesos erosivos
y una escorrentía superficial que no apoyan el desarrollo de las
formaciones vegetales. Sin embargo, una de las características
topográficas más espectaculares de las Bardenas es precisamente
la erosión diferencial de las arcillas y las areniscas que componen
el substrato geológico de la zona. Las capas de areniscas cementadas que formaban parte de las antiguas terrazas fluviales son
más resistentes a la erosión que las arcillas, por lo que dan lugar
a planos colgados, cerros testigos, cabezos, mesas y multitud de
relieves tabulares cortados por barrancos y paleocanales.
Fig. 1.9. Mapa físico de las Bardenas Reales de Navarra, con la situación del dolmen de %es Montes.
[page-n-27]
1.4. UN COMENTARIO A LA VEGETACI~N
POTENCIAL
Foto 1.10. Paisaje actual del entorno del dolmen de Tres Montes
(foto J. Sesma).
La vegetación es poco densa en la mayor parte de la zona,
aunque se distinguen numerosas unidades perfectamente adaptadas a los diferentes medios de las Bardenas. El cerro de Tres
Montes se encuentra colonizado por romerales y tomillares, siendo ésta la vegetación natural que ocupa la mayor parte del territorio, sobre todo en zonas de ladera y suelos pedregosos, aunque
se ha extendido aún más por acción de tala y pastoreo (foto 1.10).
Se trata de un matorral bajo y poco denso, compuesto por
Ros~~im.irizrs
oficinalis, Linzrni si~fizrticoszini, leguminosas y
varias especies de jaras (Heliantl~e~~izrni
cinereirni szrbsp. nrbeIlirni, H. pil/os~rlii,Fzrniaria ericoides, E tlij71ilflo.n) (Elósegui
Aldasoro y Ursúa Sesiiia, 1994). En laderas orientadas al norte,
puede aparecer el boj entre estos romerales. En los fondos de
barrancos que cruzan toda la Bardena Blanca en dirección NESO, se asientan fom~acionesdominadas por Ta~nalixcanarie~~sis,
adaptadas a las condiciones de salinidad y de arrastre de arenas
que provocan las avenidas toreenciales. Éstas se acompañan de
juncales y pastos, y en las zonas en las que existe ima mayor acumulación de sal, éstos dejan paso a una vegetación adaptada a
saladares y espartales, entre los que se puede encontrar especies
coino Szraeda brevifolia, A~iples-hnliniirs, Salicor7iia mr~~osissinia, Salsola iterrliiculatln,Arten~isiaherba-alba y varias especies
del género Limoniirnl.
Sólo en algunos enclaves de las Bardenas se desarrolla la
vegetación arbórea, compuesta fundamentalmentepor pinares, y
arbustiva alta, de coscoja. Los pinares de pino carrasco se desarrollan únicamente en las laderas de la Bardena Negra y el
Vedado de Eguaras, que coinciden con los enclaves de máxima
precipitación media anual (por encima de 500 mm). Los pinares
son poco densos, y permiten el desarrollo de un estrato arbustivo
muy rico, entre el que destacan Qzrercirs cocc!fera, RRlíanirs
Iycioides, Pliillyrea cr~grstifolia,Rlianinirs crlate17tirs. Jririiperirs
ox~?cedrirs,Jliriiperirs plioeniceae y Pistacia lentisczrs. Sólo en
algunas zonas con orientación al norte y suelos más profundos
quedan algunos ejemplares de carrasca y quejigo, con la presencia de madroño y otras especies propias del carrascal.
El sistema de clasificación de los pisos bioclimáticos de
Rivas-Maetínez (1 987) se ha convertido en uno de los principales
criterios a la hora de delimitar las "series de vegetación", d e f í das como "cada una de las unidades geobotánicas sucesionistas y
paisajísticas que tratan de expresar todo el conjunto de comunidades vegetales que pueden hallarse en unos espacios teselares
afines como resiiltado del proceso de sucesión, lo que incluye
tanto los tipos de vegetación representativos de la etapa madura
del ecosistema vegetal como las comunidades iniciales o subseriales qiie las reemplazan" (Rivas-Martínez, 1987: 12). La vegetación climácica o potencial es aquella que presenta una perfecta
integración con el medio en el que se asienta (temperatura,humedad, insolación, suelo, fauna, etc.), de manera que si no recibe
influencia externa que impida su desarrollo, es estable y se considera la Última etapa de la sucesión (Climent, 1985). Sin embargo, este sistema ha recibido nun~erosascríticas en cuanto a su
aplicación real a la evolución de las formaciones vegetales.
Realmente, los sistemas de clasificación basados en los pisos
bioclimáticos presentan ciertas ventajas organizativas y actualmente se sigue utilizando el término "piso de vegetación" en sentido amplio. Sin embargo, estos conceptos deben ser matizados,
sobre todo a la hora de aplicarlos de forma rígida a la realidad. En
nuestra opinión, los datos empíricos obtenidos a partir de sucesivos estudios paleobotánicos, desmienten frecuentemente (o al
menos matizan) la aplicación del modelo. Hemos considerado
oportuno presentar a grandes rasgos las series de vegetación
dadas para nuestras zonas de estudio y convertirlas en un elemento cuya validez cuestionar a la luz de los nuevos datos que
ofrecemos, como se planteará de nuevo en los correspondientes
capítulos de síntesis de los resultados de ambas regiones.
En el sector noroccidental de la peilínsula Ibérica, las series
dominantes son las de robledales; concretamente, las series del
melojo (Qzrercirs pj)renoica) de la región Eiirosiberiana se desarrollan por áreas cuyo clima presenta un matiz mediterráneo de
sequía estival. Aparecen en la Galicia eurosiberiana más continental (Ancares y Caurel), continuando por la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica y los valles del Navia y Narcea en
la vertiente septentrional (fig. 1.10). Es el caso de la serie supramesomediterránea salmantina y leonesa subhúmeda silicícola del
roble inelojo (Qirercrrs pj~reriaica), Geriisto falcatae-Qrierceto
pjs'ennicae signietinit, donde se encuentra situado el yacimiento
de Pala da Vella, y cuyas etapas de sucesión dan lugar a un matorral denso de especies de Cytiszrs, Genista y Pte~-iniirniaqirili1111111.
Coincidiendo con el valle del Sil, desde su unión con el Miño
hasta su inflexión en la confliiencia con el río Cabrera, se desarrolla en una estracha franja la serie supra-mesomediterránea
orensana subhúmeda-húmeda silicícola del alcornoqiie
(Pl~~sosperino
coi7iirbie1ise-Querceto subei-is signzetirn~). Este
dato es importante en la medida en que marca la penetración de
la influencia mediterránea desde la costa al interior a través de los
valles fluviales, un punto clave para comprender la distribución
de las formaciones vegetales actiiales y en el pasado en esta zona.
Hacia el noroeste y coincidiendo con la vertiente sur-sureste
de las sierras de Ancares y Caurel, se extiende la serie montanocolina orocantábrica acidófíla del roble melojo (Linario trionritl~opliorae-Qzrerceto
pj?reliaicnesignietzrnl). El matorral resultante de sil degradación estaría constituido por Erica nragonensis,
[page-n-28]
W-
SERIES
PISO
1 Rtrsco aculeati-Quercetum roboris
Colino
2 Senecio bayonensis-Alnetum glirtinosae
Colino
3 lhccinio ntyrtilli-Qtrercetum roboris
Montano
4 Linario triornithophorae-Qiterceturnpyrenaicae
Montano
5 Lirz~tloherniquesi-Betuletirnr celtibericae
Montano
6 Ontphalodo nitidae-Fagettrm sylvaticae
Montano
Fig. 1.10. Distribución de las series de vegetación potencial en un corte desde la costa atihntica gallega hasta la sierra de O Courei, a partir de
Izco Sevillano
Geriistellri tiidentato, Duboecia cantríbrica y Ltrzlrla lactea. Es
importante notar la variación de las especies integrantes de las
series de vegetación en función del substrato. Las cotas más altas
de las sierras de Ancares y Caurel, estarían ocupadas por series de
roble peciolado, del abedul y del haya, lo que marcaría el paso
hacia las vertientes occidentales de las mismas, de un ámbito
atlántico propiamente dicho.
En el sector oriental peninsular, la mayor parte de las series
de vegetación de nuestra área de estudio están dominadas por la
carrasca. En general, los territorios más interiores, donde se
encuentran los yacimientos de La Falguera y el Mas d'Is, pertenecen a la serie mesomediterránea manchega y aragonesa basófila de la encina (Bipleirro rigidi-Qtrerceto rohrndifoliae signietirni), mientras que en áreas más cercanas a la franja termomedistemánea se desarrolla la faciación termófila murciano-manchega
con Pistacia lentisclrs; en esta h n j a se sitúa el yacimiento de
Santa Maira. En las cotas más elevadas, como el mencionado parque de la Font Roja o la Semt de Serrella, cerca de Penáguila, se
localizan algunos enclaves de la serie supramediterráneacastellano-maestrazgo-manchega basófila de Qlrercus rotrrndifolia
(Jlrnipero tltlrrifeae- Qlrerceto ~vhrndifoliaesigmehtm) (RivasMartínez, 1987).
En el sector sudorienta1peninsular, la mayor parte de la zona
en la que se encuentra el yacimiento de Fuente Aíamo pertenece
a la serie de vegetación termomediterránea murciano-almeriense
semiárido-árida de Ziziplitrs lohrs o azufaifo (Ziziphehr lotiis signtehnn), salvo la línea a lo largo del valle del Almanzora, donde
se asienta una geoserie riparia mediterránea típica. En una franja
más interior discurre la serie termomediterránea murciano-almeriense y alpujarreña semiárida de Pistucia Ie~itiscirs
(Chantaeropo-Rhanineto lycioidis signietimt) (Rivas Martinez,
1987).
En la zona de las Bardenas Reales, el intenso modelado
antrópico del paisaje enmascara en gran medida lo que debió ser
la vegetación natural de la zona, condicionada y limitada sin
embargo por las características climáticas y el modelado erosivo
natural. Algunos autores consideran que la vegetación potencial
de esta región correspondería en la Bardena Negra y el Plano a un
carrasca1 mesomediterráneo (B~plelrro-Quercetolatinidfoliae
signtetirm) hoy en día desmantelado fundamentalmente por la
explotación maderera (Rivas-Martínez, 1987; Elósegui Aldasoro
y Ursúa Sesma, 1994). En la Bardena Blanca, de suelos mucho
más salinos y menor precipitación, la vegetación potencial sería
un coscojar mesomediterráneo de la serie Rltunrno-Querceto coccijerue signtetlrni, además de las formaciones edafófílas de saladares y espartales.
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Capítulo 11
METODOLOGÍA
n. 1. EVOLUCIÓN HIST~RICADE LA
DISCIPLINA
La Antracología es la ciencia que se encarga del análisis de
los carbones procedentes de contextos arqueológicos y depósitos
naturales. Como ciencia, ésta ha ido evolucionando desde su
nacimiento a finales del siglo XIX hasta la actualidad. El motor
de esta evolución ha sido la preociipacióii inetodológica constante y su desarrollo paralelo a la Arqueología. La disciplina ha
experimentado saltos cualitativos en su trayectoria, desde la realización únicamente de listas florales a partir del carbón recogido
en los hogares, hasta el surgimiento de un verdadero interés por
el conocimiento del medioambiente que sirvió de niarco para el
desarrollo de las actividades humanas. Destacan dentro de esta
línea los trabajos pioneros de Momot (1955), Santa (1961), Santa
y Vemet (1968) o Follieri (1969, 1974). Con el desarrollo del
método del C14 para lograr dataciones absolutas, el carbón
adquirió un interés añadido para la investigación arqueológica, y
se continuó trabajando en el campo metodológico con el fin de
mejorar las técnicas de recogida y conservación del mismo.
El verdadero avance de la metodología antracológica llegó
con la utilización del microscopio de reflexión, que permitía una
observación directa del carbón, sin apenas preparación y que además, lo conservaba en un perfecto estado para su posterior datación por C14 (Vemet, 1973). La mayor ventaja es que la rapidez
de este método permitía analizar un mayor volumen de fragmentos de carbón y cuantificar los datos, lo que suponía una mayor
solidez de los resultados.
Durante los años 70 y 80 se multiplican los estudios antracológicos, dirigidos en su mayoría por J. L. Vemet (Vemet, 1979,
1980; Bazile-Robert, 1979; Krauss-Marguet, 1980; Thiébault,
1983; Chabal, 1982, 1988; Heinz, 1983, 1988; Figueiral, 1987,
1990; Solari, 1993; Badal, 1988).
En la década de los 90 se siguen realizando cada vez más
estudios antracológicos de carácter regional, pero también hay
que destacar los avances llevados a cabo en el campo de la metodología. Se ha hecho incidencia sobre ciertos problemas metodo-
lógicos, aplicados a yacimientos concretos (Badal 1990, 1992;
Chabal 1991, 1992; Figueiral, 1992; Grau, 1990a y b, 1992;
March, 1992), entre los que destacan cuestiones como la unidad
de recuento del carbón, por peso o fragmentos, el tamaño de las
muestras, tanto en lo que respecta al calibre de los carbones como
al níunero de fragmentos a analizar, el tratamiento del carbón disperso y concentrado, así como el problema de la representatividad paleoecológica del carbón. En la actualidad, se siguen miiltiplicando los estudios antracológicos, que incluyen nuevos ámbitos cronológicos y geográficos (Leroyer y Heinz, 1992;
Uzquiano, 1992; Ntinou, 1996, 2000; de Haro Pozo, 1998;
Théry-Paiisot, 1998; Durand, 1998; Camón Marco, 2000a;
Allué, 2002), que gracias al trabajo conjunto y comparado de
varias disciplinas paleobotánicas (palinologia y carpología, sobre
todo) permiten la realización de secuencias regionales cada vez
más completas.
Los estudios experimentales se han constituido recientemente como una nueva vía de investigación en Antracología, sobre
todo aplicados a la solución de ciertos problemas metodológicos
que se plantean en el ámbito arqueológico respecto a la interpretación del paleoambiente. Destaca el trabajo de Fabre (1996)
sobre los resultados ecológicos de la explotación humana sobre el
encinar, con un estudio sobre poblaciones actuales e históricas,
con el fin de establecer los criterios selectivos y tafonómicos que
han permitido la formación de este registro arqueológico.
Otro trabajo en el que se aborda la Antracología experimental es el de Théry-Parisot (1998, 2001), en el que se tratan una
serie de problemas de interpretación del registro arqueológico,
desde la recogida de leña, el aporte humano de ésta al yacimiento o la conservación del carbón hasta la actualidad. La autora
aborda temas tan problemáticos como los criterios de selección
de determinadas especies en función de su poder caloriñco o
características mecánicas, la identificación del estado de la madera recogida en la anatomía del carbón (madera viva o muerta a
partir de la existencia de hongos de descomposición)y los factores mecánicos que pueden alterar el estado de conservación del
carbón (hielo-deshielo, hongos, vitrificación, etc.).
[page-n-30]
También en el campo de la identificación anatómica de las
especies se producen avances con la aplicación de métodos estadísticos para la discriminación de los criterios morfoméhicos que
pueden llevar a la distinción de especies confiictivas por sus
semejanzas anatómicas (Arnold-Simard, 1993; Terral 1997). La
comparación de numerosos individuos de varias poblaciones
actuales de OIea eirropnea, ha permitido la selección de una serie
de criterios anatómicos y morfométricos que pueden resultar útiles en la distinción de la variedad cultivada y silvestre. Esto supone la posibilidad de obtener una valiosa información paleoetnológica a partir de los restos de madera carbonizada. Con el mismo
fin se aplican recientemente métodos estadísticos e informáticos,
que permiten la digitalización de las imágenes para una más fácil
discriminación de los caracteres anatómicos de las especies
(Piqué y Piqué, 1992). De este modo, se puede realizar el proceso inverso, es decir, determinar la especie mediante la comparación de las imágenes de referencia obtenidas.
El registro antracológico encierra una valiosa información de
tipo paleoetnográfica y arqueobotánica con relación a la utilización de la madera y otros recursos vegetales en la Prehistoria.
Como ocurre en general en Arqueología, toda reconstrucción de
una actividad del pasado se asienta sobre la base de la observación actual. Los estudios etnográficos llevados a cabo sobre las
sociedades tradicionales presentes se han constituido como un
pilar fundamental para la base de la interpretación de la gestión
de estos recursos por parte de los grupos humanos del pasado. La
observación de las comunidades campesinas para las que la leña
es su única fuente de combustible no sólo ha ofiecido la posibilidad de verificar la validez del método antracologico, sino que
también ha aportado otras valiosas vías de interpretación de las
actividades humanas frente a la gestión del bosque, tales como el
aprovisionamientode leña, la construcción en madera, la alimentación del ganado, la gestión del bosque para la actividad agrícola, etc. Destacan en este campo los trabajos de Ntinou (2000) para
la aldea de Sarakini en Tracia, o Peña-Chocarro et nlii (2000)
para el Rif occidental, en Marruecos.
Los últimos avances en Antracología han permitido también
que esta disciplina participe dictamente de la discusión arqueológica, contribuyendo de manera sistemática a la identificación
de posibles mezclas o infiltraciones de material en los llamados
"contextos arqueológicos aparentes" ( C M ) (Bernabeu et alii,
1999a y b). De este modo, el carbón contribuye a la validación o
cuestión de ciertas dataciones radiocarbónicas, así como a la atribución de las especies vegetales características de cada periodo.
A partir del gran paso que supuso en los años 50 la lectura
paleoecológica del carbón prehistórico y hasta la actualidad, las
posibilidades de interpretación de este registro han ido multiplicándose hacia líneas muy variadas dentro de la Paleobotánica, la
Paleoecología y la Paleoetnología, hasta su constitución como
uno de los pilares fundamentales dentro de las ciencias auxiliares
de la Arqueología. Su aplicación sistemática reciente en la mayor
parte de trabajos de investigación realizados, hace que cada vez
sea más completo el mapa paleoecológico en el ámbito tanto cronológico como geográfico.
FORMACI~NDEL
REGISTRO
RECONSTRUCCI~)
DEL PAISAJE
RECONSTRUCCI~N
DE LAS ACTIVIDADES
IDENTIFICACI~N
YACIMIENTO
Fig. 2.1. Sfntesis de la metodología empleada en Antracologla.
[page-n-31]
iI.2.1. LA RECOGIDA DE LERA Y LA FORMACI~N
DEL REGISTRO ANTRACOL~GICO
Los restos de fuegos se documentan por primera vez hace
aproximadamente 400.000 años, pero es a partir del Paleolitico
superior cuando éstos se generalizan en el registro arqueológico.
Los grupos humanos prehistóricos aprovecharon los recursos
vegetales que les ofrecía el entorno inmediato de su lugar de
hábitat y entre ellos, la leña constituía un combustible imprescindible para alimentar los hogares domésticos y una preciada materia prima para la construcción y la elaboración de útiles. Así pues,
la recogida de leña supone una actividad recurrente y programada dentro de las tareas habituales realizadas por el grupo. Por lo
tanto, la presencia de madera en los lugares de hábitat prehistóricos es frecuente, ya que esta materia prima está ligada a las actividades más cotidianas del grupo, sobre todo en aquellas sociedades en las que la leña constituye el único combustible.
La madera se conserva únicamente en condiciones de humedad o aridez extremas o en medios anaeróbicos, pero fuera de
estos ambientes desaparece si no ha sufrido un proceso previo de
carbonización. En ese proceso se pueden distinguir cuatro fases
sucesivas: la deshidratación, la torrefacción, la pirólisis o carbonización y la cumburación. Durante las dos primeras, la madera
pierde el 35 % de su peso total, en forma de vapor de agua, de gas
carbónico y diversos componentes orgánicos. Si la combustión se
detiene en la torrefacción, los frutos y las semillas conservan su
morfologia externa y por tanto su identificación botánica es posible. La combustión en sentido estricto comprende la pirólisis y la
cumburación, que se suceden rápidamente a partir de los 270" C,
con la desintegración química de la celulosa y la lignina. Así
pues, si en la fase de pirólisis se interrumpe el aporte de oxígeno
y la combustión se detiene, se produce la calcinación y la formación de carbones (Chabal et alii, 1999: 52). De este modo, el carbón se define como "un residuo muy rico en carbono que se
forma a partir de la quema de la parte leñosa del vegetal, en una
atmósfera demasiado pobre en oxígeno para permitir una combustión integral, y tras el escape del agua y los elementos volátiles que contenga la madera" (Jones y Chaloner, 1991a: 1150). La
madera conserva su estructura interna cuando está torrefactada o
carbonizada. En caso de que la temperatura llegue a 700' C, el
proceso se completa con la cumburación, que reduce las brasas a
cenizas. La aparición de madera fresca en un yacimiento constituye un caso excepcional, sobre todo en nuestra zona de estudio,
donde las condiciones ambientales no son propicias para su conservación.
En un yacimiento podemos encontrar los restos carbonizados
de dos formas: dispersos por los niveles arqueológicos, o concentrados, asociados a estructuras (fig. 2.1). En cuanto al carbón
que aparece disperso por los sedimentos en niveles de ocupación,
en vertederos, etc., generalmente éste es el resultado del vaciado
y limpieza de diversos hogares u otras actividades domésticas.
Durante la Prehistoria, los grupos humanos han alimentado los
hogares con leña recogida en las formaciones vegetales más
inmediatas a su hábitat. La interpretación ecológica del registro
antracológico parte del principio de que la recogida de leña por
parte de los grupos humanos para los que ésta supone su principal combustible no es selectiva, sino que está en función de su
disponibilidad y abundancia en el medio; por lo tanto, estas recogidas aleatorias suponen un muestre0 involuntario de las forma-
ciones vegetales existentes en el entorno al lugar de hábitat. La
continuidad de esta actividad acaba por ofrecer una muestra
representativa de éstas formaciones, si el carbón es el resultado
de un tiempo de actividad lo suficientemente prolongado como
para representar la totalidad o gran parte de las especies existentes en el territorio explotado (Chabal, 1988).
Ciertas estructuras excavadas como los silos, fosos, etc., que
han perdido su funcionalidad original, se reutilizan frecuentemente como basureros o se colmatan de forma natural a partir de
los sedimentos de la superficie del yacimiento. En este caso, los
resultados antracológicos de su relleno serán similares a los del
nivel arqueológico del que procede (Bernabeu y Badal, 1990;
1992).
Se ha demostrado que los carbones dispersos por los niveles
arqueológicos,fruto de los restos del combustible doméstico, dan
unos resultados ecológicos satisfactorios y por tanto se pueden
interpretar en términos de vegetación (Badal, 1990; Chabal,
1988, 1997; Ntinou, 2000). Por lo tanto, los carbones recuperados en contextos arqueológicospermiten conocer el paisaje vegetal donde vivían los grupos humanos en un momento dado de la
historia de un lugar, así como los posibles cambios en éste a lo
largo del tiempo. Además, a partir de estos datos se puede hacer
inferencias de orden climático o medioambiental, no sólo en lo
referente a la vegetación, sino también a las condiciones climáticas y edáfícas que hacen posible su desarrollo, o al grado de
degradación o regeneración del paisaje.
El carbón puede aparecer también en conjuntos cerrados, es
decir, de forma concentrada, asociado a hogares, hornos, elementos constructivos de madera, tumbas, útiles, etc. En este caso, la
presencia de carbón es el resultado de una acción más concreta y
puntual en el tiempo, y los datos ecológicos obtenidos a partir de
este tipo de carbón se hallan generalmente distorsionadospor una
recogida selectiva de la madera en base a la función que ésta ha
de desempeñar.
Las estructuras de combustión domésticas y10 especializadas
(hogares, hornos, piras, etc.) son acontecimientos breves en el
tiempo y el carbón que contienen oti-ece generalmente poca
diversidad de especies. Estos datos pueden ser complementarios
de los resultados obtenidos en los carbones dispersos, pero
nunca deben ser cuantificados o interpretados en términos de
vegetación. En el caso de los hogares, éstos suelen contener los
restos carbonizados de la madera aportada en la última recogida
de leña, por lo que la imagen de la vegetación a partir de ellos
será muy limitada, dando como resultado una sobrerrepresentación de las últimas especies explotadas con respecto a su valor
real en la naturaleza. Sin embargo, estos datos si pueden resultar
interesantes para realizar inferencias sobre el uso de la madera
como combustible y de la posible selección de determinadas
especies vegetales en función de sus cualidades físicas o mecánicas.
La madera utilizada para la construcción (postes, vigas y otros
elementos constructivos) también es generalmente objeto de una
fuerte selección en función de sus cualidades técnicas y mecánicas y dependiendo del fin a que ésta sea destinada. Normalmente,
las necesidades de materia prima para la construcción se cubren
con maderas locales, aunque la búsqueda de determinadas cualidades del soporte puede llevar a los grupos humanos a desplazarse a una mayor distancia si éstas no se encuentran en el entorno
inmediato al hábitat. Por tanto, estos resultados antracológicos
deben ser interpretados desde un punto de vista etnológico y se
debe descartar hacer una reconstrucción del paisaje vegetal a par-
[page-n-32]
tir de material de construcción, pues la representatividad de la
cubierta vegetal del entorno puede aparecer falseada por el alto
grado de selección de especies (Chabal, 1991, 1997).
A la hora de realizar una interpretación del carbón procedente de una estructura, únicamente la presencia de determinadas
especies puede complementar cualitativamente la información
proporcionada por el carbón disperso en los niveles arqueológicos. Sin embargo, estos datos sí resultan adecuados para conocer
el uso de los recursos vegetales de una zona con distintas finalidades, como por ejemplo, como combustible para los fuegos
domésticos, la madera de construcción, las herramientas, los
rituales, la alimentación del ganado, etc. (Badal, 1999; Ntinou,
2000,2002; Ntinou et alii, 1999; Carrión Marco, 2002).
Así pues, el carbón que aparece en un yacimiento arqueológico es el resultado de actividades antrópicas diversas y como tal,
cada tipo de registro antracológico exige una interpretación diferente. La presencia de carbón en un yacimiento arqueológico se
explica por este aporte antrópico de madera al lugar de hábitat;
sin embargo, la presencia de material carbonizado en un depósito natural tiene otros orígenes y por tanto unas vías de tratamiento e interpretación diferentes. La cuestión de los depósitos naturales con presencia de carbón será desarrollada en otro punto de
este trabajo (capítulo IV). Del mismo modo se exige en cada uno
de los casos la aplicación de diferentes estrategias de recogida y
estudio del carbón con el objetivo de llegar a una interpretación
coherente del mismo.
11.2.2. LA RECOGIDA Y ANALISIS DEL CARBÓN:
LA PROBLEMATICA
DEL TAMA.ÑO DE LOS
FRAGMENTOS Y DE LA MUESTRA
El material carbonizado que aparece en un yacimiento constituye una valiosa fuente de información sobre el medioambiente
y las actividades de los grupos humanos en el pasado. Pero esta
información, como ocurre con la mayor parte del material
arqueológico, sólo se hace patente a través del planteamiento de
las preguntas adecuadas y del establecimiento de una metodología enfocada a cubrir los objetivos previamente trazados.
Es evidente, como han hecho incidencia diversos autores, la
importancia de una recogida por separado del carbón concentrado y el disperso, para su posterior estudio e interpretación individualiida (Chabal, 1990, 1991; Badal, 1990) por lo que es conveniente aplicar unas estrategias de recogida adecuadas para cada
uno de ellos. El proceso de recogida y tratamiento del material
carbonizado discurre generalmente de forma paralela al proceso
de excavación, con el fin de adecuar estas estrategias a la problemática del propio yacimiento y a las condiciones de conservación
y abundancia del material. Esta recogida debe ser sistemática,
cubriendo todos los niveles y superficie excavados. El carbón
concentrado se recoge generalmente en su totalidad, tras haber
documentado perfectamente mediante dibujos, fotografía, etc. la
estructura a la que se encuentra asociado. Sin cmbargo, la gran
abundancia de carbón en algunos yacimientos o una superficie de
excavación muy amplia, imposibilitan la recogida de la totalidad
del carbón disperso, o la hacen simplemente innecesaria para
alcanzar los objetivos de interpretación trazados; en estos casos,
se aplican diferentes estrategias de muestreo.
Una muestra antracológicase define como el conjunto de carbón contenido en una unidad de muestreo, que corresponde, bien
a las capas artificiales establecidas en el proceso de excavación,
bien a las cuadrículas que comprendan un mismo estrato arqueo-
lógico, bien a una estructura (Badal, 1990). Las muestras se
tomarán siguiendo la cuadrícula de excavación y su tamaño
puede variar desde la totalidad del cuadro, la mitad, un cuarto,
etc., en función de las necesidades que imponga el propio yacimiento, procurando siempre que toda la superficie excavada
quede muestreada, para evitar de este modo que los datos antracológicos queden falseados por una distribución no uniforme de
los taxones o de sus valores relativos en la superficie (Chabal,
1991, 1997). Diversos estudios han demostrado que, en caso de
que no sea posible realizar el muestreo en toda la superficie excavada, existe una superficie mínima de 4 mZpara que los resultados sean representativos del total (Badal, 1992; Badal y Heinz,
1991; Badal et alii, 2003).
El carbón se recoge mediante un sistema de tamizado del
sedimento en seco o con agua, con mallas de diferente apertura;
es recomendable que ésta sea de entre 4 y 2 mm para tener representados diferentes tamaños de carbón.
En 1988, Buxó describe la técnica de la flotación para la
recogida de semillas aplicada al yacimiento de Lattes (Hérault).
La técnica de la flotación en cuba consiste en la utilización de una
corriente de agua y aire para la remoción del sedimento y flotación de los restos orgánicos. Una malla de calibre muy fino permite la recuperación de los restos de flotación, mientras que
aquellos que no han flotado quedan atrapados junto a los restos
de cuba en otra malla de 5 mm. El carbón recuperado en ambas
mallas es el más adecuado para realizar el estudio, mientras que
el que queda junto con los residuos de. fondo de cuba no suele
añadir nueva información a los resultados del primero (Buxó,
1988, 1990, 1997).
En cuanto al tamaño recomendable del carbón, Chabal(199 1)
demuestra la conveniencia, por comodidad de recogida e identificación, de seleccionar los carbones recogidos con una malla de
tamizado de 4 6 5 mm.Bazile-Robert (1982) realizó por primera
vez una serie de experimentaciones sobre combustión de maderas actuales y llegó a la conclusión de que no todas las especies
sufien una misma fragmentación durante el proceso. Chabal
(1991) retoma esta experimentación y rebate los resultados de
Bazile-Robert al demostrar una ley totalmente contraria, es decir,
que todas las especies trazan la misma curva de fragmentación
durante el proceso de combustión. Este resultado implica que
tanto los carbones de más de 4-5 mm como los de menor tamaño
ofrecen una información comparable. Entre los segundos sólo
aparecerán aquellas especies poco frecuentes, que pueden dar una
información florística complementaria, pero no indispensable en
cuanto a su representatividad ecológica. Esto supone también la
viabilidad del uso de los fragmentos de carbón como unidad de
medida, en lugar del peso de las muestras (Chabal, 1988, 1992,
1994, 1997). A partir de sucesivas experimentaciones y trabajos
realizados sobre esta cuestión (Badal, 1988,1990; Badal y Heinz,
1991) se ha establecido que, dada la independencia de los resultados antracológicos con respecto al tamaño del carbón, es perfcctamente viable la recogida de aquellos fragmentos mayores a
5 mm en los casos en que el estrato sobre el que se trabaja sea rico
en carbón (se considera "rico" un estrato que contiene aproximadamente unos 100 carbones mayores de 5 mm por cuadrícula de
1 mzy 5 cm de potencia). Sólo en aquellos casos en que no se dé
esta abundancia, se exige la realización de un esfuerzo en la recogida de carbón de menor tamaño hasta obtener un número representativo de fragmentos que aseguren unos resultados fiables.
La cuestión del número de fragmentos de carbón a analizar
para obtener unos resultados sólidos y representativos también ha
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sido puesta en tela de juicio y objeto de numerosos trabajos experimentales. Schweingruber fue el primero en realizar una "curva
de esfuerzo-rendimiento" para establecer el número adecuando
de fragmentos de carbón que debía ser analizado por muestra
(Badal y Heinz, 1991). Ésta consiste en una representación grática en forma de curva acumulativa, en la que se visualiza el orden
de aparición de cada nuevo taxón con respecto al número de fragmentos analizado hasta el momento. De esta manera se hace
patente que, ante una mayor riqueza en especies, la curva tardará
más en estabilizarse. La estabilización de la curva indica el número mínimo de fragmentos a partir del cual tendremos ya representadas todas las especies frecuentes, que son las que van a ofiecer la principal información cuantitativa. Las especies menos fiecuentes pueden seguir apareciendo si se aumenta el número de
fragmentos analizados, pero no resultan representativas cuantitativamente, aunque pueden proporcionar también una información
ecológica complementaria a la anterior. Algunos autores establecen el número recomendable de hgmentos de carbón a analizar
entre 250 y 400 (Chabal, 1997); sin embargo, otros estudios han
demostrado que este número depende en gran medida de la riqueza taxonómica de la muestra, de manera que puede variar entre
200 y 800 el número de fragmentos de carbón necesarios para
obtener una información representativa de las formaciones vegetales de las que proceden (Badal y Heinz, 1991).
En conclusión, las estrategias de muestre0 en la recogida y
análisis del carbón deben adaptarse en primer lugar a las condiciones del yacimiento (riqueza de material, uniformidad en la distribución espacial de los taxones, etc.), así como a la naturaleza
del carbón y el tipo de información que se pretenda extraer del
mismo.
11.2.3. EN EL LABORATORIO: LOS PRINCIPIOS DE LA
DETERMINACIÓN ANATÓMICA DEL CARBÓN
El análisis antracológico se basa en la identificación botánica
de las especies vegetales a las que pertenece el carbón. Esta identificación se realiza a partir de criterios anatómicos y biométricos, mediante la observación de los elementos básicos de la
madera que caracterizan y diferencian a las especies vegetales.
Este método no es destructivo ni requiere ningún tipo de tratamiento químico, de manera que el carbón puede ser utilizado posteriormente para la realización de dataciones radiocarbónicas
(Vernet, 1973; Vemet et alii, 1979).
El carbón se observa a través de un microscopio Óptico de luz
a reflexión de campo claro-oscuro, con diferentes objetivos que
van desde 50 a 1.000 aumentos. Para ello se practican cortes limpios al fragmento buscando los tres planos anatómicos de la
madera: transversal, longitudinal tangencia1 y longitudinal radial
(Vemet, 1973). Cuando la profundidad de campo o la magnificación requeridas para la observación de ciertos elementos anatómicos es mayor, se utiliza un microscopio electrónico de barrido
(S.E.M.), quc pcrmitc clevar considerablemente los aumentos.
Para la observación en este microscopio, el carbón se metaliza
tras haber sido fijado en una platina portaobjetos e introducido en
una campana de vaciado.
La madera, al quemarse, preserva su estructura anatómica,
cuya comparación con una colección actual de referencia y10 la
bibliografía especializada en anatomía vegetal (Metcalfe y Chalk,
1950; Greguss, 1955, 1959; Jacquiot, 1955; Jacquiot et alii, 1973;
Schweinpber 1978,1990; Queiroz y Van der Burgh, 1989; RiouNivert, 1996, entre otros) permite su identificación (fig. 2.2).
Las Gimnospermas presentan una estructura homóxila, con
ausencia de vasos (salvo en las Cinetales) y una reducida cantidad
de parénquima. El sistema axial consta principal o totalmente de
traqueidas. Éstas forman membranas gruesas en el leño tardío y
reciben el nombre de fibrotraqueidas. Las traqueidas de las
Gimnospermas están comunicadas entre sí por puntuaciones areoladas, de cuya distribución depende el movimiento del agua en
el xilema. Los radios se componen de células parenquimáticas y,
en algunos casos, también de traqueidas horizontales, que presentan puntuaciones areoladas igual que en el sistema axial.
Tienen generalmente una sola célula de anchura y altura variable. Algunas Gimnospermas presentan conductos resiníferos,
tanto en el sistema axial como en el radiomedular (Esau, 1985;
Fahn, 1982; Greguss, 1955; Jacquiot, 1955; Schweingruber,
1990; Riou-Nivert, 1996).
La existencia y situación de los conductos resiníferos, la presencia o ausencia de traqueidas horizontales o la forma y número de las puntuaciones de los campos de cruce, son algunas de las
principales claves de identificación de las Gimnospermas.
Las Angiospermas Monocotiledóneasse caracterizanpor presentar un solo cotiledón en el embrión y carecer de crecimiento
secundario, es decir, en grosor. El tallo de las monocotiledóneas
está compuesto por un tejido denominado fundamental, entre el
que se encuentran los haces libero-leñosos, encargados de la conducción de sustancias y compuestos tanto por células de floema
como de xilema. Estos haces están generalmente rodeados de
fibras y su disposición (estructura radial, concéntrica, colateral,
etc.) es el criterio fundamental de determinación de las
Monocotiledóneas (Metcalfe, 1960; Schweingruber, 1990).
Las Angiospermas Dicotiledóneas son aquéllas cuyo embrión
consta de dos cotiledones y su anatomía es más compleja que las
Gimnospermas por presentar una especializacibn de los tejidos.
Poseen vasos, que están formados por elementos unidos entre sí
a través de perforaciones de morfología variable. Éstos son la
base del tejido conductor y pueden presentar una distribución
uniforme a lo largo de todo el anillo de crecimiento, o tener un
tamaño notablemente mayor en el leño temprano. En el primer
caso hablaremos de porosidad difusa y en el segundo, de porosidad en anillo. El parénquima puede aparecer asociado a los vasos
(paratraqueal) o independiente de éstos (apotraqueal) bien de
forma concentrada o difusa. Los radios están compuestos de células de parénquima, y pueden ser homogéneos, si están formados
por células procumbentes u horizontales, o heterogéneos, si combinan éstas con células verticales (Esau, 1985; Fahn, 1982;
Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweinpber, 1978,
1990).
La distribución de los vasos y el parénquima en el plano
transversal, las dimensiones y morfología de los radios, así como
el tipo de puntuaciones, perforaciones o existencia de engrosamientos en espiral en la observación longitudinal de los vasos,
son algunos de los criterios más importantes en la determinación
de las Dicotiledóneas.
Con la observación de estos criterios se llega a la identificación del género y, frecuentemente, de la especie, aunque en ocasiones no se puede precisar más que la familia.
Independientemente del rango de determinación, cada unidad
identificada recibe el nombre de taxón. Aunque se ha hablado de
la validez comparable del análisis de carbones de diferente tamaño, el grado de determinación depende frecuentemente de éste.
Todos los fragmentos son susceptibles de ser determinados a través de un microscopio de reflexión, pero en realidad, cuanto más
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GIMNOSPERMAS
ANGIOSPERMAS
Madera inicial con
Canal resinífero A
,.
aniiio poroso
C.
Madera final-
Punteaduras areoladas
Traqueidasde paredes
elgadas con punteaduras
.Fibras intewasculares[@y
de paredes delgadas
''@'
Radio multiseriado
A. Morfología de algunos elementos de los vasos:
perforación escalarifome (1, 2 y 4), perforación
simple (3,s y 6), engrosamientos espirales (6).
miembros de
los vasos
B.Partes de los elementos traqueales
primarios y células parenquimhticas.
C.Morfología de los elementos traqueales y fibras:
punteaduras areoladas circulares (5 y 6),
punteaduras en disposición escalariforme (7),
perforación escalariforme (8 y 9).
Fig. 2.2. Principales elementos anat6micos de la madera, a partir de Esau (1985) y Johnson, (1994).
[page-n-35]
pequeño es, más posibilidades existen de que falte algún elemento anatómico clave para su identificación botánica. Algunas especies vegetales tienen una estructura anatómica muy caracteristica, que permite su rápida determinación. Por el contrario, otras
especies o incluso géneros presentan ciertas similitudes entre
ellos, lo que exige una observación detallada de todos sus elementos sobre los tres planos anatómicos antes de llegar o aproximarse a su identificación. La existencia de numerosos fragmentos de muy reducido tamaño, aumenta el grado de indeterminación y la posibilidad de error, con lo que es aconsejable subsanarlo con el análisis de un número mayor de fragmentos.
II.2.4. EL TRATAMIENTO DE LOS DATOS
ANTRACOL~GICOS
Una vez analizado el carbón y obtenida la lista floral de los
taxones, se procede al tratamiento de los datos para su posterior
interpretación. En Antracología se cuantifican los resultados para
obtener las frecuencias absolutas y relativas de cada taxón. Esta
cuantificación se basa en el recuento de los fragmentos de carbón
(Bazile-Robert, 1982; Chabal, 1997). Las proporciones de cada
taxón con respecto al total de las especies leñosas para una muestra constituyen un "espectro antracológico". Los espectros se disponen de forma gráfica en un diagrama antracológico, que permite una lectura sincrónica y diacrónica de la vegetación. Cada
espectro (lectura horizontal del diagrama) muestra las frecuencias
de los taxones leñosos hallados para un momento concreto, y permite reconstruir las especies existentes en el área de aprovisionamiento (Chabal, 1988, 1991, 1997). La lectura vertical del diagrama ofrece una visión diacrónica sobre los posibles cambios en
las frecuencias de los taxones a lo largo de la secuencia (variación
de porcentajes, aparición o desaparición de taxones, etc.). Esta
representación gráfica de los datos facilita en gran medida la
comparación entre varios registros antracológicos, procedentes
de diferentes yacimientos, regiones, etc., comparaciones que se
apoyan frecuentemente sobre la realización de pruebas estadísticas para establecer de forma objetiva el grado de semejanza o
diversidad de las muestras.
Como se ha mencionado anteriormente en este mismo capitulo, la realización de recuentos y obtención de frecuencias relativas del carbón se basa en la idea de que se ha analizado un
niimero de fragmentos suficientemente amplio para que los datos
obtenidos puedan tomarse como representativos del total. Pero en
algunos casos, la escasez de material en un yacimiento hace
imposible este tipo de cuantificación y exige un tratamiento diferente de los datos. Éstos se pueden representar en forma de cuadros de presencia o ausencia de los taxones, que permitan igualmente una lectura sincrónica y diacrónica de los datos, aunque
con las limitaciones que supone no conocer las frecuencias relativas de los mismos.
Los resultados del carbón procedente de estructuras arqueológicas requieren igualmente otros tipos de tratamiento y presentación de los datos. Generalmente la información se resume en
forma de múltiples tipos de gráficos que representen los porcentajes de los taxones y, lo que es importante, que permitan una
fácil lectura y comparación entre ellos si fuera necesario.
11.2.5. EL SIGNIFICADO PAILEOECOL~GICO
DEL
CARBÓN: REALIDAD Y LIMITACIONES DE LA
INTERPRETACI~N
Según Chabal, para que una muestra de carbón pueda ser
interpretada de forma ecológica debe cumplir las siguientes condiciones:
Que se trate de carbón disperso, proveniente de la limpieza
sucesiva de fuegos domésticos.
Que este carbón sea resultado de una actividad con duración
temporal suficiente.
Que haya sido muestreado correctamente (Chabal, 1988).
Pero, tcuhles son los límites de la reconstrucción de la vegetación a partir de los datos antracológicos? La idea de que a partir del registro antracológico se puede llegar al conocimiento de
las formaciones vegetales del pasado se asienta sobre el precepto
de que los grupos humanos explotan de manera aleatoria su
entorno vegetal para la obtención de leña, con los únicos criterios
de una disponibilidad más o menos inmediata al lugar de hábitat,
la facilidad de recogida y en algunos casos, que el combustible
presente las características apropiadas para la función especifica
que ha de desempeñar. Por tanto, si la hipótesis de que la recogida de leña se efectúa en función de la cercanía y abundancia en
el medio es cierta, los restos del combustible doméstico ofiecen
una aproximación fidedigna no sólo a las especies del pasado,
sino también a sus frecuencias en el medio al recoger las especies
dominantes (Vernet, 1973; Chabal, 1988; Ntinou, 2000).
Esta teoría ha sido objeto de múltiples revisiones a lo largo de
la historia de la consolidación del método antracológico. Es cierto que en el registro antracológico se ha demostrado que varios
hogares contemporáneos de un yacimiento pueden ofrecer diferente contenido taxonómico, por lo que no es muy viable interpretar una selección fuerte del combustibleutilizado; al contrario,
la recogida parece oportunista.
Sin embargo, algunos estudios etnográficos sobre poblaciones tradicionales actuales sí demuestran la preferencia por algunas especies, o al menos el rechazo a otras no tan valoradas. Pero
esta selección parece que tiene más un componente cultural que
en función de la actividad a que sea destinada la leña (PeñaChocarro et nlii, 2000). Del mismo modo se puede dar el caso del
rechazo sistemático de aquellas especies que se explotan para la
obtención de un recurso complementario que no sea la leña
(Badal, 1998).
Algunos autores postulan la absoluta imposibilidad de traducir los datos antracológicos del combustible doméstico en términos de una reconstrucción de la vegetación, alegando una selección del combustible utilizado (Smart y Hoffman, 1988). La
madera de cada una de las especies vegetales presenta características físicas y mecánicas diferentes que pueden ser potencialmente explotadas, si éstas son conocidas por los grupos humanos.
Dada la existencia de estas diferencias, no cabe duda de la selección de la madera para ciertas actividades específicas, como es el
caso de la construcción, en el que la búsqueda de fustes de cierto
calibre, rectos, maderas densas y resistentes a condiciones de
intemperie, etc., puede llevar al recorrido de distancias más alejadas del hhbitat si éstas no se encuentran disponibles en las
inmediaciones, y desechar de este modo las especies existentes
en el medio circundante.
Pero la problemática se plantea al aplicar o no esta misma
teoría con respecto a la recogida de combustible para los hogares
domésticos no especializados. Esta actividad debió ser muy fre-
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cuente en el pasado, sobre todo en aquellas comunidades en que
la leña es el único combustible, formando parte de las tareas más
cotidianas. Con esta idea surge una teoría que viene a matizar la
anterior de Smart y Hoffian respecto a la selección del combustible, consistente en la aplicación del "principio del mínimo
esfuerzo'' (PME) (Shackleton y Price, 1992). Los autores hacen
una diferenciación en las estrategias de la recogida de leña con
respecto al grado de explotación de un paisaje vegetal. Cuando
un grupo se establece en un medio que aún no ha sido explotado
intensivamente,éste aplica ciertos criterios de selección del combustible favorecidos por la disponibilidad y abundancia de un
amplio abanico de especies. Pero a medida que la explotación
continuada de las formaciones vegetales hace que éstas vayan
adquiriendo un grado cada vez mayor de degradación, o la población y las necesidades de combustible se incrementan, la disponibilidad y la posibilidad de selección de éste se reducen. En este
momento se plantea una doble estrategia: bien se comienzan a
utilizar las especies menos valoradas en un primer momento, bien
se amplía el área de captación de leña.
Estudios experimentales han demostrado que gran parte de las
característicasde la leña que constituyen los criterios de su selección no se encuentran en la utilización de diferentes especies
vegetales, sino en las propias condicionesde combustión (Chabal,
1994, 1991, 1997; Théry-Parisot, 1998,2001). Los criterios findamentales a la hora de encontrar un "buen combustible" son la
inflamabilidad, el poder calorífico, la temperatura alcanzada, la
altura de las llamas, la duración de la combustión, etc. La observación etnográfica coincide en señalar que algunas de las características más frecuentes que hacen que un combustible sea apreciado son "que encienda rápido y que arda mucho tiempo" (PeñaChacorro et alii, 2000: 414). En estas características intluyen
sobre todo parámetros como el estado inicial de la leña, su calibre,
etc., independientemente de la especie utilizada.
Estos parámetros se han valorado gracias a la observación del
proceso de combustión a partir de una serie de hogueras experimentales utilizando combustible en diferente estado (ThéryParisot, 1998,2001). Uno de los factores que más influye en las
propiedades de combustión es la tasa de humedad de la madera.
Se ha comprobado que una misma especie no presenta iguales
características en cuanto a su infiamabilidad, duración de la combustión, producción de humo, etc. si ésta se encuentra en estado
húmedo o seco.
En relación también con el estado de la madera se ha postulado la posibilidad de que gran parte del combustible se basara en
la recogida de leña muerta (Théry-Parisot, 1998; Peña-Chacorro
et alii, 2000). La experimentación realizada para la observación
de hongos de descomposición en el carbón no ha podido dar
como resultado la discriminación del uso de madera muerta o
viva, ya que cabe la doble posibilidad de que ésta haya sido contaminada en el pie vivo del árbol o estando ya muerta, bien en la
naturaleza o durante un proceso de almacenamiento (ThéryParisot, 1998).
Otro factor que influyenotablemente en la infiamabilidaddel
combustible es el diámetro de la madera utilizada. Generalmente
se precisa de ramas de pequeño calibre para prender la hoguera,
y madera de mayor diámetro para mantenerla encendida. Incluso
se contempla la importancia que debían tener las hojas y otros
órganos vegetativos de la planta para ayudar a iniciar el proceso
de combustión.
Por lo tanto, estas argumentaciones minimizan la necesidad
de selección de las especies vegetales para obtener la combustión
deseada. En su lugar, un conocimiento de las propiedades del
combustible a partir de la utilización de maderas en diferente
estado o de morfología variable podía cubrir todas las necesidades de combustión. A esto se añade que los fuegos domésticos o
especializados probablemente debían requerir en un momento
dado diferentes características de combustión: en función del fin
a que fueran destinados (calefacción, procesado de alimentos,
alumbrado, ahumado, ahuyentar animales, etc.), podía resultar
más conveniente una combustión rápida o lenta, con grandes Hamas o únicamente brasas, con producción o no de humo, etc.
Según esta idea, no se puede argumentar una selección de maderas partiendo de la hipótesis de búsqueda de "un buen combustible", ya que existirían muchos buenos combustibles según cada
finalidad a que se oriente el fuego (Théry-Parisot, 1998).
En conclusión, sobre la cuestión de la selección de la madera
utilizada en los fuegos domésticos, parece que los autores estan de
acuerdo en un punto: dos factores que juegan un importante papel
en la recogida de leña son la disponibilidad y la abundancia en el
medio más o menos cercano al lugar de hábitat.
Por lo tanto, el carbón prehistórico sí nos permite realizar una
aproximación al entorno vegetal del pasado, pero es en la interpretación que realizamos desde nuestra perspectiva actual donde
debemos ser cautelosos. Aún aceptando la posibilidad de traducir
los datos antracológicos en términos de vegetación, existen algunas cuestiones a debate. Evidentemente, la presencia de una especie en el carbón prehistórico, indica su presencia pasada en la
naturaleza, pero su ausencia no .garantiza la aplicación de esta
misma hipótesis. La presencia y Cecuencias de las diferentes
especies nos ofrecen únicamente una serie de claves, en cuya
interpretaciónjuega un papel fundamental la comparación con las
formaciones vegetales actuales o con otros registros paleobotániCOS.
Es importante, a la hora de interpretar el paleopaisaje, el
conocimiento de la flora y vegetación actuales de la zona, así
como su organización en diferentes comunidades vegetales. Una
comunidad vegetal se define como un conjunto más o menos
homogéneo de plantas pertenecientes a distintas especies, que
ocupan un área o medio determinados (Rivas-Martinez, 1987). El
asentamiento de una comunidad vegetal en una zona depende de
factores térmicos, edáficos, de humedad e insolación, etc. (Elhai,
1968; Terradas, 2001). La formación mejor integrada con esta
serie de factores, sin alteración por parte de elementos externos,
constituye la vegetación climácica o potencial. Pero ésta, pocas
veces se perpetúa; al contrario, la vegetación es un elemento muy
dinámico y las comunidades se van sucediendo unas a otras. La
sucesión será progresiva o regresiva, según se acerque o aleje respectivamente, de la vegetación climácica, pasando por una serie
de fases de vegetación transitoria. La regeneración de la vegetación climácica no es siempre posible y a veces se constituye una
formación estable, adaptada perfectamente a las condiciones del
medio, denominada paraclimácica (Chent, 1985).
La imagen de la vegetación resultante de un análisis antracológico nos permite realizar una serie de inferencias sobre el
medioambiente, no sólo en lo referente a la vegetación, sino también a las condiciones climáticas y edáficas que hacen posible su
desarrollo, así como al grado de degradación o regeneración del
paisaje. Pero la interpretación ecológica del carbón también tiene
una serie de limitaciones que es necesario tener presentes
(Chabal, 1991). A partir de las frecuencias relativas de los taxones, no podemos conocer su biomasa total, ni su distribución real
en el espacio. Así, sin que se dé ningún cambio en la vegetación,
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la imagen de un espectro antracológico cambiará cualitativa y
cuantitativamentepor ejemplo si se amplía el radio de captticiión
de leña desde el yacimiento y10 se incluyen nuevas especies. Por
todo ello, la reconstrucción de la vegetación del pasado nunca
podrá ser total, y las hipótesis que se elaboren a partir de los
resultados antracológicos deben ser consecuentes con los datos
que se posean y limitadas a los mismos.
Ii.2.6. C A R B ~ N
Y RADIOCARBONO
La identificación botánica del carbón en el laboratorio se realiza directamente sobre el material, sin ningún tipo de tratamiento químico que destruya o contamine las muestras, de manera que
este material puede ser posteriormente utilizado para la realización de dataciones radiocarbónicas. Diversos autores mostraron
ya la conveniencia de realizar en primer lugar el análisis anatómico del carbón y utilizar después este material para la datación
radiométrica, ya que este método destruye totalmente la muestra
(Vemet et alii, 1979). En la actualidad se evita enviar a datar el
carbón sin su previo análisis, pero este orden no se debe únicamente a una cuestión práctica: estudios recientes han demostrado
que la Antracología puede ayudar a resolver problemas relacionados directamente con la interpretación arqueológica y10 paleoecológica (Bemabeu et alii, 1999a y b).
Las dataciones radiocarbónicas, desde sus inicios en los años
60 hasta la actualidad, se han ido multiplicando hasta convertirse
en un apoyo fundamental, tanto a la Arqueología como la
Paleoecología, para situar en una escala temporal los conjuntos
arqueológicos, los cambios climáticos, la aparición o desaparición de ciertas especies vegetales, etc. La aplicación del método
AMS (AcceleratorMass Spectrometry)para las dataciones radiocarbónicas fue propuesta por primera vez por Muller (1977), y
ésta supuso un gran avance en este campo.
En los últimos tiempos, las dataciones se han multiplicado
considerablemente, pero no por ello el resultado de algunas de
ellas deja de ser problemático. Para algunos autores, sólo la realización de series de dataciones regionales cada vez más abundantes ayuda a discriminar las fechas que parecen incoherentes
con el contexto general (Fábregas Valcarce, 2001). Muchas de
estas fechas son automáticamente discriminadas al ser asociadas
a contextos de contaminación y10 problemas tafonómicos que no
se pueden identificar sobre el terreno.
Es el caso por ejemplo, para la península Ibérica, de las dataciones existentes para el contexto de la expansión de la agricultura en el que, dada la gran cantidad de fechas radiocarbono ya
asentadas empíricamente, se cuestionan sistemáticamente aquéllas anteriores a cal. 6800 BP y los contextos de los que proceden
(Bemabeu et alii, 1999a). La datación de algunos de estos contextos mediante el método de AMS ha puesto de manifiesto la
existencia de dataciones incoherentes, resultado con toda probabilidad de la mezcla de fragmentos de carbón procedentes de contextos diferentes. Algunos autores ya subrayaron en este sentido
las ventajas del método AMS, que pemiite la datación a partir de
un material más reducido, aconsejando la utilización de semillas
para contextos neolíticos (Monge Soares, 1994: 499).
El análisis anatómico previo del carbón que ha de ser datado
mediante radiocarbono, es decir, el conocimiento de las especies
que se envían, ha puesto en evidencia la posibilidad de conocer el
origen de estas contaminaciones y evitar gran parte de las fechas
incoherentes.
En los yacimientos arqueológicos con una secuencia tempom1 más o menos amplia son frecuentes los niveles mixtos o de
contacto, que pueden incluir remociones antiguas que no pueden
ser observadas a simple vista, debidas bien a procesos postdeposicionales, bien a la actividad antrópica, y que presentan una
mezcla de material de los dos estratos en contacto; es lo que se
conoce como "Contextos ArqueológicosAparentes" (Bemabeu et
alii, 1999a y b). Entre estos materiales se encuentra también el
carbón. El conocimiento de las especies o géneros vegetales que
caracterizan sistemáticamente cada periodo se ha convertido en
un punto clave a la hora de detectar estos niveles de remoción o
infiltración de materiales. De este modo y a la hora de datar, la
selección de especies que no ofrecen ninguna duda en cuanto a su
contexto de procedencia, es decir, que son perfectamente coherentes con el nivel al que pertenecen, puede evitar la obtención de
fechas erróneas.
n.3.METODOLOG~AANTRACOL~GICA
APLICADA
La obtención de unos buenos resultados antracológicos
depende en gran medida de la aplicación de una recogida y tratamiento del carbón rigurosos y sistemáticos. La metodología antes
descrita resulta una base de partida fundamental, pero en la práctica, somos conscientes de que, bien por el propio sistema de
excavación, bien por las características de cada yacimiento,
siempre es necesaria una adaptación constante del método a las
características y objetivos de cada lugar y material. El principal
problema con el que nos hemos encontrado en nuestro caso ha
sido el de la diversa naturaleza de los yacimientos estudiados. La
existencia de carbón tanto de origen antrópico como natural, así
como la propia diversidad cronológica y geográfica de los yacimientos, ha requerido una revisión constante de los criterios aplicados a la recogida, procesado y, sobre todo, a las vías de interpretación a seguir en cada caso.
Ii.3.1. METODOLOG~ADE CAMPO
1.3.1.1. Método de muestreo enpleado en los yaciínientos
arqrreológicosen cueva
Los cinco yacimientos arqueológicos en cueva de nuestro
estudio (1'Abric de la Falguera, Coves de Santa Maira, Pala da
Vella, Prado do Infemo y Cova da Valiña), han ofrecido grandes
cantidades de material carbonizado. La metodología empleada
para la recogida de estos restos ha transcurrido paralela al proceso de excavación de los yacimientos. La existencia de una estratigrafia compleja, con evidencias de diferentes periodos culturales, así como la propia morfología de los abrigos y cuevas, ha
dificultado en algunos casos las labores de muestreo. La excavación se ha realizado en todos los casos sobre una cuadrícula de 1
m de lado, subdividida en subcuadros de menor tamaño (50 6 33
cm de lado). Los levantamientos se han realizado en capas artificiales de entre 5 y 10 cm de potencia, y siguiendo los estratos
naturales. El carbón disperso se ha recogido sistemáticamente
durante el proceso de excavación, mediante el sistema de tamizado en seco, con tamices de apertura de malla de 2 y 5 mm, y se
han tomado además muestras de sedimento de cada capa artificial
o unidad estratigráfica para su tamizado mediante el sistema de
flotación en cuba (Badal et alii, 2003). Generalmente, se han
tomado una o dos muestras de sedimento de 10 a 12 litros por
[page-n-38]
capa, pero en el caso del yacimiento de Pala da Vella, se ha transportado al laboratorio casi la totalidd del sedimento pwt ser procesado mediante flotación, ya que, debido a su gran plasticidad,
resultaba imposible identificar en el campo los restos orgánicos
de reducido tamaño.
La propia orografía interna de los yacimientos y algunos
otros problemas añadidos han condicionado en gran medida la
elección del área muestreada. En el caso de La Falguera o Pala da
Vella, la existencia en planta de grandes bloques de piedra calcárea arrastrados por el b m n c o en el primer caso y desprendidos
de techo y comisa, rompía parte de la estratigrafia y hacía cuestionar la validez de las zonas próximas a éstos, por la posible
infiltración de material de épocas más recientes. También en el
caso de Santa Maira y La Falguera se ha observado un fenómeno
de arrastre y acumulación de sedimento en las zonas más próximas a las paredes de los abrigos, que dan como resultado que los
estratos adquieran una morfología de cuña en esta zona; se ha
comprobado que esta pérdida de horizontalidad puede dar lugar a
una mezcla de material, por lo que se ha evitado tomar muestras
de estos cuadros.
Se ha recogido por separado el carbón perteneciente a hogares, manchas carbonosas y10 cenicientas, relleno de cubetas, etc.
En estos casos se ha tomado una muestra de la totalidad del sedimento para flotación. En el caso de La Falguera, era frecuente la
aparición de manchas orgánicas en los niveles neolíticos. Cada
una de ellas fue individualizada del resto en un principio, pero
como se desarrollará en el capitulo correspondiente (capítulo X),
a partir de la observación de los datos estratigráficos y los resultados antracológicos, se ha comprobado que todos correspondían
a un sólo nivel de fuego. Por ello, en sucesivas campañas y a la
luz de los nuevos datos, se ha planteado otra estrategia de recogida del carbón en estos niveles. fiste es un ejemplo de la adaptación del método a las necesidades que impone en cada momento el propio proceso de excavación.
En Pala da Vella existe una gran diferencia en cuanto al contenido de carbón de los dos niveles de ocupación del yacimiento.
La mayor parte del material procede del Nivel 1, perteneciente a
la Edad del Bronce, mientras que el Nivel 2, del Neolítico final,
ha resultado casi estéril en cuanto a carbón. La metodología
empleada en ambos ha sido similar, pero no ha sido posible obtener unos resultados más satisfactoriospara este Nivel 2 a pesar de
haber realizado un mayor esfuerzo de muestreo. En este caso, la
escasez de carbón viene marcada por la falta de continuidad del
nivel, parte del cual había sido arrasado por la caída de grandes
bloques calcáreos del techo.
En conclusión, la aplicación de la metodología clásica de
recogida de carbón y toma de muestras en el yacimiento debe
estar en continua adaptación a las exigencias del mismo. El proceso de excavación, la abundancia y estado del material y la problemática del propio yacimiento son factores que condicionan
sistemáticamentelas técnicas empleadas para la recuperación del
carbón.
11.3.1.2. Método de nmirestreo enpleado e11 los yacintie~mtos
arqueológicos al aire libre
En nuestro estudio se ha analizado el carbón de 8 yacimientos arqueológicos al aire libre (Ponta da Passadeira, Vale Pincel 1,
Mas d'Is, Fuente Aiamo, Tres Montes, Alcalar, Noville y O
Castelo). En el caso de los poblados al aire libre, la mayor o
menor abundancia de carbón depende de la variabilidad de las
condiciones de conservación del mismo. El carbón disperso es
muy escaso en general, ya que está constantemente sometido a
procesos de arrastre por viento, agua, agentes bióticos, etc., y por
ello suele aparecer bastante rodado, en mal estado de conservación y en fragmentos de muy reducido tamaño. La mayor parte
del carbón recuperado en estos yacimientos procede de estructuras arqueológicas: hogares domésticos y10 especializados,hornos
y material de construcción, fundamentalmente.
En el caso del yacimiento de Mas D'ls, el carbón recuperado
de forma dispersa por los niveles arqueológicos es muy escaso, a
pesar del esfuerzo de muestreo realizado. este proviene fundamentalmente de niveles de relleno que colmatan las estructuras
tras su abandono, aunque también se cuenta con un suelo de cabaña. El carbón procedente de los rellenos naturales es de pequeño
tamaíio y se encuentra muy rodado y en mal estado de conservación. La metodología empleada para su recogida ha sido adaptada a un yacimiento de características particulares. La existencia
de una estratigrañahorizontal a lo largo de una gran superficie ha
llevado a la individualización de sectores de excavación de 40 m
de lado, que se han subdividido en una cuadrícula de 1 m de lado,
sobre la que se ha realizado la toma de muestras para su tamizado con agua. La naturaleza margosa del sedimento ha imposibilitado totalmente el tamizado en seco en el propio yacimiento y el
uso de un sistema clásico de flotación, ya que la mayor parte del
material quedaba en el fondo de la cuba, atrapado por el sedimento. El volumen de sedimento lavado ha sido considerable,
procedente de muestras de un volumen constante que han sido
tomadas cubriendo prácticamente la totalidad de la superficie
excavada, pero a pesar del esfuerzo, la cantidad de carbón disperso es muy pobre. Sin embargo, han sido identificadas una
serie de estructuras que han ofrecido una mayor abundancia de
restos carbonizados. Se ha identificadoun gran número de agujeros de poste asociados a la construcción de una cabafia neolítica,
cuyo sedimento de relleno ha sido objeto de un exhaustivo muestreo con el fin de identificar restos orgánicos que ayudaran a
determinar los materiales utilizados para este fin. El carbón recuperado en estos agujeros de poste es muy escaso, por lo que se
deduce que el fuego no afectó directamente a estas estructuras y
no se ha conservado la madera carbonizada. Existen también
varias estructuras de combustión, algunas de las cuales han proporcionado un número bastante elevado de fragmentos de carbón.
En estos casos se ha recogido la totalidad del carbón.
Un caso particular lo constituyen las estructuras excavadas
que se han colmatado, bien de forma natural, bien porque han
sido utilizadas de basureros. En el Mas d'Is han aparecido una
serie de fosos en cuyo relleno se han recuperado también algunos
fragmentos de carbón asociados a material arqueológico. Los
basureros y rellenos de estructuras abandonadasofrecen una imagen paleoecológica válida y comparable a aquélla del nivel
arqueológico al que pertenecen (Chabal, 1991,1997; Bernabeu y
Badal, 1990, 1992).
El yacimiento argárico de Fuente Álamo y los castros romanos de Noville y O Castelo han ofrecido una mayor cantidad de
carbón, procedente en su totalidad de niveles de incendio en los
que se ha preservado gran parte de las estructuras constructivas
en madera. En la metodología de recogida de este material es
muy importante la documentación en planta de cada uno de los
elementos constructivos reconocibles, así como su localización,
orientación, etc., y un levantamiento individualizado de cada uno
de ellos. La información que se extrae de este proceso es muy
valiosa, ya que puede ayudar a interpretar la localización inicial
de estos elementos y su funcionalidad. Si el grado de fragmenta-
[page-n-39]
ción del carbón no es muy elevado, las posibilidades de análisis
de los restos antracológicos se amplían sobremanera, al permitir
la observación de otros parámetros dendrológicos que pueden
complementar la información paleoecológica y etnográfica en lo
que refiere a la explotación de la madera y el trabajo de la misma
(ver capitulo V).
en el campo fueron almacenados a 5" C. Las muestras tomadas
so11uniformes, entre 500 y 1.000 g~amosde peso en húmedo, y
cada muestra corresponde a 5 cm de espesor de la columna, aunque en algunos casos no sobrepasaban 1 ó 2 cm con el objetivo de
evitar la mezcla de facies diferenciadas (Gómez Orellana, 2002).
11.3.2. METODOLOG~A
DE LABORATORIO
11.3.1.3. Método de nirrestreo aplicado a depósitos natr~rales
de carbón
Las acumulaciones de materia orgánica carbonizada identificadas en ciertos niveles de los depósitos naturales de Mougás,
Frexulfe y Balouta responden a un origen totalmente diferente a
los anteriores yacimientos descritos. En este caso no es el factor
antrópico el responsable del aporte del carbón, sino la recurrencia
más o menos frecuente de inceiidios naturales que afectan a parte
de la cobertura vegetal de un área. Las hipótesis de formación y
acumulación de este material, así como su representatividad paleoecológica serán tratadas más ampliamente en el capitulo N.
La toma de muestras de los perfiles se ha llevado a cabo
siguiendo la metodología clásica descrita en Birks y Birks (1980),
por personal del Departamento de Bioloxia Vegetal de la Escuela
Politécnica Superior de la Universidad de Santiago de
Compostela. Ésta se realizó de manera manual, previa limpieza
de los perfiles, respetando los estratos diferenciados. Los macrorrestos vegetales visibles más grandes se recogieron por separado
en el mismo perfil, y después se obtuvo una mayor cantidad de
material carbonizado a través del lavado de muestras de sedimento. Los niveles más consolidados se extrajeron a bloque en
columnas. Las muestras se conservaron en cámaras a una temperatura de -25" C hasta el momento de si1 procesado para evitar la
desecación. Los carbones recogidos y etiquetados directamente
II.3.2.1. El nriniero de fingnte~itosde carbón analizados
Para que una muestra de carbón sea representativa, debe ser
analizado un número mínimo de fragmentos para obtener al
menos la presencia de los taxones más frecuentes. Este número
puede variar considerablemente en función de la riqueza taxonómica de las muestras (Badal y Heinz, 1991). La curva esfuerzorendimiento es eficaz para observar cuál es el número de carbones
necesario para que se estabilice la aparición de nuevos taxones.
La gran cantidad de carbón recuperado en el yacimiento de
Pala da Vella, sobre todo en el Nivel 1, sirvió de base para la realización de un trabajo en el que ya se abordaba inetodológicamente la cuestión del número de fragmentos a analizar (Carrión
Marco, 2000a). Esta abundancia de carbón permitió realizar un
esfuerzo de análisis para observar el comportamiento cualitativo
y cuantitativo de los taxones a medida que aumentamos el número de carbones analizados, hasta llegar a una estabilización en
ambos aspectos. Para ello, se realizaron curvas taxonómicas de
esfuerzo-rendimientoy curvas de la variación de los porcentajes
de los taxones dominantes. Los resultados se presentan por cada
unidad estratigráfica en curvas taxonómicas y de porcentajes de
los taxones más abundantes para comprobar su estabilización.
En la muestra 5 han sido analizados 1.165 fragmentos de carbón. A nivel cualitativo, se han hallado 12 taxones diferentes (fig.
TAXA
14
12 -
e
Rhamn 14s-Phyllirea
10 -
cf. Osyris s p .
cf. Salix- Populrrs
Taxus b a c c a t a
8 -
Qtrerctis cadtrcifolio
,
O
200
400
,
,
600
,
(
,
,
800
,
,
)
,
1 O00
,
,
<
1200
N o F R A G M ENTOS
Fig. 2.3. Curva taxonómica de la Muestra Antracológica 5 de Pala da Veiia.
[page-n-40]
%
80
I
I
I
I
A
1
1
I
O
'200
400
600
A
I
800
A
A
1
1
l
1
1000
1200
N ° F R A G M ENTOS
-+--Querczrs perennifolio +Q u e r c u s caducifolio
Fig. 2.4. Curva de porcentajes de Qrrercrrs perennüoiio y Quercrrs caducifoiio de la Muestra Antracológica 5 de Pala da Vella.
TAXA
18
16 -
Erica s p .
14
cf. Osyris s p .
Con ifera
cf. Sorbus-Crataegus
Pislacia terebinihus
Taxus baccatn
Sorbus-Crataegus
cf. Arbutus unedo
12 10
-
O
200
400
1
I
l
1
l
I
600
800
1000
1200
1400
1600
N oF R A G M E N T O S
Mg. 2.5. Curva taxonómica de la Muestra Antracológica 4 de Pala da Vella.
1
[page-n-41]
O
200
400
600
800
1000
1200
1400
1600
N ° F R A G M ENTO S
+Quercus perennifolio
+Q u e r c u s caducifolio
Fig. 2.6. Cuwa de porcentajes de Qrrercirs perennifolio y Quercirs caducifolio de la Muestra Antracológica 4 de Pala da Vella.
TAXA
16 -
cf. Osyris sp.
Hedera helix
14 -
Pinus tp. nigra-sylvestris
Piplus sp.
Juniperus sp.
Pinus c f. P. nigra-sylvesrris
12 -
10 -
cf. Leguminosa
8
Prtrnus sp.
Taxus b a c c a t a
Sorbus-Crataegus
Leguminosa
Arbutus unedo
caducifolio
Quercus perennifolio
O
200
400
600
800
i000
1200
1400
1600
N°FRAGM ENTOS
Fig.2.7. Cuwa taxonómka de la Muestra Antracológica 3 de Pala da Vella.
[page-n-42]
N ° F R A G M ENTOS
-
-8-
Quercus perennifolio
+Quercus c a d u c ~ o l i o
Fig. 2.8. Cuma de porcentajes de Qrtercrts perennifolio y Qrrercus caducifoiio de la Muestra Antracológica 3 de Pala da Veiia.
2.3). El último de eilos ha aparecido en el fragmento número
1.040, pero un 75 % de los taxones se documentan ya en los 300
primeros fragmentos. El resto de taxones que aparecen posteriormente corresponden a las especies poco frecuentes cuantitativamente hablando.
En cuanto a los porcentajes, se observa que los taxones más
abundantes se estabilhn aproximadamentea los 300 fragmentos
(fig. 2.4).
Por lo tanto, en esta muestra, con 300 fragmentos de carbón
tendríamos representados la mayor parte de los taxones y todos
los que presentan porcentajes significativos. Con el análisis de
1.165 fragmentos hemos obtenido sólo 4 nuevos taxones de porcentajes muy reducidos, de manera que al aumentar el esfuerzo
no hemos aumentado los rendimientos proporcionalmente.
En la muestra 4 se han analizado 1.613 carbones. La curva
taxonómica (fig. 2.5) muestra una tendencia a la aparición constante de nuevos taxones, puesto que en el fragmento número
1.601 aparece el Úitimo. Sin embargo, la curva presenta una dinámica escalonada, es decir, que entre 1 y 300 fragmentos aproximadamente, aparecen 8 taxones, entre 500 y 700,3 nuevos, etc.
Con 300 fragmentos analizados sólo tendríamos representado
algo más de un 50 % de los taxones. Se necesitan 1.061 fragmentos de carbón para tener representados un 80 % de los taxones. Pero en 618 fragmentos ya aparecen las especies mbs representativas cuantitativamente. Hay que añadir que algunos de los
últimos taxones que aparecen, tales como cf. Prirnirs sp. y cf.
Sorbtrs-Crataegrs, correspondenprobablemente a taxones que ya
habían sido identificados anteriormente en la misma muestra,
pero que a falta de algíin elemento clave para su determinación
han quedado por confirmar.
Cuantitativamente hablando, los porcentajes de Qirerctrs
perennifolio y caducifolio presentan únicamente pequeñas fluctuaciones a partir de los 400 fragmentos y quedan estabilizados
completamente a los 600 (fig. 2.6).
Por lo tanto, el número de fragmentos a analizar en esta
muestra seria algo mayor que en la muestra anterior, alrededor de
600, para tener representados los taxones piincipales y la estabilización de sus porcentajes. Pero de nuevo, el aumento de esfuerzo no ha llevado paralelo un igual aumento de rendimiento en los
resultados obtenidos.
La muestra antracológica 3 traza una curva taxonómica de
muy rápido crecimiento (fig. 2.7). En los 100 primeros carbones
analizados aparecen ya 8 taxones, que suponen más del 50 % del
total. La curva se estabiüza a partir de aquí, pero si seguimos
aumentando el número de fragmentos analizados, encontramos
que a partir del 1.119, la curva vuelve a presentar una tendencia
de crecimiento rápido, apareciendo 6 taxones nuevos. Pero en
realidad, 3 de los nuevos taxones, Pi~~irs
tp. n i p , Piniis cf. P. tp.
~iigray Pinirs sp., pueden pertenecer probablemente a una sola
especie y esta aparente variedad se debe a problemas de identificación, por lo que el crecimiento de la curva es sólo ficticio.
Además, porcentualmente hablando, este último grupo de taxones no representa siquiera un I % del total de la muestra.
A nivel cuantitativo (fig. 2.8) la curva de porcentajes de
Qire~ctisperennifolio se estabiliza de 500 a 600 carbones, mientras que la de Qirerctrs caducifolio parece mostrar una continua
tendencia ascendente (desde los 300 fragmentos hasta el final,
aumenta un 7 % de forma uniforme). En esta muestra sería aconsejable el análisis de unos 500 ó 600 fragmentos de carbón para
que se estabiüzaran los porcentajes de los taxones hallados.
[page-n-43]
1A
AA
m
cf. F r a n g u l a s p .
Fraxinus s p .
Sorbus-Crataegus
Prunus s p ,
perennifolio
Qttercus caducifolio
Arbtrtus u n e d o
N°FRAGM ENTOS
Fig. 2.9. Curva taxon6mica de la Muestra Antracológica 2 de Pala da Veiia.
-
I
O
200
400
600
800
1 O00
N°FRAGM ENTOS
+Qtrercus
perennifolio t-Quercus caduc$olio
Fig. 2.10. Curva de porcentajes de Quercirs perennifolio y Quercus caducifolio de la MuestraAntracol6gica 2 de Pala da Vella.
La curva taxonórnica de la muestra antracológica 2 se estabiliza rápidamente. A los 200 fragmentos aparece ya un 80 % del
total de los taxones identificados (fig. 2.9) y la c w a de porcentajes está completamente estabilizada a los 300 fragmentos analizados (fig. 2.10).
Se ha analizado un total de 1.037 fragmentos de carbón pertenecientes a la muestra antracológica 1 y se han hallado 11 taxones. Un 80 % de elios quedan registrados ya en los 200 primeros
fragmentos (fig. 2.11). Con el análisis de 300 carbones quedan
estabilizados también los porcentajes de los principales taxones
(fig. 2.12).
Para el resto de yacimientos de nuestro estudio hemos aplicado este mismo método de comprobación de estabilización de
las curvas, con el fin de determinar si el número de fragmentos
analizado era representativo del total a niveles cuantitativo y cualitativo. En general, las diferencias entre los resultados varían en
relación a la naturaleza del propio yacimiento. Por ejemplo, el
carbón recuperado en los niveles de yacimientos prehistóricos
[page-n-44]
TAXA
12
10
.
Conifera
-
Fraxinus s p .
Pinus tp. n igra-sylvestris
Sorbus-Crataegus
Quercus caducifolio
~
200
O
1
400
1
1
~
600
1
1
1
1
1
800
1
1
1
1 O00
N°FRAGM ENTOS
Fig. 2.11. Cuwa taxonómica de la Muestra Antracológica 1 de Pala da Vella.
%
O
200
400
600
800
1000
1200
N°FRAGM E N T O S
-Quercus
perennvolio
+Quercus caducifolio
Fig. 2.12. Curva de porcentajes de Qrrerccrs pereunifolioy Qrrercrrs cadncifoiio de la Muestra Antracológica 1 de Pala da Veiia.
[page-n-45]
TAXA
12
Pistacia cf. P. terebinthus
10 -
Leguminosa
8 -
Buxus sempervirens
64-
Indeterminada 11
2-
Quercus perennifolio
0 2
O
I
1
1
I
1
50
1O0
150
200
250
300
NoFRAGMENTOS
Fig.2.13. Curva taxonómica de ia Muestra Antracológica 4A.13 de Santa Maira.
Yo
100 1
80 -
I
O
50
100
m
I
I
l
150
200
250
300
NoFRAGMENTOS
-M-
Quercus perennifolio -eJuniperus sp.
+Quercus caducifolio
Hg. 2.14. Curva de porcentajes de Qrrercrrs perennifolio, Jrrnipen~sy Qr~ercrtscaducifolio de la Muestra Antracológica 4A.13 de Santa Maira.
[page-n-46]
presenta en general una mayor variedad taxonómica que el de los
depósitos naturales y por tanto, ha sido necesario analizar un
mayor número de fragmentos en los primeros para que se estabilicen las curvas. Esto se debe a que el carbón procedente de un
estrato prehistórico refleja la recogida de leña realizada durante
un periodo de tiempo prolongado, que puede ser incluso de varios
cientos de años, mientras que los depósitos naturales reflejan un
episodio de incendio muy puntual, en el que la pobreza taxonómica suele ser una constante.
En el yacimiento de Santa Maira, las curvas taxonómicas y de
porcentajes de los taxones más frecuentes evidencian un comportamiento diferente en cada uno de los espectros analizados.
Para la muestra antracológica 4A.13 se ha analizado un total
de 250 fragmentos de carbón y se han hallado Únicamente 10
taxones, pero a los 43 fragmentos aparecen representados ya el
80 % de los mismos (fig. 2.13). Si a esto añadimos el criterio
cuantitativo, vemos que los taxones más frecuentes, Qzrercus
perennifolio, Jintiperus sp. y Qzrerctis caducifolio, que constituyen entre los tres más del 93 % del total, aparecen ya en los 11
primeros fragmentos analizados, coincidiendo con el modelo
observado en Pala da Vella de aparición de los taxones con mayores porcentajes en los primeros lugares. El resto tiene una presencia anecdótica porcentualmente hablando, aunque algunas de
ellas están presentes en la mayor parte de espectros. En cuanto a
los valores relativos de estos taxones, las curvas se estabilizan
aproximadamente en unos 100 fragmentos (fig. 2.14).
La muestra antracológica 3.17 presenta una gran pobreza
taxonómica: se han identificado 6 taxones en 300 fragmentos de
carbón. La estabilización de las curvas se produce de forma bastante rápida a todos los niveles. A los 8 fragmentos analizados
aparecen de nuevo los tres taxones más frecuentes (Querclrs
perennifolio, Jintiyerlrs sp. y Qirerclrs caducifolio), que constituyen un 96 % del total (fig. 2.15). Los porcentajes aparecen estabilizado~de nuevo a los 100 fragmentos, salvo pequeñas fluctuaciones de las curvas (fig. 2.16).
La muestra antracológica 16 presenta una mayor riqueza
taxonómica que las anteriores: se ha analizado un total de 250
fragmentos de carbón y se han identificado 14 taxones, que trazan una curva escalonada gradualmente, dando un aspecto a simple vista de inestabilidad hasta el final (fig. 2.17). Sin embargo,
el patrón observado hasta el momento se repite, ya que en el fragmento 17 tenemos representados los 5 taxones que constituyen
porcentualmente un 80 % del total. Los porcentajes de los más
frecuentes quedan estabilizados aproximadamente a los 75 fragmentos (fig. 2.18). Se puede observar que los taxones que ostentan los mayores porcentajes se estabilizan algo más tarde que el
resto, pudiendo presentar pequeñas fluctuaciones en las curvas.
Es el caso de Jlrniperirs sp., que supera el 50 % de forma constante, mientras que Prirntrs sp., que se mantiene casi siempre por
debajo del 15 %, aparece estabilizada desde un primer momento.
En conclusión, vemos que se repiten algunos de los criterios
observados en Pala da VeUa, tales como la aparición en primer
lugar de los taxones que van a ser los dominantes porcentualmente o la aparición de algunas especies poco frecuentes que
impiden la completa estabilización de la curva. Pero en general,
en Santa Maira se obtiene una estabilización de las curvas más
rápida, es decir, que tenemos muestras representativas cuantitativa y cualitativamente con un menor número de fragmentos de
carbón analizados. Con ello se confirma el modelo de que esta
estabilización está en relación con la riqueza taxonómica de la
muestra. Santa Maira constituye un ejemplo de pobreza florística
ya que únicamente tres taxones (Qirerclrs perennifolio, Juniperus
sp. y Qrrercw caducifolio) consliluyen al me11os un 75-80 % del
total de los restos de base a techo de la secuencia, mientras que la
mayor parte de los taxones restantes tiene una presencia muy
modesta. En la mayor parte de las muestras se ha analizado entre
150 y 250 fragmentos de carbón, dando unos resultados satisfactorios. Sin embargo, analizando una media de sólo 100 fragmentos por muestra tendríamos ya una información muy representativa a nivel cuantitativo, que ofrecería una imagen bastante aproximada a la que hemos obtenido. El mayor número de fiagmentos analizados nos ha permitido la obtención de una lista taxonómica más amplia (aunque esté compuesta en gran medida por
taxones de presencia puntual), que nos ayuda a situar bioclimáticamente las formaciones vegetales ante las que nos hallamos.
Para el yacimiento de La Falguera, existe cierta riqueza taxonómica en la mayor parte de las muestras, aunque de nuevo, son
unos pocos taxones los que ostentan los porcentajes más altos en
toda la secuencia. Como ejemplo, se presentan las curvas de tres
muestras de este yacimiento.
En la Unidad Estratigrhfica 3 151, correspondiente a uno de
los niveles mesolíticos, se han identificado 13 taxones en 222
fragmentos de carbón analizados. La curva taxonómica ofrece un
aspecto de inestabilidad hasta casi el final, debido a la aparición
constante de nuevos taxones (fig. 2.19). Hasta el fragmento 14
aparecen los taxones dominantes, que constituyen porcentualmente más de un 80 % del total de los restos. El resto presenta
unos porcentajes más modestos, sobre todo los dos últimos, de los
que sólo se ha identificado un fragmento. Algo más de importancia adquieren taxones como por ejemplo, Przmlrs sp
- y- RhnnmlrsPltillyren, porque aunque sus porcentajes en esta muestra apenas
sobrepasan el 3 % cada uno, aparecen de forma constante a lo
largo de toda la secuencia. Por lo tanto, en 222 framentos
de carbón analizados tenemos representados los taxones más frecuentes
y algunos "raros" que pueden constituir un importante apoyo a la
interpretación ecológica. En cuanto a las curvas de estabilización
de los porcentajes, éstas presentan ciertas fluctuaciones en los
valores de los tres taxones representados (fig. 2.20).
En la Unidad Estratigráfica 2055 se ha analizádo un total de
401 fragmentos de carbón y se han identificado 14 taxones. La
mayor parte de éstos aparecen al comienzo de la curva, a los 44
fragmentos (fig. 2.21). Estos 12 primeros taxones constituyen
cuantitativamente más del 92 % del total, y al analizar más fragmentos de carbón sólo aparecen otros dos, que presentan porcentajes muy modestos. Es llamativo, sin embargo, que dos de los
taxones que presentan los mayores porcentajes, Qtrerciis caducifolio y Frnsíntcs sp., no aparecen hasta el fragmento 26 y 42 respectivamente, lo que contrasta con la tendencia general de aparición de los taxones más frecuentes en los primeros fragmentos
analizados. Pensamos que la causa puede estar en una desigual
repartición de estos taxones en la superficie muestreada. Los porcentajes de Qirerclrs peremifolio, Querclrs caducifolio y
Frasinlrs sp. se estabilian aproximadamente a los 175 fragmentos, aunque las curvas presentan ciertas fluctuaciones hasta el
final (fig. 2.22).
En las Unidades Estratigráficas 202812023, que corresponden
a una de las capas artificiales de los niveles de corral, han sido
identificados 19 taxones en 3 16 fragmentos de carbón analizados,
con lo que podemos hablar de cierta riqueza taxonómica. Debido
probablemente a esta riqueza, la curva taxonómica presenta una
inestabilidad hasta el final, con la aparición constante de nuevos
taxones (fig. 2.23). Sin embargo, los cuatro primeros constituyen
[page-n-47]
TAXA
8
76-
Olea euro4aea
5-
Salix-Populus
Prunus sp.
o+
O
1
5
50
1O0
I
1
I
I
150
200
250
300
350
NoFRAGMENTOS
Fig. 2.15. Curva taxonómica de la Muestra Antracológica 3.17 de Santa Maiia.
%
'o
60
40
20
o
O
50
100
150
200
250
300
350
NO FRAGMENTOS
-m-
Quercusperennifolio
+Juniperus sp.
t--Quercus caducifolio
Fig. 2.16. Curva de porcentajes de Qrcercrcs perennifolio, Jicniperirs y Quercrcs caducifolio de la Muestra Antracológica 3.17 de Santa Maira.
[page-n-48]
TAXA
14
12
1o
8
6
4
Quercus caducifolio
2
O
O
50
100
150
200
250
300
NO FRAGMENTOS
Fig. 2.17. Cuwa taxonómica de la Muestra Antracológica 16 de Santa Maira.
O
50
100
150
200
250
NoFRAGMENTOS
1 -+- Juniperus sp. tQuercus coducifolio
-O-
Prunus sp.
1
Fig. 2.18. Cuwa de porcentajes de Jiinipenis, Qitercics caducifolio y Prrrrtcrs de la Muestra Antracológica 16 de Santa Maira.
[page-n-49]
cuantitativamentemás del 70 % del total. Salvo Acer sp, Qireiciis
sp y Listacea que sobrepasan el 2 % cada uno, el resto de los
taxones superan escasamente el 1 % o tienen una presencia puntual. En cuanto a los porcentajes de los taxones más frecuentes,
las curvas de Querciis perennifolio y Fraxiniis sp. se estabilizan
aproximadamente a los 125 fragmentos analizados, aunque presentan ciertas fluctuaciones, sobre todo Frax$niis sp. (fig. 2.24).
En el caso de las muestras procedentes de depósitos naturales
de carbón, la pobreza taxonómica suele ser una constante, como
se ha mencionado. La superficie muestreada también es reducida,
debido al método de muestre0 específico de estos perfiles basado
en la extracción de columnas polínicas. Se ha tomado como
ejemplo el depósito de Frexulfe para ejemplificar el comportamiento de este tipo de muestras. La totalidad del carbón procede
de una única muestra, que corresponde a una bolsada de materia
orgánica procedente de un episodio puntual de incendio. Por lo
tanto, a prioii, es lógica la escasez de taxones en comparación
con los yacimientos anteriores, dada la brevedad temporal que
cubre este depósito, además del reflejo muy local de la flora.
Efectivamente, en 250 hgmentos de carbón analizados se han
identificado únicamente 6 taxones, dos de los cuales (Qi4ercirs
caducifolio y COJ-J)IIIS
m)elIana)constituyen más de un 81 % del
total (fig. 2.25). Los 6 taxones aparecen representados ya en los
46 primeros fragmentos analizados, siendo el último el taxón
"corteza", que bien podría corresponder a algunos de los ya aparecidos anteriormente. Estamos pues, ante un ejemplo de rápida
estabilización de la cima taxonómica, en la que además no se da
la presencia de especies poco frecuentes, con lo que puede argumentar casi con total seguridad que en este caso tenemos representado el total de los taxones existentes en el depósito. En cuan-
to a la estabilización de los porcentajes del taxón dominante,
Qj~erct~s
caducifolio, ésta se produce a los 75 fragmentos, de
manera que también a este nivel resulta representativa la muestra
analizada (fig. 2.26).
El depósito de Mougás también se caracteriza por una cierta
pobreza taxonómica a lo largo de toda la secuencia. Hemos tomado como ejemplo una de las muestras más ricas en taxones para
la realización de las curvas, concretamente la que se tomó a una
profundidad entre 120-125 cm. En 100 fragmentos de carbón
analizados se han identificado 8 taxones, el último de los cuales
aparece en el fragmento 60 (fig. 2.27). El taxón más frecuente es
Qzrercus caducifolio, que constituye un 56 % del total. El resto de
los taxones no tienen una presencia muy importante porcentualmente hablando, debido a que existe también un alto índice de
indeterminación (casi un 20 %). Por lo tanto, como ocurría en
Frexulfe, la existencia de uno o dos taxones claramente dominantes, hace que en un menor número de fragmentos analizados
tengamos ya una imagen muy representativa del total. Sin embargo, en este caso la cuwa de los porcentajes de Qiierctu caducifolio no se estabiliza en los 100 fragmentos analizados, presentando una tendencia clara a disminuir. Al comienzo del análisis, éste
constituye un 80 % o más del total hasta los 30 fragmentos analizados. Aunque la estabilización no se produce, la tendencia
marcada indica que la importancia relativa de este taxón disminuye considerablemente con respecto al inicio de la cuwa, de
forma paralela a la progresión de otros taxones (fig. 2.28).
Cada uno de los yacimientos analizados presenta un comportamiento diferente en cuanto a la estabilización de las curvas
taxonómicas y de porcentajes pero, por lo general, se ha logrado
estimar un número mínimo de hgmentos de carbón necesarios
TAXA
m
Pistacia terebinthus
uercus perennifolio
1
O
50
100
150
200
250
NO FRAGMENTOS
Fig. 2.19. Cuma taxonómica de la Unidad Estratigrhfica 3151 de La Falguera.
[page-n-50]
50
O
100
150
200
250
NoFRAGMENTOS
-m-
Quercusperennifolio
-A-
Quercus caducifolio -+-Juniperus sp.
I
I
Fig. 2.20. Curva de porcentajes de Jirnipens, Ql~ercitscaducifoüo y Quercirs perennifolio de la Unidad Estratigrafica 3151 de La Falguera.
TAXA
O
100
200
300
400
NoFRAGMENTOS
Hg. 2.21. Curva taxonómica de la Unidad Estratigr4fica 2055 de La Falguera.
[page-n-51]
%
60
O
50
100
150
200
250
300
350
400
450
No FRAGMENTOS
-m-- Quercusperennifolio
-A-
Quercus caducifolio
-O-
Fraxinus sp.
Fig. 2.22. Cuwa de porcentajes de Qitercus perennifolio, Qrtercus caducifolio y Fruwin~rssp. de la Unidad Estratigrhfica 2055 de La Falguera.
TAXA
20
18
16
14
12
1o
8
6
4
2
O
O
50
100
150
200
250
300
350
NoFRAGMENTOS
Fig. 2.23. Curva taxonómica de las Unidades Estratigráficas 202812023 de La Falguera.
[page-n-52]
%
60
I
O
1O0
50
150
200
300
250
350
NoFRAGMENTOS
-m-
Quercus perennifolio -a-- Fraxinus sp.
Fig. 2.24. Cuwa de porcentajes de Quercits perennifolio y Fr&us
sp. de las Unidades Estratigr6ficas 202812023 de La Falguera.
TAXA
m
O
50
I
l
100
150
1
1
200
250
300
NoFRAGMENTOS
Fig. 2.25. Curva taxonómica del depósito de Frexulfe.
[page-n-53]
%
m
50
O
I
m
I
1
1
1
I
100
150
200
250
NoDE FRAGMENTOS
Fig. 2.26. Curva de porcentajes de Quercus caducifolio del depósito de Frexuife.
TAXA
8
6
Monocotiledónea
4
2
Quercus caducifolio
o
O
20
40
60
80
100
120
NoFRAGMENTOS
Fig. 2.27. Curva taxonómica de la muestra tomada a 120-125 cm del depósito de MougBs.
[page-n-54]
Yo
---c.,
O
20
1
'I
I
1
40
60
80
100
120
NoFRAGMENTOS
Fig. 2.28. Curva de porcentajes de Qnercrrs caducifolio del depósito de Mougás.
para obtener resultados satisfactorios y representativos. A partir
de nuestras observaciones podemos concluir lo siguiente:
Los primeros fragmentos de carbón analizados en una
muestra suelen corresponder a los que van a ser los taxones dominantes porcentualmente, puesto que la probabilidad de que aparezcan es mucho mayor que en los menos
frecuentes.
En general, las curvas de los espectros en los que son frecuentes las especies "raras", tardan mucho más en estabilizarse que aquellos en los que sólo aparecen las especies
más frecuentes (Chabal, 1991). Es el caso de las muestras
4 y 3 de Pala da Vella, en las que la curva no se ha estabilizado cualitativamente aún superados los 1.500 fragmentos de carbón analizados. Por lo tanto, la mayor o menor
rapidez de estabilización taxonómica y porcentual de las
muestras antracológicas depende de su riqueza específica,
que es reflejo del tipo de formación vegetal de la que provienen; es decir, una formación conlpuesta únicamente por
una o dos especies dominantes presentará una rápida estabilización tanto a nivel taxonómico como porcentual,
mientras que en otra que presente una mayor diversidad de
especies será necesario un número mayor de fragmentos
para que esto ocurra (Badal y Heinz, 1991).
Si añadimos el factor cuantitativo, se observa que los taxones que aparecen en últimos lugares impidiendo la estabilización de las curvas, corresponden generalmente a taxones poco frecuentes, que ostentan porcentajes muy bajos y
una presencia puntual en muchos casos.
Estos taxones poco frecuentes pueden ofkcer una información ecológica complementaria de tipo cualitativo. Por
ejemplo, tomando como referente la muestra antracológica
5 de Pala da Vella, se observa que a los 400 carbones tenemos representados ya los taxones dominantes que nos van
a informar acerca de la formación vegetal ante la que nos
hallamos. Pero si continuamos aumentando el número de
fragmentos analizados, superados los 1.O00 aparecen dos
taxones, cf. Osj~rissp. y Rlian~nirs-Pfiilbren.Sus porcentajes son mínimos respecto al total, pero su sola presencia
puede ofrecer una información ecológica muy interesante,
al informamos sobre la influencia de carácter mediterráneo
que denotan. Por lo tanto, la información ofrecida por estos
taxones no es fundamental a la hora de interpretar los
espectros antracológicos, pero puede ser complementaria a
nivel cualitativo.
La naturaleza del propio yacimiento también influye de
manera considerable en el comportamiento de las curvas.
En los yacimientos arqueológicos, el carbón de una muestra puede corresponder a cientos de años de actividad
humana, que reflejan una gran variedad de especies vegetales utilizadas. Por otro lado, en los depósitos naturales el
carbón procede de incendios que corresponden a un episodio corto en el tiempo, que afecta a una determinada área y
a las especies que la cubren.
Valorando todos los factores mencionados, consideramos
que no se puede establecer un número mínimo recomendable de fragmentos de carbón a analizar, puesto que en cada
caso, éste puede variar desde más de 600 a 100, dependiendo en primer lugar del tipo de yacimiento y procedencia del carbón y por otro lado, del tipo de información que
se desee extraer del análisis, es decir, si se priman los criterios cualitativos o cuantitativos.
[page-n-55]
11.3.2.2. La dispersión de los taxones por el estrato arqzreológico
Una de las condiciones que, según Chabal (1991, 1997), se
debe cumplir para que el carbón se pueda interpretar de forma
ecológica, es que se haya practicado un correcto muestreo de la
superficie. Si los taxones y los porcentajes de éstos están repartidos de manera uniforme por el estrato, los resultados serán similares si se muestrea un área mayor o menor. Sin embargo, si la
repartición no es uniforme, los resultados pueden variar considerablemente de una zona a otra, por lo que un muestreo insuficiente dará como resultado una imagen falsa o muy parcial del
contenido del estrato. Los procesos de acumulación y dispersión
del carbón influyen de forma importante en esta repartición de los
taxones y sus íiecuencias; así por ejemplo, en zonas donde exista una importante acumulación de carbón, o en aquéllas que se
hayan dispersado poco desde su foco de origen (úogares, etc.),
puede darse una sobremepresentación de algunos taxones, que no
se detecte en otras zonas de la superficie.
Para comprobar cómo se da esta repartición de los taxones en
el estrato arqueológico, hemos tomado como ejemplo algunas
muestras de dos yacimientos en los que la superficie excavada ha
sido bastante amplia, Pala da Vella y La Falguera.
En el yacimiento de Pala da Vella, hemos tomado las muestras 4 y 3, que son las que presentan una mayor riqueza taxonómica, para observar esta repartición en el estrato. Las capas
arqueológicas en las que han sido tomadas las muestras antracológicas 4 y 3 se encuentran a una profundidad de 60-70 cm y 5060 cm, respectivamente. Ambas han sido recogidas en los cuadros llQ, l l R y 124.
En la muestra antracológica 4 (cuadro 2.1), observando la
riqueza absoluta de taxones de cada sector, se puede ver que su
número oscila entre 7 y 12, si exceptuamos el sector 5 del cuadro
1l Q y el 2 del cuadro 1IR, porque en ellos sólo se han recuperado 1 y 3 fragmentos de carbón respectivamente. La escasísima
cantidad de carbón que ofrecen estos sectores no es casual. La
existencia de grandes bloques de piedra en la estratigrafia de la
cueva hace que la potencia de algunos eshatos sea desigual de
unas zonas a otras. En el caso de estos dos sectores, en esta capa
se ha extraído apenas un centimetro de potencia de sedimento,
frente a unos 10 aproximadamente en el resto, por lo que también
el volumen de carbón es dispar. Consideramos pues, que los datos
que aportan estos sectores por separado distorsionan la imagen
general que queremos trazar.Hemos dividido en cuatro gnipos las
frecuencias relativas totales de los taxones para la muestra, que
quedan representados en diferentes sombreados, de más oscuro a
más claro: mayores de 10 %, de 5 a 10 %, de 1 a 4,99 % y menores de 1 %. Los taxones de las dos primeras categorías (más del
4,99 %), están presentes en todos los sectores de los tres cuadros,
con la excepción los dos mencionados anteriormente por su
pobreza en carbón. Del resto de taxones, Frdntrs sp., Primirs sp.,
Sorbzrs-Crataegzrs y Tmrs baccata están presentes en varios de
los sectores. Los demás corresponden a especies cuya presencia cs
esporádica en toda la secuencia y se documentan a veces de forma
única en algún sector.
En la muestra antracológica 3 existen también diferencias
muy marcadas en cuanto a la riqueza específica de cada sector,
originada por el número de carbones analizado en cada uno, que
también resulta dispar (cuadro 2.2). Por ejemplo, los sectores 2 y
6 del cuadro 1lQ sólo han proporcionado un fragmento de carbón
cada uno y el sector 5 del cuadro 12Q,13 fragmentos. Realizando
la misma agrupación de taxones que en el ejemplo anterior, por
porcentajes, podemos observar que todos los que presentan porcentajes mayores al 4,99 % se encuentran representados en todos
los sectores, con la excepción de los citados amba por su escasez
de carbón. En el sector 3 del cuadro 1IR, por ejemplo, se han analizado sólo 50 carbones, un número inferior al de la mayor parte
de los sectores, y por lo tanto, su riqueza específica es también
menor; sin embargo se encuentran representados los 5 taxones de
mayores porcentajes, es decir Arbutzrs zrnedo, Leguminosae,
Qzrercirs caducifolio, Querctrs perennifolio y Quercirs sp. Esto
corrobora la rápida estabilización de las curvas taxonómicas que
observábamos anteriormente, es decir, que en pocos fragmentos
de carbón aparecen los taxones más importantes porcentualmente. Los taxones cuya frecuencia está entre el 4,99 y el 1 %
(Sorbirs-Crataegzrs y Przrnzrs sp.) se hallan representados en
muchos sectores, igual que Tarz~.rbaccata, que se encuentra muy
cercano al 1 %. El resto, tienen una presencia muy puntual, no
sólo en esta muestra sino en los porcentajes generales de toda la
secuencia.
En conclusión, queda demostrada la validez del muestreo realizado en Pala da Vella, puesto que los taxones más frecuentes, es
decir, aquellos que nos van a aportar la principal información
ecológica, se hallan uniformemente repartidos por el estrato
arqueológico y el número de sectores muestreados es suficientemente amplio para que éstos queden todos representados. Incluso
tenemos constancia de algunos taxones muy poco frecuentes, que
complementan la información de forma cualitativa.
En el caso del yacimiento de La Falguera contábamos de
entrada con una repartición más o menos uniforme del volumen
de sedimento por cuadros y sectores. Uno de los objetivos de este
análisis, además de comprobar la validez del muestreo realizado,
consiste en comprobar la siguiente hipótesis: una repartición no
uniforme de los taxones y sus porcentajes en el estrato pueden ser
los responsables de que las curvas taxonómicas y de porcentajes
tarden más en estabilizarse.
En la Unidad Estratigráfíca 2055A-C, para una cantidad
constante de sedimentopor muestra (aproximadamente 10 litros),
el número de carbones recuperados es bastante dispar, lo que ya
indica a prio1.i una repartición desigual del material carbonizado
por el estrato arqueológico (cuadro 2.3). El número absoluto de
taxones determinado en cada muestra es muy variable, oscilando
entre 3 y 11, aunque es importante notar que existe una gran
riqueza taxonómica relativa, ya que en muestras en las que se han
recuperado únicamente 1O fragmentos de carbón se han identificado hasta 8 taxones diferentes. Realizando la misma división de
los taxones que en Pala da Vella, es decir, en cuanto a su porcentaje total en la muestra, vemos que los que tienen los mayores
porcentajes (> 10 %), con excepción de Q~rercrrsperennifolio, no
están presentes en todos los subcuadros muestreados, incluso en
aquéllos en los que se ha analizado un mayor níunero de carbones. Así por ejemplo, en el cuadro F2-2055C, Frasinzrs sp. sólo
aparece en uno de los subcuadros. Lo mismo ocurre con Qzrercirs
caducifolio, que esta ausente en los subcuadros 1 y 3 del cuadro
F2-2055C, y en el 1 del cuadro F2-2055B. Esta es sin duda, la
causa de que en la curva taxonómica de esta muestra, estos taxones no aparecieran en los primeros lugares, ya que se debe haber
comenzado el análisis por alguno de estos subcuadros. De esta
forma, se confirma que una repartición desigual de los taxones en
el estrato arqueológicopuede dar unos resultados muy dispares si
no se muestrea la superficie adecuada.
Los taxones con porcentajes entre 5 y 10 (Juniperzrs sp. y
hznlzrs sp.) y entre 1 y 4,99 también están ausentes de algunos
[page-n-56]
Cuadro 2.1. Presencia-ausenciapor cuadros y sectores de los diferentes taxones identificados en la Muestra Antracológica 4 de Pala da Vella.
subcuadros; los de porcentajes menores de 1, sólo están presentes de forma puntual en alguna de las muestras.
En las Unidades Estratigráficas 202812023 el número de
taxones identificado en cada subcuadro oscila también entre 3 y
12, y de nuevo vemos que existe una cierta riqueza taxonómica,
ya que en los subcuadros en los que se ha recuperado un menor
número de carbones existe una relativa variedad (cuadro 2.4). Se
puede observar que los taxones dominantes en el total de la muestra, es decir, que constituyen más del 10 % cada uno, son de
nuevo Fraxinirs sp., Qzderms caducifolio y Querctrs perennifolio.
De éstos, Quercus caducifolio no está presente en todos los subcuadros a pesar de que el número de fragmentos analiizado en
algunos de ellos es relativamente alto. Esto indica una vez más
una repartición desigual de los taxones por el estrato. En este
caso, Fraxint(s sp. si está presente en toda la superficiedel estrato. Veremos que este taxón juega un papel especial en esta unidad
estratigráfica, que pertenece a lo que se han identificado como
niveles de corral en los que el fresno se encuentra sobrerrepresentado por una utilización especializada del mismo como alimento para el ganado. Efectivamente, Fraxinirs sp. representa un
22,47 % del total de la muestra, llegando a sobrepasar el 50 % en
algunos de los subcuadros. Jirnipertrs sp. es el único taxón incluido en la categoría entre 5-10 %, y aparece representado en 7 de
los 12 subcuadros muestreados. El resto de taxones aparecen de
forma más puntual.
Podemos establecer algunas diferencias en la dispersión de
los taxones por el estrato arqueológico con respecto a los resulta-
dos observados en el yacimiento de Pala da Vella. En éste último,
las diferencias en cuanto a la cantidad de carbón recuperado en
cada sector se deben fundamentalmente a una diferencia en el
volumen de sedimento tratado, mientras que en La Falguera, éste
ha sido constante por muestra. En Pala da Vella, el menor número de carbones analiizado se refleja perfectamente en el número de
taxones identificado y en la ausencia de algunos de los más
importantes porcentualmente hablando. En La Falguera no se
produce esta correlación, ya que la ausencia de los taxones más
importantes no se justifica siempre en un número bajo de carbones analizado. Todos estos factores concluyen en la existencia de
una disttibución desigual del carbón de La Falguera, no sólo en
cuanto a la repartición de los taxones en el estrato, sino también
en cuanto al volumen de carbón. Sin embargo, la estabilización
de las curvas taxonómicas y de porcentajes realizadas en el apartado anterior sobre estas mismas unidades estratigrbficas de La
Falguera demuestran que el muestreo llevado a cabo recoge una
información representativa.
En conclusión, el número de carbones analizados necesarios
para obtener una informaciónrepresentativa tanto a nivel cualitativo como cuantitativo, depende de cada yacimiento y se debe
adecuar a las condiciones del mismo. La mayor o menor riqueza
taxonómica o la repartición de los mismos en el estrato arqueológico pueden infiuir en la rapidez de estabilización de las curvas
taxonómicas y de porcentajes, factores que deben ser subsanados
mediante el muestreo de una superficie lo bastante amplia para
que los resultados sean representativos.
[page-n-57]
Cuadro 22. Presencia-ausenciapor cuadros y sectores de los diferentes taxones identiñcados en la Muestra Antracológica 3 de Pala da Vella.
Cuadro 2.3. Presencia-ausenciapor cuadros de los diferentes taxones identificados en la Unidad estratigrdfica 2055 A-C de La Falguera.
[page-n-58]
Cuadro 2.4. Presencia-ausenciapor cuadros de los diferentes taxones identificados en las Unidades Estratigráficas 202812023 de La Falguera.
[page-n-59]
Capítulo III
LA FLORA IDENTIFICADA
La base del análisis antracológico es la identificación botánica del carbón, para la que se ha seguido la metodología descrita
en el capítulo anterior. Las condiciones de análisis han sido variables, de acuerdo con la diferente naturaleza y estado de conservación del carbón de los yacimientos. En algunos casos, generalmente coincidiendo con los yacimientos arqueológicos prehistóricos al aire iibre, el carb6n es de muy reducido tamaño, se
encuentra muy rodado y en mal estado de conservación, lo que ha
dificultado en gran medida su análisis en cuanto a la obtención de
buenos planos anatómicos y la representación de todos los elementos necesarios para su identificación. Este ha sido el caso por
ejemplo del carbón procedente del Mas d'Is. Otro factor que ha
generado ciertos problemas en la identifícación es la naturaleza
de los sedimentos muy arcillosos o margosos, como en la cueva
de Pala da Vella o el Mas d'Is, hecho que influye directamente en
la conservación de los elementos anatómicos del carbón, que aparecían frecuentemente cegados y por tanto, irreconocibles. Esta
es la causa de que en algunos casos los porcentajes de indeterminación sean bastante altos. En algunos casos, un elevado número
de carbones recuperados en cada muestra hace posible paliar este
problema mediante el análisis de un mayor número de fragmentos, de manera que la representatividad de los datos no se vea
afectada por el alto grado de indeterminación,como se ha demostrado en el apartado dedicado a la metodología en el caso de Pala
de Vella.
En el grupo de fragmentos indetenninables se incluyen los
carbones cuyo estado de conservación no ha permitido su identificación, como ocurre con los nudos, de los que sólo se obtiene el
plano longitudinal tangencial, y los Cagmentos de corteza o
médula, compuestos por células parenquimáticas. Sólo se ha
identificado la presencia de fragmentos de corteza cuando se ha
corroborado con la conservación de la morfologia externa, que
permitía a f i a r l o con seguridad. Esta identificación ha resultado de gran interés para el análisis de cuestiones tafonómicas en
depósitos natutales de carbón (ver capítulo IV).
La determinación del carbón se ha llevado a cabo a diferentes rangos, según lo han permitido las características del mismo.
En algunos casos se ha realizado la identificación completa, de
género y especie. En caso contrario, es muy frecuente la identificación únicamente del género o incluso de la familia, por las
semejanzas anatómicas que existen entre algunas de ellas.
Incluso en el caso del taxón Rhamntrs-Phillyrea, dos géneros pertenecientes a familias diferentes presentan unas características
anatómicas tan similares que no permiten realizar una individualización de ninguna de ellas. En el caso de los pinos, hemos
encontrado en general ciertas dificultades a la hora de realizar la
identificación de la especie. La comparación con la colección de
referencia ha puesto de manifiesto la gran variabilidad intraespecífica que puede existir entre varios individuos, lo que plantea
más dudas a la hora de aplicar los criterios al carbón prehistórico.
Cuando realizamos una identificación con altas probabilidades de ser correcta, pero por falta de alghn elemento que lo conh e , no podemos asegurarlo, anteponemos "cf." a nuestra identificación. En otros casos, hemos identificado con seguridad el
género, pero es la especie lo que cabe confirmar, de manera que
"cf." precede hnicamente a la especie (Chabal, 1991); es el caso
de Fraxinlrs cf. E acelsior o Erica cf. E. arborea.
Hemos encontrado también algunos taxones que finalmente
ha sido imposible identificar, y aparecen como Indeterminada.
Para estos casos se han descrito sus csracteristicas anatómicas.
Generalmente, son taxones de presencia puntual en algún yacimiento, hecho que dificulta la posibilidad de establecer una serie
de criterios comparativos que ayudaran a su identificación.
La identificación del carbón se ha realizado en el laboratorio
del Departamento de hehistoria y Arqueología de la Universitat
de Valencia, que cuenta con un completo equipo óptico apropiado para el estudio del carbón y con abundante bibliogratla especializada (Greguss, 1955, 1959; Jacquiot, 1955; Jacquiot et alii,
1973; Schweingruber 1978, 1990) y una completa colección de
referencia que incluye maderas actuales carbonizadas de más de
300 especies de leñosas de todo el Mediterráneo, con varios individuos de cada especie, muestreados en diferentes ambientes ecológicos. Las fotografías del carbón se han realizado en un
Microscopio Electrónico de Barrido Hitachi S-4100 de Emisión
de Campo, en el Laboratorio de Microscopía Electrónica del
[page-n-60]
Servicio Central de Soporte a la Investigación Experimental
(SCSIE), de la Universitat de Valencia. Las fotografias han sido
digitalizadas mediante el programa de captación de imágenes
EMIP 3.0 (Electron Microscope Image Processing).
En este capítulo se ha incluido también un apartado en el que
se realiza la descripción de algunos aspectos relacionados con el
uso de los recursos vegetales, tanto en la actualidad como en el
pasado. Para ello se cuenta con registros prehistóricos, de sociedades indígenas tradicionales, de la cultura popular actual o bien
de nuestra propia sociedad industrial, así como de abundante
bibliografía especializada. Las sociedades actuales y del pasado
han utilizado los recursos vegetales que les ofrecía el medio para
multitud de h e s . La madera, además de constituir un combustible natural y renovable, supone también una materia prima para
la construcción y elaboración de Útiles. El conocimiento de las
cualidades fisicas y mecánicas de cada tipo de madera, es decir,
su densidad, su dureza, su facilidad para ser trabajada, su resistencia a condiciones de intemperie o inmersión, etc., amplían las
posibilidades de utilización de este recurso. Estas cualidades de
la madera están en relación con su densidad y composición química, es decir, su contenido en diversas sustancias. Algunas de
ellas son conocidas desde la antigüedad, y se han empleado tradicionalmente sistemas de sangrado del tronco del árbol para la
obtención de estos productos (Johnson, 1994: 56). Algunos testimonios excepcionales de la Prehistoria muestran ejemplos de la
utilización de la madera como base de la construcción de los
hábitats, en los que se aprecia un gran dominio de las técnicas
constructivas y un perfecto conocimiento de las cualidades físicas y mecánicas de las especies utilizadas. Entre estos ejemplos,
los yacimientos litorales neolíticos de Clairvaux-les-Lacs y
Chalain (Jura) (Pétrequin, 1997), La Marmotta (Fugazzola et alii,
1993, 1999; Fugamla y Mineo, 1995; Fugazzola y Pessina,
1999) o La Draga (Bosch et alii, 1996, 1999,2000) constituyen
un conjunto de registros formidables.
Pero ademhs de la madera y sus componentes, el bosque ofrece otros recursos, como bayas y h t o s que son consumidos por
humanos y animales, un gran potencial pecuario de pastos, hojas
y ramas, sustancias naturales tales como gomas o resinas que han
sido empleadas ampliamente tanto tradicional como artesanalmente, etc. Las sociedades tradicionales también utilizan las propiedades medicinales y curativas de algunas especies vegetales
que las hacen muy preciadas; el conocimiento y manejo de estas
plantas tóxicas forma parte de la primitiva cultura popular, en las
que se utilizan estas sustancias, no sólo para sanar, sino también
como veneno aplicado frecuentementea los Útiles de caza (Mulet
Pascua], 1997: 11).
De la mayor parte de estos usos no han quedado evidencias
en el registro arqueológico, pero debemos suponer que serían
mucho mhs amplios de lo que conocemos. Algunos estudios
sobre fosilización de restos vegetales en poblaciones lacustres
actuales, han demostrado que, tnis un periodo de 15-20 años de
aporte de material vegetal al lugar de hábitat, el porcentaje de este
material representado en el registro es muchisimo menor al utilizado, sobre todo en cuanto al uso de plantas medicinales, que se
vale fundamentalmentede hojas, frutos, tubérculos, y otros órganos vegetativos de difícil conservación (Pétrequin, 1989: 128129). Los autores han cuantificado el volumen de plantas medicinales utilizado, y éste es muy bajo en comparación con las de
uso ahentario, pero la riqueza en especies es de 10 a 20 veces
más importante en las primeras. En el resto de registros (hogares,
hornos, madera de construcción, etc.) también se pierde gran parte
del volumen utilizado, por lo que sólo nos llega una pequeña
muestra a través del registro arqueológico.
En fin, los árboles y el bosque han formado parte desde siempre de nuestras sociedades, no sólo como marco medioambiental,
sino como parte activa de toda actividad. Los grupos humanos
han tomado de estos árboles todo lo que les ofrecían, desde una
sombra para el descanso hasta el alimento para subsistir. Por ello,
es frecuente que también se incluyan dentro del sistema de creencias, mitos y tradiciones de las sociedades, entre los que los
ritos asociados con la fertilidad de la tierra y el ciclo agrícola son
los más extendidos.
En la identificación del carbón también se ha prestado atención a algunos fenómenos de alteración de la esúuctura anatómica de la madera. Algunos de estos fenómenos, entre los que se
encuentran la vitrificación del tejido celular, los traumatismos
mecánicos en la madera o la acción de hongos y xilófagos, son un
reciente tema de estudio por parte de los anatomistas, para determinar los agentes que los generan y10 reproducir expenmentalmente las condiciones que propician su aparición. A partir de la
observación de algunos de estos fenómenos en nuestro material
de estudio, presentamos una serie de imágenes de identificación
de los mismos y de sus contextos de aparición, con el fin de aportar un nuevo punto de vista a la interpretación.
Tras el análisis del carbón, hemos llegado a la identificación
de los taxones que se describen a continuación, por familias,
géneros y especies, ofreciendo especial atención a los problemas
de identificación de cada uno de ellos.
m. 1. DESCRIPCI~NANAT~MICA,
ECOLÓGICA Y ETNOGRÁF'ICA DE
LOS TAXONES
FAMLU: CUPRESSACEAE
Los diferentes géneros de la familia de las cupresáceas se
caracterizan por presentar una madera homóxila, tipica de las
Gimnospermas en general, y una ausencia de canales resiníferos
y de traqueidas horizontales. Las punteaduras de los campos de
cruce presentan morfologías propias de esta familia: taxodioides
y cupresoides. Las primeras se caracterizan por presentar un
campo regularmente redondeado o elíptico y una apertura muy
cercana por su forma y dimensiones a este contorno, tangente a
éste en dos puntos. Las punteaduras cupresoides se caracterizan
por tener una apertura u orificio mucho más estrecho que el
campo en general pero de fonna claramente elíptica, quedando
completamente dentro de éste (Jacquiot, 1955: 12;
Schweingruber, 1990: 22). Una de las dificultades que puede
ofrecer esta familia a la hora de la identificación es la formación
de canales traumáticos, característicos de la mayor parte de los
géneros que no poseen verdaderos canales resiníferos. Éstos son
el resultado de una lesión mecánica en la madera, una elevación
anómala de la temperatura (caso de un incendio, por ejemplo) o
ataques de parásitos. Estos falsos canales se detectan y diferencian de los reales porque las células que los bordean son traqueidas de paredes gruesas, y no las células epiteliales que delimitan
los canales resiníferos (Jacquiot, 1955: 15). De esta familia
hemos identificado el género Jz~nipenisy, con algunas dudas,
Tetraclinis articzrlata.
[page-n-61]
La individualización del género Jtrnipenrs ha sido relativamente sencilla en el carbón analizado, únicamente dificultada
ocasionalmentepor el pequeño tamaño de los fragmentos de carbón. Sin embargo no ha sido posible la distinción de las especies,
aunque probablemente tengamos representadas gran cantidad de
ellas, dada la amplitud geográfica y ecológica de procedencia de
las muestras. Greguss (1955) establece un criterio de diferenciación de las especies del género hniperzrs en base a la altura de
los radios, de manera que se distribuyen en dos grupos. Por un
lado, las especies que presentan radios cortos, que oscilan entre 1
a 6 células de altura, siendo la media 2-4. Pertenecen a este grupo
las especies Juniper~rsconimunis, J. excelsa, J. subirla y J. tiiuri-
fera. Por otro lado, se encuentra el grupo de especies que presentan radios largos, de más de 6 células de altura (pudiendo alcanzar hasta 12-15), al que pertenecen J. oaycedrrrs, J. phoenicea y
J. plioeiidissinia. Para determinar el grupo al que pertenece el
carbón es necesaria la observación de un número mínimo de
radios, de manera que la media resultante de su recuento sea
representativa, ya que la observación de la colección actual de
referencia ha puesto de manifiesto una gran variabilidad intraespecifica. El tamaño de nuestro carbón, generalmente reducido, no
ha permitido realizar estos recuentos. Onicamente el carbón procedente del yacimiento de Tres Montes (Bardenas Reales,
Navarra) ha ofrecido mayores posibilidades para un estudio anatómico detallado, ya que al tratarse de material de construcción,
se han preservado fragmentos de gran tamaño. En este caso se
puede a f m a r con seguridad que la totalidad del carbón identificado como Junipents pertenece al tipo de radios cortos según la
clasificación de Greguss (1959, es decir, que podría pertenecer a
las especies Jlrniperrcs communis, J. excelsa, J. sabina o J. thurifera, o estar presentes varias de ellas. Aunque no podemos llegar
a la determinación de la especie, podemos afirmar con toda seguridad que entre los restos identificados en el total de los yacimientos se encuentran al menos dos especies de hrn@ertrs en
base a la altura de sus radios (fotos 3.2 y 3.3).
En cuanto a la identificación de Tetraclirtis artic~rlata,la
escasez de fragmentos identificados como tal y su pequeño tamaño nos han hecho mantener ciertas dudas en esta identificación a
pesar de la observación de algunos de los criterios fundamentales
de su caracterización anatómica.
Género: Jmi@e~irssp.
Nombre común: Enebro, sabina,
Foto 3.1. Jiiniperrcs sp. Plano transversal
Foto 3.2. Jitrtiperrrs sp. Plano longitudfnal tangencial.
. ., anatómica;
pescn~cion
Plano transversal (P.T.): Madera homóxila, sin canales resiniferos. Transición gradual de la madera inicial a la final.
Frecuentes falsos anillos de crecimiento. Parénquima difuso (foto
3.1).
Foto 3.3. Jwnipents sp. Plano longitudinal tangencia].
[page-n-62]
Foto 3.4. Jr~itiper.irs
sp. Plano longitudinal radial.
Plano longitudinal radial.
Foto 3.5. c t Tetracliiris nrficrrlnfr~.
Plano longitudinal tangencia1 (P.L.T.): Radios uniseriados.
En cuanto a la altura de los radios, se han ideníifícado dos tipos,
uno entre 1 y 5 células (foto 3.2) y otro de hasta 12-15 células
(foto 3.3).
Plano longitudiil radial (P.L.R.): Radios homogéneos, sin
traqueidas horizontales. 2 a 4 punteaduras cupresoides por campo
de cruce (foto 3.4) (Greguss, 1955; Jacquiot, 1955;
Schweingruber 1978, 1990).
EcoIoa'~
El género Jimiperus tiene una distribución muy amplia espacial y altitudinalmente, desde el nivel del mar hasta los 2.000 m.
El enebro común (J. coniniunis) encuentra su óptimo en los pisos
colino, montano y subalpino. Los sabinares de J. thirrifea y J.
phoenicea se distribuyen en la península entre los 900 y 1.200 m
de altitud el primero, y desde el nivel del mar el segundo, colonizando preferentemente las altas parameras continentales y siendo
la segunda más resistente a las bajas precipitaciones pero mbs
sensible al frío. La mayoría se instalan sobre terrenos calizos
(Romo Diez, 1997: 92-97). En general, Jmiiperirs es un género
heliófilo, propio de formaciones secundarias colonizadoras de
suelos degradados, bien por acción antrópica o bien porque las
condiciones climáticas y edbticas no permitan el desarrollo de
otro tipo de formación.
Foto 3.6. cf. Tehflclinis artic~tlnta.Plano longitudinal radial. DetaUe
de punteadura.
Usos 1) awro~)echamiento:
Los sabinarcs y cncbrales, debido a su estructura abierta y
con ramas bajas, han favorecido la práctica del pastoreo, documentada desde hace siglos. Mediante la destilación seca de la
madera se obtiene el aceite de miera o brea de enebro, muy utilizada con íines terapéuticos (Peris et alii, 1996: 59). Su madera es
extraordinariamente apta para la construcción, sobre todo por su
resistencia ante los cambios bruscos de temperatura y humedad.
Sin embargo, su uso para este fin se ve muy limitado por su lento
crecimiento. No resiste bien los golpes, por lo que se evita para
los enmangues de herramientas (Ntinou, 2000).
La leña de Jimipenrs tiene un elevado poder calorifico. En la
Prehistoria se ha documentado su frecuente utilización como
combustible en momentos del Pleistoceno final, cuando estas
especies debieron ser abundantes por la abundancia de formaciones abiertas en el paisaje; es el caso de la Cova de les Cendres, la
Ratlla del Bubo (Badal y Carrión, 2001) y Cova Bolumini (Badal,
1995).
El empleo de los enebros y10 sabinas para la construcción
esta documentado en algunos yacimientos arqueológicos.
Aunque frecuentemente presentan un tronco nudoso y retorcido,
se ha comprobado que los individuos que crecen sin presión ni
[page-n-63]
(Costa et alii,1997: 444-445; Romo Díez, 1997: 106). No es frecuente su presencia en el registro antracológico, limitándose a
algunos yacimientos del sudeste peninsular, como Los Millares
(Rodriguez Ariza, 1992) o Fuente Aiamo (Schoch y
Schweingruber, 1982).
elevada competencia pueden adquirir un fuste recto, apropiado
para esta práctica (Ntinou, 2000).
Especie: cf. Tetraclinis articulata.
Nombre común: sabina mora, ciprés de Cartagena, araar,
tuya articulada, alerce afiicano (Costa et alii, 1997: 444; Romo
Díez, 1997: 106; González y Jiménez, 2000).
u i ó n anatómia:
P.T.: Madera homóxila. Límite del anillo de crecimiento raramente visible.
P.L.T.: Radios uniseriados, con una altura media de 8 a 12
células, de morfología redondeada y con paredes gruesas en la
madera final.
P.L.R.: Radios homocelulares. De 1 6 2 punteaduras cupresoides muy juntas por campo de cruce (fotos 3.5 y 3.6).
Punteaduras areoladas uniseriadas, con dos aberturas visibles
(Greguss, 1955; Jacquiot, 1955; Schweingruber 1990).
Ecolo&:
La única especie que existe actualmente del género,
Tetraclinis artictrlata, es relicta en la península ibérica, y sólo se
conocen algunas poblaciones distribuidas por la sierra de la
Unión, en Murcia y en el cerro de San Antón, en Málaga
(González y Jiménez, 2000), en condiciones climáticas de tipo
mediterráneo semiárido, con precipitaciones que jamás superan
los 400 mm anuales, inviernos suaves y sin riesgo de heladas.
Manifiesta una preferencia sobre suelos básicos, aunque también
se puede encontrar sobre substratos ácidos (Costa et alii, 1997:
446). Es una especie heliófila, puesto que sus plántulas requieren
de la insolación directa para desa~ollarse.Dan lugar a forn~aciones muy abiertas, llegando a ser dominantes con porte arbóreo.
Se acompaña frecuentemente de pino carrasca, lentisco, palmito,
coscoja, algarrobo, mirto, acebuche, torvisco, romero, diversas
especies de Cisttrs, Cle~riatiscirrosa, Gertista unibellafa, Osyris
qiradriprtitn, etc. (González y Jiménez, 2000: 28-29).
Usos v a w i e n t ~ :
La explotación de esta especie se remonta a época prehistórica, para la obtención de la sandaraca, una resina muy fuerte que
exuda el tronco y que era utilizada como cola natural, uso que aún
se documenta actualmente entre poblaciones norteafiicanas. En
época romana existen testimonios de la utilización de esta resina,
de olor penetrante, en algunos oficios religiosos, asi como de su
madera para la elaboración de trabajos de carpintería, por ser de
muy buena calidad para este fin, de grano f í o , fácil de trabajar y
resistente a la putrefacción, a los ataques fúngicos y al rozamiento. Sin embargo, como combustible resulta de mediana calidad
F A M I . : PINACEAE
De la familia de las pináceas hemos identificado en nuestro
análisis diversas especies del género Pinus; éste no suele ofrecer
ningún problema para su individualizacióndel resto de coníferas,
caracterizado por la presencia de canales resiníferos longitudinales y radiales, y de traqueadas horizontales en los radios
(Schweingruber, 1990; Jacqiiiot, 1955, Greguss, 1955). La identificación de las diferentes especies de pino se realiza sobre todo
en base a la distribución de los canales resiníferos a lo largo de
los anillos de crecimiento, visible en el plano transversal, y sobre
todo la morfología de las punteaduras de los campos de cruce y
de las paredes de las traqueidas horizontales, visibles en el plano
longitudinal radial. El cuadro 3.1 muestra una síntesis de los
caracteres anatómicos que individualizan cada una de las especies. Algunas especies de pino ofrecen menores problemas para
su identificación, aunque en general dependen de la calidad y
tamaño del fragmento a analizar, ya que raramente se llega a una
identificación sólida si no es a partir de una combinación de
varios de los criterios antes descritos.
La especie de pino que generalmente ha ofrecido una mayor
garantía de identificación ha sido l? Itnlepe~isis.Ésta se caracteriza a diferencia del resto de las especies, por una distribución de
los canales resiníferos a lo largo de todo el anillo
(Schweingniber, 1990), criterio que debe ser complementado por
la morfología pinoide y número de punteaduras en los campos de
cruce. El taxón Pirtlrs 'p. pinea-pinaster ha sido deterniinado
básicamente en función de la posición de los canales resiníferos
en la madera de transición y más raramente en la final, y la presencia de dos a cuatro punteaduras de tipo taxodioide por campo
de cnice. No hemos podido realizar tina distinción entre ambas
especies, pues pensamos que no tenemos criterios suficientes
para ello. Únicamente en los yacimientos de Ponta da Passadeira
y Vale Pincel 1 se ha determinado con seguridadPirtirspiiiea,avalado además por la presencia de brácteas de piña y piñones de
esta especie. Varios autores han establecido diversos elementos
de distinción entre estas dos especies. Algunos coinciden en la
existencia de una notable diferencia de tamaño de los canales
resiníferos, entre 200-300 pm para l? pirtaster y 100-150 pm para
l? pirrea, así como su posición, tanto en el leño tardío como en el
de transición o únicamente en el tardío, respectivamente
(Jacquiot, 1955; Figueiral, 1995b). Un último criterio sería la
morfología de las paredes de las traqueidas horizontales, denta-
CANALES
PUNTEADURAS DE LOS
TRAQUEIDAS
ALTURA DE
LOS CANALES
EN
CAMPOS DE CRUCE
TRANSVERS.
LOS RADIOS
P. lralepensis
100-200 pm
todo el anillo
1 a 4, pinoides
lisas a dentadas
Sal0
l? nigra
100-150 pi
leño tardío
1 a 2, fenestriformes
dentadas
1O
8 a 15
ANATOM~AI D L ~ E T R ODE
ESPECIE
l?piiiaster
200-300 pm
leño tardío
2 a 5, pinoides-piceoides
lisas
l? pinea
100-150 pm
leño tardío
2 a 4, pinoides-piceoides
lisas
8a15
l?sylvestris
100-150 pm
leño tardío
1 a 2, fenestrifomes
muy dentadas
10 a 12
Cuadro 3.1. Principales características anatómicas de las especies de pino, a partir de Jacquiot (1955) y Schweingruber (1990).
[page-n-64]
das en el caso de i? pinaster, y lisas en P.pinea. Otros criterios,
como el número de punteaduras por campo de cruce y su morfología, pueden resultar menos sólidos, pues se solapan en ambas
especies (Jacquiot, 1955; Greguss 1955; Schweingruber, 1990).
Nuestra propia observación en individuos actuales nos lleva a
pensar que un criterio bastante sólido es el tamaño de las punteaduras de los campos de cruce, mucho mhs grande en i? pinaster,
llegando incluso a aproximarse a una morfología fenestriforme
(Badal y Carrión, inédito). En todo caso, para llegar a esta conclusión se precisa de la observación de numerosos campos de
cruce y, frecuentemente,de su medición sistemática en el microscopio electrónico, de manera que no siempre es posible un análisis del material a este nivel.
El taxón Piiitrs tp. qh)estris-nigra ha sido determinado en
función de la morfología de las punteaduras fenestriformesde los
campos de cruce, que individualizan este grupo del resto de los
pinos. Algunos autores han establecido ciertos criterios de distinción entre estas dos especie, que se basan fundamentalmente en
la situación de los canales resiniferos dentro del anillo de crecimiento y la morfología de las paredes de las traqueidas horizontales (concretamente, el grado en que éstas se encuentran dentadas). Estudios realizados en poblaciones de pinos actuales han
llevado al establecimiento de una escala para medir la situación
de los canales resiníferos, donde el inicio del leño temprano sería
O y el límite externo del anillo sería 1. Así, cuando los canales se
encuentran rondando valores del 0,75 se trata de i? inigra y cuando sobrepasan valores de 0,9 sería i? sylvesiris. Cuando los canales se encuentran en la zona comprendida entre estos dos valores,
es imposible su identificación (Bazile-Robert, 1979). El problema en la mayor parte del material arqueológico, como ocurre en
nuestro caso, viene dado por el reducido tamaño de los fragmentos de carbón, que no permiten la observación más que de un
número muy reducido de canales por cada uno de ellos, insuficiente para poder establecer una media representativa.
Especie: Pincrs kalepensis.
Nombre común: Pino camsco.
Foto 3.7. Pilrrrs Itnleperisis. Plano iransversal.
Foto 3.8. Pinrrs hnlepersis. Plano longitudinal radial.
P.T.: Madera homóxila, con canales resiníferos distribuidos
por todo el anillo, aunque los de la madeia final presentan células epiteliales de paredes gruesas. Transición de la madera inicial
a la final de gradual a muy abrupta (foto 3.7).
P.L.T.: Radios uniseriados, con una altura media de 10 células y un máximo de 22. Canales resiniferos horizontales con células epiteliales de paredes gruesas.
P.L.R.: Radios heterocelulares, con traqueidas horizontales
generalmente de paredes algo dentadas, aunque en ocasiones
pueden ser lisas. De 1 a 314 punteaduras pinoides por campo de
cruce. Punteaduras areoladas uniseriadas, pequeñas en la madera
final y más grandes en la inicial (foto 3.8) (Greguss, 1955;
Jacquiot, 1955; Schweingruber 1978, 1990).
Foto 3.9. Pilrrrspinen-pinnster. Plano transversal.
[page-n-65]
Foto 3.10. Pinrrspinea-pinaster. Plano longitudinal radial.
Especie: Piiiirs tp. pinerr-pinnster.
Nombre común: Pino piñonero, pino rodeno, pino resinero.
Foto 3.12. Pintrs nigra-sj~I~~estris.
Plano longitudinnl radial.
Punteaduras areoladas uniseriadas, con morfología piceoide en la
madera final (foto 3.10) (Greguss, 1955; Jacquiot, 1955;
Schweingniber 1978, 1990).
:-
P.T.: Madera homóxila, con canales resiníferos distribuidos a
lo largo de la madera de transición. Límite del anillo generalmente visible (foto 3.9).
P.L.T.: Radios uniseriados, con una altura media de 8 a 15
células. Canales resiníferos horizontales.
P.L.R.: Radios heterocelulares, con traqueidas horizontales
generalmente de paredes lisas, ocasionalmente un poco dentadas.
De 2 a 4 punteaduras pinoides a taxodioides por campo de cruce.
Especie: Piturs tp. sj~1vestr.i~-~iigrcr.
Nombre común: Pino albar, pino salgareño.
Descripción anatómica:
P.T.: Madera homóxila, con canales resiniferos situados hacia
la madera final. Transición de la madera inicial a la final generalmente abrupta (foto 3.11).
P.L.T.:Radios uniseriados, con una altura de 8 a 15 células y
canales resiníferos horizontales.
P.L.R.: Radios heterocelulares, con traqueidas horizontales
de paredes dentadas. 1 ó 2 punteaduras fenestrifonnes por campo
de cruce. Punteaduras areoladas uniseriadas, pequeñas en la
madera final y más grandes en la inicial (foto 3.12) (Greguss,
1955; Jacquiot, 1955; Schweingmber 1978, 1990).
w:
Foto 3.11. Pinus rrigrn-sylvestris. Plano transversal.
Ecolooía de los
El género Pirtlrs aparece ampliamente distribuido por todo el
hemisferio norte y en todos los pisos de vegetación. En la península Ibérica constituyen un elemento clave de los paisajes, sobre
todo meditemtneos. En general, todas las especies de pino son
heliófilas y resistentes en mayor o menor medida a fuertes contrastes de temperatura y humedad, aunque cuando ésta última se
hace más elevada, los pinos suelen entrar en competencia con
otras especies planifolias (Romo Diez, 1997: 72). Son especies
pioneras, que generalmente no presentan una preferencia marcada por ningún tipo de substrato y se adaptan a condiciones extremas de desarrollo edáfico (Costa et alii, 1997: 367). La figura 3.1
resume la distribución actual de las diferentes especies de pino
por el ámbito mediterráneo, en función de la altitud y latitud
sobre las que se desarrolla cada una de ellas.
El pino carrasco y el piñonero encuentran su óptimo fundamentakente por debajo de los 800 metros de altitud, entre los
[page-n-66]
Altitud
30
35
40
I
1
1
45
1
OROMEDITERRANEO
MONTANOMEDITERRANEO
1
i2500
,-.
( SUPRAMEDITERRANEO
L.
MEDITERRANEO
INFRAMEDITERRANEF)
?.A
35
40
45
Latitud
Fig. 3.1. Distribución biogeogrftfica actual de las diferentes e:species de pino (a partir de Costa et alii, 1997: 358, modificado).
pisos termomediterráneoy mesomediterráneo inferior. El primero es la especie de pino más ampliamente repartida por todo el
Mediterráneo, alcanzaiido latitudes entre 46 y 32" C, y altitudes
desde el nivel del mar a los 1.600 metros en las montañas meridionales de la península Ibérica. La distribución actual del pino
piñonero se debe en gran medida a actividades de repoblación, y
poco tiene que ver con su área espontánea de crecimiento. En origen se desarrolla fundamentalmente sobre suelos arenosos y
empobrecidos, con un clima poco riguroso, ya que no soporta
temperaturas inferiores a -5" C durante varios días (Romo Díez,
1997: 76), aunque esta debilidad se ve aumentada cuando se
encuentra también sometido a vientos húmedos marítimos (Costa
et olii, 1997: 375).
EI pino rodeio o resinero (P piifnster) tiene una distribución
fundamentalmente mediterráneo-occidental y atlántica, desde la
costa hasta las zonas más continentales, donde soporta rigurosos
fi-íos invernales; como el piñonero, muestra cierta preferencia por
suelos ácidos y arenosos, pobres en nutrientes (Costa et crlii,
1997: 383).
Tanto el pino rodeno conio el piñonero han sido frecuente
objeto de debate en cuanto a su carácter aiitóctono en la península Ibérica y el origen foráneo de las poblaciones actuales
(Figueiral, 1995b; Figueiral y Terral, 2002; Camón et nlii, 2000).
Actualmente, numerosos datos procedentes de registros polínicos
documentan estas especies desde momentos antiguos y, recientemente, los análisis antracológicostambién se han integrado a esta
problemática, mostrando la presencia de estas especies en la
península desde momentos pleistocenos (Figueiral, 1995b; Aira,
1986; Aira et nlii, 1989; Ramil-Rego, 1992; Mateus, 1989;
Mateus y Queiroz, 1993; Dupré, 1988a; Camón et alii, 2000;
Badal, 1998; Ntinou y Carrión, en prensa).
Las especies de montaña (P ~iigray P sl>lvestris) son muy
resistentes a los Cios invernales. El pino salgareño se encuentra
frecuentemente en zonas montañosas submediterráneas sobre
suelos poco desarrollados, y en el piso bioclimático montano
entre los 800 y los 1.500 ni. (Riou-Nivert, 1996: 204-205). Esta
especie Iia jugado un importante papel en las formaciones vegetales pleistocenas de la mitad oriental de la península Ibérica,
hallándose restos de la misma liasta la actual línea de costa
(Badal, 1990; Badal y Carrión, 2001), siendo ya uno de los pinos
más extendidos en Europa durante el Terciario (Costa et nlii,
1997: 391). El pino albar (P sj)li~estris)se desarrolla entre los
1.O00 y los 2.000 in en zonas continentales o de montaña sometidas a fuertes contrastes térmicos, que incluyen Cecuentes heladas. Cuando la aridez se acenhia niás, el pino albar se ve sustituido por el salgareño, y viceversa, ya que el primero requiere
precipitaciones por encima de los 600 mm y un mínimo estival de
200 (Costa el crlii, 1997: 171; Romo Diez, 1997: 78-82;
Castroviejo e/ nlii, 1986: 171-172).
Tdentificacióede las p&:
Entre el carbón analizado en este trabajo, se han identificado
otros órganos vegetativos de las plantas, además de la madera.
Entre ellos destaca un número relativamente elevado de brácteas
de piña (foto 3.13), que en algunos casos aparecían completas o
al menos permitían una comparación biométrica con las actuales.
Para la identificación de las brácteas de piña han sido utilizados
dos criterios fundamentalmente: el tamaño de las mismas y la
morfología de la apófisis, si ésta no se encontraba muy erosionada. En la figura 3.2 se muestra un esquema de las características
morfológicas fundamentales de las piñas de las especies de pino
identificadas.
[page-n-67]
Fig. 3.2 Morfología de las piñas de diferentes especies de pino
(a partir de Costa et nlii, 1997: 362, modificado)
Según estos criterios se ha llegado a la determinación con
seguridad de al menos dos especies: Piriirs piriea (foto 3.14A) y
P. haleperisis (foto 3.14B). En el caso del primero, se han identificado además numerosos restos de cáscaras de piñón y el propio
fhlto, que evidencian todo el proceso de recuperación y tratamiento de este recurso, como se mencionará en el capítulo correspondiente (capítulo X).
Usos v aprovechamiento:
Los pinos en general han sido especies ampliamente utilizadas por los grupos humanos desde la Prehistoria, debido a su
abundancia y gran extensión por todo el tenitorio peninsular.
Existen evidencias de su aprovechamiento en gran parte de los
yacimientos, bien como combustible, bien para obtener sus fnitos. Se ha documentado la utilización de los pinos como combustible en la mayor parte de yacimientos arqueológicos de la
región Mediterránea. Destaca por su abundancia la presencia de
la especie Pirtirs tp. riigra (que debiójugar un importantepapel en
los paisajes pleniglaciales y tardiglaciales) en la Cova de les
Cendres (Badal y Camión, 2001), en la Cova Bolumini (Badal,
1995) o el Tossal de la Roca (Uzquiano, 1990); de Piíiirs halepensis en los niveles holocenos de la Cova de les Cendres (Badal,
1990); o de Piriirs pinaster en diversos yacimientos portugueses,
como en los niveles pleistocenos y holocenos de Cabeco do Porto
Marinho (Figueiral, 1995b). En contextos más recientes se ha
identificado esta especie en Cunho, Buraco da Pala, abrigo de
Fraga d'Aia, S. Lourenqo, Alto de Santa Ana o Vinha da Soutilha
(Figueiral, 1995b).
La madera de las diferentes especies de pino presenta algunas
características comunes en cuanto a su dureza y resistencia, pero
la propia morfología de los troncos ha establecidopreferencias en
cuanto a su utilización para fines constructivos. Por ejemplo, el
tronco del pino carrasco es tortuoso y su madera semipesada y
muy dura, pero a pesar de ello existen algunos registros prehistóricos en los que esta especie ha servido de base para la elaboración de diferentes elementos constructivos, como es el caso de
los poblados de Castellón Alto o El Malagón, donde se documenta la utilización de madera de pino canrasco para la elaboración de postes y de pino salgareño para las vigas (Rodríguez
Ariza, 1992; Rodríguez et alii, 1996; Molina González et alii,
1997). También en el yacimiento del Bronce de la Lloma de Betxí
(Paterna, Valencia) el pino carrasco es una de las especies más
utilizadas para la elaboración de los elementos constructivos (de
Pedro y Grau, 1991; de Pedro, 1998: 234-237), como también se
ha documentado en yacimientos ibéricos como el Castellet de
Bernabé y el Puntal dels Llops (Grau, 1990b).
La madera de pino albar es actualmente la más utilizada
comercialmente,muy apreciada por ser muy compacta, muy estable y secar fácilmente, aunque no resiste a la podredumbre. Por
el contrario, la madera del pino salgareño se astilla con mucha
facilidad, por lo que no resulta tan fácil de trabajar. El pino albar
sobre todo, produce troncos rectos y con pocos nudos, por lo que
se conoce su utilización actual y desde tiempos prehistóricos para
la construcción. En época histórica ha sido muy utilizada para
postes, traviesas y otros elementos de construcción (Johnson,
1994: 288).
La madera del pino piñonero es blanquecina o amarillenta,
bastante resinosa y pesada; el porte particular de este árbol (las
ramas presentan una tendencia a engrosar tanto como la guía,
dando lugar a una copa amplia y aparasolada) ofrece troncos altos
(de 20 a 30 m) y muy rectos, por lo que ha sido muy utilizado
para la construcción (Costa et alii, 1997: 373). Sin embargo, el
principal recurso extraído del pino piñonero son los piñones,
motivo fundamental por el que se han realizado grandes repoblaciones desde época romana. Las piñas son grandes y globulosas
Foto 3.13. Brhctea de pifia. Plano transversal
[page-n-68]
Especie: Tanlrs baccnta.
Nombre común: Tejo.
Descripción anatómica:
P.T.: Madera homóxila, con transición gradual entre la madera inicial y la final. Canales resiníferos y parénquima ausentes.
P.L.T.: Radios uniseriados, raramente biseriados (Jacquiot,
1955: 38) de 5 a 12 células de altura media.
P.L.R: Radios homogéneos. Traqueidas horizontales ausentes. 2 a 4 punteaduras piceoides o cupresoides por campo de
cruce. Punteaduras areoladas uniseriadas, presentes sólo en las
paredes radiales, pequeñas y poco densas en la madera final, y
grandes y numerosas en la inicial. Engrosamientos en espiral
visibles en las traqueidas longitudinales, inclinados aproximadamente unos 60' sobre la vertical (foto 3.15) (Greguss, 1955;
Jacquiot, 1955; Schweingruber 1978, 1990).
Foto 3.14. Brhctea de piña de Pinrrspinea procedente del yacimiento de Vale Pincel 1(A) y de Pinrrs lralepensis procedente del
yacimiento de La Falguera (B).
y contienen unos piñones de gran tamaño (15-20 x 6-8 mm) protegidos por una cáscara gruesa y muy dura, y provistos de un ala
rudimentaria que se desprende al caer (Costa et alii 1997: 373374). Estos h t o s son de un gran valor nutritivo por su alto contenido calórico. Una piña puede contener hasta 100 piñones, que
alcanzan su madurez tres años después de la fecundación. La
recolección de los piñones está documentada a lo largo de la
Prehistoria en yacimientos de la península Ibérica como en la
Cueva de Nerja (Málaga) (Badal, 1998,20Ola), Gorham's Cave
(Metcalfe, 1958) o Vale Pincel 1(Badal y Carrión, inédito). La
presencia de estos fnitos es frecuente en los yacimientos arqueológicos y las evidencias muestran que debió ser un recurso muy
apreciado por los grupos humanos, ya que en ocasiones, la recolección se realizaba incluso en zonas alejadas al lugar de hábitat
(Rhode y Madsen, 1998).
La presencia de restos de piñas y10 piñones carbonizados en
los yacimientos es resultado de la recogida de la piña entera antes
de su madurez, para evitar que los piííones se diseminen. De este
modo, se abren con ayuda del calor de las brasas del fuego. Estas
prácticas de recogida de las piñas se han mantenido hasta la
actualidad en algunas regiones de la península Ibérica; las piñas
se recogen en invierno, cuando ya están maduras pero todavía
cerradas, para evitar que se abran por efecto del calor y se diseminen los piñones. Para ello se utiliza un instrumento denominado gorguz, que consta de un mango largo que sirve al mismo
tiempo para trepar al árbol, y una punta de hierro recta y otra
curva mediante la cual se desprende la piña (Badal, 2001a: 102).
Los piñones del resto de las especies no son tan apreciados,
aunque actualmente, en el Magreb se consumen los del pino
carrasco con miel o torrefactados. En Grecia, se emplea también
la resina de esta especie para revestir el interior de cubas y barriles, y para embadurnar los tapones de corcho, para evitar que el
vino se agrie; así, éste toma un gusto peculiar y recibe el nombre
de retsiizn (Romo Díez, 1997: 73).
Ecoloda:
Esta especie es propia de zonas montañosas, de ambiente
húmedo y fresco. Es indiferente ante la cantidad de insolación
que recibe, de manera que puede permanecer toda su vida en
zonas de umbría permanente, pero prefiere las zonas de humedad
atmosférica elevada, con un ombrociima entre húmedo y subhúmedo, y una influencia no demasiado continental. Soporta bien el
frío invernal y los suelos.calcáreos, rocosos y secos (Riou-Nivert,
1996: 234-235). Por ello se sitúa frecuentemente en cantiles,
barrancos o zonas pedregosas, como planta subrupícola, aunque
también habita en suelos profundos. No tolera bien la acidez.
El tejo es una especie muy antigua y ha sido progresivamente sustituida por otras más modernas a lo largo de la Historia, por
lo que su presencia actual en toda Europa es bastante reducida. En
la península Ibérica tiene una amplia distribución espacial, aunque se concentra claramente en la mitad septentrional, y en las
montañas del sector sudoriental. En la región Eurosiberiana suele
formar parte del cortejo de robledales, hayedos, abetales, etc.,
Foto 3.15. T m s bnccatfl.Plano longitudinal radial.
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aunque son ambientes propicios para su desarrollo las zonas de
alta montaña (por encima de los 1.O00 m), suelos húmedos y profundos, umbrías como grietas o valles encajados, etc. Resiste
temperaturas relativamente altas si tiene suficiente humedad para
ello (Costa et alii, 1997: 202,205; Romo Díez, 1997: 113). En la
región Mediterránea es frecuente en gran parte de los sistemas
montañosos centrales (Romo Díez, 1997: 113).
Y sos v aprovechankm:
La madera del tejo, de grano muy fino, es muy apreciada por
su dureza, flexibilidad y resistencia a condiciones de intemperie
(Galhn Cela et alii, 1998: 61-62). Ha sido muy utilizada desde el
Neolítico para la elaboración de instrumentos tales como enmangues, arcos, flechas, palas para extracción minera, vallados y
construcción en general. Suele trabajarse en verde, lo que facilita la tarea debido a su posterior dureza, y al secarse no pierde iiinguna de sus cualidades ni mengua de tamaño (Abella, 1997: 99).
Durante la Prehistoria se ha documentado la utilización de madeiri de tejo para elaborar varios tipos de enrnangues de útiles (entre
ellos, de hoces) y esphtulas, como ha quedado evidencia en algunos yacimientos del norte de Italia (Follieri, 1970, 1974).
También se han hallado en Clairveaux-les-Lacs numerosos arcos
de sección en " D , elaborados en madera de tejo, algunos de los
cuales aparecían completos, documentando una longitud de entre
165 y 170 cm (Baudais, 1985; Pétrequin, 1989).
Todas las partes de esta planta son venenosas, por contener
un alcaloide, la taxina, excepto la parte carnosa del fruto que
rodea la semilla para posibilitar su dispersión por medio de las
aves (Castroviejo et alii, 1986: 189). Sin embargo, sus usos medicinales son amplios, incluyendo incluso su aplicación como antídoto contra la mordedura de víbora (Abella, 1997: 101).
111.1.2. GNETALES
Las Gnetales son un orden perteneciente a las
Gimnospermas, que se encuentra a caballo entre éstas y las
Angiospermas: su madera es bastante similar a las primeras, con
sus características traqueidas longitudinales de morfología cuadrada, pero también poseen vasos. Presentan además ciertos
caracteres arcaizantes tales como las perforaciones foraminadas,
que constituyen un obstbculo para el transporte de savia por los
vasos. La familia de las Ephedraceae es monogenérica, pero se
conocen al menos 60 especies de las misma, repartidas por la
mayor parte de las regiones templadas y cálidas del planeta
(Castroviejo et alii, 1986).
Foto 3.16. Epltedra sp. Plano transversal.
Perforaciones foraminadas (foto 3.17) (Greguss, 1959;
Schweingruber 1990).
Ecolo~ía:
Existen numerosas especies de Ephedra y todas ellas suelen
desarrollarse sobre suelos calcáreos, pedregosos, arenales salinos
y substratos yesosos, soportando bien condiciones de aridez acusada. Se encuentra desde el nivel del mar hasta los 1.100-1.200 m
de altitud. Son frecuentesen matorrales esclerófilosheliófilos y en
las primeras etapas de sustitución de los carrascales y sabinares
negrales litorales y sublitorales.La especie E. clis/nclo,n es característica de las dunas marítimas de la mitad oriental peninsular,
mientras que E. itebr-oderisis se desarrolla preferentemente en el
FAMILIA: EPHEDRA CEAE
Género: Ephedra sp.
Nombre común: belcho, trompetera, arnacho, efedra fina,
uva marina.
Descripción anatómica:
P.T.: Porosidad difusa a semiporosa. Vasos casi exclusivamente aislados, con morfología poligonal. Límite de los anillos
de crecimiento visible. Frecuentes anillos discontinuos.
Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.16).
P.L.T.: Radios de 2 a 5 células de anchura, con morfología
muy variable.
P.L.R.: Radios muy heterogéneos, formados exclusivamente
por células verticales y cuadradas, con formas muy irregulares.
Foto 3.17. Ephedra sp. Plano longitudinal radial.
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seno de carrascales continentales, llegando a los 1.700 m de altitud. E. PagiIis se suele localizar también en zonas litorales, compartiendo ecótopo frecuentemente con la sabina negral. Es característica del sur de la península Ibérica (Castroviejo et alii, 1986;
Mulet Pascual, 1997: 176-177).
Usos v anrovechamient~:
Todas las especies de este género poseen un componente quimico denominado efedrina, que tiene una estructura y acción
semejantes a la neurotransmisora adrenalina, por lo que se utiliza
en medicina popular como broncodilatadora, hipertensiva, vasoconstrictora, estimulante y antidepresivo (Galán Cela et alii,
1998). También es útil en urticarias y alergias. Acelera el ritmo
cardíaco y los movimientos respiratorios y disminuye las secreciones del organismo (Mulet Pascual, 1997: 176-177; Peris et
alii, 1995: 255). Por estas propiedades, se ha utilizado de forma
tradicional en el tratamiento de procesos asmáticos, bronquitis o
urticarias, entre otros, aunque su uso ha de ser muy moderado
debido a la alta toxicidad de esta planta (Stiibing y Peris, 1998).
Se ha documentado la presencia esporádica de este género
entre los restos del combustible doméstico de yacimientos como
la Cova de les Cendres (Badal, 1990), Los Millares, el Cerro de
la Virgen o la Temra del Reloj (Rodríguez Ariza, 1992).
El grupo de las Angiospermas Monocotiledóneas se caracteriza por tener una sola hoja germina1 o cotiledón, e incluye varias
familias entre las que se encuentran las Liliaceae, Agavaceae,
Iridaceae (lirios), Gramineae u Orchidaceae, entre otras. Muchas
crecen a partir de tuberobulbos y bulbos y raras veces se ramifican. Pocas inonocotiledóneas del Mediterráneo son leñosas, pero
algunas presentan tallos fibrosos gruesos que pueden conservarse carbonizados, aunque en general, el registro antracológico de
estas especies es más escaso, y las condiciones de conservación
no siempre son las óptimas para el análisis de los restos. En la
familia de las liliáceas existen varias especies leñosas con mayo-
Foto 3.18. Angiosperma Monoeotiledónea.Plano transversal.
res posibilidades de preservarse en el registro antracológico en
condiciones normales, tales como las especies del género
Asparagus o Snrila.~; también algunas gramíneas han sido identificadas en forma de carbón.
La gran similitud anatómica que presentan las
Monocotiledóneas no nos ha permitido realizar una identificación
del género o incluso la familia a la que pertenecen las que hemos
analizado en este trabajo, pero es muy viable que estén presentes
varias de ellas, ya que este taxón aparece en varios yacimientos
situados en ambientes geográficos y ecológicos diferentes.
anatómlcq:
P.T.: Cutícula o epidermis ondulada. Córtex compuesto por
varias filas de células de paredes gruesas. Haces vasculares con 2
a 4 vasos grandes de xilema alrededor del floema, a veces algunos más de menor tamaño (foto 3.18).
P.L.: Células de los haces libero-leñosos y fibras de morfología fusiforme (Metcalfe, 1960; Schweinbruber, 1990).
Ecolopía:
La ecología de las Monocotiledóneas es muy amplia ya que
incluye diversas familias y géneros que se distribuyen por todo el
territorio peninsular y por todos los pisos de vegetación. Como
rasgo común de la mayor parte de las familias, se puede mencionar su preferencia por los terrenos rocosos, de garriga o herbosos,
y otras zonas de bosque abierto donde reciben cierta insolación,
salvo especies como Rirsctrs aciflenhcs o Sniiiax aspera, que prefieren zonas de mayor umbría. Las gramíneas se desarrollan frecuentemente en bordes de campos de cultivo, caminos, baldíos,
pedregales y pastos. Sin embargo, Arulido donm prefiere zonas
húmedas, proliferando en terrenos pantanosos o zanjas de drenaje (Burnie, 1995: 255 y SS.).
Usos v aprovech-:
Desde los comienzos de la economía de producción en el
Neolítico, los cereales son una de las bases de la alimentación
humana, que se ha consolidado como uno de los cultivos mediterráneos de secano más extendidos. Los granos de cereal están
presentes en la mayor parte de yacimientos arqueológicos a partir del Neolitico, documentándose frecuentemente su producción
masiva y conservación en grandes estructuras de almacenamiento, como en el caso de los yacimientos de Niiiet y Jovades
(Bemabeu, 1995; Bernabeu y Badal, 1990, 1992) o la Lloma de
Betxí, donde se almacenan además en grandes recipientes cerámicos (de Pedro, 1998), entre otros. Además del consumo de sus
granos, se ha utilizado el tallo para otros fmes tales como la constmcción de techumbres, elaboración de utensilios de cesteria, alimentación del ganado, etc. Generalmente no se conservan estas
prácticas en el registro arqueológico debido a la fragilidad y el
carácter perecedero del material, pero la observación de las prácticas llevadas a cabo por sociedades tmdicionales ha puesto de
manifiesto la importancia de estas actividades dentro del propio
ciclo agrícola (Ntinou, 2000). En uno de nuestros yacimientos de
estudio, el abrigo de La Falguera, se ha recuperado una serie de
materia vegetal que puede estar en relación directa con estas
prácticas de alimentación del ganado, ya que se trata de fragmentos de tallo de herbáceas, probablemente algún tipo de gramínea, conservados sin carbonizar en los estratos de corral del
abrigo (ver capitulo X).
Las Monocotiledóneas, por la morfología flexible de sus
tallos, han sido frecuentemente utilizadas en labores de trenzado
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y cestería. Entre ellas, el esparto (Stipa tenacissima) ha sido la
especie más utilizada con este fin, constatándose este uso en yacimientos arqueológicos que han conservado de manera excepcional utensilios elaborados en este material. Es el caso de yacimientos como la Cova de les Cendres (Alicante) para el
Neolítico; El Rincón de Almendricos, Zapata y El Barranco de la
Viuda (Murcia), Cabezo Redondo, Terlinques y San Antón
(Alicante) y La Cardosilla y La Lloma de Betxi (Valencia) para
la Edad del Bronce (López Mira, 2001-2002). Destaca el material recuperado en el yacimiento de Terlinques, en el que se ha
conservado un registro excepcional entre el que se encuentran
incluso varios husos con hilo enrollado en el interior de un cesto
de esparto (Machado Yanes et alii, 2004).
En el poblado ibérico del Coll del Moro (Gandesa, Terra Alta)
se han identificado restos de fibras, posiblemente de lino, muy
mineralizadas en el fondo de unas piletas, conservadas gracias al
medio húmedo y anaerobio, que se integran dentro del proceso
denominado de "enriado" (fermentación en agua de las fibras a
partir de los microorganismosque ellas mismas transportan), con
el ñn de hacerlas aptas para el trenzado (Alonso y Juan, 1994:
139). De este proceso existen paralelos en algunos yacimientos
de los lagos suizos (Geijer, 1979).
Además de estos testimonios directos, se multiplican en otros
yacimientos los registros indirectos sobre esta actividad, como las
imprentas de esteras vegetales en el material cerámico o en fragmentas de arcilla de paredes y techos, lo que pone de manifiesto la
amplia utilización de estas especies vegetales para gran cantidad
de actividadescotidianas durante la Prehistoria. En época romana,
Vitrubio describe la utilización del esparto y cañas entrelazadas
para la construcción de bóvedas, al realizar un entramado plástico
que permitiera su adaptación a los espacios (Vitrubio, 1982).
Algunos autores proponen ciertos criterios de distinción,
basados fundamentalmente en la anchura y morfología de los
radios (Jacquiot et alii, 1973: 146). En cuanto a la anchura,
Jacquiot distingue dos grupos de especies: las de radios de hasta
5 células, entre las que se encuentranA. opalzrs, A. platanoides y
A. campestre; y las de radios de hasta 8 células, que incluye A.
psezrdoplatanzrs y A. rnonspesszrlanztm. En cuanto a la morfología, es frecuente encontrar radios multiseriados heterogéneos,
con una fila de células cuadradas marginales en A. opahrs, y en la
mayor parte de los radios uniseriados en A. pseztdoplatanus y A.
monspessulanzrm (en el resto de especies es menos fkecuente,
aunque también están presentes). Un úitimo criterio seria el
tamaño de los vasos, ya que en especies como A. monspesszrlanirm miden de 20 a 50 pm, mientras que el tamaño general en las
otras especies oscila entre 50-100 pm. Además, en el caso de A.
campestre se observa una clara disminución del tamaño de los
vasos hacia la madera final, que en el resto de las especies permanece invariable (Jacquiot et alii, 1973: 144).
En nuestro anáiisis no hemos realizado una identificación de
la especie. Todos los fragmentos de carbón identificados como
Acer proceden de los yacimientos localizados en el sector oriental peninsular, de manera que si añadimos un criterio ecológico,
las especies existentes en esta región son Acer opalzts y A. monspessulanzrni. Las características anatómicas observadas en el carbón analizado son coherentes con las antes descritas para estas
especies, por lo que sería viable que se tratara de alguna de ellas
o de ambas. Pero dado que no hemos podido diferenciarlas únicamente con los criterios anatómicos, hemos mantenido la identificación en el rango de género.
Género: Acer sp.
Nombre común: arce.
III.1.4. ANGIOSPERMAS DICOTILED~NEAS
Descripción anatómica:
FAMILíA: ACERACEAE
De esta familia se ha identificado el género Acer. Las diferentes especies que lo integran presentan grandes similitudes
entre sí, por lo que resulta dificil su identificación.
radiales de 2 a 4, con un tamaño muy similar en la madera inicial
y final del anillo. Límite de los anillos de crecimiento muy visi-
Foto 3.19. Acer sp. Plano transversal.
Foto 3.20. Acer sp. Plano longitudinal tangencial.
P.T.:Porosidad difusa, con vasos muy numerosos y pequeños
(entre 30-60 [cmde diámetro), generalmente aislados o en grupos
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ble. Parénquima fundamentalmente apotraqueal, difuso (foto
3.19).
P.L.T.: Radios uniseriados, y multiseriados, de hasta 517 células de anchura, y entre 10 y 40 de altura. Radios de morfología
característica, alargados y apuntados en los extremos, compuestos por células redondeadas pero de tamaño variable (foto 3.20).
P.L.R.: Radios fundamentalmentehomogéneos. Los uniseriados heterogéneos, compuestos exclusivamente por células cuadradas. huiteaduras de los campos de cruce pequeñas, elípticas y
poco numerosas. Punteaduras intervasculares grandes, de circulares a elípticas. Perforaciones simples. Engrosamientos en espiral
muy finos (Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber
1978, 1990).
Ecoloeia:
Las diferentes especies del género Acer se distribuyen sobre
todo por la mitad septentrional y oriental de la península ibérica.
No son exigentes en cuanto al substrato, ya que se encuentran
tanto sobre suelos calizos como siliceos, pero sí requieren un
mínimo grado de humedad edbfica y ambiental (Romo Diez,
1997: 267).
Las especies A. canpestre, A. pseirdoplatanirs y A. platanoides habitan en el norte de la península, en zonas de media montaña, aunque huyen de finos demasiado rigurosos. Suelen encontrarse en el seno de formaciones de caducifolios (robledales, alisedas, hayedos, etc.) en forma de pies aislados, y por sí solos no
dan lugar a formaciones importantes.
Las especies A. opalzrs y A. mo~tspessirlantmise encuentran
por toda la mitad oriental de la península, salvo en zonas de extrema aridez. Viven preferentemente en bosques claros de carrasca,
quejigo y formaciones mixtas de caducifolios, aunque en ocasiones se asientan en lugares pedregosos como pies de cantil, resistiendo la sequedad estival.
Usos v aprovechamient~:
La madera del arce es dura, tenaz y de densidad media. Seca
bien, auuque lentamente y resulta bastante estable. Su densidad y
fina textura convierten esta madera en un material constructivo
apreciado por su resistencia a la abrasión y a las condiciones de
intemperie, aunque también resulta apropiada para la fabricación
de pequeños objetos, tales como mangos de herramientas, toneles, piezas de carpintería, etc. (Johnson, 1994: 254; Romo Díez,
1997: 265-269). En efecto, varios tipos de recipientes elaborados
en madera de Acer cf. platanoides han sido recuperados en los
yacimientos de Polada y Barche di Solferino (Follieri, 1970,
1974).
Las hojas se aprovechan para la alimentación del ganado, ya
que son muy nutritivas. Las hojas y semillas del arce real (Acer
platanoides) se pueden consumir crudas o cocidas, y su savia es
azucarada por su alto contenido en sacarosa y sales minerales, y
se consume tras si1 extracción y fermentación (Romo Díez, 1997:
269).
FAMILIA: ANACARDZACEAE
De esta familia se ha identificado fácilmente el género
Pistacia. La diferenciación entre las especies P. lentisctrs y P.
terebinthirs requiere unos criterios algo más detallados. La especie perennifolia (P. le~ztiscirs)presenta un anillo semiporoso,
menos marcado que la especie caducifolia (l? terebintlilrs), cuyos
vasos son de mayor tamaño y se distribuyen de manera clara a lo
largo del comienzo del anillo. Los canales secretores en los radios
Foto 3.21. Pistncin leritisciis. Plano transversal.
son mucho más frecuentes en P. le~ltiscirs(Schweingruber, 1990).
Varios autores proponen también una diferenciación en base a la
anchura de los radios (Greguss, 1959; Schweingruber, 1990); P.
lentiscirs los tiene uniseriados o biseriados, siendo muy raros los
de tres células de anchura, mientras que P. terebiiithlrs los tiene
preferentemente bi- o triseriados.
A partir de estos criterios hemos realizado una diferenciación
entre estas dos especies en nuestro material. Sin embargo, ésta se
limita a los casos en que se han podido observar con claridad la
conjunción de varios criterios. En caso contrario, la identificación
ha permanecido en el rango de género.
Foto 3.22. Pistncia lentiscris. Plano longitudinal tangencial.
[page-n-73]
Foto 3.23. Pistacia terebintltcrs.Plano transversal.
Especie: Pistacia le~itiscirs.
Nombre común: lentisco.
Descrioción anatómica:
P.T.: Anillo semiporoso y vasos del leño tardío agrupados
radial y tangencialmente, a veces formando flamas. Parénquima
paratraqueal. Frecuentes tílides (foto 3.21).
P.L.T.: Radios uniseriados y biseriados en su mayor parte,
raramente triseriados. Canales resiníferos en la sección tangencia] de los radios (foto 3.22).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con células verticales marginales. Perforación simple. Engrosamientos en espiral en todos los
elementos del sistema axial salvo en los vasos más grandes del
leño temprano (Greguss, 1959; Schweingruber 1978, 1990).
Pistacia terebiíitliirs (cornicabra, terebinto) se pude distinguir
de F! leíitiscirs ante criterios como: la presencia frecuente de tílides, un anillo poroso más marcado (foto 3.23) y la mayor anchura de los radios (bi- o triseriados) (foto 3.24) (Schweingruber
1978, 1990).
Ecología:
El lentisco se distribuye por gran parte de la península
Ibérica, sobre todo en el piso termomediterráneo,huyendo de las
zonas interiores muy continentales y de las muy húmedas, y
constituye un elemento fundamental del matorral esclerófílo
mediterráneo. También ocupa afloramientos rocosos y laderas
pedregosas que no son aptas para el desarrollo de una vegetación
de carácter más forestal (Romo Diez, 1997: 271).
La cornicabra o terebinto se distribuye por gran parte de la
península Ibérica, sobre todo en el piso mesomediterráneo,
huyendo de las zonas interiores muy continentales y de las muy
húmedas del norte. Tolera el frío, pero no las heladas muy intensas. Es característica del ámbito mediterráneo o de ambientes
euosiberianos térmicos o submediterráneos (Costa et alii, 1997:
439-440). Es frecuente que aparezcan ejemplares más o menos
Foto 3.24. Pistacia terebirttlircs. Plano longitudinal tangencial.
aislados en los matorrales heliófílos que surgen en claros o márgenes de los bosques de encina, quejigo o melojo, como consecuencia de su degradación, pero no suele formar bosques donde
esta especie sea predominante (Romo Díez, 1997: 271; Mesa
Jiménez et alii, 1996).
Usos v aorovechamiatQ:
Las maderas del lentisco y del terebinto no son de buena calidad para la construcción, pero sí para la fabricación de piezas de
pequeño tamaño, ya que producen varas rectas. El fruto del lentisco es consumido por animales domésticos (Romo Díez, 1997:
271; Galán Cela et alii, 1998: 76-77).
La almáciga es una resina o goma que se extrae de estas plantas mediante la realización de incisiones, muy utilizada actualmente en la industria, para la elaboración de barnices, pero que
también ha sido mascada por el hombre. También se extrae de las
drupas un aceite que se ha utilizado para el alumbrado y se consume actualmente en poblaciones árabes (Mulet Pascual, 1991:
337-338).
De ambas especies se extrae también otra resina, llamada trementina de Kíos, con propiedades aromáticas, diuréticas y estimulantes, muy apreciada en los países mediterráneos; con ella se
ha documentado la elaboración de un incienso que se emplea a
falta del verdadero en muchas localidades.
El fruto del terebinto es consumido por aves silvestres y animales domésticos, ya que constituye un extraordinario recurso
energético, aunque sus estructuras vegetativas no son muy apreciadas por los rebaños (Romo Díez, 1997: 271;Galán Cela et alii,
1998: 76-77). La cornicabra forma parte frecuentemente de los
que algunos autores han denominado "etnoecosisternas", formaciones que constituyen un tipo especial de dehesa que se genera
por si sola, con la simple actividad del ganado. Uno de los mejores ejemplos se encuentra en el macizo de Mágina (Jaén) (Mesa
y Delgado, 1995; Costa et alii, 1997: 441-444).
Durante la Prehistoria se ha documentado el uso de la madera de Pistacia como combustible de forma abundante en algunos
[page-n-74]
yacimientos como en la Lloma de Betxi (de Pedro, 1998: 234237), pero no existe testimonio directo del uso de otras partes de
la planta.
Especie: Neritim oleander.
Nombre común: Adelfa, laurel rosa.
:P.T.: Porosidad difusa. Vasos pequeños, aislados o en grupos
radiales, muy espaciados. Parénquima apotraqueal, en ocasiones
paratraqueal. Radios poco visibles, de células muy pequeñas que
se confunden con las fibras de paredes gruesas (foto 3.25).
P.L.T.: Radios uni- o biseriados, ocasionalmente triseriados,
con 10-15 células de altura maxima. Punteaduras intervasculares
vestidas (foto 3.26).
P.L.R.: Radios heterogéneos: los uniseriados compuestos
exclusivamente por células verticales; los biltriseriados con
numerosas filas de células verticales y cuadradas. Punteaduras
intervasculares vestidas. Punteaduras de los campos de cruce
vaso-radio grandes y alargadas. Fibras con morfología libriforme.
Perforación simple (Schweingruber, 1990).
Ecología:
En general, todos los géneros y especies de esta familia son
de distribución preferentemente tropical y subtropical. Incluyen
una gran variedad, desde herbáceas hasta grandes árboles, lianas
y trepadoras, que se caracterizan por poseer látex lechoso.
En la península Ibérica, las adelfas se distribuyen fundamentalmente en los cuadrantes sureste y suroeste hasta el valle del
Guadiana. Ocupan fondos de barranco y ramblas con nivel fieático más o menos profundo, orillas de río y ambientes de agua
superficial en general. No soporta las heladas, aunque cultivada
si puede vivir en lugares más fifos (Stiibing y Peris, 1998). Son
características de los pisos termomediterráneo y mesomeditemíneo inferior (Mulet Pascual, 1997: 284).
Foto 3.26. Neriicrtt oleander. Plano longitudinal tangencial.
Usos y aprovechamient~:
Las adelfas son muy tóxicas en todos sus órganos vegetativos. Los animales las rehuyen, e incluso se ha documentado su
utilización como veneno para alejar parásitos o ratas (Stübing y
Peris, 1998). Actualmente, en el Sahara occidental se utiliza su
madera lavada y seca para fabricar pipas, y su carbón, junto al
m f i e y salitre, es uno de los componentes básicos para la fabricación de pólvora. La infusión de sus hojas también se utiliza
como abortivo (Mulet Pascual, 1997: 284-285). Actualmente
también se confeccionan cortinas con sus varas.
En el registro prehistórico es poco frecuente hallar restos de
la utilización de esta especie, ni siquiera como combustible, aunque no hay que descartar que ya se conocieran algunas de sus
propiedades.
FAMILIA: ARALIACEAE
Especie: Heder0 helix.
Nombre común: Hiedra.
Pescriwción anatómica:
P.T.:Madera semiporosa. Vasos en grupos generalmente con
orientación tangencial. Parénquima paratraqueal y apotraqueal
difuso (foto 3.27).
P.L.T.: Radios de 4-8 células de anchura, muy altos, de más
de 100 células (Greguss, 1959). En los radios más anchos es frecucntc cncontrar cspacios intcrcclularcs (foto 3.28).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con varias filas de células verticales marginales. Punteaduras intervasculares grandes, alternas.
Aberturas en los campos de cruce vaso-radio muy grandes.
Perforación simple (Greguss, 1959; Schweingruber, 1990).
Foto 3.25. Neri1111ioleaiider. Plano transversal.
Ecoloda:
La hiedra es una planta trepadora, silvícola, con una amplia
distribución geográfica, que se desarrolia generalmente en el seno
de bosques húmedos o zonas frescas de umbría constante. Se dis-
[page-n-75]
Foto 3.27. Hedern Itelix. Plano transversal.
tribuye por zonas de baja o media altitud, trepando por los árboles
o por el sotobosque e incluso el roquedo si no encuentra otro soporte mayor (Mulet Pascual, 1997: 204; Galán Cela ef nlii, 1998: 85).
Foto 3.29. Alnits sp. Plano transversal.
Usos v a~rovechamient~:
La madera de esta especie no es de buena calidad por ser niuy
porosa. Sus bayas, y en menor medida, sus hojas, resultan tóxicas
para el ser humano (Pesis et alii, 1996: 73). La ingestión masiva de
sus fnitos puede resultar mortal, pero en cantidades controladas
posee ciertos principios tóxicos que Iian sido aprovechados para el
tratamiento de dolencias del sistema nervioso y de algunas manifestaciones reumáticas, de dolencias en el estómago, hígado, vesícula biliar, etc. (Mulet Pascual, 1997: 204-205).
FAMZLL4: BETULACEAE
De la familia de las betuláceas hemos identificado los géneros Alrilrs y Betlrln, aunque en ninguno de los dos casos se ha
podido deteminar la especie. Ambos se caracterizan fundamentalmente por la presencia de perforaciones de tipo escalariforme
con barras fmas y numerosas.
Las diferentes especies del género Ahtlcs no presentan criterios claros de diferenciación.Algunos autores proponen la morfología de los radios como elemento distintivo (Jacquiot et alii,
1973: 104); de este modo, el grupo formado por A. ghrtiltosa, A.
Nicana y A. cordato se caracteriza por la presencia de radios agregados, mientras que A. viridis no posee este elemento. En cuanto
Foto 3.28. Hedern Irelix. Plano longitudinal tangencial.
Foto 3.30. Alnrrs sp. Plano longitudinal tangencial.
[page-n-76]
Foto 3.31. Al~rirssp. Plano longitudinal radial.
Foto 3.32. Betirln sp. Plano transversal.
al primer grupo, una mayor precisión resulta compleja, ya que los
autores proponen una mayor entidad de los radios heterogéneos
en A. iricanu, y homogéneos en A. gltrtinosa y A. corduta. En
nuestro material, los radios observados son fundamentalmente
homogéneos, y los agregados bastante frecuentes, pero no hemos
considerado estos criterios sólidos para realizar una identifícación de rango específico. Ecológicamente, es Ahilrs glutinosa la
especie extendida actualmente en el territorio peninsular, cuyos
caracteres anatómicos resultan coherentes con los observados en
el carbón de nuestro estudio.
En cuanto a Bettrla, tampoco se ha llegado a una identificación
de las diferentes especies en base a sus criterios anatómicos
(Schweingruber, 1990). Greguss propone una diferenciación de las
especies a partir de las dimensiones de los radios; Bettrla peridirln
puede presentar radios más altos (hasta 30 células) que B. ptrbescens (=B. alba, Costa et alii, 1997: 178) (hasta 15 células), pero
ésta última tiene radios de una a cuatro células de anchura, mientras que B. pendula no sobrepasa las 3 células (Greguss, 1959).
En ambos casos hemos considerado más oportuno la determinación únicamente del género.
Ecoloda:
El aliso se desarrolla desde el nivel del mar hasta los 1.4001.500 metros de altitud. Es frecuente en todas las montañas del
norte peninsular, aunque también se puede encontrar en algunas
montañas del sur con alta pluviosidad y substrato silíceo (Romo
Díez, 1997: 168). Es un árbol propio de formaciones de ribera,
torrentes, humedales y suelos que mantienen un nivel freático elevado todo el año. Requiere cierto desarrollo edáfico y huye de los
suelos carbonatados, pero en la Iberia húmeda éstos se lavan con
gran facilidad y suele aparecer en todas las formaciones de ribera.
También es posible encontrar alisos fuera de ambientes cstrictamente ribereños, en afloramientosde acuíferos, formando rodales
en zonas de media ladera o como pies dispersos en otras formaciones mixtas caducifolias, siempre que cuente con condiciones
favorables para su desarrollo (Costa et alii, 1997: 469472).
Género: Ahtirs sp.
Nombre común: Aliso.
Descri~ciónanatómicc
P.T.: Porosidad difusa a semiporosa, con vasos en grupos de
2 a 6 o en filas radiales. Limite de los anillos de crecimiento
ondulados en zonas de radios agregados. Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.29).
P.L.T.: Radios uniseriados, de hasta 25 células de altura.
Radios agregados frecuentes, con una anchura de 2-3 células
(foto 3.30).
P.L.R.: Radios homogéneos. Punteaduras de los campos de
cruce pequeñas y numerosas. Perforaciones escalariformes fkecuentemente con más de 20 barras finas (foto 3.31) (Greguss,
1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber 1978, 1990).
Ysos v aprovechamient~:
La madera del aliso es blanda, de densidad media y tiene una
textura muy fina, por lo que se sierra con facilidad y da buenos
acabados, de manera que se ha empleado fkecuentemente en la
elaboración de objetos pequeños y ebanistería. Presenta la ventaja de que es imputrescible sumergida en agua, por lo que es un
material de construcción muy apreciado en obras hidráulicas,
represas y pilones sumergidos. Efectivamente, durante la
Prehistoria ya se documenta el uso de madera de Ahirrs cf. gllrfinosa para la elaboración de útiles en los yacimientos del norte de
Italia de PoIada y Barche di Solfcrino, entre los que se han hallado varios recipientes y contenedores (Follieri, 1970, 1974).
Género: Betula sp.
Nombre común: Abedul.
n anathuca:
P.T.: Porosidad difusa, con una distribución uniforme de los
vasos. Limite de los anillos visible. Vasos aislados o en pequeños
grupos radiales de 2 a 4. Tamaño de los vasos variable, depen-
[page-n-77]
diendo del lugar de crecimiento. Parénquima apotraqueal, difuso.
Radios agregados muy poco frecuentes (foto 3.32).
P.L.T.: Radios bi- a cuatriseries, con una altura media de entre
10 a 15 células (foto 3.33).
P.L.R.: Radios homogéneos. Punteaduras de los campos de
cruce pequeñas y numerosas. Perforaciones escalariformes de 10
a 25 barras muy fuias (Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973;
Schweingruber 1978, 1990).
Ecologia:
El abedul se extiende por casi todas las zonas Mas y húmedas de Europa y en la península ibérica se desarrolla sobre todo
por el sector noroccidental, la cornisa cantábrica y montañas pirenaicas (Romo Diez, 1997: 165). La especie más extendida en el
sector noroccidental peninsular es Betida alba, mientras que B.
pe~idirlaocupa fundamentalmenteel nororiental. Ambas soportan
grandes oscilaciones térmicas, el frio, e incluso temperaturas elevadas en verano si la humedad edáfica es suficiente. Prefiere los
suelos de carácter ácido o descarbonatado, y húmedos.
Es un árbol de crecimiento rápido, pionero, que coloniza Cecuentemente matorrales abiertos y claros de bosques de caducifolios gracias a su rapidez de expansión (gran producción de fnitos ligeros y alados, regeneración vegetativa y ge-ación
fácil,
etc.). Su carácter heliófilo lo excluye generalmente del seno de
formaciones forestales muy densas y umbrosas, por lo que suele
aparecer formando rodales en riberas, fondos de valles, biotopos
higroturbosos, etc., y salpicando formaciones eurosiberianas o
submediterráneas de robles, hayas, melojos y otros bosques mixtos en forma de pies aislados (Costa et alii, 1997: 179-182).
pastores del norte de la península ibérica fabrican cuencos con
madera de abedul para el procesado de la leche y elaboración de
quesos, debido a su resistencia al agrietamiento. La resina o brea
que se obtiene del abedul es muy utilizada para sellar recipientes y
tratar la superficie de las embarcaciones de madera. También se
extrae una savia que se utiliza para la elaboración de vino o la Ilarnada cerveza de abedul, gracias a su capacidad de fermentar.
En las sociedades tradicionales más septentrionales del planeta, el abedul es la fuente fundamental de aprovisionamientode
los recursos vegetales, en mayor medida cuanto más nos acercamos a los polos. Este Brbol proporcional leña de gran calidad,
corteza y ramas de pequeño tamaño para encender el fuego,
madera de buena calidad para la elaboración de Útiles, trineos,
refugios, etc. En Noruega se ha documentado incluso la construcción de cabañas sólo con planchas de corteza de abedul, por
sus extraordinarias cualidades de impermeabilidady resistencia a
la putrefacción en condiciones de intemperie (Abelia, 1997: 24).
Del mismo modo, en el registro prehistórico, se documenta esta
misma dominancia del abedul en momentos de máximo rigor climático, que hacían de este taxón una de las principales fuentes de
aprovisionamiento de combustible y madera en general, ante la
escasez de cubierta vegetal arbórea de otra naturaleza, como evidencia su abundancia en los niveles pleistocenos del abrigo de
Boila (Epiros, Grecia) (Ntinou, 2000).
Usos v aprovechamiento:
La madera del abedul presenta diferentes características en
cuanto a sus propiedades físicas y mecánicas según las especies:
es más resistente y dura, la de B. alba
mientras la de Betirlrrpet~d~drr
es de grano fino, blanda y poco duradera. La pulpa de ésta iíltima
ha sido muy utilizada para la fabricación de papel y carbón vegetal
(Romo Diez, 1997: 164-165; Johnson, 1994: 257). Actualmente, los
FAMILL4: BUXACEAE
Esta familia no ha presentado problemas para la identificación del taxón Birsirs sp., ya que resultan muy características las
perforaciones escalariformes y la morfología de los radios en el
plano tangencial, de células muy redondeadas y alargadas en los
extremos. Sin embargo, resulta imposible realizar una distinción
de las diferentes especies de este género en base a sus criterios
anatómicos. Las dos especies de boj que se encuentran actualmente en la península íbérica son Blrxirs sempervire~isy B. balemica. Ambas son especies vicariantes, es decir, que su variación
taxonómica se debe a la deriva genética de un mismo arquetipo o
especie ancestral en distintas localidades geográficas.
Foto 3.33. Betr~fg
sp. Plano longitudinal tangencial.
Foto 3.34. B l w s sp. Plano transversal.
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barras. Punteaduras intervasculares pequeñas, redondeadas y
muy numerosas (foto 3.36) (Greguss, 1959; Jacquiot et alii,
1973; Schweingruber 1990).
Ecolgaia:
El boj se encuentra en algunas zonas montañosas de substrato calizo de la península Ibérica, fundamentalmente por los
Pirineos, el sector noreste, en el sistenia Ibérico y sierras de
MBgina y Cazorla, desde el nivel del mar hasta altitudes de 2.1002.200 m (Romo Diez, 1997: 255). Tolera suelos pizarrosos o granítico~.Se puede asentar sobre laderas pedregosas y umbrosas,
aunque también es fiecuente en el sotobosque de bosques marcescentes y sus orlas espinosas (Mulet Pascual, 1997: 103). En
las etapas de degradación de estos bosques, el boj se expande
rápidamente y puede dar lugar a un matorral alto casi monoespecifico (GalBn Cela et alii, 1998; Masclans, 1980).
La especie baleárica tolera mejor la aridez, pero soporta mal
los fríos invemales. Prefiere substratos calizos y dolomíticos, y se
desarrolla frecuenteniente en el seno de bosques de Pirizrs halepemis.
Foto 3.35. Birsrrs sp. Plano longitudinal tangencial.
Especie: Bzrsirs sp.
Nombre común: boj.
m p c i ó n anatómica:
P.T.: Porosidad difusa. Vasos pequeños, infrecuentes y generalmente aislados. Límite de los anillos de crecimiento poco visible. Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.34).
P.L.T.: Radios generalmente biseriados, raramente de 1 ó 3,
con una altura media de 6 a 12 células. Células centrales de los
radios pequeñas y redondeadas, y las de los extremos, más grandes y alargadas (foto 3.35).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con 1 a 3 células verticales marginales y cuadradas. Perforaciones escalariformes de 5 a 10
Foto 3.36. Brruirs sp. Plano longitudinal radial.
La madera de boj es de textura muy f í a y uniforme, y su
grano recto y a veces irregular. Es muy pesada, de manera que
incluso después de secada apenas flota en el agua. Para su utilización se debe dejar secar lentamente, ya que de lo contrario ésta se
agrieta; si se hace de este modo, resulta muy adecuada para su trabajo. Se ha documentado desde la Prehistoria su utilización para
la elaboración de útiles tales conio arcos, enmangues, peines,
tablillas, mangos de herramientas, hiladoras, etc. (Johnson, 1994:
257). En algunos yacimientos arqueol6gicos se ha dociunentadoel
uso de esta especie también como combustible doméstico, como
en el caso de los hogares de La Draga (Bosch et alii, 1999) o de
forma más puntual en los niveles pleistocenos de Buraca Grande,
Portugal (Figueiral y Terral, 2002).
Los ñutos y hojas del boj son tóxicos, pero se han utilizado
en infusión con algunos Gnes terapéuticos y para la obtención de
tintes (Romo Diez, 1997: 255) e incluso algunos autores se han
referido al boj como un sustituto del lúpulo-en la fabricación de
la cerveza, además de los amplios usos medicinales que se conocen de este género (Mulet Pascual, 1997: 104).
FAMILIA: CAPRIFOLIACEAE
De esta familia se han identificado los géneros Saniblrcirs y
Vibinnirni, aunque en ninguno de los casos se ha llegado a la
determinación de la especie a la que corresponden.
Algunos autores proponen una deteminación de las diferentes especies de San~bucicsen base a la altura de sus radios; S.
nigra y S. maderensis tendrían un máximo de 20 células de altura, mientras que S. racentosa, un máximo de 15 (Schweingruber,
1990). Sin embargo, la fiecuente observación de radios que se
encuentran dentro de ambos intervalos en el material analizado
nos impide realizar la determinación más allá del género.
En cuanto a Vibutnunr, el rasgo más característico para la
identificación del género son las punteaduras con formas muy
alargadas hasta desembocar en perforaciones escalariformes muy
altas (hasta 40 barras). Greguss propone una distinción de las
especies en función de la presencia de engrosamientos en espiral;
según el autor, ?l tinzrs sería la única especie que presentaría este
elemento anatómico (Gregus, 1959). Sin embargo, otros autores
proponen una presencia &cuente de engrosamientos también en
[page-n-79]
P.T.: Porosidad difusa a semiporosa. Vasos con paredes finas,
agrupados de fonna tangencial y diagonal. Llmite de los anillos
de crecimiento visible, marcado por un tamaño diferencial de los
vasos de la madera inicial y final. Parénquima apotraqueal, difüso (foto 3.37).
P.L.T.: Radios de 2 a 4 células de anchura, y de 10 a 30 de
altura (foto 3.38).
P.L.R: Radios heterogéneos, generalmente con 1 ó 2 células
verticales y cuadradas marginales. hinteaduras intervasculares
redondeadas. Punteaduras de los campos de cruce grandes y ovaladas (Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber
1978, 1990).
Foto 3.37. Smbucirs sp. Plano transversal.
l? lantana, aunque éstos no son siempre visibles (Schweingruber,
1990). La observación de las diferentes especies de Vibirinirni en
la colección de referencia apoya esta segunda hipótesis. Otros
autores proponen un criterio de diferenciaciónbasado en el tamaño medio de los vasos, ya que mientras en l? optrlirs éstos oscilan
entre 20-50 kcm de diámetro, en l? lantaiia van de 30 a 70 pm
(Jacquiot et alii, 1973: 170). En nuestro material, se han identificado frecuentemente los engrosamientos en espiral, pero ante la
variabilidad que se ha observado en varios individuos de una
misma especie, hemos optado por mantener la identificación en
el rango de género.
Género: Sarnbucirs sp.
Nombre común: saúco.
Foto 3.38. Satnbrrcrrs sp. Plano longitndinal tangencial.
Ecología:
El saúco habita desde el nivel del mar hasta los 1.O00 metros
de altitud aproximadamente. Se distribuye por gran parte de la
península Ibérica, aunque es más frecuente en todo el norte
peninsular, debido a su preferencia por los ambientes frescos y
suelos profundos y húmedos; por ello es frecuente también
encontrarlo formando parte de la vegetación característica de los
cursos de agua, sobre todo en forma de sotos y en claros de estos
bosquetes de ribera (Romo Diez, 1997: 295). A pesar de estas
preferencias, también es frecuente hallarlo adaptado a suelos calcáreos pedregosos, taludes, escombreras de origen antrópico,
suelos mal drenados, etc. Tolera tanto zonas umbrosas como a
pleno sol. La especie S. nigra encuentra su óptimo en la región
Eurosiberiana, mientras que S. raceniosa está más ampliamente
distribuido por la región Mediterránea.
ysos v aprovechamiento:
Los fnitos, flores, raíz y corteza interna del saúco han sido
ampliamente utilizados en medicina popular. Las bayas también
han sido empleadaspara la elaboración de tintes, incluso para dar
un color mhs vivo al vino. Estas propiedades tintóreas eran ya
conocidas desde la antigüedad, pues Vigilio citaba en sus obras
un colorante que se obtenía de los frutos del llamado saúco menor
(S. ebi~lns),conocido con el nombre de "afeite del Dios Pan"
(Mulet Pascua!, 1991: 406; 1997: 386). Los frutos del saúco también son consumidos por los humanos (Romo Diez, 1997: 295).
La madera del saúco es pesada y dura. Se deja secar muy lentamente antes de su manipulación, pues se agrieta con gran facilidad. Se emplea fundamentalmente para la elaboración de
pequeños utensilios, tales como cucharas, cajas, peines, etc. La
médula se extrae con mucha facilidad de las ramas jóvenes y se
ha utilizado tradicionalmentepara la elaboración de canutillos de
tejedor, flautas o cerbatanas (Abella, 1997: 165). En el yacimiento lacustre de La Draga se ha documentado el uso de madera de
saúco para la elaboración de diversos enmangues de útiles liticos
(Bosch et alii, 1996, 1999). Aparece entre los restos de combustible doméstico en yacimientos como Los Millares, El Malagón o
el Cerro de la Virgen (Rodríguez Ariza, 1992).
Género: Vibirrnuni sp.
Nombre común: durillo, barbadejo, lantana, viburno.
, .
Descripció~anatomicq:
P.T.:Porosidad difusa. Vasos relativamente pequeños, generalmente aislados. Parénquima apotraqueal, difuso. Radios a
veces poco visibles en este plano anatómico (foto 3.39).
P.L.T.: Radios uni- o biseriados, raramente de 3 células de
anchura; los uniseriados, compuestos exclusivamente por células
[page-n-80]
Foto 3.39. I4b1rrnnrn sp. Plano transversal.
Foto 3.40. i4birrnrrr11sp. Plano longitudinal tangencial.
verticales, de morfología oval o rectangular. Altura media de los
radios de 8 a 15 células (foto 3.40)
P.L.R.: Radios heterogéneos, con varias filas de células verticales y cuadradas marginales. Perforaciones escalariformes de
más de 25 barras y hasta 40. Punteaduras intervasculares cercanas a las perforaciones también con tendencia escalariforme (y
presencia de miiltiples formas intermedias). Engrosamientos en
espiral muy finos y no siempre visibles en los extremos de los
elementos de los vasos (Greguss, 1959; Jacquiot et nlii, 1973;
Schweingmber, 1978, 1990).
de las hojas maceradas en lejía para ennegrecer los cabellos. De
la corteza de la raíz se obtiene una sustancia viscosa muy empleada para elaborar la liga en la caza de pájaros. De su madera se
fabrican flautas.
La escasez de este género en el registro antracobgico muestra su recolección como combustible ocasional. Se ha identifícado lqbi~nnrnitirtirs en la Cova de les Cendres (Badal, 1990).
Ecoloda:
El género Kbinnum es característico de bosques subhúmedos
o húmedos, de perennifolios o mixtos, y de los matorrales que los
orlan; dentro de éstos, suelen ocupar ecótopos umbrosos y fondos
de valle (Stübing y Peris, 1998).
La especie K luntnna se desarrolla en el seno de bosques y
matorrales caducifolios húmedos. K tinirs es característica de los
bosques esclerófilos mediterráneos (carrascales y alcornocales)
con cierto grado de humedad, y de los matorrales termo y mesomediterráneos litorales y sublitorales; puede dar lugar a un matorral denso junto a otras especies mediterráneas (Galán Cela et
nlii, 1998). Ambas especies se desarrollan preferentemente sobre
suelos calcáreos (Mulet Pascual, 1997: 437-438). F! opirlris es
característico de la mitad septentrionalpeninsular, desarrollándose en el seno de bosques caducifolios y zonas húmedas a lo largo
de los valles fluviales; requiere un clima más Cesco que las anteriores (Galán Cela et alii, 1998).
Usos v aprovechamiento:
Todas las especies de T4bur1tuniposeen gran cantidad de sustancias tóxicas utilizadas tradicionalmente para múltiples fines.
Las flores y fiutos contienen sacarosa, invertina, emulsina, ácido
valeriánico y un glucósido; las hojas y bayas poseen funciones
astringentes, antiespasmódicas y calmantes del dolor (Font Quer,
1973: 757; Galán Cela et alii, 1998). Se ha documentado el uso
FAMLIA: CISTACEAE
La familia de las cistáceas contiene un gran número de géneros y especies; sin embargo, en nuestro análisis no hemos identificado más que el género Cistirs. Son elementos clave para su
Foto 3.41. Cistus sp. Plano transversal.
[page-n-81]
/n~~rifo/izis,
que pueden soportar fuertes heladas (Herrera el alii,
1994: 28).
Foto 3.42. Cishts sp. Plano longitudinal tangencial.
identificación la presencia de radios uniseriados muy heterogéneos y de punteaduras intervasculares vestidas.
Género: Cist~rssp.
Nombre común: Jara, estepa.
. .
at ' :
~
~
c
solitarios
~
y poco~frecuentes. Parénquima apotraqueal,difuso. Limite de anillo visible.
Falsos anillos frecuentes (foto 3.41).
P.L.T.: Radios uniseriados o bisellados, de hasta 30 céluias de
altura (foto 3.42).
P.L.R.: adiós muy heterogéneos,
con varias filas de células
verticales marginales. Radios uniseriados compuestos exclusivamete por células verticales. Vasos y fibrotraqueidas con finos
engrosamientos en espiral, no siempre visibles. Punteaduras
intervasculares grandes, vestidas. Perforación simple (Greguss,
1959; Schweingniber 1990).
df',EBVasos
usos v aprovechamiento:
De C. lndnnifer se extrae una resina, llamada "ládano",
empleada antiguamente en medicina y hasta la actualidad en perfumería. Además, su madera es una de las más duras que existen,
se astilla fácilmente y da lugar a fragmentos afilados y duros, por
lo que resulta apropiada para la fabricación de objetos de pequeño tamaño. Presenta una elevada velocidad de combustión y
poder calorifico, de modo que ha sido tradicionalmente empleada para alimentar los hornos de pan. De ella se extrae el "picón",
un carbón vegetal de excelente calidad. Las jaras en general son
un mal pasto para el ganado; sólo las cabras toleran sus hojas,
aunque prefieren las flores y cápsulas (Herrera et dii, 1994).
Se ha documentado que antiguamente se consumía una especie de espuma blanca que exudan los tallos de las jaras, denominada mángala o mangla, muy apreciada por su sabor enormemente azucarado. En los jarales crece también una sorprendenteriqueza y diversidad de hongos consumible para los humanos. Además,
son enclaves frecuentemente seleccionados para la instalación de
colmenas, ya que la miel procedente de estas flores es una de las
más apreciadaspor los humanos (Fronti, 1996).Todas estas cualidades de las jaras son ampliamente explotadas en la cultura popular tradicional y probablemente se tuviera ya un conocimiento de
ellas desde la Prehistoria. La recolección de miel ha quedado
documentada en testimonios como las pinturas de la Cueva de la
Araña en Bicorp, y la apicultura propiamente dicha en las colmenas recuperadas en numerosos yacimientos ibéricos desde el siglo
111 BC, tales como el Puntal dels Llops, La Monravana, el Tossal
de Sant Miquel de Llíria o el Castellet de Bernabé (Mata y Bonet,
1992; Bonet y Mata, 1997), por lo que es muy probable que ya se
tuviera
de las flores pan este fín.
~ conocimiento
d de las cualidades
~
FAMILIA: COMPOSITAE
Existe gran variedad de géneros y especies leñosas pertenecientes a esta familia; sin embargo, por su gran similitud entre
M:
Las jaras se distribuyen por gran parte del territorio peninsular, aunque alcanzan su máximo desarrollo en las tierras mediterráneas, por su gran éxito adaptativo a sus condiciones: son plantas pirófitas, muy resistentes a los incendios repetitivos, y su
éxito de regeneración se debe a estrategias de germinación a partir de semillas que quedan enterradas durante el fuego. Del
mismo modo, se encuentran perfectamente adaptadas a un prolongado periodo de sequía, llegando algunas especies a perder las
hojas para menguar la transpiración (C. populifoliirs) (Climent,
1985).
En general, se desarrollan sobre suelos pobres y degradados
y sobre substratos ácidos o libres de cal, aunque hay excepciones,
como C. albidlrs, que prefiere los suelos calizos, o C. clirsii. C.
salvifolizrs y C. monspeliensis, que toleran la cal. Soportan climas contrastados, secos, soleados y de veranos calurosos. Las
dos especies de mayor amplitud ecológica son C. ladanifer y C.
Foto 3.43. Composita. Plano transversal.
[page-n-82]
Foto 3.44. Composita. Plano longitudinal tangencial.
ellas y por su gran variabilidad intraespecifica no hemos llegado
a la detenninación de ninguna. Algunos de los caracteres anatómicos típicos a nivel de familia son los radios con células de morfología cuadrangular visible en los planos transversal y tangencial, la gran heterogeneidad de los radios y las punteaduras intervasculares ovaladas y muy alargadas.
a n a t o .m :
,
-ciÓn
P.T.: Porosidad difusa a semiporosa. Vasos generalmente en
grupos radiales y en ocasiones, tangenciales.Límite de los anillos
de crecimiento frecuentemente ondulado. Radios compuestos por
células cortas y de morfología muy cuadrada (foto 3.43).
P.L.T.: Radios comvuestos Dor células de morfoloda variable, desde ovalada a poligonal. Anchura media de 3 a 5 células y
frecuentemente de más; altura de hasta 1 milímetro (foto 3.44).
P.L.R.: Radios muy heterogéneos, compuestos exclusivamente por células cuadradas y verticales. Punteaduras intervasculares
alargadas y oblicuas, con morfología tendente a engrosamientos
en espiral. Perforación simple (Greguss, 1959; Schweingruber
1990).
-
Foto 3.45. Cory111savellana. Plano transversal.
Punteaduras de los campos de cruce grandes y alargadas.
Perforaciones escalariformes con un máximo de 5 a 10 barras.
Frecuentes engrosamientos en espiral en los extremos de los elementos de los vasos (foto 3.47) (Greguss, 1959; Jacquiot et alii,
1973; Schweingruber 1978, 1990).
Ecologia:
El avellano es una especie claramente eurosiberiana que se
distribuye actualmente desde el sector noroccidental de la peninsula hasta el Pirineo oriental; hacia el sur, su presencia disminuye progresivamente y aparece únicamente en algunas montañas de
los sistemas Ibérico y Central (Romo Diez, 1997: 166).
Altitudinahente, se distribuye desde el nivel del mar a los 1.600-
Especie: Cog)lirsavellana.
Nombre común: Avellano.
, .
Descrinción anatoma:
P.T.: Porosidad difusa, con vasos en grupos radiales anchos.
Límite de los anillos de crecimiento ondulados. Parénquima apotraqueal, difuso o en pequeños grupos. Frecuentes radios agregados (foto 3.45).
P.L.T.: Radios uniseriados y agregados, compuestos por 2-3
células de anchura, la mayoría con una altura de entre 10 y 25
células, máximo 40 (foto 3.46).
P.L.R.: Radios generalmente heterogéneos, con una o dos
filas de células cuadradas y verticales, raramente homogéneos.
Foto 3.46. Cor3,l1sai~ellnrra.Plano longitodinal taagencial.
[page-n-83]
características es frecuente su utilización para la realización de
zarzos. Además, la madera del avellano se emplea para la elaboración de útiles de pequeño tamaíío, enmangues, ensamblajes de
piezas de madera, etc. (Abella, 1997: 135).
FAMILIA: CHENOPODIACEAE
Esta familia incluye gran número de géneros y especies, de
gran similitud anatómica entre ellas, y además presentan cierta
variabilidad incluso dentro de la misma especie, lo que dificulta
en mayor medida su identificación.Algunos de los criterios más
fiables son la existencia de radios visibles y su anchura, así como
la presencia de engrosamientosen espiral (Schweingruber, 1990);
sin embargo, la observación de los distintos géneros disponibles
en nuestra colección de referencia ha puesto de manifiesto que en
una misma especie pueden ser visibles o no los engrosamientos.
Según el criterio de la presencia y anchura de los radios, el carbón analizado podría pertenecer a los géneros Atriplex, Salsola o
Sicaeda.
Foto 3.47. Corylus avellnrrn. Plano longitudinal radial.
1.800 m, siempre en ambientes tkescos y húmedos. Se discute el
carácter arbóreo de esta especie, ya que frecuentemente presenta
varios ejes que surgen simultáneamente de una cepa basal, pero se
pueden encontrar formaciones con predominio de esta especie o
pequeños bosquetes puros de la misma. Generalmente se desarrolla en el seno de bosques mixtos de caducifolios, tales como hayedos, robledales o formaciones ribereñas, en forma de pies aislados, o en agrupaciones en zonas aclaradas, repisas, grietas y otras
zonas menos aptas para el desarrollo de otras especies arbóreas
(Costa et alii, 1997: 209-2 10).
Usos v aprovechamiem:
Las avellanas constiiuyen un importante recurso consumido
ampliamente por los humanos y por animales silvestres. Las silvestres se recolectan por toda el área de distribución de esta especie y aunque suelen dar menor cantidad de fruto y ser algo más
pequeñas que las cultivadas, tienen mejor sabor. Una vez recolectadas se suelen poner a secar unos días al sol, pues con esta
estrategia se acentúa su sabor y su capacidad de conservación
para el almacenamiento. Son frutos muy nutritivos, con un elevado contenido en grasas y proteínas (Romo Díez, 1997: 166;
Abella, 1997: 134). Existen evidencias de la recolección humana
de las avellanas desde época prehistórica, al quedar registradas
grandes acumulaciones de estos h t o s en yacimientos como la
Cueva de los Canes (Asturias) o la Cueva de la Uña (León)
popazo, 1996), así como en numerosos castros del noroeste ibérico (Cortejada, Fozara, Peneda Viso, etc.) (Dopazo ct d i , 1996:
320).
Los usos de las diferentes partes vegetativas del avellano se
encuentran actualmente muy extendidos en la península Ibérica:
con su corteza se elaboran gran variedad de recipientes, cestos,
asientos de sillas, etc., por su fácil trabajo si se humedece constantemente durante el proceso. La obtención de varas ñnas y flexibles también es una práctica tradicional para cestería, tejidos y
cordajes, que se trabajan en verde, ya que al secar, se contraen y
sujetan firmemente lo que se haya tejido con ellas. Por estas
P.T.:La madera de esta familia incluye floema de tipo concéntrico. Vasos en grupos múltiples radiales localizados generalmente junto al floema. Radios generalmentepoco visibles en este
plano (foto 3.48).
P.L.T.: Radios de 3 a 5 células de anchura, generalmente más,
de morfología muy variable (foto 3.49).
P.L.R.: Radios muy heterogéneos, compuestos exclusivamente por células verticales de morfología muy irregular. Frecuentes
engrosamientos en espiral en los vasos, muy marcados.
Perforaciones simples. Frecuentes inclusiones de cristales
(Greguss, 1959; Schweingruber 1990).
u:
Las diferentes especies de la familia de las quenopodiáceas
son características de medios semiáridos con un cierto componente de salinidad. En general, la mayor parte de géneros y especies de esta familia soportan bien las condiciones de aridez y altas
Foto 3.48. Chenopodiacea. Plano transversal.
[page-n-84]
Foto 3.49. Chenopodiacea. Plano longitudinaltangenciat.
temperaturas estivales, aunque algunas de ellas toleran bien las
bajas temperaturas invernales y son algo más exigentes en humedad (es el caso de Siraeda vera). Otras como Salsola o Atriplm se
distribuyen preferentemente por zonas litorales y sublitorales,
sobre suelos poco consolidados (margas, arenas o yesos, aunque
son indiferentes a la composición química del mismo).
Su localización en zonas interiores suele estar fuertemente
ligada a la existencia de cuencas endorreicas o lagunas saladas
que se desecan completamente en verano, dejando una costra
salada siiperficial, donde se acompañan frecuentemente de
Tarr~ar.dI( C i j a n o Bracainonte, 1991:27; Stübing y Peris, 1998).
Usos v aprovechamient~:
No existen muchas noticias acerca del uso de las quenopodiáceas con fines medicinales a pesar de que se tiene conocimiento de las propiedades de algunas de ellas (Salsola es hipotensora, por ejemplo), ya que resultan bastante tóxicas en general.
Su presencia en la Prehistoria es muy escasa, por lo que no
debieron ser muy consideradas para su recolección, aunque a esto
se puede añadir su falta de conservación, ya que la mayor parte
de ellas no son leñosas. Esta familia es muy poco Cecuente en el
registro antracológico (se ha documentado la presencia de
Atrrples ltalinlirs en Castellón Alto, por ejemplo -Rodríguez
Ariza, 1992), aunque aparece de forma más o menos abundante
en los registros polínicos de algunos yacimientos arqueológicos o
cercanos a ellos, como Malladetes, Calaveres, Cova de 190r,
Ereta del Pedregal (Dupré, 1988a), Ojos de Villaverde (Camón er
alii, 2001a), Carihuela, Cova Beneito, Cueva de Perneras, Cueva
del Algarrobo (Carrión et alii, 1998,1999), etc., donde si quedan
reflejadas las especies no leñosas de esta familia.
FAMLCL4: ERTCACEAE
De la familia de las ericáceas se han identificado los taxones
Arbutlrs trnedo, Erica sp. y cf. Tbcciiiitrrn sp. Como familia, algunos de los rasgos característicos de todas las especies son las pun-
teaduras intervasculares pequeíías, redondeadas y muy numerosas, y las perforaciones simples con apariencia vertical, al tener
el diámetro menor al del vaso.
La especie Arbtrttrs trnedo no ofrece ningún problema para su
identificación, ya que resulta muy característica de ésta la presencia de perforaciones escalariformes, los espesos engrosamientos en espiral y las punteaduras intervasculares típicas de las ericáceas (Schweingruber, 1990).
El género Eiica tampoco suele presentar problemas para su
determinación, pero resulta dificil llegar a la identificación a
nivel de especie, ya que la mayor parte son muy similares entre
sí. Queiroz y Van der Burgh proponen algunos criterios de distinción de las especies a partir fundamentalmente de la anchura de
los radios (Queiroz y Van der Burgh, 1989). Eiica arborea, E.
atrstralis y E. ciiierea tienen radios bastante anchos, que pueden
alcanzar 7-8 células; E. herbacea, E. mtrltiflora, E. scoparia, E.
tern~iitalis,E. t~inbellatay E. vagaiis los tienen más estrechos, de
4-5 células como máximo. E. Iusitarlica, que tiene radios de hasta
5 células de anchura, sería un modelo intermedio. Existen también especies con radios exclusivamente uniseriados, como E.
ciliaris o E. tetralix, aunque la segunda posee otro criterio de
identificación: la presencia de perforaciones escalariformes de
hasta 5 barras.
En nuestro material de estudio se han identificado dos tipos
de Enccl. Por un lado, un grupo con radios que oscilan entre 3-5
células de anchura, de modo que las posibilidades para la determinación son demasiado amplias y mantenemos la identificación
en el género. Sin embargo, hemos individualizado el taxón Erica
cf. E. arboren, en aquellos casos en que era visible la existencia
de radios multiseriados de al menos 5 y hasta 7 células de anchura. Este taxón ha sido identificado únicamente en algunos yacimientos del sector noroccidental de la península, donde aparece
de forma frecuente conjuntamente con el taxón E d a sp.
En algunos casos, se ha determinado el taxón Ericaceae,
generalmente en ramitas de pequeño tamaño o en fragmentos en
los que sólo han podido ser identificados algunos de los elementos característicos de esta familia, fundamentalmente las punteaduras, los radios y10 las perforaciones, pero que no nos han permitido asegurar su pertenencia al género Erica.
En cuanto al taxón cf. Vacciriiirnt sp., éste se ha individualizado en función de la presencia de las características típicas de la
familia de la erichceas, más ciertos caracteres anatómicos particulares tales como el reducido tamaño del diámetro de los vasos,
la presencia de radios uniseriados con morfología celular fusiforme y la presencia de perforaciones escalariformes más altas que
otras especies de E r b . Algunos autores proponen una diferenciación de las diferentes especies del género Tbcciriiirr~ren base
fundamentalmente a la anchura de sus radios; en Ci i~itis-irlnea
estbn ausentes los radios multiseriados, mientras que en Ci rnyrtiIltrs pueden llegar a las 6-8 células de ancliura (Schweingruber,
1990: 387). Sin embargo, Greguss (1959) propone para el primero una anchura rnedia de los radios de 1 a 4 células. En el plano
transversal, K uligiiios~rmpresenta una distribución de los vasos
en grupos radiales y10 tangenciales (Schweingruber, 1990: 387).
La anchura de los radios observados en nuestro material oscila entre 2 y 4 células, de manera que hemos mantenido la identificación a nivel de género, por no poseer criterios concluyentes al
respecto. Hemos mantenido además algunas dudas en cuanto a
esta identificación porque sólo se ha documentado en un número
muy reducido de casos, y creemos que sería necesaria la observación de más individuos para consolidar estos criterios.
[page-n-85]
Especie: Arbutrrs rrnedo.
Nombre común: Madroño.
Descripción anatómica:
P.T.: Porosidad difisa a semiporosa. Vasos de 20-50 pm de
diámetro, más pequeños hacia la madera final, con forma angulosa o redonda, solitarios o en grupos con orientación radial o filas
cortas. Densidad variable. Anillo de crecimiento visible y falsos
frecuentemente. Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.50).
P.L.T.: Radios bi- o triseriados en su mayor parte, con altura
entre 5-20 células; algunos uniseriados (foto 3.51).
Foto 3.52. Ar.birfws irnedo. Plano longitudinal radial.
P.L.R.: Radios heterogéneos, con células centrales procumbentes y una o dos fílas de células cuadradas o verticales marginales. Los radios uniseriados están compuestos únicamente por
células verticales. Perforaciones simples, con el diámetro menor
al del vaso, típicas de las Ericaceae y en los vasos pequeños, a
veces escalarifonne, con 1 a 4 barras (foto 3.52) Engrosamientos
en espiral muy densos en todos los vasos y fibrotraqueidas.
Punteaduras intervasculares poco numerosas, de tamaño medio,
redondeadas. Punteaduras de los campos de cruce vaso-radio
muy numerosas y de morfología variable, grandes (Greguss,
1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber 1990).
Foto 3.50. Arbutrrs rriredo. Plano transversal.
&&y&:
El madroño se desarrolla desde el nivel del mar hasta al
menos los 1.000 m de altitud, en zonas mediterráneas de clima
suave sin fuertes heladas, huyendo de los ambientes continentales. Requiere un ombroclima húmedo o subhúmedo, pudiendo
adaptarse a un seniiárido si las condiciones edáficas o ambientales son favorables en cuanto a humedad.
Generalmente, las formaciones de madroño se asocian a fases
de siistitución progresiva de bosqiies climácicos de encinares,
quejigares, alcornocales, etc. Tras un incendio, el madroño tiene
gran facilidad para rebrotar y formar gran número de renuevos de
raíz, eliminando así a sus competidores y creando formaciones
casi monoespecíficas (Costa et nlii, 1997: 423; Romo Díez, 1997:
199).
Foto 3.51. Arbrttrrs irltedo. Plano longitudinal tangencial.
usos v avrovechamient~:
Los frutos del madroño son comestibles y además, históricamente, se ha documentado su uso para la obtención de bebidas
alcohólicas o vinagre, por lo que es muy probable que ya se
conocieran estas propiedades desde la Prehistoria. Podría ser
pnieba de esta explotación los restos de madroños hallados en
algunos yacimientos neolíticos del sur de Italia (Badal, 2002).
Las hojas son muy ricas en taninos y se han utilizado para curtir
y teñir pieles.
Su madera era muy apreciada para fabricar carbón vegetal,
pero es de dificil combustión natural (Mulet Pascual, 1991: 69).
[page-n-86]
A pesar de ello, se ha documentado frecuentemente durante la
Prehistoria como combustible, en yacimientos como la Cova de
les Cendres, Les Jovades (Badal, 1990), Los Millares (Rodríguez
Ariza, 1992), la Lloma de Betxí (Grau, 1990b) o Pala da Vella
(Carrión Marco, 2000a y b).
Gbnero: Erica sp.
Nombre común: Brezo.
. . anatómicq:
DescI.1Dclón
P.T.: Generalmente porosidad difusa, a veces semiporosa.
Vasos aislados, pequeños, de diámetro entre 20-60 pm, que
decrecen en tamaño y densidad hacia la madera final.
Parénquima apotraqueal, difuso (fotos 3.53 y 3.55).
P.L.T.: Radios de dos tipos, unos uniseriados, cortos, de 1-8
células, con forma ovalada, y multiseriados, de 3-5 células de
anchura y hasta 25 de altura, generalmentemenos (foto 3.54). En
algunos casos se han documentado radios de hasta 718 cdulas de
anchura (foto 3.56).
P.L.R.: Radios uniseriados compuestos exclusivamente por
células cuadradas verticales, y multiseriados también heterogéneos, con células centrales procumbentes y 1-2 filas marginales de
células verticales. Perforación simple, característica de las
Ericaceae por tener el diámetro menor al del vaso. Punteaduras
intervasculares pequeñas y muy numerosas (Greguss, 1959;
Foto 3.53. Elica sp. Plano transversal.
Foto 3.55. Erica cf. E. arboren. Plano transversal.
Foto 3.54. Erica sp. Plano longitudinal tangencial.
Foto 3.56. Erica cf. E. arboren. Plano longitudinal tangencial.
[page-n-87]
Jacquiot et alii, 1973; Queiroz y Van der Burgh, 1989;
Schweingruber 1990).
Ecologie:
Actualmente, el noroeste peninsular es la zona que presenta
una mayor riqueza y expansión de este género, con gran variedad
de especies. Forman parte del cortejo florístico de bosques mixtos de caducifolios, o de sus etapas de sustitución en bosques
aclarados. También se encuentran ocupando laderas de solana, en
forma de brezales con Genista tridentata, que han adquirido el
rango de "pseudo-climhcicos", por ser las mejor adaptadas a la
presión de los fuegos recurrentes que han degradado el bosque
original y el suelo en el que se asentaba (Rodríguez Guitián et
alii, 1996a). Algunas especies se asocian también a zonas húmedas, tipo márgenes de agua, vaguadas, torrenteras, etc. Es el caso
de E. rnackiana, E. terminalis o E. hrsitariica.
Todas las especies del género Erica se extienden desde el
nivel del mar hasta aproximadamente 1.200-1.500 m, algunas
incluso más. En cuanto al substrato, son más frecuentes y variadas en terrenos silíceos (E. ciliaris, E. untbellata, E. arboren, E.
Iirsitanica, E. scoparin), aunque algunas de ellas toleran bien
también los suelos calizos (E. nlackiana, E. terntinalis, E. cblereo, E. ozrstralis, E. vagarts, E. nttrltflora) (Castroviejo et alii,
1993: 484-506; Burnie, 1995:165-166).
.
. anatód:
P.T.: Porosidad difusa, con vasos muy numerosos, generalmente aislados y de muy pequeño tamaño. Padnquima apotraqueal, difuso (foto 3.57).
P.L.T.: Radios de dos tipos: uniseriados, de hasta 6 células de
altura y morfología fusiforme; y bi- a cuatriseriados, de hasta 20
células de altura. Células axialmente alargadas, angulosas y de
tamaño variado (foto 3.58).
P.L.R.: Radios heterogéneos, compuestos exclusivamente por
células verticales y cuadradas. Perforación escalariforme de 5 a 10
barras y ocasionalmente simple. Numerosas formas de transición
entre punteaduras alargadas y perforaciones escalariformes (foto
3.59) (Greguss, 1959; Jacquiot etalii, 1973; Schweingruber 1990).
Usos v aprovechamient~:
La presencia de brezos entre la leña utilizada como combustible por los gnipos humanos se ha documentado desde tiempos
prehistóricos. Son conocidas las cualidades de esta leña para
prender fuegos, ya que queman rápidamente y producen tina gran
llama. Existen evidencias de este uso en yacimientos como la
Lloma de Betxí (Grau, 1990b; de Pedro, 1998), Los Millares, El
Malagón (Rodríguez Ariza, 1992), la Cova de les Cendres o la
Cova de l'Or (Badal, 1990).
Género: cf. Ihcciniimi sp.
Nombre común: arhndano, mirtillo.
Foto 3.57. Cf. Ihcci~tiiriiisp. Plano transversal.
Foto 3.58. Cf. Ihcciriiitrrt sp. Plano iongitndinal tangencial.
Foto 3.59. Cf. Víccinitrirc sp. Plano longiíudinal radial.
[page-n-88]
Ecolopia:
Este género se encuentra en matorrales y pastos de montaña,
alcanzando altitudes de hasta 3.000 m. Es más abundante desde
el sistema Central hacia el norte de la península (Galán Cela et
alii, 1998).
usos y a~rovech-:
Sus fnitos son muy apreciados por gran cantidad de animales
y por el ser humano (Galán Cela et alii, 1998).
FAMILIA: FAGACEAE
La identificación del género Qtremrs es sencilla, debido a
que posee unos caracteres muy específicos (cadenas de células de
parénquima muy típicas en el plano transversal, radios uniseriados y multiseriados muy anchos, etc.). La distinción entre los dos
tipos, perennifolio y caducifolio, también es relativamente fácil
ya que la segunda presenta una zona porosa muy marcada con
grandes vasos al comienzo del anillo, que corresponde a la estación favorable para el crecimiento, generalmente a finales de primavera o principios de verano (esta estación de rápido crecimiento es la que genera el anillo de vasos para la circulación de
grandes cantidades de savia); por el contrario, Qrierctrs perennifolio presenta una porosidad difusa.
La identificación de la especie si resulta dificil en base únicamente a los criterios anatómicos. En cuanto a Qrrerrtcs caducifolio, para algunos autores, la relación entre los vasos del leño
temprano y el tardío puede ser un criterio de identificación de las
diferentes especies (Greguss, 1959; Badal, 1990), así como la
disposición de los vasos en el anillo, en una o varias filas (Heinz,
1990). Aplicando este último criterio pensamos que sí existen
evidencias de la existencia de al menos dos grupos de Qtrerctrs
caducifolios. Por un lado, se ha identificado una serie de individuos que presenta una sola fila de vasos muy grandes en el inicio
del anillo (foto 3.60) y por otro, un grupo que presenta al menos
dos o tres filas de vasos más pequeños (foto 3.61). Se ha comprobado cn la colccción dc rcfcrcncia que Qtrerctrs robrn- y Q.
fwiriea por un lado, y Q. p~~re~iaica
por otro presentan estas
características respectivamente. Sin embargo, en ramas de
pequeño calibre de ambas especies, este criterio se invalida al
presentar una estructura similar, con varias filas de vasos. En este
trabajo no hemos realizado la identificación en el rango de especie por considerar que los criterios propuestos no son muy sólidos, pero creemos que las tres especies podrían estar presentes en
el carbón analizado y se hará un comentario en los resultados de
cada uno de los yacimientos en los que hayan sido identificadas
varias especies.
Para Qirerc~rsperennifolio, no es posible realizar una distinción de la especie.
Se ha identificado en algunos yacimientos el taxón Qtterctrs
cf. Q. strber, en base a algunos criterios anatómicos como la presencia de vasos de gran tamaño (hasta 300 lim de diámetro), pero
sin formar un verdadero anillo al comienzo de la madera inicial.
Sin embargo, este taxón ha sido determinado únicamente cuando
los criterios anatómicos se apoyaban a su vez en la presencia de
corcho o súber, algunas veces incluso en posición anatómica.
En aquellos casos en que no se ha podido realizar siquiera la
distinción entre Q~rerctrscaducifolio y perennifolio, debido a la
falta de un anillo de crecimiento completo, del plano transversal
en su totalidad o al mal estado del carbón, se ha dejado la identificación en rango genérico (Querclrs sp.).
Género: Qtrerctrs. Tipo: Caducifolio.
Nombre común: Roble, quejigo, rebollo, melojo, carballo, etc.
Descripción anatómicq:
P.T.: Porosidad en anillo, con una o varias filas de vasos mhs
o menos compactos, y de tamaño variable, que superan generalmente los 200 hasta 500 km. Los vasos decrecen en tamaño hacia
la madera final, hasta unos 50 km y se distribuyen de forma aislada o en grupos orientados radialmente, con densidad variable.
Frecuentes tílides en los vasos de la madera inicial. Fibras libriformes de paredes gruesas agrupadas en la zona porosa de la
madera inicial. Parénquima paratraqueal y apotraqueal concentrado en bandas diagonales y tangenciales (fotos 3.60 y 3.61).
P.L.T.: Radios uniseriados de unas 10 células de altura, y
multiseriados, de unas 15 células de anchura media y hasta más
de un centímetro de aihira (Jacquiot et alii, 1973).
P.L.R.: Radios homogéneos, a veces con células cuadradas en
los uniseriados. Perforación simple. Fibrotraqueidas vasicéntricas con punteaduras pequeñas. Punteaduras intervasculares grandes, elípticas, opuestas y a veces alternas. Punteaduras vaso-radio
pequeñas, de redondeadas a elípticas. Parénquima con abundantes punteaduras en la pared radial (Greguss, 1959; Jacquiot et alii,
1973; Schweingruber 1978, 1990).
Ecología:
Los robles tienen por lo general una gran resistencia al frío
pero, por el contrario, son muy sensibles a las heladas tardías
(Costa et alii, 1997). Su carácter caducifolio es una respuesta
adaptativa a la existencia de una estación desfavorable para su
crecimiento.
El carballo o roble pedunculado (Qtrerctrs robrrr) es mucho
más resistente al frío, mientras que el roble albar (Q. petraea)
soporta mayores condiciones de mediterraneidad. Por esta razón,
el primero es típico de la región Eurosiberiana, extendiéndose
desde el nivel del mar a los 1.100 m, y no hallamos Q. petruea en
toda Galicia salvo en las Sierras de Ancares y Caurel, entre los
500 y casi los 2.000 m (Díaz-Fernández et di¡, 1995).
Foto 3.60. Qrterc~tscaducifolio. Plano transversal.
[page-n-89]
El melojo (Qrrercirspyrenaica) posee una hoja que comparte
características de los caducifolios y los perennifolios, pues conserva durante el invierno las hojas secas y posee además una
cubierta foliar pubescente que mitiga la transpiración durante el
verano. Esta característica permite al melojo la ocupación del
área llamada submediterránea,que se encuentra en el limite entre
las regiones biogeográficas Eurosiberiana y Mediterránea, aunque en general habita todo el cuadrante noroccidental peninsular,
entre los 400 y los 1.600 m (Castroviejo et alii, 1990: 25-27;
Costa et alii, 1997). Prefiere siibstratos silíceos y raramente se
encuentra sobre caliza.
En la mitad oriental de la península es el quejigo la especie
característica. Generalmentese desarrolla entre los 500 y 1.500 m
de altitud. Aunque las temperaturas que requiere son similares a
las otras especies descritas, sí cambian sus necesidades hídricas,
ya que soporta precipitaciones de incluso 250-300 mm.
Usos y aprovecharmie9Io:
Las bellotas de los robles han servido de alimento al ganado
desde la antigüedad, así como su madera para la fabricación de
carbón, hasta el punto de que estas prácticas han llegado a suponer una amenaza a la perduración de estos bosques (Romo Díez,
1997: 158). La presencia masiva de bellotas en numerosos yacimientos arqueológicos holocenos evidencia la explotación de
este recurso desde la Prehistoria (Dopazo, 1996; Dopazo et alii,
1996; Ramil-Rego, 1993b).
La explotación de los robles para la obtencibn de leña como
combustible está ampliamente documentada desde la Prehistoria
en gran parte de los yacimientos europeos. La gran expansión de
estas especies durante el Holoceno y la alta potencialidad de
combustible que se extrae de los grandes troncos debieron hacer
de los robles una de las maderas más preciadas para este fin. En
la península Ibérica, aparecen evidencias de este uso en la mayor
parte de yacimientos peninsulares, y de forma abundante sobre
todo en el sector noroccidental, como es el caso de Pala da Vella
(Carrión Marco, 2000a y b), y numerosos yacimientos del norte
de Portugal, como Chan de Parada, Chan do Cavalhal, Meninas
do Castro, Outeiro de Gregos, Bouca do Frade, Lavra o Castelo
de Matos (Figueiral, 1993; Vemet y Figueiral, 1993), así como en
algunos de la fachada meditednea, como La Falguera (Carrión
Marco, 1999, 2002), la Cova de I'Or o la Cova de les Cendres
(Badal, 1990).
Del mismo modo, su utilización como materia prima para la
construcción ha quedado registrada en toda Europa, como constituye un ejemplo excepcional el registro de los yacimientos de
Clairvaux-les-Lacs (Pétrequin, 1989), el yacimiento de Makri
(Ntinou, 2000), el de Castro de Penices (Figueiral, 1995a), La
Draga (Bosch et alii, 1999) -donde además se ha documentado la
elaboración de diversos útiles relacionados con la siega de vegetales-, o el de O Castelo, en este mismo trabajo (ver capítulo V).
La madera de las diferentes especies de roble presenta propiedades físicas y mecanicas variables. La madera del caballo (Q.
robtrr) es muy nudosa y dificil de trabajar, mientras que la del
roble albar (Q. petraea) es más dura, clara y dócil. La del quejigo
(Q. faginea) es densa y duradera, y en lugares donde los árboles
experimentan un crecimiento óptimo, se obtienen buenas piezas
utilizadas actualmente para carpintería de diferente índole. La calidad de la madera del melojo (Q. pyrentaica) y el roble peludo (Q.
prrbescents) es similar, ya que ambas son muy deformables y aptas
para trabajos de carpintería, por lo que han sido en época histórica
las especies más castigadas por las prácticas de tala para la obtención de madera, en turnos de 10 a 20 años, lo que provocó la degeneración y debilitamiento de estos bosques (Abella, 1997: 52).
En comunidades ganaderas tradicionales se ha documentado
frecuentementeel almacenamiento de las hojas de los robles para
la alimentación del ganado como forraje invernal (Romo Diez,
1997: 157). Esta práctica se encuentra bien documentada en algunas comunidades actuales, como es el caso de los Pomakos, en
Tracia (Badal, 1999; Ntinou, 2000). En el caso de algunas especies, tales como Q. robtrr o Q. faginea, la corteza y especialmente las agallas son muy ricas en taninos y han sido utilizadas para
la realización de tintes y colorantes (Romo Díez, 1997: 153,159).
Genero: Qiterciis. Tipo: Perennifolio.
Nombre común: Encina, carrasca, coscoja.
Descri~cibnanatómica:
P.T.: Porosidad difusa, con una tendencia a la concentración
de los vasos en áreas radiales de la madera %al. Vasos de hasta
150 pm de diámetro en la madera inicial y decrecen hasta unas
50 pm en la final. Fibras libriformes de paredes gruesas, poco
frecuentes en especies perennifolias, concentradas entre los
vasos. Parknquima abundante, paratraqueal y apotraqueal en bandas diagonales y tangenciales, con paredes muy finas (foto 3.62).
P.L.T.: Radios de dos tipos, uniseriados, de unas 10 células de
altura y multiseriados, que pueden alcanzar 25-30 células de
anchura y algunos milímetros de altura.
P.L.R.: Radios homogéneos. Perforación simple. Punteaduras
intervasculares grandes, elípticas, opuestas y a vcccs altcmas.
Punteaduras radio-vaso pequeñas, redondeadas a elípticas, a
veces con tendencia fenestriforme (Greguss, 1959; Jacquiot et
alii, 1973; Schweingruber 1978, 1990).
w:
Foto 3.61. Qrrercrts eaducifolio. Plano transversal.
La carrasca, Qirercrrs ilex subsp. rotrritdifolia, Qrrercrrs ilex
subsp. ballota (Costa et alii, 1997: 272 y SS.; Castroviejo et alii,
1990: 19-20) o simplemente Qrrerctrs ballota (Romo Díez, 1997:
151) es el árbol propio de toda la tierra de carácter mediterráneo
[page-n-90]
sometida a una fuerte continentaiización. Se encuentra desde el
nivel del mar hasta algo más de 1.S00 m. Huye de zonas muy áridas y muy Mas. Resiste sin embargo condiciones de mayor
sequía que los robles caducifoiios, que la sustituyen en las zonas
más húmedas y lluviosas. Es también muy resistente a acciones
humanas como poda, tala, fuego, etc. La continentalidad condiciona la simplicidad estructural de los encinares y carrascales
interiores, que presentan frecuentemente un estrato arbóreo casi
monoespecífico (Costa et alii, 1997: 278-279). La idea de algunos autores de considerar los carrascales como la vegetación climácica de la mayor parte del territorio t e d i o levantino, considerando los coscojares, lentiscares, pinares o acebuchares como
etapas de sustitución de los anteriores (Costa et alii, 1982; Rivas
Marthez, 1987), está siendo contrastada a la luz de los datos cada
vez más numerosos de los estudios paleobotánicos.
La coscoja (Qtterctrs coccifea) es un arbusto esclerófilo
caracteristico de toda la región Mediterránea, que acompaña frecuentemente formaciones de encinares o carrascales (Costa et
alii, 1997: 413 y SS.). Es mucho menos exigente en requerimientos hídricos y suele dar lugar a formaciones abiertas de tipo garriga, aunque en condiciones favorables puede alcanzar un porte
arbóreo. A pesar de que su gran extensión actual en la región
Mediterránea peninsular se debe fundamentalmente a estados de
regresión del encinar, en el ámbito termomediterráneo y transición al mesomediterráneo, la coscoja constituye una etapa de
vegetación del ecosistema terminal, alcanzando tallas importantes y albergando en su seno gran variedad de especies arbustivas
(Costa et alii, 1997: 416).
Junto a ellas, la madera y los pastos y hongos que se producen
en su seno, constituyen la base de la economía de amplias regiones peninsulares (Abella, 1997: 55). Las dehesas extremeñas
constituyen un formidable ejemplo de ecosistema antrópico en
equiíibrio.
La corteza de la encina es muy rica en taninos y se ha utilizado para elaborar tintes (Romo Diez, 1997: 151, 156). Además,
la corteza de árboles de entre 50 y 80 años se utiliza como fertilizante en agricultura biológica por aportar a la tierra calcio orgánico muy asimilable.
Aunque en el registro arqueológico no han quedado evidencias
de la mayor parte de las actividades mencionadas, Qtrerctrsperennifolio fue uno de los taxones más utilizados como combustible
por los grupos humanos en toda la región Mediterránea. De nuevo,
sería probablemente la gran disponibilidad de estas especies, debido a su gran expansión durante el Holoceno, lo que llevaría a su
explotación masiva como combustible y materia prima para la
construcción. Prueba de ello es su abundancia en el registro antracológico de gran parte de yacimientos de la región Mediterránea,
siendo especialmente abundantes en la Cova de les Cendres, la
Cova de l'Or (Badal, 1990), La Falguera (Carrión Marco, 1999,
2002) o la Lloma de Betxí (Grau, 1990b), entre otros.
Especie: Qtrercus sttber.
Nombre común: Alcornoque.
. . anatómim:
Usos v a v r o v e c h ~ :
Las bellotas de la carrasca son muy dulces y ricas en calorías, con un 50 % de fécula, varios azúcares, algo de grasa, vitamina C y caroteno, y han sido consumidas a lo largo de la Historia
tanto por el ganado como por el ser humano, incluso mediante la
elaboración de una harina para ser mezclada con la del cereal con
la que se elaboraba pan. Su producción es muy regular, aproximadamente cada dos años se da una cosecha muy abundante.
P.T.: Madera semiporosa, con tina mayor densidad de vasos
en el leño temprano. Vasos de hasta 300 pm de diámetro en la
madera inicial y decrecen hasta 100 pm en la final. Parénquima
abundante, parairaqueal y apotraqueal en bandas diagonales y
tangenciales, con paredes muy finas. Frecuentes tilides (foto
3.63).
P.L.T.: Radios de dos tipos, uniseriados, de unas 10 células de
altura y multiseriados, que pueden alcanzar 25-30 células de
anchura y algunos milímetros de altura.
P.L.R.: Radios homogéneos. Perforación simple. Punteaduras
Foto 3.62. Qicercrcs perennifolio. Plano transversal.
Foto 3.63. Qrtercrcs srrber. Plano transversal.
[page-n-91]
intervasculares grandes, elípticas, opuestas y a veces alternas.
Punteaduras areoladas muy pequegas en las fibrotraqueidas.
Punteaduras radio-vaso pequeñas, redondeadas a elípticas, a
veces con tendencia fenestriforme (Greguss, 1959; Jacquiot et
nlii, 1973; Schweingruber 1978, 1990).
Ecolopia:
El alcornoque presenta una amplia distribución por el territorio peninsular, aunque prefiere un clima suave de tendencia ocehnica y por ello evita los ámbitos muy continentales; también
huye de los substratos calizos (Costa et nlii, 1997: 300-302). Se
sitúa generalmente entre los 0-800 metros de altitud y en zonas
con precipitaciones entre 600-1 .O00 mm. A grandes rasgos, ocupa
los territorios mediterráneos subhúmedos que vivieron con baja
intensidad los episodios glaciales cuate~narios.
Usos v aprovechamient~:
El principal recurso extraído del alcornoque es su corteza. El
corcho, debido a su composición rica en celulosa, lignina, suberina y ceras, resulta un material muy ligero, con excelentes propiedades de impermeabilidad, incombustibilidad y elasticidad y
es también un buen aislante térmico. acústico v vibratorio (Costa
et nlii, 1997: 306). La extracción de'corcho o 'descorche" todo
su proceso de transformación es una actividad tradicional que se
ha desarrollado sobre todo desde finales del siglo
- .asado.
En aquel1os lugares en los que los
formaban
parte de la vegetación natural de la zona, la madera de éstos también fue aprovechada como combustible para los fuegos domésyacimientos
como ha quedado documentado en
noroeste de Porhiga'* 'Om0
de
do
Meninas do Castro Tigueira1, lgg3; Vernet y Figueiral, 1993)
en sudeste peninsular
en Los
Terrera del Reloj o Loma de la Balunca (RodríguezMza, 1992).
;
'
F m L 4 : LABiATAE
Los géneros y especies pertenecientes a esta familia son
numerosos, y por sus características anatómicas resulta complejo
Foto 3.65. Labiata. Plano longitudinal tangencial.
reabr
una diferenciación entre el]os. La v*abilidad
en las especies de la colección de referencia no nos ha permitido
una detemiinación más allá de la familia, ya que
criterios
que amentan los anatomistas, como la
de
mientos en espiral (Schweingruber, 1990), por ejemplo, pueden
ser
o menos visibles en una misma especie dependiendo del
individuo. Sólo se ha podido llegar a la identificación completa
de Rosnlal.illlrs oflCinalis, porque esta especie presenta una
característica distribución en flama de los vasos fibras en el
plano transversal, además de una ondiilación típica del limite del
anillo, que la diferencia del resto de labiadas.
Familia: Labiatae.
Nombre comiin: Labiadas.
Descripción anatómica:
P.T.: Madera semiporosa, con una mayor densidad de vasos
en la madera inicial. Vasos en bandas tangenciales, y diagonales
hacia la madera final. Parénquima ocasionalmente paratraqueal
(foto 3.64).
P.L.T.: Radios uni- a triseriados, con una altura de 8 a 15
células de morfología bastante irregular (foto 3.65).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con numerosas filas de células
verticales y cuadradas. Punteaduras intervascularesgrandes y alargadas. Punteaduras grandes en los campos de cruce vaso-radio.
Engrosarnientos en espiral poco frecuentes, finos y muy espaciados (Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingmber 1990).
Especie: Rosntnrintrs ofici~ialis.
Nombre común: Romero.
Foto 3.64. Labiata. Plano transversal.
Descri-tómia:
P.T.: Porosidad de difusa a semiporosa. Vasos generalmente en
grupos irregulares y flamas diagonales. Parénquima paratraqueal,
también en grupos diagonales. Límite del anillo visible, frecuentemente ondulado. Frecuentes radios agregados (foto 3.66).
[page-n-92]
de herbáceas o arbustos leñosos. Algunas especies son endémicas
de la península Ibérica (es el caso de varias especies de SaIi?ia).
Se pueden encontrar en el seno de encinares, alcomocales y
quejigales, aunque también dan lugar a matorrales secos de sustitución donde aparecen frecuentemente asociadas a diversas
especies de jara. Se desarrollan sobre diferentes tipos de substrato; por ejemplo, algunas especies de Lavandlrla prefieren suelos
silíceos, mientras que otras del mismo género son calcícolas
(Galán Cela et nlii, 1998).
Foto 3.66. Rosntnrintcs offíci~tnlis.Plano transversal.
P.L.T.: Radios uni- a triseriados, de hasta unas 30 células de
altura. Parénquima fusiforme (foto 3.67).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con varias filas de células marginales cuadradas y verticales. Perforación simple.
En@osamientos en
(Gre@ss, 1959; Schwehgniber,
1990).
La familia de las labiadas se encuentra extendida por todo el
planeta y es una de las más ampliamente distribuidas en ámbito
mediterráneo, formando parte fundamental de su vegetación
característica. Consta de numerosos géneros y especies
(Lai~andtila,Rosniarinirs, Thyntlrs, SaRta, Siderifis, Pliloniis, etc.)
Foto 3.67. Rosntadnirs offícinnlis.Plano longitudinal tangendal.
Usos v aprovechamient~:
Uno de los principales atractivos de las especies de labiadas
es que la mayor parte de ellas son aromáticas, de manera que se
utilizan para la elaboración de productos de cosmética y perfumería, aunque esta cualidad también ha sido explotada por sus
propiedades fungicidas y bactericidas. En medicina tradicional se
ha utilizado el aceite de romero para realizar baños contra el reumatismo y activar la circulación de la sangre. Muchas de estas
especies también son consumidas por el ser humano, fundamentalmente en forma de infusiones (Galán Cela et alii, 1998).
Las formaciones de labiadas también constituyen un paraje
idóneo para la colocación de colmenas, explotación que se
remonta a tiempos prehistóricos y de la que existen numerosos
testimonios directos e indirectos (ver Cistaceae).
En cuanto a su uso como combustible durante la Prehistoria,
no han quedado reflejadas de manera masiva en el
las
registro antracológico, aunque sin duda serían explotadas frecuentemente, en parte por su amplia disponibüidad en el maton.al
mediterráneo y por resultar adecuadas para prender el fuego, ya
que arden rápidamente y producen mucha llama.
FAMILIA: LEGUMLNOSAE
Por su anatomía, es muy dificil la determinación de las leguminosas, pues son varios los géneros de esta familia los que presentan unas características muy similares. Para Schweingruber
(1990), el único criterio para determinar las leguminosas es la
anchura de los radios; así, por ejemplo, Cytistrs scoparitrs los
tiene de 1 a 517 células, Genistu-Lygos de 1 a más de 5 y Ules
eta.opaetrs de 2 a 415. &eguss ( 1 9 G ) ~ r o ~ o nuna
e diferenciación
a partir de la morfología de los radios, homogéneos o lieterogéneos. Ulex y Genista presentarían radios homogéneos, mientras
que Cj7tistrs los tendría heterogéneos.
Marguerie y Hunot (1992; Marguerie, 1995a) proponen la
distinción del género Ulex frente al grupo formado por Cytistis,
Genista y Spartiirni, identificadas en una serie de yacimientos de
la Bretaña francesa, en base a su comparación con las especies
que se desarrollan actualmente en la región.
Por la estructura que presenta en su plano transversal y, sobre
todo, por la anchura de sus radios, los carbones de leguminosa
identiticados en este estudio podrían corresponder a especies de
cualquiera de estos géneros, entre otros. Se ha identificado un
grupo que presentan radios generalmente entre 3-5 células de
anchura (foto 3.68), y otro con radios multiseries (foto 3.69). Sin
embargo, a partir de la observación de varias especies de leguminosa de la colección de referencia se ha comprobado que un
mismo género puede presentar gran variabilidad en la anchura de
sus radios, dependiendopor ejemplo, de la proximidad a la médula, donde son sensiblemente más estrechos, y van ensanchando
hacia la madurez de la planta. Del mismo modo, se ha observado
que un mismo género puede presentar a veces radios homogéneos y heterogéneos, demanera que no lo consideraremos en este
[page-n-93]
Foto 3.68. Leguminosa. Plano transversal.
Foto 3.70. Leguminosa. Plano longitudinal tangencial.
caso un criterio para precisar más nuestra identificación. La similitud que existe entre los diferentes géneros de legun~inosas,así
como la gran variabilidad intragenérica, nos hacen mantener la
identificación únicamente en el rango de familia.
menos 617 células de anchura. Parénquima fusiforme (foto 3.70).
P.L.R.: Radios heterogéneos. Perforación simple.
Engrosamientos en espiral muy marcados. Punteaduras intervasculares vestidas (Greguss, 1959; Schweingruber 1978, 1990).
w D c i ó n anat,jmice
P.T.: Madera semiporosa. Vasos agrupados en grandes llamas
o bandas tangenciales a diagonales. Los del leño temprano relativamente pequeños y los de la madera final apenas más grandes
que el parénquima. Parénquima paratraqueal, asociado a vasos y
traqiieidas en bandas tangenciales y diagonales (fotos 3.68 y
3.69).
P.L.T.: Radios desde uniseriados a multiseriados de hasta al
Foto 3.69. Leguminosa. Plano transversat.
&QlQ&:
Las leguminosas como familia se encuentran representadas
en gran variedad de ambientes, desde el nivel del mar a la alta
montaña, por lo que no ofrecen una información ecológica precisa. Si podemos decir que son matorrales heliófilos y que forman
parte a menudo de las formaciones de degradación de bosques o
del cortejo arbustivo de éstos. En el sector noroccidental peninsular actualmente aparecen frecuentemente formando matorrales
de los bosques caducifolios y de sustitución de bosques degradados acompañadospor diversas especies de Ericaceae, con las que
generan un matorral "pseudo-climácico" en vertientes de solana
(Rodríg~iezGuitián et alii, 1996a). También en la región
Mediterránea se desarrollan gran variedad de géneros, y forman
parte del matorral esclerófilo mediterráneo.
Ysos v aprovechamient~:
No se conocen demasiado bien las propiedades de las leguminosas, aunque se ha documentado el carácter tóxico de algunas
de ellas (Genista, por ejemplo) para los animales a través de su
consumo (Mulet Pascual, 1 997).
Si se ha documentado ampliamente su uso como combustible
en el pasado, evidenciado de forma muy abundante en el registro
antracológico en yacimientos como la Cova de les Cendres, la
Cueva de Nerja, Les Jovades (Badal, 1990), la Lloma de Betxí
(Grau, 1990b; de Pedro, 1998: 234-237), en los yacimientos del
Cobre-Bronce de la Depresión de Baza (Rodríguez Ariza, 1992)
o en varios yacimientos del norte de Portugal, como Chan de
Parada, Chan do Cavalhal, Meninas do Castro, Outeiro de
Gregos, Bouqa do Frade, Lavra o Castelo de Matos (Figueiral,
1993; Vemet y Figueiral, 1993), entre otros.
Además, existen evidencias de la utilizaci6n de ramas de
diversas especies de leguminosaspara la construcción en periodo
[page-n-94]
romano, aprovechando el calibre y la flexibilidad de algunas de
ellas, como se ha documentado en e1 relleno de paredes de yacimientos como el Castro de Penices (NW Portugal) (Figueiral,
1995a).
FAMILIA: LOR4NTHACE.IE
Especie: Kscttnt sp.
Nombre común: muérdago.
. .
anatómica:
P.T.: Madera bastante homogénea. Médula generalmente no
visible. Posoridad difusa. Vasos no visibles, que apenas se distinguen del parénquima axial y radial; casi todas las células presentan una misma morfologia en el plano transversal. Fibras de paredes gruesas en pequeños grupos o formando bandas tangenciales
(foto 3.71).
P.L.T.: Radios uni- a triseriados, con células de morfología
oval, que a veces no pueden ser diferenciados de los elementos de
los vasos. Parénquima ocasionalmente fusiforme.
P.L.R.: Radios muy heterogéneos, compuestos exclusivamente por células verticales, que difícilmente pueden distinguirse de
las células del parénquima axial. Punteaduras intervasculares
alargadas horizontalmente. Perforación simple. Frecuente presencia de cristales (Greguss, 1959; Schweingruber, 1990).
Ecología:
El muérdago es una planta muy primitiva evolutivamente,
que ha logrado sobrevivir hasta la actualidad en condiciones muy
diferentes, gracias a su condición de parásito. Se asienta sobre
diferentes especies arbóreas y extrae su fluido vital, adquiriendo
un porte esférico que le hace resistente a los estímulos de la luz
aunque no le impide realizar su propia fotosíntesis (Mulet
Pascual, 1997: 444). Presenta una distribución geográfica y ecológica muy irregular, ya que en algunas zonas aparece de forma
abundante, y en otras vecinas puede estar totalmente ausente. En
general, se distinguen dos especies de Visctrnt por su ccología: i7
albrrm es de clima fiío y hiímedo y se extiende por toda la Europa
húmeda, mientras que K cruciahrn? es una especie norteaficana
que puede desarrollarse ocasionalmente en el suroeste de la
península Ibérica, de características más termófilas que la especie
anterior (Abella, 1997: 72).
La atracción que ejercen sus fnitos sobre las aves silvestres
constituye su principal medio de diseminación de las semillas, ya
que éstas se esparcen gracias a sus excrementos. Si éstos caen
sobre materia viva de otros árboles, rápidamente generan un filamento que se adhiere a su corteza, y una especie de aguijón que
se hunde en la madera para la extracción de la savia.
usos v aprovecha-:
Las bayas viscosas del muérdago son un apreciado alimento
para numerosas especies de aves, aunque para el ser humano presentan cierta toxicidad. Con esta sustancia se elabora la liga para
la caza de pájaros. También se han utilizado sus múltiples propiedades medicinales, que parecen variar en función del árbol
sobre el que se encuentra parasitando (Font Quer, 1973; Mulet
Pacual, 1997: 445).
Las hojas y tallos tiernos son un buen forraje para los animales, y además estimulan en vacas, cabras y ovejas la producción
de leche; también las aves de corral consumen sus bayas (Abella,
1997: 72).
El muérdago es una de las especies vegetales sobre las que se
han desarrollado más leyendas y usos rituales, sobre todo en los
países nórdicos, ya que el hecho de que nunca hubiera tocado el
suelo le confería un cadcter extraterrenal y un gran poder de protección.
Se ha documentado su presencia esporádica en el registro
antracológico de yacimientos como la Cueva de Nerja, la Cova
de les Cendres (Badal, 1990), Los Millares o Fuente Amarga
(Rodríguez Anza, 1992).
FMILiA: MALOLDEAE (ROSACEAE)
La familia de las rosáceas se divide en varios grupos, entre
ellos las maloideas o pomoideas, que incluyen diversos géneros
que presentan ciertos problemas de identificación. En general, la
mayor parte de ellos no pueden ser determinados en base a sus
criterios anatómicos, pues presentan características muy s i d a res entre sí. Sólo hemos individualizado del resto el taxón
Sorbrrs-Crntaegtu en los casos en que presentaban radios exclusivamente biseriados y triseriados (foto 3.73). Hemos mantenido
la identificación en el rango de familia cuando el carbón presentaba radios más estrechos. El taxbn Maloideae agrupa todas las
especies de esta familia que presentan radios uni- y10 biseriados,
frecuentemente ambos tipos dentro del mismo radio, es decir, el
resto de géneros salvo los dos mencionados antes (foto 3.74).
Dentro de este grupo se incluyen géneros como Anlelanchier,
Cotoneaster, Pyrtrs, etc.
GBneros: Sorbtrs-Crataegtrs.
Nombre común: Serbal-Majuelo, espino albar.
-a:
Foto 3.71. W S C I Isp.
I ~ Plano transversal.
. .,
P.T.: Porosidad difusa a semiporosa, con mayor densidad de
vasos en la madera inicial. Vasos generalmente solitarios, pequeños (entre 20-50 pm), numerosos y más o menos regularmente
distribuidos. Parénquima apotraqueal, difuso, raramente en cortas
bandas tangenciales (foto 3.72).
P.L.T.: Radios biseriados o triseriados, de células bastante
regulares, y de 5 a 15 células de altura media (foto 3.73).
[page-n-95]
Foto 3.72. Sor&?ts-Cr~~~t~~eg~~s.
Plano transversal.
Foto 3.74. Maloidea. Plano longitudinal tangencial.
P.L.R.: Radios generalmente homogéneos. Perforación simple. Engrosamientos en espiral muy finos, a veces ausentes.
Punteaduras intervasculares no abundantes, opuestas en filas
horizontales, generalmente pequeñas. Punteadiiras vaso-radio
redondeadas y numerosas (Greguss, 1959; Jacqiiiot et alii, 1973;
Schweingmber, 1978, 1990).
pcrria, S. t o ~ n ~ i ~ ~se
a l pueden
is)
encontrar tanto en bosques de
caducifolios como mixtos con pinares, pinsapares y abetales. Se
desarrollan desde los 500 hasta los 1.500-2.000 m de altitud, aunque S. at(crryariano se encuentra generalmente por debajo de los
1.000 m, en los pisos subalpino y inontano. S. wia se distribiiye
por casi todas las montañas peninsulares, aunque se hace más
escaso hacia occidente. S. torntil~alisse encuentra de forma más
esporádica en la península Ibérica, siendo más raro hacia el sur y
el sector noroccidental (Hemera et alii, 1992: 24-25).
Las diferentes especies de Crataeglrs (C. 111011og)~110,C. Iaevigata, C. o~ycalpa)se distribuyen por casi todo el temitoiio
peninsular, frecuentemente asociadas a bosques mixtos de planocaducifolios, que adquieren mayor importancia en la región
Eiirosiberiana y zonas montañosas Minedas de la Mediterrhnea
(Costa e? nlii, 1997: 107,439; Romo Diez, 1997: 204-205).
: S -&
En general, la familia de las Maloideae se desarrollan en el
seno de bosques más o menos degradados de cadiicifolios, localizadas sobre todo en orlas o claros sin llegar a formar masas densas (Romo Díez, 1997).
Las diferentes especies del género Sorbirs (S. aria, S. airctr-
Foto 3.73. Sorbirs-Cratnegrrs. Plano longitudinal tangencial.
Usos v a v r o v e c h a w :
La madera de Sorbia es dura, homogénea y bastante difícil de
tmbajar, pero resillta apropiada para la elaboración de utensilios
de pequeño tamaño, sobre todo aquéllos que han de ser expuestos a un continuo desgaste, como los rodillos, ejes de carro y
mangos de herramientas, que se fabrican actualmente en Galicia
con estas especies. Las varas también se utilizan para la elaboración de cierres y cercados (Hemesa et alii, 1992: 23). Los fnitos
de casi todas las especies son comestibles, algunos muy apreciados por el ser humano, como los de Sorbtrs clor~~estica
(Mulet
Pascual, 1991: 134-136, 436439; Peris et alii, 1996: 138). Sin
embargo, a menudo se procura el mantenimiento de estos fnitos
en el árbol, porque sirven de alimento a numerosas aves salvajes
(Romo Díez, 1997).
La madera de varias especies de Maloideae ha sido documentada en yacimientos prehistóricos como combustible para el fiiego
doméstico. Son ejemplos el yacimiento del Bronce de la Lloma de
Betxí, donde es probable también que fueran utilizadas para la
realización de elementos constructivos (de Pedro, 1998: 234237), La RatUa del Bubo, la Cova de les Cendres (Badal, 1990),
~ o s . ~ i ~ aorele Cerro
s
de la Virgen (Rodriguez Ariza, 1992).
[page-n-96]
FAMILIA: OLEACEAE
De esta familia se han identificado los taxones Frasinirs sp. y
Olea ein.opnea (posiblemente esté presente también Phillyreri,
aunque no se puede individualizar del taxón identificado como
Rl~nnmirs-Pl~illyrea
-ver Rbamnaceae). Frnxirtirs y OIea tienen
una anatomía bien diferente entre ellos y no dejan lugar a dudas
al menos en cuanto a la asignación del género.
En cuanto al primero, las diferentes especies del género
Fm-inirs tienen una anatomía muy cercana entre sí y es difícil su
dctcnninación. Según Schweingruber, Frnsinus excelsior se diferencia del grupo formadopor K ornirs y E an~rstifoliaporque los
primeros tienen las franjas de parénquima menos marcadas en el
inicio del anillo, y un tamaño mayor de los vasos que lo forman
(Schweingruber, 1990). Otros anatomistas proponen una determinación en base a la anchura de los radios (Greguss, 1959;
Jacquiot et alii, 1973). Frasil1us angirstifoliay E oniirs tienen los
radios biseries o triseries, mientras que E escelsior los tiene más
anchos, pudiendo llegar a 5 céliilas (Jacquiot et alii, 1973). Según
este criterio, hemos distinguido dos taxones: Frnxinirs sp. que
incluye las especies con radios más estrechos (2 ó 3), y Frasinirs
cf. l? escelsior, que incluye los individuos en los que se ha identificado radios de 3 a 5 células de anchura. Éste último se ha
documentado exclusivamente en algunos yacimientos del noroeste peninsular, en los que aparece también junto al taxón
Fraxiinrs sp., por lo que es posible que estemos ante la presencia
de varias especies de fiesno conviviendo en un mismo territorio.
En cuanto a Ole0 eirropea, no existen problemas para la
identificación de la especie, pero es más difícil distinguir la variedad silvestre de la cultivada. Esta cuestión resulta de sumo interés para la documentación en el registro arqueológico de la
domesticación de la especie, pero lamentablemente, los criterios
anatómicos manejados a tal efecto son aún débiles a la hora de
aplicarlos al material arqueológico. Estos criterios han sido objeto de investigación tanto a través de los componentes químicos de
la madera, como a través de sus características anatómicas y biométricas (Terral, 1996, 1997). La posibilidad de discriminación
entre estas especies se ve dificultada por otros factores tales como
Ecolopia:
El fresno es una especie que requiere un aporte importante de
humedad, por lo que se encuentra frecuentementeasociado a cursos de agua formando parte de bosques de ribera, en formaciones
de caducifolios y umbrías de montaña. F. escelsior requiere suelos profundos, húmedos y ricos en materia orgánica. Se extiende
por todo el norte de la península Ibkrica, desde el nivel del mar a
Foto 3.75. F r ~ ~ ~ rsp.
r rPlano
s
transversal.
Foto 3.76. Fr~~.rinrts
sp. Plano longihtdinal tangencial.
las condiciones ecológicas del medio o el proceso de gestión y
manipulación humana sobre la variedad silvestre, llevada a cabo
desde el Neolitico. Los criterios seleccionados para realizar esta
individualización (entre los que se encuentra por ejemplo el
número de vasos agrupados en el plano transversal) se deben
aplicar sobre un elevado número de casos para que resulte representativo, de tal forma que no siempre es posible obtener un
material arqueológico que ofrezca estas posibilidades. En nuestro
caso, no hemos podido determinar la variedad, cultivada o silvestre, en base a los criterios anatómicos.
Genero: Frasinirs sp.lFraxinirs cf. l? evcelsior.
Nombre común: Fresno.
Pescripción anatómica:
P.T.: Porosidad en anillo. Los vasos del anillo se organizan
frecuentemente en dos filas. Tienen un tamaño de 100-120 pm.
Los vasos del leño tardío se distribuyen en filas o pequeños grupos de 2-4, con orientación radial. Parénquima paratraqueal, vasicéntrico o en bandas tangenciales (fotos 3.75 y 3.77).
P.L.T.: En base a la anchura de los radios, hemos distinguido
unos individuos de generalmente de 2 6 3 células de anchura
(foto 3.76), y otro grupo de 3 ó 4, frecuentemente de más (foto
3.78); todos presentan una altura de 20 células como máximo.
P.L.R.: Radios homogéneos. Parénquima vasicéntrico con
células cuadradas. Perforación simple. Punteaduras intervasculares numerosas y alternas. Punteaduras vaso-radio numerosas y
pequeñas (Greguss, 1959; Jacquiot et nlii, 1973; Schweingniber
1978, 1990).
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Foto 3.77. Frnx71ircscf. E eucelsior. Plano transversal.
los 1.500 m, sin llegar a formar bosques, sino en los claros de formaciones de caducifolios, barrancos y torrenteras (Costa et nlii,
1997: 481-482; Romo Díez, 1997: 284-286; Masclans, 1981).
En ámbito mediterráneo, la especie más extendida es el Eresno de hoja estrecha (Frax7nirs a~igzrsffolia)y en toda la franja
más oriental de la región, el .fresno de flor (Fraxilirrs 017111s)
(Romo Díez, 1997: 283, 286). Estas especies resisten mayores
condiciones de aridez que las de la región Eurosiberiana.F: o~nlrs
soporta la falta de agua en el suelo y puede vivir en enclaves algo
más secos con un mínimo de humedad ambiental (Blanco, 1993).
Usos v avrovechamienu:
La madera de ffesno tiene unas extraordinarias cualidades de
resistencia y rigidez, aunque se dobla al vapor sin dificultad,
obteniéndose de este modo ramas de gran flexibilidad (Jobnson,
1994: 267). Es de buena calidad, textura fina y fácil de trabajar.
Se ha documentado su uso desde tiempos prehistóricos para la
fabricación de arcos y otras armas y herramientas, por lo fácil que
resulta la obtención de varas muy flexibles a partir de sus ramas
(Mulet Pascual, 1991: 191). Sin embargo, no resulta apropiada
para exteriores por su carácter perecedero sobre todo si se
encuentra en contacto con la tierra, a menos de que sea previamente tratada. La tala se debe adaptar al fin para el que sea destinada la madera del Eresno. Las ramas jóvenes son muy flexibles,
y se han utilizado frecuentemente para la elaboración de utensilios de cestería, que han de mojarse frecuentemente para que no
se agrieten (Abella, 1997: 79-80).
Un testimonio excepcional de la utilización del fresno por las
sociedades prehistóricas lo tenemos en los yacimientos litorales
neolíticos de Clairvaux-les-Lacs y Chalain (Jura) (Pétrequin,
1997). Allí se documentó la utilización de la madera, mayoritariamente de Fraxintrs excelsior, para la construcción de cabañas
elevadas sobre postes; esta especie se utilizaba para alzar la
estructura de postes y vigas transversales más gruesas. También
se ha documentado su uso, junto a otras maderas, para la elaboración de tablas de recubrimiento de suelos y paredes. En estos
mismos yacimientos se lian recuperado también diversos objetos
realizados en fresno, de los que destacan armaduras de flecha,
enmangues de hachas y mazos y recipientes en forma de cuencos
de diferente tamaño realizados en nudos de la madera. En la
Lloma de Betxí (Bronce), se ha identificado la especie Fraxilnrs
oxycarpo en relación con su uso para actividades constructivas
(de Pedro, 1998).
En tiempos más recientes se sigue utilizando para la construcción y las hojas son consumidas por el ganado, práctica que
se ha documentado desde la Prehistoria en yacimientos como La
Falguera (Camión Marco, 2002).
Especie: Olea elrropaea.
Nombre común: Acebuche, olivo.
-ción
anatómicq:
P.T.: Porosidad difusa. Vasos en grupos radiales de 2 a 4, con
paredes gruesas. Límite del anillo poco visible. Parénquima paratraqueal y en bandas radiales de una a tres células de anchura
(foto 3.79).
P.L.T.: Radios de 2-3 células de anchura, raramente uniseriados, de hasta 12 células de altura. Células centrales redondeadas,
y más alargadas en los extremos (foto 3.80).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con 1-3 filas de células verticales marginales. Punteaduras intervasculares pequeñas y muy
numerosas. Punteaduras vaso-radio muy pequeñas. Perforación
simple (Greguss, 1959; Jacquiot et nlii, 1973; Schweingruber
1990; Teml, 1996, 1997).
Foto 3.78. Frnsinircs cf. E a-celsior. Plano longitudinal tangencial.
Ecnlopía:
Actuali~~ente,
el olivo es uno de los cultivos más extendidos
en la región Mediterránea. Es muy sensible al frío, aunque en el
sur de la península puede superar los 1.O00 m de altitud en abrigos soleados y soporta bien la aridez. El área de la variedad cultivada es bastante mayor que la del acebuche. Éste último es un
buen indicador de un clima termomediterráneo, cálido y con
influencia marítima aunque de carácter seco o semiárido (Romo
Díez, 1997: 287). Forma parte de matorrales de carácter mixto en
[page-n-98]
Foto 3.79. OIea eriropnea. Plano transversal.
los que aparecen también otras especies termófilas, xerófilas y
generalmente pereidfolias, que se desarrollan en ámbitos mediterráneos no continentales, con altas temperatusas y precipitaciones escasas, correspondiendo a grandes rasgos a la zona ocupada
por le palmito (CltantneropsItirntilis) (Costa et alii, 1997: 416).
-Q:
El olivo genera troncos muy retorcidos y de poca altura. Su
madera se seca lentamente y tiene tendencia a agrietarse. Sin
embargo, presenta gran resistencia a la absasión y a los hongos.
Es de textura fina y grano irregular, y aunque es dificil de aserrar,
se trabaja bien a mano y a máquina, por lo que resulta muy apreciada en ebanistería y carpintería (Johnson, 1994: 274). Vitnibio
Foto 3.80. OIea europaen. Plano longitudinal tangencial.
ya mencionó la gran calidad de esta madera como soporte constsuctivo por su extraordinaria resistencia a "la intemperie, la carcoma o los años", y a la descomposición incluso en condiciones
de extrema humedad (Vitnibio, 1982). Su utilización para la elaboración de utensilios en madera ha quedado documentada desde
época prehistórica en el yacimiento de La Draga, donde se han
recuperado los restos de un arco o bastón realizado sobre tina
vara de esta especie (Bosch et rrlii, 1996, 1999).
El olivo ha sido cultivado en la mayor parte de los países
mediterráneos desde la segunda Edad del Hierro (siglo IV BC),
aunque existen testimonios de una temprana gestión de la especie
silvestre (Badal, 1990, 1999; Teml, 1996, 1997). Esta especie se
cultiva pasa la extracción de su fmto comestible y del aceite que
éste contiene. Las aceitunas maduras son las que se utilizan para
obtener aceite por prensado (Monteiso, 1999).
El Cuto del acebuche, la acebuchina, es más pequeña que la
aceituna, y es consumida por el ganado, así como las hojas, tanto
de la variedad cultivada como de la silvestre. Las hojas de acebuche contienen un gran valor energético, al presentar un alto
porcentaje de proteína bmta y un contenido en materia grasa claramente mayor al de otras especies consideradas como forrajes
clásicos, incluidas las herbáceas. Este uso del acebuche como alimento para el ganado ha sido documentado desde la Prehistoria
en algunos yacimientos arqueológicos, tales como la Cova de les
Cendres, Santa Maira o Cova Bolumini (Badal, 1990,1999).
También se ha documentado su uso frecuente en tiempos prehistóricos holocenos como combustible pasa los fuegos domésticos. Así, apasece de forma abundante en ambos extremos del
Mediterráneo penins~ilar,en yacimientos como la Lloma de Betxí
(de Pedro, 1998), la Cova de les Cendres (Badal, 1990) o el
Abrigo da Pena d9Agua(Figueiral, 1998). También se ha documentado la utilización de gran cantidad de leña de Olen einvpaen
en relación con las actividades metalúrgicas en el yacimiento de
Los Millares (Rodriguez Ariza, 1992).
FAMILIA: PRUNOIDEAE (ROSACEAE)
De esta familia se ha identificado únicámente el género
Prinnrs; la determinación de la especie es mucho más compleja.
La porosidad semidifusa o en anillo en el plano transversal y,
sobre todo, la morfología de los radios, pueden ser útiles para
especificar esta identificación. Scliweingiuber incluye en el
grupo de especies que presentan madera semiporosa y radios que
pueden llegar a 7 células de anchura, las siguientes: P. pndia, P.
ntnhaleb, I? frlrticosa, P. spiltosn, R do~ttesticn,P. cernsifrn y P.
rantbirr+ii(Schweingniber, 1990). Greguss añade un criterio de
diferenciación mediante el níimero de vasos que conforman los
grupos de éstos en el plano transversal, por ejemplo, I? mahnlel,
tiene 2-6, P. pndirs 2-4, P. spiirtosu 3-4, etc. (Greguss, 1959).
Otros autores consideran el diámetro de los vasos y la anchura de los radios como criterios para diferenciar las especies de
Printtrs, género que denominan también Ceraslrs (Jacquiot e/ alii,
1973: 66) o Antigdahrs (Bazile-Robert, 1980) para algunas especies. Éstos no resultan unos criterios muy sólidos, pues algunas
de las variables se solapan: por ejemplo, P. aviirnt tiene radios de
3 a 4 células, I? padirs de 1 a 6, y I? ntnhaleb de 4 a 6. Lo mismo
ocurre con el tamaño de los vasos, ya que R aaljilrm los tiene entre
30 a 50 km, P. ntnhaleb de 15 a 65 pm, y P. espinosa de 20 a 50
cm (Bazile-Robert, 1980: 778).
No nos decantamos por ninguna de las especies a partir de
estos criterios, pero es muy probable que en función de una cierta variedad de anchura de los radios observada en nuestro mate-
[page-n-99]
rial, estemos ante la presencia de varias especies de este género,
sobre todo teniendo en cuenta la amplitud biogeográfica y cronológica de procedencia del material.
Género: Przniirs sp.
Nombre común: Pruno.
-cien anatómica:
P.T.: Zona semiporosa a porosidad difusa, con mayor densidad de vasos. Los del lefio tardío se distribuyen en pequeños ppos radiales de 2-3 vasos de media. Son en general pequeños, de
entre 20-30 lim. Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.81).
P.L.T.: Radios multiseriados, con una media de 3-5 células de
anchura, aunque es frecuente encontrar de 6-7 células. Es característico en el género Prlntzrs que los radios tengan células marginales verticales en todo su contorno externo. También tiene
radios uniseriados, de unas 10 células de altura (foto 3.82).
P.L.R.: Todos los radios son heterogéneos, los uniseriados
formados exclusivamente por células verticales o cuadradas.
Perforación simple. Engrosamientos en espiral densos, pero
finos, casi perpendiculares al eje longitudinal de la célula
(Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber 1978,
1990).
Ecologiía:
En el sector noroccidental de la península Ibérica se encuentran actualmente las especies R mahaleb, R padzrs, R aviirnl
(diferentes especies de cerezo silvestre) y R spiriosa (endrino).
Éstas son características de zonas de media montaña, con
ambientes fkescos y substratos húmedos, por lo que se encuentran
a menudo asociadas a cursos de agua. También es frecuente que
formen parte del cortejo de bosques de caducifolios, sobre todo
en sus claros. Se pueden encontrar en suelos calizos bien drenados. Sobre todo R niahaleb es característico de zonas de transición de clima y vegetación mediterráneos y atlánticos (Romo
Díez, 1997: 216-2 17; Masclans, 1981), aunyue también están
presentes en la región Mediterránea R padzrs y R spinosn.
Foto 3.82. Prrmics sp. Plano longitudinal tangencial.
R lt~sitanicase encuentra distribuido ampliamente en la
península Ibérica, más concentrado en la mitad occidental, en
enclaves sombríos con humedad elevada y temperaturas suaves
gran parte del año, tales como gargantas encajadas y cauces de
torrentes y arroyos sobre substratos silíceos; formando parte de
bosques relictos de laiirifolios (Romo Diez, 1997: 215).
usos v aprovechamiem:
La madera de Prrrnirs es bastante resistente, aunque no muy
rígida, ya que presenta una tendencia a torcerse durante el proceso de secado. No es especialmente apreciada para la construcción, debido a su carácter blando y poco elástico, que hace que se
agriete con facilidad con los cambios de humedad, por lo que
resulta poco adecuada para los exteriores. Sí se utiliza a menudo
para la fabricación de mangos y otros Útiles de pequeño tamaño
(Johnson, 1994: 276).
En general, los frutos camosos de este género resultan muy
apreciados para consumo liurnano, principal fín con el que se cultivan actualmente la mayor parte de especie y de la almendra de
algunas de ellas (Przrnzrs dzrlcis, Prrniirs arnierriaca) se extrae un
aceite empleado para múltiples fines (Romo Diez, 1997: 211218).
FAMILL4: R4NUNCULACEAE
De esta familia sólo se ha identificado el género Cleniatis.
Existen varias especies de éste en la península Ibérica.
Schweingruber (1990) proponc una diferenciación de la especie
C. vitalba por el tamaño de los vasos de la madera inicial, de
mayor tamaño. C. cirrliosa se diferencia de C. canpan~#loray C.
Jlanmizrla en que la primera presenta los engrosamientos en espiral en vasos más anchos, mientras que las segundas los presentan
únicamente en los estrechos.
Foto 3.81. Prrrnirs sp. Plano transversal.
GBnero: Cleniatis sp.
Nombre común: Clemátide, flámula, vidriera, hierba muermera, gata rabiosa, enredadera de cola.
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Ecolopia:
Las especies del género Clematis son sarmentosasy lianoides
y se desarrollan desde el nivel del mar a los 1.300 m de altitud,
generalmente en el seno de formaciones boscosas esclerófilas,
como carrascales, alcornocales o coscojares (Mulet Pascual,
1997: 138).
La especie C. vitalba se localiza frecuentemente en bosques
de caducifolios ribereños y sus orlas espinosas, siendo característica de la mitad septentrional de la península y más exigente en
humedad que el resto de especies. C.frannnz110y C. cirrliosa son
marcadamente meditenráneas, y se desarrollan en lugares frescos
con cierta humedad edáfica, siendo frecuente en bosques galería,
arbustedas y matorrales de vaguada. C. crin1panflora es endémica de la península Ibérica, y se distribuye fundamentalmente en
su mitad occidental (Galán Cela et alii, 1998).
Foto 3.83. Clenratis sp. Plano transversal.
Usos v a~rovechamienIp:
Las ranunculáceas, como familia, son plantas tóxicas en
todas sus partes vegetativas. Son innumerables los usos medicinales de Clenlatis, aunque en dosis altas pueden provocar importantes trastornos. Son muy tóxicas también para los animales
Wulet Pascual, 1997: 26-27), pero se ha comprobado que si se
dejan secar, las hojas pierden esta cualidad y de este modo se utilizan para el consumo del ganado (Castroviejo et alii, 1986).
Peschción anatómic .
P.T.: Porosidad en anillo. Vasos de la madera inicial de gran
tamaño, aislados, y en la madera fmal, pequeños y en grupos tangenciales. Zona de la madera final muy estrecha. Limite de los
anillos de crecimiento generalmente no visible. Parénquima apotraqueal y pmtraqueal (foto 3.83).
P.L.T.: Radios de 5 a 15/20 células de anchura, de morfologia
muy irregular y de más de 1 mm de altura (foto 3.84).
P.L.R.: Radios heterogéneos, formados casi exclusivamente
por células cuadradas. Perforaciones simples. Punteaduras intervasculares pequeñas, numerosas y con tendencia a formar engrosamiento en espiral. Se pueden encontrar verdaderos engrosamientos en algunos vasos estrechos (Greguss, 1959;
Schweingruber 1990).
FAMILIA: RHAMNACEAE
De la familia de las ramnáceas se han identificado los taxones cf. Fra~~grln
sp. y Rhnnwirs-Pl~illyrea.
Frangrla ahrtrs -conocida también con el nombre de
Rlinninirs firn~girln(Jacquiot et alii, 1973) - se diferencia de l?
azorica en que la segunda no forma un anillo semiporoso, sino
que presenta una porosidad totalmente difusa, con una menor
densidad de vasos (Schweingruber, 1990).
Rhnntnzrs-Pire constituyeun caso excepcional, ya que los
dos géneros que agrupa este taxón pertenecen a dos familias diferentes, Rhamnaceae y Oleaceae, respectivamente, pero dada su
gran similitud anatómica es imposible realizar una diferenciación
entre ambas. Únicamente se barajan como criterio la presencia de
Foto 3.84. Cleniat;~
sp. Plano longitudinal tangencial.
Foto 3.85. Frangrrla sp. Plano transversal.
[page-n-101]
Foto 3.86. Frattgrtla sp. Plano longitudinal tangencial.
Boto 3.87. Rltn~ttn~rs-PltillJ>ren.
Plano transversal.
fibras radiales características de las oleáceas en Pltillyrea
(Schweingruber, 1990), pero hemos mantenido la identificación
que incluye ambos géneros porque nos parece un criterio no aplicable frecuentemente a nuestro material arqueológico.
a las traqueidas vasculares y el parénquima paratraqueal, al que
frecuentemente apenas superan en diámetro (foto 3.87).
P.L.T.: Radios uniseriados o biseriados, de 10-15 células de
altura (foto 3.88).
P.L.R.: Radios heterogéneos. Perforación simple. Engrosamiento~en espiral (Gregiiss, 1959; Jacquiot et alii, 1973;
Schweingruber 1978,1990).
Género: cf. Frattgrrla sp.
Nombre común: A.rracliui.
Descri~ciónanatómica:
P.T.: Madera semiporosa a porosidad difusa. Muy poca densidad de vasos, aislados o en pequeñas filas o grupos radiales.
Anillo de crecimiento poco marcado, sólo por el tamaño mayor
de los vasos de la madera inicial. Parénquima poco abundante,
paratraqueal (foto 3.85).
P.L.T.: Radios biseriados o íriseriados, de 10 a 20 células de
aihm media. Radios uniseriados muy heterogéneos (foto 3.86).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con una fila marginal de células
cuadradas o verticales. Perforación simple. Engrosamientos en
espiral finos (Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973;
Scliweingruber 1990).
&ología:
El género Rl~amnirsse puede encontrar en varios pisos bioclimaticos. El aladierno (Rhamnrrs alaternrrs) es más propio de
ámbito termo-mesomediterráneo, formando parte de la vegetación de sustitución de bosques muy alterados (Romo Diez, 1997:
&&.&:
Esta especie es propia de bosques de caducifolios, con suelos
profundos y húmedos, aunque se desarrolla actualmente también
en formaciones colino-montanas de vertientes pedregosas y pronunciadas bien drenadas de las Sierras de Ancares y Caurel,
acompañadas de Prirnirs spinosa e Ilex nqrrifoliirnt, entre otras
(Rigueiro Rodríguez, 1997). También aparece formando parte de
bosques de ribera, junto a Frminrrs, Salis y Santblrcirs (Mulet
Pascual, 1991: 190).
Géneros: Rhanatrrs-Phillyrea.
Nombre común: Aladierno-Labiémago.
Descripción anatólgica:
P.T.: Madera semiporosa, con mayor densidad de vasos en el
leño temprano. Vasos muy pequeños, agrupados en flamas junto
Foto 3.88. Rhatrrnirs-PltillJ~rea.
Plano longitudinal tangencial.
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258), aunque se puede encontrar hasta en un supramediterráneo
inferior (Heinz, 1990). El resto de especies se pueden encontrar
fácilmente en el supra e incluso oromeditemáneo. Rhai~inirsoleoides suele buscar zonas cálidas y secas, aunque no tanto como
Rhaninrnns lycioides, que se instala sobre zonas de muy poca pluviosidad (Peris et alii, 1996: 131-132).
El labiérnago es una especie típica del ámbito mediterráneo,
propia de encinares y carrascales y de los matorrales que colonizan los espacios aclarados por su degradación, incluso en zonas
pedregosas y cantiles. Se puede encontrar desde el nivel del mar
hasta los 900 ó 1.000 metros de altitud, preferentemente en
ambientes cálidos y secos, porque no tolera las heladas frecuentes o temperaturas muy bajas (Romo Diez, 1997: 290).
Usos v aorovechamien&:
La madera, tanto del aladierno como la del labiérnago, es
muy homogénea, dura y pesada. Se utiliza en tornería y ebanistería (Romo Diez, 1997: 258,290).
Es muy apreciada como combustible y para la elaboración de
carbón vegetal. Desde la Prehistoria se ha documentado su presencia más o menos abundante en yacimientos como Buraca
Grande (Figueiral y Terral, 20021, la Cueva de Nerja, la Cova de
s
1990), Los Millares o el cerro de la Virgen
les ~ e n d r e(~adai,
(Rodríguez Ariza, 1992).
FAhfEIA: ROSOlDEAE (ROSACEAE)
De este grupo sólo se ha identificado el género Rosa. Existen
numerosas especies de éste en la península Ibérica, pero ninguna
de ellas puede ser diferenciada en base a sus criterios anatómicos.
Gbnero: Rosa sp.
Nombre común: escaramujo, rosa silvestre, rosa mosqueta.
Descripción anatómi~:
P.T.: Porosidad en anillo a madera semiporosa. Vasos generalmente solitarios, bastante cspaciados entre sí. Límite del aiiilto
muy visible. Parénquima apotraqueal, difuso, y ocasionalmente
paratraqueal (foto 3.89).
Foto 3.89. Rosa sp. Plano transversal.
Foto 3.90. Rosa sp. Plano longitudinal tangencial.
P.L.T: Radios uniseriados, compuestos fundamentalmente
por células alargadas, con una altura de 3 a 12, y multiseriados,
generalmente de más de 6 células de anchura y hasta 10 mm de
altura (foto 3.90).
P.L.R.: Radios heterogéneos, los uniseriados compuestos
exclusivamente por células verticales, y los multiseriados con
numerosas filas de células cuadradas y verticales marginales.
Perforación simple. Finos engrosamientos en espiral (Greguss,
1959; Schweingruber, 1990).
Ecolopia:
Existen numerosas especies de este género, de dificil distinción entre ellas. Su distribución también es mal conocida, aunque
en general, son más frecuentes en la mitad septentrional de la
península Ibérica (Galán Cela et alii, 1998).
Todas presentan un porte arbustivo, con cierto carácter trepador en ocasiones, que suelen desarrollarse frecuentemente en el
seno de bosques mixtos de caducifolios, favorecidas por sus condiciones de umbría y humedad, aunque también se pueden encontrar formando parte de la vegetación de las orlas y espacios aclarados de estas mismas formaciones. Por ejemplo, R. canina y R.
peiidrrli~iaentre otras son características del complejo arbustivo
de bosques planocaducifolios, sobre todo de diversas especies de
se encuentra frecuentementeen zonas próroble; R. senrpei.i~irens
ximas al litoral. También existen especies de alta montaña, como
R. nroirtrrna (Costa el nlii, 1997: 107; Galán Cela et alii, 1998).
Usos v a~rovechamient~:
A algunas especies de rosa silvestre se atribuyen numerosos
usos medicinales en la cultura popular tradicional. Los fructiciilos de Rosa ccninrina pulverizados se utilizaron frecuentemente
coino febrífugos y contra las piedras del riñón (por su semejanza
morfológica a éstas), antes de que algunos autores demostraran
que provocaban una influencia tóxica sobre la médula oblonga o
bulbo raquídeo y graves trastornos sobre el sistema nervioso en
general (Font Quer, 1973: 332).
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La permanencia de sus h t o s durante el invierno resulta
excelente para la alimentación de los animales silvestres durante
este periodo. También se ha documentado el consumo humano de
los de algunas especies, en forma de mermeladas (Stübing y
Peris, 1998).
La presencia de restos de estas especies en contextos arqueológicos no es muy frecuente. No debió constituir un apreciado
combustible para el fuego, y su presencia esporádica en algunos
yacimientos se debe probablemente a su recogida casual junto a
otra leña (recordemos que puede adquirir uti porte trepador). Si es
posible que se tuviera conocimiento de las propiedades medicinales de esta planta y se hiciera uso de ellas.
FAMILIA: SlstCICACEAE
De la familia de las salicáceas se ha identificado el taxón
Salix-Poptrhrs. Estos dos géneros difícilmente pueden ser distinguidos en base a sus criterios anatómicos, ya que presentan
muchas semejanzas entre sí. Algunos autores proponen una distinción entre ambos tomando como criterio la morfología de sus
radios (Schweingruber, 1990; Jacquiot et alii, 1973). El género
Salis tiene los radios heterogéneos y Populirs, homogéneos. Pero
en algunos casos, en Salix están ausentes las células marginales
de los radios heterogéneos, de manera que sólo en los casos en
que éstas sean visibles se llegará a la individualización del género Sulis. En el carbón analizado se han determinado los dos tipos
de radios, de manera que se ha podido individualizar el taxón
Salix sp., cuando presentaba visiblemente radios heterogéneos;
en caso contrario, se ha dejado la determinación como SalixPop~rlirs.En los yacimientos en los que aparece este último taxón,
es muy posible que estén presentes los dos géneros, ya que se
desarrollan en ámbitos ecológicos similares.
En cuanto a la anchura de los radios, la mayoría de anatomista~dicen que ambos géneros tienen exclusivamente radios
uniseriados, salvo Greguss, que documenta radios biseriados en
algunas especies de Popirlrrs (I! iiigra, P robusto), pero nunca en
el género Salis (Greguss, 1959). Sin embargo, en otros estudios
antracológicos se ha documentado esta misma presencia de espe-
Foto 3.91. Snlis-Poprrlrrs. Plano transversal.
cies identificadas como Salix, y que presentaban radios biseriados e incluso triseriados (Ntinou, 1996: 78), además de encontrar
individuos con estas mismas características en la colección de
referencia. Esto puede deberse a variaciones individuales de origen genético o ecológico (Jacquiot et alii, 1973).
Gdneros: Salix-Popzilzrs.
Nombre común: Sauce, chopo, álamo.
W p c i ó n anatómica:
P.T:Porosidad difusa a semiporosa. Vasos aislados, o, generalmente en filas radiales cortas, en gran densidad y de diámetro
entre 50-100 pm. Parénquima apotraqueal, difuso, a veces terminal en bandas disconthuas uniseriadas (fotos 3.91 y 3.93).
P.L.T: Radios uniseriados o biseriados, de unas 10-15 células
de altura (foto 3.94).
P.L.R: Radios generalmente homogéneos (foto 3.92), en ocasiones heterogéneos (foto 3.95). Perforación simple. Punteaduras
intervasculares grandes, alternas, distribuidas en varias filas.
Aberturas de los campos de cruce vaso-radio grandes y simples
(Greguss, 1959; Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber 1978,
1990).
Ecoloda:
Los sauces y chopos tienen una distribución muy amplia en
toda la península Ibérica, desde el nivel del mar hasta los 9001.500 m de altitud, tanto en la región Mediterránea como en la
Eurosiberiana. hicamente huyen de las zonas excesivamente
áridas del sureste peninsular. Como característica común a todas
las especies está su preferencia por suelos húmedos, permeables
y profundos, por lo que están asociadas frecuentemente a cursos
de agua o zonas con la capa ñ-eática cercana a la superficie
(Romo Díez, 1997).
gsos v avrovechamient~:
La madera de las salicáceas es homogénea, blanda, ligera y
flexible. Algunas especies de chopo pueden tener una madera
Foto 3.92. SRI~.Y-Poprtlirs.
Plano longitodinal tangencial.
[page-n-104]
Foto 3.93. Sn1i.v sp. Plano transversal.
Foto 3.95. Satis sp. Plano longitudinal radial.
estable y dura, que no se agrita fácilmente ni se astilla, por lo que
resulta algo mhs resistente, pero en general, no soportan bien la
permanencia a la intemperie ni en condiciones que favorezcan la
putrefacción, por lo que no resulta una buena madera para la
construcción (Johnson, 1994; F.A.O., 1980).
La madera de sauce arde rápidamente. Se ha documentado en
numerosos yacimientos arqueológicos el uso de estas especies
como combustible, aunque en ningún caso se selecciona de forma
dominante.
La flexibilidad que caracteriza sobre todo a la madera de
algunos sauces hace que sus ramas más finas sean muy preciadas
para su uso en cestería, para trenzar cercados, atar las p m s , para
fabricar aros de toneles, etc. La cestería se realiza con casi todas
las especies de sauce, salvo las enanas, y las ramas se trabajan en
verde, o bien se deja secar para descortezarlo, cuando se utiliza
para los trabajos más finos (Romo Diez, 1997: 184-199; Mulet
Pascual, 1991:398; Abella, 1997: 221). Ya se han mencionado las
evidencias arqueológicas de las actividades de cestería en la
F'rehistoria (ver Monocotiledóneas) y es muy probable que se utilizaran las ramas flexibles de sauce también con este fin.
La corteza tambibn ha sido utilizada para la elaboración de
pequetios objetos, como demuestra el hallazgo de un corcho o
flotador para la pesca realizado en corteza de Populzrs trabajada,
recuperado en Clairvaux-les-Lacs (Pbtrequin, 1989).
De las salicáceas se extrae una sustancia denominada salicina, especialmente concentrada en la corteza de algunas especies
de sauce, de la que surgió la obtención por síntesis del ácido aceti1 salicílico, cuyas propiedades analgésicas y antiinflamatorias
han sido ampliamente explotadas hasta la actualidad (Font Quer,
1973; Mulet Pascual, 1997: 364).
Género: Osyl7s sp.
Nombre común: Retama loca, guardalobo, bayón.
Foto 3.94. Satix sp. Plano longitudinal tangencial.
0;scripción anatómica:
P.T.:Zona semiporosa. Vasos aislados en la madera final, con
muy poca densidad. Tienen un diámetro entre 30 y 50 pm.
Parénquima apotraqueal, difuso (foto 3.96).
P.L.T.: Radios uniseriados y de 2 ó 3 células de anchura y
hasta 1 mm de altura. Es %cuente encontrar en un mismo radio
algunos tramos biseriados o triseriados, y otros uniseriados no
necesariamente en los extremos del mismo (foto 3.97).
P.L.R.: Radios muy heterogéneos, compuestos casi exclusivamente por células verticales. Punteaduras intervasculares espaciadas. Campos de cruce vaso-radio con grandes aberturas.
Perforación simple (Greguss, 1959; Schweingruber 1990).
[page-n-105]
registro antracológico de algunos yacimientos, como en la Cova
de les Cendres o la Cova de I'Or (Badal, 1990). No debió constituir un combustible muy apreciado, sino que probablemente su
presencia se deba a su recogida junto a otras especies.
FAMILIA: TAMARICACEAE
Se ha identificado el género Tania~is.En la península Ibérica
se pueden encontrar actualmente cuatro especies del mismo, aunque no se pueden distinguir en base a sus características anatómicas.
Género: Taniari;-sp.
Nombre común: taray, taraje, tamariz.
Foto 3.96. Oglris sp. Plano transversal.
&&&:
La familia de las Santalaceae en general, son hemiparásitos
en las raíces de otras plantas, de las que extraen agua y minerales. El género Osyris se puede encontrar en muy diversos medios,
asociada a encinares, matorrales, dunas o acantilados costeros
(Castroviejo et alii, 1997). 0. qlradrrpartita es una especie endémica de la península Ibérica que se distribuye por toda la franja
costera sudorienta1 y meridional, siendo característica del piso
termomediterráneo, mientras que 0. alba lo es del mesomeditenáneo.
OsjM se ha documentado de forma muy esporádica en el
Foto 3.97. Osyris sp. Plano Iongitudinal tangencial.
Descripción anatómica:
P.T.: Porosidad en anillo a madera semiporosa. Vasos solitarios o en pequeños grupos de dos o tres, generalmente tangenciales, con frecuentes inclusiones. Parénquimaparatraqueal vasicéntrico o en grandes gnipos, aunque ocasionalmente también apotraqueal, difuso o en bandas tangenciales (foto 3.98).
P.L.T.: Radios de 6 a 20 células de anchura y hasta 2 mm de
altura. Parénquima frecuentemente fusiforme (foto 3.99).
P.L.R.: Radios heterogéneos con una o dos filas de células
marginales cuadradas y verticales. Punteaduras intemasculares
pequeñas y muy numerosas. Perforación simple (Greguss, 1959;
Jacquiot et alii, 1973; Schweingruber, 1990).
Ecoloda:
El género Tanmlix es uno de los principales componentes de
los paisajes ribereiios de medios áridos y semiáridos de todo el
Meditenáneo, por su resistencia a condiciones de sequía y salinidad, gracias a si1 sistema radical que profundiza de forma considerable (hasta 25-30 m) en busca del agua del substrato. Si disponen de humedad suficiente, pueden dar lugar a formaciones en
forma de bosquete-galería y alcanzar altitudes de hasta 8 m, en las
que el sotobosque se empobrece por falta de luz. Los tarayales más
halófilos, situados en marismas y saladares interiores, se pueden
Foto 3.98. Tatttrark sp. Plano transversal.
[page-n-106]
fiable este criterio, y hemos mantenido la identificación en el
rango de género.
Genero: Daphne sp.
Nombre común: torvisco, laureola macho.
P.T.: Médula generalmente no visible. Porosidad difusa a
semiporosa. Vasos muy espaciados, agrupados en flamas radiales
y10 diagoilales, los más grandes rodeados de grupos de menor
tamaño. Parénquima apotraqueal, muy abundante, aunque más en
la madera fuial, en bandas uniseriadas (foto 3.100).
P.L.T.: Radios generalmente uniseriados, ocasionalmente
biseriados, con una altura media de 15 células de morfología
redondeada a alargada axialmente. Frecuentes células fusiformes
(foto 3.101).
P.L.R.: Radios heterogéneos, compuestos fundamentalmente
por células cuadradas y verticales. Perforación simple (Greguss,
1959; Schweingruber 1990).
Foto 3.99. Tantarix sp. Plano longitudinal tangencial.
acompañar de numerosas quenopodiáceas, como Sarcocornia,
Saliconlia, Siraerla o Atrfvlex, entre otras (Costa et alii, 1997: 491493). Estos bosquetes marcan el límite de inundación de una salina, de manera que la existencia de bandas sucesivas de tarays de
diferente edad es un excelente indicador de la evolución de estos
medios lagunares (Cirujano Bracamonte, 1991: 27).
Usos v a~rovechamient~:
La madera del taray es muy flexible y sus ramas muy elásticas. Su corteza y agallas contienen grau cantidad de taninos y se
emplean para la elaboración de tintes y para curtir pieles, utilización que fue introducida en la península Ibérica por los árabes.
Actualmente se han observado estos mismos usos en sociedades
tradicionales de Marruecos (Romo Diez, 1997: 182-183). Las
diversas especies de taray se repueblan en medios arenosos con
el objetivo de fijar dunas en peligro de desaparición, gracias a su
potente sistema radical.
En las zonas donde este género es frecuente (ámbitos áridos
y semiáridos fundamentalmente), se ha documentado su uso
como conlbustible en los yacimiento arqueológicos, como es el
caso de Los Millares, El Malagón, el Cerro de la Virgen,
Castellón Alto, Fuente Amarga, Loma de Balunca o Terrera del
Reloj (Rodríguez Ariza, 1992).
F M L L 4 : THYMELAECEAE
De esta familia sólo se ha identificado el taxón Dapllne sp.
Las diferentes especies de este género existentes en la península
Ibérica son muy cercanas entre sí anatómicamente hablando.
Ecológicamente, D. alpina, D. cneorirni y D. lairreola no se
encuentran más que en la región pirenaica. Las especies D. gnidizrnt, D. niezereurii y D. oleoides son muy similares entre sí y
algunos autores proponen una distinción de la especie en función
del grosor de las paredes de las células que forman los grupos de
vasos; así, D. gnidiirm presentaría las paredes celulares mucho
más finas en los vasos que las otras dos (Schweingruber, 1990).
La poca cantidad de fragmentos pertenecientes a este taxón determinados en nuestro análisis nos ha impedido valorar de forma
Ecolo&:
Las diferentes especies del género Daphne se desarrollan en
matorrales secos y claros de bosques esclerófilos perennifolios, sus
orlas y etapas de degradación. Toleran substratos calizos, ácidos e
incluso con alto contenido en yesos (Stübing y Peris, 1998).
En la península Ibérica se encuentran varias especies del género. D. gnidirrni es propia del piso termomediterráneo, aunque ocasionalmente se puede encontrar también en el mesomeditedneo,
y de desarrolla Iiecuentementeen el seno de formaciones dominadas por carrasca o formando parte de la garriga típica mediterránea. D. larrreola es más característica del piso mesomediterráneo.
D. cneorirni y D. oleoides son especies propias de ámbito montañoso, y se puede desarrollar hasta los 2.500 m de altitud.
Usos v wovechamiento:
Estas especies son altamente venenosas. Se ha documentado
la prñctica, actualmente prohibida, de envenenar las aguas de los
Foto 3.100. Daphrte sp. Plano transversal.
[page-n-107]
Foto 3.101. Dapltrte sp. Plano longitudinal tangencia].
Foto 3.102. ul~tttissp. Plano transversal.
ríos con sus raíces y hojas para facilitar la pesca (Stübing y Peris,
1998). Aunque los fmtos son muy vistosos como reclamo, los
animales rehuyen de comerlos y respetan estas especies, por lo
que se expanden rápidamente en zonas sometidas a intenso pastoreo (Galán Cela et alii, 1998).
No es muy necuente en el registro arqueológico, pero se
documenta su utilización esporádica conio combustible en algunos yacimientos de ámbito mediterdneo, como en la Cova de
I'Or (Badal, 1990).
parte frecuentemente de bosques-galería o de humedales, generalmente en forma de individuos o grupos aislados, sin llegar a
fonnar masas forestales extensas. En general, prefieren los suelos
con cierto desarrollo y humedad (Romo Diez, 1997: 136-137).
Ul11no ntiiior es la especie característica de la Iberia mediterránea, por su mayor resistencia a la escasez de humedad y al menor
desarrollo edáfico, y por su preferencia por los substratos básicos
(Costa et alii, 1997: 485). No suele desairoliarse por encima de
los 1.200 m de altitud, a diferencia del llamado "olmo de montaña" (Ulnil~sglabra), que puede alcanzar los 1.400 m. Éste último
también es más resistente al frío, y necesita un mayor desarrollo
edáfico y grado de humedad para sobrevivir (Romo Díez, 1997:
136-137).
FAMILi.4: ULMACEAE
Género: U/n?lrs SD.
Nombre común: olmo.
D e s c r i p c i,ó .n :
P.T.: Auillo poroso, con tina a tres filas de vasos grandes en la
madera inicial. En la madera final, vasos agrupados en bandas bia cuatriseriadas más o menos largas de orientación tangencia1y10
oblicua. Frecuentes tilides en los vasos del anillo. Parénquima
paratraqueal muy abundante en la madera inicial y entre los grupos de vasos de la madera final (foto 3.102).
P.L.T.: Radios de 4-5 céliilas de anchura media
(Schweingniber, 1990), aunque pueden encontrarse de 2 a 7 células (Greguss, 1959); 30 a 50 células de altura aproximada (foto
3.103).
P.L.R.: Radios generalmente homogéneos, y ocasionalmente
heterogéneos, con una fila de células marginales cuadradas.
Perforación simple. Engrosamientos en espiral presentes en los
vasos pequeños y traqueidas (Greguss, 1959; Jacquiot et alii,
1973; Schweingniber 1978, 1990).
Las diferentes especies del género UInrtrs no se pueden diferenciar en base a los criterios anatómicos (Schweingruber, 1990).
Los olmos son especies típicas de paisajes de ribera y forman
Foto 3.103. uli~~irs
sp. Plano longitudinal tangencial.
[page-n-108]
En la actualidad, las poblaciones de olmos están sufriendo un
enorme daño a causa de la enfermedad de la "grafiosis", provocada por un hongo denominado Cetarocystis rrlnli, que se desarrolla en el interior de su sistema vascular y provoca la muerte
de las células del parénquima del leño y degrada las paredes de
los vasos, además de bloquear el transporte normal de agua de la
planta (Costa et alii, 1997: 489-490).
La madera del olmo es dura y pesada, lo que unido a la destrucción masiva de poblaciones a causa de la grafiosis, ha llevado a que estas maderas sean menos apreciadas en los últimos
tiempos. Sin embargo, sus cualidades de resistencia a condiciones de humedad constante han hecho del olmo una especie frecuentemente utilizada desde la antigüedad para fines específicos,
tales como la construcción de embarcaciones, troncos perforados
para la canalización de agua, construcción sobre puntales en el
agua, etc. (Johnson, 1994: 283).
Sus hojas son bastante apreciadas por el ganado, y se utilizan
actualmente para su alimentación en épocas de escasez de pastos.
Incluso se ha documentado el consumo humano de los brotes
jóvenes. Efectivamente, la utilización de las hoias del olmo para
-alimentar el ganado es-una práctica muy extendida por todo el
ámbito europeo, de la que existen evidencias desde la Prehistoria
(Vernet, 1991; Thiébault, 1988, 1995; Halstead, 1998).
FAMILIA: HTACEAE
Género: Vitis sp.
Nombre común: vid, vidueño, viña.
Descripción anatómi~:
P.T.: Porosidad en anillo, raramente semiporosa, aunque el
anillo de vasos de la madera inicial no suele ser continuo, con
vasos de gran tamaño. Los vasos de la madera &al se distnbu~en
en filas o pequeños grupos con orientación radial. Limite de los
anillos frecuentemente ondulado. Frecuentes tílides (foto 3.104).
Foto 3.105. Ktis sp. Plano longiiudinal tangencial.
P.L.T.: Radios de 5 a 20 células de anchura y mas de 2 mm de
altura (foto 3.105).
P.L.R.: Radios de homogéneos a heterogéneos, a menudo con
una o dos filas de células marginales cuadradas o verticales.
Perforación simple en los vasos más grandes y escalariforme en
los más estrechos de la madera fínal. Punteaduras intervasculares
también con tendencia escalariforme (Greguss, 1959;
Schweingruber, 1990).
No es posible realizar la distinción entre las subespecies silanatómicos (schWngniber,
vestre y cultivadaen base a
1990).
~ a s u b e s ~ e csilvestre
ie
habita de forma natural en el seno de
bosques ripaios y en sus orlas espinosas. La vid se ciiltiva en la
mayor parte del territorio mediterráneo.
Foto 3.104. Ktis sp. Plano transversal.
Usos v a-vechamienta:
La vid constituye uno de los cultivos de secano más extendidos en el ámbito mediterráneo; se cultiva con seguridad desde la
Edad del Hierro (siglo W BC), para el aprovechamiento de sus
h t o s mediante su consumo directo y para la elaboración de vino,
siendo muy poco frecuente en contextos anteriores. Una de las
primeras manifestaciones del cultivo y procesado de la vid para
la obtención de vino fue documentada en el Alt de Benimaquia
(Denia, Alicante), con la presencia de semillas de vid y diversas
estructuras de prensado y decantación (Gómez y Guerin, 1995;
Mata et alii, 1997).
En medicina popular son múltiples las propiedades que se
atribuyen a la vid; sus hojas contienen sustancias que aumentan
la resistencia de los capilares, siendo útiles en el tratamiento de
cualquier tipo de hemorragia interna (Mulet Pascual, 1997: 446447). El zumo de la uva es muy rico en glúcidos. El vino tiene un
alto contenido en taninos y ácidos orgánicos, por lo que en cantidades controladas resulta aconsejable para las prevenciones de
enfermedades circulatorias y cardíacas.
[page-n-109]
Foto 3.106. Indeterminada 1. Plano transversal.
Foto 3.108. Indeterminada L. Plano longitudinal radial.
La presencia de esta especie no es muy frecuente en el registro arqueológico en forma de restos de combustible doméstico,
pero sí se documenta de manera abundante en forma de semilias
almacenadas para la producción de vino (Mata et nlii, 1997).
células de altura media. Canales transversales en los radios (foto
3.107).
P.L.R.: Radios homogéneos. Punteaduras intervasculares de
pequeñas a grandes, con tendencia escalarifonne (foto 3.108).
Este taxón ha sido identificado en el yacimiento de Xestido m.
INDETERMINADA I
pescrivción anatómica:
P.T.:Porosidad difusa. Vasos grandes, de 100-120 pm de diámetro, poco frecuentes, aislados o en grupos radiales de 2.
Parénquima paratraqueal vasicéntrico (foto 3.106).
P.L.T.: Radios de una a cuatro células de anchura y de 15-20
Descrhción anatómi~:
P.T.: Porosidad difusa. Vasos poco frecuentes, pequeños y
aislados o en grupos radiales de 2-4, con morfología poligonal
(foto 3.109).
Foto 3.107. Indeterminada 1. Plano longitudinal tangencial.
Foto 3.109. Indeterminada 11. Plano transversal.
[page-n-110]
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'(011'~ o~oj)arnq:,ue ap sa~n~?:,
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[page-n-111]
Foto 3.114. Indeterminada 1V. Plano longitudinaltangencial.
grupos radiales de 2. Parénquima paratraqueal vasicéntrico.
Fibras radiales (foto 3.1 13).
P.L.T.: Radios biseriados (foto 3.114).
P.L.R.: Radios heterogéneos, con varias filas de células cuadradas marginales. Perforación simple.
Este taxón ha sido identificado en el yacimiento de La
Falguera.
m.2.PRIMERA APROXIMACI~NA LA
CARACTETUZACI~NFLOR^STICA DE
LAS DOS REGIONES
BIOGEOGFZÁFICAS
La península Ibérica se caracteriza, como hemos mencionado
anteriormente,por dos grandes unidades biogeográficas que conforman las regiones Mediterránea y Eurosiberiana. Cada una de
ellas presenta unos rasgos ciiiticos y paisajísticos diferenciados
y, por tanto, una desigual repartición de los elementos florísticos
en el temtorio peninsular. La distribución de las especies vegetales en estas dos regiones está condicionada en gran medida por la
Historia de los grandes periodos glaciales cuaternarios, que han
provocado importantes movimientos de las masas forestales
hasta establecerse en su ubicación actual; pero también está condicionada por las características climáticas actuales que marcan
las áreas óptimas para el desarrollo de las especies, según las exigencias ecológicas de las mismas.
Con el fin de realizar una primera aproximación a la distribución de la flora identificada en el temtorio peninsular, hemos
elaborado un cuadro de presencia-ausencia de los taxones en los
yacimientos estudiados que ilustre rápidamente la distribución de
los mismos espacial y cronológicamente (cuadro 3.2). A la presencia de los taxones hemos añadido un matiz cuantitativo, representando aquellos taxones que han dado como resultado una presencia más continua o esporádica. De esta manera, podemos
hallar interesantes diferencias en cuanto a la repartición de taxones que aparecen en ambas regiones.
Hemos representado también la escala cronológica de los
yacimientos estudiados a partir de algunas de las dataciones
radiocarbónicas obtenidas en ellos, o de su asignación cronoestratigráfica relativa. Así, los que presentan una secuencia prolongada se han representado en cada uno de los momentos correspondientes, para delimitar al mismo tiempo los cambios de vegetación detectables diacrónicamente.
A partir de todos estos datos, podemos delimitar ya un grupo
de taxones de fuerte afinidad con alguna de las dos regiones biogeográficas, es decir, que su presencia se limita exclusivamentea
una de ellas (hemos excluido los taxones que aparecen de manera muy puntual). Para la región Eurosiberiana aparecen con estas
características Ahtirs sp., Betirla sp., Cog~Iilsai)ellma, Erka cf.
E. arborea y Frnsiltirs cf. E excelsior..Para la Mediterránea tenemos Arbirtirs irnedo, Acer sp., Birsirs sp., Labiatae, Olea eirropaea,
Pi~tirshalepertsis, Pistacia lentiscirs y Rosntarilitls oficinalis.
Hemos clasificado otro grupo de taxones que están presentes
en ambas regiones biogeográficas, pero que tienen una importancia porcentual sensiblementemayor en alguna de ellas. Así, en la
región Mediterránea tienen una presencia más frecuente e importante cuantitativamente taxones como Hedera Itelis, hntiperirs
sp., Rhaninirs-Pirea Salix-Poprrlirs, Qirercus perennifolio o
los pinos en general, mientras que Qirercils caducifolio tiene una
presencia más continua en la Eurosiberiana. En estos casos, la
presencia escasa de algunos taxones en una de las regiones,
puede indicar su localización al límite de las condiciones ambientales requeridas para su desarrollo. En este sentido comentaremos
la presencia de Arbutils irnedo, especie de preferencia mediterránea, en la zona límite entre ésta y la región Eurosiberiana, fuertemente representado en el yacimiento de Pala da Vella. Tambibn
Qirercus perennifolio caracteriza en gran medida las áreas mediterráneas, y su escasa presencia en la región Eurosiberiana se
reduce únicamente a algunas zonas costeras que probablemente
reciban influencias cálidas de tierras más meridionales a Lravks de
los valles fluviales (depósito de Mougás) y a la zona l í í t e entre
ambas regiones (Pala da Vella), igual que ocurre con el madroño.
En cuanto al taxón Rltannlics-Phillyea, por razones anatómicas
que ya hemos expuesto, éste puede incluir varias especies de
estos dos géneros, pero ambos están mejor representados en la
región Mediterránea. Lo mismo ocurre con Salix-Populirs. En la
región Eurosiberana existe una mayor variedad de especies que
conforman los bosques de ribera, mientras que sólo algunas especies de sauce y10 chopo soportan mejor la falta de humedad
ambiental y edáfica, de manera que constituyen el principal componente de las ripisilvas mediterráneas.
En el caso de algunos taxones como Erica sp., Leguminosae,
Qirercirs caducifolio o Cistaceae, que aparecen de forma frecuente en ambas regiones pero claramente asociados a formaciones
vegetales o nichos ecológicos diferentes, se intuye la existencia
de diferentes especies del tnismo género o familia en cada una de
las regiones. En efecto, en las citadas familias existe gran variedad de géneros que presentan preferencias ambientales, edáficas
y10 ciimáticas, para su desarrollo óptimo.
Por último, existe un grupo de taxones que aparecen en relación a algunas características especificas del medio del yacimiento en el que se han identificado, que favorecen su desawllo.
Taxones como Chenopodiaceae y Tantaiix sp. han sido identificados exclusivamente en el yacimiento de Fuente Aiamo (Aimería),
único representante del sector sudorienta1peninsular, caracteriza-
[page-n-112]
h
1
REGION EUROSIRERIANA
11
REGION MEDIERRANEA
m Taxones presentes en las regiones Mediterránea o Eurosiberiana en porcentajes superiores al 10
m Taxoiies presentes en ambas regiones en porcentajes superiores al 10
%
%
( Taxones presentes en ambas regiones en porcentajes de 1 a 10 %
+
Taxones poco representativosporcentualniente o con presencia muy puntual en algún yacimiento
Cuadro 3.2. Distribución biogeogr6fica de los taxones identificados a partir de su presencia en los yacimientos de estudio.
1
[page-n-113]
do por la aridez y salinidad del medio. Qirerctrs strber o Querctrs
cf. Q. suber ha sido identificado en los yacimientos de Alcalar,
Vale Pincel 1 y Ponta da Passadeira, los tres en el sector occidental-sudoccidental peninsular, evidenciando la preferencia de esta
especie por las zonas cálidas de substrato ácido, como muestra su
distribución actual en este sector. Pinirs pinea también presenta
una distribuciónpreferentemente en yacimientos de medios costeros arenosos y10 de substrato ticido o descarbonatado.
Esta distribución de los taxones apunta ya algunas consideraciones previas sobre la cuestión de la caracterización florística y
paisajística de las dos regiones biogeográficas. Este tema se desarrollará más ampliamente en el capítulo correspondiente a la
discusión final, de forma conjunta con la valoración de los resultados obtenidos en el análisis de cada uno de los yacimientos.
Se han analizado algunos fenómenos de alteración de la
estructura anatómica del carbón, como la vitrificación del tejido
celular. En la mayor parte de los fragmentos en los que se ha
apreciado la vitrificación, el grado de ésta no ha imposibilitado la
determinación anatómica, siendo muy reducido el porcentaje de
casos en los que se ha tenido que incluir el carbón en el grupo de
indeterminables.
En la vitrificación, las células vegetales entran en un proceso
de fusión y homogeneización que deforma su estructura original,
pudiendo llegar a tomar el aspecto de una superficie cristalina
totalmente cegada y que lleva por tanto, a la desaparición de algunos de los criterios anatómicos de determinación del carbón
(Théry-Parisot, 1998: 206-212). Este fenómeno se ha detectado
en el carbón procedente de yacimientos arqueológicos, pero en la
mayor parte de los casos suele constituir un pequeño porcentaje
con respecto al total.
La vitrificación se encuentra actualmente en proceso de estudio, pero se barajan algunas hipótesis sobre las causas que la
generan, como la combustión a altas temperaturas (Fabre, 1996;
Tardy, 1998), una tasa de humedad elevada en la madera (Thinon,
1992) o el estado verde de la leña (Scheel-Ybert, 1998).
En las carboneras, donde se hace más frecuente la presencia
de este fenómeno, la combustión se realiza de forma lenta, en un
medio con poco oxígeno, sin apenas llamas (Fabre, 1996). En los
incendios naturales, el porcentaje de mat&al carbonizado vitrificado es algo más elevado, unido a otros tipos de alteración de la
estructura anatómica (ver capítulo IV). En un fuego de suelo se
reproducen de nuevo las condiciones mencionadas antes, es
decir, el fuego se transmite de forma lenta, en un medio muy
pobre en oxígeno. En el caso del carbón procedente de turberas
es frecuente encontrar este tipo de deformación en el carbón. En
estos casos, la formación del carbón se produce en un medio
anaeróbico, con una tasa de humedad elevada.
En suma, los autores están de acuerdo en que existen algunos
parámetros comunes en las características de la combustión que
lleva a la vitrificación del material carbonizado, tales como una
carbonización lenta, en un medio reductor, y con una tasa de
humedad elevada. Sin embargo, no resulta sencillo reproducir
artificialmente este fenómeno. La experimentación llevada a
cabo en este campo no ha logrado obtener carbón vitrificado en
hogueras al aire libre salvo fiagmentos aislados, pero sí realizadas en un medio reductor, es decir, con poca entrada de oxígeno
(Théry-Parisot, 1998). Al quemarse, la madera libera una serie de
gases, de manera que si la combustión se realiza en un medio
reductor o se produce una interrupción bmsca del proceso de
pirólisis, puede dar lugar a la acumulación de sustancias, como el
alquitrán, en la estructura celular de la madera, dándole este
aspecto cegado y cristalino. La determinación de grandes porcentajes de vitrificación que hemos identificado en algunas
Foto 3.115. Erica sp. Plano transversal Carbón vitrificado procedente del perfil de Balouta.
Foto 3.116. Betula sp. Plano transversal Carbón vitrificado
procedente de una estructura de combustión del
yacimiento de Xestido IiI.
m.3.ALTERACIONES ANAT~MICAS
OBSERVADAS EN EL CARBÓNANALIZADO
JJI.3.1. VITRIFICACI~N
DE LOS TEJIDOS CELULARES
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Foto 3.117. cf. Leguminosa. Plano transversal. Carbón vitrificado
procedente del perfil de Balouta.
estructuras arqueológicas cuya combustión se ha realizado bajo
condiciones de entrada de oxígeno y liberación de gases escasas
apoya esta última hipótesis (Carrión Marco, en prensa; Carrión y
Badal, en prensa, b).
En el carbón analizado en este trabajo se ha identificado frecuentemente el fenómeno de la vitrificación. Ésta aparece en
diversos grados, desde muy débil, de modo que no constituye
ningún problema a la hora de determinar el carbón (fotos 3.115 y
3.116), una vitrificación media que puede enmascarar algunos
elementos anatómicos (foto 3.11 7), hasta la completa fusión del
tejido celular de manera que el carbón resulta totalmente indeterminable (foto 3.118).
En cuanto al contexto en el que se da este fenómeno, se ha
documentado también en el carbón disperso por niveles arqueológicos, aunque se da de forma mucho más frecuente asociado a
estructuras de combustión (fotos 3.116 y 10.6), y en niveles de
incendio natural (fotos 3.1 15, 3.1 17 y 3.118). Generalmente, su
presencia es ocasional, aunque ya se ha mencionado su abundancia en algunos contextos específicos. Es el caso de las hogueras
documentadas en el Monumento 7 de la necrópolis de Alcalar, en
algunas de las cuales el material vitrificado constituía casi el 100
%. Como rasgo característico, todas estas hogueras fueron apagadas con tierra o lajas de esquisto (probablemente antes de finalizar la combustión).
Aunque probablemente existan otros factores en relación al
fenómeno de la vitrificación, a la luz de los datos disponibles
podemos argumentar al menos dos causas que parecen evidentes:
la combustión en un medio con poca entrada de oxígeno, y una
escasa liberación de gases durante el proceso de combustión, que
hace que ciertas sustancias, como el alquitrán, queden atrapadas
en el carbón.
Foto 3.118. Indeterminable. Plano transversal. Carbón vitrificado
procedente del perfil de Balouta.
IiI.3.2. ATAQUE DE HONGOS E INSECTOS
XIL~FAGOS
La presencia de este tipo de alteraciones en el carbón es frecuente. Las hifas producidas por los hongos son de dimensiones
microscópicas y sólo se pueden estudiar si se individualizan de
los organismos sobre los que se desarrollan. Esto hace que su presencia pase frecuentementedesapercibida en el carbón y maderas
arqueológicos, si no se trabaja a los aumentos necesarios para
observar su existencia (Carlile y Watkinson, 1994). El hongo se
desarrolla a través de un micelio en el interior de la estructura de
la madera en forma de filamentos que se pueden apreciar en todas
direcciones desde unas paredes celulares a otras. Se transmite por
la estructura celular a través de las punteaduras inteilrasculares y
ataca fundamentalmentea las paredes, que sufren un importante
adelgazamiento y pérdida de consistencia. Como resultado de
este ataque interno, la madera se hace más blanda y se rompe
fácilmente a través de fisuras longitudinales y transversales.
No todas las especies vegetales ni todas las partes de la madera presentan una misma resistencia al ataque de los hongos; por
ejemplo, en los pinos, la madera ñnal aparece mucho más alterada que la inicial, tomando las células un aspecto sinuoso cercano
a la vitrificación.
El estudio del carbón con presencia de hongos recuperado en
yacimientos arqueológicos ha servido como base de estudio para
determinar el estado inicial de la madera utilizada como combustible, es decir, si existía una recolección de madera muerta. La
experimentación llevada a cabo para la reproducción del estado
de putrefacción de maderas actuales que sirvieran de referencia
ha dado como resultado el perfecto conocimiento de las deformaciones anatómicas provocadas por los hongos de descomposición de la madera para su reconocimiento en material prehistórico (Théry, 1998). Blanchette (1991, 2000) también realizó una
exhaustiva descripción de diversos casos de contaminación por
hongos en madera arqueológica, en la que determinaba la exis-
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tencia de dos grandes grupos en base al tipo de ataque observado.
Por un lado, los hongos que se agrupan en la subdivisión taxonómica de los Basidiomycota pueden degradar todos los componentes de las paredes celulares, incluida la lignina. Por otro lado,
las subdivisiones Ascomj~cotay Deirterontycota provocan la descomposición de la superficie de la madera en contacto con humedad excesiva; dentro de éstos, un primer tipo se caracteriza por
realizar cavidades en la pared celular secundaria, mientras que
otro tipo la erosiona completamente (Blanchette, 2000: 190-192).
En el carbón, son varios lo criterios de distorsión anatómica
que ayudan a determinar la existencia de hongos de descomposición, como por ejemplo la existencia de los filamentos del micelio, las células deformadas, con aspecto sinuoso y dentadas, las
zonas lagunares provocadas por la fractura de las células, etc.,
que dan al carbón un aspecto esquelético y desestructurado
(Théry, 1998,2001; Carrión y Badal, en prensa, a). Sin embargo,
no se ha podido llegar a la determinación del momento en que se
produce la contaminación de la madera en el pasado, es decir, si
se recogían ramas muertas contaminadas, ramas vivas contaminadas en el pie del árbol, o ramas sanas que se hubieran contaminado durante algún proceso más o menos prolongado de almacenamiento (Théry, 1998).
A pesar de que no se haya llegado a una demostración sólida,
sin duda la madera muerta existente en las formaciones vegetales
sería aprovechada por los grupos humanos, pues la observación
de la práctica de leííateo en sociedades en las que la leña constituye el principal combustible corrobora el oportunismo de esta
actividad y cómo se valora un ahorro de esfuerzo (Badal, 2001b).
Al tiempo, la madera muerta gana en combustibilidad, ya que
contiene más oxígeno a medida que ésta se degrada y va dejando
huecos en su estructura anatómica, por lo que puede resultar muy
conveniente para prender un fuego, por ejemplo. Pero también
existe una contrapartida a estas ventajas, ya que el uso de la
madera muerta y generalmente contaminada se debió ver limitado por el propio estado de la misma; un grupo de autores han rea-
lizado experimentos que corroboran la importante pérdida de
masa y de consistencia de la madera contaminada tras la inoculación de diferentes especies de hongo (Wilcox, 1968, citado en
Blanchette, 2000: 191; Blanchette, 1991; Curling et alii, 2002).
Por lo tanto, rara vez sería seleccionada para la elaboración de
elementos constructivos.
Por otro lado, algunos autores han documentadolo que podriamos denominar una "relación simbiótica" entre el hombre y el
bosque, en el sentido de que la explotación antrópica de éste mantiene su salud frente al ataque de los xilófagos (Mahmood et nlii,
1999; Hagerberg y Wallander, 2002: 144). De este modo, la experimentación en este campo ha demostrado que el bosque en su
estado más natural es mucho más susceptible de verse afectado
por el ataque de hongos que aquéllos en los que se da una explotación antrópica. Es probable que la poda sistemática de ramas o
la limpieza de madera muerta del suelo reduzca considerablemente el riesgo de contaminación.
En cuanto a los insectos xilófagos, éstos viven y se alimentan
de la madera durante todo su ciclo de vida. Su elevada capacidad
reproductora los convierte en grandes destructores de los organismos vegetales. Pueden atacar a plantas vivas y también a la
madera muerta. La humedad, la temperatura y el contenido en
hongos de descomposición influyen directamente en el ataque y
desarrollo de estos insectos en el interior de la madera.
Los datos más reveladores en cuanto a presencia de xilófagos
proceden de conjuntos arqueológicos cerrados, sobre todo madera de construcción, en la que se ha observado una presencia más
constante y en mayor grado de ataque de estos microorganismos.
Esto se debe a su permanencia sin carbonizar bajo condiciones de
intemperie y, frecuentemente, de alta humedad, dos parámetros
fundamentales para la contaminación de la madera (Carrión y
Badal, en prensa, a). El resto de contextos no ofrecen más que
casos aislados de presencia de hongos e insectos xilófagos, por lo
que resulta imposible conocer el origen de la contaminación y
extraer cualquier conclusión etnológica al respecto.
Foto 3.119. Galería de ailófago identificada sobre un carbón de
Qrrercrrs caducifolio procedente del yacimiento de Santa Maira.
Foto 3.120. Galena de xllófago identificada sobre un carbón de
Leguminosa procedente del yacimiento de O Castelo.
Plano transversal.
Plano transversal.
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Foto 3.121. Galería de rilófago identificada sobre un carbón
Indeterminable procedente del yacimiento de Mas d'ls. Plano
transversal.
Foto 3.123. Micelios de hongo identificados sobre un carbón de
Leguminosa procedente de Santa Maira. Plano L.T.
Foto 3.122. Micelios de hongo identificados sobre un carbón de
J~triiperrtssp. procedente de Tres Montes. Plano L.T.
Foto 3.124. Micelios de hongo identificados sobre un carbón de
Frnx7nrts sp. procedente de La Falguera. Plano L.T.
En el carbón analizado se ha documentado la presencia de
hongos y de insectos xilófagos. Ambos aprovechan la estructura
anatómica de la madera para desarrollarse a lo largo de los vasos
o de las partes que ofrecen una menor resistencia a su ataque.
Se ha identificado la presencia de galerías producidas por
insectos xilófagos en tres casos (fotos 3.119 a 3.121). El insecto
va consumiendo los tejidos vegetales y dejando sus excrementos
en su lugar, de manera que las galerías son fácilmente reconoci-
bles, al encontrarse relíenas de partes de tejido celular completamente desordenado. En ocasiones aprovecha las partes menos
resistentes de la madera o aquéllas que le facilitan su avance; éste
puede ser el caso de un xilófago documentado a lo largo de la
médula de una ramita de Qire~nrscaducifolio (foto 3.119). En los
tres casos el carbón procede de yacimientos arqueológicos.
En cuanto a los hongos, las fotos 3.122 a 3.127 muestran
ejemplos en los que se ha identificado su presencia. Hemos docu-
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Foto 3.125. Miceiios de hongo identificados sobre un carbón de
Indeterminada iii procedente de La Falguera. Plano T.
Foto 3.127. Micelios de hongo identificados sobre un carbón de Wtis
sp. procedente del Mas d9Ts.Plano L.T.
el ataque de los hongos: son característicos la desestruchiración
de los tejidos y el progresivo adelgazamiento y fractura de las
paredes celulares.
Todos los casos de hongos han sido identificados sobre carbón procedente de yacimientos arqiieológicos. Como se ha mencionado anteriormente, la presencia de hongos en el carbón no es
indicativo del momento de contaminación de la madera, que
podría ser anterior o posterior a su recogida, por lo que no se piieden hacer inferencias sobre la utilización de leña muerta o el
almacenamientode la misma. Por otro lado, consideramos casual
el hecho de que no se haya identificado la presencia de hongos en
el carbón procedente de incendios naturales, ya que debía existir
madera muerta en el siielo o ramas contaminadas en los individuos vivos. Sería necesario un estudio más profundo al respecto
para llegar a determinar parámetros más sólidos.
Foto 3.126. Miceiios de hongo identificados sobre un carbón de
Behrla sp. procedente de Xestido 111. Plano L.T.
mentado diversos grados en el ataque de la madera por parte de
los hongos. En algunos casos éste es sólo incipiente, detectándose ocasionalmente algunos filamentos aislados (foto 3.122). En
otros casos, se puede obsewar la transmisión del micelio de unos
elementos a otros, generalmente a trav6s de punteaduras intervasculares (fotos 3.1 23,3.124 y 3.125), hasta que la madera aparece totalmente contaminada (foto 3.126). La foto 3.127 muestra
algunos detalles de cómo se ve afectada la estructura celular por
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Capítulo IV
ANTRACOLOGÍAEN DEPÓSITOS NATURALES. LOS PALEOINCENDIOS
COMO MODELADORES DEL PAISAJE
IV.1. INVESTIGACI~NACTUAL Y EXPERIMENTACI~NSOBRE LA DINÁMICADE
LOS INCENDIOS NATURALES
w.1.i.DEFINICI~N Y CARACTEI~STICASDE LOS
INCENDIOS NATURALES. EFECTOS SOBRE LA
CUBIERTA VEGETAL
Los incendios naturales afectan geográficamente desde la
tundra ártica hasta el bosaue ecuatorial. En ámbito mediterráneo,
la recurrencia de incendios y su rápida propagación, debido fundamentalmente al pcriodo dc scquia cstival coincidicndo con las
temperaturas más elevadas, constituye una amenaza constante
para la conservación de las masas forestales (Reyna, 1988), pero
este fenómeno no es exclusivo de esta región: de hecho, las tasas
más elevadas de incendios en la península Ibérica se encuentran
actualmente en su sector noroccidental (Rigueiro Rodríguez,
1997).
Un incendio se define como "una combustión, es decir, una
combinación rápida de una sustancia combustible con el oxígeno,
que se propaga libremente en el tiempo y el espacio" (Trabaud,
1991: 908). Para que se inicie un incendio es necesaria la conjunción de tres elementos: la existencia de combustible, de oxígeno y de un desencadenante del fuego. En cuanto al primero de
los condicionantes, se documenta la existencia de paleoincendios
desde el surgimiento de las primeras masas forestales sobre la tierra, en el Devónico, hace unos 375 millones de años, mientras
que el desencadenamientodel incendio es generalmenteprovocado por rayos o actividad volcánica. El fuego forma parte integrante de los ecosistemas, ya que ayuda a la preservación de su
equilibrio: la descomposición de la materia vegetal es tan esencial para la biosfera como su formación. Sin embargo, es cierto
que el fuego puede llegar a ser un gran desestabilizador de los
ecosistemas (Barbero et alii, 1987a, 1991: 1154). Los incendios
naturales constituyen un elemento clave modelador de paisajes,
al incidir directamente sobre el desarrollo y composición de la
cubierta vegetal, la erosión, la emisión de gases a la atmósfera, el
aporte de nutrientes al suelo, etc. Pero estos condicionantes van a
incidir a su vez en la recurrencia y propagación de nuevos fuegos
posteriores.
Los incendios pueden acabar con toda la masa vegetal del
área a la que afectan. Su propagación, duración y alcance están
sujetos a la disponibilidad de los elementos citados (combustible
y oxígeno) y a una serie de determinantes ambientales. Entre
ellos, es fundamental la cantidad de calor transferida entre la
vegetación en llamas y aquélla intacta: la temperatura de inflamación varia entre 260 y 450' C, dependiendo de otro factor
clave, que es el grado de humedad que contienen los vegetales. A
estos factores también se añaden la sequía ambiental, la presencia de viento o la propia naturaleza de la masa vegetal.
Efectivamente, no todos los vegetales responden de la misma
forma ante un incendio. En general, en función de esta respuesta
al fuego, podemos distinguir tres grupos. En primer lugar, algunas especies ven disminuida su importancia cuantitativa tras un
incendio; pertenecen a este grupo las herbáceas vivaces y algunas
leñosas bajas que tienen una mala capacidad regenerativa ylo
reproductiva. Otras especies son resistentes al fuego, como aquéllas anuales de ciclo corto que presentan reservas subterráneas
profundas o arbustos que constituyen formaciones preforestales.
Por último, están las especies que tienen un débil carácter competitivo en condiciones normales, y que aprovechan la deforestación provocada por el paso del fuego para instalarse; son las
denominadas especies pirófitas, y a la vez que se ven beneficiadas por los efectos del fuego, ayudan a su propagación (es el caso
de las agujas y conos de los pinos, que tienen un alto grado de
idamabilidad) (Barbero eb alii, 1991: 1154).
Los incendios se pueden clasificar en tres tipos: de suelo, de
superficie y de cimas (Trabaud, 1991: 909; Albini, 1993) (fig.
4.1). Los incendios de superficie son generalmente los primeros
que se producen. Sus llamas no alcanzan más de unos 2 metros
de altura y afectan fundamentalmentea los estratos más bajos de
vegetación, sin llegar a destruir la masa arbórea. Si el fuego de
superficie gana intensidad, se puede propagar en altura, alcanzar
las cimas de los árboles y extenderse de forma paralela al fuego
de superficie. Estos incendios pueden ser provocados también
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por la acción del viento que transporta pequeñas partículas incandescentes en suspensión, a partir de iui fuego de origen. Por íiltimo, los incendios de suelo afectan a la materia orgánica acumulada sobre el suelo mineral y se propagan únicamente con condiciones de sequedad ambiental y viento. Lo más frecuente es que
sucedan a un fuego de superficie, pero también pueden ganar
intensidad y provocar a su vez incendios de supei+ficiey de cimas.
Los efectos más inmediatos de un incendio forestal son la
pérdida general de biomasa, el rejuvenecimiento constante de los
sistemas ecológicos forestales y la paulatina transformación de
las comunidades vegetales en otras formaciones en las que intervienen especies pirófitas (Prieto, 1990: 29). Otros efectos son la
erosión provocada por la pérdida de cubierta vegetal, y a más
largo plazo, la disniinución de la traiispiración y las precipitaciones (Moore, 2000).
Como hemos visto, la propia estructura de la formación vegetal preexistente al fiiego es determinante para el comienzo de
éste, su propagación, duración, etc. La densidad de la formación
determina la cantidad de insolación recibida por los vegetales que
la conforman y por el substrato sobre el que se asientan, lo que
supone una mayor o menor pérdida de contenido en agua. La
existencia de madera muerta, hojarasca seca, cortezas, piñas y
otros órganos vegetativos de gran idamabilidad también favorecen una rápida propagación del fuego.
Se ha comprobado que es aniesgado a f m a r que unas especies presenten una mayor inflamabilidad respecto a otras. Por
ejemplo, la experimentación ha demostrado que el tiempo de
radiación necesafio para que se inicie la combustión es menor en
una encina que en un pino c m s c o , pero la materia orgánica del
suelo producida por el pino es más inflamable que la de la eucina. Por lo tanto, es en el carácter de las forinaciones donde se precisan estas diferencias (Trabaud, 1976). La presencia de un estrato arbustivo muy bajo aumenta notablemente la probabilidad de
incendios, pero a su vez, hace poco probable la propagación de
un incendio de cimas, al existir una "niptura" en altusa entre
ambos estratos de vegetación (Trabaud, 1991: 911).
En general, la regeneración de la vegetación tras un incendio
se produce a partir de aquellas especies que han sobrevivido con
I
DE SUELO
I
t
mayor éxito al efecto del fuego, esto es, las denominadas especies
pirófitas, cuyas regeneración vegetativa se ve estiniuiada por
éste. Éstas suelen presentar cortezas duras o coriáceas y10 rizomas o semillas resistentes al fuego que le peimiten una rápida
regeneración (Rigueiro Rodríguez, 1997). Sin embargo, esta
regeneración es para algunos autores iuia cuestión más compleja,
que ha sido frecuentemente objeto de estudio a partir de los
incendios forestales actuales. Las observaciones realizadas por
Trabaiid (1996) en Le Bas Languedoc sobre la resistencia de
diversas especies de Qirercirs y su regeneración tras fiiegos reciirrentes ha dado como resultado algiinos aspectos interesantes.
Tras el incendio, la riqueza específica y la biomasa se ven mermadas considerablemeiite y son necesarios al menos tres años
para que se alcance una cierta variedad de especies, aunque en un
principio, éstas son diferentes a las de origen. Es el momento de
instalación de aquellas especies pirófítas, cuya expansión se ve
favorecida por el filego. Pasados unos 5 años, surge el estrato de
vegetación de 2 a 4 metros de altura y la curva de la riqueza específica se estabiliza. La experimentación mediante la quema de
parcelas con una recurrencia más o menos frecuente, dio como
resultado la existencia del mismo número de individuos de
Qirercics con su regeneración tras el fuego, pero sí se observó una
disminución en su ritmo de crecimiento.
Estas observaciones están en relación con el modelo de la
"composición flosística inicial" que argumenta que, si no existe
otra perturbación a la regeneración de la vegetación tras un incendio, ésta se repone con las mismas especies de origen, aunque
exista una pequeña variación en sus porcentajes. De esta manera,
nace el concepto de "autosucesión", que contrasta con otros
modelos de sustitución de las comunidades vegetales climácicas.
Sin embargo, la recurrencia de los fuegos en un periodo corto
de tiempo crea un efecto cíclico y puede llegar a i~npedirla regeneración completa de las comunidades vegetales. En los primeros
años tras el incendio, cuando se asientan las especies pirófitas,
formaciones arbustivas, etc., el riesgo de que se desencadene un
nuevo incendio es mayor. Si esto ocurre, las consecuencias son
más graves, pues se acelera la erosión y la pérdida de nutsientes
del suelo, con lo que continúa el asentamiento sólo de aquellas
DE SUPERFICIE
PROPAGACION
COMBUSTION
RESTOS
I
sequedad ambiental
y viento
DE CIMAS
I
t
1
1
I
I
viento, particiilas iilcandescentes
desde fuego de origen
viento, partículas incandescentes
desde fuego de osigen
-
lenta, con
poco oxígeno
poco n~tinerosos
(liojarasca.. .)
muy rápida,
temperahira alta
rápida, temperatura
muy alta
muchas ramitas,
corteza, madera
madera de todos
los calibres
Fig. 4.1. Esquema de los diferentes tipos de incendio propuestos por Trabaud (1991) y Albini (1993).
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especies poco exigentes que soportan estas condiciones. Por este
motivo, algunos autores dicen que la multiplicación de los incendios niarca una tendencia de desarrollo de un estrato arbustivo
monoespecífico y de carácter mediterráneo de las comunidades
vegetales (Barbero et nlii, 1991: 1154).
iV.1.2. EVIDENCIAS TRAS EL INCENDIO: ASPECTOS
TAFON~MICOS
11?1.2. 1. El tra.csyorte acr~~irrrlrrción
del carbóri tras el
.F/ego
Las acum~ilacionesde material carbonizado en los sedimentos o en los fondos lagunares, son testimonio directo de los incendios del pasado. Los procesos de transporte, acumiilación y preservación de estos restos son objeto de numerosos estudios que
tratan de establecer modelos válidos para interpretar los depósitos de carbón fmto de los paleoincendios. La experimentación y
la observación de los fuegos modernos son la principal fuente de
hipótesis al respecto. Se ha demostrado que la propia naturaleza
del depósito es muy diversa atendiendo a las características del
fuego y de la vegetación preexistente.
Una de las cuestiones más polémicas acerca de los depósitos
nahiraíes de carbón es establecer n~odelosde transporte y acumulación del material carbonizado, es decir, detem~inarsi éste
"viaja" a grandes distancias desde su lugar de origen. Esto es muy
importante en la medida que se intente reconstruir la vegetación
del área quemada, pues el arrastre del material y deposición en
otro Iiigar puede falsear esta imagen.
Para algunos autores, los restos carbonizados tras un incendio, son rápidamente dispersados por acción del agua y10 el viento, de manera que los depósitos que llegan hasta nosotros han
quedado atrapados en ambientes específicos, como los lagunares.
Pero si se ha dado un transporte del carbón por los agentes viento o agua, se observa una selección en el tamaño del carbón redepositado (Scott y Jones, 1994; Scott et alii, 2000). Una experiinentacióti que preseiita argumentos discordantes con la idea de
un frecuente transporte del material es la llevada a cabo por
Blackford (2000), en la que se realizó un muestre0 de toda la
superficie de un área afectada por un incendio en el SW de
Inglaterra, y de las zonas circundantes no quemadas. El autor
llega a la concliisión de que las pequeñas partículas de carbón
(< 125 jim) pueden ser transportadas fácilmente por el viento,
pero que no existe mucho movimiento de los fragmentos más
grandes, salvo algo de fragmentación secundaria por procesos
postdeposicionales. De acuerdo con esto, las acumulaciones de
carbón más importantes se dan en el centro del área quemada,
mientras que sólo una pequeña parte es transportada fuera de ésta
(Blackford, 2000: 33).
Otros experimentos han dado como resultado una mayor
importancia de los procesos de transporte por flotado (Nichols et
nlii, 2000), aunque la mayoría de autores están de acuerdo en que
cl factor tamaño del carbón es un condicionante importante a la
hora de la deposición inmediata del material cerca del lugar de
origen (Gardner y Whitlock, 2001; Whitlock y Millspaugh, 1996;
Bégin y Marguerie, 2002).
Durante un incendio se pueden llegar a quemar todos los
órganos vegetativos de las plantas, pero hasta nosotros sólo llega
una imagen parcial de este material. Por un lado, esto se debe a
causas de conservación diferencial; por otro, puede deberse a
razones de transporte de los órganos más ligeros, tales como
hojas, cortezas, aciculas, etc., cuya ausencia es notable en la
mayor parte de los depósitos, en los que el carbón es el material
mejor representado. En los incendios actuales se observa que la
presencia de los diferentes órganos vegetativos puede dar una
imagen del tipo de fuego que ha tenido lugar. Por ejemplo, los
fuegos de superficie apenas afectan a los árboles, pero en su
lugar, dejan gran cantidad de restos de corteza, hojas y ramas de
pequeño calibre (Scott y Jones, 1994: 97; Scott et alii, 2000). Si
tras el incendio intervienen diferentes agentes de transporte es
cuando los diferentes órganos se separan durante el proceso en
fiinción de su peso, densidad, facilidad para ser traiispoitados,
etc. (Nichols et alii, 2000).
La observación de incendios actuales ha demostrado incluso
que, aunque no se de un importante proceso de transporte del
material, las propias acumulaciones de carbón en capas visibles
pueden resultar engañosas. Tras un incendio, se prodiice inmediatamente iuia capa de materia orgánica que contiene cenizas,
hojas y aciculas, fragmentos de corteza, ramas, etc. carbonizados
o no. Pero la mayor parte del estrato maduro de la formación, es
decir, los pies de los árboles, peimanecen en posición vertical
durante años. De este modo, un árbol muerto tras el incendio,
puede caer al cabo de varias décadas, creando una acumulación
de madera y carbón separada del horizonte del fuego por la capa
de materia orgánica acumulada durante este periodo (Godbout,
2002: 80).
IK1.2.2. El carbón actrnltrlado tras 1111 iiice~idio,jes reflejo
de la vegetación preexisteii te?
Hemos visto que, según el tipo de incendio desencadenado y
el alcance del mismo, éste no afecta por igual a todos los vegetales de una formación ni a todos sus estratos. En los depósitos de
carbón que llegan hasta nuestros días sólo tenemos reflejada la
vegetación leñosa que se ha quemado, mientras que aquélla de las
áreas inmediatas al fuego, que no se ha visto afectada por éste, no
queda documentada. En los depósitos acumulados tras un incendio, es muy frecuente que gran parte del carbón pertenezca a una
sola especie o al menos ésta aparezca sobrerrepresentada con un
pobre cortejo florístico. En los trabajos realizados por Tardy
(1998) sobre los incendios naturales en la Guyana francesa, el
autor compara los resultados de los depósitos naturales de carbón
con los de origen antrópico y en estos últimos no encuentra esta
pobreza taxonóinica, con lo que concluye que el carbón de un
incendio sufre frecuentemente una deposición inmediata y refleja un entorno mucho más local que el que resulta de la recolección aiitrópica de leña (Tardy, 1998: 95).
Otro estudio que incide sobre la representación de un área de
vegetación muy local es el de Scott et alii (2000), basado en la
observación del carbón acumulado tras varios incendios que afectaron el sudeste de Inglaterra. La zona en cuestión estaba ocupada por una formación dominada por Callirncr i>trlga~+s
con presencia de Erica sp., y Piílirs syIi)esbis y Bettrla pendtrla como
únicos árboles. Tras un fuego de superficie producido en un área
donde Calltinu eiri la especie doniinante, dsh es prácticamente la
Única que queda representada en el carbón. Pero si quedan representados gran cantidad de fragmentos de corteza y hojas de abedul, acículas de pino y ramas de pequeño calibre de ambas (Scott
et alii, 2000: 3). Por lo tanto, estamos ante un caso de deposición
inmediata del material calcinado, y de una fiel representación, no
del medio vegetal propiamente dicho, pero sí del área afectada
por el fuego.
Un aspecto muy interesante sobre el que inciden los autores
y que será retomado en otras experimentacioneses la cuestión de
[page-n-122]
los depósitos en posición secundaria tras el arrastre por agua
(Scott et alii, 2000; Nichols et alii, 2000). La mayor parte de ellos
están de acuerdo en que no todas las especies son transportadas
por el agua con la misma facilidad, en función de su densidad
(además de la cuestión que ya hemos mencionado anteriormente
de la poca probabilidad de transporte de fkagmentos de cierto
tamaño). Por este motivo, algunos autores argumentan que la
poca variedad de taxones hallados en un depósito puede ser una
imagen falsa, resultado de un proceso selectivo de transporte y
que scría nccesario valorar otras variables para ver si sc encuentra en posición primaria o secundaria (Nichols et alii, 2000: 55).
Gardner y Whitlock (2001) llevaron a cabo el estudio del carbón de fuegos modernos recuperado en sedimentos lacustres, con
el fui de determinar si el volumen de éste era representativo de la
biomasa inicial de la zona afectada por los incendios. Los resultados al respecto no fueron determinantes, pues se observó que
una gran acumulación de carbón podía corresponder tanto a un
área quemada grande, como a una pequeña con gran densidad de
biomasa. A esto se añade el factor transporte, pues la cantidad de
carbón depositado en el lago no correspondía necesariamente a
aquél producido en el incendio. Sin embargo, si se volvió a señalar que el transporte de material se limitaba a los fragmentos más
pequeños, pues la acumulación de carbón seguía siendo notablemente mayor en los lagos más próximos al centro del fuego
(Gardner y Whitlock, 2001).
Un experimento llevado a cabo anteriormente por Nanassy y
Fung (1975) mediante ESR (Electro Spin Resonance), demostró
que con una combustión de hasta 300" C durante unos 5 minutos
no se daba pérdida de masa, pero a partir de cualquiera de estos
limites, ésta se aceleraba notablemente.
También sobre la cuestión de la representación de la biomasa
inicial, la experimentación llevada a cabo sobre la diferente producción de restos de las especies vegetales, ha dado como resultado que dos especies puedan ofiecer un mismo volumen de restos, pero con diferencias entre el material quemado y no quemado, lo que a largo plazo supone una diierencia considerable debido a la conservación diferencial de estos restos (Bégin y
Marguerie, 2002). Pero también quedó constancia de que estas
diferencias observadas sobre pies individuales se reducían dentro
de una masa forestal densa. Por lo tanto, la naturaleza de la formación determina en gran medida la producción de carbón.
En concliisión, el carbón acumulado tras los incendios naturales refleja generalmente una pequeña parte de las formaciones
vegetales existentes en el medio, que se reduce a aquéllas que se
han visto m8s profundamente afectadas por el fuego. Pero el factor determinante para poder reconstmir la vegetación del área
quemada es saber si el depósito se encuentra en posición primaria o ha siifrido algún proceso de arrastre. En el segundo caso, la
imagen de la vegetación puede aparecer deformada por un transporte selectivo. Por tanto, en estos casos podemos hablar de la
acción del fi~egosobre esas especies en iin área más o menos próxima, pero toda estimación cuantitativa resultaría arriesgada.
IK1.2.3. Alteraciories obser~~adas
en el carbón procedente de
incendios nafiwales
Es fiecuente que en el carbón procedente de incendios naturales se den alteraciones de la estructura celular de la madera.
Estos fenómenos se han observado también, aunque en menor
medida por regla general, en el carbón procedente de actividades
antrópicas (Tardy, 1998; Théry et alii, 1996).
Un fenómeno frecuente en el carbón procedente de incendios
naturales es la "homogeneización" de las paredes celulares de la
madera (Tardy, 1998; Jones y Chaloner, 1991a y b; Hather, 1991;
Scott et alii, 2000). Las paredes del xilema de los vegetales están
constituidas por fibras de celulosa ligadas en una matriz de lignina y polisacáridos. Las células se encuentran unidas unas a otras
por sus paredes y esta I í e a que separa dos paredes celulares es
visible al microscopio. La carbonización tras un incendio da frecuentemente como resultado la homogeneización de estos diferentes niveles celulares, de manera que esta separación entre
células no es visible (Jones y Chaloner, 1991a: 1151) (foto 4.1).
Estos mismos autores han realizado experimentaciones de
combustión con el fui de reproducir este fenómeno en función de
una variación de la temperatura, en unas condiciones de combustión lenta y con una entrada de oxígeno restringida, para imitar
las que se producen durante un incendio, donde el interior del
tronco se quema de esta forma (Jones y Chaloner, 1991b: 40). En
la pirólisis se apreciaron tres fases: la homogeneización de las
paredes celulares se da a una temperatura entre 220 y 230" C, a
partir de 340" comienzan a aparecer grietas en las paredes y por
encima de 600/700° las muestras se reducen completamente a
cenizas. Estas muestras se han comparado con fragmentos de
madera fósil, sin carbonizar, y se observa que en ellos aparece
este fenómeno.
Aunque éste es más frecuente en el carbón procedente de
incendios, se ha notado también su presencia en el carbón de
algunos yacimientos arqueológicos, donde su frecuencia es generalmente menor (Théry et alii, 1996). El aspecto que toma el carbón es nuevamente el de una homogeneización de las paredes
celulares y la aparición de zonas de compresión sobre todo en la
madera inicial. Esto ha llevado a los autores a tratar de delimitar
las condiciones necesarias para la formación de estas alteraciones. Para ello se ha efectuado una presión sobre el material con
una prensa mecánica, antes, durante y después del proceso de
combustión; sólo se ha logrado reproducir con una presión previa
a la carbonización. Esto ha llevado al planteamiento de una doble
hipótesis. Por iin lado, la escasez de este tipo de alteraciones en
Foto 4.1. Carbón de Leguminosa procedente de un ~ v ede
l incendio, con visible homogeneización de las paredes celulares
(Perfi de Balouta).
[page-n-123]
yacimientos arqueológicos podría deberse a que esta madera perteneciera a algún útil que hubiera suflido un trabajo previo a la
carbonización; por otro, es posible que entre el combustible utilizado estuviera presente algún fragmento de carbón en proceso de
fosilización, es decir, sometido a altas temperaturas y presiones
(Théry et alii, 1996).
Otro tipo de alteración de la estructura de la madera observada en el carbón procedente de incendios naturales es la "vitrificación" o "mineralización" de las paredes celulares. Ya se ha
desarrollado en el correspondiente apartado de anatomía (capítulo III) la descripción de este fenómeno y las hipótesis que se
barajan en cuanto a su génesis.
En el caso de los incendios naturales parece que este fenómeno es más frecuente que en depósitos de carbón de otra naturaleza. Algunos autores han intentado explicarlo a partir de la
diniimica generada por el propio fuego. Se ha observado que
durante un incendio se libera gran cantidad de anhídrido carbónico con el humo, pero parte de éste queda en la ceniza depositada
en el suelo. Esta acumulación de macronutrientes es la causa del
temporal enriquecimiento del suelo tras un incendio, pues éstos
son absorbidos por las plantas supervivientes durante el proceso
de regeneración. Pero esta acumulación provoca frecuentemente
la mineralización de la materia orgánica que entra en contacto
con ellos, de manera que parte del carbón depositado en el suelo
y cubierto con estas cenizas, puede sufrir este proceso (Noore,
2000; Rigueiro Rodríguez, 1997).
Por Último, la existencia de hongos visibles en la estructura
celular del carbón también es bastante frecuente en el material
procedente de incendios. En este caso resulta de gran interés realizar este tipo de observaciones, pues de la existencia de madera
muerta en el suelo de una formación depende en gran medida el
riesgo y las condiciones de propagación del fuego. Sin embargo,
la identificación de hongos de descomposición en el carbón tampoco nos permite discriminar si se trataba de madera muerta en el
suelo, o de madera contaminada en el pie del árbol vivo (ThéryParisot, f 998).
IV.1.3. OBJETIVOS Y PERSPECTIVAS DEL ESTUDIO
ANTRACOLÓCICO EN DEPÓSITOS NATURALES Y METODOLOG~EMPLEADA
La mayor parte de los estudios y observaciones realizadas a
partir de los incendios actuales tienen como objetivo establecer
ciertos parámetros, tales como las condiciones ambientales necesarias para que ocurran, su recurrencia, el transporte y deposición
del material carbonizado, la respuesta de la cubierta vegetal, etc.
El objetivo fundamental es poder llegar a interpretar estos mismos parámetros en un depósito de carbón fiwto de un incendio
pasado. Para ello se han aplicado toda una serie de análisis químicos, micro y macroscópicos.
Muchos estudios sobre los paleoincendios se han enfocado
fundamentalrncnteal conocimieiitode las condiciones atmosféricas del pasado a partir del cálculo de la recurrencia y la intensidad de los fuegos (Cope y Chaloner, 1980; Jones y Chaloner,
1991b; Flannigan et alii, 1998). La mayor parte de estudios que
se basan en la acumulación de carbón en fondos lacustres, utilizan una metodología de extracción del material a partir de columnas de sedimento y emplean un método de recuento de los microcarbones en láminas delgadas. En muchos de ellos, no se da
importancia a la determinación anatómica del carbón, sino simplemente a su presencia, para poder argumentar sobre cuestiones
como la recurrencia de los incendios, o el transporte y acumulación de este material en los fondos lagunares.
Algunos trabajos llevados a cabo en Canadá en medios turbosos inciden sobre el tema de la determinación de la frecuencia
de los fuegos a partir de las sucesivas capas de material carbonizado que aparecen en estos depósitos (Robichaud, 1999;
Godbout, 2002). Resulta muy interesante la diferencia en las frecuencias del fuego identificadas en las distintas áreas muestreadas. Por ejemplo, la fiecuencia registrada en un perfil de la turbera es mucho menor a aquélla obtenida en un medio forestal cercano, debido a que las herbáceas de condición húmeda de las cercanías de la turbera no ofrecen un buen combustible. Por lo tanto,
se observa que el registro antracológico corresponde a fuegos de
carácter muy local (Robichaud, 1999: 176).
Existen algunos estudios orientados a la determinación del
origen del fuego, natural o antrópico, un tema que se integra en la
discusión del impacto en el paisaje de las primeras prácticas agrícolas. Sin embargo, parece que los criterios que se han manejado
más frecuentemente no se basan en una evidencia directa, sino en
la interpretación de un conjunto de datos medioambientales. Por
ejemplo, Guilaine (2000-2001) establece que es la asociación de
polen de cereal, de plantas ruderales y de especies indicadoras de
medios vegetales abiertos lo que evidencia una intencionalidad
antrópica de la apertura del medio, pero también interpreta los
niveles de incendio mesolíticos documentados en el yacimiento de
Drassanes 1 (Barcelona) como un posible aclarado del bosque por
parte de los grupos humanos, con el fin de facilitar la actividad
cinegética. Evidentemente, esta Última afirmación es una hipótesis para cuya confirmación no existen datos empíricos directos.
Otro método utilizado para la identificación de incendios
antrópicos es el llevado a cabo por Bellomo (1993), basado en el
análisis arqueomagnético e isotérmico del sedimento infrayacente al nivel de cenizas y carbón del incendio. La experimentación
se basaba en diferentes métodos de quema controlada de parcelas. El resultado mostró una coincidencia de la sensibilidad magnética y de otros parámetros analizados entre las estructuras de
combustión de los yacimientos arqueológicos y las parcelas que
habían sido quemadas de forma recurrente (Bellomo, 1993: 240).
Por lo tanto, este método de anhlisis parece eficaz para establecer
los parámetros que definen los fuegos controlados recurrentes
sobre un área determinada.
Los estudios pedoantracológicosresultan de gran interés para
establecer los parámetros de transporte de los microcarbones tras
un incendio (Carcaillet y Talon, 1996; Carcaillet, 1997; Carcaillet
et alii, 1997; Carcaillet y Thinon, 1996; Talon et alii, 1998). Estos
estudios están enfocados a la reconstrucción de la paleovegetación leñosa incendiada, gracias a la identificación y datación de
los carbones que contienen los suelos (Carcaillet y Talon, 1996:
234). OCece un especial interés el estudio sobre los movimientos
postdeposicionales que sufre el carbón en el interior del suelo,
por agentes bióticos y abióticos.
Gracias a estos trabajos también se establecen ciertos parámetros de movimientos de los limites de la vegetación en el pasado, como consecuencia de los fuegos recurrentes, naturales y /o
de origen antrópico para la puesta en cultivo de zonas forestadas
(Carcaillet, 1997, 1998; Carcaillet et alii, 1997, 1998; Carcaillet
y Thinon, 1996; Talon et alii, 1998). La metodología empleada
por estos autores se basa en el análisis tanto de macrocarbones,
como de aquéllos microscópicos, que se montan en una lámina
delgada para su recuento y análisis. Mediante la estimación de la
concentración de carbón en ambos casos se trazan curvas a partir
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de las que se intenta reconstruir la periodicidad de los foegos.
Con ello se ha demostrado que los microcarbones ofrecen una
imagen más fiel de la periodicidad que los más grandes (mayores
de 700 pm) (Carcaillet e?alii, 2001: 474). Sin embargo, la cantidad constante de sedimento muestreado para la extracción de los
macrorrestos (5 muestras de 1 cm3), es apropiada para la estimación de la concentración, pero si atendemos a su contenido en
especies vegetales, es escaso para que resulte representativo.
Scott (2002) ha realizado un estudio sobre la relación entre la
concentración de carbón en los depósitos, la disponibilidad real
de combustible en el medio, es decir, la biomasa, y la frecuencia
de los incendios, pero en este caso, se apoya además en la comparación con el registro polínico. El autor llega a la conclusión de
que a partir del Holoceno, estos parámetros cambian completamente con la intervención humana sobre el medio.
A diferencia de muchos de los métodos expuestos, en nuestro
trabajo proponemos una atención especial al contenido taxonómico de las muestras, sin dejar de lado ciertas cuestiones tafonómicas. El conocimiento de las especies representadas en el carbón de los depósitos y la posibilidad de comparar los resultados
con los datos polinicos, ofrecen desde nuestro punto de vista unas
posibilidades de análisis e interpretación muy interesantes.
En la zona litoral y sublitoral del noroeste peninsular se han
llevado a cabo una serie de sondeos sobre suelos y depósitos
naturales por parte de personal del Departamento de Bioloxía
Vegetal de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de
Santiago de Compostela (Gómez Orellana, 2002). En los perfiles
sondeados se ha identificado frecuentemente la presencia más o
menos abundante de materia orgánica carbonizada procedente de
paleoincendios, que había quedado acumulada en forma de bolsadas o niveles con abundante carbón. Bste es bastante grande en
general y esto ha permitido su identificación botánica, generalmente sin problemas. En algunos casos, existe también un estudio del material polínico recuperado en los mismos niveles, lo
que ofrece una fuente de comparación directa para la reconstrucción de la vegetación del área quemada con respecto al total y
pennite integrar el episodio más o menos puntual del incendio
dentro de una secuencia poünica mucho más dilatada en el tiemPO.
El estudio de estos depósitos nos ha permitido analizar una
serie de cuestiones tafonómicas con respecto a la aciimulación
del carbón tras el incendio, así como cuestionarnos la representatividad ecológica de este material. A continuación presentamos el
estudio de los depósitos de Mougás, Frexulfe y Balouta como
ejemplos de la metodología empleada y las vías de interpretación
propuestas.
1x2.ANÁLISIS ANTRACOL~GICODE
DNERSOS DEP~SITOSNATURALES
DEL SECTOR NOROCCIDENTALDE LA
PENÍNSULA IBÉRICA
IK2.1.1. Resultados del análisis antracológico
El depósito de Mougás (Oia, Pontevedra) ha servido como
base de estudio para muchos trabajos paleoambientales realizados en el noroeste ibérico (Zbyszewski y Teixeira, 1949; Nonn,
1966; Franz, 1967; SaB, 1985; Saá y Díaz-Fierros, 1988; Costa et
alii, 1996; Gómez Orellana, 2002). Esta secuencia se ha convertido en un referente en el ámbito del Pleistoceno Superior del sector noroccidental de la península, ya que existe una completa
serie de dataciones radiocarbónicas para la misma. Las diversas
publicaciones existentes hasta el momento confírman la uniformidad del depósito, que ha quedado plasmada en la similitud de
las secuencias obtenidas a partir de cada una de las columnas
estratigráficas extraídas por los diferentes autores.
Este depósito ha resultado muy apropiado para realizar un
estudio antracológico, ya que ha ofrecido una gran cantidad de
carbón distribuida por todos los niveles, de tamaño fácilmente
identificable. Además, se ha publicado el análisis poiínico de la
columna estratigráfica a la que pertenecen también nuestras
muestras de carbón (Gómez-Orellana et alii, 1998; GómezOrellana, 2002), con lo que resulta especialmente interesante
correlacionar en la medida de lo posible los datos de ambos análisis para establecer el grado de validez de la reconstrucción de la
vegetación que proponemos.
La recogida de muestras se ha llevado acabo a partir de un
perfil estratigráfico preexistente proporcionado por el avance del
mar, que ha sido limpiado y reavivado para la toma del sedimento de cada nivel. Los carbones obtenidos a partir de estas muestras tienen entre 2 y S mm, y son bastante abundantes. Se ha analizado un total de 40 muestras (correspondientes a capas de 5
cm). La mayoría de ellas han oftecido un número muy reducido
de fragmentos de carbón (sólo en 6 de ellas se ha llegado a la
identificación de al menos 100 carbones, coincidiendo con los
niveles que presentaban visiblemente un mayor contenido en
materia orghnica). Sin embargo, dada la pobreza en el número de
taxones identificados, algunas muestras en las que hemos analizado entre 30 y 50 fragmentos de carbón, aparecen totalmente
estabilizadas a nivel taxonómico.
Se ha analizado un total de 1.O55 fragmentos de carbón y los
taxones identificados son: Cistaceae, corteza, Erica sp,
Ericaceae, Frasiirirs sp., Jtmiperirs sp., Leguminosae, Maloideae,
Monocotiledónea, Pinirs tp. pinea-pinastec Pinirs sp., Qirercirs
caducifolio, Qirercirs perennifolio, Quercirs sp, Salis sp., Ulnrirs
sp., c Indeterminable cf. Jbcirm sp.
Se ha elaborado un cuadro comparativo de presencia-ausencia de los distintos taxones según los resultados de los análisis
antracológico y poünico de Mougás. Para poder hacer una comparación directa de los resultados de ambos, hemos tomado únicamente las especies leñosas identificadas a través del polen
(Gómez-Orellana, 2002), aunque se tendrá en cuenta el volumen
total de vegetación arbórea y no arbórea (cuadro 4.1).
En cuanto a los resultados del análisis antracológico, los
taxones que presentan una mayor continuidad durante toda la
secuencia son: Ericn sp., Leguminosae y Q~ierctrscaducifolio. El
resto tiene una presencia muy esporádica, incluso en el caso de
Frasinirs sp. y Jtmiprits sp. se ha identificado un solo fragmento de cada uno de ellos. En el polen, los taxones leñosos que están
presentes en la mayor parte de la secuencia son: Ahriis sp., Betirla
sp., Callirna sp., Erica sp., Leguminosae, Qiierciis caducifolio
(tipo Q.J U ~ U I -y) Ulnr~rssp. El caso de Alnirs y Bettrln, presentes
de forma constante aunque no muy abundante en el polen, y que
no se han identificado en el carbón, podría poner en evidencia la
diferencia a nivel de escala espacial que representan ambos tipos
de registro, quedando reflejado en el carbón un entorno más localizado que en el polen, que puede viajar a mayor distancia y mostrar ecos de formaciones vegetales algo más alejadas. En el caso
del carbón, éste depende además del alcance del fuego, ya que no
[page-n-125]
Cuadro 4.1. Valores de los taxoues identificados en el perfil de Mougis y comparaci6n con su presencia en el polen (en sombreado). En el polen,
s61o se han representado los taxones leííosos (datos polfnicos a partir de G6mez-Orellana, 2002).
[page-n-126]
tendremos reprcsentadas las especies que no se hayan quemado.
En tal caso, podría darse la posibilidad de que el área ocupada por
los taxones anteriores que aparecen en el registro polínico, no
haya sido afectada por el fuego, al encontrarse, por ejemplo, en
una zona de mayor humedad, ya que se trata de especies que pueden formar parte de la vegetación de ribera.
En otros casos podemos sin embargo apreciar una coincidencia en la presencia de ciertos taxones. El taxón Rosaceae, identificado de forma bastante puntual tanto en polen como en carbón,
ha sido identificado en ambos casos en los mismos niveles (aunque con una presencia algo más continua en el polen). En el caso
de los pinos, son en general poco frecuentes, pero han sido identificados en ambos casos en los niveles superiores de la secuencia, y en los dos se ha llegado a una identificación de Piliirs tp.
pinea-piriaster.
Si analizamos más detalladamente los porcentajes de estos
taxones en aquellas muestras de carbón que por su abundancia lo
permiten, vemos que son Elica sp. y Qríercrrs caducifolio los que
suponen entre los dos casi el 100 % del carbón. En el caso de
Qr{elcrrs caducifolio, está presente en la mayor parte de la
secuencia, salvo en las muestras inferiores, donde Erica sp., que
presenta una continuidad desde la base hasta aproximadamentela
mitad de la secuencia, es el único taxón presente. Los mayores
porcentajes de Qrrerctrs caducifolio se dan en las muestras entre
120 y 140 cm, con porcentajes que alcanzan casi el 80 % en algunos casos.
Entre 150 y 185 cm se observan del mismo modo porcentajes elevados de Qirerczrs caducifolio, al tiempo que Erica sp. presenta porcentajes importantes, siendo ya cada vez más cercanos a
los de Qirercrrs caducifolio a partir de 170 cm, llegando a alcauzar ésta el 50 % del total.
De 185 cm a la base de la secuencia, es Erica sp. prácticamente el único taxón representado, aunque el número total de
carbones hallados en estos niveles es muy bajo. Este momento
coincide con el mínimo desarrollo arbóreo en la secuencia polínica y los valores máximos de Calluna sp. y En'ca sp.
Zonas polinicns
Cronolog.
Según estos datos podemos dividir la secuencia de Mougás
en cuatro momentos. El primero de ellos, desde el comienzo de
la secuencia hasta 210 cm de profundidad corresponde a un
momento de escaso desarrollo arbóreo, documentado tanto en el
polen como en el carbón. En el primero, el polen arbóreo supone
apenas un 5 % del total, y las herbáceas y Ericaceae alcanzan sus
caducifolio,
máximos valores. Salvo dos fragmentos de Q~~erczrs
éstas son las únicas especies representadas en el carbón.
Después hay un nivel estéril en cuanto a carbón de unos 15
cm, pero que en el polen sigue la misma dinámica que el anterior.
Una segunda fase, de 195 a 150 cm muestra un desarrollo
más o menos paralelo de E k a sp y Qrrercrls caducifolio, generalmente con una siipremacia del segundo. En el polen se observa todavía un gran desarrollo de las herbáceas y de Callrinn sp.
De 150 a 120 cm se dan los máximos valores de Qrrercirs
caducifolio, estando presentes otras especies aunque muy esporádicamente, como Leguminosae, Maloideae, Monocotiledónea,
Saiix sp. y U11tiirssp. En este momento, existe la mayor presencia de carbón en las muestras, que tal vez podría deberse a la
mayor densidad que se observa en la cobertura vegetal, domin a d o Qrrerczrs caducifolio, frente al momento anterior en que
parece que éstos comparten el espacio con zonas más aclaradas
ocupadas por Ericaceae. En polen, se detecta en este momento un
tipo mbrrr, aunligero aumento del polen arbóreo y de Qrre~~ars
que será en los niveles superiores de la secuencia cuando trace
una curva más importante.
Desde 120 cm al techo de la secuencia, en el carbón se observa una menor presencia de material, pero al tiempo, una mayor
diversidad taxonómica. Además de Qirer*cirs,están presentes
Fraxiriirs, Jlrnipenrs, Monocotiledónea, Pinrrs cf. pillen-pinaste~;
Pinrts sp., Maloideae y fiscirni sp. En polen, es el momento de
máximo desarrollo arbóreo y de Quercus tipo robirr, aunque también están presentes otras especies que ponen de manifiesto la
actividad humana sobre el medio, sobre todo Plantago e L~oetes.
A partir de los datos obtenidos, podemos decir que existe una
cierta cohereucia entre las secuencias polinica y antracológica,
Cal-acterisricnspolhiicas
FASE HOLOCENA DE
INFLUENCIA
ANTR~PICA
Poaceae- Asteraceae- (Planfngn)
Dominio del polen Iierbáceo (Poaceae)
Detrimento de @rererts rohtri [p.. Incremento de A1rrtt.r
Incremento de Planfngo
FASE HOLOCENA DE
DOMiNIO ARBÓREO
Poaceae- Qirercrls robrrr tp.- (Isoefes)
Domiiuo del polen herbeceo (Poaceae)
Icreinento y máximo de Qrrercrrs rohtrr tp.
Detriniento de Lig~~lflorne.
Optimo y regresión de Isoetes.
FASE HOLOCENA DE
EXPANSIÓNARBOREA
DRYAS ANTIGUO
Poaceae- Qilerciisrobrtr tp.- (Isoetes)
Don~iniodel polen hcrbácco (Poaceae)
Expansión de Qireimls iol>rrrtp.
Expansión de 1~oefe.s.
Poaeeae- Tubuliflorae
Dominio del polen IierbBceo (Poaceae)
Difusión de Tubuliflorae.
Curvas continuas de Benrla, Qirercirs robirr tp. y Pirrrts
Subzona "aw
Inicio de la curva de hoetes y Alisrria
Subzona "b"
Curva conrinua de &tcopodirnrt y Rnnt{ncitI~ts
Secuencia nn~ncológiccr
Presencia de Pirirrs, Jrrniprrir.~,Fi-axiiitts
Dominio de Qrtercirs caducifolio
Presencia de A4nloicIeae, Sc~lix.
Mínimo de taxoties arbustivos
Expansión de Qirercirs caducifolio
Regresión de la curva de Ericn.
Dominio del matorral de Ericaceae
Mínimo de taxones arbóreos
Fig. 4.2. Slnteds de los datos antracológicos y polúiicos del depbsito de Moug6s (datos polinicos a partir de Gómez-OreUana, 2002: 155).
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pero también podemos observar algunas diferencias que vienen
marcadas por la propia naturaleza del registro (fig. 4.2).
La secuencia polínica es más estable en cuanto a presenciaausencia de los taxones a lo largo de todo el perfíl, mientras que
en el carbón podemos observar una sustitución progresiva de
Erica sp. por Qirerctrs caducifolio, que no están presentes desde
el comienzo de la secuencia. En general, los datos polínicos
muestran una mayor variedad taxonómica que los antracológicos,
que puede deberse a que el polen refleja ciertos ecos de formaciones vegetales algo más alejadas que el carbón no detecta,
como se ve también en la presencia, aunque no muy abundante
porcentualmente de Altius y Behrla, que no se encuentran en el
carbón.
Por otro lado, existe un pequeño desfase temporal en la dominancia de los diferentes taxones, apareciendo antes, por ejemplo,
los mayores porcentajes de Quercirs caducifolio en el carbón que
en el polen. En el caso del carbón, el incendio de una determinada masa forestal supone la presencia inmediata de carbón procedente de un Brea probablemente muy local, mientras que el polen
de las áreas no quemadas puede viajar a mayor distancia y su
deposición depende de muchos otros factores, incluso de que el
mayor o menor desarrollo de la cobertura vegetal lo permita.
Parte de este polen puede depositarse en la zona afectada por un
incendio, de manera que ante un sondeo en el lugar, éste reflejaría también la vegetación de áreas más alejadas que no han sido
afectadas por el fuego y cuya vegetación por tanto, no se encuentra representada en el registro antracológico.
IY2.1.2. Andlisis tafonórtlico de los restos
La posibilidad de una representación selectiva de restos carbonizados en el depósito de Mougás nos lleva directamente a
plantear ciertas cuestiones tafonómicas: principalmente se trata de
cuestionar el carácter primario o secundariodel depósito, es decir,
si el carbón ha sido transportando desde su foco de origen. A la
luz de los datos antracológicos,la pobreza taxonómica o más concretamente, el hecho de que sólo dos de los taxones constituyan
más del 90 % del carbón, podría reflejar un transporte diferencial
de ciertas especies y la redeposición de las mismas en el dcpósito
(Nichols et alii, 2000: SS), aunque para otros autores, esto puede
ser precisamente un indicio de una deposición inmediata del
material carbonizadoque refleja una formación vegetal muy limitada en cuanto a su riqueza taxonómica (Tardy, 1998: 95).
Las experimentaciones sobre arrastre por flotado de carbón
de diferentes especies ha dado como resultado una gran facilidad
de transporte de Quercc~fkente a otras, lo que podrla hacer suponer que en nuestro caso esta acumulación casi monoespecífica se
deba a una posición secundaria por transporte del agua (Nichols
et alii, 2000: 50). Sin embargo, la cuestión del tamaño de los
fragmentos hace poco viable esta hipótesis. Por un lado, los fragmentos de carbón recuperados tienen un tamaño variable y el
agua es un agente de transporte muy selectivo a este respecto; por
otro lado, la experimentación ha demostrado que los fragmentos
de carbón de cierto tamaño no son transportados a mucha distancia de su lugar de deposición inmediata (Gardner y Whitlock,
2001; Whitlock y Millspaugh, 1996). Por todo ello nos inclinamos más hacia la hipótesis de que el carbón se encontrara en
posición cercana a su lugar de producción.
En el material de Mougás se han identificado mayoritariamente fragmentos de xilema carbonizado (únicamente ha aparecido un fragmento de corteza). Es probable que los órganos más
ligeros (corteza, hojas, etc.) hayan sido transportados por viento
y10 agua, a lo quese-añade una conservación diferencial de estos
materiales en el registro antracológico.
La presencia de material carbonizado es constante en todo el
perfil, pero la cantidad de fragmentos de carbón recuperados en
cada nivel es muy variable para una misma cantidad de sedimento tratado. En general, las mayores acumulaciones de material
carbonizado coinciden con aquellos niveles en los que se aprecia
un dominio de Quercrrs caducifolio, mientras que los niveles en
los que domina Erica sp. son más pobres en carbón. Esto podría
indicar que existe una cierta relación entre la cantidad de carbón
acumulado en el sedimento y la biomasa original incendiada, lo
que avalaría de nuevo la hipótesis de la deposición inmediata del
material.
La observación actual de la deposición del carbón tras los
incendios ofrece unos interesantes parámetros sobre la diferente
acumulación y distribución del material carbonizado según la
naturaleza de la vegetación inicial. En este sentido, se ha observado que la vegetación dominada por arbustos ofrece generalmente una distribución de carbón mucho más uniforme por el
sedimento que aquélla resultado de la quema de especies arbóreas, ya que basta una gran rama de árbol para producir una gran
acumulación de carbón en el lugar donde cae (Robichaud, 1999:
111). No podemos corroborar la hipótesis de que las acumulaciones de Qrrercus en Mougás se deban a este factor, dada la poca
extensión en superficie del muestreo.
Por último, nos parece interesante valorar algunas cuestiones
de tipo ecológico sobre los taxones vegetales dominantes en
sp. y
Mougás, concretamente, sobre el comportamiento de EJ~CQ
Qirercrrs caducifolio. Hemos visto como la primera es dominante
desde e1 comienzo de la secuencia, cuando Qirercirs no está presente, y estos porcentajes se invierten hasta llegar a los valores
más altos de Qtrercus. Recordemos que la presencia dominante
de un taxón en un depósito natural no significa que éste lo sea en
el medio real, sino que es el que mBs ha sufrido el efecto del
fuego. Según esto, la dominancia alternante de Erica y Qirerct~s
en las diferentes capas de nuestra secuencia puede ser resultado,
no de un cambio real en la cubierta vegetal, sino de la sucesión
de incendios en Breas con diferente cubierta vegetal más o menos
próximas en el espacio. Sin embargo, la hipótesis de que los cambios detectados en el carbón correspondan a un cambio real de la
vegetación viene apoyada por los datos polínicos, en los que se
observa la misma curva de desaparición de Erica y el aumento
progresivo de Qt~ercirsrobtrr (Gomez Orellana, 2002: 153).
Además, la aparición de la curva continua de Qirercirs, coincide
cronológicamentecon los inicios del Holoceno, momento en que
se documenta la expansión de este taxón en la mayor parte de
secuencias del noroeste peninsular (Ramil-Rego, 1992).
IV.2.2.
ANALISIS ANTRACOL~GICODEL DEP~SITO
NATURAL DE FREXULFE
El perfíl muestreado en FrexuIb presentaba indicios de un
nivel de gran acumulación de materia orgánica carbonizada, restos de un fuego natural datado en una cronología aproximada de
5000 BP. Dado que todo el carbón recuperado pertenecía al
mismo nivel, se han analizado 250 fragmentos, cantidad que
resulta muy representativa dada la pobreza taxonómica del depósito (ver curvas en capitulo II).
El taxón dominante en Frexulfe es Querctis caducifolio,
representando un 71,6 % del total (cuadro 4.2). No se ha podido
detenninar la especie, pero es muy probable que estemos ante dos
[page-n-128]
Cuadro 4.2. Frecuencias absolutas y relativas de los taxones identificados en el depósito de Frexalfe.
grupos diferenciados anatómicamente, uno tipo Q. robtrr y otro
tipo Q.pyrznaica, tal y como se ha descrito en el comespondiente capítulo de flora. No hemos cuantificado estos dos grupos por
existir un gran número de casos en los que no podíamos decantamos por ninguno de ellos, debido bien al tamaño de los fragmentos, bien al alto porcentaje de ramitas jóvenes o Cagmentos
cercanos a la médula, en los que estas características anatómicas
se invalidan ante una gran variabilidad morfológica. Pero es
importante tener en cuenta la posible presencia de al menos dos
especies de roble, puesto que en la región Eurosiberiana son muy
frecuentes las formaciones mixtas de este tipo.
El siguiente taxbn en porcentaje es Cory1u.s avellana, con un
11,6 %. Esta especie tiene un marcado carácter eurosiberiano,
muy Cecuente en el seno de bosques mixtos de caducifolios, tales
como hayedos, robledales o formaciones ribereñas, adquiriendo
mayor importancia donde estas formaciones presentan una
estructura más aclarada.
Otros taxones que presentan porcentajes similares son Betrrla
sp. y Maloideae, con un 5,2 % y un 5,6 % respectivamente.
Ambos se encuentran de nuevo asociados a bosques de Qrrercrrs
típicos de ámbito eurosiberiano. El taxón Leguminosae constituye únicamente un 0,4 % (ha sido identificado 1 solo fragmento de
carbón).
De nuevo, podemos aplicar las hipótesis tafonómicas estudiadas para el depósito de Mougás, en el que también aparece un
alto porcentaje de Qrrerctrs, pero en Frexulfe, la mayor acumulación de carbón y el análisis de un mayor número de fragmentos
permite que los resultados sean más fiables estadísticamente.
Consideramos que el alto porcentaje de Qrrercrrs caducifolio
identificado en el depósito puede deberse a su dominancia real en
el medio, pero también puede aparecer algo sobremepresentado
por una mayor producción de materia carbonizada a partir de los
potentes troncos de los robles, aumentado por la deposición más
o menos inmediata de la madera quemada en el suelo.
La imagen que queda representada en el carbón de Frexulfe
remite a un bosque mixto de caducifolios con la dominancia de
una o varias especies de roble, en cuyo seno se desarrollan otras
especies caducifolias tipicas de ámbito eurosiberiano.A pesar de
que Qtrercto se encuentre sobreirepresentado con respecto al
total, la imagen es coherente con un robledal, en cuyas áreas más
aclaradas o lindes podrían adquirir una mayor importancia especies como Co~yhrsatellana, Bettrla o diferentes especies de
Maloideae. La casi total ausencia de taxones de matorral, de coniferas u otras indicadoras de procesos de aclarado del bosque apoyan esta hipótesis.
Los fragmentos de carbón analizados presentaban un tamaño
bastante grande, de al menos 5 mm y frecuentementemás, lo que
hace poco probable una dispersión natural del carbón a gran distancia (Blackford, 2000). Tampoco se observa una selección del
tamaño de las partículas ni de los taxones representados, por lo
que tampoco existen argumentos que indiquen un transporte por
agua (Scott y Jones, 1994;Scott et alii, 2000). Por lo tanto, el carbón de este depósito podría reflejar de manera más o menos exacta la vegetación del área afectada por el incendio.
Un 4,8 % del carbón analizado correspondía a fragmentos de
corteza, que podrían pertenecer a varios de los taxones identificados. En algunos casos se han documentado también fragmentos de carbón identifiicables de Qrrercris caducifolio y Corylus
avellana con partes de la corteza conservada. Además de los
fragmentos de corteza, entre el carbón analizado se ha documentado un porcentaje bastante alto de ramitas de pequeño calibre. La
presencia de este tipo de Órganos vegetativos en el depósito, que
resultan más ligeros que la madera, apoya de nuevo la hipótesis
de que el material no ha sufrido importantes procesos de transporte desde su lugar de origen.
Según la experimentación y la observación a partir de episodios de incendio actuales, la existencia de grandes cantidades de
corteza y ramitas entre los restos carbonizados puede deberse
bien a un fuego de superficie que afecte a los estratos más bajos
del bosque, bien a la existencia de madera muerta en el suelo
(Scott y Jones, 1994;Scott et alii, 2000). Un fuego Únicamente de
superficie afecta de manera más breve a los árboles vivos, de
manera que la gran cantidad de madera de especies arbóreas identificada en Frexulfe, hace más viable la hipótesis de que el fuego
hubiera afectado a varios estratos de vegetación.
En algunos casos se ha documentado la presencia de ramitas
de pequeño calibre que conservaban el diámetro completo, con
médula y corteza incluidas. La información complementaria de
tipo ecológico que se puede extraer de estos elementos es muy
valiosa, ya que se refiere al crecimiento medio y a la estación de
muerte, en este caso de quema, de los individuos. A partir de un
recuento de los anillos de crecimiento de estas ramitas y de su
diámetro total de la medula a la corteza, se ha calcuiado la anchura media de los anillo de crecimiento de las mismas; este mismo
método se ha aplicado a otros Cagmentos de carbón aunque no
conservaban el diámetro completo (cuadro 4.3). Numerosos estudios dendrológicos han demostrado que los valores medios de
crecimiento anual de un árbol son un buen indicador del medio
ecológico en el que se han desarrollado los individuos, es decir,
que presentarán valores más altos en medios favorables para el
crecimiento individual (espacios aclarados, sin fuerte competencia entre ellos). Además, la coincidencia de estos valores a lo
largo de todos los fragmentos analizados puede indicar el desarrollo de todos los individuos en un medio ecológico cercano.
Para ello, es recomendable tomar los valores de los fragmentos
de carbón pertenecientes a partes de la madera adulta, es decir,
con una débil curvatura de los anillos de crecimiento, ya que en
sus primeros años, el árbol experimenta una dinámica de crecimiento dispar (ver capítulo V).
Lamentablemente, en este yacimiento, los casos de fragmentos de este tipo son tan escasos que de ninguna manera los datos
obtenidos resultan representativos para realizar inferencias de
este tipo. Se han cuantificado únicamente 2 fragmentos de
Querctrs caducifolio con estas características, que dan un crecise
miento medio de 0,6 y 0,8 mm anuales. Para Cogdzrs avella~~a
han calculado las medias de 5 fragmentos, cuya anchura media
[page-n-129]
del anillo oscila entre 0,9 y 1,2 mm. Para el resto de fragmentos,
de curvatura fuerte o intermedia, los valores son mucho más desiguales. Aunque resulta arriesgado (por el escaso número de
casos tratado) afirmar que la cercanía de los valores indican el
desarrollo de los individuos analizados en un medio ecológico
similar, el hecho de que se c o n f i a r a esta hipótesis no haría más
que reafirmar la idea de que el carbón de este incendio refleja la
vegetación de un medio muy local.
La conservación de la corteza o parte de la misma en un fragmento de carbón resulta muy inleresante para determinar la estación de muerte del individuo. En este caso, únicamente se ha conservado la corteza en 9 fragmentos de carbón identificable, 5 de
Querctís caducifolio y 4 de Coq~ltrsavellana. Curiosamente, en
todos los fragmentos de Querclrs, el anillo se encontraba interrumpido en la madera final y en los de Cogtltrs, en la inicial. La
floración de la mayor parte de especies de roble se produce entre
los meses de abril y mayo, es decir, éstos son los meses en los que
genera los grandes vasos del comienzo del anillo para la conducción de la abundante savia requerida para esta actividad; la caída
de la hoja y el paro del crecimiento se producen en el mes de
noviembre. En cuanto al avellano, la floración transcurre entre los
meses de enero y abril, y la caída de la hoja en diciembre (Abella,
1997: 49, 137). Por lo tanto, ante los datos aportados por las cor-
Qtremrs cadtrcifolio
...
tezas observadas en Frexulfe, podemos lanzar dos hipótesis diferentes. Por un lado, que el episodio de incendio se hubiera producido entre los meses de enero a marzo, cuando el avellano se
encuentra en proceso de floración pero el roble todavía no; o bien
que éste se hubiera producido en cualquier otra época del año y
que estas diferencias se deban a la quema de madera caída en el
suelo, muerta en diferentesperiodos de crecimiento de los árboles.
w.2.3.
ANALISIS ANTRACOL~GICODEL PERFIL DE
BALOUTA
El perfil de Balouta presenta más de dos metros de potencia,
del que se han extraído 8 muestras con contenido de carbón procedente de incendios naturales. La fecha obtenida para este depósito mediante radiocarbono es de 4280 A 40 BP (GrN-20823).
Esta datación corresponde a los momentos de consolidación del
sistema agropastoril en el noroeste ibérico, en el que se documenta la práctica de incendios provocados sobre las masas forestales para la puesta en cultivo de las tierras (Peñalba, 1989;
Ramil-Rego, 1992; Fábregas Valcarce et alii, 1997: 475), además
de la quema periódica de los campos de cultivo para la limpieza
y enriquecimiento del suelo, técnica que se ha seguido practicando hasta épocas muy recientes (Sigaut, 1975).
8
...
M.final
Fuerte
0,8
...
Intermedia
Qtíerctrs cadlrcifolio
12
15
Qtrerctrs cad~~cifolio
34
25
1,4
Qlrerctrs cadrrcifolio
10
11
Qirerct~scad~rcifolio
14
Intermedia
03
...
...
24
0,6
...
Débil
0,8
Fuerte
...
Débil
M. inicial
Intermedia
Débil
Lo4
...
...
u
...
Débil
12
...
Débil
1,1
M. inicial
Débil
Qtiercrrs cadtrcifolio
11
13
Coiyltrs m>ellana
9
...
...
Coiylus avellana
13
14
03
Coiyltís avellana
24
23
C o y l i ~avellana
s
11
10
Coq)l~rs
avellana
13
11
Coryltrs a~>eIlana
14
13
Cuadro 4.3. Datos dendrológicos de Frexulfe.
Débil
[page-n-130]
HORIZONTE
PROF. (cm)
PESO CARBÓN (gr.)
CONCENTRAC. CARBÓN (glcm3)
B-1
1Al
0-15
6,829
0,0096
B-2
Grava
15-35
2,152
0,00147
B-3
1A2
35-45
0,348
0,0003
B-4
Grava
45-50
2,242
0,00241
B-5
Grava
0,464
0,00085
B-6
2A
50-80
80- 1O0
1,624
0,00088
B-7
B1
100-135
2,026
0,00161
B-8
B2
135-215
0,287
0,00015
MUESTRA
Cuadro 4.4 Descripcibn del perfil de Bsilouta y de las muestras analizadas.
El cuadro 4.4 presenta una descripción del perfil, con la profundidad a que han sido tomadas las muestras, el horizonte del
suelo al que pertenece y su contenido en carbón beso absoluto y
concentración por muestra). Destaca la presencia en todos los
niveles de materia orgánica carbonizada, aunque en concentraciones desiguales, siendo especialmente rica la muestra B-1 (la
más superficial), y más pobres las muestras B-3, B-5 y B-8.
Han sido identificados los siguientes taxones vegetales: Erica
sp., cf. Erica sp., Leguminosae, Q z r e ~ wcaducifolio, Qtremls sp.
e Indeterminable. Esta pobreza taxonómica hace que, a pesar del
número relativamente bajo de fragmentos analizados para algunas de las muestras, los resultados obtenidos sean bastante representativos.
Los taxones identificados no varían de forma sensible a lo
largo de toda la secuencia, al menos en cuanto a su presencia,
pero los porcentajes sí presentan una dinámica de alternancia en
el dominio de diferentes taxones. El taxón predominante en la
mayor parte de muestras (salvo en la más profunda) es Erica sp.,
llegando a alcanzar valores entre casi el 68 % y el 85 % de la
muestra B-6 a la B-3.
La muestra B-8, correspondiente a la base de la secuencia,
presenta una dominancia de Qirercils caducifolio en más de un 83
% del total. Para esta muestra no han podido ser analizados más
que 36 fragmentos de carbón, pero sólo se han determinado 4
taxones, la mayoría con una presencia muy puntual, de modo que
el alto porcentaje de Qzrerctrs resulta representativo. En cuanto a
la especie a la que pertenecen los fragmentos, hay que decir que
de nuevo se han identificado al menos dos tipos, uno con una fila
de grandes vasos al inicio del anillo (tipo Q. robirr) y otro con dos
o tres filas de vasos de menor tamaño (tipo Q. pyrettaica), que no
han sido cuantificados por sepanido, debido a las razones que
hemos argumentado anteriormente, pero en este caso sí hemos
observado una clara dominancia del primer tipo respecto al
segundo.
El perfil de Balouta se encuentra situado en la Serra dos
Anceres, entre las provincias dc Lugo y León, un complejo montañoso en el que se alcanzan cumbres de más de 1.900 m de altitud. Esta sierra junto a la del Caurel constituye una barrera montañosa que separa las zonas bañadas por la influencia oceánica de
las tierras continentales de la meseta. Por lo tanto, ecológicamente es muy probable que exista un predominio de las especies más
características del ámbito eurosiberiano, siendo las de influencia
mediterránea más escasas, aunque presentes.
En el resto de muestras desciende bruscamente el porcentaje
de Qirerctrs caducifolio y pasa a ser dominante Er.icn sp. En este
caso, también parece que existen argumentos anatómicos para
decir que están presentes diversas especies de este género, ya que
los fragmentos presentan una anchura bastante variable de los
radios. Se han identificado varios fragmentos con radios estrechos, de 213 células, otros con radios algo más anchos, entre 3 y
5 células, un tercer grupo de radios muy anchos, de hasta 718
células que podría corresponder al taxón que hemos identificado
en otros yacimientos como Erica cf. E. arboren, y multitud de
anchuras intermedias. La gran variedad existente en este depósito, así como la existencia de numerosas ramitas de pequeño calibre en las que los radios no reflejan la verdadera anchura que
alcanzan en el leño maduro, nos han hecho mantener la identificación únicamente en el rango de género. Sin embargo, pensamos
que debió existir una gran variedad de especies de brezo en la
vegetación del lugar. Este tipo de matorrales son muy &cuentes
en todas las fases de sustitución de las formaciones arbóreas de la
región Eurosiberiana, y suelen estar compuestos por numerosas
especies de brezos y leguminosas, llegando a establecerse en
algunos lugares como una formación muy estable, perfectamente
adaptada a su medio. En Balouta, el taxón Erica sp. también se
acompaña frecuentemente de Leguminosae, siendo éstas últimas
especialmente abundantes en las muestras B-7 y B-1, cn la que
alcanzan más de un 47 %.
En la muestra B-2, existe un alto porcentaje del taxón cf.
E r h sp. debido al mal estado del carbón y su pequeño tamaño
en esta muestra, por lo que era frecuente no poder observar algún
elemento anatómico importante para a f m a r con seguridad que
se trata de Ericn sp.
Existe un alto porcentaje de indeterminación en la mayor
parte de las muestras; más de un 80 % de estas Indeterminables
corresponden a nudos de la madera en los que no se pueden
observar los tres planos anatómicos. En la mayor parte de los
casos sólo se consigue obtener planos tangenciales, con los elementos en disposición concéntrica. Sin embargo, se ha observado en los vasos visibles la existencia de punteaduras pequeñas y
muy limerosas, tipo Ericaceae, y radios de características similares a éstas, por lo que es posible que al menos gran parte de
estos nudos pertenecieran a madera de esta familia. Los brezos en
general se caracterizan por presentar unos tallos leñosos muy
nudosos y un porte densamente ramificado. En Balouta, los porcentajes de nudos son mucho más elevados en las muestras en las
que domina el taxón Erica sp., siendo por ejemplo mucho más
modestos en las muestras dominadas por Qirerctrs sp. y
Leguminosae (B-8 y B-1, respectivamente). Estos porcentajes
vienen a apoyar nuestra hipótesis.
[page-n-131]
Fig. 4.3. Diagrama sntracológico del p e a de Balouta.
FASE ANTRACOL~GICA1
Dominio del robledal con
algiinas legiiminosas.
FASE ANTRACOLÓGICA2
Matorral dominado por Ericci.
FASE ANTRACOLÓGICA 3
Matomal "pseiido-clinihcico"
de Ericn y leguminosas.
Fig. 4.4. Hipótesis de reconstrucción de la evolución de la vegetación del entorno del perfil de Bslouta.
La dinámica de la vegetación que se observa en el perfil de
Balouta presenta al menos tres fases diferenciadas (figs. 4.3 y
4.4). En primer lugar existe una formación dominada por
Qtiercirs caducifolio, representada fundamentalmenteen la muestra B-8, en la que apenas se encuentran presentes otros taxones
(Fase Antracológica 1). Si bien es cierto que este taxón puede
estar algo sobrerrepresentadopor una mayor producción de volumen de madera quemada tras el incendio, así como por el menor
número de fragmentos de carbón analizados para este espectro,
nos parece indudablc su importancia en el medio, dado su elevado porcentaje. En este momento, el principal taxón arbustivo
acompañante es Leguminosa.
En una segunda fase (Fase Antracológica 2), que comprende
las muestras B-7 a B-3, se da un dominio de taxones arbustivos
entre los que destaca Erica sp. (y cf. E~icasp.). Los porcentajes
de Qzrerclis caducifolio han caído bruscamente de la muestra B-8
a la B-7, y no se recuperan en toda la secuencia, siendo incluso
inexistente este taxón en las muestras B-6, B-5, B-4 y B-l.
Si tenemos en cuenta que el primer episodio de fuego (repre-
sentado en la Fase Antracológica 1) afectó a una superficie cubierta por una formación dominada por Qirercirs cadiicifolio, en este
momento nos encontramos ante una formación de sustitución
compuesta probablemente por diferentes especies de brezos. La
recurrencia del fuego (aunque no podemos cuantificar los episodios de incendio que tuvieron lugar), impide la regeneración de la
vegetación arbórea a lo largo de toda la Fase Antracológica 2. Sólo
Leguminosa está también presente en esta fase, aunque en porcentajes mucho más bajos que E~ica.Ésta Última parece ser la
mejor adaptada al desarrollo tras la recurrencia de los fuegos.
Algunos estudios sobre fuegos actuales han demostrado que la
regeneración post-incendio culmina alcanzando la diversidad y
biomasa iniciales si no se produce otro episodio de incendio en un
corto periodo de tiempo (Reyna, 1988). En el caso de algunas
especies perfectamente adaptadas a la regeneración tras el fuego,
como es el caso de los pinos, se estima que son necesarios al.
menos unos 30 años entre incendios para que se logre una regeneración, ya que de otro modo, la población original no habría
alcanzado la madurez sexual y no tendría "stock" de piñas para su
[page-n-132]
reproducción (Abbas et alii, 1984; Barbero et alii, 198%: 53;
Reyna, 1988). Si la formación de origen es de robles, encinas o
alcornoques, sería necesario un mínimo de 200 años para recuperar su estructura (estos datos se pueden ver profundamente modificados en función de otros condicionantes tales como la tipología
del incendio, la climatología y edafología de la zona o la presión
antn5pica sobre el medio).
En el caso de Balouta, es evidente que en la segunda fase
estamos muy lejos de alcanzar la estructura original de la formación, y es muy diicil cuantificar el tiempo transcurrido entre
ellas, sobre todo porque no sabemos si existió algún nivel más de
incendio que no haya quedado registrado. Sin embargo, el hecho
de que a partir de la muestra B-7 no aparezca prácticamente ningún carbón de Que~nrs,nos lleva a pensar en una recurrencia
bastante próxima del fuego.
En una tercera fase (Fase Antracológica 3), Er-ica sp. reduce
ligeramente sus porcentajes y las leguminosas los aumentan progresivamente, equiparándose ambos taxones en la última muestra. El establecimiento de un matorral compuesto por brezos y
leguminosas, podría ser la respuesta al empobrecimiento paulatino del suelo, que impide por e! momento el desarrollo de la vegetación arbórea, siendo esta formación la que mejor se adapta a las
condiciones ambientales generadas tras el incendio; es lo que
algunos autores denominan una vegetación "pseudo-climácica"
(Rodríguez Guitián et alii, 1996a).
Sería muy interesante para verifícar la recurrencia de los fuegos en el perfil de Balouta que se realizaran dataciones sobre los
principales componentes de la flora reflejada en cada fase
(Qirerctrs caducifolio para la Fase 1, Erica para la Fase II y
Leguminosae para la Fase m).De este modo se cuantificaría el
tiempo transcurrido entre cada uno de los episodios de incendio,
y se podrían lanzar afirmaciones más firmes sobre cuestiones
como la regeneración de la cubierta vegetal.
Para comprobar que la secuencia de vegetación observada en
el carbón de Balouta es realmente un reflejo de las formaciones
locales preexistentes, es necesario valorar algunas ciiestiones
tafonómicas, es decir, si el carbón presenta evidencias de haber
sufrido procesos importantes de transporte. El tamaño del carbón
es variable, desde fragmentos de mayor tamaño (más de 5 mm),
hasta ramitas de muy pequeiio calibre. De éstas últimas existe un
porcentaje bastante notable, debido probablemente a la propia
naturaleza de las formaciones vegetales quemadas, ya que el
matorral de brezos y leguminosas es susceptible de dejar gran
cantidad de restos de este tipo.
Es curioso que en este depósito, a diferencia del anterior, no
se hayan documentadofragmentos de corteza sueltosjunto al carbón, y sólo se ha observado partes de ésta conservada en dos fragmentos de Erica sp., en las dos ocasiones situada en la madera
inicial del anillo. Puesto que tras un incendio es frecuente hallar
las diferentes partes vegetativas de las plantas a las que el fuego
ha afectado, no deja de ser sorprendente la total ausencia de corteza en cstc caso. Tal vez se deba a algún proceso de lavado
superficial del sedimento tras el incendio, que haya transportado
este tipo de restos, aunque si es así, éste proceso no debió ser muy
potente, ya que se han conservado en el depósito ramitas de muy
pequeño calibre, que también resultarían muy ligeras para el
transporte.
Por lo tanto, consideramos que el material acumulado en el
depósito de Balouta refleja la vegetación local preexistente al
incendio y que ésta ha sufrído una deposición más o menos inmediata en el sedimento.
~ 2 . 4 CONCLUSIONES.
.
LA VALIDEZ DEL ANALISIS
ANTRACOL~GICOEN DEPÓSITOS
NATURALES
Los incendios naturales son objeto de numerosos estudios, ya
que conocer su dinámica a lo largo de la historia supone una
mejor comprensión del paisaje actual, pues éste ha sido en parte
modelado por estos fuegos. Los incendios actuales sirven de referente para trazar las vías de interpretación de este registro carbonizado, que plantea toda una serie de cuestiones metodológicas,
tafonómicas y ecológicas. La experimentación ha permitido realizar una aproximación a la lectura de un registro de esta naturaleza: la frecuencia y entidad de los incendios, las condiciones de
transporte y sedimentación, los procesos postdeposicionales o la
composición y densidad de la cobertura vegetal preexistente, es
información que puede derivar de la aplicación de una buena
metodología de análisis. Con el estudio antracológico realizado
en los depósitos de Moughs, Fraxulfe y Balouta planteábamos el
objetivo de obtener una secuencia coherente, válida para ser integrada en las secuencias regionales de vegetación. Pero para ello
era necesario cuestionar algunos problemas tafonómicos que
ofrecía la propia naturaleza del depósito, y a partir de los cuales
hemos llegado a las siguientes conclusiones:
La presencia en menor o mayor cantidad de carbón a lo
largo de los perfiles denota la recurrencia de los fuegos
sobre la vegetación de la zona.
La concentración de carbón en los diferentes niveles de los
depósitos no es homogénea, hecho que puede estar en relación con la disponibilidad de biomasa en la formación que
ha sufndo el incendio. En los depósitos estudiados, el volumen del carbón parece representar en gran medida la biomasa inicial de la formación, ya que es mucho mayor en
los niveles donde se evidencian formaciones arbóreas bien
desarrolladas; por el contrario, las formaciones abiertas de
matorral dejan restos menos numerosos y compuestos en
gran parte por ramitas de pequeño calibre.
Tanto el tamaño grande de los carbones, como la cohercncia de la secuencia en general parecen indicar que el material de estos depósitos no ha sufndo ningún proceso importante de transporte, sino que la integración del carbón a!
sedimento ha sido más o menos inmediata. Esta hipótesis
se fundamenta sobre todo en la variabilidad del tamaño de
material o la presencia de diferentes partes vegetativas de
las plantas, ya que cualquier medio de transporte es selectivo en cuanto a estos parámetros.
Por lo tanto, el carbón de los depósitos estudiados refleja la
vegetación local preexistente a! incendio. Sin embargo, es
necesario tener en cuenta la posible sobrerrepresentación
de ciertos taxones arbóreos a la hora de interpretar el paisaje preexistente, como se ha mencionado amba.
En generd, se observa una notable pobreza taxonómica en
los depósitos. El Único que ha ofrecido una secuencia prolongada es el de Mougás. En él se aprecia un dominio inicial de Erica, y luego de Quercus, imagen que puede
encuadrarse en un momento de expansión de los segundos,
que se fecha hacia el 8500 BP en las secuencias regionales
(Ramil-Rego, 1992). Frexulfe se podria situar también en
esta fase de dominio del robledal, justo en los momentos
previos a su regresión generalizada a causa de las prácticas
agrícolas, imagen que queda bien plasmada en Balouta.
[page-n-133]
El polen, por su naturaleza, sufre
un transporte a mayor distancia que
el carbón; es por esto que suele
reflejar la cubierta vegetal de un área
mucho más amplia espacialmente y, a
meniido, una mayor diversidad
taxonómica.
El sedimento muestreado en los depósitos
naturales puede contener el carbón producto de
diversos incendios recurrentes, además del
polen procedente de las formaciones vegetales
de las áreas circundantes, que reflejará también
la vegetación que no ha sido afectada por el
fuego.
I
1
Fig. 4.5. Esquema sintetizado de la posible formación de un registro antracológico tras un incendio, comparada con el drea de alcance de la
diseminación polfnica.
La comparación de las secuencias antracológica con las
polínicas, que en el caso de Mougás se contaba con la referencia directa, pone de manitiesto ciertas diferencias en la
escala espacial y temporal existentes entre ambas (fig. 4.5).
El carbón refleja una vegetación mucho más local y detecta antes los cambios cualitativos y cuantitativos ocurridos
en las formaciones, debido probablemente a la deposición
espacialmente más inmediata del material. Del mismo
modo, los taxones representados pueden variar en ambos
registros en función del alcance del fuego, ya que el carbón
refleja un entorno mucho m8s inmediato, mientras que el
polen puede viajar a mayor distancia.
[page-n-134]
[page-n-135]
Capítulo V
DENDROLOGÍAAPLICADA AL ESTUDIO DE LOS
CARBONES ARQUEOLÓGICOS
V. l. DESARROLLO DE LA DISCIPLINA.
BASES, LÍMITES Y P E R S P E C ~ A S
La Dendrología se deíine como la identificación y determinación de los caracteres morfológicos y taxonómicos de las especies leñosas (Kaennel y Schweingruber, 1995: 72). Esta disciplina se integra en el marco de la Dendrocronología, cuya principal
materia de estudio es la datación de los árboles a partir de sus anillos de crecimiento (Kaennel y Schweingruber, 1995: 65).
Aunque éste constituye desde sus orígenes uno de los principales
intereses de la disciplina, en las últimas décadas se está explorando también la información ecológica, climática e histórica que
se registra en los anillos de crecimiento de las plantas. Desde sus
inicios, la Dendrología se orientó fundamentalmenteal estudio de
las maderas saturadas de agua procedentes de yacimientos
arqueológicos subacuáticos, donde el estado de conservación de
la madera era extraordinario y su estudio constituía un valiosisimo aporte al conocimiento de los usos y técnicas de trabajo de la
misma por parte de los grupos humanos (Petréqulli, 1989;
Dietrich, 1992). Posteriormente, esta disciplina ha experimentado un importante desarrollo metodológico paralelo al enorme
interés que suscitó la datación dendrocronológica
(Schweingruber, 1978; Lambert et alii, 1992: 43).
La Dendrología se aplica frecuentemente al estudio de
maderas conservadas de época histórica (Marguerie, 1991a,
1992b; Schweingmber, 1996; Bernard, 1993, 2000; Bernard y
Le Digol, 2001; Hunot y Marguerie, 1992; Gaudin, 1999; Hunot,
1992,2000; Lucas, 2000-2001; Guitton et nlii, 2002). Apartir de
la década de los 90 se han multiplicado los análisis dendrológicos orientados al estudio de material carbonizado procedente de
yacimientos arqueológicos y depósitos naturales. La
Dendrología se aplica también, aunque menos frecuentemente
por el momento, al estudio de madera o carbón prehistóricos
(Bemard, 1998; Marguerie, 1991a y b, 1992a, 1995a y b, 1998;
Marguerie y Marcoux, 2000, 2001), con un doble objetivo: la
obtención de una información de tipo etnográfico sobre la tala,
uso y trabajo de la madera por los grupos humanos, y ecológico,
con la reconstrucción de las condiciones ambientales y forestales en las que se desamoliaron los individuos estudiados. Es a
partir de la realización de numerosos estudios dendrológicos
sobre una misma región, cuando se obtiene además una serie
dendrocronológica, en la que se hacen patentes los principales
eventos climáticos ocurridos en ella y que permite a su vez la
correlación y datación de nuevas series dendrológicas
(Marguerie, 1991a y b; 1992a).
Los avances de esta disciplina se siguen complementando a
su vez con estudios sobre poblaciones vegetales actuales que
suponen una renovación metodológica e interpretativa constantes
(Renaudin, 1996). De este modo, la experimentación y observación sobre el terreno de las actividades humanas que afectan al
medio vegetal y las huelias que éstas dejan sobre la madera de los
árboles, coilstituyen una valiosa fuente de información e interesantes perspectivas de interpretación sobre el material arqueológico.
La base del estudio dendrológico de la madera o carbón es la
observación de los anillos de crecimiento de las especies vegetales. Cada uno de ellos corresponde a un año de crecimiento de la
planta. Éste se divide en varias partes: una zona denominada
"madera inicial" o "leño temprano", con células de mayor tamaño y un anillo de grandes vasos en las especies caducifolias,
correspondiente al periodo anual de mayor crecimiento vegetativoy por tanto, de mayor circulación de savia; y la "madera final"
o "leño tardío", correspondiente al periodo anual desfavorable
para el crecimiento, que se manifiesta en células estrechas y
vasos de pequeño tamaíio. El paso de una a la otra puede ser mhs
o menos brusco, haciéndose visible una zona denominada "madera de transición" (fig. 5.1). Existe una relación entre la anchura de
los anillos y el crecimiento anual real de la planta.
El análisis dendrológico se basa en la idea de que las características fisiológicas de un árbol y su ritmo más o menos regular
de crecimiento, pueden verse alterados por la acción de agentes
tanto internos como externos (Munaut, 1988), es decir, que además de los factores biológicos intrínsecos al propio individuo,
éste se encuentra bajo la influencia de otros agentes tales como el
clima, el grado de desarrollo forestal de la formación en la que se
[page-n-136]
este ramaje almacenado a los animales. El resultado es un paisaje de árboles podados en forma de horquilla, que en la región
reciben el nombre turco de "qatal", con visibles cicatrices en su
anatomía.
En ambos casos, la observación de los anillos en el corte
transversal de la madera de los individuos afectados por estas
prácticas pone de manifiesto una tendencia de crecimiento cíclica, con una serie de anillos muy estrechos correspondientes a los
primeros años tras la poda, que luego comienzan a ensanchar
paulatinamente hasta llegar a la anchura original. Del mismo
modo, se observa en los anillos de los años afectados una mayor
proporción de madera inicial respecto a la final, casi inexistente
y por lo tanto, un mayor índice de porosidad (Renaudin, 1996;
Ntinou, com. pers.).
Una de las especies más utilizadas para la realización de estudios dendrocronológicos es Quet.c~rscaducifolio, ya que ofrece
varias ventajas al respecto:
Fig. 5.1. Partes del anillo de crecimiento en un Qrrercus
caducifotio (A) y un Pinus hnlepensis (B):
madera Inicial (1), madera final (3) y madera de transición (2).
encuentra, la acción de bacterias e insectos xilófagos o la actividad antrópica (Marguerie, 1991,1992a).
La acción antrópica sobre las plantas puede producirse a dos
niveles: por un lado, sobre el medio vegetal en general, como es
el caso de la explotación continuada de las formaciones vegetales
para la obtención de leña para el fuego o la deforestación masiva
para la puesta en práctica de la actividad ag'cola; en este caso, el
crecimiento de los árboles se ve modificado segim el nivel de
desarrollo general de la formación en la que se encuentran. Por
otro lado, existen prácticas que afectan a algunos individuos en
particular, tales como la poda para la obtención de ramaje para el
ganado o la elaboración de cercados (Renaudin, 1996; Ntinou,
2000; Rasmusen, 1990). El sistema de cercado de campos denominado "bocage" existente en la Bretaña fkancesa constituye un
buen ejemplo de gestión humana del bosque. Los árboles se
podan periódicamente (cada 6 a 10 años) para la utilización de
sus ramas como combustible para los hogares domésticos y de
sus hojas como forraje para el ganado. Este tipo de tratamiento
deja unas marcas visibles en la morfología externa del árbol,
entre las que destaca el desarrollo de troncos regulares y rectos,
pues la poda de las ramas bajas laterales del individuo favorece
su crecimiento en altura. Del mismo modo, esta práctica se hace
visible en la anatomía de la madera, ya que produce nnomalias en
los anillos de crecimiento del árbol correspondientes a los años
siguientes a la poda (Renaudin, 1996).
Estudios etnoarqueológicos recientes realizados en la región
de Tracia, entre Grecia y Bulgaria, muestran una gestión similar
de los árboles del bosque que rodea el hábitat (Ntinou, 2000;
Badal, 2002). En este caso, el objetivo es el aprovisionamiento
continuo de alimento para el ganado, de manera que se podan sistemáticamente las ramas jóvenes de los robles a lo largo del trayecto diario del ganado. Estas ramas se almacenan sobre el propio árbol, de manera que los dias de nieve se puede dar parte de
Aparecen frecuentemente y de fonna abundante en la
mayor parte de yacimientos arqueológicos franceses
(donde se ha venido desarrollando más ampliamente esta
disciplina); han sido muy utilizados para la construcción,
tanto en época prehistórica como histórica; y son abundantes en el paisaje actual, por lo que ofrecen una buena fuente de referencia en cuanto a sus parámetros de crecimiento.
Son especies sensibles a los estímulos bióticos y abióticos
externos, por lo que quedan fkcilmente registrados en su
ritmo de crecimiento.
Son especies caducifolias, por lo que presentan un límite
del anillo fácilmente visible aún a bajos aumentos, gracias
a la presencia de un anillo de grandes vasos al comienzo de
éste. Esto permite una sencilla medición de los anillos con
respecto a otras especies en las que éstos no son visibles a
través de la lupa.
La mayor parte de estudios dendrológicos se han aplicado
hasta la actualidad en zonas atlánticas, de manera que existen largas series comparativas para este ámbito. En el Mediterráneo,
existen importantes limitaciones para la aplicación de este tipo de
estudio. Una de las más importantes es la falta de conservación
de la madera en condiciones ambientales normales, a menos que
ésta se conserve en climas de aridez o humedad extremas o en
algún medio anaeróbico. La mayor variedad de especies vegetales utilizadas constituye también un problema para la correlación
de los datos dendrológicos. F. Guibal(1992, 1996) ha realizado
análisis dendrológicos a partir de material procedente de yacimientos arqueológicos en la h j a mediterránea h c e s a . Los
resultados obtenidos no han permitido la realización de una serie
dendrocronológica prolongada desde la actualidad, de manera
que los datos arqueológicos permanecen aislados. Por el contrario, son numerosos los barcos hundidos a lo largo de la costa
mediterránea, cuya madera conservada constituye una valiosa
fuente para la correlación de los datos dendrológicos. En la actualidad, se está manejando este material, junto a madera actual y
reexcavación de algunos yacimientos, para la realización de las
series.
En el yacimiento neolítico de La Marmotta, sumergido en las
aguas del Lago di Bracciano (Angdlara Sabazia, Roma, Italia),
N. Martinelli ha realizado un análisis dendrológico sobre 17 postes de Qtrercus tp. robtlr, con lo que se ha obtenido una curva
media de 140 años. El resto de material ha o h i d o series den-
[page-n-137]
drocronológicas tan breves que ha resultado imposible correlacionarlas entre ellas. No se ha obtenido una datación absoluta de
las series, pero constituyen una base de datos incipiente para
futuros análisis en la región (Fugazzola Delpino et alii, 1993).
Para el norte de Italia destaca el estudio llevado a cabo por P.
Nola (1996) sobre poblaciones de robles del valle del Po y la vertiente norte de los Apeninos. La originalidad de este análisis reside en la medición por separado de la madera inicial y final de
cada anillo, con la argumentación de que la segunda es mucho
más sensible a cualquier estimulo externo, climático o antrópico,
mientras que la madera inicial permanece mAs inalterable. Las
limitaciones de interpretación consisten en la falta de series elaboradas con este método para referenciar las curvas obtenidas. La
autora considera útiles estas mediciones para obtener una información complementaria sobre alteraciones de baja intensidad,
además de obtener curvas climáticas por meses, aunque se compruebe que la medición del anillo completo resulta suficientemente representativa.
En la península ibérica destaca el estudio dendrocronológico
del yacimiento lacustre de La Draga (Banyoles, Girona), donde
se han recuperado numerosos elementos en madera. La gran cantidad de material (al menos 348 estacas y pilares clavados, además de innumerable madera de construccióntumbada en el suelo)
ha permitido elaborar una tipologia de los elementos, ya que la
mayor parte presentaban evidencias de trabajo previo (biseles
simples y dobles, corte directo de troncos, tablas, planchas, etc.)
(Bosch et alii, 2000). Se han realizado mediciones dendrocronológicas sobre 233 troncos de roble. La conservación de su diámetro íntegro, que frecuentemente incluía la médula, la corteza e
incluso el cambium, ha permitido determinar la conteinporaneidad de la tala de algunos conjuntos y su adscripción a un medio
forestal uniforme.
En suma, son numerosas las especies sobre las que se ha realizado un análisis dendrológico en el Mediterráneo: Qtrercirs
canariensis y Pi~rtcspinaster(Aloui y Serre-Bachet, 1987), Pi~rlrs
pinea (Cherubini, 1993), Laris decidira (Bebber, 1990), Castanea
sativa (Génova y Gracia, 1984), Cedrus atlalrtica (Guibal, 1985;
Hill, 1984), Pinfcs sj~lvest?+is
(Gutiérrez, 1989; Tessier, 1987),
Pistacia le~rtisclrs(Liphschitz et alii, 1985), etc. Pero en general,
se detectan las mismas limitaciones en la mayor parte de los estudios:
La escasa presencia de madera en los yacimientos y la mala
conservación de los restos.
El insuficiente número de individuos en algunos yacimientos o la procedencia diversa de las maderas.
La diversidad de especies utilizadas que impiden a menudo
la comparación de series.
El solapamiento insuficiente entre algunas de las series
obtenidas, que provocan vacíos de información e impiden
una secuencia regresiva desde la actualidad.
A pesar de estas limitaciones, la observación dendrológica en
los carbones procedentes de yacimientos arqueológicos o depósitos naturales, hace de este análisis una importante fuente de información que complementa los datos paleoecológicos y etnográficos obtenidos a partir del análisis antracológico tradicional.
El análisis dendrológico de un fragmento de madera o carbón
no consiste Únicamente en la determinación de la especie vegetal
a la que pertenece, que se realiza a través del microscopio óptico
de reflexión, a grandes aumentos (entre 100 y 500); la observación del plano transversal leñoso a bajos aumentos (entre 8 y 32)
en la lupa binocular permite la determinación de una serie de criterios entre los que destacan (Marguerie, 1992a):
1. La anchura niedia de los anillos de crecimiento: como
hemos mencionado, este criterio es un reflejo directo del
crecimiento del individuo, que puede verse afectado por
múltiples factores bióticos y abióticos. La competencia
inter- e intraespecífíca dentro de una formación vegetal
influye en gran medida en el crecimiento individual. Así,en
el seno de una formación densa, donde la competencia por
el acceso a los recursos (luz, suelo, agua, etc.) es alta, el crecimiento será más limitado y generará anillos de crecimiento estrechos. En estos casos, el crecimiento en altura primará sobre el crecimiento en grosor, ya que los árboles intentarán acceder a la luz por encima del resto de las copas. Por
el contrario, dentro de una formación abierta donde esta
competencia se reduce, los individuos ven aumentada su
capacidad de crecimiento en grosor, lo que dará lugar a anillos más anchos. Los factores humanos (explotación intensiva de las formaciones vegetales, tala sistemática de ramas,
descortezado del árbol, etc.) también son fundamentalesen
el ritmo de crecimiento del individuo.
2. La crrrvatlrra de los anillos de crecimiento: los anillos de
crecimiento tienen un porte más curvado cuanto más cercanos a la médula se encuentran. Por lo tanto, este criterio
es útil para conocer la procedencia del material analizado
dentro de la madera de origen, es decir, si procede de la
parte central o exterior del tronco y, en caso de que se conserve el diámetro completo, si se trata de un tronco de gran
calibre o una rama. Se considera que la curvatura de un
anillo es fuerte cuando se hace visible a 25 aumcntos cn la
lupa; si no, es intermedia o débil. A partir de fragmentos de
madera actual se ha verificado que la curvatura de los anillos se hace patente a estos aumentos en fragmentos con
diámetro inferior a 5 cm (Hunot, 2000: 12).
3. La presencia de ntédlrla y/o corteza: la conservación del
radio completo del tronco o rama, desde la médula a la corteza ambas incluidas,. .
vermite conocer inmediatamente su
diámetro original y la edad de la madera, mediante el
recuento de los anillos de crecimiento. La conservación de
la corteza es también importante para conocer la estación
de tala del árbol, según su posición en el anillo. El anillo
más externo del tronco, que está en contacto con la corteza, es el último que ha formado la planta antes de ser cortada. Observando en qué fase de crecimiento se encuentra
(en el leño temprano o tardío), se puede conocer la estación
de tala.
4. La presencia de tilides: el xilema está dividido en albura y
duramen. La primera es activa y está compuesta por células que almacenan y trasladan substancias alimenticias,
mientras que el segundo está compuesto por células muertas completamente inactivas. Muchas de las diferencias
entre ambos son de tipo químico. Durante el proceso de
duraminización,es decir, de transformación de la albura en
[page-n-138]
duramen, el leño va perdiendo el agua y las substancias alimenticias almacenadas; en su lugar, se infiltran diferentes
aceites, gomas, resinas, taninos y otras substancias, que
impregnan las membranas y penetran en el interior de las
células. Estos cambios afectan a la resistencia del leño,
siendo el duramen más duradero y resistente al ataque de
los microorganismos que la albura (Esau, 1985: 275). El
resultado observable de este proceso es el color característico del duramen y la formación de tílides en las células traqueales (Chattaway, 1949). La visibilidad del duramen
depende en gran medida de factores propios de cada especie, ya que no en todas ellas las tílides son siempre observables, ni la albura tiene la misma longevidad, sino que se
transforma muy rápidamente en duramen. Bste resulta un
buen criterio en los robles, pero no en otras especies, caso
de las coníferas. En la madera conservada sin carbonizar se
puede observar el color característico del duramen; en el
carbón, este criterio desaparece y la identificación del
duramen se ciñe únicamente a la presencia de tílides.
5. La presencia de nladera de reacción: ésta se evidencia en
una deformación visible del tejido celular, con frecuente
aspecto redondeado y más corto de lo normal de fibras y
traqueidas, así como en marcados espacios interceliilares;
también se asocian a ella los anillos excéntricos (Kaennel
y Schweingruber, 1995). En cuanto a las causas que la
generan, parece ser resultado del peso ejercido en una planta por los elementos no perpendiculares al suelo, tales
como ramas, troncos inclinados o encorvados, etc. La
experimentación ha demostrado una correlación directa
entre la proporción de este tipo de fibras y la inclinación
del árbol (Esau, 1985: 275).
6. Lapresencia de grietas radiales de contracción: estas fracturas se detectan frecuentemente en la observación del
plano transversal de la madera. Las causas que las generan
se encuentran actualmente en proceso de análisis, aunque
parece evidente que se producen durante la combustión.
Algunos autores atribuyen su formación al estado verde de
la madera que, al quemarse, libera de forma rápida el agua
que aún contiene y da lugar a una brusca contracción de los
tejidos, produciendo en ellos numerosas roturas
(Marguerie, 1992 a y b; Théry-Parisot, 1998,2001; ScheelYbert, 1998).
7. Evidertcias de i~itrifcación11 otro tipo de ulteración de la
madera: ya se ha descrito anteriormente este tipo de fenómenos (capítulo m).Realmente, dado el estado actual de la
cuestión con respecto a las causas que los determinan, la
información que ofrece su presencia es aún limitada. En
síntesis, la evidencia de vitrificación puede hacer referencia a las condiciones especificas de la quema, entre las que
destacan como más barajadas la combustión lenta, anaeróbica, con madera verde, siendo difícil determinar la importancia de cada una de ellas.
8. La presencia de galeifas de silófagos o evidencias de la
acción de hongos: también se ha hecho referencia a ellos
anteriormente (capítulo m).La discusión más interesante
al respecto radica en la posibilidad de conocer el estado de
la leña recolectada por los humanos, es decir, si se aprovechaba la leña muerta del bosque. Sin embargo, la experimentación no ha logrado demostrar esta relación, ya que la
contaminación de la madera por parte de hongos y10 insectos xilófagos se puede producir en diversas etapas de la
vida del árbol, o incluso durante el periodo de almacenamiento de la leña recolectada (Théry-Parisot, 1998).
9. Evidencias del trabajo de la niadera: la madera ha sido trabajada por los humanos desde época prehistórica, utilizando para ello diversos útiles, entre los que son más frecuentes los líticos y metálicos. El perfecto estado de conservación de la madera en algunos yacimientos lacustres
(Petréquin, 1989, 1997; Petréquin y Petréquin, 1989;
Bosch et alii, 1996, 1999) ha permitido observar directamente las marcas producidas por actividades de abatimiento de troncos, preparación o acabado de las piezas de
madera. Es posible que la madera se utilice para actividades constructivas sin ningún tipo de preparación, pero también se han documentado numerosas actividades de manipulación de ésta, desde el descortezado, hasta el pulido de
las superficies para conseguir una forma predeterminada.
Estas actividades quedan evidenciadas a partir de la observación de la superticie de la madera o el carbón a través de
la lupa o el microscopio, en forma de trazas que indican la
dirección del trabajo. De esta forma, se identifican actividades de pulido, serrado, tala, etc., además de aproximarnos a los útiles empleados para ello.
Todos estos criterios son observables a través de la lupa binocular, a bajos aumentos. La medición de la anchura de los anillos
de crecimiento se realiza sobre un banco de medidas dendrocronológicas, que permite realizar un desplazamiento sobre la superficie de la madera o carbón con precisión de 0,01 mm. De esta
manera, una vez seleccionado uno de los radios a seguir para realizar el recuento, se va desplazando el banco y se envía una señal
informática al inicio de cada anillo. En la base de datos queda
registrado el número de anillos y la anchura de cada uno de ellos.
El programa utilizado para la captura de datos desde el banco
de medidas y su tratamiento gritfico y estadístico se denomina
TSAP (Time Series Analysis and Presentation). La base de datos
que se genera con la toma de medidas incliiye la longiiud total del
radio medido, el número total de anillos, la medición dctallada de
cada uno de ellos, el ritmo regular o particular del crecimiento,
además de otros datos complementarios, tales como la existencia
de deformaciones por la combustión, hongos o insectos, tílides,
corteza y10 médula, madera de reacción, peso de la muestra, etc.
De esta manera se logra una búsqueda rápida de las muestras a
partir de cualquiera de estos criterios.
Sobre el banco dendrológico, se realizan medidas sobre el
mayor número posible de porciones de la muestra, hasta obtener
el máximo número de anillos. De esta forma, se obtiene una
curva media de todos los valores medidos. Para que los resultados sean totalmente fiables se deben medir preferentemente partes de la muestra que corresponden a madera madura del árbol, es
decir, con poca curvatura de los anillos, y si es posible, con un
ritmo regular de crecimiento. En las curvas se suelen observar
"picos" o "caídas" del crecimiento, que pueden ser identificadas
cn otros individuos deserrollados en un mismo entorno. La base
de datos creada permite la elaboración de tests estadísticos para
confrontar series similares y la creación de familias o "dendrogrupos". Las curvas obtenidas mediante este sistema pueden ser
confrontadas con series dendrocronológicas regionales preexistentes, de manera que es posible darles una asignación cronológica exacta.
Los valores medios de la anchura de los anillos pueden ser
calculados también mediante el recuento de los anillos en la lupa,
y la medición del radio con un pie de rey electrónico de precisión
[page-n-139]
(0,Ol mm). De esta forma, no se obtiene información sobre cada
uno de los anillos, pero la anchura media fmal se obtiene igualmente con una gran precisión. Se ha efectuado un estudio comparativo entre los resultados de las medias de los anillos en el
banco dendrológico y con el pie de rey a partir de carbón procedente del yacimiento galo-romano de Mones (Sarthe), en el que
se han realizado las medidas sobre más de 150 fragmentos de carbón de Qt~erc~rs
y más de 834 anillos. Los resultados obtenidos
en ambos casos son tan similares (1,65 y 1,64 mm de anchura
media respectivamente) que no permiten privilegiar ninguno de
los dos sistemas de medidas (Marguerie y Hunot, com. pers.).
La representación gráfica de estos valores se realiza mediante
histogramas de clases de anchuras de los anillos. Su lectura permite apreciar la homogeneidad o heterogeneidad de los medios de
aprovisionamiento de madera. Estos valores ofrecen una mayor
información si pueden ser contrastados con series regionales preexistente~,o con valores medios de crecimiento actual de los árboles, ya que de esta forma se puede designar si el crecimiento es alto
o bajo con respecto a los valores regionales.
En este trabajo, hemos .realizado un estudio dendrológico de
tres yacimientos, dos de ellos de época romana loca'zados en el
noroeste peninsular, y un tercero de periodo campaniforme del
Alto valle del Ebro. La metodología empleada incluye diversos
sistemas de anáiisis: se han realizado mediciones sobre el banco
de algunas de las muestras que conservaban fragmentos de carbón de mayor tamaño. Al tiempo, todo el material ha sido medido con el pie de rey para el cálculo de las anchuras medias. En
cada uno de los casos, ha sido necesario adaptar la metodología
empleada a las caracteristicas específicas del material a analizar,
como se describe a continuación.
v. 3. ANALTSISANTRACOL~GICOY
López González, 2000). La larga serie de dataciones radiométricas obtenida a partir de restos de madera de los silos o los niveles asociados a éstos, muestra la prolongada secuencia de ocupación del poblado (cuadro 5.1).
Las estructuras de almacenamiento se concentran en la zona
amurallada, aunque también se han documentado algunas fuera
de este recinto. Se han hallado algunos lugares de hábitat en la
parte exterior de la muralla, entre los que se han documentado
restos de cabañas, pavimentos, hogares, canalizaciones de agua,
zonas de molienda, etc. La distribución de las estructuras aprovecha el sistema de aterrazamiento descrito anteriormente, pero
también el afloramiento de rocas graniticas, como es el caso de
niveles de ocupación localizados entre varios de estos afloramientos o incluso de trabajos de rebaje de la propia roca para la
elaboración de canalizaciones, piletas, fondos de cabaña, depósitos, hoyos de poste, etc. Este tipo de trabajo de la roca se ha asociado en varios de los cortes excavados a la canalización y almacenamiento de agua; en el Corte 9 se ha documentado incluso un
pequeño muro de contención que delimita claramente una zona
de piletas inmediata al lugar de hábitat.
La presencia de al menos dos momentos de ocupación se
hace patente por ejemplo en el Corte 27, donde se ha datado uno
de los muros en 367-198 BC, asociados a otras estructuras, aunque la mayor parte de ellas resultan inidentificables dado su estado de desmantelamiento. Sólo una de ellas ha sido identificada
como un silo. En este mismo sector se documentó una nueva zona
de almacenamiento con numerosos depósitos de cereal. Resulta
especialmente interesante el hallazgo de unas estructuras de
entramado vegetal a modo de cestos y un pequeño cuenco de
madera. Bajo estos restos se documenta la presencia de una ocupación anterior, datada en 515-384 BC.
En el Corte 29 destaca la presencia de material asociado a una
ocupación tardía, probablemente tardorromana, que se confirma
DENDROL~GICODEL YACIMIENTO
DE O CASTELO
V.3.1. PRESENTACI~NDEL YACIh'IIENTO Y
DESCRIPCI~NDE LAS ESTRUCTURAS
El yacimiento de O Castelo (As Laias, Ourense) ocupa unas
10 hectáreas. La pendiente sobre la que se asienta el poblado presenta un fuerte desnivel y frecuentes afloramientos de rocas graníticas, hechos que han condicionado en gran medida la estructura de las construcciones sobre un sistema de numerosos aterrazamientos de pequeña envergadura.
Los Últimos trabajos llevados a cabo en el yacimiento, en
1997, se han centrado fimdamentalmente en la parte más alta del
mismo, que conforma un pequeño recinto amuraliado con un
único acceso (Aívarez González y López González, informe
inédito). Los espacios aterrazados constituyen zonas de paso en
el interior del recinto, y en ellas también se distribuyen diferentes estructuras de almacenamiento, tipo silos u otras estructuras
circulares de mayor tamaño y con suelos muy cuidados, que
resultan más difíciles de clasificar.
Se han excavado diversos cortes, que presentaban en su
mayor parte muy poca potencia, pero en aquéllos en los que ésta
era mayor, se documentó la existencia de una estratigrafia con
varios niveles de ocupación evidenciados en la presencia de silos
superpuestos, o de estructuras de hábitat realizadas en madera y
adobes por debajo del nivel de la muralla (Aivarez González y
Cuadro 5.1. Dataciones radiom~tricasdel yacimiento de O Castelo.
[page-n-140]
con la datación de dos silos, de 59-94 AD y 79-218 AD, respectivamente. Esto denota una cierta continuidad de la funcionalidad
del lugar, relacionada con actividades de almacenamiento y procesado del cereal. Apoya también esta hipótesis la gran cantidad
de vasijas cerámicas halladas en la zona de entrada al recinto
amurallado, que han sido interpretadas por los arqueólogos como
unidades de medida de grano (A~varez González y López
González, 2000).
Una de las estructuras mis generalizadas en el poblado son
los silos de planta rectangular (1 x 1,5 m de media), con paredes
internas recubiertas con un entramado vegetal y consolidadas con
una capa más o menos gruesa de arcilla, que probablemente
actuara a su vez como aislante. El fondo aparece con una nueva
capa de arcilla y tablas de madera sobre las que reposa directamente el grano, aislado de la tierra del fondo. En algunos de ellos
se ha documentado una estructura de cierre del silo también a
base de tablas de madera (Álvarez Gonzhlez y López González,
2000: 526-527). En las terrazas inferiores (fuera del recinto amu-
rallado) apareció una nueva agrupación de silos cuadrangulares
recubiertos de barro y restos vegetales, que conservaban tablas de
madera en el fondo y abundante grano carbonizados durante el
incendio. La datación de uno de los silos ha dado una fecha de
367-198 BC.
Un tesorillo de monedas de plata y bronce de la época del
emperador Galiano, hallado en un nivel asociado al derrumbe de la
muralla, fecha la última ocupación del yacimiento. Su destrucción
a causa de un incendio ha permitido la conservación de todas estas
estructuras realizadas en materiales perecederos, así como la documentación de gran parte del contenido de cereal de los silos.
El derrumbe de las estructuras de madera ha dificultado frecuentemente la individualización de cada uno de los elementos.
Por ejemplo, en el caso de los silos, el derrumbe provoca la presencia de abundante material carbonizado en el interior, pero es
dificil saber si éste procede de la madera del fondo o de la cubierta. S610 la morfología de los fragmentos de madera puede ofrecer
algunos indicios sobre la procedencia del material, como es el
Cuadro 5.2. Descripción de las muestras de carbón procedentes del yacimiento de O Castelo.
[page-n-141]
caso de las ramitas de pequeño calibre que probablemente formaran parte del entramado de las paredes, o los fragmentos de
madera trabajados en escuadra que pertenecerían a las tablas del
fondo o del cierre. Por lo tanto, es muy importante en este caso
complementar el análisis antracológico tradicional con un detallado estudio dendrológico de la madera recuperada en el yacimiento, para obtener este tipo de información que podría pasar
desapercibida de otro modo.
Se ha analizado material de diversos cortes del yacimiento y
todos ellos han proporcionado grandes cantidades de restos carbonizados (cuadro 5.2).
El yacimiento de O Castelo ha ofrecido una gran riqueza en
carbón, básicamente de dos tipos: fragmentos de gran calibre,
procedentes probablemente de la destrucción de elementos de
madera de gran tamaño (a juzgar por el alto índice de fractura
secundaria observado) y ramitas de pequeño calibre. A pesar de
la abundancia de material y del gran número de muestras analizadas, la lista taxonómica ha resultado relativamente pobre; han
sido identif~cadoslos siguientes taxones: Arblrgrs tniedo, Erica
sp., Fraxinlrs cf. E exceisior, Leguminosa, Qtierctts caducifolio,
Quercus suber y Salix sp. Se han documentado numerosos fragmentas de corcho entre el material carbonizado; sin embargo, no
se ha identificado el taxón Qtrercus szrber más que en los casos en
que la corteza aparecía en posición anatómica en la madera. La
identificación resulta dificil en base únicamente a su estructura
anatómica.
Esta reducida lista floral es coherente con el hecho de que el
carbón del yacimiento de O Castelo proceda en su mayor parte de
elementos constructivos, ya que en este caso se da frecuentemente una selección de las especies vegetales según las características
físicas y mecánicas de la madera. Esta posee una dureza, resistencia, flexibilidad, etc. variables segíui la especie de la que se trate,
características que son seleccionadas según su adecuación a la
función que ha de desempeñar. En general, los resultados obtenidos a partir de la madera de construcción no son adecuados para
realizar inferencias de orden ecológico ya que, debido a esta selección previa, la imagen resultante sería muy parcial. En el caso de
O Castelo, se han utilizado únicamente 7 taxones. A partir de su
presencia en el material carbonizado podemos conocer la existencia más o menos cercana de éstos al yacimiento, pero no podemos
conocer la estructura real de las formaciones vegetales.
En la flora de O Castelo tenemos representados diversos
estratos de la vegetación, arbóreo y arbustivo, con taxones que
ofrecen además soportes de muy diferente calibre. Por ejemplo,
los robles desarrollan troncos de varios metros de altura y gran
diámetro, por lo que son frecuentes para la elaboración de los elementos constructivos de gran tamaño (vigas, postes, elementos de
cubierta, etc.). Los brezos y leguminosas ofrecen ramitas de
pequeño calibre, muy apropiadas para el relleno dc estructuras
(muros, techumbre, etc.).
El taxón mejor representado en el yacimiento es Qirerczrs
caducifolio, aunque con toda seguridad, esta sobremepresentación se debe a su selección por las mencionadas ventajas que presenta para su uso en la construcción. Efectivamente, todos los
fragmentos de gran tamaño (con excepción de dos de ellos, pertenecientes a Fraxinus cf. R excelsior), son de Q~reirirscaducifolio. En las ramitas de pequeño calibre está representada la totalidad de los taxones identificados.
Aunque no podemos cuantificar la importancia real de cada
uno de ellos en el medio, éstos están en coherencia con las formaciones vegetales características de la región, por lo que podemos suponer que pudieron abastecerse de ellos en un entorno más
o menos inmediato. La formación incluiría la presencia de
Que~rtíscaducifolio y10 Qirercusszrber y Arbutus zrnedo, con brezos y leguminosas como elementos arbustivos. No podemos
conocer la proporción de la vegetación arbórea con respecto a la
arbustiva, aunque los estudios paleobotánicos muestran que en
estos momentos debía existir un alto índice de deforestación,
sobre todo en zonas llanas, aptas para la agricultura, como en el
caso de O Castelo, próximo al valle del Miño (Ramil-Rego, 1992,
1993a; Muñoz Sobrino, 1995,2001; Gómez-Orellana, 2002). Las
formaciones arbustivas de brezos y leguminosas son muy características de las fases de degradación de la vegetación arbórea en
los medios ácidos del noroeste peninsular, constituyendo una de
las series mejor adaptadas a la actividad antrópica continuada
(Rodríguez Guitián et alii, 1996a).
La presencia del madroño es característica de toda la franja
de contacto de la región Eurosiberiana con territorios mediterráneos o submediterráneos, de manera que es frecuente su presencia en otras zonas interiores del noroeste peninsular (Carrión
Marco, 2000a y b). Del mismo modo, el alcornoque también
alcanza estas tierras submediterráneas a través de los valles fluviales más meridionales. También están presentes algunos taxones de ribera, como el fi-esno y el sauce, lo que resulta coherente
con la proximidad del valle del Migo y sus tributarios.
V.33. RESULTADOS DEL ANALISIS DENDROL~GICO
Además de la identificación del carbón del yacimiento de O
Castelo, se ha realizado el análisis dendrológico de este material,
con el fin de obtener una información complementaria en cuanto
al entorno vegetal y el uso de la madera por los grupos humanos.
Con estos objetivos se ha realizado un recuento de los anillos y
mediciones con el pie de rey del radio mhximo conservado de
gran parte del material.
T(3.3.1. Troncos de gran calibre
Este material es producto probablemente de la destrucción de
elementos constructivos de gran tamaño, tipo postes y/o vigas, y
parece proceder en su mayor parte de troncos de individuos adultos, pues son abundantes los fragmentos que presentan anillos de
crecimiento con curvatura débil. Los taxones empleados para la
elaboración de estos elementos de gran tamaño se reducen casi
exclusivamente a Quercus caducifolio, con excepción de dos
fragmentos de Fraxinics cf. E excelsior, de manera que la selección de especies es muy marcada. El hecho de que el taxón dominante sea Quercirs caducifolio ha facilitado enormemente el
recuento de los anillos a través de la lupa.
Se ha seleccionado un total de 46 fragmentos que presentaban curviitura débil y un ritmo de crecimiento regular en todos
sus anillos para calcular sus anchuras medias con el pie de rey.
Algunas de las mediciones se han realizado sobre diferentes
radios del mismo fragmento, para obtener el máximo número
posible de anillos. La figura 5.2 muestra la distribución de los
individuos analizados en las diferentes clases establecidas para la
anchura media. Podemos observar que gran cantidad de los fragmentas analizados se distribuyen en las clases entre 1 y 2,5 mm
de anchura media. Sin embargo, la distribución es mucho más
amplia, cubriendo de 0,5 a 4,5 mm la gran mayoría de los frag-
[page-n-142]
0-0.25
0.25-0.5 0.5-0.75
0,75-1
I-1.25
1.25-1.5 1.5-1.75
1.75-2
2-2.25 2.25-2.5
ANCHURA MEDiA DEUlS AMLLOS
Fig. 5.2. Anchuras medias de los anillos de crecimiento del total de
los fragmentos de Qirercrrscaducifolio con dbbii curvatura procedentes del yacimiento de O Castelo
Fig. 5.3. Anchuras medias de los anillos de crecimiento de los fragmentos de Qrrercics caducifolio de la muestra C27.97.56 de O
Castelo.
mentos y unos pocos que escapan de este grupo, presentando
anchuras medias de hasta 8,5 mm. Esta amplitud indicaría que la
madera ha sido recogida en un medio vegetal bastante amplio.
El análisis de la morfología externa de los fragmentos de carbón nos ha permitido comprobar que la mayor parte de los elementos de madera empleados para la construcción debieron tener
formas escuadradas, y en muchos casos se han documentado las
trazas de este trabajo en la superficie del carbón. La observación
de la dirección de los elementos anatómicos de la madera en relación a los cortes practicados en la misma pone a menudo de
manifiesto la intencionalidad de éstos, en oposición a algunos
que muestran fragmentación secundaria iiatural. En el segundo de
los casos, la fractura se produce en sentido radial, provocado por
la mayor debilidad de la madera a lo largo de los elementos radiales. Pero en otros casos, la existencia de un corte en sentido tangencial, o incluso intermedio entre tangencia] y radial, evidencia
una intervención antrópica en la obtención de la siiperfície, ya
que la madera no tiene tendencia natural a fracturar en este sentido. La observación detallada de las superficies ha permitido evidenciar un pulido característico del corte o serrado antrópico.
Únicamente en dos casos se han documentado formas circuiares,
una sobre Qiiercrrs caducifolio y otra sobre Frasiniis cf. F: escelsior. Lamentablemente, el grado de fragmentación es tan elevado
que resulta prácticamente imposible estimar la morfología y calibre de las piezas, aunque se aprecia una tendencia generalizada
a formas rectilíneas y escuadradas.
También se han identificado dos fragmentos de madera que
presentan intencionalmente formas apuntadas, ambas sobre
Qirercrrs caducifolio, una de ellas que presenta un bisel y la otra,
dos superficies trabajadas que dan una forma trapezoidal bastante apuntada. No conocemos la funcionalidad de estas formas, sin
embargo, existe documentación sobre cl trabajo de cuñas para el
ensamblaje de piezas o el apoyo de unas en otras (Adam, 1984).
En una de las muestras de este yacimiento que presentaban
una mayor abundancia de material de gran tamaño (C27.97.56) se
ha realizado mediciones sobre un banco dendrocronológico.
Dado el origen constructivo de la madera y su alto índice de fragmentación dentro de la misma muestra, a priori parece obvio que
varios de los fragmentos pertenecieran a una misma tabla o tronco, pero en el caso de esta muestra no existía una asociación tan
clara a ninguna estructura. Ésta se tomó de una zona adosada al
interior de la muralla, por lo que la madera podría haber formado
parte de algún elemento constructivo de refuerzo, aunque no se
descarta que procediera de otro tipo de estnictura arrasada (un
silo, por ejemplo, ya que se halló una gran cantidad de semillas
dispersas en el sector). En cualquier caso, el análisis dendrológico puede resultar útil para comprobar si todos los fragmentosprocedían de un mismo tronco, o si el material tiene procedencia
diversa como resultado del arrastre.
Se han medido 28 fragmentos de carbón de calibre diverso (el
máximo radio conservado era de algo más de 55 mm). El cuadro
5.3 muestra las características destacadas de cada uno de los
fragmentos en cuanto al recuento de los anillos, si1 anchura
media, su ritmo de crecimiento, etc. La mayor parte de los fragmentos presentan su zona próxima a la médula, aunque ésta no se
ha observado en ningún caso, por lo que la curvatura es fuerte o
intermedia. Ésta no es la parte óptima de la madera para calcular
las anchuras medias de los anillos de crecimiento de fonna que
resulten representativos, ya que durante los primeros años de la
planta, éste es muy irregular entre individuos, no respondiendo
directamente a estímulos externos. Esto se hace patente en nuestro caso (fig. 5.3), donde se observa que existe una amplia distribución de los valores medios, que oscilan entre 0,67 y 2,28 mm.
Se documenta también que el ritmo de crecimiento predominante es irregular. Esta irregularidad no parece deberse únicamente a
la cercanía de la médula, pues se da en todo el radio observado,
más allá de los primeros años del individuo, por lo que puede
estar generada por otras causas climáticas y10 antrópicas.
Las curvas resultantes de las mediciones se presentan en la
figura 5.4. Las 28 curvas obtenidas han dado lugar a 6 curvas
medias (56-M1 a 56-M6), algunas de las cuales se solapan claramente. La media 56-M1 tiene un total de 34 anillos, la 56-M2,57
anillos y la 56-M4,22 anillos. En ellas se puede observar claramente la irregularidad del crecimiento en los anillos más cercanos a la médula. A partir del séptimo año se produce una caída
brusca del crecimiento. En las medias, aparecen al menos tres
picos de crecimiento significativos (en los años 23,36 y 42, señalados con flechas), que permiten correlacionarlas perfectamente.
Con estas tres curvas se ha obtenido otra media (56-Q2), que
cubre un total de 57 anillostaños.
Las otras medias (56-M3 con 49 anillos, 56-M5 con 49 anillos y 56-M6 con 54 anillos) presentan algunas diferencias con
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respecto a las anteriores. Se observa la misma dinámica de caídas
del crecimiento seguidas por picos, pero los tres mayores se localizan en los años 26,35 y 43. A partir de estas curvas se ha obtenido la media 56-41, igualmente con un total de 57 anillos/años.
La totalidad de los hgrnentos de esta muestra presentan una
coincidencia de los picos y caídas del crecimiento, por lo que se
puede afirmar que toda la madera fue obtenida en el seno de una
misma formación. Las curvas 56-M3, 56-M5 y 56-M6 muestran
además una coincidencia total de los valores de cada anillo, por
lo que se puede afirmar que pertenecerían a un mismo individuo
(56-41). Lo mismo se puede decir de 56-M1, 56-M2 y 56-M4,
que formarjan el individuo 56-42.
La estructura de las curvas, con varias caídas importantes de
crecimiento, seguidas cada una por un pico que asciende de forma
más brusca, es caracteristica de una explotación antrópica cíclica
del medio. La caída del crecimiento progresiva indica el estrés que
sufren los individuos por influencia antrópica, que puede ser
resultado por ejemplo de la tala sistemática de ramas secundarias,
de descortezado, etc. El primer año de recuperación del ritmo de
crecimiento del individuo se manifiesta en un gran pico.
En síntesis, con este análisis se ha mostrado que el carbón de
la muestra C27.97.56 procedía de una misma estructura no localizada, ya que todos los fkagmentos formaban parte de al menos
dos troncos, talados en una misma formación.
K3.3.2. Ranias de peque50 calibre
Entre este tipo de material existe una mayor riqueza taxonómica que en la madera de gran calibre, aunque también se observa una tendencia a la selección; se han identificado Arbirttrs
~cnedo,Erica sp., Leguminosae, Qirerctcs sitber y Salix sp.
Cuadro 53. Datos dendrológicos de los fragmentos de Qrrercris caducifolio de la muestra C27.97.56 de O Castelo.
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En las ramas de pequeño calibre se ha observado una tendencia general a la conservación de la corteza, desde una pequeña
parte hasta todo el perímetro. En otros muchos casos en los que
ésta no se ha conservado, la morfología externa de la rama parecía indicar que se trataba igualmente del último anillo, de manera que se podía considerar el diámetro completo.
Fig. 5.4. Montaje dendro16gico del carbón de la muestra C27.97.56
de O Castelo.
En cuanto al calibre de las ramitas utilizadas, la figura 5.5
muestra una gráfica de distribución de los ditimetros para cada
uno de los taxones. Se han establecido aleatoriamente cuatro clases de diámetros: menor de 5, de 5 a 10, de 10 a 15 y mayor de
15 mm. Es bastante llamativo que existe una selección en el
tamaño de las ramitas recogidas, predominando el diámetro de 5
a 10 mm. Sobre todo, en Erica, Arbuttrs rniedo y Leguminosae,
casi todas las ramitas analizadas están en esta categoría. En
Qliemus sliber se observa una mayor variedad de dihmetros, aunque hay un predominio de las ramitas de 10 a 15 mm. El hecho
de que en este taxón también se encuentren diámetros mayores
(más de 20 mm en este caso) y menores (5 a 10 rnm) podría
deberse a la utilización de las ramas de calibre variado desprendidas de los troncos de mayor tamaño empleados en otros elementos constructivos.
En general, la existencia de calibres similares a partir de
especies de porte totalmente diferente, arbóreo y arbustivo, corrobora la selección del tamaño del material utilizado. De acuerdo
con los datos arqueológicos disponibles para el yacimiento, estas
ramitas formaban parte fundamentalmente del revestimiento de
las paredes de diversas estructuras de almacenamiento.Las ramas
eran utilizadas sin ningún tipo de tratamiento, incluso sin descortezar, Únicamente eliminando las ramas secundarias, ya que no se
han observado evidencias de la existencia de ramificaciones, además de seleccionarse varas rectas, uniformes y poco nudosas.
Junto al material carbonizado, se ha documentado la presencia de fragmentos de barro con imprentas del material vegetal al
que recubrían: se trata de huecos circulares que reflejan un diámetro similar al documentadoen las ramitas, lo que unido a algunos restos de barro pegados en algunas de ellas, corrobora su utilización para realizar estructuras revestidas con barro y materia
vegetal.
La medición del ditimetro íntegro de las ramas ha aportado
una valiosa información sobre el calibre seleccionado para la
construcción, así como sobre la época de tala en los casos en los
que se conservaba la corteza. Se han realizado mediciones sobre
un total de 100 ramitas que presentaban el radio completo desde
la médula hasta la cortcza. Los resultados se pueden observar en
el cuadro 5.4, en el que se presenta los taxones a los que pertenecen las ramas, el diámetro completo, el número de anillos, la
anchura media de los mismos y la situación del anillo con respecto a la corteza. Dado que se trata en todos los casos de ramas
de pequeño calibre, la curvatura de los anillos es muy fuerte en
todos los casos. La distribución de los individuos en las clases de
anchuras medias (fig. 5.6) muestra una concentración de la mayor
parte de los valores entre 0,5 y 3 mm,aunque los extremos oscilan entre 0,5 y 5,s mrn.
En cuanto a la estación de recogida de las ramas, esta información se extrae de la situación de la corteza en el anillo de crecimiento: en el leño temprano, perteneciente a la estación favorable para el crecimiento de la planta, o eii el tardío, a la estación
desfavorable (foto 5.1). La figura 5.7 representa la posición del
anillo, en el leño fuial o inicial, con respecto a la corteza, según
taxones. Las ramas de Arbirtlrs iniedo han sido recogidas casi en
su totalidad durante la estación desfavorable para el desarrollo de
la planta. Lo contrario ocurre con Erica sp., donde predomina
claramente la posición de la corteza en la madera inicial. En
Leguminosa y Qlrerrlis caducifolio hay un predominio de cortezas en la madera fuial, aunque la relación está más igualada. La
existencia de madera cortada en diferentes épocas del año nos
informa de una actividad prolongada en el tiempo, tal vez inten-
[page-n-145]
0 > 1 5 mm.
UM.final
L-i 11-15 mm.
#S-10 mm.
Fig. 5.5. Valores de los dihmetros de la ramitas de O Castelo.
Fig. 5.7. Posición del anillo de crecimiento con respecto a la corteza
en la ramitas de O Castelo.
CASOS
0-0,s 0.5-1 1-1.5 1,s-2 2-2,s 2.5-3 3-3.5 3.5-4 44.5 4.5-5 5-5.5 5.5-6 64.5 6.5-1
ANCHURA MEDIA DE LOS ANILLOS
Fig. 5.6. Anchuras medias de los anillos de crecimiento de las ramitas de pequeño calibre del yacimiento de O Castelo.
cionadamente, para obtener diferente grado de flexibilidad de la
madera o tal vez como consecuencia del almacenamiento de la
misma, ya que la construcción exige una cierta planificación.
No se han hallado evidencias masivas de hongos u otros descomponedores de la madera, frecuentes cuando ésta ha sufiido
periodos prolongados de almacenamiento. La experimentación
ha demostrado que la existencia de hongos en la madera puede
deberse a la contaminación del Brbol vivo, de la madera mut:r(a
en el suelo del bosque o durante su almacenamiento, sin poder
discriminar ningimo de los tres casos (Théry-Parisot, 1998). Sin
embargo, la inexistencia de este tipo de contaminación hace poco
viable un largo almacenamiento de la madera. Únicamente se ha
encontrado una ramita de Leguminosa afectada por un xilófago,
del que se observa perfectamente la galería excavada (foto
3.120).
Foto 5.1. Ramita de Snliu-Poptizcs con presencia de corteza en la
madera final.
[page-n-146]
[page-n-147]
Cuadro 5.4. Datos del anaílisis dendrológico de 100 ramitas de pequeño calibre del yacimiento de O Castelo.
[page-n-148]
V. 4. AN&ISIS ANTRACOL~GICOY DENDROLÓGICO DE LA VILLA ROMANA
DE NOVILLE
V.4.1. DESCRIPCI~NDEL YACiMIENTO
La existencia de los restos arqueológicosromanos de Noville
(Mugardos, A Coruña) es conocida desde muy antiguo, con la
publicación en los años 20 de las primeras noticias en la
Geograjía General del Reino de Galícia, de Carré Aldao. Las primeras intervenciones tuvieron lugar en los años 40, a cargo del
capellán A. Rodríguez Fraíz y a mediados de los 60 por el cronista oficial de Neda, A. Vázquez Rey (Pérez Losada, 2000: 2 19).
Las campañas de excavación más recientes se llevaron a cabo
durante los años 1988 y 1989 bajo la dirección de F. Pérez
Losada, de la Universidad de Vigo, trabajos que han dado lugar a
un gran número de publicaciones durante la primera mitad de los
años 90 (Pérez Losada, 1990-1991, 1991, 1993, 1995; Pérez
Losada et alii, 1989, 1992). La superficie excavada ascendía al
menos a 430 m', de los cuales unos 29 se localizaban en la zona
intermareal. Esta superñcie corresponde únicamente a un 15 %
del tamaño total que se estima para el yacimiento (pérez Losada,
2000).
Apartir, tanto de los trabajos de excavación como de las prospecciones geofisicas, se ha documentado prácticamente la totalidad de la planta del yacimiento, consistente en la zona residencial
de la villa romana, con tres naves dispuestas en una planta en U
sobre un patio abierto y porticado orientado a la ría. El éxito de
la prospección geofísica consistió en la localización de una serie
de edificaciones de menor tamaño dispersas por las zonas más o
menos próximas a las estructuras principales, lo que ha permitido conocer la planimetria y articulación del territorio de Noville
y hablar de éste como un "conjunto" a pesar de que la exhumación de los restos sólo ha afectado a una pequeña parte del
mismo.
El cuerpo principal de la villa se distribuye en dos naves laterales paralelas que presentan una estnictura y longitud desiguales,
unidas por otro cuerpo transversal. En el brazo oeste de la villa se
encuentra el sector B, la parte más excavada del yacimiento pero
aún no delimitada completamente por encontrarse en la zona
NOVILLE
PLANIMETRIA
GENERAL
Fig. 5.8. Planta general de la villa romana de Novüle, a partir de
PBrez Losada (2000).
intermareal (fig. 5.8). Presenta lo que se ha interpretado como un
gran muro de sillares graníticos de contención marina, tipo malecón con funciones de puerto o embarcadero. En este sector se ha
documentado también un pequeño conjunto terma1 (fig. 5.8, cata
1) (Pérez Losada, 2000: 221). Se ha documentado también una
zona destinada a las labores de cocina (fig. 5.8, cata 2), que presenta un pavimento de tierra pisada y un horno circular sobreelevado con numerosos paralelos en otros yacimientosromanos de la
zona, cuya morfología ha perdurado hasta época reciente en los
hornos de pan exteriores de la arquitectura iradicional gallega. La
galería transversal de unión entre las naves (fig. 5.8, cata 4) presentaba la morfología de un gran espacio comdo, sin subdivisiones internas, donde se encontraba la zona de entrada principal a la
villa. La nave oriental parece ser la zona residencial, en la que sólo
se ha excavado la cabecera (fig. 5.8, sector A), rematada en forma
de ábside semicircular.
En general, los restos materiales recuperados durante el proceso de excavación no resultan muy abundantes, con excepción
de los estrictamente arquitectónicos. La cerámica ha constituido
una de las piezas fundamentales a la hora de la atribución cronológica del yacimiento. En su mayor parte se trata de cerámica de
cocina o mesa, de producción local, que engloban formas y facturas de tradición "castrexa" hasta típicamente romanas, algunas
consideradas de imitación "paleocristiana". Se han identificado
algunos fragmentos de ánfora de tipo lusitano o bético y algunas
norteafricanas y orientales. Han sido recuperadas también algunas piezas de vajilla de mesa realizadas en vidrio, tipo botellas y
ungüentarios globulares.
Tanto el material como la estratigrafia del yacimiento indican
una ocupación del mismo entre mediados o fuiales del siglo IiI
hasta inicios o mediados del VI d.C., aunque no se descarta una
ocupación anterior evidenciada en algunos materiales altoimperiales, que podría correspondera la etapa fundacional del edificio,
entre mediados del siglo 11-III d.c. (Pérez Losada, 2000: 224).
El análisis de los restos evidencia la existencia de una econod a en relación directa con el mar, como vía de comunicación
principal o como base productiva primaria, que se refleja en los
abundantes restos malacológicos que hacen pensar en una intensa actividad marisquera, tanto en la costa rocosa como en los
sedimentos marinos. También hay evidencias de actividad agrícola, ganadera y de pesca en la ría. Todo ello ha llevado a los
autores a pensar en Noville como algo más que una granja agropecuaria de autoconsumo (el modelo más extendido en todo el
noroeste), siendo probablemente un ejemplo de "célula productiva" que genera excedentes destinados a su comercialización
(Pérez Losada, 2000: 225).
En Noville se ha recuperado cierta cantidad de restos vegetales carbonizados procedentes, probablemente en su mayor parte,
de elementos constructivos en madera desmantelados por el
incendio. Se ha analizado un total de 9 muestras de carbón. El
número de fragmentos en cada una de ellas no era muy abundante aunque sí de gran tamaño y con mucha fragmentación secundaria, lo que hace suponer en muchos casos que pertenecieran a
un mismo hgmento de madera original. Como es frecuente en el
carbón procedente de elementos constructivos, el número de
taxones es relativamente escaso y se repite en las diferentes
muestras, producto de una selección de la madera. Se ha analizado un total de 335 fragmentos de carbón y se han identificado los
[page-n-149]
Cuadro 5.5. Frecuencias absolutas y relativas de los taxones identificados en Noville.
siguientes taxones: Alnirs sp., Coiylirs ai?elIana,Fraxinics cf. E
excelsior, Leguminosa, Pinirs tp.pinea-pinaster; Qirercirs caducifolio, Salix sp. y Salix-Popirhrs (cuadro 5.5).
Los dos taxones mejor representados en el carbón son Pinirs
tp. pinea-pinaster y ~l,ercirscaducifolio, con un 35,82 % y un
47,16 %, respectivamente. Éstos aparecen en la mayor parte de
las muestras, por lo que se deduce que su utilización fue bastante frecuente en la construcción de la villa. En cuanto a Qirercirs
caducifolio, las características anatómicas observadas remiten a
lo que se ha descrito en el correspondiente apartado de anatomía
(capítulo m) como tipo Q. mbirr, aunque no podemos descartar
que existieran varias especies de roble en la zona. Los dos taxones anteriores están presentes en todas las muestras, siendo los
únicos identificados en algunas de ellas (1,5,6, 12 y 19).
Los siguientes taxones mhs abundantes son Salix sp. (935 %)
y Alnus sp. (4,78 %), pero aparecen concentrados en determinadas muestras, siendo inexistentes en el resto. Alnirs sp. constituye
un 36,36 % del total de la única muestra donde se ha identificado este taxón (Muestra 16). En cuanto a Salii: sp., hay que decir
que se ha individualizado este género en función de la morfología visiblemente heterogénea de sus radios, y se ha mantenido la
identificación Salix-Populirscuando éstos no eran visibles o eran
homogéneos, de manera que en muchos casos hay que asumir
que se trate del mismo género; ambos taxones aparecen en las
mismas muestras, concentrándose sobre todo en la 18, donde
constituye el 47,17 % del total de la misma.
El resto de taxones (Coiylirs avellana, Fraiinirs cf. E excelsior y Leguminosa) aparecen muy poco representados, por debajo del 1 % y de forma puntual en alguna muestra.
Dada la fuerte selección de las especies utilizadas, no podemos inferir de forma precisa en las formaciones vegetales existentes en la zona, pero sí en la presencia de estos taxones en el
medio. La situación costera dcl yacimiento, en la ría del Ferrol,
hace perfectamente viable que existieran formaciones cercanas
de Pinirs pinea y10 Pinirs pinaster en los suelos arenosos de la
branja litoral, lo que constituiría una vegetación perfectamente
adaptada a las condiciones edáficas de estos ámbitos (Figueiral,
1995b).
Qirercirs caducifolio también debió ser abundante en el
medio. Actualmente, las diferentes especies de roble se distribuyen ampliamente por todo el noroeste peninsular, desde el nivel
del mar a zonas de alta montaña. En esta zona, sería perfecta-
mente viable que las formaciones vegetales estuvieran dominadas por algunas especies de roble. La explotación de este taxón
queda evidenciada también en la abundante presencia de bellotas
identificadas en el estudio paleocarpológico (Dopazo, 1996).
También están representados taxones propios de humedales, riberas o zonas encharcadas, tales como AIntrs sp, Fraxinirs cf. E
excelsior y ocasionalmente, CoryIi~savellana.
No podemos inferir, sin embargo, en la importancia real de
estos taxones, ya que los porcentajes no son significativos al estar
distorsionados por una fuerte selección. Los estudios paleobotánicos han demostrado que la explotación antrópica intensiva de
los bosques a partir del establecimiento de los sistemas agrícolas
llevó sobre todo durante el Holoceno reciente a la reducción y
empobrecimiento de las formaciones boscosas cercanas a los
lugares de hábitat (Ramil Rego, 1992). En nuestro caso, es necesario realizar otro tipo de observaciones que describiremos a continuación para poder aproximarnos al grado de desarrollo de las
formaciones vegetales.
En todo caso, podemos argumentar que las especies vegetales seleccionadaspudieron ser recolectadas en las zonas cercanas
al yacimiento, a pesar de que en estas cronologías se documenta
frecuentemente un transporte de madera desde largas distancias
(Vitrubio, 1982).
La observación del carbón a bajos aumentos, con la metodología antes descrita, ha permitido extraer algunos interesantes
indicadores sobre el medio vegetal en el que se recolectó la
madera, así como sobre la explotación y trabajo de la misma.
En general, observando la curvatura de los anillos de los fragmentos de carbón analizados, es claramente visible un dominio
absoluto de curvaturas débil e intermedia, siendo muy poco frecuente la presencia de ramitas o fragmentos cercanos a la médula, que hagan pensar en un uso masivo de madera de pequeño
calibre. Sólo en la muestra 18 se da un dominio de ramitas de
muy pequeíío diámetro, correspondientes al taxón Salk sp., con
un 47,2 % del total de la muestra. Ya se han comentado las cualidades de la madera de sauce en cuanto a su flexibilidad, por lo
que pensamos que la selección de ramitas de este género debe
estar en relación con un uso especializado de las mismas, tipo
trenzado, muy frecuente en la construcción, relleno y consolida-
[page-n-150]
Fig. 5.9. Algunos ejemplos de utilización de materiales vegetales
para la elaboración, relleno y revestimiento de paredes. A: fragmentos de tierra con improntas vegetales recuperado en el poblado
iberico del Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002); B: fragmentos
de barro con imprentas vegetales procedente de la villa romana de
Novilte; y C: hipótesis de reconstrucci6ndel relleno de paredes con
entramado vegetal, a partir de los restos hallados en el poblado del
bronce de Feudvar, Yugoslavia (Hinsel, 1992).
ción de paredes con un entramado vegetal. En Noville, este tipo
de técnica debió ser utilizada, pues junto al carbón, se ha documentado también la presencia de fragmentos de barro con
improntas vegetales; la observación de estos fragmentos a la lupa
ha mostrado la presencia de restos vegetales microscópicospegados a la superficie, entre los que se han identificado células de
conífera. Es probable pues, que el sistema constructivo de algunas paredes o techos se realizara con grandes piezas de madera,
rellenas con ramas de pequeño calibre entrelazadas y recubierto
con barro, técnica que se ha documentado en algunos yacimientos desde la Prehistoria (fig. 5.9).
El carbón analizado en la Muestra 15 presenta un caso interesante. Todos los fragmentos analizados son de cierto tamaño,
pero conservaban la curvatura externa. Su observación ha puesto
de manifiesto que se trataba de fragmentos que conservaban los
anillos cercanos a la médula (aunque no se ha documentado ningún caso con el radio completo). La morfología de estos fragmentos parece intencional, hipótesis avalada por la observación
de algunas superficies muy pulidas, cuya observación a la lupa
permite ver la dirección de estas iíneas de pulido.
Sblo hemos documentado 19 ramitas que presentaban el diámetro completo de médula a corteza incluida, 12 de Salix. sp. y 7
de Qtrerctis caducifolio (cuadro 5.6). El diámetro oscila entre 6 y
11 mm y en todas ellas se ha contado la presencia de 2 anillos; la
anchura media de los anillos se encuentra entre 3 y 5 mm, aunque en el caso de las ramas jóvenes, ésta no es significativa debido a la heterogeneidad del crecimiento durante los primeros años.
En cuanto a la época de tala, 17 de las ramitas presentan la
corteza en la madera final, es decir, en la estación desfavorable
para el crecimiento, y sólo 2 en la madera inicial. Esto indica una
mayor actividad de tala durante los meses desfavorables para el
crecimiento, es decir, desde finales de verano a invierno, aunque
este calendario no tiene que ser necesariamente válido para la
construcción de las estructuras, dada la posibilidad de que la
madera fuera almacenada antes de su utilización. Esta sería una
de las causas que podría explicar la presencia de leiia cortada en
varias estaciones.
El resto de fragmentos de carbón presentaban el diámetro
incompleto. También hemos realizado las mediciones de la
anchura de los anillos sobre los fragmentos más grandes y con
curvatura débil. Los resultados se pueden observar en el cuadro
5.6. En cada uno de los fragmentos analizados, el ritmo de crecimiento era constante, aunque diferente entre ellos, es decir, no se
ha observado en un mismo fragmento dos tendencias de crecimiento marcadamente diferentes.
Se han realizado mediciones sobre 51 fragmentos de carbón
de dos taxones diferentes (Pinics tp. pinea-pillaster y Qtcerctrr
caducifolio) y en conjunto, la anchura media de los anillos oscila
entre 1,3 y 8 mm.El intervalo es grande, pero las diferencias no
se observan en función de los dos taxones, sino que existe también gran variabilidad dentro de cada uno de ellos: de 1,3 a 8 mm
en Pi~itistp. pirtea-piitaster y de 1,6 a 6 mm en Qzrerm caducifolio. De forma más detallada podemos observar que en los
pinos, la mayor parte de valores se encuentran distribuidos aproximadamente entre 1,5 y 3 mm. Un grupo de 12 fragmentos presenta valores entre 3,6 y 5,7 mm y sólo un fragmento alcanza 8
mm de media. Para el caso de Qtcercus caducifolio, la mayor
parte de valores medios se encuentran entre 1,6 y 3 mm escapando claramente 6 casos, que alcanzan valores de hasta 6 mm. Estos
6 fragmentos proceden de tres muestras diferentes, por lo que no
es probable que pertenecieran a un mismo tronco. La figura 5.10
[page-n-151]
35
36
37
38
39
Quercics caducifolio
Qicerci4s caducifolio
Qlcercirs caducifolio
Qi~ercuscaducifolio
Qirercics caducifolio
20
27
39
33
13
12
9
17
16
7
1,6
3
2,3
2,1
13
...
...
...
...
...
Cuadro 5.6. Datos dendrológicos del carbón de Noville.
Débil
Débil
Débil
Débil
Débil
1
1
1
1
1
[page-n-152]
V. 5. EL USO DE LA MADERA EN LAS
T&CNICASCONSTRUCTIVAS ROMANAS A PARTIR DE LOS DATOS DENDROLOGICOS
CASOS
ANCHURA MEDIA DELOS ANILLOS
Fig. 5.10. Anchuras medias de los anillos de crecimiento del carbón
de Noville.
muestra la distribución de los valores medios obtenidos para la
anchura de los anillos de cada fragmento de carbón, donde se
puede observar la gran variabilidad de las anchuras medias.
En conclusión, se observan varias tendencias de crecimiento.
Lamentablemente, no podemos cuantificarlo, ya que sería necesario contar con series de referencia, actuales o a partir de otros
yacimientos, para poder comparar los datos. La comparación con
los valores obtenidos para Qitercrrs caducifolio en la franja mediterránea en Francia a partir de otros estudios dendrológicos
(Guibal, 1996), como referencia más cercana, muestra que efectivamente, el índice de crecimiento observado en nuestras muestras cs bastantc alto. Dcl mismo modo, los cstudios dcndrológicos realizados sobre material arqueológico en la Bretaña francesa desde el Neolítico a la Edad Media muestran que las medias de
la anchura de los anillos de crecimiento aumentan progresivamente a lo largo de la secuencia tratada (de 1,s mm para el
Neolítico, a 3 m m para la segunda Edad de Hierro), al tiempo que
se documenta el uso de maderas de menor calibre (ramas o troncos de individuos jóvenes) como consecuencia de la abertura del
medio forestal (Marguerie, 1991, 1992a).
Por lo tanto, el elevado crecimiento anual observado en el
carbón de Noville podría estar en relación con una formación
vegetal abierta, donde la competencia entre los individuos es baja
y permite un elevado desamollo en anchura de los troncos. En
poblaciones actuales de pino piñonero se ha comprobado como
varía sensiblemente la morfología de los árboles dependiendo del
tipo de formación en la que se desarrollan; así, en formaciones
densas, donde la competencia entre individuos es alta, los pinos
crecen mucho en altura y pierden pronto las ramas bajas, mientras que en formaciones abiertas, crecen más en anchura y
adquieren una forma globular con ramas bajas (Badal, 2001a:
102-103). La imagen de un medio abierto sen'a coherente con los
datos disponibles para esta cronología en el noroeste peninsular
(Ramil Rego, 1992).
El estudio del carbón procedente de los yacimientos de O
Castelo y Noville ha permitido realizar una aproximacióna la utilización de madera en algunas técnicas constructivas de época
romana. Según numerosos testimonios directos e indirectos, la
madera ha sido utilizada de forma muy frecuente en la construcción, tanto en paredes como en recubrimientos y otros elementos
de menor tamaño (Adam, 1984).
En cuanto a fa dirección de los cortes intencionales de la
madera documentados en el material del yacimiento de O
Castelo, éstos pueden ofrecer cierta información sobre las técnicas de tala y procesado de la madera para la construcción. Si
comparamos las formas más signiñcativasque se han reconocido
con la documentaciónque se posee sobre las técnicas romanas de
tala y elaboración de diversos elementos de construcción (vigas,
postes, tablas, etc.), podemos observar que existen ciertas coincidencias entre los diferentes métodos de seccionado del tronco de
la madera y los resultados que encontramos en los fragmentos de
carbón (fig. 5.1 1).
Como se ha descrito anteriormente, las piezas presentan por
lo general un corte en sentido tangencial y otro escuadrado en
sentido medio tangencial-radial, sin pasar por la médula (o al
menos no tenemos ningún caso en el que ésta aparezca). Además,
la escasa curvatura de los anillos indica que la pieza ha sido
extraída de una parte no muy próxima a ésta. En la figura 5.1 1 se
muestran diferentes métodos de corte de la madera, donde las formas resultantes tendrían un predominio del sentido tangencial o
tangencial-radial.
Se ha documentado la utilización de un aparejo mixto denominado opirs craticiirm, que combina un entramado de madera a
base de postes escuadrados verticales y horizontales y relleno de
arcilla. Existe también en la construcción tradicional una técnica,
denominada "zarzo", que emplea una mezcla de arena y arcilla,
frecuentemente con paja, sobre una apretada trama de ramas o
tallos entretejidos, que se apoya sobre algunos elementos de
mayor tamaño en sentido vertical y horizontal, que forman el
armazón de la estructura. Si estos soportes estaban muy separados
entre sí, también se solía emplear un entramado de listones de
madera de menor tamaño para asegurar la solidez de la estructura
(Johnson, 1994: 70-71). En Noville se han hallado fragmentos de
barro que conservan las improntas de las ramitas, coincidiendo
con el diámetro medio observado en éstas, por lo que es probable
que fiera utilizada alguna técnica similar para el recubrimiento de
las paredes y de manera que su contenido quedara totalmente aislado de la humedad exterior.
La cubierta de las construcciones también se realizaba generalmente en madera, con vigas de gran tamaño sujetando una
estructura de otras menores. Las técnicas de apuntalamiento y
triangulación en la construcción de estructuras en madera se
remontan en Europa probablemente al Neolítico del LBK, con la
construcción de palafitos. La obtención de largos maderos cuadrangulares debió ser muy laboriosa, pero al alcance de las hemmientas limitadas de la época (Johnson, 1984: 66-67; Gentizon y
Monnier, 1997). La documentación de algunas formas apuntadas
y biseladas entre el material de O Castelo podría estar en relación
con técnicas de ensamblaje de piezas de madera, como algunas de
[page-n-153]
las que se proponen en la figura 5.11. Para este tipo de estructuras
está también documentada la selección del roble en toda la arquitectura tradicional en madera en Europa (Johnson, 1984: 66-67).
En cuanto a la época de recogida de la leña en los yacimientos analizados, ante la gran variabilidad no podemos decidir si
existían preferencias al respecto. Sin embargo, por los textos
escritos de Vitrubio, sabemos que se tenía un perfecto conocimiento de las diferentes cualidades mecanicas de la madera según
fuera talada en cada época del año, es decir, que ésta debía cortarse a comienzos del otoño si se quería obtener una madera más
rígida, ya que en primavera, ésta estaba más porosa, frágil y flexible (Adam, 1984: 91). Sobre esto, el autor escribe que "el tiempo conveniente para cortar la madera es desde el principio de
otoño hasta antes de que empiece a soplar el viento Favonio. En
primavera no, porque todos los árboles están como encinta y
todos concentran su propio vigor en las hojas y en los fnitos, que
cada año crecen. Cuando, por imperiosas circunstancias, hubieran de ser cortados en otra época, resultan porosos y de poca consistencia" (Vitrubio, Libro Segundo, Capitulo IX, traducción de
Blánquez, 1982). Por lo tanto, la época de tala se adecua a las
propiedades que se esperen de la madera según la función que
fuera a desempeñar.
Hemos observado en el material del yacimiento de O Castelo
que es muy frecuente el uso de ramitas de pequeño calibre con la
corteza. En cuanto a los grandes troncos que han de servir de postes, vigas, etc. de la estructura constructiva principal, no se conoce la presencia de corteza, debido en parte a que no se conserva
ninguno con diámetro completo. En poblaciones recientes que
construyen fundamentalmenteen madera se documenta el almacenamiento de los troncos con la corteza durante varios meses
para asegurar su completo secado hasta que ésta cae de forma
natural, lo que ofiece mayores garantías ante el ataque de microorganismos. El almacenamiento durante largos periodos de tiempo (años, incluso) ha sido revelado claramente por los estudios
dendrocronológicos realizados sobre el material de construcción
de algunos yacimientos arqueológicos (Pétrequin y Pétrequin,
1989: 117). Por otro lado, en el yacimiento de Noville apenas se
ha documentado la presencia de corteza en el carbón.
El elevado índice de fragmentación del carbón impide lanzar
hipótesis más contundentes en cuanto a la morfología de las piezas constructivas. En otros vacimientos con buena conservación
de la madera, como es el caso del yacimiento neolítico de La
Draga (Bosch, 2000) se observa esta misma dualidad de utilización de ramas y palos con corteza, sin ningún tipo de preparación,
y de maderas trabajadas a las que se ha retirado la corteza. En este
caso, el descortezado fue interpretado por los autores para la reutilización de la corteza en recubrimientos y no por la propia estética o acabado de las piezas, ya que éste era poco cuidado en los
tablones, con presencia de nudos e incluso varios centímetros del
arranque de las ramas. Del.mismo modo, el extraordinario estado
de conservación ha permitido constatar el uso de otras materias
vegetales que no se conservan en condiciones normales, tales
como cordajes elaborados con plantas acuáticas, lianas, etc.
(Bosch et alii, 2000: 90).
En el yacimiento de Noville, la cantidad de carbón recuperada no es muy elevada. Tal vez la construcción se realizara preferentemente en piedra y el uso de madera debió ser más limitado.
Según Vitrubio la madera era frecuentemente utilizada para sustentar paredes gruesas de piedra, e incluso se utilizaba carbón
para el relleno de muros gruesos o de agujeros de cimientos
(Vitrubio, 1982). Por tanto, aún en las técnicas de construcción en
piedra, la madera era utilizada constantemente, ya que aligeraba
las estructuras y permitía un mejor ensamblaje de las piezas
(Charpentier, 1995).
V. 6. DENDROLOG~AEN EL DOLMEN
CAMPANIFORME DE TRES MONTES
V.6.1. TRES MONTES EN EL CONTEXTO DEL
CAMPANIFORME DEL ALTO EBRO
Fig. 5.11. Morfología de algunas piezas de madera trabajadas identificadas en el carbón de O Castelo y comparacióncon algunas t6cnicas de constrocci15nen madera conocidas para el mundo romano.
Las primeras noticias sobre el monumento se produjeron en
el marco de las prospecciones arqueológicas previas llevadas a
cabo en 1990 en las Bardenas Reales (Sesma Sesma y Garcia
Garcia, 1994). Los trabajos de investigación arqueológica en esta
zona comenzaron en 1985, y se seleccionó este enclave por su
estado poco antropizado, ya que estando en una zona muy céntrica del valle del Ebro, el 90 % de las tierras se comenzaron a roturar únicamente a comienzos del siglo XX. Esto ha permitido la
conservación de yacimientos al aire libre que en otras zonas más
antropizadas aparecerían totalmente desmantelados. A esto se une
la facilidad de su localización, gracias a la escasa cobertura vege-
[page-n-154]
tal del lugar. Efectivamente, tras la prospección se lograron localizar más de 400 yacimiento arqueológicos.
La primera intervención de urgencia en el yacimiento de Tres
Montes se realizó en 1991, y los primeros indicios materiales
hallados (un fragmento de cer4mica campaniforme marítima y
varias piedras en posición anómala) ya apuntaban al carácter
funerario de la estructura. Los restos antropológicos hallados tras
la realización de la primera cata eran muy escasos, aunque bastaron para confirmar la existencia de un nivel sepulcral. También se
documentó en esta intervención una estructura megalitica de
planta rectangular con una losa de cierre, interpretada en un primer momento como una posible cista campaniforme o una reutilización de un corredor dolménico, ante la ausencia aparente de
cámara propiamente dicha. Su existencia se corroboró mediante
una prospección geofisica llevada a cabo al año siguiente, en la
que se detectaba una cámara de forma ovalada o en herradura a
unos dos metros por debajo de la superñcie (foto 5.2). Las dataciones radiocarbónicas obtenidas fueron de 4330 110 BP y
4080 100 BP, corroborando el contexto cultural del hallazgo de
los fragmentos de campaniforme de las variedades marítima y
mixta (Sesma Sesma, 1993).
Los trabajos de excavación en extensión del monumento
dejaron a la luz una estructura con corredor de acceso a una
cámara rectangular de 4,20 m de longitud por 3,40 m de anchura
máximas y unos 2 m de profundidad excavados en los niveles
geológicos del cerro, con paredes recubiertas de troncos para
cuya colocación se trazaron pequeñas zanjas en la base de las
paredes; concretamente, se han documentado 65 troncos dispuestos en una zanja perimetral excavada a lo largo de las paredes, en
las que se encajaban los postes. El estado de conservación de
éstos es muy variable, desde una simple huella cenicienta a la
presencia de grandes fragmentos carbonizados que permiten la
recomposición de partes importantes del tronco (Andrés Rupérez
et alii, 2001). Adem4s de estos postes asociados al recubrimiento
de las paredes, se encontraron un gran poste ccntral, 4 próximos
a las paredes pero no apoyados en ellas y 5 cercanos a la puerta
de acceso, hasta completar un total de 75. Además de éstos, otros
restos de madera carbonizada han sido interpretados por su posición estratigráfica, orientación, etc. como pertenecientes posiblemente a la techumbre de la cámara. Corrobora esta hipótesis una
alineación externa de hoyos que podría haber sustentado el entramado de ramas de la techumbre, cubierto a su vez con un enlosado cuyo hundimiento selló dehitivamente el nivel sepulcral.
Para los autores, el perfecto sistema de sustentación interior
podría soportar el enorme peso de esta cubierta.
Se han hallado además varias posibles piezas muebles realizadas en madera, cuya reconstrucción o asignación funcional
resulta muy dificil debido al alto grado de fragmentación que presentan. Una de las muestras citadas parece corresponder a algún
tipo de recipiente en madera, que contenía en su interior varios
Foto 5.2. Vita cenital del dolmen de Tres Montes
(foto J. Sesma Sesma).
Foto 5.3. Restos de los postes de madera carbonizados en el
dolmen de Tres Montes (foto J. Sesma Sesma).
*
*
[page-n-155]
hgmentos cerámicas. Otra estructura adosada a la pared oriental de la cámara, formada por tres troncos presentaba una disposición singular que ha sido interpretada como un posible banco,
sobre el que descansada el vaso campaniforme que conformaba
el ajuar del último inhiunado.
El fondo y paredes de la fosa excavada aparecían recubiertos
por losetas calizas que presentaban un estado de gran alteración
por el fuego. Directamente debajo de &as se documentó un
lecho de materia blanquecina y muy pulvenzada, de la que no se
ha podido precisar su origen mineral (piedras calcinadas) o vegetallóseo (materia orgánica descompuesta). Los postes de madera
aparecían en un estado de conservación variable: de algunos se
conserva una parte importante de su diámetro original, mientras
que otros se reducen prácticamente a una impronta cenicienta en
las paredes del sepulcro (foto 5.3).
Los restos humanos se encontraban muy alterados por el
fuego y la humedad. La mayor parte aparecieron desarticulados y
amontonados en los márgenes de la cámara y la zona de entrada,
en aparentes paquetes secundarios, con sólo alguna conexión de
huesos largos, salvo un individuo infantil en posición fetal. El
único individuo que apareció en posición primaria, correspondiente probablemente al último inhumado, se encontraba en el
centro de la cámara, en posición replegada y con un vaso campaniforme marítimo boca abajo junto a la cabeza (foto 5.4) (Andrés
Rupérez et alii, 1997,2001). Los autores calculan que el número
de individuos representados está en tomo a 15.
En su interior se recuperó un ajuar de gran afinidad que denotaba la utilización del sepulcro en un periodo no muy prolongado
de tiempo. Entre el material recuperado destacan al menos tres
vasos campaniformesde estilo marítimo y mixto (fig. 5.12), fragmentos de cerhmica lisa, una aguja de hueso con orejeta perforada, 3 puntas de flecha de aletas y pedúnculo muy desarrollado,
dos cuentas y un posible remache de metal (Andrés Rupérez ei
alii, 2201). La convivencia de diferentes estilos de campaniforme
en un mismo monumento no es muy común, siendo frecuente la
presencia de un único recipiente; se ha documentado esta misma
asociación en los yacimiento extremeños de La Atalayuela, La
Pijotilla o La Palacina (Alday Ruiz, 2001).
El estudio que presentamos en este trabajo se basa fundamentalmente en el análisis de algunos de los postes perimetrales
del monumento. En muchos yacimientos en los que no se ha conservado la madera, existen otros indicios indirectos del uso de la
misma para la construcción, tales como improntas, agujeros de
poste, etc. En Tres Montes, el fuego ha sido el principal responsable de la conservación de este material. La acción del fuego
como agente destructor plantea un dilema en cuanto a si éste fue
intencionado o accidental. Para ambos casos se plantea otra doble
posibilidad en cuanto a la disposición de los restos, es decir, si
éstos se encuentran en la posición marcada por el hundimiento de
la estructura, o si existió una reorganización posterior de los mismos, antes de la clausura defuutiva del monumento (Andrés
Rupbrcz et alii, 2002: 200).
Aunque la cremación propiamente dicha no sea la práctica
funeraria imperante en momentos del Neolítico-Calcolítico, el
fuego se presenta como un elemento frecuente en los sepulcros,
con cierto significado ritual bien en la fundación, utilización o
clausura de los mismos (Masset, 1993,2002). En la sepultura de
Moulin-des-Perrieres (Neuvy-en-Dunois, Eure-et-Loire) se documenta el uso constructivo de la madera, así como una intencionalidad del uso del fuego como agente en la destrucción y clausura del lugar, ya que existe una aportación de piedras que ayu-
Foto 5.4. Restos humanos en posici6n primaria, correspondientesal
óltimo individuo inhumado en el dolmen de Tres Montes
(foto J. Sesma Sesma).
Fig. 5.12. Cerhmica campaniforme reenperada en el dolmen de Tres
Montes, a partir de Sesma Sesma (1993).
[page-n-156]
dan al sellado exterior de la estructura desmantelada por el fuego
(Masset, 1968). En Chaussée-Tirancourt el fuego fue utilizado
para hacer estallar los ortostatos que sellaron la entrada al monumento, que se cubrió posteriormente con una capa de piedras y
tierra, lo que dio origen a un depósito de cal viva directamente
sobre el nivel sepulcral (Leclerc y Masset, 1980). Algunos ejemplos peninsulares de esta práctica se encuentran en la Meseta
norte, tales como Los Morcales (Burgos) o la denominadas "tumbas-calero" del valle de Ambrona &a Peña de la Abuela. El
Túmulo de la Sima y La Tarayuela) para las que se argumenta que
el fuego se utilizó de forma intencionada en la clausura de estas
tumbas colectivas (Rojo Guerra y Kunst, 1999; Rojo Guerra et
alii, 2002: 21).
Otros casos muestran la presencia del fuego ligado a la construcción o uso de las estructuras funerarias. no necesariamente
relacionado con el momento de destrucción y sellado de las mismas, como evidencia la frecuente presencia de hogares (posiblemente rituales) asociados a las tumbas (López de Calle, 2002:
236; Arbogast et alii, 2003: 206; Morán y Parreira, en prensa).
Todos estos ejemplos llevan a los autores a considerar la posibilidad de aue el monumento de Tres Montes hubiera sido incendiado intencionalmente en el proceso de clausura del lugar. El
significado de una acción de estas características es mucho más
difuso, pero se plantea la hipótesis de que el fuego sacralizara y
preservara el lugar de futuras reutilizaciones, ya que no existen
evidencias de éstas (Andrés Rupérez et alii, 2002).
Para los autores, el dolmen de Tres Montes es, a pesar de la
escasez de materiales recuperados en él, una de las manifestaciones funerarias más representativas de la cuenca del Ebro, ya que
existen numerosas evidencias de una fiinción sacra del moniimento. Entre ellas, destaca la presencia de una serie de losas esteliformes cuidadamente inclinadas, posiblemente pertenecientes a
una construcción anterior, ahora colocadas en la entrada de la
cámara; también se incluyen entre estas evidencias la piedra
antropomórfica central o la subdivisión transversal de la cámara
principal por una serie de losas (Andrés Rupérez et rrlii, 1997:
305).
El dolmen de Tres Montcs se inscribe en la tradición de una
serie de monumentos megalíticos con paralelos en otros ámbitos
de la península Ibérica y el Languedoc, de finales del Neolitico o
comienzos del Calcolítico. Éstos se caracterizan por una p6rdida
de monumentalidad en sus estructuras exteriores, ya que se excavan parcialmente en el substrato, primando la anchura sobre la
altura, pero que adquieren detalles de mayor calidad técnica,
como es el caso de las losas perforadas (Andrés Rupérez et alii,
1997). Los dólmenes de Aizibita, Viana o Artajona en las mismas
Bardenas Reales (Armendáriz e Irigaray, 1991-1992b) o el de
Uñón en La Rioja (Iriarte Cortázar y Sesma Sesma, 1996) son
algunos ejemplos cercanos a Tres Montes.
El uso de la madera en la constnicción del dolmen de Tres
Montes no deja de ser un caso atípico, aunque algunos autores
postulan que este tipo de construcción debió ser muy frecuente en
los sepulcros colectivos neolíticos del centro-norte de Francia
(Guillot et alii, 1996; Masset, 1993), donde se documenta la
arquitectura mixta en piedra y madera. En estas regiones también
se documenta frecuentemente la falta de elementos pétreos en la
cubierta del monumento, siendo probable el uso de entramados
vegetales con este fin.
Las prospecciones llevadas a cabo en las Bardenas Reales
han puesto en evidencia una gran densidad de manifestaciones de
cronologia campaniforme en esta región, favorecidas por la esca-
sa actividad agrícola y el redescubrimientode muchas estructuras
a causa de la erosión natural de la zona (Sesma, 1993). Los yacimientos se distribuyen agrupados en zonas generalmente de
media altura o en terrazas de ríos, con una elevada intervisibilidad y controlando el paso natural de los barrancos (Beguiristáin,
1982; Baldellou y Moreno, 1987; Castiella Rodríguez, 1999). La
sencillez de las estructuras y la total ausencia de elementos defensivos han sido interpretadas por algunos autores como una breve
temporalidad de los asentamientos (Baldellou y Moreno, 1987),
movilidad que se ha propuesto tambibn para otras regiones
(Martín Valls y Delibes de Castro, 1989). De un total de 18 yacimientos identacados, sólo Tres Montes ha sido interpretado
como un monumento sepulcral, siendo el resto de habitación, testimonios que han arrojado algo más de luz sobre el panorama del
poblamiento campaniforme del valle del Alto Ebro.
V.6.2. RESULTADOS DEL A N ~ I S I SDENDROL~GICO
La totalidad de las muestras identifícadas de carbón de Tres
Montes pertenecían a un mismo taxón: Jlrniper~rssp. No se ha
podido determinar la especie a la que pertenecen las muestras,
pero corresponde a un grupo de especies de radios cortos (1 a 5
células), entre los que podría encontrarseJtrniperrrs tlitnifea, que
actualmentejuega un importantepapel en las series de vegetación
de la zona. Esto sería coherente con un paisaje abierto, del piso
supramediterráneo, con enebros/sabinas probablemente como
elemento dominante, aunque es evidente la marcada selección de
esta especie para elaboración de los elementos en madera del dolmen y por tanto, su sobremepresentación en el carbón. No podemos saber si la selección de Jlcniperlrs para la construcción del
dolmen se realizó en base a su dominancia en el medio o porque
éste presentaba las características apropiadas para ello. En gene1 4 los enebros y sabinas tienen troncos retorcidos y muy nudosos, aunque se ha comprobado que en condiciones favorables de
crecimiento sin competencia pueden dar lugar a fustes rectos
(Ntinoii, 2000) y concretamente, J. thrrr$rcr puede dar lugar a
troncos de porte arbóreo y de gran tamaño. En general, cada una
de las muestras aparecía bastante fragmentada, aunque en algunos casos era posible remontar parte del tronco. Se ha realizado
un análisis dendrológico sobre 11 de las muestras.
Los ejemplos de aplicación del método de análisis dendrológico sobre coníferas son escasos en general, realizados fundamentalmente allá donde éstas son el principal componente del
paisaje, ya que esto resulta fundamentalpara poder obtener series
regionales buenas y representativas. Estas especies no tienen los
limites de los anillos tan visibles a bajos aumentos como Qirercus
caducifolio, de manera que la observación sobre el banco de
medidas resulta algo más complicada.
Una dificultad añadida la constituyen los falsos anillos, ya
que cada uno de ellos constituye un error de un año. En los eneb r o ~y sabinas es muy frecuente la presencia de falsos anillos,
pero éstos se han detectado también en otras espccics como Pinus
I~alepeiisis,Pirit~smarz'tima y Pinirs pinea, y anillos perdidos en
Pinirs s~~lvestris,
Pinirs leircodemiis, Pintts nigrn y Larix decidua
(Guibal, 1996: 507).
Un fenómeno muy frecuente observado en Jlrnipertrs y causante de la presencia masiva de anillos perdidos es la formación
de anillos excéntricos (Esper, 2000: 255). Éstos son característicos sobre todo de los individuos que alcanzan cierta edad en los
que la corteza ha sufrido algún tipo de lesión; en tal caso, el cambium se vuelve inactivo en esa zona y los anillos crecen de forma
[page-n-157]
'0
'0
Aoillos del misni. ario. con dibrcnte iiurnem *.celular
,/
//
Radio con alta pr«hal>ilidadde perdida de ariill
i z en la
lirini inu
Fig. 5.13. Esquema de la formación de aniüos excénhicos en
Jlmiperus, a partir de Esper (2000).
irregular, haciéndose frecuente la existencia de un número diferente de células dentro del mismo anillo (fig. 5.13).
Existen sin embargo numerosos ejemplos de estudios dendrológicos sobre coníferas que han ofrecido buenos resultados
(Wiles et alii, 1999; Esper, 2000; Bhattacharyya et alií, 1988;
Bilham et alii, 1983). Esto se debe a que cuando existen series
regionales de referencia, se puede comprobar mediante la comparación de los resultados dónde se encuentra el falso anillo y se
puede llegar a la datación dendrocronológica de las series.
En nuestro caso esto no es posible, de modo que deberemos
limitar los objetivos a las posibilidades de interpretación, que
consisten en comparar las series obtenidas de los fragmentos,
para ver si proceden del mismo o de varios individuos, si éstos
fueron talados en un medio ecológico similar y si ofrecen algún
tipo de información ecológica sobre el grado de desarrollo o
explotación antrópica de las formaciones vegetales.
La observación a bajos aumentos de las muestras de Tres
Montes ha puesto en evidencia la dificultad de la medición de los
anillos, ya que éstos no eran siempre bien visibles a través de la
lupa y la escasa movilidad del banco de medidas no permitía
detectar los anillos falsos. En general, se observó que la mayor
parte de las muestras conservaban los anillos bastante cercanos a
la médula, aunque ésta estaba presente en pocas ocasiones (únicamente en varios fragmentos de las muestra TM12), por lo que
la curvatura era de fuerte a intermedia en todos los casos. El ritmo
de crecimiento era muy bajo a simple vista, con un predominio de
anillos extremadamenteestrechos, aunque en algunos fragmentos
se observaba una ruptura de esta tendencia con un visible aumento de la anchura de los anillos. De cada una de las muestras se han
realizado varias mediciones radiales en diferentes fragmentos
pertenecientes a priori al mismo poste, con el fin de obtener un
radio &al con el mayor número posible de anillos. En ningún
caso hemos elaborado curvas medias, ya que la falta de coincidencia de algunos picos debido a la presencia de falsos anillos
hubiera falseado la curva resultante.
El cuadro 5.7 muestra una sintesis de los resultados de las
mediciones. Es importante comentar que algunos de los radios
medidos son muy cortos, a pesar de que los fragmentos conservaban en general un diámetro mucho mayor. Se ha preferido
medir aquellas partes en las que se tenía una mejor visibilidad de
los anillos y obtener varios radios cortos de un mismo tronco, con
d fin de solapar posteriormente las curvas y disminuir de este
modo el riesgo de errores en el recuento de anillos. Se puede
observar que los valores de las anchuras son realmente bajos, ya
que las medias de cada radio oscilan entre 0,24 y 0,98 mm. La
gráfica de distribución de estos valores (fig. 5.14) refleja una tendencia bimodal, con la mayor parte de los casos entre 0 2 5 y
0,625, y otro pequeño grupo mucho más reducido entre 0,75 y 1
mm.
Las coincidencias de las curvas obtenidas para cada una de
las muestras muestran efectivamente una altísima probabilidad
de pertenecer a un mismo tronco. La correlación entre varias
muestras resulta mhs dificil, ya que la presencia de anillos falsos
impide la coincidencia exacta de los picos. En base a una estructura semejante de las curvas, se han elaborado dos montajes que
podrían corresponder a sendos medios vegetales explotados para
la obtención de troncos. El montaje 1 (fig. 5.15) está constituido
por las curvas de las muestras 6, 8, 18, 19 y 25. Éstas presentan
los mayores valores de crecimiento, siendo éste muy irregular, lo
que se puede observar en los diversos picos y cubetas que forman. Las líneas discontinuas marcan algunos de los eventos que
se han observado en curvas de muestras diferentes y que han ayudado a correlacionarlas. Con ello se hace patente el desplazamiento de algunos de los picos, provocado por la existencia de
falsos anillos. Este problema es común en la mayor parte de análisis dendrocronológicos realizados sobre coníferas y las curvas
sólo pueden ser corregidas cuando existen otras series regionales
de referencia o un número de muestras mayor para cada yacimiento; de esta forma, se puede detectar cuáles son los anillos
que sobran o faltan (Espcr, 2000: 254).
El montaje 2 (fig. 5.16) recoge otra serie de curvas que no ha
podido ser correlacionada con las anteriores, pero que presentan
algunos rasgos comunes entre ellas. Se trata de las muestras 5,7,
12,13 y 14. La muestra TM12 presenta una mayor irregularidad,
probablemente causada por el hecho de que arranca desde la
médula del individuo. Como característica común, destaca el
índice de crecimiento muy bajo, que se pone especialmente de
manifiesto en la parte final de las curvas más largas: TM7-1,
TM7-3, TM7-6, TM8-2, TM8-4 y TM11-2 sobrepasan los 100
anillos/años y reflejan perfectamente la progresiva disminución
del crecimiento de los individuos. La existencia de una sucesión
de picos (aumentos) y cubetas (disminución) de crecimiento,
como se aprecia bien en las curvas de la muestra TM13, han sido
establecidas por varios autores como características de la explotación antrópica de las formaciones vegetales. Sin embargo, la
disminución generalizada del crecimiento de los individuos, visible sobre todo en las muestras TM7 y TM5, puede tener otras
causas. Según algunos autores, se ha comprobado que el índice
de precipitaciones es uno de los principales factores que determinan un crecimiento de los individuos extremadamente bajo. Un
estudio llevado a cabo por Esper (2000) sobre JNniperus en
Pakistán dio como resultado valores de crecimiento entre 0,24 y
0,42 mm para los individuos situados en alta montaña, contras-
[page-n-158]
TM6-10
TM6-1 l
TM6-12
TM6-13
TM7-1
TM7-2
TM7-3
TM7-4
1
1
Jrriiiperirs sp.
Jlriiiperirs sp.
Jiriii~ericsso.
Jlriilpenrs sp.
J~tniperrdssp.
Jiriiiperrrs sp.
Jir~liperiusp.
Jiriii~~er~rs
so.
1
1
15,4
25,52
14.75
33,91
43,05
12,24
30,47
20.77
ANCHURA MEDiA DEJDS AMLLOS
29
47
17
1
1
70
155
39
120
54
Cuadro 5.7. Datos dendrológicos del carbón de
0,53
0,54
,
1
1
0.87
->0,48
0,28
0,3 1
0,25
0.38
Montes.
Fig. 5.14. Anchuras medias de los anillos de crecimiento del carbón
de 'Li.es Montes.
tando con el mayor crecimiento de aquéllos situados en los fondos de valle. La sensibilidad de Jz~niperrcsa la falta de precipitaciones se hacía d s patente en las curvas largas. Del mismo
modo, también la temperatura iníluye sensiblemente en el crecimiento de los enebros que crecen bajo condiciones ambientales
extremas. Las Bardenas Reales se caracterizan precisamente por
un singular régimen de precipitaciones, destacando la gran variabilidad interanual y una torrencialidad muy importante, con su
máximo en primavera. También las temperaturas anuales varían
considerablemente, pudiendo darse en verano contrastes de hasta
45" C de diferencia entre el día y la noche (Elósegui y Ursúa,
1994: 17-19).
Por último, las curvas obtenidas para la muestra TM11 no han
podido ser correlacionadas con los montajes anteriores en base a
su morfología (fig. 5.17). Ésta se caracteriza también por una
mayor variabilidad del crecimiento en los anillos más cercanos a
la médula, haciéndose éste menor de forma paulatina hacia el
final de las curvas.
La utilización masiva de la madera de Jllltiperi~spara la elaboración de la estructura del dolmen de Tres Montes evidencia la
selección preferente de este taxón, aunque ésta pudo ser el resultado de diversas causas, bien por las propias cualidades de la
madera, bien por su disponibilidad en el medio inmediato al
lugar. En general, la madera empleada para la construcción suele
ser cuidadosamente seleccionada en base a sus cualidades físicas
y10 mecánicas de manera que resulte adecuada al fin que ha de
desempeñar. El porte general de los troncos o su resistencia a la
humedad y10 condiciones de intemperie resultan cualidades muy
apreciadas. En el caso de Tres Montes, la morfología de los postes evidencia que se ha Uevado a cabo una cuidadosa selección
del diámetro de los troncos, de manera que éste resultara más o
menos homogéneo. Esto se conseguiría seleccionando individuos
de una edad similar.
El enebro o sabina no es estrictamente una especie arbórea,
ya que es muy frecuente que un mismo individuo presente numerosas ramificaciones desde la base, lo que resulta más característico de especies de porte arbustivo. Dentro de este género, J. tltutifea es una de las especies que presenta generalmenteun mayor
porte arbóreo, con un solo tronco de cierta entidad. En otros
[page-n-159]
Mg. 5.16. Montaje dendrológico2 de Tres Montes.
Fig. 5.15. Montaje dendrológico 1 de W s Montes.
Fig. 5.17. Curvas dendrológicas de la muestra TMll de Tres
Montes.
[page-n-160]
casos, se puede dar la existencia de pies con varios trancos desde
su base, sobre todo en condiciones de explotación intensiva de
los mismos (Bertaudiere et al. 2001). Un enebro con este porte
resultaría muy adecuado para la obtención simultánea de varios
troncos de calibre similar, ya que en algunos casos se han contabilizado hasta más de diez ramas basales en un individuo. En
poblaciones actuales de Marruecos se ha documentado la explotación intensiva de Jirnipen~st11unYera para diversos fines, entre
ellos la obtención de postes, resultando muy adecuada para este
fin por su dureza. Además, se ha comprobado la enorme capacidad de regeneración y supervivencia de esta especie fiente a una
explotación antrópica recurrente (Barbero et alii, 1990). Se ha
documentado que el crecimiento ramificado de los enebros puede
ser consecuencia de su adaptación a un medio climático severo,
así como a la explotación humana continuada. En Tres Montes,
ambas hipótesis habían sido ya planteadas a partir de los resultados dendrológicos.
La ausencia de otras especies vegetales en el carbón de Tres
Montes impide realizar cualquier aproximación a la composición
de las formaciones vegetales de la zona. El uso del enebro hace
evidente su presencia más o menos importante en los alrededores
del yacimiento, aunque sería interesante conocer su proporción
en el paisaje o la presencia-ausencia de otras especies arbóreas en
el lugar, ya que es posible que éste se seleccionarapor ser la única
de la que se podía extraer un tronco de mayor calibre ante un
dominio generalizado del matorral.
Otros estudios paleobotánicos podrían ayudar a resolver estas
cuestiones, aunque éstos son realmente escasos en la zona. Los
análisis polínicos llevados a cabo en los yacimientos de la Edad
del Bronce de h i y Aguila 1 y Monte Aguilar en las mismas
Bardenas Reales muestra para estos niveles un espectro de vegetación muy similar al actual, con el dominio de herbáceas y matas
características de medios áridos (Chenopodiaceae, Compositae,
Poaceae, etc.) y escasa representación de especies arbóreas
(Iriarte 1992,2001). Sin embargo, los niveles previos a esta ocupación evidencian una mayor cobertura arbórea con una importante presencia de Qzcercus t. ilex-coccifra y Pinlls. En este
momento también se dan los mayores porcentajes de
Cupressaceae (en esta familia se incluye el género Jzrniperus).
En generai, es durante toda la Prehistoria reciente cuando se
evidencia una importante intensificación de la deforestación en la
zona. Como se ha mencionado, en momentos previos a la ocupación de los yacimientos citados se evidencia todavía una impoitante presencia de los pinos, así como una mayor estabilidad de
los cursos de agua, reflejada en la presencia constante de especies
de ribera (Iriarte, 1992). La tendencia regresiva de la vegetación
se manifiesta de forma perfectamente paralela al desarrollo de las
curvas de Cerealia en la zona, de manera que apuntan a causas
fundamentalmente antrópicas. Un dato interesante es que en los
momentos en que se evidencia un abandono de los cultivos con
la regresión del polen de cereal, se produce una rápida recolonización de espacios por parte de los pinos, lo que parece evidenciar que este género juega un papel importante en la vegetación
potencial de la zona. Resulta pues lógico preguntarse por qué los
pinos no fueron utilizados en la construcción del monumento
megalitico de Tres Montes y cuál sería su importancia real en el
medio en aquellos momentos. Probablemente nos encontramos,
como apuntábamos anteriormente, ante una selección del material utilizado en base no sólo a su disponibilidad en el medio, sino
a cualidades intrínsecas de la madera que cumplan las funciones
a las que se destinan.
V.6.4. CONCLUSIONES
El estudio dendrológico del carbón del dolmen de Tres
Montes ha puesto en evidencia las dificultades de aplicación de
este método sobre las coníferas, Jttnipertrs en este caso. La existencia de falsos anillos ha quedado patente en el desplazamiento
de algunos anillos/años en las curvas resultantes, hecho que impide una perfecta correlación de todas ellas, incluso en las que proceden de un mismo individuo. La existencia de series regionales
de referencia o un número de muestras muy elevado por yacimiento permitirían realizar las correcciones necesarias, pero
lamentablementeno existen para nuestro caso. Los resultados del
análisis han permitido extraer algunas conclusiones interesantes:
Las curvas obtenidas a partir de los fragmentos de una
misma muestra presentan una buena correlación (a pesar
del mencionado desplazamiento de algunos anillos). Pero
entre las diferentes muestras se establecen importantes
diferencias en cuanto a la amplitud de los picos de las curvas, lo que c o n f í a que cada una de las muestras corresponde a un individuo.
Se han elaborado dos montajes a partir de las curvas obtenidas (únicamente una muestra ha quedado sin clara correlación), que podrían corresponder a dos formaciones diferentes explotadas para la obtención de los troncos, ante la
aparente falta de correlación entre ellas. Parece poco probable que ambos montajes pertenecieran a una misma formación y no llegaran a solaparse, dado el semejante calibre
de todos los postes utilizados (es posible que todos los
individuos tuvieran una edad similar, si se seleccionaba un
grosor de fuste determinado). Las diferencias entre las curvas se puede ver además acusadas por la existencia de anilíos excéntricos, que darían como resultado grandes diferencias incluso midiendo distintos radios de un mismo
individuo.
En general, el crecimiento anual de los individuos es muy
bajo. Dada la falta de fluctuaciones importantes del crecimiento en la mayor parte de las curvas, se baraja como
hipótesis una sensibilidad de la especie al clima de la
región. Efectivamente, se ha comprobado en otros ejemplos una mengua del crecimiento ante las escasas precipitaciones y grandes contrastes de temperatura, lo que provoca índices de crecimiento similares a los registrados en
Tres Montes.
En algunas curvas se ha detectado un ritmo de crecimiento
que podría corresponder a una explotación antrópica sistemática de la formación vegetal: éste se caracterizaría por
una sucesión de cubetas (correspondientes a los años de
explotación más intensiva), seguidos por bruscos picos de
crecimiento (correspondientesa la recuperación del individuo tras la explotación).
[page-n-161]
Capitulo VI
LA PROBLE~PL&TICAARQUEOL~GICADE LOS YACIMIENTOS
DEL NOROESTE PENINSULAR
Los yacimientos de la región Eurosiberiana de nuestro estudio se concentran en el sector noroccidental peninsular, desde la
fianja costera hasta la zona más continental, ya en contacto con
las tierras interiores de la Meseta, coincidiendo grosso modo con
la región gallega, pero distribuidos por gran variedad de ambientes ecológicos. Contamos con un número bastante elevado de
yacimientos para esta región, pero cubre una secuencia cronológica muy amplia, que hace que el panorama sea aún incompleto
para determinados momentos de la misma (fig. 6.1). Por esta
razón, la secuencia cultural que desarrollamos a continuación
recoge únicamente los periodos a los que se adscriben los yacimientos analizados, con el fm de presentar el contexto arqueológico cultural dentro del cual hemos planteado la pertinente problemática antracológica.
En la región Eurosibcriana contamos con dos tipos de yacimientos: los arqueológicos, con una secuencia más o menos prolongada, aunque la mayoría con una ocupación breve en el tiempo; y los depósitos naturales, originados tras fases de incendios
no asociados directamente a vestigios de actividad antrópica.
Metodológicamentehablando, esta división resulta muy emiquecedora, pues ha permitido integrar en una misma secuencia los
datos procedentes de registros de génesis muy diferente, a los
que se ha tenido que aplicar estrategias de recogida, procesado e
interpretación del material adecuadas. Los segundos son los que
han ofrecido una secuencia más prolongada, como es el caso del
depósito de Mougás, donde se ha logrado muestrear un perfil
cuyas dataciones más antiguas rondan el 18000 BP y que llega
hasta el Holoceno reciente. De esta f o m se ha obtenido una
secuencia de vegetación que sirve de referencia a otras más breves en el tiempo, procedentes de episodios de fuegos naturales
más aislados, o de niveles arqueológicos de ocupación puntual.
Para esta región contamos además con una completa secuencia
polinica, que ha resultado muy útil para contrastar, completar e
integrar nuestros datos.
En general, en el sector noroccidental peninsular, existen
grandes vacíos de conjuntos materiales con un contexto estratigráfico claro, sobre todo para 6pocas prehistóricas, lo que se atribuye a la difícultad de realizar prospecciones en áreas con densa
Fig. 6.1. Cronología de los yacimientos arqueológicos y depósitos
naturales estudiados en la región Eurosiberiana.
[page-n-162]
cubierta vegetal o muy activas geomorfológicamente. En las últimas décadas, sin embargo, esta visión de vacío ocupacional está
cambiando a la luz de los nuevos datos aportados por las prospecciones y excavaciones, aunque muchos de los resultados se
encuentran todavía en proceso de análisis o revisión.
VI.1. LA SECUENCIA CULTURAL
El Paleolítico superior se desarrolla en Europa durante el
Estadio Isotópico 2, es decir, desde el final del interestadio Wünn
IJ./iII hasta el Wünn IV o Tardiglaciar. Este periodo se caracteriza por una serie de innovaciones creativas que se manifiestan
entre los grupos de Horno sapiens sapiens, en cuanto a tecnología, explotación del medio y otras evidencias culturales, tales
como el apogeo de la talla laminar, la industria ósea y el comienzo del arte figurativo. Gran parte de las actividades humanas estaban sometidas a un condicionamiento ambiental cambiante con
las fluctuaciones climáticas que se producen en estos momentos.
La composición de las manadas de animales y la cobertura vegetal dan como resultado una cierta variedad de paisajes y ecosistemas, cuya fmctificación estacional de los recursos vegetales y
movimientos migratorios de los animales condicionaron los
periodos de sedentarismo estacional y migraciones de las poblaciones humanas (Otte, 2000; Price y Peterkin, 2000; Koetje,
2000; Pokines, 2000). La tendencia más generalizada en cuanto
al hábitat es la de ocupar cuevas y abrigos cercanos a la franja
costera y a poca altitud en el interior dominando amplias zonas
de captación de recursos, mientras que se ocupaban otras cuevas
y abrigos con peores condiciones para la realización de actividades especificas.
Para la península Ibérica, Breuil y Obermaier dividieron el
Paleolítico superior en dos grandes regiones: la cantábrica, que
presenta una estrecha relación evolutiva con el sudoeste francés
(Aquitania y Pirineo) y la meditednea, más semejante al
Mediodía Francés y el Meditemáneo occidental (citado en
Barandiarán et alii, 1998: 50). La región cantábrica presenta una
gran densidad de yacimientos pertenecientes al Paleolítico superior, enlazando con los grandes núcleos de ocupación de
Aquitania y el Pirineo occidental, aunque en el extremo opuesto,
es decir, el sector noroccidental peninsular, apenas existen evidencias de ocupación de este periodo.
La acumulación de agua en los casquetes glaciales durante
los episodios würmienses provocó descensos del nivel marino de
entre 100 y 170 metros (Shackleton y Opdyke, 1973; Chapell y
Shackleton, 1986). Para las costas peninsulares, los estudios aplicados al sector noroccidental peninsular muestran esta misma
dimimica de descenso del nivel marino entre 120-140 metros para
la costa norte de Portugal durante el máxiino glacial, dejando al
descubierto unos 5 a 7 km de t i m hoy sumergida, donde sin
duda proliferarían los asentamientos humanos (Días, 1985;
Rodrigues et alii, 1991). Yacimientos como El Castillo, Cueto de
la Mina, La Paloma, Morín, Santimamiñey Aitzbitarte N, son los
que presentan actualmente algunas de las secuencias más completas para todo el Paleolítico superior (Barandiarán et alii, 1998:
55; Bemaldo de Quirós, 1982).
En el sector noroccidental peninsular existe actualmente cierto vacío de información en lo que respecta a todo el Paleolítico.
Para algunos autores, esta ausencia de restos podía deberse a la
escasez de cuevas en toda la región, lo que habría obligado a los
grupos humanos a establecer lugares de hábitat al aire libre que
no se hubieran conservado hasta nuestros días (Obermaier, 1923),
aunque se llegó incluso a la idea de que esta área constituía una
zona límite donde no habían llegado las evidencias de este periodo (Breuil y Zbyszewski, 1942). Sin embargo, no hay que olvidar
la escasez de prospecciones realizadas en la zona. Además de la
existencia de yacimientos al aire libre de los que apenas se conserva material, otro problema añadido a la conservación de los
conjuntos en su contexto estratigráfico lo constituye el rejuvenecimiento continuo de los suelos sometidos a dinámicas de ladera
en varios yacimientos en cueva conocidos, y la mala conservación de los restos paleontológicos en los substratos ácidos dominantes en la región (Llana et alii, 1991-1992: 16).
Con el fín de la última glaciación y la instauración de las condiciones más atemperadas del Holoceno, la relativa uniformidad
magdaleniense de la península Ibérica se desintegra dando paso a
la adopción de diferentes estrategias regionales de adaptación a
las nuevas condiciones climáticas y ambientales durante el
Epipaleolítico. La desaparición de los grandes mamíferos de las
praderas y estepas reinantes en el continente europeo durante los
máximos glaciales, se sustituye por especies más pequeñas, propias de ambientes forestales que acompañan el desarrollo de la
cubierta vegetal templada. Estos cambios se traducen en la caza
de animales de pequeño tamaño, una atención especial a los
recursos acuáticos, la recolección de frutos y bayas conservables
a lo largo del año, etc.; en fin, un enriquecimiento y diversificación de los recursos, cuyas estrategias de explotación acentúan la
dinámica de sedentarización y migracionismo estacional observada durante el Magdaleniense, y que precisa de un utillaje especifico para el desarrollo de estas actividades.
En la región Eurosiberiana de la península Ibérica se pueden
distinguir dos estrategias de adaptación a las nuevas condiciones.
Por un lado, en toda la comisa cantábrica se desarrolla el complejo denominado Aziliense, heredero d i c t o de la tradición
magdaleniense, acentuándose el proceso de microlitización y
simplificación de las industrias líticas, continuidad que se observa en la falta de rupturas en la ocupación de los yacimientos de la
zona desde el Magdaleniense (Barandiarán et alii, 1998: 97-98).
Por otro, existen una serie de manifestaciones culturales postpaleolíticas caracterizadas por utilizar guijarros y otros soportes
macrolíticos para la fabricación de un utillaje lítico, que presenta
reminiscencias de tipos anteriores adaptados a las nuevas necesidades, entre las que destaca el Asturiense de la franja cantábrica
más occidental, y otras manifestaciones "pseudoasturienses" que
se concentran en la cuenca baja del Miño, en la frontera entre
Galicia y Portugal. Éstas se caracterizan por la presencia de útiles cercanos a los picos asturienses, hachas o hendedores y restos
de concheros con abundancia de especies típicamente holocenas.
En general, este periodo es poco conocido en el noroeste ibérico, existiendo una disíribución de la ocupación (o al menos de
los datos disponibles) desigual en el temtorio. Destaca cierta
concentración en las sierras septentrionales lucenses, gracias a la
actividad investigadora del Museo de Prehistoria de Villalba
(Lugo) (Suárez Otero y Fábregas Valcarce, 2000: 137).
Actualmente, la investigación sobre el Paleolítico-Epipaleolitico
en el noroeste peninsular ofrece otras perspectivas mas optimistas. La adscripción del yacimiento de Xestido iIi (Abadín, Lugo),
a una fase del Epipaleolitico avanzado le confíere un interés
especial en varios aspectos: la presencia de este yacimiento en
[page-n-163]
una zona donde existía un gran vacío de evidencias de ocupación,
tanto del Paleolítico superior (con excepción de la Cova da
Vaüña) como del Epipaleolítico (se encuentra en las estribaciones
más occidentales del foco asturiense), así como por constituir uno
de los pocos testimonios de estructuras arqueológicas para este
periodo (Ramil Soneira et alii, 1986,1991).
Otros trabajos recientes han puesto de manifiesto la necesidad de intensificar las prospecciones, ya que existe cierta "invisibilidad" del registro arqueológico en determinadas áreas, que sí
se aprecia en las zonas en las que la cubierta vegetal es más escasa y existe acceso a cortes estratigráficos, demostrando por lo
tanto, que la prospección superficial no siempre es una buena
herramienta de detección de los restos. Resultan especialmente
interesantes los trabajos realizados en el área de Nordés
(Valadouro, Lugo), en la zona central de la Serra do Xistral,
donde se localiza el yacimiento de Xestido 111 (López Cordeiro,
2002: 64). En esta zona estaba documentada desde los años 70 la
presencia de niveles de ocupación del Paleoiítico superior fínal
(al norte de la Terra Chá, con dataciones próximas al 9000 BP) y
epipaleolíticos (con la datación del 7310 160 BP, 6500-5800
cal. BC de Xestido 111) (Femández Rodríguez y Ramil-Rego,
1992). En 1998, la construcción de una serie de parques eólicos
en la zona obligó a la realización de una intervención en forma de
prospección superficial, limpieza y documentación de perfiles y
realización de sondeos manuales con metodología de excavación
arqueológica. Como resultado, se obtuvo la localización de hasta
23 puntos de concentración de industrias líticas. La mayor parte
se caracterizan por la utilización de materias primas locales (cristal de roca, cuarzo y cuarcita) y por el predominio de los restos
de talla y lascas simples.
A partir de este estudio se constató un hecho interesante: la
ocupación sistemática de los espacios circulares definidos por
afloramientos rocosos que cumplen características de situación
dominante sobre el paisaje y zonas de tránsito o control de recursos, e intervisibilidad entre elios. Son ejemplos de estos emplazamientos la dorsal de Pena Vella o la que comunica la cuenca de
Meixóns con el área de Xestido, donde se ha recuperado una
industria Utica abundante. La proliferación en los últimos años de
este tipo de intervenciones están acabando con la imagen de
vacío ocupacional del sector noroccidental y en su lugar ha surgido una idea de "continuidad espacial en el paisaje", en la que la
heterogeneidad de concentración de restos se debe fundamentalmente a procesos postdeposicionales de tipo natural (López
Cordeiro, 2002).
*
VI.1.2. EL NEOL~TICOEN EL NOROESTE PENINSULAR: DE LAAPARICIÓN DE LA
AGRICULTURAAL FENÓMENO TUMULAR
El estado actual de la investigación sobre el Neolítico en el
sector noroccidental peninsular esta viviendo grandes avances en
la última década. La imagen de vacío de información, sobre todo
en lo que se refiere al inicio de la agricultura, y que resultaba
extensible a casi toda la franja cantábrica, está siendo matizada a
la luz de los nuevos datos arqueológicos y paleobotánicos. Es
cierto que hasta época muy reciente, la mayor parte de estudios
se han centrado sobre todo en los periodos con mayor tradición
en la investigación, como es el caso del megalitismo o la cultura
castreña en Galicia (Vázquez Varela, 1988: 329; Rodríguez
Casal, 1998: 956).
El Neolítico propiamente dicho, es decir, antes de la aparición del fenómeno megalítico, es un periodo mal conocido en la
Prehistoria del noroeste ibérico. Esta falta de datos ha sugerido en
varios momentos de la historia de la investigación, que la aparición del modo de vida neolítico (como innovación económica,
social y tecnológica) fuera contemporhnea al inicio del megalitismo. Esta hipótesis ha sido rebatida por el descubrimiento de un
Neolítico pre-megalítico, como se ha documentado en el yacimiento de O Reiro (Arteixo,A Coruña) en el que aparece un nivel
con restos de cereal y fragmentos cerámicas, datado en 6590 h 70
BP (CSIC 508), 5775-5260 cal. B.C. (Ramil Soneira, 1973; Saá
Otero, 1985; Saá Otero y Díaz-Fierros Viqueira, 1986, Fernández
Rodríguez y Ramil-Rego, 1992). La datación resulta un tanto
antigua dadas las cronologías de la secuencia regional, siendo
contemporánea al Epipaleolítico-Mesolítico reciente B (JuanCabanilles y Martí Oliver, 2002: 59), por lo que actualmente también se baraja su asdcripción a este periodo.
También apunta a la hipótesis de un Neolitico pre-megalitico
la existencia de íiagmentos cerhmicos en los suelos sobre los que
se asientan los megalitos o en los sedimentos de construcción del
túmulo de los mismos, que indican una anterioridad estratigráfica de la aparición de la cerámica (Suárez Otero y Fábregas
Valcarce, 2000: 138). Se trata de una cerámica en la que destacan
las decoraciones impresas (con matrices de diñcil identificación,
tipo conchas, punzones, etc.), incisas (sobre todo decoradas en
los bordes y en bandas onduladas)y lisas. Las formas son simples
(aunque en la mayor parte de los conjuntos son dificiles de
reconstruir debido al alto indice de fragmentación): hemiesféricas, vasos globulares, en forma de botella, ovoides, escudillas,
etc. Las evidencias de este primer Neolítico se extienden sobre
todo por la franja litoral atlántica, en la península de El Morrazo,
el litoral de Pontevedra o las proximidades de A Coruña, territorio que se amplía con el inicio del fenómeno megalítico. En la
industria íítica de O Reiro y A Cunchosa se evidencia en general
una perduración de la tradición microlaminar del Epipaleolítico
(Suhrez Otero y Fábregas Valcarce, 2000: 139; Siihrez Otero,
1983; Rodríguez Casal, 1998). En el caso de A Cunchosa, la cerámica e industria lítica documentadas en el primer momento de
ocupación han sido vinculadas por la similitud de los conjuntos
con un horizonte neolítico pre-megalítico de los niveles superiores del conchero de Moita do Sebastiao y otros yacimientos neoUticos de la Estremadura portuguesa, como Vale Pincel o A Fonte
Sesimbra, entre otros (Rodríguez Casal, 1997: 45 1; Suárez Otero,
1997: 488; Soares, 1992; Soares y Tavares da Silva, 1992). El
yacimiento de O Regueiriño (de la Peña Santos, 1984a) constituye un caso muy interesante en la investigación del Neolitico
atlántico en general, pues se ha documentado en él dos horizontes de ocupación, uno antiguo con rasgos típicos de origen europeo y alguna expresión más local de fines del V" rnilenio, y otro
algo más reciente con rasgos del Neolítico local (Suárez Otero,
1997: 493).
En la península de O Morrazo (Pontevedra) existen evidencias para este momento de una ocupación estrictamente costera
en la misma rasa litoral o en tomo a los cursos de agua de las
laderas inmediatas; yacimientos como O Fixón (con u& datación
de 4820 120BP-Garcia-Lastra Merino, 1984,1988), Ensenada
de Barra, O Rabelo, Lavapés o Punta do Cabalo presentan horizontes neolíticos con un escaso registro material que evidencian
ocupaciones breves (aunque en el caso de Lavapés, la existencia
de hogares, restos de molinos de mano, etc., no deja lugar a dudas
sobre el carácter habitacional del mismo). Este sistema de ocupa-
*
[page-n-164]
ción del territorio puede estar en relación con el que se observa
en el sur de Portugal para el Neolítico antiguo, es decir, una
amplia dispersión de la población que se traduce en pequeños
yacimientos de escaso registro material (Soares, 1992; Soares y
Tavares, 1992). Los conjuntos de materiales ofrecidos por estos
yacimientos se caracterizan por una cerámica de superficies pulidas y10 bruñidas, de muy buena calidad, la mayor parte con forma
de cuencos hemiesféricos, además de un grupo de cerámicas
decoradas mediante líneas corridas incisas formando triángulos o
reticulas, impresiones de espátula apuntada y biselada, ungulaciones y digitaciones y varios fragmentos con decoración incisa,
mediante líneas paralelas en el exterior y suaves impresiones con
punzón fino en el interior. Entre las formas, se han reconocido
dos cazuelas carenadas con agujeros de suspensión (de la Peña
Santos, l984b).
Este panorama de ocupación concentrada en la línea de costa
lleva a los autores a plantearse qué ocurre con los territorios más
interiores que aparecen densamente poblados en momentos posteriores, durante el megalitismo (Suárez Otero, 1997: 497). El
hallazgo de posibles asentamientos en la zona de transición al
interior gallego, tales como O Cotón (Santiago de Compostela)
de cronología epicardial o neolitico antiguo evolucionado, O
Torroso (Bocelo, A Coruña) y Rebordiños Iii (Mondariz,
Pontevedra) plantea la necesidad de prospecciones más intensivas en las zonas interiores, así como de analizar más a fondo la
posible relación de estos asentamientos con otros megaliticos
muy próximos espacialmente. En general, las evidencias apuntan
a un primer momento de neolitizaeión con rasgos propios de
momentos avanzados del Neolítico atlántico de otras regiones
europeas, mientras que la implantación de estos rasgos locales se
produce de foma paralela al desarrollo del fenómeno megalítico
(Suhrez Otero, 1997: 503).
Las facies más avanzadas del Neolítico en el noroeste coinciden con el surgimiento del fenómeno megalitico. El momento de
aparición de las primeras cámaras simples sin corredor se data a
mediados del V milenio cal. BC. Para algunos autores, la construcción de estos tipos coincide con enterramientos de carácter más
individual, quc en una scgunda ola de construcciones a comienzos
del IV milenio cal. BC adquieren el corredor y se convierten en
colectivos (Suárez Otero y Fábregas Valcarce, 2000: 141).
Recientes dataciones realizadas a partir de pinturas en los dólmenes de corredor muestran un intervalo entre 3900-3600 cal. BC
para el periodo inicial de estos monumentos (Carrera Ramírez y
Fábregas Valcarce, 2002: 162), coincidiendo con la cronología que
Alonso y Bello (1997) habían establecido para su surgimiento.
Una de las mayores concentraciones de manifestaciones del
fenómeno megalítico en el noroeste ibérico se da en la necrópolis Peinador-Galiñeiro, situada entre la ría de Vigo y la actual
frontera con Portugal (Abad Gallego, 1993) y con dataciones
situadas fundamentalmentea lo largo del iii Milenio cal. BC (de
la Peña Santos, 1985-1986). Algunas dataciones problemáticas
han sido invalidadas más recientemente, como la de 6575 35
BP (GrN-19620) para La Mámoa no 6 de Chan do Prado, incoherencia que ya fue apuntada por el autor según el material hallado
en ella, que contenía fragmentos de cerámica de tradición campaniforme y un diente de hoz (Abad Gallego, 1993). El ajuar
característico de estas construcciones incluye hachas y m e l a s
pulimentadas, puntas de flecha, láminas y laminillas de sílex,
microlitos, piezas de molino y numerosos fragmentos cerámicos,
algunos con decoración incisa y con impresiones de peine, que la
sitúan en un momento de tradición campaniforme.
*
La frecuente invalidación de fechas radiocarbónicas debido a
sus altas desviaciones constituye uno de los principales problemas a la hora de realizar periodizaciones sobre el fenómeno
megalítico, de manera que más recientemente, las hipótesis cronológicas se basan en la seriación tipológica de la arquitectura y
materiales de los monumentos, y en la extrapolación de los datos
del norte de Portugal (Alonso Matthías y Bello Diéguez, 1997:
507). Esta evolución se ha documentado bien en la serie de dataciones del dolmen de Dombate, con los siguientes periodos: uno
datado entre 3100-3030 cal. BC en el que se documenta la preparación y primeras utilizaciones del área de entrada al monumento en el límite del túmulo, otro datado entre 2817-2691 cal
BC, contemporáneo al sepulcro de corredor de Os Campiños
(Fábregas Valcarce y de la Fuente Andrés, 1991-1992) y un tercero que coincide ya con violaciones de los grupos campaniformes situado en la segunda mitad del IIi Milenio cal. BC (Alonso
Matthías y Bello Diéguez, 1995). El final del fenómeno megalític0 en el noroeste peninsular se da en la segunda mitad del iii
Milenio cal. BC, contando con una de las dataciones más recientes en el yacimiento de A Fontenla, del 4410 i 50 BP y se generalizan las inhumaciones en espacios pequeños, tipo cistas o fosas
simples, que anuncian la inhumación individual de los periodos
Campaniforme y del Bronce (Rodríguez Casal, 1998). En estos
momentos finales del periodo megalítico se documenta la existencia de representaciones esquemáticas antropomorfas en el
corredor de los monumentos funerarios, lo que ha sido interpretado por los autores como una mayor complejidad del ceremonial
de enterramiento (Bello Diéguez, 1995; Suárez Otero y Fábregas
Valcarce, 2000: 141).
El material asociado a las construcciones megalíticas está
compuesto por elementos de tradición epipaleolítica, otros propiamente neolíticos como puntas de flecha de base triangular,
hachas de piedra pulida de factura bastante tosca y cerámicas
lisas, impresas y con acanaladuras, además de un tercer grupo de
materiales encuadrables en conjuntos calcolíticos para momentos
más avanzados (Rodríguez Casal, 1997: 458; Fábregas y de la
Fuente Andrés, 1988). En momentos de pleno desarrollo tumular
existe una mayor variedad de útiles y elementos de adorno como
los collares de cuentas de variscita. En los momentos previos al
Campaniforme, la cerámica presenta una decoración a base de
motivos lineales, puntillados geométricos, cordones e impresiones de conchas de Pecten. Esta estratificación de los ajuares
megalíticos se ha documentadobien en los monumentos que presentan una ocupación prolongada, tales como la necrópolis de
Pamubeira (Rodriguez Casal, 1989), Os Campiños 6 (Fábregas y
de la Fuente Andrés, 1991-1992) o el dolmen de Dombate (Bello,
1996).
Otro tipo de manifestaciones funerarias neoirticas no asociadas a monumentos megaliticos se caracterizan por una enorme
variedad de tipos, cuyas causas geográficas, culturales, económicas, estéticas, etc. están aún por delimitar. Parece ser que la construcción de dólmenes y los enterramientos en cueva conviven de
forma sincrónica en zonas separadas, los segundos inevitablemente relegados a zonas de substrato calcáreo que permitan el
desarrollo de cavidades para ello (Fabián García, 1995;
Armendáriz y Etxebem'a, 1983; Apellániz y Nolte, 1967). Es el
caso del enterramiento del Nivel 2 de Pala da Vella, datado en
4500 35 BP (GrA-1021) y 4790
120 BP (GrN-19395)
(Fernández Rodríguez et alii, 1996). Es hacia la primera mitad
del iii rnilenio cal. BC cuando este tipo de enterramientos se
hacen más abundantes y adquieren generalmente un carácter
*
*
[page-n-165]
colectivo. A este momento pertenece el Nivel 111de Peña Larga,
del 4470 k 160 BP y los niveles más antiguos de Urtao 11, con
fechas de 4490 i 170 y 4160 i 120 BP. Estas manifestaciones se
multiplican notablemente a partir de estas fechas y sólo decaen a
finales de la Edad del Bronce.
Los datos económicos disponibles para la introducción de la
agricultura y para las estrategias de subsistencia durante el
Neolítico en el noroeste son muy limitados. En el ámbito de la
agricultura, las evidencias se reducen prácticamente a la presencia, en la mayor parte de los estudios paleobotánicos, de plantas
niderales, un pequeño conjunto de cereales y la documentación
de procesos de deforestación llevados acabo para puesta en cultivo de espacios forestados; estas evidencias de deforestación
comienzan en el primer tercio del V milenio cal. BC, en forma de
episodios breves previos a la aparición del cereal en los yacimientos (Ramil-Rego, 1992). Las hipótesis que se han manejado
al respecto de estas prácticas están en relación con algún tipo de
aclarado del bosque para facilitar la caza de animales. Sólo a partir de mediados del V milenio BC se da la primera documentación
de polen de cereal en el noroeste, que se generaliza a la mayor
parte de los espectros en el IV milenio BC (Ramil-Rego, 1993b).
La abundante presencia en los yacimientos de hachas de sección
circular se ha puesto en relación con esta práctica y con la de preparar la tierra para el cultivo (Rodríguez Casal, 1997: 450).
En cuanto a la ganadería, la mala conservación del registro
óseo en los suelos ácidos merma en gran medida las posibilidades de documentación de esta práctica en la mayor parte de los
yacimientos, pero en general se puede decir que no existen evidencias de la presencia de animales domésticos para momentos
anteriores al megalitismo. Parece que la alimentación de los primeros grupos neolíticos se basaba aíui en gran medida en la caza
a pequeña escala y en la pesca (Rodríguez Casal, 1997: 450). Se
ha definido la economía de estos grupos como un sistema mixto,
en el que la agricultura y el pastoreo con trashumancia estaciona1
se complementan con la explotación de reciirsos naturales, dando
lugar a pequeñas comunidades agrícolas itinerantes (Aira y
Vázquez Varela, 1985).
El proceso de completa adopción del sistema agropecuario por
las sociedades neolíticas del noroeste peninsular ha sido estructurado en las sigiiientes fases (Fábregas Valcarce et crlii, 1997):
Desde aproximadamente el 7500 BP y en los momentos previos a la aparición del polen de cereal se documentan en las
proximidades de los asentalnientos humaiios procesos de
deforestación (Ramil Rego, 1992), asociados con el aclarado del bosque para facilitar la caza en un primer momento,
y posteriormente para la puesta en cultivo del terreno. En
estos momentos existe una continuidad con la economía
cazadora y de aprovechamientode los recursos marinos del
Epipaleolítico.
En torno a 5800-5500 BP en los territorios meridionales
gallegos y norte de Portugal y del 5500-5000 BP en los
septentrionales, se datan las primeras apariciones de polen
de cereal en los yacimientos (5490 i 90 BP en Pena Veira,
antes del 5475 40 BP en Chan do Lamoso, antes del 5400
i 40 BP en Lama de Porto Chao). Las evidencias sugieren
la existencia para estos momentos de grupos agropastorales itinerantes, que dan lugar en el registro arqueológico a
asentamientosde pequeñas dimensiones y una discontinuidad en la presencia del cereal en las secuencias.
En el V milenio BP se produce un incremento de la impor-
tancia relativa de la agricultura en el sistema económico,
evidenciada a través de la multiplicación de yacimientos,
de los restos carpológicos y polínicos (Ramil-Rego,
1993b), de los hallazgos de molinos, útiles pulimentados y
vasos de gran capacidad para el almacenamiento y de la
impronta humana en el paisaje. Se puede hablar ya de una
consolidación del sistema agrario, aunque las actividades
cinegéticas y de recolección de h t o s silvestres siguen
teniendo una importancia relativa en la alimentación
humana.
VI.1.3. LA EDAD DEL BRONCE EN EL NOROESTE
PENINSULAR. OR~GENESDE LA INVESTIGACI~N
Y NUEVOS ENFOQUES
Hasta fechas muy recientes, la metalurgia y las manifestaciones funerarias han sido los ímicos puntos de partida del estudio
de este periodo en el noroeste peninsular, y sólo a partir de los
años 80 se ha dado un nuevo enfoque a la investigación para
intentar completar los vacíos de información existentes en los
ámbitos económico, social y de otras facetas de la cultura material (Ruiz-Gálvez Priego, 1987; Suárez Otero, 1993). Dentro de
esta línea, el interés por el estudio de los lugares de hábitat supone un gran paso en la investigacióny una nueva perspectiva hacia
la diversificación del material recuperado en contexto (Csiado
Boado, 1991; Criado Boado et nlii, 1990, 1991).
La región atlántica (en la que se incluye Galicia, la Bretaña
francesa o el suroeste de Inglaterra) se tenía como zona pionera
en la adopción de la metalurgia, al recibir las influencias centroeuropeas de forma más temprana que otras áreas interiores de la
península Ibérica. Sin embargo, a pesar de estas primeras manifestaciones, la metalurgia a gran escala no se generaliza hasta el
Bronce Final. De hecho, es frecuente que en muchos yacimientos
datados en estos momentos tempranos esté ausente por completo
el metal, por lo que algunos autores argumentaban la poca coherencia de la clásica periodización basada únicamente en este
material (Ruiz-Gálvez Priego, 1987).
La Edad del Bronce se define actualmentepor la presencia de
elementos metálicos y tipos cerámicos concretos, como los vasos
Taraio, las formas tronco-cónicas o la perduración de tipos campaniforme~,sobre todo lisos, cerámicas de fondos planos y recipientes de hombros niuy marcados (Criado Boado et nlii, 1991).
Los nuevos asentamientos se sitúan buscando el dominio de
zonas de vaguada y valles fluviales. Parece ser que la tecnología
no permite en este momento el cultivo del fondo de estos valles,
de manera que se practica la tala y quema del bosque para la
puesta en cultivo, complenientadocon actividades de ganadería y
recolección de recursos silvestres (Fábregas Valcarce y RuizGálvez Priego, 1997; Fábregas Valcárce y Meijide Cameselle,
2000). El registro polínico y carpológico que ofrecen algunos
yacimientos del noroeste ibérico muestra una actividad agrícola
incipicntc basada en el cereal y Brassica, y apoyada en la recolección, entre la que tiene un papel fundamental la bellota
(Ramil-Rego, 1993b).
Este patrón de grupos humanos todavía móviles, que realizan
una ocupación y explotación extensivas del territorio, se inscribe
dentro de una tendencia general europea, cuyo carácter estacional
es la causa fundamental de la pobreza de información habitacional y económica durante el 111 milenio cal. BC, a pesar de la
orientación reciente de la investigación hacia estos ámbitos
(Ruiz-Gálvez Priego, 1993).
[page-n-166]
La investigación de la Edad del Bronce en el noroeste peninsular presenta cierta concentraciónen determinadas áreas que han
sido objeto de prospecciones más o menos intensivas pero que,
desgraciadamente en la mayor parte de los casos, no han ido
acompañadas de otro tipo de intervención. Es el caso de las
penínsulas del Morrazo y Barbanza, el conjunto formado por la
Sierra de Bocelo y el valle del Furelos (A Coruña). Se trata en
todos los casos de yacimientos al aire libre.
En la península del Morrazo se han documentadovarios yacimientos, entre los que se encuentran el de O Fixón-A Costa da
Seixeira (Suárez Otero, 1983, 1993,1995; García-Lastra Merino,
1984) y Lavapés (de la Peña Santos, 1984c), que posteriormente
a su primera atribución cultural ofreció una datación algo más
antigua para su "horizonte reciente", de 3930 120 BP, 1980 cal.
BC (Gak-11188). El conjunto cerámico de O Fixbn-A Costa da
Seixeira corresponde a una concentración de material en superticie en torno a un pequeño curso de agua, que el autor situó en el
Bronce Inicial (aproximadamente a partir del 1800-1700 BC) y
cuya característica material más notable era una mduración de
rasgos campaniformesevolucionados,como decoraciones a grandes franjas y fnsos, junto a cerámicas lisas denominadas de uso
común y algunos pequeños cubiletes cilíndricos interpretados
como okndas funerarias (Suárez Otero, 1995, 1997).
En un enclave muy próximo, en zona de media ladera, se
encuentra el propio yacimiento de O Fixón, con una datación de
3830 120 BP para un nivel de cerámica campaniforme evolucionada de carácter muy local y un nivel inferior que resulta
inclasificable por el grado de fragmentación del conjunto cerámico (García-Lastra Merino, 1984).
El "horizonte reciente" de Lavapés contiene tambibn estructuras indefdbles de piedra y varios hogares y un conjunto cerámico de casi 4.000 fragmentos, casi todos con decoración incisa
rectilínea metopada, que recibe el nombre de tipo Penha (de la
Peña Santos, 1984~).Aparecieron también algunas piezas de
molino, hachas de piedra pulida, puntas de flecha y varios fragmentos de láminas, así como restos de escoria adherida al interior
de algunos fragmentos cerámicos.
El yacimiento de Portecelo, O Rosal, Pontevedra, supuso una
contradicción al citado modelo que sitúa al noroeste peninsular
como zona pionera en la adopción de la técnica del metal, al ser
uno de los primeros estudiados que presentaban una ausencia
total de este material y una industria lítica de tecnología muy simple, que en otro contexto parecería "más típica del Paleolítico que
de la Edad del Bronce" (Vázquez Varela y Cano Pan, 1988; Cano
Pan, 1989). La ampliación del estudio a otros yacimientos cercanos demostró que éste no constituía una excepción, de manera
que los autores crearon el término de "cultura de los cantos tallados", para la que se baraja una hipótesis funcional.
En A Coruña, una prospección llevada a cabo en 1988 en la
Sierra de O Bocelo y el valle del Furelos, puso de manifiesto
varias concentraciones de material de diversas épocas (Criado
Boado et aiii, 1991). Entre ellas, el yacimiento de A Lagoa ofreció gran cantidad de cerámica decorada a base de puntillado. Otro
conjunto de concentraciones de material se identificó en las
inmediaciones del yacimiento campaniforme de Morcigueira, en
la margen sur de la Sierra de O Bocelo (Vázquez Varela y Criado
Boado, 1981; Criado Boado et alii, 1991). El yacimiento de
Morcigueira (adscrito por lo autores al Bronce Inicial), junto al
de O Cargadoiro, en Vilar, Santiago de Compostela (Acuña
Castroviejo, 1987), constituye uno de los pocos testimonios de
esta cronología en tierras del interior noroccidental.
*
*
Por último, en el extremo suroeste de la península de
Barbanza (A Coruña) se sitúa el yacimiento de Os Pericos. Se
trata de un abrigo con niveles de ocupación humana, muy posiblemente un hábitat, con un supuesto enterramiento. El material
recuperado se reduce a un vaso decorado con líneas paralelas
puntilladas y motivos en zig-zag, realizado con un peine de púas
de sección cuadrada-rectangular, muy cercano al hallado en
Morcigueira (Vázquez Varela y Criado Boado, 1981).
El yacimiento de Pala da Vella constituye un ejemplo más en
vía de estudio de este periodo. En la provincia de Ourense apenas
hay yacimientos datados en este momento que sirvan de referente. Existen algunos yacimientos de la Edad del Bronce que fueron localizados mediante una campaña de prospección realizada
en la comarca de Bande, como son la Illa de Pazos o Corgueira,
en los que no se ha llevado a cabo ningún tipo de intervención
(Rodríguez Cao, 1991).
A pesar de la escasez de material que ofrecen los conjuntos
estudiados y el vacío de información a nivel regional, los estudios
más recientes sobre la Edad del Bronce en el noroeste peninsular
están orientados a matizar la imagen de esta región como una
zona marginal que se abastece de las tardías reminiscencias culturales llegadas desde otros puntos de la península, y a integrarlo
dentro de un fenómeno que traspasa sus propios limites geográficos. Así, la primera gran ocupación del valle del Duero en tierras
leonesas se produce con el fenómeno megalítico, como resultado
de una penetración de la franja atlántica a través del sudeste
gallego, como se documenta por la existencia de algunos ídolos
comunes a ambos temtorios (Delibes de Castro y Fernández
Manzano, 1983). Una vez más se evidencia que las montañas
orientales gallegas constituyen una vía de unión natural entre la
franja atlántica y la Meseta a través de la cual discurren influencias tanto culturales como ecológicas. El yacimiento de Pala da
Vella se encuentra situado en esta zona de paso natural, por lo que
constituye un importante testimonio cultural de las relaciones
entre estos dos ámbitos.
171.2. PRESENTACI~NDE LOS
YACIMIENTOS
VI.2.1. LA COVA DA v A L ~ ~(CASTROVERDE,
A
LUGO)
La Cova da Valiña se encuentra a 620 metros de altitud, cerca
del río Valiña, del que recibe su nombre. Su descubrimiento se
produjo en los años 60, durante las voladuras efectuadas en un
afloramiento calizo de la zona para extracción de piedra, trabajos
que han afectado a parte del yacimiento y que dejaron en evidencia gran cantidad de restos óseos en superficie, aunque no fue
hasta 1987 cuando se descubrió la existencia de un nivel contextualizado de ocupación humana prehistórica, que fue atribuido
desde un primer momento al Paleolítico superior inicial, cronología que se ha confirmado tras el estudio del conjunto lítico, perteneciente al complejo Perigordiense (Llana Rodríguez et alii,
1987; Llana Rodríguez y Soto Barreiro, 1991; Llana Rodríguez et
aiii, 1991; Villar Quinteiro, 1989).
La boca de la cueva se abre en dirección suroeste, con unas
dimensiones de 1,s metros de longitud y 1,65 de altura, aunque
parte de la entrada se encontraba cegada por sedimento. La cámara principal tiene unas dimensiones máximas de 8,s metros de
longitud, 2 de anchura y 1,s de altura (fig. 6.2). Al fondo existe
una gatera que da paso a una segunda cámara algo más pequeña
[page-n-167]
Fig. 6.2. Planta de la Cova da Valiiía.
y con 80 cm de desnivel con respecto a la anterior, aunque la morfología original de la cavidad se encuentra también alterada por
los desprendimientos producidos por las voladuras. Durante las
campañas de excavación llevadas a cabo durante los años 1987 y
1988 uno de los principales objetivos era reinterpretar esta morfología original de la cueva y determinar el periodo de ocupación
que se evidenciaba a través del material recuperado en superficie,
es decir, contextualizar en estratigrafia los conjuntos lítico y óseo
(Soto Barreiro y Llana, 1989).
La estratigrafia del yacimiento se ha reconstruido tomando el
cuadro 12-D como referencia, ya que presentaba una mayor
potencia, y en los cuadros adyacentes los estratos adquirían una
inclinación considerable de manera que también su potencia era
visiblemente menor. Se han distinguido los siguientes tres ciclos
(Fernández Rodríguez et nlii, 1993a; Llana Rodríguez et nlii,
1991):
El Ciclo 1 comprende los niveles que van de la superficie a
los 63 cm de profundidad. Se trata de material desplazado con las
Fig. 6.3. Estratipaña general de la Cova da Valiiía. El Nivel IV
corresponde a la ocupación humana datada en c.34800 BP
(denominadoNivel Arqueológico 0.
últimas voladuras y por lo tanto, alóctono del entorno de la cueva.
Es un nivel sin estructura y con hcción caliza y esquistosa alteradas, de color marrón alternando con niveles centimétricos amarillentos.
El Ciclo 11 va de los 63 a los 74 cm de profundidad. Es un
sedimento plástico, de color marrón a negro, con algunos nódulos, aunque con menor fracción que el suprayacente. Algunos de
los niveles de este ciclo presentan evidencias de fases alternantes
de encharcamiento, que dejaban lechos arenosos en la superficie.
El Ciclo IiI corresponde a todos los niveles que aparecen por
debajo de los 74 cm de profundidad. Presenta un sedimento
marrón rojizo oscuro, con muy poca fracción. Es el nivel arqueológicamente fértil, dentro del cual se han detectado dos momentos de ocupación. El más antiguo ha sido datado a partir de un
fragmento de hueso en el 34800 + 19001- 1500 BP (GrN-17729)
(Llana Roáríguez, 1990; Fernández Rodríguez y Ramil Rego,
1992) y el m& reciente se encuentra casi totalmente desmantelado por la acción de los clandestinos, de manera que sólo se puede
constatar su existencia. De este momento más reciente se ha
documentadotambién la presencia de un posible empedrado wnservado únicamente en elcuadro 14-E, que parece indicar la existencia de estructuras de hábitat en zonas cercanas a la actual boca
de la cavidad.
La secuencia estratigráfica de A Valiña ha sido documentada
a partir de diversos trabajos arqueológicos realizados en diversas
áreas de la cavidad. El mayor problema que existe en la actualidad con respecto a esta secuencia es la falta de correlación entre
los diversos sondeos excavados, además de la atribución cronológica problemática de algunos niveles (fig. 6.3).
En la zona de entrada a la actual cavidad se ha documentado
la presencia de un nivel infrayacente al de los restos arqueológicos y separado de éste por una línea de piedras calizas en disposición horizontal (denominado Nivel V). De este nivel se ha obtenido una datación radiocarbónica: 31730 + 2880 / - 2110, GrN20833 (Fernández Rodriguez y Ramil Rego, 1992) que pone en
evidencia la incoherencia con la datación del nivel arqueológico
superior. Algunos autores argumentan una fase de deposición
comparable a la establecida para el nivel arqueológico 0,
pero
la inexistencia de industria antrópica y el límite claro con el nivel
superior llevan a considerar una fase de deposición diferenciada,
[page-n-168]
.
tras la que se produciría un episodio frío y algo húmedo que originaría la crioclastia de la caliza evidenciada en el nivel de gelifractos que separa ambos niveles (Llana Rodríguez et alii, 1996:
104). Por lo tanto, la datación resulta dudosa a la luz del resto de
las evidencias estratigráficas.
En la misma zona de la cavidad se reconoce la presencia de
otro nivel de aporte sedimentario exterior (VI), que incluye materiales paleontológicos, muy escasos y con un alto grado de fragmentación, en el que se ha documentado la presencia de restos
óseos de liebre ártica y Microtrrs nivalis (Llana Rodrígiiez et aiii,
1996: 103).
En el tramo opuesto a la galería volada en los años sesenta
(extremo sur) se ha obtenido otro perfil estratigráfico, estableciéndose una correlación entre éste y el antes referido (Llana
Rodríguez et alii, 1996). En éste se ha documentado la presencia
del nivel con restos arqueológicos (IV) y del nivel infrayacenteV,
pero las dataciones obtenidas para éste idtimo (16420 70 BP,
GrN-20836 y 21870 + 7801 - 710 BP GrN-20835 -Ramil-Rego y
Fernández Rodríguez, 1995) resultan muy problemáticas, quedando evidenciada la presencia de numerosas fosas de animales.
La secuencia arqueológica y10 palentológica ha quedado
dividida fundamentalmente en dos niveles (1 y 2) de los cuales,
el Nivel 1 correspondería a la ocupación Chatelperroniense
(31000-35000 BP). El carbón de nuestro estudio procede casi
íntegramente de este nivel, aunque también contamos con inatenal de un nivel superior (Nivel O), menos fiable estratigráficamente ya que puede contener cierta mezcla de materiales más
recientes.
El conjunto Iítico recuperado en A Valiña ha sido uno de los
criterios fundamentales para apoyar la adscripción cronológica
del yacimiento al Paleolítico superior inicial, por su similitud con
los complejos Perigordienses (Villar Quinteiro, 1989). Es una
industria realizada mayoritariamente sobre lasca, con un predominio del retoque abrupto. Los tipos característicos son los cuchillos de dorso tipo Abrí Audi, las piezas de dorso en general sobre
fracturas retocadas y un claro predominio de buriles sobre raspadores, ya que los primeros presentan además una factura muy
cuidada mientras que los segundos son de calidad mediocre; los
buriles diedros y sobre fractura retocada son los que alcanzan los
mayores porcentajes. Se han identificado además un fragmento
de punta de Chatelperron y otros tipos considerados arcaicos o
del substrato, pero según la autora, su escasez no permite apuntar
a una fase temprana del Perigordiense.
Los estudios paleontológicos realizados en A Valiña incluyen
un conjunto óseo de macromamíferos de unos 225 restos y otro
muy numeroso de micromamíferos, ambos procedentes del Nivel
Arqueológico 1 (Ciclo DI) (Fernández Rodríguez et alii, 1993a).
La especie dominante entre los macrorrestos es el conejo
(01yctoIrgrri.s crrnicirlrrs), acumulación posiblemente resultado
tanto de las actividades cinegéticas antrópicas, como del aporte
de otros depredadores. En general, las especies identificadas pertenecen a medios templados, tales como Eqrnrs, Bos/Bison,
Dicerorhinzrs merki y lagomorfos para espacios abiertos tipo pradera, y Cervrrs elapliiis, Cnpreolrrs o Srrs scrofa entre otros para
espacios forestales, además de otros carnívoros (Femández
Rodríguez et alii, 1995b). Destaca la ausencia total de otras especies frías identificadas en yacimientos europeos de esta cronología. En cuanto a la microfauna, la acumulación de este tipo de
restos parece estar en relación con la alimentación de aves rapaces nocturnas. Entre este conjunto, que asciende a un mínimo 15
especies diferentes, destaca la presencia del topillo nórdico
(Microtrrs oeco~iomrrs),presente en otras zonas del continente
europeo y probablemente aquí al límite más meridional de su
óptimo de temperatura y humedad. En general, dominan las especies de espacios abiertos tipo praderas o brezales, aunque no estarían ausentes algunas pequeñas áreas forestadas.
La secuencia polinica de la cueva servirá de referente a los
resultados antracológicos que presentamos en este trabajo y que
desarrollaremos más adelante. La confrontación o correlación de
los datos obtenidos a partir del carbón aporta una interesante
información ecológica desde la perspectiva antrópica de la gestión de los recursos vegetales.
VI.2.2. EL YACIMIENTO DE XESTIDO IIi
(ABAD@, LUGO)
Xestido 111 está situado en la margen izquierda del río
Pedrido, en el municipio de Abadín, Lugo, junto al puente de
Xestido, del que recibe el nombre. Las primeras noticias de la
existencia del yacimiento se produjeron durante las prospecciones llevadas a cabo en los términos municipales de Villalba,
Xermade y Abadín, en las que se recuperaron importantes conjuntos Iíticos realizados sobre sílex, cuarcita y cristal de roca
(Ramil Soneira y Vázquez Varela, 1976). En esos niomentos se
documentó también la existencia del yacimiento cercano de
Xestido 1, que fue atribuido al Paleolítico superior Iinal por los
materiales de superficie. Los trabajos realizados consistieron en
la prospección del área localizada entre unas rocas graníticas, que
había sido utilizada como corral para estabulación del ganado
hasta época muy reciente. Entre la industria Iítica se recuperó un
canto tallado unifacialmente en cuarzo, una lasca de cuarcita con
retoque discontinuo sobre frente recto, un perforador, una hoja de
cresta y varias liojas y lascas de sílex y cristal de roca sin retocar.
Debido a la remoción de este estrato, aparecían también varios
fragmentos de cerámica, muy rodados y de pequeño tamaño,
entre los que se encontraba uno de Terra Sigilata y otros de época
reciente. Aunque las piezas liticas resultaban atipicas y no permitían una cronología aproximada, desde un primer momento los
autores argumentaron la existencia de una ocupación precerámica, debido a la evidente no asociación de ambos restos. Este descubrimiento (junto a los otros conjuntos hallados en las prospecciones) resultaba además de gran interés porque ponía fin al tópico de que en Galicia no existía una industria litica sobre sílex
(Raniil Soneira y Vázquez Varela, 1976).
A unos escasos 100 inetros de este yaciniiento, y al aire libre,
se encuentra Xestido U1, cuya excavación se llevó a cabo en 1986,
en dos grandes cuadriculas, A y B, de 10 x 30 y 20 x 40 m respectivamente, aunque parte de ambas se encontraba afectada por
la presencia de la escombrera de una cantera (fig. 6.4). La excavación afectó a unos 32 m=y se realizó también el acondicionamiento y limpieza de los cortes (Ramd Soneira et alii, 1991).
En la estratigrafía del yacimiento destaca la poca profundidad
de los perfiles a pesar de poseer varios horizontes edáficos bien
diferenciados. Este escaso desarrollo se debe fundamentalmente
a un continuo rejuvenecimiento del suelo y dos episodios erosivos claros, provocados por las condiciones de alta precipitación
imperantes en la zona. Se han documentado dos horizontes A,
separados por una línea de gravas y piedras documentada en
todas las cuadrículas excavadas, y un horizonte B con muy poco
desarrollo (Martínez Cortizas, 1990). El horizonte 2A es el que
resulta fértil arqueológicamente (Nivel Arqueológico 1) (fig.
6.5).
[page-n-169]
Fig. 6.4. Planta general de1 yacimiento de Xestido iii.
NIVEL O (REMONTE)
HORIZONTE IA
HOREONTE 2A
PIEDRA
HORIZONTE B
1
Fig. 6.5. Estratigaffa del yacimiento de Xestido iii.
[page-n-170]
mentos de círculo (2 %), un triángulo, una punta triangular y
microlitos diversos. En conclusión, esta industria está constituida
por un alto porcentaje (87 %) de útiles del substrato paleolítico y
un bajo porcentaje de microlitos y microbunles. Sin embargo, las
laminillas presentan una morfología distintiva, con retoques cuidados, continuos o en forma de escotadura, que ha sido caracterizada como propia de momentos postpaleolíticos (Ramil Soneira
et alii, 1991). Es frecuente encontrar industrias del
Epipaleolitico-Mesolítico reciente con una pervivencia de elementos del substrato "sauvetenoide", cn los que abundan los
trihngulos pigmeos y las puntas microlíticas de doble dorso,
como ocurre también en Aizpea o Kampanoste Goikoa (Cava,
1985, 1994, 1997), de manera que parece que el yacimiento de
Xestido iII se incluye en esta facies.
En la cuadrícula A del yacimiento se documentó una estructura de combustión en la intersección de los cuadros A-10 y A-1 1
(Ramil Soneira et alii, 1986), con una morfologia de cubeta rectangular, y unas dimensiones de 65 x 85 cm, x 7,2 cm de profundidad (fig. 6.7). Se encuentra asociada al suelo de ocupación epipaleolítica del yacimiento (horizonte 2A), pero no descansa
directamente sobre éste, sino sobre una gran laja de granito con
evidencias de haber sufndo una fuerte alteración. También aparece rodeada de forma discontinua por una serie de bloques de granito descompuesto. En las cuadriculas donde se encontraba la
estructura y las adyacentes aparecía una gran concentración de
materia orgánica carbonizada. Sobre uno de estos fragmentos de
carbón se realizó una datación radiocarbónica que dio la fecha de
7310 h 120 BP (GrN-16839). Además de esta concentración de
materia orghnica, el análisis edafológico del yacimiento dio como
resultado una concentración de fósforo en el cuadro A-10 superior claramente al resto, que puede ser el resultado de una con-
5 cm.
7
Fig. 6.6. Material Utico del yacimiento de Xestido IiI.
La industria lítica recuperada en el Nivel Arqueológico 1 de
Xestido iII se compone de un conjunto de 114 útiles clasificables
(76 % de1 total de restos líticos), realizados casi exclusivamente
sobre cuarzo, aunque también existen algunas piezas sobre cuarcita (fig. 6.6). La presencia del sílex se ha documentado pero es
anecdótica. Los tipos mejor representados son los raspadores
(10,6 %), generalmente sobre lasca, lascas retocadas (21,6 %),
perforadores y buriles (24,7 %), láminas retocadas (6,2 %), laminitas retocadas y de dorso (22,7 %), puntas de Sauveterre y seg1
I"------'7"--""-T--------1
I
l
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1
50 cm.
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1
CUBETA DE COMBUSTIÓN
GRANITO DESCOMPUESTO
CARB~N
S
-
Fig. 6.7. Planta (izquierda) y secciones (derecha) de la estructura de combnsti6n documentada en el yacimiento de Xestido 111.
[page-n-171]
centración de restos óseos. A partir de estos datos, el autor argumentó la existencia de una estructura de combustión y una zona
de actividad próxima en el yacimiento (Martínez Cortizas, 1990).
La gran concentración de restos liticos de talla en este cuadro
confirma la hipótesis.
cológico comparte estos mismos objetivos. Los resultados obtenidos a partir del carbón ofrecerán una imagen mucho más local
que la proporcionada por el registro polínico, de manera que
podremos conocer el posible impacto de la actividad agrícola en
el medio más inmediato al yacimiento.
VI.2.3. EL YACIMIENTO DE PRADO DO INFERNO
(MIJRAS, LUGO)
VI.2.4. LA PALA DA VELLA (BIOBRA, OURENSE)
El abrigo de Prado do Inferno, denominado también Abrigo
Vida1 1en la publicación de las primeras noticias (AIonso del Rey
y Vázquez Varela, 1976a) se encuentra situado en el Concello de
Muras, Lugo, a 520 m de altitud, en posición de ladera sobre el
río Eume. Su descubrimiento fue h t o de unas prospecciones
arqueológicas realizadas en la zona, que pusieron de manifiesto
la existencia de materiales en superficie pertenecientes al
Paleolítico superior final (Ramil Soneira, 1971; Llana, 1990).
Los niveles más superficiales se encontraban algo desmantelados
por actividades de extracción de piedra.
La excavación del abrigo mostró la existencia de una estratigrafía comparable a la del yacimiento cercano de Pena Grande
(Villalba, Lugo), que ha sido adscrito por el material recuperado
al Paleolítico superior final. (Ramil Soneira, 1971; Alonso del
Rey y Vázquez Varela, 1976b; Llana, 1990). Ésta consta de un
estrato de tierra vegetal de color muy oscuro, arqueológicamente
estéril, y otro estrato de tierra gris, fértil, que apoya directamente
sobre la roca madre (Alonso del Rey y Vázquez Varela, 1976a).
El material adscrito al Paleolítico estaba constituido por una
industria mayoritariamente sobre lasca, entre la que destacaban
varios buriles, raspadores, puntas de La Gravette atípicas, hojas y
hojitas de borde rebajado y puntas azilienses. El yacimiento fue
interpretado como un lugar de hábitat y taller.
En 1990 se llevó a cabo otra intervención en el abrigo con el
fin de corroborar la contextualización de los hallazgos. El nivel
de ocupación paleolítica se encontraba muy desmantelado, pero
se pudo centrar la intervención en un nivel de ocupación posterior, del que proviene la mayor parte de los materiales, y atribuido al Neolitico de forma provisional, que actualmente incluye
una datación del 4140 120 BP (Ramil-Rego, 1992). Esta cronología resulta interesante, al tratarse de la primera evidencia de
cereal en el registro polínico, de modo que se integra en el
momento de aparición de la agricultura en zonas de altura.
Un estudio edafológico realizado en varios yacimientos de la
zona ha permitido la individualización de tres ciclos sedimentarios en Prado do Inferno (Martínez Cortizas, 1990). El más antiguo está constituido por un horizonte coluvial, que incluye uno
de color muy oscuro, húmico, en el que se encuentra la industria
asociada al Paleolítico superior. Por encima de éste, aparece un
segundo ciclo, formado por un horizonte 2BlC y 2A, en el que se
ha datado la ocupación neolítica y que contiene abundantes restos liticos y cerárnicos. El último ciclo está separado de los anteriores por una línea de piedras. Éste está formado por un horizonte 1BIC y un potente nivel orgánico u horizonte 1A. En su
base se ha documentado una nueva ocupación cerámica imposible de catalogar cronológicamente debido a que este nivel se
encuentra profundamente alterado por las actividades de extracción de piedra.
El análisis polínico realizado en el yacimiento ha permitido la
documentación de los procesos medioambientales previos a la
aparición del polen de cereal, así como evidencias directas de la
actividad agrícola. El principal objetivo de nuestro análisis antra-
El descubrimiento y comienzo de los estudios en este yacimiento fueron el resultado del trabajo de campo llevado a cabo
durante el otoño de 1990, en el que varias cavidades naturales
desarrolladas en afloramientos calizos del área orensana del valle
del Sil, fueron objeto de una campaña de prospección en el marco
de un proyecto de investigación de la Universidad de Santiago y
el Museo de Prehistoria y Arqueología de Villalba, Lugo
(Fernández Rodríguez et alii, 1993b). La zona en cuestión o&cía una importante potencialidad arqueológica, por ser una ruta
natural de paso desde la Meseta a Galicia. De partida, se contaba
con un inventario realizado por la Federación Galega de
Espeleoloxía, en el que constaban mhs de 60 cavidades, así como
la noticia de material recogido en superficie adscrito a la Edad del
Bronce y de época medieval. Se exploraron unas 40 cuevas de las
cuales unas 20 fueron intervenidas mediante pequeños sondeos
de 1 m2,que mostraron la existencia de abundantes restos antrópicos de diferentes épocas en al menos 10 de las cavidades.
En Pala da Vella se distinguieron ya dos momentos de ocupación, uno correspondiente a un enterramiento de época neolítica, y un nivel de la Edad del Bronce, ambos ofreciendo ya muy
buenas perspectivas para una intervención posterior, por la gran
cantidad de material que se recuperó únicamente en el sondeo.
Este primer sondeo afectaba escasamente a unos cuatro metros
cuadrados y se vio dificultado por la existencia de grandes bloques desprendidos del techo, que ocupaban gran parte de la
superficie intervenida, no permitiendo llegar al nivel de base sin
antes ampliar el área de trabajo (fig. 6.8).
Con el objetivo de completar la estratigrafia esbozada durante el sondeo de 1990 y obtener una secuencia cronocultural más
completa del yacimiento, se reanudaron los trabajos de excavación en 1991, dirigidos por Fernández Rodríguez y Villar
Quinteiro, de la Universidad de Santiago (Fernández Rodríguez
et alii, 1996). Con la realización también de otras dos catas en la
parte sur de la galería y en la entrada, se comprobó que la estratigrafia resultaba bastante homogénea en toda la cueva. Los trabajos realizados en el yacimiento de Pala da Vella han permitido
la individualización de tres estratos arqueológicos, dos de los
cuales presentan una evidencia antrópica de dos momentos culturales diferentes (fig. 6.9).
El sedimento de una parte de la cueva se encuentra sellado
por una costra estalagmitica que se está formando en la actualidad. Inmediatamente por debajo de ésta existía un nivel de
revuelto superficial en el que aparecía gran cantidad de material
moderno junto al prehistórico. A este nivel se le dio el nombre de
OB.
Por debajo de éste, se documentó otra costra calcárea más
extensa que se desarrollaba directamente sobre los niveles
arqueológicos. La potencia de esta costra era variable, pero en
algunos puntos alcanzaba de 5 a 7 cm. Los niveles arqueológicos
son tres, dos de ellos con evidencias antrópicas, de la Edad del
Bronce y del Neolítico, y el más profundo, que contiene únicamente restos faunísticos pleistocenos.
*
[page-n-172]
E1 Nivel 1 es muy potente (hasta 30-35 cm en algunos sectores) y se desarrolla por toda el área excavada. Se trata de un
sedimento marrón muy arcilíoso y plástico, producto de una
deposición de tipo coluvial. Este nivel contiene gran cantidad de
restos arqueológicos. El carbón es muy abundante en todas las
cuadrículas y las muestras provienen en su totalidad del carbón
disperso por el nivel arqueológico. Por el material recuperado,
que se encuentra todavía en fase de estudio, este nivel ha sido
adscrito a la Edad del Bronce. Se ha realizado además una datación sobre un fragmento de carbón, que ha dado una fecha de
3280 125 BP, 1877-1258 cal. BC (GrN-19394).
Por debajo está el Nivel 2, con presencia y potencia muy
variables a lo largo de la superfície excavada, ya que en algunos
puntos formaba cuña contra los grandes bloques desprendidos del
techo de la cueva, reduciéndose casi completamente al sedimento atrapado entre éstos, como testigo de un antiguo nivel arrasado por su desprendimiento. El aspecto que presentaba durante el
proceso de excavación era el de bolsadas de sedimento más fíno,
menos plástico y más limoso, de un color ocre, más claro que el
inmediatamente superior. Contiene unos 100 restos óseos humanos, pertenecientes al enterramiento del Neolitico final de al
menos un individuo. Los restos no aparecían en conexión anató-
*
mica, lo que corroboraba el citado desplazamiento sufrido por el
nivel, junto al sedimento y parte del material arqueológico. El
emplazamiento original no parece encontrarse muy lejos del
hallazgo de estos restos, ya que cerca de éstos se han encontrado
restos dispersos en superficie de al menos otros dos individuos.
El tipo de ritual se ha puesto en relación con el documentado en
cavidades del Neolítico/Calcolitico en el País Vasco
(Annendáriz, 1990), de manera que la deposición directa del
cuerpo en el suelo de la cavidad provoca a menudo una movilidad postdeposicional de los restos (Fernández Rodríguez y Villar
Quinteiro, 2003: 17). De este nivel se cuenta con dos dataciones,
una sobre una vértebra humana y otra sobre un fragmento de carbón, que dieron fechas de 4500 35 BP, 3356-2939 cal. BC
(GrA-1021) y 4790 120 BP, 3892-3139 cal. BC (GrN-19395),
respectivamente (Fernández Rodríguez et alii, 1996; Fernández
Rodríguez y Villar Quinteiro, 2003).
Por debajo de los bloques y sellado por éstos, aparecía el
Nivel 3, únicamente con restos paleontológicos asociados a fauna
del Pleistoceno. Está formado por un sedimento de carácter limoarenoso, que se ha identificado como el propio de la cueva, es
decir, no perteneciente a un aporte externo, y se apoya directamente sobre la roca natural de la cueva.
*
*
0
-
0
m
m Sondea (prospección 1990)
EH
Ampliación de sondea (1991)
FHl Excavación arqueológica (1991)
Fig. 6.8. Planta de la cueva de Pala da Vena y zona intervenida durante los trabajos de sondeo y excavaci6n del yacimiento, a partir de
Femández Rodríguez et alii (1996).
[page-n-173]
El material recuperado en la excavación de Pala da Vella es
abundante y es el resultado de un trabajo interdisciplinar, llevado
a cabo por varios miembros de la Universidad de Santiago. La
mayor parte de este material se encuentra actualmente en proceso de estudio y sólo contamos con datos prehinares, la mayoría
de ellos inéditos (fig. 6.10).
La industria litica no resulta muy representativa, reduciéndose casi exclusivamente a un pequeño conjunto de lascas y un
núcleo de lascas de cuarzo procedente del Nivel l. También se
utilizan cantos rodados de gran tamaño, aprovechando el material
aportado por el lecho del río. El conjunto iítico incluye un colgante realizado a partir de un prisma irregular de caliza recristalizada (alabastro), que presenta una perforación central. La superficie ha sufrido un proceso de pulido, cuyo resultado son unas
formas muy onduladas.
La mayor parte de restos cerámicas corresponden a pequeños
fragmentos de galbo y un mínimo porcentaje de bordes y cuellos.
Predominan las formas globulares y serniesféricas, de fondos
convexos, siendo especialmente frecuentes los vasos con forma
de cuenco. La decoración es poco frecuente, aunque sí se proporciona un cuidado especial de la superficie externa, mediante un
fino espatulado que da una apariencia bruñida. Las formas decorativas se limitan a algunas incisiones más o menos profundas,
algún cordón liso en la zona del cueiio y un sólo caso de decoración puntillada, recuperado en el Nivel 2. También se ha docu-
o
6 0 cm
PERFIL SUR
mentado la posible perforación de varios fragmentos cedimicos.
Este conjunto cerámico resulta muy interesante para la deñnición
del Neolitico final en el noroeste, pues ya se aprecian en él características tempranas de lo que va a ser el Calcolítico en la región
(Pérez Ortiz y Femández Rodríguez, en prensa).
En cuanto a la industria ósea, se ha recuperado otro colgante,
éste trabajado sobre un canino atrofiado de ciervo, así como un
pequeño punzón, del Nivel 1, sobre una diáfisis ósea, con una
longitud máxima de 55,4 mm y una anchura en la base de 8 mm.
Los restos faunísticos recuperados provienen de los tres niveles. Son muy abundantes e incluyen especies domésticas y salvajes, que se encuentran en proceso de análisis e interpretación.
Destaca la similitud de los espectros faunisticos de los niveles 1
y 2, probablemente producto de una influencia antrópica en el
aporte de las especies (Fernández Rodríguez et alii, 1996;
Femández Rodríguez y Villar Quiiteiro, 2003). Entre las especies domésticas, destacan en ambos niveles los ovicápridos y en
menor porcentaje, los bóvidos. El porcentaje de especies salvajes
es mucho menor. Se ha documentado la presencia de ungulados
como el corzo y el ciervo, y carnívoros de pequeño tamaño, tal
vez algún mustélido o un félido. Lo que parece ser una evidencia
es que estos carnívoros no son un agente acumulador de restos
óseos en la cueva, por su escasa representatividad en la muestra,
así como por el estudio de las marcas en los huesos.
m cosm*
m
MARRON
Fig. 6.9. Perfil sur de Pala da Vella.
0
IPIEORA
m
OCRE
[page-n-174]
Hg. 6.10. hrnzón de hueso (l),colgante sobre canino de ciervo (2) y
fragmentos cerAmicos (3 y 4) recuperados en Pala da Vella, a partir
de Ferntíndez Rodriguez et alii (1996).
También se encuentran en fase de estudio dos numerosos
conjuntos, de aves e ictiofauna, que pueden resultar muy interesantes para determinar la estacionalidad de la ocupación antrópica de la cueva. La mayor variedad de aves se da en el Nivel 2,
aunque el Nivel 1 también presenta un conjunto similar. En ellos
aparecen aves indicadoras de espacios forestales aclarados, que
en su mayor parte se mantienen hasta la actualidad. Entre ellas
destacan la perdiz (Alectods rufa) y la codorniz (Cotirmix cotur-
nix), especies de marcada preferencia mediterránea, que además
se presentan como un importante recurso cinegético para los
habitantes de la cueva. La orografía de la zona hace que sean también abundantes en los tres niveles las especies asociadas a
roquedos. La chova piquigualda (Pyrrhocorax graculirs) e
Hirundo sp., pertenecientes a esta categoría, son las únicas especies que se han identificado del Nivel 3.
Destaca también la gran cantidad de restos de lagomorfos
(Oryctolagus cunicultu y10 Leptrs) recuperados, sobre todo en el
Nivel 2 (supone un 50 % de los restos de este nivel), lo que puede
suponer el reflejo de una intensa actividad cinegética sobre estas
especies. Están presentes en los tres niveles.
El Nivel 3 ha aportado además otros huesos de gran tamaíío
altamente fosilizados, entre los que se encuentran especies como
el caballo, la cabra pirenaica, el ciervo y otros sobre los que no se
puede precisar más.
En cuanto a la microfauna, el conjunto recuperado es muy
importante, procedente en su mayor parte de egagrópilas producidas por aves nocturnas. De los niveles 1 y 2 se han identificado
casi 3.000 restos de numerosas especies de roedores, insectivoros, quirópteros y un carnívoro (Mustela nivalis). Las especies
más abundantes son Apodemus q~lvaticus(ratón de campo) y
Micmtus lusitanicirs. Es importante la presencia de la especie
Mus mirscul~rs/spretuscomo indicador de la colonización del
valle del Sil por la actividad agrícola procedente de la Meseta. El
Nivel 3 muestra unas características bien diferenciadas de los
niveles holocenos. Destaca la ausencia de especies asociadas a
ambientes mediterráneos y antropógenos.En cambio, hay indicadores tipicos de las pulsaciones Has y húmedas del Pleistoceno
superior cantábrico, como Microtus awalis y M. oeconomirs
(Femández Rodríguez et alii, 1996).
El análisis de los restos óseos humanos hallados cerca de la
pared norte de la cavidad muestra un predominio de los huesos
del fmal de las extremidades, es decir, metápodos y falanges.
También se han recuperado denticiones, tanto del maxilar como
de la mandíbula. Es destacable la ausencia de huesos largos y el
bajo porcentaje de vértebras, costillas y piezas craneales. Se trata
de un enterramiento sin ningún tipo de estructura asociada, adscrito por el material asociado a un momento del Neolitico final o
transición al Campaniforme. Entre el ajuar recuperado se encontraban los dos colgantes, varios bgtnentos cerámicas pertenecientes a una pieza de forma globular o hemiesférica con superficie acanalada y un vaso de paredes rectas decorado mediante la
impresión de un punzón de punta roma.
[page-n-175]
Capítulo VLI
RESULTADOS ANTRACOL~GICOSDE LOS YACIMIENTOS
EUROSIBERIANOS
VII.1. ANALISIS ANTRACOLÓGICO DE LA
COVA DA VALIÑA
La Cova da Valiña presenta un nivel arqueológico datado en
el Paleolítico superior inicial, con una fecha de
34800+19001-1500 BP (GrN-17729) (Fernhndez Rodriguez y
Ramil Rego, 1992). Los datos antracológicos que presentamos
corresponden fundamentalmcntc a este Nivel Arqueológico 1,
aunque también hemos incluido los resultados de un nivel superior, el Nivel O. Éste resulta menos fiable estratigráficamente, ya
que presenta evidencias de revuelto y una dificil asignación cronológica, pero presentamos los datos obtenidos únicamente como
referencia, dada la escasez de carbón recuperado en el nivel
arqueológico. Se ha analizado un total de 190 fragmentos de carbón entre los dos niveles, 106 del Nivel O y únicamente 84 para
Pinus tp. sylvestris-nigra
3
2,83
29
34,52
Qtrernrs caducifolio
Indeterminable
52
49,06
25
29,76
17
16,04
7
8,33
TOTAL
106
100
84
100
Cuadro 7.1. Frecuencias absolutas y relativas de los taxones identificados en los niveles O y 1 de la Cova da Valida.
el Nivel 1. La lista taxonómica de ambos es bastante homogénea
(cuadro 7.1). Sin embargo, cuantitativamente existen diferencias
muy significativas entre los dos espectros.
En el Nivel 1, el taxón dominante es Pintcs tp. nigra-sylvestris, con un 34,52 %, seguido por Qtrerctrs caducifolio, con un
29,76 % y por Betiila sp., con un 13,lO %. La importancia generalizada de las coníferas se deja notar en los altos porcentajes de
pino, en la existencia de un 8,33 % del taxón Coniferae (que no
se ha podido adscribir a ningún género debido al mal estado del
carbón) y en la presencia, aunque muy modesta, de Jlrniperzrs sp.,
que no aparece en el nivel superior. En cuanto a los pinos, no se
ha llegado a la determinación de la especie (R nigra o R sj)Ivesiris), puesto que las características anatómicas observadas (canales resiniferos en la madera de transición y traqueadas horizontales bastante dentadas), no marcan una tendencia definida hacia
ninguna de ellas. Sin embargo, hay que apuntar que Pinus sylvestris resulta ecológicamente mhs caracter'stico de esta región.
Tampoco se ha podido precisar la especie de Querctís caducifolio, aunque es muy probable que se encuentren representadas
en este yacimiento varias especies de este género, ya que se han
identificado los dos tipos descritos en el correspondiente apartado de anatomía como Q. mbtrr y Q. pyrenaica. El resto de taxones (cf. Clematis sp., Fraxintrs sp., Leguminosae)tienen una presencia muy puntual, ya que sólo se ha identificado un fragmento
de cada uno de ellos.
El predominio de los pinos de montaña, junto con Betula sp.,
indica la existencia de un paisaje abierto, aunque matizado por la
abundancia de Qtterctrs caducifolio. Probablemente existiera una
distribución diferencial de la vegetación, es decir, una mayor y
más densa cobertura vegetal en zonas como fondos de valle y piedemontes protegidos, mientras que las cumbres y laderas más
expuestas y con menor desarrollo edhfico estuvieran ocupadas
por formaciones de coníferas, salpicadas de abedules.
La cronología de este nivel nos remite a un momento de finales del Interglaciar Würm Ii-iii y comienzos del Würm 111, caracterizado por presentar unas condiciones muy húmedas y atemperadas. Estas condiciones de transición climática correspondientes
al Nivel 1 de AValiña se observan en los taxones vegetales docu-
[page-n-176]
mentados. En este sentido, la existencia de unas formaciones
abiertas incipientes dominadas por los pinos de montaña se matiza con la presencia de un porcentaje importante de taxones termófilos.
Se han realizado dos análisis polínicos preliminares en el
yacimiento, uno de ellos bajo la dirección de Mme. Arlette LeroiGourhan, a partir de una columna tomada en el cuadro 12-D
(Llana Rodríguez et alii, 1991; Llana Rodríguez et alii, 1996) y
otro más reciente realizado por P. Ramil-Rego, que incluía los
cuadros 12-D y 15-F (Fernández Rodríguez et nlii, 1993a; RamilRego et alii, 1996). En ambos casos se puso de manifiesto la baja
concentración de polen en el yacimiento. A pesar de que el muestreo se llevó a cabo en los tres ciclos sedimentarios, sólo se obtuvo un número importante de palinomorfos en una de las muestras
del Ciclo 111, correspondiente al sedimento sobre el pavimento
del Nivel Arqueológico 1. Los resultados evidencian un predominio de los taxones arbóreos, sobre todo Pintrs tp. qjlvestris,
acompañado por Abies y hrniperirs con porcentajes mucho más
reducidos. Los caducifolios están también representados, destacando la presencia de Bettrla, Qirercirs, Coiyltrs, Alntrs, Castanea
y Ulmirs. Bettrla es el que presenta un mayor porcentaje, mientras
que Qirercirs tiene una importancia mucho menor que en los
resultados de nuestro análisis antracológico. En cuanto a las herbáceas, el predominio de Poaceae está en relación con la existencia de amplios espacios deforestados.
Los análisis polinicos en medios kársticos ofrecen ciertas
limitaciones de interpretación, ya que, como señaló Dupré
(1988a), reflejan Únicamente un medio muy local y en ocasiones,
una cierta relación con la actividad antrópica. En este sentido, el
análisis polinico en cueva puede resultar un referente más directo para los resultados antracológicosque los realizados en medios
abiertos, donde el polen puede provenir de áreas muy alejadas. La
comparación directa de ambos análisis, antracológico y polínico,
nos muestra una cierta semejanza en cuanto a la imagen de la
vegetación representada, caracterizada por una dualidad de taxones típicos de espacios forestales templados y de paisajes más
abiertos. Sin embargo, existen ciertas diferencias en la representación taxonómica en ambos análisis, como la presencia en el
polen de algunos taxones tales como Abies, Alntrs, Coiylirs,
Castnnea, Ulnrirs o Erica entre otros, que no están presentes en el
carbón, así como al contrario, Fraxintrs, Leguminosaey Ephedra,
que se documentan en el carbón pero no en el polen. Por otro
lado, como resultado de la ausencia de ciertos taxones termófilos
en los resultados antracológicos, los porcentajes varían sensiblemente, siendo los de Quercirs marcadamente mayores que en el
polen. Todo ello indica una diferencia de representación espacial
de ambos materiales, es decir, que mientras el carbón es reflejo
de un entorno mucho más local y tal vez algo distorsionado por
el factor antrópico, el polen refleja la vegetación de un área más
amplia (Llana Rodríguez et alii, 1991; Fernández Rodríguez et
alii, 1993a).
Los resultados de los estudios paleontológicos realizados en
el Nivel 1 de A Valiña también inciden en la existencia de una
dualidad de espacios, forestados y abiertos, entre los que destacan Cervtrs elaphtrs, Capreoltrs o Strs scrofa para los primeros, y
Eqirirs, BosBison, Dicerorhinics nterki para los espacios abiertos
tipo pradera. A pesar de esta dualidad, ambos grupos de especies
pertenecen a espacios fundamentalmente templados, destacando
la ausencia total de especies frías identificadas en otros yacimientos europeos de esta cronología (Fernández Rodríguez et
alii, 1993a; Fernández Rodríguez et alii, 1995a). En la microfau-
na, si se ha documentado la presencia del topillo nórdico
(Microttrs oeconomiis), presente en otras zonas del continente
europeo y probablemente aquí al limite más meridional de su
óptimo de temperatura y humedad. En general, dominan las especies de espacios abiertos tipo praderas o brezales, aunque no estarían ausentes algunas pequeñas áreas forestadas.
En el Nivel O, el taxón dominante en el carbón, con más de
un 49 %, pasa a ser Q~rerctrscaducifolio. Este aumento se produce en detrimento fundamentalmente de las coníferas, ya que
Pintrs tp. nigra-sylvestris ostenta Únicamente un 2,83 %,
Coniferae un 0,94 % y Jtmipenrs sp. ha desaparecido por completo. Nos encontramos pues ante una dinámica de expansión de
Qtrercus ftente a las coníferas, que probablemente quedaran
acantonadas en enclaves favorables para su desarrollo. Sin
embargo, la pervivencia de espacios más abiertos se evidencia en
los porcentajes de Betirla sp. y Leguminosae, con un 15,9 % y un
9,43 % respectivamente. La primera ha aumentado ligeramente
sus porcentajes con respecto al Nivel 1 y probablemente haya
colonizado las zonas ocupadas anteriormente por los pinos, pero
sobre todo las leguminosas presentan ahora un gran desarrollo,
estando apenas presentes en el nivel anterior. Por lo tanto, la
expansión de las frondosas ha supuesto la casi total colonización
de los espacios, tanto de los más favorables y resguardados, con
el establecimiento de formaciones de Qirercus caducifolio, como
de las zonas montañosas, ocupadas por el abedul y tal vez por formaciones arbustivas de leguminosas allá donde no fuera posible
el desarrollo arbóreo, y como sotobosque de las formaciones
anteriores.
Esta imagen evidencia un cambio en las condiciones climáticas con respecto al Nivel 1: la importante expansión de Qirercirs
caducifolio indicaría la existencia de un ambiente templado propicio para su desarrollo, al tiempo que parecen establecerse unas
condiciones algo más húmedas, que marcan el retroceso de los
pinos hasta casi su desaparición y su sustitución por planifolios.
W.2. A N ~ I S I ANTRACOL~GICO
S
DEL
YACmNTO
DE XESTIDO m
El yacimiento al aire libre de Xestido III presenta un Único
nivel de ocupación, datado en 7310 160 BP, 6500-5800 cal. BC.
A partir del perfd del yacimiento se han realizado dos análisis
polínicos que corresponden al horizonte 2A, coincidiendo casi
exclusivamente con el nivel de ocupación (Aira et alii, 1989;
Ramil Rego, 1992). Se ha recuperado también gran cantidad de
carbón de este horizonte 2A, y del inferior 2B, anterior a la ocupación. El carbón del nivel de ocupación 2A procede, según los
arqueólogos, del relleno de la estructura de combustión y de la
dispersión de su contenido en los cuadros adyacentes (Ramii
Soneira et alii, 1986). Sin embargo, el análisis antracológico
puede indicar si existen diferencias importantes en el carbón procedente del interior de la estructura y del disperso por los cuadros
cercanos para poder elaborar hipótesis al respecto.
Hemos estudiado el carbón procedente del nivel 2A de forma
separada para los cuadros correspondientes a la estructura de
combustión (A-10 y A-11) y el resto de cuadros. Estos datos se
presentan junto con los del nivel 2B en el cuadro 7.2. Se ha analizado un total de 871 fragmentos de carbón para todo el yacimiento. El nivel 2B ha resultado extremadamenterico en materia
orgánica carbonizada, ya que ha ofrecido 742 fragmentos de carbón, mientras que en el superior (2A), únicamente se han recupe-
*
[page-n-177]
2B
NIVEL
CUADROS
2A
A-11112113, C-8n110, B-91101ll,A~-9/10111
TAXONES
N"
?o
'
Betula sp.
139
18,73
cf. Bettrla sp.
15
2,02
Ciataceae
1
0,13
cf. Cistaceae
1
0,13
cf. Clematis sp.
1
0,13
Coryl~tsavellar~a
178
23,99
cf. CotyIus avellana
1
0,13
4,58
Leguminosae
34
cf. Leguminosae
1
0,13
Monocotiledónea
1
0,13
323
4333
Qrtemrs sp.
2
0,27
cf. Vacciniutn sp.
2
Indeterminable
41
Indeterminada 1
2
Quercus caducifolio
TOTAL
742
C-10, C-7, A-13, A'-11
N"
?o
'
A-10, A-11 (Estructura)
N"
?o
'
46
55,42
2
4,35
2
2,41
33
71,74
7
8,43
1
1,20
5 --
10,87
24 -- 28,92
1
1,20
027
533
6
13,W
2
2,41
027
1O0
46
100
83
100
-
-
-
Cuadro 7.2. Frecuencias absolutas y relativas de los1 taxones identificados en el yacimiento de Xestido iíI.
rado 129 fragmentos, 83 de la estructura y 46 del resto. Han sido
identificados los siguientes taxones: Beíula sp., cf. Betrrla sp.,
Cistaceae, cf. Cistaceae, cf. Clematis sp., Coiyltrs ai)ellana,cf.
Corylrrs avellana, Leguminosae, cf. Leguminosae,
Monocotiledónea, Qlrerczrs caducifolio, Querc~rs sp., cf.
Vnccirrizrin sp., Indeterminable e Indeterminada 1.
Hay que destacar el elevado porccntaje de indeterminación,
no sólo en aquellos fragmentos en los que ha sido totalmente
imposible una aproximación a la identificación anatómica
(Indeterminable), sino que también se han dado numerosos casos
de falta de fiabilidad a la hora de asignar el carbón a determinado género o familia (cf. Cistaceae, cf. Clematis sp., cf.
Leguminosae, etc.), debido fundamentalmente al frecuente estado de vitrificación que presentaba el carbón del yacimiento.
Determinar las causas de este fenómeno resulta complejo en este
caso, pues no se ha hallado ningún criterio para discriminarlas, ya
que aparece carbón vitrifícado en ambos niveles, tanto en el procedente de la estructura como del disperso por el sedimento, afectando a la mayor parte de taxones identificados. Por lo tanto,
parece que las causas o los procesos que han generado este estado del carbón han afectado al yacimiento por completo en todos
sus niveles. Por esta razón, tal vez sería lógico pensar que los orígenes de la vitrificación en este caso se encuentren en causas edáficas, sedimentológicas y10 tafonómicas (naturaleza y humedad
del sedimento, proceso de desarrollo de los suelos, procesos postdeposicionales, etc.).
Los resultados antracológicos del nivel 2B muestran un claro
predominio de Quercus caducifolio, con un 4333 %, seguido de
Cor)~Irrsavellana y Beitrla sp., ambas con porcentajes similares
(23,99 % y 18,73 %, respectivamente). En cuanto a Qrremcs
caducifolio, no se ha podido llegar a la determinación de la especie, pero las características anatómicas apuntan más hacia
Qtrercrrs tipo robitr, según los criterios descritos en el correspondiente capitulo de flora. Los tres taxones anteriores constituyen
más del 95 % del total. Del resto, sólo Leguminosae tiene una
presencia más importante, ya que los demás están por debajo del
1 % (la mayoría se reducen a un solo h g n e n t o identificado).
En el nivel 2A, dominan Betula sp., Leguminosae y Qirercus
caducifolio, fundamentalmente. La riqueza taxonómica del Nivel
2A es mucho menor que la del nivel inferior. Mientras que en 2A
se han identificadocon seguridad únicamente 4 taxones, en 2B se
han identificado al menos 8. Esto se puede deber en parte a que
se ha analizado un mayor número de fragmentos de carbón en el
Nivel 2B, o también a su procedencia más variada (de un mayor
número de hogueras, por ejemplo).
Además de estas diferencias respecto a la riqueza taxonómica, existen otras importantes diferencias entre estos dos niveles.
avellana es mucho más reducida en 2A
La presencia de Cor))I~rs
que en 2B (es uno de los taxones dominantes en este último), del
mismo modo que Quercus caducifolio; en su lugar, en 2A adquieren un mayor protagonismo Betula sp. y Leguminosae.
Para comprobar hasta qué punto estas diferencias cuantitativas y cualitativas entre los dos niveles puede deberse al diferente número de carbones analizado para cada uno de ellos hemos
elaborado dos recuentos para el nivel 2B, a los 50 y a los 100 carbones analizados, para observar cual sería su comportamiento
taxonómico en caso de que se contara para éste con material
menos abundante, como es el caso del nivel 2A (cuadro 7.3).
Podemos observar que a los 50 fragmentos de carbón analizados
únicamente se han determinado 3 taxones y por lo tanto, los por-
[page-n-178]
TOTAL
50
100
100
100
Cuadro 73. Frecuencias de los taxones identificados en el nivel 2B
de Xestido a los 50 y 100 fragmentos de carbón analizados.
centajes de éstos difieren mucho de los obtenidos a partir del análisis de los 742 ñagmentos. A los 100, han aparecido 3 nuevos
taxones, que casi completan la lista taxonómica original (sólo faltarían algunos taxones, de los que se ha hallado únicamente 1 6 2
fragmentos). Sin embargo, los porcentajes son más próximos al
resultado final, con la excepción de Qtlercus caducifolio, que presenta un 71 % a los 100 fragmentos, debido probablemente a que
sólo se ha identificado un 1 % de Cogdlics avellana (en el total de
la muestra constituye casi un 24 %). La disparidad de los porcentajes de Co~ylusavellana se debe probablemente a una desigual repartición de este taxón en el estrato arqueológico, ya que
aparecía concentrado en dos de los cuadros (B9 y B1 l), constituyendo casi el 100 % en éstos.
Por lo tanto, algunas de estas diferencias pueden deberse
efectivamente a la mayor cantidad de material analizado para el
nivel 2B, aunque las evidentes concentraciones de CoryI1rs avellana en algunos cuadros del nivel 2B o de Leguminosae en algunos del nivel 2A, parecen ser resultado de una distribución diferencial de los taxones dentro del estrato arqueológico. Dentro del
nivel 2A también existen diferencias importantes entre los resultados de la estructura de combustión (cuadros A-10 y A-11) y los
cuadros adyacentes. En los cuadros que ocupa la estructura, el
taxón dominante es Betula sp., con un 55,42 %, siendo inexistente en el resto de cuadros. En segundo lugar aparece Qtercus
caducifolio con un 28,92 % y Leguminosae con 8,43 %. Para el
carbón disperso en el resto del nivel existe un claro predominio
de Leguminosae, con un 71,74 %, y Qtrerclrs caducifolio con un
10,87 %.
Retomando la hipótesis de que todo el carbón recuperado en
este nivel procede de la dispersión del material a partir de las
estructura de combustión, es necesario plantearse las causas de
estas diferencias en la dispersión de los taxones en el estrato
arqueológico 2A (fig. 7.1). Dada la homogeneidad taxonómica
del carbón disperso por los cuadros en los que no se encuentra la
cubeta, donde se da un dominio claro de Leguminosae, es poco
probable pensar que este carbón sea reflejo de una utilización
prolongada de la estructura, ya que en este caso existiría una
mayor variedad taxonómica (como ocurre en la mayor parte de
muestras de carbón disperso). Por lo tanto, es posible que estemos ante el reflejo de dos momentos de alimentación del fuego
no muy lejanos en el tiempo: por un lado, los restos del antiguo
contenido de la estructura ahora dispersos (fundamentalmente
leguminosas) y por otro, los restos de la última leña que ha alimentado el fuego, concentrados aún cerca de la cubeta, de manera que las diferencias taxonómicas pueden ser casuales, debidas a
la recogida de leña aleatoda.
Sin embargo, otra hipótesis a plantear es que estas diferencias
se deban a causas tafonómicas en la dispersióndel material, y que
todo éste (el carbón del nivel 2A) pertenezca a un mismo conjunto. En este caso, es posible que los fragmentos mls pequeños
hayan sido dispersados a los cuadros más alejados de la estructura, coincidiendo casi exclusivamente con las Ieguminosas, mientras que los Cagmentos de mayor tamaño (de taxones arbóreos
fundamentalmente) han quedado en las proximidades de la cubeta -uno de los fragmentos recuperados en el cuadro A-11, es el
que dio la datacibn existente para el yacimiento, y presentaba
unas dimensiones aproximadas de 4 x 12 x 13 x 10 cm (Ramil
Soneira et alii, 1991)-.
Analizando de forma conjunta los resultados del carbón procedente del Nivel Arqueológico 1 de Xestido ID (considerando la
hipótesis de que probablemente todo él proceda de la misma
estructura de combustión), vemos que el taxón dominante es
1
1
l
I
1
: A I : A ~ IB C
1
~ D I
l
-------L,---L----L----,----4----4-.
I
6
1
1
1
l
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
-------L----C----,-----,----4---.-J1
I
mPredominio de Leguminosae
0Predominio de Betula sp.
)Predominio de Qwercus caducifolio
mPredominio de Covylzrs avellana
Fig. 7.1. Dispersión de los tasones más frecuentes en el nivel ZA de
Xestido iii.
[page-n-179]
Quercirs caducifolio, con más de un 40 %, seguido de Betula sp.
y Cotyltrs avellana con un 21,24 y un 20,90 % respectivamente.
Del resto de taxones, sólo Leguminosae tiene una presencia más
continua (4,58 %), siendo el resto muy poco frecuentes.
La naturaleza del carbón de Xestido iii, procedente de una
estructura con un uso no demasiado prolongado en el tiempo, nos
impide realizar una reconstrucción de la vegetación a partir de los
datos antracológicos. Sin embargo, la comparación con los análisis polínicos obtenidos a partir de un perfil del yacimiento (Aira
et alii, 1989; Ramil Rego, 1992) muestran también la presencia
de los taxones Qzcextís, Cog~lttsy Befz~/n,de forma dominante.
Otros taxones leñosos que están presentes en el registro polínico
pero no en el antracológico son Alntrs, Salix, ~allzrna;Erica,
MNca y Hedera, cuya ausencia en el carbón puede ser resultado
de la propia recogida de leña por parte de los grupos humanos,
quedando representado en la hoguera un episodio puntual de alimentación del fuego y, por tanto, un número limitado de taxones
del medio vegetal circundante. A esto se une que el área geográfica representada en el carbón siempre es más local que en el
polen. Según los análisis polínicos de Xestido iiI, el periodo de
ocupación del yacimiento corresponde a un momento de caída
del polen arbóreo, con relación a los niveles inferiores, en el que
adquieren importancia Ericaceae y Poaceae. Es curioso que en el
carbón no aparece el taxón Ericaceae, por lo que es posible que
estas formaciones se localizaran en zonas algo más alejadas del
yacimiento y no estuvieran representadas entre las especies
seleccionadas para el fuego. Según los resultados del análisis
antracológico, la recogida de leíía para alimentar la estructura de
combustión se debió r e a l i i en un medio muy próximo al yacimiento, en el que estarían representados los taxones propios del
fondo del valle donde éste se localiza.
v11.3.ANALISIS ANTRACOL~GICODEL
YACIMIENTO DE PRADO
DO INEERNO
El abrigo de Prado do Infemo presentaba una gran complejidad edafológica, por lo que se realizaron cuatro columnas estratigráficas con el fin de obtener la mayor información posible
sobre los diferentes ciclos edáficos, ocupaciones humanas y
variaciones medioambientales. El análisis polínico realizado por
P. Ramil-Rego (1992: 162 y SS.)se ha llevado a cabo sobre estos
cuatro perfiles (A-D). Este análisis servirá de referente al estudio
antracológico que presentamos, ya que el carb6n se ha obtenido
de las mismas columnas del sondeo polínico.
El carbón analizado procede de 7 catas (019, 0110, 015, 016,
114, 115 y 116) que han oftecido una cantidad relativamente escasa de carbón. En la figura 7.2 se presenta la correlación de las
muestras antracológicas analizadas en tres de los perfiles. La
mayor parte de ellas corresponden a niveles neolíticos, salvo en
el p e a D, donde se han documentado niveles anteriores. Éstos
deben corresponder a momentos previos al Neolitico, ya que los
niveles posiblemente asociados al Paleolítico superior ñnal fueron documentados a mayor profundidad (Ramil Soneira, 1971;
Llana, 1990). No ha sido posible correlacionar las muestras procedentes de las catas 114 y 115 con el resto de la secuencia.
Se ha analizado un total de 365 fragmentos y se han identificado los siguientes taxones: Cishts sp., Coiylt~savellana, Erica
cf. E. nrborea, Erica sp., Jiniipenrs sp., Leguminosae, Querctcs
caducifolio, Qirercics sp. e Indeterminable. La distribución de los
taxones en las diferentes muestras analizadas permite observar
algunas diferencias interesantes (cuadro 7.4). En general, la con-
Nivel de turba d
1
0
1-1
a
Niveles de ocupación neolítici
Fig. 7.2. Correlación de los niveles de los perfiles muestreados en el abrigo de Prado do Inferno.
[page-n-180]
Indeterminable
TOTAL
6
27
1
11
1
16
6
1
1
4
43
16
6
50
1
1
7
5
3
Cuadro 7.4. Frecuencias absolutas y relativas de los taxones identificados en los periiles B, C y D del abrigo de Prado do Inferno.
centración de carbón en los niveles neolíticos es mucho mayor
que en los niveles infrayacentes, lo que puede apoyar la hipótesis
de una ocupación más intensa en los primeros, también propuesta a partir de los materiales arqueológicos (Ramil Soneira, 1971).
Los taxones mejor representados en la mayor parte de las
muestras son Erica cf. E. arborea y Quercus caducifolio; siguen
en importancia Erka sp. y Leguminosae. El resto de taxones
tiene una presencia puntual, que se reduce en algunos casos a una
de las muestras. Los niveles anteriores al Neolítico presentan una
mayor escasez de carbón, aunque se puede observar la misma
tendencia, con la única presencia de Erica cf. E. arborea,
Leguminosae y Querctrs caducifolio.
En cuanto a Qtrercirs caducifolio, no ha sido posible identificar la especie a la que pertenece, pero parece ser que cohabitarían al menos dos especies, ya que se han identificado ambos tipos
descritos wmo Quercus tp. robtrr y Q. tp. pyrenaica, con un predominio del primero. En el sector noroccidentalpeninsular es frecuente encontrar formaciones encabezadas por diversas especies
de roble, sobre todo en sus momentos de hegemoda, como se ha
documentado entre el 8500 BP y al menos el 6000 BP (RamilRego, 1992).
No existe una importante representación de otros taxones
arbóreos en el carbón de Prado do Infemo. Únicamente se ha
documentado un fragmento de Co~yIusavellana, que podría ser
un eco de formaciones ribereñas más alejadas del yacimiento, o
realmente tendría una menor representación en las formaciones.
Los taxones arbustivos mejor representados son los brezos.
La identificación de dos taxones, Erica cf. E. arborea y Erica sp.,
se ha realizado en base a la anchura de sus radios, por lo que
conocemos que existirían varias (al menos dos) especies de este
género. Los brezos son muy característicos de las formaciones de
sustibción en la región Eurosiberiana, ya que se adaptan perfcctamente a los suelos siliceos dominantes en la zona. En el caso de
Prado do Infemo, no podemos asegurar que su presencia abundante sea resultado de procesos deforestadores, ya que no contamos con una secuencia prolongada que permita observar posibles
cambios en las proporciones de los taxones. A pesar de que
Qtrercirs caducifolio es abundante, los brezos presentan porcentajes más elevados en todas las muestras de los niveles neolíticos,
por lo que podríamos estar ante un aclarado progresivo de las formaciones arbóreas.
Hemos correlacionado los resultados antracológicos con la
secuencia polinica, con el fin de observar mejor las posibles
variaciones de los taxones representados (fig. 7.3). En el registro
polinico, el taxón Ericaceae es dominante en toda la secuencia,
aunque el polen arbóreo presenta también bastante importancia.
En éste último están representados Qtiemtcs y Corylt~ssobre todo.
Esta imagen es perfectamente coherente con los resultados antracológicos. La hipótesis de retroceso progresivo de las formaciones arbóreas en los niveles neolíticos viene avalada por el registro polínico, que documenta un incremento del polen arbóreo en
los primeros niveles neoliticos (Nivel polínico 5), y un nuevo
descenso del mismo asociado a la aparición del cereal (Nivel
p o l í c o 6) (Ramil-Rego, 1992: 185).
En síntesis, la imagen que ofrecen los registros antracológico
y polínico de Prado do Infemo es el de una formación dominada
por los robles, previa al establecimiento de la agricultura, en la
que también están presentes Coryltis, Pinus pinastec Castanea o
Betula. El estrato arbustivo estaría dominado por los brezos. Con
la intensificación de la actividad agrícola, se detectan ciertas evidencias de expansión de los matorrales, entre los que se ha documentado también la presencia en el polen de varias especies
sinantrópicas.
La lista taxonómica obtenida a partir del carbón es mucho
más reducida que la polínica. Estas diferencias en cuanto a la presencia de determinados taxones están probablemente en relación
con el área real representada en cada uno de los registros, ya que
el carbón refleja un entomo mucho más local. Así, la presencia en
el polen de numerosos taxones de ribera (Alnics, Fraxinirs, Salix,
etc.) que no aparecen en el carbón, muestra que este ámbito no
fue muy frecuentado durante las actividades de recogida de leña.
Tampoco esthn presentes los pinos, de los que se han documentado al menos dos especies en el polen. Tal vez &tos se encontraran en zonas más alejadas del yacimiento, probablemente en
franjas de vegetación mhs elevadas altitudinalmente, a juzgar por
la presencia de especies de montaña (Piitus sylvesfris).
En cuanto a los resultados antracológicos de las catas 114 y
115, en ellas se da una dominancia absoluta de Querctrs caducifolio (cuadro 7.5). Los brezos (Erica cf. E. arborea y Erica sp.)
también presentan frecuencias muy importantes, aunque en este
caso, inferiores a Qiremrs. Siguen en importancia las leguminosas. No conocemos la correspondencia de estas muestras con las
[page-n-181]
Niveles
arqueológicos
Secuencia polínica
Niveles
polínicos
I
Secuencia antracológica
1
OTROS
NIVELES
CERAMICOS
Ericaceae (Querctrs-BettrlaCo~lus).
Presencia de cereal.
Incremento de Pteriditrm.
7
Erica-Qtreimrs-Leguminosae.
Presencia de Cog>lus.
Ericaceae (Qirems-Couylus).
Presencia de Castanea y Pintrs
pinaster.
@emrs-Coyltts-Eicaceae.
Incremento del polen arbóreo.
Ericaceae (Quercus-Corylws).
Detrimento del polen arbóreo.
Tp. Pinus pinaster y Castanea.
Fig. 73. Síntesis y correlación de los datos antracológicosy polínicos de los perfiles B, C y D del abrigo de Prado do Inferno (datos polínicos a
partir de Ramil-Rego, 1992).
tituían una fuente de alimentación. Algunos autores han relacionado esta presencia de h t o s silvestres con una perduración de
las actividades recolectoras en algunas áreas, aún en momentos
correspondientes al completo establecimiento de los sistemas
agrarios en el noroeste (Ramil Rego, 1993b; Fábregas Valcarce et
alii, 1997). Esto podría ser el resultado de la poca intensidad de
la actividad agrícola en lugares menos aptos para esta práctica.
v11.4. ANALISIS ANTRACOL~GICODEL
YACIMIENTO DE PALA DA VELLA
Cuadro 7.5. Frecuencias absolutas y relativas de los taaones identificados en las catas 1/4 y 115 de Prado do Inferno.
del resto de los perfiles. La composición taxonómica es similar a
las descritas anteriormente pero destaca cierto desarrollo arbóreo,
por lo que estas muestras podrían corresponder a momentos algo
anteriores a los niveles neolíticos, coincidiendo con los máximos
de polen arbóreo. También es posible que esta abundancia de
Qtrerczcs se deba a una concentración de carbón de este taxón (un
hogar, por ejemplo), que no haya sido documentado.
La presencia de Qttemus caducifolio y Coiyltcs en la secuencia de Prado do Infemo se encuentra también avalada por el
registro carpológico, en el que se han documentado numerosos
restos de bellotas y avellanas (Ramil-Rego, 1993b). La presencia
importante de avellanas y de polen de esta especie frente a su
escasez en el registro antracológico, puede estar en relación con
la propia gestión de los recursos vegetales, es decir, que se practicara un leííateo menos intensivo en aquellas especies que cons-
~ 1 . 4 . 1RESULTADOS
.
ANTRACOL~GICOSDEL
NTVEL 2
El Nivel 2 de Pala da Vella ha ofrecido un número muy reducido de carbones, muy pequefios y en mal estado, fundamentalmente a causa del arrasamiento de estrato por los grandes bloques
desprendidos del techo, que ha mermado mucho su potencia y
disposición en algunos cuadros.
El carbón perteneciente a este nivel se ha recuperado en los
cuadros l l T y 12S, ambos excavados durante el sondeo de 1991,
cercanos al perfil sur, y corresponde en su totalidad a carbón disperso por el sedimento arqueológico, recuperado mediante la
extracción de muestras y tamizado por flotación. La profundidad
a la que éstas han sido tomadas oscila entre 1,68 y 0,90 m, aunque la potencia de las capas presenta una gran irregularidad. La
situación de los huesos humanos recuperados en este nivel, así
como el estado del propio estrato, confírmaban que éste sufrió un
proceso de arrasamientoque ha hecho perder gran parte del volumen de sedimento. A esto se añade la natural pobreza en carbón
[page-n-182]
Cuadro 7.6. Presencia de los taxones identifleados en el Nivel 2 de
Pala da Vella.
del estrato, puesto que ante la extracción de muestras del mismo
volumen que en el nivel superior y el esfueno de muestre0 realizado, el número de fragmentos de carbón es mucho menor.
En total, se han recuperado y analizado 18 fragmentos de carbón de este nivel (cuadro 7.6). Esta escasez, así como el alto
grado de indeterminación a causa de su estado, nos hace imposible extraer conclusiones interpretativas de la paleovegetación de
Pala da Vella en época neolítica. Sin embargo, la presencia de los
taxones identificados corrobora la información del nivel superior,
es decir, se observa ya en este momento una presencia dominante de Qirercils, documentándose también Leguminosae y Pnrnirs
sp. La total ausencia de Quercus perennifolio, en contraste con su
importancia en el nivel superior, puede deberse probablemente al
alto porcentaje de Qirercics sin determinar (Qirerctrs sp.) a causa
del tamaño del carbón, ya que si éste es muy pequeño, a veces es
imposible observar un anillo de crecimiento completo. Esta hipótesis es más viable que la ausencia de Qzrercirs perennifolio.
La única conclusión ecológica que se puede extraer de este
nivel, es que ya en cronologías de 4500 35 y 4790 rt 120 BP,
los principales elementos que conforman la vegetación en la
Edad del Bronce de Pala da Vella (como se verá en el siguiente
apartado) están presentes, por lo que probablemente el tipo de
formación estuviera muy relacionado con la imagen que poseemos de época posterior.
*
VII.4.2. RESULTADOS Y DESCRIPCIÓN DE LOS
ESPECTROS ANTRACOLÓGICOS DEL NIVEL 1
Casi la totalidad del carbón analizado en el yacimiento de Pala
da Vella pertenece a este nivel, que ha sido dividido en cinco
muestras antracológicas, coincidiendo con las capas artificiales
que se han seguido durante el proceso de excavación del mismo.
Para este nivel se ha analizado un total de 6.366 fragmentos de
carbón de origen disperso y se han identificado los siguientes
taxones: Arbrrtirs irriedo, cf. Arbutrcs irnedo, Coniferae, Erka sp.,
cf. Frangitla sp., Frnxiriirs sp., Hedera helix, hniperics sp.,
Leguminosae, cf. Leguminosae, cf. Oyris sp., Pinirs tp. ~ i g r a syliestris, Pinirs cf. r! nigra-sylvestris, Pinirs sp., Pistacia terebinthtrs, Prtrntrs sp., cf. Prtrnirs sp., Qiremrs caducifolio, Qirercirs
perennifolio, Qirercics sp., Rhamnirs-Pliillyrea, Salix-Populirs,
Sorbus-Crataegirs, cf. Sorbils-Crataegirs, Taxirs baccata e
Indeterminable (cuadro 7.7).
En la Muestra Antracológica 5, Qirerctrs perennifolio,
Qirercirs caducifolio y Arbirtus rrnedo ya suponen casi el 80 % del
porcentaje total. Qtrercus perennifolio presenta un elevado porcentaje respecto al siguiente taxón, que es Qirercirs caducifolio y
son los únicos que superan un 10 %. En el otro extremo, existen
6 taxones que no alcanzan el 1 %, y entre lo que hay que destacar cf. Osyris sp., Rlíamnirs-Philiyrea, cf. Salis-Popirlirs y Taxirs
baccata, porque si observamos sus frecuencias absolutas, se
puede comprobar que sólo se ha identificado un fragmento de
carbón de cada uno de ellos, de manera que responden a los taxones poco frecuentes, presentes en la lista floral gracias al alto
número de fragmentos analizado.
En la Muestra Antracológica 4 se observa de nuevo que el
taxón que presenta un mayor porcentaje con diferencia al resto es
Qirercirs perennifolio, aunque ha descendido algo respecto a la
muestra anterior (48,88 %). El siguiente taxón, Qirercirs caducifolio, aparece con un porcentaje ligeramente mayor (14,14 %),
pero a pesar de ello, la diferencia entre los porcentajes del primer
y segundo taxón sigue siendo amplia. Al igual que en la muestra
anterior, los cuatro primeros taxones, que coinciden en ésta,
suponen el 80 % del total de la muestra. Pocos taxones
(Leguminosae, Prunirs sp. y Sorbirs-Crataegirs), se mantienen
con porcentajes muy modestos, entre el 1 y el 5 %, mientras que
la mayoría no alcanza el 1 %. Son varios los taxones cuya ftecuencia absoluta es de un solo fragmento.
En la Muestra Antracológica 3 los porcentajes se mantienen
bastante homogéneos con respecto a las muestras anteriores. El
valor más alto sigue siendo el de Quercirs perennifolio, aunque
sigue la tendencia a disminuir ligeramente (46,28) y a reducir la
distancia con el segundo taxón, Qirernrs caducifolio, que ha
aumentado un poco su porcentaje (15,09 %). Destaca la presencia de Hedera Iielix y Jlrnipenrs sp., que han sido identificados
exclusivamente en esta muestra.
En la Muestra Antracológica 2 se observa otra vez como la
mayor parte de los fragmentos de carbón analizados se reparten
entre pocos taxones del total de los identificados: sólo cinco taxones (Q~iercirsperennifolio, Qirercirs caducifolio, Qzremirs sp.,
Arbi~tirsunedo y Leguminosae) suponen algo más del 84 % del
total de la muestra. Tanto Querctcs perennifolio como Q. caducifolio han reducido sus porcentajes (41,9 % y 12,74 %, respectivamente). Es posible que esta reducción sea debida al aumento del
taxón Querczrs sp. Observando también el alto porcentaje de indeterminación debido al estado de conservación del carbón en esta
muestra (12,84 %), es posible que el caso anterior tenga la misma
causa. El resto de taxones no alcanza en 1 % del total. En esta
muestra, la variedad taxonómica es sensiblemente menor, aunque
el número de fragmentos analizados sigue siendo lo suñcientemente alto como para resultar representativo. Incluso están representados algunos taxones poco frecuentesque no se van a volver a
repetir en la lista floral, como cf. Frangitla sp.
En la Muestra Antracológica 1, Qirercirs perennifolio se mantiene en un porcentaje casi exactamente igual a la anterior, mientras que Quercirs caducifolio aumenta de nuevo. A pesar de ser la
muestra en la que sus porcentajes se encuentran más cercanos, el
primero sigue mostrando una gran diferencia con el resto. El
resto de taxones presentan bajos porcentajes, algo mayores en el
caso de Arbutirs irnedo, Leguminosae, Prunirs sp., Tams baccata
y Sorbus-Crataegirs, y por debajo del 1 % el resto.
[page-n-183]
Pinirs tp. sj)Ivestns-nigra
5
0,32
7
0,11
Pintrs cf. sylvestris-nigra
1
0,06
1
0,02
Pinirs sp.
2
0,13
2
0,03
1
0,02
83
1,30
Pistacia terebi~itliirs
Prtmlrs sp.
1
6
0,52
cf. Prtrnirs sp.
0,19
0,06
21
1,30
1
0,06
25
Qtrerclrs caducifolio
130
11,2
228
14,l
237
Qirercirs perennifolio
639
54,8
788
48,9
Qlrercirs sp.
97
8,33
132
8,19
Rltan~nits-Phjdlirea
1
0,09
cf. Salix-Popultrs
1
0,09
Sorbus-Crataegtrs
12
1,03
cf. Sorbus-Cratnegics
2
19
l,l8
2
0,12
1,59
5
0,511
26
2,51
1
0,02
125
12,7
166
16
886
13,92
727
15,
46,3
411
41,9
430
41,5
2995
47,05
139
8,85
141
14,4
117
11,3
626
9,83
1
0,02
1
0,02
18
1,15
6
0,61
15
1,45
70
1,lO
2
0,03
Taxirs baccata
1
0,09
25
1,55
15
0,95
9
0,92
22
2,12
72
1,13
Indetenninable
96
8,24
146
9,06
173
11
126
12,8
96
9,26
637
10,Ol
1165
100
1612
100
1571
100
981
100
1037
100
6366
100
TOTAL
Cuadro 7.7. Frecuencias absolutas y relativas de los taxones identificados en el Nivel 1 de Pala da Vella.
W.4.3. INTERPRETACION ECOLOCICA DE LOS
DATOS ANTRACOL~~ICOS
DEL NIVEL 1
En el diagrama antracológico de Pala da Vella (fig. 7.4) se
puede observar que únicamente 9 taxones mantienen una presencia continuada en todas las muestras en mayor o menor porcentaje. Quereus perennifolio, Qirerclrs caducifolio, Qtrercirs sp.,
Arbtrttrs irnedo, Leguminosae, Tax-irsbaccata, Sorbtrs-Crataegtrs,
Prirnirs sp. y Frasinus sp. están presentes en todos los espectros,
aunque en porcentajes muy distantes. Porcentualmente hablando,
Quercirs perennifolio, Qtrerclrs caducifolio, Qtrelvirs sp., Arbrrtus
irnedo y Leguminosae son los taxones mejor representados; el
resto generalmente apenas supera el 1 % y un gran número de
taxones están por debajo de este porcentaje a lo largo de toda la
secuencia.
El taxón que presenta el mayor porcentaje en todos los espectros es Quercus perennifolio, que alcanza su mayor porcentaje
(54,8 %) en la muestra antracológica 5 y esta siempre por encima
del 40 % en el resto de muestras. Qirercirs caducifolio presenta
porcentajes bastante inferiores a los perennifolios, entre un 11 y
un 16 %, alcanzando su máximo valor en la muestra más superficial. Existe un ligero aumento del porcentaje de Querclrs caducifolio, progresivo de base a techo del diagrama, y más o menos
constante salvo en la muestra antracológica 2, que muestra un
leve descenso con respecto a la tendencia general. Esto puede ser
debido al mayor porcentaje que presenta esta misma muestra de
[page-n-184]
o
J H
+PPn
+
+
+
C
F
O
PTOE
O RPSP
ó
--
--
---
-
Fig. 7.4. Diagrama antracol6gico de Pala da Vella.
Quercirs sp. (14,37 %). Qirerctrs caducifolio está presente en la
mayor parte de los diagramas polinicos realizados en el noroeste
peninsular y de forma dominante hasta al menos el 6000 BP
(Ramil Rego, 1992; Aira Rodríguez y Saa Otero, 1988; López,
1986).
En el caso de Pala da Vella se observa un predominio de
Qirercirs perennifolio k n t e a la variedad caducifolia, de acuerdo
al carácter continental de la zona. Los caducifolios debieron ocupar puntos más localizados de umbría o mayor altitud, mientras
que los perennifolios debieron ser el principal elemento de la
vegetación en la franja altitudinal en la que se ubica la cueva.
Actualmente, ésta se encuentra en un piso mesomediterráneo en
el que Qzrercirs perennifolio juega un importante papel, sobre
todo en las vertientes continentales y crestones calcáreos de la
zona, donde los caducifolios carecen de las condiciones óptimas,
de modo que se desarrollan preferentemente en las vertientes oceánicas de las sierras orientales gallegas (fig. 7.5). El gran desarrollo de Qirerctrs perennifolio y la importante presencia de
Quercils caducifolio en la Edad del Bronce nos puede indicar la
Pertenencia de este paisaje al mismo piso bioclimático y una distribución similar de la vegetación.
Arbirtus icnedo es el taxón que presenta porcentajes más altos
después de Querctrs, con porcentajes muy estables en todos los
espectros antracológicos, cercanos al 10 %. Es frecuente encontrar esta especie formando parte del cortejo de los carrascales o
bosques mixtos de caducifolios, acompañado por Pistacia terebinthlrs, Crataegirs nzonogyna, Phillyrea, Erica, Hedera helh o
Berberis vulgaris (Costa et alii, 1997: 426). En Pala da Vella se
han identificado, aunque con una presencia muy puntual, algunas
de estas especies; Pistacia terebintlitrs, Sorbtrs-Crataegtrs,
Rhamntrs-Phillyrea, Erica sp. y Hedera hel& son taxones cuya
presencia se puede asociar a la existencia de este tipo de formación arbustiva de madroños y Quercus.
Leguminosae presenta un porcentaje muy uniforme en todos
los espectros, alrededor del 5 %. Los porcentajes que ostentan en
el carbón de Pala da Vella, sugieren su presencia moderada en las
formaciones vegetales, y dada la entidad que tienen los taxones
arbóreos, la hipótesis más viable es que las leguminosas formen
parte del sotobosque de un bosque mixto de Qirercics.
Las coníferas están muy poco representadas en el carbón de
Pala da Vella. Únicamente Taxirs baccnta mantiene una presencia
constante de base a techo de la secuencia. Sus porcentajes apenas
superan el 1 % o se encuentran por debajo de éste, salvo en el
último espectro, donde alcanza algo más del 2 %. Los pinos y
enebros tienen una presencia puma1 en algunos espectros del
diagrama. La casi total ausencia de pinos en el paisaje de Pala da
Vella nos podría reflejar una fuerte competencia entre éstos y las
frondosas (Costa et alii, 1997:22-23) que ocuparían zonas diferentes, aunque la presencia tan esporádica de los enebros, podría
indicar la existencia de individuos aislados en el sotobosque de
las formaciones de Qirercus. Lo mismo ocurriría con los pinos,
aunque en este caso también podría deberse a que éstos se sitúen
en cotas más altas, en un piso suprameditenráneo, en el que son
frecuentes también en otros ámbitos de la península Ibérica.
La vegetación de ribera no tiene una entidad muy llamativa
en el carbón de Pala da Vella. Taxones frecuentemente asociados
a estos medios, como Sorbirs-Cratnegus, Pnrr~trssp. o Fraxinus
sp. aparecen en todos los espectros del Nivel 1 de Pala da Vella,
aunque sus porcentajes son muy modestos, por lo que parece más
apropiada la hipótesis de que éstos formaran parte del cortejo del
bosque de Qirerc1rs. El curso de agua más cercano al yacimiento
es el río Sil, que discurre a algo más de 400 m de diferencia de
cota respecto a éste. La hipótesis del aprovechamiento de la leña
de las especies de ripisilva que se desarrollaran a lo largo del
curso del Sil, es poco viable. El alto desnivel desde la cueva hasta
el río, además de la pendiente bastante abrupta que los separa,
haría que el transporte de la leña hasta el yacimiento resultara
excesivamente costoso. Es más probable que la existencia de car-
[page-n-185]
bón de estas especies en Pala da Velia se explique por su presencia entre el cortejo del bosque de Querczts y que haya sido recolectada indiscriminadamentejunto al resto de especies componentes de esta formación. Corroboran esta segunda hipótesis, los
bajos porcentajes que presentan estos taxones en el carbón, que
desechan la idea de explotación de un medio en el que éstos sean
el principal componente.
En el carbón de Pala da Velia se han identificado también dos
fragmentos de Osyris sp., que junto a Pistacia terebi~zthus,
Rhamnrrs-Phillyea o el propio Qtrercus perennifolio, constituyen
taxones de marcado carácter mediterráneo, algunos de ellos localiados probablemente en uno de sus limites más septentrionales.
Actualmente, en la cuenca del Sil no es extraño encontrar algunas especies mediterráneas, como Daphne gnidiirm, Pistacia
terebinthzrs, Plg),ll~vaang~rst~YoIia,
Osyr?s alba o Asparagus acutifoliz(s, acompañadas de oiras especies de carácter eurosiberiano.
Incluso la carrasca y el madroño no penetran en tierras de gran
influencia eurosiberiana salvo por estos "pasillos mediterráneos"
que suponen los valles fluviales. Pero únicamente Quercus mtitndifolia, Cistls ladanifer o Cisttrs populifoliirs muestran una distribución más o menos continua; el resto dependen en gran medida de condiciones topográficas, edáficas y microclimáticas favorables, por lo que se encuentran mucho más localizadas. Otras
especies, como el madroño, se han adaptado a las condiciones de
oceaneidad.
En el análisis de los restos faunisticos realizado por C.
Fernhndez Rodríguez (Fernhndez Rodríguez et alii, 1996) se han
identificado restos de ciervo y cono, dos especies que se identifican con bosques de caducifolios y mixtos, con frondoso monte
bajo (Hofmann, 1993). También se han identificado dos especies
de espacios abiertos, asociadas generalmente a zonas de actividad humana, el ratón de campo (Apodemus sylvatic~rs)y el ratón
doméstico (Mtrs mtrscttlus). Estos resultados corroboran los
obtenidos a través del carbón, en cuanto a la presencia de un bosque mixto denso, con un reflejo muy moderado de la actividad
humana.
La imagen de la vegetación obtenida a partir del carbón de
Pala da VeIla no ha variado de forma sensible con respecto a la
actual, en lo que a presencia de taxones se refiere, pero el gran
porcentaje de Qtiercus caducifolio en el Bronce hace pensar que
la formación tuviera un porte mis forestal, ya que actualmente no
sobrepasa un matorral alto. Los procesos deforestadores generalizados detectados en otros antilisis paleobotániws no se registran
en Pala da Vella, bien por tratarse de una secuencia corta, bien
porque el medio más inmediato al yacimiento no fue explotado
de forma intensiva, al no constituir un entorno demasiado favorable para la puesta en cultivo de las tierras circundantes.
1. Brezales de altura
2, Brezales
3. Xesteiras
Fa Fraxinus angustifolia
Ba Berula alba
-:::y
...
4
L.
S
Cs Castanea sativa
Fig. 7.5. Situación actual de los carrascales de la Sierra del Courel en crestones calchreos, entre bosques caducifolios eurosiberlanos, a partir de
Costa el alii (1997).
[page-n-186]
[page-n-187]
Capítulo VIII
LA SECUENCIA DE VEGETACIÓN DEL NOROESTE PENINSULAR. DISCUSIÓN DE LOS DATOS ANTRACOLÓGICOSY POLÍNICOS
VIII. l. SÍNTESIS DE LOS RESULTADOS
ANTRACOL~GICOS
Los conjuntos antracológicosestudiados en este trabajo, tanto
los procedentes de yacimientos arqueológicos como de depósitos
naturales, han dado como resultado una larga secuencia que cubre
a grandes tramos sobre todo los últimos 18.000 años, además de
un episodio puntual datado hacia el 34000 BP que ha proporcionado el registro de la Cova da Valiña. Los importantes cambios
climáticos acaecidos en este periodo se hacen claramente patentes en el registro antracológico, con variaciones importantes en la
cubierta vegetal y en las especies que la componen. Para algunos
momentos de esta secuencia poseemos una mayor escasez de
informaci6n por ausencia de yacimientos correspondientes a esa
cronologia.
El material estudiado cubre diferentes ámbitos biogeográficos del sector noroccidental peninsular, de manera que somos
conscientes de las limitaciones de realizar generalizacionesa partir de nuestros datos.
El yacimiento de A Valiña es el que presenta una cronología
más antigua y establece la base de la secuencia hacia el 34000 BP,
ofreciendo una imagen muy puntual para este periodo, ya que
corresponde a un solo nivel de ocupación. Tras esta fecha existe
un gran vacío de información hasta cronologías cercanas al
18000BP con el inicio de la secuencia de Mougás. Algunos autores han propuesto el arranque de esta secuencia al menos en el
39900 BP (Butzer, 1967), aunque las Últimas revisiones han puesto dc manifiesto la invalidez de algunas de las fechas obtenidas
para el depósito, debido fundamentalmentea problemas metodológicos en cuanto a la recogida y tratamiento de las muestras
(Gómez Orellana, 2002: 151). Las fechas de 18200 k 900 BP
(Nonn, 1966) y 18030 k 160 BP (Brosche, 1982) si son coherentes para datar la base del depósito. Este depósito es el que ha ofrecid0 una secuencia continua más prolongada, con varias dataciones que hacen de este yacimiento una referencia obligada para
situar otras secuencias mhs cortas de la región. La datación más
reciente que se posee para este depósito es de 5330 i 60 BP
(Gómez Orellana, 2002). No existe datación para el techo del
depósito, pero debe llegar hasta fechas mucho más recientes.
El resto de coniuntos han ofrecido una secuencia mucho más
corta. En el caso de algunos de los yacimientos arqueológicos, la
totalidad del carbón analizado procede de estructuras de combustión (Xestido iiI) o de elementos constructivos (O Castelo,
Noville), por lo que se intentará corregir la distorsión de los resultados para ver si se pueden integrar con coherencia dentro de la
secuencia general.
La síntesis de los resultados antracológicos para cada yacimiento, integrados cronológicamente dentro de la secuencia climática y cultural del noroeste peninsular, representa claramente
la evolución de las principales formaciones vegetales identificadas y10 los taxones más significativos (fig. 8.1).
En general, se puede observar a grandes rasgos que las formaciones arbóreas más características del noroeste son las de
Qrrercirs caducifolio. Este taxón está presente en todos los yacimientos estudiados, en muchos de ellos con un claro predominio,
siendo bastante importante aún en momentos de máximo rigor
climático.
Para cronologías de la última glaciación, únicamente contamos con las referencias de la Cova da Valiña y el inicio de la
secuencia de Mougás. En ambos casos dominan las formaciones
abiertas de coníferas y10 de matorral. En Valiña, estas formaciones están encabezadas por pinos de montaña (Piltirs tp. nigrasylvestris), pero los porcentajes de Qrterczrs caducifolio siguen
siendo muy importantes. En Mougás, durante el Pleniglaciar, las
formaciones dominantes son de matorral, encabezado probablemente por varias especies de brezos.
Aproximadamente hacia el 15000 BP, con el comienzo del
Tardiglaciar, se detecta en la secuencia de Mougás un rápido y
progresivo aumento de Quercus caducifolio, al tiempo que se
reduce la importancia de los brezales. Lamentablemente, no contamos en este estudio con otras secuencias para comparar esta
evolución. Es justo en momentos previos a la llegada del
Holoceno, hacia el 11000 BP cuando se alcanza el máximo de
Qzrerczrs caducifolio estando casi totalmente ausentes otros taxones. A estos momentos de máximo dominio arbóreo en Mougás,
[page-n-188]
corresponden también las secuencias de Xestido 111y Frexulfe.
En el primen>, únicamente se contaba con el material procedente
de una estructura de combustión, por lo que los resultados son
sólo orientativos, pero muestran también la presencia en el medio
de Quercus caducifolio junto a otros taxones termófilos (Bettrla
sp., Coiylz4s avellana). Lo mismo ocurre en el depósito de
Frexulfe, donde los taxones termófilos son absolutamente dominantes, destacando los porcentajes de Quercics caducifolio y
Corylz~savellana.
Los resultados muestran pues, un dominio de las formaciones
arbóreas termófilas durante gran parte del Tardiglaciar y del
Holoceno inicial y medio, desde los enclaves más próximos a la
costa (Mougás) hasta zonas montañosas interiores. Las evidencias antracológicas no se ajustan a la periodización clásica del
Tardiglaciar, ya que desde comienzos del mismo, se da un desarrollo progresivo y sin interrupción de la vegetación arbórea
termófila, sin detectarse ninguna pulsación de regresión del
mismo; incluso coincidiendo con la cronología establecida para
el Dryas reciente se produce el comienzo de los máximos valores
de Qtrems caducifolio. Por lo tanto, el tránsito de los paisajes del
Pleistoceno al Holoceno en las secuencias antracológicas es gradual, casi de forma paralela al inicio del Tardiglacial (ca. 15000
BP), y enlaza directamente con el óptimo climático holoceno.
A partir de aproximadamente el 4500 BP comienza a detectarse en las secuencias antracológicas una débil regresión de las
formaciones arbóreas dominantes hasta el momento, y la progresiva expansión de nuevas formaciones arbustivas y de matorral,
como consecuencia de la deforestación antrópica del medio.
Otros estudios paleobotánicos han datado hacia el 6000 BP algunos episodios de deforestación previos a la aparición de la agricultura (Peñalba, 1989; Ramil Rego, 1992), que se acentúan a
partir de la generalización de ésta por todo el territorio, hacia el
4500 BP. En las secuencias antracológicas estudiadas, existen
diferentes dinámicas para la evolución de la vegetación.
En la secuencia de Mougás, el comienzo de la curva ascendente del matorral de Erica y Leguminosae se fecha hacia el 6000
BP en débiles porcentajes, pero esta tendencia se acentúa en
momentos más avanzados del 5500 BP. Sin embargo, en el depósito de Frexulfe, datado hacia el 5000 BP, no se detectan evidencias de estos procesos de deforestación, ya que más de un 90 %
del carbón analizado correspondía a taxones arbóreos termófilos.
En el perfil de Balouta si se puede observar el establecimiento
progresivo de un matorral compuesto por brezos y leguminosas
hacia el 4000 BP, tras la degradación de una formación fuertes
mente dominada por Q u e ~ i i caducifolio.
Los casos de Mougás y Balouta constituyen claros ejemplos
PRADO DO
NOVILLE
O CASTELO
( m.s.n.m.)
PALA DA
PERFIL DE
BALOUIA.
i ( m.s.n.m.) i
830 m.s.n.m)
(O m.s.n.m.)
131
al<.
FREXULFE
M?.
3.3 K.
4.3 ih
IO.6
-------------------SKI
u Formaciones abiertas de coníferas y10 rnatorraí,
.g Qtrercus caducifoiio y otros taxones termófilos.
0Qettercus perennifolio y fonnaciones mixtas.
0Matorral de brezos y leguminosas.
Formaciones edafóñlas.
Fig. 8.1. Síntesis de los resultados antracol6gicos de los yacimientos de la regibn Enrosiberiana.
[page-n-189]
de lo que algunos autores han denominado la vegetación "pseudo-climácica" en el noroeste peninsular, es decir, formaciones de
brezos y leguminosas perfectamente adaptadas a la continua
explotación humana del medio (Rodriguez Guitián et alii,
1996a), alcanzando valores de deforestación cercanos a los del
último gran ciclo glacial, pero esta vez de origen antrópico
(Ramil Rego, 1992).
En cronologías algo más recientes se sitúa el yacimiento de
Pala da Vella, que presenta un predominio de formaciones arbóreas mixtas de perennifolios y caducifolios, que constituyen la
vegetación característica de las zonas de transición entre las
regiones Emsiberiana y Mediterránea. En este yacimiento no se
detectan los procesos de deforestación citados, ya que, probablemente, el medio en el que se encuentra el yacimiento no constituyera una zona muy propicia para la actividad agrícola.
Los yacimientos de O Castelo y Noville constituyen un caso
especial, pues la finalidad constructiva hace que la madera utilizada en ellos esté sometida a una fuerte selección de especies,
que pueden falsear la imagen de la vegetación circundante. En
ambas, ha sido ampliamente utilizado Qlierctrs caducifolio, lo
que constituye una nueva prueba de explotación intensiva del
bosque de caducifolios. En el caso de Noville, el carbón nos da
información además sobre el desarrollo de formaciones de Piltlis
pinea y/o piitaster en las zonas costeras, donde el componente
edáfico arenoso constituye un medio óptimo para su desarrollo.
En conclusión, podemos detectar las siguientes fases de la
vegetación a través de los registros antracológicos:
Dominio de las formaciones abiertas de coníferas y/o estepas de matorral, durante los periodos más rigurosos del
Último ciclo glacial, y hasta el arranque del Tardiglaciar.
Comienzo de la curva ascendente de los taxones arbóreos
termófios, desde el 15000 BP, y reducción de las formaciones de matorral.
Dominio del robledal y los taxones termófilos, entre aproximadamente el 11000 y el 5500 BP.
A partir del 5500-5000, comienzo de la regrcsión de las formaciones arbóreas y establecimiento de un matorral "pseudo-climácico" (Rodríguez Guitián et alii, 1996a) o de la
"estepa cultural" (Ramil-Rego, 1992). La fecha en que
comienza a detectarse este proceso puede variar sensiblemente en función de la situación de cada yacimiento en un
ámbito más o menos apto para el desarrollo de la agricultura.
VIII. 2. LA VEGETACI~NDEL PLEISTOCENO SUPERIOR-HOLOCENO DEL
NOROESTE PENINSULAR Y ZONAS
LIMÍTROFES
Las secuencias de vegetación del sector noroccidental de la
península Ibénca se caracterizan por una redistribución de especies ante los cambios climáticos que se producen durante el
Pleistoceno y parte del Holoceno, y a partir del Holoceno medio
y sobre todo reciente, ante el impacto antrópico. La reorganización de la vegetación como respuesta a la variación climática
sigue fundamentalmente parámetros altitudinales e incluye la
migración de especies, la existencia de refugios de vegetación en
las zonas mon&osas, la expansión de estasespecies acantonadas
en momentos favorables para su desarrollo, la introducción de
especies antrópicas en momentos más recientes, etc., hasta conformar la imagen de la vegetación actual.
En el noroeste peninsular, el factor altitudinal juega un gran
papel en la migración de las especies y permite la instalación en
altura de algunos elementos centroeuropeos. A su vez, esta zona
comprende dos ámbitos diferenciados: las tierras de cariicter continental, que se encuentran aisladas de la iduencia oceánica por
barreras orográficas naturales, y que abarca todas las vertientes
sudorientales y meridionales de la cadena que forman la
Cordillera Cantábrica y las montañas orientales gallegas; y en las
vertientes occidentales de las montañas o en las cotas más altas
de éstas, se recibe ya una influencia atlántica, que se traduce en
unas diferentes características térmicas y ombroclimAticas, y en
una diferente dinámica de las especies vegetales. Hemos mencionado ya como las montañas que discurren paralelas a la costa
cantábrica y las sierras gallegas de Ancares, Cebreiro y Caurel,
actftan como eje vertebrador en la migración de ciertos elementos centroeuropeos continentales, salvando la proximidad al mar
al desplazarse por las cotas mhs altas de estos relieves; es el caso
de la penetración del haya (Fag~issylvatica) en la península
Ibérica (Rodriguez Guitián et alii, 1996a; 19961>;Ramil-Rego,
1992; Ramil-Rego et alii, 2000; Gómez Orellana, 2002).
El último gran ciclo glacial corresponde, en la cronología
alpina, al Würm, cuya seriación de estadiales e interestadiales fue
fijada a par& de las secuencias isotópicas oceánicas y de los hielos polares (Shackleton, 1987; Ruddiman et alii, 1989). Según la
periodización clásica, este ciclo se dividía en cuatro grandes estadiales, separados por interestadialesatemperados, el último de los
cuales (Würm N), incluye algunos de los máximos frios del ciclo
(Pleniglaciar) y el comienzo de la deglaciación hacia el interestadial Holoceno (Tardiglaciar). Las periodiiaciones más recientes
propuestas para el suroeste de Europa, que se han apoyado en
gran medida en resultados de análisis litoestratigráfícos y sedimentológicos, aceptan la existencia de ciertos cambios climáticos
a gran escala, pero establecen secuencias regionales con marcadas particularidades en cuanto a la intensidad de estas fluctuaciones. Así, para el suroeste europeo, el último ciclo glaciar comienza con una fase previa caracterizada por la rápida sucesión de
estadiales e interestadiales, denominada Prewüm, que corresponde a los estadios isotópicos 5d a 5a. Del 80000 al 60000 BP
se produce una gran fase estadial (estadio isotópico 4), denominado Estadial Wiirmiense Inicial; del 60000 al 25000 BP sucede
una fase de dominio del clima atemperado en general, que corresponde al estadio isotópico 3 y se denomina Interestadial
Würmiense. Un nuevo recrudecimiento climático marca el
comienzo del Estadial Würmiense Final, que se desarrolla entre
el 25000 y el 15000 BP. A partir de esta cronología, con el retroceso del Frente Polar hacia latitudes más septentrionales,
comienza a detectarse el calentamiento de las aguas oceánicas y
la progresiva fusión de los hieios continentales, que habían alcanzado su máximo desarrollo hacia el 18000BP, Esta etapa se denomina Tardiglaciar, cuya mejoría climática enlaza directamente
con el inicio del Holoceno.
Las secuencias antracológicas resultado de nuestro análisis,
así como otras obtenidas a partir de otros estudios paleobotánicos
(fig. 8.2) nos permitirán elaborar una secuencia de vegetación
para el noroeste de la península, y establecer la intensidad real de
los episodios glaciales y los movimientos de vegetación en este
ámbito, así como el comienzo de la acción antrópica sobre el paisaje.
[page-n-190]
Secuencias polinicas
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
Maceda
Cortegaqa
Agqadoura
Oia
SanXián
Mougiis
Caamafio
Sierras Septentrionales
Moucide
Porto de Río Boó
Area Longa
Serra dos Ancares
13
14
15
16
17
18
19
20
Lagoa de Lucenza
L a m a de Sanabria
~ a & n ade las Sanguijuelas
Lago de Ajo
nrbera de Braíiuelas
Lago de Las Pardillas
Quintanar de la Sierra
Serra da Estrela
21 Lagoa do Marinho
0 Secuencias antrscológicas
22 La Piedra
23 Serra da Aboboreira
Límite actual entre las dos regiones biogeográficas
Fig. 8.2. Situación de las secuencias de la región Eurosiberlaua citadas en el texto.
Este periodo comprende una serie de pulsaciones predominantemente atemperadas, dentro del ciclo glacial würmiense. El
anhlisis polinico de diversos niveles limnéticos de la franja litoral del noroeste ibérico han ofrecido una imagen de la vegetación
de este ámbito desde aproximadamente el 50000 BP (GómezOrellana, 2002). El depósito de Area Longa (Fazouro, O m), en el
litoral lucense, ha ofrecido una amplia secuencia desde fuiales
del Prewürm hasta el Holoceno reciente. Para momentos del
Interestadial se observa una expansión de taxones arbóreos planocaducifolios, fundamentalmente Qirerctcs robur tp. y Bettrla
(Gómez-Orellana, 2002: 117), aunque ésta se ve intempida
ocasionalmentepor algunos episodios de dominio de herbáceas y
arbustos, entre los que destaca la presencia de Poaceae, Callirna,
Erica y en menor medida, Leguminosae. Betirla es el taxón arbóreo caracteristico que acompaña estas formaciones. En suma, se
detectan al menos tres pulsaciones de predominio arbóreo equiparables a momentos previos al ciclo glacial, alternando con
fases de menor desarrollo arbóreo, en las que Quercus robur tp.
y Betula no llegan a desaparecer.
En el depósito de Moucide (Cangas de Foz, Lugo, O m) se
detecta también este Interestadial, dominado por formaciones
arbóreas termófilas caducifolias en las que Quercirs robur tp.
[page-n-191]
juega un importante papel, al menos hasta cronologías cercanas
al 41400 BP. A partir de este momento se detecta la débil caída
del polen arbóreo, a favor de estepas de Poaceae y Betula, en las
que siguen estando presentes los elementos termófilos citados.
Este momento se data en 33400 BP (Gómez-Orellana et alii,
2001; Gómez-Orellana, 2002: 130).
El perfil de Caamaño (Porto do Son, A Coruña, O m) ha ofrecido una imagen de vegetación para el Interestadial Würmiense
similar a las anteriores (entre 36050 BP y 28750 BP) con un
dominio de matorral de Poaceae, Callrrna, Erica, etc., acompañadas de Qrcercirs robur tp., Bettrla y Pinus sylvestris.
En dos de los perfiles de Caamaño (B y C) se documentaron
sendos niveles con macrorrestos vegetales, a partir de los que se
ha realizado un análisis antracológico (Badal, inédito). Existen
cinco dataciones para el perfil B, 36050 143011210 BP, 32340
i 240011800 BP, 30120 i 6701620 BP, 29400 rt 220011700 BP y
28750 1100/900 BP, y aunque no se dispone de ninguna para el
perfil C, parece que éste úitimo es mucho más reciente. Los resultados antracológicos del perfil B dieron más de un 90 % de Pinirs
sylvestris, mientras que en el C, al menos un 98 % del carbón pertenecía a Betula. Ambos taxones pueden desarrollarse de forma
conjunta, aunque el abedul es más exigente en lluvias de verano,
pero la gran diferencia entre ambos perfiles avala la no coetaneidad propuesta por las dataciones.
Para cronologías similares (34250 BP) se observa en Santa
María de Oia (O Rosal, Pontevedra, O m) una gran expansión del
polen arbóreo, cercana al 70 %, con un dominio de formaciones
planocaducifolias mixtas y hayedos, con especial importancia de
Qirercirs robrrr tp., Alnirs, Betula, Coryltrs y Ulmirs. Sólo se intercalan en esta fase dos breves momentos de expansión de las estepas de Poaceae, en las que siguen presentando gran importancia
los taxones anteriores. En el depósito de San Xián, localizado
junto al anterior, se representa bien uno de estos momentos de
expansión de la estepa de Erica y Poaceae fundamentalmente,
para una cronología del 36510 BP.
Durante los momentos más atemperados, tanto en Area
Longa como en Moucide y Caamaño, se detecta la presencia de
taxones de medios acuáticos (Nyniphaea, Alismn, Hvdrocharis,
Potaniogeton, Isoetes, etc.) e higroturbosos (Spagnunt,
Cyperaceae, Lycopodiirm, Juncaceae, Liliaceae, etc.), que evidencian la existencia de humedales. Si tenemos en cuenta que en
estos momentos la línea del nivel del mar se encontraría entre
501100 m por debajo del actual, suponemos debió existir un complejo de humedales y zonas encharcadas en la zona sublitoral del
noroeste peninsular, que se desecan durante los episodios estadiales (Gómez-Orellana, 2002: 120). Efectivamente, se ha comprobado que las fluctuaciones del nivel marino afectaron en gran
medida al régimen hidrico a escala regional (Rodrigues et nlii,
1991) lo que debió de constituir un importante condicionante
para los movimientos de la vegetación añadido a los factores
estrictamente climáticos.
En contraste con esta frania litoral. la Cova da Valiña ofrece
una imagen de la vegetación en ámbito más continental y de
montaña, para una cronología alrededor del 34800 + 19001- 1500
BP en la que se aprecia una dualidad de las formaciones termófílas planocaducifolias de Quercirs caducifolio y Betirla, y por otro
lado, unos importantes porcentajes de Pinlcs tp. sylvestris-nigra.
Los pinos se encuentran escasamente reoresentados en toda
la zona litoral: se han identificado en la mayor parte de los depósitos analizados aunque en muy escaso porcentaje (salvo en el
carbón de Caamaño), Pinuspinaster tp. y10 Pinirs sylvestris tp. El
*
*
primero puede corresponder a la vegetación edafófila de las
zonas arenosas litorales y sublitorales. En general, los pinos no
constituyen uno de los elementos más característicos de la vegetación del noroeste peninsular. Sin embargo, en la Cova da Valiña
están muy bien representados en momentos del Interestadial
Würmiense, probablemente como máximo representante de los
periodos Mas pleistocenos en ámbito interior de montaña. Pero la
existencia de un clima atemperado viene marcada por la abundante presencia de Quercrrs caducifolio, con una localización
probablemente restringida a enclaves muy protegidos durante los
periodos más rigurosos.
Observamos pues, ciertas similitudes y al tiempo, una diiámica diferente de los territorios costeros con respecto a las zonas
continentales. En todo el territorio del noroeste peninsular,
Quercus caducifolio es un elemento clave en las formaciones
vegetales, que se ve reducido, aunque sigue manteniendo una
curva constante, en los periodos de clima más riguroso. Mientras
que en las zonas costeras, la respuesta al recrudecimiento del
clima es el establecimiento de estepas de herbáceas y arbustos
tipo brezales, en las zonas interiores, los pinos de montaña parecen jugar un importante papel, asentándose probablemente sobre
los enclaves más empobrecidosy poco protegidos, donde los planocaducifolios no se desarrollan.
VIII.2.2. EL PLENIGLACIAR (25000-15000 BP)
El Pleniglaciar o Estadial Würmiense Final registra una de las
pulsaciones más frias del último ciclo glacial, que alcanza si1
máximo hacia el 20000-18000 BP, ocasionado por un nuevo
avance hacia el sur de las masas de hielo y del Frente Polar que
se sitúa en estos momentos en latitudes de 40-46" (fig. 8.3), provocando un marcado descenso de las temperaturas y de la humedad (Frenzel et nlii, 1992; Ruddiman y McIntyre, 1981). De este
modo, el sector noroccidental de la península Ibérica quedaba
directamente bajo la influencia de los vientos polares. Como consecuencia de este descenso, los casquetes glaciales continentales
alcanzan en este momento potencias de hasta 3.000 m y las lenguas de hielo penetran hacia el mar, cubriendo todo el norte de la
Europa continental, mientras que en latitudes más meridionales,
las montañas más altas mantienen nieves perpetuas en cotas cada
vez más bajas. Esta acumulación de agua en el continente provocó descensos del nivel marino de hasta 170 m, dejando grandes
áreas ernergidas (fig. 8.4) (Duplesy et alii, 1981; Ruddiman y
McIntyre, 1981;Zawing, 1992).
Las temperaturas medias anuales para el litoral atlántico
peninsular oscilan entre 6 y 10' C, y las precipitaciones no superan en ningún caso los 500 mm (Frenzel et alii, 1992). Se calcula que el descenso medio de temperatura en la península Ibérica
fue del orden de 5-7" C, mientras que en algunas zonas del norte
de Europa éste llegó a ser de hasta 14" C (Bennett et alii, 1991).
Teniendo en cuenta que el descenso de las temperaturas fue marcadamente menor en la Europa mediterránea que en el resto del
territorio, durante estos periodos más fríos de los ciclos glaciales
todo el sur de Europa debió constituir un refugio para la vegetación termófila del continente. De este modo, algunas especies
centroeuropeas se acantonan en el norte de la península Ibérica,
mientras que las de clima más cálido sobreviven el los temtorios
peninsulares más meridionales (Bennett et alii, 1991). A escala
más local, el descenso de los pisos bioclimáticos provocó una
readaptación en altura de las formaciones vegetales y la fauna
asociada.
[page-n-192]
Fig. 8.3. Situación del Frente Polar en el Atlzíntico. A: entre el 20000-16000 BP; B: entre el 90004000 BP, a partir de Ruddiman y McIntyre
(1981).
En el noroeste peninsular existía una práctica ausencia de
registros polínicos para el Pleniglaciar, debido a la situación altiiudinal de muchas de las turberas y lagos, que debieron estar
cubiertas de hielo durante este periodo. Del mismo modo, las
secuencias obtenidas son en general muy cortas, presentando hiatos debidos a la dinámica sedimentaria condicionadapor el clima,
que sella numerosos depósitos turbosos impidiendo nueva sedimentación. Recientemente, algunos estudios han ofrecido algunas secuencias para la zona litoral (Gomez-Orellana, 2002) y las
montañas interiores gallegas (Muñoz Sobrino, 1995,2001).
Para la h j a litoral y sublitoral, los registros polinicos de
Porto de N o Boó (Muras, Lugo, 600 m) (19680 i 220 BP),
Caamaño A (20160 270 BP), Mougás (ca. 18000 BP) y Santa
María de Oia, muestran un predominio de formaciones esteparias
de Poaceae, donde también están presentes Erica, Jlrnipenrs y
algunos taxones arbóreos en muy bajos porcentajes, tales como
Qzrei-cusrobirr tp., Cog~Iirs,
Betula o Pinrrs sylvestns tp. (GómezOrellana, 2002; Gómez-Orellana et alii, 2001). En la turbera de
Area Longa se registra para una datación de 16780 i 400 BP un
predominio del 80-90 % de polen no arbóreo, con formaciones
encabezadas por Poaceae y Ericaceae, con Pinirs como p ~ c i p a l
elemento arbóreo (Gómez-Orellana, 2002; Pérez Alberti y RamilRego, 1996) (fig. 8.5, A).
En el registro antracológico de Mougás también se hace
patente esta vegetación arbustiva dominada por Ericaceae, donde
los elementos arbóreos están casi ausentes. Sólo Qirercus caducifolio está presente de manera muy puntual.
El depósito de Rio Boó ha ofrecido también un nivel de
macrorrestos vegetales, a partir del cual se ha identificado una
clara dominancia de Pinus tp. sylvestns-nigra, con presencia
también de Erica y Leguminosae (Badal, inédito).
Las sierras orientales gallegas, comprendidas entre los ríos
Eo y Sil, ofrecen una serie de registros turbosos concentrados
sobre todo en las sierras de Ancares y Courel. Estas sierras transcurren a altitudes entre los 1.500 y 1.800 m, constituyendo un
nexo de unión con las estribaciones occidentales de la cordillera
Cantábrica, y una barrera orográfica hacia la "Galicia interior".
Las secuencias polinicas obtenidas para estos territorios también
muestran una hegemonía de las formaciones vegetales arbustivas
y herbáceas, con presencia dominante de Poaceae, Erica y
Callinza para las vertientes oceánicas, dejando paso en los enclaves más continentales a formaciones crioxéricas en las que redu-
*
cen su importancia las especies herbáceas húmedas, para dejar
paso a Artemisia y Chenopodiaceae (fig. 8.5, A). En estas zonas
montañosas también se dan porcentajes importantes de Piiars, y
están presentes ciertos elementos arbóreos caducifoiios (Muñoz
Sobrino, 2001).
En Lago de Ajo, situado a 1.570 m de altitud, en la vertiente
norte de la Cordillera Cantábrica, pero rodeado de cumbres cercanas a 2.400 m, el polen refleja hacia el 20000 BP una vegetación compuesta fundamentalmente por estepas de Artemisia,
Chenopodiaceae y Gramineae, que evidencian un clima más
árido que en la actualidad, pero moderadamente ñío, ya que recibe influencia oceánica directa a través de los valles fluviales:
están presentes Pinirs, Betida y algunos taxones termófilos caducifolios en menores porcentajes. Este dominio de las estepas se
prolongará hasta momentos cercanos al 12610 BP (McKeever,
1984, citado en Allen et alii, 1996; Watts, 1986).
El predominio de las formaciones de herbáceas se ha observado en otros territorios peninsulares continentales (Montserrat
Marti, 1992; Jalut et alii, 1992; Andrieu et alii, 1993; Reille,
1993a y b; Reille y Lowe, 1993; Reille y Andrieu, 1993, 1995);
así como también en el Macizo Central francés, donde las curvas
de Pinirs en las secuencias polinicas son muy importantes, y se
acompañan de Betirla y un mhimo porcentaje de taxones caducifolios termófilos como Fagtrs, Carpinirs, Co~~Iirs
y Ulmirs (de
Beaulieu y Reille, 1984, 1989, 1992a, 1992b; de Beaulieu et alii,
1982, 1994).
VIII.2.3. EL TARDIGLACIAR (15000-10000 BP)
A partir de aproximadamente el 16000BP comienza a documentarse en las secuencias oceánicas el inicio de la mejoría climktica, con el comienzo del retroceso del frente polar hacia su
posición actual, y el consiguiente aumento de las temperaturas.
En las secuencias continentales, este momento se detecta algo
más tarde, hacia el 15500-15000 BP (Ruddiman y McIntyre,
1981; Watts, 1986; Turner y Hannon, 1988), aunque los estudios
más recientes insisten en las grandes diferencias regionales respecto a las cronologías, situando su inicio incluso hacia el 17000
BP para los territorios montañosos del noroeste de la península
Ibérica (Muñoz Sobrino, 2001).
Este periodo se caracteriza por una serie de variaciones ciimáticas rápidas, con repercusión variable en el continente euro-
[page-n-193]
m%dra
Arbolada
Fig. 8.4. Mapa de Europa durante el Plenigladar, a partir de Zawing (1992).
peo, que establecen ciertas diferencias regionales; éstas hacen
que no siempre sea fácil aplicar la cronología clásica establecida
para el Tardiglaciar, realizada a paríir de los estudios polinicos en
Dinamarca, que denota al menos dos pulsaciones frías (Dryas)
separadas por un momento atemperado (Interestadio Tardiglacial
o B8lling-AllerOd). Para algunos autores, las rápidas oscilaciones
climáticas del Dryas estarían causadas por el avance hacia el sur
de las aguas £rías superñciales que bañarían las costas de Europa
como resultado del proceso de fusión de las masas de hielo con-
tinentales, situadas ya en zonas cercanas al Artico, más que a un
nuevo avance real de éstas (Bell y Walker, 1992: 67 y SS.). Estos
cambios parecen imperceptibles a nivel de temperatura en buena
parte de las regiones más septentrionales del Meditemineo,
donde las fases frias se traducen sobre todo en un aumento de la
aridez, sin recibir directamente temperaturas muy rigurosas. Del
mismo modo, estas pulsaciones tampoco quedarían registradas en
otras secuencias polínicas europeas de zonas poco sensibles a
estas variaciones climáticas, como se ha documentado en algunas
[page-n-194]
A) PLENIGLACIAR
Peiia Trevhca
N/Nw
-
B) TARDIGLACIAR
C) HOLOCENO MEDlO
D) HOLOCENO RECIENTE
;
20004
9 Quemts widucifolio y otros taxones mesófílos
9
Querncs perennifolio y otros taxones temófdos
Pinus pinaster/P. halepensis
p
$4
Estepa de Gramineae
~inussylvestris
rezos y leguminosas
4 JunipeMs
f
Artemisia
cereal
Fig. 8.5. Hipótesis de reconstrucción de la vegetación del noroeste
peninsular desde el Pleniglaciar hasta el Holoeeno reciente, a partir
de diversos estndlos paleobot4nicos.
turberas del norte de Francia (Sánchez Goñi, 1996: 529). El
retroceso y fusión de las masas de hielo continentales hacia el
norte, produce la paulatina elevación del nivel del mar hasta
alcanzar las cotas actuales.
Durante las pulsaciones frias del Dryas, gran parte de Europa
estaría cubierta de estepas, quedando refugiadas algunas especies
arbóreas solamente en las zonas más benignas del sur. En los episodios cálidos, las estepas se retiran al norte y los espacios
comienzan a ser colonizados por formacionespreforestales dominadas por coníferas y abedules. La migración de las especies y su
abundancia relativa es una respuesta a los cambios climáticos a
gran escala, pero también a aquéllos producidos por factores de
escala más local (orográficos, edáficos, etc.), dinámica que afecta a la composición florística de los bosques y va a perfilar las
especies genuinas de cada región.
Las pulsaciones del Dryas no se perciben generalmente en los
registros antracológicos, y en las secuencias polínicas tal vez se
deban a un descenso de la producción polínica, más que a un
cambio real en las formaciones vegetales. Por lo tanto, vamos a
utilizar esta periodización únicamente como referente cronológico, sin que por ello constituya en muchos casos una fase independiente en las secuencias que presentamos a continuación.
Las secuencias polhicas del Tardiglaciar disponibles para el
noroeste de la península Ibérica se distribuyen fundamentalmente por las regiones montañosas interiores (Ramil-Rego, 1992;
Ramil-Rego et alii, 1995; Allen et alii, 1996; Muñoz Sobrino,
1996,2001; Muñoz Sobrino e#alii, 1995, 1996a y b, 1997), siendo más escasas en otras zonas.
Para la zona litoral, existen registros polínicos de inicios del
Tardiglaciar en Area Longa (15950 BP), Moucide (13600 BP) y
Mougás (14100 y 13720 BP), los tres incluidos cronol6gicamente en el Dryas antiguo (Gómez-Orellana, 2002; Gómez-Orellana
et alii, 1998). La vegetación de estos depósitos refleja un paisaje
abierto, con dominio de taxones no arbóreos, entre los que destacan Poaceae y Cyperaceae en Moucide, y Asteraceae, Ericaceae
y Poaceae en Area Longa y Mougás. En zonas sublitorales también se da un dominio de Poaceae, como se observa en la secuencia de Pena Vella (Abadín, Lugo, 700 m), donde se acompaña de
Pinus syhestris y ciertos taxones termóflos caducifolios, como
Quercics iaobur tp. o Coyltrs (Ramil-Rego et alii, 1994,1998a).A
diferencia de esta imagen, en el registro antracológico de
Mougás, se aprecia ya hacia el 15000 BP una rápida expansión de
Querctrs caducifolio en detrimento de las formaciones arbustivas
de Ericaceae, hasta que en momentos cercanos al 13700, los primeros superan en porcentaje a las segundas.
Para las montañas interiores del noroeste ibérico, la secuencia polínica de Lagoa de Lucenza (Santos et alii, 2000) y Lagoa
de Lucenza 11(Muiloz Sobrino, 2001) (Quiroga, Lugo, Sierra del
Courel, 1.375 m) muestra un predominio de estepas herbaceas y
arbustivas crioxéricas, dominadas fundamentalmente por
Artemisia y Poaceae, y ocasionalmente, Epliedra y htnipertrs, y
muy bajos porcentajes de polen arbóreo, evidenciando la mayor
aridez con respecto a las zonas litorales. Esta imagen contrasta
con la vegetación documentada en las montañas galaico-minhotas, en las que la aridez no es tan acusada, y los porcentajes de
Arteniisia son mucho más reducidos; en su lugar, observamos en
Lagoa do Marinho (Gen%, 1.150 m) un estepa de Gramineae y
Compositae, acompañada de numerosos taxones termófilos, entre
los que destacan Qtierctrs robirr tp., Q u m s ilex tp., Coylus,
Castanea, Iiex, Carpinirs, etc. (Muiíoz Sobrino, 2001).
En Lago de Ajo se documenta para este momento un claro
[page-n-195]
dominio de Pittirs, Artentisia y Gramineae, y en menor medida,
Ericaceae y Chenopodiaceae, con presencia esporádica de
Quercirs, Betirla y otros taxones termófilos. Hacia el 13500 BP
comienza a detectarse un rápido aumento de la curva del polen
arbóreo (Allen et alii, 1996).
En las secuencias polínicas de la sierra de La Cabrera, se
observa en general una expansión de taxones característicos de una
"tundra seca de montaña" o "estepa alpina" (Allen et alii, 1996;
Muiíoz Sobrino et alii, 1997). En Laguna de la Roya (Zamora,
1.608 m), para cronologías entre 14559 y 12425 BP, la estepa se
compone fundamentalmente de Artentisia, Gramineae,
Caryophyllaceae y Chenopodiaceae, observándose un "eco" de
altitudes más bajas en un elevado porcentaje de Pinirs (Allen et
alii, 1996). En la Laguna de Sanabria (Menéndez Amor y
Florschütz, 1961a; Hannon, 1985, citado en Allen et alii, 1996;
Watts, 1986; Turner y Hannon, 1988; Allen et alii, 1996) y la
Laguna de las Sanguijuelas (Menéndez Amor y Florschütz,
1961a), la secuencia del Dryas antiguo (13700 300 BP) muestra
un paisaje formado por herbáceas sobre todo, con una importante
presencia de Artemisia, y algunos Pittirs diseminados. Qirercirs y
Betitla marcan la presencia esporádica de caducifolios.
La secuencia de Quintanar de la Sierra (Sierra de Neila,
Burgos, 1.470 m) resulta de gran interés por localizarse en la
línea de transición entre las dos regiones biogeográficas. Para una
cronología anterior al 13000 BP, se documenta un dominio de
estepas de herbáceas de Poaceae, Artentisia, Chenopodiaceae,
Heliantltemtmt, Plantago, Asteraceae y Cyperaceae, con Pinirs
como único elemento arbóreo importante (Peííalba, 1989;
Peñalba et nlii, 1997).
Por lo tanto, para momentos del Dryas antiguo en el noroeste y norte de la Meseta en la península Ibérica, se distinguen dos
zonas claras: una litoral-sublitoral, dominada por estepas de coinponentes herbáceos-húmedos, brezales y algunos taxones arbóreos termófílos, y otra interior y10 de alta montaña, donde las estepas están dominadas por elementos crioxéricos y pinos, fi~ndamentalmente (fig. 8.5, B). La secuencia de Lago de Ajo puede
reflejar una posición intermedia entre ambos ambientes, ya que
recibe influencia oceánica del Cantábrico, que se muestra en la
presencia de brezales y taxones arbóreos termófilos, y también
presenta taxones crioxéricos característicos de las estepas continentales.
Durante el Interestadio Tardiglacial, se documenta en la
mayor parte de registros polínicos del noroeste peninsular una
recoionización arbórea coherente con el resto de Europa (Lowe e/
alii, 1994). Las estepas, dominadas por Aytenlisia, son recolonizadas por formaciones arbustivas, y en gran parte del temtorio se
instala primero una vegetación arbórea de tipo boreal, dominada
por Pitizrs y Behrla, en sustituciónde las formaciones de Jlrniperirs
y Callirna, y algo más tarde, aparece Qiretnrs. Varios autores han
puesto de relieve la importancia que jugó la especie Pinirs s)~I~~estris en la recolonización de la vegetación, sobre todo en zonas
continentales, mientras que al otros enclaves iiiás oceánicos es
Betirla quien juega este papel (Muñoz Sobrino et alii, 1997; Van
Mourik, 1986; Saá Otero y González Porto, 2001). La presencia
de Artentisia en gran parte de los yacimientos analizados, sobre
todo en los que se ubican en la franja de contacto con la región
Mediterránea, evidencia una fuerte infiuencia de la continentalidad de las tierras de la Meseta.
En las secuencias de la franja costera del sector noroccidental peninsular no se encuentra bien representada esta fase. A grandes rasgos se observa que las estepas compuestas de Poaceae y
Erica se reducen considerablemente y dan lugar a la expansión
incipiente de Qtrercz~srobzrr tp., aunque sigue dominando el
polen no arbóreo (Gómez-Orellana, 2002; Gómez-Orellana et
alii, 1998). En el registro antracológico de Mougás, para momentos correspondientes al Interestadio Tradiglacial (aunque no existe datación absoluta para esta fase), se observa la continuidad de
la expansión de Qirercirs caducifolio que había comenzado hacia
el 15000 BP, y están presentes otros taxones arbóreos y arbustivos mesófilos, tales como Maloideae o cf. Printirs sp.; también
aparecen en muy bajos porcentajes Pittirs, Jirnipenn,
Legurninosae o Erica, que marcan la persistencia de formaciones
heliófilas y10 arbustivas. Es el momento de máxima riqueza taxonómica de la secuencia, favorecida probablemente por la mejoría
climática y la diversificación de las formaciones vegetales.
En la base de la secuencia de las Sierras Septentrionales de
Lugo (XCHI) también se documenta el Interestadio Tardiglacial,
que constituye la génesis del robledal que marcará la dinámica
holocena de todo el sector noroccidenal peninsular. Se documenta en este momento una expansión de Qzrercza, tal vez a partir de
la existencia de refugios. Las secuencias de Chan do Lamoso y
Pena Vella muestran el desarrollo de las formaciones de caducifolios mesófilos, dominadas principalmente por Qiiercrrs t-obur
tp. y Colylits, al tiempo que se reducen los porcentajes de Pinzrs
y Betirla (Ramil-Rego, 1992).
Sin embargo, en las montañas interiores, los porcentajes de
pinos siguen siendo más importantes que en las áreas litorales y
sublitorales, como se observa en las Brañas de Lamela (Serra dos
Ancares, 1.280 m), donde el dominio arbóreo lo protagonizan
Pittirs y Betirla en primer lugar, Qzrercirs, y todavía existe un alto
porcentaje de Poaceae y Artertiisia (Muñoz Sobrino, 1995,2001).
Es interesante la presencia en varias turberas de estas sierras,
tales como Pozo do Carballal (1.330 m), Brañas de Lamela, A
Golada (1.200 m), Porto Ancares (1.530) o Cespedosa (1.415 m),
de elementos de vegetación esclerófila como Qzrercits ilex tp.,
que marcan la continentalidad de este zimbito (Muñoz Sobrino,
2001; Miiñoz Sobrino et alii, 1997). En la turbera de Suárbol
(Serra dos Ancares, 1.O80 m), se han recuperado algunos macrorrestos vegetales, identificados como Behila, lo que corrobora la
importancia de este taxón en la recolonización arbórea del interestadio (Badal, inédito).
En Lagoa do Marinho, los porcentajes de Pinirs y Bet~rlason
más bajos, y adquieren una mayor importancia los taxones termófilos y de ambientes Iiúmedos, como Qirercirs robiil: Frasiltirs,
Frarigzrla, Hedera, etc., que constituyen un 80 % del polen arbóreo (Muñoz Sobrino, 2001).
Una dinámica similar se documenta en el sector más occidental de la Cordillera Cantábrica, datado hacía el 12610& 90 BP,
según la secuencia de Lago de Ajo, que pone iin a la dominancia
de Arteniisia (Allen et alii, 1996; Watts, 1986). En Laguna de La
Roya, se observa un registro polííico muy coherente con los
anteriores. La vegetación se encuentra dominada por herbáceas,
con Jlrr~iper~rs
y Pirztrs conlo únicos representantes de porte
arbustivo o arbóreo, formando una estepa o tundra de montaña
(Allen et alii, 1996: 129). A partir de un momento datado en el
12425 BP, el polen arbóreo comienza a tomar protagonismo, primero con la expansión de Pirtits, Betirla y Antiperirs, y luego con
la introducción de Qirercus.
En la Laguna de Sanabria, que se encuentra a una cota unos
400 m más baja que la anterior, se documenta la presencia esporádica de algunos caducifolios mesófilos, como Qirercirs y
Betitla, que ya estaban presentes ocasionalmente desde el Dryas
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antiguo (Menéndez Amor y Forschütz, 1961a; Watts, 1986;Allen
et alii, 1996). Pero será hacia el 12830 280 BP cuando Pirrtrs.
Bettrla y Querczrs constituyen verdaderas masas forestales en
extensión, a partir de los bosquetes presentes en la fase anterior.
Hacia el 11585 A 220 BP se llega a recuperar un 80 % de polen
arbóreo en Sanabria, alcanzando la supremacía de Qirerczrs sobre
Pinzrs y Betirla.
Quintana de la Sierra ofrece un registro polínico algo diferente para este mismo momento. Los taxones pioneros en la recolonización de las zonas pobladas por herbáceas durante el Dryas
antiguo, son Jirnipenrs, Salis e Hppophae, seguidos en la Z O 3~
por la instalación de la asociación Jirniperus-Betziln-Pintrs. La
ausencia de elementos mesófilos como el roble, hace comparable
este registro al de la vertiente meridional de los Alpes, que es viable aquí debido a la altitud y orientación septentrionalde la laguna. Este momento se data en las secuencias alpinas entre el 13350
i 170 y el 12540 170 BP, lo que corrobora una dinámica similar para todo el suroeste europeo. En la Zona 5, el polen arbóreo
supone de un 75-85 %. Pirrrrs experimenta un incremento brusco,
hasta alcanzar el 60-70 % y está presente también entre los macrorrestos vegetales de esta zona. Este incremento se da de forma
paralela a la caída de los valores de Bettrla y Jirniperirs. La presencia de Qzrerczrs iles y Q. caducifolio es pobre, pero continua
(Peñalba, 1989; Peñalba et alii, 1997).
Algo más al norte se encuentra la turbera de La Piedra
(Burgos, 900 m), en la que se han recuperado y analizado algunos macrorrestos vegetales sin carbonizar, conservados gracias al
ambiente húmedo, y que han ofrecido una datación cercana al
12000 BP. El único taxón identificado fue Pintrs nigra (Badal,
inédito). Esta especie no suele penetrar frecuentemente en ámbito eurosiberiano y, aunque es cierto que La Piedra se localiza en
la vertiente sur de la cordillera Cantábrica. se cuestionaba la
extensión del pino salgareño hacia zonas tan norteñas.
Actualmente, los estudios paleobotánicos han demostrado que su
área de distribución durante el Pleniglaciar y el ~ardi~laciár
fue
mucho mayor que en la actualidad.
La expansión generalizada del robledal por gran parte del
sector noroccidental de la península Ibérica supone el fin de
muchas comunidades estépicas, y la génesis de la vegetación
holocena. Parece ser, sin embargo, que existe un fuerte condicionante altitudinal para la distribución de estos taxones. En el caso
de Laguna de la Roya, la identificación de Betzrla entre los
macrorrestos recuperados en el lago, pero no de otras especies
arbóreas, ha llevado a la hipótesis del establecimiento de un bosque de Betirla y Jinriyertrs en las proximidades del lago, mientras
que Qtrerczrs y Pinzrs solo se desarrollarían en zonas de menor
altitud (Allen et alii, 1996).
En los mapas de vegetación europeos realizados por B. Huntley
(1990) a partir del registro fósil se detecta un modelo muy simple
para la vegetación tardiglacial europea. Concretamente
la
península Ibérica, en el 13000 BP existe en el sector noroccidental
una unidad de vegetación formada por Pirrzrs, Betirla, Qtr~rirsy
Chenopodiaceae. Bsta se distingue del sector nororientai ocupado
por Betzrla, Pintrs, Sali~,Qzrerctrs, Jiritipertrs y Ericaceae. Esta
vegetación concuerda con la que ocupa la mayor parte del centro y
norte de Europa para esta cronología.
Con el nuevo descenso latitudinal del Frente Polar y el recnidecimiento climático que se produce durante el Dryas reciente se
hace evidente en el noroeste peninsular un retroceso de la vegetación arbórea en todos los registros polínicos, y una nueva
expansión de Poaceae, Artenrisirr y Asteraceae (Ramil Rego,
*
*
1992,1993a; Muñoz Sobrino, 2001).
En la franja litoral y sublitoral noroccidental, las secuencias
muestran una tendencia a la nueva expansión de Poaceae, Erica
y Calltrna, en detrimento de los taxones arbóreos mesófilos. El
polen arbóreo se mantiene en valores del 40 %, pero aparece
dominado por Piirtrs en la mayor parte de los casos. La escasa
presencia de Qiremrs robzrr tp., Co~llirsy Befirla quedaría probablemente relegada a fondos de valle y enclaves protegidos
(Gómez-Orellana, 2002; Gómez-Orellana et alii, 1998). Sin
embargo, en la secuencia antracológica de Mougás, no se detecta
ningún retroceso de la vegetación arbórea desde el comienzo de
la curva ascendente de Qirmczrs caducifolio; al contrario, en
momentos previos al Holoceno, ya se ha alcanzado el máximo
desarrollo de este taxón.
En las Sierras Septentrionales de Lugo, la vegetación herbácea, dominada por Poaceae, presenta una supremacía sobre el
polen arbóreo o arbustivo, aunque algunos taxones mesófilos no
llegan a desaparecer, como demuestra la presencia de Qtrerctrs y
Cor~~lirs
(Ramil-Rego, 1992).
En las sierras de Ancares, Courel y montes de O Cebreiro, las
secuencias polínicas de depósitos como San Ciprián, Suárbol,
Cespedosa, Porto Ancares, Brañas de Lamela, A Golada, Pozo do
Carballal y Lagoa de Lucenza 11, muestran una nueva progresión
de las estepas de gramíneas, acompañadas de Artenrisia,
Compositae y Chenopodiaceae, que denotan además una mayor
xericidad de este periodo (Muñoz Sobrino, 1995, 2001). En la
turbera de Brañuelas (Montes de León, 1.O00 m), la vegetación es
preferentemente arbustiva, con Erica, Crrlltmrr, Cistaceae,
Th~~ritelaea,
etc., pero persisten de forma notable los caducifolios.
También están presentes las coníferas y algunos elementos esclerófilos, con lo que se evidencia una transición a las tierras continentales de la Meseta. En Lagoa de Marinho no se reduce el componente arbóreo, pero las formaciones de Bettrla y Quercirs que
se habían extendido durante el Interestadio se ven progresivamente sustituidas por Pirrtrs (Muñoz Sobrino, 2001).
Esta misma dinámica se observa en una nueva secuencia
obtenida para el área de Sanabria, en la Laguna de las
Sanguijuelas (1.080 m) y Lleguna (1.050 m) (Muñoz Sobrino,
2001; Muñoz Sobrino et alii, 2001), donde no se aprecia una
regresión del polen arbóreo, pero si un puntual detrimento de las
curvas de Qtrerctrs robirr a favor de la asociación Pirrirs-Betirla.
En la secuencia de Lago de Ajo están presentes también en
Betula y Pinzrs (Allen et alii,
este momento Qtrerctrs, Cor~>lirs,
1996), lo que muestra el efecto de una influencia atlántica para
esta h n j a cantábrica, que permite el mantenimiento de cierto
grado de humedad y la pervivencia de taxones mesófilos en un
momento de recrudecimiento climático (Ramil-Rego 1993a).
Otros taxones arbustivos, como Erica, Callirrra o Cistaceae
en las zonas más secas de las montañas septentrionales, muestran
una vegetación aclarada que no llega a tomar la calidad de estépica (Ramil Rego, 1992). Esto mismo se observa algo más al sur,
en Laguna de la Roya y Sanabria, donde también se instala Eiica
en los espacios aclarados, aunque son las herbáceas las que ostentan los mayores porcentajes, entre ellas, Gramineae, Artenrisia,
Caryophyllaceae, Chenopodiaceae y Compositae (Allen et alii,
1996). Bettrla, Pinzrs, Jzriripertrs y Qiierczrs están presentes, aunque en mínimos porcentajes. Con un registro polínico muy comparable al de la laguna de Sanabria para esta cronología,
Quintanar de la Sierra presenta un predominio de comunidades
estépicas de Poaceae y Callima, con Betzrla como único taxón
arbóreo con cierta representación (Peñalba et alii, 1997).
[page-n-197]
En las secuencias del norte de Portugal, también se reconoce
este retroceso de la vegetación arbórea, y el desarrollo de formaciones de Poaceae y Arteniisia @mil Rego, 1993a; Van der
Knaap y Van Leeuwer, 1995, 1997).
En general, el Dryas reciente no supuso una desaparición de
la vegetación mesófila que había comenzado a instalarse en el
noroeste peninsular durante el Interestadio Tardiglacial, sino una
regresión porcentual de los taxones más sensibles a la reducción
de la humedad, ya que ésta parece tener un menor efecto en la
fianja montañosa septentrional, cuya vertiente norte recibe
influencia directa oceánica, como se ha observado en Lago de
Ajo o en los registros turbosos de las Sierras Septentrionales
gallegas. La estación vegetativa se hace más corta, lo que favorece el desarrollo de formas vegetales de más corta vida, como las
herbáceas y algunas formaciones de brezal, con Erica y Callirna,
que adquieren mayor entidad hacia el final del Dryas. Es posible
que la regresión del polen arbóreo se deba únicamente a una
reducción de la producción polínica de ciertas especies, provocada a su vez por una reducción de la tasa de humedad más que a
un descenso real de las temperaturas.
v111.2.4. EL HOLOCENO: FASE ANATÉRMICAY
~ P T I M OCLIMATICO(10000-6000 BP)
Con la llegada del Holoceno, hacia el 10000 BP, el Frente
Polar se desplaza hacia el norte, hasta alcanzar su latitud actual,
cercana a Groenlandia (fig. 8.3). Con él, las aguas fnas superficiales oceánicas se retiran también al norte y se establece definitivamente la temperatura superficial actual, de unos 14" C, en todas
las costas de Europa occidental, dando ya a las zonas continentales características climáticas similares a las actuales en cuanto a
tasas de temperatura y humedad (Ruddiman y McIníyre, 1981).
Con la desaparición de la influencia periglacial, las tundras se desplazan hacia el norte y se ven sustituidas en gran parte de la
Europa templada por bosques mixtos, dominados por coníferas y
abedules (Huntley, 1990). La fusión de las masas de hielo continentales y marinas provoca la subida del nivel del nivel del mar
hasta aproximadamente cotas actuales de forma muy rápida (se ha
calculado la elevación de aproximadamente 1 cm al año), aunque
éste sufrirá pequeñas fluctuaciones a lo largo del Holoceno (Dias,
1985; Rodrigues et alii, 1991; Granja y Cawaiho, 1995) y una
profunda modificación en la morfología litoral y sublitoral de los
territorios continentales, causada por la inmersión de extensas
áreas, la reactivación de los procesos erosivos y la reestructuración de los sistemas hídricos.
En Europa, el Holoceno se divide en cinco periodos que han
sido delimitados por las secuencias polínicas: Preboreal(100008800 BP), Boreal (8800-7500 BP), Atlántico (7500-4700 BP),
Subboreal (4700-2800 BP) y Subatlántico (2800 BP a la actualidad).
El Holoceno inicial en el noroeste peninsular se caracteriza
por una rápida expansión de Qtierctrs, que pasa a encabezar todas
las secuencias de vegetación, convirtiéndose en el elemento más
representativo de la región, aunque las fechas varían ligeramente
en función del depósito.
En las Sierras Septentrionales se fecha este momento hacia el
9500 BP, alcanzando el óptimo en el 8500 BP (Ramil-Rego,
1992). En Laguna de la Roya (Allen et alii, 1996) la fecha de
9853 BP marca el fin de la expansión de las formaciones estépicas y la reexpansión de Quercirs, acompañado por Pinirs, fecha
similar a la de Lagoa de Lucenza, en la que se marca el fin de las
formaciones heliófilas dominadas por Poaceae hacia el 9750 BP
(Santos et alii, 2000: 624). En Lago de Ajo (Allen et alii, 1996)
Qtrerctrs mantiene porcentajes por encima del 30 % ya en el
10000 BP. En el lago de Las Pardillas, la vegetación arbórea es
dominante en un momento anterior al 9310 45 BP (Sánchez
Goñi y Hannon, 1999), con presencia de Qtrerctrs, Jirnipertrs,
Bettrla, y un predominio absoluto de Pintrs con un 40 % del total.
En Quintanar de la Sierra, la recolonización arbórea está dominada en un primer momento por Jirniperus y Bettrla, y se data el
comienzo de la expansión de Qtrerctrs en un momento algo posterior al 10120 160 BP, fecha considerada por los autores como
el verdadero comienzo de la recolonización forestal postglacial
(Peñalba et alii, 1997).
La progresión del nivel marino y la inestabilidad geomorfológica imperante en la franja litoral y sublitoral, provocan la desaparición de muchos humedales y ecosistemas turbosos, que
quedarán cubiertos por las aguas marinas, sellados, o al menos
modificados profundamente en cuanto a su dinámica. En general,
estos depósitos carecen de registro para el último tercio del
Holoceno, estableciéndosepara este periodo más reciente nuevos
depósitos en zonas más alejadas de la costa actual. En el depósito de Mougás se observa un importante cambio en cuanto a la
vegetación local, compuesta por taxones característicos de un
complejo hídrico de carácter continental durante el Dryas antiguo
(Ranunculaceae, Liliaceae, Lj~copoditrm,Umbelliferae, etc.), y
con el Holoceno, se produce una clara progresión de la curva de
Zsoetes, con óptimo en el Holoceno medio, que evidencia un sistema lagunar semiterrestre, con una acumulación permanente de
agua en la superficie. A partir del 5530 BP, descienden los taxones acuáticos y se expande Plaritago, como resultado de una colmatación del complejo hídrico y localización de un nivel coluvial
(Gómez-Orellana, 2002: 266).
En general, las secuencias pohicas litorales experimentanun
incremento del polen arbóreo desde comienzos del Holoceno, que
alcanza su óptimo entre el 8000 y el 6000 BP. En Mougás, el óptimo de Qzrerctrs rvbtrr tp. supone únicamente un 25 %, probablemente por la sobrerrepresentacióu de las formaciones locales, y se
acompaña de Betirla, Ulnitrs, Alnirs y Piritrs (Gómez-Orellana,
2002; Gómez-Orellana et alii, 1998). En el registro antracológico,
sin embargo, la vegetación del Holoceno inicial está marcada por
la continuación del dominio de Qiterctrs caducifolio, con presencia muy esporádica de brezos y leguminosas. Hacia el 9220 BP,
está presente un bajo porcentaje de Qirercirs perennifolio. La presencia de este taxón en el sector noroccidental se linita a algunos
enclaves puntuales, como la zona de contacto con la Meseta, o la
franja costera meridional (Rodríguez Guitián y Guitián Rivera,
1993). En Mougás, su presencia se puede explicar por ima expansión hacia el norte de estas especies, favorecida por el aumento de
temperatura del Holoceno.
En las Sierras Septentrionales,son Piiius y Betzrla los taxones
indicadores de la progresión postglacial de las masas forestales,
aunque el primero no ticnc gran entidad en las zonas en las que
no estaba presente durante el Tardiglacial (Ramil-Rego, 1992;
Aira et alii, 1992; Maldonado Ruiz, 1994). La hegemonía de
Quercta, que comienza a instalarse primero en las cotas más
bajas pero se expande rápidamente a gran parte del territorio, y la
aparición de Co~ylzrshacia el 8500 BP marcan el detrimento de
estos dos taxones pioneros. En cronologías cercanas al 95009400 BP, hacen también su aparición Ulnitrs, Fagirs, llflia y
Juglans. Esta diversidad marca el comienzo de la fase hegemónica del robledal, en la que se alcanza la mayor riqueza en caduci-
*
*
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folios, entre ellos, Cogtlirs, Ul~nirs,Acer; Vitis, Frasinirs, Tilia,
etc., entre el 8000 y el 6000 BP aproximadamente. El registro
antracológico del yacimiento de Xestido III se integra perfectamente en esta imagen, pues están presentes de forma abundante
Querctrs caducifolio, Co~yltrsavellana y Betula, que constituyen
los máximos representantes del desarrollo del bosque mesófilo
holoceno.
En las zonas de menor altitud se documentan también Al~iiis,
Santbuctrs, Frangzrla y Castanea, mientras que hacia el b i t e
altitudinal del bosque, el robledal se mezcla con Betirla e IIex
(Ramil-Rego, 1993a). S610 en las regiones montañosas más altas,
el robledal se ve sustituido por formaciones de Pinirs y Betirla,
junto a comunidades herbáceas de cumbres (Ramil-Rego, 1992).
Otros ejemplos de la hegemonía de Qitercirs se pueden
encontrar en las turberas de Ameneiros e Insua, en las Sierras
Centrales gallegas, hacia el 6590 80 BP, y en Touriz-11 y
Vilamor, acompañados por Betirla, Alnirs, Coyltrs, Castanea y
Salix (Ramil Rego, 1993a).
En la Laguna de Lucenza, se documenta entre el 9170 % 70
BP (Muñoz Sobrino, 2001) y el 8540 % 100 BP (Rami-Rego,
1993a) un amplio desarrollo de los bosques mesófilos de
Querctrs, con Behrla, Co~ylirsy Ulmtts, donde la presencia de
coníferas (Piniis q)li>estris, sobre todo) es muy reducida. El
momento de supremacía de Quercirs fiente a otros taxones pioneros, se fecha en 8350 i 80 BP (Santos et alii, 2000: 627). En
los depósitos de la Serra dos Ancares, se observa una vegetación
dominada por elementos del bosque mesófilo (Qttercirs robirr;
Coryltrs, Betula, Ilex, Tcrxtrs, etc.), con preseiicia, a partir del 8000
BP, de elementos más termófilos, como Qirercirs ilex tp. Sólo en
el piso subalpino se mantienen las formaciones de pastizales,
Ericaceae y Jmiipertrs (Muñoz Sobrino, 1995,2001).
Los elementos termófilos se hacen más abundantes hacia las
tierras continentales de la Meseta y las montañas galaico-miñoras. En la turbera de Brañuelas (Montes de León), se documenta
con el comienzo del Holoceno la presencia de polen de Qirercirs
ilex, Arblrtirs unedo, Pistacin, Olea, etc., y un dominio de formaciones de pinar-melojar (Muñoz Sobrino, 2001).
La secuencia de Chaira de Pedrafita (Macizo de Manzaneda,
Ourense, 1.320 m) constituye un ejemplo de vegetación turbosa
de altura, pues el predominio de herbáceas que muestra en su
base en una fecha del 7760 i 100 BP, enmascara el desarrollo
forestal general que se produce en este momento. Taxones mesófilos como Qiremtts, Co~ylirs,Alnirs y Ulnrits, se detectan con
muy baja representación, provenientes de cotas de menor altitud
(Ramil-Rego, 1993a). Algo similar ocurre en A Lagoa de Antela,
donde hasta después del 6595 i 45 BP, no se refleja la supremacía de Qirercirs, enmascarado por la vegetación local.
En la Laguna de la Roya, la vegetación local está dominada
por Betitla, reflejada en el registro polínico y en macrorrestos
vegetales, pero aproximadamente a partir del 9853 BP se pueden
apreciar los importantes porcentajes que ostentan Pintrs y
Qtrercirs, aunque nunca con valores como los que alcanzaron en
fechas anteriores al 10000 BP. También están presentes Co~ylirs
mtellana, Ulnitrs, Taxirs, Fraxinirs, Alnirs y Jini@erirs.La presencia de Olea en momentos tan tempranos de la secuencia constituye un ejemplo Único entre el resto de secuencias analizadas
(Allen er nlii, 1996).
En la Laguna de Sanabria se fecha en el 8160 i 190 BP el
momento en el que la curva de Qtrercirs supera las de Pi~rirsy
Behrla, y se produce la completa desaparición de Arteniisia
(Hannon, 1985; Turner y Hannon, 1988; Allen et alii, 1996). Los
*
taxones acompañantes son fundamentalmente Salis, CO~~IIIS,
Fraxinirs y Alnirs; los dos Últimos comienzan su curva aproximadamente hacia el 7000 BP. En el sondeo del Pantano de Sanabria
(McKeever, 1984), se fecha el máximo de Qirercits en el 9490 BP,
aunque a partir de este momento se detecta una caída momentánea
de sus valores en favor de Pinirs y Behrla. A comienzos del Boreal,
cuando finaliza esta secuencia, son estos tres taxones los que dominan la vegetación arbórea, con un 70 %, mientras que Jimipertis y
Artentisia desaparecen por completo en este momento.
En las secuencias holocenas de la Laguna de las Sanguijuelas
y Lleguna, se alcanza hacia el 8000 BP un 90 % de polen arbóreo, dominando Qzrerctrs robirr sobre Pinirs sylvestris y Bettrla,
que también tienen una importante presencia. Aparecen también
Querctrs ilex, Arbutirs irnedo, Ulnrirs, Frnintrs, Olea, Frangzrla,
Ilex, Pinirs pinnster; Jtrglnns, Snntbiictrs y Cistaceae (Muñoz
Sobrino, 2001).
En la laguna de Las Pardillas, el polen arbóreo es dominante
en la mayor parte de la secuencia, que comienza hacia el 9310
45 BP, con un importante desarrollo forestal encabezado por
Pi~rtrssobre todo, y Jtmiperirs, Betirla y Querciq sin embargo, la
datación de 8425 + 45 BP marca el inicio de la supremacía de los
taxones mesófilos, con un importante aumento de los valores de
Qttercirs, y la aparición de Ullnirs, Fraxiritrs y F~glrs(Sánchez
Goñi y Hannon, 1999). En el 6460 % 45 BP adquieren la hegemonía Qtrercirs caducifolio y Betirla, mientras que Qtrercirs ilex
desciende; el resto de taxones permanecen estables, pero en este
momento se produce la aparición de Taxirs, Iles, Ufis y Hedera,
como resultado de la diversificación taxonómica del bosque
mesófilo.
En Quintanar de la Sierra se data este mismo proceso de desarrollo taxonómico del bosque hacia el 8960 BP, cuando
Qtremrs y Pinirs alcanzan sus mayores valores, y se produce el
incremento de Salix, Rirntex y Cyperaceae (Peñalba et alii, 1997).
En esta secuencia se detecta sin embargo, la ausencia total de
algunos taxones que aparecen en Las Pardillas, a pesar de su proximidad, como Hedera, Zflia o Cogdils, que confieren un carácter más termófilo a la segunda. La diferente orientación de estos
depósitos (Las Pardillas hacia la cuenca del Ebro, al noreste, y
Quintanar al sur, hacia la cuenca del Duero), además de que
Quintanar se encuentra en un piso bioclimático inferior al de Las
Pardillas, hace que en éste último se reconozcan taxones termófilos como Ulntirs, Hedera, Tilia, Tnx-irs, Ilex, Fraxintis tipo-excelsio~:Qirercrrs caducifolio o Co~ylirsen fechas anteriores al 93 10
BP. La aparición tan temprana de Co~yltrsse atribuye por las
autoras a su expansión holocena desde refugios situados en la
cuenca del Ebro durante el último glacial (Sánchez Goñi y
Hannon, 1999: 55).
En el norte de Portugal, con el comienzo del Holoceno se
produce una expansión de Qtrercirs, Betirla y Erica, que se data
en el 7500 i 70 BP en Lagoa de Mannho (Ramil-Rego, 1993a).
Análisis poiínicos m8s recientes para este depósito han demostrado la presencia, desde inicios del Holoceno, de taxones perennifolios mediterráneos, como Qirerctrs ilex, aunque el máximo de
Qirercirs robirr se mantendrá hasta el 6000 BP (Muñoz Sobrino,
2001).
En la secuencia polínica de Charco da Candeira (Serra da
Estrela, Portugal, 1.400 m), los autores han identificado una fase
de "desarrollo del bosque xerotérmico", que comienza en el
10350 BP, y una fase de "desarrollo del bosque mesófilo", datada en el 8500 BP (Janssen y Woldringh, 1981; Van der Knaap y
Van Leeuwer, 1995,1997). La primera supone la expansión masi-
[page-n-199]
va de Qzrerczrs al menos a partir del 9950 BP, con el retroceso de
las formaciones de Betzrla alba, herbáceas, Pinzrs y Rzrmex, que
habían sido las dominantes hasta el momento. El segundo
momento se caracteriza por la morfología de pequeños dientes de
sierra de las curvas de Querczrs y Pinzrs, que marcan una serie de
fluctuaciones inversas entre sus porcentajes (Van der Knaap y
Van Leeuwer, 1995: 183-184).
En suma, a comienzos de Holoceno, las secuencias no sólo se
caracterizan por el establecimiento de formaciones mesófilas, en
las que Qzrerczrs robirr sobre todo, juega un papel fundamental,
sino que asistimos a una diversificación y enriquecimiento específico de las formaciones, favorecidas por el óptimo climático
holoceno. En el mapa de vegetación de Huntley para el conlienzo del Holoceno, la distribución de las unidades de vegetación
adquiere una gran complejidad, con una multiplicación de éstas
por unidad de espacio (Huntley, 1990). La mayor parte de la
península Ibérica se encuentra ocupada por P~IILIS,
Qirerciu,
Chenopodiaceae y Ericaceae, salvo el cuadrante noroeste, con
CoryI~rs,Qirercirs, Alnzrs y Wlnrzrs, y la franja septentrional que
coincide aproximadamentecon la Cordillera Cantábrica, ocupada
por Pinzrs, Betula, Chenopodiaceaey Qzrerczrs. En estos momentos se van configurando ya algunos de los elementos clave de la
vegetación característica de la zona de transición entre las dos
regiones biogeográficas, ya que se delimita el área de óptimo desarrollo de los taxones perennifolios mediterráneos en el noroeste, favorecidos por el aumento de la temperatura y una humedad
moderada.
v111.2.5. FASE HOLOCENADE INFLUENCIA ANTR~PICA (A PAFCMR DE 6000 BP)
En general, a partir del 6000 BP se mantiene la hegemonía del
bosque (fig. 8.5, C), con un Óptimo en cuanto a su desarrollo espacial y taxonómico, pero ya comienzan a detectarse ciertos indicios
de procesos de deforestación antrópica, previos a la aparición del
polen de cereal en las secuencias (Ramil-Rego, 1993a). Las principales evidencias del comienzo de estas prácticas es la reducción
de los porcentajes del polen de Qirerczrs y el aumento de Poaceae,
Ericaceae y Asteraceae, fundamentalmente.
Las secuencias polinicas litorales y sublitorales que habían
quedado selladas o cubiertas por el mar durante la fase anterior,
dejan paso a la formación de una nueva franja sublitoral de depósitos turbosos respecto a la nueva línea de costa, que ofrecen nuevas secuencias polinicas para el Holoceno reciente (GómezOrellana, 2002). El depósito de Mougás se encuentra activo hasta
al menos el 5530 BP, momento para el que se evidencia una
reducción del polen arbóreo hasta valores del 10 %; entre éstos,
sigue dominando Qzrer*czrsrobtrr tp. y Abrzrs. El polen de las herbáceas muestra el cambio de dinámica del depósito, con una
mayor inundación representada en el alto porcentaje de Zsoetes.
Plnntago se expande como resultado del comienzo de la actividad antrópica sobre el medio (Gómez-Orellana, 2002). El registro antracológico para este depósito muestra también una reducción de Querczrs caducifolio y el aumento progresivo de Ericn y
Leguminosae a partir del 5500 BP.
En la costa septentrional de Portugal, los depósitos turbosos
de Agugadoura (Esposende) y Cortegaca (Espinho), muestran a
partir del 3000 BP una vegetación local para las zonas costeras
compuesta de Ericaceae, Poaceae y Artenrisia, en los que el único
componente arbóreo corresponde a la vegetación edafófila de
suelos arenosos, como Pinzrspinen y Pirrirspinnster. Otros taxo-
nes, como Qtrerczu robtrc Qzrercirs ilex, Corylus, Olea, etc. constituyen únicamente un eco de las formaciones de la región
(Gómez-Orellana, 2002: 172, 178-179).
En las Sierras Septentrionales de Lugo se detecta a partir del
6000 BP una progresiva sustitución del bosque de Qtrerctrs que se
ve invadido por la rápida expansión de formaciones heliófilas
dominadas por Pinzrs halepensis, Poaceae, Ericaceae y
Asteraceae. El pino carrasco migra desde las zonas costeras hacia
el interior, ganando espacios que han quedado aclarados por los
procesos de tala (Ramil-Rego, 1992; Ramil-Rego et alii, 1994).
Esta dinámica es previa a la aparición de la primera evidencia de
cereal en esta región, que se da en la turbera de Tremoal da Pena
Veira en el 5490 i 90 BP (Ramil-Rego y Aira Rodríguez, 1993),
en Chan do Lamoso en el 5475 40 BP (Ramil-Rego et alii,
1994: 25) y en el 4140 120 BP en Prado do Infemo, para el caso
de los yacimientos arqueológicos (Ramil-Rego, 1992).
En general, la presencia del polen de cereal en la mayor parte
de las secuencias de este momento es mucho menor que la presencia de otros taxones sinantrópicos que van paralelos a la deforestación y actividad agrícola. Por ejemplo, en las Sierras
Septentrionales, el importante desarrollo arbóreo de la zona
enmascara los procesos regionales de deforestación, que quedan
plasmados en la aparición de taxones como Asphodelzs,
Plaritago, Liliaceae, Scrophulariaceae,etc. Con la consolidación
de la curva del cereal, el porcentaje total de polen arbóreo se
reduce, pero se genera una gran diversidad taxonómica en las formaciones, que adquieren ahora un carácter más arbustivo. Siguen
estando presentes Qzrercus, Coryliis, Ahtirs, Betuln, Pinirs,
Ulniirs, Tilin, Ilex, Fraxin~rs,Frnngzrla, Ca~pinirs,Castaneo,
Salix, Fagzrs. Arbirt~rs,Sarrtbircirs, etc.
Entre las Sierras Centrales y las Orientales, a lo largo del
valle del río Arnoia, se desarrolla la depresión de A Limia que
fue, antes de su desecación, uno de los medios hidromorfos más
importantes de la península Ibérica. Los datos paleobotánicos se
centran en los del depósito turbo-lacustre de A Lagoa de Antela
(600 m), donde el óptimo de Qirercirs se mantiene hasta la aparición de la curva del cereal, junto a Castanen,Poaceae y Pi~rlrs.En
este depósito, el detrimento del robledal viene acompañado además por un desarrollo muy llamativo de la curva de Alnirs, que
alcanza su óptimo en el 3100 50 BP (Ramil-Rego, 1993a).
También se detecta la transformación del medio turboso en una
laguna (Van Mourik, 1986).
En las montañas orientales gallegas también se detecta el
impacto de la agricultura en fechas más recientes que en las zonas
más bajas; es hacia el 3500 BP cuando la actividad anbrópica
comienza a favorecer el desanrollo masivo de Behrla, Ericn,
Cnllirna, Cistirs, Pintrs, etc., de forma paralela al polen de
Cerealia (Muñoz Sobrino, 1995,2001). En Lagoa de Lucenza, es
un solo taxón arbóreo, Betzrkn, el que pasa a tomar la supremacía
con el comienzo de la reducción del polen arbóreo y la caída de
Qirercirs. Las formaciones arbustivas y herbáceas adquieren una
mayor importancia como colonizadoras de los espacios aclarados, dominadas por Poaceae y Ericaceae (Aira Rodríguez, 1986).
Secuencias recientes realizadas en este depósito han datado en el
6060 i 160 BP la existencia de formaciones termófilas con
Qirercirs iles, OIea y Cishrs (Muñoz Sobrino, 2001). S610 hacia
el 3500 BP se detectan en este ámbito las evidencias deforestadoras de la actividad agrícola, que penetra por los valles del Lor,
el Sil y el Bierzo.
En la vertiente mediterránea de estas sierras, el yacimiento de
Pala da Vella evidencia el escaso impacto de la actividad agríco-
*
*
[page-n-200]
la en este entorno montañoso; la vegetación que muestra el registro antracológico para un momento datado en el 3280 125 BP,
se encuentra dominada por Qtrerctrs, acompañado por Arbuttrs
iniedo y Leguminosae fundamentalmente. La altitud y pendiente
acusada de la ladera que se desarrolla a los pies de la cueva no
debieron permitir la instalación de la agricultura en estos momentos, lo que contribuyó al mantenimiento de la vegetación de tipo
arbóreo. Probablemente, sí se llevó a cabo una actividad ganadera por parte de los grupos humanos, como queda reflejado en el
registro faunístico fósil (Femández Rodríguez et alii, 1996).
Para los territorios montañosos circundantes al sector gallego
observamos una dinámica similar. En Laguna de la Roya, es a partir del 5000 BP cuando se produce un nuevo desarrollo de las
comunidades arbustivas y herbáceas (Allen et alii, 1996). Se trata
sobre todo de formaciones arbustivas de Ulex y Erica, y herbáceas de Pte~iniirnt,Gramineae, Umbelliferae y Rtrnies. Los taxones
arbóreos mejor representados son Qtrerciu y Pintrs, aunque experimentan un importante descenso a partir de este momento.
En la Laguna de Sanabria, la principal evidencia de la deforestación es la sustitución de la hegemonía de Qirercirs por un
aumento considerable de Pinirs, que alcanza sus máximos valores
hacia el 4000 BP (Watts, 1986; Allen et d i , 1996). Los sondeos
más recientes muestran incluso una recuperación del polen de
Qtrerctrs en momentos ya de presencia del cereal, datado en el
3050 + 79 BP (Muñoz Sobrino, 2001).
En el caso de Lago de Ajo (Watts, 1986; Allen et alii, 1996),
las formaciones de Ericaceae, Gramineae, Cyperaceae, Pla~rtago
y Ruma, entre otras, se desarrollan a partir del 4000-3000 BP,
como indicadoras de una creciente actividad humana.
En el lago de Las Pardillas, aproximadamentedesde del 4000
BP, se incrementan los porcentajes de Artemisin, Rlrmes,
Poaceae, Ericaceae y Cyperaceae, al tiempo que se establece la
curva continua de Fagtrs y se produce la caída de los caducifolios
en general (Sánchez Goñi y Hannon, 1999).
En el norte de Portugal se detecta un retroceso progresivo de
las formaciones termo-mesófilas paralelo a la expansión del cereal en las secuencias. En Lagoa do Marinho, se produce la casi
completa desaparición de Piliirs y Behrln, al tiempo que se inicia
el desarrollo de Callirna, Erica, Cistaceae, Cog?ltu, Ulnitrs,
Castartea, Olea, y la piimera aparición de Fagirs (Ramil-Rego,
1993a; Muñoz Sobrino, 2001).
En la secuencia de Charco da Candeira, del 5750 al 3250 BP
se produce una fase que los autores denominan de "dinámica
antropogénica del bosque" (Van der Knaap y Van Leeuwer, 1995,
1997). Con ella se documenta la expansión de las áreas abiertas,
con la progresión de diferentes especies de Erica (E. airstwlis, E.
arborea) y gramineas, aunque a mayor escala sigue prevaleciendo el dominio del robledal. Hacia el 4550 BP se alcanzan los
mínimos de Qtrerctrs y un importante descenso de Piritu, a favor
de taxones de espacios abiertos y suelos arenosos; supone el
máximo de Runlex acetosella y un aumento considerable de
Ericn nrborea. Los porcentajes arbóreos se recuperan considerablemente hacia el 3835 BP. Para los autores, esto se debe al descenso de la actividad ganadera y la puesta en cultivo de nuevas
tierras, documentada por la presencia de Chenopodiaceae,
Plantago, Rirnies obtirsifoliirs y Cerealia (Van der Knaap y Van
Leeuwer, 1995, 1997).
En la Serra da Aboboreira (NW Portugal) se ha realizado el
análisis antracológico de gran cantidad de yacimientos arqueológicos de diversa naturaleza y cronología (Vernet y Figueiral,
1993; Figueiral, 1993, 1995). El conjunto del valle del Duero y
*
las tierras altas de estas sierras, aproximadamenteentre los 400 y
1.250 metros de altitud, constituyen una zona muy interesante a
nivel biogeográfico pues se encuentra también en el límite entre
las regiones atlántica y mediterrhnea. En los monumentos funerarios neoliticos de esta región, entre ellos Cha da Parada, Mina
do Simao, Cha de Santinhos 1 y 2, Cabritos 1 y 3, Meninas do
Castro 2, Outeiro de Gregos 2, Touta e Igrejinhas (Vernet y
Figueiral, 1993; Figueral, 1993, 1995a), se observa un predominio de Qirerctrs, tanto cadiicifolio como perennifolio, acompañado por una importante y variada representación de la vegetación
de ribera, como Alntrs glirtinosa, Frangirla nlnrrs, Cle~iiatisvitalbu, Salis y Lo~ticera.Sin embargo, comienza ya a hacerse patente la importancia que adquiere Leguminosae en algunos yacimientos, tendencia que se acentúa durante el Calcolítico en Cha
de Parada 1 o Clia do Carvalhal, como resultado de la expansión
de los espacios abiertos, al tiempo que las especies de Qtrercirs
quedan reducidas ahora a Q. iles y Q. sirber. En la vegetación de
ribera adquieren ahora mayor importancia Sorbirs-Crataegtrs y
Monocotiledónea. A comienzos de la Edad del Bronce, se documenta la presencia de Qrrercto robtrr y Q. sirber en Meninas do
Castro 4 y de Q. pj~e~raica
y Leguminosae tipo C'7tistrs en
Outeiro de Gregos 1 y 5.
La naturaleza tan especifica de los yacimientos que han sido
objeto de este estudio hace que la información paleoecológica sea
muy limitada a nivel taxonómico, pero sí evidencia la presencia
de masas forestales de Qtrercirspj11'e1raicay Q. robtrr, en los cuales comienzan a abrirse progresivamente espacios poblados por
un matorral de leguminosas principalmente.
En la Serra da Estrela, la secuencia de Charco da Candeira
(Van der Knaap y Van Leeuwer, 1995,1997), muestra ya desde el
5750 BP una progresión de los espacios abiertos, con la presencia de polen de varias especies de Erica (E. ~irstralis,E. arboren), Silerre, Rimtes acetosella y Gramineae, y un descenso de
Bettrla alba y Qiremrs, que alcanza sus valores mínimos en el
4550 BP. La dinámica de la vegetación a partir de este momento
discurre paralela a la actividad ganadera que desarrollan los grupos humanos en esta región. Así, hacia el 41 15 BP se documenta
una recuperación arbórea de Pi~rtrsy Qtrerctrs, coincidiendo con
una reducción en la intensidad de esta actividad. Sin embargo, la
deforestación de tierras para el desarrollo de actividades agrícolas o ganaderas queda reflejado a pesar del aumento local de
Qtrercirs, en la presencia de taxones como Plnntngo, Ruines obtirsifoliirs, Smtliantirs grandtflorirs, Diantlitrs, Snx-igraga, Filago,
Chenopodiaceaey Cerealia. En el 3565 BP esta situación se acentúa, con la desecación casi completa del lago, pero resulta extraño el aumento en este momento de Al~riuglirtiriosa.
La fecha de la aparición del polen de cereal en los diagramas
polínicos de la región es variable, pero es general la tendencia a
la aparición de evidencias de los procesos deforestadores previos
a su presencia. Esta dinámica desemboca finalmente en la instalación de lo que Ramil-Rego ha denominado la "estepa cultural",
cuyo comienzo se establece hacia el 3680 + 35 BP, resultado de
la deforestación intensiva y generalizada en todo el territorio para
la puesta en cultivo de tierras (Ramil-Rego, 1992, 1993a) (fig.
8.5, D). En este momento se inicia en las Sierras Septentrionales
de Lugo la curva continua de Castanea, y aparece Jlrglans marcando el comienzo del Subatlántico, de acuerdo con todo el
sureste europeo. El resto de taxones arbóreos están en marcado
detrimento, hasta el punto que se alcanzan valores de caída de
polen arbóreo comparables al Último interestadial, pero por causas antrópicas (Ramil-Rego, 1992). La cubierta vegetal está
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dominada por Poaceae, Erica, Callzrna, Ules, Thy~nelaea,
Gentiana, Cistaceae, etc. En 'louriz, en las Sierras Centrales
gallegas, la curva del cereal y Castanea, coinciden con la instalación de un paisaje fuertemente humanizado (Ramil-Rego,
1993a).
En la Laguna de la Roya, a partir del 2726 BP, se acentúa la
expansión de las comunidades arbustivas, sobre todo dominadas
por Ericaceae, como respuesta a la intensificación de fuegos
sucesivos. Pinzs, Betzrln, Alnrrs y Castanea se reducen hasta casi
desaparecer al final de la zona, mientras que Jlrgln~isaparece por
primera vez en el diagrama (Allen et alii, 1996).
En Las Pardillas, el primer polen de cereal se documenta en
momentos más recientes al 3220 45 BP (Sánchez Goñi y
Hannon, 1999), acompañado por Pirtzrs como mayor representante del escaso polen arbóreo, Fagzrs, que alcanza sus valores
máximos, Olea, Jrriiiperzrs, Castarten, Artentisia, Poaceae,
Cyperaceae, Ericaceae, Callzrna y Rirmes.
En una fecha muy similar, hacia el 3250 BP, se data en la
Serra da Estrela el comienzo de la deforestación a gran escala por
todo el territorio y el comienzo de lo que los autores han denominado un "paisaje cultural semi-deforestado" (Van der Knaap y
Van Leeuwer, 1995, 1997). Los porcentajes de Pirtzrs y Qzrerczrs
se reducen considerablemente y dejan espacios abiertos que se
colonizan por Erica, Genista, Sedzrm, Galizrm, Rurnex,
Papilionaceae, Plantago, Artentisia, Chenopodiaceae,
Haliniirrni/Ttrberalia,etc., mientras crece la curva del cereal. Esta
situación alcanza su mayor desarrollo con la implantación de los
cultivos romanos, hacia el 2370 BP.
Esta estepa cultural está muy bien representada en los registros polínicos de yacimientos arqueológicos gallegos de esta cronología. La fecha de aparición del cereal es algo variable: en
Castro de Penalba aparece a partir del 3000 BP (Aira Rodríguez
y Saá Otero, 1988), en Torroso, en el 2685 BP (Aira Rodrígiiez y
Saá Otero, 1988), después del 2460 + 50 BP en O Regueiriño y
A Fontenla (Aira Rodríguez y Guitián Ojea, 1984), en el 2800 BP
en Lavapés (López, 1984a), etc. En estas secuencias, aún se
puede observar la presencia de taxones arbóreos niesófilos en
momentos inmediatamente anteriores a la aparición del cereal,
aunque sus bajos porcentajes evidencian los procesos deforestadores generales.
Así, en Castro de Penalba, aparece la vegetación arbórea
dominada por Querczrs, Co~ylrrsy Al~iirsglzrtiriosa, y en Torroso
por Qzrerczrs, Co~ylzrs,
Alnzrs, Salis y Pi~tzis,aunque éstos suponen
únicamente el 12 y el 20 % del total, respectivamente. El resto de
la cubierta vegetal está dominada por Poaceae, Ericaceae,
Asteraceae, Asphodelzrs, Piarttago, E~irphorbia,Ranunculaceae,
Cruciferae, etc. Todos estos taxones muestran una progresión de
los espacios abiertos, una degradación del suelo y, en el caso de
Aspliodelzrs, una sucesión de incendios, tal vez para la obtención
de espacios aclarados para su puesta en cultivo o de pastos para
el ganado. En el caso de Pedra do Xesta, la aparición de polen de
Ericaceae y AspIiodeJehrs coincide con la aparición de las primeras
evidencias de carbón, evidencia de su estrecha relación con la
actividad humana (López, 1986).
En O Regueiriño y A Fontenla, la antropización del paisaje
antes de la aparición del cereal en el registro polínico viene marcada por la presencia de Plantago, Cruciferae, Um'ca, etc., a lo
que también se une el paulatino enfriamiento y pérdida de humedad que se da en el Sub-boreal, dinámica que los autores relacionan con el desarrollo de Abtzrs en este momento (Aira Rodríguez
y Guitián Ojea, 1984; Díaz-Fierros Viqueira et alii, 1979).
*
En el yacimiento de Lavapés se documenta la presencia de
Pirtzrs y Qzrercrrs, acompañados por varios taxones termófilos,
como BLLYZ~S,
Co~ylzrs,Jliglans. Ulntzrs y Popzrlzrs. Existe un gran
desarrollo de las Gramineae y Compositae. Con la aparición del
cereal, adquieren mayor importancia Castanea, Ulmus y Jlrglans,
además de numerosos taxones mderales (López, 1984a).
En O Fixón se da el caso de la ausencia total del polen de
cereal. La secuencia comienza con un bosque de Qzrerczrs y
Castanea, con formaciones ribereñas de Alnzrs y Populirs, acompañados por Bzmrs, Ul~nrrsy Jlrgla~is,en una fecha del 2870 BP
(López, 198413). Sin embargo, el polen arbóreo supone únicamente del 5 al 10 % del total, mientras que la mayor parte pertenece a Gramineae. En este caso, se produce el establecimiento de
una vegetación herbácea de pastizal, como resultado, no de la
actividad agrícola, sino ganadera, que logra mantener un equilibrio con la vegetación del entorno hasta fechas más recientes que
en los yacimientos donde se evidencia una intensa actividad agrícola.
En la Serra da Aboboreira, también se cuenta con un importante registro, en este caso antracológico, de yacimientos arqueológicos pertenecientes a la Edad del Bronce (Figueiral, 1993). En
estos yacimientos, con cronologías a partir del 2980 70 BP, se
observa la continuidad de las formaciones de Qzrerczrspj)renaic(1
y Q. 1-obzrr, acompafiados por Corylzrs avellana, Sorbtrs sp.,
Crataegzrs ntoriog)>na,Rex aqirifolizrrn y, a mayor altitud, Taxzrs
Numerosos taxobaccata, Sorbzrs arrcirpnria y Pinzrs s,~Ii)estris.
nes de ripisilva también están presentes, así como algunos que
evidencian la progresión de los espacios abiertos, como
Leguminosae, Arbzrhrs imedo, Bzrszrs se~itpervire~ts.
Cishrs sp.,
Erica sp., CoryIzrs y Betirla, una imagen muy similar a la que aparece en el Castro de Penices, en el que también se documenta la
presencia de un bosque de Qirercirs, vegetación de ribera y formaciones de espacios aclarados con leguminosas sobre todo
(Figueiral, 1993).
La imagen que ofrecen estos yacimientos es comparable a la
descrita para Pala da Vella; ejemplos como Bouqa do Frare, Lavra
y Castelo de Matos, con dataciones del c.700 BC, 2980 + 70 BP
y 2700 90 BP respectivamente (Figueiral, 1993), presentan un
bosque mixto de Qzrercrrs pyrertaica y Q. robzrr, y en las zonas
más bajas, Q. iles o Q. suber, acompañados por gran cantidad de
caducifolios que se asocian a su sotobosque o zonas de ribera,
entre ellos Cor))Iirs m~ellana,Sorbzrs sp., Crategzis nionogtrta,
Alnzrs glzrti~iosa,Solis sp., Frasi~tusartgzrst~oliay Betzrla cf.
prrbesce~is.Arblrtzrs zinedo, Bimrs sempe~.i~irerts,
Leguminosae,
Cishrs y Erica sp. están presentes también, progresando hacia el
final de la secuencia. Las coníferas presentan porcentajes menos
importantes, entre las que destacan Pinzrs sylvestris y Taszrs baccata. En Castro de Penices, para momentos del Bronce final
datado en 690 + 60 BC, y época romana, se documenta en la
mayor parte de los niveles una clara supremacía de Qrrerczrs
caducifolio, probablemente Q. rvbtrr, que aparece acompañado
por Crataegzrs nioirogyna, Corylzrs avellaita, Rosaceae (Sorbrrs
sp., tipo-@rus) y Frangzrla ahizrs. También está presente
Qtrerczrs suber, como elemento más termófilo y E r i a nrborea y
E. tebalis asociadas a éste, como consecuencia de un aclarado
del bosque, junto a varios géneros de LeguminosaelPapilionaceae
(Adenocarpus, Cj)tiszrsy Ules),como evidencias de la degradación paralela a la actividad humana de tala y quema. Un análisis
de semillas y h t o s ha mostrado también la presencia de
Piticcirni dzrrrrni/aestivzrnt, Horhrm ~>zrlgare,
Ave~tasp., J&is
y Vicia sp.
itinifira var. sj)Ii~estris
*
*
[page-n-202]
Una diferencia respecto a Pala da Vella radica en un mayor
predominio de los perennifolios en ésta última que en las secuencias portuguesas descritas. Esto puede ser el resultado de una
mayor influencia continental en el área donde se localiza aquélla.
Es muy posible que las coincidencias entre estas secuencias
estén provocadas en parte por la propia naturaleza del registro de
análisis, ya que las turberas se encuentran frecuentemente en
emplazamientos montañosos de altura y queda sobrerrepresentada en el polen la vegetación herbácea de alta montaña, mientras
que recoge sólo un eco de las formaciones boscosas de las zonas
de menor altitud. En le carbón, sin embargo, se refleja un entorno muy local, además de que en este registro no quedan reflejadas más que las especies leñosas.
En el caso de los yacimientos de cronología mis reciente de
nuestro estudio, O Castelo y Noville, resulta dificil integrar los
resultados antracológicos dentro de la secuencia regional trazada,
ya que el registro corresponde en su mayor parte a madera de
construcción, producto de un proceso de fuerte selección de la
materia prima. La necesidad de realizar elementos constructivos
de cierto tamaño llevaría a la selección de especies con troncos
del calibre necesario, es decir, fundamentalmente especies arbóreas, aún cuando no se encontraran en el medio más próximo al
yacimiento. En el caso de O Castelo, la fuerte presencia de
Qtrerctrs caducifolio en el registro antracológico se debe sin duda
a esta selección, aunque es muy probable que estuviera presente
m estepas arbiistivas preholocenas
primera expansión de elementos mesófilos y tenn6filos
detrimento arbóreo del Dryas reciente
0
en un medio cercano al yacimiento, como corrobora su aparición
en otras secuencias de la zona, pero resulta imposible realizar
inferencias sobre su importancia real en el medio. Lo mismo ocurre en Noville, donde además, la presencia de Piritrs tp. pineapir~mterrefleja un medio muy local, correspondiente a la ftanja
litoral arenosa donde se emplaza el yacimiento, junto a otros
taxones propios de humedales y10 zonas enchatcadas, que pueden
corresponder también a este medio, tales conio Frnsit~uscf. E
excelsior o Salix-Poptrltrs. La presencia de Alntrs puede corresponder, como se ha visto en otros yacimientos, a su progresión de
forma paralela a la antropización del paisaje.
La figura 8.6 muestra una síntesis de los datos polinicos y
antracológicos analizados. Evidentemente, se ha generalizado
seleccionando las principales formaciones vegetales documentadas para cada periodo, aunque las diferencias entre las distintas
zonas son notables. A grandes rasgos, se evidencia el contraste
entre las zonas de mayor influencia atlántica y aquéllas más continentales. En cronologías entre el 35000-30000 BP (momento
para el que contamos con escasos datos) se pude observar un
dominio de brezales en las zonas litorales, mientras que las interiores gozan de mayor desarrollo arbóreo, con bosques mixtos de
Qirernrs y Pintrs.
Durante el Pleniglaciar, las estepas son dominantes en la
mayor parte del territorio, aunque destacan las ericáceas y gramíneas en dominio puramente eurosiberiano frente a la presencia de
m máximo desarrollo arbóreoy óptimo de Qiremrs
0primera deforestación asociada a la presencia de cereal
u
desarrollo de la "estepacultiiral"
.
sparición del cereal y10
de plantas mderales
(c) registro antracológico
Fig. 8.6. Síntesis de los datos paleobot$nicos de las secuencias antracológicas (C) y polínicas (P) de la región Eurosiberiana.
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Arteniisia en todas las secuencias de las zonas que conforman el
límite con la región Mediterránea.
Hacia el 13000 BP se generaliza en las secuencias la primera
expansión importante de taxones mesófilos, encabezados por
Quercus. Esta expansión sólo se ve interrumpida por un leve
retroceso de la vegetación arbórea y recolonización de las estepas
durante el Dryas reciente. Éste Únicamente se detecta en las
secuencias poünicas, ya que en el registro antracológico, el citado desarrollo arbóreo es continuo hasta el óvtimo climático holoceno. Tampoco se detecta claramcntc en las secuencias polínicas
de zonas litorales y sublitorales, ya que en éstas las formaciones
arbóreas carecen de importancia, aunque también podría deberse
a que el efecto del recnidecimiento climático y aumento de aridez se encontrara atenuado por la proximidad oceánica. Es posible que la presencia de una fase de detrimento arbóreo se deba a
un descenso de la producción polínica, más que a un retroceso
real de la vegetación arbórea, puesto que no se detecta en las
secuencias antracológicas.Algunos autores afírman que este descenso de la polinización de ciertas especies arbóreas da lugar a un
dominio de las formaciones arbustivas, pero que en ningún caso
se puede considerar el nuevo establecimiento de una vegetación
estépica (Muñoz Sobrino, 2001).
El mayor desarrollo de los bosques mesófilos se produce en
momentos inmediatamente posteriores al 10000 BP. En general,
es el momento de máximo desarrollo de Qirercas y otros taxones
caducifolios, aunque se observa la expansión incipiente de especies perennifolias mediterráneas o submediterráneas en las zonas
de contacto de ambas regiones. Destaca su presencia en las vertientes continentales de las Sierras Orientales gallegas (Ancares,
Courei, etc.).
El detrimento del óptimo arbóreo se produce de forma bastante paralela a la aparición del cereal en las secuencias, aunque
la cronología es bastante variable. Ésta depende en gran medida
de la aptitud de la zona para el desarrollo de la actividad agrícola. En algunas secuencias (Sierras Septentrionales, Sierra de la
Cabrera, Serra da Estrela y los yacimientos arqueológicos gallegos) se evidencia una fase de deforestación incipiente entre el
5500-3500 BP, a menudo de forma previa a la aparición continua
del cereal, en la que comienzan a extenderse los taxones arbustivos y heliófilos (Pinirs), como indicio de la abertura progresiva
de las formaciones vegetales.
A partir de aproximadamente el 3500 BP se establece la llamada "estepa cultural", en la que se detectan mínimos de polen
arbóreo comparables a algunas fases glaciales, pero ahora por
causas antrópicas. En esta fase, las formaciones de brezos y leguminosas adquieren carácter pseudo-cliácico. Esta imagen difiere en las secuencias antracológicas, en las que se mantiene el
dominio de los bosques mixtos de Querci~sy únicamente se
detecta un ligero aumento de la curva de las leguminosas en respuesta a estos procesos de deforestación generalizada.
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Capítulo IX
La región Mediterránea cubre la mayor parte de la península
Ibérica, y por lo tanto, dentro de ella están representadas condiciones bioclimhticas y ecológicas variadas, lo que se traduce en
una gran diversidad de estrategias de poblamiento humano y de
manifestaciones arqueológicas. En la secuencia que cubren los
yacimientos de estudio, que se distribuyen fundamentalmente a
lo largo de las fachadas oriental y occidental de la región, se
ponen de manifiesto estas diferencias en los lugares de hábitat, en
la cultura material, en las manifestaciones funerarias o en la gestión de los recursos naturales, visibles sobre todo cuando comparamos yacimientos de la misma cronología separados espacialmente (fig. 9.1).
Los yacimientos de que disponemos para esta región muestran características muy diferentes. Por un lado, algunos de ellos
presentan evidencias de una ocupación prolongada y ofrecen una
secuencia antracológica larga, con presencia de diversas estructuras domésticas. Otros evidencian una ocupación m8s puntual o
especializada, que corresponden a poblados en los que una parte
importante de la madera debía formar parte de la eshuctura constructiva de los mismos, como es el caso de Fuente Alamo. Por
último, contamos con dos construcciones de carácter funerario en
las que la madera recuperada en el interior de los grandes sepulcros ha desempeñado un papel constructivo o como combustible
ritual.
En el caso de los yacimientos con una ocupación larga, nuestro objetivo es la obtención de una secuencia paleoambiental en
la que se puedan detectar los cambios acaecidos en el paisaje,
bien por causas naturales o como resultado de una explotación
humana intensiva del mismo. En los casos donde se detecta una
utilización especiatiada de la madera, el carbón nos ofrecerá una
importante información acerca de la explotación de los recursos
vegetales para diferentes actividades.
La amplitud cronológica de esta secuencia y la presentación
de su contexto arqueológico nos exige el planteamiento de una
serie de problemáticas de la investigación en las que vamos a
integrar nuestros objetivos. Así, por ejemplo, cuestiones como a)
el tránsito Pleistoceno-Holoceno, b) el impacto de las primeras
sociedades agrícolas y ganaderas en el paisaje, c) los condiciona-
mientos de éste para el desarroiío del poblamiento humano, o d)
la gestión de los recursos vegetales, son problemas a los que los
datos antracológicos pueden aportar una interesante información
complementaria a otras disciplinas.
-
Fig. 9.1. Cronologfa de los yacimientos arqueológicos estudiados
en la región Mediterrsinea.
[page-n-206]
IX. 1. LA SECUENCIA CULTURAL
IX.1.X. EL MAGDALENENSE EN LA FACHADA
MEDITERRÁNEA PENINSULAR
Como se ha mencionado en el capítulo correspondiente a la
fachada atlántica (capítulo VI) el Paleolítico superior se caracteriza por una serie de innovacionestecnológicas y tipológicas asociadas a la presencia de la nueva especie humana Horno sapiens
sapiens (Arsuaga et alii, 2001), en las que se suceden diversas
fases a partir de la individualización de ciertos fósiles directores
en las secuencias francesas. En efecto, las industrias musterienses
se sustituyen por otras de talla laminar (modo 4), que se asocian
también al trabajo masivo del asta y hueso. Estas diferencias en
las industrias se hacen extensivas a todo el modo de vida y economía de los nuevos grupos del Paleolítico superior (%llaverde,
2001: 177). El Magdaleniense es la última de las fases del
Paleolítico superior, y se documenta aproximadamente a partir
del 15000 BP, prolongándose algunos de sus rasgos hasta el
Epipaleolítico mediterráneo. El comienzo de la mejora de las
condiciones climáticas con el Tardiglacialprovocó una expansión
de la población por toda Europa, aunque concentrada aún en las
áreas más benignas, que subsistían fundamentalmente de la caza
de los grandes herbívoros, siguiendo sus movimientos migratonos.
Breuil realizó una subdivisión del Magdaleniense en 6 estadios en función de la aparición de fósiles directores, periodización que no resultaba completamente adaptable a las caracten'sticas del Magdaleniensepeninsular (Barandiaráa et alii, 1998: 54),
lo que cuestiona el valor atribuido a los fósiles directores para
definir las variantes regionales. Si la periodización propuesta
para el Magdaleniense Cancés resulta ya difícil de aplicar a los
territorios cantábricos, más lo es para la fachada mediterránea
peninsular, ya que la economía estaba basada en la caza especializada del ciervo y la cabra, especies dominantes como resultado
de una mayor benignidad climática en este ámbito (Aura, 1988).
Por estas razones, los primeros investigadores dudaron incluso de
la existencia de un verdadero Magdaleniense mediterráneo, estableciendo un periodo particular denominado "SolútreoGravetiense" o "Epigravetiense", paralelo cronológicamente al
Solutrense final y al Magdaleniense inicial en la cornisa cantábrica, para explicar esta diferencias. Actualmente, esta cuestión
está superada, y se acepta sin lugar a dudas que el Magdaleniense
del Mediterráneo peninsular comparte las tendencias suprarregionales documentadas en la cornisa cantábrica, los Pirineos franceses y la Dordoña (Vidlaverde, 2001: 204). Sin embargo, esta afírmación no deja libre de problemática la cuestión del
Magdaleniense mediterráneo, ya que las fases de transición entre
el Solutrense y éste siguen permaneciendo algo oscuras, debido
fundamentalmente a la falta de registros; sólo en la cueva de
Parpalló se documenta con seguridad un Magdaleniense antiguo,
dividido en dos fases (A y B) (Aura, 1992, 1995). Para el
Magdaleniense medio, existen las dataciones de la Cova de les
Cendres, de 13320 170 BP y 13840 85 BP, o de Cova
Matutano de 13960 200 BP a 13220 I 2 7 0 BP.
El Magdaleniense superior se define por la abundancia de
arpones de hueso y asta. Para este momento existe una mayor
documentación de yacimientos, aunque la mayor parte de las
dataciones obtenidas se concentran cerca del 12000 BP, siendo de
nuevo mal conocido el inicio del periodo. Aura (1995) propone la
caracterización de este periodo por una industria sin arpones.
*
*
Destacan los registros de la Cova de les Cendres, por su representativo conjunto del Magdaleniense superior con arpones, que
dio una datación radiocarbónica por AMS de 12470 170 BP,
similares a los niveles documentados en Parpalló y Cova
Matutano, datados entre el 12000-11000 BP (Villaverde et alii,
1999).
El Tossal de la Roca también ofrece una secuencia desde el
15360 & 1100 BP, similar a la base del Magdaleniense de
Cendres, dataciones cercanas al 12000BP para el Magdaleniense
superior, y la consolidación de un Epipaleolítico aziloide (Cacho
et alii, 1995).
Esta Última fase del Magdaleniense constituye un proceso de
transformación industrial que supone la pérdida en importancia
absoluta y variedad de la industria ósea, de los buriles y de la
variedad de la industria microlaminar, con un notable aumento de
los útiles del substrato (muescas, denticulados, piezas de retoque
continuo, etc.).
En el plano económico, las estrategias de subsistencia en un
periodo que recoge los últimos frios glaciales son de tipo adaptativo al medio, siendo los movimientos migratonos estacionales
más marcados cuanto menor es la disponibilidad de obtener
recursos en un territorio (Enloe, 2000: 118), aunque en la fachada mediterránea estos efectos se dejaron sentir de manera mucho
más suavizada que en otras regiones europeas. El Magdaleniense
se caracteriza por el desarrollo de la caza especializada, para la
que se cuenta con una serie de mejoras técnicas en el armamento
(Viilaverde, 2001: 212). La actividad cinegética sobre los grandes
herbívoros se centró bhsicarnente en dos especies: el ciervo y la
cabra montés. Además, es frecuente la selección de las presas
abatidas, generalmente machos jóvenes, en su estado de máximo
contenido c h i c o .
Existen también evidencias de caza de pequeñas presas, entre
las que se observa una diversificación de especies, tales como el
conejo, las liebres, los erizos, aves, etc. y la explotación de recursos marinos como moluscos y peces (Martinez Valle, 2001: 129;
Sanchis, 2000,2001). Esta ampliación del espectro ha sido interpretada por diversos autores como una explotación más intensa de
los recursos disponibles mediante cortos recorridos de carácter
logístico, como consecuencia de la reducción de movilidad de los
grupos humanos (Villaverde y Martínez Valle, 1995).
*
IX.1.2. DEL EPIPALEOL~TICOAL NEOLÍTICO.
¿ Q ~ APORTA
O
EL CARBÓNA LA DISCUSIÓN
ARQUEOL~GICA?
Uno de los puntos clave de la investigación en la península es
la aparición de las primeras sociedades productoras de alimentos
del Neolítico en el marco de los últimos grupos cazadores y recolectores del Epipaleoütico. La abundancia de yacimientos y la
existencia de un foco de grupos "neolíticos puros" con algunas de
las cronologías más antiguas de la península Ibérica, hacen de la
fachada cer~tro-orientalpeninsular una de las áreas más interesantes para el estudio de las posibles evidencias de contacto,
aculturación o sustitución entre las dos culturas (Martí Oliver y
Juan-Cabanilles, 1997).
Ya entre los años 30 y 50, las excavaciones llevadas a cabo
en los yacimientos de la Cova de la Sarsa, La Cueva de la Cocina,
La Covacha de Llatas o la Cova de l'Or, asentaron los precedentes de lo que iba a ser el "modelo dual" de interpretación del proceso de neolitización de la vertiente meditenánea peninsular.
Este modelo propone la presencia de dos tradiciones culturales en
[page-n-207]
el momento de la introducción de la economía de producción: por
un lado, los grupos epipaleolíticos geométricos de economía
cazadora-recolectora; por otro, los grupos neoliticos de econom'a
productora que además poseen la tecnología cerámica, la piedra
pulida y una industria lítica muy diferente a los conjuntos geométricos. Dada la ausencia de los ancestros silvestres de las especies domesticadas, la presencia del nuevo sistema económico en
la península sólo se entiende mediante la introducción foránea
(Marti, 1977; Martí et alii, 1980; Martí y Bemabeu, 1992; JuanCabanilles, 1992; Bernabeu et alii, 1993; Martí y Juan
Cabanilles, 1997; Bemabeu y Juan-Cabanilles, 1999; JuanCabanilles y Martí Oliver, 2002).
Las revisiones más recientes del modelo dual, sustentado en
la base empírica y en un migracionismo-aculturaciónpara la aparición del Neolítico en la península, retoman las cuestiones de
distribución del poblamiento durante la neolitización (Martí
Oliver y Juan-Cabanilles, 1997; Juan-Cabanilles y Martí Oliver,
2002). Los mapas trazados a partir de la distribución de asentamientos del Epipaleolitico-Mesolítico y del Neolítico antiguo
apoyan la idea de una "territorialidad excluyente", es decir, una
clara diferenciación de los espacios de ambos grupos, marcada
probablemente por la incompatibilidad entre los dos sistemas
&onómicos de explotación del medio (Juan-Cabanilles y Marti
Oliver, 2002: 45).
Las primeras noticias de la existencia de estratos mesolíticos
y neolíticos en el abrigo de La Falguera fueron acogidas con la
esperanza de que este yacimiento pudiera arrojar algo más de luz
sobre estas cuestiones y ofreciera una secuencia completa desde
el Epipaleolitico. El mismo interés presentaba la estratigrafia de
Santa Maira; sin embargo, ambas contienen un importante hiato
sedimentario entre los dos niveles de ocupación. Aún así, resulta
muy interesante comparar estos dos momentos, ya que el estudio
de la industria, de la economía, de la funcionalidad del yacimiento, de la gestión del medio, del aprovisionamiento de recursos,
etc., son un reflejo de los diferentes modos de vida de las íiltimas
sociedades cazadoras-recolectorasy los primeros productores.
A comienzos del Holoceno, en la vertiente mediterránea
peninsular existen grupos de cazadores-recolectorespertenecientes al Epipaleolítico microlaminar o Mesolitico antiguo (100008000 BP en la secuencia regional). Ambos términos se utilizan
para definir el mismo periodo temporal, pero mientras el primero
hace referencia directa a las perduraciones del Paleolítico superior, el segundo remarca la peculiaridad del periodo como un
tránsito entre el Paleolítico y el Neolítico, aunque los Últimos trabajos utilizan la terminología Epipaleolítico-Mesoliticoque equipara ambos términos para fases más evolucionadas (JuanCabanilles y Martí Oliver, 2002). Con la mejora climática holocena, los grupos humanos ven ampliado el abanico de recursos
explotables, ya que tanto el desarrollo de los bosques, como el
medio marino, ofrecen nuevas posibilidades de suministro alimenticio, y este hecho queda reflejado en una adaptación del utillaje y las técnicas de captura. Las industrias microlaminares se
caracterizan por el dominio de raspadores sobre buriles y por la
abundancia de laminitas de dorso (Fortea, 1973).
En nuestra zona de estudio se desarrolla la facies Mallaetes,
datada en este yacimiento en 10370 105 BP. Existen vestigios
también de este complejo en Rates Penades, Volcán del Faro,
Barranc Blanc, Meravelles, En Pardo y el Tossal de la Roca.
Hacia el 8000 BP de la secuencia regional, se desarrolla el complejo Epipaleolítico Geométrico o Mesolítico Reciente, caracterizado por el desarrollo de los microlitos geométricos, trapecios y
*
triángulos. En el tramo central del sector oriental peninsular se
documenta en Valltorta, Can Ballesta, Cocina, Casa de Lara y
Arenal de la Virgen; para los valles del Alcoi, la secuencia está
bien documentada en el Tossal de la Roca (Cacho et alii, 1995) y
en La Falguera (Barton et alii, 1990, 1999).
La reciente estructuración en fases del EpipaleoliticoMesolítico reciente (VIII-W milenio BP) se ha basado en la
secuencia de la cueva de la Cocina, generalizable a gran parte de
las evidencias de la fachada mediterránea (Fortea, 1973). Las
fases A y B, propuestas por Fortea a partir de los horizontes
Cocina 1 y 11respectivamente, se caracterizan por un utillaje geométrico dominado por trapecios y triángulos de retoque abmpto
en la primera, y por un dominio de los triángulos respecto a los
trapecios en la segunda, entre los que se encuentran los de lados
cóncavos y espina central, denominados tipo Cocina o Muge.
A éstos sigue una tercera fase C, que constituye la etapa de
desmantelamiento progresivo del poblamiento Epipaleolftico y
del inicio del Neolítico, caracterizada por una continuidad de los
elementos típicos epipaleolíticos, con la nueva incorporación de
otros de carácter neolítico (Juan-Cabanilles y Martí Oliver, 2002).
El horizonte IIi de Cocina es un referente de esta fase, en el que
queda reflejado este proceso de neolitización de los últimos cazadores-recolectores, cuyos momentos finales son ya cerámicas y
coinciden con los primeros indicios de expansión de la agricultura y ganadería en la región (Bemabeu et alii, 1999a).
La introducción de la economía de producción supone un
importante cambio en los modos de vida de los grupos humanos,
no sólo en lo que respecta al aprovisionamientoalimenticio, sino
a todo el conjunto de innovaciones materiales y de las ideas. La
introducción de la tecnología cerámica y de la piedra pulida, de
animales y plantas domésticos, la sedentarización en poblados de
mayor tamaño, el aumento de la complejidad social o las nuevas
prácticas religiosas relacionadas con la tierra y la fertilidad, son
algunos de los cambios detectados que se asocian a la nueva economia de producción (Marti Oliver y Juan-Cabanilles, 1987,
1997; Martí Oliver et alii, 1987, 1991; Martí Oliver, 1998; JuanCabanilles, 1992; Bemabeu, 1996). Los testimonios más antiguos
del modo de vida neolítico en la península Ibérica se localizan en
la vertiente mediterránea a inicios del W milenio BP. En nuestra
zona de estudio, las secuencias de la Cova de I'Or, la Cova de les
Cendres, Cova de la Sarsa y más recientemente, La Falguera sitúan la cronología del Neolítico Antiguo entre el 6800 y 5800 BP
(Bernabeu et alii, 2002).
El Neolítico antiguo se inscribe en la amplia tradición mediterránea de las cerámicas impresas (Bemabó Brea, 1956; Martí et
alii, 1980; Bemabeu, 1996, 1999), caracterizada por la presencia
de cerámicas cardiales en un primer momento (Neolítico IA) y
por cerámicas incisas o impresas no cardiales en un segundo
momento (Neolítico IB o Epicardial) (Bernabeu, 1989). A esto se
añade la individualización de un "contexto postcardial", caracterizado por la perduración de alguna técnica decorativa (incisión,
inciso-unpresión) o tratamiento cerárnico especial (peinado), en
un contexto general de cerámicas lisas (Juan-Cabanilles y Martí
Oliver, 2002: 53), representado en la fachada oriental peninsular
por el "horizonte de cerámicas peinadas" (Bernabeu, 1989). El
modelo de asentamiento propuesto para este periodo indica una
preferencia de hábitat en cuevas o abrigos, en las que se documenta una multifuncionalidad del espacio, aunque los nuevos
hallazgos de poblados al aire libre, están planteando más recientemente otros patrones de asentamiento (Bemabeu et alii, 1989,
2002).
[page-n-208]
El Neolítico Medio se desarrolla entre el 5800 y 4800 BP, e
incluye el Neolítico IC y IiA de la secuencia regional (Bemabeu,
1989). Para este periodo se cuenta con una mayor escasez de
información. En este momento desaparece la cerámica impresa
cardial y comienza el dominio de las incisas, acanaladas e impresas no cardiales. Además de las secuencias de referencia de la
Cova de 1'Or y la Cova de les Cendres, también se ha documentado este periodo en La Falguera y Santa Maira.
El Neolítico reciente (Neolítico IIB de la secuencia regional),
va del 4800 al 4200 BP y se caracteriza por la presencia de cerámicas esgrafiadas, algunas peinadas, decoración de cordones y
sobre todo, sin decoración, así como por la aparición de nuevos
tipos, como platos, escudillas, formas compuestas, carenadas,
etc. La información que se posee para este periodo proviene tanto
de cuevas como de poblados al aire libre, destacando los campos
de silos de Jovades y Niuet (Bemabeu, 1995).
Para la fachada atlhntica de la península Ibérica, existen dataciones epipaleolíticas hasta el 5750 cal. BC, y se documentan
complejos neolíticos cardiales desde el 5500 cal. BC en la
Estremadura y el Algarve (ZilMo, 2000: 150). El EpipaleolíticoMesolítico en Portugal está bien documentado desde mediados
del siglo XIX en los concheros de Muge y en los últimos años, en
el valle del Sado y en la costa alentejena (Carvalho, 2002). Los
yacimientos del valle del Sado han sido interpretados por numerosos autores como una estrategia adaptativa al ambiente estuarino dominante en esta región (Amaud, 1987, 1989, 1990; Clark,
2000: 210; Zilhiío, 2000: 155). Los restos malacológicos y faunísticos de estos yacimientos evidencian la existencia de asentamientos organizados dentro de un sistema de movimiento estacional a lo largo del río, para el aprovechamiento de los recursos
silvestres disponibles en cada época del año (caza hacia la parte
alta del río en invierno, y marisqueo y pesca en la desembocadura durante el verano). La existencia de "campamentos base" daría
como resultado un modelo de semisedentarismo (Soares, 1997).
En cuanto al material Iítico, existe para este momento un
dominio de los geométricos, cuya evolución se documenta bien
en los concheros de Muge y es aplicable a gran parte de los yacimientos del Alentejo y el Algarve. Ésta consiste en una sustitución progresiva de los trapecios por los segmentos en las fases
finales de ocupación (Carvalho, 2002: 243).
La primera aparición del Neolítico en Portugal se da en la
región del Algarve, hacia mediados del VI milenio cal. BC. La
aparición de elementos típicos del complejo neolitico en yaciniientos de tradición epipaleolítica-nlesolítica ha llevado a los
autores a una doble interpretación del registro. Por un lado,
Tavares y Soares (198 1, 1987; Tavares, 1989) interpretan la presencia de estos elementos como una aculturación del subs&ato
mesolítico, con la adquisición de las técnicas de la cerámica, de
la piedra pulida, la agricultura, etc. Este modelo ha sido criticado
por Zilhtio (1993, 1998, 2000), que argumenta la existencia de
problemas tafonómicos en los yacimientos con evidencias cerámicas junto a conjuntos epipaleolíticos. Las intervenciones
arqueológicas han demostrado que algunos de estos concheros
problemáticos se han formado mediante un proceso de yuxtaposición de las ocupaciones, y no necesariamente en acumulaciones
verticales sucesivas, lo que explicaría la aparente pero falsa relación estratigráfica de dos conjuntos, epipaleolítico y neolítico
(Arnaud, 1987).
En la mayor parte de los casos, la presencia de útiles pulimentados y10 cerámica se daba únicamente en los niveles superiores del conchero, lo que se traduce en una reutilización del
lugar por grupos neoliticos (Carvalho, 2002). Sólo el conchero de
Amoreiras, situado en el valle interior de Sado, presenta realmente evidencias de una temprana interacción de los grupos epipaleoliticos y neolíticos a lo largo del V milenio BC, con una
datación del 5990 75 BP, 5060-4720 cal. BC (Amaud, 2000).
Para el Neolítico antiguo portugués, se ha propuesto una
periodización en dos fases, cardial y epicardial, por comparación
de contextos de la fachada meditemánea peninsular y Francia.
Los últimos trabajos al respecto se han centrado en los yacimientos al aire libre de Sines (Tavares y Soares, 1981, 1982, 1987;
Soares, 1995, 1997; Tavares y Roche, 1997), la Gruta do
Caldeir50 (Zilhiío, 1990, 1992, 1993,2000) y el Abrigo da Pena
d'Agua (Zilhao y Carvalho, 1996), estos dos últimos algo más al
norte, en la Estremadura portuguesa, para los que se han obtenido dataciones del 6330 80 al 6130 -t 90 BP, y 6390 150 BP,
respectivamente.
En la Estremadura y el Alentejo, los primeros grupos neolíticos convivieron con los pobladores mesolíticos de los concheros,
concentrados en los estuarios del Tajo y el Sado, hasta que fueron
completamente disgregados o absorbidos coincidiendo con la
transición del VI al V milenio BC (Ferreira Bicho et alii, 2000:
15-16). Las diferencias fundamentales del registro material neolítico con respecto a la fachada oriental mediterránea son el predominio de segmentos frente a los triángulos de aquélla, así como
un menor peso de las cer4micas impresas cardiales. Hacia el
Neolítico medio se diversifícan las decoraciones cerámicas, aunque dominan las incisas.
Más al sur, también existe esta dualidad entre las comunidades cazadoras-recolectoras establecidas a lo largo de la costa
alentejana y los grupos neolíticos del Algarve occidental, representados en los yacimientos de Cabranosa, Padn%o(Carvalho,
2002: 247), Vale Pincel 1, Samouqueira 11 y Salema, en los que
existe un conjunto atribuible al contexto cardial/epicardial
(Soares, 1997; Juan-Cabanilles y Martí Oliver, 2002: 51; ZilhEo,
2000: 155).
Las semejanzas existentes entre los conjuntos del Neolítico
antiguo portugués y otros conjuntos peninsulares han planteado
la hipótesis de introducción del Neolítico en la costa atlántica a
través de la costa andaluza o bien a través de valle del Guadiana.
Para su presencia en la Estremadura portuguesa existen varios
modelos explicativos, que van desde la entrada de los grupos
neolíticos del valle del Ebro por la nita de la Meseta norte, hasta
la introducción de los elementos neolíticos por contacto con las
comunidades del Alga-ve (Carvalho, 2002: 247). En general,
dada la situación litoral de la mayor parte de los asentamientos
del Neolítico antiguo en el sur de Portugal y las dataciones antiguas, se propone la llegada de estos grupos desde las costas orientales peninsulares a través de un nita costera por mar, considerando la presencia de neolíticos en el interior de la Estremadura
desde la Mesesta como un episodio puntual y no como un proceso gradual de avance (Zilhao, 2000: 171).
En cl plano cconómico, cl modo dc vida neolítico supone una
diversificación de actividades con respecto a las sociedades cazadoras-recolectoras; por ejemplo, surge una gran cantidad de nuevas tareas y enseres ligados a la práctica agrícola, tales como la
siembra, recogida y aventado del cereal, el procesado de alimentos o el almacenamiento. La aparición de nuevos tipos y tecnologías liticas o de la cerámica viene a cubrir estas nuevas necesidades. Además de la introducción de especies domésticas vegetales
y animales, se detecta también una gestión diferente de los recursos vegetales silvestres. A través de los análisis paleobotánicos se
*
*
*
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pueden detectar algunas de estas actividades humanas con relación a la gestión del medio vegetal y la práctica agrícola.
Numerosos estudios antracológicos han puesto de manifiesto que
las primeras sociedades agrícolas se establecen siempre sobre un
medio vegetal no alterado, es decir, en su máximo desanrollo
forestal (Badal y Carrión, 2001; Badal, 2002). Pero, con la práctica continuada de una actividad agrícola, comienzan a documentarse procesos de roturación de espacios forestados (Mazoyer y
Roudart, 1997). La experimentacióny la conservación extraordinaria en lagos centroeuropeos de troncos con marcas de filos de
hachas de piedra, han puesto de manifiesto la eficacia de este
nuevo instrumental para el abatimiento de árboles de cierto tamaño. Esta práctica provoca una deforestación generalizada visible
en la mayor parte de las secuencias paleobotánicas.
Generalmente, la desaparición progresiva de ciertas especies de
carácter forestal se acompaña de la aparición de especies ligadas
a la actividad agrícola, colonizadoras de espacios deforestados,
malas hierbas, matorrales de sustitución de antiguos espacios
arbolados, etc.
En nuestro caso, es muy interesante evaluar a través del registro antracológico este grado de deforestación o respeto del equilibrio en el medio inmediato a cada yacimiento, ya que pensamos
que es un buen indicador de la importancia que adquiere la actividad agrícola en la zona. Es Cecuente que, en yacimientos situados en enclaves menos aptos para la agricultura o que han tenido
una funcionalidad distinta, no se detecte esta deforestación
(Carrión Marco, 2000a y b).
Los silos, fosas y otras estructuras excavadas están estrechamente relacionados con la actividad agrícola, concretamente con
el almacenamiento de sus productos. Con el tiempo, esta estructura se deteriora y es abandonada en cuanto a su uso original,
pero puede ser reutilizada como basurero en el que se acumula la
limpieza sucesiva de los suelos de ocupación del hábitat; entre
esta "basura" se encuentra el carbón procedente de los hogares
domésticos (Bernabeu y Badal, 1990, 1992). Además de información acerca de la actividad agrícola, el registro antracológico
también puede ofrecer datos sobre otras nuevas prácticas asociadas al Neolitico, tales como la ganadería. La estabulación del
ganado en cuevas y abrigos era una práctica frecuente, que ha
dejado como testigos los niveles de quema del suelo del corral
para su limpieza; estos niveles contienen gran cantidad de materia orgánica carbonizada que ofrece una interesante información
sobre el uso de determinadas especies vegetales para la alimentación o lecho de los animales (Badal, 1999; Brochier, 1990,2002;
Carrión Marco, 2002).
Por último, el carbón ofrece una importante aportación a la
discusión arqueológica sobre la neolitización, ya que ha puesto
de manifiesto la existencia de algunas fechas incoherentes, resultado de la datación de contextos arqueológicos aparentes
(Bemabeu et alii, 1999a y b). Ya se ha mencionado la necesidad
de realizar dataciones sobre especies previamente identificadas y
que no ofrezcan lugar a dudas sobre su posición estratigráfica y
su coherencia en la secuencia (ver Capitulo 11). Los yacimientos
con secuencias más o menos prolongadas han demostradola existencia frecuente de contextos de mezcla de materiales, que pueden pasar desapercibidos duiante los procesos de excavación. En
el contexto de la aparición de la agricultura en la península existen fechas muy antiguas dentro de la secuencia regional, y a la luz
de la revisión de los contextos de procedencia de algunas de ellas,
se cuestionan sistemáticamente aquéllas anteriores a cal. 6800
BP, 5600 a.c. (Bemabeu et alii, 1999a).
IX.1.3. LAS SOCIEDADES COMPLEJAS DEL SUDESTE.
LA IMPORTANCIA DE LOS CONDICIONANTES
MEDIOAMBIENTALES EN EL CONTEXTO DE
LA CULTURAARGÁRICA
La Cultura del Argar constituye una de las manifestaciones
del Bronce ibérico mejor conocidas, gracias al conocimiento de
poblados y enterramientos, y a la larga tradición de la investigación en este campo desde momentos tempranos (Siret y Siret,
1890). Esta cultura supone una ruptura con respecto a Los
Millares: muchos poblados calcolíticos se abandonan, aparecen
otros de nueva ubicación, los enterramientos pasan a ser individuales y a localizarse en el interior de los poblados, y desaparecen las manifestaciones simbólicas sobre cerámica e ídolos (del
Rincón, 1998), además de constituir la instauración del Estado,
frente a lo que diversos autores habían denominado el "sistema
colectivista de Los Millares" (Arteaga, 2000).
La génesis de la cultura del Argar ha sido un tema ampliamente debatido. La distribución espacial de los poblados de la
Edad del Cobre evidencia una dualidad de poblamiento, con centros tipo Millares, de subsistencia fundamentalmente agrícola, y
otros de pastores megalíticos situados en enclaves montañosos; la
idea de que los intereses de ambos entraran en conflicto no parece explicar el surgimiento de las fortificaciones en los poblados
(Martínez Padilla, 1986: 309).
A pesar del asentamiento de los poblados argáricos sobre
"suelo virgen", algunos autores apuntan hacia un arranque desde
fases pre-campaniformes de gran parte de la cultura material
argárica, especialmente en los que a materiales domésticos se
refiere (Schüle y Pellicer, 1966). La mayor parte de poblados
argáricos se han documentado en tomo a la cuenca baja del río
Almanzora, junto a sierras con abundantes yacimientos mineros
y vías naturales de paso desde la costa al interior, si bien es cierto que es justo en esta zona donde se han intensificado las intervenciones arqueológicas (Martínez Padilla, 1986: 3 10).
En general, estos poblados se caracterizan por la presencia de
una acrópolis amurallada que no alberga a toda la población, sino
que la mayor parte de las casas se distribuyen a lo largo de las
laderas aterrazadas, intercomunicadaspor un sistema de calles y
escaleras. Las casas suelen ser cuadrangulares, y presentar una
división interna del espacio doméstico según las diferentes funciones que se desarrollen en su interior: hogares, almacenamiento, actividades productivas como el tejido o la metalurgia, etc.
Esta complejidad de la construcción, así como la existencia de
actividades especializadas como la metalurgia, hace que la madera sea un recurso fundamental, presente en grandes cantidades
dentro de estos poblados.
La metalurgia, sigue siendo para algunos autores una actividad incipiente, restringida fundamentalmente a la producción de
objetos de prestigio que se encuentran sólo asociados a ajuares
funerarios, aunque es cierto que sí se documenta una mayor proporción de poblados ubicados cerca de estos recursos con respecto al Calcolítico (Montero Ruiz, 1994; Castro et alii, 2001).
Los estudios paleobotánicos han resultado de gran interés
para el conocimiento de las actividades productivas, detectando
los cambios en el uso de determinadas especies para la alimentación con respecto al Calcolítico, como es el caso de un notable
aumento del cultivo de leguminosas. Del mismo modo, el análisis de los hogares domésticos, hornos metalúrgicos y otros fuegos
especializados o no, puede ofrecer una interesante información
acerca de la gestión de los recursos vegetales y su posible utili-
[page-n-210]
zación selectiva para cada tipo de actividad productiva
(Rodríguez Ariza, 1992; Rodríguez Ariza y Vernet, 1991;
Rodriguez et alii, 1996).
Una de las bases fundamentales de la cultura argárica es la
"complejidad social", modelo definido ya por varios autores
desde el Calcolitico y analizado por Renfkew en la necrópolis de
Los Millares (citado en Chapman, 1991). El autor llegó a la conclusión de que no toda la población tenía derecho a ser enterrada
allí, del mismo modo que dentro de la propia necrópolis existían
evidencias de diferencias sociales, basadas en la envergadura de
las tumbas, la presencia de objetos de prestigio entre los ajuares
o el número de enterramientos por construcción. Pero este estudio no se complementa con el análisis de los poblados, en los que
se presupone del mismo modo una jerarquización interna y entre
los diversos centros.
Aunque muchos poblados han sido excavados sólo parcialmente, no se han manifestado grandes diferencias arquitectónicas, pero si se ha documentado una especialización en cuanto a
las actividades realizadas en cada uno de los espacios. Con esta
idea, algunos autores difieren del modelo anterior y son más partidarios de establecer las diferencias sociales sobre las bases del
sistema económico, es decir, sobre la existencia de grupos productores y no productores (Nocete, 1989), lo que se reflejaría en
la ordenación territorial y la existencia de "poblados abiertos"
orientados a la producción agropecuaria y otros fortificados, que
priman una ubicación con control visual sobre el territorio.
El yacimiento de Fuente Alamo supuso desde un primer
momento uno de los pilares en la interpretación de la ordenación
territorial de la zona de E1Argar. Su descubrimiento en una zona
en principio poco apta para la actividad agrícola y cerca de recursos mineros (Montero Ruiz, 1994), hizo lanzar la hipótesis temprana de su especialización metalúrgica dentro de un sistema de
dependencias entre poblados argáricos, en el que los de carácter
agrícola se situaban en las vegas más fértiles y abastecían a los
anteriores. En esta línea, algunos análisis sobre patrones de asentamiento en época argárica, postulaban un importante cambio en
la ubicación de los poblados con respecto al Cobre; yacimientos
como Campos o Almizaraque se localizaban preferentemente en
contacto con la vega y los territorios llanos más aptos para su
puesta en cultivo, "como lo venían haciendo sus antepasados,
antes de que se descubriera la metalurgia" (Schubart y Arteaga,
1986: 291). Con la irrupción de la actividad metalúrgica, los
poblados se trasladan a zonas de media montaña, donde dominan
afloramientos mineros, lugares de paso y, en resumen, el contacto "de las riquezas minerales de la serranía con los modos de vida
de la vega" (Schubart y Arteaga, 1986: 291).
Estas ideas se han ido contrastando más recientemente con
las evidencias arqueológicas, que proponen la irrupción de poblados agrícolas también en zonas de montaña (Risch y Ruiz Parra,
1994), fundamentados a partir de la hipótesis de que nos encontramos ante un entorno "ahora desértico, pero en la antigüedad
considerablemente más productivo" (Arteaga y Schubart, 1986:
303). La cuestión de saber si las condiciones medioambientales
de este entorno eran similares a las actuales o si la aridez existente en la actualidad tiene su origen en procesos más recientes,
resulta clave a la hora de asentar ciertas bases de la discusión
arqueológica. Algunas corrientes historiográficas consideran de
vital importancia el medio ambiente -en el caso del sureste, uno
de los más áridos de toda Europa- como motor del surgimiento
de las sociedades complejas. Según esta idea, sería la necesidad
de establecer unos sistemas de regadío para practicar la actividad
agrícola, lo que acabaría generando una sociedad jerarquizada
capaz de dirigir la construcción y uso de estas infkaestructuras
(Wittfogel, 1957, citado en Gilman y Thornes, 1985: 10;
Chapman, 1991). Más recientemente se ha puesto en tela de juicio esta hipótesis ante los nuevos datos paleoecológicos (Buxó,
1997) y la aplicación de nuevos sistemas de análisis con este fin
(Araus et alii, 1995).
El yacimiento de Fuente Alamo se ha integrado dentro de esta
problemática desde los inicios de las intervenciones en el mismo.
A partir ya de los años 70 surge el interés por la interacción paleoecología-economía-sociología, dentro de la cual Fuente h a m o
-y Gatas en los 80 (Chapman et alii, 1987; Castro et alii, 1999)constituye un ejemplo de trabajos sistemáticos. Este interés viene
suscitado por la necesidad de contextualizar las comunidades
humanas y sus actividades dentro de un medio que puede ayudar
a veces a explicar ciertas cuestiones. Sin embargo, los trabajos
más recientes realizados en este ámbito paleoambiental, inciden
sobre la necesidad de plantear el antílisis desde una perspectiva
histórica, puesto que el medio está constantemente sujeto a cambios y es generalmente el resultado de la acción antrópica continuada (Cámalich Massieu y Martín Socas, 1999).
Algunos estudios paleoambientales realizados en la zona de
la cuenca de Vera han puesto de manifiesto la importancia de factores no antrópicos en el proceso de desertificación del sudeste
peninsular (Castro et alii, 1994; Fedoroff y Courly, 1995). Los
autores aseguran que durante la Prehistoria, la influencia antrópica directa sobre el medio fue desestimable, en comparación con
los procesos naturales erosivos y climáticos que azotaron este
ámbito, y que se dejaron sentir sobre todo a comienzos de época
argárica. Durante este periodo, se ha documentado en los registros sedimentológicosuna intensificación de la aridez estival y de
la torrencialidad de las lluvias, lo que dio como resultado una
desestabilización natural de los suelos y el establecimiento de
"badlands" (Fedoroff y Courty, 1995: 126).
En este sentido, y puesto que numerosas hipótesis se asientan
sobre preceptos ecológicos, los resultados aportados por los restos paleobotánicos recuperados en el yacimiento de Fuente
h a m o constituyen una valiosa fuente de información que permitirá contrastar los datos arqueológicos disponibles para el yacimiento.
IX. 2. PRESENTACI~NDE LOS
YACIMIENTOS
IX.2.1. LOS YACIMIENTOS DEL SECTOR ORIENTAL
En la región central del este peninsular se cuenta con varios
yacimientos que han ofrecido una secuencia prolongada desde el
Paleolítico superior final hasta la Edad del Bronce (fig. 9.1). Esta
zona resulta de un interés arqueológico especial por constituir
uno de los principales y más antiguos focos ncoliticos dc la
península (Martí Oliver y Juan-Cabanilles, 1997; Juan-Cabanilles
y Mati Oliver, 2002). Con el objetivo de investigar los efectos del
proceso de neolitización y consolidación de los grupos agricultores sobre el territorio, comenzó en 1987 un proyecto de prospección en los valles prelitorales de las comarcas valencianas de
1'AlcoiA y el Comtat, dirigido por J. Bernabeu, E. Aura (ambos
del Departamento de Prehistoria y Arqueología de lYUniversitat
de Valencia) y M. Barton (Arizona State University). La zona
seleccionada para las prospecciones corresponde a 5 tramos de la
[page-n-211]
región conocida como "Les Valls de l'Alcoi o Serpis": el valle del
Polop, del Pedguila, del Serpis medio, del Serpis bajo y de la
Val1 d'AlcalB, más cercano a la costa (Bemabeu et alii, 1999a;
Barton et alii, 1999). Los yacimientos comprendidos en el presente trabajo, 1'Abric de La Falguera, Cova de Santa Maira y el
Mas d'Is, se encuentran situados en el arco que conforman los
valles de cabecera del río Serpis. El gran interés de los yacimientos de 1'Abric de La Falguera y Cova de Santa Maira radica en
que presentan niveles tanto del Epipaleolítico como del Neolítico
(además del Paleolítico superior en Santa Maira), clave para la
investigación sobre el momento de contacto entre ambos sistemas
económicos. El Mas d'Is constituye un ejemplo excepcional de
poblado neolítico cardial al aire libre, con una perduración de la
ocupación hasta el Neolítico final.
IX2.1.1. La Cova de Santa Maira (Castell de Castells,
Alacant)
La Cova o Coves de Santa Maira forman parte de un conjunto de conductos cársticos que se abren en varias bocas sobre el
barranco de Famorca. La cavidad conocida hasta el momento
presenta una planta subtriangular y se organiza sobre una galería
de unos 30 m de longitud y 10 m de anchura máximas, a la que
se accede al menos por tres bocas exteriores (fig. 9.2). Una de
ellas, la central, es una estrecha gatera ascendente; la boca este,
que recibe el nombre de Corral del Gordo por presentar evidencias de su utilización hasta época muy reciente como lugar de
estabulación del ganado (en ella se puede observar aún un murete de cerca); y la Boca Oeste, que da acceso a una cavidad con un
vestíbulo de unos 50 m*(Aura et alii, 2000: 76). En los sucesivos
trabajos realizados en este conjunto se ha intervenido en el Corral
del Gordo y en la cavidad de la Boca Oeste. En estos momentos,
la mayor parte del material recuperado en las últimas campañas
de excavación en el yacimiento se encuentra en fase de estudio
por parte de un equipo multidisciplinar y conesponde fundamentalmente a las intervenciones realizadas en la cavidad de la Boca
Oeste, incluyendo el material antracológico que presentamos.
Ya durante las primeras intervenciones en la cavidad se puso
de manifiesto la existencia de una secuencia con niveles del
Epipaleolítico microlaminar, del Epipaleolítico de muescas y
denticulados y del Neolítico. Las intervenciones realizadas en
ella durante los años 90 han tenido como objetivo fundamental
defínir esta secuencia tanto a nivel industrial, como paleoambiental y cronoestratigráñco, con el fin de caracterizar las formas
económicas de los últimos cazadores-recolectores"en un entorno
de orografia compleja" (Aura 2001), enmarcada en un proyecto
arqueológico y etnográfico sobre el poblamiento de media montaña y la utilización de las cuevas como corral para estabular el
ganado (Seguí y Aura, 1997; Aura, 2001).
Esta cavidad presentaba también ciertos problemas estratigráficos, marcados sobre todo por mpturas laterales de desplomes de
bloques, procesos erosivos, madrigueras, etc. Los niveles superiores presentan un sedimento suelto muy inestable, que apoya sobre
Fig. 9.2. Planta de las Cuevas de Santa Maira. 1: cavidad de la Boca Oeste; 2: cavidad de la Boca Este o Corral del Gordo.
[page-n-212]
la pared oeste, resultado probablemente de la redeposición de otros
niveles arrasados, como se confirma al observar la mezcla de materiales que contienen cerámica a tomo, cerámica impresa o microlitos geométricos.A esto se une el aporte reciente de presas por parte
de zorros y mustélidos que ocupan estacionalmente la cueva. Hasta
el momento se han identificado varias unidades sedimentarias que
corresponden a diversos momentos de ocupación de la cavidad
(Aura et alii, 2000; fig. 9.3).
Los niveles 1 y 2 corresponden al Neoiítico y aparecen prácticamente desmantelados, con una presencia discontinua en la
superficie de la cueva, al ocupar los huecos dejados por el desplome de los grandes bloques que han arrasado parte de la estratigrafia existente. Estos paquetes sedimentarios son también los
más afectados por las madrigueras, favorecidas por la poca consistencia del sedimento, y se reducen paulatinamente a medida
que éste se hace más compacto y aumenta la fracción.
El Nivel 3 se ha adscrito al Mesolítico, y todavía presenta
evidencias de remociones actuales por madrigueras. Contiene
una industria de lascas sobre calizas locales fundamentalmente,
que conforman un conjunto de piezas retocadas, muescas y denticulado~
El Nivel 4A corresponde al Epipaleolítico, que se puede considerar de tradición magdaleniense e incorpora armaduras micro-
liticas, triiingulos, segmentos y puntas dobles.
Los Niveles 4B y 5 pertenecen al Magdaleniense superior
h a l . De estos niveles se ha recuperado un importante conjunto
microlaminar, que supera el 50 % del total de las piezas retocadas.
Esta secuencia estratigráfica se encuentra todavía sujeta a
modificaciones a la luz de los nuevos datos aportados por los
materiales en fase de estudio, pero se pueden apuntar ya algunas
cuestiones interesantes. Los niveles 4A y 4B forman un paquete
sedimentario más o menos uniforme de ocupaciones recurrentes,
sólo interrumpido por algunas pequeñas pulsaciones erosivas.
Pero el contacto de éstos con el Nivel 3 es netamente erosivo, al
encontrarse este último probablemente en posición secundaria
por los procesos antes descritos. Los niveles 1 y 2 corresponden
a un momento de uso de la cavidad como corral para la estabulación del ganado, hecho que ha quedado confínnado a través de
los datos microsedimentológicos(Verdasco, 1999,2002).
Tanto en esta cavidad como en la Boca Este (Corral del
Gordo), los niveles neolíticos se encuentran muy desmantelados,
pero a la luz del material recuperado en ellos, parece que corresponden ambos al Neolitico Ii de la secuencia regional (Bernabeu,
1989). No existe para ambas secuencias una correlación de los
niveles anteriores al Neolitico, pero en los dos casos se observa
Fig. 93. Síntesis de la secuencia crono-culturaly paleoambiental de Santa Maira, a partir de Aura (2001).
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un contacto erosivo que supone un hiato deposicional probablemente de varios milenios, hecho que queda c o n f i a d o con las
dataciones radiométricas. Entre estas dataciones se observa un
reflejo de los problemas estratigráficos detectados en la cueva, al
aparecer algunas incoherencias cronológicas. Esto puede deberse
al procedimiento de datación utilizado en algunos casos, pues la
datación convencional, es decir, a partir de diferentes fragmentos
de carbón, puede incurrir en mezclas de material de diferentes
contextos no apreciables a simple vista y en la obtención de una
fecha media. En cuanto a las dataciones por acelerador (AMS), la
presencia por ejemplo de un fragmento de Olea datada en 420 k
40 BP en niveles epipaleolíticos denota la percolación de material, bien a causa de los huecos dejados por la caida de bloques,
bien a través de una madriguera, o desprendidos directamente de
los cortes más altos. No pretendemos entrar en la discusión de la
validez estratigráfica de la secuencia descrita, ya que el material
arqueológico no parece indicar una mezcla en los niveles inferiores; pero en el caso del carbón, dada la facilidad con la que algunos fragmentos pueden desplazarse a niveles fuera de su contexto original por las causas amba citadas, conviene ser prudentes.
Uno de los objetivos del análisis antracológico de Santa
Maira, además de la obtención de una secuencia paleobotánica
que resulta muy interesante por el ámbito cronológico que abarca, es el de hacer hincapié en algunas cuestiones metodológicas:
se tratará de analizar si existen "incoherencias" en la secuencia de
vegetación, es decir, si aparecen taxones fuera de su ámbito cronológico habitual y de este modo, intentar detectar estos problemas estratigráficos.
LK2.1.2. L'Abric de la Falgirera (Alcoi, Alacant)
El conjunto del valle del Polop Alto ha sido objeto de varios
estudios espaciales recientes. Previamente, en 1981, el Museu
Arqueolbgic Municipal "Camil Visedo i Moltó" dlAlcoi llevó a
cabo una prospección arqueológica en el Barranc de les Coves ante
la notificación de la existencia de pinturas rupestres a lo largo del
mismo. Estos trabajos llevaron al hallazgo de varios abrigos con
manifestaciones de pinturas rupestres, y otros dos con sedimentación y evidencias de ocupación humana, de los cuales uno de ellos,
la Falguera, presentaba además evidencias de una intervención
clandestina. Este abrigo se abre en la pared derecha a tan sólo 1,s
m sobre el barranco, en un tramo en el que éste circula bastante
encajado. El abrigo se orienta en dirección SW y tiene unas dimensiones máximas de 16 m de longitud, 6 de profundidad y 4,50 de
altura hasta el punto medio de la visera, así como un desnivel total
de 2,08 m (Rubio y Barton, 1992). Actualmente, el abrigo se
encuentra cerrado por un pequeño muro de piedra, desmantelado
en parte, que pone en evidencia su uso como corral hasta época
bastante reciente (fig. 9.4; foto 9.1).
Ese mismo año, el museo Uevó a cabo una campaña de limpieza y regularización de perfiles de la cata abierta por los clandestinos y se realizaron las primeras planimetrías del barranco y
del abrigo, los dibujos de la estratigrafia visible en los cortes y
una primera aproximación cronológica y cultural a partir del
material recuperado. Con estos trabajos se documentó ya la existencia de una gran cantidad de material, que incluía fragmentos
de cerámica con decoración cardial, así como el desarrollo de una
amplia e interesante secuencia que abarcaba desde el Mesolítico
hasta la actualidad, con una importante potencia de los niveles
Neolíticos (Rubio y Barton, 1992). Se contaba también con una
datación radiocarbónica sobre una semilla carbonizada identificada como Olea sp. La datación, realizada por la Universidad de
Arizona, dio una fecha de 7410 70 cal BP (AA-2295) (Barton
et alii, 1990; Rubio y Barton, 1992).
Los trabajos en el abrigo se han reanudado en los últimos
años, llevándose a cabo diversas campañas durante 1998,1999 y
2001, bajo la dirección de Emili Aun Tortosa y Oreto Garcia
Pucho1 (Universitat de Valencia). En 1998 se llevó a cabo la primera excavación en extensión del abrigo a partir de uno de los
cortes existentes. Con ello se documentó la gran potencia estratigráfica que presentaban los niveles neoliticos, entre los cuales se
*
CLANDESTINA
o
Fig. 9.4. Planta del abrigo de La Falgnera con la situación de los sectores excavados (García Pnchol, 2002).
[page-n-214]
Foto 9.1. Vista exterior del Abric de La Falguera, con el muro de
cierre de las actividades pastorales recientes (foto O, Garcia).
PERFILA
observaron numerosas evidencias de fuego muy arrasadas, de las
que sólo quedaban algunas manchas aisladas (fig. 9.5). La morfología de las paredes del abrigo no permitió llegar hasta el fondo
de la estratigrafia, porque éstas se iban cerrando paulatinamente
sobre la superficie excavada hasta que ésta fue demasiado escasa
para continuar con los trabajos en este sector. El material recuperado era en general muy escaso, pero representativo: una punta de
flecha del Horizonte Campaniforme de Transición (HCT) y cerámicas incisa y peinadas encuadraban culturalmente los niveles
neolíticos excavados, pero no fue posible llegar a los cardiales, de
los que se recuperaron algunos fragmentos de cerámica durante
la campaña de 1981 (García y Aura, 2000).
En las campañas de 1999 y 2001 se abrieron nuevos sectores
(fig. 9.4), que han permitido la obtención de una secuencia
mucho más completa, dividida en ocho fases (García Puchol,
2002; García y Aura, en prensa):
Las Fases VI1 y ViII corresponden a los niveles mesolíticos.
Se trata de un sedimento amarillento con pequeñas gravas que
presenta cierta escasez de material, debido en parte a la pequeña
superficie excavada (aproximadamente 1,5 m') limitada por la
pendiente de las paredes del abrigo que se cerraban sobre la cata.
El material recuperado resulta sin embargo bastante representativo, y se han podido documentar al menos dos suelos de ocupación bien diferenciados. Entre las piezas líticas recuperadas se
encuentra una hojita de dorso curvo y varios geométricos de morfología trapezoidal, además del hallazgo de tres cubetas de combustión asociadas a uno de los niveles de ocupación. Aunque los
datos no son todavía definitivos, este mismo nivel había sido ya
identificado en la regularización de cortes de 1981 y los materiales recuperados en él dieron una cronología mesolítica.
Actualmente, esta adscripción se ha corroborado con dos dataciones radiocarbónicas (García y Molina, en prensa). En la Fase
W se ha documentado un suelo de ocupación con una alta densidad de restos arqueológicos (a pesar de que la superficie exca-
PERFIL B
Fig. 9.5. Corte estratigr6ficode La Falguera obtenido a partir de la regolarizaci6n de los perfiles A y B en 1981 (Carcla Puchol, 2002).
[page-n-215]
Falguera, éste parece ser de tipo erosivo, con un importante hiato
de información. Un estudio posterior de los materiales de estos
niveles puede ayudar a determinar con mayor exactitud la diferencia cronológica existente entre los dos niveles de contacto.
La Fase V consta de un sedimento muy similar al de la fase
anterior, limoso y con los mismos restos de fuego, entre los que
se han documentado los niveles H2 a H5. Estos fuegos aparecen
mejor conservados que en las fases más recientes, debido en gran
medida a que una costra estalagmítica, que separa esta fase de las
suprayacentes, los sellaba y protegía de procesos erosivos. Los
materiales -cerámica sin decoración, piedra tallada entre la que
destaca un trapecio y unos punzones de hueso, principalmentesituaban estos estratos en un momento poco preciso, hacia el final
del Neolítico IIB, corroborado con la datación de una semilla de
cereal localizada en el techo de esta fase, que dio una fecha de
4140 120 BP (García y Molina, en prensa; García y Aura, en
prensa).
La Fase IV no presenta una ruptura sedimentaria con respecto a los niveles infrayacentes, a pesar de la existencia de la costra
estalagmítica, y se ha individualizadoun nivel más de fuego, H1.
Los materiales recuperados en esta fase son básicamente cerámicas lisas y una punta de flecha de pedúnculo y aletas. Durante la
excavación del año 2001 se ha documentado la existencia de al
menos dos cubetas excavadas de morfología asimilable a la de un
silo, con un relleno muy oscuro, orgánico; el análisis detallado de
las muestras extraídas de estas estructuras ha puesto de manifiesto la práctica ausencia de material carbonizado en su interior,
siendo más probable que esta coloración marrón oscura-negra del
sedimento sea producto de su contacto con materia orgánica fresca en descomposición.
En la zona central del abrigo se documenta durante esta fase
la existencia de un pequeño canal de unos 50 cm de anchura relleno por un sedimento más suelto y con fracción pequeña, que se
ha interpretado como el resultado de la circulación del agua en
momentos de mayor actividad del barranco. Actualmente, sólo se
aprecia tras periodos de lluvias la reactivación de algunas goteras
del techo de la cueva, por lo que este paleocanal nos remite a un
momento de mayor humedad que el actual.
La Fase III corresponde a los niveles de contacto entre el
Horizonte Campaniforme de Transición y la Edad del Bronce. La
totalidad del material recuperado en estas unidades es prehistórico, destacando gran cantidad de cerámica a mano entre la cual se
han recuperado varios fragmentos de una posible quesera, restos
Iíticos tallados y un botón con perforación en V. Como estructuras identificadas en estos niveles destaca la presencia de una f í a
capa de gravas amarillenta en contacto ya con la fase inferior y
una mancha de cenizas que se ha interpretado como los restos de
un antiguo hogar desmantelado y redepositado en parte, ya que
no se apreciaba la capa de tierra rubefacta característica por debajo de éste. En esta fase se han recuperado algunos restos humanos distribuidos de forma dispersa, pero que indican la existencia
de algún tipo de enterramiento desmantelado.
La Fase 11 corresponde a un sedimento con abundantes gravas y más compacto que los anteriores, que contenía una mezcla
de materiales romanos y de la Edad del Bronce, aunque muy
escasos en general, reduciéndose prácticamente a unos pocos
fragmentos de cerámica a mano, dos fragmentos de cerámica a
tomo romana y restos líticos tallados.
La Fase 1 está formada por los estratos más superficiales, que
presentan un sedimento poco compacto y una mezcla, aunque
escasa, de materiales modernos. En algún momento de esta fase
*
Foto 9.2. Corte estratigráfico del suelo de ocupación con los
hogaresde la fase Vií, (foto O. García).
vada apenas sobrepasaba 1,5 m*) y tres hogares en cubeta más o
menos contemporáneos, uno de los cuales ofreció la datación de
7280 rt 40 BP (foto 9.2).
Con la Fase VI comienzan los niveles neolíticos, para cuya
base se ha obtcnido una datación de 6510 70 BP. Se trata de un
gran paquete de sedimentos de textura limosa con manchas cenicientas, rojizas y oscuras con carbones. Estas manchas parecían
ser los restos de fuegos sucesivos a lo largo del estrato, que en
algunas zonas mejor conservadaspresentaban una superficie quemada bastante amplia. En esta fase se han individualizado tres
niveles de fuego (H6, H7 y H8). Entre los materiales más significativos, se han hallado fragmentos de cerámica cardial, cerámica con decoración de gradina, fragmentos cerámicas con cordones lisos y decorados y un número bastante abundante de granos
de cereal carbonizados en la parte inferior del estrato. Se han
documentado al menos tres fosas de dimensiones variables, excavadas sobre los paquetes mesolíticos.
El material recuperado en esta fase presenta un gran paralelismo con el Neolítico 1 de la secuencia regional (Bernabeu,
1989). Dentro de esta fase, el nivel de contacto con la Fase W
presentaba una clara diferencia con respecto a los superiores. Se
trata de un sedimento poco compacto con cantos de pequeño y
mediano tamaño, posiblemente resultado de un proceso de formación natural muy rápido. Los materiales son poco abundantes:
sólo se han recuperado algunos fragmentos de cerámica y granos
de cereal. La zona de contacto con los estratos inferiores es muy
importantepara documentar la transición al Neolítico, pero en La
*
[page-n-216]
dentro de un modelo interdisciplinar en el que el estudio del
material lítico, cerámica, óseo, etc. se complementa coi1 un
enrnarque medioambiental obtenido a través de diversas disciplinas paleobotánicas, microsedimentología y estudios de fauna y
microfauna. El análisis antracológico de La Falguera se integra
dentro de estos objetivos. La abundancia y el buen estado de carbón han permitido obtener muestras muy representativas de cada
estrato, aunque algunos de ellos hayan dado muy poco material
arqueológico.
Foto 9.3. Niveles de quema de los suelos de corral en la secuencia
neolítica de La Falguera (foto O. Garcfa).
se detecta un episodio sedimentológico brusco en el que unos
grandes bloques irrumpen rellenando una gran fosa preexistente,
cuya morfología original nos es desconocida, pero que presenta
en su fondo una serie de bloques de mediano tamaño dispuestos
de una forma aparentemente intencional (García Puchol, 2002:
155). El vaciado de esta estructura afecta hasta los niveles neolíticos y su relleno tras la caída de los bloques con sedimento muy
suelto superficial se produce de forma muy rápida. La presencia
de esta fosa ha disminuido en gran medida la fiabilidad estratigráfica de algunos materiales procedentes de áreas adyacentes a
la misma, por lo que se ha evitado el muestreo antracológico en
estas zonas por peligro de contaminación.
Uno de los principales caracteres de la secuencia neolítica de
Falguera son las citadas laminaciones de fuegos, correspondientes a niveles de ocupación cíclica del abrigo como corral (foto
9.3). La morfología de estos niveles había sido ya descrita en
otros yacimientos, tales como Arene Candide (Bernabó Brea,
1956), Font-Juvénal (Brochier, 1990; Heinz y Thiébault, 1998),
la Balma de la Margineda (Brochier, 1995), Cova de les Cendres,
Cova Bolumini (Badal, 1999), Cova Santa Maira (Badal, 1999;
Verdasco, 2002), Cova del Parco, Cova de la Guineu, Cova del
Vidre (Bergadd, 1997), El Mirador (Vergés et alii, 2002) o La
Vaquera (Estremera Portela, 2003), entre otros. Estos niveles
constan de una capa inferior, de color marrón muy oscuro, generalmente sin restos arqueológicos y que corresponde a la tierra
rubefacta sobre la que se ha apagado el fuego o la combustión
orgánica a causa de su descomposición. Encima de este nivel aparece otro con numerosos restos orgánicos carbonizados, que
puede tener o no en su base una capa más cenicienta, correspondiente a la materia orgánica que se ha consumido completamente. Estos niveles son el resultado de la práctica de quemar cíclicamente los niveles de acumulación de excrementos de animales,
el forraje y otros restos orgánicos, para su limpieza y acondicionamiento. El contenido de estos niveles de corral se caracteriza
por la presencia constante de carbones, diversas fibras vegetales
y una clara asociación de fitolitos y esferolitos, resultado de la
acumulación de coproíitos de nimiantes (Brochier, 1990; Delhon
et alii, 2003; Kajale y Eksambekar, 1997).
La investigación llevada a cabo en La Falguera se integra
E2.1.3. El Mas d 1
' s (Pendguila, Alacant)
El yacimiento del Mas d'Is ha constituido un nuevo avance
en la investigación sobre el Neolítico, ya que ha ofrecido una de
las escasas evidencias de ocupación cardial al aire libre en el País
Valenciano. El interés y la originalidad de este yacimiento no
residen únicamente en su cronología, sino también en sus características peculiares, que han llevado a la adopción de nuevas
metodologías de excavación y muestreo. Las intervenciones en el
yacimiento comenzaron en el año 1998. Previamente, se contaba
con importantes colecciones de material de superficie de las prospecciones en la zona, donde ya se ponía de manifiesto la existencia de abundante cerámica cardial. Los restos se distribuían a lo
largo de una terraza abancalada de unos 1.100 m de longitud por
unos 200 de anchura máxima, con una estratigrafia horizontal, en
la que las estructuras y rellenos de diferente cronologia, desde el
Neolitico antiguo hasta la actualidad, se documentaron por diferentes sectores del mismo. Hasta el momento de realización de
este trabajo se llevaron a cabo 5 campañas de excavación, en las
que se ha intervenido en diversos sectores, y aún en la actualidad
se continúa trabajando en el yacimiento.
El método empleado para la puesta en evidencia de los niveles de ocupación y estructuras arqueológicas comenzó merlianle
la excavación con pala mecánica de una serie de zanjas de 40 m
de longitud por unos 70 cm de anchura. Tras la limpieza de los
primeros cortes obtenidos se documentó ya la existencia de algunas estructuras excavadas y algunos niveles con concentración de
carbones, aunque a lo largo de las sucesivas campañas se ha ido
ampliando considerablemente el número de zanjas realizadas.
Desde un primer momento se evidenció la homogeneidad de los
paquetes sedimentarios margosos y la .frecuente dificultad para
definir los cambios en la estratigrafia, asi como la escasez generalizada de restos orgánicos en el yacimiento. El carbón de este
estudio procede fundamentalmentede numerosas unidades estratigráficas de relleno y de diversas estructuras que presentaban
cierta concentración de materia orgánica carbonizada. De las
estructuras constructivas en madera, a pesar de que constan evidencias de su existencia, no han quedado restos directos de materia orgánica, puesto que probablemente no fueron afectadas por
el fuego.
Entre las evidencias arqueológicas documentadas destacan
diversas estructuras de ocupación y una serie de fosos excavados
y posteriormente colmatados por niveles de diferente cronología,
que denotan su funcionalidad desde época prehistórica. En los
sectores excavados se han documentado 5 fosos segmentados,
cuyo trazado parece indicar que su centro se encontraría fuera del
área del yacimiento, en el barranco, por lo que la erosión ha
hecho desaparecer buena parte de lo que éstos encerraran en su
perímetro. Esto hace que sea dificil concretar su relación con las
estructuras de hábitat documentadas, aunque los materiales del
relleno de los fosos evidencian su funcionamiento contemporáneo a las estructuras prehistóricas. A la luz de estas evidencias, la
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SECTOR 107
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SECTOR 112
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FASE V
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Fig. 9.6. Corte estratigrhfico del Foso 2 del Mas d'Is (a partir de Bemabeu et alii, 2002, modicado).
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Fig. 9.7. Corte estratigr6ficodel Foso 3 del Mas d'Is (a partir de Bernabeu et alii, 2002, modificado).
hipótesis barajada actualmente por los autores es que estos fosos
delimitan un espacio de carácter excepcional que no se relaciona
directamente con el lugar de hábitat (Bernabeu y Orozco, en
prensa).
El Foso 2 (fig. 9.6) se localiza en los sectores 107/112, y está
excavado directamente sobre las margas naturales de la terraza.
Por el material descrito, éste debió excavarse como mínimo
durante el Neolítico 11, mismo periodo en que deja de ser funcional y comienza a colmatarse, proceso que acaba durante el
Campaniforme-Bronce, cuando desaparece completamente del
paisaje. Una datación de 830-780 BC cal. 2 0 procedente de uno
de los rellenos de colmatación superficiales del foso avala esta
hipótesis. Sin embargo, este foso presenta cierta problem&ticaen
cuanto a la adscripción cronológica de los niveles inferiores por
la escasez de material recuperado en ellos.
El Foso 3, localizado en los sectores 105/100/95, consta de
dos estructuras negativas que discurren paralelas por lo que parece ser un paleocauce (fig. 9.7). Estas características, así como el
tipo de sedimentación que se aprecia en los rellenos que parece
demostrar que es producto de una circulación continuada de
agua, hace plantear la hipótesis de que la función de estas estructuras estuviera en relación con este fin.
En estos mismos sectores se localiza también el Foso 4, de
unos 11 m de anchura y algo más de 3 metros de profundidad, y
el Foso 5 en los sectores 99/94, ambos muy próximos entre si, lo
que puede indicar una relación entre ellos. Estos dos fosos han
puesto de manifiesto un interesante sistema de paso y entrada
mediante diversos segmentos, cuya morfología (documentada en
las campañas de excavación más recientes) está siendo actualmente objeto de un análisis más detallado (Bernabeu y Orozco,
en prensa).
La secuencia obtenida tras las diversas campañas de excavación en el Mas d'Is cubre diversos periodos desde la actualidad
hasta el Neolitico antiguo cardial (Bemabeu et alii, 2002;
Bemabeu y Orozco, en prensa):
La Fase 1 corresponde a los niveles contemporáneos y subcontemporáneos del yacimiento, entre los que se incluyen las evidencias de las labores agrícolas recientes. El sedimento supeficial
es arc2los0, suelto y de color oscuro, con presencia de raíces y
algunas gravas y cantos, correspondiente a la tierra aportada más
recientemente para la siembra. En la base de este nivel, la mayor
parte de la superficie del bancal se encuentra afectada por las huellas de la reja del arado profundizando hasta los niveles arqueolbgicos, lo que constituye a veces un problema de remoción en los
primeros centímetros de la estratigrafía. Por esta razón, en todos
los sectores sobre los que se ha intervenido, se ha comenzado
excavando el contenido de estas iíneas de reja, y se ha regularizado la superficie para evitar mezclas de material.
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B. NEOLÍTICO Ii (FASE V)
-Zanjas mecánicas
Hipótesis sobre el trazado de los Fosos del N. 1
Areas del yacimiento en las que se ha excavado
niveles y estructuras del Neolítico 1
I
-Zanjas mecánicas
-----.Hipótesis sobre el trazado de los Fosos del N. 11
Areas del yacimiento en las que se ha excavado
niveles y estructuras del N. 11
Fig. 9.9. Planta de distribución de los niveles y estructuras neoiíticos del Mas d'Is. A: Neoiítico 1; B: Neolftico iI(a partir de Bernabeu et alii,
2002, modificado).
l
I
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---
Agujeros de poste
Hipótesis de trazado de la CabaPLa 1
Fig. 9.10. Planta de las dos cabañas superpuestas en el Sector 80 del Mas dYIs.A: Cabafía 1; B: Cabaña 2.
fue abandonado más rápidamente. Efectivamente, el Foso 4 presenta rellenos de la Fase V, momento en que también parecen
encontrarse en funcionamiento el Foso 3 y, con mayores dudas,
el 2. Hacia el 5000 BP parece que ya han dejado de funcionar
todos los fosos, que se acaban de colmatar en momentos de la
Fase IV,desapareciendo completamente del paisaje. La propia
morfología de los fosos 4 y 5 parece avalar a prioli la relaci6n
entre ellos, ya que parecen discurrir bastante prbximos y más o
menos paralelos entre sí. No ocurre lo mismo con el Foso 3, de
trazado algo más irregular. El Foso 2 también resulta problenlático, ya que ni sus dimensiones mucho mSs reducidas que los anteriores, ni el escaso material recuperado en su relleno, permiten
relacionarlo con seguridad con el resto de fosos y estructuras.
Fig. 9.11. Planta de la cabaña excavada en el Sector 52.
220
Foto 9.4. Estructura de combustión del sector 82 del Mas d'ls.
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IX.2.2. LOS YACIMIENTOS PORTUGUESES
Z2.2.I. Vale Pincel I (Sines, Portlrgal)
El yacimiento de Vale Pincel 1 se encuentra situado en una
terraza arenosa de la franja litoral alentejana (foto 9.5). En él se
han llevado a cabo diversas campañas de excavación hasta la
actualidad, por parte de C. Tavares da Silva y J. Soares (1981,
1987).
Para algunos autores, el yacimiento de Vale Pincel 1ha sido
uno de los pilares para el establecimiento de la secuencia regional del Neolítico portugués, ya que ha ofrecido algunas de las
fechas más antiguas: 6700 .t 60 BP, 5669-5448 cal. BC (ICEN724) y 6540 60 BP, 5574-5331 cal. BC (ICEN-723) (Soares,
1997). Estas dataciones han sido ampliamente discutidas por los
investigadores, y actualmente se plantean una serie de dudas
sobre su validez a la luz de las incoherencias con la secuencia
regional. El yacimiento de Vale Pincel 1presenta ciertos problemas estratigráficos agravados por la baja densidad de material
recuperada en él, que impide caracterizar culturalmente con fiabilidad algunos conjuntos (Zihao, 1993: 33). Una de las principales causas de estos problemas reside en la propia naturaleza del
yacimiento, en cuanto al substrato y las estructuras que se documentan en él. El yacimiento presenta dos fases de ocupación, una
del Epipaleolítico y otra más reciente, del Neolitico (Tavares y
Soares, 1987). Para los autores, Vale Pincel 1 constituye uno de
los elementos clave de lo aue éstos han denominado el Neolítico
antiguo pleno, representado también en el yacimiento de
Cabranosa (Sagres), frente al Neolítico antiguo evolucionado de
Salema o Vale Vistoso.
En Vale Pincel 1 se han identificado diversos "focos habitacionales" distribuidos por una amplia superficie de aproximadaniente 200 x 500 m. Actualmente, el yacimiento se encuentra cortado por un talud, resultado de las obras de construcción de una
autopista, que han afectado a una parte importante del área del
mismo. Estos focos están constituidos por fondos de cabaña
excavados unos 25 cm de profundidad en la arena, y de unos 10
m de longitud. Cada cabaña presentaba una pequeña cavidad destinada al hogar. En el exterior de éstas también se han documen-
*
Foto 9.5. Vista general de la zona excavada en Vale Pincel 1
(foto E. Badal).
tado hogares de gran tamaño en cavidades excavadas de dimensiones variables, de entre 0,9 a 1,4 m de longitud, 0,8 a 1,l m de
anchura, y 0,2 a 0,4 m de profundidad. En el interior de las cubetas fueron hallados numerosos cantos de piedra, algunos h c t u rados por acción del fuego, que han sido interpretados como un
elemento introducido intencionalmente para la conservación del
calor (Tavares y Soares, 1987: 668). Los autores también han
planteado la hipótesis de que estas estructuras hubieran sido reutilizadas como lugares de inhumación, a pesar de que en ningún
caso se han encontrado vestigios de huesos ni de cualquier otro
elemento que lo verifique (Soares y Tavares, 2000: 216).
Por encima de estas estructuras de habitación se han excavado una serie de empedrados más o menos circulares, de entre 0,4
y 1 m de diámetro, con numerosos paralelos en el Neolítico antiguo evolucionado del litoral alentejano, como se documentó en
los yacimientos de Salema, Vale Vistoso o Montum de Baixo. El
estado de calcinación de algunas de las piedras de estos empedrados ha llevado a su interpretación como zonas de limpieza y
vaciado de los hogares, ya quejunto a las piedras también era fiecuente encontrar cenizas y otra materia orgánica carbonizada.
Las estructuras de combustión en cubeta documentadas en la
base del nivel arqueológico de Vale Pincel 1mostraban un relleno de piedras entre las que se recuperó cerámica con decoración
impresa, realizada en su mayor parte con un punzón, aplicado de
fonna oblicua; y plástica, con mamelones y cordones verticales u
horizontales frecuentemente decorados con impresiones (fig.
9.12). La decoración cardial es rara. En general, se trata de formas simples y poco variadas, derivadas de la esfera. En la parte
superior del nivel, junto a las estructuras de empedrado, aparecen
las primeras decoraciones incisas, comparables a las de Salema.
La industria lítica tiene una base fundamentalmente laminar,
que revela el peso del substrato mesolítico regional. Ésta se
caracteriza por un predominio del utillaje laminar, aunque también están presentes los segmentos geométricos, los raspadores,
denticulados y elementos de hoz. En general, los autores han
caracterizado la industria lítica de Vale Pincel 1como compuesta
por útiles "poco especializados", es decir, con retoques parciales,
muy irregulares y poco profundos (Tavares y Soares, 1987: 670).
La técnica del microburil está bien representada en Vale Picel 1.
En general, el utillaje en piedra pulida es muy poco íi-ecuente:
éste se reduce a un hacha de sección transversal subcircular y un
fragmento de muela. Para los autores, la gran escasez de material
arqueológico es el resultado de una ocupación poco prolongada
en el lugar (Tavares y Soares, 1987).
El principal agente de distorsión de la estratigrafía problemática del yacimiento es la naturaleza arenosa del sedimento sobre
el que se han excavado numerosas estructuras neolíticas de almacenamiento. Estas arenas presentan poca consistencia y es fiecuente el desplome de algunas de las paredes con la consiguiente mezcla de material.
Zilhao (2000) argumenta que la mezcla de materiales o la
incoherente posición estratigráfica del iiiaterial neolího se pueden deber a procesos postdeposicionales antiguos, dificiles de
detectar durante el proceso de excavación, tal y como se ha documentado en otros yacimientos con dos niveles de ocupación en
contacto (Bernabeu et alii, 1999b y c). En el caso de Vale Pincel
1 existen dos momentos de ocupación en contacto estratigráfico
directo (Mesolitico y Neolítico), donde los conjuntos materiales
de la más reciente se encuentran en relación estratigráfica con los
niveles de ocupación más antiguos; esto puede deberse, por un
lado, a la mencionada inconsistencia de las arenas, pero también
[page-n-222]
Fig. 9.12. Material cerhmico y Mico recuperado en el yacimie!rito de Vale Pincel I,a partir de Tavares y Soares (1987).
a la propia excavación de las estructuras, que pueden provocar
remoción del fondo. De este modo, las dataciones podrían ser
válidas, pero no asociables a los conjuntos materiales neolíticos
(Zilh80,2000: 166).
En revisiones más recientes de este yacimiento, se ha propuesto su adscripción al Epipaleolítico-Mesolíticoreciente B, en
este caso, dada la escasez de datos industriales, por sus dataciones "dentro del espectro determinadopara estas facies", que oscilan de 7000 a 6500 BP (Juan-Cabanilles y Martí, 2002: 53). En el
caso de Vale Pincel 1, se ha incluido en el grupo de los primeros
contextos con cerámica en depósitos estratificados que culminan
una secuencia del Epipaleolítico-Mesolítico reciente (con independencia de la validez de sus dataciones) (Zilhao, 1998). La presencia de material cerámico en contextos epipaleolíticos-mesoliticos constituye para estos autores una evidencia del contacto
entre ambas poblaciones, o bien una reocupación neolítica de
enclaves mesolíticos, como puede ser el caso de Vale Pincel 1
(Zilhao, 1998; Juan-Cabalnilles y Martí, 2002).
IX.2.2.2. Ponta da Passadeira (Setiíbal, Port~rga])
El descubrimiento del yacimiento de Ponta da Passadeira en
1995 venia a cubrir un importante vacío de información sobre la
ocupación prehistórica de la península de Setúbal. Desde ese
momento, el Museo de Arqueologia e Etnografía de Setúbal
(MAEDS), la C b a r a Municipal de Barreiro y la Associa$Flo
Cultural "Moinho e Maré", llevaron a cabo una serie de intervenciones arqueológicas hasta la actualidad, en el marco de la
investigación sobre el poblamiento prehistórico del estuario del
Tajo (Soares, 1996) (fig. 9.13). La información que se posee de
este yacimiento es aún muy preliminar, pues la mayor parte del
material se encuentra en fase de estudio y apenas existen referencias publicadas del mismo.
Los trabajos realizados han puesto de manifiesto la existencia
de dos momentos de ocupación, uno del Paleolítico y otro del
Neolítico final (foto 9.6). La ocupación paleolítica se asentó
sobre un lecho arenoso. En él se recuperaron numerosos útiles de
piedra tallada sobre sílex y cuarcita, entre los que destacan los
núcleos, lascas y denticulados. El material no resultó muy significativo a la hora de concretar la cronología de la ocupación, y
tampoco se ha recuperado material carbonizado de estos niveles,
de modo que por el momento no existen dataciones radiocarbónicas.
El otro momento de ocupación se ha adscrito por los autores
al "Neolítico fínai", datado a partir de unos lodos orgánicos situados en la linea de playa actual a la misma cota que el yacimiento, dando una fecha de 4270 40 BP (Beta-134667). Las evidencias para este periodo son mucho más numerosas y significativas,
e incluyen diversas estructuras domésticas. La industria lítica
cuenta con varias piezas realizadas en piedra pulida, entre las que
destacan diversos fragmentos de molinos. También se han documentado cuchillos tallados sobre hojas de sílex. Otras evidencias
de las actividades económicas muestran la importancia de la
explotación de los recursos marinos por parte de los habitantes de
Passadeira, ya que se han documentado grandes acumulaciones
de bivalvos, que han sido identificados como almejas (Knet7pis
decirssata) y navajas (Solen ntarginafzrs) (foto 9.7).
También se excavaron dos hornos cerámicas, de cuyo interior
y nivel arqueológico se han recuperado numerosos fragmentos de
ceriimica (foto 9.8). Junto a ella aparecían fragmentos informes
de arcilla cocida, que han sido interpretado por los arqueólogos
como restos de diferentes fases de acondicionamiento de las
cámaras del horno y10 de soportes para la sujeción de las piezas
a cocer. Los homos presentan estructuras muy sencillas, recubiertas de arcilla y parece que continuamentedeterioradas a causa
de su ligereza (Soares, 1996). A pesar de la gran fragmentación
cerámica, se ha logrado reconstruir algunas de las piezas, que evidencian un predominio de las formas esféricas sin decoración.
Otras piezas recuperadas en el yacimiento fueron clasificadas
*
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TIERRA FIRME
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ZONA INTERMAREAL
Situación del yacimiento
Talud erosivo actual en pleamar
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el actual nivel de las aguas
40 m
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Fig. 9.13. Situación del yacimiento de Ponta da Passadeira en relación con la línea de costa en el contexto del estuario del Tajo.
Foto 9.7. Nivel de aciimulación de almejas (I/enerrrpis dec~tss(ttn)y
navnjas (Soleri rttnrgirtntrrs) (Soares, 1996).
Foto 9.6. Corte estratigráfico de Ponta da Passadeira, donde se
observan los niveles paleolíticos (1) p los neoiíticos (2)
(Soares, 1996).
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Foto 9.8. Nivel de acumulación de fragmentos ceriimicos procedentes de un horno (Soares, 1996).
como elementos "mágicos o religiosos". Se trata de ídolos corniformes elaborados en arcilla, con algunos signos grabados (básicamente, perforaciones y líneas rectas). Los arqueólogos han
relacionado la presencia de estos ídolos con la importancia económica que debieron adquirir los bóvidos durante el Neolítico
final-Calcolítico inicial con el aprovechamiento de los productos
secundarios.
El conjunto de evidencias del Neolítico final de Passadeira
muestra la existencia de unos grupos de agricultores, entre los
que se ha mantenido la importancia de la tradición recolectora de
recursos marinos, conviviendo perfectamente con la producción
de alimentos, imagen que converge con otras evidencias regionales dentro de las adaptaciones costeras del Neolítico en la fkanja
litoral portuguesa (Soares, 1996).
LY.2.2.3. El Monirinento 7 de la necrópolis de Alcalar
(Portimao,Algarve)
El conjunto megalítico de la necrópolis de Alcalar ha sido
objeto de varias intervenciones arqueológicas de excavación,
dentro de un proyecto de protección, estudio, conservación, restauración y puesta en valor de los restos. Durante el verano de
1987 se llevaron a cabo una serie de prospecciones selectivas en
el territorio circundante a la necrópolis, a lo largo de las Riberas
de Afio, Farelo y Torre, a partir de las cuales se realizaron diversas intervenciones de urgencia, como la excavación en el hipogeo
de Monte Canelas, las intervenciones para delimitar el monumento 11 de la necrópolis que estaba amenazado por la construcción de una central hidroeléctrica, y los sondeos en el poblado
calcolitico de Alcalar (Morán y Parreira, 1998).
En estos trabajos se integran las primeras intervenciones en la
necrópolis, especialmente en el Monumento 7 (Morán y Parreira,
1998,1999, en prensa), que era el que ofrecía un mejor estado de
conservación y por tanto, mayores posibilidades de estudio y
recuperación. Así, desde 1987 se han llevado a cabo diversas
campañas de excavación y restauración en el monumento, entre
las que destacan el levantamiento topográfico inicial de las
estructuras, la consolidación de la cripta y los nichos laterales, la
realización de diversos sondeos en el túmulo y desmantelamiento del mismo para la excavación arqueológica de los niveles infe-
Fig. 9.14. Planta del Monumento 7 de la necrópolis de Alcaiar, a
partir de Morán y Parreira (1999).
riores de ocupación. El Monumento 7 ocupa un área central preferencial dentro del conjunto de la necrópolis, interpretado por
ello como un sepulcro fundacional. La estructura megalítica está
constituida por una "mámoa" de forma regularmente circular,
rodeada por un murete de contención. Este espacio está recubierto por una estructura de piedra calcárea denominada "cairn",
cuya base se encuentra cuidadosamente regularizada para formar
una superficie horizontal, y que presenta un perímetro calzado
por grandes lajas de esquisto que refuerzan la contención de la
esiructura.
La cámara o tholos interior. de unos 3 m de diámetro, se
encuentra semi-excavada en el suelo y recubierta por una estructura en falsa cúpula formada por grandes lajas de piedra hoy desaparecidas en parte, y el suelo aparece recubierto por un empedrado de lajas calcáreas. En las paredes norte, sur y oeste se abren
tres nichos (fig. 9.14) (Morán y Parreira, 1998, 1999). En el sector oriental, el círculo del túmulo se encuentra cortado de forma
secante en línea recta por la fachada del monumento, que hace
función de acceso al mismo. Este acceso se efectúa a través de un
estrecho corredor, delimitado y cubierto por grandes lajas calizas
verticales, y segmentado en varios trozos, que van perdiendo
anchura progresivamente hacia la cámara central.
Las primeras intervenciones de excavación y alzado topográfico de las estructuras consistieron en la realización de zanias
para excavar en extensión y tener un referente de los diferentes
estratos arqueológicos. Tras estos primeros trabajos se documentó una estratigrafía con diversas fases constructivas, de abandono
y reuiüización del monumento en época posterior (fig. 9.15). Los
primeros trabajos que se documentan en el proceso de levantamiento del túmulo son los de preparación del terreno mediante su
aterrazamiento con una tierra muy rica en materia orgánica y
fragmentos cerámicos con una potencia entre 8 y 14 cm.
Directamente sobre este nivel, se han documentado al menos dos
[page-n-225]
hogueras que quedan justo por debajo de los primeros niveles de
construcción, y que han sido interpretadas como hogueras rituales fundacionales. Éstas presentan una tipología de cubeta
semiexcavada en el suelo. En el interior de una de ellas (Hoguera
1, foto 9.9) no se hallaron evidencias orgánicas de ninguna actividad relacionada con las hogueras, que no fuera la propia combustión de la madera, pero en la otra (Hoguera 2, foto 9.10) sí se
documentó la existencia de fragmentos de conchas mezcladas
con los restos de ceniza y carbón. También apareció en el interior
de ambas gran cantidad de fragmentos de muelas de granito, roca
que no se encuentra en las proximidades de la necrópolis ya que
es una zona fundamentalmentecalcárea; los afloramientos graniticos más cercanos se encuentran en la sierra de Monchique. La
presencia frecuente de rocas graniticas en el interior de la cubeta
de las hogueras ha sido interpretada por algunos autores como de
carácter puramente fimcional, por la propiedad de esta roca para
conservar el calor (Delibes y Zapatero, 1998: 340). Ambas
hogueras se apagaron en un corto espacio de tiempo (dificil de
determinar) con el propio sedimento de la base del monumento,
lo que dejó prácticamente inalterado el sedimento y las rocas de
relleno de las cubetas.
Tras estas actividades de preparación y sacralización del
lugar, se documenta la apertura de un espacio central circular y
una zanja en dirección E-W, destinados a constituir la cámara
principal y el corredor de acceso, respectivamente, ambas revestidas por lajas de piedra. El "tholos" fue construido mediante la
técnica de aproximación de hileras, dando lugar a una cubierta en
39
Foto 9.9. Hoguera 1 del Bfonumento 7 de Alcalar (foto E. Morhn).
37
38
36
35
I
I
'
1m
P
1 Tierra de superficie
21314 Violación
5 Dernimbe del cairn
6 Interior del nicho
8 Hoguera 3
9 Lajeado del nicho
10 Reconstrucción
11 Línea de excavación
de la roca
Fig. 9.15. Corte estratigrhfico del Monumento 7 de la necrópolis de Alcalar donde se aprecian las sucesivas fases de construccióny abandono, a
partir de Morán y Parreira (1999).
[page-n-226]
Foto 9.10. Hoguera 2 del Monumento 7 de Alcalar
(foto R. Parreira).
Foto 9.11. Hoguera 3 del Monumento 7 de Alcalar, localizada en el
interior del nicho oeste (foto E. Moriín).
falsa cúpula. Alrededor de la cámara principal se han documentado tres nichos que la rodean, con excepción del lado este, donde
se encuentra el corredor de acceso.
Alrededor de esta estructura se construyó un murete de contención de casi un metro de espesor, con un perímetro de unos 27
m, cortado en la línea de fachada de forma perpendicular aI trazado del corredor. Toda el área delimitada por este muro fue
cubierta por un nivel de piedras calcáreas ("caim"), encajadas sin
ningún tipo de cimentación, con una potencia variable entre 60 y
120 cm. Este nivel se encuentra reforzado en algunas partes del
perímetro por estructuras de refuemo en forma de segmentos circulares de piedras calcáreas. La entrada al interior del monumento fue sellada en época prehistórica por un estrato de tierra depositado en la boca del corredor, en forma de cuña contra la fachada. Además del monumento propiamente dicho, se ha documentado la existencia de un perímetro ritual, conservado en parte
junto a la fachada, consistente en un segundo círculo de piedras
junto a las que aparece un pequeño menhir. Para los autores, la
construcción de esta estructura tras el sellado de la entrada a la
cámara del monumento evidencia un cambio en la utilización
ritual del mismo (Morán y Parreira, 1998: 12). Las evidencias de
ocupación de los alrededores del monumento (posteriores a su
construcción) han sido datadas por AMS en 3860 40 BP, cal. 2
o 2465 y 2199 BC (Beta-180980), fecha que permite establecer
el tenninus ante qtient para la construcción del edificio tumular
(Morán y Parreira, en prensa). Por otro lado, el sellado de la
cámara se fecha en 3280 40 BP, cal. 2 o 1682-1448 BC, lo que
corrobora la prolongada utilización del monumento (Morán y
Parreira, en prensa).
Existen evidencias de una violación del monumento y expolio del sepulcro, pero curiosamente estas actividades fueron
seguidas de la reconstrucción de parte del nicho, con la constnicción de un murete más estrecho que las paredes originales adosado al interior de la cámara. En el interior del nicho oeste se halló
otra hoguera correspondiente a estos niveles de reutilización
(Hoguera 3, foto 9.11). Ésta no presentaba estructura de delimitación ni aparecieron restos pétreos, orgánicosu arqueológicos en
su interior, con la excepción de una gruesa capa de carbones. La
hoguera descansaba directamente sobre una preparación de
pequeñas placas de esquisto, que fue sellada tras su utilización
con dos grandes piedras calcáreas que aparecían quemadas. Una
datación AMS ha dado una fecha de 1250 k 40 BP, cal 2 o 668889 AD (Morán y Parreira, en prensa). Este momento se documenta también en el interior de la cámara, con los restos de una
hoguera y de alimentos, con una datación a partir del carbón de
la misma de 1150 110 BP, 775-1011 cal. AD. Las evidencias
apuntaban a una reutilización del monumento como abrigo o
estructura habitacional efmera, aunque tampoco se descarta el
expolio del interior de la cripta.
El abandono del monumento dio como resultado unos niveles de derrumbe del "cairn" y de sedimento acumulado sobre
éste. Sobre estos niveles de derrumbe se documenta la ~resencia
de un vaso cerámico que, junto a una moneda hallada en la zona
de la fachada, evidenciaban que el lugar fue frecuentado en época
romana, aunque éstos eran los únicos vestigios resultantes. Esta
presencia fue detectada también en otras áreas de la necrópolis,
con el hallazgo por ejemplo de una moneda de Claudio sobre el
corredor del Monumento 4 (Parreira, 1997).
Hay que mencionar también que a escasos metros del límite
occidental-noroccidental del monumento funerario se descubrió
la existencia de un nivel de conchero parcialmente arrasado, pero
que había sobrevivido a la construcción posterior por encontrarse a cotas más bajas; éste estaba compuesto por una gran acumulación de almejas (Tapes decussatz~s),de las cuales se obtuvieron
las siguientes dataciones (corregidas): 6095 60 BP (Sac-1593),
6070*70BP(Sac-1594), 6190*80BP(Sac-1601) y 6140*70
BP; las dataciones calibradas entre 5229 y 4863 cal. BC confirmaban la existencia de una ocupación anterior en el mismo lugar
en que se erigió posteriormente el monumento megalítico, aunque no se ha podido caracterizar culturalmente de forma precisa
debido a la casi total ausencia de material arqueológico.
*
*
IX.2.3. FUENTE ALAMO (CUEVAS DE ALMANZORA,
ALME&)
El yacimiento de Fuente h a m o fue excavado por primera
vez por los hermanos Siret (Siret y Siret, 1890) y desde ese
momento ya se documentó su importancia por constituir uno de
las manifestaciones argáricas "mhs tipicas". No fue hasta casi un
siglo después cuando se reanudaron las intervenciones en el
yacimiento, de las que son numerosas las noticias publicadas
(Arteaga y Schubart, 1980, 1981; Schubart, 1986; Schubart y
Arteaga, 1978, 1980, 1983, 1986; Schubart et alii, 1985,2000;
Pingel et alii, 1998).
Fuente h a m o se encuentra situado en pleno centro originario de la cultura de E1 Argar, del que constituye uno de los núcleos de ordenación territorial junto al yacimiento epónimo
(Tarradell, 1946). Posee una secuencia desde el comienzo del
[page-n-227]
FTJENTE ALAMO 1, ARGAR A
FA-1372
2020990 aC
FA-1382
1960*60 aC
OSCILACI~N
2000/1900-1800/1750 aC
FUENTEALAMO XI, ARGAR A
FA-775
174Oi70 aC
FA-643
173M70 aC
FA-1226
1660MO aC
FA-655
165M70 aC
OSCILACI~N
1800/1750-1650/1600aC
FUENTE ALAMO III, ARGAR B
FA-744
162MO aC
FA-1292
148W40 aC
OSCILACI~N
165011600-1500/1450 aC
FUENTE ALAMO IV,ARGAR B
FA-137
1560*80 aC
FA-208
155Oi60 aC
FA-229
1550I90 aC
FA-147
154M90 aC
FA-228
1520I60 aC
FA-138
1470h90 aC
FA-179
1450360 aC
FA-603
1430h60 aC
FA-757
140WO aC
FA-599
134M8O aC
OSCILACI~N
da, en la que apenas se documentan estructuras de hábitat, sino lo
que los autores definieron como "monumentos destacados"
(Schubart y Arteaga, 1986; Schubart et alii, 1985,2000; Pingel et
alii, 1998). Entre ellos se encuentra una gran construcción rectangular de uso indefinido, una cisterna ovalada y al menos cinco
estructuras circulares interpretadas como lugares de aimacenamiento de grano. Únicamente se documentaron algunas casas en
esta acrópolis, interpretadas como viviendas de gente destacada
en el poblado, de forma semi-rectangular a ovalada, con presencia ocasional de ábsides (foto 9.13). El resto de estructuras de
habitación se distribuían fundamentalmente a lo largo de varias
tenazas escalonadas en las laderas meridionales del cerro.
En cuanto a las sepulturas argáricas de Fuente Alamo, se han
documentado cinco tipos de enterramientos. Por un lado, en el
Horizonte I abundan los enterramientos en covachas artificiales
excavadas en la roca, con o sin "dromos" de entrada, como representantes de las fases argáricas más antiguas, con paralelos en
otros poblados de la misma cronología, como El Argar o
Lugarico Viejo (Siret y Siret, 1890, l b . 15). Se* los autores,
esta forma de enterramiento sería la "herencia" más directa de las
inhumaciones colectivas del Cobre. Tambibn existen en Fuente
Álamo hasta tres tipos de cista: a) w n entrada frontal, b) en fosa
150011450-140011350 aC
FUENTE ALAMO V, BRONCE TARDIO
FA-690
145M50 aC
FA-233
133&70 aC
FA-297
1300+70 aC
FA-644
121M90 aC
OSCILACI~N
Foto 9.12. Vista de la cima del yacimiento de Fuente Álamo
(Schubart ct nlii, 2000).
1400/1350-1200/1100 aC
Cuadro 9.1. Dataciones radiqmetricas del yacimiento de Fuente
Alamo.
Argar hasta d Bronce Tardío. Las series de dataciones realizadas
en el yacimiento han constituido un valioso aporte a la periodización del Bronce del sudeste (cuadro 9.1) (Schubart y Arteaga,
1986: 292).
Como se ha docuinentado en otros poblados de altura, Fuente
Álamo consta de una cima fortificada (foto 9.12), interpretada
por los hermanos Siret como el emplazamiento primitivo del
poblado, que se fue extendiendo progresivamente hacia la parte
meridional del cerro (Siret y Siret, 1890). Las últimas intervenciones han señalado el carácter específico de algunas de las
estructuras que allí se encuentran, por lo que las nuevas hipótesis
apuntan más a considerar este recinto como un área especializa-
Foto 9.13. Detalle de las casas de Fuente Álamo
(Schubart et di;, 2000).
[page-n-228]
Fig. 9.16. Ajt~aresfunerarios de las tumbas 1 y 18 de Fuente Álamo,
a partir de Siret y Siret (1890).
y c) cistas de pequeño tamaño. Las primeras son el tipo más cercano a los dólmenes megaííticos, y pueden ser también algún tipo
de derivación de las sepuliuras colectivas anteriores. Por último,
para las fases más avanzadas del poblado, existe una serie de
enterramientos en urnas sepulcrales.
La actividad económica doméstica detectada en Fuente
Aiamo a través de los registros faunísticos muestra un dominio
absoluto de vacunos, ovicaprinos, cerdos, caballos y perros. El
análisis de los huesos ha puesto de manifiesto un patrón de sacrifício de los individuos a muy elevada edad, lo que evidencia la
gran importancia del aprovechamientode los productos animales
secundarios. La importancia relativa de la caza se encuentra alrededor del 22 %, aproximadamente, y las especies silvestres más
explotadas eran los ciervos, jabalíes, conejos, cabras montesas,
linces, gatos salvajes y zorros (Schubart y Arteaga, 1986: 301).
En Fuente Aiamo escasean los elementos relacionables con la
existencia de una agricultura cerealista importante, salvo la presencia de algunos molinos barquiformes y las estructuras circulares interpretadas como posibles hórreos; sin embargo, se ha planteado la posibilidad de que el almacenamiento se realizara en
grandes recipientes cerámicas (Schubart y Arteaga, 1986: 304).
El análisis de las piedras de molino puso de manifiesto su utilización para moler grano aunque, ante la total ausencia de elementos de hoz, éste pudo ser transportado sin moler desde otros
poblados. Para los autores, visto él volumen de productos alimenticios manejado en Fuente hamo, este yacimiento pudo
constituir un enclave fundamental en la organización de todo el
sistema agropecuario del valle.
La iiietalurgia no parece haber alcanzado un gran auge en
Fuente Álamo. Su emplazamiento en un cerro que dominaba el
paso desde el llano a las montañas donde se localizaban los principales afloramientos minerales, llev6 a una temprana hipótesis
de especialización del poblado en esta actividad. Sin embargo,
los sucesivos trabajos de excavación han matizado esta idea en
función de la relativa escasez de útiles metálicos, que se reducen
principalmente a algunos elementos de los ajuares (Schubart y
Arteaga, 1986: 302) (fig. 9.16). La presencia únicamente de algunos moldes hace pensar en la realización de una parte del proceso iiíetalíirgico, que podría corresponder a la preparación de la
materia pri1na para la posterior fabricación de objetos en otros
enclaves, ya que si se ha documentado la circulación de piezas
acabadas entre los distintos poblados. Cot~oboiitesta idea el
hecho de que los moldes hallados en Fuente Álamo no coincidan
con los objetos metálicos recuperados en las tuiiibas.
[page-n-229]
Capítulo X
X.1. A N ~ I S I ANTRACOL~GICO
S
DE LES
COVES DE SANTA MAIRA
La secuencia cultural de Santa Maira que presentamos en este
trabajo está constituida por tres grandes niveles arqueológicos,
Magdaleniense supcrior final, Epipaleolíiico y Mesolítico, separados entre sí por sendos hiatos sediientarios. El carbón es muy
abundante en todos ellos. En las capas correspondientes al
Magdaleniense superior final existe una gran concentración de
carbón en el sedimento, acompañado por la presencia de grandes
bloques alterados por el fuego y fragmentos de arcilla rubefactada, lo que denota la gran actividad en cuanto al uso del fuego llevada a cabo en estos momentos. Existe una datación para esta
fase, en la capa más profunda de la secuencia realizada sobre un
metatarso de Capra pj~rerraica,que dio una fecha de 11590 70
BP.
Se ha analizado un total de 6.506 fragmentos de carbón y se
han identificado los siguientes taxones: Acer sp., Bráctea de piña,
Birstis sentperi)hwq Cistaceae, cf. Cleniatis sp., Coniferae, Erica
sp., fiasirriis sp., Hedera helis, Jtrniperirs sp., Labiatae,
Leguminosae, Maloideae, Monocotiledónea, Olea etr~vpaea,
Pilri~shalepensis, Piiitrs tp. nigra-sjtl)estris, Pintrs tp. pirreapinaste~ Pistacia lentisctrs, Pistacia terebiritltirs, Pistacia sp.,
Prirntrs sp., Qirercirs caducifolio, Qirercus perennifolio, Qirerctrs
sp., Rhaninirs-Phillyrea, Rosniarintrs oojci~ralis,Salix sp., SaliyPopirítrs, Sorbtrs-Crofnegirs,Visctrnr sp., Rtis sp., Indeterminable
e Indeterminada 11. Entre la flora identificada están representadas
especies tanto arbóreas, como de matorral, y algunas lianas y trepadoras.
Los taxones más recolectados por los grupos humanos que
habitaron la cueva de Santa Maira fueron las diferentes variedades & Qtrercus, tanto la caducifolia como la perenuifolia, y
Jirniperus sp., tendencia que se mantiene a lo largo de toda la
secuencia, con algunas variaciones en los porcentajes de cada
uno de los taxones. En general, las curvas trazadas por los taxo-
nes se caracterizan por su imeguiandad, dando un aspecto de
dientes de sierra, aunque a grandes rasgos se puede observar una
tendencia general de base a techo (fig. 10.1).
Jurripe~~tls
es el taxón mejor representado en las capas de la
base, llegando a superar porcentajes incluso del 60 % en algunas
de ellas. En Santa ~ a i i asin embargo, no están presentes de
forma abundante otras coniferas; únicamente se han documentado los pinos, de los que se han identificado al mcnos tres especies. La tendencia marcada por Rnipenrs, salvo algunos picos
que la rompen, es descendente, llegando casi a desparecer al final
de la secuencia.
Lo contrario ocurre con Qirercirs perennifolio, que presenta
una curva lentamente ascendente hacia el techo, aunque también
con importantes fluctuaciones de la dinámica general. Estos dos
taxones, Jlrniperirs y Qtrerctrs perennifolio, evidencian bien la
competencia espacial entre las coníferas y las frondosas, ya que
trazan curvas con una dinámica totalmente opuesta, tanto de
forma general, como en los pequeños picos y caídas de porcentajes que se producen en ambas.
Qire~lrscaducifolio se mantiene algo más estable a lo largo
de toda la secuencia, aunque presenta al menos tres caídas de los
porcentajes algo más sigdícativas. Es posible que éstas se deban
a fluctuaciones en la tasa de humedad ambiental o edáfica, ya que
los caducifolios son más sensibles al déficit hídrico. Se han identificado otros taxones caducifolios, aunque sus porcentajes son
mucho más reducidos, salvo en el caso de Prirntrs sp, que presenta una mayor continuidad de base a techo. Podemos observar
que la dinámica de este taxón discurre de forma muy paralela a la
de Qirercirs caducifolio, experimentando las mismas fluctuaciones.
Los taxones de matorral apenas están representados en la
paleovegetación de Santa Maira; únicamente Leguminosa y Olea
etrropaea tienen una presencia más continua, aunque muy modesta, mientras que otros taxones como Cistaceae, Erica sp.,
Labiatae o Rosnrarinta oflcinalis aparecen de forma puntual en
algunas de las capas. Parece que Jirnipenrs asume el papel colonizador de espacios en los momentos de máxima apertura de las
formaciones forestales. Esta casi total ausencia de estrato arbus-
[page-n-230]
tivo puede ser indicadora de que éste no fuera muy abundante en
los fondos de barranco o de que se hubieran explotado de forma
más intensiva las formaciones arbóreas. Del mismo modo, resulta curiosa la escasez de Ojea eirropaea en los niveles Holocenos,
pues esta especie suele ser abundante en otros contextos antracológicos de los pisos termomediterráneoy mesomediterrheo inferior (Badal, 1990).
Los taxones de ribera tampoco son frecuentes: el taxón mejor
representado es Salix-Popuhrs, pero en porcentajes que nunca
superan el 3 %.
X1.2. INTERPRETACI~NDE LA SECUENCIA Y
PACEOVEGETACI~N
La secuencia de Santa Maira ha sido dividida en 3 grandes
fases antracológicas, en función de la dinámica de sus principales taxones, caracterizada por presentar constantes fluctuaciones
de porcentajes, que enmascaran con un aspecto dentado las tendencias generales de las curvas (Carrión Marco, 2001) (fig.
10.1).
En la Fase Antracológica 3 existe un claro dominio de
Jwnipems sp., que presenta en todo momento porcentajes entre el
40 y el 60 %, incluso superiores. Los otros dos taxones más frecuentes son Qzrmirs caducifolio y Qtrercirs perennifolio, que presentan (salvo ciertas fluctuaciones) porcentajes entre el 20-30 %.
En las capas inferiores se puede observar una supremacía de la
variedad caducifolia sobre la perennifolia, pero rápidamente los
porcentajes de ambas quedan equiparados a lo largo de toda la
fase. Los elevados porcentajes de Junipertls para este momento
sugieren un gran desarrollo de formaciones abiertas colonizadoras con enebros y/o sabinas. Estas especies, tanto por su resistencia a grandes contrastes de temperatura y humedad, como por su
poca exigencia edáfica (poseen un potente sistema radical que les
permite desarrollarse en suelos pedregosos con pocos nutrientes,
donde otras especies no podrían siquiera instalarse), constituyen
un elemento colonizador de espacios empobrecidos o desprovistos de vegetación, por lo que debieron ser un elemento clave en
la vegetación de los suelos empobrecidos del Tardiglaciar. Como
formación dominante, presentan aspecto de bosque abierto o
estépico, con cierta pobreza en taxones arbóreos, entre los que
destacan el pino y la carrasca.
En Santa Maira, el importante porcentaje de Quercirs revela
sin embargo un paisaje con cierto desarrollo de la vegetación
arbórea. Aunque no se ha podido determinar la especie de
Qirercirs caducifolio, la más característica de la mayor parte de la
mitad oriental de la península Ibérica es el quejigo (Qirercirsfagi)lea). En cuanto a Qirercus perennifolio, tampoco ha sido posible
llegar a una distinción entre Quercirs rotirndifolfa y Quems coccijkra únicamente a partir de su anatomía. La presencia abundante del primero supondría la existencia de una formación esclerófila mediterránea o submediterráneade carácter arbóreo, mientras
que una formación dominada por coscoja presentaría un porte
más arbustivo. Probablemente ambas estén presentes en Santa
Maira, aunque los altos porcentajes de Quercirs caducifolio indican que la formación vegetal que observamos tendría un importante desarrollo del estrato arbóreo, pues el quejigo necesita cier-
Fig. 10.1. Diagrama antracológico de Santa Maira.
[page-n-231]
ta humedad y umbría proporcionada por la presencia de otras
especies arbóreas. Otros taxones que tienen una presencia más o
sp., Acer sp.
menos continua, aunque mucho menor, son Pn~~tirs
y Salix-Popultrs.
Al final de esta fase aparece un pequeño porcentaje de Pinirs
tp. aigra-sylvestrik (aproximadamenteun 3 %), estando presentes
también Pintrs halepensis y Pinus tp. pinea-pinaster. El primero
ya sólo aparecerá de forma esporádica (algún fragmento aislado)
en el resto de la secuencia. Los débiles porcentajes de pinos que
aparecen en Santa Maira pueden estar asociados como los eneb r o ~a la colonización de zonas poco aptas para otras especies
más exigentes, ya que no llegan a tener entidad como en otras
secuencias del mismo momento (Badal, 1990; Cacho et alii,
1995). El estrato arbustivo queda pobremente representado por
la presencia muy esporádica de taxones como leguminosas, labiadas, Erica sp., Btocirs sempervirens y Rhanzrttis-Phillyrea.
En la Fase Antracológica 2, la imagen de la vegetación no
presenta una ruptura brusca con respecto a las tendencias de la
anterior. Los taxones dominantes siguen siendo Junipenrs sp,
Que~*cirs
caducifolio y Qirercus perennifolio. El primero forma
una curva bastante irregular, con picos que oscilan aproximadamente entre el 25 y 50 %. Por su parte, Qtierctis caducifolio mantiene porcentajes constantes con respecto a la Fase Antracológica
3, acompañadonuevamente por especies como Acer sp. y Prttnrrs
sp., que en este momento consolidan algo más su presencia, con
porcentajes que no suelen sobrepasar el 5 %, pero de forma constante. Qzrercus perennifolio presenta una tendencia a aumentar,
que se acentúa al final de la fase, momento en que la curva de
Jlrttiperrrs presenta una disminución progresiva visible, hasta
alcanzar los porcentajes más bajos de la secuencia hasta el
momento, alrededor del 25 %.
Todavía está presente un reducido porcentaje de Pinrls tp.
nigrn-sylvesm's, aunque las otras especies de pino han desaparecido del registro; si aparecen en esta fase algunos fragmentos de
bráctea de piña, aunque no ha podido ser identificada la especie
de pino a la que pertenecen por tratarse de fragmentos de reducido tamaño. En este momento también aparecen OIea ertropnea,
Fraxirtirs sp, R h a n o t t r s - P i r a Pistacia sp., Heclera lrelis,
Erica sp., Buxtrs sentpenjirens, Rosntarinrrs offíciitalis,
Maloideae y I"isctrni sp., aunque la presencia de todos estos taxones es muy reducida.
En la Fase Antracológica 1, la dinámica que había comenzado
en la fase anterior se acentúa, con un claro dominio de Qirercirs
perennifolio que, tras alcanzar valores cercanos al 60 % al
comienzo, se estabiliza luego en porcentajes entre 35-40 %.
Qtrercirs caducifolio también mantiene porcentajes cercanos al 30
%. Se puede hablar ahora de un dominio de Qirercirs en general en
sp., que se reduce drásticamente
claro detrimento para Jlrttipe~*trs
hasta casi desaparecer al final de la secuencia. Como principales
taxones acompañantes están Prtmirs sp., que mantiene un valor
constante de aproximadamente 5 %, Leguminosae, que apt:nas
habían estado presentes en el resto de la secuencia y ahora llegan
a sobrepasar también el 5 % y Salir-Popit/its, en porcentajes más
bajos. De forma más esporádica aparecen Olea etrropaea, Hedwa
helix, Maloideae, Pistacia sp. y Viscirm sp. También hay algunos
fragmentos de bráctea de piña, aunque la presencia de los pinos en
general es ahora mucho menor, estando presente únicamente
Pinirs tp. nigra-sylveshis en porcentajes que no superan el 2 %.
Las constantes fluctuaciones de las curvas de los principales
taxones nos ha llevado a matizar de forma un poco más detallada
la división en las 3 fases antracológicas descritas, a partir de la
aplicación de un análisis de conglomerados, tomando como
variables los taxones principales en cada capa. De esta forma,
éstas se han subdividido en algunas subfases, que no presentan
entidad propia, pero marcan las irregularidades de los porcentajes de los taxones con respecto a su tendencia general. El dendrograma resultante de este análisis (fig. 10.2) muestra que, efectivamente, existen capas que aparecen fuera de lugar con respecto a su orden lógico dentro de la secuencia antracológica, como
la 25 o la 4A.13 entre otras (se hace muy evidente en el diagrama que suponen una ruptura con respecto a las capas adyacentes),
pero también se pueden observar algunas cuestiones interesantes.
En el dendrograma se observa la existencia de dos grandes grupos de capas, que se delimitan fundamentalmentepor las variables hniperus sp. y Quercus perennifolio; es decir, que el grupo
formado por las capas 3.9, 3.11, 3.13, 3.15, 3.17, 4A.6, 4A.7,
4A.8, 4A. 13 y 4A. 1, se caracteriza por la reducción de los porcentajes de Juniperiis al tiempo que aumentan los de Quercus. El
conjunto m8s claro de capas son las que constituyen la Fase
Antracológica 1(3.9,3.11, 3.13,3.15 y 3.17).
La individualización de dos subfases en la Fase
Antracológica 3 (3a y 3b) viene marcada por una agrupación de
las capas 26,24,23 y 22 (ya hemos dicho que la capa 25 presenta unas características diferentes, más semejantes a aquéllas de
las capas 4A.11 y 4A.12), también en función de su mayor porcentaje de Junipertrs sp.
La Fase Antracológica 3 se caracteriza por la dominancia de
Jtritipenrs sp., aunque la presencia importante de ambas vanedades de Qirercus no permiten hablar exclusivamente de una formación abierta, sobre todo por los altos porcentajes de Qtrercus
Rescales Distance Cluster Combine
0
C A S E
21
25
19
20
4A.4
4A.10
4A.2
4A.5
4A.9
15
18
4A.3
16
26
24
28
22
23
9
15
7
10
14
19
21
8
20
29
24
4A.12
23
22
17
25
3.9
3.11
3.13
3.15
3.17
4k6
4A.7
4A.8
4A.13
4A.1
5
10
-----.,----+-----
15
-'-----
20
- --- .
-
1
-
" y26
1
2
3
4
5
11
12
13
18
6
................................
J
-
25
+ -e--- +
d
Fig. 10.2. Resultados del an4lisis cluster de Santa Maira.
[page-n-232]
caducifolio. La presencia de este último hace más viable que estemos ante la representación de dos ambientes ecológicos diferentes, uno de ellos dominado por las fagáceas, y el otro por los eneb r o ~y10 sabinas. Por sus porcentajes, parece evidente el amplio
desarrollo de estas formaciones a enebros en estos momentos preholocenos de la secuencia, pero dados los importantes porcentajes de Quercns desde el inicio de la misma, no detectamos un
momento climático muy riguroso en ningún momento. Esta
importancia de Juniperrrs en la base puede venir marcada por
razones de diferente índole, como la orografía particular del
terreno, cuyas vertientes más escarpadas se recolonizan por las
formaciones vegetales a un ritmo muy inferior a los fondos de
valle, donde incluso las formaciones de fagáceas puede haber
quedado acantonada al abrigo de unas condiciones edáficas más
favorables. La presencia de OIea elrropaen en la Fase 3a, en
momentos anteriores al Holoceno, constituye un caso poco frecuente y lleva a la problemática de las dataciones de esta especie,
que se discutirá más adelante.
La Fase Antracológica 2 se caracteriza por momentos sucesivos de avance y retroceso de los porcentajes de JlrniperlrsQuercus aunque, en general, los segundos han ganado importancia con respecto a la fase anterior, sobre todo la variedad perennifolia. Las características de la formación vegetal ante la que nos
encontramos en estos momentos no han cambiado de forma sustancial con respecto a las fases anteriores, pero sí se puede observar una tendencia que nos marca un momento de transición hacia
momentos más avanzados del Holoceno: si los enebros habían
dominado claramente en porcentaje en la fase anterior, como
especies pioneras en la colonización de suelos, ahora ganan terreno los Qrrercus, especies más termófilas, con un marcado componente mediterráneo que viene dado por esta supremacía de la
variedad perennifolia. La subfase 2c constituye un momento de
transición, ya que Jlrnipernrs presenta todavía uno de los valores
más altos de la secuencia, mientras que los Qtrercrrs se reducen
visiblemente. Lo contrario ocurre en la Fase 2b, en la que es
Jlrnipertrs el que traza una curva descendiente mientras que
Q~rerctaperennifolio presenta porcentajes cercanos al 50 %. En
la Fase 2a se vuelve a producir el proceso contrario, es decir, el
porcentaje de Jlmipertrs aumenta levemente en detrimento de
Qirercus perennifolio, pero esta vez es también Q~rercirscaducifolio quien toma el relevo y adquiere una mayor importancia.
Junto a él, taxones como Prtrntrs sp. y Olen europaea ven también incrementados sus porcentajes.
En la Fase Antracolbgica 1 se observa como las formaciones
termófilas de Qlrercus se han consolidado como dominantes y
han ganado riqueza florística de carácter mediterráneo. La reducción de Jirniperirs podría deberse a que las primeras se han asentado más firmemente ganando espacios a zonas antes únicamente colonizadas por coníferas. Otra hipótesis es que se haya mantenido la cobertura vegetal diferencial entre las vertientes y los
fondos de valle (puesto que es patente hasta la actualidad) y estemos ante la cvidencia de un cambio en las estrategias de recogida de leña por parte de los grupos humanos.
El tránsito del Tardiglaciar al Holoceno inicial no presenta
importantes cambios de vegetación, al menos de forma brusca ni
en lo que a presencia de taxones se refiere. Sin embargo, si comparamos la base y el final de la secuencia, vemos que sí se han
producido cambios en las frecuencias de estos taxones que dan
una imagen totalmente diferente de las formaciones vegetales.
Manteniendo la idea de una vegetación diferencial en los fondos
y paredes del barranco, hemos elaborado una hipótesis de distri-
bución de los taxones vegetales en el entorno del yacimiento para
estos dos momentos (fig. 10.3). Según ésta, los Qtrercnrs habrían
ido ganando temtorio expandiéndose desde el fondo del barranco, donde probablemente hubieran quedado acantonados en
periodos menos favorables para su desarrollo. Así, mientras que
la Fase 3b presenta aún un eco de los periodos más rigurosos del
Tardiglaciar, la Fase 1 constituye ya un avance de los que va a ser
el óptimo climático holoceno.
En conclusión, la vegetación que refleja el carbón de Santa
Maira remite desde un primer momento y a lo largo de toda la
secuencia a dos ambientes ecológicos diferenciados. Las diferentes necesidades de humedad, luz, desarrollo edáfico, etc. que exigen Jnr?iipenrsy Qncerctrs, y dados los importantes porcentajes de
ambos, hacen pensar en un desarrollo diferencial de la vegetación
provocado posiblemente por la propia o r o d a del barranco. De
este modo, los fondos de valle resultarían más aptos para el asentamiento de formaciones termófilas de Qríercus al ser zonas protegidas y que canalizan una influencia termomediterránea de la
costa a tierras interiores, mientras que las paredes del barranco y
las laderas escarpadas y pedregosas albergarían una vegetación
pionera adaptada a estas condiciones (fig. 10.4). Aunque esta
hipótesis se apoya en la propia distribución actual de la vegetación, hay que tener en cuenta también la influencia que puede
representar el factor antrópico, es decir, el hecho de que los grupos humanos hayan explotado más intensivamente diferentes formaciones vegetales para el aprovisionamiento de leña.
X.2. ANÁLISISANTRACOL~GICODE
L'ABRIC DE LA FALGUERA
En el yacimiento de La Falguera se han llevado a cabo varias
campañas de excavación en las que se ha trabajado en tres sectores diferentes. Durante la primera campaña realizada en 1998, se
trabajó en el Sector 1, próximo a la cata clandestina, con objetivo de corroborar la estratigraña propuesta por los autores de la
regularización de los cortes. En este sector se obtuvo una secuencia modesta, sin alcanzar los niveles mesolíticos a causa del cierre de la pared del abrigo, y con ciertos problemas estratigráficos.
En las siguientes campañas se abrieron dos nuevos sectores (2 y
3) en los que se obtuvo una superficie de trabajo más amplia. Con
ello se logró alcanzar la base de la secuencia y comprender mejor
la historia sedimentaria del abrigo.
Con el material carbonizadorecuperado en el Sector 1 se realizó un análisis antracológico que dio como resultado un diagrama correspondienteúnicamente a los niveles neolíticos, ya que se
excluyeron las unidades más superfíciales ante la evidencia de su
posición estratigráfica dudosa (Carrión Marco, 1999). Apartir del
material recuperado en el Sector 2 se obtuvo otra secuencia antracológica mucho más fiable, desde la superficie hasta el contacto
con los niveles mesolíticos, que se completó hasta la base con la
información obtenida en el Sector 3. Estos dos sectores dieron
como resultado un diagrama antracológico completo de base a
techo de la secuencia.
Los problemas estratigráficos del Sector 1 se han ido confirmando a medida que se realizaban los estudios de materiales
recuperados en estos niveles, que resultan frecuentemente dificiles de