La ofrenda de animales como práctica ritual en época ibérica: La Cueva del Sapo (Chiva, Valencia)
Sonia Machause López
Alfred Sanchis Serra
2015
[page-n-1]
13
LA OFRENDA DE ANIMALES COMO PRÁCTICA
RITUAL EN ÉPOCA IBÉRICA:
LA CUEVA DEL SAPO (CHIVA, VALENCIA)
Sonia Machause y Alfred Sanchis
ABSTRACT
In this paper, we present the results of the study on the faunal remains in the
Iberian site of Cueva del Sapo (Chiva, Valencia). The faunal sample, which
constitute almost the 50% of the materials in the cave, presents a particular
taxonomic spectrum, with a predominance of the red deer (Cervus elaphus),
a low level of fragmentation and, in general, not much process and consumption marks. All this features contrast with the characteristics of the faunal
remains in domestic contexts of this chronology. Therefore, we consider that
all this evidence reveals some ritual activities around the figure of the red
deer and the sheep/goat.
INTRODUCCIÓN
Las cuevas han sido consideradas, en muchas ocasiones, lugares sagrados y
propicios para el contacto con el más allá, desde la Prehistoria hasta nuestros
días. Durante época ibérica, algunas de estas cuevas fueron utilizadas como
lugares de culto en los que se realizaron rituales muy variados, dentro de los
cuales los animales también jugarían un papel relevante (Blay, 1992). Así
pues, en una sociedad eminentemente agrícola y ganadera como la ibérica,
los animales contarían con una gran importancia socioeconómica, pero también simbólica, considerándose en ocasiones elementos de prestigio y convirtiéndose en protagonistas de las manifestaciones ideológicas de la sociedad
(Méniel, 1988; Oliver, 1996; Colominas, 2008).
Preses petites i grups humans en el passat. II Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2015): 261-286.
[page-n-2]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
La existencia de restos de animales en las conocidas como cuevas-santuario está ampliamente documentada en todo el territorio ibérico, interpretados frecuentemente como restos de comidas rituales o sacrificios (GonzálezAlcalde, 2002-2003). Aun así, estos estudios suelen centrarse en los vestigios
cerámicos y/o metálicos, sin prestar atención a los restos de fauna, o incluso
humanos, que se documentan en ellas. Hasta el momento, contamos únicamente con tres estudios arqueozoológicos sobre este tipo de contextos en la
actual provincia de Valencia: la Cueva Merinel (Blay, 1992), la Cueva II del
Puntal del Horno Ciego y la Cueva del Sapo (Sarrión, 1990), por lo que la
información es todavía bastante parcial.
En este sentido, con el objetivo de aportar nuevos avances, exponemos
aquí los resultados del estudio de la fauna de la Cueva del Sapo, de la cual
ya existía un listado taxonómico previo (Sarrión, 1983, 1990). Esperamos que
esta investigación contribuya a despertar el interés de los estudios arqueozoológicos en las cuevas-santuario, ya que tan solo a través de análisis interdisciplinares podremos avanzar en el conocimiento de la ritualidad ibérica.
LA CUEVA DEL SAPO: UN CONTEXTO PECULIAR
La Cueva del Sapo se halla a unos 500 msnm, en una de las laderas del Cerro
de la Atalaya, dentro del término actual de Chiva (Valencia) (figura 1). Su
descubrimiento se produjo en 1983 por parte de un grupo de aficionados que
depositaron los materiales hallados en el Departament de Prehistòria i Arqueologia de la Universitat de València (UVEG). La relación entre materiales
ibéricos y restos humanos sin evidencias de cremación motivó una excavación de urgencia (Pla, 1985). La uniformidad del sedimento y la presencia
de varios fragmentos cerámicos de un mismo vaso en capas muy alejadas,
confirmaron la existencia de un solo nivel estratigráfico, debido tanto a la
remoción natural vinculada a la topografía de la cueva, como a la producida
por clandestinos (Portell, 1983). Tras la excavación, se realizó un inventario
de parte de los materiales, pero nunca llegó a estudiarse en profundidad, ni
se realizó una interpretación global de la cueva. Con motivo del Trabajo de
final del Máster en Arqueología de la UVEG de la primera autora (Machause,
2012)1, se decidió realizar un estudio pormenorizado del registro arqueológico de la cueva, para la cual se habían barajado varias interpretaciones (lugar
de enterramiento, hábitat, refugio, cueva-santuario, entre otros). El análisis reveló la complejidad del conjunto, donde compartían espacio una gran
262
[page-n-3]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Figura 1. Localización
de la Cueva del Sapo en
relación con los grandes
oppida ibéricos y otras
cuevas-santuario de la
zona (arriba). Sección
de la cueva, a partir de
Portell 1983 (abajo).
diversidad de elementos: recipientes cerámicos muy variados de cronología
ibérica (un ánfora, seis tinajas, cuatro tinajillas, un vaso caliciforme, un plato,
cuatro páteras, dos escudillas, un cuenco, un mortero, cuatro ollas y una tapadera), elementos metálicos (dos apliques y una fíbula en bronce, así como
un punzón y un regatón de hierro), restos humanos de dos individuos sin señales de cremación que muestran marcas de corte sobre cuatro huesos (uno
femenino y otro masculino), y abundantes restos de fauna. Estas evidencias,
junto con las características físicas y de localización de la cueva, revelaron
un contexto ritual que sería frecuentado entre los siglos V-II a.C. (Machause,
2012; Machause et al., 2014).
Generalmente, las cuevas con materiales ibéricos muestran también
ocupaciones de diversas épocas. Aun así, en la Cueva del Sapo, a excepción
de tres ollas de cerámica a mano que pudieron pertenecer a momentos
anteriores, el resto de materiales documentados son de cronología ibérica.
Por esta razón, suponemos que los restos de fauna se relacionan con este
263
[page-n-4]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
momento. Presentamos a continuación el estudio pormenorizado del
conjunto faunístico que, junto con las cerámicas, son los elementos más
abundantes del registro.
MATERIALES Y MÉTODOS
La muestra estudiada corresponde a los materiales hallados en superficie por
los aficionados y a los recuperados durante la excavación, actualmente depositados en el Museu de Prehistòria de València (MPV). En el análisis faunístico no se han tenido en cuenta las capas artificiales excavadas durante la
intervención de urgencia, ya que no presentaban diferencias estratigráficas
y la remoción era evidente en todos los niveles. Los materiales faunísticos
muestran una coloración uniforme en todas las capas.
Para su clasificación se ha utilizado la colección de referencia del MPV.
Los restos han sido asignados a especies, zonas anatómicas y lado corporal
cuando ha sido posible y siempre atendiendo a las zonas de diagnóstico correspondientes. Los restos no identificados corresponden a esquirlas de pequeño tamaño pertenecientes a fragmentos de diáfisis y cuerpos de costillas.
Fuera de los indeterminados se han creado diversas categorías: talla pequeña,
media y grande. La diferenciación entre cabras y ovejas se ha realizado a partir de Boessneck (1980). El escaso número de restos de suidos ha imposibilitado la determinación específica.
La cuantificación se ha establecido a partir del número de restos (NR),
el número de restos identificados (NISP), el número mínimo de individuos
(NMI) y el número mínimo de elementos anatómicos (NME) (Klein y CruzUribe, 1984; Lyman, 2008). La determinación de las edades de muerte de los
animales se ha llevado a cabo a través del estudio del estado de erupción y
desgaste dental, junto al estado de fusión articular de los huesos. En los animales domésticos se ha utilizado el trabajo de Silver (1980) y para el ciervo
el de Mariezkurrena y Altuna (1983). La evaluación de las denticiones de los
ovicaprinos se ha realizado a partir de Payne (1982) y la de los ciervos según el
trabajo de Lowe (1967). La estimación del sexo de los ciervos se ha establecido
a partir del trabajo de Mariezkurrena y Altuna (1983). La representación anatómica se ha establecido a partir de Dodson y Wexlar (1979). Se han descrito
las modificaciones presentes sobre los restos, tanto aquellas de origen antropogénico (marcas de carnicería, fracturas y termoalteraciones) como aquellas relacionadas con otros agentes bióticos y también aquellas producidas
264
[page-n-5]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
después del enterramiento de los restos (Lyman, 1994). La distinción entre
fracturas en fresco y en seco se ha llevado a cabo a partir de los caracteres
descritos por Villa y Mahieu (1991).
Conocer los actos rituales de las sociedades protohistóricas es de por sí
una tarea muy compleja, pero si las evidencias de las que partimos se encuentran en cavidades sin estratigrafía y con una importante incidencia de alteraciones diagenéticas, la dificultad es todavía mayor. Además, los elementos
estudiados son huesos y dientes de los animales que participaron en los rituales y en la época en la que se realizaron la mayoría de las excavaciones, la
recogida de la fauna no era una prioridad. En el caso de la Cueva del Sapo,
la excavación no se dio por finalizada y además no conocemos la deposición
original de los restos y el carácter y duración de las ocupaciones. Teniendo en
cuenta todas estas limitaciones, presentamos a continuación los resultados
del estudio y la restitución teórica de las prácticas rituales que implicaron la
participación de animales en la Cueva del Sapo.
ESTUDIO ARQUEOZOOLÓGICO
Especies representadas
La muestra estudiada asciende a 4135 restos, de los cuales se han podido
identificar 1532 (34,7%), pertenecientes a 192 individuos (21 domésticos y 171
silvestres). Los 2870 restos no identificados, representan el 65,3% y se han
dividido según su tamaño en varios grupos: talla pequeña (NR: 31; 0,7%), talla
mediana (NR: 2582; 58,8%), talla grande (NR: 5; 0,1%) y fragmentos indeterminados (NR: 252; 5,7%). La representación de especies es bastante heterogénea (cuadro 1). Pero entre los 30 taxones identificados (NISP y NMI) destacan el ciervo (53,2%; 12 individuos) seguido del grupo formado por ovejas,
cabras y ovicaprinos indeterminados (17,1%; 14 individuos). En el grupo de
los domésticos también aparecen representados los bovinos, suidos y perros,
aunque con frecuencias poco destacables. Entre los silvestres, junto al ciervo,
se documentan lepóridos (5,3%; 9 individuos), aves (11%; 12 individuos) y
gasterópodos continentales (8,1%; 128 individuos). También aparece la cabra
montés, el corzo y diversas especies de micromamíferos, reptiles y anfibios,
en todos estos casos con valores muy modestos.
265
[page-n-6]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
Taxones
NISP
%NISP
NME
NMI
Bos taurus
2
0,13
1
1
Capra hircus
15
0,99
15
3
Capra sp.
4
0,26
4
2
Ovis aries
17
1,12
17
2
224
14,72
184
7
Sus sp.
2
0,13
2
2
Canis familiaris
17
1,12
17
2
Ovicaprino indet.
Canis sp.
23
1,51
21
2
Total domésticos
304
19,98
261
21
Cervus elaphus
809
53,15
536
12
Capreolus capreolus
1
0,07
1
1
Capra pyrenaica
1
0,07
1
1
Oryctolagus cuniculus
69
4,53
65
5
Lepus sp.
9
0,59
9
2
Leporidae
3
0,2
3
2
Bufo sp.
1
0,07
1
1
Lacerta lepida
8
0,53
7
2
Ophidia
6
0,39
6
1
Alectoris rufa
2
0,13
2
1
Columba palumbus
1
0,07
1
1
Columba sp.
9
0,59
9
2
Pyrrhocorax sp.
36
2,37
35
5
Ave indet.
120
7,88
119
3
1
0,07
1
1
Myotis sp.
1
0,07
1
1
Quiroptera
13
0,85
13
2
Iberus alonensis
97
6,37
97
97
Apodemus silvaticus
Sphincterochila candidissima
2
0,13
2
2
Pseudotachea splendida
4
0,26
4
4
Rumina decollata
21
1,38
21
21
Theba pisana
4
0,26
4
4
Total silvestres
1218
80,02
938
171
Total
1522
100
1199
192
Cuadro 1. Cuantificación y representación de especies de la muestra faunística de la
Cueva del Sapo.
266
[page-n-7]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Edades de muerte
En este aspecto se aporta información de las especies con un NMI más destacado. El ciervo está presente con 12 individuos, seis son adultos de >3 años,
uno de los cuales llegó a una edad avanzada. Los restantes individuos se reparten entre cuatro infantiles de <1 año y dos jóvenes de 1-2 años. En relación
al sexo de los ciervos, se infiere la presencia de machos tanto por fragmentos
de asta como por huesos de grandes dimensiones. De los seis adultos determinados posiblemente la mitad sean machos y el resto hembras, estas
últimas con huesos más pequeños. En todo caso cabe ser prudentes ya que
se trata de estimaciones realizadas a partir de la anchura distal de los metapodios (14 restos). Si atendemos al NMI de los individuos inmaduros (seis),
se observa una tendencia hacia la caza de hembras y de animales inmaduros
que formarían grupos más numerosos y fijos en el territorio, más fáciles de
cazar y menos peligrosos que los grandes machos adultos (Mariezkurrena y
Altuna, 1983).
Los ovicaprinos indeterminados corresponden a siete individuos diferentes, con dos adultos, tres subadultos, un joven y otro infantil. Las dos
ovejas determinadas podrían corresponder a alguno de estos individuos, ya
que se trata de un ejemplar infantil de <1 año y de otro adulto de >3 años.
Lo mismo podríamos decir de las tres cabras, dos son infantiles (<1 año) y
una subadulta/adulta (>1 año). Entre los lagomorfos, los dos individuos de
liebre son adultos (más de 9 meses), mientras que en los conejos destacan
los adultos (tres) sobre los inmaduros (un joven y un subaldulto). En los
perros, los dos individuos corresponden a un ejemplar de 5-7 meses (joven)
y a otro de >18 meses (subadulto/adulto). Entre los cánidos determinados
genéricamente, uno corresponde a un ejemplar de 5-6 meses y podría tratarse del mismo individuo juvenil descrito anteriormente, mientras que el
otro individuo de edad adulta presenta una talla mayor que el individuo
clasificado específicamente.
Fragmentación
El nivel de fragmentación de la muestra es bastante reducido (NME/NR=
0,8). Si analizamos detenidamente los taxones más representativos, observamos que presentan características bastante similares (figura 2). El nivel de
fragmentación entre los ciervos es algo más elevado (0,7). Aun así, de los 536
267
[page-n-8]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
elementos, 343 están completos (63,4%), mientras que 31 (5,8%) presentan
fracturas antiguas y el resto son indeterminadas (199; 37,1%) y recientes 237
(44,2%) (figura 3). Entre las fracturas antiguas, tan solo diez elementos presentan fracturas causadas en fresco (32,3%). Entre los ovicaprinos indeterminados (sin tener en cuenta las cabras y las ovejas que están representadas por
un número escaso de restos), encontramos también una baja fragmentación
(0,8%). De los 184 elementos, 142 (77,2%) están completos, mientras que únicamente seis (3,3%) presentan fracturas antiguas y 42 (22,8%) indeterminadas. Aun así, entre las fracturas antiguas, tan solo tres han sido identificadas
como fracturas en fresco.
Figura 2. Fragmentación en las especies más representativas de la muestra (ciervos
y ovicaprinos) en relación al %NISP.
Representación anatómica
Los elementos anatómicos mejor representados, tanto en ciervos como en
ovicaprinos (figura 4), son los huesos de los miembros, tanto de la zona anterior como posterior, así como los de las extremidades, con valores bajos para
el cráneo y la zona axial. Entre los ciervos se observa un patrón de representación similar, pero destacan los porcentajes a los que llegan metapodios y
falanges. En los perros los elementos mejor representados son los miembros,
entre los que destaca la representación de la ulna; los maxilares también
muestran importantes valores.
268
[page-n-9]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Figura 3. Muestra de diversos elementos esqueléticos de ciervo.
Figura 4. Representación anatómica en ovicaprinos y ciervos.
269
[page-n-10]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
Modificaciones
Se han identificado evidencias de modificación de origen humano y también
otras relacionadas con la acción de otros agentes bióticos producidas antes y
después del enterramiento de los restos (figura 5). De los 1522 restos identificados, un reducido conjunto presenta marcas antropogénicas (5,6%), un 3,7% señales de otros agentes bióticos (mordeduras) y un 10,4% evidencias postdeposicionales. Los taxones que presentan un mayor número de modificaciones son
las dos especies más representativas, ciervos y ovicaprinos, aunque también
se han identificado algunas marcas sobre restos de conejo, perro, corzo y ave.
De los 85 restos con señales humanas, la mayoría son de ciervo (71,6%),
11,8% de ovicaprino, 8,2% de perro y 3,5% de conejo. En casi todas las especies
las marcas de corte son la modificación más destacada, excepto en los ovicaprinos, donde el porcentaje de termoalteraciones es más elevado. En relación
a la acción de otros agentes bióticos, 49 restos presentan arrastres, punciones
y horadaciones originadas por mordeduras, posiblemente de perros o zorros.
Se distribuyen sobre restos de ciervo (48,2%), conejo (32,1%) y ovicaprinos
(33,3%). La mayoría de restos con este tipo de señales no son coincidentes con
los que presentan marcas humanas. Esto nos indica que la mayor parte de los
ciervos fue aportada a la cueva por los humanos y que algunos huesos fueron
carroñeados por pequeños carnívoros, responsables éstos de la acumulación
de los pequeños animales como lepóridos o aves. Respecto a las modificaciones diagenéticas, aparecen sobre todo en restos de ciervo (66,5%), ovicaprinos
(11,4%) y conejo (8,9%). Destacan las manchas producidas por el óxido de manganeso y la exposición a la intemperie. Los huesos de conejo también presentan alteraciones producidas por la concreción y la corrosión. Entre los restos no
identificados (2870), tan solo un 3,3% (fragmentos de talla media) presentan
algún tipo de alteración antropogénica, termoalteraciones en su mayoría. Estas
modificaciones también aparecen entre los indeterminados (0,4%).
Si nos centramos en la especie más destacada, el ciervo, el número de
restos con modificaciones asciende a 193 (23,8%). De estos, 61 presentan alteraciones de origen humano, con un número total de 65 modificaciones (52
son marcas de corte, 11 son termoalteraciones y dos son huesos trabajados).
El resto de huesos alterados se reparten en mordeduras de otros agentes (27)
y afectaciones diagenéticas (105).
Respecto a los ovicaprinos, únicamente 40 de sus restos muestran algún
tipo de alteración (15,4%). Diez huesos presentan un total de 12 alteraciones
270
[page-n-11]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Figura 5. Diversas modificaciones presentes sobre los restos. Marcas de corte sobre
metatarso de ovicaprino, ulna de perro y astrágalo de ciervo (1). Fémur distal de conejo
afectado por mordedura de pequeño carnívoro (2). Calcáneo de conejo con evidencias
de corrosión digestiva (3).
de origen humano (siete son termoalteraciones y cinco marcas de corte). 24
huesos muestran señales de alteraciones postdeposicionales. Seis restos presentan mordeduras de otros agentes.
Entre los restos de conejo, 35 están afectados, tres son modificaciones de origen humano, 18 son mordeduras de cánidos y 14 son alteraciones diagenéticas.
Por último cabe destacar las alteraciones producidas sobre los restos de
perros y cánidos indeterminados (ocho). La mayoría son marcas de corte
(siete) y en un caso son de origen postdeposicional.
271
[page-n-12]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
INTERPRETACIÓN DEL CONJUNTO
Un registro único
Los restos de fauna de la Cueva del Sapo corresponden a un registro singular,
diferente al que encontramos en otros contextos del ámbito ibérico, como
basureros domésticos, depósitos rituales en zonas de hábitat, ofrendas o
restos de comidas rituales en necrópolis u otros ejemplos en cuevas. Tal y como
hemos indicado, el registro de esta cavidad está caracterizado básicamente
por el predominio de ciervos y ovicaprinos, con huesos que muestran una
baja fragmentación y un reducido número de evidencias antropogénicas.
Si observamos otros ejemplos en contextos similares, vemos que las características de los depósitos hallados en otras cuevas de la zona, no coinciden
con las del depósito de la Cueva del Sapo. En la Cueva II del Puntal del Horno
Ciego (Villagordo del Cabriel), Sarrión realiza una cuantificación de especies,
entre las cuales determina algunos restos de ciervo y suido con alteraciones
antropogénicas. Pero vincula la mayoría de restos a poblaciones naturales,
considerando el aporte humano, esporádico y de escasa relevancia (Sarrión,
1990). Sin embargo, en la Cueva Merinel (Bugarra), Blay identifica un patrón
ritual a través de una selección de edades, partes del cuerpo (ya que se depositaron restos craneales de jóvenes, infantiles y neonatos) y de especies (Blay,
1992), como ocurre en la Cueva del Sapo. Aun así, en este caso se trataba de
animales domésticos, principalmente ovicaprinos y suidos.
Las características del depósito del Sapo contrastan también con los datos
que disponemos para contextos de hábitat de una cronología similar. Veamos
qué ocurre en dos de los poblados situados en la zona de estudio, con funciones diversas: el oppidum del Tossal de Sant Miquel (Llíria) y el fortín del
Puntal dels Llops (Olocau). Tanto en los niveles del Ibérico Pleno del Tossal
de Sant Miquel como en el conjunto de los niveles ibéricos del Puntal dels
Llops -poblado condicionado por su ubicación en un paisaje de media montaña, que potencia la explotación de los recursos silvestres y donde el ciervo
es una de las especies más consumidas (por delante del cerdo y el bovino)-,
los animales domésticos prevalecen sobre los silvestres (81% del NMI en el
primer caso y 74% del NMI en el segundo) (Iborra, 2004: cuadro 89, cuadro
119). Además, en ambos casos la fragmentación de los restos es mucho mayor
que en la Cueva del Sapo y las marcas de corte evidencian el consumo del
272
[page-n-13]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
animal (del 20 al 30% según yacimientos y especies) (Iborra, 2004: 132-144,
174-201). Por lo tanto, tal y como avanzó Blay (1992) en relación a la topografía
que presenta la Cueva del Sapo, queda descartada la hipótesis de que los restos de ciervo y ovicaprinos hallados en ella fueran restos de alimentación de
un lugar de habitación (Sarrión, 1990: 180).
Los depósitos rituales de animales en contextos de hábitat, también difieren de los que encontramos en la Cueva del Sapo. Éstos se caracterizan, generalmente, por una selección de especies (ovicaprinos especialmente) y de
partes del cuerpo (sobre todo cráneos y extremidades) y en algunas ocasiones
también de edades (jóvenes) (por ejemplo, Barrial, 1990; Miró y Molist, 1990;
Belarte y Sanmartí, 1997; Iborra, 2004; Valenzuela, 2008; Albizuri, 2011; Belarte y Chancelles, 2011; Roure y Pernet, 2011; Belarte y Valenzuela, 2013). Las
evidencias más frecuentes son los depósitos fundacionales relacionados con
la construcción de nuevos edificios, en los que la muerte de un ser vivo permite la transmisión directa de la vida a la nueva construcción (Belarte y Sanmartí, 1997). Algunas veces los depósitos de ovicaprinos se han relacionado con
los enterramientos infantiles en contextos domésticos, siendo interpretados
como parte de un mismo ritual (Barrial, 1989) o como sustitutos, en ocasiones, del sacrificio infantil (Oliver y Gómez, 1989; Agustí y Casellas, 1999).
En cuanto a las evidencias arqueozoológicas en las necrópolis ibéricas,
los animales domésticos siguen siendo los más relevantes. Las especies más
representativas suelen ser los ovicaprinos, al igual que ocurre en los depósitos rituales domésticos. Estos animales se han interpretado como ofrendas
a los muertos que se depositan en el interior de las tumbas y como parte de
comidas rituales en las que, en ocasiones, se reservaría una porción del animal para el difunto, evidenciando en la mayoría de casos un elevado número
de alteraciones antropogénicas (Morales et al., 1983; Monraval y López, 1984;
Miró, 1992; Oliver, 1996; Iborra, 2004; Gómez, 2011, entre otros).
Por todo ello, las características del depósito de la Cueva del Sapo evidencian un tratamiento diferencial al documentado en otros contextos ibéricos.
Para poder comprender el significado de estos depósitos animales, es vital
contar con información clave como, por ejemplo, la disposición de los restos,
las alteraciones producidas sobre los huesos depositados o el contexto del
hallazgo (Albizuri, 2011; Belarte y Valenzuela, 2013).
Los ejemplos de sacrificios con fines alimenticios son fácilmente detectables
y normalmente los conforman especies domésticas, seleccionadas por criterios
273
[page-n-14]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
básicamente económicos. Dichas especies muestran claras evidencias de
consumo. Generalmente las partes eliminadas durante las primeras etapas
del procesado no aparecen en el contexto ritual y se depositan de manera
desordenada como desperdicios culinarios, aunque en determinadas ocasiones
se observa una selección intencionada de partes del cuerpo (Méniel, 1992).
Sin embargo, no todas las ceremonias sacrificiales implican un consumo del
animal tras su inmolación. En algunas ocasiones, la importancia de la práctica
reside en la deposición ritualizada de los restos, evidenciando normalmente
restos escasamente fragmentados, con una disposición cuidada y en conexión
anatómica parcial (Albizuri, 2011; Cabrera, 2010: 191-198).
Recientes estudios sobre estas ofrendas en contextos de hábitat del noreste peninsular han permitido detectar tres patrones diferentes de disposición
y selección de partes anatómicas, que evidenciarían una práctica ritual. En
primer lugar, encontramos animales que han sido depositados enteros en conexión anatómica parcial y que presentan algunas marcas de manipulación
previa a su depósito. En segundo lugar, se documentan restos similares a los
del primer tipo, pero en los que se ve representado tan solo una parte del esqueleto. Y por último, en el tercer tipo de depósito existe una selección clara
de partes craneales y la zona distal de las extremidades, pero sin marcas de
corte aparentes (Barberà et al., 1989; Albizuri, 2011). Algunos investigadores
han relacionado estos últimos depósitos con las ofrendas de bajo valor cárnico en las que la piel del animal permanecería unida a las extremidades y a
la cabeza, y el resto se consumiría y se entregaría como pago al oficiante de la
ceremonia, tal como se documenta en el ritual griego (Barberà, 1998).
El análisis de la fauna de la Cueva del Sapo ha evidenciado una fragmentación mínima y una representación anatómica bastante amplia, en el caso
de las especies más representadas (ciervo y ovicaprino). Estas características
serían similares, por tanto, a las expresadas en el primero de los patrones comentados con anterioridad (Barberà et al., 1989; Albizuri, 2011).
La ofrenda de animales como práctica ritual
Los animales son uno de los elementos clave en las prácticas rituales ibéricas. Sin embargo, éstos no fueron tratados siempre del mismo modo. En el
caso de la Cueva del Sapo, por ejemplo, ciervos y ovicaprinos fueron sometidos a un tratamiento diferente al que se documenta en otros contextos. Además, resulta interesante que no solo participen en este ritual los ovicaprinos,
274
[page-n-15]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
que son la especie más representada en la mayoría de los contextos rituales
ibéricos (Oliver, 1996: 295), sino que también estén presentes los ciervos,
siendo estos la especie más relevante en cuanto a NMI y NR. Por esta razón,
en las siguientes líneas nos centraremos en valorar la importancia de estos
animales silvestres como ofrendas rituales. Aun así, seguiremos teniendo
presente la importancia de las demás especies documentadas en la muestra,
entre las que destacan, además de los ovicaprinos, los restos de perro. Estos
cánidos, cuyas evidencias resultan escasas entre los desperdicios domésticos
(Iborra 2004: 363), presentan un número relevante de alteraciones antropogénicas, que nos indican un procesado parcial de los mismos, lo que señala
que el perro también jugaría un papel relevante en los rituales practicados
en la cueva, aunque con un tratamiento diferente al que se someten ciervos
y ovicaprinos.
Una especie silvestre como elemento principal
Las ofrendas cárnicas de animales salvajes no son muy comunes, ni en el
mundo ibérico, ni en otras culturas coetáneas (Méniel, 1992; Auxiette, 2013).
Como hemos indicado, la mayoría de depósitos rituales de fauna están protagonizados por especies domésticas, ovicaprinos y suidos principalmente,
ligadas a la vida económica del poblado. Sin embargo, en el caso de la Cueva
del Sapo, aunque el número de restos de ovicaprinos es relevante, predomina
el ciervo, un animal silvestre. Es posible que la causa de esta selección derive
del paraje en el que se encuentra la cueva, tal y como indicó Sarrión (1983) en
su momento. Pero las características del registro, marcado por una importante práctica ritual, nos hacen orientarnos más bien por una selección derivada
del valor que pudo tener un animal silvestre en una comunidad eminentemente ganadera. De hecho, en muchos yacimientos franceses de la Edad del
Hierro los restos de ciervo hallados en contextos rituales, sin evidencias de
consumo, han sido interpretados como trofeos de caza, una actividad que
denotaría prestigio en el marco del acto cultual (Méniel, 2012).
En el contexto de una cueva en época ibérica, estos restos cobrarían sentido como ofrendas depositadas en una práctica ritual. El significado simbólico de las ofrendas vendría determinado por el momento, el lugar y el modo
en el que se depositan, así como la persona o el grupo que realiza este acto
(López-Bertrán y Vives-Ferrándiz, 2009). En el caso de la Cueva del Sapo, es
evidente que uno de los rituales realizados en su interior giraría en torno a la
275
[page-n-16]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
importancia del ciervo. El acto ritual residiría en depositar los restos del animal tras su inmolación (acto que explicaría el procesado parcial no vinculado
al consumo exclusivo). Sin embargo, la inmolación del animal no se realizaría
con el objetivo de consumir sus restos, sino por el valor específico que la comunidad le otorgaría a dicho animal.
Los protagonistas de las ofrendas
Los datos extraídos revelan que el depósito de animales presente en la cueva formaría parte de una actividad formalizada, más allá del mero interés
funcional. Este depósito contaría además con un valor añadido al compartir
espacio con otro tipo de ofrendas (Machause et al., 2014).
A continuación, propondremos una posible interpretación sobre este depósito, valorando diversas cuestiones. En primer lugar, tendremos en cuenta
el conjunto de materiales que comparten espacio con la fauna. En segundo
lugar, valoraremos el significado que pudo tener la ofrenda de animales en
una cavidad alejada de los lugares de hábitat, teniendo en cuenta también las
interpretaciones expuestas para otros contextos similares. Y por último, valoraremos la implicación social y simbólica que tendrían en la sociedad ibérica
las actividades, directas o indirectas, ligadas a este depósito.
Para comenzar, creemos conveniente definir qué entendemos por ofrenda,
ritual e inmolación, tres conceptos ligados estrechamente con el significado
de la muestra analizada. Según nuestro punto de vista, una ofrenda es una
donación de un elemento de valor intrínseco para un individuo o una comunidad a través de la cual se pide o se da las gracias a las divinidades. Su valor
dependerá de cada acto y tradición propia, estando cargadas de una importante implicación social (Barrial, 1990). Estas ofrendas adquirirán, por tanto, su
significado simbólico dependiendo de la formalidad con la que se depositen o
se utilicen. Un mismo elemento, sea lujoso o no, puede adquirir significados
muy diversos según el momento y el contexto en el que se encuentre (Izquierdo, 2003; Bradley, 2003; López-Bertrán y Vives-Ferrándiz, 2009).
Cuando los protagonistas de estas ofrendas son los animales, a través de la
inmolación y el depósito de las víctimas, se produce un nexo de unión entre
dos mundos, formalizando así los lazos entre las divinidades y las personas
a través de prácticas determinadas (Cazeneuve, 1971). Esta muerte, sin embargo, no siempre tiene como objetivo principal el sacrificio crematorio ni el
consumo ritual (Marx, 2005).
276
[page-n-17]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Todas estas ofrendas, sean sacrificiales o no, se suelen enmarcar en una
celebración determinada, conocida con el nombre de ritual. Los rituales pueden ser de muchos tipos y tener una periodicidad variable. Tradicionalmente
se han caracterizado por ser un acto formal en el que participaría una comunidad y se realizaría con un objetivo determinado, no subsistencial, en un
contexto considerado sacro (Wait, 1985). Sin embargo, pensamos que estos
rituales deben ser entendidos más bien como prácticas sociales, individuales
o colectivas, que permitan analizar las diferencias entre estas y otras actividades no tan formalizadas (Bourdieu, 1972). Las prácticas ritualizadas están, por tanto, estrechamente ligadas con las actividades cotidianas, siendo
posiblemente acciones comunes que por determinadas razones se formalizan (Grant, 1991; Bell, 1992; Bradley, 2003; López-Bertrán y Vives-Ferrándiz,
2009; López-Bertrán, 2011). Así mismo, los espacios donde se desarrollaron
estas prácticas pudieron ser lugares cotidianos cuyo sentido sacro se enfatizaría eventualmente (Bradley, 2003).
Una vez definidos estos conceptos, nos centraremos en el significado
que pudieron tener las ofrendas animales en la Cueva del Sapo. La amplia
cronología documentada en la cueva, siglos V-II a.C., indica una frecuentación
intermitente de la misma, con mayor o menor intensidad. Teniendo en cuenta
este hecho, aunque los animales compartieran el mismo espacio que el resto
de ofrendas, pudieron pertenecer perfectamente a momentos diferentes.
Si suponemos que, al menos, parte de estos animales fueron depositados
al mismo tiempo que algunas de las cerámicas, es posible que el procesado
parcial de los restos derive de la deposición intencionada de los mismos en los
grandes contenedores hallados. O que simplemente, la vajilla se depositara
acompañando a la ofrenda animal. Puede ser incluso que la mayoría de los
restos fueran depositados mientras que otros se consumieran. Del mismo
modo, parte de estos recipientes cerámicos pudieron ser utilizados durante
las prácticas de libación, asociadas a las ofrendas de animales en la mayoría
de contextos cultuales. Si afirmamos que la caza formó parte de las prácticas
rituales realizadas en las inmediaciones de la cueva, es posible también que
se depositaran como ofrendas las armas utilizadas durante dicha actividad.
Aunque únicamente se ha documentado un regatón, no descartamos que se
realizaran ofrendas de armamento mucho más completas, que por diversos
motivos no han llegado hasta nosotros. Por otra parte, no debemos olvidar
la importancia que otorgaría a la cavidad la existencia de un complejo
277
[page-n-18]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
ritual funerario que implicaría la inhumación de parte de los restos de un
hombre y una mujer (Machause et al., 2014). De hecho, no descartamos
que las prácticas realizadas en la cueva se modificaran a partir de los siglos
IV-III a.C. (cronología en la que se encuadra el individuo datado). A partir
de este momento, al que se adscriben la mayoría de materiales, el ritual
principal realizado en el espacio interno y externo de la cueva se centraría en
los individuos depositados allí, posiblemente en el marco de un culto a los
antepasados. Sin embargo, los animales seguirían formando parte de estas
actividades rituales, como ofrendas, en mayor o menor medida.
Los restos humanos hallados en la cueva parece que han seguido un tratamiento similar al de los animales, como evidencian las escasas marcas de
corte documentadas y la existencia de una baja fragmentación relacionada
exclusivamente con eventos postdeposicionales.
En el marco de las ceremonias rituales realizadas en las cuevas, tendrían
un especial valor no solo los restos visibles de las ofrendas, sino también la
ritualización anterior y posterior a dicho depósito (López-Bertrán y Vives-Ferrándiz, 2009). En el caso de la Cueva del Sapo, teniendo en cuenta su situación, cobrarían sentido una serie de cuestiones que a veces no se tienen tan
presentes como aquellas que son directamente apreciables. Así pues, tanto
el paisaje que la rodea, como el viaje de una comunidad hasta la misma, formarían parte del simbolismo de la actividad (López-Bertrán, 2011). Este viaje
implicaría un desplazamiento, ya sea individual o colectivo, hasta la cueva,
la cual se encuentra apartada de los núcleos de población de la zona y entre
dos territorios ibéricos, el de Edeta/Tossal de Sant Miquel de Llíria y el de la
Carència de Turís. De este modo, mediante un acto cotidiano como es el desplazamiento hacia un lugar determinado, las comunidades transformarían el
espacio común en un espacio ritualizado (González Reyero et al., 2014). Además, el conjunto de actividades realizadas en su entorno inmediato, cuyas
evidencias directas no se aprecian en el registro arqueológico, también deben
ser tenidas en cuenta para comprender las prácticas rituales desarrolladas.
Entre estas actividades, se encontraría la caza de los animales silvestres consumidos o depositados posteriormente, la cual seguramente fue un objetivo
destacado de las ceremonias.
Identificar los rituales específicos desarrollados en la Cueva del Sapo, así
como sus protagonistas es algo muy complejo. En general, las cuevas-santuario ibéricas se han relacionado con rituales de paso, debido a su situación en
278
[page-n-19]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
lugares de difícil acceso, su morfología complicada y peligrosa, su relación
con el agua, así como los materiales documentados en ellas. En un universo
social en el que se estructurarían por grupos de edad, los momentos de paso
de un estadio a otro debieron ser ceremonias de un gran nivel simbólico, en
los que se integraría a determinados individuos en la estructura social establecida (Prados, 1996: 278; Rueda, 2011: 153-159). Al igual que se documenta
en otras culturas del Mediterráneo, estos rituales se realizarían en espacios
liminales, suponiendo por tanto una segregación temporal y espacial, para
posteriormente volver a integrarse en la sociedad con un nuevo estatus (van
Gennep, 1909; Polignac, 1984; Dacosta, 1991; Moreau, 1992). Serían por lo
tanto, las cuevas situadas en los límites del territorio, las que simbolizarían
el contacto con el mundo del más allá, donde los jóvenes realizarían sus ceremonias iniciáticas (González-Alcalde y Chapa, 1993; González-Alcalde, 20022003, 2006, 2013; Moneo, 2003; Chapa y Olmos, 2004; Grau y Olmos, 2005;
Grau y Amorós, 2013).
En el mundo griego, dentro de estos rituales de iniciación, la caza era una
de las pruebas más valoradas. Si el iniciado demostraba su valentía, enfrentándose a las bestias en los bosques y montañas alejados de los límites de
la ciudad, y salía victorioso, podría convertirse en un gran guerrero (Moreau,
1992). En el mundo ibérico, pruebas similares que se han relacionado con este
tipo de rituales, se encuentran en las decoraciones cerámicas y programas escultóricos. Estas evidencias iconográficas, ampliamente documentadas, nos
muestran que ciertas actividades cinegéticas pudieron estar ligadas con un
determinado rol social y simbólico entre los iberos (Aranegui et al., 1997; Olmos y Grau, 2005) (figura 6). La representación de jinetes, generalmente con
atributos relacionados con los jóvenes, induce a pensar que esta actividad formaría parte de los rituales iniciáticos (Olmos y Grau, 2005). De todos modos,
fueran quienes fueran sus protagonistas en cada caso, lo que es evidente es que
aunque la caza formara parte de las actividades cotidianas, en ciertos momentos esta actividad fue el eje vertebrador de importantes ceremonias rituales.
El entorno de la Cueva del Sapo se convertiría durante un cierto periodo
de tiempo en un lugar ritualizado, donde se desarrollaría la caza de los
ciervos. Estos animales, serían tratados y depositados del mismo modo
que los ovicaprinos aportados a la cueva, con un fin determinado que pudo
variar a lo largo del tiempo. Posiblemente la caza la practicaban miembros
importantes de la comunidad, aunque directamente no podemos asegurar
279
[page-n-20]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
Figura 6. Ejemplos de evidencias iconográficas de la caza del ciervo en Edeta/Tossal
de Sant Miquel (Llíria, Valencia) (Bonet, 1995; Fotos J. Salazar y Archivo SIP) (1-4),
La Serreta (Alcoi, Alicante) (Olmos y Grau, 2005: fig. 87 y lám. VII) (5), El Castelillo
(Alloza, Teruel) (dibujo M. M. Fuentes; Foto ©Museo de Teruel) (6) y Alberri (Concentaina, Alicante) (Abad et al., 1993: fig.3.3; Foto Centre d’Estudis Contestans) (7)
(escalas diversas).
280
[page-n-21]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
su pertenencia a un grupo de edad determinado. Lamentablemente, no
contamos con indicios iconográficos como ocurre en otras cuevas, que
nos permitan orientar nuestras interpretaciones, como por ejemplo se ha
propuesto en relación a la decoración figurada de las cerámicas de la Cova
dels Pilars en Agres (Alicante) (Grau y Olmos, 2005) o la Cueva de la Nariz
en Umbría de Salchite (Moratalla, Murcia) (Lillo, 1983; González-Alcalde y
Chapa, 1993; González Reyero et al., 2014). No ponemos en duda que algunas
cuevas con materiales ibéricos sirvieran para integrar a grupos de género y
edad en la sociedad ibérica, sin embargo en la Cueva del Sapo no contamos
con señales directas que nos demuestren que las actividades cinegéticas
fueran el preludio del tránsito de edad, aunque es una hipótesis a tener en
cuenta en el futuro.
CONCLUSIONES
Las características del registro faunístico de la Cueva del Sapo son un ejemplo más de la diversidad de ritos existente dentro del conjunto de las conocidas como cuevas-santuario y, en general, en la ritualidad ibérica. Aunque
no podemos conocer con exactitud las ceremonias desarrolladas en la cueva,
podemos afirmar que al menos una de ellas estaría relacionada con la ofrenda
de ciervos y ovicaprinos. El análisis del registro nos ha demostrado que estos
animales serían depositados con fines rituales.
Aunque las características del conjunto de restos parecen indicarnos que
dichos rituales se realizaron siguiendo una pauta común, esto no implica que
todos los animales pertenecieran a un mismo momento. Tanto ciervos como
ovicaprinos, pudieron ser inmolados y sacrificados a lo largo de un amplio
periodo temporal, formando parte de rituales diversos.
Hoy por hoy, todavía estamos muy lejos de conocer todas y cada una de las
prácticas rituales realizadas en ésta y otras cuevas similares. Aún así, esperamos
que este estudio contribuya a aumentar el interés por los depósitos de fauna en
estos contextos. Tan solo a través de análisis exhaustivos de este tipo, podremos
avanzar en el conocimiento de las complejas prácticas rituales ibéricas.
AGRADECIMIENTOS
El presente estudio se adscribe al proyecto “Del Mar Latino al Océano (ss. VIII-I
a.C.). Contactos históricos, tráficos comerciales e infraestructuras portuarias en
Occidente (HAR2011-26943)”, y al programa de ayudas para la formación del personal
281
[page-n-22]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
investigador de carácter predoctoral, en el marco del Subprograma “Atracció de
Talent” de la Universitat de València (VLC-CAMPUS). Los autores agradecen
la colaboración de Consuelo Mata, Jaime Vives-Ferrándiz y Carmen Aranegui.
Agradecemos también la cesión del material gráfico al Museu de Prehistòria de
València, Museo de Teruel, al Centre d’Estudis Contestans, a M. Pérez, H. Bonet, J.
Salazar y M. M. Fuentes.
NOTA
(1) Este trabajo recibió en el año 2012 el Segundo Premio de Investigación del Instituto
de Estudios Comarcales Hoya de Buñol-Chiva / Fundación Bancaja.
BIBLIOGRAFÍA
Abad, L., Sala, F., Sánchez, M. D. (1993): Materiales ibéricos y romanos del poblado
de El Alberri (Concentaina) conservados en la colección del Centre d’Estudis Contestans. Alberri 6, 45-74.
Agustí, B., Casellas, S. (1999): Els dipòsits d’infants i d’ovicaprins. En A. Martin, R.
Buxó, J. B. López, M. Mataró (dirs.), Excavacions arqueològiques a l’Illa d’en Reixac
(1987-1992). Monografies d’Ullastret 1, Girona, 311-312.
Albizuri, S. (2011): Depósitos de ovicaprinos en ámbito doméstico ibérico. El ejemplo del
poblado de Ca n’Oliver (Cerdanyola del Vallès, Barcelona). Archaeofauna 20, 85-101.
Aranegui, C., Mata, C., Pérez Ballester, J. (1997): Damas y caballeros en la ciudad ibérica: las cerámicas decoradas de Llíria (Valencia). Cátedra, Madrid.
Auxiette, G. (2013): Évolution des dépôts du Néolitique à l’Antiquité tardive : un premier état des lieux. En G. Auxiette y P. Méniel, Les dépôts d’ossements animaux en
France, de la fouille à la interprétation, Actes de la Table Ronde de Bibracte, 15-17
octobre 2012. Éditions Monique Mergoil, Montagnac, 167-176.
Barberà, J. (1998): Los depósitos rituales de restos de óvidos del poblado ibérico de
la Penya del Moro en Sant Just Desvern (Baix Llobregat, Barcelona). SaguntumPLAV Extra 1, 129-136.
Barberà, J., Campillo, D., Miró, C., Molist, N. (1989): Las inhumaciones infantiles y
otros ritos en el poblado ibérico de Sant Just Desvern (Barcelona). Cuadernos de
Prehistoria y Arqueología Castellonenses 14, 161-171.
Barrial, O. (1989): El paradigma de les inhumacions infantils i la necessitat d’un nou
enfocament tebrics. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología Castellonenses 14, 9- 18.
Barrial, O. (1990): El ritual de sacrificio en el mundo ibérico catalán. Zephyrus 43,
243-248.
282
[page-n-23]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Belarte, C., Valenzuela, S. (2013): Zooarchaeological evidence for domestic rituals in
the Iron Age communities of north-eastern Iberia (present-day Catalonia) (sixth–
second century BC). Oxford Journal of Archaeology 32(2), 163–186.
Belarte, M. C., Sanmartí, J. (1997): Espais de culte i pràctiques rituals a la Catalunya
protohistòrica. Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló 18, 7-32.
Belarte, M., Chancelles, C. A. (2011): Les manifestations de pratiques rituelles en
contexte domestique en Ibérie et en Gaule méditerranéenne. En P. Roure, L. Pernet (eds.), Des Rites et des Hommes. Pratiques symboliques des Celtes, des Ibères
et des Grecs en Provence, en Languedoc et en Catalogne. Errance, Paris, 165-188.
Bell, C. (1992): Ritual Theory, Ritual Practice. Oxford University Press.
Blay, F. (1992): Cueva Merinel (Bugarra). Análisis de fauna. Serie de Trabajos Varios del
SIP 89, Valencia, 283-287.
Boessneck, J. (1980): Diferencias osteológicas entre ovejas (Ovis aries L.) y cabras
(Capra hircus L.). En D. Brothwell y E. Higgs (comps.), Ciencia en Arqueología.
Fondo de Cultura Económica, Madrid, 338-366.
Bonet, H. (1995): El Tossal de Sant Miquel de Llíria. La antigua Edeta y su territorio.
Servei d’Investigació Prehistòrica, Diputació de València.
Bordieu, P. (1972): Esquisse d’une théorie de la practique. Librairie Droz, Genève.
Bradley, R. (2003): A life less ordinary: the ritualization of the domestic sphere in later
prehistoric Europe. Cambridge Archaeological Journal 13, 5–23.
Cabrera, A. (2010): El ritual del sacrificio de animales en la cultura ibérica. Una perspectiva arqueológica. Tesis doctoral inédita, Universidad Complutense de Madrid.
Cazeneuve, J. (1971): Sociología del rito. Amorrortu Ediciones, Buenos Aires.
Chapa, T., Olmos, R. (2004): El imaginario del joven en la cultura ibérica. Mélanges de
la Casa de Velázquez 34 (1), 43-83.
C�����������������������������������������������������������������������������������
olominas, L. (2008): Els animals en el conjunt de les pràctiques socials desenvolupades a l’establiment rural de Mas Castellar (Pontós, Girona). Cypsela 17, 219-232.
Dacosta, Y. (1991): Initiations et sociétés secrètes dans l’antiquité gréco-romaine. L’ille
Verte. Berg International Editeurs, Paris.
Dodson, P., Wexlar, D. (1979): Taphonomic investigations of owl pellets. Paleobiology
5(3), 275-284.
Gennep, A. Van (1909): Los ritos de paso. Alianza Editorial, Madrid (edición de 2008).
Gómez Bellard, F. (2011): Estudio antropológico de las cremaciones de La Serreta (Alcoy, Alicante). Saguntum-PLAV 43, 103-123.
González Reyero, S.; Sánchez-Palencia, F. J.; Flores, C., López, I. (2014): Procesos
de apropiación y memoria en el sureste peninsular durante la segunda Edad del
Hierro: Molinicos y la Umbría del Salchite en la construcción de un territorio político. Zephyrus LXXIII, 149-170.
283
[page-n-24]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
González-Alcalde, J. (2002-2003): Cuevas-refugio y cuevas-santuario en Castellón y
Valencia: espacios de resguardo y entornos iniciáticos en el mundo ibérico. Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló 23, 187-240.
González-Alcalde, J. (2006): Totemismo del lobo, rituales de iniciación y cuevas-santuario
mediterráneas e ibéricas. Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló 25, 249-269.
González-Alcalde, J. (2013): Las Cuevas-Santuario y su incidencia en el contexto social del
Mundo Ibérico. Tesis doctoral inédita (2002), Universidad Complutense de Madrid.
González-Alcalde, J., Chapa, T. (1993): Meterse en la boca del lobo. Una aproximación
a la figura del “carnassier” en la religión ibérica. Complutum 4, 169-174.
Grant, A. (1991): Economic or Symbolic? En P. Garwood, D. Jennings, R. Skeates, J.
Toms (eds.), Animals and Ritual Behaviour, Sacrerd anc Profane. Proceedings of a
Conference on Archaeology, Ritual and Religion. Oxford University Committee for
Archaeology, Monograph. Nº 32, 109-114.
Grau, I., Olmos, R. (2005): El ánfora ática de la Cova dels Pilars (Agres, Alicante): Una
propuesta de lectura iconográfica en su contexto espacial ibérico. AEspA 78, 49-77.
Grau, I., Amorós, I. (2013): La delimitación simbólica de los espacios territoriales: el
culto en el confín y las cuevas-santuario. En C. Rísquez y C. Rueda (eds.), Santuarios iberos: Territorio, ritualidad y memoria. Actas del Congreso Internacional “El
Santuario de la Cueva de La Lobera de Castellar. 1912-2012” (Jaén, 4-6 octubre 2012).
Asociación para el desarrollo rural de la Comarca de El Condado, Jaén, 183-212.
Iborra, M. P. (2004): La ganadería y la caza desde el Bronce Final Hasta el Ibérico Final
en el territorio valenciano. Serie de Trabajos Varios del SIP 103, Valencia.
Izquierdo, I. (2003): La ofrenda sagrada del vaso en la Cultura Ibérica. Zephyrus LVI,
117-135.
Klein, R. G., Cruz-Uribe, K. (1984): The Analysis of Animal Bones from Archaeological
Sites. The University of Chicago Press, Chicago.
Lillo, P. (1983): Una aportación al estudio de la religión ibérica: la diosa de los lobos
de la Umbría de Salchite, Moratalla (Murcia). Actas de XVI Congreso Nacional de
Arqueología (Murcia, 1981), Universidad de Zaragoza, Seminario de Arqueología,
769-788.
López-Bertran, M. (2011): Practical Movements: Kinetic Rituals in the Ancient Western Mediterranean. Journal of Mediterranean Archaeology 24 (1), 85-109.
López-Bertran, M., Vives-Ferrándiz, J. (2009): Menjar, beure, cremar. Els rituals com
a pràctiques relacionals durant l’Edat del Ferro. Citerior V, 163–88.
Lowe, V. P. W. (1967): Teeth as indicators of age with special reference to Red deer
Cervus elaphus of known age from Rhum. Journal of Zoology 152, 137-153.
Lyman, R. L. (1994): Vertebrate Taphonomy. Cambridge Manuals in Archaeology,
Cambridge University Press.
284
[page-n-25]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Lyman, R. L. (2008): Quantitative Paleozoology. Cambridge Manuals in Archaeology,
Cambridge University Press.
Machause López, S. (2012): La Cueva del Sapo (Chiva). Una posible cueva-santuario
ibérica. Trabajo final de Máster de Arqueología inédito, Universitat de València.
Machause López, S.; Pérez Fernández, A.; Vidal Matutano, P., Sanchis Serra, A. (2014):
Prácticas rituales ibéricas en la Cueva del Sapo (Chiva, Valencia): más allá del
caliciforme. Zephyrus LXXIV, 157-179.
Mariezkurrena, K., Altuna, J. (1983): Biometría y dimorfismo sexual en el esqueleto de Cervus elaphus würmiense, postwürmiense y actual del Cantábrico. Munibe 35, 203-246.
Marx, A. (2005): Tuer, donner, manger dans le culte sacrificiel de l’ancien Israël. En
S. Georgoudi, R. Koch, F. Schmidt, La cuisine et l’autel. Les sacrifices en question
dans les sociétés de la Méditerranée ancienne. Turnhout, Brepols, 3-13.
Méniel, P. (1988): Les animaux dans l’alimentation des Gaulois, Anthropozoologia
(Deuxième Numéro Spécial), 115-122.
Méniel, P. (1992): Les sacrifices d’animaux chez les Gaulois. Editions Errance, Paris.
Méniel, P. (2012): Archéozoologie et sanctuaires: quelques développements récents.
En O. De Cazanove, P. Méniel, Étudier les lieux de culte de Gaule romaine (Actes
de la Table Ronde de Dijon, 18-19 septembre 2009). Montagnac, Éditions Monique
Mergoil, 10-20.
Miró, C., Molist, N. (1990): Elements de ritual domèstic al poblat ibèric de la Penya del
Moro. Zephyrus XLIII, 311-319.
Miró, J. M. (1992): Estudio de la fauna de la necrópolis ibérica del Turó dels dos Pins
(Cabrera del Mar, el Maresme). Archaeofauna 1, 157-169.
Moneo, T. (2003): Religio iberica: santuarios, ritos y divinidades (siglos VII-I a.C.).
Madrid, Real Academia de la Historia.
Monraval, J. M., López, M. (1984): Restos de un silicernio en la necrópolis ibérica de
El Molar. Saguntum-PLAV 18, 145-162.
Morales, A., Rubio, F., Salcedo, B. (1983): Los restos óseos recuperados en el santuario ibérico de El Cigarralejo (Murcia), Noticiario Arqueológico Hispánico 15,
139-149.
Moreau, A. (1992): Initiation en Grèce antique. Dialogues d’Histoire Ancienne 18 (1),
191-244.
Oliver, A. (1996): Fauna y vegetación en los ritos cultuales ibéricos. Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló 17, 281-308.
Oliver, A., Gómez, C. (1989): Nuevos enterramientos infantiles ibéricos de inhumación. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología Castellonenses 14, 51-62.
Olmos, R., Grau, I. (2005): El Vas dels Guerrers de La Serreta. Recerques del Museu
d’Alcoi 14, 79-98.
285
[page-n-26]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
Payne, S. (1982): Eruption and wear in the mandibular dentition as a guide to ageing Turkish Angora goats. En B. Wilson, C. Grigson y S. Payne (eds.), Ageing and sexing animal
bones from archaeological sites. BAR International Series 109, Oxford, 155-206.
Pla, E. (1985): Excavación de urgencia en la “Cueva del Sapo”, del término de Chiva. La
Labor del SIP y su Museo en 1983, 56-60.
Polignac de, F. (1984): La naissance de la cité grecque: cultes, espace et société VIII-VII
siècles avant J.-C. Paris, Découverte.
Portell, E. (1983): Informe preliminar sobre el sondeo de urgencia realizado en la “Cova
del Sapo”, Chiva (Valencia). Informe inédito, SIP.
Prados, L. (1996): Los ritos de paso y su reflejo en la toréutica ibérica. En R. Olmos y J.
A. Santos (eds.), Iconografía ibérica e iconografía itálica: propuestas de interpretación y lectura (I Coloquio Internacional: Roma 11-13 noviembre 1993), Serie Varia
3, CSIC, Madrid, 273-282.
Roure, R. y Pernet, L. (2011): Des rites et des Hommes. Les pratiques symboliques des
Celtes, des Ibères et des Grecs en Provence, en Languedoc et en Catalogne. Éditions
Errance, Paris.
Rueda, C. (2011): Territorio, culto e iconografía en los santuarios iberos del Alto Guadalquivir (ss. IV a.n.e.-I d.n.e.). CAAI Textos, Universidad de Jaén.
Sarrión, I. (1983): Estudio de la fauna de la Cueva del Sapo. Informe inédito, SIP.
Sarrión, I. (1990): Apéndice I. Estudio de la fauna de la cueva II. En M. A. Martí, Las
Cuevas del Puntal del Horno Ciego. Villargordo del Cabriel, Valencia. Saguntum
PLAV 23, 180-182.
Silver, I. (1980): La determinación de la edad en los animales domésticos. En D. Brothwell y E. Higgs (comps.), Ciencia en Arqueología. Fondo de Cultura Económica,
Madrid, 289-309.
Valenzuela, S. (2008): Ofrenes animals al jaciment ibèric d’Alorda Park (Calafell, Baix
Penedès). En M. Miñarro, S. Valenzuela (eds.), Actes I Congrés de Joves Investigadors en Arqueologia dels Països Catalans: la Protohistoria als Països Catalans: (Vilanova del Camí, 2005). Universitat de Barcelona, Àrea d’Arqueologia, Ajuntament
de Vilanova del Camí, 151-158.
Villa, P., Mahieu, E. (1991): Breakage patterns of human long bones. Journal of Human
Evolution 21, 27-48.
Wait, G. A. (1985): Ritual and religion in Iron Age Britain. BAR British Series 149,
Oxford.
286
[page-n-27]
13
LA OFRENDA DE ANIMALES COMO PRÁCTICA
RITUAL EN ÉPOCA IBÉRICA:
LA CUEVA DEL SAPO (CHIVA, VALENCIA)
Sonia Machause y Alfred Sanchis
ABSTRACT
In this paper, we present the results of the study on the faunal remains in the
Iberian site of Cueva del Sapo (Chiva, Valencia). The faunal sample, which
constitute almost the 50% of the materials in the cave, presents a particular
taxonomic spectrum, with a predominance of the red deer (Cervus elaphus),
a low level of fragmentation and, in general, not much process and consumption marks. All this features contrast with the characteristics of the faunal
remains in domestic contexts of this chronology. Therefore, we consider that
all this evidence reveals some ritual activities around the figure of the red
deer and the sheep/goat.
INTRODUCCIÓN
Las cuevas han sido consideradas, en muchas ocasiones, lugares sagrados y
propicios para el contacto con el más allá, desde la Prehistoria hasta nuestros
días. Durante época ibérica, algunas de estas cuevas fueron utilizadas como
lugares de culto en los que se realizaron rituales muy variados, dentro de los
cuales los animales también jugarían un papel relevante (Blay, 1992). Así
pues, en una sociedad eminentemente agrícola y ganadera como la ibérica,
los animales contarían con una gran importancia socioeconómica, pero también simbólica, considerándose en ocasiones elementos de prestigio y convirtiéndose en protagonistas de las manifestaciones ideológicas de la sociedad
(Méniel, 1988; Oliver, 1996; Colominas, 2008).
Preses petites i grups humans en el passat. II Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2015): 261-286.
[page-n-2]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
La existencia de restos de animales en las conocidas como cuevas-santuario está ampliamente documentada en todo el territorio ibérico, interpretados frecuentemente como restos de comidas rituales o sacrificios (GonzálezAlcalde, 2002-2003). Aun así, estos estudios suelen centrarse en los vestigios
cerámicos y/o metálicos, sin prestar atención a los restos de fauna, o incluso
humanos, que se documentan en ellas. Hasta el momento, contamos únicamente con tres estudios arqueozoológicos sobre este tipo de contextos en la
actual provincia de Valencia: la Cueva Merinel (Blay, 1992), la Cueva II del
Puntal del Horno Ciego y la Cueva del Sapo (Sarrión, 1990), por lo que la
información es todavía bastante parcial.
En este sentido, con el objetivo de aportar nuevos avances, exponemos
aquí los resultados del estudio de la fauna de la Cueva del Sapo, de la cual
ya existía un listado taxonómico previo (Sarrión, 1983, 1990). Esperamos que
esta investigación contribuya a despertar el interés de los estudios arqueozoológicos en las cuevas-santuario, ya que tan solo a través de análisis interdisciplinares podremos avanzar en el conocimiento de la ritualidad ibérica.
LA CUEVA DEL SAPO: UN CONTEXTO PECULIAR
La Cueva del Sapo se halla a unos 500 msnm, en una de las laderas del Cerro
de la Atalaya, dentro del término actual de Chiva (Valencia) (figura 1). Su
descubrimiento se produjo en 1983 por parte de un grupo de aficionados que
depositaron los materiales hallados en el Departament de Prehistòria i Arqueologia de la Universitat de València (UVEG). La relación entre materiales
ibéricos y restos humanos sin evidencias de cremación motivó una excavación de urgencia (Pla, 1985). La uniformidad del sedimento y la presencia
de varios fragmentos cerámicos de un mismo vaso en capas muy alejadas,
confirmaron la existencia de un solo nivel estratigráfico, debido tanto a la
remoción natural vinculada a la topografía de la cueva, como a la producida
por clandestinos (Portell, 1983). Tras la excavación, se realizó un inventario
de parte de los materiales, pero nunca llegó a estudiarse en profundidad, ni
se realizó una interpretación global de la cueva. Con motivo del Trabajo de
final del Máster en Arqueología de la UVEG de la primera autora (Machause,
2012)1, se decidió realizar un estudio pormenorizado del registro arqueológico de la cueva, para la cual se habían barajado varias interpretaciones (lugar
de enterramiento, hábitat, refugio, cueva-santuario, entre otros). El análisis reveló la complejidad del conjunto, donde compartían espacio una gran
262
[page-n-3]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Figura 1. Localización
de la Cueva del Sapo en
relación con los grandes
oppida ibéricos y otras
cuevas-santuario de la
zona (arriba). Sección
de la cueva, a partir de
Portell 1983 (abajo).
diversidad de elementos: recipientes cerámicos muy variados de cronología
ibérica (un ánfora, seis tinajas, cuatro tinajillas, un vaso caliciforme, un plato,
cuatro páteras, dos escudillas, un cuenco, un mortero, cuatro ollas y una tapadera), elementos metálicos (dos apliques y una fíbula en bronce, así como
un punzón y un regatón de hierro), restos humanos de dos individuos sin señales de cremación que muestran marcas de corte sobre cuatro huesos (uno
femenino y otro masculino), y abundantes restos de fauna. Estas evidencias,
junto con las características físicas y de localización de la cueva, revelaron
un contexto ritual que sería frecuentado entre los siglos V-II a.C. (Machause,
2012; Machause et al., 2014).
Generalmente, las cuevas con materiales ibéricos muestran también
ocupaciones de diversas épocas. Aun así, en la Cueva del Sapo, a excepción
de tres ollas de cerámica a mano que pudieron pertenecer a momentos
anteriores, el resto de materiales documentados son de cronología ibérica.
Por esta razón, suponemos que los restos de fauna se relacionan con este
263
[page-n-4]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
momento. Presentamos a continuación el estudio pormenorizado del
conjunto faunístico que, junto con las cerámicas, son los elementos más
abundantes del registro.
MATERIALES Y MÉTODOS
La muestra estudiada corresponde a los materiales hallados en superficie por
los aficionados y a los recuperados durante la excavación, actualmente depositados en el Museu de Prehistòria de València (MPV). En el análisis faunístico no se han tenido en cuenta las capas artificiales excavadas durante la
intervención de urgencia, ya que no presentaban diferencias estratigráficas
y la remoción era evidente en todos los niveles. Los materiales faunísticos
muestran una coloración uniforme en todas las capas.
Para su clasificación se ha utilizado la colección de referencia del MPV.
Los restos han sido asignados a especies, zonas anatómicas y lado corporal
cuando ha sido posible y siempre atendiendo a las zonas de diagnóstico correspondientes. Los restos no identificados corresponden a esquirlas de pequeño tamaño pertenecientes a fragmentos de diáfisis y cuerpos de costillas.
Fuera de los indeterminados se han creado diversas categorías: talla pequeña,
media y grande. La diferenciación entre cabras y ovejas se ha realizado a partir de Boessneck (1980). El escaso número de restos de suidos ha imposibilitado la determinación específica.
La cuantificación se ha establecido a partir del número de restos (NR),
el número de restos identificados (NISP), el número mínimo de individuos
(NMI) y el número mínimo de elementos anatómicos (NME) (Klein y CruzUribe, 1984; Lyman, 2008). La determinación de las edades de muerte de los
animales se ha llevado a cabo a través del estudio del estado de erupción y
desgaste dental, junto al estado de fusión articular de los huesos. En los animales domésticos se ha utilizado el trabajo de Silver (1980) y para el ciervo
el de Mariezkurrena y Altuna (1983). La evaluación de las denticiones de los
ovicaprinos se ha realizado a partir de Payne (1982) y la de los ciervos según el
trabajo de Lowe (1967). La estimación del sexo de los ciervos se ha establecido
a partir del trabajo de Mariezkurrena y Altuna (1983). La representación anatómica se ha establecido a partir de Dodson y Wexlar (1979). Se han descrito
las modificaciones presentes sobre los restos, tanto aquellas de origen antropogénico (marcas de carnicería, fracturas y termoalteraciones) como aquellas relacionadas con otros agentes bióticos y también aquellas producidas
264
[page-n-5]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
después del enterramiento de los restos (Lyman, 1994). La distinción entre
fracturas en fresco y en seco se ha llevado a cabo a partir de los caracteres
descritos por Villa y Mahieu (1991).
Conocer los actos rituales de las sociedades protohistóricas es de por sí
una tarea muy compleja, pero si las evidencias de las que partimos se encuentran en cavidades sin estratigrafía y con una importante incidencia de alteraciones diagenéticas, la dificultad es todavía mayor. Además, los elementos
estudiados son huesos y dientes de los animales que participaron en los rituales y en la época en la que se realizaron la mayoría de las excavaciones, la
recogida de la fauna no era una prioridad. En el caso de la Cueva del Sapo,
la excavación no se dio por finalizada y además no conocemos la deposición
original de los restos y el carácter y duración de las ocupaciones. Teniendo en
cuenta todas estas limitaciones, presentamos a continuación los resultados
del estudio y la restitución teórica de las prácticas rituales que implicaron la
participación de animales en la Cueva del Sapo.
ESTUDIO ARQUEOZOOLÓGICO
Especies representadas
La muestra estudiada asciende a 4135 restos, de los cuales se han podido
identificar 1532 (34,7%), pertenecientes a 192 individuos (21 domésticos y 171
silvestres). Los 2870 restos no identificados, representan el 65,3% y se han
dividido según su tamaño en varios grupos: talla pequeña (NR: 31; 0,7%), talla
mediana (NR: 2582; 58,8%), talla grande (NR: 5; 0,1%) y fragmentos indeterminados (NR: 252; 5,7%). La representación de especies es bastante heterogénea (cuadro 1). Pero entre los 30 taxones identificados (NISP y NMI) destacan el ciervo (53,2%; 12 individuos) seguido del grupo formado por ovejas,
cabras y ovicaprinos indeterminados (17,1%; 14 individuos). En el grupo de
los domésticos también aparecen representados los bovinos, suidos y perros,
aunque con frecuencias poco destacables. Entre los silvestres, junto al ciervo,
se documentan lepóridos (5,3%; 9 individuos), aves (11%; 12 individuos) y
gasterópodos continentales (8,1%; 128 individuos). También aparece la cabra
montés, el corzo y diversas especies de micromamíferos, reptiles y anfibios,
en todos estos casos con valores muy modestos.
265
[page-n-6]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
Taxones
NISP
%NISP
NME
NMI
Bos taurus
2
0,13
1
1
Capra hircus
15
0,99
15
3
Capra sp.
4
0,26
4
2
Ovis aries
17
1,12
17
2
224
14,72
184
7
Sus sp.
2
0,13
2
2
Canis familiaris
17
1,12
17
2
Ovicaprino indet.
Canis sp.
23
1,51
21
2
Total domésticos
304
19,98
261
21
Cervus elaphus
809
53,15
536
12
Capreolus capreolus
1
0,07
1
1
Capra pyrenaica
1
0,07
1
1
Oryctolagus cuniculus
69
4,53
65
5
Lepus sp.
9
0,59
9
2
Leporidae
3
0,2
3
2
Bufo sp.
1
0,07
1
1
Lacerta lepida
8
0,53
7
2
Ophidia
6
0,39
6
1
Alectoris rufa
2
0,13
2
1
Columba palumbus
1
0,07
1
1
Columba sp.
9
0,59
9
2
Pyrrhocorax sp.
36
2,37
35
5
Ave indet.
120
7,88
119
3
1
0,07
1
1
Myotis sp.
1
0,07
1
1
Quiroptera
13
0,85
13
2
Iberus alonensis
97
6,37
97
97
Apodemus silvaticus
Sphincterochila candidissima
2
0,13
2
2
Pseudotachea splendida
4
0,26
4
4
Rumina decollata
21
1,38
21
21
Theba pisana
4
0,26
4
4
Total silvestres
1218
80,02
938
171
Total
1522
100
1199
192
Cuadro 1. Cuantificación y representación de especies de la muestra faunística de la
Cueva del Sapo.
266
[page-n-7]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Edades de muerte
En este aspecto se aporta información de las especies con un NMI más destacado. El ciervo está presente con 12 individuos, seis son adultos de >3 años,
uno de los cuales llegó a una edad avanzada. Los restantes individuos se reparten entre cuatro infantiles de <1 año y dos jóvenes de 1-2 años. En relación
al sexo de los ciervos, se infiere la presencia de machos tanto por fragmentos
de asta como por huesos de grandes dimensiones. De los seis adultos determinados posiblemente la mitad sean machos y el resto hembras, estas
últimas con huesos más pequeños. En todo caso cabe ser prudentes ya que
se trata de estimaciones realizadas a partir de la anchura distal de los metapodios (14 restos). Si atendemos al NMI de los individuos inmaduros (seis),
se observa una tendencia hacia la caza de hembras y de animales inmaduros
que formarían grupos más numerosos y fijos en el territorio, más fáciles de
cazar y menos peligrosos que los grandes machos adultos (Mariezkurrena y
Altuna, 1983).
Los ovicaprinos indeterminados corresponden a siete individuos diferentes, con dos adultos, tres subadultos, un joven y otro infantil. Las dos
ovejas determinadas podrían corresponder a alguno de estos individuos, ya
que se trata de un ejemplar infantil de <1 año y de otro adulto de >3 años.
Lo mismo podríamos decir de las tres cabras, dos son infantiles (<1 año) y
una subadulta/adulta (>1 año). Entre los lagomorfos, los dos individuos de
liebre son adultos (más de 9 meses), mientras que en los conejos destacan
los adultos (tres) sobre los inmaduros (un joven y un subaldulto). En los
perros, los dos individuos corresponden a un ejemplar de 5-7 meses (joven)
y a otro de >18 meses (subadulto/adulto). Entre los cánidos determinados
genéricamente, uno corresponde a un ejemplar de 5-6 meses y podría tratarse del mismo individuo juvenil descrito anteriormente, mientras que el
otro individuo de edad adulta presenta una talla mayor que el individuo
clasificado específicamente.
Fragmentación
El nivel de fragmentación de la muestra es bastante reducido (NME/NR=
0,8). Si analizamos detenidamente los taxones más representativos, observamos que presentan características bastante similares (figura 2). El nivel de
fragmentación entre los ciervos es algo más elevado (0,7). Aun así, de los 536
267
[page-n-8]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
elementos, 343 están completos (63,4%), mientras que 31 (5,8%) presentan
fracturas antiguas y el resto son indeterminadas (199; 37,1%) y recientes 237
(44,2%) (figura 3). Entre las fracturas antiguas, tan solo diez elementos presentan fracturas causadas en fresco (32,3%). Entre los ovicaprinos indeterminados (sin tener en cuenta las cabras y las ovejas que están representadas por
un número escaso de restos), encontramos también una baja fragmentación
(0,8%). De los 184 elementos, 142 (77,2%) están completos, mientras que únicamente seis (3,3%) presentan fracturas antiguas y 42 (22,8%) indeterminadas. Aun así, entre las fracturas antiguas, tan solo tres han sido identificadas
como fracturas en fresco.
Figura 2. Fragmentación en las especies más representativas de la muestra (ciervos
y ovicaprinos) en relación al %NISP.
Representación anatómica
Los elementos anatómicos mejor representados, tanto en ciervos como en
ovicaprinos (figura 4), son los huesos de los miembros, tanto de la zona anterior como posterior, así como los de las extremidades, con valores bajos para
el cráneo y la zona axial. Entre los ciervos se observa un patrón de representación similar, pero destacan los porcentajes a los que llegan metapodios y
falanges. En los perros los elementos mejor representados son los miembros,
entre los que destaca la representación de la ulna; los maxilares también
muestran importantes valores.
268
[page-n-9]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Figura 3. Muestra de diversos elementos esqueléticos de ciervo.
Figura 4. Representación anatómica en ovicaprinos y ciervos.
269
[page-n-10]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
Modificaciones
Se han identificado evidencias de modificación de origen humano y también
otras relacionadas con la acción de otros agentes bióticos producidas antes y
después del enterramiento de los restos (figura 5). De los 1522 restos identificados, un reducido conjunto presenta marcas antropogénicas (5,6%), un 3,7% señales de otros agentes bióticos (mordeduras) y un 10,4% evidencias postdeposicionales. Los taxones que presentan un mayor número de modificaciones son
las dos especies más representativas, ciervos y ovicaprinos, aunque también
se han identificado algunas marcas sobre restos de conejo, perro, corzo y ave.
De los 85 restos con señales humanas, la mayoría son de ciervo (71,6%),
11,8% de ovicaprino, 8,2% de perro y 3,5% de conejo. En casi todas las especies
las marcas de corte son la modificación más destacada, excepto en los ovicaprinos, donde el porcentaje de termoalteraciones es más elevado. En relación
a la acción de otros agentes bióticos, 49 restos presentan arrastres, punciones
y horadaciones originadas por mordeduras, posiblemente de perros o zorros.
Se distribuyen sobre restos de ciervo (48,2%), conejo (32,1%) y ovicaprinos
(33,3%). La mayoría de restos con este tipo de señales no son coincidentes con
los que presentan marcas humanas. Esto nos indica que la mayor parte de los
ciervos fue aportada a la cueva por los humanos y que algunos huesos fueron
carroñeados por pequeños carnívoros, responsables éstos de la acumulación
de los pequeños animales como lepóridos o aves. Respecto a las modificaciones diagenéticas, aparecen sobre todo en restos de ciervo (66,5%), ovicaprinos
(11,4%) y conejo (8,9%). Destacan las manchas producidas por el óxido de manganeso y la exposición a la intemperie. Los huesos de conejo también presentan alteraciones producidas por la concreción y la corrosión. Entre los restos no
identificados (2870), tan solo un 3,3% (fragmentos de talla media) presentan
algún tipo de alteración antropogénica, termoalteraciones en su mayoría. Estas
modificaciones también aparecen entre los indeterminados (0,4%).
Si nos centramos en la especie más destacada, el ciervo, el número de
restos con modificaciones asciende a 193 (23,8%). De estos, 61 presentan alteraciones de origen humano, con un número total de 65 modificaciones (52
son marcas de corte, 11 son termoalteraciones y dos son huesos trabajados).
El resto de huesos alterados se reparten en mordeduras de otros agentes (27)
y afectaciones diagenéticas (105).
Respecto a los ovicaprinos, únicamente 40 de sus restos muestran algún
tipo de alteración (15,4%). Diez huesos presentan un total de 12 alteraciones
270
[page-n-11]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Figura 5. Diversas modificaciones presentes sobre los restos. Marcas de corte sobre
metatarso de ovicaprino, ulna de perro y astrágalo de ciervo (1). Fémur distal de conejo
afectado por mordedura de pequeño carnívoro (2). Calcáneo de conejo con evidencias
de corrosión digestiva (3).
de origen humano (siete son termoalteraciones y cinco marcas de corte). 24
huesos muestran señales de alteraciones postdeposicionales. Seis restos presentan mordeduras de otros agentes.
Entre los restos de conejo, 35 están afectados, tres son modificaciones de origen humano, 18 son mordeduras de cánidos y 14 son alteraciones diagenéticas.
Por último cabe destacar las alteraciones producidas sobre los restos de
perros y cánidos indeterminados (ocho). La mayoría son marcas de corte
(siete) y en un caso son de origen postdeposicional.
271
[page-n-12]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
INTERPRETACIÓN DEL CONJUNTO
Un registro único
Los restos de fauna de la Cueva del Sapo corresponden a un registro singular,
diferente al que encontramos en otros contextos del ámbito ibérico, como
basureros domésticos, depósitos rituales en zonas de hábitat, ofrendas o
restos de comidas rituales en necrópolis u otros ejemplos en cuevas. Tal y como
hemos indicado, el registro de esta cavidad está caracterizado básicamente
por el predominio de ciervos y ovicaprinos, con huesos que muestran una
baja fragmentación y un reducido número de evidencias antropogénicas.
Si observamos otros ejemplos en contextos similares, vemos que las características de los depósitos hallados en otras cuevas de la zona, no coinciden
con las del depósito de la Cueva del Sapo. En la Cueva II del Puntal del Horno
Ciego (Villagordo del Cabriel), Sarrión realiza una cuantificación de especies,
entre las cuales determina algunos restos de ciervo y suido con alteraciones
antropogénicas. Pero vincula la mayoría de restos a poblaciones naturales,
considerando el aporte humano, esporádico y de escasa relevancia (Sarrión,
1990). Sin embargo, en la Cueva Merinel (Bugarra), Blay identifica un patrón
ritual a través de una selección de edades, partes del cuerpo (ya que se depositaron restos craneales de jóvenes, infantiles y neonatos) y de especies (Blay,
1992), como ocurre en la Cueva del Sapo. Aun así, en este caso se trataba de
animales domésticos, principalmente ovicaprinos y suidos.
Las características del depósito del Sapo contrastan también con los datos
que disponemos para contextos de hábitat de una cronología similar. Veamos
qué ocurre en dos de los poblados situados en la zona de estudio, con funciones diversas: el oppidum del Tossal de Sant Miquel (Llíria) y el fortín del
Puntal dels Llops (Olocau). Tanto en los niveles del Ibérico Pleno del Tossal
de Sant Miquel como en el conjunto de los niveles ibéricos del Puntal dels
Llops -poblado condicionado por su ubicación en un paisaje de media montaña, que potencia la explotación de los recursos silvestres y donde el ciervo
es una de las especies más consumidas (por delante del cerdo y el bovino)-,
los animales domésticos prevalecen sobre los silvestres (81% del NMI en el
primer caso y 74% del NMI en el segundo) (Iborra, 2004: cuadro 89, cuadro
119). Además, en ambos casos la fragmentación de los restos es mucho mayor
que en la Cueva del Sapo y las marcas de corte evidencian el consumo del
272
[page-n-13]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
animal (del 20 al 30% según yacimientos y especies) (Iborra, 2004: 132-144,
174-201). Por lo tanto, tal y como avanzó Blay (1992) en relación a la topografía
que presenta la Cueva del Sapo, queda descartada la hipótesis de que los restos de ciervo y ovicaprinos hallados en ella fueran restos de alimentación de
un lugar de habitación (Sarrión, 1990: 180).
Los depósitos rituales de animales en contextos de hábitat, también difieren de los que encontramos en la Cueva del Sapo. Éstos se caracterizan, generalmente, por una selección de especies (ovicaprinos especialmente) y de
partes del cuerpo (sobre todo cráneos y extremidades) y en algunas ocasiones
también de edades (jóvenes) (por ejemplo, Barrial, 1990; Miró y Molist, 1990;
Belarte y Sanmartí, 1997; Iborra, 2004; Valenzuela, 2008; Albizuri, 2011; Belarte y Chancelles, 2011; Roure y Pernet, 2011; Belarte y Valenzuela, 2013). Las
evidencias más frecuentes son los depósitos fundacionales relacionados con
la construcción de nuevos edificios, en los que la muerte de un ser vivo permite la transmisión directa de la vida a la nueva construcción (Belarte y Sanmartí, 1997). Algunas veces los depósitos de ovicaprinos se han relacionado con
los enterramientos infantiles en contextos domésticos, siendo interpretados
como parte de un mismo ritual (Barrial, 1989) o como sustitutos, en ocasiones, del sacrificio infantil (Oliver y Gómez, 1989; Agustí y Casellas, 1999).
En cuanto a las evidencias arqueozoológicas en las necrópolis ibéricas,
los animales domésticos siguen siendo los más relevantes. Las especies más
representativas suelen ser los ovicaprinos, al igual que ocurre en los depósitos rituales domésticos. Estos animales se han interpretado como ofrendas
a los muertos que se depositan en el interior de las tumbas y como parte de
comidas rituales en las que, en ocasiones, se reservaría una porción del animal para el difunto, evidenciando en la mayoría de casos un elevado número
de alteraciones antropogénicas (Morales et al., 1983; Monraval y López, 1984;
Miró, 1992; Oliver, 1996; Iborra, 2004; Gómez, 2011, entre otros).
Por todo ello, las características del depósito de la Cueva del Sapo evidencian un tratamiento diferencial al documentado en otros contextos ibéricos.
Para poder comprender el significado de estos depósitos animales, es vital
contar con información clave como, por ejemplo, la disposición de los restos,
las alteraciones producidas sobre los huesos depositados o el contexto del
hallazgo (Albizuri, 2011; Belarte y Valenzuela, 2013).
Los ejemplos de sacrificios con fines alimenticios son fácilmente detectables
y normalmente los conforman especies domésticas, seleccionadas por criterios
273
[page-n-14]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
básicamente económicos. Dichas especies muestran claras evidencias de
consumo. Generalmente las partes eliminadas durante las primeras etapas
del procesado no aparecen en el contexto ritual y se depositan de manera
desordenada como desperdicios culinarios, aunque en determinadas ocasiones
se observa una selección intencionada de partes del cuerpo (Méniel, 1992).
Sin embargo, no todas las ceremonias sacrificiales implican un consumo del
animal tras su inmolación. En algunas ocasiones, la importancia de la práctica
reside en la deposición ritualizada de los restos, evidenciando normalmente
restos escasamente fragmentados, con una disposición cuidada y en conexión
anatómica parcial (Albizuri, 2011; Cabrera, 2010: 191-198).
Recientes estudios sobre estas ofrendas en contextos de hábitat del noreste peninsular han permitido detectar tres patrones diferentes de disposición
y selección de partes anatómicas, que evidenciarían una práctica ritual. En
primer lugar, encontramos animales que han sido depositados enteros en conexión anatómica parcial y que presentan algunas marcas de manipulación
previa a su depósito. En segundo lugar, se documentan restos similares a los
del primer tipo, pero en los que se ve representado tan solo una parte del esqueleto. Y por último, en el tercer tipo de depósito existe una selección clara
de partes craneales y la zona distal de las extremidades, pero sin marcas de
corte aparentes (Barberà et al., 1989; Albizuri, 2011). Algunos investigadores
han relacionado estos últimos depósitos con las ofrendas de bajo valor cárnico en las que la piel del animal permanecería unida a las extremidades y a
la cabeza, y el resto se consumiría y se entregaría como pago al oficiante de la
ceremonia, tal como se documenta en el ritual griego (Barberà, 1998).
El análisis de la fauna de la Cueva del Sapo ha evidenciado una fragmentación mínima y una representación anatómica bastante amplia, en el caso
de las especies más representadas (ciervo y ovicaprino). Estas características
serían similares, por tanto, a las expresadas en el primero de los patrones comentados con anterioridad (Barberà et al., 1989; Albizuri, 2011).
La ofrenda de animales como práctica ritual
Los animales son uno de los elementos clave en las prácticas rituales ibéricas. Sin embargo, éstos no fueron tratados siempre del mismo modo. En el
caso de la Cueva del Sapo, por ejemplo, ciervos y ovicaprinos fueron sometidos a un tratamiento diferente al que se documenta en otros contextos. Además, resulta interesante que no solo participen en este ritual los ovicaprinos,
274
[page-n-15]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
que son la especie más representada en la mayoría de los contextos rituales
ibéricos (Oliver, 1996: 295), sino que también estén presentes los ciervos,
siendo estos la especie más relevante en cuanto a NMI y NR. Por esta razón,
en las siguientes líneas nos centraremos en valorar la importancia de estos
animales silvestres como ofrendas rituales. Aun así, seguiremos teniendo
presente la importancia de las demás especies documentadas en la muestra,
entre las que destacan, además de los ovicaprinos, los restos de perro. Estos
cánidos, cuyas evidencias resultan escasas entre los desperdicios domésticos
(Iborra 2004: 363), presentan un número relevante de alteraciones antropogénicas, que nos indican un procesado parcial de los mismos, lo que señala
que el perro también jugaría un papel relevante en los rituales practicados
en la cueva, aunque con un tratamiento diferente al que se someten ciervos
y ovicaprinos.
Una especie silvestre como elemento principal
Las ofrendas cárnicas de animales salvajes no son muy comunes, ni en el
mundo ibérico, ni en otras culturas coetáneas (Méniel, 1992; Auxiette, 2013).
Como hemos indicado, la mayoría de depósitos rituales de fauna están protagonizados por especies domésticas, ovicaprinos y suidos principalmente,
ligadas a la vida económica del poblado. Sin embargo, en el caso de la Cueva
del Sapo, aunque el número de restos de ovicaprinos es relevante, predomina
el ciervo, un animal silvestre. Es posible que la causa de esta selección derive
del paraje en el que se encuentra la cueva, tal y como indicó Sarrión (1983) en
su momento. Pero las características del registro, marcado por una importante práctica ritual, nos hacen orientarnos más bien por una selección derivada
del valor que pudo tener un animal silvestre en una comunidad eminentemente ganadera. De hecho, en muchos yacimientos franceses de la Edad del
Hierro los restos de ciervo hallados en contextos rituales, sin evidencias de
consumo, han sido interpretados como trofeos de caza, una actividad que
denotaría prestigio en el marco del acto cultual (Méniel, 2012).
En el contexto de una cueva en época ibérica, estos restos cobrarían sentido como ofrendas depositadas en una práctica ritual. El significado simbólico de las ofrendas vendría determinado por el momento, el lugar y el modo
en el que se depositan, así como la persona o el grupo que realiza este acto
(López-Bertrán y Vives-Ferrándiz, 2009). En el caso de la Cueva del Sapo, es
evidente que uno de los rituales realizados en su interior giraría en torno a la
275
[page-n-16]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
importancia del ciervo. El acto ritual residiría en depositar los restos del animal tras su inmolación (acto que explicaría el procesado parcial no vinculado
al consumo exclusivo). Sin embargo, la inmolación del animal no se realizaría
con el objetivo de consumir sus restos, sino por el valor específico que la comunidad le otorgaría a dicho animal.
Los protagonistas de las ofrendas
Los datos extraídos revelan que el depósito de animales presente en la cueva formaría parte de una actividad formalizada, más allá del mero interés
funcional. Este depósito contaría además con un valor añadido al compartir
espacio con otro tipo de ofrendas (Machause et al., 2014).
A continuación, propondremos una posible interpretación sobre este depósito, valorando diversas cuestiones. En primer lugar, tendremos en cuenta
el conjunto de materiales que comparten espacio con la fauna. En segundo
lugar, valoraremos el significado que pudo tener la ofrenda de animales en
una cavidad alejada de los lugares de hábitat, teniendo en cuenta también las
interpretaciones expuestas para otros contextos similares. Y por último, valoraremos la implicación social y simbólica que tendrían en la sociedad ibérica
las actividades, directas o indirectas, ligadas a este depósito.
Para comenzar, creemos conveniente definir qué entendemos por ofrenda,
ritual e inmolación, tres conceptos ligados estrechamente con el significado
de la muestra analizada. Según nuestro punto de vista, una ofrenda es una
donación de un elemento de valor intrínseco para un individuo o una comunidad a través de la cual se pide o se da las gracias a las divinidades. Su valor
dependerá de cada acto y tradición propia, estando cargadas de una importante implicación social (Barrial, 1990). Estas ofrendas adquirirán, por tanto, su
significado simbólico dependiendo de la formalidad con la que se depositen o
se utilicen. Un mismo elemento, sea lujoso o no, puede adquirir significados
muy diversos según el momento y el contexto en el que se encuentre (Izquierdo, 2003; Bradley, 2003; López-Bertrán y Vives-Ferrándiz, 2009).
Cuando los protagonistas de estas ofrendas son los animales, a través de la
inmolación y el depósito de las víctimas, se produce un nexo de unión entre
dos mundos, formalizando así los lazos entre las divinidades y las personas
a través de prácticas determinadas (Cazeneuve, 1971). Esta muerte, sin embargo, no siempre tiene como objetivo principal el sacrificio crematorio ni el
consumo ritual (Marx, 2005).
276
[page-n-17]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Todas estas ofrendas, sean sacrificiales o no, se suelen enmarcar en una
celebración determinada, conocida con el nombre de ritual. Los rituales pueden ser de muchos tipos y tener una periodicidad variable. Tradicionalmente
se han caracterizado por ser un acto formal en el que participaría una comunidad y se realizaría con un objetivo determinado, no subsistencial, en un
contexto considerado sacro (Wait, 1985). Sin embargo, pensamos que estos
rituales deben ser entendidos más bien como prácticas sociales, individuales
o colectivas, que permitan analizar las diferencias entre estas y otras actividades no tan formalizadas (Bourdieu, 1972). Las prácticas ritualizadas están, por tanto, estrechamente ligadas con las actividades cotidianas, siendo
posiblemente acciones comunes que por determinadas razones se formalizan (Grant, 1991; Bell, 1992; Bradley, 2003; López-Bertrán y Vives-Ferrándiz,
2009; López-Bertrán, 2011). Así mismo, los espacios donde se desarrollaron
estas prácticas pudieron ser lugares cotidianos cuyo sentido sacro se enfatizaría eventualmente (Bradley, 2003).
Una vez definidos estos conceptos, nos centraremos en el significado
que pudieron tener las ofrendas animales en la Cueva del Sapo. La amplia
cronología documentada en la cueva, siglos V-II a.C., indica una frecuentación
intermitente de la misma, con mayor o menor intensidad. Teniendo en cuenta
este hecho, aunque los animales compartieran el mismo espacio que el resto
de ofrendas, pudieron pertenecer perfectamente a momentos diferentes.
Si suponemos que, al menos, parte de estos animales fueron depositados
al mismo tiempo que algunas de las cerámicas, es posible que el procesado
parcial de los restos derive de la deposición intencionada de los mismos en los
grandes contenedores hallados. O que simplemente, la vajilla se depositara
acompañando a la ofrenda animal. Puede ser incluso que la mayoría de los
restos fueran depositados mientras que otros se consumieran. Del mismo
modo, parte de estos recipientes cerámicos pudieron ser utilizados durante
las prácticas de libación, asociadas a las ofrendas de animales en la mayoría
de contextos cultuales. Si afirmamos que la caza formó parte de las prácticas
rituales realizadas en las inmediaciones de la cueva, es posible también que
se depositaran como ofrendas las armas utilizadas durante dicha actividad.
Aunque únicamente se ha documentado un regatón, no descartamos que se
realizaran ofrendas de armamento mucho más completas, que por diversos
motivos no han llegado hasta nosotros. Por otra parte, no debemos olvidar
la importancia que otorgaría a la cavidad la existencia de un complejo
277
[page-n-18]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
ritual funerario que implicaría la inhumación de parte de los restos de un
hombre y una mujer (Machause et al., 2014). De hecho, no descartamos
que las prácticas realizadas en la cueva se modificaran a partir de los siglos
IV-III a.C. (cronología en la que se encuadra el individuo datado). A partir
de este momento, al que se adscriben la mayoría de materiales, el ritual
principal realizado en el espacio interno y externo de la cueva se centraría en
los individuos depositados allí, posiblemente en el marco de un culto a los
antepasados. Sin embargo, los animales seguirían formando parte de estas
actividades rituales, como ofrendas, en mayor o menor medida.
Los restos humanos hallados en la cueva parece que han seguido un tratamiento similar al de los animales, como evidencian las escasas marcas de
corte documentadas y la existencia de una baja fragmentación relacionada
exclusivamente con eventos postdeposicionales.
En el marco de las ceremonias rituales realizadas en las cuevas, tendrían
un especial valor no solo los restos visibles de las ofrendas, sino también la
ritualización anterior y posterior a dicho depósito (López-Bertrán y Vives-Ferrándiz, 2009). En el caso de la Cueva del Sapo, teniendo en cuenta su situación, cobrarían sentido una serie de cuestiones que a veces no se tienen tan
presentes como aquellas que son directamente apreciables. Así pues, tanto
el paisaje que la rodea, como el viaje de una comunidad hasta la misma, formarían parte del simbolismo de la actividad (López-Bertrán, 2011). Este viaje
implicaría un desplazamiento, ya sea individual o colectivo, hasta la cueva,
la cual se encuentra apartada de los núcleos de población de la zona y entre
dos territorios ibéricos, el de Edeta/Tossal de Sant Miquel de Llíria y el de la
Carència de Turís. De este modo, mediante un acto cotidiano como es el desplazamiento hacia un lugar determinado, las comunidades transformarían el
espacio común en un espacio ritualizado (González Reyero et al., 2014). Además, el conjunto de actividades realizadas en su entorno inmediato, cuyas
evidencias directas no se aprecian en el registro arqueológico, también deben
ser tenidas en cuenta para comprender las prácticas rituales desarrolladas.
Entre estas actividades, se encontraría la caza de los animales silvestres consumidos o depositados posteriormente, la cual seguramente fue un objetivo
destacado de las ceremonias.
Identificar los rituales específicos desarrollados en la Cueva del Sapo, así
como sus protagonistas es algo muy complejo. En general, las cuevas-santuario ibéricas se han relacionado con rituales de paso, debido a su situación en
278
[page-n-19]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
lugares de difícil acceso, su morfología complicada y peligrosa, su relación
con el agua, así como los materiales documentados en ellas. En un universo
social en el que se estructurarían por grupos de edad, los momentos de paso
de un estadio a otro debieron ser ceremonias de un gran nivel simbólico, en
los que se integraría a determinados individuos en la estructura social establecida (Prados, 1996: 278; Rueda, 2011: 153-159). Al igual que se documenta
en otras culturas del Mediterráneo, estos rituales se realizarían en espacios
liminales, suponiendo por tanto una segregación temporal y espacial, para
posteriormente volver a integrarse en la sociedad con un nuevo estatus (van
Gennep, 1909; Polignac, 1984; Dacosta, 1991; Moreau, 1992). Serían por lo
tanto, las cuevas situadas en los límites del territorio, las que simbolizarían
el contacto con el mundo del más allá, donde los jóvenes realizarían sus ceremonias iniciáticas (González-Alcalde y Chapa, 1993; González-Alcalde, 20022003, 2006, 2013; Moneo, 2003; Chapa y Olmos, 2004; Grau y Olmos, 2005;
Grau y Amorós, 2013).
En el mundo griego, dentro de estos rituales de iniciación, la caza era una
de las pruebas más valoradas. Si el iniciado demostraba su valentía, enfrentándose a las bestias en los bosques y montañas alejados de los límites de
la ciudad, y salía victorioso, podría convertirse en un gran guerrero (Moreau,
1992). En el mundo ibérico, pruebas similares que se han relacionado con este
tipo de rituales, se encuentran en las decoraciones cerámicas y programas escultóricos. Estas evidencias iconográficas, ampliamente documentadas, nos
muestran que ciertas actividades cinegéticas pudieron estar ligadas con un
determinado rol social y simbólico entre los iberos (Aranegui et al., 1997; Olmos y Grau, 2005) (figura 6). La representación de jinetes, generalmente con
atributos relacionados con los jóvenes, induce a pensar que esta actividad formaría parte de los rituales iniciáticos (Olmos y Grau, 2005). De todos modos,
fueran quienes fueran sus protagonistas en cada caso, lo que es evidente es que
aunque la caza formara parte de las actividades cotidianas, en ciertos momentos esta actividad fue el eje vertebrador de importantes ceremonias rituales.
El entorno de la Cueva del Sapo se convertiría durante un cierto periodo
de tiempo en un lugar ritualizado, donde se desarrollaría la caza de los
ciervos. Estos animales, serían tratados y depositados del mismo modo
que los ovicaprinos aportados a la cueva, con un fin determinado que pudo
variar a lo largo del tiempo. Posiblemente la caza la practicaban miembros
importantes de la comunidad, aunque directamente no podemos asegurar
279
[page-n-20]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
Figura 6. Ejemplos de evidencias iconográficas de la caza del ciervo en Edeta/Tossal
de Sant Miquel (Llíria, Valencia) (Bonet, 1995; Fotos J. Salazar y Archivo SIP) (1-4),
La Serreta (Alcoi, Alicante) (Olmos y Grau, 2005: fig. 87 y lám. VII) (5), El Castelillo
(Alloza, Teruel) (dibujo M. M. Fuentes; Foto ©Museo de Teruel) (6) y Alberri (Concentaina, Alicante) (Abad et al., 1993: fig.3.3; Foto Centre d’Estudis Contestans) (7)
(escalas diversas).
280
[page-n-21]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
su pertenencia a un grupo de edad determinado. Lamentablemente, no
contamos con indicios iconográficos como ocurre en otras cuevas, que
nos permitan orientar nuestras interpretaciones, como por ejemplo se ha
propuesto en relación a la decoración figurada de las cerámicas de la Cova
dels Pilars en Agres (Alicante) (Grau y Olmos, 2005) o la Cueva de la Nariz
en Umbría de Salchite (Moratalla, Murcia) (Lillo, 1983; González-Alcalde y
Chapa, 1993; González Reyero et al., 2014). No ponemos en duda que algunas
cuevas con materiales ibéricos sirvieran para integrar a grupos de género y
edad en la sociedad ibérica, sin embargo en la Cueva del Sapo no contamos
con señales directas que nos demuestren que las actividades cinegéticas
fueran el preludio del tránsito de edad, aunque es una hipótesis a tener en
cuenta en el futuro.
CONCLUSIONES
Las características del registro faunístico de la Cueva del Sapo son un ejemplo más de la diversidad de ritos existente dentro del conjunto de las conocidas como cuevas-santuario y, en general, en la ritualidad ibérica. Aunque
no podemos conocer con exactitud las ceremonias desarrolladas en la cueva,
podemos afirmar que al menos una de ellas estaría relacionada con la ofrenda
de ciervos y ovicaprinos. El análisis del registro nos ha demostrado que estos
animales serían depositados con fines rituales.
Aunque las características del conjunto de restos parecen indicarnos que
dichos rituales se realizaron siguiendo una pauta común, esto no implica que
todos los animales pertenecieran a un mismo momento. Tanto ciervos como
ovicaprinos, pudieron ser inmolados y sacrificados a lo largo de un amplio
periodo temporal, formando parte de rituales diversos.
Hoy por hoy, todavía estamos muy lejos de conocer todas y cada una de las
prácticas rituales realizadas en ésta y otras cuevas similares. Aún así, esperamos
que este estudio contribuya a aumentar el interés por los depósitos de fauna en
estos contextos. Tan solo a través de análisis exhaustivos de este tipo, podremos
avanzar en el conocimiento de las complejas prácticas rituales ibéricas.
AGRADECIMIENTOS
El presente estudio se adscribe al proyecto “Del Mar Latino al Océano (ss. VIII-I
a.C.). Contactos históricos, tráficos comerciales e infraestructuras portuarias en
Occidente (HAR2011-26943)”, y al programa de ayudas para la formación del personal
281
[page-n-22]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
investigador de carácter predoctoral, en el marco del Subprograma “Atracció de
Talent” de la Universitat de València (VLC-CAMPUS). Los autores agradecen
la colaboración de Consuelo Mata, Jaime Vives-Ferrándiz y Carmen Aranegui.
Agradecemos también la cesión del material gráfico al Museu de Prehistòria de
València, Museo de Teruel, al Centre d’Estudis Contestans, a M. Pérez, H. Bonet, J.
Salazar y M. M. Fuentes.
NOTA
(1) Este trabajo recibió en el año 2012 el Segundo Premio de Investigación del Instituto
de Estudios Comarcales Hoya de Buñol-Chiva / Fundación Bancaja.
BIBLIOGRAFÍA
Abad, L., Sala, F., Sánchez, M. D. (1993): Materiales ibéricos y romanos del poblado
de El Alberri (Concentaina) conservados en la colección del Centre d’Estudis Contestans. Alberri 6, 45-74.
Agustí, B., Casellas, S. (1999): Els dipòsits d’infants i d’ovicaprins. En A. Martin, R.
Buxó, J. B. López, M. Mataró (dirs.), Excavacions arqueològiques a l’Illa d’en Reixac
(1987-1992). Monografies d’Ullastret 1, Girona, 311-312.
Albizuri, S. (2011): Depósitos de ovicaprinos en ámbito doméstico ibérico. El ejemplo del
poblado de Ca n’Oliver (Cerdanyola del Vallès, Barcelona). Archaeofauna 20, 85-101.
Aranegui, C., Mata, C., Pérez Ballester, J. (1997): Damas y caballeros en la ciudad ibérica: las cerámicas decoradas de Llíria (Valencia). Cátedra, Madrid.
Auxiette, G. (2013): Évolution des dépôts du Néolitique à l’Antiquité tardive : un premier état des lieux. En G. Auxiette y P. Méniel, Les dépôts d’ossements animaux en
France, de la fouille à la interprétation, Actes de la Table Ronde de Bibracte, 15-17
octobre 2012. Éditions Monique Mergoil, Montagnac, 167-176.
Barberà, J. (1998): Los depósitos rituales de restos de óvidos del poblado ibérico de
la Penya del Moro en Sant Just Desvern (Baix Llobregat, Barcelona). SaguntumPLAV Extra 1, 129-136.
Barberà, J., Campillo, D., Miró, C., Molist, N. (1989): Las inhumaciones infantiles y
otros ritos en el poblado ibérico de Sant Just Desvern (Barcelona). Cuadernos de
Prehistoria y Arqueología Castellonenses 14, 161-171.
Barrial, O. (1989): El paradigma de les inhumacions infantils i la necessitat d’un nou
enfocament tebrics. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología Castellonenses 14, 9- 18.
Barrial, O. (1990): El ritual de sacrificio en el mundo ibérico catalán. Zephyrus 43,
243-248.
282
[page-n-23]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Belarte, C., Valenzuela, S. (2013): Zooarchaeological evidence for domestic rituals in
the Iron Age communities of north-eastern Iberia (present-day Catalonia) (sixth–
second century BC). Oxford Journal of Archaeology 32(2), 163–186.
Belarte, M. C., Sanmartí, J. (1997): Espais de culte i pràctiques rituals a la Catalunya
protohistòrica. Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló 18, 7-32.
Belarte, M., Chancelles, C. A. (2011): Les manifestations de pratiques rituelles en
contexte domestique en Ibérie et en Gaule méditerranéenne. En P. Roure, L. Pernet (eds.), Des Rites et des Hommes. Pratiques symboliques des Celtes, des Ibères
et des Grecs en Provence, en Languedoc et en Catalogne. Errance, Paris, 165-188.
Bell, C. (1992): Ritual Theory, Ritual Practice. Oxford University Press.
Blay, F. (1992): Cueva Merinel (Bugarra). Análisis de fauna. Serie de Trabajos Varios del
SIP 89, Valencia, 283-287.
Boessneck, J. (1980): Diferencias osteológicas entre ovejas (Ovis aries L.) y cabras
(Capra hircus L.). En D. Brothwell y E. Higgs (comps.), Ciencia en Arqueología.
Fondo de Cultura Económica, Madrid, 338-366.
Bonet, H. (1995): El Tossal de Sant Miquel de Llíria. La antigua Edeta y su territorio.
Servei d’Investigació Prehistòrica, Diputació de València.
Bordieu, P. (1972): Esquisse d’une théorie de la practique. Librairie Droz, Genève.
Bradley, R. (2003): A life less ordinary: the ritualization of the domestic sphere in later
prehistoric Europe. Cambridge Archaeological Journal 13, 5–23.
Cabrera, A. (2010): El ritual del sacrificio de animales en la cultura ibérica. Una perspectiva arqueológica. Tesis doctoral inédita, Universidad Complutense de Madrid.
Cazeneuve, J. (1971): Sociología del rito. Amorrortu Ediciones, Buenos Aires.
Chapa, T., Olmos, R. (2004): El imaginario del joven en la cultura ibérica. Mélanges de
la Casa de Velázquez 34 (1), 43-83.
C�����������������������������������������������������������������������������������
olominas, L. (2008): Els animals en el conjunt de les pràctiques socials desenvolupades a l’establiment rural de Mas Castellar (Pontós, Girona). Cypsela 17, 219-232.
Dacosta, Y. (1991): Initiations et sociétés secrètes dans l’antiquité gréco-romaine. L’ille
Verte. Berg International Editeurs, Paris.
Dodson, P., Wexlar, D. (1979): Taphonomic investigations of owl pellets. Paleobiology
5(3), 275-284.
Gennep, A. Van (1909): Los ritos de paso. Alianza Editorial, Madrid (edición de 2008).
Gómez Bellard, F. (2011): Estudio antropológico de las cremaciones de La Serreta (Alcoy, Alicante). Saguntum-PLAV 43, 103-123.
González Reyero, S.; Sánchez-Palencia, F. J.; Flores, C., López, I. (2014): Procesos
de apropiación y memoria en el sureste peninsular durante la segunda Edad del
Hierro: Molinicos y la Umbría del Salchite en la construcción de un territorio político. Zephyrus LXXIII, 149-170.
283
[page-n-24]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
González-Alcalde, J. (2002-2003): Cuevas-refugio y cuevas-santuario en Castellón y
Valencia: espacios de resguardo y entornos iniciáticos en el mundo ibérico. Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló 23, 187-240.
González-Alcalde, J. (2006): Totemismo del lobo, rituales de iniciación y cuevas-santuario
mediterráneas e ibéricas. Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló 25, 249-269.
González-Alcalde, J. (2013): Las Cuevas-Santuario y su incidencia en el contexto social del
Mundo Ibérico. Tesis doctoral inédita (2002), Universidad Complutense de Madrid.
González-Alcalde, J., Chapa, T. (1993): Meterse en la boca del lobo. Una aproximación
a la figura del “carnassier” en la religión ibérica. Complutum 4, 169-174.
Grant, A. (1991): Economic or Symbolic? En P. Garwood, D. Jennings, R. Skeates, J.
Toms (eds.), Animals and Ritual Behaviour, Sacrerd anc Profane. Proceedings of a
Conference on Archaeology, Ritual and Religion. Oxford University Committee for
Archaeology, Monograph. Nº 32, 109-114.
Grau, I., Olmos, R. (2005): El ánfora ática de la Cova dels Pilars (Agres, Alicante): Una
propuesta de lectura iconográfica en su contexto espacial ibérico. AEspA 78, 49-77.
Grau, I., Amorós, I. (2013): La delimitación simbólica de los espacios territoriales: el
culto en el confín y las cuevas-santuario. En C. Rísquez y C. Rueda (eds.), Santuarios iberos: Territorio, ritualidad y memoria. Actas del Congreso Internacional “El
Santuario de la Cueva de La Lobera de Castellar. 1912-2012” (Jaén, 4-6 octubre 2012).
Asociación para el desarrollo rural de la Comarca de El Condado, Jaén, 183-212.
Iborra, M. P. (2004): La ganadería y la caza desde el Bronce Final Hasta el Ibérico Final
en el territorio valenciano. Serie de Trabajos Varios del SIP 103, Valencia.
Izquierdo, I. (2003): La ofrenda sagrada del vaso en la Cultura Ibérica. Zephyrus LVI,
117-135.
Klein, R. G., Cruz-Uribe, K. (1984): The Analysis of Animal Bones from Archaeological
Sites. The University of Chicago Press, Chicago.
Lillo, P. (1983): Una aportación al estudio de la religión ibérica: la diosa de los lobos
de la Umbría de Salchite, Moratalla (Murcia). Actas de XVI Congreso Nacional de
Arqueología (Murcia, 1981), Universidad de Zaragoza, Seminario de Arqueología,
769-788.
López-Bertran, M. (2011): Practical Movements: Kinetic Rituals in the Ancient Western Mediterranean. Journal of Mediterranean Archaeology 24 (1), 85-109.
López-Bertran, M., Vives-Ferrándiz, J. (2009): Menjar, beure, cremar. Els rituals com
a pràctiques relacionals durant l’Edat del Ferro. Citerior V, 163–88.
Lowe, V. P. W. (1967): Teeth as indicators of age with special reference to Red deer
Cervus elaphus of known age from Rhum. Journal of Zoology 152, 137-153.
Lyman, R. L. (1994): Vertebrate Taphonomy. Cambridge Manuals in Archaeology,
Cambridge University Press.
284
[page-n-25]
La ofrenda de animales como práctica ritual en la Cueva del Sapo
Lyman, R. L. (2008): Quantitative Paleozoology. Cambridge Manuals in Archaeology,
Cambridge University Press.
Machause López, S. (2012): La Cueva del Sapo (Chiva). Una posible cueva-santuario
ibérica. Trabajo final de Máster de Arqueología inédito, Universitat de València.
Machause López, S.; Pérez Fernández, A.; Vidal Matutano, P., Sanchis Serra, A. (2014):
Prácticas rituales ibéricas en la Cueva del Sapo (Chiva, Valencia): más allá del
caliciforme. Zephyrus LXXIV, 157-179.
Mariezkurrena, K., Altuna, J. (1983): Biometría y dimorfismo sexual en el esqueleto de Cervus elaphus würmiense, postwürmiense y actual del Cantábrico. Munibe 35, 203-246.
Marx, A. (2005): Tuer, donner, manger dans le culte sacrificiel de l’ancien Israël. En
S. Georgoudi, R. Koch, F. Schmidt, La cuisine et l’autel. Les sacrifices en question
dans les sociétés de la Méditerranée ancienne. Turnhout, Brepols, 3-13.
Méniel, P. (1988): Les animaux dans l’alimentation des Gaulois, Anthropozoologia
(Deuxième Numéro Spécial), 115-122.
Méniel, P. (1992): Les sacrifices d’animaux chez les Gaulois. Editions Errance, Paris.
Méniel, P. (2012): Archéozoologie et sanctuaires: quelques développements récents.
En O. De Cazanove, P. Méniel, Étudier les lieux de culte de Gaule romaine (Actes
de la Table Ronde de Dijon, 18-19 septembre 2009). Montagnac, Éditions Monique
Mergoil, 10-20.
Miró, C., Molist, N. (1990): Elements de ritual domèstic al poblat ibèric de la Penya del
Moro. Zephyrus XLIII, 311-319.
Miró, J. M. (1992): Estudio de la fauna de la necrópolis ibérica del Turó dels dos Pins
(Cabrera del Mar, el Maresme). Archaeofauna 1, 157-169.
Moneo, T. (2003): Religio iberica: santuarios, ritos y divinidades (siglos VII-I a.C.).
Madrid, Real Academia de la Historia.
Monraval, J. M., López, M. (1984): Restos de un silicernio en la necrópolis ibérica de
El Molar. Saguntum-PLAV 18, 145-162.
Morales, A., Rubio, F., Salcedo, B. (1983): Los restos óseos recuperados en el santuario ibérico de El Cigarralejo (Murcia), Noticiario Arqueológico Hispánico 15,
139-149.
Moreau, A. (1992): Initiation en Grèce antique. Dialogues d’Histoire Ancienne 18 (1),
191-244.
Oliver, A. (1996): Fauna y vegetación en los ritos cultuales ibéricos. Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló 17, 281-308.
Oliver, A., Gómez, C. (1989): Nuevos enterramientos infantiles ibéricos de inhumación. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología Castellonenses 14, 51-62.
Olmos, R., Grau, I. (2005): El Vas dels Guerrers de La Serreta. Recerques del Museu
d’Alcoi 14, 79-98.
285
[page-n-26]
SONIA MACHAUSE Y ALFRED SANCHIS
Payne, S. (1982): Eruption and wear in the mandibular dentition as a guide to ageing Turkish Angora goats. En B. Wilson, C. Grigson y S. Payne (eds.), Ageing and sexing animal
bones from archaeological sites. BAR International Series 109, Oxford, 155-206.
Pla, E. (1985): Excavación de urgencia en la “Cueva del Sapo”, del término de Chiva. La
Labor del SIP y su Museo en 1983, 56-60.
Polignac de, F. (1984): La naissance de la cité grecque: cultes, espace et société VIII-VII
siècles avant J.-C. Paris, Découverte.
Portell, E. (1983): Informe preliminar sobre el sondeo de urgencia realizado en la “Cova
del Sapo”, Chiva (Valencia). Informe inédito, SIP.
Prados, L. (1996): Los ritos de paso y su reflejo en la toréutica ibérica. En R. Olmos y J.
A. Santos (eds.), Iconografía ibérica e iconografía itálica: propuestas de interpretación y lectura (I Coloquio Internacional: Roma 11-13 noviembre 1993), Serie Varia
3, CSIC, Madrid, 273-282.
Roure, R. y Pernet, L. (2011): Des rites et des Hommes. Les pratiques symboliques des
Celtes, des Ibères et des Grecs en Provence, en Languedoc et en Catalogne. Éditions
Errance, Paris.
Rueda, C. (2011): Territorio, culto e iconografía en los santuarios iberos del Alto Guadalquivir (ss. IV a.n.e.-I d.n.e.). CAAI Textos, Universidad de Jaén.
Sarrión, I. (1983): Estudio de la fauna de la Cueva del Sapo. Informe inédito, SIP.
Sarrión, I. (1990): Apéndice I. Estudio de la fauna de la cueva II. En M. A. Martí, Las
Cuevas del Puntal del Horno Ciego. Villargordo del Cabriel, Valencia. Saguntum
PLAV 23, 180-182.
Silver, I. (1980): La determinación de la edad en los animales domésticos. En D. Brothwell y E. Higgs (comps.), Ciencia en Arqueología. Fondo de Cultura Económica,
Madrid, 289-309.
Valenzuela, S. (2008): Ofrenes animals al jaciment ibèric d’Alorda Park (Calafell, Baix
Penedès). En M. Miñarro, S. Valenzuela (eds.), Actes I Congrés de Joves Investigadors en Arqueologia dels Països Catalans: la Protohistoria als Països Catalans: (Vilanova del Camí, 2005). Universitat de Barcelona, Àrea d’Arqueologia, Ajuntament
de Vilanova del Camí, 151-158.
Villa, P., Mahieu, E. (1991): Breakage patterns of human long bones. Journal of Human
Evolution 21, 27-48.
Wait, G. A. (1985): Ritual and religion in Iron Age Britain. BAR British Series 149,
Oxford.
286
[page-n-27]