Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses del Mediterráneo ibérico. Nuevas evidencias a partir de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, Alicante)
Cristina Real Margalef
2020
Museu de Prehistòria de València
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXIII, Valencia, 2020, p. 29-54
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Cristina REAL a
Explotación del ciervo por los grupos
magdalenienses del Mediterráneo ibérico.
Nuevas evidencias a partir de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira, Alicante)
RESUMEN: A finales del Paleolítico superior en la zona mediterránea de la península Ibérica, la
actividad cinegética se centraba en una especie de talla media. En los asentamientos como la Cova
de les Cendres, de menor altitud y cercanos a la costa, el ciervo es la presa dominante. Las ultimas
excavaciones de los niveles magdalenienses y el estudio arqueozoológico y tafonómico de los restos
óseos, aportan nuevos datos sobre los recursos aprovechados del ciervo y su patrón de caza-procesadoconsumo. La explotación de esta presa es intensiva y completa, e integra tanto recursos dietéticos
(carne, médula y grasa) como utilitarios (piel, tendones, huesos y astas). Pero no parece vincularse con
momentos de estrés alimenticio, sino con ocupaciones estables y duraderas, especialmente durante el
Magdaleniense superior.
PALABRAS CLAVE: Cervus elaphus, subsistencia, arqueozoología, tafonomía, Magdaleniense,
Mediterráneo ibérico.
Red deer exploitation by the Magdalenian groups of the Iberian Mediterranean.
New evidence from Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, Alicante)
SUMMARY: At the end of the Upper Palaeolithic in the Iberian Mediterranean region, hunting activity
was centred on a medium-sized species. In settlements such as Cova de les Cendres, at a lower altitude
and near the coast, the red deer was the dominant prey. The latest excavations of the Magdalenian levels
and the archaeozoological and taphonomic study of the bone remains provide new data on the resources
used and their hunting-processing-consumption pattern. The exploitation of this prey is intensive and
complete, integrating both dietary (meat, marrow and fat) and utilitarian resources (fur, tendons, bones
and antlers). But it does not seem to be linked to moments of food stress, but rather to stable and longterm occupations, especially during the Upper Magdalenian.
KEYWORDS: Cervus elaphus, subsistence, archaeozoology, taphonomy, Magdalenian, Iberian
Mediterranean region.
a
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga. Grupo de investigación “Prehistoria del Mediterráneo
Occidental” (PREMEDOC). Universitat de València.
cristina.real@uv.es
Recibido: 16/09/2020. Aceptado: 14/10/2020.
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1. INTRODUCCIÓN
Durante el Paleolítico superior, los grupos humanos desarrollaron diversas prácticas de subsistencia, cuyas
características pueden variar en función de múltiples factores como la disponibilidad de recursos, el desarrollo
tecnológico, las condiciones medioambientales o los patrones de movilidad. En la península Ibérica, el
conocimiento de las prácticas de subsistencia humanas, entendidas como caza-procesado-consumo de las
diversas presas animales, ha sido continuamente objeto de estudio por parte de los investigadores y ha
proporcionado información relevante que ha permitido la caracterización de modelos económicos generales
(p.e. Aura et al., 2002; Cuenca-Bescós et al., 2012; Fullola et al., 2012; Hockett y Haws, 2009; Nadal et al.,
2005; Villaverde et al., 1996, 1998).
En la región Mediterránea se elaboró un modelo económico general aplicado sobre todo a finales
del Paleolítico superior, pero que parece cumplirse al menos desde el Gravetiense e incluso durante el
Epipaleolítico en los diferentes conjuntos óseos analizados (Aura et al., 1998, 2009; Davidson, 1989;
Fullola et al., 2012; García-Argüelles y Nadal, 1996; Pérez Ripoll y Martínez Valle, 2001; Morales,
2015; Nadal, 1997, 1998; Real, 2020b; Riquelme, 2008; Villaverde y Martínez Valle, 1995). Dicho
modelo económico establece ocupaciones estacionales en los asentamientos, vinculadas al desarrollo de
una caza especializada en dos especies de talla media, el ciervo y la cabra, cuya elección varía en función
de la localización geográfica del propio yacimiento: con predominio de la cabra en zonas de montaña
e interior, y del ciervo en aquellos de menor altitud, vinculados a zonas de llanura y más cercanas a la
costa. Esta caza es complementada con el aprovechamiento de otras especies de ungulados y carnívoros,
así como con una adquisición sistemática y abundante de conejos que aumenta progresivamente hacia
finales del Paleolítico superior.
Más allá de esta composición taxonómica de la dieta humana durante el Paleolítico superior
mediterráneo, es relevante el análisis de las prácticas de aprovechamiento de los diversos recursos
animales, tanto consumibles como con otros usos, utilizados por los cazadores-recolectores, en cuya
investigación se ha profundizado en función sobre todo de las presas. Por ejemplo, el conejo, dado su
elevado número de restos (70-90% del total) y el múltiple origen de las acumulaciones (por humanos,
carnívoros, rapaces, natural) ha sido foco de numerosos estudios arqueológicos, neotafonómicos y
experimentales (p.e. Jones, 2012; Lloveras et al., 2009, 2016; Pérez Ripoll, 2004, 2005; Pérez Ripoll
y Villaverde, 2015; Rosado-Méndez et al., 2018; Sanchis et al., 2011). Sin embargo, el análisis de
las presas de talla media tales como la cabra o el ciervo, que caracterizan la especialización de cada
yacimiento no se ha desarrollado en profundidad. Es posible que esto se deba no tanto al propio interés
de los arqueozoólogos, sino más bien a la disponibilidad de datos, puesto que en ocasiones el número
de restos es muy reducido, la cantidad de modificaciones es escasa o la conservación del material no es
adecuada. A pesar de ello, siempre se ha intentado ofrecer información sobre el aprovechamiento de estos
ungulados en la medida de lo posible (p.e. Cacho et al., 1995, 2001; Martínez Valle, 1996; Morales, 2015;
Olària, 1999; Rufà et al., 2018). En cambio, en otras áreas como la zona cantábrica o el sur de Francia,
este tipo de estudios se han desarrollado más en los últimos años, vinculados no solo al análisis de restos
arqueológicos, sino también a trabajos experimentales y etnológicos que definen la chaîne opératoire de
la explotación de los ungulados (p.e. Costamagno y David, 2009; Costamagno y Rigaud, 2014; Kuntz et
al., 2016; López-Cisneros et al., 2019; Soulier, 2014; Soulier et al., 2014; Soulier y Costamagno, 2017;
Vigne, 2005; Yravedra, 2002; Yravedra et al., 2017).
El presente trabajo tiene por objeto aportar nuevas evidencias arqueológicas sobre las actividades
de procesado y el aprovechamiento de los recursos animales por parte de los grupos humanos de
finales del Paleolítico superior en la zona mediterránea peninsular. En esta área, uno de los yacimientos
destacables es la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, Alicante), con una larga trayectoria de
investigación y una amplia secuencia paleolítica (Villaverde et al., 2010, 2012, 2019). Además, las
últimas excavaciones de los niveles magdalenienses han proporcionado un extenso conjunto de restos
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óseos bien conservados que posibilitan un análisis tafonómico completo de los mismos. Tras el Máximo
Glaciar, este yacimiento estaba situado cerca de la costa (a unos 10 km) y los grupos humanos que
lo ocuparon tuvieron acceso a biotopos diversos, pero sobre todo llanuras y bosques, lo que permite
incluirlo en el bloque de caza especializada del ciervo. Por consiguiente, se ha optado por centrar el
estudio en este taxón como presa dominante del modelo, no solo por ser la especie que más abunda en
la Cova de les Cendres, sino también porque puede ser comparada con mayor facilidad con los datos
que proceden de los estudios franceses centrados en el reno.
En resumen, los objetivos que persigue este trabajo son: 1. reconstruir las fases de la explotación del
ciervo, desde la caza, el transporte y el procesado en la zona mediterránea de la península Ibérica durante el
Magdaleniense; 2. conocer los recursos que los grupos humanos aprovecharon de esta presa, tanto a nivel
dietético (carne, médula, grasa) como utilitario (piel, tendones, huesos, astas); y 3. comprobar si existen
diferencias entre las fases de ocupación magdaleniense de la Cova de les Cendres. Para ello se lleva a
cabo un análisis arqueozoológico y tafonómico de sus restos óseos, con especial atención al estudio de la
representación anatómica, las fracturas y las modificaciones.
2. LA COVA DE LES CENDRES
El yacimiento de la Cova de les Cendres se localiza en el término municipal de Teulada- Moraira
(Alicante, España) (fig. 1), en un tramo montañoso en el cual se suceden continuos acantilados
marinos pronunciados, y entre los cuales se abre la cueva orientada hacia el Sureste a unos 60 m
sobre el nivel del mar.
La cavidad kárstica está constituida por una amplia zona exterior protegida por una visera y bien
iluminada, y un espacio interior con una extensión superior a los 600 m2, en el cual se han llevado a cabo
las excavaciones, tanto de los niveles del Pleistoceno como del Holoceno.
Las excavaciones de los niveles del Pleistoceno comenzaron de forma extensiva en 1995, y han
continuado hasta 2017. A día de hoy, la superficie paleolítica consta de 19 m2 excavados en dos zonas,
A y B, además de un sondeo (2,5 m2) (fig. 2A). Es en el sector A, donde los niveles Magdalenenses se
Fig. 1. Cova de les Cendres: localización (A) y vista general (B).
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Fig. 2. Plano de la excavación de los niveles paleolíticos y muestra estudiada (A); y secuencia estratigráfica de los
niveles magdalenienses (B).
han podido documentar mejor, puesto que en el sector B la acción antrópica durante el Neolítico junto
con procesos erosivos, ha causado una pérdida de parte de la secuencia paleolítica que afecta sobre
todo a los niveles magdalenienses.
Se han definido 13 niveles estratigráficos con una amplia secuencia cronológica (Villaverde et al., 2019),
que comprenden: un nivel indeterminado (XVII), Auriñaciense (XVID, XVIC), Gravetiense (XVIB, XVIA,
XV), Solutrense (XIV, XIII) y Magdaleniense (XIIB, XIIA, XI, X, IX). Dentro del paquete magdaleniense
se han podido diferenciar cinco fases: Magdaleniense inferior (XIIB), Magdaleniense medio (XIIA),
Magdaleniense superior (XI) y Magdaleniense superior final (IX), y un nivel X estéril (Bergadà et al.,
2013; Villaverde et al., 2012). El presente trabajo incluye los datos del Magdaleniense medio, datado entre
17.870-16.140 cal BP (nivel XIIA); el Magdaleniense superior entre 16.240-15.453 cal BP (nivel XI); y el
Magdaleniense superior final entre 15.180-14.100 cal BP (nivel IX) (fig. 2B).
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3. MATERIALES Y MÉTODOS
03.1. Materiales
Los restos de fauna estudiados proceden de tres niveles magdalenienses: XIIA, XI y IX. La excavación se realizó
en una superficie de 4 m2 (D/C-15 y D/C-16) del Sector A (fig. 2A) y con una profundidad aproximada de 20 cm.
Durante el proceso, el sedimento fue cribado mediante flotación con diferentes mayas (1 mm y 0,25 mm), por lo que
todos los restos arqueológicos se recuperaron de forma sistemática independientemente de su tamaño.
El conjunto de fauna magdaleniense total asciende a 83.311 restos (XIIA=17.306; XI=58.552; IX=7.453), de
los cuales 22.842 han podido ser identificados taxonómica y anatómicamente (tabla 1). Los lagomorfos son el
grupo mejor representado en cada nivel (88-91%), seguido de los ungulados, entre los cuales se han identificado
seis especies: Cervus elaphus, Capreolus capreolus, Capra pyrenaica, Sus scrofa, Bos taurus y Equus ferus (fig. 3).
También se han documentado diversas especies de carnívoros como Lynx, Vulpes vulpes y Felis silvestris.
El conjunto óseo presenta una buena conservación, como muestra la escasa incidencia de las alteraciones
diagenéticas: 12% (XIIA), 7,8% (XI) and 13,3% (IX). Se trata en su mayoría de manchas de manganeso
y concreciones de baja intensidad. No obstante, el conjunto sí está muy fragmentado, con una tasa de
fragmentación de 1,4 entre los restos identificados y una media de 3,1-3,9 cm de longitud entre los fragmentos
indeterminados de talla media/grande. No se han registrado modificaciones vinculadas a actividades no
antrópicas, por lo que los grupos humanos parecen ser los responsables de estas acumulaciones.
El estudio arqueozoológico y tafonómico completo del conjunto magdaleniense procede de la tesis
doctoral (Real, 2017). Recientemente se ha publicado un resumen general (Real, 2020b) y varios estudios
específicos (Real, 2020a; Real et al., 2017).
3.2. Metodología
La identificación taxonómica y anatómica se ha llevado a cabo gracias a la colección de fauna de la
Universitat de València y del Gabinet de Fauna Quaternària Innocenci Sarrión (Museu de Prehistòria de
València). La edad de muerte se ha establecido a partir de la metodología propuesta por varios autores en
relación a la erupción y desgaste dental y la fusión de las epífisis (Azorit et al., 2002; Mariezkurrena, 1983).
En la cuantificación de los restos se han utilizado el Número de Restos (NR), el Número de Especímenes
Identificados (NISP), el Número Mínimo de Elementos (NME), el Número Mínimo de Individuos (NMI) y
el porcentaje del Índice de Supervivencia (%ISu) (Lyman, 1994, 2008).
Las fracturas se han clasificado según la metodología propuesta por Villa y Mahieu (1991) y para
determinar los morfotipos de fractura específicos, vinculados sobre todo a la explotación de la médula, se ha
usado Real (2017, aceptado). Asimismo, se han identificado las marcas de percusión, tanto muescas como
peeling, y también los estigmas de percusión superficiales en base a la reciente clasificación realizada por
Vettese et al. (2020).
Para el análisis de las modificaciones sobre la superficie ósea se ha utilizado una lupa binocular (Nikon
SMZ-10A). La clasificación de las marcas de corte se basa en las referencias clásicas (Binford, 1981; Bromage
y Boyde, 1984; Noe-Nygaard, 1989; Pérez Ripoll, 1992; Potts y Shipman, 1981; Shipman y Rose, 1983;
Valensi, 1991) y en estudios experimentales y etnológicos (Abe, 2005; Costamagno y David, 2009; Galán y
Domínguez-Rodrigo, 2013; Nilssen, 2000; Soulier, 2014; Soulier y Costamagno, 2017; Soulier y Morin, 2016;
Soulier et al., 2014; Vigne, 2005). Se han caracterizado acorde al tipo (incisión, raspado, tajo), localización,
morfología (corta, larga), orientación (longitudinal, transversal, oblicua), intensidad (leve, moderada, intensa)
y cantidad (simple, dos, múltiple). Además, cada una se ha vinculado con la fase del procesado carnicero
más apropiada (extracción de la piel, eviscerado, desmembrado, desarticulado, descarnado, extracción de
tendones y fracturación). Las mismas características se ha aplicado al análisis de las marcas dentales sobre
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Tabla 1. Taxonomía de los niveles magdalenienses de la Cova de les Cendres.
XIIA
XI
IX
NISP
%NISP
NMI
NISP
%NISP
NMI
DETERMINADOS
2686
97,32
-
16494
96,38
-
2709
91,06
-
Ungulados
289
10,76
-
1222
7,41
-
162
5,98
-
Cervidae
18
0,67
-
31
0,19
-
20
0,74
-
Capreolus
-
-
-
1
0,01
1
2
0,07
1
212
7,89
7
920
5,58
19
109
4,02
6
Cervus
Bos
NISP %NISP
NMI
-
-
-
2
0,01
1
-
-
-
Capra
55
2,05
3
241
1,46
8
26
0,96
4
Sus
1
0,04
1
4
0,02
1
2
0,07
2
Equus
3
0,11
1
23
0,14
4
3
0,11
1
Carnívoros
22
0,82
-
112
0,68
-
9
0,33
-
Carnivora
1
0,04
-
7
0,04
-
1
0,04
-
Vulpes
3
0,11
1
3
0,02
1
1
0,04
1
Felinae
-
-
-
7
0,04
-
-
-
-
Felis
3
0,11
1
11
0,07
1
-
-
-
Lynx
15
0,56
2
84
0,51
4
7
0,02
1
2362
87,94
-
15008
90,99
-
2468
91,10
-
Lagomofos
Leporidae
-
-
-
-
-
-
2
0,07
-
2360
87,86
33
14976
90,80
337
2463
90,92
60
2
0,07
2
32
0,19
5
3
0,11
1
Aves
13
0,48
-
152
0,92
-
70
0,42
-
INDETERMINADOS
74
2,68
-
620
3,6
-
266
8,94
-
Aves
13
17,57
-
175
28,23
-
161
60,53
-
Oryctolagus
Lepus
Talla pequeña
4
5,41
-
27
4,35
-
13
4,89
-
Talla media
53
71,62
-
412
66,45
-
86
32,33
-
Talla grande
4
5,41
-
6
0,97
-
6
2,26
-
Total
2760
17114
2975
ungulados (Fernández-Jalvo y Andrews, 2011; Landt, 2007; Pickering et al., 2013; Saladié, 2009), en este
caso clasificadas como punciones y hundimientos. Se ha utilizado el porcentaje de marcas calculado sobre el
total del conjunto, pero también calculado en relación al total de NISP de cada elemento anatómico.
En cuanto a la determinación de modificaciones no antrópicas, se han utilizado referencias clásicas
(p.e. Brain, 1981, Haynes, 1983; Sala y Arsuaga, 2018), aunque no se han identificado marcas causadas por
carnívoros o aves rapaces en el conjunto.
Las termoalteraciones se registran a partir de la coloración y la localización de la misma, según
establecen Nicholson (1993), Stiner et al. (1995) y Théry-Parisot et al. (2004). Los huesos quemados se
clasifican en tres niveles: nivel 1 (N1) que comprende coloraciones entre marrón y negro; nivel 2 (N2) con
coloración negro y negro/gris; y nivel 3 (N3) referido a coloración gris y blanco.
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Fig. 3. Frecuencia de las
especies de ungulados
según %NISP sobre
el total de restos de
ungulados por nivel.
Con la intención de reconstruir las fases de la explotación del ciervo es necesario obtener información sobre
el transporte, las técnicas de procesado y cocinado y el tipo de recursos aprovechados. Para ello se ha tenido
en cuenta el análisis tafonómico de las modificaciones y las fracturas (a partir de los métodos ya expuestos)
según su funcionalidad. Así como la representación anatómica a partir de la correlación entre el porcentaje de
Minimum Animal Units (%MAU) (Binford, 1978) y la densidad ósea del ciervo (Kreutser, 1992) calculada
con la Rho de Spearman. El objetivo es evaluar si existen procesos de atrición que hayan afectado al conjunto
o, en cambio, la representación anatómica existente se debe a un transporte selectivo de los miembros. En este
caso, se han aplicado también otros índices: Standardized Food Utility Index ((S)FUI) y Unsaturated Marrow
Index (UMI) (Friesen, 2001; Metcalfe y Jones, 1988), para valorar si otros factores vinculados con la utilidad
de los recursos consumible (carne, grasa y médula) pudieron influir en la decisión de transporte.
4. RESULTADOS
4.1. Edades y representación anatómica
El ciervo es la principal especie entre los ungulados con 1.241 restos y al menos 32 individuos (fig. 4).
Según la erupción de los dientes y la osificación de las epífisis, los adultos son el grupo de edad mejor
representado, seguido de jóvenes y subadultos en cantidades similares. Cabe señalar también la presencia
ocasional de individuos neonatos y seniles.
En relación a la representación anatómica, se han registrado ciertas diferencias entre los niveles
arqueológicos en función del %ISu (fig. 5). En el nivel XIIA, los valores más importantes se centran en el
estilopodio, zeugopodio y autopodio, en particular en el húmero y la tibia. Por su parte, los porcentajes más
altos en el XI se encuentran entre los metapodios y las falanges, que alcanzan incluso el 75% en el caso de
los metatarsos. Por último, en el IX los valores están equilibrados entre los diversos elementos anatómicos,
aunque destaca el estilopodio, la primera falange y los metatarsos. El esqueleto craneal y axial son los peor
representados en todos los casos.
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Fig. 4. Edades de muerte
del ciervo por nivel.
Fig. 5. Representación anatómica del ciervo (% ISu) por nivel y resultados del índice de densidad (D).
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4.2. Fragmentación
La tasa de fragmentación es alta (media de restos fragmentados= 91%), con pocos restos completos tales
como dientes, falanges o huesos compactos (carpos, tarsos, sesamoideos) (XIIA = 19, XI = 83, IX = 5).
Cerca del 56% de las fracturas son frescas, y la otra mitad comprende fracturas indeterminadas, mixtas y
secas (fig. 6A). En el análisis tafonómico de las fracturas, se ha excluido de la cuantificación aquellas de
origen reciente.
Por otra parte, algunos morfotipos de fractura parecen ser característicos y se repiten en función del
elemento anatómico (fig. 6B y C):
- Los huesos largos y metapodios se ven representados especialmente por fragmentos de diáfisis
de circunferencia incompleta (II.4.2). Pero igualmente se advierte la importancia de morfotipos que
comprenden una porción de epífisis junto con una cantidad superior al 25% de diáfisis (II.4.2, II.3.2, II.2.2),
y de fragmentos de la articulación distal de metapodios que no conservan zona de diáfisis.
- Las falanges reflejan especialmente porciones de la articulación proximal o distal junto con una parte
reducida de diáfisis, alrededor del 25% (II.2.2); o morfologías de fracturas longitudinales (II.5.2.2, II.5.1.1)
que conservan menos del 50% de ambas articulaciones (tabla 2).
- Entre las costillas destacan de igual forma los morfotipos como el II.4.2 o el II.2.4 que incluye la
epífisis proximal. Por su parte las vértebras se presentan como fragmentos de arco o de cuerpo; si bien se
registran también fragmentos transversales que combinan ambas partes.
- Las mandíbulas y los maxilares conservan tanto fragmentos incompletos de la cavidad alveolar (II.5.1)
como del ramus (II.6.1).
4.3. Modificaciones
Las modificaciones más numerosas tanto en cantidad como el número de restos son las marcas líticas y
las termoalteraciones. En cuanto a las marcas líticas, se ha registrado un total de 344 entre incisiones,
raspados y tajos (tabla 3). El 22,2% (XIIA), 18,4% (XI) y 28,4% (IX) de los huesos presenta alguna de
estas modificaciones, sobre todo en elementos como costillas, estilopodio y zeugopodio, metapodios y
falanges primeras y segundas. En cambio, si el cálculo se basa en la proporción entre la cantidad total de
cada elemento y aquellos con modificaciones los valores varían (tabla 4). En el nivel XIIA destacan las
incisiones sobre mandíbula, escápula y huesos largos (fémur y metacarpo), en el nivel IX sobre escápula
y huesos largos, y en el nivel XI los porcentajes más altos (25-40%) están sobre las vértebras torácicas y
huesos largos (estilopodio y zeugopodio).
En general destacan las incisiones cortas, que en su mayoría son oblicuas, de intensidad elevada,
múltiples. En los huesos largos, metapodios, falanges y costillas se sitúan sobre la diáfisis o en la zona
cercana a las articulaciones; en los huesos de las cinturas se encuentran en las propias articulaciones;
y en mandíbula y maxilar están en la zona de la cavidad alveolar. Por su parte las incisiones largas
son de intensidad elevada y se distribuyen de forma longitudinal principalmente sobre las diáfisis
(huesos largos, falanges, metapodios y costillas). Por su parte, entre los raspados destacan aquellos
con morfología larga, dirección longitudinal, intensidad media y con una localización similar a la de
las incisiones largas.
En lo referente a las termoalteraciones, están presentes en los tres niveles arqueológicos, aunque
en cantidades distintas: 29,2% (XIIA), 11,7% (XI) y 48,6% (IX) (tabla 3). En su mayoría, las
termoalteraciones cubren toda la superficie ósea, aunque hay algunos casos en los cuales la alteración
es parcial: 25,8% (XIIA), 19,3% (XI) y 3,7% (IX). Las coloraciones más abundantes son las de nivel
1 (tabla 5), salvo en el nivel XIIA, en el cual los restos carbonizados alcanzan el 50%. Si se calcula el
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C. Real
Fig. 6. A. Tipo de fracturas y número de restos completos (Com.) y fragmentados (Frag.). B. Ejemplos de fracturas
frescas y marcas de percusión sobre huesos largos. C. Fracturas frescas en falanges, algunas con muescas.
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Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
39
Tabla 2. Clasificación de los restos de falanges según completas y
la morfología de la fractura fresca.
Abreviaturas: proximal (Px), distal (Dt) y diáfisis (Df).
XIIA
Fa1
Fa2
Fa3
Completa
1
0
1
Px+Df+Dt
1
1
Px
2
1
Px+Df
3
2
Df
1
Dt+Df
7
Dt
XI
IX
1
4
2
Completa
0
1
Px+Df+Dt
3
6
8
Px
8
2
Px+Df
15
10
9
Df
1
5
3
Dt+Df
17
18
3
Dt
11
2
1
Completa
0
0
0
Px+Df+Dt
4
3
1
Px+Df
5
1
Dt+Df
7
6
Px
1
porcentaje de quemados sobre el total de cada hueso, se observa como en el nivel XIIA y IX el número
de elementos con porcentajes entre 50-100% es superior que en el nivel XI, donde tan solo en dos
casos se alcanza el 50%.
Se han registrado marcas de fractura directa (tabla 3), correspondientes a diversas acciones: percusión,
flexión y mordedura/flexión. La mayoría son muescas causadas por percusión sobre huesos largos (húmero,
radio, fémur, tibia y metapodios), falanges, mandíbula y costillas (Fig. 6B y C). Se han determinado también
otros tres casos con percusión múltiple, en los cuales se distinguen dos o tres muescas consecutivas y se
localizan sobre un fragmento de coxal, una diáfisis de radio y una falange primera. Por otro lado, estas
percusiones han causado también estigmas superficiales (fig. 7B, C) resultado de acciones fallidas. Se
encuentran en varios fragmentos del nivel XIIA (tibia, metacarpo y metatarso) y XI (mandíbula y costilla).
Se han documentado bordes de fractura provocados por peeling, los cuales podrían relacionarse con una
acción manual de flexión. Se localizan en una costilla (XIIA), una mandíbula y la zona proximal de un
fémur (XI), y una vértebra torácica (IX).
Por último, las marcas dentales están presentes en el conjunto, aunque son escasas, tan solo se han
constatado sobre tres huesos (tabla 3). Se han identificado dos marcas paralelas de arrastre, leves y
oblicuas sobre un fragmento de astrágalo (XI) y una costilla (XIIA), y un hundimiento bilateral en la
apófisis de una vértebra lumbar (IX). Además, la zona de fractura de la apófisis presenta una superficie
de peeling, cerca de la cual en una de las caras se observa un hundimiento y en la opuesta el inicio del
complementario (fig. 7A).
APL XXXIII, 2020
[page-n-12]
APL XXXIII, 2020
2
11
-
-
12
-
-
H
R
U
Mc
Cp
Cx
-
Vt
9
-
Vc
Es
1
Hi
Ct
-
Dientes
-
1
Mand
1
-
Mx
V
-
Cr
Vl
-
Ast
Marcas
corte
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
dentales
1
-
1
-
2
2
-
5
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
fractura
XIIA
1
-
5
3
1
1
1
8
1
3
1
2
-
2
-
-
-
-
Quemados
6
2
15
4
6
31
4
49
-
8
8
-
-
-
10
1
7
1
Marcas
corte
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
dentales
-
-
1
-
3
1
-
1
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
Marcas
fractura
XI
3
4
5
2
3
7
-
4
-
1
4
4
-
2
3
-
3
1
Quemados
1
-
2
-
2
7
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
corte
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
dentales
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
fractura
IX
-
2
3
1
2
3
1
3
-
1
2
1
-
1
1
-
2
2
Quemados
Tabla 3. Número de modificaciones antrópicas por elementos anatómico: marcas de corte (incisiones y raspados), marcas dentales y marcas de fractura
(peeling, muescas y estigmas de percusión superficial); y número de restos quemados. Abreviaturas: Ast (asta), Cr (cráneo), Mx (maxilar), Hem (mandíbula),
Hi (hioides), Vc (vértebra cervical), Vt (vértebra torácica), Vl (vértebra lumbar), V (vértebra), Ct (costilla), Es (escápula), H (húmero), R (radio), U (ulna),
Mc (metacarpo), Cp (carpo), Cx (coxal), F (fémur), T (tibia), Mt (metatarso), Ma (maleolo), As (astrágalo), Ca (calcáneo), Ta (tarso), Mtp (metapodio), Fa
(falange), Se (sesamoideo).
40
C. Real
[page-n-13]
-
1
10
1
-
-
-
60
47
22,2
Ta
Mtp
Fa1
Fa2
Fa3
Fa
Se
Total
marcas
Nº huesos
con marcas
% huesos
con marcas
-
-
Ma
3
3
Mt
Ca
-
T
As
5
F
Marcas
corte
Tabla 3. Continuación.
0,9
2
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
dentales
9,4
20
20
-
-
-
-
2
-
-
-
-
-
3
1
2
Marcas
fractura
XIIA
29,2
62
62
4
2
8
2
1
5
1
3
-
-
3
1
3
Quemados
18,4
169
251
-
1
1
13
21
1
1
3
-
-
17
25
16
Marcas
corte
0,2
2
2
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
-
Marcas
dentales
1,3
12
12
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
3
Marcas
fractura
XI
11,7
108
108
4
-
6
8
15
9
4
2
1
1
5
3
4
Quemados
28,4
31
33
-
-
-
1
7
2
-
-
-
-
3
-
6
Marcas
corte
0,9
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
dentales
0,9
1
1
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
fractura
IX
48,6
53
53
2
1
2
7
8
3
-
-
-
-
2
1
2
Quemados
Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
41
APL XXXIII, 2020
[page-n-14]
42
C. Real
Tabla 4. Porcentaje de incisiones y raspados por elemento anatómico (en base al total de cada
hueso). Ver las abreviaturas de los huesos en la Tabla 3.
XIIA
XI
IX
% Incisiones
% Raspados
% Incisiones
% Raspados
% Incisiones
% Raspados
Cr
-
-
11,5
3,8
-
-
Mx
-
-
20,0
-
-
-
Mand
100,0
-
20,0
6,7
-
-
Hi
-
50,0
-
-
-
-
Vt
-
-
40,0
10,0
-
-
Vl
-
-
16,7
4,2
-
-
V
25,0
-
-
-
-
-
Ct
31,6
10,5
21,6
21,6
-
-
Es
100,0
-
-
-
100,0
-
H
38,5
15,4
36,1
19,4
66,7
33,3
R
-
-
25,0
6,3
50,0
-
U
-
-
21,4
7,1
-
-
Mc
42,9
14,3
17,8
13,3
50,0
-
Cp
-
-
10,5
-
-
-
Cx
-
-
26,3
-
50,0
-
F
44,4
11,1
22,9
20,0
66,7
33,3
T
-
-
29,6
5,6
-
-
Mt
23,1
-
16,3
10,2
50,0
-
Ca
20,0
20,0
12,5
-
-
-
Ta
-
-
8,3
-
-
-
Mtp
-
11,1
-
2,6
28,6
-
Fa1
35,0
5,0
16,9
2,4
15,8
15,8
Fa2
5,3
-
12,3
-
8,3
-
Fa3
-
-
1,9
-
-
-
Fa
-
-
33,3
-
-
-
5. DISCUSIÓN
5.1. Transporte y explotación
El ciervo es un animal voluminoso, de unos 140-200 kg de peso medio, pero a pesar de ello y, en base a la
representación esquelética de los elementos anatómicos, su transporte al asentamiento parece ser completo,
al igual que se postula en otros yacimientos de la zona para presas de talla media (Martínez Valle, 1996;
Morales, 2015; Cacho et al., 2001). Este hecho podría verse favorecido por la localización de la Cova de
les Cendres, cerca de la cual los grupos humanos tenían fácil acceso a biotopos diversos habitados por los
ciervos. Las edades de muerte indican que la actividad cinegética se centró sobre manadas compuestas
tanto por adultos como por jóvenes menores de dos años, lo que explicaría el por qué estos individuos
APL XXXIII, 2020
[page-n-15]
43
Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
Tabla 5. Restos termoalterados por nivel: porcentaje de quemados de cada hueso y número de restos quemados
según su coloración: N1 (marrón-negro), N2 (negro) y N3 (gris-blanco). Ver las abreviaturas de los huesos en
la Tabla 3.
XIIA
XI
IX
% Quemados
N1
N2
N3
% Quemados
N1
N2
N3
% Quemados
N1
N2
N3
Ast
-
-
-
-
12,5
1
-
-
66,7
1
1
-
Cr
-
-
-
-
11,5
3
-
-
66,7
1
1
-
Mand
-
-
-
-
10,0
3
-
-
25,0
-
-
1
Dientes
33,3
-
1
1
1,9
1
1
-
25,0
-
-
1
Vc
40,0
-
2
-
12,9
3
-
1
25,0
1
-
-
Vt
25,0
1
-
-
40,0
4
-
-
100,0
2
-
-
Vl
50,0
1
1
1
4,2
-
-
1
16,7
1
-
-
V
25,0
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
Ct
42,1
4
4
-
5,4
3
1
-
100,0
2
-
1
Es
50,0
1
-
-
-
-
-
-
100,0
1
-
-
H
7,7
1
-
-
19,4
7
-
-
50,0
2
-
1
R
25,0
-
1
-
18,8
2
1
-
100,0
2
-
-
U
37,5
1
1
1
14,3
2
-
-
50,0
-
-
1
Mc
35,7
3
2
-
11,1
2
1
2
75,0
3
-
-
Cp
-
-
-
-
21,1
4
-
-
100,0
1
1
-
Cx
33,3
-
1
-
15,8
3
-
-
-
-
-
-
F
33,3
-
2
1
11,4
4
-
-
66,7
2
-
-
T
9,1
-
1
-
5,6
3
-
-
25,0
1
-
-
Mt
23,1
-
2
1
10,2
2
2
1
50,0
2
-
-
Ma
-
-
-
-
50,0
-
-
1
-
-
-
-
As
-
-
-
-
20,0
1
-
-
-
-
-
-
Ca
60,0
1
-
2
25,0
1
1
-
-
-
-
-
Ta
20,0
1
-
-
33,3
2
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
50,0
1
-
-
-
-
-
-
Mtp
55,6
2
2
1
20,5
4
1
3
42,9
2
-
1
Fa1
5,0
-
1
-
18,1
11
3
1
42,1
5
-
3
Fa2
10,5
-
2
-
12,3
4
2
2
58,3
7
-
-
Fa3
72,7
1
6
1
11,5
3
2
1
40,0
1
1
-
Fa R
66,7
-
1
1
-
-
-
-
100,0
1
-
-
Se
44,4
3
1
-
12,5
3
1
-
100,0
1
1
-
62
20
31
11
108
77
17
14
53
39
5
9
Mtp R
NISP
subadultos permanecían todavía con el grupo. En este sentido, y aunque no se ha podido identificar el sexo
de los mismos, es posible que indique grupos de hembras con crías como se ha afirmado en otros conjuntos
magdalenienses de la zona (Martínez Valle, 1996).
APL XXXIII, 2020
[page-n-16]
44
C. Real
Fig. 7. Otras modificaciones antrópicas: A. Marca dental sobre apófisis vertebral. B-C. Estigmas superficiales producidos
por percusión sobre un metacarpo y una mandíbula.
No obstante, como se ha visto en los resultados, existen diferencias de representación esquelética entre los
niveles. El estilopodio, zeugopodio y autopodio destacan en el XIIA, y en cambio los metapodios y falanges
en el XI, y el estilopodio, metatarsos y falanges en el IX. Las causas de dicha distribución desigual en el XIIA
parecen responder a procesos diagenéticos, puesto que la correlación entre la densidad y el %MAU es positiva
y significativa (fig. 5). Por el contrario, en los otros dos niveles no se observa una relación fuerte entre ambas
variables, y aunque puede haber error, no parece que los procesos de atrición hayan sido la causa principal. Por
consiguiente, se han aplicado otros índices (Standardized Food Utility Index y Unsaturated Marrow Index)
obteniéndose resultados no concluyentes al no darse una correlación o esta no ser significativa.
Es posible que existan varias causas que expliquen la elevada cantidad de metapodios y falanges. Por un
lado, podría vincularse con un transporte parcial centrado en las extremidades, debido a que los metapodios
son ricos en ácidos grasos insaturados y más ligeros de transportar que el resto de elementos (Morin, 2007),
factor que se ha usado para explicar la misma situación en algunos yacimientos franceses (Kunzt et al.,
2016). Además, los metapodios son los huesos que mejor se prestan a ser empleados en la fabricación de
útiles óseos como las agujas o punzones, dada su estructura compacta y regular y su longitud. Por otro lado,
cabe la posibilidad de que este patrón esté relacionado con el propio proceso de explotación del animal, y en
concreto con la primera fase de extracción de la piel. Se ha visto, no solo en presas de tamaño más reducido
como zorros o conejos (Pérez Ripoll y Morales, 2008; Sanchis et al., 2011), sino también en presas algo
mayores como los renos (Costamagno y David, 2009), que para extraer la piel en bloque los cortes se sitúan
en la zona articular de carpos/tarsos o entre la unión del estilopodio con el zeugopodio. Según la primera
opción, se separarían metapodios y falanges del resto del esqueleto, lo que podría dejar una mayor cantidad
de estos elementos en la zona de la cueva donde se produjera el tratamiento posterior de la piel.
APL XXXIII, 2020
[page-n-17]
Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
45
5.2. Procesado carnicero
Se han documentado todas las fases que componen un procesado del ciervo, principalmente en los niveles XI y
XIIA (fig. 8); por el contrario, en el nivel IX tanto el número de restos como de modificaciones es más reducido,
lo que dificulta poder definir si el patrón seguido durante las últimas ocupaciones magdalenienses es similar.
En primer lugar, la presa, una vez transportada a la cueva, era despellejada. Se han encontrado marcas
de corte, sobre todo cortas, en fragmentos craneales, en la cavidad alveolar de la mandíbula y el maxilar y
en los metapodios y falanges. La abundancia de estas modificaciones en los niveles XIIA y XI indica que
la extracción de la piel fue el primer paso realizado durante el procesado. Las evidencias de evisceración
se encuentran en las marcas de corte presentes en elementos axiales y en la zona lingual de la mandíbula
producidas durante la extracción de la lengua, al menos en el nivel XIIA.
Una vez limpia, la presa se podría desmembrar para ello se separa el esqueleto axial del apendicular,
como muestran las marcas de corte encontradas, por un lado, en la zona dorsal de las diáfisis de algunas
costillas y en el cuerpo de la escápula; y, por otro lado, en la articulación del coxal y en la epífisis proximal
del fémur. Asimismo, se han registrado incisiones en la zona occipital, las cuales podrían indicar la
separación del cráneo y el esqueleto axial en el nivel XI. No obstante, en animales de talla media, esta fase
puede llevarse a cabo al mismo tiempo que la desarticulación de las partes anatómicas y el descarnado.
Las marcas de corte vinculadas a la desarticulación no son muy abundantes, es posible que a causa
del reducido número de fragmentos de epífisis que se conservan en el conjunto en comparación con los
de diáfisis. A pesar de su reducido número, estas marcas apuntan a que la desarticulación se llevaría a
cabo entre las principales uniones articulares como son escápula-húmero (en el nivel XI), coxal-fémur
(en el nivel XI) y fémur-tibia (en el nivel XIIA). No obstante, también se han identificado este tipo de
incisiones en algunos carpos y tarsos, lo que indica que se podría separar la parte superior de los miembros
de las extremidades. Así como entre metapodios y falanges, lo que ayudaría, en el caso de las falanges,
a fracturarlas. Según algunos trabajos experimentales, las falanges se pueden fracturar con una menor
cantidad de golpes y de forma más fácil si están desarticuladas, y así tener un mejor acceso a la médula
(Jin y Mills, 2011). Posteriormente, los tendones serían extraídos de los metapodios y aprovechados en los
niveles XIIA y XI.
En último lugar, por el número de marcas líticas, resulta claro que el descarnado es la fase del proceso
carnicero mejor representada. Los porcentajes más altos de este tipo de acción se encuentran en la escápula,
el estilopodio y el zeugopodio (sobre todo la tibia), aunque también se registran marcas en elementos
axiales. Por su parte, los raspados se han identificado sobre las diáfisis de huesos largos, algunos metapodios
y costillas. Su presencia en estos huesos largos se puede vincular con la limpieza del periostio con la
intención de facilitar su fractura posterior.
El uso del fuego en el procesado carnicero de la presa podría haber variado las pautas seguidas, por
ejemplo, al consumir la carne sin tener que descarnarla del hueso o ayudar a la fracturación posterior, lo
que a su vez habría influido en la presencia de marcas líticas. En este sentido, se observan importantes
diferencias en los porcentajes de termoalteraciones. Es destacable la alta cantidad de restos quemados,
cerca del 30% en el nivel XIIA y del 50% en el IX, y que además coincide con una mayor cantidad de
termoalteraciones entre el resto de huesos (Real, 2017). Es posible que esto pudiera deberse al uso de los
huesos como combustible para los hogares (Costamagno et al., 2010; Théry-Parisot et al., 2004), pero esta
idea entra en contradicción con la explotación de la grasa de las zonas esponjosas y las elevadas cantidades
de fragmentos de zonas de diáfisis termoalterados que no aportan duración a dichos hogares. En cambio,
estas termoalteraciones parecen responder a actividades de limpieza de los deshechos óseos en hogares
apartados de la zona excavada y que una vez apagados o consumidos serían vaciados en ella; lo cual
concuerda con los altos valores de cremación y calcinación que afectan al conjunto óseo en general. No
obstante, en el XIIA, y a raíz de la presencia de coloraciones parciales en algunos huesos, podría producirse
un asado de partes anatómicas previo al consumo de la carne de forma ocasional.
APL XXXIII, 2020
[page-n-18]
46
C. Real
Fig. 8. Localización de las actividades de carnicería sobre ciervo: A. Despellejar, eviscerar y desmembrar; B. Desarticular,
extracción de tendones, marcas de percusión y porcentaje de huesos con marcas de descarnado. El porcentaje se ha calculado
sobre el total de NISP por elemento (huesos largos, escápula, coxal, costillas y vértebras torácicas y lumbares).
Por su parte, el porcentaje tan reducido de huesos quemados del nivel XI, no solo del ciervo sino
también entre el resto del conjunto, contrasta con la presencia de un hogar bien estructurado y reutilizado a
lo largo de las ocupaciones (Bel et al., 2015). Sin embargo, tampoco parece darse un uso del fuego durante
el procesado, salvo casos puntuales, sino que la propia distribución espacial y el espacio excavado podrían
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ser la causa. Es posible que el hogar, al convertirse en un punto central de la actividad de los grupos dentro
de la cueva, se mantuviera relativamente más limpio, para lo que necesitarían utilizar otro espacio donde
acumular los deshechos. En todo caso, al no estar toda la superficie de excavación estudiada no se puede
asegurar esta hipótesis.
5.3. Aprovechamiento de los recursos
Parece darse un procesado completo y un aprovechamiento de los recursos consumibles como la carne
o la médula interna de los huesos, a pesar de que la aplicación de los índices de utilidad no haya
resultado concluyente. Sin embargo, tanto las marcas líticas como las fracturas frescas de los huesos
hacen pensar lo contrario.
Las marcas líticas vinculadas al descarnado y los altos porcentajes de las mismas sobre huesos con
alto contenido en carne (fig. 8) evidencia una extracción de los paquetes de carne con la intención de ser
consumida sin que las piezas deban ser cocinadas previamente (por ejemplo, mediante cocción o asado).
Puesto que el número de marcas sería menor en el caso de que se hubiera hervido el hueso con la carne
(Abel, 2005) y las termoalteraciones puntuales o parciales son bastante escasas, a excepción del nivel
XIIA. Otra cuestión relevante es si el consumo de la carne se produce en el momento o es tratada para su
conservación, como ya se ha propuesto para presas más pequeñas (conejo) en el mismo yacimiento (Real,
2020a). Los estudios experimentales sobre presas de talla media, muestran que hay ciertas diferencias
en las características de las marcas, en cuanto a su localización, orientación y tamaño, que puede ayudar
a diferenciar si se trata de un descarnado para su consumo directo o un fileteado para poder tratar la
carne y conservarla (Soulier y Morin, 2016; Soulier y Costamagno, 2017). En este sentido, las incisiones
longitudinales y muy largas sobre huesos con mayor cantidad de carne (como húmero y fémur), se vinculan
más al fileteado, y en la zona de Francia están más presentes en los conjuntos arqueológicos de finales
del Paleolítico superior. Sin embargo, en los dos conjuntos más numerosos de la Cova de les Cendres
(niveles XIIA y XI), destacan las incisiones cortas y oblicuas, aunque también hay cierta presencia de
longitudinales y largas (fig. 9). Es posible que puntualmente se practicara un fileteado de la carne con vistas
a su conservación, pero de forma general parece ser que el consumo sería directo.
Una vez que el esqueleto ha sido procesado, según las pautas mencionadas en el apartado
anterior, y la carne descarnada, los huesos (huesos largos, metapodios, falanges, coxal y mandíbula)
son sistemáticamente fracturados para acceder a la médula (fig. 8). Las fracturas se realizaron por
medio de la percusión, como muestran las muescas identificadas, así como los estigmas de percusión
superficiales y lascas de percusión, cuya presencia es un indicio más de que la extracción de médula
fue realizada en el asentamiento. Por otra parte, los bordes de fractura en peeling y las marcas dentales
muestran un uso, al menos ocasional, de la flexión manual o mordedura/flexión, vinculada a su vez con
el consumo directo de la carne.
El proceso de fracturación es intenso, afecta a huesos con mayor cavidad medular y a otros con menos
aporte como huesos compactos o falanges, tal y como ya se ha visto en otros conjuntos magdalenienses
(p.e. Pérez Ripoll y Martínez Valle, 2001; Villaverde y Martínez Valle, 1995). El caso de las falanges es
singular, puesto que se trata de elementos con una cavidad medular muy reducida en comparación con
otros como el húmero o el fémur, pero cuyo porcentaje de fragmentados alcanza el 94% en la Cova de les
Cendres (tabla 2). En ocasiones se ha vinculado el aprovechamiento de su médula con momentos de estrés
alimenticio (Bar-Oz y Munro, 2007), aunque no tiene porqué ser la única causa. Estudios etnológicos han
comprobado que el procesado de las falanges se puede producir en momentos de abundancia, en los cuales
la población puede dedicar más tiempo a obtener un recurso de menor cantidad (Jin y Mills, 2011). Además,
es posible que el consumo de este recurso tenga más relación con su calidad, y no tanto con su cantidad,
vinculándolo de este modo a su mejor sabor y un contenido mayor en ácidos grasos insaturados, al igual que
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Fig. 9. Incisiones
sobre huesos largos
clasificadas según
su localización,
morfología (cortas,
largas) y orientación:
longitudinal (L),
oblicua (O) y
transversal (T).
ocurría con los metapodios (Morin, 2007). Por otra parte, algunos autores también han argumentado que el
procesado de estos pequeños huesos podría haberse combinado con el consumo del contenido de grasa que
queda dentro del casco de los ungulados (Lupo, 1998; O’Connell et al., 1988), aunque no quede reflejo de
ello en los restos arqueológicos.
Por otra parte, el hecho de que las epífisis de los huesos largos, así como otras partes esponjosas como los
elementos axiales estén continuamente fragmentadas, podría sugerir un procesado orientado a la obtención
de la grasa concentrada en estas zonas. Para poder aprovechar esta grasa, aunque no es imprescindible,
las articulaciones y huesos esponjosos pueden reducirse a fragmentos más pequeños para que la cocción
requiera menos agua y calor y el proceso sea más rápido (Janzen et al., 2014; Outram, 2001, 2002; Roberts
et al., 2003), lo que a su vez encajaría con la gran cantidad de fragmentos esponjosos de talla media que
están presentes entre los restos indeterminados de los tres conjuntos (Real, 2020b).
Otras partes consumibles como son la sangre y algunos órganos no se puede descartar de la dieta
paleolítica, pero tampoco hay evidencias directas de ello.
No obstante, los recursos que ofrece una presa como el ciervo son abundantes y más variados. No solo
se trata de recursos comestibles, sino también de materiales que pueden ser empleados para otros usos. La
presencia de marcas líticas vinculadas con la extracción de los tendones y la piel, así como la presencia
relevante de útiles dedicados a su procesado y transformación (raspadores, buriles, punzones y agujas)
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en los niveles magdalenienses (Villaverde et al., 2012) abre la posibilidad a que los grupos humanos que
ocuparon la Cova de les Cendres llevaran a cabo actividades de tratamiento de pieles y confección de
ropajes o recipientes con ellas. Por otra parte, las astas y los huesos largos como los metapodios se pueden
vincular con la fabricación de una gran variedad de útiles óseos como puntas, azagayas, agujas, varillas o
arpones presenten también entre los materiales magdalenienses (Borao, 2015; Román y Villaverde, 2012),
así como restos que evidencian el proceso de fabricación de dichos útiles (Borao, 2012).
6. CONCLUSIONES
El ciervo es una presa central en la dieta de los grupos humanos magdalenienses cuando ocupaban
asentamientos situados en zonas cercanas a la costa o de menor altitud. Su aprovechamiento parece centrar
la actividad cinegética de estos grupos de forma estacional con la caza de individuos adultos y jóvenes
que encontraban en la misma manada y en zonas cercanas a los asentamientos. Su transporte no parece
estar vinculado con un único recurso, sino que se trasladaba completo al yacimiento donde este cérvido
se aprovechaba al máximo. Por lo tanto, las pautas y métodos seguidos en el procesado carnicero están
orientados a obtener recursos tanto a nivel dietético (carne, médula, grasa) como utilitario (piel, tendones,
huesos, astas), y además se repiten en lo largo del Magdaleniense. El procesado de estos recursos utilitarios,
constata el desarrollo de actividades relacionadas, por un lado, con el aprovechamiento continuo de la piel,
posiblemente para la confección de ropas o recipientes. Y, por otro lado, elementos como las astas y los
metapodios eran empleados en la fabricación de una gran variedad de útiles óseos.
Tras el Máximo Glacial, las condiciones ambientales mejoraron, y en la zona de la Cova de les Cendres,
se registra un desarrollo progresivo de la humedad y las zonas de bosque. Estos cambios, junto con su propia
localización, rodeada de biotopos diversos que incluyen desde zonas de montaña y llanura, hasta áreas
lacustres y costeras, y con acceso a un amplio espectro de recursos animales y vegetales, podrían explicar
el uso recurrente del yacimiento a lo largo del Magdaleniense. En este contexto, no parece tener cabida una
explotación intensiva de los recursos animales vinculada con momentos de escasez o de estrés alimenticio.
En cambio, unas ocupaciones más estables y duraderas, especialmente durante el Magdaleniense superior,
podrían explicar los patrones de explotación del ciervo que se describen en la Cova de les Cendres, y que a
su vez también tienen su paralelo en los patrones de procesado y consumo que se han definido para otra de
las presas relevantes, el conejo (Real, 2020a).
Las escasas diferencias entre los tres niveles estudiados, a pesar del menos número de restos del nivel
IX, no parecen responder a cambios en los modelos de subsistencia, sino más bien a variaciones en la
duración de las ocupaciones y las actividades desarrolladas. Por consiguiente, la relativa uniformidad de
la importancia del ciervo durante el Magdaleniense, y la dificultad de establecer, más allá de la duración
de las ocupaciones, diferencias en las estrategias de aprovechamiento de esta presa, sugiere una pauta de
ocupación territorial y de explotación de los recursos bien establecida durante todo ese periodo.
Las nuevas evidencias sobre la subsistencia humana aportadas por la Cova de les Cendres, amplían
el conocimiento que se tenía del procesado y el aprovechamiento de los recursos ofrecidos por el ciervo
durante el Magdaleniense. En este sentido, sería de interés poder completar esta información en un
futuro con nuevas aproximaciones a partir de otros conjuntos óseos mediterráneos, tanto de yacimientos
especializados en el ciervo como en la cabra.
AGRADECIMIENTOS
Esta investigación ha sido financiada por el contrato postdoctoral PROMETEO/2017/060 (Programa PROMETEO para
grupos de investigación de excelencia, Generalitat Valenciana), dirigido por Valentín Villaverde.
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APL XXXIII, 2020
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXIII, Valencia, 2020, p. 29-54
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Cristina REAL a
Explotación del ciervo por los grupos
magdalenienses del Mediterráneo ibérico.
Nuevas evidencias a partir de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira, Alicante)
RESUMEN: A finales del Paleolítico superior en la zona mediterránea de la península Ibérica, la
actividad cinegética se centraba en una especie de talla media. En los asentamientos como la Cova
de les Cendres, de menor altitud y cercanos a la costa, el ciervo es la presa dominante. Las ultimas
excavaciones de los niveles magdalenienses y el estudio arqueozoológico y tafonómico de los restos
óseos, aportan nuevos datos sobre los recursos aprovechados del ciervo y su patrón de caza-procesadoconsumo. La explotación de esta presa es intensiva y completa, e integra tanto recursos dietéticos
(carne, médula y grasa) como utilitarios (piel, tendones, huesos y astas). Pero no parece vincularse con
momentos de estrés alimenticio, sino con ocupaciones estables y duraderas, especialmente durante el
Magdaleniense superior.
PALABRAS CLAVE: Cervus elaphus, subsistencia, arqueozoología, tafonomía, Magdaleniense,
Mediterráneo ibérico.
Red deer exploitation by the Magdalenian groups of the Iberian Mediterranean.
New evidence from Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, Alicante)
SUMMARY: At the end of the Upper Palaeolithic in the Iberian Mediterranean region, hunting activity
was centred on a medium-sized species. In settlements such as Cova de les Cendres, at a lower altitude
and near the coast, the red deer was the dominant prey. The latest excavations of the Magdalenian levels
and the archaeozoological and taphonomic study of the bone remains provide new data on the resources
used and their hunting-processing-consumption pattern. The exploitation of this prey is intensive and
complete, integrating both dietary (meat, marrow and fat) and utilitarian resources (fur, tendons, bones
and antlers). But it does not seem to be linked to moments of food stress, but rather to stable and longterm occupations, especially during the Upper Magdalenian.
KEYWORDS: Cervus elaphus, subsistence, archaeozoology, taphonomy, Magdalenian, Iberian
Mediterranean region.
a
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga. Grupo de investigación “Prehistoria del Mediterráneo
Occidental” (PREMEDOC). Universitat de València.
cristina.real@uv.es
Recibido: 16/09/2020. Aceptado: 14/10/2020.
[page-n-2]
30
C. Real
1. INTRODUCCIÓN
Durante el Paleolítico superior, los grupos humanos desarrollaron diversas prácticas de subsistencia, cuyas
características pueden variar en función de múltiples factores como la disponibilidad de recursos, el desarrollo
tecnológico, las condiciones medioambientales o los patrones de movilidad. En la península Ibérica, el
conocimiento de las prácticas de subsistencia humanas, entendidas como caza-procesado-consumo de las
diversas presas animales, ha sido continuamente objeto de estudio por parte de los investigadores y ha
proporcionado información relevante que ha permitido la caracterización de modelos económicos generales
(p.e. Aura et al., 2002; Cuenca-Bescós et al., 2012; Fullola et al., 2012; Hockett y Haws, 2009; Nadal et al.,
2005; Villaverde et al., 1996, 1998).
En la región Mediterránea se elaboró un modelo económico general aplicado sobre todo a finales
del Paleolítico superior, pero que parece cumplirse al menos desde el Gravetiense e incluso durante el
Epipaleolítico en los diferentes conjuntos óseos analizados (Aura et al., 1998, 2009; Davidson, 1989;
Fullola et al., 2012; García-Argüelles y Nadal, 1996; Pérez Ripoll y Martínez Valle, 2001; Morales,
2015; Nadal, 1997, 1998; Real, 2020b; Riquelme, 2008; Villaverde y Martínez Valle, 1995). Dicho
modelo económico establece ocupaciones estacionales en los asentamientos, vinculadas al desarrollo de
una caza especializada en dos especies de talla media, el ciervo y la cabra, cuya elección varía en función
de la localización geográfica del propio yacimiento: con predominio de la cabra en zonas de montaña
e interior, y del ciervo en aquellos de menor altitud, vinculados a zonas de llanura y más cercanas a la
costa. Esta caza es complementada con el aprovechamiento de otras especies de ungulados y carnívoros,
así como con una adquisición sistemática y abundante de conejos que aumenta progresivamente hacia
finales del Paleolítico superior.
Más allá de esta composición taxonómica de la dieta humana durante el Paleolítico superior
mediterráneo, es relevante el análisis de las prácticas de aprovechamiento de los diversos recursos
animales, tanto consumibles como con otros usos, utilizados por los cazadores-recolectores, en cuya
investigación se ha profundizado en función sobre todo de las presas. Por ejemplo, el conejo, dado su
elevado número de restos (70-90% del total) y el múltiple origen de las acumulaciones (por humanos,
carnívoros, rapaces, natural) ha sido foco de numerosos estudios arqueológicos, neotafonómicos y
experimentales (p.e. Jones, 2012; Lloveras et al., 2009, 2016; Pérez Ripoll, 2004, 2005; Pérez Ripoll
y Villaverde, 2015; Rosado-Méndez et al., 2018; Sanchis et al., 2011). Sin embargo, el análisis de
las presas de talla media tales como la cabra o el ciervo, que caracterizan la especialización de cada
yacimiento no se ha desarrollado en profundidad. Es posible que esto se deba no tanto al propio interés
de los arqueozoólogos, sino más bien a la disponibilidad de datos, puesto que en ocasiones el número
de restos es muy reducido, la cantidad de modificaciones es escasa o la conservación del material no es
adecuada. A pesar de ello, siempre se ha intentado ofrecer información sobre el aprovechamiento de estos
ungulados en la medida de lo posible (p.e. Cacho et al., 1995, 2001; Martínez Valle, 1996; Morales, 2015;
Olària, 1999; Rufà et al., 2018). En cambio, en otras áreas como la zona cantábrica o el sur de Francia,
este tipo de estudios se han desarrollado más en los últimos años, vinculados no solo al análisis de restos
arqueológicos, sino también a trabajos experimentales y etnológicos que definen la chaîne opératoire de
la explotación de los ungulados (p.e. Costamagno y David, 2009; Costamagno y Rigaud, 2014; Kuntz et
al., 2016; López-Cisneros et al., 2019; Soulier, 2014; Soulier et al., 2014; Soulier y Costamagno, 2017;
Vigne, 2005; Yravedra, 2002; Yravedra et al., 2017).
El presente trabajo tiene por objeto aportar nuevas evidencias arqueológicas sobre las actividades
de procesado y el aprovechamiento de los recursos animales por parte de los grupos humanos de
finales del Paleolítico superior en la zona mediterránea peninsular. En esta área, uno de los yacimientos
destacables es la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, Alicante), con una larga trayectoria de
investigación y una amplia secuencia paleolítica (Villaverde et al., 2010, 2012, 2019). Además, las
últimas excavaciones de los niveles magdalenienses han proporcionado un extenso conjunto de restos
APL XXXIII, 2020
[page-n-3]
Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
31
óseos bien conservados que posibilitan un análisis tafonómico completo de los mismos. Tras el Máximo
Glaciar, este yacimiento estaba situado cerca de la costa (a unos 10 km) y los grupos humanos que
lo ocuparon tuvieron acceso a biotopos diversos, pero sobre todo llanuras y bosques, lo que permite
incluirlo en el bloque de caza especializada del ciervo. Por consiguiente, se ha optado por centrar el
estudio en este taxón como presa dominante del modelo, no solo por ser la especie que más abunda en
la Cova de les Cendres, sino también porque puede ser comparada con mayor facilidad con los datos
que proceden de los estudios franceses centrados en el reno.
En resumen, los objetivos que persigue este trabajo son: 1. reconstruir las fases de la explotación del
ciervo, desde la caza, el transporte y el procesado en la zona mediterránea de la península Ibérica durante el
Magdaleniense; 2. conocer los recursos que los grupos humanos aprovecharon de esta presa, tanto a nivel
dietético (carne, médula, grasa) como utilitario (piel, tendones, huesos, astas); y 3. comprobar si existen
diferencias entre las fases de ocupación magdaleniense de la Cova de les Cendres. Para ello se lleva a
cabo un análisis arqueozoológico y tafonómico de sus restos óseos, con especial atención al estudio de la
representación anatómica, las fracturas y las modificaciones.
2. LA COVA DE LES CENDRES
El yacimiento de la Cova de les Cendres se localiza en el término municipal de Teulada- Moraira
(Alicante, España) (fig. 1), en un tramo montañoso en el cual se suceden continuos acantilados
marinos pronunciados, y entre los cuales se abre la cueva orientada hacia el Sureste a unos 60 m
sobre el nivel del mar.
La cavidad kárstica está constituida por una amplia zona exterior protegida por una visera y bien
iluminada, y un espacio interior con una extensión superior a los 600 m2, en el cual se han llevado a cabo
las excavaciones, tanto de los niveles del Pleistoceno como del Holoceno.
Las excavaciones de los niveles del Pleistoceno comenzaron de forma extensiva en 1995, y han
continuado hasta 2017. A día de hoy, la superficie paleolítica consta de 19 m2 excavados en dos zonas,
A y B, además de un sondeo (2,5 m2) (fig. 2A). Es en el sector A, donde los niveles Magdalenenses se
Fig. 1. Cova de les Cendres: localización (A) y vista general (B).
APL XXXIII, 2020
[page-n-4]
32
C. Real
Fig. 2. Plano de la excavación de los niveles paleolíticos y muestra estudiada (A); y secuencia estratigráfica de los
niveles magdalenienses (B).
han podido documentar mejor, puesto que en el sector B la acción antrópica durante el Neolítico junto
con procesos erosivos, ha causado una pérdida de parte de la secuencia paleolítica que afecta sobre
todo a los niveles magdalenienses.
Se han definido 13 niveles estratigráficos con una amplia secuencia cronológica (Villaverde et al., 2019),
que comprenden: un nivel indeterminado (XVII), Auriñaciense (XVID, XVIC), Gravetiense (XVIB, XVIA,
XV), Solutrense (XIV, XIII) y Magdaleniense (XIIB, XIIA, XI, X, IX). Dentro del paquete magdaleniense
se han podido diferenciar cinco fases: Magdaleniense inferior (XIIB), Magdaleniense medio (XIIA),
Magdaleniense superior (XI) y Magdaleniense superior final (IX), y un nivel X estéril (Bergadà et al.,
2013; Villaverde et al., 2012). El presente trabajo incluye los datos del Magdaleniense medio, datado entre
17.870-16.140 cal BP (nivel XIIA); el Magdaleniense superior entre 16.240-15.453 cal BP (nivel XI); y el
Magdaleniense superior final entre 15.180-14.100 cal BP (nivel IX) (fig. 2B).
APL XXXIII, 2020
[page-n-5]
Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
33
3. MATERIALES Y MÉTODOS
03.1. Materiales
Los restos de fauna estudiados proceden de tres niveles magdalenienses: XIIA, XI y IX. La excavación se realizó
en una superficie de 4 m2 (D/C-15 y D/C-16) del Sector A (fig. 2A) y con una profundidad aproximada de 20 cm.
Durante el proceso, el sedimento fue cribado mediante flotación con diferentes mayas (1 mm y 0,25 mm), por lo que
todos los restos arqueológicos se recuperaron de forma sistemática independientemente de su tamaño.
El conjunto de fauna magdaleniense total asciende a 83.311 restos (XIIA=17.306; XI=58.552; IX=7.453), de
los cuales 22.842 han podido ser identificados taxonómica y anatómicamente (tabla 1). Los lagomorfos son el
grupo mejor representado en cada nivel (88-91%), seguido de los ungulados, entre los cuales se han identificado
seis especies: Cervus elaphus, Capreolus capreolus, Capra pyrenaica, Sus scrofa, Bos taurus y Equus ferus (fig. 3).
También se han documentado diversas especies de carnívoros como Lynx, Vulpes vulpes y Felis silvestris.
El conjunto óseo presenta una buena conservación, como muestra la escasa incidencia de las alteraciones
diagenéticas: 12% (XIIA), 7,8% (XI) and 13,3% (IX). Se trata en su mayoría de manchas de manganeso
y concreciones de baja intensidad. No obstante, el conjunto sí está muy fragmentado, con una tasa de
fragmentación de 1,4 entre los restos identificados y una media de 3,1-3,9 cm de longitud entre los fragmentos
indeterminados de talla media/grande. No se han registrado modificaciones vinculadas a actividades no
antrópicas, por lo que los grupos humanos parecen ser los responsables de estas acumulaciones.
El estudio arqueozoológico y tafonómico completo del conjunto magdaleniense procede de la tesis
doctoral (Real, 2017). Recientemente se ha publicado un resumen general (Real, 2020b) y varios estudios
específicos (Real, 2020a; Real et al., 2017).
3.2. Metodología
La identificación taxonómica y anatómica se ha llevado a cabo gracias a la colección de fauna de la
Universitat de València y del Gabinet de Fauna Quaternària Innocenci Sarrión (Museu de Prehistòria de
València). La edad de muerte se ha establecido a partir de la metodología propuesta por varios autores en
relación a la erupción y desgaste dental y la fusión de las epífisis (Azorit et al., 2002; Mariezkurrena, 1983).
En la cuantificación de los restos se han utilizado el Número de Restos (NR), el Número de Especímenes
Identificados (NISP), el Número Mínimo de Elementos (NME), el Número Mínimo de Individuos (NMI) y
el porcentaje del Índice de Supervivencia (%ISu) (Lyman, 1994, 2008).
Las fracturas se han clasificado según la metodología propuesta por Villa y Mahieu (1991) y para
determinar los morfotipos de fractura específicos, vinculados sobre todo a la explotación de la médula, se ha
usado Real (2017, aceptado). Asimismo, se han identificado las marcas de percusión, tanto muescas como
peeling, y también los estigmas de percusión superficiales en base a la reciente clasificación realizada por
Vettese et al. (2020).
Para el análisis de las modificaciones sobre la superficie ósea se ha utilizado una lupa binocular (Nikon
SMZ-10A). La clasificación de las marcas de corte se basa en las referencias clásicas (Binford, 1981; Bromage
y Boyde, 1984; Noe-Nygaard, 1989; Pérez Ripoll, 1992; Potts y Shipman, 1981; Shipman y Rose, 1983;
Valensi, 1991) y en estudios experimentales y etnológicos (Abe, 2005; Costamagno y David, 2009; Galán y
Domínguez-Rodrigo, 2013; Nilssen, 2000; Soulier, 2014; Soulier y Costamagno, 2017; Soulier y Morin, 2016;
Soulier et al., 2014; Vigne, 2005). Se han caracterizado acorde al tipo (incisión, raspado, tajo), localización,
morfología (corta, larga), orientación (longitudinal, transversal, oblicua), intensidad (leve, moderada, intensa)
y cantidad (simple, dos, múltiple). Además, cada una se ha vinculado con la fase del procesado carnicero
más apropiada (extracción de la piel, eviscerado, desmembrado, desarticulado, descarnado, extracción de
tendones y fracturación). Las mismas características se ha aplicado al análisis de las marcas dentales sobre
APL XXXIII, 2020
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34
C. Real
Tabla 1. Taxonomía de los niveles magdalenienses de la Cova de les Cendres.
XIIA
XI
IX
NISP
%NISP
NMI
NISP
%NISP
NMI
DETERMINADOS
2686
97,32
-
16494
96,38
-
2709
91,06
-
Ungulados
289
10,76
-
1222
7,41
-
162
5,98
-
Cervidae
18
0,67
-
31
0,19
-
20
0,74
-
Capreolus
-
-
-
1
0,01
1
2
0,07
1
212
7,89
7
920
5,58
19
109
4,02
6
Cervus
Bos
NISP %NISP
NMI
-
-
-
2
0,01
1
-
-
-
Capra
55
2,05
3
241
1,46
8
26
0,96
4
Sus
1
0,04
1
4
0,02
1
2
0,07
2
Equus
3
0,11
1
23
0,14
4
3
0,11
1
Carnívoros
22
0,82
-
112
0,68
-
9
0,33
-
Carnivora
1
0,04
-
7
0,04
-
1
0,04
-
Vulpes
3
0,11
1
3
0,02
1
1
0,04
1
Felinae
-
-
-
7
0,04
-
-
-
-
Felis
3
0,11
1
11
0,07
1
-
-
-
Lynx
15
0,56
2
84
0,51
4
7
0,02
1
2362
87,94
-
15008
90,99
-
2468
91,10
-
Lagomofos
Leporidae
-
-
-
-
-
-
2
0,07
-
2360
87,86
33
14976
90,80
337
2463
90,92
60
2
0,07
2
32
0,19
5
3
0,11
1
Aves
13
0,48
-
152
0,92
-
70
0,42
-
INDETERMINADOS
74
2,68
-
620
3,6
-
266
8,94
-
Aves
13
17,57
-
175
28,23
-
161
60,53
-
Oryctolagus
Lepus
Talla pequeña
4
5,41
-
27
4,35
-
13
4,89
-
Talla media
53
71,62
-
412
66,45
-
86
32,33
-
Talla grande
4
5,41
-
6
0,97
-
6
2,26
-
Total
2760
17114
2975
ungulados (Fernández-Jalvo y Andrews, 2011; Landt, 2007; Pickering et al., 2013; Saladié, 2009), en este
caso clasificadas como punciones y hundimientos. Se ha utilizado el porcentaje de marcas calculado sobre el
total del conjunto, pero también calculado en relación al total de NISP de cada elemento anatómico.
En cuanto a la determinación de modificaciones no antrópicas, se han utilizado referencias clásicas
(p.e. Brain, 1981, Haynes, 1983; Sala y Arsuaga, 2018), aunque no se han identificado marcas causadas por
carnívoros o aves rapaces en el conjunto.
Las termoalteraciones se registran a partir de la coloración y la localización de la misma, según
establecen Nicholson (1993), Stiner et al. (1995) y Théry-Parisot et al. (2004). Los huesos quemados se
clasifican en tres niveles: nivel 1 (N1) que comprende coloraciones entre marrón y negro; nivel 2 (N2) con
coloración negro y negro/gris; y nivel 3 (N3) referido a coloración gris y blanco.
APL XXXIII, 2020
[page-n-7]
Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
35
Fig. 3. Frecuencia de las
especies de ungulados
según %NISP sobre
el total de restos de
ungulados por nivel.
Con la intención de reconstruir las fases de la explotación del ciervo es necesario obtener información sobre
el transporte, las técnicas de procesado y cocinado y el tipo de recursos aprovechados. Para ello se ha tenido
en cuenta el análisis tafonómico de las modificaciones y las fracturas (a partir de los métodos ya expuestos)
según su funcionalidad. Así como la representación anatómica a partir de la correlación entre el porcentaje de
Minimum Animal Units (%MAU) (Binford, 1978) y la densidad ósea del ciervo (Kreutser, 1992) calculada
con la Rho de Spearman. El objetivo es evaluar si existen procesos de atrición que hayan afectado al conjunto
o, en cambio, la representación anatómica existente se debe a un transporte selectivo de los miembros. En este
caso, se han aplicado también otros índices: Standardized Food Utility Index ((S)FUI) y Unsaturated Marrow
Index (UMI) (Friesen, 2001; Metcalfe y Jones, 1988), para valorar si otros factores vinculados con la utilidad
de los recursos consumible (carne, grasa y médula) pudieron influir en la decisión de transporte.
4. RESULTADOS
4.1. Edades y representación anatómica
El ciervo es la principal especie entre los ungulados con 1.241 restos y al menos 32 individuos (fig. 4).
Según la erupción de los dientes y la osificación de las epífisis, los adultos son el grupo de edad mejor
representado, seguido de jóvenes y subadultos en cantidades similares. Cabe señalar también la presencia
ocasional de individuos neonatos y seniles.
En relación a la representación anatómica, se han registrado ciertas diferencias entre los niveles
arqueológicos en función del %ISu (fig. 5). En el nivel XIIA, los valores más importantes se centran en el
estilopodio, zeugopodio y autopodio, en particular en el húmero y la tibia. Por su parte, los porcentajes más
altos en el XI se encuentran entre los metapodios y las falanges, que alcanzan incluso el 75% en el caso de
los metatarsos. Por último, en el IX los valores están equilibrados entre los diversos elementos anatómicos,
aunque destaca el estilopodio, la primera falange y los metatarsos. El esqueleto craneal y axial son los peor
representados en todos los casos.
APL XXXIII, 2020
[page-n-8]
36
C. Real
Fig. 4. Edades de muerte
del ciervo por nivel.
Fig. 5. Representación anatómica del ciervo (% ISu) por nivel y resultados del índice de densidad (D).
APL XXXIII, 2020
[page-n-9]
Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
37
4.2. Fragmentación
La tasa de fragmentación es alta (media de restos fragmentados= 91%), con pocos restos completos tales
como dientes, falanges o huesos compactos (carpos, tarsos, sesamoideos) (XIIA = 19, XI = 83, IX = 5).
Cerca del 56% de las fracturas son frescas, y la otra mitad comprende fracturas indeterminadas, mixtas y
secas (fig. 6A). En el análisis tafonómico de las fracturas, se ha excluido de la cuantificación aquellas de
origen reciente.
Por otra parte, algunos morfotipos de fractura parecen ser característicos y se repiten en función del
elemento anatómico (fig. 6B y C):
- Los huesos largos y metapodios se ven representados especialmente por fragmentos de diáfisis
de circunferencia incompleta (II.4.2). Pero igualmente se advierte la importancia de morfotipos que
comprenden una porción de epífisis junto con una cantidad superior al 25% de diáfisis (II.4.2, II.3.2, II.2.2),
y de fragmentos de la articulación distal de metapodios que no conservan zona de diáfisis.
- Las falanges reflejan especialmente porciones de la articulación proximal o distal junto con una parte
reducida de diáfisis, alrededor del 25% (II.2.2); o morfologías de fracturas longitudinales (II.5.2.2, II.5.1.1)
que conservan menos del 50% de ambas articulaciones (tabla 2).
- Entre las costillas destacan de igual forma los morfotipos como el II.4.2 o el II.2.4 que incluye la
epífisis proximal. Por su parte las vértebras se presentan como fragmentos de arco o de cuerpo; si bien se
registran también fragmentos transversales que combinan ambas partes.
- Las mandíbulas y los maxilares conservan tanto fragmentos incompletos de la cavidad alveolar (II.5.1)
como del ramus (II.6.1).
4.3. Modificaciones
Las modificaciones más numerosas tanto en cantidad como el número de restos son las marcas líticas y
las termoalteraciones. En cuanto a las marcas líticas, se ha registrado un total de 344 entre incisiones,
raspados y tajos (tabla 3). El 22,2% (XIIA), 18,4% (XI) y 28,4% (IX) de los huesos presenta alguna de
estas modificaciones, sobre todo en elementos como costillas, estilopodio y zeugopodio, metapodios y
falanges primeras y segundas. En cambio, si el cálculo se basa en la proporción entre la cantidad total de
cada elemento y aquellos con modificaciones los valores varían (tabla 4). En el nivel XIIA destacan las
incisiones sobre mandíbula, escápula y huesos largos (fémur y metacarpo), en el nivel IX sobre escápula
y huesos largos, y en el nivel XI los porcentajes más altos (25-40%) están sobre las vértebras torácicas y
huesos largos (estilopodio y zeugopodio).
En general destacan las incisiones cortas, que en su mayoría son oblicuas, de intensidad elevada,
múltiples. En los huesos largos, metapodios, falanges y costillas se sitúan sobre la diáfisis o en la zona
cercana a las articulaciones; en los huesos de las cinturas se encuentran en las propias articulaciones;
y en mandíbula y maxilar están en la zona de la cavidad alveolar. Por su parte las incisiones largas
son de intensidad elevada y se distribuyen de forma longitudinal principalmente sobre las diáfisis
(huesos largos, falanges, metapodios y costillas). Por su parte, entre los raspados destacan aquellos
con morfología larga, dirección longitudinal, intensidad media y con una localización similar a la de
las incisiones largas.
En lo referente a las termoalteraciones, están presentes en los tres niveles arqueológicos, aunque
en cantidades distintas: 29,2% (XIIA), 11,7% (XI) y 48,6% (IX) (tabla 3). En su mayoría, las
termoalteraciones cubren toda la superficie ósea, aunque hay algunos casos en los cuales la alteración
es parcial: 25,8% (XIIA), 19,3% (XI) y 3,7% (IX). Las coloraciones más abundantes son las de nivel
1 (tabla 5), salvo en el nivel XIIA, en el cual los restos carbonizados alcanzan el 50%. Si se calcula el
APL XXXIII, 2020
[page-n-10]
38
C. Real
Fig. 6. A. Tipo de fracturas y número de restos completos (Com.) y fragmentados (Frag.). B. Ejemplos de fracturas
frescas y marcas de percusión sobre huesos largos. C. Fracturas frescas en falanges, algunas con muescas.
APL XXXIII, 2020
[page-n-11]
Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
39
Tabla 2. Clasificación de los restos de falanges según completas y
la morfología de la fractura fresca.
Abreviaturas: proximal (Px), distal (Dt) y diáfisis (Df).
XIIA
Fa1
Fa2
Fa3
Completa
1
0
1
Px+Df+Dt
1
1
Px
2
1
Px+Df
3
2
Df
1
Dt+Df
7
Dt
XI
IX
1
4
2
Completa
0
1
Px+Df+Dt
3
6
8
Px
8
2
Px+Df
15
10
9
Df
1
5
3
Dt+Df
17
18
3
Dt
11
2
1
Completa
0
0
0
Px+Df+Dt
4
3
1
Px+Df
5
1
Dt+Df
7
6
Px
1
porcentaje de quemados sobre el total de cada hueso, se observa como en el nivel XIIA y IX el número
de elementos con porcentajes entre 50-100% es superior que en el nivel XI, donde tan solo en dos
casos se alcanza el 50%.
Se han registrado marcas de fractura directa (tabla 3), correspondientes a diversas acciones: percusión,
flexión y mordedura/flexión. La mayoría son muescas causadas por percusión sobre huesos largos (húmero,
radio, fémur, tibia y metapodios), falanges, mandíbula y costillas (Fig. 6B y C). Se han determinado también
otros tres casos con percusión múltiple, en los cuales se distinguen dos o tres muescas consecutivas y se
localizan sobre un fragmento de coxal, una diáfisis de radio y una falange primera. Por otro lado, estas
percusiones han causado también estigmas superficiales (fig. 7B, C) resultado de acciones fallidas. Se
encuentran en varios fragmentos del nivel XIIA (tibia, metacarpo y metatarso) y XI (mandíbula y costilla).
Se han documentado bordes de fractura provocados por peeling, los cuales podrían relacionarse con una
acción manual de flexión. Se localizan en una costilla (XIIA), una mandíbula y la zona proximal de un
fémur (XI), y una vértebra torácica (IX).
Por último, las marcas dentales están presentes en el conjunto, aunque son escasas, tan solo se han
constatado sobre tres huesos (tabla 3). Se han identificado dos marcas paralelas de arrastre, leves y
oblicuas sobre un fragmento de astrágalo (XI) y una costilla (XIIA), y un hundimiento bilateral en la
apófisis de una vértebra lumbar (IX). Además, la zona de fractura de la apófisis presenta una superficie
de peeling, cerca de la cual en una de las caras se observa un hundimiento y en la opuesta el inicio del
complementario (fig. 7A).
APL XXXIII, 2020
[page-n-12]
APL XXXIII, 2020
2
11
-
-
12
-
-
H
R
U
Mc
Cp
Cx
-
Vt
9
-
Vc
Es
1
Hi
Ct
-
Dientes
-
1
Mand
1
-
Mx
V
-
Cr
Vl
-
Ast
Marcas
corte
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
dentales
1
-
1
-
2
2
-
5
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
fractura
XIIA
1
-
5
3
1
1
1
8
1
3
1
2
-
2
-
-
-
-
Quemados
6
2
15
4
6
31
4
49
-
8
8
-
-
-
10
1
7
1
Marcas
corte
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
dentales
-
-
1
-
3
1
-
1
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
Marcas
fractura
XI
3
4
5
2
3
7
-
4
-
1
4
4
-
2
3
-
3
1
Quemados
1
-
2
-
2
7
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
corte
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
dentales
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
fractura
IX
-
2
3
1
2
3
1
3
-
1
2
1
-
1
1
-
2
2
Quemados
Tabla 3. Número de modificaciones antrópicas por elementos anatómico: marcas de corte (incisiones y raspados), marcas dentales y marcas de fractura
(peeling, muescas y estigmas de percusión superficial); y número de restos quemados. Abreviaturas: Ast (asta), Cr (cráneo), Mx (maxilar), Hem (mandíbula),
Hi (hioides), Vc (vértebra cervical), Vt (vértebra torácica), Vl (vértebra lumbar), V (vértebra), Ct (costilla), Es (escápula), H (húmero), R (radio), U (ulna),
Mc (metacarpo), Cp (carpo), Cx (coxal), F (fémur), T (tibia), Mt (metatarso), Ma (maleolo), As (astrágalo), Ca (calcáneo), Ta (tarso), Mtp (metapodio), Fa
(falange), Se (sesamoideo).
40
C. Real
[page-n-13]
-
1
10
1
-
-
-
60
47
22,2
Ta
Mtp
Fa1
Fa2
Fa3
Fa
Se
Total
marcas
Nº huesos
con marcas
% huesos
con marcas
-
-
Ma
3
3
Mt
Ca
-
T
As
5
F
Marcas
corte
Tabla 3. Continuación.
0,9
2
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
dentales
9,4
20
20
-
-
-
-
2
-
-
-
-
-
3
1
2
Marcas
fractura
XIIA
29,2
62
62
4
2
8
2
1
5
1
3
-
-
3
1
3
Quemados
18,4
169
251
-
1
1
13
21
1
1
3
-
-
17
25
16
Marcas
corte
0,2
2
2
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
-
Marcas
dentales
1,3
12
12
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
3
Marcas
fractura
XI
11,7
108
108
4
-
6
8
15
9
4
2
1
1
5
3
4
Quemados
28,4
31
33
-
-
-
1
7
2
-
-
-
-
3
-
6
Marcas
corte
0,9
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
dentales
0,9
1
1
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Marcas
fractura
IX
48,6
53
53
2
1
2
7
8
3
-
-
-
-
2
1
2
Quemados
Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
41
APL XXXIII, 2020
[page-n-14]
42
C. Real
Tabla 4. Porcentaje de incisiones y raspados por elemento anatómico (en base al total de cada
hueso). Ver las abreviaturas de los huesos en la Tabla 3.
XIIA
XI
IX
% Incisiones
% Raspados
% Incisiones
% Raspados
% Incisiones
% Raspados
Cr
-
-
11,5
3,8
-
-
Mx
-
-
20,0
-
-
-
Mand
100,0
-
20,0
6,7
-
-
Hi
-
50,0
-
-
-
-
Vt
-
-
40,0
10,0
-
-
Vl
-
-
16,7
4,2
-
-
V
25,0
-
-
-
-
-
Ct
31,6
10,5
21,6
21,6
-
-
Es
100,0
-
-
-
100,0
-
H
38,5
15,4
36,1
19,4
66,7
33,3
R
-
-
25,0
6,3
50,0
-
U
-
-
21,4
7,1
-
-
Mc
42,9
14,3
17,8
13,3
50,0
-
Cp
-
-
10,5
-
-
-
Cx
-
-
26,3
-
50,0
-
F
44,4
11,1
22,9
20,0
66,7
33,3
T
-
-
29,6
5,6
-
-
Mt
23,1
-
16,3
10,2
50,0
-
Ca
20,0
20,0
12,5
-
-
-
Ta
-
-
8,3
-
-
-
Mtp
-
11,1
-
2,6
28,6
-
Fa1
35,0
5,0
16,9
2,4
15,8
15,8
Fa2
5,3
-
12,3
-
8,3
-
Fa3
-
-
1,9
-
-
-
Fa
-
-
33,3
-
-
-
5. DISCUSIÓN
5.1. Transporte y explotación
El ciervo es un animal voluminoso, de unos 140-200 kg de peso medio, pero a pesar de ello y, en base a la
representación esquelética de los elementos anatómicos, su transporte al asentamiento parece ser completo,
al igual que se postula en otros yacimientos de la zona para presas de talla media (Martínez Valle, 1996;
Morales, 2015; Cacho et al., 2001). Este hecho podría verse favorecido por la localización de la Cova de
les Cendres, cerca de la cual los grupos humanos tenían fácil acceso a biotopos diversos habitados por los
ciervos. Las edades de muerte indican que la actividad cinegética se centró sobre manadas compuestas
tanto por adultos como por jóvenes menores de dos años, lo que explicaría el por qué estos individuos
APL XXXIII, 2020
[page-n-15]
43
Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
Tabla 5. Restos termoalterados por nivel: porcentaje de quemados de cada hueso y número de restos quemados
según su coloración: N1 (marrón-negro), N2 (negro) y N3 (gris-blanco). Ver las abreviaturas de los huesos en
la Tabla 3.
XIIA
XI
IX
% Quemados
N1
N2
N3
% Quemados
N1
N2
N3
% Quemados
N1
N2
N3
Ast
-
-
-
-
12,5
1
-
-
66,7
1
1
-
Cr
-
-
-
-
11,5
3
-
-
66,7
1
1
-
Mand
-
-
-
-
10,0
3
-
-
25,0
-
-
1
Dientes
33,3
-
1
1
1,9
1
1
-
25,0
-
-
1
Vc
40,0
-
2
-
12,9
3
-
1
25,0
1
-
-
Vt
25,0
1
-
-
40,0
4
-
-
100,0
2
-
-
Vl
50,0
1
1
1
4,2
-
-
1
16,7
1
-
-
V
25,0
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
Ct
42,1
4
4
-
5,4
3
1
-
100,0
2
-
1
Es
50,0
1
-
-
-
-
-
-
100,0
1
-
-
H
7,7
1
-
-
19,4
7
-
-
50,0
2
-
1
R
25,0
-
1
-
18,8
2
1
-
100,0
2
-
-
U
37,5
1
1
1
14,3
2
-
-
50,0
-
-
1
Mc
35,7
3
2
-
11,1
2
1
2
75,0
3
-
-
Cp
-
-
-
-
21,1
4
-
-
100,0
1
1
-
Cx
33,3
-
1
-
15,8
3
-
-
-
-
-
-
F
33,3
-
2
1
11,4
4
-
-
66,7
2
-
-
T
9,1
-
1
-
5,6
3
-
-
25,0
1
-
-
Mt
23,1
-
2
1
10,2
2
2
1
50,0
2
-
-
Ma
-
-
-
-
50,0
-
-
1
-
-
-
-
As
-
-
-
-
20,0
1
-
-
-
-
-
-
Ca
60,0
1
-
2
25,0
1
1
-
-
-
-
-
Ta
20,0
1
-
-
33,3
2
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
50,0
1
-
-
-
-
-
-
Mtp
55,6
2
2
1
20,5
4
1
3
42,9
2
-
1
Fa1
5,0
-
1
-
18,1
11
3
1
42,1
5
-
3
Fa2
10,5
-
2
-
12,3
4
2
2
58,3
7
-
-
Fa3
72,7
1
6
1
11,5
3
2
1
40,0
1
1
-
Fa R
66,7
-
1
1
-
-
-
-
100,0
1
-
-
Se
44,4
3
1
-
12,5
3
1
-
100,0
1
1
-
62
20
31
11
108
77
17
14
53
39
5
9
Mtp R
NISP
subadultos permanecían todavía con el grupo. En este sentido, y aunque no se ha podido identificar el sexo
de los mismos, es posible que indique grupos de hembras con crías como se ha afirmado en otros conjuntos
magdalenienses de la zona (Martínez Valle, 1996).
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Fig. 7. Otras modificaciones antrópicas: A. Marca dental sobre apófisis vertebral. B-C. Estigmas superficiales producidos
por percusión sobre un metacarpo y una mandíbula.
No obstante, como se ha visto en los resultados, existen diferencias de representación esquelética entre los
niveles. El estilopodio, zeugopodio y autopodio destacan en el XIIA, y en cambio los metapodios y falanges
en el XI, y el estilopodio, metatarsos y falanges en el IX. Las causas de dicha distribución desigual en el XIIA
parecen responder a procesos diagenéticos, puesto que la correlación entre la densidad y el %MAU es positiva
y significativa (fig. 5). Por el contrario, en los otros dos niveles no se observa una relación fuerte entre ambas
variables, y aunque puede haber error, no parece que los procesos de atrición hayan sido la causa principal. Por
consiguiente, se han aplicado otros índices (Standardized Food Utility Index y Unsaturated Marrow Index)
obteniéndose resultados no concluyentes al no darse una correlación o esta no ser significativa.
Es posible que existan varias causas que expliquen la elevada cantidad de metapodios y falanges. Por un
lado, podría vincularse con un transporte parcial centrado en las extremidades, debido a que los metapodios
son ricos en ácidos grasos insaturados y más ligeros de transportar que el resto de elementos (Morin, 2007),
factor que se ha usado para explicar la misma situación en algunos yacimientos franceses (Kunzt et al.,
2016). Además, los metapodios son los huesos que mejor se prestan a ser empleados en la fabricación de
útiles óseos como las agujas o punzones, dada su estructura compacta y regular y su longitud. Por otro lado,
cabe la posibilidad de que este patrón esté relacionado con el propio proceso de explotación del animal, y en
concreto con la primera fase de extracción de la piel. Se ha visto, no solo en presas de tamaño más reducido
como zorros o conejos (Pérez Ripoll y Morales, 2008; Sanchis et al., 2011), sino también en presas algo
mayores como los renos (Costamagno y David, 2009), que para extraer la piel en bloque los cortes se sitúan
en la zona articular de carpos/tarsos o entre la unión del estilopodio con el zeugopodio. Según la primera
opción, se separarían metapodios y falanges del resto del esqueleto, lo que podría dejar una mayor cantidad
de estos elementos en la zona de la cueva donde se produjera el tratamiento posterior de la piel.
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5.2. Procesado carnicero
Se han documentado todas las fases que componen un procesado del ciervo, principalmente en los niveles XI y
XIIA (fig. 8); por el contrario, en el nivel IX tanto el número de restos como de modificaciones es más reducido,
lo que dificulta poder definir si el patrón seguido durante las últimas ocupaciones magdalenienses es similar.
En primer lugar, la presa, una vez transportada a la cueva, era despellejada. Se han encontrado marcas
de corte, sobre todo cortas, en fragmentos craneales, en la cavidad alveolar de la mandíbula y el maxilar y
en los metapodios y falanges. La abundancia de estas modificaciones en los niveles XIIA y XI indica que
la extracción de la piel fue el primer paso realizado durante el procesado. Las evidencias de evisceración
se encuentran en las marcas de corte presentes en elementos axiales y en la zona lingual de la mandíbula
producidas durante la extracción de la lengua, al menos en el nivel XIIA.
Una vez limpia, la presa se podría desmembrar para ello se separa el esqueleto axial del apendicular,
como muestran las marcas de corte encontradas, por un lado, en la zona dorsal de las diáfisis de algunas
costillas y en el cuerpo de la escápula; y, por otro lado, en la articulación del coxal y en la epífisis proximal
del fémur. Asimismo, se han registrado incisiones en la zona occipital, las cuales podrían indicar la
separación del cráneo y el esqueleto axial en el nivel XI. No obstante, en animales de talla media, esta fase
puede llevarse a cabo al mismo tiempo que la desarticulación de las partes anatómicas y el descarnado.
Las marcas de corte vinculadas a la desarticulación no son muy abundantes, es posible que a causa
del reducido número de fragmentos de epífisis que se conservan en el conjunto en comparación con los
de diáfisis. A pesar de su reducido número, estas marcas apuntan a que la desarticulación se llevaría a
cabo entre las principales uniones articulares como son escápula-húmero (en el nivel XI), coxal-fémur
(en el nivel XI) y fémur-tibia (en el nivel XIIA). No obstante, también se han identificado este tipo de
incisiones en algunos carpos y tarsos, lo que indica que se podría separar la parte superior de los miembros
de las extremidades. Así como entre metapodios y falanges, lo que ayudaría, en el caso de las falanges,
a fracturarlas. Según algunos trabajos experimentales, las falanges se pueden fracturar con una menor
cantidad de golpes y de forma más fácil si están desarticuladas, y así tener un mejor acceso a la médula
(Jin y Mills, 2011). Posteriormente, los tendones serían extraídos de los metapodios y aprovechados en los
niveles XIIA y XI.
En último lugar, por el número de marcas líticas, resulta claro que el descarnado es la fase del proceso
carnicero mejor representada. Los porcentajes más altos de este tipo de acción se encuentran en la escápula,
el estilopodio y el zeugopodio (sobre todo la tibia), aunque también se registran marcas en elementos
axiales. Por su parte, los raspados se han identificado sobre las diáfisis de huesos largos, algunos metapodios
y costillas. Su presencia en estos huesos largos se puede vincular con la limpieza del periostio con la
intención de facilitar su fractura posterior.
El uso del fuego en el procesado carnicero de la presa podría haber variado las pautas seguidas, por
ejemplo, al consumir la carne sin tener que descarnarla del hueso o ayudar a la fracturación posterior, lo
que a su vez habría influido en la presencia de marcas líticas. En este sentido, se observan importantes
diferencias en los porcentajes de termoalteraciones. Es destacable la alta cantidad de restos quemados,
cerca del 30% en el nivel XIIA y del 50% en el IX, y que además coincide con una mayor cantidad de
termoalteraciones entre el resto de huesos (Real, 2017). Es posible que esto pudiera deberse al uso de los
huesos como combustible para los hogares (Costamagno et al., 2010; Théry-Parisot et al., 2004), pero esta
idea entra en contradicción con la explotación de la grasa de las zonas esponjosas y las elevadas cantidades
de fragmentos de zonas de diáfisis termoalterados que no aportan duración a dichos hogares. En cambio,
estas termoalteraciones parecen responder a actividades de limpieza de los deshechos óseos en hogares
apartados de la zona excavada y que una vez apagados o consumidos serían vaciados en ella; lo cual
concuerda con los altos valores de cremación y calcinación que afectan al conjunto óseo en general. No
obstante, en el XIIA, y a raíz de la presencia de coloraciones parciales en algunos huesos, podría producirse
un asado de partes anatómicas previo al consumo de la carne de forma ocasional.
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Fig. 8. Localización de las actividades de carnicería sobre ciervo: A. Despellejar, eviscerar y desmembrar; B. Desarticular,
extracción de tendones, marcas de percusión y porcentaje de huesos con marcas de descarnado. El porcentaje se ha calculado
sobre el total de NISP por elemento (huesos largos, escápula, coxal, costillas y vértebras torácicas y lumbares).
Por su parte, el porcentaje tan reducido de huesos quemados del nivel XI, no solo del ciervo sino
también entre el resto del conjunto, contrasta con la presencia de un hogar bien estructurado y reutilizado a
lo largo de las ocupaciones (Bel et al., 2015). Sin embargo, tampoco parece darse un uso del fuego durante
el procesado, salvo casos puntuales, sino que la propia distribución espacial y el espacio excavado podrían
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ser la causa. Es posible que el hogar, al convertirse en un punto central de la actividad de los grupos dentro
de la cueva, se mantuviera relativamente más limpio, para lo que necesitarían utilizar otro espacio donde
acumular los deshechos. En todo caso, al no estar toda la superficie de excavación estudiada no se puede
asegurar esta hipótesis.
5.3. Aprovechamiento de los recursos
Parece darse un procesado completo y un aprovechamiento de los recursos consumibles como la carne
o la médula interna de los huesos, a pesar de que la aplicación de los índices de utilidad no haya
resultado concluyente. Sin embargo, tanto las marcas líticas como las fracturas frescas de los huesos
hacen pensar lo contrario.
Las marcas líticas vinculadas al descarnado y los altos porcentajes de las mismas sobre huesos con
alto contenido en carne (fig. 8) evidencia una extracción de los paquetes de carne con la intención de ser
consumida sin que las piezas deban ser cocinadas previamente (por ejemplo, mediante cocción o asado).
Puesto que el número de marcas sería menor en el caso de que se hubiera hervido el hueso con la carne
(Abel, 2005) y las termoalteraciones puntuales o parciales son bastante escasas, a excepción del nivel
XIIA. Otra cuestión relevante es si el consumo de la carne se produce en el momento o es tratada para su
conservación, como ya se ha propuesto para presas más pequeñas (conejo) en el mismo yacimiento (Real,
2020a). Los estudios experimentales sobre presas de talla media, muestran que hay ciertas diferencias
en las características de las marcas, en cuanto a su localización, orientación y tamaño, que puede ayudar
a diferenciar si se trata de un descarnado para su consumo directo o un fileteado para poder tratar la
carne y conservarla (Soulier y Morin, 2016; Soulier y Costamagno, 2017). En este sentido, las incisiones
longitudinales y muy largas sobre huesos con mayor cantidad de carne (como húmero y fémur), se vinculan
más al fileteado, y en la zona de Francia están más presentes en los conjuntos arqueológicos de finales
del Paleolítico superior. Sin embargo, en los dos conjuntos más numerosos de la Cova de les Cendres
(niveles XIIA y XI), destacan las incisiones cortas y oblicuas, aunque también hay cierta presencia de
longitudinales y largas (fig. 9). Es posible que puntualmente se practicara un fileteado de la carne con vistas
a su conservación, pero de forma general parece ser que el consumo sería directo.
Una vez que el esqueleto ha sido procesado, según las pautas mencionadas en el apartado
anterior, y la carne descarnada, los huesos (huesos largos, metapodios, falanges, coxal y mandíbula)
son sistemáticamente fracturados para acceder a la médula (fig. 8). Las fracturas se realizaron por
medio de la percusión, como muestran las muescas identificadas, así como los estigmas de percusión
superficiales y lascas de percusión, cuya presencia es un indicio más de que la extracción de médula
fue realizada en el asentamiento. Por otra parte, los bordes de fractura en peeling y las marcas dentales
muestran un uso, al menos ocasional, de la flexión manual o mordedura/flexión, vinculada a su vez con
el consumo directo de la carne.
El proceso de fracturación es intenso, afecta a huesos con mayor cavidad medular y a otros con menos
aporte como huesos compactos o falanges, tal y como ya se ha visto en otros conjuntos magdalenienses
(p.e. Pérez Ripoll y Martínez Valle, 2001; Villaverde y Martínez Valle, 1995). El caso de las falanges es
singular, puesto que se trata de elementos con una cavidad medular muy reducida en comparación con
otros como el húmero o el fémur, pero cuyo porcentaje de fragmentados alcanza el 94% en la Cova de les
Cendres (tabla 2). En ocasiones se ha vinculado el aprovechamiento de su médula con momentos de estrés
alimenticio (Bar-Oz y Munro, 2007), aunque no tiene porqué ser la única causa. Estudios etnológicos han
comprobado que el procesado de las falanges se puede producir en momentos de abundancia, en los cuales
la población puede dedicar más tiempo a obtener un recurso de menor cantidad (Jin y Mills, 2011). Además,
es posible que el consumo de este recurso tenga más relación con su calidad, y no tanto con su cantidad,
vinculándolo de este modo a su mejor sabor y un contenido mayor en ácidos grasos insaturados, al igual que
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Fig. 9. Incisiones
sobre huesos largos
clasificadas según
su localización,
morfología (cortas,
largas) y orientación:
longitudinal (L),
oblicua (O) y
transversal (T).
ocurría con los metapodios (Morin, 2007). Por otra parte, algunos autores también han argumentado que el
procesado de estos pequeños huesos podría haberse combinado con el consumo del contenido de grasa que
queda dentro del casco de los ungulados (Lupo, 1998; O’Connell et al., 1988), aunque no quede reflejo de
ello en los restos arqueológicos.
Por otra parte, el hecho de que las epífisis de los huesos largos, así como otras partes esponjosas como los
elementos axiales estén continuamente fragmentadas, podría sugerir un procesado orientado a la obtención
de la grasa concentrada en estas zonas. Para poder aprovechar esta grasa, aunque no es imprescindible,
las articulaciones y huesos esponjosos pueden reducirse a fragmentos más pequeños para que la cocción
requiera menos agua y calor y el proceso sea más rápido (Janzen et al., 2014; Outram, 2001, 2002; Roberts
et al., 2003), lo que a su vez encajaría con la gran cantidad de fragmentos esponjosos de talla media que
están presentes entre los restos indeterminados de los tres conjuntos (Real, 2020b).
Otras partes consumibles como son la sangre y algunos órganos no se puede descartar de la dieta
paleolítica, pero tampoco hay evidencias directas de ello.
No obstante, los recursos que ofrece una presa como el ciervo son abundantes y más variados. No solo
se trata de recursos comestibles, sino también de materiales que pueden ser empleados para otros usos. La
presencia de marcas líticas vinculadas con la extracción de los tendones y la piel, así como la presencia
relevante de útiles dedicados a su procesado y transformación (raspadores, buriles, punzones y agujas)
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Explotación del ciervo por los grupos magdalenienses. Nuevas evidencias de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira)
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en los niveles magdalenienses (Villaverde et al., 2012) abre la posibilidad a que los grupos humanos que
ocuparon la Cova de les Cendres llevaran a cabo actividades de tratamiento de pieles y confección de
ropajes o recipientes con ellas. Por otra parte, las astas y los huesos largos como los metapodios se pueden
vincular con la fabricación de una gran variedad de útiles óseos como puntas, azagayas, agujas, varillas o
arpones presenten también entre los materiales magdalenienses (Borao, 2015; Román y Villaverde, 2012),
así como restos que evidencian el proceso de fabricación de dichos útiles (Borao, 2012).
6. CONCLUSIONES
El ciervo es una presa central en la dieta de los grupos humanos magdalenienses cuando ocupaban
asentamientos situados en zonas cercanas a la costa o de menor altitud. Su aprovechamiento parece centrar
la actividad cinegética de estos grupos de forma estacional con la caza de individuos adultos y jóvenes
que encontraban en la misma manada y en zonas cercanas a los asentamientos. Su transporte no parece
estar vinculado con un único recurso, sino que se trasladaba completo al yacimiento donde este cérvido
se aprovechaba al máximo. Por lo tanto, las pautas y métodos seguidos en el procesado carnicero están
orientados a obtener recursos tanto a nivel dietético (carne, médula, grasa) como utilitario (piel, tendones,
huesos, astas), y además se repiten en lo largo del Magdaleniense. El procesado de estos recursos utilitarios,
constata el desarrollo de actividades relacionadas, por un lado, con el aprovechamiento continuo de la piel,
posiblemente para la confección de ropas o recipientes. Y, por otro lado, elementos como las astas y los
metapodios eran empleados en la fabricación de una gran variedad de útiles óseos.
Tras el Máximo Glacial, las condiciones ambientales mejoraron, y en la zona de la Cova de les Cendres,
se registra un desarrollo progresivo de la humedad y las zonas de bosque. Estos cambios, junto con su propia
localización, rodeada de biotopos diversos que incluyen desde zonas de montaña y llanura, hasta áreas
lacustres y costeras, y con acceso a un amplio espectro de recursos animales y vegetales, podrían explicar
el uso recurrente del yacimiento a lo largo del Magdaleniense. En este contexto, no parece tener cabida una
explotación intensiva de los recursos animales vinculada con momentos de escasez o de estrés alimenticio.
En cambio, unas ocupaciones más estables y duraderas, especialmente durante el Magdaleniense superior,
podrían explicar los patrones de explotación del ciervo que se describen en la Cova de les Cendres, y que a
su vez también tienen su paralelo en los patrones de procesado y consumo que se han definido para otra de
las presas relevantes, el conejo (Real, 2020a).
Las escasas diferencias entre los tres niveles estudiados, a pesar del menos número de restos del nivel
IX, no parecen responder a cambios en los modelos de subsistencia, sino más bien a variaciones en la
duración de las ocupaciones y las actividades desarrolladas. Por consiguiente, la relativa uniformidad de
la importancia del ciervo durante el Magdaleniense, y la dificultad de establecer, más allá de la duración
de las ocupaciones, diferencias en las estrategias de aprovechamiento de esta presa, sugiere una pauta de
ocupación territorial y de explotación de los recursos bien establecida durante todo ese periodo.
Las nuevas evidencias sobre la subsistencia humana aportadas por la Cova de les Cendres, amplían
el conocimiento que se tenía del procesado y el aprovechamiento de los recursos ofrecidos por el ciervo
durante el Magdaleniense. En este sentido, sería de interés poder completar esta información en un
futuro con nuevas aproximaciones a partir de otros conjuntos óseos mediterráneos, tanto de yacimientos
especializados en el ciervo como en la cabra.
AGRADECIMIENTOS
Esta investigación ha sido financiada por el contrato postdoctoral PROMETEO/2017/060 (Programa PROMETEO para
grupos de investigación de excelencia, Generalitat Valenciana), dirigido por Valentín Villaverde.
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