
Serie de Trabajos Varios 114
Juan Vilanova y Piera (1821-1893), la obra de un naturalista y prehistoriador valenciano: la donación Masiá Vilanova en el Museo de Prehistoria de Valencia
Francisco Pelayo López
Rodolfo Gozalo Gutiérrez
2012
, ISBN 978-84-7795-627-3 , 323 p.
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
(Últimos números publicados)
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 114
100. F. Arasa i Gil: La romanització a les comarques
septentrionals del litoral valencià. Poblament iberoromà i
importacions itàliques en els segles II-I aC. [2001]
101. P. Guérin: El Castellet de Bernabé y el horizonte ibérico
pleno edetano. [2003]
103. M.ª P. Iborra Eres: La ganadería y la caza desde el
Bronce Final hasta el Ibérico Final en el territorio
valenciano. [2004]
104. Y. Carrión Marco: La vegetación mediterránea y
atlántica de la Península Ibérica. Nuevas secuencias
antracológicas. [2005]
105. N. Mesado Oliver: La Cova de les Bruixes (Rossell,
Castellón). [2005]
106. R. Pérez Mínguez: Aspectos del mundo rural romano en
el territorio comprendido entre los ríos Turia y Palancia.
[2006]
107. N. Lledó Cardona: La moneda en la Tarraconense
mediterránea en época romana imperial. [2007]
108. J. Fernández Peris: La Cova del Bolomor (Tavernes de la
Valldigna, Valencia). Las industrias líticas del Pleistoceno
medio en el ámbito del Mediterráneo peninsular. [2007]
109. J. Juan Cabanilles: El utillaje de piedra tallada en la
Prehistoria reciente valenciana. Aspectos tipológicos,
estilísticos y evolutivos. [2008]
110. M. Gozalbes Fernández de Palencia: La ceca de Turiazu.
Monedas celtibéricas en la Hispania republicana. [2009]
111. C. Mata Parreño, E. Badal García, E. Collado Mataix,
P. P. Ripollès Alegre (eds.): Flora ibérica. De lo real a lo
imaginario. [2010]
112. P. Torregrosa Giménez, F. J. Jover Maestre, E. López
Seguí (dirs.): Benàmer (Muro d’Alcoi, Alicante).
Mesolíticos y neolíticos en las tierras meridionales
valencianas. [2011]
113. G. Pérez Jordà, J. Bernabeu Aubán, Y. Carrión Marco,
O. García Puchol, Ll. Molina Balaguer, M. Gómez
Puche (eds.): La Vital (Gandia, Valencia). Vida y muerte
en la desembocadura del Serpis durante el III y el I
milenio a.C. [2011]
Francisco Pelayo López y Rodolfo Gozalo Gutiérrez
102. B. Soler Mayor: Estudio de las estructuras de
combustión prehistórica: una propuesta experimental.
Cova Negra (Xàtiva, Valencia), Ratlla del Bubo
(Crevillent, Alicante) y Marolles-sur-Seine (Bassin
Parisien, Francia). [2003]
Juan Vilanova y Piera (1821-1893), la obra de un naturalista y prehistoriador valenciano
99. H. Bonet Rosado y C. Mata Parreño: El Puntal dels
Llops. Un fortín edetano. [2001]
Juan Vilanova y Piera (1821-1893),
la obra de un naturalista y
prehistoriador valenciano
La donación Masiá Vilanova
en el Museo de Prehistoria de Valencia
Francisco Pelayo López y Rodolfo Gozalo Gutiérrez
La serie TVSIP se encuentra disponible en formato PDF en:
www.museuprehistoriavalencia.es/trabajos_varios.html
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
2012
S.I.P.
T.V. 114
Motivo cubierta:
Retrato de Juan Vilanova y Piera (ca. 1850). Daguerrotipo
conservado en el Fondo Documental “Juan Vilanova” del
Museu de Prehistòria de València (D/3.285).
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 114
Juan Vilanova y Piera (1821-1893),
la obra de un naturalista y
prehistoriador valenciano
La donación Masiá Vilanova
en el Museo de Prehistoria de Valencia
Francisco Pelayo López y Rodolfo Gozalo Gutiérrez
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
2012
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DIPUTACIÓN DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 114
La Serie de Trabajos Varios del SIP se intercambia con cualquier publicación dedicada a la Prehistoria, Arqueología en general y ciencias
o disciplinas relacionadas (Etnología, Paleoantropología, Paleolingüística, Numismática, etc.), a fin de incrementar los fondos de la
Biblioteca del Museu de Prehistòria de València.
We exchange Trabajos Varios del SIP with any publication concerning Prehistory, Archaeology in general, and related sciences (Ethnology,
Human Palaeontology, Palaeolinguistics, Numismatics, etc) in order to increase the batch of the Library of the Prehistory Museum of
Valencia.
INTERCAMBIOS
Biblioteca del Museu de Prehistòria de València
C/ Corona, 36 - 46003 València
Tel.: 96 338 35 99; Fax: 96 388 35 36
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Los Trabajos Varios del SIP se encuentran accesibles en versión electrónica en la dirección de internet:
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El resto de publicaciones del Museu de Prehistòria de València se halla también disponible electrónicamente en la dirección:
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Edita: MUSEU DE PREHISTÒRIA DE VALÈNCIA. DIPUTACIÓ DE VALÈNCIA.
I.S.B.N.: 978-84-7795-627-3
eISSN: 1989-540
Depósito Legal: V-1045-2012
Maquetación e impresión: Textos e Imágenes
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A Vicente L. Salavert Fabiani
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prólogo
La profundidad temporal de la humanidad se abre paso a mediados del siglo XIX de la mano de las ciencias de la tierra. Por
entonces, Juan Vilanova y Piera representa el prototipo de los naturalistas españoles que se forman en Europa para, a su regreso, impulsar el desarrollo de estas ciencias en España. De manera, pues, que nuestro protagonista viaja a París con el objetivo de aprender
de las distintas escuelas que en Geología y Paleontología pugnan por explicar los procesos y los tiempos de la tierra, además de recorrer distintas regiones de Europa con idéntico propósito de estudio, estableciendo contactos con otros investigadores e instituciones
científicas que mantendrá ya para siempre. Cuando, en 1854, comienza la docencia en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid,
ha completado su formación y está dispuesto a contribuir a la modernización de nuestra enseñanza universitaria y de la sociedad en
general, una tarea llena de dificultades ante las carencias institucionales y las constricciones ideológicas, en la que si bien alcanzará
éxitos importantes, también habrá de afrontar adversidades notables. En esta obra y periodo apasionantes nos introduce el excelente
libro de Francisco Pelayo López y Rodolfo Gozalo Gutiérrez, que muestra la complejidad de los trabajos y la trayectoria del naturalista valenciano: su formación en Europa, las investigaciones y la docencia en las disciplinas de Geología y Paleontología, los viajes
y el protagonismo alcanzado en los congresos internacionales, la importante labor como divulgador de los avances de la ciencia,
el reconocimiento general alcanzado como autoridad científica, la decidida participación en las asociaciones que intentan remediar
una institucionalización insuficiente, sin olvidar la preocupación constante por armonizar creencias religiosas y ciencia moderna.
De la trayectoria vital e intelectual de J. Vilanova destacamos ahora su papel en la confluencia de las ciencias naturales, la Geología y la Paleontología, con la Prehistoria. Los nacientes estudios prehistóricos han de verse inmersos en la controversia suscitada
entre quienes aceptan la teoría de la evolución y una dura oposición religiosa que no quiere ver alterada la posición de la humanidad
en el seno de la naturaleza creada, una muestra más de las dificultades a que ha de enfrentarse la ciencia positiva en la España de la
segunda mitad del s. XIX. A pesar de estas dificultades que se derivan de una posición concordista, posición que con frecuencia será
considerada tibia desde los extremos que se enfrentan, es importante recordar que para J. Vilanova las ciencias de la tierra habían
abierto un nuevo camino que era preciso seguir: “La Geología, sin mira alguna ulterior de esta o de la otra índole, y sólo con el fin de
realizar los altos fines que le están encomendados, dijo un dia: entre los materiales del terreno cuaternario y terciario existen huesos
humanos mezclados con restos evidentes de su primitiva industria, asociado todo esto á séres que han desaparecido de la haz de la
tierra...” (Origen, naturaleza y antigüedad del hombre, 1872, p. 156).
El presente libro es la culminación de una larga y profunda investigación sobre J. Vilanova, que además nos ofrece nuevos y
muy valiosos elementos que serán objeto de futuros estudios, esto es, la catalogación del Fondo Documental Juan Vilanova y Piera
del Museo de Prehistoria de Valencia. A sus autores se deben importantes aportaciones previas, entre las que podemos destacar la
biografía y la bibliografía de J. Vilanova debidas a R. Gozalo en el volumen de Homenaje a Juan Vilanova y Piera que diversas
instituciones valencianas le dedicaron en el centenario de su muerte, en 1993; los estudios de F. Pelayo sobre la formación científica
de J. Vilanova en Europa, de 1995, así como la amplia investigación sobre el modo y alcance del enfrentamiento entre creacionistas
y evolucionistas en aquella comunidad científica española de la que formaba parte J. Vilanova; y aún hemos de conceder especial
relieve al trabajo conjunto de V. L. Salavert, F. Pelayo y R. Gozalo sobre Los inicios de la Prehistoria en la España del siglo XIX, de
2003, que incluye el análisis de la gestación y contenido del libro de J. Vilanova Origen, naturaleza y antigüedad del hombre, publicado
en 1872. Una obra que puso al alcance de la sociedad española los conocimientos europeos del momento sobre la prehistoria, una
información geológica y paleontológica igualmente actualizadas, y una exposición detallada de las cuestiones a debate, caso del
transformismo, además de la recopilación detallada de los yacimientos prehistóricos conocidos en España, entre los que ocupan un
lugar destacado los descubiertos por J. Vilanova en tierras valencianas.
VII
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Cuando los tres autores dirigían ya sus esfuerzos hacia la tarea que aquí se presenta, la muerte de Vicent Lluís Salavert Fabiani
(Valencia 1956 - Alboraia 2007) abrió un paréntesis de profunda tristeza, de silencio y suspenso. Permanecen los recuerdos de las
mañanas compartidas en la biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica, de la iniciativa y los amplios conocimientos sobre
la historia de la ciencia, sobre todo de la amistad y la generosidad de V. L. Salavert. Y, sin duda, como expresan en estas páginas F.
Pelayo y R. Gozalo, dar a la luz el presente libro es un homenaje a su memoria, a la vez que prolonga sus trabajos.
Los estudios sobre J. Vilanova recibirán nuevos alientos con las sucesivas donaciones al SIP de documentos y otros objetos de su
pertenencia, entre 1982 y 1996, por parte de su nieto Juan Masiá Vilanova (Valencia 1902-1998). Licenciado en Derecho y Filosofía
y Letras por la Universidad de Valencia, J. Masiá ocupó las cátedras de Geografía e Historia en diversos institutos, con especial
duración en el caso de Alicante y posteriormente en Valencia. Durante sus años de catedrático en el Instituto de Alicante sería además Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas desde 1954, luego Delegado Provincial de Excavaciones Arqueológicas,
hasta la segunda mitad de la década de 1960. Mantenía, pues, una estrecha vinculación con la arqueología valenciana y con el SIP,
recordando la valiosa aportación de J. Vilanova: “En España era consideradísimo y cariñosamente era llamado “el hombre fósil”,
pues su voz y sus libros estaban siempre presentes en la vida científica española y también en los medios populares, que enlazaban
con la evocación de los primeros tiempos de la Humanidad”. Una parte de su donación, los libros que procedían de la biblioteca de
J. Vilanova, fue dada a conocer por M.ª Victoria Goberna. Ahora se nos ofrece la parte fundamental, tras un examen extremadamente
laborioso, que comprende cuadernos de campo, originales de publicaciones, escritos inéditos, correspondencia y otros muchos documentos capaces de aportar luz o de suscitar nuevos interrogantes, cumpliendo así el propósito que guió a J. Masiá en su custodia.
Es notorio que J. Vilanova siempre mantuvo una relación especial con Valencia, de manera que la imagen y la obra del naturalista, del hombre de campo y prospector, del estudioso y divulgador de la Prehistoria, adquiere especial relieve cuando se contempla
desde su tierra valenciana natal. Tempranamente, en el Manual de Geología publicado en 1860, blasona en su portada los títulos
de Corresponsal de la Academia de Medicina y de la Sociedad de Agricultura de Valencia. Y en muchas ocasiones recordaría su
primera prospección relacionada con la prehistoria en nuestras tierras, allá por 1866: “Al Bajar de Monduber en dirección á Gandía,
hallándonos al pié de un manantial, mi amigo y discípulo querido D. Eduardo Boscá, á quien iniciaba por primera vez en las bellezas
de la geología práctica, nos apercibimos de una gran abertura que el guía que llevábamos de Barig nos dijo ser la entrada de una
cueva, distinguida en el país con el nombre de Parpalló” (1893, p. 18). Era el primero de la larga serie de yacimientos valencianos
que volverá a visitar durante el verano siguiente y de los que ya hablará en el II Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica celebrado en París en ese otoño de 1867. Un año después, en 1868, tenía previsto asistir al III congreso que se
celebraría en Norwich y Londres, pero finalmente enviaría una nota, Prehistoric remains in Valencia, dando cuenta “de quelques
observations relativement à la géologie préhistorique que j’ai pu faire dans plusieurs localités de la province de Valence, mon pays
natale”. Sí asiste al IV congreso, celebrado en 1869 en Copenhague, donde expresa un cierto optimismo por la nueva situación
política española, “ j’espère que les obstacles qui pourraient empêcher le développement des progrès scientifiques auront disparu
depuis notre dernière révolution”, volviendo a ocuparse de las Decouvertes archéologiques préhistoriques faites en Espagne, entre
las que nuevamente destacan los yacimientos valencianos.
Los yacimientos de Parpalló, Cova Negra, Bolomor, Meravelles, San Nicolás, Avellanera, Castellet del Porquet, Molló de les
Mentires y muchos otros lugares explorados en la primera hora, serán citas constantes en sus obras, con incorporaciones como la
Ereta del Pedregal, que prospecta con su hermano José, o Llometes y Serreta la Vella, de los que recibe puntual información por
parte de sus exploradores. Ello explica, por tanto, la permanencia de su eco entre nosotros. Esta misma serie que acoge el libro de
F. Pelayo y R. Gozalo comienza con el “Treball Solt” de Isidro Ballester dedicado a uno de los yacimientos popularizado por J. Vilanova, el Castellet del Porquet de l’Olleria, para quien expresa “el nostre fervorós homenatge al valencià eminent i quasi oblidat”.
Más extensamente se ocupa de él Nicolau Primitiu en las primeras páginas del volumen número 7, en las que presenta los Apuntes
sobre las estaciones prehistóricas de la Sierra de Orihuela, enviados por Santiago Moreno a la Sociedad Arqueológica Valenciana
en 1872: “Nuestro Vilanova [...] un valenciano ilustre a quien la Ciencia prehistórica no ha hecho todavía la justicia merecida”, nos
dice Nicolau Primitiu, con especial énfasis en la amargura causada a J. Vilanova por su defensa de la autenticidad de las pinturas de
Altamira. Un sentimiento que antes también había expresado Daniel Jiménez de Cisneros, recordando las tormentosas sesiones de
la Sociedad Española de Historia Natural a las que había asistido en Madrid en 1886. La presencia de J. Vilanova en el SIP sigue,
ya en la década de 1940, con la catalogación de sus colecciones valencianas depositadas en el Museo Antropológico Nacional de
Madrid por parte de D. Fletcher. También con la precisión de E. Pla sobre el itinerario por los yacimientos valencianos seguido por
Henri Breuil en la segunda década del s. XX, “el que trazara cincuenta años antes Vilanova y Piera”. Y así hasta los estudios de M.ª
V. Goberna como hitos principales que nos llevan ya al presente.
Si desde el SIP y su Museo, desde la Prehistoria valenciana, regresamos a la historia de la Geología, la Paleontología y la Prehistoria de la España de la segunda mitad del s. XIX, sólo nos queda ponderar la gran importancia de esta aportación de F. Pelayo y
R. Gozalo, en su doble vertiente de profundo estudio y de excelente catálogo de nueva y valiosa documentación, como una contribución decisiva al propósito de mejor comprender la época y la singladura personal de J. Vilanova y Piera.
Bernat Martí Oliver
VIII
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ÍNDICE
Página
PRÓLOGO
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VII
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.
1
BREVE NOTICIA BIOGRÁFICA DE JUAN VILANOVA Y PIERA (VALENCIA, 5-V-1821;
MADRID, 7-VI-1893) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
I.1. Primeros años y formación académica en Valencia (1821-1846) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
I.2. Oposiciones y vinculación de Vilanova al Museo de Ciencias Naturales de Madrid (1847‑1849) . . . . . . . . . . . . . . 7
I.3. Periplo por Europa y su incorporación a la Universidad. Vida profesional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
I.4. Vilanova visto por sus contemporáneos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
I.5. Vilanova, recuperación de una figura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
II. PERIPLO EUROPEO DE VILANOVA Y LA CONCESIÓN DE LA CÁTEDRA DE GEOLOGÍA Y
PALEONTOLOGÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
II.1. Conocimientos previos de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
II.1.1. Análisis del ejercicio de oposición de Vilanova a la Universidad de Oviedo: concepto de especie
mineral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
II.1.2. Libros y enseñanza de la Mineralogía en Madrid a finales de la primera mitad del siglo XIX . . . . . . . . . . . 19
II.2. Vilanova pensionado en Europa (1849‑1853) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
II.2.1. La enseñanza de las ciencias de la Tierra en París a mediados del siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
II.2.2. Viajes geológicos de Vilanova en 1850: Normandía, Suiza Occidental, Piamonte y Saboya . . . . . . . . . . . . 23
II.2.3. Las excursiones geológicas realizadas en 1851 por Francia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
II.2.4. El viaje por Europa durante 1852. La observación de la actividad del Etna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
II.3. El expediente administrativo del nombramiento de Vilanova como catedrático de Geología y Paleontología . . . . 27
III. VILANOVA PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL Y DEL MUSEO DE CIENCIAS
NATURALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
III.1. La enseñanza de las materias geológicas en la España decimonónica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
III.2. La enseñanza de las materias geológicas en los planes de estudios universitarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
III.2.1. La enseñanza de la Geología por parte de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
III.2.2. La Paleontología en los planes de estudio de la Universidad en la España del XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
III.2.3. El Programa de Paleontología de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
III.3. Discípulos y sucesores de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
IV. VIDA ACADÉMICA Y DIVULGACIÓN EN VILANOVA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
IV.1. Primeros años de actividad académica en Madrid . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
IX
[page-n-11]
Página
IV.2.
IV.3.
IV.4.
IV.5.
IV.6.
Vilanova académico de Medicina, Ciencias e Historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
IV.2.1. Vilanova el primer prehistoriador en la Academia de la Historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
Su labor en la Sociedad Española de Historia Natural y la Sociedad Geográfica de Madrid . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
Vilanova y los congresos científicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
IV.4.1. Vilanova congresista y divulgador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
IV.4.2. Participación de Vilanova en la gestación de los Congresos Geológicos Internacionales . . . . . . . . . . . . . 63
Divulgación y docencia en otras instituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
IV.5.1. Las cátedras de Geología y Prehistoria del Ateneo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Progreso científico y reivindicación de una ciencia nacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
IV.6.1. Estrategias vulgarizadoras de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
V. VILANOVA Y LAS CIENCIAS GEOLÓGICAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
V.1. Geología y Paleontología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
V.1.1. Manuales de Geología y Memorias provinciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
V.1.2. Modernización agrícola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
V.1.3. Vilanova hidrogeólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
V.2. Vilanova y la investigación paleontológica en España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
V.2.1. La investigación paleontológica en España entre 1849 y 1910 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
V.2.2. El concepto de Paleontología en Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
V.2.3. Revalorización de la obra paleontológica de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
V.3. Conflictos de intereses: Vilanova versus ingenieros de minas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
V.3.1. Vilanova y la Comisión del Mapa Geológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
V.3.2. Controversias entre Vilanova y los ingenieros de minas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
V.3.3. ¿Quién fue el primer catedrático de Paleontología en la Universidad Española? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
VI. VILANOVA Y LA ARQUEOLOGÍA PREHISTÓRICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
VI.1. La emergencia de la Prehistoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
VI.1.1. Las primeras investigaciones prehistóricas en España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
VI.2. Antecedentes de Vilanova en su interés por la Prehistoria (1855-1865) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
VI.3. Inicios de su consolidación como prehistoriador 1866-1868 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118
VI.4. Vilanova y el origen y la antigüedad de la humanidad 1866-1869 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
VI.4.1. Primeras referencias en España sobre la antigüedad y el origen del hombre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
VI.4.2. Primeros artículos de Vilanova sobre el origen del hombre y la antigüedad de la especie humana . . . . . 121
VI.4.3. Contenidos del “Origen del Hombre y Antigüedad de la especie humana” (1866-1867) . . . . . . . . . . . . . 122
VI.4.4. Información sobre España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
VI.4.5. El trabajo “Origen y Antigüedad del Hombre” publicado en el Boletín-Revista de la Universidad
de Madrid (1869a) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
VI.5. El IV Congreso de Antropología y Arqueología Prehistórica de Copenhague (1869) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
VI.6. El libro Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre (1872) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
VI.7. Participación institucional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
VI.8. La Protohistoria americana (1892) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
VI.9. La memoria geognóstico-agrícola y prehistórica de Valencia (1893) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
VI.10. La polémica sobre la autenticidad de las pinturas de Altamira en la comunidad científica española . . . . . . . . . . . 154
VI.10.1. El descubrimiento de las pinturas y las conferencias de Vilanova en Santander (1880) . . . . . . . . . . . . . . 154
VI.10.2. Comienza la polémica: los congresos de Lisboa (1880) y Argel (1881) y el debate en la prensa . . . . . . . 157
VI.10.3. La controversia llega a la Sociedad Española de Historia Natural. De las primeras defensas (1882)
al ataque de Salvador Calderón (1884) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
VI.10.4. 1886: El momento álgido de la disputa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
VI.10.5. El camino hacia el reconocimiento oficial (1894-1902) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
VI.11. Recapitulación: las aportaciones de Vilanova a la Prehistoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
X
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Página
VII. CREACIONISMO Y ANTIDARWINISMO EN VILANOVA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
VII.1. La crítica de Vilanova al transformismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
VII.2. Crítica de Vilanova al darwinismo en la Universidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
VII.3. Exposición de dos ejemplos paradigmáticos en la Sociedad Española de Historia Natural . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
VII.3.1. El Eozoon Canadense . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
VII.3.2. La crítica de Vilanova al transformismo de A. Gaudry . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
VII.4. Las anotaciones antidarwinistas al texto de Antropología de Tubino publicado en La Creación . . . . . . . . . . . . . . 170
VII.5. Antidarwinismo en las reseñas de congresos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
VIII. CATÁLOGO DEL FONDO DOCUMENTAL “JUAN VILANOVA” DEPOSITADO EN EL MUSEO DE
PREHISTORIA DE VALENCIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
VIII.1. Descripción de la ficha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
VIII.2. Puesta en valor de la donación Masiá Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
VIII.3. Catálogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
VIII.3.1. Manuscritos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
VIII.3.2. Correspondencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
VIII.3.3. Documentos de una entidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197
VIII.3.4. Ilustraciones y fotografías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 210
VIII.3.5. Impresos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
VIII.3.6. Cuadernos de campo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 214
VIII.3.7. Originales de texto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 216
IX. BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
Apéndice I.
“Querol bromista” y “Un sabio geólogo dedicado a la cría de polluelos” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
Apéndice II. Ejercicio de oposición a la cátedra de Historia Natural de la Universidad de Oviedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
Apéndice III. Informe de Juan de Vilanova y Piera, fechado en París, el 20 de abril de 1851, en el que da cuenta de su
labor realizada en Francia como pensionado del gobierno español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 244
Apéndice IV. Instancia pidiendo el pago de las colecciones traídas desde el extranjero y la separación de las cátedras de
Geología y Paleontología, vinculándolas ambas a su persona (1857) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287
Apéndice V. Manuscrito a la Revista Minera “Sobre lenguaje Geológico. Prado” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 290
Apéndice VI. Concordancia entre Génesis y Ciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
Apéndice VII. Medallas y condecoraciones de Juan Vilanova (M. Gozalbes) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302
Apéndice VIII. Catálogo de las obras publicadas por Juan Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 316
XI
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INTRODUCCIÓN
Intentamos ofrecer con este trabajo una biografía actualizada de uno de los naturalistas más importantes de la segunda
mitad del siglo XIX, que fue catedrático de Geología y Paleontología de la Universidad Central de Madrid. Juan Vilanova y
Piera, licenciado en Medicina y doctor en Ciencias Naturales,
participó de manera activa en la vida académica y cultural tanto
de Madrid como, en menor medida, de Valencia y fue miembro
de las reales academias de medicina, ciencias e historia, siendo
uno de los personajes más activos tanto en las instituciones
científicas como en el naciente asociacionismo científico de la
época. Además, fue un polígrafo contumaz y un infatigable viajero, que le llevó a divulgar de manera habitual los avances que
él consideraba más importantes en geología, paleontología y
prehistoria que se estaban produciendo en Europa. Estudiar este
personaje nos permite comprender mejor el panorama científico
español de la época, así como conocer de primera mano algunas
de las polémicas más importantes de aquel momento, como las
relacionadas con la teoría de la evolución.
Comentar un trabajo de estas características, explicar
su desarrollo y justificar algunas de las decisiones tomadas
durante su elaboración siempre resulta complicado, aunque el
resultado final depende en gran medida de estas cuestiones,
máxime cuando la idea germinal del trabajo tiene más de dos
décadas y, por desgracia, uno de nosotros, nuestro querido
Vicente, nos dejo prematuramente con el trabajo avanzado
pero donde todavía quedaba mucho (o poco según se mire)
por hacer.
El origen del trabajo es complejo. Por un lado Vicente Salavert, desde su formación como historiador e investigador en
historia de la ciencia, había llegado a Vilanova a través de sus
trabajos agronómicos, su relación con la Comunidad Valenciana
y como representante de la ciencia valenciana del XIX. Por otro
lado Francisco Pelayo, con una formación en biología y también
investigador en historia de la ciencia, estaba interesado en cuestiones históricas relacionadas con la Geología y la Biología, y
especialmente, la introducción de las ideas evolucionistas en la
España decimonónica. Por último, Rodolfo Gozalo, con una formación como geólogo y una investigación fundamentalmente de
tipo paleontológico, estaba más interesado en los aspectos geológicos y paleontológicos de Vilanova, como primer catedrático
de ambas materias en la universidad española. Este interés se
vio reforzado en 1993 cuando por una iniciativa conjunta del
Servicio de Investigación Prehistórica-Museo de Prehistoria de
la Diputación de Valencia, de la Sociedad de Amigos del País
de Valencia y el Departamento de Geología de la Universitat
de València se decidió organizar un homenaje conjunto en el
centenario del fallecimiento de Juan Vilanova y Piera, que se
desarrolló en noviembre de 1993.
Los tres teníamos, pues, en común un especial interés
por la figura de Vilanova, un personaje básico para entender
la historia de las ciencias naturales en la España del siglo
XIX; además, la distinta formación de cada autor hacía que
fuéramos complementarios, y nos permitiera abordar distintos aspectos de la labor investigadora, docente, divulgadora, etc., de Vilanova desde puntos de vista diversos. Aun
así, teníamos sólo “tres patas para el banco”, la cuarta ha sido
y es el Fondo Documental “Juan Vilanova” –donación Masiá
Vilanova– depositado en el Museo de Prehistoria de Valencia
y el personal de esta institución, que no sólo nos ha ayudado
de manera desinteresada, sino que incluso nos ha “presionado”, en el buen sentido del término, para que finalizáramos,
en los momentos bajos, fundamentalmente desde que se le
diagnosticó la enfermedad a Vicente, en que pensábamos que
no podíamos acabar nuestra labor. Seguramente sin ellos este
1
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trabajo no habría llegado a culminarse. Por otro lado, la catalogación de este Fondo ha sido desde hace más de una década
uno de los puntos de encuentro de nuestro interés por la figura
de Vilanova, autor al que hemos dedicado conjuntamente o en
solitario más de 10 trabajos; además de haber abordado en más
de 15 publicaciones estudios sobre la geología y paleontología
española del siglo XIX, en los que Vilanova siempre es uno de
los personajes centrales. Todas estas publicaciones, que hemos
utilizado ampliamente, son la base sobre la que se sustenta
esta obra. Al elaborar el capítulo de bibliografía, se ha tomado
la decisión además de incluir todos los trabajos citados en el
texto, incluir también todos los trabajos y/o notas biográficas
referidas a Vilanova que hemos encontrado, aunque algunas
de ellas son meras reiteraciones de datos, pero creemos interesante al menos su enumeración bibliográfica.
La labor publicista y divulgadora de Vilanova fue muy
intensa, y constante su participación institucional, tanto a
nivel nacional como internacional, en este último caso, como
miembro de distintas sociedades científicas de diversos países
europeos y su participación en numerosos congresos. Desde
el punto de vista ideológico fue conservador, alineado con las
ideas de Cánovas del Castillo, y profundamente católico. Esta
filiación marcó toda su carrera institucional y científica, en un
momento clave de las ciencias naturales, como fue la publicación en 1859 del libro de Charles Darwin “El origen de las especies”, y toda la polémica, de gran complejidad y multitud de
matices, que se desarrolló alrededor de las ideas creacionistas,
transformistas y evolucionistas durante las décadas finales del
XIX. Hay que decir que nuestro biografiado, aunque claramente
contrario a las ideas transformistas y evolucionistas, nunca se
mostró cerrado ni exaltado a la hora de criticar estas ideas y a
sus defensores, ni siquiera era contrario a su difusión; su idea es
que deberían enseñarse para luego rebatirlas con los ejemplos
científicos adecuados, básicamente con los datos paleontológicos de que se disponían en su época, y, también con una fe
total en la existencia de Dios y de la concordancia entre ciencia
y religión.
Además, Vilanova como viajero científico persistente fue
consciente de los adelantos e innovaciones que se estaban produciendo en distintos países europeos y el retraso y anquilosamiento de nuestro país, por lo que una de las tareas a las que
dedicó más tiempo fue a la divulgación de los adelantos científicos relacionados con sus áreas de interés como eran la agricultura y las aguas subterráneas.
Por último, Vilanova se convirtió en un impulsor de los
estudios prehistóricos, o protohistóricos como él prefería decir,
siendo en este campo donde obtuvo su más amargo reconocimiento, ya que es recordado en multitud de publicaciones
científicas y mediáticas por su defensa de la autenticidad de
las pinturas de Altamira. En conjunto estudiar la biografía y la
obra de Vilanova nos permite aproximarnos a una panorámica
de cómo era la ciencia española, especialmente las naturales, de
la segunda mitad del XIX y en qué condiciones y parámetros
institucionales se movía.
Una cuestión formal ha sido que con relación a las transcripciones, tanto en los capítulos como en los apéndices, de textos
originales de Vilanova y de algunos de sus oponentes en las
polémicas, hemos tomado la decisión de mantener la ortografía
original, salvo error mecanográfico nuestro o “intervención” del
corrector ortográfico del ordenador.
2
Una dificultad ha sido abarcar todas las facetas científicas
en las que se involucró Vilanova, así que algunas de ellas están
presentes en este trabajo de un modo casi testimonial, mientras que otras están mucho más perfiladas. La organización en
capítulos de temáticas bastante amplias hace que en ocasiones
algunas cuestiones importantes, lo que ahora llamaríamos transversales, puedan aparecer reflejadas en varios capítulos, como
es el caso del evolucionismo, aunque luego se dedique un capítulo específico para ellas. También somos conscientes de que
hay algunas repeticiones, pero en general hemos preferido mantenerlas mínimamente de manera que cada capítulo se pueda
leer independientemente.
Para finalizar esta introducción queremos rendir un sentido
homenaje a nuestro querido y nunca olvidado Vicente Luis
Salavert Fabiani (1956-2007) con quien nos unía una fuerte
amistad, tras casi 15 años de colaboración y vivencias compartidas. Cuando se le detectó la grave enfermedad, en diciembre
de 2005, fue un verdadero shock para toda su familia, amigos
y compañeros. López Terrada y Báguena (2008) nos han ofrecido un breve recorrido por su trayectoria investigadora fundamentalmente ligada al Departamento de Historia de la Ciencia
y Documentación y al Instituto de Historia de la Medicina y de
la Ciencia «López Piñero» de la Universitat de València-CSIC.
En referencia a esta monografía, la desaparición de nuestro
recordado amigo supuso quedarnos incompletos en algunos
aspectos básicos de este trabajo; de todos modos Vicente había
participado con intensidad en todas las fases del mismo, pero los
textos que había dejado eran borradores preliminares de las partes
que le eran más afines, que han sido incorporados con modificaciones a este libro. De todos modos, aunque el texto final seguro
que le hubiera gustado a Vicente, la obra aquí presente en sus
aciertos y defectos es resultado únicamente de los autores.
Finalmente, queremos dedicar este libro a Vicente por
habernos agraciado no sólo con su trabajo y su colaboración,
sino con algo más importante, su amistad.
Al terminar un trabajo de estas características uno de los
capítulos que resulta más difícil de elaborar es el de los agradecimientos, ya que después de tantos años los autores están
en deuda con numerosos investigadores, compañeros, amigos
y, por supuesto, con la familia. Por este motivo de entrada queremos agradecer a todos ellos su ayuda y comprensión en los
distintos avatares que ha supuesto la realización de este trabajo
y su finalización.
De todos modos es inevitable que mencionemos a algunos
de ellos. En primer lugar queremos expresar nuestro más sincero agradecimiento a todo el personal del Museu de Prehistòria de València de la Diputació de València, encabezado por
su directora la Dra. Helena Bonet Rosado, por su ayuda y colaboración durante casi dos décadas, ya que no sólo es el centro
depositario del Fondo Documental “Juan Vilanova” sino que
han sido el mayor acicate que hemos tenido para finalizar este
trabajo, siempre han estado dispuestos a colaborar de la manera
más desinteresada. De entre todos ellos queremos destacar en
primer lugar al Dr. Bernat Martí Oliver, que fue el primero en
animarnos a realizar este trabajo y ha sido un continuo acicate a
nuestra labor, al Dr. Joaquim Juan Cabanilles, por sus consejos
y labor editorial, a Dª Consuelo Martín Piera, bibliotecaria del
Museu, por su continua colaboración y ayuda, sin olvidarnos
de las distintas aportaciones y comentarios que han permitido
mejorar considerablemente el resultado final. También que-
[page-n-16]
remos agradecer su colaboración y ayuda a Dª Isabel Villanueva
Redondo y Dª Carmen Báguena Barrachina por su disposición
a ayudarnos en cualquier aspecto logístico en la biblioteca del
Museu y a D. Ángel Sánchez Molina por su ayuda técnica en la
elaboración de algunas fotografías del libro.
Queremos asimismo nombrar a algunas de las personas que
nos han ayudado de manera desinteresada durante este periodo:
Prof. Eladio Liñán (Univ. Zaragoza), Dr. Fernando Robles
(Univ. València), Dra. Isabel Rábano (IGME), Prof. Alberto
Gomis Blanco (Univ. de Alcalá), Dr. Miguel Ángel PuigSamper (CSIC), Dr. Jesús Catalá (CEU San Pablo, Valencia),
Dr. Ángel Montero (Jardín Botánico de Córdoba), Prof. Óscar
Moro (Memorial University of Newfoundland, Canadá), Prof.
Jaime Truyols (Univ. de Oviedo), Dr. Antonio Perejón (CSIC).
Otros muchos compañeros, algunos del CSIC, como los Drs.
Rafael Huertas, José Luis Peset, Jaume Josa y Ricardo Campos;
otros de la Facultad de Biológicas de la Universidad Complutense, como los profesores Joaquín Fernández Pérez, Alfredo
Baratas y José Fonfría; y de la Universitat de València, como los
profesores Víctor Navarro y Juli Peretó, también nos han prestado su apoyo a lo largo de estos años. A todos ellos queremos
mostrar nuestro agradecimiento.
No queremos olvidarnos del AGA por permitirnos fotocopiar y transcribir algunos de los documentos insertos en los
apéndices y a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas
y Naturales por el envío de la documentación relativa a Juan
Vilanova.
Por último indicar que este trabajo es una contribución a
los proyectos MICINN Plan Nacional I+D+i 2008-2011: I+D
HAR2009-13389-C03-02 y I+D HAR2010-21333-C03-01.
3
[page-n-17]
[page-n-18]
I
Breve noticia biográfica de Juan Vilanova y Piera
(Valencia, 5-V-1821; Madrid, 7-VI-1893)
En este primer apartado se quiere dar un rápido repaso a
la biografía de Juan Vilanova y Piera (Fig. 1), sobre todo en
los aspectos más personales, pautada con los acontecimientos
profesionales que marcaron su trayectoria vital. En capítulos
posteriores se abordaran los aspectos profesionales y científicos
de manera más exhaustiva. También en este epígrafe se comentan sucintamente aquellos hitos administrativos, como planes
de estudio, y políticos que determinaron de manera importante
algunos de los pasos de la carrera de Juan Vilanova en el Museo
Nacional de Ciencias Naturales y en la Universidad Central, sin
que sea óbice para que alguno de estos aspectos sea analizado en
mayor profundidad en los capítulos siguientes.
Con esta semblanza se pretende ilustrar su formación, su labor y su ideología. Está claro que para intentar abordar estos aspectos hay que dirigirse a los trabajos realizados por las personas que lo conocieron, a quienes en muchas ocasiones citamos
de manera literal, de modo que nos podamos hacer una mejor
idea de cómo lo veían sus contemporáneos, aunque en ocasiones estos textos sean algo panegíricos. También se han utilizado
los documentos del Fondo Documental “Juan Vilanova” depositados en el Museo de Prehistoria de Valencia (siglas: FDJVMPV), donación, a finales del siglo pasado, de D. Juan Masiá
Vilanova (ver Goberna, 1990), nieto del personaje estudiado, y
cuya catalogación se ofrece en el Capítulo VIII. También se han
utilizado documentos depositados en el Archivo General de la
Administración de Alcalá de Henares (A.G.A.)1 y en el Archivo
del Museo Nacional de Ciencias Naturales, sobre todo a través
de la información de esta institución proporcionada por Barreiro
(1992)2 y Montero (2003) sobre sus archivos y colecciones.
Por último, desde un punto de vista general de la historia
de la ciencia española, Vilanova es un representante típico de
la “etapa intermedia”, definida por López Piñero (1968) para
la medicina española, y que luego se ha generalizado a toda
la ciencia (para una caracterización somera ver López Piñero,
1992). Merece la pena citar textualmente lo que dicen Camarasa
y Català (2007: 176) sobre nuestro personaje:
Vilanova és un d’aquest personatges que trobem esmerçant
temps, esforç i recursos a una Espanya que encara no ofereix
un ambient precisament ideal per fer ciència... En aquesta
etapa [intermedia], els personatges com Vilanova, entestats
a fer ciència de nivell i col·locar-se junt a les avantguardes
del coneixement, posaren els fonaments per al floriment de
la pràctica científica a Espanya, al darrer terç del segle XIX.
1
Fig. 1. Grabado de Vilanova publicado el 28 de septiembre
de 1890 en la portada de Valencia Cómica (FDJV-MPV 4/14).
Los documentos relativos a Juan Vilanova y Piera depositados en el A.G.A.
se encuentran en: E.C. 31/16928 (“Juan Vilanova y Piera. Expediente Per
sonal”).
2 La obra de Barreiro se publicó originalmente en 1944 de manera incompleta,
así no se publicó la parte correspondiente al periodo 1901-1933 ni los
apéndices (ver Aguirre, 1992b: 14-15), por lo que a partir de ahora citaremos
la paginación de la edición completa de 1992.
5
[page-n-19]
I.1. Primeros años y formación académica
en Valencia (1821-1846)
Juan Vilanova y Piera nació el 5 de mayo de 1821 en la ciudad de Valencia. Sus padres, Vicente Vilanova Miralles y Teresa
Piera Minguet, residían en Alcalà de Xivert, ciudad natal del
primero, pero su madre se trasladó a Valencia para el nacimiento
de su hijo, tal y como dice Barberá (1893: 194):
Por el año 1821 residía en Alcalá de Chisvert, su patria, el
abogado D. Vicente Vilanova Miralles, casado con Dª Teresa Piera Minguet y siguiendo ésta la costumbre impuesta
por su valencianismo de dar á luz sus hijos en esta su ciudad
natal [Valencia], trasladó accidentalmente su domicilio...,
donde el día 5 de Mayo del mencionado año nació el hijo,
que se bautizó en la parroquia de los Santos Juanes con el
nombre de Juan Angelo.
En cuanto a la familia y su primera vocación podemos seguir a su nieto, Masiá Vilanova (1975: [2]):
Pertenecía a familia de clase media con dedicación a las Letras, ya que su padre, su tío y su hermano fueron abogados,
por lo que destaca más su afición a las Ciencias.
Su familia paterna era oriunda de Cuevas de Vinromá y la
materna de Pego, pero estaban afincados en Alcalá de Chivert, sin perder contacto con la capital del Reino en donde
residían alguna parte del año. Por esta circunstancia su nacimiento tuvo lugar en Valencia el día 5 de mayo de 1821,
siendo bautizado en la parroquia de los Santos Juanes. Tal
vez la fecha de su nacimiento influyó en su vida haciéndole
salir del ambiente limitado de su familia y de su región para
lanzarle a mayores empresas. Efectivamente, cuando se le
preguntaba la edad que tenía siempre contestaba: «Yo nací
el mismo día de la muerte de Napoleón», lo cual lo enlazaba
con la epopeya de uno de los hombres que han dejado más
huella en la Humanidad.
Los primeros años de Juan Vilanova transcurrieron en
la ciudad castellonense, pero al iniciar la educación secundaria se trasladó a Valencia donde, como comenta Barberá
(1893: 194):
Cursó humanidades en los jesuitas del Real Colegio de
San Pablo y más tarde la Medicina y Cirujía y Ciencias ...
3
Ver también Fernández Caro (1894: 7).
La obra de Sánchez i Santiró (1998) nos ofrece una adecuada contextualización de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valencia y de los
profesores integrados en ella, incluidos todos los que tuvieron relación con
Vilanova durante su etapa en esta universidad. Con relación con los docentes
de Historia Natural en la Universidad de Valencia durante el siglo XIX puede
verse Pelayo (2001b). Para una visión más general de los estudios científicos
en Valencia véase López Piñero y Navarro Brotons (1995).
5 Fue Decano y Rector de la Universidad Valenciana y cofundador del Instituto
Médico Valenciano.
6 J. Pizcueta, catedrático de Universidad desde el 2 de mayo de 1829, en 1818
había estudiado en el Jardín Botánico de Madrid con J. D. Rodríguez y M. La
Gasca, discípulos de A. J. Cavanilles. Emparentaría con Vilanova al casarse
éste con su hija.
4
6
consiguió el título de bachiller en Medicina por oposición
[1840], en el año 1845 el de licenciado en la propia facultad, habiendo sido ayudante disector y dirigido durante sus
estudios un repaso de Anatomía práctica para los aspirantes
á la licenciatura.3
Cursó sus estudios superiores en la Universidad Literaria
de Valencia, entre los años 1836 y 1846. De acuerdo con Pelayo (1995), comenzó su formación realizando tres cursos de
Filosofía en el periodo 1836‑1839. En el siguiente periodo académico, 1839‑1840, siguió un curso especial de Botánica y empezó Medicina. Entre 1840 y 1843 Vilanova fue elegido por el
claustro de profesores como Ayudante disector en la Facultad
de Medicina.
A lo largo de los cuatro años que van desde 1839 hasta 1843,
cursó en dicha Facultad de Medicina la asignatura de Instituciones. El 6 de diciembre de ese año de 1843 se graduó como Bachiller por la Facultad de Medicina (Fig. 2). Los dos cursos académicos siguientes, 1843‑1844 y 1844‑1845, siguió dos cursos
de Clínica médica y dos de Mineralogía, Botánica y Zoología.
Se licenció en Medicina, con estudios terminados en Cirugía, el
29 de julio de 1845, graduándose como Bachiller en Filosofía el
13 de noviembre de ese mismo año. Por último, durante el curso
de 1845‑1846 se matriculó en Mineralogía y Zoología, Química
General, Complementos de Matemáticas Elementales y Lengua
Griega. Finalmente, obtuvo la licenciatura en Ciencias en agosto de 1846.
Entre los profesores de Vilanova durante este último
curso en la Facultad de Filosofía 4 se encontraron José
Montserrat y Riutort (1814-1881)5 –encargado de la Quími
ca General–, José Pizcueta y Donday (1792-1870) 6 –que
impartía la Botánica– e Ignacio Vidal y Cros7 –Mineralogía
y Zoología.
Durante los dos últimos cursos, 1845-46 y 1846-47, Vilanova fue Conservador-preparador del Gabinete de Historia
Natural y sustituyó a José Seco y Baldor (1808-1891)8 en la
asignatura de Historia Natural, a José Pizcueta en Botánica
y a Ignacio Vidal en Mineralogía y Zoología, por motivos de
salud o viajes.9
Una cuestión curiosa es que pese a su formación médica, parece ser que nunca ejerció como médico y desde su
etapa de estudios en Valencia ya se decantó por las ciencias
naturales y la enseñanza, como comenta Fernández Caro
(1889: 44):
7
Vidal y Cros fue doctor en Medicina y socio numerario de la Academia de
Medicina y Cirugía de Valencia, catedrático interino de Mineralogía y Zoología y autor de estudios sobre la avifauna de la Albufera de Valencia publicados en las Memorias de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales (1851, 1857). Para más información sobra la historia de la biología
en España durante el siglo XIX puede verse Gomis Blanco (1989).
8 Según Álvarez-Sierra (1963) Seco y Baldor fue profesor agregado de la facultad de Ciencias Médicas de Madrid, catedrático de Clínica Médica en la
facultad de Ciencias Médicas de Cádiz. En la Facultad de Medicina de Valencia en 1845 fue catedrático de “Historia Natural Médica”.
9 Los nombramientos para estas sustituciones y algunos otros documentos
relacionados con la actividad de Vilanova en la Universidad de Valencia
se pueden consultar en el Fondo del Museo de Prehistoria (FDJV-MPV
4/10).
[page-n-20]
Fig. 2. Título de Bachiller de Vilanova expedido por la Universidad de Valencia en 1843 (FDJV-MPV 1/19).
Sus aptitudes para la enseñanza le hicieron apartarse de
la práctica médica, a la que nunca mostró Vilanova gran
afición. Diriase que el estudio del hombre solo había servido para despertar en su espíritu un ideal más grandioso,
un pensamiento más vasto: el estudio de la Naturaleza, al
que ha consagrado su vida entera con una constancia sin
igual.
I.2. Oposiciones y vinculación de Vilanova al
Museo de Ciencias Naturales de Madrid
(1847‑1849)
Antes de comenzar el curso 1845-1846 se había aprobado el
Plan de Estudios de Pedro José Pidal.10 En este Plan, el Museo
de Ciencias Naturales de Madrid quedó agregado a la Facultad
de Filosofía de la Universidad Central. El 30 diciembre de 1845
Mariano de la Paz Graells (1809‑1898),11 catedrático de Zoología, fue nombrado jefe local del Gabinete de Historia Natural
por R.D. 17 septiembre 1845 (Gaceta de Madrid, jueves 25 de
septiembre de 1845, n. 4029 ). Para conocer la política educativa universitaria
en los siglos XVIII y XIX se pueden consultar los trabajos de Peset y Peset
(1974, 1992).
10 Aprobado
de Madrid (ver Barreiro, 1992) y con posterioridad,12 jefe del
Museo de Ciencias Naturales.
En el mismo Plan de Estudios de 1845 se recogía por primera vez la enseñanza de la Geología como asignatura a impartir
en las universidades del Reino, dentro de los Estudios Superiores, al igual que asignaturas como la Ampliación de Química,
la Zoología de Vertebrados y la de Invertebrados, que se explicaban en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.13 Sin
embargo, la Geología tardaría casi una década en impartirse en
la Universidad Central.
En el Museo, tras una época donde la prioridad había sido
el incremento de las colecciones, fue necesario incrementar
el número de sus enseñanzas, de acuerdo con las previsiones
de los planes de estudio de la época. La Geología fue una
de las nuevas disciplinas. Al no disponer de profesorado
capacitado, era necesario preparar un profesor competente
que la tomara a su cargo, enviándolo para ello al extranjero.
Parece ser que Graells, como director del Museo de Ciencias
Naturales, decidió que la persona adecuada para este puesto
11
Ver Agenjo (1943) y Gomis (1995).
R.O. del 26 enero 1848.
13 Gaceta de Madrid, n. 4033 del 29 de septiembre de 1845.
12
7
[page-n-21]
era el ayudante D. Juan Vilanova y Piera (ver Barreiro, 1992:
215-216).14
Vilanova se había trasladado a Madrid para cursar los estudios de doctorado en Ciencias Naturales, donde se formó al
lado del presbítero Donato García (1782-1855), continuador de
la obra de Cristiano Herrgen (1760-1816) en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (Hernández Pacheco, 1944; Ordaz,
1978), obteniendo poco después el grado de Doctor en el Museo de Ciencias Naturales; a partir de este momento se dedicó
casi exclusivamente al estudio de las Ciencias Naturales y a su
difusión.
Prácticamente coincidiendo con el término de la licenciatura en Ciencias de Vilanova, el 8 de agosto de 1846 salió la
convocatoria de oposiciones a cinco cátedras relacionadas con
la Historia Natural vacantes en la Universidad: la de Mineralogía y Zoología en la Facultad de Filosofía de la Universidad
de Barcelona –cuyo catedrático interino era Rafael Cisternas
(1818-1876)–, la de Zoología General en la Universidad de
Madrid –cuyo interino era Laureano Pérez Arcas (1824‑1894),
ayudante en el Museo de Ciencias naturales– y tres plazas de
Historia Natural en las Universidades de Oviedo, Santiago y
Sevilla.15
En abril de 1847 Vilanova opositó en Madrid a las cátedras
de Zoología General de la Universidad de Madrid, junto con
Laureano Pérez Arcas, Manuel María José de Galdo (18251895) y Rafael Cisternas, y a la de Mineralogía y Zoología
de la Universidad de Barcelona, en competencia con Antonio
Sánchez Comendador (1823-1888), José Planelles Giralt (18201888) e Ildefonso Zubia (1819-1891). Tras las oposiciones fueron nombrados Pérez Arcas y Sánchez Comendador respectivamente.
El ejercicio literario que le tocó en suerte exponer a Vilanova fue: De la piel y sus modificaciones en los animales
vertebrados y de la importancia respectiva que ofrecen sus
caracteres en la clasificación y distribución de los mismos
animales.16
El ejercicio presentado por Vilanova comenzaba con la definición y organización de la piel, centrándose fundamentalmente
en la de los animales vertebrados. Discute las modificaciones
que presentan la piel de los vertebrados y como éstas pueden
adquirir el rango de caracteres de subordinación, importantes
para la clasificación y determinación zoológica.
14
Por toda la información existente sobre el tema del profesorado de geología,
parece evidente que en ningún momento se pensó en que este puesto fuera
ocupado por un ingeniero de minas, en cuyo cuerpo se integraban los mayores
expertos españoles en geología de la época.
15
Boletín Oficial de Instrucción Pública, Tomo 10, 1847.
16
En el A.G.A. de Alcalá de Henares, E.C. 16928, entre los papeles de Vilanova
se conserva el ejercicio manuscrito que presentó Vilanova a la cátedra de
Zoología de la Universidad de Madrid. Ocupa 39 páginas y está fechado en
Madrid el 8 de abril de 1847.
17
R.O. del 15 de mayo de 1847. Archivo del Museo Nacional de Ciencias
Naturales de Madrid (A.M.N.C.N.). Comunicación del Decano Eusebio
María de Valle a Mariano de la Paz Graells, fechada el 22 de mayo de 1847:
“S. M. la Reina, atendiendo a que Juan Vilanova y Piera obtuvo la aprobación
de los ejercicios de la oposición a la cátedra de Zoología de la Universidad de
esta Corte y que la Junta Censora le incluyó en la propuesta de dicha vacante,
se ha dignado nombrarle Ayudante de Profesor del Gabinete de Historia
Natural.”
8
Definía la piel como “una extensa membrana que después
de cubrir al animal limitándole en el espacio, se redobla a su
interior, representando así el doble saco que embucha completamente su masa, estableciendo de este modo las relaciones del
animal tanto con el mismo exterior como consigo mismo.” En
su opinión, podía decirse que representaba la puerta de entrada
por donde el animal recibía todo lo necesario para desarrollar su
existencia material y moral.
La piel, decía, considerada en su más amplio estado de
complicación en los animales vertebrados, constaba de partes
esenciales y partes accesorias o de perfección. Las partes esenciales eran seis. Comenzando desde el interior y yendo hacia
fuera, el orden se iniciaba con las capas musculares y seguía
con la dermis, el tejido óseo vascular, la capa pigmentaria, el
cuerpo papilar o nervioso y la epidermis. Las invaginaciones
y los anexos cutáneos epidérmicos, es decir, las criptas y las
faneras, constituían según Vilanova las partes accesorias o de
perfección.
Vilanova utilizó para redactar este ejercicio de oposición
fuentes básicamente francesas, siguiendo a autores como H. de
Blainville, Cuvier, Brongniart, etc.
Aunque la plaza de catedrático de Zoología General de Madrid correspondió a Pérez Arcas, que al ser el Regente Agregado de dicha asignatura y, por consiguiente, el interino de la
plaza tenía preferencia para su nombramiento, Vilanova aprobó
la oposición y también fue propuesto por el tribunal para la vacante de la plaza. Amparándose en esto, solicitó, y obtuvo,17 la
plaza de Ayudante de Profesor del Museo de Ciencias Naturales,
vacante al ganar Pérez Arcas la citada cátedra.
El 4 de mayo de 1847 Vilanova consiguió el título de
Regente de 1ª clase en la Sección de Ciencias.18 El 7 de octubre
de 1847 el destino de Ayudante de Vilanova fue declarado de
igual categoría que el cargo de Agregado 1º de la Sección de
Ciencias Naturales correspondiente a la Facultad de Filosofía
de la Universidad de Madrid.19 La categoría de Agregado le
fue concedida por R.O. del 7 diciembre de 1847.
En marzo de 1849, Vilanova ganó la oposición que se realizó en Madrid a la cátedra de Historia Natural de la Facultad
de Filosofía de la Universidad de Oviedo. El Tribunal de oposición estuvo presidido por Graells, siendo los vocales del Tribunal Lucas de Tornos (1803‑1882), catedrático de Zoología
(Invertebrados) de la Universidad de Madrid; Nemesio Lallana
18
En el Plan Pidal se contemplaba que “ ... para ser admitidos a los concursos [de
catedráticos] habrá que ingresar primero en una clase llamada de Regentes, la
cual habilita para optar al profesorado mediante ciertos ejercicios: en ella se
elegirán también a los agregados de las facultades, los ayudantes de ciertas
asignaturas y los sustitutos.”
El “Reglamento para la ejecución del Plan de Estudios”, de fecha 22 de octubre
de 1845 (Gaceta de Madrid, 3 noviembre 1845, n. 4068), contemplaba en la
Sección Cuarta, De los Profesores, Título 1º, artículos 183‑192, los requisitos
necesarios para obtener el título de Regente de 1ª clase: título de doctor en
la Facultad que quisiera ejercer el profesorado, el de licenciado si era en
la Facultad de Filosofía, además de los correspondientes exámenes. Estos
consistían en dos ejercicios, el primero era un discurso, entre 45 minutos
y una hora, compuesto en el espacio de 48 horas en la casa del interesado,
sobre un punto elegido por el aspirante entre tres que sacaba a suerte sobre un
total de 50. El segundo ejercicio consistía en una lección de 45 minutos que
tenía que dar el aspirante de igual forma que si la hubiera de explicar a sus
discípulos, sobre un tema elegido sobre tres sacados a suerte sobre un total de
100. Tenía el aspirante tres horas para prepararlo con libros, apuntes, etc.
[page-n-22]
(1796‑1874), catedrático de Historia Natural del Real Colegio de
Farmacia de Madrid; Vicente Cutanda (1804‑1866), catedrático
de Organografía y Fisiología Vegetal en el Real Jardín Botánico
de Madrid; José Alonso Quintanilla (1793‑1860), catedrático
de Botánica Descriptiva en la Universidad de Madrid; Manuel
María Galdo (1824‑1895), catedrático de Historia Natural en el
Instituto de Noviciado de Madrid y el ya citado Laureano Pérez
Arcas.
El ejercicio que le tocó en suerte defender a Vilanova versaba sobre la clasificación mineralógica, este texto nos permite
conocer cual era el nivel de formación que Vilanova había recibido por parte de su maestro Donato García en cuestiones mineralógicas antes de emprender su periplo europeo (ver Gozalo et
al., 2004c) y que seguramente sería pareja en cuestiones geológicas; además, se puede comparar este bagaje con las ideas más
extendidas en aquel momento, tanto en España como en Europa,
por ese motivo analizaremos este tema con más detalle en el
inicio del siguiente capítulo.
I.3. PERIPLO POR EUROPA Y SU INCORPORACIÓN
A LA UNIVERSIDAD. VIDA PROFESIONAL
Curiosamente, tras haber obtenido la cátedra de Historia
Natural de la Universidad de Oviedo, Vilanova renunció a
misma, y poco después apoyado por Graells, se le comisionó
para que pasase a París y posteriormente a Freiberg (Sajonia),
a fin de completar su instrucción en la Geología, de modo que
a su vuelta iniciara la enseñanza de esta disciplina científica en
Madrid (R.O. de 12 de octubre de 1849); aunque la comisión
era para estudiar en París y Freiberg, lugar donde se formaron
muchos ingenieros de minas españoles, Vilanova durante sus
cuatro años de viaje por Europa en ningún momento se planteó
estudiar en la Escuela de Minas de Sajonia, solamente al final
de su viaje visita Freiberg y estudia sus colecciones, por lo que
su formación se realizó básicamente en Francia, y por lo tanto
dentro del marco de referencia de la escuela francesa de Geología. Esta comisión originalmente era de sólo dos años, pero
el periplo de Vilanova se extendió casi cuatro años que aprovechó no sólo para formarse básicamente en París, sino para
visitar numerosas localidades geológicas de interés en Francia,
Suiza, Italia, Austria y Alemania (ver Capítulo II). Finalmente,
su vuelta a España se produjo a comienzos de 1854.
Una visión más personal de su permanencia en el extranjero nos la ofrece su biógrafo valenciano Faustino Barberá
(1893: 195):
19
El Plan de Estudios de Nicomedes Pastor Díaz, aprobado por R.D. 8
de julio de 1847 (Gaceta de Madrid, 12 julio 1847, n. 4683), regulaba el
nombramiento de Agregados, en su Sección Tercera, Del Profesorado
Público, Título Primero, De las diferentes clases de Profesores:
Artículo 71: Los profesores dedicados a la enseñanza de establecimientos
públicos se dividirán en catedráticos y agregados.
Artículo 78: Las plazas de agregados se obtienen solo por Real nombramiento.
Artículo 80: Para ser agregado en una Facultad se requiere:
1º Ser español.
2º Tener 21 años cumplidos.
3º Presentar el título de Regente de 1ª Clase.
Las atribuciones de los agregados se determinaban en el “Reglamento
para la ejecución del Plan de Estudios” del 22 de agosto de 1847. En el
Cuatro años permaneció en el extranjero el comisionado español, durante los cuales recorrió casi toda
Europa, martillo en mano y saco de cuero á la espalda,
buscando en el valle, en la empinada montaña, en el
interior de la caverna ó en el fondo de removido suelo,
la oculta página de la gran historia evolutiva de nuestro
planeta...
Forma singular contraste con tantos afanes y luengas peregrinaciones científicas, el mezquino haber anual de 2.500
pesetas que se le abonaba para manutención y viajes, el
despego con que el Real Consejo de Instrucción Pública
le privó de dos años de antigüedad porque se olvidó de llegarse á la embajada española á tomar posesión de la cátedra
y la indiferencia del Gobierno de la Nación al regalo de
130 cajas, con objetos preciosos de estudio que hizo nuestro
geólogo, pues en recompensa le acusó de haber recogido
sobra de materiales, y con ingratitud que despedazaría el
alma de aquel geomano, en un rincón del Museo de Historia
Natural de Madrid permanecieron los cajones sin destapar
por espacio de muchos años.
En referencia a este último comentario, Barreiro (1992:
apéndice 27) nos ofrece el listado de gastos que presentó
Vilanova, con fecha de 24 de abril de 1854, tras su viaje
por Europa por los siguientes motivos: compra de fósiles o
materiales paleontológicos, de minerales y de libros, mapas y
otros materiales prácticos de enseñanza. Parece ser que hubo
distintos problemas, al menos con la valoración de las colecciones que trajo Vilanova, porque en el Fondo del Museo
de Prehistoria de Valencia (FDJV-MPV 4/11) se encuentra
un documento fechado el 21 de noviembre de 1857 donde
Vilanova reclama el pago de las colecciones, ya que la parte
de libros y mapa sí que se las habían abonado (ver Gozalo,
1993a: 79-83).
El 24 de febrero del año 1852, gracias a los desvelos de
Graells, se creó la cátedra de Geología y Paleontología en el
Museo de Ciencias Naturales, dotada ex profeso para Vilanova
en la Universidad Central, a la que accedió sin oposición, ya
que se consideró que había demostrado su capacidad en anteriores oposiciones (Barreiro, 1992: 228, apéndice 26). A su
vuelta del extranjero, en 1853, se incorporó al Museo como
catedrático, iniciando en 1854 sus enseñanzas. En la documentación depositada en el MPV (carpeta 1/20), se encuentra el
nombramiento de Vilanova como Catedrático de Geología y
Paleontología de la Facultad de Ciencias de la Universidad
Central (R.O. 24 de febrero de 1852), en el verso de este docu-
artículo 174 del Título Quinto, De los agregados (Gaceta de Madrid, 26
agosto 1847), se recogía que “Las obligaciones de los agregados serán:
1) Sustituir a los catedráticos en vacantes, ausencias y enfermedades;
2) Desempeñar los cargos de secretarios, archiveros y bibliotecarios de
facultades; 3) Cuidar y conservar las colecciones y gabinetes cuando no
tuviesen señalados conservadores especiales; 4) Auxiliar a los catedráticos
de las asignaturas en que hubiesen de hacerse experimentos, observaciones,
demostraciones, en operaciones de cualquier género, a fin de proceder
cuanto fuese necesario para las lecciones, siempre que no haya ayudantes
expresamente encargados de aquella obligación o cuando no esté señalado
un modo especial de desempeñarla; 5) Explicar extraordinariamente a los
alumnos o darles repasos cuando así lo prescribiese el reglamento o alguna
otra disposición superior.
9
[page-n-23]
mento se encuentra la siguiente anotación “desde el día diez y
seis de enero de mil ochocientos cincuenta y cuatro en posesión de la cátedra de Geología y Paleontología”. Con fecha
26 de abril de 1857 (FDJV-MPV 1/21) Vilanova obtuvo el
nombramiento de Catedrático de ascenso de la Facultad de
Ciencias.
Este hecho de haber sido comisionado para ampliar estudios
en Europa y luego reincorporarse como catedrático en la Universidad Central no fue un caso aislado en su época. La política científica isabelina de pensionados contempló que Mariano
de Echevarría y Ramón Torres Muñoz de Luna (1822‑1890),
catedráticos de Ampliación de Química en la Facultad de Filosofía de Madrid, así como Antonio Aguilar y Vela (1820‑1882)
y Eduardo Novella (?‑1865), catedráticos de Astronomía Física
y de Observación en la misma la Facultad, fueran pensionados
al extranjero. En el caso de Vilanova, éste tuvo algunos problemas administrativos para acceder a su plaza de catedrático
(ver Pelayo, 1995).
Años más tarde dicha cátedra se dividió en las de Geología
y Paleontología, por real decreto de 23 de septiembre de 1873;20
Vilanova, como catedrático propietario, eligió la de Paleontología, que comenzó a impartir en el año de 1878.
Dentro del Museo, además de dar las clases correspondientes a su puesto, realiza otra serie de funciones, por
ejemplo emitiendo informes sobre consultas realizadas a dicha
institución científica tanto por el gobierno como por particulares (Barreiro, 1992; Aguirre, 1992b). También se incorporó
a otras actividades científicas fuera del Museo; así, a la vuelta
de su viaje de formación, fue nombrado vocal de la Comisión de la Carta Geológica (1849-1858) y Jefe de la Sección
Geológica del Este de España (Ordaz, 1978: 28). Posteriormente esta Comisión, pasó a formar parte de la Junta General
de Estadística, dentro de la cual se establecieron las Brigadas Geológicas (1858-1870), para el desarrollo de la cartografía geológica, que estaban formadas exclusivamente por
ingenieros de minas (ver Muro et al., 1996: 198), de todos
modos Vilanova realizó un estudio geológico de la provincia
de Teruel, que fue remitido en 1862 desde el Ministerio de
Fomento a la Junta General de Estadística para su publicación,
la cual tras diversos avatares fue publicada por ésta en 1870
(ver Gozalo, 1993b, 1996; Muro et al., 1996: 200-201). Sin
embargo, al reorganizarse la Comisión del Mapa Geológico
de España, como una institución independiente, ésta ya fue
integrada exclusivamente por ingenieros de minas, por lo que
ya no tuvieron cabida Vilanova21 ni ningún otro naturalista,
ya que con esta remodelación y, sobre todo, la entrada como
director de Manuel Fernández de Castro (1825-1895) en 1873
en la Comisión del Mapa Geológico, ésta pasó a estar formada
sólo por personal del Cuerpo de Ingenieros de Minas, lo que
produjo algunos roces con los naturalistas que previamente
habían formado parte de la primitiva Comisión del Mapa o de
la Junta General de Estadística, como era el caso de Vilanova
y Graells (ver Capítulo V).
20
21
10
Fecha indicada por Vilanova (1878b) en su Lección inaugural, Barreiro
(1992: 274) indica que se publicó en la Gaceta del 24 de septiembre.
Un problema que permanece sin abordar es la relación entre los naturalistas
universitarios y los ingenieros de minas, que ha marcado más de un siglo
Vilanova también realizó una importante labor docente
fuera de la Universidad, así según Masiá Vilanova
(1975: [3]):
Vilanova y Piera comprendió que hacía falta una caja de
resonancia mayor que la Universidad, que hiciera ver a los
españoles la importancia de estos estudios para el desarrollo científico y económico de la Nación. Y comprendió
que la cátedra fuera de la Universidad iba a ser el mejor
medio para conseguirlo. Son innumerables las conferencias, cursos, etc., que en lugares y ocasiones muy distintas
desarrolló durante su vida, pero merecen mención especial
los cursos dados por él en el Ateneo Científico y Literario
de Madrid. A partir de 1856 y durante veinticinco años
consecutivos su voz se oyó en dicho lugar, ante público
numeroso que gratuitamente asistía para escucharle sobre
geología, paleontología, pozos artesianos y su influencia en
la agricultura, los orígenes de la especie humana y para dar
cuenta de las conclusiones de los Congresos científicos a
los que asistía con toda puntualidad.
También Barberá (1893: 196), se hace eco de esta docencia
y de su actividad divulgadora en pro de las ciencias geológicas
y relacionadas:
... el Ateneo de Madrid fué también su cátedra por espacio
de más de 25 años, donde explicó la geología en sus aplicaciones á la agricultura, á la industria y á la historia; la
Enseñanza de Institutrices le tuvo así mismo por catedrático de Geología y Antropología desde su fundación, y
casi podíamos decir, aunque pareciera hiperbólico, que
su magisterio era continuo, ya que no viajaba sin escribir
instructivas correspondencias científicas, ni desperdiciaba
ocasión para dar conferencias que resultaban tan familiares
como instructivas...
Dentro de este afán docente también, además de las instituciones citadas en el párrafo anterior, ejerció la docencia en otras
instituciones, como la Escuela Especial del Catastro, donde
explicó nociones de física, química y geología agrícola (Muro
et al., 1996: 203).
Otra actividad persistente de Vilanova fue la divulgación
de las ideas científicas por medio de conferencias, tanto
en forma de ciclos, como las que impartió en el Ateneo de
Madrid, como en diversos lugares cuando los visitaba por
múltiples motivos, como por ejemplo las que impartió en
Santander cuando fue a inspeccionar la cueva de Altamira
o en distintas ocasiones en su ciudad natal. Esta costumbre
es puesta de manifiesto por Fernández Caro (1889: 46):
No terminaríamos estos apuntes biográficos si enumeráramos
las conferencias públicas que Vilanova ha dado en Madrid y
en cuantos puntos ha recorrido; misionero de la ciencia, es
de relaciones tensas, y a veces de clara oposición entre ambos grupos (Solé
Sabarís, 1983: 261-262; Sequeiros, 1991).
[page-n-24]
para él un deber propagarla. De palabra fácil y elegante, tiene
el secreto de hacerse entender hasta de los menos instruidos;
modesto hasta la exageración, diríase, cuando se le escucha,
que trata de hacerse perdonar el saber tanto.
Una de sus aficiones predilectas fue la de realizar viajes
científicos, de modo que recorrió gran parte de España;
durante los veranos asistía a Congresos, donde quiera que se
celebrasen; visitó una gran parte de Europa y, además, Argelia.
Tomaba parte en la discusión de todos los adelantos científicos y divulgaba los más recientes descubrimientos en los
periódicos, en especial en “Las Provincias” de Valencia, del
cual fue asiduo colaborador , como nos dice entre otros su hijo
Francisco Vilanova (1907: 356), Llorente Falcó (1948a: 177),
y Soler y Salavert (1998).
Una de las labores más destacadas de Vilanova fue la divulgación científica, que realizó tanto por medio de cursos y conferencias como de artículos y libros, y en la que aborda casi todos
los campos de las Ciencias Naturales (Salavert et al., 2007).
Aunque destacó en los campos de la Geología, de la Paleontología, de la Prehistoria y en las discusiones sobre el evolucionismo; no hay que olvidar que también desarrolló esta labor
en algunos campos de la Medicina y de la Biología. En esta
faceta divulgativa, realizada principalmente desde la década de
1860, Vilanova aparece como el portavoz más cualificado de la
“Ciencia oficial” y, además, a diferencia de sus colegas Graells
y Miguel Colmeiro (1816-1901), participa activamente en el
pujante asociacionismo científico español posterior a 1868 (ver
Sala Catalá, 1987: 31).
Pero esta labor hay que enmarcarla dentro de su época. Así,
en España, a partir de la Revolución de 1868, la situación permite que se consolide un periodismo cultural de elevado nivel
y más o menos independiente, en el que se incluye una serie de
artículos que hoy denominaríamos de divulgación científica (ver
Sala Catalá, 1987: 24), un buen ejemplo puede ser los artículos
de Vilanova en revistas como “La Ilustración Española y Americana” o “Crónica Científica”. De todos modos, la existencia de
este periodismo científico, dadas las circunstancias económicas,
estuvo controlado de un modo indirecto por las esferas científicas oficiales, de las que en estos momentos ya formaba parte
Vilanova, como dice Sala Catalá (1988: 171-172):
... en esa época, revistas científicas o de altura cultural sólo
lograban mantenerse con la suscripción del Estado, pero
para ello era preceptivo el permiso de la Academia correspondiente, ...; la Academia de Ciencias, en su sección de
Naturales, se hallaba bien controlada por hombres eminentemente conservadores; como Mariano de la Paz Graells o
Juan Vilanova.
Dentro de esta labor divulgadora una de las cuestiones más
polémicas en la época fueron las ideas de selección natural de
Darwin, ante las que Vilanova siempre se mostró contrario,
22
23
En la sesión del 10-VI-1893, se informó en la Academia del fallecimiento de
Vilanova, y se encargó a Fernández Caro que redactase su biografía. Anales
de la Real Academia de Medicina, 13: 211.
El 30-VI-1893 el Vicepresidente de la Corporación anunció la muerte de
Vilanova en el Boletín de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona,
1 (7): 122.
aunque manteniendo su crítica dentro del plano científico, y
defendió la concordancia entre ciencia y Biblia (ver Capítulo VII y Apéndice VI). Estos planteamientos le supusieron
una fuerte crítica de parte de los científicos más progresistas,
así ya en 1893 Odón de Buen dijo que la postura religiosa a
ultranza de Vilanova le restaba objetividad en determinados
temas, como por ejemplo el de la evolución. Entroncando con
estas cuestiones, uno de los temas que todos sus biógrafos
contemporáneos omiten, es su defensa a ultranza de la autenticidad de las pinturas de Altamira, ya que cuando Vilanova
murió la corriente principal aceptaba la idea de que no eran
prehistóricas, por eso, uno de los mayores descubrimientos de
la prehistoria española le supuso sin ninguna duda el mayor
fiasco de su carrera científica, y le hizo vivir los momentos
más amargos de la misma.
Vilanova también fue miembro de numerosas sociedades
y academias, así de sus nombramientos científicos hay que
destacar que era académico numerario de la Academia de
Medicina desde 1861,22 de la Academia de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales desde 1875 y de la Academia de la Historia
desde 1889; y miembro correspondiente de la Real Academia
de Ciencias y Artes de Barcelona desde 1873.23 La actividad
de Vilanova en las tres primeras se encuentra ampliamente
representada en el Fondo Vilanova del MPV, donde se encuentran numerosas convocatorias de reuniones de las tres academias radicadas en Madrid; así hay documentos relativos a la de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1858 hasta 1893,
de la de Medicina entre 1861 y 1885, y la de Historia de los
años 1891-1893.24
También fue socio fundador de la Sociedad Española de
Historia Natural, de la Sociedad Geográfica de Madrid y de la
Sociedad Antropológica; miembro honorario de la Sociedad
Económica de Amigos del País de Valencia y del Ateneo de
Madrid; así como corresponsal de las Sociedades Zoológica
y Geológica de Francia, la de Anticuarios de Copenhague,
la Helvética de Ciencias Naturales, Sociedad Geológica de
Londres, etc. También recibió algunas condecoraciones,
como la de comendador ordinario de Carlos III y poseía la
orden italiana de la Corona de Hierro y la danesa del Donebrog (ver Vilanova, 1907: 357). En la tabla que se ofrece se
da indicación de los diplomas, premios o nombramientos de
los que se conserva prueba documental en el Fondo Vilanova
del MPV.
Algunas de estas academias y sociedades dieron cumplida
cuenta de su muerte y publicaron notas necrológicas a la muerte
de Juan Vilanova, como fue el caso de la Real Academia de
Medicina (Guadalerzas, 1893; Fernández Caro, 1894), Real
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Merino,
1894), Sociedad Española de Historia Natural (Quiroga, 1893),
Sociedad Geológica de Londres (Hudleston, 1894), y numerosas
instituciones más; todas las referencias encontradas se hallan en
la bibliografía crítica, aunque algunas de ellas no se citan en el
texto dada la parquedad de la información que ofrecen.
24
Estos documentos fueron utilizados por Vilanova para escribir en sus
versos, por lo que se conservan parcialmente y de forma desordenada
como parte de borradores o anotaciones de sus trabajos, ver Ca
pítulo VIII.
11
[page-n-25]
1858, 24 de junio
1859, 1 de diciembre
1860, 8 de enero
1862, 15 de abril
1865, 20 de mayo
1868, 1 de abril
1874, 10 de septiembre
1874, 4 de julio
1877, 23 de enero
1877, 31 de octubre
1881, 29 de abril
1882, 30 de septiembre
1883
1884, 20 de octubre
1884, 26 de mayo
1884, 31 de diciembre
1886, 1 de mayo
1886, 10 de marzo
1886, 22 de agosto
1891, 13 de octubre
Diploma de honor de la Exposición de productos agrícolas de Castellón
Socio correspondiente de la Sociedad Nacional de Medicina y Cirugía de Valencia
Socio de mérito de la Sociedad Agrícola Valenciana
Académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Madrid
Socio titular fundador de la Sociedad Antropológica Española
Socio de Mérito de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia
Socio corresponsal en Madrid de la Sociedad Mexicana de Historia Natural
Socio correspondiente de la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona
Comendador ordinario de la orden de Carlos III
Socio honorario de la Sociedad Española de Hidrología Médica
Socio honorario de la Sociedad “El Fomento de las Artes de Madrid”
Medalla de 1ª clase de la Exposición pedagógica de 1882, concedida por la Sociedad “El Fomento de
las Artes de Madrid”
Gran Maestro dell’Ordine della Corona d’Italia
Diploma de honor del VII Congrès de la Société Géographique de France
Miembro honorario de la Société d’Anthropologie de Bruxelles
Socio de número de la Asociación de escritores y artistas españoles
Socio honorario del Ateneo de Ciencias Antropológicas
Foreing correspondent of the Geological Society of London
Medalla de bronce de la Société Royale de Médecine Publique de Belgique
Miembro de pleno derecho de la Sociedad Imperial de Amantes de la Ciencia de la Antropología y la
Etnografía de Moscú (Fig. 3)
I.4. VILANOVA VISTO POR SUS
CONTEMPORÁNEOS
En un plano más personal, ya establecido en Madrid como
catedrático, contrajo matrimonio en Valencia el día 10 de junio
de 1858 con Francisca de Paula Pizcueta,25 con la que tuvo
cinco hijos (Fig. 4). A pesar de esta residencia en la capital
siempre mantuvo una fiel relación con su patria chica, visitando
todos los veranos a su familia en Valencia, lo que Vilanova aprovechaba normalmente para realizar diversas exploraciones por
toda la región. Además de mantener una relación habitual con
sus paisanos, un ejemplo curioso se nos ofrece en El Almanaque
de Las Provincias de 1900 (Anónimo, 1900), donde se recoge
una anécdota protagonizada por el poeta Querol y otros amigos
que le piden que les invite a una merienda en unos terrenos que
tenía Vilanova próximos a Madrid (ver Apéndice I), gracias a
esta versificada petición de merienda nos enteramos que Vilanova no sólo participó en empresas relacionadas con los pozos
artesianos, sino que también intentó cultivar una huerta cerca
de Madrid e incluso intentó incubar pollos para su comercialización. Estas mismas rimas con la introducción y el final ligeramente modificadas (Apéndice I) fueron publicadas por Llorente
Falcó (1948b), lo que le sirvió para hacer un comentario curioso
(Llorente Falcó, 1948b: 81):
No hay hombre eminente que no tenga sus pequeñas debilidades que unas veces se traducen en rarezas y otras ya
en chifladuras. El sabio geólogo, nuestro paisano don Juan
Fig. 3. Diploma de Miembro de pleno derecho de la Sociedad
Imperial de Amantes de la Ciencia de la Antropología y la
Etnografía de Moscú 1891 (FDJV-MPV 1/24).
12
25
Hija del médico y botánico José Pizcueta, que fuera Rector de la Universidad
de Valencia, para más información sobre este destacado médico y científico
valenciano ver Sánchez i Santiró (1998).
[page-n-26]
saciones y como las animaba sobremanera con las oportunidades de su carácter festivo, siempre dispuesto á bromear,
su compañía resultaba muy agradable.
Bien es verdad que aquellos espíritus exigentes que no comprenden la ciencia más que en tipos de mucho empaque,
con carácter grave, continente apuesto y hablar sentencioso,
parecíales un sabio poco serio; pero Vilanova, que no daba
una higa por la patente que los tales pudieran expedirle,
vivía tan satisfecho con su físico de baja estatura, cráneo
bien conformado, pocas carnes y temperamento nervioso,
que armonizando su constitución robusta, dió de sí con
aspecto de endeblez, una organización sólida que disfrutó
de salud persistente, de actividad duradera hasta los 70 años
y buen humor envidiable y á prueba de contrariedades.
En esta misma línea nos lo presenta su hijo Francisco cuando
dice (Vilanova, 1907: 356): “Como el P. Secchi, Pasteur y Lapparent, demostró gran adhesión á la causa católica; siendo sus ideas
conservadoras en política, si bien apenas figuró en dicho campo”.
Un retrato del hombre (Fig. 5) y de cómo era su vida más
intima nos lo ofrece Fernández Caro, que además de amigo era
su médico de cabecera, en dos momentos distintos, uno todavía
en vida de Vilanova (Fernández Caro, 1889: 46) y uno muy
similar pero dentro de la necrología que publicó en 1894. Así
termina Fernández Caro su esbozo biográfico (Fernández Caro,
1889: 46):
Fig. 4. Foto de la familia Vilanova (ca 1870) (FDJV-MPV).
Vilanova, enamorado de todo progreso científico, al enterarse del invento de la incubadora para sacar polluelos, se
apresuró a adquirir una y ponerla en funciones.
En este mismo artículo Llorente Falcó nos informa que Vilanova era un participante habitual de las tertulias de Las Provincias cuando estaba en Valencia.
Otros aspectos interesantes de su carácter son la gran
adhesión que mostró a la causa católica y sus ideas políticas
de talante conservador, aunque apenas figuró en este campo;
la única incursión según su biógrafo Barberá (1893: 198) fue
su candidatura a las Cortes por Morella en 1884 con el partido
Conservador de Cánovas del Castillo, pero no consiguió el acta
de diputado. Esta manera de ser la resume del siguiente modo
Barberá (1893: 199):
Muy natural encuentro que hombre tan religioso y padre
tan cariñoso, fuese amante de su país. Es lo que suele verse,
cierta mancomunidad entre los afectos á Dios, á la familia y
á la patria. Vilanova sobre ser buen español y recabar para
su nación los prestigios á que es acreedora, fue valenciano
fervoroso y entusiasta del cielo, de las costumbres y sobre
todo del idioma de nuestro hermoso país26, que creía de
obligado empleo siempre que hablaba con sus paisanos.
Esta costumbre daba cierto tono de confianza á sus conver-
26
Chabás (1893: 281) también nos dice que “el valenciano que aprendió en la
cuna” era su lengua familiar.
Fig. 5. Grabado de Vilanova publicado por primera vez en
La Ilustración Española y Americana como ilustración a la
biografía de Fernández Caro (1889). Reproducido el mismo
grabado publicado en el número de 5 de junio de 1891
de la citada revista (FDJV-MPV 4/14).
13
[page-n-27]
Hasta aquí el sabio: dos palabras acerca del hombre. Noble,
honrado, amantísimo de su familia y de sus amigos, su vida
no tiene mancha. Es religioso sin fanatismo; sencillo sin
afectación; benévolo sin debilidad, no tiene más que un
vicio, el del estudio. ¿Qué edad tiene Vilanova? A contar
por la fecha de su nacimientos, es un viejo; á juzgar por su
salud envidiable, por la frescura de su inteligencia, por su
infantil alegría, es un joven. Su hermosa cabeza, con sus
blancos cabellos, revela bondad y dulzura; sus ojos, llenos
de penetración y de vida, despiden destellos de prodigiosa
inteligencia. Vilanova es una organización perfectamente
armónica en lo físico y en lo moral. ¡Quiera Dios que su
vida sea muy larga, para alegría de cuantos le quieren y para
honra de nuestra patria!
La segunda descripción es muy parecida, pero se modifican,
lógicamente, algunas de las descripciones y comentarios (Fernández Caro, 1894: 14):
En su vida privada tuvo un defecto gravísimo. El, tan conocedor del mundo que sus plantas hollaban, no comprendió
la sociedad en que vivía. Modesto por demás, enemigo de
ostentación, sencillo hasta la candidez, nunca pretendió
esos honores que todos aparentan desdeñar y que todos
ambicionan poseer...
De costumbres ejemplares; amantísimo de su familia, que
le recompensaba con creces su cariño, tuvo por únicos
placeres el amor y la paz de su hogar, en cuya intimidad
muy pocos penetraron. Allí lo conocí yo entre librotes y
papeles. Afable, bondadoso, reconocido sobremanera á la
menor atención de sus amigos, su conversación era familiar hasta con sus mismos discípulos: hubiérase dicho, al
oirle, que se avergonzaba de saber tanto. De complexión
delicada, pequeña estatura, flaco de carnes, enjuto de miembros, de temperamento nervioso y fácilmente impresionable, parecía incapaz de soportar trabajos y privaciones:
pocos, sin embargo, aventajábanle en vigor y resistencia,
sin que su salud se resintiera jamás. Descuidado en el vestir,
poco aficionado á esas exterioridades á que la sociedad da
tanto valor, pasó por hombre original y alguna vez sufrió
la mordedura de la crítica, que casi nunca perdona á los
que se rebelan contra la ley imperiosa de la rutina. Sobre
este punto no diré más que una sola palabra: Vilanova ha
muerto pobre...
En cuanto a los últimos años de su vida nos dice Barberá
(1893: 199):
Solamente cedieron su vigor y sus energías al interrumpirse la compensación, por los progresos de la cardiopatía
que venía padeciendo en el invierno del 91 al 92, que accidentalmente contrajo la gripe; por más que la sabia dirección médica de Fernández Caro todavía pudo conjurar
la tormenta y mejorar el enfermo, hasta el punto de que
trasladado á ésta [Valencia] sintió los benéficos efectos de
la atmósfera de nuestras playas en su padecimiento, hasta
el extremo de creerse curado al final de 1892, por lo que
no hubo medio de que desistiera de su regreso á Madrid.
Pero aquel clima con su altura barométrica y la crudeza de
sus inviernos de nuevo trastornó esta organización ya tan
14
quebrantada, llevándole á pasar por todas las penalidades y
sufrimientos que traen aparejadas en su desenlace las enfermedades del corazón.
Todo fué resistido por el ilustre anciano con santa resignación, y cuando le dolía estar ocioso, el que meses hacía
no podía acostarse por los grandes edemas y la disnea,
se ocupó de la publicación de la Memoria geológica de
Valencia, cuyas últimas pruebas corrigió la víspera de su
muerte, la cual fué sumamente tranquila como correspondía
á su vida arreglada...
También, Fernández Caro (1894: 15-16) nos ofrece una vívida
imagen de los últimos años de Vilanova, que es coincidente con
los comentarios de Barberá (1893). Finalmente, como su propio
nieto indica (Vilanova, 1907: 356-357): “Agobiado por la edad
y el trabajo excesivo, falleció en Madrid, el 7 de Junio de 1893,
siendo sepultado en la Sacramental de San Isidro”.
También hay que decir que la figura de Vilanova no siempre
fue tan bien vista por sus contemporáneos, como ya se indica
más adelante participó en distintas polémicas tanto con los
ingenieros de minas como con distintos personajes de ideas progresistas en relación con las cuestiones sobre el origen de las
especies. Aunque tenemos poca información de lo que pensaban
sobre él, recientemente (Rábano, 2006) ha publicado algunas
cartas escritas por Casiano de Prado a Manuel Fernández de
Castro, ambos ingenieros de minas, con los que Vilanova tuvo
distintos problemas (ver Capítulo V). En este caso la opinión
de Prado sobre Vilanova es bastante pobre tal y como se refleja
en una carta de Prado a Fernández de Castro, en relación con la
comisión que debía dictaminar sobre la publicación de una obra
del segundo (ver Rábano, op. cit.: ), en esta carta Prado escribe
textualmente: “Vilanova es hombre malo y no puede vernos a
los ingenieros de minas, aunque tiene un hermano que lo es (por
cierto, uno de los ingenieros pollinos del Cuerpo)”.
En este trabajo de Rábano (2006) se transcriben varias
cartas de Prado a Fernández de Castro, en las que en varias ocasiones se hace referencia a Vilanova, en ningún caso nuestro
biografiado sale bien parado, aunque los comentarios no sean
tan explícitos como en el párrafo citado.
Como parte final de esta pequeña biografía deseamos incluir
algunos párrafos literales de Francisco Quiroga (1853-1894) y
de Lucas Mallada (1841-1921) como representantes, uno de los
naturalistas y otro de los ingenieros de minas, donde resaltan las
características científicas más destacadas de este autor. Así, dice
Quiroga (1893: 134-136), que fue alumno suyo en el Museo,
aunque después se distanció de Vilanova en algunos temas:
Fué nota característica del profesor Vilanova una actividad
incansable que no le abandonó ni aun en la enfermedad cardiaca que le llevara al sepulcro, pues que postrado en un
sillón durante todo el año anterior á su fallecimiento, y en
lucha con pertinaz disnea, dictaba á sus hijos el original, ya
de alguno de los últimos Congresos científicos extranjeros á
que había asistido, ya el de la Memoria geognóstico-agrícola
y protohistórica de Valencia, que ha concluído de imprimirse
después de su fallecimiento, ó arreglaba sus notas para la
descripción geológica de la provincia de Alicante, que llevaba muy adelantada, haciendo además que sus alumnos
fuesen á su casa á recibir sus lecciones de Paleontología, ya
que él se hallaba imposibilitado de ir á darselas al Museo...
[page-n-28]
Por carácter, D. Juan Vilanova gustaba más que de la tranquila y lenta investigación científica, de la propaganda
activa y constante, según muestra la índole misma de la
mayoría de sus publicaciones, pues que al lado de trabajos
de investigación tan notables y concienzudos como las
descripciones geológicas de las provincias de Castellón,
Teruel y Valencia, y los numerosos artículos en que da
cuenta de sus exploraciones geológicas y prehistóricas
por nuestra Península, ... Espíritu abierto á todo progreso
científico, acaso en gran parte, probablemente como consecuencia de los viajes anuales del profesor Vilanova al
extranjero, en los que saliendo de esta atmósfera española
asfixiante por su falta de amor, sentido y movimiento científicos, recibía el aura vivificadora de Europa, le vemos ser
en Geología el paladín constante y decidido del hidrotermalismo, cuando en España no se hablaba de otras causas
que las exclusivamente ígneas en la producción de los
materiales eruptivos de la corteza terrestre; aceptar con
gozo y entusiasmo las primeras investigaciones microlitológicas del Sr. Macpherson y favorecer su prosecución
en el Museo; convertirse en defensor y propagandista
decidido de la prehistoria, una vez que el inolvidable D.
Casiano de Prado hubo llamado la atención allá por los
años 1862 y 63, acerca de los sílex tallados de San Isidro,
y en los últimos años ser de los primeros en Europa en
sostener la existencia indudable en el desarrollo de la civilización humana de un periodo del cobre precursor del
de bronce y primero de la edad de los metales, periodo
que en la actualidad está casi unánimemente admitido. Su
ardor infatigable en la propaganda de las investigaciones
y estudios prehistóricos ha conducido á no pocos descubrimientos prehistóricos en España y abrió á nuestro sabio
consocio en estos últimos años las puertas de la Academia
de la Historia, siendo el primer naturalista miembro efectivo de aquella Corporación.
Por otro lado Mallada (1897: 28 y 43-44), proveniente del
otro gran grupo de practicantes de la Geología, los ingenieros de
minas, y considerado como uno de los paleontólogos españoles
más importantes de esta época le dedica las siguientes frases:
Después de sus memorias de Castellón y Teruel,... no cesó
de ocuparse en los asuntos geológicos de nuestro territorio,
añadiendo infinitas indicaciones y enmiendas de detalle
con que en su cátedra, en la Sociedad de Historia Natural,
en la Geológica de Francia, en los Congresos internacionales y otros centros de reunión, amenizaba las sesiones
con su peculiar y vivo lenguaje. Apareció de 1881 al 84
su Reseña geológica de la provincia de Valencia, redactada
por el estilo de sus dos anteriores, de no tanta importancia
en el concepto paleontológico, cuanto en el de la novísima
ciencia prehistórica...
... Tenía Vilanova, como sabéis, todas las condiciones de
un apóstol de la Ciencia: aquel celo, aquel afán incansable de escudriñar todos los rincones de los estudios de
su predilección; aquel apego á investigar con multiplicadas y rápidas excursiones cuantas novedades pequeñas
ó grandes llegasen á sus oídos; aquella predicación incesante, á veces bulliciosa, de sus doctrinas; aquella codiciosa pasión por revisar cuantos ejemplares ú objetos le
sirvieran para aclarar sus conocimientos, para publicar sus
invenciones, para ilustrar ó deleitar á sus oyentes. Laboriosa y fructífera fué la vida de tan insigne maestro, y, al
arrebatarlo de nuestro lado, dejó la muerte un vacío que
ni se ha llenado hasta la fecha, ni se ven señales de que se
vuelva á llenar en nuestro tiempo.
I.5. VILANOVA, Recuperación de una figura
La figura de Juan Vilanova y Piera, como muchas otras de la
ciencia española, ha llamado poco la atención durante muchos
años, a pesar de ocupar un puesto destacado en la ciencia española de la segunda mitad del siglo XIX y haber sido uno de
los introductores de los estudios prehistóricos en España, destacando su defensa de la autenticidad de las pinturas de Altamira.
Sin embargo, en los últimos 20 años su figura se ha recuperado,
al menos a nivel de los especialistas, no así a nivel del gran
público. Además, un personaje tan complejo por sus variados
intereses científicos implica la necesidad de estudiarlo desde
distintos campos de la ciencia, como ya indicaba en su tesis
doctoral Mariano Ayarzagüena (1992: 1067):
Juan Vilanova y Piera fue un auténtico polígrafo: prehistoriador, geólogo, paleontólogo, agrónomo y médico.
Entendió todas estas actividades como un conjunto, por
lo que sería parcial la ejecución de una labor crítica de su
trabajo desde sólo una de estas ciencias, valorando únicamente la correspondiente a la preparación e inquietudes del
biógrafo, en este caso la Prehistoria, y marginando las otras
facetas de su actividad.
De acuerdo con esta complejidad del personaje han ido apareciendo trabajos puntuales sobre Vilanova o algo más amplios,
en todos ellos nos hemos basado para realizar este trabajo,
merece la pena destacar que en la actualidad es considerado
como “padre” e introductor de varias disciplinas científicas en
España, como la prehistoria, hidrogeología, y defensor de conceptos tan importantes como el de la edad del Cobre o la autenticidad de Altamira en prehistoria.
A modo de resumen de este primer capítulo podemos decir
que Vilanova fue un de lo representantes más destacados de la
generación intermedia de científicos españoles del XIX; quienes
abrieron el camino para una de las etapas más brillantes de la
ciencia española. Su labor destaca como introductor de la geología y paleontología en la universidad española, al margen de
los indudables dominadores de estas disciplinas en España que
eran los ingenieros de minas. Dentro de su dedicación a la geología destaca su defensa de los aspectos aplicados relacionados
con la agricultura y, sobre todo, con la búsqueda de aguas subterráneas por medio de los pozos artesianos. Sin olvidarnos de su
labor de reconocimiento del territorio a través de sus memorias
provinciales de Castellón, Teruel y Valencia, con el descubrimiento de numerosos yacimientos fosilíferos, siendo el primero
en citar el hallazgo de dinosaurios en España.
Su otro gran campo de acción fue la prehistoria, o protohistoria como el prefería llamar, que ya se ha comentado, pero
cuya labor esta siendo analizada en más detalle como muestra el
análisis hecho por Moro y Pelayo (2010) como precursor de los
estudios sobre pinturas rupestres.
15
[page-n-29]
Toda esta labor fue complementada con una puesta al día
continúa y un conocimiento exhaustivo de todo lo que estaba
ocurriendo fuera de España sobre estas materias. Que luego
eran adecuadamente divulgadas en forma de libros y conferencias, pero siempre filtradas de acuerdo con su ideología de
corte conservador y su profunda religiosidad. Hay que decir que
16
siempre intentó polemizar utilizando argumentos científicos y
siempre desde una moderación, generalmente mal entendida
tanto por sus oponentes como por sus correligionarios que lo
consideraban demasiado tibio en sus ataques. Desde este punto
de vista hay que considerarlo como un científico íntegro cabal
con su tiempo y sus ideas.
[page-n-30]
II
PERIPLO EUROPEO DE VILANOVA Y LA CONCESIÓN
DE LA CÁTEDRA DE GEOLOGÍA Y PALEONTOLOGÍA
II.1. conocimientos previos de Vilanova
Como ya se ha visto en el capítulo anterior, la formación
de Vilanova como naturalista sólo incluía la mineralogía como
materia relacionada con la geología, por lo que podemos intuir
cuál era su bagaje geológico previo a su periplo europeo por
sus conocimientos mineralógicos. En este caso se dispone de un
documento excepcional como es su ejercicio de oposición a la
Universidad de Oviedo, que trató sobre el concepto de especie
mineral y que permite hacerse una idea, por lo menos, de cuales
eran las fuentes que conocía y hasta que punto se había asimilado las teorías más modernas de la mineralogía dentro de
la Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde estudió esta
materia con Donato García (ver Gozalo et al., 2004c) y, también, de manera sucinta, repasar la enseñanza de la mineralogía
en Madrid hacia la mitad del siglo XIX.
El ejercicio que le tocó en suerte defender a Vilanova en
su oposición a la cátedra de Historia Natural de la Universidad
de Oviedo fue: Dar una idea general, pero breve, acerca de
la teoría y objeto de la clasificación de los seres naturales,
extendiéndose más en manifestar los fundamentos de una buena
clasificación mineralógica, demostrándolo con los ejemplos
necesarios y oportunos de la cuestión;1 en el Apéndice II se
ofrece una trascripción del texto presentado por Vilanova en
este ejercicio.
II.1.1. Análisis del ejercicio de oposición de Vilanova a la
Universidad de Oviedo: concepto de especie mineral
El ejercicio lo divide en cuatro partes: la primera la dedica al
significado del término Clasificación; la segunda, la titula División de la Clasificación, trata sobre los distintos tipos de clasificación; la tercera, Principios generales de toda Clasificación,
comenta las bases para establecer una clasificación; y la cuarta
titulada Fundamento de una buena clasificación mineralógica.
De este esquema se puede colegir que las tres primeras partes
1
A.G.A., E.C. 16.928. “Juan Vilanova y Piera. Expediente personal”. El
manuscrito del ejercicio de oposición de Vilanova a la cátedra de Historia
son de carácter teórico y filosófico y que sólo la última esta centrada en los conceptos de mineralogía. De todos modos, este
último apartado sigue siendo muy teórico, de donde se intuye
que Vilanova simplemente está recitando la información que
tiene, pero realmente no cuenta con un conocimiento práctico
en mineralogía. Esta última parte, también está subdividida en
cuatro partes, que las titula: De la especie en Mineralogía, Fundamento y Nomenclatura general, Fundamento y Nomenclatura
especial, y Fundamento y Valor respectivo de los caracteres.
Concepto de clasificación
Como ya se ha comentado, las tres primeras partes del ejercicio están dedicadas a comentar y explicar el concepto de clasificación con el que trabaja Vilanova, y por ende, el que sería
más habitual en la época. La clasificación sería simplemente una
ordenación de los objetos que se están investigando; las clasificaciones pueden ser artificiales y naturales. Éstas se habrían ido
desarrollando junto con los conocimientos del propio ser humano,
primero serían una mera descripción, luego una definición y por
último una clasificación propiamente dicha. Dentro de las clasificaciones las más básica serían de tipo empírico, en las que la
ordenación sería arbitraria de acuerdo con un criterio externo, por
ej. el orden alfabético. Luego ya se pasaría a clasificaciones de
tipo racional, en las cuales la ordenación sería de acuerdo con las
características de los objetos estudiados; éstas, a su vez, se pueden
subdividir en tres tipos:
- Clasificaciones prácticas, cuando la ordenación se realiza
de acuerdo con sus usos o sus propiedades.
- Clasificaciones artificiales o sistemas, cuando la ordenación se realiza mediante algunos caracteres, tomados más o
menos al azar. Este tipo sería el más utilizado en la Historia
Natural.
- Clasificaciones naturales o métodos, cuando la ordenación
se realiza mediante un número elevado de caracteres seleccionados de los propios objetos, es el tipo preferible de clasificación.
Natural de la Universidad de Oviedo ocupa 33 páginas y está fechado en
Madrid el 2 de marzo de 1849.
17
[page-n-31]
Otra cuestión es que para poder realizar una clasificación,
ya sea artificial o natural, hay que establecer una unidad, que en
el caso de la Historia Natural sería la especie. Además, también
hay que establecer un orden jerárquico que permita la subdivisión de la clasificación, y por último establecer una nomenclatura adecuada en función de lo que se este clasificando.
En el trabajo Vilanova ofrece dos definiciones de especie, según
pertenezca al reino inorgánico (“grupo de minerales compuestos de
los mismo elementos combinados en proporciones exactamente
iguales”), o al reino orgánico (“tipo dado de organización que se
repite en el tiempo y en el espacio por medio de la generación”).
Luego siguiendo el sistema linneano propone una subdivisión en
categorías (Universo, Imperio, Reino, Tipo, Clase, Orden, Tribu,
Familia, Género, Especie, Raza, Variedad e Individuo). La siguiente
fase consistiría en dotar al objeto de estudio de una nomenclatura
“que asigne una idea a cada ser por medio del nombre”, esto es, dar
un nombre a cada una de las especies reconocidas.
Conceptos mineralógicos
En el apartado 4º de su memoria va a introducir los conceptos mineralógicos vigentes en su época, y los va a desarrollar en cuatro partes, de acuerdo con los criterios generales que
había comentado previamente.
De la especie en Mineralogía, primero comenta que algunos
autores asumen la continuidad y homogeneidad de los materiales, por lo que sólo habría individuos y no especies. Este
punto de vista no es aceptable para Vilanova, ya que el estudio
de la composición de los minerales muestra que ésta siempre
es la misma para cada tipo de mineral, lo que unido a la cristalización sería indicativo de que realmente existen las especies
mineralógicas.
A continuación da las definiciones de especie mineral utilizadas por Werner (“una misma especie [serían] todos los fósiles
[en el sentido de minerales] cuya composición química no difiriese
esencialmente”) y Haüy (“las mismas especies deben cristalizar
bajo una misma forma primitiva o fundamental y nunca incompatible”), comenta que la definición de Haüy ha sido socavada
por el descubrimiento del dimorfismo (polimorfismo en el sentido
actual). Cuestión analizada por Berzelius, cuyos criterios químicos
eran seguidos por una mayoría de autores, excepto la escuela de
Mohs y Rose (alumnos de Werner); la definición de Berzelius sería
“especie mineral es el conjunto de cuerpos inorgánicos compuestos
de unos mismos elementos y asociados en las mismas proporciones”. Para Vilanova esta definición supone confundir la especie
química con la mineralógica, introduciendo los comentarios de
Dufrenoy sobre el hecho de la existencia del isomorfismo. Finalmente, Vilanova considera que la definición de Dufrenoy es la más
adecuada: “[especie mineral] es la reunión de individuos con frecuencia desemejantes por sus caracteres exteriores, pero asociados
entre si por una composición química idéntica”.
Fundamento y Nomenclatura general, en este apartado plantea
la necesidad de adoptar distintas divisiones. Primero expone las
propuestas realizadas por Mohs, de acuerdo con los caracteres
exteriores y físicos, o por Necker, en función de las morfologías
primitivas y derivadas de los cristales; pero no expone sus nomenclaturas ya que considera que son “sistemas muy poco adoptados”.
El sistema que va a comentar es de tipo químico, pero utiliza
la misma escala utilizada por Linneo para los seres vivos (orden,
género, especie), aunque el número de divisiones será menor ya
que la separación entre los distintos minerales es más nítida que
18
entre los seres vivos. Las agrupación de especies minerales en
géneros, según Werner, se haría por caracteres exteriores, físicos
y geológicos; mientras que para Haüy y autores posteriores esta
agrupación se haría más por caracteres químicos, aunque en este
caso hay distintas propuestas. Así, Haüy considera característico
del género el elemento electropositivo, y la subdvisión en especies
sería en función del elemento electronegativo, por el contrario para
Beudant y Berzelius sería justo al revés. Finalmente hay una tercera escuela, la de Brogniart y Dufrenoy, que utilizan los elementos
electropositivos para la clasificación de los metales y los elementos
electronegativos para clasificar las “tierras, sales y piedras”. Esta
última es la clasificación que Vilanova considera más adecuada.
Fundamento y Nomenclatura especial, el fundador de la
mineralogía sistemática había sido Werner, quien estableció una
serie de nombres para designar a los minerales, donde incluía el
nombre de la especie en alemán y un nombre binario en latín,
que indicaban el género y la especie, utilizando la nomenclatura binaria que había propuesto Linneo para los seres vivos. De
todos modos, fue Haüy quien desarrolló la verdadera nomenclatura mineralógica “pues, fundada en los principios de la química
supo no obstante, hacerlos puramente mineralógica tomando
por radical de sus dobles nombres el elemento electropositivo
que expresaba para él el género, completando la expresión por
el electronegativo”. Para Vilanova ésta es la mejor nomenclatura “pues la univoca de Beudant y Brogniart y la Química de
Berzelius son desfavorables a la ciencia; la una por no darnos de
simple lectura la idea de la especie a que se refiere; y la otra por
querer ingerirla hasta en propio lenguaje [a la química]”, lo que
suponía rebajar la importancia de la mineralogía como ciencia.
Fundamento y Valor respectivo de los caracteres, en esta
cuestión versa principalmente sobre el estudio y descripción de
los minerales, para lo cual se debería unificar los caracteres a utilizar y adoptar un orden de descripción. Así, por ejemplo, hay
autores como Mohs que habían desechado todos los caracteres
químicos y el resto los había ordenado según sus preferencias. Por
otro lado, Werner se había decantado por los caracteres externos
y físicos, mientras que Haüy prefería los cristalográficos, en esta
misma línea estaba el trabajo de Necker quien llegaba al extremo
de considerar una sustancia como dos especies distintas siempre
que apareciera bajo dos formas secundarias, Vilanova pone como
ejemplo la pirita de hierro cúbica y la dodecaédrica. Mientras
otros autores como Berzelius, Brongniart, Beudant, etc, dan preferencia a los caracteres químicos sobre los físicos. Por último,
comenta la necesidad de unificar los nombres, ya que se da el caso
en que un mismo mineral puede ser conocido por multitud de
sinónimos en la misma lengua, lo que crea bastantes problemas.
El ejercicio lo termina ofreciendo un pequeño resumen de
lo que había expuesto previamente y finaliza comentado cual
sería el sistema ideal de clasificación mineralógica para él: “me
atrevería a decir que a mis cortos alcances la mejor clasificación
mineralógica podría ser, la que reuniese, a la agrupación filosófica de las especies de Brogniart, una nomenclatura como la de
Haüy y un modo de considerar los caracteres como el de Werner
y Dufrenoy.”
Autoridades citadas en el ejercicio
Es realmente interesante ver la lista de autores que se van
citando en el texto, así como los comentarios sobre algunas de sus
ideas, lo que permite saber la consideración que tenía Vilanova
sobre los mismos y, posiblemente, sus maestros. Curiosamente en
[page-n-32]
el ejercicio no se cita a ningún autor español, ni siquiera a Donato
García, que fue su profesor en el Museo de Ciencias Naturales.
En las tres primeras partes del ejercicio, al hablar sobre las
clasificaciones, cita a Carl von Linné (1707-1778), Augustin
Pyramus de Candolle (1778-1841) y Pierre-Armand Dufrenoy
(1792-1857). Linneo aparece como el autor de referencia a la
hora de plantear cualquier cuestión sobre clasificación en Historia Natural.
En la parte de clasificación mineralógica las referencias a
distintas autoridades es más prolija, habiendo citas en todas las
subdivisiones. De todos modos, el número de autores citados es
pequeño y se puede agrupar en dos grandes conjuntos, los pertenecientes a la escuela werneriana, como son el propio Abraham
Gottlob Werner y sus alumnos Friedrich Mohs (1773-1857), su
sucesor en Freiberg, y Johan Friedrich Wilhelm Widenmann
(1764-1798), o formados dentro de estas ideas como Gustav
Rose (1798-1873). Por otro lado, esta la escuela francesa con
Just Haüy (1743-1822) y su alumno François Sulpice Beudant
(1787-1850), Alexandre Brongniart (1770-1847) y Dufrenoy. Por
último, y siempre con referencias más críticas, está el sueco Jöns
Jacob Berzelius (1779-1848), que fue uno de los impulsores de
los estudios sobre el isomorfismo y polimorfismo en los minerales, conceptos a los que se opuso frontalmente Haüy, a pesar
de que su alumno Beudant ya había puesto de manifiesto la existencia del polimorfismo, aunque éste no publicó sus hallazgos
por ir en contra de las ideas de su maestro (Amorós, 1978: 202),
en este elenco de figuras se hecha en falta Eilhard Mitscherlich
(1794-1863), quien trabajando con Berzelius llegó finalmente a
demostrar fehacientemente la existencia del isomorfismo y del
polimorfismo en la década de los años 20 del siglo XIX (Amorós,
1978), así como cualquier referencia a autores anglosajones. Otro
autor citado es el ginebrino Louis Albert Necker (1786-1861),
que estudio en Ginebra y Edimburgo, donde conoció tanto las
teorías werneriana como huttonianas, y propusó un sistema de
clasificación mineralógica basado exclusivamente en los caracteres cristalográficos, oponiéndose rotundamente a utilizar los
caracteres químicos en la clasificación mineralógica.
Las primeras clasificaciones mineralógicas
Para poder contextualizar adecuadamente el ejercicio de
oposición, así como las autoridades citadas, se hace necesaria
una breve reseña de las clasificaciones mineralógicas imperantes en la primera mitad del siglo XIX.
Una de las primeras clasificaciones mineralógicas fue la
de Werner de 1773, quien se basó en los caracteres externos,
aunque también se tenía muy en cuenta la composición. Posteriormente, Haüy en 1800 desarrolló una clasificación basándose
exclusivamente en la morfología externa y la estructura de los
minerales como caracteres definitorios, para él, a cada morfología cristalina le correspondía también una composición concreta. Por último Mohs desarrollo un método de clasificación en
1820 basado también exclusivamente en la morfología externa
de los minerales, sin tener para nada en cuenta la composición
de los minerales; este sistema fue seguido en España por Rafael
Amar de La Torre (1802-1874) en la Escuela de Minas, quien en
un artículo de 1838 pondera el sistema de Mohs como el mejor
conocido para el estudio científico de los minerales.
Las propuestas de clasificación basadas exclusivamente en la
morfología externa (cristalografía) pronto tropezaron con grandes
inconvenientes cuando se empezaron a descubrir los minerales
isomorfos y polimorfos. De este modo, Haüy rechazaba la noción
de isomorfismo introducida por Mitscherlich en 1818, aunque
este hecho previamente había sido descubierto por Beudant. Sin
embargo, estas ideas sobre el isomorfismo fueron acogidas sin
reservas por el químico Berzelius.
La clasificación de Haüy dominó Francia hasta la muerte de
éste. Posteriormente, en 1830, Beudant propuso otra clasificación,
en la cual, además de los caracteres cristalográficos, se tenía en
cuenta algunos aspectos químicos. Poco después, fue Brogniart
quien en 1833 propuso un cuadro de distribución de las especies
minerales de carácter mixto desde un punto de vista más químico.
Finalmente, en 1845, Dufrenoy esbozó una nueva clasificación
mucho más próxima a la de Haüy, pero introduciendo las modificaciones que implicaban fenómenos tales como el isomorfismo
y el polimorfismo.
II.2.1. Libros y enseñanza de la Mineralogía en Madrid a
finales de la primera mitad del siglo XIX
En esta época los dos centros más importantes donde se enseñaba Mineralogía eran el Museo Nacional de Ciencias Naturales,
dependiente de la Universidad Central, y la Escuela de Minas. Los
encargados de estas materias eran Donato García (ver Azpeitia,
1924), Catedrático de Mineralogía de la Universidad Central, y
Amar de la Torre (López de Azcona, 1986), profesor de Mineralogía y Geognosia en la escuela de Minas.
Donato García fue el sucesor de Christian Herrgen (17601816) en la cátedra de Madrid en 1816, puesto que ocupó hasta
su jubilación en 1854. Herrgen era seguidor de las ideas de
Werner, y tradujo al español la Orictognosia escrita en alemán
por Widenmann (ver Ordóñez, 1999). La actividad y enseñanza
de Herrgen en Madrid ha sido estudiada por Parra y Pelayo
(1996). La docencia de Donato García, durante casi 40 años, se
fundo básicamente en los trabajos cristalográficos de Haüy y las
ideas de Werner (Barreiro, 1992). Este mismo autor recoge que en
1827 los alumnos seguían las clases con apuntes manuscritos del
propio Donato García, por la falta de textos en español, también
indica que ese año se compraron para el museo obras de Beudant y Brongniart. En 1843, Antonio María de Cisneros y Lanuza
publicó unas Lecciones de mineralogía, que fueron elaboradas
a partir de las explicaciones de Donato García, donde ofrecen la
siguiente definición de especie mineral (op. cit.: 6): “colección de
cuerpos idénticos por la naturaleza, proporciones y disposición
de sus elementos, cualquiera que sea la forma que ofrezcan”, esta
definición básicamente coincide con la de Haüy; además la colección de minerales del Museo estaba clasificada de acuerdo con el
sistema de Haüy (ver Calvo Rebollar, 1999: 127).
Por otro lado, en la Escuela de Minas Amar de la Torre fue el
profesor encargado de la mineralogía desde 1835 hasta 1850. Al
trasladarse la Escuela de Minas y crearse en cuerpo de Ingenieros
de Minas en 1833, uno de las cuestiones que se plantearon fue
la necesidad de formar profesorado, siendo pensionados varios
ingenieros para estudiar en Freiberg, uno de ellos fue Amar de la
Torre, donde se formaron en las ideas wernerianas (Maffei, 1877),
y de Mohs, su sucesor en la cátedra. Los textos seleccionados por
Amar para su docencia fueron la Orictognosia de Andres del Río
(1764-1849), y las clasificaciones de los minerales se realizaron
de acuerdo con el sistema de Mohs (ver Amar de la Torre, 1838).
Los tratados en castellano sobre mineralogía que se publicaron en la primera mitad del siglo XIX son muy pocos, y la
19
[page-n-33]
mayoría son traducciones de libros franceses (ver Calvo Rebollar, 1999). Además del ya citado de Cisneros y Lanuza, merecen
la pena destacarse la traducción de la tercera edición del Manuel
de Minéralogie de Charles Félix de Blondeau, refundido y
aumentado por Anselme Gretan Desmaret y Jean-Sébastien
Eugène Julia de Fontenelle, de 1827, realizada por Santiago de
Alvarado y de la Peña en 1832 bajo el título El reino mineral, ó
sea la Mineralogía en General y en particular de España, donde
se traduce y resumen esta obra, y se incorpora una segunda parte
dedicada a la información sobre España obtenida de las obras
de Guillermo Bowles (1775) y A. Pérez Domingo (1831); la traducción del Tratado elemental de mineralogía moderna de M.
Joseph Odolant Desnos (1843), realizada por Baltasar Anduaga
Espinosa, en el cual ya se utiliza la clasificación de Beudant
en función del elemento electronegativo; por último, el Tratado
elemental de mineralogía de Francisco de Luxán (1845), quien
ordena los minerales de acuerdo con la clasificación de Brongniart (ver Maffei y Rua, 1871-1872).
Por último, el ya citado artículo de Amar de la Torre (1838),
nos informa del conocimiento que se impartía en la Escuela de
Minas. El artículo comienza con una pequeña reseña histórica
sobre la utilidad y clasificación de los minerales, donde cita
numerosos autores desde Avicena hasta Werner y Haüy. A continuación dedica varias páginas a comentar la clasificación y división de la mineralogía según Werner, en las que crítica el uso de
la composición química para la clasificación, y el poco uso de
los aspectos cristalográficos, aunque, alaba su parte descriptiva.
De modo coherente, ensalza el uso de la morfología cristalina
en la clasificación por parte de Haüy, aunque en esta clasificación también se hace referencia a la composición. Finalmente,
se centra en la clasificación de Mohs de 1820, que le parece la
mejor ya que es exclusivamente cristalográfica, y en ella no se
tiene en cuenta para nada la composición de los minerales, y
dedica el resto del artículo a exponer esta clasificación.
A modo de conclusión de este apartado se puede decir que Vilanova, antes de iniciar su periplo europeo, tenía conocimiento de
cuales eran las teorías más en boga sobre la clasificación mineralógica, así como las controversias en cuanto a la utilización de un
criterio químico, cristalográfico o mixto en Europa. Su posición en
cuanto a la clasificación mineralógica es ecléctica, aunque se alinea
con los sistemas de la escuela francesa de mineralogistas, frente a
Amar de la Torre, seguidor de las ideas wernerianas, y afirma que
una buena clasificación mineralógica debe tener en cuenta tanto
los aspectos cristalográficos como los composicionales, de acuerdo
con las propuestas de Brongniart y, sobre todo, Dufrenoy, aunque
con preferencia de los aspectos cristalográficos; también muestra
un cierto rechazo a la escuela más química encabezada por Berzelius, aunque conoce la cuestión del polimorfismo y es consciente de
las implicaciones que conlleva respecto a la clasificación de Haüy.
Teniendo en cuenta que Vilanova oposita recién terminado su doctorado en Ciencias Naturales, los conocimientos que tenía básicamente debían de ser los que le había impartido Donato García en
el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, lo que indica que éste,
al menos desde un punto de vista teórico, se encontraba perfectamente informado de las teorías mineralógicas que se estaban proponiendo en esos momentos, aunque la inclinación hacia la escuela
2
20
El viaje de Vilanova en la primera edición del libro de Barreiro (1944) ocupa
las páginas 237‑268. En la edición de Doce Calles de 1992 ocupa las páginas
francesa, y más concretamente hacia Haüy es evidente, este sesgo
favorable hacia la escuela francesa posiblemente también lo tendría en su formación geológica, lo que también explica por qué se
elige Francia como lugar básico para que amplíe sus conocimientos
geológicos, y no Freiberg (Alemania) lugar preferido por los ingenieros de minas.
II.2. Vilanova pensionado en Europa (1849‑1853)
Vilanova fue pensionado con una dotación de 6.000 reales e
inició su viaje de ampliación de estudios por Europa a comienzos
del mes de noviembre de 1849, dirigiéndose en primer lugar a
Francia, que se convirtió en su centro de operaciones. Disponía
de cartas de recomendación de Graells y de Pérez Arcas que le
permitieron entrevistarse con científicos franceses y le abrieron
las puertas de los círculos científicos.2
El 13 noviembre 1849 Vilanova llegó a Bayona, donde entró
en contacto con algunos comisionados del Museo, como el especialista en coleópteros Edouard Perris (1808-1878) e inició la
correspondencia con Graells. De ahí siguió hacia Mont de Marsan,
donde coincidió con Léon Dufour (1780-1865), médico francés
que había sido iniciado en el estudio de la Entomología por Pierre
André Latreille (1762-1833), y que había entrado en España con
las tropas de Napoleón en 1808.
Fig. 6. Retrato de Juan Vilanova y Piera (ca. 1850), publicado
en Bonet et al. (2006; FDJV-MPV D/3.285).
215‑234. Una parte importante de la información vertida en este capítulo procede de este libro, por lo que cuando no se indique nada la fuente es esta obra.
[page-n-34]
El 18 noviembre de 1849 Vilanova llegó a París (Fig. 6).
En la capital francesa, se presentó al general Joachim-FrançoisPhilibert Julien Feisthamel (1791-1851), mariscal de campo
retirado del ejercito francés, que había participado en la campaña de España de 1821‑1823. Aficionado a la Entomología,
Feisthamel había sido uno de los fundadores en 1832 de la
Sociedad Entomológica de Francia y fue quien le puso en contacto con Isidore Geoffroy de Saint‑Hilaire (1805-1861), encargado de la cátedra de zoología (aves y mamíferos) del Museo de
Historia Natural de París.
Gracias a Geoffroy Saint‑Hilaire, quien le invitó a las reuniones que tenían lugar los sábados por la tarde en su casa, Vilanova conoció a los entomólogos franceses Félix Edouard Guérin
Meneville (1798-1874) y Charles Brisout de Barneville (18221893). El primero era un especialista en sistemática de insectos,
que había estudiado en el Museo parisino y que enseñaba Entomología en el Colegio de Francia. Por su parte, Brisout de Barneville, que trabajaba en ortópteros, pertenecía a una familia de
entomólogos constituida por su padre y sus hermanos Louis y
Henri. Años después, entre 1862 y 1865, Brisout de Barneville
recolectará ejemplares de coleópteros en los Pirineos y España.
Además estaban interesados en obtener material procedente de
España, por lo que Vilanova comunicó a Graells el interés de
estos entomólogos franceses por intercambiar ejemplares con el
Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Por último, y gracias a
una carta de presentación de Graells, Vilanova entró en contacto
con un tercer entomólogo francés: Louis-Alexandre-Auguste
Chevrolat (1799-1884).
Estos contactos permitieron que Vilanova fuera admitido
como miembro en la Sociedad Entomológica de Francia, el 8 de
enero de 1850, presentado por Feisthamel y Chevrolat y por un
tercer miembro Léon Fairmaire (1820-1906). Los dos primeros
eran corresponsales de Graells y, junto con Guerin Meneville,
habían fundado la Sociedad en 1832, de la que, al año siguiente,
Graells había entrado a formar parte.
Parece evidente que las intensas relaciones que se dieron
a lo largo de la primera mitad del siglo XIX entre entomólogos franceses y españoles, y en particular los buenos oficios
de Graells, posibilitaron la buena acogida de Vilanova entre la
comunidad científica parisina. Además, como veremos, con las
cartas de recomendación proporcionadas por Graells, Mateo
Orfila (1787-1853) y por el Director General de Instrucción
Pública Antonio Gil de Zárate (1793-1861), consiguió un trato
más estrecho con paleontólogos y geólogos franceses, como
Prevost, Dufrenoy, Bayle y Ch. D’Orbigny.
Pero en este apartado también ayudó Geoffroy Saint‑Hilaire,
quien le proporcionó a Vilanova cartas de presentación, dos para los
profesores de ciencias geológicas del Museo de Historia Natural,
esto es, Pierre-Armand Dufrenoy (1792-1857), catedrático de
mineralogía desde 1847, y Pierre-Louis-Antoine Cordier (17771861), encargado de la cátedra de geología desde 1819, y una
tercera para Jean-Baptiste-Armand-Louis-Léonce Elie de Beaumont (1798-1874), profesor de geología en la Escuela de Minas.
Como resumen podemos decir que Vilanova desde sus
primeros momentos en París se relacionó con la élite de
la geología y entomología francesa, no sólo como alumno
si no como un colega más (lo que en la actualidad sería una
3
estancia postdoctoral). Esta posición le permite acceder no
sólo a una formación teórica y práctica avanzada, si no también a programar y realizar una serie de excursiones a distintos lugares de Francia, Suiza e Italia con los mejores especialistas en la geología regional, lo que le convertirán en un
avezado geólogo de campo y buen conocedor de los terrenos
mesozoicos y cenozoicos, lo que le será de gran utilidad a la
hora de realizar sus estudios regionales en el levante español.
II.2.1. La enseñanza de las ciencias de la Tierra en París
a mediados del siglo XIX
A la llegada de Vilanova a París, en torno a 1850, existían
en la capital francesa tres instituciones científicas en donde se
impartían las enseñanzas de las diversas disciplinas de la historia natural y de las ciencias geológicas:
- La Escuela de Minas, en donde ya se ha comentado que Elie
de Beaumont enseñaba geología; Henri de Sénarmont (1808-1862)
impartía desde 1842 la mineralogía, y Émile Bayle (1819-1895),
especialista en estratigrafía y en moluscos fósiles, era el encargado
desde 1846 de la enseñanza de la paleontología (Aguillon, 1889).
- El Museo de Historia Natural, al que pertenecía el Jardín
de Plantas, y en donde (además de los ya citados Geoffroy de
Saint‑Hilaire, Dufrenoy y Cordier) Constant Dumeril (17741860) era el encargado desde 1825 de la enseñanza de la parte de
la zoología que trataba del estudio de los reptiles y peces, Achille
Valenciennes (1794-1856) impartía desde 1832 el curso de Historia Natural correspondiente a anélidos, moluscos y zoofitos y,
por fin, Marcel de Serres (1780-1862), un paleontólogo profesor
de mineralogía y geología de la Universidad de Montpellier, que
impartía un curso de antropología en el Jardín de Plantas.3
- La Universidad de la Sorbona, en donde Gabriel Delafosse
(1796-1878), discípulo de mineralogistas como René‑Just Haüy
(1743-1822) y François Sulpice Beudant (1787-1840), era el
responsable de la enseñanza de la mineralogía (posteriormente,
en 1857, a la muerte de Dufrenoy le sustituirá en la cátedra de
esta disciplina en el Museo) y Constant Prevost (1787-1856)
enseñaba la geología (Haug, 1904).
Vilanova se matriculó en diversos cursos de estas instituciones, intentando compatibilizar los horarios de las diferentes
clases. Durante el invierno de 1849‑1850 Vilanova siguió los
cursos de geología de Elie de Beaumont en la Escuela de Minas
y de Cordier en el Jardín de Plantas; de paleontología de Bayle
en la Escuela de Minas, único curso de esta ciencia que se daba
en París; de mineralogía de Delafosse en la Sorbona y de Senarmont en la Escuela de Minas. En el segundo semestre, asistió
a la continuación del curso de Elie de Beaumont que daba en
el Colegio de Francia, que duraba hasta el mes de agosto; fue
discípulo en la Sorbona de Prevost y de Claude Pouillet (17911868), quienes impartían respectivamente geología y física, y
asistió al de mineralogía de Dufrenoy en el Museo de Historia
Natural. Durante el primer semestre de 1850‑1851, además
de los ya citados, Vilanova siguió el curso de moluscos que
impartía Valenciennes y el de geología que daba Bayle en la
Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.
Vilanova comprobó que los científicos franceses se encontraban agrupados en dos tendencias o escuelas tanto en zoo-
Para una aproximación al Museo de Historia Natural de París en el siglo XIX:
Limoges (1980) y Blanckaert et al. (1997).
21
[page-n-35]
logía como en geología. Entre los zoólogos, la disputa, de
carácter doctrinal, se centraba en relación a la inmutabilidad
de las especies que había sostenido Cuvier y que era apoyada
por Valenciennes, mientras que los no catastrofistas Geoffroy
Saint‑Hilaire y Marcel Serres, sostenían la posibilidad de algún
tipo de cambio específico (Laurent, 1987). Más complicada era
la cuestión en las ciencias geológicas y paleontológicas, donde,
según comentaba en una memoria que envió desde París en
1851, dos eran las escuelas geológicas reinantes en París: la
de las causas actuales de Prevost y la de los levantamientos de
montañas (catastrofista) propuesta por Elie de Beaumont.
Los partidarios de la geología actualista de Prevost sostenían que los mismos agentes físicos, químicos y mecánicos que
obraban hoy en día dando origen a todos los accidentes que se
observaban en la superficie terrestre, eran los que habían dado
lugar en épocas remotas a todos los fenómenos geológicos, sin
que hubiera necesidad de recurrir a causas extraordinarias y sí, en
cambio, a una extensión indefinida del tiempo. Por tanto, seguía
diciendo Vilanova, esta escuela daba una gran importancia, y
en su opinión con razón, al estudio de las causas actuales y de
los efectos que producían en la actualidad en la superficie de
los continentes y en el fondo de mares, lagos y lagunas, en las
costas escarpadas y en las playas suaves, etc, explicando de esta
manera lo que había ocurrido en la superficie de la Tierra desde
el origen de su existencia como planeta aislado.
La escuela catastrofista de los levantamientos, aunque tenía
en cuenta dicha visión, mantenía el principio de que los fenómenos actuales, tanto geológicos como físicos, no eran más que
un débil reflejo de los de otras épocas y, por consiguiente, que
las causas que los habían ocasionado habían sido de un “orden”
de mayor envergadura o, por lo menos, de una energía que no
guardaba proporción con los efectos que se podían observar en
el presente.
Pasando de los principios generales a los detalles concretos,
Vilanova decía que estas dos escuelas aún más que en la teoría se
diferenciaban en la aplicación práctica. Por ejemplo, en la cuestión de los fenómenos eruptivos y de la formación de las montañas (fenómenos geológicos que Vilanova consideraba de gran
importancia, ya que en su opinión dichos fenómenos eran los
responsables de la mayor parte de los accidentes geológicos de
la superficie terrestre), las dos escuelas se encontraban en franca
oposición. Para Prevost, la erupción había sido el resultado del
enfriamiento sucesivo de la capa sólida del globo terrestre, que
había dado lugar a grietas o hendiduras por donde se habían elevado hacia la superficie materiales procedentes del interior de la
Tierra, originándose así los conos volcánicos y las otras masas
eruptivas, en este caso el fenómeno volcánico sería un mero
resultado no el causante de la deformación. Por el contrario, Elie
de Beaumont suponía que las masas eruptivas procedentes del
interior de la Tierra habían dado origen a los volcanes y a los sistemas de montañas, al romper con su empuje la corteza en aquellos puntos que ofrecían menor resistencia. De aquí había surgido
la famosa teoría de los levantamientos que, aunque concebida por
Leopold von Buch (1774-1853), había sido desarrollada extensamente por Elie de Beaumont y su famosa red pentagonal. Según
Vilanova, esta teoría, si bien cierta en muchos casos, era más
brillante y seductora, que aplicable al estudio de las montañas,
pues con frecuencia faltaban las condiciones requeridas o no
estaban en concordancia con los hechos que se podían observar
en la naturaleza. Para Vilanova, en la mayoría de los casos que
se observaban en la naturaleza, era preferible aplicar la teoría de
Prevost. Consideraba que dicha teoría estaba más en consonancia
con los accidentes geológicos que se observaban en las cordilleras
de las montañas. Prevost explicaba la formación de las montañas
y de las cordilleras por una especie de movimiento de báscula y
por la necesaria compensación que debía existir entre un punto
cualquiera del esferoide terrestre, que se hundiera a causa del
enfriamiento y consiguiente contracción de la corteza sólida del
mismo, y el punto o puntos inmediatos que se levantaran por una
especie de contrabalanceo. En esto consistía su famosa teoría del
balancement, en la que el hundimiento o depresión de un punto
cualquiera del globo determinaba el levantamiento de otro que se
hallara contiguo.
En relación a la paleontología, también esta disciplina científica estaba dividida en París en dos escuelas principales, que
Vilanova denominaba “escuela de detalles”, encabezada por
Gérard Paul Deshayes (1796-1975) y Alcides D’Orbigny (18021857), y “escuela de miras de conjunto”, de Bayle.
Para los partidarios de la “escuela de detalles”, catastrofistas
en paleontología, las faunas y floras fósiles estaban circunscritas
por límites temporales y geológicos fijos, que no podían traspasar, y que eran los medios de reconocer los “horizontes geológicos” que revelaban el conjunto de circunstancias físicas en la
que habían vivido los seres cuyos restos se encontraban en ellos.
Como consecuencia, Deshayes y D’Orbigny, siguiendo los postulados catastrofistas de Cuvier y su escuela, admitían las extinciones repentinas de faunas y floras, que habían sido seguidas
por nuevas creaciones. Para apoyar esto, recurrían a los detalles
más minuciosos en la determinación de los caracteres genéricos
y específicos, con lo que si por un lado aumentaban de un modo
el número de especies fósiles, por otro conseguían probar que
por lo general las especies no pasaban nunca de un piso geológico a otro superior.
Para Bayle y su escuela, la desaparición de faunas y floras
ni se había verificado de un modo súbito, ni estaba ligada a los
grandes levantamientos de montañas y demás catástrofes que
habían asolado la superficie del globo. Sostenía que las especies fósiles pasaban de unos terrenos geológicos a otros, lo que
probaba que la aparición y extinción de las mismas había tenido
lugar de un modo lento y sucesivo. Se basaban en que, salvo
casos excepcionales, floras y faunas no estaban bien delimitadas
y caracterizadas por las diferentes facies, comprobándose cómo
las especies fósiles pasaban de una formación a la superior de
una manera evidente, y que cada formación geológica presentaba una mezcla más o menos confusa de las especies características y de las que procedían de una formación inferior.4
Vilanova comentaba que al ser las ideas de Elie de Beaumont y Bayle de carácter muy teórico y fijarse en cuestiones de
gran interés en ese momento, como el origen de la Tierra, recibían muy a menudo el aplauso entusiasta del numeroso público
que asistía a sus explicaciones, entre el que destacaba la presencia de numerosas señoritas.
El 18 de febrero de 1850 Vilanova fue admitido en la
Sociedad Geológica de Francia, presentado por tan distinguidos
Esta disertación de Vilanova forma parte de la Memoria que envió desde
París al Ministerio de Instrucción Pública el 20 de abril de 1851. Barreiro
(1992: 223, nota 3) recoge que el Ministerio mandó publicar esta Memoria
pero que nunca llegó a imprimirse. Ver Apéndice III.
4
22
[page-n-36]
geólogos como Elie de Beaumont, Bayle y Cordier. En ese
mismo mes de febrero Vilanova realizó su primera excursión
científica, siendo Meudon, cerca de París, el lugar elegido. Posteriormente, y ya en pleno curso, saldría al campo durante las
clases prácticas fundamentalmente a recoger rocas y fósiles terciarios en los alrededores de la capital francesa: Grignon, Beauchamp, St. Denis, Versailles, Etampes, Montmorency, Clichy,
Fontainebleau, Gentilly, Poissy y Montmartre.
A comienzos de 1850, Vilanova envió una instancia al
Ministro de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, Manuel
Seijas Lozano, solicitándole un aumento en la asignación. El
objeto de la petición era poder asistir a las salidas al campo para
la enseñanza práctica, lo que permitiría colectar ejemplares de
rocas, minerales y fósiles para el Museo, así como para poder
estudiar alemán antes de pasar a Freiberg. Parece que esta petición de dotación económica fue atendida gracias a la mediación de Graells, porque en una carta de marzo le agradecía sus
gestiones en el aumento del sueldo. También le informaba que
había realizado una salida al campo por los alrededores de París
con M. Salomon, preparador de geología en el Museo de Historia Natural, y que estaba organizando otra junto con Charles
d’Orbigny (1806-1876), ayudante del profesor de geología Cordier, Salomon, Alphonse Favre (1815-1890), profesor de geología de la Academia de Ginebra y Edouard de Verneuil (18051873). También le comunicaba que en marzo había comenzado
el curso correspondiente al semestre del verano, que duraba
hasta finales de julio, en la Sorbona, pero que sólo podría asistir
a la cátedra de geología de Prevost y a la de física de C. Pouillet,
ya que las demás coincidían con las que impartían el paleobotánico Adolphe Brongniart (1801-1876), Dufrenoy y la de química de Gay‑Lussac en el Jardín de Plantas.
En otra instancia al Ministro, en el verano de 1850 (Apéndice
III), exponía que para cumplir su comisión y ponerse al corriente
de las teorías más importantes sobre la “historia del globo
terrestre”, así como de las razones en que los diferentes profesores
de geología, Elie de Beaumont de la Escuela de Minas, Prevost
de la Sorbona y d’Orbigny del Jardín de Plantas, fundaban sus
respectivas doctrinas, había sido necesario contrastar las teorías
geológicas través del conocimiento práctico. Por esto, había realizado salidas al campo en las que había recogido material geológico y paleontológico de los terrenos terciarios y actual, anotando
la localidad y el terreno geológico de los ejemplares recolectados,
que, tras ser determinados y clasificados, los enviaría al Museo de
Madrid. Más tarde había realizado con el geólogo suizo Favre una
excursión geológica por Normandía, que había durado catorce
días. En el recorrido había estudiado los terrenos de la formación
cretácica, jurásica y del lías, así como los llamados terrenos de
transición. Hallaron en una cantera de Laize-la Ville (Calvados)
un depósito de barita que dio lugar más adelante a una publicación en la Sociedad Geológica de Francia. En su comunicación a
esta sociedad en la sesión del 7 de junio de 1852, Vilanova describió que, tras una primera observación de la zona con Favre
que aprovechó para tomar muestras de la roca, volvió y exploró
la cantera brújula en mano, para determinar de forma precisa la
dirección e inclinación de las diferentes capas. Las dos cuestiones
que planteó fueron el modo en que se había constituido la formación de barita y la antigüedad de la misma. El se decantó por un
origen sedimentario, más que por una formación mediante procesos químicos, y aseguró que su edad databa del Silúrico. Terminó su intervención afirmando había que considerar que dicho
deposito sedimentario de baritina era el yacimiento más antiguo
de todos los conocidos hasta ese momento. La comunicación de
Vilanova recibió respuesta por parte de algunos de los geólogos
presentes en la sesión. Mientras Adolphe d’Archiac (1802-1868)
se limitó a comentar que los fósiles que acompañan a la barita sulfatada permiten precisar su antigüedad, Edmond Hébert (18121890), Nérée Boubée (1806-1863), Albert Gaudry (1827-1908)
y Achille Delesse (1817-1881) sugirieron que la barita también
podía proceder de filones o de fuentes minerales. Más crítico fue
J. Delanoüe, quien aseguró que la barita no constituía verdaderas
capas estratificadas sino sólo depósitos locales, filones, etc, en
hendiduras y cavidades naturales. Añadió que el sulfato de barita
era una sustancia “epigénica” que llenaba las cavidades preexistentes y que era transportado por las aguas termales y pluviales
antiguas (Vilanova, 1852).
Volviendo a su instancia en la que informaba de su actividad, Vilanova aclaraba que las excursiones descritas sólo eran
el preludio de un viaje más importante que tenía pensado realizar, aconsejado por los geólogos franceses, y que tendría lugar
durante los tres meses de vacaciones. De esta manera podría
estudiar: “las grandes revoluciones que en diferentes épocas y de
distintas maneras han alterado la harmonía que debía sucesivamente caracterizar, en tiempos más o menos remotos, cada una de
las formaciones tanto ígneas como acuosas, que desde el primer
momento de su enfriamiento se habían producido en la superficie
del globo que habitamos”. Hay que decir que Vilanova preparaba
concienzudamente las excursiones, tal y como lo muestran cinco
de sus cuadernos de campo conservados en el Fondo Documental
del Museo de Prehistoria de Valencia (FDJV-MPV 10-4 a 10-8)
(Fig. 7), aunque algunos de ellos luego contienen referencias a
otras excursiones. En estos cuadernos Vilanova copiaba datos
de las publicaciones previas a los lugares que iba a visitar, también nos indica con quién hizo alguna de las excursiones, y luego
tomaba sus notas de campo; sin olvidarnos que a veces también
los utilizó como diarios anotando la gente con la que se entrevista o incluso listas de sus gastos, o como dietarios, así podemos
encontrar, por ejemplo, el calendario de sesiones de la Société
Géologique de France de 1851 y 1852.
Suiza y Saboya, comentaba Vilanova en su instancia, eran
las regiones europeas más apropiadas para llevar a cabo este
estudio geológico, debido a que en las montañas del Jura y de
los Alpes se podían observar “la gran escala en que todos los
fenómenos admirables de la naturaleza se presentan a la admiración del hombre”. Por todo esto, Vilanova solicitó y consiguió
licencia para pasar a Suiza y Saboya, y estudiar en los terrenos
de los Alpes y el Jura “las grandes revoluciones que en ellos se
han operado”.5
El 22 de julio de 1850 Vilanova se encontraba en Belfort,
camino de Suiza para visitar en Porrentruy a Jules Thurmann
(1804-1855), especialista en la orografía del Jura y autor de Sur
A.G.A., E.C. 16.928 “Juan de Vilanova y Piera. Expediente Personal”. En un
oficio del Subsecretario de Instrucción Pública Antonio Gil y Zárate, fechado
en Madrid el 27 de julio de 1850, dirigido a Graells se le concedía licencia a
Vilanova.
II.2.2. Viajes geológicos de Vilanova en 1850: Normandía,
Suiza Occidental, Piamonte y Saboya
5
23
[page-n-37]
Fig. 7. Reproducción de una página interior de uno de los cuadernos de campo utilizado por Vilanova durante
sus viajes por Francia de 1850 (FDJV-MPV 10/4).
les soulèvements jurassiques, para el que llevaba una carta de
presentación de Verneuil. A primeros de agosto llegó a Porrentruy, donde fue recibido por Thurmann. Junto con él recorrió los
alrededores de la región y el Mont Terrible, lo que aprovechó
Vilanova para reconocer la disposición estratigráfica del Jura
y recoger fósiles característicos de los terrenos geológicos de
los contornos. Desde Porrentruy, Vilanova se dirigió hasta Delémont. Allí fue recibido por Jean-Baptiste Greppin (1819-1881)
y Auguste Quiquerez (1801-1882), quienes habían estudiado la
constitución geológica del Jura, y por J. Bonanomi, profesor de
la escuela del pueblo, autor de un estudio sobre los vertebrados
del valle de Delémont. Con ellos realizó excursiones por los
terrenos jurásico y terciarios de los alrededores, recopilando
materiales, rocas y fósiles que envió a París.
Vilanova continuó su viaje por Suiza, recorriendo las gargantas y paisajes rocosos de Moutiers y las montañas de Weissenstein hasta llegar a Solothurn, capital del cantón del mismo
nombre. Recorrió sus alrededores acompañado por el paleontólogo y geólogo suizo Amanz Gressly (1814-1865), con el que
recogió materiales que mandó a París. Posteriormente se dirigió
a Berna. Al llegar a esta ciudad, con las cartas de presentación
que le habían proporcionado Dufrenoy y Favre, se puso en contacto con Bernarhd Studer (1794-1887), profesor de geología
en la Universidad de Berna. También entró en contacto con los
naturalistas Robert James Shuttleworth (1810-1890) y Jean de
Charpentier (1786-1855), quienes le prometieron ejemplares de
conchas terrestres y fluviales.
Studer, tras invitarle a asistir en Aargau a la reunión anual
de la Sociedad Helvética de Ciencias Naturales, donde conoció
entre otros científicos al malacólogo suizo Albert Mousson
(1805-1890), antiguo corresponsal de Graells, le guió en un
recorrido por Iselle y Brisen, atravesando el Grimsel y visitando
el glaciar del Ródano. Llegaron hasta el Piamonte y en Turín
visitaron el Museo de Mineralogía y Geología, cuyo director,
Angelo Sismonda (1807-1879), les acompañó en su viaje por
la Alta Saboya, hacia Ginebra. Recorrieron los valles Pellina
y Saint Barthelemy y la vertiente meridional del Mont Blanc.6
Vilanova comentaba las discrepancias geológicas entre Sis6
24
Barreiro (1992: 221) indica que el relato de sus primeros viajes por Suiza e
Italia son descritos en una carta a Graells fechada en Aosta (Piamonte) el 3 de
septiembre de 1850.
monda y Studer. Sismonda, que había estudiado la constitución
geológica de partes de los Alpes y de Saboya, era partidario de
la tesis orogénica de los levantamientos de montañas propuesta
por Elie de Beaumont para explicar la naturaleza, extensión
y disposición de los terrenos geológicos de Saboya, mientras
que Studer, al igual que Favre y la escuela alemana preferían
resaltar la importancia de la paleontología en la determinación
de la edad relativa de los terrenos sedimentarios. Vilanova, a su
vuelta a París, se detuvo en Estrasburgo donde conoció al paleo
botánico Wilhelm Philip Schimper (1808-1880).
II.2.3. Las excursiones geológicas realizadas en 1851 por
Francia
A comienzos de 1851 la colección de fósiles de Vilanova
estaba formada por cerca de medio millar de ejemplares de la
cuenca de París, además de otros 200 de los terrenos pliocénicos
de Turín, todo ello sin contar que aún no había comenzado a clasificar los fósiles cretácicos y jurásicos. Dos meses después, el
20 de abril, Vilanova remitió a Madrid una serie de documentos
(que se transcriben en el Apéndice III7):
1º Una Memoria dirigida al Gobierno dando cuenta de los
estudios y demás medios empleados para cumplir su comisión. La Memoria (Fig. 8) se estructuraba en tres partes:
a) Estudios teóricos y relaciones científicas mantenidos,
con una breve reseña de las doctrinas geológicas y
paleontológicas imperantes en las escuelas de París.
b) Una breve relación de sus excursiones y viajes, así como
de los medios prácticos utilizados para formarse en la
ciencia geológica. El itinerario seguido iba acompañado
de propuesta de medios a emplear con el fin de obtener
los mejores resultados posibles en su comisión, así como
para la adquisición de un fondo de biblioteca paleontológica y de ejemplares geológicos (Fig. 9).
2º Un catálogo de las colecciones de rocas, minerales
y fósiles que había enviado, pertenecientes a los
alrededores de París, Normandía, Suiza, Piamonte y
Saboya.
7
A.G.A., E.C. 16928 “Juan Vilanova y Piera. Expediente Personal”.
[page-n-38]
Fig. 8. Primera página de la memoria enviada el 7 de julio
de 1850 desde París por Vilanova al Ministro de Comercio,
Instrucción y Obras Públicas (AGA).
Fig. 9. Lista de libros enviados desde Viena
(FDJV-MPV 4/22).
3º Una nota de los gastos que contemplaba: los derivados
del transporte de las colecciones desde los puntos donde
se habían recolectados hasta París; los ocasionados por
la compra de cajas, papel, estopa y algodón; el alquiler
de la habitación que había servido de almacén durante el
invierno y, por último, el coloreado de la carta geológica
de Francia, concedida bajo esta condición por el Ministerio francés de Obras Públicas.
Durante mayo y junio de 1851 Vilanova realizó excursiones
geológicas por la región de la Champagne y por el departamento
de Boulogne. A primeros de julio se dirigió a Le Havre (Normandie), y de allí a St. Sever‑Calvados, siguiendo el mismo itinerario que el año anterior. Pasó a continuación al departamento
de La Manche, recorriendo Isigny‑sur‑Mer, Carentan, Valognes,
Cherbourg, St. Sauveur‑le Vicompte, Périers, Saint‑Lô, Vire y
Falaise. Pasó a continuación al departamento del Orne y más
tarde a Alençon, donde las colecciones geológicas y paleontológicas formadas durante este viaje estaban compuestas por
diez cajas y un cesto con materiales procedentes de Boulogne,
Rouen, Honfleur, Caen, Carentan, Valognes y de los alrededores
de la propia Alençon. Su intención era partir de esta localidad
en los primeros días de agosto hacia la Bretaña, la Vendée, La
Rochelle, Bordeaux, Auvergne y Lyon. Desde esta ciudad se
dirigiría hacia Dijon para participar en la reunión de la Société
Géologique de France. Vilanova, por tanto, recorrió los depar-
tamentos franceses de Pas de Calais, La Manche, Orne, Sarthe,
Charente, Charente Inférieure, Gironde, l’Auvergne, la cuenca
hullera de St. Etienne, Bourgogne y l’Aude.
En octubre de 1851 realizó una excursión por Seyssel,
en el departamento de Aisne, frontera con Saboya, Ginebra,
región del Ródano, Dijon, Avallon, Tonerre, Saint Florentin,
en el departamento del Somme, Châlons‑sur‑Marne, Épernay,
Damery, en la Champagne, Reims y Soissons, volviendo a París
por Compiègne, cuyos terrenos eran ricos en yacimientos fosilíferos.
II.2.4. El viaje por Europa durante 1852. La observación de la
actividad del Etna
A comienzos de 1852, Vilanova acudía al domicilio de Deshayes, paleontólogo de orientación catastrofista, especialista
en moluscos fósiles, quien le orientó en la clasificación de este
tipo de invertebrados. También por estas épocas se relacionó
con Charles Sainte‑Claire Deville (1814-1876), conservador de
las colecciones del Colegio de Francia y ayudante de Elie de
Beaumont.
En junio de 1852, Vilanova emprendió un viaje por gran
parte de Europa occidental. Comenzó en Bélgica y riberas
del Rhin, pasando por Wurtemberg hasta Estrasburgo, donde
volvió a coincidir con Schimper a primeros de julio. Posterior-
25
[page-n-39]
mente se dirigió hacia Suiza oriental –Basilea, Zurich, Saint
Gall, Lucerna–, Apeninos del Tirol, Lombardía y Piamonte.
Por último, viajó por Italia (Nápoles, Sicilia, Roma, Florencia,
Venecia, Trieste) para desde allí, dirigirse a Viena.
En su recorrido por Italia, Vilanova llegó a Nápoles a
finales de septiembre de 1852. Desde aquí se dirigió a Mesina,
Catania y Nicolosi, cerca del Etna, en donde se encontraba el
5 de octubre. De aquí partió a mediados de octubre acompañado por un “muletiere” (arriero) proporcionado por el geólogo
local Carlo Gemmellaro. Este médico y naturalista, profesor en
la Universidad de Catania y autor de la Vulcanologia dell’Etna
(Catania, 1855‑1860), era contrario a la teoría de cráteres de
levantamientos, apoyada entre otros por L. von Buch, y mantuvo que los cráteres eran el resultado de la erupción volcánica.
Los últimos meses de 1852 Vilanova lo pasó en Sicilia y en
las islas de Lípari, donde encontró una rica flora terciaria, y de
Panarea, en la que recolectó fósiles terciarios. En Sicilia, Vilanova recorrió y realizó observaciones geológicas en Catania,
Siracusa, Pachino, Capo Passero, Valle de Noto, lago Nafta,
Caltagirone, Caltanisseta, Girgenti, Cattolica, Sciatta y Palermo.
En los alrededores de esta localidad recogió gran variedad de
fósiles, partiendo poco después de nuevo hacia Catania y Nicolosi y volviendo al Etna para observar su erupción volcánica. En
Palermo visitó al naturalista Pietro Cálcara (1819-1854), quien
le obsequió con una colección de moluscos fluviales y terrestres.
Vilanova presentó parte de los resultados de sus observaciones en Sicilia en la sesión del 21 de noviembre de 1853 de
la Sociedad Geológica de Francia. Tras disertar sobre los fenómenos provocados por la erupción del Etna, Vilanova comentó
otras dos cuestiones. La primera acerca de lo que denominó la
no difracción de los terrenos numulíticos y cretácicos. Partía de
que Prevost, en una nota sobre los terrenos numulíticos de Sicilia,
había asegurado que en el cabo Passaro, en el extremo sureste de
la isla, se encontraban depósitos calcáreos con hippurites en las
bancos más inferiores y numulites en las superiores y que ambos
tipos de fósiles se hallaban en la misma capa geológica. Vilanova,
que decía haber ido a dicho cabo a confirmar o rebatir lo expuesto
por Prevost, sólo encontró terreno cretáceo bien caracterizado por
la presencia de hippurites, no hallando las capas de numulites de
las que había hablado el geólogo francés. Por último, su tercera
observación trató de la edad geológica de las islas de Lípari, al
norte de Sicilia, a la que dató como pertenecientes al periodo
terciario. Tras la comunicación de Vilanova, Prevost presentó a
los reunidos en la sociedad geológica las muestras recogidas en
el yacimiento del cabo Passaro con hippurites y numulites. Aún
reconociendo el celo y el conocimiento de Vilanova, Prevost
comentó que antes de haber realizado su comunicación debía
haber examinado las muestras y estudiado las colecciones depositadas en el Museo de Historia Natural de París (Vilanova, 1854).
Desde Palermo, mandó el 5 de diciembre de 1852 una instancia al Ministro de Gracia y Justicia, en la que comentaba que
junto al nombramiento de catedrático había recibido la concesión de un año de prórroga en su comisión, solicitando permiso
para poder comenzar el curso en la Universidad Central el año
escolar 1854‑1855 o por lo menos en enero del curso 1853‑1854.
Justificaba esta petición de aplazamiento en su reincorporación
a la Universidad porque cuando se encontraba en Verona, ya
para dirigirse a Viena y Freiberg, había tenido noticia de la erup8
26
A.G.A., E.C. 16928 “Juan Vilanova y Piera. Expediente Personal”.
ción del Etna, por lo que se había embarcado hacia Sicilia. Este
viaje le llevaría 4 meses y con un año más terminaría los estudios vulcanológicos y podría viajar a Austria, Sajonia, Prusia
e Inglaterra. Sin embargo, el 15 de enero 1853 se le negó su
solicitud de prórroga para ampliar el tiempo de su comisión.
A Roma llegó a mediados de marzo de 1853. En la capital
italiana conoció al escritor aficionado a la mineralogía Lavinio
Spada de’Medici (1801-1863), que le fue presentado por el embajador español, y al geólogo Giuseppe Ponzi (1805-1885), quienes
habían publicado conjuntamente el Profilo geologico della campagna romana (1843). Ponzi era un médico que había impartido
Zoología y Anatomía Comparada en la Universidad de Roma, institución en la que ocupó la primera Cátedra de Geología creada.
Ponzi acompañó a Vilanova en sus excursiones geológicas y juntos
recorrieron los terrenos pliocénicos, diluvial y aluvial de los alrededores de la capital italiana y el terreno volcánico del Lazio.
Desde Roma se dirigió a Tívoli y Subiaco para estudiar la
formación de los Apeninos, y continuó (por el valle de Lestina)
hacia Nápoles. En esta localidad contactó con el mineralogista
Arcangelo Scacchi (1810-1893), también médico y catedrático
de mineralogía en Nápoles desde 1844, se dedicó al estudio geológico y mineralógico del Vesubio y los Campos Flegreos.
Tras recorrer y estudiar la región, de la que formó una colección de materiales volcánicos, completada con ejemplares que le
regaló Scacchi, a mediados de mayo de 1853, Vilanova envió desde
Nápoles a Madrid, una relación de sus remesas geológicas titulada:
Resultados prácticos de la comisión del profesor Vilanova.8 También remitió una instancia al Ministro de Gracia y Justicia fechada
en Nápoles el 14 de mayo de 1853, solicitando, una vez más, una
prórroga en su comisión. En nota al margen, Revilla, desde el negociado del Ministerio, recomendaba negar la petición de prórroga:
Cuatro años lleva ya con éste de excursiones científicas,
tiempo suficiente para perfeccionarse en la ciencia y también de haber provisto al Museo de una colección numerosa
de rocas y fósiles.
Pero al propio tiempo su presencia será precisa en España
para dar principio de una enseñanza muchos años hace
anunciada y que no ha llegado a realizarse.
Las razones que el interesado alega en apoyo de su petición
son idénticas a las que podrá alegar para pedir una licencia
ilimitada, con objeto de hacer iguales excursiones por toda
la superficie del globo. Pero no es este el fin para que se le
comisionó a país extranjero: el Gobierno quiso que perfeccionase sus conocimientos no que fuese un recolector de
objetos geológicos. Para este mismo objeto le aguarda su
misma patria, cuya formación geológica no está conocida
todavía, y sobre todo le aguardan los que esperan recibir de
él los conocimientos adquiridos.
Y más adelante añadía Revilla: “... para reconocer países
extranjeros que aproveche las vacaciones como hacen los
geólogos de otros países, con algunos auxilios del gobierno”.9
A comienzos de junio de 1853 Vilanova seguía en Nápoles y
decía haber terminado el estudio del Vesubio. Recorrió después
las islas de Ischia y Elba. Hasta finales de julio estuvo en Roma,
dirigiéndose el mes siguiente a Pisa y Florencia. En Lombardía, Vilanova contactó con el naturalista Emilio Cornalia
9
A.G.A., E.C. 16928 “Juan Vilanova y Piera. Expediente Personal”.
[page-n-40]
(1842-1882), director del Museo Civico de Historia Natural de
Milán, quien le regaló varias colecciones mineralógicas y zoológicas. Viajó hacia Viena, en donde se encontraba a mediados
de octubre, y desde donde se dirigió posteriormente a Dresde,
Freiberg, para admirar las colecciones de Werner, y Leipzig.
Vilanova, tras visitar Bruselas, Lieja, Colonia, Manheim, Heidelberg y Estrasburgo, regresó a España a comienzos de 1854.
II.3. El expediente administrativo del nombramiento de Vilanova como catedrático de Geología y Paleontología
A finales del mes de mayo de 1851, Graells envió una
comunicación al Director General de Instrucción Pública en la
que recomendaba que a Vilanova se le nombrara catedrático.
Se basaba, 1º en que Vilanova llevaba cuatro años de Ayudante
del Museo, con la consideración de Agregado en la Sección de
Ciencias Naturales; 2º que tenía tres oposiciones hechas a Cátedras aprobadas, con lugar en terna y en la última propuesto en el
primero, por lo que si él no hubiera preferido seguir estudiando
y perfeccionando sus conocimientos sería desde hacía dos años
Catedrático de la Universidad de Oviedo en la Facultad de Filosofía; 3º que reunía todas las circunstancias exigidas por todos
los planes para ser Catedrático; 4º en que a los demás pensionados para ir a estudiar al extranjero se les había enviado dándoles antes el carácter y título de Catedrático; 5º en que el objeto
del Gobierno al enviar a Vilanova fue hacer de él un Profesor
para la Cátedra de Geología vacante en este Museo; 6º en que tal
nombramiento en este sujeto no causaba aumento alguno en el
presupuesto de sueldos de los catedráticos, y por fin, 7º en que
las pruebas de suficiencia que siempre había dado Vilanova eran
de tal naturaleza que le hacían digno de la gracia de S.M. Por
todo ello Graells proponía al Director General el nombramiento
de Vilanova como Catedrático de Geología.
El motivo de esta comunicación de Graells era que según el
artículo 134 del plan de estudios de 1850 se extinguía la clase de
Agregados y quedaban cesantes todos los empleados que desempeñaban tales destinos, lo que era el caso de Vilanova.10
Desde el Negociado Segundo el oficial del Ministerio, José
de la Revilla (1800‑1859), uno de los redactores del Plan Pidal
(Moreno, 1988: 268), informó favorablemente la propuesta de
Graells, por lo que Gil y Zárate, el Director General de Instrucción Pública, solicitó que se pasase el expediente al Real Consejo
de Instrucción Pública para que emitiera su dictamen sobre la propuesta de nombramiento como catedrático de Vilanova. El Consejo primero sugirió, a propuesta de la Sección 2ª formada por
Graells, Alejandro Oliván (1796‑1878), Campo y Javier Quinto,
que se le nombrara catedrático cuando regresara de su comisión
por el extranjero, y después dictaminó su nombramiento como
10
El Plan de Estudios de 1850, aprobado en R. D. 28 agosto 1850 (Gaceta de
Madrid, 3 septiembre 1850, n. 5895) de Manuel Seijas Lozano [el “Reglamento para la ejecución del Plan de Estudios, R. O. 10 septiembre 1851
(Gaceta de Madrid, 12 septiembre 1851) sería aprobado siendo ministro
Fermín Arteta], recogía en su Sección Tercera, Del profesorado público,
Título III, De los sustitutos (Gaceta de Madrid, 4 septiembre 1850, n. 5896):
Artículo 134: “Queda suprimida la clase de agregados creada por los últimos
planes de estudios. El Gobierno tendrá presentes a estos profesores para colocarlos en las ayudantías, bibliotecas, secretarías y otros destinos que tengan
analogía con los conocimientos y aptitud de que hubieren dado respectivamente pruebas en el desempeño de sus cargos.”
catedrático interino. A las dos propuestas se opuso Revilla. Mantenía que la situación de interino no era recogida en el nuevo Plan
de Estudios de 1850. Además, decía Revilla, la provisión de la
plaza no podía realizarse como se recogía en el Plan de Estudios, ni por el artículo 113 –por oposición– ni por el 115 –por
elección del Gobierno–. Había que recurrir al artículo 118, que
contemplaba que por circunstancias extraordinarias particulares
de aptitud y mérito científico singular que concurrieran en algún
sujeto de acreditada reputación, podría el Gobierno concederle
una cátedra de los estudios posteriores a la licenciatura, sin sujetarle a concurso, previa formación de expediente, oyendo al Real
Consejo de Instrucción Pública. Este era el caso de la Geología y
Paleontología, que según el Plan de 1850 era una asignatura que
había que cursar para obtener el grado de doctor en la Sección de
Ciencias Naturales de la Facultad de Filosofía.
Vilanova envió desde París a mediados de noviembre una
instancia al Ministro, solicitando ser nombrado catedrático.
Exponía sus méritos de haber hecho tres oposiciones a cátedras de Facultad, obteniendo el primer lugar en la de Oviedo,
y de haber sido nombrado Ayudante del Museo con igual categoría que la de Agregado 1º. Debido a estar comisionado por el
gobierno para estudiar Geología en el extranjero no podía acompañar los documentos justificativos de los cargos expuestos,
ni su hoja de servicio y estudios. Además, había remitido una
colección de once cajas de alto valor científico de minerales,
rocas y fósiles fruto de sus viajes por Francia, Suiza, el Piamonte y Saboya, y, por último, adjuntaba documentos firmados
por los más eminentes especialistas en Mineralogía, Geología y
Paleontología de París –Vilanova presentaba cartas favorables
de Dufrenoy, Prevost, Bayle, Cordier y Charles D’Orbigny–.
Como cumplía los requisitos que prescribía el artículo 135 del
Plan de estudios vigente,11 el de 1850, para ser nombrado Profesor de Facultad sin oposición, solicitaba que se le declarara
con derecho a ser colocado como catedrático de Facultad sin
necesidad de someterse a nuevas oposiciones.
En una nueva instancia al Ministro, en enero de 1852, Vilanova
exponía que necesitaba emplear dos años en completar sus estudios y solicitaba fondos para poder realizar su viaje previsto por
Bélgica, Alemania, Austria, Sajonia, Bohemia y posteriormente
Inglaterra. Para ello necesitaba dos elementos: tiempo y medios
económicos. De esta forma podría procurar colecciones al Museo
y a la Comisión del Mapa Geológico del Reino. Señalaba el mes de
octubre de 1853 como fecha en que podría finalizar su comisión.
Por fin, tras muchas trabas burocráticas, por R.O. del 24 de
febrero de 1852 se le nombraba Catedrático de Geología de la
Universidad Central. Aparte, se le prorrogaba su comisión en el
extranjero hasta octubre de 1853. Como ya se ha comentado en
el apartado anterior, finalmente ocupó la plaza de catedrático de
geología y paleontología en la Universidad a su vuelta del periplo
por Europa en enero de 1854 (Fig. 10).
11
Artículo 135: “El Gobierno podrá también colocar, sin necesidad de oposición,
pero siempre a consulta del Real Consejo de Instrucción Pública, en cátedras
de facultad de las Universidades de distrito [nueve de las diez, es decir, Barcelona, Granada, Oviedo, Salamanca, Santiago de Compostela, Sevilla, Valencia,
Valladolid y Zaragoza, todas menos la Central de Madrid], de Instituto, o especiales, a los agregados que reúnan las circunstancias siguientes:
1º Tener las cualidades requeridas para ser catedrático en el establecimiento
donde se intente colocarlos.
2º Haber servido durante cinco años en el cargo de agregados, o dos en el
caso de haber hecho oposición a una cátedra y haber sido propuesto en la
terna, o desempeñado por el mismo tiempo una cátedra con aceptación”.
27
[page-n-41]
Fig. 10. Nombramiento de Catedrático de Geología y Paleontología de la Universidad Central el 24 de febrero de 1852;
diploma con fecha de 19 de diciembre de 1860. En la parte posterior la certificación del rector y del secretario general de la
Universidad (FDJV-MPV 1/20).
28
[page-n-42]
III
Vilanova Profesor de la Universidad Central
y del Museo de Ciencias Naturales
Una cuestión que previamente hay que aclarar es el concepto que se tenía de Universidad en la España decimonónica,
ya que esta idea era muy distinta del concepto que tenemos en la
actualidad de universidad; así dice Truyols (1988: 49):
El papel creativo que hoy tiene asignado la Universidad es
un hecho relativamente reciente. Algo muy distinto a lo que
sucedía en el siglo pasado con una Universidad carente de
pulso, limitada a la estricta transmisión de conocimientos,
la mayor parte de las veces obsoletos, más que a la investigación o creación científica, para la que no existían cauces
adecuados ni estímulos.
Otro aspecto diferente respecto a la actualidad era que las
escuelas de ingenieros y los titulados por ellas no pertenecían
a la Universidad, sino que dependían de distintas direcciones
generales y sus egresados pasaban a formar parte de distintos
cuerpos de la administración, de tal manera que una vez aprobado el ingreso a la escuela correspondiente ya percibían un
pequeño estipendio (Silva Suárez, 2006: 32); también este autor,
comenta refiriéndose a la ley Moyano (Op. cit.: 19): “Bajo la
batuta liberal se puede afirmar que son los ingenieros los que no
quieren entrar en la Universidad”.
La integración de las escuelas de ingeniería como una parte
de la Universidad no se produjo hasta la Ley sobre la Ordenación de las Enseñanzas Técnicas de 20 de Julio de 1957, cuando
las carreras técnicas se integraron como parte de la Universidad
española (ver López Azcona, 1979; Silva Suárez, 2006).
Desde el punto de vista organizativo de la Universidad, la
ley Pidal de 1845 estableció la Facultad de Filosofía, donde se
integraron los estudios de Ciencias, mientras que la Facultad de
Ciencias, en el sentido actual, no fue creada hasta la ley Moyano,
dentro de la cual se organizó en tres secciones: Matemáticas,
Física y Química y Ciencias Naturales (Pelayo, 2001b).
En el caso concreto de las Ciencias Naturales, hay que decir
que la única Universidad de la metrópoli donde se impartía la
1
Licenciatura en Ciencias Naturales en el siglo XIX era Madrid,
durante un breve periodo también se pudo cursar en La Habana,
y no fue hasta 1910 que esta licenciatura se empezó a cursar también en Barcelona, y posteriormente en otras universidades.
III.1. La enseñanza de las materias
geológicas en la españa decimonónica
A la hora de analizar la enseñanza de Vilanova en la Universidad Central y en el Museo de Ciencias Naturales, hay que
conocer el marco en el que se desarrolló su docencia, y las
instituciones donde se enseñaban disciplinas geológicas en
España (ver Pelayo et al., 2004). A principios del siglo XIX
sólo se impartían enseñanzas relacionadas con la geología en
la Escuela de Minas de Almadén y el Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, que fueron los focos desde donde se
enseñaron y difundieron la mineralogía y la geognosia wernerianas, y constituyeron las vías de penetración de la geología
moderna en España.
La R.O. de 1 de Octubre de 1815 determinaba que el Plan
de Enseñanza de Ciencias Naturales se impartiera en exclusivamente el Museo de Ciencias Naturales. A este efecto se creó
una cátedra de mineralogía, disponiéndose que fuera Christian
Herrgen, quien había iniciado la enseñanza de la orictognosia en el
Real Estudio de Mineralogía de Madrid, el encargado de impartir
esta asignatura en el Museo. A su muerte en 1816 le sustituyó su
discípulo el presbítero Donato García, que dos años después fue
nombrado profesor en propiedad (Parra y Pelayo, 1996).1
Por otro lado, unos años más tarde tuvo lugar la implantación
de las enseñanzas relacionadas con la geología en la Escuela de
Minas de Madrid, tras su traslado desde Almadén. Los primeros
años está enseñanza estuvo ligada al grupo de ingenieros pensionados en la escuela de Freiberg (Sajonia) en los años 1828 y
1829, quienes a su vuelta constituyeron el núcleo de profesores
que iniciaron la docencia en esta institución. Coincidieron en la
Ver Capítulo II para la enseñanza de la mineralogía en España.
29
[page-n-43]
necesidad de la enseñanza de la geognosia y de su rama auxiliar,
la petrefactología, añadiendo la conveniencia de que se expusiera
también otra auxiliar, la historia de la creación. Esta matización
de los contenidos establecía el espectro que debían cubrir las
enseñanzas geológicas, correspondiendo la parte positiva a la
geognosia, como disciplina más descriptiva, y la parte especulativa a la geogenia, u origen e historia de la Tierra (Maffei, 1877).
Al iniciarse en 1836 la docencia en la Escuela de Minas, a
Rafael Amar de la Torre (1802-1874) se le encargó la enseñanza
de la Mineralogía y la Geognosia. La denominación de esta última
materia en el plan de estudios era indicativa de la todavía fuerte
implantación del pensamiento minero alemán en España y la precaución que había que tomar ante un público que, por lo general,
aún no consideraba del todo ortodoxas las doctrinas geológicas.
Amar, además impartir Mineralogía y Geología en la Escuela
de Caminos de Madrid, completó su docencia en la de Minas,
exponiendo unos principios necesarios para el conocimiento de
los fósiles, inicio oficioso de la enseñanza de la Paleontología que
adquiriría carácter oficial por R.O. del 9 de noviembre de 1845.
Posteriormente, en el Reglamento para la Escuela de Ingenieros
de Minas (R.D. 11 de Enero de 1849), figuró la enseñanza de la
Mineralogía, la Geología y la Paleontología.
Por último, no puede obviarse el apoyo de las corporaciones
locales y el impulso de iniciativas privadas a los estudios geológicos. Así, en las décadas de los años treinta y cuarenta, instituciones como la Academia de Ciencias y Artes de Barcelona y la
Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla, organizaron
cursos de Geología, encargando su docencia respectivamente
a José Antonio Llobet y Vall-Llosera (1769-1862) y a Antonio
Machado Núñez (1815-1897). En esas fechas, Francisco de
Luxán (1798-1867) publicó unas Lecciones de Geología (1841),
que recogían el curso que impartió en la Sociedad de Instrucción
Pública, y un Tratado de Mineralogía (1845), destinado a la enseñanza de esta ciencia en la Escuela de Artillería de Segovia.
III.2. La enseñanza de las materias
geológicas en los planes de estudios
universitarios
El Decreto del 8 de Junio de 1843 (Gaceta de Madrid, n.
3168, de 10 de Junio), firmado por el ministro de la Gobernación Pedro Gómez de la Serna, constituía una Facultad de Filosofía en la Universidad de Madrid, en la que integraba las enseñanzas del Museo de Ciencias Naturales, y contemplaba en los
llamados estudios de ampliación, la docencia de Mineralogía en
el 5º año y de Geología en el 6º. Dos años después, el R.D. 17 de
septiembre de 1845 (Gaceta de Madrid de 25 de Septiembre),
conocido como el Plan Pidal, establecía la Mineralogía como
una asignatura de la licenciatura de ciencias, mientras que para
obtener el grado de doctor en ciencias era necesario cursar, entre
otras materias, la asignatura de Geología y Paleontología.
Entre los profesores nombrados para las cátedras de las
universidades del reino con arreglo al nuevo plan de estudios
de 1845, se designó al citado Donato García, procedente del
Museo de Ciencias Naturales, como encargado de la docencia
de la Mineralogía en la Facultad de Filosofía de la Universidad
de Madrid. Una idea aproximada del contenido de las expli2
30
AGA, E. y C., sig. Caja 16365.
caciones que impartía en clase el presbítero puede tenerse a
través de las Lecciones de Mineralogía redactadas para ayuda
de los alumnos que cursan la cátedra de esta asignatura en el
Museo de Ciencias Naturales de la corte (Madrid, 1843), obra
publicada por Antonio María de Cisneros y Lanuza a partir de
los apuntes tomados como oyente en las lecciones publicas
expuestas por D. García.
Al jubilarse Donato García en 1853 le sucedió Juan López
Chavarri (1813-1876), doctor en Ciencias y en Farmacia, con
una amplia carrera como docente (AUC, Exp. Juan Chavarri,
Leg. D-1559/7), fue ayudante de la cátedra de Física en el
Conservatorio de Artes de Madrid (1833-1838), catedrático
de Física y Química en el Instituto de Segunda Enseñanza de
Jerez (1838-1842), catedrático interino de Química en el Conservatorio de Artes (1844), interino de Física en el Museo de
Ciencias Naturales (1844) e interino de Física en la Facultad de
Filosofía tras la aprobación del Plan de Estudios de 1845, siendo
nombrado catedrático de escala en marzo del año siguiente. El
24 de Agosto de 1853 fue trasladado a la cátedra vacante de
Mineralogía.
La siguiente materia geológica que se impartió, en el año
1854, fue la de Geología y Paleontología a cargo de Vilanova,
como ya se ha comentado en el capítulo anterior. Una cuestión
en la que nos parece necesario insistir es que desde el Museo
de Ciencias Naturales, y más concretamente Graells, cuando se
plantea quién debía impartir la nueva materia en ningún momento
parece pensarse en alguien del Cuerpo de Ingenieros de Minas,
que en aquellos momentos eran los únicos con la capacitación
adecuada en España para desempeñar esta labor y, desde el
primer momento, se expone la necesidad de que el profesor de
la nueva asignatura debía formarse en Europa, concretamente el
proyecto planteaba la asistencia a clases en París y Freiberg (ver
capítulo anterior), aunque Vilanova luego no pasó por esta última
más que de visita, muy posiblemente la referencia a este centro de
aprendizaje en el plan original de formación era para evitar que el
cuerpo de ingenieros de minas criticaran, al menos ya de inicio,
que un profesor se pudiera formar en geología sin haber estudiado
en Freiberg, institución por la que habían pasado muchos de los
profesores de la escuela de minas.
Esta idea de formar un naturalista para explicar la geología
y separarlo nítidamente de la enseñanza llevada a cabo por los
ingenieros de minas parece subyacer en el comentario de Francisco Vilanova, hijo de nuestro personaje, en su breve biografía
publicada en 1907 donde dice (Vilanova, 1907: 355): “Dedicado al estudio de la Geología, ciencia relegada entonces en
España á los Ingenieros de Minas”.
Posteriormente, el Plan Moyano, aprobado en 1857, mantiene la asignatura Geología y Paleontología como de doctorado,
dentro del plan de estudios de la sección de Ciencias Naturales;
por otro lado, el contenido de la asignatura de Historia Natural,
que era necesario cursar para poder alcanzar el grado de Bachiller en Ciencias, incluía la materia Mineralogía con nociones de
Geología, al tiempo que en sexto curso se cursaba la Ampliación
de Mineralogía, explicada por Chavarri, nombrado catedrático
de esta materia el 16 de Enero de 1857.
Hubo una novedad en 1871, cuando por R.O. de 14 de
Julio se nombró a Antonio Orio y Gómez (1830-1892) catedrático de Botánica y Mineralogía con nociones de Geología.2
[page-n-44]
Orio se licenció en Ciencias Naturales en 1857, doctorándose
en 1865 con su trabajo División y discusión de los caracteres
en el estudio de los minerales. Fue ayudante por oposición en
la cátedra de Mineralogía y Geología del Museo de Ciencias
Naturales (1860), catedrático numerario de Historia Natural en
el Instituto de Segunda Enseñanza de Santander (1863), catedrático supernumerario en la Facultad de Ciencias, sección
de Naturales (1866), catedrático en comisión de Organografía
y Fisiología Vegetal, y de Botánica y Mineralogía en la Universidad de Madrid (1869), hasta su nombramiento como catedrático propietario de Botánica y Mineralogía con nociones de
Geología, que ejerció hasta su muerte en 1892. El temario de la
asignatura impartida por Orio y Gómez se encuentra en su libro,
Elementos de Geología y Mineralogía (Madrid, 1870; segunda
edición, 1878), publicado en colaboración con Tomás de Andrés
y Andrés Montalvo (1838-1899) y declarado obra de texto universitario. Juntos codirigieron La Naturaleza. Historia Natural
del planeta Tierra con la descripción de los seres orgánicos que
la pueblan y los inorgánicos que forman su masa... (Madrid,
1887-1892).
Al reorganizarse por R.D. del 23 de Septiembre de 1873
las enseñanzas universitarias de ciencias naturales durante la I
República,3 tras un informe favorable de la Junta de Profesores
del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, la primitiva asignatura de Geología y Paleontología se desdobló en dos cátedras.
Vilanova optó por la de Paleontología, que impartió hasta su
muerte en 1893 (Gozalo y Salavert, 1995; Pelayo, 1999a; Salavert et al., 2003; ver más adelante).
Resultan curiosas dos cuestiones, la primera es que Vilanova llevaba como mínimo desde 1857 (ver Apéndice IV) intentando que se desdoblaran las dos cátedras, pero con la intención
de acumularlas en su persona. Esto último no llegó a suceder,
seguramente hay que achacarlo al momento donde se produjo
el desdoblamiento de las cátedras durante la República.4 La
segunda cuestión es que al elegir Paleontología, según él por
iniciar unos nuevos estudios (ver más adelante), optaba por una
asignatura de doctorado con pocos alumnos y, normalmente, ya
con sus intereses muy definidos donde va a ser difícil conseguir discípulos. Por contra deja una asignatura, la Geología, que
pasaba a ser obligatoria en la licenciatura de Ciencias Naturales,
y que por lo tanto iba a ser cursada por todos los estudiantes de
la carrera, lo que permitiría al profesor influir y hacer proselitismo a favor de esta materia, y posiblemente formar un grupo
de discípulos y llegar a crear una escuela. Pero este no fue el
caso de Vilanova.
Un aspecto a destacar dentro de este nuevo plan de estudios
era que también aparecían como asignaturas optativas Zoografía
de Vertebrados vivos y fósiles, Zoografía de Articulados vivos y
fósiles y Zoografía de Moluscos y Zoofitos vivos y fósiles, por
lo que debemos pensar que la Paleontología sería fundamentalmente de tipo estratigráfico y sin el componente paleobiológico
que actualmente se considera fundamental en esta materia. Esta
reforma, tras la Restauración no llegó a ponerse totalmente en
marcha, y se volvió básicamente al esquema del plan Moyano,
si bien manteniendo la separación entre las asignaturas de Geología y Paleontología.
En cuanto a la Cátedra de Geología, la plaza la ganó por
oposición José Solano y Eulate (1841-1912) el 21 de mayo de
1877, discípulo de Vilanova, quien la regentó hasta su jubilación en 1909. Un hecho reseñable es que Salvador Calderón
Arana (1851-1911) firmó esta plaza, pero no pudo presentarse
ya que manifestó por escrito que no acataba la circular Orovio
del 26 de Febrero de 1875 y que nunca admitiría otras trabas que
las que estableciera el fuero mismo de la ciencia, su solicitud
no fue admitida.5 El tribunal de la oposición estuvo constituido
por Manuel Rioz Pedraja, José Macpherson, los naturalistas
Manuel M.J. Galdo, Vilanova y Orio y los ingenieros de minas
Federico Botella y Felipe Donayre, éste en sustitución de Lucas
Mallada.
Un año antes, en 1876, a la muerte de Chavarri, la plaza
de Ampliación de Mineralogía fue ganada por el catedrático
en excedencia del Real Instituto de Industria Miguel Maisterra Prieto (1824-1897), en competencia con Pascual Pastor
López y Pedro Sainz Gutiérrez, respectivamente, catedráticos
de Historia Natural en las Universidades de Valladolid y Granada.6
Maisterra fue ayudante de Mecánica en el Conservatorio de
Artes (1850) y en el Real Instituto de Industria (1851), catedrático de Física Industrial en la Escuela de Ampliación del
Real Seminario de Vergara (1853), catedrático de Mineralogía
y Geología (1855) y de Química Orgánica (1860) en el Real
Instituto de Industria. Al suprimirse esta última institución, fue
trasladado en 1867 a la Facultad de Ciencias de la Universidad
de Barcelona como catedrático de Ampliación de Química,
encargándose de impartir Química Orgánica e Inorgánica.7 En
1882 fue nombrado Director del Gabinete de Historia Natural
del Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
El Real Decreto de 13 de Agosto de 1880 estableció modificaciones en el plan de estudios de la Sección de Naturales en
relación a las materias geológicas. Así, la Geología pasaba a cursarse en el cuarto curso de la licenciatura, junto a ella aparecen
las zoografías de vertebrados, articulados y moluscos vivos y
fósiles, mientras que la Paleontología Estratigráfica se impartía
como asignatura de doctorado. Las mineralogías se cursaban en
primer y tercer curso.
Unos años después, por R.D. 26 de Enero de 1887 se
creó la cátedra de Cristalografía, resultado de desdoblar la de
Ampliación de Mineralogía. La plaza la ganó Francisco Qui-
Gaceta de Madrid del 24 de Septiembre de 1873, n. 267, pp. 1829-1830.
Aunque es sólo a modo de conjetura, parece probable que con este desdoblamiento el ministerio estuviera intentando que al menos en una de las dos
cátedras accediera alguna persona de perfil menos conservador, como podía
ser Salvador Calderón de Arana.
5 Véase AGA de Alcalá de Henares, Sección Educación y Ciencia, Legajo
5402-6: Expediente de Oposición a la cátedra de Geología, 1877. Se conserva
un oficio del Negociado de Instrucción Pública que dice lo siguiente: “Dos
son los aspirantes para la cátedra de Geología vacante en la Facultad de
Ciencias, Sección de las Naturales de la Universidad Central, Don José María
Solano y Eulate y Don Salvador Calderón y Arana. Este último, catedrático
suspenso de empleo y sueldo del Instituto de Canarias, dice en su solicitud:
«Pero quiere, ante todo, el que suscribe hacer constar que la presentación de
sus trabajos a esta oposición no se entiende como una muestra de acatamiento
al decreto y circular del 26 de Febrero de 1874 (debió querer decir 1875)
y que no admitirá nunca otras trabas que las que pida el fuero mismo de
la Ciencia». Manifestando de una manera tan terminante que no acata la
legislación vigente, el negociado entiende que debe decretar el Visto en su
solicitud y admitirse al otro aspirante que reune las condiciones legales. V.E.
resolverá. Madrid 8 de marzo 1877.”
6 AGA, E. y C., Cátedra Ampliación de Mineralogía, 1876, Leg. 5402-4.
7 AGA, E. y C., Caja 16117.
3
4
31
[page-n-45]
roga (1853-1894). El tribunal, tras renunciar Mallada, Botella
y Orio, estuvo constituido por Fausto Garagarza y Dugiols y
José Rodríguez Carracido, profesores de Farmacia, Maisterra
y Antonio Machado Núñez, catedráticos de Ciencias, Ramón
Pellico y José Maureta, profesores de la Escuela de Minas, y
Macpherson.8 El programa de Cristalografía de Quiroga ha sido
comentado por Torralba (1995).
Tras la muerte de Quiroga en 1894, salió de nuevo a concurso la cátedra de Cristalografía y fue nombrado para ocupar
la plaza Tomás de Andrés y Andrés Montalvo.9 Doctor en Ciencias Naturales con el trabajo Degradación comprobada de las
funciones intelectuales e instintivas en toda la serie zoológica
(Andrés y Andrés Montalvo, 1865), Andrés fue auxiliar en la
Facultad de Ciencias de la Universidad de Valladolid (186568), catedrático de Historia Natural en el Instituto de Segunda
Enseñanza de Segovia (1869) y catedrático numerario de la
Facultad de Ciencias de la Universidad de Santiago (R.O. 11 de
Diciembre de 1891). En 1882 fue comisionado para estudiar la
organización de los museos de ciencias de Inglaterra, Bélgica y
Suiza y en 1897, director del Gabinete de Historia Natural del
Museo de Ciencias Naturales de Madrid.10
Al fallecer Orio, Salvador Calderón obtuvo en 1894 la
plaza de catedrático de Botánica y Mineralogía.11 Tras la arbitrariedad político-administrativa que impidió que Calderón
optará a la Cátedra de Geología, éste se había integrado como
profesor asociado en la Institución Libre de Enseñanza, en
la cual contribuyó al desarrollo de la Geología organizando
cursos y excursiones geológicas, y a la que también se vinculó
Quiroga.
Por su parte, a Vilanova le sustituyó en 1895 Francisco
Vidal y Careta (1860-1923), catedrático de Paleontología Estratigráfica de la Universidad de La Habana. Esta cátedra se había
creado tras implantarse en Cuba el Plan de Estudios de 1880,
por el que se ampliaba los estudios en la Facultad de Ciencias
y se establecía una alternativa para cursar, fuera de la Central,
estudios superiores de Paleontología. El programa de la asignatura de Vidal,12 ha sido comentado por Gozalo (1999a, ver
más adelante) y se refleja en su obra Curso de Paleontología
Estratigráfica (Madrid, 1895). En la oposición a la cátedra de
Madrid, Vidal compitió con T. de Andrés y con Serafín Sanz
Agud, catedrático de Historia Natural en la Facultad de Ciencias
de la Universidad de Granada.13
Finalmente, con el Plan de Estudios de 1900, R.D. 4 de
Agosto y R.O. 28 de Septiembre, desaparecería la Paleontología
Estratigráfica, siendo sustituida por Geografía y Geología Dinámica, que impartiría Vidal en segundo curso. La Mineralogía y
Botánica, en primer curso, y la Mineralogía Descriptiva, nueva
denominación de la anterior Ampliación de Mineralogía, que
se cursaba en tercero, correrían a cargo de Salvador Calderón.
Solano siguió con la Geología Geognóstica y Estratigráfica en
cuarto, y el profesor auxiliar Eduardo Reyes Prósper (18601921) se encargó de la enseñanza, en segundo curso, de la Cristalografía, materia que iba a figurar en el nuevo Plan, en la Sección de Químicas de las Universidades de Barcelona, Valencia
y Zaragoza.
III.2.1. La enseñanza de la Geología por parte de Vilanova
8
11
AGA, E. y C., Cátedra Cristalografía, 1887-88, Leg. 5403-56.
AGA, E. y C., Cátedra de Cristalografía, 1894-95, Leg. 5404-64.
10 AGA, E. y C., Caja 15256.
9
32
En enero de 1854 Vilanova volvió a España para tomar
posesión de la cátedra de Geología y Paleontología de la Universidad Central. A comienzos del curso 1854-55 ya estaba
preparado para impartir por primera vez la enseñanza de tales
materias en las aulas universitarias madrileñas. En ambas disciplinas su sólida formación teórica y práctica adquirida durante
sus años de estancia en el extranjero, le acreditaban como el
naturalista español más capacitado de su época para la enseñanza y difusión de las tendencias más actuales en cuestiones
geológicas y paleontológicas.
Durante el periodo 1854-1877, Vilanova ejerció su labor
docente en la Universidad Central, impartiendo en el Museo de
Ciencias Naturales de Madrid la asignatura de doctorado “Geología y Paleontología”. El temario de sus clases se ajustaba al
contenido de su libro, Manual de Geología aplicada a la Agricultura y a las Artes Industriales en tres volúmenes (Fig. 11).
Esta obra, publicada en 1860-61 y que fue premiada por la Real
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid,
fue resultado de los conocimientos geológicos y paleontológicos
que Vilanova adquirió durante su viaje de formación por Europa
y que plasmó previamente en una extensa memoria justificativa
de su pensión, que envió al Ministerio de Instrucción Pública
en 1851 (ver capítulos II y V, y Apéndice III). Está claro que el
marco conceptual en el que se movió la enseñanza de la Geología por parte de Vilanova sería coherente con su formación
en Francia, con una concepción Catastrofista-Actualista (Hooykaas, 1970; Pelayo, 1984b) para los aspectos estratigráficos
y paleontológicos, y una aceptación de la teoría de los levantamientos de Elie de Beaumont de corte castastrofista para la
formación de las montañas (Laurent, 2003) y la asunción de la
concordancia entre Ciencia y Génesis (ver Pelayo, 1988, 1999a;
Apéndice VI).
Por desgracia, el esfuerzo empleado por el gobierno para
dotar a la carrera universitaria de ciencias naturales de un sólido
contenido en materia de ciencias de la Tierra, no tuvo una
amplia respuesta. Al tratarse de una asignatura de doctorado,
cuyo grado capacitaba fundamentalmente para la docencia universitaria, una salida de muy difícil acceso dado la existencia
de pocas plazas que además eran muy complicadas de conseguir, lo habitual fue que se matricularan relativamente pocos
alumnos en la materia que impartía Vilanova. Así, con los datos
disponibles para el periodo que abarcó la decena de cursos comprendidos entre 1857-1859 y 1866-1867, se sabe que fueron
treinta y cinco alumnos los que en total y de manera oficial
cursaron estos años la asignatura de Geología y Paleontología,
lo que da un promedio de entre tres y cuatro matriculados en
cada curso. Posteriormente, durante el Sexenio Revolucionario
hubo un aumento en la matricula, sumando oficiales y libres,
ya que entre 1868 y 1873 fueron 40 los alumnos que siguieron
las enseñanzas de geología y paleontología. En cualquier caso,
el número de universitarios que cursaron entre 1857 y 1873 la
materia de Vilanova, aunque poco más o menos al mismo nivel
que las otras dos de doctorado, estuvo muy lejos de los varios
AGA, E. y C., Cátedra de Mineralogía y Botánica, Leg. 5404-63.
AHN, Ultramar, 124, Exp. 5
13 AGA, E. y C., Cátedra de Paleontología Estratigráfica, Leg. 5404-62.
12
[page-n-46]
Figura 11. Portada del primer tomo del Manual de Geología
(1860-61). Biblioteca del MPV.
Fig. 12. Portada del Compendio de Geología (1872).
Biblioteca del MPV.
centenares de alumnos que se matricularon en las tres asignaturas de Botánica, Zoología y Mineralogía que comprendía el
grado de bachiller en ciencias, o del medio centenar de estudiantes que, como media, lo hicieron en las cuatro materias del
grado de licenciatura.
Como libros de texto que utilizó Vilanova está claro que
desde 1860-61 el libro oficial era su Manual de Geología, que
había sido premiado por la Academia de Ciencias (ver Capítulo IV), lo que implicaba que era libro de texto obligatorio
durante cinco años, prorrogables a diez. Una vez pasado este
plazo Vilanova editó el Compendio de Geología (Vilanova,
1872a; Fig. 12) en conjunto es un resumen del Manual y no
incluía el tomo del Atlas, por lo que era mucho más asequible,
y suponemos que pasaría a ser el libro utilizado por Vilanova y
en otros centros de educación secundario y universitaria, o al
menos era la intención de Vilanova (1872a: 4):
nociones que reunen al atractivo de una historia tan peregrina como la de nuestro propio globo, el interés de sus
numerosas y variadas aplicaciones. Quédese para los que
quieran penetrar más en estudio tan importante, el Manual
premiado en concurso público por la Real Academia de
Ciencias (1) y los infinitos tratados impresos en idiomas
extranjeros.
(1) Manual de Geol., 2 tomos de texto, y Atlas de 52 láminas
grabadas en acero.
Es pues el de que vamos á tratar [la Geología], aunque
reciente por su misma historia, uno de esos ramos cuyo
conocimiento interesa no solo al hombre de carrera superior, sino tambien al comun de las gentes; debiendo servir,
á nuestro entender, como fundamento de la educacion
general. Esta doble consideracion nos obliga á redactar
este Compendio, con el fin de poner al alcance de todos
En la Tabla de la página 46 podemos ver el esquema genérico de la Geología según Vilanova y que mantuvo en todos sus
libros.
Dentro de su labor docente, se le encargo a Vilanova, como
componente del claustro universitario de la Universidad Central, la preparación del discurso de inauguración del curso
1864-65 (Fig. 13). El tema que eligió fue De la organización
que conviene dar a la enseñanza de las ciencias cosmológicas
consideradas bajo el doble punto de vista teórico y práctico ó
de aplicación a las artes técnicas e industriales, precedida de
la historia general y patria de las mismas (Vilanova, 1864).
En este discurso Vilanova hace una somero repaso a la historia de la ciencia, sobre todo centrada en la ciencia española,
y luego aborda de manera muy general cual debería ser la
33
[page-n-47]
Fig. 13. Portada del Discurso pronunciado en la solemne
inauguración del año académico de 1864-65 en la
Universidad Central. Biblioteca del MPV.
organización de los estudios, abogando por que hubiera una
unificación del ingreso a la universidad, y que en ésta (sobre
todo en la Facultad de Ciencias) se diera una formación teórica general para luego pasar a la práctica. En esta Facultad
para él deberían estar incluidas las escuelas especiales, como
por ejemplo la escuela de ingenieros de minas, de manera que
todos los estudiantes primero recibieran una formación teórica general y luego recibieran una formación práctica acorde
con la formación previa. Para expresar esta idea cita textualmente el libro de 1854 de José de la Revilla Giranza (17961859)14 sobre la instrucción pública en España, donde crítica
esta segregación de las escuelas especiales dependientes del
Ministerio de Fomento de las universidades dependientes de
Instrucción Pública.
III.2.2. La Paleontología en los planes de estudio de la
Universidad en la España del XIX
La información referente a los planes de estudio utilizada
en este capítulo está fundamentalmente extractada de los trabajos de Baratas y Fernández (1992), Baratas (1997) y Gozalo
(1999a).
14
34
Revilla Giranza, J. de la (1854): Breve reseña del estado presente
de la Instrucción pública en España con especial atención a los
Como ya se ha comentado en el apartado anterior, durante
la Primera República se modificó el plan de estudios, apareciendo como asignaturas diferentes la Geología y la Paleontología, la primera como una asignatura obligatoria en la sección de Ciencias Naturales y, la segunda, como optativa en el
doctorado.
Vilanova, al hacerse cargo de la Cátedra de Paleontología
de la Universidad Central, afirmó que con esta asignatura se
inauguraba “un estudio nuevo” en España, esta afirmación fue
mal recibida por otro socio de la Sociedad Española de Historia Natural, el ingeniero de minas Justo Egozcue y Cía (18331900), profesor de geología y paleontología en la Escuela de
Minas de Madrid (ver capítulo V). Egozcue respondió precisando que dicha asignatura llevaba años impartiéndose en los
estudios de ingeniería de minas en la Escuela de Minas de
Madrid, lo que originó una agria disputa, tal y como ha señalado Sequeiros (1989, 1991). En esta polémica queda también
reflejada la tensión existente entre la universidad y las escuelas
especiales, tal y como ya mostraba Vilanova en su discurso de
inauguración de curso de la universidad.
En 1880 la asignatura paso a denominarse Paleontología
Estratigráfica, en concordancia con la existencia de varias zoografías que incluían el estudio de seres vivos y fósiles, y con un
carácter básicamente aplicado a la datación y reconocimiento de
los distintos periodos sedimentarios. Seguía siendo una asignatura de doctorado, por lo que su posición dentro de los estudios
universitarios no varió.
Un hecho relevante fue que la Sociedad Española de Historia Natural, en su sesión del 13 de Enero de 1886, hizo una
propuesta para la reforma de la enseñanza de las Ciencias
Naturales en España que envió al Ministro de Fomento (ver
Baratas y Fernández, 1992). En esta propuesta la Paleontología (sin adjetivos) permanecía como asignatura de doctorado
y las Zoografías que se enseñaban en cuarto curso perdían la
coletilla de “vivos y fósiles”. Este cambio de denominación,
junto con la eliminación de “vivos y fósiles” para las zoografías, pudo responder a que el concepto de Paleontología que
asumiera la Sociedad estuviera más cercano al actual, dándole
más fuerza a los aspectos paleobiológicos en detrimento de la
idea como una materia utilitaria y que su principal sentido era
la datación de terrenos, punto de vista principal que mantenían
los ingenieros.
De todos modos, quizás lo más destacado de esta propuesta
fue la visión moderna de los naturalistas sobre dos cuestiones:
la primera hacía referencia al Museo de Ciencias Naturales,
y proponían que fuera un centro independiente, con personal
propio y dedicado exclusivamente a la investigación científica;
y la segunda, la manera de obtener la licenciatura y el doctorado
en Ciencias, para lo que textualmente proponen:
Para aspirar á los grados de licenciado ó doctor deben
exigirse, de conformidad con lo que se practica en todo
el mundo científico, trabajos propios de investigación, en
vez de los exámenes y discursos de fórmulas que hoy se
acostumbran; medida que lleva consigo necesariamente la
mejora de los laboratorios mineralógicos, botánicos y zoológicos del Museo,...
estudios de filosofía. Eusebio Aguado, Madrid.
[page-n-48]
Aunque la propuesta anterior no se tuvo en cuenta, García
Alix en 1900, siendo Ministro de Instrucción Pública, tuvo conocimiento de la misma, y pidió a Ignacio Bolívar (1850-1944) la
elaboración de un proyecto para la reforma de la Facultad de
Ciencias y del Museo. El proyecto presentado por Bolívar fue
aceptado casi sin modificaciones (Anónimo, 1921) por el Consejo
de Instrucción Pública, del que éste era miembro desde 1888, y
fue publicado mediante Real Decreto de 4 de Agosto de 1900
y Real Orden de 28 de Septiembre de 1900. Una de las modificaciones más notables fue la organización de la Facultad de
Ciencias en cuatro secciones. Pero quizás uno de los hechos más
importantes, y a la vez poco comprensible, fue que la Paleontología desapareció como asignatura, siendo sustituida por una
Geografía y Geología Dinámica, mientras que la Geología pasó a
denominarse Geología Geognóstica y Estratigráfica. Las primeras
cátedras de Paleontología que se crearon con posterioridad a este
hecho fueron las de Madrid y Barcelona, en 1949, ocupadas por
Bermudo Meléndez (1912-1998) y José Ramón Bataller (18901962) respectivamente (Truyols, 1989; Meléndez, 1994).
Una de las cuestiones que están todavía por explicar son
los motivos de la desaparición de la asignatura de Paleontología en la sección de Naturales, máxime cuando uno de los
firmantes de la propuesta de 1886, Ignacio Bolívar, fue el
redactor del proyecto de 1900. Un aspecto bastante evidente es
que en 1886 Vilanova era un personaje activo y respetado, por
lo que no parece plausible que nadie intentara transformar la
cátedra que él ocupaba, aunque hubiera tenido problemas con
los científicos más progresistas, como por ejemplo la polémica sobre la autenticidad de las pinturas de Altamira (ver
Capítulo VI). Tras la muerte de Vilanova en 1893, la Cátedra
de Paleontología fue ocupada por Francisco Vidal y Careta
(1860-1923) en 1895, que a la sazón era Catedrático de Paleontología Estratigráfica en La Habana (ver más adelante). Él fue
quien en 1900 pasó a ocupar la cátedra de Geografía y Geología Dinámica que sustituyó a la de Paleontología. El hecho
claro es que Bolívar patrocinó esta transformación, ahora bien
los motivos que le impulsaron a ello están todavía por estudiar.
A modo de conclusión, la Paleontología en la Universidad
española aparece como asignatura de doctorado entre los años
1854 y 1900, en una primera etapa junto a la Geología, y a partir
de 1874 separada de ésta. Los catedráticos que se encargaron
de su docencia fueron Vilanova (1854-1893) y Vidal y Careta
(1884-1900), ambos con posturas de tipo creacionista y claramente antievolucionista, aunque la postura crítica de Vilanova
se planteó de un modo mucho más científico. Posteriormente
el cambio de estudios de las Ciencias Naturales propugnado
por Ignacio Bolívar en 1900, sustituyó esta asignatura por la de
Geografía Física y Geodinámica.
III.2.3. El Programa de Paleontología de Vilanova
Para hacernos una idea del tipo de Paleontología que se
enseñó en la Universidad española en el siglo XIX, vamos a utilizar el programa establecido por Vilanova para esta asignatura;
en el apartado siguiente veremos que Vidal y Careta, que fue el
otro catedrático que impartió esta asignatura hasta su desaparición en 1900, es un calco de la propuesta de Vilanova.
A partir de 1874 Vilanova se dedicó preferentemente al
estudio y difusión de los problemas paleontológicos y prehistóricos. Una de sus primeras oportunidades tuvo lugar en 1875,
cuando escogió como tema de su discurso de ingreso en la
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid:
Importancia y altísima significación de los estudios paleontológicos en todos conceptos considerados. Poco después iniciaría
su labor como catedrático de Paleontología. Esta ciencia, decía,
no sólo era la piedra angular de la geología histórica sino también proporcionaba las soluciones de problemas planteados por
la Filosofía, Botánica y Zoología y era el “más firme valladar”
contra el que se estrellaban todas las teorías y elucubraciones
que no se basaban en la observación de los hechos. Básicamente,
la importancia de la Paleontología radicaba en que aspiraba “al
conocimiento del origen de la vida, de la especie orgánica y
demás grupos de toda la clasificación natural, de la distribución
de los seres orgánicos en el tiempo y en el espacio y de muchos
otros puntos trascendentales de la ciencia biológica” (Vilanova,
1875a: 13).
Para Vilanova, la paleontología demostraba la unidad de
plan en la creación orgánica y que el origen de la vida debía
ser posterior al de la Tierra, dada la elevada temperatura y
las complicadas y deletéreas reacciones químicas que habían
tenido lugar en un principio, y lo que la paleontología podía
decir acerca de la cuestión era que “la vida había comenzado
por lo más sencillo”, aunque dejaba en claro que se oponía tanto
a una explicación en la que entrara la generación espontánea,
como a considerar orgánico al Eozoon canadense. Más bien se
aproximaba a los postulados de Joachim Barrande (1799-1883)
relativos a la fauna primordial y mantenía su creencia en la existencia de un fijismo moderado en las especies, ya que admitía la
posibilidad de una variabilidad, aunque dentro de límites intraespecíficos.
Vilanova, al hacerse cargo de la asignatura de Paleontología estratigráfica, hizo público su programa, primero ante la
Sociedad Española de Historia Natural en 1876, y luego, con
ligeras modificaciones, en su Lección inaugural de Paleontología en 1878 (Fig. 14), en los que se recogían las líneas básicas
de la paleontología oficial, creacionista y antidarwinista, que se
impartiría en la Universidad Central. Comienza definiendo la
Paleontología como “la ciencia que trata de los séres orgánicos
antiguos”, y la subdivide en Paleofitología y Paleozoología,
luego definió fósiles como “séres orgánicos que vivieron en
otros tiempos en la superficie terrestre”.
Los problemas que plantea y resuelve la Paleontología
los agrupa en dos conjuntos. El primero hace referencia a las
características y el desarrollo de los seres vivos sobre la Tierra,
que según sus propias palabras sería (Vilanova, 1876c: 51):
“La unidad de plan que presidió la creación de los reinos orgánicos y sus ulteriores desarrollos”, lo que permitía remontarse
desde los datos conocidos en el presente hasta aquellos que se
desconocía del pasado, completándose de esta manera la serie
orgánica actual con la paleontológica, constituyendo ambas el
“natural encadenamiento de todos los seres desde que la vida
apareció en la superficie del Globo”, aunque Vilanova se apresuraba a aclarar que las relaciones de filiaciones genealógicas
no tenían porqué ser siempre las responsables de este encadenamiento.
El segundo problema que se podía abordar desde la Paleontología eran los problemas que plantea la historia de la Tierra:
“las estrechas relaciones que existen entre los séres orgánicos
y las condiciones biológicas del globo,... que caracterizan las
épocas llamadas terrestres”, esto es, trataba de las relaciones
35
[page-n-49]
Fig. 14. Portada de la Lección inaugural de Paleontología (Vilanova,
1878). Biblioteca de la Real Sociedad Española de Historia Natural.
históricas de los organismos con su ambiente, que en su opinión
se reducía a una larga serie de cambios físicos, químicos y biológicos que caracterizaban las épocas geológicas.
De acuerdo con Vilanova, para resolver el primer problema
bastaba con comparar la distribución y condiciones de vida de la
flora y fauna actual con las de tiempos pasados, consideradas en
idénticas circunstancias. Este estudio comparativo proporcionaría el conocimiento de las leyes por las que se había regido,
y aún se regía, la materia orgánica. Además, también permitiría
descubrir una cuestión muy importante en la paleontología, que
era cómo y cuándo había tenido lugar la transformación de la
materia inorgánica en orgánica, así dice (Op. cit.: 51): “Bajo el
soplo divino del Creador, como creemos, o por la sola acción de
las leyes generales de la materia al encontrarse en condiciones
favorables para la realización de este grandioso acontecimiento,
como suponen otros”.
Vilanova, coherente con su trayectoria científica y sus
fuertes creencias religiosas, frente a la disyuntiva creacionista
o materialista para explicar el origen de la vida, se mostrará
siempre partidario de la explicación sobrenatural.
Para abordar el estudio de la paleontología, sugería emplear
el mismo método actualista utilizado por la geología, es decir,
partir de las causas que operaban en el presente para llegar a
conocer las del pasado. En el caso de la paleontología, que para
Vilanova era el “natural y verdadero” complemento de la Botánica y Zoología, el método actualista estaba muy claro, ya que
los seres vivos del presente sólo eran “los últimos eslabones de
una cadena o serie no interrumpida que arranca del comienzo de
la vida y se continúa hasta hoy” (Op. cit.: 53). Este método de
conocimiento, que consistía en ir “de lo conocido a lo desconocido; de lo fácil de conocer y estudiar a lo díficil de inquirir”,
entre otros autores había sido empleado por André Marie
Ampère (1775-1836) en su obra Essai sur la Philosophie des
Sciences ou Exposition analytiques d’une clasification naturelle
de toutes les connaissances humaines (1834).
Una vez expresadas sus ideas de como debería ser la
docencia y el programa, presentó la siguiente tabla resumen de
la organización de la asignatura.
PUNTOS DE VISTA
Paleontología
especulativa o
fitozoológica
Paleontología
aplicada o
estratigráfica
36
OBJETOS DE CADA PARTE
1. Autóptico – 1ª parte
Neontología
Trata de la vida actual
2. Criptorístico – 2º parte
Paleontología
Trata de la vida de otros tiempos
3. Troponómico – 3ª parte Ontonomía
Trata de las leyes de la vida
4. Criptológico – 4ª parte
Ontogenia
Trata del origen y desenvolvimiento de la vida
Primera parte
Estratigrafía
Trata de todos los accidentes de los terrenos de
sedimento
Segunda parte
Clasificación de terrenos
Trata de los de sedimento
Tercera parte
Flora y fauna fósil
Trata de las plantas y animales fósiles de cada terreno
Cuarta parte
Flora y fauna fósil española Trata de los fósiles españoles más característicos de
cada terreno
[page-n-50]
Como se observa en la tabla, el programa de la asignatura
paleontología que proponía Vilanova estaba dividido en dos
grandes apartados: la paleontología especulativa o fitozoológica
y la paleontología aplicada o estratigráfica. A su vez, cada uno
de estos dos conceptos, teórico y práctico respectivamente, se
subdividía en cuatro partes. Para el apartado teórico, especulativo o fitozoológico de la paleontología Vilanova, siguiendo a
Ampère, empleaba los cuatro puntos de vista que éste sugería
para estudiar una ciencia de observación: autóptico, criptorístico, troponómico y criptológico, esquema idéntico al que
seguía en Geología.
El punto de vista autóptico, según la definición de Ampère
(1834: 43), estaba encaminado al estudio de lo que se percibía a
simple vista al inspeccionar un objeto, incluyendo tanto el objeto
como lo que el observador veía. Vilanova a esta parte de su programa la denominaba neontología, corología o geografía botánica
y zoológica y su finalidad, en el caso de la paleontología, era el
estudio de las condiciones biológicas y de la influencias de las
condiciones atmosféricas sobre la vida actual y su distribución
geográfica. Este estudio servía de introducción a la Paleontología,
ya que al ser idéntico en todos los tiempos el plan de estructura
orgánica, permitía extrapolar el conocimiento y distribución de la
vida actual en la determinación de los de épocas pasadas.
El segundo punto de vista era el criptorístico y trataba de
aquello que estaba oculto en un objeto. En el caso de la Paleontología eran los organismos que había vivido en el pasado desde
el momento en que la vida había aparecido en la Tierra, así
como las condiciones biológicas y distribución geográfica en las
que se habían desarrollado. Esta parte del temario comenzaba
con una historia de la paleontología, que Vilanova consideraba
como una de las fuentes más importantes del conocimiento de
esta ciencia. A continuación, tras explicar los conceptos de fósil
y fosilización, se pasaba revista a todos los grupos fósiles vegetales y animales, desde su respectiva aparición en la Tierra hasta
el estado actual y de su distribución en las épocas geológicas.
La tercera parte de la paleontología especulativa correspondía al punto de vista troponómico de Ampère (1834: 43),15
que Vilanova denominaba Ontonomía, tenía por objeto examinar y discutir las leyes que habían gobernado el desenvolvimiento de la vida sobre la Tierra. Esta parte era importante
porque abordaba cuestiones de gran relevancia, tales como si
los organismos constituían en su totalidad una serie única o
múltiple, y si la especie era fija e inmutable o, por el contrario,
era variable hasta el punto de transformarse unas en otras. En
este punto Vilanova volvía a proclamarse antidarwinista, puesto
que no aceptaba que la aparición de los organismos hubiese
seguido una serie graduada de desarrollos lentos y sucesivos
que sostenía la teoría transformista.
Por último, la cuarta parte de la paleontología teórica,
la Ontogenia, correspondía al punto de vista criptológico de
Ampère y buscaba descubrir lo que estaba más escondido en el
objeto que se estudiaba. En el caso de la Paleontología, según
Vilanova (1876c: 59-60): “Se destinara a exponer y discutir
ámpliamente todo lo relativo al origen y desarrollo de la vida en
el globo, y al exámen de las diferentes causas que han determinado la desaparición de las Faunas y Floras”.
15
El punto de vista troponómico estudiaba los cambios que experimentaban
los mismos objetos, según los lugares y los tiempos, y deducir de la com-
Esto es, se discutían tanto las teorías emitidas para explicar
el origen y desarrollo de la vida en la Tierra; así los expresa
Vilanova (1876c: 54):
La generacion espontánea, autogonía ó plasmagonía, experimentos y argumentaciones en pró y en contra; exposicion de los diferentes medios de que se vale la naturaleza
para multiplicar los séres; exámen detenido de la teoría
evolucionista y trasformista; aparicion de las diferentes
faunas y floras, y por último, el orígen en el órden físico
del hombre, y desenvolvimiento de sus distintas razas.
Finalmente también examinaba las diferentes causas que
habían determinado la aparición y desaparición de floras y
faunas. Por tanto, en esta parte del Programa Vilanova tenía previsto debatir las diversas teorías que, partiendo del fijismo y de
la variabilidad ilimitadas de las especies, se proponían explicar
el origen de las mismas. Por este motivo el temario recogía una
exposición crítica del lamarckismo y del darwinismo.
En cuanto a la Paleontología aplicada o estratigráfica, tras
comentar las cuestiones básicas en las que debe sustentarse su
estudio, plantea las premisas sobre las que fundamentalmente
trabaja (Vilanova, 1876c: 55-56):
De este estudio comparativo entre lo orgánico y lo inorgánico terrestre, el primer corolario que se desprende es
el poder determinar la relación estrecha que debe existir
entre el estado físico del globo en sus numerosas épocas y
la índole especial que en cada una de ellas ofrecía la vida;
y por consiguiente, precisar también la influencia que aquellas causas físicas hubieron necesariamente de ejercer sobre
los seres vivos, tan necesitados entonces como ahora del
principio de adaptación al medio y condiciones en que se
desarrollaron. Conviene, sin embargo, no olvidar que la
condición indispensable para que dicha acción se ejerza, es
que los seres sobre los cuales actúa, existan, y que no es lo
mismo influir sobre seres orgánicos ya existentes haciéndolos variar más o menos profundamente, que crearlos ó
hacerlos aparece de nuevo.
Una cuestión a la que le dedica bastante tiempo es a conocer
“las leyes que rigieron y aún gobiernan hoy la materia orgánica
toda, y á esclarecer cuando ménos, cómo y cuándo ocurrió la
misteriosa transformación de la materia mineral en orgánica,
sea bajo el soplo divino del Creador como creemos, ó por la
acción de las leyes generales de la materia al encontrarse en
condiciones favorables para la realización de este grandioso
acontecimiento como suponen otros”. Como se puede colegir de
lo dicho, Vilanova se muestra como un creacionista convencido.
Desde otro punto de vista, al considerar que la Paleontología
era complemento de los conocimientos botánicos y zoológicos,
aplica el actualismo también a esta ciencia; así plantea la necesidad del conocimiento sobre la distribución actual de los organismos y el por qué de la misma (neontología), para poder extrapolarlo al estudio de los fósiles, para lo que hace referencia “al
estudio de las causas llamadas actuales”, de las que dice “con
paración de los seres así modificados, las leyes que gobernaban a estos
cambios.
37
[page-n-51]
mayor motivo puede esto asegurarse en Paleontología, para la
cual los séres vivos actuales son tan sólo los últimos eslabones
de una cadena ó série no interrumpida que arranca del comienzo
de la vida y se continúa hoy”. Estos planteamientos son coherentes con sus ideas de tipo actualistas que consideraba como
las causas normales en geología, por supuesto, en ambas ciencias estas “causas normales” venían pautadas con momentos
excepcionales, esto es, catastróficos, que son reflejo claro de su
postura catastrofistas-actualistas (Pelayo, 1984a, 1984b).
A partir de aquí planteó los pasos a seguir en el desarrollo del
programa (Vilanova, 1876c: 53): “procedemos de lo conocido á
lo desconocido; de lo fácil de conocer y estudiar, á lo difícil de
inquirir, método que aconsejan el buen sentido y autoridades
respetables, entre las cuales nos complacemos en contar al eminente Ampère”. Una vez expresadas sus ideas de como debería
ser la docencia y el programa, presentó una tabla resumen de la
organización de la asignatura que hemos incluido previamente.
Podemos decir que el programa de Vilanova, como él
mismo reconoce, sigue fundamentalmente los trabajos franceses, y demuestra un conocimiento de las nuevas teorías que
se están desarrollando en Europa, que comenta desde un punto
de vista científico. Ahora bien, se muestra crítico con ellas y
siempre mantiene una postura creacionista-fijista respecto a las
especies fósiles.
Al final de la exposición del programa, Vilanova terminaba
señalando que en el plan que pensaba desarrollar en su cátedra,
la paleontología aplicada o estratigráfica también estaba subdividida en cuatro partes: estratigrafía, clasificación de terrenos, fauna
y flora fósiles y fauna, y flora fósiles españolas. Vilanova desarrollaría este programa en su cátedra de paleontología de la Universidad Central durante los años en que ejerció la enseñanza de esta
asignatura, desde su inicio en 1878 hasta su muerte en 1893.
Entre los documentos del Fondo “Juan Vilanova” del Museo
de Prehistoria de Valencia se encuentran varios manuscritos que
se han agrupado en FDJV-MPV 6/1 y 6/6 (ver Capítulo VIII),
y que son notas y apuntes para impartir sus clases de Paleontología. El documento FDJV-MPV 6/6 incluye una breve historia
de la paleontología y luego la revisión de la clasificación de
los grandes grupos biológicos, continuando con un recorrido
por los principales grupos zoológicos y sus fósiles. El documento FDJV-MPV 6/1 ofrece una descripción de los principales
terrenos geológicos (Fig. 15) y sus características estratigráficas
y paleontológicas. En este Fondo también se encuentran varios
manuscritos (FDJV-MPV 7/4, 8/4, 8/6, 8/7) que probablemente
sean borradores de un libro de Paleontología (Fig. 16), que no
se llegó a publicar, y que hubiera constituido el texto a seguir en
su asignatura, de manera similar a lo que fue en su momento el
Manual de Geología o el Compendio de Geología.
Fig. 15. Apuntes de clase dedicados a distintos terrenos Geológicos, en este caso al Terreno Devonio. Obsérvese que a pesar
de que estos apuntes están datados entre 1884-1890, todavía utiliza el sufijo que había utilizado en el Manual de
Geología, aunque en libros más modernos ya usaba Devónico (FDJV-MPV 6/1).
38
[page-n-52]
Fig. 16. Ejemplo de una página revisada y luego ya desechada de una serie de manuscritos sobre paleontología que, quizás,
fueran anotaciones para un Manual de Paleontología que Vilanova anunció que estaba preparando pero nunca se llegó
a publicar (FDJV-MPV 8/4).
III.3. Discípulos y sucesores de Vilanova
Una primera lista de discípulos de Vilanova, la podemos
encontrar en la breve biografía escrita por su hijo Francisco Vilanova (1907: 363; Fig. 17) con motivo del Homenaje a Linneo
organizado en Zaragoza, en este trabajo se citan concretamente
14 en Geología y Paleontología y 6 en Protohistoria. Debemos
decir que esta lista más parece una lista de antiguos alumnos y
colaboradores, que de discípulos en el sentido de continuadores
de su trabajo. Un ejemplo claro es el del valenciano Eduardo
Boscá y Casanoves (1843-1924), quien fue alumno en Madrid
de Vilanova e, incluso, como el propió Boscá (1916) nos dice,
realizó alguna excursión con Vilanova para recoger fósiles jurásicos a Oliva y seguramente tuvieron trato en las frecuentes
visitas de Vilanova a Valencia,16 pero no parece que se pueda
considerar a Boscá como un discípulo y continuador de Vilanova, de quien estaba ideológicamente bastante separado (ver
Salinas, 2001, 2009, y Catalá Gorgues, 2004).
En este apartado se puede considerar que los discípulos
principales y a la vez sucesores de Vilanova fueron Solano y
16
Vidal, y también debemos tener en cuenta a José Joaquín Landerer, que se considera a sí mismo como discípulo de Vilanova
en el trabajo de campo.
Como ya se ha dicho, fueron pocos los estudiantes que recibieron las enseñanzas de Vilanova, y sólo un núcleo reducido de
alumnos se vincularon a las líneas de investigación del maestro.
Así, al desdoblarse la cátedra de Geología y Paleontología, la
plaza correspondiente a la primera de dichas materias la ganó en
1877 su discípulo José Solano y Eulate (1841-1912), marqués
del Socorro, quien la regentó hasta su jubilación en 1909.
Bachiller en Ciencias en 1862, en los años siguientes Solano
se licenció con el tema “Discurso sobre la animalidad del
hombre”, y se doctoró en Ciencias Naturales con un “Discurso
sobre la influencia y modo de obrar de las causas internas y
externas sobre la corteza del globo”. Solano siguió una carrera
científica vinculada a la Universidad y al Museo, ya que fue
Auxiliar de la Facultad de Ciencias en 1867‑1868, Ayudante de
Mineralogía y Geología en el Museo de Ciencias Naturales en
1869, Profesor Auxiliar Numerario de la Facultad de Ciencias,
Sección de Naturales en 1875, fueron los distintos puestos que
Este hecho también lo indica el agradecimiento de Vilanova a Boscá por la información sobre las fuentes de la provincia de Valencia (Vilanova, 1893: 228).
39
[page-n-53]
ocupó hasta su nombramiento como catedrático de Geología en
1877. Solano impartió la docencia en Geología en la Facultad de
Ciencias de la Universidad Central hasta su jubilación en 1909.
Católico fervoroso, Solano no aceptó la constitución liberal de
1869 por considerarla contraria a sus ideas religiosas. Al final
aceptó jurarla pero manifestando sus reservas en los que a las
leyes divinas se refería (Montero, 2003: 168).
Su discurso de inauguración del curso académico 1880‑81
en la Universidad Central trató sobre las Relaciones entre la
Geología y la Revelación (Solano, 1880). Justificaba la elección
de un tema tan delicado por la importancia de determinar los
límites que separaban el dogma y la ciencia.
El sucesor de Vilanova en la cátedra de Paleontología de
la Universidad Central, Francisco Vidal y Careta (1860-1923),
siguió e incluso acentuó durante los pocos años que se siguió
impartiendo en Madrid la docencia universitaria de esta asignatura, el carácter creacionista y antidarwinista impuesto por el
paleontólogo valenciano. Formado como licenciado en Medicina con sobresaliente en Barcelona en 1880, posteriormente
Vidal y Careta, a lo largo de los primeros años de la década
de los ochenta, se doctoró en esta disciplina en la Universidad
Central de Madrid, donde también completó la licenciatura y el
doctorado en Ciencias Naturales con aprobado.
Podemos analizar el programa presentado por Francisco
Vidal y Careta en su oposición a la Cátedra de Paleontología
Estratigráfica de la Universidad de La Habana, convocada por
Real Orden de 23 de Agosto de 1883, siguiendo la documentación de la misma,17 en la cual Vidal fue el único candidato.
Vidal ganó la cátedra de paleontología estratigráfica de la
Universidad de la Habana. El tribunal, formado por siete miembros: el presidente, D. Manuel Merelo, consejero de Instrucción
pública, y seis vocales, Juan Vilanova y Piera y José Solano y
Eulate, catedráticos de la Universidad Central, Lucas Mallada
y José Maureta, catedráticos de la Escuela de Minas, Federico
Botella, inspector general y vocal de la Junta Superior Facultativa de Minas, y José Macpherson, éste último como “autor
de obras referentes á la Ciencia que es objeto de la oposición”.
La oposición fue celebrada en Madrid durante los meses de
Octubre y Diciembre de 1884, con resultado de cinco votos a
favor y dos en contra.18
En La Habana ejerció la docencia hasta que, a la muerte de
Vilanova, optó a la plaza de la Universidad Central. En la oposición a la cátedra de Madrid, Vidal compitió con Tomás Andrés y
Andrés Montalvo, catedrático numerario de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Santiago, y con Serafín Sanz Agud,
catedrático de Historia Natural en la Facultad de Ciencias de la
Universidad de Granada.19 Vidal consiguió la vacante dejada
por Vilanova, y fue nombrado catedrático de paleontología en
Madrid en 1895.20 Posteriormente, en 1900, la plaza cambió de
contenido, incorporándose al plan de estudios de Ciencias Naturales como la asignatura de “Geografía y Geología Dinámica”,
que Vidal impartió hasta 1923.
El temario de paleontología estratigráfica, que Vidal presentó en su oposición de La Habana en gran medida, se basó
en el programa de Vilanova. De él se pueden destacar algunas
de las definiciones que contiene: “La Paleontología es ciencia y
arte: como ciencia, estudia la zoología y botánica de los tiempos
pasados, como arte, es de una importancia inmensa su estudio
para el geólogo, pues solo el conocimiento de los fósiles de un
terreno permite asignar con certeza la época á la cual este pertenece. Aquella constituye la Paleontología propiamente dicha,
esta la estratigráfica”. “En verdad que la organización de hoy
está regida bajo un mismo plan que la de ayer y prontamente
porqué es así, debemos estudiar los fósiles, las medallas de
las épocas geológicas, formando cuerpo aparte, pues los seres
de otros tiempos nos aclararan el origen de las especies; nos
harán ver el encadenamiento que tienen con los de hoy; nos
probarán que la naturaleza antes de decidirse por un tipo determinado, parece que se complace en esbozarlo, en delinearlo,
hasta acabar con el representante perfecto; ellos nos facilitarán
el conocimiento de si el encadenamiento de las especies constituye series ó una serie única...”, “...de la Paleontología arte ó
sea de la estratigráfica, como síntesis ó coronamiento del análisis anterior, no teniendo otro objeto sino la aplicación de los
conocimientos paleontológicos al esclarecimiento de la historia
de la tierra.”
En la introducción Vidal planteó que siempre había existido en el mundo orgánico la misma unidad de plan de organización. Adoptando las ideas de la paleontología francófona
expuestas por Gaudry, D’Archiac, D’Orbigny, Pictet y Vilanova, la bibliografía citada en todo el ejercicio, a excepción de
Vilanova, es siempre de autores franceses. Asimismo, mantenía
que el estudio de los fósiles permitía resolver problemas, como
17
19
Fig. 17. Discípulos de Vilanova según consta en la breve biografía
publicada por su hijo Francisco con motivo del Homenaje a
Linneo celebrado en Zaragoza (Vilanova, 1907: 363).
18
40
Archivo General de Indias. AHN/ULTRAMAR, 124, EXP. 5.
Archivo Histórico Nacional (AHN), Sección de Ultramar, 124, Exp. 5 y 262,
exps. 35-36: “Oposición a la cátedra de Paleontolgía Estratigrágica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Habana”.
20
AGA, E.Y C., Leg. 5404-62.
AGA, Sección de Educación, Leg. 5404-62.
[page-n-54]
el del origen de las especies, y conocer si los encadenamientos
entre organismos antiguos y actuales constituían una serie única
o varias series.
El programa Vidal lo subdivide en tres partes que son: “1ª
Neontologia. de la que tan solo expongo como he indicado
antes, las condiciones de existencia y distribución geográfica de
los seres vivos. 2ª Paleontología propiamente dicha, que trata de
la historia de los fósiles, origen de las especies (Ontogenia) y de
su sucesión en las épocas geológicas (Ontonomia). 3ª Paleontología estratigráfica. ó sea la aplicación de los conocimientos
paleontológicos al esclarecimiento de la historia de la tierra.”
El temario que presentó consistía en 76 lecciones, que
podemos desglosar:
Lección 1- Concepto de Paleontología, uno de los apartados
dice “Plan único que ha presidido en la creación orgánica”.
Lecciones 2 a 9- Neontología. Lecciones 10 a 51- Paleontología propiamente dicha, donde se da la definición de fósil, y
se explican los cinco tipos de organismos: Protozoos, Radiados,
Moluscos, Articulados, Vertebrados, y una lección para Aparición del Hombre (Vidal destacaba los sucesivos fracasos de los
autores que habían intentado encontrar el hombre fósil). Lección 52- Ontogenia. Lecciones 53 y 54- Ontonomia (al hablar de
la aparición de las especies cita las teorías de Bronn). Lecciones
55 y 56- Leyes paleontológicas de Pictet. Lecciones 57 a 76Paleontología estratigráfica (la última dedicada a los periodos
prehistóricos).
Para redactar el tema de la oposición, Vidal escogió los
Enchaînements du Monde animal de Gaudry, los Elementos de
Zoología de Laureano Pérez Arcas (1824-1894), los Principes
élémentaires de Páleontologie del ingeniero belga Alphonse
Briart (1825-1898), el Traité élémentaire de Paléontologie de
Pictet, Cosmogonía y Geología de Jaime Almera, los Principios
de Geología y Paleontología de José Landerer, el Traité de Géologie del geólogo francés Albert de Lapparent (1839-1908) y El
origen de las especies de Darwin.
Como ya se ha dicho, el programa es muy similar al de
Vilanova y, en principio, podemos enclavar a Vidal y Careta
como un creacionista y catastrofista-actualista. Ahora bien, en
los programas que editó siendo ya catedrático en Madrid (Vidal
y Careta, 1895, 1902), se muestra con un talante mucho más
conservador y claramente antievolucionista que en su oposición
y desde luego mucho más radical en este aspecto que Vilanova.
La obra paleontológica más característica de Vidal fue el
Curso de Paleontología Estratigráfica (Madrid, 1895), en
donde expuso su peculiar concepción de esta disciplina, realizando una clasificación de diez escuelas paleontológicas, según
las tendencias que habían existido a lo largo de la historia con el
fin de interpretar el origen y la naturaleza de los fósiles.
Curiosamente, uno de los discípulos más destacados de
Vilanova, José Joaquín Landerer (1841-1922), no fue alumno
suyo, pero reconoce a Vilanova como su maestro en los trabajos de campo, con quien compartió algunas excursiones en la
Comunidad Valenciana, durante las escapadas que solía hacer
nuestro biografiado. Así, en el primer trabajo destacable de Landerer sobre cuestiones paleontológicas Monografía paleontológica del piso áptico de Tortosa, Chert y Benifazá (1872), en su
introducción menciona muy elogiosamente a Vilanova. Este trabajo recibió una crítica muy favorable de Vilanova (1872c) en
la sesión del 6 de noviembre de 1872 en la Sociedad Española
de Historia Natural, quien en la misma sesión va a presentar a
Landerer como socio. Al año siguiente los hermanos Vilanova
presentaron a Landerer en su ingresó en la Sociedad Geológica
de Francia (ver Gozalo y Navarro, 1995)
La relación entre Vilanova y Landerer también se pone de
manifiesto en una nota a pie de página en su Explicación del
cuadro sinóptico de los tiempos primitivos (Landerer, 1873) en
la que comenta que realizó este cuadro, que acompaña al texto,
por indicación de Vilanova, quien posteriormente utilizado el
cuadro por en algunas de sus obras, como en su Memoria geognóstico-agrícola y prehistórica de Valencia (Vilanova, 1893).
41
[page-n-55]
[page-n-56]
IV
ViDA ACADÉMICA Y DIVULGACIÓN EN VILANOVA
Una de las facetas más característica de la actividad científica de Juan Vilanova fue su importante participación en distintas instituciones académica y sociedades científicas, en las
que siempre figuró como uno de los miembros más activos, y en
las que uno de los focos de su participación fue la divulgación
científica (ver Salavert et al., 2007).
Vilanova se vinculó desde sus inicios a sociedades tan emblemáticas como la Sociedad Española de Historia Natural (Fig.
18) o la Sociedad Geográfica de Madrid, fundadas durante el
último tercio del siglo XIX y todavía activas en la actualidad; así
como en otras de vida más efímera. Además, fue académico y
miembro de diversas instituciones científicas, asistió a numerosos
congresos internacionales, destacando como uno de los promotores de los Congresos Geológicos Internacionales. Siempre fue
partidario de comprometerse con las instituciones científicas, en
donde se organizaban reuniones periódicas de los especialistas e
interesados en las distintas disciplinas, para intercambiar impresiones e ideas, presentando y dando a conocer nuevos datos y
descubrimientos y discutir sobre ellos. Para él, esta labor también
debía combinarse con la asistencia a reuniones internacionales, lo
que le permitió estar al día en los conocimientos más actuales, así
como la posibilidad de exponer y comentar la situación científica
y las novedades de los trabajos científicos realizados en España.
Esta continua puesta al día en los distintos foros internacionales en que participó le permitió a su regreso divulgar estas
informaciones. El estudio de esta vertiente del hacer del científico ha ido tomando fuerza los últimos años entre los historiadores de la ciencia, paralelamente a la asunción de nuevos
espacios de análisis por parte de los historiadores, especialmente los englobados en el área de los estudios sociales. Este
tipo de acercamientos aborda fundamentalmente el examen de
las interacciones entre el conocimiento científico y la cultura
popular, y atiende a la adaptación de los discursos según los
públicos a los que se dirijan, que van desde la comunicación
erudita, comprensible sólo por los miembros más expertos de
la comunidad científica, hasta las distintas formas de divulgación: escolar, periodística, novelística, etc. Y tal actividad ha
constituido y constituye un elemento central de la actividad de
legitimación de las diferentes disciplinas.
Fig. 18. Artículo de Vilanova en el primer volumen de los
Anales de la Sociedad Española de Historia Natural
publicado en 1872.
43
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Fig. 19. Notificación de la designación de Vilanova para la comisión de la Universidad para el Besamanos
del cumpleaños de la reina (9 octubre 1856) (FDJV-MPV 4/7).
44
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Para José Martínez Pérez (1998), la vulgarización es la
labor realizada por los científicos, que pretenden transmitir a
los profanos unos conocimientos que consideran genuinos y
auténticos.1 En nuestro caso, Juan Vilanova se preocupó fundamentalmente por divulgar entre los científicos los avances
producidos en distintas disciplinas, haciendo de esta labor uno
de los ejes centrales de su estrategia por legitimar su posición
de geólogo y paleontólogo de formación naturalista frente a
los ingenieros de minas (ver Capítulo V), cuya posición social
estaba perfectamente institucionalizada, al contar con un cuerpo
profesionalizado y organizado, que les permitía mantener un
férreo control social de las actividades e iniciativas relativas a
los saberes y prácticas propias de las Ciencias de la Tierra.
Recordemos que Vilanova, desde su llegada a París, va a
centrarse en alcanzar una buena formación científica, asistiendo a
numerosos cursos y reuniones, integrándose en diversas sociedades
científicas francesas, con lo que lograba sentar las bases de una red
internacional de colegas, que le permitiera mantener en el futuro la
necesaria comunicación con las novedades científicas que fueran
produciéndose en Europa. En paralelo, trabajó para enriquecer las
colecciones del Museo de Historia Natural de Madrid, así como
su biblioteca, encargándose de ir enviando cajas con muestras y
libros a la capital, lo que, como hemos comentado, iba a dar lugar a
un larguísimo contencioso entre la administración y Vilanova, por
la reclamación del pago de tales envíos (véase el Apéndice IV).
La cuestión, aunque de un modo secundario y revestida de la
necesidad de obtener colecciones y libros para las instituciones
científicas españolas, siguió presente en los trabajos de Vilanova. Así por ejemplo en la introducción a su libro De Madrid
a Ámsterdam (1888a: 4-5), Vilanova hizo una defensa de la
importancia de invertir dinero en materiales con que dotar los
museos de historia natural, pues “semejantes desembolsos son
capitales reproductivos, así en el concepto pecuniario..., como
en el más levantado prestigio que conquista de este modo una
administración celosa”; y mientras en otros países se invertían
grandes cantidades, en el caso del museo de Madrid, “las colecciones paleontológicas que en la actualidad existen en el mencionado establecimiento, casi se hallan reducidas a los materiales por mí recogidos dentro y fuera del territorio, pero muy
especialmente en el extranjero, y a los vendidos por D. Augusto
Linares”. Asimismo, en el congreso de Lisboa, había alabado
la combinación de bibliotecas y gabinetes, que había visto en
Lisboa, frente al modelo de biblioteca central de nuestro país,
que crítica duramente, por las restricciones injustificadas a que
sometía a los científicos (Vilanova, 1884a: 338-339).
Uno de sus empeños más arraigados desde su vuelta a
España fue el de impulsar cualquier iniciativa a favor de la institucionalización de la actividad científica en general y de las
Ciencias de la Tierra en particular. Así, le veremos participar
activamente en el movimiento asociativo que se produjo a lo
largo del siglo XIX, formando parte de distintas sociedades
nacionales y extranjeras y siendo un incansable valedor y animador de todo tipo de reuniones científicas.
Por otro lado, su vinculación al Museo de Historia Natural
le impuso una actuación muy directa sobre colecciones y otras
actividades vinculadas al amplio ámbito disciplinar de la institución, especialmente como experto, respondiendo a las perió1
Pueden verse trabajos anteriores al de Martínez Pérez, como los de
Béguet (1990), Ordóñez y Elena (1990), Raichvarg y Jacques (1991),
dicas consultas realizadas desde las diferentes esferas de la
administración; y también tendrá una vida pública académica
muy activa por su pertenencia al claustro de la Universidad
Central, acudiendo a numerosas actos protocolarios (Fig. 19).
Por último, su prestigio científico se verá sancionado con
su elección para formar parte de distintas academias y sociedades, mientras su presencia en el extranjero se vería enormemente favorecida, al ser nombrado en numerosas ocasiones
como representante oficial español en todo tipo de congresos
y reuniones científicas, aunque su contenido no respondiera
exactamente a su ámbito disciplinar. Paralelamente, se afirmará su implantación en el panorama internacional, de manera
que podemos decir que Vilanova fue un personaje clave en el
proceso de institucionalización internacional de la geología, la
paleontología y la prehistoria.
En este proceso, jugará un papel protagonista en la difusión de
la entonces nueva disciplina, la prehistoria, tanto en nuestro país
como en el extranjero, al acudir a algunos de los congresos internacionales más importantes y al involucrarse en alguno de los debates
centrales de la nueva ciencia. Asimismo, fue un defensor acérrimo
de la ciencia positiva, la cual concebía como un reforzamiento y
no como una refutación del mensaje bíblico, lo que le iba a traer
problemas tanto con los defensores de una ciencia laica, incluso
anticlerical, como con los procedentes de sectores católicos más
ultramontanos, que le recriminaron su posición “tibia” durante el I
Congreso Católico Español de 1889 (ver Crónica, 1889). Y como
su tarea coincidió con uno de los momentos álgidos del debate
sobre el evolucionismo, su buen conocimiento paleontológico le
convirtió en uno de los portavoces más cualificados del antidarwinismo en las controversias desatadas en el siglo XIX, hasta el punto
de ser considerado el publicista más representativo del ala conservadora y católica de la comunidad científica española (ver Glick,
1982, 2010; Pelayo, 1999a, 1999b; Salavert et al., 2003, 2007).
IV.1. Primeros años de actividad académica
en madrid
Una vez instalado en su cátedra de Madrid, Vilanova iniciaría una incansable labor de difusión de los conocimientos
vinculados con las Ciencias de la Tierra, que en aquellos
momentos estaba experimentando un notable proceso de institucionalización, similar al sufrido previamente por la mineralogía,
por parte de la geología, la paleontología y la prehistoria. Desde
que se hizo cargo de su cátedra en la Universidad, se preocupó
por buscar entornos doctrinales y de aplicación sobre los cuales
ejercer un control y, si fuera posible, un monopolio en el Museo
de Ciencias Naturales similar al que ejercían los ingenieros de
minas en la escuela del ramo.
El primer aspecto donde intentó y logró un cierto control
fue en el docente, a través de los libros de texto. Nada más de
volver de su viaje por Europa, en 1855 se presentó al concurso
organizado por el Ministerio de Fomento para premiar al mejor
manual de geología aplicada a la agricultura y las artes industriales, el libro ganador se convertía en obligatorio para la universidad. Vale la pena recordar que el año anterior se había convocado un concurso similar en los campos de la física, mecánica
Cooter y Pumfrey (1994), Roqué (1995), Bensaude-Vincent y Rasmussen
(1997).
45
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y química (Vilanova, 1860-61: 1, V-VI) y no sería de extrañar
que, dadas las buenas relaciones existentes entre los padrinos y
apoyos de Vilanova y el ministro, el también geólogo Francisco
Luxán, acordaran un aplazamiento para permitirle la elaboración del texto –ya que acababa de volver de París–, el cual fue
presentado bajo el lema: “La Geología es la base racional de la
agricultura y de las artes industriales”, toda una declaración de
principios. Una de las condiciones generales del Real Decreto,
recogida en el Prólogo (Op. cit.: 1, VI-VII) dice:
IV.2. Vilanova académico de Medicina,
Ciencias e historia
Es más, una vez caducada la prorroga del privilegio ministerial y ante lo costoso de la edición del Manual –en tres volúmenes,
el último profusamente ilustrado– envió a la imprenta una versión
simplificada y, por lo tanto, más económica: el Compendio de
Geología (1872). Del Manual se realizó sólo una edición, una
respuesta tan pobre del público, que contrasta con la recibida por
otros títulos premiados por la Academia, como el de manual de
química elaborado por Antonio Casares (1812-1888) que tuvo
cuatro ediciones (1857, 1867, 1873, 1880), se puede achacar a las
características de su asignatura, que sólo se impartía en la Universidad Central y como asignatura de los cursos de doctorado,
por lo que tenía muy pocos alumnos, que rara vez alcanzaban la
media docena. Por otro lado, los alumnos de la Escuela de Minas,
que también podían haber utilizado este libro, tenían sus propios
manuales elaborados por los profesores de la escuela.
Así, una vez conseguida la ortodoxia en el dominio de la
geología en el ámbito universitario, ya que el libro había de
ser de uso obligado en la enseñanza, el 27 de febrero de 1856,
escribía al Director General de Instrucción Pública, Eugenio
Ochoa, expresándole su deseo de que su cátedra fuera sólo de
paleontología (Ayarzagüena, 1992: 135-136).2 Evidentemente
sus motivaciones eran personales, pero también podían influir
otras, como su legitimación como geólogo de formación naturalista, y, en su caso concreto médica, por lo tanto mucho más
competente en el campo de la biología que los ingenieros de
minas, o evitar que una posible separación en el futuro, cuando
su situación institucional no fuera tan sólida, se pudiera solucionar a favor de alguien de ideología disconforme con los
principios del catolicismo, aunque debemos advertir que tales
suposiciones no superan la mera conjetura. El caso fue que sus
deseos no se cumplirían hasta años después con la publicación
del Real Decreto de 23 de septiembre de 1873, que desdoblaba
la cátedra y Vilanova; aunque no completamente, ya que no le
permitieron acumular las dos cátedras. Vilanova como catedrático propietario, eligió, como ya se ha dicho, la de paleontología, cuyas clases comenzó a impartir en el año de 1878.
Dentro de la faceta académica, destaca que Vilanova fue
miembro electo de tres instituciones científicas de carácter
oficial: la Real Academia de Medicina de Madrid (1861), la
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid
(1875) y la Real Academia de la Historia (1889). Esta integración como miembro de tan destacadas instituciones documenta
un importante reconocimiento por parte de la ciencia oficial a
la labor de Vilanova, quién correspondió participando de una
manera activa en las tres instituciones; donde difundió sus ideas
sobre geología, paleontología y prehistoria y defendió su concordancia con la Biblia.
Vilanova ingresó en la Real Academia de Medicina de
Madrid el 22 de enero de 1861, donde le fue adjudicada la
medalla número 20 (Matilla, 1987). Es curioso resaltar, que
para la difusión de sus ideas Vilanova no era nada selectivo, así
fue 18 de noviembre de 1869 en la Academia de Medicina de
Madrid, en donde Vilanova dio una primera noticia del congreso
de Antropología y Arqueología prehistórica de Copenhague,
al que había asistido con Tubino. A pesar de que hacía poco
que había fallecido una hija, Vilanova quiso mantener su compromiso e impartió una conferencia en dicha Academia, cuyo
resumen se publicó al mes siguiente El Siglo Médico (Vilanova,
1869b). Con el título de “Edad prehistórica de la Escandinavia”,
el naturalista valenciano describió el viaje que había llevado
a cabo el verano anterior a Dinamarca y la península escandinava para asistir al Congrès International d’Anthropologie et
d’Archéologie Préhistoriques (CIAAP) celebrado en Copenhague. Tras adoptarse el francés como idioma oficial del evento,
se discutieron una serie de problemas que preocupaban a la incipiente comunidad de prehistoriadores. Uno de ellos fue el de la
entrada de los primeros pobladores en el continente europeo, en
el marco de la teoría monogenista y partiendo de que el centro
de Asia había sido la cuna de la humanidad. Además, como
en Dinamarca y Suecia estaba bien representada la edad de la
piedra pulimentada, otro tema de debate fue el de los sistemas
de enterramiento: dólmenes, túmulos, cromlech, etc. Vilanova
también recogió en su intervención de la academia de medicina
la controversia sobre la microcefalia entre Carl Vogt (18171895) y Jean Louis Armand de Quatrefages (1810-1892), en la
que el primero apoyaba las tesis de la existencia de un tronco
común de los tipos humano y antropomorfo, mientras que el
naturalista francés se mostró partidario de las creaciones independientes frente a la hipótesis evolucionista de desarrollo lento
y sucesivo de la materia orgánica.
Unos años después, en 1877, pronunció el discurso de inauguración de las sesiones de la Real Academia de Medicina de
Madrid. El tema De la libertad de enseñanza, en donde, a cuenta
de la nueva ley de Instrucción Pública que se había aprobado a
finales de año anterior, Vilanova mencionaba la conveniencia de
que se consultara a esta Academia, en todo lo relacionado con la
organización de las ciencias médicas (Vilanova, 1877).
En el Apéndice IV se transcribe el Curriculum vitae de 21 de noviembre
de 1857 (FDJV-MPV 4/11), que se adjuntaba como méritos y reclamando
el pago o una indemnización por los gastos originados por la adquisición
de las colecciones de fósiles y rocas que había enviado durante su periplo
europeo, pero finalmente lo que realmente pide es, a modo de compensación,
que la Cátedra de Geología y Paleontología que ocupaba se desdoblara en dos
cátedras, y que a él se le permitiera la acumulación de ambas, hecho que no
era nada raro en la época.
El Manual premiado, en el hecho de serlo, quedará declarado libro de texto obligatorio para la enseñanza por espacio
de cinco años, á contar desde su publicacion. Podrá prorogarse aquel derecho por otros cinco; y aun trascurridos
estos, hasta la celebración de un nuevo concurso, siempre
que el autor lo reforme ó adicione convenientemente, á
juicio y con aprobacion de la Real Academia de Ciencias.
2
46
[page-n-60]
Por lo que respecta a la Academia de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales, fue propuesto el 4 de febrero de 1874 por
Sandalio de Pereda, Miguel Colmeiro y Laureano Pérez Arcas
(Fig. 20). Fue elegido el 2 de Marzo de 1875, ocupando la
medalla número 2 (Fig. 21), en la que reemplazó al valenciano
Pascual Asensio (1797-1874), uno de los miembros fundadores de la misma. Vilanova leyó su discurso de ingreso en
esta institución el 17 de enero 1875 (Fig. 22). Su disertación
la tituló La importancia y altísima significación de los estudios paleontológicos en todos conceptos considerados. La
contestación corrió a cargo de Sandalio de Pereda. Vilanova
justificó la elección de este tema, además de su inclinación
por el ramo de las ciencias naturales cuyo objeto de estudio
eran los fósiles, debido a la reciente creación de la cátedra
de paleontología en la Facultad de Ciencias de la Universidad
Central, cuya docencia le había sido asignada. La iniciativa de
establecer esta y otras cátedras por parte de la Junta de Profesores del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, que había
sido bien acogida por las instancias oficiales, llenaba, a juicio
de Vilanova, un vacío en los planes de estudios universitarios,
ya que la paleontología era una ciencia que cada vez era más
apoyada en el resto de Europa y en América. La organización
de museos, la financiación de expediciones y la dotación de
centros de enseñanza eran fomentadas tanto a través de la iniciativa privada como por intermedio de gobiernos y administraciones públicas.
Fig. 20. Carta de presentación de Vilanova como candidato a la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales
a propuesta de Sandalio Pereda el 4 de Febrero de 1874 (Archivo de la Academia).
47
[page-n-61]
Fig. 21.Antecedentes de Juan Vilanova en la Real Academia de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Archivo de la Academia).
La paleontología según Vilanova se encargaba de estudiar
el origen y posterior desarrollo de la vida, el tipo y distribución
corográfica de las faunas y floras fósiles que se habían ido sucediendo, fuese lenta y paulatinamente o de forma rápida y brusca,
a lo largo de los periodos geológicos, para culminar con la cuestión de la aparición del hombre sobre la Tierra. En este sentido,
Vilanova comentaba en su discurso que los datos paleontológicos permitían considerar la posibilidad de que la humanidad
hubiese aparecido durante el terciario, ya que entonces existían
las condiciones ambientales para ello. Hacía mención aquí a la
polémica entre prehistoriadotes franceses y alemanes acerca
de la antigüedad del hombre. Criticaba la actitud de dejarse
llevar por cuestiones políticas, dado que algunos científicos germanos pretendían reducir la edad geológica de la humanidad
sólo porque algún prehistoriador galo pretendía que era muy
antigua. En cambio, para otros naturalistas, partidarios de la
teoría evolucionista, en el terciario no habría vivido el género
humano sino un precursor de éste. Él, por su parte, pensaba que
la especie humana, desde el momento de su aparición, había
conservado los mismos rasgos morfológicos, como lo demostraban, entre otros restos fósiles, los cráneos de Olmo, Denise,
Neandertal, Engis, Staengenaes, Cromagnon y las mandíbulas
de Moulin Quignon y La Naulette. Se apoyaba Vilanova en
este punto en las tesis contrarias a la teoría del desarrollo de
la humanidad de Rudolf Virchow (1821-1902), quien consideraba que los restos fósiles humanos excavados en Europa hasta
ese momento, último cuarto del siglo XIX, no eran desde un
punto de vista morfológico semejantes a los de “razas inferiores”, como los de aborígenes australiano y esquimales. Sólo
era parecido el de Neandertal, pero para Virchow éste ejemplar
era un evidente caso patológico. En su discurso, Vilanova coincidía con las tesis de Virchow contrarias al evolucionismo y a la
“teoría de la descendencia simia del hombre” de Ernst Haeckel
(1834-1919). Por el contrario, sí apoyaba la gran antigüedad
de la especie humana, en la que la paleontología se había visto
auxiliada por otras disciplinas, como la geología, la arqueología
y la lingüística. Para él, los datos geológicos y paleontológicos
armonizaban con la historia de las emigraciones humanas, con la
aclimatación de los tipos étnicos a los más variados ambientes,
de forma que la gran diversidad etnográfica y filológica de la
humanidad había surgido de una única especie, que surgió en
un centro único de creación y con un solo primitivo y común
lenguaje (Vilanova, 1875a). En este discurso fue la primera vez
que se arrogó en público ser el primer catedrático de Paleontología de la Universidad Española, lo que desembocó en una
agria polémica con el ingeniero Justo Egozcue (ver Capítulo V).
IV.2.1. Vilanova el primer prehistoriador en la Academia
de la Historia
Fig. 22. Portada del Discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en 1875 (Biblioteca del MPV).
48
Si la presentación de la paleontología como nueva asignatura
de la enseñanza universitaria española fue el tema de su discurso de
ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales,
la reivindicación de la prehistoria como ciencia fue el de su recepción como académico de la Historia en 1889. Su defensa encendida y patriótica de la autenticidad de las pinturas de Altamira, en
la que en un principio recibió el apoyo gubernamental pero que se
fue enfriándose poco a poco ante el aluvión de críticas recibidas
(ver Salavert et al., 2003; Gozalo et al., 2004a; Moro y González,
2005), y la división ideológica a que dio lugar, explican el interés
[page-n-62]
del presidente de la Academia de la Historia, Antonio Cánovas
del Castillo (1828-1897), para integrarle entre sus miembros en
1889, como el primero de formación científica, cuando nuestro
autor atravesaba uno de los momentos más aciagos de su carrera
intelectual.3 En su elección, aparecen integrados personajes muy
afines a José Amador de los Ríos (1818-1878), como Francisco
Fernández y González (1833-1917) –consuegro de Amador de
los Ríos y rector de la Universidad de Madrid– y Juan de Dios
de la Rada y Delgado (1827-1901), quienes le propusieron como
correspondiente en 1887 y dos años después, en cuanto se produjo la primera vacante por la muerte del obispo de Pamplona,
José Oliver Hurtado,4 presentaron su candidatura para numerario
Antonio María Fabié y Fidel Fita y Manuel Dánvila y Collado,
quien ocupará fugazmente, en 1892, la cartera de gobernación en
uno de los gobiernos de Cánovas. Este nombramiento le hizo una
enorme ilusión al profesor valenciano, según el testimonio de su
amigo Ángel Fernández Caro, que lo calificó como “una de las
mayores satisfacciones de su vida” (Ayarzagüena, 2002b: 73-74).
Así pues, debemos comprender su elección como el resultado de un proceso complejo de carácter disciplinar, que comenzaría con el reconocimiento de la prehistoria de modo oficial en
1886 por parte de la Academia, a propuesta de Cánovas, consciente de la presencia normalizada que ya había alcanzado en
muchos países desarrollados (Ayarzagüena, 2002b: 72). Una vez
producido este hecho, era necesario acoger personas expertas en
la materia y hay que decir que en su seno, se hallaban arqueólogos solventes, aunque sus trabajos se habían decantado más
bien hacia la historia antigua que hacia la prehistoria y resultaba
especialmente necesario, pues uno de los proyectos más ambiciosos de la institución en aquellos momentos era la elaboración
de un manual de historia de España acorde a algunos de los
nuevos presupuestos historiográficos, pero que al mismo tiempo
había de responder a los fundamentos ideológicos y religiosos
sobre los que se asentaba la Restauración monárquica. Con esta
iniciativa, Canovas quería acabar con una anomalía de nuestro
país, como era la ausencia de un compendio general que abarcara todos los territorios hispanos desde los presupuestos de
la historia positivista. De hecho, hasta finales de la centuria se
siguió editando la síntesis del Padre Mariana, escrita en latín en
1592 y traducida al castellano en 1601, a la que iban añadiendo
el relato de las épocas no abordadas por él, como el estudio
acerca de la Guerra de la Independencia confeccionado por el
Conde de Toreno. Así, el nuevo estado burgués no había confeccionado el relato de su constitución como pueblo, sobre el que
fundar un discurso nacionalista y se conocían perfectamente
las consecuencias de esta apatía de los sectores conservadores.
En Valencia, por ejemplo, había sido Vicente Boix quien lo
había hecho desde la ideología del romanticismo liberal. Había
un acuerdo generalizado acerca de que esta empresa no podía
comenzar con las rutinarias referencias a los inicios legendarios de corte bíblico. Había, pues, que integrar los resultados
de la nueva investigación, sobre la cual dirimían sus diferencias ideológicas creacionistas y evolucionistas. Ello obligaba a
elegir muy bien al personaje y en ese momento, sólo había una
persona que podía responder a este reto: Vilanova, quien reunía
el conocimiento amplio y completo de los descubrimientos y
teorías que estaban configurando las nuevas prehistoria y antropología prehistórica, al tiempo que respondía a las exigencias de
ortodoxia católica y científica (véase Jiménez, 1993).
Y Vilanova no defraudó las primeras expectativas y así
quedó patente en su discurso de ingreso, contestado por el propio
Cánovas. Bien es cierto que ambos polemizaron sobre el término
que se habría de dar a la disciplina, ya expuesto en la conferencia
sobre agricultura prehistórica, pero el núcleo de su conferencia era
muy acorde con los principios de la Restauración: España habría
construido su identidad cultural y social, diferente de Europa,
desde sus más remotos orígenes. Fiel a su método, dividió su
discurso en tres partes: geología (Vilanova, 1889a: 5-35), protohistoria (Op. cit.: 35-45) y protohistoria ibérica (Op. cit.: 45-82).
Comenzó su disertación en el terciario, para ir desmontando
las pruebas aducidas a favor de la existencia del hombre en
etapas miocénicas y pliocénicas. Acto seguido, va a comentar
la peculiaridad del Cuaternario: las glaciaciones, que además
abrieron la puerta a la aparición del hombre, siempre sobre un
lecho de acarreos conocido como diluvial o del Diluvium, lo
que aprovechó para referir una vez más a la concordancia existente entre el Génesis y los descubrimientos de la ciencia. A
partir de aquí, comienza la larguísima marcha del hombre, cuya
cronología exacta resulta imposible, pero que todos los datos
apuntan a una gran antigüedad, y será la protohistoria, la ciencia
encargada de explicar el enlace entre la historia del hombre y la
del planeta, superando definitivamente los relatos legendarios y
fabulosos. Aquí discutió especialmente dos cuestiones: la significación que puedan tener los diámetros y formas craneales para
establecer distintos estadios de civilización y los criterios para
establecer las diferentes etapas de progreso humano, pues aparte
del material de fabricación de los útiles o los animales con que
ha convivido el hombre, habrán de considerarse aspectos como
la aparición de la aguja o el arte. Y acaba concluyendo el carácter
indígena y peculiar de la prehistoria española, lo que demostrará
a lo largo del tercer apartado. En él, irá describiendo las distintas
etapas defendidas por él, que le permiten afirmar el carácter
continuo y sin interrupciones del desarrollo hispano frente a
Europa, negando con argumentos a veces muy poderosos, que
el Neolítico y los metales fueran resultado de la acción de maestros foráneos, que enseñaran a nuestros artesanos. De ahí, su
defensa a ultranza de la existencia de un Mesolítico y de la precedencia del cobre sobre el bronce (ver Ayarazagüena, 2000).
Llama la atención que apenas refiera a las pinturas parietales y
que no eche mano de la adaptación hispana que hiciera en 1875
de las diferentes etapas prehistóricas.
Si bien, la elección de Vilanova respondía a una realidad
innegable, pues en esos momentos, el desarrollo alcanzado por
la investigación prehistórica en nuestro país había sido de tal
magnitud, que llevó al prehistoriador francés Gabriel de Mortillet a incluir información sobre nuestro país en su famoso manual
3
amigo, aunque también tachará de “desdén” su silencio hacia las pinturas
(Vilanova y Rada, 1894: 458).
4 Este autor también había mostrado su interés hacia la arqueología, como lo
muestra su Viaje arqueológico emprendido en el mes de mayo de 1864, de
orden de la Real Academia de la Historia (Madrid, 1866).
En 1886, Vilanova presentó una protesta oficial ante el Congreso de
Nancy, porque en el libro que acababa de publicar E. de Cartailhac, Les
âges préhistoriques d’Espagne et du Portugal (París, 1886), se silenciaba
toda información sobre las pinturas de Altamira (Vilanova, 1890: 252;
Ayarzagüena, 1992: 1113). Más tarde elogiará el libro de quien calificará de
49
[page-n-63]
Le Préhistorique, origine et antiquité de l’homme, a partir de la
segunda edición publicada en 1883; aquí, el trabajo de Vilanova
no encontraba el eco esperado y ello a pesar de su incansable labor
de divulgación.5 Por un lado, la prehistoria tardó bastante en ser
introducida en los manuales de historia y aunque Manuel Sales
y Farré (1881) afirmaba categóricamente que “a partir de 1880,
creemos que no se ha publicado Historia de España de alguna
importancia que no lleve dedicadas sus primeras páginas a la prehistoria patria”, se produjeron defecciones estrepitosas como la
de Manuel de Góngora, quien en sus Lecciones de historia universal (1880: 45-46), sostenía que “sobre tan deleznables fundamentos levantase en ciertas manos la llamada ciencia prehistórica”, sólo le concedía un valor local y muy restringido: “Cuando
ciertos escritores, atesorando nuevos y más elocuentes hechos, se
convenzan de que los estudios prehistóricos no pueden conducir
a más resultados, que a verificar un determinado estado de civilización en una gente o en una familia, pero nunca a tal coincidencia cronológica que demuestre que los hombres, en una señalada fecha se hallaban en la edad de piedra, de cobre, de bronce
o de hierro”, y le auguraba el peor de los futuros, pues, sobre los
dibujos y signos que iban descubriendo incisos en objetos y en
yacimientos, advertía que: “a fuerza de meditación, de estudio y
de paciencia, se convenzan, por ejemplo, que tales signos corresponden a la escritura jeroglífica hierática o demótica de los egipcios y leídas por completo, se vea que contienen la teogonía, la
historia de un pueblo de origen egipcio o que con él estuvo en
relaciones, entonces, los estudios prehistóricos merecerán seguramente el nombre de ciencia y sus hoy descreídos flamines, volverán a doblar la rodilla ante el altar del Dios de Moisés, del que
se separaron durante la oscura noche de la ignorancia” (citado por
Ayarzagüena, 1992: 300-301, y Jiménez, 1993: 269 y 270).
Este fragmento plantea los escollos que tuvieron los trabajos de Vilanova: la afirmación de la teoría difusionista a
partir de un origen asiático del hombre y de la civilización,
que tuvo gran predicamento en la Gran Bretaña victoriana, e
incluso en nuestro país, ya que en esta interpretación paradójicamente coincidían, aunque desde posiciones enfrentadas,
tanto los sectores seguidores de una lectura literal del Génesis
–pues correspondía al solar del pueblo de Yahvé– como entre
los evolucionistas, defensores de una explicación unilineal. En
este ambiente, investigadores como Vilanova insistieron en la
existencia de elementos autóctonos en la prehistoria europea
y justo el año de su fallecimiento, Salomón Reinach dio a la
luz Le mirage oriental (París, 1893), donde arremetía contra
quienes buscaban constantemente invasores procedentes del
Este (Daniel, 1977: 58-59). Con el prehistoriador francés Émile
Cartailhac (1845-1921) como oponente, las confirmaciones de
las propuestas de Vilanova llegarán demasiado tarde como para
que pudieran satisfacerle.
En el discurso de ingreso a la Academia de la Historia (1889a:
13) –Fig. 23–, Vilanova estimaba que Darwin había sido “una
de las mayores glorias del Reino Unido en el presente siglo” y
aunque decía de sí mismo que “disto mucho de ser sistemático
contradictor” de las teorías evolucionistas; no se pueden obviar
los ataques que lanzó a lo largo de su vida contra las teorías evolucionistas y sus defensores, aunque siempre desde un punto de
vista científico como en los casos del Eozoon y del Protitron (ver
Capítulo VII). Si recordamos el tono empleado por Góngora en
el fragmento antes citado, comprenderemos enseguida que el otro
frente abierto en su trayectoria intelectual fue el de la ortodoxia
de su trabajo. Un buen ejemplo de ello nos lo ofrece la celebración del I Congreso Católico Español, que fue impulsado por el
obispo de Madrid-Alcalá, Ciriaco María Sancha y Hervás, quien
se inspiró para poner en marcha esta institución en la encíclica
Libertas praestantissimum (Sobre la libertad y el liberalismo)
de León XIII (1888) y en el ejemplo de otros países europeos.
Su objetivo primordial era llegar a un acuerdo entre los distintos
sectores católicos, muy enfrentados políticamente ante la posibilidad de colaborar con un gobierno liberal tras la ruptura que
supuso el Sexenio. La reunión tuvo lugar en abril y mayo de 1889
–sólo unos días antes de su acceso a la Academia– y durante sus
sesiones, nuestro autor hubo de aguantar críticas y descalificaciones rotundas, provenientes de los sectores más conservadores,
Si hemos dicho que la causa primera para su convocatoria había
sido de orden político, la sección segunda, presidida por el obispo
de Salamanca, fue dedicada a temas científicos. Así, José Rodríguez-Carracido, afirmó en un artículo publicado en Los Lunes
del Imparcial (13 mayo 1889), que en ella, se lanzaron todo tipo
de anatemas contra el “transformismo..., señalándolo como el
espíritu satánico, que resurgía de las mansiones tenebrosas, provocando de nuevo con imponente soberbia a las almas fieles y
obedientes a los divinos preceptos del Sumo Hacedor”. Carracido
ofreció una descripción muy negativa de la comunicación del
famoso arzobispo de Sevilla, Zeferino González: La antigüedad
del hombre y la prehistoria, en la que condenó “sin piedad todas
las investigaciones paleontológicas referentes a la prehistoria o
protohistoria, como hoy se quiere nombrar”. Por el contrario,
Vilanova, que participó con el trabajo: Tiempo transcurrido desde
que apareció Adán sobre la Tierra. Las teorías prehistóricas
nada pueden afirmar con fundamento que contraríe la narración
mosaica de la creación del hombre y de la antigüedad del mundo:
ni hasta el presente aducir razones convincentes para afirmar
la existencia del hombre terciario, habría defendido que “en su
sentir, debía ser, sino el único, el principal objeto del Congreso
Católico armonizar las teorías científicas y las doctrinas religiosas” (ver Núñez, 1977a, 1977b). Asimismo, fue leído un tercer
trabajo sobre el hombre fósil, el de Francisco Iñiguez e Iñiguez
disertó sobre: Dar una definición exacta de la ciencia en general,
hacer una relación fundada de los conocimientos humanos que
no tienen carácter científico y demostrar que no es ciencia verdadera la que se forma exclusivamente del conocimiento de fenómenos meramente sensibles.6 A pesar de las posiciones conservadoras de Vilanova y de la firmeza con que defendía los dogmas
de la Biblia, la experiencia no debió ser muy gratificante, ya que
no volvió a acudir a ninguna de las reuniones posteriores, aunque
parece como si el congreso de Sevilla (1892) hubiera asumido y
5
aunque finalmente se le adelantará, L’Espagne préhistorique, que Louis Siret
publicará en Bruselas en 1893.
6 Ayarzagüena (2002b: 73). Las distintas intervenciones fueron publicadas
en el primer tomo de la Crónica del primer Congreso Católico Na
cional Español (Crónica, 1889, 1: 245-294, 425-444 y 475-498 respec
tivamente).
50
Aquí volvemos de nuevo al debate sobre las precedencias. Hay autores que
consideran que la primera síntesis de los conocimientos acerca de la prehistoria
española sería el Origen y antigüedad del hombre del propio Vilanova
(1872b), tampoco debemos olvidar el libro de Émile Cartailhac ya citado
en una nota anterior sobre las edades prehistóricas en España y Portugal. En
cuanto al discurso de Vilanova, éste habría entregado el manuscrito en 1891,
[page-n-64]
Fig. 23. Manuscrito del discurso de Vilanova en su ingreso en la Real Academia de la Historia (Carpeta manuscritos MPV).
51
[page-n-65]
sancionado finalmente sus propuestas: aceptación de la concordancia entre la prehistoria y los textos sagrados, y necesidad de
formar bibliotecas científicas y museos arqueológicos en diferentes diócesis, así como de promover los estudios prehistóricos
en los distintos niveles de enseñanza, “a fin de contrarrestar... la
perniciosa influencia de la propaganda anticristiana”; todo ello
complementado con la organización de excursiones organizadas
y dirigidas por personas de reconocida ortodoxia católica. Se trata
de una respuesta ya ensayada en Cataluña en un intento de cristianizar las ciencias naturales, que dio sus primeros pasos siendo
rector del Seminario Conciliar de Barcelona Salvador Casañas y
Pagès (1834-1908), con el fin de demostrar que la Iglesia no era
ajena a la ciencia y que “la [ciencia] verdadera en completa conformidad y armonía con la divina revelación”.7 En este contexto
desarrollo Jaime Almera (1845-1919) sus investigaciones geológicas dentro del Seminario Conciliar (ver Gómez Alba, 1995b).
En cuanto Cánovas decidió poner en marcha el proyecto de
la historia de España de la Academia, le encargó a Vilanova que
elaborara el volumen antes citado, en colaboración con uno de
los primeros arqueólogos profesionales, funcionario del Cuerpo
de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, director del Museo
Arqueológico Nacional y uno de sus valedores más serios en la
corporación: Juan de Dios Rada, quien además es considerado
como el descubridor del arte y la arqueología ibéricos. Académico desde 1872, también era hombre de firme fe católica y
aunque apoyó a Vilanova en todo momento y firmó distintas
publicaciones con Tubino, no parecía muy convencido de la
validez científica de la prehistoria, o al menos eso parece desprenderse del examen de su encomiástico informe, redactado
para la Academia de la Historia (1882), acerca del citado libro
Lecciones de historia universal (1880) de Manuel de Góngora,
en el que resaltaba la búsqueda de la unión entre la ciencia y la
fe por parte del autor (Ayarzagüena, 1992: 300-302).
En el citado volumen de la Historia de España (Fig. 24), lo
presentó a la Academia en 1891, aunque se publicará tres años
después (Ayarzagüena, 2002b: 74) y en él no se especifican los
capítulos redactados por uno y otro autor, y la verdad es que
la estructura del libro parece responder claramente a la organización del discurso y a la investigación de Vilanova. La obra
se divide en tres grandes epígrafes ya comentados: Geología
(p. 1-268), Protohistoria (p. 269-413) y Protohistoria Ibérica
(415-622). Toda la primera parte salió, sin duda, de la pluma de
nuestro autor, quien defendió el volumen refiriendo a los juicios
que había utilizado Botella (1885) en su Geografía morfológica
y etiológica, según los cuales, la unidad del territorio hispano
se había ido diseñando poco a poco a lo largo de su confor-
Fig. 24. Primer tomo de la Historia General de España dirigida por Antonio Cánovas del Castillo, escrito
por Vilanova y Rada (1894) (Biblioteca del MPV).
7
52
Citado por Gómez Alba (1995b: 598)
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mación geológica, al tiempo que era el solar sobre el cual vive
el hombre y en el que circunstancias como el suelo agrícola y
la constitución geológica han ejercido y ejercen una influencia
determinante sobre el reino animal y el hombre. El discurso de
Vilanova, siguiendo un esquema similar al usado en la mayoría
de sus libros, se ordena de lo más general –los principios generales de la ciencia– a lo más particular: la constitución geognóstica de la Península (Introducción, I-VIII).
La parte geológica no muestra grandes diferencias con los
relatos pedagógicos que ya había redactado en distintas ocasiones, apelando a la explicación de William Buckland para la
formación de rocas y la teoría cósmica de Laplace para la explicación de la formación de la Tierra. Y cierra el capítulo con
unas nociones acerca de los fósiles. La parte segunda la dedica
a la geología de la Península, según el esquema de la desigual
extensión y colocación de formaciones internas y externas, es
decir la presencia del escudo de la Meseta, los distintos sistemas
montañosos y las tierras aluviales, para, a continuación, ir describiendo cronológicamente la historia geológica de la Península, destacando las formaciones extraordinarias.
La protohistoria la inicia con una detallada exposición sobre
la arqueología y enfrenta las dos definiciones más habituales
sobre la prehistoria: aquella que la considera “la narración fiel
y exacta de la vida de la humanidad” y la que la circunscribe
a “la narración y exposición verdadera de los acontecimientos
pasados y cosas memorables”. Evidentemente, él se alinea con
los defensores de la primera propuesta y, como ya señalara en
su discurso de ingreso a la Academia, se declara partidario del
uso del término protohistoria, que define como la “primera historia o comienzo de la misma, hasta un grado ínfimo de cultura” (Vilanova y Rada, 1894: 272). Hace un recorrido histórico
sobre el desarrollo de la disciplina, siguiendo lo escrito ya en la
reseña del Congreso de Dinamarca y que repetirá en multitud
de ocasiones y sobre las consecuencias del desconocimiento del
significado de algunos fenómenos geológicos, como los grandes
aerolitos adorados con devoción en distintos santuarios, y de los
restos dejados por el hombre y por lo tanto, malinterpretados
hasta época muy reciente (Op. cit.: 275-298). La protohistoria
general es abordada a partir de la página 301, y su punto de partida sería la unidad de la especie y de cuna humana, que, según
él, sería aceptada hasta por las escuelas transformista y evolucionista. Tras recordar la cronología de Christian Jürgensen
Thomsen (1788-1865), hace mención al gran desarrollo experimentado por los estudios en los últimos años y expresa la necesidad de que éstos se promovieran en España, donde su falta
de impulso era debido al retraso de los estudios de geología,
así como a ciertas reticencias ideológicas (Op. cit.: 308-311). A
continuación menciona el debate sobre el hombre terciario, que
resuelve arguyendo que no se podía producir la aparición del
hombre cuando aún no había terminado la “evolución” de los
mamíferos y en un periodo en el que el mundo mineral y orgánico se hallaban sometidos a continuos y profundos cambios y
trastornos (Op. cit.: 314-320).
Encontramos su defensa de un desarrollo autóctono de la prehistoria europea. Abre un apartado para el mesolítico, que no sólo
caracteriza por el retroceso de la piedra frente al predominio del
8
Esta cronología había sido propuesta por Vilanova (1875b); la propuesta de
categorías como Matritense equivalente en España para el Achelense ha sido
hueso y la aparición abundante de la aguja de hueso, lo que indicaría el comienzo de la indumentaria; sino que lo hace coincidir
con la presencia de los cráneos del Cromagnon y la abundancia
del reno. Y en cuanto al Neolítico, critica la propuesta de Mortillet
y Cartailhac sobre la introducción de la piedra pulimentada en
Europa por parte de gentes o razas extrañas, que ya había sido
refutada por Cazalis de Fondouze en el Congreso de Estocolmo y
en este caso, Vilanova confirmará su posición con materiales provenientes de yacimientos españoles (Op. cit.: 343-346). A partir
de aquí, irá refiriendo las características de cada periodo, con sus
yacimientos más significativos.
Respecto a los metales, refiere al debate en torno a la edad
del cobre, propuesta por el anticuario inglés Augustus Wollaston
Franks (1826-1897) en el congreso de Estocolmo, corroborada
por el diplomático y arqueólogo Emile de Meester de Ravenstein (1812-1889) en su obra A propos de certaines classifications
préhistoriques (1875), apelando a los argumentos ya conocidos
de la incoherencia de hacer preceder el bronce del cobre, especialmente cuando se han hallado por todo el planeta un número
suficientemente significativo de piezas de cobre puro (Vilanova
y Rada, 1894: 375-386). Recordemos que Vilanova ya había
expuesto implícitamente su existencia en la reunión de Copenhague (1869) y en las conferencias dictadas en Santander en 1880
(1881b: 68), anunció que “el cobre, primer metal empleado, se
labró allí, o en otros términos que fue indígena, según más al
pormenor me prometo demostrarlo en el próximo congreso de
Lisboa”, donde encontró diversos apoyos (Vilanova, 1884a: 312314). En la X Asamblea de la Asociación Francesa para el Progreso de las Ciencias (Argel, 1881) presentó nuevas pruebas y
no halló “objeción alguna” (Vilanova, 1884a: 381). Finalmente,
en las páginas del libro que reseñamos, consideró que el periodo
estaba ampliamente aceptado por los especialistas, hasta el punto
de abrirle un epígrafe específico. Asimismo, negará validez de
denominar al bronce con otro nombre distinto y en concreto,
niega la validez de Bohmiense, propuesto por Mortillet en función de ser por ahí por donde habría entrado al continente. Apela
al estudio realizado por el profesor de Lyon, Ernest Chantre
(1843-1924) sobre el bronce francés y que había sido presentado
en el Congreso de Budapest (1876), para reforzar sus argumentos
a favor del desarrollo autóctono del bronce europeo (Vilanova y
Rada, 1894: 333-339 y 390-393).
La Protohistoria Ibérica repite, aunque con mayor riqueza
de descripciones y observaciones, las cuestiones ya expuestas a
lo largo de este estudio, refiriendo a los yacimientos españoles
más característicos. Aparecen de nuevo los periodos cronológicos conocidos y si bien, su convencimiento del desarrollo
autóctono de la prehistoria española le había llevado a plantear
las dificultades existentes para asimilar las categorías de Mortillet a la realidad de los yacimientos españoles y proponer una
cronología hispana, que sustituía los términos correspondientes
a las distintas estaciones europeas, por otros relativos a los yacimientos hispanos, en este caso hará uso de la cronología al uso
(Op. cit.: 443-46).8 Ahora bien, como pone de relieve Ayarzagüena (2002b: 74), nos enfrentamos una vez más a una de las
incongruencias de Vilanova, muchas veces consecuencia de su
gusto por aprovechar materiales de publicaciones anteriores. En
destacada por García y Ayarzagüena (2000: 11) y Ayarzagüena (2002b: 69).
53
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concreto, es palpable el problema de cronología que padecía
nuestro autor, especialmente en los periodos más antiguos, posiblemente debido a la escasez de yacimientos de esta época. De
esta manera, si bien observamos un mejor conocimiento sobre
la realidad que el presentado en publicaciones anteriores, no
hay una correspondencia entre el texto y el cuadro que adjunta
con las etapas prehistóricas. Así, en el texto, sólo aparece el
Chelense como perteneciente al Paleolítico, mientras que en el
cuadro, añade el Musteriense y el Solutrense. En consecuencia,
en el texto, el Mesolítico estaría compuesto por el Musteriense,
Solutrense y Magdaleniense; mientras que en el cuadro, sólo
aparece este último (Vilanova y Rada, 1894: 441-482). La
obra se termina con un “Mapa geológico y protohistórico de la
Península Ibérica” y un vocabulario de términos prehistóricos
(Op. cit.: 629-646).
Vilanova no tuvo tiempo a ver impreso el volumen, pues no
salió hasta 1894, el cual hemos de verlo como el primer intento
de sintetizar la información acerca de la disciplina, en su desarrollo general y en el ámbito ibérico. Como hemos podido apreciar, el planteamiento de la obra puede parecer que no fuera el
más idóneo y así lo vio Lucas Mallada, quien le lanzó una ácida
crítica, al recriminarle, que no delimitara los campos de la geología y la prehistoria (Mallada, 1897: 44-25):
... reprodujo sus vastos conocimientos tan laborioso naturalista ¡Lástima grande que en tal introducción se incluyan
unas nociones generales de geología, medianamente bosquejadas!, que por otra parte se alejan demasiado del objeto
que debe tener una Historia de España, por muy científica y
por muy ilustrada que se pretenda publicar.
IV.3. su labor en la sociedad española
de historia natural y la sociedad
Geográfica de madrid
Vilanova fue un firme partidario de la necesidad de establecer sociedades científicas, de este modo participó en los
primeros intentos de institucionalizar la prehistoria en España,
como miembro de la Sociedad Antropológica Española, en 1865,
y en los esfuerzos por crear la Sociedad Prehistórica Española
en 1868. En el ámbito relacionado con las ciencias naturales,
fue fundador de la Sociedad Española de Historia Natural en
1871 y de la Sociedad Geográfica de Madrid en 1876; ambas
corporaciones existen actualmente. En estas dos asociaciones
fue un miembro muy activo, llegando a ocupar distintos cargos
directivos. De todas formas fue en la primera de las sociedades
científicas citadas, donde realizó una labor más importante, por
lo que se hará un comentario algo más extenso sobre la relación
de Vilanova con ella.
En relación con la Sociedad Española de Historia Natural se
han realizado distintos estudios donde se exponen sus orígenes,
fundadores y el desarrollo de sus sesiones (Fernández Navarro,
9
54
Los naturalistas que se reunieron fueron: Colmeiro (botánico), Martínez
Molina (profesor de San Carlos), Jiménez de la Espada y Martínez Sanz
(exploradores de América meridional), Pérez Arcas, Uhagon, Zapater y
Bolívar (entomólogos), Paz y Membiela y González Hidalgo (malacólogos),
Pereda (naturalista) y Vilanova. Además, como socios fundadores, aparecen
aquellas personas que pagaron una cierta cantidad para sufragar las primeras
1927; Martínez Sanz, 1982; R.S.E.H.N., ed., 1985; Gomis, 1996;
Baratas y Fernández, eds., 1998); por otro lado, para esta primera
época son de gran utilidad los Índices de las publicaciones de
la Sociedad, editados por la misma en 1952, aunque debido a la
utilización de varios criterios en su confección es necesaria una
consulta de las Actas y Anales, ya que si no el resultado puede
ser bastante engañoso. Un ejemplo lo supone el mismo Vilanova,
al que se le asignan trabajos que simplemente eran cartas de sus
corresponsales, y que él leía en las sesiones, y en otras ocasiones
algunas de sus notas no se encuentran referenciadas.
El inicio de la andadura de esta Sociedad se produjo el día
8 de febrero de 1871, cuando se reunieron doce naturalistas que
acordaron crear una Sociedad, para lo que aportaron cada uno
cincuenta duros, y reunieron 12.000 reales para la publicación del
primer tomo. La primera sesión ordinaria se celebró el 1 de marzo
de 1871, y el día 15 de este mismo mes se envía una circular a
todos los naturalistas españoles para constituir la Sociedad.9
En esta primera época destacan, como impulsores de la
Sociedad: Salvador Calderón, Vilanova e Ignacio Bolívar (Martínez Sanz, 1982: 98), quienes fueron los socios que tuvieron
más intervenciones dentro de la institución, lo cual viene reflejado en los índices de la Sociedad de los veinte primeros tomos
(1872-1891), donde aparecen con 130, 100 y 54 publicaciones o
comunicaciones cada uno de ellos, respectivamente.10
Si se hace un análisis somero de estos índices, Vilanova
aparece como uno de los autores más prolíficos en varios de
los epígrafes en que están divididos los índices. Así, Vilanova
es el autor con más notas o trabajos en: Paleontología; Antropología y Prehistoria; Excursiones, Viajes y Congresos Científicos; Bibliografía e Historia, y Noticias Biográficas y Necrológicas. Y aparece en segundo lugar en: Geología y Mineralogía,
y Asuntos Varios. Si analizamos en conjunto su producción,
integrando sus notas de geología y mineralogía junto con las de
paleontología en un sólo conjunto y las obras de antropología y
prehistoria en otro conjunto, se observa que hasta 1876 predominan en un 95% las notas del primer conjunto, en la siguiente
década hay un incremento fuerte de notas del segundo conjunto,
hasta alcanzar cerca del 40% de esta producción, manteniéndose
bastante constante a partir de este momento. Por lo que vemos
claramente que nuestro autor fue desplazando con el tiempo su
interés hacia las investigaciones de tipo prehistórico.
Así, la labor de Vilanova dentro de la Sociedad fue intensa,
participando en casi todas sus sesiones, en las que aportaba continuamente nuevos datos de sus investigaciones en los distintos
campos de la geología, paleontología y prehistoria; leía cartas de
sus corresponsales, exponía reseñas de obras y comunicaba las
novedades de allende nuestras fronteras, informando detalladamente de lo tratado en los diversos Congresos Internacionales a
los que asistía, ya como particular o en ocasiones como representante oficial de España.11 Además, participó en varias polémicas
dentro de la misma como fueron algunas discusiones sobre el
origen de las fosforitas de Logrosán o cuestiones terminológicas
con los ingenieros de minas Lucas Mallada o Egozcue y Cia; o
publicaciones de la sociedad (Fernández Navarro, 1927; Martínez Sanz,
1982).
10 El número de citas corresponde a las que aparecen como tales en los índices,
aunque en la realidad algunas de ellas responden a lecturas de cartas enviadas
por corresponsales, y se han detectado algunas comunicaciones que no se
encuentran referidas en los índices.
[page-n-68]
la polémica sobre Altamira. Por último, dentro de la Sociedad
ocupó diversos cargos, siendo uno de los miembros habituales del
comité de redacción, y fue presidente de la misma en el año 1878.
En relación a la Sociedad Geográfica de Madrid, Vilanova se
vinculó desde la fundación de la misma. El 2 de febrero de 1876
se constituyó la Sociedad Geográfica de Madrid, en un acto celebrado en la Real Academia de la Historia, presidido por el entonces
ministro de Fomento, Francisco de Borja y Queipo de Llano.12
Esta sociedad colaboró intensamente e incluso se fusionó con otras
asociaciones del mismo ámbito, como la Sociedad Española para
la Exploración de África (1877) y la Sociedad Española de Africanistas y Colonialistas (1883),13 convertida después en Sociedad
de Geografía Comercial (1885), más tarde desaparecidas y absorbidas por la Sociedad Geográfica. También esta Sociedad organizó
diversas reuniones científicas, en sus primeras etapas, así merece la
pena destacar la organización del Congreso Español de Geografía
Colonial y Mercantil (1883), celebrado en la Universidad Central,
y Congreso Geográfico Hispano Portugués Americano, organizado
en 1892 coincidiendo con el IV centenario del Descubrimiento de
América, que reunió en Madrid a una nutrida representación de las
Sociedades Geográficas del Continente Americano, y cuyo tácito
objetivo, malogrado en la práctica, fue la constitución de una asociación internacional de Sociedades Geográficas Españolas.
Vilanova impartió diversas conferencias organizadas en la
Sociedad Geográfica, sobre temas variados, publicadas en los
órganos de expresión de la corporación, y participó asiduamente
en las sesiones celebradas por la Sociedad, organizadas por la
Junta Directiva. Así, por ejemplo, en sesiones realizadas durante
el primer trimestre de 1885, Vilanova disertó sobre el problema
de la antigüedad del hombre, asegurando que no podía asegurarse
la existencia del hombre terciario, debatiendo sobre el hombremono o antropopiteco y la localización de la cuna del género
humano y exponiendo las tesis de las escuelas tradicional y evolucionista (Vilanova, 1885a). Por otro lado, dadas las dificultades
que había tenido para publicar su memoria geológica de la provincia de Teruel (ver Capítulo 5), Vilanova utilizó el Boletín de la
Sociedad Geográfica de Madrid para publicar entre 1881 y 1884
(volúmenes 11 al 16) su Reseña Geológica de la provincia de
Valencia dividida en 12 partes y con un mapa provincial; este
texto constituye la mayor parte de su Memoria geognóstico-agrícola y prehistórica de Valencia que fue publicada en 1893.
Como ya se ha comentado Vilanova fue un asiduo participante de diversos congresos científicos en el viejo Continente,
sobre los que se dispone de una buena y puntual información,
ya que el propio Vilanova fue un divulgador entusiasta de estos
eventos y el género en que quizá manifestó mejor la vinculación
entre investigación y difusión sea en las largas reseñas que hizo
sobre buena parte de los congresos a los que asistió, empezando
por el de Antropología y Arqueología prehistórica celebrado en
Copenhague.
Así, en 1871 Vilanova publicó junto a Francisco María
Tubino (1833-1888)14 una monografía sobre sus impresiones
de este congreso, con el título: Viaje científico a Dinamarca y
Suecia. Este es el único libro de este tipo que Vilanova firma
como coautor, leyendo la obra se puede observar que Tubino
realizó una parte importante de la redacción del libro, al aceptar
de manera implícita algunas ideas sobre evolución, que Vilanova no debía compartir. Sin embargo, este hecho también se
observa en la Introducción al apartado de Antropología escrito
por Tubino para de La Creación, obra dirigida por Vilanova,
donde se ofrece una exposición bastante favorable a las ideas de
Darwin (ver Capítulo VII).
Además de este libro, Vilanova publicó otros seis libros reseñando e informando sobre distintos congresos: Los Congresos
Científicos de Chalons, Berna, Paris, Lisboa y Argel (1884a;
Fig. 25) Congresos médicos de Amberes y Perusa (1887), De
Madrid a Amsterdan pasando por Zurich, Rouen y Charleville.
Congresos científicos de 1883 (1888a), Congreso Internacional
de Higiene y Demografía celebrado en Viena en 1887 (1889b),
Ginebra y Nancy: Congresos científicos celebrados en 1886
(1890) y Congresos Científicos de 1891: De Higiene y Demografía, en Londres; de la Sociedad helvética de Ciencias, en
Friburgo; de los Médicos Freniátricos en Milán; de la Asociación francesa para el progreso de las ciencias, en Marsella;
Exposición de Higiene, en Viena (1892d).
Estas obras complementadas con conferencias y artículos, responden a un género que ahora nos resulta un tanto
lejano y son resultado de las condiciones en que se producía
la publicación de las actas de los congresos internacionales
en ese momento. Un vistazo al completo inventario recogido
por Comas (1956) de las publicaciones de los congresos internacionales de ciencias antropológicas, nos informa, antes de
todo, de la enorme tardanza en la publicación de muchos de
los volúmenes, así, y a pesar de las protestas de sus autores, el
libro de Vilanova y Tubino (1871) vio la luz antes de la aparición de las actas oficiales del Congreso de Copenhague (1875).
Por otro lado, los contenidos publicados solían recoger las
conferencias protocolarias y plenarias, pero en lo referente a
las comunicaciones, era corriente que sólo se indicara el título
o un corto resumen, y eso cuando eran incluidas. Además, a
pesar de ciertas incongruencias, daban noticia de los debates
producidos en las distintas sesiones (Comas, 1956: 177). Vilanova, por su lado, utiliza un esquema similar, aunque dependiendo de las características de cada volumen, se explaya más
Esto le llevó en muchas ocasiones a ser miembro del Bureau de los congresos
(equivalente al Comité Científico), e incluso ser elegido Presidente de Honor
de la sección de Geología en el Congreso de la Asociación Francesa para el
Progreso de las Ciencias, celebrado en Limoges en 1890, donde volvió a disertar
sobre la existencia de una edad del Cobre, antecesora de la del Bronce, siendo
reconocido por Mortillet (hijo) al igual que antes lo habían hecho Cartailhac
y Chantre. Otro aspecto interesante es el desarrollo en la segunda mitad del s.
XIX de la Medicina preventiva a nivel mundial: Vilanova fue enviado en 1887
por el Gobierno al Congreso Internacional de Higiene en Viena, y en 1890
da algunas conferencias sobre higiene del obrero (horas de trabajo, descanso
semanal, trabajo de las mujeres y los niños, ...) que estaban en la línea del
movimiento social de la época (Martínez Sanz, 1982).
12 Para una historia de esta sociedad ver Bosque Maurel (2004), un resumen se
puede consultar en la página web de la misma:
http://www.realsociedadgeografica.com/es/site/index.asp.
13 Para un breve comentario sobre el africanismo español en el siglo XIX y su
relación con la Sociedad Geográfica de Madrid ver Alonso Baquer (2007).
14 Para una biografía ver Revuelta Tubino (1989).
IV.4. Vilanova y los congresos científicos
IV.4.1. Vilanova congresista y divulgador
11
55
[page-n-69]
o menos en las transcripciones de las conferencias. En cuanto
a la reseña de las sesiones, no suele recoger el título, sino
que va refiriendo las distintas intervenciones y los posibles
debates suscitados. Con ello, los estudiosos en nuestra lengua
podían acceder a las novedades y discusiones de las reuniones
más destacadas en la disciplina, muchas veces antes de que
salieran las actas oficiales, pero con una peculiaridad digna de
comentario: todo ello pasado por el tamiz de los intereses de
Vilanova, quien si bien, parece, recogía todo tipo de intervenciones, no economizaba todo tipo de comentarios, positivos
o negativos, según las posiciones ideológicas o científicas
defendidas por los que manifestaban sus opiniones.
Una de las facetas más destacadas de su empeño divulgador
fue su asistencia repetida a “esos grandiosos certámenes de la
inteligencia que se llaman congresos o asambleas científicas”,15
especialmente los internacionales, que se acompañaba de la
publicación de reseñas más o menos extensas de tales reuniones
en nuestro país. Para él, las sociedades y los congresos constituían el mejor motor para la ciencia y desde 1867 se convirtió en
uno de los inspiradores más entusiastas de los congresos internacionales de geología.
La labor divulgativa llevada a cabo en los congresos tenía
un doble sentido. Por un lado, su asistencia era muy activa,
formando parte a menudo de algún comité y además siempre
intentaba comunicar alguna aportación española –si era suya
mejor– al tema del congreso, ya fuera en forma de ponencia,
ya fuera en los debates.16 Por el otro, informaba sobre las principales aportaciones de la reunión en todo tipo de foros: en sus
conferencias –especialmente las del Ateneo–, en revistas y, en
los casos que pudo, en larguísimas reseñas en forma de libro.
Que se publicaron de manera habitual 2 o 3 años después de
celebrarse los congresos, con las correspondiente queja de Vilanova, en la mayoría de las presentaciones de estos libros, por
la tardanza de su edición; también aducía que de acuerdo con
la legislación vigente era obligado para quienes eran elegidos
como delegados, que presentaran una memoria sobre el evento,
la cual debería ser publicada a cargo de los presupuestos generales; aunque, como también él se dedicó a recordar a menudo,
dicha obligación no solía cumplirse ni por los comisionados ni
por la administración. Por el contrario, Vilanova consideraba
este encargo como un deber patriótico, como refería abiertamente en su libro De Madrid a Ámsterdam (1888a), que recogía
las reseñas de los congresos asistidos en 1883, donde se quejaba
de que “las pocas memorias que se redactan tarden años y años
en ver la luz pública, quitándoles lo más importante que pueden
tener, que es la oportunidad, dada la verdadera y especial índole
de estos escritos y la marcha rápida que hoy siguen las manifestaciones todas de la dinámica intelectual”.17 Según confiesa,
este libro pudo publicarse por fin gracias a su obstinación personal, considerando este desdén hacia las memorias como “un
punible olvido de los sagrados deberes que la patria impone”;
y si ello le parece reprochable, más grave le resultan las con-
15
Vilanova (1889b: 4). Navarro (2004) ha destacado esta faceta viajera de
nuestro científico.
16 Para el caso de la prehistoria, esta faceta ya ha sido puesta de relieve por
Goberna (1985: 42).
17 Vilanova (1888a: IV), razones similares aparecen en todos sus libros. Otro
ejemplo lo encontramos en la “Advertencia” de los Congresos médicos de
Amberes y Perusa (Vilanova, 1887): “Como este libro se publica con un
56
tinuas ausencias de científicos españoles a estas reuniones, no
sólo porque fuera de nuestras fronteras “por desgracia nuestros
libros se leen apenas”, sino por la pobre imagen dada, “cuando
Europa advierte la indiferencia con que miramos esos grandes
certámenes de la inteligencia, ya que a menudo España brilla en
ellos, como vulgarmente se dice, por su ausencia... Y tanto más
digna de severa censura considero la tal conducta, cuanto que
sobre ser éste uno de los medios más eficaces de alcanzar las
naciones el rango e importancia que de derecho les corresponde,
tratándose de la nuestra, por circunstancias no ciertamente difíciles de comprender, se recibe en el extranjero todo cuanto a
ella se refiere con el mayor agrado y satisfacción, según la ya
inveterada experiencia me lo acredita” (Vilanova, 1888a: V). Y
es que como afirmará un poco más adelante, “el deseo de ser
útil al país es el único móvil que me ha guiado en la redacción
del libro, con el que por otra parte, creo cumplir con un sagrado
deber” (Op. cit.: 6).
Fig. 25. Portada de Los Congresos Científicos de Chalons, Berna,
París, Lisboa y Argel descritos por D. Juan Vilanova y Piera (1884)
(Biblioteca del MPV).
retardo poco conveniente en esta clase de producciones, cuyo principal
mérito por su propia índole consiste, en que se den a luz a la mayor brevedad,
importa que el lector conozca la causa de este hecho, que pudiera afectar al
cumplimiento de un deber por mi parte”. Los congresos habían tenido lugar
en el verano de 1885 y él afirma que el texto lo había presentado el 17 de
mayo de 1886.
[page-n-70]
¿Y qué deber era éste? Colaborar a la tarea de “ganar el
tiempo y el terreno que lastimosamente por inercia ha perdido” y que abarcaría todas las facetas del progreso. Ahora
bien, afirmaciones similares deben recibirse con reservas, ya
que, como ocurre en este caso, tal reflexión la hacía en la
reseña del congreso de Zurich (agosto 1883), donde se quejaba del olvido a que había sido sometida en nuestro país
la exposición organizada de forma paralela a la reunión, es
decir que se trataba de una más, lo que no quiere decir que no
fuera importante, de las exhibiciones locales que se organizaban muy a menudo en Europa y también en nuestro país. Y
en este contexto, debemos señalar que en nuestro país existía
un verdadero interés hacia estos certámenes, que tenían un
seguimiento periodístico realmente notable, tanto mayor
cuanto más grandes eran las manifestaciones y se multiplicaba de manera excepcional en el caso de las universales.
Curiosamente Vilanova (1888a: 11) dice:
A pesar de su reconocida transcendencia, no fue estudiada
de un modo especial, que yo sepa, por ningún español, pues
ni se ocuparon en el asunto los centros oficiales, ni tampoco
la iniciativa particular, a la que ciertamente debieran interesar más los progresos que fuera de España, y especialmente en Suiza, se realizan, con el fin de ganar el tiempo y
el terreno que lastimosamente por inercia ha perdido.
Sin embargo, a pesar de loa que dice Vilanova, el interés
por las exposiciones llegó al punto de editarse revistas dedicadas específicamente al evento como España en París. Revista
de la Exposición Universal de 1867, editada en Madrid y de
aparición semanal o la Revista de la Exposición Universal de
París en 1889, que editó la reputada firma Montaner y Simón.
Por ello, tal lamento respondería sin duda más a la acumulación
de eventos que no a una indiferencia hacia estas exhibiciones
(Véase Soler y Salavert, 1998; Ferran, 2004).
Armado con estas convicciones, una de sus preocupaciones
más constantes consistió en pasearse por Europa para divulgar
los avances que se producían en los países avanzados en las
materias más diversas, entre las cuales, especialmente a partir de
los años ochenta, destacarían los referidos a la medicina, pues
participaría en diferentes convenciones sobre salud pública (ver
Salavert, 2005). En sus reseñas, no dudaba en llamar la atención
sobre la enorme distancia que nos separaba de aquellos países,
como relataba amargamente al referirse a un informe presentado
ante el congreso de Amberes, en el que advertía de lo mefítico
que podían resultar los estercoleros para la salud pública de una
comunidad; así lo recalcaba Vilanova (1887: 102):
Y ahora digo yo, si en Bélgica, donde estos asuntos motivan
la reunión de asambleas médicas, se quejan los hombres de
ciencia y los guardianes de la salud de que tales prescripciones sanitarias son como letra muerta, ¿qué ha de suceder
en nuestro país, donde estos asuntos sólo preocupan a la
administración cuando sobreviene uno de esos azotes que
se llaman epidemias?
18
Debemos señalar, que mientras que Zucchi criticaba la falta de adecuación
de la legislación a la realidad, Vilanova replicaba a la supuestamente
desinformada exposición, reproduciendo la memoria confeccionada por Luis
Y no se quedaba en el mero comentario más o menos sarcástico, sino que confiaba en el papel testimonial de sus reseñas,
hasta el punto de pensar que pudieran ser capaces de producir
reacciones por parte de la administración, como confesaba en
su trabajo dedicado al congreso de Viena de 1887 (Vilanova,
1889b: 99):
Donde se tardará mucho en ocuparse de estos asuntos que
tan directamente atañen a la salud es en el nuestro, ocupado como se halla casi siempre la pública administración
en asuntos de bien distinta índole, por eso asistimos a los
congresos de higiene y publicamos estos mal perjeñados
libros, para llamar hacia tan vitales asuntos la atención de
quien corresponde.
Al mismo tiempo, advertía de las nefastas consecuencias de
la supuesta ausencia de representantes españoles en los foros
internacionales, que no eran otras que el mantenimiento de la
ignorancia acerca de la situación y los avances en nuestro país,
como declaraba al hacer la reseña del informe sobre la organización sanitaria en distintos estados, presentado en el Congreso
de Viena, así dice Vilanova (1889b: 9):
Es tan escaso y poco exacto lo que acerca de nuestra organización sanitaria dice el Sr. Zucchi, que me obliga a aducir
documentos fehacientes que acreditan ser anterior este servicio a lo que hizo Francia y bastante más completo que lo
indicado por el médico italiano. Este habitual desconocimiento que en el extranjero se tiene de todas nuestras cosas,
ya va picando en historia hasta un punto tal, que si no hubiera
otros motivos para inclinarnos a concurrir a dichas asambleas
científicas, que sí los hay y bastante poderosos por cierto,
nos obligaría la imperiosa necesidad de dar a conocer lo que
por sistema, ya que no por otra consideración, ignoran los
extranjeros.18
Una ignorancia que no considera que sea sinónima de animadversión o menosprecio, pues, según refiere a medio camino
entre el envanecimiento y la ingenuidad, los colegas extranjeros
estaban deseosos de conocer las novedades que podían aportar
nuestros científicos, en este caso él mismo, como apostillaba en
la reseña de su comunicación ante el congreso de la Sociedad
Geológica de Francia (1876), donde presentaba sus ideas acerca
de que la sílice estaría en la base de la constitución de muchas
rocas metamórficas (Vilanova, 1884a: 48-49):
Fácilmente se comprende que no había de permitirme
ofender la ilustración de la Sociedad Geológica de Francia
y de los individuos congregados en Autun, discurriendo
sobre un asunto como éste, sobrado conocido de todos,
pues en ello estaba también interesada con la mía, la honra
patria. Atento pues a ésta y al deseo de contribuir con mis
escasos conocimientos a los progresos científicos, di cuenta
en aquella sesión del estado naciente de la sílice a la temperatura y presión ordinarias, según se observa en el Uru-
Planelles, jefe de negociado de la Dirección de Beneficencia y Sanidad, en
1885 para la discusión de la reforma sanitaria, sin realizar comentario alguno
a su aplicación (Vilanova, 1889b: 9-15).
57
[page-n-71]
guay, en el Río Negro, en el Catalán y en otros afluentes
de aquella gran arteria de la América meridional, hecho
curiosísimo que no he visto indicado en ninguna obra de
geología, y que considerándolo con harto fundamento, no
sólo como nuevo, sino como muy transcendental, consultele antes con los geólogos más distinguidos de la reunión
extraordinaria, los cuales, concediéndole al hecho toda la
significación que tiene y manifestándome con franqueza
que les era desconocido y hasta negando alguno de ellos su
existencia, invitaronme a que comunicara en la sesión los
fundamentos en que yo me apoyaba para hablar con tanta
seguridad.
Y era tan grande su ansia por comunicar una gran aportación
española al progreso de las ciencias, que marchó entusiasmado
a Lisboa, después de anunciar en sendas conferencias dictadas
en Santander, que iba a informar sobre el magnífico descubrimiento de las pinturas rupestres descubiertas en Altamira (Vilanova, 1881b: 123):
Con efecto, señores, las pinturas de la cueva de Santillana,
si como yo creo, deben considerarse como contemporáneos
del depósito que allí dejó el antiguo troglodita, superan con
mucho a los ensayos artísticos encontrados en las cuevas de
Massat, de la Magdalena y otras en Francia, hechos sobre
piedra, asta de ciervo y marfil, y son únicas en su género;
por esto mismo, repito, han de motivar serias y tal vez apasionadas discusiones, no siempre inspiradas en el amor a
la verdad.
Gloria pues inmarcesible al descubridor de tantas novedades prehistóricas, que eclipsan todas las hasta el presente
encontradas en nuestro suelo, por el servicio inmenso de
que la ciencia y el arte patrio le son deudores.
Comenzando, sin saberlo, un tortuoso camino que le llevaría
al desprestigio más absoluto, hasta que nuevos descubrimientos
realizados en la Dordoña francesa, llevarían finalmente a la
aceptación de la autenticidad de las pinturas, pero cuando ya
estaban muertos sus descubridores.
Y la última utilidad de los congresos era la de aprender
(Vilanova, 1884a: 182):
Y he aquí, como en todos los conceptos son altamente provechosas las frecuentes asistencias a esas asambleas científicas
que por fortuna, se celebran en países más prácticos que el
nuestro. Por de pronto, y prescindiendo de las otras muchas
cosas que en el congreso de Berna aprendí, pues no me causa
rubor confesar que la mayos parte de ellas me eran completamente desconocidas, si no hubiera asistido, ni tendría hoy
la ventaja del caudal de conocimientos que he adquirido,
siempre en relación con mi escasa inteligencia, ni hubiera
entablado relaciones con personas tan ilustradas, a la par que
amables,...
19
Referido en la necrológica realizada por Fernández Caro (1894: 10, nota 1),
con quien coincidió, al menos, en el Congreso de Higiene de Viena de 1887
y que había sido quien había realizado el discurso de contestación en el acto
de recepción a la Academia de Medicina.
20 Lanzada en su reseña del Congreso de la Asociación Británica para el Progreso
de las Ciencias, reunido en Manchester, en agosto de 1887 (Vilanova, 1889b:
58
Y la verdad es que consultando sus obras, se observa perfectamente como va incorporando las novedades científicas, según
las va aprendiendo, fundamentalmente, en sus asistencias a congresos.
El caso fue que llegó a ser tan reiterada su presencia, que
sus colegas europeos le llegaban a saludar, refiriéndose a él
como notre fidèle Vilanova.19 Por otro lado, en nuestro país,
hubo voces que criticaron su afán de marchar a tales reuniones,
pues llegó casi a monopolizar las ayudas, o cuanto menos las
representaciones, con lo que impedía que otros científicos, especialmente los jóvenes, pudieran desplazarse a ellos. Y a tales
reparos, Vilanova se defendía, aludiendo a quienes, “por razones
varias, no todas por cierto lisonjeras, se quedan por acá mordiendo tontamente a los que vamos”.20 Por otro lado, debemos
señalar que tales críticas no eran del todo ciertas, pues Vilanova
no dejó de propugnar la necesidad de que los nuevos investigadores se formaran en el extranjero. Así, en su calidad de secretario del Museo Nacional de Ciencias señaló la conveniencia de
enviar algunos jóvenes naturalistas a la Estación Zoológica de
Nápoles, que él había visitado. La mediación sólo se materializó
en la concesión de una sola estancia y de corta duración. Este
fracaso hizo que Vilanova y la Junta de Profesores volvieran a
insistir, encontrando el apoyo en esta ocasión de un grupo de
naturalistas relacionados con la Institución Libre de Enseñanza
y todos ellos miembros de la Sociedad Española de Historia
Natural, que también presentaron una solicitud similar. Finalmente, esta Sociedad preparó una exposición para el Ministerio
de Fomento, en aras de una reforma de la enseñanza de las Ciencias Naturales y del fomento del desarrollo de la investigación
biológica, lo que finalmente desembocó en 1886 en la creación
de la Estación Marítima de Zoología y Botánica Experimental
en Santander (Baratas, 1998: 66).
Volviendo a la cuestión de la publicación de sus reseñas,
quizá sus mayores diferencias las tuvo con la Academia de
Ciencias, la cual afirmaba ya en el informe emitido sobre el congreso de Copenhague (Vilanova y Tubino, 1871: LII):
Estos trabajos, aun cuando en realidad tampoco pueden considerarse comprendidos en la Real Orden de 10 de febrero
de 1864, son interesantes y dignos de que el público los
conozca en nuestro idioma, sin tener que recurrir a publicaciones extranjeras; y para conseguirlo, sería conveniente
que el Estado facilitara, en cuanto posible sea, la publicación de la primera parte de la Memoria, que es objeto de
este informe.
No tenemos muy claro a qué se refieren, pues, no creemos
que tuvieran conocimiento de las 52 páginas de introducción
y el apartado estrictamente referido al congreso, sólo recoge
72 de las 269 del libro. Años después, su actitud no había
variado, sino que se hizo incluso más férrea, hasta el punto de
intentar impedir la publicación del informe sobre el congreso
de Châlons (1876), al no querer pronunciarse sobre el parti50). Un año después, iniciaba la reseña de los congresos asistidos en 1886,
con estas significativas palabras: “Siguiendo la ya inveterada costumbre y
respondiendo como es debido a la galante invitación hecha por las sociedades
helvética, geográfica y geológica suiza..., dirigime el 1º de agosto a Ginebra”
(Vilanova, 1890: 1).
[page-n-72]
cular. Finalmente, la tenacidad de Vilanova consiguió sacar a
la luz una versión reducida, al negociar su publicación conjunta
con los congresos asistidos hasta el de Argel de 1881, donde
se encontraban sus noticias acerca de Altamira. Finalmente dio
su beneplácito el Director General de Instrucción Pública, Juan
F. Riaño (Vilanova, 1884a), quien, no lo olvidemos, era académico de la Historia y de Bellas Artes, y la crónica apareció ocho
años después de haberse realizado.
Uno de los aspectos que se ha podido cotejar, gracias al
Fondo Documental del Museo de Prehistoria de Valencia,21
es la labor de recorte que hizo Vilanova, ya que se encuentran
partes de manuscritos de algunos de estos congresos mucho más
extensos que en su versión impresa (Fig. 26).
Algo similar le ocurrió con los congresos de contenido
médico, donde debieron levantarse diferentes protestas, ya que
en los años ochenta se dedicó a pasearse especialmente por las
Fig. 26. Una de las cuartillas Manuscritas por Vilanova, que parecen ser una versión previa mucho
más completa sobre el Congreso Argel, que la que se publicó en 1884 (FDJV-MPV 9/4).
reuniones de higiene; una disciplina en la cual, había expertos
de reconocido prestigio, algunos de los cuales también acudían
e incluso ocupaban lugares de representación y organización
importantes. El caso fue que el libro titulado precisamente: Congresos médicos de Amberes y Perusa (Madrid, 1887) vuelve a
iniciarse con una advertencia, en la refiere sus dificultades para
la publicación, aunque quizá la causa de la negativa fuera, en
este caso, otra (Vilanova, 1887: 5-6):
21
Escrito el original y presentado el 17 de mayo de 1886 en
la Dirección General de Beneficencia y Sanidad, fueron
tales los escrúpulos que asaltaron al que por entonces
era jefe de este centro administrativo, sin duda por lo
inusitado de que se escriban por los delegados oficiales
las memorias inherentes a la honrosa misión que se les
confía, y tan largos, y en cierto modo depresivos, los trámites a que, tal vez para evitar abusos, quiso se sometiera
Ver a modo de ejemplo el contenido del documento FDJV-MPV 9/4.
59
[page-n-73]
el grave y comprometido asunto de publicar los acuerdos
solemnemente tomados por varias asambleas científicas,
que a no haberse hecho felizmente cargo de la Dirección
el Excelentísimo Señor Don Teodoro Baró, estoy por
asegurar que se hubiera aplazado por modo indefinido la
publicación de este libro. Por fortuna, el celo y reconocida
ilustración del actual director borraron las mal formadas
suspicacias del que antes ocupaba su puesto, acordando la
impresión del escrito, así que le hube enterado de lo que
ocurría, en razón a que “estas memorias se escriben para
darlas a conocer”. Son las propias palabras que salieron de
los labios del Señor Baró en la primera entrevista que tuve
el gusto de celebrar con él.22
El año en que aparecía este mismo libro, Vilanova acudía al
VI Congreso Internacional de Higiene y Demografía, celebrado
en Viena, como delegado oficial. Una multitudinaria reunión, a
la que como dice Vilanova (1889b: 3-4):
... algunos fuimos a aprender de los grandes maestros y precisamente este libro tiene por principal objeto comunicar a
los médicos, en primer término, y también a los profanos o
alejados de estos estudios, el resultado de lo que la escasa
inteligencia de su autor pudo recabar del mencionado congreso, lamentando de todas veras, no se confiara ésta tan
delicada misión a persona más idónea.
Sin duda estas palabras son excesivas e inexactas y nos
ayuda a comprender la actitud de Vilanova, quien acepta que
no es un experto en la materia y en su afán de autojustificación esconde en la introducción de un libro que aparecería en
1889 y en el que, cosa extraña en él, no reproduce la orden de
publicación del Ministerio, posiblemente para no desvelar que
su amigo, y reputado higienista, miembro del cuerpo de sanidad
de la marina, Ángel Fernández-Caro y Nouvilas, había publicado en 1888 un grueso volumen de 455 páginas, editado por
la Imprenta de Infantería de Marina, titulado Estudios críticos
sobre el VI Congreso Internacional de Higiene y de Demografía
de Viena, y que Vilanova no sólo usará, sino que transcribirá
páginas enteras, citando la procedencia.23
¿Cuál era el interés real de estas reseñas? Como ya se ha
comentado las actas oficiales solían aparecer con un retraso
bastante considerable y en sus páginas, solían recoger, casi
exclusivamente, las conferencias protocolarias y plenarias,
mientras que las comunicaciones y debates científicos eran
omitidos o quedaban reducidos a una mera enumeración y un
sucinto resumen. Vilanova, por su lado, utiliza un esquema
similar, aunque dependiendo de las características de cada
volumen, se explaya más o menos en las transcripciones de
las conferencias y en las reseñas de las sesiones, pero en este
caso lo hace en forma de un discurso continuo, sin separar
las comunicaciones, y va refiriendo las distintas intervenciones y los debates suscitados. Con ello, los hispanoparlantes
podían acceder a las novedades y discusiones de las reuniones
22
60
El periodista, escritor, ensayista y político liberal Teodoro Baró y Sureda
(Figueres, 1842-Malgrat, 1916), hombre de convicciones católicas, fue
decantándose en su vida política hacia posturas cada vez más conservadoras.
Fue parlamentario en numerosas ocasiones y ocupó los cargos de gobernador
civil en distintas provincias, de director general de beneficencia y sanidad
más destacadas en la disciplina, muchas veces antes de que
salieran las actas oficiales, pero habiendo sido tamizadas de
acuerdo con las ideas y convicciones del autor. Con el paso del
tiempo este tipo de libros tiene menos interés para la administración, por lo que cada vez le resultaba más difícil publicar
estas reseñas y debemos decir que la última, con un Vilanova
ya mayor, que recogía los congresos celebrados en 1886 y
que aparecería en 1890 (Fig. 27), vemos un texto en el que
su esfuerzo de documentación y síntesis, lo que significa que
va a centrarse de forma mucho más clara en las cuestiones
que más le interesaban personalmente, con lo que el interés
de sus informaciones va disminuyendo. Este es el caso de la
15ª Asamblea de la Asociación Francesa para el Progreso de
las Ciencias reunida en Nancy en 1886 (Fig. 28), sobre la que
se limita a recoger las conferencias protocolarias y la inaugural, acerca del progreso de las ciencias, y en cuanto a las
sesiones, reproduce el programa (Vilanova, 1890: 221-255), lo
que le permite así elegir algunas intervenciones, mientras que
reseña con cierta precisión las conferencias complementarias
(Op. cit.: 296-319). Y algo similar, aunque no tan exagerado,
ocurre con el IX Congreso de la Asociación Médica Italiana,
donde reproduce el programa y la “Exposición de objetos referentes al arte de curar” (Vilanova, 1887: 405-425), aunque al
ser más concreto el tema de la reunión, tras esta relación, la
reseña de las reuniones es bastante amplia, especialmente las
Fig. 27. Portada del libro Ginebra y Nancy. Congresos Científicos
celebrados en 1886, publicado en 1890 (Biblioteca del MPV).
(1886-1887) y delegado de enseñanza primaria. Véase un acercamiento a su
biografía en Palomas (2002: 496-499).
23 Vilanova (1889b: 111-126). Sobre este poco conocido higienista militar,
véase Herrera (2001).
[page-n-74]
cuestiones de carácter epidemiológico (los de la “Sociedad de
higiene”) referidas a las enfermedades sociales más preocupantes: la ceguera, la tuberculosis, el cólera y la sífilis (Op.
cit.: 430-480).
Vilanova acabó forjándose una imagen de sí mismo, de
viajero solitario, que iba de congreso en congreso por Europa,
difundiendo y defendiendo la ciencia española, mientras que
sus colegas mostraban una displicente indiferencia. Al mismo
tiempo, mientras que en España se organizaban congresos de
distinta índole, él mantenía continuamente que nuestro país
permanecía ajeno a este proceso. El problema debía radicar en
que no se encontraba suficiente respaldado como para encabezar la organización de un congreso internacional de Ciencias Naturales. Ello, además del malestar político existente,
debió pesar en su decisión de desaconsejar en París, en 1867,
que se hiciera el siguiente congreso de arqueología prehistórica en España, a pesar que con la desaparición de Casiano
de Prado en 1866, lo situaban como el mayor especialista en
el tema en nuestro país. El caso es que en aquellos momentos
no tenía una obra sólida en esta disciplina que avalara una iniciativa, que científicamente se entendería que hubiera debido
recaer en otro colega, pues sólo podía enarbolar la colección de
Fig. 28. Lámina con varios cortes geológicos de los Alpes reproducida en Ginebra y Nancy.
Congresos Científicos celebrados en 1886 (Biblioteca del MPV).
entregas que constituían el artículo: Antigüedad de la especie
humana, aparecido en la Revista de Sanidad Militar y General
de las Ciencias Médicas entre 1866 y 1867, que también publicaría en El Restaurador Farmacéutico, en el año 1867 (Vilanova, 1866a, 1866b, 1867e, 1867f; ver Gozalo et al., 2004b)
y también presentaría en la Academia de Medicina. No fue
hasta los años 1871 y 1872, cuando verían la luz dos textos
de enorme interés: la reseña del congreso de Copenhague y
el Origen, Naturaleza y Antigüedad del Hombre, que seguramente le hubieran permitido presentarse como un experto
a nivel internacional y dominador de la disciplina en España.
Andando el tiempo, fue afirmándose científica e institucionalmente y, fue en la reseña del congreso de antropología de
Lisboa (1880), donde comenzó a expresar sus quejas por el adelanto incomprensible del país vecino, capaz de organizar una
reunión internacional (Vilanova, 1884a: 295):
... [Para] esclarecer, hasta donde los materiales acopiados
lo permiten, y no son pocos por fortuna, la historia primitiva de Portugal; asunto de trascendencia suma, para cuya
61
[page-n-75]
ardua y complicada solución, forzoso será declarar, por más
que la declaración sea poco lisongera para el amor propio
de un español, están infinitamente mejor dispuestos que
nosotros, cuya inexplicable indiferencia por este linaje de
disquisiciones es altamente punible.
amigo don Manuel Torres Campos hasta redactó estatutos
y reglamentos de la nonata Sociedad. Pero todo fue inútil y
seguimos languideciendo y muriendo de verdadera anemia
científica, formando triste y deplorable contraste con el
resto de Europa.
Sin duda, en su espíritu pesaba el ya iniciado debate acerca
de las pinturas de Altamira, cuyo descubrimiento hizo público
ante esta asamblea, con resultados nada halagüeños, que resumía
con la frase: “que ha originado ya y servirá aun de pretexto para
serios debates” (Op. cit.: 314-315). Pero también, hace una referencia solapada al giro que había dado la investigación geológica, desde las tantas veces comentadas remodelaciones en el
seno de empresas como el mapa geológico. Así, tras describir
minuciosamente las colecciones geológica y arqueológica custodiadas en la Real Academia de Ciencias (Op. cit.: 5-333),
acaba con la siguiente reflexión (Op. cit.: 333):
Y como vemos, utiliza de nuevo la comparación con los
países más desarrollados, para lamentar el atraso institucional
de nuestro país e incluso llegó a expresar su deseo de que obras
como ésta pudieran servir de acicate para dar apoyo a una iniciativa de este tipo.24
Ahora bien, la mayoría de estos comentarios se realizaban,
cuando una nueva generación de profesionales no sólo se
paseaban por los congresos internacionales, si es que podían,
sino que además tuvieron la energía de materializar ese sueño al
que tantas veces hacía referencia: la organización de congresos
nacionales e internacionales, aunque no fue Madrid la ciudad
más activa en este ámbito. Evidentemente, Vilanova no asistió a
dichas reuniones, o al menos, no dio noticia sobre ellas. Así, fue
a Viena en 1887 y dio noticia de lo importante de las sesiones
del congreso, así como de los otros a los que había asistido en
Suiza, Inglaterra y Francia, así como de las magnas exposiciones que les acompañaban. Sin embargo, no tenemos noticia
alguna de que asistiera a Barcelona al año siguiente, donde se
celebró una exposición universal, que propició la reunión de un
congreso internacional de ciencias médicas, el congreso internacional espiritista, el congreso internacional de ingeniería, el
congreso nacional pedagógico, el congreso económico nacional
y el congreso jurídico nacional. Bastantes de ellos, trataban
cuestiones que le interesaban y en concreto, en el dedicado a la
medicina, se hicieron aportaciones interesantes, como la noticia
de la aplicación de la antisepsia para el parto, por parte de uno
de sus defensores más entusiastas, el catedrático de la Universidad de Valencia Francisco de Paula Campá (1838-1892), así
como intervenciones en campos que tantas veces había puesto
de relieve en otros casos: aplicación de nuevas técnicas terapéuticas: aplicación de corrientes galvánicas para tratamientos
medulares; o estudio de algunas de las enfermedades sociales
más preocupantes, y no en espacios que nos resultaban ajenos
sino en nuestro propio país: sífilis, los efectos del cornezuelo
y el coqueluche; o temas que había tratado frecuentemente,
como la revisión de la clasificación de aguas mineromedicinales. Aquí ya no podía presentar las grandes aportaciones de
los científicos españoles, sino que eran ellos mismos quienes
lo hacían y con un conocimiento muy superior al de Vilanova
y posiblemente por ello, no asistió, porque para él los congresos, era una de las formas de afirmarse como científico de
talla internacional, dando a conocer el resultado de sus sesiones
con una actitud más periodística que experta, lo que no quiere
decir que fuera lego en la materia, sino todo lo contrario.
En síntesis, sus libros son principalmente una crónica,
realizada por alguien muy inteligente y versátil como para ser
capaz de dar noticia cabal de los temas tratados, pero observamos como muy a menudo, ocupa un espacio importante en
describir minuciosamente los actos más estrictamente sociales
Tales son las incomparables riquezas científicas acumuladas en el local donde se celebraron las sesiones del Congreso de Lisboa, merced al celo y perseverante actividad de
los geólogos y arqueólogos lusitanos, a quienes honra ciertamente el interés que por la ciencia y la patria han demostrado en ocasión tan solemne. Excusado es manifestar que
si algún día hemos de tener la satisfacción de que se celebre
en Madrid un congreso de esta índole, se hace de todo punto
indispensable que, imitando la noble conducta de nuestros
vecinos, se explore con anticipación el país y se recojan,
ordenen y clasifiquen los muchos tesoros arqueológicos que
de seguro encierra nuestro territorio, pues estos certámenes
del saber o se hacen bien o no se intentan siquiera.
A partir de entonces, vamos encontrando comentarios, que
nos hablan de sus iniciativas a favor de organizar una reunión científica, tanto en las sociedades de que era miembro,
como refería al comentar el sexagésimo noveno congreso
de la Sociedad Helvética de Ciencias Naturales (Vilanova,
1890: 27):
Sabido es que esta Sociedad es la más antigua en su género
y la que en realidad inició el feliz pensamiento de celebrar
todos los años estas asambleas, tan útiles como agradables,
que después han sido imitadas por otras corporaciones análogas, menos por las españolas, a pesar de las gestiones por
mí practicadas en la Geográfica de Madrid y en la de Historia Natural.
Como proponiendo la constitución en nuestro país de una la
Asociación Española para el Progreso de las Ciencias:
intenté también, pero infructuosamente, el implantarla
en nuestro país, habiendo indicado la idea en una de las
últimas conferencias en el Ateneo antiguo, manifestando la
oportunidad de solemnizar la apertura del nuevo edificio
con semejante acontecimiento; a este fin, mi particular
24
62
Todas esta referencias en: Vilanova (1890: 6-8, 27, 195 y 219-220), con todas
las cautelas con que hemos de calibrar los comentarios de Vilanova, lo cierto
fue que habremos de esperar a 1908, para que se constituyera la Asociación
Española para el Progreso de las Ciencias, como resultado de tensiones
existentes dentro de la sociedad de naturalistas, que han sido analizadas por
Catalá Gorgues (2003).
[page-n-76]
(Fig. 29; FDJV-MPV 10/1), lo importantes que eran los congresistas con los que departía y las excursiones, algunas de
las cuales no tenían excesivo interés científico. Además,
como hemos comentado, intentaba forjar una imagen de ser el
único que daba noticia de estos eventos, cuando, por ejemplo,
además de lo ya comentado sobre Viena, Enrique Gelabert
publicó un grueso volumen de más de doscientas páginas
sobre el Congreso de Higiene de Ginebra. Asimismo, no era
el único que se paseaba por los congresos, así, y sin ánimo de
ser prolijos, José Roquer y Casadesús presentó una comunicación sobre el tratamiento del cáncer laríngeo al Congreso
Internacional de Otología y Laringología celebrado en París
en 1889; ciudad a la que también marchó Ramón Codina Länglin, para participar en el Congreso Internacional de Benefi-
cencia Pública. Así pues, hay que tener presentes todos estos
matices a la hora de evaluar la actividad de Vilanova en los
congresos internacionales y su verdadero interés porque éstos
se realizaran.
IV.4.2. Participación de Vilanova en la gestación de los
Congresos Geológicos Internacionales
Uno de los eventos por los que más bregó Vilanova, y en
los que luego tuvo una labor destacada, fue en la propuesta y
celebración de los Congresos Geológicos Internacionales, que
todavía se siguen celebrando en la actualidad cada 4 años. La
primer referencia a estos eventos por parte de Vilanova es de
1867, cuando propuso que se convocara un Congreso Geoló-
Fig. 29. Menú y programa musical de la cena celebrada con motivo del International Congress
of Hygiene and Demography celebrada el 10 de agosto de 1891 (FDJV-MPV 10/1).
63
[page-n-77]
gico, con ocasión de la sesión extraordinaria de la Sociedad
Geológica de Francia, celebrada en París (Via Boada, 1975,
1980; López de Azcona, 1985; Sequeiros, 1989; Ellemberger,
1999). Posteriormente hubo un nuevo intento fallido en Italia,
propuesto por Giovanni Capellini (1833-1922) en 1874 quien
sugirió la ciudad de Bolonia (Vai, 2002). La idea que finalmente
desembocó en la celebración del primer Congreso Geológico
Internacional se planteó casi simultáneamente en Norteamérica y Europa. El 25 de agosto de 1876 se expuso en Filadelfia,
promovida por James Hall (1811-1898), Thomas Sterry-Hunt
(1826-1892) y otros geólogos americanos y el 28 del mismo
mes en Autun por Vilanova en las sesiones de la Sociedad Geológica de Francia, quien propuso que tuviese carácter internacional y se celebrase en París, coincidiendo con la Exposición
Universal de 1878 (Vilanova, 1878b).
Como dice Ellemberger (1999) el impulso final vino de
Estados Unidos, y se produjo durante la Exposición Internacional que se celebraba en Filadelfia; concretamente en la ceremonias conmemorativas del Centenario de la Independencia de
Estados Unidos, donde la Asociación para el progreso de las
ciencias adoptó por unanimidad la siguiente resolución:
That a Committee of the Association be appointed by the
Chair to consider the propriety of holding an International
Congress of Geologists at Paris, during the International
Exhibition in 1878, for the purpose of getting together comparative collections, maps and sections, and for the settling
of obscure points relating to geological classification and
nomenclature...25
Como se indica en la resolución la temática que debería
desarrollarse en el congreso era preferentemente de tipo normativo, de modo que se fijaran las normas para la elaboración
de mapas, las reglas de la nomenclatura y se establecieran unas
clasificaciones geológicas de carácter general (hay que decir
que estos aspectos siguen siendo importantes en los Congresos
Geológicos Internacionales en la actualidad, y hay comisiones
como la International Commission on Stratigraphy dedicada al
establecimiento y validación de los nombres de las divisiones
temporales cronoestratigráficas). Estas ideas, se plasmaron en la
sesión de clausura del primer congreso celebrado en París con
la creación de tres comisiones: unificación de las figuraciones
geológicas, unificación de la nomenclatura geológica y estudio
de las reglas a seguir en la nomenclatura de las especies (fósiles
y minerales). En este Congreso, Vilanova planteó la continuidad periódica de los mismos y que se celebraran rotando por
diversos países.
A este primer Congreso Geológico Internacional de París,
celebrado en 1878, asistió corporativamente una representación
de geólogos españoles, aún cuando sólo Vilanova y Almera presentaron comunicaciones; sin embargo, no hubo representación
corporativa en congresos posteriores así, por ejemplo, en el 3er
Congreso Geológico Internacional celebrado en Berlín el único
español asistente fue Vilanova. A pesar de lo meritorio de este
contacto internacional, las insuficiencias de organización de la
25
26
64
American Journal of Science, 1876, 12, 463.
Los vocales que cita por orden alfabético son: Abella, Arroquia, Botella, Calderón, Codera, Coello, Espada, Fernández Duro, Ferreyro, Saavedra, Solano,
Suárez y Zaragoza.
delegación española, globalmente considerada y por encima de
las estimables aportaciones individuales, quedan reflejadas, por
ejemplo en la crónica que hizo Almera (1878) de la exhibición
española de materiales geológicos en la Exposición Universal,
con palabras muy duras por parte de este autor respecto a los
materiales presentados por la Escuela de Minas y algunas compañías mineras y eso que luego han constituido el núcleo de la
futura colección permanente exhibida en la Escuela de Minas de
Madrid (Ordaz, 1978: 31).
La clara apuesta de Vilanova por estos congresos y su asistencia habitual a diferentes reuniones hicieron que fuera nombrado miembro del Consejo del Congreso de París, y más tarde
Vicepresidente del Bureau y Jefe de la representación española;
posteriormente también fue Vicepresidente en los Congresos de
Bolonia (1882) y Berlín (1885). Sus principales aportaciones las
realizó en el tema de la unificación de los trabajos de geología;
ya en el Congreso de París presentó una comunicación sobre
esta cuestión (Vilanova, 1880). A partir de este momento quedó
encargado de la elaboración de un diccionario de términos geológicos, del cual presentó un bosquejo en 1881 en el 2º Congreso Geológico Internacional celebrado en Bolonia (Vilanova,
1882c) y dos años después, publicó la que será su mayor aportación a estos congresos: el Ensayo de Diccionario GeográficoGeológico / Essai de Dictionnaire géographique et géologique
(Fig. 30), presentado en el tercer congreso celebrado en Berlín
en 1885 (Vilanova, 1888b); en la introducción a esta obra dice:
En un todo conforme con la idea que deseaban ver realizada los sabios americanos James Hall, Sterry Hunt y otros,
dichosos iniciadores de los Congresos geológicos internacionales, el autor del presente ensayo sometió á la aprobación del celebrado en París en 1878 las bases que habían
de servir para redactar, por los esfuerzos y conocimientos
de todos sus individuos, un Diccionario polígloto de voces
de Geografía física y de Geología, con el doble objeto de
llenar el vacío que esta rama de la literatura se advierte, y
de conseguir paulatinamente la ansiada uniformidad en el
lenguaje científico.
También en la introducción hace una pequeña historia sobre
su gestación, indicando que en 1881 presentó en Bolonia un
Bosquejo: “que fue aceptable a los ojos de la comisión presidida
por el Sr. Beyrich, el cual en un informe propuso nombrar los
individuos que había de completar la obra”, de tal modo que se
redactase en distinto idiomas. En Bolonia se propuso un grupo
de trabajo internacional que asegurará la adopción de procedimiento y términos comunes, en este grupo figuraban Capellini,
Renevier, Fontannes, Daubrée, Sterry Hunt, Blanford, Vilanova
y Sella (Vai, 2004).
Para conseguir una mayor difusión de este ensayo, Vilanova
logra que se lo publiquen, y agradece a la Junta directiva de la
Sociedad Geográfica de Madrid26 la ayuda recibida en la elaboración (Fig. 31).27 En esta misma introducción indica como va a
desarrollar cada vocablo: 1º el término en español; 2º su equivalente francés; 3º etimología de la palabra española, que normal27
Es de destacar que esta obra también tenía gran interés para los ingenieros de
minas, pero Vilanova la realizó sin su concurso y como se ha comentado con
el apoyo de la Sociedad Geográfica de Madrid, cuyos vocales eran mayoritariamente naturalistas, sólo Botella era ingeniero de minas.
[page-n-78]
Fig. 30. Doble portada del Ensayo de diccionario geográfico-geológico de 1884, en español y francés (Biblioteca del MPV).
mente es muy similar a la francesa; 4º definición del término en el
lenguaje de los Congresos (francés); 5º esta definición intenta que
sea lo más uniforme posible; y 6º en los casos que fuera necesario
va acompañado de gráficos explicativos (op. cit., VI-VII).
Finalmente, el reconocimiento a la labor de Vilanova a
favor de los Congresos Internacionales de geología se produjo
en el XIII Congreso (1922), cuando se confirmó que la sede
del XIV Congreso (1926) fuera Madrid,28 coincidiendo con el
cincuentenario de la propuesta de los Congresos Geológicos
Internacionales realizada por Vilanova. Lebaqz (1927), como
presidente de la asamblea, recordaba en su discurso de apertura de las sesiones a la figura de Vilanova como adelantado
en plantear la necesidad de estos Congresos Internacionales,
destacaba su presencia en el primero de ellos, así como que en
él se le asignara la tarea de realizar un diccionario geológico,
el cual, como hemos dicho, presentó esbozado en el segundo y
publicado, en castellano y francés, en el tercer Congreso celebrado en Berlín.
IV.5. Divulgación y docencia en otras
instituciones
Vilanova también realizó una importante labor docente
fuera de la Universidad, incluso en instituciones muy alejadas
de sus convicciones ideológicas. Fue profesor en instituciones
como la Escuela Especial de Estadística (ver Muro et al., 1996),
Fig. 31. Introducción al Ensayo con su versión bilingüe
(Biblioteca del MPV).
28 Ayala
et al. (2005) ofrecen una breve historia de este cong reso.
65
[page-n-79]
donde expuso unas nociones de geología agronómica, y sobre
todo le interesó el tema de la modernización agrícola, tema al
que dedicó varios libros; en la Escuela de Institutrices, promovida a instancias de los krausistas, en la que enseñó geología
y antropología, y en la Escuela de Topógrafos. Pero principalmente fue en el Ateneo de Madrid donde llevó a cabo una constante labor pedagógica y de divulgación para los miembros de
la alta sociedad madrileña.
IV.5.1. Las cátedras de Geología y Prehistoria del Ateneo
La vinculación de Vilanova con el Ateneo Científico y
Literario de Madrid tuvo lugar a los pocos meses de regresar a
España de su viaje de formación por Europa. Así el 31 de mayo
de 1854 fue admitido como socio del Ateneo y al día siguiente
recibió el nombramiento efectuando el pago de 320 reales de
vellón correspondiente a la cuota. En esta institución impartiría
cursos y conferencias durante más de un cuarto de siglo, sobre
la ciencia prehistórica, el hombre fósil o la geología aplicada
tanto al estudio del hombre primitivo, como sus aplicaciones a
la agricultura, la industria y la historia.
A comienzos del mes de diciembre de 1855 el marqués de
la Vega de Armijo le pidió a Vilanova que se hiciera cargo de
la enseñanza de alguna asignatura en la Institución, a lo que
el valenciano accedió, comenzando sus clases al año siguiente.
Su primer curso en el Ateneo se denominó “Geología considerada bajo el punto de vista de sus aplicaciones a la Agricultura
y a la Industria”, que impartió durante varios años, el tema del
curso era coincidente con el concurso para la elaboración de
manuales propuesto por la Real Academia de Ciencias, del que
fue ganador el propio Vilanova (ver Capítulo IV.2). También
publicó un pequeño folleto de ocho páginas con el título de Lecciones de Geología aplicada a la Agricultura y a la Industria
fue publicado en 1858 y sintetiza las ideas expuestas por Vilanova en estas conferencias.
En 1859 Vilanova fue vicepresidente de la Junta de la Sección de Ciencias Naturales y Físico-Matemáticas de la institución, participando en los debates de los temas propuestos “¿Los
seres animales forman una serie continua?” e “Influencia de los
alimentos en las cualidades de los seres animados” (Fulgosio,
1860). Al año siguiente Vilanova intervino en la discusión del
tema propuesto en la sección de Ciencias Naturales “¿Cuál
“Geología aplicada al estudio del Hombre Primitivo, Las Novedades, Madrid. Recoge los extractos de las lecciones impartidas en el Ateneo de Madrid
los días 15 de Febrero de 1868 (n. 5398, 20 de Febrero de 1868, pág. 3), 29
de Febrero de 1868 (n. 5415, 11 de Marzo de 1868, pág. 3), 7 de Marzo de
1868 (n. 5422, 19 de Marzo de 1869, pág. 3), 14 de Marzo de 1868 (n. 5432,
1 de Abril de 1868, págs. 1-2), 21 de Marzo de 1868 (n. 5441, 12 de Abril de
1868, págs. 1-2), 28 de Marzo de 1868 (n. 5447, 19 de Abril de 1868, pág.
2), 4 de Abril de 1868 (n. 5455, 29 de Abril de 1868, pág. 2) y 25 de Abril de
1868 (n. 5468, 14 de Mayo de 1868, pág. 3).
30 VILANOVA, J. (1874-1875), “Cátedra del Señor Vilanova. Ciencia Prehistórica. 1ª Lección.- 25 Noviembre. El Congreso de Stockolmo”, Revista
Europea, III, n. 40, 29 de Noviembre de 1874, pág. 159; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 2ª Lección.-1 Diciembre. El Congreso
de Stockolmo”, Revista Europea, III, n. 41, 6 de Diciembre de 1874, págs.
189-191; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 3ª Lección.- 15
Diciembre. El Congreso de Stockolmo”, Revista Europea, III, n. 43, 20 de
Diciembre de 1874, págs. 263-264; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia
Prehistórica. 4ª Lección.- 22 Diciembre. El Congreso de Stockolmo”, Revista
Europea, III, n. 44, 27 de Diciembre de 1874, págs. 293-294; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 5ª Lección.-19 Enero. El Congreso de
Stockolmo”, Revista Europea, III, n. 24 de Enero de 1874, págs. 421-423;
“Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 6ª Lección.- 26 Enero.
Importancia de la Paleoantropología”, Revista Europea, III, n. 50, 7 de Febrero de 1875, págs. 484-486; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Pre29
66
de los ramos de las ciencias físico-químico-naturales, es el
que suministra más datos para el adelanto de la agricultura?”
(Fulgosio, 1861). En 1861 participó en el debate sobre el tema
“¿Cuáles son los verdaderos límites entre las ciencias físicas,
químicas y fisiológicas?” (Fulgosio, 1862). En los años 1863,
1869 y 1870 ejercería la vicepresidencia de la misma sección.
Avanzados los años sesenta, Vilanova cambió la orientación
del curso que impartía en el Ateneo, incidiendo en los aspectos
geológicos aplicados al estudio del hombre fósil, con lo que
dirigía sus lecciones a la difusión de la arqueología prehistórica, disciplina emergente en esos momentos. Extractos de las
conferencias impartidas en 1867 y 1868 fueron publicados en
la Revista de Bellas Artes e Histórico-Arqueológica dirigida
por Tubino (Vilanova, 1867a, b, c, d) y en el periódico Las
Novedades.29 En los cursos siguientes continuó en la misma
línea exponiendo en el Ateneo su viaje al congreso de antropología y arqueología prehistórica celebrado en Copenhague, los
hallazgo de restos fósiles humanos en cavernas de Bélgica, los
debates sobre la cronología del primer poblamiento de Europa,
las controversias acerca del hombre terciario, la concordancia
diluvio-terrenos cuaternarios, la historia de los descubrimientos
relativos al origen y antigüedad del hombre, el darwinismo, las
industrias líticas, el paleolítico y el neolítico, etc. El cambio de
orientación en su curso fue criticado por el apologista católico
Francisco Caminero Muñoz, quien comentó al respecto en 1871:
... nos ha subyugado el prurito de escribir sin ser geólogos,
arqueólogos, ni cosa que valga, algo de arqueología prehistórica, tratando únicamente de tomar el pulso a la recientísima y hoy triunfante opinión de la remotísima antigüedad
del hombre. Ya caímos en igual tentación hace dos años,
cuando el Sr. Vilanova, apóstol en España de esta nueva
religión, comenzó en el Ateneo sus lecciones sobre geología, que él llamó del hombre fósil, sospechamos que con
el loable fin de que fuera a escucharle la gente de Madrid
que está por las cosas nuevas, y no habría acudido a oír
lecciones, y muy buenas por cierto, de geología.
Vilanova continuó durante los años setenta explicando en
su cátedra del Ateneo sus conferencias sobre ciencia prehistórica. Tanto el curso comprendido entre el 25 de Noviembre de
1874 y el 4 de Mayo de 1875,30 como el siguiente entre el 9
histórica. 7ª Lección.-16 Febrero. Naturaleza y origen del hombre”, Revista
Europea, III, n. 52, 21 de Febrero de 1875, págs. 550-552; “Ateneo Científico
y Literario. Ciencia Prehistórica. 8ª Lección.- 23 Febrero. Antigüedad del
hombre”, Revista Europea, III, n. 53, 28 de Febrero de 1875, págs. 585-586;
“Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 9ª Lección.-2 Marzo.
Antigüedad del hombre. Primera Edad, Paleolítica”, Revista Europea, IV, n.
54, 7 de Marzo de 1875, págs. 36-37; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia
Prehistórica. 10ª Lección.- 9 Marzo. Antigüedad del Hombre. Primera Edad,
Paleolítica”, Revista Europea, IV, n. 55, 14 de Marzo de 1875, págs. 78-79;
“Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 11ª Lección.- 16 Marzo.
Antigüedad del Hombre. Primera Edad, Paleolítica”, Revista Europea, IV,
n. 56, 21 de Marzo de 1875, págs. 113-115; “Ateneo Científico y Literario.
Ciencia Prehistórica. 12ª Lección.-30 Marzo y 13ª Lección.- 6 Abril.. Antigüedad del Hombre. Primera Edad, Paleolítica”, Revista Europea, IV, n. 59,
11 de Abril de 1875, págs. 236-240; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia
Prehistórica. Lección XIV.- 13 Abril. Antigüedad del Hombre. Primera Edad,
Paleolítica. Carácter paleontológico”, Revista Europea, IV, n. 60, 18 de Abril
de 1875, págs. 275-278; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica.
Lección XV.- 20 Abril. Antigüedad del Hombre. Época Paleolítica. Carácter
Antropológico”, Revista Europea, IV, n. 61, 25 de Abril de 1875, págs. 316318; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. Lección XVI.- 17
Abril”, Revista Europea, IV, n. 63, 9 de Mayo de 1875, págs. 397-400; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. Lección XVII y última.- 4
Mayo”, Revista Europea, IV, n. 69, 20 de Junio de 1875, págs. 637-640.
[page-n-80]
de Noviembre de 1875 y Mayo de 1876,31 tendrían una amplia
repercusión, siendo sus lecciones extractadas regularmente en
la Revista Europea.
En la primera lección de Prehistoria correspondiente al
periodo 1874-1875, Vilanova justificaba el que repitiera la
misma materia, tras siete cursos impartiendo la misma enseñanza. Así, a su propio interés de difundir los conocimientos
relativos a esa nueva disciplina, había que añadir la satisfacción que recibía por la buena acogida que tenía entre el
público. Todo ello sin olvidar la que consideraba incalificable
oposición que según él ejercían algunas eminencias alemanas a los estudios de Prehistoria, agudizado por un sentimiento nacionalista en contra de Francia. En este curso, y
tras comentar en las primeras cinco lecciones el desarrollo
del Congreso Internacional de Antropología y Arqueología
Prehistórica que había tenido lugar durante el mes de Agosto
en Estocolmo, Vilanova disertaba sobre la importancia de la
paleoantropología, comentando el impacto que había tenido en
la sociedad europea la gran antigüedad de la Tierra, deducida a
través de estudios geológicos, que superaba la estrecha cronología basada en datos históricos. En este ambiente, él pensaba
que los inicios de la Prehistoria se habían visto, por parte de
materialistas y ateos, como “un poderoso ariete para destruir
el fundamento del dogma católico”, mientras que las personas
“timoratas” y conservadoras habrían sentido un rechazo hacia
esta ciencia por considerar que entraba en contradicción con el
Génesis (Vilanova, 1875c).
A lo largo de las sucesivas lecciones, en las que abordó el
estado de la cuestión respecto a la naturaleza, origen y antigüedad del hombre, así como los conocimientos más actuales
con relación al Paleolítico, Vilanova fijó los límites en que
según él debía moverse el estudio de la ciencia prehistórica
y éstos eran los establecidos por el creacionismo, el fijismo y
el antidarwinismo. Había dos razones, según Vilanova, para
insistir en este punto: “el deseo de combatir la descendencia
animal del hombre, verdadera meta del Darwinismo, y probar
cuán descaminados andan los que queriendo en el fondo
rechazar semejante doctrina, pero obedeciendo a miras estrechas, no quieren reconocer como humanos ni los restos fósiles
de nuestros antepasados, ni los claros vestigios de su primitiva
industria que, junto con huesos de mamíferos y de otros seres,
se encuentran entre los materiales del terreno cuaternario, y
quizás también de los estratos del terciario”. Vilanova pretendía así situarse en una posición intermedia entre los evolucionistas y aquellos que, como Caminero, rechazando los postulados transformistas iban aún más lejos y negaban cualquier
evidencia de restos fósiles humanos y de su industria lítica. En
este sentido Vilanova se mostraba muy crítico con Caminero,
de quien decía que para rechazar los estudio de Prehistoria,
proponía la existencia de un precursor humano, preludio de
la humanidad, desaparecido en el Cuaternario. Lo único que
conseguía Caminero con esta postura era, en palabras de Vila-
31
VILANOVA, J. (1875-1876), “Ateneo De Madrid. Ciencia Prehistórica. I.
Origen y vicisitudes de la Tierra”, Revista Europea, VI, n. 90, 14 de Noviembre de 1875, págs. 75-77; “Ateneo de Madrid. Ciencia Prehistórica. II. El
Período Cuaternario”, Revista Europea, VI, n. 91, 21 de Noviembre de 1875,
págs. 108-110; “Ateneo de Madrid. Ciencia Prehistórica. III. La formación
diluvial”, Revista Europea, VI, n. 92, 28 de Noviembre de 1875, págs. 157160; “Ateneo de Madrid.. Ciencia Prehistórica. IV. Las cavernas huesosas”,
nova, coincidir en el fondo con los postulados darwinistas que
también apelaban a un antecesor, ya que hacían descender al
hombre del mono (Vilanova, 1875d).
En otra de sus conferencias Vilanova abordó la posible
existencia del “hombre terciario”, cuestión que en aquellos
momentos era objeto de un amplio debate en instituciones y
revistas científicas europeas. Vilanova comenzaba reconociendo que se planteaban serias dudas sobre su existencia (ver
Catalá Gorgues, 2011). Por un lado, los trabajos paleoclimáticos
habían demostrado que el ambiente del Mioceno habría permitido la vida del hombre, dato confirmado por el hallazgo en
dichos terrenos geológicos de especies fósiles cuyos tipos análogos vivían en la actualidad. También reconocía que parecía
casi probado, que habían sido trabajados por manos humanas
los huesos fósiles de animales con incisiones y la tosca industria lítica, halladas en yacimientos pliocenos franceses e italianos. Pero aunque estos datos parecían hacer posible la existencia del hombre en el continente europeo durante el Terciario
Medio y Superior, él pensaba que aún no se habían encontrado
las pruebas definitivas que corroboraran esto, es decir, faltaban
restos fósiles de hombres que hubieran vivido en el Terciario
(Vilanova, 1875e).
La tendencia conservadora con la que Vilanova exponía
sus lecciones de Prehistoria en el Ateneo fue criticada por
Manuel de la Revilla (1846-1881). Para Revilla, Vilanova
durante muchos años había intentado alcanzar un ideal imposible desde su cátedra del Ateneo. Su deseo de popularizar
los estudios geológicos y prehistóricos se había logrado en
parte gracias a sus indudables conocimientos científicos en
estas disciplinas. Sin embargo, Vilanova, había cometido el
error de oponerse al darwinismo, intentando armonizar la
ciencia con la revelación, lo que Revilla consideraba que era
una utopía que jamás podía alcanzarse. Revilla lamentaba que
Vilanova malgastara su talento en una empresa tan absurda,
oponiéndose al progreso científico, sacrificando la libertad de
su pensamiento y los fueros de la ciencia. Para él, las protestas contra las nuevas ideas en el fondo encubrían, con el
fingido menosprecio que se hacía gala, un profundo temor
(Revilla, 1875).
Vilanova dedicó una de sus lecciones de Prehistoria a responder a los ataques que le había dirigido Revilla, a quien
calificó de “niño viperino” (Vilanova, 1876a: 356), criticando las tesis de Darwin y exponiendo en contra del evolucionismo la ausencia de eslabones fósiles intermedios, argumento empleado habitualmente por los creacionistas (Pelayo,
1999a).
La polémica continuaría con una nueva intervención
de Revilla, que volvió a criticar tanto el antidarwinismo de
Vilanova como su recurso a la descalificación chistosa y
fácil, impropia de una polémica científica (Revilla, 1876).
A su vez, Vilanova respondió con su artículo “La cátedra
de Prehistoria en el Ateneo y su censor Revilla”. Reco-
Revista Europea, VI, n. 93, 5 de Diciembre de 1875, págs. 196-199; “Ateneo
de Madrid. Ciencia Prehistórica. V. El hombre terciario”, Revista Europea,
VI, n. 95, 14 de Diciembre de 1875, págs. 277-280; “Ateneo de Madrid.
Ciencia Prehistórica. VI y VII. La doctrina de Darwin”, Revista Europea,
VII, n. 114, 30 de Abril de 1876, págs. 356-358; “Ateneo de Madrid. Ciencia
Prehistórica. VIII. La época paleolítica”, Revista Europea, VII, n. 116, 14 de
Mayo de 1876, págs. 436-438.
67
[page-n-81]
nocía haberse dirigido a su crítico tildándole de viperino y
de inquisidor de nuevo cuño, por presentar a la vergüenza
pública a quien no se atrevía a doblar la rodilla ante ídolos
como Darwin o Haeckel, que debían ser pontífices más infalibles para Revilla que el Papa para los católicos. Pero reconocía que no le había gustado haber sido llamado “profesor
de inteligencia petrificada y de rutinaria y antigua ciencia”
(Vilanova, 1876b).
El 17 de Enero de 1882 Vilanova pronunció en el Ateneo
la segunda conferencia del “Curso de Historia Universal”, en
el que también participaron José Moreno Nieto y Eduardo
Saavedra. El tema que abordó el naturalista valenciano fue el de
“Tiempos prehistóricos” (Vilanova, 1883a).
Como ya se ha visto, la ciencia prehistórica sería también
el tema elegido por Vilanova en su recepción en la Real Academia de la Historia (1889a). La contestación a su discurso
de ingreso corrió a cargo de Antonio Canovas, quien en 1891,
siendo presidente del Ateneo de Madrid, organizó un ciclo de
conferencias como preparación de los actos que iban a constituir el inminente Cuarto Centenario del Descubrimiento del
continente americano. La conferencia del día 21 de abril fue
impartida por Vilanova, quien disertando sobre la Protohistoria americana (Vilanova, 1892a). El punto de partida de
Vilanova en su discurso fue que el desarrollo de la “hominización” había tenido lugar sincrónicamente en todos los continentes y que el ritmo de avance de las civilizaciones era de
un progreso muy lento, pero contrariamente la decadencia era
súbita. Vilanova afirmaba que la aparición de restos humanos
siempre se había producido sobre formaciones diluviales y
negaba la existencia del “hombre terciario”, posibilidad que
años antes había dejado abierta durante sus cursos de Prehistoria. Gran importancia otorgaba a las referencias paleoantropológicas expuestas por Florentino Ameghino (1854-1911),
muchos de cuyos materiales había podido observar en la exposición del congreso internacional de ciencias antropológicas
de París en 1878, donde entabló relaciones de amistad con el
naturalista argentino (Catalá Gorgues, 2011). También hay que
recordar que dos años antes había participado en el Congreso
de Americanistas celebrado en París, donde presentó la comunicación: L’homme fossile du Río San Borombón (Vilanova,
1892c) en la que además refería a la valiosa colección paleontológica legada por Rodrigo Botet a la ciudad de Valencia,32
fácilmente podría haberse limitado a hacer una de sus comunicaciones características, organizadas a partir de una introducción muy general, para acabar dando tres o cuatro brochazos
con algunas informaciones recogidas aquí y allá sobre el tema.
Sin embargo, nos encontramos ante un discurso muy trabado
y documentado, que vuelve a mostrarnos la curiosidad intelectual de nuestro autor y su afán por seguir siendo el referente o
portavoz de los conocimientos referidos a la antropología fósil
y la prehistoria.
Al año siguiente y relacionado con el mismo tema, Vilanova publicó Paleontología americana, comparación con la del
Antiguo continente (Madrid, 1892b). Ambos trabajos constituirían unas de las últimas aportaciones de Vilanova.
32
68
Véase también Ayarzagüena (2002b: 74), Salinas (2009) y Catalá Gorgues
(2011) y sobre la colección Botet, Salinas (2001: 51-74).
IV.6. progreso científico y reivindicación
de una ciencia nacional
Como se ha visto a lo largo de este capítulo, los esfuerzos de
divulgación realizados por Vilanova iban principalmente encaminados a la sociedad culta, un tema recurrente es su apelación a
la necesaria modernización de España a través de la aplicación
de los nuevos conocimientos científicos. Este tema sería elegido
para el discurso que pronunció en la inauguración del año académico 1864-1865 en la Universidad Central, donde abordó de
una forma más integrada sus argumentos, que ya anunciaba en
su título: De la organización que conviene dar á la enseñanza
de las ciencias cosmológicas, considerada bajo el doble punto
de vista teórico y práctico ó de aplicación á las artes técnicas
é industriales, precedida de la historia general y pátria de las
mismas, donde hizo una ardiente defensa de la ciencia positiva, en
cuyo cultivo e impulso estaba la clave para la modernización de
las naciones, idea a la que se mantuvo fiel el resto de su vida. En
nuestro país, se habrían puesto las bases para ello con la reforma
de estudios impulsada por el ministro Pidal, aunque advertía que
ésta debería ir acompañada de una racionalización de la estructura
de las enseñanzas científicas, consistente en darle un mayor peso
específico a la Facultad de Ciencias frente a la preponderancia
de las escuelas de ingeniería. Además, se integró en el debate de
la ciencia española, defendiendo las posiciones acríticas de los
conservadores –no es que las de los liberales fueran mejor razonadas–, que ponían el acento en la existencia de una pléyade de
grandes científicos españoles, quienes habían sido ignorados por
las grandes naciones que se arrogaban el protagonismo en la revolución científica y ello no respondía sino a la envidia, llegando a
afirmar que el pensamiento de autores como Francis Bacon, no
era sino una mala copia del de Luis Vives.
Su afán por invocar un pasado científico glorioso, es palpable, en la reseña del Congreso Geológico de Arezzo, durante
el cual se descubrió una lápida en honor al famoso naturalista del
siglo XVII, Francesco Redi, y a propósito de ello, afirma que,
basándose en un escrito del último representante de la familia,
que había muerto en 1817, el linaje era oriundo de Madrid y respondía al nombre de Reda. (Vilanova, 1887: 378-379 y 391-392).
En la misma reunión, y ante la conferencia del profesor Scalzi de
Roma, que reclamaba la precedencia de Cesalpino en el descubrimiento de la circulación de la sangre, Vilanova ensalza a Servet y,
apoyándose en Menéndez y Pelayo –que ya en 1876, había publicado la primera edición de La ciencia española–, le convierte en
precedente de la teoría de la circulación mayor, rechazando las
voces que apuntaban hacia Colombo (Op. cit.: 380-391).
Pero no bastaba con quedarse embelesado ante la enorme
talla de los científicos españoles del pasado, pues las novedades que traían los nuevos tiempos obligaban a ir labrando
el futuro y así, pocos años después, como ya se ha comentado,
le vemos formando parte del grupo fundador de la Sociedad
Española de Historia Natural (1871). Pero no fue ésta la
única, sino que nos aparece como un entusiasta de todo tipo
de empresas asociativas, en las cuales siempre desplegó una
incansable actividad. En 1864, formó parte del grupo fun-
[page-n-82]
dador de la Sociedad Antropológica Española y publicando
en la Revista de Antropología (1874), la cual siquiera llegaría
a acabar el segundo volumen (Puig-Samper y Galera, 1983:
29-64). Asimismo, se integró en la Sociedad Geográfica de
Madrid (1878), en donde encontraría el apoyo necesario para
la publicación del citado diccionario de geología (Vilanova,
1884b) y en su Boletín publicaría la Memoria geognósticoagrícola y prehistórica de Valencia, entre 1881 y 1884. Ello
nos permite observar cómo su actividad asociativa también le
iba a permitir cubrir parte de los espacios que se había visto
obligado a abandonar tras su marginación de la Comisión del
Mapa, pues finalmente una versión ampliada de este texto
vería la luz en forma de libro, en 1893, gracias al apoyo de
la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia.
Además, en distintos momentos, consiguió publicar en la
Revista Europea el contenido de sus clases dictadas en el
Ateneo de Madrid (1874), las cuales también aprovechó en
su faceta como polemista, ya que, como han puesto de relieve
los expertos en la materia, las diferencias de criterio siempre
han atraído más al público a los actos científicos, que el puro
aprendizaje. Y uno de los debates que levantó mayor pasión
en la época, fue sin duda el mantenido en torno al darwinismo,
en el que participó activamente.
Otro nombramiento que iba a servirle en su búsqueda de
espacios específicos para la geología, fue el de miembro de la
Real Academia de Medicina (1861), en cuya elección pesó enormemente su doble condición de médico y geólogo, que le hacían
muy idóneo para formar parte de la sección de higiene pública,
en un momento en que las aguas minerales atraían enormemente
la atención de los médicos y el subsuelo urbano se había convertido en el espacio idóneo para la circulación y evacuación de las
aguas potables y residuales.33
En efecto, incluso antes de su ingreso en la Academia, en
el año 1858, había publicado varios artículos titulados “Aguas
Minerales” en la revista El Siglo Médico, que propiciaron una
polémica con otros médicos, al defender que los directores
de los balnearios habían de complementar sus conocimientos
médicos con los químicos y de otras ciencias auxiliares convenientes, mientras que para los facultativos, sólo eran necesarios
los conocimientos clínicos. Ésta era la posición adoptada por
Rafael Cardo y Oliver en sus artículos titulados “Crítica del
valor del análisis químico en Hidrología Médica”, publicados
en la misma revista en 1861-62 y reeditados en 1864, donde
manifestó la superioridad del criterio clínico. Tales artículos
también suscitaron polémica en la Academia de Medicina, con
una larga controversia que se extendió durante 15 sesiones
y cuyos extractos publicó también El Siglo Médico. En ellas
participó Vilanova, defendiendo la necesidad de los conocimientos químicos y geológicos y posteriormente, Vilanova
leyó en sus salones el discurso titulado “De la materia orgánica en las aguas termales”, que volvió a suscitar el debate
entre los académicos, y como en el caso anterior también fue
reflejado en El Siglo Médico. Y éste sería el argumento elegido para su discurso, dictado en la sesión del 25 de enero de
1879, en el que destacó la importancia de los estudios geológicos y paleontológicos en la hidrología médica, e incorporó las ideas de Lecoq sobre la materia orgánica en las aguas
minerales.34
En este ambiente, no debió ser ajeno a su situación institucional, tanto universitaria como académica, el encargo realizado
por el Ayuntamiento de Madrid para que hiciera un informe
geológico con el fin de determinar el emplazamiento del nuevo
cementerio (3 de abril de 1869), que fue seguido de su nombramiento para formar parte de la comisión encargada de la instalación del cementerio (13 de diciembre de 1877). Algunas de
estas notificaciones y nombramientos se encuentran en el Fondo
Documental del Museo de Prehistoria de Valencia (FDJV-MPV
4/20) (Fig. 32).
Ahora bien, todo este esfuerzo institucional, según su propia
percepción, no tuvo las consecuencias deseadas, a causa del
débil apoyo social recibido, lo que consideró una de las fragilidades más destacadas de nuestro país respecto de sus vecinos
más desarrollados, como afirmaba sin ambages en su reseña del
congreso de Nancy, donde hacía una pintura negra de la situación de las sociedades a las que nos hemos referido (Vilanova,
1890: 195, 219-220):
33
34
Vale la pena recordar que una de las secciones del congreso internacional de
higiene de Viena (1887) se dedicó a la influencia de la orografía y la hidrografía sobre el cólera tal y como indica Vilanova (1889b: 44-45). Salavert
(2005) recoge algunas de las ideas de Vilanova expuestas en los congresos en
relación a las epidemias de cólera y la higiene en las ciudades.
Esta institución, altamente patriótica, y de la que tantos
beneficios ha reportado ya la ciencia en general y la cultura particular de la nación vecina, ejemplo nobilísimo, que
debiéramos acoger con gusto, ya que tantas cosas frívolas
de ellas imitamos ... Dichosas naciones aquellas en las que
tales milagros se realizan y tan levantadas aspiraciones
surgen por efecto de estos mismos milagros, pues ellas
son grandes y ricas, como lo es la Francia, dígase lo que
se quiera en contrario; y cuán amargo contraste forman con
aquellas otras en las que, por efecto de causas varias cuyo
examen no es de este lugar, las pocas sociedades científicas
que existen, arrastran una vida lánguida y miserable, como
acontece con la geográfica y con la española de Historia
Natural, que a duras penas pueden ir tirando, como vulgarmente se dice. Yo he asistido a la creación de ambas corporaciones, de las que me cabe la honra de ser fundador
y recuerdo perfectamente que el día que se inició el pensamiento de la Sociedad Geográfica, las mesas, el papel y
los tinteros que la Academia de la Historia puso generosa
a nuestra disposición, no bastaban para los que deseaban
inscribirse, resultando un número tan crecido de adeptos,
que hacían prever una larga y brillante existencia. Mas ¡oh
desencanto! Como aquí por lo común sólo perseveramos en
el mal, resultó que a los pocos meses, una vez satisfecha la
necia vanidad de darse a conocer como fundadores, comenzaron a cansarse de la visita del recaudador y a darse de
baja.
El último ámbito en el que jugó sus cartas fue el de la paleontología. A pesar de que conocemos las preferencias de nuestro
catedrático por esta disciplina, llama la atención que nunca
San Martín Bacaico (1994: 86-87) hace referencia a varias polémicas
sobre la hidrología médica en las que participó Vilanova en la Sociedad
Española de Hidrología Médica fundada en 1877.
69
[page-n-83]
Fig. 32. Citación de la Comisión encargada de valorar los terrenos para establecer un nuevo cementerio
de la ciudad de Madrid, firmada por Manuel M. I. de Galdo el 3 de abril de 1869 (FDJV-MPV 4/20).
IV.6.1. Estrategias vulgarizadoras de Vilanova
publicara un tratado de paleontología,35 aunque hemos de referir
la existencia de un manuscrito bastante amplio, que parece el
borrador de un manual sobre el particular, datado posteriormente
a 1883 (ver Capítulo III). Esta carencia se compensa con una producción muy abundante dedicada a la paleoantropología y la prehistoria, una disciplina nueva que en su época daba sus primeros
pasos en su proceso de institucionalización, generalmente dentro
del mundo de la Geología y Paleontología. En estos campos, su
dedicación fue muy vigorosa, participando de forma muy activa
en la mayor parte de los congresos internacionales sobre la
materia, buscando convertirse en el portavoz oficial de la ciencia
española en el tema. De hecho, a él se le debe la primera publicación que abordó científicamente, y a un nivel muy destacable,
la cuestión del origen del hombre (Vilanova, 1872b) y su participación sería requerida en distintas ocasiones en foros internacionales, para reconocer los restos en estratos terciarios del hombre
de Otta durante el congreso de Lisboa de 1880 y del cráneo de
Olmo en el congreso de Arezzo de 1886, en los que negó tal cronología (Vilanova, 1887: 398). En cuanto a la prehistoria, acabó
convirtiéndose en uno de los mayores expertos europeos en la
materia, con aportaciones realmente importantes. Una situación
que recibió la sanción institucional, al ser nombrado miembro de
la Real Academia de la Historia (1889), pasando así a ser el primero de los académicos con formación científica.36
Una de las características de los científicos que desarrollan
una actividad divulgativa importante, es la de adaptar sus discursos a los diferentes públicos a los que se dirija, como por
ejemplo el caso del astrónomo británico Robert S. Ball (18401913) quien adoptaba un tono distinto y también abordaba
temas diferentes según se tratara de reuniones entre colegas o
de sus conferencias multitudinarias (ver Ruiz-Castell, 2004).
Pero este no fue el caso de Vilanova, el mismo dejó un testimonio muy significativo sobre el particular en su libro De
Madrid a Ámsterdam (3-4), al declarar “ingenuamente”, que
las noticias de tipo científico “tienen por objeto llamar la
atención de nuestros hombres de ciencia que en realidad se
interesan por semejante linaje de disquisiciones y estudios”,
mientras que otras de carácter más espectacular “así como las
indicaciones hechas en las conferencias dadas en el Ateneo,
en la Sociedad geográfica y en otros centros de la capital, iban
y van encaminados a excitar el celo de nuestra pública administración en pro de lo que pudiera y debiera hacerse en este
sentido, que tanto se relaciona con el grado de cultura que el
país alcanza”. Así pues, en ningún momento plantea en este
texto, que sintiera una preocupación por el auditorio (ver Salavert et al., 2007).
35
36
70
Aunque esa era su intención de acuerdo con lo que dice en su “Programa de
Paleontología” (Vilanova, 1876c:62): “…, así como tambien en la obra que
estoy preparando, para que sierva de texto á las personas que por gusto ú
obligacion quieran iniciarse en tan importante estudio”.
Estas cuestiones las hemos tratado extensamente en Salavert et al. (2003) y
Capítulo VI.
[page-n-84]
Para comprender mejor la actitud de Vilanova hacia la divulgación, pensamos que debemos tener en cuenta que, para él,
esta actividad tenía como finalidad primordial legitimarse personal e institucionalmente, por lo que acudirá preferentemente al
impreso, frente a otros divulgadores, que buscaban ante todo los
emolumentos conseguidos a través de sus conferencias, como fue
el caso del citado Robert Ball. Y ello responde a que Vilanova lo
que pretendía era aumentar la cultura científica de nuestro país,
en el que continuaba dirimiéndose entre sus clases gobernantes,
si la enseñanza debía tener un carácter predominantemente humanístico o científico.37 Con este objetivo, promovió la publicación
de todo tipo de obras de lujo, que ayudaran a difundir los conocimientos sobre la realidad natural, destacando entre todos ellos, la
dirección de La Creación, cuyo subtítulo era Historia Natural y
que la editorial Montaner y Simón publicó en 8 volúmenes entre
1872 y 1876,38 y el Atlas Geográfico Universal (1877). Junto a
estos tratados enciclopédicos, publicó sus cursos y conferencias
dictadas en el Ateneo en la Revista Europea, fundada en 1874 por
Tristán de Jesús Medina y Sánchez, caracterizada por su gran rigor
temático y que reunió un grupo muy selecto de científicos positivistas y krausistas, pero habitualmente con unas posiciones ideológicas más clericales y conservadoras que las de su competidora
la Revista Contemporánea, aparecida al año siguiente. También
fueron habituales sus colaboraciones a diarios como el valenciano
Las Provincias, así como en todos los boletines de las sociedades
de las que formó parte y en publicaciones especializadas. Lo que
llama la atención del tono adoptado en sus escritos más divulgativos, es que a menudo son copias literales de fragmentos de
sus libros. Es decir, que no parece que se preocupara mucho por
adaptar el tono reflexivo de sus obras académicas, propio de un
discurso escrito y no hablado. Y aunque hemos de advertir que
no sabemos si realmente lo que mandó a la imprenta era la transcripción de su disertación, llama poderosamente la atención, que
el texto de sus conferencias dadas en Santander sobre las pinturas
rupestres de Altamira, reproduce, con una explicación introductoria acerca de los fundamentos de la prehistoria, su comunicación presentada ante el congreso de Lisboa, que se produciría tan
sólo unos días más tarde.
Por ello, más que en el lenguaje, la diferencia fundamental la
encontraríamos en los temas, eligiendo para estos casos los temas
más polémicos y entre todos, el darwinismo (ver Capítulo VII)
y la concordancia entre la Biblia y la ciencia (para este último
aspecto ver Apéndice VI).
Uno de los capítulos que siempre está presente en sus manuales
de geología era el referido a la concordancia entre la Biblia y la
ciencia (Pelayo, 1988, 1999a). Sus convicciones católicas le convirtieron en un apasionado defensor del reforzamiento del discurso
bíblico por parte de los descubrimientos científicos, que intentaba
transmitir a las futuras generaciones de intelectuales a través de
sus textos pedagógicos y cursos. Y este mensaje resultó especialmente necesario en los momentos de crisis y en concreto durante
el Sexenio, cuando las instituciones tradicionales pasaban por
momentos de apuro, como ocurría con el Ateneo Científico y Literario, cuya directiva enviaba una misiva a Vilanova el 11 de octubre
de 1870, en la que le comunicaban: “El estado de postración en que
se encuentra esta sociedad, a causa indudablemente de las vicisitudes políticas que venimos atravesando, reclaman el eficaz concurso de aquellos de sus socios, cuyas justas reputaciones pueden
elevar el Ateneo a lo que fue y nunca debió dejar de ser, como
depósito de ciencias, representada por hombres eminentes, que se
dedicaron sin descanso a difundir sus conocimientos por medio de
la enseñanza”. Evidentemente, Vilanova acudió a su llamada y el
9 de diciembre presentaba su curso de geología prehistórica, en el
que pretendía presentar a su auditorio la flagrante contradicción
existente entre el hombre paradisíaco de la Biblia y el hombre de la
naturaleza, poniendo de relieve una de sus convicciones más acendradas, la ya comentada de que la prehistoria no negaba el relato
bíblico, sino que nos lo devolvía mucho más enriquecido, al presentarnos la genialidad de nuestros antepasados más antiguos para
sobrevivir en un medio tan hostil, gracia a la maravillosa arma concedida por Dios: la razón y la capacidad de fabricar.39
En esta misma lucha se incluyó su particular cruzada contra el
darwinismo, para la que desplegó todo su ingenio y su aparición
es más variada y repetida, aunque al final de los años ochenta,
observamos un cansancio ante la inutilidad del debate, aunque
continuo tocando el tema de manera habitual en sus reseñas de
congresos (ver Capítulo VII). En su posición, podemos observar
una clara distinción entre los juicios lanzados hacia Darwin y
aquellos de sus seguidores con renombre, hacia quienes adoptaba
una actitud muy prudente, y los darwinistas, contra los que lanza
todo tipo de descalificaciones.
En resumen, los argumentos presentados son suficientemente
explicativos para apoyar que la variada actividad divulgadora
desplegada por Vilanova tenía como objetivo buscar un espacio
de legitimación social de la geología y la paleontología en un
ámbito institucional dominado por los ingenieros de minas. Su
convicción en que los científicos de formación más básica podían
hacer aportaciones importantes a la aplicación de sus conocimientos al mundo productivo, es palpable en la empresa de perforación de pozos artesianos que puso en marcha y en su actividad
publicista, que le llevó incluso a presentar ante el Congreso una
solicitud para que ampliaran las subvenciones que se concedían
a quienes canalizaran aguas con destino a regadíos agrícolas, a
la perforación de tales pozos.40 Es más, incluso llegó a poner en
marcha una granja de aves, de la que nos habla en un inspirado
poema-invitación del poeta Querol (ver Apéndice I).41
37
Échase de ver además, que en La Creación se da excasa importancia á asuntos que en el estado actual de la Ciencia merecen especial atención, consagrándose por el contrario muchas páginas á otros que carecen por completo
de interés en el terreno de la Historia Natural...
... Es que Vilanova era autor de propaganda, de vulgarización; dirigíase á
principiantes y aun á profanos; iba á formar escuela, á crear aficiones. Era
hombre práctico; de aquella manera había de escribir entonces, y no de otra.
39 FDJV-MPV 5/10.
40 Las Provincias, 14 de febrero de 1880. Recordemos que fue justo ese año
cuando publicó su monografía sobre el particular.
41 Referido en Anónimo (1900) y Llorente (1948b).
Sobre esta cuestión, continúan siendo de referencia obligada los libros de
Turin (1967) y Puelles (1980); hay que indicar que resulta muy difícil separar
una literatura para las élites cultivadas de una literatura para el público lego,
tal distinción nos resulta especialmente comprometida en la España de la que
estamos hablando, con unas altas tasas de analfabetismo.
38 El carácter divulgativo de la obra es puesto de relieve por Vidal Macho
(1907: 368):
Más que una obra exclusivamente científica, que penetrara en las más complicadas teorías para refutar las falsas y dar juicio favorable á la verdadera,
y que investigase los más recónditos problemas de la Naturaleza desenvolviéndose en sus manifestaciones objetivas, se concreta la obra del ilustre Paleontólogo á la parte, que á mi pobre juicio, podríamos llamar amena ó de
iniciación de la Ciencia,...
71
[page-n-85]
[page-n-86]
V
VILANOVA Y LAS CIENCIAS GEOLÓGICAS
La actividad geológica y paleontológica de Vilanova transcurre durante dos de los periodos en los que se ha subdividido
la historia de la geología española. Estos periodos son los que
van de 1849 a 1873 y de 1873 a 1910, de acuerdo con la división ideada por Mallada (1897) y posteriormente ampliada por
varios autores (ver Gozalo, 2000).
Como investigador Vilanova fue uno de los geólogos y
paleontólogos españoles más importante de su época. La mayor
parte de sus trabajos de campo suponen la recogida de nuevos
datos en diferentes lugares de la geografía española, en un
intento de realizar primero, y mejorar después, las cartografías geológicas existentes de España o de sus provincias. Por
otro lado, a través de sus manuales teóricos intentó ofrecer a la
sociedad española unas bases teóricas de la geología equiparable
a las que existían en otros países de nuestro entorno y profundizar en algunas de los aspectos más aplicados de la geología.
Otro aspecto de gran interés está relacionado con la institucionalización de la geología en la España decimonónica, en
este caso existió una clara competencia entre los naturalistas y
los ingenieros de minas, lo que originó un gran número de desencuentros y controversias que se analizarán sucintamente en la
segunda parte de este capítulo.
Manual de Geología aplicada a la agricultura y a las artes
industriales (1860-61), el Compendio de Geología (1872a) y el
tomo 8 de La Creación (1876d; Fig. 33), además de sus memorias provinciales de Castellón (1859), Teruel (1870) y Valencia
V.1. Geología y Paleontología
Los primeros trabajos de Vilanova sobre geología hacen
referencia a los descubrimientos que llevó a cabo durante su
periodo de formación en Francia y las excursiones que realizó
en el mismo (ver Capítulo II), algunos de cuyos resultados los
publicó en el Bulletin de la Société Géologique de France (Vilanova, 1852, 1854). Una vez en España sus primeros trabajos
se insertan en la línea de los estudios geológicos de carácter
provincial, destinados a la confección del Mapa Geológico y
a la elaboración de textos teóricos para las aulas y el público
culto.
Para realizar una aproximación al modo de pensar de Vilanova como geólogo y paleontólogo se analizarán someramente
los distintos libros generales de geología, concretamente, el
Fig. 33. Portada del Tomo VIII Mineralogía, Geología
y Palentología de La Creación (1876).
73
[page-n-87]
(1893). Estos trabajos recogen los conocimientos teóricos y
las teorías e hipótesis sobre la geología que acepta Vilanova, y
por lo tanto el marco teórico en el que se mueve, así como sus
aplicaciones a regiones concretas. A continuación se hará una
revisión de los aspectos más aplicados relacionados con la agricultura y las aguas subterráneas en sus libros Geología agrícola
(1879a) y, sobre todo, Teoría y práctica de pozos artesianos y
arte de alumbrar aguas (1880b)
V.1.1. Manuales de Geología y Memorias provinciales
Como ya se ha dicho, en este apartado analizaremos, en
primer lugar, las tres grandes obras que preparó Vilanova sobre
geología general, que son: Manual de Geología aplicada a la
agricultura y a las artes industriales (1860-61), Compendio
de Geología (1872a) y el tomo 8 de La Creación (1876d).
Resulta muy esclarecedor consultar los índices y contenido de
estas obras, ya que el desarrollo de las mismas es casi idéntico,
variando solamente en la extensión y en la presencia o ausencia
de los capítulos de geología aplicada. A pesar de los 15 años de
diferencia entre la primera y la tercera obra, no se producen casi
modificaciones y no se incorporan casi ninguna de las novedades que se habían ido produciendo durante esos años, limitándose a cambiar ligeramente algunos aspectos puntuales. Se
puede decir que, aunque sus primeros libros se pueden considerar modernos, los últimos ya habían quedado un poco desfasados para su época.
En el tema metodológico lo primero que destaca es que
a pesar de su concepción catastrofista para ciertos momentos
de la Historia de la Tierra, tiene para la mayor parte de ella
una concepción geológica actualista, como demuestra al plantear un capítulo dedicado a las causas actuales. En él explica
como suceden actualmente una serie de fenómenos que en
un momento dado pueden devenir en un efecto catastrófico,
entroncando claramente con una postura catastrofista-actualista.
Uno de nosotros ha estudiado la problemática del catastrofismo y actualismo en España (Pelayo, 1984b: 58-62), y sitúa a
los distintos geólogos españoles del siglo XIX en función de sus
ideas. Integra a Vilanova en el grupo de los catastrofistas-actualistas, que son fundamentalmente geólogos que utilizaron en sus
explicaciones el sistema de levantamientos de montañas propuesto por Elie de Beaumont, quien admitía que, aunque en el
pasado actuaron las mismas causas que operan hoy de acuerdo
con los postulados de Charles Lyell, en ciertas etapas de la historia de la tierra ocurrieron una serie de brotes discontinuos de
gran energía en medio de periodos de calma, los cuales determinaron la elevación de las cordilleras; así se puede considerar
a Vilanova como actualista en el método pero catastrofista en
cuanto al sistema. Un ejemplo de este planteamiento lo tenemos
en el siguiente texto de Vilanova (1866a: 680):
Sucede á menudo que un fenómeno ó acontecimiento
terrestre decide de la suerte de pueblos enteros ó de la dispersión de las razas y variedades, que constituidas bajo
circunstancias distintas, suelen recibir un sello ó marca
diferente. Una inundación, un terremoto, una erupción volcánica, ó la aparición súbita de un monte ó una cordillera
¿no son con frecuencia la causa de cambios notables en la
distribución de los pueblos y aun á veces de razas enteras?...
74
Como vemos en este texto, Vilanova, al igual que el resto
de los catastrofistas actualistas, recurría a efectos universales
de carácter violento y súbito, lo que implica considerar una
mayor energía en la actuación de las causas pasadas, supuesto
básico del catastrofismo. Sin embargo, atribuyendo tales efectos
catastróficos a la acción continua y lenta de causas físicas y
geológicas de naturaleza igual a las del presente, estos autores
utilizaban en la elaboración de sus explicaciones un método de
concepción actualista.
Merece la pena hacer un análisis más detallado de las circunstancias que rodearon la publicación del Manual de Geología, así como de alguna de las reseñas que recibió este trabajo.
El propio Vilanova recoge en el prólogo del primer volumen
del Manual el Real Decreto de 31 de julio, publicada en la
Gaceta del 3 de agosto de 1855, en el artículo 1º, según recoge
Vilanova (1860: VI) se decía: “Se abre concurso público para
adjudicar un premio de 20.000 rs. al autor del mejor manual de
Geología aplicada á la Agricultura y á las artes industriales que
con aquella tienen relación”.
Finalmente la obra presentada por Vilanova fue la elegida y
premiada por la Academia de Ciencias el 25 de junio de 1858.
Como ya se ha comentado en el Capítulo IV, entre las condiciones generales figuraba la de convertirse en libro de texto
obligatorio durante cinco años, prorrogables a diez, esto es, un
monopolio a la hora de la enseñanza de la geología durante una
década en los institutos y universidades, que luego intento mantener con un libro mucho más asequible como era el Compendio
(Vilanova, 1872a).
Al comienzo del primer tomo del Manual..., Vilanova introdujo una Nota con las obras que podían consultar o adquirir las
personas que se dedicaran al cultivo especial de la ciencia geológica. Recomendaba como obras de consulta para el apartado Tratados elementales, las ediciones francesas de las obras geológicas
de Charles Lyell, el Manuel de Géologie élementaire (1857, 5ª
ed.) y los Principes de Géologie (1843, 6ª edición); el Abregé de
Géologie (1853) de J. B. D’Omalius d’Halloy (1783-1875); de H.
T. De la Bèche (1796-1855), cuatro libros, el Abregé de Géologie
(1853); el Manuel Géologique (1833), el Art d’Observer en Géologie (1838) y Recherches sur la partie théorique de la Géologie
(1838); y, por último, Taschenbuch für freunde der Geologie
(1845-47) de Carl Caesar von Leonhard (1779-1862); en cuanto
al apartado Tratados especiales, recogía la Géologie appliquée
(1855) y De la houille: traité théorique et pratique des combustibles mineraux (1851) de Amédée Burat (1809-1883); el Cours
de Géologie agricole (1852) de Nerée Boubée (1806-1863); la
Géologie appliquée aux arts et à l’agriculture (1851) de Charles
Marie D’Orbigny (1806-1876); L’art de découvrir les sources
(1856) del Abbé Jean-Baptiste Paramelle (1790-1875); la Guide
du Sondeur (1847) de Joseph Marie Degousée (1795-1862); por
lo que respecta a los Tratado especiales, Vilanova citaba Essai sur
les glaciers et sur le terrain érratique du bassin du Rhône (1841)
de Jean de Charpentier (1786-1855); Études sur les glaciers et
Nouvelles études et experiences sur les glaciers actuels (1847) de
Louis Agassiz (1807-1873); Des glaciers et des climats (1847) de
Henri Lecoq (1802-1871); el Essai géognostique sur le gisement
des roches dans le deux hémispheres (1823) de Alexander von
Humboldt (1769-1859); el Traité des roches considerées au point
de vue de leur origine, de leur composition… (1857) de Henri
Coquand (1813-1881); Études sur le metamorphisme des roches
(Annales de Mines, série 5ª, 12 : 89-288, 417-516, 705-772, y 13,
[page-n-88]
321-416) de Achile Delesse (1817-1881); Études et experiences
synthétiques sur le metamorphisme (1860) de Auguste Daubrée
(1814-1896) ; Guide du géologue voyageur (1835) de Amie
Boué (1794-1881) y Leçons de Géologie pratique (1845) de Elie
de Beaumont (1798-1874); para la Historia de la Ciencia recomendaba Vilanova los nueve tomos de que constaba la Histoire
du progrés de la Géologie (1847-1860) de Adolphe D’Archiac
(1802-1868); por último, como tratados de paleontología, recogía
el Traité élémentaire de Paléontologie (Paris, 4 vols., 1853-1857)
del naturalista suizo François Jules Pictet (1802-1872), profesor
de anatomía comparada y zoología en la Academia de Ginebra;
el Prodrome de Paléontologie estratigraphique (Paris, 3 vols.,
1850-1852) de Alcides D’Orbigny, profesor de paleontología en
el Muséum d’Histoire Naturelle; el Nouveu Manuel complet de
Paléontologie (Paris, 2 vols., 1846) de Marcel de Serres, profesor
de mineralogía y geología en la Universidad de Montpellier y
Lethaea geognostica (Stuttgart, 3 vols., 1851-1856) de los alemanes Heinrich Georg Bronn (1800-1862), de la Universidad de
Heidelberg y Ferdinand Römer (1818-1891), profesor de geología y mineralogía en Breslau.
Para hacernos una idea de la calidad de la obra, con sus
puntos fuertes y débiles, nos vamos a guiar por la reseña que
Verneuil (1863) hace del Manual, geólogo de prestigio internacional, buen conocedor de la geología española, a la que dedicó
numerosas obras de gran calidad (Truyols, 2008). Comienza
rememorando el viaje de Vilanova por Europa, y a continuación destaca que la obra ha sido premiada por la Academia de
Ciencias de Madrid; también menciona que es el segundo libro
publicado en castellano sobre Geología, tras la publicación de
la traducción de Ezquerra del Bayo en 1847 de Los Elementos
de Geología de Lyell (1838). En el análisis de la obra Verneuil
comenta que si bien el título se ciñe al programa propuesto por
el Gobierno para concursar al premio de la Academia, la obra
es un tratado completo de Geología (Verneuil, 1863: 204): “...
l’auteur a voulu faire et a fait un traité complet de géologie,
riche de faits et de doctrines, où la science est envisagée dans
son ensemble et où les plus récents progrès sont exposés avec
autant de sagacité que de talent”.
Otro aspecto que destaca es que en la obra se recoge mucha
información sobre Geología de España debida no sólo a Vilanova si no a un elenco de geólogos españoles y algunos franceses, entre los que se incluye. A continuación da una relación
pormenorizada de los contenidos de la misma; pese a esta lisonjera crítica del texto, Verneuil es muy ácido con respecto al
volumen del Atlas, señalando que la mayor parte de las láminas
son copias procedentes de otros trabajos, así los paisajes primitivos están reproducidos de la obra de Unger y concluye sobre
este tema (Verneuil, 1863: 205):
Enfin, M. Vilanova a joint à son atlas une copie légèrement modifiée de la carte géologique de Espagne, que nous
avions préparée il y a quelques années pour M. Dumont,
sur les documents des géologues espagnols et avec nos propres observations, et que cet illustre savant a faire entrer,
en la réduisant, dans sa carte géologique de l’Europe.
Una vez que es evidente, de acuerdo con Verneuil, que la obra
ofrecía un adecuado panorama de los conocimientos geológicos
de la época, vamos a revisar de manera breve el plan de la obra,
que es el mismo para los tres tratados generales aquí comentados.
El primer apartado lo dedica a la Geografía, donde desarrolla un capítulo que denomina Geografía Estática en la que
habla de la forma de la Tierra, del relieve y de la hidrografía,
y otro denominado Geografía Dinámica, donde habla de las
causas que originan, modelan y destruyen los relieves.
Un segundo apartado lo dedica a la Geognosia (descripción
de materiales) donde describe las principales rocas, comienza
con unas nociones básicas de Cristalografía y de los principales
grupos minerales, y rápidamente se introduce en la descriptiva de
las rocas; esta brevedad al tratar de las cuestiones mineralógicas
probablemente se debe a que existía una cátedra de Mineralogía y
por lo tanto tenían sus propios manuales (ver Capítulo III).
El siguiente capítulo es el de Geonomia (descripción de
terrenos), que divide en dos series. La primera describe los
materiales ígneos, detallando los distintos grupos de rocas
ígneas en función de la época en que se emplazaron y produjeron los consiguientes levantamientos, de acuerdo con las ideas
de la época, existiendo una correlación directa entre la aparición
de cada tipo de roca ígnea y los distintos periodos geológicos,
ya que cada tipo de roca se consideraba un marcador concreto
de un determinado levantamiento geológico (Fig. 34).
Al hablar de la segunda serie, dedicada a los terrenos neptúnicos, o de sedimento, la subdivide en dos apartados; en el
primero explica los conceptos básicos de Estratigrafía y Paleontología, mientras que en el segundo describe los periodos
geológicos. En cada uno de ellos realiza varios subapartados:
sinonimia, definición, carácter estratigráfico, carácter paleontológico, carácter mineralógico, división, sus características en
España; además, en ocasiones añade a los periodos otros subapartados en función de los conocimientos que se tenían de cada
uno.
Dentro de la Geogenia (teoría de la Tierra), traza una historia de la Tierra y de los fenómenos que han ocurrido, y termina este apartado con un capítulo que señala la concordancia
entre el Génesis y las Ciencias (ver el Apéndice VI). A continuación se hace un extracto de este capítulo, tal y como aparecen en
el Compendio (Vilanova, 1872a: 551):
Estudiada en su acepcion más lata la historia física de
la Tierra y de los demás cuerpos planetarios, abraza tres
grandes periodos de muy diversa índole y duracion: el primero llamado cosmogónico ó cósmico, el segundo geológico, y el tercero histórico. El primero comprende el estado
de la materia ántes y durante la formacion del globo; el
segundo representa el conjunto de trastornos, cambios y
modificaciones que este ha experimentado en la numerosa
série de siglos trascurridos desde que tomó rango entre los
cuerpos planetarios y la aparicion del Hombre á la superficie; acontecimiento extraordinario que marca el principio
de la época histórica propiamente dicha.
El segundo periodo según Vilanova (op. cit.: 552):
Se extiende desde el momento en que la tierra tuvo existencia propia, hasta la aparicion del hombre en la escena
de la creacion. Abraza toda la série de cambios y modificaciones que experimentó la materia, así orgánica como
inorgánica; acontecimientos que sucediéndose de un modo
lento á veces, más ó ménos violentamente otras, dieron por
resultado el estado actual de la Tierra. Privada esta de séres
75
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Fig. 34. “Cuadro de Clasificación General de los Terrenos” tomado del tomo VIII de La Creación (Vilanova, 1876d: 252).
vivos durante un periodo de duracion indeterminada, fué
embellecida más tarde su superficie con todos los atractivos de una vegetacion espléndida y vigorosa, que abrió el
camino á la vida animal. La sustitucion de estos séres por
otros que se adaptaban mejor á las nuevas condiciones que
iba adquiriendo el globo, por efecto de su propio desarrollo,
y la repeticion sucesiva de estos acontecimientos enlazados más ó ménos estrechamente con los levantamientos
de las montañas y con los cambios experimentados por la
materia,...
Después desarrolla, siguiendo a Henry de la Bèche (17961855), como debieron de ser las distintas etapas dentro de este
periodo, desde la consolidación de una primera corteza. Las
reacciones químicas que deberían ocurrir, así como los materiales gaseosos que quedaron encerrados dentro de esta corteza,
serían los causantes de terremotos, levantamientos, etc., así
comenta (op. cit.: 560):
Resultando de tan curiosas y complicadas reacciones en
el inmenso laboratorio, á las que contribuyó tambien el
agua física y químicamente considerada, fueron las rocas
plutónicas, el agua de los océanos con el cloruro sódico
y la separacion de la materia del globo en tres partes, á
saber: un núcleo central, una atmósfera exterior, y la capa
enfriada, que es la que determinó la separacion, verdadera
clave de los estudios geológicos, y causa eficiente de la
mayor parte de los hechos expuestos en el cuerpo de la
obra.
76
El tercer periodo es el más breve y abarca desde la aparición
del hombre hasta ahora.
Para terminar esta parte plantea la necesaria concordancia
con la religión, que a continuación desarrolla (op. cit.: 560-561):
Conocida por todo lo que precede la verdadera índole de
los estudios geológicos y los principios fundamentales en
que estriba la ciencia, solo nos falta dar cima á la empresa,
ponerlos en parangon con los que forman la base del dogma
de nuestras creencias religiosas, á fin de hacer resaltar la
armonía que existe entre estos dos géneros de estudio, en
los que se funda á la vez el amor á Dios y á la ciencia.
Por último termina, tanto en el Manual como en La Creación, con un capítulo de Geotecnia, donde desarrolla las aplicaciones geológicas más importantes, fundamentalmente
dedicadas a la minería, agricultura y aguas subterráneas. Posteriormente amplió estos dos últimos temas en forma de sendos
libros (ver más adelante), el segundo de los cuales constituye
el primer tratado de hidrogeología escrito en España: Geología
agrícola (1879a) y Teoría y práctica de pozos artesianos y arte
de alumbrar aguas (1880b).
De estas tres obras que estamos analizando, solamente
en La Creación tiene un epígrafe exclusivamente dedicado a
la Paleontología. Un aspecto que sorprende al paleontólogo
moderno es que lo dedica exclusivamente a una descripción
de los distintos grupos fósiles, mientras que los aspectos conceptuales, como definición de fósil, fosilización, apariciones
y extinciones de faunas y las “leyes” paleontológicas, los
[page-n-90]
estudia y discute dentro de la Geología, en el apartado de
Geonomia.
Si comparamos estas obras en detalle, lo primero que se
observa es que la figuración presente en todas ellas es casi idéntica; sólo alguna figura es ligeramente retocada en alguna de las
obras, y como mucho se incorpora alguna nueva figura, sobre
todo de tipo paisajístico en La Creación, junto con algunas
láminas en color, por ejemplo de minerales. Otro hecho es que,
por ejemplo, los apartados de Geognosia, Geonomia y Geogenia
del Compendio y de La Creación son casi idénticos.
Respecto a los pocos cambios de fondo existentes entre unas
obras y otras, quizás el más significativo fue la introducción de
la teoría hidrotermal para el origen del granito en el Compendio
(1872a: 146-151), explica someramente esta teoría y las investigaciones que han conducido hasta ella, así hace referencia a
la necesidad de que el material fundido, a partir del cual iban a
cristalizar las rocas ígneas que denomina hidrotermales, tuviera
un cierto contenido en agua y se encontrara en condiciones de
alta presión. Sin embargo la estructura de los subapartados de
la parte de Geognosia los mantiene con los mismo encabezamientos en el Manual y en el Compendio, encontrándose ya
modificados en La Creación.
Un cambio importante se da en el “Cuadro de Clasificación
General de los Terrenos”, en el que modifica la división de los
materiales denominados Cuaternario y Modernos entre la que
ofrece en el Manual y la del Compendio. El mismo Vilanova
comenta este cambio (Vilanova, 1872a: 510-511):
Muchos autores establecen una distincion sistemática entre
esta época [cuaternario] y la reciente; idea que, con algunas
restricciones, aunque adopté yo mismo en el Manual; pero
las minuciosas investigaciones llevadas á cabo entre sus
materiales desde que se sospechó la existencia del hombre
y de los restos de su primitiva industria, han modificado
la opinion, que se inclina más bien á considerar al cuaternario única y exclusivamente como el comienzo de la época
actual. Las razones que militan en favor de esta idea, son:
1.ª Que ningun acontecimiento de los que contribuyeron á
separar unas épocas de otras en la terrestre historia, se ha
verificado desde el principio del cuaternario hasta el presente; 2.ª, y en confirmacion de esto mismo, que todas las
formaciones que en su conjunto representan al cuaternario,
se continúan sin interrupcion en los tiempos históricos,
viniendo á justificar esto mismo el que la Fáuna y Flora
de aquél solo se distingue de la de hoy, en la extincion de
algunas especies de animales superiores, y en la emigración
de otras á latitudes ó alturas mayores...
Curiosamente, en La Creación (Vilanova, 1876d: 298)
reproduce el mismo texto del Compendio; sin embargo la figura
que reproduce es el “Cuadro de Clasificación General de los
Terrenos” que figuraba en el Manual, hemos de suponer que fue
un despiste a la hora de reutilizar este cuadro.
Un aspecto que nos demuestra que Vilanova se encuentra al
día en los avances de la Geología en todos sus campos es, por
ejemplo, la pronta incorporación al capítulo de Geognosia de La
Creación (1876d: 210-211) de las clasificaciones de las rocas en
función de sus características petrográficas (tal y como ya indicaba Ordaz,1983: 287), desarrolladas en Leipzig por Ferdinand
Zirkel (1838-1912) (1873) y en Bonn por Arnold von Lassaulx
(1875), aunque en España el primero en exponer la clasificación
de Zirkel fue Huelin en 1873, el mismo año de su publicación,
(ver Quiroga, 1875: 412, y Ordaz, 1983: 285). Sin embargo,
Vilanova no acepta que la clasificación de las rocas pueda ser
independiente del terreno en que afloran y se mantiene dentro
de las ideas de los levantamientos de Elie de Beaumont, donde
cada roca ígnea estaría relacionada con un levantamiento (Vilanova, 1876d: 210):
Ambas á dos [las clasificaciones de Zirkel y Lassaux],
basadas en el mas minucioso exámen micrográfico, son
importantísimas para el estudio analítico de las rocas; pero
adolecen, para nuestro objeto, del defecto capital de no
enlazar con las relaciones geognósticas, apareciendo en
un mismo grupo las rocas mas diferentes en edad y condiciones de yacimiento, así como separadas se hallan muchas
que bajo mas de un concepto las encontraremos reunidas en
las formaciones y terrenos. Sin embargo de todo esto, seria
ocioso insistir en la importancia de estas clasificaciones
analíticas, fruto de la inspeccion micrográfica, que mas que
otro medio alguno, puede ilustrarnos, no solo acerca de la
composicion mineral íntima de las rocas, sino tambien respecto de las causas ó agentes varios que á su formacion han
contribuido.
De todos modos, el tema que más interesó a Vilanova fue la
relación entre Estratigrafía y Paleontología, tema que, además
de en sus tratados, también desarrolló en su discurso de ingreso
en la Academia de Ciencias (1875a), en su Programa de Paleontología (1876c) y en su Lección inaugural (1878b) entre otros.
Ya en el Manual de Geología aplicada a la agricultura (186061) encontramos desarrollada la mayor parte de esta temática
(ver Pelayo, 1984b: 58-62).
Vilanova considera que la existencia de los fósiles se encontraba directamente relacionada con los grandes hechos geológicos que jalonan la Historia de la Tierra. Estas ideas estaban
influenciadas, como él mismo reconocía, por las del paleontólogo
francés Joachim Barrande, quien tenía un concepto fijista de las
especies y consideraba que se originaban por creaciones sucesivas, siempre manifestó una neta oposición al transformismo
(Laurent, 1987: 294-295). El mismo Vilanova dice que ya en los
comienzos de la Paleontología, Cuvier plantea la necesidad de
recurrir a una serie de revoluciones universales que explicaran la
extinción completa de las faunas y las floras, para las que se había
hablado de diversos orígenes; pero sólo la teoría de los levantamientos de Elie de Beaumont los había explicado adecuadamente,
y con ella se había establecido la Estratigrafía como ciencia, en
opinión de Vilanova. Consideraba que Estratigrafía y Paleontología estaban íntimamente relacionadas, ya que ambas determinaban la edad relativa de las rocas partiendo del mismo principio
de la superposición; una establece la cronología de la Historia de
la Tierra en función de los levantamientos que habían existido y la
otra de la aparición y extinción sucesiva de las faunas y floras. La
Paleontología permitía la correlación de las capas a grandes distancias, gracias a la identificación de las mismas faunas y/o floras.
Las memorias geológicas provinciales
Desde el punto de vista de la investigación geológica y
paleontológica las obras de mayor relevancia publicadas por
77
[page-n-91]
Vilanova fueron sus memorias provinciales de Castellón (1859),
Teruel (1870) y Valencia (1893); esta línea de investigación no
fue abandonada en ningún momento por Vilanova, como lo
demuestra la referencia de distintos autores a una memoria provincial de Alicante que nunca se llegó a publicar y la presencia
en el Fondo Documental del Museo de Prehistoria de Valencia
de un amplio borrador titulado “Reseña geológica-agrícola del
Salar”, del que se conservan 283 páginas manuscritas tamaño
cuartilla (FDJV-MPV 8/8, cuya fecha sería cercana a 1887)).
Se trata de una memoria sobre parte de las provincias de
Almería y Granada, también incluye, como un capítulo dentro
de este manuscrito, una “Exploracion geológico-minera de las
Alpujarras”, que confirma que los trabajos regionales de geología seguían siendo un foco de atención para Vilanova y, por
supuesto, su aplicación agrícola.
Esta labor la inició nada más volver de su viaje de preparación por Europa, así aparece un primer estudio publicado
en los trabajos para la Comisión en 1855, publicado en 1858,
casi simultáneamente al bosquejo geológico de las provincia
de Castellón (1859; Fig. 35) y muy próximo temporalmente al
de Teruel, ya que aunque publicado definitivamente en 1870,
parece muy probable que el texto sin el mapa estuviera impreso
antes (Fig. 36), lo que supuso una polémica con Coquand por
motivo de prioridad de algunas especies del Cretácico (ver Calzada y Pastor, 1976). Una peculiaridad de estos trabajos es que
presta gran atención a las condiciones físicas y químicas del
suelo, a su modo de descomponerse y a los suelos que originan,
sobre todo en su relación con los usos agrícolas; por otro lado
estas obras también tienen un notable contenido paleontológico. Esta labor la mantuvo durante toda su vida, publicando
un bosquejo geológico sobre la provincia de Valencia en 1893,
que previamente había publicado parcialmente en el Boletín de
la Sociedad Geográfica de Madrid (Vilanova, 1881a, 1882a,
1882b, 1883b, 1883c, 1884c); aunque en este caso a la publicación definitiva le incorporó los capítulos dedicados al suelo, a la
vegetación y a la Prehistoria (Vilanova, 1893; Fig. 37). Como ya
se ha comentado, a su muerte estaba preparando una memoria
sobre la provincia de Alicante1 (Quiroga, 1893: 134). Así, su
hijo comenta (Vilanova, 1907: 360): “Dejó también inéditos
muchos materiales para la Memoria geológica de Alicante.”
Esta memoria inédita no se ha encontrado hasta el momento,
pero durante la catalogación del Fondo del Museo de Prehistoria
de Valencia se ha localizado un posible fragmento de 10 hojas
de extensión, numeradas de la 320 a la 329 (FDJV-MPV 8/11);
nada comparable a la ya comentada “Reseña geológico-agrícola
del Salar”.
Esta línea de trabajo es coherente con la que mantuvieron
los ingenieros de minas en la que se trataba de obtener una primera visión general de la geología de España, y que fue la línea
de investigación básica de las distintas etapas de la Comisión
1
La labor de campo con esta memoria inédita se extendió casi hasta el
final de sus días, tal y como recoge Soler (1987: 15) citando un texto del
semanario local de Villena El Demócrata, inserto su numero 49 del día
19 de julio de 1891, donde se insertaba la siguiente noticia: “El jueves
tuvimos la honra de ser visitados por el célebre geólogo y paleontólogo
D. Juan Vilanova, que vino a recorrer estos terrenos para completar sus
estudios geológicos de la provincia de Alicante. Encontró en el llamado
“Cabezo Redondo” formado de yesos y con una corteza de dos metros de
terreno sobrepuesta por la mano del hombre, compuesta de tierra quemada,
78
Fig. 35. Portada de la Memoria geognóstico-agrícola sobre
la provincia de Castellón de 1858 (Biblioteca del MPV).
del Mapa Geológico de España, donde en una primera etapa
estuvo integrado el propio Vilanova (ver capítulo III.3.1),
pero luego hubo una fuerte confrontación, incluso a la hora de
publicar algunas memorias como la de Teruel, u otras que quedaron inéditas como una nueva versión de la de Castellón, tal y
como se comenta más adelante.
El esquema general de estas obras es muy parecido, como
ejemplo vamos a utilizar la Memoria de Castellón. El propio
Vilanova nos dice cuales eran sus intenciones (Vilanova,
1859: 578):
... empezaria por la descripcion de las rocas y la marcha
progresiva de su descomposicion, si estas pudieran considerarse como cuerpos aislados, y no como verdaderos factores de lo que la ciencia llama terrenos, espresion genuina
de las épocas que caracterizan la historia física del globo. Y
como quiera que ellos imprimen un sello particular segun
la edad y composicion respectivas á la orografía é hidro-
que según parece corresponde a las etapas protohistóricas, necesitándose
algunos siglos para reunir tanta cantidad de restos. Lo más probable es
que pertenezcan a la edad de la piedra pulimentada. Habló de la necesidad
de recabar una subvención del Estado y al objeto se propone pedirla, para
hacer excavaciones que sirvan de estudio y complemento de los datos que
tiene recogidos en otras partes sobre la edad protohistórica en nuestra provincia. El viernes estuvo en Sax a ver un monte compuesto en su mayor
parte por fósiles de conchas, caracoles y almejas, y de este punto pasará a
visitar Monóvar, Pinoso y Salinas”.
[page-n-92]
grafía de una comarca, circunstancias que tan directamente
influyen en la vegetacion espontánea y cultivada de un país,
de aquí la necesidad de invertir algun tanto el orden en la
exposición de los hechos.
Fig. 36. Portada del Ensayo de descripción geognóstica de la
provincia de Teruel, en sus relaciones con la agricultura de
la misma. Aunque la portada presenta el año 1863, el libro se
edito en 1870 (Biblioteca del MPV).
Fig. 37. Portada de la Memoria Geognóstico-agrícola
y protohistórica de Valencia de 1893 (Biblioteca del MPV).
Luego continúa desglosando los capítulos que se van a
abordar, pero ya en este párrafo destaca su interés por la “descomposición” de las rocas, que van a marcar el tipo de suelos y
la vegetación, marcando claramente el interés por la agricultura,
estos temas diferencian claramente las memorias de Vilanova
de las que habitualmente desarrollaban los ingenieros de minas.
Después de está introducción ofrece un breve capítulo de
Situacion geográfica de la provincia de Castellon y su climatologia donde ofrece una breve descripción de los límites provinciales, características orográficas e hidrográficas generales,
incluyendo las islas Columbretes de las que dice ( Op. cit.: 582):
“... una série de islotes que pudieran mirarse como las últimas
ramificaciones de una cordillera volcánica submarina, que
quizás se enlace con las que pertenecen al volcanismo italiano”.
Finalmente da un breve apunte sobre la climatología de la
provincia, ofreciendo algunos datos de temperaturas medias,
precipitaciones y principales caracteres meteorológicos de distintas áreas.
El resto de la obra la divide en cuatro partes, la primera de
ellas titulada Geognosia, en la que como el mismo dice (Op.
cit.: 587-588):
En ella expondré los caracteres mineralógicos, estratigráficos y paleontológicos que la distinguen, señalando la
extension que ocupan, y el caracter tanto orográfico como
hidrográfico, que cada uno de ellos comunica á la region
que constituye. Con esto, y con la indicacion de la naturaleza del sub-suelo vegetal, que tan poderosa influencia
ejerce en el desarrollo de las plantas, espero contribuir, al
menos en aquello que me sea dado, á echar las bases de un
buen mapa agronómico de la provincia.
Esta parte irá ilustrada con un mapa geológico, copiado,
aunque con alguna enmienda, del que el Sr. Botella publicó
en 1854, acompañando al ensayo para la formacion de un
bosquejo geológico del reino de Valencia.
Luego indica que en la provincia de Castellón se encuentran
representadas las dos grandes series de materiales, los “neptúnicos y los plutónicos”, de esta última reconoce la presencia del
plutónico por las dioritas del Triásico y el volcánico que estaría
representado por las ya citadas islas Columbretes. De la primera
están representados “los terrenos moderno, cuaternario, terciario, cretáceo, jurásico y triásico”.
El orden con el que realiza la enumeración de los terrenos
“neptúnicos” comienza, en este caso, por el más antiguo de los
neptúnicos, y luego irán los plutónicos. Para cada terreno ofrece
una breve descripción de su serie estratigráfica, con indicación
de las rocas, minerales y fósiles que la componen y una enumeración de las localidades donde aflora y principales rasgos
topográficos, acompañado de algún corte de campo (Fig. 38)
e, incluso, datos sobre las fuentes o manantiales que en ellos se
encuentran.
La segunda se titula Descripcion de las rocas, marcha de su
descomposicion, y agentes que la determinan. La ordenación es
la misma del apartado anterior, pero ahora en cada caso indica
79
[page-n-93]
Fig. 38. Cortes geológicos insertos en la pagina 606 de la Memoria
geognóstico-agrícola sobre la provincia de Castellón de 1858
(Biblioteca del MPV).
para cada terreno cuales son las rocas más importantes y cual
será el residuo sólido cuando se hayan descompuesto (meteorizado), tema es de gran interés para Vilanova ya que estos residuos son los que van a conformar los suelos sobre los que se
desarrolle la vegetación y la actividad agrícola. Este es un apartado específico de Vilanova en las memorias geológicas que en
las realizadas por los ingenieros no se contempla, a lo sumo,
dentro de la descripción de los materiales hay indicaciones de
cómo se descomponen.
La tercera parte la dedica a la Tierra vegetal, esto es al análisis de los suelos de la provincia de Castellón,2 procede ofreciendo unas generalidades, así dice “las tierras vegetales son el
último resultado de la acción de las causas exteriores sobre la
parte mas superficial de los continentes” (Op. cit.: 667), también
señala la presencia de una parte orgánica, el mantillo, que es
básica para la calidad de un suelo. Luego hace un repaso a distintos tratados sobre la materia, fundamentalmente de autores
franceses, y luego describe de manera sistemática aquellos
Para una visión más detallada sobre estos aspectos ver Salavert y Gil (198788), Salavert (1995) y Sunyer (1996).
3 Es de notar que varios de los fósiles proceden de localidades de la provincia
de Teruel.
2
80
compuestos básicos de las tierras vegetales y los distintos tipos
que se encuentran representados en Castellón. Luego enumera
las propiedades físicas de estas tierras y como estudiarlas así
habla de: peso específico, tenacidad o cohesión, permeabilidad
y capilaridad, facultad de absorber el agua y la humedad atmosférica, aptitud a desecarse, disminución de volumen, absorción
de gases, facultad de absorber y retener el calor, análisis mecánico y análisis químico.
La cuarta parte está dedicada a Consejos y preceptos agrícolas, dedicando casi todo el espacio al tema de los mejoramientos (ver Salavert y Gil, 1987-88) sin hablar de los abonos.
Termina con una indicación de las plantas cuyo cultivo piensa
que se debe introducir o extender y ofrece un Cuadro de las
plantas de la provincia de Castellon dedicando el resto del capítulo a detallar los cultivos.
El texto finaliza con un apéndice dedicado a Fuentes y pozos
artesianos de gran interés, que será estudiado más adelante, e
incluye un Cuadro de las principales fuentes de la provincia de
Castellon.
Finalmente el libro viene acompañado de cuatro magníficas
láminas de fósiles, una lámina con la representación topográfica
de las islas Columbretes y un mapa geológico en color de la
provincia, en el que básicamente se muestran por colores donde
predominan los principales tipos de terreno. Las láminas con
fósiles son de gran calidad (Fig. 39), pero el apartado paleontológico se ciñe exclusivamente a su utilización como marcadores
del terreno, ya que de los fósiles sólo da indicación de su nombre
taxonómico, autor que describió la especie y la localidad y edad
donde los ha encontrado.3 Entre estos fósiles se encuentra Pleurotomaria? Pizcuetana, Natica Pradoana, Cerithium Vidalinum
y Conus Verneuilli, todas ellas procedentes del Cretácico de la
localidad de Chert, se trata de las primeras especies fósiles definidas en esta provincia, y como podemos observar por sus nombres están dedicada a su suegro, José Pizcueta médico y profesor de la Universidad de Valencia, a los ingenieros de minas
Casiano de Prado y Luis Mariano Vidal4 y al geólogo francés
Edouard de Verneuil.
Como se ha dicho anteriormente, la Memoria de Teruel y las
de Valencia tienen un esquema muy similar a la de Castellón,
en el caso de la de Teruel merece la pena destacar de nuevo
la calidad de sus láminas de fósiles (Fig. 40), en cuanto a los
problemas sobre su fecha de publicación se discutirá más adelante. Respecto a la de Valencia, como ya se ha comentado, fue
publicada parcialmente en el Boletín de la Sociedad Geográfica
de Madrid; aunque la memoria publicada en 1893 viene precedida por un informe de la Sociedad de Amigos del País de
Valencia de fecha 24 de marzo de 1868, cuya comisión estaba
compuesta por José Monserrat, Miguel Domingo y Roncal, Luis
Corset y Ricardo Beneyto, como secretario. Esta obra le valió a
Vilanova ser nombrado Socio de Merito de la Sociedad el 4 de
abril del mismo año. La única diferencia reseñable en cuanto a
la organización es la incorporación de un apéndice dedicado a la
Protohistoria y la ausencia de las magníficas láminas de fósiles
presentes en las otras dos memorias.
4
Para un acercamiento a la figura de este ingeniero de minas catalán ver
Gómez-Alba (1992, 1995a).
[page-n-94]
Fig. 39. Lámina 2 con fósiles cretácicos en la Memoria geognóstico-agrícola sobre
la provincia de Castellón de 1858 (Biblioteca del MPV).
81
[page-n-95]
Fig. 40. Lámina 1 con fósiles del Mioceno de Concud en el Ensayo de descripción geognóstica de la provincia
de Teruel, en sus relaciones con la agricultura de la misma de 1870 (Biblioteca del MPV).
82
[page-n-96]
V.1.2. Modernización agrícola
El lema que encabezaba su Manual no hay que entenderlo
sólo como un recurso retórico, sino que tanto este tratado
como la parte dedicada a la geología de la obra de divulgación conocida como La Creación finalizan con un capítulo de
Geotecnia, donde desarrolla las aplicaciones más importantes
de la geología, fundamentalmente las dedicadas a la minería,
la agricultura y las aguas subterráneas; también acabamos de
ver la importancia que da a los aspectos relacionados con la
agricultura en sus memorias geológicas provinciales. Es más,
posteriormente ampliaría estos dos últimos temas en forma de
sendos libros: Geología agrícola (1879a) y Teoría y práctica
de pozos artesianos y arte de alumbrar aguas (1880b), para
un estudio detallado de sus ideas sobre geología agrícola ver
Sunyer (1996).
Cuando Vilanova estaba terminando su etapa universitaria valenciana, se produjo la introducción del guano, lo que
despertó grandes expectativas de crecimiento agrícola en las
explotaciones dedicadas a la comercialización, que aumentaron con la llegada de nuevos fertilizantes industriales.5 Esto
no podía pasar desapercibido a nuestro científico, aunque en
su Manual, orilló el tratamiento de abonos, para centrarse en
la constitución del suelo, responsable de la germinación, enseñando el aprovechamiento racional de sistemas tradicionales
de mejoramiento de tierras con la mezcla de tierras y rocas,
presentes en el paisaje –por lo tanto asequibles para las pobres
economías de la gran masa de campesinos españoles– y cuya
eficacia sería, además, superior a la de los abonos (Vilanova,
1860-61, 2: 631):
Partiendo del principio de que los abonos, así orgánicos
como minerales, sólo ejercen una acción benéfica y duradera en las tierras buenas y que, en las de mala ley, su acción
puede decirse insignificante, el único medio para aumentar
el valor de éstas, que por desgracia son las más numerosas,
es el uso de los mejoramientos. Su conveniente aplicación
puede llegar hasta decuplar su precio, si bien esta cuestión
es muy delicada, por razón de los lazos que la unen a la
parte económica.
En este punto, Antonio Casares, autor del manual correspondiente a la química y que ya había dedicado algún estudio
a cuestiones agronómicas, coincidía con él, al poner en valor
“la composición de los terrenos de labor y las cualidades que
deben tener para dar buenas cosechas” y concluía que “las
labores y los abonos son los medios de que dispone el labrador
para conseguir que un terreno sea constantemente productivo”
(Casares, 1857, 2: 14).6 La coincidencia casi absoluta en el tratamiento de estas cuestiones en los textos de los dos autores,
pensamos, es un buen indicio de la situación del campo español
y de la preocupación que ésta despertaba entre las autoridades
y los expertos. En los últimos años, la historiografía ha comen-
5
Desde que el comerciante, financiero y político Francisco de Llano y Vague
presentara su memoria ante la Real Sociedad Económica de Amigos del País
de Valencia en 1844, periódicamente, la sección de agricultura recibió todo
tipo de propuestas para su estudio, aunque la mayoría fueron rechazadas (véase
Salavert y Soler, 1998). Y tal nivel de rechazo se explica porque, como también
advierte el citado Antonio Casares (1857, 2: 19), su composición de nitrógeno,
zado a superar el, anteriormente tan fértil, examen de la historia
rural centrado en el estudio de las cosechas y de los sistemas de
tenencia de la tierra, para abordar la realidad agraria desde una
perspectiva más global, que permitiera ofrecer respuesta a los
muchos interrogantes planteados a partir de aquellas investigaciones. Las nuevas líneas de trabajo obligan a acercamientos
complejos e interdisciplinares, como se puso de manifiesto en
Salavert (1997, coord.).
En 1850 se había fundado el Ministerio de Agricultura y
cinco años después se erigía la Escuela Central de Agricultura,
aunque su función primordial fue la de formar docentes. La
preocupación sobre la necesidad de modernizar la agricultura era
patente y la Ley Moyano (1857) introdujo estudios de aplicación
en los Institutos, donde estaba incluida la agricultura. Sobre este
escenario, Vilanova logró ganarse un hueco, en primer lugar,
introduciendo un amplio espacio a los mejoramientos de tierras
en sus memorias provinciales.7 Además, en el primer periodo
de éxito institucional, este esfuerzo por encontrar un espacio
propio para la geología en el campo de la agricultura culminó
con su nombramiento como director de la Escuela Especial de
Topografía Catastral, que funcionó entre 1864 y 1868, y que
contaba con un pequeño laboratorio de análisis de tierras (ver
Muro et al., 1996). En ella, Vilanova diseñó el mapa catastral
de España. Posteriormente, continuó su preocupación por los
problemas que arrastraba el campo español y en 1879 daba a
la luz la Geología agrícola (Fig. 41), donde Vilanova (1879a:
9) arremetía contra: “la secular rutina y el detestable sistema
adoptado por nuestros labradores de cruzarse de brazos ante el
hecho inconcuso de la disminución creciente de las cosechas,
sin fijarse en que no hay efecto sin causa”.
En este libro, frente a la óptica estrictamente geológica
de obras anteriores, en las que afirmaba que el estudio de los
abonos pertenecía a la química agrícola, amplió sus enseñanzas
a todo el conjunto de elementos y acciones tendentes a la mejora
de las cosechas (Op. cit.: 326-327):
El suelo necesita ventilarse y gozar de cierto grado de
humedad, indispensable para la vida vegetal; luego,
serán mejoramientos mecánicos las labores que realicen
lo primero, lo mismo que el riego, que proporciona lo
segundo; por último, llamaremos mejoramiento químico
a todo aquello que modifica la composición del suelo en
lo referente a sustancias alimenticias. Hase convenido,
sin embargo, llamar abonos propiamente dichos, a los
que determinan esta acción química en las tierras; conservando el nombre de mejoramientos a los que obran física
o mecánicamente. Pero aparte de los mejoramientos y
abonos, importa conocer ciertos agentes que, por razón de
su especial modo de obrar en la vegetación, se llaman estimulantes.8
Además, tenemos constancia de que Vilanova dictó conferencias sobre cuestiones agrícolas en los foros más variados y
y por lo tanto su mayor o menor valor como fertilizante, iba del 17 % al 3 %.
Ver también de esta obra el capítulo 32 del volumen I y el capítulo 2 del
volumen II.
7 Para el caso de la memoria de Castellón, véase Salavert y Gil (1987-88).
8 Un acercamiento más amplio al tema de la agronomía en Vilanova puede
verse en Salavert (1995) y Sunyer (1996).
6
83
[page-n-97]
Desde los primeros trabajos de Vilanova está claro su interés
por el tema de las aguas subterránea, tal y como recoge su nieto
Masiá Vilanova (1975:[5-6]):
Otro aspecto científico en el que estuvo encariñado
toda su vida fue el relativo al aprovechamiento de las
aguas subterráneas para su utilización en la agricultura.
Procedente de un país en el que el agua es apreciadísima por la irregularidad de las lluvias no es extraño
que dedicara sus preocupaciones científicas al logro de
esta finalidad.
Vilanova incluyó sendos capítulos sobre aguas subterráneas
dentro del apartado de geología aplicada tanto en el volumen 2
del Manual como en el tomo 8 de La Creación. Estos capítulos
fueron posteriormente ampliados en el ya citado libro Teoría
y práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar aguas que
es considerado por Martínez Gil (1971b, 1990, 1994) como el
primer tratado de hidrogeología escrito en España y uno de los
primeros de los escritos a nivel mundial, por el cual lo considera
“padre de la hidrogeología española”, en una línea parecida Fernández Navarro (1922) lo consideraba como “el gran apóstol de
la hidrogeología de España”.
En este mismo trabajo Masiá Vilanova (1975: [7]) nos dice
que estos conocimientos los puso en práctica en su pueblo natal,
Alcalá de Chivert, y comenta los distintos avatares que sufrió
esta empresa. Esta no fue la única vez en que Vilanova se involucró en cuestiones y negocios relacionados con las aguas subterráneas y los regadíos, como el mismo explica en el apéndice
de su libro (Vilanova, 1880b; ver Puche Riart, 1996) y se puede
comprobar en varios documentos depositados en el Fondo del
Museo de Prehistoria de Valencia:
- Documentación relativa al pozo de Alcalá de Chivert
(FDJV-MPV 6/7), del cual también informó en la Sociedad
Española de Historia Natural (Vilanova, 1878c), cuyo perforación se suspendió al llegar a los 132 metros, de acuerdo con la
información de Vilanova (1880b: 519).
- El encargo del sindicato de riegos de Alicante para realizar
un pozo artesiano (FDJV-MPV 6/8), que es complementario al
folleto titulado Al sindicato de Riego de la Huerta de Alicante,
que se publicó en 1879, aunque la edición figura sin año, del que
existe un fragmento manuscrito (8/10).
- La realización de informes de las prospecciones en sendos
pozos de Ablitas (Tudela), firmado por Bardet, o el de “El Realengo” en Játiva (FDJV-MPV 6/9).
- La documentación administrativa de la Compañía de pozos
artesianos Nueva Neptuno de Alcoy (Fig. 42; FDJV-MPV 6/10)
en la que participaba Vilanova como socio.
Además de estas empresas particulares e informes técnicos relacionadas con las aguas subterráneas, merece la
pena destacar que además de los capítulos ya comentados
en el Manual en La Creación y el tratado de 1880, también
ofrece datos de gran interés sobre las aguas subterráneas en
las memorias de Castellón y Teruel (Vilanova, 1859, 1870),
hasta el punto que Martínez Gil (1971a) lo considera un pionero de la hidrogeología; esta idea se repite casi de manera
idéntica Martínez Gil en sus trabajos posteriores de 1990 y
1994 (Martínez Gil, 1990: 200): “... pionero de la hidrogeología; fue uno de los primeros hidrogeólogos a escala mundial en el sentido científico y conceptual que hoy día se tiene
de la palabra”.
En el volumen 2 del Manual, el “Artículo IV” del capítulo
“Geología industrial” de la parte “Geotecnia ó Geología Aplicada” está dedicado a la “Geología hidrográfica”, que abarca
desde la página 531 a la 566, para Martínez Gil (1971a: 39): “[el
artículo] estaba dedicado exclusivamente al tema de las aguas
subterráneas. Con este artículo puede decirse que en cierto sen-
Así ocurrió con la serie Geología agrícola, que salió publicada en la Revista
Europea entre 1876 y 1877. En 1880 participó en el ciclo organizado por la
Sociedad Valenciana de Agricultura con tres conferencias que fueron reproducidas en el diario Las Provincias. Véase Soler y Salavert (1998: 170).
Fig. 41. Portada de la Geología Agrícola de 1879
(Biblioteca del MPV).
publicó distintos trabajos de divulgación,9 como sus ciclos de
conferencias en el Ateneo (ver Capítulo IV).
La otra gran carencia que venía arrastrando el campo
español era el de la escasez de agua, que constituyó otra de sus
preocupaciones más arraigadas, pues estaba convencido que la
geología tenía una posible solución, como ha señalado su nieto
Masiá Vilanova (1975).
V.1.3. Vilanova hidrogeólogo
9
84
[page-n-98]
Fig. 42. Escritura de la compañía de pozos artesianos Nueva Neptuno de Alcoy (FDJV-MPV 6/10).
85
[page-n-99]
tido su autor escribió, con gran criterio científico y aguda visión
hidrogeológica, un auténtico tratado de Hidrogeología”.
En este artículo da una visión rápida de los conocimientos
de la época y muestra un buen conocimiento de la obra de
diversos autores franceses como el antes citado J.-B. Paramelle,
J. Dumas, Eugène Belgrand (1810-1878) o Joseph Marie Anne
Degousée (1795-1862), conocimiento que seguramente adquirió
durante su estancia en Francia, aunque ninguno de estos autores
aparece mencionado en las memorias que envío al ministerio
(ver Apéndice III).
Por otro lado tanto en las memorias provinciales de Castellón, Teruel y Valencia, Vilanova dedica sendos capítulos al
tema de los pozos artesianos y ofrece un inventario de manantiales, además de exponer de manera clara y precisa alguno de
los principios básicos de la hidrogeología (Martínez Gil, 1971a;
Puche Riart, 1996).
También procede a divulgar estos conocimientos, tal y
como señala Puche Riart (1996), cuando imparte en 1871 una
serie de conferencias sobre pozos artesianos en la Sociedad
de Amigos del País de Valencia, que fueron reseñadas en el
periódico Las Provincias. En esta línea divulgativa también
ofreció tres conferencias en el Ateneo de Madrid en 1878, en
homenaje al ingeniero francés Alphonse F. Richard, que fue
el encargado del sondeo del pozo artesiano de Vitoria y que
participó en varias empresas de aguas subterráneas en España
(ver Puche Riart, 1996).
En 1880 Vilanova publicó su obra definitiva sobre las
aguas subterráneas (a la que dedicamos el siguiente apartado),
su Teoría y práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar
aguas, considerada como una obra de gran importancia para su
época tal y como dice (Martínez Gil, 1990: 203): “La aparición de esta nueva obra de Vilanova y Piera fue realmente una
aportación excepcional para su época, no ya solamente a nivel
nacional sino incluso a nivel de lo que por entonces creemos era
la ciencia hidrogeológica en el mundo entero”.
De acuerdo con los escritos de Vilanova parece claro que
era consciente de la importancia que podía tener para el desarrollo de España la explotación de las aguas subterráneas. Ya
se ha comentado que participó en varias empresas dedicadas
a la captación de aguas subterráneas fundamentalmente en la
Comunidad Valenciana, aunque no obtuvo grandes éxitos. Esta
persistencia en la búsqueda de aguas subterráneas es hasta cierto
punto lógica para una persona que provenía de una región donde
el agua era, y es, un bien escaso y con una amplia tradición en su
aprovechamiento. Además, en esta época se produjeron varios
intentos de captación de aguas subterráneas, sobre todo intentando localizar pozos artesianos (ver Puche Riart, 1996), pero
en general la mayoría terminaron en fracaso.
Es curioso, cuando se analiza la obra de Vilanova, que después de 1880 su interés por las aguas subterráneas desaparece
y no conocemos que vuelva a intentar ninguna empresa relacionada con ellas, además en sus libros deja de ser un tema
recurrente, por que curiosamente Vilanova no presentó comunicaciones de temas hidrogeológicos a los congresos ni publicó
artículos científicos al respecto (Martínez Gil, 1994: 40).
Quizás el fracaso a la hora de obtener resultados en las distintas
empresas que intentó y el importante desembolso económico
que debió suponer le hicieron decantarse más por otras cuestiones, como la protohistoria.
Dentro de la obra de Vilanova además de una importante
puesta al día de las ideas y conocimientos sobre aguas subterráneas, aporta una interesante información sobre técnicas de perforación y maquinaria necesaria para la misma, que el conocía
perfectamente debido a sus empresas en este sector. Merece la
pena destacar que expone con gran claridad el ciclo hidrológico,
señalando que las aguas subterráneas se encuentran en terrenos
permeables, confinadas por otros impermeables; dividiendo los
pozos en artesianos e inversos o absorbentes.10 En el caso de los
pozos inversos comento su posible utilización para evacuar por
el pozo los desechos líquidos de las fábricas o ciudades, aunque
también comenta la posibilidad de que se inutilizaran durante
el uso por taponamiento y pérdida de permeabilidad. Otro tema
Hay que notar que hasta la segunda mitad del siglo XX no se dispuso en
España de la maquinaria necesaria para la extracción de agua subterránea
a gran profundidad (Martínez Gil, 1990: 218), por lo que necesariamente
había que buscar pozos artesianos, tal y como expresa este mismo autor en un
trabajo posterior (Martínez Gil, 1994: 22): “La ausencia por entonces [hasta
el primer tercio del siglo XX] de los nuevos sistemas revolucionarios de elevación de aguas –las bombas sumergidas de eje vertical no llegarán a España
hasta comienzos de los cincuenta-, condicionaba el éxito de aquellas perforaciones profundas a que las aguas encontradas fueran surgentes”.
10
86
Fig. 43. Portada del libro Teoría y Práctica de pozos artesianos
y arte de alumbrar aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
[page-n-100]
que destaca es que Vilanova era consciente de que los acuíferos
debían recargarse y esta recarga era función tanto de las condiciones geológicas como meteorológicas de la región, por lo que
la explotación de los pozos contribuiría a vaciarlos si no se hacia
con un cierto criterio (Martínez Gil, 1971b: 31); en esta línea
Puche Riart (1996: 90) recoge que en una serie de conferencias
dadas por Vilanova en 1871 en la Sociedad de Amigos del País
de Valencia, que fueron en parte referidas por el periódico Las
Provincias, al plantear algunas soluciones para Murcia comenta
la necesidad de una repoblación de los montes, tanto para que
no varíen las condiciones climáticas como para que las aguas de
escorrentía pudieran ser mejor aprovechadas.
Las ideas y valoración de Vilanova en referencia con las
aguas subterráneas han sido estudiadas en detalle por Martínez
Gil (1971a, 1971b, 1990, 1994), en estos trabajos se comentan
desde un punto de vista hidrogeológico los distintos aspectos
conceptuales que subyacen en la obra de Vilanova, y que fueron
publicados in extenso en su libro Teoría y práctica de pozos
artesianos y arte de alumbrar aguas (1880b), que es previó al
tratado sobre las aguas subterráneas de August Daubré (18141896) de 1887, considerado por muchos historiadores como
el primer tratado de hidrogeología. Uno de las cuestiones que
resalta Martínez Gil (op. cit.) es que la obra de Vilanova no fue
muy conocida fuera de España “debido a la escasa influencia
cultural que por entonces tenía ya nuestro país en el exterior”,
porque si algo hay que reconocer a Vilanova era su capacidad
para divulgar sus trabajos.
Teoría y práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar
aguas
Este libro (Fig. 43) puede considerarse uno de los primeros
tratados de hidrogeología publicados y, desde luego el primero
en España, por lo que consideramos necesario hacer un comentario un poco más extenso sobre esta obra, en la que se recogen
los principales conocimientos sobre las aguas subterráneas, su
funcionamiento y su búsqueda y captación. Aunque es evidente
que dados los conocimientos técnicos de la época y las disponibilidades energéticas, sólo aquellos pozos que el agua fuera
surgente (pozos artesianos) o se situará muy cerca de la superficie serían factibles de explotación, por lo que es normal que
el título del libro hiciera referencia a los pozos artesianos, y la
mayor parte del mismo se centra en ellos. El texto consta de
595 páginas (Fig. 44) con cuatro encartes y varias figuras, la
mayoría de ellas ya publicadas por Vilanova en el Manual y
otros libros, cuenta con una Introducción, dos Partes, un Apéndice y una Nota Bibliográfica (Fig. 45) donde cita 14 obras,
todos los trabajos son de autores franceses o españoles, aunque
las obras de estos últimos están fundamentalmente dedicadas a
las aguas superficiales y sus aplicaciones.
En la Introducción Vilanova comenta la importancia y
utilidad de las aguas subterráneas; destaca el desarrollo en su
investigación y aprovechamiento que se estaba produciendo en
distintos países europeos y en Estados Unidos. Indicando que
son necesarias conocer las condiciones geológicas y meteorológicas de las áreas donde se quieren buscar, ya que éstas son
básicas para la búsqueda y obtención de aguas subterráneas,
independientemente de la región que sea, sin olvidarse de
lanzar una puya contra la aptitud sobre estas investigaciones en
España, así comenta Vilanova (1880b: 7-8):
Fig. 44. Índice del libro Teoría y Práctica de pozos artesianos
y arte de alumbrar aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
Fig. 45. Bibliografía del libro Teoría y Práctica de pozos artesianos
y arte de alumbrar aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
87
[page-n-101]
La razon de este hecho, uno de los rasgos que caracteriza,
por decirlo así, el siglo en que vivimos, consiste en el creciente cultivo de la ciencia geológica, la cual demuestra de
la manera más palmaria y satisfactoria, que en este punto
no hay ni puede haber país o comarca que sea más privilegiada que otra, á no ser por las condiciones de composición y estructura geológica. Con efecto, los fundamentos
científicos de la práctica artesiana en todas partes son
iguales, pues segun veremos la evaporacion que determina
los meteoros acuosos que riegan y fertilizan la tierra, se
verifica del mismo modo y á impulsos del calor solar en la
superficie toda del globo, siquiera varíe la intensidad segun
las condiciones climatológicas; y por otra parte, la circulacion subterránea de las aguas, tambien obedece siempre á
causas idénticas, dependientes tan sólo de la constitucion
geológica. De consiguiente, donde esta sea propicia, allí
existirán abundantes veneros y mantos de agua oculta, que
sólo esperan la inteligente mano del hombre para brotar á
la supeficie y esparcir la vida y la fertilidad por doquiera,
como elocuentemente decia el insigne ministro francés.
De aquí se deduce, discurriendo con arreglo á los mas
elementales principios de sana lógica, que sólo la punible
apatía ó indiferencia con que entre nosotros se miran los
estudios geológicos, fundamento firmísimo del arte de
alumbrar aguas, y en especial de los pozos artesianos, puede
dar razon cumplida de lo refractario que se muestra el país á
una mejora á la que en gran parte deben otras naciones más
afortunadas su prosperidad y riqueza.
científicos en que se funda el arte de buscar aguas subterráneas por medio de la sonda, para que de este modo, desvanecida la injustificada prevencion que muchos tienen contra
los pozos artesianos, entren de lleno en la adopcion de este
que bien puede asegurarse ser, en muchas regiones privadas
de aguas superficiales, el más eficaz y poderoso medio de
sacar á nuestra abatida Agricultura de la triste postracion en
que se encuentra.
La primera parte del libro titulada Teoría recoge en 274
páginas los conocimientos teóricos que Vilanova considera
necesarios para la búsqueda de aguas subterráneas. Comienza
con un capítulo de Hidrología en el que se recogen los conocimientos de la época en relación con el agua, comentando en
detalle las ideas sobre el origen de la misma, algunas de sus
características y, sobretodo, los meteoros que produce en la
atmósfera y la circulación de la misma, esto es, lo que actualmente se denomina el ciclo del agua (Op. cit.: 25):
Pasando por diferentes estados y experimentando sorprendentes metamorfosis, el agua se eleva desde la superficie
de la tierra á la atmósfera, donde origina diferentes hidrometeoros que la hacen descender de nuevo, esparciéndose
luego al exterior ó filtrando á traves de la costra sólida,
hasta volver de nuevo al seno de donde salió: continuo é
incesante, á la par que admirable movimiento, al que con
sobrada propiedad se aplica el nombre de circulacion
general del agua.
La aplicación de estas premisas, pueden estar en el origen
de varias de las empresas sobre aguas subterráneas en las que se
embarcó el propio Vilanova. De todos modos, una de las cuestiones que ahora nos resultan evidentes, pero que para Vilanova
y sus contemporáneos no lo eran tanto, son las enormes diferencias existentes entre los estratos regulares de la cuenca de París
y los complejos plegamientos que caracterizan la orografía
valenciana, con la confluencia de varios sistemas montañosos
como el Bético, el Ibérico y la Cordillera Costera Catalana, y
a muchas otras áreas de la Península. Este desconocimiento y
la generalización del modelo de la cuenca de París para otras
regiones, condujeron a que se realizaron varios pozos, algunos
de ellos financiados o propuestos por Vilanova, que fueron
rotundos fracasos.
Después aboga por la necesidad de erradicar algunas creencias populares y glosa brevemente sus aportaciones a la divulgación de las bondades de la “práctica artesiana” así como las
intenciones de su libro (Op. cit.: 9):
El capítulo continua con una descripción de los procesos
que sufre el agua como la evaporación, condensación (nubes,
nieblas) y precipitación (lluvia, nieve, rocío, escarcha, granizo),
sobre todos estos meteoros ofrece datos experimentales e información meteorológica de diversos puntos de España.
La Hidrografía es el siguiente capítulo, en el que hace una
somera descripción de las principales masas de aguas superficiales de la tierra (océanos, mares, lagos, ríos,…), ya que Vilanova considera (Op. cit.: 112): “Es la Hidrografía respecto al
agua, lo que la Geografía para la tierra, es decir, la parte descriptiva de todo lo que aquella ofrece de particular, sobre todo en
sus dos estados líquido y sólido, en las superficie ó en el interior
de nuestro planeta”.
Por lo que dedica la mayor parte del capítulo a aspectos de
tipo descriptivo, pero también se interesa por algunos avances
técnicos, como cuando compara el proceso de evaporación con
un destilador (Op. cit.: 114) y se hace eco de algunas de sus aplicaciones, así en la misma página dice en una nota a pie página:
A combatir y desvanecer estos errores, que tanto retardan la
aclimatacion en nuestro suelo de todo lo que á iluminacion
o alumbramiento de aguas se refiere y á ilustrar tan vital
asunto, se dirigen las indicaciones teóricas y los consejos
prácticos dados en mi Manual de Geología, en las Memorias de Castellon y Teruel, en los informes que por cuenta
de la Junta de Aguas de Alcoy y del Sindicato de la huerta
de Alicante redacté, y en las conferencias del Ateneo científico y del Ministerio de Fomento, sintetizadas en el presente
libro, al cual hemos dado el nombre de Teoría y práctica de
pozos artesianos y arte de alumbrar aguas, con el pausible
propósito de divulgar por todas las clases sociales los datos
En un periódico científico de Nueva York, acaba de indicarse la atrevida idea de reproducir esta destilacion natural,
por medio de aparatos análogos, con el fin de aumentar el
caudal de agua para el abasto de las poblaciones marítimas.
Un ensayo coronado de feliz éxito acaba de hacerse en Alicante.
88
El siguiente capítulo se titula Geología que divide en tres
apartados, los dos primeros titulados de Geognosia y Geonomia,
son básicamente resumen y/o copian lo que previamente había
publicado en su Manual de Geología (1860-61) y otras obras posteriores; todas las figuras que ilustran estos apartados del texto
[page-n-102]
también figuran en los libros previos. El tercer apartado denominado Condiciones hidrográficas de los diferentes terrenos, ofrece
una exposición de las distintas formaciones y materiales donde
se podrían encontrar aguas subterráneas. Discrimina claramente
entre las aguas subterráneas que se encontrarían en los niveles
más superficiales, “Diluvium” y materiales terciarios, donde sería
factible obtener ciertas cantidades de agua con pozos poco profundos, y las verdaderas aguas artesianas procedentes de gran profundidad, y que serían las más interesantes ya que darían grandes
caudales, adecuados para el abastecimiento de poblaciones, agricultura e industria. Vilanova distingue, sin ser consciente de ello,
entre los acuíferos de capa libre y los acuíferos de capa cautiva;
estos últimos, cuando su nivel piezométrico se sitúa por encima
de la superficie del terreno origina los pozos artesianos, y el agua
aflora directamente en superficie, eran los únicos explotables de
manera rentable dados los sistemas de bombeo disponibles en la
época. En distintas partes del texto es evidente que reconocían la
presencia de varios niveles con agua (acuíferos) en los sondeos,
pero aunque en ocasiones el nivel freático o piezométrico era alto,
si no era surgente no podían ser explotados. Bajo estas premisas
es coherente que cuando Vilanova y sus contemporáneos hablan
de aprovechamiento de aguas subterráneas, estén pensado básicamente en pozos artesianos, y Vilanova nos comenta cuales son las
dos cuestiones principales a tener en cuenta cuando se busca agua
subterránea (Op. cit.: 221-222):
Dos son las incógnitas, por decirlo así, que encierra el
importantísimo problema de buscar aguas de cualquier
naturaleza que se deseen, y sea el que se quiera el método
que nos propongamos adoptar para alumbrarlas, ya en
forma de simples manantiales, ó de corrientes, apareciendo
al exterior por conductos ó pozos verticales, dando salto
ó brotando tan sólo á la superficie, á saber: determinar el
punto de eleccion, ó sea aquel en el que deban practicarse
socavones, galerías ó sondeos, y calcular hasta donde sea
posible, la cantidad de agua que pueda prometerse encontrar el que se propone dicho objeto.
Podemos decir que los dos problemas mencionados por Vilanova siguen siendo en la actualidad los más importantes cuando
se va a realizar un sondeo para aguas subterráneas. En las páginas
siguientes Vilanova explicita más los distintos aspectos a tener en
cuenta, delimitando claramente las características a analizar según
sean pozos para aprovechar le agua de los niveles más superficiales
o más profundas. En el caso de los primeros, generalmente situados
sobre “aluviones y/o diluvium”, librarán una cantidad de agua
suficiente para uso doméstico, pequeñas explotaciones agrarias o
artesanales; en este caso la orografía es básica así como las disposición y tipo de materiales aflorantes. Vilanova aprovecha para
comentar la circulación de las aguas superficiales y la relación con
los manantiales, en este tema nombra de manera continua la obra
de Paramelle, que es uno de los autores más citados en el libro.
Prosigue con una visión general de las posibilidades que
ofrecen los distintos “terrenos” para que en ellos puedan darse
pozos artesianos (Op. cit.: 237):
En tésis general, y sin que pretendamos darle carácter
absoluto, en este último concepto, los terrenos terciarios y
secundarios son los que en rigor, y por efecto de su composicion y estructura especial, son los más propicios á dichos
procedimientos racionales de alumbrar aguas. Y concretando aún más el asunto, debe significarse que entre estos
dos grupos de terrenos los secundarios serán siempre preferibles en todos los países, y especialmente en el nuestro
por su mayor extension, por ser en ellos más frecuentes
las alternaciones de las capas permeables con las impermeables, y tambien por alcanzar los estratos una potencia
mucho más considerable.
Después de este comentario general, hace una revisión más
pormenorizada sobre estos terrenos en España, citando algunos
datos concretos; de todos modos, toda la bibliografía citada en
este apartado corresponde a autores franceses.
El apartado de Geología termina con un artículo titulado
Inundaciones. Medios de evitarlas ó de atenuar sus efectos, esta
claro por el título, al igual que ocurre en la actualidad, que este
es uno de los problemas más importantes en relación con las
aguas superficiales y recurrente en la Comunidad Valenciana,
como comenta el propio Vilanova (Op. cit.: 247-248):
Pero sin ir tan léjos, en nuestro país mismo podemos encontrar la confirmacion de esto mismo; pues en la cuenca baja
del Júcar, en la del Segura y en otras muchas, han producido
las inundaciones, con el tiempo, más bienes que males, ya
que estos son pasajeros, mientras que aquellos subsisten
más tiempo. Precisamente en lo que ganan las tierras, por
efecto de las materias orgánicas y minerales que depositan
los rios desbordados, cuando entran en las regiones bajas
y llanas,...
Como indica el texto anterior, Vilanova también ve aspectos
positivos, pero es consciente que se trata de un problema complejo y de difícil solución (Op. cit.: 248):
Y la razon principal consiste en que pocos problemas se
presentan á nuestra consideración que sean tan complejos,
por el número de incógnitas que en él figuran, ya que las
leyes del desbordamiento de los rios, como oportunamente
dice Lapparent, hay que buscarlas en la meteorología, en la
geología y en la hidráulica; de donde es fácil inferir que, si
no se estudia el hecho en conjunto, ó se olvida alguno de
los factores que á su produccion concurren, los medios que
para evitarlo se propongan no sólo serán tambien incompletos, sino hasta pueden ser perjudiciales y funestos á los
mismos intereses que trata de poner á salvo.
Al explicitar algunas de las causas que han podido agravar
los efectos de las inundaciones, de manera reiterada hace referencia a la deforestación y a los problemas originados por las
pendientes (Op. cit.: 248-249):
Así se observa que, según unos, las inundaciones son el
resultado legítimo é inevitable de la desaparicion de los
bosques; y en virtud, claman y piden con urgencia, y como
remedio supremo, la repoblacion de los mismos. Fijando
otros la atencion en las consecuencias de la rápida pendiente del álveo y vaguada de los rios en el régimen de las
aguas exteriores, que como es natural, corren con rapidez
proporcionada, relacionan los desbordamientos con esta
circunstancia, y proponen, en consecuencia, atenuar por lo
89
[page-n-103]
ménos semejantes efectos; suavizando, por medio de obras,
á veces costosísimas, la pendiente que siguen las aguas en
su marcha, y que se encaucen éstas para evitar los desastres
de los desbordamientos.
En el caso concreto de nuestro país comenta, además de
la deforestación, también pone de manifiesto la influencia del
relieve y del clima (Op. cit.: 249):
... por lo que á la Península toca, las inundaciones son resultado necesario de la desdichada combinacion de la tala de
bosques, debida á muchas y muy variadas causas, no siendo,
por desgracia, las políticas las que ménos han influido y
siguen influyendo, y de la rápida pendiente de la mayor
parte de nuestros principales rios, como consecuencia legítima de la accidentada orografía, puesta aún más en relieve
por la impetuosa accion de las aguas torrenciales.
A estas dos causas, de suyo bastante poderosas, deben
agregarse las pertinaces sequías seguidas de periodos de
lluvias torrenciales y muy continuadas, efecto á su vez, y
casi siempre, de la falta de arbolado, pues éste, segun queda
ya oportunamente dicho, parece ser el elemento físico
regulador de aquel y de los restantes hidrometeoros. Pero
veamos, antes de pasar adelante, en qué consiste la inundacion, despues de los cual estudiaremos las condiciones
que las determinan y los medios que resulten ser los más
racionales para evitarlas, ó por los ménos para atenuar sus
efectos, y convertirlas en determinados casos en decisivo
elemento de fertilidad de la tierra.
Un rio sale de madre y desborda, determinando la inundacion, cuantas veces recibe en su vaguada y áun en el álveo
todo, en un momento y punto dado, una cantidad de líquido
mayor de la que puede contener... La verdadera causa [en
nuestro país], segun lo que acaba de indicarse del desbordamiento de los rios consiste, pues, en las grandes lluvias y en
la llegada simultánea en un mismo punto de las aguas que
aquellas sumistran.
Tras explicar las causas, Vilanova comenta que varios de
los factores están totalmente fuera del alcance de la acción
humana, por lo que la posibilidad de evitar las inundaciones es
nula, pero si que en algunas circunstancias se podrían minimizar
sus efectos, como la presencia de vegetación en el suelo, por lo
que aboga por realizar “plantaciones hábilmente dirigidas” (Op.
cit. 250).
Continua con un repaso más detallado de los diversos factores que influyen en las inundaciones y que varían entre las distintas regiones, como son la permeabilidad o impermeabilidad
del terreno, presencia de vegetación, pendiente del terreno, etc.
Como colofón termina indicando que si se minimizan algunos
efectos de las inundaciones también pueden ofrecer beneficios,
como los aportes de sedimentos fluviales a los suelos agrícolas,
poniendo el ejemplo clásico de las crecidas del río Nilo.
Con esta visión dual de las inundaciones que plantean problemas, pero también pueden dar algún beneficio, propone
11
Inserta entre las páginas 278 y 269 una figura original de Dumas (1857), concretamente la lámina IX, que también había insertado en el Manual de Geología, la explicación y origen de esta figura las ofrece Vilanova en las páginas
90
algunas actuaciones y mejoras para atenuar los efectos de las
inundaciones (Op. cit.: 264-265):
Veamos, pues, de qué medios indirectos puede echarse
mano para logar lo que se desea. Lo que se trata de evitar es
que las aguas corran rápidamente por la superficie y se acumulen en un punto y momento dado en la vaguada del rio,
en cantidad mayor de la que esta puede contener: pues bien;
ya que no esté en la mano del hombre modificar en absoluto, ni la pendiente del suelo que tanto favorece la rapidez
de las corrientes, ni la impermeabilidad de las rocas, que
impide su penetracion en el interior, habrá de procurarse
por lo ménos atenuar en lo posibles estas dos desventajosas
condiciones de la cuenca.
¿Y cómo lograremos esto? Por medio de una bien entendida repoblacion de los montes, y donde las circunstancias
lo permitan, estableciendo otros géneros de cultivo, y en
especial el de praderas, bien sea fomentando las naturales,
ó intentando la artificiales, por cuantos medios y procedimientos aconseja la agricultura.
Las siguientes páginas desarrolla de manera un poco más
amplia todo lo relativo a los efectos de la vegetación y tipo de
cultivos y plantaciones, siguiendo básicamente las ideas de Belgrand. Posteriormente, comenta que esta política agrícola se
puede complementar con pequeñas obras que eviten “que las
aguas reunidas ó acumuladas en las pendientes formando hilos
y venas asurquen el terreno en la dirección misma de la ladera,
y para ello es indudable que la apertura de pequeñas zanjas horizontales ó con una cierta oblicuidad, como recuerdo haber visto
en territorio de Albalate é Hijar en Teruel, será por demás ventajosa” (Op. cit.: 267). Finalmente, recapitula y vuelve a comentar
que lo más importante es intentar que el agua “no se acumule
aquella en un punto y momento dado en cantidad tal, que no
pudiendo contenerla el río, este se sale de madre, como vulgarmente se dice, ó se desborde y origine una inundación” (Op.
cit.: 267). También hace referencia a obras de mayor calado
como la realización de diques escalonados, de acuerdo con obra
de J. Dumas11 y otras obras de contención, entre ellas comenta
la construcción de pantanos, que recomienda encarecidamente
para nuestro país (Op. cit.: 270-271):
Claro es que este punto se relaciona estrechamente con una
de las cuestiones más vitales para nuestro país, á saber, con
las de los pantanos, para cuyo establecimiento se presta
quizás mejor que otro alguno de Europa, en razon á su accidentada orografía. Con efecto, si sensibles son las pérdidas
y desastres que las inundaciones ocasionan, no es ménos
de lamentar que vuelvan al Océano ó Mediterráneo sin
utilizarse las aguas que caen en los grandes aguaceros, y
cuya marcha rápida no sólo impide su oportuna aplicación
á la agricultura, sino que á veces arrastra la tierra vegetal,
dejando al descubierto el subsuelo y hasta la roca viva.
Deben pues, aprovecharse todos aquellos puntos, que en
España son muchos, situados ora en la embocadura de los
414 a 416. Vilanova cita en la bibliografía esta obra como del año 1856 y publicada en Valence, nosotros hemos tenido acceso a la 2ª edición publicada al año
siguiente en París.
[page-n-104]
valles transversales al confluir en los grandes rios, ó entre
una hoya o meseta y una vega, como oportunamente se hizo
en el famoso pantano de Tibi, para levantar obras sólidas
y bien ejecutadas, como lo está aquella, con lo cual, á par
que se evitarian muchos desbordamientos y terribles inundaciones, se lograria utilizar para la Agricultura y la Industria enormes é inestimables cantidades de agua, que hoy por
desgracia vuelven al mar, ocasionando no pocos daños en el
trayecto que velozmente recorren.
Además de estos medios que pueden ser más o menos eficaces
y, en ocasiones, demasiado onerosos, Vilanova es consciente de
la necesidad de avisar a las distintas poblaciones para minimizar
los daños y comenta la necesidad “de avisos rápidos para dar la
voz de alerta á los habitantes de las poblaciones ribereñas” (Op.
cit.: 271). Esta medida debería complementarse con la existencia
de una red de estaciones meteorológicas y de observatorios en los
ríos, aunque tiene serias dudas respecto a que se fueran a poner en
práctica de estas medidas y se volvería a caer en errores previos,
terminando con un párrafo que podemos comprobar su vigencia
en la actualidad (Op. cit.: 273-274):
Para ello lo mejor es instalar á lo largo de dicha cuenca observatorios meteorológicos encargados de anotar diariamente
la cantidad de agua que la lluvia ó la nieve proporciona;
cuyos datos transmitidos por telégrafo á las poblaciones
importantes ó á la ciudad ribereña amenazada, pueda evitar
muchos desastres. Una buena red de observatorios en todos
los grandes rios y sus principales afluentes, desde los puntos
más culminantes, puestos todos en comunicacion telegráfica
con la capital, y el conocimiento prévio de la topografía,
composicion y estructura geognóstica, esta de la vegetacion
baja y alta, etc., son los elementos indispensables para evitar
catastrófes como las que acaban de sufrir algunas comarcas
de nuestro territorio. Pero por desgracia esto es predicar en
el desierto, en un país donde todo se mira con la indiferencia
más soberana y punible; se lamentan mucho las desgracias
ocurridas, los muertos se entierran, el que sobrevive procura
consolarse, se acude á la caridad pública, se habla mucho
en los primeros instantes, pero á los seis meses ya nadie se
ocupa de semejante bagatela, hasta la otra.
Por último, comentar que incluso en un apartado técnico
como este, las fuertes creencias religiosas de Vilanova son evidentes, y le lleva a plantearse los límites de la actuación del
hombre, ya que todas las catástrofes, incluido el Diluvio, finalmente redundan en beneficio de la humanidad (Op. cit.: 273):
... y dejemos que las corrientes se extienda por la vega, de
una manera lo ménos tumultuosa posible, en cuyo caso la
inundacion no sólo será ménos perjudicial, sino que hasta
puede ser altamente beneficiosa para la agricultura por
el entarquinado natural que producen las aguas, como se
observa en Egipto, donde el hombre, lejos de oponerse á la
periódica inundacion del Nilo, lo que hace desde las más
remotas edades, es utilizar el agente líquido en beneficio
12
de sus tierras. Pretender lo contrario, es olvidar, como dice
Lapparent, que la Providencia no ha hecho el mundo para
que lo dominara el hombre, sino tan sólo para que este dirigiera sus fuerzas, y que el castigo á la transgresion de la ley
no se hace esperar, sino que viene pronto. El ejemplo de lo
ocurrido en lo que llamamos todos, y de comun acuerdo,
diluvio, cuyos beneficios bien estudiados son incalculables,
debiera tenerse siempre presente, con tanto mayor motivo,
cuanto que sin los efectos de aquella gran inundacion,
quizás el hombre no hubiera encontrado en la tierra las condiciones necesarias para su desarrollo.
La segunda parte del libro se titula Práctica ó Hidroscopia,
consta de 145 páginas, y comienza con una pequeña disertación
sobre el significado de la palabra hidroscopia, y el sentido que
se va a utilizar en el texto (Vilanova, 1880b: 225): “... nosotros
la aplicamos adoptando la opinion de Paramelle, á la parte del
libro que, basada en los estudios teóricos que preceden, tiene
por objeto alumbrar aguas, ó en otros términos, hacer salir á la
superficie, por cuantos medios sean posibles, el agua existente
en el interior”.
Luego comenta los conceptos básicos sobre la circulación
de las aguas subterráneas relacionados con los principios de la
hidrostática, esto último de manera muy sucinta, haciendo referencia a los vasos comunicantes y su aplicación para entender
el funcionamiento de los pozos artesianos y a la altura a la que
debería surgir el agua de ellos de manera teórica, aunque factores
puntuales hace que esto no sea totalmente exacto. Al leer esta
parte es evidente que Vilanova conocía los principios básicos
a aplicar, pero en la época se desconocían algunos conceptos
específicos que denomina “variadas circunstancias”, como por
ejemplo el desconocimiento sobre como es la circulación del
agua en terreno permeable, que en la época (y en la actualidad
mucha gente) lo consideraba como una verdadera red hidrográfica subterránea, con sus lagos, ríos, etc.
En el desarrollo de este apartado, Vilanova cita sistemáticamente la obra de Degousée y Laurent (1861), además para la física
de fluidos cita a François Garnier12 y para las cuestiones geológicas
relacionadas con las cuencas a Lapparent. Finaliza esta introducción a la segunda parte, haciendo hincapié en la necesidad de la realización previa de estudios geológicos antes de marcar la posición
del pozo y enumera los tipos principales y características básicas de
los pozos que va a analizar (Op. cit.: 286-287):
Siquiera el fundamento hidrostático sea para todos idéntico,
sin embargo, conviene concretar el calificativo de artesiano al
pozo cuyas aguas aparecen al exterior dando un salto más o
ménos considerable, proporcionado con la presion que experimentan las aguas: ascendente será para nosotros aquel cuya
columna líquida asoma á la superficie, pero sin verdadero
salto, ó en caso de darle con uno insignificante, y por último,
pozo tubular ó instantáneo el que sobre obtenerse con aparatos
especiales, que se describirán en el lugar oportuno, suministra
un caudal pequeño de agua, de pié casi siempre, lográndose
cuando más que llegue hasta la superficie, en cuyo caso podría
confundirse con el ascendente.
Vilanova cita en la bibliografía la traducción de la obra de Garnier realizada
en 1829 por Cristóbal Bordiú.
91
[page-n-105]
Aunque parezca baladí y de escasa importancia esta distinción, y harto difíciles con frecuencia de precisar los límites que
separan, sobre todo, el artesiano del ascendente, hay que reconocer que en el fondo entraña notoria importancia. Con efecto,
las aguas artesianas ó de salto, salvo contadas excepciones,
proceden de horizontes profundos y de terrenos de sedimento,
empleándose para su obtencion aparatos de gran potencia y
diámetro considerable; y siquiera alguna vez pueda ocurrir que
las aguas salten con alguna fuerza, antes de alcanzar el sondeo
niveles muy bajos, esto puede decirse que es la excepcion,
hasta tal punto, que con frecuencia se prescinde de la primera,
y hasta la segunda y restantes capas de agua viva, como por
ejemplo sucedió en el pozo de Dieppe, y se continúa la operacion hasta llegar á la profundidad calculada, con lo cual nada
se pierde, por cuanto en este caso se obtiene un salto mayor,
proporcionado á la suma de las presiones desarrolladas, por las
diferentes capas líquidas que la sonda atravesó. Estas aguas,
ademas del salto, tanto mayor cuanto más profundo sea el
nivel alcanzado por el trépano y más acentuada la línea de
carga, ofrecen la inmensa ventaja de ser tan permanentes y
constantes, que casi pudieran calificarse de perpétuas.
No sucede lo propio en los pozos simplemente ascendentes,
y ménos aún en los tubulares; y la razon es tan sencilla como
fácil de comprender, pues como casi nunca se hace otra cosa
con los aparatos que se emplean más que penetrar á mayor
o menor profundidad en la formacion diluvial, excediendo
raras veces de 100 metros en los ascendentes y de 10, 15 ó 30
metros en los instantáneos, se comprende que ni la presion ha
de ser tal que obligue al agua á salir con gran fuerza, ni los
depósitos de tanta magnitud que aseguren por años y años el
chorro que suministra en los primeros tiempos.
Curiosamente esta clasificación hace más referencia a los
tipos de maquinarias que se van a utilizar y profundidades de los
mismos que las características hidrogeológicas de los pozos. El
primer capítulo de esta segunda parte, titulado Pozos artesianos
y absorbentes, hace una reseña histórica y nos indica los libros
que va a seguir (Op. cit.: 295). El siguiente artículo lo denomina
Cuencas, dice seguir las ideas de Dana y Lapparent y el concepto que expone es el siguiente (Op. cit.: 299-300):
Entiéndese por cuenca geológica aquella porcion del globo,
cuyas partes centrales y bajas se hallan representadas por
terrenos más modernos; y por el contrario, sus límites ó
las partes altas por los más antiguos. Con frecuencia estas
cuencas coinciden con los hidrográficas,... al paso que
en otras semejante armonía no existe; observándose que,
mientras en el primer caso las aguas descienden desde los
terrenos antiguos á los modernos,... en el segundo sucede
lo contrario,... Los geólogos explican esta especie de paradoja, diciendo que en las cuencas compuestas, digámoslo
así, fueron terraplenadas, por sedimentos ó acarreos posteriores, todas ó parte de las depresiones originarias, mientras
que las otras conservan su primitivo carácter los resultados
de las dislocaciones violentas que ocasionaron los hundimientos y grandes grietas, hácia las cuales se dirigen en su
marcha natural las aguas.
Al explicar el origen y en los párrafos siguientes el desarrollo de la sedimentación en estas cuencas, Vilanova se muestra
como un autor de su época donde las ideas wernerianas, aunque
atemperadas, todavía están presentes y los conceptos tectónicos
relativos a plegamientos todavía no se habían desarrollado, y la
“línea sinclinal” respondían a la morfología original de la cuenca
que se iría rellenando, adaptándose los materiales más antiguos a
la forma de la cuenca, y conforme se fuera rellenando las capas
superiores tendrán una extensión lateral menor y en el centro
de la cuenca se depositaría el mayor espesor de sedimentos,
la idea queda perfectamente reflejada en la figura de la página
30213 (Fig. 46). Esta geometría de la cuenca y la disposición de
Fig. 46. Esquema de una Cuenca, figurado en varios libros por Vilanova; se reproduce la figura de la página 302 del libro
Teoría y Práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
13
Esta figura también está reproducida en otras obras de Vilanova y es una
copia de la lámina 2 de Dumas (1857).
92
[page-n-106]
Fig. 47. Esquema de los distintos niveles freáticos que teóricamente se podían encontrar en una región, figurado en varios libros por Vilanova;
se reproduce la figura de la página 310 del libro Teoría y Práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
los materiales sedimentarios más antiguos en ella impregnan las
ideas a la hora de buscar los pozos artesianos; ya que si la geometría de la cuenca no se veía alterada por la presencia de fracturas, el agua que se encontrara en los niveles permeables de las
capas más profundas y antiguas en el centro de la cuenca estaría
sometida a grandes presiones y, además, podría recibir un mayor
aporte de agua de toda la extensión de la cuenca, por lo tanto
serán los niveles adecuados para perforar, explicándose así el por
que se plantean seguir perforando a pesar de haber obtenido agua
de niveles superiores. Esta idea se refleja en la figura de la página
31014 (Fig. 47), donde podemos reconocer que, aunque no lo
precisarán, tenían claro el concepto de nivel piezométrico y que
en una misma región, en función del nivel explotado, este puede
tener distintas alturas. Otra idea, también de origen werneriano,
que está latente es que el orden de los materiales (la estratigrafía)
era constante y por lo tanto al hacer una perforación, si no había
fracturas, se debería encontrar la misma sucesión de materiales.
Este artículo lo finaliza comentando brevemente las características de algunas cuencas españolas.
Hemos de decir que este apartado (junto con el de Geología) de este libro se han revisado con más detalle, para
ver si había alguna modificación entre los primeros libros
de Vilanova como el Manual de Geología y éste, su último
libro importante de carácter geológico, y podemos decir que
las ideas y conceptos que maneja son los mismos, con sólo
pequeños cambios de detalle y nuevas informaciones, pero no
hay un cambio conceptual importante; aunque también hay
que decirlo eso fue lo más habitual en los geólogos europeos
de la época, ya que aunque James Hall (1811-1898) había propuesto en 1856 la teoría Geosinclinal, que fue desarrollada
14
Como ya se ha comentado para algunas figuras anteriores, esta es una reproducción de la lámina 3 de Dumas (1857).
posteriormente en 1873 por James Dwight Dana (1813-1895),
autor al que Vilanova cita en el apartado de cuencas, está no
fue aceptada de manera generalizada hasta finales del siglo
XIX y principios del siglo XX.
El siguiente artículo se titula Pozos ó sondeos artesianos, de
un carácter más práctico, en él vuelve a recordar la importancia
de los estudios geológicos previos para lo cual pone el ejemplo
de los estudios previos a la ejecución del pozo de Grenelle
(realizado en 1841 en París), que había sido marcado “por los
eminentes geólogos Elie de Beaumont y Arago”,15 estos estudios sobre todo deberían de comprobar que no existiera ningún
accidente que modificara la disposición de los estratos. A continuación comenta las características más adecuadas del nivel a
explotar (Op. cit.: 308):
Para que el sondeo tenga probabilidades de un buen éxito, es,
si no preciso, por lo ménos muy conveniente, que la corriente
que se busca sea de las que llamamos forzadas; es decir, que
circule en una capa permeable y entre dos que no lo sean, en
cuyo caso la superior ejercerá presion más ó menos grande
sobre el agua, y ésta, encontrando salida por el agujero que
abre la sonda, aparecerá al exterior dando un salto proporcionado á la fuerza desarrollada. Esto nos obliga á fijar la
atencion en la estructura de la cuenca y en la naturaleza permeable ó impermeable de sus materiales componentes,...
El artículo continua detallando las condiciones y características más adecuadas que debe de tener el punto donde se
realice el pozo para una región determinada. También comenta
los problemas que pueden surgir en un área cuando se realizan
15
En una nota a pie de la página 320, Vilanova cita las obras completas de
François Arago (1780-1853), concretamente el tomo 6º dedicado a los pozos
artesianos, publicadas en París en 1856.
93
[page-n-107]
varios pozos cercanos, sobre todo cuando la presión es menor y
en vez de que el pozo tuviera “salto”, el agua fuera meramente
surgente o se quedará muy cerca de la superficie, lo que impediría su aprovechamiento con las técnicas de la época. Vilanova
comenta todos estos problemas con un conocimiento directo de
los mismos, no sólo por sus empresas relacionadas con las aguas
subterráneas, si no, como el mismo nos informa (Op. cit.: 318319), porque visitó en 1878 junto con su “hermano D. José y
del constructor Sr. Lipmann” el pozo de Grenelle, cuando ya
estaban perforando el pozo de Alcalá de Chisvert.
Otro tema que aborda, aunque de manera muy rápida, es
el de la composición y temperatura del agua, indicando que de
manera habitual están relacionadas con la composición de los
materiales donde se localiza el pozo y de la profundidad donde
se realiza la captación (Op. cit.: 321). A continuación informa
de los tipos de aguas de distintas localidades españolas y sus
posibles usos de las “aguas artesianas” en función de la composición de las mismas. Para ejemplificar estos casos usa los datos
de composición, temperatura, profundidad y, en algunos casos,
los distintos niveles de “aguas vivas”16 de diversos pozos realizados en Europa, Argelia y Estado Unidos; para este último país
también comenta el descubrimiento y puesta en funcionamiento
de pozos de petróleo (Op. cit.: 328-329).
Para finalizar este artículo comenta algunas cuestiones sobre
los pozos absorbentes o inversos y comenta (Op. cit.: 329):
En rigor, el pozo absorbente sólo se diferencia del artesiano en el fin que con él se propone el hombre obtener,
pues en ambos casos se emplean procedimientos y aparatos
iguales,... que sin gran dificultad puede un mismo sondeo
hacer las veces de ascendente solo ó artesiano, y tambien
de inverso,...
En este caso las función principal de este tipo de pozos sería
utilizarlos como desagüe para “aguas generalmente sucias, y á
veces cargadas de muchas sustancias extrañas, algunas de ella
susceptibles de aglutinarse y de formar con los demás objetos
masas consistentes” (Op. cit.: 332), en estos pozos los mayores
problemas eran mantenerlos limpios y que no fueran perdiendo
permeabilidad y se cegaran, dejando de funcionar, por lo que
Vilanova comenta algunas mejoras que deberían hacerse para
que no se cegaran e incluso aumentando su efectividad.
Continua con el artículo titulado Pozos ascendentes,
comienza por explicar las diferencias con los artesianos, básicamente sería el origen de la captación, que en el caso de los
ascendentes sería de niveles más altos, por lo que no era necesario utilizar maquinaria pesada como en los artesiano, en los
que el agua se buscaba a gran profundidad, desechándose los
“niveles de aguas vivas” más altos. Por lo que las características
de un pozo ascendente serían (Op. cit.: 338):
... el escaso caudal de agua que suministran, por la poca
fuerza con que asoman á la superficie, y por no ser tan
constante el chorro como el de los artesianos, y más
sujetos en su ritmo á las variaciones atmosféricas y estacionales.
16
Estos niveles corresponderían a lo que la actualidad serían acuíferos confinados.
94
Explica perfectamente todas las circunstancias distintivas
de esta clase de pozos la procedencia de sus aguas, que son
mucho más someras que las artesianas.
De acuerdo con los comentarios del libro estos pozos se
realizarían para obtener agua de los niveles más superficiales,
generalmente del “diluvium” y ocasionalmente de materiales
terciarios. Los pozos eran de pequeño diámetro y poca profundidad, lo que para Vilanova sería la principal diferencia, en estos
casos el agua sería a lo sumo surgente, pero sin tener un “salto”
importante, y el caudal sería escaso, lo que limitaría su uso para
el consumo de pequeñas explotaciones agrícolas o artesanas.
Ofrece algunos ejemplos de Murcia y Valencia.
El siguiente artículo, Pozos tubulares, está dedicado a pozos
muy superficiales y cuyo nombre le viene por su modo de perforación (Op. cit.: 342):
Llámase tubulares, porque segun veremos, el aparato que
hoy se emplea, á imitacion de los antiguos, consiste principalmente en uno ó varios tubos, que al propio tiempo que
abren el terreno, se quedan ó permanecen en él, constituyendo las paredes del verdadero pozo; instantáneos por el
breve tiempo que se emplea para conseguir por su medio
lo que se desea, y por último, abisinios por haber servido
de grandísimo auxiliar al ejercito inglés en la última guerra
contra los abisinios.
Estos pozos básicamente se localizan en “formaciones de
aluvion antiguo sobre todo, y moderno”, comenta la similitud
de esos pozos con los ascendentes previamente comentados,
la diferencia básica es la maquinaria utilizada en cada caso y,
por supuesto, la profundidad de captación del agua. Vilanova
se detiene a comentar brevemente la maquinaria utilizada para
estos pozos, comenta algunas cuestiones técnicas y ofrece
algunas figuras de la misma (Fig. 48); destaca en todos ellos
la presencia de una bomba manual, lo que indica que por lo
general no serían surgentes y el agua quedaría a cierta profundidad, aunque no muy grande, para poder ser extraída con estas
bombas. Estos pozos aprovechan lo que en la actualidad serían
básicamente los acuíferos de capa libre superficiales.
Como comentario general a la clasificación de pozos establecida en la época y utilizada por Vilanova, podemos decir que
es totalmente utilitaria y tecnológica, teniendo en cuenta básicamente el tipo de maquinaria y pozo realizado, y capas acuíferas
con una disposición y características similares pueden ser consideradas artesianas o ascendentes, simplemente por cuestiones
técnicas.
El último artículo de este capítulo, Aparatos de sondeo, lo
abre con una breve historia de los sondeos, pero la mayor parte
está dedicado a enumerar los distintos sistemas, de acuerdo con
la maquinaria utilizada, que se utilizaban para realizar pozos
artesianos, en este caso resume los sistemas enumerados y
comentados por Degousée y Laurent (1861) y añade un último
sistema “modernísimo del inteligente mecánico y matemática
Sr. D. Amador Villar” (Op. cit.: 353-354). Continua con un
breve comentario de varios de los sistemas enumerados, indi-
[page-n-108]
Fig. 48. Maquinaria pozos tubulares, figura de la página 345 del
libro Teoría y Práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar
aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
cando sus ventajas e inconvenientes, y ofrece un apartado más
detallado del “Sistema Villar” del que ofrece también una figura
encartada de sus principales componentes (Op. cit.: 365-370).
Este artículo lo termina comentando la necesidad de entubar y
revestir los pozos, sobre todo para evitar costosos accidentes,
que obligarán incluso a tener que abandonar el pozo.
El capítulo II de esta segunda parte se titula Alumbramiento
comun de aguas, donde básicamente se centra en el estudio de
los manantiales “su verdadero orígen, modo de formarse, cantidad de agua que los existentes suministran, comparada con la
que proporciona la lluvia, etc.” (Op. cit.: 374). También vuelve
a comentar como sería la circulación de las aguas subterráneas,
donde se vuelve a poner de manifiesto que la circulación en
terreno permeable todavía no era bien conocida, así dice de las
corrientes subterráneas (Op. cit.: 374): “... pues esta es el resultado de la confluencia de una infinidad de pequeñas venillas y
de hilos algo más considerables, que imitan hasta cierta punto,
pero en pequeña, la disposición de todos los elementos de una
cuenca exterior,...”.
En este artículo sigue de nuevo básicamente a Paramelle
y realiza una prolija enumeración de las características de los
manantiales, ya fueran superficiales o incluso subterráneos, sus
caudales, etc., así como todas aquellas cuestiones que deberían
de tenerse en cuenta antes de iniciar la mejora y/o captación del
agua de estos manantiales, sobre todo cuando se trata de captar
las aguas más superficiales por medio de galerías y otras cons-
trucciones, para lo que sigue las ideas expuestas por Dumas en
su obra La Ciencia de las fuentes (Dumas, 1857).
El libro concluye con un Apéndice dividido en tres artículos dedicados a España. Da una breve pincelada de la orografía de la Península, a partir de la cual comenta la división
de las cuencas hidrográficas españolas en distintas vertientes de
acuerdo con Francisco Coello (1822-1898) y sus características
hidrológicas: Septentrional o Cantábrica, Occidental o Lusitánica, Meridional Oceánica, Meridional Mediterránea y Oriental
o Ibérica. Dedica un pequeño apartado a los riegos que Vilanova justifica por el interés de las aguas subterráneas para estos
menesteres. Luego ofrece algunas generalidades y cuadros de
composición del agua, cantidad de sedimentos de distintos ríos
europeos, así como indicaciones de las necesidades de agua de
distintos cultivos, finalizando con un cuadro de los principales
canales españoles.
El artículo II del apéndice se titula Hidroscopia española
y es el más interesante desde el punto de vista histórico, ya
que hace un breve resumen de las principales obras realizadas
en España en relación con las aguas subterráneas y, con más
detalle, de los pozos artesianos realizados con maquinaria
pesada. Parte importante viene de los datos ofrecidos por Bordiu
en su traducción del libro de Garnier de 1829. Vilanova al enumerar las distintas iniciativas realizadas en España se queja de
que en muchas ocasiones estos sondeos se han realizado “sin
consultar ni conocer préviamente las condiciones geológicas”
(Op. cit.: 509), lo que implico importantes fracasos. Continua
con un somero recorrido de las iniciativas realizadas en diversas
provincias españolas para finalmente centrarse en “los pozos
de grandes dimensiones” que se estaban realizando en esos
momentos en España (Op. cit.: 517):
Estos pozos hoy en vías de ejecucion, son los siguientes; 1.º,
el de Vitoria, capital de Alava; 2.º, el de Alcalá (provincia
de Castellon); 3.º, el de los Angeles, en San Vicente, junto
á Alicante; 4.º, el de Muchamiel (Alicante) por cuenta del
sindicato de riegos; 5.º, el que D. Joaquin Reig dirige en la
posesion dicha el Realengo, término de Játiva, propia de su
padre político Sr. Arostegui; 6.º, el de Nuño, que costea la
sociedad titulada Neptuno, en Alcoy; 7.º, el que abre el Sr.
Ribera en su posesion no lejos de Carcagente; y 8.º, el que
este año ha comenzado en Ablitas, junto á Tudela de Navarra,
la casa Lipmann, por encargo especial de la Diputacion de
Navarra, que sufraga los gastos.
En este caso nos limitaremos a comentar la información que
Vilanova nos ofrece de sus propias iniciativas o aquellos en que
había sido contratado para realizar informes. La primera información es sobre el pozo de Alcalá de Chisvert en Castellón (Op.
cit.: 519):
El de Alcalá empezó en Setiembre de 1877, de modo que si
no anterior, es de la misma fecha próximamente que el de
Vitoria; hácese á mis expensas, habiendo traido un aparato
de caida libre nuevo de la casa Lipmann, que me proporcionó
tambien un buen jefe de sondeo; pero habiendo alcanzado
132m y mediando circunstancias particulares, que no hay
por qué relatar, se suspendió la obra, aunque estoy resuelto
á llevarle á cabo en el momento que brote el agua en el pozo
Nuño de Alcoy, cuya sociedad Neptuno, de la que formo
95
[page-n-109]
parte, se sirve del aparato, habiendo agregrado una buena
máquina de vapor de 10 caballos.
Luego habla sobre el pozo de que se estaba realizando en
Muchamiel, costeado por la comunidad de regantes de la huerta
de Alicante, para la que Vilanova había realizado un estudio
previo (Vilanova [1879]) y marco la situación para realizar el
sondeo; también ofrece una breve indicación de los materiales
que habían atravesado hasta los 250 m que se habían construido
hasta ese momento. Luego pasa a comentar algunas cuestiones
sobre el pozo de Alcoy que costea la sociedad Nueva Neptuno,17
cuya localización también fue establecida por Vilanova al pie
de la Sierra Mariola en materiales Cretácicos, el sondeo se realizaba “bajo la inteligente direccion del ingeniero industrial Sr.
Vilaplana”,18 utilizando el aparato que previamente se estaba
utilizando en Alcalá de Chisvert, y comenta brevemente los
niveles atravesados hasta los 60 m que había llegado el pozo en
aquellos momentos, y comenta sus expectativas (Op. cit.: 521):
Abrigo fundadas esperanzas de que al contacto del terreno
terciario con el cretáceo, que le sirve inmediatamente de
base como en Alcalá, salte el agua, pues esto se observa
muy á menudo en los sondeos artesianos; y cuando no, despues de atravesar algunas capas de caliza que allí alternan
con las arcillas y con horizontes de arenas y conglomerados, que son por lo comun los acuíferos por excelencia.
El último capítulo del apéndice, Legislacion de aguas, es
una recopilación de la legislación española referida a las aguas.
Como conclusión podemos decir que nos encontramos ante
uno de los primeros y más completo tratado de hidrogeología,
tal y como ya había indicado Martínez Gil (1990, 1994); donde
se aborda tanto la parte teórica como la práctica y se revisan
tanto los conceptos generales como las cuestiones más concretas, lo que nos permite tener un conocimiento adecuado de
las ideas y conocimientos sobre esta materia en el último tercio
del siglo XIX, así como los anhelos y expectativas que ofrecían
la posibilidad de explotación de las aguas subterráneas. Tanto
es así, que cuando en 1910 la Comisión del Mapa Geológico de
España se transforma en Instituto Geológico de España una de
sus principales líneas de investigación paso a ser el estudio de
las aguas subterráneas (Gozalo, 2000).
En cuanto al comentario y título del último apartado del trabajo de Martínez Gil (1994): Vilanova: ¿un pionero universal
de la hidrogeología?, debemos decir que estamos de acuerdo en
considerar a Vilanova como uno de los pioneros de esta ciencia,
ya que realmente fue capaz de plasmar en este libro el estado
de la cuestión y los conocimientos de su época, aunque como
queda claro al leer detenidamente el libro y las constantes citas
a la obra de autores como Paramelle, Belgrand, Degusèe y Laurent, entre otros, nos indica que Vilanova sobre todo hizo una
magnífica recopilación de información a la que, seguramente,
añadió datos debidos a su experiencia sobre estas cuestiones o
incluso clarificaría algunas ideas, pero no es un libro de inves-
17
Como ya se ha comentado previamente hay documentación sobre esta
sociedad en el Fondo Vilanova del Museo de Prehistoria de Valencia (FDJVMPV 6/10).
96
tigación, como el propio autor reconoce en la introducción está
dirigido al “ilustrado público”, esto es, sería lo que ahora se considera un libro de alta divulgación científica o un manual para
universitarios, no una obra de investigación. De todos modos,
esto no es óbice, para considerar a Vilanova como uno de los
expertos en aguas subterráneas de la época y desde luego no
es exagerado considerarlo como “el padre de la hidrogeología
española” tal y como dice Martínez Gil (1970b, 1990, 1994).
Finalmente, hay que decir que ninguna de las empresas en
las que participó Vilanova para la captación de aguas subterráneas resultaron positivas, lo que hasta cierto punto es lógico
dado la complejidad geológica de las áreas en las que trabajo y
los conocimientos e ideas de la época, y como ya se ha dicho,
que los medios técnicos de bombeo para explotaciones que no
fueran pozos artesianos no llegaron a España hasta la segunda
mitad del siglo XX. Estos fracasos quizás expliquen por que
después de este magnífico libro Vilanova fue abandonando poco
a poco la geología aplicada y se fue centrando cada vez más en
la prehistoria, sobre todo a raíz del descubrimiento de Altamira.
V.2. Vilanova y la investigación
Paleontológica en España
V.2.1. La investigación Paleontológica en España entre 1849
y 1910
Como ya se ha comentado al comienzo de este capítulo, la
vida y obra de Vilanova transcurre durante dos de los periodos en
los que se suele subdividir la historia de la geología en España,
el primero completo entre 1849 y 1873, y el segundo, entre 1873
y 1910, sólo su primera etapa. A la hora de describir la investigación paleontológica en España hemos utilizado como trabajos
básicos Sequeiros (1984b, 1988, 1989), Pelayo (1984a, 1984b,
1988, 1996, 1998, 1999a) y Truyols (1988, 1989), aunque para
algunas cuestiones puntuales se han utilizado otras aportaciones
que se citarán en su momento.
1849-1873
Una primera visión de cómo fue la investigación paleontológica en esta época, la podemos obtener revisando la bibliografía
citada por Mallada (1892) al elaborar su Catálogo; en él se citan
82 trabajos publicados durante este periodo, de los cuales un
50% están realizados por autores extranjeros, un 40% por ingenieros de minas y sólo un 10% se debe a naturalistas españoles.
La investigación paleontológica publicada por estos naturalistas se limita casi en exclusiva a la obra de Vilanova, cuyos trabajos suponen un 7,5%. Al analizar las citas de Vilanova, vemos
que conviven notas muy breves, junto con trabajos donde se
abordan estudios de geología regional de grandes áreas (Castellón, Teruel, Valencia; ver apartado anterior). Otro aspecto que
no se recoge a través del Catálogo de Mallada fue la aparición
de los primeros trabajos sobre Prehistoria y el hombre fósil,
que fueron desarrollados en un primer momento por Casiano
18
Ver capítulo VI para la colaboración entre Vilanova y Vilaplana en el
descubrimiento del yacimiento de “Les Llomentes” en Alcoy.
[page-n-110]
de Prado, y que luego tuvieron su máximo difusor en Vilanova,
quien siempre los expuso desde su compromiso cristiano y sus
ideas concordistas con la Biblia.
Uno de los hechos que más van a marcar el desarrollo de las
Ciencias Naturales en la siguiente etapa fue que, tras la Revolución de 1868, se promulgó la ley de Libertad de Enseñanza del
21 de Octubre de 1868, que suponía la libertad de cátedra y la
desaparición de la censura. Esto facilitó que se comentaran en
España las ideas de Darwin, lo que originó un debate fundamentalmente ideológico, que se desarrollará a lo largo del último
tercio del siglo XIX y principios del XX. Desde la Paleontología
Vilanova (1869), fue el primero en negar la evolución desde un
punto de vista científico. Sin embargo, propició que se publicara la primera exposición imparcial in extenso de la obra de
Darwin en España debida a Francisco Tubino (1833-1888); se
trata del apartado de Antropología de setenta páginas publicado
en el tomo primero de La Creación, obra dirigida por Vilanova
(Gozalo y Salavert, 1995).
1873-1910
En esta etapa podemos decir que la polémica entre creacionistas y transformistas, que había comenzado en el periodo anterior, tuvo su momento álgido con un importante debate ideológico, aunque por desgracia sin demasiado contenido científico,
en general. Un hecho que marcó esta disputa fue el Decreto de
26 de Febrero de 1875, debido al ministro Orovio, que suspendía
la libertad de cátedra e impedía la explicación de cualquier teoría
contraria al dogma católico en las aulas; en referencia a este problema, Hernández-Pacheco (1912: 409), se expresaba de esta
manera tan contundente: “...y nombrado ministro de Fomento
Orovio, que, al frente de la instrucción pública, representaba la
mayor intolerancia en las ideas políticas y religiosas”. Varios
profesores se negaron a acatar esta orden y fueron separados de
sus cátedras, exiliados e incluso algunos encarcelados; entre los
naturalistas encontramos a Augusto González de Linares (18451904) y Laureano Calderón y Arana (1847-1894), a quienes se
unió Salvador, el hermano de éste, que era catedrático del Instituto de las Palmas de Gran Canaria. Muchos de estos profesores crearon la Institución Libre de Enseñanza (ILE; ver Cacho
Viu, 1962), que se gestó en Cádiz, donde habían sido exiliados
algunos de ellos, y donde Francisco Giner de los Ríos (18391915) conoció a José Macpherson (1839-1902),19 manteniendo
una gran amistad desde entonces; además Macpherson dio un
importante apoyo al nacimiento de esta institución (HernándezPacheco, 1927; Alastrue, 1968), de la que fue nombrado socio de
honor. La ILE tenía carácter progresista y en la que se aceptaron,
exceptuando el aspecto mecanicista, las ideas de Darwin. La ILE
además desarrolló una labor pedagógica de primera línea, dentro
de la que destaca la realización de excursiones para el estudio de
las Ciencias Naturales (Ordaz, 1984). También realizó labores de
divulgación, a través de conferencias y con la publicación de su
Boletín, lo que permitió a sus miembros exponer sus opiniones
sobre su idea de evolución.
19
Macpherson nunca ocupó ningún cargo institucional, sin embargo tenía
un sólido prestigio como geólogo, lo que le llevó a formar parte de varios
tribunales de oposición a cátedras de materias geológicas y mantuvo
buenas relaciones con los naturalistas e ingenieros de minas de la época.
Para una aproximación completa ver el monográfico dedicado a su figura
La Sociedad Española de Historia Natural constituye, desde
el primer momento, el foro principal donde los naturalistas
españoles informaban, comentaban y discutían sobre los nuevos
descubrimientos e ideas científicas. Por ello, en ella se desarrollaron varias polémicas, algunas de ellas relacionadas con
la Paleontología (Pelayo, 1998), en las que participaron varios
de sus miembros que podemos separar en dos grupos de ideologías bastante contrastadas: un grupo conservador en el que
destacan Vilanova y Solano, catedráticos de Universidad, el
ingeniero de minas Federico Botella y Hornos (1822-1899) y
el científico amateur José Joaquín Landerer (1841-1922); y otro
grupo menos compacto pero de carácter más liberal y cercano
a la ILE, con los catedráticos Salvador Calderón y Francisco
Quiroga Rodríguez (1853-1894) y el también científico amateur
José Macpherson (1839-1902).20
Las primeras referencias al darwinismo dentro de la
Sociedad son claramente contrarias, y se deben sobre todo a
nuestro biografiado y a Landerer, aunque este último con posterioridad mantuvo posturas menos intransigentes (ver Gozalo
y Navarro, 1995a, 1995b, 1996). Landerer (1873) publicó su
Explicación del cuadro sinóptico de los tiempos primitivos, que
dedicaba Vilanova, en el se exponen tesis claramente antidarwinistas, y va acompañado de un cuadro referido a los materiales
cuaternarios que será utilizado por Vilanova en varios de sus trabajos, posteriormente llegó a aceptar la posibilidad de evolución
a nivel de especie e incluso género, pero consideraba que para
los taxones de mayor rango seguía siendo necesaria las creaciones divinas (Gozalo y Navarro, 2006), esta idea también era
aceptada por Vilanova, según Glick (2010: 54), aunque nosotros
no hemos encontrado ningún texto que avale esta posibilidad.
En el grupo opuesto tenemos sobre todo a Salvador Calderón, que aunque en su largo recorrido como investigador destacó en temas tan diferentes como la Mineralogía, Petrología o
Tectónica, también realizó una importante labor paleontológica.
Primero fue catedrático de Historia Natural de la Universidad de
Sevilla desde 1884 y, posteriormente, catedrático de Mineralogía
y Botánica de la Universidad de Madrid, a la que se trasladó en
1895; donde más tarde acumularía la Cátedra de Mineralogía
descriptiva. Hay dos aspectos que merece la pena destacar en su
labor docente e investigadora, el primero es que como profesor
de la ILE, y luego como catedrático, realizó siempre numerosas
excursiones con sus estudiantes, lo que le permitía explicar las
materias geológicas en el ambiente más adecuado, y además
conocer con mucho detalle los alrededores de los centros donde
trabajaba. Esta faceta enlaza con la siguiente, ya que Calderón
fue uno de los primeros geólogos españoles que realizó una
labor de campo sistemática en las regiones que estudia, analizándolas desde todos los puntos de vista posibles; sirvan como
ejemplo sus investigaciones sobre las Islas Canarias, Nicaragua,
Andalucía o Madrid, por enumerar en orden las regiones a las
que le condujeron sus distintos trabajos (Hernández-Pacheco,
1912). Como paleontólogo destacan sus trabajos sobre los
fósiles de vertebrados españoles, y sobre todo su Enumeración
de 1876, sin olvidarnos de sus estudios sobre microfósiles de
en el volumen 45-46 del año 2002 del Boletín de la Institución Libre de
Enseñanza.
20 Perejón (2009) ha estudiado la vinculación de Macpherson con la
Sociedad Española de Historia Natural.
97
[page-n-111]
Andalucía. Desde el punto de vista teórico era un evolucionista
convencido; tal como el mismo expresa (Calderón, 1884: 231):
“La creación de especies por el triunfo de ciertas variedades y
la desaparición de otras en la lucha por la existencia, es un principio sentado por Darwin”.
Más adelante aceptaría las ideas neolamarckistas postuladas por Edward Drinker Cope (1840-1897) tal y como señala
Pelayo (1998).
V.2.2. El concepto de Paleontología en Vilanova
En el apartado anterior sobre geología se han tratado las
cuestiones paleontológicas relacionados con la datación y
caracterización de terrenos (bioestratigrafía), que en la época
eran difícilmente separables de otras partes de la geología, y
como se ha comentado previamente Vilanova las trataba conjuntamente, explicando las “leyes paleontológicas” o la historia
de la vida dentro del mismo apartado que la estratigrafía, que
por ejemplo en el Manual titulaba Clasificacion cronológica
de las rocas; terrenos y formaciones. Pero también puede ser
interesante establecer una caracterización de las ideas paleontológicas de Vilanova desde un punto de vista biológico, en
función del gran debate sobre el evolucionismo que se produce
durante la segunda mitad del XIX y principios del XX. Intentando abordar esta problemática, Sala Catalá (1984a, 1984b)
propuso la existencia de dos paradigmas para la biología española de esta época: paradigma fisiológico y paradigma ecológico, aunque actualmente la cuestión se considera que es mucho
más compleja y que presenta muchos matices. Así, con todas
las precauciones metodológicas pertinentes, considera que en la
Paleontología del XIX hay una interpretación fisiológica cuando
se caracterizan mediante códigos taxonómicos las sucesivas
floras y faunas fósiles; aquí la influencia de la Paleontología
francesa de la primera mitad del XIX es muy fuerte, siguiendo
los trabajos de Cuvier, Pictet, D’Orbigny y Schimper.21 En
cambio, una aproximación de tipo ecológico se encontraría en
los paleontólogos que pretenden estudiar grupos naturales de
fósiles y establecer sus mutuas correlaciones filogenéticas, así
como las condiciones de vida en que se desarrolló su evolución,
llegando a explicar su distribución geográfica; en esta orientación se encuentran las obras de Zittel y Gaudry22 (Sala Catalá,
1984a: 383).
En el periodo analizado por este autor, en las obras de
Paleontología distingue varias etapas: entre 1860 y 1875,
domina la orientación fisiológica; entre 1875 y 1887, hay división; por último entre 1887 y 1909, predomina el enfoque ecológico. En este análisis Vilanova aparece como un autor enclavado
dentro del paradigma fisiológico, con su obra de investigación
paleontológica concentrada en el primer periodo (Sala Catalá,
1984a: 391).
El único libro general de Paleontología debido a Vilanova
es la última parte del tomo 8 de La Creación (1876d), en el que
muestra un desarrollo típico del paradigma fisiológico. En la
introducción, Vilanova (1876d: 373-374) expresa su adhesión a
Todos ellos son citados repetidamente en todos los tratados geológicos
escritos por Vilanova.
22 Gaudry también era amigo y admirado por Vilanova, pero éste criticó abiertamente sus ideas evolucionistas (ver Capítulo VII).
21
98
las ideas sobre Anatomía comparada debidas a Cuvier, y entre
otras cosas dice que la Paleontología demuestra: “... que en esta
sucesion [de especies] ha habido un verdadero progreso”. Así
sabemos que la fuerza creadora no abandonó la tierra durante
ninguno de los periodos de tiempo geológico, lo que implica
una idea de progreso,23 pero no hay que entenderlo en el sentido
darwiniano, sino en el que había planteado Bronn en 1857.24
A continuación desarrolla el núcleo de la materia, para lo
cual divide los grupos fósiles en grandes conjuntos que denomina tipos, siguiendo claramente las ideas de Cuvier, posteriormente desarrolladas por Owen25 en su concepto de arquetipo.
En la conclusión de este capítulo, en lo que constituye la parte
final de esta Paleontología, dice Vilanova (1876d: 460):
Ya que la obra de Owen26 sobre la que hemos calcado, por
decirlo así, la Paleontología que precede, limítase... á trazar
el cuadro del desarrollo orgánico del reino animal desde
que apareció en el globo hasta nuestros dias, lícito me ha de
ser completar este tratado con la indicacion de las Faunas
y Floras que como características de los diferentes terrenos
de sedimento se han ido sucediendo sin interrupcion.
Sobre el posicionamiento de Vilanova dentro del paradigma
fisiológico, además de la obra ya citada, quizás sus trabajos más
clarificadores sean su discurso de ingreso en la Academia de
Ciencias (1875a) y el Programa de Paleontología (1876c).
En el Programa se refiere a la necesidad del estudio de
la Paleofitología y de la Paleozoología, el cual va a permitir
resolver dos problemas (Vilanova, 1876c: 51):
... el primero referente á la unidad de plan que presidió la
creacion de los reinos orgánicos y sus ulteriores desarrollos,... constituyendo un natural encadenamiento de todos
los séres desde que la vida apareció en la superficie del
globo, siquiera no haya necesidad para ello de admitir que
sea el lazo de la descendencia genealógica el que establece
tan estrechos vínculos. El segundo problema que la Paleontología puede decirse que ha logrado resolver, es el que
trata de las estrechas relaciones que existen entre los séres
orgánicos y las condiciones biológicas del globo,...
[El primer problema], nos ha de conducir, como por la mano,
al conocimiento de las leyes que rigieron y aún gobiernan
hoy la materia orgánica toda, y á esclarecer cuando ménos,
cómo y cuándo ocurrió la misteriosa transformacion de la
materia mineral en orgánica, sea bajo el soplo divino del
Creador como creemos, ó por la sola accion de las leyes
generales de la materia al encontrarse en condiciones favorables para la realizacion de este grandioso acontecimiento,
como suponen otros.
La concepción del cambio orgánico en la paleontología de
Vilanova muestra total afinidad con las concepciones de la biología francesa de Cuvier y Geoffroy Saint-Hilaire, con un diseño
de la creación, obra de Dios en su caso, que se desarrolla en el
Sequeiros (1991: 6).
Rudwick (1972: Capítulo 5).
25 Rudwick (1972: Capítulo 6, 10).
26 Para ver la influencia de Owen sobre Vilanova, ver Sequeiros (1991: 6-7).
23
24
[page-n-112]
tiempo siguiendo un plan establecido de antemano. La segunda
parte del texto expresa con claridad una determinada visión del
mundo orgánico centrada en tres tesis: a) existen unas leyes que
rigen la materia orgánica; b) éstas llevan a una transformación
desde la materia inorgánica a la orgánica; c) y esta transformación está regida por el soplo divino del creador.27 Este esquema
lo mantuvo en su docencia hasta el final de sus enseñanzas, tal
y como muestran los apuntes de clase que se encuentran depositados en el Fondo del Museo de Prehistoria de Valencia (ver
Capítulo III).
En la última década se ha incidido en la recuperación y
catalogación de los fondos documentales y colecciones históricas de algunas instituciones clave en la historia de la ciencia
española, como es el Museo Nacional de Ciencias Naturales de
Madrid, al cual estuvo Vilanova vinculado durante toda su vida
científica. En este contexto una obra básica es el libro de Montero (2003) dedicado a las colecciones paleontológicas de este
Museo. Dentro de este línea pero mucho más parciales, al ser
obras dedicadas a las colecciones de este Museo en la provincia
de Teruel, tenemos los trabajos de Alcalá (2002) y Diéguez y
Montero (2002), y de la paleontología en el Museo de Montero y Diéguez (1998), sin olvidar el análisis que hace Montero
(1997) del uso de algunos conceptos que utilizó Vilanova sobre
la preservación de algunos tipos de fósiles de acuerdo con los
ejemplares conservados en estas colecciones.
Montero (2003) hace una revisión exhaustiva de las colecciones paleontológicas depositadas en el Museo desde su llegada al mismo y los distintos avatares que han sufrido a lo largo
de su historia, para ello no sólo utiliza la información procedente
del archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, sino que
también revisa estas colecciones, ofreciendo información sobre
su estado actual. Dentro este trabajo se nos muestra la labor de
Vilanova dentro de la actividad normal del Museo, realizando
diversos informes relativos a la necesidad de la adecuación y
ampliación de los espacios y laboratorios para la exposición y
estudio de las colecciones a su cargo, así como de la necesidad
de ampliar estas colecciones. Otra de sus actividades normales
será valorar e informar las colecciones que se ofrecen al Museo
por diversos particulares e instituciones.
Para nuestro trabajo el apartado que más nos interesa es el
capítulo titulado Las colecciones de Juan Vilanova y Piera en el
Gabinete (Montero, 2003: 233-281), del que vamos a extractar
las cuestiones más importantes. En este capítulo se recoge de
manera precisa y documentada las aportaciones de Vilanova
a las colecciones geológicas y, sobretodo, paleontológicas de
Vilanova a este Museo, desde sus primeros envíos desde París
en 1851 hasta la compra de su colección particular a sus herederos. También hace un comentario exhaustivo del uso de este
material por parte de Vilanova tanto en sus libros de texto como
en las memorias provinciales.
Todo el material geológico y paleontológico que envió al
Museo con motivo de su viaje por Europa, que fue recolectando
en sus excursiones, le habían regalado o, incluso, comprado,
fueron catalogados y ordenados por Vilanova, con el siguiente
criterio: primero por edades, luego por localidades y, en el caso
de los fósiles, por grupo en último lugar. De toda esta colección
sólo el material de Soleures (Solothurn) no fue clasificado por
Vilanova sino por Amanz Gressly (1814-1865), como indica el
propio Vilanova.
El catálogo de los rocas, minerales y fósiles del envío de
30 de mayo de 1851 tiene 34 páginas y consta de más de 1.000
ejemplares (Op. cit.: nota 704). En el Archivo del Museo de
Ciencias Naturales se conserva el Inventario. De las colecciones Geológico-paleontológicas traídas del extranjero por el
profesor D. Juan Vilanova, elaborado por Vilanova en 1858, que
consta de 252 páginas, aunque el documento está sin paginar
(Op. cit.: nota 708).28 Finalmente, Vilanova presentó en 1873 a
la Junta del Museo este catálogo, la cual consideró este documento de gran interés y propuso que se editara, pero no parece
que esto llegara a ocurrir (Op. cit.: 238). Para una descripción
del catálogo, un listado sucinto de los fósiles que contiene y una
breve historia del estado actual e importancia de la colección
ver Montero (2003: 238-248).
Otra parte importante de la colección Vilanova lo constituye
el material recogido por éste durante la realización de los bosquejos geológicos de Castellón, Teruel y Valencia, realizados en
gran parte como vocal de la Comisión del Mapa Geológico bajo
sus diversas denominaciones (ver más adelante). Al disolverse
en 1868 las Brigadas Geológicas, a la sazón dependientes de la
Junta General de Estadística, el rector de la Universidad Central
escribe el 24 de Marzo de 1870 al Director de la Junta de Estadística reclamando para el Museo el material recolectado por
Vilanova. Esta carta debió de tener respuesta ya que ejemplares
tipo y figurados de esta colección se encuentran en la actualidad depositado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales
de Madrid (Montero, 2003: 249; Martínez y Grauges, 2006).
Sin embargo, no se dispone de un inventario de este material,
aunque se han encontrado etiquetas en las que consta la leyenda
Comisión del Mapa Geológico. En justa correspondencia a
esta petición de devolución de las colecciones, la Comisión del
Mapa Geológico pidió a Vilanova la devolución de los libros
de esta Comisión que estaban en su poder, tal y como muestran algunos documentos del Fondo del Museo de Prehistoria de
Valencia (FDJV-MPV 4/15; Fig. 49).
Como indica Montero (2003: 250-252), a partir de 1884 se
encuentran numerosas referencias a donaciones de ejemplares
por parte de Vilanova al Museo, este material procede de numerosas localidades españoles y extranjeras, fruto de sus continuas
excursiones, muchas de ellas realizadas con motivo de los distintos congresos que asistía, o bien de los regalos e intercambios
con diversos investigadores. Por ejemplo, a su regreso del congreso de Argel en 1881 recorrió parte de la provincia de Almería
recolectando gran cantidad de fósiles de localidades cercanas a
la capital, los cerros de la vega de Huércal, Viator y Pechina,
encontrándose ejemplares de estas localidades en la colección
del Museo.
Finalmente, a su muerte su viuda ofrece las colecciones particulares de Vilanova al Museo, compuesta por rocas, fósiles,
libros y objetos de prehistoria y antropología. Se constituyó una
Sequeiros (1991: 4).
Puede que este documento esté relacionado con las distintas peticiones sobre
el abono de los gastos que tuvo Vilanova para su obtención y envío desde
París (ver Apéndice IV)
V.2.3. Revalorización de la obra paleontológica de Vilanova
27
28
99
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Fig. 49. Carta Comisión del Mapa Geológico de octubre de 1871 firmada por el presidente de la misma, Felipe Bauza,
solicitando a Vilanova la devolución de los libros de la citada comisión que tenía en su poder (FDJV-MPV 4/15).
Junta facultativa formada por Solano, Quiroga y Antón que la
valoraron positivamente y recomendaron su compra al ministerio; aunque no existe documentación clara que indique como
fue esta transacción, esta colección permanece en la actualidad
en el Museo (Op. cit.: 252-253).
Con el mejor conocimiento del material recolectado por
Vilanova se está produciendo un hecho bastante curioso que
es la revalorización de la obra de Vilanova en el campo de la
paleontología, sobre todo en su vertiente como recolector y sistemático, así como una valoración positiva de su labor de difusión de los descubrimientos paleontológicos.
Como ya se ha comentado (Capítulo V.1.2), Vilanova ofrece
en las memorias provinciales, sobre todo de Castellón y Teruel,
una figuración de gran calidad (Fig. 50), pero sin una descripción o a lo sumo una descripción muy somera de algunas nuevas
especies, que aunque en la actualidad nos parece totalmente
insuficiente eran relativamente habituales en los trabajos de
tipo regional y son aceptadas como especies válidas según el
Código de Nomenclatura Zoológica si fueron publicadas antes
de 1950. Además, Vilanova ofreció de manera continua información de diversos descubrimientos paleontológicos suyos y de
sus colaboradores y corresponsales, que publicó tanto en sus
libros generales como en forma de notas y noticias en diversas
revistas, sobre todo, en las Actas de la Sociedad Española de
Historia Natural.
Esta puesta al día de la obra de Vilanova se inició ya en la
década de los 70 del pasado siglo, sobre todo debido a la labor
100
del Dr. Sebastián Calzada desde el Museo Geológico del Seminario de Barcelona, quién en su labor sobre la paleontología de
Cataluña revisó y describió adecuadamente varias especies de
gasterópodos cretácicos definidos por Vilanova (Calzada, 1975,
1985, 1989; Calzada y Pastor, 1976), lo que ha posibilitado
la identificación de alguna de estas especies en otras regiones
españolas como La Rioja (Viera, 1991). En uno de estos trabajos, Calzada y Pastor (1976) se hacen eco de la polémica
sobre la prioridad de algunas especies cretácicas entre Vilanova
y Coquand, cuyo origen está en la fecha de publicación de la
Memoria de Teruel (ver Gozalo, 1993b, 1996) ya que Coquand
(1868) definió varias especies nuevas que también definía Vilanova en su trabajo (Vilanova, 1870).
Ya en el presente siglo podemos hablar de dos líneas en
referencia al material recolectado por Vilanova, una primera en
el mismo sentido que los trabajos de Calzada y colaboradores,
donde se refigura y describe el material de Vilanova de tal modo
que estos taxones son aceptados como válidos (por ej. Delvene,
2002) o incluso son utilizados como especie tipo para la definición de nuevos géneros como es el caso de la especie de Teruel
Nautilus lacertae Vilanova, 1870 designada como especie tipo
de género Josanautilus definido por Martínez y Grauges (2006);
además de algunos trabajos de tipo divulgativo como el dedicado por Forner i Valls (2009) a la especie Gymnentome pizcuetana (Vilanova, 1859).
Por otro lado ha habido una labor de identificación de los
materiales que sirvieron a Vilanova para citar por primera vez
[page-n-114]
Fig. 50. Lámina 3 con fósiles del Cretácico de Teruel en el Ensayo de descripción geognóstica de la provincia de Teruel,
en sus relaciones con la agricultura de la misma de 1870 (Biblioteca del MPV). En ella se figura Nautilus lacérate, especie
que recientemente se ha considerado como la especie tipo del género Josanautilus Martínez & Grauges, 2006.
101
[page-n-115]
la presencia de dinosaurios en nuestro país (Vilanova, 1872a,
1873c), concretamente en la localidades de Morella (Castellón)
y Utrillas (Teruel). Recientemente, Pereda Suberbiola y RuizOmeñaca (2005) han identificado y figurado cinco ejemplares
fragmentarios procedentes de la localidad de Morella y uno,
con reservas, de la localidad de Utrillas en las colecciones del
Museo Nacional de Ciencias Naturales, parece ser que estos
materiales proceden de las colecciones de Vilanova que fueron
adquiridas a su viuda por el estado (ACN 274/008), aunque no
figura su fecha de recolección, este material ha sido estudiado
posteriormente por Pérez-García y Ortega (2009), clasificándolo como Iguanodontoidea indet.
Por último, Pérez-García y Ortega (2010) han recuperado
un caparazón de tortuga del Cretácico de Morella identificada
como Pancryptodira indet., que previamente se había consignado como de la Colección de José Royo Gómez; los propios
autores indican la importancia de este hallazgo (Op. cit.: 18):
“La atribución de esta tortuga a la colección Vilanova permite
identificarla como el primer hallazgo de un quelonio mesozoico
ibérico del que se tiene constancia”.
En la figura 2 del citado trabajo reproducen la ficha con
la información del ejemplar, los autores indican que se habría
realizado bajo la supervisión de Royo Gómez. Sin embargo, la
caligrafía de los textos escritos a tinta pertenece claramente a
Vilanova, por lo que se puede asegurar que al rehacer el fichero
en la época de Royo Gómez se reutilizó la ficha original del
propio Vilanova.
Los ejemplos expuestos nos indican que la labor recolectora de Vilanova fue de gran importancia, al menos en Castellón y Teruel, de donde obtuvo material de gran calidad y que
todavía en la actualidad suponen un importante legado paleontológico.
V.3. CONFLICTO DE INTERESES: Vilanova versus
ingenieros de minas
Un aspecto destacado durante toda la labor institucional,
docente e investigadora de Vilanova son las relaciones con los
ingenieros de minas, que de manera genérica fueron confrontaciones por las áreas de influencia y prerrogativas entre el cuerpo
de ingenieros de minas y los profesores universitarios. En numerosas ocasiones los ingenieros críticas y desautorizan a distintos
profesores cuando realizan comisiones (investigaciones) sobre
temas que ellos consideran de su incumbencia. Existen diversos
ejemplos. Por la imbricación con los temas geológicos merece
la pena reseñar algunas disputas recogidas por Sunyer (1996)
relacionados con la Ciencia del Suelo. Entre ellas destaca la
polémica sobre las fosforitas de Logrosan (Cáceres), tal y como
comenta Sunyer (op. cit.: 121):
Quizás sean los fosfatos la causa de uno de los debates
más importantes que acontecieron [en] la moderna agricultura española a mediados del siglo XIX y que impelieron
a algunos químicos de este país en las aplicaciones prácticas de la química en el campo agrícola. Se trataba, por
otro lado, de una batalla entablada entre dos instituciones:
el cuerpo de Ingenieros de Minas, y el del profesorado universitario, en concreto, el de los químicos. De todo ello,
el entonces ministro de Fomento, Claudio Moyano, saldría
afectado ante la opinión pública.
102
Esta disputa se desarrolló fundamentalmente entre 1856 y
1862, en ella no participó Vilanova aunque en 1874 tuvo un
pequeño desencuentro con Egozcue y Cia con motivo de la
génesis de esta fosforita, tal y como se reflejan en las Actas de
la Sociedad Española de Historia Natural (Vilanova, 1874a, b;
Egozcue, 1874). Finalmente, las continuas críticas de los ingenieros de minas a Ramón Torres Muñoz y Luna (1822-1890),
Catedrático de Ampliación de Química de la Universidad Central que fue comisionado en 1856 por el ministro de Fomento
Claudio Moyano para el estudio de la fosforita, llevaron a que se
formará otra nueva comisión en 1858 a cargo de los ingenieros
de minas Felipe Naranjo y Garza y José Grande, después sustituido por Lino Peñuelas, sus conclusiones fueron muy críticas
con el informe de Muñoz y Luna, aunque como dice Sunyer
(1996: 126):
Solamente el tiempo zanjaría el debate dando la razón al
químico Torres Muñoz de Luna. No tanto por la Memoria
que nunca daría a luz pero que fue duramente criticada
por Casiano de Prado, sino por la propia importancia que
irían ganando los fosfatos extremeños y que daría lugar a
un mayor número de estudios y artículos difundiendo sus
efectos benéficos sobre los cultivos.
Dentro de los debates relacionados con las ciencias del
suelo, Sunyer (1996: 162-166) también cita el desencuentro
entre el propio Vilanova con el ingeniero de minas Ramón
Pellico (1809-1876), por las críticas de éste en 1877 al “Plano
Euforimétrico del término Municipal de Madrid” elaborado por
Vilanova en 1868. Como dice Sunyer (1996: 164):
Diez años después de la presentación de este mapa se originó una pequeña polémica entre nuestro geólogo y el ingeniero de minas Ramón de Pellico, que puede interpretarse
como una disputa por la defensa del propio campo científico. Del mismo modo que sucedió en el debate sobre la fosforita, se encontraban implicados un miembro del ámbito
universitario y uno del cuerpo de ingenieros.
Vistas sucintamente estas polémicas entre los ingenieros y
los profesores universitarios, no es de extrañar que la relación
entre Vilanova como geólogo y el cuerpo de ingenieros de minas
se viera salpicada desde el primer momento de suspicacias y
pequeñas batallas por asegurar o ganar áreas de influencia, lo
que explicaría las diversas confrontaciones entre Vilanova y los
ingenieros de minas y que, algunos de ellos, no mostrarían el
mínimo aprecio por Vilanova, tal y como señala Rábano (2006;
ver Capítulo I).
A continuación se trata con más detalle la participación de
Vilanova en la Comisión del Mapa Geológico en sus primeras
etapas, hasta su remodelación definitiva en 1873 bajo la dirección de Fernández de Castro, momento en que Vilanova quedó
totalmente desvinculado de la Comisión, y algunas de las polémicas entre Vilanova y los ingenieros de minas.
V.3.1. Vilanova y la Comisión del Mapa Geológico
En su carrera académica e institucional hay un primer
momento, tras su llegada a Madrid, en el que, gracias sin duda
al apoyo que recibió por parte de personajes muy influyentes
[page-n-116]
en la administración (como Mariano de la Paz y Graells),
entró a formar parte de las principales empresas geológicas del
momento. Así, se integró como vocal en la “Comisión para la
Carta Geológica de Madrid y General del Reino”, dirigida desde
1852 por Guillermo Schulz (1805-1877),29 donde también se
encuadraban otros naturalistas, como era el caso de su mentor
Graells. Recientemente, Rábano y Aragón (2007) plantean la
hipótesis de que Graells fuera el principal instigador y promotor
de esta comisión, de acuerdo con algunos documentos analizados por ellos; esto explicaría la importancia de los objetivos y
estudios de ciencias naturales realizados por esta “Comisión” en
su primera etapa y la participación de un número importante de
profesores universitarios. Quizás esta situación hiciera que los
ingenieros de minas sintieran que la “Comisión” no era todo lo
geológica que indicaba su nombre y que ellos hubieran deseado.
El nombramiento de Vilanova como vocal de la “Comisión”
tuvo efecto el 30 de noviembre de 1854, junto con el ingeniero
Amalio Maestre (1812-1872), de acuerdo con la carta de nombramiento con fecha de 6 de octubre de 1854 (FDJV-MPV 4/15).
Su actividad se vio rápidamente plasmada en la memoria de
los trabajos del año 1855, publicada bajo la dirección de Schulz
en 1858, se publicaron los informes de las distintas secciones
que componían la “Comisión”. En esta memoria aparece el
informe de Vilanova (1858) como vocal de la Sección geológica del Este de España, dedicada a sus trabajos en la Comunidad Valenciana, donde informaba de sus periplos por las tres
provincias de la Comunidad. Curiosamente también hay un
breve informe de Federico Botella, como encargado de la subcomisión geológica del Reino de Valencia. Por otro lado, los
trabajos no geológicos de esta memoria incluyen unos breves
informes de la sección geográfica-meteorológica y de botánica,
pero el grueso del volumen los constituyen los tres trabajos de
la sección zoológica, realizados por Mariano de la Paz y Graells
(1858a, 1858b, 1858c), que constituyen más de dos tercios
de las 149 páginas del volumen, con numerosas aportaciones
entomológicas y abundantes ilustraciones, con siete láminas de
insectos.
El 1 de abril de 1857 Schulz dimitió como director de la
Comisión. Los motivos, según López de Azcona (1984), fueron
la continua mengua en la dotación económica de la Comisión y
los proyectos gubernamentales de agrupar en un sólo organismo
de la administración todas las labores cartográficas. Finalmente,
en 1859 con la promulgación de la Ley de Medición del Territorio, todos estos organismos se agruparon en la Comisión de
Estadística, que paso a llamarse Junta General de Estadística a
partir de 1861 (ver Muro et al., 1996).
Una de sus funciones asumida por la Junta General de
Estadística fue el desarrollo de la cartografía geológica, para
la realización de estos trabajos se proponía la creación de una
brigada formada por tres ingenieros de minas y tres ayudantes,
inicialmente fueron adscritos a esta brigada geológica los ingenieros Casiano de Prado, Amalio Maestre y Luis de Escosura.
Al comienzo de esta etapa Casiano de Prado fue nombrado
como Jefe de Detall de las operaciones geológicas, cargo que
abandono por voluntad propia en 1861, parece ser que esta
29
Respecto a la fecha de nacimiento de Schulz normalmente se ha considerado
el año 1800, pero la documentación aportada por Truyols y Schroeder (2005)
demuestran sin duda alguna que nació en 1805.
decisión estuvo también en la falta de un presupuesto adecuado
para la realización de sus labores (López de Azcona, 1986), a
partir de este momento y hasta 1865 será Amalio Maestre el
Jefe de Detall. Finalmente, en 1865, Antonio Alcalá Galiano
firmo un real decreto por el que los trabajos geológicos pasaron
a depender de nuevo del Ministerio de Fomento, como había
sido el caso de la Comisión. En los últimos años de esta década
los trabajos entraron en una fase de estancamiento, lo que llevo
al entonces Ministro de Fomento José Echegaray a la firma en
1870 de un nuevo decreto de refundación de la Comisión del
Mapa Geológico de España (ver Muro et al., 1996: 198-202).
Al formarse las brigadas geológicas en 1861, Vilanova se
vio relegado de la labor del reconocimiento geológico llevado
a cabo desde la Junta General de Estadística, pero el continuó
trabajando en esta línea, así elaboró las memorias dedicadas a
Teruel y Valencia (Vilanova, 1870, 1893).
El tema de las publicaciones o intentos de publicación de
estos trabajos dentro de la Junta General de Estadística e incluso
de la futura Comisión del Mapa Geológico de España es una
cuestión que no había sido estudiada en detalle, pero la existencia de varias cartas y documentos en el Fondo Vilanova
(FDJV-MPV 4/15) nos han permitido trazar una sucinta historia,
al menos de los intentos de Vilanova para que se publicaran sus
memorias provinciales, cosa que logró con el trabajo sobre
Teruel (Vilanova, 1870), pero no con una nueva versión de su
memoria de Castellón30 ni con la de Valencia.
Del conjunto de memorias geológicas provinciales, la primera que publicó fue la de Castellón (ver Capítulo III), aunque
en esta ocasión lo hace fuera del ámbito de la Comisión del
Mapa Geológico, y no lo hace como miembro de la misma, ya
que fue premiada y publicada por la Academia de Ciencias de
Madrid. Sin embargo, Vilanova intento posteriormente que una
nueva versión de la memoria de Castellón fuera publicada por
la Junta General de Estadística.
La única memoria provincial que publicó Vilanova por la
Junta General de Estadística fue la de Teruel, curiosamente este
trabajo no había sido enviado para ser publicado por esta institución, si no que fue enviado al Ministerio de Fomento, del
que había dependido la extinta Comisión del Mapa, hasta que
estas funciones pasaron en 1859 a la Comisión de Estadística.
La publicación de este trabajo sufrió unos avatares rocambolescos, como indican Muro et al. (1996: 200-201). Como ya se
ha dicho Vilanova envió este trabajo en 1862 al Ministerio de
Fomento, de donde fue remitido a la Junta General de Estadística para valorar su posible publicación por parte de este organismo. En un primer momento se decidió publicar el trabajo,
así el la portada del libro figura el año 1863, aunque esta fecha
parece corresponder al manuscrito corregido por Vilanova y no
a la impresión del trabajo, ya que hay una carta (FDJV-MPV
4/14) con fecha 15 de diciembre de 1863 y firmada por Alejandro Olivan, a la sazón vicepresidente de la Junta General de
Estadística en la sección de Operaciones especiales que dice:
“La Junta General de Estadística ha aceptado, con satisfacción,
el manuscrito que se ha servido Ud. ofrecerle, relativo a la descripción geológica de la provincia de Teruel con sus relaciones
30
En este caso aunque se ordenó su publicación nunca se llegó a pu
blicar.
103
[page-n-117]
con la agricultura de la misma. Acuerdo que se proceda a su
publicación”.
De todos modos, la falta de una cartografía geológica hizo
que la publicación definitiva se retrasase hasta que se incluyera
un mapa geológico como era perceptivo para las obras de reconocimiento geológico de un territorio; finalmente se incorporó
un mapa geológico a escala 1:400.000, firmado por Francisco
Coello que tiene fecha de 1868, pero parece ser que la publicación definitiva del trabajo se produjo en 1870, tal y como recogieron ya en su momento Maffei y Rua Figeroa (1871-72), Fernández de Castro (1874, 1876) y Mallada (1897) (ver Gozalo,
1993b, 1996), cuando, curiosamente, los trabajos geológicos
ya estaban otra vez a cargo del Ministerio de Fomento. Sobre
esta cuestión también se dispone en el Fondo Vilanova (FDJVMPV F5/10) de una carta reutilizada como papel de sucio, con
membrete de Presidencia del Consejo de Ministros - Dirección
General de Estadística, firmada por el director general y fechada
de 5 de abril de 1870 del director general de la que le dice: “Mi
estimado amigo: Cuando V. guste puede pasar á recoger á este
centro los doscientos noventa y seis ejemplares de su Memoria,
que con cuatro que tiene recibidos, hacen un total de trescientos,
que son los que deben entregársele”.
Que sepamos la única obra publicada por la Junta General
de Estadística a Vilanova fue la Memoria de Teruel, por lo que
suponemos que esta carta hace referencia a la misma, y confirmaría la fecha de publicación definitiva del libro en 1870.
En cuanto a la nueva versión de la memoria de Castellón
también se dispone de documentación (FDJV-MPV 4/19) con
varias cartas en las que se tratan algunas cuestiones en referencia a la futura publicación de este trabajo que, finalmente,
nunca se llegó a publicar. El primer documento es una nota indicando que se pague a Vilanova los gastos de encuadernación y
copia de la Memoria de Castellón, y poco después hay una carta
con fecha 17 de octubre de 1863 escrita en papel con membrete oficial del “Ministerio de Fomento, Minas”, firmada por
Alonso Martínez que indica que: “[La] Memoria geognósticopaleontológica de la Provincia de Castellón que Ud. ha escrito
para terminar los trabajos que tenía pendientes al extinguirse la
Comisión del Mapa Geológico de que fue vocal... se remite a la
Junta General de Estadística para que se publique”.
Posteriormente, en una carta de Coello con fecha de 4 de
Noviembre de 1865 se le indica a Vilanova que es conveniente
la publicación de la Memoria de Castellón, pero con modificaciones, como reducir el capítulo tercero: “dejando intacto todo lo
que en él precede á la Descripción y limitando esta meramente á
la de las especies nuevas, haciendose en las láminas idénticas”.
También señalaba que habían de suprimirse los itinerarios.
Por último Coello termina diciendo: “lo que participo á Ud. para
su conocimiento y á fin de que si lo tiene á bien se sirva acomodar”.
Igualmente le pide disculpas por el retraso del aviso debido
a la acumulación de expedientes que había supuesto la desaparición de la dirección de operaciones especiales. El retraso es evidente, cuando en el mismo conjunto de cartas hay un borrador
del acta de la sesión de la dirección de operaciones especiales
del 23 de febrero de 1864, donde se detallan las modificaciones
que le serán comunicadas oficialmente a Vilanova con un retraso
de más de año y medio.
El último documento encontrado sobre esta cuestión en otra
carta de Coello de 10 de noviembre de 1865 indicándole que
104
tenga todo preparado para comenzar con la edición del trabajo,
pero la obra nunca se llegó a publicar.
Los últimos contactos, de las que hay documentación, con
la nueva Comisión del Mapa Geológico de España son de
1871, cuando siendo su presidente, Felipe Bauza (1802-1875)
reclama a Vilanova que devuelva una serie de libros que tiene
en su poder y que son de la comisión. También se encuentra el
certificado de esta devolución. En este mismo año hay otra carta
de 7 de Julio, donde Bauza le comenta que no era posible incluir
en la lista de posibles trabajos a publicar por la Comisión del
Mapa Geológico de España su “Memoria Geológico-agrícola de
la provincia de Valencia” ya que no existía dicha lista.
Finalmente, en 1873 se produjo la refundación de la “Comisión del Mapa Geológico de España” bajo la dirección de
Manuel Fernández de Castro (1825-1895), lo cual supuso una
innegable mejora en el incremento y calidad de los estudios
geológicos en España; por ese motivo desde Mallada (1897) se
viene considerando ese año como uno de los hitos para subdividir la historia de la geología española (ver Gozalo, 2000).
Ahora bien, también supuso que la elaboración y publicación
de todos los mapas geológico oficiales quedara en manos del
Cuerpo de Ingenieros de Minas, y fueran excluidos de esta labor
todos los geólogos de formación universitaria en Ciencias Naturales, o lo que es lo mismo, en ese momento quedaba excluido
Juan Vilanova y Piera.
Este aspecto resulta obvio cuando se lee los artículos del
Decreto de refundación de la Comisión del Mapa, que figuraban
en la primera páginas de las publicaciones de la misma, tanto
en el Boletín como en las Memorias, es que los trabajos del
mapa geológico de España quedan a cargo exclusivamente de
los ingenieros de minas, tal y como reza el primer artículo: “Los
estudios y trabajos para la formacion del Mapa geológico de
España, se llevarán á cabo por todos los Ingenieros del Cuerpo
de Minas simultáneamente”.
También resulta clarificador del diferente trato a los trabajos previos de los ingenieros de minas con respecto a los
de Vilanova, así la primera obra publicada en la serie de las
Memorias de la Comisión del Mapa Geológico de España,
bajo la dirección de Fernández Castro, es la Memoria sobre
la provincia de Zaragoza de Donayre (1873) cuyo trabajo de
campo se había realizado en 1863 y 1864 y que como el propio
Donayre dice en la presentación “yacia olvidado desde 1867”,
hecho que el propio Donayre comentaba en la introducción de
su obra:
La escasez de fondos ha hecho que nuestro trabajo permanezca inédito, y aun hoy que, merced á los esfuerzos y actividad del Director de la Comisión ejecutiva del Mapa geológico, Excmo. Sr. D. Manuel Fernandez de Castro, puede
publicarse, hay necesidad tambien de suprimir multitud de
vistas tomadas en el terreno,...
Esto es, una obra posterior a la fecha de los escritos en los
que se daba orden para la publicación del trabajo de Castellón
de Vilanova, pero que sin embargo se publicaron, mientras que
la obra citada quedó inédita. Parece clara la idea de Fernández
de Castro de publicar los bosquejos geológicos que se había
realizado en años anteriores por los ingenieros de minas que
todavía no se habían publicado, pero desde luego en este conjunto de obras no incluía los trabajos de Vilanova.
[page-n-118]
Por lo tanto, aunque a su vuelta de París Vilanova participa
como vocal en la Comisión del Mapa Geológico de España.
Cuando ésta se integra en la Junta General de Estadística, Vilanova se ve desvinculado de los proyectos de cartografía geológica, aunque se incorpora como profesor a la Escuela del
Catastro, dependiente de la Junta General de Estadística (ver
Sunyer, 1996; Muro et al., 1996), por lo que si que se mantuvo
integrado en el organismo encargado de las labores cartográfica
en España. Pero posteriormente cuando en 1870 se creo el Instituto Geográfico Nacional por un lado y se reorganizó la Comisión del Mapa Geológica de España, Vilanova quedó totalmente
desligado de los organismos encargados de realizar las actividades cartográficas, hecho que se vio reforzado cuando en 1873
Manuel Fernández de Castro se hace cargo de la Comisión, que
por lo que sabemos no tenía relaciones cordiales con Vilanova
(ver Rábano, 2006).
Generalmente se ha considerado que esta exclusividad iba
dirigida en contra de Vilanova, ya que en aquel momento era
el único geólogo no ingeniero que ocupaba un puesto de relevancia en la administración, y que podía estar interesado en participar en el proyecto, pero por lo visto en la introducción del
capítulo también parece un blindaje de competencias respecto
a otros naturalistas e incluso ingenieros de otros cuerpos (Mansilla Plaza y Sumoza García-Pardo, 2007).
Otra hipótesis, a la luz de la reciente publicación de Rábano
y Aragón (2007), en la que se asume que Graells fue el instigador de la creación de la “Comisión”, en la que tuvo un papel
importante en su primera época, como lo demuestra que en las
Memorias de los trabajos realizados por la “Comisión” correspondientes a los años entre 1850 y 1855 (ver Luxán, 1852a,
1852b, 1853; Schulz, 1855, 1856, 1858), la información procedente de la sección zoológica supone generalmente más de
un 25% de lo publicado y los gastos de esta sección (esto es, de
Graells) suponen de manera general entorno al 7,5%, mientras
que la sección geológico-paleontológica recibía entorno al 18%,
aunque estos porcentajes se vieron totalmente modificados en
el año 1855, donde la sección zoológica gastó el 2% mientras
que la geológico-paleontológica fue del 26%, aunque la cantidad recibida para la “Comisión” había descendido más de un
30%. En este caso se puede plantear que los nuevos gestores
de la “Comisión”, quisieran evitar que una parte importante del
presupuesto se fueran a labores no estrictamente geológicas,
como ocurrió en la primera etapa. Sobre todo una vez desgajada
la sección meteorológica-geográfica, que constituirá el nuevo
Instituto Geográfico, y que se llevaba la mayor parte del presupuesto.
Esta separación definitiva de los naturalistas (y, en especial,
Vilanova) de las comisiones geológicas ocurrió justo tras la proclamación de la Primera República Española (11 de febrero de
1873), de acuerdo con el Decreto del Gobierno de la República
de 28 de Marzo de 1873. Las fechas hacen pensar que la situación política permitió al Cuerpo de Ingenieros de Minas obtener
la exclusividad sobre todos los temas de cartografía geológica.
Esta maniobra por parte de los ingenieros de minas no se antojaba sencilla en etapas anteriores, ya que antes de la proclamación de la República tanto Graells como Vilanova tenían gran
influencia en el ámbito científico de la Corte, el primero como
director del Museo de Ciencias Naturales y el segundo además
de Catedrático de la Universidad Central también había sido
nombrado director de la Escuela de Capataces, cargo del que
fue depuesto por las nuevas autoridades. En el nuevo régimen
político el talante conservador y monárquico de Vilanova pudo
ayudar a facilitar su cese y de esta manera sacarlo fuera de todos
los organismos que tenían a su cargo la realización de cualquier
tipo de cartografía. Por ello, su marginación de aquel proyecto
debemos entenderla en el contexto de la separación de esferas
de poder, pues Vilanova iba a convertirse en un personaje central de la política de la Restauración y del partido conservador,
llegando incluso a presentarse a las Cortes por el partido de
Cánovas del Castillo, aunque no saldría elegido (ver Apéndice
I). Por ello, no nos parece razonable atribuir dicha marginación
a un ejercicio de depuración política.
Curiosamente esta exclusividad de los ingenieros de minas
a la hora de realizar las cartografías geológicas oficiales, que
se extendió hasta la segunda mitad del siglo XX, fue una de las
cuestiones que han marcado, a nuestro entender, el contencioso
entre los geólogos ingenieros de minas y los geólogos naturalistas, que ha supuesto más de un siglo de incomprensiones
y problemas entre ambos colectivos como ya reconocía Solé
Sabarís (1983: 261):
Al estudiar la evolución de trabajos del mapa geológico
nacional es forzoso lamentar que figuras tan destacadas
como los primeros geólogos del país Macpherson, Vilanova y Piera, Almera, Quiroga, Calderón (Eduardo Hernández Pacheco entre los más recientes) no figurasen en
una empresa de rango nacional, a la que sin duda habrían
aportado su competencia y dedicación, probados suficientemente en otros campos. Pero hay que reconocer que,
progresivamente esta obra colectiva del mapa nacional fue
quedando reservada casi exclusivamente a los ingenieros
de minas, mientras los geólogos titulados antiguamente
como naturalistas, iban quedando marginados. Es una realidad histórica que hay que contemplar objetivamente, pero
que ha dejado resquemores y dado lugar a malentendidos
actuales entre los especialistas de uno y otro origen; tensiones no superadas todavía y que se manifiestan especialmente entre la gente joven.
V.3.2. Controversias entre Vilanova y los ingenieros de
minas
Las distintas controversias que se desarrollaron en la
segunda mitad del siglo XIX entre Vilanova, como naturalista, y
varios ingenieros de minas, muestran claramente los intentos de
ambos colectivos de legitimarse, de demostrar su superioridad
sobre el otro, y remarcar sus áreas de influencia. Los motivos
de estas controversias fueron muy variados: lenguaje geológico, origen de las rocas, origen de las especies y del género
humano, etc. Incluso hubo polémicas que podemos considerar
como corporativas, como la discusión sobre cual fue la primera
cátedra de Paleontología de la universidad española. En estas
controversias, Vilanova polemizó con varios ingenieros como
Casiano de Prado, Justo Egozcue o Lucas Mallada, entre otros
(ver Sequeiros, 1989, 1991; Gozalo, 1993a, 1998; Sunyer,
1996). Analizaremos algunos de estos debates, para ver hasta
que punto se trataba de cuestiones formales, o bien, de manera
de entender la geología, y en el apartado siguiente nos centraremos en la polémica sobre la primera cátedra de Paleontología,
que tiene un carácter más institucional.
105
[page-n-119]
Sin duda, una de las controversias más interesante estuvo
centrada en la cuestión del lenguaje geológico; ya que uno de
los aspectos primordiales en el proceso de institucionalización
de una disciplina es el establecimiento de una terminología
propia. Ya Casiano de Prado comenta los problemas que existían para establecer un lenguaje geológico propio (1863: 3):
La geología es una ciencia nueva y lo es mucho mas en
España, donde casi no ha sido cultivada sino de 30 ó 32
años á esta parte. Desde luego se tropezó con la dificultad
que ofrecia la falta de muchas voces facultativas en nuestra
lengua, dificultad que cada uno salvó como pudo tomándolas, ya de otras ciencias ó de las que se empleaban de
antiguo en nuestros establecimientos mineros, ya admitiendo las de otras lenguas castellanizándolas cuando esto
era posible. Confesamos que en esto no siempre se procedió
con todo el acierto que fuera de desear y aun se adoptaron
algunas voces que no necesitábamos. Sino todas, la mayor
parte, fueron admitidas por los que cultivábamos con mas ó
menos empeño la geología.
Este interés por el lenguaje geológico fue generalizado en la
época; así en distintos foros se discutió sobre la adecuación o no
de los diversos términos utilizados por los geólogos españoles,
y se planteó la necesidad de buscar y usar palabras españolas
para tal fin. Un ejemplo lo tenemos en la sesión del 5 de Agosto
de 1874 de la Sociedad Española de Historia Natural (VV.AA.,
1874), donde, a partir de un comentario de Pérez Arcas, se inicia
un turno de discusión donde intervienen, junto al propio Pérez
Arcas, Egozcue, Vilanova, Fernández de Castro y Colmeiro; en
él se produce un enfrentamiento entre Vilanova y Egozcue por
el uso de la palabra Glaciar o Helero; para intentar solucionar
este problema se plantea solicitar a los ingenieros de minas que
trabajan en Pirineos y Sierra Nevada información sobre las palabras usadas en esas regiones (ver Mallada, 1876).
Recientemente, Puche Lorenzo (2004) analiza la difusión
de algunos tecnicismos en la lengua de la minería a partir
de la traducción en 1832 de Alvarado de la obra Manuel de
Minéralogie de Charles Félix Blondeau de 1827. Este autor
indica que la situación que se vivía en España con respecto
a la incorporación de tecnicismos variaba entre la mera traducción y una reinterpretación léxica. Además, al comentar la
traducción de Alvarado, dice que este autor no utiliza siempre
el mismo criterio, en primer lugar cuando un mineral aparece con varios nombres suele utilizar uno de ellos, pero a lo
largo de la obra el término elegido puede variar; así escribe
Puche Lorenzo (2004: 211): “La traducción de la terminología
desde el francés se lleva a cabo con la consiguiente adaptación
morfológica y fonética al español evitando grupos finales de
difícil pronunciación y sumándoles los morfemas propios de
la flexión española: ... aunque este mecanismo no siempre lo
realiza”.
De este modo la traducción de los términos pasa desde el
caso extremo de usar el término tal cual, una adaptación morfológica y/o fonética y, en algunos casos, ofrecer un término
habitualmente usado en español como azogue para mercurio; lo
que resulta evidente es una falta de homogeneidad en el criterio
del traductor. Este hecho es aplicable a muchos trabajos de la
época, lo que facilitaba que autores con distinta formación a
la hora de escoger la terminología geológica en español para
106
un mismo fenómeno tuvieran distintas opiniones y se pudieran
originar distintas disputas.
Prado versus Vilanova o “-ano” versus “-ico”
Dentro de las polémicas sobre el lenguaje, la que más
tiempo ha perdurado es la referente a los sufijos que se deben
utilizar para designar series o periodos del paleozoico: -ano o
-ico (ver Gozalo, 1998), curiosamente esta polémica no esta
todavía cerrada, ya que si bien en España mayoritariamente se
ha asumido la terminación en -ico para los sistemas y periodos
geológicos del paleozoico y -ense para los pisos y épocas, en
Argentina y otros países hispanoamericanos por ejemplo se ha
impuesto la terminación en -ano para ambas divisiones. En la
Tabla 1 se muestran los nombres utilizados por varios autores
españoles para referirse a los “terrenos” paleozoicos y mesozoicos entre 1840 y 1900. En este trabajo utilizamos el término
“terreno” para referirnos a lo que actualmente denominamos
series o periodos de un modo genérico, ya que este concepto y
las denominaciones que tuvo, fueron cambiando durante todo
el siglo XIX; así algunas de las unidades referidas en el cuadro
aparecen bajo el nombre de grupo o, en otras ocasiones, la
misma unidad podía aparecer como terreno o piso, debido a que
estas unidades todavía no habían alcanzado una reglamentación
tan estricta como en la actualidad.
En la primera columna de la Tabla 1 se recoge la nomenclatura usada por López Novella (1843) en su Curso completo
de Geologia; es la primera vez que encontramos en español
las denominaciones modernas de las series paleozoicas. Las
columnas segunda y tercera corresponden a los Elementos de
Geología de Lyell (1838), traducidos en 1847 por Ezquerra
del Bayo, y a la nomenclatura usada por este último en su
Ensayo de una descripción general de la estructura geológica
del terreno de España en la Península publicado entre 1850
y 1857; estas terminologías suponen la aceptación de estos
vocablos por los geólogos españoles. En la cuarta columna
encontramos los términos utilizados por Vilanova en su
Manual de Geología (1860-61), en el que modifica los sufijos
utilizados en los “terrenos” paleozoicos, lo que da origen a
la crítica de Prado (1863). En la quinta columna tenemos los
términos usados por Egozcue (1868) en su Tratado de Paleontología, aunque este trabajo no tuvo casi difusión, el hecho de
que su autor fuera profesor de la Escuela Especial de Minas
nos hace suponer que esta sería la terminología explicada y
enseñada en este centro. En la sexta columna tenemos la terminología de Vilanova en su Compendio de Geología (1872a)
y en el Ensayo/Essai (1884b), donde ya usa la terminación
-ico; la única diferencia es que en el segundo aparecen por
primera vez los términos Carbónico por Carbonífero (cambio
que no ha sido aceptado) y Cretácico por Cretáceo. La última
columna está dedicada a la terminología que usó la Comisión
del Mapa Geológico de España, que fue la más habitual en
esta época, recopilada a partir del Catálogo de las especies
fósiles encontradas en España (1892) y la Explicación del
Mapa Geológico de España (1895-1911), ambos de Mallada.
La crítica de Prado a Vilanova
El trabajo de Prado (1863) es una dura crítica al lenguaje
geológico utilizado por Vilanova en su Manual de Geología
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Tabla 1. Denominaciones de los “terrenos” paleozoicos y mesozoicos habitualmente usados
en España en el periodo de 1840 a 1900 (tomado de Gozalo, 1998).
(1860-61). Prado comienza con un matizado elogio a Vilanova
y su obra, para luego atacar con mucha dureza algunos de los
términos y de los sufijos aplicados a los terrenos paleozoicos
por él. Prado dedica casi la mitad de su texto a criticar el cambio
de sufijos de -ano a -io (ver tabla 1), a la hora de denominar los
terrenos paleozoicos; entre sus críticas incluye la trivialidad de
los motivos aducidos por Vilanova (Prado, 1863: 3-4):
Nuestro amigo el Sr. Vilanova en el tratado de geología
publicado en 1860 y 61 introduce algunas innovaciones
que no todas nos parecen admisibles, y sobre esto creemos
deben hacer en el interés de la ciencia varias observaciones.
...
La innovacion que nos ha sorprendido mas por lo estraña es
la de variar la terminacion en ano de las palabras con que
en España se vienen designando algunos terrenos, como el
siluriano, el devoniano, etc. Hace años que tales palabras
corrian como corrientes entre nosotros sin que uno solo
dejase de admitirlas. ...
Dice el Sr. Vilanova que tales voces son poco delicadas y
aun casi las califica de galicismos, siendo asi que la desinencia que llevan es tan general en la lengua castellana, y
por consiguiente tan castiza como lo es en su hermana la
italiana, como lo es en latin la de anus, en francés la de ien,
y en inglés la de ian,...
mina diciendo (Prado, 1863: 6): “Ni los ingenieros de minas
ni nadie que haga profesion de geólogo creemos caiga en el
mismo error”.
En el trabajo Prado critica varios de los términos usados
por Vilanova, como el vocablo glaciar que lo considera un galicismo, o bien, la inadecuada utilización de algunos conceptos
de minería.
La respuesta no publicada de Vilanova
A continuación pone de manifiesto la presencia de la
terminación en -ano en numerosos nombres y adjetivos, sin
que por eso sea un problema para nadie. También critica los
otros motivos aducidos por Vilanova, como son los sufijos
utilizados en las traducciones de términos biológicos del
francés (p. 5 y 6). Tras un variado abanico de ejemplos ter-
Ante las dimensiones de la crítica lanzada por Prado, una
de las cosas que resultan curiosas es la falta de respuesta de
Vilanova ya, que como se ha visto, fue un polemista empedernido durante toda su vida, participando en numerosas controversias tanto en España como en el extranjero. Entre el material
depositado en el Fondo del Museo de Prehistoria de Valencia
(FDJV-MPV 2/11; ver Apéndice V) se encuentran un manuscrito titulado Sobre lenguage geolº. Prado de 25 cuartillas en el
que Vilanova se defiende de los ataques de Prado. Este manuscrito tiene una pequeña carta dirigida al Director de la Revista
Minera con fecha de Marzo de 1863, para que lo insertara en
esta Revista, cosa que nunca ocurrió. El motivo de que no se
publicará dicha réplica no ha sido estudiado, pero una posibilidad es que el propio Casiano de Prado como editor de la
Revista Minera y mecenas habitual31 de la misma fuera la persona que decidiera no publicar esta réplica.
Dentro de este manuscrito Vilanova además de defenderse
de las críticas de Prado tanto en el uso de los sufijos como de las
palabras técnicas, renueva sus ataques contra la terminación en
-ano. Además de repetir ampliados los motivos que ya adujo en
su trabajo de 1860 y 1861, señala que la prioridad de uso de estos
términos en España se debe a López Novella (1843), y que en
Como demuestran las cartas de Casiano de Prado a Fernández de Castro,
recientemente publicadas por Rábano (2006), el primero llegaba a adelantar
el dinero para la publicación de la Revista Minera, de la cual era uno de los
editores y autor habitual.
31
107
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División
Série
Terrain
Étage
Zone
Italian
Portugais
Espagnol
ario
ico
ano
ense
Français
Anglais
Allemand
aire
ique
ien
in
ary
ic
ian
in
är
isch
ian
in
Tabla 2. Propuesta de unificación de los sufijos para las distintas
divisiones geológicas, realizada por la Comisión Hispano Portuguesa
en el Congreso Geológico Internacional de Bolonia en 1881.
ese caso se debería seguir su traducción, aunque curiosamente
este autor utiliza la terminación -ienico para los “terrenos”
paleozoicos (ver Tabla 1) y no -io como usa Vilanova.
La respuesta de Vilanova en el campo internacional
De todos modos este trabajo, al no ser publicado, no sirvió
como defensa de las ideas de Vilanova, y podemos considerar
que este autor prefirió cambiar de estrategia y también de
sufijo; así en 1872, en su Compendio varió los sufijos de todos
los terrenos a -ico, siguiendo en parte la traducción de López
Novella (1843) así como las terminaciones clásicas utilizadas
para Jurásico o Triásico (ver Tabla 1). En esta ocasión no hubo
ninguna crítica al lenguaje, pero ya encontramos definidas las
dos tendencias en la denominación de los “terrenos” que han
llegado hasta nuestros días, aunque en estos momentos se utilice
casi universalmente la terminación en -ico, de acuerdo con las
recomendaciones de los Congresos Geológicos Internacionales.
A partir de este momento en todos sus trabajos Vilanova
va a terminar en -ico casi todos los nombres de los “terrenos”,
tanto paleozoicos como mesozoicos. Pero no conformándose
con esto, decide plantearlos como terminaciones oficiales para
el español a nivel internacional. Lo que realiza desde su privilegiada posición como miembro del Bureau de los Congresos
Geológicos Internacionales y su participación en la Comisión
de nomenclatura (ver Capítulo IV).
En el Congreso Geológico Internacional de Bolonia, la
Comisión Hispano Portuguesa para la unificación de la nomenclatura geológica (presidida por Vilanova) proponen unificar
las terminaciones para las Series, Terrenos, Pisos y Zonas (ver
Tabla 2). En él, vemos que la terminación propuesta para los
terrenos es -ico (Vilanova et al., 1882); hay que resaltar la participación de Botella,32 que siendo ingeniero de minas propugna
esta unificación.
Como ya se ha dicho en el Capítulo IV, la principal aportación de Vilanova a estos congresos fue su participación en
la Comisión para la unificación del lenguaje geológico para la
que preparó el citado Ensayo/Essai de 1884. En el Congreso de
Bolonia presentó un bosquejo de este diccionario de términos
geológicos, y el propio Congreso le solicito que terminara
este trabajo (Capellini, 1881), y ya lo presentó publicado en el
Congreso de Berlín (1885), donde fue muy bien valorado (ver
Gozalo, 1993a, 1998; Gozalo y Salavert, 1995). En el Ensayo/
32
Para una biografía de Botella ver López de Azcona (1989).
108
Essai todos los “terrenos” paleozoicos y mesozoicos presentan
el sufijo -ico. De tal modo que la terminación en -ico para los
terrenos (periodos y sistemas en el sentido actual) fue aceptada
internacionalmente a finales del siglo pasado, y como recuerda
Gómez de Llarena (1960: 301): “En uno de los repetidos
ensayos de unificación de la terminología, el Congreso Geológico Internacional de París, del año 1900, propuso el sufijo -ico
para caracterizar los diversos periodos geológicos y sus correspondientes sistemas...”.
Como conclusión podemos decir que esta disputa, iniciada
por Prado y Vilanova en la década de los 60 del siglo XIX, ha
pasado por diversas fases, y aunque de un modo generalizado
en la España decimonónica y de principios de siglo se utilizó
normalmente el sufijo -ano, con el tiempo, y siguiendo las
directrices de los Congresos Geológicos Internacionales donde
la influencia de Vilanova en los primeros años fue manifiesta,
se ha ido imponiendo la terminación en -ico para los sistemas
y periodos.
V.3.3. ¿Quién fue el primer catedrático de Paleontología en
la universidad española?
Como ya ha sido destacado por diversos autores (Sequeiros,
1989, 1991; Gozalo, 1993a; Gozalo y Salavert, 1995; Salavert et
al., 2003) una de las polémicas más agrias entre Vilanova y los
ingenieros de minas, en este caso concreto con Justo Egozcue y
Cía, fue en relación con el inicio de la enseñanza de la geología
y paleontología en España. En primer lugar vamos a transcribir
el texto que origino la polémica, que se encuentra dentro del
discurso que dio Vilanova y Piera con motivo de su ingreso en la
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Se trata de
los dos párrafos que siguen al enunciado del título del discurso
(Vilanova, 1875a: 6-7):
... acerca de la importancia y altísima significacion de los
estudios paleontológicos en todos los conceptos considerados.
Oblígame a escojer como tema del discurso el punto indicado, á más de mi natural predileccion por este ramo de las
ciencias naturales, la circunstancia de tener que encargarme,
con bastante probabilidad en el próximo curso, de su enseñanza; merced á la iniciativa de la Junta de Profesores del
Museo de Madrid, y á la buena acojida que el pensamiento
encontró en las regiones oficiales, decretando pocos meses
há (23 de setiembre de 1873) la creacion de esta y de otras
cátedras en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. Medida es esta que, honrado por una parte á la pública
Administracion, llena el lamentable vacío que en la organizacion de los estudios en nuestro país se sentia, tanto más de
extrañar, cuando en el resto de Europa y en América, merece
esta ciencia una muy especial predileccion, así de los particulares que organizan Museos y llevan á cabo gigantescas
exploraciones, como de los Gobiernos ilustrados, que saben
multiplicar los centros de enseñanza, dotándolos generosamente de cuantos medios creen conducentes á la realizacion
de tan nobles y levantados propósitos.
[page-n-122]
Y aunque, dado este honroso paso por el Jefe de la Instruccion pública, hubiera sido de desear que persona más idónea
se encargará de la cátedra nueva, con lo cual ganarian de
consuno la ciencia y la juventud, ávida de iniciarse en sus
bellezas, ya que atrevida y voluntariamente contraje de un
modo oficial y solemne semejante compromiso, en lo cual
¡por qué disimularlo! no dejó de ejercer su natural influencia
la tentadora vanidad despertando en mí el deseo de inaugurar un estudio nuevo entre nosotros, como tambien sin
merecerlo, me cupo la honra de principiar hace veinte años
la enseñanza de la Geologia, permitid que abuse por breves
instantes de vuestra benévola paciencia, relatando tan solo
alguna de las infinitas excelencias de este ramo del saber.
En estos dos párrafos queda dicho, aunque no de manera
directa, que la Cátedra de Paleontología que el iba a ocupar
suponía el inicio de la enseñanza de esta materia no solo en la
universidad, si no también en los “estudios en nuestro país”,
además, este hecho también lo retrotrae a su primigenia Cátedra
de Geología y Paleontología. La otra cuestión que subyace, en
el último párrafo, es un ejercicio de cierto cinismo, ya que da
a entender que el desde el ministerio le designan a él para la
nueva cátedra, cuando en realidad es él quien elige y, además,
su intención primigenia (ver Apéndice V) era haber acumulado
las dos cátedras como se hacía, y se siguió haciendo, en muchas
ocasiones en la universidad española.
Además, poco después el 3 de mayo de 1876 presento en la
Sociedad Española de Historia Natural su Programa de Paleontología donde vuelve a expresarse casi en los mismos términos
respecto a ser el iniciador de la enseñanza de la Paleontología (y
Geología) en España (Vilanova, 1876c: 62):
Tal es en breves palabras la exposicion del plan que me
propongo desarrollar en la cátedra de que por recientes
disposiciones oficiales he de encargarme desde el curso
próximo, así como también en la obra que estoy preparando, para que sirva de texto á las personas que por gusto
ú obligacion quieran iniciarse en tan importante estudio.
De desear hubiera sido que persona más idónea se hubiera
encargado de esta enseñanza, pues de seguro que la ciencia
y la juventud hubieran ganado de consuno; pero ya que la
suerte lo ha querido así, no hay más remedio que tomar
las cosas como vienen, si bien una vez aceptado el cargo,
por más que sea superior á mis fuerzas, me creo obligado á
cumplirlo en todas sus partes, entrando con ánimo resuelto
á enseñar de palabra y por escrito la nueva ciencia, como
hace veintidos años cúpome la satisfaccion de iniciar entre
nosotros, en el Museo de Historia Natural primero, como
parte de la Facultad de Ciencias, y más tarde en el Ateneo
y en la Escuela Catastral, el gusto por la Geología; de
cuya ciencia publiqué tambien en el año 1860 el Manual
de Geología teórica y aplicada, y en 1872 el compendio
de la misma. Con el intervalo, pues, de veintidos años he
tenido la satisfaccion de inaugurar dos cátedras nuevas, y
de escribir libros á ellas referentes; el primero mereció la
aprobacion unánime de la Real Academia de ciencias: al
que estoy escribiendo en la actualidad, no sé la suerte que
le espera; sí sólo puedo asegurar, que ambos á dos han sido
inspirados por el vehemente deseo que me anima de contribuir con mis escasas luces á la cultura general del país.
Por supuesto esta atribución no fue del gusto de los ingenieros
de minas, ya que como muestra Maffei (1877) en el Centenario
de la Escuela de Minas de España 1777-1877, al hacer un repaso
de la docencia en la Escuela de Minas de Madrid, ya cita la asignatura de Geognosia que se impartía desde el primer momento en
el segundo curso, por Rafael Amar de la Torre, y había una asignatura de excursiones geognósticas. En cuanto a la Paleontología
se inició su docencia en 1845, aunque no figura como asignatura
hasta el año 1849, impartiéndose en el segundo curso a cargo de
Felipe Naranjo; en 1859 pasa a estar en cuarto curso y era impartida por Policarpo Cía y Francés (1817-1866), a quién sustituyó
Matías Menéndez Luarca (1828-1866) que la impartió entre 1859
y 1866, a su muerte lo sustituyó Justo Egozcue y Cía que figura
como profesor de Geología y Paleontología en la Escuela Especial de Ingenieros de Minas en el momento del desdoblamiento
de la Cátedra de Geología y Paleontología en dos cátedras en la
Universidad Central, y por lo tanto se ocupaba de las enseñanzas
equivalentes en la Escuela de Minas. Por este motivo era el más
interesado en criticar la apropiación de la primicia de estas enseñanzas por parte de Vilanova. Además, realizó un gesto lleno de
significado, en la siguiente sesión a la lectura del Programa de
Geología en la Sociedad Española de Historia Natural, en las
actas de la sesión del día 7 de Junio de 1876 viene esta escueta
información (Actas, 1876: 65): “El señor Secretario dá cuenta de
haberse recibido una comunicacion de D. Justo Egozcue y Cía,
dándose de baja en la Sociedad”.
Poco después, Egozcue y Cía dentro del Anuario de la
Escuela Especial de Ingenieros de Minas publicado en 1878
al escribir sobre las asignaturas de Geología y Paleontología
aprovecha para criticar las pretensiones de Vilanova, así dice
(Egozcue y Cía, 1878: 349):
No es nuestro objeto señalar los [progresos] que se hayan
realizado en el nuestro y ni, por lo que á su enseñanza se
refiere, hariamos alusion ninguna que dejara de concernir á
la Escuela especial de Ingenieros de minas, si en fecha muy
reciente no hubiera tratado de atribuirse un ilustrado Profesor,
cuyos méritos y trabajos somos, por otra parte, los primeros
en reconocer y estimar, la gloria de haber sido en España el
iniciador de los estudios geológicos y paleontológicos.
No sin asombro, en efecto, oimos al Sr. D. Juan Vilanova
y Piera, el dia 17 de Enero de 1875, en el acto solemne de
leer su discurso de recepcion en la Academia de Ciencias
exactas físicas y naturales, las siguientes palabras escritas
y pronunciadas con motivo de haberse decretado el 23 de
Setiembre de 1873 la creación de la cátedra de Paleontología en la Facultad de Ciencias de la Universidad central:
...
A continuación pasa a transcribir completo el segundo párrafo
del discurso de Vilanova (1875) que se ha transcrito al inicio de
este capítulo. Después continua Egozcue y Cía (1878: 349-350):
Confesamos ingenuamente que la escuchar tales conceptos
como el lenguaje nos pareciera algun tanto ambiguo,
tuvimos formal empeño de desechar de nuestra mente la
duda de si la tentadora vanidad habria ejercido tan altísima influencia en el espíritu del Sr. Vilanova y Piera que
hubiera conseguido convencerle era él en realidad quien
en España habia inaugurado la enseñanza de la Geología y
109
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de la Paleontología, y acariciábamos de preferencia la idea
de que, á lo sumo, habia querido dirigirse á la Facultad de
Ciencias de la Universidad de Madrid.
Pero nos habiamos equivocado; pues á muy poco tiempo,
el 3 de Mayo de 1876, pronunciaba el mismo Profesor, ante
la Sociedad Española de Historia Natural, al dar cuenta del
programa de un libro en cuya composición entonces trabajaba, estas otras frases, que tomamos de las sesiones de
aquella, correspondientes al tomo V de sus publicaciones:
...
Pues eso es justamente, eso, lo que jamas ha debido olvidarse por quien los sabe á ciencia cierta; olvido que nos
mueve á decir aquí muy alto, dejándolo consignado de una
vez para siempre, ya que esa sóla de seguro será tambien
supérflua para la generalidad de las gentes instruidas, que
cuando ménos en nuestra Escuela especial de Ingenieros de
Minas, que desde su creacion ha sido un centro oficial de
enseñanza, se han cultivado y se han enseñado en España,
con mayor o menos extension, la Geología y la Paleontología desde hace ya luenga fecha.
Como en el caso anterior transcribe las palabras de Vilanova
ante la Sociedad Española de Historia Natural (ver arriba). Para
luego pasar a hacer una crítica demoledora de la actitud de Vilanova, así continúa Egozcue y Cía (1878:350-351):
Esta polémica no se extendió más allá, que sepamos de estos
hechos, pero tuvo consecuencias importantes, no sólo la renuncia
de Egozcue y Cía como socio de la Sociedad Española de Historia Natural, si no por ejemplo que Juan Vilanova nunca publicará ni en las Memorias ni en los Boletines de la Comisión del
Mapa Geológico. De manera general se establecen como dos
cauces distintos a la hora de comunicar y publicar según el autor
fuera ingeniero o naturalista, no es una separación nítida, pero sí
que indica ciertas tensiones entre los dos grupos. Por otro lado,
es evidente que Vilanova conocía perfectamente los antecedentes
sobre la enseñanza de la Geología y Paleontología en España, por
lo que hacer hincapié de manera tan clara en que la dotación de
las cátedras que el ocupó en la Universidad Central eran el inicio
de la enseñanza de estas ciencias en España era una provocación.
No queda explicitado en ningún sitio el por qué de esta provocación, pero no podemos olvidar que ya cuando Vilanova, por
mediación de Graells, fue enviado a formarse en Europa, principalmente en Francia, se optó por un naturalista de formación universitaria, desligado de los ingenieros de minas, y, como ya se ha dicho
en el capítulo I, aunque en la planificación de la estancia figuraban
París y Freiberg, este último el lugar habitual para la formación en
el extranjero de los ingenieros de minas españoles, Vilanova simplemente visitó este lugar. Estaba claro desde el primer momento
que Graells, en una etapa donde contaba con gran predicamento en
la corte, quería desligar la Geología y la Paleontología de los ingenieros de minas o, quizás, de acuerdo con las hipótesis de Rábano
y Aragón (2007) en cuanto al origen de la Comisión del Mapa
Geológico de España, participar en los organismos donde se estuviera trabajando en cuestiones de geología básica. Esta claro que
la refundación de la Comisión en 1873, desembocó en una segregación clara de todos los naturalistas respecto a la misma. En este
contexto, igual que Vilanova logró una mayor proyección internacional por medio de sus actividades en los congresos geológicos
internacionales (ver arriba y Capítulo IV) y en el de otras sociedades, seguramente también quiso legitimar su posición en España,
para lo que aprovecho dos instituciones de gran importancia en la
época la Real Academia de Ciencias, que suponía estar en la élite
de los científicos nacionales, y la Sociedad Española de Historia
Natural, donde se agrupaban la mayoría de los naturalistas.
No hay que olvidarse, como se ha indicado al principio de
este capítulo y ya indicó Sunyer (1996), que existía una clara
lucha por las competencias y áreas de influencia entre la universidad y los distintos cuerpos de ingenieros, que desde luego
no se consideraban universitarios. Esta última polémica puede
suponer un intento de recuperar parte de la influencia sobre
cuestiones geológicas que había perdido los naturalistas durante
la República, aprovechando el nuevo momento político de la
Restauración, donde Vilanova y otros naturalistas tenían más
predicamento político en el Gobierno de la época.
No cabe, pues, ya el dudar que la decir el Catedrático de la
Universidad que ha iniciado ó inaugurado entre nosotros
el estudio de la Geología y la Paleontología, no se refiere
sólo á la Facultad de Ciencias de Madrid, sino al país en
general, que aunque no acudiera á la Universidad, asistió ó
pudo asistir á la Escuela catastral, y que oye ó puede oir las
conferencias que dan en el Ateneo; y en tal supusto, ¡vergonzoso es que todavía no se haya alzado ni una sola voz
protestando contra tan erróneas como altivas afirmaciones!
Nosotros, puesto que la ocasion nos es propicia, levantamos
ahora la nuestra para exclamar con toda energía: ¡No, y mil
veces no! ¡La enseñanza de la Geología en España no data
del año 1854, ni el de la Paleontología del 1877; que por triste
que sea nuestra representación en el concierto científico de las
naciones ilustradas, á lo cual puede ser que contribuya más
que nada el empeño que parece nos domina de rebajarnos en
todo, acaso precisamente porque seamos más orgullosos que
cualesquiera otros; á pesar, decimos, de que no figuremos en
primera línea en ese concierto científico, la patria del franciscano Torrubia, de Ulloa y de Cavanilles, no ha marchado tan
á la zaga en el cultivo de aquellas repetidas ciencias naturales
como arbitraria é infundadamente trata de suponerse!
Estos estudios podrán ser en la Facultad de Ciencias de
la Universidad central todo lo recientes que se quiera; no
entraremos á indagar allí su orígen, aunque nos sea difícil
admitir que en el primer centro de instruccion pública de
España no se supiera qué es Geología hasta que en 1854
lo dijo el Sr. Vilanova, y esto con tanto mayor motivo
cuanto que hacia ya muchos años que se daban las primeras
nociones de esa ciencia en los cursos de Historia natural de
los Institutos provinciales.
El repetido Profesor pudo, pues, inaugurar una cátedra especial
de Geología; pudo dar más amplitud de la que hasta entonces
se diera á la enseñanza en la Universidad, pero no iniciar unos
estudios que en el mismo Museo habian, en parte, sido ya
objeto á principios de siglo de las lecciones de Herrgen: ...
A continuación Egozcue y Cía pasa a comentar las enseñanzas sobre Geología que se impartieron desde 1835 en la
Real Academia de Ciencias naturales y Artes de Barcelona y,
desde luego, las de la Escuela de Minas. A continuación realiza una semblanza semejante para la Paleontología. Después
de diversos ataques velados (o no tanto) a Vilanova concluye
Egozcue y Cía (1878:353):
110
[page-n-124]
VI
VILANOVA Y LA ARQUEOLOGÍA PREHISTÓRICA
VI.1. La emergencia de la Prehistoria
Para que la Prehistoria se configurara como disciplina
científica era necesario que surgiera una nueva cronología que
ampliara los límites temporales que se desprendían del relato
bíblico de la Creación, donde se asignaba a la humanidad
una antigüedad en torno a los seis mil años. Así el farmacéutico francés Paul Tournal (1805-1872) propuso considerar un
periodo geológico antiguo, que abarcaba el inmenso espacio
de tiempo que había precedido a la aparición del hombre en
la Tierra, y un periodo geológico moderno o “antropopagano”
caracterizado por la presencia del hombre (Tournal, 1833: 175).
A su vez este periodo podía dividirse en dos periodos antehistórico e histórico. El primero comenzaría con la aparición
del hombre en la superficie del globo terrestre y se extendería
hasta el comienzo de las tradiciones más antiguas. El periodo
histórico podría remontarse poco más allá de los siete mil
años en el pasado, es decir, en la época de la construcción de
Tebas, durante la decimonovena dinastía egipcia. El comienzo
de este periodo podría retrasarse tras nuevas investigaciones
históricas. Poco después Christian Jurgensen Thomsen (17881865), en su Guía de la arqueología septentrional, publicada
en danés en 1836 y traducida al inglés en 1848, estableció
la secuencia en tres edades en el pasado del hombre: Piedra,
Bronce y Hierro; que se generalizó muy pronto entre los
especialistas (Gräslund, 1987; Schnapp, 1991; Trigger, 1992:
77-82; James, 1993). Otro factor que marcaría todo proceso
de surgimiento de la nueva disciplina, fue la demostración de
la antigüedad de las primeras etapas del hombre por el francés
Jacques C. Boucher de Perthes (1788-1868), cuyos trabajos en
las terrazas fósiles del valle del río Somme en la región de la
Picardía plantearon la existencia en un pasado muy lejano del
“hombre antediluviano”, al hallar restos de animales extintos
junto a útiles de sílex. De todas formas, sus descubrimientos
no fueron aceptados por la ciencia oficial hasta finales de la
década de los años cincuenta (Cohen y Hublin, 1989; Richard,
1992, 2008; Groenen, 1994). La razón fue que estas ideas se
toparon con una dura oposición religiosa, pues contradecían
el Génesis, pero también científica, ya que rebatían la afirmación de Cuvier sobre la reciente aparición del hombre tras la
última gran catástrofe geológica, que implicaba la negación
de su contemporaneidad con la fauna cuaternaria extinguida
y, en consecuencia, de una extensa antigüedad sobre la Tierra.
Un ejemplo de esto se encuentra en William Buckland (17841856), clérigo anglicano profesor de geología en Oxford, quien
interpretó los restos fósiles humanos, que denominó “Red
Lady” (posteriormente se determinarían que habían pertenecido a un hombre joven) descubiertos en la cueva de Goat’s
Hole en Gales, como post-diluviales (Daniel, 1977: 28 y 38;
James, 1993: 33; Aldhouse-Green & Petit, 1998; Sommer,
2004, 2008).
En cuanto a Boucher de Perthes, la publicación de la primera parte de sus Antiquités celtiques et antédiluviennes (1847)
estableció las líneas generales del método en arqueología prehistórica, al tiempo que marcó un cambio de dirección importante respecto a la cronología, ya que la teoría catastrofista de
Cuvier y diluvial de Buckland no permitía explicar la asociación de instrumentos humanos y animales extintos. Aunque al
principio no fueron aceptados estos supuestos, paulatinamente
fueron confirmándose con los nuevos hallazgos que se iban realizando: las estaciones lacustres suizas, las piedras talladas en
Saint-Acheul junto a huesos de elefantes y rinocerontes y los
restos fósiles de monos antropoides desenterrados por Édouard
Lartet (1801-1871) (1837, 1854, 1856).
En este nuevo escenario apareció la segunda parte de las
Antiquités... (1857) de Boucher. En esta obra defendió la existencia del hombre antediluviano, planteando la existencia
de dos creaciones independientes, de manera que admitía al
menos dos tipos humanos: el tipo antediluviano, aniquilado
en su totalidad por un cataclismo diluvial y que había sido
contemporáneo de la fauna extinguida cuyos restos fósiles se
encontraban, y el tipo Adán, que había sido testigo del último
gran diluvio y al que pertenecía la humanidad actual con sus
diferencias raciales. En cuanto a la inmensa antigüedad de la
humanidad sobre la Tierra, Boucher de Perthes dejó reflejada
su opinión sobre el tema en la frase final del segundo volumen
111
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de sus Antiquités...: “Dieu est éternel, mais l’homme est bien
vieux” (Boucher de Perthes, II, 1847-1864: 355).1
En 1859, un grupo de expertos que estaba formado por el
paleontólogo Hugh Falconner (1808-1865), el arqueólogo John
Evans (1823-1908), los geólogos Charles Lyell y Joseph Prestwich (1812-1896), visitó Abbeville y todos confirmaron las
tesis de Boucher, de manera que, a su vuelta al Reino Unido,
hicieron público su convencimiento por medio de conferencias en instituciones científicas y publicaciones, y el último le
dirigió una carta en la que le expresaba abiertamente su respaldo
a sus ideas: Après avoir attentivement examiné les gisements
de Moulin Quignon, Saint-Gilles, à Abbeville, Saint-Acheul et à
Amiens, j’ai la conviction que l’opinion que vous avez avancée
en 1847, dans votre ouvrage sur les Antiquités celtiques et antédiluviennes, que ces haches se trouvent dans un terrain vierge
et associées avec les ossements des grands mammifères, est
juste et bien fondée.2 También le visitó Albert Gaudry, quien
tras unos días de excavación encontró nuevos útiles, aunque
prefirió referir las evidencias sobre la coexistencia del hombre
con especies animales extinguidas a los yacimientos de Amiens,
cuya estructura geológica era más clara, y fue comunicando sus
hallazgos a la Academia de Ciencias de París, primero con cartas
como la enviada al ya citado Flourens: Os de cheval et de boeuf
appartenant à des spèces perdues trouvés dans la même couche
de diluvium d’où l’on a tiré des haches en pierre, y el 3 de
octubre de 1859 presentó una memoria de sus trabajos (Gaudry,
1859). En los años siguientes, éstos y nuevos hallazgos dieron
lugar a un aluvión de informes, cartas, comunicaciones y discusiones en el seno de la Academia de Ciencias de París (Lubbock,
1876: capítulo 11; Laming-Emperaire, 1964: 158-167; Cohen y
Hublin, 1989; Daniel, 1977: 38-41).
Así, este suceso nos puede servir para marcar el proceso
señalado por la mayor parte de los especialistas, que entre los
años cincuenta y sesenta, la arqueología prehistórica fue una
disciplina que interesó a aficionados, anticuarios, eruditos y
nobles rurales, y encauzada por la geología, la paleontología,
la etnología y la antropología, fue constituyéndose como una
ciencia independiente e institucionalizada.
Vilanova pronto se hizo eco de estos hallazgos. En su
Manual (1860-61, 2: 211-214), en el apartado dedicado a la descripción de los terrenos cuaternarios, tras una larga disertación,
en la que cita continuamente a los autores más eminentes de la
época, y en especial a Lyell, se puede leer (Op. cit.: 211):
El Diluvio de la Picardía nos obliga a tratar de una cuestión de sumo interés, a saber: del hallazgo en su seno de
hachas, puntas de lanza y otros instrumentos de pedernal,
junto con huesos fósiles de varias especies de mamíferos
características del periodo cuaternario, siquiera sea por el
enlace que este hecho tiene con la aparición del hombre
en la Tierra. Que el hecho sea cierto, no puede caber duda
Para una historia del proceso que condujo a la idea de hombre fósil antediluviano, véase Pelayo (2004).
2 Asimismo, dirigió una carta muy elogiosa a las figuras y trabajos de Boucher
y Gaudry a la Academia de Ciencias de París Prestwich (1859), véase Daniel
(1977: 38-40).
3 “Sur l’existence de l’homme sur la Terre on Tévienrement aux anciens glaciers, lettre de M. Ed. Collomb à M. Alph. Favre”.
4 Vilanova y Tubino expusieron un breve resumen, en la introducción al Viaje
científico a Dinamarca y Suecia (1871: XXII-XXIII) y un relato pormeno1
112
alguna, pues sobre haberlo demostrado con una asiduidad a
toda prueba el distinguido geólogo y anticuario Sr. Boucher
de Perthes durante más de doce años en varias localidades
de la indicada comarca francesa, en estos últimos tiempos
ha recibido la más completa sanción por parte de los Sres.
Prestwich, Falconer, Lyell, Bouteux, Gaudry, Rigollot y
otros. Pero no basta admitir la existencia real y positiva de
hachas de sílex en el Diluvio de la Picardía y de otras localidades, se necesita demostrar: 1º. Que estos instrumentos
son efectivamente producto de la mano del hombre y no,
por ejemplo, formas caprichosas del pedernal. 2º. Que las
capas en que se hallan no han sido removidas ni introducidas las hachas después de constituirse aquéllas. 3º. Que
hay verdadera mezcla de estos instrumentos en la misma
capa con huesos de mamíferos cuaternarios.
La información recogida por Vilanova era realmente
reciente, pues al justificar cómo se cumplían estos tres requisitos, al hablar del último, refería a la memoria de Lartet “presentada en marzo de este año a la Academia de Ciencias”, en
la que aludía a unos huesos que había estudiado, los cuales se
conservaban en el Jardín de Plantas de París. Asimismo, señalaba, entre otros documentos, una carta de Edouard Collomb
editada en la Biblioteca Universal de Ginebra “en julio último”3
(1796-1875) y dos memorias aparecidas en la misma publicación, firmadas respectivamente por Pictet y Gaudin, en agosto
de 1860 (Op. cit.: 214). Vilanova, por tanto, estaba realmente
interesado por el tema y utilizaba bibliografía muy actualizada.
De esta manera, a lo señalado por Goberna (1985: 35), para
quien Vilanova difundió por primera vez en España los descubrimientos acerca del hombre fósil que se venían realizando en
Europa, hemos de añadir que lo hizo con la mejor información
posible en ese momento.
El 21 de mayo de 1863, Boucher de Perthes aportó una mandíbula humana de Moulin Quignon, excavada por unos obreros,
en un horizonte con útiles de sílex y restos de animales extinguidos. El hallazgo acabó por desatar una fuerte polémica entre
los especialistas franceses e ingleses acerca la autenticidad de
la misma. Resulta sarcástico que fuera precisamente una falsificación –pues la mandíbula había sido puesta por los propios
obreros, que habían sido estimulados económicamente por el
prehistoriador francés si hallaban restos fósiles humanos en el
mismo horizonte geológico que las herramientas líticas–, la que,
tras la labor tan larga y minuciosa desplegada por Boucher, le
ganara el prestigio internacional y la celebridad nacional, pues
en agosto le fue concedida la Legión de Honor.4
En un principio, Ayarzagüena (1992: 1065-1123) señaló que,
sería precisamente al año siguiente cuando Vilanova se decantó
hacia la prehistoria, tras lo que calificaba como un periodo
de desinterés, cuando no de claro desdén. Con el tiempo, ha
obviado estas consideraciones (Ayarzagüena, 2002b: 60-62)
rizado de estos hechos, en la biografía de este autor que se incluyó como
apéndice (p. 222-226). También lo refirió Vilanova en su artículo “Antigüedad de la especie humana” (1866a), que luego recoge literalmente en su
libro Origen, naturaleza y antigüedad del hombre (1872b). Esta polémica,
que en cierta forma marca el paso de una arqueología de aficionados a otra
de profesionales, ha sido estudiada por Laming-Emperaire (1964: 167-175).
Véase también Cohen y Hublin (1989).
[page-n-126]
que reducen mucho la personalidad poliédrica del naturalista
valenciano. Vilanova fue sin duda un geólogo convencido. En su
inclinación intelectual posiblemente jugaron a favor sus hondas
convicciones patrióticas y su convencimiento en el necesario
progreso del país, lo que exigía que el cultivo de las ciencias
se hiciera con un sentido aplicado, como hizo público en tantas
ocasiones, empezando por el ya comentado lema elegido para
abrir su Manual (1860-61): “La geología es la base racional de
la agricultura y de las artes industriales”. Además, consideraba
que la geología constituía el fundamento doctrinal y científico
sobre el que se asentaban las otras disciplinas que también le
entusiasmaban: la medicina y la paleontología, pues, movido
quizá por su formación en medicina y ciencias naturales, sus
inclinaciones se decantaban hacia los aspectos más biológicos
de la geología, que además, en esos momentos, vivía episodios
apasionantes para un católico que como él, pretendía demostrar
que no existían contradicciones entre los nuevos saberes científicos y los dogmas religiosos. Si a ello añadimos que el objeto
de estas disciplinas era el género humano y su origen, podemos
comprender las preferencias de Vilanova hacia una cuestión
científica y religiosamente crucial que venía despertando una
viva polémica en Francia y sería extraño imaginarle ajeno a los
debates que ya se habían abierto sobre el tema,5 ya que en los
países europeos entre los primeros que se interesaron por la prehistoria se encontraron los geólogos. Y así fue aceptado y pregonado por los propios protagonistas de este proceso, como es
el caso de Francisco M. Tubino: “Demos gracias a la geología
que es la que nos ha puesto en el camino de tan grandes y significativos descubrimientos. La geología es la que ha descubierto
el hombre fósil”.6
VI.1.1. Las primeras investigaciones prehistóricas en
España7
Para describir los primeros pasos de la prehistoria en
España, se dispone de una buena síntesis, incluida por Vilanova
y Tubino en la introducción al Viaje científico a Dinamarca y
Suecia (1871: XXVI-XXXVI) (Fig. 51). Según esta exposición,
el primer descubrimiento de materiales paleolíticos en España
lo realizó Casiano de Prado en 1862, al estudiar la “formación
diluvial” de San Isidro (Madrid), en compañía de los geólogos
franceses Edouard de Verneuil y Louis Lartet (1840-1899),
como también indicaba el propio Prado (1864: 190):
Élie de Beaumont no contuvo sus críticas a los descubrimientos e interpretaciones de Boucher, que cuestionaban las afirmaciones de Cuvier sobre la no
existencia del hombre fósil, alegando que las opiniones de éste eran las de
un genio, por lo que no podían ser rebatidas. Además Vilanova era un asiduo
lector de los Comptes Rendus de la Academia de Ciencias, que fue uno de los
principales órganos de expresión de dicha polémica.
6 Tubino (1868: 10), citado por Maier (2000: 53). En la misma línea, Vilanova
terminaba así su primera conferencia dictada en Santander (1881b: 86): “se
hace, pues, de todo punto indispensable suplir esta falta, acudiendo a los inagotables tesoros de la historia del planeta, en busca de datos que esclarezcan
el origen de nuestra especie y los primeros pasos que dio por la superficie
terrestre, aplicando a estas disquisiciones de la primitiva historia humana,
el mismo método y criterio que emplea la geología en sus investigaciones”.
Citamos a partir de la trascripción de las mismas, con estudio preliminar de
Orestes Cendrero Uceda, realizada por la Universidad de Cantabria (1997).
7 Sobre los inicios de la Antropología y de la Arqueología Prehistórica en España
puede consultarse Puig-Samper y Galera (1983), Puig-Samper (1992), Ayarzagüena (1992), Puche Riart (1993) y Puche Riart y Ayarzagüena (1997).
5
... apenas llegados al sitio de la excavación donde yo solía
ir con más frecuencia, M. de Verneuil fue el que se adelantó
a preguntar a los obreros que allí se ocupaban, si no había
salido alguna piedra particular. El principal de ellos dijo que
sí y nos llevó a su choza a que viésemos las que tenía separadas, que no eran pocas. Una de ellas era un sílex de los que
deseábamos hallar, y se lo pagamos tirando los demás.
Este suceso se considera el inicio de los estudios prehistóricos en España, aunque hay interpretaciones que atribuyen la
prioridad a Prado, quien no se atrevería a asumir la paternidad
de un descubrimiento que confirmaba la gran antigüedad de
la humanidad y lo erróneo de la limitada cronología bíblica y
cuvierista, ante el cual, las reacciones de la sociedad española
eran imprevisibles (Ayarzagüena, 2002a y 2002c; Puche y Ayarzagüena, 1997, 2001: 9-10; García y Ayarzagüena, 2000. Véase
también Maier, 2000: 57; Maier y Martínez, 2001: 124-125).8
Puig y Larraz (1897) ha datado el interés de Prado por
estos temas durante un viaje a París en 1852, con el encargo
de comprar instrumentos para el ferrocarril y en el que “trabó
amistad con el entonces célebre Franz Prunner-Bey (18081882),9 que le indujo a dedicarse a las investigaciones prehistóricas; vuelto a España, emprendió sus trabajos, y de
esa fecha son las exploraciones verificadas en las cuevas
de Colle (León), de Mudá (Palencia) y de Pedraza de la
Sierra (Segovia)” (García y Ayarzagüena, 2000: 9; Maier y
Martínez, 2001: 123; Puche Riart, 2002: 21). Ahora bien,
debemos decir que las excavaciones en cuevas no eran
nuevas, remontándose la primera referencia en España a
esta actividad a 1838, en el artículo “Reseña geognóstica
del Principado de Asturias”, del ingeniero de minas germano Luis Guillermo Schulz, que fue publicado en el primer
número de los Anales de Minas. Allí decía: “hasta ahora
no he oído que en ellas se encuentren huesos de animales
exterminados, como es frecuente en otros países” (citado por
Puche Riart, 2002: 16. Véase Puche Riart y Ayala, 2001).
Schulz y Prado ejercieron la presidencia de la Comisión del Mapa Geológico, fundada en 1849, lo que ayuda a
explicar que fueran precisamente sus integrantes, quienes se
hicieron cargo principalmente de los estudios prehistóricos
en España en esta primera etapa. Como ya se ha dicho Vilanova se integró en ella en 1855 y que Casiano de Prado estuvo
detrás de la circular enviada a los ingenieros de minas en
Verneuil y Lartet publicaron el descubrimiento en el Bulletin de la Société
Géologique de France en 1863. Vilanova y Tubino (1871: XXVII-XXVIII),
tras reclamar la prioridad de Prado en la investigación española: “el hombre
fósil no tuvo paladín decidido, hasta que alzó su enseña el laborioso y entendido ingeniero de minas D. Casiano de Prado”, hacen un relato que reproduce
párrafos exactos del texto que acabamos de referir. Su amplia reseña sobre
Prado alcanza hasta la p. XXX. No olvidemos que Tubino acababa de publicar su trabajo Estudios prehistóricos. D. Casiano de Prado (Tubino, 1870).
También debemos destacar que uno de los primeros investigadores sobre estos hechos fue J. Pérez de Barradas, cuya bibliografía puede consultarse en
García & Ayarzagüena (2000).
9 Este médico alemán, después de una larga estancia en Egipto, trabajando
en distintos hospitales, se instaló en París para continuar sus estudios de
antropología y etnografía. Polemizó sobre etnogenia europea en la Société
d’Anthropologie de Paris con P. Broca a propósito de los cráneos humanos
fósiles, hasta que hubo de abandonar la ciudad con motivo de la guerra franco-prusiana.
8
113
[page-n-127]
Fig. 51. Portada del Viaje científico á Dinamarca y Suecia con motivo del Congreso Prehistórico celebrado en Copenhague
en 1869 por Vilanova y Tubino publicado en 1871 (Biblioteca del MPV).
1865, para que recogieran toda la información posible sobre
los descubrimientos relacionados con la prehistoria (Cañal,
1894; Mallada, 1897; Goberna, 1981, 1985).10 Para Vilanova
y Tubino (1871: XXXV), el desarrollo de los estudios prehistóricos posteriores vendría impulsado por la pasión mostrada
por Prado hacia la nueva ciencia, pues, según, “informes
verídicos recogidos de labios autorizados, nos dan derecho
a afirmar que desde que Prado se inició en la nueva ciencia,
ella fue su preocupación constante”. A ello, se añadió el descubrimiento en la Península del cráneo fósil de Gibraltar, que
atrajo la atención de especialistas británicos, en un contexto
en el que va surgiendo una nueva disciplina relacionada con
la prehistoria, como es la paleontología humana, junto con
la consiguiente necesidad de divulgar los nuevos conocimientos. En este sentido, Prado conocía los trabajos más des-
tacados en la materia, como los de Lyell o Boucher de Perthes, y tuvo de primera mano una buena información acerca
del cráneo de Gibraltar, que le fue proporcionada por G.
Busk y H. Falconer, naturalistas británicos que excavaron en
el peñón, con quien también mantuvo excelentes relaciones
Antonio Machado y Núñez, otro de los iniciadores de la disciplina en España.11 Los primeros informes de éste sobre
hallazgos de restos fósiles en los terrenos cuaternarios del
valle del Guadalquivir, fueron presentados ante la Academia
Sevillana de Buenas Letras (1862) y publicó el resultado de
sus trabajos en 1864 y posteriormente en la recién creada
Revista Universitaria de Sevilla.12 Ello, unido a los resultados de las expediciones llevadas a cabo por Louis Lartet
en 1866 en Logroño, asesorado por Ildefonso Zubía, catedrático del Instituto de Logroño y buen conocedor de la cueva
El R. D. de 15 de junio de 1865, que marcaba los objetivos de la Comisión
del Mapa Geológico y que parece inspirado por Prado, incluye entre éstos el
“estudio y catálogo de los objetos pertenecientes a la Antigüedad que se encuentren en las excavaciones, cavernas y otros trabajos subterráneos” (Puche
Riart, 2002: 29).
11 En su cátedra de Sevilla montó desde 1850 un Gabinete de Historia Natural,
que fue enriqueciendo sobre todo con materiales de carácter geológico y pronto
se convirtió en referente obligado de la geología andaluza, no sólo en el ámbito
nacional, sino en el internacional, por sus relaciones con los naturalistas extranjeros, entre los que se encontraban algunas de las figuras más relevantes de la
prehistoria de su tiempo: Verneuil, Collomb, Falconer, Delanoue y Lubbock,
a quienes brindó todo el apoyo humano y científico en sus viajes a Andalucía
(Barrera, 2002). Véase también Ayarzagüena (1996b) y Sánchez et al. (2000).
12
10
114
Ambos autores acaban concluyendo sobre su buen amigo: “cúmplenos decir que Machado es uno de los españoles que con mayor franqueza, decisión
y energía han acogido las verdades prehistóricas con todas sus lógicas consecuencias” Vilanova y Tubino (1871), XXXV. Beltrán (1995: 50-51) nos
describe el ambiente en que se desarrolló su actividad y la de su hijo, Antonio Machado y Álvarez, que junto con el sociólogo e historiador Manuel
Sales y Ferré, el krausista Federico de Castro y Francisco Tubino, formaron
la Sociedad Antropológica de Sevilla, en 1871, influida por la de Madrid,
en el ambiente de mayor libertad ideológica que supuso la República, y que,
como aquélla, será disuelta con la Restauración. La principal consecuencia
de esta clausura fue que, en lo sucesivo, la arqueología andaluza quedará en
manos de arqueólogos extranjeros.
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de Torrecilla de Cameros,13 propiciaron que se extendiera el
interés por la prehistoria como nueva disciplina científica.
Este ambiente afectó a la Academia de la Historia, que no
había sido ajena a los descubrimientos arqueológicos, aunque
su posición era “cautelosa pero proclive a su desarrollo” en
palabras de Maier (2000: 58). Entre las aportaciones realizadas desde esta institución a favor de la arqueología se
encontraron las disertaciones presentadas por Benavides,
Amador de los Ríos, Saavedra y Fernández Guerra. El político moderado y experto en historia medieval, Antonio Benavides era el presidente de la Academia en ese momento y por
lo tanto responsable del elogioso informe emitido a favor de
la reseña del Congreso, que tanto ayudó a su publicación. José
Amador de los Ríos, en 1867, disertó sobre un útil encontrado
en Cerro Muriano, en el que defendía la importancia de la
arqueología prehistórica.14 El ingeniero de caminos Eduardo
Saavedra presentó en 1861 una Descripción de la vía romana
entre Uxama y Augustobriga, acompañada de un maletín con
los más variados objetos que los usuarios de la vía habían ido
perdiendo a lo largo de los siglos y que mereció el premio convocado en ese año por la Academia;15 y Aureliano Fernández
Guerra fue un experto en geografía antigua, que respondió a
los discursos de ingreso de Saavedra y Rada, y muy interesado
por la arqueología, participó en el Viaje arqueológico... en
mayo de 1868 de orden de la Academia, junto con José Oliver
y Hurtado (Madrid, 1868).
A todos ellos, había que añadir la publicación de artículos
sobre la materia firmados por Antonio María Fabié en la Revista
de España, mientras que “Canalejas censura algunas de nuestras pretensiones en el Boletín de la Universidad”. Vilanova y
Tubino acaban refiriendo a los trabajos de Macpherson, Ferrer
y Velasco Fernández. Guillermo Macpherson exploró la Cueva
de la Mujer, en Alhama de Granada, y sus resultados fueron
publicados por Machado en la Revista Mensual de Filosofía,
Literatura y Ciencias –que había fundado en 1868 junto con
Federico de Castro– en 1870 y 1871;16 el geógrafo español
Miguel Rodríguez Ferrer descubrió una mandíbula fósil
humana en Cuba, que fue depositada en el Museo de Ciencias
Naturales de Madrid y años después publicó una Naturaleza y
civilización de la grandiosa isla de Cuba, o estudios variados
y científicos al alcance de todos, y otros históricos, estadísticos y políticos (Madrid, J. Noguera, 1876-1887, 2 vols.). Por
fin, Ladislao Velasco Fernández de la Cuesta fue autor de los
Descubrimientos prehistóricos realizados en la provincia de
Álava. Discurso leído en la sesión inaugural del Ateneo de
Vitoria en el curso 1870 a 1871 (Vitoria, Viuda de Egaño e
hijos, 1871). Aceptada esta nómina aún incompleta, hay que
reconocer que fueron Casiano de Prado y Vilanova los iniciadores de esta ciencia en España.17
El positivo balance realizado por Vilanova y Tubino en
1869 (1871: XXXV-XXXVI),18 pretendía al citar esta relación
de autores no sólo legitimar la disciplina, sino también a ellos
mismos. Así que no tuvieron empacho alguno en denunciar las
dificultades que habían de superar los primeros prehistoriadores
y que conectaron con el tópico del atraso científico: “No fue
extraña totalmente a estos progresos la Península Ibérica, aun
dadas las especialísimas circunstancias en que he vivido, no muy
favorables para la dilatación del saber” (p. XXV). En esta línea,
pero mucho más dura y detallada, había sido la queja lanzada
por Tubino unos pocos años antes (1867: 209-210): “El atraso
intelectual de nuestro pueblo, la falta de ilustración tan ostensible en las clases acomodadas, el indiferentismo que sobre los
temas científicos acarrea necesariamente el movimiento político de un país que atraviesa una crisis social de inmensas proporciones, son antecedentes que espacian el abandono en que
durante muchos años han estado entre nosotros aquellos ramos
de la cultura del espíritu que se refieren a las bellas artes y la
arqueología... Pero si tratándose de las bellas artes se ha hecho
algo bueno en nuestro país, relativamente a la arqueología no
tenemos más que motivos para condolernos de la funesta negligencia con que la han mirado lo mismo la Administración que
los particulares... Para el vulgo de todas clases, la ciencia de
la antigüedad no ha tenido valor de ninguna clase” (citado por
Maier, 1999: 113-114).
Este riojano que murió en 1891, había explorado distintas cuevas de la Sierra
de Cameros entre 1861 y 1862. Véase una corta biografía en Ayarzagüena
(1992: 142 nota 39), y sobre el viaje de Louis Lartet, p. 141-143.
14 El informe se conserva en el archivo de la Academia y es citado por Maier
(2000: 58 y 63 nota 20). Hay que decir que en aquel momento resultaba
muy comprometido referir a este erudito y político monárquico, quien presentó su dimisión como director del Museo Arqueológico Nacional al día
siguiente de promulgarse el decreto de Ruiz Zorrilla de reforma del Cuerpo de Bibliotecarios, Archiveros y Anticuarios. Éste derogaba el decreto
de 12 de junio de 1867, «cuyo único objeto fue introducir en el escalafón
unos cuantos favorecidos del poder y legalizar en apariencia la separación
de dignísimos catedráticos, cuyas ideas liberales se creían menos temibles
en el Cuerpo de Bibliotecarios». Su renuncia fue aceptada inmediatamente
y se designó como sustituto a Ventura Ruiz Aguilera (Véase Gaceta de
Madrid, 207, 320, 15 noviembre 1868: 4; y 322, 17 noviembre: 1). Posteriormente, será separado de su cátedra de Historia crítica de la literatura
española e incluso llegó a sufrir un atentado. Su interés por la arqueología
proviene de mucho antes, pues ya en 1839 había realizado excavaciones en
Itálica y formó parte de la comisión encargada de estudiar y valorar históricamente las coronas y joyas visigóticas descubiertas en Guarrazar en 1861
(véase Ayarzagüena, 1996a).
15 Nos referimos a: Las obras públicas en los antiguos tiempos. Discursos
leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de D.
Eduardo Saavedra el 28 de diciembre de 1862. Contestación por el Señor
D. Aureliano Fernández-Guerra y Orbe (Madrid, 1862). Maier (2000: 58)
considera más relevante el informe elaborado por él y Cayetano Rosell sobre
los hallazgos realizados por Garay en Huelva, donde expresan la “inocencia”
de estos saberes: “se dirigen ahora rudos ataques a estos y otros estudiosos
de las ciencias naturales que con ellos algún tanto se ensalzan, como si fueran responsables de ciertas doctrinas materialistas que quieren fundar, en los
mismos varios escritores contemporáneos y la pasión a la escuela llega hasta
negar a la arqueología prehistórica todo interés que no sea local y muy re
ducido”.
16 En el número 2 (1870), p. 346-354 hizo una exposición de la excavación y los
hallazgos, y en el número 3 (1871), p. 315-319 dio noticia de la publicación
de los últimos descubrimientos hecha por Macpherson (Ayarzagüena, 1996b:
9 nota 6). Éste, además, envió la mayoría de los objetos de la cueva a Vilanova, quien los presentará ante la Sociedad de Historia Natural en diciembre de
1873. Véase Barrera, 2002.
17 Cañal (1894: 154) mostró su acuerdo con Vilanova, aunque además, con el
beneficio de la perspectiva histórica, reconoció los esfuerzos del valenciano:
«El inolvidable D. Casiano de Prado fue el primero que en España trató con
alguna extensión de cuestiones prehistóricas en su clásica Descripción física y geológica de la provincia de Madrid, Madrid, 1864... Poco después,
el profesor D. Juan Vilanova y Piera publica una serie de artículos sobre
La antigüedad del hombre, y luego la obra titulada Origen, naturaleza y
antigüedad del hombre en 1872, destinada a exponer los descubrimientos
más importantes realizados hasta aquella fecha en nuestro suelo, si bien lo
hace subordinando con exceso al geológico todos los demás aspectos de la
cuestión».
18 Una nominación más detallada de estos personajes y de sus trabajos aparece
en Vilanova y Rada (1894: 415-422).
13
115
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VI.2. Antecedentes de Vilanova en su
interés por la prehistoria (1855-1865)
No hay datos concretos que permitan precisar cuándo
surgió el interés de Vilanova por la prehistoria. Durante
su estancia en Francia a comienzos de los años cincuenta,
enfrascado en su preparación en geología y paleontología,
materias que debía impartir a su vuelta a España en la Universidad Central, la incipiente prehistoria aún no había sido tema
de consenso, como se desprende se sus comentarios expresados años después, cuando participó en la Asamblea de la
Asociación Francesa para el Progreso de las Ciencias que se
celebró en Rouen en 1883. Al hacer la reseña de la excursión
a la Montaña de Santa Catalina, dice: “en la época en que yo
visité por primera vez aquella localidad, 1850, hube de limitarme al conocimiento puramente geológico, por cuanto lo
prehistórico no había llamado aún la atención de los hombres
de ciencia” (Vilanova, 1888a: 201). En un primer momento
su interés se centra en la preparación de su docencia universitaria (ver Capítulo III) y a elaborar los textos correspondientes, como es el Manual de Geología (1860-61), también
desarrolló una importante labor investigadora como miembro
de la Comisión del Mapa Geológico de España (ver capítulos
IV y V); así vemos, que en sus primeras memorias publicadas
de Castellón y Teruel (Vilanova, 1859, 1870) no parece mostrar ningún interés por las cuestiones prehistóricas, en contraste con la importancia que da a la agricultura y a los pozos
artesianos.
En esta época, Vilanova fue incorporándose a distintas
academias e instituciones y fue asentándose como portavoz
oficial de la corriente conservadora, imperante en nuestro país,
en cuestiones de contenido biológico, uno de los saberes sometido a una profunda tensión ideológica, especialmente desde la
publicación del Origen de las especies de Darwin (1859). La
cuestión del evolucionismo en un primer momento no llego
al gran público en España hasta la década de 1870, cuando
se produjeron importantes polémicas (ver Glick 1982, 2010),
aunque está claro que Vilanova conocía la cuestión dado su
buen conocimiento de la bibliografía de su especialidad.
Volviendo al Manual, se recogen en él las primeras referencias a la prehistoria en un libro académico español, aunque,
como señala Ayarzagüena (2002b: 61), en el tomo XI de la
Revista de Minas, José de Monasterio y Correa reseñó en
1860 (páginas 55-62) un artículo titulado “Útiles y armas de
pedernal”, que F. Moigno había publicado en “El Cosmos”
a partir a su vez de una traducción de un trabajo de Worsäe
publicado en el Atheneum, donde señalaba los avances de esta
ciencia y concluía manteniendo la gran antigüedad del hombre,
anterior a los últimos cataclismos geológicos. Dado que el consenso franco-británico sobre la gran antigüedad del hombre
tuvo lugar en 1859, las referencias a la prehistoria de Vilanova
debían responder a lo señalado en la advertencia 2ª del libro
(Vilanova, 1860-61, 1, s.p.): “Que deseando ofrecer al público
esta obra puesta al nivel de los conocimientos actuales, he anotado cuidadosamente, y no sin ímprobo trabajo, los hechos de
19
Se refiere a Des Ossements humains des cavernes et de l’époque de leurs
dépôts, Montpellier, impr. de Boehm, 1855. Se trata de una tirada aparte de
las Mémoires de l’Académie des sciences et lettres de Montpellier.
116
la ciencia posteriores a la presentación del Manual al concurso
de 1855”. Lo que resulta evidente es una clara atracción hacia la
prehistoria, como mostró repetidamente en el epígrafe dedicado
al terreno cuaternario (181-236), el cual consideraba “uno de
los terrenos más difíciles de la serie neptúnica” y no sólo por
razones constitutivas, sino “porque a él se refieren las altas cuestiones del Diluvio de Moisés; del origen de la especie humana y
otras no menos arduas y delicadas”.
Clasifica el terreno en dos órdenes de depósitos. El primero: diluvio o aluviones antiguos, se caracterizaba por la
acumulación de materiales de acarreo “mezclados con varios
restos orgánicos, entre los que predominan los elefantes, por
cuya razón algunos autores lo llaman periodo o depósito elefantino”, aunque más generalizado era el de “diluvio o aluviones antiguos”, encontrando “las cavernas y brechas huesosas y el travertino” (Op. cit., 2: 182) entre las formaciones
específicas de este depósito. Es más, cuando relaciona las glaciaciones, menciona la importancia geológica de las cavernas
(Op. cit., 2: 202):
La retirada más o menos instantánea de las nieves en el
último momento del periodo cuaternario, debió determinar
cambios climatológicos notables y grandes inundaciones,
por la cantidad prodigiosa de agua resultado de su propio
derretimiento, a cuya acción atribuye Gras el relleno de
las cavernas y de muchas brechas huesosas en las que se
depositaron restos de grandes mamíferos con conchas generalmente terrestres o fluviátiles, raras veces marinas, que
contienen. A este periodo refiere también este geólogo la
aparición del hombre, el cual, si no es contemporáneo de
las especies perdidas de mamíferos de las cavernas, por lo
menos lo fue de la inundación que rellenó dichas cavidades,
como lo confirman los restos suyos y de su industria que en
ellas se encuentran.
De todo ello, se desprende una clara atracción de Vilanova
hacia la investigación prehistórica y la excavación en cuevas,
que se manifiesta claramente en el epígrafe dedicado a las
“cavernas huesosas”, que consideraba unas formaciones (Op.
cit., 2: 223-224):
... de suma importancia y conviene que los reconocimientos
de estas cavidades se haga con cuidado para no incurrir en
error; pues se comprende que al tratar de resolver la cuestión de si los restos del hombre y de su industria son contemporáneos de los huesos de los animales extinguidos,
cuestión de mucha importancia, supuesto que se roza con
la del origen de la especie humana, no bastará decir que en
una misma caverna se han hallado todos estos objetos, sino
que es indispensable averiguar si efectivamente existen en
la misma capa o en niveles distintos.
Vilanova hace una relación de los yacimientos más
famosos, basándose para Europa en el libro de Marcel de
Serres sobre los huesos humanos de las cavernas19 y en
[page-n-130]
cuanto a las españolas, enumera las de Concud (Teruel) y
Molina de Aragón, ya referidas por J. Torrubia en su Aparato
para la Historia Natural española (1754), y las de Riaza y
Pedralba de la Sierra (Segovia), Colle (León), Peña de Muda
y San Salvador (Palencia), y en los alrededores de Oviedo,
“según datos que nos ha suministrado el Sr. D. Casiano de
Prado”. Finalmente, detalla otras, que habían sido estudiadas
por Schultz (p. 227).
En 1862, se produjo el citado suceso, en el que Prado, con
Lartet y Verneuil, descubrieron el bifaz de San Isidro. Dos
años después, Casiano de Prado hacía públicos estos hallazgos
a la comunidad española a través de La descripción física y
geológica de la Provincia de Madrid (Prado, 1864), donde
además incluía un adelanto de las recomendaciones dadas a
los miembros de la Comisión del Mapa Geológico a favor del
desarrollo de la prehistoria en España, que se publicarán al
año siguiente.20 Además, ese mismo 1864, Vilanova efectuó
un viaje para visitar algunos establecimientos científicos en el
extranjero, durante el cual, según Ayarzagüena (2002b: 62),
habría tomado conciencia de la importancia que la prehistoria
iba adquiriendo en Europa. No obstante, en ese momento, hay
una serie de acciones que indicarían que ya manifestaba una
convicción clara sobre este extremo. Así, a su vuelta, dictó
el discurso inaugural del curso de la Universidad de Madrid,
donde hizo una declaración abierta de la necesaria reforma
de estudios, en la que alababa especialmente el Plan Pidal y
tomaba partido a favor de una racionalización de la estructura
de las enseñanzas científicas, consistente en darle un mayor
peso específico a la Facultad de Ciencias frente a la preponderancia de las escuelas de ingeniería (Vilanova, 1864: 11-12):
Las últimas observaciones y descubrimientos de los que
con tanto celo cultivan la historia física de la Tierra, fundamento y apoyo, el más sólido, de la humana, demuestran,
al parecer con los más irrefragables testimonios de verdad,
que el hombre es mucho más antiguo en el globo de lo que
vulgarmente se había creído. Su anterioridad a la universal
catástrofe que modificó más o menos profundamente las
condiciones físicas del globo, y cuya memoria conservan
todos los pueblos y razas, está demostrada por el hallazgo
de los restos de su esqueleto y de su propia industria junto
con los de animales, cuyas especies desaparecieron, en su
mayor parte, para siempre. Y que el origen del hombre
debe remontarse a una grande antigüedad, lo prueban los
abundantes vestigios de su industria y hasta de poblaciones
sublacustres halladas recientemente en Suiza, Dinamarca,
Francia y otros países, pues todo esto demuestra que la
especie humana no se encontraba ya entonces errante y en
estado salvaje, sino constituida en sociedad, cuya cultura y
civilización es de esperar, nos la revelen ulteriores descubrimientos.
20
Su dedicación profesional y esta obra le merecieron los mayores elogios
por parte de Laureano Pérez Arcas, quien le sustituyó como académico de
la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En su discurso
de ingreso hizo una alabanza “del sabio académico, del profundo investigador de la naturaleza, de mi buen amigo...” Gaceta de Madrid, 207, 325
(20 de noviembre de 1868), 13-15 y 326 (21 de noviembre de 1868), 13-15.
Recordemos que Pérez Arcas también había sido colaborador de Mariano de la Paz Graells, quien cooperó con Prado en distintas ocasiones en
No parece, pues, aventurado asegurar, según los geólogos
más competentes, que el hombre data de una época muy
remota a juzgar por estos nuevos datos que la historia debe
a la geología y en los cuales precisamente se funda la división de los tiempos ante históricos en tres edades bien definidas y mejor designadas aún con los nombres de Edad de
Piedra, Edad de Bronce y Edad de Hierro.
Ardua y por de más temeraria empresa sería lanzarse en el
terreno de las conjeturas acerca del estado de los conocimientos humanos en un periodo del que sólo nos quedan
vestigios más o menos groseros de la actividad humana.
Pero aún sin remontarnos a esas edades, cuyo estudio excita
hoy, con fundado motivo, la curiosidad e interés recíproco
de los etnógrafos, geólogos y anticuarios...
Inmediatamente después, el 6 de noviembre, aceptó la
invitación realizada por Pedro González Velasco y Francisco
de Asís Delgado, para integrarse en el grupo fundador de la
Sociedad Antropológica Española. Prueba evidente de su ya
acendrado convencimiento en la importancia de la disciplina
en estas fechas es el alto grado de compromiso adquirido,
pues participó directamente en la redacción de los estatutos
y en la comisión de expertos formada en la Academia de
Medicina, a instancia del Ministerio de Fomento, para que
informara sobre la petición de legalización de la nueva institución, cuyo acto de constitución se realizó pomposamente
el 5 de junio de 1865 (Anónimo, 1865). A pesar de la llamada
realizada por el ministro Manuel Orovio en esta sesión: “Discutid señores con amplia libertad y contad con amplia tolerancia, con toda la tolerancia que se debe a la ciencia” (cita
de Puig-Samper y Galera, 1983: 33), el ministro no tardó
siquiera un año en enviar una circular a los catedráticos de
Universidad, conminándoles a que siguieran el dogma católico en sus enseñanzas. La protesta expresada por Sanz del
Río y Emilio Castelar les valió la separación de sus cátedras
en diciembre de 1867, en lo que fue manifestación palpable
de cuán estrechos eran los límites de tal tolerancia.21 Las
condiciones, por tanto, no eran precisamente las más idóneas
para poner en marcha empresas como ésta y así la Sociedad
arrastró una vida lánguida, debido especialmente a la censura sufrida, hasta que el ambiente más favorable llegado
con la Primera República, propició lo que se vivió como
una auténtica refundación, aunque volvió a ser un espejismo
(Puig-Samper y Galera, 1983: 29-64; Ayarzagüena, 1997).
En cuanto al juicio que pueda hacerse del protagonismo de
Vilanova, hombre de ideología conservadora y católico convencido, en la naciente Sociedad, podría apelarse a que puso
por delante su actitud científica a su compromiso políticoreligioso, sobre todo si recordamos la andanada con que fue
recibida la noticia por parte de los sectores más reaccionarios
de la España de la época:
el estudio de los restos paleontológicos hallados en San Isidro y fue muy
irónico con Vilanova, quien, en sus trabajos en el yacimiento, quiso ver un
Pectunculus pulvinatus en una de las conchas exhumadas, en lo que para
ése era un ejemplar de Bulimus allí depositado por el alcantarillado (García
y Ayarzagüena, 2000: 8 y Ayarzagüena, 2002c).
21 Todos los catedráticos que fueron separados del servicio, serán repuestos por
orden del ministro Ruiz Zorrilla, aparecida en la Gaceta de Madrid, 207, 302
(28 de octubre de 1868).
117
[page-n-131]
La ciencia antropológica, cuando está dirigida por librespensadores, tiene un objeto especial: el de combatir la
verdad católica de la unidad del género humano, y por
consiguiente, el dogma del pecado original, el dogma de
la redención y el dogma de la divinidad de nuestro Señor
Jesucristo; esto es: el fundamento de la religión cristiana,
la base primera del catolicismo.
¿Qué significa pues en un país católico la creación de una
Sociedad Antropológica Española?... La significación es
clara: se trata de cultivar la antropología y las ciencias con
ella relacionadas, con libertad de combatir la religión, esto
es sin el círculo de hierro del dogma de las sagradas letras,
de la verdad católica, etc., etc.
Se ha inaugurado, pues, la Sociedad Antropológica Española con un espíritu ciertamente heterodoxo, etc., etc.22
Isidro le llegó el reconocimiento internacional y así, ese año de
1862, fue nombrado miembro de la Geological Society y de la
Societé Géologique de France (Maier, 1999: 114; Maier y Martínez, 2001: 125; Ayarzagüena, 2002a, 2002c).
VI.3. I nicios de su consolidación como
prehistoriador 1866-1868
Pero precisamente por ello, cabe la posibilidad de que Vilanova podría estar jugando a un doble juego. Por un lado, su presencia aseguraría un cierto control católico, desde dentro, en las
discusiones de los temas planteados, en las cuales, él podría argumentar con autoridad en contra de razonamientos heterodoxos o
contrarios al dogma y los dictados de la ciencia oficial.23 Por otro,
iba afirmando su posición institucional en el campo de la prehistoria, donde el predominio estaba en manos de Casiano de Prado
y los ingenieros de minas. No olvidemos que Vilanova estaba
institucionalmente solo, en una Universidad y unas instituciones
históricas: Real Academia de la Historia, Escuela de Diplomática,
Real Academia de Arqueología y Geografía del Príncipe Alfonso,
en las que su signo claramente católico y conservador no era precisamente favorable a la recepción de la arqueología prehistórica
y las corrientes historiográficas innovadoras; las cuales estaban
calando precisamente en círculos ideológicamente contrarios a
Vilanova, como el reunido alrededor de la cátedra sevillana de
Antonio Machado. Contrariamente, Prado actuaba desde el seno
de un grupo perfectamente institucionalizado, los ingenieros de
minas, y a la cabeza de un proyecto tan trascendental en las cuestiones que estamos abordando como era la Comisión del Mapa
Geológico. Además, tras la publicación de los hallazgos de San
La situación iba a cambiar en 1866, pues se produjeron dos
hechos cruciales en este proceso que venimos describiendo: la
muerte de Prado y el encargo recibido para la realización de la
carta geológica de la Expedición del Pacífico. Ésta se había producido entre 1862 y 1865, y ya en 1863, el Museo de Ciencias
Naturales había encargado al geólogo valenciano, que recogiera,
ordenara y colocara los materiales prehispánicos que habían
traído los expedicionarios.24 Además, fue en ese verano cuando
iniciará sus primeras investigaciones prehistóricas en cuevas
valencianas: la del Parpalló, junto con a la sazón jovencísimo
naturalista valenciano Eduardo Boscá, en la falda del Mondúber
(cerca de Gandía), que dató en el Paleolítico y donde recuperó
una mandíbula y varios dientes, que constituyen los primeros
fósiles humanos descubiertos en España, aunque no de la Península; y la Cova Negra en Xàtiva, en la que encontró industria
lítica, que no dató de forma muy precisa (Aguirre, 1992a: 12;
Ayarzagüena, 1992: 157-160 y 2002b: 62).25
Ya ganado a la causa prehistórica, en su curso Geología aplicada a la agricultura, a la industria y a la historia, que impartirá
en el Ateneo de Madrid durante muchos años, no sólo dedicará
en los siguientes meses algunas conferencias a la divulgación de
la prehistoria, sino que al acabarlo, visitó el corte de San Isidro
acompañado de “distinguidas personas”. A partir de entonces,
realizará anualmente visitas con sus alumnos para explicarles el
terreno cuaternario.26 Parece como si Vilanova pretendiera coger
el testigo de Prado, en un momento en que su situación en la
Comisión del Mapa Geológico no era muy cómoda.
En esta estrategia resultó fundamental la aparición, en ese
año, de la serie de artículos dedicados al “Origen del hombre”,
Así refería el secretario F. A. Delgado Jugo, al señalar, cuatro años después,
es decir ya en pleno Sexenio, las críticas recibidas por la sociedad. Citado por
Puig-Samper y Galera, 1983: 35.
23 Creemos que no es ocioso señalar que ese mismo año de 1864, Élie de Beaumont, que se había negado, como presidente de la Academia de ciencias a
publicar a Edouard Lartet una Note sur l’ancienneté géologique de l’espèce
humaine dans l’Europe, ante la evidencia del hallazgo realizado en 1863 de
un mamut grabado sobre un fragmento de marfil en la cueva de La Madeleine, acabó aceptando la contemporaneidad del hombre con la fauna extinta.
También debió influir en su decisión, que si bien sus investigaciones descartaban definitivamente las teorías de Cuvier, los descubrimientos de Lartet
matizaban al mismo tiempo el transformismo de Lamarck, Saint-Hilaire y
Blainville, ofreciendo a Elie de Beaumont un escenario doctrinal más cercano a sus ideas, aunque le costó transigir de ellas y así, en una de las sesiones
de la Academia, Quatrefages le recriminó que, en los Comptes rendus, no
había encontrado la aceptación de éste a las evidencias presentadas e incluso,
Boucher le envió alguna carta, siendo las respuestas del presidente muy diplomáticas. Véanse los números de la revista de los años 1863-64. También
Arrizabalaga, 1998: 96.
24 No fueron muchas las ocasiones en que Vilanova se refirió a la expedición.
Entre ellas, podemos recordar la alusión que, con motivo de los paraderos,
hizo en las conferencias de Santander (1881b: 76). Tras exponer las características de los kiokenmodingos, relata: “Los paraderos no son exclusivos de
este periodo (Neolítico), muchos pertenecen al del cuchillo, como entre otros
puede citarse el de la cueva de Santillana, y hasta los hay que son contem-
poráneos, debiendo incluir en esta categoría los que actualmente forman las
hordas salvages de la Tierra del Fuego, por ejemplo, visitados por los naturalistas de la expedición al Pacífico”. También la citó durante el Congreso de
Lisboa (1884a: 317).
25 Así, inició un trabajo de campo que abarcó toda la geografía española y que
le iba a llevar a yacimientos como el Neolítico de Imón en la provincia de
Guadalajara, el de Cerro Muriano y otros en Córdoba, Paredes y Melgar en
Castilla la Vieja. Aunque la labor más importante la realizará en el País Valenciano, con la prospección en multitud de yacimientos, como los citados
o la Ereta del Pedregal en Navarrés e impulsó directa o indirectamente los
estudios y excavaciones realizados en estas tierras en la segunda mitad del
siglo. Véase Goberna (1981, 1984, 1985).
26 Maier (2000: 59) afirma con rotundidad que “Vilanova... apenas si se ocupó
de la [prehistoria] madrileña”. Reduce su aportación en este campo al curso
dado en el Ateneo en el curso 1867-68 y al artículo aparecido en El Museo
Español de Antigüedades dedicado al cerro de San Isidro, pero nada dice
de sus continuas referencias a dicho yacimiento, del que mantuvo hasta el
final de sus días que se trataba del yacimiento más antiguo de la Península
y debemos añadir que la lámina que elaboró sobre los principales hallazgos
allí realizados, con la famosa mandíbula humana como elemento estrella,
la incluyó repetidamente en sus publicaciones. Aunque no debemos menospreciar el hecho de que Vilanova no fue un arqueólogo constante y de
hecho, no acabó ninguna excavación, argumentos para refutar dicha afirmación, se encuentran en García y Ayarzagüena (2000: 10-11) y Ayarzagüena
(2002c).
22
118
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pues le muestran asumiendo dicha tarea con todas sus consecuencias. Este texto no sólo difundirá entre médicos y farmacéuticos los descubrimientos antropológicos y prehistóricos
que se estaban llevando a cabo en Europa, sino que también,
en palabras de Ayarzagüena (2002b: 62): “ya se observan las
pautas ideológicas que seguirá en su vida de prehistoriador:
creacionista, catastrofista, monogenista, partidario de la unidad
del lenguaje primitivo. En conclusión: ideas conservadoras en
la ciencia, aunque rupturistas con las academicistas entonces en
boga”.
Al año siguiente (1867), desplegó una intensa actividad
arqueológica. En compañía de su hermano José y de sus amigos
Tubino, Roca y Maraver, realizaron esa primavera un viaje por
Andalucía, en el que visitaron el Valle del Guadalquivir; Cerro
Muriano –que había prospectado someramente Prado pocos
meses antes de morir–, donde encontraron martillos de diorita,
muelas de molino toscas y restos de cerámica, y concluyeron
que había habido una primera ocupación prehistórica y otra en
periodo romano;27 y la cueva de Zarcas en los alrededores de
Cabra, donde exhumaron una mandíbula humana y algún útil
de hueso, pero no de piedra labrada. Además visitaron a una
de las figuras de mayor renombre internacional en el campo
de la prehistoria y la antropología, el catedrático de Sevilla,
Antonio Machado Núñez, quien junto a Álava, había formado
un pequeño museo con restos paleontológicos e instrumentos
“Neolíticos”; término con el que se designaba en la época a las
piezas pulimentadas, con lo que éstas también pudieran pertenecer a la Edad del Bronce e incluso del Hierro. Fiel a una
tradición que le iba a caracterizar, dio noticia de sus andanzas
en sendos artículos aparecidos en La Andalucía y Las Novedades. Meses después, acompañó a Verneuil y Favre al yacimiento de San Isidro y ese verano volverá a los yacimientos
del Parpalló y la Cova Negra, además de visitar los de Las
Maravillas (Gandía), con un nivel inferior de útiles de piedra
pulimentada y el superior con cerámica romana; la Cova del
Bolomor en Tavernes de la Valldigna, donde exploró y recogió
materiales de una brecha huesosa; Avellanera (Catadau), con
restos humanos; y por indicación de su amigo Pla, excavó la
cueva de San Nicolás (L’Olleria), donde se encontró con dos
niveles distintos: uno muy antiguo y otro posterior, con hachas
pulimentadas y restos de cerámica; e hizo una prospección en
el “monumento de Ayelo de Malferit”, que le reveló restos de
cerámica. De todo ello dio cumplida cuenta en sendos artículos
aparecidos en Las Provincias y dictó una conferencia en la
Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia, de
la que consiguió la formación de una comisión para la excavación del monumento de Ayelo (Ayarzagüena, 1992: 161-164;
1996b; 2002b: 63).
Pensamos que el objetivo de tamaña actividad, fue recoger
información con la que poder intervenir, si fuera el caso, en
las discusiones del congreso de París; pero antes fue a visitar,
junto a su amigo Clement, los palafitos hallados cerca del Lago
de Neuchâtel, donde el año anterior se habían inaugurado los
congresos internacionales de antropología y arqueología.28 En
la capital del Sena, tenía lugar la Exposición Universal, donde
había una muestra de materiales prehistóricos de diversos
países, que suponía, en palabras de Gabriel Mortillet, la primera muestra de la prehistoria, “d’une manière solemnelle
et générale” (citado por Daniel, 1977: 52). Y entre los actos
paralelos, se celebró el II Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica, presidido por Edouard Lartet
y en el que Vilanova participaba como “membre du conseil”.
A pesar de este nombramiento, su presencia no tenía un peso
institucional similar a los de Álava y Machado, quienes llevaron restos prehistóricos y paleontológicos de su museo al
pabellón español, que contaba con una selección de objetos
arqueológicos que Prado ya había solicitado a la Jefatura de
Minas antes de su muerte, lo que dio lugar a que fuera Amalio
Maestre quien coordinara los trabajos, al tiempo que añadió un
buen número de útiles hallados por este destacado arqueólogo.
A su vuelta a nuestro país, estos materiales entrarán a formar
parte de la primera exposición permanente de prehistoria de
España, instalada en la Escuela de Minas, según testimonio de
Manuel de Assas, organizador de la sección de prehistoria del
Museo Arqueológico Nacional (Lartet, 1868; Ayarzagüena,
1992: 164-166; Puche Riart, 2002: 25). La comunicación de
Vilanova, Instruments de pierre de San Isidro, près de Madrid,
se centró sobre un yacimiento suficientemente conocido por
los especialistas en la materia y posiblemente debió molestar
a alguno de los colaboradores de Prado, ya que además, en un
intento de poner en valor su trabajo, hizo especial hincapié en
la identidad de las hachas de Saint Acheul y las de San Isidro
–aspecto que ya habían puesto de relieve Verneuil y Lartet en
1863 y habían comentado a Vilanova durante su visita en 1867
(García y Ayarzagüena 2000: 8 y 10)– e incluso, propuso que
la próxima excursión que se tenía prevista, fuera a ese lugar,
vista la importancia del yacimiento.29
Cabe preguntarse a qué podía deberse el protagonismo
de Vilanova, quien además pretendía llevar a los congresistas
al citado yacimiento con la intención de demostrar sus tesis
monogenistas, según afirma Ayarzagüena (1992: 165). Hasta
el momento, sólo había publicado sobre la especialidad el conjunto de artículos acerca del origen del hombre, que por un lado
restó inconcluso y por otro, se trata de una obra de divulgación,
donde se hace una buena y documentada puesta al día de las
investigaciones acerca de esta materia, pero en la que apenas
deja espacio para alguna referencia a San Isidro y los yacimientos del Parpalló y la Cova Negra: un bagaje muy pobre
para su nombramiento, especialmente frente a los trabajos de
Machado, Maestre o del canario Maffiote, también presentes
en la reunión, a la que no presentaron comunicación alguna.
En su intervención, hizo una petición con un objetivo ideológico y científico claro, que, por razones diplomáticas, no podía
haber hecho ninguno de los seguidores franceses de las tesis
Fruto de esta excavación, elaboraron una memoria, que acompañó una interesante donación de materiales al Museo Arqueológico Nacional, que en
reconocimiento, les editó el texto, que iba firmado por Vilanova y Tubino:
Exploración geológico arqueológica de Cerro Muriano, Gaceta de Madrid,
207, 202 (20 de julio de 1868), 1-5.
28 Esta es una buena muestra de su curiosidad y ansia de estar al día de los
avances realizados en la disciplina, pues, como recordará en su reseña
del Congreso de Berna de 1878 (1884a: 101), Clement estaba realizado
estos descubrimientos precisamente en ese momento, en los años 1866
y 1867.
29 Volvió a referirse a esta relación entre los dos yacimientos y notificó el
hallazgo de un húmero humano, que habría exhumado en 1869 (Vilanova,
1872c), aunque posteriormente Obermaier discrepó de su procedencia estratigráfica. García y Ayarzagüena (2000: 10) y Ayarzagüena (2002c).
27
119
[page-n-133]
monogenistas, cuyas cabezas visibles eran Quatrefages, catedrático de antropología en el Museo de Historia Natural, y su
asistente Ernest-Théodore Hamy, organizador de la exposición
etnológica en la Exposición; enfrentados con los miembros de
la Escuela de Antropología de París, bastión de los poligenistas.
Tampoco debieron ser ajenos a esta afirmación de la posición
internacional de Vilanova, sus amigos Louis Lartet y Verneuil,
a quienes pudieran haberse añadido otros conocidos de su etapa
parisina.
También en este año, se constituyó el Museo Arqueológico
Nacional, que había sido de gestación muy complicada y al que
Vilanova cedió materiales obtenidos en sus excavaciones españolas, ya conocidas, de Parpalló, Cova Negra, San Isidro, Imon,
Maravillas, Bolomor y Cerro Muriano; así como las francesas
de Dordoña, Saint Acheul y Toulouse, y la suiza de Auger Saint
Aubin.30
En 1868 –según testimonios de Mortillet–, Vilanova, Tubino
y el director del Museo Arqueológico José Amador de los Ríos
–hombres de perfiles ideológicos muy distintos y enfrentados–
intentaron, sin éxito, crear un círculo o sociedad prehistórica
española. En abril, Vilanova volvía a visitar San Isidro, ésta vez
en compañía de Delanoue, antes de marchar a Andalucía, donde
ambos se entrevistaron con Machado y contemplaron sus colecciones, que el año anterior había podido examinar en París, y que,
según Ayarzagüena (1992: 1092), había sido el principal motivo
del francés para viajar a España. También tenía listo para la
imprenta el volumen dedicado al Origen y antigüedad del hombre,
a tenor de ciertas informaciones que aparecen en sus páginas,
aunque no saldrá hasta unos años después, y, por otro lado, solicitó, y le fue concedido, el encargo de la docencia de la cátedra de
geología de la Escuela Especial de Topografía Catastral, que se
comprometió a impartir sin remuneración alguna (ver Muro et al.,
1996). Por fin, tenía previsto asistir ese verano al III Congreso de
Antropología y Arqueología Prehistórica a celebrar en Norwich
y Londres, pero, según propio testimonio, por dificultades familiares, optó por enviar una nota titulada Prehistoric remains in
Valencia –que a pesar del título, estaba escrita en francés–, donde
informaba de sus hallazgos en esa zona, al igual que hizo Antonio
Machado Núñez con las cuevas andaluzas (Comas, 1956: 200 y
202; Goberna, 1985: 38-39; Ayarzagüena,1992: 166-169 y 10311033, y 1996b; Jiménez, 1997: 443).31
Origen del hombre o Antigüedad de la especie humana, aparecidos en revistas de contenido sanitario (Revista de Sanidad
Militar y General de Ciencias Médicas32 o El Restaurador Farmacéutico),33 arqueológico (Revista de Bellas Artes é HistóricoArqueológica) y académico (Boletín-Revista de la Universidad
de Madrid). En estas publicaciones se presentaron algunas de las
cuestiones que serán desarrolladas ampliamente en el libro. La
principal novedad de la aportación de Vilanova fue la introducción de evidencias arqueológicas, paleontológicas y geológicas
a la hora de analizar estas cuestiones, y no quedarse meramente
en las cuestiones eruditas o en una sucesión de argumentaciones
lógicas, siguiendo las reglas del escolasticismo, como había hecho
José de Letamendi (1867), en las conferencias dictadas en el
Ateneo Catalán los días 13 y 15 de abril de 1867. En ellas, pretendía demostrar la necesidad lógicamente establecida de la creación divina del hombre así como la imposibilidad de una evolución biológica entre los animales superiores (Núñez, 1969: 91-92).
rimera referencias en España sobre la antigüedad
VI.4.1. P
y el origen del hombre
Entre 1866 y 1869, Vilanova escribió cinco artículos, que
se publicaron en 35 entregas, con títulos tan significativos como
Si la polémica sobre el origen del hombre fue una consecuencia de la obra de Darwin (1859, 1871), el problema de la
antigüedad del género humano comenzó a plantearse en Europa
durante las primeras décadas del siglo XIX (Richard, 1992;
Groenen, 1994). La repercusión del debate sobre la antigüedad
del hombre surgió en España con la publicación en 1840 del
artículo “El hombre fósil” en el Semanario Pintoresco Español.
Se trata de un diálogo irónico, en el que –junto a un grabado que
pretende ser la supuesta proyección del hombre prehistórico,
con cara simiesca, vestido con pieles y llevando una enorme
hacha de piedra–, se divulga la propuesta de la existencia del
hombre en los tiempos antediluvianos. En el diálogo se mencionaban, aunque sin citar a los autores, a los hallazgos de restos
fósiles humanos en las cavernas de Bize (1828), Souvignargues
(1829) y Lieja (1833), que habían sido realizados, y posteriormente difundidos, respectivamente por Pierre Tournal (18051872), Jules Christol (1802-1865) y P.C. Schmerling (17911836) (Pelayo, 2004: 164-165).
Mayor solidez científica tuvieron los trabajos publicados en
1860 en la Revista de los Progresos de las Ciencias, órgano de
difusión de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales de Madrid, y en la Revista Minera, en los inicios de
la década de los sesenta. El primero de ellos, “De la antigüedad
de la aparición del hombre en la Tierra” (Lyell, 1860b), publicado en la revista de la Academia de Ciencias de Madrid, era la
traducción de un artículo publicado en L’Institut y se trataba de
la trascripción del discurso inaugural realizado en septiembre de
En la memoria redactada por la Academia de la Historia favorable para la
impresión de la reseña del Congreso de Copenhague, se señala: “Los señores
Tubino y Vilanova trabajan hace años con un celo laudable en la difusión de
estos conocimientos. Conferencias públicas, libros, folletos, artículos en periódicos, viajes, exploraciones, memorias en la Gaceta de Madrid, donativos
al Museo Nacional de Antigüedades, cuanto puede sugerir el sentimiento de
amor patrio más rectamente dirigido, todo lo acometen sin pararse en obstáculos ni en sacrificios” Vilanova y Tubino (1871: XLVII). El propio Vilanova
se refiere a tales materiales y a la memoria, en la reseña del congreso de Berna de 1878 (1884a: 101) Los útiles cedidos por Vilanova han sido estudiados
por Fletcher (1945). Véase también Ayarzagüena (2002b: 64).
31 Acerca de esta ausencia, podemos decir que el ambiente político-social que
se vivía en el Madrid previo a la Septembrina, no debía ser el más conve-
niente como para abandonar la ciudad y la familia, y más para marchar
al Reino Unido, pues Prim conspiraba desde Londres. Por otro lado, nos
consta que Vilanova no debía saber inglés y si lo conocía, su nivel era sin
duda muy rudimentario, como lo muestra el hecho de que su comunicación,
a pesar del título, estaba escrita en francés. En cuanto a la razón oficial, es
posible que la enfermedad atenazara su hogar, pues su suegro, José Pizcueta, se había trasladado a vivir con ellos y dos años después morirá. Asimismo, en 1869, tras su regreso del siguiente Congreso, fallecerá una hija suya
(Vilanova, 1869b: 795), pero en este caso, las posibles enfermedades no le
habían impedido realizar el largo viaje al Norte de Europa (Ayarzagüena,
2002b: 64).
32 Vilanova (1866a, 1866b, 1867e).
33 Vilanova (1867f).
VI.4. VILANOVA Y EL ORIGEN Y LA ANTIGÜEDAD
DE LA HUMANIDAD 1866-1869
30
120
[page-n-134]
1859 durante la reunión de Aberdeen de la British Association
for the Advancement of Science, por Charles Lyell (1860a), en
el que éste describía su paso por Abbeville y Amiens (Francia)
y confirmaba los descubrimientos de Jacques Boucher de Perthes y la antigüedad del hombre en Europa, al tiempo que anunciaba la próxima publicación del libro de Charles Darwin sobre
el origen de las especies. Unos años después, en 1865, en la
misma revista publicó el trabajo de E. Lartet y H. Christy en el
que se daban noticias de nuevos datos sobre la coexistencia del
hombre en el centro de Francia, con fauna cuaternaria que se
había extinguido o emigrado.34
Como ya se ha comentado, los artículos publicados en la
Revista Minera también fueron traducciones de trabajos franceses.
Su interés por la prehistoria era palpable ya en 1860, cuando J.
Monasterio reseñó el trabajo “Útiles y armas de piedra” publicado
en “El Cosmos” por F. Moigno, que a su vez era una traducción
de una carta de Worsäe que había aparecido en la revista británica
Atheneum. Ese mismo año en la Revista Minera se informó del
hallazgo de un hacha de sílex y al año siguiente, se hacían eco
de los descubrimientos de industria lítica por parte de Boucher
de Perthes (Anónimo, 1860 y 1861). El primero que abordaba la
antigüedad geológica de la especie humana en la Europa Occidental apareció en 1862 y se trataba de la intervención del paleontólogo Édouard Lartet ante la Academia de Ciencias de París,
que al ser vetada su publicación en las actas de esta institución,
apareció finalmente en los Annales des Sciences Naturelles.35 Al
año siguiente, apareció una nota sobre la antigüedad de la especie
humana y en 1863, se publicaba “El hombre fósil”, que, editado
en L’Abbevillois, hacía referencia al hallazgo en ese mismo año de
la mandíbula humana de Moulin Quignon por Boucher de Perthes
(Anónimo, 1862 y 1863). Un año después, traducían la información ofrecida por el Moniteur Universel sobre este hecho (Anónimo, 1864b) así como un artículo firmado por Milne Edwards
y Lartet (1864) sobre el hombre antediluviano y una memoria
presentada por F. Garrigou y M. Filhol (1864) ante la Academia
de Ciencias, donde exponían un método fiable de confirmar la
coexistencia entre el hombre y animales extinguidos, en este caso,
el Ursus spelaeus.36 En paralelo a la divulgación en España de la
controversia sobre la antigüedad del género humano a través de
los medios de comunicación de científicos e ingenieros de minas,
se producía el hallazgo de los instrumentos de sílex por Casiano
de Prado, Édouard de Verneuil y Louis Lartet en las excavaciones
de San Isidro (Prado, 1864: 294-310).
VI.4.2. Primeros artículos de Vilanova sobre el origen del
hombre y la antigüedad de la especie humana
Durante los años 1866 y 1867, Vilanova publicó un trabajo
en la Revista de Sanidad Militar y General de las Ciencias
El trabajo original fue publicado en los Comptes-rendus hebdomadaires
des séances de l’Académie des Sciences de Paris (1864, t. 58, séance du
29.02.1864, p. 401-408), a través de Milne Edwards que presentó la carta escrita por Lartet y Christy informando de sus hallazgos. En español se tradujo
como “Noticia acerca de las nuevas observaciones relativas a la existencia
del hombre en el centro de Francia, en una época en que dicha región se
hallaba habitada por el rengífero y otros animales que no viven en ella en la
actualidas, por Lartet y Christy”, Revista de los Progresos de las Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales, t. XV, 1865: 110-119.
35 El trabajo original se publicó en 1860 en los Annales des Sciences Naturelles,
4 (149): 117-122.
34
Médicas,37 que apareció dividido en varias partes. La primera
parte se tituló: Origen del hombre, mientras que el resto de las
entregas, hasta un total de 14, aparecieron con el título de Antigüedad de la Especie humana. Hemos de advertir que el trabajo
no se llegó a publicar completo, ya que el último artículo acaba
con un: “se continuará”. Estos mismos textos también fueron
publicados como una serie de artículos en la revista El Restaurador Farmacéutico, en el año 1867 (Pelayo, 1999a: 127-134).
De todos modos, como veremos más adelante, casi todos estos
artículos fueron incorporados casi textualmente al libro Origen
y Antigüedad del hombre, publicado por Vilanova en 1872. Esta
utilización de textos previamente publicados en trabajos posteriores, como venimos recordando, parece ser un hábito normal
en la obra de Vilanova (Gozalo, 1993a; Gozalo y Salavert, 1995;
Pelayo, 1999a). Una buena forma de demostrar esta aserción
es mediante el análisis de alguna de las obras y en este caso,
nos vamos a centrar en los 14 artículos publicados en la Revista
de Sanidad Militar y General de las Ciencias Médicas (186667), que fue donde se editaron estos textos por primera vez (ver
Gozalo et al., 2004b). Nos permitimos recordar que fue en esas
fechas cuando Henri-Sébastien Le Hon publicaba uno de los
textos más influyente sobre el tema: L’homme fossile en Europe
(Bruselas-París, 1867).
El conjunto de los artículos se pueden agrupar en tres grandes
bloques. El primero (I-VII) de carácter general, en el que se
exponen las ideas imperantes en la época, tanto en relación al
origen del hombre, de la Tierra, el clima y la geología de los
tiempos más recientes. El segundo (VIII-XI) es de carácter histórico, donde se describe sucintamente la historia de los descubrimientos previos, y comenta con cierto detalle las reuniones
francobritánicas que tuvieron lugar en los años 1862 y 1863, para
aclarar la autenticidad de la mandíbula de Moulin Quignon y de
los instrumentos líticos allí encontrados por Boucher de Perthes.
En el último de estos artículos, se ofrece una panorámica de la
situación de tales estudios en ese momento. El tercero (XII-XIV)
tiene un carácter descriptivo; Vilanova dice que va a describir de
un modo más prolijo los hallazgos conocidos hasta la época y
para ello utiliza un criterio de tipo geográfico, en lugar del cronológico, habitual en la mayoría de sus trabajos. Comienza con la
descripción de la geología de los yacimientos de la Picardía, en
las cercanías de Abbeville en el valle del río Somme, en Francia,
y también encontramos esporádicas referencias a yacimientos
españoles. Estos artículos presentan dos hechos curiosos, el primero, ya comentado, es el criterio geográfico de la descripción, y
el segundo es que comienza la descripción de los yacimientos de
más moderno a más antiguo, en lugar del habitual en geología y
que él utilizaba con asiduidad, de describir de más antiguo a más
moderno. Una posible explicación está en su inspiración en el
trabajo de Lyell (1863), que es citado continuamente.
Este es un buen ejemplo del interés que despertaban estos temas y la rapidez
de la traducción. El artículo original: “Contemporaineté de l’homme et de
l’Ursus spelaeus établie par l’étude des os cassés des cavernes” había sido
presentado por Quatrefages a la Academia de Ciencias y fue publicado en
1864 en los Comptes rendus, 58: 891-899.
37 Esta revista en esta primera época duró cuatro años, y tuvo tres nombres
distintos; 1 y 2: Revista de Sanidad Militar española y extranjera; 3: Revista
de Sanidad Militar y General de Ciencias Médicas; 4: Revista General de
Ciencias Médicas y Sanidad Militar.
36
121
[page-n-135]
VI.4.3. Contenido del “Origen del hombre y Antigüedad de
la Especie humana” (1866-1867)
A continuación, describiremos brevemente los datos e ideas
plasmados por Vilanova en cada una de los artículos que conforman el trabajo.
Artículo I. Según Vilanova, gracias a los adelantos y progresos de la geología se podía sentar el principio de que el
hombre era mucho más antiguo de lo que se creía, ya que su
origen o aparición en el globo terrestre se remontaba a edades
anteriores a las estimadas hasta la fecha. Las pruebas se basaban
en la unidad de la especie humana y en los recientes descubrimientos paleoantropológicos de fósiles humanos antediluvianos, asociados a industria lítica.
Desde un punto de vista general, Vilanova hace hincapié
en su catolicismo y en su idea de concordancia entre ciencia y
religión, que, como hemos visto, fue una guía básica en toda
su producción. Así, dice, admitida la unidad de la especie
humana por los naturalistas de mayor peso científico en este
campo, algo que, en opinión de Vilanova, confirmaba la revelación mosaica, se podía decir con Lyell, referente fundamental
para él, que se necesitaba para la formación lenta y gradual
de las razas un espacio de tiempo mayor que cualquier cronología humana conocida. Desde el punto de vista argumental,
el enunciado básico es la unicidad de la especie humana, que
fue creada por Dios, y tras su creación, la diversificación en
las razas humanas, así como las numerosas lenguas y dialectos
en las que se ha diversificado la primera lengua común, sólo
son explicables si hay tiempo suficientemente largo para que
se produzcan estos fenómenos. Es decir, partiendo de que la
humanidad procedía de una sola pareja, había que aceptar un
gran intervalo de tiempo durante el cual la continua influencia
del medio habría dado origen a ciertas particularidades en el
hombre, que se fueron pronunciando cada vez más en generaciones sucesivas, hasta acabar fijándose y transmitiéndose por
herencia.38
A modo de comparación, dice que si la historia muestra el
largo tiempo necesario para cualquier adquisición de la cultura
humana, mayor será el tiempo para los fenómenos “antehistóricos”, para los cuales ya se han establecido tres periodos “de
piedra, de bronce y de hierro”, el primero de los cuales a su vez
está desdoblado en dos edades. Por último, se refiere a la importancia de algunos hechos catastróficos en la historia de la humanidad, como la Atlántida o las erupciones del Vesubio, con la
destrucción de Pompeya y Herculano. En este sentido decía que
en el transcurso de la lenta evolución de la Tierra habían tenido
lugar una serie de circunstancias extremas, como inundaciones,
terremotos, la aparición súbita de una cordillera o cualquier otro
gran cataclismo geológico registrado, que habrían afectado a
pueblos enteros, ocasionando la dispersión de razas y la desaparición de algunos de ellos.
Artículo II. Continúa las argumentaciones del artículo
anterior con un refuerzo de las referencias bíblicas. Entrando
en las pruebas objetivas de la gran antigüedad del hombre en
la Tierra, comenzaba por decir que confirmaba la existencia
del hombre el hecho de que en esa época la superficie terrestre
38
Vilanova (1866a: 679). A partir de ahora, referimos entre paréntesis el número del volumen y las páginas correspondientes a los fragmentos transcritos.
122
cambió de condiciones biológicas por efecto del diluvio universal. Este razonamiento suponía una gran satisfacción para
Vilanova que, como católico convencido, veía confirmarse
la verdad revelada, ya que había evidencia de que en épocas
anteriores a esa gran inundación no existía ningún rastro de la
especie humana.
Si la humanidad no procedía de un tronco común, decía,
había que admitir entonces la existencia de tantos centros de
creación como, al menos, razas existieran. Pero esto último no
estaba conforme según él, ni con el Génesis ni con el parecer
de las mayores autoridades científicas. Por el contrario, la
unidad de la especie humana, al igual que los restantes puntos
de la creación, se encontraban “perfectamente de acuerdo y en
admirable armonía y concierto” con la verdad revelada (Vilanova, 1866b: 710). Y para llegar a la diversificación existente
en la actualidad, hacía falta un largo lapso de tiempo: “nos
referimos a la suma de tiempo que supone la distribución del
hombre en el globo, que arrancando de la meseta del Tíbet,
donde con bastante probabilidad estuvo el Paraíso, siendo
aquella la cuna de la humanidad” (Op. cit.: 711). Y este lapso
había de ser necesariamente largo, lo que justificaba mediante
un argumento geográfico: la existencia de barreras que frenarían el proceso, y otro de tipo moral: “Pero ¿por ventura el
grado de inteligencia y de condiciones morales que los distingue, no supone, partiendo de la unidad de origen, una evolución infinitamente más lenta y paulatina?” (Op. cit.: 711).
En ese largo espacio de tiempo necesario para poder expandirse por toda la Tierra, el hombre experimentó, a medida
que se encontraba bajo las influencias de condiciones físicas
diferentes, un proceso de lenta “metamorfosis”, no de manera
simultánea sino sucesiva, diversificándose hasta el punto en
que se podía observar en el presente (Op. cit.: 712). Su idea
básica es la unidad de especie, cuna y lenguaje, que le venía
impuesta por su aceptación del milagro de la Creación, tras
el cual el “Supremo Artífice” simplemente dejó que siguiera
el proceso: “no hay necesidad de otra cosa sino de dejar marchar la especie humana hacia su ulterior destino, sometida a la
influencia lenta y paulatina de la materia y del espíritu creados
por el mismo Dios” (Op. cit.: 712).
En relación a cómo se había originado el hombre sobre la
Tierra, Vilanova era coherente con sus creencias creacionistas
(Op. cit.: 712):
Admitido y reconocido por nosotros como tal el milagro
de la creación, así de la materia en su totalidad, como del
hombre en particular, con el que el supremo Artífice quiso,
formándole a su semejanza e imagen, coronar su portentosa
obra, no hay necesidad de otra cosa sino de dejar marchar
la especie humana hacia su ulterior destino, sometida a
la influencia lenta y paulatina de la materia y del espíritu
creados por el mismo Dios.
A continuación, informa de la presencia en distintos lugares
de fósiles de mamíferos junto con “la primitiva y tosca industria”, que se encuentran tanto en cuevas como en capas superficiales. Pero antes de pasar a describir estos hallazgos, introduce
[page-n-136]
algunos términos geológicos, que va a utilizar a partir de este
momento. Define y caracteriza el término roca, con referencia a
dos aspectos: formación y terreno. Cita a Buckland para caracterizar un terreno a través de tres caracteres: el mineralógico,
el estratigráfico y el paleontológico. De ellos, son mucho más
importantes para la datación de un terreno, el paleontológico, es
decir las “faunas” y “floras” que aparecen en cada terreno, y el
estratigráfico, o sea el orden de superposición de los materiales,
que el mineralógico: rocas.
Su idea de un modelo paleontológico creacionista, caracterizado por la armonía entre floras y faunas fósiles y el terreno
o periodo geológico donde éstas se hallaban, implicaba condiciones biológicas temporalmente distintas en la historia de
la Tierra (Op. cit.: 714). Además, cuanto más recientes son
los terrenos, más se asemejan sus fósiles a los organismos
actuales, lo que sería “prueba inequívoca de que la naturaleza
ha ido poco a poco, y sin dar grandes saltos, modificándose así
en los reinos vivos como en la materia bruta o inorgánica; en
confirmación del enlace que necesariamente debe existir entre
partes distintas de un mismo todo, único, grandioso y armónico” (Op. cit.: 714).
Artículo III. Vuelve a centrarse en el carácter paleontológico
de los terrenos, que sirve de elemento de datación, pero además
nos informa sobre “la existencia de una serie continua, así botánica como zoológica, lo mismo que los de la fijeza o variabilidad indeterminada o transformación de las especies, y por
último el corolario inmediato de la suposición de una sola, o de
tantas creaciones cuantas son las faunas y floras que existieron
en los diferentes terrenos” (Op. cit.: 737). Tales observaciones
son analizadas científicamente a partir de dos premisas: la idea
de que los organismos desde un primer momento han estados
sujetos “al mismo plan de estructura y de armonía” (Op. cit.:
737), y que la materia inorgánica siempre ha estado sometida a
las mismas leyes de la naturaleza.
En el párrafo siguiente hace referencia a que la mayoría
de los autores aceptan la existencia de creaciones sucesivas,
de acuerdo con la “relación mosaica”, tanto en la existencia
de varias creaciones como en el orden de las mismas. Aunque,
citando a “Lamarck, Darwin y otros” advierte que “autoridades
respetabilísimas por su profundo saber... admiten una creación
única que ha ido modificándose a través de la sucesiva evolución de la materia mineral hasta llegar al hombre” (Op. cit.:
738). Y continúa (Op. cit.: 738):
... nos complacemos, sin embargo, en consignar que la
inmensa mayoría está por diferentes creaciones independientes de seres que aparecieron y dejaron de existir en
cada terreno; hallándose en este punto completamente de
acuerdo con la relación mosaica, pues no solo se refiere
esta a creaciones diferentes, sino que el orden con que
Moisés las indica coincide exactamente con lo que la
ciencia ha podido descubrir en virtud de la más asidua
exploración en la inmensa serie de los terrenos de sedimentos.
Criticaba el transformismo, ya que para admitirlo había que
suponer que el proceso, repetido en el caso de las miles de miles
de especies existentes, requería un tiempo tan inconmensurablemente largo que la razón y la Biblia desmentían (Op. cit.:
738-739).
Además, decía, la ciencia se oponía a la creación orgánica única, ya que los restos fósiles apoyaban el que la vida
no había empezado con organismos sencillos y de un orden
inferior, sino que en los terrenos de “primera creación” se
encontraban representantes de casi toda la escala zoológica:
“la fauna primordial” (trilobites, cefalópodos, braquiópodos,
zoofitos...). De esto debía deducirse “que lejos de confirmar la
idea de una creación primera con carácter de embrionaria, la
naturaleza quiso hacer alarde desde su origen de los diferentes
tipos que habían de representar con el tiempo todo el reino
animal” (Op. cit.: 739).
Según Vilanova, dependiendo del diferente modo de considerar la cuestión de la creación orgánica, se podía tener
también diferentes conceptos sobre la especie. Para algunos
era fija e inmutable, para otros era susceptible de sufrir cambios. Estos últimos, en opinión de Vilanova, partían más o
menos disimuladamente de la generación espontánea, o de
la capacidad de la materia mineral, puesta en determinadas
condiciones, de producir organismos inferiores. Admitían,
pues, una creación única de la materia orgánica en su primitivo estado y la hacían diversificarse por gradaciones insensibles hasta el número de especies existentes en el presente,
haciendo intervenir para ello sólo a las causas físicas externas
durante un largo periodo de tiempo. Coherentemente con sus
postulados, estos autores rechazaban los grandes cataclismos
para explicar la historia de la Tierra. Suponían que una especie
dada podía convertirse en otra diferente, al sufrir una serie de
modificaciones en el transcurso del tiempo, que llegando a
ser esenciales y trasmitiéndose de generación en generación,
imprimían carácter a sus representantes hasta convertirse en
una especie distinta.
La ciencia por tanto, según Vilanova, daba un rudo golpe,
aunque no el único, al principio fundamental de Lamarck y
Darwin. Para él, la “primera ley paleontológica”, que establecía que la duración de las especies en los tiempos geológicos había sido limitada, probaba que las diferentes floras
y faunas eran el resultado de creaciones distintas, puesto
que había tal “diversidad” entre las pertenecientes a terrenos
correlativos que difícilmente podía seguirse la idea de que
unas procedían de otras. Las especies jóvenes habían podido
adaptarse a las nuevas condiciones biológicas, mientras que
las viejas se habían extinguido. Y comentaba: cada terreno
“contiene en su seno un conjunto no de familias y géneros,
sino de especies animales y vegetales diferentes de las anteriores y posteriores, notándose tal diversidad entre ellas, que
difícilmente puede surgir la idea de que sean las unas hijas de
las otras, sino resultado más bien de creaciones diferentes”
(Op. cit.: 740).
El resto del artículo lo dedica a mostrar las cuatro “leyes
o principios” paleontológicos y a interpretarlos de un modo
más acorde con su creencia en la necesidad de las creaciones
múltiples: 1ª, “la duración de las especies en los tiempos geológicos ha sido limitada”; 2ª, “las especies contemporáneas en
una misma o en localidades no muy lejanas, han aparecido y
desaparecido simultáneamente en su mayor parte”; 3ª, “desde
el momento en que aparece por primera vez un tipo zoológico
hasta su extinción completa, no ha sufrido interrupción en su
existencia”; 4ª, “que los animales más perfectos o de organización más compleja, proceden de épocas relativamente más
modernas” (Op. cit.: 740-741).
123
[page-n-137]
Comenta que este último principio aparentemente estaría
de acuerdo con los que suponían una evolución, ya que implicaría el “perfeccionamiento gradual”. Pero hace hincapié en que
se refiere a los grupos y pone como ejemplo “que el hombre
ha sido el último ser creado, que a él le precedieron inmediatamente los mamíferos, a éstos las aves y así sucesivamente.
Pero si descendemos a detalles, vemos lo que ya indicamos más
arriba; a saber, que lejos de suponer esto una filiación continua o
una descendencia en línea recta, procediendo los más perfectos
de los menos complejos, lo cual nos llevaría hasta el extremo
incalificable de que el hombre reconociera al mono por ascendiente” (Op. cit.: 741).
Finalmente, resume cuales son las verdades para él: existencia de creaciones sucesivas, las especies son fijas y que no
puede proceder de otras previas, y que los organismos aparecieron desde el primer momento “perfectos a su manera”.
Vale la pena señalar que, en estos párrafos, cita las obras de
D’Orbigny, Cuvier, D’Archiac y Pictet. Termina concluyendo
(Op. cit.: 741):
1º que no hubo una sola y única creación, sino tantas cuantas
son las faunas y floras independientes que caracterizan los
diversos periodos de la historia terrestre; 2º que en su consecuencia y según nuestro modo de pensar, la especie es un
tipo fijo y constante autónomo, digámoslo así, y de manera
alguna procedente de metamorfósis sucesivas de otras anteriores; y 3º que lejos de haber aparecido el organismo en
estado embrionario, se presentó desde su origen del modo
más variado y perfecto a su manera.
Artículo IV. Dedicado enteramente a explicar “el cuadro de
los terrenos que representa en su conjunto la historia física de la
Tierra” (Vilanova, 1867e: 5). El propio Vilanova indica que la
teoría aceptada es la plutónica, y a la hora de caracterizar cada
terreno, esto es, su edad, refiere dos modos: bien de acuerdo
con los levantamientos de los sistemas montañosos y las rocas
ígneas que los originan, bien mediante el orden de superposición de las capas y los fósiles que ellos contienen. Indica que
aunque puedan parecer dos sistemas distintos, realmente la conjunción de ambos es perfecta y se complementan. A continuación ofrece una breve historia de las divisiones temporales que
se han ido utilizando, y expone la usada en la época siguiendo
el orden desde más antiguo a más moderno, dando una breve
caracterización para cada “terreno”, incluido el cuaternario,
aunque comenta que éste será desarrollado más ampliamente
en el siguiente artículo. Finaliza ofreciendo un cuadro sintético
de los terrenos.
Artículo V. Describe y caracteriza el Cuaternario o Posterciario, reseñando las teorías más en boga para explicar los
periodos glaciares que en él habían ocurrido. Este periodo
lo caracteriza por la aparición del hombre y de la flora y
fauna actuales; también indica la dificultad para separarlo
del Plioceno, ya que sólo se diferenciarían por la extinción
de algunas especies. Además, comenta que, desde el punto de
vista estratigráfico, el tránsito entre el Terciario y el Cuaternario en algunos lugares es tan insensible que resulta difícil
situar el límite. Dicho lo cual, señala que los depósitos de tipo
aluvial y diluvial son claramente cuaternarios, aunque tienen
tal variedad de composición y desarrollo según las regiones,
que “el Cuaternario no posee materiales propios, sino que está
124
representado en cada comarca o región por los detritus o resultados de la destrucción de aquellas rocas que forman la base
de terrenos anteriores” (Op. cit.: 40). Otra de las características de este terreno para Vilanova era “que durante esta época
geológica cesa casi por completo la sedimentación normal y
tranquila, para ser reemplazada por el transporte tumultuoso
de los materiales a largas distancias unas veces, aunque más
frecuentemente a puntos poco lejanos o circunscritos. Puede
decirse que el terreno que nos ocupa es de sedimento, pero
incompleto, supuesto que de las tres condiciones que determinan la sedimentación, esto es, erosión, transporte y depósito
tranquilo en el seno de las aguas marinas o lacustres, le falta
esta última” (Op. cit.: 41).
A continuación dedica varios párrafos a explicar esta cuestión,
llamando la atención sobre los cantos que forman estos depósitos, entre los que distingue dos tipos que aparecen en distintas
regiones: unos redondeados y lisos, y otros angulosos con señales
de estrías y a veces pulimentados. Ello implica que el acarreo no
ha sido siempre por agua líquida y que los últimos cantos habrían
sido transportados por “la acción del agua sólida”. Además, estos
últimos se agrupan por composición, y no por peso o tamaño,
lo que indicaría unas condiciones de arrastre muy distintas a las
de las “aguas líquidas”. Al considerar estos depósitos como glaciares, se puede admitir que las condiciones climáticas del Cuaternario habrían sido muy diferentes a las de periodos anteriores,
lo que venía corroborado por la presencia en Europa de faunas y
floras ecuatoriales en el Terciario superior.
En el último periodo geológico, se produjo un profundo
cambio tanto en las condiciones climáticas y orográficas como
hidrográficas, que supusieron la desaparición de la mayor parte
de las faunas precedentes y su sustitución por las actuales.
“Este cambio brusco consistió principalmente en un desarrollo
extraordinario de las nieves perpetuas, las cuales a juzgar por la
extensión de sus efectos…, debieron ocupar casi todo el continente europeo” (Op. cit.: 43). También plantea que durante este
primer periodo glacial, el hombre todavía no habitaba Europa,
ya que por el momento no se había encontrado ningún dato que
justificara esta interpretación. Curiosamente considera que estas
condiciones climáticas no eran favorables “para que se realizase
ese gran acontecimiento con el que, según la frase bíblica, quiso
Dios coronar la portentosa obra de la Creación” (Op. cit.: 43).
Posteriormente se produjo un cambio en las condiciones
ambientales, apareciendo las faunas de mamut, rinoceronte
lanudo y demás fauna de las cavernas, que “formaron el cortejo
del hombre al aparecer en Europa por primera vez, procedente,
casi puede decirse con seguridad, de las regiones orientales,
donde el común sentir de las gentes señala a la humanidad su
cuna” (Op. cit.: 43).
Propone que el levantamiento de los Alpes dio origen al
importante cambio climático que originó la primera glaciación.
En una etapa posterior, un movimiento de depresión en todo el
continente europeo originaría una elevación de las temperaturas
y, por lo tanto, la fusión de los hielos. Las aguas de fusión originarían la mayoría de los valles actuales con su gran fuerza,
así como extraerían los materiales de las cuevas, dejándolas en
condiciones de ser habitadas. A este periodo, conocido como
del Oso y la hiena de las cavernas, le calcula una duración de
unos miles de años y en él ya acepta la presencia del “hombre
primitivo”, del cual se encuentran herramientas en las mismas
cavernas, en los niveles denominados “brechas huesosas”.
[page-n-138]
El siguiente periodo se denomina del Reno y se caracterizó
por un recrudecimiento del clima, que si bien no llegó a los
extremos de la anterior glaciación, la posterior fusión de los
hielos también provocó grandes inundaciones, que anegaron las
cavernas, donde se depositaron restos del hombre primitivo, su
industria y los huesos de los animales que le acompañaron en su
aparición en Europa. Esta amplia inundación, que sería primero
tumultuosa y luego más tranquila, fue precedida por un hundimiento del suelo y marcaría el final de la época prehistórica. Esta
inundación habría originado la morfología actual de Europa,
dejando como resultado los sedimentos conocidos como diluvio
o diluvium rojo (detríticos groseros), que estarían recubiertos
por un material más fino denominado Lehm o Lœss (limos), en
el que se encuentran gran cantidad de fósiles, la mayoría de los
cuales todavía viven en la actualidad, aunque algunos se han
extinguido. Estas grandes inundaciones dejaron finalmente una
capa superior de “tierra vegetal”, por lo que Vilanova concluía
“que si bajo el punto de vista moral, el diluvio fue un castigo
que Dios envió a la tierra, o contra sus moradores pervertidos
por el pecado, considerado como fenómeno físico fue un bien
tan grande, que sin él difícilmente el hombre hubiese encontrado en el globo condiciones para poder vivir y desarrollarse”
(Op. cit.: 45). Esta misma idea la repite Vilanova en el capítulo
dedicado a las inundaciones en su tratado sobre los pozos artesianos (Vilanova, 1880b).
Por encima de estos niveles crecieron los niveles de turba,
que todavía se están produciendo en algunas regiones en la
actualidad. A continuación resume toda esta información, e
incluye datos de distintas regiones del Norte de Europa, para
acabar comentando que para el desarrollo de todo este conjunto
sedimentario de la primera época glacial y la inundación posterior, habrían sido necesarios unos 60.000 años según Lyell, y
luego se desarrollaría la segunda época glacial, para la que ya no
da una duración. Por último incluye un “cuadro de clasificación
del terreno de Cuaternario, por D’Archiac”.
Artículo VI. Expone las distintas hipótesis esgrimidas para
explicar los periodos glaciares, y las causas que motivaron sus
avances y retrocesos, y por consiguiente los cambios que ocasionaron en el nivel del mar. Vilanova repasa las distintas causas
invocadas, enumerándolas de menor a mayor probabilidad,
según su aceptación.
En primer lugar habla de la teoría del cambio de dirección
del eje de rotación de la Tierra defendida por Boucheporn.
Esta teoría trata de explicar la presencia en regiones polares
de restos de grandes mamíferos como elefantes, rinocerontes,
hipopótamos, etc, actualmente circunscritos a regiones tropicales. El cambio de la dirección del eje permitiría que la disposición de las zonas climáticas cambiara, y que las regiones
polares hubieran sido equivalentes a las tropicales actuales;
además de implicar grandes corrientes de agua en áreas continentales y traslaciones de los mares, que podrían explicar los
materiales denominados como diluviales. Para Boucheporn
estos cambios ocurrirían en periodos más o menos regulares,
lo que permitiría explicar la distribución de faunas y floras en
las distintas épocas geológicas por efecto del clima. Vilanova
comenta que esta teoría es rechazada porque “el movimiento
de rotación de un cuerpo cualquiera no se efectúa sino alrededor de un eje de simetría; y en un elipsoide de revolución
sólo puede determinar el cambio del eje una deformación de
dicho cuerpo” (Vilanova, 1867e: 66). A continuación, des-
cribe brevemente la forma de la Tierra y como se originó, para
negar así toda posibilidad de modificación de su forma. Vilanova explica que estas faunas de grandes mamíferos debieron
vivir en las regiones polares bajo condiciones similares a las
actuales, ya que se han descubierto restos de “elefantes” con
una espesa capa de pelo, lo que probaría “que la organización
de dichos animales estaba ya en relación con el clima frío en
extremo de dichas comarcas” (Op. cit.: 67), por lo que no sería
necesario el cambio en la dirección del eje de rotación de la
Tierra.
A continuación expone las ideas de Humboldt, para quien
la desaparición de estas faunas se debería a los repetidos
cambios, oscilaciones, de la superficie del Norte de Europa,
y probablemente del Norte de Asia y de América. Esta hipótesis también fue expuesta por Von Buch, y aceptada por Elie
de Beaumont, quien la generalizó en el contexto de su teoría
de los sistemas montañosos. A continuación expone someramente los fundamentos de la teoría de Elie de Beaumont,
que había sido el marco de referencia en las últimas décadas,
pero que en esos momentos ya no se consideraba totalmente
cierta, ya que estaba claro que los levantamientos no habían
sido universales, sino regionales. Además, para la mayoría
de los casos, se estaba imponiendo la idea de levantamientos
lentos y paulatinos e incluso, de acuerdo con Prevost, se apuntaba la posibilidad de que algunos levantamientos tuvieran su
origen en una causa diametralmente opuesta, como sería un
hundimiento. Termina el comentario sobre la cuestión de las
cadenas montañosas, diciendo que por el momento todavía no
se había encontrado “una ley que arregle y determine de un
modo regular y constante todos estos movimientos. Lo más
que puede decirse con Lyell es que la eyección de los materiales eruptivos, unas veces, y la retracción por enfriamiento
de los mismos, otras, determinan elevaciones y hundimientos
locales en el suelo” (Op. cit.: 69).
Finalmente, para los cambios producidos en el Cuaternario,
dice (Op. cit.: 69-70):
Así es que Lyell, y con él la mayor parte de los geólogos
ingleses, franceses y suizos, hacen coincidir las dos épocas
glaciales o de invasión de las nieves perpetuas con el levantamiento de los Alpes y de casi todo el continente europeo,
así como la retirada de aquéllas y la invasión de las aguas
corrientes y del mar suponen haber sido contemporánea o
consecuencia del hundimiento repetido del mismo.
La confirmación de esta idea venía dada por los descubrimientos en la península escandinava, donde se encuentran rocas
estriadas y superficies pulimentadas hasta una altura de 200 m,
y a la misma altura se encuentran capas arcillosas con fósiles de
las especies que ahora viven en el mar Báltico, que se habrían
formado en condiciones tranquilas. De estas informaciones, se
ha inferido que la Península escandinava ha estado sometida a
un movimiento de ascenso primero y luego de descenso, de una
amplitud al menos de 200 m, en una época anterior a la actual,
mientras que la actualidad predomina de nuevo el movimiento
ascendente. Analizando todos estos hechos, concluye que en los
momentos de ascenso las nieves alcanzarían un mayor desarrollo, y producirían los fenómenos de pulido y abrasión de las
rocas, y en los descensos, se fundiría la nieve y se produciría
una invasión del mar de estas zonas.
125
[page-n-139]
Artículo VII. Continúa exponiendo las teorías sobre
los cambios climáticos en el Cuaternario. En primer lugar,
comenta la modificación de Mortillet a la teoría de las oscilaciones terrestres, según la cual estas modificaciones climáticas
y morfológicas estaban relacionadas, primero con un movimiento de levantamiento de los Alpes, que originó los grandes
valles, luego un hundimiento, que rellenó estos valles, y finalmente un levantamiento, más leve, en el que una parte de los
materiales depositados fueron arrastrados. Durante el hundimiento, el mar debió inundar parte del centro de Europa y el
Sahara, lo que originaría un enfriamiento de las temperaturas;
el posterior levantamiento y retorno del mar a sus límites
actuales, implicaría una elevación gradual de las temperaturas.
Vilanova, por su parte, la critica, pues la invasión de grandes
áreas por el mar implicaría un clima más húmedo y uniforme,
y refiere algunos argumentos más contrarios a las propuestas
de Mortillet. También comenta la teoría del suizo Escher sobre
una inundación del Sahara, que habría conllevado un cambio
en el régimen de vientos con la desaparición del Sirocco, que
para Agassiz era el principal causante de la ablación de los
glaciares actuales de los Alpes. Tampoco se muestra Vilanova
partidario de estas teorías, ya que, si bien puede considerarse
plausible la invasión del Sahara por el Mediterráneo coincidiendo con un levantamiento de los Alpes, es difícil explicar
cómo se corresponde este fenómeno local con la glaciación
producida en Norteamérica. Por otro lado, comenta que tampoco hay que olvidar la periodicidad de tales fenómenos en el
Cuaternario y considera muy improbable la repetición de las
glaciaciones
A continuación, pasa a exponer un grupo de teorías más
generales, que, unidas a las causas que se han explicado previamente, pudieran explicar estos hechos. Para Lecoq, el clima
habría ido cambiando en función de la evolución de la Tierra,
con tres grandes periodos para los climas: terrestre, “misto” y
solar. Durante el primero, la principal fuente de temperatura
sería el calor interno de la Tierra, dado el carácter ígneo de la
formación del planeta, por lo que sería un clima homogéneo
para toda la superficie. Este periodo abarcaría desde la solidificación de la corteza hasta el Paleozoico “cuya fauna y flora
se distinguen principalmente por su grande uniformidad y por
la extensa área de dispersión de las especies que las representan” (Op. cit.: 113). No podemos olvidar aquí que este
tema estaba siendo ampliamente debatido, ya que Lyell en sus
Principles presuponía una Tierra en equilibrio, con un clima
que no habría cambiado a lo largo de su historia, aunque si
que podía haber tenido variaciones cíclicas. Mientras que la
mayoría de los autores consideraban que el clima de la Tierra
habría sufrido un enfriamiento continuo desde la formación de
la misma hasta nuestros días, un ejemplo palpable era la era
glacial cuaternaria.
La mayor parte del Mesozoico vendría dominado por el
segundo, o mixto, en el que el clima estaría influenciado tanto
por el calor interno como por el calor solar, en este caso “faunas
y floras participando aún en parte de la extensión y uniformidad
del periodo anterior, manifiestan ya una tendencia marcada a
localizarse, reduciéndose considerablemente el área de dispersión de los diferentes grupos de animales y plantas que las
caracterizan” (Op. cit.: 113). El tercer periodo o solar, empezaría en el Cretácico y correspondería básicamente al Cenozoico, cuando la corteza terrestre habría engrosado tanto, que
126
impediría la adecuada difusión del calor interno, y el clima
básicamente dependería de la influencia solar, modificado más
o menos por condiciones locales de la superficie.
Seguidamente, Vilanova, explica cuál es el mecanismo
ideado por Lecoq para explicar las glaciaciones: “el sol a la
sazón era más joven”, por lo que produciría una mayor evaporación, y por consiguiente mayores precipitaciones. Tras una
larga explicación, Vilanova tampoco la considera satisfactoria
para explicar las oscilaciones de las glaciaciones cuaternarias.
Acaba recordando a los glacialistas, para quienes, además de
los movimientos de elevación y hundimiento, la Tierra recorría
en ocasiones zonas del espacio de bajas temperaturas. Y los que
suponían que las oscilaciones pudieran ser debidas a la “precesión de los equinoccios”, que tiene una ciclicidad de 21.000
años. Tras enumerar las cinco consecuencias principales de esta
precesión sobre el clima terrestre, comenta “que por la causa
cósmica que estamos apuntando, al parecer podría explicarse
la repetición periódica a grandes intervalos de ciertos acontecimientos del terreno cuaternario” (Op. cit.: 116). Considera que
sería necesario conocer si tales variaciones originarían traslaciones de las aguas de un hemisferio a otro, y si éstas serían
tumultuosas o, como le parecía más probable, lentas y paulatinas. Aunque refiere algunas objeciones a esta teoría, piensa
que puede ofrecer explicaciones válidas a las oscilaciones climáticas del Cuaternario.
Artículo VIII. “Reseña histórica de la materia”. Curiosamente este artículo lo inicia con referencia al reciente descubrimiento de la mandíbula de Moulin Quignon por Boucher de
Perthes (Op. cit.: 28-III-1862), y la reunión posterior entre geólogos franceses e ingleses para discutir sobre su autenticidad.
Luego, su comentario histórico se retrotrae a Leonardo da Vinci
y los primeros restos fósiles considerados por Scheuchzer en
1726, como el Homo diluvii testis o el esqueleto de Guadalupe, conservado en el Museo del Jardín de Plantas de París. La
principal consecuencia del error producido en la asignación de
tales descubrimientos, fue que los hallazgos posteriores fueran
sistemáticamente puestos en duda, como ocurrió con los restos
encontrados en cuevas de Bélgica en 1833. Este escepticismo
respecto a la existencia o no de un hombre antediluvial, Vilanova lo asume como fruto de la falta de datos, que al igual
que en el siglo XVIII había llevado a aceptar la existencia de
gigantes, poniendo como ejemplo a Torrubia y su interpretación
de los huesos de Concud (ver Pelayo, 1994, y Gozalo, 1999b),
posteriormente supuso la no aceptación de descubrimientos
tales como los útiles de piedra recogidos en los mismos niveles
que las faunas extintas del Cuaternario. Termina diciendo (Vilanova, 1867e: 137):
Por desgracia mezclóse en todo esto el espíritu de partido
religioso, que es el que más peligros ofrece para el verdadero esclarecimiento de la materia, siendo para los unos
artículo de fe la existencia del hombre antes del diluvio,
y motivo para dudar y tener en poco este dato los de la
escuela contraria.
De este modo la “gran antigüedad” del hombre fue muy
discutida, y autores como Cuvier, consideraban que ésta no
superaba los 5000 años, y se opuso a la idea de que fuera contemporáneo de los grandes mamíferos del Cuaternario. Esta
opinión supuso una importante traba para los estudios poste-
[page-n-140]
riores, y así, Lyell no aceptará tal coexistencia hasta 1863. Ello
explica que Boucher de Perthes necesitara casi medio siglo de
hallazgos y estudios, para que se aceptaran sus ideas, con la
excepción de algunos autores como Alfonse Brongniart, o más
tarde Rigollot, quien se convirtió en defensor y difusor de las
mismas.
Artículo IX “Continúa la reseña histórica”. Comienza con
una pequeña biografía de Boucher de Perthes y la enumeración de sus principales obras y descubrimientos, resumidos del
trabajo del propio Perthes, De l’Homme antediluvien et des
ses œuvres (1860). Enumera sus hallazgos de instrumentos de
sílex junto a restos de mamíferos tanto en cuevas y capas de
turba como en el llamado diluvium. También pergeña una historia desde el rechazo frontal a estos descubrimientos a su posterior aceptación por Brongniart en 1840, la confirmación de
los mismos por Ravin y Buteux, y el hallazgo de sílex labrados
en Saint Acheul por parte de Rigollot (1854), que supuso un
auténtico punto de inflexión, pues pasó de ser un opositor a las
ideas de Perthes a un defensor de las mismas. Por otro lado,
estos descubrimientos originaron diversas controversias científicas y religiosas en el mundo académico de París, pero una
vez aceptada la posibilidad de armonizar estos hallazgos con
el relato bíblico, la disputa más ardua se mantuvo en el campo
científico.
Uno de los aspectos que se discutió fue la posibilidad de
que los materiales del diluvium fueran recientes, o bien, material
removido, sobre lo cual argumentaba Perthes, que su espesor
y regularidad hablaban a favor de su antigüedad, y lo mismo
ocurría con la formación de turberas, algunas de las cuales se
disponían suprayacentes a depósitos con instrumentos líticos.
Así, concluía que todos estos depósitos deberían pertenecer al
diluvium.
Aún así, estos trabajos no tuvieron un eco importante hasta
que en 1859 Prestwich, miembro de la Sociedad Geológica de
Londres, visitó Abbeville y observó los yacimientos con huesos
e instrumentos líticos, informando en 1860 a la Royal Society en
un artículo publicado en sus Philosophical Transactions, donde
además comparaba estos yacimientos con los del Sur de Inglaterra y mostraba sus similitudes. La conclusión era (Vilanova,
1867e: 174):
... que los pedernales labrados son, sin género ninguno de
duda, resultado de la acción del hombre; que la posición
que ocupan es en bancos que no han sufrido alteraciones
posteriores a su formación, y hállanse mezclados con
huesos de mamíferos extinguidos los unos, y vivos aún en
el periodo actual los otros. El enterramiento de todos estos
objetos es postglacial, supuesto que se verificó después del
depósito de las arcillas que llevan o contienen cantos erráticos o errantes.39
A pesar de todo esto, todavía faltaba un elemento crucial:
el descubrimiento de restos humanos junto a estos materiales,
lo que se produjo en marzo de 1862, cuando Boucher de Perthes descubrió una mandíbula humana en Moulin Quignon.
Ello propició que, entre el 10 y el 15 de abril, varios científicos
franceses e ingleses fueran a estudiar conjuntamente tanto la
39
mandíbula como el yacimiento. Finalmente, Carpenter y Falconer (Sociedad Geológica de Londres), Quatrefages (Academia de París), Garrigou (Sociedad Geológica de Francia)
y el Abate Bourgeois (profesor en el colegio de Pont-le-Voy)
llegaron a la conclusión de que la mandíbula fósil era realmente humana.
Tras esta aseveración, se publicaron numerosos artículos
relativos a la cuestión. Así el 20 de abril, Quatrefages presentó
la mandíbula y sus conclusiones sobre la misma ante la Academia de París, y Perthes explicó la estratigrafía del yacimiento.
Sin embargo, el día 25 de abril el Times publicó una carta de
Falconer en la que argumentaba contra estos descubrimientos
(Op. cit.: 175):
1.º que las hachas de sílex examinadas por personas competentes, eran falsas; 2.º que una muela que él había llevado
a Londres era reciente, y 3.º que la mandíbula considerada
como fósil no ofrecía carácter alguno, que la diferenciase
de los huesos que se encuentran en los cementerios de
Londres. Terminaba la carta de Falconer asegurando que
todos habían sido víctimas de un fraude preparado por los
obreros, siquiera reconociese que el engaño, aunque debido
quizás a una mera casualidad, había sido tan hábil, que no
lo hubiera preparado mejor la primera Sociedad antropológica del mundo.
Tras esta carta, la reacción en Francia fue proponer la realización de un congreso anglo-francés con el fin de discutir los
hallazgos.
Artículo X. La comisión franco-británica se reunió en París
en mayo de 1863 para analizar el problema, con la presencia
de Henri Milne-Edwards como conciliador y la participación
de Falconer, Prestwich y Busk, por Inglaterra, y Quatrefages,
Lartet, Desoyers y Delesse, por Francia. En primer lugar, estudiaron el material ya recogido y la mandíbula, y posteriormente
fueron a examinar in situ los yacimientos. En esta fase se les
unieron varios paleontólogos más: Hebert, Vibraye, Gaudry,
Aba
te Bourgeois, Delanoue, Garrigou, Alphonse MilneEdwards, Bert y Vaillant.
En el estudio del yacimiento y la secuencia estratigráfica, se
descubrieron nuevos instrumentos de similares características
a los previamente encontrados, que se consideraron auténticos,
desechándose así la posibilidad de fraude, tanto para los instrumentos como para la mandíbula. Tras ello, Quatrefages y
Milne-Edwards emitieron un informe centrado básicamente en
las cuestiones osteológicas, pero sin hacer hincapié en los datos
geológicos, por lo que no quedó totalmente clara la posición
estratigráfica de estos descubrimientos. Ello permitió a autores
como Elie de Beaumont, a dudar no de la autenticidad de los
hallazgos, sino de su antigüedad y pertenencia a los materiales
diluviales, asignándolos a materiales más recientes o “depósitos
sueltos o incoherentes de las faldas de los montes, aplicado por
él y por Mr. Dufrénoy en el mapa geológico de Francia a un
terreno que él llama post-diluvial y de consiguiente mucho más
moderno” (Op. cit.: 206). Así, mantenía la idea de Cuvier de
que la especie humana no era contemporánea del “elefante primitivo”.
La traducción corresponde al propio Vilanova.
127
[page-n-141]
Finalmente, Vilanova extractaba parte de una carta de Falconer al Times (21 de mayo de 1863), donde explicaba e informaba de los cuatro acuerdos principales de la reunión, en la que
se aceptaba la autenticidad y contemporaneidad de la mandíbula
y de los instrumentos líticos.
Artículo XI. Comienza con el resumen del Curso de paleontología en el Jardin de Plantas de París de D’Archiac, donde
admitía la coexistencia del hombre con las faunas cuaternarias
de mamíferos ya extinguidas, y por lo tanto la gran antigüedad
del hombre. El problema consecuente era la datación de las
capas dentro de la serie cuaternaria.
Para abordar este problema, Vilanova acudió a los datos
de la geología de los distintos lugares donde se habían encontrado estos yacimientos. Así comentaba, que los yacimientos del
Somme y del área del Oise, se disponían directamente sobre el
Cretácico o el Terciario Inferior, por lo que no era posible su
datación por medio de las series inferiores. Sin embargo, los
yacimientos del Sur de Inglaterra se disponían “en capas lacustres, que se han depositado inmediatamente después del asurcamiento parcial de la arcilla de cantos erráticos llamada Till o
Boulder-clay” (Op. cit.: 232). Estas capas eran más modernas
que el Cuaternario marino inglés y que “las masas de huesos
de Elephas meridionalis y antiquus”, y por supuesto que el
Crag o Terciario Superior de esta región. También serían más
modernas que las superficies de abrasión glaciares de Gran Bretaña y Escandinavia.
A continuación daba indicación de las faunas acompañantes,
comentaba que la mayoría de los moluscos encontrados en esas
capas todavía vivían en esa región, a excepción de dos o tres,
y nominaba los mamíferos encontrados en ellas: “Elephas primigenius y antiquus, el Rhinoceros tichorhinus, Hippopotamus
major, Cervus tarandus, C. megaceros, Bos primigenius y B.
moschatus, Equus fósilis, Felis spelæa, Hyena spelæa, Ursus
spelæus, etc.” (Op. cit.: 232-233). Finalmente comentaba que
esta asociación fósil era la misma que se encontraba en los yacimientos de las cercanías de Abbeville. Tal analogía venía reforzada por la presencia de “Corbula consobrina o fluminalis”,40
característica de un horizonte que se extiende por ambas márgenes del Canal de la Mancha.
Tras resumir toda la información, llegaba a la siguiente
conclusión final: “las formaciones de la cuenca del Soma y
del Oise, posteriores a las arcillas de cantos errantes o Till y al
Crag de Norfolk, representan en realidad la serie de fenómenos
que precedieron a la segunda época glacial” (Op. cit.: 233).
A continuación, citaba a Worsäe para admitir la existencia de
“dos edades de piedra; la una anterior a los últimos depósitos
cuaternarios, que puede llamarse antediluvial, caracterizada por
los sílex más tosca y groseramente labrados; la otra posterior,
o sea antehistórica, cuyas armas e instrumentos demuestran ya
un estado algo menos bárbaro, la cual remonta a la época en
que los moradores de Dinamarca formaban depósitos de conchas, huesos y otros objetos, depósitos que reciben en el país
el nombre, poco cómodo por cierto para nuestra lengua, de
Kjœkkenmöddings (Fig. 52), o a la en que los suizos, irlandeses
y los de otras regiones construían sus habitaciones lacustres”
(Op. cit.: 233).
40
En el artículo XIV cita esta especie como Cyrena fluminalis.
128
Fig. 52. Lámina 6 del Viaje científico á Dinamarca y Suecia con
motivo del Congreso Prehistórico celebrado en Copenhague en 1869
por Vilanova y Tubino publicado en 1871 (Biblioteca del MPV).
Tras esta aceptación mayoritaria de la antigüedad del
hombre y su convivencia con las faunas extinguidas, se inició
una exploración continuada por distintas partes del mundo, así
el citado Falconer visitó Gibraltar y Andalucía, pero murió antes
de que publicará sus hallazgos. Poco después también murió
Casiano de Prado “a quien la ciencia debía igualmente varios
descubrimientos de este género en nuestro suelo, que debieron
servir de gran auxiliar al inglés Falconer para sus estudios. Por
fortuna el Sr. Prado consignó en la Memoria de la provincia de
Madrid las más importantes noticias que poseía acerca de los
depósitos de las cavernas y de los aluviones antiguos en algunas
de nuestras provincias; si bien con posterioridad recogió mayor
copia de datos que han quedado ignorados e inéditos” (Op. cit.:
234). Vilanova dedicó el resto del artículo a comentar sucintamente los descubrimientos que se fueron haciendo en los distintos países europeos y en Estados Unidos.
Artículo XII. Dedica el artículo a exponer de manera amplia
los descubrimientos que se habían realizado hasta ese momento,
pero desarrollando su exposición según el criterio geográfico.
Apelando a un precepto de “justicia”, comienza por la región
de la Picardía, donde Boucher de Perthes había realizado la
mayoría de sus descubrimientos y que servía como referencia
para otras regiones.
Describe brevemente la orografía y geología de la región,
incluyendo un corte geológico del valle del Somme (Op.
[page-n-142]
cit.: 264, figura 1), que como indica el propio Vilanova “he
copiado de la obra del Sr. Lyell intitulada L’ancienneté de
l’homme” (Op. cit.: 265). Realiza una pormenorizada explicación de los distintos niveles, su formación, sus fósiles y los
instrumentos líticos encontrados en cada caso, incorporando
en muchas ocasiones pequeñas comparaciones con otras
regiones bien conocidas, como Suiza, Dinamarca, Inglaterra,
etc. Además de Perthes y Lyell, refiere a trabajos de Prestwich y D’Archiac.
Uno de los aspectos al que dedica más espacio, es al tiempo
necesario para la formación de las capas de turba que se encuentran en el valle del Somme. Aunque en ningún momento da una
cifra exacta, habla de que los cálculos de Perthes sobre la formación de la turba desde la época antigua hasta la actualidad,
implicaban bastantes miles de años para explicar el espesor de
turba total, lo que le planteaba algunas dudas a Lyell sobre estas
aproximaciones (Op. cit.: 266-267).
Artículo XIII. Aquí continúa con la exposición de la geología del valle del Somme, centrándose en las “formaciones de
transporte antiguo”, que en esta región destacan por la abundancia de restos líticos. A continuación, narra una sucinta historia del conocimiento, tanto popular como científico, acerca de
estos instrumentos, y refiere que el primero en proponer que
eran obra del hombre antes que éste conociera los metales, fue
Mahudel en 1734, quien los denominó “cerannitas o cerannitos” (Op. cit.: 304-305).
Otro aspecto que destaca es el tipo de roca con el que están
fabricados los instrumentos: generalmente de “pedernal o
piedra de chispa” (sílex), pero en ocasiones de serpentina, jade,
diorita, ágata, obsidiana y otras rocas volcánicas y anfibólicas
(Op. cit.: 305). En las páginas siguientes, procede a describir y
figurar distintos instrumentos líticos de acuerdo con el trabajo
de Lyell y la clasificación de Evans, así como la interpretación
de este último, según la cual, la constancia de las formas de
los instrumentos era debida a que cada grupo correspondía a
objetos concretos con una función determinada. También revela
los experimentos de Evans, quien talló distintos instrumentos,
ayudado por un martillo de piedra construido por él mismo (Op.
cit.: 305-309, figuras 2-4 y 6).
Artículo XIV. Refiere de nuevo los descubrimientos de Perthes y las sospechas y acusaciones de fraude lanzadas contra
los operarios que descubrieron las hachas, y que posteriormente
se hicieron extensivas a la autenticidad de la mandíbula de
Moulin-Quignon; así como, los problemas con las comisiones
científicas, que derivaron en agrias discusiones. Seguidamente,
Vilanova comenta varios hechos que hubieran debido ser suficientes para aceptar la autenticidad de los descubrimientos, y
que sin embargo tardaron casi tres décadas en ser aceptados.
Es como si tal diatriba fuera premonitoria de los problemas que
posteriormente iba a tener por la acusación de fraude en el caso
de las pinturas de las Cuevas de Altamira.
Destaca que sólo se encuentran unos tipos determinados de
instrumentos en cada localidad o en cada capa, como ocurre en
el yacimiento de Moulin Quignon donde se encuentran varias
capas y cada una de ellas con una industria lítica distinta, y concluye (Op. cit.: 362):
41
El orden pues con que se suceden los sílex labrados en
aquél, como en la mayor parte de los yacimientos de tan
importantes documentos, nos revela otras tantas épocas
prehistóricas de una duración muy considerable, y en cuya
fiel interpretación estriba el conocimiento de hechos relativos a la historia del hombre.
Finalmente, termina su descripción geológica de los niveles
de acarreo más antiguos del valle del Somme, siguiendo de
nuevo la obra sobre la Antigüedad del hombre de Lyell. Al
hablar del banco tercero (4, 363 y figura), donde se encuentran los instrumentos más antiguos, habla de su origen fluvial,
aunque ocasionalmente se encontraban mezcladas conchas
lacustres y marinas (Op. cit.: 363):
Esto puede aducirse como prueba inequívoca de que con
más o menos regularidad hubo invasiones del mar en el
continente, sea por efecto de extraordinarias mareas, o por
la reducción del caudal del río, efecto de prolongadas y pertinaces sequías, o también quizá como resultado de ligeros
hundimientos del suelo de dicha comarca.
Por debajo de la capa con instrumentos, aparecía otra de
arenas silíceas con abundantes gasterópodos y bivalvos, la
mayoría de ellos existentes en Francia en la actualidad, pero
destacaba la presencia de Cyrena fluminalis, que en esa época
vivía en el Nilo y varios países asiáticos, pero no en Europa, y se
encontraba como fósil en varios puntos alrededor del Canal de la
Mancha. También cita las faunas de mamíferos acompañantes,
para acabar describiendo los bancos y faunas de los niveles
suprayacentes. Una de las conclusiones es (Op. cit.: 365):
Hoy día se tiene casi una seguridad completa de que algunos
de los mamíferos extinguidos de Menchecourt, vivieron y
perecieron en aquella parte de la Francia en la época en que
fueron depositados y enterrados en las capas fluviátiles los
instrumentos de sílex elaborados por el hombre primitivo.
Termina este artículo, y último de los publicados, comentando las variaciones de los depósitos aluviales del río Somme
y comparando con los hechos históricos y actuales sobre las
mareas e inundaciones en este valle, aplicando un método
actualista para tales interpretaciones, lo cual es lógico, ya que el
guía para esta parte del trabajo ha sido Lyell.
VI.4.4. Información sobre España
Aunque no dedica ningún apartado a España, Vilanova
recogió algunas referencias de sus investigaciones en España,
además de una elogiosa referencia a Prado en el artículo XI.
Veamos las informaciones que ofrece:
En la descripción de los instrumentos líticos en el capítulo XIII,
Vilanova dice: “La mayor parte de estas formas la verá el lector en
las láminas que acompañarán a este escrito, procedente de diversas
localidades de la Península, y principalmente de S. Isidro y de las
cuevas de la provincia de Valencia” (Op. cit.: 306).41
Sin embargo, este propósito no se cumplió en esta serie de artículos y las láminas hubieron de esperar a la publicación de su libro Origen y Antigüedad
del hombre en 1872.
129
[page-n-143]
Más adelante, comenta que además de los instrumentos
con formas definidas, existen numerosas variaciones, pequeñas
lascas e instrumentos más toscos y groseros, que serían de
difícil reconocimiento: “Precisamente es lo que se observa en
las cuevas de Mondúber y Játiva, descubiertas por mí en el
verano de 1866 en la provincia de Valencia” (Op. cit.: 308).
Ya en el capítulo XIV, cuando está discutiendo sobre los
problemas que tuvo Perthes para que aceptaran sus teorías,
escribe un párrafo, donde argumenta sobre la autenticidad de
los descubrimientos españoles, ya que no tenían ningún valor o,
incluso, eran reutilizados (Op. cit.: 360):
Y discurriendo ahora nosotros acerca de estos mismos
objetos [instrumentos líticos] en la Península, podemos asegurar que no valiendo aquí nada dichos utensilios; primero
porque desgraciadamente ni los operarios los conocen, ni
reparan en ellos, y segundo por ser muy contadas las personas que den por ellos algunos reales; aquí, repito, puede
asegurarse que las tales hachas o cuchillos de pedernal son
verdaderamente antiguos y de manera alguna de fabricación moderna. Por otra parte, hay que notar también que
en varios puntos de los que se encuentran dichos utensilios
labrados, no existe en muchas leguas a la redonda criadero
alguno de pedernal, siendo esto tan exacto como que las
gente de Barig, por ejemplo, lejos de fabricar los cuchillos de la cueva de Mondúber, se han servido de ellos por
desgracia inutilizando quizá utensilios muy curiosos, para
labrar piedras de chispa. Otro tanto puede decirse de la
Cueva Negra, junto a Játiva, y de otras muchas.
Cuando comienza a explicar en detalle las capas del corte
de Mechecourt, hace el siguiente comentario: “Al dar cuenta de
los descubrimientos verificados en la Península, veremos que
en S. Isidro, junto a Madrid, los utensilios y armas de piedra se
encuentran también a una profundidad que no baja de 12 a 14
metros de la superficie, según pude ver en la excursión que verifiqué en la primavera de 1867 en compañía de los Sres. Verneuil
y Ernesto Favre de Ginebra” (Op. cit.: 362-363).
Finalmente, al hablar de la coexistencia de algunos de los
mamíferos extinguidos con el hombre dice: “en S. Isidro del
Campo, según demostraremos en su día, los huesos de muchos
mamíferos de los extinguidos se encuentran en un horizonte
geológico superior al en que (sic) aparecen los utensilios de
pedernal, será fácil deducir que en varias regiones el hombre
fue anterior a esos mismos mamíferos perdidos para siempre”
(Op. cit.: 365). De todos modos a continuación indica que esta
precedencia no hay que exagerarla, y que debieron ser casi contemporáneos.
VI.4.5. El trabajo “Origen y Antigüedad del Hombre”
publicado en el Boletín-Revista de la Universidad de
Madrid (1869a)
En este trabajo, Vilanova expuso sus ideas, basadas en argumentos ya expuestos y que repetirá con mayor o menor fidelidad en artículos posteriores, acerca de cuándo y cómo había
aparecido el género humano sobre la Tierra. Al comienzo de la
primera entrega, subtitulada Artículo 1º, hacía referencia a las
obras de varios autores que habían tratado el mismo problema.
Exceptuando las Antigüedades Prehistóricas de Andalucía
130
(1868) de Manuel de Góngora y Martínez, citaba las ediciones
francesas de De l’origine des espèces (1862) de Darwin, De la
place de l’homme dans la nature (1868) de Thomas Huxley,
L’Ancienneté de l’homme (1864) de Lyell, L’Homme avant
l’histoire (1867) de John Lubbock, Leçons sur l’homme (1865),
Mémoire sur les microcéphales ou hommes-singes (1868) de
Carl Vogt y Les habitants primitifs de la Scandinavie (1868) de
Swen Nilsson, además de Origine et transformation de l’homme
(1865) de Pierre Trémaux y De l’homme antediluvien et de ses
oeuvres (1860) de Boucher de Perthes.
Vilanova consideraba que el problema había de ser abordado a partir del análisis de las analogías que relacionaban y
diferenciaban al género humano del resto de los mundos orgánicos e inorgánicos, y a continuación discutir sobre el origen y
las transformaciones de las especies, para terminar obteniendo
datos positivos sobre su aparición en la Tierra. Así, el hombre,
a la vez que compartía componentes inorgánicos y estructuras
complejas orgánicas, poseía atributos peculiares y de cualidad,
como el pensamiento, inteligencia, moralidad y religiosidad,
que le distinguían del resto de la “Creación”.
Más complicado le parecía responder a la cuestión del origen
del hombre. En este sentido, para él, la implicación inmediata
de la aplicación de la teoría de Darwin al hombre, que aunque
estaba de moda pensaba que no era corroborada por los datos
paleontológicos, era que “el ascendiente natural y propio de la
humanidad debía ser el mono más perfecto entre los vivos”, ya
fuera el orangután, el chimpancé, el gorila o alguna especie fósil
del Terciario.
Dejando a un lado la dignidad humana, bastante lastimada a
juicio de Vilanova, la valoración de esta teoría había de hacerse
a la luz de la paleontología, la cual demostraba que la vida no
había sido eterna en el globo terrestre, sino que podía determinarse ya, con mayor o menos certeza, el momento y el orden de
aparición de los organismos: primero los vegetales y luego los
animales. Y de su estudio, quedaba claro que el reino animal se
había manifestado desde un principio con una gran diversidad
de formas. Por ello, partiendo de la existencia independiente
de las especies, la consecuencia lógica que se seguía, era que
no había una sola prueba que apoyara o explicara el origen del
hombre a partir de un tipo inferior cuadrumano.
Vilanova rechazaba el argumento de Darwin sobre la escasez
de materiales paleontológicos, pues lo único que pretendía con
él, era justificar porqué su teoría no se veía confirmada por los
hechos, y repitiendo las mismas razones que había expuesto en
trabajos anteriores, concluía que los datos paleontológicos no
confirmaban el tránsito o transmutación de unas especies en
otras.
En relación al tránsito del mono al hombre, pensaba que
estaba en contradicción con los principios darwinistas, ya
que si la gradación se verificaba dentro del mismo tipo, las
diferencias entre el aparato locomotor de ambos demostraban
que cada uno representaba un tipo diferente y Darwin, aseguraba Vilanova, no admitía el tránsito entre dos tipos. El propio
Vogt, aunque partidario de la procedencia simia del hombre,
no pensaba que fuera ninguno de los monos actuales el antecesor del género humano, ya que para que eso fuera posible
habría que combinar caracteres de las tres especies antropomorfas modernas: el cerebro del orangután, el cráneo y los
dientes del chimpancé y las extremidades del gorila. Por tanto,
según Vogt, el tipo humano y el del mono surgían de un tronco
[page-n-144]
común, produciéndose a continuación un proceso de divergencia cada vez más acusado. Pero Vilanova le reprocha que
le faltaban testimonios y observaciones que pudiesen corroborarla, y mientras esto no ocurriera, seguiría defendiendo que el
hombre era una especie autónoma, que no procedía del desarrollo de ninguno de los primeros tipos de la serie zoológica
(Op. cit.: 245-247).
Tras plantear la cuestión del origen del hombre, en la segunda
entrega, subtitulada De la especie, abordaba el problema de la
antigüedad del género humano en la Tierra. Comienza discutiendo acerca del concepto de especie, tal como había sido propuesto por los naturalistas, desde Ray y Linneo hasta Darwin
y sus contemporáneos. Sus fuentes serán mayoritariamente
francesas y cita a Tournefort, A. de Jussieu, Buffon, Cuvier,
Blainville, Geoffroy de Saint-Hilaire, Lamarck, D.A. Godron
y M.E. Chevreul, a partir de las cuales presenta un panorama,
que abarcaba desde el fijismo más restrictivo, sostenido por los
partidarios de las ideas de Cuvier, como Blainville, quien proclamaba que la estabilidad de las especies era una condición
necesaria para la existencia de la ciencia, hasta el transformismo
postulado por los evolucionistas (Op. cit.: 452-453).
Aunque Vilanova no oculta sus discrepancias con los partidarios de la evolución de las especies, basándose en que la paleontología no apoya las tesis de Darwin, intenta mantener una posición
que él consideraba ecuánime y que partía del principio de que
la variabilidad era admitida por todos los naturalistas. Defiende
que la fecundidad continua es el rasgo distintivo de la especie y
define lo que se entendía respectivamente por género, especie,
raza y variedad. Finaliza esta parte de su discurso sosteniendo
que para aplicar estos conceptos al hombre, era necesario estudiar
el origen de razas y variedades, así como las respectivas acciones
de la herencia, por lo general conservadora, y del medio ambiente
y demás condiciones biológicas, cuya tendencia era apreciablemente modificadora (Op. cit. 461-462).
En el tercer artículo, subtitulado Unidad de la especie
humana, continuaba con su discurso sobre la doble acción a la
que estaban sometidos los organismos, la de la herencia y la del
medio ambiente, cuya interacción explicaba la variabilidad. Así,
en relación al hombre, decía que partiendo del tipo específico,
se producía la diversidad de razas y variedades que existían.
Las variaciones que él admitía en el hombre no eran sólo las
superficiales: el color de la piel y características morfológicas
como talla, aspecto y volumen de la cabeza, etc, sino que también existían gradaciones más o menos pronunciadas en la inteligencia y en el carácter moral y religioso (Op. cit.: 655-656).
Al plantearse si la humanidad constituía una sola especie o
un género representado por varias especies, Vilanova entraba
de lleno en el debate entre monogenistas y poligenistas. Él
defendía con vehemencia la unidad de la especie humana y
aseguraba que mientras la diversidad morfológica presentaba
la misma gradación en los diversos grupos humanos, la uniformidad fisiológica (gestación, instintos, calor corporal, voz,
lenguaje, etc) era el resultado de un primitivo y único origen
(Op. cit.: 661) a partir de una pareja, de acuerdo con el Génesis.
Y en apoyo de sus tesis, citaba las características que definían
la unidad de la especie humana, recogidas en el tratado Phy-
42
siologie Générale. Traité d’Anthropologie physiologique et
philosophique (París, 1863) del médico francés Félix Frédault
(Vilanova, 1869a: 662):
1º En toda especie, la ley de la diversidad crea variedades sin
fijeza. 2º Estas variedades se caracterizan por una modificación en los caracteres esenciales, cuya existencia es obligatoria en la especie, y por la presencia o ausencia de caracteres
accesorios que se dispersan en las razas. 3º Las causas de
estas variedades son las condiciones biológicas o de la vida
y la generación. 4º Todas las objeciones hechas a la unidad
de la especie humana, no son otra cosa sino derogaciones
de estas leyes de la variación. 5º La coloración de la piel es
un carácter accesorio, que no pertenece de un modo exclusivo a ninguna raza, y que depende de las condiciones de
la vida y de la generación. 6º Las diferencias en las tallas,
en la disposición y volumen del cráneo, en la estructura y
aspecto del cabello, la desproporción de las extremidades,
la conformación de los pies, las glándulas mamarias, el callo
adiposo de los hotentotes, etc., no pueden servir en manera
alguna de caracteres específicos. 7º Otro tanto puede decirse
respecto de las diferencias de lenguaje y religión. 8º Todas
las razas humanas son perfectibles y defectibles, no pudiendo
condenar a ninguna de ellas de un modo absoluto, a un permanente grado de inferioridad. 9º Todas las razas humanas se
cruzan, y sus productos son fecundos, exactamente lo mismo
que se observa en todas las razas de una misma especie.
VI.5. El IV Congreso de Antropología
y arqueología Prehistórica de
Copenhague (1869)
La invitación cursada por los organizadores del Congreso
Internacional de Copenhague (1869), a Vilanova y a Tubino,
para que acudieran en representación de España, supuso que el
Ministerio les comisionara como representantes de nuestro país,
aunque sin subvención alguna. Y eso que el naturalista valenciano acababa de ser nombrado secretario del Museo de Ciencias Naturales y que además había sido elegido miembro del
Consejo del congreso.
Esta nominación era importante para Vilanova, ya que fue
elegido en detrimento de los ingenieros de minas, cuerpo que
hasta entonces, y gracias a Casiano de Prado, había llevado la
iniciativa en España de los estudios prehistóricos. La designación de Tubino se justificaba por su interés por la disciplina,
que le llevó a implicarse en el frustrado intento de constituir
una sociedad de prehistoria, y además, acababa de publicar su
primera monografía sobre el particular: Estudios prehistóricos
(Madrid, Revista de Bellas Artes, 1868), que había estado precedida de distintos artículos, entre los que recordaremos la
Comunicación de Francisco M. Tubino sobre sus trabajos en
la Cueva de la Pastora, que apareció en la Gaceta de Madrid
(207, 83, 23 marzo 1868: 1-3), como reconocimiento oficial
a la donación de materiales de esta estación dolmenítica al
Museo Arqueológico Nacional.42 No olvidemos que una de las
El manuscrito completo, con una interesante documentación gráfica, la cual
no fue publicada, ha sido trascrito y editado por Belén (1991).
131
[page-n-145]
razones esgrimidas para la celebración del congreso en Dinamarca, fue la discusión acerca de los dólmenes que habían
mantenido autoridades de la talla de J.J.A. Worsäe (Fig. 51),
Henri Martin, G. de Mortillet, Cesar Daly, Louis Lartet, G.
Lagneau, Adrien de Longperier, J. Desnoyers, Alexis Dureau,
C. Vogt, E. Desor y el marqués de Vibraye en el II Congreso
de París, cuyas actas habían visto la luz ese mismo año, en
un momento en que ya se había aceptado que estas construcciones no eran exclusivas de los celtas y resultaba fundamental
conocer sus tipologías y características en las distintas zonas de
aparición de estos monumentos.43 Todo ello ayuda a entender
la presencia de una persona que, como Tubino, estaba además
al margen del mundo académico e institucional (Ayarzagüena,
1994). Además, el propio Tubino confesó que su interés por
la prehistoria había sido “estimulado, asimismo, por los resultados obtenidos en su primera exploración de Cerro Muriano,
por el laborioso y modesto D. Casiano de Prado, y por los
consejos del Sr. Machado, digno catedrático de la Facultad
de Ciencias en la Universidad de Sevilla” (citado en Belén,
1991: 11-12). Así pues, era un “hombre” de Machado, con
quien pondrá en marcha iniciativas como la Sociedad Antropológica de Sevilla (1871), y con el que guardaba entre ellos
claras afinidades intelectuales e ideológicas –lo que no ocurría
respecto a Vilanova– . No se puede olvidar que Machado, cercano al nuevo régimen, desplegó una intensa actividad política
durante la República, asumiendo responsabilidades como la
del rectorado de su universidad, lo que hubiera justificado una
más que posible declinación de una eventual invitación en su
“colaborador”, que además, en ese momento, estaba llevando
a cabo una investigación más intensa que él en esta disciplina.
El lugar elegido en principio para el Congreso había sido
Italia pero se decidió su traslado a causa de la guerra que dividía
el país. La tradición antropológica y prehistórica escandinava
era muy importante y había tenido una enorme influencia en
el desarrollo de la disciplina en zonas como Escocia o Suiza,
especialmente por sus ambiciosos objetivos, al buscar en la evidencia arqueológica toda información acerca de los modelos
de vida de cada periodo y sus cambios a lo largo del tiempo.
Además estaba enraizada en un fuerte sentimiento nacionalista,
que hundía sus raíces en el Romanticismo, el cual al rescatar
“al pueblo como sujeto político activo en la historia nacional,
cuya expresión máxima radica en la evolución del Estado, esa
entidad que identifica a todos los ciudadanos con las características indestructibles de un país”, dio lugar a una historiografía
que buscará la esencia de los valores “nacionales” y que encontrarán en la lengua, en la literatura, en las leyes, en las institu-
ciones y, a pesar de su fascinación por el mundo medieval, la
antigüedad será la que marque los inicios de este proceso (Cirujano et al., 1985: 17; Wiell, 1999; Maier, 2000: 50-53). En el
caso danés, se intentaba demostrar la continuidad, sin interrupción desde la prehistoria, del progreso tecnológico, por parte de
un pueblo que había puesto sus capacidades intelectuales al servicio del control de la naturaleza. De esta forma, aparecía como
un reclamo para quienes se estaban beneficiando de la Revolución Industrial: la clase media, lo que explica que el congreso
tuviera una tremenda repercusión de cara a la opinión pública
interna. Es más, en ese momento actuó como vehículo de cohesión interna tras la derrota de la guerra de 1864 contra prusianos
y austriacos, que les había supuesto la pérdida de los dos quintos
de su territorio. Sobre este escenario, el ansia de “revancha”
anti-prusiana sólo podía llevarse a cabo con el apoyo francés,
cuyas relaciones con Prusia eran muy tensas, y que contaba con
posibles aliados, como los españoles, pues, aparte de las relaciones personales, la república no había supuesto la pérdida de
popularidad de la corona, encarnada en la emperatriz Eugenia
de Montijo. Por ello, la presencia de las delegaciones no sólo
ha de leerse como el resultado del diferente nivel de desarrollo
de estas disciplinas: la más numerosa fue la francesa, que envió
26 socios, mientras la alemana sólo la componían 15 y 6 la prusiana. Los 7 belgas se explican por el extraordinario apoyo que
su Gobierno prestaba a la prehistoria y el elevado nivel del cultivo de las Ciencias de la Tierra.44 Las demás representaciones,
si exceptuamos las bálticas, eran ya más reducidas, lo que pone
de relieve el nivel de la delegación española: Inglaterra e Italia
enviaban cinco cada una, tres los Países Bajos, dos Rumania y
Suiza, y uno Finlandia y Hungría.
La tensión existente se manifestó desde el principio,
cuando los organizadores propusieron el francés como lengua
oficial, a pesar de que la mayor parte de los participantes
declarara que comprendían el alemán, frente a más de un centenar que confesaba no entender aquel idioma.45 Otros ejemplos del malestar en que se produjo el congreso, fue la referencia expresa y laudatoria a España realizada en el discurso
inaugural por su presidente Worsäe,46 mientras que silenciaba
el papel jugado en la constitución de la prehistoria por el germano Johann Friedrich Danneil (1783-1868), en lo que era una
clara provocación y un insulto, tal como fue sentido entre la
delegación germana. Finalmente, Virchow, tras el congreso,
puso el acento en afrontar la prehistoria europea como un todo
y no reducirla a una simple acumulación de los desarrollos
individuales de los distintos países (Trigger, 1992: 84-89;
Wiell, 1999).
Compte Rendu de la Deuxième Session du Congrès International d’Anthro
pologie et d’Archéologie Préhistoriques, Paris, Reinwald, 1868, 192-203,
pero que se extiende hasta la p. 222. Véase Comas (1956: 195-196).
44 El desarrollo de la geología belga y el apoyo dado por el Gobierno a las ciencias de la Tierra será un argumento recurrente en las obras de Vilanova, como
podemos ver, entre otras referencias, en su Compendio (1872b: 523).
45 Hay que decir que los organizadores ya habían anunciado previamente que
éste iba a ser el único idioma aceptado para las comunicaciones, pues, según
ellos, ante lo minoritario de las lenguas nórdicas, el francés era el más difundido en la época. Además, vale la pena destacar que un vistazo al vaciado de
las actas de los congresos realizadas por Comas (1956) demuestra un claro
predominio del francés en estas reuniones, muy por encima de las demás
lenguas, especialmente el alemán y el inglés.
46 Vilanova y Tubino (1871), especialmente XXV-XXVIII y 13-15, recogen
esta mención directa a nuestro país y a sus representantes, “juntamente con
otros, cuyos nombres brillan en los anales de la nueva ciencia” (p. 10). Ahora bien, nada dicen de los citados enfrentamientos –incluso señalan que la
elección de la sede se había decidido en Norwich (p. 1-2)–, como tampoco lo
hará Virchow. Sólo encontramos una velada referencia en la conferencia que
había dictado a su vuelta ante la Academia de Medicina, cuando dijo: “Acontecimiento fue éste que Dinamarca aprovechó en todas sus esferas sociales,
desde la familia real, simpática por su ilustración y excelentes condiciones
de honradez y de moralidad, hasta el pueblo bajo, cuya cultura y esmerada
educación sorprenden al que por primera vez tiene la fortuna de visitar aquel
país, como poderoso recurso para despertar las simpatías de toda Europa, en
vista de los acontecimientos, nada halagüeños por cierto, de que recientemente ha sido teatro” (1869b: 795). Véase también Cañal (1894). Sobre las
citadas tensiones, Wiell (1999).
43
132
[page-n-146]
Así vemos cómo ya en el cuarto Congreso Internacional
de Prehistoria, Vilanova aparece como una figura reconocida
internacionalmente y desde entonces jugará, a lo largo de su
vida, un papel trascendental en la prehistoria española del
siglo xix, tanto en su vertiente de divulgador como en la de
investigador. En este sentido, se ha afirmado que a él se deben
los dos únicos tratados sobre prehistoria peninsular publicados en este periodo: Origen, naturaleza y antigüedad del
hombre (1872b) y Geología y Protohistoria Ibéricas (1894),
escrito en colaboración con Rada. Hay que dejar constancia
que en su larga trayectoria académica y científica, dio a la luz
otros textos de una gran importancia científica, al tiempo que
parece injusto silenciar el trabajo de otros autores, que elaboraron escritos de la disciplina, algunos de ellos ya reseñados
en este trabajo.47
En cuanto a la difusión, ya nos hemos referido a sus conferencias en el Ateneo de Madrid, en los que la prehistoria aparecía recurrentemente. También redactó innumerables artículos,
libros, cursos y disertaciones, en los que recogía los datos y
nuevos descubrimientos que su continuo contacto con los científicos europeos le reportaban y que narraba con un lenguaje
fácilmente accesible, realizando, con ello, una ingente labor
divulgativa y docente. Al mismo tiempo, aprovechó sus numerosas participaciones en congresos para informar a la comunidad internacional de los progresos que se iban produciendo
en nuestro país.48
En cuanto a la reseña del congreso de Copenhague, hemos
de decir que nos encontramos con una obra muy destacable,
ya que supone una de las primeras exposiciones sistemáticas
aparecidas en nuestro país tanto de la prehistoria como de la
geología del Cuaternario. Comienza con una definición de la
disciplina (Vilanova y Tubino, 1871: V): “Si la antropología
es la verdadera ciencia del hombre, la arqueología prehistórica
comprende aquel linaje de labores que se relaciona directa e
inmediatamente con los primeros pasos de ese mismo hombre
sobre la faz de nuestro globo”.
Sigue el relato de los orígenes de la disciplina y su evolución hasta ese momento, en la que introducen un tema muy
querido por los dos: la defensa de la geología como fundamento metodológico de la prehistoria, cuyos descubrimientos
habían demostrado “que ni la cronología más admitida era
exacta ni las narraciones históricas más que páginas incompletas de la gran historia humana”. El resto de la exposición,
Terminan su introducción con una descripción bastante
amplia de los temas tratados en la reunión: la prehistoria en
los países escandinavos, los “kuioquenmodingos”, es decir
“ciertos depósitos de conchas, huesos y otros objetos, asociados a vestigios de la industria humana, descubiertos en
condiciones geológicas especiales en varios puntos del litoral
dinamarqués” (Op. cit.: 2 y 39-46);49 fauna de los dólmenes,
costumbres funerarias de la Edad del Bronce en la zona escandinava y la Edad del Hierro en el Norte de Europa. Como a
estas ponencias, fueron presentándose trabajos referidos a los
distintos países, podemos apreciar, aunque sea muy superficialmente, este carácter de puesta al día de los estudios prehistóricos, en ese momento, de la mano de algunas de sus figuras
más preeminentes y donde los temas tratados recuerdan enormemente, aunque más sintetizados, a los que encontramos en
libros que tendrán una enorme repercusión, como los Prehistoric Times de John Lubbock, presidente del II Congreso de
Londres, que data de 1865 y del que el propio Vilanova tenía
en alta opinión (Op. cit.: 430-431).50
Por otro lado, especialmente cuando narran sus viajes
y excursiones, no sólo amplían la información acerca de la
arqueología y la prehistoria, con un preciso relato de las famosas
La tesis de Jiménez (1993) sin duda puede ayudar a matizar este tipo de
afirmaciones, de las que discrepan autores como Maier (2000: 59), aunque,
como se verá a lo largo de este trabajo, pensamos que sus aportaciones
desbordan el mero nivel de divulgación.
48 Goberna (1985: 42): “Por otro lado, hizo realidad la aportación española al
panorama de la Ciencia europea con su presencia en todos los Congresos que
sobre Arqueología y Antropología prehistóricas se celebraron a lo largo de la
centuria”.
49 Hemos encontrado unas notas manuscritas sobre un artículo de Mortillet
acerca de este tipo de yacimientos en una fecha muy cercana a la del proceso
de elaboración y edición del libro, en la que refiere a los paraderos sudamericanos; término que ya incluirá en su Compendio (1872b: 548), donde además
aceptó una grafía más cercana a la original: Kiokenmodingos y que usará
habitualmente en sus escritos posteriores, como las conferencias dictadas en
Santander en 1881 (Vilanova, 1881b: 76), al tiempo que comenzará a proponer su sustitución por paradero.
50 Lubbock fue responsable de la traducción al inglés de la obra de Thomsen,
cuya información aprovechó ampliamente en sus obras, lo que explica la amplia presencia del mundo escandinavo. Una de sus principales aportaciones,
aparte de introducir los términos de Paleolítico y Neolítico, fue el uso de
la antropología comparada para sus interpretaciones de los hallazgos prehistóricos. Otra de sus obras importantes fue On the Origin of Civilisation
and Primitive Condition of Man. London: Longmans, Green & Co., 1870. El
interés internacional despertado por su obra, que muestra un rigor extraordinario, se manifiesta en la intervención del propio Paul Broca en la traducción
al francés, aparecida en 1867, que fue la que debió consultar Vilanova, aunque la más extendida fue la segunda edición: L’Homme préhistorique, étudié
d’après les monuments retrouvés dans les différentes parties du monde, suivi d’une description comparée des moeurs des sauvages modernes, par Sir
John Lubbock,... Édition traduite sur la 3e édition anglaise par Ed. Barbier,
suivie d’une conférence sur les troglodytes de la Vézère, par M. P. Broca...
(París, Germer Baillière, 1876). También, por esas fechas, apareció la versión
de Les origines de la civilisation. etat primitif de l’homme et moeurs des
sauvages modernes, (Paris, Germer-Beillière, 1873), cuya adaptación al castellano, habrá de tardar hasta 1888, de la mano de José de Caso: Los orígenes
de la civilización y la condición primitiva del hombre (Estado intelectual y
social de los salvajes) (Madrid, El Progreso, 1888). Véase sobre este autor,
Trigger (1992: 113-118).
47
resulta tan clarificadora, que preferimos recogerla íntegra (Op.
cit.: VI-VII):
Entonces, no hallando quien le asistiera, no conociéndose
ni códice corroído ni viejo pergamino ni inscripción anticuada ni trasunto legendario que calmara sus legítimos
deseos, convirtió sus ojos del lado de las ciencias naturales
y asociando ramas hasta aquel momento separadas, pensó
que la historia del hombre era cosa distinta de lo que hasta
entonces fuera y por tal manera, surgiendo la arqueología
prehistórica, hubo medio de encontrar en los vírgenes y
ocultos horizontes geológicos, las huellas de la primitiva
humanidad definitivamente borradas sobre la superficie
del globo. Tuvo razón de ser desde aquel instante lo prehistórico, que oponiéndose en parte a las afirmaciones del
historiador, recibe sus crónicas a beneficio de inventario y
se propone utilizarlas convenientemente, cuando llegue el
día de reconstituir la historia del hombre, basándola sobre
hechos positivos e inconcusos, producto de la observación
y del filosófico análisis.
133
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Fig. 53. Lámina 5 del Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre de 1872, con monumentos megalíticos,
cerámicas e instrumentos líticos fundamentalmente de Andalucía (Biblioteca del MPV).
134
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cavernas belgas, sino que, nos informan de una de las cuestiones
geológicas que despertaban mayor atención en ese momento:
las formaciones producidas por el efecto de las glaciaciones.51
Tubino participó en la sesión del día 31 de agosto, tras un
animado debate acerca de posibles pruebas de canibalismo en
el Viejo Continente, lo que era rechazado por muchos con argumentos salidos de su horror a aceptar que nuestros antepasados
hubieran realizado tales prácticas. Su comunicación: Les monuments mégalithiques de l’Andalousie (p. 93-98 de las actas oficiales), se centró en la cueva de Menga, la cámara sepulcral de
Castilleja de Guzmán, descubierta y estudiada por él, la Piedra
de los sacrificios o notable dolmen de las cercanías de Ronda
(Fig. 53), y también detalló las hachas recogidas en varias localidades y los restos obtenidos en distintas cavernas de Gibraltar.
Amplió su exposición a otros dólmenes de la Península, hasta
Galicia inclusive, todo ello con el objeto de dar a conocer su
parecer acerca de la vía de la invasión de la primera población
de la Península Ibérica a través del estrecho de Hércules, basándose para ello tanto en las tradiciones mitológicas, como en los
descubrimientos arqueológicos y paleontológicos realizados
en la zona. Incluso fue mucho más allá en su osada defensa
del difusionismo al proponer la hipótesis de que hombres de
Oriente también llegaron a América, “sirviéndoles de puente la
sumergida y legendaria Atlántida”.52
Los autores aprovecharon para introducir noticias acerca
de yacimientos españoles cuando consideraran que venía al
caso, según iban reseñando las sesiones. Así, dieron su apoyo a
las interpretaciones de Lotze y Capellini, según las cuales, los
restos encontrados en distintos yacimientos italianos no serían de
Elephas primigenius, sino de armeniacus, con el que tradicionalmente se le confundía, ofreciendo como prueba los restos de esta
especie encontrados por Machado en Lora del Río (Vilanova y
Tubino, 1871: 19). Al ocuparse de la comunicación del rumano
Odobesko y de los instrumentos líticos por él presentados, advertían de la presencia de “martillos parecidos a los recogidos por
nosotros en Cerro Muriano” (Op. cit.: 37). En la exposición
acerca de los dólmenes existentes en la región sueca de Westergothland, realizada por Hildebrand, recordaban las distintas morfologías, entre las que citaban la Cueva de la Pastora en Castilleja
de Guzmán, excavada por Tubino (Op. cit.: 29). Y volvían a referirse al mismo monumento cuando visitaron el dolmen de Oem
(Op. cit.: 85). Posteriormente, Vilanova, en su exploración de la
cueva belga del Trou de Nutons, señala que su atrio le recordaba
al de la Cueva de las Maravillas (Op. cit.: 198).
El tratamiento dado a sus participaciones por los autores
son dispares, pues mientras que la Tubino es escueta, apenas las
páginas 30-31, la de Vilanova es más extensa (páginas 56-60):
Découvertes archéologiques préhistoriques faites en Espagne
(Vilanova, 1875g). Su objetivo era “trazar la historia detallada de
los estudios prehistóricos realizados en la Península”, que en este
caso, van desde los primeros hallazgos de instrumentos líticos por
José Pla, en la población valenciana de la Ollería (1844), hasta la
monografía Antigüedades prehistóricas de Andalucía de Manuel
de Góngora y Martínez (Madrid, C. Moro, 1868), de la cual
“regaló al Congreso un ejemplar que le pertenecía, deseoso de
que sus miembros pudieran conocer las noticias que comprende”
(Vilanova y Tubino, 1871: 57). Pensamos que Tubino no debía
compartir con él estos entusiasmos acerca de un personaje que
respondía claramente al perfil del anticuario, lo que se observa
meridianamente en la disparidad de criterios que hallamos entre
el informe de la Academia de la Historia, favorable a su publicación: “Refiérense nada menos que a la época primitiva de la
población de Europa, objeto preferente del estudio de los anticuarios y geólogos del día, época sin nombre peculiar en la historia,
civilización que no se halla registrada en las memorias escritas”;
pero cuyo trabajo había sido realizado despreciando las mínimas
exigencias del trabajo arqueológico, como denunció Machado, en
su reseña del congreso de Norwich y que Vilanova, si ignoraba su
existencia al marchar a Copenhague, sin duda la conocía al elaborar el libro: “Para los geólogos y naturalistas que se ocuparon
con entusiasmo de estos trabajos, la obra del Sr. Góngora produce una impresión desagradable y un doloroso sentimiento; y en
efecto, ignoramos por sus descripciones si las grutas o cavernas
donde se han hallado los variados objetos de antiquísimas generaciones, pertenecían a depósitos de naturaleza distinta; cuál era
la antigüedad relativa de los terrenos donde yacían los útiles, instrumentos, huesos y demás materiales de la industria primitiva de
aquellos habitantes; pues interpolado a su explicación, sin orden
cronológico ni conocimientos de las rocas en su estratificación y
estructura, no es posible determinar la época en la que tuvieron
lugar o el periodo geológico a que deben referirse” (fragmentos
citados por Sánchez et al., 2000: 301). Así pues, Vilanova: o bien
no había leído el libro o bien puso por delante las afinidades ideológicas y políticas sobre las meramente científicas.
En su comunicación Vilanova irá desgranando los nombres de los principales estudiosos de la materia, la mayoría de
los cuales ya habían sido consignados: Prado, Verneuil, Lartet,
Zubia, Antonio Machado, Tubino, Maraver, Amador de los Ríos,
el conde de Valencia de Don Juan y el prusiano Yagor, y termina
con una descripción de algunos de los yacimientos españoles más
significados, que abarcaban los distintos periodos líticos, prestando mayor atención a aquéllos por él explorados: el túmulo de la
Ollería, el Castellet del porquet, la Cueva de San Nicolás, el Montó
de les mentires en Ayelo de Malferit, la Cantera de Ontinyent, y las
cuevas valencianas del Mondúber (Parpalló), las Maravillas cerca
de Gandía, Bolomor en Tavernes de la Valldigna, Cova Negra en
Xàtiva, Matamón en Llombay, y de fuera de Valencia: San Isidro y
Cerro Muriano. De tales yacimientos presentó esquemas y dibujos
–el de Ayelo elaborado por su hermano José– y mostró una selección de materiales, que cedió graciosamente al Museo de Antigüedades de Copenhague. En cuanto al Castellet del porquet, estudiado por José Pla, comentó: “estación memorable por pertenecer
a un periodo intermedio entre la piedra y el bronce” (p. 58). Y es
que hay que señalar que Vilanova mantuvo a lo largo de su carrera
que la prehistoria española había tenido un desarrollo autóctono,
en contra de los que defendían la teoría difusionista.
Su interés geológico se comprueba en el aprovechamiento de las láminas de
los cortes más característicos y los cuadros sinópticos, así como buena parte
de los textos, en la posterior edición de su Compendio (1872b), que verá la
luz un año después.
52 Vilanova y Tubino (1871: 30-32). Tubino habría comenzado con un discurso que “discurrió... sobre los muchos títulos que España tenía al respecto...,
demostrando que la raza española, parecía como que se levantaba de su abatimiento para entrar de lleno en el sendero de su regeneración y prepotencia”.
Hay que decir que Worsäe hizo una intervención en otra sesión expresando
su conformidad con la idea de Tubino acerca de la vía de penetración de las
primeras invasiones en Europa (Op. cit.: 43).
51
135
[page-n-149]
Dejó para terminar la comunicación, la presentación de una
fotografía “de un caso notable de microcefalia” existente en el
manicomio de Valencia, acompañada de distintos informes.
“Examinó el congreso con gusto y detenimiento el retrato, quizá
el primero que se conoce de uno de los fenómenos que más
llaman la atención de los anatómicos y fisiólogos, por haber dado
margen a multiplicadas y contradictorias opiniones relativamente
al origen del hombre y a su próximo o remoto parentesco con los
monos antropomorfos”. Así, se desató un vivo debate acerca de
si se trataba de un fenómeno patológico, como defendía Virchow,
o de una especie de atavismo, que Vogt utilizó para referirse a los
hombres monos, lo que fue rebatido por Quatrefages, refiriendo a
la pertenencia de hombres y monos a órdenes superiores y por lo
tanto separados (Vilanova y Tubino, 1871: 59-61).53
Para finalizar hay que referirse al relato de su visita a Bélgica.
Las cuevas belgas eran interesantes en esa época, no sólo desde
una perspectiva geológica sino también arqueológica.54 Tras visitar
alguna, Tubino hubo de volverse a España, pero el paleontólogo
valenciano se quedó con el fin de cumplir los tres objetivos marcados: “estudiar el terreno cuaternario belga en los puntos más
clásicos; segundo compararle con las formaciones análogas en las
cavernas de los valles Mosa y Lesse, y tercero establecer el paralelo
con el Diluvium de las cuencas del Sena y Soma, tan famosas en
esta materia” (Op. cit.: 180). Así pues, tras este viaje, Vilanova se
iba a convertir en la mayor autoridad española en el conocimiento
del Cuaternario, que había examinado en zonas tan significativas
como los fiordos, las formaciones más características de la llanura
europea y las cordilleras alpina y pirenaica.55 Esto también suponía
reforzar enormemente sus conocimientos arqueológicos, al visitar
tipos de yacimientos desconocidos en la Península (palafitos, paraderos...) y profundizar en el estudio de las cuevas, ya que en el
Trou de Naulette, realizó “un sondaje, bajo la dirección del Sr.
Dupont”, del que nos detalla tanto los diferentes estratos como los
restos fósiles hallados en esta prospección de 11 m (Op. cit.: 199200). El libro termina con un largo apéndice (Op. cit.: 217-265 + 8
láminas), en el que hacen sendas semblanzas biográficas “de varios
de los sabios que más se han distinguido en este linaje de investigaciones” (Op. cit.: 217): Boucher de Perthes, “cuyo nombre pasaría
a la posteridad asociado a uno de los descubrimientos que más han
de influir en la razón humana” (Op. cit.: 226, véase 217-226); John
Lubbock, cuyo Hombre prehistórico “ha despejado muchas dudas,
ha fortalecido gérmenes sin energía, ha abierto nuevos horizontes a
la ciencia prehistórica..., ha probado la realidad de lo antiguo por la
evidencia de lo moderno, comparando la manera de ser de los hombres en los hasta hace poco ignorados ciclos de la época cuaternaria,
con la de los salvajes que actualmente ocupan distintas regiones
del globo” (Op. cit.: 228, véase 227-231); Carl Vogt, “combatido
por extremo, mas nadie le negará un talento de primer orden y una
vocación científica puesta a prueba de toda clase de contratiempos”
(Op. cit.: 234, véase 232-234); Jens Jacob Worsäe, quien, “nutrido
de una vasta erudición, Worsäe es uno de los adalides más ilustres
y decididos de la ciencia prehistórica, a la que ha prestado y presta
señaladísimos servicios” (Op. cit.: 238, véase 235-238). Asimismo,
incluyen un extenso Catálogo de la colección de ejemplares geológico-paleontológico-arqueológicos, procedentes de nuestro viaje,
que existen depositados en el Museo de Historia Natural (Op.
cit.: 239-265) (Fig. 54). Por fin, las láminas resultan de enorme
interés, no sólo por la presentación de reproducciones de útiles y
construcciones megalíticas del mundo báltico, sino también, por
la inclusión de dos dedicadas a yacimientos andaluces: el de Cerro
Muriano, con hachas y martillos “Neolíticos”, y los dólmenes excavados por Tubino: el del Sacrificio (Ronda) y el de Castilleja de
Guzmán (Cueva de la Pastora), donde reproduce el esquema de la
planta, que acompañaba la citada memoria presentada al Museo
Arqueológico Nacional (Belén, 1991: 14). En síntesis, el nivel de
conocimientos que Vilanova y Tubino debieron adquirir durante
el viaje era comparable al de los especialistas internacionales de
su época y de todo ello, redactaron una memoria destacable por
muchos conceptos.
53
observación a otra comunicación sobre este tema presentada por F. Adolpho
Coelho (Véase Comas 1956: 313 y 361).
54 Una buena muestra es el epígrafe dedicado a las cavernas belgas en el capítulo 10 del ya citado Prehistoric Times de Lubbock.
55 Él mismo explica que estaba preparando un estudio del Cuaternario, para lo
que “hay que examinar en los valles primero y luego en las terrazas y mesetas, para formarse cabal idea, no sólo de su estructura y composición, sino
también de las causas que lo han formado” (Vilanova y Tubino, 1871: 181).
La discusión abarca las páginas 235 y 240 de las Actas del Congreso, que sintetizó entre las páginas 58 y 61 del libro. Vale la pena recordar que en el Congreso
de Lisboa (1880), intervino, junto con R. Virchow, en un debate producido
tras una comunicación de Francisco A. De Oliveira Feijâo sobre un caso de
microcefalia en Portugal, durante el cual informó de la muerte de aquel desdichado, “perdiéndose por desgracia la ocasión de haber conservado el encéfalo
y el esqueleto por efecto de la incuria con que se miran, por regla general,
entre nosotros estos asuntos” (Vilanova, 1884a: 308-309). Asimismo, hizo una
136
Fig. 54. Catálogo …. del Viaje científico á Dinamarca y Suecia con
motivo del Congreso Prehistórico celebrado en Copenhague en 1869
por Vilanova y Tubino publicado en 1871 (Biblioteca del MPV).
[page-n-150]
VI.6. El libro Origen, Naturaleza y Antigüedad
del Hombre (1872)
Habiendo examinado detenidamente la obra del Sr. D. Juan
Vilanova y Piera, que se titula Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre, veo en ella confirmada la opinión que
siempre tuve de este eminente geólogo; pues en todas las
cuestiones que abarca acerca de los tiempos diluviales y
prehistóricos, se manifiestan los grandes y prolijos conocimientos que posee en geología; ese nuevo estudio inspirado
tal vez por Dios, para confundir a los detractores de Moisés
y enemigos de la revelación. La formación sucesiva de los
diversos seres, según lo refiere el Historiador Sagrado, está
en perfecta armonía con la doctrina que en este punto sigue
el Sr. Vilanova; y si bien en el terreno de la ciencia asegura
que la antigüedad del hombre en el globo es más de la que se
supone por los variados cálculos hechos sobre este punto, no
obstante creemos no sea contrario al dogma católico sostener
esta opinión, cuando la Iglesia no ha declarado el número
fijo de años que lleva el hombre en la Tierra; pero no podrán
separarse de los cálculos cronológicos que nacen de los libros
sagrados. Así es que contamos ciento y tanto cronologistas
de distintas opiniones, siendo por cierto nuestro Rey Alfonso
el Sabio el que en sus famosas tablas fijó mayor antigüedad.
Tampoco vemos se contraríe el texto sagrado cuando la geología ha descubierto que las capas terrestres nos demuestran
que la vida ha debido sucederse por grados en la tierra y aún
en razón directa de la complicación del organismo; puesto
que se deduce esta teoría del mismo Génesis. Los importantes hallazgos de los huesos fósiles y las hachas de silex
serán, más bien, una prueba auténtica del gran cataclismo
que nos refiere Moisés, sin que neguemos la existencia de
Fig. 55. Portada del Origen, naturaleza y antigüedad del
Hombre de 1872 (Biblioteca del MPV).
Fig. 56. Advertencia preliminar, donde se incluye la censura
eclesiástica incluida voluntariamente por Vilanova en el Origen,
naturaleza y antigüedad del Hombre de 1872 (Biblioteca
del MPV).
En 1872, Vilanova publicó Origen, naturaleza y antigüedad
del Hombre (Fig. 55). Aunque este libro apareció en Madrid
durante 1872, fue redactado años antes. La censura eclesiástica
(Fig. 56) de la obra, realizada por la Vicaría de Madrid y que se
recoge íntegra en la “Advertencia Preliminar” (páginas 1 a 3),
tiene fecha de 1 de Marzo de 1868. El informe, como no podía
ser menos, fue favorable y permitía la publicación del libro, ya
que confirmaba que el texto no contenía ninguna cuestión que
fuera contraria al dogma católico. Vilanova advertía que en el
año de la publicación, 1872, no era necesario pasar por el trámite de la censura, pero él incluía gustoso el informe, como una
forma de confirmar que la prehistoria, nueva ciencia emergente,
no entraba en contradicción con el Génesis. El informe de la
Vicaría eclesiástica de Madrid confirmaba que la nueva ciencia
no estaba en oposición con las creencias más arraigadas en el
país. Además, al no estar subordinado el origen del hombre al
dogma, esta cuestión sólo revestía, en su opinión, un carácter
científico, por lo que admitía que pudiera dar lugar a controversia (Vilanova, 1872b: 1-2):
137
[page-n-151]
los fósiles, confirmada por los sabios ortodoxos el S. Ponzi
y el P. Sechi. Los estudios geológicos que tienen por libro de
enseñanza la tierra, cuyas capas de sedimento son sus hojas, y
cuyas cordilleras de montañas sus capítulos, según la célebre
frase que cita el Dr. Vilanova, viene a ser el libro revelado, lo
que es una prueba a una ecuación; convenciéndonos de que
jamás se dará un paso en la ciencia al descubrir una verdad,
sin que esté en perfecta armonía con la relación mosaica. Por
lo tanto, no vemos en los pliegos adjuntos que llevamos examinados, cosa alguna contraria al dogma católico; y como
la Iglesia ha ido siempre delante en todos los conocimientos
científicos y ha protegido en todos los tiempos las ciencias
naturales (por más que la maledicencia diga lo contrario), no
vemos peligro alguno en la publicación de la obra, antes bien
despertará el gusto a estudiar esta nueva ciencia, que cuando
tiene por objeto buscar la verdad en la tierra, se afirmará en
la verdad bajada del cielo. Dios guarde a V.S. muchos años.
Madrid 1° de Marzo de 1868. ‑ Es copia = J. MORENO.
Para corroborar el informe de la Vicaría, Vilanova se apoyaba
en las palabras de Edouard Lartet, a quien consideraba unos de
los más eminentes arqueólogos franceses y quien mayor impulso
había dado a los estudios prehistóricos. Para Lartet, decía Vilanova, el origen de la humanidad no estaba subordinado al dogma
católico, por lo que era una cuestión estrictamente científica en
la que se admitía todo tipo de discusión y controversia. En el
Génesis no se determinaba una fecha concreta para la aparición
del hombre y por eso los cronistas bíblicos no habían coincidido
acerca de la época de la creación, de manera que sobrepasaban las
140 opiniones sobre este punto, llegando hasta los 3.000 años la
diferencia de fechas entre algunos de ellos.
Vilanova hacía referencia también al trabajo “Les monuments de l’Age de Pierre et les theories sur l’ancienneté de
l’homme” que el jesuita A. Jean había publicado en la revista
Etudes religeuses, historiques et litteraires, en la que éste sostiene que dada la vaguedad de la cronología bíblica correspondía
a las ciencias humanas establecer la época de la creación de la
especie humana (Jean, 1868: 514).
En las páginas anteriores, en el “Prólogo” (Vilanova, 1872b:
V-VII), Vilanova propone el plan de la obra. Tras unas consideraciones generales, en las que se plantea el problema del origen
y la antigüedad del hombre, quiere exponer con brevedad la
historia de la Tierra desde su origen hasta el presente, caracterizando especialmente el periodo cuaternario o diluvial, como
se conocía entonces, por ser el campo de las investigaciones
sobre la aparición del hombre en el globo terráqueo. A continuación su intención es exponer una reseña histórica de la cuestión,
así como las fases por las que ha pasado. Continuará manifestando las observaciones y descubrimientos más importantes que
corroboraban los trabajos científicos realizados en el mundo
occidental. Para terminar, su propósito es ofrecer una relación
de los resultados obtenidos en la Península, tanto fruto de sus
exploraciones como de las correspondientes a otros colegas.
En las páginas 5-6, Vilanova ofrece una Bibliografía, que
incluye sin duda las obras más relevantes, con los datos más
actuales, que abordaban en esos momentos el problema de la
antigüedad y el origen del hombre y de la prehistoria en general
(Fig. 57). Aparecen citados los trabajos de autores como Lyell, Le
Hon, Lubbock, Boucher de Perthes, Hamy, Figuier, Quatrefages,
Vogt, Huxley, Bourgeois, Dupont, Prestwich, Worsäe, Lartet,
138
Christy, etc, junto a una relación de publicaciones periódicas:
las actas de los congresos de arqueología prehistórica, la revista
Materiaux pour l’Histoire positive et philosophique de l’Homme,
el Boletín de la Sociedad Antropológica de París, la Revista
Antropológica de Londres y Berlín, las Transactions del Instituto
Smithsoniano, los Archivos de Antropología de Florencia y los
boletines de diversas sociedades científicas europeas.
Fig. 57. Bibliografía del Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre
de 1872 (Biblioteca del MPV).
Vilanova, dedica la obra a la memoria de los que considera
fundadores de la nueva disciplina científica: Thomsen, Boucher de Perthes y Lartet, y también va dirigida a los que estima
insignes geólogos y arqueólogos: Lyell, Lubbock, Quaterfages,
Desnoyers, Le Hon, Dupont, Worsäe (un retrato suyo como Presidente del Congreso Prehistórico de 1869 encabeza la edición de la
obra), Steenstrup, Nilsson, Hildebrand, Zimmermann, Virchow,
Pictet, Desor, Ponci y Capellini, a todos los cuales considera
“Propagadores diligentes de la Ciencia Prehistórica en Europa”.
El sumario y desarrollo del texto se ajusta al plan de la
obra: Consideraciones generales (páginas 9 a 24); Historia de
la Tierra (25 a 56); Reseña histórica de la materia (57 a 81);
Capítulo I Origen y naturaleza del hombre (83 a 149); Capítulo
II Antigüedad del hombre; Artículo 1º Generalidades y Cuadro
sinóptico de los tiempos primitivos (150 a 158); Artículo 2º
Descripción, I. Terreno Terciario. Época Paleolítica (159 a 172),
II. Terreno Cuaternario (173 a 177), que a su vez subdivide en:
Época Arqueolítica (el texto dice Paleolítica) (177 a 237), Época
Mesolítica (237 a 285), Época Neolítica (285 a 316), Edad del
Bronce (316 a 334), Edad del Hierro (335 a 345). Termina con
[page-n-152]
un Apéndice con lo Prehistórico español (346 a 351), en el que
describe las Épocas Paleolítica y Arqueolítica, incluyendo lo
Prehistórico de Gibraltar y Portugal (351 a 442).
Hay que señalar que este libro constituyó la primera monografía científica española que trata sobre la prehistoria y además
de ser una ampliación de los anteriores trabajos de Vilanova,
supuso una puesta al día de toda la información geológica,
paleontológica y arqueológica de la época, tanto en lo referido a
España como a Europa.
La mayor parte del texto de “Origen del hombre y antigüedad de la especie humana” (1866-67), comentado anteriormente, sería incorporado, con modificaciones mínimas,
a la obra Origen y Antigüedad del hombre (1872b). La fecha
de censura eclesiástica que acompaña al libro es de 1868, por
lo que Vilanova tuvo que tener escrito el libro en ese año. Así
posiblemente, desde el primer momento, Vilanova concibiera su
texto sobre la antigüedad y origen del hombre para esta doble
utilización.
Comparando estas dos obras, el Origen y Antigüedad del
hombre presenta un capítulo de Consideraciones generales, que
ocupa las páginas de la 9 a la 24, dividido en tres apartados
(1-3) que coinciden exactamente con los tres primeros artículos.
El siguiente capítulo que en el libro se denomina Historia de
la tierra (pp. 25-56), está dividido en cuatro apartados del 4
al 7 que se corresponden con los mismo artículos. Finalmente,
presenta el capítulo titulado Reseña histórica de la materia, pp.
57-81, dividido en dos partes; la número 8 (pp. 57-69) corresponde con los artículos VIII y IX, y la número 9 (pp. 70-81),
a los artículos X y XI, aunque en el libro incluye un último
párrafo transcrito de Agassiz.
Como ya se ha comentado, la ordenación del trabajo aquí
estudiado era de tipo geográfico, mientras que en el libro siguió
un criterio cronológico, de más antiguo a más moderno. Para
cada terreno realiza una descripción en la que incluye el carácter
geológico o de yacimiento, carácter paleontológico, carácter
arqueológico y, por último, carácter antropológico.
De este modo los artículos XII y XIV que corresponden a
la descripción de un yacimiento, los incorporó al capítulo dedicado al Terreno Cuaternario dentro de la Época paleolítica del
oso de las cavernas y del Mammuth, descrito en lo que el denomina “Carácter geológico o de yacimiento”. Así el artículo XII
está transcrito entre las pp. 181 a 186 del libro, con algunas
ligeras modificaciones y eliminación de pequeños párrafos,
sobre todo de enlace entre las distintas partes o de referencias a
algunos yacimientos que son tratados en otras partes del libro.
Curiosamente también elimina el 4º párrafo de la p. 265 donde
se dice textualmente “la figura que, lo mismo que el texto, he
copiado de la obra del Sr. Lyell, intitulada L’ancienneté de
l’homme”. Esta figura 1 también es reproducida en la p. 183 del
libro de 1872. En continuidad con el texto anterior, reproduce
desde la p. 186 a la 192, el primer párrafo del artículo XIII y a
continuación lo enlaza con el 2º párrafo de la p. 362 del artículo
XIV, que transcribe casi literalmente, incluyendo las dos figuras
que aparecen en este artículo. La parte que elimina del artículo
XIV es un recordatorio de la importancia del yacimiento aquí
analizado, así como de algunos avatares históricos sobre la
aceptación de su autenticidad, que resultaban redundantes en el
contexto del libro.
Por último el artículo XIII no es utilizado, ya que el apartado
que denomina “Carácter arqueológico” está muy desarrollado,
aunque las figuras de este artículo si que son reproducidas en el
libro: la 2ª, p. 307 está en la p. 222, pero en disposición horizontal; la 3ª, p. 307 está en la 220; la 4ª, p. 308 está en la 221; y
la 6ª, p. 309 está en la 223.
Tras comenzar con una reseña histórica, Vilanova en el
capítulo primero de su libro dedicado al origen y naturaleza del
hombre, incide en la importancia de esta nueva disciplina, que
tiene gran repercusión en los medios científicos europeos, cuyo
objeto de estudio es la resolución de problemas científicos que
atañen a la naturaleza, origen y época de aparición del género
humano en la Tierra. Señala que el tema de estudio es complejo,
ya que no sólo se reduce a establecer si el hombre fue creado
por el Sumo Hacedor o representa el último y más perfecto
desarrollo de la materia orgánica, sino que intervienen otras
cuestiones, entre ellas, cuántas especies de humanos existían,
una o varias, y si hubo una o múltiples cunas de la humanidad.
Es decir, implicaba la controversia entre monogenistas, para
quienes sólo había una especie humana, y poligenistas, partidarios de que existían varias especies que eran originarias de
la región que ocupaban desde su aparición. Éstos últimos cuestionaban en su mayoría la intervención del creador y apoyaban
la explicación basada en la evolución orgánica. El asunto se
complicaba aún más, ya que entre los monogenistas había una
tendencia minoritaria que se declaraban transformistas y otra
mayoritaria partidaria de la creación directa. A todo esto había
que añadir que el problema del origen del hombre era motivo de
controversias religiosas.
Una vez planteada la complejidad del tema, Vilanova dedicaba las siguientes páginas a discutir sobre las propuestas de
materialistas, como Büchner, Moleschot, Burmeister, Royer,
etc., que se apoyaban en los postulados de Darwin fundamentados en la selección natural y en la lucha por la existencia,
apelando también a las leyes de la herencia y de la variabilidad. Vilanova, en su línea, se muestra crítico con la teoría
de Darwin, argumentando que los datos paleontológicos no
confirmaban la hipótesis del naturalista inglés. Discute también las interpretaciones sobre la aparición y extinciones de
las especies de Sedgwick –que habla de adiciones a la creación para explicar la el aumento de la complejidad orgánica
de las faunas fósiles–, Bronn –para quien las nuevas especies
se forman no por transformación sino por la acción de una
fuerza creativa–, Lamarck –a su juicio el creador del transformismo, por lo que dedica unas páginas a resumir su doctrina–
y Etienne Geoffroy de Saint-Hilaire –que apela a los cambios
bruscos y transformaciones en el periodo embrionario– (Vilanova, 1872b: 98-101).
Su rechazo al transformismo radicaba en que si se aplicara al género humano implicaría que no había sido creado por
Dios. En este sentido, había transformistas que consideraban
que el hombre descendía de los monos antropomorfos, algo
que, sin embargo, no habían dicho ni Lamarck ni Darwin en
el Origen de las especies, aunque éste último sí lo había planteado en su libro de 1871 sobre la descendencia del hombre
(Op. cit.: 100-101).
Para Vilanova, el materialismo científico no tenía ningún
fundamento y menos aplicado al origen del hombre. El se
encontraba cercano a las posturas de naturalistas como Joachim
Barrande y Louis Agassiz. De Barrande decía que se mostraba
contrario a considerar una explicación basada en la evolución
lenta y sucesiva de las especies, ya que había datos paleonto-
139
[page-n-153]
lógicos que mostraban que durante el Silúrico se había producido una aparición instantánea de géneros pertenecientes a
todas las faunas fósiles, por lo que consideraciones análogas
se podían aplicar al origen del hombre. En una línea parecida,
Agassiz, en su obra titulada “De la especie y de la clasificación
en Zoología”, sostenía que la naturaleza creaba de una vez y
al mismo tiempo los tipos que había sugerido Cuvier, esto es,
zoofito, molusco, crustáceo y pez, éste último como representante de los vertebrados, en idénticas o parecidas condiciones
y que este resultado debía atribuirse al plan concebido en la
mente de un Creador (Op. cit.: 112). Adoptando el naturalista
suizo la doctrina de las creaciones independientes, única según
él, rechazaba a Darwin y a los monogenistas, dividiendo la
superficie del globo terráqueo en ocho zonas donde habitaban
ocho tipos humanos distintos, teniendo cada tipo un hábitat
especial. Consideraba Agassiz que no había que priorizar la
investigación sobre el origen del género humano y había que
evitar discutir sobre la hipótesis de la transformación de los
organismos, ya que el hombre debía estudiarse tal como era
hoy y había sido siempre, desde los tiempos más antiguos,
cuando coexistía con una fauna extinguida en la actualidad.
No había que buscar la procedencia de la humanidad de los
monos antropomorfos o de cualquier tipo de simio hoy extinguido, decía, sino que las diferencias que había entre los representantes humanos de los distintos tipos habían existido desde
los tiempos más remotos y estos representantes habían ocupado áreas diferentes desde su origen. Y concluía “han existido diferencias entre los hombres de entonces y los de ahora,
como entre los animales del mismo género en épocas geológicas diferentes” (Op. cit.: 140).
Un poco más adelante Vilanova recurre a Quatrefages
para exponer la cuestión del primer centro de creación de la
humanidad. Sugería el antropólogo francés que probablemente
tal región debía corresponder a alguna parte de Asia, no lejos
de la cordillera del Himalaya. Alrededor o en sus vertientes
se encontraban los tres tipos básicos de la especie humana,
enlazados por tránsitos que indicaban o la fusión de los tipos
entre sí o modificaciones provocadas por grandes diferencias
en las condiciones climatológicas. También se encontraban en
aquella región idiomas diversos que pasaban de unos a otros
formando las tres grandes divisiones lingüísticas admitidas.
Además, las especies domésticas más antiguas eran originarias
de Asia, desde donde el hombre las había transportado a los
lugares donde hoy se encontraban. Por último, la “raza aria,
una de las principales ramas de la blanca, procede de allí”, lo
que, junto a datos históricos y vagos recuerdos que se conservaban acerca de las emigraciones de los pueblos, casi siempre
coincidían en señalar a la cordillera del Himalaya y sus estribaciones el lugar desde el que había irradiado la humanidad
(Op. cit.: 143).
En el segundo capítulo, en el que Vilanova aborda la antigüedad del género humano, por lo que comienza con el desarrollo histórico de la prehistoria y de la influencia en la configuración de esta disciplina científica de otras como la geología,
la paleontología, la arqueología y la filología. Comenta como la
posible existencia del hombre en el periodo Terciario va adquiriendo cada día más consistencia, como asegura Quatrefages,
lo que aumentaría considerablemente la antigüedad estimada
del género humano. Ante este abanico de posibilidades que
se abren en esta nueva ciencia, Vilanova expone la discusión
140
acerca del nombre más adecuado a sus objetivos. Así, prehistoria, antehistoria, paleoarqueología son algunas de las denominaciones usadas para referirse a la ciencia que se ocupa del
hombre primitivo, mientras que Quatrefages prefería utilizar
el término Paleoantropología, en lugar del de Paleontología
humana, para denominar el estudio del hombre fósil y de sus
obras (Op. cit.: 157).
En cuanto a la clasificación de este nuevo ramo del saber,
la que mayor aceptación tenía recogía los múltiples problemas
que abordaba la disciplina. Es decir, que los tiempos primitivos
podían dividirse en terrenos Terciario y Cuaternario y Moderno,
subdivididos a su vez en cuatro horizontes: geológico (desde
los bancos de materiales pertenecientes al Plioceno y Mioceno
terciarios y pasando por cavernas, dólmenes, paraderos, palafitos hasta enterramientos modernos), paleontológico (fauna
fósil característica), arqueológico (herramientas líticas, restos
de cerámica, objetos de cobre y bronce, instrumentos de hierro)
y antropológico (fósiles humanos hallados en cuevas y restos
de hombres modernos excavados de sepulturas), en seis épocas
(Paleolítica –correspondiente al Terciario–, Arqueolítica, Mesolítico, Neolítica, del Bronce y del Hierro, todas éstas del Cuaternario) y en localidades tipo que caracterizaban los horizontes
(Op. cit.: 157-158).
Establecía entonces Vilanova la descripción del terreno
Terciario, desde cuatro aproximaciones: los aspectos geológico, paleontológico, arqueológico y antropológico, que
caracterizaban a este periodo. El primero, el yacimiento, consistía en la estructura del terreno, el espesor que alcanzaba
y las condiciones en que se encontraban los restos humanos
y de su industria. El segundo abarcaba la naturaleza del los
restos orgánicos que acompañaban a las manifestaciones de
la existencia y de la actividad del hombre. El tercero tenía
por objeto la descripción de los objetos que distinguían la primera industria humana. El último se ocupaba de identificar
los restos fósiles humanos hallados hasta el presente. Las
dos últimas aproximaciones eran indicativas del estado de
la cuestión paleoantropológica del momento, ya que en esos
años estaba en pleno vigor el debate sobre la existencia del
“hombre terciario”. Como hasta ese momento no se habían
descubierto ningún resto de esqueleto humano, exceptuando
tal vez el hallazgo del cráneo de Calaveras en California,
citado por los geólogos norteamericanos William P. Blake y
Josiah Whitney, los datos de partida para establecer la posible
existencia humana en el Terciario eran los hallazgos en dicho
horizonte geológico de lo que parecía una industria lítica muy
tosca y las huellas de la acción humana en huesos fósiles de
animales (Op. cit.: 159).
La primera referencia de la posible existencia del género
humano en el Mioceno Terciario había correspondido a los
abates franceses Bourgeois y Delaunay. Así, Vilanova decía
que Louis Bourgeois había comunicado el hallazgo de pedernales toscamente tallados en terrenos miocenos de Thenay,
cerca de Pont-Levoy, La discusión acerca de la comunicación
de Bourgeois se planteó en el CIAAP de Paris de 1867, en
donde además se leyó una nota del abate Delaunay, en la que
se indicaba que había excavado en los alrededores de Pouancé
(Maine-et-Loire), costillas y un húmero de Halitherium sobre
las que podían apreciarse incisiones debidas a la mano del
hombre. A favor de esta gran antigüedad del género humano
se habían mostrado G. Mortillet y E.-T. Hamy, mientras que
[page-n-154]
Fig. 58. Lámina 5, insertada entre páginas 284-285 del Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre
(Biblioteca del MPV); posteriormente Vilanova incluyó esta lámina en varios trabajos.
141
[page-n-155]
A. Bertrand y A. de Quatrefages se habían mostrados dudosos.
El argumento que más duda aportaba al asunto era, decía Vilanova, que si la talla de los sílex había sido obra del Homo
sapiens, entonces el “hombre mioceno” debía haber sido contemporáneo de cinco faunas fósiles sucesivas. Por eso él se
incluía entre los partidarios de mostrar prudencia en este tema
(Op. cit.: 162).56
Más probabilidad era a su juicio la existencia del hombre en
el Plioceno, ya que se habían hallado en varios países huesos
fósiles humanos o restos de su actividad que acreditaban la existencia de la especie humana en este periodo anterior al Cuaternario. Así, en este apartado había que incluir el cráneo de
California, aunque no los restos humanos de Denise en Francia,
ni de Natchez, cerca del Misisipi, que eran cuaternarios. También pertenecían a este periodo los hallazgos de instrumentos
líticos realizados en 1863 por Bourgeois y de J. Desnoyers en
Saint-Près, cerca de Chartres. Estos últimos se encontraron asociados a huesos de Elephas y Rhinoceros con huellas de acción
del hombre, análogas a las que se habían hallado en el valle
del Arno según había comunicado C. Ramorino en la reunión
de la sociedad italiana de ciencias naturales en Spezzia. Esto
parecía clarificar el debate de si el hombre había podido existir
en Europa durante el periodo Terciario o, como decían algunos
paleontólogos, había que buscar sus restos fósiles en regiones
ecuatoriales, en la India o en otro continente. Respecto a esto,
Vilanova pensaba que los últimos datos sobre las condiciones
ambientales de entonces y sobre la flora y fauna fósil, incluyendo el hallazgo realizado por Lartet en el terciario de SaintGaudens del Dryopithecus Fontani, ejemplar fósil muy parecido
a los monos antropomorfos actuales, apoyaba la posibilidad
de que en suelo europeo pudiese encontrarse restos humanos
terciarios. Y decía al respecto: “si bien hay que renunciar por
ahora a la existencia del hombre en el segundo horizonte de la
época terciaria, o sea en el mioceno, todo parece contribuir a
la admisión del hombre plioceno...”, contemporáneo de mamíferos fósiles característicos de ese terreno. Añadía que no era la
metafísica con sus razonamientos, ni la lingüística en su sección
paleontológica, ni la más arcaica arqueología, sino el criterio y
método geológico quien había suministrado los datos sobre la
primera aparición de la especie humana y el inmenso lapsus de
tiempo transcurrido desde entonces (Op. cit.: 165). El problema
era que hasta la fecha el único resto fósil humano que se podía
considerar como terciario era el cráneo descubierto en California. En los terrenos de transición no se habían encontrado ni
hueso humano ni resto de industria lítica, por lo que había un
hiatus entre el cráneo plioceno de Calaveras y los posteriores
identificados como cuaternarios (Op. cit.: 172).
Pasaba a continuación Vilanova a describir el terreno geológico Cuaternario, cuya característica era el gran levantamiento
que había afectado a una gran parte de Europa, la cual a continuación se había visto cubierta por una gran masa de hielo.
Este apartado del libro, que ocupa hasta el final, lo divide en las
diferentes épocas, del Paleolítico a la Edad del Hierro, y realiza
una extensa difusión de los conocimientos multidisciplinares y
transversales más en boga acerca del origen y la antigüedad de
la humanidad.
56
Sobre el debate acerca de la existencia del “hombre terciario” puede verse
Pelayo (2009).
142
Por lo que respecta a la época Paleolítica (Fig. 58) o del Oso
de las cavernas y el Mamuth, dice que mientras se encontraban
suficientes muestras arqueológicas y paleontológicas de la
misma, apenas se habían hallado unos cuantos cráneos, alguna
mandíbula y unos pocos huesos largos fósiles humanos. Justifica
esta pobreza por la facilidad que se alteraban y descomponían
los materiales orgánicos en los terrenos de acarreo, el que la
especie humana se encontrara menos desarrollada que otras de
mamíferos y aves, cuyo esqueleto era más sólido y consistentes
que el de los humanos y por el poco interés por este tipo de
investigación a causa de la influencia negativa que había tenido
la opinión dominante sobre la poca antigüedad del hombre.
Así que, hasta, poco más o menos el año 1870, apenas eran en
torno a la quincena los ejemplares de restos humanos que disponían los paleontólogos para su estudio. Siguiendo la distinción
establecida por Hamy, Vilanova pasaba a describir primero los
restos encontrados en los depósitos diluviales externos y luego
los que se habían hallado en cavernas (Op. cit.: 225).
Cronológicamente, el hallazgo más antiguo había correspondido a los huesos excavados en 1823 por A. Boué en la
cuenca del Rhin, en Lahr, cerca de Estrasburgo, que en opinión
de Cuvier, eran humanos pero no fósiles, ya que debían proceder de algún cementerio cercano. También a excavaciones
diluviales superficiales correspondían los restos excavados
en Eguisheim, Cannstadt (Stuttgart), Wiesbaden, Staengenaes
(Suecia), Maastrich, Meuse, Olmo (Italia), Denise (Le Puy,
Auvernia), Moulin-Quignon - algunos apelaban a una introducción fraudulenta en el yacimiento -, Natchez en la cuenca
del Misisipi, la mandíbula humana hallada en Puerto Príncipe
(Cuba) y los huesos humanos encontrados por J. Reboux en
Clichy, la Revolte y la Chaumière en el Sena. Entre los restos
humanos fósiles descubiertos en cavernas destacaba el de
Neandertal, pero había que añadirle los hallados en las grutas
de Trou de la Naulette, en el río Lesse, Moustier, Lherm, y
Fées, ésta última en el pueblo Arcy-sur-Cure. Más tarde se
comprobaría posteriormente que algunos no eran fósiles, sino
modernos.
Vilanova señalaba la existencia en Europa de dos razas
humanas fósiles, la más antigua de constitución craneal dolicocéfala y la más reciente braquicéfala. Posteriormente aparecería una tercera distinta de las anteriores, completándose así el
cuadro etnográfico de las edades remotas. Y resumía así la interpretación que se daba en relación al carácter paleoantropológico
del Paleolítico (Op. cit.: 236):
1º Que el hombre del periodo paleolítico no se distinguía
ciertamente por una gran inteligencia, como lo acredita su
naciente y tosca industria.
2º Que era más débil que hoy y tenía que luchar, no sólo con
condiciones físicas, sino también con los animales que le
rodeaban, que eran mucho más poderosos que los actuales.
3º Que por todas estas circunstancias, no debe extrañarse
que la infancia de la humanidad haya durado tantos siglos.
4º Que partiendo de la unidad de especie y de cuna humana,
que hoy por hoy no hay razones bastante poderosas para
invalidar, la existencia en nuestro continente de dos razas,
[page-n-156]
por lo menos, en este periodo, y tal vez de otra distinta en
el terciario superior, es la plena confirmación de la notoria
antigüedad, que no podemos menos de reconocer en el
hombre.
5º Que el tipo más antiguo cuaternario parece deba referirse
al dolicocéfalo, o sea de cabeza larga y estrecha, a cuya
circunstancia suele agregarse, por lo común, la del prognatismo más o menos pronunciado, ambos a dos signos, por
regla general, de inferioridad intelectual.
A esta circunstancia puede añadirse el que la talla del
hombre era a la sazón un poco inferior a la media actual,
lo que parece hasta cierto punto justificar las condiciones
físicas de aquella época, algo semejantes a las de regiones
boreales.
6º Que la vida del hombre era entonces vagabunda, sirviéndole cuando más las cavernas y algunas cavidades en las
laderas de los montes, de abrigo o resguardo.
7º En cuanto a la alimentación es probable que fuera muy
frugal, reducida a raíces, frutos y otras partes de los vegetales, quizás a la carne cruda del Mammuth, Caballo, etc.,
y al tuétano, según justifica la hendidura que ofrecen los
huesos largos, practicada al perecer con dicho fin.
Terminaba Vilanova su repaso del Paleolítico comentando
que no había pruebas de que los hombres de este periodo
conocieran el fuego, ni el modo de conservarlo, debía ser, por
tanto, una especie de salvaje nómada, pescador y cazador, de
muy escasa inteligencia y ninguna cultura. La comparación de
la humanidad de aquella época con los aborígenes actuales de
Australia o Nueva Zelanda o de otras tribus sin civilizar, justificaba plenamente a juicio de Vilanova, la idea que acerca del
hombre primitivo podía construirse, a partir de los datos geológicos, paleontológicos y arqueo-antropológicos de edades tan
remotas (Op. cit.: 236-237).
El horizonte medio del Cuaternario, en unos límites difíciles de establecer con la época anterior, correspondía a la
época Mesolítica o del Reno, llamada así por la abundancia
de restos fósiles de este animal y que era un periodo de tránsito. También aquí eran escasos los restos fósiles humanos.
Las estaciones prehistóricas más famosas eran las cuevas de
Aurignac y Trou de Frontal (Bélgica), cuyos cráneos se asemejaban a los de “la raza mogola o turanense, y a su rama ibera
o ligura, existente aún en los Pirineos y en el norte de Italia”
(Op. cit.: 280). También pertenecían a este periodo los restos
hallados en Grenelle (París), Engis y Engihoul (Bélgica), CroMagnon, Bize, Eyzies, Massat, Laugerie Basse, Bruniquel, y
Trou Rosette (Bélgica). Algunas de las características morfológicas de los huesos largos del esqueleto del anciano de CroMagnon, como el aplastamiento lateral de la tibia que estaba
muy acentuado, había dado origen a una polémica entre Pruner
Bey, que la consideraba como efecto del raquitismo padecido
en la infancia, y Broca y Hamy, que veían en ello indicios de
caracteres simios (Op. cit.: 280-283).
Los resultados del estudio de la riqueza paleoetnológica
de este periodo, según Vilanova, llevaban a los resultados
siguientes (Op. cit.: 283-284):
1º Que ningún cráneo humano de esta edad, ni aún de la
anterior, o sea del Mammuth, ofrece rasgo alguno antropomorfo, siendo todos perfectamente humanos.
2º Que desde tan remota edad han coexistido en Europa dos
razas humanas, dolicocéfala una, braquicéfala otra; lo cual
acredita la notoria antigüedad del hombre y de sus principales ramas.
3º Que aunque es difícil, con los datos que poseemos, juzgar
con acierto respecto del orden de aparición, no obstante el
grupo dolicocéfalo parece haber precedido al braquicéfalo.
4º Que tampoco es fácil determinar ni por sus obras, ni
por la proporción del cráneo, ya que en este punto hay que
tener en cuenta la calidad, tanto como la cantidad de masa
encefálica, cuál de las dos razas debió llevar la superioridad
intelectual.
5º Que vista la analogía entre el hombre de la primera edad
del reno, según Hamy, y ciertos pueblos del N. de Europa
y Asia, tales como lapones, esquimales y tchuktchs, puede
decirse que éstos continúan representando hoy en las
regiones circumpolares, las razas del Reno en Francia, Bélgica y Suiza.
6º Que el estudio de los restos humanos y de sus obras en
los turbales del Norte, inclinan el ánimo a sospechar que
el hombre de aquella época acompañó al Reno en su emigración; pudiendo considerarse uno y otro como descendientes de los últimos tiempos cuaternarios de la Europa
media.
7º Que parte de aquella población cuaternaria, no obstante
las condiciones desfavorables que iba presentando Europa,
subsistió en su parte central y occidental, experimentando
las consecuencias de una invasión de hordas descendientes
de los primeros dolicocéfalos que ocuparon esta región, las
cuales armadas ya de la piedra pulimentada, sometieron
probablemente con facilidad a los que eran más débiles o
quizás menos hábiles, mezclándose así dos civilizaciones,
de las que algunos vestigios se conservan en los últimos
momentos del periodo del Reno. Esto nos conduce insensiblemente a la época neolítica o de la piedra pulimentada,
que debe formar capítulo aparte.
Para concluir en relación a los tipos fósiles humanos que
habían vivido durante el Mesolítico o edad del Reno, Vilanova
comentaba que habían coexistido dos razas humanas. Una era
dolicocéfala, como la de Eguisheim que las había precedido
cronológicamente. Se caracterizaba porque sus representantes
habían tenido una complexión fuerte y robusta, una gran talla,
un cráneo con una capacidad y forma semejantes al de muchos
pueblos actuales, con un prognatismo que afectó a los maxilares
pero no a los dientes. Sus estaciones prehistóricas características
eran las de Cro-Magnon, Grenelle y Engis. La otra raza prehistórica había sido braquicéfala, de menor tamaño y desarrollo,
con muchos puntos de contacto con la que había habitado la
cuenca del Sena al finalizar el periodo del Mammuth, y que, por
la forma del cráneo, se enlazaba por tránsitos insensibles con el
tipo estonio. Sus estaciones clásicas eran las cuenca del Sena
y las cavernas belgas. Por tanto, considerando estas dos razas
prehistóricas y la de anterior de Eguisheim, habían sido tres
los tipos étnicos humanos que habían habitado Europa en una
época muy remota. Esto implicaba que los humanos eran muy
antiguos y que habían experimentado durante mucho tiempo los
efectos de condiciones muy diversas en su existencia, fuera por
una larga duración en el tiempo o por el efecto de las migraciones (Op. cit.: 284-285).
143
[page-n-157]
VI.7. PARTICIPACIÓN INSTITUCIONAL
El siguiente apartado lo dedicaba Vilanova a describir
la época Neolítica, o de la piedra moderna o pulimentad a,
que correspondían con la aparición de los animales domésticos.
Tampoco este periodo era rico en ejemplares fósiles
humanos. En los kiokenmodingos no se habían encontrado
hasta ese momento. Algunos se habían hallado en cavernas de
los Pirineos, como la de Lombrive, en las turberas belgas y en
dólmenes. La conformación del cráneo de la mayoría de los
restos humanos era braquicéfala, de cara “turanense”, que para
la terminología etnológica y lingüística de la época significaba
originaria del Asia Central y distinta de la indoeuropea. Era el
tipo representado por vascos, magiares, finlandeses y lapones.
El resto fósil humano más famoso encontrado en dólmenes y
monumentos megalíticos era el cráneo de Borreby, hallado en
un túmulo de Jutlandia, Dinamarca, asociado a instrumentos
líticos (Op. cit.: 316-317).
Acababa Vilanova su repaso por este periodo indicando
que era muy importante en la historia humana, ya que era el
eslabón que enlazaba el estado salvaje con el civilizado (Op.
cit.: 319).
Respecto a los restos fósiles humanos pertenecientes a la
edad del Bronce, Vilanova aseguraba que se habían encontrado
pocos ejemplares por la costumbre de quemar los cadáveres.
De todas formas, en las turberas, monumentos megalíticos y
palafitos se habían encontrado algunos cráneos que podían
ayudar a clarificar la morfología de los tipos étnicos mayoritarios. Generalmente los procedentes de los yacimientos escandinavos eran braquicéfalos y algunos pocos dolicocéfalos (Op.
cit.: 333).
En cuanto a los materiales que se disponían de la edad del
Hierro, se habían encontrado por lo general en monumentos
megalíticos, en particular en los túmulos de Noruega, el país
representativo de este periodo, en Rusia y Valaquia, aunque
también en la parte más superficial de las turberas, en los sepulcros, en ciudades y fortalezas abandonadas, en cementerios y
en antiguos campos de batallas. Esta época fue el principio de
la civilización actual y aquí comenzó también “la leyenda, la
fábula y la tradición, y con ella ellas la historia propiamente
dicha, en cuyo confín termina la misión del paleo-arqueólogo”
(Op. cit.: 340).
En su apéndice final sobre los prehistórico de la península
ibérica, Vilanova incluyó una descripción de los hallazgos
realizados en Gibraltar, en los que se habían encontrado cráneos fósiles humanos, pertenecientes según algunos al Homo
calpicus, que habían tenido una gran repercusión en la comunidad científica internacional. De esta forma, siendo Gibraltar
en su opinión una de las primeras estaciones prehistóricas de
Europa, por la riqueza de sus hallazgos, Vilanova terminaba su
libro lamentándose, ya que “Aunque la ciencia no tiene patria,
siendo cosmopolita e igual para todos los hombres y países, no
por eso dejaremos de deplorar que hayan ido a enriquecer los
Museos de Londres las preciosidades allí encontradas” (Op. cit.:
441-442).
Tras el viaje a Dinamarca, que supuso su consolidación
como prehistoriador, Vilanova iba a actuar en adelante como
un activista entusiasta de iniciativas en este campo, animando y
respaldando todo tipo de empresas, en unos años en que la prehistoria se había convertido en una disciplina de moda. Formó
parte, como ya se ha comentado, de la recién fundada Sociedad
Española de Historia Natural (1871), ante la cual presentará
no pocas memorias de contenido antropológico y en el primer
número de sus Anales aparecería un trabajo sobre esta materia
(Vilanova, 1872d), además de que será el escenario donde se
dirimirán algunos de los combates más duros en la polémica
sobre la autenticidad de las pinturas de Altamira. Ese mismo
año (1871), Machado, que había abandonado el cargo de Gobernador civil y había vuelto al rectorado de la Universidad, junto
a Tubino y otros intelectuales activos, fundó la Sociedad Antropológica, al tiempo que Vilanova y Tubino iniciaban un curso de
ciencia prehistórica en la Universidad de Sevilla, de cuya gestación no debió ser inocente el rector. Además, ambos tenían previsto acudir al V Congreso Internacional de Bolonia, al que sí
fue José Vilanova, y según Ayarzagüena (1992: 64-65), basándose en el testimonio del propio Tubino, ambos habían de tomar
parte como correspondientes, pero al final no acudieron y de
hecho, en las actas ni siquiera se recoge el título de una posible
comunicación inscrita (Comas, 1956: 202). La única intervención española en el Congreso parece que fue la de Guillermo
Macpherson, quien envió materiales exhumados en la Cueva de
la Mujer, “a fin de que los sabios que allí concurren, puedan
estudiarlos y sacar de su examen legítimas consecuencias”.57
Pero la prehistoria despertaba recelos entre sectores de la
Iglesia y fue en 1871, cuando Vilanova recibió la crítica de Francisco Javier Caminero, quien al referirse al origen del hombre,
afirmaba que su antigüedad no pasaba de los setenta siglos y
advertía que “los geólogos católicos, como el Sr. Vilanova,
proponen admitir interrupciones en las listas genealógicas del
Génesis, ya porque se suprimieran nombres de propio intento
ya porque desaparecieran casualmente, como es muy posible
y ha sucedido en tantos otros documentos históricos antiquísimos. Si hemos de hablar con franqueza, aún nos repugna más
esta hipótesis que las dos anteriores” (citado por Ayarzagüena,
1992: 199).
Sin embargo, Vilanova mantuvo firmes sus convicciones y
poco tiempo después de esta reprensión, vio la luz el ya citado
Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre en 1872, que
Ayarzagüena (2002b: 65) ha calificado como la primera síntesis
sobre la prehistoria española y donde, en la línea de lo ya apuntado con respecto de los materiales de la Cueva de la Mujer,
introdujo el periodo Mesolítico para identificar los horizontes
diluviales medios y si bien, aparece como uno de los primeros en
utilizar esta categoría, que ha resultado tan útil, en su cronología
correspondería al actual Paleolítico Medio. Hemos de señalar
que su defensa se enraíza en su concepción del desarrollo autóctono de la prehistoria española (Ayarzagüena, 1992: 202-208
La información procede del artículo firmado por A. Machado en la Revista
Mensual de Filosofía, Literatura y Ciencias de Sevilla (III, 1871: 315-319)
y está citado por Ayarzagüena (1992: 198). El problema estaba en que aparecían juntos útiles de piedra tallada y pulimentada, y Vilanova, con quien
MacPherson mantenía buenas relaciones, interpretó que el yacimiento dataría de una época intermedia entre el Mesolítico y el Neolítico. Ayarzagüena
(1992: 197) y Barrera (2002). Véase también Sánchez et al. (2000: 303304).
57
144
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y 304-305).58 Por otro lado, uno de los primeros arqueólogos
profesionales españoles y hombre también de un catolicismo
probado, Rada y Delgado, sacó en el Museo Español de Antigüedades, revista que él dirigía, una serie de artículos con el
título común de “Lo prehistórico en España”; epígrafe que también utilizó en otras aportaciones a publicaciones periódicas.
En el campo de la geología e historia natural, vieron la luz en
1872 el Compendio –que según parece, será determinante para
su elección a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales – y el volumen primero de la enciclopedia de historia natural dirigida por él: La Creación. Historia Natural,
escrita por una sociedad de Naturalistas (Barcelona, Montaner
y Simón), y que hasta 1876 irá sacando hasta 8 volúmenes. La
primera entrega llevaba un prólogo, en el que Tubino dedicaba
las setenta primeras páginas de la antropología a exponer las
teorías de Darwin sobre el origen de las especies y del hombre
(ver Capítulo VII).
Asimismo, hemos de señalar que Cañal (1894: 7), a quien
algún autor considera discípulo de Vilanova, llegó a afirmar
que “nada ocurre digno de mención en la historia de la arqueología sevillana”, hasta la llegada de Manuel Sales y Ferré en
1874, con lo que silencia la labor de Tubino y Machado, con
los que Sales además compartía ideología e inquietudes, pues
fue el impulsor de la fundación del Ateneo Hispalense en 1879
y ocho años después, el Ateneo y Sociedad de Excursiones de
Sevilla.
En 1872 Vilanova y Tubino aparecían inscritos en el VI
Congreso Internacional de Arqueología Prehistórica, aunque
no tenemos constancia de que se desplazaran a Bruselas y
de hecho, en sus actas no aparece comunicación alguna a su
nombre (Ayarzagüena, 1992: 24-25 y 65; Comas, 1956).
La actividad de Vilanova en estos años fue muy intensa,
presentando continuas memorias ante la Sociedad Española
de Historia Natural, en especial de paleontología y prehistoria, como la reseña de la obra de Wilhelm Philipp Schimper:
Traité de Paléontologie végétale ou la flore du monde primitif
dans ses rapports avec les formations géologiques et la flore
du monde actuel (París, J. B. Baillière et fils, 1869-1874, 3
vols.).59 Asimismo, dio a conocer los trabajos de Guillermo
Macpherson en la Cueva de la Mujer, tras haber avalado su
inscripción y la de su hermano José, en dicha Sociedad en
1872. Por fin, animó públicamente a sus socios a acompañarle
al congreso internacional de Estocolmo (1873) y aunque sólo
convenció a Ildefonso Areitio, también viajaron con él, el ayudante del Museo de Historia Natural, José Solano y los ingenieros Joaquín Francisco de Haro y su hermano José. Una vez
más, dio noticia de sus sesiones en la Revista Europea (187475) y en sus cursos del Ateneo, gracias a las reseñas recogidas
en la citada revista que bajo el título genérico de “Ciencia prehistórica” aparecieron en los años 1875-1876. Según tales descripciones, los principales temas abordados fueron: discusión
58
En las conferencias dadas en Santander (1881: 94), parecía dar a entender
que se había producido una cierta asimilación del periodo entre los especialistas: “Algunos arqueólogos intercalan entre el Arqueolítico y el Neolítico,
otro periodo, que denominan mesolítico, del cuchillo y también del reno, por
abundar en él sobremanera los despojos de este ciervo”. No obstante, poco
después, Sales y Ferré (1883-85: 1, 83) refería que en el periodo del Reno
eran tan abundantes los cuchillos, que se ha “llamado en un principio a este
periodo, ed ad de los cuchillos”, pero no hacía mención alguna a una posible
era Mesolítica.
acerca de la transición entre el Paleolítico y el Neolítico, donde
habría defendido “implícitamente” la propuesta de Cazalis de
Fondouze sobre la continuación entre ellos; expresó su prudencia a la hora de la datación de los tiempos prehistóricos,
que no creía que pudiera hacerse de forma absoluta; mostró
sus primeras reticencias a la existencia del hombre terciario
(Ayarzagüena, 2002b: 68-69).60
Con el fin de reavivar la lánguida vida de la Sociedad de
Antropología, se formó una comisión de publicaciones, de
la que formaban parte Tubino y Vilanova, la cual consiguió
sacar el primer número de la Revista de Antropología en 1874,
pero cuya vida será efímera, pues no vio acabado el segundo
volumen. En ella, mientras Vilanova volvía a la carga con “el
origen del hombre”, Tubino publicaba distintos artículos teóricos (Puig-Samper y Galera, 1983: 38-45).
A partir de entonces, su actividad va a dispersarse cada
vez más, pero al mismo tiempo, llama la atención que también va a abordar sus investigaciones desde una perspectiva
más compleja. En 1876, asistió junto a su hermano José, como
miembros ambos de la Sociedad Geológica de Francia, a la
Asamblea que tuvo lugar en Châlons y Autun, donde en una
de las correrías, Vilanova encontró un bifaz y sometió su
estudio a la reunión, extrayendo una interesante conclusión,
pues supone trascender su anterior óptica fundamentalmente
arqueológica, por otra más compleja, que le llevó a analizarla
desde una perspectiva histórica. Dejemos que sea él quien nos
lo cuente, según el relato de la reseña de dicho congreso (Vilanova, 1884a: 23):
... atendiendo al reducido tamaño del hacha que motiva
estas líneas, sin inconveniente alguno podría admitirse,
que el hombre echara mano de los cantos de sílex que
están mezclados con la arcilla; si bien es indudable, que
para los instrumentos de mayores dimensiones, tales como
las famosas lanzas de Volgus que figuran en el Museo de
Châlons, debieron servir las grandes masas de pedernal de
la creta de la Champagne; lo cual supone la existencia de
relaciones comerciales en tan remotos tiempos; siquiera
atendida la mayor perfección de estos últimos objetos, sean
indudablemente posteriores al hacha a que me refiero.
En cuanto a consideraciones paleontológicas, en la visita
a la Cueva del Bosque, con una importante brecha huesosa,
refiere que sus características guardaban “tanta semejanza con
la que años atrás había visto y estudié junto a Cabra (Córdoba),
también perteneciente a la formación cuaternaria” (Op. cit.: 31).
Sus participaciones en congresos arqueológicos no eran
todo lo continuas que le hubiese gustado a nuestro autor y de
nuevo, habrá de esperar hasta 1878 para que volviera a una de
estas reuniones. Fue con motivo de la Exposición Internacional
de París de ese año, cuando se organizó el Congreso Interna-
A partir de ese momento, ésta fue una obra de referencia y así lo comprobamos, por ejemplo, en la reseña del congreso de Châlons (1884a: 58-60), para
calibrar la importancia de los restos vegetales fósiles hallados en el Campo
de Justicia de Autun.
60 En esta misma época, Tubino publicó Los aborígenes ibéricos (Madrid,
1876), donde para introducir aún mayor confusión sobre este tema, hablaba
de los “hombres prohistóricos” (Ayarzagüena, 1992: 265-267 y 297).
59
145
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cional de Ciencias Antropológicas,61 donde coincidió con Jaime
Almera –quien lanzó duras críticas a la colección española exhibida en la exposición de objetos prehistóricos– y en cuya mesa
presidencial fue nombrado Chil y Naranjo como representante
de España, mientras que Tubino lo fue del Consejo.62 En sus
sesiones, se debatió ampliamente un tema muy del gusto de
Vilanova: el hombre terciario, cuya existencia ya rechazaba de
plano: “Y lo peor del caso es que escritores de mucho seso y que
pretenden servir con su talento y con su pluma la buena causa,
dejándose llevar de tan infundado razonamiento, admiten con
singular candidez la opinión de Mortillet y de los más extremados transformistas, atribuyendo los primeros instrumentos
de piedra a ese ser fantástico intermedio entre los antropoideos
y el hombre, prefiriendo seguir esta peligrosa teoría, a la muy
racional de aceptar con los paleontólogos sensatos, que los
restos fósiles humanos que en diferentes puntos se encuentran,
son de individuos bien definidos de nuestra especie y verdaderos autores de todos los instrumentos de piedra, desde los más
toscos”.63 En cuanto a la participación española a la exposición,
ésta constaba principalmente de útiles recogidos en San Isidro,
lo que Vilanova puso de relieve en su reseña. Chil, en su comunicación, refirió a los guanches y al alto grado de cultura que
alcanzaron, bastante superior al establecido por autores como
Quatrefages. También vale la pena comentar que en su resumen,
Vilanova dio amplia cobertura a la comunicación de Cartailhac
sobre el Neolítico, a la que apostilló la presencia de un periodo
del cobre –“en muchas comarcas, como España”– y de bronce;
metales que sustituyeron a la piedra y a cuyas formas recuerdan.
Vilanova tuvo varias intervenciones: presentó a debate “si bastaba un cráneo para crear una raza y determinar los lazos de
parentesco que pueda tener con otras más o menos lejanas en
sentido geográfico”, lo que reiteró en distintas ocasiones; intervino en la discusión despertada por la comunicación Charles
Ujfalvy respecto de las razas de Asia Central, en la que también terció G. De Mortillet,64 quien, según el propio Vilanova,
le invitó para que informara sobre el yacimiento de Argecilla
(Guadalajara), “donde al parecer pudiera resolverse la debatida e importante cuestión de si la piedra pulimentada llegó de
improviso a Europa, importada por un pueblo invasor, como se
pretendía por algunos, o si fue verdaderamente indígena”.65 Por
fin, en tal asamblea se manifestaron las disparidades de criterio
entre los llamados arqueólogos filólogos y naturalistas. Acabado el congreso, acudió, en la misma ciudad, a la asamblea
fundacional de la Asociación Francesa para el Progreso de las
Ciencias, donde formó parte de la mesa de geología y su comunicación versó sobre esta disciplina. En la sección de antropo-
logía, donde de nuevo fue elegido Chil para constituir la mesa,
se discutió sobre arte prehistórico mueble, interviniendo el
investigador canario para informar sobre las piezas halladas en
el archipiélago. Las sesiones fueron muy animadas, volviendo
a discutirse sobre las medidas de los cráneos y se debatieron
cuestiones de cronología y aspectos referidos a la cultura, pero
hay que destacar sobre todo la presentación de comunicaciones
de paleopatología, como las de Prunières y Parrot, que fueron
muy bien recibidas por Broca, quien es considerado uno de los
adelantados de esta disciplina (Vilanova, 1884a: 193-194, 233263, 276-277, 284-285. Citas p. 234-235, 241, 261, 262 y 276).
Al año siguiente (1879), se producirá un hecho trascendental en la carrera de Vilanova: el descubrimiento de las
pinturas de Altamira por Sautuola. A partir de entonces, dedicará los mayores esfuerzos a demostrar, infructuosamente,
su autenticidad. Este proceso es paralelo a la afirmación del
abordaje más complejo de la realidad prehistórica, que ya
apuntaba en el citado discurso de apertura del curso 186465, y que se refleja muy bien en las conferencias dominicales
dictadas en diciembre de 1880, poco después de la inauguración de la Escuela de Agricultura y que fueron publicadas
bajo el título: Agricultura prehistórica (1881c). Llama la atención que cuando acababa de publicar la Geología agrícola
(1879a) y la Teoría y práctica de pozos artesianos y arte de
alumbrar aguas (1880b), eligiera un tema histórico, teniendo
en cuenta sus convicciones y conducta habitual: inteligente y
continuada labor de publicidad de sus propias publicaciones,
y el sentido utilitario que siempre había defendido de su actividad y de la disciplina que cultivaba. Así pues, observamos
un cambio de tendencia, del que él es consciente y así justifica su decisión recurriendo en primer lugar a la crítica: “de
labradores prácticos y aún de propietarios acomodados, esto
es, de los que debieran manifestar un afán más decisivo por
estas conferencias..., vienen pocos aquí, mostrando una indiferencia verdaderamente punible”, y, acto seguido, apela a los
altos sentimientos: “no siempre hemos de obedecer sumisos
los preceptos de las bajas esferas de la materia, que inspiran
los instintos utilitarios, de día en día más pronunciados, sino
que alguna vez ha de darse también pasto al alma por medio
de disquisiciones históricas y científicas, las cuales si no
aumentan la fertilidad de nuestros campos ni el bienestar y
regalo del cuerpo, embelesan por lo menos el ánimo, satisfaciendo una de sus más apremiantes y legítimas necesidades”
(Vilanova, 1881c: 12). Quizá valga la pena recordar que, como
ya hemos apuntado, en ese momento, sus principales preocupaciones estaban en el mundo de la prehistoria: acababa de
En principio, el noveno congreso de prehistoria se habría de celebrar ese año
en Moscú, pero pronto corrieron noticias de que había dificultades. La alternativa era París, pero allí no podía efectuarse al ser contrario a los estatutos,
por celebrarse una Exposición Universal, por lo que se decidió organizar esta
reunión, cuyas actas aparecerán en 1880 y que aglutinó a los especialistas, ya
que el de Moscú no se celebró sino al año siguiente y bajo el mismo epígrafe
que el de París, pues se realizó como actividad complementaria a la Exposición Antropológica (Comas, 1956:149-152).
62 Recordar que con motivo de la Exposición Universal de París de 1878, también se celebró el Primer Congreso Geológico Internacional en París.
63 De nuevo se desatará el debate durante el congreso de Lisboa (1884a: 304307), en el que terció en contra de la datación terciaria y reforzó su argumento
con hallazgos españoles.
64 Recordemos que ya Flourens había animado desde la cátedra de anatomía
del Museo de Historia Natural de París, que ocupó entre 1833 y 1839, el
cultivo de una disciplina; la etnología, dedicada a la ciencia de las razas;
tarea en la que le seguirán sus sucesores Étienne Serres (1839-1855) y Armand de Quatrefages. Sus posiciones, fuertemente monogenistas, comenzarán a ser criticadas por los fundadores de la Sociedad de Antropología desde
1865, convirtiéndose en un flanco central de las discusiones entre fijistas y
evolucionistas, en el que Vilanova participó desde bastante pronto, como lo
muestra el fragmento antes trascrito de su discurso inaugural del curso de la
Universidad de Madrid de 1864-65. Sobre las intervenciones en el congreso,
véase Comas (1956: 320).
65 En las Actas, se editó una comunicación titulada: Sur les stations néolithiques, donde, entre otras cosas, habló de Argecilla, y que motivó una intervención de Quatrefages, Congrès International des Sciences Anthropologiques…, Paris, Imprimerie Nationale, 1880, 273-277. Este yacimiento siguió
presentándolo como uno de los más característicos del Mesolítico (Vilanova
y Rada, 1894: 471-473).
61
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volver de Santander, donde en septiembre había inspeccionado
las pinturas de Altamira y había dado unas conferencias para
sancionar su importancia ante la sociedad cántabra, antes de
marchar directamente al Congreso de Lisboa, donde sus argumentos fueron recibidos con frialdad, pero de eso ya hablaremos más adelante.
En su exposición, toca uno de sus temas preferidos: el
terminológico, y, a pesar del título elegido, muestra su desacuerdo con la acepción prehistoria, que había asumido con
toda naturalidad en la memoria del congreso de Copenhague,
por ejemplo (op. cit.: 10-11). Vuelve a hablar del periodo
Mesolítico, caracterizado por el cuchillo, los útiles de hueso
y el inicio de la cerámica, aunque esta última actividad no se
observa en algunos yacimientos, como sería el caso de Altamira (op. cit.: 20); y ofrece una información muy buena para
acercarnos a los conocimientos que en esos momentos había
acerca de los modos de vida del Paleolítico y del Neolítico, y
de cómo explicaban la vida de sus antepasados. Su arranque
es, cuanto menos, sorprendente; pues se basa en la autoridad de
un autor ideológicamente en sus antípodas: Elisée Reclus, de
quien dice que es “por todos conceptos, respetable” y a quien
volverá a hacer referencia en trabajos posteriores (Vicente,
1983). Según su parecer, “la agricultura... es la madre de todas
las civilizaciones, principiando por sentar de una manera permanente el elemento fundamental de todas ellas, a saber: la
familia” (Vilanova, 1881b: 13). La familia habría surgido con
la domesticación del fuego, “constituyendo el hogar que sirvió
en rigor como de verdadero núcleo o centro de atracción, alrededor del cual se agrupan los individuos que la componen”;
pero, “para que la familia adquiriese su verdadera importancia,
contribuyendo a los adelantamientos que la especie humana
estaba llamada a realizar”, hubo de esperar a la aparición de la
agricultura: “ya que el hombre, desde que empieza a cultivar el
suelo, se identifica con el que le proporciona alimento para sí y
para sus hijos, y participando de las cualidades del terreno, se
hace tenaz, paciente y tranquilo, detestando la guerra, que destruye cuanto con noble afán y previsión ha sabido recoger”. A
partir de esta premisa, establece una idiosincrasia pacifista del
agricultor: “De padres a hijos y de siglo en siglo, el agricultor
opone a la violencia y a la devastación, una resistencia pasiva,
que concluye por cansar y supeditar las voluntades más firmes
y hasta por vencer a los más orgullosos y soberbios conquistadores” (op. cit.: 13-14). Tras esta introducción, organiza la
conferencia abordando primero los aspectos geográficos, para
pasar luego a los botánicos y zoológicos.
El geográfico va vinculado al cronológico y vuelve a referirse al Mesolítico y al Cobre. Cuando aborda el Neolítico,
enumera sus distintas acepciones: piedra pulimentada y animales domésticos, y propone “una nueva y que ignoro si algún
otro la empleó antes, a saber: agrícola, por ser en ella, donde
se encuentran los primeros vestigios de este arte”. Así, en
consonancia con lo que ya había defendido en el congreso de
Châlons, afirma que con el Neolítico emergió la economía de
producción: agricultura, domesticación ganadera y relaciones
comerciales, y recurre al yacimiento de Argecilla como observatorio, en el que se encuentran restos de todo tipo de útiles y de
los estadios de su fabricación. A partir de un análisis tipológico
de ciertos instrumentos de piedra, concluye que “el ángulo que
el hacha forma con el mango no le da condiciones muy ventajosas como arma defensiva ni menos como instrumento ofen-
sivo, el ánimo se inclina a considerarla como uno de los útiles
más primitivos y rudimentarios de la agricultura, con tanto
mayor motivo, cuanto que no deja de ofrecer alguna semejanza con la azada y azadilla que aún hoy se usa. Confirma al
parecer esta opinión, que no he visto emitida por autor alguno,
el tamaño considerable que suelen ofrecer las hachas pulimentadas, lo cual las haría de seguro demasiado embarazosas
para la guerra, al paso que esta circunstancia les daba como
instrumento agrícola la ventaja de facilitar, sin gran esfuerzo
de parte del hombre, la penetración en el suelo”. Recordemos
que investigaciones posteriores han ido desenterrando todo
tipo de herramientas de formas diversas, de manera que ahora
se aceptan variados tipos de hachas, azadas, azuelas, cinceles,
picos y martillos. Finaliza esta digresión proponiendo una
interpretación de la invención de un supuesto arado Neolítico
y pone de relieve “el hallazgo, en algunas cavernas, de piedras toscas de molino o que servían para triturar el grano” (op.
cit.: 26). En cuanto a la cerámica, atrasa, equivocadamente, la
invención del torno cerámico hasta el final del periodo. Acaba
su discurso refiriéndose a las “principales y más importantes
plantas que el hombre cultivó”, y tras aludir al método lingüístico utilizado por A. Pictet, él prefiere centrarse en la actividad arqueológica, especialmente en la información aportada
por los palafitos suizos, que testimonian la importancia de los
cereales, principalmente el trigo, y el aumento de las especies
animales domesticadas. También aborda la cuestión del origen
de la agricultura y, basándose en los trabajos del investigador
suizo Oswald Heer, refiere a un origen asiático –lo concreta en
Egipto–, que a través del Mediterráneo habría ido penetrando
hacia el interior de la llanura europea. Ello le permite también
apuntar la existencia de relaciones, tanto económicas como
culturales, entre las distintas poblaciones europeas. Termina
relatando una distribución basada en el calendario de los alimentos que debieron constituir la dieta neolítica, a partir de
los estudios del citado prehistoriador suizo en el yacimiento de
Robenhausen (Ayarzagüena, 2002b: 70-71. Véase también, la
reseña del congreso de Zurich, Vilanova, 1888a: 34-38).
Todos estos argumentos los hallamos expuestos de forma
más amplia y organizada en las citadas conferencias dictadas
en Santander (Vilanova, 1881b), con motivo de su visita a las
cuevas de Altamira, al tiempo que aprovechará para visitar otros
yacimientos de notable interés arqueológico, e inmediatamente
antes de partir hacia el congreso de Lisboa (1880). Pensamos
que, sin duda, el texto lo escribió después de la decepción
sufrida en Lisboa, ya que una ola de pesimismo atraviesa sus
páginas y eso que todavía no se había desatado la polémica con
toda su intensidad. De hecho, en algunos párrafos, parece emergerle la amargura sufrida durante el congreso, cuando sus argumentos despertaron calladas referencias.
En la primera conferencia trazó una somera introducción a la
prehistoria y, copiando amplios párrafos del Origen del hombre,
reseña los trabajos de Boucher de Perthes, a quien alaba como
“uno de esos genios que, sobreponiéndose a todo género de
contratiempos y obstáculos, teniendo fe en la verdad de la idea
que persiguen, no desisten de su empeño hasta conseguirlo”.
Así, continuó sus investigaciones, “persistiendo en su empeño,
no obstante los desaires que de las notabilidades científicas y
arqueológicas recibía cuantas veces les presentaba en consulta
los frutos de sus descubrimientos, pues aquéllos le decían que
los útiles de piedra eran de la incumbencia del arqueólogo;
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consultado, éste le respondía que la cuestión del yacimiento
de dichos objetos era de la especialidad del geólogo”.66 Llama
la atención sobre la enorme rapidez con que se ha extendido y
desarrollado la nueva ciencia, en la que se han producido importantes progresos gracias a las contribuciones realizadas desde
“todos los países cultos de Europa y de América”. Sin embargo
en el nuestro, “para muchos no es verdad lo del hombre fósil
ni lo de las hachas de piedra por él labradas, para otros, si esto
fuera cierto, debería desecharse por ser contrario a los sentimientos religiosos, como si éstos ni sus fundamentos tuvieran
nada que temer de semejantes disquisiciones geológicas, cuyo
objeto rectamente considerado es llevar esclarecimiento a la primitiva historia humana” (Vilanova, 1881b: 45).
Su método expositivo informa bastante bien de su forma
de abordar el discurso prehistórico, que repetirá en diferentes
ocasiones. Para la descripción de cada periodo comenzará (op.
cit.: 58):
asiáticos y especialmente por los fenicios, a los cuales debe
nuestro continente tan preciosa conquista. Pero señores,
meditando algo sobre el asunto, resulta que el bronce no es
un metal simple, sino una mezcla o aleación de dos metales:
el cobre y el estaño, habiendo sustituido algún pueblo, como
el etrusco, el estaño por el plomo, y parece lógico y natural
suponer que el hombre, antes de servirse de la mencionada
aleación, cuyo conocimiento ciertamente no pudo adquirir
sino después de muchas e infructuosas tentativas y ensayos,
echara mano de uno de los metales nativos, debiendo ser
entre ellos el primero, el cobre, por varias y muy atendibles
razones, generales unas, especiales otras o peculiares de
nuestro país. En primer lugar, la razón más poderosa consiste en el hallazgo de hachas y otros instrumentos labrados
con cobre puro, pues siendo esto cierto, no puede en manera
alguna admitirse que el hombre las fabrica con posterioridad al bronce, como pretenden algunos. Además, sin duda
alguna, ese metal hubo de llamar la atención de nuestros
antepasados por el color rojo vivo y característico que ofrece
y si a esta circunstancia se agrega, el encontrarse en la Península grandes criaderos, en los cuales quedan aún vestigios de
antiquísimas explotaciones, no parecerá violento el admitir,
que comenzara con el uso de este metal el periodo llamado
hasta ahora del bronce. Pero no sólo es esto cierto y de todo
punto incuestionable, sino también que la industria del cobre
fue entre nosotros indígena, ya que los primeros instrumentos
de este metal se encuentran en los mismos yacimientos que
acaban de indicarse para la piedra pulimentada, con la particularidad de reproducir en sus formas las propias de las
hachas neolíticas. Falta tan sólo someter a la prueba decisiva
en todas estas cuestiones las piezas del proceso, esto es, analizar los objetos, que yo creo que son de cobre, para que la
sospecha o se desvanezca y quede como mera ilusión o se
confirme en todas sus partes, contribuyendo de este modo
a esclarecer uno de los puntos de los tiempos prehistóricos
que mayor interés puedan ofrecer. Todos estos antecedentes
y averiguaciones me propongo hacer antes de mi viage al
congreso de Lisboa, a cuya superior autoridad someteré la
solución del problema.68
... por dar la característica arqueológica, basada en los
útiles, armas y otros objetos que sintetizan cada periodo;
luego, indicaré el yacimiento, a lo cual, seguirá la nota de
los animales y plantas que vivieron en el espacio de tiempo
correspondiente y cuyos restos fósiles se conservan, completando la reseña con la mención del carácter llamado
antropológico, por fundarse en los vestigios del hombre
mismo.
En su repaso de las diferentes etapas, recuerda que el yacimiento más antiguo de la Península continuaba siendo el de
San Isidro, lo que planteaba el problema de una posible invasión o emigración, habida cuenta que no se había encontrado
nada parecido en las zonas costeras (op. cit.: 91). Resulta interesante su referencia al Mesolítico, donde vuelve a destacar la
riqueza de útiles encontrados en el yacimiento de Argecilla (op.
cit.: 67 y 95-98), en la línea de su intervención en París, y de
otras cavernas valencianas (Parpalló, Cova Negra, San Nicolás,
la Avellanera), así como las referidas por otros arqueólogos
y señaladamente las recogidas por Góngora en su libro sobre
Andalucía (op. cit.: 94-96).67 También se ocupó del dolmen de
la Olleria, excavado por su amigo José Pla, y, donde al igual que
en Argecilla y otros restos hallados por Macpherson en Andalucía, la presencia de armas de piedra y de cobre dieron lugar a
“la creencia de que el tránsito de un periodo a otro fue lento, y
también la de que el cobre, primer metal empleado, se labró allí
o, en otros términos, que fue indígena, según más al pormenor,
me prometo demostrarlo en el próximo congreso de Lisboa”. Su
digresión a favor de este periodo es prolija y coloca el punto de
partida del problema en las consideraciones de Nilson, el suizo
Morlot y muchos prehistoriadores más, quienes:
... dieron, hace ya bastante tiempo, el nombre de periodo del
bronce, al que sigue inmediatamente después del Neolítico,
profesando la opinión desde entonces muy generalizada, de
que la industria del bronce fue importada en Europa por los
66
67
Vilanova (1881b: 43).
Como vemos en esa fecha, cuando Góngora daba a la luz un duro alegato contra la validez de la prehistoria, Vilanova continuaba concediendo una
confianza científica, sin tener en cuenta las citadas críticas formuladas por
Machado respecto a sus inconcreciones cronológicas.
148
En este periodo, además, se habría producido, como ya
se ha comentado, la introducción del torno cerámico. Con el
bronce, muchos pueblos entraron en la era histórica y en cuanto
al hierro, comenta la escasez de yacimientos y subraya que fue
en este periodo cuando aparecieron las primeras monedas (Vilanova, 1881b: 83-85, 94-99 y 104). Acababa la conferencia con
la narración de la riqueza arqueológica de algunas de las cuevas
cántabras y en concreto, con el estudio de las pinturas de Al
tamira.
De ahí, marchó a Lisboa, donde se discutieron principalmente dos cuestiones: “como objeto culminante” el hombre
terciario, y los “hechos en que se funda allí el tránsito del periodo Neolítico al de los metales” (1884a: 295-296). En cuanto
al primero, Vilanova formó parte de la comisión elegida para
68
También en esta reunión defendió la existencia de un desarrollo del Paleolítico autóctono, con el que incluso había manifestado su conformidad el propio
Cartailhac (Ayarzagüena, 1992: 305).
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determinar sobre la cronología del hombre de Otta, que estaba
formada además por: G. Capellini, P. Cazalis de Fondouce, Cotteau, J. Evans, G. de Mortillet, R. Virchow, P. Choffat. Vilanova
se alineó con Cotteau en afirmar que los sílex hallados pertenecían al estrato cuaternario (1884a: 295-297, 303-307). En la
sesión dedicada al tránsito entre los metales, el Barón Baye, se
inclinó a admitir el uso del cobre previo al del bronce. Tras él
intervino Vilanova con la comunicación titulada: Du cuivre et
du bronze en Espagne et de la période qui les a précédés, donde
expuso cómo los principales yacimientos de la Península representaban todos los periodos, de forma que el tránsito de uno a
otro se producía siempre de forma lenta y paulatina. De nuevo,
dedicó especial atención a Argecilla y al dolmen de la Ollería,
describió los útiles de cobre que habían ido apareciendo por la
Península y el resultado de los análisis realizados en el laboratorio de los Sres. Sáez, Utor y Cía: cobre puro, el mismo que el
realizado la víspera por el profesor de química de la Universidad
Politécnica lisboeta Sr. Rodrigues, sobre unos instrumentos que
se exhiben en la colección mineralógica de dicha institución,
ante la discusión despertada por algunos de los participantes al
congreso. De esta manera, amplió su discurso a toda la Península. Apoyaron sus tesis Virchow en cuanto hacía a Alemania,
Hildebrand a Suecia y Noruega, y Baye y Cazalis a Francia, y
discreparon de su posición Chantre, Cartailhac y Mortillet, “alegando pretextos fútiles, que nadie mejor que la docta asamblea
pudo y supo apreciar”. Sus explicaciones se reforzaron con la
apelación al recuerdo de la intervención de Oppert en el congreso de Bruselas de 1872, en la que había señalado que no
quedaba claro si en Asia el hierro había precedido al bronce o al
revés (1884a: 312-314).
Al año siguiente, en el Congreso de la Asociación Francesa
para el Progreso de las Ciencias celebrado en Argel, repitió sus
argumentos, aportando nuevas pruebas, que confirmaban, según
su parecer, “no sólo la prelación del cobre sobre el bronce, sino
el carácter indígena de su fabricación, acerca de lo cual, no se
presentó objeción alguna”. Este será también el tema de su intervención en el Congreso Geográfico realizado en Viena en
agosto de 1882, donde, según su propio testimonio, recibió la
aceptación de los arqueólogos “más notables”, así como en la
XII Asamblea de la Asociación Francesa para el Progreso de las
Ciencias, celebrada en Rouen en 1883, donde contaba con nuevos
materiales en los que basar su afirmación, tras la prospección
hecha el año anterior en Serreta la Vella (Monóvar), a pesar de
la destrucción realizada por una supuesta compañía extractora
de tesoros (Vilanova, 1884a: 381 y 1888a: 196; Comas, 1956:
197 y 202; Ayarzagüena, 1992: 303-305, 311-313; 2002b: 71).
VI.8. La protohistoria americana (1892)
En 1891, Cánovas, como presidente del Ateneo de Madrid,
organizó un ciclo de conferencias sobre tema americano, como
preparación de los actos que iban a constituir el inminente
Cuarto Centenario del Descubrimiento. La del 21 de abril corrió
Comptes rendus du VIIIe Congrès International des Américanistes, Paris,
351-352. Véase también Ayarzagüena (2002b: 74) y Catalá (2011); sobre la
colección Botet, Salinas (2001: 51-74).
70 Su obra fundamental fue Primitive industry: or, Illustrations of the handiwork, in stone, bone and clay, of the native races of the northern Atlantic
69
a cargo de Vilanova bajo el escueto título de Protohistoria americana (1892a). Si tenemos en cuenta que dos años antes había
participado en el Congreso de Americanistas celebrado en París,
donde presentó la comunicación: L’homme fossile du Río San
Borombón, en la que además refería a la valiosa colección paleontológica legada por Rodrigo Botet a la ciudad de Valencia,69
fácilmente podría haberse limitado a hacer una de sus comunicaciones características, organizadas a partir de una introducción muy general, para acabar dando tres o cuatro brochazos
con algunas informaciones recogidas aquí y allá sobre el tema.
Sin embargo, nos encontramos ante un discurso muy trabado y
documentado, que vuelve a mostrarnos la curiosidad intelectual
de nuestro autor y su afán por seguir siendo el referente o portavoz de los conocimientos referidos a la antropología fósil y la
prehistoria.
Su punto de partida es que el desarrollo de la hominización
se produjo sincrónicamente en todos los continentes y que el
ritmo de avance de las civilizaciones es de un progreso muy
lento, pero contrariamente la decadencia es súbita. Así, en esta
conferencia asume la teoría de retrogresión y regresión propuesta por quien es considerado padre de la antropología británica: E. B. Tylor (1871) y que recibió el apoyo de Arthur Mitchell (1876, 1878), al aplicar estos presupuestos para explicar
procesos como el de Egipto o el de ciudades como Copan y
Palenque (Daniel, 1977: 53).
Vilanova afirmaba que la aparición de restos humanos
siempre se ha producido sobre formaciones diluviales y niega
la posibilidad del hombre terciario, argumentando que “las
obras que se decían humanas de San Prest (las incisiones en
los huesos), no lo son, por consiguiente no hay que hablar
del hombre plioceno de dicho punto” (Vilanova, 1892a:10).
Su discurso se estructura en tres partes: en la primera hará
un repaso de las circunstancias geológicas, climáticas, paleontológicas y culturales de la prehistoria europea, según dice
porque es un territorio bien conocido, y en la segunda, intentará hacer lo mismo con lo que se conoce acerca de América,
advirtiendo que resulta muy difícil establecer paralelismos
automáticos, dejando la tercera parte para la descripción de
éstos. Enumera los periodos glaciares y los cambios climáticos, para advertir que este fenómeno no se produjo de forma
general, pues en Siberia no parece que se sufrieran las glaciaciones, al igual que parece que pasó en Alaska, mientras que
en Asia no se sabe si hubo una o más glaciaciones (Vilanova,
1892a: 17-19). En cuanto a América, va enumerando distintos
yacimientos y las informaciones aportadas por sus investigadores: hallazgos paleontológicos de Goodbridge en Alaska,
estudios arqueológicos de industria lítica india en las arenas
auríferas de California por Hugues y en tierras de Filadelfia
por Hilbourne T. Cresson (1887-1888). Las primeras huellas
del hombre paleolítico las halló Charles C. Abbott, calificado
como el Boucher de Perthes americano, en el yacimiento de
Trenton (New Jersey).70 Acaba esta parte con un resumen,
realizado por Adrien Arcelin, de los fenómenos producidos
durante el Cuaternario (Vilanova, 1892a: 19-23).
seaboard of America (Salem, Mass.,G.A. Bates, 1881). Hemos de reseñar
que no hemos encontrado ninguna traducción al español o francés. Sobre este
autor, véase Trigger (1992: 124-125).
149
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Una vez establecidos los cambios producidos en el paisaje a
lo largo del Cuaternario, pasa a abordar el problema del hombre,
cuyas primeras huellas habían aparecido en Europa al terminar
el último periodo interglacial y “no se ha encontrado aún en
Europa ni el hombre primitivo ni el comienzo de su industria”.
El Marqués de Saporta proponía las latitudes del Norte de Asia
como la cuna de la humanidad y de ahí, pasaron a América “por
el istmo, no aún estrecho, de Behering” (Vilanova, 1892a:23).71
Defensor de una teoría que unía el difusionismo con el desarrollo autóctono, Vilanova defenderá que el Paleolítico se extendió desde el Mediterráneo, mientras que el Neolítico alcanzó
un rápido desarrollo en las tierras bálticas, donde observamos
el tránsito de la piedra al cobre y al bronce, y de allí parece que
irradió hacia el Sur. Pero, como sabemos, estaba alerta ante posibles censuras y, así, advertía (Vilanova, 1892a: 24): “Esto sentado por vía de introducción, no proponiéndome por otro lado,
despertar recelos, ni menos rivalidades, acerca de la mayor o
menor antigüedad de unos pueblos respecto de otros, ya que en
mi concepto, faltan datos para esclarecer tan arduo problema”.
A partir de aquí ya va a centrarse en el continente americano, tras una breve digresión terminológica, que le lleva a defender la acepción protohistoria, como venía haciendo en los
últimos años, se plantea cuándo se produjo el alba de la historia
americana, que mientras que unos la databan con la llegada de
Cristóbal Colón, él argumentaba a favor de iniciarla, como en
Europa, con el uso del bronce y del hierro y desde esta perspectiva muestra su desacuerdo con el libro América prehistórica
(Paris, G. Mason, 1883) del Marqués de Nadailhac, pues incluye muestras de cerámica y monumentos de gran perfección,
que están muy alejadas del estadio primitivo.
Su exposición parte de la “clasificación de los tiempos protohistóricos americanos” realizada por el insigne Brinton “en
una obra recientísima” (Vilanova, 1892a: 27)72 y la organizará
enumerando los datos antropológicos en primer lugar, para
pasar después a los paleontológicos, geológicos y arqueológicos, y caracterizará los distintos periodos apelando a los propios de Europa. Antes de pasar a detallar sus consideraciones,
vale la pena recordar que era bastante pobre el conocimiento
que se tenía sobre la realidad americana, como ha puesto de
relieve Comas (1956: 177-178), al contabilizar un total de 149
intervenciones referidas al Nuevo Mundo entre el total de las
3.287 comunicaciones presentadas a los congresos internacionales de antropología y prehistoria. Ello supone el 4’5 % de la
producción científica allí realizada. Pero esta cantidad se reduce
a 25 si nos detenemos en el X Congreso de Internacional de
Antropología y Arqueología Prehistórica, reunido en París en
1889, aunque debemos señalar que probablemente Vilanova no
tuviera la posibilidad de consultar sus actas antes de esta charla,
pues aparecieron ese mismo año de 1891.
El examen del citado cuadro de Brinton le lleva a afirmar
que hay una perfecta correlación en las principales divisiones
entre Europa y América, pero cuando descendemos a los detalles, comienzan los problemas, que él atribuye a que el autor no
utiliza la clasificación europea –lo que dificulta las perspectivas
comparadas– y a la deficiencia de los datos con que se contaba
en ese momento respecto del continente. Una cuestión que en
este caso no resulta tan novedosa, es su defensa de una Edad del
Cobre americana: “luego se sirvió el hombre del cobre puro, en
mayor escala, si se quiere, que entre nosotros, reproduciendo
en el metal las formas que antes dieran a los útiles de piedra, lo
mismo que entre nosotros” (p. 28). John Lubbock, en el capítulo
8º de su obra (1876: 208-262), ya había dicho, que en la época
del descubrimiento, “les Américains du Nord étaient dans un
état dont nous ne trouvons en Europe que quelques traces bien
rares, c’est-à-dire un âge du cuivre” y Louis Figuier (L’homme
primitif, Paris, Hachette, 1876: 437-444), iba más allá al proclamar: “Un âge qu’il faut créer particulièrement pour l’histoire
de l’homme primitif dans l’Amérique du Nord, c’est l’âge du
cuivre. En Amérique, l’emploi du cuivre a précédé celui du
bronze. C’est ce qui devait arriver chez une nation qui possédait
de si riches minerais cuprifères. Il existe sur les bords du lac Supérieur de très-importantes mines de cuivre natif, et les Indiens
les ont exploitées de bonne heure. Les traces de cette antique exploitation ont été parfaitement reconnues par divers voyageurs”.
En cuanto a los materiales, Vilanova, de acuerdo con los autores
citados, señala una presencia muy inferior, respecto de Europa,
de útiles de hueso y marfil, así como de sílex, que era sustituido
por la obsidiana y otras rocas volcánicas. También llama la atención sobre el hecho que no se hubieran encontrado palafitos.
Aunque el libro en el que se basa, el de Brinton, apenas informa de restos humanos, desmiente la existencia del hombre
terciario también en América. En el Congreso Internacional de
París de 1867, Pierre Jean Édouard Desor (1811-1882) había
anunciado el hallazgo de un cráneo en el Campo de las Calaveras, en las arenas auríferas de California. “La primera noticia fue que dos ingenieros de los Estados Unidos, los señores
Witney y Blaque,73 lo habían descubierto debajo de materiales
volcánicos, que pertenecían a la era terciaria, a la cual se hacía
remontar allí la existencia de nuestra especie. Mas sabido es
que aquellos entusiastas naturalistas fueron víctimas de una superchería de los mineros, quienes inventaron la fábula, presentando un cráneo moderno de indio, pero con señales, al parecer
bien disimuladas, de gran antigüedad”. Si bien el citado Brinton
coloca este cráneo “entre las gravas o acarreos auríferos que
él llama preglaciares y que en mi concepto, son cuaternarios,
pues nada indica que sea aquélla una formación de sedimento”
(Vilanova, 1892a: 30). También refiere de pasada, y con cierta
ironía, a las afirmaciones que hacía Berthoud en 1872, según las
cuales, pretendía haber hallado restos de industria lítica en las
arenas de Cows-Creck, junto a conchas fósiles que consideró
pliocénicas inferiores o miocénicas, lo que Vilanova desmiente
categóricamente (Vilanova, 1892a: 38).
Frente a estos trabajos, que apenas le merecen confianza,
prefiere acudir a la memoria escrita por los geólogos mexicanos
Antonio del Castillo (1820-1895) y Mariano Bárcena (18421899), dedicada a sus trabajos en el Peñón de Baños y que había
Debe referirse a La Paléontologie appliquée à l’étude des races humaines
(Paris, impr. de J. Claye, 1868), que en realidad es una tirada aparte de la
Revue des Deux Mondes, la cual Vilanova consultaba a menudo.
72 Se trata de Daniel Garrison Brinton, uno de los iniciadores de la antropología
norteamericana, estudioso de las religiones e idiomas de los indios, además
de las razas. Pensamos que Vilanova debe referirse a Races and Peoples
(1890), ya que The American Race (1891) apareció posteriormente a su conferencia. No hemos logrado encontrar ninguna publicación suya en francés.
Se refiere a Josiah D. Whitney (1819-1896) y William Blake (18261910).
71
150
73
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conocido gracias “a la generosidad de mi compañero de Academia de Ciencias, señor Cortázar” (Vilanova, 1892a: 30).74
Por otro lado, en la cuenca del río Delaware, cerca de Trenton,
Abbott halló unos cráneos y restos líticos muy toscos comparables a los pertenecientes al periodo europeo de Chelles (actual
Achelense), aunque pone de relieve, “que, al parecer, algunos
de estos cráneos son braquicéfalos, es decir, que corresponden a
una raza superior, pues tal se considera la braquicefalia, circunstancia que ciertamente contrasta con la frecuente dolicocefalia”.
Ésta, para mayor confusión, había aparecido en yacimientos
muy posteriores, como las cavernas de Lagoa Santa en Brasil y
los monumentos funerarios conocidos como Mound-Builders,
de datación bastante tardía, lo que explicaría que aquí parezca
predominar la braquicefalia (Vilanova, 1892a: 31). Ante esta
peculiaridad, recordaba que Nadailhac, a partir de una muestra
suficiente amplia de restos humanos, había negado que hubiera
un predominio de una u otra forma craneal.75 Ahora bien (Vilanova, 1892a: 32):
Su posición antievolucionista aquí manifestada, se evidencia
todavía más al referirse a otra particularidad anatómica: la platignemia o “singular forma que ofrece la tibia..., común en muchos
monos, así como el agujero natural, que ofrece la cavidad olecraniana del húmero, rasgos que los transformistas invocan en pro de
la descendencia simia del hombre” (Vilanova, 1892a: 33).
En cuanto a la América Austral, menciona los restos descritos
por Seguín en las riberas del río Carcaraña en Buenos Aires,
aunque su cronología resultaba dudosa. Mayor importancia
otorgó a las referencias expuestas por Florentino Ameghino, “en
una obra por muchos conceptos famosa,76 fruto de sus diligentes
pesquisas, muchos de cuyos materiales tuve el gusto de ver en la
exposición de París en 1878, donde entablé relaciones de amistad
con el celoso e inteligente naturalista buonaerense” (Vilanova,
1892a: 33). Y así, una vez más, vemos a Vilanova relacionándose
con colegas que defendían posiciones ideológicas y científicas
alejadas de las suyas. Siguiendo con la enumeración de hallazgos
humanos en América y con las investigaciones de Ameghino, se
ocupa de la “estación humana” encontrada bajo el caparazón de
Gliptodón, que ante la ausencia de otro tipo de abrigos naturales
en la meseta de la Pampa, debió utilizar el hombre para protegerse de las inclemencias del tiempo. Carlos Germán Conrado
Burmeister (1807-1892), director del Museo de Bellas Artes,
había polemizado con él, ante sus escrúpulos a aceptar la contemporaneidad del hombre con la fauna cuaternaria descrita por
su descubridor, lo que a la hora de escribir Vilanova su texto: ya
era plenamente aceptado.77 Por fin, el único extremo que quedaba
por resolver, era la datación del “légamo pampero”, sobre la cual
ya había bastante consenso para considerarlo diluvial. Termina su
enumeración con el cráneo encontrado por el director del Museo
de Historia Natural de La Plata, Francisco P. Moreno (1852-1919)
en las riberas del Río Negro en 1874 y que dio a conocer ante
la Sociedad de Antropología de París (1880) con otros restos de
la Patagonia.78 Paul Topinard (1830-1911), tras examinar uno de
los cráneos patagones, “lo consideró... como muy afines al de
los esquimales, añadiendo que es el tipo que suele encontrarse,
especialmente en los paraderos y grutas” (Vilanova, 1892a: 35).
Y, ¡cómo no!, refiere al esqueleto de Samborombón hallado por
Enrique de Carles y que, junto con “otros y varios mamíferos de
la cuenca de la Plata, recogidos por Carles, se encuentran hoy en
Valencia” (Vilanova, 1892a: 35). De la relación de éstos y otros
restos, como los de mastodonte muerto por hombres que Albert C.
Koch (1804-1867) desenterró en el río Bourbense en Missouri, le
lleva a sugerir, siguiendo a Tenkate, un origen asiático del hombre
americano, correspondiente a las “razas mongolas o amarillas”;79
lo que corroboraba con el descubrimiento en Oregón por Wallace,
de unas esculturas en piedra, representando cabezas de monos
antropomorfos, que eran animales exclusivos de África y Asia
(Vilanova, 1892a: 36). Por otro lado, concluye que la braquicefalia predominaría en el Norte, mientras que la dolicocefalia sería
dominante en el Sur, lo que apuntaría a un poblamiento de Norte
a Sur, al revés que en Europa. Y ante ello, opina: “Yo no diré que
este carácter baste por sí solo a diferenciar las razas, cuyo estudio,
de día en día, se dificulta sobremanera, por las muchas mezclas
que desde los tiempos más antiguos se han verificado; pero por lo
menos, basta, en mi concepto, a mirar con desconfianza la tesis de
Morton, Agassiz y otros acerca del tipo único americano” (Vilanova, 1892a: 37). Acaba, realizando un relato comparativo entre
los aspectos más relevantes de la prehistoria americana y europea,
poniendo de relieve las informaciones que tenía a mano sobre
Se refiere a Antropología mexicana. El hombre del Peñon, México, Oficina
tip. de la Secretaría de fomento, 1885.
Aparte de la citada Amérique préhistorique, también podría apuntar a
L’Homme tertiaire, París, G. Masson, 1883
76 Debe referirse a Noticias sobre antigüedades indias de la Banda oriental.
Imprenta de la Aspiración, Merced, 1877, pues su obra quizá más famosa:
Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina, no fue publicada hasta 1889. Con el fruto de la venta de sus colecciones en París, pudo viajar por Europa y financiar la publicación de sus dos
primeras obras.
77 Puede referirse a la intervención de Ameghino ante el VI Congreso Internacional (Bruselas, 1872): Sur les crânes, les moeurs et l’industrie des anciens
indiens de la Plata. Hay que decir que ya en 1875, en su memoria inédita:
El hombre cuaternario en La Pampa, ya había referido al hallazgo de materiales líticos dentro de estas corazas y a los hallazgos de Seguín. Véase
Torcelli, A.J. (dir.) (1915): Obras completas y correspondencia científica de
Florentino Ameghino, La Plata, Taller de impresiones oficiales, 2, 22-40. El
discípulo de Humboldt, Burmeister, como buen germano académico, siempre
receló de él por su carácter autodidacta, lo que en realidad enmascaraba la
profunda brecha ideológica que le separaba del darwinismo, que defendía
su rival. Desde 1864, publicó periódicamente trabajos sobre el Gliptodón y
sobre fauna de la Pampa.
78 Este incansable explorador y científico, marchó a Europa a formarse con los
mejores maestros tras un accidentado viaje a la Patagonia en la época que
refiere Vilanova. El fruto de sus trabajos sobre estas cuestiones los dio a co
nocer en: Notas preliminares sobre una excursión a los territorios de Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz y también los divulgó en conferencias
como: El estudio del hombre americano. Para un acercamiento biográfico,
http://www.argiropolis.com.ar/ameghino/marco.htm.
79 Este hallazgo ya había sido comentado por Lubbock (1876: 206).
... lo que en todos ellos salta a la vista y acreditan las medidas
que se han tomado, es lo reducido de la cavidad cefálica, teniendo buen cuidado de advertir que semejante carácter más
bien es anatómico que fisiológico, con lo cual claramente
da a entender que esto no significa inferioridad intelectual
en aquellas gentes, pues en su sentir, del que también yo
participo, la superioridad o inferioridad de un pueblo no
depende ni de la amplitud craniana ni de ciertos caracteres
de determinados huesos, siendo evidente que a ello contribuyen otros factores, que nos son totalmente desconocidos.
74
75
151
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cuestiones climáticas, paleontológicas y culturales, tanto en uno
como en otro continente.
Así, hemos visto que la trayectoria intelectual de Vilanova
le fue llevando hacia la prehistoria de manera cada vez más evidente, y prueba palmaria de ello es la publicación de su tercera
memoria provincial, dedicada a Valencia, la cual fue elaborada
mucho más tarde que las anteriores de Castellón y Teruel, y que
comentamos a continuación.
VI.9. LA MEMORIA GEOGNÓSTICO-AGRÍCOLA
Y PREHISTÓRICA DE VALENCIA (1893)
Para la redacción de su abundante literatura, Vilanova visitó
gran cantidad de yacimientos, especialmente en el País Valenciano, y observó multitud de útiles y objetos. Él era básicamente
un científico de campo y ello se muestra también en este área,
en la cual, le vemos animando todo tipo de excavaciones y estimulando, indirectamente, las actividades de la Sociedad Arqueológica Valenciana, fundada en 1871, sobre todo por medio
de su hermano José, que era ingeniero de minas y que realizó
diversos descubrimientos y exploraciones, según parece, bajo
las instrucciones de nuestro autor. Entre sus acciones, aparte de
las ya citadas, tuvo importantes repercusiones políticas –por el
interés mostrado desde el Ministerio– y periodísticas –llegando
hasta las publicaciones madrileñas– el descubrimiento en la llamada Cueva de las Calaveras, en Enguera, de numerosos restos
humanos (80 a 100 individuos), y ante ello, la Sociedad formó
una comisión para que se desplazara a estudiar el lugar y entre
sus componentes encontramos a los dos hermanos Vilanova.
Tras la vuelta del viaje a Châlons (1876), acompañados del hermano del director de Las Provincias –Felicísimo Llorente– y
del empleado del Archivo Provincial Miguel Velasco, fueron a
la localidad, donde estudiaron las Cuevas Santa o de la Carrasquilla, en la que encontraron interesantes fósiles de animales
y la citada de las Calaveras, de la que Juan se quejó que “se
hubiera podido sacar algún provecho para la ciencia, de haberse
respetado, por lo menos, los restos humanos que allí existieron;
pero por desgracia, cuando nosotros llegamos, todo había sido
destruido, no pudiendo recabar sino tres cráneos, algún hueso
largo, dos sacros y huesos innominados, y dos mandíbulas inferiores. Tras un examen detallado, llegó a la conclusión de que
el número de individuos era mucho menor, unos 15 ó 20, y que
pertenecían a una época relativamente reciente, pues no presentaban señales de fosilización.80
En 1884, el ingeniero Enrique Vilaplana81 realizó la primera
excavación arqueológica propiamente dicha en el País Valenciano, concretamente en la Cova de les Llometes de Alcoi, tras la
cual, redactó el correspondiente informe en colaboración con Vilanova, quien se encargó de darlo a conocer a la comunidad científica (Goberna, 1984, 1985: 50, 57-58), este informe se encuentra
depositado en el Archivo Histórico del Museu Arqueològic Municipal Visedo Moltó de Alcoi (Pastor, 2005). Vilaplana realizó
Aparicio (1975) analiza el descubrimiento y estudio de esta cueva, destacando el papel que Vilanova tuvo en esta última, a la que se refiere en numerosos
pasajes de sus obras. Una descripción de los trabajos hecha por Vilanova, se
encuentra al final de la reseña del Congreso de Châlons (1884a: 93-96).
81 Quien había dirigido las obras para la realización del pozo artesiano de Alcoy
marcado por Vilanova (ver capítulo V).
80
152
a finales de 1884 las excavaciones de este lugar y durante toda
su actuación estuvo siempre en contacto por carta con Vilanova,
al que le pidió colaboración para redactar el informe, a lo cual
accedió, aunque su redacción corrió a cargo íntegramente de Vilaplana.82 En él se citaban dos enterramientos: el inferior adscrito
al Neolítico y el superior al periodo del Cobre. Este informe permaneció inédito hasta que Vicedo lo incluyó en su obra de 192022, sin láminas, acompañado del informe debido a Vilaplana. De
todos modos, el descubrimiento fue dado a conocer por Vilanova,
quien pronunció una conferencia sobre el mismo en la Sociedad
Geográfica de Madrid (Vilanova, 1885a) y lo comentará extensamente en la Geología y Protohistoria Ibéricas. Además, hay que
indicar que Vilanova pronunció en Alcoi dos conferencias sobre
estos descubrimientos los días 21 y 22 de diciembre de 1884, que
fueron reseñadas en la prensa local donde se desató una intensa
polémica en referencia al significado del descubrimiento en relación con la antigüedad del hombre y sus posibles connotaciones
religiosas, siendo muy criticado por los sectores más conservadores de Alcoi (ver Aura, 2000).
Asimismo, fue especialmente relevante su participación en
el dolmen de la Ollería, descubierto y excavado por su amigo
José Pla, y el yacimiento de Argecilla en Guadalajara, descubierto por el farmacéutico del lugar Nicanor de la Peña, quien
había seguido sus clases en el Ateneo y le comunicó el hallazgo
inmediatamente, lo que explica que se ofreciera información
sobre ella en la prensa farmacéutica (Anónimo, 1880). Sobre la
información recogida fundó su teoría acerca del origen autóctono del Neolítico, que expuso en 1878 en el Congreso Internacional de Antropología, por invitación de Mortillet (Ayarzagüena, 1992: 208-209).
Podríamos pensar que aprovecharía la inclusión de un capítulo dedicado a la prehistoria en la memoria provincial de
Valencia, para exponer amplia y detalladamente toda esta actividad. En efecto, dicho apéndice constituye una importante
novedad, que se encargó de poner de relieve el propio Vilanova
en su prólogo (Vilanova, 1893: V-VI):
A más del siguiente informe, encontrará el lector al final del
libro, y bajo el título de Protohistoria de la Provincia, una
breve reseña de los principales descubrimientos hechos en
su territorio, referentes a la primitiva historia del mismo,
ilustrada con una grandiosa lámina, en la que mi apreciable
amigo Sr. Landerer sintetizó, gráfica y elegantemente, esta
nueva rama del saber, de la que en rigor no debía yo prescindir, siendo casi el único que ha encontrado los restos que
en lugar oportuno se detallarán.
Vale la pena recordar que este capítulo no había sido incluido
en el texto publicado en el Boletín de la Sociedad Geográfica
de Madrid. No sabemos si fue por ello o por otras razones, el
caso fue que aparece destacado en el informe redactado por la
comisión de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de
Valencia, presidida por Felicísimo Llorente, quien, como hemos
82
Vicedo (1920-22): 82: “Los apuntes que a continuación copiamos son una
muestra de su aventajadísima cultura [debidos a Vilaplana], pues salvo ligeras correcciones, una eminencia mundial como el Dr. D. Juan Vilanova
y Piera no tuvo inconveniente en firmar y asumir como propio, lo que era
trabajo casi exclusivo de nuestro ilustre paisano”.
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visto, era hombre muy aficionado a la arqueología, amigo de
nuestro naturalista y a quien acompañó en el examen de las
cuevas de Enguera en 1876. Entre los argumentos a favor de la
impresión de la memoria, hallamos (Op. cit.: XIII-XIV):
Aún hay más, sin embargo. La ciencia natural es ella misma
deudora al señor Vilanova de notables descubrimientos geológicos, que añaden datos irrecusables de sumo valimiento
a cuestiones, que hoy agitan el seno de importantes sociedades del extranjero y que excitan el estudio y admiración
de sabios naturalistas. Sobre una de ellas, la subcomisión
no puede menos de hacer fijar la atención de esta corporación y de congratularse doblemente, de que un valenciano,
con hechos observados y con pruebas recogidas en la localidad, haya venido a añadir preciosos materiales a la palpitante cuestión que la ciencia debate en estos momentos y
que hoy sirve, digámoslo así, a la creación de la Sociedad
Antropológica Española: tal es la cuestión de la existencia
del hombre fósil o del hombre primitivo, cuyo tránsito en el
globo anterior al diluvio es conocido por los arqueólogos y
naturalistas con el nombre de época ante-histórica o época
de la edad de piedra.
Sin embargo, su lectura no puede ser más decepcionante. Una
vez más, Vilanova hace gala de su capacidad de aprovechamiento
de textos ya publicados anteriormente, que nada aportan a lo ya
conocido. Vuelve a empezar con “una idea general de la nueva
ciencia” (Op. cit.: 415-442), que no es sino una copia calcada
de la introducción a la memoria del Congreso de Copenhague
(Vilanova y Tubino, 1871: V-XXXVIII), con diferencias tan sutiles como la que nos aparece al referir a los congresos internacionales de arqueología y antropología prehistóricas. Decía en
aquel escrito (Op. cit., 1871: XXV): “celebradas sucesivamente
en Neuschatel, París, Norwich y en Copenhague, según nos proponemos reseñar en este libro, dándose la mano con las sociedades antropológicas establecidas en París, Londres, Munich y
Florencia”. Veintidós años después, decía (Vilanova, 1893: 431):
“celebradas sucesivamente en Neuschatel, París, Norwich y otros
puntos, dándose la mano con las sociedades antropológicas establecidas en París, Londres, Munich y Florencia”. Ni siquiera
amplía la nómina de reuniones hasta ese momento. A pesar de la
celebración y de su asistencia al congreso de Lisboa, no añade un
ápice a la enumeración de los descubrimientos portugueses (Op.
cit., 1893: 439) y al referir a las etapas cronológicas, cuando ya
era un defensor acérrimo de la época del cobre, se limita a decir:
“característicos de las épocas del bronce y del hierro o de una
intermedia” (Op. cit., 1893: 441).
El segundo apartado lo constituye la Explicación del cuadro
sinóptico de los tiempos primitivos, Por D. José J. Landerer,
que había sido publicado en los Anales de la Sociedad Española
de Historia Natural en 1873, y donde ni siquiera han eliminado
la nota justificativa que introdujo el autor, donde señalaba que
este trabajo había sido hecho a instancias de Vilanova y que fue
él quien le recomendó y favoreció su inserción en dicha revista
(Vilanova, 1893: 443-471). Y deja un espacio mínimo para la
tercera parte: Protohistoria de la provincia (Op. cit., 1893: 477-
83
485), que inicia con la explicación de la lámina del corte de
San Isidro, que ya había aparecido en el Origen y antigüedad
del hombre (Op. cit., 1893: 477-480). Así que el relato sobre
los yacimientos valencianos se reduce a una extensa reseña
de la cueva del Parpalló, donde llama la atención sobre el siguiente extremo: “Lo singular de esta caverna es que en muchas
leguas a la redonda no existe el pedernal, cuya sustancia debían
buscar aquellos trogloditas o tal vez recibían a cambio de otros
productos, en las incipientes relaciones comerciales de aquellas edades tan remotas, de puntos más o menos lejanos. Nada
encontré de cerámica” (Op. cit., 1893: 481). Más reducida es
la mención a la Cova Negra, a tenor de lo escaso del botín:
“recogí en mi exploración, instrumentos toscos y primitivos de
pedernal, muy análogos a los de la anterior; casi ningún resto de
ciervo, varios dientes de caballo primitivo de la variedad pliscidens..., dos huesos de una pequeña tortuga terrestre y muchos
Melanopsis, Hélices y otras conchas terrestres o lacustres” (Op.
cit., 1893: 482). Hemos de llamar la atención que anteriormente,
en el apartado dedicado al Cuaternario (Op. cit., 1893: 17-21)
ya ha hecho una detallada exposición sobre estas dos cuevas,
donde describe con todo lujo de detalles tanto las cuevas como
el proceso de excavación. Continúa con la Cova Alta y San Nicolás en l’Olleria, que aprovecha para censurar la rapiña de los
lugareños, que destruían los yacimientos en su afán por desenterrar “tesoros de luenga fecha escondidos”. Las consecuencias
de la ignorancia unida a la codicia no podían ser más lamentable: “El hijo del que hace veinticinco años profanó aquella
importante estación, aseguró que su padre había encontrado dos
cráneos humanos, muchas astas de ciervo, pucheros y cerámica
tosca, y una como lanza o bayoneta, según el campesino, hecha
de pedernal, y que los chiquillos destruyeron jugando con ella,
muchas conchas marinas y cargas del Helix alonensis, que en el
país se conoce con el nombre de Chona fina y Vaquetes” (Op.
cit., 1893: 482).83 Y apenas enumera algunos de los descubrimientos exhumados en las Maravillas (Gandía), Matamón, Utiel
Requena, Muro, Cocentaina y el dolmen del Castellet del porquet, que aprovecha para rendir homenaje a su amigo José Pla.
Quizá el epígrafe que más llama la atención es el dedicado
a la Edad del Bronce, que comienza recordando “que la mayor
parte de las armas y utensilios hasta el presente encontrados en
la Península son de cobre, más bien que de bronce; sin negar
por esto que existan algunos también hechos con esta aleación,
entre los escasos que hasta el presente se han indicado entre
nosotros”. Sin embargo, los yacimientos que nos va a describir,
presentan todos útiles de bronce, pues entre ellos no se recoge
la Cova de les Llometes de Alcoi, excavada, como acabamos
de decir, en 1884 por el ingeniero Enrique Vilaplana y cuyos
hallazgos fueron desvelados al año siguiente por Vilanova ante
la Sociedad Geográfica de Madrid. Su relato, pues, va a centrarse en las descripciones del dolmen del Castellet del porquet
y del monumento de Ayelo; dos yacimientos que no habían
sido examinados directamente por él. En cuanto al primero,
recuerda, que entre los esqueletos humanos exhumados por su
amigo Pla, “sólo he podido obtener un frontal, interesantísimo
por el aplastamiento de la frente, la prominencia de los arcos
superciliares y el gran desarrollo de las fosas nasales; todo lo
En su Geología y Protohistoria Ibéricas, datará estas cuevas en el Mesolítico
(Vilanova y Rada, 1894: 450-453).
153
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cual parece indicar un acentuado prognatismo y no muy perspicua inteligencia en el hombre a que dicho resto pertenecía”.
Comenta asimismo la presencia de huesos fósiles de animales
“probablemente en estado de domesticidad”, así como algunas
herramientas: “hachas de diorita pulimentadas y otras en bronce
lisas y bastante primitivas, imitando en su forma y aspecto a las
anteriores”. Por último aventura que entre las que le comentó
el arqueólogo que había extraído pero que había extraviado,
“muchas debían ser de las llamadas hachas votivas, especie de
objeto que con frecuencia se encuentra en los enterramientos
primitivos, como testimonio de las creencias religiosas de tan
antiguas razas” (Op. cit., 1893: 484).
En lo que respecta al monumento de Ayelo, “no pude explorar en mis correrías en aquella parte de la provincia de Valencia, sólo encontré en la visita que hice en el verano de 1867,
algunos cacharros en fragmentos toscos u ordinarios, idénticos,
según el guía que me acompañaba, a lo que también habían aparecido en el Castellet de porquet (Op. cit., 1893: 485). Llama
la atención, su dura crítica contra el rectorado del momento,
pues ese año fue cuando su suegro José Pizcueta Donday, que
ocupaba el rectorado desde 1859, fue sustituido por el jefe local
del partido moderado: Vicente Noguera Sotolongo, Marqués de
Cáceres, quien debió ser el protagonista de la siguiente anécdota
(Op. cit., 1893: 485):
... habiendo llegado a conocimiento del rector de la Universidad de Valencia, por las conferencias que di en aquella
Sociedad Económica, afanoso de ganar gloria a poca costa,
mandó una comisión, costeada de fondos de aquel centro
científico y literario, para que descubriera los tesoros que
pudiera encerrar. Fueron a Ayelo, en efecto, los comisionados, pero hubieron de desistir de su empeño, en vista de
que los resultados no correspondían ni a las esperanzas que
se habían formado ni al dinero que iban gastando.
De esta forma, arremetía contra los peligros de la politización de la Universidad, sin el equilibrio que suponía el desempeño de un cargo académico, que al final llevaban a conductas
tan reprochables como las de los rudos e incultos agricultores.
Y esta es en síntesis, la reseña de este decepcionante epígrafe dedicado a la prehistoria en una memoria provincial, que
no supera la información que había presentado ante el congreso
de Copenhage de 1869, si no es la del de Norwich, que no hemos
podido consultar. Desde luego, muy por debajo de la ambición
manifestada por Prado en su texto dedicado a Madrid. Aunque
hemos de decir en su descargo que, cuando organizó esta publicación, ya se hallaba gravemente enfermo y con sus facultades
muy mermadas (Ayarzagüena, 2002b: 75).
VI.10. La Polémica sobre la autenticidad
de las pinturas de altamira en la
comunidad científica española
En la actualidad puede parecer contradictorio que los descubridores y abogados de las pinturas de Altamira, recinto calificado como la “Capilla Sixtina” del arte rupestre, murieran
84
Una buena descripción de la cueva y de los cambios sufridos desde los tiempos prehistóricos en Las Heras y Lasheras (2000).
154
en el más absoluto de los descréditos, como cómplices de una
falsificación. Así, la defensa de la autenticidad de estas pinturas
significó para Vilanova uno de los peores baldones de su carrera, pues hubo de sufrir, la indiferencia de sus colegas, cuando
no el ataque directo. Vio cómo se extendía su desprestigio en
escenarios internacionales, especialmente en el Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica de Lisboa
(1880) y el Congreso de la Asociación Francesa para el Progreso de las Ciencias de Argel (1881) y también en nacionales,
fundamentalmente en la Sociedad Española de Historia Natural
(S.E.H.N.), a la que Vilanova informaba constantemente (Goberna, 1981, 1984, 1985; Martínez Sanz, 1982; Aguirre 1992a;
Gozalo, 1993a; Ayarzagüena, 2002b: 69-72 y 2006: 41-45;
Gozalo et al., 2004a).
En efecto, esta polémica es vista como una de las más importantes de las producidas en el seno de la Sociedad Española
de Historia Natural (Martínez Sanz, 1986). Esta discusión hay
que enmarcarla dentro del enfrentamiento ideológico, que se
produjo entre los miembros de la Sociedad durante la década
de 1880, con motivo principalmente de la teoría de la evolución (Pelayo, 1999b), lo que enrareció las posturas científicas
de algunos socios ante el tema de las pinturas rupestres. Buen
ejemplo de lo dicho, lo encontramos en la discusión que se
despertó en 1887 acerca de la asignación de una pieza fósil
que Antonio Machado Núñez, H. Falconer y G. Busk habían
encontrado en Sevilla en los años sesenta. Machado, en su
presentación, refirió a que lo consideraban un Elephas armeniacus, pero Calderón refirió que le parecía un E. antiquus,
lo que Vilanova corroboró. Ante ello, Machado reaccionó de
manera virulenta y se refirió malévolamente a Vilanova como
el “perspicuo investigador de los dibujos de la cueva de Santillana del Mar” (Actas de la S.E.H.N., 16, 1887: 31; Martínez
Sanz, 1982: 108).
VI.10.1. El descubrimiento de las pinturas y las conferencias
de Vilanova en Santander (1880)
El relato de los acontecimientos del descubrimiento ha
sido narrado bastante minuciosamente por varios autores,
entre ellos García Guinea (1979: 1-51) y Ayarzagüena (1992:
572-595), a quienes vamos a seguir en buena parte de nuestra
exposición. La cueva había sufrido una serie de derrumbamientos, que habían cegado su acceso. No sabemos si por la
acción de las detonaciones de una cantera cercana, se produjo
una grieta, por la que penetró en 1868 el perro de caza de Modesto Cubillas, aparcero de D. Marcelino Sanz de Sautuola, a
quien comunicó inmediatamente el hallazgo.84 Este personaje
de la alta sociedad cántabra poseía una amplia formación científica y especialmente en ciencias naturales, como testimonió
Remigio Salomón, al comentar en 1869, que poseía una colección de “petrificaciones rarísimas”. Su inclinación, si no hacia
la prehistoria sí hacia la arqueología, debía venirle de lejos, ya
que entre 1872 y 1888 fue vicepresidente de la Comisión de
Monumentos Históricos y Arqueológicos de la Provincia de
Santander, y no sólo fue entablando contactos con expertos
en prehistoria, sino que se interesó activamente por los estudios de esta disciplina, llevando a cabo tareas de excavación
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en las tierras cántabras. Según propia confesión, la primera
prospección de la cueva de Altamira la realizó, acompañado
por Alcalde del Río, en 1876. Dos años después marchó a
París, donde visitó las exposiciones exhibidas en el Pabellón
de Ciencias Antropológicas de la Exposición Universal, donde
pudo apreciar los bellos objetos de arte mueble que E. Lartet
y H. Christy habían exhumado en Laugerie Basse desde 1863
y La Madeleine desde 1864. La historia del descubrimiento
es suficientemente conocida, pues Sautuola la refirió en sus
escritos: en 1879, volvió a la cueva con su hija María y, en una
ocasión, ésta le comunicó: “papá, allí hay bueyes pintados”.
Él reconocerá que no se le había ocurrido nunca mirar hacia
arriba, pues lo que allí hacía, era buscar en el suelo materiales
líticos y restos de la presencia humana, y ante la visión de
aquellos dibujos inmediatamente los relacionó con los bellos
objetos de arte mueble observados en la exposición parisina
(Daniel, 1977, 54; García Guinea, 1979: 1-51; Madariaga,
1980: 300-301, 2000 y 2002; Martínez Sanz, 1986: 319-320;
Fernández Miranda, 1989; Ayarzagüena, 1992: 569-574; Las
Heras y Lasheras, 1997: 359).
Inmediatamente, inició las labores de copiado, estudio y
publicación, y encargó una puerta para proteger el acceso a la
cueva. Con objeto de confirmar su descubrimiento escribió, en
compañía de su amigo Eduardo Pérez del Molino Rosillo, a Vilanova en dos ocasiones, según reseñó éste, poco después, en
las conferencias dictadas en Santander (Vilanova, 1881b: 106107).85 En la primera, “me participaron haber encontrado en una
caverna situada en Camargo y en otra existente en territorio de
Santillana, varios cuchillos y objetos de hueso”, que Vilanova
dató como “centros industriales del periodo del reno”. Estos
datos los utilizó en el informe del descubrimiento realizado en
la sesión de 20 de enero de 1880 de la Sociedad Geográfica
de Madrid, donde señalaba que “esperaba nuevos datos y que,
una vez recibidos, daría noticia más detallada de estas curiosas
antigüedades” (Boletín, 8, 1880: 190, citado por Ayarzagüena,
1992: 576). El mes de julio de 1880, Sautuola publicó sus
Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander (Santander, 1880), que incluían dibujos con
reproducciones de las pinturas, refería a los objetos encontrados
en la misma cueva con representaciones idénticas y las databa
como paleolíticas con sólidos argumentos. El 22 de agosto, el
ayuntamiento de Santillana, según parece a instancias de Sautuola, decidió sustituir la puerta existente por otra más resistente
e hizo una declaración a favor de la protección de la cueva y
del entorno. El 1 de septiembre, Vilanova ya había recibido la
publicación y una selección de objetos, que presentó ante la Sociedad Española de Historia Natural, en una sesión en la que
nada parecía entrever los durísimos enfrentamientos que después acontecieron, pues el hallazgo se valoró justamente, considerándolo como un gran descubrimiento, y se acordó constituir
una comisión, formada por Ángel Guirao y el propio Vilanova,
para que solicitaran al Ministro de Fomento, Fermín Lasala,
que “recompense como es debido estos servicios y estimule con
su eficaz auxilio la exploración de esas cavernas” (Actas de la
S.E.H.N., 9, 1880: 76-77, reproducida por Martínez Sanz, 1986:
320-321; Ayarzagüena, 1992: 576-577). El ministro comisionó
85
al propio Vilanova para que valorara los descubrimientos in situ,
lo que hizo en septiembre de 1880, aprovechando a su vez para
visitar otras cuevas y dictar dos conferencias (Fig. 59), inmediatamente antes de marchar al IX Congreso Internacional de
Antropología y Arqueología prehistóricas, que iba a celebrarse
en Lisboa entre el 19 y 29 de septiembre. En ellas, hizo una introducción a la prehistoria y sus avances en la determinación de
la antigüedad del hombre, para después recordar la cronología
aceptada para su estudio y enumerar algunos de los yacimientos
ibéricos más importantes para cada periodo, antes de describir
pormenorizadamente los visitados en tierras cántabras.
En relación con Altamira (Vilanova, 1881b: 107-123), describe la estructura geológica del terreno, siguiendo la memoria
de “mi antiguo amigo D. Amalio Maestre”, donde dominan los
estratos cretáceos, favorables para la construcción de cavernas,
además de poseer gran riqueza de fósiles y variedad de especies,
señalando algunas que no habían citado ninguno de los naturalistas, que por allí habían trabajado. Acaba la reseña geológica,
recordando el descubrimiento del piso Weáldico en el escudo
de Cabuérniga, por parte de su discípulo Augusto Linares. En
cuanto a la industria lítica, comenta el aprovechamiento, como
materia prima, de los materiales de acarreo, procedentes del
trias, presentes en los suelos cuaternarios y llama la atención
sobre la ausencia de sílex, a no ser que se encontrara “en aquellos sitios donde el Sr. Maestre señala... el horizonte de la creta
blanca” (Op. cit.: 112).
Fig. 59. Portada de Conferencias dadas en Santander
(Biblioteca del MPV).
Recordamos que citamos a partir de la edición, con estudio introductorio a
cargo de Orestes Cendreno Uceda, publicada en Santander, Universidad de
Cantabria, 1997.
155
[page-n-169]
Sobre la cueva dice, que si bien “no sea la primera descubierta, goza del privilegio de ser la más importante, no sólo entre
las más conocidas en la provincia, sino también entre todas las
que hasta la presente se han descubierto en España y quizás en
Europa, no conociendo ninguna que bajo el punto de vista de
una de sus más notables particularidades, pueda comparársele”
(Op. cit.: 113, también citada por Madariaga, 1980: 302). Recuerda el hecho de que, a causa de fenómenos orogénicos, la
entrada hubiese estado cegada hasta tiempo relativamente reciente y, adelantándose a los acontecimientos y a las posibles
críticas, negó cualquier posibilidad de fraude, que estaba siendo
tan frecuente en los yacimientos prehistóricos: “Desde el momento en que el Sr. Sautuola puso por primera vez el pie en la
caverna, hasta que advirtió, por indicación de la preciosa hija
que lo acompañaba, de la existencia de las pinturas, no creo
que hubiera tiempo suficiente para que algún artista tuviera la
humorada de permitirse trazar todos aquellos dibujos, que según
se dirá, figuran en ambas galerías, con el objeto de engañar a los
que más tarde habían de visitarla, pues hasta ser esto factible,
habría sentido la necesidad de tomar la prudente precaución
de enterarse anticipadamente de cuándo aquél la frecuentaba,
para evitar su encuentro, con lo cual, hubiéramos descubierto el
fraude” (Op. cit.: 114-115). Y es que no debemos olvidar que en
esos momentos, las falsificaciones eran moneda corriente en el
mundo de las antigüedades, como estaba ocurriendo con las denuncias acerca de las esculturas ibéricas del Cerro de los Santos
o la evidencia que la mayor parte de las monedas romanas que
corrían por el mercado de anticuarios se estaba demostrando
que eran falsas (Ayarzagüena, 1992: 580).
Sigue con la exposición de las dos galerías de la cueva, la
segunda de las cuales no pudo ocuparla el hombre hasta desalojar los animales, que allí se habían cobijado y de los que se
habían hallado despojos y restos óseos. A partir de aquel momento, se instalaron sobre todo en la entrada, donde se había
hallado una estructura del terreno similar a la de un paradero,
con instrumentos tallados en cristal de roca, además de los de
sílex y restos de animales con señales de haber servido para
la alimentación humana. Pasa después a la enumeración de los
“tesoros” que guardaba, destacando “útiles en hueso y asta de
ciervo, tales como punzones, estiletes, espátulas, agujas, etc.,
con la particularidad, muy digna de tenerse en cuenta de ofrecer
todos ellos rayas y dibujos, indudablemente hechos con la punta
aguda y fuerte de algún cuchillo, flecha o punta de lanza, pero
que rebela en quien los trazó, evidentes instintos artísticos” (Vilanova, 1881b: 117).
Pero el objetivo principal de su disertación era poner de
relieve las pinturas parietales, “que sin género alguno de duda
ha de motivar las más serias discusiones, mezcladas tal vez
de dudas, de sospechas y de no escasa crítica” (Op. cit.: 118).
Ofrece una hipótesis de la forma de actuar por parte de los artistas, a partir de la existencia en una de las galerías de “esbozos
y delineamientos de animales y otros objetos, no siempre fáciles
de discernir”, mientras que en la “bóveda de las del SSE, sólo
se observan figuras bien hechas, representando diferentes animales, colocados en actitudes diversas, revelando todas ellas la
suma destreza del artista”. Así pues, en la primera, “fue donde
el artista, que dio también evidentes pruebas de sus aficiones
en los dibujos que trazaba en los instrumentos de hueso, hacía
sus primeros ensayos y que una vez seguro del éxito, se decidió
a trazar con mano firme y conocimiento instintivo del arte las
156
veintitantas figuras, que adorna el techo de la galería ancha”.
Por fin, defiende la existencia de una escuela, pues, para él, no
había duda “de que todos los dibujos de ambas galerías son de
una misma mano o, por lo menos, de individuos en quienes el
gusto artístico, espontáneamente nacido en ellos, se perpetuaba
de generación en generación” (Op. cit.: 118-119). Acto seguido,
se refirió a la técnica utilizada: “el artista... comenzaba siempre
por trazar su perfil sobre la piedra y esto... con trazos toscos
y anchos, muchas veces indentados, no continuos, sólo interrumpidos, hasta lograr el efecto que deseaba”. Así, destacaba
la novedad que suponía en la historia del arte tal técnica, la cual
servía además para poder datar tales dibujos: “porque no habiendo empleado el artista instrumento fino y delicado de metal,
claro está que hubo de servirse de los de piedra y en éste, casi
hay un 90 % de probabilidades de que todo aquello es contemporáneo del depósito que, en el fondo de la cueva existe, como
resueltamente lo creo” (Op. cit.: 119). Por otro lado, la ausencia
de trazas de humo en las paredes, le lleva a proponer que en su
momento, hubiera otra entrada, que ofrecería suficiente luz para
la realización de tales obras. Termina su discurso con una serie
de argumentos en contra de una posible falsificación: la necesidad de luz artificial, mientras que no hay restos de humo; su
existencia en lugares insospechados como para tomarse la molestia de hacerlos, cuando en la primera galería, el artista lo tenía
mucho más fácil, aparte de la producción del grabado del contorno, cuando sería esperable que se hubiera limitado exclusivamente al uso de la pintura, “la cual revestiría, de ser moderna,
otro carácter” (Op. cit.: 120). Por el contrario, los frescos habían
sido pintados con ocre natural, que habrían conseguido en las
riberas del Saja, donde éste abundaba. Otras razones aducidas
para acallar cualquier suspicacia fueron: la perfecta factura,
propia de “quien siendo al propio tiempo cazador, reproduce
fielmente los animales que estaba acostumbrado a perseguir”; la
aparición de huesos de tales animales en el subsuelo con señales
de manipulaciones culinarias, con la posible excepción del “toro
de joroba, que parece ser el bisonte, cuyos huesos son harto difíciles de distinguir de la especie común, pues sólo las vértebras
dorsales y lumbares ofrecen el carácter de tener más largas las
apófisis espinosas” (Op. cit.: 121).
Una vez expuestos tales argumentos, su conclusión no
podía ser menos halagüeña, al tiempo que vemos aflorar algunos de los caracteres propios de Vilanova, especialmente su
entusiasmo y acendrado nacionalismo (Op. cit.: 123):
Con efecto, señores, las pinturas de la cueva de Santillana,
si como yo creo deben considerarse como contemporáneos del depósito que allí dejó el antiguo troglodita, superan con mucho a los ensayos artísticos encontrados en
las cuevas de Massat, de la Magdalena y otras en Francia,
hechos sobre piedra, asta de ciervo y marfil, y son únicas
en su género, por esto mismo, repito, han de motivar serias
y tal vez apasionadas discusiones, no siempre inspiradas
en el amor a la verdad.
Gloria, pues, inmarcesible al descubridor de tantas novedades prehistóricas, que eclipsan todas las hasta el presente
encontradas en nuestro suelo, por el servicio inmenso que
la ciencia y el arte patrio le son deudores.
Terminaba su conferencia, dando noticia de las otras cuevas
visitadas en los días anteriores: la de Camargo, que presentaba
[page-n-170]
materiales del periodo que él llamaba “del cuchillo”, es decir su
Mesolítico, y apuntaba que pudiera tratarse de un taller de utensilios líticos; y la de Cobalejo, situada en el término de Piélagos,
y que había sido excavada por Eduardo de la Pedraja, dejando
al descubierto útiles de las épocas más remotas del Paleolítico y
que fue habitada hasta el Neolítico.
omienza la polémica: los congresos de Lisboa
VI.10.2. C
(1880) y Argel (1881) y el debate en la prensa
Los temores que abrigaba Vilanova se cumplieron inmediatamente, pues su comunicación en Lisboa encontró el escepticismo mal disimulado de los asistentes. Así lo expresó él
mismo cuatro años después, cuando la polémica comenzaba
a alcanzar formas de auténtica ofensa: “Con motivo de esta
verdadera y extraña novedad, que ha originado ya y servirá
aún de pretexto para serios debates, se dirigió una atenta invitación a los congresistas que quisieran hacer el viaje hasta
Santander; invitación que no pudo aceptarse por razones que
debo reservar y también porque la mayor parte de los extranjeros que fueron a Lisboa, habían tomado en París billetes de
circulación para la Península, que les obligaba a seguir un
determinado itinerario, que no era por cierto hacia el Norte,
sino más bien hacia Andalucía y Valencia”.86 Toda vez que
parece emanar, al menos, una cierta indiferencia, hemos de
decir que no halló la oposición frontal, que sí se producirá en
nuestro país. De hecho en los meses siguientes, el prehistoriador francés Henri Martín (1880), enviaba una carta a Vilanova el 5 de octubre de 1880, donde se manifestaba favorable
a la autenticidad de las pinturas, basándose en su contrastación con otras manifestaciones artísticas rupestres, aunque
les concedía un mayor adelanto y perfección (Madariaga,
1980: 301). El 5 de diciembre era Émile Cartailhac, que será
uno de sus más acérrimos contradictores en el futuro, quien
dirigió una misiva a Sautuola, animándole a continuar su trabajo. En la sesión de la Sociedad de Historia Natural de enero
de 1881, Vilanova leyó ambas cartas, junto con otra carta
remitida por Sautuola, informándole del hallazgo de nuevos
huesos fósiles (Actas de la S.E.H.N., 10, 1881: 6; Ayarzagüena, 1992: 581).
La singularidad, conviene recordar que no había precedentes de hallazgos de pinturas en cavernas, y espectacularidad del descubrimiento no podía pasar desapercibido a la
opinión pública y pronto se desató el interés por las pinturas y
la discusión acerca de su interpretación. Mientras los espíritus
más nacionalistas saludaban entusiastamente la confirmación
de la precocidad del genio español, las refutaciones responderán a que los prehistoriadores europeos no podían admitir
la perfección de un arte primitivo realizado por el hombre salvaje, pues iba en contra de las ideas evolucionistas de progreso
gradual de la cultura entonces imperantes. Al mismo tiempo,
se había despertado los recelos, cuando no una cierta repulsa,
debida a las posturas creacionistas de sus defensores y a la
previsible utilización que de las pinturas podían a hacer con el
fin de sostener sus tesis.
86
Vilanova (1884a: 314-315). Una enumeración más precisa de su comunicación en su artículo: El Congreso Internacional de Arqueología Prehistórica de
Lisboa, Anales de la Sociedad Española de Historia Natural. Actas, 9, 1980:
Las censuras se manifestaron muy pronto, pues ya en septiembre de 1880, Ángel de los Ríos, erudito y cronista cántabro,
miembro de la Comisión de Monumentos Históricos y Arqueológicos, y un anónimo “El parlante”, arremetían en la prensa
local contra la antigüedad de las pinturas y contra la prehistoria
en general, abriendo así una viva polémica con Sautuola en los
diarios locales (véase la aportación de Madariaga en Sanz, 1976:
47-51, 83 y 123-172; y Madariaga, 2000 y 2002). Mientras en
el verano distintas personas habían visitado la cueva y fruto de
esos viajes, el público pudo conocer la espectacularidad y belleza
de las pinturas, en especial a través del artículo de Miguel Rodríguez Ferrer, que iba acompañado de notables reproducciones
de José Argumosa, y que fue publicado en La Ilustración Española y Americana (24, 37, 8 octubre 1880: 200-210). También las
inspeccionaron Francisco Quiroga (1853-1894) y Rafael Torres
Campos (1853-1904), comisionados por la Institución Libre de
Enseñanza, que contaron con el auxilio de Pérez del Molino,
quien había excavado la cueva junto a Sautuola. Su informe fue
publicado en el Boletín de la I. L. E. correspondiente al 16 de
noviembre de 1880 y en él, tras confrontar las pinturas parietales
a los dibujos hallados en La Madeleine, dieron un veredicto negativo, basado en la policromía y en la perfección de la técnica
y de su ejecución, que entraban elementos como la perspectivas
lineal, aérea, que no concordaban con lo primitivo. Atribuían a
las pinturas a un pueblo artísticamente adelantado, de época relativamente reciente, tal vez habían sido hechas, aventuraban, por
soldados romanos (Quiroga y Torres, 1880:163).
Cartailhac, por su lado, para disipar dudas envió a Edouard
Harlé (1850-1922) en febrero de 1881 con el mismo objetivo,
visitó la cueva durante tres días y a mediados de abril volvió para
aclarar ciertos aspectos; coincidiendo así con el momento cuando
buena parte de los científicos, fundamentalmente franceses, se
hallaban reunidos en Argel para celebrar el Congreso de la Asociación Francesa para el Progreso de las Ciencias, a la que había
acudido Vilanova como comisionado español. No sabemos si éste
era consciente de que el ambiente de indiferencia manifestado
en Lisboa se había convertido con el tiempo en recelo entre los
prehistoriadores extranjeros, conocedores sin duda de los argumentos expuestos en España por los impugnadores de la autenticidad de las pinturas. Sea como fuere, el geólogo valenciano
acudió a la reunión con el deseo de conseguir una sanción internacional a sus tesis, con la que acallar las críticas internas. Con este
objetivo, ofreció a los asistentes el folleto de Sautuola y ofreció
nuevos argumentos con los que en su opinión se confirmaba la
autenticidad de las pinturas de Altamira; él mismo comentó la
polémica posterior (Actas de la S.E.H.N., 10, 1881: 32):
A esta comunicación mía contestó un individuo de la sección, dando lectura a una carta del Sr. Cartailhac...; siendo
su objeto emitir opinión sobre unas pinturas que no ha visto
sino en reproducciones más o menos perfectas; y como
quiera que esto revestía un carácter de imperdonable ligereza, no pude menos de manifestarlo así en términos corteses, concluyendo por invitar á los allí presentes á que suspendieran el juicio, por lo menos hasta ver por sí mismos
70-71. Para dicho viaje, contaba con una asignación gubernamental. Véase
Ayarzagüena (1992 : 581-2).
157
[page-n-171]
la interesante localidad de que se trata; pues no es cosa
de rechazar por mero capricho lo que no se ha tenido con
anticipación el cuidado de examinar con circunspección y
detenimiento.
En el relato del Congreso de Argel, Vilanova (1884a: 381)
ofrece más información acerca de la actuación de Cartailhac,
quien, aunque no acudió, preveía “que se trataría este asunto,
pues sabía desde nuestra última entrevista en Lisboa, que tenía
la intención de ir a Argel”. También desvela que su parecer no
se basaba sólo en las citadas reproducciones, sino que se había
“fundado en los antecedentes comunicados por un ingeniero
francés”. Éste no podía ser otro que Harlé, quien publicará un
destructivo informe que iba más allá que el artículo citado y
abrió una de las líneas de ataque más repetidas a partir de entonces: se trataba de un fraude realizado entre las dos primeras
visitas de Sautuola entre 1876 y 1879.87 Este informe demolía
una de las premisas centrales de nuestro autor, pues había sido
redactado por alguien que había inspeccionado directamente
las pinturas. A mayor abundamiento, el cerco contra Vilanova y Sautuola se cerraba cada vez más, pues el 19 de mayo,
Gabriel de Mortillet dirigía una carta a Cartailhac, en la que
apoyaba su actitud manifestada en el Congreso, contraria al
reconocimiento de las pinturas adoptando tal postura.88 Así,
el grupo más influyente de la prehistoria francesa, y mundial,
se manifestaba abiertamente contrario a la autenticidad de las
pinturas y el enorme prestigio de estos investigadores jugó un
papel fundamental en la actitud adoptada por la comunidad
científica sobre esta cuestión, que le iba a costar a nuestro autor
parte de su reputación en Europa89 y en España. Tendrían que
transcurrir veinte años para que nuevos descubrimientos, ésta
vez en Francia, le diesen la razón.
VI.10.3. La controversia llega a la Sociedad Española de
Historia Natural. De las primeras defensas (1882)
al ataque de Calderón (1884)
En 1882 aún se levantaron voces en defensa de la autenticidad
de las pinturas de Altamira, tanto en foros nacionales como internacionales. En la en la Sociedad de Historia Natural, lo hicieron
Jiménez de la Espada y Pérez Arcas (Actas de la S.E.H.N., 11,
1882: 42-43 y 13, 1882: 56-57). El primero ponía de relieve la
importancia que tenía el descubrimiento de dibujos de animales y
tras lamentar el descuido en que se hallaba el estudio de la cueva,
proponía una línea de investigación con el fin de demostrar la
autenticidad de estas pinturas, para “desvanecer la idea de que
alguien modernamente los haya ejecutado”. El segundo planteaba
estudiar los restos de fósiles de Bison de la cueva y compararlos
con los dibujos y con las dos especies actuales. La intervención
de estos autores ya da idea de que los científicos españoles ya se
habían hecho eco de la crítica de Cartailhac y comienza a existir
un núcleo de duda. Por otro lado, si bien Vilanova no pudo asistir
Harlé, E. (1881): La grotte d’Altamira, près de Santander (Espagne). Matériaux pour l’histoire primitive et naturelle de l’homme. 12 (17 anné 2en
série), 275-283. Ayarzagüena (1992: 584) propone que el informe también
respondiera a las presiones realizadas por naturalistas españoles contrarios a
la antigüedad de las pinturas sobre los prehistoriadores franceses con lo que
mantenían buenas relaciones.
88 La carta es reproducida en parte por B. Madariaga de la Campa en uno de los
estudios incluidos en Sanz (1976: 83). Llama la atención que Daniel (1977:
87
158
al Congreso de Antropología de Berlín, celebrado ese mismo
año, el prehistoriador y etnólogo prusiano Friedrich Jagor (18161900) asumió las propuestas de Vilanova y Sautuola sobre la autenticidad de las pinturas y, como ellos, las dató en el Mesolítico,
que, no lo olvidemos correspondería a nuestro Paleolítico Medio
y Superior Y en el mes de agosto fue él mismo, quien en una
nueva participación ante la Asamblea de la Asociación Francesa
para el Progreso de las Ciencias, esta vez reunida en La Rochelle,
fiel a su ideología creacionista, razonó que el hombre primitivo
estaba perfectamente en condiciones, tanto por su capacidad estética como por su habilidad, para confeccionar obras tan perfectas,
ya que estaba dotado por su Creador de las mismas facultades
que el hombre actual (Martínez Sanz, 1986: 325; Ayarzagüena,
1992: 583-584).
De este modo la primera vez en que se plantearon dudas
sobre la autenticidad de estas pinturas dentro de la S.E.H.N.,
fue en 1884, cuando Salvador Calderón y Arana, aceptó atribuirlas a civilizaciones antiguas, pero le parecía aventurado
clasificarlas como prehistóricas. Refiriéndose concretamente
a las de Altamira, a tenor de su perfección y fiel a las tesis
orientalistas imperantes, sostuvo que no le parecía aceptable
la hipótesis de una fecha anterior a la de la colonización de
España por las civilizaciones orientales. Vilanova le contestó
que, no habiendo visitado la cueva, convenía que suspendiese
sus conclusiones y Colmeiro, más conciliador, le propuso que
consultase con expertos si las pinturas pudieran ser prehistóricas; pero Quiroga salió en apoyo de Calderón, con la fuerza
argumental de haber visitado la cueva, acompañado por Ignacio Bolívar, quienes, como afirmó, compartían tal opinión
(Actas de la S.E.H.N., 13, 1884: 9-14; Martínez Sanz, 1986:
325; Ayarzagüena, 1992: 585-586).
VI.10.4. 1886: El momento álgido de la disputa
En los dos años siguientes, no volvió a tratarse de la cuestión
de Altamira, según considera Martínez Sanz (1986: 325), para
evitar enfrentamientos con Vilanova o quizá para no abochornar
al aún prestigioso científico, abandonado por todos en este tema.
Pero los enfrentamientos entre institucionistas y oficialistas,
o lo que es lo mismo entre fijistas y evolucionistas, afloraron
también en este caso y la polémica estalló definitivamente en
1886. A principios de año, Vilanova informó del hallazgo de
importantes materiales prehistóricos en hueso en unas cuevas
cercanas a la gruta de la Virgen de Lourdes, los cuales tenían
incisos dibujos análogos a los de Altamira. En la sesión del 3
de febrero, Augusto González de Linares –institucionista, pero
amigo de Sautuola y discípulo de Vilanova– planteó la posibilidad de que las pinturas estuvieran ejecutadas por los mismos
hombres que tallaron los objetos que se encontraban en el suelo
de la cueva. Su disertación discurría por un cauce perfectamente
darwinista, que partía de un posible perjuicio en la correlación
entre la cultura de los hombres y el estado de primitivismo,
55) coloque a Mortillet entre la minoría que apoyó a Sautuola desde el principio y pone en su boca esta significativa frase: “C’est l’enfance de l’art, ce
n’est pas l’art de l’enfant”. Ello casa mal con el aval ofrecido a la oposición
abierta que había adoptado Cartailhac
89 A pesar de ello Vilanova fue nombrado presidente de honor de la sección de
Geología y Mineralogía en el Congreso de la Asociación Francesa para el
Progreso de las Ciencias de Limoges en 1890.
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como lo demostraría “la prodigiosa habilidad de los dibujos
hechos por los bosquimanos”, la cual permitía mantener que
“no existe una relación directa entre la cultura de los hombres y
la perfección de las pinturas que ejecutan”. Vilanova agradeció
su intervención y apeló de nuevo a la relación existente entre el
arte mobiliar y parietal
En la sesión de 1 de septiembre, el también institucionista
Calderón replicó a sus contradictores y descalifica la posición
de los prehistoriadores con matices eruditos, concluyendo
que: “si por prehistórico se entiende todo resto dejado por
el hombre antes de la historia escrita, prehistóricas son la
mayoría de las pinturas coloreadas de España; pero si semejante calificación se reserva, como parece hacerlo los prehistoriadores naturalistas, a aquellas producciones antiguas de
las razas primitivas anteriores a esas invasiones de Oriente...
toda circunspección es poca para aplicar tal calificativo a esos
descubrimientos”. Así, le vemos reafirmándose en la postura
expresada en 1884.
Pero el momento álgido llegó con las sesiones de noviembre
y diciembre. El 3 de noviembre, Vilanova, en una reseña sobre
los congresos de Ginebra y Nancy, se quejaba del olvido en que
había dejado Cartailhac las pinturas de Altamira en su reciente
libro sobre prehistoria peninsular, que había comprado durante
el congreso de Nancy, ante el cual, como ya hemos señalado,
también presentó directamente sus quejas. Pero fue Eugenio
Lemus y Olmo, Director de la Calcografía Nacional, quien
lanzó sus ataques más directos. Este santanderino había visitado
la parte más externa de las cuevas de Altamira, animado tras
unas conferencias dictadas por Vilanova en el Círculo de Bellas
Artes de Madrid. Comenzó hablando de “las muestras de arte
que suponen dejó allí el hombre de las cavernas” y se enfrentó
directamente a Vilanova lanzando la acusación de fraude, desde
su punto de vista de experto en arte, pues “tales pinturas no
tienen carácter del arte de la Edad de Piedra ni arcaico ni asirio
ni fenicio y sólo la expresión que daría un mediano discípulo
de la escuela moderna. Incluso llegó a nominar al pintor mudo
francés, Paul Ratier (1832-1896), que había pasado una temporada en la zona en la época del descubrimiento y que era amigo
del guía que le había acompañado a visitar la cueva y que le
había ofrecido esta información.
Vilanova respondió lamentándose de que Lemus no hubiera
inspeccionado hasta el fondo de la cueva, para ver las mejores y
más características pinturas, y que no hubiese encontrado relación entre éstas y los objetos prehistóricos hallados en el suelo de
la cueva, que tenían un mismo estilo. Asimismo, Sautuola envió
una carta, leída por Vilanova, en la que con sarcástica ironía
replicaba a quienes defendían la acción de un pintor actual, preguntándose qué motivos iban a moverle a realizar una obra, de
la que no iba a sacar provecho alguno. El geólogo valenciano,
en esa misma sesión, también enumeró las razones que enarbolaba para defender su autenticidad: riqueza de materiales prehistóricos; datación en el Magdaleniense, periodo caracterizado
por haber legado una interesante obra artística, especialmente
en objetos de hueso y de cuya autenticidad nadie dudaba; los
objetos controvertidos son muy parecidos a otros hallados en
cuevas francesas; trazado del perfil del animal con un objeto
puntiagudo y no con pintura o el humo de una antorcha; incoherencia de negar estas manifestaciones de la inteligencia, cuando
sí que se han aceptado los letreros ante-históricos hallados en
Canarias y América. Su conclusión buscaba demostrar la escasa
consistencia de los argumentos de sus oponentes, al tiempo que
amplía el debate a las estatuas del Cerro de los Santos: “Que se
comprende la reproducción hábilmente hecha de un cuadro de
Murillo o Rafael..., pero tomarse tanta molestia como suponen
las pinturas de Santillana y las numerosas estatuas de Yecla, sin
otra mira ulterior que dar un chasco a algún incauto, es verdaderamente incomprensible y hasta inocente, por no emplear
otra frase más gráfica y significativa”. De nada sirvieron sus
razones, Lemús realizó una nueva intervención reafirmándose
en sus ideas, a las que fueron adhiriendo desde posiciones diferentes: Bolívar, Antón y Ferrándiz y Reyes Prosper. El caso
fue que a partir de este momento la casi totalidad de los socios
que intervinieron en estas discusiones negaron la autenticidad
de Altamira (Actas de la S.E.H.N., 15, 1886: 20, 70-71, 80-83,
89-96).
Como consecuencia Altamira se convirtió en tema acabado
y no se volvió a hablar de él en la Sociedad. Además, en 1888
murió Sautuola y el propio Vilanova aceptó las dificultades que
difícilmente podía superar y dejó de defender Altamira tan ardientemente. Incluso Cartailhac y Henri Breuil escribirán años
más tarde, en su obra: La caverne d’Altamira à Santillana, près
Santander (Espagne) (Cartailhac y Breuil, 1906: 13), que “au
congrès Anthropologique de Paris, en 1889, le professeur Vilanova parla de tout autre chose dans sa communication sur le
prehistorique espagnol”; y eso que Edouard Piette había publicado un artículo en la revista de Cartailhac, defendiendo la
autenticidad de las pinturas en 1887. Asimismo, en la síntesis
confeccionada para la historia de España de la Academia de
la Historia, Vilanova hizo algunos comentarios, ponderando
su importancia, sin referir a la polémica y desde luego con un
tono mucho más comedido que el que le habíamos visto utilizar
en las conferencias de Santander unos años antes. Finalmente,
tanto Sautuola como Vilanova murieron antes de ver reconocida
la autenticidad de las pinturas parietales; incluso en la nota necrológica de Vilanova, publicada por Quiroga (1893), no se hizo
referencia a este descubrimiento.
VI.10.5. E
l camino hacia el reconocimiento oficial
(1894-1902)
Lo que quizás sorprende más de esta inusitada discusión es
que una negativa tan total no se basaba en general en hechos
científicos, sino en cuestiones de interpretación, fundamentalmente de tipo artístico. Martínez Sanz (1982: 359-360) dice al
respecto:
La respuesta de fondo está en las polémicas ideológicas que
agitaban España entre 1875 y 1886. El darwinismo enfrenta
a los neocatólicos con los ‘librepensadores’, krausistas o
no, en los ambientes científicos, e incluso en los populares.
Por esta causa, los liberales recelaban alguna maniobra de
los ‘neos’ que pudiese desprestigiar las teorías de la evolución. El decreto de Orovio no había sido suficiente para
terminar con la propagación del darwinismo, y pensaban
que otro tipo de actuación perjudicase esta difusión. De este
modo, ante el hallazgo de las soberbias pinturas de Altamira, surgió la insidiosa sospecha del fraude.
Por otro lado, el pintor francés Ratier había frecuentado
la zona por aquellos años, y al parecer había sido acogido
por Sautuola en su casa por algunos días. Alguien llegó a
159
[page-n-173]
suponer, por la casual proximidad de la Universidad de Comillas (regida por los jesuitas), que los clericales españoles
habían preparado un golpe de efecto maquiavélico: hacer
que el pobre mudo francés pintase las pinturas de Altamira
para presentarlas ante los científicos como una muestra de
la evolución artística del género humano primitivo, y, una
vez aceptado por ellos, descubrir la superchería y dejar en
ridículo la ciencia darwinista. Con respecto al papel de
Sautuola y de Vilanova en el asunto, suponían calumniosamente que podían estar complicados en el fraude (ambos
eran antidarwinistas y católicos sinceros) o que habrían
sido inocentemente engañados.
En efecto, hay que recordar que el contexto histórico científico en que se desarrolló la polémica fue un ambiente polarizado ideológicamente, marcado la controversia entre ciencia y
religión, razón y fe, producto del debate evolucionista de finales
de siglo XIX (Pelayo, 1999a). Así los postulados de los prehistoriadotes franceses Mortillet y Cartailhac se movían dentro de
un esquema transformista rígido, en el que se podía aceptar el
arte mobiliario, es decir, el realizado en pequeños objetos de
hueso, asta, marfil, que era simple, ingenuo, y que podía representar la infancia del arte. Pero en este marco conceptual no se
podía aceptar el arte parietal, más elaborado y perfeccionado
(Moro Abadía y González Morales, 2004). En cambio, desde la
posición ideológica y científica de Vilanova, desde su creacionismo, la perfección de las pinturas demostraba el fracaso del
evolucionismo, ya que la sofisticación no podía ser obra de un
antepasado brutal. El arte parietal era una prueba para los antidarwinistas de que el género humano no había evolucionado
en el nivel de especie desde su creación y aparición en la Tierra
(Moro Abadía y Pelayo, 2010).
Pero las críticas a Sautuola y Vilanova llegaron también,
como ocurrió en la prensa local cántabra, desde el sector católico más fundamentalista, que negaba los supuestos básicos y
los contenidos de la Prehistoria, aceptando sólo la cronología
bíblica y la existencia de las civilizaciones históricas.
Aunque los prehistoriadores franceses hablan del hallazgo
de la gruta de Chabot (Gard) en 1878 por Léopold Chiron, que
no se describió hasta 1889, en los últimos años del siglo XIX
y primeros del XX (entre 1895 y 1901) se descubrieron en
el sur de Francia otras cavernas con arte parietal, con lo que
Altamira dejó de ser un caso aislado y único en su género. Previamente el Marqués de Nadaillac (1818-1904) había aceptado
datar las pinturas en el periodo Magdaleniense en su prólogo
a la Sevilla prehistórica de Carlos Cañal (1894). Al año siguiente, E. Rivière descubría las pinturas de la cueva de La
Mouthe (Dordoña) y en su presentación recordó a Altamira
y a Sautuola. Su hallazgo encontrará la sanción de la poderosa Sociedad de Antropología de París en 1897, de la que
era miembro Cartailhac; esta aceptación legitimaba indirectamente Altamira. Al año siguiente François Daleau (18451927) encuentra la cueva Pair-non-Pair (Gironde); en 1897
Félix Regnault (1847-1908), la de Marsoulas en los Pirineos
franceses; en 1901, Les Combarelles (Dordogne) son estudiadas por Henri Breuil (1877-1961), Joseph-Louis Capitan
(1854-1929) y Denis Peyrony (1869-1954). Éste último ese
mismo año descubre las figuras parietales en Font- de Gaume
(Dordogne), mientras que Breuil y Capitan, publicaban el artículo: “Les grottes à parois gravées ou peintes à l’époque pa-
160
léolithique”, en la Revue de l’École d’Anthropologie de Paris
(X: 321-325). Al año siguiente, el primero descubrió junto a
Cartailhac las pinturas y grabados de la caverna de Mareculas.
En el Congreso de la Asociación Francesa para el Progreso de
las Ciencias que se organizó ese año en Montauban, se aceptó
el arte prehistórico, tras visitar algunas cuevas, lo que implicaba que muchos de los congresistas hubieron de rectificar
sus antiguas ideas. Entre ellos, el propio Cartailhac, quien en
el mes de septiembre visitó por fin, y por primera vez Altamira, en compañía de Breuil y guiados por el propio Pérez del
Molino. Asimismo, visitó a la hija de Sautuola, María, para
presentarle sus respetos y antes de acabar el año, reconoció su
error públicamente en el artículo titulado Les cavernes ornées
des dessins. La grotte d’Altamira. Espagne. «Mea culpa» d’un
scéptique. Cartailhac comentó que los dibujos de Sautuola que
él había visto, copias de los de la caverna, eran algo abso
lutamente nuevo y muy extraño. Su escepticismo además, se
justificaba, procedía en que había pedido consejo, casi con
toda seguridad a Mortillet, y le habían prevenido que desconfiara de los clérigos españoles, que en este asunto se quería
jugar una mala pasada a los prehistoriadotes franceses. Añadía
que se daban circunstancias que incrementaban las objeciones,
por ejemplo, aunque las pinturas había se habían conservado,
no había rastro de humo de hogares, por lo que implicaba la
necesidad de luz artificial para realizar los dibujos. Esto llevaba a pensar, decía Cartailhac, que se habían realizado bajo
el foco de una iluminación perfeccionada y, por tanto, necesariamente moderna.
La disculpa pública y por escrito de Cartailhac, no pasó
desapercibido en la Sociedad Española de Historia Natural,
donde Hoyos Sainz (1902: 298) comentó la visita de los prehistoriadores franceses y su rectificación: “era en un todo favorable al origen prehistórico de los mencionados dibujos de la
cueva, como sostuvo ya hace años el señor Vilanova, de feliz
recuerdo, no obstante de n o haberse tomado sus opiniones en
la consideración que debían por la ingerencia en el asunto de
artistas ciertamente reputados, pero ajenos a la cuestión desde
el punto de vista científico” (Martínez Sanz, 1985: 327-329;
Beltrán, 1989; Ayarzagüena, 1992: 585-593; Las Heras y Lasheras, 1997: 356-359).
En síntesis, la nueva generación de prehistoriadores franceses presentó nuevas evidencias geológicas y arqueológicas
de la realidad del arte parietal y de la antigüedad de las pinturas. Además la comunidad científica integró otros factores,
como una mayor conciencia de la complejidad de las sociedades primitivas, gracias al desarrollo de la antropología y de
la etnografía, que también intervinieron en el cambio de mentalidad (Moro Abadía y González Morales, 2004). Además, el
fallecimiento de Mortillet en 1898, diluyó el rígido sistema
transformista en el que se encuadraba la concepción del arte
por el arte.
VI.11. Recapitulación: Las aportaciones de
Vilanova a la prehistoria
En síntesis, en la trayectoria de Vilanova como prehistoriador,
Goberna (1985) y Ayarzagüena (1992) distinguen dos etapas:
una primera en la que aceptaba la clasificación de los periodos
de la Piedra y el Bronce, y, como hemos visto, la insinuación de
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un periodo del Cobre para la Península, antes del uso pleno del
Bronce.90 En cuanto a, la existencia del hombre terciario en el
Plioceno, según Goberna la planteó muy cautelosamente. Pero
más bien en esta cuestión, Vilanova sufrió un proceso que fue de
la probabilidad de la existencia del hombre en el terciario hasta el
del total rechazo de dicha posibilidad. Así, en una primera etapa
la defendió como posible, o al menos, esto se deduce de fragmentos tan significativos como los incluidos en su Compendio
(1872b: 506), cuando dice: “El hecho más culminante en este
concepto es la presencia del hombre en estado fósil, según parece
acreditar el descubrimiento verificado en California por los distinguidos geólogos Blake y Wiethney, de un cráneo y restos de
la primitiva y tosca industria humana... De modo que este horizonte es, por ahora, el de la existencia más probable de restos del
hombre, asociados a grandes mamíferos, entre los cuales predominan los elefantes”. Según los especialistas, estos grandes mamíferos habrían vivido en el Plioceno superior. Aún nos resulta
más “comprometidos” los argumentos expresados unas páginas
más adelante (Op. cit.: 545), al tratar del carácter paleontológico
y arqueológico del Cuaternario: “hay muchas probabilidades para
creerle originario del horizonte plioceno por lo menos, recientes
descubrimientos han confirmado la existencia del hombre en este
periodo, como lo acreditan los famosos cráneos de Neandertal, de
Engis, Cromagnon, Cuevas de Gibraltar, la célebre mandíbula de
Moulin Quignon, los huesos largos fósiles encontrados por mi en
San Isidro, la mandíbula humana de Puerto-Príncipe regalada al
Museo de Historia Natural por el Ilmo. Sr. D. Miguel Rodríguez
Ferrer, y tantos otros vestigios que hoy enriquecen los diversos
museos de Europa y que no cito por la brevedad”.91 Posteriormente, en una segunda etapa, expuso sus recelos hacia hombre
del Plioceno, como nos lo muestra este fragmento extraído del
volumen 8º de La Creación (1876: 297): “No debemos ocultar
á nuestros lectores que á pesar del tiempo transcurrido no hemos
visto en Europa dibujo, molde ni descripción del tal cráneo, lo
cual motiva las dudas que á muchos asaltan acerca de la significación de este descubrimiento”. En sus intervenciones internacionales sobre el tema, desmintió la presencia en estratos terciarios
del hombre de Otta, durante el congreso de Lisboa de 1880, y
del cráneo de Olmo en el congreso de Arezzo de 1886. Un año
antes, en sus conferencias dictadas en la Sociedad Geográfica de
Madrid mantuvo una actitud muy reservada hacia el hombre ter-
ciario, pero negó tajantemente la existencia del antropopiteco o
precursor humano terciario (Ayarzagüena, 2002b: 72) y en 1889,
durante su intervención en el I Congreso Católico, ya rechazó de
plano tal posibilidad; actitud que repitió en su aportación a la:
Geología y Protohistoria Ibéricas. Asimismo, propuso una edad
del Cobre, que en principio consideraba como una peculiaridad
de la Península, pero que acabará ampliando a toda la prehistoria
europea (Vilanova y Rada, 1894: 312-326, 333, 375-386).
Vilanova manifestó una cierta indecisión ante la idea
defendida por Mortillet, Cartailhac o Tubino de que la introducción de la cerámica, la agricultura y los metales en la
prehistoria española, se debería a una inmigración de gentes
orientales en el Mediterráneo Occidental; o, como defendía
en el Discurso de ingreso a la Real Academia de la Historia
(1889a: 68-69), que fuera un producto de una evolución autóctona, de acuerdo con los postulados sustentadas por los
hermanos Siret. En otros temas fue extremadamente prudente,
así en el de las dataciones nunca propuso ninguna cronología
absoluta, limitándose a señalar, tan sólo, la mayor duración de
la Edad de Piedra.92
Para resumir, podemos decir que, dentro de la prehistoria,
sus mayores aportaciones fueron la introducción del concepto
de Edad del Cobre, entre el Neolítico y el Bronce, que defendió especialmente en el extranjero, a pesar de encontrar,
al principio, un repudio bastante general; la identidad de esta
etapa cultural fue posteriormente confirmada y se conoce hoy
como Eneolítico. Ahora bien, como han puesto de relieve
Ayarzagüena (2002a) y Puche (2002: 23), debemos atribuir la
primacía en el establecimiento de esta categoría cronológica
a Prado, quien la propuso tras reconocer los materiales que
le había enviado Schulz desde la Mina de El Milagro en Onís
(1864). Dicho esto, fue Vilanova quien se encargó de darla
a conocer a los colegas europeos y consiguió su aceptación
entre la comunidad científica. Asimismo, según Ayarzagüena
fue el primero en hablar de una etapa anterior al Neolítico:
el Mesolítico, aunque, como hemos visto, erró a la hora de
situarla cronológicamente, tal como hoy ha establecido la cronología prehistórica.93 Finalmente, su nombre ha pasado a la
historia como el máximo defensor de la autenticidad de las
pinturas prehistóricas descubiertas por Sautuola en Altamira,
en el año 1879.
En el Viaje científico a Dinamarca y Suecia (1871: XXIII y XXXVIII)
recogía la cronología al uso para los metales: bronce y hierro, y cuando
se suscitó un debate entre los asistentes en cuanto a los límites de tales
edades, él no terció ni hizo comentario personal alguno (p. 66-68). Sobre su actitud respecto del hombre terciario, véase Origen, Naturaleza y
Antigüedad del Hombre (1872a: 158 y 418). Llama la atención que este
aspecto no haya merecido la atención de autores como Trigger (1992) o
que Gómez (1997: 140) considere que hasta la aparición del libro de los
hermanos Siret, Les premières âges du metal dans le Sudest de l’Espagne
(París, 1887) no se produjera la introducción del estudio de los metales
en España. Bien es cierto que su perspectiva es el de las técnicas metalúrgicas, pero nosotros pensamos que si bien Vilanova nunca usó el análisis
químico, que sí hicieron los Siret, estableció la necesidad de la aplicación
de esta técnica, como hemos visto, y llevó adelante una sistemática investigación sobre los periodos del cobre y del bronce, que supera según nuestro entender la mera mención “tímidamente y de manera documental”.
Hay que decir que este autor basa tamaña afirmación sobre un solo trabajo
de Vilanova (1889c) titulado Protohistoria. Dos nuevas estaciones españolas de la Edad del Cobre.
91 Recordemos sobre el particular que Machado y Graells habían expresado sus
dudas acerca de la antigüedad de los huesos cedidos por Ferrer en los años
cuarenta (Ayarzagüena, 1996b: 9).
92 En la conferencia de Santander, Vilanova (1881b: 47) indicaba respecto de
los periodos en que se dividía la prehistoria: “la ciencia no tiene medios eficaces de medir con exactitud los siglos y los años que cada uno de ellos comprende, siquiera haya motivos suficientes para estimar sobrado reducido el
tiempo que asignan las cronologías a la existencia del hombre en la Tierra”; y
tenía razón ya que hasta el descubrimiento de la radioacividad y el desarrollo
en el siglo XX de las dataciones radiométricas estas cuestiones eran fundamentalmente especulativas.
93 Esta cuestión tampoco ha merecido ni una línea en obras de historia de la
arqueología, como la de Trigger (1992).
90
161
[page-n-175]
[page-n-176]
VII
Creacionismo y antidarwinismo en Vilanova
VII. 1. La crítica de Vilanova al
Transformismo
En su primera obra general, el Manual de Geología aplicada
a la Agricultura y a las Artes Industriales (Madrid, 1860-61),
en la que resumió los fundamentos de geología y paleontología
adquiridos durante su formación europea, Vilanova expuso por
primera vez sus ideas creacionistas y críticas con el transformismo de las especies.
El análisis del registro paleontológico, decía, mostraba que
en las mismas capas sedimentarias se encontraran los mismos
fósiles –a veces incluso idénticos ejemplares a lo largo de varios
centenares de kilómetros en sentido horizontal–, y, además, que
el hallazgo de fósiles idénticos estaba limitado a profundidades
determinadas. Ambos datos parecían probar, en su opinión, que
durante la historia geológica habían tenido lugar unas series sucesivas de creaciones y extinciones (Vilanova, 1860-61, 2: 154):
... en épocas diferentes la superficie terrestre según las condiciones biológicas reinantes, fue habitada por especies de
animales y de plantas más diferentes entre sí, que las que
pueblan hoy los países antípodas, y que las coexistentes en
las zonas ártica, templada y tropical; o que desde la primera
aparición de la vida en el Globo su historia se reduce a la
creación de formas orgánicas nuevas y a la destrucción de
las preexistentes.
Dentro de las distintas faunas, Vilanova distingue a lo largo
de la historia de la Tierra cuatro grupos faunísticos principales
que marcaban las grandes eras, entre las cuales no había casi
ningún fósil en común; sin embargo, entre las distintas faunas
dentro de cada periodo sí que podía haber un porcentaje relativamente elevado de especies comunes. Estas cuatro faunas
coincidían, poco más o menos, con las cuatro creaciones sucesivas admitidas por Cuvier: 1º Moluscos, peces y reptiles; 2º
Paleoterios; 3º Elefantes y mammuts, y 4º el hombre.
Comenzando en el terreno superior, primer grupo y más
moderno, se podían encontrar restos fósiles de animales y
plantas cuyas especies vivían en la actualidad y cuyos restos
se hallaban mezclados con los del hombre y con objetos de su
industria. El segundo grupo era el de los Paquidermos, que se
subdividía en tres: 1º Elefantes, rinocerontes e hipopótamos;
2º Mastodontes, dinoterios, lofiodontes y otros; 3º Paleoterios,
anaploterios y nummulites. El tercer grupo comprendía mamíferos monodelfos y didelfos, y la presencia y desarrollo de
los grandes reptiles y moluscos ya desaparecidos. Finalmente,
el cuarto grupo, el más antiguo, estaba caracterizado por la
primera aparición de la vida en el globo terrestre y estaba compuesto por una flora y fauna distintas, tanto de las actuales
como de otras muchas que las habían sucedido. La presencia
de trilobites, de abundantes peces con una estructura morfológica diferente de la de los actuales, y de una rica flora tropical,
determinaban los caracteres paleontológicos de esta sección,
que estratigráficamente comprendían los terrenos primarios o
paleozoicos (Op. cit.: 156-157).
En relación al reino vegetal hace las mismas consideraciones y piensa que también se podían establecer tres o cuatro
grupos que corresponderían a grandes y sucesivas creaciones y
a otros tantos periodos de la historia de la Tierra, aunque a la
hora de enumerarlos hace referencia a tres grupos. El 1º está
caracterizado por la flora actual y la de los terrenos terciarios;
el 2º, corresponde a los terrenos secundarios, en los que existían más fanerógamas y gimnospermas que monocotiledóneas y
criptógamas, siendo características las cicádeas y las coníferas;
por último, el 3º o de los terrenos paleozoicos o primarios, caracterizados por criptógamas vasculares, helechos, equisetáceas
y licopodiáceas entre otras.
Para Vilanova las especies había vivido de modo continuo
desde su creación hasta su extinción; la aparición y extinción de las especies de una misma localidad o lugares cercanos había tenido lugar de manera simultánea, ocasionadas
por causas físicas, que podían ser cuatro: cambios bruscos e
instantáneos de temperatura, mezcla de sustancias extrañas en
las aguas, cambio de composición o de naturaleza del agua
del mar o de los lagos, o diferencias por levantamiento o hundimiento del nivel de las aguas. Comenta que a medida que
las especies fósiles eran más modernas se parecían más a las
actuales, ofreciendo una mayor variedad en la organización
163
[page-n-177]
y una complicación orgánica superior, pero según él hay que
tener cuidado con esta ley (Op. cit.: 162): “... pues si bien
es exacta en el conjunto y cuando se comparan los grandes
grupos del reino animal, deja de serlo en el momento en que se
desciende á los pormenores.”
El consideraba que la ley paleontológica que hacía referencia
al aumento de la complejidad orgánica en las faunas fósiles, no
debía considerarse como confirmación del principio absoluto, y
erróneo, de la perfección sucesiva de los seres, ya que si bien
se cumplía para el conjunto, y también cuando se comparaban
los grandes grupos del reino animal, no estaba tan claro cuando
se realizaba un estudio minucioso de cada terreno o de cada
grupo de seres. Así, en los terrenos primarios se encontraban
tipos o representantes de clases y órdenes muy diversos: peces,
moluscos, crustáceos, zoofitos y plantas, “de manera que, al parecer, Dios quiso representar en la primera creación un bosquejo
de los grandes grupos en que se había de dividir después el reino
animal” (Op. cit.: 162-163).
En su opinión, de este hecho algunos autores, al considerarlas más complejas en los niveles más modernos, deducían la
existencia de una ley de perfeccionamiento gradual de los seres,
que él niega (Op. cit.: 163):
Este principió fue aceptado por todos los que adoptaron la
generacion espontánea, el tránsito de unas especies á otras
por la influencia de los agentes exteriores, y la série única y
continua del reino animal como bases fundamentales de un
sistema, no solo zoológico, sino hasta filosófico y religioso,
pues se creyó que la Naturaleza confirmaba esta teoría. Este
principio fué uno de los funestos resultados de la observación imperfecta, por efecto del estado de infancia de la
Geología.
Este planteamiento muestra claramente que Vilanova era
contrario a las ideas transformistas. Al hablar de las posibles
causas de la extinción de las especies, a escala global, piensa
que pueden ser de dos tipos: físico y orgánico. Estas extinciones habían sido bruscas y repentinas, lo que venía corroborado por la armonía existente entre la fauna, la flora y el
terreno donde se encontraban. Vilanova menciona (a pie de
página) que D’Orbigny sólo aceptaba, como causa de la extinción de las veintisiete faunas que él reconocía, los efectos
físicos de la perturbación ocasionada por los levantamientos
de las montañas, Siguiendo la teoría de Elie de Beaumont, que
consideraba universales. Vilanova aceptaba la existencia de
estas causas físicas, cuyo origen era el levantamiento de una
cordillera (Op. cit.: 167):
La mayor parte de estos cambios de condiciones han sido, á
no dudarlo, producidos por la aparicion pronta en el fondo
del Océano de cordilleras de montañas, operacion que pudo
ser preparada por un levantamiento lento y sucesivo,... pues
tambien el arco se deja doblar lenta y sucesivamente hasta
que se rompe ó fractura por una accion ó fuerza instantánea.
Vemos que, en su opinión, una acción geológica lenta y
continua podía originar un fenómeno catastrófico de efectos
bruscos y repentinos. Aunque cree que esto, por sí sólo, no es
suficiente para explicar la extinción general de toda una fauna y
flora (Op. cit.: 167):
164
Sin embargo, es muy probable que esta sola causa no haya
podido determinar por sí sola la extincion sucesiva de todas
las especies fósiles, por cuanto la extension geográfica de
los levantamientos, tal cual se comprenden hoy dia estos
movimientos terrestres, es mucho mas reducida que la de
las Fáunas y Floras respectivas... Es, de consiguiente, indispensable recurrir á la causa, que llamamos orgánica, en
razon á referirse al gérmen de muerte, si es permitido decirlo así, que la especie como el individuo llevan en sí, en
virtud de la ley eterna de que todo lo creado ha de perecer.
Vilanova se nos muestra, respecto a la extinción de las especies,
como un catastrofista de método actualista, pero es mucho más
vago a la hora de abordar el tema de su aparición (Op. cit.: 168):
Mas difícil de resolver es, todavía, la segunda parte del problema, ó sea la que se refiere á la aparicion de las Fáunas y
Floras; cuestion importante, por cuanto se enlaza con principios zoológico-botánicos trascendentales ó filosóficos de
primer órden, y sobre la cual no podremos emitir sino hipótesis mas ó menos acertadas.
En cuanto al origen de las especies, según Vilanova, unos
pretendían que el Sumo Creador en el principio había depositado en la Tierra el germen de todas ellas, y que se habían ido
desarrollando a medida que encontraban las condiciones apropiadas; otros suponían que en cada época, se había dado una
creación de gérmenes y por consiguiente de especies. Vilanova
prefería no pronunciarse claramente y aunque mantenía que la
opinión de las creaciones sucesivas era la más extendida, resolvía la cuestión aduciendo que tanto en este punto como en
otras materias “el Supremo Ordenador se ha reservado el conocimiento del origen y de las causas primeras; y por mas que sean
laudables los esfuerzos que hace el hombre para llegar a salvar
esta valla, es posible que nunca lo consiga” (Op. cit.: 60).
Cada especie, decía, procedía originariamente de un germen
depositado por el Sumo Hacedor en uno o varios puntos de la
superficie del globo terráqueo, llamados cunas o centros de
creación, que podían ser únicos o múltiples. En ellos se habían
desarrollado las especies cuando las condiciones fueron favorables, partiendo de un número escaso de individuos. Al principio cada especie había habitado en su propio centro de creación pero a medida que se habían multiplicado los individuos
se habían expandido por las regiones vecinas hasta encontrar
causas climatológicas, geográficas y geológicas que limitaron
su área de dispersión (Op. cit.: 62).
Más adelante, cuando vuelve a abordar el tema de la aparición de las especies, agrupaba las distintas hipótesis publicadas
que intentaban explicar este hecho en tres grandes conjuntos:
A) Traslación de las faunas locales, que supone que los
cataclismos que extinguen las especies han sido sólo
parciales. Después de la inundación habría una repoblación por parte de los animales que habitaban en
países cercanos. Para Vilanova esta hipótesis no era
aceptable ya que implicaba una coexistencia de las
faunas y floras, que era contradictoria con la ‘especialidad’1 de los fósiles de los distintos terrenos, esto es,
estaba en contradicción con la armonía que existía entre
fauna y flora y el terreno donde éstas se hallaban.
[page-n-178]
B) “Creación única, y explica la aparicion de nuevos séres
por transformacion lenta y sucesiva de las especies
primitivas2 á beneficio de las variaciones del aire atmosférico, de la temperatura, de la humedad y de otros
agentes...” (Op. cit.: 168). Pero tampoco es admisible,
porque implica la ley de perfeccionamiento gradual de
los seres, que, como ya hemos visto anteriormente, no
aceptaba, y además había que suponer la existencia en
épocas pasadas de una variabilidad y transformación de
las especies, que no se da en época histórica,3 lo cual no
era para él “ni exacto ni racional”.
C) “Creaciones sucesivas, ó mejor, tal vez, adoptando
la idea de Pictet, de la independencia de las Fáunas.
Los que la profesan, en cuyo número debe colocarse,
y en primera línea, al gran Cuvier, admiten la intervencion del poder creador, ó en otros términos, de Dios,
al principio de cada época geológica” (Op. cit.: 169).
Partiendo de Cuvier, quien admitía la intervención de
un poder creador al comienzo de cada época geológica;
y a pesar de que, según Pictet, esta hipótesis no podía
someterse a la contrastación científica, para él sería suficiente con limitarse a demostrar la imposibilidad de
las otras hipótesis. Vilanova se referirá a las creaciones
sucesivas de las especies cuando al final del libro se
ocupe de la pretendida concordancia entre el Génesis y
las Ciencias (ver Apéndice VI), donde se decanta claramente por ella.
Como conclusión sobre el tema de la aparición de las especies, Vilanova se mostraba creacionista y antitransformista y
dice (Op. cit.: 169):
Quede, pues, sentado en conclusión, que los animales de las
diversas Fáunas geológicas no proceden, por generación
directa, de las especies que les precedieron, sino que son
independientes las unas de las otras, al menos en los tipos
bien marcados así de Fáunas como de terrenos. Estos principios es muy probable se apliquen en el mismo sentido, y
con iguales restricciones, á la sucesion del reino vegetal.4
que no figuran en la obra de D’Orbigny, reuniremos en números redondos sobre 24.000 especies, que como dice este
geólogo, son otros tantos hechos que prueban la sucesion
regular en todo el globo de Fáunas muy ricas y variadas.
También citaba literalmente a Cuvier, señalando que los fósiles son los únicos datos que permiten a los científicos descubrir y confirmar los diversos periodos por los que ha pasado la
historia de la Tierra, periodos que se encontraban caracterizados
“por revoluciones extraordinarias y por otros hechos no menos
curiosos”.
Vilanova, por tanto, ya en su primera obra de síntesis, se decantó por intentar armonizar el relato bíblico de la creación con
los datos paleontológicos. Mantendría que a lo largo del tiempo
habían tenido lugar diferentes creaciones, cuya manifestación
más visible era la independencia de las faunas y floras fósiles
que caracterizaban los periodos geológicos. Desde este punto de
vista, Vilanova fue partidario del fijismo de las especies, como
ya recogía en su Manual. Hay que recordar que aunque su texto
se publicaría después de la aparición de la obra de Darwin, el
manuscrito estaba redactado antes de 1859, cuando circulaban
las ideas transformistas de los naturalistas franceses como JeanBaptiste Lamarck (1744-1829) y Etienne Geoffroy de SaintHilaire (1772-1844). Vilanova, fiel a su formación francesa,
comentará las ideas de naturalistas galos, profesores en universidades de provincia, quienes intervinieron en el debate sobre
el fijismo y el transformismo de las especies. Uno de estos autores fue el cuvierista y antitransformista Dominique Alexandre
Godron (1807-1880), profesor en la Facultad de Ciencias de
Nancy.5 Vilanova, siguiendo a Godron, sostenía que había que
considerar que la especie tenía una existencia fija en la época
actual, y que faltaban los seres intermedios “permanentes” que
pudieran dar pie a confusión entre especies análogas.
VII.2. crítica de Vilanova al Darwinismo en
la Universidad
Si á esta suma añadimos las especies de Vertebrados y de
Articulados, como Insectos, Crustáceos, &c, conocidos y
Vilanova mantuvo sus tesis antievolucionistas a lo largo de
su trayectoria científica, y así, entre 1873 y 1874 publicó una
serie de artículos críticos con el darwinismo, apoyándose en la
paleontología dentro de la Revista de la Universidad de Madrid
(Vilanova, 1873a, 1873b, 1874c). A esta ciencia, decía, acudían tanto partidarios como detractores de la teoría darwinista
en busca de datos que confirmaran o invalidaran, según cada
caso, sus postulados. Así que era su intención someter a la teoría
transformista, modernamente llamada darwinismo, a los documentos fósiles conservados las colecciones paleontológicas
para ver si confirmaban o no los principios enunciados por dicha
teoría. Aclaraba que en el caso de que los hechos observados
invalidaran los supuestos de la doctrina darwinista, no podrían
Palabra usada por Vilanova, para indicar que los fósiles característicos de
cada terreno no los podemos encontrar en otros distintos. Aunque respecto
a este tema, en esta época, una de las ideas más discutidas es el concepto
de ‘colonia’, debido a Barrande, que implicaba esta coexistencia para unos
pocos grupos dentro de algunos periodos de la era paleozoica.
2 En este caso Vilanova hace referencia a las ideas transformistas de naturalistas franceses, no a las de Darwin, ver más adelante.
3 Sobre este tema es interesante recordar el análisis que realizó E. Geoffroy
Saint-Hilaire de las momias de animales procedentes de antiguo Egipto, tras
las expediciones napoleónicas, y en las que se comprobó que no existía ninguna modificación respecto a los organismos actuales (ver Rudwick, 1972:
capítulo 3, VI).
4 La cursiva es del original.
5 Una biografía de Godron puede consultarse en el Dictionnaire de Biographie Française, Paris, fasc. XVI, 1983, págs. 479-480. Acerca de sus
ideas sobre la especie puede verse en P. Tort P. (Dir.) (1996) Dictionnaire du Darwinisme et de l’Évolution, Paris, Presses Universitaires de
France, vol. II, págs. 1994-1996.
Para concluir este apartado, Vilanova (Op. cit.: 169-171)
reseña la importancia que había adquirido la Paleontología, lo
que se desprendía del gran número de especies fósiles que se
habían determinado en poco tiempo. Como ejemplo presenta
un cuadro de D’Orbigny en donde se mostraba la distribución
de moluscos y radiarios fósiles en los diferentes terrenos, cuyo
número de especies conocidas llegaba a más de 18.000; además,
comentaba que (Op. cit.: 170-171):
1
165
[page-n-179]
obviarse la gran aportación realizada a la ciencia por esta teoría
y por sus valedores, Lamarck y Darwin, dos profundos filósofos
de la naturaleza (Vilanova, 1873a : 51).
El discurso antidarwinista de Vilanova comenzaba dejando
de lado el problema del origen de la vida sobre la Tierra, que
los darwinistas más prudentes procuraban obviar. Para él, esta
cuestión quedaba fuera del ámbito de las ciencias naturales ya
que no podía abordarse su estudio mediante la observación,
base del criterio de este tipo de ciencias. Además, la generación espontánea no se veía confirmada por la práctica experimental. Vilanova atribuía el origen de la vida a la omnipotencia divina de un Sumo Hacedor, pero afirmaba que estaba
dispuesto a admitir otra explicación si la experiencia demostraba que estaba equivocado. Mientras tanto, a él le parecía
más plausible y satisfactorio apelar a la fe que recurrir a suposiciones gratuitas e intervenciones ridículas y extravagantes
como las que hacían Clémence Royer (1830-1902), la primera
traductora al francés de On the Origin of Species, Lamarck
y otros. Lo importante para él era que existiera un respeto
común, independientemente de lo que creyera cada uno de esta
cuestión (Op. cit.: 52).
Partiendo pues de que la vida había hecho su aparición en
la Tierra, sin plantearse su origen, Darwin, que había titulado
pomposamente sus obras “Origen de las especies” y “Origen
del hombre”, defendía un desarrollo de la complejidad orgánica, desde el plasma o nebulosa orgánica, pasando por los organismos sin órganos hasta llegar a los organismos con órganos,
es decir, decía Vilanova, vida difusa, vida concreta y vida compleja. En la última fase, el darwinismo postulaba según Vilanova que (Op. cit.: 52):
... por tránsitos lentos e insensibles, y sin límites bien definidos, se pasa de los simple a lo compuesto en todas las esferas de la complicación orgánica, formando de este modo
una sola o múltiples series no interrumpidas, desde la celda
orgánica hasta el microcosmo humano, que, en su sentir,
representa la síntesis de todos los organismos anteriores.
Si el fondo de la teoría, es decir, que la naturaleza había
comenzado por lo más sencillo y al agregar a cada organismo
concreto elementos fue complicándose la trama orgánica hasta
llegar al género humano, era aceptado por todos sus partidarios, había discrepancia entre ellos, seguía Vilanova, a la hora
de presentar los mecanismos naturales que explicaban este proceso. Para algunos como Lamarck, las causas eran inherentes al
propio organismo, deseos desarrollados por los animales que los
órganos se encargaban de satisfacer. Para otros, como Darwin,
la evolución se debía a la competencia por la vida y la selección
natural, bajo la influencia del medio ambiente (Op. cit.: 53).
Los darwinistas más decididos y entusiastas enlazaban y
armonizaban su principio transformista con el de la lentitud
del desarrollo que había caracterizado la historia de la Tierra,
a lo largo de las inconmensurables épocas geológicas. De esta
manera, a juicio de Vilanova, no sólo infiltraban a la Geología
de sus tesis evolucionistas encauzando en una nueva dirección
a esta ciencia, sino que utilizaban como apoyo de los cambios
lentos de los organismos que postulaban, las lentas transformaciones que sufría el globo terráqueo en su parte mineral, de
manera que para los darwinistas había un paralelismo entre el
aumento de complejidad orgánica y los cambios geológicos
166
del mundo inorgánico. En este sentido, Vilanova consideraba
que había influido en la nueva doctrina evolucionista, la teoría
geológica de las causas actuales, iniciada en Gran Bretaña por
James Hutton (1726-1797) y John Plaifayr (1748-1819), posteriormente desarrollada por Charles Lyell (1797-1875), y por
Constant Prevost (1787-1856), y Pierre Armand Dufrenoy
(1792-1857) en Francia (Vilanova, 1873a: 53). Y continuaba
diciendo (Op. cit.: 54):
Admitida ya por los geólogos esta marcha lenta de los
agentes naturales para darse exacta cuenta de los innumerables y variados sucesos que caracterizan la historia de
nuestro planeta, era natural que los darwinistas se apoderaran de tan preciosos datos, ya que para ellos el tiempo inconmensurable es el factor principal de su famosa doctrina.
Si bien era cierto que el estudio de las causas actuales en
geología había servido de apoyo al darwinismo, también lo
era que existía un punto de discordancia entre la composición
inorgánica o mineral y la orgánica. Así, antes de que hubiera
aparecido la vida sobre la Tierra, ya existía en el planeta todos
los materiales que habían de componer su constitución física.
En otras palabras, las dos series o progresiones inorgánica y orgánica tenían punto de partidas totalmente diferentes. Además,
seguía afirmando Vilanova, la génesis de los minerales confirmaba que lejos de existir una progresión creciente de lo simple
a lo compuesto y de los conocido a lo desconocido, lo que se
encontraba el geólogo era una degeneración de lo inorgánico,
puesto que partiendo de las rocas hidrotermales, las más complejas y antiguas, se iba reduciendo la composición mineral
hasta llegar a la roca simple, bien fuera caliza, arcillosa o arenisca (Op. cit.: 56). Esto probaba para Vilanova que existía una
contradicción cuando se comparaba el desarrollo de la materia
mineral con la que el darwinismo atribuía a la orgánica, ya que
en la primera faltaba la gradación lenta e insensible, la serie
lineal simple o múltiple que entre los seres vivos partía de los
más simples, o de la mónada, y llegaba al género humano. Por
si fuera poco, las especies orgánicas se perfeccionaban multiplicándose las partes del organismo, mientras que las rocas se
desintegraban para dar lugar a productos nuevos cada vez más
sencillos. Por tanto, concluía esta parte Vilanova, la teoría evolucionista o transformista debía buscar apoyo en otro frente, ya
que “el desacuerdo no puede ser más completo, precisamente
en el punto en que se pretende encontrar armonía y enlace entre
lo orgánico y lo inorgánico terrestre” (Op. cit.: 57).
En el siguiente artículo Vilanova comenzó discutiendo el
concepto de serie orgánica. Se remontaba al naturalista suizo
Charles Bonnet (1720-1793) como uno de los primeros que
se interesó por determinar la gradación ordenada de los organismos. Posteriormente Lamarck y Henri M. Ducrotay de
Blainville (1777-1850) habían continuado en la misma línea.
El primero considerando que todas las clases del reino animal
formaban grados sucesivos basados en la complicación de los
organismos. Blainville, compartiendo las ideas de Lamarck, con
relación a la serie simple y única sostenía que había que limitarse a los grupos inferiores, moluscos y articulados, dos ramas
ascendentes que partían de los radiados y terminaban convergiendo en los vertebrados. Los partidarios de la teoría transformista de Bonnet y Lamarck, muy numerosos al estar de moda
y también debido a causas extracientíficas, consideraban que la
[page-n-180]
serie orgánica era una piedra angular y base fundamental de su
sistema de conocimiento. Los seguidores de esta doctrina negaban la intervención del Creador en la grandiosa obra que ellos
mismos, sin reparar en el contrasentido de la palabra, llamaban
de la Creación. Sostenían que los primeros bosquejos de vida
habían sido resultado necesarios, fatales e inconscientes de los
agentes físicos que entonces actuaban sobre el globo terráqueo.
Para Vilanova, comentar las fantásticas y extravagantes ideas
utilizadas para explicar el origen de la vida suponía un trabajo
curioso que era muy demostrativo de la ausencia de fundamento
de dicha explicación. Como ejemplo ponía a Lamarck, quien
según Vilanova explicaba el origen de la vida apelando a la
fuerza de la atracción, que formaban pequeñas masas de materias gelatinosas o mucilaginosas, y a “la influencia de la luz, los
fluidos sutiles, calórico y eléctrico” que penetraban en aquellos
cuerpos y en virtud de la propiedad de repulsión, separaban sus
moléculas y formaban cavidades, transformando la sustancia
en un tejido celular muy de
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
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101. P. Guérin: El Castellet de Bernabé y el horizonte ibérico
pleno edetano. [2003]
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Bronce Final hasta el Ibérico Final en el territorio
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105. N. Mesado Oliver: La Cova de les Bruixes (Rossell,
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106. R. Pérez Mínguez: Aspectos del mundo rural romano en
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107. N. Lledó Cardona: La moneda en la Tarraconense
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108. J. Fernández Peris: La Cova del Bolomor (Tavernes de la
Valldigna, Valencia). Las industrias líticas del Pleistoceno
medio en el ámbito del Mediterráneo peninsular. [2007]
109. J. Juan Cabanilles: El utillaje de piedra tallada en la
Prehistoria reciente valenciana. Aspectos tipológicos,
estilísticos y evolutivos. [2008]
110. M. Gozalbes Fernández de Palencia: La ceca de Turiazu.
Monedas celtibéricas en la Hispania republicana. [2009]
111. C. Mata Parreño, E. Badal García, E. Collado Mataix,
P. P. Ripollès Alegre (eds.): Flora ibérica. De lo real a lo
imaginario. [2010]
112. P. Torregrosa Giménez, F. J. Jover Maestre, E. López
Seguí (dirs.): Benàmer (Muro d’Alcoi, Alicante).
Mesolíticos y neolíticos en las tierras meridionales
valencianas. [2011]
113. G. Pérez Jordà, J. Bernabeu Aubán, Y. Carrión Marco,
O. García Puchol, Ll. Molina Balaguer, M. Gómez
Puche (eds.): La Vital (Gandia, Valencia). Vida y muerte
en la desembocadura del Serpis durante el III y el I
milenio a.C. [2011]
Francisco Pelayo López y Rodolfo Gozalo Gutiérrez
102. B. Soler Mayor: Estudio de las estructuras de
combustión prehistórica: una propuesta experimental.
Cova Negra (Xàtiva, Valencia), Ratlla del Bubo
(Crevillent, Alicante) y Marolles-sur-Seine (Bassin
Parisien, Francia). [2003]
Juan Vilanova y Piera (1821-1893), la obra de un naturalista y prehistoriador valenciano
99. H. Bonet Rosado y C. Mata Parreño: El Puntal dels
Llops. Un fortín edetano. [2001]
Juan Vilanova y Piera (1821-1893),
la obra de un naturalista y
prehistoriador valenciano
La donación Masiá Vilanova
en el Museo de Prehistoria de Valencia
Francisco Pelayo López y Rodolfo Gozalo Gutiérrez
La serie TVSIP se encuentra disponible en formato PDF en:
www.museuprehistoriavalencia.es/trabajos_varios.html
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
2012
S.I.P.
T.V. 114
Motivo cubierta:
Retrato de Juan Vilanova y Piera (ca. 1850). Daguerrotipo
conservado en el Fondo Documental “Juan Vilanova” del
Museu de Prehistòria de València (D/3.285).
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 114
Juan Vilanova y Piera (1821-1893),
la obra de un naturalista y
prehistoriador valenciano
La donación Masiá Vilanova
en el Museo de Prehistoria de Valencia
Francisco Pelayo López y Rodolfo Gozalo Gutiérrez
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
2012
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DIPUTACIÓN DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 114
La Serie de Trabajos Varios del SIP se intercambia con cualquier publicación dedicada a la Prehistoria, Arqueología en general y ciencias
o disciplinas relacionadas (Etnología, Paleoantropología, Paleolingüística, Numismática, etc.), a fin de incrementar los fondos de la
Biblioteca del Museu de Prehistòria de València.
We exchange Trabajos Varios del SIP with any publication concerning Prehistory, Archaeology in general, and related sciences (Ethnology,
Human Palaeontology, Palaeolinguistics, Numismatics, etc) in order to increase the batch of the Library of the Prehistory Museum of
Valencia.
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Edita: MUSEU DE PREHISTÒRIA DE VALÈNCIA. DIPUTACIÓ DE VALÈNCIA.
I.S.B.N.: 978-84-7795-627-3
eISSN: 1989-540
Depósito Legal: V-1045-2012
Maquetación e impresión: Textos e Imágenes
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A Vicente L. Salavert Fabiani
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prólogo
La profundidad temporal de la humanidad se abre paso a mediados del siglo XIX de la mano de las ciencias de la tierra. Por
entonces, Juan Vilanova y Piera representa el prototipo de los naturalistas españoles que se forman en Europa para, a su regreso, impulsar el desarrollo de estas ciencias en España. De manera, pues, que nuestro protagonista viaja a París con el objetivo de aprender
de las distintas escuelas que en Geología y Paleontología pugnan por explicar los procesos y los tiempos de la tierra, además de recorrer distintas regiones de Europa con idéntico propósito de estudio, estableciendo contactos con otros investigadores e instituciones
científicas que mantendrá ya para siempre. Cuando, en 1854, comienza la docencia en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid,
ha completado su formación y está dispuesto a contribuir a la modernización de nuestra enseñanza universitaria y de la sociedad en
general, una tarea llena de dificultades ante las carencias institucionales y las constricciones ideológicas, en la que si bien alcanzará
éxitos importantes, también habrá de afrontar adversidades notables. En esta obra y periodo apasionantes nos introduce el excelente
libro de Francisco Pelayo López y Rodolfo Gozalo Gutiérrez, que muestra la complejidad de los trabajos y la trayectoria del naturalista valenciano: su formación en Europa, las investigaciones y la docencia en las disciplinas de Geología y Paleontología, los viajes
y el protagonismo alcanzado en los congresos internacionales, la importante labor como divulgador de los avances de la ciencia,
el reconocimiento general alcanzado como autoridad científica, la decidida participación en las asociaciones que intentan remediar
una institucionalización insuficiente, sin olvidar la preocupación constante por armonizar creencias religiosas y ciencia moderna.
De la trayectoria vital e intelectual de J. Vilanova destacamos ahora su papel en la confluencia de las ciencias naturales, la Geología y la Paleontología, con la Prehistoria. Los nacientes estudios prehistóricos han de verse inmersos en la controversia suscitada
entre quienes aceptan la teoría de la evolución y una dura oposición religiosa que no quiere ver alterada la posición de la humanidad
en el seno de la naturaleza creada, una muestra más de las dificultades a que ha de enfrentarse la ciencia positiva en la España de la
segunda mitad del s. XIX. A pesar de estas dificultades que se derivan de una posición concordista, posición que con frecuencia será
considerada tibia desde los extremos que se enfrentan, es importante recordar que para J. Vilanova las ciencias de la tierra habían
abierto un nuevo camino que era preciso seguir: “La Geología, sin mira alguna ulterior de esta o de la otra índole, y sólo con el fin de
realizar los altos fines que le están encomendados, dijo un dia: entre los materiales del terreno cuaternario y terciario existen huesos
humanos mezclados con restos evidentes de su primitiva industria, asociado todo esto á séres que han desaparecido de la haz de la
tierra...” (Origen, naturaleza y antigüedad del hombre, 1872, p. 156).
El presente libro es la culminación de una larga y profunda investigación sobre J. Vilanova, que además nos ofrece nuevos y
muy valiosos elementos que serán objeto de futuros estudios, esto es, la catalogación del Fondo Documental Juan Vilanova y Piera
del Museo de Prehistoria de Valencia. A sus autores se deben importantes aportaciones previas, entre las que podemos destacar la
biografía y la bibliografía de J. Vilanova debidas a R. Gozalo en el volumen de Homenaje a Juan Vilanova y Piera que diversas
instituciones valencianas le dedicaron en el centenario de su muerte, en 1993; los estudios de F. Pelayo sobre la formación científica
de J. Vilanova en Europa, de 1995, así como la amplia investigación sobre el modo y alcance del enfrentamiento entre creacionistas
y evolucionistas en aquella comunidad científica española de la que formaba parte J. Vilanova; y aún hemos de conceder especial
relieve al trabajo conjunto de V. L. Salavert, F. Pelayo y R. Gozalo sobre Los inicios de la Prehistoria en la España del siglo XIX, de
2003, que incluye el análisis de la gestación y contenido del libro de J. Vilanova Origen, naturaleza y antigüedad del hombre, publicado
en 1872. Una obra que puso al alcance de la sociedad española los conocimientos europeos del momento sobre la prehistoria, una
información geológica y paleontológica igualmente actualizadas, y una exposición detallada de las cuestiones a debate, caso del
transformismo, además de la recopilación detallada de los yacimientos prehistóricos conocidos en España, entre los que ocupan un
lugar destacado los descubiertos por J. Vilanova en tierras valencianas.
VII
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Cuando los tres autores dirigían ya sus esfuerzos hacia la tarea que aquí se presenta, la muerte de Vicent Lluís Salavert Fabiani
(Valencia 1956 - Alboraia 2007) abrió un paréntesis de profunda tristeza, de silencio y suspenso. Permanecen los recuerdos de las
mañanas compartidas en la biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica, de la iniciativa y los amplios conocimientos sobre
la historia de la ciencia, sobre todo de la amistad y la generosidad de V. L. Salavert. Y, sin duda, como expresan en estas páginas F.
Pelayo y R. Gozalo, dar a la luz el presente libro es un homenaje a su memoria, a la vez que prolonga sus trabajos.
Los estudios sobre J. Vilanova recibirán nuevos alientos con las sucesivas donaciones al SIP de documentos y otros objetos de su
pertenencia, entre 1982 y 1996, por parte de su nieto Juan Masiá Vilanova (Valencia 1902-1998). Licenciado en Derecho y Filosofía
y Letras por la Universidad de Valencia, J. Masiá ocupó las cátedras de Geografía e Historia en diversos institutos, con especial
duración en el caso de Alicante y posteriormente en Valencia. Durante sus años de catedrático en el Instituto de Alicante sería además Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas desde 1954, luego Delegado Provincial de Excavaciones Arqueológicas,
hasta la segunda mitad de la década de 1960. Mantenía, pues, una estrecha vinculación con la arqueología valenciana y con el SIP,
recordando la valiosa aportación de J. Vilanova: “En España era consideradísimo y cariñosamente era llamado “el hombre fósil”,
pues su voz y sus libros estaban siempre presentes en la vida científica española y también en los medios populares, que enlazaban
con la evocación de los primeros tiempos de la Humanidad”. Una parte de su donación, los libros que procedían de la biblioteca de
J. Vilanova, fue dada a conocer por M.ª Victoria Goberna. Ahora se nos ofrece la parte fundamental, tras un examen extremadamente
laborioso, que comprende cuadernos de campo, originales de publicaciones, escritos inéditos, correspondencia y otros muchos documentos capaces de aportar luz o de suscitar nuevos interrogantes, cumpliendo así el propósito que guió a J. Masiá en su custodia.
Es notorio que J. Vilanova siempre mantuvo una relación especial con Valencia, de manera que la imagen y la obra del naturalista, del hombre de campo y prospector, del estudioso y divulgador de la Prehistoria, adquiere especial relieve cuando se contempla
desde su tierra valenciana natal. Tempranamente, en el Manual de Geología publicado en 1860, blasona en su portada los títulos
de Corresponsal de la Academia de Medicina y de la Sociedad de Agricultura de Valencia. Y en muchas ocasiones recordaría su
primera prospección relacionada con la prehistoria en nuestras tierras, allá por 1866: “Al Bajar de Monduber en dirección á Gandía,
hallándonos al pié de un manantial, mi amigo y discípulo querido D. Eduardo Boscá, á quien iniciaba por primera vez en las bellezas
de la geología práctica, nos apercibimos de una gran abertura que el guía que llevábamos de Barig nos dijo ser la entrada de una
cueva, distinguida en el país con el nombre de Parpalló” (1893, p. 18). Era el primero de la larga serie de yacimientos valencianos
que volverá a visitar durante el verano siguiente y de los que ya hablará en el II Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica celebrado en París en ese otoño de 1867. Un año después, en 1868, tenía previsto asistir al III congreso que se
celebraría en Norwich y Londres, pero finalmente enviaría una nota, Prehistoric remains in Valencia, dando cuenta “de quelques
observations relativement à la géologie préhistorique que j’ai pu faire dans plusieurs localités de la province de Valence, mon pays
natale”. Sí asiste al IV congreso, celebrado en 1869 en Copenhague, donde expresa un cierto optimismo por la nueva situación
política española, “ j’espère que les obstacles qui pourraient empêcher le développement des progrès scientifiques auront disparu
depuis notre dernière révolution”, volviendo a ocuparse de las Decouvertes archéologiques préhistoriques faites en Espagne, entre
las que nuevamente destacan los yacimientos valencianos.
Los yacimientos de Parpalló, Cova Negra, Bolomor, Meravelles, San Nicolás, Avellanera, Castellet del Porquet, Molló de les
Mentires y muchos otros lugares explorados en la primera hora, serán citas constantes en sus obras, con incorporaciones como la
Ereta del Pedregal, que prospecta con su hermano José, o Llometes y Serreta la Vella, de los que recibe puntual información por
parte de sus exploradores. Ello explica, por tanto, la permanencia de su eco entre nosotros. Esta misma serie que acoge el libro de
F. Pelayo y R. Gozalo comienza con el “Treball Solt” de Isidro Ballester dedicado a uno de los yacimientos popularizado por J. Vilanova, el Castellet del Porquet de l’Olleria, para quien expresa “el nostre fervorós homenatge al valencià eminent i quasi oblidat”.
Más extensamente se ocupa de él Nicolau Primitiu en las primeras páginas del volumen número 7, en las que presenta los Apuntes
sobre las estaciones prehistóricas de la Sierra de Orihuela, enviados por Santiago Moreno a la Sociedad Arqueológica Valenciana
en 1872: “Nuestro Vilanova [...] un valenciano ilustre a quien la Ciencia prehistórica no ha hecho todavía la justicia merecida”, nos
dice Nicolau Primitiu, con especial énfasis en la amargura causada a J. Vilanova por su defensa de la autenticidad de las pinturas de
Altamira. Un sentimiento que antes también había expresado Daniel Jiménez de Cisneros, recordando las tormentosas sesiones de
la Sociedad Española de Historia Natural a las que había asistido en Madrid en 1886. La presencia de J. Vilanova en el SIP sigue,
ya en la década de 1940, con la catalogación de sus colecciones valencianas depositadas en el Museo Antropológico Nacional de
Madrid por parte de D. Fletcher. También con la precisión de E. Pla sobre el itinerario por los yacimientos valencianos seguido por
Henri Breuil en la segunda década del s. XX, “el que trazara cincuenta años antes Vilanova y Piera”. Y así hasta los estudios de M.ª
V. Goberna como hitos principales que nos llevan ya al presente.
Si desde el SIP y su Museo, desde la Prehistoria valenciana, regresamos a la historia de la Geología, la Paleontología y la Prehistoria de la España de la segunda mitad del s. XIX, sólo nos queda ponderar la gran importancia de esta aportación de F. Pelayo y
R. Gozalo, en su doble vertiente de profundo estudio y de excelente catálogo de nueva y valiosa documentación, como una contribución decisiva al propósito de mejor comprender la época y la singladura personal de J. Vilanova y Piera.
Bernat Martí Oliver
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ÍNDICE
Página
PRÓLOGO
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VII
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.
1
BREVE NOTICIA BIOGRÁFICA DE JUAN VILANOVA Y PIERA (VALENCIA, 5-V-1821;
MADRID, 7-VI-1893) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
I.1. Primeros años y formación académica en Valencia (1821-1846) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
I.2. Oposiciones y vinculación de Vilanova al Museo de Ciencias Naturales de Madrid (1847‑1849) . . . . . . . . . . . . . . 7
I.3. Periplo por Europa y su incorporación a la Universidad. Vida profesional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
I.4. Vilanova visto por sus contemporáneos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
I.5. Vilanova, recuperación de una figura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
II. PERIPLO EUROPEO DE VILANOVA Y LA CONCESIÓN DE LA CÁTEDRA DE GEOLOGÍA Y
PALEONTOLOGÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
II.1. Conocimientos previos de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
II.1.1. Análisis del ejercicio de oposición de Vilanova a la Universidad de Oviedo: concepto de especie
mineral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
II.1.2. Libros y enseñanza de la Mineralogía en Madrid a finales de la primera mitad del siglo XIX . . . . . . . . . . . 19
II.2. Vilanova pensionado en Europa (1849‑1853) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
II.2.1. La enseñanza de las ciencias de la Tierra en París a mediados del siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
II.2.2. Viajes geológicos de Vilanova en 1850: Normandía, Suiza Occidental, Piamonte y Saboya . . . . . . . . . . . . 23
II.2.3. Las excursiones geológicas realizadas en 1851 por Francia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
II.2.4. El viaje por Europa durante 1852. La observación de la actividad del Etna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
II.3. El expediente administrativo del nombramiento de Vilanova como catedrático de Geología y Paleontología . . . . 27
III. VILANOVA PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL Y DEL MUSEO DE CIENCIAS
NATURALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
III.1. La enseñanza de las materias geológicas en la España decimonónica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
III.2. La enseñanza de las materias geológicas en los planes de estudios universitarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
III.2.1. La enseñanza de la Geología por parte de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
III.2.2. La Paleontología en los planes de estudio de la Universidad en la España del XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
III.2.3. El Programa de Paleontología de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
III.3. Discípulos y sucesores de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
IV. VIDA ACADÉMICA Y DIVULGACIÓN EN VILANOVA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
IV.1. Primeros años de actividad académica en Madrid . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
IX
[page-n-11]
Página
IV.2.
IV.3.
IV.4.
IV.5.
IV.6.
Vilanova académico de Medicina, Ciencias e Historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
IV.2.1. Vilanova el primer prehistoriador en la Academia de la Historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
Su labor en la Sociedad Española de Historia Natural y la Sociedad Geográfica de Madrid . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
Vilanova y los congresos científicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
IV.4.1. Vilanova congresista y divulgador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
IV.4.2. Participación de Vilanova en la gestación de los Congresos Geológicos Internacionales . . . . . . . . . . . . . 63
Divulgación y docencia en otras instituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
IV.5.1. Las cátedras de Geología y Prehistoria del Ateneo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Progreso científico y reivindicación de una ciencia nacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
IV.6.1. Estrategias vulgarizadoras de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
V. VILANOVA Y LAS CIENCIAS GEOLÓGICAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
V.1. Geología y Paleontología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
V.1.1. Manuales de Geología y Memorias provinciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
V.1.2. Modernización agrícola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
V.1.3. Vilanova hidrogeólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
V.2. Vilanova y la investigación paleontológica en España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
V.2.1. La investigación paleontológica en España entre 1849 y 1910 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
V.2.2. El concepto de Paleontología en Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
V.2.3. Revalorización de la obra paleontológica de Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
V.3. Conflictos de intereses: Vilanova versus ingenieros de minas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
V.3.1. Vilanova y la Comisión del Mapa Geológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
V.3.2. Controversias entre Vilanova y los ingenieros de minas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
V.3.3. ¿Quién fue el primer catedrático de Paleontología en la Universidad Española? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
VI. VILANOVA Y LA ARQUEOLOGÍA PREHISTÓRICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
VI.1. La emergencia de la Prehistoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
VI.1.1. Las primeras investigaciones prehistóricas en España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
VI.2. Antecedentes de Vilanova en su interés por la Prehistoria (1855-1865) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
VI.3. Inicios de su consolidación como prehistoriador 1866-1868 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118
VI.4. Vilanova y el origen y la antigüedad de la humanidad 1866-1869 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
VI.4.1. Primeras referencias en España sobre la antigüedad y el origen del hombre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
VI.4.2. Primeros artículos de Vilanova sobre el origen del hombre y la antigüedad de la especie humana . . . . . 121
VI.4.3. Contenidos del “Origen del Hombre y Antigüedad de la especie humana” (1866-1867) . . . . . . . . . . . . . 122
VI.4.4. Información sobre España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
VI.4.5. El trabajo “Origen y Antigüedad del Hombre” publicado en el Boletín-Revista de la Universidad
de Madrid (1869a) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
VI.5. El IV Congreso de Antropología y Arqueología Prehistórica de Copenhague (1869) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
VI.6. El libro Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre (1872) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
VI.7. Participación institucional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
VI.8. La Protohistoria americana (1892) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
VI.9. La memoria geognóstico-agrícola y prehistórica de Valencia (1893) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
VI.10. La polémica sobre la autenticidad de las pinturas de Altamira en la comunidad científica española . . . . . . . . . . . 154
VI.10.1. El descubrimiento de las pinturas y las conferencias de Vilanova en Santander (1880) . . . . . . . . . . . . . . 154
VI.10.2. Comienza la polémica: los congresos de Lisboa (1880) y Argel (1881) y el debate en la prensa . . . . . . . 157
VI.10.3. La controversia llega a la Sociedad Española de Historia Natural. De las primeras defensas (1882)
al ataque de Salvador Calderón (1884) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
VI.10.4. 1886: El momento álgido de la disputa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
VI.10.5. El camino hacia el reconocimiento oficial (1894-1902) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
VI.11. Recapitulación: las aportaciones de Vilanova a la Prehistoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
X
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Página
VII. CREACIONISMO Y ANTIDARWINISMO EN VILANOVA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
VII.1. La crítica de Vilanova al transformismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
VII.2. Crítica de Vilanova al darwinismo en la Universidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
VII.3. Exposición de dos ejemplos paradigmáticos en la Sociedad Española de Historia Natural . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
VII.3.1. El Eozoon Canadense . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
VII.3.2. La crítica de Vilanova al transformismo de A. Gaudry . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
VII.4. Las anotaciones antidarwinistas al texto de Antropología de Tubino publicado en La Creación . . . . . . . . . . . . . . 170
VII.5. Antidarwinismo en las reseñas de congresos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
VIII. CATÁLOGO DEL FONDO DOCUMENTAL “JUAN VILANOVA” DEPOSITADO EN EL MUSEO DE
PREHISTORIA DE VALENCIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
VIII.1. Descripción de la ficha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
VIII.2. Puesta en valor de la donación Masiá Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
VIII.3. Catálogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
VIII.3.1. Manuscritos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
VIII.3.2. Correspondencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
VIII.3.3. Documentos de una entidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197
VIII.3.4. Ilustraciones y fotografías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 210
VIII.3.5. Impresos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
VIII.3.6. Cuadernos de campo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 214
VIII.3.7. Originales de texto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 216
IX. BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
Apéndice I.
“Querol bromista” y “Un sabio geólogo dedicado a la cría de polluelos” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
Apéndice II. Ejercicio de oposición a la cátedra de Historia Natural de la Universidad de Oviedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
Apéndice III. Informe de Juan de Vilanova y Piera, fechado en París, el 20 de abril de 1851, en el que da cuenta de su
labor realizada en Francia como pensionado del gobierno español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 244
Apéndice IV. Instancia pidiendo el pago de las colecciones traídas desde el extranjero y la separación de las cátedras de
Geología y Paleontología, vinculándolas ambas a su persona (1857) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287
Apéndice V. Manuscrito a la Revista Minera “Sobre lenguaje Geológico. Prado” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 290
Apéndice VI. Concordancia entre Génesis y Ciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
Apéndice VII. Medallas y condecoraciones de Juan Vilanova (M. Gozalbes) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302
Apéndice VIII. Catálogo de las obras publicadas por Juan Vilanova . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 316
XI
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INTRODUCCIÓN
Intentamos ofrecer con este trabajo una biografía actualizada de uno de los naturalistas más importantes de la segunda
mitad del siglo XIX, que fue catedrático de Geología y Paleontología de la Universidad Central de Madrid. Juan Vilanova y
Piera, licenciado en Medicina y doctor en Ciencias Naturales,
participó de manera activa en la vida académica y cultural tanto
de Madrid como, en menor medida, de Valencia y fue miembro
de las reales academias de medicina, ciencias e historia, siendo
uno de los personajes más activos tanto en las instituciones
científicas como en el naciente asociacionismo científico de la
época. Además, fue un polígrafo contumaz y un infatigable viajero, que le llevó a divulgar de manera habitual los avances que
él consideraba más importantes en geología, paleontología y
prehistoria que se estaban produciendo en Europa. Estudiar este
personaje nos permite comprender mejor el panorama científico
español de la época, así como conocer de primera mano algunas
de las polémicas más importantes de aquel momento, como las
relacionadas con la teoría de la evolución.
Comentar un trabajo de estas características, explicar
su desarrollo y justificar algunas de las decisiones tomadas
durante su elaboración siempre resulta complicado, aunque el
resultado final depende en gran medida de estas cuestiones,
máxime cuando la idea germinal del trabajo tiene más de dos
décadas y, por desgracia, uno de nosotros, nuestro querido
Vicente, nos dejo prematuramente con el trabajo avanzado
pero donde todavía quedaba mucho (o poco según se mire)
por hacer.
El origen del trabajo es complejo. Por un lado Vicente Salavert, desde su formación como historiador e investigador en
historia de la ciencia, había llegado a Vilanova a través de sus
trabajos agronómicos, su relación con la Comunidad Valenciana
y como representante de la ciencia valenciana del XIX. Por otro
lado Francisco Pelayo, con una formación en biología y también
investigador en historia de la ciencia, estaba interesado en cuestiones históricas relacionadas con la Geología y la Biología, y
especialmente, la introducción de las ideas evolucionistas en la
España decimonónica. Por último, Rodolfo Gozalo, con una formación como geólogo y una investigación fundamentalmente de
tipo paleontológico, estaba más interesado en los aspectos geológicos y paleontológicos de Vilanova, como primer catedrático
de ambas materias en la universidad española. Este interés se
vio reforzado en 1993 cuando por una iniciativa conjunta del
Servicio de Investigación Prehistórica-Museo de Prehistoria de
la Diputación de Valencia, de la Sociedad de Amigos del País
de Valencia y el Departamento de Geología de la Universitat
de València se decidió organizar un homenaje conjunto en el
centenario del fallecimiento de Juan Vilanova y Piera, que se
desarrolló en noviembre de 1993.
Los tres teníamos, pues, en común un especial interés
por la figura de Vilanova, un personaje básico para entender
la historia de las ciencias naturales en la España del siglo
XIX; además, la distinta formación de cada autor hacía que
fuéramos complementarios, y nos permitiera abordar distintos aspectos de la labor investigadora, docente, divulgadora, etc., de Vilanova desde puntos de vista diversos. Aun
así, teníamos sólo “tres patas para el banco”, la cuarta ha sido
y es el Fondo Documental “Juan Vilanova” –donación Masiá
Vilanova– depositado en el Museo de Prehistoria de Valencia
y el personal de esta institución, que no sólo nos ha ayudado
de manera desinteresada, sino que incluso nos ha “presionado”, en el buen sentido del término, para que finalizáramos,
en los momentos bajos, fundamentalmente desde que se le
diagnosticó la enfermedad a Vicente, en que pensábamos que
no podíamos acabar nuestra labor. Seguramente sin ellos este
1
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trabajo no habría llegado a culminarse. Por otro lado, la catalogación de este Fondo ha sido desde hace más de una década
uno de los puntos de encuentro de nuestro interés por la figura
de Vilanova, autor al que hemos dedicado conjuntamente o en
solitario más de 10 trabajos; además de haber abordado en más
de 15 publicaciones estudios sobre la geología y paleontología
española del siglo XIX, en los que Vilanova siempre es uno de
los personajes centrales. Todas estas publicaciones, que hemos
utilizado ampliamente, son la base sobre la que se sustenta
esta obra. Al elaborar el capítulo de bibliografía, se ha tomado
la decisión además de incluir todos los trabajos citados en el
texto, incluir también todos los trabajos y/o notas biográficas
referidas a Vilanova que hemos encontrado, aunque algunas
de ellas son meras reiteraciones de datos, pero creemos interesante al menos su enumeración bibliográfica.
La labor publicista y divulgadora de Vilanova fue muy
intensa, y constante su participación institucional, tanto a
nivel nacional como internacional, en este último caso, como
miembro de distintas sociedades científicas de diversos países
europeos y su participación en numerosos congresos. Desde
el punto de vista ideológico fue conservador, alineado con las
ideas de Cánovas del Castillo, y profundamente católico. Esta
filiación marcó toda su carrera institucional y científica, en un
momento clave de las ciencias naturales, como fue la publicación en 1859 del libro de Charles Darwin “El origen de las especies”, y toda la polémica, de gran complejidad y multitud de
matices, que se desarrolló alrededor de las ideas creacionistas,
transformistas y evolucionistas durante las décadas finales del
XIX. Hay que decir que nuestro biografiado, aunque claramente
contrario a las ideas transformistas y evolucionistas, nunca se
mostró cerrado ni exaltado a la hora de criticar estas ideas y a
sus defensores, ni siquiera era contrario a su difusión; su idea es
que deberían enseñarse para luego rebatirlas con los ejemplos
científicos adecuados, básicamente con los datos paleontológicos de que se disponían en su época, y, también con una fe
total en la existencia de Dios y de la concordancia entre ciencia
y religión.
Además, Vilanova como viajero científico persistente fue
consciente de los adelantos e innovaciones que se estaban produciendo en distintos países europeos y el retraso y anquilosamiento de nuestro país, por lo que una de las tareas a las que
dedicó más tiempo fue a la divulgación de los adelantos científicos relacionados con sus áreas de interés como eran la agricultura y las aguas subterráneas.
Por último, Vilanova se convirtió en un impulsor de los
estudios prehistóricos, o protohistóricos como él prefería decir,
siendo en este campo donde obtuvo su más amargo reconocimiento, ya que es recordado en multitud de publicaciones
científicas y mediáticas por su defensa de la autenticidad de
las pinturas de Altamira. En conjunto estudiar la biografía y la
obra de Vilanova nos permite aproximarnos a una panorámica
de cómo era la ciencia española, especialmente las naturales, de
la segunda mitad del XIX y en qué condiciones y parámetros
institucionales se movía.
Una cuestión formal ha sido que con relación a las transcripciones, tanto en los capítulos como en los apéndices, de textos
originales de Vilanova y de algunos de sus oponentes en las
polémicas, hemos tomado la decisión de mantener la ortografía
original, salvo error mecanográfico nuestro o “intervención” del
corrector ortográfico del ordenador.
2
Una dificultad ha sido abarcar todas las facetas científicas
en las que se involucró Vilanova, así que algunas de ellas están
presentes en este trabajo de un modo casi testimonial, mientras que otras están mucho más perfiladas. La organización en
capítulos de temáticas bastante amplias hace que en ocasiones
algunas cuestiones importantes, lo que ahora llamaríamos transversales, puedan aparecer reflejadas en varios capítulos, como
es el caso del evolucionismo, aunque luego se dedique un capítulo específico para ellas. También somos conscientes de que
hay algunas repeticiones, pero en general hemos preferido mantenerlas mínimamente de manera que cada capítulo se pueda
leer independientemente.
Para finalizar esta introducción queremos rendir un sentido
homenaje a nuestro querido y nunca olvidado Vicente Luis
Salavert Fabiani (1956-2007) con quien nos unía una fuerte
amistad, tras casi 15 años de colaboración y vivencias compartidas. Cuando se le detectó la grave enfermedad, en diciembre
de 2005, fue un verdadero shock para toda su familia, amigos
y compañeros. López Terrada y Báguena (2008) nos han ofrecido un breve recorrido por su trayectoria investigadora fundamentalmente ligada al Departamento de Historia de la Ciencia
y Documentación y al Instituto de Historia de la Medicina y de
la Ciencia «López Piñero» de la Universitat de València-CSIC.
En referencia a esta monografía, la desaparición de nuestro
recordado amigo supuso quedarnos incompletos en algunos
aspectos básicos de este trabajo; de todos modos Vicente había
participado con intensidad en todas las fases del mismo, pero los
textos que había dejado eran borradores preliminares de las partes
que le eran más afines, que han sido incorporados con modificaciones a este libro. De todos modos, aunque el texto final seguro
que le hubiera gustado a Vicente, la obra aquí presente en sus
aciertos y defectos es resultado únicamente de los autores.
Finalmente, queremos dedicar este libro a Vicente por
habernos agraciado no sólo con su trabajo y su colaboración,
sino con algo más importante, su amistad.
Al terminar un trabajo de estas características uno de los
capítulos que resulta más difícil de elaborar es el de los agradecimientos, ya que después de tantos años los autores están
en deuda con numerosos investigadores, compañeros, amigos
y, por supuesto, con la familia. Por este motivo de entrada queremos agradecer a todos ellos su ayuda y comprensión en los
distintos avatares que ha supuesto la realización de este trabajo
y su finalización.
De todos modos es inevitable que mencionemos a algunos
de ellos. En primer lugar queremos expresar nuestro más sincero agradecimiento a todo el personal del Museu de Prehistòria de València de la Diputació de València, encabezado por
su directora la Dra. Helena Bonet Rosado, por su ayuda y colaboración durante casi dos décadas, ya que no sólo es el centro
depositario del Fondo Documental “Juan Vilanova” sino que
han sido el mayor acicate que hemos tenido para finalizar este
trabajo, siempre han estado dispuestos a colaborar de la manera
más desinteresada. De entre todos ellos queremos destacar en
primer lugar al Dr. Bernat Martí Oliver, que fue el primero en
animarnos a realizar este trabajo y ha sido un continuo acicate a
nuestra labor, al Dr. Joaquim Juan Cabanilles, por sus consejos
y labor editorial, a Dª Consuelo Martín Piera, bibliotecaria del
Museu, por su continua colaboración y ayuda, sin olvidarnos
de las distintas aportaciones y comentarios que han permitido
mejorar considerablemente el resultado final. También que-
[page-n-16]
remos agradecer su colaboración y ayuda a Dª Isabel Villanueva
Redondo y Dª Carmen Báguena Barrachina por su disposición
a ayudarnos en cualquier aspecto logístico en la biblioteca del
Museu y a D. Ángel Sánchez Molina por su ayuda técnica en la
elaboración de algunas fotografías del libro.
Queremos asimismo nombrar a algunas de las personas que
nos han ayudado de manera desinteresada durante este periodo:
Prof. Eladio Liñán (Univ. Zaragoza), Dr. Fernando Robles
(Univ. València), Dra. Isabel Rábano (IGME), Prof. Alberto
Gomis Blanco (Univ. de Alcalá), Dr. Miguel Ángel PuigSamper (CSIC), Dr. Jesús Catalá (CEU San Pablo, Valencia),
Dr. Ángel Montero (Jardín Botánico de Córdoba), Prof. Óscar
Moro (Memorial University of Newfoundland, Canadá), Prof.
Jaime Truyols (Univ. de Oviedo), Dr. Antonio Perejón (CSIC).
Otros muchos compañeros, algunos del CSIC, como los Drs.
Rafael Huertas, José Luis Peset, Jaume Josa y Ricardo Campos;
otros de la Facultad de Biológicas de la Universidad Complutense, como los profesores Joaquín Fernández Pérez, Alfredo
Baratas y José Fonfría; y de la Universitat de València, como los
profesores Víctor Navarro y Juli Peretó, también nos han prestado su apoyo a lo largo de estos años. A todos ellos queremos
mostrar nuestro agradecimiento.
No queremos olvidarnos del AGA por permitirnos fotocopiar y transcribir algunos de los documentos insertos en los
apéndices y a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas
y Naturales por el envío de la documentación relativa a Juan
Vilanova.
Por último indicar que este trabajo es una contribución a
los proyectos MICINN Plan Nacional I+D+i 2008-2011: I+D
HAR2009-13389-C03-02 y I+D HAR2010-21333-C03-01.
3
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I
Breve noticia biográfica de Juan Vilanova y Piera
(Valencia, 5-V-1821; Madrid, 7-VI-1893)
En este primer apartado se quiere dar un rápido repaso a
la biografía de Juan Vilanova y Piera (Fig. 1), sobre todo en
los aspectos más personales, pautada con los acontecimientos
profesionales que marcaron su trayectoria vital. En capítulos
posteriores se abordaran los aspectos profesionales y científicos
de manera más exhaustiva. También en este epígrafe se comentan sucintamente aquellos hitos administrativos, como planes
de estudio, y políticos que determinaron de manera importante
algunos de los pasos de la carrera de Juan Vilanova en el Museo
Nacional de Ciencias Naturales y en la Universidad Central, sin
que sea óbice para que alguno de estos aspectos sea analizado en
mayor profundidad en los capítulos siguientes.
Con esta semblanza se pretende ilustrar su formación, su labor y su ideología. Está claro que para intentar abordar estos aspectos hay que dirigirse a los trabajos realizados por las personas que lo conocieron, a quienes en muchas ocasiones citamos
de manera literal, de modo que nos podamos hacer una mejor
idea de cómo lo veían sus contemporáneos, aunque en ocasiones estos textos sean algo panegíricos. También se han utilizado
los documentos del Fondo Documental “Juan Vilanova” depositados en el Museo de Prehistoria de Valencia (siglas: FDJVMPV), donación, a finales del siglo pasado, de D. Juan Masiá
Vilanova (ver Goberna, 1990), nieto del personaje estudiado, y
cuya catalogación se ofrece en el Capítulo VIII. También se han
utilizado documentos depositados en el Archivo General de la
Administración de Alcalá de Henares (A.G.A.)1 y en el Archivo
del Museo Nacional de Ciencias Naturales, sobre todo a través
de la información de esta institución proporcionada por Barreiro
(1992)2 y Montero (2003) sobre sus archivos y colecciones.
Por último, desde un punto de vista general de la historia
de la ciencia española, Vilanova es un representante típico de
la “etapa intermedia”, definida por López Piñero (1968) para
la medicina española, y que luego se ha generalizado a toda
la ciencia (para una caracterización somera ver López Piñero,
1992). Merece la pena citar textualmente lo que dicen Camarasa
y Català (2007: 176) sobre nuestro personaje:
Vilanova és un d’aquest personatges que trobem esmerçant
temps, esforç i recursos a una Espanya que encara no ofereix
un ambient precisament ideal per fer ciència... En aquesta
etapa [intermedia], els personatges com Vilanova, entestats
a fer ciència de nivell i col·locar-se junt a les avantguardes
del coneixement, posaren els fonaments per al floriment de
la pràctica científica a Espanya, al darrer terç del segle XIX.
1
Fig. 1. Grabado de Vilanova publicado el 28 de septiembre
de 1890 en la portada de Valencia Cómica (FDJV-MPV 4/14).
Los documentos relativos a Juan Vilanova y Piera depositados en el A.G.A.
se encuentran en: E.C. 31/16928 (“Juan Vilanova y Piera. Expediente Per
sonal”).
2 La obra de Barreiro se publicó originalmente en 1944 de manera incompleta,
así no se publicó la parte correspondiente al periodo 1901-1933 ni los
apéndices (ver Aguirre, 1992b: 14-15), por lo que a partir de ahora citaremos
la paginación de la edición completa de 1992.
5
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I.1. Primeros años y formación académica
en Valencia (1821-1846)
Juan Vilanova y Piera nació el 5 de mayo de 1821 en la ciudad de Valencia. Sus padres, Vicente Vilanova Miralles y Teresa
Piera Minguet, residían en Alcalà de Xivert, ciudad natal del
primero, pero su madre se trasladó a Valencia para el nacimiento
de su hijo, tal y como dice Barberá (1893: 194):
Por el año 1821 residía en Alcalá de Chisvert, su patria, el
abogado D. Vicente Vilanova Miralles, casado con Dª Teresa Piera Minguet y siguiendo ésta la costumbre impuesta
por su valencianismo de dar á luz sus hijos en esta su ciudad
natal [Valencia], trasladó accidentalmente su domicilio...,
donde el día 5 de Mayo del mencionado año nació el hijo,
que se bautizó en la parroquia de los Santos Juanes con el
nombre de Juan Angelo.
En cuanto a la familia y su primera vocación podemos seguir a su nieto, Masiá Vilanova (1975: [2]):
Pertenecía a familia de clase media con dedicación a las Letras, ya que su padre, su tío y su hermano fueron abogados,
por lo que destaca más su afición a las Ciencias.
Su familia paterna era oriunda de Cuevas de Vinromá y la
materna de Pego, pero estaban afincados en Alcalá de Chivert, sin perder contacto con la capital del Reino en donde
residían alguna parte del año. Por esta circunstancia su nacimiento tuvo lugar en Valencia el día 5 de mayo de 1821,
siendo bautizado en la parroquia de los Santos Juanes. Tal
vez la fecha de su nacimiento influyó en su vida haciéndole
salir del ambiente limitado de su familia y de su región para
lanzarle a mayores empresas. Efectivamente, cuando se le
preguntaba la edad que tenía siempre contestaba: «Yo nací
el mismo día de la muerte de Napoleón», lo cual lo enlazaba
con la epopeya de uno de los hombres que han dejado más
huella en la Humanidad.
Los primeros años de Juan Vilanova transcurrieron en
la ciudad castellonense, pero al iniciar la educación secundaria se trasladó a Valencia donde, como comenta Barberá
(1893: 194):
Cursó humanidades en los jesuitas del Real Colegio de
San Pablo y más tarde la Medicina y Cirujía y Ciencias ...
3
Ver también Fernández Caro (1894: 7).
La obra de Sánchez i Santiró (1998) nos ofrece una adecuada contextualización de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valencia y de los
profesores integrados en ella, incluidos todos los que tuvieron relación con
Vilanova durante su etapa en esta universidad. Con relación con los docentes
de Historia Natural en la Universidad de Valencia durante el siglo XIX puede
verse Pelayo (2001b). Para una visión más general de los estudios científicos
en Valencia véase López Piñero y Navarro Brotons (1995).
5 Fue Decano y Rector de la Universidad Valenciana y cofundador del Instituto
Médico Valenciano.
6 J. Pizcueta, catedrático de Universidad desde el 2 de mayo de 1829, en 1818
había estudiado en el Jardín Botánico de Madrid con J. D. Rodríguez y M. La
Gasca, discípulos de A. J. Cavanilles. Emparentaría con Vilanova al casarse
éste con su hija.
4
6
consiguió el título de bachiller en Medicina por oposición
[1840], en el año 1845 el de licenciado en la propia facultad, habiendo sido ayudante disector y dirigido durante sus
estudios un repaso de Anatomía práctica para los aspirantes
á la licenciatura.3
Cursó sus estudios superiores en la Universidad Literaria
de Valencia, entre los años 1836 y 1846. De acuerdo con Pelayo (1995), comenzó su formación realizando tres cursos de
Filosofía en el periodo 1836‑1839. En el siguiente periodo académico, 1839‑1840, siguió un curso especial de Botánica y empezó Medicina. Entre 1840 y 1843 Vilanova fue elegido por el
claustro de profesores como Ayudante disector en la Facultad
de Medicina.
A lo largo de los cuatro años que van desde 1839 hasta 1843,
cursó en dicha Facultad de Medicina la asignatura de Instituciones. El 6 de diciembre de ese año de 1843 se graduó como Bachiller por la Facultad de Medicina (Fig. 2). Los dos cursos académicos siguientes, 1843‑1844 y 1844‑1845, siguió dos cursos
de Clínica médica y dos de Mineralogía, Botánica y Zoología.
Se licenció en Medicina, con estudios terminados en Cirugía, el
29 de julio de 1845, graduándose como Bachiller en Filosofía el
13 de noviembre de ese mismo año. Por último, durante el curso
de 1845‑1846 se matriculó en Mineralogía y Zoología, Química
General, Complementos de Matemáticas Elementales y Lengua
Griega. Finalmente, obtuvo la licenciatura en Ciencias en agosto de 1846.
Entre los profesores de Vilanova durante este último
curso en la Facultad de Filosofía 4 se encontraron José
Montserrat y Riutort (1814-1881)5 –encargado de la Quími
ca General–, José Pizcueta y Donday (1792-1870) 6 –que
impartía la Botánica– e Ignacio Vidal y Cros7 –Mineralogía
y Zoología.
Durante los dos últimos cursos, 1845-46 y 1846-47, Vilanova fue Conservador-preparador del Gabinete de Historia
Natural y sustituyó a José Seco y Baldor (1808-1891)8 en la
asignatura de Historia Natural, a José Pizcueta en Botánica
y a Ignacio Vidal en Mineralogía y Zoología, por motivos de
salud o viajes.9
Una cuestión curiosa es que pese a su formación médica, parece ser que nunca ejerció como médico y desde su
etapa de estudios en Valencia ya se decantó por las ciencias
naturales y la enseñanza, como comenta Fernández Caro
(1889: 44):
7
Vidal y Cros fue doctor en Medicina y socio numerario de la Academia de
Medicina y Cirugía de Valencia, catedrático interino de Mineralogía y Zoología y autor de estudios sobre la avifauna de la Albufera de Valencia publicados en las Memorias de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales (1851, 1857). Para más información sobra la historia de la biología
en España durante el siglo XIX puede verse Gomis Blanco (1989).
8 Según Álvarez-Sierra (1963) Seco y Baldor fue profesor agregado de la facultad de Ciencias Médicas de Madrid, catedrático de Clínica Médica en la
facultad de Ciencias Médicas de Cádiz. En la Facultad de Medicina de Valencia en 1845 fue catedrático de “Historia Natural Médica”.
9 Los nombramientos para estas sustituciones y algunos otros documentos
relacionados con la actividad de Vilanova en la Universidad de Valencia
se pueden consultar en el Fondo del Museo de Prehistoria (FDJV-MPV
4/10).
[page-n-20]
Fig. 2. Título de Bachiller de Vilanova expedido por la Universidad de Valencia en 1843 (FDJV-MPV 1/19).
Sus aptitudes para la enseñanza le hicieron apartarse de
la práctica médica, a la que nunca mostró Vilanova gran
afición. Diriase que el estudio del hombre solo había servido para despertar en su espíritu un ideal más grandioso,
un pensamiento más vasto: el estudio de la Naturaleza, al
que ha consagrado su vida entera con una constancia sin
igual.
I.2. Oposiciones y vinculación de Vilanova al
Museo de Ciencias Naturales de Madrid
(1847‑1849)
Antes de comenzar el curso 1845-1846 se había aprobado el
Plan de Estudios de Pedro José Pidal.10 En este Plan, el Museo
de Ciencias Naturales de Madrid quedó agregado a la Facultad
de Filosofía de la Universidad Central. El 30 diciembre de 1845
Mariano de la Paz Graells (1809‑1898),11 catedrático de Zoología, fue nombrado jefe local del Gabinete de Historia Natural
por R.D. 17 septiembre 1845 (Gaceta de Madrid, jueves 25 de
septiembre de 1845, n. 4029 ). Para conocer la política educativa universitaria
en los siglos XVIII y XIX se pueden consultar los trabajos de Peset y Peset
(1974, 1992).
10 Aprobado
de Madrid (ver Barreiro, 1992) y con posterioridad,12 jefe del
Museo de Ciencias Naturales.
En el mismo Plan de Estudios de 1845 se recogía por primera vez la enseñanza de la Geología como asignatura a impartir
en las universidades del Reino, dentro de los Estudios Superiores, al igual que asignaturas como la Ampliación de Química,
la Zoología de Vertebrados y la de Invertebrados, que se explicaban en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.13 Sin
embargo, la Geología tardaría casi una década en impartirse en
la Universidad Central.
En el Museo, tras una época donde la prioridad había sido
el incremento de las colecciones, fue necesario incrementar
el número de sus enseñanzas, de acuerdo con las previsiones
de los planes de estudio de la época. La Geología fue una
de las nuevas disciplinas. Al no disponer de profesorado
capacitado, era necesario preparar un profesor competente
que la tomara a su cargo, enviándolo para ello al extranjero.
Parece ser que Graells, como director del Museo de Ciencias
Naturales, decidió que la persona adecuada para este puesto
11
Ver Agenjo (1943) y Gomis (1995).
R.O. del 26 enero 1848.
13 Gaceta de Madrid, n. 4033 del 29 de septiembre de 1845.
12
7
[page-n-21]
era el ayudante D. Juan Vilanova y Piera (ver Barreiro, 1992:
215-216).14
Vilanova se había trasladado a Madrid para cursar los estudios de doctorado en Ciencias Naturales, donde se formó al
lado del presbítero Donato García (1782-1855), continuador de
la obra de Cristiano Herrgen (1760-1816) en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (Hernández Pacheco, 1944; Ordaz,
1978), obteniendo poco después el grado de Doctor en el Museo de Ciencias Naturales; a partir de este momento se dedicó
casi exclusivamente al estudio de las Ciencias Naturales y a su
difusión.
Prácticamente coincidiendo con el término de la licenciatura en Ciencias de Vilanova, el 8 de agosto de 1846 salió la
convocatoria de oposiciones a cinco cátedras relacionadas con
la Historia Natural vacantes en la Universidad: la de Mineralogía y Zoología en la Facultad de Filosofía de la Universidad
de Barcelona –cuyo catedrático interino era Rafael Cisternas
(1818-1876)–, la de Zoología General en la Universidad de
Madrid –cuyo interino era Laureano Pérez Arcas (1824‑1894),
ayudante en el Museo de Ciencias naturales– y tres plazas de
Historia Natural en las Universidades de Oviedo, Santiago y
Sevilla.15
En abril de 1847 Vilanova opositó en Madrid a las cátedras
de Zoología General de la Universidad de Madrid, junto con
Laureano Pérez Arcas, Manuel María José de Galdo (18251895) y Rafael Cisternas, y a la de Mineralogía y Zoología
de la Universidad de Barcelona, en competencia con Antonio
Sánchez Comendador (1823-1888), José Planelles Giralt (18201888) e Ildefonso Zubia (1819-1891). Tras las oposiciones fueron nombrados Pérez Arcas y Sánchez Comendador respectivamente.
El ejercicio literario que le tocó en suerte exponer a Vilanova fue: De la piel y sus modificaciones en los animales
vertebrados y de la importancia respectiva que ofrecen sus
caracteres en la clasificación y distribución de los mismos
animales.16
El ejercicio presentado por Vilanova comenzaba con la definición y organización de la piel, centrándose fundamentalmente
en la de los animales vertebrados. Discute las modificaciones
que presentan la piel de los vertebrados y como éstas pueden
adquirir el rango de caracteres de subordinación, importantes
para la clasificación y determinación zoológica.
14
Por toda la información existente sobre el tema del profesorado de geología,
parece evidente que en ningún momento se pensó en que este puesto fuera
ocupado por un ingeniero de minas, en cuyo cuerpo se integraban los mayores
expertos españoles en geología de la época.
15
Boletín Oficial de Instrucción Pública, Tomo 10, 1847.
16
En el A.G.A. de Alcalá de Henares, E.C. 16928, entre los papeles de Vilanova
se conserva el ejercicio manuscrito que presentó Vilanova a la cátedra de
Zoología de la Universidad de Madrid. Ocupa 39 páginas y está fechado en
Madrid el 8 de abril de 1847.
17
R.O. del 15 de mayo de 1847. Archivo del Museo Nacional de Ciencias
Naturales de Madrid (A.M.N.C.N.). Comunicación del Decano Eusebio
María de Valle a Mariano de la Paz Graells, fechada el 22 de mayo de 1847:
“S. M. la Reina, atendiendo a que Juan Vilanova y Piera obtuvo la aprobación
de los ejercicios de la oposición a la cátedra de Zoología de la Universidad de
esta Corte y que la Junta Censora le incluyó en la propuesta de dicha vacante,
se ha dignado nombrarle Ayudante de Profesor del Gabinete de Historia
Natural.”
8
Definía la piel como “una extensa membrana que después
de cubrir al animal limitándole en el espacio, se redobla a su
interior, representando así el doble saco que embucha completamente su masa, estableciendo de este modo las relaciones del
animal tanto con el mismo exterior como consigo mismo.” En
su opinión, podía decirse que representaba la puerta de entrada
por donde el animal recibía todo lo necesario para desarrollar su
existencia material y moral.
La piel, decía, considerada en su más amplio estado de
complicación en los animales vertebrados, constaba de partes
esenciales y partes accesorias o de perfección. Las partes esenciales eran seis. Comenzando desde el interior y yendo hacia
fuera, el orden se iniciaba con las capas musculares y seguía
con la dermis, el tejido óseo vascular, la capa pigmentaria, el
cuerpo papilar o nervioso y la epidermis. Las invaginaciones
y los anexos cutáneos epidérmicos, es decir, las criptas y las
faneras, constituían según Vilanova las partes accesorias o de
perfección.
Vilanova utilizó para redactar este ejercicio de oposición
fuentes básicamente francesas, siguiendo a autores como H. de
Blainville, Cuvier, Brongniart, etc.
Aunque la plaza de catedrático de Zoología General de Madrid correspondió a Pérez Arcas, que al ser el Regente Agregado de dicha asignatura y, por consiguiente, el interino de la
plaza tenía preferencia para su nombramiento, Vilanova aprobó
la oposición y también fue propuesto por el tribunal para la vacante de la plaza. Amparándose en esto, solicitó, y obtuvo,17 la
plaza de Ayudante de Profesor del Museo de Ciencias Naturales,
vacante al ganar Pérez Arcas la citada cátedra.
El 4 de mayo de 1847 Vilanova consiguió el título de
Regente de 1ª clase en la Sección de Ciencias.18 El 7 de octubre
de 1847 el destino de Ayudante de Vilanova fue declarado de
igual categoría que el cargo de Agregado 1º de la Sección de
Ciencias Naturales correspondiente a la Facultad de Filosofía
de la Universidad de Madrid.19 La categoría de Agregado le
fue concedida por R.O. del 7 diciembre de 1847.
En marzo de 1849, Vilanova ganó la oposición que se realizó en Madrid a la cátedra de Historia Natural de la Facultad
de Filosofía de la Universidad de Oviedo. El Tribunal de oposición estuvo presidido por Graells, siendo los vocales del Tribunal Lucas de Tornos (1803‑1882), catedrático de Zoología
(Invertebrados) de la Universidad de Madrid; Nemesio Lallana
18
En el Plan Pidal se contemplaba que “ ... para ser admitidos a los concursos [de
catedráticos] habrá que ingresar primero en una clase llamada de Regentes, la
cual habilita para optar al profesorado mediante ciertos ejercicios: en ella se
elegirán también a los agregados de las facultades, los ayudantes de ciertas
asignaturas y los sustitutos.”
El “Reglamento para la ejecución del Plan de Estudios”, de fecha 22 de octubre
de 1845 (Gaceta de Madrid, 3 noviembre 1845, n. 4068), contemplaba en la
Sección Cuarta, De los Profesores, Título 1º, artículos 183‑192, los requisitos
necesarios para obtener el título de Regente de 1ª clase: título de doctor en
la Facultad que quisiera ejercer el profesorado, el de licenciado si era en
la Facultad de Filosofía, además de los correspondientes exámenes. Estos
consistían en dos ejercicios, el primero era un discurso, entre 45 minutos
y una hora, compuesto en el espacio de 48 horas en la casa del interesado,
sobre un punto elegido por el aspirante entre tres que sacaba a suerte sobre un
total de 50. El segundo ejercicio consistía en una lección de 45 minutos que
tenía que dar el aspirante de igual forma que si la hubiera de explicar a sus
discípulos, sobre un tema elegido sobre tres sacados a suerte sobre un total de
100. Tenía el aspirante tres horas para prepararlo con libros, apuntes, etc.
[page-n-22]
(1796‑1874), catedrático de Historia Natural del Real Colegio de
Farmacia de Madrid; Vicente Cutanda (1804‑1866), catedrático
de Organografía y Fisiología Vegetal en el Real Jardín Botánico
de Madrid; José Alonso Quintanilla (1793‑1860), catedrático
de Botánica Descriptiva en la Universidad de Madrid; Manuel
María Galdo (1824‑1895), catedrático de Historia Natural en el
Instituto de Noviciado de Madrid y el ya citado Laureano Pérez
Arcas.
El ejercicio que le tocó en suerte defender a Vilanova versaba sobre la clasificación mineralógica, este texto nos permite
conocer cual era el nivel de formación que Vilanova había recibido por parte de su maestro Donato García en cuestiones mineralógicas antes de emprender su periplo europeo (ver Gozalo et
al., 2004c) y que seguramente sería pareja en cuestiones geológicas; además, se puede comparar este bagaje con las ideas más
extendidas en aquel momento, tanto en España como en Europa,
por ese motivo analizaremos este tema con más detalle en el
inicio del siguiente capítulo.
I.3. PERIPLO POR EUROPA Y SU INCORPORACIÓN
A LA UNIVERSIDAD. VIDA PROFESIONAL
Curiosamente, tras haber obtenido la cátedra de Historia
Natural de la Universidad de Oviedo, Vilanova renunció a
misma, y poco después apoyado por Graells, se le comisionó
para que pasase a París y posteriormente a Freiberg (Sajonia),
a fin de completar su instrucción en la Geología, de modo que
a su vuelta iniciara la enseñanza de esta disciplina científica en
Madrid (R.O. de 12 de octubre de 1849); aunque la comisión
era para estudiar en París y Freiberg, lugar donde se formaron
muchos ingenieros de minas españoles, Vilanova durante sus
cuatro años de viaje por Europa en ningún momento se planteó
estudiar en la Escuela de Minas de Sajonia, solamente al final
de su viaje visita Freiberg y estudia sus colecciones, por lo que
su formación se realizó básicamente en Francia, y por lo tanto
dentro del marco de referencia de la escuela francesa de Geología. Esta comisión originalmente era de sólo dos años, pero
el periplo de Vilanova se extendió casi cuatro años que aprovechó no sólo para formarse básicamente en París, sino para
visitar numerosas localidades geológicas de interés en Francia,
Suiza, Italia, Austria y Alemania (ver Capítulo II). Finalmente,
su vuelta a España se produjo a comienzos de 1854.
Una visión más personal de su permanencia en el extranjero nos la ofrece su biógrafo valenciano Faustino Barberá
(1893: 195):
19
El Plan de Estudios de Nicomedes Pastor Díaz, aprobado por R.D. 8
de julio de 1847 (Gaceta de Madrid, 12 julio 1847, n. 4683), regulaba el
nombramiento de Agregados, en su Sección Tercera, Del Profesorado
Público, Título Primero, De las diferentes clases de Profesores:
Artículo 71: Los profesores dedicados a la enseñanza de establecimientos
públicos se dividirán en catedráticos y agregados.
Artículo 78: Las plazas de agregados se obtienen solo por Real nombramiento.
Artículo 80: Para ser agregado en una Facultad se requiere:
1º Ser español.
2º Tener 21 años cumplidos.
3º Presentar el título de Regente de 1ª Clase.
Las atribuciones de los agregados se determinaban en el “Reglamento
para la ejecución del Plan de Estudios” del 22 de agosto de 1847. En el
Cuatro años permaneció en el extranjero el comisionado español, durante los cuales recorrió casi toda
Europa, martillo en mano y saco de cuero á la espalda,
buscando en el valle, en la empinada montaña, en el
interior de la caverna ó en el fondo de removido suelo,
la oculta página de la gran historia evolutiva de nuestro
planeta...
Forma singular contraste con tantos afanes y luengas peregrinaciones científicas, el mezquino haber anual de 2.500
pesetas que se le abonaba para manutención y viajes, el
despego con que el Real Consejo de Instrucción Pública
le privó de dos años de antigüedad porque se olvidó de llegarse á la embajada española á tomar posesión de la cátedra
y la indiferencia del Gobierno de la Nación al regalo de
130 cajas, con objetos preciosos de estudio que hizo nuestro
geólogo, pues en recompensa le acusó de haber recogido
sobra de materiales, y con ingratitud que despedazaría el
alma de aquel geomano, en un rincón del Museo de Historia
Natural de Madrid permanecieron los cajones sin destapar
por espacio de muchos años.
En referencia a este último comentario, Barreiro (1992:
apéndice 27) nos ofrece el listado de gastos que presentó
Vilanova, con fecha de 24 de abril de 1854, tras su viaje
por Europa por los siguientes motivos: compra de fósiles o
materiales paleontológicos, de minerales y de libros, mapas y
otros materiales prácticos de enseñanza. Parece ser que hubo
distintos problemas, al menos con la valoración de las colecciones que trajo Vilanova, porque en el Fondo del Museo
de Prehistoria de Valencia (FDJV-MPV 4/11) se encuentra
un documento fechado el 21 de noviembre de 1857 donde
Vilanova reclama el pago de las colecciones, ya que la parte
de libros y mapa sí que se las habían abonado (ver Gozalo,
1993a: 79-83).
El 24 de febrero del año 1852, gracias a los desvelos de
Graells, se creó la cátedra de Geología y Paleontología en el
Museo de Ciencias Naturales, dotada ex profeso para Vilanova
en la Universidad Central, a la que accedió sin oposición, ya
que se consideró que había demostrado su capacidad en anteriores oposiciones (Barreiro, 1992: 228, apéndice 26). A su
vuelta del extranjero, en 1853, se incorporó al Museo como
catedrático, iniciando en 1854 sus enseñanzas. En la documentación depositada en el MPV (carpeta 1/20), se encuentra el
nombramiento de Vilanova como Catedrático de Geología y
Paleontología de la Facultad de Ciencias de la Universidad
Central (R.O. 24 de febrero de 1852), en el verso de este docu-
artículo 174 del Título Quinto, De los agregados (Gaceta de Madrid, 26
agosto 1847), se recogía que “Las obligaciones de los agregados serán:
1) Sustituir a los catedráticos en vacantes, ausencias y enfermedades;
2) Desempeñar los cargos de secretarios, archiveros y bibliotecarios de
facultades; 3) Cuidar y conservar las colecciones y gabinetes cuando no
tuviesen señalados conservadores especiales; 4) Auxiliar a los catedráticos
de las asignaturas en que hubiesen de hacerse experimentos, observaciones,
demostraciones, en operaciones de cualquier género, a fin de proceder
cuanto fuese necesario para las lecciones, siempre que no haya ayudantes
expresamente encargados de aquella obligación o cuando no esté señalado
un modo especial de desempeñarla; 5) Explicar extraordinariamente a los
alumnos o darles repasos cuando así lo prescribiese el reglamento o alguna
otra disposición superior.
9
[page-n-23]
mento se encuentra la siguiente anotación “desde el día diez y
seis de enero de mil ochocientos cincuenta y cuatro en posesión de la cátedra de Geología y Paleontología”. Con fecha
26 de abril de 1857 (FDJV-MPV 1/21) Vilanova obtuvo el
nombramiento de Catedrático de ascenso de la Facultad de
Ciencias.
Este hecho de haber sido comisionado para ampliar estudios
en Europa y luego reincorporarse como catedrático en la Universidad Central no fue un caso aislado en su época. La política científica isabelina de pensionados contempló que Mariano
de Echevarría y Ramón Torres Muñoz de Luna (1822‑1890),
catedráticos de Ampliación de Química en la Facultad de Filosofía de Madrid, así como Antonio Aguilar y Vela (1820‑1882)
y Eduardo Novella (?‑1865), catedráticos de Astronomía Física
y de Observación en la misma la Facultad, fueran pensionados
al extranjero. En el caso de Vilanova, éste tuvo algunos problemas administrativos para acceder a su plaza de catedrático
(ver Pelayo, 1995).
Años más tarde dicha cátedra se dividió en las de Geología
y Paleontología, por real decreto de 23 de septiembre de 1873;20
Vilanova, como catedrático propietario, eligió la de Paleontología, que comenzó a impartir en el año de 1878.
Dentro del Museo, además de dar las clases correspondientes a su puesto, realiza otra serie de funciones, por
ejemplo emitiendo informes sobre consultas realizadas a dicha
institución científica tanto por el gobierno como por particulares (Barreiro, 1992; Aguirre, 1992b). También se incorporó
a otras actividades científicas fuera del Museo; así, a la vuelta
de su viaje de formación, fue nombrado vocal de la Comisión de la Carta Geológica (1849-1858) y Jefe de la Sección
Geológica del Este de España (Ordaz, 1978: 28). Posteriormente esta Comisión, pasó a formar parte de la Junta General
de Estadística, dentro de la cual se establecieron las Brigadas Geológicas (1858-1870), para el desarrollo de la cartografía geológica, que estaban formadas exclusivamente por
ingenieros de minas (ver Muro et al., 1996: 198), de todos
modos Vilanova realizó un estudio geológico de la provincia
de Teruel, que fue remitido en 1862 desde el Ministerio de
Fomento a la Junta General de Estadística para su publicación,
la cual tras diversos avatares fue publicada por ésta en 1870
(ver Gozalo, 1993b, 1996; Muro et al., 1996: 200-201). Sin
embargo, al reorganizarse la Comisión del Mapa Geológico
de España, como una institución independiente, ésta ya fue
integrada exclusivamente por ingenieros de minas, por lo que
ya no tuvieron cabida Vilanova21 ni ningún otro naturalista,
ya que con esta remodelación y, sobre todo, la entrada como
director de Manuel Fernández de Castro (1825-1895) en 1873
en la Comisión del Mapa Geológico, ésta pasó a estar formada
sólo por personal del Cuerpo de Ingenieros de Minas, lo que
produjo algunos roces con los naturalistas que previamente
habían formado parte de la primitiva Comisión del Mapa o de
la Junta General de Estadística, como era el caso de Vilanova
y Graells (ver Capítulo V).
20
21
10
Fecha indicada por Vilanova (1878b) en su Lección inaugural, Barreiro
(1992: 274) indica que se publicó en la Gaceta del 24 de septiembre.
Un problema que permanece sin abordar es la relación entre los naturalistas
universitarios y los ingenieros de minas, que ha marcado más de un siglo
Vilanova también realizó una importante labor docente
fuera de la Universidad, así según Masiá Vilanova
(1975: [3]):
Vilanova y Piera comprendió que hacía falta una caja de
resonancia mayor que la Universidad, que hiciera ver a los
españoles la importancia de estos estudios para el desarrollo científico y económico de la Nación. Y comprendió
que la cátedra fuera de la Universidad iba a ser el mejor
medio para conseguirlo. Son innumerables las conferencias, cursos, etc., que en lugares y ocasiones muy distintas
desarrolló durante su vida, pero merecen mención especial
los cursos dados por él en el Ateneo Científico y Literario
de Madrid. A partir de 1856 y durante veinticinco años
consecutivos su voz se oyó en dicho lugar, ante público
numeroso que gratuitamente asistía para escucharle sobre
geología, paleontología, pozos artesianos y su influencia en
la agricultura, los orígenes de la especie humana y para dar
cuenta de las conclusiones de los Congresos científicos a
los que asistía con toda puntualidad.
También Barberá (1893: 196), se hace eco de esta docencia
y de su actividad divulgadora en pro de las ciencias geológicas
y relacionadas:
... el Ateneo de Madrid fué también su cátedra por espacio
de más de 25 años, donde explicó la geología en sus aplicaciones á la agricultura, á la industria y á la historia; la
Enseñanza de Institutrices le tuvo así mismo por catedrático de Geología y Antropología desde su fundación, y
casi podíamos decir, aunque pareciera hiperbólico, que
su magisterio era continuo, ya que no viajaba sin escribir
instructivas correspondencias científicas, ni desperdiciaba
ocasión para dar conferencias que resultaban tan familiares
como instructivas...
Dentro de este afán docente también, además de las instituciones citadas en el párrafo anterior, ejerció la docencia en otras
instituciones, como la Escuela Especial del Catastro, donde
explicó nociones de física, química y geología agrícola (Muro
et al., 1996: 203).
Otra actividad persistente de Vilanova fue la divulgación
de las ideas científicas por medio de conferencias, tanto
en forma de ciclos, como las que impartió en el Ateneo de
Madrid, como en diversos lugares cuando los visitaba por
múltiples motivos, como por ejemplo las que impartió en
Santander cuando fue a inspeccionar la cueva de Altamira
o en distintas ocasiones en su ciudad natal. Esta costumbre
es puesta de manifiesto por Fernández Caro (1889: 46):
No terminaríamos estos apuntes biográficos si enumeráramos
las conferencias públicas que Vilanova ha dado en Madrid y
en cuantos puntos ha recorrido; misionero de la ciencia, es
de relaciones tensas, y a veces de clara oposición entre ambos grupos (Solé
Sabarís, 1983: 261-262; Sequeiros, 1991).
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para él un deber propagarla. De palabra fácil y elegante, tiene
el secreto de hacerse entender hasta de los menos instruidos;
modesto hasta la exageración, diríase, cuando se le escucha,
que trata de hacerse perdonar el saber tanto.
Una de sus aficiones predilectas fue la de realizar viajes
científicos, de modo que recorrió gran parte de España;
durante los veranos asistía a Congresos, donde quiera que se
celebrasen; visitó una gran parte de Europa y, además, Argelia.
Tomaba parte en la discusión de todos los adelantos científicos y divulgaba los más recientes descubrimientos en los
periódicos, en especial en “Las Provincias” de Valencia, del
cual fue asiduo colaborador , como nos dice entre otros su hijo
Francisco Vilanova (1907: 356), Llorente Falcó (1948a: 177),
y Soler y Salavert (1998).
Una de las labores más destacadas de Vilanova fue la divulgación científica, que realizó tanto por medio de cursos y conferencias como de artículos y libros, y en la que aborda casi todos
los campos de las Ciencias Naturales (Salavert et al., 2007).
Aunque destacó en los campos de la Geología, de la Paleontología, de la Prehistoria y en las discusiones sobre el evolucionismo; no hay que olvidar que también desarrolló esta labor
en algunos campos de la Medicina y de la Biología. En esta
faceta divulgativa, realizada principalmente desde la década de
1860, Vilanova aparece como el portavoz más cualificado de la
“Ciencia oficial” y, además, a diferencia de sus colegas Graells
y Miguel Colmeiro (1816-1901), participa activamente en el
pujante asociacionismo científico español posterior a 1868 (ver
Sala Catalá, 1987: 31).
Pero esta labor hay que enmarcarla dentro de su época. Así,
en España, a partir de la Revolución de 1868, la situación permite que se consolide un periodismo cultural de elevado nivel
y más o menos independiente, en el que se incluye una serie de
artículos que hoy denominaríamos de divulgación científica (ver
Sala Catalá, 1987: 24), un buen ejemplo puede ser los artículos
de Vilanova en revistas como “La Ilustración Española y Americana” o “Crónica Científica”. De todos modos, la existencia de
este periodismo científico, dadas las circunstancias económicas,
estuvo controlado de un modo indirecto por las esferas científicas oficiales, de las que en estos momentos ya formaba parte
Vilanova, como dice Sala Catalá (1988: 171-172):
... en esa época, revistas científicas o de altura cultural sólo
lograban mantenerse con la suscripción del Estado, pero
para ello era preceptivo el permiso de la Academia correspondiente, ...; la Academia de Ciencias, en su sección de
Naturales, se hallaba bien controlada por hombres eminentemente conservadores; como Mariano de la Paz Graells o
Juan Vilanova.
Dentro de esta labor divulgadora una de las cuestiones más
polémicas en la época fueron las ideas de selección natural de
Darwin, ante las que Vilanova siempre se mostró contrario,
22
23
En la sesión del 10-VI-1893, se informó en la Academia del fallecimiento de
Vilanova, y se encargó a Fernández Caro que redactase su biografía. Anales
de la Real Academia de Medicina, 13: 211.
El 30-VI-1893 el Vicepresidente de la Corporación anunció la muerte de
Vilanova en el Boletín de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona,
1 (7): 122.
aunque manteniendo su crítica dentro del plano científico, y
defendió la concordancia entre ciencia y Biblia (ver Capítulo VII y Apéndice VI). Estos planteamientos le supusieron
una fuerte crítica de parte de los científicos más progresistas,
así ya en 1893 Odón de Buen dijo que la postura religiosa a
ultranza de Vilanova le restaba objetividad en determinados
temas, como por ejemplo el de la evolución. Entroncando con
estas cuestiones, uno de los temas que todos sus biógrafos
contemporáneos omiten, es su defensa a ultranza de la autenticidad de las pinturas de Altamira, ya que cuando Vilanova
murió la corriente principal aceptaba la idea de que no eran
prehistóricas, por eso, uno de los mayores descubrimientos de
la prehistoria española le supuso sin ninguna duda el mayor
fiasco de su carrera científica, y le hizo vivir los momentos
más amargos de la misma.
Vilanova también fue miembro de numerosas sociedades
y academias, así de sus nombramientos científicos hay que
destacar que era académico numerario de la Academia de
Medicina desde 1861,22 de la Academia de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales desde 1875 y de la Academia de la Historia
desde 1889; y miembro correspondiente de la Real Academia
de Ciencias y Artes de Barcelona desde 1873.23 La actividad
de Vilanova en las tres primeras se encuentra ampliamente
representada en el Fondo Vilanova del MPV, donde se encuentran numerosas convocatorias de reuniones de las tres academias radicadas en Madrid; así hay documentos relativos a la de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1858 hasta 1893,
de la de Medicina entre 1861 y 1885, y la de Historia de los
años 1891-1893.24
También fue socio fundador de la Sociedad Española de
Historia Natural, de la Sociedad Geográfica de Madrid y de la
Sociedad Antropológica; miembro honorario de la Sociedad
Económica de Amigos del País de Valencia y del Ateneo de
Madrid; así como corresponsal de las Sociedades Zoológica
y Geológica de Francia, la de Anticuarios de Copenhague,
la Helvética de Ciencias Naturales, Sociedad Geológica de
Londres, etc. También recibió algunas condecoraciones,
como la de comendador ordinario de Carlos III y poseía la
orden italiana de la Corona de Hierro y la danesa del Donebrog (ver Vilanova, 1907: 357). En la tabla que se ofrece se
da indicación de los diplomas, premios o nombramientos de
los que se conserva prueba documental en el Fondo Vilanova
del MPV.
Algunas de estas academias y sociedades dieron cumplida
cuenta de su muerte y publicaron notas necrológicas a la muerte
de Juan Vilanova, como fue el caso de la Real Academia de
Medicina (Guadalerzas, 1893; Fernández Caro, 1894), Real
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Merino,
1894), Sociedad Española de Historia Natural (Quiroga, 1893),
Sociedad Geológica de Londres (Hudleston, 1894), y numerosas
instituciones más; todas las referencias encontradas se hallan en
la bibliografía crítica, aunque algunas de ellas no se citan en el
texto dada la parquedad de la información que ofrecen.
24
Estos documentos fueron utilizados por Vilanova para escribir en sus
versos, por lo que se conservan parcialmente y de forma desordenada
como parte de borradores o anotaciones de sus trabajos, ver Ca
pítulo VIII.
11
[page-n-25]
1858, 24 de junio
1859, 1 de diciembre
1860, 8 de enero
1862, 15 de abril
1865, 20 de mayo
1868, 1 de abril
1874, 10 de septiembre
1874, 4 de julio
1877, 23 de enero
1877, 31 de octubre
1881, 29 de abril
1882, 30 de septiembre
1883
1884, 20 de octubre
1884, 26 de mayo
1884, 31 de diciembre
1886, 1 de mayo
1886, 10 de marzo
1886, 22 de agosto
1891, 13 de octubre
Diploma de honor de la Exposición de productos agrícolas de Castellón
Socio correspondiente de la Sociedad Nacional de Medicina y Cirugía de Valencia
Socio de mérito de la Sociedad Agrícola Valenciana
Académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Madrid
Socio titular fundador de la Sociedad Antropológica Española
Socio de Mérito de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia
Socio corresponsal en Madrid de la Sociedad Mexicana de Historia Natural
Socio correspondiente de la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona
Comendador ordinario de la orden de Carlos III
Socio honorario de la Sociedad Española de Hidrología Médica
Socio honorario de la Sociedad “El Fomento de las Artes de Madrid”
Medalla de 1ª clase de la Exposición pedagógica de 1882, concedida por la Sociedad “El Fomento de
las Artes de Madrid”
Gran Maestro dell’Ordine della Corona d’Italia
Diploma de honor del VII Congrès de la Société Géographique de France
Miembro honorario de la Société d’Anthropologie de Bruxelles
Socio de número de la Asociación de escritores y artistas españoles
Socio honorario del Ateneo de Ciencias Antropológicas
Foreing correspondent of the Geological Society of London
Medalla de bronce de la Société Royale de Médecine Publique de Belgique
Miembro de pleno derecho de la Sociedad Imperial de Amantes de la Ciencia de la Antropología y la
Etnografía de Moscú (Fig. 3)
I.4. VILANOVA VISTO POR SUS
CONTEMPORÁNEOS
En un plano más personal, ya establecido en Madrid como
catedrático, contrajo matrimonio en Valencia el día 10 de junio
de 1858 con Francisca de Paula Pizcueta,25 con la que tuvo
cinco hijos (Fig. 4). A pesar de esta residencia en la capital
siempre mantuvo una fiel relación con su patria chica, visitando
todos los veranos a su familia en Valencia, lo que Vilanova aprovechaba normalmente para realizar diversas exploraciones por
toda la región. Además de mantener una relación habitual con
sus paisanos, un ejemplo curioso se nos ofrece en El Almanaque
de Las Provincias de 1900 (Anónimo, 1900), donde se recoge
una anécdota protagonizada por el poeta Querol y otros amigos
que le piden que les invite a una merienda en unos terrenos que
tenía Vilanova próximos a Madrid (ver Apéndice I), gracias a
esta versificada petición de merienda nos enteramos que Vilanova no sólo participó en empresas relacionadas con los pozos
artesianos, sino que también intentó cultivar una huerta cerca
de Madrid e incluso intentó incubar pollos para su comercialización. Estas mismas rimas con la introducción y el final ligeramente modificadas (Apéndice I) fueron publicadas por Llorente
Falcó (1948b), lo que le sirvió para hacer un comentario curioso
(Llorente Falcó, 1948b: 81):
No hay hombre eminente que no tenga sus pequeñas debilidades que unas veces se traducen en rarezas y otras ya
en chifladuras. El sabio geólogo, nuestro paisano don Juan
Fig. 3. Diploma de Miembro de pleno derecho de la Sociedad
Imperial de Amantes de la Ciencia de la Antropología y la
Etnografía de Moscú 1891 (FDJV-MPV 1/24).
12
25
Hija del médico y botánico José Pizcueta, que fuera Rector de la Universidad
de Valencia, para más información sobre este destacado médico y científico
valenciano ver Sánchez i Santiró (1998).
[page-n-26]
saciones y como las animaba sobremanera con las oportunidades de su carácter festivo, siempre dispuesto á bromear,
su compañía resultaba muy agradable.
Bien es verdad que aquellos espíritus exigentes que no comprenden la ciencia más que en tipos de mucho empaque,
con carácter grave, continente apuesto y hablar sentencioso,
parecíales un sabio poco serio; pero Vilanova, que no daba
una higa por la patente que los tales pudieran expedirle,
vivía tan satisfecho con su físico de baja estatura, cráneo
bien conformado, pocas carnes y temperamento nervioso,
que armonizando su constitución robusta, dió de sí con
aspecto de endeblez, una organización sólida que disfrutó
de salud persistente, de actividad duradera hasta los 70 años
y buen humor envidiable y á prueba de contrariedades.
En esta misma línea nos lo presenta su hijo Francisco cuando
dice (Vilanova, 1907: 356): “Como el P. Secchi, Pasteur y Lapparent, demostró gran adhesión á la causa católica; siendo sus ideas
conservadoras en política, si bien apenas figuró en dicho campo”.
Un retrato del hombre (Fig. 5) y de cómo era su vida más
intima nos lo ofrece Fernández Caro, que además de amigo era
su médico de cabecera, en dos momentos distintos, uno todavía
en vida de Vilanova (Fernández Caro, 1889: 46) y uno muy
similar pero dentro de la necrología que publicó en 1894. Así
termina Fernández Caro su esbozo biográfico (Fernández Caro,
1889: 46):
Fig. 4. Foto de la familia Vilanova (ca 1870) (FDJV-MPV).
Vilanova, enamorado de todo progreso científico, al enterarse del invento de la incubadora para sacar polluelos, se
apresuró a adquirir una y ponerla en funciones.
En este mismo artículo Llorente Falcó nos informa que Vilanova era un participante habitual de las tertulias de Las Provincias cuando estaba en Valencia.
Otros aspectos interesantes de su carácter son la gran
adhesión que mostró a la causa católica y sus ideas políticas
de talante conservador, aunque apenas figuró en este campo;
la única incursión según su biógrafo Barberá (1893: 198) fue
su candidatura a las Cortes por Morella en 1884 con el partido
Conservador de Cánovas del Castillo, pero no consiguió el acta
de diputado. Esta manera de ser la resume del siguiente modo
Barberá (1893: 199):
Muy natural encuentro que hombre tan religioso y padre
tan cariñoso, fuese amante de su país. Es lo que suele verse,
cierta mancomunidad entre los afectos á Dios, á la familia y
á la patria. Vilanova sobre ser buen español y recabar para
su nación los prestigios á que es acreedora, fue valenciano
fervoroso y entusiasta del cielo, de las costumbres y sobre
todo del idioma de nuestro hermoso país26, que creía de
obligado empleo siempre que hablaba con sus paisanos.
Esta costumbre daba cierto tono de confianza á sus conver-
26
Chabás (1893: 281) también nos dice que “el valenciano que aprendió en la
cuna” era su lengua familiar.
Fig. 5. Grabado de Vilanova publicado por primera vez en
La Ilustración Española y Americana como ilustración a la
biografía de Fernández Caro (1889). Reproducido el mismo
grabado publicado en el número de 5 de junio de 1891
de la citada revista (FDJV-MPV 4/14).
13
[page-n-27]
Hasta aquí el sabio: dos palabras acerca del hombre. Noble,
honrado, amantísimo de su familia y de sus amigos, su vida
no tiene mancha. Es religioso sin fanatismo; sencillo sin
afectación; benévolo sin debilidad, no tiene más que un
vicio, el del estudio. ¿Qué edad tiene Vilanova? A contar
por la fecha de su nacimientos, es un viejo; á juzgar por su
salud envidiable, por la frescura de su inteligencia, por su
infantil alegría, es un joven. Su hermosa cabeza, con sus
blancos cabellos, revela bondad y dulzura; sus ojos, llenos
de penetración y de vida, despiden destellos de prodigiosa
inteligencia. Vilanova es una organización perfectamente
armónica en lo físico y en lo moral. ¡Quiera Dios que su
vida sea muy larga, para alegría de cuantos le quieren y para
honra de nuestra patria!
La segunda descripción es muy parecida, pero se modifican,
lógicamente, algunas de las descripciones y comentarios (Fernández Caro, 1894: 14):
En su vida privada tuvo un defecto gravísimo. El, tan conocedor del mundo que sus plantas hollaban, no comprendió
la sociedad en que vivía. Modesto por demás, enemigo de
ostentación, sencillo hasta la candidez, nunca pretendió
esos honores que todos aparentan desdeñar y que todos
ambicionan poseer...
De costumbres ejemplares; amantísimo de su familia, que
le recompensaba con creces su cariño, tuvo por únicos
placeres el amor y la paz de su hogar, en cuya intimidad
muy pocos penetraron. Allí lo conocí yo entre librotes y
papeles. Afable, bondadoso, reconocido sobremanera á la
menor atención de sus amigos, su conversación era familiar hasta con sus mismos discípulos: hubiérase dicho, al
oirle, que se avergonzaba de saber tanto. De complexión
delicada, pequeña estatura, flaco de carnes, enjuto de miembros, de temperamento nervioso y fácilmente impresionable, parecía incapaz de soportar trabajos y privaciones:
pocos, sin embargo, aventajábanle en vigor y resistencia,
sin que su salud se resintiera jamás. Descuidado en el vestir,
poco aficionado á esas exterioridades á que la sociedad da
tanto valor, pasó por hombre original y alguna vez sufrió
la mordedura de la crítica, que casi nunca perdona á los
que se rebelan contra la ley imperiosa de la rutina. Sobre
este punto no diré más que una sola palabra: Vilanova ha
muerto pobre...
En cuanto a los últimos años de su vida nos dice Barberá
(1893: 199):
Solamente cedieron su vigor y sus energías al interrumpirse la compensación, por los progresos de la cardiopatía
que venía padeciendo en el invierno del 91 al 92, que accidentalmente contrajo la gripe; por más que la sabia dirección médica de Fernández Caro todavía pudo conjurar
la tormenta y mejorar el enfermo, hasta el punto de que
trasladado á ésta [Valencia] sintió los benéficos efectos de
la atmósfera de nuestras playas en su padecimiento, hasta
el extremo de creerse curado al final de 1892, por lo que
no hubo medio de que desistiera de su regreso á Madrid.
Pero aquel clima con su altura barométrica y la crudeza de
sus inviernos de nuevo trastornó esta organización ya tan
14
quebrantada, llevándole á pasar por todas las penalidades y
sufrimientos que traen aparejadas en su desenlace las enfermedades del corazón.
Todo fué resistido por el ilustre anciano con santa resignación, y cuando le dolía estar ocioso, el que meses hacía
no podía acostarse por los grandes edemas y la disnea,
se ocupó de la publicación de la Memoria geológica de
Valencia, cuyas últimas pruebas corrigió la víspera de su
muerte, la cual fué sumamente tranquila como correspondía
á su vida arreglada...
También, Fernández Caro (1894: 15-16) nos ofrece una vívida
imagen de los últimos años de Vilanova, que es coincidente con
los comentarios de Barberá (1893). Finalmente, como su propio
nieto indica (Vilanova, 1907: 356-357): “Agobiado por la edad
y el trabajo excesivo, falleció en Madrid, el 7 de Junio de 1893,
siendo sepultado en la Sacramental de San Isidro”.
También hay que decir que la figura de Vilanova no siempre
fue tan bien vista por sus contemporáneos, como ya se indica
más adelante participó en distintas polémicas tanto con los
ingenieros de minas como con distintos personajes de ideas progresistas en relación con las cuestiones sobre el origen de las
especies. Aunque tenemos poca información de lo que pensaban
sobre él, recientemente (Rábano, 2006) ha publicado algunas
cartas escritas por Casiano de Prado a Manuel Fernández de
Castro, ambos ingenieros de minas, con los que Vilanova tuvo
distintos problemas (ver Capítulo V). En este caso la opinión
de Prado sobre Vilanova es bastante pobre tal y como se refleja
en una carta de Prado a Fernández de Castro, en relación con la
comisión que debía dictaminar sobre la publicación de una obra
del segundo (ver Rábano, op. cit.: ), en esta carta Prado escribe
textualmente: “Vilanova es hombre malo y no puede vernos a
los ingenieros de minas, aunque tiene un hermano que lo es (por
cierto, uno de los ingenieros pollinos del Cuerpo)”.
En este trabajo de Rábano (2006) se transcriben varias
cartas de Prado a Fernández de Castro, en las que en varias ocasiones se hace referencia a Vilanova, en ningún caso nuestro
biografiado sale bien parado, aunque los comentarios no sean
tan explícitos como en el párrafo citado.
Como parte final de esta pequeña biografía deseamos incluir
algunos párrafos literales de Francisco Quiroga (1853-1894) y
de Lucas Mallada (1841-1921) como representantes, uno de los
naturalistas y otro de los ingenieros de minas, donde resaltan las
características científicas más destacadas de este autor. Así, dice
Quiroga (1893: 134-136), que fue alumno suyo en el Museo,
aunque después se distanció de Vilanova en algunos temas:
Fué nota característica del profesor Vilanova una actividad
incansable que no le abandonó ni aun en la enfermedad cardiaca que le llevara al sepulcro, pues que postrado en un
sillón durante todo el año anterior á su fallecimiento, y en
lucha con pertinaz disnea, dictaba á sus hijos el original, ya
de alguno de los últimos Congresos científicos extranjeros á
que había asistido, ya el de la Memoria geognóstico-agrícola
y protohistórica de Valencia, que ha concluído de imprimirse
después de su fallecimiento, ó arreglaba sus notas para la
descripción geológica de la provincia de Alicante, que llevaba muy adelantada, haciendo además que sus alumnos
fuesen á su casa á recibir sus lecciones de Paleontología, ya
que él se hallaba imposibilitado de ir á darselas al Museo...
[page-n-28]
Por carácter, D. Juan Vilanova gustaba más que de la tranquila y lenta investigación científica, de la propaganda
activa y constante, según muestra la índole misma de la
mayoría de sus publicaciones, pues que al lado de trabajos
de investigación tan notables y concienzudos como las
descripciones geológicas de las provincias de Castellón,
Teruel y Valencia, y los numerosos artículos en que da
cuenta de sus exploraciones geológicas y prehistóricas
por nuestra Península, ... Espíritu abierto á todo progreso
científico, acaso en gran parte, probablemente como consecuencia de los viajes anuales del profesor Vilanova al
extranjero, en los que saliendo de esta atmósfera española
asfixiante por su falta de amor, sentido y movimiento científicos, recibía el aura vivificadora de Europa, le vemos ser
en Geología el paladín constante y decidido del hidrotermalismo, cuando en España no se hablaba de otras causas
que las exclusivamente ígneas en la producción de los
materiales eruptivos de la corteza terrestre; aceptar con
gozo y entusiasmo las primeras investigaciones microlitológicas del Sr. Macpherson y favorecer su prosecución
en el Museo; convertirse en defensor y propagandista
decidido de la prehistoria, una vez que el inolvidable D.
Casiano de Prado hubo llamado la atención allá por los
años 1862 y 63, acerca de los sílex tallados de San Isidro,
y en los últimos años ser de los primeros en Europa en
sostener la existencia indudable en el desarrollo de la civilización humana de un periodo del cobre precursor del
de bronce y primero de la edad de los metales, periodo
que en la actualidad está casi unánimemente admitido. Su
ardor infatigable en la propaganda de las investigaciones
y estudios prehistóricos ha conducido á no pocos descubrimientos prehistóricos en España y abrió á nuestro sabio
consocio en estos últimos años las puertas de la Academia
de la Historia, siendo el primer naturalista miembro efectivo de aquella Corporación.
Por otro lado Mallada (1897: 28 y 43-44), proveniente del
otro gran grupo de practicantes de la Geología, los ingenieros de
minas, y considerado como uno de los paleontólogos españoles
más importantes de esta época le dedica las siguientes frases:
Después de sus memorias de Castellón y Teruel,... no cesó
de ocuparse en los asuntos geológicos de nuestro territorio,
añadiendo infinitas indicaciones y enmiendas de detalle
con que en su cátedra, en la Sociedad de Historia Natural,
en la Geológica de Francia, en los Congresos internacionales y otros centros de reunión, amenizaba las sesiones
con su peculiar y vivo lenguaje. Apareció de 1881 al 84
su Reseña geológica de la provincia de Valencia, redactada
por el estilo de sus dos anteriores, de no tanta importancia
en el concepto paleontológico, cuanto en el de la novísima
ciencia prehistórica...
... Tenía Vilanova, como sabéis, todas las condiciones de
un apóstol de la Ciencia: aquel celo, aquel afán incansable de escudriñar todos los rincones de los estudios de
su predilección; aquel apego á investigar con multiplicadas y rápidas excursiones cuantas novedades pequeñas
ó grandes llegasen á sus oídos; aquella predicación incesante, á veces bulliciosa, de sus doctrinas; aquella codiciosa pasión por revisar cuantos ejemplares ú objetos le
sirvieran para aclarar sus conocimientos, para publicar sus
invenciones, para ilustrar ó deleitar á sus oyentes. Laboriosa y fructífera fué la vida de tan insigne maestro, y, al
arrebatarlo de nuestro lado, dejó la muerte un vacío que
ni se ha llenado hasta la fecha, ni se ven señales de que se
vuelva á llenar en nuestro tiempo.
I.5. VILANOVA, Recuperación de una figura
La figura de Juan Vilanova y Piera, como muchas otras de la
ciencia española, ha llamado poco la atención durante muchos
años, a pesar de ocupar un puesto destacado en la ciencia española de la segunda mitad del siglo XIX y haber sido uno de
los introductores de los estudios prehistóricos en España, destacando su defensa de la autenticidad de las pinturas de Altamira.
Sin embargo, en los últimos 20 años su figura se ha recuperado,
al menos a nivel de los especialistas, no así a nivel del gran
público. Además, un personaje tan complejo por sus variados
intereses científicos implica la necesidad de estudiarlo desde
distintos campos de la ciencia, como ya indicaba en su tesis
doctoral Mariano Ayarzagüena (1992: 1067):
Juan Vilanova y Piera fue un auténtico polígrafo: prehistoriador, geólogo, paleontólogo, agrónomo y médico.
Entendió todas estas actividades como un conjunto, por
lo que sería parcial la ejecución de una labor crítica de su
trabajo desde sólo una de estas ciencias, valorando únicamente la correspondiente a la preparación e inquietudes del
biógrafo, en este caso la Prehistoria, y marginando las otras
facetas de su actividad.
De acuerdo con esta complejidad del personaje han ido apareciendo trabajos puntuales sobre Vilanova o algo más amplios,
en todos ellos nos hemos basado para realizar este trabajo,
merece la pena destacar que en la actualidad es considerado
como “padre” e introductor de varias disciplinas científicas en
España, como la prehistoria, hidrogeología, y defensor de conceptos tan importantes como el de la edad del Cobre o la autenticidad de Altamira en prehistoria.
A modo de resumen de este primer capítulo podemos decir
que Vilanova fue un de lo representantes más destacados de la
generación intermedia de científicos españoles del XIX; quienes
abrieron el camino para una de las etapas más brillantes de la
ciencia española. Su labor destaca como introductor de la geología y paleontología en la universidad española, al margen de
los indudables dominadores de estas disciplinas en España que
eran los ingenieros de minas. Dentro de su dedicación a la geología destaca su defensa de los aspectos aplicados relacionados
con la agricultura y, sobre todo, con la búsqueda de aguas subterráneas por medio de los pozos artesianos. Sin olvidarnos de su
labor de reconocimiento del territorio a través de sus memorias
provinciales de Castellón, Teruel y Valencia, con el descubrimiento de numerosos yacimientos fosilíferos, siendo el primero
en citar el hallazgo de dinosaurios en España.
Su otro gran campo de acción fue la prehistoria, o protohistoria como el prefería llamar, que ya se ha comentado, pero
cuya labor esta siendo analizada en más detalle como muestra el
análisis hecho por Moro y Pelayo (2010) como precursor de los
estudios sobre pinturas rupestres.
15
[page-n-29]
Toda esta labor fue complementada con una puesta al día
continúa y un conocimiento exhaustivo de todo lo que estaba
ocurriendo fuera de España sobre estas materias. Que luego
eran adecuadamente divulgadas en forma de libros y conferencias, pero siempre filtradas de acuerdo con su ideología de
corte conservador y su profunda religiosidad. Hay que decir que
16
siempre intentó polemizar utilizando argumentos científicos y
siempre desde una moderación, generalmente mal entendida
tanto por sus oponentes como por sus correligionarios que lo
consideraban demasiado tibio en sus ataques. Desde este punto
de vista hay que considerarlo como un científico íntegro cabal
con su tiempo y sus ideas.
[page-n-30]
II
PERIPLO EUROPEO DE VILANOVA Y LA CONCESIÓN
DE LA CÁTEDRA DE GEOLOGÍA Y PALEONTOLOGÍA
II.1. conocimientos previos de Vilanova
Como ya se ha visto en el capítulo anterior, la formación
de Vilanova como naturalista sólo incluía la mineralogía como
materia relacionada con la geología, por lo que podemos intuir
cuál era su bagaje geológico previo a su periplo europeo por
sus conocimientos mineralógicos. En este caso se dispone de un
documento excepcional como es su ejercicio de oposición a la
Universidad de Oviedo, que trató sobre el concepto de especie
mineral y que permite hacerse una idea, por lo menos, de cuales
eran las fuentes que conocía y hasta que punto se había asimilado las teorías más modernas de la mineralogía dentro de
la Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde estudió esta
materia con Donato García (ver Gozalo et al., 2004c) y, también, de manera sucinta, repasar la enseñanza de la mineralogía
en Madrid hacia la mitad del siglo XIX.
El ejercicio que le tocó en suerte defender a Vilanova en
su oposición a la cátedra de Historia Natural de la Universidad
de Oviedo fue: Dar una idea general, pero breve, acerca de
la teoría y objeto de la clasificación de los seres naturales,
extendiéndose más en manifestar los fundamentos de una buena
clasificación mineralógica, demostrándolo con los ejemplos
necesarios y oportunos de la cuestión;1 en el Apéndice II se
ofrece una trascripción del texto presentado por Vilanova en
este ejercicio.
II.1.1. Análisis del ejercicio de oposición de Vilanova a la
Universidad de Oviedo: concepto de especie mineral
El ejercicio lo divide en cuatro partes: la primera la dedica al
significado del término Clasificación; la segunda, la titula División de la Clasificación, trata sobre los distintos tipos de clasificación; la tercera, Principios generales de toda Clasificación,
comenta las bases para establecer una clasificación; y la cuarta
titulada Fundamento de una buena clasificación mineralógica.
De este esquema se puede colegir que las tres primeras partes
1
A.G.A., E.C. 16.928. “Juan Vilanova y Piera. Expediente personal”. El
manuscrito del ejercicio de oposición de Vilanova a la cátedra de Historia
son de carácter teórico y filosófico y que sólo la última esta centrada en los conceptos de mineralogía. De todos modos, este
último apartado sigue siendo muy teórico, de donde se intuye
que Vilanova simplemente está recitando la información que
tiene, pero realmente no cuenta con un conocimiento práctico
en mineralogía. Esta última parte, también está subdividida en
cuatro partes, que las titula: De la especie en Mineralogía, Fundamento y Nomenclatura general, Fundamento y Nomenclatura
especial, y Fundamento y Valor respectivo de los caracteres.
Concepto de clasificación
Como ya se ha comentado, las tres primeras partes del ejercicio están dedicadas a comentar y explicar el concepto de clasificación con el que trabaja Vilanova, y por ende, el que sería
más habitual en la época. La clasificación sería simplemente una
ordenación de los objetos que se están investigando; las clasificaciones pueden ser artificiales y naturales. Éstas se habrían ido
desarrollando junto con los conocimientos del propio ser humano,
primero serían una mera descripción, luego una definición y por
último una clasificación propiamente dicha. Dentro de las clasificaciones las más básica serían de tipo empírico, en las que la
ordenación sería arbitraria de acuerdo con un criterio externo, por
ej. el orden alfabético. Luego ya se pasaría a clasificaciones de
tipo racional, en las cuales la ordenación sería de acuerdo con las
características de los objetos estudiados; éstas, a su vez, se pueden
subdividir en tres tipos:
- Clasificaciones prácticas, cuando la ordenación se realiza
de acuerdo con sus usos o sus propiedades.
- Clasificaciones artificiales o sistemas, cuando la ordenación se realiza mediante algunos caracteres, tomados más o
menos al azar. Este tipo sería el más utilizado en la Historia
Natural.
- Clasificaciones naturales o métodos, cuando la ordenación
se realiza mediante un número elevado de caracteres seleccionados de los propios objetos, es el tipo preferible de clasificación.
Natural de la Universidad de Oviedo ocupa 33 páginas y está fechado en
Madrid el 2 de marzo de 1849.
17
[page-n-31]
Otra cuestión es que para poder realizar una clasificación,
ya sea artificial o natural, hay que establecer una unidad, que en
el caso de la Historia Natural sería la especie. Además, también
hay que establecer un orden jerárquico que permita la subdivisión de la clasificación, y por último establecer una nomenclatura adecuada en función de lo que se este clasificando.
En el trabajo Vilanova ofrece dos definiciones de especie, según
pertenezca al reino inorgánico (“grupo de minerales compuestos de
los mismo elementos combinados en proporciones exactamente
iguales”), o al reino orgánico (“tipo dado de organización que se
repite en el tiempo y en el espacio por medio de la generación”).
Luego siguiendo el sistema linneano propone una subdivisión en
categorías (Universo, Imperio, Reino, Tipo, Clase, Orden, Tribu,
Familia, Género, Especie, Raza, Variedad e Individuo). La siguiente
fase consistiría en dotar al objeto de estudio de una nomenclatura
“que asigne una idea a cada ser por medio del nombre”, esto es, dar
un nombre a cada una de las especies reconocidas.
Conceptos mineralógicos
En el apartado 4º de su memoria va a introducir los conceptos mineralógicos vigentes en su época, y los va a desarrollar en cuatro partes, de acuerdo con los criterios generales que
había comentado previamente.
De la especie en Mineralogía, primero comenta que algunos
autores asumen la continuidad y homogeneidad de los materiales, por lo que sólo habría individuos y no especies. Este
punto de vista no es aceptable para Vilanova, ya que el estudio
de la composición de los minerales muestra que ésta siempre
es la misma para cada tipo de mineral, lo que unido a la cristalización sería indicativo de que realmente existen las especies
mineralógicas.
A continuación da las definiciones de especie mineral utilizadas por Werner (“una misma especie [serían] todos los fósiles
[en el sentido de minerales] cuya composición química no difiriese
esencialmente”) y Haüy (“las mismas especies deben cristalizar
bajo una misma forma primitiva o fundamental y nunca incompatible”), comenta que la definición de Haüy ha sido socavada
por el descubrimiento del dimorfismo (polimorfismo en el sentido
actual). Cuestión analizada por Berzelius, cuyos criterios químicos
eran seguidos por una mayoría de autores, excepto la escuela de
Mohs y Rose (alumnos de Werner); la definición de Berzelius sería
“especie mineral es el conjunto de cuerpos inorgánicos compuestos
de unos mismos elementos y asociados en las mismas proporciones”. Para Vilanova esta definición supone confundir la especie
química con la mineralógica, introduciendo los comentarios de
Dufrenoy sobre el hecho de la existencia del isomorfismo. Finalmente, Vilanova considera que la definición de Dufrenoy es la más
adecuada: “[especie mineral] es la reunión de individuos con frecuencia desemejantes por sus caracteres exteriores, pero asociados
entre si por una composición química idéntica”.
Fundamento y Nomenclatura general, en este apartado plantea
la necesidad de adoptar distintas divisiones. Primero expone las
propuestas realizadas por Mohs, de acuerdo con los caracteres
exteriores y físicos, o por Necker, en función de las morfologías
primitivas y derivadas de los cristales; pero no expone sus nomenclaturas ya que considera que son “sistemas muy poco adoptados”.
El sistema que va a comentar es de tipo químico, pero utiliza
la misma escala utilizada por Linneo para los seres vivos (orden,
género, especie), aunque el número de divisiones será menor ya
que la separación entre los distintos minerales es más nítida que
18
entre los seres vivos. Las agrupación de especies minerales en
géneros, según Werner, se haría por caracteres exteriores, físicos
y geológicos; mientras que para Haüy y autores posteriores esta
agrupación se haría más por caracteres químicos, aunque en este
caso hay distintas propuestas. Así, Haüy considera característico
del género el elemento electropositivo, y la subdvisión en especies
sería en función del elemento electronegativo, por el contrario para
Beudant y Berzelius sería justo al revés. Finalmente hay una tercera escuela, la de Brogniart y Dufrenoy, que utilizan los elementos
electropositivos para la clasificación de los metales y los elementos
electronegativos para clasificar las “tierras, sales y piedras”. Esta
última es la clasificación que Vilanova considera más adecuada.
Fundamento y Nomenclatura especial, el fundador de la
mineralogía sistemática había sido Werner, quien estableció una
serie de nombres para designar a los minerales, donde incluía el
nombre de la especie en alemán y un nombre binario en latín,
que indicaban el género y la especie, utilizando la nomenclatura binaria que había propuesto Linneo para los seres vivos. De
todos modos, fue Haüy quien desarrolló la verdadera nomenclatura mineralógica “pues, fundada en los principios de la química
supo no obstante, hacerlos puramente mineralógica tomando
por radical de sus dobles nombres el elemento electropositivo
que expresaba para él el género, completando la expresión por
el electronegativo”. Para Vilanova ésta es la mejor nomenclatura “pues la univoca de Beudant y Brogniart y la Química de
Berzelius son desfavorables a la ciencia; la una por no darnos de
simple lectura la idea de la especie a que se refiere; y la otra por
querer ingerirla hasta en propio lenguaje [a la química]”, lo que
suponía rebajar la importancia de la mineralogía como ciencia.
Fundamento y Valor respectivo de los caracteres, en esta
cuestión versa principalmente sobre el estudio y descripción de
los minerales, para lo cual se debería unificar los caracteres a utilizar y adoptar un orden de descripción. Así, por ejemplo, hay
autores como Mohs que habían desechado todos los caracteres
químicos y el resto los había ordenado según sus preferencias. Por
otro lado, Werner se había decantado por los caracteres externos
y físicos, mientras que Haüy prefería los cristalográficos, en esta
misma línea estaba el trabajo de Necker quien llegaba al extremo
de considerar una sustancia como dos especies distintas siempre
que apareciera bajo dos formas secundarias, Vilanova pone como
ejemplo la pirita de hierro cúbica y la dodecaédrica. Mientras
otros autores como Berzelius, Brongniart, Beudant, etc, dan preferencia a los caracteres químicos sobre los físicos. Por último,
comenta la necesidad de unificar los nombres, ya que se da el caso
en que un mismo mineral puede ser conocido por multitud de
sinónimos en la misma lengua, lo que crea bastantes problemas.
El ejercicio lo termina ofreciendo un pequeño resumen de
lo que había expuesto previamente y finaliza comentado cual
sería el sistema ideal de clasificación mineralógica para él: “me
atrevería a decir que a mis cortos alcances la mejor clasificación
mineralógica podría ser, la que reuniese, a la agrupación filosófica de las especies de Brogniart, una nomenclatura como la de
Haüy y un modo de considerar los caracteres como el de Werner
y Dufrenoy.”
Autoridades citadas en el ejercicio
Es realmente interesante ver la lista de autores que se van
citando en el texto, así como los comentarios sobre algunas de sus
ideas, lo que permite saber la consideración que tenía Vilanova
sobre los mismos y, posiblemente, sus maestros. Curiosamente en
[page-n-32]
el ejercicio no se cita a ningún autor español, ni siquiera a Donato
García, que fue su profesor en el Museo de Ciencias Naturales.
En las tres primeras partes del ejercicio, al hablar sobre las
clasificaciones, cita a Carl von Linné (1707-1778), Augustin
Pyramus de Candolle (1778-1841) y Pierre-Armand Dufrenoy
(1792-1857). Linneo aparece como el autor de referencia a la
hora de plantear cualquier cuestión sobre clasificación en Historia Natural.
En la parte de clasificación mineralógica las referencias a
distintas autoridades es más prolija, habiendo citas en todas las
subdivisiones. De todos modos, el número de autores citados es
pequeño y se puede agrupar en dos grandes conjuntos, los pertenecientes a la escuela werneriana, como son el propio Abraham
Gottlob Werner y sus alumnos Friedrich Mohs (1773-1857), su
sucesor en Freiberg, y Johan Friedrich Wilhelm Widenmann
(1764-1798), o formados dentro de estas ideas como Gustav
Rose (1798-1873). Por otro lado, esta la escuela francesa con
Just Haüy (1743-1822) y su alumno François Sulpice Beudant
(1787-1850), Alexandre Brongniart (1770-1847) y Dufrenoy. Por
último, y siempre con referencias más críticas, está el sueco Jöns
Jacob Berzelius (1779-1848), que fue uno de los impulsores de
los estudios sobre el isomorfismo y polimorfismo en los minerales, conceptos a los que se opuso frontalmente Haüy, a pesar
de que su alumno Beudant ya había puesto de manifiesto la existencia del polimorfismo, aunque éste no publicó sus hallazgos
por ir en contra de las ideas de su maestro (Amorós, 1978: 202),
en este elenco de figuras se hecha en falta Eilhard Mitscherlich
(1794-1863), quien trabajando con Berzelius llegó finalmente a
demostrar fehacientemente la existencia del isomorfismo y del
polimorfismo en la década de los años 20 del siglo XIX (Amorós,
1978), así como cualquier referencia a autores anglosajones. Otro
autor citado es el ginebrino Louis Albert Necker (1786-1861),
que estudio en Ginebra y Edimburgo, donde conoció tanto las
teorías werneriana como huttonianas, y propusó un sistema de
clasificación mineralógica basado exclusivamente en los caracteres cristalográficos, oponiéndose rotundamente a utilizar los
caracteres químicos en la clasificación mineralógica.
Las primeras clasificaciones mineralógicas
Para poder contextualizar adecuadamente el ejercicio de
oposición, así como las autoridades citadas, se hace necesaria
una breve reseña de las clasificaciones mineralógicas imperantes en la primera mitad del siglo XIX.
Una de las primeras clasificaciones mineralógicas fue la
de Werner de 1773, quien se basó en los caracteres externos,
aunque también se tenía muy en cuenta la composición. Posteriormente, Haüy en 1800 desarrolló una clasificación basándose
exclusivamente en la morfología externa y la estructura de los
minerales como caracteres definitorios, para él, a cada morfología cristalina le correspondía también una composición concreta. Por último Mohs desarrollo un método de clasificación en
1820 basado también exclusivamente en la morfología externa
de los minerales, sin tener para nada en cuenta la composición
de los minerales; este sistema fue seguido en España por Rafael
Amar de La Torre (1802-1874) en la Escuela de Minas, quien en
un artículo de 1838 pondera el sistema de Mohs como el mejor
conocido para el estudio científico de los minerales.
Las propuestas de clasificación basadas exclusivamente en la
morfología externa (cristalografía) pronto tropezaron con grandes
inconvenientes cuando se empezaron a descubrir los minerales
isomorfos y polimorfos. De este modo, Haüy rechazaba la noción
de isomorfismo introducida por Mitscherlich en 1818, aunque
este hecho previamente había sido descubierto por Beudant. Sin
embargo, estas ideas sobre el isomorfismo fueron acogidas sin
reservas por el químico Berzelius.
La clasificación de Haüy dominó Francia hasta la muerte de
éste. Posteriormente, en 1830, Beudant propuso otra clasificación,
en la cual, además de los caracteres cristalográficos, se tenía en
cuenta algunos aspectos químicos. Poco después, fue Brogniart
quien en 1833 propuso un cuadro de distribución de las especies
minerales de carácter mixto desde un punto de vista más químico.
Finalmente, en 1845, Dufrenoy esbozó una nueva clasificación
mucho más próxima a la de Haüy, pero introduciendo las modificaciones que implicaban fenómenos tales como el isomorfismo
y el polimorfismo.
II.2.1. Libros y enseñanza de la Mineralogía en Madrid a
finales de la primera mitad del siglo XIX
En esta época los dos centros más importantes donde se enseñaba Mineralogía eran el Museo Nacional de Ciencias Naturales,
dependiente de la Universidad Central, y la Escuela de Minas. Los
encargados de estas materias eran Donato García (ver Azpeitia,
1924), Catedrático de Mineralogía de la Universidad Central, y
Amar de la Torre (López de Azcona, 1986), profesor de Mineralogía y Geognosia en la escuela de Minas.
Donato García fue el sucesor de Christian Herrgen (17601816) en la cátedra de Madrid en 1816, puesto que ocupó hasta
su jubilación en 1854. Herrgen era seguidor de las ideas de
Werner, y tradujo al español la Orictognosia escrita en alemán
por Widenmann (ver Ordóñez, 1999). La actividad y enseñanza
de Herrgen en Madrid ha sido estudiada por Parra y Pelayo
(1996). La docencia de Donato García, durante casi 40 años, se
fundo básicamente en los trabajos cristalográficos de Haüy y las
ideas de Werner (Barreiro, 1992). Este mismo autor recoge que en
1827 los alumnos seguían las clases con apuntes manuscritos del
propio Donato García, por la falta de textos en español, también
indica que ese año se compraron para el museo obras de Beudant y Brongniart. En 1843, Antonio María de Cisneros y Lanuza
publicó unas Lecciones de mineralogía, que fueron elaboradas
a partir de las explicaciones de Donato García, donde ofrecen la
siguiente definición de especie mineral (op. cit.: 6): “colección de
cuerpos idénticos por la naturaleza, proporciones y disposición
de sus elementos, cualquiera que sea la forma que ofrezcan”, esta
definición básicamente coincide con la de Haüy; además la colección de minerales del Museo estaba clasificada de acuerdo con el
sistema de Haüy (ver Calvo Rebollar, 1999: 127).
Por otro lado, en la Escuela de Minas Amar de la Torre fue el
profesor encargado de la mineralogía desde 1835 hasta 1850. Al
trasladarse la Escuela de Minas y crearse en cuerpo de Ingenieros
de Minas en 1833, uno de las cuestiones que se plantearon fue
la necesidad de formar profesorado, siendo pensionados varios
ingenieros para estudiar en Freiberg, uno de ellos fue Amar de la
Torre, donde se formaron en las ideas wernerianas (Maffei, 1877),
y de Mohs, su sucesor en la cátedra. Los textos seleccionados por
Amar para su docencia fueron la Orictognosia de Andres del Río
(1764-1849), y las clasificaciones de los minerales se realizaron
de acuerdo con el sistema de Mohs (ver Amar de la Torre, 1838).
Los tratados en castellano sobre mineralogía que se publicaron en la primera mitad del siglo XIX son muy pocos, y la
19
[page-n-33]
mayoría son traducciones de libros franceses (ver Calvo Rebollar, 1999). Además del ya citado de Cisneros y Lanuza, merecen
la pena destacarse la traducción de la tercera edición del Manuel
de Minéralogie de Charles Félix de Blondeau, refundido y
aumentado por Anselme Gretan Desmaret y Jean-Sébastien
Eugène Julia de Fontenelle, de 1827, realizada por Santiago de
Alvarado y de la Peña en 1832 bajo el título El reino mineral, ó
sea la Mineralogía en General y en particular de España, donde
se traduce y resumen esta obra, y se incorpora una segunda parte
dedicada a la información sobre España obtenida de las obras
de Guillermo Bowles (1775) y A. Pérez Domingo (1831); la traducción del Tratado elemental de mineralogía moderna de M.
Joseph Odolant Desnos (1843), realizada por Baltasar Anduaga
Espinosa, en el cual ya se utiliza la clasificación de Beudant
en función del elemento electronegativo; por último, el Tratado
elemental de mineralogía de Francisco de Luxán (1845), quien
ordena los minerales de acuerdo con la clasificación de Brongniart (ver Maffei y Rua, 1871-1872).
Por último, el ya citado artículo de Amar de la Torre (1838),
nos informa del conocimiento que se impartía en la Escuela de
Minas. El artículo comienza con una pequeña reseña histórica
sobre la utilidad y clasificación de los minerales, donde cita
numerosos autores desde Avicena hasta Werner y Haüy. A continuación dedica varias páginas a comentar la clasificación y división de la mineralogía según Werner, en las que crítica el uso de
la composición química para la clasificación, y el poco uso de
los aspectos cristalográficos, aunque, alaba su parte descriptiva.
De modo coherente, ensalza el uso de la morfología cristalina
en la clasificación por parte de Haüy, aunque en esta clasificación también se hace referencia a la composición. Finalmente,
se centra en la clasificación de Mohs de 1820, que le parece la
mejor ya que es exclusivamente cristalográfica, y en ella no se
tiene en cuenta para nada la composición de los minerales, y
dedica el resto del artículo a exponer esta clasificación.
A modo de conclusión de este apartado se puede decir que Vilanova, antes de iniciar su periplo europeo, tenía conocimiento de
cuales eran las teorías más en boga sobre la clasificación mineralógica, así como las controversias en cuanto a la utilización de un
criterio químico, cristalográfico o mixto en Europa. Su posición en
cuanto a la clasificación mineralógica es ecléctica, aunque se alinea
con los sistemas de la escuela francesa de mineralogistas, frente a
Amar de la Torre, seguidor de las ideas wernerianas, y afirma que
una buena clasificación mineralógica debe tener en cuenta tanto
los aspectos cristalográficos como los composicionales, de acuerdo
con las propuestas de Brongniart y, sobre todo, Dufrenoy, aunque
con preferencia de los aspectos cristalográficos; también muestra
un cierto rechazo a la escuela más química encabezada por Berzelius, aunque conoce la cuestión del polimorfismo y es consciente de
las implicaciones que conlleva respecto a la clasificación de Haüy.
Teniendo en cuenta que Vilanova oposita recién terminado su doctorado en Ciencias Naturales, los conocimientos que tenía básicamente debían de ser los que le había impartido Donato García en
el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, lo que indica que éste,
al menos desde un punto de vista teórico, se encontraba perfectamente informado de las teorías mineralógicas que se estaban proponiendo en esos momentos, aunque la inclinación hacia la escuela
2
20
El viaje de Vilanova en la primera edición del libro de Barreiro (1944) ocupa
las páginas 237‑268. En la edición de Doce Calles de 1992 ocupa las páginas
francesa, y más concretamente hacia Haüy es evidente, este sesgo
favorable hacia la escuela francesa posiblemente también lo tendría en su formación geológica, lo que también explica por qué se
elige Francia como lugar básico para que amplíe sus conocimientos
geológicos, y no Freiberg (Alemania) lugar preferido por los ingenieros de minas.
II.2. Vilanova pensionado en Europa (1849‑1853)
Vilanova fue pensionado con una dotación de 6.000 reales e
inició su viaje de ampliación de estudios por Europa a comienzos
del mes de noviembre de 1849, dirigiéndose en primer lugar a
Francia, que se convirtió en su centro de operaciones. Disponía
de cartas de recomendación de Graells y de Pérez Arcas que le
permitieron entrevistarse con científicos franceses y le abrieron
las puertas de los círculos científicos.2
El 13 noviembre 1849 Vilanova llegó a Bayona, donde entró
en contacto con algunos comisionados del Museo, como el especialista en coleópteros Edouard Perris (1808-1878) e inició la
correspondencia con Graells. De ahí siguió hacia Mont de Marsan,
donde coincidió con Léon Dufour (1780-1865), médico francés
que había sido iniciado en el estudio de la Entomología por Pierre
André Latreille (1762-1833), y que había entrado en España con
las tropas de Napoleón en 1808.
Fig. 6. Retrato de Juan Vilanova y Piera (ca. 1850), publicado
en Bonet et al. (2006; FDJV-MPV D/3.285).
215‑234. Una parte importante de la información vertida en este capítulo procede de este libro, por lo que cuando no se indique nada la fuente es esta obra.
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El 18 noviembre de 1849 Vilanova llegó a París (Fig. 6).
En la capital francesa, se presentó al general Joachim-FrançoisPhilibert Julien Feisthamel (1791-1851), mariscal de campo
retirado del ejercito francés, que había participado en la campaña de España de 1821‑1823. Aficionado a la Entomología,
Feisthamel había sido uno de los fundadores en 1832 de la
Sociedad Entomológica de Francia y fue quien le puso en contacto con Isidore Geoffroy de Saint‑Hilaire (1805-1861), encargado de la cátedra de zoología (aves y mamíferos) del Museo de
Historia Natural de París.
Gracias a Geoffroy Saint‑Hilaire, quien le invitó a las reuniones que tenían lugar los sábados por la tarde en su casa, Vilanova conoció a los entomólogos franceses Félix Edouard Guérin
Meneville (1798-1874) y Charles Brisout de Barneville (18221893). El primero era un especialista en sistemática de insectos,
que había estudiado en el Museo parisino y que enseñaba Entomología en el Colegio de Francia. Por su parte, Brisout de Barneville, que trabajaba en ortópteros, pertenecía a una familia de
entomólogos constituida por su padre y sus hermanos Louis y
Henri. Años después, entre 1862 y 1865, Brisout de Barneville
recolectará ejemplares de coleópteros en los Pirineos y España.
Además estaban interesados en obtener material procedente de
España, por lo que Vilanova comunicó a Graells el interés de
estos entomólogos franceses por intercambiar ejemplares con el
Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Por último, y gracias a
una carta de presentación de Graells, Vilanova entró en contacto
con un tercer entomólogo francés: Louis-Alexandre-Auguste
Chevrolat (1799-1884).
Estos contactos permitieron que Vilanova fuera admitido
como miembro en la Sociedad Entomológica de Francia, el 8 de
enero de 1850, presentado por Feisthamel y Chevrolat y por un
tercer miembro Léon Fairmaire (1820-1906). Los dos primeros
eran corresponsales de Graells y, junto con Guerin Meneville,
habían fundado la Sociedad en 1832, de la que, al año siguiente,
Graells había entrado a formar parte.
Parece evidente que las intensas relaciones que se dieron
a lo largo de la primera mitad del siglo XIX entre entomólogos franceses y españoles, y en particular los buenos oficios
de Graells, posibilitaron la buena acogida de Vilanova entre la
comunidad científica parisina. Además, como veremos, con las
cartas de recomendación proporcionadas por Graells, Mateo
Orfila (1787-1853) y por el Director General de Instrucción
Pública Antonio Gil de Zárate (1793-1861), consiguió un trato
más estrecho con paleontólogos y geólogos franceses, como
Prevost, Dufrenoy, Bayle y Ch. D’Orbigny.
Pero en este apartado también ayudó Geoffroy Saint‑Hilaire,
quien le proporcionó a Vilanova cartas de presentación, dos para los
profesores de ciencias geológicas del Museo de Historia Natural,
esto es, Pierre-Armand Dufrenoy (1792-1857), catedrático de
mineralogía desde 1847, y Pierre-Louis-Antoine Cordier (17771861), encargado de la cátedra de geología desde 1819, y una
tercera para Jean-Baptiste-Armand-Louis-Léonce Elie de Beaumont (1798-1874), profesor de geología en la Escuela de Minas.
Como resumen podemos decir que Vilanova desde sus
primeros momentos en París se relacionó con la élite de
la geología y entomología francesa, no sólo como alumno
si no como un colega más (lo que en la actualidad sería una
3
estancia postdoctoral). Esta posición le permite acceder no
sólo a una formación teórica y práctica avanzada, si no también a programar y realizar una serie de excursiones a distintos lugares de Francia, Suiza e Italia con los mejores especialistas en la geología regional, lo que le convertirán en un
avezado geólogo de campo y buen conocedor de los terrenos
mesozoicos y cenozoicos, lo que le será de gran utilidad a la
hora de realizar sus estudios regionales en el levante español.
II.2.1. La enseñanza de las ciencias de la Tierra en París
a mediados del siglo XIX
A la llegada de Vilanova a París, en torno a 1850, existían
en la capital francesa tres instituciones científicas en donde se
impartían las enseñanzas de las diversas disciplinas de la historia natural y de las ciencias geológicas:
- La Escuela de Minas, en donde ya se ha comentado que Elie
de Beaumont enseñaba geología; Henri de Sénarmont (1808-1862)
impartía desde 1842 la mineralogía, y Émile Bayle (1819-1895),
especialista en estratigrafía y en moluscos fósiles, era el encargado
desde 1846 de la enseñanza de la paleontología (Aguillon, 1889).
- El Museo de Historia Natural, al que pertenecía el Jardín
de Plantas, y en donde (además de los ya citados Geoffroy de
Saint‑Hilaire, Dufrenoy y Cordier) Constant Dumeril (17741860) era el encargado desde 1825 de la enseñanza de la parte de
la zoología que trataba del estudio de los reptiles y peces, Achille
Valenciennes (1794-1856) impartía desde 1832 el curso de Historia Natural correspondiente a anélidos, moluscos y zoofitos y,
por fin, Marcel de Serres (1780-1862), un paleontólogo profesor
de mineralogía y geología de la Universidad de Montpellier, que
impartía un curso de antropología en el Jardín de Plantas.3
- La Universidad de la Sorbona, en donde Gabriel Delafosse
(1796-1878), discípulo de mineralogistas como René‑Just Haüy
(1743-1822) y François Sulpice Beudant (1787-1840), era el
responsable de la enseñanza de la mineralogía (posteriormente,
en 1857, a la muerte de Dufrenoy le sustituirá en la cátedra de
esta disciplina en el Museo) y Constant Prevost (1787-1856)
enseñaba la geología (Haug, 1904).
Vilanova se matriculó en diversos cursos de estas instituciones, intentando compatibilizar los horarios de las diferentes
clases. Durante el invierno de 1849‑1850 Vilanova siguió los
cursos de geología de Elie de Beaumont en la Escuela de Minas
y de Cordier en el Jardín de Plantas; de paleontología de Bayle
en la Escuela de Minas, único curso de esta ciencia que se daba
en París; de mineralogía de Delafosse en la Sorbona y de Senarmont en la Escuela de Minas. En el segundo semestre, asistió
a la continuación del curso de Elie de Beaumont que daba en
el Colegio de Francia, que duraba hasta el mes de agosto; fue
discípulo en la Sorbona de Prevost y de Claude Pouillet (17911868), quienes impartían respectivamente geología y física, y
asistió al de mineralogía de Dufrenoy en el Museo de Historia
Natural. Durante el primer semestre de 1850‑1851, además
de los ya citados, Vilanova siguió el curso de moluscos que
impartía Valenciennes y el de geología que daba Bayle en la
Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.
Vilanova comprobó que los científicos franceses se encontraban agrupados en dos tendencias o escuelas tanto en zoo-
Para una aproximación al Museo de Historia Natural de París en el siglo XIX:
Limoges (1980) y Blanckaert et al. (1997).
21
[page-n-35]
logía como en geología. Entre los zoólogos, la disputa, de
carácter doctrinal, se centraba en relación a la inmutabilidad
de las especies que había sostenido Cuvier y que era apoyada
por Valenciennes, mientras que los no catastrofistas Geoffroy
Saint‑Hilaire y Marcel Serres, sostenían la posibilidad de algún
tipo de cambio específico (Laurent, 1987). Más complicada era
la cuestión en las ciencias geológicas y paleontológicas, donde,
según comentaba en una memoria que envió desde París en
1851, dos eran las escuelas geológicas reinantes en París: la
de las causas actuales de Prevost y la de los levantamientos de
montañas (catastrofista) propuesta por Elie de Beaumont.
Los partidarios de la geología actualista de Prevost sostenían que los mismos agentes físicos, químicos y mecánicos que
obraban hoy en día dando origen a todos los accidentes que se
observaban en la superficie terrestre, eran los que habían dado
lugar en épocas remotas a todos los fenómenos geológicos, sin
que hubiera necesidad de recurrir a causas extraordinarias y sí, en
cambio, a una extensión indefinida del tiempo. Por tanto, seguía
diciendo Vilanova, esta escuela daba una gran importancia, y
en su opinión con razón, al estudio de las causas actuales y de
los efectos que producían en la actualidad en la superficie de
los continentes y en el fondo de mares, lagos y lagunas, en las
costas escarpadas y en las playas suaves, etc, explicando de esta
manera lo que había ocurrido en la superficie de la Tierra desde
el origen de su existencia como planeta aislado.
La escuela catastrofista de los levantamientos, aunque tenía
en cuenta dicha visión, mantenía el principio de que los fenómenos actuales, tanto geológicos como físicos, no eran más que
un débil reflejo de los de otras épocas y, por consiguiente, que
las causas que los habían ocasionado habían sido de un “orden”
de mayor envergadura o, por lo menos, de una energía que no
guardaba proporción con los efectos que se podían observar en
el presente.
Pasando de los principios generales a los detalles concretos,
Vilanova decía que estas dos escuelas aún más que en la teoría se
diferenciaban en la aplicación práctica. Por ejemplo, en la cuestión de los fenómenos eruptivos y de la formación de las montañas (fenómenos geológicos que Vilanova consideraba de gran
importancia, ya que en su opinión dichos fenómenos eran los
responsables de la mayor parte de los accidentes geológicos de
la superficie terrestre), las dos escuelas se encontraban en franca
oposición. Para Prevost, la erupción había sido el resultado del
enfriamiento sucesivo de la capa sólida del globo terrestre, que
había dado lugar a grietas o hendiduras por donde se habían elevado hacia la superficie materiales procedentes del interior de la
Tierra, originándose así los conos volcánicos y las otras masas
eruptivas, en este caso el fenómeno volcánico sería un mero
resultado no el causante de la deformación. Por el contrario, Elie
de Beaumont suponía que las masas eruptivas procedentes del
interior de la Tierra habían dado origen a los volcanes y a los sistemas de montañas, al romper con su empuje la corteza en aquellos puntos que ofrecían menor resistencia. De aquí había surgido
la famosa teoría de los levantamientos que, aunque concebida por
Leopold von Buch (1774-1853), había sido desarrollada extensamente por Elie de Beaumont y su famosa red pentagonal. Según
Vilanova, esta teoría, si bien cierta en muchos casos, era más
brillante y seductora, que aplicable al estudio de las montañas,
pues con frecuencia faltaban las condiciones requeridas o no
estaban en concordancia con los hechos que se podían observar
en la naturaleza. Para Vilanova, en la mayoría de los casos que
se observaban en la naturaleza, era preferible aplicar la teoría de
Prevost. Consideraba que dicha teoría estaba más en consonancia
con los accidentes geológicos que se observaban en las cordilleras
de las montañas. Prevost explicaba la formación de las montañas
y de las cordilleras por una especie de movimiento de báscula y
por la necesaria compensación que debía existir entre un punto
cualquiera del esferoide terrestre, que se hundiera a causa del
enfriamiento y consiguiente contracción de la corteza sólida del
mismo, y el punto o puntos inmediatos que se levantaran por una
especie de contrabalanceo. En esto consistía su famosa teoría del
balancement, en la que el hundimiento o depresión de un punto
cualquiera del globo determinaba el levantamiento de otro que se
hallara contiguo.
En relación a la paleontología, también esta disciplina científica estaba dividida en París en dos escuelas principales, que
Vilanova denominaba “escuela de detalles”, encabezada por
Gérard Paul Deshayes (1796-1975) y Alcides D’Orbigny (18021857), y “escuela de miras de conjunto”, de Bayle.
Para los partidarios de la “escuela de detalles”, catastrofistas
en paleontología, las faunas y floras fósiles estaban circunscritas
por límites temporales y geológicos fijos, que no podían traspasar, y que eran los medios de reconocer los “horizontes geológicos” que revelaban el conjunto de circunstancias físicas en la
que habían vivido los seres cuyos restos se encontraban en ellos.
Como consecuencia, Deshayes y D’Orbigny, siguiendo los postulados catastrofistas de Cuvier y su escuela, admitían las extinciones repentinas de faunas y floras, que habían sido seguidas
por nuevas creaciones. Para apoyar esto, recurrían a los detalles
más minuciosos en la determinación de los caracteres genéricos
y específicos, con lo que si por un lado aumentaban de un modo
el número de especies fósiles, por otro conseguían probar que
por lo general las especies no pasaban nunca de un piso geológico a otro superior.
Para Bayle y su escuela, la desaparición de faunas y floras
ni se había verificado de un modo súbito, ni estaba ligada a los
grandes levantamientos de montañas y demás catástrofes que
habían asolado la superficie del globo. Sostenía que las especies fósiles pasaban de unos terrenos geológicos a otros, lo que
probaba que la aparición y extinción de las mismas había tenido
lugar de un modo lento y sucesivo. Se basaban en que, salvo
casos excepcionales, floras y faunas no estaban bien delimitadas
y caracterizadas por las diferentes facies, comprobándose cómo
las especies fósiles pasaban de una formación a la superior de
una manera evidente, y que cada formación geológica presentaba una mezcla más o menos confusa de las especies características y de las que procedían de una formación inferior.4
Vilanova comentaba que al ser las ideas de Elie de Beaumont y Bayle de carácter muy teórico y fijarse en cuestiones de
gran interés en ese momento, como el origen de la Tierra, recibían muy a menudo el aplauso entusiasta del numeroso público
que asistía a sus explicaciones, entre el que destacaba la presencia de numerosas señoritas.
El 18 de febrero de 1850 Vilanova fue admitido en la
Sociedad Geológica de Francia, presentado por tan distinguidos
Esta disertación de Vilanova forma parte de la Memoria que envió desde
París al Ministerio de Instrucción Pública el 20 de abril de 1851. Barreiro
(1992: 223, nota 3) recoge que el Ministerio mandó publicar esta Memoria
pero que nunca llegó a imprimirse. Ver Apéndice III.
4
22
[page-n-36]
geólogos como Elie de Beaumont, Bayle y Cordier. En ese
mismo mes de febrero Vilanova realizó su primera excursión
científica, siendo Meudon, cerca de París, el lugar elegido. Posteriormente, y ya en pleno curso, saldría al campo durante las
clases prácticas fundamentalmente a recoger rocas y fósiles terciarios en los alrededores de la capital francesa: Grignon, Beauchamp, St. Denis, Versailles, Etampes, Montmorency, Clichy,
Fontainebleau, Gentilly, Poissy y Montmartre.
A comienzos de 1850, Vilanova envió una instancia al
Ministro de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, Manuel
Seijas Lozano, solicitándole un aumento en la asignación. El
objeto de la petición era poder asistir a las salidas al campo para
la enseñanza práctica, lo que permitiría colectar ejemplares de
rocas, minerales y fósiles para el Museo, así como para poder
estudiar alemán antes de pasar a Freiberg. Parece que esta petición de dotación económica fue atendida gracias a la mediación de Graells, porque en una carta de marzo le agradecía sus
gestiones en el aumento del sueldo. También le informaba que
había realizado una salida al campo por los alrededores de París
con M. Salomon, preparador de geología en el Museo de Historia Natural, y que estaba organizando otra junto con Charles
d’Orbigny (1806-1876), ayudante del profesor de geología Cordier, Salomon, Alphonse Favre (1815-1890), profesor de geología de la Academia de Ginebra y Edouard de Verneuil (18051873). También le comunicaba que en marzo había comenzado
el curso correspondiente al semestre del verano, que duraba
hasta finales de julio, en la Sorbona, pero que sólo podría asistir
a la cátedra de geología de Prevost y a la de física de C. Pouillet,
ya que las demás coincidían con las que impartían el paleobotánico Adolphe Brongniart (1801-1876), Dufrenoy y la de química de Gay‑Lussac en el Jardín de Plantas.
En otra instancia al Ministro, en el verano de 1850 (Apéndice
III), exponía que para cumplir su comisión y ponerse al corriente
de las teorías más importantes sobre la “historia del globo
terrestre”, así como de las razones en que los diferentes profesores
de geología, Elie de Beaumont de la Escuela de Minas, Prevost
de la Sorbona y d’Orbigny del Jardín de Plantas, fundaban sus
respectivas doctrinas, había sido necesario contrastar las teorías
geológicas través del conocimiento práctico. Por esto, había realizado salidas al campo en las que había recogido material geológico y paleontológico de los terrenos terciarios y actual, anotando
la localidad y el terreno geológico de los ejemplares recolectados,
que, tras ser determinados y clasificados, los enviaría al Museo de
Madrid. Más tarde había realizado con el geólogo suizo Favre una
excursión geológica por Normandía, que había durado catorce
días. En el recorrido había estudiado los terrenos de la formación
cretácica, jurásica y del lías, así como los llamados terrenos de
transición. Hallaron en una cantera de Laize-la Ville (Calvados)
un depósito de barita que dio lugar más adelante a una publicación en la Sociedad Geológica de Francia. En su comunicación a
esta sociedad en la sesión del 7 de junio de 1852, Vilanova describió que, tras una primera observación de la zona con Favre
que aprovechó para tomar muestras de la roca, volvió y exploró
la cantera brújula en mano, para determinar de forma precisa la
dirección e inclinación de las diferentes capas. Las dos cuestiones
que planteó fueron el modo en que se había constituido la formación de barita y la antigüedad de la misma. El se decantó por un
origen sedimentario, más que por una formación mediante procesos químicos, y aseguró que su edad databa del Silúrico. Terminó su intervención afirmando había que considerar que dicho
deposito sedimentario de baritina era el yacimiento más antiguo
de todos los conocidos hasta ese momento. La comunicación de
Vilanova recibió respuesta por parte de algunos de los geólogos
presentes en la sesión. Mientras Adolphe d’Archiac (1802-1868)
se limitó a comentar que los fósiles que acompañan a la barita sulfatada permiten precisar su antigüedad, Edmond Hébert (18121890), Nérée Boubée (1806-1863), Albert Gaudry (1827-1908)
y Achille Delesse (1817-1881) sugirieron que la barita también
podía proceder de filones o de fuentes minerales. Más crítico fue
J. Delanoüe, quien aseguró que la barita no constituía verdaderas
capas estratificadas sino sólo depósitos locales, filones, etc, en
hendiduras y cavidades naturales. Añadió que el sulfato de barita
era una sustancia “epigénica” que llenaba las cavidades preexistentes y que era transportado por las aguas termales y pluviales
antiguas (Vilanova, 1852).
Volviendo a su instancia en la que informaba de su actividad, Vilanova aclaraba que las excursiones descritas sólo eran
el preludio de un viaje más importante que tenía pensado realizar, aconsejado por los geólogos franceses, y que tendría lugar
durante los tres meses de vacaciones. De esta manera podría
estudiar: “las grandes revoluciones que en diferentes épocas y de
distintas maneras han alterado la harmonía que debía sucesivamente caracterizar, en tiempos más o menos remotos, cada una de
las formaciones tanto ígneas como acuosas, que desde el primer
momento de su enfriamiento se habían producido en la superficie
del globo que habitamos”. Hay que decir que Vilanova preparaba
concienzudamente las excursiones, tal y como lo muestran cinco
de sus cuadernos de campo conservados en el Fondo Documental
del Museo de Prehistoria de Valencia (FDJV-MPV 10-4 a 10-8)
(Fig. 7), aunque algunos de ellos luego contienen referencias a
otras excursiones. En estos cuadernos Vilanova copiaba datos
de las publicaciones previas a los lugares que iba a visitar, también nos indica con quién hizo alguna de las excursiones, y luego
tomaba sus notas de campo; sin olvidarnos que a veces también
los utilizó como diarios anotando la gente con la que se entrevista o incluso listas de sus gastos, o como dietarios, así podemos
encontrar, por ejemplo, el calendario de sesiones de la Société
Géologique de France de 1851 y 1852.
Suiza y Saboya, comentaba Vilanova en su instancia, eran
las regiones europeas más apropiadas para llevar a cabo este
estudio geológico, debido a que en las montañas del Jura y de
los Alpes se podían observar “la gran escala en que todos los
fenómenos admirables de la naturaleza se presentan a la admiración del hombre”. Por todo esto, Vilanova solicitó y consiguió
licencia para pasar a Suiza y Saboya, y estudiar en los terrenos
de los Alpes y el Jura “las grandes revoluciones que en ellos se
han operado”.5
El 22 de julio de 1850 Vilanova se encontraba en Belfort,
camino de Suiza para visitar en Porrentruy a Jules Thurmann
(1804-1855), especialista en la orografía del Jura y autor de Sur
A.G.A., E.C. 16.928 “Juan de Vilanova y Piera. Expediente Personal”. En un
oficio del Subsecretario de Instrucción Pública Antonio Gil y Zárate, fechado
en Madrid el 27 de julio de 1850, dirigido a Graells se le concedía licencia a
Vilanova.
II.2.2. Viajes geológicos de Vilanova en 1850: Normandía,
Suiza Occidental, Piamonte y Saboya
5
23
[page-n-37]
Fig. 7. Reproducción de una página interior de uno de los cuadernos de campo utilizado por Vilanova durante
sus viajes por Francia de 1850 (FDJV-MPV 10/4).
les soulèvements jurassiques, para el que llevaba una carta de
presentación de Verneuil. A primeros de agosto llegó a Porrentruy, donde fue recibido por Thurmann. Junto con él recorrió los
alrededores de la región y el Mont Terrible, lo que aprovechó
Vilanova para reconocer la disposición estratigráfica del Jura
y recoger fósiles característicos de los terrenos geológicos de
los contornos. Desde Porrentruy, Vilanova se dirigió hasta Delémont. Allí fue recibido por Jean-Baptiste Greppin (1819-1881)
y Auguste Quiquerez (1801-1882), quienes habían estudiado la
constitución geológica del Jura, y por J. Bonanomi, profesor de
la escuela del pueblo, autor de un estudio sobre los vertebrados
del valle de Delémont. Con ellos realizó excursiones por los
terrenos jurásico y terciarios de los alrededores, recopilando
materiales, rocas y fósiles que envió a París.
Vilanova continuó su viaje por Suiza, recorriendo las gargantas y paisajes rocosos de Moutiers y las montañas de Weissenstein hasta llegar a Solothurn, capital del cantón del mismo
nombre. Recorrió sus alrededores acompañado por el paleontólogo y geólogo suizo Amanz Gressly (1814-1865), con el que
recogió materiales que mandó a París. Posteriormente se dirigió
a Berna. Al llegar a esta ciudad, con las cartas de presentación
que le habían proporcionado Dufrenoy y Favre, se puso en contacto con Bernarhd Studer (1794-1887), profesor de geología
en la Universidad de Berna. También entró en contacto con los
naturalistas Robert James Shuttleworth (1810-1890) y Jean de
Charpentier (1786-1855), quienes le prometieron ejemplares de
conchas terrestres y fluviales.
Studer, tras invitarle a asistir en Aargau a la reunión anual
de la Sociedad Helvética de Ciencias Naturales, donde conoció
entre otros científicos al malacólogo suizo Albert Mousson
(1805-1890), antiguo corresponsal de Graells, le guió en un
recorrido por Iselle y Brisen, atravesando el Grimsel y visitando
el glaciar del Ródano. Llegaron hasta el Piamonte y en Turín
visitaron el Museo de Mineralogía y Geología, cuyo director,
Angelo Sismonda (1807-1879), les acompañó en su viaje por
la Alta Saboya, hacia Ginebra. Recorrieron los valles Pellina
y Saint Barthelemy y la vertiente meridional del Mont Blanc.6
Vilanova comentaba las discrepancias geológicas entre Sis6
24
Barreiro (1992: 221) indica que el relato de sus primeros viajes por Suiza e
Italia son descritos en una carta a Graells fechada en Aosta (Piamonte) el 3 de
septiembre de 1850.
monda y Studer. Sismonda, que había estudiado la constitución
geológica de partes de los Alpes y de Saboya, era partidario de
la tesis orogénica de los levantamientos de montañas propuesta
por Elie de Beaumont para explicar la naturaleza, extensión
y disposición de los terrenos geológicos de Saboya, mientras
que Studer, al igual que Favre y la escuela alemana preferían
resaltar la importancia de la paleontología en la determinación
de la edad relativa de los terrenos sedimentarios. Vilanova, a su
vuelta a París, se detuvo en Estrasburgo donde conoció al paleo
botánico Wilhelm Philip Schimper (1808-1880).
II.2.3. Las excursiones geológicas realizadas en 1851 por
Francia
A comienzos de 1851 la colección de fósiles de Vilanova
estaba formada por cerca de medio millar de ejemplares de la
cuenca de París, además de otros 200 de los terrenos pliocénicos
de Turín, todo ello sin contar que aún no había comenzado a clasificar los fósiles cretácicos y jurásicos. Dos meses después, el
20 de abril, Vilanova remitió a Madrid una serie de documentos
(que se transcriben en el Apéndice III7):
1º Una Memoria dirigida al Gobierno dando cuenta de los
estudios y demás medios empleados para cumplir su comisión. La Memoria (Fig. 8) se estructuraba en tres partes:
a) Estudios teóricos y relaciones científicas mantenidos,
con una breve reseña de las doctrinas geológicas y
paleontológicas imperantes en las escuelas de París.
b) Una breve relación de sus excursiones y viajes, así como
de los medios prácticos utilizados para formarse en la
ciencia geológica. El itinerario seguido iba acompañado
de propuesta de medios a emplear con el fin de obtener
los mejores resultados posibles en su comisión, así como
para la adquisición de un fondo de biblioteca paleontológica y de ejemplares geológicos (Fig. 9).
2º Un catálogo de las colecciones de rocas, minerales
y fósiles que había enviado, pertenecientes a los
alrededores de París, Normandía, Suiza, Piamonte y
Saboya.
7
A.G.A., E.C. 16928 “Juan Vilanova y Piera. Expediente Personal”.
[page-n-38]
Fig. 8. Primera página de la memoria enviada el 7 de julio
de 1850 desde París por Vilanova al Ministro de Comercio,
Instrucción y Obras Públicas (AGA).
Fig. 9. Lista de libros enviados desde Viena
(FDJV-MPV 4/22).
3º Una nota de los gastos que contemplaba: los derivados
del transporte de las colecciones desde los puntos donde
se habían recolectados hasta París; los ocasionados por
la compra de cajas, papel, estopa y algodón; el alquiler
de la habitación que había servido de almacén durante el
invierno y, por último, el coloreado de la carta geológica
de Francia, concedida bajo esta condición por el Ministerio francés de Obras Públicas.
Durante mayo y junio de 1851 Vilanova realizó excursiones
geológicas por la región de la Champagne y por el departamento
de Boulogne. A primeros de julio se dirigió a Le Havre (Normandie), y de allí a St. Sever‑Calvados, siguiendo el mismo itinerario que el año anterior. Pasó a continuación al departamento
de La Manche, recorriendo Isigny‑sur‑Mer, Carentan, Valognes,
Cherbourg, St. Sauveur‑le Vicompte, Périers, Saint‑Lô, Vire y
Falaise. Pasó a continuación al departamento del Orne y más
tarde a Alençon, donde las colecciones geológicas y paleontológicas formadas durante este viaje estaban compuestas por
diez cajas y un cesto con materiales procedentes de Boulogne,
Rouen, Honfleur, Caen, Carentan, Valognes y de los alrededores
de la propia Alençon. Su intención era partir de esta localidad
en los primeros días de agosto hacia la Bretaña, la Vendée, La
Rochelle, Bordeaux, Auvergne y Lyon. Desde esta ciudad se
dirigiría hacia Dijon para participar en la reunión de la Société
Géologique de France. Vilanova, por tanto, recorrió los depar-
tamentos franceses de Pas de Calais, La Manche, Orne, Sarthe,
Charente, Charente Inférieure, Gironde, l’Auvergne, la cuenca
hullera de St. Etienne, Bourgogne y l’Aude.
En octubre de 1851 realizó una excursión por Seyssel,
en el departamento de Aisne, frontera con Saboya, Ginebra,
región del Ródano, Dijon, Avallon, Tonerre, Saint Florentin,
en el departamento del Somme, Châlons‑sur‑Marne, Épernay,
Damery, en la Champagne, Reims y Soissons, volviendo a París
por Compiègne, cuyos terrenos eran ricos en yacimientos fosilíferos.
II.2.4. El viaje por Europa durante 1852. La observación de la
actividad del Etna
A comienzos de 1852, Vilanova acudía al domicilio de Deshayes, paleontólogo de orientación catastrofista, especialista
en moluscos fósiles, quien le orientó en la clasificación de este
tipo de invertebrados. También por estas épocas se relacionó
con Charles Sainte‑Claire Deville (1814-1876), conservador de
las colecciones del Colegio de Francia y ayudante de Elie de
Beaumont.
En junio de 1852, Vilanova emprendió un viaje por gran
parte de Europa occidental. Comenzó en Bélgica y riberas
del Rhin, pasando por Wurtemberg hasta Estrasburgo, donde
volvió a coincidir con Schimper a primeros de julio. Posterior-
25
[page-n-39]
mente se dirigió hacia Suiza oriental –Basilea, Zurich, Saint
Gall, Lucerna–, Apeninos del Tirol, Lombardía y Piamonte.
Por último, viajó por Italia (Nápoles, Sicilia, Roma, Florencia,
Venecia, Trieste) para desde allí, dirigirse a Viena.
En su recorrido por Italia, Vilanova llegó a Nápoles a
finales de septiembre de 1852. Desde aquí se dirigió a Mesina,
Catania y Nicolosi, cerca del Etna, en donde se encontraba el
5 de octubre. De aquí partió a mediados de octubre acompañado por un “muletiere” (arriero) proporcionado por el geólogo
local Carlo Gemmellaro. Este médico y naturalista, profesor en
la Universidad de Catania y autor de la Vulcanologia dell’Etna
(Catania, 1855‑1860), era contrario a la teoría de cráteres de
levantamientos, apoyada entre otros por L. von Buch, y mantuvo que los cráteres eran el resultado de la erupción volcánica.
Los últimos meses de 1852 Vilanova lo pasó en Sicilia y en
las islas de Lípari, donde encontró una rica flora terciaria, y de
Panarea, en la que recolectó fósiles terciarios. En Sicilia, Vilanova recorrió y realizó observaciones geológicas en Catania,
Siracusa, Pachino, Capo Passero, Valle de Noto, lago Nafta,
Caltagirone, Caltanisseta, Girgenti, Cattolica, Sciatta y Palermo.
En los alrededores de esta localidad recogió gran variedad de
fósiles, partiendo poco después de nuevo hacia Catania y Nicolosi y volviendo al Etna para observar su erupción volcánica. En
Palermo visitó al naturalista Pietro Cálcara (1819-1854), quien
le obsequió con una colección de moluscos fluviales y terrestres.
Vilanova presentó parte de los resultados de sus observaciones en Sicilia en la sesión del 21 de noviembre de 1853 de
la Sociedad Geológica de Francia. Tras disertar sobre los fenómenos provocados por la erupción del Etna, Vilanova comentó
otras dos cuestiones. La primera acerca de lo que denominó la
no difracción de los terrenos numulíticos y cretácicos. Partía de
que Prevost, en una nota sobre los terrenos numulíticos de Sicilia,
había asegurado que en el cabo Passaro, en el extremo sureste de
la isla, se encontraban depósitos calcáreos con hippurites en las
bancos más inferiores y numulites en las superiores y que ambos
tipos de fósiles se hallaban en la misma capa geológica. Vilanova,
que decía haber ido a dicho cabo a confirmar o rebatir lo expuesto
por Prevost, sólo encontró terreno cretáceo bien caracterizado por
la presencia de hippurites, no hallando las capas de numulites de
las que había hablado el geólogo francés. Por último, su tercera
observación trató de la edad geológica de las islas de Lípari, al
norte de Sicilia, a la que dató como pertenecientes al periodo
terciario. Tras la comunicación de Vilanova, Prevost presentó a
los reunidos en la sociedad geológica las muestras recogidas en
el yacimiento del cabo Passaro con hippurites y numulites. Aún
reconociendo el celo y el conocimiento de Vilanova, Prevost
comentó que antes de haber realizado su comunicación debía
haber examinado las muestras y estudiado las colecciones depositadas en el Museo de Historia Natural de París (Vilanova, 1854).
Desde Palermo, mandó el 5 de diciembre de 1852 una instancia al Ministro de Gracia y Justicia, en la que comentaba que
junto al nombramiento de catedrático había recibido la concesión de un año de prórroga en su comisión, solicitando permiso
para poder comenzar el curso en la Universidad Central el año
escolar 1854‑1855 o por lo menos en enero del curso 1853‑1854.
Justificaba esta petición de aplazamiento en su reincorporación
a la Universidad porque cuando se encontraba en Verona, ya
para dirigirse a Viena y Freiberg, había tenido noticia de la erup8
26
A.G.A., E.C. 16928 “Juan Vilanova y Piera. Expediente Personal”.
ción del Etna, por lo que se había embarcado hacia Sicilia. Este
viaje le llevaría 4 meses y con un año más terminaría los estudios vulcanológicos y podría viajar a Austria, Sajonia, Prusia
e Inglaterra. Sin embargo, el 15 de enero 1853 se le negó su
solicitud de prórroga para ampliar el tiempo de su comisión.
A Roma llegó a mediados de marzo de 1853. En la capital
italiana conoció al escritor aficionado a la mineralogía Lavinio
Spada de’Medici (1801-1863), que le fue presentado por el embajador español, y al geólogo Giuseppe Ponzi (1805-1885), quienes
habían publicado conjuntamente el Profilo geologico della campagna romana (1843). Ponzi era un médico que había impartido
Zoología y Anatomía Comparada en la Universidad de Roma, institución en la que ocupó la primera Cátedra de Geología creada.
Ponzi acompañó a Vilanova en sus excursiones geológicas y juntos
recorrieron los terrenos pliocénicos, diluvial y aluvial de los alrededores de la capital italiana y el terreno volcánico del Lazio.
Desde Roma se dirigió a Tívoli y Subiaco para estudiar la
formación de los Apeninos, y continuó (por el valle de Lestina)
hacia Nápoles. En esta localidad contactó con el mineralogista
Arcangelo Scacchi (1810-1893), también médico y catedrático
de mineralogía en Nápoles desde 1844, se dedicó al estudio geológico y mineralógico del Vesubio y los Campos Flegreos.
Tras recorrer y estudiar la región, de la que formó una colección de materiales volcánicos, completada con ejemplares que le
regaló Scacchi, a mediados de mayo de 1853, Vilanova envió desde
Nápoles a Madrid, una relación de sus remesas geológicas titulada:
Resultados prácticos de la comisión del profesor Vilanova.8 También remitió una instancia al Ministro de Gracia y Justicia fechada
en Nápoles el 14 de mayo de 1853, solicitando, una vez más, una
prórroga en su comisión. En nota al margen, Revilla, desde el negociado del Ministerio, recomendaba negar la petición de prórroga:
Cuatro años lleva ya con éste de excursiones científicas,
tiempo suficiente para perfeccionarse en la ciencia y también de haber provisto al Museo de una colección numerosa
de rocas y fósiles.
Pero al propio tiempo su presencia será precisa en España
para dar principio de una enseñanza muchos años hace
anunciada y que no ha llegado a realizarse.
Las razones que el interesado alega en apoyo de su petición
son idénticas a las que podrá alegar para pedir una licencia
ilimitada, con objeto de hacer iguales excursiones por toda
la superficie del globo. Pero no es este el fin para que se le
comisionó a país extranjero: el Gobierno quiso que perfeccionase sus conocimientos no que fuese un recolector de
objetos geológicos. Para este mismo objeto le aguarda su
misma patria, cuya formación geológica no está conocida
todavía, y sobre todo le aguardan los que esperan recibir de
él los conocimientos adquiridos.
Y más adelante añadía Revilla: “... para reconocer países
extranjeros que aproveche las vacaciones como hacen los
geólogos de otros países, con algunos auxilios del gobierno”.9
A comienzos de junio de 1853 Vilanova seguía en Nápoles y
decía haber terminado el estudio del Vesubio. Recorrió después
las islas de Ischia y Elba. Hasta finales de julio estuvo en Roma,
dirigiéndose el mes siguiente a Pisa y Florencia. En Lombardía, Vilanova contactó con el naturalista Emilio Cornalia
9
A.G.A., E.C. 16928 “Juan Vilanova y Piera. Expediente Personal”.
[page-n-40]
(1842-1882), director del Museo Civico de Historia Natural de
Milán, quien le regaló varias colecciones mineralógicas y zoológicas. Viajó hacia Viena, en donde se encontraba a mediados
de octubre, y desde donde se dirigió posteriormente a Dresde,
Freiberg, para admirar las colecciones de Werner, y Leipzig.
Vilanova, tras visitar Bruselas, Lieja, Colonia, Manheim, Heidelberg y Estrasburgo, regresó a España a comienzos de 1854.
II.3. El expediente administrativo del nombramiento de Vilanova como catedrático de Geología y Paleontología
A finales del mes de mayo de 1851, Graells envió una
comunicación al Director General de Instrucción Pública en la
que recomendaba que a Vilanova se le nombrara catedrático.
Se basaba, 1º en que Vilanova llevaba cuatro años de Ayudante
del Museo, con la consideración de Agregado en la Sección de
Ciencias Naturales; 2º que tenía tres oposiciones hechas a Cátedras aprobadas, con lugar en terna y en la última propuesto en el
primero, por lo que si él no hubiera preferido seguir estudiando
y perfeccionando sus conocimientos sería desde hacía dos años
Catedrático de la Universidad de Oviedo en la Facultad de Filosofía; 3º que reunía todas las circunstancias exigidas por todos
los planes para ser Catedrático; 4º en que a los demás pensionados para ir a estudiar al extranjero se les había enviado dándoles antes el carácter y título de Catedrático; 5º en que el objeto
del Gobierno al enviar a Vilanova fue hacer de él un Profesor
para la Cátedra de Geología vacante en este Museo; 6º en que tal
nombramiento en este sujeto no causaba aumento alguno en el
presupuesto de sueldos de los catedráticos, y por fin, 7º en que
las pruebas de suficiencia que siempre había dado Vilanova eran
de tal naturaleza que le hacían digno de la gracia de S.M. Por
todo ello Graells proponía al Director General el nombramiento
de Vilanova como Catedrático de Geología.
El motivo de esta comunicación de Graells era que según el
artículo 134 del plan de estudios de 1850 se extinguía la clase de
Agregados y quedaban cesantes todos los empleados que desempeñaban tales destinos, lo que era el caso de Vilanova.10
Desde el Negociado Segundo el oficial del Ministerio, José
de la Revilla (1800‑1859), uno de los redactores del Plan Pidal
(Moreno, 1988: 268), informó favorablemente la propuesta de
Graells, por lo que Gil y Zárate, el Director General de Instrucción Pública, solicitó que se pasase el expediente al Real Consejo
de Instrucción Pública para que emitiera su dictamen sobre la propuesta de nombramiento como catedrático de Vilanova. El Consejo primero sugirió, a propuesta de la Sección 2ª formada por
Graells, Alejandro Oliván (1796‑1878), Campo y Javier Quinto,
que se le nombrara catedrático cuando regresara de su comisión
por el extranjero, y después dictaminó su nombramiento como
10
El Plan de Estudios de 1850, aprobado en R. D. 28 agosto 1850 (Gaceta de
Madrid, 3 septiembre 1850, n. 5895) de Manuel Seijas Lozano [el “Reglamento para la ejecución del Plan de Estudios, R. O. 10 septiembre 1851
(Gaceta de Madrid, 12 septiembre 1851) sería aprobado siendo ministro
Fermín Arteta], recogía en su Sección Tercera, Del profesorado público,
Título III, De los sustitutos (Gaceta de Madrid, 4 septiembre 1850, n. 5896):
Artículo 134: “Queda suprimida la clase de agregados creada por los últimos
planes de estudios. El Gobierno tendrá presentes a estos profesores para colocarlos en las ayudantías, bibliotecas, secretarías y otros destinos que tengan
analogía con los conocimientos y aptitud de que hubieren dado respectivamente pruebas en el desempeño de sus cargos.”
catedrático interino. A las dos propuestas se opuso Revilla. Mantenía que la situación de interino no era recogida en el nuevo Plan
de Estudios de 1850. Además, decía Revilla, la provisión de la
plaza no podía realizarse como se recogía en el Plan de Estudios, ni por el artículo 113 –por oposición– ni por el 115 –por
elección del Gobierno–. Había que recurrir al artículo 118, que
contemplaba que por circunstancias extraordinarias particulares
de aptitud y mérito científico singular que concurrieran en algún
sujeto de acreditada reputación, podría el Gobierno concederle
una cátedra de los estudios posteriores a la licenciatura, sin sujetarle a concurso, previa formación de expediente, oyendo al Real
Consejo de Instrucción Pública. Este era el caso de la Geología y
Paleontología, que según el Plan de 1850 era una asignatura que
había que cursar para obtener el grado de doctor en la Sección de
Ciencias Naturales de la Facultad de Filosofía.
Vilanova envió desde París a mediados de noviembre una
instancia al Ministro, solicitando ser nombrado catedrático.
Exponía sus méritos de haber hecho tres oposiciones a cátedras de Facultad, obteniendo el primer lugar en la de Oviedo,
y de haber sido nombrado Ayudante del Museo con igual categoría que la de Agregado 1º. Debido a estar comisionado por el
gobierno para estudiar Geología en el extranjero no podía acompañar los documentos justificativos de los cargos expuestos,
ni su hoja de servicio y estudios. Además, había remitido una
colección de once cajas de alto valor científico de minerales,
rocas y fósiles fruto de sus viajes por Francia, Suiza, el Piamonte y Saboya, y, por último, adjuntaba documentos firmados
por los más eminentes especialistas en Mineralogía, Geología y
Paleontología de París –Vilanova presentaba cartas favorables
de Dufrenoy, Prevost, Bayle, Cordier y Charles D’Orbigny–.
Como cumplía los requisitos que prescribía el artículo 135 del
Plan de estudios vigente,11 el de 1850, para ser nombrado Profesor de Facultad sin oposición, solicitaba que se le declarara
con derecho a ser colocado como catedrático de Facultad sin
necesidad de someterse a nuevas oposiciones.
En una nueva instancia al Ministro, en enero de 1852, Vilanova
exponía que necesitaba emplear dos años en completar sus estudios y solicitaba fondos para poder realizar su viaje previsto por
Bélgica, Alemania, Austria, Sajonia, Bohemia y posteriormente
Inglaterra. Para ello necesitaba dos elementos: tiempo y medios
económicos. De esta forma podría procurar colecciones al Museo
y a la Comisión del Mapa Geológico del Reino. Señalaba el mes de
octubre de 1853 como fecha en que podría finalizar su comisión.
Por fin, tras muchas trabas burocráticas, por R.O. del 24 de
febrero de 1852 se le nombraba Catedrático de Geología de la
Universidad Central. Aparte, se le prorrogaba su comisión en el
extranjero hasta octubre de 1853. Como ya se ha comentado en
el apartado anterior, finalmente ocupó la plaza de catedrático de
geología y paleontología en la Universidad a su vuelta del periplo
por Europa en enero de 1854 (Fig. 10).
11
Artículo 135: “El Gobierno podrá también colocar, sin necesidad de oposición,
pero siempre a consulta del Real Consejo de Instrucción Pública, en cátedras
de facultad de las Universidades de distrito [nueve de las diez, es decir, Barcelona, Granada, Oviedo, Salamanca, Santiago de Compostela, Sevilla, Valencia,
Valladolid y Zaragoza, todas menos la Central de Madrid], de Instituto, o especiales, a los agregados que reúnan las circunstancias siguientes:
1º Tener las cualidades requeridas para ser catedrático en el establecimiento
donde se intente colocarlos.
2º Haber servido durante cinco años en el cargo de agregados, o dos en el
caso de haber hecho oposición a una cátedra y haber sido propuesto en la
terna, o desempeñado por el mismo tiempo una cátedra con aceptación”.
27
[page-n-41]
Fig. 10. Nombramiento de Catedrático de Geología y Paleontología de la Universidad Central el 24 de febrero de 1852;
diploma con fecha de 19 de diciembre de 1860. En la parte posterior la certificación del rector y del secretario general de la
Universidad (FDJV-MPV 1/20).
28
[page-n-42]
III
Vilanova Profesor de la Universidad Central
y del Museo de Ciencias Naturales
Una cuestión que previamente hay que aclarar es el concepto que se tenía de Universidad en la España decimonónica,
ya que esta idea era muy distinta del concepto que tenemos en la
actualidad de universidad; así dice Truyols (1988: 49):
El papel creativo que hoy tiene asignado la Universidad es
un hecho relativamente reciente. Algo muy distinto a lo que
sucedía en el siglo pasado con una Universidad carente de
pulso, limitada a la estricta transmisión de conocimientos,
la mayor parte de las veces obsoletos, más que a la investigación o creación científica, para la que no existían cauces
adecuados ni estímulos.
Otro aspecto diferente respecto a la actualidad era que las
escuelas de ingenieros y los titulados por ellas no pertenecían
a la Universidad, sino que dependían de distintas direcciones
generales y sus egresados pasaban a formar parte de distintos
cuerpos de la administración, de tal manera que una vez aprobado el ingreso a la escuela correspondiente ya percibían un
pequeño estipendio (Silva Suárez, 2006: 32); también este autor,
comenta refiriéndose a la ley Moyano (Op. cit.: 19): “Bajo la
batuta liberal se puede afirmar que son los ingenieros los que no
quieren entrar en la Universidad”.
La integración de las escuelas de ingeniería como una parte
de la Universidad no se produjo hasta la Ley sobre la Ordenación de las Enseñanzas Técnicas de 20 de Julio de 1957, cuando
las carreras técnicas se integraron como parte de la Universidad
española (ver López Azcona, 1979; Silva Suárez, 2006).
Desde el punto de vista organizativo de la Universidad, la
ley Pidal de 1845 estableció la Facultad de Filosofía, donde se
integraron los estudios de Ciencias, mientras que la Facultad de
Ciencias, en el sentido actual, no fue creada hasta la ley Moyano,
dentro de la cual se organizó en tres secciones: Matemáticas,
Física y Química y Ciencias Naturales (Pelayo, 2001b).
En el caso concreto de las Ciencias Naturales, hay que decir
que la única Universidad de la metrópoli donde se impartía la
1
Licenciatura en Ciencias Naturales en el siglo XIX era Madrid,
durante un breve periodo también se pudo cursar en La Habana,
y no fue hasta 1910 que esta licenciatura se empezó a cursar también en Barcelona, y posteriormente en otras universidades.
III.1. La enseñanza de las materias
geológicas en la españa decimonónica
A la hora de analizar la enseñanza de Vilanova en la Universidad Central y en el Museo de Ciencias Naturales, hay que
conocer el marco en el que se desarrolló su docencia, y las
instituciones donde se enseñaban disciplinas geológicas en
España (ver Pelayo et al., 2004). A principios del siglo XIX
sólo se impartían enseñanzas relacionadas con la geología en
la Escuela de Minas de Almadén y el Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, que fueron los focos desde donde se
enseñaron y difundieron la mineralogía y la geognosia wernerianas, y constituyeron las vías de penetración de la geología
moderna en España.
La R.O. de 1 de Octubre de 1815 determinaba que el Plan
de Enseñanza de Ciencias Naturales se impartiera en exclusivamente el Museo de Ciencias Naturales. A este efecto se creó
una cátedra de mineralogía, disponiéndose que fuera Christian
Herrgen, quien había iniciado la enseñanza de la orictognosia en el
Real Estudio de Mineralogía de Madrid, el encargado de impartir
esta asignatura en el Museo. A su muerte en 1816 le sustituyó su
discípulo el presbítero Donato García, que dos años después fue
nombrado profesor en propiedad (Parra y Pelayo, 1996).1
Por otro lado, unos años más tarde tuvo lugar la implantación
de las enseñanzas relacionadas con la geología en la Escuela de
Minas de Madrid, tras su traslado desde Almadén. Los primeros
años está enseñanza estuvo ligada al grupo de ingenieros pensionados en la escuela de Freiberg (Sajonia) en los años 1828 y
1829, quienes a su vuelta constituyeron el núcleo de profesores
que iniciaron la docencia en esta institución. Coincidieron en la
Ver Capítulo II para la enseñanza de la mineralogía en España.
29
[page-n-43]
necesidad de la enseñanza de la geognosia y de su rama auxiliar,
la petrefactología, añadiendo la conveniencia de que se expusiera
también otra auxiliar, la historia de la creación. Esta matización
de los contenidos establecía el espectro que debían cubrir las
enseñanzas geológicas, correspondiendo la parte positiva a la
geognosia, como disciplina más descriptiva, y la parte especulativa a la geogenia, u origen e historia de la Tierra (Maffei, 1877).
Al iniciarse en 1836 la docencia en la Escuela de Minas, a
Rafael Amar de la Torre (1802-1874) se le encargó la enseñanza
de la Mineralogía y la Geognosia. La denominación de esta última
materia en el plan de estudios era indicativa de la todavía fuerte
implantación del pensamiento minero alemán en España y la precaución que había que tomar ante un público que, por lo general,
aún no consideraba del todo ortodoxas las doctrinas geológicas.
Amar, además impartir Mineralogía y Geología en la Escuela
de Caminos de Madrid, completó su docencia en la de Minas,
exponiendo unos principios necesarios para el conocimiento de
los fósiles, inicio oficioso de la enseñanza de la Paleontología que
adquiriría carácter oficial por R.O. del 9 de noviembre de 1845.
Posteriormente, en el Reglamento para la Escuela de Ingenieros
de Minas (R.D. 11 de Enero de 1849), figuró la enseñanza de la
Mineralogía, la Geología y la Paleontología.
Por último, no puede obviarse el apoyo de las corporaciones
locales y el impulso de iniciativas privadas a los estudios geológicos. Así, en las décadas de los años treinta y cuarenta, instituciones como la Academia de Ciencias y Artes de Barcelona y la
Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla, organizaron
cursos de Geología, encargando su docencia respectivamente
a José Antonio Llobet y Vall-Llosera (1769-1862) y a Antonio
Machado Núñez (1815-1897). En esas fechas, Francisco de
Luxán (1798-1867) publicó unas Lecciones de Geología (1841),
que recogían el curso que impartió en la Sociedad de Instrucción
Pública, y un Tratado de Mineralogía (1845), destinado a la enseñanza de esta ciencia en la Escuela de Artillería de Segovia.
III.2. La enseñanza de las materias
geológicas en los planes de estudios
universitarios
El Decreto del 8 de Junio de 1843 (Gaceta de Madrid, n.
3168, de 10 de Junio), firmado por el ministro de la Gobernación Pedro Gómez de la Serna, constituía una Facultad de Filosofía en la Universidad de Madrid, en la que integraba las enseñanzas del Museo de Ciencias Naturales, y contemplaba en los
llamados estudios de ampliación, la docencia de Mineralogía en
el 5º año y de Geología en el 6º. Dos años después, el R.D. 17 de
septiembre de 1845 (Gaceta de Madrid de 25 de Septiembre),
conocido como el Plan Pidal, establecía la Mineralogía como
una asignatura de la licenciatura de ciencias, mientras que para
obtener el grado de doctor en ciencias era necesario cursar, entre
otras materias, la asignatura de Geología y Paleontología.
Entre los profesores nombrados para las cátedras de las
universidades del reino con arreglo al nuevo plan de estudios
de 1845, se designó al citado Donato García, procedente del
Museo de Ciencias Naturales, como encargado de la docencia
de la Mineralogía en la Facultad de Filosofía de la Universidad
de Madrid. Una idea aproximada del contenido de las expli2
30
AGA, E. y C., sig. Caja 16365.
caciones que impartía en clase el presbítero puede tenerse a
través de las Lecciones de Mineralogía redactadas para ayuda
de los alumnos que cursan la cátedra de esta asignatura en el
Museo de Ciencias Naturales de la corte (Madrid, 1843), obra
publicada por Antonio María de Cisneros y Lanuza a partir de
los apuntes tomados como oyente en las lecciones publicas
expuestas por D. García.
Al jubilarse Donato García en 1853 le sucedió Juan López
Chavarri (1813-1876), doctor en Ciencias y en Farmacia, con
una amplia carrera como docente (AUC, Exp. Juan Chavarri,
Leg. D-1559/7), fue ayudante de la cátedra de Física en el
Conservatorio de Artes de Madrid (1833-1838), catedrático
de Física y Química en el Instituto de Segunda Enseñanza de
Jerez (1838-1842), catedrático interino de Química en el Conservatorio de Artes (1844), interino de Física en el Museo de
Ciencias Naturales (1844) e interino de Física en la Facultad de
Filosofía tras la aprobación del Plan de Estudios de 1845, siendo
nombrado catedrático de escala en marzo del año siguiente. El
24 de Agosto de 1853 fue trasladado a la cátedra vacante de
Mineralogía.
La siguiente materia geológica que se impartió, en el año
1854, fue la de Geología y Paleontología a cargo de Vilanova,
como ya se ha comentado en el capítulo anterior. Una cuestión
en la que nos parece necesario insistir es que desde el Museo
de Ciencias Naturales, y más concretamente Graells, cuando se
plantea quién debía impartir la nueva materia en ningún momento
parece pensarse en alguien del Cuerpo de Ingenieros de Minas,
que en aquellos momentos eran los únicos con la capacitación
adecuada en España para desempeñar esta labor y, desde el
primer momento, se expone la necesidad de que el profesor de
la nueva asignatura debía formarse en Europa, concretamente el
proyecto planteaba la asistencia a clases en París y Freiberg (ver
capítulo anterior), aunque Vilanova luego no pasó por esta última
más que de visita, muy posiblemente la referencia a este centro de
aprendizaje en el plan original de formación era para evitar que el
cuerpo de ingenieros de minas criticaran, al menos ya de inicio,
que un profesor se pudiera formar en geología sin haber estudiado
en Freiberg, institución por la que habían pasado muchos de los
profesores de la escuela de minas.
Esta idea de formar un naturalista para explicar la geología
y separarlo nítidamente de la enseñanza llevada a cabo por los
ingenieros de minas parece subyacer en el comentario de Francisco Vilanova, hijo de nuestro personaje, en su breve biografía
publicada en 1907 donde dice (Vilanova, 1907: 355): “Dedicado al estudio de la Geología, ciencia relegada entonces en
España á los Ingenieros de Minas”.
Posteriormente, el Plan Moyano, aprobado en 1857, mantiene la asignatura Geología y Paleontología como de doctorado,
dentro del plan de estudios de la sección de Ciencias Naturales;
por otro lado, el contenido de la asignatura de Historia Natural,
que era necesario cursar para poder alcanzar el grado de Bachiller en Ciencias, incluía la materia Mineralogía con nociones de
Geología, al tiempo que en sexto curso se cursaba la Ampliación
de Mineralogía, explicada por Chavarri, nombrado catedrático
de esta materia el 16 de Enero de 1857.
Hubo una novedad en 1871, cuando por R.O. de 14 de
Julio se nombró a Antonio Orio y Gómez (1830-1892) catedrático de Botánica y Mineralogía con nociones de Geología.2
[page-n-44]
Orio se licenció en Ciencias Naturales en 1857, doctorándose
en 1865 con su trabajo División y discusión de los caracteres
en el estudio de los minerales. Fue ayudante por oposición en
la cátedra de Mineralogía y Geología del Museo de Ciencias
Naturales (1860), catedrático numerario de Historia Natural en
el Instituto de Segunda Enseñanza de Santander (1863), catedrático supernumerario en la Facultad de Ciencias, sección
de Naturales (1866), catedrático en comisión de Organografía
y Fisiología Vegetal, y de Botánica y Mineralogía en la Universidad de Madrid (1869), hasta su nombramiento como catedrático propietario de Botánica y Mineralogía con nociones de
Geología, que ejerció hasta su muerte en 1892. El temario de la
asignatura impartida por Orio y Gómez se encuentra en su libro,
Elementos de Geología y Mineralogía (Madrid, 1870; segunda
edición, 1878), publicado en colaboración con Tomás de Andrés
y Andrés Montalvo (1838-1899) y declarado obra de texto universitario. Juntos codirigieron La Naturaleza. Historia Natural
del planeta Tierra con la descripción de los seres orgánicos que
la pueblan y los inorgánicos que forman su masa... (Madrid,
1887-1892).
Al reorganizarse por R.D. del 23 de Septiembre de 1873
las enseñanzas universitarias de ciencias naturales durante la I
República,3 tras un informe favorable de la Junta de Profesores
del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, la primitiva asignatura de Geología y Paleontología se desdobló en dos cátedras.
Vilanova optó por la de Paleontología, que impartió hasta su
muerte en 1893 (Gozalo y Salavert, 1995; Pelayo, 1999a; Salavert et al., 2003; ver más adelante).
Resultan curiosas dos cuestiones, la primera es que Vilanova llevaba como mínimo desde 1857 (ver Apéndice IV) intentando que se desdoblaran las dos cátedras, pero con la intención
de acumularlas en su persona. Esto último no llegó a suceder,
seguramente hay que achacarlo al momento donde se produjo
el desdoblamiento de las cátedras durante la República.4 La
segunda cuestión es que al elegir Paleontología, según él por
iniciar unos nuevos estudios (ver más adelante), optaba por una
asignatura de doctorado con pocos alumnos y, normalmente, ya
con sus intereses muy definidos donde va a ser difícil conseguir discípulos. Por contra deja una asignatura, la Geología, que
pasaba a ser obligatoria en la licenciatura de Ciencias Naturales,
y que por lo tanto iba a ser cursada por todos los estudiantes de
la carrera, lo que permitiría al profesor influir y hacer proselitismo a favor de esta materia, y posiblemente formar un grupo
de discípulos y llegar a crear una escuela. Pero este no fue el
caso de Vilanova.
Un aspecto a destacar dentro de este nuevo plan de estudios
era que también aparecían como asignaturas optativas Zoografía
de Vertebrados vivos y fósiles, Zoografía de Articulados vivos y
fósiles y Zoografía de Moluscos y Zoofitos vivos y fósiles, por
lo que debemos pensar que la Paleontología sería fundamentalmente de tipo estratigráfico y sin el componente paleobiológico
que actualmente se considera fundamental en esta materia. Esta
reforma, tras la Restauración no llegó a ponerse totalmente en
marcha, y se volvió básicamente al esquema del plan Moyano,
si bien manteniendo la separación entre las asignaturas de Geología y Paleontología.
En cuanto a la Cátedra de Geología, la plaza la ganó por
oposición José Solano y Eulate (1841-1912) el 21 de mayo de
1877, discípulo de Vilanova, quien la regentó hasta su jubilación en 1909. Un hecho reseñable es que Salvador Calderón
Arana (1851-1911) firmó esta plaza, pero no pudo presentarse
ya que manifestó por escrito que no acataba la circular Orovio
del 26 de Febrero de 1875 y que nunca admitiría otras trabas que
las que estableciera el fuero mismo de la ciencia, su solicitud
no fue admitida.5 El tribunal de la oposición estuvo constituido
por Manuel Rioz Pedraja, José Macpherson, los naturalistas
Manuel M.J. Galdo, Vilanova y Orio y los ingenieros de minas
Federico Botella y Felipe Donayre, éste en sustitución de Lucas
Mallada.
Un año antes, en 1876, a la muerte de Chavarri, la plaza
de Ampliación de Mineralogía fue ganada por el catedrático
en excedencia del Real Instituto de Industria Miguel Maisterra Prieto (1824-1897), en competencia con Pascual Pastor
López y Pedro Sainz Gutiérrez, respectivamente, catedráticos
de Historia Natural en las Universidades de Valladolid y Granada.6
Maisterra fue ayudante de Mecánica en el Conservatorio de
Artes (1850) y en el Real Instituto de Industria (1851), catedrático de Física Industrial en la Escuela de Ampliación del
Real Seminario de Vergara (1853), catedrático de Mineralogía
y Geología (1855) y de Química Orgánica (1860) en el Real
Instituto de Industria. Al suprimirse esta última institución, fue
trasladado en 1867 a la Facultad de Ciencias de la Universidad
de Barcelona como catedrático de Ampliación de Química,
encargándose de impartir Química Orgánica e Inorgánica.7 En
1882 fue nombrado Director del Gabinete de Historia Natural
del Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
El Real Decreto de 13 de Agosto de 1880 estableció modificaciones en el plan de estudios de la Sección de Naturales en
relación a las materias geológicas. Así, la Geología pasaba a cursarse en el cuarto curso de la licenciatura, junto a ella aparecen
las zoografías de vertebrados, articulados y moluscos vivos y
fósiles, mientras que la Paleontología Estratigráfica se impartía
como asignatura de doctorado. Las mineralogías se cursaban en
primer y tercer curso.
Unos años después, por R.D. 26 de Enero de 1887 se
creó la cátedra de Cristalografía, resultado de desdoblar la de
Ampliación de Mineralogía. La plaza la ganó Francisco Qui-
Gaceta de Madrid del 24 de Septiembre de 1873, n. 267, pp. 1829-1830.
Aunque es sólo a modo de conjetura, parece probable que con este desdoblamiento el ministerio estuviera intentando que al menos en una de las dos
cátedras accediera alguna persona de perfil menos conservador, como podía
ser Salvador Calderón de Arana.
5 Véase AGA de Alcalá de Henares, Sección Educación y Ciencia, Legajo
5402-6: Expediente de Oposición a la cátedra de Geología, 1877. Se conserva
un oficio del Negociado de Instrucción Pública que dice lo siguiente: “Dos
son los aspirantes para la cátedra de Geología vacante en la Facultad de
Ciencias, Sección de las Naturales de la Universidad Central, Don José María
Solano y Eulate y Don Salvador Calderón y Arana. Este último, catedrático
suspenso de empleo y sueldo del Instituto de Canarias, dice en su solicitud:
«Pero quiere, ante todo, el que suscribe hacer constar que la presentación de
sus trabajos a esta oposición no se entiende como una muestra de acatamiento
al decreto y circular del 26 de Febrero de 1874 (debió querer decir 1875)
y que no admitirá nunca otras trabas que las que pida el fuero mismo de
la Ciencia». Manifestando de una manera tan terminante que no acata la
legislación vigente, el negociado entiende que debe decretar el Visto en su
solicitud y admitirse al otro aspirante que reune las condiciones legales. V.E.
resolverá. Madrid 8 de marzo 1877.”
6 AGA, E. y C., Cátedra Ampliación de Mineralogía, 1876, Leg. 5402-4.
7 AGA, E. y C., Caja 16117.
3
4
31
[page-n-45]
roga (1853-1894). El tribunal, tras renunciar Mallada, Botella
y Orio, estuvo constituido por Fausto Garagarza y Dugiols y
José Rodríguez Carracido, profesores de Farmacia, Maisterra
y Antonio Machado Núñez, catedráticos de Ciencias, Ramón
Pellico y José Maureta, profesores de la Escuela de Minas, y
Macpherson.8 El programa de Cristalografía de Quiroga ha sido
comentado por Torralba (1995).
Tras la muerte de Quiroga en 1894, salió de nuevo a concurso la cátedra de Cristalografía y fue nombrado para ocupar
la plaza Tomás de Andrés y Andrés Montalvo.9 Doctor en Ciencias Naturales con el trabajo Degradación comprobada de las
funciones intelectuales e instintivas en toda la serie zoológica
(Andrés y Andrés Montalvo, 1865), Andrés fue auxiliar en la
Facultad de Ciencias de la Universidad de Valladolid (186568), catedrático de Historia Natural en el Instituto de Segunda
Enseñanza de Segovia (1869) y catedrático numerario de la
Facultad de Ciencias de la Universidad de Santiago (R.O. 11 de
Diciembre de 1891). En 1882 fue comisionado para estudiar la
organización de los museos de ciencias de Inglaterra, Bélgica y
Suiza y en 1897, director del Gabinete de Historia Natural del
Museo de Ciencias Naturales de Madrid.10
Al fallecer Orio, Salvador Calderón obtuvo en 1894 la
plaza de catedrático de Botánica y Mineralogía.11 Tras la arbitrariedad político-administrativa que impidió que Calderón
optará a la Cátedra de Geología, éste se había integrado como
profesor asociado en la Institución Libre de Enseñanza, en
la cual contribuyó al desarrollo de la Geología organizando
cursos y excursiones geológicas, y a la que también se vinculó
Quiroga.
Por su parte, a Vilanova le sustituyó en 1895 Francisco
Vidal y Careta (1860-1923), catedrático de Paleontología Estratigráfica de la Universidad de La Habana. Esta cátedra se había
creado tras implantarse en Cuba el Plan de Estudios de 1880,
por el que se ampliaba los estudios en la Facultad de Ciencias
y se establecía una alternativa para cursar, fuera de la Central,
estudios superiores de Paleontología. El programa de la asignatura de Vidal,12 ha sido comentado por Gozalo (1999a, ver
más adelante) y se refleja en su obra Curso de Paleontología
Estratigráfica (Madrid, 1895). En la oposición a la cátedra de
Madrid, Vidal compitió con T. de Andrés y con Serafín Sanz
Agud, catedrático de Historia Natural en la Facultad de Ciencias
de la Universidad de Granada.13
Finalmente, con el Plan de Estudios de 1900, R.D. 4 de
Agosto y R.O. 28 de Septiembre, desaparecería la Paleontología
Estratigráfica, siendo sustituida por Geografía y Geología Dinámica, que impartiría Vidal en segundo curso. La Mineralogía y
Botánica, en primer curso, y la Mineralogía Descriptiva, nueva
denominación de la anterior Ampliación de Mineralogía, que
se cursaba en tercero, correrían a cargo de Salvador Calderón.
Solano siguió con la Geología Geognóstica y Estratigráfica en
cuarto, y el profesor auxiliar Eduardo Reyes Prósper (18601921) se encargó de la enseñanza, en segundo curso, de la Cristalografía, materia que iba a figurar en el nuevo Plan, en la Sección de Químicas de las Universidades de Barcelona, Valencia
y Zaragoza.
III.2.1. La enseñanza de la Geología por parte de Vilanova
8
11
AGA, E. y C., Cátedra Cristalografía, 1887-88, Leg. 5403-56.
AGA, E. y C., Cátedra de Cristalografía, 1894-95, Leg. 5404-64.
10 AGA, E. y C., Caja 15256.
9
32
En enero de 1854 Vilanova volvió a España para tomar
posesión de la cátedra de Geología y Paleontología de la Universidad Central. A comienzos del curso 1854-55 ya estaba
preparado para impartir por primera vez la enseñanza de tales
materias en las aulas universitarias madrileñas. En ambas disciplinas su sólida formación teórica y práctica adquirida durante
sus años de estancia en el extranjero, le acreditaban como el
naturalista español más capacitado de su época para la enseñanza y difusión de las tendencias más actuales en cuestiones
geológicas y paleontológicas.
Durante el periodo 1854-1877, Vilanova ejerció su labor
docente en la Universidad Central, impartiendo en el Museo de
Ciencias Naturales de Madrid la asignatura de doctorado “Geología y Paleontología”. El temario de sus clases se ajustaba al
contenido de su libro, Manual de Geología aplicada a la Agricultura y a las Artes Industriales en tres volúmenes (Fig. 11).
Esta obra, publicada en 1860-61 y que fue premiada por la Real
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid,
fue resultado de los conocimientos geológicos y paleontológicos
que Vilanova adquirió durante su viaje de formación por Europa
y que plasmó previamente en una extensa memoria justificativa
de su pensión, que envió al Ministerio de Instrucción Pública
en 1851 (ver capítulos II y V, y Apéndice III). Está claro que el
marco conceptual en el que se movió la enseñanza de la Geología por parte de Vilanova sería coherente con su formación
en Francia, con una concepción Catastrofista-Actualista (Hooykaas, 1970; Pelayo, 1984b) para los aspectos estratigráficos
y paleontológicos, y una aceptación de la teoría de los levantamientos de Elie de Beaumont de corte castastrofista para la
formación de las montañas (Laurent, 2003) y la asunción de la
concordancia entre Ciencia y Génesis (ver Pelayo, 1988, 1999a;
Apéndice VI).
Por desgracia, el esfuerzo empleado por el gobierno para
dotar a la carrera universitaria de ciencias naturales de un sólido
contenido en materia de ciencias de la Tierra, no tuvo una
amplia respuesta. Al tratarse de una asignatura de doctorado,
cuyo grado capacitaba fundamentalmente para la docencia universitaria, una salida de muy difícil acceso dado la existencia
de pocas plazas que además eran muy complicadas de conseguir, lo habitual fue que se matricularan relativamente pocos
alumnos en la materia que impartía Vilanova. Así, con los datos
disponibles para el periodo que abarcó la decena de cursos comprendidos entre 1857-1859 y 1866-1867, se sabe que fueron
treinta y cinco alumnos los que en total y de manera oficial
cursaron estos años la asignatura de Geología y Paleontología,
lo que da un promedio de entre tres y cuatro matriculados en
cada curso. Posteriormente, durante el Sexenio Revolucionario
hubo un aumento en la matricula, sumando oficiales y libres,
ya que entre 1868 y 1873 fueron 40 los alumnos que siguieron
las enseñanzas de geología y paleontología. En cualquier caso,
el número de universitarios que cursaron entre 1857 y 1873 la
materia de Vilanova, aunque poco más o menos al mismo nivel
que las otras dos de doctorado, estuvo muy lejos de los varios
AGA, E. y C., Cátedra de Mineralogía y Botánica, Leg. 5404-63.
AHN, Ultramar, 124, Exp. 5
13 AGA, E. y C., Cátedra de Paleontología Estratigráfica, Leg. 5404-62.
12
[page-n-46]
Figura 11. Portada del primer tomo del Manual de Geología
(1860-61). Biblioteca del MPV.
Fig. 12. Portada del Compendio de Geología (1872).
Biblioteca del MPV.
centenares de alumnos que se matricularon en las tres asignaturas de Botánica, Zoología y Mineralogía que comprendía el
grado de bachiller en ciencias, o del medio centenar de estudiantes que, como media, lo hicieron en las cuatro materias del
grado de licenciatura.
Como libros de texto que utilizó Vilanova está claro que
desde 1860-61 el libro oficial era su Manual de Geología, que
había sido premiado por la Academia de Ciencias (ver Capítulo IV), lo que implicaba que era libro de texto obligatorio
durante cinco años, prorrogables a diez. Una vez pasado este
plazo Vilanova editó el Compendio de Geología (Vilanova,
1872a; Fig. 12) en conjunto es un resumen del Manual y no
incluía el tomo del Atlas, por lo que era mucho más asequible,
y suponemos que pasaría a ser el libro utilizado por Vilanova y
en otros centros de educación secundario y universitaria, o al
menos era la intención de Vilanova (1872a: 4):
nociones que reunen al atractivo de una historia tan peregrina como la de nuestro propio globo, el interés de sus
numerosas y variadas aplicaciones. Quédese para los que
quieran penetrar más en estudio tan importante, el Manual
premiado en concurso público por la Real Academia de
Ciencias (1) y los infinitos tratados impresos en idiomas
extranjeros.
(1) Manual de Geol., 2 tomos de texto, y Atlas de 52 láminas
grabadas en acero.
Es pues el de que vamos á tratar [la Geología], aunque
reciente por su misma historia, uno de esos ramos cuyo
conocimiento interesa no solo al hombre de carrera superior, sino tambien al comun de las gentes; debiendo servir,
á nuestro entender, como fundamento de la educacion
general. Esta doble consideracion nos obliga á redactar
este Compendio, con el fin de poner al alcance de todos
En la Tabla de la página 46 podemos ver el esquema genérico de la Geología según Vilanova y que mantuvo en todos sus
libros.
Dentro de su labor docente, se le encargo a Vilanova, como
componente del claustro universitario de la Universidad Central, la preparación del discurso de inauguración del curso
1864-65 (Fig. 13). El tema que eligió fue De la organización
que conviene dar a la enseñanza de las ciencias cosmológicas
consideradas bajo el doble punto de vista teórico y práctico ó
de aplicación a las artes técnicas e industriales, precedida de
la historia general y patria de las mismas (Vilanova, 1864).
En este discurso Vilanova hace una somero repaso a la historia de la ciencia, sobre todo centrada en la ciencia española,
y luego aborda de manera muy general cual debería ser la
33
[page-n-47]
Fig. 13. Portada del Discurso pronunciado en la solemne
inauguración del año académico de 1864-65 en la
Universidad Central. Biblioteca del MPV.
organización de los estudios, abogando por que hubiera una
unificación del ingreso a la universidad, y que en ésta (sobre
todo en la Facultad de Ciencias) se diera una formación teórica general para luego pasar a la práctica. En esta Facultad
para él deberían estar incluidas las escuelas especiales, como
por ejemplo la escuela de ingenieros de minas, de manera que
todos los estudiantes primero recibieran una formación teórica general y luego recibieran una formación práctica acorde
con la formación previa. Para expresar esta idea cita textualmente el libro de 1854 de José de la Revilla Giranza (17961859)14 sobre la instrucción pública en España, donde crítica
esta segregación de las escuelas especiales dependientes del
Ministerio de Fomento de las universidades dependientes de
Instrucción Pública.
III.2.2. La Paleontología en los planes de estudio de la
Universidad en la España del XIX
La información referente a los planes de estudio utilizada
en este capítulo está fundamentalmente extractada de los trabajos de Baratas y Fernández (1992), Baratas (1997) y Gozalo
(1999a).
14
34
Revilla Giranza, J. de la (1854): Breve reseña del estado presente
de la Instrucción pública en España con especial atención a los
Como ya se ha comentado en el apartado anterior, durante
la Primera República se modificó el plan de estudios, apareciendo como asignaturas diferentes la Geología y la Paleontología, la primera como una asignatura obligatoria en la sección de Ciencias Naturales y, la segunda, como optativa en el
doctorado.
Vilanova, al hacerse cargo de la Cátedra de Paleontología
de la Universidad Central, afirmó que con esta asignatura se
inauguraba “un estudio nuevo” en España, esta afirmación fue
mal recibida por otro socio de la Sociedad Española de Historia Natural, el ingeniero de minas Justo Egozcue y Cía (18331900), profesor de geología y paleontología en la Escuela de
Minas de Madrid (ver capítulo V). Egozcue respondió precisando que dicha asignatura llevaba años impartiéndose en los
estudios de ingeniería de minas en la Escuela de Minas de
Madrid, lo que originó una agria disputa, tal y como ha señalado Sequeiros (1989, 1991). En esta polémica queda también
reflejada la tensión existente entre la universidad y las escuelas
especiales, tal y como ya mostraba Vilanova en su discurso de
inauguración de curso de la universidad.
En 1880 la asignatura paso a denominarse Paleontología
Estratigráfica, en concordancia con la existencia de varias zoografías que incluían el estudio de seres vivos y fósiles, y con un
carácter básicamente aplicado a la datación y reconocimiento de
los distintos periodos sedimentarios. Seguía siendo una asignatura de doctorado, por lo que su posición dentro de los estudios
universitarios no varió.
Un hecho relevante fue que la Sociedad Española de Historia Natural, en su sesión del 13 de Enero de 1886, hizo una
propuesta para la reforma de la enseñanza de las Ciencias
Naturales en España que envió al Ministro de Fomento (ver
Baratas y Fernández, 1992). En esta propuesta la Paleontología (sin adjetivos) permanecía como asignatura de doctorado
y las Zoografías que se enseñaban en cuarto curso perdían la
coletilla de “vivos y fósiles”. Este cambio de denominación,
junto con la eliminación de “vivos y fósiles” para las zoografías, pudo responder a que el concepto de Paleontología que
asumiera la Sociedad estuviera más cercano al actual, dándole
más fuerza a los aspectos paleobiológicos en detrimento de la
idea como una materia utilitaria y que su principal sentido era
la datación de terrenos, punto de vista principal que mantenían
los ingenieros.
De todos modos, quizás lo más destacado de esta propuesta
fue la visión moderna de los naturalistas sobre dos cuestiones:
la primera hacía referencia al Museo de Ciencias Naturales,
y proponían que fuera un centro independiente, con personal
propio y dedicado exclusivamente a la investigación científica;
y la segunda, la manera de obtener la licenciatura y el doctorado
en Ciencias, para lo que textualmente proponen:
Para aspirar á los grados de licenciado ó doctor deben
exigirse, de conformidad con lo que se practica en todo
el mundo científico, trabajos propios de investigación, en
vez de los exámenes y discursos de fórmulas que hoy se
acostumbran; medida que lleva consigo necesariamente la
mejora de los laboratorios mineralógicos, botánicos y zoológicos del Museo,...
estudios de filosofía. Eusebio Aguado, Madrid.
[page-n-48]
Aunque la propuesta anterior no se tuvo en cuenta, García
Alix en 1900, siendo Ministro de Instrucción Pública, tuvo conocimiento de la misma, y pidió a Ignacio Bolívar (1850-1944) la
elaboración de un proyecto para la reforma de la Facultad de
Ciencias y del Museo. El proyecto presentado por Bolívar fue
aceptado casi sin modificaciones (Anónimo, 1921) por el Consejo
de Instrucción Pública, del que éste era miembro desde 1888, y
fue publicado mediante Real Decreto de 4 de Agosto de 1900
y Real Orden de 28 de Septiembre de 1900. Una de las modificaciones más notables fue la organización de la Facultad de
Ciencias en cuatro secciones. Pero quizás uno de los hechos más
importantes, y a la vez poco comprensible, fue que la Paleontología desapareció como asignatura, siendo sustituida por una
Geografía y Geología Dinámica, mientras que la Geología pasó a
denominarse Geología Geognóstica y Estratigráfica. Las primeras
cátedras de Paleontología que se crearon con posterioridad a este
hecho fueron las de Madrid y Barcelona, en 1949, ocupadas por
Bermudo Meléndez (1912-1998) y José Ramón Bataller (18901962) respectivamente (Truyols, 1989; Meléndez, 1994).
Una de las cuestiones que están todavía por explicar son
los motivos de la desaparición de la asignatura de Paleontología en la sección de Naturales, máxime cuando uno de los
firmantes de la propuesta de 1886, Ignacio Bolívar, fue el
redactor del proyecto de 1900. Un aspecto bastante evidente es
que en 1886 Vilanova era un personaje activo y respetado, por
lo que no parece plausible que nadie intentara transformar la
cátedra que él ocupaba, aunque hubiera tenido problemas con
los científicos más progresistas, como por ejemplo la polémica sobre la autenticidad de las pinturas de Altamira (ver
Capítulo VI). Tras la muerte de Vilanova en 1893, la Cátedra
de Paleontología fue ocupada por Francisco Vidal y Careta
(1860-1923) en 1895, que a la sazón era Catedrático de Paleontología Estratigráfica en La Habana (ver más adelante). Él fue
quien en 1900 pasó a ocupar la cátedra de Geografía y Geología Dinámica que sustituyó a la de Paleontología. El hecho
claro es que Bolívar patrocinó esta transformación, ahora bien
los motivos que le impulsaron a ello están todavía por estudiar.
A modo de conclusión, la Paleontología en la Universidad
española aparece como asignatura de doctorado entre los años
1854 y 1900, en una primera etapa junto a la Geología, y a partir
de 1874 separada de ésta. Los catedráticos que se encargaron
de su docencia fueron Vilanova (1854-1893) y Vidal y Careta
(1884-1900), ambos con posturas de tipo creacionista y claramente antievolucionista, aunque la postura crítica de Vilanova
se planteó de un modo mucho más científico. Posteriormente
el cambio de estudios de las Ciencias Naturales propugnado
por Ignacio Bolívar en 1900, sustituyó esta asignatura por la de
Geografía Física y Geodinámica.
III.2.3. El Programa de Paleontología de Vilanova
Para hacernos una idea del tipo de Paleontología que se
enseñó en la Universidad española en el siglo XIX, vamos a utilizar el programa establecido por Vilanova para esta asignatura;
en el apartado siguiente veremos que Vidal y Careta, que fue el
otro catedrático que impartió esta asignatura hasta su desaparición en 1900, es un calco de la propuesta de Vilanova.
A partir de 1874 Vilanova se dedicó preferentemente al
estudio y difusión de los problemas paleontológicos y prehistóricos. Una de sus primeras oportunidades tuvo lugar en 1875,
cuando escogió como tema de su discurso de ingreso en la
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid:
Importancia y altísima significación de los estudios paleontológicos en todos conceptos considerados. Poco después iniciaría
su labor como catedrático de Paleontología. Esta ciencia, decía,
no sólo era la piedra angular de la geología histórica sino también proporcionaba las soluciones de problemas planteados por
la Filosofía, Botánica y Zoología y era el “más firme valladar”
contra el que se estrellaban todas las teorías y elucubraciones
que no se basaban en la observación de los hechos. Básicamente,
la importancia de la Paleontología radicaba en que aspiraba “al
conocimiento del origen de la vida, de la especie orgánica y
demás grupos de toda la clasificación natural, de la distribución
de los seres orgánicos en el tiempo y en el espacio y de muchos
otros puntos trascendentales de la ciencia biológica” (Vilanova,
1875a: 13).
Para Vilanova, la paleontología demostraba la unidad de
plan en la creación orgánica y que el origen de la vida debía
ser posterior al de la Tierra, dada la elevada temperatura y
las complicadas y deletéreas reacciones químicas que habían
tenido lugar en un principio, y lo que la paleontología podía
decir acerca de la cuestión era que “la vida había comenzado
por lo más sencillo”, aunque dejaba en claro que se oponía tanto
a una explicación en la que entrara la generación espontánea,
como a considerar orgánico al Eozoon canadense. Más bien se
aproximaba a los postulados de Joachim Barrande (1799-1883)
relativos a la fauna primordial y mantenía su creencia en la existencia de un fijismo moderado en las especies, ya que admitía la
posibilidad de una variabilidad, aunque dentro de límites intraespecíficos.
Vilanova, al hacerse cargo de la asignatura de Paleontología estratigráfica, hizo público su programa, primero ante la
Sociedad Española de Historia Natural en 1876, y luego, con
ligeras modificaciones, en su Lección inaugural de Paleontología en 1878 (Fig. 14), en los que se recogían las líneas básicas
de la paleontología oficial, creacionista y antidarwinista, que se
impartiría en la Universidad Central. Comienza definiendo la
Paleontología como “la ciencia que trata de los séres orgánicos
antiguos”, y la subdivide en Paleofitología y Paleozoología,
luego definió fósiles como “séres orgánicos que vivieron en
otros tiempos en la superficie terrestre”.
Los problemas que plantea y resuelve la Paleontología
los agrupa en dos conjuntos. El primero hace referencia a las
características y el desarrollo de los seres vivos sobre la Tierra,
que según sus propias palabras sería (Vilanova, 1876c: 51):
“La unidad de plan que presidió la creación de los reinos orgánicos y sus ulteriores desarrollos”, lo que permitía remontarse
desde los datos conocidos en el presente hasta aquellos que se
desconocía del pasado, completándose de esta manera la serie
orgánica actual con la paleontológica, constituyendo ambas el
“natural encadenamiento de todos los seres desde que la vida
apareció en la superficie del Globo”, aunque Vilanova se apresuraba a aclarar que las relaciones de filiaciones genealógicas
no tenían porqué ser siempre las responsables de este encadenamiento.
El segundo problema que se podía abordar desde la Paleontología eran los problemas que plantea la historia de la Tierra:
“las estrechas relaciones que existen entre los séres orgánicos
y las condiciones biológicas del globo,... que caracterizan las
épocas llamadas terrestres”, esto es, trataba de las relaciones
35
[page-n-49]
Fig. 14. Portada de la Lección inaugural de Paleontología (Vilanova,
1878). Biblioteca de la Real Sociedad Española de Historia Natural.
históricas de los organismos con su ambiente, que en su opinión
se reducía a una larga serie de cambios físicos, químicos y biológicos que caracterizaban las épocas geológicas.
De acuerdo con Vilanova, para resolver el primer problema
bastaba con comparar la distribución y condiciones de vida de la
flora y fauna actual con las de tiempos pasados, consideradas en
idénticas circunstancias. Este estudio comparativo proporcionaría el conocimiento de las leyes por las que se había regido,
y aún se regía, la materia orgánica. Además, también permitiría
descubrir una cuestión muy importante en la paleontología, que
era cómo y cuándo había tenido lugar la transformación de la
materia inorgánica en orgánica, así dice (Op. cit.: 51): “Bajo el
soplo divino del Creador, como creemos, o por la sola acción de
las leyes generales de la materia al encontrarse en condiciones
favorables para la realización de este grandioso acontecimiento,
como suponen otros”.
Vilanova, coherente con su trayectoria científica y sus
fuertes creencias religiosas, frente a la disyuntiva creacionista
o materialista para explicar el origen de la vida, se mostrará
siempre partidario de la explicación sobrenatural.
Para abordar el estudio de la paleontología, sugería emplear
el mismo método actualista utilizado por la geología, es decir,
partir de las causas que operaban en el presente para llegar a
conocer las del pasado. En el caso de la paleontología, que para
Vilanova era el “natural y verdadero” complemento de la Botánica y Zoología, el método actualista estaba muy claro, ya que
los seres vivos del presente sólo eran “los últimos eslabones de
una cadena o serie no interrumpida que arranca del comienzo de
la vida y se continúa hasta hoy” (Op. cit.: 53). Este método de
conocimiento, que consistía en ir “de lo conocido a lo desconocido; de lo fácil de conocer y estudiar a lo díficil de inquirir”,
entre otros autores había sido empleado por André Marie
Ampère (1775-1836) en su obra Essai sur la Philosophie des
Sciences ou Exposition analytiques d’une clasification naturelle
de toutes les connaissances humaines (1834).
Una vez expresadas sus ideas de como debería ser la
docencia y el programa, presentó la siguiente tabla resumen de
la organización de la asignatura.
PUNTOS DE VISTA
Paleontología
especulativa o
fitozoológica
Paleontología
aplicada o
estratigráfica
36
OBJETOS DE CADA PARTE
1. Autóptico – 1ª parte
Neontología
Trata de la vida actual
2. Criptorístico – 2º parte
Paleontología
Trata de la vida de otros tiempos
3. Troponómico – 3ª parte Ontonomía
Trata de las leyes de la vida
4. Criptológico – 4ª parte
Ontogenia
Trata del origen y desenvolvimiento de la vida
Primera parte
Estratigrafía
Trata de todos los accidentes de los terrenos de
sedimento
Segunda parte
Clasificación de terrenos
Trata de los de sedimento
Tercera parte
Flora y fauna fósil
Trata de las plantas y animales fósiles de cada terreno
Cuarta parte
Flora y fauna fósil española Trata de los fósiles españoles más característicos de
cada terreno
[page-n-50]
Como se observa en la tabla, el programa de la asignatura
paleontología que proponía Vilanova estaba dividido en dos
grandes apartados: la paleontología especulativa o fitozoológica
y la paleontología aplicada o estratigráfica. A su vez, cada uno
de estos dos conceptos, teórico y práctico respectivamente, se
subdividía en cuatro partes. Para el apartado teórico, especulativo o fitozoológico de la paleontología Vilanova, siguiendo a
Ampère, empleaba los cuatro puntos de vista que éste sugería
para estudiar una ciencia de observación: autóptico, criptorístico, troponómico y criptológico, esquema idéntico al que
seguía en Geología.
El punto de vista autóptico, según la definición de Ampère
(1834: 43), estaba encaminado al estudio de lo que se percibía a
simple vista al inspeccionar un objeto, incluyendo tanto el objeto
como lo que el observador veía. Vilanova a esta parte de su programa la denominaba neontología, corología o geografía botánica
y zoológica y su finalidad, en el caso de la paleontología, era el
estudio de las condiciones biológicas y de la influencias de las
condiciones atmosféricas sobre la vida actual y su distribución
geográfica. Este estudio servía de introducción a la Paleontología,
ya que al ser idéntico en todos los tiempos el plan de estructura
orgánica, permitía extrapolar el conocimiento y distribución de la
vida actual en la determinación de los de épocas pasadas.
El segundo punto de vista era el criptorístico y trataba de
aquello que estaba oculto en un objeto. En el caso de la Paleontología eran los organismos que había vivido en el pasado desde
el momento en que la vida había aparecido en la Tierra, así
como las condiciones biológicas y distribución geográfica en las
que se habían desarrollado. Esta parte del temario comenzaba
con una historia de la paleontología, que Vilanova consideraba
como una de las fuentes más importantes del conocimiento de
esta ciencia. A continuación, tras explicar los conceptos de fósil
y fosilización, se pasaba revista a todos los grupos fósiles vegetales y animales, desde su respectiva aparición en la Tierra hasta
el estado actual y de su distribución en las épocas geológicas.
La tercera parte de la paleontología especulativa correspondía al punto de vista troponómico de Ampère (1834: 43),15
que Vilanova denominaba Ontonomía, tenía por objeto examinar y discutir las leyes que habían gobernado el desenvolvimiento de la vida sobre la Tierra. Esta parte era importante
porque abordaba cuestiones de gran relevancia, tales como si
los organismos constituían en su totalidad una serie única o
múltiple, y si la especie era fija e inmutable o, por el contrario,
era variable hasta el punto de transformarse unas en otras. En
este punto Vilanova volvía a proclamarse antidarwinista, puesto
que no aceptaba que la aparición de los organismos hubiese
seguido una serie graduada de desarrollos lentos y sucesivos
que sostenía la teoría transformista.
Por último, la cuarta parte de la paleontología teórica,
la Ontogenia, correspondía al punto de vista criptológico de
Ampère y buscaba descubrir lo que estaba más escondido en el
objeto que se estudiaba. En el caso de la Paleontología, según
Vilanova (1876c: 59-60): “Se destinara a exponer y discutir
ámpliamente todo lo relativo al origen y desarrollo de la vida en
el globo, y al exámen de las diferentes causas que han determinado la desaparición de las Faunas y Floras”.
15
El punto de vista troponómico estudiaba los cambios que experimentaban
los mismos objetos, según los lugares y los tiempos, y deducir de la com-
Esto es, se discutían tanto las teorías emitidas para explicar
el origen y desarrollo de la vida en la Tierra; así los expresa
Vilanova (1876c: 54):
La generacion espontánea, autogonía ó plasmagonía, experimentos y argumentaciones en pró y en contra; exposicion de los diferentes medios de que se vale la naturaleza
para multiplicar los séres; exámen detenido de la teoría
evolucionista y trasformista; aparicion de las diferentes
faunas y floras, y por último, el orígen en el órden físico
del hombre, y desenvolvimiento de sus distintas razas.
Finalmente también examinaba las diferentes causas que
habían determinado la aparición y desaparición de floras y
faunas. Por tanto, en esta parte del Programa Vilanova tenía previsto debatir las diversas teorías que, partiendo del fijismo y de
la variabilidad ilimitadas de las especies, se proponían explicar
el origen de las mismas. Por este motivo el temario recogía una
exposición crítica del lamarckismo y del darwinismo.
En cuanto a la Paleontología aplicada o estratigráfica, tras
comentar las cuestiones básicas en las que debe sustentarse su
estudio, plantea las premisas sobre las que fundamentalmente
trabaja (Vilanova, 1876c: 55-56):
De este estudio comparativo entre lo orgánico y lo inorgánico terrestre, el primer corolario que se desprende es
el poder determinar la relación estrecha que debe existir
entre el estado físico del globo en sus numerosas épocas y
la índole especial que en cada una de ellas ofrecía la vida;
y por consiguiente, precisar también la influencia que aquellas causas físicas hubieron necesariamente de ejercer sobre
los seres vivos, tan necesitados entonces como ahora del
principio de adaptación al medio y condiciones en que se
desarrollaron. Conviene, sin embargo, no olvidar que la
condición indispensable para que dicha acción se ejerza, es
que los seres sobre los cuales actúa, existan, y que no es lo
mismo influir sobre seres orgánicos ya existentes haciéndolos variar más o menos profundamente, que crearlos ó
hacerlos aparece de nuevo.
Una cuestión a la que le dedica bastante tiempo es a conocer
“las leyes que rigieron y aún gobiernan hoy la materia orgánica
toda, y á esclarecer cuando ménos, cómo y cuándo ocurrió la
misteriosa transformación de la materia mineral en orgánica,
sea bajo el soplo divino del Creador como creemos, ó por la
acción de las leyes generales de la materia al encontrarse en
condiciones favorables para la realización de este grandioso
acontecimiento como suponen otros”. Como se puede colegir de
lo dicho, Vilanova se muestra como un creacionista convencido.
Desde otro punto de vista, al considerar que la Paleontología
era complemento de los conocimientos botánicos y zoológicos,
aplica el actualismo también a esta ciencia; así plantea la necesidad del conocimiento sobre la distribución actual de los organismos y el por qué de la misma (neontología), para poder extrapolarlo al estudio de los fósiles, para lo que hace referencia “al
estudio de las causas llamadas actuales”, de las que dice “con
paración de los seres así modificados, las leyes que gobernaban a estos
cambios.
37
[page-n-51]
mayor motivo puede esto asegurarse en Paleontología, para la
cual los séres vivos actuales son tan sólo los últimos eslabones
de una cadena ó série no interrumpida que arranca del comienzo
de la vida y se continúa hoy”. Estos planteamientos son coherentes con sus ideas de tipo actualistas que consideraba como
las causas normales en geología, por supuesto, en ambas ciencias estas “causas normales” venían pautadas con momentos
excepcionales, esto es, catastróficos, que son reflejo claro de su
postura catastrofistas-actualistas (Pelayo, 1984a, 1984b).
A partir de aquí planteó los pasos a seguir en el desarrollo del
programa (Vilanova, 1876c: 53): “procedemos de lo conocido á
lo desconocido; de lo fácil de conocer y estudiar, á lo difícil de
inquirir, método que aconsejan el buen sentido y autoridades
respetables, entre las cuales nos complacemos en contar al eminente Ampère”. Una vez expresadas sus ideas de como debería
ser la docencia y el programa, presentó una tabla resumen de la
organización de la asignatura que hemos incluido previamente.
Podemos decir que el programa de Vilanova, como él
mismo reconoce, sigue fundamentalmente los trabajos franceses, y demuestra un conocimiento de las nuevas teorías que
se están desarrollando en Europa, que comenta desde un punto
de vista científico. Ahora bien, se muestra crítico con ellas y
siempre mantiene una postura creacionista-fijista respecto a las
especies fósiles.
Al final de la exposición del programa, Vilanova terminaba
señalando que en el plan que pensaba desarrollar en su cátedra,
la paleontología aplicada o estratigráfica también estaba subdividida en cuatro partes: estratigrafía, clasificación de terrenos, fauna
y flora fósiles y fauna, y flora fósiles españolas. Vilanova desarrollaría este programa en su cátedra de paleontología de la Universidad Central durante los años en que ejerció la enseñanza de esta
asignatura, desde su inicio en 1878 hasta su muerte en 1893.
Entre los documentos del Fondo “Juan Vilanova” del Museo
de Prehistoria de Valencia se encuentran varios manuscritos que
se han agrupado en FDJV-MPV 6/1 y 6/6 (ver Capítulo VIII),
y que son notas y apuntes para impartir sus clases de Paleontología. El documento FDJV-MPV 6/6 incluye una breve historia
de la paleontología y luego la revisión de la clasificación de
los grandes grupos biológicos, continuando con un recorrido
por los principales grupos zoológicos y sus fósiles. El documento FDJV-MPV 6/1 ofrece una descripción de los principales
terrenos geológicos (Fig. 15) y sus características estratigráficas
y paleontológicas. En este Fondo también se encuentran varios
manuscritos (FDJV-MPV 7/4, 8/4, 8/6, 8/7) que probablemente
sean borradores de un libro de Paleontología (Fig. 16), que no
se llegó a publicar, y que hubiera constituido el texto a seguir en
su asignatura, de manera similar a lo que fue en su momento el
Manual de Geología o el Compendio de Geología.
Fig. 15. Apuntes de clase dedicados a distintos terrenos Geológicos, en este caso al Terreno Devonio. Obsérvese que a pesar
de que estos apuntes están datados entre 1884-1890, todavía utiliza el sufijo que había utilizado en el Manual de
Geología, aunque en libros más modernos ya usaba Devónico (FDJV-MPV 6/1).
38
[page-n-52]
Fig. 16. Ejemplo de una página revisada y luego ya desechada de una serie de manuscritos sobre paleontología que, quizás,
fueran anotaciones para un Manual de Paleontología que Vilanova anunció que estaba preparando pero nunca se llegó
a publicar (FDJV-MPV 8/4).
III.3. Discípulos y sucesores de Vilanova
Una primera lista de discípulos de Vilanova, la podemos
encontrar en la breve biografía escrita por su hijo Francisco Vilanova (1907: 363; Fig. 17) con motivo del Homenaje a Linneo
organizado en Zaragoza, en este trabajo se citan concretamente
14 en Geología y Paleontología y 6 en Protohistoria. Debemos
decir que esta lista más parece una lista de antiguos alumnos y
colaboradores, que de discípulos en el sentido de continuadores
de su trabajo. Un ejemplo claro es el del valenciano Eduardo
Boscá y Casanoves (1843-1924), quien fue alumno en Madrid
de Vilanova e, incluso, como el propió Boscá (1916) nos dice,
realizó alguna excursión con Vilanova para recoger fósiles jurásicos a Oliva y seguramente tuvieron trato en las frecuentes
visitas de Vilanova a Valencia,16 pero no parece que se pueda
considerar a Boscá como un discípulo y continuador de Vilanova, de quien estaba ideológicamente bastante separado (ver
Salinas, 2001, 2009, y Catalá Gorgues, 2004).
En este apartado se puede considerar que los discípulos
principales y a la vez sucesores de Vilanova fueron Solano y
16
Vidal, y también debemos tener en cuenta a José Joaquín Landerer, que se considera a sí mismo como discípulo de Vilanova
en el trabajo de campo.
Como ya se ha dicho, fueron pocos los estudiantes que recibieron las enseñanzas de Vilanova, y sólo un núcleo reducido de
alumnos se vincularon a las líneas de investigación del maestro.
Así, al desdoblarse la cátedra de Geología y Paleontología, la
plaza correspondiente a la primera de dichas materias la ganó en
1877 su discípulo José Solano y Eulate (1841-1912), marqués
del Socorro, quien la regentó hasta su jubilación en 1909.
Bachiller en Ciencias en 1862, en los años siguientes Solano
se licenció con el tema “Discurso sobre la animalidad del
hombre”, y se doctoró en Ciencias Naturales con un “Discurso
sobre la influencia y modo de obrar de las causas internas y
externas sobre la corteza del globo”. Solano siguió una carrera
científica vinculada a la Universidad y al Museo, ya que fue
Auxiliar de la Facultad de Ciencias en 1867‑1868, Ayudante de
Mineralogía y Geología en el Museo de Ciencias Naturales en
1869, Profesor Auxiliar Numerario de la Facultad de Ciencias,
Sección de Naturales en 1875, fueron los distintos puestos que
Este hecho también lo indica el agradecimiento de Vilanova a Boscá por la información sobre las fuentes de la provincia de Valencia (Vilanova, 1893: 228).
39
[page-n-53]
ocupó hasta su nombramiento como catedrático de Geología en
1877. Solano impartió la docencia en Geología en la Facultad de
Ciencias de la Universidad Central hasta su jubilación en 1909.
Católico fervoroso, Solano no aceptó la constitución liberal de
1869 por considerarla contraria a sus ideas religiosas. Al final
aceptó jurarla pero manifestando sus reservas en los que a las
leyes divinas se refería (Montero, 2003: 168).
Su discurso de inauguración del curso académico 1880‑81
en la Universidad Central trató sobre las Relaciones entre la
Geología y la Revelación (Solano, 1880). Justificaba la elección
de un tema tan delicado por la importancia de determinar los
límites que separaban el dogma y la ciencia.
El sucesor de Vilanova en la cátedra de Paleontología de
la Universidad Central, Francisco Vidal y Careta (1860-1923),
siguió e incluso acentuó durante los pocos años que se siguió
impartiendo en Madrid la docencia universitaria de esta asignatura, el carácter creacionista y antidarwinista impuesto por el
paleontólogo valenciano. Formado como licenciado en Medicina con sobresaliente en Barcelona en 1880, posteriormente
Vidal y Careta, a lo largo de los primeros años de la década
de los ochenta, se doctoró en esta disciplina en la Universidad
Central de Madrid, donde también completó la licenciatura y el
doctorado en Ciencias Naturales con aprobado.
Podemos analizar el programa presentado por Francisco
Vidal y Careta en su oposición a la Cátedra de Paleontología
Estratigráfica de la Universidad de La Habana, convocada por
Real Orden de 23 de Agosto de 1883, siguiendo la documentación de la misma,17 en la cual Vidal fue el único candidato.
Vidal ganó la cátedra de paleontología estratigráfica de la
Universidad de la Habana. El tribunal, formado por siete miembros: el presidente, D. Manuel Merelo, consejero de Instrucción
pública, y seis vocales, Juan Vilanova y Piera y José Solano y
Eulate, catedráticos de la Universidad Central, Lucas Mallada
y José Maureta, catedráticos de la Escuela de Minas, Federico
Botella, inspector general y vocal de la Junta Superior Facultativa de Minas, y José Macpherson, éste último como “autor
de obras referentes á la Ciencia que es objeto de la oposición”.
La oposición fue celebrada en Madrid durante los meses de
Octubre y Diciembre de 1884, con resultado de cinco votos a
favor y dos en contra.18
En La Habana ejerció la docencia hasta que, a la muerte de
Vilanova, optó a la plaza de la Universidad Central. En la oposición a la cátedra de Madrid, Vidal compitió con Tomás Andrés y
Andrés Montalvo, catedrático numerario de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Santiago, y con Serafín Sanz Agud,
catedrático de Historia Natural en la Facultad de Ciencias de la
Universidad de Granada.19 Vidal consiguió la vacante dejada
por Vilanova, y fue nombrado catedrático de paleontología en
Madrid en 1895.20 Posteriormente, en 1900, la plaza cambió de
contenido, incorporándose al plan de estudios de Ciencias Naturales como la asignatura de “Geografía y Geología Dinámica”,
que Vidal impartió hasta 1923.
El temario de paleontología estratigráfica, que Vidal presentó en su oposición de La Habana en gran medida, se basó
en el programa de Vilanova. De él se pueden destacar algunas
de las definiciones que contiene: “La Paleontología es ciencia y
arte: como ciencia, estudia la zoología y botánica de los tiempos
pasados, como arte, es de una importancia inmensa su estudio
para el geólogo, pues solo el conocimiento de los fósiles de un
terreno permite asignar con certeza la época á la cual este pertenece. Aquella constituye la Paleontología propiamente dicha,
esta la estratigráfica”. “En verdad que la organización de hoy
está regida bajo un mismo plan que la de ayer y prontamente
porqué es así, debemos estudiar los fósiles, las medallas de
las épocas geológicas, formando cuerpo aparte, pues los seres
de otros tiempos nos aclararan el origen de las especies; nos
harán ver el encadenamiento que tienen con los de hoy; nos
probarán que la naturaleza antes de decidirse por un tipo determinado, parece que se complace en esbozarlo, en delinearlo,
hasta acabar con el representante perfecto; ellos nos facilitarán
el conocimiento de si el encadenamiento de las especies constituye series ó una serie única...”, “...de la Paleontología arte ó
sea de la estratigráfica, como síntesis ó coronamiento del análisis anterior, no teniendo otro objeto sino la aplicación de los
conocimientos paleontológicos al esclarecimiento de la historia
de la tierra.”
En la introducción Vidal planteó que siempre había existido en el mundo orgánico la misma unidad de plan de organización. Adoptando las ideas de la paleontología francófona
expuestas por Gaudry, D’Archiac, D’Orbigny, Pictet y Vilanova, la bibliografía citada en todo el ejercicio, a excepción de
Vilanova, es siempre de autores franceses. Asimismo, mantenía
que el estudio de los fósiles permitía resolver problemas, como
17
19
Fig. 17. Discípulos de Vilanova según consta en la breve biografía
publicada por su hijo Francisco con motivo del Homenaje a
Linneo celebrado en Zaragoza (Vilanova, 1907: 363).
18
40
Archivo General de Indias. AHN/ULTRAMAR, 124, EXP. 5.
Archivo Histórico Nacional (AHN), Sección de Ultramar, 124, Exp. 5 y 262,
exps. 35-36: “Oposición a la cátedra de Paleontolgía Estratigrágica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Habana”.
20
AGA, E.Y C., Leg. 5404-62.
AGA, Sección de Educación, Leg. 5404-62.
[page-n-54]
el del origen de las especies, y conocer si los encadenamientos
entre organismos antiguos y actuales constituían una serie única
o varias series.
El programa Vidal lo subdivide en tres partes que son: “1ª
Neontologia. de la que tan solo expongo como he indicado
antes, las condiciones de existencia y distribución geográfica de
los seres vivos. 2ª Paleontología propiamente dicha, que trata de
la historia de los fósiles, origen de las especies (Ontogenia) y de
su sucesión en las épocas geológicas (Ontonomia). 3ª Paleontología estratigráfica. ó sea la aplicación de los conocimientos
paleontológicos al esclarecimiento de la historia de la tierra.”
El temario que presentó consistía en 76 lecciones, que
podemos desglosar:
Lección 1- Concepto de Paleontología, uno de los apartados
dice “Plan único que ha presidido en la creación orgánica”.
Lecciones 2 a 9- Neontología. Lecciones 10 a 51- Paleontología propiamente dicha, donde se da la definición de fósil, y
se explican los cinco tipos de organismos: Protozoos, Radiados,
Moluscos, Articulados, Vertebrados, y una lección para Aparición del Hombre (Vidal destacaba los sucesivos fracasos de los
autores que habían intentado encontrar el hombre fósil). Lección 52- Ontogenia. Lecciones 53 y 54- Ontonomia (al hablar de
la aparición de las especies cita las teorías de Bronn). Lecciones
55 y 56- Leyes paleontológicas de Pictet. Lecciones 57 a 76Paleontología estratigráfica (la última dedicada a los periodos
prehistóricos).
Para redactar el tema de la oposición, Vidal escogió los
Enchaînements du Monde animal de Gaudry, los Elementos de
Zoología de Laureano Pérez Arcas (1824-1894), los Principes
élémentaires de Páleontologie del ingeniero belga Alphonse
Briart (1825-1898), el Traité élémentaire de Paléontologie de
Pictet, Cosmogonía y Geología de Jaime Almera, los Principios
de Geología y Paleontología de José Landerer, el Traité de Géologie del geólogo francés Albert de Lapparent (1839-1908) y El
origen de las especies de Darwin.
Como ya se ha dicho, el programa es muy similar al de
Vilanova y, en principio, podemos enclavar a Vidal y Careta
como un creacionista y catastrofista-actualista. Ahora bien, en
los programas que editó siendo ya catedrático en Madrid (Vidal
y Careta, 1895, 1902), se muestra con un talante mucho más
conservador y claramente antievolucionista que en su oposición
y desde luego mucho más radical en este aspecto que Vilanova.
La obra paleontológica más característica de Vidal fue el
Curso de Paleontología Estratigráfica (Madrid, 1895), en
donde expuso su peculiar concepción de esta disciplina, realizando una clasificación de diez escuelas paleontológicas, según
las tendencias que habían existido a lo largo de la historia con el
fin de interpretar el origen y la naturaleza de los fósiles.
Curiosamente, uno de los discípulos más destacados de
Vilanova, José Joaquín Landerer (1841-1922), no fue alumno
suyo, pero reconoce a Vilanova como su maestro en los trabajos de campo, con quien compartió algunas excursiones en la
Comunidad Valenciana, durante las escapadas que solía hacer
nuestro biografiado. Así, en el primer trabajo destacable de Landerer sobre cuestiones paleontológicas Monografía paleontológica del piso áptico de Tortosa, Chert y Benifazá (1872), en su
introducción menciona muy elogiosamente a Vilanova. Este trabajo recibió una crítica muy favorable de Vilanova (1872c) en
la sesión del 6 de noviembre de 1872 en la Sociedad Española
de Historia Natural, quien en la misma sesión va a presentar a
Landerer como socio. Al año siguiente los hermanos Vilanova
presentaron a Landerer en su ingresó en la Sociedad Geológica
de Francia (ver Gozalo y Navarro, 1995)
La relación entre Vilanova y Landerer también se pone de
manifiesto en una nota a pie de página en su Explicación del
cuadro sinóptico de los tiempos primitivos (Landerer, 1873) en
la que comenta que realizó este cuadro, que acompaña al texto,
por indicación de Vilanova, quien posteriormente utilizado el
cuadro por en algunas de sus obras, como en su Memoria geognóstico-agrícola y prehistórica de Valencia (Vilanova, 1893).
41
[page-n-55]
[page-n-56]
IV
ViDA ACADÉMICA Y DIVULGACIÓN EN VILANOVA
Una de las facetas más característica de la actividad científica de Juan Vilanova fue su importante participación en distintas instituciones académica y sociedades científicas, en las
que siempre figuró como uno de los miembros más activos, y en
las que uno de los focos de su participación fue la divulgación
científica (ver Salavert et al., 2007).
Vilanova se vinculó desde sus inicios a sociedades tan emblemáticas como la Sociedad Española de Historia Natural (Fig.
18) o la Sociedad Geográfica de Madrid, fundadas durante el
último tercio del siglo XIX y todavía activas en la actualidad; así
como en otras de vida más efímera. Además, fue académico y
miembro de diversas instituciones científicas, asistió a numerosos
congresos internacionales, destacando como uno de los promotores de los Congresos Geológicos Internacionales. Siempre fue
partidario de comprometerse con las instituciones científicas, en
donde se organizaban reuniones periódicas de los especialistas e
interesados en las distintas disciplinas, para intercambiar impresiones e ideas, presentando y dando a conocer nuevos datos y
descubrimientos y discutir sobre ellos. Para él, esta labor también
debía combinarse con la asistencia a reuniones internacionales, lo
que le permitió estar al día en los conocimientos más actuales, así
como la posibilidad de exponer y comentar la situación científica
y las novedades de los trabajos científicos realizados en España.
Esta continua puesta al día en los distintos foros internacionales en que participó le permitió a su regreso divulgar estas
informaciones. El estudio de esta vertiente del hacer del científico ha ido tomando fuerza los últimos años entre los historiadores de la ciencia, paralelamente a la asunción de nuevos
espacios de análisis por parte de los historiadores, especialmente los englobados en el área de los estudios sociales. Este
tipo de acercamientos aborda fundamentalmente el examen de
las interacciones entre el conocimiento científico y la cultura
popular, y atiende a la adaptación de los discursos según los
públicos a los que se dirijan, que van desde la comunicación
erudita, comprensible sólo por los miembros más expertos de
la comunidad científica, hasta las distintas formas de divulgación: escolar, periodística, novelística, etc. Y tal actividad ha
constituido y constituye un elemento central de la actividad de
legitimación de las diferentes disciplinas.
Fig. 18. Artículo de Vilanova en el primer volumen de los
Anales de la Sociedad Española de Historia Natural
publicado en 1872.
43
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Fig. 19. Notificación de la designación de Vilanova para la comisión de la Universidad para el Besamanos
del cumpleaños de la reina (9 octubre 1856) (FDJV-MPV 4/7).
44
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Para José Martínez Pérez (1998), la vulgarización es la
labor realizada por los científicos, que pretenden transmitir a
los profanos unos conocimientos que consideran genuinos y
auténticos.1 En nuestro caso, Juan Vilanova se preocupó fundamentalmente por divulgar entre los científicos los avances
producidos en distintas disciplinas, haciendo de esta labor uno
de los ejes centrales de su estrategia por legitimar su posición
de geólogo y paleontólogo de formación naturalista frente a
los ingenieros de minas (ver Capítulo V), cuya posición social
estaba perfectamente institucionalizada, al contar con un cuerpo
profesionalizado y organizado, que les permitía mantener un
férreo control social de las actividades e iniciativas relativas a
los saberes y prácticas propias de las Ciencias de la Tierra.
Recordemos que Vilanova, desde su llegada a París, va a
centrarse en alcanzar una buena formación científica, asistiendo a
numerosos cursos y reuniones, integrándose en diversas sociedades
científicas francesas, con lo que lograba sentar las bases de una red
internacional de colegas, que le permitiera mantener en el futuro la
necesaria comunicación con las novedades científicas que fueran
produciéndose en Europa. En paralelo, trabajó para enriquecer las
colecciones del Museo de Historia Natural de Madrid, así como
su biblioteca, encargándose de ir enviando cajas con muestras y
libros a la capital, lo que, como hemos comentado, iba a dar lugar a
un larguísimo contencioso entre la administración y Vilanova, por
la reclamación del pago de tales envíos (véase el Apéndice IV).
La cuestión, aunque de un modo secundario y revestida de la
necesidad de obtener colecciones y libros para las instituciones
científicas españolas, siguió presente en los trabajos de Vilanova. Así por ejemplo en la introducción a su libro De Madrid
a Ámsterdam (1888a: 4-5), Vilanova hizo una defensa de la
importancia de invertir dinero en materiales con que dotar los
museos de historia natural, pues “semejantes desembolsos son
capitales reproductivos, así en el concepto pecuniario..., como
en el más levantado prestigio que conquista de este modo una
administración celosa”; y mientras en otros países se invertían
grandes cantidades, en el caso del museo de Madrid, “las colecciones paleontológicas que en la actualidad existen en el mencionado establecimiento, casi se hallan reducidas a los materiales por mí recogidos dentro y fuera del territorio, pero muy
especialmente en el extranjero, y a los vendidos por D. Augusto
Linares”. Asimismo, en el congreso de Lisboa, había alabado
la combinación de bibliotecas y gabinetes, que había visto en
Lisboa, frente al modelo de biblioteca central de nuestro país,
que crítica duramente, por las restricciones injustificadas a que
sometía a los científicos (Vilanova, 1884a: 338-339).
Uno de sus empeños más arraigados desde su vuelta a
España fue el de impulsar cualquier iniciativa a favor de la institucionalización de la actividad científica en general y de las
Ciencias de la Tierra en particular. Así, le veremos participar
activamente en el movimiento asociativo que se produjo a lo
largo del siglo XIX, formando parte de distintas sociedades
nacionales y extranjeras y siendo un incansable valedor y animador de todo tipo de reuniones científicas.
Por otro lado, su vinculación al Museo de Historia Natural
le impuso una actuación muy directa sobre colecciones y otras
actividades vinculadas al amplio ámbito disciplinar de la institución, especialmente como experto, respondiendo a las perió1
Pueden verse trabajos anteriores al de Martínez Pérez, como los de
Béguet (1990), Ordóñez y Elena (1990), Raichvarg y Jacques (1991),
dicas consultas realizadas desde las diferentes esferas de la
administración; y también tendrá una vida pública académica
muy activa por su pertenencia al claustro de la Universidad
Central, acudiendo a numerosas actos protocolarios (Fig. 19).
Por último, su prestigio científico se verá sancionado con
su elección para formar parte de distintas academias y sociedades, mientras su presencia en el extranjero se vería enormemente favorecida, al ser nombrado en numerosas ocasiones
como representante oficial español en todo tipo de congresos
y reuniones científicas, aunque su contenido no respondiera
exactamente a su ámbito disciplinar. Paralelamente, se afirmará su implantación en el panorama internacional, de manera
que podemos decir que Vilanova fue un personaje clave en el
proceso de institucionalización internacional de la geología, la
paleontología y la prehistoria.
En este proceso, jugará un papel protagonista en la difusión de
la entonces nueva disciplina, la prehistoria, tanto en nuestro país
como en el extranjero, al acudir a algunos de los congresos internacionales más importantes y al involucrarse en alguno de los debates
centrales de la nueva ciencia. Asimismo, fue un defensor acérrimo
de la ciencia positiva, la cual concebía como un reforzamiento y
no como una refutación del mensaje bíblico, lo que le iba a traer
problemas tanto con los defensores de una ciencia laica, incluso
anticlerical, como con los procedentes de sectores católicos más
ultramontanos, que le recriminaron su posición “tibia” durante el I
Congreso Católico Español de 1889 (ver Crónica, 1889). Y como
su tarea coincidió con uno de los momentos álgidos del debate
sobre el evolucionismo, su buen conocimiento paleontológico le
convirtió en uno de los portavoces más cualificados del antidarwinismo en las controversias desatadas en el siglo XIX, hasta el punto
de ser considerado el publicista más representativo del ala conservadora y católica de la comunidad científica española (ver Glick,
1982, 2010; Pelayo, 1999a, 1999b; Salavert et al., 2003, 2007).
IV.1. Primeros años de actividad académica
en madrid
Una vez instalado en su cátedra de Madrid, Vilanova iniciaría una incansable labor de difusión de los conocimientos
vinculados con las Ciencias de la Tierra, que en aquellos
momentos estaba experimentando un notable proceso de institucionalización, similar al sufrido previamente por la mineralogía,
por parte de la geología, la paleontología y la prehistoria. Desde
que se hizo cargo de su cátedra en la Universidad, se preocupó
por buscar entornos doctrinales y de aplicación sobre los cuales
ejercer un control y, si fuera posible, un monopolio en el Museo
de Ciencias Naturales similar al que ejercían los ingenieros de
minas en la escuela del ramo.
El primer aspecto donde intentó y logró un cierto control
fue en el docente, a través de los libros de texto. Nada más de
volver de su viaje por Europa, en 1855 se presentó al concurso
organizado por el Ministerio de Fomento para premiar al mejor
manual de geología aplicada a la agricultura y las artes industriales, el libro ganador se convertía en obligatorio para la universidad. Vale la pena recordar que el año anterior se había convocado un concurso similar en los campos de la física, mecánica
Cooter y Pumfrey (1994), Roqué (1995), Bensaude-Vincent y Rasmussen
(1997).
45
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y química (Vilanova, 1860-61: 1, V-VI) y no sería de extrañar
que, dadas las buenas relaciones existentes entre los padrinos y
apoyos de Vilanova y el ministro, el también geólogo Francisco
Luxán, acordaran un aplazamiento para permitirle la elaboración del texto –ya que acababa de volver de París–, el cual fue
presentado bajo el lema: “La Geología es la base racional de la
agricultura y de las artes industriales”, toda una declaración de
principios. Una de las condiciones generales del Real Decreto,
recogida en el Prólogo (Op. cit.: 1, VI-VII) dice:
IV.2. Vilanova académico de Medicina,
Ciencias e historia
Es más, una vez caducada la prorroga del privilegio ministerial y ante lo costoso de la edición del Manual –en tres volúmenes,
el último profusamente ilustrado– envió a la imprenta una versión
simplificada y, por lo tanto, más económica: el Compendio de
Geología (1872). Del Manual se realizó sólo una edición, una
respuesta tan pobre del público, que contrasta con la recibida por
otros títulos premiados por la Academia, como el de manual de
química elaborado por Antonio Casares (1812-1888) que tuvo
cuatro ediciones (1857, 1867, 1873, 1880), se puede achacar a las
características de su asignatura, que sólo se impartía en la Universidad Central y como asignatura de los cursos de doctorado,
por lo que tenía muy pocos alumnos, que rara vez alcanzaban la
media docena. Por otro lado, los alumnos de la Escuela de Minas,
que también podían haber utilizado este libro, tenían sus propios
manuales elaborados por los profesores de la escuela.
Así, una vez conseguida la ortodoxia en el dominio de la
geología en el ámbito universitario, ya que el libro había de
ser de uso obligado en la enseñanza, el 27 de febrero de 1856,
escribía al Director General de Instrucción Pública, Eugenio
Ochoa, expresándole su deseo de que su cátedra fuera sólo de
paleontología (Ayarzagüena, 1992: 135-136).2 Evidentemente
sus motivaciones eran personales, pero también podían influir
otras, como su legitimación como geólogo de formación naturalista, y, en su caso concreto médica, por lo tanto mucho más
competente en el campo de la biología que los ingenieros de
minas, o evitar que una posible separación en el futuro, cuando
su situación institucional no fuera tan sólida, se pudiera solucionar a favor de alguien de ideología disconforme con los
principios del catolicismo, aunque debemos advertir que tales
suposiciones no superan la mera conjetura. El caso fue que sus
deseos no se cumplirían hasta años después con la publicación
del Real Decreto de 23 de septiembre de 1873, que desdoblaba
la cátedra y Vilanova; aunque no completamente, ya que no le
permitieron acumular las dos cátedras. Vilanova como catedrático propietario, eligió, como ya se ha dicho, la de paleontología, cuyas clases comenzó a impartir en el año de 1878.
Dentro de la faceta académica, destaca que Vilanova fue
miembro electo de tres instituciones científicas de carácter
oficial: la Real Academia de Medicina de Madrid (1861), la
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid
(1875) y la Real Academia de la Historia (1889). Esta integración como miembro de tan destacadas instituciones documenta
un importante reconocimiento por parte de la ciencia oficial a
la labor de Vilanova, quién correspondió participando de una
manera activa en las tres instituciones; donde difundió sus ideas
sobre geología, paleontología y prehistoria y defendió su concordancia con la Biblia.
Vilanova ingresó en la Real Academia de Medicina de
Madrid el 22 de enero de 1861, donde le fue adjudicada la
medalla número 20 (Matilla, 1987). Es curioso resaltar, que
para la difusión de sus ideas Vilanova no era nada selectivo, así
fue 18 de noviembre de 1869 en la Academia de Medicina de
Madrid, en donde Vilanova dio una primera noticia del congreso
de Antropología y Arqueología prehistórica de Copenhague,
al que había asistido con Tubino. A pesar de que hacía poco
que había fallecido una hija, Vilanova quiso mantener su compromiso e impartió una conferencia en dicha Academia, cuyo
resumen se publicó al mes siguiente El Siglo Médico (Vilanova,
1869b). Con el título de “Edad prehistórica de la Escandinavia”,
el naturalista valenciano describió el viaje que había llevado
a cabo el verano anterior a Dinamarca y la península escandinava para asistir al Congrès International d’Anthropologie et
d’Archéologie Préhistoriques (CIAAP) celebrado en Copenhague. Tras adoptarse el francés como idioma oficial del evento,
se discutieron una serie de problemas que preocupaban a la incipiente comunidad de prehistoriadores. Uno de ellos fue el de la
entrada de los primeros pobladores en el continente europeo, en
el marco de la teoría monogenista y partiendo de que el centro
de Asia había sido la cuna de la humanidad. Además, como
en Dinamarca y Suecia estaba bien representada la edad de la
piedra pulimentada, otro tema de debate fue el de los sistemas
de enterramiento: dólmenes, túmulos, cromlech, etc. Vilanova
también recogió en su intervención de la academia de medicina
la controversia sobre la microcefalia entre Carl Vogt (18171895) y Jean Louis Armand de Quatrefages (1810-1892), en la
que el primero apoyaba las tesis de la existencia de un tronco
común de los tipos humano y antropomorfo, mientras que el
naturalista francés se mostró partidario de las creaciones independientes frente a la hipótesis evolucionista de desarrollo lento
y sucesivo de la materia orgánica.
Unos años después, en 1877, pronunció el discurso de inauguración de las sesiones de la Real Academia de Medicina de
Madrid. El tema De la libertad de enseñanza, en donde, a cuenta
de la nueva ley de Instrucción Pública que se había aprobado a
finales de año anterior, Vilanova mencionaba la conveniencia de
que se consultara a esta Academia, en todo lo relacionado con la
organización de las ciencias médicas (Vilanova, 1877).
En el Apéndice IV se transcribe el Curriculum vitae de 21 de noviembre
de 1857 (FDJV-MPV 4/11), que se adjuntaba como méritos y reclamando
el pago o una indemnización por los gastos originados por la adquisición
de las colecciones de fósiles y rocas que había enviado durante su periplo
europeo, pero finalmente lo que realmente pide es, a modo de compensación,
que la Cátedra de Geología y Paleontología que ocupaba se desdoblara en dos
cátedras, y que a él se le permitiera la acumulación de ambas, hecho que no
era nada raro en la época.
El Manual premiado, en el hecho de serlo, quedará declarado libro de texto obligatorio para la enseñanza por espacio
de cinco años, á contar desde su publicacion. Podrá prorogarse aquel derecho por otros cinco; y aun trascurridos
estos, hasta la celebración de un nuevo concurso, siempre
que el autor lo reforme ó adicione convenientemente, á
juicio y con aprobacion de la Real Academia de Ciencias.
2
46
[page-n-60]
Por lo que respecta a la Academia de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales, fue propuesto el 4 de febrero de 1874 por
Sandalio de Pereda, Miguel Colmeiro y Laureano Pérez Arcas
(Fig. 20). Fue elegido el 2 de Marzo de 1875, ocupando la
medalla número 2 (Fig. 21), en la que reemplazó al valenciano
Pascual Asensio (1797-1874), uno de los miembros fundadores de la misma. Vilanova leyó su discurso de ingreso en
esta institución el 17 de enero 1875 (Fig. 22). Su disertación
la tituló La importancia y altísima significación de los estudios paleontológicos en todos conceptos considerados. La
contestación corrió a cargo de Sandalio de Pereda. Vilanova
justificó la elección de este tema, además de su inclinación
por el ramo de las ciencias naturales cuyo objeto de estudio
eran los fósiles, debido a la reciente creación de la cátedra
de paleontología en la Facultad de Ciencias de la Universidad
Central, cuya docencia le había sido asignada. La iniciativa de
establecer esta y otras cátedras por parte de la Junta de Profesores del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, que había
sido bien acogida por las instancias oficiales, llenaba, a juicio
de Vilanova, un vacío en los planes de estudios universitarios,
ya que la paleontología era una ciencia que cada vez era más
apoyada en el resto de Europa y en América. La organización
de museos, la financiación de expediciones y la dotación de
centros de enseñanza eran fomentadas tanto a través de la iniciativa privada como por intermedio de gobiernos y administraciones públicas.
Fig. 20. Carta de presentación de Vilanova como candidato a la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales
a propuesta de Sandalio Pereda el 4 de Febrero de 1874 (Archivo de la Academia).
47
[page-n-61]
Fig. 21.Antecedentes de Juan Vilanova en la Real Academia de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Archivo de la Academia).
La paleontología según Vilanova se encargaba de estudiar
el origen y posterior desarrollo de la vida, el tipo y distribución
corográfica de las faunas y floras fósiles que se habían ido sucediendo, fuese lenta y paulatinamente o de forma rápida y brusca,
a lo largo de los periodos geológicos, para culminar con la cuestión de la aparición del hombre sobre la Tierra. En este sentido,
Vilanova comentaba en su discurso que los datos paleontológicos permitían considerar la posibilidad de que la humanidad
hubiese aparecido durante el terciario, ya que entonces existían
las condiciones ambientales para ello. Hacía mención aquí a la
polémica entre prehistoriadotes franceses y alemanes acerca
de la antigüedad del hombre. Criticaba la actitud de dejarse
llevar por cuestiones políticas, dado que algunos científicos germanos pretendían reducir la edad geológica de la humanidad
sólo porque algún prehistoriador galo pretendía que era muy
antigua. En cambio, para otros naturalistas, partidarios de la
teoría evolucionista, en el terciario no habría vivido el género
humano sino un precursor de éste. Él, por su parte, pensaba que
la especie humana, desde el momento de su aparición, había
conservado los mismos rasgos morfológicos, como lo demostraban, entre otros restos fósiles, los cráneos de Olmo, Denise,
Neandertal, Engis, Staengenaes, Cromagnon y las mandíbulas
de Moulin Quignon y La Naulette. Se apoyaba Vilanova en
este punto en las tesis contrarias a la teoría del desarrollo de
la humanidad de Rudolf Virchow (1821-1902), quien consideraba que los restos fósiles humanos excavados en Europa hasta
ese momento, último cuarto del siglo XIX, no eran desde un
punto de vista morfológico semejantes a los de “razas inferiores”, como los de aborígenes australiano y esquimales. Sólo
era parecido el de Neandertal, pero para Virchow éste ejemplar
era un evidente caso patológico. En su discurso, Vilanova coincidía con las tesis de Virchow contrarias al evolucionismo y a la
“teoría de la descendencia simia del hombre” de Ernst Haeckel
(1834-1919). Por el contrario, sí apoyaba la gran antigüedad
de la especie humana, en la que la paleontología se había visto
auxiliada por otras disciplinas, como la geología, la arqueología
y la lingüística. Para él, los datos geológicos y paleontológicos
armonizaban con la historia de las emigraciones humanas, con la
aclimatación de los tipos étnicos a los más variados ambientes,
de forma que la gran diversidad etnográfica y filológica de la
humanidad había surgido de una única especie, que surgió en
un centro único de creación y con un solo primitivo y común
lenguaje (Vilanova, 1875a). En este discurso fue la primera vez
que se arrogó en público ser el primer catedrático de Paleontología de la Universidad Española, lo que desembocó en una
agria polémica con el ingeniero Justo Egozcue (ver Capítulo V).
IV.2.1. Vilanova el primer prehistoriador en la Academia
de la Historia
Fig. 22. Portada del Discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en 1875 (Biblioteca del MPV).
48
Si la presentación de la paleontología como nueva asignatura
de la enseñanza universitaria española fue el tema de su discurso de
ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales,
la reivindicación de la prehistoria como ciencia fue el de su recepción como académico de la Historia en 1889. Su defensa encendida y patriótica de la autenticidad de las pinturas de Altamira, en
la que en un principio recibió el apoyo gubernamental pero que se
fue enfriándose poco a poco ante el aluvión de críticas recibidas
(ver Salavert et al., 2003; Gozalo et al., 2004a; Moro y González,
2005), y la división ideológica a que dio lugar, explican el interés
[page-n-62]
del presidente de la Academia de la Historia, Antonio Cánovas
del Castillo (1828-1897), para integrarle entre sus miembros en
1889, como el primero de formación científica, cuando nuestro
autor atravesaba uno de los momentos más aciagos de su carrera
intelectual.3 En su elección, aparecen integrados personajes muy
afines a José Amador de los Ríos (1818-1878), como Francisco
Fernández y González (1833-1917) –consuegro de Amador de
los Ríos y rector de la Universidad de Madrid– y Juan de Dios
de la Rada y Delgado (1827-1901), quienes le propusieron como
correspondiente en 1887 y dos años después, en cuanto se produjo la primera vacante por la muerte del obispo de Pamplona,
José Oliver Hurtado,4 presentaron su candidatura para numerario
Antonio María Fabié y Fidel Fita y Manuel Dánvila y Collado,
quien ocupará fugazmente, en 1892, la cartera de gobernación en
uno de los gobiernos de Cánovas. Este nombramiento le hizo una
enorme ilusión al profesor valenciano, según el testimonio de su
amigo Ángel Fernández Caro, que lo calificó como “una de las
mayores satisfacciones de su vida” (Ayarzagüena, 2002b: 73-74).
Así pues, debemos comprender su elección como el resultado de un proceso complejo de carácter disciplinar, que comenzaría con el reconocimiento de la prehistoria de modo oficial en
1886 por parte de la Academia, a propuesta de Cánovas, consciente de la presencia normalizada que ya había alcanzado en
muchos países desarrollados (Ayarzagüena, 2002b: 72). Una vez
producido este hecho, era necesario acoger personas expertas en
la materia y hay que decir que en su seno, se hallaban arqueólogos solventes, aunque sus trabajos se habían decantado más
bien hacia la historia antigua que hacia la prehistoria y resultaba
especialmente necesario, pues uno de los proyectos más ambiciosos de la institución en aquellos momentos era la elaboración
de un manual de historia de España acorde a algunos de los
nuevos presupuestos historiográficos, pero que al mismo tiempo
había de responder a los fundamentos ideológicos y religiosos
sobre los que se asentaba la Restauración monárquica. Con esta
iniciativa, Canovas quería acabar con una anomalía de nuestro
país, como era la ausencia de un compendio general que abarcara todos los territorios hispanos desde los presupuestos de
la historia positivista. De hecho, hasta finales de la centuria se
siguió editando la síntesis del Padre Mariana, escrita en latín en
1592 y traducida al castellano en 1601, a la que iban añadiendo
el relato de las épocas no abordadas por él, como el estudio
acerca de la Guerra de la Independencia confeccionado por el
Conde de Toreno. Así, el nuevo estado burgués no había confeccionado el relato de su constitución como pueblo, sobre el que
fundar un discurso nacionalista y se conocían perfectamente
las consecuencias de esta apatía de los sectores conservadores.
En Valencia, por ejemplo, había sido Vicente Boix quien lo
había hecho desde la ideología del romanticismo liberal. Había
un acuerdo generalizado acerca de que esta empresa no podía
comenzar con las rutinarias referencias a los inicios legendarios de corte bíblico. Había, pues, que integrar los resultados
de la nueva investigación, sobre la cual dirimían sus diferencias ideológicas creacionistas y evolucionistas. Ello obligaba a
elegir muy bien al personaje y en ese momento, sólo había una
persona que podía responder a este reto: Vilanova, quien reunía
el conocimiento amplio y completo de los descubrimientos y
teorías que estaban configurando las nuevas prehistoria y antropología prehistórica, al tiempo que respondía a las exigencias de
ortodoxia católica y científica (véase Jiménez, 1993).
Y Vilanova no defraudó las primeras expectativas y así
quedó patente en su discurso de ingreso, contestado por el propio
Cánovas. Bien es cierto que ambos polemizaron sobre el término
que se habría de dar a la disciplina, ya expuesto en la conferencia
sobre agricultura prehistórica, pero el núcleo de su conferencia era
muy acorde con los principios de la Restauración: España habría
construido su identidad cultural y social, diferente de Europa,
desde sus más remotos orígenes. Fiel a su método, dividió su
discurso en tres partes: geología (Vilanova, 1889a: 5-35), protohistoria (Op. cit.: 35-45) y protohistoria ibérica (Op. cit.: 45-82).
Comenzó su disertación en el terciario, para ir desmontando
las pruebas aducidas a favor de la existencia del hombre en
etapas miocénicas y pliocénicas. Acto seguido, va a comentar
la peculiaridad del Cuaternario: las glaciaciones, que además
abrieron la puerta a la aparición del hombre, siempre sobre un
lecho de acarreos conocido como diluvial o del Diluvium, lo
que aprovechó para referir una vez más a la concordancia existente entre el Génesis y los descubrimientos de la ciencia. A
partir de aquí, comienza la larguísima marcha del hombre, cuya
cronología exacta resulta imposible, pero que todos los datos
apuntan a una gran antigüedad, y será la protohistoria, la ciencia
encargada de explicar el enlace entre la historia del hombre y la
del planeta, superando definitivamente los relatos legendarios y
fabulosos. Aquí discutió especialmente dos cuestiones: la significación que puedan tener los diámetros y formas craneales para
establecer distintos estadios de civilización y los criterios para
establecer las diferentes etapas de progreso humano, pues aparte
del material de fabricación de los útiles o los animales con que
ha convivido el hombre, habrán de considerarse aspectos como
la aparición de la aguja o el arte. Y acaba concluyendo el carácter
indígena y peculiar de la prehistoria española, lo que demostrará
a lo largo del tercer apartado. En él, irá describiendo las distintas
etapas defendidas por él, que le permiten afirmar el carácter
continuo y sin interrupciones del desarrollo hispano frente a
Europa, negando con argumentos a veces muy poderosos, que
el Neolítico y los metales fueran resultado de la acción de maestros foráneos, que enseñaran a nuestros artesanos. De ahí, su
defensa a ultranza de la existencia de un Mesolítico y de la precedencia del cobre sobre el bronce (ver Ayarazagüena, 2000).
Llama la atención que apenas refiera a las pinturas parietales y
que no eche mano de la adaptación hispana que hiciera en 1875
de las diferentes etapas prehistóricas.
Si bien, la elección de Vilanova respondía a una realidad
innegable, pues en esos momentos, el desarrollo alcanzado por
la investigación prehistórica en nuestro país había sido de tal
magnitud, que llevó al prehistoriador francés Gabriel de Mortillet a incluir información sobre nuestro país en su famoso manual
3
amigo, aunque también tachará de “desdén” su silencio hacia las pinturas
(Vilanova y Rada, 1894: 458).
4 Este autor también había mostrado su interés hacia la arqueología, como lo
muestra su Viaje arqueológico emprendido en el mes de mayo de 1864, de
orden de la Real Academia de la Historia (Madrid, 1866).
En 1886, Vilanova presentó una protesta oficial ante el Congreso de
Nancy, porque en el libro que acababa de publicar E. de Cartailhac, Les
âges préhistoriques d’Espagne et du Portugal (París, 1886), se silenciaba
toda información sobre las pinturas de Altamira (Vilanova, 1890: 252;
Ayarzagüena, 1992: 1113). Más tarde elogiará el libro de quien calificará de
49
[page-n-63]
Le Préhistorique, origine et antiquité de l’homme, a partir de la
segunda edición publicada en 1883; aquí, el trabajo de Vilanova
no encontraba el eco esperado y ello a pesar de su incansable labor
de divulgación.5 Por un lado, la prehistoria tardó bastante en ser
introducida en los manuales de historia y aunque Manuel Sales
y Farré (1881) afirmaba categóricamente que “a partir de 1880,
creemos que no se ha publicado Historia de España de alguna
importancia que no lleve dedicadas sus primeras páginas a la prehistoria patria”, se produjeron defecciones estrepitosas como la
de Manuel de Góngora, quien en sus Lecciones de historia universal (1880: 45-46), sostenía que “sobre tan deleznables fundamentos levantase en ciertas manos la llamada ciencia prehistórica”, sólo le concedía un valor local y muy restringido: “Cuando
ciertos escritores, atesorando nuevos y más elocuentes hechos, se
convenzan de que los estudios prehistóricos no pueden conducir
a más resultados, que a verificar un determinado estado de civilización en una gente o en una familia, pero nunca a tal coincidencia cronológica que demuestre que los hombres, en una señalada fecha se hallaban en la edad de piedra, de cobre, de bronce
o de hierro”, y le auguraba el peor de los futuros, pues, sobre los
dibujos y signos que iban descubriendo incisos en objetos y en
yacimientos, advertía que: “a fuerza de meditación, de estudio y
de paciencia, se convenzan, por ejemplo, que tales signos corresponden a la escritura jeroglífica hierática o demótica de los egipcios y leídas por completo, se vea que contienen la teogonía, la
historia de un pueblo de origen egipcio o que con él estuvo en
relaciones, entonces, los estudios prehistóricos merecerán seguramente el nombre de ciencia y sus hoy descreídos flamines, volverán a doblar la rodilla ante el altar del Dios de Moisés, del que
se separaron durante la oscura noche de la ignorancia” (citado por
Ayarzagüena, 1992: 300-301, y Jiménez, 1993: 269 y 270).
Este fragmento plantea los escollos que tuvieron los trabajos de Vilanova: la afirmación de la teoría difusionista a
partir de un origen asiático del hombre y de la civilización,
que tuvo gran predicamento en la Gran Bretaña victoriana, e
incluso en nuestro país, ya que en esta interpretación paradójicamente coincidían, aunque desde posiciones enfrentadas,
tanto los sectores seguidores de una lectura literal del Génesis
–pues correspondía al solar del pueblo de Yahvé– como entre
los evolucionistas, defensores de una explicación unilineal. En
este ambiente, investigadores como Vilanova insistieron en la
existencia de elementos autóctonos en la prehistoria europea
y justo el año de su fallecimiento, Salomón Reinach dio a la
luz Le mirage oriental (París, 1893), donde arremetía contra
quienes buscaban constantemente invasores procedentes del
Este (Daniel, 1977: 58-59). Con el prehistoriador francés Émile
Cartailhac (1845-1921) como oponente, las confirmaciones de
las propuestas de Vilanova llegarán demasiado tarde como para
que pudieran satisfacerle.
En el discurso de ingreso a la Academia de la Historia (1889a:
13) –Fig. 23–, Vilanova estimaba que Darwin había sido “una
de las mayores glorias del Reino Unido en el presente siglo” y
aunque decía de sí mismo que “disto mucho de ser sistemático
contradictor” de las teorías evolucionistas; no se pueden obviar
los ataques que lanzó a lo largo de su vida contra las teorías evolucionistas y sus defensores, aunque siempre desde un punto de
vista científico como en los casos del Eozoon y del Protitron (ver
Capítulo VII). Si recordamos el tono empleado por Góngora en
el fragmento antes citado, comprenderemos enseguida que el otro
frente abierto en su trayectoria intelectual fue el de la ortodoxia
de su trabajo. Un buen ejemplo de ello nos lo ofrece la celebración del I Congreso Católico Español, que fue impulsado por el
obispo de Madrid-Alcalá, Ciriaco María Sancha y Hervás, quien
se inspiró para poner en marcha esta institución en la encíclica
Libertas praestantissimum (Sobre la libertad y el liberalismo)
de León XIII (1888) y en el ejemplo de otros países europeos.
Su objetivo primordial era llegar a un acuerdo entre los distintos
sectores católicos, muy enfrentados políticamente ante la posibilidad de colaborar con un gobierno liberal tras la ruptura que
supuso el Sexenio. La reunión tuvo lugar en abril y mayo de 1889
–sólo unos días antes de su acceso a la Academia– y durante sus
sesiones, nuestro autor hubo de aguantar críticas y descalificaciones rotundas, provenientes de los sectores más conservadores,
Si hemos dicho que la causa primera para su convocatoria había
sido de orden político, la sección segunda, presidida por el obispo
de Salamanca, fue dedicada a temas científicos. Así, José Rodríguez-Carracido, afirmó en un artículo publicado en Los Lunes
del Imparcial (13 mayo 1889), que en ella, se lanzaron todo tipo
de anatemas contra el “transformismo..., señalándolo como el
espíritu satánico, que resurgía de las mansiones tenebrosas, provocando de nuevo con imponente soberbia a las almas fieles y
obedientes a los divinos preceptos del Sumo Hacedor”. Carracido
ofreció una descripción muy negativa de la comunicación del
famoso arzobispo de Sevilla, Zeferino González: La antigüedad
del hombre y la prehistoria, en la que condenó “sin piedad todas
las investigaciones paleontológicas referentes a la prehistoria o
protohistoria, como hoy se quiere nombrar”. Por el contrario,
Vilanova, que participó con el trabajo: Tiempo transcurrido desde
que apareció Adán sobre la Tierra. Las teorías prehistóricas
nada pueden afirmar con fundamento que contraríe la narración
mosaica de la creación del hombre y de la antigüedad del mundo:
ni hasta el presente aducir razones convincentes para afirmar
la existencia del hombre terciario, habría defendido que “en su
sentir, debía ser, sino el único, el principal objeto del Congreso
Católico armonizar las teorías científicas y las doctrinas religiosas” (ver Núñez, 1977a, 1977b). Asimismo, fue leído un tercer
trabajo sobre el hombre fósil, el de Francisco Iñiguez e Iñiguez
disertó sobre: Dar una definición exacta de la ciencia en general,
hacer una relación fundada de los conocimientos humanos que
no tienen carácter científico y demostrar que no es ciencia verdadera la que se forma exclusivamente del conocimiento de fenómenos meramente sensibles.6 A pesar de las posiciones conservadoras de Vilanova y de la firmeza con que defendía los dogmas
de la Biblia, la experiencia no debió ser muy gratificante, ya que
no volvió a acudir a ninguna de las reuniones posteriores, aunque
parece como si el congreso de Sevilla (1892) hubiera asumido y
5
aunque finalmente se le adelantará, L’Espagne préhistorique, que Louis Siret
publicará en Bruselas en 1893.
6 Ayarzagüena (2002b: 73). Las distintas intervenciones fueron publicadas
en el primer tomo de la Crónica del primer Congreso Católico Na
cional Español (Crónica, 1889, 1: 245-294, 425-444 y 475-498 respec
tivamente).
50
Aquí volvemos de nuevo al debate sobre las precedencias. Hay autores que
consideran que la primera síntesis de los conocimientos acerca de la prehistoria
española sería el Origen y antigüedad del hombre del propio Vilanova
(1872b), tampoco debemos olvidar el libro de Émile Cartailhac ya citado
en una nota anterior sobre las edades prehistóricas en España y Portugal. En
cuanto al discurso de Vilanova, éste habría entregado el manuscrito en 1891,
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Fig. 23. Manuscrito del discurso de Vilanova en su ingreso en la Real Academia de la Historia (Carpeta manuscritos MPV).
51
[page-n-65]
sancionado finalmente sus propuestas: aceptación de la concordancia entre la prehistoria y los textos sagrados, y necesidad de
formar bibliotecas científicas y museos arqueológicos en diferentes diócesis, así como de promover los estudios prehistóricos
en los distintos niveles de enseñanza, “a fin de contrarrestar... la
perniciosa influencia de la propaganda anticristiana”; todo ello
complementado con la organización de excursiones organizadas
y dirigidas por personas de reconocida ortodoxia católica. Se trata
de una respuesta ya ensayada en Cataluña en un intento de cristianizar las ciencias naturales, que dio sus primeros pasos siendo
rector del Seminario Conciliar de Barcelona Salvador Casañas y
Pagès (1834-1908), con el fin de demostrar que la Iglesia no era
ajena a la ciencia y que “la [ciencia] verdadera en completa conformidad y armonía con la divina revelación”.7 En este contexto
desarrollo Jaime Almera (1845-1919) sus investigaciones geológicas dentro del Seminario Conciliar (ver Gómez Alba, 1995b).
En cuanto Cánovas decidió poner en marcha el proyecto de
la historia de España de la Academia, le encargó a Vilanova que
elaborara el volumen antes citado, en colaboración con uno de
los primeros arqueólogos profesionales, funcionario del Cuerpo
de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, director del Museo
Arqueológico Nacional y uno de sus valedores más serios en la
corporación: Juan de Dios Rada, quien además es considerado
como el descubridor del arte y la arqueología ibéricos. Académico desde 1872, también era hombre de firme fe católica y
aunque apoyó a Vilanova en todo momento y firmó distintas
publicaciones con Tubino, no parecía muy convencido de la
validez científica de la prehistoria, o al menos eso parece desprenderse del examen de su encomiástico informe, redactado
para la Academia de la Historia (1882), acerca del citado libro
Lecciones de historia universal (1880) de Manuel de Góngora,
en el que resaltaba la búsqueda de la unión entre la ciencia y la
fe por parte del autor (Ayarzagüena, 1992: 300-302).
En el citado volumen de la Historia de España (Fig. 24), lo
presentó a la Academia en 1891, aunque se publicará tres años
después (Ayarzagüena, 2002b: 74) y en él no se especifican los
capítulos redactados por uno y otro autor, y la verdad es que
la estructura del libro parece responder claramente a la organización del discurso y a la investigación de Vilanova. La obra
se divide en tres grandes epígrafes ya comentados: Geología
(p. 1-268), Protohistoria (p. 269-413) y Protohistoria Ibérica
(415-622). Toda la primera parte salió, sin duda, de la pluma de
nuestro autor, quien defendió el volumen refiriendo a los juicios
que había utilizado Botella (1885) en su Geografía morfológica
y etiológica, según los cuales, la unidad del territorio hispano
se había ido diseñando poco a poco a lo largo de su confor-
Fig. 24. Primer tomo de la Historia General de España dirigida por Antonio Cánovas del Castillo, escrito
por Vilanova y Rada (1894) (Biblioteca del MPV).
7
52
Citado por Gómez Alba (1995b: 598)
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mación geológica, al tiempo que era el solar sobre el cual vive
el hombre y en el que circunstancias como el suelo agrícola y
la constitución geológica han ejercido y ejercen una influencia
determinante sobre el reino animal y el hombre. El discurso de
Vilanova, siguiendo un esquema similar al usado en la mayoría
de sus libros, se ordena de lo más general –los principios generales de la ciencia– a lo más particular: la constitución geognóstica de la Península (Introducción, I-VIII).
La parte geológica no muestra grandes diferencias con los
relatos pedagógicos que ya había redactado en distintas ocasiones, apelando a la explicación de William Buckland para la
formación de rocas y la teoría cósmica de Laplace para la explicación de la formación de la Tierra. Y cierra el capítulo con
unas nociones acerca de los fósiles. La parte segunda la dedica
a la geología de la Península, según el esquema de la desigual
extensión y colocación de formaciones internas y externas, es
decir la presencia del escudo de la Meseta, los distintos sistemas
montañosos y las tierras aluviales, para, a continuación, ir describiendo cronológicamente la historia geológica de la Península, destacando las formaciones extraordinarias.
La protohistoria la inicia con una detallada exposición sobre
la arqueología y enfrenta las dos definiciones más habituales
sobre la prehistoria: aquella que la considera “la narración fiel
y exacta de la vida de la humanidad” y la que la circunscribe
a “la narración y exposición verdadera de los acontecimientos
pasados y cosas memorables”. Evidentemente, él se alinea con
los defensores de la primera propuesta y, como ya señalara en
su discurso de ingreso a la Academia, se declara partidario del
uso del término protohistoria, que define como la “primera historia o comienzo de la misma, hasta un grado ínfimo de cultura” (Vilanova y Rada, 1894: 272). Hace un recorrido histórico
sobre el desarrollo de la disciplina, siguiendo lo escrito ya en la
reseña del Congreso de Dinamarca y que repetirá en multitud
de ocasiones y sobre las consecuencias del desconocimiento del
significado de algunos fenómenos geológicos, como los grandes
aerolitos adorados con devoción en distintos santuarios, y de los
restos dejados por el hombre y por lo tanto, malinterpretados
hasta época muy reciente (Op. cit.: 275-298). La protohistoria
general es abordada a partir de la página 301, y su punto de partida sería la unidad de la especie y de cuna humana, que, según
él, sería aceptada hasta por las escuelas transformista y evolucionista. Tras recordar la cronología de Christian Jürgensen
Thomsen (1788-1865), hace mención al gran desarrollo experimentado por los estudios en los últimos años y expresa la necesidad de que éstos se promovieran en España, donde su falta
de impulso era debido al retraso de los estudios de geología,
así como a ciertas reticencias ideológicas (Op. cit.: 308-311). A
continuación menciona el debate sobre el hombre terciario, que
resuelve arguyendo que no se podía producir la aparición del
hombre cuando aún no había terminado la “evolución” de los
mamíferos y en un periodo en el que el mundo mineral y orgánico se hallaban sometidos a continuos y profundos cambios y
trastornos (Op. cit.: 314-320).
Encontramos su defensa de un desarrollo autóctono de la prehistoria europea. Abre un apartado para el mesolítico, que no sólo
caracteriza por el retroceso de la piedra frente al predominio del
8
Esta cronología había sido propuesta por Vilanova (1875b); la propuesta de
categorías como Matritense equivalente en España para el Achelense ha sido
hueso y la aparición abundante de la aguja de hueso, lo que indicaría el comienzo de la indumentaria; sino que lo hace coincidir
con la presencia de los cráneos del Cromagnon y la abundancia
del reno. Y en cuanto al Neolítico, critica la propuesta de Mortillet
y Cartailhac sobre la introducción de la piedra pulimentada en
Europa por parte de gentes o razas extrañas, que ya había sido
refutada por Cazalis de Fondouze en el Congreso de Estocolmo y
en este caso, Vilanova confirmará su posición con materiales provenientes de yacimientos españoles (Op. cit.: 343-346). A partir
de aquí, irá refiriendo las características de cada periodo, con sus
yacimientos más significativos.
Respecto a los metales, refiere al debate en torno a la edad
del cobre, propuesta por el anticuario inglés Augustus Wollaston
Franks (1826-1897) en el congreso de Estocolmo, corroborada
por el diplomático y arqueólogo Emile de Meester de Ravenstein (1812-1889) en su obra A propos de certaines classifications
préhistoriques (1875), apelando a los argumentos ya conocidos
de la incoherencia de hacer preceder el bronce del cobre, especialmente cuando se han hallado por todo el planeta un número
suficientemente significativo de piezas de cobre puro (Vilanova
y Rada, 1894: 375-386). Recordemos que Vilanova ya había
expuesto implícitamente su existencia en la reunión de Copenhague (1869) y en las conferencias dictadas en Santander en 1880
(1881b: 68), anunció que “el cobre, primer metal empleado, se
labró allí, o en otros términos que fue indígena, según más al
pormenor me prometo demostrarlo en el próximo congreso de
Lisboa”, donde encontró diversos apoyos (Vilanova, 1884a: 312314). En la X Asamblea de la Asociación Francesa para el Progreso de las Ciencias (Argel, 1881) presentó nuevas pruebas y
no halló “objeción alguna” (Vilanova, 1884a: 381). Finalmente,
en las páginas del libro que reseñamos, consideró que el periodo
estaba ampliamente aceptado por los especialistas, hasta el punto
de abrirle un epígrafe específico. Asimismo, negará validez de
denominar al bronce con otro nombre distinto y en concreto,
niega la validez de Bohmiense, propuesto por Mortillet en función de ser por ahí por donde habría entrado al continente. Apela
al estudio realizado por el profesor de Lyon, Ernest Chantre
(1843-1924) sobre el bronce francés y que había sido presentado
en el Congreso de Budapest (1876), para reforzar sus argumentos
a favor del desarrollo autóctono del bronce europeo (Vilanova y
Rada, 1894: 333-339 y 390-393).
La Protohistoria Ibérica repite, aunque con mayor riqueza
de descripciones y observaciones, las cuestiones ya expuestas a
lo largo de este estudio, refiriendo a los yacimientos españoles
más característicos. Aparecen de nuevo los periodos cronológicos conocidos y si bien, su convencimiento del desarrollo
autóctono de la prehistoria española le había llevado a plantear
las dificultades existentes para asimilar las categorías de Mortillet a la realidad de los yacimientos españoles y proponer una
cronología hispana, que sustituía los términos correspondientes
a las distintas estaciones europeas, por otros relativos a los yacimientos hispanos, en este caso hará uso de la cronología al uso
(Op. cit.: 443-46).8 Ahora bien, como pone de relieve Ayarzagüena (2002b: 74), nos enfrentamos una vez más a una de las
incongruencias de Vilanova, muchas veces consecuencia de su
gusto por aprovechar materiales de publicaciones anteriores. En
destacada por García y Ayarzagüena (2000: 11) y Ayarzagüena (2002b: 69).
53
[page-n-67]
concreto, es palpable el problema de cronología que padecía
nuestro autor, especialmente en los periodos más antiguos, posiblemente debido a la escasez de yacimientos de esta época. De
esta manera, si bien observamos un mejor conocimiento sobre
la realidad que el presentado en publicaciones anteriores, no
hay una correspondencia entre el texto y el cuadro que adjunta
con las etapas prehistóricas. Así, en el texto, sólo aparece el
Chelense como perteneciente al Paleolítico, mientras que en el
cuadro, añade el Musteriense y el Solutrense. En consecuencia,
en el texto, el Mesolítico estaría compuesto por el Musteriense,
Solutrense y Magdaleniense; mientras que en el cuadro, sólo
aparece este último (Vilanova y Rada, 1894: 441-482). La
obra se termina con un “Mapa geológico y protohistórico de la
Península Ibérica” y un vocabulario de términos prehistóricos
(Op. cit.: 629-646).
Vilanova no tuvo tiempo a ver impreso el volumen, pues no
salió hasta 1894, el cual hemos de verlo como el primer intento
de sintetizar la información acerca de la disciplina, en su desarrollo general y en el ámbito ibérico. Como hemos podido apreciar, el planteamiento de la obra puede parecer que no fuera el
más idóneo y así lo vio Lucas Mallada, quien le lanzó una ácida
crítica, al recriminarle, que no delimitara los campos de la geología y la prehistoria (Mallada, 1897: 44-25):
... reprodujo sus vastos conocimientos tan laborioso naturalista ¡Lástima grande que en tal introducción se incluyan
unas nociones generales de geología, medianamente bosquejadas!, que por otra parte se alejan demasiado del objeto
que debe tener una Historia de España, por muy científica y
por muy ilustrada que se pretenda publicar.
IV.3. su labor en la sociedad española
de historia natural y la sociedad
Geográfica de madrid
Vilanova fue un firme partidario de la necesidad de establecer sociedades científicas, de este modo participó en los
primeros intentos de institucionalizar la prehistoria en España,
como miembro de la Sociedad Antropológica Española, en 1865,
y en los esfuerzos por crear la Sociedad Prehistórica Española
en 1868. En el ámbito relacionado con las ciencias naturales,
fue fundador de la Sociedad Española de Historia Natural en
1871 y de la Sociedad Geográfica de Madrid en 1876; ambas
corporaciones existen actualmente. En estas dos asociaciones
fue un miembro muy activo, llegando a ocupar distintos cargos
directivos. De todas formas fue en la primera de las sociedades
científicas citadas, donde realizó una labor más importante, por
lo que se hará un comentario algo más extenso sobre la relación
de Vilanova con ella.
En relación con la Sociedad Española de Historia Natural se
han realizado distintos estudios donde se exponen sus orígenes,
fundadores y el desarrollo de sus sesiones (Fernández Navarro,
9
54
Los naturalistas que se reunieron fueron: Colmeiro (botánico), Martínez
Molina (profesor de San Carlos), Jiménez de la Espada y Martínez Sanz
(exploradores de América meridional), Pérez Arcas, Uhagon, Zapater y
Bolívar (entomólogos), Paz y Membiela y González Hidalgo (malacólogos),
Pereda (naturalista) y Vilanova. Además, como socios fundadores, aparecen
aquellas personas que pagaron una cierta cantidad para sufragar las primeras
1927; Martínez Sanz, 1982; R.S.E.H.N., ed., 1985; Gomis, 1996;
Baratas y Fernández, eds., 1998); por otro lado, para esta primera
época son de gran utilidad los Índices de las publicaciones de
la Sociedad, editados por la misma en 1952, aunque debido a la
utilización de varios criterios en su confección es necesaria una
consulta de las Actas y Anales, ya que si no el resultado puede
ser bastante engañoso. Un ejemplo lo supone el mismo Vilanova,
al que se le asignan trabajos que simplemente eran cartas de sus
corresponsales, y que él leía en las sesiones, y en otras ocasiones
algunas de sus notas no se encuentran referenciadas.
El inicio de la andadura de esta Sociedad se produjo el día
8 de febrero de 1871, cuando se reunieron doce naturalistas que
acordaron crear una Sociedad, para lo que aportaron cada uno
cincuenta duros, y reunieron 12.000 reales para la publicación del
primer tomo. La primera sesión ordinaria se celebró el 1 de marzo
de 1871, y el día 15 de este mismo mes se envía una circular a
todos los naturalistas españoles para constituir la Sociedad.9
En esta primera época destacan, como impulsores de la
Sociedad: Salvador Calderón, Vilanova e Ignacio Bolívar (Martínez Sanz, 1982: 98), quienes fueron los socios que tuvieron
más intervenciones dentro de la institución, lo cual viene reflejado en los índices de la Sociedad de los veinte primeros tomos
(1872-1891), donde aparecen con 130, 100 y 54 publicaciones o
comunicaciones cada uno de ellos, respectivamente.10
Si se hace un análisis somero de estos índices, Vilanova
aparece como uno de los autores más prolíficos en varios de
los epígrafes en que están divididos los índices. Así, Vilanova
es el autor con más notas o trabajos en: Paleontología; Antropología y Prehistoria; Excursiones, Viajes y Congresos Científicos; Bibliografía e Historia, y Noticias Biográficas y Necrológicas. Y aparece en segundo lugar en: Geología y Mineralogía,
y Asuntos Varios. Si analizamos en conjunto su producción,
integrando sus notas de geología y mineralogía junto con las de
paleontología en un sólo conjunto y las obras de antropología y
prehistoria en otro conjunto, se observa que hasta 1876 predominan en un 95% las notas del primer conjunto, en la siguiente
década hay un incremento fuerte de notas del segundo conjunto,
hasta alcanzar cerca del 40% de esta producción, manteniéndose
bastante constante a partir de este momento. Por lo que vemos
claramente que nuestro autor fue desplazando con el tiempo su
interés hacia las investigaciones de tipo prehistórico.
Así, la labor de Vilanova dentro de la Sociedad fue intensa,
participando en casi todas sus sesiones, en las que aportaba continuamente nuevos datos de sus investigaciones en los distintos
campos de la geología, paleontología y prehistoria; leía cartas de
sus corresponsales, exponía reseñas de obras y comunicaba las
novedades de allende nuestras fronteras, informando detalladamente de lo tratado en los diversos Congresos Internacionales a
los que asistía, ya como particular o en ocasiones como representante oficial de España.11 Además, participó en varias polémicas
dentro de la misma como fueron algunas discusiones sobre el
origen de las fosforitas de Logrosán o cuestiones terminológicas
con los ingenieros de minas Lucas Mallada o Egozcue y Cia; o
publicaciones de la sociedad (Fernández Navarro, 1927; Martínez Sanz,
1982).
10 El número de citas corresponde a las que aparecen como tales en los índices,
aunque en la realidad algunas de ellas responden a lecturas de cartas enviadas
por corresponsales, y se han detectado algunas comunicaciones que no se
encuentran referidas en los índices.
[page-n-68]
la polémica sobre Altamira. Por último, dentro de la Sociedad
ocupó diversos cargos, siendo uno de los miembros habituales del
comité de redacción, y fue presidente de la misma en el año 1878.
En relación a la Sociedad Geográfica de Madrid, Vilanova se
vinculó desde la fundación de la misma. El 2 de febrero de 1876
se constituyó la Sociedad Geográfica de Madrid, en un acto celebrado en la Real Academia de la Historia, presidido por el entonces
ministro de Fomento, Francisco de Borja y Queipo de Llano.12
Esta sociedad colaboró intensamente e incluso se fusionó con otras
asociaciones del mismo ámbito, como la Sociedad Española para
la Exploración de África (1877) y la Sociedad Española de Africanistas y Colonialistas (1883),13 convertida después en Sociedad
de Geografía Comercial (1885), más tarde desaparecidas y absorbidas por la Sociedad Geográfica. También esta Sociedad organizó
diversas reuniones científicas, en sus primeras etapas, así merece la
pena destacar la organización del Congreso Español de Geografía
Colonial y Mercantil (1883), celebrado en la Universidad Central,
y Congreso Geográfico Hispano Portugués Americano, organizado
en 1892 coincidiendo con el IV centenario del Descubrimiento de
América, que reunió en Madrid a una nutrida representación de las
Sociedades Geográficas del Continente Americano, y cuyo tácito
objetivo, malogrado en la práctica, fue la constitución de una asociación internacional de Sociedades Geográficas Españolas.
Vilanova impartió diversas conferencias organizadas en la
Sociedad Geográfica, sobre temas variados, publicadas en los
órganos de expresión de la corporación, y participó asiduamente
en las sesiones celebradas por la Sociedad, organizadas por la
Junta Directiva. Así, por ejemplo, en sesiones realizadas durante
el primer trimestre de 1885, Vilanova disertó sobre el problema
de la antigüedad del hombre, asegurando que no podía asegurarse
la existencia del hombre terciario, debatiendo sobre el hombremono o antropopiteco y la localización de la cuna del género
humano y exponiendo las tesis de las escuelas tradicional y evolucionista (Vilanova, 1885a). Por otro lado, dadas las dificultades
que había tenido para publicar su memoria geológica de la provincia de Teruel (ver Capítulo 5), Vilanova utilizó el Boletín de la
Sociedad Geográfica de Madrid para publicar entre 1881 y 1884
(volúmenes 11 al 16) su Reseña Geológica de la provincia de
Valencia dividida en 12 partes y con un mapa provincial; este
texto constituye la mayor parte de su Memoria geognóstico-agrícola y prehistórica de Valencia que fue publicada en 1893.
Como ya se ha comentado Vilanova fue un asiduo participante de diversos congresos científicos en el viejo Continente,
sobre los que se dispone de una buena y puntual información,
ya que el propio Vilanova fue un divulgador entusiasta de estos
eventos y el género en que quizá manifestó mejor la vinculación
entre investigación y difusión sea en las largas reseñas que hizo
sobre buena parte de los congresos a los que asistió, empezando
por el de Antropología y Arqueología prehistórica celebrado en
Copenhague.
Así, en 1871 Vilanova publicó junto a Francisco María
Tubino (1833-1888)14 una monografía sobre sus impresiones
de este congreso, con el título: Viaje científico a Dinamarca y
Suecia. Este es el único libro de este tipo que Vilanova firma
como coautor, leyendo la obra se puede observar que Tubino
realizó una parte importante de la redacción del libro, al aceptar
de manera implícita algunas ideas sobre evolución, que Vilanova no debía compartir. Sin embargo, este hecho también se
observa en la Introducción al apartado de Antropología escrito
por Tubino para de La Creación, obra dirigida por Vilanova,
donde se ofrece una exposición bastante favorable a las ideas de
Darwin (ver Capítulo VII).
Además de este libro, Vilanova publicó otros seis libros reseñando e informando sobre distintos congresos: Los Congresos
Científicos de Chalons, Berna, Paris, Lisboa y Argel (1884a;
Fig. 25) Congresos médicos de Amberes y Perusa (1887), De
Madrid a Amsterdan pasando por Zurich, Rouen y Charleville.
Congresos científicos de 1883 (1888a), Congreso Internacional
de Higiene y Demografía celebrado en Viena en 1887 (1889b),
Ginebra y Nancy: Congresos científicos celebrados en 1886
(1890) y Congresos Científicos de 1891: De Higiene y Demografía, en Londres; de la Sociedad helvética de Ciencias, en
Friburgo; de los Médicos Freniátricos en Milán; de la Asociación francesa para el progreso de las ciencias, en Marsella;
Exposición de Higiene, en Viena (1892d).
Estas obras complementadas con conferencias y artículos, responden a un género que ahora nos resulta un tanto
lejano y son resultado de las condiciones en que se producía
la publicación de las actas de los congresos internacionales
en ese momento. Un vistazo al completo inventario recogido
por Comas (1956) de las publicaciones de los congresos internacionales de ciencias antropológicas, nos informa, antes de
todo, de la enorme tardanza en la publicación de muchos de
los volúmenes, así, y a pesar de las protestas de sus autores, el
libro de Vilanova y Tubino (1871) vio la luz antes de la aparición de las actas oficiales del Congreso de Copenhague (1875).
Por otro lado, los contenidos publicados solían recoger las
conferencias protocolarias y plenarias, pero en lo referente a
las comunicaciones, era corriente que sólo se indicara el título
o un corto resumen, y eso cuando eran incluidas. Además, a
pesar de ciertas incongruencias, daban noticia de los debates
producidos en las distintas sesiones (Comas, 1956: 177). Vilanova, por su lado, utiliza un esquema similar, aunque dependiendo de las características de cada volumen, se explaya más
Esto le llevó en muchas ocasiones a ser miembro del Bureau de los congresos
(equivalente al Comité Científico), e incluso ser elegido Presidente de Honor
de la sección de Geología en el Congreso de la Asociación Francesa para el
Progreso de las Ciencias, celebrado en Limoges en 1890, donde volvió a disertar
sobre la existencia de una edad del Cobre, antecesora de la del Bronce, siendo
reconocido por Mortillet (hijo) al igual que antes lo habían hecho Cartailhac
y Chantre. Otro aspecto interesante es el desarrollo en la segunda mitad del s.
XIX de la Medicina preventiva a nivel mundial: Vilanova fue enviado en 1887
por el Gobierno al Congreso Internacional de Higiene en Viena, y en 1890
da algunas conferencias sobre higiene del obrero (horas de trabajo, descanso
semanal, trabajo de las mujeres y los niños, ...) que estaban en la línea del
movimiento social de la época (Martínez Sanz, 1982).
12 Para una historia de esta sociedad ver Bosque Maurel (2004), un resumen se
puede consultar en la página web de la misma:
http://www.realsociedadgeografica.com/es/site/index.asp.
13 Para un breve comentario sobre el africanismo español en el siglo XIX y su
relación con la Sociedad Geográfica de Madrid ver Alonso Baquer (2007).
14 Para una biografía ver Revuelta Tubino (1989).
IV.4. Vilanova y los congresos científicos
IV.4.1. Vilanova congresista y divulgador
11
55
[page-n-69]
o menos en las transcripciones de las conferencias. En cuanto
a la reseña de las sesiones, no suele recoger el título, sino
que va refiriendo las distintas intervenciones y los posibles
debates suscitados. Con ello, los estudiosos en nuestra lengua
podían acceder a las novedades y discusiones de las reuniones
más destacadas en la disciplina, muchas veces antes de que
salieran las actas oficiales, pero con una peculiaridad digna de
comentario: todo ello pasado por el tamiz de los intereses de
Vilanova, quien si bien, parece, recogía todo tipo de intervenciones, no economizaba todo tipo de comentarios, positivos
o negativos, según las posiciones ideológicas o científicas
defendidas por los que manifestaban sus opiniones.
Una de las facetas más destacadas de su empeño divulgador
fue su asistencia repetida a “esos grandiosos certámenes de la
inteligencia que se llaman congresos o asambleas científicas”,15
especialmente los internacionales, que se acompañaba de la
publicación de reseñas más o menos extensas de tales reuniones
en nuestro país. Para él, las sociedades y los congresos constituían el mejor motor para la ciencia y desde 1867 se convirtió en
uno de los inspiradores más entusiastas de los congresos internacionales de geología.
La labor divulgativa llevada a cabo en los congresos tenía
un doble sentido. Por un lado, su asistencia era muy activa,
formando parte a menudo de algún comité y además siempre
intentaba comunicar alguna aportación española –si era suya
mejor– al tema del congreso, ya fuera en forma de ponencia,
ya fuera en los debates.16 Por el otro, informaba sobre las principales aportaciones de la reunión en todo tipo de foros: en sus
conferencias –especialmente las del Ateneo–, en revistas y, en
los casos que pudo, en larguísimas reseñas en forma de libro.
Que se publicaron de manera habitual 2 o 3 años después de
celebrarse los congresos, con las correspondiente queja de Vilanova, en la mayoría de las presentaciones de estos libros, por
la tardanza de su edición; también aducía que de acuerdo con
la legislación vigente era obligado para quienes eran elegidos
como delegados, que presentaran una memoria sobre el evento,
la cual debería ser publicada a cargo de los presupuestos generales; aunque, como también él se dedicó a recordar a menudo,
dicha obligación no solía cumplirse ni por los comisionados ni
por la administración. Por el contrario, Vilanova consideraba
este encargo como un deber patriótico, como refería abiertamente en su libro De Madrid a Ámsterdam (1888a), que recogía
las reseñas de los congresos asistidos en 1883, donde se quejaba
de que “las pocas memorias que se redactan tarden años y años
en ver la luz pública, quitándoles lo más importante que pueden
tener, que es la oportunidad, dada la verdadera y especial índole
de estos escritos y la marcha rápida que hoy siguen las manifestaciones todas de la dinámica intelectual”.17 Según confiesa,
este libro pudo publicarse por fin gracias a su obstinación personal, considerando este desdén hacia las memorias como “un
punible olvido de los sagrados deberes que la patria impone”;
y si ello le parece reprochable, más grave le resultan las con-
15
Vilanova (1889b: 4). Navarro (2004) ha destacado esta faceta viajera de
nuestro científico.
16 Para el caso de la prehistoria, esta faceta ya ha sido puesta de relieve por
Goberna (1985: 42).
17 Vilanova (1888a: IV), razones similares aparecen en todos sus libros. Otro
ejemplo lo encontramos en la “Advertencia” de los Congresos médicos de
Amberes y Perusa (Vilanova, 1887): “Como este libro se publica con un
56
tinuas ausencias de científicos españoles a estas reuniones, no
sólo porque fuera de nuestras fronteras “por desgracia nuestros
libros se leen apenas”, sino por la pobre imagen dada, “cuando
Europa advierte la indiferencia con que miramos esos grandes
certámenes de la inteligencia, ya que a menudo España brilla en
ellos, como vulgarmente se dice, por su ausencia... Y tanto más
digna de severa censura considero la tal conducta, cuanto que
sobre ser éste uno de los medios más eficaces de alcanzar las
naciones el rango e importancia que de derecho les corresponde,
tratándose de la nuestra, por circunstancias no ciertamente difíciles de comprender, se recibe en el extranjero todo cuanto a
ella se refiere con el mayor agrado y satisfacción, según la ya
inveterada experiencia me lo acredita” (Vilanova, 1888a: V). Y
es que como afirmará un poco más adelante, “el deseo de ser
útil al país es el único móvil que me ha guiado en la redacción
del libro, con el que por otra parte, creo cumplir con un sagrado
deber” (Op. cit.: 6).
Fig. 25. Portada de Los Congresos Científicos de Chalons, Berna,
París, Lisboa y Argel descritos por D. Juan Vilanova y Piera (1884)
(Biblioteca del MPV).
retardo poco conveniente en esta clase de producciones, cuyo principal
mérito por su propia índole consiste, en que se den a luz a la mayor brevedad,
importa que el lector conozca la causa de este hecho, que pudiera afectar al
cumplimiento de un deber por mi parte”. Los congresos habían tenido lugar
en el verano de 1885 y él afirma que el texto lo había presentado el 17 de
mayo de 1886.
[page-n-70]
¿Y qué deber era éste? Colaborar a la tarea de “ganar el
tiempo y el terreno que lastimosamente por inercia ha perdido” y que abarcaría todas las facetas del progreso. Ahora
bien, afirmaciones similares deben recibirse con reservas, ya
que, como ocurre en este caso, tal reflexión la hacía en la
reseña del congreso de Zurich (agosto 1883), donde se quejaba del olvido a que había sido sometida en nuestro país
la exposición organizada de forma paralela a la reunión, es
decir que se trataba de una más, lo que no quiere decir que no
fuera importante, de las exhibiciones locales que se organizaban muy a menudo en Europa y también en nuestro país. Y
en este contexto, debemos señalar que en nuestro país existía
un verdadero interés hacia estos certámenes, que tenían un
seguimiento periodístico realmente notable, tanto mayor
cuanto más grandes eran las manifestaciones y se multiplicaba de manera excepcional en el caso de las universales.
Curiosamente Vilanova (1888a: 11) dice:
A pesar de su reconocida transcendencia, no fue estudiada
de un modo especial, que yo sepa, por ningún español, pues
ni se ocuparon en el asunto los centros oficiales, ni tampoco
la iniciativa particular, a la que ciertamente debieran interesar más los progresos que fuera de España, y especialmente en Suiza, se realizan, con el fin de ganar el tiempo y
el terreno que lastimosamente por inercia ha perdido.
Sin embargo, a pesar de loa que dice Vilanova, el interés
por las exposiciones llegó al punto de editarse revistas dedicadas específicamente al evento como España en París. Revista
de la Exposición Universal de 1867, editada en Madrid y de
aparición semanal o la Revista de la Exposición Universal de
París en 1889, que editó la reputada firma Montaner y Simón.
Por ello, tal lamento respondería sin duda más a la acumulación
de eventos que no a una indiferencia hacia estas exhibiciones
(Véase Soler y Salavert, 1998; Ferran, 2004).
Armado con estas convicciones, una de sus preocupaciones
más constantes consistió en pasearse por Europa para divulgar
los avances que se producían en los países avanzados en las
materias más diversas, entre las cuales, especialmente a partir de
los años ochenta, destacarían los referidos a la medicina, pues
participaría en diferentes convenciones sobre salud pública (ver
Salavert, 2005). En sus reseñas, no dudaba en llamar la atención
sobre la enorme distancia que nos separaba de aquellos países,
como relataba amargamente al referirse a un informe presentado
ante el congreso de Amberes, en el que advertía de lo mefítico
que podían resultar los estercoleros para la salud pública de una
comunidad; así lo recalcaba Vilanova (1887: 102):
Y ahora digo yo, si en Bélgica, donde estos asuntos motivan
la reunión de asambleas médicas, se quejan los hombres de
ciencia y los guardianes de la salud de que tales prescripciones sanitarias son como letra muerta, ¿qué ha de suceder
en nuestro país, donde estos asuntos sólo preocupan a la
administración cuando sobreviene uno de esos azotes que
se llaman epidemias?
18
Debemos señalar, que mientras que Zucchi criticaba la falta de adecuación
de la legislación a la realidad, Vilanova replicaba a la supuestamente
desinformada exposición, reproduciendo la memoria confeccionada por Luis
Y no se quedaba en el mero comentario más o menos sarcástico, sino que confiaba en el papel testimonial de sus reseñas,
hasta el punto de pensar que pudieran ser capaces de producir
reacciones por parte de la administración, como confesaba en
su trabajo dedicado al congreso de Viena de 1887 (Vilanova,
1889b: 99):
Donde se tardará mucho en ocuparse de estos asuntos que
tan directamente atañen a la salud es en el nuestro, ocupado como se halla casi siempre la pública administración
en asuntos de bien distinta índole, por eso asistimos a los
congresos de higiene y publicamos estos mal perjeñados
libros, para llamar hacia tan vitales asuntos la atención de
quien corresponde.
Al mismo tiempo, advertía de las nefastas consecuencias de
la supuesta ausencia de representantes españoles en los foros
internacionales, que no eran otras que el mantenimiento de la
ignorancia acerca de la situación y los avances en nuestro país,
como declaraba al hacer la reseña del informe sobre la organización sanitaria en distintos estados, presentado en el Congreso
de Viena, así dice Vilanova (1889b: 9):
Es tan escaso y poco exacto lo que acerca de nuestra organización sanitaria dice el Sr. Zucchi, que me obliga a aducir
documentos fehacientes que acreditan ser anterior este servicio a lo que hizo Francia y bastante más completo que lo
indicado por el médico italiano. Este habitual desconocimiento que en el extranjero se tiene de todas nuestras cosas,
ya va picando en historia hasta un punto tal, que si no hubiera
otros motivos para inclinarnos a concurrir a dichas asambleas
científicas, que sí los hay y bastante poderosos por cierto,
nos obligaría la imperiosa necesidad de dar a conocer lo que
por sistema, ya que no por otra consideración, ignoran los
extranjeros.18
Una ignorancia que no considera que sea sinónima de animadversión o menosprecio, pues, según refiere a medio camino
entre el envanecimiento y la ingenuidad, los colegas extranjeros
estaban deseosos de conocer las novedades que podían aportar
nuestros científicos, en este caso él mismo, como apostillaba en
la reseña de su comunicación ante el congreso de la Sociedad
Geológica de Francia (1876), donde presentaba sus ideas acerca
de que la sílice estaría en la base de la constitución de muchas
rocas metamórficas (Vilanova, 1884a: 48-49):
Fácilmente se comprende que no había de permitirme
ofender la ilustración de la Sociedad Geológica de Francia
y de los individuos congregados en Autun, discurriendo
sobre un asunto como éste, sobrado conocido de todos,
pues en ello estaba también interesada con la mía, la honra
patria. Atento pues a ésta y al deseo de contribuir con mis
escasos conocimientos a los progresos científicos, di cuenta
en aquella sesión del estado naciente de la sílice a la temperatura y presión ordinarias, según se observa en el Uru-
Planelles, jefe de negociado de la Dirección de Beneficencia y Sanidad, en
1885 para la discusión de la reforma sanitaria, sin realizar comentario alguno
a su aplicación (Vilanova, 1889b: 9-15).
57
[page-n-71]
guay, en el Río Negro, en el Catalán y en otros afluentes
de aquella gran arteria de la América meridional, hecho
curiosísimo que no he visto indicado en ninguna obra de
geología, y que considerándolo con harto fundamento, no
sólo como nuevo, sino como muy transcendental, consultele antes con los geólogos más distinguidos de la reunión
extraordinaria, los cuales, concediéndole al hecho toda la
significación que tiene y manifestándome con franqueza
que les era desconocido y hasta negando alguno de ellos su
existencia, invitaronme a que comunicara en la sesión los
fundamentos en que yo me apoyaba para hablar con tanta
seguridad.
Y era tan grande su ansia por comunicar una gran aportación
española al progreso de las ciencias, que marchó entusiasmado
a Lisboa, después de anunciar en sendas conferencias dictadas
en Santander, que iba a informar sobre el magnífico descubrimiento de las pinturas rupestres descubiertas en Altamira (Vilanova, 1881b: 123):
Con efecto, señores, las pinturas de la cueva de Santillana,
si como yo creo, deben considerarse como contemporáneos
del depósito que allí dejó el antiguo troglodita, superan con
mucho a los ensayos artísticos encontrados en las cuevas de
Massat, de la Magdalena y otras en Francia, hechos sobre
piedra, asta de ciervo y marfil, y son únicas en su género;
por esto mismo, repito, han de motivar serias y tal vez apasionadas discusiones, no siempre inspiradas en el amor a
la verdad.
Gloria pues inmarcesible al descubridor de tantas novedades prehistóricas, que eclipsan todas las hasta el presente
encontradas en nuestro suelo, por el servicio inmenso de
que la ciencia y el arte patrio le son deudores.
Comenzando, sin saberlo, un tortuoso camino que le llevaría
al desprestigio más absoluto, hasta que nuevos descubrimientos
realizados en la Dordoña francesa, llevarían finalmente a la
aceptación de la autenticidad de las pinturas, pero cuando ya
estaban muertos sus descubridores.
Y la última utilidad de los congresos era la de aprender
(Vilanova, 1884a: 182):
Y he aquí, como en todos los conceptos son altamente provechosas las frecuentes asistencias a esas asambleas científicas
que por fortuna, se celebran en países más prácticos que el
nuestro. Por de pronto, y prescindiendo de las otras muchas
cosas que en el congreso de Berna aprendí, pues no me causa
rubor confesar que la mayos parte de ellas me eran completamente desconocidas, si no hubiera asistido, ni tendría hoy
la ventaja del caudal de conocimientos que he adquirido,
siempre en relación con mi escasa inteligencia, ni hubiera
entablado relaciones con personas tan ilustradas, a la par que
amables,...
19
Referido en la necrológica realizada por Fernández Caro (1894: 10, nota 1),
con quien coincidió, al menos, en el Congreso de Higiene de Viena de 1887
y que había sido quien había realizado el discurso de contestación en el acto
de recepción a la Academia de Medicina.
20 Lanzada en su reseña del Congreso de la Asociación Británica para el Progreso
de las Ciencias, reunido en Manchester, en agosto de 1887 (Vilanova, 1889b:
58
Y la verdad es que consultando sus obras, se observa perfectamente como va incorporando las novedades científicas, según
las va aprendiendo, fundamentalmente, en sus asistencias a congresos.
El caso fue que llegó a ser tan reiterada su presencia, que
sus colegas europeos le llegaban a saludar, refiriéndose a él
como notre fidèle Vilanova.19 Por otro lado, en nuestro país,
hubo voces que criticaron su afán de marchar a tales reuniones,
pues llegó casi a monopolizar las ayudas, o cuanto menos las
representaciones, con lo que impedía que otros científicos, especialmente los jóvenes, pudieran desplazarse a ellos. Y a tales
reparos, Vilanova se defendía, aludiendo a quienes, “por razones
varias, no todas por cierto lisonjeras, se quedan por acá mordiendo tontamente a los que vamos”.20 Por otro lado, debemos
señalar que tales críticas no eran del todo ciertas, pues Vilanova
no dejó de propugnar la necesidad de que los nuevos investigadores se formaran en el extranjero. Así, en su calidad de secretario del Museo Nacional de Ciencias señaló la conveniencia de
enviar algunos jóvenes naturalistas a la Estación Zoológica de
Nápoles, que él había visitado. La mediación sólo se materializó
en la concesión de una sola estancia y de corta duración. Este
fracaso hizo que Vilanova y la Junta de Profesores volvieran a
insistir, encontrando el apoyo en esta ocasión de un grupo de
naturalistas relacionados con la Institución Libre de Enseñanza
y todos ellos miembros de la Sociedad Española de Historia
Natural, que también presentaron una solicitud similar. Finalmente, esta Sociedad preparó una exposición para el Ministerio
de Fomento, en aras de una reforma de la enseñanza de las Ciencias Naturales y del fomento del desarrollo de la investigación
biológica, lo que finalmente desembocó en 1886 en la creación
de la Estación Marítima de Zoología y Botánica Experimental
en Santander (Baratas, 1998: 66).
Volviendo a la cuestión de la publicación de sus reseñas,
quizá sus mayores diferencias las tuvo con la Academia de
Ciencias, la cual afirmaba ya en el informe emitido sobre el congreso de Copenhague (Vilanova y Tubino, 1871: LII):
Estos trabajos, aun cuando en realidad tampoco pueden considerarse comprendidos en la Real Orden de 10 de febrero
de 1864, son interesantes y dignos de que el público los
conozca en nuestro idioma, sin tener que recurrir a publicaciones extranjeras; y para conseguirlo, sería conveniente
que el Estado facilitara, en cuanto posible sea, la publicación de la primera parte de la Memoria, que es objeto de
este informe.
No tenemos muy claro a qué se refieren, pues, no creemos
que tuvieran conocimiento de las 52 páginas de introducción
y el apartado estrictamente referido al congreso, sólo recoge
72 de las 269 del libro. Años después, su actitud no había
variado, sino que se hizo incluso más férrea, hasta el punto de
intentar impedir la publicación del informe sobre el congreso
de Châlons (1876), al no querer pronunciarse sobre el parti50). Un año después, iniciaba la reseña de los congresos asistidos en 1886,
con estas significativas palabras: “Siguiendo la ya inveterada costumbre y
respondiendo como es debido a la galante invitación hecha por las sociedades
helvética, geográfica y geológica suiza..., dirigime el 1º de agosto a Ginebra”
(Vilanova, 1890: 1).
[page-n-72]
cular. Finalmente, la tenacidad de Vilanova consiguió sacar a
la luz una versión reducida, al negociar su publicación conjunta
con los congresos asistidos hasta el de Argel de 1881, donde
se encontraban sus noticias acerca de Altamira. Finalmente dio
su beneplácito el Director General de Instrucción Pública, Juan
F. Riaño (Vilanova, 1884a), quien, no lo olvidemos, era académico de la Historia y de Bellas Artes, y la crónica apareció ocho
años después de haberse realizado.
Uno de los aspectos que se ha podido cotejar, gracias al
Fondo Documental del Museo de Prehistoria de Valencia,21
es la labor de recorte que hizo Vilanova, ya que se encuentran
partes de manuscritos de algunos de estos congresos mucho más
extensos que en su versión impresa (Fig. 26).
Algo similar le ocurrió con los congresos de contenido
médico, donde debieron levantarse diferentes protestas, ya que
en los años ochenta se dedicó a pasearse especialmente por las
Fig. 26. Una de las cuartillas Manuscritas por Vilanova, que parecen ser una versión previa mucho
más completa sobre el Congreso Argel, que la que se publicó en 1884 (FDJV-MPV 9/4).
reuniones de higiene; una disciplina en la cual, había expertos
de reconocido prestigio, algunos de los cuales también acudían
e incluso ocupaban lugares de representación y organización
importantes. El caso fue que el libro titulado precisamente: Congresos médicos de Amberes y Perusa (Madrid, 1887) vuelve a
iniciarse con una advertencia, en la refiere sus dificultades para
la publicación, aunque quizá la causa de la negativa fuera, en
este caso, otra (Vilanova, 1887: 5-6):
21
Escrito el original y presentado el 17 de mayo de 1886 en
la Dirección General de Beneficencia y Sanidad, fueron
tales los escrúpulos que asaltaron al que por entonces
era jefe de este centro administrativo, sin duda por lo
inusitado de que se escriban por los delegados oficiales
las memorias inherentes a la honrosa misión que se les
confía, y tan largos, y en cierto modo depresivos, los trámites a que, tal vez para evitar abusos, quiso se sometiera
Ver a modo de ejemplo el contenido del documento FDJV-MPV 9/4.
59
[page-n-73]
el grave y comprometido asunto de publicar los acuerdos
solemnemente tomados por varias asambleas científicas,
que a no haberse hecho felizmente cargo de la Dirección
el Excelentísimo Señor Don Teodoro Baró, estoy por
asegurar que se hubiera aplazado por modo indefinido la
publicación de este libro. Por fortuna, el celo y reconocida
ilustración del actual director borraron las mal formadas
suspicacias del que antes ocupaba su puesto, acordando la
impresión del escrito, así que le hube enterado de lo que
ocurría, en razón a que “estas memorias se escriben para
darlas a conocer”. Son las propias palabras que salieron de
los labios del Señor Baró en la primera entrevista que tuve
el gusto de celebrar con él.22
El año en que aparecía este mismo libro, Vilanova acudía al
VI Congreso Internacional de Higiene y Demografía, celebrado
en Viena, como delegado oficial. Una multitudinaria reunión, a
la que como dice Vilanova (1889b: 3-4):
... algunos fuimos a aprender de los grandes maestros y precisamente este libro tiene por principal objeto comunicar a
los médicos, en primer término, y también a los profanos o
alejados de estos estudios, el resultado de lo que la escasa
inteligencia de su autor pudo recabar del mencionado congreso, lamentando de todas veras, no se confiara ésta tan
delicada misión a persona más idónea.
Sin duda estas palabras son excesivas e inexactas y nos
ayuda a comprender la actitud de Vilanova, quien acepta que
no es un experto en la materia y en su afán de autojustificación esconde en la introducción de un libro que aparecería en
1889 y en el que, cosa extraña en él, no reproduce la orden de
publicación del Ministerio, posiblemente para no desvelar que
su amigo, y reputado higienista, miembro del cuerpo de sanidad
de la marina, Ángel Fernández-Caro y Nouvilas, había publicado en 1888 un grueso volumen de 455 páginas, editado por
la Imprenta de Infantería de Marina, titulado Estudios críticos
sobre el VI Congreso Internacional de Higiene y de Demografía
de Viena, y que Vilanova no sólo usará, sino que transcribirá
páginas enteras, citando la procedencia.23
¿Cuál era el interés real de estas reseñas? Como ya se ha
comentado las actas oficiales solían aparecer con un retraso
bastante considerable y en sus páginas, solían recoger, casi
exclusivamente, las conferencias protocolarias y plenarias,
mientras que las comunicaciones y debates científicos eran
omitidos o quedaban reducidos a una mera enumeración y un
sucinto resumen. Vilanova, por su lado, utiliza un esquema
similar, aunque dependiendo de las características de cada
volumen, se explaya más o menos en las transcripciones de
las conferencias y en las reseñas de las sesiones, pero en este
caso lo hace en forma de un discurso continuo, sin separar
las comunicaciones, y va refiriendo las distintas intervenciones y los debates suscitados. Con ello, los hispanoparlantes
podían acceder a las novedades y discusiones de las reuniones
22
60
El periodista, escritor, ensayista y político liberal Teodoro Baró y Sureda
(Figueres, 1842-Malgrat, 1916), hombre de convicciones católicas, fue
decantándose en su vida política hacia posturas cada vez más conservadoras.
Fue parlamentario en numerosas ocasiones y ocupó los cargos de gobernador
civil en distintas provincias, de director general de beneficencia y sanidad
más destacadas en la disciplina, muchas veces antes de que
salieran las actas oficiales, pero habiendo sido tamizadas de
acuerdo con las ideas y convicciones del autor. Con el paso del
tiempo este tipo de libros tiene menos interés para la administración, por lo que cada vez le resultaba más difícil publicar
estas reseñas y debemos decir que la última, con un Vilanova
ya mayor, que recogía los congresos celebrados en 1886 y
que aparecería en 1890 (Fig. 27), vemos un texto en el que
su esfuerzo de documentación y síntesis, lo que significa que
va a centrarse de forma mucho más clara en las cuestiones
que más le interesaban personalmente, con lo que el interés
de sus informaciones va disminuyendo. Este es el caso de la
15ª Asamblea de la Asociación Francesa para el Progreso de
las Ciencias reunida en Nancy en 1886 (Fig. 28), sobre la que
se limita a recoger las conferencias protocolarias y la inaugural, acerca del progreso de las ciencias, y en cuanto a las
sesiones, reproduce el programa (Vilanova, 1890: 221-255), lo
que le permite así elegir algunas intervenciones, mientras que
reseña con cierta precisión las conferencias complementarias
(Op. cit.: 296-319). Y algo similar, aunque no tan exagerado,
ocurre con el IX Congreso de la Asociación Médica Italiana,
donde reproduce el programa y la “Exposición de objetos referentes al arte de curar” (Vilanova, 1887: 405-425), aunque al
ser más concreto el tema de la reunión, tras esta relación, la
reseña de las reuniones es bastante amplia, especialmente las
Fig. 27. Portada del libro Ginebra y Nancy. Congresos Científicos
celebrados en 1886, publicado en 1890 (Biblioteca del MPV).
(1886-1887) y delegado de enseñanza primaria. Véase un acercamiento a su
biografía en Palomas (2002: 496-499).
23 Vilanova (1889b: 111-126). Sobre este poco conocido higienista militar,
véase Herrera (2001).
[page-n-74]
cuestiones de carácter epidemiológico (los de la “Sociedad de
higiene”) referidas a las enfermedades sociales más preocupantes: la ceguera, la tuberculosis, el cólera y la sífilis (Op.
cit.: 430-480).
Vilanova acabó forjándose una imagen de sí mismo, de
viajero solitario, que iba de congreso en congreso por Europa,
difundiendo y defendiendo la ciencia española, mientras que
sus colegas mostraban una displicente indiferencia. Al mismo
tiempo, mientras que en España se organizaban congresos de
distinta índole, él mantenía continuamente que nuestro país
permanecía ajeno a este proceso. El problema debía radicar en
que no se encontraba suficiente respaldado como para encabezar la organización de un congreso internacional de Ciencias Naturales. Ello, además del malestar político existente,
debió pesar en su decisión de desaconsejar en París, en 1867,
que se hiciera el siguiente congreso de arqueología prehistórica en España, a pesar que con la desaparición de Casiano
de Prado en 1866, lo situaban como el mayor especialista en
el tema en nuestro país. El caso es que en aquellos momentos
no tenía una obra sólida en esta disciplina que avalara una iniciativa, que científicamente se entendería que hubiera debido
recaer en otro colega, pues sólo podía enarbolar la colección de
Fig. 28. Lámina con varios cortes geológicos de los Alpes reproducida en Ginebra y Nancy.
Congresos Científicos celebrados en 1886 (Biblioteca del MPV).
entregas que constituían el artículo: Antigüedad de la especie
humana, aparecido en la Revista de Sanidad Militar y General
de las Ciencias Médicas entre 1866 y 1867, que también publicaría en El Restaurador Farmacéutico, en el año 1867 (Vilanova, 1866a, 1866b, 1867e, 1867f; ver Gozalo et al., 2004b)
y también presentaría en la Academia de Medicina. No fue
hasta los años 1871 y 1872, cuando verían la luz dos textos
de enorme interés: la reseña del congreso de Copenhague y
el Origen, Naturaleza y Antigüedad del Hombre, que seguramente le hubieran permitido presentarse como un experto
a nivel internacional y dominador de la disciplina en España.
Andando el tiempo, fue afirmándose científica e institucionalmente y, fue en la reseña del congreso de antropología de
Lisboa (1880), donde comenzó a expresar sus quejas por el adelanto incomprensible del país vecino, capaz de organizar una
reunión internacional (Vilanova, 1884a: 295):
... [Para] esclarecer, hasta donde los materiales acopiados
lo permiten, y no son pocos por fortuna, la historia primitiva de Portugal; asunto de trascendencia suma, para cuya
61
[page-n-75]
ardua y complicada solución, forzoso será declarar, por más
que la declaración sea poco lisongera para el amor propio
de un español, están infinitamente mejor dispuestos que
nosotros, cuya inexplicable indiferencia por este linaje de
disquisiciones es altamente punible.
amigo don Manuel Torres Campos hasta redactó estatutos
y reglamentos de la nonata Sociedad. Pero todo fue inútil y
seguimos languideciendo y muriendo de verdadera anemia
científica, formando triste y deplorable contraste con el
resto de Europa.
Sin duda, en su espíritu pesaba el ya iniciado debate acerca
de las pinturas de Altamira, cuyo descubrimiento hizo público
ante esta asamblea, con resultados nada halagüeños, que resumía
con la frase: “que ha originado ya y servirá aun de pretexto para
serios debates” (Op. cit.: 314-315). Pero también, hace una referencia solapada al giro que había dado la investigación geológica, desde las tantas veces comentadas remodelaciones en el
seno de empresas como el mapa geológico. Así, tras describir
minuciosamente las colecciones geológica y arqueológica custodiadas en la Real Academia de Ciencias (Op. cit.: 5-333),
acaba con la siguiente reflexión (Op. cit.: 333):
Y como vemos, utiliza de nuevo la comparación con los
países más desarrollados, para lamentar el atraso institucional
de nuestro país e incluso llegó a expresar su deseo de que obras
como ésta pudieran servir de acicate para dar apoyo a una iniciativa de este tipo.24
Ahora bien, la mayoría de estos comentarios se realizaban,
cuando una nueva generación de profesionales no sólo se
paseaban por los congresos internacionales, si es que podían,
sino que además tuvieron la energía de materializar ese sueño al
que tantas veces hacía referencia: la organización de congresos
nacionales e internacionales, aunque no fue Madrid la ciudad
más activa en este ámbito. Evidentemente, Vilanova no asistió a
dichas reuniones, o al menos, no dio noticia sobre ellas. Así, fue
a Viena en 1887 y dio noticia de lo importante de las sesiones
del congreso, así como de los otros a los que había asistido en
Suiza, Inglaterra y Francia, así como de las magnas exposiciones que les acompañaban. Sin embargo, no tenemos noticia
alguna de que asistiera a Barcelona al año siguiente, donde se
celebró una exposición universal, que propició la reunión de un
congreso internacional de ciencias médicas, el congreso internacional espiritista, el congreso internacional de ingeniería, el
congreso nacional pedagógico, el congreso económico nacional
y el congreso jurídico nacional. Bastantes de ellos, trataban
cuestiones que le interesaban y en concreto, en el dedicado a la
medicina, se hicieron aportaciones interesantes, como la noticia
de la aplicación de la antisepsia para el parto, por parte de uno
de sus defensores más entusiastas, el catedrático de la Universidad de Valencia Francisco de Paula Campá (1838-1892), así
como intervenciones en campos que tantas veces había puesto
de relieve en otros casos: aplicación de nuevas técnicas terapéuticas: aplicación de corrientes galvánicas para tratamientos
medulares; o estudio de algunas de las enfermedades sociales
más preocupantes, y no en espacios que nos resultaban ajenos
sino en nuestro propio país: sífilis, los efectos del cornezuelo
y el coqueluche; o temas que había tratado frecuentemente,
como la revisión de la clasificación de aguas mineromedicinales. Aquí ya no podía presentar las grandes aportaciones de
los científicos españoles, sino que eran ellos mismos quienes
lo hacían y con un conocimiento muy superior al de Vilanova
y posiblemente por ello, no asistió, porque para él los congresos, era una de las formas de afirmarse como científico de
talla internacional, dando a conocer el resultado de sus sesiones
con una actitud más periodística que experta, lo que no quiere
decir que fuera lego en la materia, sino todo lo contrario.
En síntesis, sus libros son principalmente una crónica,
realizada por alguien muy inteligente y versátil como para ser
capaz de dar noticia cabal de los temas tratados, pero observamos como muy a menudo, ocupa un espacio importante en
describir minuciosamente los actos más estrictamente sociales
Tales son las incomparables riquezas científicas acumuladas en el local donde se celebraron las sesiones del Congreso de Lisboa, merced al celo y perseverante actividad de
los geólogos y arqueólogos lusitanos, a quienes honra ciertamente el interés que por la ciencia y la patria han demostrado en ocasión tan solemne. Excusado es manifestar que
si algún día hemos de tener la satisfacción de que se celebre
en Madrid un congreso de esta índole, se hace de todo punto
indispensable que, imitando la noble conducta de nuestros
vecinos, se explore con anticipación el país y se recojan,
ordenen y clasifiquen los muchos tesoros arqueológicos que
de seguro encierra nuestro territorio, pues estos certámenes
del saber o se hacen bien o no se intentan siquiera.
A partir de entonces, vamos encontrando comentarios, que
nos hablan de sus iniciativas a favor de organizar una reunión científica, tanto en las sociedades de que era miembro,
como refería al comentar el sexagésimo noveno congreso
de la Sociedad Helvética de Ciencias Naturales (Vilanova,
1890: 27):
Sabido es que esta Sociedad es la más antigua en su género
y la que en realidad inició el feliz pensamiento de celebrar
todos los años estas asambleas, tan útiles como agradables,
que después han sido imitadas por otras corporaciones análogas, menos por las españolas, a pesar de las gestiones por
mí practicadas en la Geográfica de Madrid y en la de Historia Natural.
Como proponiendo la constitución en nuestro país de una la
Asociación Española para el Progreso de las Ciencias:
intenté también, pero infructuosamente, el implantarla
en nuestro país, habiendo indicado la idea en una de las
últimas conferencias en el Ateneo antiguo, manifestando la
oportunidad de solemnizar la apertura del nuevo edificio
con semejante acontecimiento; a este fin, mi particular
24
62
Todas esta referencias en: Vilanova (1890: 6-8, 27, 195 y 219-220), con todas
las cautelas con que hemos de calibrar los comentarios de Vilanova, lo cierto
fue que habremos de esperar a 1908, para que se constituyera la Asociación
Española para el Progreso de las Ciencias, como resultado de tensiones
existentes dentro de la sociedad de naturalistas, que han sido analizadas por
Catalá Gorgues (2003).
[page-n-76]
(Fig. 29; FDJV-MPV 10/1), lo importantes que eran los congresistas con los que departía y las excursiones, algunas de
las cuales no tenían excesivo interés científico. Además,
como hemos comentado, intentaba forjar una imagen de ser el
único que daba noticia de estos eventos, cuando, por ejemplo,
además de lo ya comentado sobre Viena, Enrique Gelabert
publicó un grueso volumen de más de doscientas páginas
sobre el Congreso de Higiene de Ginebra. Asimismo, no era
el único que se paseaba por los congresos, así, y sin ánimo de
ser prolijos, José Roquer y Casadesús presentó una comunicación sobre el tratamiento del cáncer laríngeo al Congreso
Internacional de Otología y Laringología celebrado en París
en 1889; ciudad a la que también marchó Ramón Codina Länglin, para participar en el Congreso Internacional de Benefi-
cencia Pública. Así pues, hay que tener presentes todos estos
matices a la hora de evaluar la actividad de Vilanova en los
congresos internacionales y su verdadero interés porque éstos
se realizaran.
IV.4.2. Participación de Vilanova en la gestación de los
Congresos Geológicos Internacionales
Uno de los eventos por los que más bregó Vilanova, y en
los que luego tuvo una labor destacada, fue en la propuesta y
celebración de los Congresos Geológicos Internacionales, que
todavía se siguen celebrando en la actualidad cada 4 años. La
primer referencia a estos eventos por parte de Vilanova es de
1867, cuando propuso que se convocara un Congreso Geoló-
Fig. 29. Menú y programa musical de la cena celebrada con motivo del International Congress
of Hygiene and Demography celebrada el 10 de agosto de 1891 (FDJV-MPV 10/1).
63
[page-n-77]
gico, con ocasión de la sesión extraordinaria de la Sociedad
Geológica de Francia, celebrada en París (Via Boada, 1975,
1980; López de Azcona, 1985; Sequeiros, 1989; Ellemberger,
1999). Posteriormente hubo un nuevo intento fallido en Italia,
propuesto por Giovanni Capellini (1833-1922) en 1874 quien
sugirió la ciudad de Bolonia (Vai, 2002). La idea que finalmente
desembocó en la celebración del primer Congreso Geológico
Internacional se planteó casi simultáneamente en Norteamérica y Europa. El 25 de agosto de 1876 se expuso en Filadelfia,
promovida por James Hall (1811-1898), Thomas Sterry-Hunt
(1826-1892) y otros geólogos americanos y el 28 del mismo
mes en Autun por Vilanova en las sesiones de la Sociedad Geológica de Francia, quien propuso que tuviese carácter internacional y se celebrase en París, coincidiendo con la Exposición
Universal de 1878 (Vilanova, 1878b).
Como dice Ellemberger (1999) el impulso final vino de
Estados Unidos, y se produjo durante la Exposición Internacional que se celebraba en Filadelfia; concretamente en la ceremonias conmemorativas del Centenario de la Independencia de
Estados Unidos, donde la Asociación para el progreso de las
ciencias adoptó por unanimidad la siguiente resolución:
That a Committee of the Association be appointed by the
Chair to consider the propriety of holding an International
Congress of Geologists at Paris, during the International
Exhibition in 1878, for the purpose of getting together comparative collections, maps and sections, and for the settling
of obscure points relating to geological classification and
nomenclature...25
Como se indica en la resolución la temática que debería
desarrollarse en el congreso era preferentemente de tipo normativo, de modo que se fijaran las normas para la elaboración
de mapas, las reglas de la nomenclatura y se establecieran unas
clasificaciones geológicas de carácter general (hay que decir
que estos aspectos siguen siendo importantes en los Congresos
Geológicos Internacionales en la actualidad, y hay comisiones
como la International Commission on Stratigraphy dedicada al
establecimiento y validación de los nombres de las divisiones
temporales cronoestratigráficas). Estas ideas, se plasmaron en la
sesión de clausura del primer congreso celebrado en París con
la creación de tres comisiones: unificación de las figuraciones
geológicas, unificación de la nomenclatura geológica y estudio
de las reglas a seguir en la nomenclatura de las especies (fósiles
y minerales). En este Congreso, Vilanova planteó la continuidad periódica de los mismos y que se celebraran rotando por
diversos países.
A este primer Congreso Geológico Internacional de París,
celebrado en 1878, asistió corporativamente una representación
de geólogos españoles, aún cuando sólo Vilanova y Almera presentaron comunicaciones; sin embargo, no hubo representación
corporativa en congresos posteriores así, por ejemplo, en el 3er
Congreso Geológico Internacional celebrado en Berlín el único
español asistente fue Vilanova. A pesar de lo meritorio de este
contacto internacional, las insuficiencias de organización de la
25
26
64
American Journal of Science, 1876, 12, 463.
Los vocales que cita por orden alfabético son: Abella, Arroquia, Botella, Calderón, Codera, Coello, Espada, Fernández Duro, Ferreyro, Saavedra, Solano,
Suárez y Zaragoza.
delegación española, globalmente considerada y por encima de
las estimables aportaciones individuales, quedan reflejadas, por
ejemplo en la crónica que hizo Almera (1878) de la exhibición
española de materiales geológicos en la Exposición Universal,
con palabras muy duras por parte de este autor respecto a los
materiales presentados por la Escuela de Minas y algunas compañías mineras y eso que luego han constituido el núcleo de la
futura colección permanente exhibida en la Escuela de Minas de
Madrid (Ordaz, 1978: 31).
La clara apuesta de Vilanova por estos congresos y su asistencia habitual a diferentes reuniones hicieron que fuera nombrado miembro del Consejo del Congreso de París, y más tarde
Vicepresidente del Bureau y Jefe de la representación española;
posteriormente también fue Vicepresidente en los Congresos de
Bolonia (1882) y Berlín (1885). Sus principales aportaciones las
realizó en el tema de la unificación de los trabajos de geología;
ya en el Congreso de París presentó una comunicación sobre
esta cuestión (Vilanova, 1880). A partir de este momento quedó
encargado de la elaboración de un diccionario de términos geológicos, del cual presentó un bosquejo en 1881 en el 2º Congreso Geológico Internacional celebrado en Bolonia (Vilanova,
1882c) y dos años después, publicó la que será su mayor aportación a estos congresos: el Ensayo de Diccionario GeográficoGeológico / Essai de Dictionnaire géographique et géologique
(Fig. 30), presentado en el tercer congreso celebrado en Berlín
en 1885 (Vilanova, 1888b); en la introducción a esta obra dice:
En un todo conforme con la idea que deseaban ver realizada los sabios americanos James Hall, Sterry Hunt y otros,
dichosos iniciadores de los Congresos geológicos internacionales, el autor del presente ensayo sometió á la aprobación del celebrado en París en 1878 las bases que habían
de servir para redactar, por los esfuerzos y conocimientos
de todos sus individuos, un Diccionario polígloto de voces
de Geografía física y de Geología, con el doble objeto de
llenar el vacío que esta rama de la literatura se advierte, y
de conseguir paulatinamente la ansiada uniformidad en el
lenguaje científico.
También en la introducción hace una pequeña historia sobre
su gestación, indicando que en 1881 presentó en Bolonia un
Bosquejo: “que fue aceptable a los ojos de la comisión presidida
por el Sr. Beyrich, el cual en un informe propuso nombrar los
individuos que había de completar la obra”, de tal modo que se
redactase en distinto idiomas. En Bolonia se propuso un grupo
de trabajo internacional que asegurará la adopción de procedimiento y términos comunes, en este grupo figuraban Capellini,
Renevier, Fontannes, Daubrée, Sterry Hunt, Blanford, Vilanova
y Sella (Vai, 2004).
Para conseguir una mayor difusión de este ensayo, Vilanova
logra que se lo publiquen, y agradece a la Junta directiva de la
Sociedad Geográfica de Madrid26 la ayuda recibida en la elaboración (Fig. 31).27 En esta misma introducción indica como va a
desarrollar cada vocablo: 1º el término en español; 2º su equivalente francés; 3º etimología de la palabra española, que normal27
Es de destacar que esta obra también tenía gran interés para los ingenieros de
minas, pero Vilanova la realizó sin su concurso y como se ha comentado con
el apoyo de la Sociedad Geográfica de Madrid, cuyos vocales eran mayoritariamente naturalistas, sólo Botella era ingeniero de minas.
[page-n-78]
Fig. 30. Doble portada del Ensayo de diccionario geográfico-geológico de 1884, en español y francés (Biblioteca del MPV).
mente es muy similar a la francesa; 4º definición del término en el
lenguaje de los Congresos (francés); 5º esta definición intenta que
sea lo más uniforme posible; y 6º en los casos que fuera necesario
va acompañado de gráficos explicativos (op. cit., VI-VII).
Finalmente, el reconocimiento a la labor de Vilanova a
favor de los Congresos Internacionales de geología se produjo
en el XIII Congreso (1922), cuando se confirmó que la sede
del XIV Congreso (1926) fuera Madrid,28 coincidiendo con el
cincuentenario de la propuesta de los Congresos Geológicos
Internacionales realizada por Vilanova. Lebaqz (1927), como
presidente de la asamblea, recordaba en su discurso de apertura de las sesiones a la figura de Vilanova como adelantado
en plantear la necesidad de estos Congresos Internacionales,
destacaba su presencia en el primero de ellos, así como que en
él se le asignara la tarea de realizar un diccionario geológico,
el cual, como hemos dicho, presentó esbozado en el segundo y
publicado, en castellano y francés, en el tercer Congreso celebrado en Berlín.
IV.5. Divulgación y docencia en otras
instituciones
Vilanova también realizó una importante labor docente
fuera de la Universidad, incluso en instituciones muy alejadas
de sus convicciones ideológicas. Fue profesor en instituciones
como la Escuela Especial de Estadística (ver Muro et al., 1996),
Fig. 31. Introducción al Ensayo con su versión bilingüe
(Biblioteca del MPV).
28 Ayala
et al. (2005) ofrecen una breve historia de este cong reso.
65
[page-n-79]
donde expuso unas nociones de geología agronómica, y sobre
todo le interesó el tema de la modernización agrícola, tema al
que dedicó varios libros; en la Escuela de Institutrices, promovida a instancias de los krausistas, en la que enseñó geología
y antropología, y en la Escuela de Topógrafos. Pero principalmente fue en el Ateneo de Madrid donde llevó a cabo una constante labor pedagógica y de divulgación para los miembros de
la alta sociedad madrileña.
IV.5.1. Las cátedras de Geología y Prehistoria del Ateneo
La vinculación de Vilanova con el Ateneo Científico y
Literario de Madrid tuvo lugar a los pocos meses de regresar a
España de su viaje de formación por Europa. Así el 31 de mayo
de 1854 fue admitido como socio del Ateneo y al día siguiente
recibió el nombramiento efectuando el pago de 320 reales de
vellón correspondiente a la cuota. En esta institución impartiría
cursos y conferencias durante más de un cuarto de siglo, sobre
la ciencia prehistórica, el hombre fósil o la geología aplicada
tanto al estudio del hombre primitivo, como sus aplicaciones a
la agricultura, la industria y la historia.
A comienzos del mes de diciembre de 1855 el marqués de
la Vega de Armijo le pidió a Vilanova que se hiciera cargo de
la enseñanza de alguna asignatura en la Institución, a lo que
el valenciano accedió, comenzando sus clases al año siguiente.
Su primer curso en el Ateneo se denominó “Geología considerada bajo el punto de vista de sus aplicaciones a la Agricultura
y a la Industria”, que impartió durante varios años, el tema del
curso era coincidente con el concurso para la elaboración de
manuales propuesto por la Real Academia de Ciencias, del que
fue ganador el propio Vilanova (ver Capítulo IV.2). También
publicó un pequeño folleto de ocho páginas con el título de Lecciones de Geología aplicada a la Agricultura y a la Industria
fue publicado en 1858 y sintetiza las ideas expuestas por Vilanova en estas conferencias.
En 1859 Vilanova fue vicepresidente de la Junta de la Sección de Ciencias Naturales y Físico-Matemáticas de la institución, participando en los debates de los temas propuestos “¿Los
seres animales forman una serie continua?” e “Influencia de los
alimentos en las cualidades de los seres animados” (Fulgosio,
1860). Al año siguiente Vilanova intervino en la discusión del
tema propuesto en la sección de Ciencias Naturales “¿Cuál
“Geología aplicada al estudio del Hombre Primitivo, Las Novedades, Madrid. Recoge los extractos de las lecciones impartidas en el Ateneo de Madrid
los días 15 de Febrero de 1868 (n. 5398, 20 de Febrero de 1868, pág. 3), 29
de Febrero de 1868 (n. 5415, 11 de Marzo de 1868, pág. 3), 7 de Marzo de
1868 (n. 5422, 19 de Marzo de 1869, pág. 3), 14 de Marzo de 1868 (n. 5432,
1 de Abril de 1868, págs. 1-2), 21 de Marzo de 1868 (n. 5441, 12 de Abril de
1868, págs. 1-2), 28 de Marzo de 1868 (n. 5447, 19 de Abril de 1868, pág.
2), 4 de Abril de 1868 (n. 5455, 29 de Abril de 1868, pág. 2) y 25 de Abril de
1868 (n. 5468, 14 de Mayo de 1868, pág. 3).
30 VILANOVA, J. (1874-1875), “Cátedra del Señor Vilanova. Ciencia Prehistórica. 1ª Lección.- 25 Noviembre. El Congreso de Stockolmo”, Revista
Europea, III, n. 40, 29 de Noviembre de 1874, pág. 159; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 2ª Lección.-1 Diciembre. El Congreso
de Stockolmo”, Revista Europea, III, n. 41, 6 de Diciembre de 1874, págs.
189-191; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 3ª Lección.- 15
Diciembre. El Congreso de Stockolmo”, Revista Europea, III, n. 43, 20 de
Diciembre de 1874, págs. 263-264; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia
Prehistórica. 4ª Lección.- 22 Diciembre. El Congreso de Stockolmo”, Revista
Europea, III, n. 44, 27 de Diciembre de 1874, págs. 293-294; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 5ª Lección.-19 Enero. El Congreso de
Stockolmo”, Revista Europea, III, n. 24 de Enero de 1874, págs. 421-423;
“Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 6ª Lección.- 26 Enero.
Importancia de la Paleoantropología”, Revista Europea, III, n. 50, 7 de Febrero de 1875, págs. 484-486; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Pre29
66
de los ramos de las ciencias físico-químico-naturales, es el
que suministra más datos para el adelanto de la agricultura?”
(Fulgosio, 1861). En 1861 participó en el debate sobre el tema
“¿Cuáles son los verdaderos límites entre las ciencias físicas,
químicas y fisiológicas?” (Fulgosio, 1862). En los años 1863,
1869 y 1870 ejercería la vicepresidencia de la misma sección.
Avanzados los años sesenta, Vilanova cambió la orientación
del curso que impartía en el Ateneo, incidiendo en los aspectos
geológicos aplicados al estudio del hombre fósil, con lo que
dirigía sus lecciones a la difusión de la arqueología prehistórica, disciplina emergente en esos momentos. Extractos de las
conferencias impartidas en 1867 y 1868 fueron publicados en
la Revista de Bellas Artes e Histórico-Arqueológica dirigida
por Tubino (Vilanova, 1867a, b, c, d) y en el periódico Las
Novedades.29 En los cursos siguientes continuó en la misma
línea exponiendo en el Ateneo su viaje al congreso de antropología y arqueología prehistórica celebrado en Copenhague, los
hallazgo de restos fósiles humanos en cavernas de Bélgica, los
debates sobre la cronología del primer poblamiento de Europa,
las controversias acerca del hombre terciario, la concordancia
diluvio-terrenos cuaternarios, la historia de los descubrimientos
relativos al origen y antigüedad del hombre, el darwinismo, las
industrias líticas, el paleolítico y el neolítico, etc. El cambio de
orientación en su curso fue criticado por el apologista católico
Francisco Caminero Muñoz, quien comentó al respecto en 1871:
... nos ha subyugado el prurito de escribir sin ser geólogos,
arqueólogos, ni cosa que valga, algo de arqueología prehistórica, tratando únicamente de tomar el pulso a la recientísima y hoy triunfante opinión de la remotísima antigüedad
del hombre. Ya caímos en igual tentación hace dos años,
cuando el Sr. Vilanova, apóstol en España de esta nueva
religión, comenzó en el Ateneo sus lecciones sobre geología, que él llamó del hombre fósil, sospechamos que con
el loable fin de que fuera a escucharle la gente de Madrid
que está por las cosas nuevas, y no habría acudido a oír
lecciones, y muy buenas por cierto, de geología.
Vilanova continuó durante los años setenta explicando en
su cátedra del Ateneo sus conferencias sobre ciencia prehistórica. Tanto el curso comprendido entre el 25 de Noviembre de
1874 y el 4 de Mayo de 1875,30 como el siguiente entre el 9
histórica. 7ª Lección.-16 Febrero. Naturaleza y origen del hombre”, Revista
Europea, III, n. 52, 21 de Febrero de 1875, págs. 550-552; “Ateneo Científico
y Literario. Ciencia Prehistórica. 8ª Lección.- 23 Febrero. Antigüedad del
hombre”, Revista Europea, III, n. 53, 28 de Febrero de 1875, págs. 585-586;
“Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 9ª Lección.-2 Marzo.
Antigüedad del hombre. Primera Edad, Paleolítica”, Revista Europea, IV, n.
54, 7 de Marzo de 1875, págs. 36-37; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia
Prehistórica. 10ª Lección.- 9 Marzo. Antigüedad del Hombre. Primera Edad,
Paleolítica”, Revista Europea, IV, n. 55, 14 de Marzo de 1875, págs. 78-79;
“Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. 11ª Lección.- 16 Marzo.
Antigüedad del Hombre. Primera Edad, Paleolítica”, Revista Europea, IV,
n. 56, 21 de Marzo de 1875, págs. 113-115; “Ateneo Científico y Literario.
Ciencia Prehistórica. 12ª Lección.-30 Marzo y 13ª Lección.- 6 Abril.. Antigüedad del Hombre. Primera Edad, Paleolítica”, Revista Europea, IV, n. 59,
11 de Abril de 1875, págs. 236-240; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia
Prehistórica. Lección XIV.- 13 Abril. Antigüedad del Hombre. Primera Edad,
Paleolítica. Carácter paleontológico”, Revista Europea, IV, n. 60, 18 de Abril
de 1875, págs. 275-278; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica.
Lección XV.- 20 Abril. Antigüedad del Hombre. Época Paleolítica. Carácter
Antropológico”, Revista Europea, IV, n. 61, 25 de Abril de 1875, págs. 316318; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. Lección XVI.- 17
Abril”, Revista Europea, IV, n. 63, 9 de Mayo de 1875, págs. 397-400; “Ateneo Científico y Literario. Ciencia Prehistórica. Lección XVII y última.- 4
Mayo”, Revista Europea, IV, n. 69, 20 de Junio de 1875, págs. 637-640.
[page-n-80]
de Noviembre de 1875 y Mayo de 1876,31 tendrían una amplia
repercusión, siendo sus lecciones extractadas regularmente en
la Revista Europea.
En la primera lección de Prehistoria correspondiente al
periodo 1874-1875, Vilanova justificaba el que repitiera la
misma materia, tras siete cursos impartiendo la misma enseñanza. Así, a su propio interés de difundir los conocimientos
relativos a esa nueva disciplina, había que añadir la satisfacción que recibía por la buena acogida que tenía entre el
público. Todo ello sin olvidar la que consideraba incalificable
oposición que según él ejercían algunas eminencias alemanas a los estudios de Prehistoria, agudizado por un sentimiento nacionalista en contra de Francia. En este curso, y
tras comentar en las primeras cinco lecciones el desarrollo
del Congreso Internacional de Antropología y Arqueología
Prehistórica que había tenido lugar durante el mes de Agosto
en Estocolmo, Vilanova disertaba sobre la importancia de la
paleoantropología, comentando el impacto que había tenido en
la sociedad europea la gran antigüedad de la Tierra, deducida a
través de estudios geológicos, que superaba la estrecha cronología basada en datos históricos. En este ambiente, él pensaba
que los inicios de la Prehistoria se habían visto, por parte de
materialistas y ateos, como “un poderoso ariete para destruir
el fundamento del dogma católico”, mientras que las personas
“timoratas” y conservadoras habrían sentido un rechazo hacia
esta ciencia por considerar que entraba en contradicción con el
Génesis (Vilanova, 1875c).
A lo largo de las sucesivas lecciones, en las que abordó el
estado de la cuestión respecto a la naturaleza, origen y antigüedad del hombre, así como los conocimientos más actuales
con relación al Paleolítico, Vilanova fijó los límites en que
según él debía moverse el estudio de la ciencia prehistórica
y éstos eran los establecidos por el creacionismo, el fijismo y
el antidarwinismo. Había dos razones, según Vilanova, para
insistir en este punto: “el deseo de combatir la descendencia
animal del hombre, verdadera meta del Darwinismo, y probar
cuán descaminados andan los que queriendo en el fondo
rechazar semejante doctrina, pero obedeciendo a miras estrechas, no quieren reconocer como humanos ni los restos fósiles
de nuestros antepasados, ni los claros vestigios de su primitiva
industria que, junto con huesos de mamíferos y de otros seres,
se encuentran entre los materiales del terreno cuaternario, y
quizás también de los estratos del terciario”. Vilanova pretendía así situarse en una posición intermedia entre los evolucionistas y aquellos que, como Caminero, rechazando los postulados transformistas iban aún más lejos y negaban cualquier
evidencia de restos fósiles humanos y de su industria lítica. En
este sentido Vilanova se mostraba muy crítico con Caminero,
de quien decía que para rechazar los estudio de Prehistoria,
proponía la existencia de un precursor humano, preludio de
la humanidad, desaparecido en el Cuaternario. Lo único que
conseguía Caminero con esta postura era, en palabras de Vila-
31
VILANOVA, J. (1875-1876), “Ateneo De Madrid. Ciencia Prehistórica. I.
Origen y vicisitudes de la Tierra”, Revista Europea, VI, n. 90, 14 de Noviembre de 1875, págs. 75-77; “Ateneo de Madrid. Ciencia Prehistórica. II. El
Período Cuaternario”, Revista Europea, VI, n. 91, 21 de Noviembre de 1875,
págs. 108-110; “Ateneo de Madrid. Ciencia Prehistórica. III. La formación
diluvial”, Revista Europea, VI, n. 92, 28 de Noviembre de 1875, págs. 157160; “Ateneo de Madrid.. Ciencia Prehistórica. IV. Las cavernas huesosas”,
nova, coincidir en el fondo con los postulados darwinistas que
también apelaban a un antecesor, ya que hacían descender al
hombre del mono (Vilanova, 1875d).
En otra de sus conferencias Vilanova abordó la posible
existencia del “hombre terciario”, cuestión que en aquellos
momentos era objeto de un amplio debate en instituciones y
revistas científicas europeas. Vilanova comenzaba reconociendo que se planteaban serias dudas sobre su existencia (ver
Catalá Gorgues, 2011). Por un lado, los trabajos paleoclimáticos
habían demostrado que el ambiente del Mioceno habría permitido la vida del hombre, dato confirmado por el hallazgo en
dichos terrenos geológicos de especies fósiles cuyos tipos análogos vivían en la actualidad. También reconocía que parecía
casi probado, que habían sido trabajados por manos humanas
los huesos fósiles de animales con incisiones y la tosca industria lítica, halladas en yacimientos pliocenos franceses e italianos. Pero aunque estos datos parecían hacer posible la existencia del hombre en el continente europeo durante el Terciario
Medio y Superior, él pensaba que aún no se habían encontrado
las pruebas definitivas que corroboraran esto, es decir, faltaban
restos fósiles de hombres que hubieran vivido en el Terciario
(Vilanova, 1875e).
La tendencia conservadora con la que Vilanova exponía
sus lecciones de Prehistoria en el Ateneo fue criticada por
Manuel de la Revilla (1846-1881). Para Revilla, Vilanova
durante muchos años había intentado alcanzar un ideal imposible desde su cátedra del Ateneo. Su deseo de popularizar
los estudios geológicos y prehistóricos se había logrado en
parte gracias a sus indudables conocimientos científicos en
estas disciplinas. Sin embargo, Vilanova, había cometido el
error de oponerse al darwinismo, intentando armonizar la
ciencia con la revelación, lo que Revilla consideraba que era
una utopía que jamás podía alcanzarse. Revilla lamentaba que
Vilanova malgastara su talento en una empresa tan absurda,
oponiéndose al progreso científico, sacrificando la libertad de
su pensamiento y los fueros de la ciencia. Para él, las protestas contra las nuevas ideas en el fondo encubrían, con el
fingido menosprecio que se hacía gala, un profundo temor
(Revilla, 1875).
Vilanova dedicó una de sus lecciones de Prehistoria a responder a los ataques que le había dirigido Revilla, a quien
calificó de “niño viperino” (Vilanova, 1876a: 356), criticando las tesis de Darwin y exponiendo en contra del evolucionismo la ausencia de eslabones fósiles intermedios, argumento empleado habitualmente por los creacionistas (Pelayo,
1999a).
La polémica continuaría con una nueva intervención
de Revilla, que volvió a criticar tanto el antidarwinismo de
Vilanova como su recurso a la descalificación chistosa y
fácil, impropia de una polémica científica (Revilla, 1876).
A su vez, Vilanova respondió con su artículo “La cátedra
de Prehistoria en el Ateneo y su censor Revilla”. Reco-
Revista Europea, VI, n. 93, 5 de Diciembre de 1875, págs. 196-199; “Ateneo
de Madrid. Ciencia Prehistórica. V. El hombre terciario”, Revista Europea,
VI, n. 95, 14 de Diciembre de 1875, págs. 277-280; “Ateneo de Madrid.
Ciencia Prehistórica. VI y VII. La doctrina de Darwin”, Revista Europea,
VII, n. 114, 30 de Abril de 1876, págs. 356-358; “Ateneo de Madrid. Ciencia
Prehistórica. VIII. La época paleolítica”, Revista Europea, VII, n. 116, 14 de
Mayo de 1876, págs. 436-438.
67
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nocía haberse dirigido a su crítico tildándole de viperino y
de inquisidor de nuevo cuño, por presentar a la vergüenza
pública a quien no se atrevía a doblar la rodilla ante ídolos
como Darwin o Haeckel, que debían ser pontífices más infalibles para Revilla que el Papa para los católicos. Pero reconocía que no le había gustado haber sido llamado “profesor
de inteligencia petrificada y de rutinaria y antigua ciencia”
(Vilanova, 1876b).
El 17 de Enero de 1882 Vilanova pronunció en el Ateneo
la segunda conferencia del “Curso de Historia Universal”, en
el que también participaron José Moreno Nieto y Eduardo
Saavedra. El tema que abordó el naturalista valenciano fue el de
“Tiempos prehistóricos” (Vilanova, 1883a).
Como ya se ha visto, la ciencia prehistórica sería también
el tema elegido por Vilanova en su recepción en la Real Academia de la Historia (1889a). La contestación a su discurso
de ingreso corrió a cargo de Antonio Canovas, quien en 1891,
siendo presidente del Ateneo de Madrid, organizó un ciclo de
conferencias como preparación de los actos que iban a constituir el inminente Cuarto Centenario del Descubrimiento del
continente americano. La conferencia del día 21 de abril fue
impartida por Vilanova, quien disertando sobre la Protohistoria americana (Vilanova, 1892a). El punto de partida de
Vilanova en su discurso fue que el desarrollo de la “hominización” había tenido lugar sincrónicamente en todos los continentes y que el ritmo de avance de las civilizaciones era de
un progreso muy lento, pero contrariamente la decadencia era
súbita. Vilanova afirmaba que la aparición de restos humanos
siempre se había producido sobre formaciones diluviales y
negaba la existencia del “hombre terciario”, posibilidad que
años antes había dejado abierta durante sus cursos de Prehistoria. Gran importancia otorgaba a las referencias paleoantropológicas expuestas por Florentino Ameghino (1854-1911),
muchos de cuyos materiales había podido observar en la exposición del congreso internacional de ciencias antropológicas
de París en 1878, donde entabló relaciones de amistad con el
naturalista argentino (Catalá Gorgues, 2011). También hay que
recordar que dos años antes había participado en el Congreso
de Americanistas celebrado en París, donde presentó la comunicación: L’homme fossile du Río San Borombón (Vilanova,
1892c) en la que además refería a la valiosa colección paleontológica legada por Rodrigo Botet a la ciudad de Valencia,32
fácilmente podría haberse limitado a hacer una de sus comunicaciones características, organizadas a partir de una introducción muy general, para acabar dando tres o cuatro brochazos
con algunas informaciones recogidas aquí y allá sobre el tema.
Sin embargo, nos encontramos ante un discurso muy trabado
y documentado, que vuelve a mostrarnos la curiosidad intelectual de nuestro autor y su afán por seguir siendo el referente o
portavoz de los conocimientos referidos a la antropología fósil
y la prehistoria.
Al año siguiente y relacionado con el mismo tema, Vilanova publicó Paleontología americana, comparación con la del
Antiguo continente (Madrid, 1892b). Ambos trabajos constituirían unas de las últimas aportaciones de Vilanova.
32
68
Véase también Ayarzagüena (2002b: 74), Salinas (2009) y Catalá Gorgues
(2011) y sobre la colección Botet, Salinas (2001: 51-74).
IV.6. progreso científico y reivindicación
de una ciencia nacional
Como se ha visto a lo largo de este capítulo, los esfuerzos de
divulgación realizados por Vilanova iban principalmente encaminados a la sociedad culta, un tema recurrente es su apelación a
la necesaria modernización de España a través de la aplicación
de los nuevos conocimientos científicos. Este tema sería elegido
para el discurso que pronunció en la inauguración del año académico 1864-1865 en la Universidad Central, donde abordó de
una forma más integrada sus argumentos, que ya anunciaba en
su título: De la organización que conviene dar á la enseñanza
de las ciencias cosmológicas, considerada bajo el doble punto
de vista teórico y práctico ó de aplicación á las artes técnicas
é industriales, precedida de la historia general y pátria de las
mismas, donde hizo una ardiente defensa de la ciencia positiva, en
cuyo cultivo e impulso estaba la clave para la modernización de
las naciones, idea a la que se mantuvo fiel el resto de su vida. En
nuestro país, se habrían puesto las bases para ello con la reforma
de estudios impulsada por el ministro Pidal, aunque advertía que
ésta debería ir acompañada de una racionalización de la estructura
de las enseñanzas científicas, consistente en darle un mayor peso
específico a la Facultad de Ciencias frente a la preponderancia
de las escuelas de ingeniería. Además, se integró en el debate de
la ciencia española, defendiendo las posiciones acríticas de los
conservadores –no es que las de los liberales fueran mejor razonadas–, que ponían el acento en la existencia de una pléyade de
grandes científicos españoles, quienes habían sido ignorados por
las grandes naciones que se arrogaban el protagonismo en la revolución científica y ello no respondía sino a la envidia, llegando a
afirmar que el pensamiento de autores como Francis Bacon, no
era sino una mala copia del de Luis Vives.
Su afán por invocar un pasado científico glorioso, es palpable, en la reseña del Congreso Geológico de Arezzo, durante
el cual se descubrió una lápida en honor al famoso naturalista del
siglo XVII, Francesco Redi, y a propósito de ello, afirma que,
basándose en un escrito del último representante de la familia,
que había muerto en 1817, el linaje era oriundo de Madrid y respondía al nombre de Reda. (Vilanova, 1887: 378-379 y 391-392).
En la misma reunión, y ante la conferencia del profesor Scalzi de
Roma, que reclamaba la precedencia de Cesalpino en el descubrimiento de la circulación de la sangre, Vilanova ensalza a Servet y,
apoyándose en Menéndez y Pelayo –que ya en 1876, había publicado la primera edición de La ciencia española–, le convierte en
precedente de la teoría de la circulación mayor, rechazando las
voces que apuntaban hacia Colombo (Op. cit.: 380-391).
Pero no bastaba con quedarse embelesado ante la enorme
talla de los científicos españoles del pasado, pues las novedades que traían los nuevos tiempos obligaban a ir labrando
el futuro y así, pocos años después, como ya se ha comentado,
le vemos formando parte del grupo fundador de la Sociedad
Española de Historia Natural (1871). Pero no fue ésta la
única, sino que nos aparece como un entusiasta de todo tipo
de empresas asociativas, en las cuales siempre desplegó una
incansable actividad. En 1864, formó parte del grupo fun-
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dador de la Sociedad Antropológica Española y publicando
en la Revista de Antropología (1874), la cual siquiera llegaría
a acabar el segundo volumen (Puig-Samper y Galera, 1983:
29-64). Asimismo, se integró en la Sociedad Geográfica de
Madrid (1878), en donde encontraría el apoyo necesario para
la publicación del citado diccionario de geología (Vilanova,
1884b) y en su Boletín publicaría la Memoria geognósticoagrícola y prehistórica de Valencia, entre 1881 y 1884. Ello
nos permite observar cómo su actividad asociativa también le
iba a permitir cubrir parte de los espacios que se había visto
obligado a abandonar tras su marginación de la Comisión del
Mapa, pues finalmente una versión ampliada de este texto
vería la luz en forma de libro, en 1893, gracias al apoyo de
la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia.
Además, en distintos momentos, consiguió publicar en la
Revista Europea el contenido de sus clases dictadas en el
Ateneo de Madrid (1874), las cuales también aprovechó en
su faceta como polemista, ya que, como han puesto de relieve
los expertos en la materia, las diferencias de criterio siempre
han atraído más al público a los actos científicos, que el puro
aprendizaje. Y uno de los debates que levantó mayor pasión
en la época, fue sin duda el mantenido en torno al darwinismo,
en el que participó activamente.
Otro nombramiento que iba a servirle en su búsqueda de
espacios específicos para la geología, fue el de miembro de la
Real Academia de Medicina (1861), en cuya elección pesó enormemente su doble condición de médico y geólogo, que le hacían
muy idóneo para formar parte de la sección de higiene pública,
en un momento en que las aguas minerales atraían enormemente
la atención de los médicos y el subsuelo urbano se había convertido en el espacio idóneo para la circulación y evacuación de las
aguas potables y residuales.33
En efecto, incluso antes de su ingreso en la Academia, en
el año 1858, había publicado varios artículos titulados “Aguas
Minerales” en la revista El Siglo Médico, que propiciaron una
polémica con otros médicos, al defender que los directores
de los balnearios habían de complementar sus conocimientos
médicos con los químicos y de otras ciencias auxiliares convenientes, mientras que para los facultativos, sólo eran necesarios
los conocimientos clínicos. Ésta era la posición adoptada por
Rafael Cardo y Oliver en sus artículos titulados “Crítica del
valor del análisis químico en Hidrología Médica”, publicados
en la misma revista en 1861-62 y reeditados en 1864, donde
manifestó la superioridad del criterio clínico. Tales artículos
también suscitaron polémica en la Academia de Medicina, con
una larga controversia que se extendió durante 15 sesiones
y cuyos extractos publicó también El Siglo Médico. En ellas
participó Vilanova, defendiendo la necesidad de los conocimientos químicos y geológicos y posteriormente, Vilanova
leyó en sus salones el discurso titulado “De la materia orgánica en las aguas termales”, que volvió a suscitar el debate
entre los académicos, y como en el caso anterior también fue
reflejado en El Siglo Médico. Y éste sería el argumento elegido para su discurso, dictado en la sesión del 25 de enero de
1879, en el que destacó la importancia de los estudios geológicos y paleontológicos en la hidrología médica, e incorporó las ideas de Lecoq sobre la materia orgánica en las aguas
minerales.34
En este ambiente, no debió ser ajeno a su situación institucional, tanto universitaria como académica, el encargo realizado
por el Ayuntamiento de Madrid para que hiciera un informe
geológico con el fin de determinar el emplazamiento del nuevo
cementerio (3 de abril de 1869), que fue seguido de su nombramiento para formar parte de la comisión encargada de la instalación del cementerio (13 de diciembre de 1877). Algunas de
estas notificaciones y nombramientos se encuentran en el Fondo
Documental del Museo de Prehistoria de Valencia (FDJV-MPV
4/20) (Fig. 32).
Ahora bien, todo este esfuerzo institucional, según su propia
percepción, no tuvo las consecuencias deseadas, a causa del
débil apoyo social recibido, lo que consideró una de las fragilidades más destacadas de nuestro país respecto de sus vecinos
más desarrollados, como afirmaba sin ambages en su reseña del
congreso de Nancy, donde hacía una pintura negra de la situación de las sociedades a las que nos hemos referido (Vilanova,
1890: 195, 219-220):
33
34
Vale la pena recordar que una de las secciones del congreso internacional de
higiene de Viena (1887) se dedicó a la influencia de la orografía y la hidrografía sobre el cólera tal y como indica Vilanova (1889b: 44-45). Salavert
(2005) recoge algunas de las ideas de Vilanova expuestas en los congresos en
relación a las epidemias de cólera y la higiene en las ciudades.
Esta institución, altamente patriótica, y de la que tantos
beneficios ha reportado ya la ciencia en general y la cultura particular de la nación vecina, ejemplo nobilísimo, que
debiéramos acoger con gusto, ya que tantas cosas frívolas
de ellas imitamos ... Dichosas naciones aquellas en las que
tales milagros se realizan y tan levantadas aspiraciones
surgen por efecto de estos mismos milagros, pues ellas
son grandes y ricas, como lo es la Francia, dígase lo que
se quiera en contrario; y cuán amargo contraste forman con
aquellas otras en las que, por efecto de causas varias cuyo
examen no es de este lugar, las pocas sociedades científicas
que existen, arrastran una vida lánguida y miserable, como
acontece con la geográfica y con la española de Historia
Natural, que a duras penas pueden ir tirando, como vulgarmente se dice. Yo he asistido a la creación de ambas corporaciones, de las que me cabe la honra de ser fundador
y recuerdo perfectamente que el día que se inició el pensamiento de la Sociedad Geográfica, las mesas, el papel y
los tinteros que la Academia de la Historia puso generosa
a nuestra disposición, no bastaban para los que deseaban
inscribirse, resultando un número tan crecido de adeptos,
que hacían prever una larga y brillante existencia. Mas ¡oh
desencanto! Como aquí por lo común sólo perseveramos en
el mal, resultó que a los pocos meses, una vez satisfecha la
necia vanidad de darse a conocer como fundadores, comenzaron a cansarse de la visita del recaudador y a darse de
baja.
El último ámbito en el que jugó sus cartas fue el de la paleontología. A pesar de que conocemos las preferencias de nuestro
catedrático por esta disciplina, llama la atención que nunca
San Martín Bacaico (1994: 86-87) hace referencia a varias polémicas
sobre la hidrología médica en las que participó Vilanova en la Sociedad
Española de Hidrología Médica fundada en 1877.
69
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Fig. 32. Citación de la Comisión encargada de valorar los terrenos para establecer un nuevo cementerio
de la ciudad de Madrid, firmada por Manuel M. I. de Galdo el 3 de abril de 1869 (FDJV-MPV 4/20).
IV.6.1. Estrategias vulgarizadoras de Vilanova
publicara un tratado de paleontología,35 aunque hemos de referir
la existencia de un manuscrito bastante amplio, que parece el
borrador de un manual sobre el particular, datado posteriormente
a 1883 (ver Capítulo III). Esta carencia se compensa con una producción muy abundante dedicada a la paleoantropología y la prehistoria, una disciplina nueva que en su época daba sus primeros
pasos en su proceso de institucionalización, generalmente dentro
del mundo de la Geología y Paleontología. En estos campos, su
dedicación fue muy vigorosa, participando de forma muy activa
en la mayor parte de los congresos internacionales sobre la
materia, buscando convertirse en el portavoz oficial de la ciencia
española en el tema. De hecho, a él se le debe la primera publicación que abordó científicamente, y a un nivel muy destacable,
la cuestión del origen del hombre (Vilanova, 1872b) y su participación sería requerida en distintas ocasiones en foros internacionales, para reconocer los restos en estratos terciarios del hombre
de Otta durante el congreso de Lisboa de 1880 y del cráneo de
Olmo en el congreso de Arezzo de 1886, en los que negó tal cronología (Vilanova, 1887: 398). En cuanto a la prehistoria, acabó
convirtiéndose en uno de los mayores expertos europeos en la
materia, con aportaciones realmente importantes. Una situación
que recibió la sanción institucional, al ser nombrado miembro de
la Real Academia de la Historia (1889), pasando así a ser el primero de los académicos con formación científica.36
Una de las características de los científicos que desarrollan
una actividad divulgativa importante, es la de adaptar sus discursos a los diferentes públicos a los que se dirija, como por
ejemplo el caso del astrónomo británico Robert S. Ball (18401913) quien adoptaba un tono distinto y también abordaba
temas diferentes según se tratara de reuniones entre colegas o
de sus conferencias multitudinarias (ver Ruiz-Castell, 2004).
Pero este no fue el caso de Vilanova, el mismo dejó un testimonio muy significativo sobre el particular en su libro De
Madrid a Ámsterdam (3-4), al declarar “ingenuamente”, que
las noticias de tipo científico “tienen por objeto llamar la
atención de nuestros hombres de ciencia que en realidad se
interesan por semejante linaje de disquisiciones y estudios”,
mientras que otras de carácter más espectacular “así como las
indicaciones hechas en las conferencias dadas en el Ateneo,
en la Sociedad geográfica y en otros centros de la capital, iban
y van encaminados a excitar el celo de nuestra pública administración en pro de lo que pudiera y debiera hacerse en este
sentido, que tanto se relaciona con el grado de cultura que el
país alcanza”. Así pues, en ningún momento plantea en este
texto, que sintiera una preocupación por el auditorio (ver Salavert et al., 2007).
35
36
70
Aunque esa era su intención de acuerdo con lo que dice en su “Programa de
Paleontología” (Vilanova, 1876c:62): “…, así como tambien en la obra que
estoy preparando, para que sierva de texto á las personas que por gusto ú
obligacion quieran iniciarse en tan importante estudio”.
Estas cuestiones las hemos tratado extensamente en Salavert et al. (2003) y
Capítulo VI.
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Para comprender mejor la actitud de Vilanova hacia la divulgación, pensamos que debemos tener en cuenta que, para él,
esta actividad tenía como finalidad primordial legitimarse personal e institucionalmente, por lo que acudirá preferentemente al
impreso, frente a otros divulgadores, que buscaban ante todo los
emolumentos conseguidos a través de sus conferencias, como fue
el caso del citado Robert Ball. Y ello responde a que Vilanova lo
que pretendía era aumentar la cultura científica de nuestro país,
en el que continuaba dirimiéndose entre sus clases gobernantes,
si la enseñanza debía tener un carácter predominantemente humanístico o científico.37 Con este objetivo, promovió la publicación
de todo tipo de obras de lujo, que ayudaran a difundir los conocimientos sobre la realidad natural, destacando entre todos ellos, la
dirección de La Creación, cuyo subtítulo era Historia Natural y
que la editorial Montaner y Simón publicó en 8 volúmenes entre
1872 y 1876,38 y el Atlas Geográfico Universal (1877). Junto a
estos tratados enciclopédicos, publicó sus cursos y conferencias
dictadas en el Ateneo en la Revista Europea, fundada en 1874 por
Tristán de Jesús Medina y Sánchez, caracterizada por su gran rigor
temático y que reunió un grupo muy selecto de científicos positivistas y krausistas, pero habitualmente con unas posiciones ideológicas más clericales y conservadoras que las de su competidora
la Revista Contemporánea, aparecida al año siguiente. También
fueron habituales sus colaboraciones a diarios como el valenciano
Las Provincias, así como en todos los boletines de las sociedades
de las que formó parte y en publicaciones especializadas. Lo que
llama la atención del tono adoptado en sus escritos más divulgativos, es que a menudo son copias literales de fragmentos de
sus libros. Es decir, que no parece que se preocupara mucho por
adaptar el tono reflexivo de sus obras académicas, propio de un
discurso escrito y no hablado. Y aunque hemos de advertir que
no sabemos si realmente lo que mandó a la imprenta era la transcripción de su disertación, llama poderosamente la atención, que
el texto de sus conferencias dadas en Santander sobre las pinturas
rupestres de Altamira, reproduce, con una explicación introductoria acerca de los fundamentos de la prehistoria, su comunicación presentada ante el congreso de Lisboa, que se produciría tan
sólo unos días más tarde.
Por ello, más que en el lenguaje, la diferencia fundamental la
encontraríamos en los temas, eligiendo para estos casos los temas
más polémicos y entre todos, el darwinismo (ver Capítulo VII)
y la concordancia entre la Biblia y la ciencia (para este último
aspecto ver Apéndice VI).
Uno de los capítulos que siempre está presente en sus manuales
de geología era el referido a la concordancia entre la Biblia y la
ciencia (Pelayo, 1988, 1999a). Sus convicciones católicas le convirtieron en un apasionado defensor del reforzamiento del discurso
bíblico por parte de los descubrimientos científicos, que intentaba
transmitir a las futuras generaciones de intelectuales a través de
sus textos pedagógicos y cursos. Y este mensaje resultó especialmente necesario en los momentos de crisis y en concreto durante
el Sexenio, cuando las instituciones tradicionales pasaban por
momentos de apuro, como ocurría con el Ateneo Científico y Literario, cuya directiva enviaba una misiva a Vilanova el 11 de octubre
de 1870, en la que le comunicaban: “El estado de postración en que
se encuentra esta sociedad, a causa indudablemente de las vicisitudes políticas que venimos atravesando, reclaman el eficaz concurso de aquellos de sus socios, cuyas justas reputaciones pueden
elevar el Ateneo a lo que fue y nunca debió dejar de ser, como
depósito de ciencias, representada por hombres eminentes, que se
dedicaron sin descanso a difundir sus conocimientos por medio de
la enseñanza”. Evidentemente, Vilanova acudió a su llamada y el
9 de diciembre presentaba su curso de geología prehistórica, en el
que pretendía presentar a su auditorio la flagrante contradicción
existente entre el hombre paradisíaco de la Biblia y el hombre de la
naturaleza, poniendo de relieve una de sus convicciones más acendradas, la ya comentada de que la prehistoria no negaba el relato
bíblico, sino que nos lo devolvía mucho más enriquecido, al presentarnos la genialidad de nuestros antepasados más antiguos para
sobrevivir en un medio tan hostil, gracia a la maravillosa arma concedida por Dios: la razón y la capacidad de fabricar.39
En esta misma lucha se incluyó su particular cruzada contra el
darwinismo, para la que desplegó todo su ingenio y su aparición
es más variada y repetida, aunque al final de los años ochenta,
observamos un cansancio ante la inutilidad del debate, aunque
continuo tocando el tema de manera habitual en sus reseñas de
congresos (ver Capítulo VII). En su posición, podemos observar
una clara distinción entre los juicios lanzados hacia Darwin y
aquellos de sus seguidores con renombre, hacia quienes adoptaba
una actitud muy prudente, y los darwinistas, contra los que lanza
todo tipo de descalificaciones.
En resumen, los argumentos presentados son suficientemente
explicativos para apoyar que la variada actividad divulgadora
desplegada por Vilanova tenía como objetivo buscar un espacio
de legitimación social de la geología y la paleontología en un
ámbito institucional dominado por los ingenieros de minas. Su
convicción en que los científicos de formación más básica podían
hacer aportaciones importantes a la aplicación de sus conocimientos al mundo productivo, es palpable en la empresa de perforación de pozos artesianos que puso en marcha y en su actividad
publicista, que le llevó incluso a presentar ante el Congreso una
solicitud para que ampliaran las subvenciones que se concedían
a quienes canalizaran aguas con destino a regadíos agrícolas, a
la perforación de tales pozos.40 Es más, incluso llegó a poner en
marcha una granja de aves, de la que nos habla en un inspirado
poema-invitación del poeta Querol (ver Apéndice I).41
37
Échase de ver además, que en La Creación se da excasa importancia á asuntos que en el estado actual de la Ciencia merecen especial atención, consagrándose por el contrario muchas páginas á otros que carecen por completo
de interés en el terreno de la Historia Natural...
... Es que Vilanova era autor de propaganda, de vulgarización; dirigíase á
principiantes y aun á profanos; iba á formar escuela, á crear aficiones. Era
hombre práctico; de aquella manera había de escribir entonces, y no de otra.
39 FDJV-MPV 5/10.
40 Las Provincias, 14 de febrero de 1880. Recordemos que fue justo ese año
cuando publicó su monografía sobre el particular.
41 Referido en Anónimo (1900) y Llorente (1948b).
Sobre esta cuestión, continúan siendo de referencia obligada los libros de
Turin (1967) y Puelles (1980); hay que indicar que resulta muy difícil separar
una literatura para las élites cultivadas de una literatura para el público lego,
tal distinción nos resulta especialmente comprometida en la España de la que
estamos hablando, con unas altas tasas de analfabetismo.
38 El carácter divulgativo de la obra es puesto de relieve por Vidal Macho
(1907: 368):
Más que una obra exclusivamente científica, que penetrara en las más complicadas teorías para refutar las falsas y dar juicio favorable á la verdadera,
y que investigase los más recónditos problemas de la Naturaleza desenvolviéndose en sus manifestaciones objetivas, se concreta la obra del ilustre Paleontólogo á la parte, que á mi pobre juicio, podríamos llamar amena ó de
iniciación de la Ciencia,...
71
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V
VILANOVA Y LAS CIENCIAS GEOLÓGICAS
La actividad geológica y paleontológica de Vilanova transcurre durante dos de los periodos en los que se ha subdividido
la historia de la geología española. Estos periodos son los que
van de 1849 a 1873 y de 1873 a 1910, de acuerdo con la división ideada por Mallada (1897) y posteriormente ampliada por
varios autores (ver Gozalo, 2000).
Como investigador Vilanova fue uno de los geólogos y
paleontólogos españoles más importante de su época. La mayor
parte de sus trabajos de campo suponen la recogida de nuevos
datos en diferentes lugares de la geografía española, en un
intento de realizar primero, y mejorar después, las cartografías geológicas existentes de España o de sus provincias. Por
otro lado, a través de sus manuales teóricos intentó ofrecer a la
sociedad española unas bases teóricas de la geología equiparable
a las que existían en otros países de nuestro entorno y profundizar en algunas de los aspectos más aplicados de la geología.
Otro aspecto de gran interés está relacionado con la institucionalización de la geología en la España decimonónica, en
este caso existió una clara competencia entre los naturalistas y
los ingenieros de minas, lo que originó un gran número de desencuentros y controversias que se analizarán sucintamente en la
segunda parte de este capítulo.
Manual de Geología aplicada a la agricultura y a las artes
industriales (1860-61), el Compendio de Geología (1872a) y el
tomo 8 de La Creación (1876d; Fig. 33), además de sus memorias provinciales de Castellón (1859), Teruel (1870) y Valencia
V.1. Geología y Paleontología
Los primeros trabajos de Vilanova sobre geología hacen
referencia a los descubrimientos que llevó a cabo durante su
periodo de formación en Francia y las excursiones que realizó
en el mismo (ver Capítulo II), algunos de cuyos resultados los
publicó en el Bulletin de la Société Géologique de France (Vilanova, 1852, 1854). Una vez en España sus primeros trabajos
se insertan en la línea de los estudios geológicos de carácter
provincial, destinados a la confección del Mapa Geológico y
a la elaboración de textos teóricos para las aulas y el público
culto.
Para realizar una aproximación al modo de pensar de Vilanova como geólogo y paleontólogo se analizarán someramente
los distintos libros generales de geología, concretamente, el
Fig. 33. Portada del Tomo VIII Mineralogía, Geología
y Palentología de La Creación (1876).
73
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(1893). Estos trabajos recogen los conocimientos teóricos y
las teorías e hipótesis sobre la geología que acepta Vilanova, y
por lo tanto el marco teórico en el que se mueve, así como sus
aplicaciones a regiones concretas. A continuación se hará una
revisión de los aspectos más aplicados relacionados con la agricultura y las aguas subterráneas en sus libros Geología agrícola
(1879a) y, sobre todo, Teoría y práctica de pozos artesianos y
arte de alumbrar aguas (1880b)
V.1.1. Manuales de Geología y Memorias provinciales
Como ya se ha dicho, en este apartado analizaremos, en
primer lugar, las tres grandes obras que preparó Vilanova sobre
geología general, que son: Manual de Geología aplicada a la
agricultura y a las artes industriales (1860-61), Compendio
de Geología (1872a) y el tomo 8 de La Creación (1876d).
Resulta muy esclarecedor consultar los índices y contenido de
estas obras, ya que el desarrollo de las mismas es casi idéntico,
variando solamente en la extensión y en la presencia o ausencia
de los capítulos de geología aplicada. A pesar de los 15 años de
diferencia entre la primera y la tercera obra, no se producen casi
modificaciones y no se incorporan casi ninguna de las novedades que se habían ido produciendo durante esos años, limitándose a cambiar ligeramente algunos aspectos puntuales. Se
puede decir que, aunque sus primeros libros se pueden considerar modernos, los últimos ya habían quedado un poco desfasados para su época.
En el tema metodológico lo primero que destaca es que
a pesar de su concepción catastrofista para ciertos momentos
de la Historia de la Tierra, tiene para la mayor parte de ella
una concepción geológica actualista, como demuestra al plantear un capítulo dedicado a las causas actuales. En él explica
como suceden actualmente una serie de fenómenos que en
un momento dado pueden devenir en un efecto catastrófico,
entroncando claramente con una postura catastrofista-actualista.
Uno de nosotros ha estudiado la problemática del catastrofismo y actualismo en España (Pelayo, 1984b: 58-62), y sitúa a
los distintos geólogos españoles del siglo XIX en función de sus
ideas. Integra a Vilanova en el grupo de los catastrofistas-actualistas, que son fundamentalmente geólogos que utilizaron en sus
explicaciones el sistema de levantamientos de montañas propuesto por Elie de Beaumont, quien admitía que, aunque en el
pasado actuaron las mismas causas que operan hoy de acuerdo
con los postulados de Charles Lyell, en ciertas etapas de la historia de la tierra ocurrieron una serie de brotes discontinuos de
gran energía en medio de periodos de calma, los cuales determinaron la elevación de las cordilleras; así se puede considerar
a Vilanova como actualista en el método pero catastrofista en
cuanto al sistema. Un ejemplo de este planteamiento lo tenemos
en el siguiente texto de Vilanova (1866a: 680):
Sucede á menudo que un fenómeno ó acontecimiento
terrestre decide de la suerte de pueblos enteros ó de la dispersión de las razas y variedades, que constituidas bajo
circunstancias distintas, suelen recibir un sello ó marca
diferente. Una inundación, un terremoto, una erupción volcánica, ó la aparición súbita de un monte ó una cordillera
¿no son con frecuencia la causa de cambios notables en la
distribución de los pueblos y aun á veces de razas enteras?...
74
Como vemos en este texto, Vilanova, al igual que el resto
de los catastrofistas actualistas, recurría a efectos universales
de carácter violento y súbito, lo que implica considerar una
mayor energía en la actuación de las causas pasadas, supuesto
básico del catastrofismo. Sin embargo, atribuyendo tales efectos
catastróficos a la acción continua y lenta de causas físicas y
geológicas de naturaleza igual a las del presente, estos autores
utilizaban en la elaboración de sus explicaciones un método de
concepción actualista.
Merece la pena hacer un análisis más detallado de las circunstancias que rodearon la publicación del Manual de Geología, así como de alguna de las reseñas que recibió este trabajo.
El propio Vilanova recoge en el prólogo del primer volumen
del Manual el Real Decreto de 31 de julio, publicada en la
Gaceta del 3 de agosto de 1855, en el artículo 1º, según recoge
Vilanova (1860: VI) se decía: “Se abre concurso público para
adjudicar un premio de 20.000 rs. al autor del mejor manual de
Geología aplicada á la Agricultura y á las artes industriales que
con aquella tienen relación”.
Finalmente la obra presentada por Vilanova fue la elegida y
premiada por la Academia de Ciencias el 25 de junio de 1858.
Como ya se ha comentado en el Capítulo IV, entre las condiciones generales figuraba la de convertirse en libro de texto
obligatorio durante cinco años, prorrogables a diez, esto es, un
monopolio a la hora de la enseñanza de la geología durante una
década en los institutos y universidades, que luego intento mantener con un libro mucho más asequible como era el Compendio
(Vilanova, 1872a).
Al comienzo del primer tomo del Manual..., Vilanova introdujo una Nota con las obras que podían consultar o adquirir las
personas que se dedicaran al cultivo especial de la ciencia geológica. Recomendaba como obras de consulta para el apartado Tratados elementales, las ediciones francesas de las obras geológicas
de Charles Lyell, el Manuel de Géologie élementaire (1857, 5ª
ed.) y los Principes de Géologie (1843, 6ª edición); el Abregé de
Géologie (1853) de J. B. D’Omalius d’Halloy (1783-1875); de H.
T. De la Bèche (1796-1855), cuatro libros, el Abregé de Géologie
(1853); el Manuel Géologique (1833), el Art d’Observer en Géologie (1838) y Recherches sur la partie théorique de la Géologie
(1838); y, por último, Taschenbuch für freunde der Geologie
(1845-47) de Carl Caesar von Leonhard (1779-1862); en cuanto
al apartado Tratados especiales, recogía la Géologie appliquée
(1855) y De la houille: traité théorique et pratique des combustibles mineraux (1851) de Amédée Burat (1809-1883); el Cours
de Géologie agricole (1852) de Nerée Boubée (1806-1863); la
Géologie appliquée aux arts et à l’agriculture (1851) de Charles
Marie D’Orbigny (1806-1876); L’art de découvrir les sources
(1856) del Abbé Jean-Baptiste Paramelle (1790-1875); la Guide
du Sondeur (1847) de Joseph Marie Degousée (1795-1862); por
lo que respecta a los Tratado especiales, Vilanova citaba Essai sur
les glaciers et sur le terrain érratique du bassin du Rhône (1841)
de Jean de Charpentier (1786-1855); Études sur les glaciers et
Nouvelles études et experiences sur les glaciers actuels (1847) de
Louis Agassiz (1807-1873); Des glaciers et des climats (1847) de
Henri Lecoq (1802-1871); el Essai géognostique sur le gisement
des roches dans le deux hémispheres (1823) de Alexander von
Humboldt (1769-1859); el Traité des roches considerées au point
de vue de leur origine, de leur composition… (1857) de Henri
Coquand (1813-1881); Études sur le metamorphisme des roches
(Annales de Mines, série 5ª, 12 : 89-288, 417-516, 705-772, y 13,
[page-n-88]
321-416) de Achile Delesse (1817-1881); Études et experiences
synthétiques sur le metamorphisme (1860) de Auguste Daubrée
(1814-1896) ; Guide du géologue voyageur (1835) de Amie
Boué (1794-1881) y Leçons de Géologie pratique (1845) de Elie
de Beaumont (1798-1874); para la Historia de la Ciencia recomendaba Vilanova los nueve tomos de que constaba la Histoire
du progrés de la Géologie (1847-1860) de Adolphe D’Archiac
(1802-1868); por último, como tratados de paleontología, recogía
el Traité élémentaire de Paléontologie (Paris, 4 vols., 1853-1857)
del naturalista suizo François Jules Pictet (1802-1872), profesor
de anatomía comparada y zoología en la Academia de Ginebra;
el Prodrome de Paléontologie estratigraphique (Paris, 3 vols.,
1850-1852) de Alcides D’Orbigny, profesor de paleontología en
el Muséum d’Histoire Naturelle; el Nouveu Manuel complet de
Paléontologie (Paris, 2 vols., 1846) de Marcel de Serres, profesor
de mineralogía y geología en la Universidad de Montpellier y
Lethaea geognostica (Stuttgart, 3 vols., 1851-1856) de los alemanes Heinrich Georg Bronn (1800-1862), de la Universidad de
Heidelberg y Ferdinand Römer (1818-1891), profesor de geología y mineralogía en Breslau.
Para hacernos una idea de la calidad de la obra, con sus
puntos fuertes y débiles, nos vamos a guiar por la reseña que
Verneuil (1863) hace del Manual, geólogo de prestigio internacional, buen conocedor de la geología española, a la que dedicó
numerosas obras de gran calidad (Truyols, 2008). Comienza
rememorando el viaje de Vilanova por Europa, y a continuación destaca que la obra ha sido premiada por la Academia de
Ciencias de Madrid; también menciona que es el segundo libro
publicado en castellano sobre Geología, tras la publicación de
la traducción de Ezquerra del Bayo en 1847 de Los Elementos
de Geología de Lyell (1838). En el análisis de la obra Verneuil
comenta que si bien el título se ciñe al programa propuesto por
el Gobierno para concursar al premio de la Academia, la obra
es un tratado completo de Geología (Verneuil, 1863: 204): “...
l’auteur a voulu faire et a fait un traité complet de géologie,
riche de faits et de doctrines, où la science est envisagée dans
son ensemble et où les plus récents progrès sont exposés avec
autant de sagacité que de talent”.
Otro aspecto que destaca es que en la obra se recoge mucha
información sobre Geología de España debida no sólo a Vilanova si no a un elenco de geólogos españoles y algunos franceses, entre los que se incluye. A continuación da una relación
pormenorizada de los contenidos de la misma; pese a esta lisonjera crítica del texto, Verneuil es muy ácido con respecto al
volumen del Atlas, señalando que la mayor parte de las láminas
son copias procedentes de otros trabajos, así los paisajes primitivos están reproducidos de la obra de Unger y concluye sobre
este tema (Verneuil, 1863: 205):
Enfin, M. Vilanova a joint à son atlas une copie légèrement modifiée de la carte géologique de Espagne, que nous
avions préparée il y a quelques années pour M. Dumont,
sur les documents des géologues espagnols et avec nos propres observations, et que cet illustre savant a faire entrer,
en la réduisant, dans sa carte géologique de l’Europe.
Una vez que es evidente, de acuerdo con Verneuil, que la obra
ofrecía un adecuado panorama de los conocimientos geológicos
de la época, vamos a revisar de manera breve el plan de la obra,
que es el mismo para los tres tratados generales aquí comentados.
El primer apartado lo dedica a la Geografía, donde desarrolla un capítulo que denomina Geografía Estática en la que
habla de la forma de la Tierra, del relieve y de la hidrografía,
y otro denominado Geografía Dinámica, donde habla de las
causas que originan, modelan y destruyen los relieves.
Un segundo apartado lo dedica a la Geognosia (descripción
de materiales) donde describe las principales rocas, comienza
con unas nociones básicas de Cristalografía y de los principales
grupos minerales, y rápidamente se introduce en la descriptiva de
las rocas; esta brevedad al tratar de las cuestiones mineralógicas
probablemente se debe a que existía una cátedra de Mineralogía y
por lo tanto tenían sus propios manuales (ver Capítulo III).
El siguiente capítulo es el de Geonomia (descripción de
terrenos), que divide en dos series. La primera describe los
materiales ígneos, detallando los distintos grupos de rocas
ígneas en función de la época en que se emplazaron y produjeron los consiguientes levantamientos, de acuerdo con las ideas
de la época, existiendo una correlación directa entre la aparición
de cada tipo de roca ígnea y los distintos periodos geológicos,
ya que cada tipo de roca se consideraba un marcador concreto
de un determinado levantamiento geológico (Fig. 34).
Al hablar de la segunda serie, dedicada a los terrenos neptúnicos, o de sedimento, la subdivide en dos apartados; en el
primero explica los conceptos básicos de Estratigrafía y Paleontología, mientras que en el segundo describe los periodos
geológicos. En cada uno de ellos realiza varios subapartados:
sinonimia, definición, carácter estratigráfico, carácter paleontológico, carácter mineralógico, división, sus características en
España; además, en ocasiones añade a los periodos otros subapartados en función de los conocimientos que se tenían de cada
uno.
Dentro de la Geogenia (teoría de la Tierra), traza una historia de la Tierra y de los fenómenos que han ocurrido, y termina este apartado con un capítulo que señala la concordancia
entre el Génesis y las Ciencias (ver el Apéndice VI). A continuación se hace un extracto de este capítulo, tal y como aparecen en
el Compendio (Vilanova, 1872a: 551):
Estudiada en su acepcion más lata la historia física de
la Tierra y de los demás cuerpos planetarios, abraza tres
grandes periodos de muy diversa índole y duracion: el primero llamado cosmogónico ó cósmico, el segundo geológico, y el tercero histórico. El primero comprende el estado
de la materia ántes y durante la formacion del globo; el
segundo representa el conjunto de trastornos, cambios y
modificaciones que este ha experimentado en la numerosa
série de siglos trascurridos desde que tomó rango entre los
cuerpos planetarios y la aparicion del Hombre á la superficie; acontecimiento extraordinario que marca el principio
de la época histórica propiamente dicha.
El segundo periodo según Vilanova (op. cit.: 552):
Se extiende desde el momento en que la tierra tuvo existencia propia, hasta la aparicion del hombre en la escena
de la creacion. Abraza toda la série de cambios y modificaciones que experimentó la materia, así orgánica como
inorgánica; acontecimientos que sucediéndose de un modo
lento á veces, más ó ménos violentamente otras, dieron por
resultado el estado actual de la Tierra. Privada esta de séres
75
[page-n-89]
Fig. 34. “Cuadro de Clasificación General de los Terrenos” tomado del tomo VIII de La Creación (Vilanova, 1876d: 252).
vivos durante un periodo de duracion indeterminada, fué
embellecida más tarde su superficie con todos los atractivos de una vegetacion espléndida y vigorosa, que abrió el
camino á la vida animal. La sustitucion de estos séres por
otros que se adaptaban mejor á las nuevas condiciones que
iba adquiriendo el globo, por efecto de su propio desarrollo,
y la repeticion sucesiva de estos acontecimientos enlazados más ó ménos estrechamente con los levantamientos
de las montañas y con los cambios experimentados por la
materia,...
Después desarrolla, siguiendo a Henry de la Bèche (17961855), como debieron de ser las distintas etapas dentro de este
periodo, desde la consolidación de una primera corteza. Las
reacciones químicas que deberían ocurrir, así como los materiales gaseosos que quedaron encerrados dentro de esta corteza,
serían los causantes de terremotos, levantamientos, etc., así
comenta (op. cit.: 560):
Resultando de tan curiosas y complicadas reacciones en
el inmenso laboratorio, á las que contribuyó tambien el
agua física y químicamente considerada, fueron las rocas
plutónicas, el agua de los océanos con el cloruro sódico
y la separacion de la materia del globo en tres partes, á
saber: un núcleo central, una atmósfera exterior, y la capa
enfriada, que es la que determinó la separacion, verdadera
clave de los estudios geológicos, y causa eficiente de la
mayor parte de los hechos expuestos en el cuerpo de la
obra.
76
El tercer periodo es el más breve y abarca desde la aparición
del hombre hasta ahora.
Para terminar esta parte plantea la necesaria concordancia
con la religión, que a continuación desarrolla (op. cit.: 560-561):
Conocida por todo lo que precede la verdadera índole de
los estudios geológicos y los principios fundamentales en
que estriba la ciencia, solo nos falta dar cima á la empresa,
ponerlos en parangon con los que forman la base del dogma
de nuestras creencias religiosas, á fin de hacer resaltar la
armonía que existe entre estos dos géneros de estudio, en
los que se funda á la vez el amor á Dios y á la ciencia.
Por último termina, tanto en el Manual como en La Creación, con un capítulo de Geotecnia, donde desarrolla las aplicaciones geológicas más importantes, fundamentalmente
dedicadas a la minería, agricultura y aguas subterráneas. Posteriormente amplió estos dos últimos temas en forma de sendos
libros (ver más adelante), el segundo de los cuales constituye
el primer tratado de hidrogeología escrito en España: Geología
agrícola (1879a) y Teoría y práctica de pozos artesianos y arte
de alumbrar aguas (1880b).
De estas tres obras que estamos analizando, solamente
en La Creación tiene un epígrafe exclusivamente dedicado a
la Paleontología. Un aspecto que sorprende al paleontólogo
moderno es que lo dedica exclusivamente a una descripción
de los distintos grupos fósiles, mientras que los aspectos conceptuales, como definición de fósil, fosilización, apariciones
y extinciones de faunas y las “leyes” paleontológicas, los
[page-n-90]
estudia y discute dentro de la Geología, en el apartado de
Geonomia.
Si comparamos estas obras en detalle, lo primero que se
observa es que la figuración presente en todas ellas es casi idéntica; sólo alguna figura es ligeramente retocada en alguna de las
obras, y como mucho se incorpora alguna nueva figura, sobre
todo de tipo paisajístico en La Creación, junto con algunas
láminas en color, por ejemplo de minerales. Otro hecho es que,
por ejemplo, los apartados de Geognosia, Geonomia y Geogenia
del Compendio y de La Creación son casi idénticos.
Respecto a los pocos cambios de fondo existentes entre unas
obras y otras, quizás el más significativo fue la introducción de
la teoría hidrotermal para el origen del granito en el Compendio
(1872a: 146-151), explica someramente esta teoría y las investigaciones que han conducido hasta ella, así hace referencia a
la necesidad de que el material fundido, a partir del cual iban a
cristalizar las rocas ígneas que denomina hidrotermales, tuviera
un cierto contenido en agua y se encontrara en condiciones de
alta presión. Sin embargo la estructura de los subapartados de
la parte de Geognosia los mantiene con los mismo encabezamientos en el Manual y en el Compendio, encontrándose ya
modificados en La Creación.
Un cambio importante se da en el “Cuadro de Clasificación
General de los Terrenos”, en el que modifica la división de los
materiales denominados Cuaternario y Modernos entre la que
ofrece en el Manual y la del Compendio. El mismo Vilanova
comenta este cambio (Vilanova, 1872a: 510-511):
Muchos autores establecen una distincion sistemática entre
esta época [cuaternario] y la reciente; idea que, con algunas
restricciones, aunque adopté yo mismo en el Manual; pero
las minuciosas investigaciones llevadas á cabo entre sus
materiales desde que se sospechó la existencia del hombre
y de los restos de su primitiva industria, han modificado
la opinion, que se inclina más bien á considerar al cuaternario única y exclusivamente como el comienzo de la época
actual. Las razones que militan en favor de esta idea, son:
1.ª Que ningun acontecimiento de los que contribuyeron á
separar unas épocas de otras en la terrestre historia, se ha
verificado desde el principio del cuaternario hasta el presente; 2.ª, y en confirmacion de esto mismo, que todas las
formaciones que en su conjunto representan al cuaternario,
se continúan sin interrupcion en los tiempos históricos,
viniendo á justificar esto mismo el que la Fáuna y Flora
de aquél solo se distingue de la de hoy, en la extincion de
algunas especies de animales superiores, y en la emigración
de otras á latitudes ó alturas mayores...
Curiosamente, en La Creación (Vilanova, 1876d: 298)
reproduce el mismo texto del Compendio; sin embargo la figura
que reproduce es el “Cuadro de Clasificación General de los
Terrenos” que figuraba en el Manual, hemos de suponer que fue
un despiste a la hora de reutilizar este cuadro.
Un aspecto que nos demuestra que Vilanova se encuentra al
día en los avances de la Geología en todos sus campos es, por
ejemplo, la pronta incorporación al capítulo de Geognosia de La
Creación (1876d: 210-211) de las clasificaciones de las rocas en
función de sus características petrográficas (tal y como ya indicaba Ordaz,1983: 287), desarrolladas en Leipzig por Ferdinand
Zirkel (1838-1912) (1873) y en Bonn por Arnold von Lassaulx
(1875), aunque en España el primero en exponer la clasificación
de Zirkel fue Huelin en 1873, el mismo año de su publicación,
(ver Quiroga, 1875: 412, y Ordaz, 1983: 285). Sin embargo,
Vilanova no acepta que la clasificación de las rocas pueda ser
independiente del terreno en que afloran y se mantiene dentro
de las ideas de los levantamientos de Elie de Beaumont, donde
cada roca ígnea estaría relacionada con un levantamiento (Vilanova, 1876d: 210):
Ambas á dos [las clasificaciones de Zirkel y Lassaux],
basadas en el mas minucioso exámen micrográfico, son
importantísimas para el estudio analítico de las rocas; pero
adolecen, para nuestro objeto, del defecto capital de no
enlazar con las relaciones geognósticas, apareciendo en
un mismo grupo las rocas mas diferentes en edad y condiciones de yacimiento, así como separadas se hallan muchas
que bajo mas de un concepto las encontraremos reunidas en
las formaciones y terrenos. Sin embargo de todo esto, seria
ocioso insistir en la importancia de estas clasificaciones
analíticas, fruto de la inspeccion micrográfica, que mas que
otro medio alguno, puede ilustrarnos, no solo acerca de la
composicion mineral íntima de las rocas, sino tambien respecto de las causas ó agentes varios que á su formacion han
contribuido.
De todos modos, el tema que más interesó a Vilanova fue la
relación entre Estratigrafía y Paleontología, tema que, además
de en sus tratados, también desarrolló en su discurso de ingreso
en la Academia de Ciencias (1875a), en su Programa de Paleontología (1876c) y en su Lección inaugural (1878b) entre otros.
Ya en el Manual de Geología aplicada a la agricultura (186061) encontramos desarrollada la mayor parte de esta temática
(ver Pelayo, 1984b: 58-62).
Vilanova considera que la existencia de los fósiles se encontraba directamente relacionada con los grandes hechos geológicos que jalonan la Historia de la Tierra. Estas ideas estaban
influenciadas, como él mismo reconocía, por las del paleontólogo
francés Joachim Barrande, quien tenía un concepto fijista de las
especies y consideraba que se originaban por creaciones sucesivas, siempre manifestó una neta oposición al transformismo
(Laurent, 1987: 294-295). El mismo Vilanova dice que ya en los
comienzos de la Paleontología, Cuvier plantea la necesidad de
recurrir a una serie de revoluciones universales que explicaran la
extinción completa de las faunas y las floras, para las que se había
hablado de diversos orígenes; pero sólo la teoría de los levantamientos de Elie de Beaumont los había explicado adecuadamente,
y con ella se había establecido la Estratigrafía como ciencia, en
opinión de Vilanova. Consideraba que Estratigrafía y Paleontología estaban íntimamente relacionadas, ya que ambas determinaban la edad relativa de las rocas partiendo del mismo principio
de la superposición; una establece la cronología de la Historia de
la Tierra en función de los levantamientos que habían existido y la
otra de la aparición y extinción sucesiva de las faunas y floras. La
Paleontología permitía la correlación de las capas a grandes distancias, gracias a la identificación de las mismas faunas y/o floras.
Las memorias geológicas provinciales
Desde el punto de vista de la investigación geológica y
paleontológica las obras de mayor relevancia publicadas por
77
[page-n-91]
Vilanova fueron sus memorias provinciales de Castellón (1859),
Teruel (1870) y Valencia (1893); esta línea de investigación no
fue abandonada en ningún momento por Vilanova, como lo
demuestra la referencia de distintos autores a una memoria provincial de Alicante que nunca se llegó a publicar y la presencia
en el Fondo Documental del Museo de Prehistoria de Valencia
de un amplio borrador titulado “Reseña geológica-agrícola del
Salar”, del que se conservan 283 páginas manuscritas tamaño
cuartilla (FDJV-MPV 8/8, cuya fecha sería cercana a 1887)).
Se trata de una memoria sobre parte de las provincias de
Almería y Granada, también incluye, como un capítulo dentro
de este manuscrito, una “Exploracion geológico-minera de las
Alpujarras”, que confirma que los trabajos regionales de geología seguían siendo un foco de atención para Vilanova y, por
supuesto, su aplicación agrícola.
Esta labor la inició nada más volver de su viaje de preparación por Europa, así aparece un primer estudio publicado
en los trabajos para la Comisión en 1855, publicado en 1858,
casi simultáneamente al bosquejo geológico de las provincia
de Castellón (1859; Fig. 35) y muy próximo temporalmente al
de Teruel, ya que aunque publicado definitivamente en 1870,
parece muy probable que el texto sin el mapa estuviera impreso
antes (Fig. 36), lo que supuso una polémica con Coquand por
motivo de prioridad de algunas especies del Cretácico (ver Calzada y Pastor, 1976). Una peculiaridad de estos trabajos es que
presta gran atención a las condiciones físicas y químicas del
suelo, a su modo de descomponerse y a los suelos que originan,
sobre todo en su relación con los usos agrícolas; por otro lado
estas obras también tienen un notable contenido paleontológico. Esta labor la mantuvo durante toda su vida, publicando
un bosquejo geológico sobre la provincia de Valencia en 1893,
que previamente había publicado parcialmente en el Boletín de
la Sociedad Geográfica de Madrid (Vilanova, 1881a, 1882a,
1882b, 1883b, 1883c, 1884c); aunque en este caso a la publicación definitiva le incorporó los capítulos dedicados al suelo, a la
vegetación y a la Prehistoria (Vilanova, 1893; Fig. 37). Como ya
se ha comentado, a su muerte estaba preparando una memoria
sobre la provincia de Alicante1 (Quiroga, 1893: 134). Así, su
hijo comenta (Vilanova, 1907: 360): “Dejó también inéditos
muchos materiales para la Memoria geológica de Alicante.”
Esta memoria inédita no se ha encontrado hasta el momento,
pero durante la catalogación del Fondo del Museo de Prehistoria
de Valencia se ha localizado un posible fragmento de 10 hojas
de extensión, numeradas de la 320 a la 329 (FDJV-MPV 8/11);
nada comparable a la ya comentada “Reseña geológico-agrícola
del Salar”.
Esta línea de trabajo es coherente con la que mantuvieron
los ingenieros de minas en la que se trataba de obtener una primera visión general de la geología de España, y que fue la línea
de investigación básica de las distintas etapas de la Comisión
1
La labor de campo con esta memoria inédita se extendió casi hasta el
final de sus días, tal y como recoge Soler (1987: 15) citando un texto del
semanario local de Villena El Demócrata, inserto su numero 49 del día
19 de julio de 1891, donde se insertaba la siguiente noticia: “El jueves
tuvimos la honra de ser visitados por el célebre geólogo y paleontólogo
D. Juan Vilanova, que vino a recorrer estos terrenos para completar sus
estudios geológicos de la provincia de Alicante. Encontró en el llamado
“Cabezo Redondo” formado de yesos y con una corteza de dos metros de
terreno sobrepuesta por la mano del hombre, compuesta de tierra quemada,
78
Fig. 35. Portada de la Memoria geognóstico-agrícola sobre
la provincia de Castellón de 1858 (Biblioteca del MPV).
del Mapa Geológico de España, donde en una primera etapa
estuvo integrado el propio Vilanova (ver capítulo III.3.1),
pero luego hubo una fuerte confrontación, incluso a la hora de
publicar algunas memorias como la de Teruel, u otras que quedaron inéditas como una nueva versión de la de Castellón, tal y
como se comenta más adelante.
El esquema general de estas obras es muy parecido, como
ejemplo vamos a utilizar la Memoria de Castellón. El propio
Vilanova nos dice cuales eran sus intenciones (Vilanova,
1859: 578):
... empezaria por la descripcion de las rocas y la marcha
progresiva de su descomposicion, si estas pudieran considerarse como cuerpos aislados, y no como verdaderos factores de lo que la ciencia llama terrenos, espresion genuina
de las épocas que caracterizan la historia física del globo. Y
como quiera que ellos imprimen un sello particular segun
la edad y composicion respectivas á la orografía é hidro-
que según parece corresponde a las etapas protohistóricas, necesitándose
algunos siglos para reunir tanta cantidad de restos. Lo más probable es
que pertenezcan a la edad de la piedra pulimentada. Habló de la necesidad
de recabar una subvención del Estado y al objeto se propone pedirla, para
hacer excavaciones que sirvan de estudio y complemento de los datos que
tiene recogidos en otras partes sobre la edad protohistórica en nuestra provincia. El viernes estuvo en Sax a ver un monte compuesto en su mayor
parte por fósiles de conchas, caracoles y almejas, y de este punto pasará a
visitar Monóvar, Pinoso y Salinas”.
[page-n-92]
grafía de una comarca, circunstancias que tan directamente
influyen en la vegetacion espontánea y cultivada de un país,
de aquí la necesidad de invertir algun tanto el orden en la
exposición de los hechos.
Fig. 36. Portada del Ensayo de descripción geognóstica de la
provincia de Teruel, en sus relaciones con la agricultura de
la misma. Aunque la portada presenta el año 1863, el libro se
edito en 1870 (Biblioteca del MPV).
Fig. 37. Portada de la Memoria Geognóstico-agrícola
y protohistórica de Valencia de 1893 (Biblioteca del MPV).
Luego continúa desglosando los capítulos que se van a
abordar, pero ya en este párrafo destaca su interés por la “descomposición” de las rocas, que van a marcar el tipo de suelos y
la vegetación, marcando claramente el interés por la agricultura,
estos temas diferencian claramente las memorias de Vilanova
de las que habitualmente desarrollaban los ingenieros de minas.
Después de está introducción ofrece un breve capítulo de
Situacion geográfica de la provincia de Castellon y su climatologia donde ofrece una breve descripción de los límites provinciales, características orográficas e hidrográficas generales,
incluyendo las islas Columbretes de las que dice ( Op. cit.: 582):
“... una série de islotes que pudieran mirarse como las últimas
ramificaciones de una cordillera volcánica submarina, que
quizás se enlace con las que pertenecen al volcanismo italiano”.
Finalmente da un breve apunte sobre la climatología de la
provincia, ofreciendo algunos datos de temperaturas medias,
precipitaciones y principales caracteres meteorológicos de distintas áreas.
El resto de la obra la divide en cuatro partes, la primera de
ellas titulada Geognosia, en la que como el mismo dice (Op.
cit.: 587-588):
En ella expondré los caracteres mineralógicos, estratigráficos y paleontológicos que la distinguen, señalando la
extension que ocupan, y el caracter tanto orográfico como
hidrográfico, que cada uno de ellos comunica á la region
que constituye. Con esto, y con la indicacion de la naturaleza del sub-suelo vegetal, que tan poderosa influencia
ejerce en el desarrollo de las plantas, espero contribuir, al
menos en aquello que me sea dado, á echar las bases de un
buen mapa agronómico de la provincia.
Esta parte irá ilustrada con un mapa geológico, copiado,
aunque con alguna enmienda, del que el Sr. Botella publicó
en 1854, acompañando al ensayo para la formacion de un
bosquejo geológico del reino de Valencia.
Luego indica que en la provincia de Castellón se encuentran
representadas las dos grandes series de materiales, los “neptúnicos y los plutónicos”, de esta última reconoce la presencia del
plutónico por las dioritas del Triásico y el volcánico que estaría
representado por las ya citadas islas Columbretes. De la primera
están representados “los terrenos moderno, cuaternario, terciario, cretáceo, jurásico y triásico”.
El orden con el que realiza la enumeración de los terrenos
“neptúnicos” comienza, en este caso, por el más antiguo de los
neptúnicos, y luego irán los plutónicos. Para cada terreno ofrece
una breve descripción de su serie estratigráfica, con indicación
de las rocas, minerales y fósiles que la componen y una enumeración de las localidades donde aflora y principales rasgos
topográficos, acompañado de algún corte de campo (Fig. 38)
e, incluso, datos sobre las fuentes o manantiales que en ellos se
encuentran.
La segunda se titula Descripcion de las rocas, marcha de su
descomposicion, y agentes que la determinan. La ordenación es
la misma del apartado anterior, pero ahora en cada caso indica
79
[page-n-93]
Fig. 38. Cortes geológicos insertos en la pagina 606 de la Memoria
geognóstico-agrícola sobre la provincia de Castellón de 1858
(Biblioteca del MPV).
para cada terreno cuales son las rocas más importantes y cual
será el residuo sólido cuando se hayan descompuesto (meteorizado), tema es de gran interés para Vilanova ya que estos residuos son los que van a conformar los suelos sobre los que se
desarrolle la vegetación y la actividad agrícola. Este es un apartado específico de Vilanova en las memorias geológicas que en
las realizadas por los ingenieros no se contempla, a lo sumo,
dentro de la descripción de los materiales hay indicaciones de
cómo se descomponen.
La tercera parte la dedica a la Tierra vegetal, esto es al análisis de los suelos de la provincia de Castellón,2 procede ofreciendo unas generalidades, así dice “las tierras vegetales son el
último resultado de la acción de las causas exteriores sobre la
parte mas superficial de los continentes” (Op. cit.: 667), también
señala la presencia de una parte orgánica, el mantillo, que es
básica para la calidad de un suelo. Luego hace un repaso a distintos tratados sobre la materia, fundamentalmente de autores
franceses, y luego describe de manera sistemática aquellos
Para una visión más detallada sobre estos aspectos ver Salavert y Gil (198788), Salavert (1995) y Sunyer (1996).
3 Es de notar que varios de los fósiles proceden de localidades de la provincia
de Teruel.
2
80
compuestos básicos de las tierras vegetales y los distintos tipos
que se encuentran representados en Castellón. Luego enumera
las propiedades físicas de estas tierras y como estudiarlas así
habla de: peso específico, tenacidad o cohesión, permeabilidad
y capilaridad, facultad de absorber el agua y la humedad atmosférica, aptitud a desecarse, disminución de volumen, absorción
de gases, facultad de absorber y retener el calor, análisis mecánico y análisis químico.
La cuarta parte está dedicada a Consejos y preceptos agrícolas, dedicando casi todo el espacio al tema de los mejoramientos (ver Salavert y Gil, 1987-88) sin hablar de los abonos.
Termina con una indicación de las plantas cuyo cultivo piensa
que se debe introducir o extender y ofrece un Cuadro de las
plantas de la provincia de Castellon dedicando el resto del capítulo a detallar los cultivos.
El texto finaliza con un apéndice dedicado a Fuentes y pozos
artesianos de gran interés, que será estudiado más adelante, e
incluye un Cuadro de las principales fuentes de la provincia de
Castellon.
Finalmente el libro viene acompañado de cuatro magníficas
láminas de fósiles, una lámina con la representación topográfica
de las islas Columbretes y un mapa geológico en color de la
provincia, en el que básicamente se muestran por colores donde
predominan los principales tipos de terreno. Las láminas con
fósiles son de gran calidad (Fig. 39), pero el apartado paleontológico se ciñe exclusivamente a su utilización como marcadores
del terreno, ya que de los fósiles sólo da indicación de su nombre
taxonómico, autor que describió la especie y la localidad y edad
donde los ha encontrado.3 Entre estos fósiles se encuentra Pleurotomaria? Pizcuetana, Natica Pradoana, Cerithium Vidalinum
y Conus Verneuilli, todas ellas procedentes del Cretácico de la
localidad de Chert, se trata de las primeras especies fósiles definidas en esta provincia, y como podemos observar por sus nombres están dedicada a su suegro, José Pizcueta médico y profesor de la Universidad de Valencia, a los ingenieros de minas
Casiano de Prado y Luis Mariano Vidal4 y al geólogo francés
Edouard de Verneuil.
Como se ha dicho anteriormente, la Memoria de Teruel y las
de Valencia tienen un esquema muy similar a la de Castellón,
en el caso de la de Teruel merece la pena destacar de nuevo
la calidad de sus láminas de fósiles (Fig. 40), en cuanto a los
problemas sobre su fecha de publicación se discutirá más adelante. Respecto a la de Valencia, como ya se ha comentado, fue
publicada parcialmente en el Boletín de la Sociedad Geográfica
de Madrid; aunque la memoria publicada en 1893 viene precedida por un informe de la Sociedad de Amigos del País de
Valencia de fecha 24 de marzo de 1868, cuya comisión estaba
compuesta por José Monserrat, Miguel Domingo y Roncal, Luis
Corset y Ricardo Beneyto, como secretario. Esta obra le valió a
Vilanova ser nombrado Socio de Merito de la Sociedad el 4 de
abril del mismo año. La única diferencia reseñable en cuanto a
la organización es la incorporación de un apéndice dedicado a la
Protohistoria y la ausencia de las magníficas láminas de fósiles
presentes en las otras dos memorias.
4
Para un acercamiento a la figura de este ingeniero de minas catalán ver
Gómez-Alba (1992, 1995a).
[page-n-94]
Fig. 39. Lámina 2 con fósiles cretácicos en la Memoria geognóstico-agrícola sobre
la provincia de Castellón de 1858 (Biblioteca del MPV).
81
[page-n-95]
Fig. 40. Lámina 1 con fósiles del Mioceno de Concud en el Ensayo de descripción geognóstica de la provincia
de Teruel, en sus relaciones con la agricultura de la misma de 1870 (Biblioteca del MPV).
82
[page-n-96]
V.1.2. Modernización agrícola
El lema que encabezaba su Manual no hay que entenderlo
sólo como un recurso retórico, sino que tanto este tratado
como la parte dedicada a la geología de la obra de divulgación conocida como La Creación finalizan con un capítulo de
Geotecnia, donde desarrolla las aplicaciones más importantes
de la geología, fundamentalmente las dedicadas a la minería,
la agricultura y las aguas subterráneas; también acabamos de
ver la importancia que da a los aspectos relacionados con la
agricultura en sus memorias geológicas provinciales. Es más,
posteriormente ampliaría estos dos últimos temas en forma de
sendos libros: Geología agrícola (1879a) y Teoría y práctica
de pozos artesianos y arte de alumbrar aguas (1880b), para
un estudio detallado de sus ideas sobre geología agrícola ver
Sunyer (1996).
Cuando Vilanova estaba terminando su etapa universitaria valenciana, se produjo la introducción del guano, lo que
despertó grandes expectativas de crecimiento agrícola en las
explotaciones dedicadas a la comercialización, que aumentaron con la llegada de nuevos fertilizantes industriales.5 Esto
no podía pasar desapercibido a nuestro científico, aunque en
su Manual, orilló el tratamiento de abonos, para centrarse en
la constitución del suelo, responsable de la germinación, enseñando el aprovechamiento racional de sistemas tradicionales
de mejoramiento de tierras con la mezcla de tierras y rocas,
presentes en el paisaje –por lo tanto asequibles para las pobres
economías de la gran masa de campesinos españoles– y cuya
eficacia sería, además, superior a la de los abonos (Vilanova,
1860-61, 2: 631):
Partiendo del principio de que los abonos, así orgánicos
como minerales, sólo ejercen una acción benéfica y duradera en las tierras buenas y que, en las de mala ley, su acción
puede decirse insignificante, el único medio para aumentar
el valor de éstas, que por desgracia son las más numerosas,
es el uso de los mejoramientos. Su conveniente aplicación
puede llegar hasta decuplar su precio, si bien esta cuestión
es muy delicada, por razón de los lazos que la unen a la
parte económica.
En este punto, Antonio Casares, autor del manual correspondiente a la química y que ya había dedicado algún estudio
a cuestiones agronómicas, coincidía con él, al poner en valor
“la composición de los terrenos de labor y las cualidades que
deben tener para dar buenas cosechas” y concluía que “las
labores y los abonos son los medios de que dispone el labrador
para conseguir que un terreno sea constantemente productivo”
(Casares, 1857, 2: 14).6 La coincidencia casi absoluta en el tratamiento de estas cuestiones en los textos de los dos autores,
pensamos, es un buen indicio de la situación del campo español
y de la preocupación que ésta despertaba entre las autoridades
y los expertos. En los últimos años, la historiografía ha comen-
5
Desde que el comerciante, financiero y político Francisco de Llano y Vague
presentara su memoria ante la Real Sociedad Económica de Amigos del País
de Valencia en 1844, periódicamente, la sección de agricultura recibió todo
tipo de propuestas para su estudio, aunque la mayoría fueron rechazadas (véase
Salavert y Soler, 1998). Y tal nivel de rechazo se explica porque, como también
advierte el citado Antonio Casares (1857, 2: 19), su composición de nitrógeno,
zado a superar el, anteriormente tan fértil, examen de la historia
rural centrado en el estudio de las cosechas y de los sistemas de
tenencia de la tierra, para abordar la realidad agraria desde una
perspectiva más global, que permitiera ofrecer respuesta a los
muchos interrogantes planteados a partir de aquellas investigaciones. Las nuevas líneas de trabajo obligan a acercamientos
complejos e interdisciplinares, como se puso de manifiesto en
Salavert (1997, coord.).
En 1850 se había fundado el Ministerio de Agricultura y
cinco años después se erigía la Escuela Central de Agricultura,
aunque su función primordial fue la de formar docentes. La
preocupación sobre la necesidad de modernizar la agricultura era
patente y la Ley Moyano (1857) introdujo estudios de aplicación
en los Institutos, donde estaba incluida la agricultura. Sobre este
escenario, Vilanova logró ganarse un hueco, en primer lugar,
introduciendo un amplio espacio a los mejoramientos de tierras
en sus memorias provinciales.7 Además, en el primer periodo
de éxito institucional, este esfuerzo por encontrar un espacio
propio para la geología en el campo de la agricultura culminó
con su nombramiento como director de la Escuela Especial de
Topografía Catastral, que funcionó entre 1864 y 1868, y que
contaba con un pequeño laboratorio de análisis de tierras (ver
Muro et al., 1996). En ella, Vilanova diseñó el mapa catastral
de España. Posteriormente, continuó su preocupación por los
problemas que arrastraba el campo español y en 1879 daba a
la luz la Geología agrícola (Fig. 41), donde Vilanova (1879a:
9) arremetía contra: “la secular rutina y el detestable sistema
adoptado por nuestros labradores de cruzarse de brazos ante el
hecho inconcuso de la disminución creciente de las cosechas,
sin fijarse en que no hay efecto sin causa”.
En este libro, frente a la óptica estrictamente geológica
de obras anteriores, en las que afirmaba que el estudio de los
abonos pertenecía a la química agrícola, amplió sus enseñanzas
a todo el conjunto de elementos y acciones tendentes a la mejora
de las cosechas (Op. cit.: 326-327):
El suelo necesita ventilarse y gozar de cierto grado de
humedad, indispensable para la vida vegetal; luego,
serán mejoramientos mecánicos las labores que realicen
lo primero, lo mismo que el riego, que proporciona lo
segundo; por último, llamaremos mejoramiento químico
a todo aquello que modifica la composición del suelo en
lo referente a sustancias alimenticias. Hase convenido,
sin embargo, llamar abonos propiamente dichos, a los
que determinan esta acción química en las tierras; conservando el nombre de mejoramientos a los que obran física
o mecánicamente. Pero aparte de los mejoramientos y
abonos, importa conocer ciertos agentes que, por razón de
su especial modo de obrar en la vegetación, se llaman estimulantes.8
Además, tenemos constancia de que Vilanova dictó conferencias sobre cuestiones agrícolas en los foros más variados y
y por lo tanto su mayor o menor valor como fertilizante, iba del 17 % al 3 %.
Ver también de esta obra el capítulo 32 del volumen I y el capítulo 2 del
volumen II.
7 Para el caso de la memoria de Castellón, véase Salavert y Gil (1987-88).
8 Un acercamiento más amplio al tema de la agronomía en Vilanova puede
verse en Salavert (1995) y Sunyer (1996).
6
83
[page-n-97]
Desde los primeros trabajos de Vilanova está claro su interés
por el tema de las aguas subterránea, tal y como recoge su nieto
Masiá Vilanova (1975:[5-6]):
Otro aspecto científico en el que estuvo encariñado
toda su vida fue el relativo al aprovechamiento de las
aguas subterráneas para su utilización en la agricultura.
Procedente de un país en el que el agua es apreciadísima por la irregularidad de las lluvias no es extraño
que dedicara sus preocupaciones científicas al logro de
esta finalidad.
Vilanova incluyó sendos capítulos sobre aguas subterráneas
dentro del apartado de geología aplicada tanto en el volumen 2
del Manual como en el tomo 8 de La Creación. Estos capítulos
fueron posteriormente ampliados en el ya citado libro Teoría
y práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar aguas que
es considerado por Martínez Gil (1971b, 1990, 1994) como el
primer tratado de hidrogeología escrito en España y uno de los
primeros de los escritos a nivel mundial, por el cual lo considera
“padre de la hidrogeología española”, en una línea parecida Fernández Navarro (1922) lo consideraba como “el gran apóstol de
la hidrogeología de España”.
En este mismo trabajo Masiá Vilanova (1975: [7]) nos dice
que estos conocimientos los puso en práctica en su pueblo natal,
Alcalá de Chivert, y comenta los distintos avatares que sufrió
esta empresa. Esta no fue la única vez en que Vilanova se involucró en cuestiones y negocios relacionados con las aguas subterráneas y los regadíos, como el mismo explica en el apéndice
de su libro (Vilanova, 1880b; ver Puche Riart, 1996) y se puede
comprobar en varios documentos depositados en el Fondo del
Museo de Prehistoria de Valencia:
- Documentación relativa al pozo de Alcalá de Chivert
(FDJV-MPV 6/7), del cual también informó en la Sociedad
Española de Historia Natural (Vilanova, 1878c), cuyo perforación se suspendió al llegar a los 132 metros, de acuerdo con la
información de Vilanova (1880b: 519).
- El encargo del sindicato de riegos de Alicante para realizar
un pozo artesiano (FDJV-MPV 6/8), que es complementario al
folleto titulado Al sindicato de Riego de la Huerta de Alicante,
que se publicó en 1879, aunque la edición figura sin año, del que
existe un fragmento manuscrito (8/10).
- La realización de informes de las prospecciones en sendos
pozos de Ablitas (Tudela), firmado por Bardet, o el de “El Realengo” en Játiva (FDJV-MPV 6/9).
- La documentación administrativa de la Compañía de pozos
artesianos Nueva Neptuno de Alcoy (Fig. 42; FDJV-MPV 6/10)
en la que participaba Vilanova como socio.
Además de estas empresas particulares e informes técnicos relacionadas con las aguas subterráneas, merece la
pena destacar que además de los capítulos ya comentados
en el Manual en La Creación y el tratado de 1880, también
ofrece datos de gran interés sobre las aguas subterráneas en
las memorias de Castellón y Teruel (Vilanova, 1859, 1870),
hasta el punto que Martínez Gil (1971a) lo considera un pionero de la hidrogeología; esta idea se repite casi de manera
idéntica Martínez Gil en sus trabajos posteriores de 1990 y
1994 (Martínez Gil, 1990: 200): “... pionero de la hidrogeología; fue uno de los primeros hidrogeólogos a escala mundial en el sentido científico y conceptual que hoy día se tiene
de la palabra”.
En el volumen 2 del Manual, el “Artículo IV” del capítulo
“Geología industrial” de la parte “Geotecnia ó Geología Aplicada” está dedicado a la “Geología hidrográfica”, que abarca
desde la página 531 a la 566, para Martínez Gil (1971a: 39): “[el
artículo] estaba dedicado exclusivamente al tema de las aguas
subterráneas. Con este artículo puede decirse que en cierto sen-
Así ocurrió con la serie Geología agrícola, que salió publicada en la Revista
Europea entre 1876 y 1877. En 1880 participó en el ciclo organizado por la
Sociedad Valenciana de Agricultura con tres conferencias que fueron reproducidas en el diario Las Provincias. Véase Soler y Salavert (1998: 170).
Fig. 41. Portada de la Geología Agrícola de 1879
(Biblioteca del MPV).
publicó distintos trabajos de divulgación,9 como sus ciclos de
conferencias en el Ateneo (ver Capítulo IV).
La otra gran carencia que venía arrastrando el campo
español era el de la escasez de agua, que constituyó otra de sus
preocupaciones más arraigadas, pues estaba convencido que la
geología tenía una posible solución, como ha señalado su nieto
Masiá Vilanova (1975).
V.1.3. Vilanova hidrogeólogo
9
84
[page-n-98]
Fig. 42. Escritura de la compañía de pozos artesianos Nueva Neptuno de Alcoy (FDJV-MPV 6/10).
85
[page-n-99]
tido su autor escribió, con gran criterio científico y aguda visión
hidrogeológica, un auténtico tratado de Hidrogeología”.
En este artículo da una visión rápida de los conocimientos
de la época y muestra un buen conocimiento de la obra de
diversos autores franceses como el antes citado J.-B. Paramelle,
J. Dumas, Eugène Belgrand (1810-1878) o Joseph Marie Anne
Degousée (1795-1862), conocimiento que seguramente adquirió
durante su estancia en Francia, aunque ninguno de estos autores
aparece mencionado en las memorias que envío al ministerio
(ver Apéndice III).
Por otro lado tanto en las memorias provinciales de Castellón, Teruel y Valencia, Vilanova dedica sendos capítulos al
tema de los pozos artesianos y ofrece un inventario de manantiales, además de exponer de manera clara y precisa alguno de
los principios básicos de la hidrogeología (Martínez Gil, 1971a;
Puche Riart, 1996).
También procede a divulgar estos conocimientos, tal y
como señala Puche Riart (1996), cuando imparte en 1871 una
serie de conferencias sobre pozos artesianos en la Sociedad
de Amigos del País de Valencia, que fueron reseñadas en el
periódico Las Provincias. En esta línea divulgativa también
ofreció tres conferencias en el Ateneo de Madrid en 1878, en
homenaje al ingeniero francés Alphonse F. Richard, que fue
el encargado del sondeo del pozo artesiano de Vitoria y que
participó en varias empresas de aguas subterráneas en España
(ver Puche Riart, 1996).
En 1880 Vilanova publicó su obra definitiva sobre las
aguas subterráneas (a la que dedicamos el siguiente apartado),
su Teoría y práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar
aguas, considerada como una obra de gran importancia para su
época tal y como dice (Martínez Gil, 1990: 203): “La aparición de esta nueva obra de Vilanova y Piera fue realmente una
aportación excepcional para su época, no ya solamente a nivel
nacional sino incluso a nivel de lo que por entonces creemos era
la ciencia hidrogeológica en el mundo entero”.
De acuerdo con los escritos de Vilanova parece claro que
era consciente de la importancia que podía tener para el desarrollo de España la explotación de las aguas subterráneas. Ya
se ha comentado que participó en varias empresas dedicadas
a la captación de aguas subterráneas fundamentalmente en la
Comunidad Valenciana, aunque no obtuvo grandes éxitos. Esta
persistencia en la búsqueda de aguas subterráneas es hasta cierto
punto lógica para una persona que provenía de una región donde
el agua era, y es, un bien escaso y con una amplia tradición en su
aprovechamiento. Además, en esta época se produjeron varios
intentos de captación de aguas subterráneas, sobre todo intentando localizar pozos artesianos (ver Puche Riart, 1996), pero
en general la mayoría terminaron en fracaso.
Es curioso, cuando se analiza la obra de Vilanova, que después de 1880 su interés por las aguas subterráneas desaparece
y no conocemos que vuelva a intentar ninguna empresa relacionada con ellas, además en sus libros deja de ser un tema
recurrente, por que curiosamente Vilanova no presentó comunicaciones de temas hidrogeológicos a los congresos ni publicó
artículos científicos al respecto (Martínez Gil, 1994: 40).
Quizás el fracaso a la hora de obtener resultados en las distintas
empresas que intentó y el importante desembolso económico
que debió suponer le hicieron decantarse más por otras cuestiones, como la protohistoria.
Dentro de la obra de Vilanova además de una importante
puesta al día de las ideas y conocimientos sobre aguas subterráneas, aporta una interesante información sobre técnicas de perforación y maquinaria necesaria para la misma, que el conocía
perfectamente debido a sus empresas en este sector. Merece la
pena destacar que expone con gran claridad el ciclo hidrológico,
señalando que las aguas subterráneas se encuentran en terrenos
permeables, confinadas por otros impermeables; dividiendo los
pozos en artesianos e inversos o absorbentes.10 En el caso de los
pozos inversos comento su posible utilización para evacuar por
el pozo los desechos líquidos de las fábricas o ciudades, aunque
también comenta la posibilidad de que se inutilizaran durante
el uso por taponamiento y pérdida de permeabilidad. Otro tema
Hay que notar que hasta la segunda mitad del siglo XX no se dispuso en
España de la maquinaria necesaria para la extracción de agua subterránea
a gran profundidad (Martínez Gil, 1990: 218), por lo que necesariamente
había que buscar pozos artesianos, tal y como expresa este mismo autor en un
trabajo posterior (Martínez Gil, 1994: 22): “La ausencia por entonces [hasta
el primer tercio del siglo XX] de los nuevos sistemas revolucionarios de elevación de aguas –las bombas sumergidas de eje vertical no llegarán a España
hasta comienzos de los cincuenta-, condicionaba el éxito de aquellas perforaciones profundas a que las aguas encontradas fueran surgentes”.
10
86
Fig. 43. Portada del libro Teoría y Práctica de pozos artesianos
y arte de alumbrar aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
[page-n-100]
que destaca es que Vilanova era consciente de que los acuíferos
debían recargarse y esta recarga era función tanto de las condiciones geológicas como meteorológicas de la región, por lo que
la explotación de los pozos contribuiría a vaciarlos si no se hacia
con un cierto criterio (Martínez Gil, 1971b: 31); en esta línea
Puche Riart (1996: 90) recoge que en una serie de conferencias
dadas por Vilanova en 1871 en la Sociedad de Amigos del País
de Valencia, que fueron en parte referidas por el periódico Las
Provincias, al plantear algunas soluciones para Murcia comenta
la necesidad de una repoblación de los montes, tanto para que
no varíen las condiciones climáticas como para que las aguas de
escorrentía pudieran ser mejor aprovechadas.
Las ideas y valoración de Vilanova en referencia con las
aguas subterráneas han sido estudiadas en detalle por Martínez
Gil (1971a, 1971b, 1990, 1994), en estos trabajos se comentan
desde un punto de vista hidrogeológico los distintos aspectos
conceptuales que subyacen en la obra de Vilanova, y que fueron
publicados in extenso en su libro Teoría y práctica de pozos
artesianos y arte de alumbrar aguas (1880b), que es previó al
tratado sobre las aguas subterráneas de August Daubré (18141896) de 1887, considerado por muchos historiadores como
el primer tratado de hidrogeología. Uno de las cuestiones que
resalta Martínez Gil (op. cit.) es que la obra de Vilanova no fue
muy conocida fuera de España “debido a la escasa influencia
cultural que por entonces tenía ya nuestro país en el exterior”,
porque si algo hay que reconocer a Vilanova era su capacidad
para divulgar sus trabajos.
Teoría y práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar
aguas
Este libro (Fig. 43) puede considerarse uno de los primeros
tratados de hidrogeología publicados y, desde luego el primero
en España, por lo que consideramos necesario hacer un comentario un poco más extenso sobre esta obra, en la que se recogen
los principales conocimientos sobre las aguas subterráneas, su
funcionamiento y su búsqueda y captación. Aunque es evidente
que dados los conocimientos técnicos de la época y las disponibilidades energéticas, sólo aquellos pozos que el agua fuera
surgente (pozos artesianos) o se situará muy cerca de la superficie serían factibles de explotación, por lo que es normal que
el título del libro hiciera referencia a los pozos artesianos, y la
mayor parte del mismo se centra en ellos. El texto consta de
595 páginas (Fig. 44) con cuatro encartes y varias figuras, la
mayoría de ellas ya publicadas por Vilanova en el Manual y
otros libros, cuenta con una Introducción, dos Partes, un Apéndice y una Nota Bibliográfica (Fig. 45) donde cita 14 obras,
todos los trabajos son de autores franceses o españoles, aunque
las obras de estos últimos están fundamentalmente dedicadas a
las aguas superficiales y sus aplicaciones.
En la Introducción Vilanova comenta la importancia y
utilidad de las aguas subterráneas; destaca el desarrollo en su
investigación y aprovechamiento que se estaba produciendo en
distintos países europeos y en Estados Unidos. Indicando que
son necesarias conocer las condiciones geológicas y meteorológicas de las áreas donde se quieren buscar, ya que éstas son
básicas para la búsqueda y obtención de aguas subterráneas,
independientemente de la región que sea, sin olvidarse de
lanzar una puya contra la aptitud sobre estas investigaciones en
España, así comenta Vilanova (1880b: 7-8):
Fig. 44. Índice del libro Teoría y Práctica de pozos artesianos
y arte de alumbrar aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
Fig. 45. Bibliografía del libro Teoría y Práctica de pozos artesianos
y arte de alumbrar aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
87
[page-n-101]
La razon de este hecho, uno de los rasgos que caracteriza,
por decirlo así, el siglo en que vivimos, consiste en el creciente cultivo de la ciencia geológica, la cual demuestra de
la manera más palmaria y satisfactoria, que en este punto
no hay ni puede haber país o comarca que sea más privilegiada que otra, á no ser por las condiciones de composición y estructura geológica. Con efecto, los fundamentos
científicos de la práctica artesiana en todas partes son
iguales, pues segun veremos la evaporacion que determina
los meteoros acuosos que riegan y fertilizan la tierra, se
verifica del mismo modo y á impulsos del calor solar en la
superficie toda del globo, siquiera varíe la intensidad segun
las condiciones climatológicas; y por otra parte, la circulacion subterránea de las aguas, tambien obedece siempre á
causas idénticas, dependientes tan sólo de la constitucion
geológica. De consiguiente, donde esta sea propicia, allí
existirán abundantes veneros y mantos de agua oculta, que
sólo esperan la inteligente mano del hombre para brotar á
la supeficie y esparcir la vida y la fertilidad por doquiera,
como elocuentemente decia el insigne ministro francés.
De aquí se deduce, discurriendo con arreglo á los mas
elementales principios de sana lógica, que sólo la punible
apatía ó indiferencia con que entre nosotros se miran los
estudios geológicos, fundamento firmísimo del arte de
alumbrar aguas, y en especial de los pozos artesianos, puede
dar razon cumplida de lo refractario que se muestra el país á
una mejora á la que en gran parte deben otras naciones más
afortunadas su prosperidad y riqueza.
científicos en que se funda el arte de buscar aguas subterráneas por medio de la sonda, para que de este modo, desvanecida la injustificada prevencion que muchos tienen contra
los pozos artesianos, entren de lleno en la adopcion de este
que bien puede asegurarse ser, en muchas regiones privadas
de aguas superficiales, el más eficaz y poderoso medio de
sacar á nuestra abatida Agricultura de la triste postracion en
que se encuentra.
La primera parte del libro titulada Teoría recoge en 274
páginas los conocimientos teóricos que Vilanova considera
necesarios para la búsqueda de aguas subterráneas. Comienza
con un capítulo de Hidrología en el que se recogen los conocimientos de la época en relación con el agua, comentando en
detalle las ideas sobre el origen de la misma, algunas de sus
características y, sobretodo, los meteoros que produce en la
atmósfera y la circulación de la misma, esto es, lo que actualmente se denomina el ciclo del agua (Op. cit.: 25):
Pasando por diferentes estados y experimentando sorprendentes metamorfosis, el agua se eleva desde la superficie
de la tierra á la atmósfera, donde origina diferentes hidrometeoros que la hacen descender de nuevo, esparciéndose
luego al exterior ó filtrando á traves de la costra sólida,
hasta volver de nuevo al seno de donde salió: continuo é
incesante, á la par que admirable movimiento, al que con
sobrada propiedad se aplica el nombre de circulacion
general del agua.
La aplicación de estas premisas, pueden estar en el origen
de varias de las empresas sobre aguas subterráneas en las que se
embarcó el propio Vilanova. De todos modos, una de las cuestiones que ahora nos resultan evidentes, pero que para Vilanova
y sus contemporáneos no lo eran tanto, son las enormes diferencias existentes entre los estratos regulares de la cuenca de París
y los complejos plegamientos que caracterizan la orografía
valenciana, con la confluencia de varios sistemas montañosos
como el Bético, el Ibérico y la Cordillera Costera Catalana, y
a muchas otras áreas de la Península. Este desconocimiento y
la generalización del modelo de la cuenca de París para otras
regiones, condujeron a que se realizaron varios pozos, algunos
de ellos financiados o propuestos por Vilanova, que fueron
rotundos fracasos.
Después aboga por la necesidad de erradicar algunas creencias populares y glosa brevemente sus aportaciones a la divulgación de las bondades de la “práctica artesiana” así como las
intenciones de su libro (Op. cit.: 9):
El capítulo continua con una descripción de los procesos
que sufre el agua como la evaporación, condensación (nubes,
nieblas) y precipitación (lluvia, nieve, rocío, escarcha, granizo),
sobre todos estos meteoros ofrece datos experimentales e información meteorológica de diversos puntos de España.
La Hidrografía es el siguiente capítulo, en el que hace una
somera descripción de las principales masas de aguas superficiales de la tierra (océanos, mares, lagos, ríos,…), ya que Vilanova considera (Op. cit.: 112): “Es la Hidrografía respecto al
agua, lo que la Geografía para la tierra, es decir, la parte descriptiva de todo lo que aquella ofrece de particular, sobre todo en
sus dos estados líquido y sólido, en las superficie ó en el interior
de nuestro planeta”.
Por lo que dedica la mayor parte del capítulo a aspectos de
tipo descriptivo, pero también se interesa por algunos avances
técnicos, como cuando compara el proceso de evaporación con
un destilador (Op. cit.: 114) y se hace eco de algunas de sus aplicaciones, así en la misma página dice en una nota a pie página:
A combatir y desvanecer estos errores, que tanto retardan la
aclimatacion en nuestro suelo de todo lo que á iluminacion
o alumbramiento de aguas se refiere y á ilustrar tan vital
asunto, se dirigen las indicaciones teóricas y los consejos
prácticos dados en mi Manual de Geología, en las Memorias de Castellon y Teruel, en los informes que por cuenta
de la Junta de Aguas de Alcoy y del Sindicato de la huerta
de Alicante redacté, y en las conferencias del Ateneo científico y del Ministerio de Fomento, sintetizadas en el presente
libro, al cual hemos dado el nombre de Teoría y práctica de
pozos artesianos y arte de alumbrar aguas, con el pausible
propósito de divulgar por todas las clases sociales los datos
En un periódico científico de Nueva York, acaba de indicarse la atrevida idea de reproducir esta destilacion natural,
por medio de aparatos análogos, con el fin de aumentar el
caudal de agua para el abasto de las poblaciones marítimas.
Un ensayo coronado de feliz éxito acaba de hacerse en Alicante.
88
El siguiente capítulo se titula Geología que divide en tres
apartados, los dos primeros titulados de Geognosia y Geonomia,
son básicamente resumen y/o copian lo que previamente había
publicado en su Manual de Geología (1860-61) y otras obras posteriores; todas las figuras que ilustran estos apartados del texto
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también figuran en los libros previos. El tercer apartado denominado Condiciones hidrográficas de los diferentes terrenos, ofrece
una exposición de las distintas formaciones y materiales donde
se podrían encontrar aguas subterráneas. Discrimina claramente
entre las aguas subterráneas que se encontrarían en los niveles
más superficiales, “Diluvium” y materiales terciarios, donde sería
factible obtener ciertas cantidades de agua con pozos poco profundos, y las verdaderas aguas artesianas procedentes de gran profundidad, y que serían las más interesantes ya que darían grandes
caudales, adecuados para el abastecimiento de poblaciones, agricultura e industria. Vilanova distingue, sin ser consciente de ello,
entre los acuíferos de capa libre y los acuíferos de capa cautiva;
estos últimos, cuando su nivel piezométrico se sitúa por encima
de la superficie del terreno origina los pozos artesianos, y el agua
aflora directamente en superficie, eran los únicos explotables de
manera rentable dados los sistemas de bombeo disponibles en la
época. En distintas partes del texto es evidente que reconocían la
presencia de varios niveles con agua (acuíferos) en los sondeos,
pero aunque en ocasiones el nivel freático o piezométrico era alto,
si no era surgente no podían ser explotados. Bajo estas premisas
es coherente que cuando Vilanova y sus contemporáneos hablan
de aprovechamiento de aguas subterráneas, estén pensado básicamente en pozos artesianos, y Vilanova nos comenta cuales son las
dos cuestiones principales a tener en cuenta cuando se busca agua
subterránea (Op. cit.: 221-222):
Dos son las incógnitas, por decirlo así, que encierra el
importantísimo problema de buscar aguas de cualquier
naturaleza que se deseen, y sea el que se quiera el método
que nos propongamos adoptar para alumbrarlas, ya en
forma de simples manantiales, ó de corrientes, apareciendo
al exterior por conductos ó pozos verticales, dando salto
ó brotando tan sólo á la superficie, á saber: determinar el
punto de eleccion, ó sea aquel en el que deban practicarse
socavones, galerías ó sondeos, y calcular hasta donde sea
posible, la cantidad de agua que pueda prometerse encontrar el que se propone dicho objeto.
Podemos decir que los dos problemas mencionados por Vilanova siguen siendo en la actualidad los más importantes cuando
se va a realizar un sondeo para aguas subterráneas. En las páginas
siguientes Vilanova explicita más los distintos aspectos a tener en
cuenta, delimitando claramente las características a analizar según
sean pozos para aprovechar le agua de los niveles más superficiales
o más profundas. En el caso de los primeros, generalmente situados
sobre “aluviones y/o diluvium”, librarán una cantidad de agua
suficiente para uso doméstico, pequeñas explotaciones agrarias o
artesanales; en este caso la orografía es básica así como las disposición y tipo de materiales aflorantes. Vilanova aprovecha para
comentar la circulación de las aguas superficiales y la relación con
los manantiales, en este tema nombra de manera continua la obra
de Paramelle, que es uno de los autores más citados en el libro.
Prosigue con una visión general de las posibilidades que
ofrecen los distintos “terrenos” para que en ellos puedan darse
pozos artesianos (Op. cit.: 237):
En tésis general, y sin que pretendamos darle carácter
absoluto, en este último concepto, los terrenos terciarios y
secundarios son los que en rigor, y por efecto de su composicion y estructura especial, son los más propicios á dichos
procedimientos racionales de alumbrar aguas. Y concretando aún más el asunto, debe significarse que entre estos
dos grupos de terrenos los secundarios serán siempre preferibles en todos los países, y especialmente en el nuestro
por su mayor extension, por ser en ellos más frecuentes
las alternaciones de las capas permeables con las impermeables, y tambien por alcanzar los estratos una potencia
mucho más considerable.
Después de este comentario general, hace una revisión más
pormenorizada sobre estos terrenos en España, citando algunos
datos concretos; de todos modos, toda la bibliografía citada en
este apartado corresponde a autores franceses.
El apartado de Geología termina con un artículo titulado
Inundaciones. Medios de evitarlas ó de atenuar sus efectos, esta
claro por el título, al igual que ocurre en la actualidad, que este
es uno de los problemas más importantes en relación con las
aguas superficiales y recurrente en la Comunidad Valenciana,
como comenta el propio Vilanova (Op. cit.: 247-248):
Pero sin ir tan léjos, en nuestro país mismo podemos encontrar la confirmacion de esto mismo; pues en la cuenca baja
del Júcar, en la del Segura y en otras muchas, han producido
las inundaciones, con el tiempo, más bienes que males, ya
que estos son pasajeros, mientras que aquellos subsisten
más tiempo. Precisamente en lo que ganan las tierras, por
efecto de las materias orgánicas y minerales que depositan
los rios desbordados, cuando entran en las regiones bajas
y llanas,...
Como indica el texto anterior, Vilanova también ve aspectos
positivos, pero es consciente que se trata de un problema complejo y de difícil solución (Op. cit.: 248):
Y la razon principal consiste en que pocos problemas se
presentan á nuestra consideración que sean tan complejos,
por el número de incógnitas que en él figuran, ya que las
leyes del desbordamiento de los rios, como oportunamente
dice Lapparent, hay que buscarlas en la meteorología, en la
geología y en la hidráulica; de donde es fácil inferir que, si
no se estudia el hecho en conjunto, ó se olvida alguno de
los factores que á su produccion concurren, los medios que
para evitarlo se propongan no sólo serán tambien incompletos, sino hasta pueden ser perjudiciales y funestos á los
mismos intereses que trata de poner á salvo.
Al explicitar algunas de las causas que han podido agravar
los efectos de las inundaciones, de manera reiterada hace referencia a la deforestación y a los problemas originados por las
pendientes (Op. cit.: 248-249):
Así se observa que, según unos, las inundaciones son el
resultado legítimo é inevitable de la desaparicion de los
bosques; y en virtud, claman y piden con urgencia, y como
remedio supremo, la repoblacion de los mismos. Fijando
otros la atencion en las consecuencias de la rápida pendiente del álveo y vaguada de los rios en el régimen de las
aguas exteriores, que como es natural, corren con rapidez
proporcionada, relacionan los desbordamientos con esta
circunstancia, y proponen, en consecuencia, atenuar por lo
89
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ménos semejantes efectos; suavizando, por medio de obras,
á veces costosísimas, la pendiente que siguen las aguas en
su marcha, y que se encaucen éstas para evitar los desastres
de los desbordamientos.
En el caso concreto de nuestro país comenta, además de
la deforestación, también pone de manifiesto la influencia del
relieve y del clima (Op. cit.: 249):
... por lo que á la Península toca, las inundaciones son resultado necesario de la desdichada combinacion de la tala de
bosques, debida á muchas y muy variadas causas, no siendo,
por desgracia, las políticas las que ménos han influido y
siguen influyendo, y de la rápida pendiente de la mayor
parte de nuestros principales rios, como consecuencia legítima de la accidentada orografía, puesta aún más en relieve
por la impetuosa accion de las aguas torrenciales.
A estas dos causas, de suyo bastante poderosas, deben
agregarse las pertinaces sequías seguidas de periodos de
lluvias torrenciales y muy continuadas, efecto á su vez, y
casi siempre, de la falta de arbolado, pues éste, segun queda
ya oportunamente dicho, parece ser el elemento físico
regulador de aquel y de los restantes hidrometeoros. Pero
veamos, antes de pasar adelante, en qué consiste la inundacion, despues de los cual estudiaremos las condiciones
que las determinan y los medios que resulten ser los más
racionales para evitarlas, ó por los ménos para atenuar sus
efectos, y convertirlas en determinados casos en decisivo
elemento de fertilidad de la tierra.
Un rio sale de madre y desborda, determinando la inundacion, cuantas veces recibe en su vaguada y áun en el álveo
todo, en un momento y punto dado, una cantidad de líquido
mayor de la que puede contener... La verdadera causa [en
nuestro país], segun lo que acaba de indicarse del desbordamiento de los rios consiste, pues, en las grandes lluvias y en
la llegada simultánea en un mismo punto de las aguas que
aquellas sumistran.
Tras explicar las causas, Vilanova comenta que varios de
los factores están totalmente fuera del alcance de la acción
humana, por lo que la posibilidad de evitar las inundaciones es
nula, pero si que en algunas circunstancias se podrían minimizar
sus efectos, como la presencia de vegetación en el suelo, por lo
que aboga por realizar “plantaciones hábilmente dirigidas” (Op.
cit. 250).
Continua con un repaso más detallado de los diversos factores que influyen en las inundaciones y que varían entre las distintas regiones, como son la permeabilidad o impermeabilidad
del terreno, presencia de vegetación, pendiente del terreno, etc.
Como colofón termina indicando que si se minimizan algunos
efectos de las inundaciones también pueden ofrecer beneficios,
como los aportes de sedimentos fluviales a los suelos agrícolas,
poniendo el ejemplo clásico de las crecidas del río Nilo.
Con esta visión dual de las inundaciones que plantean problemas, pero también pueden dar algún beneficio, propone
11
Inserta entre las páginas 278 y 269 una figura original de Dumas (1857), concretamente la lámina IX, que también había insertado en el Manual de Geología, la explicación y origen de esta figura las ofrece Vilanova en las páginas
90
algunas actuaciones y mejoras para atenuar los efectos de las
inundaciones (Op. cit.: 264-265):
Veamos, pues, de qué medios indirectos puede echarse
mano para logar lo que se desea. Lo que se trata de evitar es
que las aguas corran rápidamente por la superficie y se acumulen en un punto y momento dado en la vaguada del rio,
en cantidad mayor de la que esta puede contener: pues bien;
ya que no esté en la mano del hombre modificar en absoluto, ni la pendiente del suelo que tanto favorece la rapidez
de las corrientes, ni la impermeabilidad de las rocas, que
impide su penetracion en el interior, habrá de procurarse
por lo ménos atenuar en lo posibles estas dos desventajosas
condiciones de la cuenca.
¿Y cómo lograremos esto? Por medio de una bien entendida repoblacion de los montes, y donde las circunstancias
lo permitan, estableciendo otros géneros de cultivo, y en
especial el de praderas, bien sea fomentando las naturales,
ó intentando la artificiales, por cuantos medios y procedimientos aconseja la agricultura.
Las siguientes páginas desarrolla de manera un poco más
amplia todo lo relativo a los efectos de la vegetación y tipo de
cultivos y plantaciones, siguiendo básicamente las ideas de Belgrand. Posteriormente, comenta que esta política agrícola se
puede complementar con pequeñas obras que eviten “que las
aguas reunidas ó acumuladas en las pendientes formando hilos
y venas asurquen el terreno en la dirección misma de la ladera,
y para ello es indudable que la apertura de pequeñas zanjas horizontales ó con una cierta oblicuidad, como recuerdo haber visto
en territorio de Albalate é Hijar en Teruel, será por demás ventajosa” (Op. cit.: 267). Finalmente, recapitula y vuelve a comentar
que lo más importante es intentar que el agua “no se acumule
aquella en un punto y momento dado en cantidad tal, que no
pudiendo contenerla el río, este se sale de madre, como vulgarmente se dice, ó se desborde y origine una inundación” (Op.
cit.: 267). También hace referencia a obras de mayor calado
como la realización de diques escalonados, de acuerdo con obra
de J. Dumas11 y otras obras de contención, entre ellas comenta
la construcción de pantanos, que recomienda encarecidamente
para nuestro país (Op. cit.: 270-271):
Claro es que este punto se relaciona estrechamente con una
de las cuestiones más vitales para nuestro país, á saber, con
las de los pantanos, para cuyo establecimiento se presta
quizás mejor que otro alguno de Europa, en razon á su accidentada orografía. Con efecto, si sensibles son las pérdidas
y desastres que las inundaciones ocasionan, no es ménos
de lamentar que vuelvan al Océano ó Mediterráneo sin
utilizarse las aguas que caen en los grandes aguaceros, y
cuya marcha rápida no sólo impide su oportuna aplicación
á la agricultura, sino que á veces arrastra la tierra vegetal,
dejando al descubierto el subsuelo y hasta la roca viva.
Deben pues, aprovecharse todos aquellos puntos, que en
España son muchos, situados ora en la embocadura de los
414 a 416. Vilanova cita en la bibliografía esta obra como del año 1856 y publicada en Valence, nosotros hemos tenido acceso a la 2ª edición publicada al año
siguiente en París.
[page-n-104]
valles transversales al confluir en los grandes rios, ó entre
una hoya o meseta y una vega, como oportunamente se hizo
en el famoso pantano de Tibi, para levantar obras sólidas
y bien ejecutadas, como lo está aquella, con lo cual, á par
que se evitarian muchos desbordamientos y terribles inundaciones, se lograria utilizar para la Agricultura y la Industria enormes é inestimables cantidades de agua, que hoy por
desgracia vuelven al mar, ocasionando no pocos daños en el
trayecto que velozmente recorren.
Además de estos medios que pueden ser más o menos eficaces
y, en ocasiones, demasiado onerosos, Vilanova es consciente de
la necesidad de avisar a las distintas poblaciones para minimizar
los daños y comenta la necesidad “de avisos rápidos para dar la
voz de alerta á los habitantes de las poblaciones ribereñas” (Op.
cit.: 271). Esta medida debería complementarse con la existencia
de una red de estaciones meteorológicas y de observatorios en los
ríos, aunque tiene serias dudas respecto a que se fueran a poner en
práctica de estas medidas y se volvería a caer en errores previos,
terminando con un párrafo que podemos comprobar su vigencia
en la actualidad (Op. cit.: 273-274):
Para ello lo mejor es instalar á lo largo de dicha cuenca observatorios meteorológicos encargados de anotar diariamente
la cantidad de agua que la lluvia ó la nieve proporciona;
cuyos datos transmitidos por telégrafo á las poblaciones
importantes ó á la ciudad ribereña amenazada, pueda evitar
muchos desastres. Una buena red de observatorios en todos
los grandes rios y sus principales afluentes, desde los puntos
más culminantes, puestos todos en comunicacion telegráfica
con la capital, y el conocimiento prévio de la topografía,
composicion y estructura geognóstica, esta de la vegetacion
baja y alta, etc., son los elementos indispensables para evitar
catastrófes como las que acaban de sufrir algunas comarcas
de nuestro territorio. Pero por desgracia esto es predicar en
el desierto, en un país donde todo se mira con la indiferencia
más soberana y punible; se lamentan mucho las desgracias
ocurridas, los muertos se entierran, el que sobrevive procura
consolarse, se acude á la caridad pública, se habla mucho
en los primeros instantes, pero á los seis meses ya nadie se
ocupa de semejante bagatela, hasta la otra.
Por último, comentar que incluso en un apartado técnico
como este, las fuertes creencias religiosas de Vilanova son evidentes, y le lleva a plantearse los límites de la actuación del
hombre, ya que todas las catástrofes, incluido el Diluvio, finalmente redundan en beneficio de la humanidad (Op. cit.: 273):
... y dejemos que las corrientes se extienda por la vega, de
una manera lo ménos tumultuosa posible, en cuyo caso la
inundacion no sólo será ménos perjudicial, sino que hasta
puede ser altamente beneficiosa para la agricultura por
el entarquinado natural que producen las aguas, como se
observa en Egipto, donde el hombre, lejos de oponerse á la
periódica inundacion del Nilo, lo que hace desde las más
remotas edades, es utilizar el agente líquido en beneficio
12
de sus tierras. Pretender lo contrario, es olvidar, como dice
Lapparent, que la Providencia no ha hecho el mundo para
que lo dominara el hombre, sino tan sólo para que este dirigiera sus fuerzas, y que el castigo á la transgresion de la ley
no se hace esperar, sino que viene pronto. El ejemplo de lo
ocurrido en lo que llamamos todos, y de comun acuerdo,
diluvio, cuyos beneficios bien estudiados son incalculables,
debiera tenerse siempre presente, con tanto mayor motivo,
cuanto que sin los efectos de aquella gran inundacion,
quizás el hombre no hubiera encontrado en la tierra las condiciones necesarias para su desarrollo.
La segunda parte del libro se titula Práctica ó Hidroscopia,
consta de 145 páginas, y comienza con una pequeña disertación
sobre el significado de la palabra hidroscopia, y el sentido que
se va a utilizar en el texto (Vilanova, 1880b: 225): “... nosotros
la aplicamos adoptando la opinion de Paramelle, á la parte del
libro que, basada en los estudios teóricos que preceden, tiene
por objeto alumbrar aguas, ó en otros términos, hacer salir á la
superficie, por cuantos medios sean posibles, el agua existente
en el interior”.
Luego comenta los conceptos básicos sobre la circulación
de las aguas subterráneas relacionados con los principios de la
hidrostática, esto último de manera muy sucinta, haciendo referencia a los vasos comunicantes y su aplicación para entender
el funcionamiento de los pozos artesianos y a la altura a la que
debería surgir el agua de ellos de manera teórica, aunque factores
puntuales hace que esto no sea totalmente exacto. Al leer esta
parte es evidente que Vilanova conocía los principios básicos
a aplicar, pero en la época se desconocían algunos conceptos
específicos que denomina “variadas circunstancias”, como por
ejemplo el desconocimiento sobre como es la circulación del
agua en terreno permeable, que en la época (y en la actualidad
mucha gente) lo consideraba como una verdadera red hidrográfica subterránea, con sus lagos, ríos, etc.
En el desarrollo de este apartado, Vilanova cita sistemáticamente la obra de Degousée y Laurent (1861), además para la física
de fluidos cita a François Garnier12 y para las cuestiones geológicas
relacionadas con las cuencas a Lapparent. Finaliza esta introducción a la segunda parte, haciendo hincapié en la necesidad de la realización previa de estudios geológicos antes de marcar la posición
del pozo y enumera los tipos principales y características básicas de
los pozos que va a analizar (Op. cit.: 286-287):
Siquiera el fundamento hidrostático sea para todos idéntico,
sin embargo, conviene concretar el calificativo de artesiano al
pozo cuyas aguas aparecen al exterior dando un salto más o
ménos considerable, proporcionado con la presion que experimentan las aguas: ascendente será para nosotros aquel cuya
columna líquida asoma á la superficie, pero sin verdadero
salto, ó en caso de darle con uno insignificante, y por último,
pozo tubular ó instantáneo el que sobre obtenerse con aparatos
especiales, que se describirán en el lugar oportuno, suministra
un caudal pequeño de agua, de pié casi siempre, lográndose
cuando más que llegue hasta la superficie, en cuyo caso podría
confundirse con el ascendente.
Vilanova cita en la bibliografía la traducción de la obra de Garnier realizada
en 1829 por Cristóbal Bordiú.
91
[page-n-105]
Aunque parezca baladí y de escasa importancia esta distinción, y harto difíciles con frecuencia de precisar los límites que
separan, sobre todo, el artesiano del ascendente, hay que reconocer que en el fondo entraña notoria importancia. Con efecto,
las aguas artesianas ó de salto, salvo contadas excepciones,
proceden de horizontes profundos y de terrenos de sedimento,
empleándose para su obtencion aparatos de gran potencia y
diámetro considerable; y siquiera alguna vez pueda ocurrir que
las aguas salten con alguna fuerza, antes de alcanzar el sondeo
niveles muy bajos, esto puede decirse que es la excepcion,
hasta tal punto, que con frecuencia se prescinde de la primera,
y hasta la segunda y restantes capas de agua viva, como por
ejemplo sucedió en el pozo de Dieppe, y se continúa la operacion hasta llegar á la profundidad calculada, con lo cual nada
se pierde, por cuanto en este caso se obtiene un salto mayor,
proporcionado á la suma de las presiones desarrolladas, por las
diferentes capas líquidas que la sonda atravesó. Estas aguas,
ademas del salto, tanto mayor cuanto más profundo sea el
nivel alcanzado por el trépano y más acentuada la línea de
carga, ofrecen la inmensa ventaja de ser tan permanentes y
constantes, que casi pudieran calificarse de perpétuas.
No sucede lo propio en los pozos simplemente ascendentes,
y ménos aún en los tubulares; y la razon es tan sencilla como
fácil de comprender, pues como casi nunca se hace otra cosa
con los aparatos que se emplean más que penetrar á mayor
o menor profundidad en la formacion diluvial, excediendo
raras veces de 100 metros en los ascendentes y de 10, 15 ó 30
metros en los instantáneos, se comprende que ni la presion ha
de ser tal que obligue al agua á salir con gran fuerza, ni los
depósitos de tanta magnitud que aseguren por años y años el
chorro que suministra en los primeros tiempos.
Curiosamente esta clasificación hace más referencia a los
tipos de maquinarias que se van a utilizar y profundidades de los
mismos que las características hidrogeológicas de los pozos. El
primer capítulo de esta segunda parte, titulado Pozos artesianos
y absorbentes, hace una reseña histórica y nos indica los libros
que va a seguir (Op. cit.: 295). El siguiente artículo lo denomina
Cuencas, dice seguir las ideas de Dana y Lapparent y el concepto que expone es el siguiente (Op. cit.: 299-300):
Entiéndese por cuenca geológica aquella porcion del globo,
cuyas partes centrales y bajas se hallan representadas por
terrenos más modernos; y por el contrario, sus límites ó
las partes altas por los más antiguos. Con frecuencia estas
cuencas coinciden con los hidrográficas,... al paso que
en otras semejante armonía no existe; observándose que,
mientras en el primer caso las aguas descienden desde los
terrenos antiguos á los modernos,... en el segundo sucede
lo contrario,... Los geólogos explican esta especie de paradoja, diciendo que en las cuencas compuestas, digámoslo
así, fueron terraplenadas, por sedimentos ó acarreos posteriores, todas ó parte de las depresiones originarias, mientras
que las otras conservan su primitivo carácter los resultados
de las dislocaciones violentas que ocasionaron los hundimientos y grandes grietas, hácia las cuales se dirigen en su
marcha natural las aguas.
Al explicar el origen y en los párrafos siguientes el desarrollo de la sedimentación en estas cuencas, Vilanova se muestra
como un autor de su época donde las ideas wernerianas, aunque
atemperadas, todavía están presentes y los conceptos tectónicos
relativos a plegamientos todavía no se habían desarrollado, y la
“línea sinclinal” respondían a la morfología original de la cuenca
que se iría rellenando, adaptándose los materiales más antiguos a
la forma de la cuenca, y conforme se fuera rellenando las capas
superiores tendrán una extensión lateral menor y en el centro
de la cuenca se depositaría el mayor espesor de sedimentos,
la idea queda perfectamente reflejada en la figura de la página
30213 (Fig. 46). Esta geometría de la cuenca y la disposición de
Fig. 46. Esquema de una Cuenca, figurado en varios libros por Vilanova; se reproduce la figura de la página 302 del libro
Teoría y Práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
13
Esta figura también está reproducida en otras obras de Vilanova y es una
copia de la lámina 2 de Dumas (1857).
92
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Fig. 47. Esquema de los distintos niveles freáticos que teóricamente se podían encontrar en una región, figurado en varios libros por Vilanova;
se reproduce la figura de la página 310 del libro Teoría y Práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
los materiales sedimentarios más antiguos en ella impregnan las
ideas a la hora de buscar los pozos artesianos; ya que si la geometría de la cuenca no se veía alterada por la presencia de fracturas, el agua que se encontrara en los niveles permeables de las
capas más profundas y antiguas en el centro de la cuenca estaría
sometida a grandes presiones y, además, podría recibir un mayor
aporte de agua de toda la extensión de la cuenca, por lo tanto
serán los niveles adecuados para perforar, explicándose así el por
que se plantean seguir perforando a pesar de haber obtenido agua
de niveles superiores. Esta idea se refleja en la figura de la página
31014 (Fig. 47), donde podemos reconocer que, aunque no lo
precisarán, tenían claro el concepto de nivel piezométrico y que
en una misma región, en función del nivel explotado, este puede
tener distintas alturas. Otra idea, también de origen werneriano,
que está latente es que el orden de los materiales (la estratigrafía)
era constante y por lo tanto al hacer una perforación, si no había
fracturas, se debería encontrar la misma sucesión de materiales.
Este artículo lo finaliza comentando brevemente las características de algunas cuencas españolas.
Hemos de decir que este apartado (junto con el de Geología) de este libro se han revisado con más detalle, para
ver si había alguna modificación entre los primeros libros
de Vilanova como el Manual de Geología y éste, su último
libro importante de carácter geológico, y podemos decir que
las ideas y conceptos que maneja son los mismos, con sólo
pequeños cambios de detalle y nuevas informaciones, pero no
hay un cambio conceptual importante; aunque también hay
que decirlo eso fue lo más habitual en los geólogos europeos
de la época, ya que aunque James Hall (1811-1898) había propuesto en 1856 la teoría Geosinclinal, que fue desarrollada
14
Como ya se ha comentado para algunas figuras anteriores, esta es una reproducción de la lámina 3 de Dumas (1857).
posteriormente en 1873 por James Dwight Dana (1813-1895),
autor al que Vilanova cita en el apartado de cuencas, está no
fue aceptada de manera generalizada hasta finales del siglo
XIX y principios del siglo XX.
El siguiente artículo se titula Pozos ó sondeos artesianos, de
un carácter más práctico, en él vuelve a recordar la importancia
de los estudios geológicos previos para lo cual pone el ejemplo
de los estudios previos a la ejecución del pozo de Grenelle
(realizado en 1841 en París), que había sido marcado “por los
eminentes geólogos Elie de Beaumont y Arago”,15 estos estudios sobre todo deberían de comprobar que no existiera ningún
accidente que modificara la disposición de los estratos. A continuación comenta las características más adecuadas del nivel a
explotar (Op. cit.: 308):
Para que el sondeo tenga probabilidades de un buen éxito, es,
si no preciso, por lo ménos muy conveniente, que la corriente
que se busca sea de las que llamamos forzadas; es decir, que
circule en una capa permeable y entre dos que no lo sean, en
cuyo caso la superior ejercerá presion más ó menos grande
sobre el agua, y ésta, encontrando salida por el agujero que
abre la sonda, aparecerá al exterior dando un salto proporcionado á la fuerza desarrollada. Esto nos obliga á fijar la
atencion en la estructura de la cuenca y en la naturaleza permeable ó impermeable de sus materiales componentes,...
El artículo continua detallando las condiciones y características más adecuadas que debe de tener el punto donde se
realice el pozo para una región determinada. También comenta
los problemas que pueden surgir en un área cuando se realizan
15
En una nota a pie de la página 320, Vilanova cita las obras completas de
François Arago (1780-1853), concretamente el tomo 6º dedicado a los pozos
artesianos, publicadas en París en 1856.
93
[page-n-107]
varios pozos cercanos, sobre todo cuando la presión es menor y
en vez de que el pozo tuviera “salto”, el agua fuera meramente
surgente o se quedará muy cerca de la superficie, lo que impediría su aprovechamiento con las técnicas de la época. Vilanova
comenta todos estos problemas con un conocimiento directo de
los mismos, no sólo por sus empresas relacionadas con las aguas
subterráneas, si no, como el mismo nos informa (Op. cit.: 318319), porque visitó en 1878 junto con su “hermano D. José y
del constructor Sr. Lipmann” el pozo de Grenelle, cuando ya
estaban perforando el pozo de Alcalá de Chisvert.
Otro tema que aborda, aunque de manera muy rápida, es
el de la composición y temperatura del agua, indicando que de
manera habitual están relacionadas con la composición de los
materiales donde se localiza el pozo y de la profundidad donde
se realiza la captación (Op. cit.: 321). A continuación informa
de los tipos de aguas de distintas localidades españolas y sus
posibles usos de las “aguas artesianas” en función de la composición de las mismas. Para ejemplificar estos casos usa los datos
de composición, temperatura, profundidad y, en algunos casos,
los distintos niveles de “aguas vivas”16 de diversos pozos realizados en Europa, Argelia y Estado Unidos; para este último país
también comenta el descubrimiento y puesta en funcionamiento
de pozos de petróleo (Op. cit.: 328-329).
Para finalizar este artículo comenta algunas cuestiones sobre
los pozos absorbentes o inversos y comenta (Op. cit.: 329):
En rigor, el pozo absorbente sólo se diferencia del artesiano en el fin que con él se propone el hombre obtener,
pues en ambos casos se emplean procedimientos y aparatos
iguales,... que sin gran dificultad puede un mismo sondeo
hacer las veces de ascendente solo ó artesiano, y tambien
de inverso,...
En este caso las función principal de este tipo de pozos sería
utilizarlos como desagüe para “aguas generalmente sucias, y á
veces cargadas de muchas sustancias extrañas, algunas de ella
susceptibles de aglutinarse y de formar con los demás objetos
masas consistentes” (Op. cit.: 332), en estos pozos los mayores
problemas eran mantenerlos limpios y que no fueran perdiendo
permeabilidad y se cegaran, dejando de funcionar, por lo que
Vilanova comenta algunas mejoras que deberían hacerse para
que no se cegaran e incluso aumentando su efectividad.
Continua con el artículo titulado Pozos ascendentes,
comienza por explicar las diferencias con los artesianos, básicamente sería el origen de la captación, que en el caso de los
ascendentes sería de niveles más altos, por lo que no era necesario utilizar maquinaria pesada como en los artesiano, en los
que el agua se buscaba a gran profundidad, desechándose los
“niveles de aguas vivas” más altos. Por lo que las características
de un pozo ascendente serían (Op. cit.: 338):
... el escaso caudal de agua que suministran, por la poca
fuerza con que asoman á la superficie, y por no ser tan
constante el chorro como el de los artesianos, y más
sujetos en su ritmo á las variaciones atmosféricas y estacionales.
16
Estos niveles corresponderían a lo que la actualidad serían acuíferos confinados.
94
Explica perfectamente todas las circunstancias distintivas
de esta clase de pozos la procedencia de sus aguas, que son
mucho más someras que las artesianas.
De acuerdo con los comentarios del libro estos pozos se
realizarían para obtener agua de los niveles más superficiales,
generalmente del “diluvium” y ocasionalmente de materiales
terciarios. Los pozos eran de pequeño diámetro y poca profundidad, lo que para Vilanova sería la principal diferencia, en estos
casos el agua sería a lo sumo surgente, pero sin tener un “salto”
importante, y el caudal sería escaso, lo que limitaría su uso para
el consumo de pequeñas explotaciones agrícolas o artesanas.
Ofrece algunos ejemplos de Murcia y Valencia.
El siguiente artículo, Pozos tubulares, está dedicado a pozos
muy superficiales y cuyo nombre le viene por su modo de perforación (Op. cit.: 342):
Llámase tubulares, porque segun veremos, el aparato que
hoy se emplea, á imitacion de los antiguos, consiste principalmente en uno ó varios tubos, que al propio tiempo que
abren el terreno, se quedan ó permanecen en él, constituyendo las paredes del verdadero pozo; instantáneos por el
breve tiempo que se emplea para conseguir por su medio
lo que se desea, y por último, abisinios por haber servido
de grandísimo auxiliar al ejercito inglés en la última guerra
contra los abisinios.
Estos pozos básicamente se localizan en “formaciones de
aluvion antiguo sobre todo, y moderno”, comenta la similitud
de esos pozos con los ascendentes previamente comentados,
la diferencia básica es la maquinaria utilizada en cada caso y,
por supuesto, la profundidad de captación del agua. Vilanova
se detiene a comentar brevemente la maquinaria utilizada para
estos pozos, comenta algunas cuestiones técnicas y ofrece
algunas figuras de la misma (Fig. 48); destaca en todos ellos
la presencia de una bomba manual, lo que indica que por lo
general no serían surgentes y el agua quedaría a cierta profundidad, aunque no muy grande, para poder ser extraída con estas
bombas. Estos pozos aprovechan lo que en la actualidad serían
básicamente los acuíferos de capa libre superficiales.
Como comentario general a la clasificación de pozos establecida en la época y utilizada por Vilanova, podemos decir que
es totalmente utilitaria y tecnológica, teniendo en cuenta básicamente el tipo de maquinaria y pozo realizado, y capas acuíferas
con una disposición y características similares pueden ser consideradas artesianas o ascendentes, simplemente por cuestiones
técnicas.
El último artículo de este capítulo, Aparatos de sondeo, lo
abre con una breve historia de los sondeos, pero la mayor parte
está dedicado a enumerar los distintos sistemas, de acuerdo con
la maquinaria utilizada, que se utilizaban para realizar pozos
artesianos, en este caso resume los sistemas enumerados y
comentados por Degousée y Laurent (1861) y añade un último
sistema “modernísimo del inteligente mecánico y matemática
Sr. D. Amador Villar” (Op. cit.: 353-354). Continua con un
breve comentario de varios de los sistemas enumerados, indi-
[page-n-108]
Fig. 48. Maquinaria pozos tubulares, figura de la página 345 del
libro Teoría y Práctica de pozos artesianos y arte de alumbrar
aguas de 1880 (Biblioteca del MPV).
cando sus ventajas e inconvenientes, y ofrece un apartado más
detallado del “Sistema Villar” del que ofrece también una figura
encartada de sus principales componentes (Op. cit.: 365-370).
Este artículo lo termina comentando la necesidad de entubar y
revestir los pozos, sobre todo para evitar costosos accidentes,
que obligarán incluso a tener que abandonar el pozo.
El capítulo II de esta segunda parte se titula Alumbramiento
comun de aguas, donde básicamente se centra en el estudio de
los manantiales “su verdadero orígen, modo de formarse, cantidad de agua que los existentes suministran, comparada con la
que proporciona la lluvia, etc.” (Op. cit.: 374). También vuelve
a comentar como sería la circulación de las aguas subterráneas,
donde se vuelve a poner de manifiesto que la circulación en
terreno permeable todavía no era bien conocida, así dice de las
corrientes subterráneas (Op. cit.: 374): “... pues esta es el resultado de la confluencia de una infinidad de pequeñas venillas y
de hilos algo más considerables, que imitan hasta cierta punto,
pero en pequeña, la disposición de todos los elementos de una
cuenca exterior,...”.
En este artículo sigue de nuevo básicamente a Paramelle
y realiza una prolija enumeración de las características de los
manantiales, ya fueran superficiales o incluso subterráneos, sus
caudales, etc., así como todas aquellas cuestiones que deberían
de tenerse en cuenta antes de iniciar la mejora y/o captación del
agua de estos manantiales, sobre todo cuando se trata de captar
las aguas más superficiales por medio de galerías y otras cons-
trucciones, para lo que sigue las ideas expuestas por Dumas en
su obra La Ciencia de las fuentes (Dumas, 1857).
El libro concluye con un Apéndice dividido en tres artículos dedicados a España. Da una breve pincelada de la orografía de la Península, a partir de la cual comenta la división
de las cuencas hidrográficas españolas en distintas vertientes de
acuerdo con Francisco Coello (1822-1898) y sus características
hidrológicas: Septentrional o Cantábrica, Occidental o Lusitánica, Meridional Oceánica, Meridional Mediterránea y Oriental
o Ibérica. Dedica un pequeño apartado a los riegos que Vilanova justifica por el interés de las aguas subterráneas para estos
menesteres. Luego ofrece algunas generalidades y cuadros de
composición del agua, cantidad de sedimentos de distintos ríos
europeos, así como indicaciones de las necesidades de agua de
distintos cultivos, finalizando con un cuadro de los principales
canales españoles.
El artículo II del apéndice se titula Hidroscopia española
y es el más interesante desde el punto de vista histórico, ya
que hace un breve resumen de las principales obras realizadas
en España en relación con las aguas subterráneas y, con más
detalle, de los pozos artesianos realizados con maquinaria
pesada. Parte importante viene de los datos ofrecidos por Bordiu
en su traducción del libro de Garnier de 1829. Vilanova al enumerar las distintas iniciativas realizadas en España se queja de
que en muchas ocasiones estos sondeos se han realizado “sin
consultar ni conocer préviamente las condiciones geológicas”
(Op. cit.: 509), lo que implico importantes fracasos. Continua
con un somero recorrido de las iniciativas realizadas en diversas
provincias españolas para finalmente centrarse en “los pozos
de grandes dimensiones” que se estaban realizando en esos
momentos en España (Op. cit.: 517):
Estos pozos hoy en vías de ejecucion, son los siguientes; 1.º,
el de Vitoria, capital de Alava; 2.º, el de Alcalá (provincia
de Castellon); 3.º, el de los Angeles, en San Vicente, junto
á Alicante; 4.º, el de Muchamiel (Alicante) por cuenta del
sindicato de riegos; 5.º, el que D. Joaquin Reig dirige en la
posesion dicha el Realengo, término de Játiva, propia de su
padre político Sr. Arostegui; 6.º, el de Nuño, que costea la
sociedad titulada Neptuno, en Alcoy; 7.º, el que abre el Sr.
Ribera en su posesion no lejos de Carcagente; y 8.º, el que
este año ha comenzado en Ablitas, junto á Tudela de Navarra,
la casa Lipmann, por encargo especial de la Diputacion de
Navarra, que sufraga los gastos.
En este caso nos limitaremos a comentar la información que
Vilanova nos ofrece de sus propias iniciativas o aquellos en que
había sido contratado para realizar informes. La primera información es sobre el pozo de Alcalá de Chisvert en Castellón (Op.
cit.: 519):
El de Alcalá empezó en Setiembre de 1877, de modo que si
no anterior, es de la misma fecha próximamente que el de
Vitoria; hácese á mis expensas, habiendo traido un aparato
de caida libre nuevo de la casa Lipmann, que me proporcionó
tambien un buen jefe de sondeo; pero habiendo alcanzado
132m y mediando circunstancias particulares, que no hay
por qué relatar, se suspendió la obra, aunque estoy resuelto
á llevarle á cabo en el momento que brote el agua en el pozo
Nuño de Alcoy, cuya sociedad Neptuno, de la que formo
95
[page-n-109]
parte, se sirve del aparato, habiendo agregrado una buena
máquina de vapor de 10 caballos.
Luego habla sobre el pozo de que se estaba realizando en
Muchamiel, costeado por la comunidad de regantes de la huerta
de Alicante, para la que Vilanova había realizado un estudio
previo (Vilanova [1879]) y marco la situación para realizar el
sondeo; también ofrece una breve indicación de los materiales
que habían atravesado hasta los 250 m que se habían construido
hasta ese momento. Luego pasa a comentar algunas cuestiones
sobre el pozo de Alcoy que costea la sociedad Nueva Neptuno,17
cuya localización también fue establecida por Vilanova al pie
de la Sierra Mariola en materiales Cretácicos, el sondeo se realizaba “bajo la inteligente direccion del ingeniero industrial Sr.
Vilaplana”,18 utilizando el aparato que previamente se estaba
utilizando en Alcalá de Chisvert, y comenta brevemente los
niveles atravesados hasta los 60 m que había llegado el pozo en
aquellos momentos, y comenta sus expectativas (Op. cit.: 521):
Abrigo fundadas esperanzas de que al contacto del terreno
terciario con el cretáceo, que le sirve inmediatamente de
base como en Alcalá, salte el agua, pues esto se observa
muy á menudo en los sondeos artesianos; y cuando no, despues de atravesar algunas capas de caliza que allí alternan
con las arcillas y con horizontes de arenas y conglomerados, que son por lo comun los acuíferos por excelencia.
El último capítulo del apéndice, Legislacion de aguas, es
una recopilación de la legislación española referida a las aguas.
Como conclusión podemos decir que nos encontramos ante
uno de los primeros y más completo tratado de hidrogeología,
tal y como ya había indicado Martínez Gil (1990, 1994); donde
se aborda tanto la parte teórica como la práctica y se revisan
tanto los conceptos generales como las cuestiones más concretas, lo que nos permite tener un conocimiento adecuado de
las ideas y conocimientos sobre esta materia en el último tercio
del siglo XIX, así como los anhelos y expectativas que ofrecían
la posibilidad de explotación de las aguas subterráneas. Tanto
es así, que cuando en 1910 la Comisión del Mapa Geológico de
España se transforma en Instituto Geológico de España una de
sus principales líneas de investigación paso a ser el estudio de
las aguas subterráneas (Gozalo, 2000).
En cuanto al comentario y título del último apartado del trabajo de Martínez Gil (1994): Vilanova: ¿un pionero universal
de la hidrogeología?, debemos decir que estamos de acuerdo en
considerar a Vilanova como uno de los pioneros de esta ciencia,
ya que realmente fue capaz de plasmar en este libro el estado
de la cuestión y los conocimientos de su época, aunque como
queda claro al leer detenidamente el libro y las constantes citas
a la obra de autores como Paramelle, Belgrand, Degusèe y Laurent, entre otros, nos indica que Vilanova sobre todo hizo una
magnífica recopilación de información a la que, seguramente,
añadió datos debidos a su experiencia sobre estas cuestiones o
incluso clarificaría algunas ideas, pero no es un libro de inves-
17
Como ya se ha comentado previamente hay documentación sobre esta
sociedad en el Fondo Vilanova del Museo de Prehistoria de Valencia (FDJVMPV 6/10).
96
tigación, como el propio autor reconoce en la introducción está
dirigido al “ilustrado público”, esto es, sería lo que ahora se considera un libro de alta divulgación científica o un manual para
universitarios, no una obra de investigación. De todos modos,
esto no es óbice, para considerar a Vilanova como uno de los
expertos en aguas subterráneas de la época y desde luego no
es exagerado considerarlo como “el padre de la hidrogeología
española” tal y como dice Martínez Gil (1970b, 1990, 1994).
Finalmente, hay que decir que ninguna de las empresas en
las que participó Vilanova para la captación de aguas subterráneas resultaron positivas, lo que hasta cierto punto es lógico
dado la complejidad geológica de las áreas en las que trabajo y
los conocimientos e ideas de la época, y como ya se ha dicho,
que los medios técnicos de bombeo para explotaciones que no
fueran pozos artesianos no llegaron a España hasta la segunda
mitad del siglo XX. Estos fracasos quizás expliquen por que
después de este magnífico libro Vilanova fue abandonando poco
a poco la geología aplicada y se fue centrando cada vez más en
la prehistoria, sobre todo a raíz del descubrimiento de Altamira.
V.2. Vilanova y la investigación
Paleontológica en España
V.2.1. La investigación Paleontológica en España entre 1849
y 1910
Como ya se ha comentado al comienzo de este capítulo, la
vida y obra de Vilanova transcurre durante dos de los periodos en
los que se suele subdividir la historia de la geología en España,
el primero completo entre 1849 y 1873, y el segundo, entre 1873
y 1910, sólo su primera etapa. A la hora de describir la investigación paleontológica en España hemos utilizado como trabajos
básicos Sequeiros (1984b, 1988, 1989), Pelayo (1984a, 1984b,
1988, 1996, 1998, 1999a) y Truyols (1988, 1989), aunque para
algunas cuestiones puntuales se han utilizado otras aportaciones
que se citarán en su momento.
1849-1873
Una primera visión de cómo fue la investigación paleontológica en esta época, la podemos obtener revisando la bibliografía
citada por Mallada (1892) al elaborar su Catálogo; en él se citan
82 trabajos publicados durante este periodo, de los cuales un
50% están realizados por autores extranjeros, un 40% por ingenieros de minas y sólo un 10% se debe a naturalistas españoles.
La investigación paleontológica publicada por estos naturalistas se limita casi en exclusiva a la obra de Vilanova, cuyos trabajos suponen un 7,5%. Al analizar las citas de Vilanova, vemos
que conviven notas muy breves, junto con trabajos donde se
abordan estudios de geología regional de grandes áreas (Castellón, Teruel, Valencia; ver apartado anterior). Otro aspecto que
no se recoge a través del Catálogo de Mallada fue la aparición
de los primeros trabajos sobre Prehistoria y el hombre fósil,
que fueron desarrollados en un primer momento por Casiano
18
Ver capítulo VI para la colaboración entre Vilanova y Vilaplana en el
descubrimiento del yacimiento de “Les Llomentes” en Alcoy.
[page-n-110]
de Prado, y que luego tuvieron su máximo difusor en Vilanova,
quien siempre los expuso desde su compromiso cristiano y sus
ideas concordistas con la Biblia.
Uno de los hechos que más van a marcar el desarrollo de las
Ciencias Naturales en la siguiente etapa fue que, tras la Revolución de 1868, se promulgó la ley de Libertad de Enseñanza del
21 de Octubre de 1868, que suponía la libertad de cátedra y la
desaparición de la censura. Esto facilitó que se comentaran en
España las ideas de Darwin, lo que originó un debate fundamentalmente ideológico, que se desarrollará a lo largo del último
tercio del siglo XIX y principios del XX. Desde la Paleontología
Vilanova (1869), fue el primero en negar la evolución desde un
punto de vista científico. Sin embargo, propició que se publicara la primera exposición imparcial in extenso de la obra de
Darwin en España debida a Francisco Tubino (1833-1888); se
trata del apartado de Antropología de setenta páginas publicado
en el tomo primero de La Creación, obra dirigida por Vilanova
(Gozalo y Salavert, 1995).
1873-1910
En esta etapa podemos decir que la polémica entre creacionistas y transformistas, que había comenzado en el periodo anterior, tuvo su momento álgido con un importante debate ideológico, aunque por desgracia sin demasiado contenido científico,
en general. Un hecho que marcó esta disputa fue el Decreto de
26 de Febrero de 1875, debido al ministro Orovio, que suspendía
la libertad de cátedra e impedía la explicación de cualquier teoría
contraria al dogma católico en las aulas; en referencia a este problema, Hernández-Pacheco (1912: 409), se expresaba de esta
manera tan contundente: “...y nombrado ministro de Fomento
Orovio, que, al frente de la instrucción pública, representaba la
mayor intolerancia en las ideas políticas y religiosas”. Varios
profesores se negaron a acatar esta orden y fueron separados de
sus cátedras, exiliados e incluso algunos encarcelados; entre los
naturalistas encontramos a Augusto González de Linares (18451904) y Laureano Calderón y Arana (1847-1894), a quienes se
unió Salvador, el hermano de éste, que era catedrático del Instituto de las Palmas de Gran Canaria. Muchos de estos profesores crearon la Institución Libre de Enseñanza (ILE; ver Cacho
Viu, 1962), que se gestó en Cádiz, donde habían sido exiliados
algunos de ellos, y donde Francisco Giner de los Ríos (18391915) conoció a José Macpherson (1839-1902),19 manteniendo
una gran amistad desde entonces; además Macpherson dio un
importante apoyo al nacimiento de esta institución (HernándezPacheco, 1927; Alastrue, 1968), de la que fue nombrado socio de
honor. La ILE tenía carácter progresista y en la que se aceptaron,
exceptuando el aspecto mecanicista, las ideas de Darwin. La ILE
además desarrolló una labor pedagógica de primera línea, dentro
de la que destaca la realización de excursiones para el estudio de
las Ciencias Naturales (Ordaz, 1984). También realizó labores de
divulgación, a través de conferencias y con la publicación de su
Boletín, lo que permitió a sus miembros exponer sus opiniones
sobre su idea de evolución.
19
Macpherson nunca ocupó ningún cargo institucional, sin embargo tenía
un sólido prestigio como geólogo, lo que le llevó a formar parte de varios
tribunales de oposición a cátedras de materias geológicas y mantuvo
buenas relaciones con los naturalistas e ingenieros de minas de la época.
Para una aproximación completa ver el monográfico dedicado a su figura
La Sociedad Española de Historia Natural constituye, desde
el primer momento, el foro principal donde los naturalistas
españoles informaban, comentaban y discutían sobre los nuevos
descubrimientos e ideas científicas. Por ello, en ella se desarrollaron varias polémicas, algunas de ellas relacionadas con
la Paleontología (Pelayo, 1998), en las que participaron varios
de sus miembros que podemos separar en dos grupos de ideologías bastante contrastadas: un grupo conservador en el que
destacan Vilanova y Solano, catedráticos de Universidad, el
ingeniero de minas Federico Botella y Hornos (1822-1899) y
el científico amateur José Joaquín Landerer (1841-1922); y otro
grupo menos compacto pero de carácter más liberal y cercano
a la ILE, con los catedráticos Salvador Calderón y Francisco
Quiroga Rodríguez (1853-1894) y el también científico amateur
José Macpherson (1839-1902).20
Las primeras referencias al darwinismo dentro de la
Sociedad son claramente contrarias, y se deben sobre todo a
nuestro biografiado y a Landerer, aunque este último con posterioridad mantuvo posturas menos intransigentes (ver Gozalo
y Navarro, 1995a, 1995b, 1996). Landerer (1873) publicó su
Explicación del cuadro sinóptico de los tiempos primitivos, que
dedicaba Vilanova, en el se exponen tesis claramente antidarwinistas, y va acompañado de un cuadro referido a los materiales
cuaternarios que será utilizado por Vilanova en varios de sus trabajos, posteriormente llegó a aceptar la posibilidad de evolución
a nivel de especie e incluso género, pero consideraba que para
los taxones de mayor rango seguía siendo necesaria las creaciones divinas (Gozalo y Navarro, 2006), esta idea también era
aceptada por Vilanova, según Glick (2010: 54), aunque nosotros
no hemos encontrado ningún texto que avale esta posibilidad.
En el grupo opuesto tenemos sobre todo a Salvador Calderón, que aunque en su largo recorrido como investigador destacó en temas tan diferentes como la Mineralogía, Petrología o
Tectónica, también realizó una importante labor paleontológica.
Primero fue catedrático de Historia Natural de la Universidad de
Sevilla desde 1884 y, posteriormente, catedrático de Mineralogía
y Botánica de la Universidad de Madrid, a la que se trasladó en
1895; donde más tarde acumularía la Cátedra de Mineralogía
descriptiva. Hay dos aspectos que merece la pena destacar en su
labor docente e investigadora, el primero es que como profesor
de la ILE, y luego como catedrático, realizó siempre numerosas
excursiones con sus estudiantes, lo que le permitía explicar las
materias geológicas en el ambiente más adecuado, y además
conocer con mucho detalle los alrededores de los centros donde
trabajaba. Esta faceta enlaza con la siguiente, ya que Calderón
fue uno de los primeros geólogos españoles que realizó una
labor de campo sistemática en las regiones que estudia, analizándolas desde todos los puntos de vista posibles; sirvan como
ejemplo sus investigaciones sobre las Islas Canarias, Nicaragua,
Andalucía o Madrid, por enumerar en orden las regiones a las
que le condujeron sus distintos trabajos (Hernández-Pacheco,
1912). Como paleontólogo destacan sus trabajos sobre los
fósiles de vertebrados españoles, y sobre todo su Enumeración
de 1876, sin olvidarnos de sus estudios sobre microfósiles de
en el volumen 45-46 del año 2002 del Boletín de la Institución Libre de
Enseñanza.
20 Perejón (2009) ha estudiado la vinculación de Macpherson con la
Sociedad Española de Historia Natural.
97
[page-n-111]
Andalucía. Desde el punto de vista teórico era un evolucionista
convencido; tal como el mismo expresa (Calderón, 1884: 231):
“La creación de especies por el triunfo de ciertas variedades y
la desaparición de otras en la lucha por la existencia, es un principio sentado por Darwin”.
Más adelante aceptaría las ideas neolamarckistas postuladas por Edward Drinker Cope (1840-1897) tal y como señala
Pelayo (1998).
V.2.2. El concepto de Paleontología en Vilanova
En el apartado anterior sobre geología se han tratado las
cuestiones paleontológicas relacionados con la datación y
caracterización de terrenos (bioestratigrafía), que en la época
eran difícilmente separables de otras partes de la geología, y
como se ha comentado previamente Vilanova las trataba conjuntamente, explicando las “leyes paleontológicas” o la historia
de la vida dentro del mismo apartado que la estratigrafía, que
por ejemplo en el Manual titulaba Clasificacion cronológica
de las rocas; terrenos y formaciones. Pero también puede ser
interesante establecer una caracterización de las ideas paleontológicas de Vilanova desde un punto de vista biológico, en
función del gran debate sobre el evolucionismo que se produce
durante la segunda mitad del XIX y principios del XX. Intentando abordar esta problemática, Sala Catalá (1984a, 1984b)
propuso la existencia de dos paradigmas para la biología española de esta época: paradigma fisiológico y paradigma ecológico, aunque actualmente la cuestión se considera que es mucho
más compleja y que presenta muchos matices. Así, con todas
las precauciones metodológicas pertinentes, considera que en la
Paleontología del XIX hay una interpretación fisiológica cuando
se caracterizan mediante códigos taxonómicos las sucesivas
floras y faunas fósiles; aquí la influencia de la Paleontología
francesa de la primera mitad del XIX es muy fuerte, siguiendo
los trabajos de Cuvier, Pictet, D’Orbigny y Schimper.21 En
cambio, una aproximación de tipo ecológico se encontraría en
los paleontólogos que pretenden estudiar grupos naturales de
fósiles y establecer sus mutuas correlaciones filogenéticas, así
como las condiciones de vida en que se desarrolló su evolución,
llegando a explicar su distribución geográfica; en esta orientación se encuentran las obras de Zittel y Gaudry22 (Sala Catalá,
1984a: 383).
En el periodo analizado por este autor, en las obras de
Paleontología distingue varias etapas: entre 1860 y 1875,
domina la orientación fisiológica; entre 1875 y 1887, hay división; por último entre 1887 y 1909, predomina el enfoque ecológico. En este análisis Vilanova aparece como un autor enclavado
dentro del paradigma fisiológico, con su obra de investigación
paleontológica concentrada en el primer periodo (Sala Catalá,
1984a: 391).
El único libro general de Paleontología debido a Vilanova
es la última parte del tomo 8 de La Creación (1876d), en el que
muestra un desarrollo típico del paradigma fisiológico. En la
introducción, Vilanova (1876d: 373-374) expresa su adhesión a
Todos ellos son citados repetidamente en todos los tratados geológicos
escritos por Vilanova.
22 Gaudry también era amigo y admirado por Vilanova, pero éste criticó abiertamente sus ideas evolucionistas (ver Capítulo VII).
21
98
las ideas sobre Anatomía comparada debidas a Cuvier, y entre
otras cosas dice que la Paleontología demuestra: “... que en esta
sucesion [de especies] ha habido un verdadero progreso”. Así
sabemos que la fuerza creadora no abandonó la tierra durante
ninguno de los periodos de tiempo geológico, lo que implica
una idea de progreso,23 pero no hay que entenderlo en el sentido
darwiniano, sino en el que había planteado Bronn en 1857.24
A continuación desarrolla el núcleo de la materia, para lo
cual divide los grupos fósiles en grandes conjuntos que denomina tipos, siguiendo claramente las ideas de Cuvier, posteriormente desarrolladas por Owen25 en su concepto de arquetipo.
En la conclusión de este capítulo, en lo que constituye la parte
final de esta Paleontología, dice Vilanova (1876d: 460):
Ya que la obra de Owen26 sobre la que hemos calcado, por
decirlo así, la Paleontología que precede, limítase... á trazar
el cuadro del desarrollo orgánico del reino animal desde
que apareció en el globo hasta nuestros dias, lícito me ha de
ser completar este tratado con la indicacion de las Faunas
y Floras que como características de los diferentes terrenos
de sedimento se han ido sucediendo sin interrupcion.
Sobre el posicionamiento de Vilanova dentro del paradigma
fisiológico, además de la obra ya citada, quizás sus trabajos más
clarificadores sean su discurso de ingreso en la Academia de
Ciencias (1875a) y el Programa de Paleontología (1876c).
En el Programa se refiere a la necesidad del estudio de
la Paleofitología y de la Paleozoología, el cual va a permitir
resolver dos problemas (Vilanova, 1876c: 51):
... el primero referente á la unidad de plan que presidió la
creacion de los reinos orgánicos y sus ulteriores desarrollos,... constituyendo un natural encadenamiento de todos
los séres desde que la vida apareció en la superficie del
globo, siquiera no haya necesidad para ello de admitir que
sea el lazo de la descendencia genealógica el que establece
tan estrechos vínculos. El segundo problema que la Paleontología puede decirse que ha logrado resolver, es el que
trata de las estrechas relaciones que existen entre los séres
orgánicos y las condiciones biológicas del globo,...
[El primer problema], nos ha de conducir, como por la mano,
al conocimiento de las leyes que rigieron y aún gobiernan
hoy la materia orgánica toda, y á esclarecer cuando ménos,
cómo y cuándo ocurrió la misteriosa transformacion de la
materia mineral en orgánica, sea bajo el soplo divino del
Creador como creemos, ó por la sola accion de las leyes
generales de la materia al encontrarse en condiciones favorables para la realizacion de este grandioso acontecimiento,
como suponen otros.
La concepción del cambio orgánico en la paleontología de
Vilanova muestra total afinidad con las concepciones de la biología francesa de Cuvier y Geoffroy Saint-Hilaire, con un diseño
de la creación, obra de Dios en su caso, que se desarrolla en el
Sequeiros (1991: 6).
Rudwick (1972: Capítulo 5).
25 Rudwick (1972: Capítulo 6, 10).
26 Para ver la influencia de Owen sobre Vilanova, ver Sequeiros (1991: 6-7).
23
24
[page-n-112]
tiempo siguiendo un plan establecido de antemano. La segunda
parte del texto expresa con claridad una determinada visión del
mundo orgánico centrada en tres tesis: a) existen unas leyes que
rigen la materia orgánica; b) éstas llevan a una transformación
desde la materia inorgánica a la orgánica; c) y esta transformación está regida por el soplo divino del creador.27 Este esquema
lo mantuvo en su docencia hasta el final de sus enseñanzas, tal
y como muestran los apuntes de clase que se encuentran depositados en el Fondo del Museo de Prehistoria de Valencia (ver
Capítulo III).
En la última década se ha incidido en la recuperación y
catalogación de los fondos documentales y colecciones históricas de algunas instituciones clave en la historia de la ciencia
española, como es el Museo Nacional de Ciencias Naturales de
Madrid, al cual estuvo Vilanova vinculado durante toda su vida
científica. En este contexto una obra básica es el libro de Montero (2003) dedicado a las colecciones paleontológicas de este
Museo. Dentro de este línea pero mucho más parciales, al ser
obras dedicadas a las colecciones de este Museo en la provincia
de Teruel, tenemos los trabajos de Alcalá (2002) y Diéguez y
Montero (2002), y de la paleontología en el Museo de Montero y Diéguez (1998), sin olvidar el análisis que hace Montero
(1997) del uso de algunos conceptos que utilizó Vilanova sobre
la preservación de algunos tipos de fósiles de acuerdo con los
ejemplares conservados en estas colecciones.
Montero (2003) hace una revisión exhaustiva de las colecciones paleontológicas depositadas en el Museo desde su llegada al mismo y los distintos avatares que han sufrido a lo largo
de su historia, para ello no sólo utiliza la información procedente
del archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, sino que
también revisa estas colecciones, ofreciendo información sobre
su estado actual. Dentro este trabajo se nos muestra la labor de
Vilanova dentro de la actividad normal del Museo, realizando
diversos informes relativos a la necesidad de la adecuación y
ampliación de los espacios y laboratorios para la exposición y
estudio de las colecciones a su cargo, así como de la necesidad
de ampliar estas colecciones. Otra de sus actividades normales
será valorar e informar las colecciones que se ofrecen al Museo
por diversos particulares e instituciones.
Para nuestro trabajo el apartado que más nos interesa es el
capítulo titulado Las colecciones de Juan Vilanova y Piera en el
Gabinete (Montero, 2003: 233-281), del que vamos a extractar
las cuestiones más importantes. En este capítulo se recoge de
manera precisa y documentada las aportaciones de Vilanova
a las colecciones geológicas y, sobretodo, paleontológicas de
Vilanova a este Museo, desde sus primeros envíos desde París
en 1851 hasta la compra de su colección particular a sus herederos. También hace un comentario exhaustivo del uso de este
material por parte de Vilanova tanto en sus libros de texto como
en las memorias provinciales.
Todo el material geológico y paleontológico que envió al
Museo con motivo de su viaje por Europa, que fue recolectando
en sus excursiones, le habían regalado o, incluso, comprado,
fueron catalogados y ordenados por Vilanova, con el siguiente
criterio: primero por edades, luego por localidades y, en el caso
de los fósiles, por grupo en último lugar. De toda esta colección
sólo el material de Soleures (Solothurn) no fue clasificado por
Vilanova sino por Amanz Gressly (1814-1865), como indica el
propio Vilanova.
El catálogo de los rocas, minerales y fósiles del envío de
30 de mayo de 1851 tiene 34 páginas y consta de más de 1.000
ejemplares (Op. cit.: nota 704). En el Archivo del Museo de
Ciencias Naturales se conserva el Inventario. De las colecciones Geológico-paleontológicas traídas del extranjero por el
profesor D. Juan Vilanova, elaborado por Vilanova en 1858, que
consta de 252 páginas, aunque el documento está sin paginar
(Op. cit.: nota 708).28 Finalmente, Vilanova presentó en 1873 a
la Junta del Museo este catálogo, la cual consideró este documento de gran interés y propuso que se editara, pero no parece
que esto llegara a ocurrir (Op. cit.: 238). Para una descripción
del catálogo, un listado sucinto de los fósiles que contiene y una
breve historia del estado actual e importancia de la colección
ver Montero (2003: 238-248).
Otra parte importante de la colección Vilanova lo constituye
el material recogido por éste durante la realización de los bosquejos geológicos de Castellón, Teruel y Valencia, realizados en
gran parte como vocal de la Comisión del Mapa Geológico bajo
sus diversas denominaciones (ver más adelante). Al disolverse
en 1868 las Brigadas Geológicas, a la sazón dependientes de la
Junta General de Estadística, el rector de la Universidad Central
escribe el 24 de Marzo de 1870 al Director de la Junta de Estadística reclamando para el Museo el material recolectado por
Vilanova. Esta carta debió de tener respuesta ya que ejemplares
tipo y figurados de esta colección se encuentran en la actualidad depositado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales
de Madrid (Montero, 2003: 249; Martínez y Grauges, 2006).
Sin embargo, no se dispone de un inventario de este material,
aunque se han encontrado etiquetas en las que consta la leyenda
Comisión del Mapa Geológico. En justa correspondencia a
esta petición de devolución de las colecciones, la Comisión del
Mapa Geológico pidió a Vilanova la devolución de los libros
de esta Comisión que estaban en su poder, tal y como muestran algunos documentos del Fondo del Museo de Prehistoria de
Valencia (FDJV-MPV 4/15; Fig. 49).
Como indica Montero (2003: 250-252), a partir de 1884 se
encuentran numerosas referencias a donaciones de ejemplares
por parte de Vilanova al Museo, este material procede de numerosas localidades españoles y extranjeras, fruto de sus continuas
excursiones, muchas de ellas realizadas con motivo de los distintos congresos que asistía, o bien de los regalos e intercambios
con diversos investigadores. Por ejemplo, a su regreso del congreso de Argel en 1881 recorrió parte de la provincia de Almería
recolectando gran cantidad de fósiles de localidades cercanas a
la capital, los cerros de la vega de Huércal, Viator y Pechina,
encontrándose ejemplares de estas localidades en la colección
del Museo.
Finalmente, a su muerte su viuda ofrece las colecciones particulares de Vilanova al Museo, compuesta por rocas, fósiles,
libros y objetos de prehistoria y antropología. Se constituyó una
Sequeiros (1991: 4).
Puede que este documento esté relacionado con las distintas peticiones sobre
el abono de los gastos que tuvo Vilanova para su obtención y envío desde
París (ver Apéndice IV)
V.2.3. Revalorización de la obra paleontológica de Vilanova
27
28
99
[page-n-113]
Fig. 49. Carta Comisión del Mapa Geológico de octubre de 1871 firmada por el presidente de la misma, Felipe Bauza,
solicitando a Vilanova la devolución de los libros de la citada comisión que tenía en su poder (FDJV-MPV 4/15).
Junta facultativa formada por Solano, Quiroga y Antón que la
valoraron positivamente y recomendaron su compra al ministerio; aunque no existe documentación clara que indique como
fue esta transacción, esta colección permanece en la actualidad
en el Museo (Op. cit.: 252-253).
Con el mejor conocimiento del material recolectado por
Vilanova se está produciendo un hecho bastante curioso que
es la revalorización de la obra de Vilanova en el campo de la
paleontología, sobre todo en su vertiente como recolector y sistemático, así como una valoración positiva de su labor de difusión de los descubrimientos paleontológicos.
Como ya se ha comentado (Capítulo V.1.2), Vilanova ofrece
en las memorias provinciales, sobre todo de Castellón y Teruel,
una figuración de gran calidad (Fig. 50), pero sin una descripción o a lo sumo una descripción muy somera de algunas nuevas
especies, que aunque en la actualidad nos parece totalmente
insuficiente eran relativamente habituales en los trabajos de
tipo regional y son aceptadas como especies válidas según el
Código de Nomenclatura Zoológica si fueron publicadas antes
de 1950. Además, Vilanova ofreció de manera continua información de diversos descubrimientos paleontológicos suyos y de
sus colaboradores y corresponsales, que publicó tanto en sus
libros generales como en forma de notas y noticias en diversas
revistas, sobre todo, en las Actas de la Sociedad Española de
Historia Natural.
Esta puesta al día de la obra de Vilanova se inició ya en la
década de los 70 del pasado siglo, sobre todo debido a la labor
100
del Dr. Sebastián Calzada desde el Museo Geológico del Seminario de Barcelona, quién en su labor sobre la paleontología de
Cataluña revisó y describió adecuadamente varias especies de
gasterópodos cretácicos definidos por Vilanova (Calzada, 1975,
1985, 1989; Calzada y Pastor, 1976), lo que ha posibilitado
la identificación de alguna de estas especies en otras regiones
españolas como La Rioja (Viera, 1991). En uno de estos trabajos, Calzada y Pastor (1976) se hacen eco de la polémica
sobre la prioridad de algunas especies cretácicas entre Vilanova
y Coquand, cuyo origen está en la fecha de publicación de la
Memoria de Teruel (ver Gozalo, 1993b, 1996) ya que Coquand
(1868) definió varias especies nuevas que también definía Vilanova en su trabajo (Vilanova, 1870).
Ya en el presente siglo podemos hablar de dos líneas en
referencia al material recolectado por Vilanova, una primera en
el mismo sentido que los trabajos de Calzada y colaboradores,
donde se refigura y describe el material de Vilanova de tal modo
que estos taxones son aceptados como válidos (por ej. Delvene,
2002) o incluso son utilizados como especie tipo para la definición de nuevos géneros como es el caso de la especie de Teruel
Nautilus lacertae Vilanova, 1870 designada como especie tipo
de género Josanautilus definido por Martínez y Grauges (2006);
además de algunos trabajos de tipo divulgativo como el dedicado por Forner i Valls (2009) a la especie Gymnentome pizcuetana (Vilanova, 1859).
Por otro lado ha habido una labor de identificación de los
materiales que sirvieron a Vilanova para citar por primera vez
[page-n-114]
Fig. 50. Lámina 3 con fósiles del Cretácico de Teruel en el Ensayo de descripción geognóstica de la provincia de Teruel,
en sus relaciones con la agricultura de la misma de 1870 (Biblioteca del MPV). En ella se figura Nautilus lacérate, especie
que recientemente se ha considerado como la especie tipo del género Josanautilus Martínez & Grauges, 2006.
101
[page-n-115]
la presencia de dinosaurios en nuestro país (Vilanova, 1872a,
1873c), concretamente en la localidades de Morella (Castellón)
y Utrillas (Teruel). Recientemente, Pereda Suberbiola y RuizOmeñaca (2005) han identificado y figurado cinco ejemplares
fragmentarios procedentes de la localidad de Morella y uno,
con reservas, de la localidad de Utrillas en las colecciones del
Museo Nacional de Ciencias Naturales, parece ser que estos
materiales proceden de las colecciones de Vilanova que fueron
adquiridas a su viuda por el estado (ACN 274/008), aunque no
figura su fecha de recolección, este material ha sido estudiado
posteriormente por Pérez-García y Ortega (2009), clasificándolo como Iguanodontoidea indet.
Por último, Pérez-García y Ortega (2010) han recuperado
un caparazón de tortuga del Cretácico de Morella identificada
como Pancryptodira indet., que previamente se había consignado como de la Colección de José Royo Gómez; los propios
autores indican la importancia de este hallazgo (Op. cit.: 18):
“La atribución de esta tortuga a la colección Vilanova permite
identificarla como el primer hallazgo de un quelonio mesozoico
ibérico del que se tiene constancia”.
En la figura 2 del citado trabajo reproducen la ficha con
la información del ejemplar, los autores indican que se habría
realizado bajo la supervisión de Royo Gómez. Sin embargo, la
caligrafía de los textos escritos a tinta pertenece claramente a
Vilanova, por lo que se puede asegurar que al rehacer el fichero
en la época de Royo Gómez se reutilizó la ficha original del
propio Vilanova.
Los ejemplos expuestos nos indican que la labor recolectora de Vilanova fue de gran importancia, al menos en Castellón y Teruel, de donde obtuvo material de gran calidad y que
todavía en la actualidad suponen un importante legado paleontológico.
V.3. CONFLICTO DE INTERESES: Vilanova versus
ingenieros de minas
Un aspecto destacado durante toda la labor institucional,
docente e investigadora de Vilanova son las relaciones con los
ingenieros de minas, que de manera genérica fueron confrontaciones por las áreas de influencia y prerrogativas entre el cuerpo
de ingenieros de minas y los profesores universitarios. En numerosas ocasiones los ingenieros críticas y desautorizan a distintos
profesores cuando realizan comisiones (investigaciones) sobre
temas que ellos consideran de su incumbencia. Existen diversos
ejemplos. Por la imbricación con los temas geológicos merece
la pena reseñar algunas disputas recogidas por Sunyer (1996)
relacionados con la Ciencia del Suelo. Entre ellas destaca la
polémica sobre las fosforitas de Logrosan (Cáceres), tal y como
comenta Sunyer (op. cit.: 121):
Quizás sean los fosfatos la causa de uno de los debates
más importantes que acontecieron [en] la moderna agricultura española a mediados del siglo XIX y que impelieron
a algunos químicos de este país en las aplicaciones prácticas de la química en el campo agrícola. Se trataba, por
otro lado, de una batalla entablada entre dos instituciones:
el cuerpo de Ingenieros de Minas, y el del profesorado universitario, en concreto, el de los químicos. De todo ello,
el entonces ministro de Fomento, Claudio Moyano, saldría
afectado ante la opinión pública.
102
Esta disputa se desarrolló fundamentalmente entre 1856 y
1862, en ella no participó Vilanova aunque en 1874 tuvo un
pequeño desencuentro con Egozcue y Cia con motivo de la
génesis de esta fosforita, tal y como se reflejan en las Actas de
la Sociedad Española de Historia Natural (Vilanova, 1874a, b;
Egozcue, 1874). Finalmente, las continuas críticas de los ingenieros de minas a Ramón Torres Muñoz y Luna (1822-1890),
Catedrático de Ampliación de Química de la Universidad Central que fue comisionado en 1856 por el ministro de Fomento
Claudio Moyano para el estudio de la fosforita, llevaron a que se
formará otra nueva comisión en 1858 a cargo de los ingenieros
de minas Felipe Naranjo y Garza y José Grande, después sustituido por Lino Peñuelas, sus conclusiones fueron muy críticas
con el informe de Muñoz y Luna, aunque como dice Sunyer
(1996: 126):
Solamente el tiempo zanjaría el debate dando la razón al
químico Torres Muñoz de Luna. No tanto por la Memoria
que nunca daría a luz pero que fue duramente criticada
por Casiano de Prado, sino por la propia importancia que
irían ganando los fosfatos extremeños y que daría lugar a
un mayor número de estudios y artículos difundiendo sus
efectos benéficos sobre los cultivos.
Dentro de los debates relacionados con las ciencias del
suelo, Sunyer (1996: 162-166) también cita el desencuentro
entre el propio Vilanova con el ingeniero de minas Ramón
Pellico (1809-1876), por las críticas de éste en 1877 al “Plano
Euforimétrico del término Municipal de Madrid” elaborado por
Vilanova en 1868. Como dice Sunyer (1996: 164):
Diez años después de la presentación de este mapa se originó una pequeña polémica entre nuestro geólogo y el ingeniero de minas Ramón de Pellico, que puede interpretarse
como una disputa por la defensa del propio campo científico. Del mismo modo que sucedió en el debate sobre la fosforita, se encontraban implicados un miembro del ámbito
universitario y uno del cuerpo de ingenieros.
Vistas sucintamente estas polémicas entre los ingenieros y
los profesores universitarios, no es de extrañar que la relación
entre Vilanova como geólogo y el cuerpo de ingenieros de minas
se viera salpicada desde el primer momento de suspicacias y
pequeñas batallas por asegurar o ganar áreas de influencia, lo
que explicaría las diversas confrontaciones entre Vilanova y los
ingenieros de minas y que, algunos de ellos, no mostrarían el
mínimo aprecio por Vilanova, tal y como señala Rábano (2006;
ver Capítulo I).
A continuación se trata con más detalle la participación de
Vilanova en la Comisión del Mapa Geológico en sus primeras
etapas, hasta su remodelación definitiva en 1873 bajo la dirección de Fernández de Castro, momento en que Vilanova quedó
totalmente desvinculado de la Comisión, y algunas de las polémicas entre Vilanova y los ingenieros de minas.
V.3.1. Vilanova y la Comisión del Mapa Geológico
En su carrera académica e institucional hay un primer
momento, tras su llegada a Madrid, en el que, gracias sin duda
al apoyo que recibió por parte de personajes muy influyentes
[page-n-116]
en la administración (como Mariano de la Paz y Graells),
entró a formar parte de las principales empresas geológicas del
momento. Así, se integró como vocal en la “Comisión para la
Carta Geológica de Madrid y General del Reino”, dirigida desde
1852 por Guillermo Schulz (1805-1877),29 donde también se
encuadraban otros naturalistas, como era el caso de su mentor
Graells. Recientemente, Rábano y Aragón (2007) plantean la
hipótesis de que Graells fuera el principal instigador y promotor
de esta comisión, de acuerdo con algunos documentos analizados por ellos; esto explicaría la importancia de los objetivos y
estudios de ciencias naturales realizados por esta “Comisión” en
su primera etapa y la participación de un número importante de
profesores universitarios. Quizás esta situación hiciera que los
ingenieros de minas sintieran que la “Comisión” no era todo lo
geológica que indicaba su nombre y que ellos hubieran deseado.
El nombramiento de Vilanova como vocal de la “Comisión”
tuvo efecto el 30 de noviembre de 1854, junto con el ingeniero
Amalio Maestre (1812-1872), de acuerdo con la carta de nombramiento con fecha de 6 de octubre de 1854 (FDJV-MPV 4/15).
Su actividad se vio rápidamente plasmada en la memoria de
los trabajos del año 1855, publicada bajo la dirección de Schulz
en 1858, se publicaron los informes de las distintas secciones
que componían la “Comisión”. En esta memoria aparece el
informe de Vilanova (1858) como vocal de la Sección geológica del Este de España, dedicada a sus trabajos en la Comunidad Valenciana, donde informaba de sus periplos por las tres
provincias de la Comunidad. Curiosamente también hay un
breve informe de Federico Botella, como encargado de la subcomisión geológica del Reino de Valencia. Por otro lado, los
trabajos no geológicos de esta memoria incluyen unos breves
informes de la sección geográfica-meteorológica y de botánica,
pero el grueso del volumen los constituyen los tres trabajos de
la sección zoológica, realizados por Mariano de la Paz y Graells
(1858a, 1858b, 1858c), que constituyen más de dos tercios
de las 149 páginas del volumen, con numerosas aportaciones
entomológicas y abundantes ilustraciones, con siete láminas de
insectos.
El 1 de abril de 1857 Schulz dimitió como director de la
Comisión. Los motivos, según López de Azcona (1984), fueron
la continua mengua en la dotación económica de la Comisión y
los proyectos gubernamentales de agrupar en un sólo organismo
de la administración todas las labores cartográficas. Finalmente,
en 1859 con la promulgación de la Ley de Medición del Territorio, todos estos organismos se agruparon en la Comisión de
Estadística, que paso a llamarse Junta General de Estadística a
partir de 1861 (ver Muro et al., 1996).
Una de sus funciones asumida por la Junta General de
Estadística fue el desarrollo de la cartografía geológica, para
la realización de estos trabajos se proponía la creación de una
brigada formada por tres ingenieros de minas y tres ayudantes,
inicialmente fueron adscritos a esta brigada geológica los ingenieros Casiano de Prado, Amalio Maestre y Luis de Escosura.
Al comienzo de esta etapa Casiano de Prado fue nombrado
como Jefe de Detall de las operaciones geológicas, cargo que
abandono por voluntad propia en 1861, parece ser que esta
29
Respecto a la fecha de nacimiento de Schulz normalmente se ha considerado
el año 1800, pero la documentación aportada por Truyols y Schroeder (2005)
demuestran sin duda alguna que nació en 1805.
decisión estuvo también en la falta de un presupuesto adecuado
para la realización de sus labores (López de Azcona, 1986), a
partir de este momento y hasta 1865 será Amalio Maestre el
Jefe de Detall. Finalmente, en 1865, Antonio Alcalá Galiano
firmo un real decreto por el que los trabajos geológicos pasaron
a depender de nuevo del Ministerio de Fomento, como había
sido el caso de la Comisión. En los últimos años de esta década
los trabajos entraron en una fase de estancamiento, lo que llevo
al entonces Ministro de Fomento José Echegaray a la firma en
1870 de un nuevo decreto de refundación de la Comisión del
Mapa Geológico de España (ver Muro et al., 1996: 198-202).
Al formarse las brigadas geológicas en 1861, Vilanova se
vio relegado de la labor del reconocimiento geológico llevado
a cabo desde la Junta General de Estadística, pero el continuó
trabajando en esta línea, así elaboró las memorias dedicadas a
Teruel y Valencia (Vilanova, 1870, 1893).
El tema de las publicaciones o intentos de publicación de
estos trabajos dentro de la Junta General de Estadística e incluso
de la futura Comisión del Mapa Geológico de España es una
cuestión que no había sido estudiada en detalle, pero la existencia de varias cartas y documentos en el Fondo Vilanova
(FDJV-MPV 4/15) nos han permitido trazar una sucinta historia,
al menos de los intentos de Vilanova para que se publicaran sus
memorias provinciales, cosa que logró con el trabajo sobre
Teruel (Vilanova, 1870), pero no con una nueva versión de su
memoria de Castellón30 ni con la de Valencia.
Del conjunto de memorias geológicas provinciales, la primera que publicó fue la de Castellón (ver Capítulo III), aunque
en esta ocasión lo hace fuera del ámbito de la Comisión del
Mapa Geológico, y no lo hace como miembro de la misma, ya
que fue premiada y publicada por la Academia de Ciencias de
Madrid. Sin embargo, Vilanova intento posteriormente que una
nueva versión de la memoria de Castellón fuera publicada por
la Junta General de Estadística.
La única memoria provincial que publicó Vilanova por la
Junta General de Estadística fue la de Teruel, curiosamente este
trabajo no había sido enviado para ser publicado por esta institución, si no que fue enviado al Ministerio de Fomento, del
que había dependido la extinta Comisión del Mapa, hasta que
estas funciones pasaron en 1859 a la Comisión de Estadística.
La publicación de este trabajo sufrió unos avatares rocambolescos, como indican Muro et al. (1996: 200-201). Como ya se
ha dicho Vilanova envió este trabajo en 1862 al Ministerio de
Fomento, de donde fue remitido a la Junta General de Estadística para valorar su posible publicación por parte de este organismo. En un primer momento se decidió publicar el trabajo,
así el la portada del libro figura el año 1863, aunque esta fecha
parece corresponder al manuscrito corregido por Vilanova y no
a la impresión del trabajo, ya que hay una carta (FDJV-MPV
4/14) con fecha 15 de diciembre de 1863 y firmada por Alejandro Olivan, a la sazón vicepresidente de la Junta General de
Estadística en la sección de Operaciones especiales que dice:
“La Junta General de Estadística ha aceptado, con satisfacción,
el manuscrito que se ha servido Ud. ofrecerle, relativo a la descripción geológica de la provincia de Teruel con sus relaciones
30
En este caso aunque se ordenó su publicación nunca se llegó a pu
blicar.
103
[page-n-117]
con la agricultura de la misma. Acuerdo que se proceda a su
publicación”.
De todos modos, la falta de una cartografía geológica hizo
que la publicación definitiva se retrasase hasta que se incluyera
un mapa geológico como era perceptivo para las obras de reconocimiento geológico de un territorio; finalmente se incorporó
un mapa geológico a escala 1:400.000, firmado por Francisco
Coello que tiene fecha de 1868, pero parece ser que la publicación definitiva del trabajo se produjo en 1870, tal y como recogieron ya en su momento Maffei y Rua Figeroa (1871-72), Fernández de Castro (1874, 1876) y Mallada (1897) (ver Gozalo,
1993b, 1996), cuando, curiosamente, los trabajos geológicos
ya estaban otra vez a cargo del Ministerio de Fomento. Sobre
esta cuestión también se dispone en el Fondo Vilanova (FDJVMPV F5/10) de una carta reutilizada como papel de sucio, con
membrete de Presidencia del Consejo de Ministros - Dirección
General de Estadística, firmada por el director general y fechada
de 5 de abril de 1870 del director general de la que le dice: “Mi
estimado amigo: Cuando V. guste puede pasar á recoger á este
centro los doscientos noventa y seis ejemplares de su Memoria,
que con cuatro que tiene recibidos, hacen un total de trescientos,
que son los que deben entregársele”.
Que sepamos la única obra publicada por la Junta General
de Estadística a Vilanova fue la Memoria de Teruel, por lo que
suponemos que esta carta hace referencia a la misma, y confirmaría la fecha de publicación definitiva del libro en 1870.
En cuanto a la nueva versión de la memoria de Castellón
también se dispone de documentación (FDJV-MPV 4/19) con
varias cartas en las que se tratan algunas cuestiones en referencia a la futura publicación de este trabajo que, finalmente,
nunca se llegó a publicar. El primer documento es una nota indicando que se pague a Vilanova los gastos de encuadernación y
copia de la Memoria de Castellón, y poco después hay una carta
con fecha 17 de octubre de 1863 escrita en papel con membrete oficial del “Ministerio de Fomento, Minas”, firmada por
Alonso Martínez que indica que: “[La] Memoria geognósticopaleontológica de la Provincia de Castellón que Ud. ha escrito
para terminar los trabajos que tenía pendientes al extinguirse la
Comisión del Mapa Geológico de que fue vocal... se remite a la
Junta General de Estadística para que se publique”.
Posteriormente, en una carta de Coello con fecha de 4 de
Noviembre de 1865 se le indica a Vilanova que es conveniente
la publicación de la Memoria de Castellón, pero con modificaciones, como reducir el capítulo tercero: “dejando intacto todo lo
que en él precede á la Descripción y limitando esta meramente á
la de las especies nuevas, haciendose en las láminas idénticas”.
También señalaba que habían de suprimirse los itinerarios.
Por último Coello termina diciendo: “lo que participo á Ud. para
su conocimiento y á fin de que si lo tiene á bien se sirva acomodar”.
Igualmente le pide disculpas por el retraso del aviso debido
a la acumulación de expedientes que había supuesto la desaparición de la dirección de operaciones especiales. El retraso es evidente, cuando en el mismo conjunto de cartas hay un borrador
del acta de la sesión de la dirección de operaciones especiales
del 23 de febrero de 1864, donde se detallan las modificaciones
que le serán comunicadas oficialmente a Vilanova con un retraso
de más de año y medio.
El último documento encontrado sobre esta cuestión en otra
carta de Coello de 10 de noviembre de 1865 indicándole que
104
tenga todo preparado para comenzar con la edición del trabajo,
pero la obra nunca se llegó a publicar.
Los últimos contactos, de las que hay documentación, con
la nueva Comisión del Mapa Geológico de España son de
1871, cuando siendo su presidente, Felipe Bauza (1802-1875)
reclama a Vilanova que devuelva una serie de libros que tiene
en su poder y que son de la comisión. También se encuentra el
certificado de esta devolución. En este mismo año hay otra carta
de 7 de Julio, donde Bauza le comenta que no era posible incluir
en la lista de posibles trabajos a publicar por la Comisión del
Mapa Geológico de España su “Memoria Geológico-agrícola de
la provincia de Valencia” ya que no existía dicha lista.
Finalmente, en 1873 se produjo la refundación de la “Comisión del Mapa Geológico de España” bajo la dirección de
Manuel Fernández de Castro (1825-1895), lo cual supuso una
innegable mejora en el incremento y calidad de los estudios
geológicos en España; por ese motivo desde Mallada (1897) se
viene considerando ese año como uno de los hitos para subdividir la historia de la geología española (ver Gozalo, 2000).
Ahora bien, también supuso que la elaboración y publicación
de todos los mapas geológico oficiales quedara en manos del
Cuerpo de Ingenieros de Minas, y fueran excluidos de esta labor
todos los geólogos de formación universitaria en Ciencias Naturales, o lo que es lo mismo, en ese momento quedaba excluido
Juan Vilanova y Piera.
Este aspecto resulta obvio cuando se lee los artículos del
Decreto de refundación de la Comisión del Mapa, que figuraban
en la primera páginas de las publicaciones de la misma, tanto
en el Boletín como en las Memorias, es que los trabajos del
mapa geológico de España quedan a cargo exclusivamente de
los ingenieros de minas, tal y como reza el primer artículo: “Los
estudios y trabajos para la formacion del Mapa geológico de
España, se llevarán á cabo por todos los Ingenieros del Cuerpo
de Minas simultáneamente”.
También resulta clarificador del diferente trato a los trabajos previos de los ingenieros de minas con respecto a los
de Vilanova, así la primera obra publicada en la serie de las
Memorias de la Comisión del Mapa Geológico de España,
bajo la dirección de Fernández Castro, es la Memoria sobre
la provincia de Zaragoza de Donayre (1873) cuyo trabajo de
campo se había realizado en 1863 y 1864 y que como el propio
Donayre dice en la presentación “yacia olvidado desde 1867”,
hecho que el propio Donayre comentaba en la introducción de
su obra:
La escasez de fondos ha hecho que nuestro trabajo permanezca inédito, y aun hoy que, merced á los esfuerzos y actividad del Director de la Comisión ejecutiva del Mapa geológico, Excmo. Sr. D. Manuel Fernandez de Castro, puede
publicarse, hay necesidad tambien de suprimir multitud de
vistas tomadas en el terreno,...
Esto es, una obra posterior a la fecha de los escritos en los
que se daba orden para la publicación del trabajo de Castellón
de Vilanova, pero que sin embargo se publicaron, mientras que
la obra citada quedó inédita. Parece clara la idea de Fernández
de Castro de publicar los bosquejos geológicos que se había
realizado en años anteriores por los ingenieros de minas que
todavía no se habían publicado, pero desde luego en este conjunto de obras no incluía los trabajos de Vilanova.
[page-n-118]
Por lo tanto, aunque a su vuelta de París Vilanova participa
como vocal en la Comisión del Mapa Geológico de España.
Cuando ésta se integra en la Junta General de Estadística, Vilanova se ve desvinculado de los proyectos de cartografía geológica, aunque se incorpora como profesor a la Escuela del
Catastro, dependiente de la Junta General de Estadística (ver
Sunyer, 1996; Muro et al., 1996), por lo que si que se mantuvo
integrado en el organismo encargado de las labores cartográfica
en España. Pero posteriormente cuando en 1870 se creo el Instituto Geográfico Nacional por un lado y se reorganizó la Comisión del Mapa Geológica de España, Vilanova quedó totalmente
desligado de los organismos encargados de realizar las actividades cartográficas, hecho que se vio reforzado cuando en 1873
Manuel Fernández de Castro se hace cargo de la Comisión, que
por lo que sabemos no tenía relaciones cordiales con Vilanova
(ver Rábano, 2006).
Generalmente se ha considerado que esta exclusividad iba
dirigida en contra de Vilanova, ya que en aquel momento era
el único geólogo no ingeniero que ocupaba un puesto de relevancia en la administración, y que podía estar interesado en participar en el proyecto, pero por lo visto en la introducción del
capítulo también parece un blindaje de competencias respecto
a otros naturalistas e incluso ingenieros de otros cuerpos (Mansilla Plaza y Sumoza García-Pardo, 2007).
Otra hipótesis, a la luz de la reciente publicación de Rábano
y Aragón (2007), en la que se asume que Graells fue el instigador de la creación de la “Comisión”, en la que tuvo un papel
importante en su primera época, como lo demuestra que en las
Memorias de los trabajos realizados por la “Comisión” correspondientes a los años entre 1850 y 1855 (ver Luxán, 1852a,
1852b, 1853; Schulz, 1855, 1856, 1858), la información procedente de la sección zoológica supone generalmente más de
un 25% de lo publicado y los gastos de esta sección (esto es, de
Graells) suponen de manera general entorno al 7,5%, mientras
que la sección geológico-paleontológica recibía entorno al 18%,
aunque estos porcentajes se vieron totalmente modificados en
el año 1855, donde la sección zoológica gastó el 2% mientras
que la geológico-paleontológica fue del 26%, aunque la cantidad recibida para la “Comisión” había descendido más de un
30%. En este caso se puede plantear que los nuevos gestores
de la “Comisión”, quisieran evitar que una parte importante del
presupuesto se fueran a labores no estrictamente geológicas,
como ocurrió en la primera etapa. Sobre todo una vez desgajada
la sección meteorológica-geográfica, que constituirá el nuevo
Instituto Geográfico, y que se llevaba la mayor parte del presupuesto.
Esta separación definitiva de los naturalistas (y, en especial,
Vilanova) de las comisiones geológicas ocurrió justo tras la proclamación de la Primera República Española (11 de febrero de
1873), de acuerdo con el Decreto del Gobierno de la República
de 28 de Marzo de 1873. Las fechas hacen pensar que la situación política permitió al Cuerpo de Ingenieros de Minas obtener
la exclusividad sobre todos los temas de cartografía geológica.
Esta maniobra por parte de los ingenieros de minas no se antojaba sencilla en etapas anteriores, ya que antes de la proclamación de la República tanto Graells como Vilanova tenían gran
influencia en el ámbito científico de la Corte, el primero como
director del Museo de Ciencias Naturales y el segundo además
de Catedrático de la Universidad Central también había sido
nombrado director de la Escuela de Capataces, cargo del que
fue depuesto por las nuevas autoridades. En el nuevo régimen
político el talante conservador y monárquico de Vilanova pudo
ayudar a facilitar su cese y de esta manera sacarlo fuera de todos
los organismos que tenían a su cargo la realización de cualquier
tipo de cartografía. Por ello, su marginación de aquel proyecto
debemos entenderla en el contexto de la separación de esferas
de poder, pues Vilanova iba a convertirse en un personaje central de la política de la Restauración y del partido conservador,
llegando incluso a presentarse a las Cortes por el partido de
Cánovas del Castillo, aunque no saldría elegido (ver Apéndice
I). Por ello, no nos parece razonable atribuir dicha marginación
a un ejercicio de depuración política.
Curiosamente esta exclusividad de los ingenieros de minas
a la hora de realizar las cartografías geológicas oficiales, que
se extendió hasta la segunda mitad del siglo XX, fue una de las
cuestiones que han marcado, a nuestro entender, el contencioso
entre los geólogos ingenieros de minas y los geólogos naturalistas, que ha supuesto más de un siglo de incomprensiones
y problemas entre ambos colectivos como ya reconocía Solé
Sabarís (1983: 261):
Al estudiar la evolución de trabajos del mapa geológico
nacional es forzoso lamentar que figuras tan destacadas
como los primeros geólogos del país Macpherson, Vilanova y Piera, Almera, Quiroga, Calderón (Eduardo Hernández Pacheco entre los más recientes) no figurasen en
una empresa de rango nacional, a la que sin duda habrían
aportado su competencia y dedicación, probados suficientemente en otros campos. Pero hay que reconocer que,
progresivamente esta obra colectiva del mapa nacional fue
quedando reservada casi exclusivamente a los ingenieros
de minas, mientras los geólogos titulados antiguamente
como naturalistas, iban quedando marginados. Es una realidad histórica que hay que contemplar objetivamente, pero
que ha dejado resquemores y dado lugar a malentendidos
actuales entre los especialistas de uno y otro origen; tensiones no superadas todavía y que se manifiestan especialmente entre la gente joven.
V.3.2. Controversias entre Vilanova y los ingenieros de
minas
Las distintas controversias que se desarrollaron en la
segunda mitad del siglo XIX entre Vilanova, como naturalista, y
varios ingenieros de minas, muestran claramente los intentos de
ambos colectivos de legitimarse, de demostrar su superioridad
sobre el otro, y remarcar sus áreas de influencia. Los motivos
de estas controversias fueron muy variados: lenguaje geológico, origen de las rocas, origen de las especies y del género
humano, etc. Incluso hubo polémicas que podemos considerar
como corporativas, como la discusión sobre cual fue la primera
cátedra de Paleontología de la universidad española. En estas
controversias, Vilanova polemizó con varios ingenieros como
Casiano de Prado, Justo Egozcue o Lucas Mallada, entre otros
(ver Sequeiros, 1989, 1991; Gozalo, 1993a, 1998; Sunyer,
1996). Analizaremos algunos de estos debates, para ver hasta
que punto se trataba de cuestiones formales, o bien, de manera
de entender la geología, y en el apartado siguiente nos centraremos en la polémica sobre la primera cátedra de Paleontología,
que tiene un carácter más institucional.
105
[page-n-119]
Sin duda, una de las controversias más interesante estuvo
centrada en la cuestión del lenguaje geológico; ya que uno de
los aspectos primordiales en el proceso de institucionalización
de una disciplina es el establecimiento de una terminología
propia. Ya Casiano de Prado comenta los problemas que existían para establecer un lenguaje geológico propio (1863: 3):
La geología es una ciencia nueva y lo es mucho mas en
España, donde casi no ha sido cultivada sino de 30 ó 32
años á esta parte. Desde luego se tropezó con la dificultad
que ofrecia la falta de muchas voces facultativas en nuestra
lengua, dificultad que cada uno salvó como pudo tomándolas, ya de otras ciencias ó de las que se empleaban de
antiguo en nuestros establecimientos mineros, ya admitiendo las de otras lenguas castellanizándolas cuando esto
era posible. Confesamos que en esto no siempre se procedió
con todo el acierto que fuera de desear y aun se adoptaron
algunas voces que no necesitábamos. Sino todas, la mayor
parte, fueron admitidas por los que cultivábamos con mas ó
menos empeño la geología.
Este interés por el lenguaje geológico fue generalizado en la
época; así en distintos foros se discutió sobre la adecuación o no
de los diversos términos utilizados por los geólogos españoles,
y se planteó la necesidad de buscar y usar palabras españolas
para tal fin. Un ejemplo lo tenemos en la sesión del 5 de Agosto
de 1874 de la Sociedad Española de Historia Natural (VV.AA.,
1874), donde, a partir de un comentario de Pérez Arcas, se inicia
un turno de discusión donde intervienen, junto al propio Pérez
Arcas, Egozcue, Vilanova, Fernández de Castro y Colmeiro; en
él se produce un enfrentamiento entre Vilanova y Egozcue por
el uso de la palabra Glaciar o Helero; para intentar solucionar
este problema se plantea solicitar a los ingenieros de minas que
trabajan en Pirineos y Sierra Nevada información sobre las palabras usadas en esas regiones (ver Mallada, 1876).
Recientemente, Puche Lorenzo (2004) analiza la difusión
de algunos tecnicismos en la lengua de la minería a partir
de la traducción en 1832 de Alvarado de la obra Manuel de
Minéralogie de Charles Félix Blondeau de 1827. Este autor
indica que la situación que se vivía en España con respecto
a la incorporación de tecnicismos variaba entre la mera traducción y una reinterpretación léxica. Además, al comentar la
traducción de Alvarado, dice que este autor no utiliza siempre
el mismo criterio, en primer lugar cuando un mineral aparece con varios nombres suele utilizar uno de ellos, pero a lo
largo de la obra el término elegido puede variar; así escribe
Puche Lorenzo (2004: 211): “La traducción de la terminología
desde el francés se lleva a cabo con la consiguiente adaptación
morfológica y fonética al español evitando grupos finales de
difícil pronunciación y sumándoles los morfemas propios de
la flexión española: ... aunque este mecanismo no siempre lo
realiza”.
De este modo la traducción de los términos pasa desde el
caso extremo de usar el término tal cual, una adaptación morfológica y/o fonética y, en algunos casos, ofrecer un término
habitualmente usado en español como azogue para mercurio; lo
que resulta evidente es una falta de homogeneidad en el criterio
del traductor. Este hecho es aplicable a muchos trabajos de la
época, lo que facilitaba que autores con distinta formación a
la hora de escoger la terminología geológica en español para
106
un mismo fenómeno tuvieran distintas opiniones y se pudieran
originar distintas disputas.
Prado versus Vilanova o “-ano” versus “-ico”
Dentro de las polémicas sobre el lenguaje, la que más
tiempo ha perdurado es la referente a los sufijos que se deben
utilizar para designar series o periodos del paleozoico: -ano o
-ico (ver Gozalo, 1998), curiosamente esta polémica no esta
todavía cerrada, ya que si bien en España mayoritariamente se
ha asumido la terminación en -ico para los sistemas y periodos
geológicos del paleozoico y -ense para los pisos y épocas, en
Argentina y otros países hispanoamericanos por ejemplo se ha
impuesto la terminación en -ano para ambas divisiones. En la
Tabla 1 se muestran los nombres utilizados por varios autores
españoles para referirse a los “terrenos” paleozoicos y mesozoicos entre 1840 y 1900. En este trabajo utilizamos el término
“terreno” para referirnos a lo que actualmente denominamos
series o periodos de un modo genérico, ya que este concepto y
las denominaciones que tuvo, fueron cambiando durante todo
el siglo XIX; así algunas de las unidades referidas en el cuadro
aparecen bajo el nombre de grupo o, en otras ocasiones, la
misma unidad podía aparecer como terreno o piso, debido a que
estas unidades todavía no habían alcanzado una reglamentación
tan estricta como en la actualidad.
En la primera columna de la Tabla 1 se recoge la nomenclatura usada por López Novella (1843) en su Curso completo
de Geologia; es la primera vez que encontramos en español
las denominaciones modernas de las series paleozoicas. Las
columnas segunda y tercera corresponden a los Elementos de
Geología de Lyell (1838), traducidos en 1847 por Ezquerra
del Bayo, y a la nomenclatura usada por este último en su
Ensayo de una descripción general de la estructura geológica
del terreno de España en la Península publicado entre 1850
y 1857; estas terminologías suponen la aceptación de estos
vocablos por los geólogos españoles. En la cuarta columna
encontramos los términos utilizados por Vilanova en su
Manual de Geología (1860-61), en el que modifica los sufijos
utilizados en los “terrenos” paleozoicos, lo que da origen a
la crítica de Prado (1863). En la quinta columna tenemos los
términos usados por Egozcue (1868) en su Tratado de Paleontología, aunque este trabajo no tuvo casi difusión, el hecho de
que su autor fuera profesor de la Escuela Especial de Minas
nos hace suponer que esta sería la terminología explicada y
enseñada en este centro. En la sexta columna tenemos la terminología de Vilanova en su Compendio de Geología (1872a)
y en el Ensayo/Essai (1884b), donde ya usa la terminación
-ico; la única diferencia es que en el segundo aparecen por
primera vez los términos Carbónico por Carbonífero (cambio
que no ha sido aceptado) y Cretácico por Cretáceo. La última
columna está dedicada a la terminología que usó la Comisión
del Mapa Geológico de España, que fue la más habitual en
esta época, recopilada a partir del Catálogo de las especies
fósiles encontradas en España (1892) y la Explicación del
Mapa Geológico de España (1895-1911), ambos de Mallada.
La crítica de Prado a Vilanova
El trabajo de Prado (1863) es una dura crítica al lenguaje
geológico utilizado por Vilanova en su Manual de Geología
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Tabla 1. Denominaciones de los “terrenos” paleozoicos y mesozoicos habitualmente usados
en España en el periodo de 1840 a 1900 (tomado de Gozalo, 1998).
(1860-61). Prado comienza con un matizado elogio a Vilanova
y su obra, para luego atacar con mucha dureza algunos de los
términos y de los sufijos aplicados a los terrenos paleozoicos
por él. Prado dedica casi la mitad de su texto a criticar el cambio
de sufijos de -ano a -io (ver tabla 1), a la hora de denominar los
terrenos paleozoicos; entre sus críticas incluye la trivialidad de
los motivos aducidos por Vilanova (Prado, 1863: 3-4):
Nuestro amigo el Sr. Vilanova en el tratado de geología
publicado en 1860 y 61 introduce algunas innovaciones
que no todas nos parecen admisibles, y sobre esto creemos
deben hacer en el interés de la ciencia varias observaciones.
...
La innovacion que nos ha sorprendido mas por lo estraña es
la de variar la terminacion en ano de las palabras con que
en España se vienen designando algunos terrenos, como el
siluriano, el devoniano, etc. Hace años que tales palabras
corrian como corrientes entre nosotros sin que uno solo
dejase de admitirlas. ...
Dice el Sr. Vilanova que tales voces son poco delicadas y
aun casi las califica de galicismos, siendo asi que la desinencia que llevan es tan general en la lengua castellana, y
por consiguiente tan castiza como lo es en su hermana la
italiana, como lo es en latin la de anus, en francés la de ien,
y en inglés la de ian,...
mina diciendo (Prado, 1863: 6): “Ni los ingenieros de minas
ni nadie que haga profesion de geólogo creemos caiga en el
mismo error”.
En el trabajo Prado critica varios de los términos usados
por Vilanova, como el vocablo glaciar que lo considera un galicismo, o bien, la inadecuada utilización de algunos conceptos
de minería.
La respuesta no publicada de Vilanova
A continuación pone de manifiesto la presencia de la
terminación en -ano en numerosos nombres y adjetivos, sin
que por eso sea un problema para nadie. También critica los
otros motivos aducidos por Vilanova, como son los sufijos
utilizados en las traducciones de términos biológicos del
francés (p. 5 y 6). Tras un variado abanico de ejemplos ter-
Ante las dimensiones de la crítica lanzada por Prado, una
de las cosas que resultan curiosas es la falta de respuesta de
Vilanova ya, que como se ha visto, fue un polemista empedernido durante toda su vida, participando en numerosas controversias tanto en España como en el extranjero. Entre el material
depositado en el Fondo del Museo de Prehistoria de Valencia
(FDJV-MPV 2/11; ver Apéndice V) se encuentran un manuscrito titulado Sobre lenguage geolº. Prado de 25 cuartillas en el
que Vilanova se defiende de los ataques de Prado. Este manuscrito tiene una pequeña carta dirigida al Director de la Revista
Minera con fecha de Marzo de 1863, para que lo insertara en
esta Revista, cosa que nunca ocurrió. El motivo de que no se
publicará dicha réplica no ha sido estudiado, pero una posibilidad es que el propio Casiano de Prado como editor de la
Revista Minera y mecenas habitual31 de la misma fuera la persona que decidiera no publicar esta réplica.
Dentro de este manuscrito Vilanova además de defenderse
de las críticas de Prado tanto en el uso de los sufijos como de las
palabras técnicas, renueva sus ataques contra la terminación en
-ano. Además de repetir ampliados los motivos que ya adujo en
su trabajo de 1860 y 1861, señala que la prioridad de uso de estos
términos en España se debe a López Novella (1843), y que en
Como demuestran las cartas de Casiano de Prado a Fernández de Castro,
recientemente publicadas por Rábano (2006), el primero llegaba a adelantar
el dinero para la publicación de la Revista Minera, de la cual era uno de los
editores y autor habitual.
31
107
[page-n-121]
División
Série
Terrain
Étage
Zone
Italian
Portugais
Espagnol
ario
ico
ano
ense
Français
Anglais
Allemand
aire
ique
ien
in
ary
ic
ian
in
är
isch
ian
in
Tabla 2. Propuesta de unificación de los sufijos para las distintas
divisiones geológicas, realizada por la Comisión Hispano Portuguesa
en el Congreso Geológico Internacional de Bolonia en 1881.
ese caso se debería seguir su traducción, aunque curiosamente
este autor utiliza la terminación -ienico para los “terrenos”
paleozoicos (ver Tabla 1) y no -io como usa Vilanova.
La respuesta de Vilanova en el campo internacional
De todos modos este trabajo, al no ser publicado, no sirvió
como defensa de las ideas de Vilanova, y podemos considerar
que este autor prefirió cambiar de estrategia y también de
sufijo; así en 1872, en su Compendio varió los sufijos de todos
los terrenos a -ico, siguiendo en parte la traducción de López
Novella (1843) así como las terminaciones clásicas utilizadas
para Jurásico o Triásico (ver Tabla 1). En esta ocasión no hubo
ninguna crítica al lenguaje, pero ya encontramos definidas las
dos tendencias en la denominación de los “terrenos” que han
llegado hasta nuestros días, aunque en estos momentos se utilice
casi universalmente la terminación en -ico, de acuerdo con las
recomendaciones de los Congresos Geológicos Internacionales.
A partir de este momento en todos sus trabajos Vilanova
va a terminar en -ico casi todos los nombres de los “terrenos”,
tanto paleozoicos como mesozoicos. Pero no conformándose
con esto, decide plantearlos como terminaciones oficiales para
el español a nivel internacional. Lo que realiza desde su privilegiada posición como miembro del Bureau de los Congresos
Geológicos Internacionales y su participación en la Comisión
de nomenclatura (ver Capítulo IV).
En el Congreso Geológico Internacional de Bolonia, la
Comisión Hispano Portuguesa para la unificación de la nomenclatura geológica (presidida por Vilanova) proponen unificar
las terminaciones para las Series, Terrenos, Pisos y Zonas (ver
Tabla 2). En él, vemos que la terminación propuesta para los
terrenos es -ico (Vilanova et al., 1882); hay que resaltar la participación de Botella,32 que siendo ingeniero de minas propugna
esta unificación.
Como ya se ha dicho en el Capítulo IV, la principal aportación de Vilanova a estos congresos fue su participación en
la Comisión para la unificación del lenguaje geológico para la
que preparó el citado Ensayo/Essai de 1884. En el Congreso de
Bolonia presentó un bosquejo de este diccionario de términos
geológicos, y el propio Congreso le solicito que terminara
este trabajo (Capellini, 1881), y ya lo presentó publicado en el
Congreso de Berlín (1885), donde fue muy bien valorado (ver
Gozalo, 1993a, 1998; Gozalo y Salavert, 1995). En el Ensayo/
32
Para una biografía de Botella ver López de Azcona (1989).
108
Essai todos los “terrenos” paleozoicos y mesozoicos presentan
el sufijo -ico. De tal modo que la terminación en -ico para los
terrenos (periodos y sistemas en el sentido actual) fue aceptada
internacionalmente a finales del siglo pasado, y como recuerda
Gómez de Llarena (1960: 301): “En uno de los repetidos
ensayos de unificación de la terminología, el Congreso Geológico Internacional de París, del año 1900, propuso el sufijo -ico
para caracterizar los diversos periodos geológicos y sus correspondientes sistemas...”.
Como conclusión podemos decir que esta disputa, iniciada
por Prado y Vilanova en la década de los 60 del siglo XIX, ha
pasado por diversas fases, y aunque de un modo generalizado
en la España decimonónica y de principios de siglo se utilizó
normalmente el sufijo -ano, con el tiempo, y siguiendo las
directrices de los Congresos Geológicos Internacionales donde
la influencia de Vilanova en los primeros años fue manifiesta,
se ha ido imponiendo la terminación en -ico para los sistemas
y periodos.
V.3.3. ¿Quién fue el primer catedrático de Paleontología en
la universidad española?
Como ya ha sido destacado por diversos autores (Sequeiros,
1989, 1991; Gozalo, 1993a; Gozalo y Salavert, 1995; Salavert et
al., 2003) una de las polémicas más agrias entre Vilanova y los
ingenieros de minas, en este caso concreto con Justo Egozcue y
Cía, fue en relación con el inicio de la enseñanza de la geología
y paleontología en España. En primer lugar vamos a transcribir
el texto que origino la polémica, que se encuentra dentro del
discurso que dio Vilanova y Piera con motivo de su ingreso en la
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Se trata de
los dos párrafos que siguen al enunciado del título del discurso
(Vilanova, 1875a: 6-7):
... acerca de la importancia y altísima significacion de los
estudios paleontológicos en todos los conceptos considerados.
Oblígame a escojer como tema del discurso el punto indicado, á más de mi natural predileccion por este ramo de las
ciencias naturales, la circunstancia de tener que encargarme,
con bastante probabilidad en el próximo curso, de su enseñanza; merced á la iniciativa de la Junta de Profesores del
Museo de Madrid, y á la buena acojida que el pensamiento
encontró en las regiones oficiales, decretando pocos meses
há (23 de setiembre de 1873) la creacion de esta y de otras
cátedras en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. Medida es esta que, honrado por una parte á la pública
Administracion, llena el lamentable vacío que en la organizacion de los estudios en nuestro país se sentia, tanto más de
extrañar, cuando en el resto de Europa y en América, merece
esta ciencia una muy especial predileccion, así de los particulares que organizan Museos y llevan á cabo gigantescas
exploraciones, como de los Gobiernos ilustrados, que saben
multiplicar los centros de enseñanza, dotándolos generosamente de cuantos medios creen conducentes á la realizacion
de tan nobles y levantados propósitos.
[page-n-122]
Y aunque, dado este honroso paso por el Jefe de la Instruccion pública, hubiera sido de desear que persona más idónea
se encargará de la cátedra nueva, con lo cual ganarian de
consuno la ciencia y la juventud, ávida de iniciarse en sus
bellezas, ya que atrevida y voluntariamente contraje de un
modo oficial y solemne semejante compromiso, en lo cual
¡por qué disimularlo! no dejó de ejercer su natural influencia
la tentadora vanidad despertando en mí el deseo de inaugurar un estudio nuevo entre nosotros, como tambien sin
merecerlo, me cupo la honra de principiar hace veinte años
la enseñanza de la Geologia, permitid que abuse por breves
instantes de vuestra benévola paciencia, relatando tan solo
alguna de las infinitas excelencias de este ramo del saber.
En estos dos párrafos queda dicho, aunque no de manera
directa, que la Cátedra de Paleontología que el iba a ocupar
suponía el inicio de la enseñanza de esta materia no solo en la
universidad, si no también en los “estudios en nuestro país”,
además, este hecho también lo retrotrae a su primigenia Cátedra
de Geología y Paleontología. La otra cuestión que subyace, en
el último párrafo, es un ejercicio de cierto cinismo, ya que da
a entender que el desde el ministerio le designan a él para la
nueva cátedra, cuando en realidad es él quien elige y, además,
su intención primigenia (ver Apéndice V) era haber acumulado
las dos cátedras como se hacía, y se siguió haciendo, en muchas
ocasiones en la universidad española.
Además, poco después el 3 de mayo de 1876 presento en la
Sociedad Española de Historia Natural su Programa de Paleontología donde vuelve a expresarse casi en los mismos términos
respecto a ser el iniciador de la enseñanza de la Paleontología (y
Geología) en España (Vilanova, 1876c: 62):
Tal es en breves palabras la exposicion del plan que me
propongo desarrollar en la cátedra de que por recientes
disposiciones oficiales he de encargarme desde el curso
próximo, así como también en la obra que estoy preparando, para que sirva de texto á las personas que por gusto
ú obligacion quieran iniciarse en tan importante estudio.
De desear hubiera sido que persona más idónea se hubiera
encargado de esta enseñanza, pues de seguro que la ciencia
y la juventud hubieran ganado de consuno; pero ya que la
suerte lo ha querido así, no hay más remedio que tomar
las cosas como vienen, si bien una vez aceptado el cargo,
por más que sea superior á mis fuerzas, me creo obligado á
cumplirlo en todas sus partes, entrando con ánimo resuelto
á enseñar de palabra y por escrito la nueva ciencia, como
hace veintidos años cúpome la satisfaccion de iniciar entre
nosotros, en el Museo de Historia Natural primero, como
parte de la Facultad de Ciencias, y más tarde en el Ateneo
y en la Escuela Catastral, el gusto por la Geología; de
cuya ciencia publiqué tambien en el año 1860 el Manual
de Geología teórica y aplicada, y en 1872 el compendio
de la misma. Con el intervalo, pues, de veintidos años he
tenido la satisfaccion de inaugurar dos cátedras nuevas, y
de escribir libros á ellas referentes; el primero mereció la
aprobacion unánime de la Real Academia de ciencias: al
que estoy escribiendo en la actualidad, no sé la suerte que
le espera; sí sólo puedo asegurar, que ambos á dos han sido
inspirados por el vehemente deseo que me anima de contribuir con mis escasas luces á la cultura general del país.
Por supuesto esta atribución no fue del gusto de los ingenieros
de minas, ya que como muestra Maffei (1877) en el Centenario
de la Escuela de Minas de España 1777-1877, al hacer un repaso
de la docencia en la Escuela de Minas de Madrid, ya cita la asignatura de Geognosia que se impartía desde el primer momento en
el segundo curso, por Rafael Amar de la Torre, y había una asignatura de excursiones geognósticas. En cuanto a la Paleontología
se inició su docencia en 1845, aunque no figura como asignatura
hasta el año 1849, impartiéndose en el segundo curso a cargo de
Felipe Naranjo; en 1859 pasa a estar en cuarto curso y era impartida por Policarpo Cía y Francés (1817-1866), a quién sustituyó
Matías Menéndez Luarca (1828-1866) que la impartió entre 1859
y 1866, a su muerte lo sustituyó Justo Egozcue y Cía que figura
como profesor de Geología y Paleontología en la Escuela Especial de Ingenieros de Minas en el momento del desdoblamiento
de la Cátedra de Geología y Paleontología en dos cátedras en la
Universidad Central, y por lo tanto se ocupaba de las enseñanzas
equivalentes en la Escuela de Minas. Por este motivo era el más
interesado en criticar la apropiación de la primicia de estas enseñanzas por parte de Vilanova. Además, realizó un gesto lleno de
significado, en la siguiente sesión a la lectura del Programa de
Geología en la Sociedad Española de Historia Natural, en las
actas de la sesión del día 7 de Junio de 1876 viene esta escueta
información (Actas, 1876: 65): “El señor Secretario dá cuenta de
haberse recibido una comunicacion de D. Justo Egozcue y Cía,
dándose de baja en la Sociedad”.
Poco después, Egozcue y Cía dentro del Anuario de la
Escuela Especial de Ingenieros de Minas publicado en 1878
al escribir sobre las asignaturas de Geología y Paleontología
aprovecha para criticar las pretensiones de Vilanova, así dice
(Egozcue y Cía, 1878: 349):
No es nuestro objeto señalar los [progresos] que se hayan
realizado en el nuestro y ni, por lo que á su enseñanza se
refiere, hariamos alusion ninguna que dejara de concernir á
la Escuela especial de Ingenieros de minas, si en fecha muy
reciente no hubiera tratado de atribuirse un ilustrado Profesor,
cuyos méritos y trabajos somos, por otra parte, los primeros
en reconocer y estimar, la gloria de haber sido en España el
iniciador de los estudios geológicos y paleontológicos.
No sin asombro, en efecto, oimos al Sr. D. Juan Vilanova
y Piera, el dia 17 de Enero de 1875, en el acto solemne de
leer su discurso de recepcion en la Academia de Ciencias
exactas físicas y naturales, las siguientes palabras escritas
y pronunciadas con motivo de haberse decretado el 23 de
Setiembre de 1873 la creación de la cátedra de Paleontología en la Facultad de Ciencias de la Universidad central:
...
A continuación pasa a transcribir completo el segundo párrafo
del discurso de Vilanova (1875) que se ha transcrito al inicio de
este capítulo. Después continua Egozcue y Cía (1878: 349-350):
Confesamos ingenuamente que la escuchar tales conceptos
como el lenguaje nos pareciera algun tanto ambiguo,
tuvimos formal empeño de desechar de nuestra mente la
duda de si la tentadora vanidad habria ejercido tan altísima influencia en el espíritu del Sr. Vilanova y Piera que
hubiera conseguido convencerle era él en realidad quien
en España habia inaugurado la enseñanza de la Geología y
109
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de la Paleontología, y acariciábamos de preferencia la idea
de que, á lo sumo, habia querido dirigirse á la Facultad de
Ciencias de la Universidad de Madrid.
Pero nos habiamos equivocado; pues á muy poco tiempo,
el 3 de Mayo de 1876, pronunciaba el mismo Profesor, ante
la Sociedad Española de Historia Natural, al dar cuenta del
programa de un libro en cuya composición entonces trabajaba, estas otras frases, que tomamos de las sesiones de
aquella, correspondientes al tomo V de sus publicaciones:
...
Pues eso es justamente, eso, lo que jamas ha debido olvidarse por quien los sabe á ciencia cierta; olvido que nos
mueve á decir aquí muy alto, dejándolo consignado de una
vez para siempre, ya que esa sóla de seguro será tambien
supérflua para la generalidad de las gentes instruidas, que
cuando ménos en nuestra Escuela especial de Ingenieros de
Minas, que desde su creacion ha sido un centro oficial de
enseñanza, se han cultivado y se han enseñado en España,
con mayor o menos extension, la Geología y la Paleontología desde hace ya luenga fecha.
Como en el caso anterior transcribe las palabras de Vilanova
ante la Sociedad Española de Historia Natural (ver arriba). Para
luego pasar a hacer una crítica demoledora de la actitud de Vilanova, así continúa Egozcue y Cía (1878:350-351):
Esta polémica no se extendió más allá, que sepamos de estos
hechos, pero tuvo consecuencias importantes, no sólo la renuncia
de Egozcue y Cía como socio de la Sociedad Española de Historia Natural, si no por ejemplo que Juan Vilanova nunca publicará ni en las Memorias ni en los Boletines de la Comisión del
Mapa Geológico. De manera general se establecen como dos
cauces distintos a la hora de comunicar y publicar según el autor
fuera ingeniero o naturalista, no es una separación nítida, pero sí
que indica ciertas tensiones entre los dos grupos. Por otro lado,
es evidente que Vilanova conocía perfectamente los antecedentes
sobre la enseñanza de la Geología y Paleontología en España, por
lo que hacer hincapié de manera tan clara en que la dotación de
las cátedras que el ocupó en la Universidad Central eran el inicio
de la enseñanza de estas ciencias en España era una provocación.
No queda explicitado en ningún sitio el por qué de esta provocación, pero no podemos olvidar que ya cuando Vilanova, por
mediación de Graells, fue enviado a formarse en Europa, principalmente en Francia, se optó por un naturalista de formación universitaria, desligado de los ingenieros de minas, y, como ya se ha dicho
en el capítulo I, aunque en la planificación de la estancia figuraban
París y Freiberg, este último el lugar habitual para la formación en
el extranjero de los ingenieros de minas españoles, Vilanova simplemente visitó este lugar. Estaba claro desde el primer momento
que Graells, en una etapa donde contaba con gran predicamento en
la corte, quería desligar la Geología y la Paleontología de los ingenieros de minas o, quizás, de acuerdo con las hipótesis de Rábano
y Aragón (2007) en cuanto al origen de la Comisión del Mapa
Geológico de España, participar en los organismos donde se estuviera trabajando en cuestiones de geología básica. Esta claro que
la refundación de la Comisión en 1873, desembocó en una segregación clara de todos los naturalistas respecto a la misma. En este
contexto, igual que Vilanova logró una mayor proyección internacional por medio de sus actividades en los congresos geológicos
internacionales (ver arriba y Capítulo IV) y en el de otras sociedades, seguramente también quiso legitimar su posición en España,
para lo que aprovecho dos instituciones de gran importancia en la
época la Real Academia de Ciencias, que suponía estar en la élite
de los científicos nacionales, y la Sociedad Española de Historia
Natural, donde se agrupaban la mayoría de los naturalistas.
No hay que olvidarse, como se ha indicado al principio de
este capítulo y ya indicó Sunyer (1996), que existía una clara
lucha por las competencias y áreas de influencia entre la universidad y los distintos cuerpos de ingenieros, que desde luego
no se consideraban universitarios. Esta última polémica puede
suponer un intento de recuperar parte de la influencia sobre
cuestiones geológicas que había perdido los naturalistas durante
la República, aprovechando el nuevo momento político de la
Restauración, donde Vilanova y otros naturalistas tenían más
predicamento político en el Gobierno de la época.
No cabe, pues, ya el dudar que la decir el Catedrático de la
Universidad que ha iniciado ó inaugurado entre nosotros
el estudio de la Geología y la Paleontología, no se refiere
sólo á la Facultad de Ciencias de Madrid, sino al país en
general, que aunque no acudiera á la Universidad, asistió ó
pudo asistir á la Escuela catastral, y que oye ó puede oir las
conferencias que dan en el Ateneo; y en tal supusto, ¡vergonzoso es que todavía no se haya alzado ni una sola voz
protestando contra tan erróneas como altivas afirmaciones!
Nosotros, puesto que la ocasion nos es propicia, levantamos
ahora la nuestra para exclamar con toda energía: ¡No, y mil
veces no! ¡La enseñanza de la Geología en España no data
del año 1854, ni el de la Paleontología del 1877; que por triste
que sea nuestra representación en el concierto científico de las
naciones ilustradas, á lo cual puede ser que contribuya más
que nada el empeño que parece nos domina de rebajarnos en
todo, acaso precisamente porque seamos más orgullosos que
cualesquiera otros; á pesar, decimos, de que no figuremos en
primera línea en ese concierto científico, la patria del franciscano Torrubia, de Ulloa y de Cavanilles, no ha marchado tan
á la zaga en el cultivo de aquellas repetidas ciencias naturales
como arbitraria é infundadamente trata de suponerse!
Estos estudios podrán ser en la Facultad de Ciencias de
la Universidad central todo lo recientes que se quiera; no
entraremos á indagar allí su orígen, aunque nos sea difícil
admitir que en el primer centro de instruccion pública de
España no se supiera qué es Geología hasta que en 1854
lo dijo el Sr. Vilanova, y esto con tanto mayor motivo
cuanto que hacia ya muchos años que se daban las primeras
nociones de esa ciencia en los cursos de Historia natural de
los Institutos provinciales.
El repetido Profesor pudo, pues, inaugurar una cátedra especial
de Geología; pudo dar más amplitud de la que hasta entonces
se diera á la enseñanza en la Universidad, pero no iniciar unos
estudios que en el mismo Museo habian, en parte, sido ya
objeto á principios de siglo de las lecciones de Herrgen: ...
A continuación Egozcue y Cía pasa a comentar las enseñanzas sobre Geología que se impartieron desde 1835 en la
Real Academia de Ciencias naturales y Artes de Barcelona y,
desde luego, las de la Escuela de Minas. A continuación realiza una semblanza semejante para la Paleontología. Después
de diversos ataques velados (o no tanto) a Vilanova concluye
Egozcue y Cía (1878:353):
110
[page-n-124]
VI
VILANOVA Y LA ARQUEOLOGÍA PREHISTÓRICA
VI.1. La emergencia de la Prehistoria
Para que la Prehistoria se configurara como disciplina
científica era necesario que surgiera una nueva cronología que
ampliara los límites temporales que se desprendían del relato
bíblico de la Creación, donde se asignaba a la humanidad
una antigüedad en torno a los seis mil años. Así el farmacéutico francés Paul Tournal (1805-1872) propuso considerar un
periodo geológico antiguo, que abarcaba el inmenso espacio
de tiempo que había precedido a la aparición del hombre en
la Tierra, y un periodo geológico moderno o “antropopagano”
caracterizado por la presencia del hombre (Tournal, 1833: 175).
A su vez este periodo podía dividirse en dos periodos antehistórico e histórico. El primero comenzaría con la aparición
del hombre en la superficie del globo terrestre y se extendería
hasta el comienzo de las tradiciones más antiguas. El periodo
histórico podría remontarse poco más allá de los siete mil
años en el pasado, es decir, en la época de la construcción de
Tebas, durante la decimonovena dinastía egipcia. El comienzo
de este periodo podría retrasarse tras nuevas investigaciones
históricas. Poco después Christian Jurgensen Thomsen (17881865), en su Guía de la arqueología septentrional, publicada
en danés en 1836 y traducida al inglés en 1848, estableció
la secuencia en tres edades en el pasado del hombre: Piedra,
Bronce y Hierro; que se generalizó muy pronto entre los
especialistas (Gräslund, 1987; Schnapp, 1991; Trigger, 1992:
77-82; James, 1993). Otro factor que marcaría todo proceso
de surgimiento de la nueva disciplina, fue la demostración de
la antigüedad de las primeras etapas del hombre por el francés
Jacques C. Boucher de Perthes (1788-1868), cuyos trabajos en
las terrazas fósiles del valle del río Somme en la región de la
Picardía plantearon la existencia en un pasado muy lejano del
“hombre antediluviano”, al hallar restos de animales extintos
junto a útiles de sílex. De todas formas, sus descubrimientos
no fueron aceptados por la ciencia oficial hasta finales de la
década de los años cincuenta (Cohen y Hublin, 1989; Richard,
1992, 2008; Groenen, 1994). La razón fue que estas ideas se
toparon con una dura oposición religiosa, pues contradecían
el Génesis, pero también científica, ya que rebatían la afirmación de Cuvier sobre la reciente aparición del hombre tras la
última gran catástrofe geológica, que implicaba la negación
de su contemporaneidad con la fauna cuaternaria extinguida
y, en consecuencia, de una extensa antigüedad sobre la Tierra.
Un ejemplo de esto se encuentra en William Buckland (17841856), clérigo anglicano profesor de geología en Oxford, quien
interpretó los restos fósiles humanos, que denominó “Red
Lady” (posteriormente se determinarían que habían pertenecido a un hombre joven) descubiertos en la cueva de Goat’s
Hole en Gales, como post-diluviales (Daniel, 1977: 28 y 38;
James, 1993: 33; Aldhouse-Green & Petit, 1998; Sommer,
2004, 2008).
En cuanto a Boucher de Perthes, la publicación de la primera parte de sus Antiquités celtiques et antédiluviennes (1847)
estableció las líneas generales del método en arqueología prehistórica, al tiempo que marcó un cambio de dirección importante respecto a la cronología, ya que la teoría catastrofista de
Cuvier y diluvial de Buckland no permitía explicar la asociación de instrumentos humanos y animales extintos. Aunque al
principio no fueron aceptados estos supuestos, paulatinamente
fueron confirmándose con los nuevos hallazgos que se iban realizando: las estaciones lacustres suizas, las piedras talladas en
Saint-Acheul junto a huesos de elefantes y rinocerontes y los
restos fósiles de monos antropoides desenterrados por Édouard
Lartet (1801-1871) (1837, 1854, 1856).
En este nuevo escenario apareció la segunda parte de las
Antiquités... (1857) de Boucher. En esta obra defendió la existencia del hombre antediluviano, planteando la existencia
de dos creaciones independientes, de manera que admitía al
menos dos tipos humanos: el tipo antediluviano, aniquilado
en su totalidad por un cataclismo diluvial y que había sido
contemporáneo de la fauna extinguida cuyos restos fósiles se
encontraban, y el tipo Adán, que había sido testigo del último
gran diluvio y al que pertenecía la humanidad actual con sus
diferencias raciales. En cuanto a la inmensa antigüedad de la
humanidad sobre la Tierra, Boucher de Perthes dejó reflejada
su opinión sobre el tema en la frase final del segundo volumen
111
[page-n-125]
de sus Antiquités...: “Dieu est éternel, mais l’homme est bien
vieux” (Boucher de Perthes, II, 1847-1864: 355).1
En 1859, un grupo de expertos que estaba formado por el
paleontólogo Hugh Falconner (1808-1865), el arqueólogo John
Evans (1823-1908), los geólogos Charles Lyell y Joseph Prestwich (1812-1896), visitó Abbeville y todos confirmaron las
tesis de Boucher, de manera que, a su vuelta al Reino Unido,
hicieron público su convencimiento por medio de conferencias en instituciones científicas y publicaciones, y el último le
dirigió una carta en la que le expresaba abiertamente su respaldo
a sus ideas: Après avoir attentivement examiné les gisements
de Moulin Quignon, Saint-Gilles, à Abbeville, Saint-Acheul et à
Amiens, j’ai la conviction que l’opinion que vous avez avancée
en 1847, dans votre ouvrage sur les Antiquités celtiques et antédiluviennes, que ces haches se trouvent dans un terrain vierge
et associées avec les ossements des grands mammifères, est
juste et bien fondée.2 También le visitó Albert Gaudry, quien
tras unos días de excavación encontró nuevos útiles, aunque
prefirió referir las evidencias sobre la coexistencia del hombre
con especies animales extinguidas a los yacimientos de Amiens,
cuya estructura geológica era más clara, y fue comunicando sus
hallazgos a la Academia de Ciencias de París, primero con cartas
como la enviada al ya citado Flourens: Os de cheval et de boeuf
appartenant à des spèces perdues trouvés dans la même couche
de diluvium d’où l’on a tiré des haches en pierre, y el 3 de
octubre de 1859 presentó una memoria de sus trabajos (Gaudry,
1859). En los años siguientes, éstos y nuevos hallazgos dieron
lugar a un aluvión de informes, cartas, comunicaciones y discusiones en el seno de la Academia de Ciencias de París (Lubbock,
1876: capítulo 11; Laming-Emperaire, 1964: 158-167; Cohen y
Hublin, 1989; Daniel, 1977: 38-41).
Así, este suceso nos puede servir para marcar el proceso
señalado por la mayor parte de los especialistas, que entre los
años cincuenta y sesenta, la arqueología prehistórica fue una
disciplina que interesó a aficionados, anticuarios, eruditos y
nobles rurales, y encauzada por la geología, la paleontología,
la etnología y la antropología, fue constituyéndose como una
ciencia independiente e institucionalizada.
Vilanova pronto se hizo eco de estos hallazgos. En su
Manual (1860-61, 2: 211-214), en el apartado dedicado a la descripción de los terrenos cuaternarios, tras una larga disertación,
en la que cita continuamente a los autores más eminentes de la
época, y en especial a Lyell, se puede leer (Op. cit.: 211):
El Diluvio de la Picardía nos obliga a tratar de una cuestión de sumo interés, a saber: del hallazgo en su seno de
hachas, puntas de lanza y otros instrumentos de pedernal,
junto con huesos fósiles de varias especies de mamíferos
características del periodo cuaternario, siquiera sea por el
enlace que este hecho tiene con la aparición del hombre
en la Tierra. Que el hecho sea cierto, no puede caber duda
Para una historia del proceso que condujo a la idea de hombre fósil antediluviano, véase Pelayo (2004).
2 Asimismo, dirigió una carta muy elogiosa a las figuras y trabajos de Boucher
y Gaudry a la Academia de Ciencias de París Prestwich (1859), véase Daniel
(1977: 38-40).
3 “Sur l’existence de l’homme sur la Terre on Tévienrement aux anciens glaciers, lettre de M. Ed. Collomb à M. Alph. Favre”.
4 Vilanova y Tubino expusieron un breve resumen, en la introducción al Viaje
científico a Dinamarca y Suecia (1871: XXII-XXIII) y un relato pormeno1
112
alguna, pues sobre haberlo demostrado con una asiduidad a
toda prueba el distinguido geólogo y anticuario Sr. Boucher
de Perthes durante más de doce años en varias localidades
de la indicada comarca francesa, en estos últimos tiempos
ha recibido la más completa sanción por parte de los Sres.
Prestwich, Falconer, Lyell, Bouteux, Gaudry, Rigollot y
otros. Pero no basta admitir la existencia real y positiva de
hachas de sílex en el Diluvio de la Picardía y de otras localidades, se necesita demostrar: 1º. Que estos instrumentos
son efectivamente producto de la mano del hombre y no,
por ejemplo, formas caprichosas del pedernal. 2º. Que las
capas en que se hallan no han sido removidas ni introducidas las hachas después de constituirse aquéllas. 3º. Que
hay verdadera mezcla de estos instrumentos en la misma
capa con huesos de mamíferos cuaternarios.
La información recogida por Vilanova era realmente
reciente, pues al justificar cómo se cumplían estos tres requisitos, al hablar del último, refería a la memoria de Lartet “presentada en marzo de este año a la Academia de Ciencias”, en
la que aludía a unos huesos que había estudiado, los cuales se
conservaban en el Jardín de Plantas de París. Asimismo, señalaba, entre otros documentos, una carta de Edouard Collomb
editada en la Biblioteca Universal de Ginebra “en julio último”3
(1796-1875) y dos memorias aparecidas en la misma publicación, firmadas respectivamente por Pictet y Gaudin, en agosto
de 1860 (Op. cit.: 214). Vilanova, por tanto, estaba realmente
interesado por el tema y utilizaba bibliografía muy actualizada.
De esta manera, a lo señalado por Goberna (1985: 35), para
quien Vilanova difundió por primera vez en España los descubrimientos acerca del hombre fósil que se venían realizando en
Europa, hemos de añadir que lo hizo con la mejor información
posible en ese momento.
El 21 de mayo de 1863, Boucher de Perthes aportó una mandíbula humana de Moulin Quignon, excavada por unos obreros,
en un horizonte con útiles de sílex y restos de animales extinguidos. El hallazgo acabó por desatar una fuerte polémica entre
los especialistas franceses e ingleses acerca la autenticidad de
la misma. Resulta sarcástico que fuera precisamente una falsificación –pues la mandíbula había sido puesta por los propios
obreros, que habían sido estimulados económicamente por el
prehistoriador francés si hallaban restos fósiles humanos en el
mismo horizonte geológico que las herramientas líticas–, la que,
tras la labor tan larga y minuciosa desplegada por Boucher, le
ganara el prestigio internacional y la celebridad nacional, pues
en agosto le fue concedida la Legión de Honor.4
En un principio, Ayarzagüena (1992: 1065-1123) señaló que,
sería precisamente al año siguiente cuando Vilanova se decantó
hacia la prehistoria, tras lo que calificaba como un periodo
de desinterés, cuando no de claro desdén. Con el tiempo, ha
obviado estas consideraciones (Ayarzagüena, 2002b: 60-62)
rizado de estos hechos, en la biografía de este autor que se incluyó como
apéndice (p. 222-226). También lo refirió Vilanova en su artículo “Antigüedad de la especie humana” (1866a), que luego recoge literalmente en su
libro Origen, naturaleza y antigüedad del hombre (1872b). Esta polémica,
que en cierta forma marca el paso de una arqueología de aficionados a otra
de profesionales, ha sido estudiada por Laming-Emperaire (1964: 167-175).
Véase también Cohen y Hublin (1989).
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que reducen mucho la personalidad poliédrica del naturalista
valenciano. Vilanova fue sin duda un geólogo convencido. En su
inclinación intelectual posiblemente jugaron a favor sus hondas
convicciones patrióticas y su convencimiento en el necesario
progreso del país, lo que exigía que el cultivo de las ciencias
se hiciera con un sentido aplicado, como hizo público en tantas
ocasiones, empezando por el ya comentado lema elegido para
abrir su Manual (1860-61): “La geología es la base racional de
la agricultura y de las artes industriales”. Además, consideraba
que la geología constituía el fundamento doctrinal y científico
sobre el que se asentaban las otras disciplinas que también le
entusiasmaban: la medicina y la paleontología, pues, movido
quizá por su formación en medicina y ciencias naturales, sus
inclinaciones se decantaban hacia los aspectos más biológicos
de la geología, que además, en esos momentos, vivía episodios
apasionantes para un católico que como él, pretendía demostrar
que no existían contradicciones entre los nuevos saberes científicos y los dogmas religiosos. Si a ello añadimos que el objeto
de estas disciplinas era el género humano y su origen, podemos
comprender las preferencias de Vilanova hacia una cuestión
científica y religiosamente crucial que venía despertando una
viva polémica en Francia y sería extraño imaginarle ajeno a los
debates que ya se habían abierto sobre el tema,5 ya que en los
países europeos entre los primeros que se interesaron por la prehistoria se encontraron los geólogos. Y así fue aceptado y pregonado por los propios protagonistas de este proceso, como es
el caso de Francisco M. Tubino: “Demos gracias a la geología
que es la que nos ha puesto en el camino de tan grandes y significativos descubrimientos. La geología es la que ha descubierto
el hombre fósil”.6
VI.1.1. Las primeras investigaciones prehistóricas en
España7
Para describir los primeros pasos de la prehistoria en
España, se dispone de una buena síntesis, incluida por Vilanova
y Tubino en la introducción al Viaje científico a Dinamarca y
Suecia (1871: XXVI-XXXVI) (Fig. 51). Según esta exposición,
el primer descubrimiento de materiales paleolíticos en España
lo realizó Casiano de Prado en 1862, al estudiar la “formación
diluvial” de San Isidro (Madrid), en compañía de los geólogos
franceses Edouard de Verneuil y Louis Lartet (1840-1899),
como también indicaba el propio Prado (1864: 190):
Élie de Beaumont no contuvo sus críticas a los descubrimientos e interpretaciones de Boucher, que cuestionaban las afirmaciones de Cuvier sobre la no
existencia del hombre fósil, alegando que las opiniones de éste eran las de
un genio, por lo que no podían ser rebatidas. Además Vilanova era un asiduo
lector de los Comptes Rendus de la Academia de Ciencias, que fue uno de los
principales órganos de expresión de dicha polémica.
6 Tubino (1868: 10), citado por Maier (2000: 53). En la misma línea, Vilanova
terminaba así su primera conferencia dictada en Santander (1881b: 86): “se
hace, pues, de todo punto indispensable suplir esta falta, acudiendo a los inagotables tesoros de la historia del planeta, en busca de datos que esclarezcan
el origen de nuestra especie y los primeros pasos que dio por la superficie
terrestre, aplicando a estas disquisiciones de la primitiva historia humana,
el mismo método y criterio que emplea la geología en sus investigaciones”.
Citamos a partir de la trascripción de las mismas, con estudio preliminar de
Orestes Cendrero Uceda, realizada por la Universidad de Cantabria (1997).
7 Sobre los inicios de la Antropología y de la Arqueología Prehistórica en España
puede consultarse Puig-Samper y Galera (1983), Puig-Samper (1992), Ayarzagüena (1992), Puche Riart (1993) y Puche Riart y Ayarzagüena (1997).
5
... apenas llegados al sitio de la excavación donde yo solía
ir con más frecuencia, M. de Verneuil fue el que se adelantó
a preguntar a los obreros que allí se ocupaban, si no había
salido alguna piedra particular. El principal de ellos dijo que
sí y nos llevó a su choza a que viésemos las que tenía separadas, que no eran pocas. Una de ellas era un sílex de los que
deseábamos hallar, y se lo pagamos tirando los demás.
Este suceso se considera el inicio de los estudios prehistóricos en España, aunque hay interpretaciones que atribuyen la
prioridad a Prado, quien no se atrevería a asumir la paternidad
de un descubrimiento que confirmaba la gran antigüedad de
la humanidad y lo erróneo de la limitada cronología bíblica y
cuvierista, ante el cual, las reacciones de la sociedad española
eran imprevisibles (Ayarzagüena, 2002a y 2002c; Puche y Ayarzagüena, 1997, 2001: 9-10; García y Ayarzagüena, 2000. Véase
también Maier, 2000: 57; Maier y Martínez, 2001: 124-125).8
Puig y Larraz (1897) ha datado el interés de Prado por
estos temas durante un viaje a París en 1852, con el encargo
de comprar instrumentos para el ferrocarril y en el que “trabó
amistad con el entonces célebre Franz Prunner-Bey (18081882),9 que le indujo a dedicarse a las investigaciones prehistóricas; vuelto a España, emprendió sus trabajos, y de
esa fecha son las exploraciones verificadas en las cuevas
de Colle (León), de Mudá (Palencia) y de Pedraza de la
Sierra (Segovia)” (García y Ayarzagüena, 2000: 9; Maier y
Martínez, 2001: 123; Puche Riart, 2002: 21). Ahora bien,
debemos decir que las excavaciones en cuevas no eran
nuevas, remontándose la primera referencia en España a
esta actividad a 1838, en el artículo “Reseña geognóstica
del Principado de Asturias”, del ingeniero de minas germano Luis Guillermo Schulz, que fue publicado en el primer
número de los Anales de Minas. Allí decía: “hasta ahora
no he oído que en ellas se encuentren huesos de animales
exterminados, como es frecuente en otros países” (citado por
Puche Riart, 2002: 16. Véase Puche Riart y Ayala, 2001).
Schulz y Prado ejercieron la presidencia de la Comisión del Mapa Geológico, fundada en 1849, lo que ayuda a
explicar que fueran precisamente sus integrantes, quienes se
hicieron cargo principalmente de los estudios prehistóricos
en España en esta primera etapa. Como ya se ha dicho Vilanova se integró en ella en 1855 y que Casiano de Prado estuvo
detrás de la circular enviada a los ingenieros de minas en
Verneuil y Lartet publicaron el descubrimiento en el Bulletin de la Société
Géologique de France en 1863. Vilanova y Tubino (1871: XXVII-XXVIII),
tras reclamar la prioridad de Prado en la investigación española: “el hombre
fósil no tuvo paladín decidido, hasta que alzó su enseña el laborioso y entendido ingeniero de minas D. Casiano de Prado”, hacen un relato que reproduce
párrafos exactos del texto que acabamos de referir. Su amplia reseña sobre
Prado alcanza hasta la p. XXX. No olvidemos que Tubino acababa de publicar su trabajo Estudios prehistóricos. D. Casiano de Prado (Tubino, 1870).
También debemos destacar que uno de los primeros investigadores sobre estos hechos fue J. Pérez de Barradas, cuya bibliografía puede consultarse en
García & Ayarzagüena (2000).
9 Este médico alemán, después de una larga estancia en Egipto, trabajando
en distintos hospitales, se instaló en París para continuar sus estudios de
antropología y etnografía. Polemizó sobre etnogenia europea en la Société
d’Anthropologie de Paris con P. Broca a propósito de los cráneos humanos
fósiles, hasta que hubo de abandonar la ciudad con motivo de la guerra franco-prusiana.
8
113
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Fig. 51. Portada del Viaje científico á Dinamarca y Suecia con motivo del Congreso Prehistórico celebrado en Copenhague
en 1869 por Vilanova y Tubino publicado en 1871 (Biblioteca del MPV).
1865, para que recogieran toda la información posible sobre
los descubrimientos relacionados con la prehistoria (Cañal,
1894; Mallada, 1897; Goberna, 1981, 1985).10 Para Vilanova
y Tubino (1871: XXXV), el desarrollo de los estudios prehistóricos posteriores vendría impulsado por la pasión mostrada
por Prado hacia la nueva ciencia, pues, según, “informes
verídicos recogidos de labios autorizados, nos dan derecho
a afirmar que desde que Prado se inició en la nueva ciencia,
ella fue su preocupación constante”. A ello, se añadió el descubrimiento en la Península del cráneo fósil de Gibraltar, que
atrajo la atención de especialistas británicos, en un contexto
en el que va surgiendo una nueva disciplina relacionada con
la prehistoria, como es la paleontología humana, junto con
la consiguiente necesidad de divulgar los nuevos conocimientos. En este sentido, Prado conocía los trabajos más des-
tacados en la materia, como los de Lyell o Boucher de Perthes, y tuvo de primera mano una buena información acerca
del cráneo de Gibraltar, que le fue proporcionada por G.
Busk y H. Falconer, naturalistas británicos que excavaron en
el peñón, con quien también mantuvo excelentes relaciones
Antonio Machado y Núñez, otro de los iniciadores de la disciplina en España.11 Los primeros informes de éste sobre
hallazgos de restos fósiles en los terrenos cuaternarios del
valle del Guadalquivir, fueron presentados ante la Academia
Sevillana de Buenas Letras (1862) y publicó el resultado de
sus trabajos en 1864 y posteriormente en la recién creada
Revista Universitaria de Sevilla.12 Ello, unido a los resultados de las expediciones llevadas a cabo por Louis Lartet
en 1866 en Logroño, asesorado por Ildefonso Zubía, catedrático del Instituto de Logroño y buen conocedor de la cueva
El R. D. de 15 de junio de 1865, que marcaba los objetivos de la Comisión
del Mapa Geológico y que parece inspirado por Prado, incluye entre éstos el
“estudio y catálogo de los objetos pertenecientes a la Antigüedad que se encuentren en las excavaciones, cavernas y otros trabajos subterráneos” (Puche
Riart, 2002: 29).
11 En su cátedra de Sevilla montó desde 1850 un Gabinete de Historia Natural,
que fue enriqueciendo sobre todo con materiales de carácter geológico y pronto
se convirtió en referente obligado de la geología andaluza, no sólo en el ámbito
nacional, sino en el internacional, por sus relaciones con los naturalistas extranjeros, entre los que se encontraban algunas de las figuras más relevantes de la
prehistoria de su tiempo: Verneuil, Collomb, Falconer, Delanoue y Lubbock,
a quienes brindó todo el apoyo humano y científico en sus viajes a Andalucía
(Barrera, 2002). Véase también Ayarzagüena (1996b) y Sánchez et al. (2000).
12
10
114
Ambos autores acaban concluyendo sobre su buen amigo: “cúmplenos decir que Machado es uno de los españoles que con mayor franqueza, decisión
y energía han acogido las verdades prehistóricas con todas sus lógicas consecuencias” Vilanova y Tubino (1871), XXXV. Beltrán (1995: 50-51) nos
describe el ambiente en que se desarrolló su actividad y la de su hijo, Antonio Machado y Álvarez, que junto con el sociólogo e historiador Manuel
Sales y Ferré, el krausista Federico de Castro y Francisco Tubino, formaron
la Sociedad Antropológica de Sevilla, en 1871, influida por la de Madrid,
en el ambiente de mayor libertad ideológica que supuso la República, y que,
como aquélla, será disuelta con la Restauración. La principal consecuencia
de esta clausura fue que, en lo sucesivo, la arqueología andaluza quedará en
manos de arqueólogos extranjeros.
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de Torrecilla de Cameros,13 propiciaron que se extendiera el
interés por la prehistoria como nueva disciplina científica.
Este ambiente afectó a la Academia de la Historia, que no
había sido ajena a los descubrimientos arqueológicos, aunque
su posición era “cautelosa pero proclive a su desarrollo” en
palabras de Maier (2000: 58). Entre las aportaciones realizadas desde esta institución a favor de la arqueología se
encontraron las disertaciones presentadas por Benavides,
Amador de los Ríos, Saavedra y Fernández Guerra. El político moderado y experto en historia medieval, Antonio Benavides era el presidente de la Academia en ese momento y por
lo tanto responsable del elogioso informe emitido a favor de
la reseña del Congreso, que tanto ayudó a su publicación. José
Amador de los Ríos, en 1867, disertó sobre un útil encontrado
en Cerro Muriano, en el que defendía la importancia de la
arqueología prehistórica.14 El ingeniero de caminos Eduardo
Saavedra presentó en 1861 una Descripción de la vía romana
entre Uxama y Augustobriga, acompañada de un maletín con
los más variados objetos que los usuarios de la vía habían ido
perdiendo a lo largo de los siglos y que mereció el premio convocado en ese año por la Academia;15 y Aureliano Fernández
Guerra fue un experto en geografía antigua, que respondió a
los discursos de ingreso de Saavedra y Rada, y muy interesado
por la arqueología, participó en el Viaje arqueológico... en
mayo de 1868 de orden de la Academia, junto con José Oliver
y Hurtado (Madrid, 1868).
A todos ellos, había que añadir la publicación de artículos
sobre la materia firmados por Antonio María Fabié en la Revista
de España, mientras que “Canalejas censura algunas de nuestras pretensiones en el Boletín de la Universidad”. Vilanova y
Tubino acaban refiriendo a los trabajos de Macpherson, Ferrer
y Velasco Fernández. Guillermo Macpherson exploró la Cueva
de la Mujer, en Alhama de Granada, y sus resultados fueron
publicados por Machado en la Revista Mensual de Filosofía,
Literatura y Ciencias –que había fundado en 1868 junto con
Federico de Castro– en 1870 y 1871;16 el geógrafo español
Miguel Rodríguez Ferrer descubrió una mandíbula fósil
humana en Cuba, que fue depositada en el Museo de Ciencias
Naturales de Madrid y años después publicó una Naturaleza y
civilización de la grandiosa isla de Cuba, o estudios variados
y científicos al alcance de todos, y otros históricos, estadísticos y políticos (Madrid, J. Noguera, 1876-1887, 2 vols.). Por
fin, Ladislao Velasco Fernández de la Cuesta fue autor de los
Descubrimientos prehistóricos realizados en la provincia de
Álava. Discurso leído en la sesión inaugural del Ateneo de
Vitoria en el curso 1870 a 1871 (Vitoria, Viuda de Egaño e
hijos, 1871). Aceptada esta nómina aún incompleta, hay que
reconocer que fueron Casiano de Prado y Vilanova los iniciadores de esta ciencia en España.17
El positivo balance realizado por Vilanova y Tubino en
1869 (1871: XXXV-XXXVI),18 pretendía al citar esta relación
de autores no sólo legitimar la disciplina, sino también a ellos
mismos. Así que no tuvieron empacho alguno en denunciar las
dificultades que habían de superar los primeros prehistoriadores
y que conectaron con el tópico del atraso científico: “No fue
extraña totalmente a estos progresos la Península Ibérica, aun
dadas las especialísimas circunstancias en que he vivido, no muy
favorables para la dilatación del saber” (p. XXV). En esta línea,
pero mucho más dura y detallada, había sido la queja lanzada
por Tubino unos pocos años antes (1867: 209-210): “El atraso
intelectual de nuestro pueblo, la falta de ilustración tan ostensible en las clases acomodadas, el indiferentismo que sobre los
temas científicos acarrea necesariamente el movimiento político de un país que atraviesa una crisis social de inmensas proporciones, son antecedentes que espacian el abandono en que
durante muchos años han estado entre nosotros aquellos ramos
de la cultura del espíritu que se refieren a las bellas artes y la
arqueología... Pero si tratándose de las bellas artes se ha hecho
algo bueno en nuestro país, relativamente a la arqueología no
tenemos más que motivos para condolernos de la funesta negligencia con que la han mirado lo mismo la Administración que
los particulares... Para el vulgo de todas clases, la ciencia de
la antigüedad no ha tenido valor de ninguna clase” (citado por
Maier, 1999: 113-114).
Este riojano que murió en 1891, había explorado distintas cuevas de la Sierra
de Cameros entre 1861 y 1862. Véase una corta biografía en Ayarzagüena
(1992: 142 nota 39), y sobre el viaje de Louis Lartet, p. 141-143.
14 El informe se conserva en el archivo de la Academia y es citado por Maier
(2000: 58 y 63 nota 20). Hay que decir que en aquel momento resultaba
muy comprometido referir a este erudito y político monárquico, quien presentó su dimisión como director del Museo Arqueológico Nacional al día
siguiente de promulgarse el decreto de Ruiz Zorrilla de reforma del Cuerpo de Bibliotecarios, Archiveros y Anticuarios. Éste derogaba el decreto
de 12 de junio de 1867, «cuyo único objeto fue introducir en el escalafón
unos cuantos favorecidos del poder y legalizar en apariencia la separación
de dignísimos catedráticos, cuyas ideas liberales se creían menos temibles
en el Cuerpo de Bibliotecarios». Su renuncia fue aceptada inmediatamente
y se designó como sustituto a Ventura Ruiz Aguilera (Véase Gaceta de
Madrid, 207, 320, 15 noviembre 1868: 4; y 322, 17 noviembre: 1). Posteriormente, será separado de su cátedra de Historia crítica de la literatura
española e incluso llegó a sufrir un atentado. Su interés por la arqueología
proviene de mucho antes, pues ya en 1839 había realizado excavaciones en
Itálica y formó parte de la comisión encargada de estudiar y valorar históricamente las coronas y joyas visigóticas descubiertas en Guarrazar en 1861
(véase Ayarzagüena, 1996a).
15 Nos referimos a: Las obras públicas en los antiguos tiempos. Discursos
leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de D.
Eduardo Saavedra el 28 de diciembre de 1862. Contestación por el Señor
D. Aureliano Fernández-Guerra y Orbe (Madrid, 1862). Maier (2000: 58)
considera más relevante el informe elaborado por él y Cayetano Rosell sobre
los hallazgos realizados por Garay en Huelva, donde expresan la “inocencia”
de estos saberes: “se dirigen ahora rudos ataques a estos y otros estudiosos
de las ciencias naturales que con ellos algún tanto se ensalzan, como si fueran responsables de ciertas doctrinas materialistas que quieren fundar, en los
mismos varios escritores contemporáneos y la pasión a la escuela llega hasta
negar a la arqueología prehistórica todo interés que no sea local y muy re
ducido”.
16 En el número 2 (1870), p. 346-354 hizo una exposición de la excavación y los
hallazgos, y en el número 3 (1871), p. 315-319 dio noticia de la publicación
de los últimos descubrimientos hecha por Macpherson (Ayarzagüena, 1996b:
9 nota 6). Éste, además, envió la mayoría de los objetos de la cueva a Vilanova, quien los presentará ante la Sociedad de Historia Natural en diciembre de
1873. Véase Barrera, 2002.
17 Cañal (1894: 154) mostró su acuerdo con Vilanova, aunque además, con el
beneficio de la perspectiva histórica, reconoció los esfuerzos del valenciano:
«El inolvidable D. Casiano de Prado fue el primero que en España trató con
alguna extensión de cuestiones prehistóricas en su clásica Descripción física y geológica de la provincia de Madrid, Madrid, 1864... Poco después,
el profesor D. Juan Vilanova y Piera publica una serie de artículos sobre
La antigüedad del hombre, y luego la obra titulada Origen, naturaleza y
antigüedad del hombre en 1872, destinada a exponer los descubrimientos
más importantes realizados hasta aquella fecha en nuestro suelo, si bien lo
hace subordinando con exceso al geológico todos los demás aspectos de la
cuestión».
18 Una nominación más detallada de estos personajes y de sus trabajos aparece
en Vilanova y Rada (1894: 415-422).
13
115
[page-n-129]
VI.2. Antecedentes de Vilanova en su
interés por la prehistoria (1855-1865)
No hay datos concretos que permitan precisar cuándo
surgió el interés de Vilanova por la prehistoria. Durante
su estancia en Francia a comienzos de los años cincuenta,
enfrascado en su preparación en geología y paleontología,
materias que debía impartir a su vuelta a España en la Universidad Central, la incipiente prehistoria aún no había sido tema
de consenso, como se desprende se sus comentarios expresados años después, cuando participó en la Asamblea de la
Asociación Francesa para el Progreso de las Ciencias que se
celebró en Rouen en 1883. Al hacer la reseña de la excursión
a la Montaña de Santa Catalina, dice: “en la época en que yo
visité por primera vez aquella localidad, 1850, hube de limitarme al conocimiento puramente geológico, por cuanto lo
prehistórico no había llamado aún la atención de los hombres
de ciencia” (Vilanova, 1888a: 201). En un primer momento
su interés se centra en la preparación de su docencia universitaria (ver Capítulo III) y a elaborar los textos correspondientes, como es el Manual de Geología (1860-61), también
desarrolló una importante labor investigadora como miembro
de la Comisión del Mapa Geológico de España (ver capítulos
IV y V); así vemos, que en sus primeras memorias publicadas
de Castellón y Teruel (Vilanova, 1859, 1870) no parece mostrar ningún interés por las cuestiones prehistóricas, en contraste con la importancia que da a la agricultura y a los pozos
artesianos.
En esta época, Vilanova fue incorporándose a distintas
academias e instituciones y fue asentándose como portavoz
oficial de la corriente conservadora, imperante en nuestro país,
en cuestiones de contenido biológico, uno de los saberes sometido a una profunda tensión ideológica, especialmente desde la
publicación del Origen de las especies de Darwin (1859). La
cuestión del evolucionismo en un primer momento no llego
al gran público en España hasta la década de 1870, cuando
se produjeron importantes polémicas (ver Glick 1982, 2010),
aunque está claro que Vilanova conocía la cuestión dado su
buen conocimiento de la bibliografía de su especialidad.
Volviendo al Manual, se recogen en él las primeras referencias a la prehistoria en un libro académico español, aunque,
como señala Ayarzagüena (2002b: 61), en el tomo XI de la
Revista de Minas, José de Monasterio y Correa reseñó en
1860 (páginas 55-62) un artículo titulado “Útiles y armas de
pedernal”, que F. Moigno había publicado en “El Cosmos”
a partir a su vez de una traducción de un trabajo de Worsäe
publicado en el Atheneum, donde señalaba los avances de esta
ciencia y concluía manteniendo la gran antigüedad del hombre,
anterior a los últimos cataclismos geológicos. Dado que el consenso franco-británico sobre la gran antigüedad del hombre
tuvo lugar en 1859, las referencias a la prehistoria de Vilanova
debían responder a lo señalado en la advertencia 2ª del libro
(Vilanova, 1860-61, 1, s.p.): “Que deseando ofrecer al público
esta obra puesta al nivel de los conocimientos actuales, he anotado cuidadosamente, y no sin ímprobo trabajo, los hechos de
19
Se refiere a Des Ossements humains des cavernes et de l’époque de leurs
dépôts, Montpellier, impr. de Boehm, 1855. Se trata de una tirada aparte de
las Mémoires de l’Académie des sciences et lettres de Montpellier.
116
la ciencia posteriores a la presentación del Manual al concurso
de 1855”. Lo que resulta evidente es una clara atracción hacia la
prehistoria, como mostró repetidamente en el epígrafe dedicado
al terreno cuaternario (181-236), el cual consideraba “uno de
los terrenos más difíciles de la serie neptúnica” y no sólo por
razones constitutivas, sino “porque a él se refieren las altas cuestiones del Diluvio de Moisés; del origen de la especie humana y
otras no menos arduas y delicadas”.
Clasifica el terreno en dos órdenes de depósitos. El primero: diluvio o aluviones antiguos, se caracterizaba por la
acumulación de materiales de acarreo “mezclados con varios
restos orgánicos, entre los que predominan los elefantes, por
cuya razón algunos autores lo llaman periodo o depósito elefantino”, aunque más generalizado era el de “diluvio o aluviones antiguos”, encontrando “las cavernas y brechas huesosas y el travertino” (Op. cit., 2: 182) entre las formaciones
específicas de este depósito. Es más, cuando relaciona las glaciaciones, menciona la importancia geológica de las cavernas
(Op. cit., 2: 202):
La retirada más o menos instantánea de las nieves en el
último momento del periodo cuaternario, debió determinar
cambios climatológicos notables y grandes inundaciones,
por la cantidad prodigiosa de agua resultado de su propio
derretimiento, a cuya acción atribuye Gras el relleno de
las cavernas y de muchas brechas huesosas en las que se
depositaron restos de grandes mamíferos con conchas generalmente terrestres o fluviátiles, raras veces marinas, que
contienen. A este periodo refiere también este geólogo la
aparición del hombre, el cual, si no es contemporáneo de
las especies perdidas de mamíferos de las cavernas, por lo
menos lo fue de la inundación que rellenó dichas cavidades,
como lo confirman los restos suyos y de su industria que en
ellas se encuentran.
De todo ello, se desprende una clara atracción de Vilanova
hacia la investigación prehistórica y la excavación en cuevas,
que se manifiesta claramente en el epígrafe dedicado a las
“cavernas huesosas”, que consideraba unas formaciones (Op.
cit., 2: 223-224):
... de suma importancia y conviene que los reconocimientos
de estas cavidades se haga con cuidado para no incurrir en
error; pues se comprende que al tratar de resolver la cuestión de si los restos del hombre y de su industria son contemporáneos de los huesos de los animales extinguidos,
cuestión de mucha importancia, supuesto que se roza con
la del origen de la especie humana, no bastará decir que en
una misma caverna se han hallado todos estos objetos, sino
que es indispensable averiguar si efectivamente existen en
la misma capa o en niveles distintos.
Vilanova hace una relación de los yacimientos más
famosos, basándose para Europa en el libro de Marcel de
Serres sobre los huesos humanos de las cavernas19 y en
[page-n-130]
cuanto a las españolas, enumera las de Concud (Teruel) y
Molina de Aragón, ya referidas por J. Torrubia en su Aparato
para la Historia Natural española (1754), y las de Riaza y
Pedralba de la Sierra (Segovia), Colle (León), Peña de Muda
y San Salvador (Palencia), y en los alrededores de Oviedo,
“según datos que nos ha suministrado el Sr. D. Casiano de
Prado”. Finalmente, detalla otras, que habían sido estudiadas
por Schultz (p. 227).
En 1862, se produjo el citado suceso, en el que Prado, con
Lartet y Verneuil, descubrieron el bifaz de San Isidro. Dos
años después, Casiano de Prado hacía públicos estos hallazgos
a la comunidad española a través de La descripción física y
geológica de la Provincia de Madrid (Prado, 1864), donde
además incluía un adelanto de las recomendaciones dadas a
los miembros de la Comisión del Mapa Geológico a favor del
desarrollo de la prehistoria en España, que se publicarán al
año siguiente.20 Además, ese mismo 1864, Vilanova efectuó
un viaje para visitar algunos establecimientos científicos en el
extranjero, durante el cual, según Ayarzagüena (2002b: 62),
habría tomado conciencia de la importancia que la prehistoria
iba adquiriendo en Europa. No obstante, en ese momento, hay
una serie de acciones que indicarían que ya manifestaba una
convicción clara sobre este extremo. Así, a su vuelta, dictó
el discurso inaugural del curso de la Universidad de Madrid,
donde hizo una declaración abierta de la necesaria reforma
de estudios, en la que alababa especialmente el Plan Pidal y
tomaba partido a favor de una racionalización de la estructura
de las enseñanzas científicas, consistente en darle un mayor
peso específico a la Facultad de Ciencias frente a la preponderancia de las escuelas de ingeniería (Vilanova, 1864: 11-12):
Las últimas observaciones y descubrimientos de los que
con tanto celo cultivan la historia física de la Tierra, fundamento y apoyo, el más sólido, de la humana, demuestran,
al parecer con los más irrefragables testimonios de verdad,
que el hombre es mucho más antiguo en el globo de lo que
vulgarmente se había creído. Su anterioridad a la universal
catástrofe que modificó más o menos profundamente las
condiciones físicas del globo, y cuya memoria conservan
todos los pueblos y razas, está demostrada por el hallazgo
de los restos de su esqueleto y de su propia industria junto
con los de animales, cuyas especies desaparecieron, en su
mayor parte, para siempre. Y que el origen del hombre
debe remontarse a una grande antigüedad, lo prueban los
abundantes vestigios de su industria y hasta de poblaciones
sublacustres halladas recientemente en Suiza, Dinamarca,
Francia y otros países, pues todo esto demuestra que la
especie humana no se encontraba ya entonces errante y en
estado salvaje, sino constituida en sociedad, cuya cultura y
civilización es de esperar, nos la revelen ulteriores descubrimientos.
20
Su dedicación profesional y esta obra le merecieron los mayores elogios
por parte de Laureano Pérez Arcas, quien le sustituyó como académico de
la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En su discurso
de ingreso hizo una alabanza “del sabio académico, del profundo investigador de la naturaleza, de mi buen amigo...” Gaceta de Madrid, 207, 325
(20 de noviembre de 1868), 13-15 y 326 (21 de noviembre de 1868), 13-15.
Recordemos que Pérez Arcas también había sido colaborador de Mariano de la Paz Graells, quien cooperó con Prado en distintas ocasiones en
No parece, pues, aventurado asegurar, según los geólogos
más competentes, que el hombre data de una época muy
remota a juzgar por estos nuevos datos que la historia debe
a la geología y en los cuales precisamente se funda la división de los tiempos ante históricos en tres edades bien definidas y mejor designadas aún con los nombres de Edad de
Piedra, Edad de Bronce y Edad de Hierro.
Ardua y por de más temeraria empresa sería lanzarse en el
terreno de las conjeturas acerca del estado de los conocimientos humanos en un periodo del que sólo nos quedan
vestigios más o menos groseros de la actividad humana.
Pero aún sin remontarnos a esas edades, cuyo estudio excita
hoy, con fundado motivo, la curiosidad e interés recíproco
de los etnógrafos, geólogos y anticuarios...
Inmediatamente después, el 6 de noviembre, aceptó la
invitación realizada por Pedro González Velasco y Francisco
de Asís Delgado, para integrarse en el grupo fundador de la
Sociedad Antropológica Española. Prueba evidente de su ya
acendrado convencimiento en la importancia de la disciplina
en estas fechas es el alto grado de compromiso adquirido,
pues participó directamente en la redacción de los estatutos
y en la comisión de expertos formada en la Academia de
Medicina, a instancia del Ministerio de Fomento, para que
informara sobre la petición de legalización de la nueva institución, cuyo acto de constitución se realizó pomposamente
el 5 de junio de 1865 (Anónimo, 1865). A pesar de la llamada
realizada por el ministro Manuel Orovio en esta sesión: “Discutid señores con amplia libertad y contad con amplia tolerancia, con toda la tolerancia que se debe a la ciencia” (cita
de Puig-Samper y Galera, 1983: 33), el ministro no tardó
siquiera un año en enviar una circular a los catedráticos de
Universidad, conminándoles a que siguieran el dogma católico en sus enseñanzas. La protesta expresada por Sanz del
Río y Emilio Castelar les valió la separación de sus cátedras
en diciembre de 1867, en lo que fue manifestación palpable
de cuán estrechos eran los límites de tal tolerancia.21 Las
condiciones, por tanto, no eran precisamente las más idóneas
para poner en marcha empresas como ésta y así la Sociedad
arrastró una vida lánguida, debido especialmente a la censura sufrida, hasta que el ambiente más favorable llegado
con la Primera República, propició lo que se vivió como
una auténtica refundación, aunque volvió a ser un espejismo
(Puig-Samper y Galera, 1983: 29-64; Ayarzagüena, 1997).
En cuanto al juicio que pueda hacerse del protagonismo de
Vilanova, hombre de ideología conservadora y católico convencido, en la naciente Sociedad, podría apelarse a que puso
por delante su actitud científica a su compromiso políticoreligioso, sobre todo si recordamos la andanada con que fue
recibida la noticia por parte de los sectores más reaccionarios
de la España de la época:
el estudio de los restos paleontológicos hallados en San Isidro y fue muy
irónico con Vilanova, quien, en sus trabajos en el yacimiento, quiso ver un
Pectunculus pulvinatus en una de las conchas exhumadas, en lo que para
ése era un ejemplar de Bulimus allí depositado por el alcantarillado (García
y Ayarzagüena, 2000: 8 y Ayarzagüena, 2002c).
21 Todos los catedráticos que fueron separados del servicio, serán repuestos por
orden del ministro Ruiz Zorrilla, aparecida en la Gaceta de Madrid, 207, 302
(28 de octubre de 1868).
117
[page-n-131]
La ciencia antropológica, cuando está dirigida por librespensadores, tiene un objeto especial: el de combatir la
verdad católica de la unidad del género humano, y por
consiguiente, el dogma del pecado original, el dogma de
la redención y el dogma de la divinidad de nuestro Señor
Jesucristo; esto es: el fundamento de la religión cristiana,
la base primera del catolicismo.
¿Qué significa pues en un país católico la creación de una
Sociedad Antropológica Española?... La significación es
clara: se trata de cultivar la antropología y las ciencias con
ella relacionadas, con libertad de combatir la religión, esto
es sin el círculo de hierro del dogma de las sagradas letras,
de la verdad católica, etc., etc.
Se ha inaugurado, pues, la Sociedad Antropológica Española con un espíritu ciertamente heterodoxo, etc., etc.22
Isidro le llegó el reconocimiento internacional y así, ese año de
1862, fue nombrado miembro de la Geological Society y de la
Societé Géologique de France (Maier, 1999: 114; Maier y Martínez, 2001: 125; Ayarzagüena, 2002a, 2002c).
VI.3. I nicios de su consolidación como
prehistoriador 1866-1868
Pero precisamente por ello, cabe la posibilidad de que Vilanova podría estar jugando a un doble juego. Por un lado, su presencia aseguraría un cierto control católico, desde dentro, en las
discusiones de los temas planteados, en las cuales, él podría argumentar con autoridad en contra de razonamientos heterodoxos o
contrarios al dogma y los dictados de la ciencia oficial.23 Por otro,
iba afirmando su posición institucional en el campo de la prehistoria, donde el predominio estaba en manos de Casiano de Prado
y los ingenieros de minas. No olvidemos que Vilanova estaba
institucionalmente solo, en una Universidad y unas instituciones
históricas: Real Academia de la Historia, Escuela de Diplomática,
Real Academia de Arqueología y Geografía del Príncipe Alfonso,
en las que su signo claramente católico y conservador no era precisamente favorable a la recepción de la arqueología prehistórica
y las corrientes historiográficas innovadoras; las cuales estaban
calando precisamente en círculos ideológicamente contrarios a
Vilanova, como el reunido alrededor de la cátedra sevillana de
Antonio Machado. Contrariamente, Prado actuaba desde el seno
de un grupo perfectamente institucionalizado, los ingenieros de
minas, y a la cabeza de un proyecto tan trascendental en las cuestiones que estamos abordando como era la Comisión del Mapa
Geológico. Además, tras la publicación de los hallazgos de San
La situación iba a cambiar en 1866, pues se produjeron dos
hechos cruciales en este proceso que venimos describiendo: la
muerte de Prado y el encargo recibido para la realización de la
carta geológica de la Expedición del Pacífico. Ésta se había producido entre 1862 y 1865, y ya en 1863, el Museo de Ciencias
Naturales había encargado al geólogo valenciano, que recogiera,
ordenara y colocara los materiales prehispánicos que habían
traído los expedicionarios.24 Además, fue en ese verano cuando
iniciará sus primeras investigaciones prehistóricas en cuevas
valencianas: la del Parpalló, junto con a la sazón jovencísimo
naturalista valenciano Eduardo Boscá, en la falda del Mondúber
(cerca de Gandía), que dató en el Paleolítico y donde recuperó
una mandíbula y varios dientes, que constituyen los primeros
fósiles humanos descubiertos en España, aunque no de la Península; y la Cova Negra en Xàtiva, en la que encontró industria
lítica, que no dató de forma muy precisa (Aguirre, 1992a: 12;
Ayarzagüena, 1992: 157-160 y 2002b: 62).25
Ya ganado a la causa prehistórica, en su curso Geología aplicada a la agricultura, a la industria y a la historia, que impartirá
en el Ateneo de Madrid durante muchos años, no sólo dedicará
en los siguientes meses algunas conferencias a la divulgación de
la prehistoria, sino que al acabarlo, visitó el corte de San Isidro
acompañado de “distinguidas personas”. A partir de entonces,
realizará anualmente visitas con sus alumnos para explicarles el
terreno cuaternario.26 Parece como si Vilanova pretendiera coger
el testigo de Prado, en un momento en que su situación en la
Comisión del Mapa Geológico no era muy cómoda.
En esta estrategia resultó fundamental la aparición, en ese
año, de la serie de artículos dedicados al “Origen del hombre”,
Así refería el secretario F. A. Delgado Jugo, al señalar, cuatro años después,
es decir ya en pleno Sexenio, las críticas recibidas por la sociedad. Citado por
Puig-Samper y Galera, 1983: 35.
23 Creemos que no es ocioso señalar que ese mismo año de 1864, Élie de Beaumont, que se había negado, como presidente de la Academia de ciencias a
publicar a Edouard Lartet una Note sur l’ancienneté géologique de l’espèce
humaine dans l’Europe, ante la evidencia del hallazgo realizado en 1863 de
un mamut grabado sobre un fragmento de marfil en la cueva de La Madeleine, acabó aceptando la contemporaneidad del hombre con la fauna extinta.
También debió influir en su decisión, que si bien sus investigaciones descartaban definitivamente las teorías de Cuvier, los descubrimientos de Lartet
matizaban al mismo tiempo el transformismo de Lamarck, Saint-Hilaire y
Blainville, ofreciendo a Elie de Beaumont un escenario doctrinal más cercano a sus ideas, aunque le costó transigir de ellas y así, en una de las sesiones
de la Academia, Quatrefages le recriminó que, en los Comptes rendus, no
había encontrado la aceptación de éste a las evidencias presentadas e incluso,
Boucher le envió alguna carta, siendo las respuestas del presidente muy diplomáticas. Véanse los números de la revista de los años 1863-64. También
Arrizabalaga, 1998: 96.
24 No fueron muchas las ocasiones en que Vilanova se refirió a la expedición.
Entre ellas, podemos recordar la alusión que, con motivo de los paraderos,
hizo en las conferencias de Santander (1881b: 76). Tras exponer las características de los kiokenmodingos, relata: “Los paraderos no son exclusivos de
este periodo (Neolítico), muchos pertenecen al del cuchillo, como entre otros
puede citarse el de la cueva de Santillana, y hasta los hay que son contem-
poráneos, debiendo incluir en esta categoría los que actualmente forman las
hordas salvages de la Tierra del Fuego, por ejemplo, visitados por los naturalistas de la expedición al Pacífico”. También la citó durante el Congreso de
Lisboa (1884a: 317).
25 Así, inició un trabajo de campo que abarcó toda la geografía española y que
le iba a llevar a yacimientos como el Neolítico de Imón en la provincia de
Guadalajara, el de Cerro Muriano y otros en Córdoba, Paredes y Melgar en
Castilla la Vieja. Aunque la labor más importante la realizará en el País Valenciano, con la prospección en multitud de yacimientos, como los citados
o la Ereta del Pedregal en Navarrés e impulsó directa o indirectamente los
estudios y excavaciones realizados en estas tierras en la segunda mitad del
siglo. Véase Goberna (1981, 1984, 1985).
26 Maier (2000: 59) afirma con rotundidad que “Vilanova... apenas si se ocupó
de la [prehistoria] madrileña”. Reduce su aportación en este campo al curso
dado en el Ateneo en el curso 1867-68 y al artículo aparecido en El Museo
Español de Antigüedades dedicado al cerro de San Isidro, pero nada dice
de sus continuas referencias a dicho yacimiento, del que mantuvo hasta el
final de sus días que se trataba del yacimiento más antiguo de la Península
y debemos añadir que la lámina que elaboró sobre los principales hallazgos
allí realizados, con la famosa mandíbula humana como elemento estrella,
la incluyó repetidamente en sus publicaciones. Aunque no debemos menospreciar el hecho de que Vilanova no fue un arqueólogo constante y de
hecho, no acabó ninguna excavación, argumentos para refutar dicha afirmación, se encuentran en García y Ayarzagüena (2000: 10-11) y Ayarzagüena
(2002c).
22
118
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pues le muestran asumiendo dicha tarea con todas sus consecuencias. Este texto no sólo difundirá entre médicos y farmacéuticos los descubrimientos antropológicos y prehistóricos
que se estaban llevando a cabo en Europa, sino que también,
en palabras de Ayarzagüena (2002b: 62): “ya se observan las
pautas ideológicas que seguirá en su vida de prehistoriador:
creacionista, catastrofista, monogenista, partidario de la unidad
del lenguaje primitivo. En conclusión: ideas conservadoras en
la ciencia, aunque rupturistas con las academicistas entonces en
boga”.
Al año siguiente (1867), desplegó una intensa actividad
arqueológica. En compañía de su hermano José y de sus amigos
Tubino, Roca y Maraver, realizaron esa primavera un viaje por
Andalucía, en el que visitaron el Valle del Guadalquivir; Cerro
Muriano –que había prospectado someramente Prado pocos
meses antes de morir–, donde encontraron martillos de diorita,
muelas de molino toscas y restos de cerámica, y concluyeron
que había habido una primera ocupación prehistórica y otra en
periodo romano;27 y la cueva de Zarcas en los alrededores de
Cabra, donde exhumaron una mandíbula humana y algún útil
de hueso, pero no de piedra labrada. Además visitaron a una
de las figuras de mayor renombre internacional en el campo
de la prehistoria y la antropología, el catedrático de Sevilla,
Antonio Machado Núñez, quien junto a Álava, había formado
un pequeño museo con restos paleontológicos e instrumentos
“Neolíticos”; término con el que se designaba en la época a las
piezas pulimentadas, con lo que éstas también pudieran pertenecer a la Edad del Bronce e incluso del Hierro. Fiel a una
tradición que le iba a caracterizar, dio noticia de sus andanzas
en sendos artículos aparecidos en La Andalucía y Las Novedades. Meses después, acompañó a Verneuil y Favre al yacimiento de San Isidro y ese verano volverá a los yacimientos
del Parpalló y la Cova Negra, además de visitar los de Las
Maravillas (Gandía), con un nivel inferior de útiles de piedra
pulimentada y el superior con cerámica romana; la Cova del
Bolomor en Tavernes de la Valldigna, donde exploró y recogió
materiales de una brecha huesosa; Avellanera (Catadau), con
restos humanos; y por indicación de su amigo Pla, excavó la
cueva de San Nicolás (L’Olleria), donde se encontró con dos
niveles distintos: uno muy antiguo y otro posterior, con hachas
pulimentadas y restos de cerámica; e hizo una prospección en
el “monumento de Ayelo de Malferit”, que le reveló restos de
cerámica. De todo ello dio cumplida cuenta en sendos artículos
aparecidos en Las Provincias y dictó una conferencia en la
Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia, de
la que consiguió la formación de una comisión para la excavación del monumento de Ayelo (Ayarzagüena, 1992: 161-164;
1996b; 2002b: 63).
Pensamos que el objetivo de tamaña actividad, fue recoger
información con la que poder intervenir, si fuera el caso, en
las discusiones del congreso de París; pero antes fue a visitar,
junto a su amigo Clement, los palafitos hallados cerca del Lago
de Neuchâtel, donde el año anterior se habían inaugurado los
congresos internacionales de antropología y arqueología.28 En
la capital del Sena, tenía lugar la Exposición Universal, donde
había una muestra de materiales prehistóricos de diversos
países, que suponía, en palabras de Gabriel Mortillet, la primera muestra de la prehistoria, “d’une manière solemnelle
et générale” (citado por Daniel, 1977: 52). Y entre los actos
paralelos, se celebró el II Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica, presidido por Edouard Lartet
y en el que Vilanova participaba como “membre du conseil”.
A pesar de este nombramiento, su presencia no tenía un peso
institucional similar a los de Álava y Machado, quienes llevaron restos prehistóricos y paleontológicos de su museo al
pabellón español, que contaba con una selección de objetos
arqueológicos que Prado ya había solicitado a la Jefatura de
Minas antes de su muerte, lo que dio lugar a que fuera Amalio
Maestre quien coordinara los trabajos, al tiempo que añadió un
buen número de útiles hallados por este destacado arqueólogo.
A su vuelta a nuestro país, estos materiales entrarán a formar
parte de la primera exposición permanente de prehistoria de
España, instalada en la Escuela de Minas, según testimonio de
Manuel de Assas, organizador de la sección de prehistoria del
Museo Arqueológico Nacional (Lartet, 1868; Ayarzagüena,
1992: 164-166; Puche Riart, 2002: 25). La comunicación de
Vilanova, Instruments de pierre de San Isidro, près de Madrid,
se centró sobre un yacimiento suficientemente conocido por
los especialistas en la materia y posiblemente debió molestar
a alguno de los colaboradores de Prado, ya que además, en un
intento de poner en valor su trabajo, hizo especial hincapié en
la identidad de las hachas de Saint Acheul y las de San Isidro
–aspecto que ya habían puesto de relieve Verneuil y Lartet en
1863 y habían comentado a Vilanova durante su visita en 1867
(García y Ayarzagüena 2000: 8 y 10)– e incluso, propuso que
la próxima excursión que se tenía prevista, fuera a ese lugar,
vista la importancia del yacimiento.29
Cabe preguntarse a qué podía deberse el protagonismo
de Vilanova, quien además pretendía llevar a los congresistas
al citado yacimiento con la intención de demostrar sus tesis
monogenistas, según afirma Ayarzagüena (1992: 165). Hasta
el momento, sólo había publicado sobre la especialidad el conjunto de artículos acerca del origen del hombre, que por un lado
restó inconcluso y por otro, se trata de una obra de divulgación,
donde se hace una buena y documentada puesta al día de las
investigaciones acerca de esta materia, pero en la que apenas
deja espacio para alguna referencia a San Isidro y los yacimientos del Parpalló y la Cova Negra: un bagaje muy pobre
para su nombramiento, especialmente frente a los trabajos de
Machado, Maestre o del canario Maffiote, también presentes
en la reunión, a la que no presentaron comunicación alguna.
En su intervención, hizo una petición con un objetivo ideológico y científico claro, que, por razones diplomáticas, no podía
haber hecho ninguno de los seguidores franceses de las tesis
Fruto de esta excavación, elaboraron una memoria, que acompañó una interesante donación de materiales al Museo Arqueológico Nacional, que en
reconocimiento, les editó el texto, que iba firmado por Vilanova y Tubino:
Exploración geológico arqueológica de Cerro Muriano, Gaceta de Madrid,
207, 202 (20 de julio de 1868), 1-5.
28 Esta es una buena muestra de su curiosidad y ansia de estar al día de los
avances realizados en la disciplina, pues, como recordará en su reseña
del Congreso de Berna de 1878 (1884a: 101), Clement estaba realizado
estos descubrimientos precisamente en ese momento, en los años 1866
y 1867.
29 Volvió a referirse a esta relación entre los dos yacimientos y notificó el
hallazgo de un húmero humano, que habría exhumado en 1869 (Vilanova,
1872c), aunque posteriormente Obermaier discrepó de su procedencia estratigráfica. García y Ayarzagüena (2000: 10) y Ayarzagüena (2002c).
27
119
[page-n-133]
monogenistas, cuyas cabezas visibles eran Quatrefages, catedrático de antropología en el Museo de Historia Natural, y su
asistente Ernest-Théodore Hamy, organizador de la exposición
etnológica en la Exposición; enfrentados con los miembros de
la Escuela de Antropología de París, bastión de los poligenistas.
Tampoco debieron ser ajenos a esta afirmación de la posición
internacional de Vilanova, sus amigos Louis Lartet y Verneuil,
a quienes pudieran haberse añadido otros conocidos de su etapa
parisina.
También en este año, se constituyó el Museo Arqueológico
Nacional, que había sido de gestación muy complicada y al que
Vilanova cedió materiales obtenidos en sus excavaciones españolas, ya conocidas, de Parpalló, Cova Negra, San Isidro, Imon,
Maravillas, Bolomor y Cerro Muriano; así como las francesas
de Dordoña, Saint Acheul y Toulouse, y la suiza de Auger Saint
Aubin.30
En 1868 –según testimonios de Mortillet–, Vilanova, Tubino
y el director del Museo Arqueológico José Amador de los Ríos
–hombres de perfiles ideológicos muy distintos y enfrentados–
intentaron, sin éxito, crear un círculo o sociedad prehistórica
española. En abril, Vilanova volvía a visitar San Isidro, ésta vez
en compañía de Delanoue, antes de marchar a Andalucía, donde
ambos se entrevistaron con Machado y contemplaron sus colecciones, que el año anterior había podido examinar en París, y que,
según Ayarzagüena (1992: 1092), había sido el principal motivo
del francés para viajar a España. También tenía listo para la
imprenta el volumen dedicado al Origen y antigüedad del hombre,
a tenor de ciertas informaciones que aparecen en sus páginas,
aunque no saldrá hasta unos años después, y, por otro lado, solicitó, y le fue concedido, el encargo de la docencia de la cátedra de
geología de la Escuela Especial de Topografía Catastral, que se
comprometió a impartir sin remuneración alguna (ver Muro et al.,
1996). Por fin, tenía previsto asistir ese verano al III Congreso de
Antropología y Arqueología Prehistórica a celebrar en Norwich
y Londres, pero, según propio testimonio, por dificultades familiares, optó por enviar una nota titulada Prehistoric remains in
Valencia –que a pesar del título, estaba escrita en francés–, donde
informaba de sus hallazgos en esa zona, al igual que hizo Antonio
Machado Núñez con las cuevas andaluzas (Comas, 1956: 200 y
202; Goberna, 1985: 38-39; Ayarzagüena,1992: 166-169 y 10311033, y 1996b; Jiménez, 1997: 443).31
Origen del hombre o Antigüedad de la especie humana, aparecidos en revistas de contenido sanitario (Revista de Sanidad
Militar y General de Ciencias Médicas32 o El Restaurador Farmacéutico),33 arqueológico (Revista de Bellas Artes é HistóricoArqueológica) y académico (Boletín-Revista de la Universidad
de Madrid). En estas publicaciones se presentaron algunas de las
cuestiones que serán desarrolladas ampliamente en el libro. La
principal novedad de la aportación de Vilanova fue la introducción de evidencias arqueológicas, paleontológicas y geológicas
a la hora de analizar estas cuestiones, y no quedarse meramente
en las cuestiones eruditas o en una sucesión de argumentaciones
lógicas, siguiendo las reglas del escolasticismo, como había hecho
José de Letamendi (1867), en las conferencias dictadas en el
Ateneo Catalán los días 13 y 15 de abril de 1867. En ellas, pretendía demostrar la necesidad lógicamente establecida de la creación divina del hombre así como la imposibilidad de una evolución biológica entre los animales superiores (Núñez, 1969: 91-92).
rimera referencias en España sobre la antigüedad
VI.4.1. P
y el origen del hombre
Entre 1866 y 1869, Vilanova escribió cinco artículos, que
se publicaron en 35 entregas, con títulos tan significativos como
Si la polémica sobre el origen del hombre fue una consecuencia de la obra de Darwin (1859, 1871), el problema de la
antigüedad del género humano comenzó a plantearse en Europa
durante las primeras décadas del siglo XIX (Richard, 1992;
Groenen, 1994). La repercusión del debate sobre la antigüedad
del hombre surgió en España con la publicación en 1840 del
artículo “El hombre fósil” en el Semanario Pintoresco Español.
Se trata de un diálogo irónico, en el que –junto a un grabado que
pretende ser la supuesta proyección del hombre prehistórico,
con cara simiesca, vestido con pieles y llevando una enorme
hacha de piedra–, se divulga la propuesta de la existencia del
hombre en los tiempos antediluvianos. En el diálogo se mencionaban, aunque sin citar a los autores, a los hallazgos de restos
fósiles humanos en las cavernas de Bize (1828), Souvignargues
(1829) y Lieja (1833), que habían sido realizados, y posteriormente difundidos, respectivamente por Pierre Tournal (18051872), Jules Christol (1802-1865) y P.C. Schmerling (17911836) (Pelayo, 2004: 164-165).
Mayor solidez científica tuvieron los trabajos publicados en
1860 en la Revista de los Progresos de las Ciencias, órgano de
difusión de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales de Madrid, y en la Revista Minera, en los inicios de
la década de los sesenta. El primero de ellos, “De la antigüedad
de la aparición del hombre en la Tierra” (Lyell, 1860b), publicado en la revista de la Academia de Ciencias de Madrid, era la
traducción de un artículo publicado en L’Institut y se trataba de
la trascripción del discurso inaugural realizado en septiembre de
En la memoria redactada por la Academia de la Historia favorable para la
impresión de la reseña del Congreso de Copenhague, se señala: “Los señores
Tubino y Vilanova trabajan hace años con un celo laudable en la difusión de
estos conocimientos. Conferencias públicas, libros, folletos, artículos en periódicos, viajes, exploraciones, memorias en la Gaceta de Madrid, donativos
al Museo Nacional de Antigüedades, cuanto puede sugerir el sentimiento de
amor patrio más rectamente dirigido, todo lo acometen sin pararse en obstáculos ni en sacrificios” Vilanova y Tubino (1871: XLVII). El propio Vilanova
se refiere a tales materiales y a la memoria, en la reseña del congreso de Berna de 1878 (1884a: 101) Los útiles cedidos por Vilanova han sido estudiados
por Fletcher (1945). Véase también Ayarzagüena (2002b: 64).
31 Acerca de esta ausencia, podemos decir que el ambiente político-social que
se vivía en el Madrid previo a la Septembrina, no debía ser el más conve-
niente como para abandonar la ciudad y la familia, y más para marchar
al Reino Unido, pues Prim conspiraba desde Londres. Por otro lado, nos
consta que Vilanova no debía saber inglés y si lo conocía, su nivel era sin
duda muy rudimentario, como lo muestra el hecho de que su comunicación,
a pesar del título, estaba escrita en francés. En cuanto a la razón oficial, es
posible que la enfermedad atenazara su hogar, pues su suegro, José Pizcueta, se había trasladado a vivir con ellos y dos años después morirá. Asimismo, en 1869, tras su regreso del siguiente Congreso, fallecerá una hija suya
(Vilanova, 1869b: 795), pero en este caso, las posibles enfermedades no le
habían impedido realizar el largo viaje al Norte de Europa (Ayarzagüena,
2002b: 64).
32 Vilanova (1866a, 1866b, 1867e).
33 Vilanova (1867f).
VI.4. VILANOVA Y EL ORIGEN Y LA ANTIGÜEDAD
DE LA HUMANIDAD 1866-1869
30
120
[page-n-134]
1859 durante la reunión de Aberdeen de la British Association
for the Advancement of Science, por Charles Lyell (1860a), en
el que éste describía su paso por Abbeville y Amiens (Francia)
y confirmaba los descubrimientos de Jacques Boucher de Perthes y la antigüedad del hombre en Europa, al tiempo que anunciaba la próxima publicación del libro de Charles Darwin sobre
el origen de las especies. Unos años después, en 1865, en la
misma revista publicó el trabajo de E. Lartet y H. Christy en el
que se daban noticias de nuevos datos sobre la coexistencia del
hombre en el centro de Francia, con fauna cuaternaria que se
había extinguido o emigrado.34
Como ya se ha comentado, los artículos publicados en la
Revista Minera también fueron traducciones de trabajos franceses.
Su interés por la prehistoria era palpable ya en 1860, cuando J.
Monasterio reseñó el trabajo “Útiles y armas de piedra” publicado
en “El Cosmos” por F. Moigno, que a su vez era una traducción
de una carta de Worsäe que había aparecido en la revista británica
Atheneum. Ese mismo año en la Revista Minera se informó del
hallazgo de un hacha de sílex y al año siguiente, se hacían eco
de los descubrimientos de industria lítica por parte de Boucher
de Perthes (Anónimo, 1860 y 1861). El primero que abordaba la
antigüedad geológica de la especie humana en la Europa Occidental apareció en 1862 y se trataba de la intervención del paleontólogo Édouard Lartet ante la Academia de Ciencias de París,
que al ser vetada su publicación en las actas de esta institución,
apareció finalmente en los Annales des Sciences Naturelles.35 Al
año siguiente, apareció una nota sobre la antigüedad de la especie
humana y en 1863, se publicaba “El hombre fósil”, que, editado
en L’Abbevillois, hacía referencia al hallazgo en ese mismo año de
la mandíbula humana de Moulin Quignon por Boucher de Perthes
(Anónimo, 1862 y 1863). Un año después, traducían la información ofrecida por el Moniteur Universel sobre este hecho (Anónimo, 1864b) así como un artículo firmado por Milne Edwards
y Lartet (1864) sobre el hombre antediluviano y una memoria
presentada por F. Garrigou y M. Filhol (1864) ante la Academia
de Ciencias, donde exponían un método fiable de confirmar la
coexistencia entre el hombre y animales extinguidos, en este caso,
el Ursus spelaeus.36 En paralelo a la divulgación en España de la
controversia sobre la antigüedad del género humano a través de
los medios de comunicación de científicos e ingenieros de minas,
se producía el hallazgo de los instrumentos de sílex por Casiano
de Prado, Édouard de Verneuil y Louis Lartet en las excavaciones
de San Isidro (Prado, 1864: 294-310).
VI.4.2. Primeros artículos de Vilanova sobre el origen del
hombre y la antigüedad de la especie humana
Durante los años 1866 y 1867, Vilanova publicó un trabajo
en la Revista de Sanidad Militar y General de las Ciencias
El trabajo original fue publicado en los Comptes-rendus hebdomadaires
des séances de l’Académie des Sciences de Paris (1864, t. 58, séance du
29.02.1864, p. 401-408), a través de Milne Edwards que presentó la carta escrita por Lartet y Christy informando de sus hallazgos. En español se tradujo
como “Noticia acerca de las nuevas observaciones relativas a la existencia
del hombre en el centro de Francia, en una época en que dicha región se
hallaba habitada por el rengífero y otros animales que no viven en ella en la
actualidas, por Lartet y Christy”, Revista de los Progresos de las Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales, t. XV, 1865: 110-119.
35 El trabajo original se publicó en 1860 en los Annales des Sciences Naturelles,
4 (149): 117-122.
34
Médicas,37 que apareció dividido en varias partes. La primera
parte se tituló: Origen del hombre, mientras que el resto de las
entregas, hasta un total de 14, aparecieron con el título de Antigüedad de la Especie humana. Hemos de advertir que el trabajo
no se llegó a publicar completo, ya que el último artículo acaba
con un: “se continuará”. Estos mismos textos también fueron
publicados como una serie de artículos en la revista El Restaurador Farmacéutico, en el año 1867 (Pelayo, 1999a: 127-134).
De todos modos, como veremos más adelante, casi todos estos
artículos fueron incorporados casi textualmente al libro Origen
y Antigüedad del hombre, publicado por Vilanova en 1872. Esta
utilización de textos previamente publicados en trabajos posteriores, como venimos recordando, parece ser un hábito normal
en la obra de Vilanova (Gozalo, 1993a; Gozalo y Salavert, 1995;
Pelayo, 1999a). Una buena forma de demostrar esta aserción
es mediante el análisis de alguna de las obras y en este caso,
nos vamos a centrar en los 14 artículos publicados en la Revista
de Sanidad Militar y General de las Ciencias Médicas (186667), que fue donde se editaron estos textos por primera vez (ver
Gozalo et al., 2004b). Nos permitimos recordar que fue en esas
fechas cuando Henri-Sébastien Le Hon publicaba uno de los
textos más influyente sobre el tema: L’homme fossile en Europe
(Bruselas-París, 1867).
El conjunto de los artículos se pueden agrupar en tres grandes
bloques. El primero (I-VII) de carácter general, en el que se
exponen las ideas imperantes en la época, tanto en relación al
origen del hombre, de la Tierra, el clima y la geología de los
tiempos más recientes. El segundo (VIII-XI) es de carácter histórico, donde se describe sucintamente la historia de los descubrimientos previos, y comenta con cierto detalle las reuniones
francobritánicas que tuvieron lugar en los años 1862 y 1863, para
aclarar la autenticidad de la mandíbula de Moulin Quignon y de
los instrumentos líticos allí encontrados por Boucher de Perthes.
En el último de estos artículos, se ofrece una panorámica de la
situación de tales estudios en ese momento. El tercero (XII-XIV)
tiene un carácter descriptivo; Vilanova dice que va a describir de
un modo más prolijo los hallazgos conocidos hasta la época y
para ello utiliza un criterio de tipo geográfico, en lugar del cronológico, habitual en la mayoría de sus trabajos. Comienza con la
descripción de la geología de los yacimientos de la Picardía, en
las cercanías de Abbeville en el valle del río Somme, en Francia,
y también encontramos esporádicas referencias a yacimientos
españoles. Estos artículos presentan dos hechos curiosos, el primero, ya comentado, es el criterio geográfico de la descripción, y
el segundo es que comienza la descripción de los yacimientos de
más moderno a más antiguo, en lugar del habitual en geología y
que él utilizaba con asiduidad, de describir de más antiguo a más
moderno. Una posible explicación está en su inspiración en el
trabajo de Lyell (1863), que es citado continuamente.
Este es un buen ejemplo del interés que despertaban estos temas y la rapidez
de la traducción. El artículo original: “Contemporaineté de l’homme et de
l’Ursus spelaeus établie par l’étude des os cassés des cavernes” había sido
presentado por Quatrefages a la Academia de Ciencias y fue publicado en
1864 en los Comptes rendus, 58: 891-899.
37 Esta revista en esta primera época duró cuatro años, y tuvo tres nombres
distintos; 1 y 2: Revista de Sanidad Militar española y extranjera; 3: Revista
de Sanidad Militar y General de Ciencias Médicas; 4: Revista General de
Ciencias Médicas y Sanidad Militar.
36
121
[page-n-135]
VI.4.3. Contenido del “Origen del hombre y Antigüedad de
la Especie humana” (1866-1867)
A continuación, describiremos brevemente los datos e ideas
plasmados por Vilanova en cada una de los artículos que conforman el trabajo.
Artículo I. Según Vilanova, gracias a los adelantos y progresos de la geología se podía sentar el principio de que el
hombre era mucho más antiguo de lo que se creía, ya que su
origen o aparición en el globo terrestre se remontaba a edades
anteriores a las estimadas hasta la fecha. Las pruebas se basaban
en la unidad de la especie humana y en los recientes descubrimientos paleoantropológicos de fósiles humanos antediluvianos, asociados a industria lítica.
Desde un punto de vista general, Vilanova hace hincapié
en su catolicismo y en su idea de concordancia entre ciencia y
religión, que, como hemos visto, fue una guía básica en toda
su producción. Así, dice, admitida la unidad de la especie
humana por los naturalistas de mayor peso científico en este
campo, algo que, en opinión de Vilanova, confirmaba la revelación mosaica, se podía decir con Lyell, referente fundamental
para él, que se necesitaba para la formación lenta y gradual
de las razas un espacio de tiempo mayor que cualquier cronología humana conocida. Desde el punto de vista argumental,
el enunciado básico es la unicidad de la especie humana, que
fue creada por Dios, y tras su creación, la diversificación en
las razas humanas, así como las numerosas lenguas y dialectos
en las que se ha diversificado la primera lengua común, sólo
son explicables si hay tiempo suficientemente largo para que
se produzcan estos fenómenos. Es decir, partiendo de que la
humanidad procedía de una sola pareja, había que aceptar un
gran intervalo de tiempo durante el cual la continua influencia
del medio habría dado origen a ciertas particularidades en el
hombre, que se fueron pronunciando cada vez más en generaciones sucesivas, hasta acabar fijándose y transmitiéndose por
herencia.38
A modo de comparación, dice que si la historia muestra el
largo tiempo necesario para cualquier adquisición de la cultura
humana, mayor será el tiempo para los fenómenos “antehistóricos”, para los cuales ya se han establecido tres periodos “de
piedra, de bronce y de hierro”, el primero de los cuales a su vez
está desdoblado en dos edades. Por último, se refiere a la importancia de algunos hechos catastróficos en la historia de la humanidad, como la Atlántida o las erupciones del Vesubio, con la
destrucción de Pompeya y Herculano. En este sentido decía que
en el transcurso de la lenta evolución de la Tierra habían tenido
lugar una serie de circunstancias extremas, como inundaciones,
terremotos, la aparición súbita de una cordillera o cualquier otro
gran cataclismo geológico registrado, que habrían afectado a
pueblos enteros, ocasionando la dispersión de razas y la desaparición de algunos de ellos.
Artículo II. Continúa las argumentaciones del artículo
anterior con un refuerzo de las referencias bíblicas. Entrando
en las pruebas objetivas de la gran antigüedad del hombre en
la Tierra, comenzaba por decir que confirmaba la existencia
del hombre el hecho de que en esa época la superficie terrestre
38
Vilanova (1866a: 679). A partir de ahora, referimos entre paréntesis el número del volumen y las páginas correspondientes a los fragmentos transcritos.
122
cambió de condiciones biológicas por efecto del diluvio universal. Este razonamiento suponía una gran satisfacción para
Vilanova que, como católico convencido, veía confirmarse
la verdad revelada, ya que había evidencia de que en épocas
anteriores a esa gran inundación no existía ningún rastro de la
especie humana.
Si la humanidad no procedía de un tronco común, decía,
había que admitir entonces la existencia de tantos centros de
creación como, al menos, razas existieran. Pero esto último no
estaba conforme según él, ni con el Génesis ni con el parecer
de las mayores autoridades científicas. Por el contrario, la
unidad de la especie humana, al igual que los restantes puntos
de la creación, se encontraban “perfectamente de acuerdo y en
admirable armonía y concierto” con la verdad revelada (Vilanova, 1866b: 710). Y para llegar a la diversificación existente
en la actualidad, hacía falta un largo lapso de tiempo: “nos
referimos a la suma de tiempo que supone la distribución del
hombre en el globo, que arrancando de la meseta del Tíbet,
donde con bastante probabilidad estuvo el Paraíso, siendo
aquella la cuna de la humanidad” (Op. cit.: 711). Y este lapso
había de ser necesariamente largo, lo que justificaba mediante
un argumento geográfico: la existencia de barreras que frenarían el proceso, y otro de tipo moral: “Pero ¿por ventura el
grado de inteligencia y de condiciones morales que los distingue, no supone, partiendo de la unidad de origen, una evolución infinitamente más lenta y paulatina?” (Op. cit.: 711).
En ese largo espacio de tiempo necesario para poder expandirse por toda la Tierra, el hombre experimentó, a medida
que se encontraba bajo las influencias de condiciones físicas
diferentes, un proceso de lenta “metamorfosis”, no de manera
simultánea sino sucesiva, diversificándose hasta el punto en
que se podía observar en el presente (Op. cit.: 712). Su idea
básica es la unidad de especie, cuna y lenguaje, que le venía
impuesta por su aceptación del milagro de la Creación, tras
el cual el “Supremo Artífice” simplemente dejó que siguiera
el proceso: “no hay necesidad de otra cosa sino de dejar marchar la especie humana hacia su ulterior destino, sometida a la
influencia lenta y paulatina de la materia y del espíritu creados
por el mismo Dios” (Op. cit.: 712).
En relación a cómo se había originado el hombre sobre la
Tierra, Vilanova era coherente con sus creencias creacionistas
(Op. cit.: 712):
Admitido y reconocido por nosotros como tal el milagro
de la creación, así de la materia en su totalidad, como del
hombre en particular, con el que el supremo Artífice quiso,
formándole a su semejanza e imagen, coronar su portentosa
obra, no hay necesidad de otra cosa sino de dejar marchar
la especie humana hacia su ulterior destino, sometida a
la influencia lenta y paulatina de la materia y del espíritu
creados por el mismo Dios.
A continuación, informa de la presencia en distintos lugares
de fósiles de mamíferos junto con “la primitiva y tosca industria”, que se encuentran tanto en cuevas como en capas superficiales. Pero antes de pasar a describir estos hallazgos, introduce
[page-n-136]
algunos términos geológicos, que va a utilizar a partir de este
momento. Define y caracteriza el término roca, con referencia a
dos aspectos: formación y terreno. Cita a Buckland para caracterizar un terreno a través de tres caracteres: el mineralógico,
el estratigráfico y el paleontológico. De ellos, son mucho más
importantes para la datación de un terreno, el paleontológico, es
decir las “faunas” y “floras” que aparecen en cada terreno, y el
estratigráfico, o sea el orden de superposición de los materiales,
que el mineralógico: rocas.
Su idea de un modelo paleontológico creacionista, caracterizado por la armonía entre floras y faunas fósiles y el terreno
o periodo geológico donde éstas se hallaban, implicaba condiciones biológicas temporalmente distintas en la historia de
la Tierra (Op. cit.: 714). Además, cuanto más recientes son
los terrenos, más se asemejan sus fósiles a los organismos
actuales, lo que sería “prueba inequívoca de que la naturaleza
ha ido poco a poco, y sin dar grandes saltos, modificándose así
en los reinos vivos como en la materia bruta o inorgánica; en
confirmación del enlace que necesariamente debe existir entre
partes distintas de un mismo todo, único, grandioso y armónico” (Op. cit.: 714).
Artículo III. Vuelve a centrarse en el carácter paleontológico
de los terrenos, que sirve de elemento de datación, pero además
nos informa sobre “la existencia de una serie continua, así botánica como zoológica, lo mismo que los de la fijeza o variabilidad indeterminada o transformación de las especies, y por
último el corolario inmediato de la suposición de una sola, o de
tantas creaciones cuantas son las faunas y floras que existieron
en los diferentes terrenos” (Op. cit.: 737). Tales observaciones
son analizadas científicamente a partir de dos premisas: la idea
de que los organismos desde un primer momento han estados
sujetos “al mismo plan de estructura y de armonía” (Op. cit.:
737), y que la materia inorgánica siempre ha estado sometida a
las mismas leyes de la naturaleza.
En el párrafo siguiente hace referencia a que la mayoría
de los autores aceptan la existencia de creaciones sucesivas,
de acuerdo con la “relación mosaica”, tanto en la existencia
de varias creaciones como en el orden de las mismas. Aunque,
citando a “Lamarck, Darwin y otros” advierte que “autoridades
respetabilísimas por su profundo saber... admiten una creación
única que ha ido modificándose a través de la sucesiva evolución de la materia mineral hasta llegar al hombre” (Op. cit.:
738). Y continúa (Op. cit.: 738):
... nos complacemos, sin embargo, en consignar que la
inmensa mayoría está por diferentes creaciones independientes de seres que aparecieron y dejaron de existir en
cada terreno; hallándose en este punto completamente de
acuerdo con la relación mosaica, pues no solo se refiere
esta a creaciones diferentes, sino que el orden con que
Moisés las indica coincide exactamente con lo que la
ciencia ha podido descubrir en virtud de la más asidua
exploración en la inmensa serie de los terrenos de sedimentos.
Criticaba el transformismo, ya que para admitirlo había que
suponer que el proceso, repetido en el caso de las miles de miles
de especies existentes, requería un tiempo tan inconmensurablemente largo que la razón y la Biblia desmentían (Op. cit.:
738-739).
Además, decía, la ciencia se oponía a la creación orgánica única, ya que los restos fósiles apoyaban el que la vida
no había empezado con organismos sencillos y de un orden
inferior, sino que en los terrenos de “primera creación” se
encontraban representantes de casi toda la escala zoológica:
“la fauna primordial” (trilobites, cefalópodos, braquiópodos,
zoofitos...). De esto debía deducirse “que lejos de confirmar la
idea de una creación primera con carácter de embrionaria, la
naturaleza quiso hacer alarde desde su origen de los diferentes
tipos que habían de representar con el tiempo todo el reino
animal” (Op. cit.: 739).
Según Vilanova, dependiendo del diferente modo de considerar la cuestión de la creación orgánica, se podía tener
también diferentes conceptos sobre la especie. Para algunos
era fija e inmutable, para otros era susceptible de sufrir cambios. Estos últimos, en opinión de Vilanova, partían más o
menos disimuladamente de la generación espontánea, o de
la capacidad de la materia mineral, puesta en determinadas
condiciones, de producir organismos inferiores. Admitían,
pues, una creación única de la materia orgánica en su primitivo estado y la hacían diversificarse por gradaciones insensibles hasta el número de especies existentes en el presente,
haciendo intervenir para ello sólo a las causas físicas externas
durante un largo periodo de tiempo. Coherentemente con sus
postulados, estos autores rechazaban los grandes cataclismos
para explicar la historia de la Tierra. Suponían que una especie
dada podía convertirse en otra diferente, al sufrir una serie de
modificaciones en el transcurso del tiempo, que llegando a
ser esenciales y trasmitiéndose de generación en generación,
imprimían carácter a sus representantes hasta convertirse en
una especie distinta.
La ciencia por tanto, según Vilanova, daba un rudo golpe,
aunque no el único, al principio fundamental de Lamarck y
Darwin. Para él, la “primera ley paleontológica”, que establecía que la duración de las especies en los tiempos geológicos había sido limitada, probaba que las diferentes floras
y faunas eran el resultado de creaciones distintas, puesto
que había tal “diversidad” entre las pertenecientes a terrenos
correlativos que difícilmente podía seguirse la idea de que
unas procedían de otras. Las especies jóvenes habían podido
adaptarse a las nuevas condiciones biológicas, mientras que
las viejas se habían extinguido. Y comentaba: cada terreno
“contiene en su seno un conjunto no de familias y géneros,
sino de especies animales y vegetales diferentes de las anteriores y posteriores, notándose tal diversidad entre ellas, que
difícilmente puede surgir la idea de que sean las unas hijas de
las otras, sino resultado más bien de creaciones diferentes”
(Op. cit.: 740).
El resto del artículo lo dedica a mostrar las cuatro “leyes
o principios” paleontológicos y a interpretarlos de un modo
más acorde con su creencia en la necesidad de las creaciones
múltiples: 1ª, “la duración de las especies en los tiempos geológicos ha sido limitada”; 2ª, “las especies contemporáneas en
una misma o en localidades no muy lejanas, han aparecido y
desaparecido simultáneamente en su mayor parte”; 3ª, “desde
el momento en que aparece por primera vez un tipo zoológico
hasta su extinción completa, no ha sufrido interrupción en su
existencia”; 4ª, “que los animales más perfectos o de organización más compleja, proceden de épocas relativamente más
modernas” (Op. cit.: 740-741).
123
[page-n-137]
Comenta que este último principio aparentemente estaría
de acuerdo con los que suponían una evolución, ya que implicaría el “perfeccionamiento gradual”. Pero hace hincapié en que
se refiere a los grupos y pone como ejemplo “que el hombre
ha sido el último ser creado, que a él le precedieron inmediatamente los mamíferos, a éstos las aves y así sucesivamente.
Pero si descendemos a detalles, vemos lo que ya indicamos más
arriba; a saber, que lejos de suponer esto una filiación continua o
una descendencia en línea recta, procediendo los más perfectos
de los menos complejos, lo cual nos llevaría hasta el extremo
incalificable de que el hombre reconociera al mono por ascendiente” (Op. cit.: 741).
Finalmente, resume cuales son las verdades para él: existencia de creaciones sucesivas, las especies son fijas y que no
puede proceder de otras previas, y que los organismos aparecieron desde el primer momento “perfectos a su manera”.
Vale la pena señalar que, en estos párrafos, cita las obras de
D’Orbigny, Cuvier, D’Archiac y Pictet. Termina concluyendo
(Op. cit.: 741):
1º que no hubo una sola y única creación, sino tantas cuantas
son las faunas y floras independientes que caracterizan los
diversos periodos de la historia terrestre; 2º que en su consecuencia y según nuestro modo de pensar, la especie es un
tipo fijo y constante autónomo, digámoslo así, y de manera
alguna procedente de metamorfósis sucesivas de otras anteriores; y 3º que lejos de haber aparecido el organismo en
estado embrionario, se presentó desde su origen del modo
más variado y perfecto a su manera.
Artículo IV. Dedicado enteramente a explicar “el cuadro de
los terrenos que representa en su conjunto la historia física de la
Tierra” (Vilanova, 1867e: 5). El propio Vilanova indica que la
teoría aceptada es la plutónica, y a la hora de caracterizar cada
terreno, esto es, su edad, refiere dos modos: bien de acuerdo
con los levantamientos de los sistemas montañosos y las rocas
ígneas que los originan, bien mediante el orden de superposición de las capas y los fósiles que ellos contienen. Indica que
aunque puedan parecer dos sistemas distintos, realmente la conjunción de ambos es perfecta y se complementan. A continuación ofrece una breve historia de las divisiones temporales que
se han ido utilizando, y expone la usada en la época siguiendo
el orden desde más antiguo a más moderno, dando una breve
caracterización para cada “terreno”, incluido el cuaternario,
aunque comenta que éste será desarrollado más ampliamente
en el siguiente artículo. Finaliza ofreciendo un cuadro sintético
de los terrenos.
Artículo V. Describe y caracteriza el Cuaternario o Posterciario, reseñando las teorías más en boga para explicar los
periodos glaciares que en él habían ocurrido. Este periodo
lo caracteriza por la aparición del hombre y de la flora y
fauna actuales; también indica la dificultad para separarlo
del Plioceno, ya que sólo se diferenciarían por la extinción
de algunas especies. Además, comenta que, desde el punto de
vista estratigráfico, el tránsito entre el Terciario y el Cuaternario en algunos lugares es tan insensible que resulta difícil
situar el límite. Dicho lo cual, señala que los depósitos de tipo
aluvial y diluvial son claramente cuaternarios, aunque tienen
tal variedad de composición y desarrollo según las regiones,
que “el Cuaternario no posee materiales propios, sino que está
124
representado en cada comarca o región por los detritus o resultados de la destrucción de aquellas rocas que forman la base
de terrenos anteriores” (Op. cit.: 40). Otra de las características de este terreno para Vilanova era “que durante esta época
geológica cesa casi por completo la sedimentación normal y
tranquila, para ser reemplazada por el transporte tumultuoso
de los materiales a largas distancias unas veces, aunque más
frecuentemente a puntos poco lejanos o circunscritos. Puede
decirse que el terreno que nos ocupa es de sedimento, pero
incompleto, supuesto que de las tres condiciones que determinan la sedimentación, esto es, erosión, transporte y depósito
tranquilo en el seno de las aguas marinas o lacustres, le falta
esta última” (Op. cit.: 41).
A continuación dedica varios párrafos a explicar esta cuestión,
llamando la atención sobre los cantos que forman estos depósitos, entre los que distingue dos tipos que aparecen en distintas
regiones: unos redondeados y lisos, y otros angulosos con señales
de estrías y a veces pulimentados. Ello implica que el acarreo no
ha sido siempre por agua líquida y que los últimos cantos habrían
sido transportados por “la acción del agua sólida”. Además, estos
últimos se agrupan por composición, y no por peso o tamaño,
lo que indicaría unas condiciones de arrastre muy distintas a las
de las “aguas líquidas”. Al considerar estos depósitos como glaciares, se puede admitir que las condiciones climáticas del Cuaternario habrían sido muy diferentes a las de periodos anteriores,
lo que venía corroborado por la presencia en Europa de faunas y
floras ecuatoriales en el Terciario superior.
En el último periodo geológico, se produjo un profundo
cambio tanto en las condiciones climáticas y orográficas como
hidrográficas, que supusieron la desaparición de la mayor parte
de las faunas precedentes y su sustitución por las actuales.
“Este cambio brusco consistió principalmente en un desarrollo
extraordinario de las nieves perpetuas, las cuales a juzgar por la
extensión de sus efectos…, debieron ocupar casi todo el continente europeo” (Op. cit.: 43). También plantea que durante este
primer periodo glacial, el hombre todavía no habitaba Europa,
ya que por el momento no se había encontrado ningún dato que
justificara esta interpretación. Curiosamente considera que estas
condiciones climáticas no eran favorables “para que se realizase
ese gran acontecimiento con el que, según la frase bíblica, quiso
Dios coronar la portentosa obra de la Creación” (Op. cit.: 43).
Posteriormente se produjo un cambio en las condiciones
ambientales, apareciendo las faunas de mamut, rinoceronte
lanudo y demás fauna de las cavernas, que “formaron el cortejo
del hombre al aparecer en Europa por primera vez, procedente,
casi puede decirse con seguridad, de las regiones orientales,
donde el común sentir de las gentes señala a la humanidad su
cuna” (Op. cit.: 43).
Propone que el levantamiento de los Alpes dio origen al
importante cambio climático que originó la primera glaciación.
En una etapa posterior, un movimiento de depresión en todo el
continente europeo originaría una elevación de las temperaturas
y, por lo tanto, la fusión de los hielos. Las aguas de fusión originarían la mayoría de los valles actuales con su gran fuerza,
así como extraerían los materiales de las cuevas, dejándolas en
condiciones de ser habitadas. A este periodo, conocido como
del Oso y la hiena de las cavernas, le calcula una duración de
unos miles de años y en él ya acepta la presencia del “hombre
primitivo”, del cual se encuentran herramientas en las mismas
cavernas, en los niveles denominados “brechas huesosas”.
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El siguiente periodo se denomina del Reno y se caracterizó
por un recrudecimiento del clima, que si bien no llegó a los
extremos de la anterior glaciación, la posterior fusión de los
hielos también provocó grandes inundaciones, que anegaron las
cavernas, donde se depositaron restos del hombre primitivo, su
industria y los huesos de los animales que le acompañaron en su
aparición en Europa. Esta amplia inundación, que sería primero
tumultuosa y luego más tranquila, fue precedida por un hundimiento del suelo y marcaría el final de la época prehistórica. Esta
inundación habría originado la morfología actual de Europa,
dejando como resultado los sedimentos conocidos como diluvio
o diluvium rojo (detríticos groseros), que estarían recubiertos
por un material más fino denominado Lehm o Lœss (limos), en
el que se encuentran gran cantidad de fósiles, la mayoría de los
cuales todavía viven en la actualidad, aunque algunos se han
extinguido. Estas grandes inundaciones dejaron finalmente una
capa superior de “tierra vegetal”, por lo que Vilanova concluía
“que si bajo el punto de vista moral, el diluvio fue un castigo
que Dios envió a la tierra, o contra sus moradores pervertidos
por el pecado, considerado como fenómeno físico fue un bien
tan grande, que sin él difícilmente el hombre hubiese encontrado en el globo condiciones para poder vivir y desarrollarse”
(Op. cit.: 45). Esta misma idea la repite Vilanova en el capítulo
dedicado a las inundaciones en su tratado sobre los pozos artesianos (Vilanova, 1880b).
Por encima de estos niveles crecieron los niveles de turba,
que todavía se están produciendo en algunas regiones en la
actualidad. A continuación resume toda esta información, e
incluye datos de distintas regiones del Norte de Europa, para
acabar comentando que para el desarrollo de todo este conjunto
sedimentario de la primera época glacial y la inundación posterior, habrían sido necesarios unos 60.000 años según Lyell, y
luego se desarrollaría la segunda época glacial, para la que ya no
da una duración. Por último incluye un “cuadro de clasificación
del terreno de Cuaternario, por D’Archiac”.
Artículo VI. Expone las distintas hipótesis esgrimidas para
explicar los periodos glaciares, y las causas que motivaron sus
avances y retrocesos, y por consiguiente los cambios que ocasionaron en el nivel del mar. Vilanova repasa las distintas causas
invocadas, enumerándolas de menor a mayor probabilidad,
según su aceptación.
En primer lugar habla de la teoría del cambio de dirección
del eje de rotación de la Tierra defendida por Boucheporn.
Esta teoría trata de explicar la presencia en regiones polares
de restos de grandes mamíferos como elefantes, rinocerontes,
hipopótamos, etc, actualmente circunscritos a regiones tropicales. El cambio de la dirección del eje permitiría que la disposición de las zonas climáticas cambiara, y que las regiones
polares hubieran sido equivalentes a las tropicales actuales;
además de implicar grandes corrientes de agua en áreas continentales y traslaciones de los mares, que podrían explicar los
materiales denominados como diluviales. Para Boucheporn
estos cambios ocurrirían en periodos más o menos regulares,
lo que permitiría explicar la distribución de faunas y floras en
las distintas épocas geológicas por efecto del clima. Vilanova
comenta que esta teoría es rechazada porque “el movimiento
de rotación de un cuerpo cualquiera no se efectúa sino alrededor de un eje de simetría; y en un elipsoide de revolución
sólo puede determinar el cambio del eje una deformación de
dicho cuerpo” (Vilanova, 1867e: 66). A continuación, des-
cribe brevemente la forma de la Tierra y como se originó, para
negar así toda posibilidad de modificación de su forma. Vilanova explica que estas faunas de grandes mamíferos debieron
vivir en las regiones polares bajo condiciones similares a las
actuales, ya que se han descubierto restos de “elefantes” con
una espesa capa de pelo, lo que probaría “que la organización
de dichos animales estaba ya en relación con el clima frío en
extremo de dichas comarcas” (Op. cit.: 67), por lo que no sería
necesario el cambio en la dirección del eje de rotación de la
Tierra.
A continuación expone las ideas de Humboldt, para quien
la desaparición de estas faunas se debería a los repetidos
cambios, oscilaciones, de la superficie del Norte de Europa,
y probablemente del Norte de Asia y de América. Esta hipótesis también fue expuesta por Von Buch, y aceptada por Elie
de Beaumont, quien la generalizó en el contexto de su teoría
de los sistemas montañosos. A continuación expone someramente los fundamentos de la teoría de Elie de Beaumont,
que había sido el marco de referencia en las últimas décadas,
pero que en esos momentos ya no se consideraba totalmente
cierta, ya que estaba claro que los levantamientos no habían
sido universales, sino regionales. Además, para la mayoría
de los casos, se estaba imponiendo la idea de levantamientos
lentos y paulatinos e incluso, de acuerdo con Prevost, se apuntaba la posibilidad de que algunos levantamientos tuvieran su
origen en una causa diametralmente opuesta, como sería un
hundimiento. Termina el comentario sobre la cuestión de las
cadenas montañosas, diciendo que por el momento todavía no
se había encontrado “una ley que arregle y determine de un
modo regular y constante todos estos movimientos. Lo más
que puede decirse con Lyell es que la eyección de los materiales eruptivos, unas veces, y la retracción por enfriamiento
de los mismos, otras, determinan elevaciones y hundimientos
locales en el suelo” (Op. cit.: 69).
Finalmente, para los cambios producidos en el Cuaternario,
dice (Op. cit.: 69-70):
Así es que Lyell, y con él la mayor parte de los geólogos
ingleses, franceses y suizos, hacen coincidir las dos épocas
glaciales o de invasión de las nieves perpetuas con el levantamiento de los Alpes y de casi todo el continente europeo,
así como la retirada de aquéllas y la invasión de las aguas
corrientes y del mar suponen haber sido contemporánea o
consecuencia del hundimiento repetido del mismo.
La confirmación de esta idea venía dada por los descubrimientos en la península escandinava, donde se encuentran rocas
estriadas y superficies pulimentadas hasta una altura de 200 m,
y a la misma altura se encuentran capas arcillosas con fósiles de
las especies que ahora viven en el mar Báltico, que se habrían
formado en condiciones tranquilas. De estas informaciones, se
ha inferido que la Península escandinava ha estado sometida a
un movimiento de ascenso primero y luego de descenso, de una
amplitud al menos de 200 m, en una época anterior a la actual,
mientras que la actualidad predomina de nuevo el movimiento
ascendente. Analizando todos estos hechos, concluye que en los
momentos de ascenso las nieves alcanzarían un mayor desarrollo, y producirían los fenómenos de pulido y abrasión de las
rocas, y en los descensos, se fundiría la nieve y se produciría
una invasión del mar de estas zonas.
125
[page-n-139]
Artículo VII. Continúa exponiendo las teorías sobre
los cambios climáticos en el Cuaternario. En primer lugar,
comenta la modificación de Mortillet a la teoría de las oscilaciones terrestres, según la cual estas modificaciones climáticas
y morfológicas estaban relacionadas, primero con un movimiento de levantamiento de los Alpes, que originó los grandes
valles, luego un hundimiento, que rellenó estos valles, y finalmente un levantamiento, más leve, en el que una parte de los
materiales depositados fueron arrastrados. Durante el hundimiento, el mar debió inundar parte del centro de Europa y el
Sahara, lo que originaría un enfriamiento de las temperaturas;
el posterior levantamiento y retorno del mar a sus límites
actuales, implicaría una elevación gradual de las temperaturas.
Vilanova, por su parte, la critica, pues la invasión de grandes
áreas por el mar implicaría un clima más húmedo y uniforme,
y refiere algunos argumentos más contrarios a las propuestas
de Mortillet. También comenta la teoría del suizo Escher sobre
una inundación del Sahara, que habría conllevado un cambio
en el régimen de vientos con la desaparición del Sirocco, que
para Agassiz era el principal causante de la ablación de los
glaciares actuales de los Alpes. Tampoco se muestra Vilanova
partidario de estas teorías, ya que, si bien puede considerarse
plausible la invasión del Sahara por el Mediterráneo coincidiendo con un levantamiento de los Alpes, es difícil explicar
cómo se corresponde este fenómeno local con la glaciación
producida en Norteamérica. Por otro lado, comenta que tampoco hay que olvidar la periodicidad de tales fenómenos en el
Cuaternario y considera muy improbable la repetición de las
glaciaciones
A continuación, pasa a exponer un grupo de teorías más
generales, que, unidas a las causas que se han explicado previamente, pudieran explicar estos hechos. Para Lecoq, el clima
habría ido cambiando en función de la evolución de la Tierra,
con tres grandes periodos para los climas: terrestre, “misto” y
solar. Durante el primero, la principal fuente de temperatura
sería el calor interno de la Tierra, dado el carácter ígneo de la
formación del planeta, por lo que sería un clima homogéneo
para toda la superficie. Este periodo abarcaría desde la solidificación de la corteza hasta el Paleozoico “cuya fauna y flora
se distinguen principalmente por su grande uniformidad y por
la extensa área de dispersión de las especies que las representan” (Op. cit.: 113). No podemos olvidar aquí que este
tema estaba siendo ampliamente debatido, ya que Lyell en sus
Principles presuponía una Tierra en equilibrio, con un clima
que no habría cambiado a lo largo de su historia, aunque si
que podía haber tenido variaciones cíclicas. Mientras que la
mayoría de los autores consideraban que el clima de la Tierra
habría sufrido un enfriamiento continuo desde la formación de
la misma hasta nuestros días, un ejemplo palpable era la era
glacial cuaternaria.
La mayor parte del Mesozoico vendría dominado por el
segundo, o mixto, en el que el clima estaría influenciado tanto
por el calor interno como por el calor solar, en este caso “faunas
y floras participando aún en parte de la extensión y uniformidad
del periodo anterior, manifiestan ya una tendencia marcada a
localizarse, reduciéndose considerablemente el área de dispersión de los diferentes grupos de animales y plantas que las
caracterizan” (Op. cit.: 113). El tercer periodo o solar, empezaría en el Cretácico y correspondería básicamente al Cenozoico, cuando la corteza terrestre habría engrosado tanto, que
126
impediría la adecuada difusión del calor interno, y el clima
básicamente dependería de la influencia solar, modificado más
o menos por condiciones locales de la superficie.
Seguidamente, Vilanova, explica cuál es el mecanismo
ideado por Lecoq para explicar las glaciaciones: “el sol a la
sazón era más joven”, por lo que produciría una mayor evaporación, y por consiguiente mayores precipitaciones. Tras una
larga explicación, Vilanova tampoco la considera satisfactoria
para explicar las oscilaciones de las glaciaciones cuaternarias.
Acaba recordando a los glacialistas, para quienes, además de
los movimientos de elevación y hundimiento, la Tierra recorría
en ocasiones zonas del espacio de bajas temperaturas. Y los que
suponían que las oscilaciones pudieran ser debidas a la “precesión de los equinoccios”, que tiene una ciclicidad de 21.000
años. Tras enumerar las cinco consecuencias principales de esta
precesión sobre el clima terrestre, comenta “que por la causa
cósmica que estamos apuntando, al parecer podría explicarse
la repetición periódica a grandes intervalos de ciertos acontecimientos del terreno cuaternario” (Op. cit.: 116). Considera que
sería necesario conocer si tales variaciones originarían traslaciones de las aguas de un hemisferio a otro, y si éstas serían
tumultuosas o, como le parecía más probable, lentas y paulatinas. Aunque refiere algunas objeciones a esta teoría, piensa
que puede ofrecer explicaciones válidas a las oscilaciones climáticas del Cuaternario.
Artículo VIII. “Reseña histórica de la materia”. Curiosamente este artículo lo inicia con referencia al reciente descubrimiento de la mandíbula de Moulin Quignon por Boucher de
Perthes (Op. cit.: 28-III-1862), y la reunión posterior entre geólogos franceses e ingleses para discutir sobre su autenticidad.
Luego, su comentario histórico se retrotrae a Leonardo da Vinci
y los primeros restos fósiles considerados por Scheuchzer en
1726, como el Homo diluvii testis o el esqueleto de Guadalupe, conservado en el Museo del Jardín de Plantas de París. La
principal consecuencia del error producido en la asignación de
tales descubrimientos, fue que los hallazgos posteriores fueran
sistemáticamente puestos en duda, como ocurrió con los restos
encontrados en cuevas de Bélgica en 1833. Este escepticismo
respecto a la existencia o no de un hombre antediluvial, Vilanova lo asume como fruto de la falta de datos, que al igual
que en el siglo XVIII había llevado a aceptar la existencia de
gigantes, poniendo como ejemplo a Torrubia y su interpretación
de los huesos de Concud (ver Pelayo, 1994, y Gozalo, 1999b),
posteriormente supuso la no aceptación de descubrimientos
tales como los útiles de piedra recogidos en los mismos niveles
que las faunas extintas del Cuaternario. Termina diciendo (Vilanova, 1867e: 137):
Por desgracia mezclóse en todo esto el espíritu de partido
religioso, que es el que más peligros ofrece para el verdadero esclarecimiento de la materia, siendo para los unos
artículo de fe la existencia del hombre antes del diluvio,
y motivo para dudar y tener en poco este dato los de la
escuela contraria.
De este modo la “gran antigüedad” del hombre fue muy
discutida, y autores como Cuvier, consideraban que ésta no
superaba los 5000 años, y se opuso a la idea de que fuera contemporáneo de los grandes mamíferos del Cuaternario. Esta
opinión supuso una importante traba para los estudios poste-
[page-n-140]
riores, y así, Lyell no aceptará tal coexistencia hasta 1863. Ello
explica que Boucher de Perthes necesitara casi medio siglo de
hallazgos y estudios, para que se aceptaran sus ideas, con la
excepción de algunos autores como Alfonse Brongniart, o más
tarde Rigollot, quien se convirtió en defensor y difusor de las
mismas.
Artículo IX “Continúa la reseña histórica”. Comienza con
una pequeña biografía de Boucher de Perthes y la enumeración de sus principales obras y descubrimientos, resumidos del
trabajo del propio Perthes, De l’Homme antediluvien et des
ses œuvres (1860). Enumera sus hallazgos de instrumentos de
sílex junto a restos de mamíferos tanto en cuevas y capas de
turba como en el llamado diluvium. También pergeña una historia desde el rechazo frontal a estos descubrimientos a su posterior aceptación por Brongniart en 1840, la confirmación de
los mismos por Ravin y Buteux, y el hallazgo de sílex labrados
en Saint Acheul por parte de Rigollot (1854), que supuso un
auténtico punto de inflexión, pues pasó de ser un opositor a las
ideas de Perthes a un defensor de las mismas. Por otro lado,
estos descubrimientos originaron diversas controversias científicas y religiosas en el mundo académico de París, pero una
vez aceptada la posibilidad de armonizar estos hallazgos con
el relato bíblico, la disputa más ardua se mantuvo en el campo
científico.
Uno de los aspectos que se discutió fue la posibilidad de
que los materiales del diluvium fueran recientes, o bien, material
removido, sobre lo cual argumentaba Perthes, que su espesor
y regularidad hablaban a favor de su antigüedad, y lo mismo
ocurría con la formación de turberas, algunas de las cuales se
disponían suprayacentes a depósitos con instrumentos líticos.
Así, concluía que todos estos depósitos deberían pertenecer al
diluvium.
Aún así, estos trabajos no tuvieron un eco importante hasta
que en 1859 Prestwich, miembro de la Sociedad Geológica de
Londres, visitó Abbeville y observó los yacimientos con huesos
e instrumentos líticos, informando en 1860 a la Royal Society en
un artículo publicado en sus Philosophical Transactions, donde
además comparaba estos yacimientos con los del Sur de Inglaterra y mostraba sus similitudes. La conclusión era (Vilanova,
1867e: 174):
... que los pedernales labrados son, sin género ninguno de
duda, resultado de la acción del hombre; que la posición
que ocupan es en bancos que no han sufrido alteraciones
posteriores a su formación, y hállanse mezclados con
huesos de mamíferos extinguidos los unos, y vivos aún en
el periodo actual los otros. El enterramiento de todos estos
objetos es postglacial, supuesto que se verificó después del
depósito de las arcillas que llevan o contienen cantos erráticos o errantes.39
A pesar de todo esto, todavía faltaba un elemento crucial:
el descubrimiento de restos humanos junto a estos materiales,
lo que se produjo en marzo de 1862, cuando Boucher de Perthes descubrió una mandíbula humana en Moulin Quignon.
Ello propició que, entre el 10 y el 15 de abril, varios científicos
franceses e ingleses fueran a estudiar conjuntamente tanto la
39
mandíbula como el yacimiento. Finalmente, Carpenter y Falconer (Sociedad Geológica de Londres), Quatrefages (Academia de París), Garrigou (Sociedad Geológica de Francia)
y el Abate Bourgeois (profesor en el colegio de Pont-le-Voy)
llegaron a la conclusión de que la mandíbula fósil era realmente humana.
Tras esta aseveración, se publicaron numerosos artículos
relativos a la cuestión. Así el 20 de abril, Quatrefages presentó
la mandíbula y sus conclusiones sobre la misma ante la Academia de París, y Perthes explicó la estratigrafía del yacimiento.
Sin embargo, el día 25 de abril el Times publicó una carta de
Falconer en la que argumentaba contra estos descubrimientos
(Op. cit.: 175):
1.º que las hachas de sílex examinadas por personas competentes, eran falsas; 2.º que una muela que él había llevado
a Londres era reciente, y 3.º que la mandíbula considerada
como fósil no ofrecía carácter alguno, que la diferenciase
de los huesos que se encuentran en los cementerios de
Londres. Terminaba la carta de Falconer asegurando que
todos habían sido víctimas de un fraude preparado por los
obreros, siquiera reconociese que el engaño, aunque debido
quizás a una mera casualidad, había sido tan hábil, que no
lo hubiera preparado mejor la primera Sociedad antropológica del mundo.
Tras esta carta, la reacción en Francia fue proponer la realización de un congreso anglo-francés con el fin de discutir los
hallazgos.
Artículo X. La comisión franco-británica se reunió en París
en mayo de 1863 para analizar el problema, con la presencia
de Henri Milne-Edwards como conciliador y la participación
de Falconer, Prestwich y Busk, por Inglaterra, y Quatrefages,
Lartet, Desoyers y Delesse, por Francia. En primer lugar, estudiaron el material ya recogido y la mandíbula, y posteriormente
fueron a examinar in situ los yacimientos. En esta fase se les
unieron varios paleontólogos más: Hebert, Vibraye, Gaudry,
Aba
te Bourgeois, Delanoue, Garrigou, Alphonse MilneEdwards, Bert y Vaillant.
En el estudio del yacimiento y la secuencia estratigráfica, se
descubrieron nuevos instrumentos de similares características
a los previamente encontrados, que se consideraron auténticos,
desechándose así la posibilidad de fraude, tanto para los instrumentos como para la mandíbula. Tras ello, Quatrefages y
Milne-Edwards emitieron un informe centrado básicamente en
las cuestiones osteológicas, pero sin hacer hincapié en los datos
geológicos, por lo que no quedó totalmente clara la posición
estratigráfica de estos descubrimientos. Ello permitió a autores
como Elie de Beaumont, a dudar no de la autenticidad de los
hallazgos, sino de su antigüedad y pertenencia a los materiales
diluviales, asignándolos a materiales más recientes o “depósitos
sueltos o incoherentes de las faldas de los montes, aplicado por
él y por Mr. Dufrénoy en el mapa geológico de Francia a un
terreno que él llama post-diluvial y de consiguiente mucho más
moderno” (Op. cit.: 206). Así, mantenía la idea de Cuvier de
que la especie humana no era contemporánea del “elefante primitivo”.
La traducción corresponde al propio Vilanova.
127
[page-n-141]
Finalmente, Vilanova extractaba parte de una carta de Falconer al Times (21 de mayo de 1863), donde explicaba e informaba de los cuatro acuerdos principales de la reunión, en la que
se aceptaba la autenticidad y contemporaneidad de la mandíbula
y de los instrumentos líticos.
Artículo XI. Comienza con el resumen del Curso de paleontología en el Jardin de Plantas de París de D’Archiac, donde
admitía la coexistencia del hombre con las faunas cuaternarias
de mamíferos ya extinguidas, y por lo tanto la gran antigüedad
del hombre. El problema consecuente era la datación de las
capas dentro de la serie cuaternaria.
Para abordar este problema, Vilanova acudió a los datos
de la geología de los distintos lugares donde se habían encontrado estos yacimientos. Así comentaba, que los yacimientos del
Somme y del área del Oise, se disponían directamente sobre el
Cretácico o el Terciario Inferior, por lo que no era posible su
datación por medio de las series inferiores. Sin embargo, los
yacimientos del Sur de Inglaterra se disponían “en capas lacustres, que se han depositado inmediatamente después del asurcamiento parcial de la arcilla de cantos erráticos llamada Till o
Boulder-clay” (Op. cit.: 232). Estas capas eran más modernas
que el Cuaternario marino inglés y que “las masas de huesos
de Elephas meridionalis y antiquus”, y por supuesto que el
Crag o Terciario Superior de esta región. También serían más
modernas que las superficies de abrasión glaciares de Gran Bretaña y Escandinavia.
A continuación daba indicación de las faunas acompañantes,
comentaba que la mayoría de los moluscos encontrados en esas
capas todavía vivían en esa región, a excepción de dos o tres,
y nominaba los mamíferos encontrados en ellas: “Elephas primigenius y antiquus, el Rhinoceros tichorhinus, Hippopotamus
major, Cervus tarandus, C. megaceros, Bos primigenius y B.
moschatus, Equus fósilis, Felis spelæa, Hyena spelæa, Ursus
spelæus, etc.” (Op. cit.: 232-233). Finalmente comentaba que
esta asociación fósil era la misma que se encontraba en los yacimientos de las cercanías de Abbeville. Tal analogía venía reforzada por la presencia de “Corbula consobrina o fluminalis”,40
característica de un horizonte que se extiende por ambas márgenes del Canal de la Mancha.
Tras resumir toda la información, llegaba a la siguiente
conclusión final: “las formaciones de la cuenca del Soma y
del Oise, posteriores a las arcillas de cantos errantes o Till y al
Crag de Norfolk, representan en realidad la serie de fenómenos
que precedieron a la segunda época glacial” (Op. cit.: 233).
A continuación, citaba a Worsäe para admitir la existencia de
“dos edades de piedra; la una anterior a los últimos depósitos
cuaternarios, que puede llamarse antediluvial, caracterizada por
los sílex más tosca y groseramente labrados; la otra posterior,
o sea antehistórica, cuyas armas e instrumentos demuestran ya
un estado algo menos bárbaro, la cual remonta a la época en
que los moradores de Dinamarca formaban depósitos de conchas, huesos y otros objetos, depósitos que reciben en el país
el nombre, poco cómodo por cierto para nuestra lengua, de
Kjœkkenmöddings (Fig. 52), o a la en que los suizos, irlandeses
y los de otras regiones construían sus habitaciones lacustres”
(Op. cit.: 233).
40
En el artículo XIV cita esta especie como Cyrena fluminalis.
128
Fig. 52. Lámina 6 del Viaje científico á Dinamarca y Suecia con
motivo del Congreso Prehistórico celebrado en Copenhague en 1869
por Vilanova y Tubino publicado en 1871 (Biblioteca del MPV).
Tras esta aceptación mayoritaria de la antigüedad del
hombre y su convivencia con las faunas extinguidas, se inició
una exploración continuada por distintas partes del mundo, así
el citado Falconer visitó Gibraltar y Andalucía, pero murió antes
de que publicará sus hallazgos. Poco después también murió
Casiano de Prado “a quien la ciencia debía igualmente varios
descubrimientos de este género en nuestro suelo, que debieron
servir de gran auxiliar al inglés Falconer para sus estudios. Por
fortuna el Sr. Prado consignó en la Memoria de la provincia de
Madrid las más importantes noticias que poseía acerca de los
depósitos de las cavernas y de los aluviones antiguos en algunas
de nuestras provincias; si bien con posterioridad recogió mayor
copia de datos que han quedado ignorados e inéditos” (Op. cit.:
234). Vilanova dedicó el resto del artículo a comentar sucintamente los descubrimientos que se fueron haciendo en los distintos países europeos y en Estados Unidos.
Artículo XII. Dedica el artículo a exponer de manera amplia
los descubrimientos que se habían realizado hasta ese momento,
pero desarrollando su exposición según el criterio geográfico.
Apelando a un precepto de “justicia”, comienza por la región
de la Picardía, donde Boucher de Perthes había realizado la
mayoría de sus descubrimientos y que servía como referencia
para otras regiones.
Describe brevemente la orografía y geología de la región,
incluyendo un corte geológico del valle del Somme (Op.
[page-n-142]
cit.: 264, figura 1), que como indica el propio Vilanova “he
copiado de la obra del Sr. Lyell intitulada L’ancienneté de
l’homme” (Op. cit.: 265). Realiza una pormenorizada explicación de los distintos niveles, su formación, sus fósiles y los
instrumentos líticos encontrados en cada caso, incorporando
en muchas ocasiones pequeñas comparaciones con otras
regiones bien conocidas, como Suiza, Dinamarca, Inglaterra,
etc. Además de Perthes y Lyell, refiere a trabajos de Prestwich y D’Archiac.
Uno de los aspectos al que dedica más espacio, es al tiempo
necesario para la formación de las capas de turba que se encuentran en el valle del Somme. Aunque en ningún momento da una
cifra exacta, habla de que los cálculos de Perthes sobre la formación de la turba desde la época antigua hasta la actualidad,
implicaban bastantes miles de años para explicar el espesor de
turba total, lo que le planteaba algunas dudas a Lyell sobre estas
aproximaciones (Op. cit.: 266-267).
Artículo XIII. Aquí continúa con la exposición de la geología del valle del Somme, centrándose en las “formaciones de
transporte antiguo”, que en esta región destacan por la abundancia de restos líticos. A continuación, narra una sucinta historia del conocimiento, tanto popular como científico, acerca de
estos instrumentos, y refiere que el primero en proponer que
eran obra del hombre antes que éste conociera los metales, fue
Mahudel en 1734, quien los denominó “cerannitas o cerannitos” (Op. cit.: 304-305).
Otro aspecto que destaca es el tipo de roca con el que están
fabricados los instrumentos: generalmente de “pedernal o
piedra de chispa” (sílex), pero en ocasiones de serpentina, jade,
diorita, ágata, obsidiana y otras rocas volcánicas y anfibólicas
(Op. cit.: 305). En las páginas siguientes, procede a describir y
figurar distintos instrumentos líticos de acuerdo con el trabajo
de Lyell y la clasificación de Evans, así como la interpretación
de este último, según la cual, la constancia de las formas de
los instrumentos era debida a que cada grupo correspondía a
objetos concretos con una función determinada. También revela
los experimentos de Evans, quien talló distintos instrumentos,
ayudado por un martillo de piedra construido por él mismo (Op.
cit.: 305-309, figuras 2-4 y 6).
Artículo XIV. Refiere de nuevo los descubrimientos de Perthes y las sospechas y acusaciones de fraude lanzadas contra
los operarios que descubrieron las hachas, y que posteriormente
se hicieron extensivas a la autenticidad de la mandíbula de
Moulin-Quignon; así como, los problemas con las comisiones
científicas, que derivaron en agrias discusiones. Seguidamente,
Vilanova comenta varios hechos que hubieran debido ser suficientes para aceptar la autenticidad de los descubrimientos, y
que sin embargo tardaron casi tres décadas en ser aceptados.
Es como si tal diatriba fuera premonitoria de los problemas que
posteriormente iba a tener por la acusación de fraude en el caso
de las pinturas de las Cuevas de Altamira.
Destaca que sólo se encuentran unos tipos determinados de
instrumentos en cada localidad o en cada capa, como ocurre en
el yacimiento de Moulin Quignon donde se encuentran varias
capas y cada una de ellas con una industria lítica distinta, y concluye (Op. cit.: 362):
41
El orden pues con que se suceden los sílex labrados en
aquél, como en la mayor parte de los yacimientos de tan
importantes documentos, nos revela otras tantas épocas
prehistóricas de una duración muy considerable, y en cuya
fiel interpretación estriba el conocimiento de hechos relativos a la historia del hombre.
Finalmente, termina su descripción geológica de los niveles
de acarreo más antiguos del valle del Somme, siguiendo de
nuevo la obra sobre la Antigüedad del hombre de Lyell. Al
hablar del banco tercero (4, 363 y figura), donde se encuentran los instrumentos más antiguos, habla de su origen fluvial,
aunque ocasionalmente se encontraban mezcladas conchas
lacustres y marinas (Op. cit.: 363):
Esto puede aducirse como prueba inequívoca de que con
más o menos regularidad hubo invasiones del mar en el
continente, sea por efecto de extraordinarias mareas, o por
la reducción del caudal del río, efecto de prolongadas y pertinaces sequías, o también quizá como resultado de ligeros
hundimientos del suelo de dicha comarca.
Por debajo de la capa con instrumentos, aparecía otra de
arenas silíceas con abundantes gasterópodos y bivalvos, la
mayoría de ellos existentes en Francia en la actualidad, pero
destacaba la presencia de Cyrena fluminalis, que en esa época
vivía en el Nilo y varios países asiáticos, pero no en Europa, y se
encontraba como fósil en varios puntos alrededor del Canal de la
Mancha. También cita las faunas de mamíferos acompañantes,
para acabar describiendo los bancos y faunas de los niveles
suprayacentes. Una de las conclusiones es (Op. cit.: 365):
Hoy día se tiene casi una seguridad completa de que algunos
de los mamíferos extinguidos de Menchecourt, vivieron y
perecieron en aquella parte de la Francia en la época en que
fueron depositados y enterrados en las capas fluviátiles los
instrumentos de sílex elaborados por el hombre primitivo.
Termina este artículo, y último de los publicados, comentando las variaciones de los depósitos aluviales del río Somme
y comparando con los hechos históricos y actuales sobre las
mareas e inundaciones en este valle, aplicando un método
actualista para tales interpretaciones, lo cual es lógico, ya que el
guía para esta parte del trabajo ha sido Lyell.
VI.4.4. Información sobre España
Aunque no dedica ningún apartado a España, Vilanova
recogió algunas referencias de sus investigaciones en España,
además de una elogiosa referencia a Prado en el artículo XI.
Veamos las informaciones que ofrece:
En la descripción de los instrumentos líticos en el capítulo XIII,
Vilanova dice: “La mayor parte de estas formas la verá el lector en
las láminas que acompañarán a este escrito, procedente de diversas
localidades de la Península, y principalmente de S. Isidro y de las
cuevas de la provincia de Valencia” (Op. cit.: 306).41
Sin embargo, este propósito no se cumplió en esta serie de artículos y las láminas hubieron de esperar a la publicación de su libro Origen y Antigüedad
del hombre en 1872.
129
[page-n-143]
Más adelante, comenta que además de los instrumentos
con formas definidas, existen numerosas variaciones, pequeñas
lascas e instrumentos más toscos y groseros, que serían de
difícil reconocimiento: “Precisamente es lo que se observa en
las cuevas de Mondúber y Játiva, descubiertas por mí en el
verano de 1866 en la provincia de Valencia” (Op. cit.: 308).
Ya en el capítulo XIV, cuando está discutiendo sobre los
problemas que tuvo Perthes para que aceptaran sus teorías,
escribe un párrafo, donde argumenta sobre la autenticidad de
los descubrimientos españoles, ya que no tenían ningún valor o,
incluso, eran reutilizados (Op. cit.: 360):
Y discurriendo ahora nosotros acerca de estos mismos
objetos [instrumentos líticos] en la Península, podemos asegurar que no valiendo aquí nada dichos utensilios; primero
porque desgraciadamente ni los operarios los conocen, ni
reparan en ellos, y segundo por ser muy contadas las personas que den por ellos algunos reales; aquí, repito, puede
asegurarse que las tales hachas o cuchillos de pedernal son
verdaderamente antiguos y de manera alguna de fabricación moderna. Por otra parte, hay que notar también que
en varios puntos de los que se encuentran dichos utensilios
labrados, no existe en muchas leguas a la redonda criadero
alguno de pedernal, siendo esto tan exacto como que las
gente de Barig, por ejemplo, lejos de fabricar los cuchillos de la cueva de Mondúber, se han servido de ellos por
desgracia inutilizando quizá utensilios muy curiosos, para
labrar piedras de chispa. Otro tanto puede decirse de la
Cueva Negra, junto a Játiva, y de otras muchas.
Cuando comienza a explicar en detalle las capas del corte
de Mechecourt, hace el siguiente comentario: “Al dar cuenta de
los descubrimientos verificados en la Península, veremos que
en S. Isidro, junto a Madrid, los utensilios y armas de piedra se
encuentran también a una profundidad que no baja de 12 a 14
metros de la superficie, según pude ver en la excursión que verifiqué en la primavera de 1867 en compañía de los Sres. Verneuil
y Ernesto Favre de Ginebra” (Op. cit.: 362-363).
Finalmente, al hablar de la coexistencia de algunos de los
mamíferos extinguidos con el hombre dice: “en S. Isidro del
Campo, según demostraremos en su día, los huesos de muchos
mamíferos de los extinguidos se encuentran en un horizonte
geológico superior al en que (sic) aparecen los utensilios de
pedernal, será fácil deducir que en varias regiones el hombre
fue anterior a esos mismos mamíferos perdidos para siempre”
(Op. cit.: 365). De todos modos a continuación indica que esta
precedencia no hay que exagerarla, y que debieron ser casi contemporáneos.
VI.4.5. El trabajo “Origen y Antigüedad del Hombre”
publicado en el Boletín-Revista de la Universidad de
Madrid (1869a)
En este trabajo, Vilanova expuso sus ideas, basadas en argumentos ya expuestos y que repetirá con mayor o menor fidelidad en artículos posteriores, acerca de cuándo y cómo había
aparecido el género humano sobre la Tierra. Al comienzo de la
primera entrega, subtitulada Artículo 1º, hacía referencia a las
obras de varios autores que habían tratado el mismo problema.
Exceptuando las Antigüedades Prehistóricas de Andalucía
130
(1868) de Manuel de Góngora y Martínez, citaba las ediciones
francesas de De l’origine des espèces (1862) de Darwin, De la
place de l’homme dans la nature (1868) de Thomas Huxley,
L’Ancienneté de l’homme (1864) de Lyell, L’Homme avant
l’histoire (1867) de John Lubbock, Leçons sur l’homme (1865),
Mémoire sur les microcéphales ou hommes-singes (1868) de
Carl Vogt y Les habitants primitifs de la Scandinavie (1868) de
Swen Nilsson, además de Origine et transformation de l’homme
(1865) de Pierre Trémaux y De l’homme antediluvien et de ses
oeuvres (1860) de Boucher de Perthes.
Vilanova consideraba que el problema había de ser abordado a partir del análisis de las analogías que relacionaban y
diferenciaban al género humano del resto de los mundos orgánicos e inorgánicos, y a continuación discutir sobre el origen y
las transformaciones de las especies, para terminar obteniendo
datos positivos sobre su aparición en la Tierra. Así, el hombre,
a la vez que compartía componentes inorgánicos y estructuras
complejas orgánicas, poseía atributos peculiares y de cualidad,
como el pensamiento, inteligencia, moralidad y religiosidad,
que le distinguían del resto de la “Creación”.
Más complicado le parecía responder a la cuestión del origen
del hombre. En este sentido, para él, la implicación inmediata
de la aplicación de la teoría de Darwin al hombre, que aunque
estaba de moda pensaba que no era corroborada por los datos
paleontológicos, era que “el ascendiente natural y propio de la
humanidad debía ser el mono más perfecto entre los vivos”, ya
fuera el orangután, el chimpancé, el gorila o alguna especie fósil
del Terciario.
Dejando a un lado la dignidad humana, bastante lastimada a
juicio de Vilanova, la valoración de esta teoría había de hacerse
a la luz de la paleontología, la cual demostraba que la vida no
había sido eterna en el globo terrestre, sino que podía determinarse ya, con mayor o menos certeza, el momento y el orden de
aparición de los organismos: primero los vegetales y luego los
animales. Y de su estudio, quedaba claro que el reino animal se
había manifestado desde un principio con una gran diversidad
de formas. Por ello, partiendo de la existencia independiente
de las especies, la consecuencia lógica que se seguía, era que
no había una sola prueba que apoyara o explicara el origen del
hombre a partir de un tipo inferior cuadrumano.
Vilanova rechazaba el argumento de Darwin sobre la escasez
de materiales paleontológicos, pues lo único que pretendía con
él, era justificar porqué su teoría no se veía confirmada por los
hechos, y repitiendo las mismas razones que había expuesto en
trabajos anteriores, concluía que los datos paleontológicos no
confirmaban el tránsito o transmutación de unas especies en
otras.
En relación al tránsito del mono al hombre, pensaba que
estaba en contradicción con los principios darwinistas, ya
que si la gradación se verificaba dentro del mismo tipo, las
diferencias entre el aparato locomotor de ambos demostraban
que cada uno representaba un tipo diferente y Darwin, aseguraba Vilanova, no admitía el tránsito entre dos tipos. El propio
Vogt, aunque partidario de la procedencia simia del hombre,
no pensaba que fuera ninguno de los monos actuales el antecesor del género humano, ya que para que eso fuera posible
habría que combinar caracteres de las tres especies antropomorfas modernas: el cerebro del orangután, el cráneo y los
dientes del chimpancé y las extremidades del gorila. Por tanto,
según Vogt, el tipo humano y el del mono surgían de un tronco
[page-n-144]
común, produciéndose a continuación un proceso de divergencia cada vez más acusado. Pero Vilanova le reprocha que
le faltaban testimonios y observaciones que pudiesen corroborarla, y mientras esto no ocurriera, seguiría defendiendo que el
hombre era una especie autónoma, que no procedía del desarrollo de ninguno de los primeros tipos de la serie zoológica
(Op. cit.: 245-247).
Tras plantear la cuestión del origen del hombre, en la segunda
entrega, subtitulada De la especie, abordaba el problema de la
antigüedad del género humano en la Tierra. Comienza discutiendo acerca del concepto de especie, tal como había sido propuesto por los naturalistas, desde Ray y Linneo hasta Darwin
y sus contemporáneos. Sus fuentes serán mayoritariamente
francesas y cita a Tournefort, A. de Jussieu, Buffon, Cuvier,
Blainville, Geoffroy de Saint-Hilaire, Lamarck, D.A. Godron
y M.E. Chevreul, a partir de las cuales presenta un panorama,
que abarcaba desde el fijismo más restrictivo, sostenido por los
partidarios de las ideas de Cuvier, como Blainville, quien proclamaba que la estabilidad de las especies era una condición
necesaria para la existencia de la ciencia, hasta el transformismo
postulado por los evolucionistas (Op. cit.: 452-453).
Aunque Vilanova no oculta sus discrepancias con los partidarios de la evolución de las especies, basándose en que la paleontología no apoya las tesis de Darwin, intenta mantener una posición
que él consideraba ecuánime y que partía del principio de que
la variabilidad era admitida por todos los naturalistas. Defiende
que la fecundidad continua es el rasgo distintivo de la especie y
define lo que se entendía respectivamente por género, especie,
raza y variedad. Finaliza esta parte de su discurso sosteniendo
que para aplicar estos conceptos al hombre, era necesario estudiar
el origen de razas y variedades, así como las respectivas acciones
de la herencia, por lo general conservadora, y del medio ambiente
y demás condiciones biológicas, cuya tendencia era apreciablemente modificadora (Op. cit. 461-462).
En el tercer artículo, subtitulado Unidad de la especie
humana, continuaba con su discurso sobre la doble acción a la
que estaban sometidos los organismos, la de la herencia y la del
medio ambiente, cuya interacción explicaba la variabilidad. Así,
en relación al hombre, decía que partiendo del tipo específico,
se producía la diversidad de razas y variedades que existían.
Las variaciones que él admitía en el hombre no eran sólo las
superficiales: el color de la piel y características morfológicas
como talla, aspecto y volumen de la cabeza, etc, sino que también existían gradaciones más o menos pronunciadas en la inteligencia y en el carácter moral y religioso (Op. cit.: 655-656).
Al plantearse si la humanidad constituía una sola especie o
un género representado por varias especies, Vilanova entraba
de lleno en el debate entre monogenistas y poligenistas. Él
defendía con vehemencia la unidad de la especie humana y
aseguraba que mientras la diversidad morfológica presentaba
la misma gradación en los diversos grupos humanos, la uniformidad fisiológica (gestación, instintos, calor corporal, voz,
lenguaje, etc) era el resultado de un primitivo y único origen
(Op. cit.: 661) a partir de una pareja, de acuerdo con el Génesis.
Y en apoyo de sus tesis, citaba las características que definían
la unidad de la especie humana, recogidas en el tratado Phy-
42
siologie Générale. Traité d’Anthropologie physiologique et
philosophique (París, 1863) del médico francés Félix Frédault
(Vilanova, 1869a: 662):
1º En toda especie, la ley de la diversidad crea variedades sin
fijeza. 2º Estas variedades se caracterizan por una modificación en los caracteres esenciales, cuya existencia es obligatoria en la especie, y por la presencia o ausencia de caracteres
accesorios que se dispersan en las razas. 3º Las causas de
estas variedades son las condiciones biológicas o de la vida
y la generación. 4º Todas las objeciones hechas a la unidad
de la especie humana, no son otra cosa sino derogaciones
de estas leyes de la variación. 5º La coloración de la piel es
un carácter accesorio, que no pertenece de un modo exclusivo a ninguna raza, y que depende de las condiciones de
la vida y de la generación. 6º Las diferencias en las tallas,
en la disposición y volumen del cráneo, en la estructura y
aspecto del cabello, la desproporción de las extremidades,
la conformación de los pies, las glándulas mamarias, el callo
adiposo de los hotentotes, etc., no pueden servir en manera
alguna de caracteres específicos. 7º Otro tanto puede decirse
respecto de las diferencias de lenguaje y religión. 8º Todas
las razas humanas son perfectibles y defectibles, no pudiendo
condenar a ninguna de ellas de un modo absoluto, a un permanente grado de inferioridad. 9º Todas las razas humanas se
cruzan, y sus productos son fecundos, exactamente lo mismo
que se observa en todas las razas de una misma especie.
VI.5. El IV Congreso de Antropología
y arqueología Prehistórica de
Copenhague (1869)
La invitación cursada por los organizadores del Congreso
Internacional de Copenhague (1869), a Vilanova y a Tubino,
para que acudieran en representación de España, supuso que el
Ministerio les comisionara como representantes de nuestro país,
aunque sin subvención alguna. Y eso que el naturalista valenciano acababa de ser nombrado secretario del Museo de Ciencias Naturales y que además había sido elegido miembro del
Consejo del congreso.
Esta nominación era importante para Vilanova, ya que fue
elegido en detrimento de los ingenieros de minas, cuerpo que
hasta entonces, y gracias a Casiano de Prado, había llevado la
iniciativa en España de los estudios prehistóricos. La designación de Tubino se justificaba por su interés por la disciplina,
que le llevó a implicarse en el frustrado intento de constituir
una sociedad de prehistoria, y además, acababa de publicar su
primera monografía sobre el particular: Estudios prehistóricos
(Madrid, Revista de Bellas Artes, 1868), que había estado precedida de distintos artículos, entre los que recordaremos la
Comunicación de Francisco M. Tubino sobre sus trabajos en
la Cueva de la Pastora, que apareció en la Gaceta de Madrid
(207, 83, 23 marzo 1868: 1-3), como reconocimiento oficial
a la donación de materiales de esta estación dolmenítica al
Museo Arqueológico Nacional.42 No olvidemos que una de las
El manuscrito completo, con una interesante documentación gráfica, la cual
no fue publicada, ha sido trascrito y editado por Belén (1991).
131
[page-n-145]
razones esgrimidas para la celebración del congreso en Dinamarca, fue la discusión acerca de los dólmenes que habían
mantenido autoridades de la talla de J.J.A. Worsäe (Fig. 51),
Henri Martin, G. de Mortillet, Cesar Daly, Louis Lartet, G.
Lagneau, Adrien de Longperier, J. Desnoyers, Alexis Dureau,
C. Vogt, E. Desor y el marqués de Vibraye en el II Congreso
de París, cuyas actas habían visto la luz ese mismo año, en
un momento en que ya se había aceptado que estas construcciones no eran exclusivas de los celtas y resultaba fundamental
conocer sus tipologías y características en las distintas zonas de
aparición de estos monumentos.43 Todo ello ayuda a entender
la presencia de una persona que, como Tubino, estaba además
al margen del mundo académico e institucional (Ayarzagüena,
1994). Además, el propio Tubino confesó que su interés por
la prehistoria había sido “estimulado, asimismo, por los resultados obtenidos en su primera exploración de Cerro Muriano,
por el laborioso y modesto D. Casiano de Prado, y por los
consejos del Sr. Machado, digno catedrático de la Facultad
de Ciencias en la Universidad de Sevilla” (citado en Belén,
1991: 11-12). Así pues, era un “hombre” de Machado, con
quien pondrá en marcha iniciativas como la Sociedad Antropológica de Sevilla (1871), y con el que guardaba entre ellos
claras afinidades intelectuales e ideológicas –lo que no ocurría
respecto a Vilanova– . No se puede olvidar que Machado, cercano al nuevo régimen, desplegó una intensa actividad política
durante la República, asumiendo responsabilidades como la
del rectorado de su universidad, lo que hubiera justificado una
más que posible declinación de una eventual invitación en su
“colaborador”, que además, en ese momento, estaba llevando
a cabo una investigación más intensa que él en esta disciplina.
El lugar elegido en principio para el Congreso había sido
Italia pero se decidió su traslado a causa de la guerra que dividía
el país. La tradición antropológica y prehistórica escandinava
era muy importante y había tenido una enorme influencia en
el desarrollo de la disciplina en zonas como Escocia o Suiza,
especialmente por sus ambiciosos objetivos, al buscar en la evidencia arqueológica toda información acerca de los modelos
de vida de cada periodo y sus cambios a lo largo del tiempo.
Además estaba enraizada en un fuerte sentimiento nacionalista,
que hundía sus raíces en el Romanticismo, el cual al rescatar
“al pueblo como sujeto político activo en la historia nacional,
cuya expresión máxima radica en la evolución del Estado, esa
entidad que identifica a todos los ciudadanos con las características indestructibles de un país”, dio lugar a una historiografía
que buscará la esencia de los valores “nacionales” y que encontrarán en la lengua, en la literatura, en las leyes, en las institu-
ciones y, a pesar de su fascinación por el mundo medieval, la
antigüedad será la que marque los inicios de este proceso (Cirujano et al., 1985: 17; Wiell, 1999; Maier, 2000: 50-53). En el
caso danés, se intentaba demostrar la continuidad, sin interrupción desde la prehistoria, del progreso tecnológico, por parte de
un pueblo que había puesto sus capacidades intelectuales al servicio del control de la naturaleza. De esta forma, aparecía como
un reclamo para quienes se estaban beneficiando de la Revolución Industrial: la clase media, lo que explica que el congreso
tuviera una tremenda repercusión de cara a la opinión pública
interna. Es más, en ese momento actuó como vehículo de cohesión interna tras la derrota de la guerra de 1864 contra prusianos
y austriacos, que les había supuesto la pérdida de los dos quintos
de su territorio. Sobre este escenario, el ansia de “revancha”
anti-prusiana sólo podía llevarse a cabo con el apoyo francés,
cuyas relaciones con Prusia eran muy tensas, y que contaba con
posibles aliados, como los españoles, pues, aparte de las relaciones personales, la república no había supuesto la pérdida de
popularidad de la corona, encarnada en la emperatriz Eugenia
de Montijo. Por ello, la presencia de las delegaciones no sólo
ha de leerse como el resultado del diferente nivel de desarrollo
de estas disciplinas: la más numerosa fue la francesa, que envió
26 socios, mientras la alemana sólo la componían 15 y 6 la prusiana. Los 7 belgas se explican por el extraordinario apoyo que
su Gobierno prestaba a la prehistoria y el elevado nivel del cultivo de las Ciencias de la Tierra.44 Las demás representaciones,
si exceptuamos las bálticas, eran ya más reducidas, lo que pone
de relieve el nivel de la delegación española: Inglaterra e Italia
enviaban cinco cada una, tres los Países Bajos, dos Rumania y
Suiza, y uno Finlandia y Hungría.
La tensión existente se manifestó desde el principio,
cuando los organizadores propusieron el francés como lengua
oficial, a pesar de que la mayor parte de los participantes
declarara que comprendían el alemán, frente a más de un centenar que confesaba no entender aquel idioma.45 Otros ejemplos del malestar en que se produjo el congreso, fue la referencia expresa y laudatoria a España realizada en el discurso
inaugural por su presidente Worsäe,46 mientras que silenciaba
el papel jugado en la constitución de la prehistoria por el germano Johann Friedrich Danneil (1783-1868), en lo que era una
clara provocación y un insulto, tal como fue sentido entre la
delegación germana. Finalmente, Virchow, tras el congreso,
puso el acento en afrontar la prehistoria europea como un todo
y no reducirla a una simple acumulación de los desarrollos
individuales de los distintos países (Trigger, 1992: 84-89;
Wiell, 1999).
Compte Rendu de la Deuxième Session du Congrès International d’Anthro
pologie et d’Archéologie Préhistoriques, Paris, Reinwald, 1868, 192-203,
pero que se extiende hasta la p. 222. Véase Comas (1956: 195-196).
44 El desarrollo de la geología belga y el apoyo dado por el Gobierno a las ciencias de la Tierra será un argumento recurrente en las obras de Vilanova, como
podemos ver, entre otras referencias, en su Compendio (1872b: 523).
45 Hay que decir que los organizadores ya habían anunciado previamente que
éste iba a ser el único idioma aceptado para las comunicaciones, pues, según
ellos, ante lo minoritario de las lenguas nórdicas, el francés era el más difundido en la época. Además, vale la pena destacar que un vistazo al vaciado de
las actas de los congresos realizadas por Comas (1956) demuestra un claro
predominio del francés en estas reuniones, muy por encima de las demás
lenguas, especialmente el alemán y el inglés.
46 Vilanova y Tubino (1871), especialmente XXV-XXVIII y 13-15, recogen
esta mención directa a nuestro país y a sus representantes, “juntamente con
otros, cuyos nombres brillan en los anales de la nueva ciencia” (p. 10). Ahora bien, nada dicen de los citados enfrentamientos –incluso señalan que la
elección de la sede se había decidido en Norwich (p. 1-2)–, como tampoco lo
hará Virchow. Sólo encontramos una velada referencia en la conferencia que
había dictado a su vuelta ante la Academia de Medicina, cuando dijo: “Acontecimiento fue éste que Dinamarca aprovechó en todas sus esferas sociales,
desde la familia real, simpática por su ilustración y excelentes condiciones
de honradez y de moralidad, hasta el pueblo bajo, cuya cultura y esmerada
educación sorprenden al que por primera vez tiene la fortuna de visitar aquel
país, como poderoso recurso para despertar las simpatías de toda Europa, en
vista de los acontecimientos, nada halagüeños por cierto, de que recientemente ha sido teatro” (1869b: 795). Véase también Cañal (1894). Sobre las
citadas tensiones, Wiell (1999).
43
132
[page-n-146]
Así vemos cómo ya en el cuarto Congreso Internacional
de Prehistoria, Vilanova aparece como una figura reconocida
internacionalmente y desde entonces jugará, a lo largo de su
vida, un papel trascendental en la prehistoria española del
siglo xix, tanto en su vertiente de divulgador como en la de
investigador. En este sentido, se ha afirmado que a él se deben
los dos únicos tratados sobre prehistoria peninsular publicados en este periodo: Origen, naturaleza y antigüedad del
hombre (1872b) y Geología y Protohistoria Ibéricas (1894),
escrito en colaboración con Rada. Hay que dejar constancia
que en su larga trayectoria académica y científica, dio a la luz
otros textos de una gran importancia científica, al tiempo que
parece injusto silenciar el trabajo de otros autores, que elaboraron escritos de la disciplina, algunos de ellos ya reseñados
en este trabajo.47
En cuanto a la difusión, ya nos hemos referido a sus conferencias en el Ateneo de Madrid, en los que la prehistoria aparecía recurrentemente. También redactó innumerables artículos,
libros, cursos y disertaciones, en los que recogía los datos y
nuevos descubrimientos que su continuo contacto con los científicos europeos le reportaban y que narraba con un lenguaje
fácilmente accesible, realizando, con ello, una ingente labor
divulgativa y docente. Al mismo tiempo, aprovechó sus numerosas participaciones en congresos para informar a la comunidad internacional de los progresos que se iban produciendo
en nuestro país.48
En cuanto a la reseña del congreso de Copenhague, hemos
de decir que nos encontramos con una obra muy destacable,
ya que supone una de las primeras exposiciones sistemáticas
aparecidas en nuestro país tanto de la prehistoria como de la
geología del Cuaternario. Comienza con una definición de la
disciplina (Vilanova y Tubino, 1871: V): “Si la antropología
es la verdadera ciencia del hombre, la arqueología prehistórica
comprende aquel linaje de labores que se relaciona directa e
inmediatamente con los primeros pasos de ese mismo hombre
sobre la faz de nuestro globo”.
Sigue el relato de los orígenes de la disciplina y su evolución hasta ese momento, en la que introducen un tema muy
querido por los dos: la defensa de la geología como fundamento metodológico de la prehistoria, cuyos descubrimientos
habían demostrado “que ni la cronología más admitida era
exacta ni las narraciones históricas más que páginas incompletas de la gran historia humana”. El resto de la exposición,
Terminan su introducción con una descripción bastante
amplia de los temas tratados en la reunión: la prehistoria en
los países escandinavos, los “kuioquenmodingos”, es decir
“ciertos depósitos de conchas, huesos y otros objetos, asociados a vestigios de la industria humana, descubiertos en
condiciones geológicas especiales en varios puntos del litoral
dinamarqués” (Op. cit.: 2 y 39-46);49 fauna de los dólmenes,
costumbres funerarias de la Edad del Bronce en la zona escandinava y la Edad del Hierro en el Norte de Europa. Como a
estas ponencias, fueron presentándose trabajos referidos a los
distintos países, podemos apreciar, aunque sea muy superficialmente, este carácter de puesta al día de los estudios prehistóricos, en ese momento, de la mano de algunas de sus figuras
más preeminentes y donde los temas tratados recuerdan enormemente, aunque más sintetizados, a los que encontramos en
libros que tendrán una enorme repercusión, como los Prehistoric Times de John Lubbock, presidente del II Congreso de
Londres, que data de 1865 y del que el propio Vilanova tenía
en alta opinión (Op. cit.: 430-431).50
Por otro lado, especialmente cuando narran sus viajes
y excursiones, no sólo amplían la información acerca de la
arqueología y la prehistoria, con un preciso relato de las famosas
La tesis de Jiménez (1993) sin duda puede ayudar a matizar este tipo de
afirmaciones, de las que discrepan autores como Maier (2000: 59), aunque,
como se verá a lo largo de este trabajo, pensamos que sus aportaciones
desbordan el mero nivel de divulgación.
48 Goberna (1985: 42): “Por otro lado, hizo realidad la aportación española al
panorama de la Ciencia europea con su presencia en todos los Congresos que
sobre Arqueología y Antropología prehistóricas se celebraron a lo largo de la
centuria”.
49 Hemos encontrado unas notas manuscritas sobre un artículo de Mortillet
acerca de este tipo de yacimientos en una fecha muy cercana a la del proceso
de elaboración y edición del libro, en la que refiere a los paraderos sudamericanos; término que ya incluirá en su Compendio (1872b: 548), donde además
aceptó una grafía más cercana a la original: Kiokenmodingos y que usará
habitualmente en sus escritos posteriores, como las conferencias dictadas en
Santander en 1881 (Vilanova, 1881b: 76), al tiempo que comenzará a proponer su sustitución por paradero.
50 Lubbock fue responsable de la traducción al inglés de la obra de Thomsen,
cuya información aprovechó ampliamente en sus obras, lo que explica la amplia presencia del mundo escandinavo. Una de sus principales aportaciones,
aparte de introducir los términos de Paleolítico y Neolítico, fue el uso de
la antropología comparada para sus interpretaciones de los hallazgos prehistóricos. Otra de sus obras importantes fue On the Origin of Civilisation
and Primitive Condition of Man. London: Longmans, Green & Co., 1870. El
interés internacional despertado por su obra, que muestra un rigor extraordinario, se manifiesta en la intervención del propio Paul Broca en la traducción
al francés, aparecida en 1867, que fue la que debió consultar Vilanova, aunque la más extendida fue la segunda edición: L’Homme préhistorique, étudié
d’après les monuments retrouvés dans les différentes parties du monde, suivi d’une description comparée des moeurs des sauvages modernes, par Sir
John Lubbock,... Édition traduite sur la 3e édition anglaise par Ed. Barbier,
suivie d’une conférence sur les troglodytes de la Vézère, par M. P. Broca...
(París, Germer Baillière, 1876). También, por esas fechas, apareció la versión
de Les origines de la civilisation. etat primitif de l’homme et moeurs des
sauvages modernes, (Paris, Germer-Beillière, 1873), cuya adaptación al castellano, habrá de tardar hasta 1888, de la mano de José de Caso: Los orígenes
de la civilización y la condición primitiva del hombre (Estado intelectual y
social de los salvajes) (Madrid, El Progreso, 1888). Véase sobre este autor,
Trigger (1992: 113-118).
47
resulta tan clarificadora, que preferimos recogerla íntegra (Op.
cit.: VI-VII):
Entonces, no hallando quien le asistiera, no conociéndose
ni códice corroído ni viejo pergamino ni inscripción anticuada ni trasunto legendario que calmara sus legítimos
deseos, convirtió sus ojos del lado de las ciencias naturales
y asociando ramas hasta aquel momento separadas, pensó
que la historia del hombre era cosa distinta de lo que hasta
entonces fuera y por tal manera, surgiendo la arqueología
prehistórica, hubo medio de encontrar en los vírgenes y
ocultos horizontes geológicos, las huellas de la primitiva
humanidad definitivamente borradas sobre la superficie
del globo. Tuvo razón de ser desde aquel instante lo prehistórico, que oponiéndose en parte a las afirmaciones del
historiador, recibe sus crónicas a beneficio de inventario y
se propone utilizarlas convenientemente, cuando llegue el
día de reconstituir la historia del hombre, basándola sobre
hechos positivos e inconcusos, producto de la observación
y del filosófico análisis.
133
[page-n-147]
Fig. 53. Lámina 5 del Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre de 1872, con monumentos megalíticos,
cerámicas e instrumentos líticos fundamentalmente de Andalucía (Biblioteca del MPV).
134
[page-n-148]
cavernas belgas, sino que, nos informan de una de las cuestiones
geológicas que despertaban mayor atención en ese momento:
las formaciones producidas por el efecto de las glaciaciones.51
Tubino participó en la sesión del día 31 de agosto, tras un
animado debate acerca de posibles pruebas de canibalismo en
el Viejo Continente, lo que era rechazado por muchos con argumentos salidos de su horror a aceptar que nuestros antepasados
hubieran realizado tales prácticas. Su comunicación: Les monuments mégalithiques de l’Andalousie (p. 93-98 de las actas oficiales), se centró en la cueva de Menga, la cámara sepulcral de
Castilleja de Guzmán, descubierta y estudiada por él, la Piedra
de los sacrificios o notable dolmen de las cercanías de Ronda
(Fig. 53), y también detalló las hachas recogidas en varias localidades y los restos obtenidos en distintas cavernas de Gibraltar.
Amplió su exposición a otros dólmenes de la Península, hasta
Galicia inclusive, todo ello con el objeto de dar a conocer su
parecer acerca de la vía de la invasión de la primera población
de la Península Ibérica a través del estrecho de Hércules, basándose para ello tanto en las tradiciones mitológicas, como en los
descubrimientos arqueológicos y paleontológicos realizados
en la zona. Incluso fue mucho más allá en su osada defensa
del difusionismo al proponer la hipótesis de que hombres de
Oriente también llegaron a América, “sirviéndoles de puente la
sumergida y legendaria Atlántida”.52
Los autores aprovecharon para introducir noticias acerca
de yacimientos españoles cuando consideraran que venía al
caso, según iban reseñando las sesiones. Así, dieron su apoyo a
las interpretaciones de Lotze y Capellini, según las cuales, los
restos encontrados en distintos yacimientos italianos no serían de
Elephas primigenius, sino de armeniacus, con el que tradicionalmente se le confundía, ofreciendo como prueba los restos de esta
especie encontrados por Machado en Lora del Río (Vilanova y
Tubino, 1871: 19). Al ocuparse de la comunicación del rumano
Odobesko y de los instrumentos líticos por él presentados, advertían de la presencia de “martillos parecidos a los recogidos por
nosotros en Cerro Muriano” (Op. cit.: 37). En la exposición
acerca de los dólmenes existentes en la región sueca de Westergothland, realizada por Hildebrand, recordaban las distintas morfologías, entre las que citaban la Cueva de la Pastora en Castilleja
de Guzmán, excavada por Tubino (Op. cit.: 29). Y volvían a referirse al mismo monumento cuando visitaron el dolmen de Oem
(Op. cit.: 85). Posteriormente, Vilanova, en su exploración de la
cueva belga del Trou de Nutons, señala que su atrio le recordaba
al de la Cueva de las Maravillas (Op. cit.: 198).
El tratamiento dado a sus participaciones por los autores
son dispares, pues mientras que la Tubino es escueta, apenas las
páginas 30-31, la de Vilanova es más extensa (páginas 56-60):
Découvertes archéologiques préhistoriques faites en Espagne
(Vilanova, 1875g). Su objetivo era “trazar la historia detallada de
los estudios prehistóricos realizados en la Península”, que en este
caso, van desde los primeros hallazgos de instrumentos líticos por
José Pla, en la población valenciana de la Ollería (1844), hasta la
monografía Antigüedades prehistóricas de Andalucía de Manuel
de Góngora y Martínez (Madrid, C. Moro, 1868), de la cual
“regaló al Congreso un ejemplar que le pertenecía, deseoso de
que sus miembros pudieran conocer las noticias que comprende”
(Vilanova y Tubino, 1871: 57). Pensamos que Tubino no debía
compartir con él estos entusiasmos acerca de un personaje que
respondía claramente al perfil del anticuario, lo que se observa
meridianamente en la disparidad de criterios que hallamos entre
el informe de la Academia de la Historia, favorable a su publicación: “Refiérense nada menos que a la época primitiva de la
población de Europa, objeto preferente del estudio de los anticuarios y geólogos del día, época sin nombre peculiar en la historia,
civilización que no se halla registrada en las memorias escritas”;
pero cuyo trabajo había sido realizado despreciando las mínimas
exigencias del trabajo arqueológico, como denunció Machado, en
su reseña del congreso de Norwich y que Vilanova, si ignoraba su
existencia al marchar a Copenhague, sin duda la conocía al elaborar el libro: “Para los geólogos y naturalistas que se ocuparon
con entusiasmo de estos trabajos, la obra del Sr. Góngora produce una impresión desagradable y un doloroso sentimiento; y en
efecto, ignoramos por sus descripciones si las grutas o cavernas
donde se han hallado los variados objetos de antiquísimas generaciones, pertenecían a depósitos de naturaleza distinta; cuál era
la antigüedad relativa de los terrenos donde yacían los útiles, instrumentos, huesos y demás materiales de la industria primitiva de
aquellos habitantes; pues interpolado a su explicación, sin orden
cronológico ni conocimientos de las rocas en su estratificación y
estructura, no es posible determinar la época en la que tuvieron
lugar o el periodo geológico a que deben referirse” (fragmentos
citados por Sánchez et al., 2000: 301). Así pues, Vilanova: o bien
no había leído el libro o bien puso por delante las afinidades ideológicas y políticas sobre las meramente científicas.
En su comunicación Vilanova irá desgranando los nombres de los principales estudiosos de la materia, la mayoría de
los cuales ya habían sido consignados: Prado, Verneuil, Lartet,
Zubia, Antonio Machado, Tubino, Maraver, Amador de los Ríos,
el conde de Valencia de Don Juan y el prusiano Yagor, y termina
con una descripción de algunos de los yacimientos españoles más
significados, que abarcaban los distintos periodos líticos, prestando mayor atención a aquéllos por él explorados: el túmulo de la
Ollería, el Castellet del porquet, la Cueva de San Nicolás, el Montó
de les mentires en Ayelo de Malferit, la Cantera de Ontinyent, y las
cuevas valencianas del Mondúber (Parpalló), las Maravillas cerca
de Gandía, Bolomor en Tavernes de la Valldigna, Cova Negra en
Xàtiva, Matamón en Llombay, y de fuera de Valencia: San Isidro y
Cerro Muriano. De tales yacimientos presentó esquemas y dibujos
–el de Ayelo elaborado por su hermano José– y mostró una selección de materiales, que cedió graciosamente al Museo de Antigüedades de Copenhague. En cuanto al Castellet del porquet, estudiado por José Pla, comentó: “estación memorable por pertenecer
a un periodo intermedio entre la piedra y el bronce” (p. 58). Y es
que hay que señalar que Vilanova mantuvo a lo largo de su carrera
que la prehistoria española había tenido un desarrollo autóctono,
en contra de los que defendían la teoría difusionista.
Su interés geológico se comprueba en el aprovechamiento de las láminas de
los cortes más característicos y los cuadros sinópticos, así como buena parte
de los textos, en la posterior edición de su Compendio (1872b), que verá la
luz un año después.
52 Vilanova y Tubino (1871: 30-32). Tubino habría comenzado con un discurso que “discurrió... sobre los muchos títulos que España tenía al respecto...,
demostrando que la raza española, parecía como que se levantaba de su abatimiento para entrar de lleno en el sendero de su regeneración y prepotencia”.
Hay que decir que Worsäe hizo una intervención en otra sesión expresando
su conformidad con la idea de Tubino acerca de la vía de penetración de las
primeras invasiones en Europa (Op. cit.: 43).
51
135
[page-n-149]
Dejó para terminar la comunicación, la presentación de una
fotografía “de un caso notable de microcefalia” existente en el
manicomio de Valencia, acompañada de distintos informes.
“Examinó el congreso con gusto y detenimiento el retrato, quizá
el primero que se conoce de uno de los fenómenos que más
llaman la atención de los anatómicos y fisiólogos, por haber dado
margen a multiplicadas y contradictorias opiniones relativamente
al origen del hombre y a su próximo o remoto parentesco con los
monos antropomorfos”. Así, se desató un vivo debate acerca de
si se trataba de un fenómeno patológico, como defendía Virchow,
o de una especie de atavismo, que Vogt utilizó para referirse a los
hombres monos, lo que fue rebatido por Quatrefages, refiriendo a
la pertenencia de hombres y monos a órdenes superiores y por lo
tanto separados (Vilanova y Tubino, 1871: 59-61).53
Para finalizar hay que referirse al relato de su visita a Bélgica.
Las cuevas belgas eran interesantes en esa época, no sólo desde
una perspectiva geológica sino también arqueológica.54 Tras visitar
alguna, Tubino hubo de volverse a España, pero el paleontólogo
valenciano se quedó con el fin de cumplir los tres objetivos marcados: “estudiar el terreno cuaternario belga en los puntos más
clásicos; segundo compararle con las formaciones análogas en las
cavernas de los valles Mosa y Lesse, y tercero establecer el paralelo
con el Diluvium de las cuencas del Sena y Soma, tan famosas en
esta materia” (Op. cit.: 180). Así pues, tras este viaje, Vilanova se
iba a convertir en la mayor autoridad española en el conocimiento
del Cuaternario, que había examinado en zonas tan significativas
como los fiordos, las formaciones más características de la llanura
europea y las cordilleras alpina y pirenaica.55 Esto también suponía
reforzar enormemente sus conocimientos arqueológicos, al visitar
tipos de yacimientos desconocidos en la Península (palafitos, paraderos...) y profundizar en el estudio de las cuevas, ya que en el
Trou de Naulette, realizó “un sondaje, bajo la dirección del Sr.
Dupont”, del que nos detalla tanto los diferentes estratos como los
restos fósiles hallados en esta prospección de 11 m (Op. cit.: 199200). El libro termina con un largo apéndice (Op. cit.: 217-265 + 8
láminas), en el que hacen sendas semblanzas biográficas “de varios
de los sabios que más se han distinguido en este linaje de investigaciones” (Op. cit.: 217): Boucher de Perthes, “cuyo nombre pasaría
a la posteridad asociado a uno de los descubrimientos que más han
de influir en la razón humana” (Op. cit.: 226, véase 217-226); John
Lubbock, cuyo Hombre prehistórico “ha despejado muchas dudas,
ha fortalecido gérmenes sin energía, ha abierto nuevos horizontes a
la ciencia prehistórica..., ha probado la realidad de lo antiguo por la
evidencia de lo moderno, comparando la manera de ser de los hombres en los hasta hace poco ignorados ciclos de la época cuaternaria,
con la de los salvajes que actualmente ocupan distintas regiones
del globo” (Op. cit.: 228, véase 227-231); Carl Vogt, “combatido
por extremo, mas nadie le negará un talento de primer orden y una
vocación científica puesta a prueba de toda clase de contratiempos”
(Op. cit.: 234, véase 232-234); Jens Jacob Worsäe, quien, “nutrido
de una vasta erudición, Worsäe es uno de los adalides más ilustres
y decididos de la ciencia prehistórica, a la que ha prestado y presta
señaladísimos servicios” (Op. cit.: 238, véase 235-238). Asimismo,
incluyen un extenso Catálogo de la colección de ejemplares geológico-paleontológico-arqueológicos, procedentes de nuestro viaje,
que existen depositados en el Museo de Historia Natural (Op.
cit.: 239-265) (Fig. 54). Por fin, las láminas resultan de enorme
interés, no sólo por la presentación de reproducciones de útiles y
construcciones megalíticas del mundo báltico, sino también, por
la inclusión de dos dedicadas a yacimientos andaluces: el de Cerro
Muriano, con hachas y martillos “Neolíticos”, y los dólmenes excavados por Tubino: el del Sacrificio (Ronda) y el de Castilleja de
Guzmán (Cueva de la Pastora), donde reproduce el esquema de la
planta, que acompañaba la citada memoria presentada al Museo
Arqueológico Nacional (Belén, 1991: 14). En síntesis, el nivel de
conocimientos que Vilanova y Tubino debieron adquirir durante
el viaje era comparable al de los especialistas internacionales de
su época y de todo ello, redactaron una memoria destacable por
muchos conceptos.
53
observación a otra comunicación sobre este tema presentada por F. Adolpho
Coelho (Véase Comas 1956: 313 y 361).
54 Una buena muestra es el epígrafe dedicado a las cavernas belgas en el capítulo 10 del ya citado Prehistoric Times de Lubbock.
55 Él mismo explica que estaba preparando un estudio del Cuaternario, para lo
que “hay que examinar en los valles primero y luego en las terrazas y mesetas, para formarse cabal idea, no sólo de su estructura y composición, sino
también de las causas que lo han formado” (Vilanova y Tubino, 1871: 181).
La discusión abarca las páginas 235 y 240 de las Actas del Congreso, que sintetizó entre las páginas 58 y 61 del libro. Vale la pena recordar que en el Congreso
de Lisboa (1880), intervino, junto con R. Virchow, en un debate producido
tras una comunicación de Francisco A. De Oliveira Feijâo sobre un caso de
microcefalia en Portugal, durante el cual informó de la muerte de aquel desdichado, “perdiéndose por desgracia la ocasión de haber conservado el encéfalo
y el esqueleto por efecto de la incuria con que se miran, por regla general,
entre nosotros estos asuntos” (Vilanova, 1884a: 308-309). Asimismo, hizo una
136
Fig. 54. Catálogo …. del Viaje científico á Dinamarca y Suecia con
motivo del Congreso Prehistórico celebrado en Copenhague en 1869
por Vilanova y Tubino publicado en 1871 (Biblioteca del MPV).
[page-n-150]
VI.6. El libro Origen, Naturaleza y Antigüedad
del Hombre (1872)
Habiendo examinado detenidamente la obra del Sr. D. Juan
Vilanova y Piera, que se titula Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre, veo en ella confirmada la opinión que
siempre tuve de este eminente geólogo; pues en todas las
cuestiones que abarca acerca de los tiempos diluviales y
prehistóricos, se manifiestan los grandes y prolijos conocimientos que posee en geología; ese nuevo estudio inspirado
tal vez por Dios, para confundir a los detractores de Moisés
y enemigos de la revelación. La formación sucesiva de los
diversos seres, según lo refiere el Historiador Sagrado, está
en perfecta armonía con la doctrina que en este punto sigue
el Sr. Vilanova; y si bien en el terreno de la ciencia asegura
que la antigüedad del hombre en el globo es más de la que se
supone por los variados cálculos hechos sobre este punto, no
obstante creemos no sea contrario al dogma católico sostener
esta opinión, cuando la Iglesia no ha declarado el número
fijo de años que lleva el hombre en la Tierra; pero no podrán
separarse de los cálculos cronológicos que nacen de los libros
sagrados. Así es que contamos ciento y tanto cronologistas
de distintas opiniones, siendo por cierto nuestro Rey Alfonso
el Sabio el que en sus famosas tablas fijó mayor antigüedad.
Tampoco vemos se contraríe el texto sagrado cuando la geología ha descubierto que las capas terrestres nos demuestran
que la vida ha debido sucederse por grados en la tierra y aún
en razón directa de la complicación del organismo; puesto
que se deduce esta teoría del mismo Génesis. Los importantes hallazgos de los huesos fósiles y las hachas de silex
serán, más bien, una prueba auténtica del gran cataclismo
que nos refiere Moisés, sin que neguemos la existencia de
Fig. 55. Portada del Origen, naturaleza y antigüedad del
Hombre de 1872 (Biblioteca del MPV).
Fig. 56. Advertencia preliminar, donde se incluye la censura
eclesiástica incluida voluntariamente por Vilanova en el Origen,
naturaleza y antigüedad del Hombre de 1872 (Biblioteca
del MPV).
En 1872, Vilanova publicó Origen, naturaleza y antigüedad
del Hombre (Fig. 55). Aunque este libro apareció en Madrid
durante 1872, fue redactado años antes. La censura eclesiástica
(Fig. 56) de la obra, realizada por la Vicaría de Madrid y que se
recoge íntegra en la “Advertencia Preliminar” (páginas 1 a 3),
tiene fecha de 1 de Marzo de 1868. El informe, como no podía
ser menos, fue favorable y permitía la publicación del libro, ya
que confirmaba que el texto no contenía ninguna cuestión que
fuera contraria al dogma católico. Vilanova advertía que en el
año de la publicación, 1872, no era necesario pasar por el trámite de la censura, pero él incluía gustoso el informe, como una
forma de confirmar que la prehistoria, nueva ciencia emergente,
no entraba en contradicción con el Génesis. El informe de la
Vicaría eclesiástica de Madrid confirmaba que la nueva ciencia
no estaba en oposición con las creencias más arraigadas en el
país. Además, al no estar subordinado el origen del hombre al
dogma, esta cuestión sólo revestía, en su opinión, un carácter
científico, por lo que admitía que pudiera dar lugar a controversia (Vilanova, 1872b: 1-2):
137
[page-n-151]
los fósiles, confirmada por los sabios ortodoxos el S. Ponzi
y el P. Sechi. Los estudios geológicos que tienen por libro de
enseñanza la tierra, cuyas capas de sedimento son sus hojas, y
cuyas cordilleras de montañas sus capítulos, según la célebre
frase que cita el Dr. Vilanova, viene a ser el libro revelado, lo
que es una prueba a una ecuación; convenciéndonos de que
jamás se dará un paso en la ciencia al descubrir una verdad,
sin que esté en perfecta armonía con la relación mosaica. Por
lo tanto, no vemos en los pliegos adjuntos que llevamos examinados, cosa alguna contraria al dogma católico; y como
la Iglesia ha ido siempre delante en todos los conocimientos
científicos y ha protegido en todos los tiempos las ciencias
naturales (por más que la maledicencia diga lo contrario), no
vemos peligro alguno en la publicación de la obra, antes bien
despertará el gusto a estudiar esta nueva ciencia, que cuando
tiene por objeto buscar la verdad en la tierra, se afirmará en
la verdad bajada del cielo. Dios guarde a V.S. muchos años.
Madrid 1° de Marzo de 1868. ‑ Es copia = J. MORENO.
Para corroborar el informe de la Vicaría, Vilanova se apoyaba
en las palabras de Edouard Lartet, a quien consideraba unos de
los más eminentes arqueólogos franceses y quien mayor impulso
había dado a los estudios prehistóricos. Para Lartet, decía Vilanova, el origen de la humanidad no estaba subordinado al dogma
católico, por lo que era una cuestión estrictamente científica en
la que se admitía todo tipo de discusión y controversia. En el
Génesis no se determinaba una fecha concreta para la aparición
del hombre y por eso los cronistas bíblicos no habían coincidido
acerca de la época de la creación, de manera que sobrepasaban las
140 opiniones sobre este punto, llegando hasta los 3.000 años la
diferencia de fechas entre algunos de ellos.
Vilanova hacía referencia también al trabajo “Les monuments de l’Age de Pierre et les theories sur l’ancienneté de
l’homme” que el jesuita A. Jean había publicado en la revista
Etudes religeuses, historiques et litteraires, en la que éste sostiene que dada la vaguedad de la cronología bíblica correspondía
a las ciencias humanas establecer la época de la creación de la
especie humana (Jean, 1868: 514).
En las páginas anteriores, en el “Prólogo” (Vilanova, 1872b:
V-VII), Vilanova propone el plan de la obra. Tras unas consideraciones generales, en las que se plantea el problema del origen
y la antigüedad del hombre, quiere exponer con brevedad la
historia de la Tierra desde su origen hasta el presente, caracterizando especialmente el periodo cuaternario o diluvial, como
se conocía entonces, por ser el campo de las investigaciones
sobre la aparición del hombre en el globo terráqueo. A continuación su intención es exponer una reseña histórica de la cuestión,
así como las fases por las que ha pasado. Continuará manifestando las observaciones y descubrimientos más importantes que
corroboraban los trabajos científicos realizados en el mundo
occidental. Para terminar, su propósito es ofrecer una relación
de los resultados obtenidos en la Península, tanto fruto de sus
exploraciones como de las correspondientes a otros colegas.
En las páginas 5-6, Vilanova ofrece una Bibliografía, que
incluye sin duda las obras más relevantes, con los datos más
actuales, que abordaban en esos momentos el problema de la
antigüedad y el origen del hombre y de la prehistoria en general
(Fig. 57). Aparecen citados los trabajos de autores como Lyell, Le
Hon, Lubbock, Boucher de Perthes, Hamy, Figuier, Quatrefages,
Vogt, Huxley, Bourgeois, Dupont, Prestwich, Worsäe, Lartet,
138
Christy, etc, junto a una relación de publicaciones periódicas:
las actas de los congresos de arqueología prehistórica, la revista
Materiaux pour l’Histoire positive et philosophique de l’Homme,
el Boletín de la Sociedad Antropológica de París, la Revista
Antropológica de Londres y Berlín, las Transactions del Instituto
Smithsoniano, los Archivos de Antropología de Florencia y los
boletines de diversas sociedades científicas europeas.
Fig. 57. Bibliografía del Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre
de 1872 (Biblioteca del MPV).
Vilanova, dedica la obra a la memoria de los que considera
fundadores de la nueva disciplina científica: Thomsen, Boucher de Perthes y Lartet, y también va dirigida a los que estima
insignes geólogos y arqueólogos: Lyell, Lubbock, Quaterfages,
Desnoyers, Le Hon, Dupont, Worsäe (un retrato suyo como Presidente del Congreso Prehistórico de 1869 encabeza la edición de la
obra), Steenstrup, Nilsson, Hildebrand, Zimmermann, Virchow,
Pictet, Desor, Ponci y Capellini, a todos los cuales considera
“Propagadores diligentes de la Ciencia Prehistórica en Europa”.
El sumario y desarrollo del texto se ajusta al plan de la
obra: Consideraciones generales (páginas 9 a 24); Historia de
la Tierra (25 a 56); Reseña histórica de la materia (57 a 81);
Capítulo I Origen y naturaleza del hombre (83 a 149); Capítulo
II Antigüedad del hombre; Artículo 1º Generalidades y Cuadro
sinóptico de los tiempos primitivos (150 a 158); Artículo 2º
Descripción, I. Terreno Terciario. Época Paleolítica (159 a 172),
II. Terreno Cuaternario (173 a 177), que a su vez subdivide en:
Época Arqueolítica (el texto dice Paleolítica) (177 a 237), Época
Mesolítica (237 a 285), Época Neolítica (285 a 316), Edad del
Bronce (316 a 334), Edad del Hierro (335 a 345). Termina con
[page-n-152]
un Apéndice con lo Prehistórico español (346 a 351), en el que
describe las Épocas Paleolítica y Arqueolítica, incluyendo lo
Prehistórico de Gibraltar y Portugal (351 a 442).
Hay que señalar que este libro constituyó la primera monografía científica española que trata sobre la prehistoria y además
de ser una ampliación de los anteriores trabajos de Vilanova,
supuso una puesta al día de toda la información geológica,
paleontológica y arqueológica de la época, tanto en lo referido a
España como a Europa.
La mayor parte del texto de “Origen del hombre y antigüedad de la especie humana” (1866-67), comentado anteriormente, sería incorporado, con modificaciones mínimas,
a la obra Origen y Antigüedad del hombre (1872b). La fecha
de censura eclesiástica que acompaña al libro es de 1868, por
lo que Vilanova tuvo que tener escrito el libro en ese año. Así
posiblemente, desde el primer momento, Vilanova concibiera su
texto sobre la antigüedad y origen del hombre para esta doble
utilización.
Comparando estas dos obras, el Origen y Antigüedad del
hombre presenta un capítulo de Consideraciones generales, que
ocupa las páginas de la 9 a la 24, dividido en tres apartados
(1-3) que coinciden exactamente con los tres primeros artículos.
El siguiente capítulo que en el libro se denomina Historia de
la tierra (pp. 25-56), está dividido en cuatro apartados del 4
al 7 que se corresponden con los mismo artículos. Finalmente,
presenta el capítulo titulado Reseña histórica de la materia, pp.
57-81, dividido en dos partes; la número 8 (pp. 57-69) corresponde con los artículos VIII y IX, y la número 9 (pp. 70-81),
a los artículos X y XI, aunque en el libro incluye un último
párrafo transcrito de Agassiz.
Como ya se ha comentado, la ordenación del trabajo aquí
estudiado era de tipo geográfico, mientras que en el libro siguió
un criterio cronológico, de más antiguo a más moderno. Para
cada terreno realiza una descripción en la que incluye el carácter
geológico o de yacimiento, carácter paleontológico, carácter
arqueológico y, por último, carácter antropológico.
De este modo los artículos XII y XIV que corresponden a
la descripción de un yacimiento, los incorporó al capítulo dedicado al Terreno Cuaternario dentro de la Época paleolítica del
oso de las cavernas y del Mammuth, descrito en lo que el denomina “Carácter geológico o de yacimiento”. Así el artículo XII
está transcrito entre las pp. 181 a 186 del libro, con algunas
ligeras modificaciones y eliminación de pequeños párrafos,
sobre todo de enlace entre las distintas partes o de referencias a
algunos yacimientos que son tratados en otras partes del libro.
Curiosamente también elimina el 4º párrafo de la p. 265 donde
se dice textualmente “la figura que, lo mismo que el texto, he
copiado de la obra del Sr. Lyell, intitulada L’ancienneté de
l’homme”. Esta figura 1 también es reproducida en la p. 183 del
libro de 1872. En continuidad con el texto anterior, reproduce
desde la p. 186 a la 192, el primer párrafo del artículo XIII y a
continuación lo enlaza con el 2º párrafo de la p. 362 del artículo
XIV, que transcribe casi literalmente, incluyendo las dos figuras
que aparecen en este artículo. La parte que elimina del artículo
XIV es un recordatorio de la importancia del yacimiento aquí
analizado, así como de algunos avatares históricos sobre la
aceptación de su autenticidad, que resultaban redundantes en el
contexto del libro.
Por último el artículo XIII no es utilizado, ya que el apartado
que denomina “Carácter arqueológico” está muy desarrollado,
aunque las figuras de este artículo si que son reproducidas en el
libro: la 2ª, p. 307 está en la p. 222, pero en disposición horizontal; la 3ª, p. 307 está en la 220; la 4ª, p. 308 está en la 221; y
la 6ª, p. 309 está en la 223.
Tras comenzar con una reseña histórica, Vilanova en el
capítulo primero de su libro dedicado al origen y naturaleza del
hombre, incide en la importancia de esta nueva disciplina, que
tiene gran repercusión en los medios científicos europeos, cuyo
objeto de estudio es la resolución de problemas científicos que
atañen a la naturaleza, origen y época de aparición del género
humano en la Tierra. Señala que el tema de estudio es complejo,
ya que no sólo se reduce a establecer si el hombre fue creado
por el Sumo Hacedor o representa el último y más perfecto
desarrollo de la materia orgánica, sino que intervienen otras
cuestiones, entre ellas, cuántas especies de humanos existían,
una o varias, y si hubo una o múltiples cunas de la humanidad.
Es decir, implicaba la controversia entre monogenistas, para
quienes sólo había una especie humana, y poligenistas, partidarios de que existían varias especies que eran originarias de
la región que ocupaban desde su aparición. Éstos últimos cuestionaban en su mayoría la intervención del creador y apoyaban
la explicación basada en la evolución orgánica. El asunto se
complicaba aún más, ya que entre los monogenistas había una
tendencia minoritaria que se declaraban transformistas y otra
mayoritaria partidaria de la creación directa. A todo esto había
que añadir que el problema del origen del hombre era motivo de
controversias religiosas.
Una vez planteada la complejidad del tema, Vilanova dedicaba las siguientes páginas a discutir sobre las propuestas de
materialistas, como Büchner, Moleschot, Burmeister, Royer,
etc., que se apoyaban en los postulados de Darwin fundamentados en la selección natural y en la lucha por la existencia,
apelando también a las leyes de la herencia y de la variabilidad. Vilanova, en su línea, se muestra crítico con la teoría
de Darwin, argumentando que los datos paleontológicos no
confirmaban la hipótesis del naturalista inglés. Discute también las interpretaciones sobre la aparición y extinciones de
las especies de Sedgwick –que habla de adiciones a la creación para explicar la el aumento de la complejidad orgánica
de las faunas fósiles–, Bronn –para quien las nuevas especies
se forman no por transformación sino por la acción de una
fuerza creativa–, Lamarck –a su juicio el creador del transformismo, por lo que dedica unas páginas a resumir su doctrina–
y Etienne Geoffroy de Saint-Hilaire –que apela a los cambios
bruscos y transformaciones en el periodo embrionario– (Vilanova, 1872b: 98-101).
Su rechazo al transformismo radicaba en que si se aplicara al género humano implicaría que no había sido creado por
Dios. En este sentido, había transformistas que consideraban
que el hombre descendía de los monos antropomorfos, algo
que, sin embargo, no habían dicho ni Lamarck ni Darwin en
el Origen de las especies, aunque éste último sí lo había planteado en su libro de 1871 sobre la descendencia del hombre
(Op. cit.: 100-101).
Para Vilanova, el materialismo científico no tenía ningún
fundamento y menos aplicado al origen del hombre. El se
encontraba cercano a las posturas de naturalistas como Joachim
Barrande y Louis Agassiz. De Barrande decía que se mostraba
contrario a considerar una explicación basada en la evolución
lenta y sucesiva de las especies, ya que había datos paleonto-
139
[page-n-153]
lógicos que mostraban que durante el Silúrico se había producido una aparición instantánea de géneros pertenecientes a
todas las faunas fósiles, por lo que consideraciones análogas
se podían aplicar al origen del hombre. En una línea parecida,
Agassiz, en su obra titulada “De la especie y de la clasificación
en Zoología”, sostenía que la naturaleza creaba de una vez y
al mismo tiempo los tipos que había sugerido Cuvier, esto es,
zoofito, molusco, crustáceo y pez, éste último como representante de los vertebrados, en idénticas o parecidas condiciones
y que este resultado debía atribuirse al plan concebido en la
mente de un Creador (Op. cit.: 112). Adoptando el naturalista
suizo la doctrina de las creaciones independientes, única según
él, rechazaba a Darwin y a los monogenistas, dividiendo la
superficie del globo terráqueo en ocho zonas donde habitaban
ocho tipos humanos distintos, teniendo cada tipo un hábitat
especial. Consideraba Agassiz que no había que priorizar la
investigación sobre el origen del género humano y había que
evitar discutir sobre la hipótesis de la transformación de los
organismos, ya que el hombre debía estudiarse tal como era
hoy y había sido siempre, desde los tiempos más antiguos,
cuando coexistía con una fauna extinguida en la actualidad.
No había que buscar la procedencia de la humanidad de los
monos antropomorfos o de cualquier tipo de simio hoy extinguido, decía, sino que las diferencias que había entre los representantes humanos de los distintos tipos habían existido desde
los tiempos más remotos y estos representantes habían ocupado áreas diferentes desde su origen. Y concluía “han existido diferencias entre los hombres de entonces y los de ahora,
como entre los animales del mismo género en épocas geológicas diferentes” (Op. cit.: 140).
Un poco más adelante Vilanova recurre a Quatrefages
para exponer la cuestión del primer centro de creación de la
humanidad. Sugería el antropólogo francés que probablemente
tal región debía corresponder a alguna parte de Asia, no lejos
de la cordillera del Himalaya. Alrededor o en sus vertientes
se encontraban los tres tipos básicos de la especie humana,
enlazados por tránsitos que indicaban o la fusión de los tipos
entre sí o modificaciones provocadas por grandes diferencias
en las condiciones climatológicas. También se encontraban en
aquella región idiomas diversos que pasaban de unos a otros
formando las tres grandes divisiones lingüísticas admitidas.
Además, las especies domésticas más antiguas eran originarias
de Asia, desde donde el hombre las había transportado a los
lugares donde hoy se encontraban. Por último, la “raza aria,
una de las principales ramas de la blanca, procede de allí”, lo
que, junto a datos históricos y vagos recuerdos que se conservaban acerca de las emigraciones de los pueblos, casi siempre
coincidían en señalar a la cordillera del Himalaya y sus estribaciones el lugar desde el que había irradiado la humanidad
(Op. cit.: 143).
En el segundo capítulo, en el que Vilanova aborda la antigüedad del género humano, por lo que comienza con el desarrollo histórico de la prehistoria y de la influencia en la configuración de esta disciplina científica de otras como la geología,
la paleontología, la arqueología y la filología. Comenta como la
posible existencia del hombre en el periodo Terciario va adquiriendo cada día más consistencia, como asegura Quatrefages,
lo que aumentaría considerablemente la antigüedad estimada
del género humano. Ante este abanico de posibilidades que
se abren en esta nueva ciencia, Vilanova expone la discusión
140
acerca del nombre más adecuado a sus objetivos. Así, prehistoria, antehistoria, paleoarqueología son algunas de las denominaciones usadas para referirse a la ciencia que se ocupa del
hombre primitivo, mientras que Quatrefages prefería utilizar
el término Paleoantropología, en lugar del de Paleontología
humana, para denominar el estudio del hombre fósil y de sus
obras (Op. cit.: 157).
En cuanto a la clasificación de este nuevo ramo del saber,
la que mayor aceptación tenía recogía los múltiples problemas
que abordaba la disciplina. Es decir, que los tiempos primitivos
podían dividirse en terrenos Terciario y Cuaternario y Moderno,
subdivididos a su vez en cuatro horizontes: geológico (desde
los bancos de materiales pertenecientes al Plioceno y Mioceno
terciarios y pasando por cavernas, dólmenes, paraderos, palafitos hasta enterramientos modernos), paleontológico (fauna
fósil característica), arqueológico (herramientas líticas, restos
de cerámica, objetos de cobre y bronce, instrumentos de hierro)
y antropológico (fósiles humanos hallados en cuevas y restos
de hombres modernos excavados de sepulturas), en seis épocas
(Paleolítica –correspondiente al Terciario–, Arqueolítica, Mesolítico, Neolítica, del Bronce y del Hierro, todas éstas del Cuaternario) y en localidades tipo que caracterizaban los horizontes
(Op. cit.: 157-158).
Establecía entonces Vilanova la descripción del terreno
Terciario, desde cuatro aproximaciones: los aspectos geológico, paleontológico, arqueológico y antropológico, que
caracterizaban a este periodo. El primero, el yacimiento, consistía en la estructura del terreno, el espesor que alcanzaba
y las condiciones en que se encontraban los restos humanos
y de su industria. El segundo abarcaba la naturaleza del los
restos orgánicos que acompañaban a las manifestaciones de
la existencia y de la actividad del hombre. El tercero tenía
por objeto la descripción de los objetos que distinguían la primera industria humana. El último se ocupaba de identificar
los restos fósiles humanos hallados hasta el presente. Las
dos últimas aproximaciones eran indicativas del estado de
la cuestión paleoantropológica del momento, ya que en esos
años estaba en pleno vigor el debate sobre la existencia del
“hombre terciario”. Como hasta ese momento no se habían
descubierto ningún resto de esqueleto humano, exceptuando
tal vez el hallazgo del cráneo de Calaveras en California,
citado por los geólogos norteamericanos William P. Blake y
Josiah Whitney, los datos de partida para establecer la posible
existencia humana en el Terciario eran los hallazgos en dicho
horizonte geológico de lo que parecía una industria lítica muy
tosca y las huellas de la acción humana en huesos fósiles de
animales (Op. cit.: 159).
La primera referencia de la posible existencia del género
humano en el Mioceno Terciario había correspondido a los
abates franceses Bourgeois y Delaunay. Así, Vilanova decía
que Louis Bourgeois había comunicado el hallazgo de pedernales toscamente tallados en terrenos miocenos de Thenay,
cerca de Pont-Levoy, La discusión acerca de la comunicación
de Bourgeois se planteó en el CIAAP de Paris de 1867, en
donde además se leyó una nota del abate Delaunay, en la que
se indicaba que había excavado en los alrededores de Pouancé
(Maine-et-Loire), costillas y un húmero de Halitherium sobre
las que podían apreciarse incisiones debidas a la mano del
hombre. A favor de esta gran antigüedad del género humano
se habían mostrado G. Mortillet y E.-T. Hamy, mientras que
[page-n-154]
Fig. 58. Lámina 5, insertada entre páginas 284-285 del Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre
(Biblioteca del MPV); posteriormente Vilanova incluyó esta lámina en varios trabajos.
141
[page-n-155]
A. Bertrand y A. de Quatrefages se habían mostrados dudosos.
El argumento que más duda aportaba al asunto era, decía Vilanova, que si la talla de los sílex había sido obra del Homo
sapiens, entonces el “hombre mioceno” debía haber sido contemporáneo de cinco faunas fósiles sucesivas. Por eso él se
incluía entre los partidarios de mostrar prudencia en este tema
(Op. cit.: 162).56
Más probabilidad era a su juicio la existencia del hombre en
el Plioceno, ya que se habían hallado en varios países huesos
fósiles humanos o restos de su actividad que acreditaban la existencia de la especie humana en este periodo anterior al Cuaternario. Así, en este apartado había que incluir el cráneo de
California, aunque no los restos humanos de Denise en Francia,
ni de Natchez, cerca del Misisipi, que eran cuaternarios. También pertenecían a este periodo los hallazgos de instrumentos
líticos realizados en 1863 por Bourgeois y de J. Desnoyers en
Saint-Près, cerca de Chartres. Estos últimos se encontraron asociados a huesos de Elephas y Rhinoceros con huellas de acción
del hombre, análogas a las que se habían hallado en el valle
del Arno según había comunicado C. Ramorino en la reunión
de la sociedad italiana de ciencias naturales en Spezzia. Esto
parecía clarificar el debate de si el hombre había podido existir
en Europa durante el periodo Terciario o, como decían algunos
paleontólogos, había que buscar sus restos fósiles en regiones
ecuatoriales, en la India o en otro continente. Respecto a esto,
Vilanova pensaba que los últimos datos sobre las condiciones
ambientales de entonces y sobre la flora y fauna fósil, incluyendo el hallazgo realizado por Lartet en el terciario de SaintGaudens del Dryopithecus Fontani, ejemplar fósil muy parecido
a los monos antropomorfos actuales, apoyaba la posibilidad
de que en suelo europeo pudiese encontrarse restos humanos
terciarios. Y decía al respecto: “si bien hay que renunciar por
ahora a la existencia del hombre en el segundo horizonte de la
época terciaria, o sea en el mioceno, todo parece contribuir a
la admisión del hombre plioceno...”, contemporáneo de mamíferos fósiles característicos de ese terreno. Añadía que no era la
metafísica con sus razonamientos, ni la lingüística en su sección
paleontológica, ni la más arcaica arqueología, sino el criterio y
método geológico quien había suministrado los datos sobre la
primera aparición de la especie humana y el inmenso lapsus de
tiempo transcurrido desde entonces (Op. cit.: 165). El problema
era que hasta la fecha el único resto fósil humano que se podía
considerar como terciario era el cráneo descubierto en California. En los terrenos de transición no se habían encontrado ni
hueso humano ni resto de industria lítica, por lo que había un
hiatus entre el cráneo plioceno de Calaveras y los posteriores
identificados como cuaternarios (Op. cit.: 172).
Pasaba a continuación Vilanova a describir el terreno geológico Cuaternario, cuya característica era el gran levantamiento
que había afectado a una gran parte de Europa, la cual a continuación se había visto cubierta por una gran masa de hielo.
Este apartado del libro, que ocupa hasta el final, lo divide en las
diferentes épocas, del Paleolítico a la Edad del Hierro, y realiza
una extensa difusión de los conocimientos multidisciplinares y
transversales más en boga acerca del origen y la antigüedad de
la humanidad.
56
Sobre el debate acerca de la existencia del “hombre terciario” puede verse
Pelayo (2009).
142
Por lo que respecta a la época Paleolítica (Fig. 58) o del Oso
de las cavernas y el Mamuth, dice que mientras se encontraban
suficientes muestras arqueológicas y paleontológicas de la
misma, apenas se habían hallado unos cuantos cráneos, alguna
mandíbula y unos pocos huesos largos fósiles humanos. Justifica
esta pobreza por la facilidad que se alteraban y descomponían
los materiales orgánicos en los terrenos de acarreo, el que la
especie humana se encontrara menos desarrollada que otras de
mamíferos y aves, cuyo esqueleto era más sólido y consistentes
que el de los humanos y por el poco interés por este tipo de
investigación a causa de la influencia negativa que había tenido
la opinión dominante sobre la poca antigüedad del hombre.
Así que, hasta, poco más o menos el año 1870, apenas eran en
torno a la quincena los ejemplares de restos humanos que disponían los paleontólogos para su estudio. Siguiendo la distinción
establecida por Hamy, Vilanova pasaba a describir primero los
restos encontrados en los depósitos diluviales externos y luego
los que se habían hallado en cavernas (Op. cit.: 225).
Cronológicamente, el hallazgo más antiguo había correspondido a los huesos excavados en 1823 por A. Boué en la
cuenca del Rhin, en Lahr, cerca de Estrasburgo, que en opinión
de Cuvier, eran humanos pero no fósiles, ya que debían proceder de algún cementerio cercano. También a excavaciones
diluviales superficiales correspondían los restos excavados
en Eguisheim, Cannstadt (Stuttgart), Wiesbaden, Staengenaes
(Suecia), Maastrich, Meuse, Olmo (Italia), Denise (Le Puy,
Auvernia), Moulin-Quignon - algunos apelaban a una introducción fraudulenta en el yacimiento -, Natchez en la cuenca
del Misisipi, la mandíbula humana hallada en Puerto Príncipe
(Cuba) y los huesos humanos encontrados por J. Reboux en
Clichy, la Revolte y la Chaumière en el Sena. Entre los restos
humanos fósiles descubiertos en cavernas destacaba el de
Neandertal, pero había que añadirle los hallados en las grutas
de Trou de la Naulette, en el río Lesse, Moustier, Lherm, y
Fées, ésta última en el pueblo Arcy-sur-Cure. Más tarde se
comprobaría posteriormente que algunos no eran fósiles, sino
modernos.
Vilanova señalaba la existencia en Europa de dos razas
humanas fósiles, la más antigua de constitución craneal dolicocéfala y la más reciente braquicéfala. Posteriormente aparecería una tercera distinta de las anteriores, completándose así el
cuadro etnográfico de las edades remotas. Y resumía así la interpretación que se daba en relación al carácter paleoantropológico
del Paleolítico (Op. cit.: 236):
1º Que el hombre del periodo paleolítico no se distinguía
ciertamente por una gran inteligencia, como lo acredita su
naciente y tosca industria.
2º Que era más débil que hoy y tenía que luchar, no sólo con
condiciones físicas, sino también con los animales que le
rodeaban, que eran mucho más poderosos que los actuales.
3º Que por todas estas circunstancias, no debe extrañarse
que la infancia de la humanidad haya durado tantos siglos.
4º Que partiendo de la unidad de especie y de cuna humana,
que hoy por hoy no hay razones bastante poderosas para
invalidar, la existencia en nuestro continente de dos razas,
[page-n-156]
por lo menos, en este periodo, y tal vez de otra distinta en
el terciario superior, es la plena confirmación de la notoria
antigüedad, que no podemos menos de reconocer en el
hombre.
5º Que el tipo más antiguo cuaternario parece deba referirse
al dolicocéfalo, o sea de cabeza larga y estrecha, a cuya
circunstancia suele agregarse, por lo común, la del prognatismo más o menos pronunciado, ambos a dos signos, por
regla general, de inferioridad intelectual.
A esta circunstancia puede añadirse el que la talla del
hombre era a la sazón un poco inferior a la media actual,
lo que parece hasta cierto punto justificar las condiciones
físicas de aquella época, algo semejantes a las de regiones
boreales.
6º Que la vida del hombre era entonces vagabunda, sirviéndole cuando más las cavernas y algunas cavidades en las
laderas de los montes, de abrigo o resguardo.
7º En cuanto a la alimentación es probable que fuera muy
frugal, reducida a raíces, frutos y otras partes de los vegetales, quizás a la carne cruda del Mammuth, Caballo, etc.,
y al tuétano, según justifica la hendidura que ofrecen los
huesos largos, practicada al perecer con dicho fin.
Terminaba Vilanova su repaso del Paleolítico comentando
que no había pruebas de que los hombres de este periodo
conocieran el fuego, ni el modo de conservarlo, debía ser, por
tanto, una especie de salvaje nómada, pescador y cazador, de
muy escasa inteligencia y ninguna cultura. La comparación de
la humanidad de aquella época con los aborígenes actuales de
Australia o Nueva Zelanda o de otras tribus sin civilizar, justificaba plenamente a juicio de Vilanova, la idea que acerca del
hombre primitivo podía construirse, a partir de los datos geológicos, paleontológicos y arqueo-antropológicos de edades tan
remotas (Op. cit.: 236-237).
El horizonte medio del Cuaternario, en unos límites difíciles de establecer con la época anterior, correspondía a la
época Mesolítica o del Reno, llamada así por la abundancia
de restos fósiles de este animal y que era un periodo de tránsito. También aquí eran escasos los restos fósiles humanos.
Las estaciones prehistóricas más famosas eran las cuevas de
Aurignac y Trou de Frontal (Bélgica), cuyos cráneos se asemejaban a los de “la raza mogola o turanense, y a su rama ibera
o ligura, existente aún en los Pirineos y en el norte de Italia”
(Op. cit.: 280). También pertenecían a este periodo los restos
hallados en Grenelle (París), Engis y Engihoul (Bélgica), CroMagnon, Bize, Eyzies, Massat, Laugerie Basse, Bruniquel, y
Trou Rosette (Bélgica). Algunas de las características morfológicas de los huesos largos del esqueleto del anciano de CroMagnon, como el aplastamiento lateral de la tibia que estaba
muy acentuado, había dado origen a una polémica entre Pruner
Bey, que la consideraba como efecto del raquitismo padecido
en la infancia, y Broca y Hamy, que veían en ello indicios de
caracteres simios (Op. cit.: 280-283).
Los resultados del estudio de la riqueza paleoetnológica
de este periodo, según Vilanova, llevaban a los resultados
siguientes (Op. cit.: 283-284):
1º Que ningún cráneo humano de esta edad, ni aún de la
anterior, o sea del Mammuth, ofrece rasgo alguno antropomorfo, siendo todos perfectamente humanos.
2º Que desde tan remota edad han coexistido en Europa dos
razas humanas, dolicocéfala una, braquicéfala otra; lo cual
acredita la notoria antigüedad del hombre y de sus principales ramas.
3º Que aunque es difícil, con los datos que poseemos, juzgar
con acierto respecto del orden de aparición, no obstante el
grupo dolicocéfalo parece haber precedido al braquicéfalo.
4º Que tampoco es fácil determinar ni por sus obras, ni
por la proporción del cráneo, ya que en este punto hay que
tener en cuenta la calidad, tanto como la cantidad de masa
encefálica, cuál de las dos razas debió llevar la superioridad
intelectual.
5º Que vista la analogía entre el hombre de la primera edad
del reno, según Hamy, y ciertos pueblos del N. de Europa
y Asia, tales como lapones, esquimales y tchuktchs, puede
decirse que éstos continúan representando hoy en las
regiones circumpolares, las razas del Reno en Francia, Bélgica y Suiza.
6º Que el estudio de los restos humanos y de sus obras en
los turbales del Norte, inclinan el ánimo a sospechar que
el hombre de aquella época acompañó al Reno en su emigración; pudiendo considerarse uno y otro como descendientes de los últimos tiempos cuaternarios de la Europa
media.
7º Que parte de aquella población cuaternaria, no obstante
las condiciones desfavorables que iba presentando Europa,
subsistió en su parte central y occidental, experimentando
las consecuencias de una invasión de hordas descendientes
de los primeros dolicocéfalos que ocuparon esta región, las
cuales armadas ya de la piedra pulimentada, sometieron
probablemente con facilidad a los que eran más débiles o
quizás menos hábiles, mezclándose así dos civilizaciones,
de las que algunos vestigios se conservan en los últimos
momentos del periodo del Reno. Esto nos conduce insensiblemente a la época neolítica o de la piedra pulimentada,
que debe formar capítulo aparte.
Para concluir en relación a los tipos fósiles humanos que
habían vivido durante el Mesolítico o edad del Reno, Vilanova
comentaba que habían coexistido dos razas humanas. Una era
dolicocéfala, como la de Eguisheim que las había precedido
cronológicamente. Se caracterizaba porque sus representantes
habían tenido una complexión fuerte y robusta, una gran talla,
un cráneo con una capacidad y forma semejantes al de muchos
pueblos actuales, con un prognatismo que afectó a los maxilares
pero no a los dientes. Sus estaciones prehistóricas características
eran las de Cro-Magnon, Grenelle y Engis. La otra raza prehistórica había sido braquicéfala, de menor tamaño y desarrollo,
con muchos puntos de contacto con la que había habitado la
cuenca del Sena al finalizar el periodo del Mammuth, y que, por
la forma del cráneo, se enlazaba por tránsitos insensibles con el
tipo estonio. Sus estaciones clásicas eran las cuenca del Sena
y las cavernas belgas. Por tanto, considerando estas dos razas
prehistóricas y la de anterior de Eguisheim, habían sido tres
los tipos étnicos humanos que habían habitado Europa en una
época muy remota. Esto implicaba que los humanos eran muy
antiguos y que habían experimentado durante mucho tiempo los
efectos de condiciones muy diversas en su existencia, fuera por
una larga duración en el tiempo o por el efecto de las migraciones (Op. cit.: 284-285).
143
[page-n-157]
VI.7. PARTICIPACIÓN INSTITUCIONAL
El siguiente apartado lo dedicaba Vilanova a describir
la época Neolítica, o de la piedra moderna o pulimentad a,
que correspondían con la aparición de los animales domésticos.
Tampoco este periodo era rico en ejemplares fósiles
humanos. En los kiokenmodingos no se habían encontrado
hasta ese momento. Algunos se habían hallado en cavernas de
los Pirineos, como la de Lombrive, en las turberas belgas y en
dólmenes. La conformación del cráneo de la mayoría de los
restos humanos era braquicéfala, de cara “turanense”, que para
la terminología etnológica y lingüística de la época significaba
originaria del Asia Central y distinta de la indoeuropea. Era el
tipo representado por vascos, magiares, finlandeses y lapones.
El resto fósil humano más famoso encontrado en dólmenes y
monumentos megalíticos era el cráneo de Borreby, hallado en
un túmulo de Jutlandia, Dinamarca, asociado a instrumentos
líticos (Op. cit.: 316-317).
Acababa Vilanova su repaso por este periodo indicando
que era muy importante en la historia humana, ya que era el
eslabón que enlazaba el estado salvaje con el civilizado (Op.
cit.: 319).
Respecto a los restos fósiles humanos pertenecientes a la
edad del Bronce, Vilanova aseguraba que se habían encontrado
pocos ejemplares por la costumbre de quemar los cadáveres.
De todas formas, en las turberas, monumentos megalíticos y
palafitos se habían encontrado algunos cráneos que podían
ayudar a clarificar la morfología de los tipos étnicos mayoritarios. Generalmente los procedentes de los yacimientos escandinavos eran braquicéfalos y algunos pocos dolicocéfalos (Op.
cit.: 333).
En cuanto a los materiales que se disponían de la edad del
Hierro, se habían encontrado por lo general en monumentos
megalíticos, en particular en los túmulos de Noruega, el país
representativo de este periodo, en Rusia y Valaquia, aunque
también en la parte más superficial de las turberas, en los sepulcros, en ciudades y fortalezas abandonadas, en cementerios y
en antiguos campos de batallas. Esta época fue el principio de
la civilización actual y aquí comenzó también “la leyenda, la
fábula y la tradición, y con ella ellas la historia propiamente
dicha, en cuyo confín termina la misión del paleo-arqueólogo”
(Op. cit.: 340).
En su apéndice final sobre los prehistórico de la península
ibérica, Vilanova incluyó una descripción de los hallazgos
realizados en Gibraltar, en los que se habían encontrado cráneos fósiles humanos, pertenecientes según algunos al Homo
calpicus, que habían tenido una gran repercusión en la comunidad científica internacional. De esta forma, siendo Gibraltar
en su opinión una de las primeras estaciones prehistóricas de
Europa, por la riqueza de sus hallazgos, Vilanova terminaba su
libro lamentándose, ya que “Aunque la ciencia no tiene patria,
siendo cosmopolita e igual para todos los hombres y países, no
por eso dejaremos de deplorar que hayan ido a enriquecer los
Museos de Londres las preciosidades allí encontradas” (Op. cit.:
441-442).
Tras el viaje a Dinamarca, que supuso su consolidación
como prehistoriador, Vilanova iba a actuar en adelante como
un activista entusiasta de iniciativas en este campo, animando y
respaldando todo tipo de empresas, en unos años en que la prehistoria se había convertido en una disciplina de moda. Formó
parte, como ya se ha comentado, de la recién fundada Sociedad
Española de Historia Natural (1871), ante la cual presentará
no pocas memorias de contenido antropológico y en el primer
número de sus Anales aparecería un trabajo sobre esta materia
(Vilanova, 1872d), además de que será el escenario donde se
dirimirán algunos de los combates más duros en la polémica
sobre la autenticidad de las pinturas de Altamira. Ese mismo
año (1871), Machado, que había abandonado el cargo de Gobernador civil y había vuelto al rectorado de la Universidad, junto
a Tubino y otros intelectuales activos, fundó la Sociedad Antropológica, al tiempo que Vilanova y Tubino iniciaban un curso de
ciencia prehistórica en la Universidad de Sevilla, de cuya gestación no debió ser inocente el rector. Además, ambos tenían previsto acudir al V Congreso Internacional de Bolonia, al que sí
fue José Vilanova, y según Ayarzagüena (1992: 64-65), basándose en el testimonio del propio Tubino, ambos habían de tomar
parte como correspondientes, pero al final no acudieron y de
hecho, en las actas ni siquiera se recoge el título de una posible
comunicación inscrita (Comas, 1956: 202). La única intervención española en el Congreso parece que fue la de Guillermo
Macpherson, quien envió materiales exhumados en la Cueva de
la Mujer, “a fin de que los sabios que allí concurren, puedan
estudiarlos y sacar de su examen legítimas consecuencias”.57
Pero la prehistoria despertaba recelos entre sectores de la
Iglesia y fue en 1871, cuando Vilanova recibió la crítica de Francisco Javier Caminero, quien al referirse al origen del hombre,
afirmaba que su antigüedad no pasaba de los setenta siglos y
advertía que “los geólogos católicos, como el Sr. Vilanova,
proponen admitir interrupciones en las listas genealógicas del
Génesis, ya porque se suprimieran nombres de propio intento
ya porque desaparecieran casualmente, como es muy posible
y ha sucedido en tantos otros documentos históricos antiquísimos. Si hemos de hablar con franqueza, aún nos repugna más
esta hipótesis que las dos anteriores” (citado por Ayarzagüena,
1992: 199).
Sin embargo, Vilanova mantuvo firmes sus convicciones y
poco tiempo después de esta reprensión, vio la luz el ya citado
Origen, naturaleza y antigüedad del Hombre en 1872, que
Ayarzagüena (2002b: 65) ha calificado como la primera síntesis
sobre la prehistoria española y donde, en la línea de lo ya apuntado con respecto de los materiales de la Cueva de la Mujer,
introdujo el periodo Mesolítico para identificar los horizontes
diluviales medios y si bien, aparece como uno de los primeros en
utilizar esta categoría, que ha resultado tan útil, en su cronología
correspondería al actual Paleolítico Medio. Hemos de señalar
que su defensa se enraíza en su concepción del desarrollo autóctono de la prehistoria española (Ayarzagüena, 1992: 202-208
La información procede del artículo firmado por A. Machado en la Revista
Mensual de Filosofía, Literatura y Ciencias de Sevilla (III, 1871: 315-319)
y está citado por Ayarzagüena (1992: 198). El problema estaba en que aparecían juntos útiles de piedra tallada y pulimentada, y Vilanova, con quien
MacPherson mantenía buenas relaciones, interpretó que el yacimiento dataría de una época intermedia entre el Mesolítico y el Neolítico. Ayarzagüena
(1992: 197) y Barrera (2002). Véase también Sánchez et al. (2000: 303304).
57
144
[page-n-158]
y 304-305).58 Por otro lado, uno de los primeros arqueólogos
profesionales españoles y hombre también de un catolicismo
probado, Rada y Delgado, sacó en el Museo Español de Antigüedades, revista que él dirigía, una serie de artículos con el
título común de “Lo prehistórico en España”; epígrafe que también utilizó en otras aportaciones a publicaciones periódicas.
En el campo de la geología e historia natural, vieron la luz en
1872 el Compendio –que según parece, será determinante para
su elección a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales – y el volumen primero de la enciclopedia de historia natural dirigida por él: La Creación. Historia Natural,
escrita por una sociedad de Naturalistas (Barcelona, Montaner
y Simón), y que hasta 1876 irá sacando hasta 8 volúmenes. La
primera entrega llevaba un prólogo, en el que Tubino dedicaba
las setenta primeras páginas de la antropología a exponer las
teorías de Darwin sobre el origen de las especies y del hombre
(ver Capítulo VII).
Asimismo, hemos de señalar que Cañal (1894: 7), a quien
algún autor considera discípulo de Vilanova, llegó a afirmar
que “nada ocurre digno de mención en la historia de la arqueología sevillana”, hasta la llegada de Manuel Sales y Ferré en
1874, con lo que silencia la labor de Tubino y Machado, con
los que Sales además compartía ideología e inquietudes, pues
fue el impulsor de la fundación del Ateneo Hispalense en 1879
y ocho años después, el Ateneo y Sociedad de Excursiones de
Sevilla.
En 1872 Vilanova y Tubino aparecían inscritos en el VI
Congreso Internacional de Arqueología Prehistórica, aunque
no tenemos constancia de que se desplazaran a Bruselas y
de hecho, en sus actas no aparece comunicación alguna a su
nombre (Ayarzagüena, 1992: 24-25 y 65; Comas, 1956).
La actividad de Vilanova en estos años fue muy intensa,
presentando continuas memorias ante la Sociedad Española
de Historia Natural, en especial de paleontología y prehistoria, como la reseña de la obra de Wilhelm Philipp Schimper:
Traité de Paléontologie végétale ou la flore du monde primitif
dans ses rapports avec les formations géologiques et la flore
du monde actuel (París, J. B. Baillière et fils, 1869-1874, 3
vols.).59 Asimismo, dio a conocer los trabajos de Guillermo
Macpherson en la Cueva de la Mujer, tras haber avalado su
inscripción y la de su hermano José, en dicha Sociedad en
1872. Por fin, animó públicamente a sus socios a acompañarle
al congreso internacional de Estocolmo (1873) y aunque sólo
convenció a Ildefonso Areitio, también viajaron con él, el ayudante del Museo de Historia Natural, José Solano y los ingenieros Joaquín Francisco de Haro y su hermano José. Una vez
más, dio noticia de sus sesiones en la Revista Europea (187475) y en sus cursos del Ateneo, gracias a las reseñas recogidas
en la citada revista que bajo el título genérico de “Ciencia prehistórica” aparecieron en los años 1875-1876. Según tales descripciones, los principales temas abordados fueron: discusión
58
En las conferencias dadas en Santander (1881: 94), parecía dar a entender
que se había producido una cierta asimilación del periodo entre los especialistas: “Algunos arqueólogos intercalan entre el Arqueolítico y el Neolítico,
otro periodo, que denominan mesolítico, del cuchillo y también del reno, por
abundar en él sobremanera los despojos de este ciervo”. No obstante, poco
después, Sales y Ferré (1883-85: 1, 83) refería que en el periodo del Reno
eran tan abundantes los cuchillos, que se ha “llamado en un principio a este
periodo, ed ad de los cuchillos”, pero no hacía mención alguna a una posible
era Mesolítica.
acerca de la transición entre el Paleolítico y el Neolítico, donde
habría defendido “implícitamente” la propuesta de Cazalis de
Fondouze sobre la continuación entre ellos; expresó su prudencia a la hora de la datación de los tiempos prehistóricos,
que no creía que pudiera hacerse de forma absoluta; mostró
sus primeras reticencias a la existencia del hombre terciario
(Ayarzagüena, 2002b: 68-69).60
Con el fin de reavivar la lánguida vida de la Sociedad de
Antropología, se formó una comisión de publicaciones, de
la que formaban parte Tubino y Vilanova, la cual consiguió
sacar el primer número de la Revista de Antropología en 1874,
pero cuya vida será efímera, pues no vio acabado el segundo
volumen. En ella, mientras Vilanova volvía a la carga con “el
origen del hombre”, Tubino publicaba distintos artículos teóricos (Puig-Samper y Galera, 1983: 38-45).
A partir de entonces, su actividad va a dispersarse cada
vez más, pero al mismo tiempo, llama la atención que también va a abordar sus investigaciones desde una perspectiva
más compleja. En 1876, asistió junto a su hermano José, como
miembros ambos de la Sociedad Geológica de Francia, a la
Asamblea que tuvo lugar en Châlons y Autun, donde en una
de las correrías, Vilanova encontró un bifaz y sometió su
estudio a la reunión, extrayendo una interesante conclusión,
pues supone trascender su anterior óptica fundamentalmente
arqueológica, por otra más compleja, que le llevó a analizarla
desde una perspectiva histórica. Dejemos que sea él quien nos
lo cuente, según el relato de la reseña de dicho congreso (Vilanova, 1884a: 23):
... atendiendo al reducido tamaño del hacha que motiva
estas líneas, sin inconveniente alguno podría admitirse,
que el hombre echara mano de los cantos de sílex que
están mezclados con la arcilla; si bien es indudable, que
para los instrumentos de mayores dimensiones, tales como
las famosas lanzas de Volgus que figuran en el Museo de
Châlons, debieron servir las grandes masas de pedernal de
la creta de la Champagne; lo cual supone la existencia de
relaciones comerciales en tan remotos tiempos; siquiera
atendida la mayor perfección de estos últimos objetos, sean
indudablemente posteriores al hacha a que me refiero.
En cuanto a consideraciones paleontológicas, en la visita
a la Cueva del Bosque, con una importante brecha huesosa,
refiere que sus características guardaban “tanta semejanza con
la que años atrás había visto y estudié junto a Cabra (Córdoba),
también perteneciente a la formación cuaternaria” (Op. cit.: 31).
Sus participaciones en congresos arqueológicos no eran
todo lo continuas que le hubiese gustado a nuestro autor y de
nuevo, habrá de esperar hasta 1878 para que volviera a una de
estas reuniones. Fue con motivo de la Exposición Internacional
de París de ese año, cuando se organizó el Congreso Interna-
A partir de ese momento, ésta fue una obra de referencia y así lo comprobamos, por ejemplo, en la reseña del congreso de Châlons (1884a: 58-60), para
calibrar la importancia de los restos vegetales fósiles hallados en el Campo
de Justicia de Autun.
60 En esta misma época, Tubino publicó Los aborígenes ibéricos (Madrid,
1876), donde para introducir aún mayor confusión sobre este tema, hablaba
de los “hombres prohistóricos” (Ayarzagüena, 1992: 265-267 y 297).
59
145
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cional de Ciencias Antropológicas,61 donde coincidió con Jaime
Almera –quien lanzó duras críticas a la colección española exhibida en la exposición de objetos prehistóricos– y en cuya mesa
presidencial fue nombrado Chil y Naranjo como representante
de España, mientras que Tubino lo fue del Consejo.62 En sus
sesiones, se debatió ampliamente un tema muy del gusto de
Vilanova: el hombre terciario, cuya existencia ya rechazaba de
plano: “Y lo peor del caso es que escritores de mucho seso y que
pretenden servir con su talento y con su pluma la buena causa,
dejándose llevar de tan infundado razonamiento, admiten con
singular candidez la opinión de Mortillet y de los más extremados transformistas, atribuyendo los primeros instrumentos
de piedra a ese ser fantástico intermedio entre los antropoideos
y el hombre, prefiriendo seguir esta peligrosa teoría, a la muy
racional de aceptar con los paleontólogos sensatos, que los
restos fósiles humanos que en diferentes puntos se encuentran,
son de individuos bien definidos de nuestra especie y verdaderos autores de todos los instrumentos de piedra, desde los más
toscos”.63 En cuanto a la participación española a la exposición,
ésta constaba principalmente de útiles recogidos en San Isidro,
lo que Vilanova puso de relieve en su reseña. Chil, en su comunicación, refirió a los guanches y al alto grado de cultura que
alcanzaron, bastante superior al establecido por autores como
Quatrefages. También vale la pena comentar que en su resumen,
Vilanova dio amplia cobertura a la comunicación de Cartailhac
sobre el Neolítico, a la que apostilló la presencia de un periodo
del cobre –“en muchas comarcas, como España”– y de bronce;
metales que sustituyeron a la piedra y a cuyas formas recuerdan.
Vilanova tuvo varias intervenciones: presentó a debate “si bastaba un cráneo para crear una raza y determinar los lazos de
parentesco que pueda tener con otras más o menos lejanas en
sentido geográfico”, lo que reiteró en distintas ocasiones; intervino en la discusión despertada por la comunicación Charles
Ujfalvy respecto de las razas de Asia Central, en la que también terció G. De Mortillet,64 quien, según el propio Vilanova,
le invitó para que informara sobre el yacimiento de Argecilla
(Guadalajara), “donde al parecer pudiera resolverse la debatida e importante cuestión de si la piedra pulimentada llegó de
improviso a Europa, importada por un pueblo invasor, como se
pretendía por algunos, o si fue verdaderamente indígena”.65 Por
fin, en tal asamblea se manifestaron las disparidades de criterio
entre los llamados arqueólogos filólogos y naturalistas. Acabado el congreso, acudió, en la misma ciudad, a la asamblea
fundacional de la Asociación Francesa para el Progreso de las
Ciencias, donde formó parte de la mesa de geología y su comunicación versó sobre esta disciplina. En la sección de antropo-
logía, donde de nuevo fue elegido Chil para constituir la mesa,
se discutió sobre arte prehistórico mueble, interviniendo el
investigador canario para informar sobre las piezas halladas en
el archipiélago. Las sesiones fueron muy animadas, volviendo
a discutirse sobre las medidas de los cráneos y se debatieron
cuestiones de cronología y aspectos referidos a la cultura, pero
hay que destacar sobre todo la presentación de comunicaciones
de paleopatología, como las de Prunières y Parrot, que fueron
muy bien recibidas por Broca, quien es considerado uno de los
adelantados de esta disciplina (Vilanova, 1884a: 193-194, 233263, 276-277, 284-285. Citas p. 234-235, 241, 261, 262 y 276).
Al año siguiente (1879), se producirá un hecho trascendental en la carrera de Vilanova: el descubrimiento de las
pinturas de Altamira por Sautuola. A partir de entonces, dedicará los mayores esfuerzos a demostrar, infructuosamente,
su autenticidad. Este proceso es paralelo a la afirmación del
abordaje más complejo de la realidad prehistórica, que ya
apuntaba en el citado discurso de apertura del curso 186465, y que se refleja muy bien en las conferencias dominicales
dictadas en diciembre de 1880, poco después de la inauguración de la Escuela de Agricultura y que fueron publicadas
bajo el título: Agricultura prehistórica (1881c). Llama la atención que cuando acababa de publicar la Geología agrícola
(1879a) y la Teoría y práctica de pozos artesianos y arte de
alumbrar aguas (1880b), eligiera un tema histórico, teniendo
en cuenta sus convicciones y conducta habitual: inteligente y
continuada labor de publicidad de sus propias publicaciones,
y el sentido utilitario que siempre había defendido de su actividad y de la disciplina que cultivaba. Así pues, observamos
un cambio de tendencia, del que él es consciente y así justifica su decisión recurriendo en primer lugar a la crítica: “de
labradores prácticos y aún de propietarios acomodados, esto
es, de los que debieran manifestar un afán más decisivo por
estas conferencias..., vienen pocos aquí, mostrando una indiferencia verdaderamente punible”, y, acto seguido, apela a los
altos sentimientos: “no siempre hemos de obedecer sumisos
los preceptos de las bajas esferas de la materia, que inspiran
los instintos utilitarios, de día en día más pronunciados, sino
que alguna vez ha de darse también pasto al alma por medio
de disquisiciones históricas y científicas, las cuales si no
aumentan la fertilidad de nuestros campos ni el bienestar y
regalo del cuerpo, embelesan por lo menos el ánimo, satisfaciendo una de sus más apremiantes y legítimas necesidades”
(Vilanova, 1881c: 12). Quizá valga la pena recordar que, como
ya hemos apuntado, en ese momento, sus principales preocupaciones estaban en el mundo de la prehistoria: acababa de
En principio, el noveno congreso de prehistoria se habría de celebrar ese año
en Moscú, pero pronto corrieron noticias de que había dificultades. La alternativa era París, pero allí no podía efectuarse al ser contrario a los estatutos,
por celebrarse una Exposición Universal, por lo que se decidió organizar esta
reunión, cuyas actas aparecerán en 1880 y que aglutinó a los especialistas, ya
que el de Moscú no se celebró sino al año siguiente y bajo el mismo epígrafe
que el de París, pues se realizó como actividad complementaria a la Exposición Antropológica (Comas, 1956:149-152).
62 Recordar que con motivo de la Exposición Universal de París de 1878, también se celebró el Primer Congreso Geológico Internacional en París.
63 De nuevo se desatará el debate durante el congreso de Lisboa (1884a: 304307), en el que terció en contra de la datación terciaria y reforzó su argumento
con hallazgos españoles.
64 Recordemos que ya Flourens había animado desde la cátedra de anatomía
del Museo de Historia Natural de París, que ocupó entre 1833 y 1839, el
cultivo de una disciplina; la etnología, dedicada a la ciencia de las razas;
tarea en la que le seguirán sus sucesores Étienne Serres (1839-1855) y Armand de Quatrefages. Sus posiciones, fuertemente monogenistas, comenzarán a ser criticadas por los fundadores de la Sociedad de Antropología desde
1865, convirtiéndose en un flanco central de las discusiones entre fijistas y
evolucionistas, en el que Vilanova participó desde bastante pronto, como lo
muestra el fragmento antes trascrito de su discurso inaugural del curso de la
Universidad de Madrid de 1864-65. Sobre las intervenciones en el congreso,
véase Comas (1956: 320).
65 En las Actas, se editó una comunicación titulada: Sur les stations néolithiques, donde, entre otras cosas, habló de Argecilla, y que motivó una intervención de Quatrefages, Congrès International des Sciences Anthropologiques…, Paris, Imprimerie Nationale, 1880, 273-277. Este yacimiento siguió
presentándolo como uno de los más característicos del Mesolítico (Vilanova
y Rada, 1894: 471-473).
61
146
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volver de Santander, donde en septiembre había inspeccionado
las pinturas de Altamira y había dado unas conferencias para
sancionar su importancia ante la sociedad cántabra, antes de
marchar directamente al Congreso de Lisboa, donde sus argumentos fueron recibidos con frialdad, pero de eso ya hablaremos más adelante.
En su exposición, toca uno de sus temas preferidos: el
terminológico, y, a pesar del título elegido, muestra su desacuerdo con la acepción prehistoria, que había asumido con
toda naturalidad en la memoria del congreso de Copenhague,
por ejemplo (op. cit.: 10-11). Vuelve a hablar del periodo
Mesolítico, caracterizado por el cuchillo, los útiles de hueso
y el inicio de la cerámica, aunque esta última actividad no se
observa en algunos yacimientos, como sería el caso de Altamira (op. cit.: 20); y ofrece una información muy buena para
acercarnos a los conocimientos que en esos momentos había
acerca de los modos de vida del Paleolítico y del Neolítico, y
de cómo explicaban la vida de sus antepasados. Su arranque
es, cuanto menos, sorprendente; pues se basa en la autoridad de
un autor ideológicamente en sus antípodas: Elisée Reclus, de
quien dice que es “por todos conceptos, respetable” y a quien
volverá a hacer referencia en trabajos posteriores (Vicente,
1983). Según su parecer, “la agricultura... es la madre de todas
las civilizaciones, principiando por sentar de una manera permanente el elemento fundamental de todas ellas, a saber: la
familia” (Vilanova, 1881b: 13). La familia habría surgido con
la domesticación del fuego, “constituyendo el hogar que sirvió
en rigor como de verdadero núcleo o centro de atracción, alrededor del cual se agrupan los individuos que la componen”;
pero, “para que la familia adquiriese su verdadera importancia,
contribuyendo a los adelantamientos que la especie humana
estaba llamada a realizar”, hubo de esperar a la aparición de la
agricultura: “ya que el hombre, desde que empieza a cultivar el
suelo, se identifica con el que le proporciona alimento para sí y
para sus hijos, y participando de las cualidades del terreno, se
hace tenaz, paciente y tranquilo, detestando la guerra, que destruye cuanto con noble afán y previsión ha sabido recoger”. A
partir de esta premisa, establece una idiosincrasia pacifista del
agricultor: “De padres a hijos y de siglo en siglo, el agricultor
opone a la violencia y a la devastación, una resistencia pasiva,
que concluye por cansar y supeditar las voluntades más firmes
y hasta por vencer a los más orgullosos y soberbios conquistadores” (op. cit.: 13-14). Tras esta introducción, organiza la
conferencia abordando primero los aspectos geográficos, para
pasar luego a los botánicos y zoológicos.
El geográfico va vinculado al cronológico y vuelve a referirse al Mesolítico y al Cobre. Cuando aborda el Neolítico,
enumera sus distintas acepciones: piedra pulimentada y animales domésticos, y propone “una nueva y que ignoro si algún
otro la empleó antes, a saber: agrícola, por ser en ella, donde
se encuentran los primeros vestigios de este arte”. Así, en
consonancia con lo que ya había defendido en el congreso de
Châlons, afirma que con el Neolítico emergió la economía de
producción: agricultura, domesticación ganadera y relaciones
comerciales, y recurre al yacimiento de Argecilla como observatorio, en el que se encuentran restos de todo tipo de útiles y de
los estadios de su fabricación. A partir de un análisis tipológico
de ciertos instrumentos de piedra, concluye que “el ángulo que
el hacha forma con el mango no le da condiciones muy ventajosas como arma defensiva ni menos como instrumento ofen-
sivo, el ánimo se inclina a considerarla como uno de los útiles
más primitivos y rudimentarios de la agricultura, con tanto
mayor motivo, cuanto que no deja de ofrecer alguna semejanza con la azada y azadilla que aún hoy se usa. Confirma al
parecer esta opinión, que no he visto emitida por autor alguno,
el tamaño considerable que suelen ofrecer las hachas pulimentadas, lo cual las haría de seguro demasiado embarazosas
para la guerra, al paso que esta circunstancia les daba como
instrumento agrícola la ventaja de facilitar, sin gran esfuerzo
de parte del hombre, la penetración en el suelo”. Recordemos
que investigaciones posteriores han ido desenterrando todo
tipo de herramientas de formas diversas, de manera que ahora
se aceptan variados tipos de hachas, azadas, azuelas, cinceles,
picos y martillos. Finaliza esta digresión proponiendo una
interpretación de la invención de un supuesto arado Neolítico
y pone de relieve “el hallazgo, en algunas cavernas, de piedras toscas de molino o que servían para triturar el grano” (op.
cit.: 26). En cuanto a la cerámica, atrasa, equivocadamente, la
invención del torno cerámico hasta el final del periodo. Acaba
su discurso refiriéndose a las “principales y más importantes
plantas que el hombre cultivó”, y tras aludir al método lingüístico utilizado por A. Pictet, él prefiere centrarse en la actividad arqueológica, especialmente en la información aportada
por los palafitos suizos, que testimonian la importancia de los
cereales, principalmente el trigo, y el aumento de las especies
animales domesticadas. También aborda la cuestión del origen
de la agricultura y, basándose en los trabajos del investigador
suizo Oswald Heer, refiere a un origen asiático –lo concreta en
Egipto–, que a través del Mediterráneo habría ido penetrando
hacia el interior de la llanura europea. Ello le permite también
apuntar la existencia de relaciones, tanto económicas como
culturales, entre las distintas poblaciones europeas. Termina
relatando una distribución basada en el calendario de los alimentos que debieron constituir la dieta neolítica, a partir de
los estudios del citado prehistoriador suizo en el yacimiento de
Robenhausen (Ayarzagüena, 2002b: 70-71. Véase también, la
reseña del congreso de Zurich, Vilanova, 1888a: 34-38).
Todos estos argumentos los hallamos expuestos de forma
más amplia y organizada en las citadas conferencias dictadas
en Santander (Vilanova, 1881b), con motivo de su visita a las
cuevas de Altamira, al tiempo que aprovechará para visitar otros
yacimientos de notable interés arqueológico, e inmediatamente
antes de partir hacia el congreso de Lisboa (1880). Pensamos
que, sin duda, el texto lo escribió después de la decepción
sufrida en Lisboa, ya que una ola de pesimismo atraviesa sus
páginas y eso que todavía no se había desatado la polémica con
toda su intensidad. De hecho, en algunos párrafos, parece emergerle la amargura sufrida durante el congreso, cuando sus argumentos despertaron calladas referencias.
En la primera conferencia trazó una somera introducción a la
prehistoria y, copiando amplios párrafos del Origen del hombre,
reseña los trabajos de Boucher de Perthes, a quien alaba como
“uno de esos genios que, sobreponiéndose a todo género de
contratiempos y obstáculos, teniendo fe en la verdad de la idea
que persiguen, no desisten de su empeño hasta conseguirlo”.
Así, continuó sus investigaciones, “persistiendo en su empeño,
no obstante los desaires que de las notabilidades científicas y
arqueológicas recibía cuantas veces les presentaba en consulta
los frutos de sus descubrimientos, pues aquéllos le decían que
los útiles de piedra eran de la incumbencia del arqueólogo;
147
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consultado, éste le respondía que la cuestión del yacimiento
de dichos objetos era de la especialidad del geólogo”.66 Llama
la atención sobre la enorme rapidez con que se ha extendido y
desarrollado la nueva ciencia, en la que se han producido importantes progresos gracias a las contribuciones realizadas desde
“todos los países cultos de Europa y de América”. Sin embargo
en el nuestro, “para muchos no es verdad lo del hombre fósil
ni lo de las hachas de piedra por él labradas, para otros, si esto
fuera cierto, debería desecharse por ser contrario a los sentimientos religiosos, como si éstos ni sus fundamentos tuvieran
nada que temer de semejantes disquisiciones geológicas, cuyo
objeto rectamente considerado es llevar esclarecimiento a la primitiva historia humana” (Vilanova, 1881b: 45).
Su método expositivo informa bastante bien de su forma
de abordar el discurso prehistórico, que repetirá en diferentes
ocasiones. Para la descripción de cada periodo comenzará (op.
cit.: 58):
asiáticos y especialmente por los fenicios, a los cuales debe
nuestro continente tan preciosa conquista. Pero señores,
meditando algo sobre el asunto, resulta que el bronce no es
un metal simple, sino una mezcla o aleación de dos metales:
el cobre y el estaño, habiendo sustituido algún pueblo, como
el etrusco, el estaño por el plomo, y parece lógico y natural
suponer que el hombre, antes de servirse de la mencionada
aleación, cuyo conocimiento ciertamente no pudo adquirir
sino después de muchas e infructuosas tentativas y ensayos,
echara mano de uno de los metales nativos, debiendo ser
entre ellos el primero, el cobre, por varias y muy atendibles
razones, generales unas, especiales otras o peculiares de
nuestro país. En primer lugar, la razón más poderosa consiste en el hallazgo de hachas y otros instrumentos labrados
con cobre puro, pues siendo esto cierto, no puede en manera
alguna admitirse que el hombre las fabrica con posterioridad al bronce, como pretenden algunos. Además, sin duda
alguna, ese metal hubo de llamar la atención de nuestros
antepasados por el color rojo vivo y característico que ofrece
y si a esta circunstancia se agrega, el encontrarse en la Península grandes criaderos, en los cuales quedan aún vestigios de
antiquísimas explotaciones, no parecerá violento el admitir,
que comenzara con el uso de este metal el periodo llamado
hasta ahora del bronce. Pero no sólo es esto cierto y de todo
punto incuestionable, sino también que la industria del cobre
fue entre nosotros indígena, ya que los primeros instrumentos
de este metal se encuentran en los mismos yacimientos que
acaban de indicarse para la piedra pulimentada, con la particularidad de reproducir en sus formas las propias de las
hachas neolíticas. Falta tan sólo someter a la prueba decisiva
en todas estas cuestiones las piezas del proceso, esto es, analizar los objetos, que yo creo que son de cobre, para que la
sospecha o se desvanezca y quede como mera ilusión o se
confirme en todas sus partes, contribuyendo de este modo
a esclarecer uno de los puntos de los tiempos prehistóricos
que mayor interés puedan ofrecer. Todos estos antecedentes
y averiguaciones me propongo hacer antes de mi viage al
congreso de Lisboa, a cuya superior autoridad someteré la
solución del problema.68
... por dar la característica arqueológica, basada en los
útiles, armas y otros objetos que sintetizan cada periodo;
luego, indicaré el yacimiento, a lo cual, seguirá la nota de
los animales y plantas que vivieron en el espacio de tiempo
correspondiente y cuyos restos fósiles se conservan, completando la reseña con la mención del carácter llamado
antropológico, por fundarse en los vestigios del hombre
mismo.
En su repaso de las diferentes etapas, recuerda que el yacimiento más antiguo de la Península continuaba siendo el de
San Isidro, lo que planteaba el problema de una posible invasión o emigración, habida cuenta que no se había encontrado
nada parecido en las zonas costeras (op. cit.: 91). Resulta interesante su referencia al Mesolítico, donde vuelve a destacar la
riqueza de útiles encontrados en el yacimiento de Argecilla (op.
cit.: 67 y 95-98), en la línea de su intervención en París, y de
otras cavernas valencianas (Parpalló, Cova Negra, San Nicolás,
la Avellanera), así como las referidas por otros arqueólogos
y señaladamente las recogidas por Góngora en su libro sobre
Andalucía (op. cit.: 94-96).67 También se ocupó del dolmen de
la Olleria, excavado por su amigo José Pla, y, donde al igual que
en Argecilla y otros restos hallados por Macpherson en Andalucía, la presencia de armas de piedra y de cobre dieron lugar a
“la creencia de que el tránsito de un periodo a otro fue lento, y
también la de que el cobre, primer metal empleado, se labró allí
o, en otros términos, que fue indígena, según más al pormenor,
me prometo demostrarlo en el próximo congreso de Lisboa”. Su
digresión a favor de este periodo es prolija y coloca el punto de
partida del problema en las consideraciones de Nilson, el suizo
Morlot y muchos prehistoriadores más, quienes:
... dieron, hace ya bastante tiempo, el nombre de periodo del
bronce, al que sigue inmediatamente después del Neolítico,
profesando la opinión desde entonces muy generalizada, de
que la industria del bronce fue importada en Europa por los
66
67
Vilanova (1881b: 43).
Como vemos en esa fecha, cuando Góngora daba a la luz un duro alegato contra la validez de la prehistoria, Vilanova continuaba concediendo una
confianza científica, sin tener en cuenta las citadas críticas formuladas por
Machado respecto a sus inconcreciones cronológicas.
148
En este periodo, además, se habría producido, como ya
se ha comentado, la introducción del torno cerámico. Con el
bronce, muchos pueblos entraron en la era histórica y en cuanto
al hierro, comenta la escasez de yacimientos y subraya que fue
en este periodo cuando aparecieron las primeras monedas (Vilanova, 1881b: 83-85, 94-99 y 104). Acababa la conferencia con
la narración de la riqueza arqueológica de algunas de las cuevas
cántabras y en concreto, con el estudio de las pinturas de Al
tamira.
De ahí, marchó a Lisboa, donde se discutieron principalmente dos cuestiones: “como objeto culminante” el hombre
terciario, y los “hechos en que se funda allí el tránsito del periodo Neolítico al de los metales” (1884a: 295-296). En cuanto
al primero, Vilanova formó parte de la comisión elegida para
68
También en esta reunión defendió la existencia de un desarrollo del Paleolítico autóctono, con el que incluso había manifestado su conformidad el propio
Cartailhac (Ayarzagüena, 1992: 305).
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determinar sobre la cronología del hombre de Otta, que estaba
formada además por: G. Capellini, P. Cazalis de Fondouce, Cotteau, J. Evans, G. de Mortillet, R. Virchow, P. Choffat. Vilanova
se alineó con Cotteau en afirmar que los sílex hallados pertenecían al estrato cuaternario (1884a: 295-297, 303-307). En la
sesión dedicada al tránsito entre los metales, el Barón Baye, se
inclinó a admitir el uso del cobre previo al del bronce. Tras él
intervino Vilanova con la comunicación titulada: Du cuivre et
du bronze en Espagne et de la période qui les a précédés, donde
expuso cómo los principales yacimientos de la Península representaban todos los periodos, de forma que el tránsito de uno a
otro se producía siempre de forma lenta y paulatina. De nuevo,
dedicó especial atención a Argecilla y al dolmen de la Ollería,
describió los útiles de cobre que habían ido apareciendo por la
Península y el resultado de los análisis realizados en el laboratorio de los Sres. Sáez, Utor y Cía: cobre puro, el mismo que el
realizado la víspera por el profesor de química de la Universidad
Politécnica lisboeta Sr. Rodrigues, sobre unos instrumentos que
se exhiben en la colección mineralógica de dicha institución,
ante la discusión despertada por algunos de los participantes al
congreso. De esta manera, amplió su discurso a toda la Península. Apoyaron sus tesis Virchow en cuanto hacía a Alemania,
Hildebrand a Suecia y Noruega, y Baye y Cazalis a Francia, y
discreparon de su posición Chantre, Cartailhac y Mortillet, “alegando pretextos fútiles, que nadie mejor que la docta asamblea
pudo y supo apreciar”. Sus explicaciones se reforzaron con la
apelación al recuerdo de la intervención de Oppert en el congreso de Bruselas de 1872, en la que había señalado que no
quedaba claro si en Asia el hierro había precedido al bronce o al
revés (1884a: 312-314).
Al año siguiente, en el Congreso de la Asociación Francesa
para el Progreso de las Ciencias celebrado en Argel, repitió sus
argumentos, aportando nuevas pruebas, que confirmaban, según
su parecer, “no sólo la prelación del cobre sobre el bronce, sino
el carácter indígena de su fabricación, acerca de lo cual, no se
presentó objeción alguna”. Este será también el tema de su intervención en el Congreso Geográfico realizado en Viena en
agosto de 1882, donde, según su propio testimonio, recibió la
aceptación de los arqueólogos “más notables”, así como en la
XII Asamblea de la Asociación Francesa para el Progreso de las
Ciencias, celebrada en Rouen en 1883, donde contaba con nuevos
materiales en los que basar su afirmación, tras la prospección
hecha el año anterior en Serreta la Vella (Monóvar), a pesar de
la destrucción realizada por una supuesta compañía extractora
de tesoros (Vilanova, 1884a: 381 y 1888a: 196; Comas, 1956:
197 y 202; Ayarzagüena, 1992: 303-305, 311-313; 2002b: 71).
VI.8. La protohistoria americana (1892)
En 1891, Cánovas, como presidente del Ateneo de Madrid,
organizó un ciclo de conferencias sobre tema americano, como
preparación de los actos que iban a constituir el inminente
Cuarto Centenario del Descubrimiento. La del 21 de abril corrió
Comptes rendus du VIIIe Congrès International des Américanistes, Paris,
351-352. Véase también Ayarzagüena (2002b: 74) y Catalá (2011); sobre la
colección Botet, Salinas (2001: 51-74).
70 Su obra fundamental fue Primitive industry: or, Illustrations of the handiwork, in stone, bone and clay, of the native races of the northern Atlantic
69
a cargo de Vilanova bajo el escueto título de Protohistoria americana (1892a). Si tenemos en cuenta que dos años antes había
participado en el Congreso de Americanistas celebrado en París,
donde presentó la comunicación: L’homme fossile du Río San
Borombón, en la que además refería a la valiosa colección paleontológica legada por Rodrigo Botet a la ciudad de Valencia,69
fácilmente podría haberse limitado a hacer una de sus comunicaciones características, organizadas a partir de una introducción muy general, para acabar dando tres o cuatro brochazos
con algunas informaciones recogidas aquí y allá sobre el tema.
Sin embargo, nos encontramos ante un discurso muy trabado y
documentado, que vuelve a mostrarnos la curiosidad intelectual
de nuestro autor y su afán por seguir siendo el referente o portavoz de los conocimientos referidos a la antropología fósil y la
prehistoria.
Su punto de partida es que el desarrollo de la hominización
se produjo sincrónicamente en todos los continentes y que el
ritmo de avance de las civilizaciones es de un progreso muy
lento, pero contrariamente la decadencia es súbita. Así, en esta
conferencia asume la teoría de retrogresión y regresión propuesta por quien es considerado padre de la antropología británica: E. B. Tylor (1871) y que recibió el apoyo de Arthur Mitchell (1876, 1878), al aplicar estos presupuestos para explicar
procesos como el de Egipto o el de ciudades como Copan y
Palenque (Daniel, 1977: 53).
Vilanova afirmaba que la aparición de restos humanos
siempre se ha producido sobre formaciones diluviales y niega
la posibilidad del hombre terciario, argumentando que “las
obras que se decían humanas de San Prest (las incisiones en
los huesos), no lo son, por consiguiente no hay que hablar
del hombre plioceno de dicho punto” (Vilanova, 1892a:10).
Su discurso se estructura en tres partes: en la primera hará
un repaso de las circunstancias geológicas, climáticas, paleontológicas y culturales de la prehistoria europea, según dice
porque es un territorio bien conocido, y en la segunda, intentará hacer lo mismo con lo que se conoce acerca de América,
advirtiendo que resulta muy difícil establecer paralelismos
automáticos, dejando la tercera parte para la descripción de
éstos. Enumera los periodos glaciares y los cambios climáticos, para advertir que este fenómeno no se produjo de forma
general, pues en Siberia no parece que se sufrieran las glaciaciones, al igual que parece que pasó en Alaska, mientras que
en Asia no se sabe si hubo una o más glaciaciones (Vilanova,
1892a: 17-19). En cuanto a América, va enumerando distintos
yacimientos y las informaciones aportadas por sus investigadores: hallazgos paleontológicos de Goodbridge en Alaska,
estudios arqueológicos de industria lítica india en las arenas
auríferas de California por Hugues y en tierras de Filadelfia
por Hilbourne T. Cresson (1887-1888). Las primeras huellas
del hombre paleolítico las halló Charles C. Abbott, calificado
como el Boucher de Perthes americano, en el yacimiento de
Trenton (New Jersey).70 Acaba esta parte con un resumen,
realizado por Adrien Arcelin, de los fenómenos producidos
durante el Cuaternario (Vilanova, 1892a: 19-23).
seaboard of America (Salem, Mass.,G.A. Bates, 1881). Hemos de reseñar
que no hemos encontrado ninguna traducción al español o francés. Sobre este
autor, véase Trigger (1992: 124-125).
149
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Una vez establecidos los cambios producidos en el paisaje a
lo largo del Cuaternario, pasa a abordar el problema del hombre,
cuyas primeras huellas habían aparecido en Europa al terminar
el último periodo interglacial y “no se ha encontrado aún en
Europa ni el hombre primitivo ni el comienzo de su industria”.
El Marqués de Saporta proponía las latitudes del Norte de Asia
como la cuna de la humanidad y de ahí, pasaron a América “por
el istmo, no aún estrecho, de Behering” (Vilanova, 1892a:23).71
Defensor de una teoría que unía el difusionismo con el desarrollo autóctono, Vilanova defenderá que el Paleolítico se extendió desde el Mediterráneo, mientras que el Neolítico alcanzó
un rápido desarrollo en las tierras bálticas, donde observamos
el tránsito de la piedra al cobre y al bronce, y de allí parece que
irradió hacia el Sur. Pero, como sabemos, estaba alerta ante posibles censuras y, así, advertía (Vilanova, 1892a: 24): “Esto sentado por vía de introducción, no proponiéndome por otro lado,
despertar recelos, ni menos rivalidades, acerca de la mayor o
menor antigüedad de unos pueblos respecto de otros, ya que en
mi concepto, faltan datos para esclarecer tan arduo problema”.
A partir de aquí ya va a centrarse en el continente americano, tras una breve digresión terminológica, que le lleva a defender la acepción protohistoria, como venía haciendo en los
últimos años, se plantea cuándo se produjo el alba de la historia
americana, que mientras que unos la databan con la llegada de
Cristóbal Colón, él argumentaba a favor de iniciarla, como en
Europa, con el uso del bronce y del hierro y desde esta perspectiva muestra su desacuerdo con el libro América prehistórica
(Paris, G. Mason, 1883) del Marqués de Nadailhac, pues incluye muestras de cerámica y monumentos de gran perfección,
que están muy alejadas del estadio primitivo.
Su exposición parte de la “clasificación de los tiempos protohistóricos americanos” realizada por el insigne Brinton “en
una obra recientísima” (Vilanova, 1892a: 27)72 y la organizará
enumerando los datos antropológicos en primer lugar, para
pasar después a los paleontológicos, geológicos y arqueológicos, y caracterizará los distintos periodos apelando a los propios de Europa. Antes de pasar a detallar sus consideraciones,
vale la pena recordar que era bastante pobre el conocimiento
que se tenía sobre la realidad americana, como ha puesto de
relieve Comas (1956: 177-178), al contabilizar un total de 149
intervenciones referidas al Nuevo Mundo entre el total de las
3.287 comunicaciones presentadas a los congresos internacionales de antropología y prehistoria. Ello supone el 4’5 % de la
producción científica allí realizada. Pero esta cantidad se reduce
a 25 si nos detenemos en el X Congreso de Internacional de
Antropología y Arqueología Prehistórica, reunido en París en
1889, aunque debemos señalar que probablemente Vilanova no
tuviera la posibilidad de consultar sus actas antes de esta charla,
pues aparecieron ese mismo año de 1891.
El examen del citado cuadro de Brinton le lleva a afirmar
que hay una perfecta correlación en las principales divisiones
entre Europa y América, pero cuando descendemos a los detalles, comienzan los problemas, que él atribuye a que el autor no
utiliza la clasificación europea –lo que dificulta las perspectivas
comparadas– y a la deficiencia de los datos con que se contaba
en ese momento respecto del continente. Una cuestión que en
este caso no resulta tan novedosa, es su defensa de una Edad del
Cobre americana: “luego se sirvió el hombre del cobre puro, en
mayor escala, si se quiere, que entre nosotros, reproduciendo
en el metal las formas que antes dieran a los útiles de piedra, lo
mismo que entre nosotros” (p. 28). John Lubbock, en el capítulo
8º de su obra (1876: 208-262), ya había dicho, que en la época
del descubrimiento, “les Américains du Nord étaient dans un
état dont nous ne trouvons en Europe que quelques traces bien
rares, c’est-à-dire un âge du cuivre” y Louis Figuier (L’homme
primitif, Paris, Hachette, 1876: 437-444), iba más allá al proclamar: “Un âge qu’il faut créer particulièrement pour l’histoire
de l’homme primitif dans l’Amérique du Nord, c’est l’âge du
cuivre. En Amérique, l’emploi du cuivre a précédé celui du
bronze. C’est ce qui devait arriver chez une nation qui possédait
de si riches minerais cuprifères. Il existe sur les bords du lac Supérieur de très-importantes mines de cuivre natif, et les Indiens
les ont exploitées de bonne heure. Les traces de cette antique exploitation ont été parfaitement reconnues par divers voyageurs”.
En cuanto a los materiales, Vilanova, de acuerdo con los autores
citados, señala una presencia muy inferior, respecto de Europa,
de útiles de hueso y marfil, así como de sílex, que era sustituido
por la obsidiana y otras rocas volcánicas. También llama la atención sobre el hecho que no se hubieran encontrado palafitos.
Aunque el libro en el que se basa, el de Brinton, apenas informa de restos humanos, desmiente la existencia del hombre
terciario también en América. En el Congreso Internacional de
París de 1867, Pierre Jean Édouard Desor (1811-1882) había
anunciado el hallazgo de un cráneo en el Campo de las Calaveras, en las arenas auríferas de California. “La primera noticia fue que dos ingenieros de los Estados Unidos, los señores
Witney y Blaque,73 lo habían descubierto debajo de materiales
volcánicos, que pertenecían a la era terciaria, a la cual se hacía
remontar allí la existencia de nuestra especie. Mas sabido es
que aquellos entusiastas naturalistas fueron víctimas de una superchería de los mineros, quienes inventaron la fábula, presentando un cráneo moderno de indio, pero con señales, al parecer
bien disimuladas, de gran antigüedad”. Si bien el citado Brinton
coloca este cráneo “entre las gravas o acarreos auríferos que
él llama preglaciares y que en mi concepto, son cuaternarios,
pues nada indica que sea aquélla una formación de sedimento”
(Vilanova, 1892a: 30). También refiere de pasada, y con cierta
ironía, a las afirmaciones que hacía Berthoud en 1872, según las
cuales, pretendía haber hallado restos de industria lítica en las
arenas de Cows-Creck, junto a conchas fósiles que consideró
pliocénicas inferiores o miocénicas, lo que Vilanova desmiente
categóricamente (Vilanova, 1892a: 38).
Frente a estos trabajos, que apenas le merecen confianza,
prefiere acudir a la memoria escrita por los geólogos mexicanos
Antonio del Castillo (1820-1895) y Mariano Bárcena (18421899), dedicada a sus trabajos en el Peñón de Baños y que había
Debe referirse a La Paléontologie appliquée à l’étude des races humaines
(Paris, impr. de J. Claye, 1868), que en realidad es una tirada aparte de la
Revue des Deux Mondes, la cual Vilanova consultaba a menudo.
72 Se trata de Daniel Garrison Brinton, uno de los iniciadores de la antropología
norteamericana, estudioso de las religiones e idiomas de los indios, además
de las razas. Pensamos que Vilanova debe referirse a Races and Peoples
(1890), ya que The American Race (1891) apareció posteriormente a su conferencia. No hemos logrado encontrar ninguna publicación suya en francés.
Se refiere a Josiah D. Whitney (1819-1896) y William Blake (18261910).
71
150
73
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conocido gracias “a la generosidad de mi compañero de Academia de Ciencias, señor Cortázar” (Vilanova, 1892a: 30).74
Por otro lado, en la cuenca del río Delaware, cerca de Trenton,
Abbott halló unos cráneos y restos líticos muy toscos comparables a los pertenecientes al periodo europeo de Chelles (actual
Achelense), aunque pone de relieve, “que, al parecer, algunos
de estos cráneos son braquicéfalos, es decir, que corresponden a
una raza superior, pues tal se considera la braquicefalia, circunstancia que ciertamente contrasta con la frecuente dolicocefalia”.
Ésta, para mayor confusión, había aparecido en yacimientos
muy posteriores, como las cavernas de Lagoa Santa en Brasil y
los monumentos funerarios conocidos como Mound-Builders,
de datación bastante tardía, lo que explicaría que aquí parezca
predominar la braquicefalia (Vilanova, 1892a: 31). Ante esta
peculiaridad, recordaba que Nadailhac, a partir de una muestra
suficiente amplia de restos humanos, había negado que hubiera
un predominio de una u otra forma craneal.75 Ahora bien (Vilanova, 1892a: 32):
Su posición antievolucionista aquí manifestada, se evidencia
todavía más al referirse a otra particularidad anatómica: la platignemia o “singular forma que ofrece la tibia..., común en muchos
monos, así como el agujero natural, que ofrece la cavidad olecraniana del húmero, rasgos que los transformistas invocan en pro de
la descendencia simia del hombre” (Vilanova, 1892a: 33).
En cuanto a la América Austral, menciona los restos descritos
por Seguín en las riberas del río Carcaraña en Buenos Aires,
aunque su cronología resultaba dudosa. Mayor importancia
otorgó a las referencias expuestas por Florentino Ameghino, “en
una obra por muchos conceptos famosa,76 fruto de sus diligentes
pesquisas, muchos de cuyos materiales tuve el gusto de ver en la
exposición de París en 1878, donde entablé relaciones de amistad
con el celoso e inteligente naturalista buonaerense” (Vilanova,
1892a: 33). Y así, una vez más, vemos a Vilanova relacionándose
con colegas que defendían posiciones ideológicas y científicas
alejadas de las suyas. Siguiendo con la enumeración de hallazgos
humanos en América y con las investigaciones de Ameghino, se
ocupa de la “estación humana” encontrada bajo el caparazón de
Gliptodón, que ante la ausencia de otro tipo de abrigos naturales
en la meseta de la Pampa, debió utilizar el hombre para protegerse de las inclemencias del tiempo. Carlos Germán Conrado
Burmeister (1807-1892), director del Museo de Bellas Artes,
había polemizado con él, ante sus escrúpulos a aceptar la contemporaneidad del hombre con la fauna cuaternaria descrita por
su descubridor, lo que a la hora de escribir Vilanova su texto: ya
era plenamente aceptado.77 Por fin, el único extremo que quedaba
por resolver, era la datación del “légamo pampero”, sobre la cual
ya había bastante consenso para considerarlo diluvial. Termina su
enumeración con el cráneo encontrado por el director del Museo
de Historia Natural de La Plata, Francisco P. Moreno (1852-1919)
en las riberas del Río Negro en 1874 y que dio a conocer ante
la Sociedad de Antropología de París (1880) con otros restos de
la Patagonia.78 Paul Topinard (1830-1911), tras examinar uno de
los cráneos patagones, “lo consideró... como muy afines al de
los esquimales, añadiendo que es el tipo que suele encontrarse,
especialmente en los paraderos y grutas” (Vilanova, 1892a: 35).
Y, ¡cómo no!, refiere al esqueleto de Samborombón hallado por
Enrique de Carles y que, junto con “otros y varios mamíferos de
la cuenca de la Plata, recogidos por Carles, se encuentran hoy en
Valencia” (Vilanova, 1892a: 35). De la relación de éstos y otros
restos, como los de mastodonte muerto por hombres que Albert C.
Koch (1804-1867) desenterró en el río Bourbense en Missouri, le
lleva a sugerir, siguiendo a Tenkate, un origen asiático del hombre
americano, correspondiente a las “razas mongolas o amarillas”;79
lo que corroboraba con el descubrimiento en Oregón por Wallace,
de unas esculturas en piedra, representando cabezas de monos
antropomorfos, que eran animales exclusivos de África y Asia
(Vilanova, 1892a: 36). Por otro lado, concluye que la braquicefalia predominaría en el Norte, mientras que la dolicocefalia sería
dominante en el Sur, lo que apuntaría a un poblamiento de Norte
a Sur, al revés que en Europa. Y ante ello, opina: “Yo no diré que
este carácter baste por sí solo a diferenciar las razas, cuyo estudio,
de día en día, se dificulta sobremanera, por las muchas mezclas
que desde los tiempos más antiguos se han verificado; pero por lo
menos, basta, en mi concepto, a mirar con desconfianza la tesis de
Morton, Agassiz y otros acerca del tipo único americano” (Vilanova, 1892a: 37). Acaba, realizando un relato comparativo entre
los aspectos más relevantes de la prehistoria americana y europea,
poniendo de relieve las informaciones que tenía a mano sobre
Se refiere a Antropología mexicana. El hombre del Peñon, México, Oficina
tip. de la Secretaría de fomento, 1885.
Aparte de la citada Amérique préhistorique, también podría apuntar a
L’Homme tertiaire, París, G. Masson, 1883
76 Debe referirse a Noticias sobre antigüedades indias de la Banda oriental.
Imprenta de la Aspiración, Merced, 1877, pues su obra quizá más famosa:
Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina, no fue publicada hasta 1889. Con el fruto de la venta de sus colecciones en París, pudo viajar por Europa y financiar la publicación de sus dos
primeras obras.
77 Puede referirse a la intervención de Ameghino ante el VI Congreso Internacional (Bruselas, 1872): Sur les crânes, les moeurs et l’industrie des anciens
indiens de la Plata. Hay que decir que ya en 1875, en su memoria inédita:
El hombre cuaternario en La Pampa, ya había referido al hallazgo de materiales líticos dentro de estas corazas y a los hallazgos de Seguín. Véase
Torcelli, A.J. (dir.) (1915): Obras completas y correspondencia científica de
Florentino Ameghino, La Plata, Taller de impresiones oficiales, 2, 22-40. El
discípulo de Humboldt, Burmeister, como buen germano académico, siempre
receló de él por su carácter autodidacta, lo que en realidad enmascaraba la
profunda brecha ideológica que le separaba del darwinismo, que defendía
su rival. Desde 1864, publicó periódicamente trabajos sobre el Gliptodón y
sobre fauna de la Pampa.
78 Este incansable explorador y científico, marchó a Europa a formarse con los
mejores maestros tras un accidentado viaje a la Patagonia en la época que
refiere Vilanova. El fruto de sus trabajos sobre estas cuestiones los dio a co
nocer en: Notas preliminares sobre una excursión a los territorios de Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz y también los divulgó en conferencias
como: El estudio del hombre americano. Para un acercamiento biográfico,
http://www.argiropolis.com.ar/ameghino/marco.htm.
79 Este hallazgo ya había sido comentado por Lubbock (1876: 206).
... lo que en todos ellos salta a la vista y acreditan las medidas
que se han tomado, es lo reducido de la cavidad cefálica, teniendo buen cuidado de advertir que semejante carácter más
bien es anatómico que fisiológico, con lo cual claramente
da a entender que esto no significa inferioridad intelectual
en aquellas gentes, pues en su sentir, del que también yo
participo, la superioridad o inferioridad de un pueblo no
depende ni de la amplitud craniana ni de ciertos caracteres
de determinados huesos, siendo evidente que a ello contribuyen otros factores, que nos son totalmente desconocidos.
74
75
151
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cuestiones climáticas, paleontológicas y culturales, tanto en uno
como en otro continente.
Así, hemos visto que la trayectoria intelectual de Vilanova
le fue llevando hacia la prehistoria de manera cada vez más evidente, y prueba palmaria de ello es la publicación de su tercera
memoria provincial, dedicada a Valencia, la cual fue elaborada
mucho más tarde que las anteriores de Castellón y Teruel, y que
comentamos a continuación.
VI.9. LA MEMORIA GEOGNÓSTICO-AGRÍCOLA
Y PREHISTÓRICA DE VALENCIA (1893)
Para la redacción de su abundante literatura, Vilanova visitó
gran cantidad de yacimientos, especialmente en el País Valenciano, y observó multitud de útiles y objetos. Él era básicamente
un científico de campo y ello se muestra también en este área,
en la cual, le vemos animando todo tipo de excavaciones y estimulando, indirectamente, las actividades de la Sociedad Arqueológica Valenciana, fundada en 1871, sobre todo por medio
de su hermano José, que era ingeniero de minas y que realizó
diversos descubrimientos y exploraciones, según parece, bajo
las instrucciones de nuestro autor. Entre sus acciones, aparte de
las ya citadas, tuvo importantes repercusiones políticas –por el
interés mostrado desde el Ministerio– y periodísticas –llegando
hasta las publicaciones madrileñas– el descubrimiento en la llamada Cueva de las Calaveras, en Enguera, de numerosos restos
humanos (80 a 100 individuos), y ante ello, la Sociedad formó
una comisión para que se desplazara a estudiar el lugar y entre
sus componentes encontramos a los dos hermanos Vilanova.
Tras la vuelta del viaje a Châlons (1876), acompañados del hermano del director de Las Provincias –Felicísimo Llorente– y
del empleado del Archivo Provincial Miguel Velasco, fueron a
la localidad, donde estudiaron las Cuevas Santa o de la Carrasquilla, en la que encontraron interesantes fósiles de animales
y la citada de las Calaveras, de la que Juan se quejó que “se
hubiera podido sacar algún provecho para la ciencia, de haberse
respetado, por lo menos, los restos humanos que allí existieron;
pero por desgracia, cuando nosotros llegamos, todo había sido
destruido, no pudiendo recabar sino tres cráneos, algún hueso
largo, dos sacros y huesos innominados, y dos mandíbulas inferiores. Tras un examen detallado, llegó a la conclusión de que
el número de individuos era mucho menor, unos 15 ó 20, y que
pertenecían a una época relativamente reciente, pues no presentaban señales de fosilización.80
En 1884, el ingeniero Enrique Vilaplana81 realizó la primera
excavación arqueológica propiamente dicha en el País Valenciano, concretamente en la Cova de les Llometes de Alcoi, tras la
cual, redactó el correspondiente informe en colaboración con Vilanova, quien se encargó de darlo a conocer a la comunidad científica (Goberna, 1984, 1985: 50, 57-58), este informe se encuentra
depositado en el Archivo Histórico del Museu Arqueològic Municipal Visedo Moltó de Alcoi (Pastor, 2005). Vilaplana realizó
Aparicio (1975) analiza el descubrimiento y estudio de esta cueva, destacando el papel que Vilanova tuvo en esta última, a la que se refiere en numerosos
pasajes de sus obras. Una descripción de los trabajos hecha por Vilanova, se
encuentra al final de la reseña del Congreso de Châlons (1884a: 93-96).
81 Quien había dirigido las obras para la realización del pozo artesiano de Alcoy
marcado por Vilanova (ver capítulo V).
80
152
a finales de 1884 las excavaciones de este lugar y durante toda
su actuación estuvo siempre en contacto por carta con Vilanova,
al que le pidió colaboración para redactar el informe, a lo cual
accedió, aunque su redacción corrió a cargo íntegramente de Vilaplana.82 En él se citaban dos enterramientos: el inferior adscrito
al Neolítico y el superior al periodo del Cobre. Este informe permaneció inédito hasta que Vicedo lo incluyó en su obra de 192022, sin láminas, acompañado del informe debido a Vilaplana. De
todos modos, el descubrimiento fue dado a conocer por Vilanova,
quien pronunció una conferencia sobre el mismo en la Sociedad
Geográfica de Madrid (Vilanova, 1885a) y lo comentará extensamente en la Geología y Protohistoria Ibéricas. Además, hay que
indicar que Vilanova pronunció en Alcoi dos conferencias sobre
estos descubrimientos los días 21 y 22 de diciembre de 1884, que
fueron reseñadas en la prensa local donde se desató una intensa
polémica en referencia al significado del descubrimiento en relación con la antigüedad del hombre y sus posibles connotaciones
religiosas, siendo muy criticado por los sectores más conservadores de Alcoi (ver Aura, 2000).
Asimismo, fue especialmente relevante su participación en
el dolmen de la Ollería, descubierto y excavado por su amigo
José Pla, y el yacimiento de Argecilla en Guadalajara, descubierto por el farmacéutico del lugar Nicanor de la Peña, quien
había seguido sus clases en el Ateneo y le comunicó el hallazgo
inmediatamente, lo que explica que se ofreciera información
sobre ella en la prensa farmacéutica (Anónimo, 1880). Sobre la
información recogida fundó su teoría acerca del origen autóctono del Neolítico, que expuso en 1878 en el Congreso Internacional de Antropología, por invitación de Mortillet (Ayarzagüena, 1992: 208-209).
Podríamos pensar que aprovecharía la inclusión de un capítulo dedicado a la prehistoria en la memoria provincial de
Valencia, para exponer amplia y detalladamente toda esta actividad. En efecto, dicho apéndice constituye una importante
novedad, que se encargó de poner de relieve el propio Vilanova
en su prólogo (Vilanova, 1893: V-VI):
A más del siguiente informe, encontrará el lector al final del
libro, y bajo el título de Protohistoria de la Provincia, una
breve reseña de los principales descubrimientos hechos en
su territorio, referentes a la primitiva historia del mismo,
ilustrada con una grandiosa lámina, en la que mi apreciable
amigo Sr. Landerer sintetizó, gráfica y elegantemente, esta
nueva rama del saber, de la que en rigor no debía yo prescindir, siendo casi el único que ha encontrado los restos que
en lugar oportuno se detallarán.
Vale la pena recordar que este capítulo no había sido incluido
en el texto publicado en el Boletín de la Sociedad Geográfica
de Madrid. No sabemos si fue por ello o por otras razones, el
caso fue que aparece destacado en el informe redactado por la
comisión de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de
Valencia, presidida por Felicísimo Llorente, quien, como hemos
82
Vicedo (1920-22): 82: “Los apuntes que a continuación copiamos son una
muestra de su aventajadísima cultura [debidos a Vilaplana], pues salvo ligeras correcciones, una eminencia mundial como el Dr. D. Juan Vilanova
y Piera no tuvo inconveniente en firmar y asumir como propio, lo que era
trabajo casi exclusivo de nuestro ilustre paisano”.
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visto, era hombre muy aficionado a la arqueología, amigo de
nuestro naturalista y a quien acompañó en el examen de las
cuevas de Enguera en 1876. Entre los argumentos a favor de la
impresión de la memoria, hallamos (Op. cit.: XIII-XIV):
Aún hay más, sin embargo. La ciencia natural es ella misma
deudora al señor Vilanova de notables descubrimientos geológicos, que añaden datos irrecusables de sumo valimiento
a cuestiones, que hoy agitan el seno de importantes sociedades del extranjero y que excitan el estudio y admiración
de sabios naturalistas. Sobre una de ellas, la subcomisión
no puede menos de hacer fijar la atención de esta corporación y de congratularse doblemente, de que un valenciano,
con hechos observados y con pruebas recogidas en la localidad, haya venido a añadir preciosos materiales a la palpitante cuestión que la ciencia debate en estos momentos y
que hoy sirve, digámoslo así, a la creación de la Sociedad
Antropológica Española: tal es la cuestión de la existencia
del hombre fósil o del hombre primitivo, cuyo tránsito en el
globo anterior al diluvio es conocido por los arqueólogos y
naturalistas con el nombre de época ante-histórica o época
de la edad de piedra.
Sin embargo, su lectura no puede ser más decepcionante. Una
vez más, Vilanova hace gala de su capacidad de aprovechamiento
de textos ya publicados anteriormente, que nada aportan a lo ya
conocido. Vuelve a empezar con “una idea general de la nueva
ciencia” (Op. cit.: 415-442), que no es sino una copia calcada
de la introducción a la memoria del Congreso de Copenhague
(Vilanova y Tubino, 1871: V-XXXVIII), con diferencias tan sutiles como la que nos aparece al referir a los congresos internacionales de arqueología y antropología prehistóricas. Decía en
aquel escrito (Op. cit., 1871: XXV): “celebradas sucesivamente
en Neuschatel, París, Norwich y en Copenhague, según nos proponemos reseñar en este libro, dándose la mano con las sociedades antropológicas establecidas en París, Londres, Munich y
Florencia”. Veintidós años después, decía (Vilanova, 1893: 431):
“celebradas sucesivamente en Neuschatel, París, Norwich y otros
puntos, dándose la mano con las sociedades antropológicas establecidas en París, Londres, Munich y Florencia”. Ni siquiera
amplía la nómina de reuniones hasta ese momento. A pesar de la
celebración y de su asistencia al congreso de Lisboa, no añade un
ápice a la enumeración de los descubrimientos portugueses (Op.
cit., 1893: 439) y al referir a las etapas cronológicas, cuando ya
era un defensor acérrimo de la época del cobre, se limita a decir:
“característicos de las épocas del bronce y del hierro o de una
intermedia” (Op. cit., 1893: 441).
El segundo apartado lo constituye la Explicación del cuadro
sinóptico de los tiempos primitivos, Por D. José J. Landerer,
que había sido publicado en los Anales de la Sociedad Española
de Historia Natural en 1873, y donde ni siquiera han eliminado
la nota justificativa que introdujo el autor, donde señalaba que
este trabajo había sido hecho a instancias de Vilanova y que fue
él quien le recomendó y favoreció su inserción en dicha revista
(Vilanova, 1893: 443-471). Y deja un espacio mínimo para la
tercera parte: Protohistoria de la provincia (Op. cit., 1893: 477-
83
485), que inicia con la explicación de la lámina del corte de
San Isidro, que ya había aparecido en el Origen y antigüedad
del hombre (Op. cit., 1893: 477-480). Así que el relato sobre
los yacimientos valencianos se reduce a una extensa reseña
de la cueva del Parpalló, donde llama la atención sobre el siguiente extremo: “Lo singular de esta caverna es que en muchas
leguas a la redonda no existe el pedernal, cuya sustancia debían
buscar aquellos trogloditas o tal vez recibían a cambio de otros
productos, en las incipientes relaciones comerciales de aquellas edades tan remotas, de puntos más o menos lejanos. Nada
encontré de cerámica” (Op. cit., 1893: 481). Más reducida es
la mención a la Cova Negra, a tenor de lo escaso del botín:
“recogí en mi exploración, instrumentos toscos y primitivos de
pedernal, muy análogos a los de la anterior; casi ningún resto de
ciervo, varios dientes de caballo primitivo de la variedad pliscidens..., dos huesos de una pequeña tortuga terrestre y muchos
Melanopsis, Hélices y otras conchas terrestres o lacustres” (Op.
cit., 1893: 482). Hemos de llamar la atención que anteriormente,
en el apartado dedicado al Cuaternario (Op. cit., 1893: 17-21)
ya ha hecho una detallada exposición sobre estas dos cuevas,
donde describe con todo lujo de detalles tanto las cuevas como
el proceso de excavación. Continúa con la Cova Alta y San Nicolás en l’Olleria, que aprovecha para censurar la rapiña de los
lugareños, que destruían los yacimientos en su afán por desenterrar “tesoros de luenga fecha escondidos”. Las consecuencias
de la ignorancia unida a la codicia no podían ser más lamentable: “El hijo del que hace veinticinco años profanó aquella
importante estación, aseguró que su padre había encontrado dos
cráneos humanos, muchas astas de ciervo, pucheros y cerámica
tosca, y una como lanza o bayoneta, según el campesino, hecha
de pedernal, y que los chiquillos destruyeron jugando con ella,
muchas conchas marinas y cargas del Helix alonensis, que en el
país se conoce con el nombre de Chona fina y Vaquetes” (Op.
cit., 1893: 482).83 Y apenas enumera algunos de los descubrimientos exhumados en las Maravillas (Gandía), Matamón, Utiel
Requena, Muro, Cocentaina y el dolmen del Castellet del porquet, que aprovecha para rendir homenaje a su amigo José Pla.
Quizá el epígrafe que más llama la atención es el dedicado
a la Edad del Bronce, que comienza recordando “que la mayor
parte de las armas y utensilios hasta el presente encontrados en
la Península son de cobre, más bien que de bronce; sin negar
por esto que existan algunos también hechos con esta aleación,
entre los escasos que hasta el presente se han indicado entre
nosotros”. Sin embargo, los yacimientos que nos va a describir,
presentan todos útiles de bronce, pues entre ellos no se recoge
la Cova de les Llometes de Alcoi, excavada, como acabamos
de decir, en 1884 por el ingeniero Enrique Vilaplana y cuyos
hallazgos fueron desvelados al año siguiente por Vilanova ante
la Sociedad Geográfica de Madrid. Su relato, pues, va a centrarse en las descripciones del dolmen del Castellet del porquet
y del monumento de Ayelo; dos yacimientos que no habían
sido examinados directamente por él. En cuanto al primero,
recuerda, que entre los esqueletos humanos exhumados por su
amigo Pla, “sólo he podido obtener un frontal, interesantísimo
por el aplastamiento de la frente, la prominencia de los arcos
superciliares y el gran desarrollo de las fosas nasales; todo lo
En su Geología y Protohistoria Ibéricas, datará estas cuevas en el Mesolítico
(Vilanova y Rada, 1894: 450-453).
153
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cual parece indicar un acentuado prognatismo y no muy perspicua inteligencia en el hombre a que dicho resto pertenecía”.
Comenta asimismo la presencia de huesos fósiles de animales
“probablemente en estado de domesticidad”, así como algunas
herramientas: “hachas de diorita pulimentadas y otras en bronce
lisas y bastante primitivas, imitando en su forma y aspecto a las
anteriores”. Por último aventura que entre las que le comentó
el arqueólogo que había extraído pero que había extraviado,
“muchas debían ser de las llamadas hachas votivas, especie de
objeto que con frecuencia se encuentra en los enterramientos
primitivos, como testimonio de las creencias religiosas de tan
antiguas razas” (Op. cit., 1893: 484).
En lo que respecta al monumento de Ayelo, “no pude explorar en mis correrías en aquella parte de la provincia de Valencia, sólo encontré en la visita que hice en el verano de 1867,
algunos cacharros en fragmentos toscos u ordinarios, idénticos,
según el guía que me acompañaba, a lo que también habían aparecido en el Castellet de porquet (Op. cit., 1893: 485). Llama
la atención, su dura crítica contra el rectorado del momento,
pues ese año fue cuando su suegro José Pizcueta Donday, que
ocupaba el rectorado desde 1859, fue sustituido por el jefe local
del partido moderado: Vicente Noguera Sotolongo, Marqués de
Cáceres, quien debió ser el protagonista de la siguiente anécdota
(Op. cit., 1893: 485):
... habiendo llegado a conocimiento del rector de la Universidad de Valencia, por las conferencias que di en aquella
Sociedad Económica, afanoso de ganar gloria a poca costa,
mandó una comisión, costeada de fondos de aquel centro
científico y literario, para que descubriera los tesoros que
pudiera encerrar. Fueron a Ayelo, en efecto, los comisionados, pero hubieron de desistir de su empeño, en vista de
que los resultados no correspondían ni a las esperanzas que
se habían formado ni al dinero que iban gastando.
De esta forma, arremetía contra los peligros de la politización de la Universidad, sin el equilibrio que suponía el desempeño de un cargo académico, que al final llevaban a conductas
tan reprochables como las de los rudos e incultos agricultores.
Y esta es en síntesis, la reseña de este decepcionante epígrafe dedicado a la prehistoria en una memoria provincial, que
no supera la información que había presentado ante el congreso
de Copenhage de 1869, si no es la del de Norwich, que no hemos
podido consultar. Desde luego, muy por debajo de la ambición
manifestada por Prado en su texto dedicado a Madrid. Aunque
hemos de decir en su descargo que, cuando organizó esta publicación, ya se hallaba gravemente enfermo y con sus facultades
muy mermadas (Ayarzagüena, 2002b: 75).
VI.10. La Polémica sobre la autenticidad
de las pinturas de altamira en la
comunidad científica española
En la actualidad puede parecer contradictorio que los descubridores y abogados de las pinturas de Altamira, recinto calificado como la “Capilla Sixtina” del arte rupestre, murieran
84
Una buena descripción de la cueva y de los cambios sufridos desde los tiempos prehistóricos en Las Heras y Lasheras (2000).
154
en el más absoluto de los descréditos, como cómplices de una
falsificación. Así, la defensa de la autenticidad de estas pinturas
significó para Vilanova uno de los peores baldones de su carrera, pues hubo de sufrir, la indiferencia de sus colegas, cuando
no el ataque directo. Vio cómo se extendía su desprestigio en
escenarios internacionales, especialmente en el Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica de Lisboa
(1880) y el Congreso de la Asociación Francesa para el Progreso de las Ciencias de Argel (1881) y también en nacionales,
fundamentalmente en la Sociedad Española de Historia Natural
(S.E.H.N.), a la que Vilanova informaba constantemente (Goberna, 1981, 1984, 1985; Martínez Sanz, 1982; Aguirre 1992a;
Gozalo, 1993a; Ayarzagüena, 2002b: 69-72 y 2006: 41-45;
Gozalo et al., 2004a).
En efecto, esta polémica es vista como una de las más importantes de las producidas en el seno de la Sociedad Española
de Historia Natural (Martínez Sanz, 1986). Esta discusión hay
que enmarcarla dentro del enfrentamiento ideológico, que se
produjo entre los miembros de la Sociedad durante la década
de 1880, con motivo principalmente de la teoría de la evolución (Pelayo, 1999b), lo que enrareció las posturas científicas
de algunos socios ante el tema de las pinturas rupestres. Buen
ejemplo de lo dicho, lo encontramos en la discusión que se
despertó en 1887 acerca de la asignación de una pieza fósil
que Antonio Machado Núñez, H. Falconer y G. Busk habían
encontrado en Sevilla en los años sesenta. Machado, en su
presentación, refirió a que lo consideraban un Elephas armeniacus, pero Calderón refirió que le parecía un E. antiquus,
lo que Vilanova corroboró. Ante ello, Machado reaccionó de
manera virulenta y se refirió malévolamente a Vilanova como
el “perspicuo investigador de los dibujos de la cueva de Santillana del Mar” (Actas de la S.E.H.N., 16, 1887: 31; Martínez
Sanz, 1982: 108).
VI.10.1. El descubrimiento de las pinturas y las conferencias
de Vilanova en Santander (1880)
El relato de los acontecimientos del descubrimiento ha
sido narrado bastante minuciosamente por varios autores,
entre ellos García Guinea (1979: 1-51) y Ayarzagüena (1992:
572-595), a quienes vamos a seguir en buena parte de nuestra
exposición. La cueva había sufrido una serie de derrumbamientos, que habían cegado su acceso. No sabemos si por la
acción de las detonaciones de una cantera cercana, se produjo
una grieta, por la que penetró en 1868 el perro de caza de Modesto Cubillas, aparcero de D. Marcelino Sanz de Sautuola, a
quien comunicó inmediatamente el hallazgo.84 Este personaje
de la alta sociedad cántabra poseía una amplia formación científica y especialmente en ciencias naturales, como testimonió
Remigio Salomón, al comentar en 1869, que poseía una colección de “petrificaciones rarísimas”. Su inclinación, si no hacia
la prehistoria sí hacia la arqueología, debía venirle de lejos, ya
que entre 1872 y 1888 fue vicepresidente de la Comisión de
Monumentos Históricos y Arqueológicos de la Provincia de
Santander, y no sólo fue entablando contactos con expertos
en prehistoria, sino que se interesó activamente por los estudios de esta disciplina, llevando a cabo tareas de excavación
[page-n-168]
en las tierras cántabras. Según propia confesión, la primera
prospección de la cueva de Altamira la realizó, acompañado
por Alcalde del Río, en 1876. Dos años después marchó a
París, donde visitó las exposiciones exhibidas en el Pabellón
de Ciencias Antropológicas de la Exposición Universal, donde
pudo apreciar los bellos objetos de arte mueble que E. Lartet
y H. Christy habían exhumado en Laugerie Basse desde 1863
y La Madeleine desde 1864. La historia del descubrimiento
es suficientemente conocida, pues Sautuola la refirió en sus
escritos: en 1879, volvió a la cueva con su hija María y, en una
ocasión, ésta le comunicó: “papá, allí hay bueyes pintados”.
Él reconocerá que no se le había ocurrido nunca mirar hacia
arriba, pues lo que allí hacía, era buscar en el suelo materiales
líticos y restos de la presencia humana, y ante la visión de
aquellos dibujos inmediatamente los relacionó con los bellos
objetos de arte mueble observados en la exposición parisina
(Daniel, 1977, 54; García Guinea, 1979: 1-51; Madariaga,
1980: 300-301, 2000 y 2002; Martínez Sanz, 1986: 319-320;
Fernández Miranda, 1989; Ayarzagüena, 1992: 569-574; Las
Heras y Lasheras, 1997: 359).
Inmediatamente, inició las labores de copiado, estudio y
publicación, y encargó una puerta para proteger el acceso a la
cueva. Con objeto de confirmar su descubrimiento escribió, en
compañía de su amigo Eduardo Pérez del Molino Rosillo, a Vilanova en dos ocasiones, según reseñó éste, poco después, en
las conferencias dictadas en Santander (Vilanova, 1881b: 106107).85 En la primera, “me participaron haber encontrado en una
caverna situada en Camargo y en otra existente en territorio de
Santillana, varios cuchillos y objetos de hueso”, que Vilanova
dató como “centros industriales del periodo del reno”. Estos
datos los utilizó en el informe del descubrimiento realizado en
la sesión de 20 de enero de 1880 de la Sociedad Geográfica
de Madrid, donde señalaba que “esperaba nuevos datos y que,
una vez recibidos, daría noticia más detallada de estas curiosas
antigüedades” (Boletín, 8, 1880: 190, citado por Ayarzagüena,
1992: 576). El mes de julio de 1880, Sautuola publicó sus
Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander (Santander, 1880), que incluían dibujos con
reproducciones de las pinturas, refería a los objetos encontrados
en la misma cueva con representaciones idénticas y las databa
como paleolíticas con sólidos argumentos. El 22 de agosto, el
ayuntamiento de Santillana, según parece a instancias de Sautuola, decidió sustituir la puerta existente por otra más resistente
e hizo una declaración a favor de la protección de la cueva y
del entorno. El 1 de septiembre, Vilanova ya había recibido la
publicación y una selección de objetos, que presentó ante la Sociedad Española de Historia Natural, en una sesión en la que
nada parecía entrever los durísimos enfrentamientos que después acontecieron, pues el hallazgo se valoró justamente, considerándolo como un gran descubrimiento, y se acordó constituir
una comisión, formada por Ángel Guirao y el propio Vilanova,
para que solicitaran al Ministro de Fomento, Fermín Lasala,
que “recompense como es debido estos servicios y estimule con
su eficaz auxilio la exploración de esas cavernas” (Actas de la
S.E.H.N., 9, 1880: 76-77, reproducida por Martínez Sanz, 1986:
320-321; Ayarzagüena, 1992: 576-577). El ministro comisionó
85
al propio Vilanova para que valorara los descubrimientos in situ,
lo que hizo en septiembre de 1880, aprovechando a su vez para
visitar otras cuevas y dictar dos conferencias (Fig. 59), inmediatamente antes de marchar al IX Congreso Internacional de
Antropología y Arqueología prehistóricas, que iba a celebrarse
en Lisboa entre el 19 y 29 de septiembre. En ellas, hizo una introducción a la prehistoria y sus avances en la determinación de
la antigüedad del hombre, para después recordar la cronología
aceptada para su estudio y enumerar algunos de los yacimientos
ibéricos más importantes para cada periodo, antes de describir
pormenorizadamente los visitados en tierras cántabras.
En relación con Altamira (Vilanova, 1881b: 107-123), describe la estructura geológica del terreno, siguiendo la memoria
de “mi antiguo amigo D. Amalio Maestre”, donde dominan los
estratos cretáceos, favorables para la construcción de cavernas,
además de poseer gran riqueza de fósiles y variedad de especies,
señalando algunas que no habían citado ninguno de los naturalistas, que por allí habían trabajado. Acaba la reseña geológica,
recordando el descubrimiento del piso Weáldico en el escudo
de Cabuérniga, por parte de su discípulo Augusto Linares. En
cuanto a la industria lítica, comenta el aprovechamiento, como
materia prima, de los materiales de acarreo, procedentes del
trias, presentes en los suelos cuaternarios y llama la atención
sobre la ausencia de sílex, a no ser que se encontrara “en aquellos sitios donde el Sr. Maestre señala... el horizonte de la creta
blanca” (Op. cit.: 112).
Fig. 59. Portada de Conferencias dadas en Santander
(Biblioteca del MPV).
Recordamos que citamos a partir de la edición, con estudio introductorio a
cargo de Orestes Cendreno Uceda, publicada en Santander, Universidad de
Cantabria, 1997.
155
[page-n-169]
Sobre la cueva dice, que si bien “no sea la primera descubierta, goza del privilegio de ser la más importante, no sólo entre
las más conocidas en la provincia, sino también entre todas las
que hasta la presente se han descubierto en España y quizás en
Europa, no conociendo ninguna que bajo el punto de vista de
una de sus más notables particularidades, pueda comparársele”
(Op. cit.: 113, también citada por Madariaga, 1980: 302). Recuerda el hecho de que, a causa de fenómenos orogénicos, la
entrada hubiese estado cegada hasta tiempo relativamente reciente y, adelantándose a los acontecimientos y a las posibles
críticas, negó cualquier posibilidad de fraude, que estaba siendo
tan frecuente en los yacimientos prehistóricos: “Desde el momento en que el Sr. Sautuola puso por primera vez el pie en la
caverna, hasta que advirtió, por indicación de la preciosa hija
que lo acompañaba, de la existencia de las pinturas, no creo
que hubiera tiempo suficiente para que algún artista tuviera la
humorada de permitirse trazar todos aquellos dibujos, que según
se dirá, figuran en ambas galerías, con el objeto de engañar a los
que más tarde habían de visitarla, pues hasta ser esto factible,
habría sentido la necesidad de tomar la prudente precaución
de enterarse anticipadamente de cuándo aquél la frecuentaba,
para evitar su encuentro, con lo cual, hubiéramos descubierto el
fraude” (Op. cit.: 114-115). Y es que no debemos olvidar que en
esos momentos, las falsificaciones eran moneda corriente en el
mundo de las antigüedades, como estaba ocurriendo con las denuncias acerca de las esculturas ibéricas del Cerro de los Santos
o la evidencia que la mayor parte de las monedas romanas que
corrían por el mercado de anticuarios se estaba demostrando
que eran falsas (Ayarzagüena, 1992: 580).
Sigue con la exposición de las dos galerías de la cueva, la
segunda de las cuales no pudo ocuparla el hombre hasta desalojar los animales, que allí se habían cobijado y de los que se
habían hallado despojos y restos óseos. A partir de aquel momento, se instalaron sobre todo en la entrada, donde se había
hallado una estructura del terreno similar a la de un paradero,
con instrumentos tallados en cristal de roca, además de los de
sílex y restos de animales con señales de haber servido para
la alimentación humana. Pasa después a la enumeración de los
“tesoros” que guardaba, destacando “útiles en hueso y asta de
ciervo, tales como punzones, estiletes, espátulas, agujas, etc.,
con la particularidad, muy digna de tenerse en cuenta de ofrecer
todos ellos rayas y dibujos, indudablemente hechos con la punta
aguda y fuerte de algún cuchillo, flecha o punta de lanza, pero
que rebela en quien los trazó, evidentes instintos artísticos” (Vilanova, 1881b: 117).
Pero el objetivo principal de su disertación era poner de
relieve las pinturas parietales, “que sin género alguno de duda
ha de motivar las más serias discusiones, mezcladas tal vez
de dudas, de sospechas y de no escasa crítica” (Op. cit.: 118).
Ofrece una hipótesis de la forma de actuar por parte de los artistas, a partir de la existencia en una de las galerías de “esbozos
y delineamientos de animales y otros objetos, no siempre fáciles
de discernir”, mientras que en la “bóveda de las del SSE, sólo
se observan figuras bien hechas, representando diferentes animales, colocados en actitudes diversas, revelando todas ellas la
suma destreza del artista”. Así pues, en la primera, “fue donde
el artista, que dio también evidentes pruebas de sus aficiones
en los dibujos que trazaba en los instrumentos de hueso, hacía
sus primeros ensayos y que una vez seguro del éxito, se decidió
a trazar con mano firme y conocimiento instintivo del arte las
156
veintitantas figuras, que adorna el techo de la galería ancha”.
Por fin, defiende la existencia de una escuela, pues, para él, no
había duda “de que todos los dibujos de ambas galerías son de
una misma mano o, por lo menos, de individuos en quienes el
gusto artístico, espontáneamente nacido en ellos, se perpetuaba
de generación en generación” (Op. cit.: 118-119). Acto seguido,
se refirió a la técnica utilizada: “el artista... comenzaba siempre
por trazar su perfil sobre la piedra y esto... con trazos toscos
y anchos, muchas veces indentados, no continuos, sólo interrumpidos, hasta lograr el efecto que deseaba”. Así, destacaba
la novedad que suponía en la historia del arte tal técnica, la cual
servía además para poder datar tales dibujos: “porque no habiendo empleado el artista instrumento fino y delicado de metal,
claro está que hubo de servirse de los de piedra y en éste, casi
hay un 90 % de probabilidades de que todo aquello es contemporáneo del depósito que, en el fondo de la cueva existe, como
resueltamente lo creo” (Op. cit.: 119). Por otro lado, la ausencia
de trazas de humo en las paredes, le lleva a proponer que en su
momento, hubiera otra entrada, que ofrecería suficiente luz para
la realización de tales obras. Termina su discurso con una serie
de argumentos en contra de una posible falsificación: la necesidad de luz artificial, mientras que no hay restos de humo; su
existencia en lugares insospechados como para tomarse la molestia de hacerlos, cuando en la primera galería, el artista lo tenía
mucho más fácil, aparte de la producción del grabado del contorno, cuando sería esperable que se hubiera limitado exclusivamente al uso de la pintura, “la cual revestiría, de ser moderna,
otro carácter” (Op. cit.: 120). Por el contrario, los frescos habían
sido pintados con ocre natural, que habrían conseguido en las
riberas del Saja, donde éste abundaba. Otras razones aducidas
para acallar cualquier suspicacia fueron: la perfecta factura,
propia de “quien siendo al propio tiempo cazador, reproduce
fielmente los animales que estaba acostumbrado a perseguir”; la
aparición de huesos de tales animales en el subsuelo con señales
de manipulaciones culinarias, con la posible excepción del “toro
de joroba, que parece ser el bisonte, cuyos huesos son harto difíciles de distinguir de la especie común, pues sólo las vértebras
dorsales y lumbares ofrecen el carácter de tener más largas las
apófisis espinosas” (Op. cit.: 121).
Una vez expuestos tales argumentos, su conclusión no
podía ser menos halagüeña, al tiempo que vemos aflorar algunos de los caracteres propios de Vilanova, especialmente su
entusiasmo y acendrado nacionalismo (Op. cit.: 123):
Con efecto, señores, las pinturas de la cueva de Santillana,
si como yo creo deben considerarse como contemporáneos del depósito que allí dejó el antiguo troglodita, superan con mucho a los ensayos artísticos encontrados en
las cuevas de Massat, de la Magdalena y otras en Francia,
hechos sobre piedra, asta de ciervo y marfil, y son únicas
en su género, por esto mismo, repito, han de motivar serias
y tal vez apasionadas discusiones, no siempre inspiradas
en el amor a la verdad.
Gloria, pues, inmarcesible al descubridor de tantas novedades prehistóricas, que eclipsan todas las hasta el presente
encontradas en nuestro suelo, por el servicio inmenso que
la ciencia y el arte patrio le son deudores.
Terminaba su conferencia, dando noticia de las otras cuevas
visitadas en los días anteriores: la de Camargo, que presentaba
[page-n-170]
materiales del periodo que él llamaba “del cuchillo”, es decir su
Mesolítico, y apuntaba que pudiera tratarse de un taller de utensilios líticos; y la de Cobalejo, situada en el término de Piélagos,
y que había sido excavada por Eduardo de la Pedraja, dejando
al descubierto útiles de las épocas más remotas del Paleolítico y
que fue habitada hasta el Neolítico.
omienza la polémica: los congresos de Lisboa
VI.10.2. C
(1880) y Argel (1881) y el debate en la prensa
Los temores que abrigaba Vilanova se cumplieron inmediatamente, pues su comunicación en Lisboa encontró el escepticismo mal disimulado de los asistentes. Así lo expresó él
mismo cuatro años después, cuando la polémica comenzaba
a alcanzar formas de auténtica ofensa: “Con motivo de esta
verdadera y extraña novedad, que ha originado ya y servirá
aún de pretexto para serios debates, se dirigió una atenta invitación a los congresistas que quisieran hacer el viaje hasta
Santander; invitación que no pudo aceptarse por razones que
debo reservar y también porque la mayor parte de los extranjeros que fueron a Lisboa, habían tomado en París billetes de
circulación para la Península, que les obligaba a seguir un
determinado itinerario, que no era por cierto hacia el Norte,
sino más bien hacia Andalucía y Valencia”.86 Toda vez que
parece emanar, al menos, una cierta indiferencia, hemos de
decir que no halló la oposición frontal, que sí se producirá en
nuestro país. De hecho en los meses siguientes, el prehistoriador francés Henri Martín (1880), enviaba una carta a Vilanova el 5 de octubre de 1880, donde se manifestaba favorable
a la autenticidad de las pinturas, basándose en su contrastación con otras manifestaciones artísticas rupestres, aunque
les concedía un mayor adelanto y perfección (Madariaga,
1980: 301). El 5 de diciembre era Émile Cartailhac, que será
uno de sus más acérrimos contradictores en el futuro, quien
dirigió una misiva a Sautuola, animándole a continuar su trabajo. En la sesión de la Sociedad de Historia Natural de enero
de 1881, Vilanova leyó ambas cartas, junto con otra carta
remitida por Sautuola, informándole del hallazgo de nuevos
huesos fósiles (Actas de la S.E.H.N., 10, 1881: 6; Ayarzagüena, 1992: 581).
La singularidad, conviene recordar que no había precedentes de hallazgos de pinturas en cavernas, y espectacularidad del descubrimiento no podía pasar desapercibido a la
opinión pública y pronto se desató el interés por las pinturas y
la discusión acerca de su interpretación. Mientras los espíritus
más nacionalistas saludaban entusiastamente la confirmación
de la precocidad del genio español, las refutaciones responderán a que los prehistoriadores europeos no podían admitir
la perfección de un arte primitivo realizado por el hombre salvaje, pues iba en contra de las ideas evolucionistas de progreso
gradual de la cultura entonces imperantes. Al mismo tiempo,
se había despertado los recelos, cuando no una cierta repulsa,
debida a las posturas creacionistas de sus defensores y a la
previsible utilización que de las pinturas podían a hacer con el
fin de sostener sus tesis.
86
Vilanova (1884a: 314-315). Una enumeración más precisa de su comunicación en su artículo: El Congreso Internacional de Arqueología Prehistórica de
Lisboa, Anales de la Sociedad Española de Historia Natural. Actas, 9, 1980:
Las censuras se manifestaron muy pronto, pues ya en septiembre de 1880, Ángel de los Ríos, erudito y cronista cántabro,
miembro de la Comisión de Monumentos Históricos y Arqueológicos, y un anónimo “El parlante”, arremetían en la prensa
local contra la antigüedad de las pinturas y contra la prehistoria
en general, abriendo así una viva polémica con Sautuola en los
diarios locales (véase la aportación de Madariaga en Sanz, 1976:
47-51, 83 y 123-172; y Madariaga, 2000 y 2002). Mientras en
el verano distintas personas habían visitado la cueva y fruto de
esos viajes, el público pudo conocer la espectacularidad y belleza
de las pinturas, en especial a través del artículo de Miguel Rodríguez Ferrer, que iba acompañado de notables reproducciones
de José Argumosa, y que fue publicado en La Ilustración Española y Americana (24, 37, 8 octubre 1880: 200-210). También las
inspeccionaron Francisco Quiroga (1853-1894) y Rafael Torres
Campos (1853-1904), comisionados por la Institución Libre de
Enseñanza, que contaron con el auxilio de Pérez del Molino,
quien había excavado la cueva junto a Sautuola. Su informe fue
publicado en el Boletín de la I. L. E. correspondiente al 16 de
noviembre de 1880 y en él, tras confrontar las pinturas parietales
a los dibujos hallados en La Madeleine, dieron un veredicto negativo, basado en la policromía y en la perfección de la técnica
y de su ejecución, que entraban elementos como la perspectivas
lineal, aérea, que no concordaban con lo primitivo. Atribuían a
las pinturas a un pueblo artísticamente adelantado, de época relativamente reciente, tal vez habían sido hechas, aventuraban, por
soldados romanos (Quiroga y Torres, 1880:163).
Cartailhac, por su lado, para disipar dudas envió a Edouard
Harlé (1850-1922) en febrero de 1881 con el mismo objetivo,
visitó la cueva durante tres días y a mediados de abril volvió para
aclarar ciertos aspectos; coincidiendo así con el momento cuando
buena parte de los científicos, fundamentalmente franceses, se
hallaban reunidos en Argel para celebrar el Congreso de la Asociación Francesa para el Progreso de las Ciencias, a la que había
acudido Vilanova como comisionado español. No sabemos si éste
era consciente de que el ambiente de indiferencia manifestado
en Lisboa se había convertido con el tiempo en recelo entre los
prehistoriadores extranjeros, conocedores sin duda de los argumentos expuestos en España por los impugnadores de la autenticidad de las pinturas. Sea como fuere, el geólogo valenciano
acudió a la reunión con el deseo de conseguir una sanción internacional a sus tesis, con la que acallar las críticas internas. Con este
objetivo, ofreció a los asistentes el folleto de Sautuola y ofreció
nuevos argumentos con los que en su opinión se confirmaba la
autenticidad de las pinturas de Altamira; él mismo comentó la
polémica posterior (Actas de la S.E.H.N., 10, 1881: 32):
A esta comunicación mía contestó un individuo de la sección, dando lectura a una carta del Sr. Cartailhac...; siendo
su objeto emitir opinión sobre unas pinturas que no ha visto
sino en reproducciones más o menos perfectas; y como
quiera que esto revestía un carácter de imperdonable ligereza, no pude menos de manifestarlo así en términos corteses, concluyendo por invitar á los allí presentes á que suspendieran el juicio, por lo menos hasta ver por sí mismos
70-71. Para dicho viaje, contaba con una asignación gubernamental. Véase
Ayarzagüena (1992 : 581-2).
157
[page-n-171]
la interesante localidad de que se trata; pues no es cosa
de rechazar por mero capricho lo que no se ha tenido con
anticipación el cuidado de examinar con circunspección y
detenimiento.
En el relato del Congreso de Argel, Vilanova (1884a: 381)
ofrece más información acerca de la actuación de Cartailhac,
quien, aunque no acudió, preveía “que se trataría este asunto,
pues sabía desde nuestra última entrevista en Lisboa, que tenía
la intención de ir a Argel”. También desvela que su parecer no
se basaba sólo en las citadas reproducciones, sino que se había
“fundado en los antecedentes comunicados por un ingeniero
francés”. Éste no podía ser otro que Harlé, quien publicará un
destructivo informe que iba más allá que el artículo citado y
abrió una de las líneas de ataque más repetidas a partir de entonces: se trataba de un fraude realizado entre las dos primeras
visitas de Sautuola entre 1876 y 1879.87 Este informe demolía
una de las premisas centrales de nuestro autor, pues había sido
redactado por alguien que había inspeccionado directamente
las pinturas. A mayor abundamiento, el cerco contra Vilanova y Sautuola se cerraba cada vez más, pues el 19 de mayo,
Gabriel de Mortillet dirigía una carta a Cartailhac, en la que
apoyaba su actitud manifestada en el Congreso, contraria al
reconocimiento de las pinturas adoptando tal postura.88 Así,
el grupo más influyente de la prehistoria francesa, y mundial,
se manifestaba abiertamente contrario a la autenticidad de las
pinturas y el enorme prestigio de estos investigadores jugó un
papel fundamental en la actitud adoptada por la comunidad
científica sobre esta cuestión, que le iba a costar a nuestro autor
parte de su reputación en Europa89 y en España. Tendrían que
transcurrir veinte años para que nuevos descubrimientos, ésta
vez en Francia, le diesen la razón.
VI.10.3. La controversia llega a la Sociedad Española de
Historia Natural. De las primeras defensas (1882)
al ataque de Calderón (1884)
En 1882 aún se levantaron voces en defensa de la autenticidad
de las pinturas de Altamira, tanto en foros nacionales como internacionales. En la en la Sociedad de Historia Natural, lo hicieron
Jiménez de la Espada y Pérez Arcas (Actas de la S.E.H.N., 11,
1882: 42-43 y 13, 1882: 56-57). El primero ponía de relieve la
importancia que tenía el descubrimiento de dibujos de animales y
tras lamentar el descuido en que se hallaba el estudio de la cueva,
proponía una línea de investigación con el fin de demostrar la
autenticidad de estas pinturas, para “desvanecer la idea de que
alguien modernamente los haya ejecutado”. El segundo planteaba
estudiar los restos de fósiles de Bison de la cueva y compararlos
con los dibujos y con las dos especies actuales. La intervención
de estos autores ya da idea de que los científicos españoles ya se
habían hecho eco de la crítica de Cartailhac y comienza a existir
un núcleo de duda. Por otro lado, si bien Vilanova no pudo asistir
Harlé, E. (1881): La grotte d’Altamira, près de Santander (Espagne). Matériaux pour l’histoire primitive et naturelle de l’homme. 12 (17 anné 2en
série), 275-283. Ayarzagüena (1992: 584) propone que el informe también
respondiera a las presiones realizadas por naturalistas españoles contrarios a
la antigüedad de las pinturas sobre los prehistoriadores franceses con lo que
mantenían buenas relaciones.
88 La carta es reproducida en parte por B. Madariaga de la Campa en uno de los
estudios incluidos en Sanz (1976: 83). Llama la atención que Daniel (1977:
87
158
al Congreso de Antropología de Berlín, celebrado ese mismo
año, el prehistoriador y etnólogo prusiano Friedrich Jagor (18161900) asumió las propuestas de Vilanova y Sautuola sobre la autenticidad de las pinturas y, como ellos, las dató en el Mesolítico,
que, no lo olvidemos correspondería a nuestro Paleolítico Medio
y Superior Y en el mes de agosto fue él mismo, quien en una
nueva participación ante la Asamblea de la Asociación Francesa
para el Progreso de las Ciencias, esta vez reunida en La Rochelle,
fiel a su ideología creacionista, razonó que el hombre primitivo
estaba perfectamente en condiciones, tanto por su capacidad estética como por su habilidad, para confeccionar obras tan perfectas,
ya que estaba dotado por su Creador de las mismas facultades
que el hombre actual (Martínez Sanz, 1986: 325; Ayarzagüena,
1992: 583-584).
De este modo la primera vez en que se plantearon dudas
sobre la autenticidad de estas pinturas dentro de la S.E.H.N.,
fue en 1884, cuando Salvador Calderón y Arana, aceptó atribuirlas a civilizaciones antiguas, pero le parecía aventurado
clasificarlas como prehistóricas. Refiriéndose concretamente
a las de Altamira, a tenor de su perfección y fiel a las tesis
orientalistas imperantes, sostuvo que no le parecía aceptable
la hipótesis de una fecha anterior a la de la colonización de
España por las civilizaciones orientales. Vilanova le contestó
que, no habiendo visitado la cueva, convenía que suspendiese
sus conclusiones y Colmeiro, más conciliador, le propuso que
consultase con expertos si las pinturas pudieran ser prehistóricas; pero Quiroga salió en apoyo de Calderón, con la fuerza
argumental de haber visitado la cueva, acompañado por Ignacio Bolívar, quienes, como afirmó, compartían tal opinión
(Actas de la S.E.H.N., 13, 1884: 9-14; Martínez Sanz, 1986:
325; Ayarzagüena, 1992: 585-586).
VI.10.4. 1886: El momento álgido de la disputa
En los dos años siguientes, no volvió a tratarse de la cuestión
de Altamira, según considera Martínez Sanz (1986: 325), para
evitar enfrentamientos con Vilanova o quizá para no abochornar
al aún prestigioso científico, abandonado por todos en este tema.
Pero los enfrentamientos entre institucionistas y oficialistas,
o lo que es lo mismo entre fijistas y evolucionistas, afloraron
también en este caso y la polémica estalló definitivamente en
1886. A principios de año, Vilanova informó del hallazgo de
importantes materiales prehistóricos en hueso en unas cuevas
cercanas a la gruta de la Virgen de Lourdes, los cuales tenían
incisos dibujos análogos a los de Altamira. En la sesión del 3
de febrero, Augusto González de Linares –institucionista, pero
amigo de Sautuola y discípulo de Vilanova– planteó la posibilidad de que las pinturas estuvieran ejecutadas por los mismos
hombres que tallaron los objetos que se encontraban en el suelo
de la cueva. Su disertación discurría por un cauce perfectamente
darwinista, que partía de un posible perjuicio en la correlación
entre la cultura de los hombres y el estado de primitivismo,
55) coloque a Mortillet entre la minoría que apoyó a Sautuola desde el principio y pone en su boca esta significativa frase: “C’est l’enfance de l’art, ce
n’est pas l’art de l’enfant”. Ello casa mal con el aval ofrecido a la oposición
abierta que había adoptado Cartailhac
89 A pesar de ello Vilanova fue nombrado presidente de honor de la sección de
Geología y Mineralogía en el Congreso de la Asociación Francesa para el
Progreso de las Ciencias de Limoges en 1890.
[page-n-172]
como lo demostraría “la prodigiosa habilidad de los dibujos
hechos por los bosquimanos”, la cual permitía mantener que
“no existe una relación directa entre la cultura de los hombres y
la perfección de las pinturas que ejecutan”. Vilanova agradeció
su intervención y apeló de nuevo a la relación existente entre el
arte mobiliar y parietal
En la sesión de 1 de septiembre, el también institucionista
Calderón replicó a sus contradictores y descalifica la posición
de los prehistoriadores con matices eruditos, concluyendo
que: “si por prehistórico se entiende todo resto dejado por
el hombre antes de la historia escrita, prehistóricas son la
mayoría de las pinturas coloreadas de España; pero si semejante calificación se reserva, como parece hacerlo los prehistoriadores naturalistas, a aquellas producciones antiguas de
las razas primitivas anteriores a esas invasiones de Oriente...
toda circunspección es poca para aplicar tal calificativo a esos
descubrimientos”. Así, le vemos reafirmándose en la postura
expresada en 1884.
Pero el momento álgido llegó con las sesiones de noviembre
y diciembre. El 3 de noviembre, Vilanova, en una reseña sobre
los congresos de Ginebra y Nancy, se quejaba del olvido en que
había dejado Cartailhac las pinturas de Altamira en su reciente
libro sobre prehistoria peninsular, que había comprado durante
el congreso de Nancy, ante el cual, como ya hemos señalado,
también presentó directamente sus quejas. Pero fue Eugenio
Lemus y Olmo, Director de la Calcografía Nacional, quien
lanzó sus ataques más directos. Este santanderino había visitado
la parte más externa de las cuevas de Altamira, animado tras
unas conferencias dictadas por Vilanova en el Círculo de Bellas
Artes de Madrid. Comenzó hablando de “las muestras de arte
que suponen dejó allí el hombre de las cavernas” y se enfrentó
directamente a Vilanova lanzando la acusación de fraude, desde
su punto de vista de experto en arte, pues “tales pinturas no
tienen carácter del arte de la Edad de Piedra ni arcaico ni asirio
ni fenicio y sólo la expresión que daría un mediano discípulo
de la escuela moderna. Incluso llegó a nominar al pintor mudo
francés, Paul Ratier (1832-1896), que había pasado una temporada en la zona en la época del descubrimiento y que era amigo
del guía que le había acompañado a visitar la cueva y que le
había ofrecido esta información.
Vilanova respondió lamentándose de que Lemus no hubiera
inspeccionado hasta el fondo de la cueva, para ver las mejores y
más características pinturas, y que no hubiese encontrado relación entre éstas y los objetos prehistóricos hallados en el suelo de
la cueva, que tenían un mismo estilo. Asimismo, Sautuola envió
una carta, leída por Vilanova, en la que con sarcástica ironía
replicaba a quienes defendían la acción de un pintor actual, preguntándose qué motivos iban a moverle a realizar una obra, de
la que no iba a sacar provecho alguno. El geólogo valenciano,
en esa misma sesión, también enumeró las razones que enarbolaba para defender su autenticidad: riqueza de materiales prehistóricos; datación en el Magdaleniense, periodo caracterizado
por haber legado una interesante obra artística, especialmente
en objetos de hueso y de cuya autenticidad nadie dudaba; los
objetos controvertidos son muy parecidos a otros hallados en
cuevas francesas; trazado del perfil del animal con un objeto
puntiagudo y no con pintura o el humo de una antorcha; incoherencia de negar estas manifestaciones de la inteligencia, cuando
sí que se han aceptado los letreros ante-históricos hallados en
Canarias y América. Su conclusión buscaba demostrar la escasa
consistencia de los argumentos de sus oponentes, al tiempo que
amplía el debate a las estatuas del Cerro de los Santos: “Que se
comprende la reproducción hábilmente hecha de un cuadro de
Murillo o Rafael..., pero tomarse tanta molestia como suponen
las pinturas de Santillana y las numerosas estatuas de Yecla, sin
otra mira ulterior que dar un chasco a algún incauto, es verdaderamente incomprensible y hasta inocente, por no emplear
otra frase más gráfica y significativa”. De nada sirvieron sus
razones, Lemús realizó una nueva intervención reafirmándose
en sus ideas, a las que fueron adhiriendo desde posiciones diferentes: Bolívar, Antón y Ferrándiz y Reyes Prosper. El caso
fue que a partir de este momento la casi totalidad de los socios
que intervinieron en estas discusiones negaron la autenticidad
de Altamira (Actas de la S.E.H.N., 15, 1886: 20, 70-71, 80-83,
89-96).
Como consecuencia Altamira se convirtió en tema acabado
y no se volvió a hablar de él en la Sociedad. Además, en 1888
murió Sautuola y el propio Vilanova aceptó las dificultades que
difícilmente podía superar y dejó de defender Altamira tan ardientemente. Incluso Cartailhac y Henri Breuil escribirán años
más tarde, en su obra: La caverne d’Altamira à Santillana, près
Santander (Espagne) (Cartailhac y Breuil, 1906: 13), que “au
congrès Anthropologique de Paris, en 1889, le professeur Vilanova parla de tout autre chose dans sa communication sur le
prehistorique espagnol”; y eso que Edouard Piette había publicado un artículo en la revista de Cartailhac, defendiendo la
autenticidad de las pinturas en 1887. Asimismo, en la síntesis
confeccionada para la historia de España de la Academia de
la Historia, Vilanova hizo algunos comentarios, ponderando
su importancia, sin referir a la polémica y desde luego con un
tono mucho más comedido que el que le habíamos visto utilizar
en las conferencias de Santander unos años antes. Finalmente,
tanto Sautuola como Vilanova murieron antes de ver reconocida
la autenticidad de las pinturas parietales; incluso en la nota necrológica de Vilanova, publicada por Quiroga (1893), no se hizo
referencia a este descubrimiento.
VI.10.5. E
l camino hacia el reconocimiento oficial
(1894-1902)
Lo que quizás sorprende más de esta inusitada discusión es
que una negativa tan total no se basaba en general en hechos
científicos, sino en cuestiones de interpretación, fundamentalmente de tipo artístico. Martínez Sanz (1982: 359-360) dice al
respecto:
La respuesta de fondo está en las polémicas ideológicas que
agitaban España entre 1875 y 1886. El darwinismo enfrenta
a los neocatólicos con los ‘librepensadores’, krausistas o
no, en los ambientes científicos, e incluso en los populares.
Por esta causa, los liberales recelaban alguna maniobra de
los ‘neos’ que pudiese desprestigiar las teorías de la evolución. El decreto de Orovio no había sido suficiente para
terminar con la propagación del darwinismo, y pensaban
que otro tipo de actuación perjudicase esta difusión. De este
modo, ante el hallazgo de las soberbias pinturas de Altamira, surgió la insidiosa sospecha del fraude.
Por otro lado, el pintor francés Ratier había frecuentado
la zona por aquellos años, y al parecer había sido acogido
por Sautuola en su casa por algunos días. Alguien llegó a
159
[page-n-173]
suponer, por la casual proximidad de la Universidad de Comillas (regida por los jesuitas), que los clericales españoles
habían preparado un golpe de efecto maquiavélico: hacer
que el pobre mudo francés pintase las pinturas de Altamira
para presentarlas ante los científicos como una muestra de
la evolución artística del género humano primitivo, y, una
vez aceptado por ellos, descubrir la superchería y dejar en
ridículo la ciencia darwinista. Con respecto al papel de
Sautuola y de Vilanova en el asunto, suponían calumniosamente que podían estar complicados en el fraude (ambos
eran antidarwinistas y católicos sinceros) o que habrían
sido inocentemente engañados.
En efecto, hay que recordar que el contexto histórico científico en que se desarrolló la polémica fue un ambiente polarizado ideológicamente, marcado la controversia entre ciencia y
religión, razón y fe, producto del debate evolucionista de finales
de siglo XIX (Pelayo, 1999a). Así los postulados de los prehistoriadotes franceses Mortillet y Cartailhac se movían dentro de
un esquema transformista rígido, en el que se podía aceptar el
arte mobiliario, es decir, el realizado en pequeños objetos de
hueso, asta, marfil, que era simple, ingenuo, y que podía representar la infancia del arte. Pero en este marco conceptual no se
podía aceptar el arte parietal, más elaborado y perfeccionado
(Moro Abadía y González Morales, 2004). En cambio, desde la
posición ideológica y científica de Vilanova, desde su creacionismo, la perfección de las pinturas demostraba el fracaso del
evolucionismo, ya que la sofisticación no podía ser obra de un
antepasado brutal. El arte parietal era una prueba para los antidarwinistas de que el género humano no había evolucionado
en el nivel de especie desde su creación y aparición en la Tierra
(Moro Abadía y Pelayo, 2010).
Pero las críticas a Sautuola y Vilanova llegaron también,
como ocurrió en la prensa local cántabra, desde el sector católico más fundamentalista, que negaba los supuestos básicos y
los contenidos de la Prehistoria, aceptando sólo la cronología
bíblica y la existencia de las civilizaciones históricas.
Aunque los prehistoriadores franceses hablan del hallazgo
de la gruta de Chabot (Gard) en 1878 por Léopold Chiron, que
no se describió hasta 1889, en los últimos años del siglo XIX
y primeros del XX (entre 1895 y 1901) se descubrieron en
el sur de Francia otras cavernas con arte parietal, con lo que
Altamira dejó de ser un caso aislado y único en su género. Previamente el Marqués de Nadaillac (1818-1904) había aceptado
datar las pinturas en el periodo Magdaleniense en su prólogo
a la Sevilla prehistórica de Carlos Cañal (1894). Al año siguiente, E. Rivière descubría las pinturas de la cueva de La
Mouthe (Dordoña) y en su presentación recordó a Altamira
y a Sautuola. Su hallazgo encontrará la sanción de la poderosa Sociedad de Antropología de París en 1897, de la que
era miembro Cartailhac; esta aceptación legitimaba indirectamente Altamira. Al año siguiente François Daleau (18451927) encuentra la cueva Pair-non-Pair (Gironde); en 1897
Félix Regnault (1847-1908), la de Marsoulas en los Pirineos
franceses; en 1901, Les Combarelles (Dordogne) son estudiadas por Henri Breuil (1877-1961), Joseph-Louis Capitan
(1854-1929) y Denis Peyrony (1869-1954). Éste último ese
mismo año descubre las figuras parietales en Font- de Gaume
(Dordogne), mientras que Breuil y Capitan, publicaban el artículo: “Les grottes à parois gravées ou peintes à l’époque pa-
160
léolithique”, en la Revue de l’École d’Anthropologie de Paris
(X: 321-325). Al año siguiente, el primero descubrió junto a
Cartailhac las pinturas y grabados de la caverna de Mareculas.
En el Congreso de la Asociación Francesa para el Progreso de
las Ciencias que se organizó ese año en Montauban, se aceptó
el arte prehistórico, tras visitar algunas cuevas, lo que implicaba que muchos de los congresistas hubieron de rectificar
sus antiguas ideas. Entre ellos, el propio Cartailhac, quien en
el mes de septiembre visitó por fin, y por primera vez Altamira, en compañía de Breuil y guiados por el propio Pérez del
Molino. Asimismo, visitó a la hija de Sautuola, María, para
presentarle sus respetos y antes de acabar el año, reconoció su
error públicamente en el artículo titulado Les cavernes ornées
des dessins. La grotte d’Altamira. Espagne. «Mea culpa» d’un
scéptique. Cartailhac comentó que los dibujos de Sautuola que
él había visto, copias de los de la caverna, eran algo abso
lutamente nuevo y muy extraño. Su escepticismo además, se
justificaba, procedía en que había pedido consejo, casi con
toda seguridad a Mortillet, y le habían prevenido que desconfiara de los clérigos españoles, que en este asunto se quería
jugar una mala pasada a los prehistoriadotes franceses. Añadía
que se daban circunstancias que incrementaban las objeciones,
por ejemplo, aunque las pinturas había se habían conservado,
no había rastro de humo de hogares, por lo que implicaba la
necesidad de luz artificial para realizar los dibujos. Esto llevaba a pensar, decía Cartailhac, que se habían realizado bajo
el foco de una iluminación perfeccionada y, por tanto, necesariamente moderna.
La disculpa pública y por escrito de Cartailhac, no pasó
desapercibido en la Sociedad Española de Historia Natural,
donde Hoyos Sainz (1902: 298) comentó la visita de los prehistoriadores franceses y su rectificación: “era en un todo favorable al origen prehistórico de los mencionados dibujos de la
cueva, como sostuvo ya hace años el señor Vilanova, de feliz
recuerdo, no obstante de n o haberse tomado sus opiniones en
la consideración que debían por la ingerencia en el asunto de
artistas ciertamente reputados, pero ajenos a la cuestión desde
el punto de vista científico” (Martínez Sanz, 1985: 327-329;
Beltrán, 1989; Ayarzagüena, 1992: 585-593; Las Heras y Lasheras, 1997: 356-359).
En síntesis, la nueva generación de prehistoriadores franceses presentó nuevas evidencias geológicas y arqueológicas
de la realidad del arte parietal y de la antigüedad de las pinturas. Además la comunidad científica integró otros factores,
como una mayor conciencia de la complejidad de las sociedades primitivas, gracias al desarrollo de la antropología y de
la etnografía, que también intervinieron en el cambio de mentalidad (Moro Abadía y González Morales, 2004). Además, el
fallecimiento de Mortillet en 1898, diluyó el rígido sistema
transformista en el que se encuadraba la concepción del arte
por el arte.
VI.11. Recapitulación: Las aportaciones de
Vilanova a la prehistoria
En síntesis, en la trayectoria de Vilanova como prehistoriador,
Goberna (1985) y Ayarzagüena (1992) distinguen dos etapas:
una primera en la que aceptaba la clasificación de los periodos
de la Piedra y el Bronce, y, como hemos visto, la insinuación de
[page-n-174]
un periodo del Cobre para la Península, antes del uso pleno del
Bronce.90 En cuanto a, la existencia del hombre terciario en el
Plioceno, según Goberna la planteó muy cautelosamente. Pero
más bien en esta cuestión, Vilanova sufrió un proceso que fue de
la probabilidad de la existencia del hombre en el terciario hasta el
del total rechazo de dicha posibilidad. Así, en una primera etapa
la defendió como posible, o al menos, esto se deduce de fragmentos tan significativos como los incluidos en su Compendio
(1872b: 506), cuando dice: “El hecho más culminante en este
concepto es la presencia del hombre en estado fósil, según parece
acreditar el descubrimiento verificado en California por los distinguidos geólogos Blake y Wiethney, de un cráneo y restos de
la primitiva y tosca industria humana... De modo que este horizonte es, por ahora, el de la existencia más probable de restos del
hombre, asociados a grandes mamíferos, entre los cuales predominan los elefantes”. Según los especialistas, estos grandes mamíferos habrían vivido en el Plioceno superior. Aún nos resulta
más “comprometidos” los argumentos expresados unas páginas
más adelante (Op. cit.: 545), al tratar del carácter paleontológico
y arqueológico del Cuaternario: “hay muchas probabilidades para
creerle originario del horizonte plioceno por lo menos, recientes
descubrimientos han confirmado la existencia del hombre en este
periodo, como lo acreditan los famosos cráneos de Neandertal, de
Engis, Cromagnon, Cuevas de Gibraltar, la célebre mandíbula de
Moulin Quignon, los huesos largos fósiles encontrados por mi en
San Isidro, la mandíbula humana de Puerto-Príncipe regalada al
Museo de Historia Natural por el Ilmo. Sr. D. Miguel Rodríguez
Ferrer, y tantos otros vestigios que hoy enriquecen los diversos
museos de Europa y que no cito por la brevedad”.91 Posteriormente, en una segunda etapa, expuso sus recelos hacia hombre
del Plioceno, como nos lo muestra este fragmento extraído del
volumen 8º de La Creación (1876: 297): “No debemos ocultar
á nuestros lectores que á pesar del tiempo transcurrido no hemos
visto en Europa dibujo, molde ni descripción del tal cráneo, lo
cual motiva las dudas que á muchos asaltan acerca de la significación de este descubrimiento”. En sus intervenciones internacionales sobre el tema, desmintió la presencia en estratos terciarios
del hombre de Otta, durante el congreso de Lisboa de 1880, y
del cráneo de Olmo en el congreso de Arezzo de 1886. Un año
antes, en sus conferencias dictadas en la Sociedad Geográfica de
Madrid mantuvo una actitud muy reservada hacia el hombre ter-
ciario, pero negó tajantemente la existencia del antropopiteco o
precursor humano terciario (Ayarzagüena, 2002b: 72) y en 1889,
durante su intervención en el I Congreso Católico, ya rechazó de
plano tal posibilidad; actitud que repitió en su aportación a la:
Geología y Protohistoria Ibéricas. Asimismo, propuso una edad
del Cobre, que en principio consideraba como una peculiaridad
de la Península, pero que acabará ampliando a toda la prehistoria
europea (Vilanova y Rada, 1894: 312-326, 333, 375-386).
Vilanova manifestó una cierta indecisión ante la idea
defendida por Mortillet, Cartailhac o Tubino de que la introducción de la cerámica, la agricultura y los metales en la
prehistoria española, se debería a una inmigración de gentes
orientales en el Mediterráneo Occidental; o, como defendía
en el Discurso de ingreso a la Real Academia de la Historia
(1889a: 68-69), que fuera un producto de una evolución autóctona, de acuerdo con los postulados sustentadas por los
hermanos Siret. En otros temas fue extremadamente prudente,
así en el de las dataciones nunca propuso ninguna cronología
absoluta, limitándose a señalar, tan sólo, la mayor duración de
la Edad de Piedra.92
Para resumir, podemos decir que, dentro de la prehistoria,
sus mayores aportaciones fueron la introducción del concepto
de Edad del Cobre, entre el Neolítico y el Bronce, que defendió especialmente en el extranjero, a pesar de encontrar,
al principio, un repudio bastante general; la identidad de esta
etapa cultural fue posteriormente confirmada y se conoce hoy
como Eneolítico. Ahora bien, como han puesto de relieve
Ayarzagüena (2002a) y Puche (2002: 23), debemos atribuir la
primacía en el establecimiento de esta categoría cronológica
a Prado, quien la propuso tras reconocer los materiales que
le había enviado Schulz desde la Mina de El Milagro en Onís
(1864). Dicho esto, fue Vilanova quien se encargó de darla
a conocer a los colegas europeos y consiguió su aceptación
entre la comunidad científica. Asimismo, según Ayarzagüena
fue el primero en hablar de una etapa anterior al Neolítico:
el Mesolítico, aunque, como hemos visto, erró a la hora de
situarla cronológicamente, tal como hoy ha establecido la cronología prehistórica.93 Finalmente, su nombre ha pasado a la
historia como el máximo defensor de la autenticidad de las
pinturas prehistóricas descubiertas por Sautuola en Altamira,
en el año 1879.
En el Viaje científico a Dinamarca y Suecia (1871: XXIII y XXXVIII)
recogía la cronología al uso para los metales: bronce y hierro, y cuando
se suscitó un debate entre los asistentes en cuanto a los límites de tales
edades, él no terció ni hizo comentario personal alguno (p. 66-68). Sobre su actitud respecto del hombre terciario, véase Origen, Naturaleza y
Antigüedad del Hombre (1872a: 158 y 418). Llama la atención que este
aspecto no haya merecido la atención de autores como Trigger (1992) o
que Gómez (1997: 140) considere que hasta la aparición del libro de los
hermanos Siret, Les premières âges du metal dans le Sudest de l’Espagne
(París, 1887) no se produjera la introducción del estudio de los metales
en España. Bien es cierto que su perspectiva es el de las técnicas metalúrgicas, pero nosotros pensamos que si bien Vilanova nunca usó el análisis
químico, que sí hicieron los Siret, estableció la necesidad de la aplicación
de esta técnica, como hemos visto, y llevó adelante una sistemática investigación sobre los periodos del cobre y del bronce, que supera según nuestro entender la mera mención “tímidamente y de manera documental”.
Hay que decir que este autor basa tamaña afirmación sobre un solo trabajo
de Vilanova (1889c) titulado Protohistoria. Dos nuevas estaciones españolas de la Edad del Cobre.
91 Recordemos sobre el particular que Machado y Graells habían expresado sus
dudas acerca de la antigüedad de los huesos cedidos por Ferrer en los años
cuarenta (Ayarzagüena, 1996b: 9).
92 En la conferencia de Santander, Vilanova (1881b: 47) indicaba respecto de
los periodos en que se dividía la prehistoria: “la ciencia no tiene medios eficaces de medir con exactitud los siglos y los años que cada uno de ellos comprende, siquiera haya motivos suficientes para estimar sobrado reducido el
tiempo que asignan las cronologías a la existencia del hombre en la Tierra”; y
tenía razón ya que hasta el descubrimiento de la radioacividad y el desarrollo
en el siglo XX de las dataciones radiométricas estas cuestiones eran fundamentalmente especulativas.
93 Esta cuestión tampoco ha merecido ni una línea en obras de historia de la
arqueología, como la de Trigger (1992).
90
161
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[page-n-176]
VII
Creacionismo y antidarwinismo en Vilanova
VII. 1. La crítica de Vilanova al
Transformismo
En su primera obra general, el Manual de Geología aplicada
a la Agricultura y a las Artes Industriales (Madrid, 1860-61),
en la que resumió los fundamentos de geología y paleontología
adquiridos durante su formación europea, Vilanova expuso por
primera vez sus ideas creacionistas y críticas con el transformismo de las especies.
El análisis del registro paleontológico, decía, mostraba que
en las mismas capas sedimentarias se encontraran los mismos
fósiles –a veces incluso idénticos ejemplares a lo largo de varios
centenares de kilómetros en sentido horizontal–, y, además, que
el hallazgo de fósiles idénticos estaba limitado a profundidades
determinadas. Ambos datos parecían probar, en su opinión, que
durante la historia geológica habían tenido lugar unas series sucesivas de creaciones y extinciones (Vilanova, 1860-61, 2: 154):
... en épocas diferentes la superficie terrestre según las condiciones biológicas reinantes, fue habitada por especies de
animales y de plantas más diferentes entre sí, que las que
pueblan hoy los países antípodas, y que las coexistentes en
las zonas ártica, templada y tropical; o que desde la primera
aparición de la vida en el Globo su historia se reduce a la
creación de formas orgánicas nuevas y a la destrucción de
las preexistentes.
Dentro de las distintas faunas, Vilanova distingue a lo largo
de la historia de la Tierra cuatro grupos faunísticos principales
que marcaban las grandes eras, entre las cuales no había casi
ningún fósil en común; sin embargo, entre las distintas faunas
dentro de cada periodo sí que podía haber un porcentaje relativamente elevado de especies comunes. Estas cuatro faunas
coincidían, poco más o menos, con las cuatro creaciones sucesivas admitidas por Cuvier: 1º Moluscos, peces y reptiles; 2º
Paleoterios; 3º Elefantes y mammuts, y 4º el hombre.
Comenzando en el terreno superior, primer grupo y más
moderno, se podían encontrar restos fósiles de animales y
plantas cuyas especies vivían en la actualidad y cuyos restos
se hallaban mezclados con los del hombre y con objetos de su
industria. El segundo grupo era el de los Paquidermos, que se
subdividía en tres: 1º Elefantes, rinocerontes e hipopótamos;
2º Mastodontes, dinoterios, lofiodontes y otros; 3º Paleoterios,
anaploterios y nummulites. El tercer grupo comprendía mamíferos monodelfos y didelfos, y la presencia y desarrollo de
los grandes reptiles y moluscos ya desaparecidos. Finalmente,
el cuarto grupo, el más antiguo, estaba caracterizado por la
primera aparición de la vida en el globo terrestre y estaba compuesto por una flora y fauna distintas, tanto de las actuales
como de otras muchas que las habían sucedido. La presencia
de trilobites, de abundantes peces con una estructura morfológica diferente de la de los actuales, y de una rica flora tropical,
determinaban los caracteres paleontológicos de esta sección,
que estratigráficamente comprendían los terrenos primarios o
paleozoicos (Op. cit.: 156-157).
En relación al reino vegetal hace las mismas consideraciones y piensa que también se podían establecer tres o cuatro
grupos que corresponderían a grandes y sucesivas creaciones y
a otros tantos periodos de la historia de la Tierra, aunque a la
hora de enumerarlos hace referencia a tres grupos. El 1º está
caracterizado por la flora actual y la de los terrenos terciarios;
el 2º, corresponde a los terrenos secundarios, en los que existían más fanerógamas y gimnospermas que monocotiledóneas y
criptógamas, siendo características las cicádeas y las coníferas;
por último, el 3º o de los terrenos paleozoicos o primarios, caracterizados por criptógamas vasculares, helechos, equisetáceas
y licopodiáceas entre otras.
Para Vilanova las especies había vivido de modo continuo
desde su creación hasta su extinción; la aparición y extinción de las especies de una misma localidad o lugares cercanos había tenido lugar de manera simultánea, ocasionadas
por causas físicas, que podían ser cuatro: cambios bruscos e
instantáneos de temperatura, mezcla de sustancias extrañas en
las aguas, cambio de composición o de naturaleza del agua
del mar o de los lagos, o diferencias por levantamiento o hundimiento del nivel de las aguas. Comenta que a medida que
las especies fósiles eran más modernas se parecían más a las
actuales, ofreciendo una mayor variedad en la organización
163
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y una complicación orgánica superior, pero según él hay que
tener cuidado con esta ley (Op. cit.: 162): “... pues si bien
es exacta en el conjunto y cuando se comparan los grandes
grupos del reino animal, deja de serlo en el momento en que se
desciende á los pormenores.”
El consideraba que la ley paleontológica que hacía referencia
al aumento de la complejidad orgánica en las faunas fósiles, no
debía considerarse como confirmación del principio absoluto, y
erróneo, de la perfección sucesiva de los seres, ya que si bien
se cumplía para el conjunto, y también cuando se comparaban
los grandes grupos del reino animal, no estaba tan claro cuando
se realizaba un estudio minucioso de cada terreno o de cada
grupo de seres. Así, en los terrenos primarios se encontraban
tipos o representantes de clases y órdenes muy diversos: peces,
moluscos, crustáceos, zoofitos y plantas, “de manera que, al parecer, Dios quiso representar en la primera creación un bosquejo
de los grandes grupos en que se había de dividir después el reino
animal” (Op. cit.: 162-163).
En su opinión, de este hecho algunos autores, al considerarlas más complejas en los niveles más modernos, deducían la
existencia de una ley de perfeccionamiento gradual de los seres,
que él niega (Op. cit.: 163):
Este principió fue aceptado por todos los que adoptaron la
generacion espontánea, el tránsito de unas especies á otras
por la influencia de los agentes exteriores, y la série única y
continua del reino animal como bases fundamentales de un
sistema, no solo zoológico, sino hasta filosófico y religioso,
pues se creyó que la Naturaleza confirmaba esta teoría. Este
principio fué uno de los funestos resultados de la observación imperfecta, por efecto del estado de infancia de la
Geología.
Este planteamiento muestra claramente que Vilanova era
contrario a las ideas transformistas. Al hablar de las posibles
causas de la extinción de las especies, a escala global, piensa
que pueden ser de dos tipos: físico y orgánico. Estas extinciones habían sido bruscas y repentinas, lo que venía corroborado por la armonía existente entre la fauna, la flora y el
terreno donde se encontraban. Vilanova menciona (a pie de
página) que D’Orbigny sólo aceptaba, como causa de la extinción de las veintisiete faunas que él reconocía, los efectos
físicos de la perturbación ocasionada por los levantamientos
de las montañas, Siguiendo la teoría de Elie de Beaumont, que
consideraba universales. Vilanova aceptaba la existencia de
estas causas físicas, cuyo origen era el levantamiento de una
cordillera (Op. cit.: 167):
La mayor parte de estos cambios de condiciones han sido, á
no dudarlo, producidos por la aparicion pronta en el fondo
del Océano de cordilleras de montañas, operacion que pudo
ser preparada por un levantamiento lento y sucesivo,... pues
tambien el arco se deja doblar lenta y sucesivamente hasta
que se rompe ó fractura por una accion ó fuerza instantánea.
Vemos que, en su opinión, una acción geológica lenta y
continua podía originar un fenómeno catastrófico de efectos
bruscos y repentinos. Aunque cree que esto, por sí sólo, no es
suficiente para explicar la extinción general de toda una fauna y
flora (Op. cit.: 167):
164
Sin embargo, es muy probable que esta sola causa no haya
podido determinar por sí sola la extincion sucesiva de todas
las especies fósiles, por cuanto la extension geográfica de
los levantamientos, tal cual se comprenden hoy dia estos
movimientos terrestres, es mucho mas reducida que la de
las Fáunas y Floras respectivas... Es, de consiguiente, indispensable recurrir á la causa, que llamamos orgánica, en
razon á referirse al gérmen de muerte, si es permitido decirlo así, que la especie como el individuo llevan en sí, en
virtud de la ley eterna de que todo lo creado ha de perecer.
Vilanova se nos muestra, respecto a la extinción de las especies,
como un catastrofista de método actualista, pero es mucho más
vago a la hora de abordar el tema de su aparición (Op. cit.: 168):
Mas difícil de resolver es, todavía, la segunda parte del problema, ó sea la que se refiere á la aparicion de las Fáunas y
Floras; cuestion importante, por cuanto se enlaza con principios zoológico-botánicos trascendentales ó filosóficos de
primer órden, y sobre la cual no podremos emitir sino hipótesis mas ó menos acertadas.
En cuanto al origen de las especies, según Vilanova, unos
pretendían que el Sumo Creador en el principio había depositado en la Tierra el germen de todas ellas, y que se habían ido
desarrollando a medida que encontraban las condiciones apropiadas; otros suponían que en cada época, se había dado una
creación de gérmenes y por consiguiente de especies. Vilanova
prefería no pronunciarse claramente y aunque mantenía que la
opinión de las creaciones sucesivas era la más extendida, resolvía la cuestión aduciendo que tanto en este punto como en
otras materias “el Supremo Ordenador se ha reservado el conocimiento del origen y de las causas primeras; y por mas que sean
laudables los esfuerzos que hace el hombre para llegar a salvar
esta valla, es posible que nunca lo consiga” (Op. cit.: 60).
Cada especie, decía, procedía originariamente de un germen
depositado por el Sumo Hacedor en uno o varios puntos de la
superficie del globo terráqueo, llamados cunas o centros de
creación, que podían ser únicos o múltiples. En ellos se habían
desarrollado las especies cuando las condiciones fueron favorables, partiendo de un número escaso de individuos. Al principio cada especie había habitado en su propio centro de creación pero a medida que se habían multiplicado los individuos
se habían expandido por las regiones vecinas hasta encontrar
causas climatológicas, geográficas y geológicas que limitaron
su área de dispersión (Op. cit.: 62).
Más adelante, cuando vuelve a abordar el tema de la aparición de las especies, agrupaba las distintas hipótesis publicadas
que intentaban explicar este hecho en tres grandes conjuntos:
A) Traslación de las faunas locales, que supone que los
cataclismos que extinguen las especies han sido sólo
parciales. Después de la inundación habría una repoblación por parte de los animales que habitaban en
países cercanos. Para Vilanova esta hipótesis no era
aceptable ya que implicaba una coexistencia de las
faunas y floras, que era contradictoria con la ‘especialidad’1 de los fósiles de los distintos terrenos, esto es,
estaba en contradicción con la armonía que existía entre
fauna y flora y el terreno donde éstas se hallaban.
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B) “Creación única, y explica la aparicion de nuevos séres
por transformacion lenta y sucesiva de las especies
primitivas2 á beneficio de las variaciones del aire atmosférico, de la temperatura, de la humedad y de otros
agentes...” (Op. cit.: 168). Pero tampoco es admisible,
porque implica la ley de perfeccionamiento gradual de
los seres, que, como ya hemos visto anteriormente, no
aceptaba, y además había que suponer la existencia en
épocas pasadas de una variabilidad y transformación de
las especies, que no se da en época histórica,3 lo cual no
era para él “ni exacto ni racional”.
C) “Creaciones sucesivas, ó mejor, tal vez, adoptando
la idea de Pictet, de la independencia de las Fáunas.
Los que la profesan, en cuyo número debe colocarse,
y en primera línea, al gran Cuvier, admiten la intervencion del poder creador, ó en otros términos, de Dios,
al principio de cada época geológica” (Op. cit.: 169).
Partiendo de Cuvier, quien admitía la intervención de
un poder creador al comienzo de cada época geológica;
y a pesar de que, según Pictet, esta hipótesis no podía
someterse a la contrastación científica, para él sería suficiente con limitarse a demostrar la imposibilidad de
las otras hipótesis. Vilanova se referirá a las creaciones
sucesivas de las especies cuando al final del libro se
ocupe de la pretendida concordancia entre el Génesis y
las Ciencias (ver Apéndice VI), donde se decanta claramente por ella.
Como conclusión sobre el tema de la aparición de las especies, Vilanova se mostraba creacionista y antitransformista y
dice (Op. cit.: 169):
Quede, pues, sentado en conclusión, que los animales de las
diversas Fáunas geológicas no proceden, por generación
directa, de las especies que les precedieron, sino que son
independientes las unas de las otras, al menos en los tipos
bien marcados así de Fáunas como de terrenos. Estos principios es muy probable se apliquen en el mismo sentido, y
con iguales restricciones, á la sucesion del reino vegetal.4
que no figuran en la obra de D’Orbigny, reuniremos en números redondos sobre 24.000 especies, que como dice este
geólogo, son otros tantos hechos que prueban la sucesion
regular en todo el globo de Fáunas muy ricas y variadas.
También citaba literalmente a Cuvier, señalando que los fósiles son los únicos datos que permiten a los científicos descubrir y confirmar los diversos periodos por los que ha pasado la
historia de la Tierra, periodos que se encontraban caracterizados
“por revoluciones extraordinarias y por otros hechos no menos
curiosos”.
Vilanova, por tanto, ya en su primera obra de síntesis, se decantó por intentar armonizar el relato bíblico de la creación con
los datos paleontológicos. Mantendría que a lo largo del tiempo
habían tenido lugar diferentes creaciones, cuya manifestación
más visible era la independencia de las faunas y floras fósiles
que caracterizaban los periodos geológicos. Desde este punto de
vista, Vilanova fue partidario del fijismo de las especies, como
ya recogía en su Manual. Hay que recordar que aunque su texto
se publicaría después de la aparición de la obra de Darwin, el
manuscrito estaba redactado antes de 1859, cuando circulaban
las ideas transformistas de los naturalistas franceses como JeanBaptiste Lamarck (1744-1829) y Etienne Geoffroy de SaintHilaire (1772-1844). Vilanova, fiel a su formación francesa,
comentará las ideas de naturalistas galos, profesores en universidades de provincia, quienes intervinieron en el debate sobre
el fijismo y el transformismo de las especies. Uno de estos autores fue el cuvierista y antitransformista Dominique Alexandre
Godron (1807-1880), profesor en la Facultad de Ciencias de
Nancy.5 Vilanova, siguiendo a Godron, sostenía que había que
considerar que la especie tenía una existencia fija en la época
actual, y que faltaban los seres intermedios “permanentes” que
pudieran dar pie a confusión entre especies análogas.
VII.2. crítica de Vilanova al Darwinismo en
la Universidad
Si á esta suma añadimos las especies de Vertebrados y de
Articulados, como Insectos, Crustáceos, &c, conocidos y
Vilanova mantuvo sus tesis antievolucionistas a lo largo de
su trayectoria científica, y así, entre 1873 y 1874 publicó una
serie de artículos críticos con el darwinismo, apoyándose en la
paleontología dentro de la Revista de la Universidad de Madrid
(Vilanova, 1873a, 1873b, 1874c). A esta ciencia, decía, acudían tanto partidarios como detractores de la teoría darwinista
en busca de datos que confirmaran o invalidaran, según cada
caso, sus postulados. Así que era su intención someter a la teoría
transformista, modernamente llamada darwinismo, a los documentos fósiles conservados las colecciones paleontológicas
para ver si confirmaban o no los principios enunciados por dicha
teoría. Aclaraba que en el caso de que los hechos observados
invalidaran los supuestos de la doctrina darwinista, no podrían
Palabra usada por Vilanova, para indicar que los fósiles característicos de
cada terreno no los podemos encontrar en otros distintos. Aunque respecto
a este tema, en esta época, una de las ideas más discutidas es el concepto
de ‘colonia’, debido a Barrande, que implicaba esta coexistencia para unos
pocos grupos dentro de algunos periodos de la era paleozoica.
2 En este caso Vilanova hace referencia a las ideas transformistas de naturalistas franceses, no a las de Darwin, ver más adelante.
3 Sobre este tema es interesante recordar el análisis que realizó E. Geoffroy
Saint-Hilaire de las momias de animales procedentes de antiguo Egipto, tras
las expediciones napoleónicas, y en las que se comprobó que no existía ninguna modificación respecto a los organismos actuales (ver Rudwick, 1972:
capítulo 3, VI).
4 La cursiva es del original.
5 Una biografía de Godron puede consultarse en el Dictionnaire de Biographie Française, Paris, fasc. XVI, 1983, págs. 479-480. Acerca de sus
ideas sobre la especie puede verse en P. Tort P. (Dir.) (1996) Dictionnaire du Darwinisme et de l’Évolution, Paris, Presses Universitaires de
France, vol. II, págs. 1994-1996.
Para concluir este apartado, Vilanova (Op. cit.: 169-171)
reseña la importancia que había adquirido la Paleontología, lo
que se desprendía del gran número de especies fósiles que se
habían determinado en poco tiempo. Como ejemplo presenta
un cuadro de D’Orbigny en donde se mostraba la distribución
de moluscos y radiarios fósiles en los diferentes terrenos, cuyo
número de especies conocidas llegaba a más de 18.000; además,
comentaba que (Op. cit.: 170-171):
1
165
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obviarse la gran aportación realizada a la ciencia por esta teoría
y por sus valedores, Lamarck y Darwin, dos profundos filósofos
de la naturaleza (Vilanova, 1873a : 51).
El discurso antidarwinista de Vilanova comenzaba dejando
de lado el problema del origen de la vida sobre la Tierra, que
los darwinistas más prudentes procuraban obviar. Para él, esta
cuestión quedaba fuera del ámbito de las ciencias naturales ya
que no podía abordarse su estudio mediante la observación,
base del criterio de este tipo de ciencias. Además, la generación espontánea no se veía confirmada por la práctica experimental. Vilanova atribuía el origen de la vida a la omnipotencia divina de un Sumo Hacedor, pero afirmaba que estaba
dispuesto a admitir otra explicación si la experiencia demostraba que estaba equivocado. Mientras tanto, a él le parecía
más plausible y satisfactorio apelar a la fe que recurrir a suposiciones gratuitas e intervenciones ridículas y extravagantes
como las que hacían Clémence Royer (1830-1902), la primera
traductora al francés de On the Origin of Species, Lamarck
y otros. Lo importante para él era que existiera un respeto
común, independientemente de lo que creyera cada uno de esta
cuestión (Op. cit.: 52).
Partiendo pues de que la vida había hecho su aparición en
la Tierra, sin plantearse su origen, Darwin, que había titulado
pomposamente sus obras “Origen de las especies” y “Origen
del hombre”, defendía un desarrollo de la complejidad orgánica, desde el plasma o nebulosa orgánica, pasando por los organismos sin órganos hasta llegar a los organismos con órganos,
es decir, decía Vilanova, vida difusa, vida concreta y vida compleja. En la última fase, el darwinismo postulaba según Vilanova que (Op. cit.: 52):
... por tránsitos lentos e insensibles, y sin límites bien definidos, se pasa de los simple a lo compuesto en todas las esferas de la complicación orgánica, formando de este modo
una sola o múltiples series no interrumpidas, desde la celda
orgánica hasta el microcosmo humano, que, en su sentir,
representa la síntesis de todos los organismos anteriores.
Si el fondo de la teoría, es decir, que la naturaleza había
comenzado por lo más sencillo y al agregar a cada organismo
concreto elementos fue complicándose la trama orgánica hasta
llegar al género humano, era aceptado por todos sus partidarios, había discrepancia entre ellos, seguía Vilanova, a la hora
de presentar los mecanismos naturales que explicaban este proceso. Para algunos como Lamarck, las causas eran inherentes al
propio organismo, deseos desarrollados por los animales que los
órganos se encargaban de satisfacer. Para otros, como Darwin,
la evolución se debía a la competencia por la vida y la selección
natural, bajo la influencia del medio ambiente (Op. cit.: 53).
Los darwinistas más decididos y entusiastas enlazaban y
armonizaban su principio transformista con el de la lentitud
del desarrollo que había caracterizado la historia de la Tierra,
a lo largo de las inconmensurables épocas geológicas. De esta
manera, a juicio de Vilanova, no sólo infiltraban a la Geología
de sus tesis evolucionistas encauzando en una nueva dirección
a esta ciencia, sino que utilizaban como apoyo de los cambios
lentos de los organismos que postulaban, las lentas transformaciones que sufría el globo terráqueo en su parte mineral, de
manera que para los darwinistas había un paralelismo entre el
aumento de complejidad orgánica y los cambios geológicos
166
del mundo inorgánico. En este sentido, Vilanova consideraba
que había influido en la nueva doctrina evolucionista, la teoría
geológica de las causas actuales, iniciada en Gran Bretaña por
James Hutton (1726-1797) y John Plaifayr (1748-1819), posteriormente desarrollada por Charles Lyell (1797-1875), y por
Constant Prevost (1787-1856), y Pierre Armand Dufrenoy
(1792-1857) en Francia (Vilanova, 1873a: 53). Y continuaba
diciendo (Op. cit.: 54):
Admitida ya por los geólogos esta marcha lenta de los
agentes naturales para darse exacta cuenta de los innumerables y variados sucesos que caracterizan la historia de
nuestro planeta, era natural que los darwinistas se apoderaran de tan preciosos datos, ya que para ellos el tiempo inconmensurable es el factor principal de su famosa doctrina.
Si bien era cierto que el estudio de las causas actuales en
geología había servido de apoyo al darwinismo, también lo
era que existía un punto de discordancia entre la composición
inorgánica o mineral y la orgánica. Así, antes de que hubiera
aparecido la vida sobre la Tierra, ya existía en el planeta todos
los materiales que habían de componer su constitución física.
En otras palabras, las dos series o progresiones inorgánica y orgánica tenían punto de partidas totalmente diferentes. Además,
seguía afirmando Vilanova, la génesis de los minerales confirmaba que lejos de existir una progresión creciente de lo simple
a lo compuesto y de los conocido a lo desconocido, lo que se
encontraba el geólogo era una degeneración de lo inorgánico,
puesto que partiendo de las rocas hidrotermales, las más complejas y antiguas, se iba reduciendo la composición mineral
hasta llegar a la roca simple, bien fuera caliza, arcillosa o arenisca (Op. cit.: 56). Esto probaba para Vilanova que existía una
contradicción cuando se comparaba el desarrollo de la materia
mineral con la que el darwinismo atribuía a la orgánica, ya que
en la primera faltaba la gradación lenta e insensible, la serie
lineal simple o múltiple que entre los seres vivos partía de los
más simples, o de la mónada, y llegaba al género humano. Por
si fuera poco, las especies orgánicas se perfeccionaban multiplicándose las partes del organismo, mientras que las rocas se
desintegraban para dar lugar a productos nuevos cada vez más
sencillos. Por tanto, concluía esta parte Vilanova, la teoría evolucionista o transformista debía buscar apoyo en otro frente, ya
que “el desacuerdo no puede ser más completo, precisamente
en el punto en que se pretende encontrar armonía y enlace entre
lo orgánico y lo inorgánico terrestre” (Op. cit.: 57).
En el siguiente artículo Vilanova comenzó discutiendo el
concepto de serie orgánica. Se remontaba al naturalista suizo
Charles Bonnet (1720-1793) como uno de los primeros que
se interesó por determinar la gradación ordenada de los organismos. Posteriormente Lamarck y Henri M. Ducrotay de
Blainville (1777-1850) habían continuado en la misma línea.
El primero considerando que todas las clases del reino animal
formaban grados sucesivos basados en la complicación de los
organismos. Blainville, compartiendo las ideas de Lamarck, con
relación a la serie simple y única sostenía que había que limitarse a los grupos inferiores, moluscos y articulados, dos ramas
ascendentes que partían de los radiados y terminaban convergiendo en los vertebrados. Los partidarios de la teoría transformista de Bonnet y Lamarck, muy numerosos al estar de moda
y también debido a causas extracientíficas, consideraban que la
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serie orgánica era una piedra angular y base fundamental de su
sistema de conocimiento. Los seguidores de esta doctrina negaban la intervención del Creador en la grandiosa obra que ellos
mismos, sin reparar en el contrasentido de la palabra, llamaban
de la Creación. Sostenían que los primeros bosquejos de vida
habían sido resultado necesarios, fatales e inconscientes de los
agentes físicos que entonces actuaban sobre el globo terráqueo.
Para Vilanova, comentar las fantásticas y extravagantes ideas
utilizadas para explicar el origen de la vida suponía un trabajo
curioso que era muy demostrativo de la ausencia de fundamento
de dicha explicación. Como ejemplo ponía a Lamarck, quien
según Vilanova explicaba el origen de la vida apelando a la
fuerza de la atracción, que formaban pequeñas masas de materias gelatinosas o mucilaginosas, y a “la influencia de la luz, los
fluidos sutiles, calórico y eléctrico” que penetraban en aquellos
cuerpos y en virtud de la propiedad de repulsión, separaban sus
moléculas y formaban cavidades, transformando la sustancia
en un tejido celular muy de